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Sinopsis
Hanna Boudreaux ha vivido en el pequeño pueblo de Willow, Colorado durante toda su vida. Bisnieta de la matriarca
de la ciudad, ella es dulce, linda y tranquila.
Demasiado tranquila.
Hanna tiene un momento de epifanía cuando se da cuenta que su amor platónico por siempre, Raiden Ulysses Miller,
nunca será suyo. Ella ve su vida como remilgada y decide hacer algo al respecto.
Raiden Miller es el héroe local del pueblo de Willow. Un ex marine con la medalla para probar su condición de
héroe, llega a casa, envuelto en misterio. Toma un tiempo pero, eventualmente, Hanna atrapa su atención.
Pero después de todos estos años de Raid y Hanna viviendo en la misma ciudad, la pregunta es, ¿por qué? ¿Está
Raid interesado en Hanna porque es dulce y linda? ¿O es que Raid tiene algo más en juego?
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Deacon
Kristen Ashley
1
Raiden
Traducido por Gigi D

Corregido por Lizzie Wasserstein

Estoy sentada en la cafetería de Rachelle. El asiento de hoy era frente a la puerta.


Intenté cambiarlo para que no lo notara.
Si estaba de espaldas a la puerta, quizás algún día, si me notaba, no creería que lo estaba buscando, esperando que
me mirara.
Aunque así era.
Raiden.
Raiden Ulysses Miller.
Un nombre increíble para un hombre increíble.
La campana sobre la mesa sonó, y con meses de práctica para perfeccionar que mis esperanzas y ansiedad no se
mostraran, levanté la mirada lentamente, con el corazón en un puño.
No era él.
Llevé mi taza de café a mis labios y tomé un trago, ocultando mi decepción.
Raiden Miller había comenzado a gustarme cuando tenía seis y apareció en el día de campo anual de la abuela.
Él tenía nueve.
También era hermoso.
Con el tiempo, se volvió más hermoso. Era simplemente uno de esos chicos que comenzaban siendo hermosos, y
desde ahí mejoraban.
Así que para cuando llegamos a la secundaria, yo en tercer año y él en el último, ya estaba perdida por él. Era el
chico más popular de la escuela. Alto. Tan alto. Un metro noventa y cinco. Amplios hombros. Musculoso. Un delicioso
cabello de color marrón oscuro, e incluso en ese momento tenía reflejos dorados como si fuera al Salón de Betsy.
No lo hacía. Era natural y siempre el mismo. Su hermana Rachelle tenía el mismo cabello. Todos estaban celosos.
Incluso yo.
Solo de Rachelle.
Respecto a Raiden, solo quería tocarle el cabello, ver si era tan espeso y sedoso como parecía.
Una tocada y sería feliz.
Después de secundaria, todos pensaron que era tan genial que se hubiera anotado en los Marines. Era perfecto para
él. Incluso de pequeño, era un hombre hecho y derecho. Su papá se había ido y todos sabían que él era quien cuidaba de su
madre y hermana. Se aseguraba que el jardín se viera bien, arreglaba los problemas en la casa, y aunque jugaba al fútbol en el
otoño y al béisbol en la primavera, buscaba trabajos para llegar bien a fin de mes.
Era un buen chico, quien creció rápido por la ausencia de su padre, y tomó la responsabilidad con tanta calma que a
todos les cayó bien. Por lo que los Marines eran la opción natural, Raiden decidió servir al país y hacerlo uniéndose a lo mejor
de lo mejor, como todo mundo sabía que eran los Marines. O tal vez era solo yo pensando que Raiden era el mejor de lo
mejor porque se independizó a una edad temprana y cuidó de los suyos. Pero supongo que todos estaban de acuerdo en ello.
Lo que sorprendió a la gente fue que se saliera.
Había oído los comentarios.
—Dejó la carga. —Oí decir a Paul Moyer, que era dueño de la tienda de comidas. Y había seguido—: Supongo que
no es una sorpresa, con lo que sucedió allá, el pequeño Raid perdiendo a sus amigos de esa forma. El recibir la medalla. Lo
que tuvo que hacer para conseguirla. Pero aun así, es triste ver a un hombre como él, tan… perdido.
Sabía lo que había ocurrido. Su escuadrón había sido prácticamente aniquilado. Perdieron a casi todos. Se decía que
Raiden había salvado por su cuenta a los sobrevivientes, y no solo eso, sino que además se aseguró de que los cuerpos de sus
camaradas fueran con ellos para que el enemigo no los tuviera.
Lo sabía porque todos hablaban de ello, pero también porque había sido algo enorme. Estaba en todos los
periódicos.
Pero apenas pudo irse después de eso, lo hizo.
Todos creían que él haría una carrera en los Marines.
No lo hizo.
Entonces, hace seis meses, volvió a Willow.
La primera vez que lo vi, al pasar por la cafetería de Rachelle por un café, dejé de respirar.
No era menos hermoso, ni siquiera después de todos estos años, casi quince. Estaba igual de alto, pero incluso más
musculoso. Sus hombros tan amplios que podrías poner la superficie de una mesa sobre ellos, y se mantendría estable. Piernas
fuertes. Brazos formados y con las venas marcadas. Grandes manos ásperas.
Fenomenal.
Y esos ojos.
Los había estudiado en el anuario. Tan inusuales, la forma en que el verde cambiaba de tono entre la pupila y el
borde del iris.
Le quedaban mejor con la edad, y estaba bronceado; su fuerte mandíbula siempre con un leve vello, como si se
afeitara una vez por semana porque no tenía el tiempo o la intención de molestarse con ello, y más aún, no le importaba lo que
la gente pensaba. Esas líneas que radiaban del borde de sus ojos lo hacían simplemente más interesante.
Todo su increíblemente apuesto rostro y su espeso y largo cabello parecían existir solo para enmarcar tan magníficos
ojos.
Hacían un buen trabajo.
Excelente.
Podía decirlo porque era una autoridad en el tema, como prácticamente todas las mujeres solteras, y algunas que no
lo eran, en Willow, Colorado, nuestro pueblo natal.
Pero quizás yo era la única que de manera demente, y siniestra (había que decirlo) casi lo acosaba pasando tiempo
en la cafetería de Rachelle solo para poder tener un vistazo de él.
De acuerdo, quizás era algo más que simplemente un vistazo.
Era tonto, pero no podía dejar ir la esperanza de que un día entraría, me vería, sonreiría, y quizás pasaría por mi
mesa para una charla en la cual yo lo dejaría anonadado por mis brillantes comentarios. Lo encantaría con mis modales. Luego
me invitaría en una cita. Al final de la cual, quizás, con suerte, finalmente podría tocar su cabello (entre otras cosas).
Eso nunca pasó.
Un par de veces, esos hermosos ojos suyos miraban a través de mí. Una vez, por desgracia, no alejé la mirada lo
suficientemente rápido cuando miraba alrededor de la cafetería y me atrapó observándolo.
Pero simplemente alzó la barbilla hacia mí y desvió la mirada.
Eso fue todo.
Sí parecía tener mucho en mente. Nunca venía a la cafetería para pasar el rato, almorzar, nada por el estilo.
Usualmente avanzaba, siempre sonriéndole a su hermana si estaba por allí, dirigiéndose dicto a la habitación trasera y
desaparecía allí.
Esto, claro está, era intrigante; por qué venía al café y desaparecía.
Pero una vez más, todo sobre Raiden Miller era intrigante.
También quería decir que no se quedaba cerca para almorzar, y por casualidad, mirar alrededor de la habitación y
enamorarse de mí.
Y en este momento, estaba comenzando a notar que ese día tampoco iba a ocurrir. Ya llevaba un rato esperando. Se
estaba haciendo tarde y raramente lo veía tarde.
Por lo que tomé mi bolso y dejé suficiente dinero para cubrir la cuenta que estaba en la mesa, incluyendo una
generosa propina. Si por un milagro Raiden me notaba, el tener comprada a su hermana con mis grandes propinas no era algo
malo. Iba un año arriba que yo en secundaria. Nos conocíamos desde siempre y yo ya le caía bien, y ella a mí.
También había sido ganado. Su comida y servicio eran superiores.
Tomé mi abrigo del respaldo de la silla, me lo puse y me colgué el bolso al hombro.
—¡Nos vemos, Hanna! —gritó Rachelle mientras me dirigía a la puerta.
—¡Hasta luego! —respondí, sonriéndole y apoyando una mano en la puerta.
La abrí, salí a la acera, escaneé como siempre la calle y me detuve en seco.
Raiden estaba en la vereda de enfrente de pie junto a su Jeep, besándose con una rubia muy bonita, delgada, y
pequeña, con cabello esponjoso y grandes senos.
Se me atascó el aliento en la garganta y se me retorció el estómago.
Ella llevaba botas con tacón alto, pero aun así, era tan diminuta que él estaba muy inclinado sobre ella. Era un beso
serio. La única forma en que podía notar que tenía pechos grandes era porque sus ropas se le adherían a la piel, tenía la
chaqueta abierta y podía ver uno de ellos presionado contra el costado mientras ella se le pegaba al pecho.
Santo. Cielo.
¡Dios!
Ella era una mujerzuela, esto también era visible, entre las botas de tacón alto (que no eran la moda para la gente
normal, pero sí para las zorras), la ropa pegada a la piel y el enorme cabello, pero también, porque incluso de perfil y a tanta
distancia podía ver que ella llevaba mucho rubor y maquillaje.
Pero ella era una de esas zorras mujerzuelas que se veían bien. Que trabajaban sus dotes. Quienes hacían que ser
mujerzuela fuera algo que considerarías al verlas.
Sin mencionar, que era una mujerzuela que había conseguido estar besando a Raiden Ulysses Miller.
Y él se veía tan fabuloso como siempre. Una apretada camiseta térmica de manga larga y pantalones cargo con
botas, las gafas de sol levantados encima de su cabeza. Sin chaqueta, como si su nivel de testosterona fuera tan alto que no
sentía el frío.
Dios.
¡Dios!
Alejé la mirada, y ciega, mi estómago sintiéndose vació, me moví hacia mi camioneta, me metí y afortunadamente
logré llegar a casa sin incidentes.
Aunque no sé cómo.
Porque eso dolía.
Dolía.
Oh Dios, ¿por qué dolía tanto?
Aun batallando con lo que sabía era una herida auto infligida, me metí en casa y fui directamente a mi hermosa sala de
estar de niña llena de fru frú. Me senté de piernas cruzadas en el sofá, mirando a la nada y asimilando el dolor.
El tiempo pasó y finalmente lo entendí.
Sabía lo que era.
Sabía que era como cuando estabas flechada por un actor o deportista y te enterabas que estaba soltero y te
permitías tener sueños locos de que un día se encontrarían y él se enamoraría perdidamente de ti.
Luego escucharías que se había casado, o embarazado a alguien y entonces (tal vez) iba a casarse, y tu fantasía
moría.
Y duele cuando las fantasías mueren.
Mucho.
Pero eso era exactamente lo que era.
La muerte de una fantasía.
Raiden Ulysses Miller no era un actor o deportista famoso, pero de todas formas.
Nunca sería mío.
Lo sabía porque a él le interesaban las mujerzuelas que se veían geniales.
Mujeres, petite[1] con un gran cabello, rubias, flacas y grandes pechos, que hacían que ser una mujerzuela se viera
bien.
Yo tenía un buen cabello. Brillaba saludablemente, era sedoso y un tono más oscuro que el rubio, pero no era
grande.
Y tenía un buen pecho, pero no tan grande.
Y no era flaca.
Ciertamente no era una zorra y nunca podría serlo, sin importar lo bien que pudiera verme y que me conseguiría a
Raiden Miller. Simplemente sabía que era el tipo de chica que no tenía una pizca de mujerzuela en su cuerpo, nada que
estuviera esperando por un cambio de aspecto, laca para el cabello y ropa ajustada para poder salir.
Además no era petite.
—Chère[2] —decía siempre mi abuela—. Agradece al buen Dios allá en el cielo por haberte dado esas piernas. Las
mujeres en todo el planeta matarían por esas piernas. Son eternas, mi niña hermosa, y confía en este vejestorio, que sabe, que
un día, agradecerás tenerlas.
Ese día, por mucho que amara a la abuela y supiera que (casi) siempre tenía razón, no era hoy.
Lentamente salí del sofá y me moví a través de la casa hacia el baño. Prendí la luz, me detuve frente al lavamanos, me
incliné y miré mi reflejo en el espejo.
Había tenido tres novios, y todos habían comenzado, obviamente, con citas.
Y siempre habían sido relaciones largas.
Todo chico que me había invitado a salir, lo hacía de nuevo.
Pero siempre cortaban conmigo.
Y al verme en el espejo del baño, de repente entendí por qué el que Raiden Ulysses Miller estuviera besando a una
mujerzuela (que se veía genial) dolía tanto, descubrí por qué mis novios me dejaban.
Porque me sentaba en las cafeterías esperando un vistazo de chicos apuestos y no hacía nada al respecto.
Porque no hacía que mi cabello se viera más grande.
Porque cuando estaba en el secundaria me quedaba en casa estudiando. No iba a fiestas. Y cuando no estaba
estudiando, iba al cine o leía. Cuando crecí no empecé a ir a bares para beber chupitos de tequila y coquetear sobre las mesas
de billar. Pasaba el rato con mi bisabuela de noventa y siete años, mi amiga KC o, igual que antes, iba al cine o leía. No me
tomaba geniales vacaciones donde tenía grandes romances de verano que me dieran buenos recuerdos y mejores historias que
contar. Iba a la casa de mis padres en Tucson, visitaba a mi hermano en California o alquilaba una cabaña a dos horas de
distancia en las montañas de Colorado donde, sí, adivinaron, me quedaba a leer.
Vivía una vida pequeña que me volvía poco interesante.
Aburrida.
Nada.
Tenía veintiocho años y mi bisabuela que vivió casi un siglo, tuvo una vida más activa y divertida que yo.
Esto era una locura.
Incluso era más loco que haberme enamorado a distancia de un chico de nueve años y esperar como el infierno ser
elegida para ser de su equipo en los juegos del día de campo de la abuela. Lo que sucedió, gratificantemente, tres años
consecutivos, aunque nunca me notó y terminó por no tener importancia. Era más loco que haber arrastrado ese flechazo por
la secundaria e incluso cuando él había desaparecido por años.
Era certificable.
—Y ahora está terminado —le dije a mi reflejo.
Entonces hice lo que nunca había hecho.
Tomé una decisión y actué sobre ella.
Fui a la cocina, tomé un anotador e hice una lista de cosas por hacer.
Una vez hecha, inmediatamente me puse con ella.
Primero, llamé al salón de Betsy y le dije que necesitaba un nuevo estilo y ella estaba a cargo del mismo.
—¡Oh por Dios, Hanna! ¡Voy a hacerte un espacio ahora mismo! ¡Tienes que venir mañana! ¡No puedo esperar!
—exclamó.
Fui el día siguiente y me hice un corte ligero en capas con unos reflejos.
Luego conduje dicto a la concesionara de autos de Bob y me compré un Nissan Z blanco perla.
Era increíble.
El día siguiente llevé mi nuevo Z al pueblo, entré en la agencia de viajes y reservé un crucero.
Después de eso caminé calle abajo. Algo llamó mi atención en la bicicletería, y aunque no estaba en mi lista, me
decidí y entré resueltamente.
No volví a la cafetería de Rachelle excepto para el café ocasional, pero eran algo poco frecuente.
No vi a Raiden Ulysses Miller.
No por cinco meses.
Lo que no sabía era…
Que él sí me vio.
2
Comida para Gatos
Traducido por Blinda y Selene

Corregido por Lizzie Wasserstein

Cinco meses más tarde...


—¡Voila! —gritó Bodhi.
Se movió hacia atrás. Vi los resultados de su ayuda, tiré mi cabeza hacia atrás y reí antes de mirar de nuevo hacia
abajo a mi chica. Mi rosa y blanca Daisy Schwinn ahora tenía opalescentes serpentinas blancas y rosas mezcladas con las de
plata retorcidas a raudales por el manillar.
Miré a Bodhi, quien había enderezado mi bici. Salté de la cama y baje sobre mis dos mientras aplaudía y gritaba:
—¡Es perfecta!
Y lo era. Lo era desde la parte superior, lindísima, femenina, perfecta.
La amé.
Amé tanto a mi niña que terminé lanzándome en los brazos de Bodhi y lo abracé, exclamando en voz alta:
—¡La amo!
Bodhi me devolvió el abrazo, y me sacudió de lado a lado.
Desde el día en que compré mi Schwinn hace cinco meses, Bodhi y yo nos habíamos hecho amigos.
Buenos amigos.
Él no era como cualquiera de mis otros amigos. Él era un tipo tranquilo, un ciclista y aficionado a deportes extremos
(sin duda un tipo) que poseía su propia tienda de bicicletas en gran parte para poder cerrarla cuando quisiera e ir a andar en
bicicleta o hacer snowboard cada vez que le apetecía, lo cual era a menudo.
Cuando estaba trabajando, no era raro entrar en su tienda, gritar su nombre y que saliera de la oficina de al lado en
una nube de humo y con el olor de los vapores de la hierba. Era tan evidente que sinceramente no sabía cómo no conseguía
que el Sheriff le siguiera la pista. Pero no lo hizo.
Tenía que ser el karma. Ninguna encarnación de Bodhi le haría daño a una mosca, no me importaba cuántas veces él
pensaba que se había reencarnado, y según Bodhi, habían sido un montón.
Ese invierno, Bodhi y su novia, Heather, me enseñaron a hacer snowboard.
Sabía cómo esquiar, un poco. Había estado en las pistas con mis padres y mi hermano muchas veces en mi
vida. Cuando me hice mayor, dado que no me gustaba, por lo general iba de compras o pasaba el rato en un albergue, bebía
cacao y leía mientras que ellos sacudían las pistas.
Pero el snowboard era una maravilla. Me encantó, y dado que a Bodhi y a Heather les gustaba mucho más que a mí,
lo pasamos de maravilla.
Así que cuando la nieve comenzó a derretirse y pude subir encima de mi Schwinn, Bodhi y Heather me mostraron los
entresijos para desplazarme. También me prestaron una bici de montaña usada de la tienda y me sacaron de senderismo.
Fue increíble. Había vivido en Willow, por lo tanto en Colorado, toda mi vida, pero nunca había visto los fabulosos
lugares y las hermosas vistas que vi con Bodhi y Heather.
Sobre todo porque no había salido y mirado.
Ahora lo hacía, todo el tiempo. Incluso cuando Bodhi y Heather no estaban conmigo, me gustaba alquilar una
bicicleta en el lugar de Bodhi y golpear los senderos.
El cielo.
Los últimos cinco meses también había trabajado duro para expandir mi negocio así que pude disfrutar de mi nuevo
estilo de vida que incluía beneficios, pero también incluía cosas tales como boletos de telesilla, equipos de snowboard,
bastidores de bicicletas y un seguro para dos vehículos.
Gracias a Dios, mis esfuerzos de expansión funcionaban así que cuando necesitaba ayuda con el embalaje y el envío,
contrataba a Heather.
Era tan tranquila como su novio y aceptó mi oferta. Fue un buen ajuste para las dos. Ella trabajaba cuando había
trabajo que hacer. Podían ser dos horas a la semana, podían ser veinte. Ella asumía cualquier cosa y yo necesitaba a alguien
que fuera flexible.
Heather sin duda lo era.
Así que pasé mucho tiempo con ellos, y Bodhi estaba ayudándome a preparar mi bici. Tenía luces, una cesta Daisy
tejida. Tenía una bici retro rosa fuerte con timbre. Tenía luz brillante delantera y una luz trasera intermitente.
Y ahora tenía serpentinas lindísimas y femeninas en mi manillar.
Lo tenía todo.
Con los brazos de Bodhi todavía alrededor de mí, de repente me susurró al oído:
—Amiga, GI Joe buscándote a las tres en punto.
Era una cosa tan extraña de decir, que me eché hacia atrás en sus brazos. Mi cara se partió en una enorme sonrisa, y
lo miré a los ojos.
—¿Qué? —pregunté.
—GI Joe total. Como un GI Joe, guau —murmuró, ambos llevábamos gafas de sol así que él tuvo que torcer su
cabeza a su izquierda para indicar a lo que se refería.
Miré de frente.
Y vi a Raiden Miller de pie afuera de su jeep, llevando una ceñida camiseta verde del ejército que marcaba tanto sus
bíceps que se veía en peligro de rasgarse. También llevaba pantalones marrones cargo, botas e increíblemente unas geniales
gafas de sol de aviador doradas las cuales, de hecho, parecían estar dirigidas hacia mí.
Sentí que mi respiración comenzaba a quemar en mis pulmones cuando mentalmente rebobiné los preparativos que
había hecho esa mañana para visitar la ciudad para hacer recados.
Maquillaje ligero.
Cabello alaciado.
Ajustados pantalones rosas, muy cortos y un lindísimo top blanco que tenía un pequeño volante alrededor del cuello y
manga ranglan. Sobre mis pies estaban atadas unas chanclas rosas nacaradas.
Oh Dios, hacía juego con mi bici.
¡No! ¡Yo hacía juego con mi bici!
Gracias a Dios había llevado mis propias y fabulosas gafas de sol rosas en la parte interior de las patillas, negras en el
exterior, pero con acabado plateado y con forma de gafas de policía. Eran geniales.
—En serio, deberían actualizar el muñeco para parecerse a él —continuó Bodhi y le devolví la mirada para ver que
todavía estaba mirando a Raiden—. Todos los niños en los Estados Unidos comprarían ese muñeco. —Se volvió hacia mí—.
Los niños y las niñas.
Él estaba absolutamente en lo correcto.
Empujé sus brazos, levantando una mano para meter el cabello detrás de mi oreja, muy consciente de que Raiden
Miller podría estar observando estos movimientos.
En los últimos cinco meses me había dejado crecer el cabello, y Betsy dijo que si lo mantenía solo recortando las
rizadas capas que había cortado para el 4 de julio llegaría al tirante de mi sujetador. Esto era debido a que crecía muy
rápido. Ahora estaban a mitad de camino. Largo y grueso con reflejos y mechas en ellos que Betsy dijo “le daban volumen y
personalidad”.
Sin duda lo hacían. Con su salud y brillo natural y conmigo al sol todo el tiempo hacían el rubio aún más rubio,
aunque me pareció que estaba bastante bien.
Aun así, no era un gran cabello, como el hermoso cabello de Raiden.
Puse a Raiden fuera de mi cabeza (o algo así) y abrí la boca para preguntarle a Bodhi cuanto costaban las serpentinas
así podría salir rápidamente de ahí mientras Bodhi seguía hablando.
—Soy un hombre, por lo que a pesar de que lleva gafas de sol, te puedo decir, como hombre, que con esos
pantalones cortos, sus ojos se dirigen a tus piernas.
Ante sus palabras, me pregunté si las piernas podían sonrojarse. Si pudieran, las mías hubieran hecho precisamente
eso, a pesar de que estaba llegando junio y que ya estaban bronceadas dado que había estado montando mucho en bici.
—También sé esto mientras él está mirando abajo... a tus piernas —termino Bodhi.
Bueno, sin duda, las piernas podían sonrojarse. Lo supe cuando sentí el calor golpeándolas.
—¿Cuánto te debo? —pregunté, sacando a Bodhi fuera del tema de Raiden y mis piernas. Yendo por mi cesta, la
estaba deseando desde el primer momento, una cesta Daisy que cualquier niña de seis años estaría extasiada de tener, pero,
de repente me estaba dando cuenta, que cualquier mujer de veintinueve años, se lo pensaría dos veces.
—Eran quince, al ser hechas a medida por Heatherita, pero dado que me diste un abrazo y hago descuentos por los
abrazos, lo vamos a dejar en diez —respondió Bodhi.
Agarré mi cartera. Un larga, cartera de bolsillo extraplana que estaba hecha de un cuero champán plateado
que tuve que tener al momento en que la vi, pero que en este momento me preocupaba que fuera brillante y ostentosa. Saqué
uno de diez y uno de cinco y extendí los billetes hacia Bodhi.
—Nena, dije diez —me dijo, pero yo sacudí mi cabeza y mi mano.
—Toma —insistí.
Tenía una tienda de bicicletas que mantener abierta, adicción a la hierba, aficiones caras y una ética de trabajo
cuestionable.
Necesitaba los cinco dólares.
Sus gafas de sol se cernieron sobre las mías, entonces tomó el dinero porque sabía mejor que yo que lo necesitaba.
—Eres genial—dijo en voz baja.
—Lo mismo ocurre con estas. —Pasé un dedo a través de las serpentinas, algo más sobre lo que ahora tenía
dudas. Luego pensé... olvídalo. Me gustaban. Así que Raiden me vio en una bicicleta lindísima, femenina llevando un traje
lindísimo, femenino que hacía juego con él.
Tenía mis gafas de policía.
Tenía un amigo maravilloso que me hacía reír y me enseñaba a hacer snowboard.
Y probablemente no volvería a ver a Raiden durante otros cinco meses.
Entonces, ¿qué me importaba?
Monté mi bici, con el deseo de estar pedaleando a casa en lugar de pedalear más dentro de la ciudad para hacer
algunas diligencias para la abuela. Raiden estaba estacionado, y por lo tanto, obviamente, en la ciudad por una razón, y esa
razón podría significar que me topase con él de nuevo. Me di la vuelta para mirar a la ciudad.
—¿Estamos yendo de montaña este fin de semana? —preguntó Bodhi, y le lance una sonrisa brillante por encima de
mi hombro.
—Absolutamente —contesté.
Él devolvió la sonrisa.
Metí la barbilla para mirar mis pies y de nuevo metí mi cabello detrás de mí oreja mientras empujaba el freno y ponía
los pies en los pedales. También miré por el rabillo del ojo hacia Raiden.
Solo para comprobar.
Sentí el calor golpeando cada centímetro de mi cuerpo haciéndolo hormiguearse cuando vi que ahora estaba
recostado contra su Jeep, los brazos cruzados sobre su enorme pecho, y las gafas de sol, al parecer, todavía hacia mí.
Tenía una sonrisa sexy y juguetona en su boca y él parecía estar instalado, como si estuviera disfrutando de un
espectáculo.
¿Qué demonios?
Bien. Lo que sea. No todos los días un hombre veía a una mujer de veintitantos años en la bicicleta de los sueños de
una niña de seis años vestida con un modelito que hacía juego con su bici. Así que tenía un espectáculo.
Una vez más, lo que sea.
Eso fue lo que pensé.
Lo que sentí era una idiotez.
Tenía que dejarlo ir, pero más, tenía que salir de allí, así que me quité, gritándole a Bodhi:
—¡Hasta luego!
—¡Hasta luego, nena! —gritó Bodhi.
Pedaleé lejos y me sentía contenta, caliente y extraña mientras recogía las medicinas de la abuela de la farmacia y
agarraba la comida para gatos del gato de la abuela, Spot, en la tienda de mascotas.
Estas sensaciones solo se calmaron cuando estaba pagando por la comida de Spot.
Los medicamentos eran importantes, por supuesto. Pero aunque Spot no podía ver la despensa donde la abuela
guardaba las latas de su comida, podía sentir cuando se estaban agotando y se ponía inquieto.
La abuela y yo habíamos aprendido por las malas que cuando Spot se ponía ansioso, había que hacer algo al
respecto.
Podía haber tomado las medicinas al día siguiente, cuando solía hacer la gran compra semanal para la abuela. Pero
dado que Spot solo aceptaba dos sabores diferentes de una marca especial de comida para gatos esta tenía que ser comprada
en la tienda de mascotas y lo de la abuela se estaba agotando, así que pedaleé hacia la ciudad, y sin querer hice el ridículo la
primera vez que la atención de Raiden Miller se volvió hacia mí.
Amaba a ese gato, no importaba lo intratable que fuera.
Pero en ese momento le maldije hasta la perdición.
Había comprado la comida y salía de la tienda, cuando Krista, la dueña de la tienda me llamó.
—¿Estaría bien si voy a ver a la señorita Mildred el sábado para que me enseñe a hacer sus galletas?
La abuela era conocida por su cocina. Era de Louisiana. Completamente Cajun, directamente desde el sur y había
llevado a Colorado todos los conocimientos que había adquirido en casa.
También era generosa.
Seguí caminando hacia la puerta, mientras miraba por encima de mi hombro a Krista, sonreí y le dije:
—¡Por supuesto!
Levantó su cabeza, sus ojos se agrandaron y me gritó:
—Hanna —dos segundos antes de golpear contra una pared.
Me tomó por sorpresa porque había estado en la tienda de mascotas más de una vez en mi vida, muchas más y no
recordaba que hubiera una pared aquí, aunque en realidad no estaba prestando mucha atención a ellas.
Pero no las paredes no estaban allí.
Tampoco tenían dedos que podrían enrollarse en mis brazos pero para el momento en que giré mi cabeza, ya había
pasado.
Vi una camiseta verde del ejército y estiré mi cabeza hacia atrás, atrás, atrás y miré directamente los ojos de Raiden
Ulysses Miller.
Como si estuviera haciendo un acercamiento.
Lo había visto en su foto del anuario por supuesto, docenas (bueno, tal vez cientos) de veces.
Él incluso había mirado a través de mí cuando había estado en Rachelle’s.
Pero nunca lo había visto tan cerca hasta ahora, así de vivo, respirando con los dedos envueltos alrededor de mis
brazos, tan cerca que podía sentir su calor corporal.
—¿Estás bien? —su profunda voz retumbó a través de mí.
Tenía una voz fenomenal, pero lo único que podía hacer era mirar fijamente a sus ojos.
Había una extraña luz marrón y verde con un tinte amarillo en su pupila, pero a medida que irradiaba hacia el borde
del iris se transformaba en un color verde claro puro.
Sorprendente.
Increíble.
Precioso.
Dejé caer mi bolsa con comida para gatos.
El golpe sonó fuerte. Las latas se desbordaron y empezaron a rodar por todas partes, eso me ayudó a sacudirme de
mi estupor.
También me alejé fuera de su control y de inmediato me puse en cuclillas para rescatar las latas.
Por desgracia, también lo hizo Raiden y nuestras cabezas chocaron en un doloroso golpe que me hizo caer sobre mi
trasero. También envió mis gafas de sol que estaban sobre mi cabeza a volar.
Poco a poco levanté mi mano hacia mi cabeza, donde me toqué la frente pensando que alguien me mate. Por
favor. Ahora mismo. Mátenme.
—Oye ¿estás bien? —me preguntó. Estaba en cuclillas, inclinándose hacia mí rodeando mi muñeca.
Su tacto quemó instantáneamente mi piel.
Alcé los ojos hacia él.
Sorprendente.
Increíble.
Precioso.
Con esfuerzo, encontré mi voz, pero cuando lo hice, me salió un poco alto.
—Estás... uh, ¿bien?
—Nos pegamos fuerte —me respondió—. Estoy bien. Pero parece que te noqueé.
Eso lo hizo.
¡Dios!
—Estoy bien... bien, bien... solo, eh, bien y bueno... bueno —murmuré.
¡Estoy balbuceando! pensé, entonces noté que había latas por todas partes hasta un niño pasó corriendo y golpeó
una que salió volando.
No estaba pensando y estaba malditamente fuera de mí, solté mi mano libre de él, moví mis manos y rodillas y
empecé a gatear por el piso de la tienda de mascotas (¡gah!) recogiendo latas de comida para el estúpido gato.
En serio Spot tenia suerte que lo amara sino lo mataría.
Dejé de hacerlo cuando sentí un cosquilleo en mi espalda. Volví la cabeza y vi que Raiden tenía mi bolsa en una
mano. Y cuatro latas de comida en la otra pero su cuerpo estaba inmóvil, sus ojos estaban fijos en mi trasero.
Oh Dios.
Era una torpe y una idiota.
¡Era una estúpida torpe!
Rápidamente, recogí las latas y las sostuve en mis brazos junto con mis gafas que acomodé en mi cabeza, no quería
estar cerca de Raiden pero tenía mi bolsa.
—¿Qué tal si nos tomamos esto por turnos. Tu primero —sugirió Raiden.
Me obligué a mirarlo y vi que me sonreía.
Había visto esa sonrisa. Era hermosa. Lo había visto sonreírme. Eso la hacía aún más hermosa. Repasé mi día, oír su
exuberante risa. Era sublime.
Pero él obviamente nunca me había sonreído.
Estaba en lo correcto. Era hermosa.
Más allá de hermosa.
Cambia vidas.
Haciendo que me quedara helada.
Completamente.
Cada centímetro de mí.
Se quedó mirándolo.
—¿Todo está bien por aquí? —nos preguntó Krista viniendo curiosamente tarde a ver este terrible incidente, sabía
que lo repetiría en mi cabeza una y otra vez, con ganas de hacer las cosas distintas y patearme a mí misma por no haberlo
hecho.
Me obligué a hablar, y esta vez no grité. Mi voz parecía un chillido.
—¿Yo primero? —le pregunté a Raiden.
Su sonrisa se hizo más grande. Mis entrañas se derritieron y él alzó su barbilla.
Me incorporé sobre mis pies.
—Aquí hay otra lata Hanna —dijo la señora Bartholomew mientras Raiden se levantaba en toda su estatura. En otras
palabras por encima de todas nosotras.
Me giré hacia ella y tomé la lata que me estaba ofreciendo.
—Gracias Sra. B.
Me dio una sonrisa y luego miró a Raiden.
—Raid dile a tu mamá que dije hola.
—Lo haré —murmuró.
Le sonrió y se fue.
Raiden abrió la bolsa de plástico lo que indicaba que debía despojarme de mi pila de latas de comida para gatos y
tenía que inclinarme para volcar todas las latas que había apretado contra mi pecho. Así lo hice, terriblemente consciente de
que podía ver mi blusa.
Fue entonces cuando di gracias a Dios por tirar toda mi ropa interior de mierda hace cinco meses y solo traer mis
cosas buenas de mi viaje a Denver.
—Creo que las tienes todas —compartió Krista mientras levantaba una mano para meter mi cabello detrás de mí
oreja y deseba estar en cualquier lugar menos aquí.
Y me refiero a cualquier lugar.
Una fábrica clandestina en China. En un centro de llamados a personas que odian las llamadas comerciales que me
gritaran que soy una abusiva antes de colgarme.
En cualquier lugar.
Krista estaba escudriñando el suelo por más latas luego nos miró.
—Se golpearon bastante fuerte. ¿Están bien?
—Lo estoy, pero Hanna parece un poco aturdida —respondió Raiden mientras yo dejaba de respirar.
Él dijo mi nombre.
¡Él dijo mi nombre!
Levanté la vista hacia él, mis labios se separaron.
Entonces me di cuenta de que pensaba que estaba aturdida por nuestro cabezazo y eso no era bueno.
Tenía que reaccionar.
Tomé aire y exhalé al mismo tiempo que extendía mi mano para suavemente tomar la bolsa, entonces, me aseguré
que mi voz sonara normal (gracias a Dios).
—Estoy bien. Solo… tengo muchas cosas en la cabeza. Pero estoy bien. —Miré a Raiden—. También soy torpe.
Lo siento.
—No te disculpes, cariño. No corriste directamente hacia mí, además si no hubiéramos chocado no habría tenido la
oportunidad de oler tu perfume. Alegraste mi día —me respondió, y yo parpadeé.
Oh diantres. Me llamó cariño con esa retumbante voz.
Y estaba siendo (¿podría ser?) un poco coqueto.
¡Dios!
Tenía que mantener la calma
Lo hice (apenas) entonces traté de recordar mí mañana de nuevo, viendo que era una puta de los perfumes. Tenía
por lo menos veinte botellas. Podría ser cualquiera.
Recordé que esta mañana elegí Agent Provocateur y decidí que cuando llegara a casa iba a pedir otra botella (o
siete).
—Sera mejor que vuelva al trabajo —murmuró Krista.
Quité mis ojos de Raiden para mirarla y vi que estaba mirando al suelo sonriendo como una idiota.
Ella se fue.
Raiden volvió a hablar.
—¿Eres la nieta de la señorita Mildred? —me preguntó.
—¿Perdón? —le pregunté de regreso.
—Krista dijo que iba a ir con la señorita Mildred este fin de semana. Oí que su nieta la iba a cuidar. ¿Eres tú?
No sabía quién era yo.
Había vivido durante veintitrés años convencida de que estaba enamorada de él, sin importar lo loco que fuera y él no
sabía quién era.
Escuchó a Krista decir mi nombre.
No tenía ni idea.
—Si soy su nieta —le dije.
—¿Vas a ir a verla después? —me preguntó.
Asentí con la cabeza todavía enfrentando la devastación de que no recordara cuando teníamos guerras de agua en el
día de campo de la abuela, había estado en mi equipo por tres años consecutivos y no me conocía.
—¿Cómo lo está haciendo? —continuó Raiden.
—Genial. Como si tuviera veinte y no noventa y ocho años —le contesté y me dio otra sonrisa.
Debo haber estado mejorando con la práctica ya que solo hizo que mi cuerpo cosquilleara.
—Por lo menos eso no cambia —murmuró.
Tenía razón en eso. Mildred Boudreaux nunca cambiaba. Incluso los casos de fuerza mayor no pudieron cambiarla.
Lo sabía porque cuando la abuela tenía dieciséis años le cayó un rayo, estaba vagando y con sus ropas todavía humeantes
(por cierto así fue como me lo contó) le preguntó a su madre que había para la cena.
—Escucha, me tengo que ir —le dije mientras inclinaba ligeramente su cabeza a un costado, lo cual me hubiera
gustado que no hiciera. Debido a que exponía todas sus facciones, podía ver lo atractivo que era, su fabuloso cabello, sus
increíbles ojos, su atención en mí, me hacía sentir tanto fría como caliente y quería pedirle que lo hiciera una y otra vez para
solo poder observarlo.
Me recompuse (de nuevo) y seguí hablando:
—Siento haber chocado contigo y bueno… golpear tu cabeza.
—Estoy bien, si tú estás segura que te encuentras bien —me respondió.
—Estupendamente —le dije, entonces le di una sonrisa forzada—. Lo siento de nuevo y… te veo después.
Entonces lo dejé, y me fui caminando rápidamente hacia mi bicicleta.
Deslicé la bolsa de comida para gatos en mi cesta, me subí al asiento, puse mis pies en los pedales y me dirigí
directamente hacia la casa de la abuela sin mirar atrás a la tienda de mascotas.
Eso estuvo bien porque si lo hubiera hecho habría visto a Raiden Miller, con los brazos cruzados sobre su pecho, con
una sexy sonrisa en su boca, mirando cómo me alejaba.
3
Té Dulce
Traducido por Itorres y Debs

Corregido por Lizzie Wasserstein

Una semana, un día después...


Abrí la puerta de la casa de la abuela y grité:
—¡Oye, abuela! ¡Estoy aquí!
Ante esto me gritó de regreso:
—Estoy en el porche trasero, preciosa. Empapándome en el sol y bebiendo té dulce. ¡Trae la jarra, estoy abajo!
Sonreí a los pisos de madera y arrastré las bolsas de comestibles, deteniéndome cuando Spot llegó a mi visión.
Se sentó en su amplia extensión en el pasillo y me miró.
Era blanco con grandes manchas de color gris. Él era uno de los gatos más bonitos que he visto nunca. También era
el más sabio. Y el más gordo.
Él no era más que grasa, era sólido. Diez kilos de gato compactado sostenidos por la suave piel blanca y gris.
Era bueno que fuera hermoso porque era un dolor en el trasero.
Como cuando se ponía de un humor amable no importaba lo poco frecuente que fuera y estabas tendida boca arriba
en el sofá y él saltaba arriba tuyo y se acomodaba, había una buena posibilidad de que te pudiera aplastar.
Sin embargo, no lo movías.
Había dos razones para esto.
Una, que podría transformarse en cualquier momento. Yo tenía que recortar sus garras delanteras con láser ya que él
seguía arañando a la abuela y rompiéndole la piel.
Dos, era tan bonito que cuando era amoroso tú te aprovechabas.
—Miau —dijo.
—Miau a ti, amigo —le contesté.
Por suerte, funcionó para él y en lugar de quejarse, maullando y atacando mis tobillos, se volteó y contoneó hacia la
puerta trasera.
Fui a la cocina, arrojé los comestibles, agarré la jarra de té dulce del refrigerador y me dirigí hacia la parte de atrás.
Abue solía ser de mi altura, pero se había encogido. Y encima de eso, ella se inclinaba por lo que ahora parecía
pequeñita. También tenía arrugas de la cabeza a los pies. Esto era en parte porque era vieja como la tierra. Esto era
principalmente porque era amiga del sol. Tuve que comprarle uno de esos calentadores al aire libre, ya que, incluso en el
invierno, si hacía sol agarraba chales, se ponía las pantuflas, se sentaba afuera y miraba hacia el sol reflejándose en la nieve,
envuelta en lana.
Mildred Boudreaux amaba todo, todo el mundo y cada momento de su vida (por supuesto, excepto cuando su
esposo murió y cuando su hijo, mi abuelo, murió, y cuando sus otros tres hijos murieron, obviamente).
Ella era esa clase de persona.
Pero ella amaba algunas cosas y algunos momentos mejores.
Y en cualquier momento eso incluía sol, ella era toda para eso.
Jalé la puerta de tela hacia atrás y giré, la boca abierta para decirle que tenía más comestibles en el auto para traer,
cuando me detuve en seco.
Esto se debió a que Abue estaba sentada en su lindo vestido de abuela, con el cabello azul recién pintado, porque
Sharon de Betsy’s venía todos los jueves por la mañana para lavárselo y pintarlo, y era jueves. Tenía los pies hacia arriba,
uñas de los pies pintadas de rojo retorciéndose en el sol de la tarde que se asomaba bajo el techo del porche. Y Raiden Ulises
Miller estaba sentado en el sofá de dos asientos en la esquina opuesta a ella. Su ancho brazo apoyado en el respaldo del
asiento, largo, fuerte, dedos masculinos envueltos alrededor de un vaso de té dulce.
¿Qué demonios?
—Mira, niña preciosa, tengo un caballero visitándome —anunció Abue, y los ojos de Raiden, que ya estaban en mí,
me sonrieron.
Mi estómago cayó.
—Bueno, chère, ¿vas a decir hola? —sugirió Abue.
—Uh... hola —le murmuré a Raiden.
—Hola —murmuró en respuesta.
—No trajiste un vaso para ti —señaló Abue, mirando la jarra.
Arranqué mis ojos de la magnificencia de Raiden en el sofá de dos asientos en el porche trasero de Abue y miré a mi
querida bisabuela.
—No me gusta el té dulce, Abue —le recordé.
—No he dicho que tuvieras que llenarlo con té, preciosa. Pero tienes que tener algo frío, te sientas en el sol
—respondió ella.
—Tengo víveres que traer —le dije y ella miró a Raiden.
—Hijo, nos haces un favor a las damas, trayendo los víveres —dijo y mi cuerpo se sacudió incluso cuando Raiden se
inclinó hacia adelante para poner el vaso en la mesa de café.
—Son solo un par de bolsas. Estoy bien —anuncié y Abue me miró.
—Búscate una bebida fría, Hanna, siéntate. Deja que los hombres ayuden a sacarte un peso de encima —dijo luego
que echó la cabeza hacia atrás para mirar a un Raiden ahora de pie—. Hanna, mi niña preciosa, ella se descuida a sí misma
por cuidar de esta vieja loca. Si la ayudas, eso me ayudaría a mí.
—No es un problema —retumbó y se trasladó alrededor de la mesa de café.
Abue no paraba de hablar.
—Ahora, ella se segura de traerme un poco de helado. Toma en cuenta eso, niño, ponlo en el congelador. ¿Oíste?
Raiden se me acercó, con los ojos en mí, los míos pegado a él y me guiñó un ojo mientras respondía a la abuela:
—Sí, señora.
Me pareció milagroso que, en un abrir y cerrar, no me derretí en un charco.
Él desapareció.
Abue solicitó:
—Hanna. Lléname el vaso y consigue una bebida fría.
Tiré de mi ensueño, y a la velocidad del rayo llené su vaso de té, llené el vaso de Raiden y corrí a la cocina, con la
esperanza que tener mí "bebida fría" antes de que Raiden entrara con lo último de los comestibles.
Esto fue frustrado, mientras él entraba yo estaba saliendo con una botella de cerveza de raíz de dieta.
Por lo tanto, ya que su enorme cuerpo llenaba la puerta, bloqueando mi escape, me quedé atrapada en la cocina con
él.
—Lindo auto —dijo, los ojos en mí.
Miré su pecho.
—¿Perdón?
Dejó los comestibles en el mostrador.
—El lindo Z.
Oh Dios.
Mi auto.
Y yo llevaba pantalones blancos y una ajustada camiseta blanca de cuello redondo.
La última vez, combinaba con mi bicicleta.
Esta vez, combinaba con mi auto.
¡Combinaba con mi auto!
Por suerte, tenía un delgado cinturón negro y un par de sandalias de gladiador negras en sí al menos eso era algo.
Al ver que sus ojos estaban puestos en mí, incluso cuando sus manos estaban en la bolsa, me pareció necesario
responder.
—Sip.
Sí, eso era todo lo que podía conseguir sacar.
Miró las bolsas, murmurando:
—Ella conduce un Z y lo único que puede hacer es estar de acuerdo en que es lindo.
—La tengo porque es bonita —le informé, sonando como una idiota, pero también diciendo la verdad.
Era solo la idiota verdad.
Raiden sacó el bote de helado y lanzó otra sonrisa en mi dirección. Mis piernas se debilitaron y él se dirigió al
congelador, hablando.
Y, por cierto, meciendo mi mundo llamándome cariño de nuevo.
—Cariño, las ruedas en ella, te daría mi Jeep solo por conducir en esas ruedas. Inteligente mejora al modelo
deportivo.
—¿Perdón?
Empujó el helado en el congelador y se volteó hacia mí.
—Conseguiste el modelo deportivo.
—¿Lo hice?
Su cabeza inclinada hacia un lado y otra vez era sexy como todos los demonios floreciendo. Sus cejas se apretaron.
Eran tan exuberantes como su cabello, lo que hizo toda la maniobra seriamente sexy como todos demonios floreciendo.
—¿No sabías que conseguiste el modelo deportivo?
—¿El modelo deportivo?
—Sí, en el Z. ¿No sabías que tenías ese modelo?
—¿Eso es, uhm... más? —le pregunté.
—Es que, ¿más dinero? —preguntó de nuevo.
—Sí —dije en voz baja, sin duda sintiéndome como una idiota.
Raiden no me miraba como si yo fuera una idiota.
Parecía extrañamente enojado.
—Sí, Hanna. Es más dinero. Como más que un maldito montón de dinero. ¿El concesionario no te dijo eso?
—No —le dije y su cabeza se sacudió de nuevo tensa.
—¿A dónde fuiste? —preguntó.
—Bob’s —le contesté.
—¿Fuiste sola? —presionó.
—¿Al igual que, por mi cuenta? —le pregunté (sí, ¡idiota!).
—Sí, una mujer sola comprando un auto. ¿Fuiste tú sola?
—Sí —le dije.
Su boca se tensó y se dirigió de nuevo a las bolsas, murmurando:
—Bob acaba de ser anotado en mi lista de cosas por hacer.
¿Qué significaba eso?
Antes de que pudiera preguntar, volvió a hablar.
—¿Algo de esto necesita estar en el refrigerador?
—Puedes ir afuera, termina tu té. Yo lo haré —le dije y él volteó la cabeza hacia mí.
—¿Haces todo por ella?
—¿Todo?
Sí, aun siendo una idiota.
Él saca su mano de lo comestibles.
—Sí, todo.
—Todavía cocina pero, uh... yo consigo sus comestibles todos los jueves, después limpio su casa. Y la llevo a la
iglesia el domingo en la mañana y tenemos que desayunar juntas después. Ah, y la llevo a cenar cada noche de martes. Y, por
supuesto, al mah jong[3] cada lunes por la mañana. Pero en su mayoría, ella hace sus propias cosas.
Raiden se volteó hacia mí.
—¿No tienes un hermano?
—Él vive en California.
—¿Familiares? —presionó.
—Están en Arizona —le contesté.
—¿Todos la dejaron solo contigo?
—Bueno, sí. Quiero decir, no, pero sí —balbuceé—. Lo que estoy diciendo es —seguí en un intento de darle
sentido (por una vez)—, mamá y papá querían que se fuera a Arizona con ellos, pero ella se negó a ir. Pero mamá estuvo en
un accidente de auto muy malo hace dos años antes de que se mudaran. Estaba nevando y a ella realmente no le gustaba
conducir en la nieve. Eso simplemente la colmó. Estaba aterrorizada. Papá tuvo una oferta de transferencia a Tucson y ellos
quisieron tomarla, ir allí, papá trabajando hasta jubilarse, mamá consiguiendo un trabajo a tiempo parcial. Un tipo de semi-
retiro. Abue, bueno, ella es mayor, pero aun así es buena por sí misma. Ella está ocupada. Tiene una gran cantidad de
personas que la llaman. Alguien está por aquí todos los días, no solo yo. Y la abuela y yo somos cercanas, así que estoy bien
con, uh... aparecer y ver las cosas. Así que los convencí para irse y Abue estaría justo allí conmigo. Ella no quería retrasar sus
preparativos de jubilación ya que está convencida de que nunca va a morir y todos los días demuestra que ella tiene razón así
que... se fueron.
Raiden se me quedó mirando.
Me retorcí por dentro.
Finalmente volvió a hablar.
—¿Qué tal si te das un descanso por hoy y dejas que me encargue de esta mierda?
Parpadeé.
—¿Quieres decir, guardar los alimentos? —pregunté.
—Sí —respondió.
—No sabes dónde va todo —le dije.
—Voy a encontrar mi camino.
Se me ocurrió que si lo dejaba hacer esto, podría dejar de hablar con él y, por tanto, dejar de actuar como una
idiota. Así que decidí dejarle hacerlo.
—Está bien, pero —empecé a advertir—: Si Spot aparece, y se siente menos adorable y ataca tus tobillos,
simplemente lo ignoras. No tiene ninguna garra y no muerde demasiado fuerte.
Fue el turno de Raiden de parpadear.
Luego preguntó:
—¿Estás hablando de ese gato gordo?
—Sí —le respondí, y una lenta sonrisa se extendió en su rostro.
Magnífico.
—¿La señorita Mildred nombró a su gato Spot? —preguntó.
Oh chico.
Iba a tener que mostrar mi idiotez de nuevo.
—En realidad, ella no podía encontrarle un nombre, así que yo lo nombré Spot.
Sus facciones cambiaron con la diversión que fluía a través de ellas.
Yo estaba equivocada antes.
Eso era magnífico.
—Nombraste a un gato gordo Spot —declaró Raiden.
—Sí —susurré.
Sus increíbles ojos cayeron a mi boca.
Olvidé mi nombre.
—No era un gato gordo entonces —continué estúpidamente—. Viéndolo en aquel entonces, no era más que un
pequeño gatito.
Sus ojos volvieron a los míos.
—Nombras a un perro Spot —me informó.
—Está bien —estuve de acuerdo (de nuevo, estúpidamente).
—A menos que seas linda. Entonces nombras a un gato Spot.
No tenía respuesta para eso, sobre todo porque no había una, pero en parte porque dijo que era linda, así que
estaba teniendo problemas para respirar.
Señaló con la cabeza hacia la puerta.
—Ve. Descansa. Voy a salir cuando haya terminado con esto.
—Oky Doky —murmuré.
Su sonrisa volvió, me decidí a buscar en línea alguna prenda que pudiera llevar y torturarme a mí misma por mi
estupidez (quiero decir, ¿"Oky doky”?), Y escabullirme.
La abuela dormitaba bajo el sol, pero se despertó cuando me tiré en la silla acolchada de la esquina opuesta a ella, y
al otro lado del sofá de dos plazas donde Raiden había estado sentado.
—¿Dónde está nuestro guapo acompañante? —preguntó, mirando detrás de mí, en busca de Raiden, con una
pequeña cantidad de entusiasmo evidente.
En serio, era totalmente su descendiente, excepto que no era tan divertida ni interesante.
—Guardando los comestibles —le contesté, y me dio una gran sonrisa.
—Podría haberme noqueado con una pluma, el timbre de adelante sonó y abrí la puerta para esa bebida alta de agua
fría —comentó, recostándose en su silla y cerrando los ojos —. Me desperté y sabía que sería un buen día. Lo sentí en mis
huesos. Abrí la puerta para él, contenta de tener razón.
Yo no lo estaba.
—Creció bien y fuerte, ese lo hizo —la abuela no paraba de hablar —. Lo pude haber dicho. Si me hubieras
preguntado hace treinta años, si, Raiden Miller sería un hombre alto, bueno, fuerte y guapo, te habría dicho, “Ya lo creo".
Me tomé la cerveza de raíz, deseando que fuera vodka.
Entonces me senté y levanté mis pies hasta la mesa de café, diciendo:
—Tú rara vez te equivocas, abuela.
—Absolutamente —respondió—. Y escucha esto —comenzó, así que miré para ver sus ojos abiertos y su cabeza se
volvió hacia mí—. Me preguntó si había algo que pudiera hacer por aquí. Dice que su mamá le envió a verme, asegurarse de
que estaba bien y que la casa estaba en óptimas condiciones. Le dije que tenía que pagarle a ese muchacho Crane veinte
dólares a la semana para cortar el césped y recortar mis arbustos. Dijo que estaría libre todos los viernes para ver que se
hiciera y no me cobraría ni un centavo. Le tomé la palabra en eso, es mejor que lo creas.
¿En serio?
¿Qué estaba pasando?
Años, que Raiden Miller no sabía que existía. Se fue, se fue por años. Volvió y durante meses todavía no sabía que
existía. Y de repente, ¿estaba en todas las partes en las que yo estaba?
Me enderecé, bajando mis pies de la mesa y empecé a decir:
—Abuela…
Ella agitó una mano hacia mí.
—No me quites mi diversión. —Entonces sonrió y se inclinó hacia mí—. Todos los viernes, él en mi patio, sudando y
cortando mi césped. Incluso las mujeres de mi edad necesitan una emoción. —Se echó hacia atrás y cerró los ojos—. Ese
derecho va a ser mío.
Si no actuara como una torpe, idiota, y tonta cada vez que estaba a su alrededor, también estaría allí todos los
viernes para ver a Raiden cortar el césped.
En su lugar, haría todo lo posible para estar en Bangladesh.
Puse mis pies de nuevo en la mesa de café y tomé más cerveza de raíz. Sabía que sería inútil discutir con la abuela,
decirle que los favores nunca llegan de forma gratuita, explicar lo que mi papá me recordaba una y otra vez. Pagas por ello, al
igual que papá lo hizo, enviando dinero para que la abuela le pagara a el chico Crane, o lo hacías en la familia.
No le debías a nadie.
Y estaba pensando, aunque sea una anciana de noventa y ocho años, realmente no le tienes que deber a Raiden
Ulysses Miller.
Con este pensamiento, la abuela se irguió como un disparo, dos segundos antes que Raiden apareciera en el porche.
Noventa y ocho o no, tenía la vista de un pastor alemán. Siempre fue así.
—¡Bien! ¡Estás de vuelta! —exclamó luego de chasquearme los dedos—. Hanna, ve a buscar los chales. El gris. Y
el crema.
No me di cuenta, pero estaba relativamente segura de que mis ojos se desorbitaron, y estaba relativamente segura
porque podía sentir que sobresalían de mi cabeza.
—Raiden, niño, siéntate. Deje que Hanna te muestre su obra. —Lanzó una huesuda, y arrugada mano hacia el sofá
de dos plazas, y se inclinó sobre el brazo de su silla para acercarse a Raiden, que estaba doblado sobre sí mismo y tomando
su té—. Mi preciosa Hanna, no solo hace, sino que diseña los más divinos chales que jamás hayas visto y sentido —se jactó.
—Abuela… —Traté de cortarla.
—Lo sé no solo porque tengo tres, sino también porque los envía a todas partes, incluso hasta la ciudad de Nueva
York, y ninguno de ellos se vende por menos de doscientos cincuenta dólares. —Asintió con la cabeza como si Raiden
hubiese grita “¡No!” (Que no hizo) y mantuvo el balbuceo—. Algunos de ellos, los mejores, son dignos de quinientos
dólares.
—Abuela —espeté.
—Eso tengo que verlo —dijo Raiden, arrastrando las palabras, y mis ojos se dispararon hacia él.
—Tráelos preciosa —ordenó la abuela—. Todos ellos. El rosado también.
Arranqué mis ojos de un divertido Raiden y miré a mi abuela.
—Abuela, es un chico. No se preocupa por los chales —le dije.
—Se preocupa por unos de quinientos dólares. Cualquier tonto querría ver uno de quinientos dólares —replicó la
abuela, y luego miró a Raiden—. Los tres míos costarían eso en una de esas tiendas de lujo en las que Hanna los envía, y
déjame decirte que vale la pena cada centavo. Me siento aquí, en pleno invierno, con uno de los chales de Hanna
rodeándome, cómodamente como una oruga. Como si fuera agosto en Looseeanna, pero sin la humedad. No estoy
bromeando. —La abuela mandó una sonrisa de orgullo hacia mí—. Eso y sus conservas, es con lo que vive, y es una buena
vida. —Miró nuevamente a Raiden—. Ahora dime, ¿cuántas personas pueden decir que hacen una buena cantidad de dinero,
tejiendo, dando puntos y cocinando fruta? No contestes. Te lo diré. No muchas. Para lograr eso, tienes que tener talento puro,
como mi Hanna.
Una vez más, su cabeza se volvió hacia mí.
—¿Bueno, vas a traer esos chales o qué?
Quería decir: "¿O qué?"
En su lugar, bajé mi cerveza de raíz, arrastré mi trasero de la silla y me fui a la casa.
Spot estaba en la manta rosa. No estaba contento conmigo con moverlo y, por tanto, me siseó y me golpeó con una
pata.
—No te quejes conmigo, amigo. Es la vieja que me envió a esta misión —murmuré.
Spot no se aplacó y compartió esto, siseándome de nuevo mientras intentaba hundir sus dientes en mi muñeca.
Me escapé del ataque de Spot, encontré los otros dos chales y salí.
—¡Mira esos! —gritó la abuela mientras presentaba mis tres obras de arte—. ¡Decadencia en forma de manta!
Los arrojé sobre el respaldo de la silla en la que había estado sentada y las alisé.
A decir verdad, estaba orgullosa de mis chales, y la abuela no mentía. Cuestan mucho, porque la lana cuesta una
fortuna. Era la mejor de las mejores. Y eran lindos; livianos, apretados, modelados. Estaba orgullosa de ellos.
Aun así, mis ojos se movieron muy lentamente hacia Raiden.
Sus ojos se dirigieron a las mantas, pero deben haber sentido mi mirada porque los levantó hacia mí.
—Divinos —dijo en voz baja, y sonaba como que lo decía en serio.
El calor inundó mi cuerpo.
—Gracias —le contesté en un mismo tono de voz.
—Te lo dije —dijo la abuela—. Ahora debes probar sus conservas.
¡Oh, no!
Ya había tenido suficiente.
—En realidad, tengo que ir a limpiar la casa —le dije rápidamente.
—Y tengo que volver a la ciudad —dijo Raiden en los talones de mi declaración, y lo hizo, mientras se ponía de pie.
Miró a la abuela—. Llame a Crane, señorita Mildred. Dígale que tiene un nuevo servicio de jardinería. Voy a estar aquí el
próximo viernes.
—Lo haré, hijo —respondió y se volvió hacia mí—. Acompáñalo hasta su auto, ¿quieres, chèrie?
Esto nunca va a terminar.
Antes de que pudiera hacerlo, o encontrar una excusa para no hacerlo, Raiden habló.
—No es necesario. No tengo un auto ya que caminé hasta aquí. Puedo encontrar mi camino, y estoy seguro de que
Hanna quiere terminar así puede sentarse y disfrutar de su visita.
Había pasado a mí alrededor, pero se movió para inclinarse y tocar con sus labios la arrugada mejilla de la abuela.
—Hasta el próximo viernes, señorita Mildred —murmuró mientras se levantaba—. Gracias por el té.
—Lo voy a estar esperando, hijo. —La abuela brilló hacia él—. Y eres más que bienvenido en cualquier momento.
Raiden se volvió y me miró.
—Hasta luego, Hanna.
—Adiós —murmuré.
Sus labios temblaron, y luego su cuerpo se movió y vi cómo se alejaba.
Fue un buen espectáculo.
Desde donde estaba podía ver todo el camino hasta la parte delantera de la casa, así que me gustó el espectáculo
hasta que la puerta principal se cerró.
—Él es encantador —declaró la abuela, y miré, para ver que se había torcido, por lo que ella estaba enroscada
alrededor de su silla, para también ver el espectáculo.
—¡Es hora de limpiar los baños! —declaré alegremente, a propósito tratando de romper el estado de ánimo.
Me dirigí hacia la casa para hacer precisamente eso, evitando los ojos de la abuela, que sabía que iba a regañarme.
Quince minutos más tarde, me encontré con algo que curó los pensamientos de Raiden Miller, lo hermoso que era y
cuán idiota actuaba a su alrededor.
Limpiar baños.
Sin embargo, no podía hacer esto en cada momento de mi vida.
Por lo tanto, si seguía apareciendo, estaba en problemas.
4
Película para Chicas
Traducido por Jane.

Corregido por Lizzie Wasserstein

Esa noche...
—¿En serio? —me preguntó al oído mi mejor amiga KC.
—En serio —contesté.
—¿En serio? —gritó ella.
Hablábamos por teléfono. Yo estaba descansando de lado en el columpio en el porche delantero, con un chal medio
terminado en mi regazo, un vaso de vino blanco en la mesa junto a mí.
Solamente le había dicho acerca de la visita de Raiden a la abuela. Yo ya le había contado días antes, que tropecé
con él en la tienda de mascotas.
Ahora ella enloquecía. Al igual que yo.
Sin embargo, no le dije que había ido a Rachelle’s varias mortificantes veces para echarle un vistazo.
Dicho esto, KC y yo habíamos sido mejores amigas desde el séptimo grado, por lo que, ambas, estábamos
enamoradas de él mientras crecíamos. De alguna manera, que compartiéramos este enamoramiento y obsesión no destruyó
nuestra relación. Puede pasarles a las chicas de esa edad, sin tener en cuenta el hecho de que ninguna de nosotras tenía incluso
el remoto indicio de ese sueño haciéndose realidad, en particular.
Así de cercanas éramos.
Yo la adoraba.
Ella era recíproca.
Ahora ella estaba casada, tenía una hija y otra en camino.
Yo creía que su esposo, Mark, era un idiota, pero no importaba lo cercanas que fuéramos, no compartiría esto con
KC. Por lo menos no abiertamente.
Ella creía que él caminaba sobre el agua.
Mis pensamientos sobre este tema era que esto probablemente tuviera que ver con su talento especial en el
dormitorio, algo que ella compartía, en detalle, incluso si eso significaba que tenía que ser realmente buena en evitar que mi
labio se curvara con disgusto. Una hazaña que superé, y ahora era una experta, viendo mientras tenían sexo. Mucho.
No quería sentir esto de mi mejor amiga, pero también podría tener que ver con que tuviera una vida muy decente.
Ella decía que él era mucho más dulce cuando no había gente alrededor.
Tenía la esperanza de que eso fuera cierto.
Ahora ella y yo enloquecíamos por Raiden, a quien había sido capaz (excepto cuando limpiaba los baños, pasando la
aspiradora, quitando el polvo, lavando la ropa y cambiando las sábanas) de sacar de mi cabeza.
Mientras hacía un chal que con el tiempo me daría una enorme cantidad ridícula de dinero, bebiendo vino y dejando
que KC y mi casa hicieran su magia.
Yo crecí en mi casa y se la compré a mis padres cuando se mudaron, así que hice un buen negocio.
A petición mía, ellos habían vendido todas las cosas en el interior antes de mudarse para que yo pudiera hacerla mía.
Y eso hice, yendo a todas las tiendas de antigüedades de Denver a Cheyenne a Albuquerque. Empapelé. Pinté. Re-
acabé. Restauré. E hice mi casa de la infancia, toda mía.
Rustica, con una buena dosis de extravagancia y un toque aquí y allá de perspicacia para darle un bonito acabado,
lindo y femenino.
Era fabulosa.
Como mi porche delantero con sus postes blancos y rejas, celosías en los bordes de las columnas donde estas se
encontraban con el techo del porche, este columpio y los muebles de mimbre con cojines y almohadas no coincidentes decían
lo que los muebles del porche de mi abuela decían.
Eres bienvenido aquí, así que siéntate y quédate un rato.
Vivía allí, y una vez más, como mi abuela, cuando hacía calor me encontraba en mi porche en mi columpio,
descansando un rato.
Como ahora.
—¿Qué crees que significa? —preguntó KC en mi oído.
—Creo que significa que la señora Miller le dijo a su hijo que comprobara a la abuela, y él es un buen chico por lo
que va a cortar el césped —contesté.
—No lo es —respondió y yo sonreí.
—Lo es, KC.
—¿Qué te parece este escenario? —comenzó—. Él vio cuan linda y torpe eres y eso le gusta, así que él visita a tu
abuela en un día cuando todos, maldita sea, saben que pasas allí para tener una dosis del estilo de Hanna, lindo y torpe.
Me eché a reír, y después de que hice esto por un tiempo, sin dejar de reír, le dije.
—En serio, no soy su tipo.
Silencio.
—¿Conoces su tipo?
Tampoco había compartido que lo vi con la bonita mujerzuela. Eso había sido demasiado doloroso para decirlo, y
además, adoraba a KC, y a pesar de que ella estaba casada eso no significaba que no podía ilusionarse, y tampoco quería
contaminar su fantasía.
Sin embargo, era el momento de compartirlo.
Forzando la indiferencia, contesté:
—Sí. Lo vi besándose con alguien hace un tiempo. Montones de cabello. Montones de pecho. Un montón de ropa
ajustada. Delgada y pequeña.
Más silencio entonces:
—Eso es condenadamente decepcionante.
Lo fue.
Pero, lo que sea.
—De todos modos, la mitad de las tropas de Willow con ofertas de ayuda para la abuela. Era el turno de un Miller
—le dije.
—Prefiero pensar que a Raiden Ulysses Miller le van las lindas y torpes, no delgadas, pequeñas, con grandes tetas y
cabello grande —replicó ella.
Prefería pensar eso, también.
Por cierto, al igual que todas las chicas que le conocían en aquel entonces, KC pensaba en él con su segundo
nombre. Eso hacía a un nombre genial doblemente genial, y por lo tanto nos referíamos con frecuencia a él como tal en las
conversaciones habladas.
Como ahora.
—Bueno, sí, pero no lo es, y lo que sea —le dije—. Ayudar a la abuela es solo una cosa divertida para él. Ahora la
abuela puede embolsarse dinero de papá y explotarlo en mah jong.
—Ella tiene un extra de veinte dólares para apostar, va a poseer la mitad de la ciudad. Mi abuela dice que es la
muerte en mah jong.
Parpadeé ante mi chal.
—Ella me dice que siempre está perdiendo.
Podía oír la risa de KC en sus siguientes palabras:
—Ella miente.
Entonces oí un auto acercarse y miré desde mi chal al camino.
Yo vivía en una zona boscosa a unos cinco minutos en auto de la ciudad que se veía medio en Colorado, medio otro
lugar. Esto era porque mi papá plantó un montón de árboles por todas partes, así que teníamos coníferas, álamos y teníamos
todo lo demás bajo el sol que necesitaría clima árido. Nosotros también, lo que significaba que ahora yo también era dueña de
una hectárea por todas partes.
Así que con los árboles y la tierra, mi casa de dos pisos, tres dormitorios, dos baños y medio, la casa de campo era
acogedora, aislada y tranquila.
Exactamente como me gustaba.
Con excepción de ese momento, sentada en un columpio, después de haberme quitado mi traje blanco de salida a la
ciudad. Me puse un par de pantalones cortos rojos de punto que decían “USC” en amarillo en todo el trasero (alma mater de
mi hermano) y una camisola que dejaba poco a la imaginación. Mi cara estaba limpia de maquillaje. Tenía el cabello en un
moño desordenado en la cima de mi cabeza. Y mi ingenio fue parcialmente arrastrado cuando estaba en mi tercera copa de
vino.
Pero iba a necesitarlo.
E iba a necesitarlo porque un Jeep verde cazador se acercaba a mi casa.
—Santo cielo, KC —susurré en el teléfono—. Estoy viendo un Jeep verde conducir hasta mi casa.
—¿Me estás jodiendo? —susurró ella.
Ella sabía lo que esto significaba. Todas las chicas en la ciudad, imaginaba, conocían ese Jeep.
—En absoluto —seguía susurrando.
—OhmiDios, ¿es él? —preguntó ella.
El jeep se detuvo cerca de mi camino delantero.
Pude ver a través del parabrisas.
Eso quiere decir que dejé de respirar, así que tuve que resoplar mí:
—Sí.
—¡Carajo! —gritó.
Raiden salió del jeep.
Mi corazón dio un vuelco.
—Creo que me tengo que ir —le dije a KC.
—¿Eso crees? —preguntó.
No le respondí.
No pude.
Raiden Ulysses Miller y su gran y magnífico cuerpo caminaban hacia mi casa.
—Infórmame al minuto que se vaya —ordenó KC.
—Correcto —murmuré en el instante que su bota dio el primer paso en el porche.
Cerré el teléfono y lo vi subir los próximos cuatro escalones. Entonces lo vi dar cinco pasos hacia mí donde se
detuvo.
Él no dijo nada.
Yo tampoco.
Sus ojos se movieron de mi cabello a mis pies y a mi cabello otra vez.
Mis ojos se quedaron pegados a los suyos.
Volvió un poco la cabeza y observó el porche.
Mantuve la cabeza inmóvil y lo observé.
Entonces sus ojos fueron a los míos.
—¿Me estás jodiendo?
Parpadeé.
—¿Perdón? —pregunté.
Cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que los músculos de sus bíceps se abultaran y las venas de sus
antebrazos se notaran. Estaba concentrada en observar toda esta maravilla, así que podría haberme perdido el orgasmo, pero
estaba relativamente segura de que tuve uno pequeño.
Luego sonrió.
Ahí estaba.
El orgasmo completo.
Era un milagro que no gimiera.
—Cariño, pareces sacada de una película para chicas.
Una vez más, parpadeé.
Entonces, de nuevo, le pregunté:
—¿Perdón
—Linda vestimenta. Copa de vino. Sexy cabello desordenado. Linda casa que parece sacada de una revista. Ni una
pizca de maquillaje y te ves más bonita que cualquier mujer que he visto durante más de un año. Sosteniendo el teléfono como
lo haces, en un lugar que se ve tan bien todos los días donde eso es imposible. —Hizo una pausa antes de que él llegara a la
conclusión—. Película para chicas.
¿Dijo sexy cabello desordenado?
¿Y qué me veía más bonita que cualquier mujer que hubiera visto durante más de un año?
—¿Perdón? —repetí una vez más.
—Di eso una vez más, te besaré.
¡Oh, Dios mío!
¿Dijo: di eso una vez más, te besaré?
¿Besarme?
Me quedé mirándolo.
Entonces tragué.
Lo que no hice fue hablar.
Raiden se quedó en silencio. Yo igual.
Cuando el momento se volvió incómodo, lo rompí.
—¿Puedo preguntarte en este momento, qué estás haciendo aquí?
Sus labios temblaron y él respondió:
—Sí, nena, en este momento, puedes preguntar eso.
Él no dijo más.
Pero me llamó nena.
No lo miré para confirmar, y me alegré de que no lo hiciera tampoco, ya que estaba relativamente segura de que mis
pezones ahora estaban duros.
¡Caramba!
Cuando él se quedó en silencio, le pregunté:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Harás algo por tu abuela mañana en la noche? —preguntó de nuevo.
—Uh... no —contesté.
—¿Saldrás con ese marihuanero y su marihuanera novia?
Mi cabeza se sacudió por la forma en que se refirió a Bodhi y Heather, por no hablar de su conocimiento de ellos y
de que pasara tiempo con ellos, pero respondí:
—No.
—Entonces estás libre de ir a cenar conmigo.
Mi pecho se comprimió como si Spot estuviera acostado sobre él y mis labios se abrieron.
Los ojos de Raiden cayeron a mi boca y sus labios murmuraron:
—Tomaré eso como un sí.
—Uh... —murmuré, luego dejé de murmurar.
—Tomaré eso como un sí, también —afirmó.
—Yo… —empecé a decir algo. No tenía ni idea de qué, pero no obtuve más.
—Voy a estar aquí mañana, seis y media. No des vueltas con todo lo linda que eres, vamos a ir a un lugar de carnes,
así que querrás vestirte linda.
¿Todo lo linda que era?
—Me gustaría pedir esa blusa blanca que llevabas alrededor de la tienda de mascotas—continuó, y sentí que mi cara
comenzaba a calentarse ante el recordatorio de mi idiotez, que, claramente, Raiden no recordaba como una idiotez—. Pero
todo lo que te he visto llevar desde entonces está lejos de ser decepcionante —sus ojos recorrieron mi pecho y piernas antes
de volver a mi cara—, así que esperaré la sorpresa.
¿Dormía?
¿Soñaba?
¿Cómo estaba sucediendo esto?
No dije nada porque temía que si lo hiciera me despertara, y ciertamente no quería despertar.
Tenía la cabeza inclinada hacia un lado.
—¿Estarás lista para mí a las seis y media?
Eso requería una respuesta, así que hice una prueba.
—Sí.
Sus ojos se pusieron apacibles, mi corazón dio un salto mortal y él murmuró un retumbante:
—Bien.
Luego se volvió, se paseó por mi porche, mis escalones y entró a su Jeep.
Giró, retrocedió en un ángulo y se fue.
Miré hacia los árboles donde lo vi por última vez durante minutos que parecieron durar horas.
Entonces levanté el teléfono todavía en mi mano, presioné la re-llamada y lo puse a mi oído.
Cinco minutos más tarde, KC gritó:
—¿En serio?
Me eché a reír.
Reí aturdidamente.
Reí emocionadamente.
Reí extrañamente.
E incluso riendo, gracias a Dios, no me desperté.
5
Despistada
Traducido por Selene y Helen1

Corregido por Lizzie Wasserstein

A la noche siguiente...
El timbre sonó.
Estaba en el baño de arriba, mirándome en el espejo, pero había estado lista desde hace veinte minutos.
Ahora estaba hiperventilando.
Tome unas respiraciones profundas, girándome hacia la puerta choqué con una luz. Forcé mi mente a repasar mi
apariencia, que para este momento ya conocía de memoria.
KC y yo habíamos ido a Denver, así que compré un conjunto nuevo. Era un vestido de jersey azul que combinaba de
maravilla con mis ojos, mostraba lo suficiente, pero no tenía mucho escote y se aferraba a todos los lugares correctos. Era un
vestido milagroso que me daba un cuerpo milagro, y como tal costó un precio milagroso.
También me compré un par de sandalias con correas de tacón de aguja que eran para morirse. Estaban formadas por
tiras de piel de serpiente azul intercaladas con correas de piel de serpiente verde, que hacían que mis pies y mi nueva pedicura
(mis dedos gordos tenían un diseño con un pequeño cristal, lo que a Raiden Ulysses Miller, iba a gustarle) lucieran fabulosos.
También me costó una fortuna.
Pague también por eso pero no me importaba.
Todo tenía que estar en su lugar. Todo tenía que ser perfecto.
Y así era.
KC me convenció de llevar el cabello suelto y así lo dejé bordeando mi cara con un toque de drama. Pero no
demasiado, porque no quería excederme y eclipsar el vestido y los zapatos los cuales juntos eran una bomba.
Así que después de un ajetreado día de compras, pedicura y una nerviosa preparación, había llegado el momento.
Eran las seis y treinta y tres.
Raiden estaba aquí.
Apagué la luz de mi cama. Tomé mi bolso y salí de la habitación, bajé las escaleras y llegué a la puerta. Después de
tomar otra profunda respiración abrí la puerta.
Raiden estaba de pie allí en todo su esplendor. Que era mucho porque no llevaba pantalones cargo ni una camiseta
ceñida (que siempre eran impresionantes), pero se veía lindo en un par de jeans oscuros, una camisa de color verde oscuro
con un sutil patrón que se veía genial con su piel, su cabello y sus ojos, terminando con un cinturón negro y botas negras (que
eran impresionantes).
Delicioso.
—Hola—lo saludé, pero me salió un poco entrecortado.
Él no respondió.
Sus ojos se movieron hacia abajo y se tomó su tiempo. Después llegaron a mis zapatos y se quedan allí un rato.
Entonces, poco a poco comenzaron a subir.
Su mirada me golpeó e hizo que mi corazón latiera como un martillo mecánico a toda marcha.
—Hola —gruñó.
Había practicado mientras me maquillaba (y me hacia el cabello) así que fui capaz de dar un ligero paso hacia atrás,
moviendo mi mano le pregunte:
—¿Tenemos tiempo para que pases a tomar una copa?
—No quieres que entre a tomar una copa —fue su respuesta y sentí que mis cejas se juntaban.
—¿No lo hago?
—Tú, con ese vestido, esos zapatos y ese cabello después de unas bebidas podrían terminar horizontales, lo cual no
sería una buena combinación.
—Oh —susurre cuando sus palabras me golpearon como un disparo que me atravesaba.
Quién dice ese tipo de cosas en una cita, sus palabras afirmaban claramente que no era solo yo la interesada.
Raiden Ulysses Miller se había fijado en mí.
Sentí que el calor se instalaba dentro de mí, mientras él seguía hablando.
—Sin dejar de mencionar que tenemos una reservación y tengo hambre. —Se inclinó y tomó mi mano—. Vamos.
Me saco del porche, estaba suficientemente consiente para agarrar la manilla de la puerta y tirar de ella. Empecé a
cruzar el porche pero me detuve cuando su mano apretó la mía.
Me di la vuelta.
—¿No vas a cerrarla? —me preguntó.
Me quedé mirándolo, luego dirigí mi mirada hacia la puerta y de regreso a él.
—¿Disculpa?
Él se acercó más y mi respiración se volvió rápida.
—¿Vas a cerrar la puerta con llave?
—Uhm... Nunca cierro la puerta con llave.
Era el turno de Raiden para mirarme.
Entonces me dio otro apretón y me ordenó,
—Dame tus llaves.
—¿Mis llaves?
—Tus llaves —afirmó con firmeza.
Él tenía hambre, pero tenía la sensación de que este debate podría durar toda la noche (conmigo perdiendo), así que
asentí, abrí la puerta y me apresure hacia la cocina. Puesto que nunca he cerrado la puerta con llave (ya que no tenía por qué,
mi mamá y papá vivían en el culo del mundo por suerte, a menos que ellos supieran que no estaba, nadie pasaba por aquí) me
costó un poco pero finalmente encontré un juego de llaves de la casa y corrí hacia la puerta cerrando con llave.
Me volví hacia él.
—Listo.
—¿Mientras estabas atrás cerraste también? —me preguntó.
Parpadeé.
Me sonrió.
Parpadeé de nuevo.
Se inclinó hacia mí y tomo las llaves. Abrió la puerta, se paseó por la casa hacia la cocina, luego volvió cerró la
puerta, guardo llaves y me tomo de la mano.
—Vamos —murmuró.
Nos fuimos, Raiden sostenía mi mano mientras caminábamos por el porche y bajábamos los escalones.
Entonces me dejó ir pero solo para poner su brazo alrededor de mis hombros y me acercó hacia su costado mientras
nos movíamos hacia su Jeep.
Lindo.
Más lindo aún fue cuando me acompañó hasta el lado del pasajero y abrió la puerta para mí.
Tres novios y ninguno abrió ninguna puerta para mí.
El ya fenomenal Raiden Miller solo conseguía ser mejor.
Su mano acarició mi codo mientras subía, luego cerró la puerta.
Definitivamente esta estaba cada vez mejor.
Terminaba de ponerme el cinturón de seguridad cuando abrió la puerta del otro lado. Subió y echó a andar el auto.
—¿Hablaste con tu abuela hoy? —me preguntó mientras lo observaba.
Mierda.
Estaba sentada junto a Raiden en su jeep.
No lo podía creer.
Era hermoso. Él. El momento. Todo.
No tuve tiempo para dejar que el momento se asentara en mí. Tuve que responder o pensaría que era una freak,
mirándolo en silencio, pero con reverencia.
—Sí, hablo con ella todos los días —le contesté.
—¿Cómo lo está haciendo? —me preguntó.
—Ocupada, veras ha estado llamando a todos en la ciudad y a la mitad de su familia en Louisiana para decirles que
tiene un nuevo jardinero.
Le vi sonreír.
Sí.
Era hermoso.
—Le tomó medio año abrirme la puerta cuando llamé ayer, y la otra mitad ir desde el frente de la casa a la parte
trasera, era lenta como la melaza. Pero los dedos de la mujer funcionan bien —dijo Raiden—. Cuatro personas me detuvieron
hoy para decirme que creían que era genial que me ocupara del jardín de la señorita Mildred.
—Ella es generosa —le comenté—. Algo interesante ocurre, ella transmite ese amor a su alrededor.
Vi su sonrisa hacerse más grande. Estar ahí con él en su Jeep, ir a cenar a sabiendas de que pensaba que era linda
me llegaba a lo profundo del corazón, estaba viviendo un sueño que nunca pensé que tendría, mis nervios se suavizaron y miré
hacia adelante.
—¿A dónde vamos? —le pregunté.
—A Chilton’s —me respondió Raiden.
Mis nervios volvieron.
A pesar de que Chilton’s abrió en la ciudad hace más de diez años, solo había ido una vez, el año pasado, cuando mi
hermano vino de San Diego para una visita y trajo a su nueva novia con él.
El menú era a la carta. El mejor filete valía cincuenta dólares.
No sabía qué había hecho Raiden para ganarse la vida, pero sabía que incluso con veinte nuevas boutiques a las que
había enviado mis chales, Chilton’s era un lugar que mucha gente podía permitirse con suerte cada diez años. Incluida yo.
Así que me pregunté qué hacía para ganarse la vida, y si podía permitirse el lujo de ir a Chilton’s. También me
preguntaba qué debía pedir porque no había forma de que eligiera a la carta, si un filete costaba cincuenta dólares no sabía
cuánto quería gastar de su dinero.
—Parece que el estado de ánimo en el Jeep de pronto se fue hacia el sur —me dijo.
Lo miré.
—¿Disculpa?
—No pareces muy entusiasmada de ir a Chilton’s —apuntó.
—Uhm, lo estoy, por supuesto. He estado allí una vez antes. Es muy bonito, pero es... —¿Qué decía?—. No es
exactamente barato.
—Has comprado un vestido sexy para mí, es lo menos que puedo hacer.
Me quedé mirándolo con la boca abierta.
Luego la cerré y le pregunté:
—¿Cómo sabes que es un vestido nuevo?
Me miró, y luego de regreso a la carretera con una sonrisa en sus labios.
—No lo hice. Solo adiviné. Y parece que acerté.
Era una completa idiota.
Lo cual ratifiqué cuando miré de nuevo hacia delante, murmurando estúpidamente (probablemente ya se lo
imaginaba),
—También compré zapatos nuevos.
Todo mi cuerpo se puso caliente cuando tocó brevemente la piel por debajo de mi falda sobre mi rodilla y dijo casi
como si ronroneara:
—Lo aprecio, cariño.
Bueno, tal vez no era una idiota, y en ese momento supe sin lugar a dudas que, independientemente de lo caros que
eran el vestido y los zapatos, cada centavo valía la pena.
—No te preocupes por la cena —afirmó.
—Está bien —le contesté.
—Pide lo que quieras —prosiguió.
—Genial.
Raiden se rio entre dientes.
Ese retumbante sonido masculino, hizo que el área entre mis piernas se humedeciera.
Nos quedamos en silencio, que era a la vez un incómodo y extraño alivio, ya que hubiera sido más incómodo tener
más oportunidades de hacer el ridículo.
Llegamos a Chilton’s y el valet me ayudó a bajarme. Raiden rodeó el Jeep, le dio las llaves al valet y luego me tomó
de la mano.
Entré a Chiltón´s tomada de la mano con Raiden Miller.
La cita llevaba unos veinte minutos en los cuales había pasado locamente por altibajos emocionales, pero olvidé todo
cuando entramos en Chilton’s.
O Dios estaba caminando en Chilton’s de la mano con Raiden Miller.
A pesar de lo caro que era el lugar estaba lleno. Vi a dos personas que conocía, les sonreí.
Pero lo mejor de todo fue que me vieron. Me vieron de la mano con Raiden.
Mis otros tres novios, obviamente me habían gustado. Pensé que eran atractivos. Disfruté pasar el tiempo con ellos.
Pero nunca me había sentido tan abrumadoramente orgullosa de estar junto a ellos en cualquier lugar, como lo estaba
de estar en este momento con Raiden.
Nos sentamos en una de las dos mesas de arriba con Raiden junto a mí en lugar de frente a mí. También pedimos las
bebidas y nuestros platos, todo sin incidentes.
Así que mis nervios se estaban suavizando de nuevo cuando tomé un sorbo de vino tinto y sentí los ojos de Raiden
sobre mí.
Lo miré y en el instante en que mis ojos alcanzaron los suyos, me preguntó:
—¿Sabes mi nombre?
Esa pregunta era tan extraña así que le pregunté de regreso:
—¿Si se cuál es tu nombre?
—Sí, cariño. Has estado cerca de mí un par de veces y no has dicho mi nombre ni una vez.
—Eres Raiden Miller, el hermano mayor de Rachelle —le dije y por alguna extraña razón eso le provocó una
carcajada.
Que fue preciosa y exuberante. Me calentaba hasta la médula y le sonríe mientras lo hacía pero no entendía por qué.
Cuando comenzó a calmarse le dije:
—No lo entiendo. ¿Por qué te ríes?
Él posó sus increíbles ojos en mí.
—Rache amaría eso. Siempre ha sido la hermana pequeña de Raiden.
Mi sonrisa murió y me incliné hacia él.
—Lo siento. No quise ser ofensiva.
Se inclinó hacia mí.
—Me estoy riendo, nena, ¿cómo puedes pensar que me siento ofendido?
Una vez más, era una idiota.
—A veces puedo ser una idiota —ofrecí como un eufemismo.
—No eres una idiota. A veces no podrías ser más linda.
Me mordí el labio.
Me gustó eso.
Sus ojos se posaron en mi boca y su voz retumbó.
—Como ahora.
Me gustó eso también.
Dejé ir mi labio.
—Las chicas prefieren ser sexys y calientes, y a veces, misteriosas —le repliqué y sus ojos volvieron a los míos.
—Tienes las dos primeras, Hanna. No sé nada sobre lo que quieren otros hombres, pero he jugado distintos juegos
con las mujeres y al final descubrí que lo que gané, no valía la molestia. Prefiero estar con una mujer que es linda, tímida y
obviamente está interesada en mí. Significa que puedo ahorrar tiempo y llegar directamente a la mierda que importa.
Lo que dijo fue agradable, bueno especialmente la primera parte, pero aun así, sentí que el calor golpeaba mis
mejillas. Baje mi mirada y ajusté mi servilleta en mí regazo murmurando:
—Esto es un poco vergonzoso.
—¿Qué? —me preguntó mientras me obligaba a mirarlo.
—Sabes que estoy interesada en ti. Eso es vergonzoso. Supongo que es obvio, pero aun así es vergonzoso.
Él alcanzó mi mano envolviéndola con su gran mano y entrelazó nuestros dedos sobre la mesa.
—Cariño, no te ofendas —me dijo suavemente, sus ojos recorríeron mi cara, mi cabello, mi pecho y después
regresaron a mi rostro—. No lo habría dicho si pensara que te iba a avergonzar, porque en realidad no tienes nada de qué
avergonzarte.
Tenía la esperanza de que él tuviera razón.
—Está bien —le susurré.
—Chales —me dijo, yo parpadeé.
—¿Perdón?
—Esas cosas preciosas, no mentí, pero Hanna, ¿cómo diablos vives de chales?
Él estaba cambiando el tema.
Eso estaba bien.
Sí, él se estaba poniendo cada vez mejor.
—Los vendo en doscientas veintitrés tiendas en todo los Estados Unidos y exporto a algunas boutiques en Canadá.
Sus cejas subieron antes de preguntar:
—¿No me jodes?
Negué con la cabeza.
—Jodido infierno —murmuró.
Asentí con la cabeza y seguí.
—Ha ido de menos a más, pero a principios de este año comencé con nuevas cosas. Ahora incluso tengo una
ayudante. Creo que debes conocerla, se llama Heather. Me ayuda con los paquetes de envío. Solía hacerlo sola, pero con las
nuevas tiendas necesito más tiempo para hacerlos, así que ella lo hace por mí. Tengo una especie de almacén sobre la tienda
de regalos en la ciudad. Mi inventario está ahí, por lo cual hago el embalaje allí y cuando la fruta está en su temporada hago
mis conservas allí. No ha estado conmigo mucho tiempo, pero dice que me va a ayudar con las conservas cuando las haga.
Son del tipo... —luché por una palabra que no me hiciera sonar como si estuviera presumiendo—, exclusivo. Solo las hago
cuando la fruta está en su temporada, así que no están en los estantes durante mucho tiempo. Los precios se mantienen y no
están en existencia por largo tiempo ya que la mayoría de la gente compra un gran lote para que les dure todo el año.
Su rostro tenía una mirada extrañamente divertida cuando mencioné a Heather pero rápidamente se recompuso. Él se
echó hacia atrás mientras seguía hablando pero continuaba sujetando mi mano.
—Impresionante —comentó cuando terminé.
—Trabajo con conservas y mantas —le contesté.
—Vives en una linda casa, tienes una linda bicicleta y usas ropa genial. Haces conservas y mantas, tienes más de
doscientas tiendas en dos países. Cariño, eso es impresionante.
—Está bien —decidí estar de acuerdo y él me sonrió.
El mesero llegó con el pan. Raiden lamentablemente soltó mi mano y se estiró por la cesta.
Me la ofreció. (¡Absolutamente cada vez se ponía mejor y mejor quiero decir caliente, genial y un caballero!)
Tomé uno cuando me preguntó:
—¿Qué viene ahora para tu negocio?
Me encogí de hombros, rompí mí rollo a la mantequilla, y expliqué con evasivas (porque desde luego no iba a decirle
la verdadera razón).
—No lo sé. Solo un día me di cuenta. Mi vida era un poco sencilla. La disfrutaba, pero quería más. —Extendí la
mantequilla en el pan y lo miré—. Para conseguir más, ir de vacaciones, aprender a hacer snowboard, necesitas dinero. Yo
estaba haciéndolo bien, pero tenía que hacerlo mejor. Así que trabajé más duro. —Volteé mi cabeza hacia un lado—. Ahora
me va mejor.
—Así que tu chica, ¿ella hace todo el envío por ti?
Asentí.
—No he estado en mi casa en la ciudad desde, Dios, no lo sé. Semanas ahora, al menos. Ella incluso llega a la casa
para recoger los chales que he hecho y los lleva a la ciudad. Es una gran ayuda. Especialmente con más pedidos, ayudando a
la abuela y todo.
Tomé un bocado de mi rollo de mantequilla.
Delicioso.
Mordí, tragué y miré a Raiden tomar un sorbo de su cerveza. Me gustó cómo su garganta funcionaba cuando lo
hacía, así que decidí que era mejor más conversación, así no me obsesionaba sobre lo hermosa que era su garganta, o más
exactamente a lo que esa garganta podría saber.
Yo solo no sabía qué conversación hacer.
Quería preguntarle qué hacía para ganarse la vida, pero estaba demasiado nerviosa. Parecía agresivo e invasivo,
independientemente del hecho de que él me preguntó acerca de mi negocio. Sentí que para un hombre, y un hombre como él,
especialmente, era algo que él tenía que compartir en su camino a su tiempo.
También quería preguntar acerca de algo que me había estado casi molestando desde que él lo mencionó. No creía
que fuera un tema más seguro, pero creía que era el más seguro de los dos.
Aun así, me fui con cautela.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Él puso su cerveza abajo y sus ojos en mí.
—Sí.
Puse mi rollo en mi plato de pan y lo miré.
—Supongo que conoces a Heather y Bodhi ya que los has mencionado.
—Un pueblo pequeño y dos personajes como esos no pasan desapercibidos —respondió.
Asentí, pensando que su declaración era un poco rara de la variedad no-buena, pero me esforcé para seguir
adelante.
—Si no me equivoco, te referías a ellos cuando los llamaste marihuaneros.
—No te equivocas, ya que son marihuaneros —respondió Raiden.
Lo eran.
Aún lo son.
—Eso es un poco, eh... —lancé mi mente por una palabra, no podía encontrar una así que me fui por ello—, ruin.
Se inclinó hacia mí y envolvió su mano alrededor de la mía que estaba sobre la mesa.
—La marihuana es legal en Colorado —indicó y yo incliné la cabeza.
—¿Lo es?
Me miró un segundo y luego sonrió.
—Sí, nena, lo es.
Dios, me gustaba cuando me llamaba nena.
—¿No votas? —preguntó.
—Bueno, sí —contesté.
—¿Por todos los candidatos del mismo partido? —supuso.
—Bueno, no —le dije—. Pero todos los referendos me enloquecen. Yo solía tratar de entenderlos, entonces un año
voté a favor de uno y me enteré después de que había votado por el camino equivocado porque habían hecho el lenguaje
deliberadamente confuso, así que pensabas que estabas votando por una cosa y no lo estabas. Me volví y leí y releí y no había
manera de que supiera por lo que estaba votando. Eso es un negocio sucio, así que decidí que debía votar solo en las cosas
que son totalmente conocidas en lugar de cometer otro error como ese, porque, bueno, ya sabes, estas cosas afectan a la vida
de las personas y no debes arruinar algo tan importante. Como ninguno de los referendos tiene una pizca de sentido para mí,
me concentro en los candidatos y espero que ellos se ocupen de los referendos.
—Tiene sentido. Un sentido trillado, pero lo tiene —murmuró.
—¿Qué tiene que ver que la marihuana sea legal con que conozcas a Bodhi y Heather? —pregunté, aunque tenía que
admitir que esto era una buena noticia y era agradable saber por qué el Sheriff no se metía con el negocio de Bodhi.
—Yo voté en contra de la legalización de la marihuana —declaró Raiden, y lo entendí.
—Oh —contesté.
—Estoy bien con vivir y dejar vivir, pero mierda como esa se convierte en mierda más grande, y nadie necesita eso.
—Yo no la fumo, pero conozco tanto a Bodhi como a Heather, y son gente muy agradable. No estoy segura de que
algo como eso dañe. Es una elección personal y no son como metanfetaminas o cosas por el estilo que destruyen vidas.
—Es cuando se hace peor —regresó él.
Sus ojos eran ahora extrañamente agudos, tanto que era incómodo, y me retorcí en mi silla.
—Está bien —me rendí—. Supongo que sabes más de esto que yo.
—Por desgracia, lo hago —respondió Raiden.
Me mordí el labio de nuevo, intrigada, aunque un poco asustada. Con cuidado saqué mi mano de la suya y miré a la
esquina de la mesa.
—Hanna —llamó y volví mi mirada hacia él.
—Bodhi y Heather son mis amigos —le dije.
—Lo sé —respondió.
—Bueno, yo... paso tiempo con ellos.
—Lo sé.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté.
—Te vi con el tipo. No era difícil de leer que eran cercanos. Y, de nuevo, pueblo pequeño. Un par de preguntas, te
vinculan a la chica también.
—¿Me vinculan a la chica?
¡Qué extraña manera de decirlo!
Me sacudí eso y presioné:
—Bueno, esta es una, uhm, cita, y si esto continua, eh... bueno, entonces...
—Si esto va más allá, no voy a pasar el rato con ellos —declaró con firmeza, y me miró fijamente.
—¿No te gusta mucho la gente que fuma marihuana? —pregunté.
—No es eso. Tengo amigos que fuman. No me importa una mierda. No me gusta, pero no dice nada acerca de ellos,
excepto que están en algo en lo que no estoy. Es solo que, no tengo un buen presentimiento sobre esos dos.
—Son amables y divertidos.
Se inclinó hacia mí.
—Ellos me dan un mal presentimiento, Hanna. Ellos no te dan la misma sensación, está bien. Pero si esta cita va bien,
si vamos más allá, no voy a salir con ellos. Directo. Sin mierda. Me gustas, te gusto, pero eso no quiere decir que tienen que
gustarme todos tus amigos y lo mismo va para ti.
Tuve que admitir, que era justo.
—Está bien. —Estuve de acuerdo.
—Y no estoy diciendo esa mierda sabiendo cuanto te gusto, por controlar la situación y hacer cumplir mis reglas. Lo
digo en serio. Si conectas con mi gente, no tienen que gustarte, lo mismo va para ti.
Eso estuvo bien.
—Está bien —dije con más decisión, entonces pregunté (sí, estúpidamente)—: ¿Cuánto crees que me gustas?
—Cariño, te arrastraste a cuatro patas en una tienda de mascotas, totalmente incapaz de hacer frente a estar en mi
espacio. En serio te gusto.
Esto era cierto y esto debería haberme mortificado.
No lo hizo.
Por alguna razón, me molestó.
Entrecerré los ojos hacia él.
—Es un poco molesto que te dieras cuenta de eso, y más molesto que sigues sacándolo a colación.
Ante esto, él arrojó su hermosa cabeza hacia atrás, se echó a reír y me tomó la mano con fuerza durante un segundo.
Luego aflojó su agarre y levantó nuestras manos para que nuestros codos estuvieran sobre la mesa, con las manos
entre nosotros, pero de nuevo se inclinó hacia mí.
Esta vez súper cerca.
Lo que significaba que estaba presionando mi mano en su duro pecho.
Contuve la respiración.
—Libro abierto —dijo en voz baja—. Como he dicho, es lindo. También es refrescante, nena.
—Me alegra que pienses así —susurré, ya no molesta. Con él tan cerca y mi mano presionada contra su pecho
estaba de vuelta al nerviosismo.
—Lo hago —confirmó.
Está bien, entonces, él pensaba que era lindo y refrescante, así que me sentí segura para darle más.
Así que, lo hice.
—Para que lo sepas, te encuentro extremadamente atractivo y me gustaría mucho que esta cita salga bien porque me
gustaría otra, y no como una excusa para comprar otro vestido y un par de zapatos asesinos.
Lo hice, pero no sentí alivio cuando algo raro y un poco alarmante brilló en sus ojos. Sus dedos apretaron los míos
antes de que él escondiera esa mirada, soltó mi mano y se echó hacia atrás.
—Para un hombre, esa cuestión se resuelve al final de la cita.
Fabuloso.
Algo sobre lo que estar más nerviosa.
Él me sonrió.
Me lamí los labios.
Su sonrisa se desvaneció y sus ojos cayeron a mi boca.
Dejé de respirar.
El camarero apareció con nuestros aperitivos.
Gracias a Dios.

***

—Ya regreso, ¿sí? —preguntó Raiden mientras el mesero retiraba nuestros platos de postre.
Asentí con la cabeza mientras él se ponía de pie.
Cuando él se levantó, extendió la mano y me metió el cabello detrás de la oreja. Mi cuero cabelludo se estremeció, el
cosquilleo yendo directamente por mi espalda, y me hubiera gustado poder tocar su cabello o que él hiciera eso otra vez (y
otra vez), mientras se alejaba.
Lo vi irse mientras internamente temblaba a través de los remanentes de la maniobra de meter mi cabello detrás de la
oreja.
Una vez que estuvo fuera de la vista, mi mente se dirigió a la cita.
No estaba segura de cómo empezó, pero una vez que superamos la cosa de Bodhi y Heather y la cosa de cuánto me
gustaba, Raiden dirigió la conversación a temas más seguros. La gente en el pueblo que ambos conocíamos. Cuan bien lo
estaba haciendo la cafetería de Rachelle. La abuela. Cómo hice mi casa.
Pensé que, al final, iba a ir bien.
La conversación fue fácil. Fluida. Hubo sonrisas, algunas risas para él y para mí, la comida era deliciosa y me había
soltado a causa de mi compañía, por no hablar de tres copas de vino. La única cosa que era extraña era que Raiden no
compartía nada de nada acerca de sí mismo, fuera de hablar un poco acerca de su mamá y más sobre su hermana, ambas de
las cuales, cuando hablaba de ellas, estaba claro que le importaban mucho.
Pero él no me dijo nada de su casa cuando yo estaba hablando de la mía. No compartió en qué trabajaba. No habló
sobre el tiempo en que él estuvo ausente. De hecho, fue él quien llevó la conversación y yo seguí su flujo, compartiendo
generosamente sin conseguir ni un toque de nada personal a cambio.
Fue ante este pensamiento que me di cuenta que tenía que ir al baño, y este pensamiento llevó al hecho de que
debería haberle dicho eso a Raiden antes de irse. Me imaginé que él sabría dónde estaba cuando volviera y viera que me había
ido. Un beneficio adicional, que me ahorraría tener que darle esa información y el momento angustioso de alejarme mientras él
miraba.
Así que agarré mi bolsa, me moví de la mesa y me dirigí en dirección al baño.
Llegué al baño de damas en el pasillo de atrás y puse la mano en la puerta, pero me detuve cuando escuché la voz de
Raiden viniendo de vuelta de la esquina que estaba al final del pasillo.
—Ella no tiene idea —indicó.
Me quedé mirando mi mano en la puerta, mi mente en blanco.
—Totalmente —continuó Raiden—. Hanna no tiene idea de que esos dos imbéciles están transportando cristal con
sus chales.
Mi aliento se atascó en mí garganta.
¿Cristal?
¿Al igual que metanfetaminas?
—Sí, lo ignora por completo —continuó Raiden—. Ella piensa que la chica está ayudándola a salir a flote. Hanna no
tiene ninguna parte en ello. Terminaré esto con ella esta noche, nos reuniremos y planearemos el desmontaje.
Termino esto con ella esta noche.
Oh, Dios mío.
¿Qué?
¿Cómo?
¿Qué?
—Ella confía en ellos —continuó Raiden—. Esos hijos de puta la están usando. Ella piensa que son sus amigos. No
tiene ni jodida idea.
Empujé la puerta y corrí adentro. De alguna manera tuve la presencia de ánimo para andar de puntillas en el cuarto
de baño, porque era de azulejos, el pasillo era alfombrado silenciando mis pisadas y, obviamente, no sabía que yo estaba allí.
La puerta se cerró detrás de mí. Puse mi espalda contra la pared al lado de ella y respiré hondo.
Santo Moisés, Bodhi y Heather estaban usando mis envíos para transportar drogas.
¡Santo Cielo! ¿Cómo podrían incluso hacer eso?
¿Y por qué?
Y...
Y...
Por alguna razón, Raiden salió conmigo para conocer mi papel en este escenario horrible.
Yo no le gustaba.
Él me estaba usando.
Como Bodhi y Heather.
Mis amigos con quienes hice senderismo, snowboard, con quienes me reí.
Usándome.
—Oh, Dios mío —suspiré, dolor punzando a través de mí, el calor al rojo vivo, dejando devastación a su paso.
Yo no era una idiota. Yo era...
No sabía lo que era.
Una idiota.
Una perdedora.
Metí mi bolsa bajo el brazo para que pudiera poner mis manos sobre mi cara y tomé grandes rotas respiraciones,
para controlar las lágrimas arañando detrás de mis ojos.
Un vestido nuevo.
Risas emocionadas con mi mejor amiga.
Los zapatos por los que tengo que tejer cinco chales para poder pagarlos.
Y todo porque era una idiota. Los pensamientos asaltando mi cerebro, se llevaron todo lo que tenía para
controlarme.
Raiden no podía saber que yo lo sabía. Tenía que fingir. Tenía que terminar esta estúpida, estúpida cita.
Entonces yo terminaría las cosas esta noche.
Entonces yo me ocuparía de los negocios.
Entonces yo aprendería mi estúpida lección.
Una vida sencilla era mejor.
Libros. Películas. Amigos que había tenido desde la secundaria en quienes podía confiar. Una bisabuela que me
adoraba. Un gato intratable a quien le gustaba de vez en cuando. Un trabajo que disfrutaba, que estaba libre de tráfico de
drogas.
Eso era todo.
El resto de ello...
No.
No tenía idea de que había sido lista antes. No tenía idea de que había estado viviendo la vida correcta.
No tenía idea.
Ahora lo hacía.
—Mierda —dije en voz baja.
Me precipité en un puesto, me hice cargo de los negocios luego salí del baño con cuidado. Comprobando que el
pasillo trasero estuviera vacía, me moví sigilosamente y vi a Raiden en nuestra mesa. Bordeé la zona principal del restaurante,
salí a la calle y tomé grandes aspiraciones de aire fresco de montaña, ideando un plan mientras lo hacía.
El vino se me había subido a la cabeza. Estaba un poco borracha y con dolor de cabeza.
Necesitaba ir a casa.
Cuadré mis hombros y me tragué las lágrimas. Me volví hacia la puerta principal, entré y me moví hacia la mesa, la
cabeza de Raiden levantándose cuando me vio, su ceño se frunció en mi dirección.
Dios, él era hermoso.
Increíble.
Fenomenal.
Usándome.
—¿Estás bien? —preguntó mientras me sentaba.
Tomé una respiración más.
Entonces me volví hacia él. Lo miré y sentí mi sueño llegar a su final, con un tembloroso suspiro antes de que
muriera...
Y mentí.
6
Última Oportunidad
Traducido por Gigi D

Corregido por Lizzie Wasserstein

El camino a casa fue silencioso. Todo el tiempo me la pasé mirando por la ventanilla.
Eso no era estrictamente cierto.
El camino a casa fue silencioso, salvo que una vez que estuvimos en el Jeep camino a casa, Raiden preguntó:
—¿Esto sucede seguido, los repentinos dolores de cabeza?
—Sí —mentí.
Raiden lo dejó en eso.
Gasté mis energías manteniéndome en una pieza.
Esto llevó mucha de mi energía.
Por lo tanto, para cuando llegamos a mi casa, estaba agotada.
Raiden estacionó, y mientras apagaba el motor, desabroché rápidamente mi cinturón, abrí la puerta, y salí con tanta
gracia como pude.
Estaba tratando de trotar sin que se notara hacia la puerta de entrada cuando mis esfuerzos se vieron frustrados por
la mano de Raiden cerrándose en la mía.
Me detuvo y buscó en mis bolsillos, sacando las llaves de mi casa para abrir y que entráramos.
Tomé dos grandes pasos adentro, arrastrándolo desafortunadamente conmigo. Liberé mi mano de su agarre y estiré
mi palma hacia él.
—Gracias por abrir. Yo tomaré estas.f
Evité su mirada mientras depositaba las llaves en mi mano, con mis dedos cerrándose a su alrededor de inmediato, y
la dejé caer.
—¿Hanna, vas a estar bien?
Lo miré.
Raiden Miller en mi vestíbulo.
Un sueño hecho realidad, pero convirtiéndose en pesadilla.
—Tomaré un analgésico y estaré mejor —mentí.
No estaría mejor. Ni ahora ni nunca.
—¿Puedes esperar un segundo? —le pregunté—. Antes de que te vayas, quiero darte algo.
—Claro cariño —respondió suavemente.
Raiden Miller diciéndome cariño.
Gentilmente.
Una pesadilla total.
Bajé la mirada a mis pies, me acomodé el cabello detrás de una oreja y corrí a las escaleras.
—Será un segundo.
Subí los escalones casi volando.
Se me había ocurrido en el camino a casa. No tenía nada de sentido, pero en el momento que vino a mí supe que
tenía que hacerlo. Y nunca antes me había pasado el saber que debía hacer algo al pensar en ello, así que sería mejor seguirle
la corriente.
Corrí a mi dormitorio y arrojé el sobre y las llaves sobre la cama. Luego fui a la habitación extra donde dejaba mis
chales terminados y encontré el que estaba buscando. Un esponjoso rollo de cachemira ya envuelto con un gran moño rojo
con mi etiqueta personal puesta. Una pesada tarjeta de color crema escrita en negro, con la caligrafía que pude aprender a
hacer después de horas copiando de un libro, que decía Hecho especialmente… por Hanna.
Me dirigí hacia abajo, deteniéndome brevemente en las escaleras y evitando mirar a Raiden.
Pero caminé directamente hacia él y le entregué el paquete.
—Quiero que tengas esto.
—Jesús, nena —murmuró, con la voz más grave de lo normal, y levanté la mirada.
Estaba observando el chal, con una expresión curiosa.
Se veía asombrado, complacido, conmovido.
Realmente.
Era un actor increíble.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—No puedo aceptarlo.
Lo empujé contra él.
—Tomalo.
Levantó una mano, luego la dejó caer y sostuvo mi mirada.
—Parece ser de quinientos dólares.
—En realidad, setecientos cincuenta.
Parpadeó.
—¿Disculpa?
—Cachemira —respondí—. Por favor, acéptalo.
—Hanna…
—Tómalo.
—Cariño…
—Por favor —susurré, con la voz hosca—. Tómalo.
Me observó atentamente mientras lo sostenía y luego bajó abruptamente la mirada, incrédulo.
—Santa mierda, se siente como el cielo.
—Cachemira —repetí y sus ojos volvieron a los míos—. La pasé muy bien. —Continué, moviéndome directamente
a la puerta, abriéndola para que él se fuera—. Gracias.
Vio mis pies, luego la puerta abierta, y luego a mí.
Dudó por lo que se sintió como días antes de dirigirse a mí y detenerse cerca. Muy cerca. Tenía que inclinar la
cabeza (¡incluso con tacones de diez centímetros!) y él tenía que agachar la suya.
—Salvo por el dolor de cabeza, ¿te encuentras bien? —preguntó en voz baja.
—Salvo por el dolor de cabeza, de maravilla —mentí, y me apresuré a añadir—: Gracias de nuevo por una noche
increíble
Raiden no se movió.
Mi corazón no dejó de romperse.
—Te llamaré mañana —dijo.
Correcto.
—Muy bien —respondí, aunque no sabía cómo pensaba hacerlo dado que no tenía mi número. Tampoco podría
hacerlo dado que de ninguna manera yo contestaba llamadas de números desconocidos. Y finalmente, simplemente no lo haría
porque era un mentiroso.
—Iremos al cine —declaró.
—Genial. Me encanta el cine. —Al menos eso no era mentira.
Se acercó más.
Retrocedí.
Se detuvo, frunciendo el ceño.
—¿Segura que estás bien?
—Nunca debería beber vino tinto —dije.
Otra mentira. Amaba el vino tinto, y el vino me amaba, aunque en abundancia me podía poner tonta, pero estaba a
unas buenas tres copas de distancia de eso.
Otra cosa me estaba poniendo tonta.
—Siempre hace destrozos conmigo —seguí mintiendo al ver que Raiden no se movía—. Pero no puedo comer filete
sin él.
—La próxima vez, mejor cerveza —dijo.
Como si fuera a haber una próxima vez.
Raiden seguía sin moverse.
Yo también.
Esto duró un tiempo.
¡Dios! ¿Quería “terminar esto”? ¿Por qué no lo hacía?
—Debería ir por un analgésico —le dije para que entendiera.
—No se siente muy bien que me vaya y te deje sola sintiéndote así —respondió, y francamente, la verdad, ¿cuál
era su problema?
Podía irse.
¿Por qué no solo se iba?
—Estaré bien —más mentiras.
—Muy bien nena —murmuró.
Cerré los ojos.
Nena.
—¿Hanna?
Los abrí.
—Buenas noches.
Sostuvo mi mirada, buscando algo. Luego levantó una mano para acomodarme un mechón de cabello detrás de la
oreja.
Sentí su suave toque en mi cráneo, bajar por mi espalda y las cosquillas que causó en la parte baja de mi espalda.
Y ahí estaba, Raiden Ulysses Miller, en mi vestíbulo, acomodando mi cabello, fingiendo preocupación por mi falso
dolor de cabeza y fingiendo que yo le gustaba.
¿Quería fingirlo?
Bien.
Podía fingirlo.
Le daría millones de oportunidades para fingirlo.
Y al mismo tiempo, iba a aprovecharlo, a darme una última oportunidad, la única que podría llegar a tener.
Y me iba a dar el gusto.
Levanté mi mano, envolví mis dedos en su brazo, me incliné y me puse de puntillas.
Llevé mis labios a los suyos.
Se sintió genial.
Tan genial, que no pude soportar más. Eso era mi límite. Eso tomó todo mi coraje. No quería saber lo bueno que
podría ser dado que nunca volvería a hacerlo, incluso si fuera falso.
Así que eso era el fin.
Pero Raiden…
Él era bueno fingiendo.
El maestro.
Lo supe cuando su brazo se deslizó inmediatamente por mi cintura. Me presionó contra su duro cuerpo y su boca se
abrió en la mía. Mis labios respondieron automáticamente.
Su lengua se sentía aún mejor, sabía divino, y me presioné contra él, enredándonos.
Mi última oportunidad.
Me la estaba dando.
De repente, no me importó que fuera falso.
De repente, no me importó que no volviera a tenerlo otra vez.
Lo tenía ahora.
Iba a aprovecharlo.
Recliné la cabeza y le ofrecí todo.
Inclinó la suya. Sentí el suave golpe de la manta cayendo al piso y su mano libre se dirigió a mi cabello, aferrándose a
él en un puño. Sentí un dolor que debería haber sido malo pero era tan malditamente bueno en toda mi cabeza y le di más.
Él lo tomó.
Mis manos se movieron por sus brazos, hombros, y final, finalmente, pude deslizar mis dedos entre su cabello.
Era grueso.
Era sedoso.
Era perfecto.
Me empujó hacia atrás. Golpeé la puerta, la puerta chocó con la pared, y él se presionó contra mí.
Yo imité su gesto, me preparé, y seguí entregando.
Raiden siguió tomando.
Era el mejor beso de mi vida.
Podría ser fácilmente el mejor beso de la historia.
Me llevó esfuerzos sobrehumanos recordar que no era real. Para poder despegarme de sus labios, aflojar mi agarre,
y retroceder fuera del alcance.
Momentáneamente perdida, alcé una mano y la llevé a mis labios, con la respiración pesada. Luego mis ojos se
encontraron con los suyos ardiendo de una forma que hizo que yo ardiera por todas partes.
Honestamente, un gran actor.
Error estratégico, tomar mi última oportunidad.
Ahora debía terminar con esto.
Lo rodeé, me incliné a donde había dejado caer el chal, lo levanté y me posicioné del otro lado del marco de la
puerta, sosteniéndolo hacia él.
—Conduce con cuidado —dije, y me miró.
—¿Disculpa? —susurró, y en esa palabra hubo algo siniestro que me asustó.
Pero ignoré el miedo, le extendí el chal y respondí:
—Conduce con cuidado.
Se acercó y sentí mi cuerpo entero tensarse.
Raiden lo notó. Lo supe cuando se detuvo abruptamente y clavó sus ojos en mí.
—Háblame —ordenó, con la voz baja y grave, pero con un añadido de poder y orden.
—Hablaré contigo mañana cuando llames. Ahora realmente necesito tomar algún analgésico y acostarme.
Levantó una mano y la apoyó en mi cuello, acercando mi rostro al suyo.
—No es momento de empezar con los juegos, Hanna —advirtió en voz baja.
¿Hablaba enserio?
¿Él me estaba diciendo eso a mí?
Lo miré a los ojos y declaré:
—Nada de juegos, Raiden. Es solo un dolor de cabeza. —Más como un corazón roto—. Conmigo, te toca lo que
ves, eso es todo. Nada de misterios. Nada de nada. Solo yo.
—Tú no eres tú —me dijo.
—No me conoces —respondí.
Raiden se mantuvo callado, pero no se movió.
Luego murmuró: —Muy bien.
Gracias a Dios.
Deslizó su mano más atrás en mi cuello, tirando de mí mientras levantaba la cabeza y habló:
—Si besas así cuando te sientes mal, cariño —puso sus labios en mi frente y habló desde allí—, realmente espero
comer de tus labios cuando estés bien.
Mentiroso.
Mentiroso.
Mentiroso.
Decidí no responder.
También decidí no permitirme pensar en lo increíble que se sentía que Raiden Miller me besara la frente.
Su mano fue a mi barbilla y la alzó para verme a los ojos.
—Buenas noches, Hanna —dijo suavemente.
—Adiós Raiden —respondí.
Sus ojos brillaron por mis palabras, pero su rostro no mostró nada. Tocó suavemente mis labios con los suyos,
retrocedió, tomó el chal y salió por la puerta.
Manteniendo las apariencias, me quedé allí, y saludé cuando arrancó el Jeep.
Raiden no devolvió el gesto.
Luego cerré la puerta y eché el cerrojo. Apagué las luces de afuera y también las que había dejado encendidas en el
vestíbulo. Una vez hecho, subí las escaleras con tanta gracia como pude ya que intentaba desatarme las tiras de mis sandalias
mientras lo hacía.
Llegué al dormitorio, dejé los zapatos en la cama y prendí mi lámpara de noche.
Solo entonces oí que el Jeep se iba.
Esperó hasta que yo hubiera subido y me estuviera acomodando para acostarme antes de irse.
Qué dulce.
Dios, desearía que fuera real.
Volví a bajar y tomé el teléfono del pasillo. Corrí a la cocina, prendí la luz y encontré el directorio.
Lo revisé hasta dar con el número de la estación de policía.
Entonces llamé.
7
Recompensa
Traducido por Blinda y Selene

Corregido por Lizzie Wasserstein

Raid.
Raid caminó por la acera hasta la brillante camioneta negra estacionada a la orilla de la carretera en la ciudad. Abrió
la puerta y se dobló dentro.
Las luces azules y rojas brillaban dentro de la cabina igual que lo hacían afuera, iluminando la calle.
—¿Escuchas la sirena de policía? —preguntó Tucker Creed.
Raid mantuvo los ojos hacia los tres autos patrulla y hacia una camioneta K-9 todos en ángulo en torno a la tienda de
bicicletas de Bodhi. Luego desvió la mirada por la calle donde, a una distancia de poco más de un bloque, dos escuadrones
más y otra unidad K-9 estaban en ángulo afuera de la tienda de regalos.
—Raid, ¿me escuchas?—preguntó Creed, y Raid enfocó sus ojos sobre su pareja.
—Lo escuché —gruñó.
—Ella los llamó —le dijo Creed, algo que ya sabía.
—Dije que escuché —repitió Raid.
—¿Sabes cómo supo cómo llamarlos? Dijiste que no tenía ni idea —preguntó Creed, y los ojos de Raid se
trasladaron de nuevo hacia los escuadrones intermitentes.
Él lo sabía.
Ella había jugado con él.
La dulce, tímida, linda y torpe Hanna Boudreaux no había ido a tomar un poco de aire fresco para despejar su
cabeza y tratar de deshacerse del floreciente dolor de cabeza que le dijo que tenía.
Ella había sido a la que la oyó abrir la puerta en el baño de damas.
Ella lo había escuchado.
Lo había descubierto, regresó pareciendo asustada, mintiendo que era por un dolor de cabeza y luego pasó los
siguientes treinta minutos actuando acelerada porque estaba asustada porque sus amigos estaban jodiéndola.
Luego, minutos después de que él la dejó en su casa, había hecho una llamada y soplado toda su maldita operación
de once meses.
—Se acabó la ventaja —declaró Creed, y Raid le devolvió la mirada—. Tienen a ese chico Bodhi y a su chica en
custodia. Puede que esté de buena racha y es demasiada suerte para la policía, pero ese tipo está contra las cuerdas, la duda
es si esos dos imbéciles dejaron migas de pan en el camino, así que probablemente solo van a darle a la policía la mierda que
ya tenemos.
Nada de esto estaba mal.
Creed continuó:
—Me dirijo de regreso a Phoenix. Sylvie ya está enfadada. He estado aquí todo este tiempo. Dice que tengo que
arrastrar mi culo de nuevo al valle y jugar al papi de Jesse, y que la próxima vez es su turno para tratar de localizar a los
estúpidos suministradores de drogas.
Tucker Creed había estado yendo y viniendo, un día aquí, una semana allí cuando las cosas se pusieron calientes,
durante los últimos once meses.
Cada vez que se ponía caliente finalmente fracasaba, se iba a casa con su familia. Raid había conocido a la mujer de Creed
hacía un tiempo. Era relativamente una recién casada, una mamá novata, pero al igual que su esposo, era una investigadora
privada experimentada y una patea-culos.
Era la mayor perra de armas tomar que había conocido en su vida.
Le había gustado inmediatamente.
Sylvie Creed tenía un hijo llamado Jesse, a quien ella no le gustaba dejar, pero tampoco le gustaba que su esposo los
dejase. Además, de manera extraña, considerando que ambos eran chicos malos especializados y profesionales consumados
y, realmente odiaban estar separados de una manera que casi se era palpable lo mucho que lo detestaban.
Por lo tanto, cuanto más tiempo llevaba esta operación, más viajes llevaban a Creed al norte, lo que volvía más
impaciente a Sylvie.
Y se estaba poniendo ansiosa en Phoenix al cuidado del niño cuando ella preferiría estar en Colorado rompiendo
cabezas con su esposo, y no estaba del todo enardecida sobre el hecho de que Creed consiguiera tener toda la diversión.
—¿Vas a llamar con esta mierda a Knight o quieres que lo haga yo? —preguntó Raid.
—Hazlo tú —respondió Creed, luego sus labios temblaron—. ¿Vas a esperar hasta mañana para meterte con tu
nueva nena por levantar nuestra operación o te estas dirigiendo allí ahora?
—Ella me escuchó hablando. No dijimos mucho. No tiene idea acerca de la operación.
Creed sonrió.
—¿Así que vas a esperar hasta mañana para meterte con tu nueva nena o te estás dirigiendo ahora?
Oh, él se dirigía allí ahora.
Fue jodidamente fuera de onda que ella lo oyera por casualidad, viniera a la mesa, echara su culo fuera y luego
sacara esa molesta mierda de su casa, lo que le jodió sobre todo, y llamara al sheriff.
No tenía idea de lo que estaba en su cabeza.
Estaba jodidamente yendo a enterarse.
Luego iba a arrastrar el culo a su dormitorio, el cual le pedía a Dios fuera tan atractivo como el porche y el recibidor
de la entrada de su casa, y luego, follaría a su nueva nena.
Se merecía unos azotes por esta mierda.
Pero ellos eran nuevos. Tenía que iniciarla en eso.
Raid no contestó la pregunta de Creed.
En cambio, le preguntó:
—¿Te diriges a AID[4] ahora?
—Hotel, reservar vuelo, luego estoy fuera.
—Voy a llamar a casa de Knight, luego voy a casa de Hanna. Te pondré al día si tenemos una nueva pista y
necesitamos que tú o Sylvie regresen. Aunque, aviso. Voy a lanzarle a tu mujer un hueso. Knight dice que está en peligro, no
encontramos a ese idiota, luego ella va a venir y hacerlo por su cuenta para que pueda dejar de vivir la vida de mujer sin el
papá de su bebé.
—Correcto —gruñó Creed, sus labios se curvaron.
—Hasta luego —dijo Raid.
—Hasta luego —respondió Creed.
Raid abrió la puerta y rápidamente salió. Caminó los tres bloques hasta su Jeep, se balanceó adentro y se dirigió a la
casa de Hanna.
Lo hizo tratando de controlar su temperamento, y locamente, lo hizo por lo que pensaba sobre Hanna.
Y lo hizo porque, desde hace semanas, no podía sacarla de su cabeza.
Y esto se debía a que, durante la última semana y media, había llegado a entender que Hanna Boudreaux era su
recompensa.
Lo había pensado al segundo en que la vio delante de la tienda de bicicletas de Bodhi, luciendo adorable, saltando
sobre esas largas piernas bronceadas, aplaudiendo y gritando con entusiasmo llevando esos pantalones tan cortos y un
pequeño top blanco.
Lo había sospechado cuando se arrastró alrededor recogiendo las latas de comida para gatos, con ese dulce culo
suyo en el aire, haciéndolo luchar contra el endurecimiento de su polla y dándole ideas para el futuro.
Llegó más nítido cuando se hizo simplemente claro que era una de esas mujeres que necesitaban un hombre.
Cuidando de su abuela por su cuenta. Pagando su hipoteca tejiendo jodidos chales. Consiguiendo jodidamente sobreponerse
a un concesionario de autos. Consiguiendo ser atrapada con sus amigos.
Pero supo al minuto en que ella tímidamente arrojó sus chales en el respaldo de la silla del porche de su abuela y
pasó la mano por la suave lana, kilómetros de nada, en sus manos, parecían todo. Hogar. Calidez. Apoyo. Amor.
Y si no lo sabía entonces, se consolidó cuando abrió esa boca bajo la suya y lo dejó tomar todo lo que quería.
Su recompensa por su sudor.
Su sangre.
La sangre de ellos.
Sus malditas pesadillas.
Aparte de las visitas a su madre y hermana, no tenía ni idea de lo que cuando regresara a Willow, algo que él nunca
tuvo la intención de hacer, iba a encontrar allí.
Su allí.
Lo que se había ganado.
¿La que era suyo?
Lo que supo hace meses fue que habían rastreado los envíos a Bodhi y a su novia, en su propia maldita ciudad.
Esa era la razón por la que Knight le había llamado.
Esa era la razón por la que Raid había vuelto a casa.
Nunca llegaron a bloquear al proveedor. Siempre enviaba a sus secuaces con la droga, pero Bodhi y Heather
utilizaban la tienda de bicicletas como fachada, fletando el negocio de bicis como cubierta.
Bodhi y Heather eran relativamente inofensivos, dientes de una rueda, los jugadores de bajo nivel que necesitaban ver
y trabajar y esperar que llevaran al equipo al que movía los hilos.
En el momento en que el equipo empezó a vagabundear por ahí con esos dos y listo para acercarse a ellos para tratar
de exprimirlos por información, forzándoles la mano o chantajeándolos en alguna maniobra que podría hacer salir al pez gordo,
Bodhi y Heather consiguieron inteligente protección para la tienda de bicicletas y trasladaron el negocio a los envíos de Hanna.
Una local. Una tercera generación en Willow.
Por lo tanto una complicación.
En ese momento Raid no tenía ni idea quien era Hanna Boudreaux. Conocía a la señorita Mildred. Todo el mundo lo
hacía. También conocía el hermano mayor de Hanna, Jeremy, que iba un año detrás de él en la escuela. Todo lo que
recordaba del tipo era que él era un receptor abierto decente y que se había jactado abierta, y asquerosamente, con
frecuencia, cuando se había aprovechado del culo de Lori Kowslowski.
Pero él no conocía a Hanna.
Una vez que se corrió la voz de que Bodhi y Heather habían trasladado su operación e involucrado a una local, una
local, relacionada con los ciudadanos más queridos de la ciudad, con una instalación de noventa y ocho años de antigüedad en
su sociedad. No tuvo más remedio que preguntar por ahí sobre Hanna.
No había oído nada más que cosas buenas. Cuidaba de su abuela. Iba a la iglesia. Era una chica tranquila. Leía
mucho. Le gustaba ir al cine. Era dulce. Leal. Divertida.
Un blanco fácil para esos dos idiotas.
Aunque Raid nunca la vio allí, su hermana Rachelle le dijo que iba a la cafetería todo el tiempo.
—Pero no la hemos visto en mucho tiempo, hermano. Si la ves, sin embargo, lo sabrás. Cuerpo fantástico. Piernas
largas, pero súper tímida, ¿entiendes lo que estoy diciendo? No tiene ni idea, de que si hiciese un pequeñito esfuerzo sería
todo eso —le había dicho Rache.
Pero la dulce, tímida, ratonil, muy lectora Hanna, que todo el mundo conocía y todo el mundo decía que siempre
estaba por allí, había desaparecido.
Por la primavera se dejó caer por Willow y Raid puso sus ojos en Hanna Boudreaux por primera vez, semanas antes
de que él la viera en la tienda de bicicletas y la siguió y la encontró en la tienda de mascotas, él no sabía a carajos se había
referido su hermana.
Hanna Boudreaux no era tímida.
Estaba de pie, con una de sus manos en el manillar de la ridícula bicicleta, hablando con Paul Moyer.
No.
Riendo con él. Su brillante cabeza rubia echada hacia atrás, su bonita cara iluminada, su cuerpo temblando, su otra
mano agarrando el brazo de Paul como si tuviera que contenerse para no reírse de todo.
Paul había estado observando sus pechos mientras ella se reía.
Raid había querido plantar un puño en su cara.
Se contuvo.
Necesitaban saber si Hanna estaba limpia, entonces tenían que estar seguros. Hanna estaba limpia, luego podría
sacarla del escenario y continuar con la operación.
Y después de que Raid finalmente la había visto había decidido que él, personalmente, la sacaría porque Hanna
estaría en su cama, bajo su protección y no percibiría nada de esa mierda.
Afortunadamente, le tomó cerca de un nanosegundo averiguar que Hanna estaba siendo involucrada.
Desafortunadamente, antes de que pudiera tenerla en su cama, lo había oído por casualidad y soplado la operación,
por lo que ahora no tenía nada.
Nadie para conducirlos al proveedor que estaba jodiendo con Raid y con el amigo de Creed, Knight, que vivía en
Denver y tenía un exitoso club nocturno, un cuestionable negocio secundario y un montón de dinero que podía usar para
acabar con los problemas que quería resolver.
Algo que él no dudó en hacer
Así que Knight contrató a Raid, al equipo de Raid y Creed para resolverlo.
Ahora no tenían nada.
Knight iba a estar enojado.
Raid ya lo estaba.
Se volvió a la carretera de un solo carril que conducía a tres casas, siendo la última la de Hanna, y se detuvo. Tiró de
su teléfono e hizo su llamada a Knight.
Estaba en lo cierto. Knight estaba enojado.
Terminó la llamada, salió del carril y se dirigió a la casa de Hanna.
Justo arriba la luz estaba encendida.
Su dormitorio.
Entonces estaba la luz, en la planta baja a la izquierda.
La sala de estar.
Esto significaba que se había levantado.
Excelente.
Abrió la puerta y cruzó hacia fuera. Él merodeaba a la puerta principal, se llevó la mano derecha a la perilla y se
volvió.
Mierda.
Ahora ella cerró con llave.
Él golpeó el timbre.
Nada.
Miró a su izquierda.
Las luces estaban encendidas, las cortinas corridas. No podía ver ningún movimiento.
Llamó al timbre de nuevo y golpeó.
Se detuvo.
Todavía nada.
—¿Qué carajos? —le pegó.
Se volvió y vagó hasta su auto. Abrió la guantera, consiguió su kit y vagó directo de vuelta. Se puso en cuclillas ante
el pomo de la puerta, sacó sus herramientas, y en unos cinco segundos recogió su mierda, mañana-sería- reemplazada-la-
cerradura.
Se metió las herramientas en el bolsillo de atrás, abrió la puerta y la vio al instante, de pie en el vestíbulo, mirándolo,
sus grandes ojos azules bastante abiertos.
Cerró la puerta detrás de él.
Hanna saltó.
Era muy afortunada de haberse cambiado a un par de adorables pantalones cortos, muy cortos, con cordón de
pijama y una ceñida camiseta acanalada, tanto que dejaba poco a la imaginación, ambos colores resaltaban el dorado
bronceado que brillaba en cada centímetro de su piel. También tuvo suerte de tener el cabello recogido en otro desordenado
nudo ya que su maldita jodida mano picaba por sacarlo de un tirón o no hubiera tenido la paciencia de aspirar el aire que
necesitaba para calmarse.
Pero contuvo la respiración que necesitaba para calmarse
En ese momento ella susurró:
—Oh, Dios mío. Has forzado mi cerradura.
—¿Cómo está tu dolor de cabeza? —preguntó.
Sus ojos, que se habían trasladado a la perilla de la puerta, le dispararon.
Luego ella comenzó a dar marcha atrás.
—Lista —murmuró mientras avanzaba.
—Raiden…
—Me escuchaste en el teléfono.
Ella tragó saliva visiblemente. Su hombro golpeó la puerta de la sala de atrás y se movió hacia un lado. Raid la siguió.
—Regresaste a la mesa y me mentiste justo en mi cara…
—Yo…
—Me dijiste que tenías un maldito dolor de cabeza, lo que me preocupó, entonces te presionaste muy cerca de mí,
dándome tu boca y dejándome excitado, una burlona basura de puta, un movimiento que no sabía que tenías en ti para
ejecutar.
Ella se detuvo en seco.
—No me estaba burlando de ti.
—¿Entonces, qué era esa mierda?
Ella lo miró a los ojos y anunció:
—Un beso de despedida.
Fue ahí que Raid se detuvo en seco.
—¿Qué?
—Raiden, la farra se ha terminado —declaró ella, y Raid cerró los ojos.
Jesús, ¿cómo podría una mujer ser tan irritante y tan jodidamente linda, todo a la vez?
Abrió los ojos y le preguntó:
—¿La farra se ha terminado?
Ella se inclinó hacia él y susurró:
—Sí.
Joder, quería besarla.
También quería sacudirla.
—Nena, es la farsa —la corrigió, y su cabeza se sacudió, lo que hizo que el enredado cabello de su cabeza se
soltara, lo que le recordó que quería sus manos en ese cabello.
Luego, en otro lugar.
Tenía que acelerar esta mierda.
—¿Perdón? —preguntó, sonando confundida, y él bajo la mirada de su cabello a sus ojos y vio que estaba, de
hecho, confundida.
Sí. Exasperantemente. Y malditamente linda.
—La farsa se ha acabado no la farra —le dijo.
Sus ojos se estrecharon.
—¿En serio? ¿Estás corrigiendo mi jerga urbana?
—Creo que jerga urbana es de hace ocho décadas, Hanna. Así que ahora es simplemente jerga.
Hanna levantó las manos.
—¿Ahora me estás dando una lección de historia de la jerga urbana?
Raid se encontró con lo que pensaba era un suceso imposible.
Él perdió la paciencia con la linda Hanna Boudreaux.
—¿Por qué estamos hablando de esta mierda? —le preguntó.
—No lo sé. ¿Por qué estás aquí en absoluto? —le espetó ella.
—Estoy aquí porque quiero saber por qué me mentiste. Quiero saber por qué no viniste a la mesa y me hablaste de
lo que habías oído para que pudiera explicarlo y esa mierda ahora no me habría jodido totalmente.
—Lo siento, ¿jodí tus planes, Raiden? ¿Había más maneras en que me podrías utilizar como Bodhi y Heather me
usaron antes de que me tirases?
Ante sus palabras, Raid se quedó completamente inmóvil.
Luego le preguntó, peligrosamente tranquilo.
—¿Podrías repetirlo?
Hanna sentía el peligro, pero no dejó pasar sus palabras.
—Me usaste y ahora estás aquí actuando como un idiota. ¿Por qué?
—¿De qué forma te usé —le preguntó.
—No lo sé exactamente. Pero no fui a la mesa, porque te oí explicar las complejidades de tu plan de fingir que
estabas interesado en mí. Para descubrir si estaba asociada con mis malvados ex-amigos en su plan de usar a mis chales como
tapadera para el transporte de drogas. Así que desconozco todas las formas en que me usaste. Solo sé que al igual que ellos
me usaste.
—¿Fingir que estaba interesado en ti? —susurró Raid al mismo tiempo que Hanna alzaba las manos.
—Raiden, lo sé —le espetó.
—Tú no sabes una mierda —le respondió tajante.
—¿En serio? Así que no me has notado en meses, no en años, y de repente estás en todas partes y da la casualidad
que estoy, alzó sus manos e hizo comillas aire, “vinculada a los traficantes de drogas o transportistas o uh... como quieras
llamarlos”.
—Sí, nena, por años no me di cuenta de tu existencia, entonces cuando lo hice dos pedazos de mierda utilizaron tu
confianza para cubrir que transportaban droga.
—Bien, ahora que hemos aclarado todo puedes irte —lo despachó Hanna.
Jesús.
—No me voy —replico él.
—¿Por qué? —gritó Hanna—. Se acabó. Sabes que no tengo nada que ver con eso. No sé cuál es tu rol en todo
esto. Pero no lo quiero saber. Mi parte en todo esto se acabó. Esto se acabó. No tienes que fingir más. ¿Por qué no te puedes
solo ir?
—No estoy fingiendo tonta —le espetó Raid.
—¡Dios! —le gritó Hanna—. ¡Esto es una locura!
Luego cometió un gran error.
Uno enorme.
Con impaciencia empujó su mano por su cabello, olvidando que estaba en un nudo. Se atoró con lo que sea que lo
estaba sosteniendo, dio un tirón y su cabello cayó todo desordenado alrededor de su cara y sobre sus hombros.
Raid la miraba absolutamente perdido en ello, se acercó hacia ella.
Hanna retrocedió estrellándose contra la pared al lado de la escalera.
Raid la rodeó con sus brazos enjaulándola, puso una mano en su cadera y la otra en la pared al lado de su cabeza,
luego se inclinó por lo que su cara estaba al mismo nivel que la de Hanna.
Hanna respiraba tranquilamente, lo cual era bueno.
Eso significaba que no podía escupir más mierda.
Él forzó su voz para que saliera más suave:
—Te estas regodeando en la mierda. Entiendo que estés herida porque tus amigos te jodieron y por cómo lo han
hecho, porque esto es un gran enredo. Lo que necesitas saber, cariño es que no te estoy usando. No estoy fingiendo nada.
Estoy interesado en ti.
—Detente —susurró.
Jodiéndolo.
—No transfieras el dolor que sientes debido a ellos porque los dejaste entrar en tu vida y en tu corazón hacia mí,
Hanna —le advirtió.
Él pensó que tenía la sartén por el mango. Pensó que si conseguía que se calmara y que entrara en razón, podrías
acercarse más.
Así que no estaba preparado para que Hanna Boudreaux remeciera su mundo.
—He estado enamorada de ti desde que tenía seis años. Estuvimos en el mismo equipo por tres años en los días de
campo de mi abuela. Un día los dos estábamos fuera de clases, yo cursaba mi primer año y tú el último de secundaria. Tu
casillero estaba lejos del mío. No sé qué estabas haciendo en ese pasillo, pero yo venía de la enfermería porque tenía gripe y
estaba recogiendo mis cosas para ir a casa. Pasaste por mi lado, me miraste y dijiste “hola”. Yo dije “hola” de regreso, pero
no creo que me escucharas porque seguiste caminando sin mirar atrás. Hasta la tienda de mascotas, la única palabra que me
habías dicho había sido “hola”.
Jodida mierda.
—Hanna….
—Dejaste Willow, después regresaste y yo iba a Rachelle’s una, dos o tres veces por semana, solo para echar un
vistazo en ti. Pasaste a través de mí docenas de veces. Una vez me atrapaste mirándote y solo miraste directamente hacia mí y
alzaste la barbilla. Entonces apartaste la vista. Meses después, me encuentro contigo en la tienda de mascotas y fue como si
nunca antes me hubieras visto.
Cristo.
—No recuerdo lo de la cafetería —dijo Raid suavemente.
—Lo sé —contestó ella—. Cuando me conociste, no me reconociste en absoluto, pero he estado alrededor por
años.
—Nena, que no te recuerde no significa nada.
—Lo hace para mí.
Él podía verlo. Sabía que estaba enamorada de él antes de que le dijera nada. Ninguna mujer se pone tan nerviosa
alrededor de un hombre del cual no se siente muy atraída. Y eso le había malditamente fascinado. Desde el primer momento
en que se colocó el cabello detrás de la oreja, tratando de disimular que estaba mirándolo. A él le gustaba más que
jodidamente mucho, que supiera que estaba en su equipo de guerra cuando tenía unos malditos once años o los que sean y
recordaba haberla visto en el pasillo de la secundaria hace años.
Fue lindo. Fue dulce.
Ella lo era.
Él no entendía la historia de la misma forma, pero la explicación de Hanna sobre la duración y el alcance de su amor
lo ayudo a entender su comportamiento de la última semana y media. Raid no se podía explicar por qué no se había fijado en
ella antes.
Él sacó su mano de la pared para envolverla alrededor de un lado del cuello de Hanna. Ella intentó zafarse pero él le
clavó los dedos y la empujó más cerca. Eso tuvo el efecto deseado. Dejó de moverse.
—Un amigo mío tiene asuntos en Denver —explicó Raid—. Esos asuntos están relacionados con Willow. Él me
llamó para que encontrara al proveedor que ha estado abasteciendo de drogas a través de Willow. Este imbécil es
resbaladizo. Cada pista que hemos tenido nos condujo a pura mierda. El tipo tiene soldados por todas partes, pero él es un
fantasma. Cariño, podría haber estado en Rachelle’s mucho tiempo pero tenía un montón de mierda en mi mente.
—Pensaste que estaba involucrada con traficantes así que me investigaste. Te involucraste conmigo para
investigarme.
—Me involucré contigo porque me sentí atraído hacia ti, pero también te tenía que limpiar de toda esa mierda. Así
podríamos seguir adelante y atrapar a ese maldito tipo.
—Raiden, no puedes ver como yo puedo que he estado demasiado tiempo alrededor tuyo, incluso me has mirado
directamente a los ojos y no me has visto y ahora, de repente estás interesado en mí y cómo puedo creer que realmente,
bueno... ¿sientes algo por mí?
—¿Cómo carajos puedes hacer que algo que no tiene sentido lo tenga? —le preguntó de regreso.
—¿Así que entiendes lo que estoy diciendo?
—Lo hago y podría tener sentido, cariño pero sigue siendo una estupidez.
Hanna miro hacia el techo.
—Hanna, mírame —le ordenó.
Ella puso sus ojos en blanco antes de mirarlo.
—Estoy interesado en ti —le dijo.
—No te creo —le dijo ella.
—¿Por qué carajos no? —le preguntó.
—Simplemente no lo hago —le respondió.
—Cristo, te juro por Dios que te digo la verdad, ¿piensas que soy la clase de hombre que regresa a su ciudad natal,
donde su madre y hermana todavía viven, elige a una chica de la ciudad, quien resulta ser la bisnieta de la matriarca de la
ciudad, para ir a cenar y poder jugar con ella encima en Chilton’s donde todo el mundo puede verme?
Ella parpadeó.
No lo había pensado.
Por suerte él estaba llegando a alguna parte.
Raid continúo.
—¿Y tú crees que soy un hombre que dice líneas de mierda linda y dulces a mujeres bonitas solo para joderles su
trabajo?
Ella soltó la comisura de su labio que tenía entre dientes.
Sí, estaba llegando a alguna parte.
Raid se mantuvo en ello.
—Y en serio como la mierda, Hanna ¿crees que nuestro beso fue fingido?
Ella lo miró a los ojos y sus pequeños dientes blancos parecieron morderle el labio. Lo dejó ir y le susurró:
—Ese beso fue realmente bueno.
Raid bajó la cabeza y miró sus botas.
Se dio cuenta que ella tenía unas malditas lentejuelas pegadas a las uñas de sus pies que parecían pintadas con
esmalte negro pero tenían una flor blanca alrededor de cada lentejuela.
Cristo, ella era adorablemente ridícula.
Jodidas lentejuelas pegadas a sus dedos.
No podía evitarlo, y no lo iba a intentar. Se echó a reír.
—¿Te estás riendo? —le preguntó Hanna.
—Tienes jodidas lentejuelas en tus dedos —dijo, sus palabras salieron entrecortadas.
—Son lindas —le replicó mirándolo directamente a sus ojos, él dejó de reírse.
Su recompensa.
—Sí —él estuvo de acuerdo. Aunque no estaba hablando de las lentejuelas y ella lo sabía por cómo inhaló
bruscamente—. ¿Hemos terminado con esta conversación idiota de que no estoy interesado en ti?
—Uh... creo que sí.
—Así que entiendes que estoy interesado en ti —él la presionó para confirmarlo.
Ella presionó sus labios considerándolo un rato.
Raid utilizó lo último de su paciencia para dejarla ir.
Luego ella asintió.
—Gracias a Dios —murmuró él y finalmente se relajó.
—Así que... cuando dijiste que me ibas a llamar mañana, que es hoy, por cierto ¿realmente lo ibas a hacer?
Raid oyó como se formaba el gruñido enrollándose en su garganta antes de que retumbara en su pecho.
—Sí, Hanna. Lo dije en serio.
Sus ojos se iluminaron. A ella le gustaba eso, y no pensaba ocultarlo le gustaba tanto.
Una vez más él quería besarla.
—Genial —susurró.
—Cariño, ¿ves lo absurdo que sería si te llamara mañana, que es hoy para preguntarte si quieres ver una película,
para después llevarte a mi casa y a mi cama, cuando estoy aquí en tu casa con tu cama arriba?
Sus ojos se abrieron sorprendidos y ella dejó de respirar.
Maldita sea quería besarla.
—Bueno puedo ver lo absurdo de que me llames cuando podemos hacer planes para una película en este momento
—le respondió.
Malditamente ridícula.
Y linda.
A la mierda, solo iba a besarla.
Y así lo hizo.
Fue una repetición del anterior. Caliente. Húmedo. Ella deslizó sus dedos en el cabello de Raid y presionó su cálido,
dulce y suave cuerpo contra el suyo, se abrió a sí misma y se entregó al momento.
Él luchó contra el abrumador impulso de ponerla sobre el suelo y tomarla allí mismo.
Él terminó el beso, deslizó sus labios por la piel bajo su oreja y sintió las bocanadas suaves que daba Hanna debido a
lo agitada que estaba.
—Estoy sintiendo que quieres frenar esto —le dijo con una voz áspera.
—Solo hemos tenido una cita —respondió ella en voz baja. Luego más tranquila—. No soy ese tipo de chica.
No lo era. Hanna Boudreaux absolutamente no era ese tipo de chica.
Mierda.
Se sentía premiado.
Levantó la cabeza y miró su suave rostro, sus cálidos y brillantes ojos y sus labios hinchados.
Era fantástica.
—Película. Mañana por la noche. Tú la escoges. Envíame un SMS —le indicó.
—No tengo tu número —le dijo.
—¿Dónde está tu teléfono ? Voy a registrarlo —le ofreció.
—Está arriba —murmuró—. Lo iré a buscar.
Raid cerró sus brazos alrededor de ella y sus ojos se concentraron en los suyos nuevamente.
—Unh-unh. —Él negó con la cabeza—. Ya te estoy viendo subir por las escaleras con un vestido sexy y tacones. O
en tus dulces pijamas. Es todo lo que un hombre puede pedir.
—Oh —suspiró ella.
Joder.
Su recompensa.
—Voy a estar aquí a las seis. Elige una película que esté a esa hora pero quiero llevarte a comer antes, así que
planifícalo.
—Está bien —estuvo de acuerdo.
—Tenemos que irnos temprano, llama a Rachelle a su cafetería. Te puede dar mi número.
—Está bien —ella repitió.
—Ahora, tengo que irme.
Se humedeció los labios y volvió a decir:
—Está bien.
Raid hizo un movimiento pero sus brazos se apretaron alrededor de él.
Entonces, de repente ella bajó la barbilla y puso su frente sobre su pecho.
—Sé qué piensas que soy una idiota y esto es ridículo, entiendo porque te enojaste. Sé que debo discutir las cosas
que me molestan contigo. Pero escuché como decías que no tenía idea de qué estaba pasando y que ibas a terminar esto esta
noche. Obviamente me confundí con lo que dijiste, pero lo que dijiste sonó muy mal —le explicó con voz vacilante y calmada.
La acercó más y bajó los labios sobre su cabeza.
Finalmente le dijo todo.
Pero no había oído todo.
Ni siquiera la mayor parte.
Solo la parte que ella pudiera malinterpretar.
—Te perdiste la parte cuando mi compañero me dijo que me estaba desconcentrando por una mujer, que tenía que
enfriar mi cabeza y centrarme en el juego y que tú me estabas distrayendo de nuestros objetivos.
—Oh —susurró en su pecho, sus brazos alrededor de él se apretaron con más fuerza. Dejó caer la cabeza hacia
atrás y la levantó hasta tener a la vista sus ojos—. Debí haberte dicho lo que escuché. Explicártelo. Lo siento.
Esa era una buena disculpa.
Se necesitaban bolas para hacer cosas así, incluso para mujeres dulces, tímidas y lindas.
Ella era su jodida recompensa.
—Está hecho, nena —le dijo.
Hanna asintió, y luego de nuevo bajó su barbilla hasta su pecho y puso su frente sobre su pecho.
—¿Crees que soy una loca señora, una acosadora espeluznante, visitando a Rachelle solo para ver que camina por
ahí?
—Absolutamente no —le respondió de inmediato, con la voz acerada y gentilmente levantó su cabeza para que sus
ojos pudieran escanear su cara para determinar la veracidad de sus palabras.
Él dejó que su expresión hablara porque no creía que su amor platónico fuera loco o espeluznante.
Era como ella dulce y linda.
Solo deseaba haber prestado más atención en vez de dejarla pasar, no habría perdido tanto tiempo persuadiéndola
para que estuviera en su cama.
Por último ella dijo:
—Creo que realmente te creo.
Raid sonrió.
—Bien, porque no te estoy mintiendo.
El cuerpo de Hanna se fundió en el suyo y le dio una gran sonrisa de respuesta.
Joder, tenía que salir de allí.
—Ahora me voy a ir a menos que quieras que me quede —le dijo.
Se sintió gratificado ante la vacilación de Hanna al dejarlo ir.
Se inclinó para besarla en la frente y se dirigió a la puerta.
Tenía la puerta abierta cuando se le ocurrió algo y él se volvió.
—Antes pensabas que estaba terminando esto —señaló. Ella echó la cabeza hacia un lado pero luego se enderezó y
asintió—. Entonces, ¿por qué me diste el chal?
Sus cejas se unieron por la confusión, no sabía cómo explicar sus acciones. Luego optó por la honestidad.
—No lo sé. Tal vez estaba en mi modo habitual de idiotez y quería darte algo para que me recordaras. Incluso con lo
que pensaba que estabas haciendo, sabía que eras un buen tipo, ya que te ofreciste a cuidar el jardín de la abuela así que
quería darte algo a cambio. Era lo único que tenía para darte. Algo que te mantendría caliente. Pero en realidad, no lo sé. Yo
solo... —Se encogió de hombros—. Lo hice.
—Me alegro de que lo hicieras cariño —respondió.
—Yo también —le dijo.
Él le dedicó una sonrisa. La suya era tímida pero ella se la devolvió.
—Cierra después que me vaya —le ordenó.
Hanna asintió y él alzó la barbilla.
Luego caminó hacia la puerta, cerrándola detrás de él. Estaba en las escaleras cuando escuchó que cerraba.
Raid permaneció sentado en su Jeep y no se fue hasta que las luces de la planta baja estaban apagadas y vio una
sombra moverse detrás de las vaporosas cortinas de su dormitorio
Condujo hasta su lugar. Tomo la manta y caminó por las escaleras laterales, abrió la puerta y entro.
Se quitó la ropa, tiró el edredón de su colchón, desató las cintas de raso alrededor del chal y lo arrojó sobre la cama.
Luego se subió a la cama.
Había estado en lo cierto la primera vez que lo tocó.
Y Hanna tenía razón cuando dijo que lo mantendría caliente.
Era el Cielo.
Entonces Raiden Miller se quedó dormido bajo el calor de la cachemira de Hanna, y por primera vez en mucho
tiempo no tuvo pesadillas.
Ni siquiera una.
8
Función Doble
Traducido por Itorres

Corregido por Lizzie Wasserstein

A la siguiente noche...
—Dejartelo a ti, cuando estoy ansioso por mis planes para después de la maldita película, y encuentras una función
doble —se quejó Raiden.
Le lancé una sonrisa nerviosa sobre mi hombro a Raiden, quien llevaba una gran caja de palomitas de maíz en el
hueco de su brazo y dos enormes refrescos en sus manos. Él estaba siguiéndome por el pasillo del Willow Deluxe, nuestro cine
en la ciudad que, en contra de las probabilidades de la competencia de las grandes salas de cine a solo cuarenta y cinco
minutos en Denver, permanecía en el negocio.
Esto era principalmente porque a la ciudad le gustaba. Por otra parte, a los ciudadanos de Willow simplemente les
gustaba Willow.
Nuestra ciudad era una de esas extrañas excepciones a cada regla. No teníamos ni una de esas tiendas de una
parada que son de pasada y económicas en compras al por mayor.
Teníamos un carnicero. Teníamos una tienda de frutas y de vegetales. Teníamos una ferretería no comercial.
Teníamos una tienda de comestibles a la que todo el mundo iba, ya que era una propiedad familiar y lo había sido durante más
de cincuenta años. Teníamos una floristería, una tienda de artesanías, tres tiendas de regalos, una cafetería, el Café de
Rachelle, una pizzería que eran genial con lo italiano en general, un bar de motociclistas, un bar de vaqueros, una bar para
puros aficionados de los Broncos y más.
Incluyendo el Deluxe, el cual era un negocio sin fines de lucro que se quedó en el negocio así como en las
renovaciones continuas debido a la generosidad de un pueblo que quería mantenerse pasado de moda, con la sensación de la
ciudad natal.
Amaba el Deluxe.
Amaba mi ciudad.
Pero mi sonrisa era nerviosa por los que sospechaba eran los planes de Raiden para después de la película, no
porque todavía estuviera preocupada y me preguntaba si él estaba realmente conmigo.
No, incluso ayer por la noche o más exactamente, súper temprano esta mañana no me lo había dejado muy claro, esa
misma tarde se había hecho aún más claro.
Sin necesidad de decirlo, la idea de Raiden de "tomarse con calma esto" chocó con la mía.
En otras palabras, antes de la película él me llevó al café de Rachelle para la cena, e incluso antes de eso, me dijo que
llamara a su hermana para conseguir el número de él, que, por supuesto, no lo hice.
Él tenía que saber, desde que Rachelle estaba mucho en la cafetería incluso en las noches, ella probablemente estaría
allí y nos vería juntos.
Y ella había estado allí.
Yo había estado mucho en esa cafetería y nunca había visto a Raiden allí con una mujer.
Dejándome con una sola salida, sí.
Nunca, entrar.
Y tampoco tenía a nadie más, como KC o mis otras amigas, las cuales todas seguían las acciones de Raiden como,
bueno, lo que éramos: locas, espeluznantes acosadoras de Raiden Ulysses Miller.
Así que no pasó desapercibido para Rachelle (o para mí) lo que significaba que Raiden me llevara a su cafetería.
Sin embargo, esta era la menor de mis preocupaciones, cuando, después de que ella nos vio juntos y sus ojos
estaban saliendo de su cabeza, se acercó corriendo a nosotros, exclamando:
—¡OhporDios! ¡Hanna! ¡No te he visto en mucho tiempo! ¡Mira tu cabello! ¡Me encantan esas mechas! ¡Se ven
geniales! ¡Y es tan largo! Casi no te reconocí.
Raiden me dio una mirada de cejas levantadas mientras sacaba mi asiento y yo tardíamente evité sus ojos mientras
me sentaba.
—¡Y estás tan bronceada! —continuó Rachelle, deteniéndose en nuestra mesa. Puso dos dedos en su mejilla, inclinó
la cabeza y me dio una vez más una mirada inquisitiva antes de preguntar:
—¿Has perdido peso? —Entonces respondió a su propia pregunta—: No. Pero definitivamente te tonificaste. Estoy
tan comprometida con mi propia bicicleta Schwinn[5] si eso es lo que puedo hacer.
Metí mi cabello detrás de mí oreja y casualmente le di una mirada a Raiden para ver sus labios curvándose y sus ojos
en mí.
Rachelle parecía no darse cuenta de cómo lucía Raiden y lo que yo le estaba dando a cada uno o el hecho de que
ninguno de los dos habló.
En cambio, ella gritó:
—¡No ordenen! Ambos están recibiendo el especial. Esta noche es Patadas en el culo, si se me permite decirlo.
—Se volteó hacia su hermano—. Cerveza para ti, hermano. —Ella se volteó hacia mí—. Hanna, ¿Vino blanco o cerveza de
raíz de dieta?
—Cerveza de raíz —le contesté.
—En camino —respondió ella.
Entonces se fue rebotando, destacando las brillantes mechas en su largo, balanceante, cabello moreno como el de
Raiden.
Por desgracia, aunque era un caballero (a veces, cuando él no estaba maldiciendo o enojado y hostigándome),
Raiden no dejaría pasar esto.
—Así que, ¿no te noté o no te reconocí?
—Lo que sea —murmuré a mi cuchillo y tenedor, los cuales estaban envueltos en una servilleta de papel de color
rosa y rodeados con cinta adhesiva de papel azul con huevos de petirrojo; una de las muchas firmas del Café de Rachelle.
Raiden se rio a carcajadas.
Dejé de evitarlo, levanté la cabeza para mirarlo y escapé a mi derrota porque me gustó el espectáculo. Tanto que
terminé sonriéndole.
Él terminó de reírse con su cara volviéndose suave cuando vio mi sonrisa, sus labios ordenando:
—Ven aquí. —Pero su cuerpo no dándome la oportunidad de cumplir (o no).
Estiró un largo brazo sobre la mesa y me enganchó de la parte posterior del cuello. Me jaló al otro lado, me encontró
a mitad de camino y tocó sus labios con los míos antes de dejarme ir.
Esto no pasó desapercibido para los muchos clientes o para la hermana de Raiden. Lo sentí y lo ví.
Mucho para ir lento.
Eso fue lo único incómodo sobre la cena, excepto que Raiden me habló acerca de que "más tarde" me diría del
“trabajo” en la que estaba trabajando en la ciudad y lo hizo de una manera en que yo no lo volviera a cuestionar en ese
momento, lo que me hizo preocuparme un poco.
Sobre todo hablamos de lo que pasó con Bodhi y Heather. O mejor dicho, Raiden me interrogó sobre mi menos-
que-sin estrés-día libre después que la policía arrestó a mis amigos y allanaron mi almacén de cocina, una gran parte de ese día
estuve ocupada con la policía escoltándome a través de mi almacén y haciéndome preguntas, entonces me llevaron a la
estación para preguntarme más y darme actualizaciones a cambio.
—¿Encontraron cristal[6]? —preguntó Raiden, con la boca todavía llena del delicioso sándwich (ella no estaba
equivocada) de pavo suizo a la parrilla de Rachelle con una delgada capa de salsa francesa y una infusión de aceite de chile
con queso crema.
Asentí con la cabeza.
—Al parecer, mucho de eso. Aunque, no dijeron cuánto.
—¿Y Joe se portó bien contigo?
Joe era el Alguacil Joe quien había sido Alguacil Joe desde que tenía doce años.
Asentí con la cabeza de nuevo.
—Él me pidió no salir de la ciudad, pero me dijo que sabe que no estoy involucrada.
—¿Te explicó la operación? —continuó Raiden.
Otro gesto de asentimiento de mí parte.
—Él dijo que los perros encontraron bolsitas de metanfetamina de cristal, tanto en la tienda de bicicletas como en mi
casa, la mayor parte de ella en mi casa oculta bajo el piso, pero al parecer ellos embolsaban las drogas en la tienda de
bicicletas. Evidentemente, Heather la empacó con mis chales y la envió a la gente de la droga que se encontraba alrededor de
mis tiendas. Ellos consiguen sus drogas y entregas en mano con mis envíos a las tiendas locales para que nadie se enterara.
Aunque si el servicio postal lo olía, que gracias a Dios no lo hizo, estarían rastreándome de nuevo a mí, y yo tendría que
responder a preguntas incómodas, pero Heather y Bodhi serían cosa del pasado. El Alguacil Joe dijo que Bodhi dijo a la
policía todo esto cuando lo interrogaron. Ellos envían a todas partes en todo el país. Algunos de mis envíos estaban libres de
drogas debido a que no tienen un distribuidor para enviar en esa zona, pero muchos de ellos estaban contaminados.
Nada de esto me hacía feliz, sobre todo que mis amigos me embaucaran y pusieran en peligro de ser arrestada por
un delito grave del que no tenía conocimiento, pero también lo de yo siendo una idiota. Diablos, yo realmente le pagué a
Heather por hacerlo. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto, salvo sentir alivio de que todo había terminado.
La otra parte de mi día se dedicó a llamar a las tiendas de propietarios que se encontraban en las zonas en las que la
policía sospechaba que las drogas fueron enviadas y, por suerte, Bodhi tenía razón. Ninguno de ellos sabía. No tenían ni idea y
el Alguacil Joe me aconsejó no decirles.
—Lo hecho, hecho está y a menos que lean el Willow Chronicle, nunca sabrán y no necesitan saberlo.
Decidí tomar la palabra su consejo.
Por alguna razón, Bodhi había utilizado su teléfono para llamarme, y cuando contesté dijo:
—Banana. —Alguna vez pensé que su Banana era dulce, ahora creía que era un poco original y áspero apodo para
mí—. Por favor, no cuelgues. Heather y yo queremos ex…
Colgué.
También le dije a Raiden de esta conversación.
Él parecía menos feliz por eso que yo.
—Algún otro intento de contacto, cariño, cuelgas y me llamas inmediatamente. Terminaré esa mierda —había
ordenado y por la forma en que lo hizo, con su voz áspera y dominante superó con más de un toque la ira, yo solo asentí.
Cerca de terminar la comida, Raiden había preguntado:
—¿Cómo ha estado la señorita Mildred acerca de toda esta mierda?
Esa era otra parte de mi día que no me gustaba y era la parte que no me gustaba más que todas.
—Ella se sorprendió —respondí, un temblor en mi voz. Me aclaré la garganta para sacarlo lejos—. Se enojó por mí.
Preocupada en general sobre el estado del mundo. Impactada de que algo así pudiera ocurrir en Willow. Sacudida de que
sucedió y que eso me pasó a mí. —Me miró a los ojos y concluí: —Nada bueno.
—¿Iglesia mañana? —preguntó y asentí de nuevo—. ¿Tiene a alguien con ella esta noche?
—Eunice, su vecina viuda. Están viendo películas.
—Bien —murmuró.
—Mantendré un ojo más cerca sobre ella por un tiempo —le dije—. Ella actúa como de ochenta, lo cual todo el
mundo sabe son los nuevos sesenta y cinco, pero ella no y no puedo olvidar eso. Me las arreglé para convencerla de no llamar
a mis padres o a Jeremy.
En ese momento, las cejas de Raiden se alzaron a la vez antes de preguntar:
—¿Por qué diablos hiciste eso?
—Uh, cariño, Abue se asustó. ¿Crees que quiero que mis padres se asusten? —Su barbilla extrañamente se volteó
de golpe cuando dije la palabra "cariño", pero lo ignoré y continué—: Como el Alguacil Joe dijo, todo ha terminado y no
necesitan saberlo, lo cual, para ellos, significa que no tienen que preocuparse.
—Nena, no estoy seguro de que sea un buen plan —señaló Raiden suavemente.
—Raiden, siéntate con la abuela y ve su rostro, sus manos temblando —respondí y terminé con firmeza—. Puede
que no sea bueno, pero es mi plan.
Él lo dejó ir por lo que me alegré mucho.
Ahora estábamos en el Deluxe después de que él había pagado por la cena y dejado la propina a su hermana. Él
pagó por las entradas y pagó por refrescos para tomar durante la película, los cuales no necesitábamos después del gran
sándwich y las grandemente famosas papas sazonadas fritas Colorado de Rachelle.
Sabía sin lugar a dudas que cada segundo de esta cita, sin duda, estaba yendo bien, y después de nuestros dos besos
estaba nerviosa, pero emocionada, acerca de lo que venía después de las películas.
Pero primero, vería las dos películas.
Me deslicé por el pasillo y lo hice balbuceando:
—Cine negro esta noche. Mi noche favorita del año en el Deluxe. Y lo mejor de todo, este año, Sunset Boulevard y
Chinatown.
Me senté, inmediatamente arrojé el bolso en el asiento vacío a mi lado y me desplacé hasta el apoyabrazos, después
de una gran de recaudación de fondos el Deluxe había actualizado sus asientos, dos años antes. Éstos se desdoblaban. Se
reclinaban. Podías levantar los brazos. Tenían portavasos. Eran impresionantes.
Alcancé a Raiden y lo despojé de mi bebida y la deslicé en mi portavasos. Mientras desdoblaba su asiento le ayudé
con las palomitas de maíz y las puse abajo en la zona entre nosotros que fue liberada por el reposabrazos elevado.
Perfecto para tomarlas ambos.
También seguí parloteando.
—Mis dos favoritas de cine negro, aunque Touch of Evil y Double Indemnity lo son más, y Chinatown es un poco
espeluznante, ya sabes, considerando todo el asunto Faye Dunaway-John Huston, que es grave. No voy a arruinarla si no lo
has visto, pero... bastante eww. Quiero decir, no es también clásico cine negro, ya que fue lanzada en los años setenta, pero
aún patea un poco a cine negro. Y Sunset Boulevard es también conocido como cine negro exuberante, esto, obviamente, en
mi opinión. Pero Billy Wilder puede ser mi director y guionista favorito de todos los tiempos. Sunset Boulevard. Double
Indemnity. Sabrina. The Apartment. Some Like It Hot. Negro. Romance. Comedia. Él era el amo de todo. En serio, puro
talento.
De repente, Raiden quitó las palomitas de maíz de entre nosotros y granos volaron por todas partes. Su brazo fue
alrededor de mis hombros. Él me jaló a su lado y dejó la caja en mi regazo. Luego levantó su mano a mi mandíbula, inclinó mi
cabeza hacia atrás y puso un pesado, húmedo, largo beso caliente en mí, justo en el Deluxe que ni siquiera estaba lleno a la
mitad, pero calmado.
Él tomó aire, lo que por suerte me dio la oportunidad de absorber un poco, al mismo tiempo que estaba tratando de
controlar que mi corazón latiera rápidamente y el pulso que latía entre mis piernas.
—Ya no es molesto esto de la doble función, viendo cómo estás tan entusiasmada con esto —murmuró.
—De acuerdo, bien... bueno —le contesté, mi voz entrecortada. Conseguí el control de mi respiración antes de
informarle estúpidamente—. Tienes palomitas en todas partes.
—Ni un maldito problema.
No hubo respuesta a eso, así que no hice nada.
—Me estoy dando cuenta que realmente te gustan las películas —notó.
—Sí —le confirmé.
Su mano, todavía en mi mandíbula, se deslizó de nuevo a mi cabello.
—Entonces disfruta al máximo, cariño.
Inclinó la cabeza hacia abajo y me besó en la frente antes de que su mano se deslizara fuera de mi cabello, tomando
su tiempo, viajando toda la longitud. Se acurrucó lejos de mí, pero me abrazó con su brazo todavía alrededor de mis hombros.
Me centré en la regulación de mi respiración.
Luego, mientras las luces se apagaban, le dije:
—Espero que te gusten las películas.
—Me gustan —respondió, y torcí el cuello para mirarlo.
—¿Te gusta el cine negro? —le pregunté tardíamente, luego continué—: ¿Alguna vez has visto estas películas?
—No soy una persona de películas, o nunca lo fui. Tampoco las he visto. Pero estando en la oscuridad contigo
cerca, dándote algo que te gusta hacer, no me importa una mierda lo que es. Solo estoy contento de estar haciéndolo.
Dios.
Eso estuvo bien.
—Eres muy dulce —solté cuando los comerciales aparecieron en la pantalla.
—No, no lo soy —contestó—. Soy egoísta y orientado a mis objetivos. Esta mierda es multitarea. Conseguirte
cerca, oler tu perfume, sentir tu calor y luego estarás en un buen estado de ánimo. Todo lo que funciona para mí.
Para que, siendo una idiota, no pudiera detenerlo.
Seguí bruscamente.
—Es posible que desees tratar de dejar de ser tan sexy y caliente y frío o me darás un ataque al corazón y entonces
tus planes para más adelante estarán completamente arruinados.
Oí la sonrisa en su voz incluso durante los escandalosos comerciales.
—Entonces mejor me callo.
—Eso sería sabio.
Su brazo me acercó y sentía los ligeros temblores de su cuerpo, denotando su silenciosa risa.
Me gustó el ambiente y lo memoricé cuando volteé mi atención a la pantalla.
Había estado en el cine con mis otros novios y ninguno de ellos me sostuvo apretada durante toda la película, y
mucho menos dos.
Para ser justos, el Deluxe no tenía estos asientos para morirse en ese entonces, así que sería incómodo si lo hubieran
intentado.
Sin embargo, ellos no intentaron.
Si lo hubieran hecho, podría haber sido menos interesante.
Debido a que era increíble.
O tal vez era solo que Raiden era increíble.
A mitad de Sunset Boulevard, cuando él dejó a un lado las palomitas de maíz, puse mi cabeza en su hombro. Me
acurruqué más cerca, me dejó y decidí que era Raiden.
Todo Raiden.
Increíble.
9
No ese Tipo de Chica
Traducido por Debs y ஓ ¥anliஓ

Corregido por Lizzie Wasserstein

Después de dos películas con quince minutos de intervalo, era tarde cuando Raiden, con su brazo alrededor de mis
hombros sosteniéndome cerca, con mi brazo alrededor de su cintura haciendo lo mismo, nos llevó las cuatro cuadras hasta el
estacionamiento en la entrada del pueblo.
Cuando había llegado a mi casa a buscarme le había sugerido ir en mi auto, ya que me había dicho que quería
conducirlo.
Tomó mi oferta, y aunque nadie más que yo había estado en el asiento del conductor de mi niña, me gustaba
sentarme junto a él en mi chica.
Me gustaba mucho más la forma en que é l manejaba mi auto. El viaje fue sin problemas; maniobró el auto
increíblemente, pero no era exactamente un temerario. Yo nunca había explorado los límites de su funcionalidad.
Raiden no era tan vacilante.
La condujo más rápido de lo que nunca me había arriesgado, probando su manejo en las sinuosas carreteras que
conducían, desde mi lugar hasta Willow.
Esto normalmente me asustaría, pero operaba el auto con una confianza natural, como si la manejara todos los días, o
como si hubiera conducido NASCAR para ganarse la vida. Así que no estaba asustada.
Estaba eufórica.
Y esperando entusiasmada, el viaje a casa.
Nos acercamos a ella, abrió las cerraduras a distancia, y vi la "Z" en el costado, iluminándose por un instante cuando
lo hizo.
Amaba a mi chica.
Y, a pesar de Bodhi y Heather, volví a estar contenta de haber hecho hace meses, mi decisión de ampliar los
horizontes de mi vida.
Caso en cuestión: Raiden Miller caminando conmigo a mi auto a la medianoche del sábado.
Me acompañó al lado del pasajero, pero le di la espalda al auto, bloqueando la puerta y lo miré.
—Dijiste en el intervalo, que pensabas que Sunset Boulevard era genial. ¿Cómo te sientes acerca de Chinatown?
—Tenías razón, ese Dunaway-Huston fue extraño, pero fue una buena película —respondió.
Le gustaba el cine negro. Por alguna razón, eso me emocionó.
Sí, seguía poniéndose mejor y mejor.
Por lo tanto, espeté:
—En caso de que lo olvide, lo voy a decir ahora para asegurarme de que lo sepas. Tuve una noche increíble, Raiden
Miller.
Con mis palabras, una de sus manos se movió para abarcar mi cadera, la otra tomó mi mandíbula. Se movió más
cerca y sumergió su cara en la mía.
—Es bueno saberlo, Hanna Boudreaux —gruñó a través de los labios sonrientes.
Le devolví la sonrisa y luego compartí:
—Estoy contenta de no haber espiado y arruinado la noche volviéndome loca y siendo estúpida.
—Me alegro de no haber dejado a una bonita mujer en una mesa y hacer una llamada a destiempo —regresó.
Mi sonrisa se hizo más grande.
—También estoy contenta de que el mundo no cambiara drásticamente, como el enterarme de que mi mejor amiga
desde siempre, KC, fue la mente detrás de un complot maligno de dominar el mundo, que Seguridad Interna allanara su casa y
me atrapara como una posible cómplice debido a nuestras conversaciones telefónicas y citas copiosas a la pedicura.
Su cuerpo temblaba mientras decía sus palabras:
—Razón para alegrarse.
Me estaba riendo en voz baja cuando terminé,
—Así que, gracias.
—De nada, nena.
Nena.
Amaba eso.
Tanto que me puse en puntas de puntillas y lo besé.
Una vez más, iba por un beso rápido. Me quedé con ganas de besarme con él en el porche (o donde sea), cuando
me llevara a casa, pero en ese momento iba a hacer lo que hizo.
Una pincelada de sus labios contra los míos.
Raiden, como ya sabía que en cualquier momento sucedería, tenía otras ideas.
Excepto que esta vez, sin razón, cuando los brazos de Raiden se bloquearon alrededor de mí, aplastándome contra él
y su lengua se deslizó en mi boca, el mundo explotó.
Los otros besos eran fenomenales.
A pesar de que éste no se hubiera ejecutado en la intimidad de mi casa de campo, al final de un solo carril, que
estaba rodeado solo por árboles, sino que, en su lugar en un estacionamiento público en nuestra ciudad natal, después de ver
una película, su beso detonó.
Tal vez fue porque no me estaba volviendo loca, con el corazón roto y siendo estúpida.
Tal vez era porque no habíamos acabado de intercambiar palabras acaloradas o sinceras confesiones.
Tal vez fue porque mi sueño, se estaba volviendo realidad, más grande y mejor de lo que esperaba. Estaba en los
brazos de Raiden y él me quería allí.
Tal vez fue solo porque era el final de un muy buen día.
Fuera lo que fuese, era como nada de lo que había experimentado. Nada de lo que ni siquiera sabía que existía.
Y algo que no quería que terminara nunca.
Era enorme. Consumidor. El mundo se desvaneció y solo estaba Raiden, sus brazos, su cuerpo grande y duro, su
boca y su lengua.
No pude conseguir suficiente. No podía dar suficiente.
Y Raiden sentía exactamente lo mismo.
Lo sabía ya que me arqueó en el auto, apretándome, con las caderas, el pecho, los labios.
Lo supe mejor, cuando sus manos se deslizaron hacia abajo sobre mi trasero y me alzó.
Tenía mis manos en su cabello y me aferré aún más cuando mis piernas rodearon automáticamente sus caderas. Se
movió hacia abajo en el auto, plantó mi trasero en el capó y se inclinó hacia mí, para que mi espalda estuviera en la Z, mis
piernas rodeando sus caderas, su ingle presionada profundamente en mí y su lengua devastando mi boca.
Estaba tan perdida en el beso, en Raiden, que habría estado feliz si esto continuara para siempre y más, incluso en el
estacionamiento. No es broma, habría estado feliz de poder escalar a cosas más grandes y mejores.
Pero, de repente, mi grito sorprendido se ahogó en su garganta, él me dio un tirón y me afirmó sobre mis pies con un
ruido discordante.
Apenas conseguí establecerme antes de que su mano se cerrara alrededor de la mía. Me arrastró la corta distancia
hasta el auto, abrió la puerta y me empujó dentro.
Cerró la puerta tras de mí. Por costumbre tiré mi bolso en el suelo delante de mí, y estaba tratando de conseguir
juntar mi ingenio, llegar a un acuerdo con el giro drástico y no deseado de los acontecimientos y, con manos temblorosas,
ponerme el cinturón, cuando él entró en el otro lado.
—Sin el cinturón —su voz me gruñó y mi cabeza se movió hacia él, mientras tiraba la llave en el portavasos, pulsó el
botón para encender el auto y cambió la marcha atrás antes de que el encendido automático se pusiera completamente en
marcha.
Salimos, tan rápido de nuestro lugar, que mi cuerpo se balanceaba con los movimientos. Luego se disparó fuera del
estacionamiento y por la ciudad, ganando velocidad rápidamente. Me cortó la respiración y no me di cuenta que iba en la
dirección equivocada.
No me di cuenta de esto sobre todo porque salimos de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos, y no antes de que su
mano se envolviera alrededor de la parte trasera de mi cuello, y me diera un tirón hacia él. Empujando mi cara en su cuello, su
otra mano rápidamente capturó mi muñeca y tiró de ella, luego suavemente pasó mi mano por su dura entrepierna.
Era tan caliente, tan prohibido, tan peligroso; se sentía como fuegos artificiales estallando en el auto, sus chispas
aterrizaban en todas partes, por todo mi cuerpo, me deslumbraban al mismo tiempo, quemándome.
Presioné mi mano más fuertemente, gimiendo en su cuello, mi lengua se deslizaba, saboreando su piel.
Su mano dejó la mía. El auto aceleró a donde fuera que él nos estaba llevando cuando sentí y oí su brusco rugido:
—No me jodas.
Mi cuerpo se fundió, mi mente aturdida, todo sobre mí, era sobre él. Le toqué con la punta de la lengua la oreja y le
susurré un desesperado:
—Date prisa.
Mi chica aceleró, Raiden se movió y mi mano se cerró más fuerte alrededor de su entrepierna.
Arrastré mis labios a lo largo de su cuello, la mandíbula e invertí mi camino, con mi lengua. Metí mi cara
profundamente en su piel, quería tanto su sabor, su olor, el tacto de su barba, el susurro de su cabello contra mi frente, que
estiré, mi mano y lo froté con la palma duramente a lo largo de él.
Raiden gruñó y se detuvo bruscamente. Pulsó el botón y el auto se apagó, pero él ya tenía la puerta abierta, saliendo.
Me arrastró sobre el asiento del conductor, llevándome con él.
No sabía dónde estábamos. Ni siquiera miré.
No me importaba.
Estuve de pie, y corrí para mantenerme al día con sus largas zancadas, su mano en la mía, remolcándome, a un
edificio, que me di cuenta vagamente parecía un establo. Subimos unas escaleras apoyadas en el costado. Raiden no perdió
tiempo en abrir la puerta y tirarme dentro. Cerró la puerta, le dio la vuelta al pestillo, entonces acechó a través de una
habitación, arrastrándome con él.
No me di cuenta de nada y seguí sin prestarle atención a nada, cuando se detuvo, me levantó y de pronto estaba
volando por el aire.
Aterricé en el colchón.
Raiden aterrizó sobre una rodilla junto a mí, con las manos en la cremallera de mis jeans.
—Los condones, nena, en el piso junto a la cama. Consigue uno. Ahora —murmuró, entonces mi cremallera estaba
abajo y mis jeans estaban siendo arrancados.
Como mejor pude me retorcí, notando que estábamos en un colchón en el suelo, pero sin darme realmente cuenta
sobre esto porque mis dedos se cerraron alrededor de uno, de una media docena de paquetes de condones, que estaban al
lado de la cama. No me di cuenta de eso sobre esto porque mis zapatos volaron con mis jeans, y mi ropa interior ahora
estaban siendo arrastrada por mis piernas.
Me giré de vuelta justo mientras la mano de Raiden se deslizó entre mis piernas.
Eso se sintió tan bien, toda mi concentración se centró en ese sentimiento. Se me cayó el condón y mi espalda cayó
en la cama mientras mis labios se abrían con un gemido silencioso.
—Tan fuertemente empapada —gruñó Raiden. Me obligué a enderezar la cabeza y mirarlo—. Ábrete, nena.
No lo dudé.
Me abrí.
Su mano seguía jugueteando entre mis piernas, creando belleza, aun cuando tiraba de sus pantalones. Se izó
liberándose, usó sus dientes para abrir el paquete del condón, de alguna manera usó su mano y lo rodó en él.
Saqué y empujé su camiseta con mis manos, mis movimientos eran febriles, incluso frenéticos, tocando sus músculos
duros, sus ángulos, sus planos, sus crestas.
Increíble.
Metí mi cara en su estómago, respiré profundamente, teniéndolo a él en todo este tiempo con los dedos creando
felicidad entre mis piernas.
Luego desaparecieron.
Por menos de un segundo, porque Raiden, usando un brazo para levantarme, me sacó de la cama y me pegó a él.
Mis piernas rodearon sus caderas. Su otra mano estaba entre nosotros, guiándolo. Luego me tiró hacia abajo sobre su polla,
llenándome.
Metí mi mano en su cabello, mi cabeza hacia atrás en un gemido,
—OhporDios.
Entonces estaba de nuevo en la cama y Raiden palpitaba dentro de mí, con el brazo todavía a mi alrededor,
conduciéndome hacia abajo con cada empuje.
—OhporDios —repetí, una de mis manos agarrada en su cabello, la otra detrás de su espalda.
Nunca había tenido esto.
Esto era...
Era...
No existía. No podría.
Esto era solo para Raiden y para mí.
Lo sentí construyéndose. Mi mano se hundió bajo su camiseta, mi cabeza se sacudió. Iba a ser tan enorme que iba a
destruirme.
—Raiden —jadeé sin aliento, mi voz ronca por la pasión, y filosa por el miedo.
—Ríndete, nena —gruñó, todavía conduciéndome hacia abajo con cada empuje.
—Cariño, eso es…
Su boca se acercó a la mía.
—Déjate llevar, cariño.
Cedí. No tenía otra opción. Y cuando lo hice, mis uñas se clavaron en su espalda, tanteando hasta arriba; sus
caderas se estrujaron profundamente en las mías mientras su espalda se arqueaba. Un gemido increíblemente caliente surgió de
su garganta y se vino conmigo.
Duró para siempre, una eternidad. Jadeé, entonces gemí, luego respiré entrecortadamente, y finalmente, envolví mi
brazo alrededor de Raiden y me sostuve porque el mundo se había ido. No había más que ese sentimiento.
Nada más que Raiden y yo.
La eternidad pasó, y cuando volví a la realidad el brazo de Raiden estaba todavía apretado a mí alrededor, su polla
todavía enterrada en mi interior y su rostro estaba en mi cuello. Su otra mano se entrelazó en la mía y la había metido debajo
de nuestro costado, así que tenía la mayor parte de su peso.
Fue glorioso.
Justo antes de ser mortificante.
Oh, Dios mío.
¿Qué acababa de hacer?
¡Oh, Dios mío!
Yo sabía lo que había hecho.
Había estado en un auto con la mano en la entrepierna de Raiden Miller, mi boca en su cuello sin cinturón de
seguridad.
Luego había corrido tras él; él me había tirado en su cama y le permití follarme.
Oh.

Dios.
—Cálido como un chal, hermosos ojos azules, totalmente torpe y un increíblemente húmedo y dulce coño
—murmuró contra mi cuello, luego levantó la cabeza y me miró antes de terminar en un susurro—: La chica de mis sueños.
De acuerdo, eso era bonito y todo. Adorable. Genial incluso.
Y la sexy, cálida, saciada mirada en su rostro que podía casi distinguirla entre las sombras, incluso mejor.
Pero acababa de dejar que Raiden Miller se enredara conmigo en el capó de mi auto y lo monté sin el cinturón de
seguridad porque estaba ocupada buscando a tientas su entrepierna.
Por supuesto que él pensaría que yo era la chica de sus sueños.
Por esta noche.
Entonces mañana él pensaría que yo era una zorra y fácil.
¡Porque yo lo fui!
¡No le decías a una buena chica que tenía un dulce y húmedo coño!
Oh Dios.
Esto no acaba de suceder.
Dime que esto no sucedió.
—No te muevas —murmuró y luego rozó sus labios contra los míos—. Ya regreso.
Luego se deslizó fuera de mí, el área entre mis piernas pulsando magníficamente mientras lo hacía.
Sí, acaba de suceder.
Él salió de mí y miré parpadeando el techo, cerrando las piernas, curvándolas hacia arriba y girando mi mitad inferior
de lado cuando lo sentí desaparecer.
Se encendió una luz en alguna otra parte, iluminando un poco la habitación, y al instante me volví un frenesí de
actividad.
Salté del colchón, y en la oscuridad de dónde diablos estuviera, busqué mis jeans, bragas y sandalias.
Encontré mi ropa interior, tiré de ellas y tanteé con manos y pies mis jeans cuando un brazo se enganchó alrededor
de mi cintura y me encontré de nuevo en la cama, Raiden encima de mí.
—¿Qué haces? —preguntó.
Empujé sus hombros, murmurando:
—Me tengo que ir.
—¿Qué?
—Me tengo que ir.
—Hanna…
—Tengo que llegar a casa. Conseguir dormir un poco. Tengo que levantarme temprano. La iglesia mañana
—balbuceé, continué empujando sus hombros y me retorcí debajo de él, asustada, humillada, con miedo por lo que iba a
pensar de mí ahora que el calor del momento había pasado.
—Hanna, mírame.
—En serio, tengo que irme.
—Nena. —Sus brazos se removieron de mí alrededor de manera que sus manos pudieron enmarcar mi cara y la
mantuvo firme en una manera que dejé de luchar y de retorcerme—. ¿Qué demonios?
—Yo no soy ese tipo de chica —anuncié.
Sentí su cuerpo, el cual no me había dado cuenta que estaba tenso, relajarse, pero esto no tuvo absolutamente ningún
efecto en mí.
Seguí hablando:
—Esto nunca ha ocurrido. Nunca. Nunca. Nunca he hecho nada como esto. Ni siquiera recuerdo un momento en el
que he estado en un auto sin el cinturón de seguridad y mucho menos lo que… lo que… —¡Oh Dios!—…, lo que hicimos
—terminé en un susurro horrorizado.
—Cálmate para mí un segundo —instó suavemente, uno de sus pulgares rozando mi mejilla.
Eso se sintió bien, pero de ninguna manera pude calmarme.
De ninguna manera.
—Yo… tú… No quiero que pienses que soy ese tipo de chica. No soy ese tipo de chica. No sé lo que fue eso. No
sé cómo sucedió. Nunca ha sucedido antes. Yo no…
Dejé de hablar abruptamente cuando el pulgar se movió a mis labios y se presionó allí.
—Cariño, cállate —ordenó, pero lo hizo riendo.
Tardíamente, me di cuenta, que no solo su boca, sino todo su cuerpo estaba sacudiéndose.
—Raiden… —traté de decir, pero sonó amortiguado, sobre todo porque su pulgar seguía aplastando mis labios.
—Tranquilízate y escúchame —declaró—. Sé que no eres ese tipo de chica.
Parpadeé a través de la oscuridad.
—¿Lo haces? —pregunté a través de los labios aplastado, y su pulgar se deslizó alejándose.
—Sí, o, debería decir, yo sé que no eres ese tipo de chica para nadie, excepto yo, pero lo que tienes que saber es
que eres de todas las formas jodidamente una buena chica para mí.
Quería creer esto.
No lo hice.
Quiero decir, tuve amigas que tuvieron momentos donde fueron esa tipo de chica y los chicos siempre decían que fue
bueno hasta el día siguiente cuando no llamaron.
—Realmente tengo que ir a casa —le dije, empezando a retorcerme otra vez.
—De ninguna jodida manera —me dijo, y mi cuerpo se quedó inmóvil.
—¿Disculpa? —jadeé.
—Hanna, por Cristo, crees que te hago entorpecer por ahí afuera, pones la cabeza en mi hombro en una película,
sosteniendo mi mano, montando una ridícula bicicleta, sonriendo dulcemente hacia mí, actuando totalmente como Peggy Sue
en los jodidos años cincuenta, y cuando estás en mis brazos, mi boca en la tuya, te excitas por mí. Tú pierdes todo el maldito
control. Me das jodidamente todo. Y, ¿crees que voy a permitir que te arrastres fuera de mi cama y vuelvas a casa? —hizo
una pausa y luego terminó con su voz acerada—: De ninguna jodida manera.
—Yo… —empecé pero Raiden me interrumpió.
—Es bueno que me entregues eso. Deseo eso. Y estoy jodidamente loco de alegría de saber que no te has dado a
ningún otro imbécil antes que yo. Es mío. Lo voy a conservar.
Oh por Dios.
—Raiden…
—Y voy a tomar más —declaró.
¿Lo hacía?
Eso era… ¿él quería más?
—¿Lo haces?
—Nena, anoche, esos besos, por Cristo que tenía la esperanza de que eso fuera un anticipo de lo que vendría y
estoy jodidamente emocionado de que lo fue. Allí afuera, puedes andar en esa tonta bicicleta, pero ahora que lo sé, en mi
cama, vas a dejarte ir para mí. Vas a dejarme jugar con ese cuerpo. Vas a dejarme excitarte hasta que estés tan jodidamente
mojada para mí. Y cuando te deje tener el orgasmo voy hacer que te sientas como si te estuvieras desmoronando en pedazos.
Y recién entonces voy a saber que me das eso. Solo voy a conseguir eso. Y estoy jodidamente encantado de que eso es todo
para mí y solo para mí.
Guau.
Eso fue caliente, genial, sexy, dulce y totalmente aterrador.
Era mucho más de todo eso, la única respuesta que se me ocurrió fue:
—Mi bicicleta no es tonta.
—Nena, lo es.
—Es muy linda y de chicas —defendí mi bici.
—También eso. Absolutamente —estuvo de acuerdo.
Incliné mi cabeza en el colchón y traté de distinguir sus rasgos en la penumbra antes de preguntarle:
—¿Seguro que no piensas que soy una zorra fácil?
Ante eso, nos arrastró más arriba de la cama y se presionó en mí. Extendió un brazo y parpadeé cuando una luz se
encendió.
Dejé de parpadear cuando mi cabeza estuvo nuevamente enmarcada por sus grandes manos y me centré en su cara
que era todo lo que podía ver.
—¿Parezco seguro? —preguntó, y yo no sé cómo sabía cómo se veía.
Lo que sí sabía era que su expresión era cálida y dulce, pero de alguna manera firme y sus hermosos ojos se
calentaron, quemando dentro de mí.
Así que supe que él estaba seguro.
Aun así.
—Solo para que lo sepas, solo he tenido tres amantes. Todos ellos eran novios a largo plazo y, si mal no recuerdo,
con el que uh… llegamos a los asuntos más rápido, le tomó tres semanas.
—No me cuentes esa mierda.
Oh chico.
Ahora no parecía cálido y dulce.
Parecía severo y aterrador.
—Yo solo quería…
—Lo único que sé, lo único en lo que me centraré, es que ahora eres mía. No voy a compartir lo que había antes y te
pido ahora que prometas que es la última vez que compartes lo que vino antes que yo. ¿Me puedes ayudar y devolverme ese
favor?
—De acuerdo —acordé con cautela.
—Algunos hombres quieren saber. Yo no soy uno de esos hombres —explicó.
—Está bien.
—En este momento, solo somos tú y yo.
—De acuerdo, Raiden.
—Y no te vas.
Mi vientre dio un vuelco.
—Está bien —suspiré.
—También debes saber que hay una buena probabilidad de que te dormirás durante la misa en la iglesia.
Pensé que sabía lo que significaba. Eso provocó un escalofrío y mis brazos se movieron para envolverse a su
alrededor.
—Está bien —le susurré.
Se dio la vuelta para quedar de espaldas y yo encima. Uno de sus brazos me sujetó por la cintura, la otra mano en mi
cabello.
—Ahora, Hanna, dame un beso —ordenó, con voz ronca y dominante.
—De acuerdo —repetí, luego hice lo que me dijo.
El giro duró unos dos segundos, luego hizo otro, y yo estaba en mi espalda de nuevo.
Media hora después, Raiden me tenía desmoronándome en pedazos.
Fue glorioso.
10
Domingo de Iglesia
Traducido por Jane., Gigi D y Helen1

Corregido por Lizzie Wasserstein

Mis ojos se abrieron lentamente, y al principio no lo comprendí.


No comprendí la suavidad celestial que cubría mi cuerpo.
No comprendí la brillante luz del sol que parecía venir de todas partes.
No comprendí lo que sonaba como una ducha no demasiado lejos.
No comprendí la sensación de languidez que impregnaba cada centímetro de mi cuerpo.
No comprendí el dolor agradable entre mis piernas.
Luego lo comprendí y me erguí, sentándome en la cama de Raiden, apoyándome en una mano, la otra agarrando el
chal que le di a Raiden contra mi pecho desnudo.
Santo Cielo, dormí desnuda.
¡Santo Cielo! ¡Nunca dormía desnuda!
Pero sabía por qué lo hice.
Dormí desnuda porque la segunda vez Raiden hizo lo que dijo. Jugó conmigo. Excitó mi cuerpo hasta que estuve
empapada. Y cuando me dio un orgasmo, sentí como si estuviera rompiéndome en pedazos.
Me hizo cosas. Cosas increíbles, cosas salvajes, cosas de las que sabía y no hacía. Cosas que, si se las contaba a
alguien, podrían sonar extrañas o pervertidas, pero cosas que, de la forma en que Raiden me las hizo, no lo eran absoluto.
Lo dejé.
Y amé cada segundo.
Y dormí desnuda porque después de eso, Raiden no tomó una cantidad terriblemente larga y exquisita de tiempo
haciéndome el amor.
No.
Él se tomó una cantidad terriblemente larga y exquisita de tiempo adorándome.
No había otra manera de decirlo.
Si la primera vez fue rápida, salvaje, fuera de control y fenomenal, la segunda vez fue más lenta, más salvaje,
totalmente en control de Raiden, pero fuera del mío y fue sensacional.
Pero la última vez fue como una experiencia fuera del cuerpo.
Fue magnífica.
Tanto así que, al despertar desnuda en la cama de Raiden Miller la mañana después de nuestra segunda cita, no me
sentía como una puta o una ramera, mortificada por nada.
Me sentía feliz.
Así que sonreí.
Bajé la vista hacia el chal que Raiden obviamente no perdió tiempo usando y deslicé su belleza hasta mi pecho,
sonriendo a la cachemira.
Segundos más tarde, dejé caer la manta de mi pecho, miré a mí alrededor y mi sonrisa murió.
Me encontraba en un colchón y base de resortes tamaño matrimonial en el suelo. Las sábanas eran blancas y
parecían limpias, brillantes, incluso casi nuevas. Un edredón con un sutil diseño geométrico en colores masculinos de azul y
rojo estaba en el suelo, solo el chal se encontraba sobre mí.
La cama, por así decirlo, estaba en medio de una enorme habitación hecha totalmente de madera, las paredes
ocupadas abundantemente por enormes ventanas, múltiples ventanas cuadradas que definitivamente necesitaban ser
limpiadas. Había una lámpara en el suelo junto a la cama, su base de cerámica astillada, una extensión, corriendo por el suelo
de madera en bruto, enchufada a la pared. También junto a la cama había un pequeño montón de condones, algunos libros de
bolsillo y revistas esparcidos.
Sobre todo para evitar el montón de condones y lo que decían, mis ojos recorrieron todo.
En la pared frente a los pies de la cama se hallaba un closet una puerta abierta y tambaleándose. Algunas prendas se
veían colgando sin orden en el interior, una variedad de zapatos deportivos y botas se derramaban en la parte inferior. Más
ropa en una maraña en el piso que llevaba al guardarropa.
A un lado, una cómoda, todos los cajones abiertos; camisetas, pantalones térmicos y bóxers colgando de los
cajones.
En la pared opuesta, una maltratada encimera cubierta de cajas de cereales, galletas, frascos de polvo de proteína y
platos apilados. Un fregadero lleno de platos sucios. Había un refrigerador a un lado de la encimera que hace tiempo debería
haber sido sacada de su miseria, y una resquebrajada estufa vieja en el otro extremo que en realidad podría ser un peligro para
la salud.
En frente de la escalofriante cocina, había una vieja mesa cromada de formica, con dos sillas, sus asientos de vinilo
negros rasgados, el relleno sobresaliendo. En la parte superior de la mesa había un ordenador portátil y documentos, con más
papeles esparcidos por el suelo.
Había un gran contenedor cerrado contra la pared trasera con un letrero en el costado que decía "Cabo R.
Miller”. En la esquina, un banco de pesas y un estante de pesas, rodeado por un lío de pesas en el suelo que parecía de un
tamaño que solamente Hércules podría soportar.
Y por último, había un viejo, sillón a cuadros desgastado con una lámpara tambaleante a su lado y una delgada mesa
tambaleante que también estaba cubierta a rebosar de libros de bolsillo.
Todo gritaba Beverly Ricos antes de que encontraran petróleo.
Los únicos indicios de decoración eran un alarmante número de estantes de escopetas en las paredes, tres de
ellos. Dos estaban vacíos, uno tenía dos pistolas en las ranuras y cajas de munición en el estante debajo de ellos. Yo no era
una experta en armas, pero no parecían escopetas. Se parecían más a fusiles de fantasía.
Y la otra pieza de decoración era una foto de ocho por diez enmarcada en la cómoda. El espacio era enorme y la
imagen se encontraba muy lejos, pero podía ver que era d e un montón de hombres, algunos sosteniendo armas, todos
sonrientes y con fatigas del desierto, probablemente debido a un sombrío paisaje desértico que se veía detrás de ellos.
La unidad de Raiden.
La unidad que se había perdido en su mayoría.
Casi todos los hombres en esa foto se habían ido.
Santo Cielo.
Entrecerré los ojos en la imagen, como si al hacerlo obtendría visión súper-potente que no tenía y me daría un mejor
enfoque justo cuando escuché cerrarse la ducha.
Me volví para mirar una áspera habitación con paneles que sobresalía en la esquina. Una habitación que parecía
haberse añadido a toda prisa, trabajo realizado por niños de cinco años.
El cuarto de baño.
No podía creer que Raiden viviera aquí, pero obviamente lo hacía. Reconocí algunos de los pantalones de camuflaje
sobre el suelo de los días que era una loca, espeluznante acechadora.
En realidad, no podía creer que alguien pudiera vivir aquí.
No necesitaba una sirvienta.
Necesitaba una casa.
Ante este pensamiento, las bisagras gritaron en agonía. Una sección de los paneles de madera se abrió y Raiden se
paseó hacia fuera, cabello mojado peinado hacia atrás, gotas de agua sobre sus anchos hombros, con una toalla alrededor de
sus caderas y el resto de su exquisitez a la vista.
La segunda y tercera vez ayer por la noche, pude ver (y estudiar) el cuerpo de Raiden.
Era increíble con ropa.
Era mucho, mucho mejor sin ella.
Sus ojos volvieron a mí. Se volvieron cálidos y parecían dirigirse a la zona de la cocina, pero cambió de dirección, al
pie de la cama.
Él no entró en ella o puso una rodilla en la misma. No dijo hola.
Se inclinó y enganchó su mano alrededor de la parte posterior de mi cuello de una manera que no tuve más remedio
que ir hacia arriba, lo cual hice. Una vez parcialmente hacia arriba, el otro brazo se cerró alrededor de mí, y cuando me
aplastó contra él su cabeza bajó y tomó mi boca en un beso de buenos días que hizo que mis dedos de los pies y las manos se
curvaran, el último de los cuales lo hizo en los duros músculos de sus hombros.
Cuando mis manos se deslizaron en su cabello mojado, él levantó la cabeza, atrapó mi mirada y dijo:
—Buenos días, cariño.
—Buenos días —suspiré.
Él sonrió y luego me sacó de la cama, de paso tiró del chal conmigo, ya que se encontraba aplastado entre nuestros
cuerpos, y me puso de pie.
—Vístete, nena, vamos tarde. Tenemos que llegar a tu casa. Tienes que hacer lo que haces para ponerte linda
entonces tenemos que recoger a tu abuela y llegar a la iglesia —finalizó y después de que me rendí, me soltó y se acercó hacia
el final de la cama.
Me apresuré a envolver el chal a mí alrededor y lo vi irse.
Entonces me congelé porque ahora me daba la espalda y pude ver marcas en su piel. Tres de ellas; rojas, y partes de
piel rasgadas.
Marcas de arañazos.
De mis uñas.
Oh, Dios mío.
—¿Le hice eso a tu espalda? —susurré.
Raiden se detuvo, me miró y me sonrió con una sonrisa que sentí directamente en mi centro.
—Oh, sí —respondió con una voz que aumentó el calor de manera tan significativa que era un milagro que no me
incendiara.
A él le gustaba eso.
Mucho.
Guau.
Entonces me di cuenta que él dijo que teníamos que recoger a la abuela y llegar a la iglesia.
—Uh... —murmuré luego me perdí, observando sus músculos laterales moverse y ondularse cuando se inclinó y
recogió mi jeans, la blusa y la ropa interior del piso y los tiró sobre el colchón.
Salí de mi estupor cuando se trasladó hacia el guardarropa y toda la cosa se balanceaba peligrosamente mientras
abría la puerta cerrada. Luché contra el impulso de correr por la habitación y poner dos manos en el costado para soportarlo
antes de que lo hiciera. Entonces Raiden metió la mano y tiró de algo de ropa de las perchas. El balanceo y la lucha contra mí
deseo de rescatar su guardarropa se repitió antes de que él se girara, tirara la ropa en la parte de atrás de una silla y se
trasladara a la cómoda.
Encontré mi voz y le pregunté:
—¿Vas a la iglesia conmigo y la abuela?
—Sí —respondió, buscando en un cajón.
Miré mi ropa sobre el colchón y luego agarré mi ropa interior, descubriendo que estaba totalmente de acuerdo con
eso.
Me había puesto bragas y sujetador y tiraba mis pantalones cuando hablé de nuevo.
—¿Puedo hacerte preguntas?
—Deja de preguntar si puedes preguntar y pregunta —contestó Raiden, con una sonrisa en su voz, sus ojos viniendo
hacia mí. Luego se quitó la toalla.
Mi boca se secó.
Él era perfecto en todas partes.
En todos lados.
Esto hizo que de repente me diera cuenta que yo no lo era.
Tenía buenas piernas, esto ya lo había notado. Tenía un pecho amplio, el que a veces funcionaba para mí, a veces era
molesto cuando las blusas se abrían sobre mis pechos. También tenía una cintura diminuta, lo que hacía que comprar jeans
fuera un dolor en el trasero, pero se veía bien en vestidos.
También tenía una pequeña bolsa en mi vientre que ninguna cantidad de ciclismo y snowboard deshacía, sobre todo
porque hacía abdominales y flexiones dos veces por semana en lugar de lo que dije que haría (cuatro veces). También me
gustaban los helados, galletas de la abuela cubiertas con mantequilla de manzana y una variedad de otras cosas que no eran
muy saludables para mí, así que era una batalla que no tenía ninguna esperanza de ganar.
Raiden tenía un paquete de ocho (sí, ocho), grasa corporal notablemente limitada y músculos en la cadera en los que
significativamente podrías perderte por días.
Por lo tanto, decidí no más helados, definitivamente, cinco días a la semana de abdominales, flexiones de
brazos y añadiría lagartijas. También quitaría los bocadillos y comería ensaladas para el almuerzo, por si acaso el resto no
funcionaba.
—Nena, mira mi polla por más tiempo, y la señorita Mildred tendrá que enviar un equipo de búsqueda.
Mi cuerpo se sacudió y mis ojos fueron a los suyos para ver las arrugas en las esquinas sobresaliendo con diversión.
—Miraba los músculos de tu cadera —corregí.
—Lo que sea —murmuró, sus labios ahora sonriendo también, luego más fuerte—, solo digo, cualquier cosa cerca,
tus ojos en ella los pensamientos vendrán por sí solos.
—Tomo nota —murmuré y me encogí de hombros en mi blusa.
—Tenías una pregunta —me recordó Raiden, poniéndose unos bóxers.
Decidí dejar de observar, así podría concentrarme en abotonarme la blusa, así que incliné mi barbilla hacia abajo
para ver mis dedos hacer precisamente eso mientras preguntaba:
—¿Qué es este lugar?
—La cabaña de caza de papá —respondió y me miró de nuevo.
Se movió de nuevo a la silla y me quedé muy sorprendida al oír sus palabras.
Su hermana Rachelle y yo éramos solo conocidas, pero amistosas, que se habían conocido de toda la
vida. Hablamos, chismeábamos, compartimos noticias y bromas, y si el tiempo lo permitía, a veces podíamos decir cosas
profundas, pero ella nunca había mencionado a su papá. Lo mismo, pero obviamente menos, debido a las diferencias de edad,
con la mamá de Raiden, la señora Miller.
Lo que yo sabía era que el señor Miller se fue y era una persona no grata en la ciudad. Incluso una vez trató de llegar
a uno de los partidos de fútbol de Raiden y algunos de los hombres no tan cordialmente lo invitaron a volver a su auto, y
cuando no lo hizo lo acompañaron allí.
Él nunca volvió.
Volví a mirar hacia abajo a mis botones y dije con cuidado:
—¿Tu papá?
—Sí —contestó Raiden, y de nuevo lo miré para ver que tenía un par de pantalones de traje, con la cremallera arriba
pero desabotonados y una atractiva camisa de color musgo verde.
Sorprendentemente, también siguió hablando.
—Cuando tenía dieciséis años, lo localicé, le dije que nos la diera a Rachelle y a mí, dado que pagaba la manutención
cuando quería, lo que nunca quiso, y mamá tenía problemas los fines de mes. No era una sorpresa, porque él es un enorme
idiota que no se sentía generoso, aunque sus palabras fueron que mamá podía irse a la mierda y yo también podría. Así que me
dirigí a su casa todas las noches, entré y compartí mis pensamientos con mis puños. Y cuando se volvió inteligente y empezó a
hablar de dejar que sus perras pasaran la noche en su lugar para poder evitarme, encontré la manera de seguirle la pista y
entrar, compartí que era un enorme idiota que no pagaba la manutención de los hijos, y cuando estaba en casa y tenía una
mujer constante, la golpeaba. De repente encontró que su elección de camas disminuía, así que se puso listo y nos la entregó.
Sus palabras me traspasaron como una docena de hojas de afeitar, me quedé absolutamente quieta y lo miré.
Raiden parecía no darse cuenta de mi inmovilidad. Se dirigió al guardarropa, sacó un cinturón de una percha, se
volvió hacia mí y siguió hablando mientras se subía los pantalones y agregaba el cinturón.
—Significa que conseguimos el dinero mensualmente por rentar la mitad inferior donde el Sr. Lean mantiene sus
viejos tractores y cualquier cosa que pudiera obtener de los cazadores que no les importa una mierda donde duermen y los
esquiadores de ciudad sin presupuesto. No ayuda mucho, pero quiere decir que no perdimos nuestra casa.
—¿Casi perdiste tu casa? —pregunté en voz baja, y me sonrió.
—Parece que no me prestas mucha atención.
Lo hacía.
Apenas.
—Sé que… — empecé.
Raiden me interrumpió.
—Trabajé noches y fines de semana. La razón por la que Rachelle es una gran cocinera es porque hacía lo mismo en
el hogar de ancianos, auxiliar de enfermería junior. Le encantaba cocinar y averiguar sobre viejas recetas. Ella tiene unos ocho
archivos de tarjetas llenos de ellas.
Eso lo explicaba.
Ahora la parte difícil.
—¿Tu papá golpeaba a tu mamá?
—Sí, nena, ¿por qué crees que saqué su trasero? —contestó Raiden, y me volvió a mirar.
—¿Lo sacaste?
—Joder sí.
—Pero ¿no tenías solo catorce años?
—Puedes golpear a alguien, Hanna, con una buena patada en la entrepierna. Estará tan ocupado lidiando con el
dolor, no podrá defenderse cuando golpees un puño repetidas veces en su rostro o una bota en sus costillas.
No podía creer esto, y más, no podía creer que Raiden fue tan serio al respecto.
Mi corazón dolía y mi estómago se retorcía, pero obligué a mi boca a decir:
—Voy a estar segura de recordar eso.
Entonces concentré mi atención en buscar mis sandalias, sobre todo porque no sabía qué hacer con todos los
sentimientos que tenía, ninguno de ellos bueno, y tenía que concentrarme en algo.
—Hanna —llamó mientras yo encontraba mis sandalias y las movía con los dedos para poder deslizar mis pies en
ellas. Volví a mirar a Raiden—. Fue hace mucho y estamos mejor sin él. Valió la pena. Esa mierda no me marcó. Se había ido,
felicidad instantánea de todos, incluso si las cosas no andaban del todo bien.
Asentí, sin sentirme para nada ablandada y volví a mirar mis zapatos.
—Cariño —dijo de nuevo y mis ojos fueron a él—. No te miento. Rache, mamá, y yo, somos unidos. Sin él, éramos
felices.
—De acuerdo —respondí.
—Me dices de acuerdo, pero tu cara expresa otra cosa.
—¿Y qué te dice mi cara? —oregunté, aunque lo sabía. Nunca jugaba al póquer porque no sabía cómo hacerlo, y
además era terrible, más que nada porque no tenía idea de cómo ocultar mis pensamientos, y hasta entonces, no había hecho
falta.
—Una de dos, no sé cuál. O estás molesta o lista para romper a llorar.
Le di toda mi atención.
—Ambas, creo.
—Bien, entonces, como dije. Eso no es necesario porque todo estaba y todo está bien.
—Puedo sentirlo, considerando con cuánta franqueza lo dices, corazón —le dije—. Pero no me gusta saber que
pasaste por eso o que las cosas no fueron siempre fáciles, o que tuviste que plantarte frente a tu papá para que hiciera algo por
sus hijos.
—Y así fue, pero eso pasó hace casi veinte años.
—Sigue sin gustarme.
Sonrió.
—Te dejaré en paz porque eres linda, pero tienes hasta que lleguemos a tu casa para superarlo.
A eso, respondí:
—Mis papás se aman y me amaron a mí y a Jeremy. Mis abuelos nos amaron hasta su muerte. Mi bisabuela muere
por mí. Toda mi vida, he estado rodeada de amor y seguridad. La vida no me tocó hasta que yo no decidí vivirla, y lo peor
que me ha pasado fue lo que me hicieron Bodhi y Heather, y eso es algo de ellos, no mío. Nunca tuve lo que tú. No sé qué
hacer sabiendo que tuviste que pasar por tanto. No me gusta saber que tuviste que pasar por tanto. Y acabo de enterarme así
que quizás me lleve más que veinte minutos superar mi deseo de moler a palos a tu papá. Porque tú eres un hombre increíble,
Raiden Miller. Tu mamá y tu hermana te aman porque tienen razón. Eres un caballero. Eres un vecino amable. Incluso eres un
héroe con medallas para probarlo. Y te merecías un hombre que te enseñara a ser todo eso. No una vida que te hizo serlo a
pesar de tener a semejante imbécil por padre.
Dije mi estúpido discurso y me callé.
Solo entonces noté mi entorno y tomé en consideración su expresión.
Ambas cosas hicieron que retrocediera un paso, porque la primera me aplastaba como un peso que me hacía sentir
instintivamente que debía escapar, y la segunda me hacía sentir un afecto tan profundo que me sorprendía no estar corriendo
por la habitación a sus brazos.
La intensidad de ambos me asustó como el demonio.
—Ahora mismo, tú necesitas caminar a tu auto, Hanna —me dijo.
Eso fue tan raro, que tartamudeé.
—Yo… ¿disculpa?
—Estaré allí en un minuto.
—Pero…
El aire en la habitación se condensó justo antes de que me ordenara:
—Ve, Hanna. No lo haces, no lo hacemos. ¿Me entiendes?
En realidad no lo hacía, no del todo.
Lo que sí entendía era que tenía que irme a mi auto.
Así que le di una última, larga mirada, para memorizar su expresión y la forma en que me hacía sentir: aterrorizada,
pero al mismo tiempo cálida y feliz.
Luego caminé y desbloqueé la puerta, me las arreglé para salir y descendí los pasos hacia mi auto.

***

Dos horas después…


Me desperté cuando mi almohada comenzó a temblar.
Cuando lo hice, vi que estaba en la iglesia y tenía mi cabeza en la tela azul del traje de Raiden.
Un Raiden que estaba riendo.
Me enderecé.
—Buen Jesús, perdónala —murmuró hacia el techo la abuela, que estaba sentada de mi otro lado—. El sermón del
pastor Wright no es ni de cerca inspirador, lo sabes, Dios, pero de todas formas. Mi hermosa niña sabe comportarse mejor.
En este punto el cuerpo de Raiden temblaba tanto que la banca comenzó a moverse y la gente empezó a mirarlo.
Me volví hacia él y le dije en voz baja:
—Deja de reír. —Lo que hizo que siguiera riendo en silencio y me alzara las cejas.
Me rendí con él y me volví hacia la abuela.
—Fuimos a la función doble anoche, Abue —le expliqué en voz baja, sin mover los labios.
—Si mal no recuerdo, fue triple —murmuró Raiden. Me volví hacia él y le grité ¡Cállate! Pero solo con mi mirada.
Raiden lo entendió, y esto solo hizo que todo le causara más gracia.
Puse los ojos en blanco y le pedí al cielo perdón por una variedad de cosas.
—Ajá —murmuró Abue.
—¡Shh! —nos silenció la señora McGuillicutty, sentada frente a Raiden,.
Fuerte.
Con tanta fuerza, que los ojos del pastor Wright vinieron a nuestra fila y se entrecerraron, aunque no afectó su
sermón.
Bajé la mirada a mis manos que tenía en mi regazo y me sentí como de ocho años.
—Tú cállate, Margaret —replicó Abue. Una Abue, añadiré, que solía actuar como si tuviera ocho, y claramente esta
era una de esas veces—. A Dios le gusta la risa —añadió.
—Abue, no importa —le dije a mi regazo.
—Algunos de nosotros intentamos escuchar –respondió la señora McGuillicutty.
—Entonces escucha y mantén tu nariz fuera de los asuntos ajenos —espetó Abue.
Volví la cabeza y me incliné hacia ella.
—Por favor, Abue. Solo déjalo.
Abue se reclinó enojada, bufando:
—Callando a mi nieta. ¿Quién se cree que es?
Como nunca fue una mujer de dejar una discusión así como así, ni tampoco alguien muy amable, Margaret
McGuillicutty tampoco lo dejó ahí.
—Soy una creyente que quiere oír el sermón —le replicó a Abue.
Estaba demasiado exhausta y relajada de haber estado con Raiden para hacer algo al respecto, pero supe en el
momento que esa discusión inició que deberíamos haber buscado otro lugar para sentarnos.
Tenía razón.
Abue se reclinó para murmurar:
—La única que te lo impide eres tú.
—Y quizás nuestro coro podría tener toda su atención mientras cantan el próximo himno —sugirió el pastor Wright
en el micrófono, pero el comentario claramente estaba dirigido a nosotros dado que nos miraba fijamente. Sabía que Abue y
yo le caíamos bien (podíamos debatir sobre la señora McGuillicutty), pero no se veía para nada feliz.
Raiden levantó un brazo y lo envolvió en mis hombros. Me aferró con fuerza y llevó sus labios a mi oreja.
—Deja que peleen. Solo lo haces peor.
Cerré la boca y me enfoqué en el coro.
La señora McGuillicutty y Abue intercambiaron más palabras antes de que Abue se reclinara, murmurando:
—Amo este himno y ninguna McGuillicutty me va a hacer perdérmelo.
Dejándole a la señora McGuillicutty la última palabra con su:
—Boudreaux, creen que son dueños de la ciudad.
Aunque Abue si metió un último bufido.
Pudimos sobrevivir a la última oración y el himno comunal sin incidentes, pero las hostilidades volvieron cuando el
pastor nos dejó ir.
—Dormirse y susurrar en la iglesia como si fuera el dormitorio y la cocina Boudreaux. Qué vergüenza —remarcó en
voz muy alta la señora McGuillicutty a nadie en particular, y todos los que estaban cerca miraron hacia el otro lado como si
quisieran desaparecer.
Esto, por supuesto, hizo que Abue le dijera, pero dirigiéndose a mí:
—Necesito que me traigas un bastón, niña. No para caminar, sino para poder dárselo a Margaret en la cabeza.
Raiden rio.
Margaret jadeó.
Y yo hice lo mismo antes de sisear:
—¡Abue, estamos en la iglesia!
Ella hizo un gesto con la mano.
—Dios me ha perdonado muchas cosas en noventa y ocho años, esto no es nada.
—¿Vamos a ir por el desayuno o terminaremos en una pelea? —preguntó Raiden, sonando divertido.
Abue no se lo perdió.
—Desayuno. Necesito azúcar para poder azotar como se debe.
Luego se dio la vuelta y caminó lentamente.
Me recliné contra Raiden y le dije a la señora McGuillicutty:
—Lo siento, señora McGuillicutty.
—Y deberías sentirlo —respondió—. No hay excusa para los malos modales. ¿Y dormirse en la iglesia?
Sorprendente.
Le di mis disculpas, haciendo mi deber con los modales. Ella podía ser una pesada.
Debería responder ante Dios por ello.
Por lo tanto, iba a dejarlo pasar e irme de aquí.
Raiden tenía otras ideas.
Volvió su gran complexión hacia Margaret McGuillicutty y la miró desde arriba.
—Primero, Hanna se disculpó. Lo correcto para hacer es aceptarlo, no echárselo en cara. Dos, la señorita Mildred
puede cuidarse a sí misma y es demasiado vieja para que le importe un rábano lo que piense. Obviamente, a Hanna le importa
o no se habría disculpado sin necesidad. Ahora lo que debe saber es, que si estoy a su lado y la oigo ser maleducada con ella,
lo tomaré como que está siendo maleducada conmigo y creo que la mayoría de las personas en la ciudad saben que no quiere
ser maleducada conmigo.
Ella lo observó con la boca abierta mientras yo procesaba lo que dijo y el hecho de que algo de esto estuviera
ocurriendo.
Cerró la boca para sisearle a Raiden como si tuviera doce, no treinta y dos:
—Bueno, no lo creo. Tendré una charla con tu madre, Raiden Miller.
—Hágalo. Ella no le dará su atención mayormente porque cree que es tan mandona e insoportable al igual que el
resto de la ciudad —replicó Raiden.
Un par de personas lo oyeron y soltaron risitas ahogadas, demostrando su punto.
Decidí que ya habíamos terminado así que tiré de su brazo camino abajo.
Por suerte me siguió.
Llegamos a donde estaba Abue, luego la seguimos como en cámara lenta mientras se alejaba lentamente de la iglesia,
con su paso de tortuga detenido constantemente por la necesidad de saludar a cualquier persona conocida, que básicamente
terminaba siendo todos los presentes.
Raiden se rindió rápido, excusándose:
—Iré por el Jeep.
Afortunadamente, esto significó que cuando llegamos al final del camino de la iglesia en la acera, Raiden ya estaba
allí.
Como hicimos cuando vinimos, yo me subí atrás y Raiden sostuvo firmemente a Abue por la cintura mientras ella se
mantenía con una mano. Él básicamente la levantó hasta el asiento, pero en una forma que hacía parecer que había subido los
escalones ella misma.
Estábamos en nuestro camino cuando decidí volver al debate.
—No creo que eso haya pasado —remarqué.
—Créelo, chère. Margaret siempre ha sido una molesta. Lo que la hizo peor fue que estaba enamorada de tu
abuelito y no pudo robárselo a tu abuela.
Esto era nuevo.
Y convertía toda la situación en algo más increíble.
—¿De verdad? —pregunté—. Eso tuvo que ser hace cincuenta años, y perdona Abue, pero ambos han fallecido.
¿Tener rencor cuando no hay nadie a quien dirigirlo?
—El amor perdido, preciosa —me respondió Abue mirando por la ventana—, duele como una herida abierta que
nunca cicatriza.
Esto me hizo reflexionar, especialmente dado el tono conocedor con que me lo dijo, pero Abue no se detuvo ahí.
—Probablemente no ayudó que la hermosa nieta de mi niño esté sentada junto al bombón de la ciudad. La historia,
en cierta forma, se repite. Sal en la herida.
Miré el espejo retrovisor, Raiden me observaba y le puse los ojos en blanco.
Cuando volví a verlo, estaba mirando el camino pero sonreía.
Llegamos a la Casa de Panqueques, puros panqueques, todo el tiempo (no es chiste, solo tienen panqueques,
salchichas y tocino en el menú); un raro lugar que estaba medio alejado del centro colina arriba. Tenía una vista preciosa y los
mejores panqueques que había probado. Es bueno que Abue y yo nunca cambiáramos de lugar para los desayunos
dominicales, y esta tradición seguía, iniciada por mamá y papá que nos traían cada domingo hasta el que se mudaron a otro
estado.
Como siempre, los panqueques no decepcionaron y fue divertido. Abue habló casi todo el rato, por lo que Raiden y
yo nos la pasamos riendo, y Raiden no me sorprendió al mostrarse caballeroso y encantador.
Estábamos en la tercera taza de café cuando la chaqueta de Raiden sonó. Sacó su teléfono, lo miró y se volvió hacia
mí.
—Debo hacer una llamada. —Su mirada pasó a Abue—. Disculpen. —Su atención volvió a mí, levantó mi barbilla
con un dedo y me besó.
Eso se sintió bien. Me gustaba que siempre que me fuera a dejar me diera un beso.
Vi la sonrisa en los ojos de Raiden. Me soltó, se levantó y salió.
Yo disfruté la vista.
—Ahora, chère, en la iglesia con la abuela y el bombón que tiene enamorado a media ciudad, tomaditos de la mano,
muy acurrucados en Chilton, de todos los lugares. Es bueno saber que el chico no se avergüenza. Pero estoy imaginando que
me estás ahorrando los detalles de exactamente cómo atrapaste al soltero más codiciado del lugar.
La miré, sonreí y repliqué:
—Se me hizo tarde hoy, o habría llamado para que supieras que venía, pero sí, Abue. Raiden y yo estamos juntos.
—No juegues conmigo —dijo suavemente, y fruncí el ceño.
Desafortunadamente, se explicó.
—Todos estos años contigo, preciosa, no han terminado en nada. Una chica medio dormida en la iglesia el domingo
quiere decir que la pasó muy bien el sábado a la noche y al ver a Raiden Miller una puede ver qué tipo de diversión tuvo la
chica.
Entonces fue cuando mis ojos se abrieron como platos.
—Abue, yo…
Sacudió una mano.
—No lo hagas. Tenemos demasiadas marcas en nuestras almas, ya le faltamos lo suficiente el respeto a Dios hoy. No
le añadas eso, chère..
Cerré la boca.
Abue no.
—Hace una semana, vino a mi casa. Sabía por qué. Tiene tanto interés en arreglarle el jardín a una anciana como en
ir a la ópera. Pero vi ese gran y fuerte hombre y pensé, ¿Raiden Miller? Me gustaba para mi chica. Me gustaba mucho. Has
estado sola lo suficiente y una chica como tú, es un desperdicio. Siempre supe en mi corazón que terminarías junto a alguien
como Raiden Miller. Esos chicos con los que saliste, estaban bien, pero ninguno era lo suficiente para mi Hanna. Ahora llevan
poco viéndose y él lo ha aprovechado bien. Está metiéndose profundamente en tu corazón, y bien decidido, niña, y debo
decirte, que me preocupa.
De nuevo, esto fue inesperado, pero no de una forma confusa. Sino una mala.
—¿Disculpa? —susurré, sorprendida.
—La forma en que te mira ahora que te tiene, la forma en que es, los hombres así. —Sacudió la cabeza, con la
mirada distante—. Como si estuviera por explotar.
Me recliné sobre la mesa.
—¿De qué hablas?
—Me había engañado sobre el té dulce, pero ahora... ahora lo veo.
—Abuela.
—Ese hombre es peligroso —declaró.
Mi corazón dio un doloroso vuelco y la miré fijamente.
—¿Qué?
—No me malinterpretes, no va a romperte el corazón. Moriría antes de hacer eso. Pero hay un largo camino para
conseguir un corazón roto, chica preciosa. Y lo hará de todos modos sin ni siquiera saber que lo está haciendo.
La abuela era sabia. Era observadora. Y era inteligente.
Por lo tanto, no me gusta esto. Ni un poco.
Sin embargo, empecé a explicar:
—Abuela, solo hemos estado en un par de citas, pero es realmente un buen tipo. Un caballero. Y…
—Peligroso. En cada línea de su cuerpo, escondido en lo profundo de sus ojos. Se te pasó entonces, pero él no te
había tenido entonces. Ahora lo veo y veo que tienes algo por él. Te lo estoy diciendo, Hanna, ten cuidado. Ve hacia adelante
con cautela. Pelea duro para proteger tu corazón de un hombre como ese, que va a hacer nada y todo para ganarlo de una
manera que querrás que le pertenezca para siempre. Pero recuerda esto, Niña. Raiden Miller no encuentra una manera de
hacer retroceder el peligro que se oculta en su interior, él caerá y te llevará junto con él.
Sostuvo mi mirada, sus ojos brillantes y vivaces, y me di cuenta de que mi pecho subía y bajaba rápidamente. Tomé
un sorbo de café y me senté, tratando de obligarme a relajarme.
Yo también estaba pensando en el aire en su cabaña de caza por la mañana, la expresión de su cara cuando le dije
que quería dar a su papá una patada a la ingle.
Había algo acerca de eso que me conmovió, me asustó, me habló. Yo no sabía lo que eso decía.
—Encuentra una manera de divertirte, disfrútalo, chère, y yo lo disfrutaré cuando esté con ustedes dos. Pero no
olvides lo que te dije —continuó, sacándome de mis pensamientos.
—Está bien, abuela —le dije al mantel.
—Te amo —me dijo, y mis ojos se movieron a ella—. Dije lo que dije y voy a terminar con esto. Si eres el tipo de
mujer que puede soportar el fuego del infierno que él tiene quemando dentro, si él lo enfrenta y gana, no conocerás nada para
el resto de tu vida, ni sabor, ni experiencia, ni siquiera el nacimiento de tus hijos será más dulce que el amor que él tendrá por
ti.
Oh, Dios mío.
¡Ella estaba totalmente enloqueciéndome!
—Solo hemos estado en dos citas —le susurré.
—Ya lo veo. Y veo que está perdido por ti de manera tan completa que es un milagro que él sepa su propio nombre.
Estaba de vuelta a un semi-jadeo.
—Él se dirige hacia acá, preciosa. Toma una respiración profunda — ordenó, y mis ojos se abrieron sobre su cabeza
para ver una prueba adicional de lo que yo había tenido en varias ocasiones durante toda mi vida. Que la abuela no solo tenía
un oído excelente, sino ojos detrás de la cabeza.
Raiden se dirigía hacia nosotras, pero él había sido detenido por la Sra. Bartholomew y su familia. Estaba de pie en
su mesa, hablando.
Respiré hondo y luego tomé otro sorbo de café, tratando de forzar hacia atrás las terribles palabras de la abuela,
encajarlas en algún lugar de mi cerebro en el que podía ir sobre ellas más adelante (de preferencia con KC). Logré esta hazaña
y me controlé cuando Raiden se deslizó de nuevo en su silla junto a la mía.
También deslizó su brazo en el respaldo de mi asiento cuando preguntó:
—¿Más café o la cuenta?
—Hora de la siesta para las beatas, hijo, por lo que, la cuenta. Y soy vieja, soy abuela, así que eso significa que yo
pago y no me importa cuán hombre eres. Cuando seas viejo y un abuelo sabrás lo que quiero decir y te alegrarás de que me
dejaras hacerlo.
Él me llevó a su lado y le sonrió a la abuela.
Sentí lo tanto que parecíamos encajar y fruncí el ceño a la abuela porque me encantaba esa sensación y ella había
hecho que me aterrorizara de ello.
Ella ignoró mi ceño, levantó la mano y gritó:
—¡Darla!, niña, tráenos la cuenta, ¿quieres?
Darla, la camarera, como lo hacía cada domingo, cuando la abuela pedía la cuenta, se apresuró a hacer lo que le
pedía la matriarca de Willow.
***

Una hora y quince minutos más tarde...


—¿Quieres decirme lo que está en tu mente?
Acabábamos de dejar a la abuela. Después de un vaso de té dulce (bueno, Raiden y la abuela tuvieron uno, yo tuve
cerveza de raíz de dieta), Raiden me llevaba a casa.
Me volví a mirarlo y le pregunté:
—¿Perdón?
—Has estado rara desde la Casa de los Panqueques.
—Estoy cansada —le contesté.
No exactamente una mentira, pero no toda la verdad.
—Te llevaré a casa, descansa. Tengo que salir y hacer algo y cuando vuelva voy a traer una pizza. Pero después de
la pizza, nena, tienes que tener energía.
Sentí mis regiones inferiores temblar mientras miraba al parabrisas.
Me obligué a bajar esa sensación y le pregunté:
—¿Tiene esto que tienes que hacer algo que ver con tu equipo y los traficantes de drogas?
—No, no tiene que ver con otro trabajo, pero si tiene que ver con mi equipo. Simplemente no los traficantes de
drogas.
Esta era una respuesta, pero todavía no lo era.
No le dije nada sobre eso.
Solo murmuré:
—Oh.
—Cambio de planes esta noche —indicó—. Pizza, yo compartiendo acerca de lo que hago, entonces voy a probar
la capacidad de recuperación de la siesta que estás a punto de tomar.
Me volví hacia él.
—Raiden…
Él me interrumpió:
—Te lo digo, va a ser honesto. Va a asustarte, pero lo manejarás.
Santo Cielo.
—¿Qué significa eso? —le pregunté.
—Quiere decir que salí, evalué mis talentos, tomé decisiones acerca de lo que quería hacer, lo estoy haciendo. Lo
que hago podría ser un shock para ti, pero luego lo superarás —declaró.
Hubo más palabras allí, solo ninguna explicación.
—Uh, solo digo, esta discusión no es propicia para conseguirme una siesta —compartí.
Él me dio una rápida mirada y sonrió.
—Correcto, entonces. Te diré que hice todo el trabajo anoche. Estoy de humor para probar que veas lo que puedes
hacer, y solo una suposición, cariño, pero espero que quieras pasar.
Él suponía correctamente.
Pero ese comentario tampoco era propicio para conseguirme una siesta.
Estábamos llegando hasta el frente de mi casa, así que me volví completamente hacia él.
—Raiden, yo…
Soltó su cinturón y desató el mío. Su mano se envolvió alrededor de mi nuca y me atrajo hacia él. Mi mano se acercó
de forma automática y se estrelló contra su pecho, luego apreté mi mano entre nosotros.
—Lo que hago no es malo —dijo en voz baja—. No es convencional, pero no está mal.
—Está bien, así que ahora no estoy totalmente enloqueciendo, solo estoy asustándome un poco —le contesté.
—Nena, hace un día, te enteraste de que dos de tus amigos te traicionaron. Te asustaste, sentiste dolor, apestó,
colgaste cuando ese hijo de puta trató de llamar por teléfono y seguiste adelante. Cuidas de tu abuela, no como una carga
como todo el mundo lo trataría, sino como una bendición. Eso se traduce en que ella no siente el peso de ser una carga y ella
solo puede disfrutar de la vida que Dios ha tenido a bien concederle.
Lo que hago es lo que hago. Es parte de lo que soy. Vino de lo que arrojó la vida y lo vas a aguantar y tratar con eso
también.
Este era un discurso genial, pero también uno aterrador.
Así que le hice una pregunta pertinente.
—¿Qué está pasando aquí?
—Estoy a punto de darte un beso de despedida, estás a punto de tomar una siesta, y en pocas horas voy a estar de
vuelta con pizza.
—Quiero decir contigo y conmigo.
Su mirada sostuvo la mía, su mano se deslizó hacia arriba en mi cabello y su otra mano se levantó para envolverla
alrededor de un lado de mi cuello mientras respondía suavemente:
—Conoces la respuesta a eso.
Tenía la sensación de que lo hacía, y eso me llenaba de júbilo y me aterrorizaba.
—Raiden, quizás deberíamos…
—Si vas a decir que llevemos las cosas más despacio, nena, disfruta de esto porque esto es tan lento como se va a
poner.
Sentí que mis ojos se ampliaban.
—Sí —confirmó ante mi clamor silencioso de shock—. Si puedes tomarlo esta noche, voy a explicar eso también.
—Ahora no hay manera en que yo consiga hacer una siesta —murmuré.
—¿Te despiertas feliz? —preguntó Raiden y parpadeé.
Entonces le susurré:
—Sí.
—Yo también lo hago. ¿Cuándo fue la última vez para ti?
—La última vez, ¿qué?
—La última vez que te despertaste feliz.
Oh Dios.
Antes de él, yo no era infeliz. Tampoco estaba precisamente feliz.
Lo que sabía era esto: el despertar en la cama de Raiden, definitivamente fue feliz.
—No me acuerdo —admití.
—Yo tampoco —respondió.
Oh Dios.
Me gustó y lo odié. Comprendí que, tanto como no lo hacía, quería saber por qué no era feliz, tanto como tenía
miedo de averiguarlo.
—Raiden.
—Estamos sosteniendo eso —declaró, y como si tuviera una mente propia mi mano se deslizó por su pecho
curvándose alrededor de un lado de su cuello como si estuviera respondiendo a su declaración por mí y estando de acuerdo.
Él lo sabía, lo sentía y lo entendió.
Por lo tanto, afirmó en su áspera voz de mando:
—Sí.
Dejé caer mi cabeza en su hombro.
Estaba en lo cierto.
Sí.
Yo sabía lo que estaba pasando aquí.
Su mano se deslizó fuera de mi cabello para que pudiera envolver su brazo alrededor de mí.
—¿Qué te gusta en tu pizza?
—Todo menos las cebollas, pimientos, chorizo, piña, jamón, anchoas y aceitunas.
Su voz estaba sonriendo cuando comentó:
—Así que estás diciendo que te gusta pepperoni y champiñones solamente.
Levanté la cabeza y lo miré.
—Me gusta todo eso, solo que no en la pizza. Todo eso hace que sea complicado. Estoy en los placeres simples.
Sus asombrosos ojos se calentaron y sus increíbles labios murmuraron:
—Lo recordaré.
Podía perderme en esos ojos. Quería perderme en esos ojos.
Pero necesitaba permanecer en el objetivo.
—¿Puedes decirme algo? —-le pregunté de repente.
Sus ojos se pusieron más templados y su sonrisa golpeó sus labios cuando él respondió:
—Yo puedo decirte lo que me preguntes si me puedo contestar algo que es lo mismo que me preguntas si puedes
preguntarme algo. En otras palabras, no tienes que preguntar.
—Anotado —murmuré.
—Así que pregunta, te lo diré —solicitó.
—Lo que sea que vas a hacer afuera, ¿estarás seguro?
Su sonrisa se desvaneció y lo miré con horrorizada fascinación mientras lo hacía.
¡Santo Cielo!
¡Había estado suponiendo!
—¿No es seguro? —salió como un chillido.
—Hablaremos de eso más tarde.
—Santo Cielo —chillé, ya no semi-asustada. Lo estaba completamente.
—Hanna, hablaremos de ello más tarde.
—¿Vas a estar de regreso más tarde? —le pregunté, casi histéricamente.
Su sonrisa volvió.
—Sí.
—Solo para que sepas, Raiden, estás a punto de dejarme, me dices que tome una siesta pero tienes algunas cosas
para compartir conmigo después de que me dijiste directamente que tengo que lidiar con ello. Entonces
sugieres firmemente que lo que sea que hagas no es seguro, y eres libre para hacer lo que sea que hagas en estos momentos.
Así que no estoy de humor para sonreír ni estoy de humor para verte hacerlo, no importa que tan caliente eres cuando lo
haces.
Él no dejó de sonreír.
En cambio, preguntó:
—¿Quieres hablar más sobre nosotros yendo más despacio ahora?
¿Hablaba en serio?
Me arranqué de sus brazos, me retorcí hacia la puerta y la abrí, anunciando:
—¡La hora de mi siesta!
Me encontré con un brazo enganchado alrededor de mi cintura y me torcí de nuevo en el jeep y los brazos de
Raiden, esta vez ambos se cerraron a mi alrededor.
Entonces sus ojos se clavaron en los míos.
—Volveré seguro, y estarás bien con lo que hago, Hanna —declaró con firmeza.
—Correcto. Te creo. ¿Pero puedo hacer la solicitud ahora de que tendré al menos una cita número cinco antes de
que voltees mi mundo otra vez?
Otra sonrisa, entonces:
—Creo que puedo lograrlo.
—Estaría muy agradecida.
—¿Quieres dejar de ser linda, así puedo dejarte ir, y puedes conseguir tu siesta y yo puedo conseguir esta mierda
hecha?
—Te recuerdo que no hace un minuto traté de salir de este vehículo, pero me arrastraste de vuelta.
—Voy a tomar eso como un no.
Lo miré.
Raiden siguió sonriendo.
Luego murmuró extrañamente:
—Mi recompensa.
Perdí mi mirada y le pregunté:
—¿Perdón?
Él se alzó, me besó en la frente y susurró allí:
—Nada, cariño. —Entonces él se apartó, ordenando—: Vete. Descansa.
Me tenía que ir. Esperaba poder descansar, pero lo estudié un momento antes de que me inclinara para tocar con mi
boca la suya.
Sus brazos me rodearon, su boca se abrió sobre la mía y mi toque se convirtió en un caliente e intenso beso.
Raiden lo rompió y ordenó de nuevo:
—Vete.
—Está bien —murmuré. Él me soltó y me fui. Me paré en la puerta en uno de mis mejores vestidos de domingo (fui a
la iglesia con Raiden Ulysses Miller) y saludé.
Él no devolvió el saludo, pero lo vi sonreír.
Cerré la puerta y vagué por las escaleras, escuchando a su Jeep alejarse.
Me quité los zapatos de tacón por el lado de la cama. Subí, halé una chal sobre mí (mío, no de cachemira pero
todavía exuberante) y me quedé mirando mi almohada, pensando que esto era lo que se sentía.
Esto era lo que se sentía cuando algo enorme estaba sucediendo.
Se sentía fantástico.
Y yo estaba completamente aterrorizada.
11
Criminal
Traducido por rihano y liebemale

Corregido por Lizzie Wasserstein

Esa noche...
Me senté arropada en la esquina de mi esponjoso, mullido, femenino y lindo sofá en mi rústico, y peculiar salón y
observé a Raiden, que acababa de ir a la cocina a buscar su segunda cerveza, doblando su largo cuerpo en la otra punta.
La pizza fue aniquilada, hasta esa siempre incómoda porción de la única rebanada que quedaba. Raiden la había
conseguido del mejor lugar en la ciudad, así que era la mejor y yo tenía hambre por lo que comí con apetito, olvidando
(momentáneamente, como siempre) la pequeña barriguita que necesitaba eliminar.
Era un pequeño milagro, considerando todo lo que estaba en mi mente, pero me las había arreglado para una siesta
de dos horas.
A continuación, el teléfono comenzó a sonar.
Al parecer, la ciudad de Willow había decidido que me habían dado el tiempo suficiente para hacerle frente, ese
tiempo había acabado, por lo que todos y cada uno llamaron para comprobar si estaba bien después de la debacle de Bodhi y
Heather. A esto invariablemente siguió la indagación, por lo tanto la mayor parte de ellos preguntaron si era cierto, ya que me
vieron en Chilton’s, en casa de Rachelle, en el Deluxe y en la iglesia con él; si yo estaba viendo a Raiden Ulysses Miller.
No se me escapaba que las cosas se estaban moviendo rápido con Raiden, pero sin tener en cuenta que sabía muy
poco acerca de él. Sin embargo, me di cuenta de que él era el tipo de hombre que no se aficionaba a la gente en su negocio.
Así que, aunque yo confirmé que lo de ser vista por toda la ciudad con Raiden era cierto, ya que era la verdad, no expliqué
ningún detalle. Después de eso, expliqué que aunque en los últimos días había estado tratando, estaba agotada y necesitaba un
poco de tiempo para procesarlo todo.
Por suerte, la gente de Willow era amable, así que dejaron las cosas así. Por desgracia, había una gran cantidad de
residentes de Willow que me conocían ya que yo había vivido toda mi vida allí, así que el mensaje no consiguió ser transmitido
lo suficientemente rápido antes de que otros levantaran el teléfono y llamaran.
Así que, yo tenía el teléfono en mi oreja cuando le abrí la puerta a Raiden sosteniendo una caja de pizza en una mano
y un paquete de seis de Fat Tire en la otra.
Él me sonrió.
Puse los ojos en blanco, lo dejé entrar e hice mi mejor esfuerzo para librarme de la persona que me llamaba mientras
Raiden dejaba caer la caja en la mesa de café en la sala de estar. Él se dirigió a la cocina como si hubiera vivido en mi casa
desde que nació, salió con dos platos, servilletas y dos cervezas abiertas. Ya se había comido una rebanada para el momento
en que apreté el botón de apagado en mi teléfono y me uní a él.
Toda esta actividad significaba que yo no tenía tiempo para alterarme por la próxima charla con Raiden, lo que era
bueno.
Lo que era malo era que él bebía y comía. Preguntó por la llamada, el resto de las llamadas (una vez que él se había
enterado de ellas) y mi siesta. Pero no hizo lo que yo había esperado.
Y ese fue el despegue justo hacia la conversación que necesitábamos tener que incluía a mí enloqueciendo, luego
tratando de entender acerca de lo que fuera que hacía para ganarse la vida.
Así que comí hasta que solo había quedado esa extraña rebanada de pizza y Raiden se levantó para conseguir otra
cerveza, preguntándome si quería una. Yo estaba bebiendo, manteniendo el juicio. Raiden estaba tomando largos sorbos
masculinos, por lo tanto yo tenía la mitad de una cerveza y decliné.
Él consiguió su cerveza y estaba poniéndola sobre la mesa de café, sin ir por la última rebanada, lo que decidí
indicaba que él había terminado de comer, así que también decidí que era el momento.
Mientras se estaba acomodando hacia atrás en el sofá, pregunté con cautela:
—Raiden, ibas a decirme algunas cosas.
No estaba completamente recostado, y al oír mis palabras se detuvo, su cabeza se volvió hacia mí y me estudió
durante largos momentos que me hicieron pelear para evitar retorcerme en el sofá con preocupación e impaciencia.
Luego él se sentó y extendió los brazos. Uno cubrió el apoyabrazos, el otro en la parte posterior, reclamando mi
acolchado y femenino sofá tan completamente con su atractiva y masculina vibración, que por un segundo mi mente se quedó
en blanco.
Entonces su voz profunda anunció:
—Soy un cazador de recompensas.
Mi mente regresó a la habitación.
¿Era eso?
¿Un cazador de recompensas?
Dulce alivio se extendió por mí.
Claro. Raiden había tenido razón. El ser un cazador de recompensas era poco convencional.
También era totalmente genial.
Por tanto, yo sonreí enormemente y grité:
—¡Eso es totalmente genial!
Se fijó en mi sonrisa, su rostro en blanco, y sacudió la cabeza.
—No, Hanna, no porto la insignia, teniendo órdenes de captura, extendiendo de algún modo la aplicación de la ley
de caza recompensas. Dinero debajo de la mesa, para conseguir de alguna forma una maldita gran cantidad de dinero de la
caza de recompensas.
Yo no sabía qué hacer con eso ya que no tenía idea de lo que él estaba hablando.
—No lo entiendo —le dije.
—Yo cazo fugitivos y ellos definitivamente actúan fuera de la ley —explicó—. Pero, cuando los encuentro, no los
entrego a la policía para que ellos puedan robar mierda, ser atrapados, conseguir salir, robar más mierda, darse a la fuga, ser
atrapados, luego algunos fiadores los suelten de nuevo para que puedan robar más mierda. Yo los entrego a personas que
están dispuestas a pagar mucho dinero para que sean entregados.
Esto no sonaba bien, pero todavía no lo entendía.
—Lo siento, cariño —le dije en voz baja—. Todavía no lo entiendo.
Él no se movió y sus ojos nunca dejaron mi cara mientras seguía hablando.
—Entonces me voy a explicar. En este momento, tengo varios trabajos en marcha, el primordial siendo el de Knight.
Él es un amigo mío. Tiene un enemigo al que sigue venciendo, pero este no permitirá dejar ir su rencor. Knight tenía alguna
mierda pasando en su negocio a causa de este tipo y me pidió que le hiciera un favor. Un favor que está pagándome para que
yo haga. Y ese favor es encontrar al hombre que se infiltró en su negocio, inyectando droga en el mismo. Este tipo le está
haciendo un favor al otro tipo, quien está tratando de joder a Knight. Pero cuando lo encuentre, no voy a entregarlo ni a
ninguna evidencia que tenga como correspondiente a sus actividades criminales a la policía. Se lo entregaré a Knight y me
alejaré. Cuando haga eso, lo que Knight haga con este tipo y la mierda que le de no es asunto mío. Yo so lo me alejo. Siempre
me alejo.
Esto no sonaba bien, tampoco. De hecho, sonaba peor, y la cosa antes de esta ya sonaba mal.
No estaba segura de que quería saber y me estaba inclinando hacia no querer saber, pero aun así, le pregunté:
—Así que esta persona Knight te pide que encuentres a alguien. Tú lo encuentras y se le entregas a Knight, él te paga
en efectivo y entonces ¿tu parte está terminada?-
—Sí —respondió él.
—Y no haces esto solo para Knight. ¿Es tu trabajo y lo haces para otra gente?
—Sí.
—¿Eso es legal? —pregunté.
Su cuerpo se movió escasamente. Casi no lo capto, pero lo hice y luego él se sentó allí, mirándome como si no lo
hubiera hecho. Sin cambios, excepto el que sentí.
Estaba tenso.
—Estrictamente hablando —empezó, hizo una pausa y luego terminó—, no.
Oh Dios.
—Yo... tú... ¿es esto...? —balbuceé, reacomodándome y continué—. ¿Me estás diciendo que estás involucrado en
actividades criminales?
La tensión comenzó a verterse fuera de él en oleadas, poniéndome tensa. Gran momento de tensión.
De hecho, electrizante.
—Estrictamente hablando —empezó, hizo una pausa y luego terminó—, sí.
¡Oh Dios!
Me había puesto mi plato en la mesa de café, lo cual era afortunado. Esto me permitió levantar los pies al asiento del
sofá y curvar mis brazos protectoramente alrededor de mis tobillos, abrazando mis piernas contra mi pecho.
Los ojos de Raiden cayeron a mi postura. Los cerró lentamente, luego los abrió y me miró.
—Te lo dije ayer, hace años, localicé a mi papá. Al día de hoy, no sé cómo se me ocurrió cómo hacerlo. No
habíamos oído hablar de él en dos años. Vivía a dos horas de distancia. Yo no tenía los recursos, ni la experiencia, ni dinero,
no que fuera algo malditamente importante para seguir adelante, y era menor de edad. Pero me tomó una semana encontrarlo.
Solo vino de forma natural, haciendo preguntas a las personas adecuadas, siendo inteligente al respecto, buscando bajo las
piedras. Lo mismo sucedió cuando conduje mi culo hasta allí y encontró su casa vacía. No conocía esa ciudad, no sabía su
modus operandi. Aun así rastreé su culo hasta las casas de sus putas. Lo mismo fue para mí irrumpir. Compré una cerradura
en la ferretería, la examiné, la manipulé durante horas hasta que me di cuenta de cómo abrirla. Todo esto vino de forma
natural. Algunas personas son buenas con los números. Otras buenas con sus manos. Yo soy bueno con esta mierda.
Nada de esto me hizo sentir mejor.
Raiden no había terminado con el intercambio.
—Entré en la Infantería de Marina y lo hice como una opción profesional. Lo que quiero decir con esto es que nunca
tuve la intención de salir. No tenía ningún padre que pudiera ayudar a guiarme por el camino, nunca tuve ningún sueño de
querer ser policía o bombero o astronauta. Pero examiné mi vida en ese momento y sabía dónde me encontraba cómodo.
Pensé que necesitaba disciplina y alguien que me guiara, que me dijera qué hacer. Yo era bueno en un equipo, jugando
deportes, siendo entrenado. Me pareció que era una progresión natural. Una vez me daban una directiva, si era entrenando
para cómo hacerlo, iba por todo lo alto. Y tenía razón. Al principio, la infantería funcionó para mí.
Su rostro cambió, se volvió duro y sus ojos empezaron a quemar.
—Luego no funcionó —afirmó.
Entendí por qué y entenderlo me mató, pero me quedé en silencio.
Raiden continuó hablando.
—Salí y recordé rastrear a papá. Supuse que sería bueno para la caza de recompensas, mejor en esta después de lo
que aprendí en la Infantería. Así que busqué en eso. No me gustó la forma en que esto se lleva. Era parte de un sistema que
estaba totalmente jodido. Un montón de reglas. Un montón de papeleo. Pero absolutamente ninguna razón para nada de eso.
Era un ciclo disfuncional. Para tener éxito, tenía que emitir fianzas, poner mi propio maldito dinero en la línea y vivir una vida
llena de jodidos mentirosos, la mayoría de ellos intentando joderme. Un amigo de la Infantería llegó a la ciudad. Salimos por
una cerveza, compartí esta mierda con él, me habló de un hombre que conocía llamado Deacon.
Cuando se detuvo y no continuo, le pregunté:
—¿Deacon?
—Cazador de recompensa, como lo que soy ahora. Pero un frío hijo de puta. Uno ochenta y siete de estatura, cien
kilos de una pared de puro hielo. Se metió en esto como yo me metí. Su esposa fue desapareció, la policía no pudo
encontrarla, por lo que él descendió a un mundo que no era el suyo para encontrarla. Lo que encontró fue que encajaba en ese
mundo. Estaba en la periferia, pero tenía talento para esto, tenía un lugar, así que se quedó.
—¿Encontró a su esposa?
Su mirada, ya fija sobre mí, se afianzó con esto.
—Sí.
Lo que fuera que esta persona Deacon encontrara no era bueno y yo no quería saber.
Por suerte, Raiden no me dijo.
Desgraciadamente, él continuó diciéndome otras cosas.
—Mi amigo me conectó con Deacon. Él es un solitario, pero también es el mejor en el negocio. Mucho trabajo, no lo
suficiente para que él corriera. La cosa era que no tenía a nadie al que respetara lo suficiente como para ceder el negocio.
Debe haberle gustado la vibra que salía de mí porque él me llevó a hacer un par de trabajos antes de que me dejara por mi
cuenta y comenzara a referirme trabajo. Hice los trabajos, establecí una reputación, conseguí más trabajo. Así que tuve que
contratar y formar a un equipo. Yo lo hice. Todos los hombres que se fueron de mi unidad en la Infantería quienes salieron
como yo y se encontraron, también como yo, con que no se ajustaban al mundo que dejaron cuando entraron en la Infantería.
Pero encajan en este otro mundo.
De repente, se hizo claro para mí.
Y esto rompió mi corazón.
—Raiden, esto suena como…
—Ahórratelo —dijo entre dientes, interrumpiéndome—. Ellas no saben todo esto que te estoy diciendo, pero me
conocen y me imagino que pueden adivinar. No los detalles, pero lo suficiente como para retorcerlos, así conseguí esa mierda
de mamá. Lo tengo de Rache. No lo escuché de ellas tampoco. Lo vivo, Hanna. Lo entiendo y conozco mi lugar, dónde me
siento cómodo, dónde encajo y es este.
—No estoy segura de que tengas razón —le dije cuidadosamente.
—Tú observas a un amigo que pensaste que sería un amigo de por vida, quien se pararía en tu boda, por quién te
gustaría nombrar a tu hijo después, a quien verías envejecer mientras lo escuchas protestar por los próximos cuarenta años
sobre que su esposa gasta demasiado dinero; volar en jodidos pedazos por una mina, nena, vas a estar en posición de hablar.
Ya que esa mierda, por suerte, nunca te va a pasar, no hables.
Mi corazón se rompió más, pero después de eso me quedé en silencio.
—Tú sabes todo eso, voy a decirte el resto —declaró—. Todo esto está arreglado. Knight es un amigo porque
Knight está conectado a Deacon, Deacon me conectó con Knight y Knight me hizo un favor. Me pagan en efectivo. Nada de
eso está en los libros, pero Knight tiene un negocio y él limpia mi dinero. Yo uso una asociación falsa con él, lo que significa
que utilizo sus cuentas para pagarme a mí mismo, a mis muchachos, hago inversiones y pago impuestos. Todo está encima de
la mesa y legal, en cuanto a lo que el gobierno sabe. Hacemos trabajos legítimos, que no tienen el efecto en un sentido de que
nadie vaya a comprender que los trabajos que hacemos no son legítimos. El impuesto toma su tajada, y se vuelve en dirección
opuesta. Conseguí una dirección. Voto. Conseguí una licencia. Placas en mi auto. Una baja honorable de la Infantería. Tanto
como para la preocupación de alguien, soy un ciudadano respetable, un veterano y dueño de una pequeña empresa y la mierda
que mi equipo y yo hacemos está enterrado tan profundo bajo esa respetabilidad, que nunca va a ser excavada.
—Paul Moyer dijo que no estabas registrado —espeté, y sus ojos se volvieron espantosamente penetrantes antes de
que pareciera relajarse.
—Paul Moyer habla basura porque quiere parecer genial. Para todos los intentos y propósitos, opero sin registro,
pero no estoy sin registro. Tú conoces a Deacon, entenderás lo de no localizable. Ese no soy yo. Vine a casa por unos días en
Navidad, pero no regreso a vivir en Willow para después escapar, él sabe lo que pasó con mi unidad, Moyer piensa que sabe
su mierda y habla. Él no conoce su mierda. Él no sabe nada.
—Dijiste que esto era inseguro —le recordé.
—Los hombres que quieren cazar hombres y están gustosos de pagar decenas de miles de dólares para que sean
entregados, y los hombres que están huyendo de ellos, no suelen ser personas a las que tú querrías invitar a cenar —remarcó
Raiden.
Esto era muy, muy cierto.
Dios.
—Esto me asusta —admití.
—Sí, pero te acostumbrarás a esto.
Él parecía muy seguro.
Yo no lo estaba.
—No creo que me gusta esto —le dije, mi voz pequeña—. Nada de esto.
Raiden no se movió.
Pero él habló:
—Entonces necesitas entender por qué lo hago.
Esto significaba que había más, y yo realmente no quería más.
Me lo lanzó.
—Todo, todo ser viviente en esta tierra, desde las plantas a los animales a los seres humanos, tiene un orden natural.
Es absolutamente crucial mantener ese orden, Hanna. He estado en el centro de un caos y no es un lugar divertido para estar.
Raiden se quedó en silencio y yo asentí para que continuara, mi corazón apretado y la pizza en mi vientre era un bulto
nauseabundo.
Él siguió.
—Los hombres que me contratan, mantienen el orden en sus mundos. Cada uno de ellos gobierna su propio imperio.
Si algo se rompe libre de su dominio, puede dar como resultado el caos. En los mundos que gobiernan esos hombres, si
mantienen el control, es muy raro que haya daños colaterales. Pero alguien les roba, alguien conspira para derrocarlos, y el
infierno se desata. Y cuando esos fuegos arden, nena, se llevan, sacan del camino a cualquiera.
Extrañamente, esto tenía sentido así que le dije:
—Está bien.
—Cuando llega el caos, me llaman. Yo me ocupo de él pero no extingo la amenaza. No soy un idiota. Sé que
cuando me encargo de uno de esos hombres que jodieron a uno de estos chicos, ellos no se encuentran en terapia de grupo y
resuelven sus problemas. Pero no me importa una mierda. Yo controlo el caos. Ninguna esposa o madre o niño o novia o
cualquier persona en la calle que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado consigue tirarme abajo
haciendo un punto, ya sea llevando a cabo la amenaza o usándolo como escudo, luego hago mi trabajo y me pagan
generosamente por hacerlo.
Esto tenía sentido, también, y era una especie de honor en un trenzado, tipo de submundo criminal de paso.
No le dije a Raiden esto. Yo solo lo miré fijamente.
Así que continuó.
—Ese es mi trabajo, y por la forma en que me miras veo que no ha penetrado todavía en el orden natural de las
cosas de lo que es un buen trabajo. Tengo un código. Yo no cazo mujeres no importa qué mierda tiren, y pueden tirar bastante
mierda grave a veces, pero ese no es mi asunto y nunca lo será. Y si el hombre que estoy por cazar es de veinte años o
menos, no tomo el trabajo. A esa edad, pueden tirar de su mierda fuera de su vida, estando a su alrededor. Yo no hago
preguntas. Yo no hago de abogado a mi presa . Yo etiqueto y entrego. El chico podría estar saliendo de su mierda, pero no
voy a saber eso y no voy a vivir con eso en mi conciencia de que está fuera tratando de encontrar una vida mejor y yo fui
responsable de arrastrarlo de vuelta.
Raiden se quedó en silencio.
—¿Eso es todo? —le pregunté, pensando que era por lo menos algo, pero no mucho de un código.
—No —respondió—. No hago trabajos secundarios, entregando mierda si saben que me dirijo a algún lugar, lo que
suele ser usualmente drogas o armas de fuego, pero podría ser cualquier cosa. No toco ninguno de sus negocios porque no
importa qué es, está contaminado, y no es parte de mi vida. Yo no soy musculoso. Tengo que mantener mi físico para la
captura, lo hago. Pero no causo lesiones a menos que sea inevitable. Estoy contratado y no en cualquier nómina. Se sabe muy
bien que no busco empleo. Ahora ni siquiera ofrecen, no importa lo bueno que sea en esto, me quieren en su equipo. En
cuanto a lo que mi equipo y yo hacemos, hacemos una cosa. El trabajo y solo el trabajo. No hay un menú de servicios
disponibles. No aceptamos ayudantes no importa la cantidad que están dispuestos a pagar. Y a menos que confíe en un
hombre, y hay pocos en los que confío fuera de mi equipo, Deacon y Knight, no concedo favores y no pido por ellos.
Raiden dejó de hablar.
Yo no dije nada.
Así que preguntó:
—¿Tienes alguna pregunta?
Negué con la cabeza, pero le dije:
—Creo que tengo que procesar esto.
Me estudió un momento antes de que sus ojos se calentaran, su voz se transformó y me ordenó:
—Entonces ven aquí y procésalo más cerca.
Mi garganta estaba obstruida. Negué con la cabeza, pero tragué y me obligué a decirlo:
—Creo que este es el tipo de procesamiento que necesita ser procesado solo.
Una mirada que era difícil de presenciar se movió sobre su rostro.
Él me entendía.
Eso me mató también.
—Hanna, ven aquí —susurró.
—No puedo.
—¿Por qué no?
¿Por qué no?
—Raiden, me acabas de decir que eres un criminal y no estoy segura de estar de acuerdo con eso o si alguna vez lo
estaré.
Y no lo estaba.
Y es por eso que esto me estaba matando.
—No soy un criminal.
—Participas en actividades criminales —señalé—. Sabiéndolo y estando de acuerdo.
—Hago mierda que se considera ilegal —replicó.
—No se considera ilegal, Raiden. Simplemente lo es —le dije.
—¿Y a quién lastimo? —disparó de regreso y mi boca se cerró debido a que en realidad era una buena pregunta—.
¿A quién lastimo, Hanna? —presionó.
No dije nada.
Lo que hice fue presionarme de nuevo en el sofá cuando Raiden se inclinó hacia mí, poniendo sus codos en sus
muslos y siguió hablando.
—No vendo droga. No vendo armas. No soy proxeneta de mujeres. No robo. No estafo. No chantajeo. No
exprimo dinero a la gente por protección. No actúo como un matón. Mi negocio nunca toca las vidas de los ciudadanos
honestos. Las personas de las que me ocupo hacen sus elecciones, las equivocadas, y yo soy una consecuencia de esas
decisiones. Yo no fuerzo sus opciones. Yo no hago una maldita cosa que contribuya a su negocio o a la mierda que hacen.
Joden y vagan en el mundo real, donde existe la posibilidad de que puedan tomar decisiones que pondrán a la gente buena
haciendo todo lo posible para pasar de vivir una vida decente a una llena de peligro, los tambaleo de una manera que la mierda
no sucede. No estoy tratando de convencerte de que esa mierda siempre sangra. A veces se contiene, pero siempre existe la
posibilidad de que alguien pueda salir perjudicado, presa del pánico, y algo totalmente jodido donde alguien inocente paga, y
lo que hago lo detiene antes de que pueda siquiera comenzarlo.
Él me estaba asustando. Todo esto lo hacía, pero aun así, encontré el coraje de señalar:
—Raiden, está claro que estás decidido a hacer lo que haces y tienes tus razones, pero, honestamente un poco de
eso suena como racionalizaciones.
—¿Sí? —preguntó—. Detuviste a Bodhi y Heather de joderte por el culo. Los dejaste libres, yo habría detenido los
envíos de irse fuera con tus chales y habría finalmente rastreado toda esa mierda de vuelta al hombre encargado de esto.
Ahora él va a encontrar otros Bodhi y Heather quienes probablemente encuentren otra Hanna Boudreaux a la que pueden
joder por el culo y ella podría no ser tan afortunada como tú.
Oh, Dios mío.
Eso tenía totalmente sentido.
—La gente hace un montón de mierda —me dijo Raiden—. Estas tan aislada por la familia, los amigos y Willow,
gracias a Cristo, que nunca sabrás toda la seria sacadora de mierda de gente que puedes obtener. Y no te digo sobre Bodhi y
Heather para hacerte pensar que estoy en una cruzada para apagar a los traficantes de drogas o cualquier otro tipo de basura.
Los hombres para los que trabajo, no hacen juicios y no se involucran. Pero cuando la mierda sangra y yo detengo el flujo,
aparece esa maldita satisfacción por el trabajo y lo hace enorme. Quieres que te lo suavice, a pesar de que Bodhi y Heather
fueron buenas personas que se vieron envueltos en algo que no podían controlar. Estaban apretados. Se vieron obligados a
tomar una decisión. No sé lo que pasó y no me importa una mierda, pero yo he visto un montón de gente, y los dos no tienen
almas negras. Pero ellos jodieron algo en algún lugar en el camino, sintieron las consecuencias y eso es justo. Lo que no es
justo es que te ataron a esa mierda y no me gusta que usen a personas como tú a menudo. Sucede lo suficiente para que me
siga gustando hacer lo que hago hasta que tenga el dinero para salir de él, relajarme y tener una vida digna, donde no respondo
a nadie y solo puedo respirar.
Dejó de hablar y yo no dije nada.
Nos sostuvimos la mirada el uno al otro.
Esto fue bueno y muy largo, mientras que mi mente procesó lo que dijo, todo lo que dijo, y un montón de cosas que
no dijo.
Tuve que admitir, todo tenía sentido. Tenía sentido porque Raiden había sembrado un poco de miedo, mostra ndo las
cosas como eran y obligado a tener sentido, pero lo hizo de una manera que ni siquiera tenía sentido para mí.
Era lo que él no dijo lo que penetró, cavó profundamente y se estableció con la intención de quedarse un rato.
Tal vez para siempre.
Mientras pensaba en esto vio mi cara, y yo sabía que él lo sabía cuándo se sentó y ordenó en voz baja:
—Ahora, Hanna, ven aquí.
No decidí hacerlo. Yo en realidad no podía creer que lo estaba haciendo cuando lo hice.
Dejé que mis piernas fueran, curvándolas debajo de mí, puse las manos en el asiento vacío entre nosotros y me
arrastré hasta él.
En el instante en que me acercaba él se inclinó hacia mí y puso sus brazos alrededor de mí de forma tan fuerte que me
dificultó la respiración. Él me arrastró con él, con la mano en la parte posterior de mi cabeza forzando mi cara en su cuello y
sentí enterrar la suya en el mío.
—Jesús, joder —susurró, alivio goteando fuertemente en esas dos palabras.
Cerré los ojos, y de nuevo no decidí hacerlo, pero aun así mis brazos se zafaron de los cojines del sofá para así
poder abrazarlo.
Empujó su rostro aún más en mi cuello y apretó firmemente.
Dejé que esto continuara, porque él lo necesitaba, y tal vez yo lo necesitaba. Entonces no pude dejar que continuara porque
no tenía necesidad de perder el conocimiento.
—Raiden, se me hace difícil respirar —dije con voz áspera.
Su brazo se aflojó.
—¿Estás conmigo? —preguntó en mi cuello.
Oh chico.
Oh Dios.
Demonios.
—Sí —mi boca decidió por mí.
Su mano hizo un puño en mi cabello y repitió:
—Jesús, joder.
Abue tenía razón. Ella siempre la tenía.
Raiden era peligroso.
Y yo sabía que no debería. Ella me advirtió que tuviera cuidado.
Pero por alguna razón que no entiendo no podía dejar de ser esa mujer que trataba de resistir el fuego del infierno.
No.
Yo sabía la razón.
Era porque no quería conocer nada del resto de mi vida más dulce que el amor que Raiden podría tener para mí.
También había más.
Yo quería que él no conociera nada para el resto de su vida más dulce de lo que yo podía darle.
—Creo que estoy en problemas —le dije a su cuello.
—Esa sensación se desvanecerá —dijo al mío.
—Creo que estoy asustada —seguí adelante.
—Eso se desvanecerá también.
—Simplemente digo, tú podrías estar en un poco de problemas, también.
Alzó la cabeza, el puño se aflojó en mi cabello así que alce la mirada y atrapó mis ojos.
Todavía era increíble.
El alivio en ellos, no se ocultaba.
Había estado preocupado.
Raiden Miller estaba muy interesado en mí.
Dios.
Abue estaba totalmente en lo cierto.
¿Cómo sucedió esto?
—¿Cómo estoy en problemas? —preguntó.
Yo no le dije lo que sabía, pero, obviamente, por lo que dijo, se negaba a hacer algo al respecto.
Estaba dañado y necesitaba arreglarlo.
Yo también no le dije que iba a hacerlo.
Yo no iba a hacerlo porque él era Raiden Ulysses Miller, un hermoso chico que se convirtió en un magnífico hombre
del que estaría enamorada por siempre.
No, yo iba a hacerlo porque era Raiden, un caballero, un héroe. Un hombre que, de niño, fue a través de cosas
terribles y salió increíblemente porque eso era solo quién era y se merecía a alguien que se preocupara lo suficiente como para
poner el esfuerzo de arreglarlo.
Yo no quería cambiarlo. Lo que hizo fue ser quien era y sin embargo, mientras eso progresaba yo sabía que él era el
tipo de hombre que iba a tener que dejar solo.
Eso sería él.
Pero yo iba a corregir el daño porque me importaba lo suficiente como para hacer el esfuerzo.
En su lugar, le dije:
—Soy totalmente Peggy Sue, Raiden, y tú haces lo que haces y es obvia la intención de seguir haciéndolo, pero
debes saber que voy a ignorar eso y mantenerme siendo Peggy Sue.
—Gracias, joder —respondió de manera tan inmediata que parpadeé.
—¿Perdón?
—Tienes que conocer mi trabajo porque así me conocerás —explicó—. Ahora ya lo sabes. Pero de ahora en
adelante, esto no te afecta. Así que sigues siendo tú porque no solo esa eres tú, sino también porque eso es exactamente lo
que me atrajo de ti, nena. —Sonrió—. Eso y las largas piernas; y ese dulce culo, y, honestamente, tus grandes tetas y ese
malditamente fantástico cabello. —Puse los ojos en blanco, su sonrisa se hizo más grande y siguió hablando—. Pero, de vuelta
al punto, en resumen, no me gustaría que fueras de otra manera.
Me gustó eso. Todo, incluyendo las cosas sobre mis piernas, el trasero y el resto.
Así que sonreí.
Entonces me relajé.
Raiden lo sintió.
Y sentí que se relajó.
Entonces él no perdió más tiempo y me besó.
Fue agradable, pero demasiado corto.
Me gustaría saber por qué cuando él se apartó, me miró a los ojos y declaró:
—Ahora que está hecho, es tiempo para un recorrido por tu casa. Un recorrido que va a terminar en tu dormitorio.
Sus palabras me hicieron temblar.
Yo estaba a punto de tener sexo con un increíblemente hermoso, criminal cazador de recompensas con una ética
cuestionable que por lo menos tenía sentido para él, incluso si no tenía sentido del todo para mí. Él era peligroso. Estaba
dañado. Estaba dentro de mí. Instintivamente sabía que esto no era el fin de mi mundo cambiante porque Raiden Ulysses
Miller entró en ella.
Y aun así…
No podía esperar.
12
Confíame Todo
Traducido por leiiBach e Itorres

Corregido por Lizzie Wasserstein

El recorrido por mi casa no duró mucho y, como dijo Raiden, terminó en el dormitorio.
Duró el tiempo suficiente para que al momento en que llegamos allí mis pechos se habían hinchado y mis piernas
estaban temblando tanto que no sabía cómo me sostenía en pie.
Eso no quería decir que no viera de cerca como él entraba a mi habitación. Estaba increíblemente contenta cuando
observó mi cama de hierro blanco intrincadamente hecha; los volantes, las flores, los rosas pasteles, azules y verdes, y vi su
rostro suavizarse. Sus labios se levantaron y sabía que le gustaba.
Definitivamente sabía que me gustaba Raiden en mi habitación y esto tenía que ver con el hecho de que había pasado
una buena cantidad de tiempo imaginándolo aquí.
Y aquí estaba él.
Aquí mismo.
Disfruté de este sentimiento por un segundo antes de que tomara mi mano y me llevara a la cama, y luego volví a
concentrarme en mis pechos hinchados y mis piernas temblando tanto que encontré difícil mantenerme en pie.
Una vez que llegamos a la cama, sin embargo, hizo algo extraño.
Se sentó a un lado, abrió sus piernas y me empujó entre ellas, pero entonces soltó mi mano y abarcó mis caderas de
manera rotunda que decía sin palabras que me iba a quedar ahí.
Me quedé allí mismo.
Echó la cabeza hacia atrás para mirarme.
—En la planta baja, tomaste una decisión —declaró en voz baja, y mi respiración empezó a acelerarse.
Él tenía toda la razón. Lo había hecho.
Asentí.
—Sé que eso te asustó, nena, pero espero que entiendas que lo que te di allí abajo fue un regalo que, obsequiarlo,
significa un montón para mí.
Pude ver que así era, entonces asentí otra vez.
Contempló mi asentimiento, asintió en respuesta y las yemas de sus dedos se clavaron en mis caderas.
—Confié en ti con eso, Hanna. Nadie más, aparte de las personas con quienes trabajo, sabe esa mierda sobre mí. Ni
mi mamá, ni mi hermana, ni nadie.
—No voy a decir nada —le aseguré.
—Tengo confianza en eso, cariño.
Esto era grande. Entendí por qué, así que para hacer mi punto más claro, cubrí con mis manos las suyas y le susurré:
—La puedes tener.
Raiden me estudió.
Luego dijo:
—De acuerdo.
Dejé escapar un profundo suspiro.
Sus manos se deslizaron hasta mi cintura y su mirada sostuvo la mía.
—Ahora, que has tenido un montón de acontecimientos. Estás aprendiendo algo de mierda muy seria y esto está
yendo muy rápido para ti, pero aun así voy a pedirte que tomes más.
Oh chico.
—Está bien —contesté, pero vacilante.
—Ayer por la noche, te entusiasmaste con lo que hicimos. Entiendo lo que eres, de dónde vienes, pero te dejas llevar
conmigo y eso me encanta, cada segundo. Voy a confiar en ti con lo que te di en la planta baja y lo tomaré desde que estoy
sentado en tu cama, tomarás eso de mí y todavía confiarás en mí. Pero necesito que confíes todo en mí.
Estaba confundida otra vez.
—¿Confiarte qué?
—Esto —deslizó sus manos hasta mis costillas y apretó—. Tú. Todo de ti. Quiero que confíes todo en mí.
Estaba en lo cierto.
Oh chico.
—Raiden…
—Me gusta jugar.
Cerré mi boca.
—Tienes una pista de eso por lo de la noche anterior —prosiguió.
¿Una pista?
Oh Dios.
—¿Cierto? —apuntó
Ah, sí, lo tenía, pero no sabía que era una pista.
Aun así, asentí.
—Y te deleitaste en ello —señaló.
Así fue.
Asentí de nuevo.
—Quiero darte más.
Oh, Dios mío.
Mis piernas se debilitaron de nuevo, y mis manos cayeron de las suyas cuando las movió para levantar las mías y
ponerlas sobre sus hombros.
—Lo que significa que vas a tomar más —continuó.
Oh, Dios mío.
—Y tú me vas a dar más a mí —continuó.
Empecé a respirar pesadamente.
—Pero si todo lo que hago, todo lo que te pido que hagas, no te funciona, no te excita, no importa qué tan profundo
estemos en ello, Hanna, dices la palabra “solitario” y lo cambiaremos, encontraremos algo que ambos disfrutemos y eso nos
llevará lejos.
Sabía lo que estaba diciendo. Había oído hablar de ello.
Estaba hablando de una palabra de seguridad.
Lo que quería decir que cuando dijo que le gustaba jugar, se refería a que a él le gustaba jugar.
A pesar de que mi respiración se aceleró y mi estómago se apretó todavía sentía mis pezones hormigueando y el
calor empezó a latir entre mis piernas.
—¿Estás conmigo? —preguntó.
Nunca esperé esto. Ni siquiera había pensado en ello. No se me ocurrió que tendría que tomar esta decisión, y
mucho menos hacerla con Raiden Miller.
Aun así, no lo dudé antes de respirar un:
—Sí.
Sus dedos se clavaron de nuevo en mis costillas y su voz se puso áspera y autoritaria cuando dijo:
—Escucha, Hanna, si no te gusta lo que estamos haciendo, detenlo. Tengo lo que obtuve de ti la noche anterior,
cariño, y no mentí. Fue jodidamente fenomenal, así que si te empujo a un borde al que no quieres ir, le pones un fin a las cosas.
Sé lo que está parado frente a mí y lo quiero tal como es, da igual como venga. Si exploramos, voy a ser feliz. Pero si no
obtengo nada más de lo que me diste anoche, eso estará lejos de hacerme infeliz. ¿De acuerdo?
Asentí, pero fue tentativo.
Raiden lo notó.
—Nena…
—Soy Peggy Sue —susurré y sus labios se levantaron.
—No te pongas-en-los huesos-de Peggy Sue, si vas a entrar en pánico como la noche anterior, cariño.
Tuve que admitir, que esto era cierto.
—¿Confías en mí? —preguntó, y mis dedos se tensaron en los músculos de sus hombros.
—Sí.
—Entonces confía todo en mí.
Tragué saliva antes de lamerme los labios, los froté y lo miré fijamente.
Un hombre atractivo.
Un hombre peligroso.
Un hombre dañado al que pretendía reparar.
En esos pensamientos, la determinación usurpó mi columna vertebral y otra vez asentí.
Sus dedos se clavaron profundamente mientras sus ojos empezaban a arder y gruñía:
—Joder.
Raiden estaba contento.
Oh Dios.
Su mano se deslizó hacia abajo a mis caderas y su voz era más profunda, cuando dijo:
—Bien. Ahora, Hanna, quítate la ropa.
Oh.
Dios.
De repente, esa determinación en mi columna vertebral no se sentía tan decidida.
Me congelé, comencé a dar un paso atrás, pero sus dedos se flexionaron y me detuve.
—Ahí mismo, cariño —ordenó, y estaba un poco confundida.
Estaba de pie entre sus piernas abiertas. No había suficiente espacio para moverse.
Aun así, seguí. Puse mis manos en el borde de mi camiseta, quitándomela y la tiré al suelo.
—Despacio —ordenó Raiden y me mordí el labio.
Bueno, podía hacer eso.
O a lo mejor, quizás podía hacerlo.
A pesar de que mis dedos fueron al botón de mis pantalones cortos sus manos no se movieron de mis caderas, así
que cuando bajé la cremallera sosteniendo su ardiente mirada, muy lentamente los deslicé sobre mis caderas, los saqué de
debajo de su manos, pero estás se quedaron allí.
Mis pantalones cortos cayeron a mis pies. Me moví de un pie al otro, para sacarlos y lanzarlos detrás de mí.
Sus ojos nunca dejaron los míos, Raiden exigió:
—El sujetador ahora, nena.
Bien. Oh chico.
Uhm...
Mi piel hormigueó, mis nervios tintinearon incluso cuando el calor se reunió entre mis piernas ante la expresión de sus
ojos, puse mis manos detrás de mi espalda y muy lentamente desabroché el primer gancho luego el segundo. Dejé caer mis
manos, inclinando mis hombros hacia adelante y el sujetador cayó.
Sus ojos bajaron a mi pecho. Sus dedos se clavaron y empecé a respirar entrecortadamente, el calor aumentó entre
mis piernas cuando agarré un tirante de mi sujetador en una mano y lo arrojé a un lado.
La mirada de Raiden volvió a subir a la mía y gruñó:
—Bragas.
Juro que sentí el estruendo de su gruñido en mi calor cuando hice mi mejor esfuerzo para maniobrar alrededor de sus
manos, que todavía no se movían, muy lentamente tiré de mis bragas sobre mis caderas hasta que cayeron por mis piernas.
Repetí lo que hice con mis pantalones cortos, lanzándolas detrás de mí.
Entonces estaba desnuda frente a él, sentado completamente vestido en mi cama, y me sentí rara. Me sentía
maravillosa. Estaba un poco asustada. Muy emocionada. Y me preguntaba, con un montón de impaciencia, sobre lo que
sucedería a continuación.
No me hizo esperar mientras sus manos se movían por fin en mí, en un suave susurro, pero no las estaba mirando.
Estaba mirando mi rostro.
Se sentía bien, se sentía bueno y cuanto más lo hacía, se sentía mejor.
—¿Puedes abrir las piernas para mí? —preguntó con suavidad, y en realidad sentí la ola de humedad que saturaba
entre mis piernas mientras hacía lo que me había pedido. No tenía mucho espacio, pero le di lo que pude.
—Eso es todo —susurró, con una mano bajando por mi vientre. Me preparé para que sus dedos me tocaran ahí, o
mejor aún, para que me invadieran, pero los pasó muy ligeramente a lo largo del interior de la unión de la cadera y el muslo, y
fue cuando comenzó.
Minutos que parecieron horas de solo eso.
Raiden viendo mi cara, sus manos moviéndose sobre mí, acercándose a las cosas buenas, deslizándose a lo largo del
lado de mi pecho, pero no tocando mi pezón, nudillos rozando la parte inferior de mi seno, pero no dando en el blanco, sus
dedos deslizándose por el interior de mi muslo solo para alejarse justo cuando pensaba que me iba a encontrar.
Era brillante. Una tortura. Cuanto más tiempo pasaba, más me emocionaba y me frustraba.
Gemí y levanté mis manos para agarrar sus hombros, pero antes de que llegaran a su destino, Raiden ordenó:
—Entrelázalas por detrás de tu espalda.
—¿Qué? —jadeé.
Sus manos se extendieron sobre mis costillas de nuevo, manteniéndome firme y sus ojos se encontraron con los míos.
—Hazlo, nena.
Oh Dios, esto era caliente.
Daba miedo.
Era una locura.
Junté las manos a mi espalda.
Una de sus manos se deslizó dentro, hacia abajo; sus dedos pasaron por el vello entre mis piernas, sobre mi clítoris y
luego se retiraron.
Una recompensa.
Una recompensa infinitesimal.
Dios.
Tortura.
Brillante.
—Bueno, Hanna, ahora mantén las manos entrelazadas. No importa lo que sientas, lo que yo haga, lo que quieras.
¿Harás eso por mí?
—Sí —jadeé.
—Bien, nena, ahora arquea la espalda para mí.
Oh Dios. Dios. Dios. Dios.
Arqueé mi espalda y él inmediatamente se inclinó y añadió los labios y la lengua a la tortura que sus dedos estaban
perpetrando. Se movieron, tocaron, deslizaron, rozaron y lo hizo una eternidad antes de que la punta de su lengua se deslizara
sobre mi pezón.
Estaba tan preparada, calor enroscándose a través de mí y gemí:
—Raiden.
—Mantente arqueada para mí, cariño —murmuró entre la piel de mis pechos.
Mantuvo una mano dando nada más que constante jugueteo entre mis piernas, la otra me sujetaba por la cadera, y de
repente su boca se cerró sobre mi pezón y tiró con profundidad.
Estaba tan lista. Lo necesitaba tanto, todo mi cuerpo se sacudió. Grité, mis manos se separaron y casi las llevé a su
cabello para acercarlo a mí antes de que recordara, juntarlas y entrelazarlas detrás de mí.
Detuvo la succión.
¡No!
—Raiden —supliqué.
—Quédate quieta, Hanna.
—Cariño…
Otro roce con la punta de su lengua en mi pezón; mi clítoris palpitaba, mi cuerpo se sacudió y gemí.
—Confía en mí —susurró.
Oh Dios, oh Dios.
Dios.
Más jugueteo, más nada, todo lleno de promesas; más tormento, luego las dos manos de Raiden se deslizaron de
nuevo a mis costillas, su boca se apartó de mí y bajé la cabeza para verlo inclinar la suya.
—Móntate, nena.
Por fin.
No lo dudé. Puse una rodilla en la cama a un lado de sus caderas, y la otra en el otro lado y me acomodé.
—Apóyate en mis hombros —ordenó y puse mis manos en sus hombros.
Su mano fue entre mis piernas, y no jugueteó, condujo dos dedos en mi interior.
Oh, sí.
Sí.
¡Por fin!
Me quedé sin aliento, mi cabeza cayó hacia adelante golpeando su hombro y su gruñido fue directamente a mi oído.
—Móntalos.
Los monté. Oh Dios, sí que los monté. Mi cabeza se giró, presionado mi rostro en su cuello. Mis manos agarrando
sus hombros, monté sus dedos y lo hice con desesperación, porque lo necesitaba. Lo necesitaba para mantenerme junta. Lo
necesitaba porque estaba en el borde.
—Detente —exigió Raiden.
—Oh, cariño, por favor, no —jadeé.
—Detente, Hanna.
Me detuve en un maullido de desesperación insensata, pero obtuve más al instante.
—Libérame —ordenó.
Me levanté, lo miré a los ojos y se estaba moviendo. Su mano en la parte posterior de sus pantalones, sacó su
billetera.
Oh, sí.
Gracias a Dios, sí.
Sacó un condón, arrojó la billetera al suelo mientras sostenía su mirada y torpemente trabajé en sus jeans.
Finalmente los tuve como los necesitaba y lo liberé de ellos.
Su polla era grande, larga, gruesa y dura como una piedra, y la quería dentro de mí.
—Toma el paquete, Hanna, y enróllalo en mí. —Apenas terminó su pedido cuando le arrebaté el paquete de su
mano, pero él dijo—: Lento, nena.
Demonios.
Lo miré y me obligué a ir lentamente. De este modo funcionó, sobre todo porque mis manos estaban temblando tanto
y ellas llegaron a sacudirse peor cuando sus manos se movieron a mis pechos, sus pulgares comenzaron rodeando mis pezones
y perdí la concentración cuando pasaron de mis pezones al clítoris.
Finalmente lo hice y estuve a punto de colocar mi mano alrededor de su polla cuando sus palabras me detuvieron.
—Voy a guiarte hacia mí, entonces lo tomarás otra vez y cuando lo hagas, vas a joderme lentamente.
Mantuve su mirada y mi voz tembló cuando le dije:
—No sé si puedo hacerlo lento, Raid.
Cuando dije su nombre, sus ojos brillaron, pero sus labios dijeron:
—Lento, Hanna.
—Yo…
—Confía en mí.
Tragué saliva y asentí.
—Aférrate a mis hombros otra vez, cariño.
Hice lo que me dijo.
Raiden hizo lo que había prometido, moviéndome, posicionándome, y con una mano alrededor de su polla y su otro
brazo alrededor de mis caderas, se guio a sí mismo mientras me jalaba hacia abajo, llenándome.
Mi cabeza cayó hacia atrás ante la pura belleza.
Luego sus manos se extendieron a mis caderas.
—Mírame. —Obligué a mi cabeza a moverse hacia adelante. Sus ojos se cruzaron con los míos, las yemas de sus
dedos se clavaron y ordenó—: Labios a los míos, nena, todo el tiempo que me jodas lentamente.
Sí.
Yo podría hacer eso.
Así que lo hice.
Labios a los suyos, los ojos abiertos, sus ojos se abrieron, me moví con él.
Instantáneamente, necesitaba más.
—¿Cuándo puedo ir más rápido? —le pregunté.
—Lento —respondió.
—Sí, pero ¿cuándo puedo ir más rápido?
—Yo te diré, cariño, ahora lento.
Fui lento.
No podía hacerlo lento.
Estaba deshaciéndome.
Mis manos se deslizaron hasta los lados de su cuello y rogué:
—Raiden.
Una de sus manos se deslizó hasta mi pecho, lo cubrió y su pulgar frotó con fuerza contra mi pezón.
Me moví rápido y jadeé:
—¡Raiden!
—Más despacio, Hanna.
—Oh Dios —gemí mientras me obligaba a hacer lo que él dijo.
Su pulgar se mantuvo en mi pezón, y frotó, y frotó, y frotó hasta que sentí como si mi piel se fuera a dividir abierta.
—Raiden, cariño, por favor.
Su otra mano se movió por mi espalda, sus dedos fueron a mi cabello, lo empuñó y gruñó contra mis labios:
—Está bien, Hanna, fóllame duro ahora, nena.
Al instante, accedí.
Justo en ese instante, el dedo de Raiden se encontró con su pulgar, tiró con fuerza en mi pezón y quemó a través de
mí.
Gemí contra sus labios y lo monté con más fuerza.
—Maldición, pero mi chica es jodidamente magnífica —gruñó—. Más duro, nena, fóllame.
Lo follé con más fuerza, jadeando, gimiendo, quejándome. Una de mis manos se deslizó en su cabello y al igual que
el suyo en el mío, lo empuñé. Fuerte.
—Eso es, nena, cabálgame —gruñó mientras me movía—. Maldición. Magnífico. ¿Vas a dármelo?
—Sí —dije en voz baja y su mano izquierda dejó mi pecho, viajó hacia abajo y disparó entre mis piernas.
—Entonces me lo darás —ordenó.
Su pulgar pellizcó mi clítoris y eso era todo lo que necesitaba.
Conduje hacia abajo y me liberé. Mi cabeza voló hacia atrás, mi espalda se arqueó y grité cuando volé a pedazos.
—Jodidamente increíble —oí decir a Raiden en tono áspero.
Entonces yo estaba en mi espalda, las caderas de Raiden cerrándose de golpe en las mías y lo tomé, aun viniéndome,
mis miembros lo agarraban a mí, mi mano todavía empuñada en su cabello. Levanté mis caderas para darle más aún cuando
me dejó y empujé mi cara en su cuello.
—Fóllame duro, cariño —me quedé sin aliento en su cuello. Su mano todavía en mi cabello tirada hacia atrás, pero
su rostro se quedó en mi cuello y su polla se condujo duro y profundo.
Entonces sentí sus dientes hundirse en mi carne mientras sus dedos sujetaban más apretado mi cabello. Gemí cuando
el dolor vino como placer con un golpe y un escalofrío, secuelas de pura felicidad susurraron a través de mí.
Raiden se plantó a sí mismo de raíz. Lo sentí venirse y cuando lo hizo él gemía tan profundamente en mi cuello que
viajó a través de mi garganta y sentí como si sacudiera la cama.
Me aferré y glorifiqué cuando mi cuerpo se sacudió mientras sus caderas se sacudían a través de su propia raíz de
golpes, golpeando en mí, una vez, dos veces, una y otra vez, y finalmente su orgasmo empezó a decaer y los empujes se
suavizaron, se convirtieron en deslizamientos y paró en la profundidad.
Él no me acarició, no trabajó mi cuello con su boca. Él no dijo nada y yo tampoco. Solo lo sostuve y yací allí,
sintiéndolo conectado a mí, en mi cama. Todo lo que acababa de hacer, lo que me había exigido, lo que significaba dármelo a
mí y el hecho de que yo le había confiado todo a él. Y Raiden había hecho que valiera la pena.
Completamente.
Eso fue caliente.
Fue increíble.
Y fue hermoso.
Luego se hizo más hermoso cuando sus labios se deslizaron a la piel debajo de mi oreja y murmuró:
—Ya vuelvo —luego sus labios se deslizaron sobre mi mandíbula mientras lentamente, muy lentamente, se deslizaba
fuera.
Apenas movió su cuerpo sobre el mío antes de arrastrar mi chal sobre mí para cubrir mi desnudez, entonces él salió
de la cama. Me acurruqué de lado y vi como él entraba en mi cuarto de baño.
Me quedé allí, saciada, sintiéndome tan bien que no sabía que alguien pudiera sentirse así de bien y pensar que solo
me quité la ropa y desnudé como el día en que nací, jodí con un hermoso hombre completamente vestido y me corrí tan fuerte
que podría no necesitar otro orgasmo durante una década.
Esto me hizo sonreír, lo cual fue lo que Raiden me atrapó haciendo cuando él salió del cuarto de baño.
Cuando me atrapó, sus increíbles ojos se calentaron, todo su rostro se suavizó y Raiden Miller en mi habitación
devolvió la sonrisa.
Entonces él me dio más belleza.
Se detuvo en el borde de la cama e hizo algo extraordinario, algo que recordaría por el resto de mi vida.
No era lo mismo, pero aun así lo era. Mientras lo observaba, tomándose su tiempo, Raiden se quitó la ropa.
Dándome lo que yo le di, haciendo lo que ya era un recuerdo feliz para mí, confiando en que él se haría cargo de mí, haría lo
correcto por mí, darme belleza, un recuerdo más feliz cuando él se dio vuelta hacia mí.
Luego puso una rodilla en la cama, levantó el chal, se deslizó debajo conmigo y me tomó en sus brazos.
De costado cada uno, frente a frente, con los brazos alrededor de él, con la cabeza metida debajo de la barbilla, la
frente en el cuello, la mejilla en su clavícula, lo escuché y sentí su rugido:
—¿Estás bien?
—Uhm... no han medido este nivel de bueno, por lo tanto como no ha sido definido, entonces la respuesta es sí, pero
la palabra está mal.
Sus brazos apretaron y su cuerpo comenzó a temblar.
Estúpidamente, seguí hablando:
—Estaré contactando a Webster mañana. Mi sugerencia será absoluta y jodidamente increíble.
El cuerpo de Raiden empezó a temblar con más fuerza.
Esa fue toda la idiotez que había dejado en mí. Mi orgasmo condujo el resto de ella, así que no tenía nada que dar,
excepto abrazos en silencio cerca de Raiden.
Él consiguió el control de su hilaridad, su cuerpo dejó de temblar y su cuello se movió antes de sentir sus labios en la
parte superior de mi cabello cuando murmuró:
—Mi chica se vino con fuerza.
Así lo hice.
—Sí —le susurré.
—Creo que vamos a divertirnos con la forma en que me gusta jugar —él señaló.
No estaba equivocado.
No le respondí. Solo lo abracé cerca.
—Sí, ella va a tener diversión —murmuró en mi cabello y oí la sonrisa en su voz. Pero no había ninguna sonrisa, su
voz era ronca cuando terminó con—: Mi recompensa.
Eran dos veces que él decía eso, pero lo dejé pasar, sobre todo porque tenía la sensación de que me diría lo que
quería decir cuando fuera su tiempo.
Él se quedó en silencio. Permanecí igual.
Nos abrazamos y Raiden solo se movió una vez, para levantar una mano y cepillar la punta de los dedos con ternura
a lo largo de mi cuello en el lugar donde sus dientes se hundieron antes, su brazo se movió de nuevo a mi alrededor para tirar
de mí más cerca.
Había algo en ese gesto, ese toque. Algo significativo. Algo que no estaba segura de tener, pero algo que me
gustaba. No lo cuestioné, no dije una sola palabra; no estaba dispuesta a romper el estado de ánimo, no se trataba de
cuestionar ese gesto de ternura que Raiden me dio, feliz de solo aceptarlo en silencio.
Después de un rato, incliné la cabeza hacia atrás y su barbilla se hundió así podía ver sus ojos.
Esos ojos.
En mi cama.
Mirándome.
Dejé que se posaran en mí mientras le hice una pregunta importante.
—¿Quieres helado con chocolate derretido?
—Sí —respondió, labios curvándose.
—Yo hago en casa el chocolate derretido —compartí.
—Entonces, demonios sí —respondió, ahora sonriendo.
Le extendí mi mano, toqué mi boca en la suya y le dije:
—Vamos.
Él se levantó y me llevó y al chal con nosotros, así que todavía estaba cubierta, lo cual también era dulce.
Él se puso sus jeans.
Busqué bajo mi almohada y me puse mis pantalones de pijama y mi camiseta.
Fuimos abajo y empecé con una olla de salsa de chocolate derretido que con el tiempo se quemó más allá de ser
comestible.
Esto fue porque cuando estaba preparando el ensamble de los helados, saqué una lata de crema batida.
Y Raiden la vio.
Así que el chocolate derretido terminó quemado.
Sin embargo terminé desnuda de espaldas en mi mesa de la cocina consiguiendo otro orgasmo que tuvo todo que ver
con Raiden: sus manos, su boca, su lengua y una lata de crema batida.
Era mejor que cualquier helado que haya tenido.
Mucho mejor.
13
Esa Clase de Amor
Traducido por ஓ ¥anliஓ y Debs

Corregido por Lizzie Wasserstein

A la mañana siguiente…
Estaba en la cocina de pie frente a la encimera en mis pijamas, organizando las rodajas de manzana con canela en la
parte superior de la masa del pastel de café, cuando sentí el movimiento a mi lado.
Volví la cabeza.
Raiden estaba allí.
Eso no era una sorpresa. Yo había oído el agua correr en el baño de arriba.
Pero era una delicia, ya que llevaba puesto nada más que jeans, con el cabello en un sexy desastre, sus ojos
somnolientos pero cálidos y sobre mí mientras se dirigía en mi dirección.
Sonreí.
—Buenos días, corazón.
Sus "buenos días" fueron mejores.
No dijo ningunas palabras, pero encajó el frente de su gran cuerpo a la espalda del mío y envolvió sus brazos a mí
alrededor. Luego inclinó la cabeza y besó mi hombro.
Sí, mucho mejor que el mío.
Su barbilla sin afeitar se posó en mi hombro y sabía que él estaba mirando mis manos acomodando las rodajas de
manzana.
Esto se demostró cuando él retumbó con un:
—Eso se ve bien. —Su voz más profunda, porque al igual que sus ojos, era como si todavía tuviera una pizca de
sueño.
—Pastel de café, con rodajas de manzanas y canela —le dije.
—Jesús —murmuró, sonando un poco aturdido, mientras consideraba la encimera que era un lío de cuencos,
ingredientes y los residuos de la preparación del pastel de café.
Repentinamente, me sentí tensa, nerviosa y me apresuré a explicar:
—No es un, uhm… algo cotidiano, pero me sentí como con un poco de humor para algo…
¡Oh Dios! Nunca debí haber sacado la gran arma del pastel de café que llevaba una eternidad para hornear y montar
que era seriamente complicado.
¿En qué estaba pensando?
—Especial —terminé sin convicción, pensando que decía mucho en poco tiempo.
Raiden no perdió el tiempo comunicando lo que no creía que dijera mucho, demasiado pronto.
Uno de sus brazos alrededor de mi cintura me dejó ir solo para levantarse y envolverlo alrededor de mi pecho. Me
atrajo más a su cuerpo, y esta vez besó la piel debajo de mi oreja.
—No lo he probado todavía, pero ya sé que sabe perfecto —susurró allí, y me relajé contra su duro cuerpo.
Él me dio un apretón antes de aflojar los brazos, y le informé:
—El café está hecho. Las tazas están en la alacena sobre la cafetera.
Raiden me dejó ir, pero lo hizo deslizando su mano por la piel de mi pecho, y la otra a través del material de mi
camiseta de tirantes hacia mi estómago antes de que su cuerpo desapareciera.
Agarró una taza y la estaba llenando cuando preguntó:
—¿Necesitas una recarga?
Estaba alisando la capa superior de la masa sobre las manzanas cuando contesté:
—Sip.
Él trajo la jarra hacia mi taza y la rellenó hasta arriba, preguntando:
—Ve la leche, nena. ¿Necesitas más?
—Sí, corazón. Yo uso la crema de leche que está en la puerta del refrigerador.
Fue, agarró la Coffee-Mate con sabor a vainilla francesa y echó un poco en mi taza.
Extendí las rodajas sobre la masa pensando que era fabuloso. Mi cocina. Raiden llenando mi café. Cosas de pareja
que se sentían naturales y correctas, a pesar de que solo habíamos tenido dos citas.
Tal vez el estilo lento de Raiden era bueno.
Apoyó una cadera contra la encimera mientras deslizaba el pastel en el horno e iba a lavarme las manos en el
fregadero.
—¿Tu agenda de hoy? —preguntó mientras me secaba las manos.
Fui a pararme delante de él, agarré mi taza y también me apoyé en la encimera.
Tomé un sorbo y le dije:
—Llevar a la abuela al Mah Jong, luego ir a mi casa en la ciudad, si la policía me deja entrar. Tengo que ver en qué
se ha metido Heather, si estoy atrapada, llenar pedidos, volver a lo que estaba.
—Tú me necesitas para hablar con Joe para asegurarte de que tienes acceso, le haré una llamada —ofreció Raiden y
me sonrió.
—Creo que estoy bien, pero te lo haré saber.
—Está bien, cariño.
Repetí la pregunta:
—¿Tu agenda de hoy?
Tomó un sorbo y dejó la taza en la encimera.
—La ferretería, volver aquí, instalar la nuevas cerraduras para ti. Luego tengo que ir a Denver y ver alguna mierda.
Dos oraciones, una cantidad enorme que digerir.
—¿Nuevas cerraduras para mí? —pregunté.
—Tus cerraduras son una mierda —respondió.
—Pero…
—Y, Hanna, es bueno que estemos en esto, porque tú me abriste la puerta anoche y no escuché correr el seguro.
Mis cejas se unieron en desconcierto.
—Pero… estaba en casa —le dije algo que ya sabía.
—Tú eras una mujer sola en casa. Deberías cerrar tus puertas.
—Raiden…
—No —me interrumpió—. Estoy tratando de ignorar la idea de que estés tomando una siesta con tus puertas sin
seguro. Ya es bastante malo que no estén bloqueadas cuando estás despierta.
—Vivo en el culo del mundo —le recordé—. Nadie viene por aquí. Nadie sabe siquiera que hay un aquí para venir.
Pero los que lo hacen, puedo oírlos venir.
—Me importa un carajo. Apenas una conjetura, no tienes un arma. Tu cerradura es una mierda total y no le impediría
la entrada a nadie que sepa abrir cerraduras rudimentarias o que tenga la fuerza para mandar a tierra tu puerta de una patada.
Tienes que tener una cerradura nueva. Revisaré esta —señaló con la cabeza mi puerta de atrás—, y puede que consigas dos.
Pero cuando estés en casa, bloqueas las dos.
—Esta es la casa en la que crecí, Raiden. He vivido aquí toda mi vida. Sé que es…
Me callé cuando su mano se cerró a un lado de mi cuello y se deslizó hasta mi cabello, tirando hacia arriba, así que
me alcé de puntillas, incluso cuando él se inclinó hacia mí, y vi que su rostro ya no estaba magníficamente soñoliento. Sus ojos
eran severos y afilados y su mandíbula estaba apretada.
—Bloquea. Tus. Puertas —ordenó.
—Está bien —le susurré al instante, y él me dejó ir.
Volví a estar sobre mis pies y escondí mi desconcierto ante su autoritarismo extremo y fácil capacidad de destacar
eso mediante el contacto físico.
—Hanna —llamó.
—Mm-hmm —murmuré contra mi taza.
—Cariño, mírame a los ojos.
Alcé los ojos hacia él.
—Conozco las amenazas que acechan ahí fuera. Lo que quiero es saber que el peligro no te amenace. Si la mierda
puede suceder, lo hará. Las probabilidades son: que ninguna amenaza va a aparecer por ese carril y detenerse en tu casa. Pero
si lo hace, yo quiero que tengas cinco minutos para llamar al 911 y lograr ponerte a salvo para que no descubras exactamente
lo que es una amenaza. Logro pensar e n el segundo que necesitas cada vez que le des la vuelta a la cerradura y es
desagradable. Vivir la vida con las consecuencias de no hacerlo sería jodidamente mucho peor.
Esto tenía sentido.
Incluso era dulce que estuviera preocupado por mí y quería protegerme.
Sin embargo.
—Podrías haberme explicado eso en lugar de agarrarme y volverte todo sargento —le dije.
—¿He logrado tu atención? —preguntó.
—Sí —le respondí, luego añadí vacilante—: de una manera que no me gustó mucho.
—Entonces, la próxima vez, no repliques con insolencia —devolvió.
Parpadeé.
Tomó un sorbo de su café antes de preguntar:
—¿Cuánto le falta a ese pastel?
Abrí la boca, la cerré y abrí de nuevo para responder:
—Como una hora.
Raiden miró el reloj de mi microondas, luego retiró la taza de mi mano, la puso sobre la encimera, arrebató mi mano
y me arrastró hacia la puerta, murmurando:
—Entonces tengo que comerte ahora antes que al pastel.
Mis pezones empezaron a hormiguear y falle un escalón, pero Raiden no se dio cuenta.
Él me llevó detrás de él por las escaleras a mi habitación, y antes de que pudiera lograr juntar mis pensamientos,
estaba de espaldas en mi cama. Mi ropa interior y pantalones de pijama se habían ido, la boca de Raiden estaba entre mis
piernas y no tuve ningún pensamiento en absoluto, excepto lo increíblemente bueno que era con su boca.
Él me tuvo antes que al pastel.
Y tuve un orgasmo antes que el pastel.

***

Temprano por la noche, el mismo día…


Mi celular sonó y lo agarré. La pantalla decía, "Raiden Llamando", y yo estaba indecisa sobre contestar.
Sabía lo que era.
No me gustaba la manera tan drástica de cómo sucedieron las cosas en mi cocina esa mañana. Además, no me gustó
que Raiden no me diera la oportunidad de dirigirlo o que yo le permitiera que me hiciera olvidarme de eso. Por no mencionar
el hecho de que después, no hubo tiempo suficiente para volver al tema, pero más, no tuve las agallas para hacerlo.
Pero el resultado final fue que lo que Raiden hizo no fue genial. No me gusta pensar en él como fuera de onda.
Realmente no me gusta pensar en mí misma como una mujer que aguantaba lo que no era genial porque estaba colgando del
hombre de sus sueños. Un hombre que le dio un indicio de miedo con el que no debería vivir (además de otras indicaciones
alarmantes, que se estaba diciendo a sí misma que podía) que no era genial.
Y me di cuenta de que necesitaba tiempo para ordenar todo esto.
Sin embargo, siendo una idiota (aunque, este era Raiden Miller), tomé la llamada y puse mi teléfono en mi oreja.
—Hola —saludé.
—Hola, nena —saludó de vuelta, y mi interior se derritió.
Ahí estaba de nuevo. Él hacía algo de ensueño y ese algo de ensueño era simplemente que me llamaba "nena", y me
olvidaba de que él podría no ser tan fantástico.
—¿Dónde estás? —prosiguió.
—En casa —le contesté.
—¿Las cosas se enfrían en la ciudad? —preguntó.
—Sorprendentemente, o tal vez no tanto, ya que ella tenía dos trabajos que hacer y se le pagaba para ambos;
Heather estaba totalmente al tanto de todo. Eso apestará, teniendo que armar mis envíos de nuevo, pero no estoy atrasada.
—Excelente —murmuró y luego continuó—: Yo acabo de salir de Denver. Estar é en casa como en cuarenta. Te
recogeré. Iremos con Rache para la cena.
—Uh… ya puse un pollo en el horno.
—Bien, entonces estaré allí en cuarenta.
No le pedí exactamente que viniera a cenar pero parecía que no le importaba precisamente.
—Raid… —empecé a decir, pero me interrumpió.
—Hasta pronto.
Entonces se había ido.
Me quedé mirando el teléfono.
De acuerdo, entonces, hablaría con él en la cena, y me prometí que hablaría con él en la cena.
Tuve que lidiar con las cosas en la cocina. Después de hacer eso, abrí una botella de vino blanco, me serví una copa,
conseguí mi lana y salí al porche delantero.
Estaba balanceándome en mi columpio, una pierna doblada, mi pie en el asiento. La parte exterior de la pierna
descansaba contra la parte de atrás del columpio. La otra pierna estaba abajo, balanceándome con las puntas de mis pies. Lo
que ya tenía hecho del chal estaba en mi regazo y Carole King llegaba suavemente a través de las ventanas de la sala de mi
casa cuando el jeep se detuvo.
Lo vi, preparándome para hacer lo que me prometí, y seguí preparándome mientras Raiden desplegaba su cuerpo
encerrado en pantalones marrones de camuflaje, una apretada camiseta cazadora verde y botas fuera del Jeep. Seguí
preparándome mientras caminaba lentamente por las escaleras, los ojos en mí y se detenía en la columna de las escaleras.
—Hola —lo saludé.
—Hola —dijo de vuelta, de una manera que esa palabra se deslizó a través del espacio, envolviéndose cálidamente y
se ciñó a mí alrededor como uno de mis chales.
Me quedé paralizada.
Pero de todas formas me moví diciendo:
—¿Quieres una…?
—No te muevas.
Me quede allí porque había una orden en su voz, pero era diferente. Era como la forma en que dijo "hola" excepto
que más. Mucho más. Me quedé donde estaba, con los ojos pegados a él, sintiendo la diversión de una manera tan buena, fue
jodidamente absolutamente bueno.
Cuando él simplemente se quedó allí, con los ojos moviéndose sobre mí, pregunté en voz baja:
—Corazón, ¿estás bien?
Sus ojos volvieron a los míos. Su cuerpo se inclinaba hacia un lado para que el hombro descansara contra el poste y
respondió:
—Tú, justo así, cualquier hombre lucharía y moriría por el privilegio de llegar a casa por algo así todos los días.
Mi respiración me dejó en un "uf" suave, audible, como si Spot hubiera saltado sobre mi pecho.
Raiden no había terminado.
—Mejor, ella te acepta tal y como eres, entonces hace un pastel especial de café con manzanas y no escatima en la
masa, que es la mejor parte. Todo esto para celebrar que le diste tú confianza y ella te dio la suya.
Las lágrimas se arrastraron hasta la garganta y comenzaron a arañar mis ojos, por lo que mi voz estaba ronca cuando
le susurré:
—Raiden.
—Y ya sabes, ella aprendió de la mano de la señorita Mildred, el pollo en el horno va a hacer girar tu mundo.
Totalmente lo hacía. La abuela me enseñó todo lo que sabía, pero mi mamá tampoco se queda atrás en la cocina.
—Por favor, deja de hablar —le supliqué.
No lo hizo.
—Luchar y morir por ese privilegio, Hanna.
Me tragué las lágrimas y luego advertí:
—Si no te callas, vas a hacerme llorar.
Raiden se calló, pero no se movió. Se quedó allí mirándome.
Así que le pregunté lo que antes tenía pensado decirle:
—Cariño, ¿quieres una cerveza?
—Yo la consigo.
—Está bien.
Se apartó del poste y entró en la casa.
No encontré el coraje para hablar con él, acerca de mis preocupaciones de nuestra conversación de la mañana.
No, la verdad era que compartir mis preocupaciones no estaba en mi mente.

***

Esa noche...
Raiden estaba sobre sus pantorrillas, con sus caderas hacia arriba. Yo estaba a horcajadas, de espalda a su frente,
con sus brazos alrededor mío, sus manos se movían por todas partes.
Estaba desenredada.
Su mano se deslizó hacia abajo y luego se deslizó a través de mi vientre, y sin siquiera pensarlo, mi mano cubrió la
suya y la deslizó hacia arriba.
Tomando la mía con esta, la deslizó hacia abajo, a mi vientre.
La deslicé hacia arriba.
Su mano se calmó luego se deslizó a mi lado, hacia abajo y hacia adentro. Mi mano aún sobre la suya, sentí su dedo
medio presionando, en círculos. Sus caderas se dispararon, me llenó, mi cabeza voló hacia atrás, un gemido flotó hasta mi
garganta y me dejó hecha en pedazos.

***

Veinte minutos más tarde...


Desnuda en los brazos de Raiden, me acurruqué más cerca, mis ojos caídos, cerca del sueño.
—¿Qué fue eso? —su voz retumbó en mí.
—¿Perdón? —murmuré.
—Con tu vientre, nena.
Parpadeé en la oscuridad, de repente no tenía sueño en lo más mínimo.
—Uh... ¿perdón?
—Quiero acceso completo, Hanna. ¿Tienes algún problema con que te toque el estómago?
Oh Dios.
—Uhm... —murmuré, sin decir nada más.
El cuerpo de Raiden se tensó y luego se presionó contra el mío, así que estaba sobre mi espalda y su sombra se
cernía sobre mí.
Luego gruñó:
—Mierda.
—¿Qué?
—No quiero preguntar esta mierda, pero ¿algún jodido hijo de puta jodió con tu estómago?
Yo estaba desconcertada por esta pregunta, así que repetí,
—¿Qué?
—Nena, si no quieres, no vamos a hacerlo, pero como he dicho, quiero acceso completo y eso podría incluir
venirme en ti. ¿Eso va a ser un problema?
No le respondí. Mi mente estaba llena de Raiden viniéndose sobre mí, y como si lo hacía, podría mirar, y como
quería hacer eso inmediatamente.
—Hanna —llamó.
—¿Qué? —respondí distraídamente.
Su mano se acercó y tomó mi mandíbula.
—Cariño, háblame —instó suavemente.
Dios, estaba siendo dulce y tenía totalmente el lado equivocado de la barra.
Así que me encontré diciendo impulsivamente:
—Tengo lonjas.
Vi la sombra de su cabeza girar y preguntó:
—¿Tienes qué?
Esto no fue divertido de ninguna manera.
Pero no podía tenerlo pensando que algún "Hijo de…" “jodió” algo a mi estómago.
—Yo, eh... bueno, no estoy exactamente tonificada como tú lo estás allí, bueno... tonificada o más bien marcada,
bueno... en todas partes.
—¿Y?
Parpadeé en la oscuridad.
—¿Y? —repetí.
—Sí, ¿y? —me preguntó.
No sabía qué hacer con esa pregunta, así que guardé silencio.
Raiden no lo hizo.
Preguntó extrañamente:
—¿Me estás tomando el pelo?
No sabía qué hacer con esa pregunta tampoco. Lo que sí sabía era que no le estaba tomando el pelo, aunque
tampoco sabía por qué pensaba que le estaba tomando el pelo.
—Bueno, no —le contesté, y de repente su sombra se había ido y la cama se tambaleó porque su gran cuerpo
aterrizó sobre su espalda al lado mío.
—Jesús, las mujeres están tan locas —informó al techo.
Levanté la colcha hasta mi pecho, me levanté sobre un codo y me doblé hacia su lado.
—¿Perdón?
Sentí sus ojos sobre mí en la oscuridad.
—Nena, a los tipos le gustan los coños —declaró.
—Está bien —le dije lentamente.
—Una mujer tiene que oler bien y tiene que cuidar de sí misma. Con esto quiero decir, ella tiene que lavarse el
cabello, afeitarse las piernas y trabajar, con lo que sea que esté trabajando. Su ropa, como se maquilla su rostro, la forma en
que se mueve, jodidamente no importa. Tiene eso y tiene un coño dulce, y a un chico no le importa un carajo lo que envuelve a
ese paquete.
No estaba segura de si eso me hizo sentir mejor y le comuniqué esto al decir un incrédulo:
—Está bien.
Raiden se levantó sobre un codo hacia mí, con el brazo en movimiento para envolverlo alrededor de mi cintura y
transportar la parte inferior de mi cuerpo contra el suyo.
—Eso no es del todo cierto —continuó—. Algunos chicos aman las tetas grandes, a algunos no les importa una
mierda las tetas y aman un culo redondo. Algunos quieren piernas largas. Algunos quieren mujeres bajas que puedan proteger
o sientan que pueden dominar. Pero todo eso, lleva al coño.
Estaba segura de que esto no me hizo sentir mejor, por lo tanto, le pregunté:
—Así que, esencialmente, si es mujer, ¿un hombre dormirá con ella?
—No, esencialmente, un hombre no folla con algo que no quiere y las mujeres tienen que meterse en la cabeza que si
él está dándoles su polla, les gusta en lo que está hundiéndola.
Bueno, eso fue sin duda claro, crudo, y algo que de nuevo me dejó sin respuesta.
—Hanna, nena —su voz se había amansado y su brazo me llevó más cerca—, lo que estoy diciendo es, nos gusta lo
que nos gusta, nos atrae a lo que estamos atraídos y no estaría follándote, si no quisiera lo que estás dándome. Todo lo que
estás dándome. Eres hermosa. Hueles bien. Tus piernas son jodidamente increíbles. Tienes grandes tetas. Estás tonificada y en
forma, pero suave en lugares fantásticos y me gusta que sea así. Añade que eres linda, tontita, dulce y malditamente graciosa,
es perfecto. Toda tú.
Bueno, eso me hizo sentir mejor.
Pensé, por primera vez en mucho tiempo, en la mujer con que lo vi, baja y flaca.
—¿Así que, uh... te gustan altas y con curvas, no bajas y flacas? —le pregunté.
—No, me gustan las tetas y el cabello, vengan como vengan, pero tienen que venir con, lo que más me excita, los
olores y personalidad. Se podría pensar que es una tontería, pero es verdad. Tienes todo eso, pero le añades tus piernas y no
tengo que cortejar un dolor de espalda con el fin de llevar mi boca a la tuya, gran ventaja.
Eso me hizo sentir absolutamente mejor, así que sonreí.
Raiden debe haberlo visto en la oscuridad porque se inclinó hacia mí, llevándome a mi espalda y de nuevo
cerniéndose arriba de mí.
—Así que, vas a dejar la mierda con tu estómago —preguntó.
—Sí —le respondí.
—¿Acceso completo? —presionó.
—Sí, corazón —le prometí.
—¿Qué tal si me das eso ahora? —sugirió y un pulso latía entre mis piernas.
—Está bien —suspiré.
—Extiéndete para mí, Hanna.
Abrí mis piernas, al mismo tiempo, tuve un orgasmo menor preliminar.
Raiden puso una mano entre mis pechos, se deslizó hacia abajo, por encima de mi vientre, entonces bajó entre mis
piernas.
Mis caderas se levantaron y me mordí el labio.
Se movió y ordenó con voz ronca,
—Envuelve tu mano alrededor de mi polla, cariño. Mastúrbame mientras juego con tu coño.
Fácilmente, hice lo que me dijo.
Me vine primero.
Cinco minutos más tarde, Raiden se vertió en mi vientre.
Y llegué a verlo.
Después de limpiarme, me dormí con él en cucharita, su gran mano extendida en mi estómago.
Y me dormí pensando que esta era una buena cosa para mi adicción al sundae, le gustaba mi pequeña lonjita e iba a
mantenerla.

***

Ese viernes por la tarde...


La abuela estaba sentada en su porche trasero, con los pies arriba, y los ojos cerrados. Había arrastrado su silla
hasta el final de la terraza, por lo que estaba bañada por el sol.
Raiden estaba en el extremo más alejado del patio trasero, con la podadora, su motor estaba zumbando.
Yo tenía un lio de chales sobre todos los muebles de la terraza de Abue y mi canasta de cintas conmigo. Estaba
doblando, atando y etiquetándolos.
Spot estaba tendido en el suelo dentro de la puerta de atrás, con la cara de gatito enigmático estudiando mis
movimientos. No sabía si quería que le dejara salir así que dejé mi trabajo y le di mimos, para que pudiera hacer su mejor
esfuerzo para sacarme sangre.
La casa de Abue estaba en la zona residencial de la ciudad, a dos cuadras desde el final de los negocios, y una
cuadra hacia adentro. Como estábamos un poco alejados de la gran ciudad, no en un suburbio, pero no muy lejos, así que
teníamos vida silvestre, pero las cosas que asustaban no se quedaban dentro de la ciudad, y convertían a un Spot sin garras, en
una comida fácil si lo dejábamos salir. Aun así, no lo dejé salir, por si acaso.
Por lo tanto, estar confinado en el interior era una de las muchas cosas que no lo hacían feliz, y sospechaba que me
estaba estudiando y planeando la forma de aprovechar mí sangre.
—Veo que mi preciosa niña decidió jugar con fuego —dijo Abue detrás de sus párpados.
Saqué un apretado nudo sobre un chal y la miré.
Entonces miré a Raiden en jeans, ahora con una camiseta sudada y zapatos para correr, cortando el césped de mi
abuela.
Volví a mirar a la abuela.
—Sí —le respondí en voz baja.
—Mm- hmm —murmuró con ambigüedad.
—No es mío para compartir, lo que me ha dicho, Abue, pero tenías razón. Es peligroso —le dije.
—Sé eso, chère —respondió.
—También vale la pena el riesgo —terminé.
Sus ojos se abrieron y llegaron a mí.
—Hablan de ello en la ciudad y mucho. Sorprendidos de que ni tú ni ese chico hayan recibido sus invitaciones a ser
mariscales, sentados en una carroza en el desfile que la ciudad tiene la intención de planificar para celebrar su unión, ellos están
fuera de sí de alegría, de que su héroe local esté cortejando a la "chica más dulce" de la ciudad.
Sabía que estaba preocupada. No quería que pensará que me metí en esto con los ojos cerrados, pero no podía
dejar la sonrisa tonta que tenía en mis labios.
Abue no había terminado.
—Los que saben sobre ese fuego interior, que serían su mamá y su hermana pequeña, tienen todo tipo de fe en ti.
Especialmente con Rachelle prácticamente planeando el menú para su boda y Ruthie Miller quejándose sobre que la tienda de
bicicletas cerró, y como ella quería comprarle a su hijo una, para que pudiera pasear junto a su novia.
La noticia de que la Sra. Miller y Rachelle me aprobaban era tan bienvenida que tuve que morderme los labios para
no soltar una sonrisa gigante.
Sentí los ojos de Abue agudizados sobre mí y mi sonrisa se desvaneció.
—No saques ideas. Ese chico ahí atrás, no va a montar en bicicleta, preciosa. Podría estallar una en un ejercicio
militar, pero no va a montar junto a ti mientras deambulas por la ciudad y recoges ensalada para la cena.
Eso era verdad. Y era divertido.
Le gané a la risa y estuve de acuerdo:
—Ya lo sé, Abue.
Su voz se hizo fuerte cuando advirtió:
—No lo tomes a la ligera, niña. Conocías el peligro, aun así has tomado una decisión, tomaste este trabajo y ahora
hay gente contando contigo. Su mamá, su hermana, yo, la ciudad y, sobre todo, a él.
Mi diversión desapareció. Mantuve su mirada y asentí.
—Estoy orgullosa de ti —dijo, y su voz sonaba como que era verdad.
Mi corazón se calentó, pero la sonrisa que le di era inestable.
—Gracias, Abue.
—Estoy orgullosa, pero eso no quiero decir que no esté preocupada. Va a volverse caliente, chère. Has hecho tu
elección. Haz lo que tengas que hacer para tomar el calor.
Asentí con la cabeza.
—Espero vivir para verlo —continuó y mi corazón dio un vuelco.
—Abue...
—Quiero una cosa antes de morir: saber que vas a seguir adelante después de mí, y lo vas a hacer segura y feliz. Ese
chico tiene la capacidad de darte tanto, si no te destruye en el proceso. Espero vivir para verlo batallar ese fuego, así va a
poner a mi niña a salvo y feliz.
—Vas a hacerme llorar —le advertí.
—Los Boudreaux no lloran, chère. Lo sabes. El porche trasero al sol, no es un lugar para llorar.
Tomé una respiración profunda por la nariz y de nuevo asentí.
—Habrá buenos tiempos, Hanna. Llénate con ellos, aférrate a ellos con fuerza, porque cuando los malos tiempos
vengan, vas a necesitarlos —aconsejó.
—Ahora me estás asustando —le dije.
—Los Boudreaux no muestran miedo. Hay un lugar para sentir el miedo y no es en el porche trasero en el sol.
Evité sus ojos acomodando a un lado el chal que había terminado y consiguiendo otro.
—Escucha a tu Abue, preciosa —ordenó.
—Estoy escuchando —le dije, sacudiendo un chal que estaba preparando para doblar.
—Mantén la cabeza en alto, puedes controlar las lágrimas y el miedo, estarás bien —me dijo.
—Está bien —le contesté.
—Estoy orgullosa de ti, chère —susurró.
La miré y sonreí.
—Te quiero, Abue.
—Lo sé, niña. ¿Qué piensas que está reteniéndome en esta tierra? No es fácil dejar ir esa clase de amor. Esa clase
de amor tiene el poder para sostenerte atado a un mundo que deberías haber dejado hace mucho tiempo.
Oh, Dios mío.
Las lágrimas escocían en mis ojos. Dejé caer el chal y me moví hacia ella. Entonces puse su pequeño cuerpo en mis
brazos y la abracé tan fuerte como pude.
Me devolvió el abrazo.
Entonces me apartó, exigiéndome:
—Necesito una recarga de té. Y consíguele a tu chico una. Está perdiendo agua.
Me tranquilicé, hice lo que me dijo y descubrí que tenía razón. Spot estaba al acecho, no para los mimos, sino de
sangre. Descubrí esto cuando siseó y lanzó un ataque contra mis tobillos en el minuto en que entré.
Me detuve y miré hacia abajo.
—No me engañas, amigo. Yo sé que me amas.
Él se echó hacia atrás, siseó de nuevo, arañó mis dedos de los pies y luego se apartó. Corrió, contoneándose por el
pasillo y desapareció.
Fui a la cocina, pensando que mis días estaban llenos de trabajo y mis noches estaban llenas de Raiden. Tenía que
encontrar la manera de pasar algún tiempo con KC para que pudiera compartir las cosas que necesitaba, sin compartir cosas
que no podía, y cargar más recursos para combatir el fuego, así que estaría preparada cuando llegara el momento.
Porque no importa lo bueno que fuera, y era bueno, siempre subyacente estaba la comprensión de que el tiempo
vendría. Estaba segura de eso, porque mi sabia abuela me lo dijo.
Y tenía que estar lista.
14
Quemada
Traducido por rihano, liebemale y leiiBach

Corregido por Lizzie Wasserstein

Domingo por la noche...


Estacioné mi Z junto al Jeep de Raiden, salí y corrí de puntillas hacia los escalones laterales de su casa.
Él había salido ayer temprano en la mañana por un asunto inesperado, lo que apestaba, pero llamó hace una hora
diciendo que estaría en casa pronto y diciéndome que lo encontrara en su casa.
Así que había tenido mis primeros casi dos días sin Raiden en una semana.
Debería haber tomado este tiempo para llamar a KC, ponerme al día y cargar mi expediente. Más al punto, debería
haber tomado este tiempo para llamar a mi amiga embarazada y asegurarme de que todo estaba bien en su mundo, también.
Ella tenía un niño pequeño, un esposo que trabajaba largas horas, una enorme casa y trabajaba de voluntaria en tres
organizaciones benéficas.
Ambas estábamos ocupadas, no era raro que pasaran los días donde no nos presentábamos, incluso semanas a
veces. Pero como ella tenía mucho sucediendo en su vida y yo, también, esta no era una de esas veces en que debería permitir
que las cosas resbalaran.
Solo que no lo hice. No sabía por qué.
Tal vez estaba reteniendo este precioso tiempo.
Tal vez solo era una idiota.
Decidí que la llamaría al día siguiente, mientras corría por las escaleras y me detenía ante la puerta de Raiden.
Golpeé la puerta llamando:
—¡Soy yo! —Giré el pomo y entré.
Raiden estaba en el área de la cocina llevando pantalones de camuflaje, botas y una camiseta ceñida.
Mi vientre se agitó. Sonreí y saludé:
—Hola. —Mientras me daba vuelta y cerraba la puerta.
Volteé, vi que se había girado completamente hacia mí y yo estaba a punto de dar un paso hacia él antes de que
dijera:
—Detente.
Me quedé tiesa y mi cabeza se inclinó hacia un lado.
—¿Está todo bien? —le pregunté.
—No te muevas hasta que yo te diga y luego haz exactamente lo que te diga.
Oh, Dios mío.
Él estaba de humor para jugar.
Al instante, me sentí humedecer entre mis piernas mientras mi corazón comenzaba a martillar y cada centímetro de mi
piel empezaba a sentir un hormigueo.
Él se apoyó contra la encimera, cruzando los brazos sobre su pecho, sus ojos moviéndose sobre mí. Añadí mis
pezones que se pusieron más duros que el resto, me maravillé al mismo tiempo, disfrutando con el hecho de que me había
puesto así por él con solo unas palabras y una mirada desde el otro lado de una habitación.
A medida que los segundos se deslizaban, mi respiración empezó a ponerse pesada.
De repente, preguntó:
—¿Confías en mí?
—Sí —le respondí de inmediato.
—Entonces, en cuatro patas, nena, gatea hacia mí y hazlo lentamente.
Oh Dios.
No sabía si podría hacer eso. No sabía por qué, pero no sabía si podría hacerlo.
Sostuve su mirada.
—Raiden —le susurré.
—¿Confías en mí? —casi repitió.
Tragué saliva antes de que asintiera.
—En cuatro patas, Hanna. Lento.
Cerré mis ojos diciéndome a mí misma que este era Raiden. No quería humillarme. No me rebajaría. Yo podía
confiar en que él llevaría esto a algo bueno.
Abrí los ojos de nuevo, los mantuve sobre él y poco a poco caí de rodillas. Manteniendo mi cabeza hacia atrás, caí
hacia adelante en mis manos.
Entonces, como lo pidió, poco a poco, me arrastré hacia él.
Mi estómago dio un vuelco cuando estaba casi allí y él descruzó sus brazos y se acercó a la cama. Confundida,
adivinando, sin saber si me gustaba esto, con la palabra “solitario” en la punta de mi lengua, lo seguí.
Se detuvo al pie de la cama.
Me paré a casi un metro de él, el cuello arqueado hacia atrás, con los ojos en los suyos.
—Más cerca, Hanna, luego levántate sobre tus rodillas —ordenó.
Luchando con mis nervios, me acerqué más entonces me puse de rodillas. Todavía sostuve su mirada, pero mi cara
estaba en línea con su ingle.
Bueno, esto podría ser mejor.
Tal vez.
Sus manos fueron a su cinturón, pero su mirada se mantuvo fija en la mía mientras se liberaba a sí mismo.
—Las manos en mis caderas, dame tu boca, cariño —exigió.
Está bien, esto era mejor.
Hice lo que me dijo. Abrí la boca, preparándome para tomarlo, pero yo no se la di a él. Él la tomó, deslizándose
dentro.
Sí, esto era mejor. Tanto así, que gemí contra su polla.
—Joder, a mi chica le gusta mi polla —gruñó, entrando y saliendo de mi boca—. Mete la mano en tus pantalones
cortos, Hanna. Tócate mientras me chupas.
Está bien. Sí. Totalmente.
Esto era mejor.
Dejé una mano en su cadera. La otra la usé para abrir mis pantalones cortos y luego deslicé mi mano adentro. En el
momento en que mis dedos tocaron la resbaladiza piel, gemí.
Chupé, lamí, me toqué, mis caderas girando y presionándose en mis dedos y gemí contra él. Era bueno, muy bueno,
tremendo y yo lo trabajé más duro, instándole a tomar mi boca con mi mano en su cadera.
—Suave —dijo Raiden, su voz ronca—. Follo tu cara, lo hago suave. —Con mi boca chupando duro, mis ojos se
elevaron hacia los suyos, él gimió—: Mierda. —Y comenzó a empujar en mi boca.
Sí.
Lo estaba trabajando. Estaba tomando mi boca. Mis dedos se estaban moviendo tan desesperadamente como mis
caderas cuando se salió de mi boca y me levantó sobre mis pies.
—Ropa fuera, ahora. Todo. Entonces prepárate para mí. Manos y rodillas en la cama.
Bien. Ahora esto era mucho mejor.
Corriendo, llevé a cabo sus órdenes.
Tan pronto estaba yo en el lugar cuando su polla chocó contra mí.
Mi cabeza voló hacia atrás y me vine.
Yo no estaba ni cerca de terminar cuando se retiró, se volteó, me levantó y me empaló en su polla. Luego estaba de
regreso en la cama, tomándolo hasta que se empujó hasta la raíz, girando y se vino por mí, su cara en mi cuello, sus dientes
hundiéndose agudamente en mi piel.
Eso dejaría una marca, pero por otra parte Raiden a menudo dejaba una marca.
Le gustaba y, todo hay que decirlo, a mí también.
Raiden apenas terminó antes de que rodara para que yo estuviera encima, metió mi cara en su cuello y su voz era
áspera cuando murmuró:
—Te extrañé, cariño.
Me encantó que lo hiciera.
Cerré los ojos y me apreté más cerca.
Él se había ido solo dos días, pero yo lo eché de menos, también.
Antes de que pudiera compartir esto, sus brazos a mí alrededor se apretaron y él continuó:
—Pero no hagas esa mierda de nuevo.
Parpadeé en su piel.
—¿Perdón?
—No te gustó.
Levanté la cabeza y lo miré.
—¿No me gustó qué?
—Arrastrarte para mí. Ahora lo sé, no te pediré que lo hagas de nuevo, pero no te gustó y lo hiciste. No hagas eso
otra vez.
—Pero yo... —Me detuve, luego empecé de nuevo—. Tú me dijiste que confiara en ti. Yo confié en ti. Y esto salió
bien al final.
—¿Te gustó? —preguntó él.
—Yo estaba... insegura —admití.
—Si estás insegura, hacemos otra cosa y hablamos de ello más adelante. Después de que hablemos de eso, tal vez tú
querrás probarlo, tal vez no, pero es tu elección, Hanna. Tú estás en tus manos y rodillas en el suelo. No yo.
Lo estudié. No podría decirlo a ciencia cierta, pero parecía que estaba molesto.
Tenía que saber, así que le pregunté en voz baja:
—¿Estás enojado conmigo?
Sus ojos se entrecerraron y sus brazos a mí alrededor se tensaron.
—Joder, no.
—Entonces…
—Nena, tú me diste eso, hermosa. Pero jugar se supone que sea divertido para los dos. Si juegas de la forma en
que jugamos, la comunicación es crucial.
Eso fue genial y todo, pero estaba confundida.
—Si sabías que no me gustaba, ¿por qué seguiste haciéndolo?
—Hiciste para ti; vacilaste, pero luego seguiste y lo tomaste. No podía decirlo hasta que estuviste más cerca y me
moví. Tenía más planeado, vi que no estabas conmigo en eso, y te di mi polla.
—Oh —susurré.
—Así que promételo. Sé que quieres complacerme y eso me gusta mucho, cariño, pero no hagas esa mierda otra
vez.
Miré a sus inusuales e increíbles ojos verdes. Sentí su duro cuerpo bajo el mío, su polla todavía dentro de mí, sus
brazos apretados a mí alrededor y supe que no era Raiden quien estaba yendo rápido.
Yo estaba tomando velocidad, haciéndolo mientras me enamoraba, más y más rápido.
De él.
Obviamente, no compartí esto.
En su lugar, le dije:
—Te lo prometo.
—Bien —murmuró. Se levantó, pegó su boca a la mía, cayó hacia atrás y ordenó—: Ahora deslízate fuera de mí,
nena. Volveré.
Me deslicé fuera de su polla y rodé lejos de su cuerpo. Raiden se inclinó para besar mi mandíbula y sus labios se
arrastraron hacia abajo por lo que la punta de su lengua pudo deslizarse por donde yo sabía que su marca estaría antes de que
él extendiera la mano y tirara el chal sobre mí. Entonces, desnudo, se levantó del colchón y se dirigió hacia el baño.
Envolví el chal alrededor de mi cuerpo y me quedé mirando la funda de su almohada.
Me había arrastrado a través de la habitación por Raiden Miller.
Y fue él, no yo, quien lo detuvo porque no me gustaba.
Lo que me hizo mirar hacia atrás y que me gustara.
Porque él solo demostró (una vez más) que iba a cuidar de mí.
Necesitaba calmarme e iniciar el proceso de cuidar de él.
Yo solo no sabía cómo. Lo que si sabía era que lo que acababa de hacer no era el cómo.
Así que tenía que averiguar el cómo.

***

A la mañana siguiente...
En el momento en que las bisagras de la puerta chillaron después de que Raiden fue al baño para tratar con el
condón usado, aparté las sábanas, agarré su camiseta del costado de la cama y me la puse mientras me lanzaba
silenciosamente por la habitación hacia la foto enmarcada.
Necesitaba entender.
Pero no le podía preguntar.
Todavía no.
Tenía que aprender lo más que pudiera sin él.
Agarrando el marco, con mi corazón acelerándose, mis ojos se movieron sobre las caras de los hombres en la
fotografía.
No podía comprenderlos, todavía no.
Estaba buscando a Raiden.
Lo encontré, en la fila de atrás, el único, sus brazos colgando alrededor de los dos hombres a sus costados. El del
extremo tenía una enorme arma escalofriante, la culata en su cadera, el cañón apuntando. Raiden estaba sonriendo, los dientes
blancos, los ojos arrugados, envolventes gafas oscuras empujadas hacia atrás en la cabeza.
Haciendo agua la boca.
Desgarrador.
Acababa de conseguir la oportunidad, y saqué el valor suficiente, para mirar los rostros de los dos hombres a cada
lado de él antes de oír el inodoro bajar.
Puse el marco de regreso donde estaba, corrí por la habitación hacia la zona de la cocina, busqué ansiosamente y
encontré una cafetera casi oculta por las cajas y platos. En la parte inferior había una gruesa costra de color negro.
Las bisagras chillaron justo antes de que agarrara el mango de la olla y la sacara haciendo que cajas y tazones se
tambalearan peligrosamente. Me volví y vi a Raiden salir del baño desnudo y animado.
Levanté la olla y le pregunté:
—¿En serio?
Una sonrisa se extendió por su rostro mientras sus pies lo llevaban hacia mí. Sacó la olla de mi mano y la arrojó en el
lío sobre su encimera donde milagrosamente encontró sitio entre una caja de Fruit Loops y una pila de tazones. Sus manos
fueron entonces directo a mi trasero, me levantó y yo envolví mis piernas alrededor de él.
Nos llevó a la cama, volteó su espalda hacia esta y nos dejamos caer, yo encima.
Después de que rebotamos, me levanté ligeramente sobre los antebrazos en su pecho y él anunció:
—Vamos a ducharnos, vamos con Rachelle, conseguimos desayuno y café.
—Afirmativo —estuve de acuerdo y sus labios se curvaron luego de que dije—: Tengo una pelea de pagos por
hacer, pero estoy tomando una tarde esta semana en este loco lugar tuyo para que de alguna forma sea habitable. Con eso
quiero decir que tú puedas hacer una taza de café y cerrar tus cajones ya que el resto está más allá de mis capacidades, a
menos que me alquiles una Sandblaster y me des una tarjeta de crédito en Sears.
Su cuerpo estaba temblando ligeramente bajo el mío, cuando preguntó:
—¿En qué consiste la pelea de pagos?
—Lo decidiré más tarde.
—Nena, tú haz este lugar habitable, sea lo que esto sea, yo lo pagaré.
Le sonreí.
Él ya estaba sonriendo y siguió haciéndolo.
Me di cuenta de repente de que en todo el tiempo que pasé esperando por él, observándolo con Rachelle, rara vez
lo veía sonriéndole a su hermana, y tal vez si estaba de buen humor, pero aparte de eso nunca caminó o se movió sonriendo.
Y yo nunca lo había oído o visto riendo.
Pero él solía hacerlo todo el tiempo antes de que se fuera. Lo había observado con avidez en los pasillos y en la
cafetería de la secundaria, cuando lo hacía. Incluso si las cosas en casa estaban tensas y él vivía con el conocimiento de que su
papá era un enorme imbécil, tenía una buena vida en ese entonces y demostraba eso con frecuencia.
Y ahora, de nuevo, hacía mucho ambas conmigo.
—Me gusta verte sonreír —le dije en voz baja, deslizando una mano por su pecho, cuello, los dedos en su
exuberante cabello mientras movía mi pulgar para acariciar su mandíbula.
—Lo sé, cariño, ya que tú encuentras maneras para hacerme hacerlo y las encuentras a menudo.
Estaba emocionada de que él se diera cuenta.
Tan emocionada, barrí mi pulgar abajo por su mandíbula y luego me incliné para poner mis labios allí.
Cuando me levanté de nuevo, sus brazos se envolvieron apretados a mí alrededor y preguntó:
—¿Planes para el día?
—Los envíos se acumulan. Tengo que pasar el día en la ciudad clasificando eso y transportándolos a la oficina de
correos. Esto no me hace feliz porque me gusta hacer chales no empacarlos y enviarlos, pero la vida pasa, y tienes que tratar
con eso. ¿Y tú?
—Reunión en Denver —respondió.
Apreté mis labios, sus ojos cayeron a mi boca y una de sus manos se deslizó hacia arriba a mi cabello.
—Hanna… —empezó a decir, pero lo interrumpí.
—No tuve la oportunidad de preguntar. ¿Todo fue bien mientras estabas fuera? Quiero decir, una indicación del
éxito de tus esfuerzos es que regresaste ileso, pero ¿Tú, eh... conseguiste a tu hombre o lo que sea?
Sus ojos eran cálidos y divertidos ante mi pregunta, pero se volvieron serios lo que me hizo contenerme mentalmente.
—El negocio fue bien —respondió—. Y es una mierda que estemos en este tema, pero el momento iba a llegar y
este es ese momento, por lo que tienes que saber que, con mi negocio, voy a estar mucho así de lejos.
Tuve un presentimiento. Mi suposición era que los fugitivos no esperaban alrededor de Willow (o yo esperaba que
no) solo para que él fuera capaz de estar en casa para la cena cada noche.
Aunque tenía esa sensación, no me gustaba ese sentimiento. Tampoco lo exploré y no iba a preguntarle por este.
Ahora lo tenía confirmado.
Por desgracia.
—Está bien —murmuré.
—La mirada llana en tu cara me dice que esto te gusta tanto como a mí, nena, pero esa es la forma en la que es y no
me gusta acumular pilas de mierda para ti, pero es raro que pueda ocuparme de los negocios en un par de días. Por lo general
toma más tiempo y, a veces tarda semanas
Fabuloso, pensé.
No dije nada.
Él me puso en mi espalda, se levantó en un antebrazo en el colchón, pero se inclinó cerca de mí.
—Hanna, a mi equipo, los envío en misiones y me tomo un descanso. Es un porcentaje bajo que cubre solamente la
administración. Ellos hacen el trabajo, ellos reciben la cuota. Eso no va a cambiar. Yo no vivo bien a sus espaldas y nunca voy
a hacer eso. Eso significa trabajar para mi plan de jubilación por lo que tengo que tomar trabajos.
—Está bien —estuve de acuerdo, pero lo hice con tristeza. Viendo como Raiden no se pierde mucho, no se perdió
eso.
Por lo tanto, sus ojos se pusieron suaves y jaló hacia él.
—Mientras no estoy, te llamaré con frecuencia.
Eso me apaciguó, pero solo ligeramente.
—Está bien —repetí.
Me acercó y me informó:
—Mi plan de jubilación es uno bueno, cariño. Hecho a los cuarenta
Eso era mejor, pero también había ocho años de distancia.
Ocho años de actividad criminal
Claramente, mi cara dijo lo que estaba pensando, porque Raiden siguió hablando.
—Hanna, deja de escucharme y empieza a entenderme. Te lo estoy diciendo, mi plan de jubilación significa que he
terminado a los cuarenta.
—Ya te he oído.
—Bien, ahora piensa por qué te estaría diciendo eso.
Mis cejas subieron y supuse:
—¿Es un dato interesante para compartir?
—No, es porque espero que estés en mi cama cuando tenga cuarenta.
Parpadeé mientras mi corazón se hinchaba tanto, que era un milagro que no tuviera asfixia.
Por tanto, mi voz era jadeante cuando me obligué a decir:
—Hemos estado viéndonos un poco más de una semana.
—Te arrastraste por el suelo solo porque pensaste que me gustaría. Estoy señalándolo, no porque verte hacer eso
era tan caliente que me puso tan jodidamente duro que pensé en venirme antes de que estuvieras a mitad de camino a través
de la habitación, lo cual por cierto, es cierto, porque eso es solo un indicio de la inmensidad de lo que me das. Y te pones en
tus manos y rodillas para dármelo, confiando en mí cuando estamos juntos poco más de una semana. ¿Crees que soy un
hombre que tiene una cosa tan buena, y va a dejar que se vaya?
—No —le susurré.
—Eso sería jodidamente no —corrigió
Santo Cielo.
—Raiden…
—Reportándome con frecuencia, puedo tomar trabajos que me llevarán a donde quiero estar , para poder venir a
casa y mirar hacia adelante a lo que por primera vez en años, sería una casa real , y es un hogar al que tengo ganas de volver
porque mi mujer está allí. Sé que va a apestar, y será por muchos años, pero eso es lo que tengo para dar. ¿Funcionará para
ti?
Una casa a la cual tengo ganas de volver porque mi mujer está allí.
Totalmente. Eso funcionaría totalmente para mí.
Dejé el "totalmente", así como todo lo demás y solo respiré:
─Sí.
Vi sus ojos parpadear y luego calentarse.
—No me jodas, sabía que podría ser —gruñó antes de que repitiera—: No me jodas.
Estábamos allí. Éramos nuevos pero éramos lo que éramos y los dos lo entendíamos, nuevo o no.
Así que era el momento para algo más que esto. Lo sabía por lo mucho que todo eso significaba para él y que no
dejaría ese show. Por lo tanto, me empujó hacia arriba y logró rodar hasta quedar en la parte superior.
Entonces me senté a horcajadas, planté mis manos en su pecho y me inclino hacia él.
—No voy a preguntar si te puedo decir algo, pero voy a decirte que tengo algo que decirte —anuncié.
Raiden se me quedó mirando un segundo antes de que la intensidad dejara sus ojos. Su boca se torció, sus manos
fueron a mis caderas, las sumergió bajo la blusa que aún llevaba, entonces la sacó, quedándonos piel contra piel.
—Lo tengo, cariño —dijo.
—He visto la fotografía —compartí y su cabeza se inclinó ligeramente contra el colchón.
—¿Qué dijiste?
—Sobre ti y tus amigos en uniformes del desierto.
Así como yo sospechaba, las yemas de sus dedos se curvaron. Sus labios dejaron de crisparse, su rostro quedó en
blanco y sus labios comenzaron a decir:
—Han…
Apreté suavemente su pecho y me acerqué.
—Hablas directamente, voy a intentar eso y espero que funcione, pero si no es así, vamos a volver y probar algo
diferente. Pero, Raiden, no es raro que cuando los soldados ven cosas, hacen cosas y vienen a casa sintiéndose marginados
y…
No dije nada más, porque estaba volando por el aire.
Aterricé en la cama cerca de la orilla, y para cuando me levanté Raiden estaba poniéndose un par de pantalones de
camuflaje.
Bueno, eso no fue muy bien.
—Raid…
─Me voy, y te habrás ido cuando yo vuelva.
Mi respiración se congeló en mí garganta.
Tragué saliva para aclarármela, me levanté en mis rodillas y fui hacia adelante con mucha más cautela.
—Bueno, eso no funcionó, cariño. Tal vez…
Él tiró brutalmente una camiseta por su pecho y luego se inclinó hacia mí tan rápido, que fue un borrón.
Mano en el colchón, la otra mano apuntando a un centímetro de mi cara, gruñó:
—No pienses que sabes una mierda. Tú no sabes una mierda.
Inmóvil, con miedo, obligué a mis labios a decir una palabra:
—Raiden…
—Me voy y te habrás ido cuando yo vuelva.
Me costó mucho, pero levanté mi mano, la enrosqué alrededor de su muñeca y comencé:
—Cariño…
Ferozmente, él tiró de su muñeca liberándose y fui volando, cayendo con ambas manos en la cama. Me levanté justo
a tiempo para verlo, botas en una mano, yendo a la puerta.
Comencé a bajar de la cama, llamando:
—¡Raiden! Por favor. Lo jodí, cariño. Por favor, vamos a hablar.
Antes de llegar a la puerta, la cerró de golpe detrás de él.
Lo que quería decir que antes de que pudiera abrirla, él ya estaba abriendo la puerta de su Jeep.
Y esto significaba, que antes de que yo llegara a la parte inferior de la escalera, ya estaba dando marcha atrás y
entonces se había ido.

***

Cuatro horas más tarde...


No fui a la ciudad para ordenar mis envíos.
No. Había caminado demasiado cerca del fuego y me había chamuscado con las llamas. Tenía que hacer lo que
podía para encontrar el fuego y controlarlo.
Así que me quedé en la casa de Raiden. Limpié su cafetera y sus platos. Con lo que yo tenía para trabajar, le puse un
poco de sentido al lío en su cocina-encimera. Doblé la ropa en su armario por lo que los cajones cerraron. Encontré una
lavadora y secadora de aspecto aterrador, pero funcional en una pequeña habitación en la esquina trasera del nivel inferior e
hice tres cargas de ropa, incluso con sus sábanas, lo que significaba que limpié la mayor parte del piso, colgué sus ropas e hice
su cama.
Una vez que había limpiado la cafetera (mi primera prioridad), hice el café.
También abrí el refrigerador. La ola de olor que me asaltó era tan fuerte que estaba segura de que mi cabello se
mezclaba con ella y las visiones que asaltaron mis ojos no se podían pensar, por lo que las borré de mí memoria y cerré la
puerta tan rápido como pude.
Además, no había comido nada.
No tenía hambre, pero me imaginé que tenía que mantener mi fuerza para la batalla que tenía por delante.
Pero después de lo que buscara en el refrigerador la cafeína sola iba a tener que funcionar.
Cuando escuché el regreso Jeep, mis nervios, ya desgastados, se alborotaron por completo. Estaba tan sacudida que
era un milagro que no fuera un lío tembloroso, incapaz de moverme.
Pero esto era importante.
Las personas contaban conmigo, y dos de esas personas eran Raiden y yo.
Entonces recordé los buenos tiempos cercanos, como Raiden Miller diciendo que iba a retirarse a los cuarenta y él
esperaba que yo estuviera allí cuando eso sucediera, reuní valor y me enfrenté a la puerta, sin tener ni idea de que estaba a
punto de ser quemada.
La puerta se abrió y una llama incandescente se apoderó de inmediato de los ojos de Raiden, cuando cayeron sobre
mí.
—Te dije que te fueras —gruñó.
Le gané de nuevo a las ampollas y le dije:
—Tenemos que hablar.
—Tienes que irte —devolvió.
—Tengo que pedir disculpas. Eso fue…
Se inclinó hacia mí.
—¡Perra, vete a la mierda fuera de mi vista! —rugió y toda mi piel hirvió.
Me preparé contra el dolor.
—Raiden, por favor.
—Hanna, confía en mí, te quedas ahí dos segundos más, voy a hacer que te vayas, y nena, tú no quieres que lo haga.
Él haría eso. Él lo haría. Había usado su físico conmigo antes cuando tuvo que hacerme entender un punto. Y su
rostro me dijo que no estaba haciendo amenazas.
Por lo tanto no esperé dos segundos.
Ni siquiera uno.
Corrí a la puerta, a pesar de que él todavía estaba en ella, y mi corazón se astilló cuando salió fuera de mi camino.
No me llamó. Ni siquiera salió al rellano en la parte superior de las escaleras. Lo sabía ya que, estúpidamente,
cuando estaba en mi Z, miré hacia arriba.
La puerta estaba cerrada.
Apreté el botón. Mi bebé ronroneó, di marcha atrás y probé su velocidad y maniobrabilidad en el camino a casa.
Ella no me falló.
Hice esto llorando.
Debido a que una Boudreaux no llora a menos que estuviera en un lugar donde podía hacerlo.
Y mi bebé era ese lugar para mí.
***

Once y cuarto esa noche...


Estaba dirigiéndome a casa desde mi almacén en la ciudad. La tarde se deslizó sin que yo pudiera sacar mi mente a
Raiden, así que apilé mi camioneta con chales terminados y fui a la ciudad, pensando que el trabajo mantendría mis
pensamientos ocupados, por lo que lo haría durante horas.
Esto, por cierto, fue un intento fallido, pero al menos todos mis envíos estaban listos para ser enviados.
Observé el bosque alrededor de mi casa y mi corazón comenzó a dar golpes cuando mis faros cayeron en el Jeep de
Raiden estacionado en frente de ella.
Mientras conducía por el camino lateral, lo vi iluminado por la luz del porche, de pie en el porche, apoyado en el
poste en el que él se había apoyado cuando, pocos días antes, me dijo cosas hermosas.
Aparté la vista, di una vuelta a la casa y abrí la puerta del garaje.
Estacioné mi camioneta al lado de mi Z y la apagué. Salí corriendo, apreté el botón de la puerta del garaje y me
apresuré por la puerta lateral del garaje y crucé el patio hacia la casa.
Vi la silueta sombreada de Raiden reflejada en la casa.
Me detuve de correr, pero aceleré en las escaleras traseras, con las llaves en mano.
Ahora tenía dos cerraduras de la puerta trasera (había dos en la puerta principal también, Raiden las puso como dijo
el día que dijo que lo haría) y yo tenía la llave lista que por suerte estaba desbloqueada de todas las nuevas cerraduras en mi
casa, así que no tenía que lidiar con el cambio de llaves.
Apenas abriera y entrara, tal vez, si tenía suerte, me gustaría entrar y mantenerlo fuera.
La luz exterior iluminaba mi camino, abrí la puerta mosquitera y desbloqueé las dos cerraduras, pero no antes de
escuchar las botas de Raiden en las escaleras detrás de mí.
No miré hacia atrás. Empujé y dejé la puerta mosquitera cerrarse detrás de mí.
Excepto que no cerró durante dos latidos.
Entró.
Como cualquier esfuerzo para mantenerlo afuera sería inútil, dejé la puerta interior donde estaba, tiré las llaves en mi
mesa de la cocina y me moví por la cocina como si no estuviera allí.
No lo logré, incluso a mitad de camino.
Dos brazos se cerraron alrededor de mí por detrás y mi espalda se estrelló en la parte delantera de Raiden.
Mi cuerpo se puso rígido.
Sentí su cara en mi cuello.
—Soy un idiota —susurró en mi piel.
Los hombres pensaban que podían salirse con la suya si admitían eso.
A veces funcionaba.
A veces, como en esta ocasión, no.
—Tienes que irte —declaré.
Su rostro salió de mi cuello, pero sus labios fueron a mi oído:
—Hanna…
—Tienes que irte —repetí con firmeza.
—Nena…
—Me arrastré por el suelo por ti y dije una cosa sobre la amabilidad y preocupación y fuiste sobe mí, volviste, me
llamaste perra y me echaste.
—Cariño…
—Nadie me llama perra, Raiden.
—Dame un segundo…
—Nadie me hace arrastrarme por el suelo.
Sus brazos se tensaron y su voz fue baja:
—Te pusiste en tus manos y rodillas por ti misma, cariño.
—Porque entonces confiaba en ti. No confío en ti ahora.
Uno de sus brazos subió, la mano se encrespó alrededor de mí cuello y susurró, con la voz ronca:
—Escúchame.
Con un tirón poderoso, me arranqué de sus brazos. Me volví, levanté una mano y lo empujó en el pecho, todo a los
gritos:
—¡Tienes que irte!
Su mano agarró la mía y la tomó con firmeza.
—Nena, escúchame.
Arranqué mi mano de la suya y tomé dos pasos rápidos hacia atrás.
—No. Estaba equivocada. Pensé que podría soportar el calor, pero no puedo. Yo quería ir despacio. Nos
empujaste a ir rápido y yo no tenía suficientes buenos recuerdos almacenados. Tu sonrisa, tu risa, no fue suficiente para
soportar el calor. Eres un criminal, Raid, y acepté eso. Esto, no puedo aceptarlo. No sé qué cosa horrible te pasó allí pero sé
que fue horrible. Pero no había suficientes buenos momentos cuando eras el Raiden que conocía para reemplazarlos por el
Raiden que jode la mierda que te sucedió y te obliga a ser eso, lo cual me da el tiempo que necesito para soportar el infierno
interior. Si pierdes el control de eso y yo estoy cerca, no solo te consumirá. También lo hará conmigo.
─No quiero que sepas lo que pasó en ese infierno, Hanna —regresó.
—¿Crees que se me ha escapado? —le respondí—. El tema apenas aparece antes de que lo reemplaces, pero Raid,
si crees que no siento la presencia del elefante en la sala, piensas con claridad que soy una idiota más grande de lo que
realmente soy.
—Sientes esa presencia, nena, y todavía puedes respirar. Si realmente supieras, no serías capaz de vivir con esa
mierda. No serías capaz de dormir. Tu mente ira sobre ello una y otra vez, y ya que tú no estabas allí, tendrías mierda que te
torturaría, pero te prometo, nada de eso sería tan malo como realmente fue.
─Te creo —repliqué—. Lo que no entiendes, ya que no me dejarás hablar de eso, es que prefiero vivir con esa
tortura, el dolor de lo que, finalmente, serías capaz de controlar, permitirte aferrarte a ese dolor sin ni siquiera una poca
liberación para que puedas aprender a vivir con ello.
Él se quedó en silencio, pero el aire de la habitación se ponía pesado.
No hice caso de eso y declaré:
—Tienes que irte.
—Hanna…
—Vete —grité, con las manos hacia abajo a los lados en puños.
Entonces fui hacia atrás, tropezando con mis pies, y me habría ido al suelo si el brazo de Raiden no se hubiera
enroscado en mi cintura.
Pero no pude caer porque mi espalda estaba contra la pared y el frente de Raiden estaba presionado contra mí.
No esto otra vez.
No pude evitarlo. Me asusté cuando lo hizo así que empecé a jadear.
—¿Sabes por qué hacemos esa mierda? —preguntó.
No respondí. Ni siquiera sabía a qué mierda se refería, pero esa no era la única razón por la que no respondí. No le
respondí porque me estaba asustando hasta la muerte.
No necesitaba que le respondiera.
Él prosiguió.
—No es por Dios, nena. Y no es por el país.
Mi pecho se presionaba repetidamente contra el suyo con cada respiración.
Raiden siguió.
—Es por chicas guapas con piernas bronceadas que suben hasta su maldita garganta, que montan estúpidas bicicletas
y que se dejan caer sobre manos y rodillas, gatean hasta ti y te toman la polla, gimiendo contra ella, poniéndote tan
jodidamente loco que crees que tu polla va a estallar en su boca.
Oh Dios.
—Raid…
—Podrías pensar que es un cuento, pero no lo es. Es la maldita puta verdad. Si tienes eso en tu cama antes de irte o
esperas encontrarla cuando vuelvas, es por eso que lo haces. Lo haces por ella. Lo haces para mantenerla a salvo. Siembras
niños dentro de ella, o eso es lo que esperas; lo haces por ellos. Si llegas a casa en una sola pieza, ella es tu recompensa. —Su
cuerpo se pegó al mío y su rostro, en parte sombreado, se acercó a un centímetro del mío—.Tú eres mi recompensa, Hanna.
Mi recompensa.
Oh.
Por.
Dios.
Raiden no había terminado.
—No lo sabía. Cuando estuve allí haciendo lo que tenía que hacer, no tenía ninguna maldita idea. No lo sabía hasta
que te vi riéndote con Paul Moyer. Saltando arriba y abajo con Bodhi, toda entusiasmada por las brillantes cintas en tu maldita
bicicleta. Apenas podías hablarme cuando te encontraste conmigo. Sentándote en tu malditamente jodido columpio del
porche por todas las malditas cosas, luciendo afectada por una maldita película. Tan linda. Cristo, no es broma, me duele
incluso mirarte y creer que eres real. Tan malditamente dulce, me acordé de que hay un Dios y a Él realmente le gusto. Vas allí,
jodidamente lejos, ves mierda, haces mierda, pasas a través de ella sabiendo que estas en casa. Esa chica en el columpio del
porche, tejiendo un maldito chal y bebiendo vino, sin preocupaciones, porque sudas y sangras de manera que es lo que ella
pueda ser.
Escuchando sus palabras, las lágrimas no picaron los extremos de mis ojos.
Se derramaron a raudales.
—Corazón… —susurré entrecortadamente.
—¿Y sabes que es lo que me molesta? —preguntó, pero no esperó una respuesta—. Lo que me molesta ahora son
los chicos que se desangraron en la arena y que no tienen eso. Murieron sin nunca entenderlo. Murieron incluso sin degustar un
poco de su recompensa. Ellos pensaban que estaban protegiendo el hogar y el país, pero ni siquiera sabían lo que era el hogar.
Lo siento por las mujeres que perdieron a sus hombres en esa arena, Hanna, eso me enferma. Pero sus hombres murieron
teniendo eso. Sabiendo por qué murieron. Sabiendo exactamente qué significa el hogar y sabiendo que vale la pena. Esos
chicos que no lo tenían, murieron sin una maldita idea. Y todos los días desde que puse los ojos en ti, entendiendo finalmente,
jodidamente me destruye.
Sus palabras me destruyeron, envolví mis manos a cada lado de su cuello y me aferré.
—Raid, corazón, por favor…
Siguió hablando.
—Así que no me voy, Hanna. Fui un idiota y te hice daño, no puedo prometerte que no volverá a pasar, así que no lo
haré. Y no estás equivocada. Esta mierda me quema, lo que pasó, lo que vi, lo que hice. Pero sobre todo a los que perdí.
Cada uno de esos chicos merece tener su recompensa sentada en un columpio en el porche o de cualquier manera que esa
mierda venga. Cuando digo que esos hombres eran hombres buenos, no hay una palabra en el puto diccionario que describa
lo buenos que eran esos hombres. Y solo quedamos cuatro de nosotros que sabemos exactamente lo que eso significa. Ellos
murieron y yo estoy aquí y encontré mi recompensa, y no voy a dejar que se vaya. Porque si ellos estuvieran vivos y supieran
que dejé ir algo importante entre mis dedos, estarían enojados conmigo. Y si pudieron sacrificar todo para que así tú tuvieras
tu columpio en el porche y yo pudiera volver a casa y tener todo lo que ellos perdieron, tú puedes aprender jodidamente
como tomar el calor y dármelo.
—Está bien —concordé inmediatamente.
Acepté tan inmediatamente, que el:
─¿Qué dijiste? ─de Raiden fue entrecortado y bajo con sorpresa.
—Está bien, cariño. Aprenderé cómo tomar el calor.
El lugar se quedó completamente inmóvil. Todo suspendido. Se sentía como si el tiempo se hubiera detenido.
Entonces me quedé sin aliento, tan inesperado, ya no estaba contra la pared.
Raiden coreó:
—Jesús, joder, Jesús, joder. —Tenía un brazo alrededor de mí y estaba flotando por el lugar. Aterricé sobre mi
espalda en la mesa de la cocina con Raiden inclinado sobre mí.
Sus manos comenzaron a moverse sobre mí, su boca llegó a mi cuello y lo envolví en mis brazos, giré la cabeza y
diciéndole al oído lo invité:
—Toma lo que necesites.
Ante mis palabras, su cuerpo se quedó inmóvil. Entonces de repente se puso de pie, llevándome con él, así quedé
sentada en el borde de la mesa, Raiden se paró entre mis piernas abiertas. Con una mano ahuecando la parte posterior de mi
cabeza, apretó mi mejilla contra su pecho, su otro brazo alrededor de mí. Su cuerpo se inclinó por lo que formó un duro y
fuerte escudo alrededor de mí, protegiéndome de nada, sino de Raiden siendo Raiden, instintivamente todavía protegiéndome.
Mantuve mis brazos alrededor de él, acercándome y apretándolo.
—Jesús, joder —murmuró.
Me quedé en silencio.
Raiden se quedó en silencio también.
Le di tiempo.
Raid lo tomó.
Luego le pregunté suavemente:
—Nunca has hablado de eso con nadie, ¿verdad?
—No.
Solo me lo había dicho a mí.
Cerré los ojos y me aferré con más fuerza.
No dije nada más y le di más tiempo.
Raiden lo tomó.
Abrí los ojos y le prometí:
—Al igual que el resto, como el regalo es solo para mí, nunca voy a compartirlo con nadie.
—Jesús, joder —susurró.
Otra vez me quedé en silencio, pero lo sostuve cerca.
Fue Raid quien rompió el silencio esta vez.
—Está bien, lo que me diste, ¿significa que todavía estás conmigo?
—Sí, cariño.
Le oí tomar una respiración profunda.
Luego dijo:
—Bien, entonces necesito que me prometas algo.
—Está bien —contesté.
Se apartó, agarró mi mandíbula con ambas manos me inclinó la cabeza hacia atrás para poder ver mis ojos en la
tenue luz.
—Si te doy mierda, no la tomes. Al igual que hoy, me la devuelves. Vamos a trabajar en ello, Hanna, pero lo
haremos como lo hicimos esta noche. No iras a dónde está mi cabeza y cediendo, con la esperanza de que tomando mi mierda
con el tiempo vuelva algo a mí. Hoy, di un paso muy por encima de la línea y eso no está bien. Después de que calmé mi culo,
pasé las dos últimas horas de pie en el porche, pensando que si hubiera puesto un poco más de fuerza en ese empuje no
habrías aterrizado en la cama, y los pensamientos de lo que te podría haber hecho me han estado atormentando. Eso, nena, te
prometo que lo revisaré. La otra mierda, si me abruma y trato de forzarlo por tu garganta, tú lo rechazas.
—De acuerdo —le contesté.
Hundió las yemas de sus dedos un poco antes de que se relajaran.
—Está bien —murmuró.
Levanté las manos para envolverlas alrededor de sus muñecas y respiré hondo.
Luego con cautela le dije:
—Cariño, no me atrevo a mencionar esto, pero creo que hoy demuestras que tienes algunos problemas con los que
tratar.
Ambas manos se deslizaron de nuevo en mi cabello. Acercó mi rostro a su pecho y se echó a reír.
Encontré esta reacción tanto como alivio y como un poco rara, pero aun así, como siempre quise verlo reír, pero no
pude porque estaba oscuro y mi rostro estaba aplastado contra su pecho. No dejó de reír hasta que me apartó, pero se inclinó
por la cintura, puso un hombro en mi vientre y me levantó.
Esta acción era más que un poco rara y una sorpresa, cuando estuve arriba chillé:
—¡Raid!
Dio la vuelta y salió de la cocina, ordenando:
—Tranquila, nena, tengo algunos problemas con los que tratar.
Oh chico.
Sabía lo que eso significaba.
—Uhm... quizás deberíamos encontrar salidas alternativas con las que batallar ese ardor —le sugerí a la espalda, con
las manos agarrando su camiseta a los costados.
Me quedé perpleja al ver que no subía por las escaleras, si no que desbloqueó, abrió la puerta y salió al porche. Giró
a la derecha mientras me balanceaba. Todavía me sostenía, pero estábamos frente a frente y frenéticamente me agarré a sus
hombros para no ir a volar cuando sus manos se deslizaron hacia abajo y tiró de mis rodillas a sus costados.
Luego se sentó en el columpio del porche conmigo a horcajadas sobre él y echó la cabeza hacia atrás para mirarme.
—Piensa, mi chica me folla en su columpio en el porche, para traer de nuevo el calor.
—Raid…
—O al menos ese calor. Ella va a construir un mejor tipo de fuego.
Necesitaba tomar esta situación por el mango.
Por lo tanto, deslicé mis manos hasta su cuello y acerqué mi rostro.
—Corazón, me gusta esta idea, pero estoy hablando en serio.
—Nena, hablando seriamente, en serio, eres la única que en cuatro años que ha estado cerca de llevarme a un lugar
en donde puedo comenzar a pensar que soy capaz de soportar esas llamas.
Automáticamente mis manos se levantaron a su rostro, con las palmas en sus mejillas, los dedos envueltos alrededor
de sus orejas y mi frente bajó a la suya mientras cerraba mis ojos.
—Quiero ser eso para ti —le susurré.
Me sentí alarmada y contenta de que cada una de esas cinco palabras pesó con la precisión con que quería decirlas.
—Que bien, cariño, porque ya lo eres.
Oh Dios.
Amé eso.
Apoyé mi frente contra la suya antes de inclinar mi cabeza y tocar mis labios con los suyos.
Me moví un poco hacia atrás, abrí los ojos y le dije:
—Muy bien, entonces supongo que te voy a follar en mi columpio del porche.
Lo vi sonreír.
—Mi propia bombera personal, con bonitos ojos azules, fantásticas tetas y un coño dulce.
Sus palabras eran dulces (bueno, la mayoría de ellas) y era bueno que estuviera rompiendo el ambiente pesado, pero
aun así me retiré un poco y deslicé mis manos a su cuello.
—Uh... solo para decir, no estoy cómoda contigo siempre hablando de mi dulce, eh... ya sabes.
Sus cejas se alzaron.
—¿Te arrastras en el piso para mí y no te gusta que hable acerca de tu coño?
Eso sonaba ridículo.
—Bueno…
—Hanna, me amo la comida de mi hermana, así que hablaré de eso. Sobre todo hablo de eso con ella así sabe que
lo que hace es bueno y la gente lo aprecia. Amo al equipo de fútbol Los Broncos, así que cuando están jugando, voy a verlos.
Probablemente hablaré de ello, aunque es poco probable que sea contigo. Eres una chica, por lo que incluso si te gustan los
Broncos, las mujeres no pueden hablar de fútbol. Y no te pongas molesta, esa mierda es simplemente la verdad. Y amo el
coño de mi mujer, así que voy a hablar de eso también. Si quieres que lo comparta con mi equipo y no contigo, seré
bondadoso de decirles lo que tengo en mi cama, pero solo digo, que prefiero hablarlo contigo. También lo prefiero.
—Es justo —admití.
—Ahora, ¿me vas a follar o vas a pasar la siguiente hora hablándome? —preguntó.
—Supongo que te follaré —murmuré.
Su voz tenía humor cuando contestó:
—Obligada harías ese sacrificio por mí.
Miré el columpio y luego a él.
—Uh... ¿cómo te follo?
—Nena, has montado mi regazo antes.
Eso era verdad.
Miré al techo del porche, a los ganchos que sostenían el columpio, después a Raiden.
—¿Crees que el columpio pueda soportar esta actividad?
—No lo sé. Lo que sí sé es que quiero averiguarlo.
Me mordí el labio y miré de nuevo los ganchos.
Entonces dejé de morderme el labio y de estudiar los ganchos porque me levanté, y luego estaba levantada,
nuevamente por el hombro de Raiden.
—¡Raid! —grité.
—Romperemos el columpio en otro momento, tal vez cuando estés borracha —murmuró, caminando hacia la puerta
principal.
—Estaba bien —le dije a su espalda—. Solo estaba planeando.
—No tienes que planear en un colchón.
Era cierto.
Entramos y empezó a subir las escaleras cuando le informé:
—Puedes bajarme. Puedo caminar.
—Una pérdida de tiempo —respondió. Giró en el rellano, siguió subiendo y preguntó conversando:
—Así que, dame una pista. ¿Cuándo soy Raiden y cuando soy Raid?
Me aferré a su camiseta y me quedé mirando su espalda un segundo antes de preguntarle:
—¿Perdón?
Entramos a mi habitación y nos condujo a la cama. En cinco pasos (los conté) y estaba encima de ella y él encima de
mí.
Solo entonces explicó:
—En el principio todo lo que hacías era llamarme Raiden. La primera vez que en serio te saboreé y a ese dulce
coñito —sonrió cuando fruncí el ceño y prosiguió—, me llamaste Raid. Nadie me llama Raiden. Ni siquiera mi mamá. Ahora
usas los dos, y estoy tratando de resolver donde está tu cabeza con cuál es cuál.
Pensé en esto y luego dije:
—No estoy segura de que haya rima o razón para cuando uso el uno o el otro.
—¿Hay rima o razón para todo lo que haces?
Por un segundo me miré las cejas (que no podía ver, pero lo intenté) antes de mirarlo a él de nuevo.
—En realidad no.
Había estado sonriendo cuando mis ojos volvieron a él, pero después de hablar, su sonrisa se desvaneció. Tomó el
lado de mi cara con la mano, su pulgar barriendo mi mejilla y luego mis labios antes de decir en voz baja:
—Mi recompensa.
Dejé que se deslizara a través de mí mientras giraba mi rostro y le daba un beso en la palma de su mano.
Después de que le besé la palma, dije:
—Me encanta que creas eso.
—Que lo sepa.
—¿Disculpa?
—No que lo crea, Hanna. Que lo sepa.
Eso pasó a través de mí, también, y me derretí (más) debajo de él.
—Una cosa más antes de que nos rompamos en mil pedazos el uno al otro —dijo.
—¿Qué? —le pregunté.
Entonces, a pesar de todo lo que había sucedido ese día, y en especial todo lo que había pasado en los últimos veinte
minutos, como de costumbre, Raiden Miller se las arregló para volcar mi mundo.
Lo hizo diciendo directamente, con sentimiento:
—Gracias, nena, por perdonarme.
Lentamente, cerré los ojos.
Los abrí, poniendo un pie en la cama, dándole la vuelta a él y subiéndome a horcajadas, los volví a cerrar y lo besé.
Raid me devolvió el beso.
15
Gran Polla
Traducido por Blinda y liebemale

Corregido por Lizzie Wasserstein

Seis semanas más tarde...


Estaba llevando a Spot fuera del veterinario hacia mi bici, o más bien luchando por mantenerme en posición vertical
bajo la carga de su peso, cuando mi teléfono sonó. Lo puse en la canasta. Se sentó en su amplio trasero, dijo:
—Miau. —Y miró hacia delante, diciéndome que estaba listo para avanzar.
Podrías haberme pintado estupefacta mientras Abue y yo (bueno, sobre todo yo, Abue se sentaba allí ofreciendo
sugerencias) luchábamos durante una media hora tratando de conseguir meter a Spot en su cesta para gato. Esto no funcionó y
terminó con Spot empujando desesperadamente su cara de gatito en la esquina de la puerta de tela metálica enganchándola y
empujando lo suficiente como para abrirla y forzar su cuerpo de gato gordo a través de ella. Cuando lo perseguí, dirigió su
gran cuerpo hacia una silla del porche luego a la barandilla del porche donde se metió en la canasta de la bicicleta, por lo que
la bici oscilo precariamente. De milagro, resistió. Spot se sentó, volvió la cabeza y me miró fijamente.
Ya habíamos aprendido de la manera difícil, a través de peleas anteriores, previas a la visita al veterinario que, por
razones solamente conocidas por Spot, solo aceptaba paseos en el Buick de Abue. Así que, aunque Abue no lo conducía
más, era el día de chequeo de Spot. Por lo tanto conduje hasta la casa de Abue para tomar el Buick y llevar a Spot a la
ciudad.
Sorprendentemente, Spot parecía absolutamente bien en mi cesta. Probé esa teoría, monté alrededor de la calzada
de la abuela durante un rato, y luego a la ciudad. Montó conmigo, feliz como una lombriz, su nariz de gatito señalando el viento
que soplaba a través de su piel. La recepcionista del veterinario no se mostró muy complacida cuando no mostramos el porta-
animales, pero no era ajena a Spot y había aprendido por sí misma antes de la terapia con láser por las garras del gatito que
era mejor que este se saliera con la suya, por lo que no dijo una palabra.
Spot se comportó todo el tiempo.
Parecía que al gato le gustaban las bicicletas.
Ve tú a saber.
—Gato loco —murmuré, sonriendo.
Saqué él teléfono del bolsillo trasero de mis pantalones cortos y miré la pantalla.
Mi sonrisa se convirtió en una enorme sonrisa, tomé la llamada y lo puse en mi oído.
—Hola, cariño —saludé a Raid.
—Nena, ¿dónde estás? —respondió.
—En la ciudad fuera del veterinario. Revisión anual de Spot.
Silencio, luego:
—Déjalo y ve a casa. Estoy a cinco minutos de la ciudad. Te veré en tu casa.
Una entusiasta alegría corrió a través de mí, seguida por la excitación.
—No. Estoy saltando en mi bicicleta y ahora me reuniré contigo en la tuya—le dije.
—Hanna…
—Raiden —lo interrumpí—. Te encontraré en tu casa, pero tienes que prometerme que irás allí, pero no vas a
entrar. Espérame…
Más silencio y luego, más suave:
—Hanna.
Entonces nada más que suavemente:
—Hanna. —Que envió otra palpitante emoción a través de mí.
—Voy a pedalear rápido y Spot y yo estaremos allí en diez minutos —le dije.
—¿Tú y Spot?
—Está en mi cesta.
Otro momento de silencio y luego, temblando de burla:
—Muy bien.
—No vayas a entrar —le advertí.
—No voy a entrar, nena.
Monté mi bicicleta.
—Cierto. Nos vemos pronto. Te extrañé, cariño.
—Sí, yo también.
Otra emoción.
—Adiós.
—En diez, nena.
Colgó.
Arrojé mi teléfono en la cesta con Spot.
Bajó la vista hacia él, volvió su cara de gatito y me dijo:
—Miau.
—Lo puedes compartir con el teléfono, amigo —le dije.
—Miau. —Él no estaba de acuerdo.
—Aguántate —exigí.
Él me miró y luego se volvió para mirar hacia adelante.
Tiré hacia atrás la pata del freno, puse los pies en los pedales y arranqué.
***

Las últimas seis semanas, Raid había estado fuera de la ciudad trabajando para tres.
Esto no apestaba tanto como pensé que lo haría (aunque todavía apestaba) porque hizo lo que dijo que haría.
Se comunicaba conmigo. Frecuentemente.
Esto incluyó llamar durante el día, a veces al azar. También incluyó llamar todas las noches justo antes de ir a dormir.
La primera vez que me despertó cuando hizo esto, fue la tercera vez que me llamó por la noche.
Le había trastornado el haberme despertado y murmuró:
—Llamaré más temprano la próxima vez.
—No —respondí soñolienta—. Quiero saber que has hecho durante todo el día y te vas a dormir por lo que vas a
despertar a enfrentar otro día. No te preocupes por despertarme.
Había vacilado y su profunda voz fue cálida y dulce cuando se mostró de acuerdo:
—Está bien, cariño.
Luego hizo lo que le pedí, llamando todas las noches antes de irse a dormir.
Pero cuando dije que él se comunicaba, quise decir que hablábamos como si habláramos.
Sorprendentemente, a pesar de que habíamos pasado por muchas cosas, aun así éramos relativamente nuevos por lo
que no nos conocíamos del todo bien y él era un hombre, también era un hombre que podía tener conversaciones por
teléfono. Ayudó que teníamos muchas personas conocidas en común y que le importaba lo que estaba sucediendo.
Me preguntó sobre mi día, mi negocio, qué estaba pasando en Willow, lo que había planeado para el día siguiente y
él compartía sobre él. Dónde estaba. Lo que comió. Cuando creía que estaría en casa. Nada profundo sobre su trabajo pero
no me ocultaba las cosas, incluyendo si se sentía frustrado, los cabecillas que había dejado secos, los informantes que estaban
aumentando a su alrededor o que las cosas estaban tomando más tiempo de lo que pensaba.
Extrañamente, estas conversaciones estaban dando a conocer las conversaciones, q ue si fuéramos normales,
habríamos tenido durante las citas. Supo sobre las vacaciones que tomé el invierno pasado. Aprendió que me encantaba el
snowboard. Supo que odiaba las cebollas y que pensaba que las rutinas para levantarse de Jerry Seinfeld eran divertidas. Y
tenemos planeado ir a Crested Butte cuando la nieve comience a caer y encontrar una playa cuando el invierno se torne
amargo y necesitemos escapar al sol.
Huelga decir que el aprendizaje sobre Raiden y planificar escapadas y vacaciones fue increíble.
Cuando estaba en casa, la vida caía dentro de un ritmo. Tejía. Hacía lo mío con Abue. Todos íbamos a la iglesia y
tomábamos el desayuno juntos en la Casa de los Panqueques. Miraba por mi negocio. Raiden miraba lo suyo en Denver y en
la trastienda de la Cafetería de Rachelle, donde me enteré que se reunía con su “equipo”, a quien yo, sin embargo, no
conocía... aún. Esta última era la palabra que Raiden uso cuando me dijo que me los presentaría cuando “la mierda se
ralentizase”. También era un buen vecino, ya que a solicitud de su hermana o de su madre, iba a hacer cosas como trabajos
en el jardín de Abue.
Esto significaba que entre trabajos no estaba ocioso. También significaba que teníamos nuestras propias cosas que
hacer, pero terminábamos nuestros días juntos como lo haríamos si fuéramos normales.
Eso era increíble.
De hecho, todo era increíble y se había instalado, en el buen sentido y sin ninguna sacudida en mi mundo.
Excepto por una cosa.
Profundamente en la noche, una noche en mi casa, la cama se movía con tanta fuerza que me desperté, sentí a Raiden
despierto y apreté mí mano apoyándola en la piel sobre su pecho.
Se movió con rapidez, llevándome sobre mi espalda y echó hacia atrás el puño como si me fuera a golpear.
Di un grito ahogado y traté salir de debajo de él, pero no sucedió nada. Luego sus brazos se cerraron a mí
alrededor y me metió debajo de su gran cuerpo.
—Mierda —murmuró.
—¿Qué está pasando? —le pregunté con ansiedad, todo mi cuerpo se tensó, pero sentí la tensión en el suyo y no era
como la mía.
Estaba aterrada.
Estaba colgando tirante.
—Mierda—repitió.
—Raid…
Me soltó, rodó sobre su espalda, levantó ambas manos a su cara y se frotó.
Me levanté en un codo y miré.
Entonces insistí:
—Háblame. ¿Qué pasó?
Casi esperaba que evadiera mi pregunta, pero no lo hizo.
Dejó caer las manos.
Sentí sus ojos sobre mí en la oscuridad y compartió:
—Sueño.
¡Oh, Chico!
—¿Sueño? —presioné suavemente.
—Fragmentos de recuerdos. A veces es una mierda retorcida y no lo que sucedió en absoluto. Pero sueño.
—¿Acerca de…? —No lo entendí, pero él sabía lo que le estaba preguntando.
—Sip.
Soñó con lo que pasó con su unidad.
Dios.
La preocupación me inundaba, o, debería decir, más preocupación, coloqué mi mano ligeramente en su pecho y le
pregunté con cuidado:
—¿Esto sucede a menudo?
—Ya no más. No desde ti. Pero sucede.
Eso se sintió bien, pero también era malo.
—¿Has hablado con alguien sobre esto?—le pregunté.
—Sí. Ahora mismo. Contigo.
Yo era su “recompensa”. Le di lo que fuera que necesitaba sentir como si fuera a empezar a luchar contra lo que le
quemaba.
Me encantó eso. Me encantó demasiado.
Pero yo no era una hacedora de milagros.
—Estaba pensando más como en uno de tus amigos —sugerí.
—Eso, ni de coño va a suceder.
Me quedé en silencio.
Macho man, demasiado fuerte para compartir, para liberarlo, dejarlo ir.
¡Joder!
—Conseguiré manejarlo —me dijo.
Me quedé en silencio.
Levantó los brazos cerrándolos a mí alrededor y moviéndonos de lado, cara a cara.
—Contigo, se están distanciando —me aseguró.
—Está bien —le contesté.
—Dale tiempo, se habrán ido.
—Está bien, cariño.
Sus labios encontraron los míos en la oscuridad tocándose antes de que él rodase sobre su espalda llevándome con
él, así que me plegué a su lado. Luego levantó una mano y la pasó a través de mi cabello una y otra vez, y mientras hizo eso,
sentí el flujo de la tensión en su cuerpo. Así que me quedé allí con él, acurrucada cerca, sosteniéndolo firmemente.
Finalmente, su mano dejó de pasar a través de mi cabello y su brazo se envolvió a mí alrededor. Minutos más tarde,
se aflojó y supe que estaba dormido.
Yo no pude dormir.
Recé para que Raiden Miller encontrase en sí mismo el cómo manejar sus sueños.
Porque si él no hubiera vuelto en si cuando se echó hacia atrás para pegarme no hubiese sido algo bueno en lo
absoluto.
Me fue un útil recordatorio de que los fuegos del infierno quemaban todo el tiempo.
Incluso en sueños.
Y yo no era una hacedora de milagros, pero si Raid no conseguía manejar estos sueños iba a tener que encontrar una
manera de aprender a hacerlo.
Por él y por mí.

***
En las últimas seis semanas, también tuve tiempo para verme con KC y ponerla al tanto de todo. No fui por el
entusiasmo, pero le hice saber que las cosas estaban bien de la manera en que deberían estarlo.
Ella estaba fuera de sí de alegría.
Pero esperé hasta que Raid estaba lejos en un trabajo antes de ir a su casa para la cena y dejarlo salir.
KC había estado en su estufa, revolviendo mientras yo estaba sentada en la mesa de la cocina con su bebé,
Samantha. Los pies de Samantha estaban plantados en mis muslos, sus dedos regordetes agarraron los míos y sus piernas
regordetas rebotaban cuando compartí lo que podía. Eso dejaba para decir, no mucho de cualquier cosa, incluyendo los
sueños de Raid, pero yo compartí mi preocupación sobre Raiden siendo mandón, asustador, y la idea de usar su físico para
lograrlo.
Esto me consiguió una respuesta extraña.
KC se echó a reír.
Me volví a mirar a mi amiga con su brillante cabello marrón claro al hombro, sus brillantes y grandes ojos color
avellana y un vientre de siete meses de embarazo y dije en voz baja, pero con significado:
—KC, en serio. Me asusta.
Puso esos ojos color avellana en mí, sin dejar de sonreír.
—Está bien, nena. Pero supera eso.
—¿Perdón? —le pregunté.
—Uh... con la ávida contemplación tuya, mía y la de la mitad femenina de la ciudadanía de Willow, no creo que
ninguna de nosotras nos hayamos perdido que Raiden Ulysses Miller tiene una polla enorme.
La tenía, eso era cierto. Yo había visto la evidencia física de cerca (y la sentí, la chupé, la acaricié, etc.), pero estaba
esperando que la mitad femenina de la ciudadanía de Willow no lo hubiera hecho.
—Es posible que desees explicar eso —sugerí mientras Sam se lanzaba hacia adelante y se reía así que envolví mis
brazos alrededor de ella y la hice rebotar.
Los ojos de KC se trasladaron a su hija y luego me quitó a su hija y su cara se ablandó.
Entonces habló.
—Cierto. Los chicos que escogiste en el pasado —negó con la cabeza—, no todos esos. Pete estaba bien, pero no
era un Raiden Miller.
—Me estás diciendo algo que ya sé —señalé.
Ella puso la cuchara en un soporte de cuchara, bajó el quemador de la estufa y me dio su atención.
—Lo que estoy diciendo es que no tienes experiencia con hombres que son hombres. Sé que tienes problemas con
Mark, y te amo más de lo que ya te amaba ya que los has mantenido para ti. Espero que sea porque entiendes que no soy una
idiota y no me pongo al día con su mierda si no vale la pena aguantar. Y me da mierda, Hanna. Es arrogante, y a veces eso
puede, no a menudo, inclinarse hacia él siendo un idiota. Pero me ama. Ama a Sam. Él encuentra la manera de mostrárnoslo
todos los días. No, eso no es correcto. Él no las encuentra. Lo hace, sin ningún esfuerzo. Se le da de forma natural. Y sé que
él moriría antes de permitir que algo nos perjudique a cualquiera de nosotros —se llevó una mano a su protuberante vientre—,
cualquiera de nosotros.
Eso fue enorme.
Y hermoso.
Y algo que nunca supe porque nunca había sacado ese tema.
—Santo Cielo, KC —fue todo lo que pude pensar en responder.
—Entonces —continuó alegremente, sonriéndome—, cuando él es un asno arrogante, me dice lo que debo hacer o
lo que sea, actuando totalmente como si hubiésemos retrocedido a los años 1500 y yo fuera su posesión, sonrío, asiento y
hago lo que quiero.
Pensé en hacer esto con Raiden y no me dio cálidos pensamientos.
KC leyó mi cara, agitó un dedo hacia mí y siguió hablando.
—Esto es lo que tienes que aprender. No le contestes. No te expliques. No protestes. No luches contra él. Solo di,
“Está bien, cariño", y haz lo que te dé la gana. Por ejemplo, esta misma mañana, Mark dijo: “Haz tacos esta noche, nena"
antes de que me diera un beso de despedida. No “por favor”. No, “¿te sientes como para hacer tacos?” Solo “hazlos'. —Ella
inclinó la cabeza hacia un lado—. Ahora, ¿estamos teniendo tacos? —Negó con la cabeza—. Por supuesto que no. Tuvimos
tacos hace dos días. Me suena a que él ama mis tacos, pero eso es todo. Mi amiga iba a venir y yo solo tendría tacos.
Además, tenía que hacer las malditas cosas. Así que vamos a tener un asado. Tú le sirves a las visitas un buen asado. No locos
tacos.
Se dirigió al refrigerador mientras le preguntaba:
—¿No se va a sentir ignorado?
Ella sacó algo del refrigerador mientras Sam sorbía en mi cuello y la abrazaba más cerca.
KC se volvió hacia mí y cerró el
—¿Qué me importa? Si él quiere tacos, puede volver a casa y hacerlos.
—¿De modo que no se siente ignorado? ─presioné.
—Si lo hace, se lo guarda para sí mismo. Por lo general, él simplemente niega con la cabeza y me sonríe, luego
consigue una cerveza. He decidido tomar eso como que él acepta a la mujer que lleva su anillo. Si está almacenando esta
mierda para incluirla en los papeles del divorcio, que así sea. Su pérdida.
Si Mark estaba haciendo eso, sería su pérdida.
Por supuesto.
Pero tenía el presentimiento de que Mark nunca haría eso.
KC se movió de nuevo a la cocina mientras yo preguntaba con cautela:
—¿Pero usa su físico?
Vertió algo en una sartén y se volvió hacia mí.
—No. Dicho esto, cuando dice algo así como que va a cambiar las cerraduras para mantenerme a salvo, no discuto
con él. Ese es su trabajo. Le doy la libertad de hacer eso.
—¿Así que crees que está bien que Raiden hiciera lo que hizo? ─presioné.
—Creo que él no te ha hecho daño y creo que podría, con facilidad. Creo que lo que decía fue, que estabas
estorbando en su camino para que él hiciera algo que pensaba que era importante, algo que se trataba de ti, por lo que
realmente era importante e hizo lo que dijo que estaba haciendo. Él consiguió que te callaras y prestaras atención. No soy yo,
nena, quién puede decir si eso fue correcto o incorrecto. Yo no estaba allí. Me dist e lo que me diste, por lo que solo tienes
que seguir adelante, y esta es mi opinión. No tiene que ser tuyo. Pero si no te hace daño, te golpea, te sacude, pero
simplemente se mueve para hacer su punto y hacer que te calles y lo escuches, porque él está transmitiéndote algo importante,
honestamente, Hanna, no puedo pensar que eso esté mal.
—Él me apoya en las paredes —espeté.
Ella parpadeó antes de susurrar:
—¿Qué?
—Bueno, hemos tenido algunas... intensas conversaciones. —Pensé que era seguro compartir—. En una de ellos,
bueno, confundí sus intenciones acerca de mí y lo acusé de utilizarme... —Sus ojos se agrandaron y se aferró a Sam con un
brazo, pero movió la otra mano delante de mi cara—. Es una larga historia, y no para este momento, pero como que se perdió
cuando yo no quise escucharlo. Él me apoyó en una pared, me enjauló, agarró mi cara y me explicó que él está definitivamente
muy interesado en mí.
Cuando terminé de hablar, sus labios estaban entreabiertos y sus ojos estaban vidriosos.
—¿KC? —la llamé cuando no dijo nada.
—Shh —ella me hizo callar—. Estoy teniendo un orgasmo.
Era mi turno de parpadear.
—¿Qué? —pregunté.
KC volvió a entrar en la habitación y se centró en mí.
—Cariño, en el departamento del dormitorio, Mark mece mi mundo, todo el tiempo. Cada vez. Él no juega con eso
y ha dejado claro desde el principio que él tiene dos prioridades cuando llegamos a las sabanas, y la primera soy yo. No es
broma. Y mi hombre es caliente. Yum... mii. Cuatro años de matrimonio, un hijo y otro en camino y todavía tengo escalofríos
con solo escuchar a su auto llegar por el camino. Y, sin embar go, el pensamiento de Raiden Ulysses Miller apoyándome
contra la pared y diciéndome que está interesado en mí. Orgasmo instantáneo.
—Pero... me da miedo —le dije.
—Entonces préstale más atención y menos a lo que está corriendo por tu cabeza —espetó—. Honestamente,
Hanna, con lo lindo, bonita, divertida y dulce que eres, más las piernas, por las cuales mataría, no entiendo y nunca lo he
hecho, y te lo he dicho un millón de veces, por qué eres tan condenadamente tímida y no sabes hasta los huesos que mereces
un tipo como Raiden Miller. Pero eres tú y te quiero, así que... —se encogió de hombros—, lo que sea. Estoy asumiendo que
él otra vez no te haga daño. Él solo quería tu atención, y cariño, tiene una buena manera de hacer eso, por la cual muchas
mujeres le pagarían por hacerlo.
—Tal vez debería explicarme más en torno a la forma en que se produjo y lo entenderías —sugerí.
—No —negó con la cabeza—. Tal vez deberías dejar de tratar tan condenadamente duro de encontrar alguna falta
en él o en ti misma o cómo ambos están juntos y solo lo aceptas por quién es y cómo es, y, obviamente, lo que te hace. Creo
que nunca creerás, después de años de enamoramiento por ese chico, que esto puede ser real y que todo va a ir para arriba
en una nube de humo, pero chica, el momento de creerlo se aproxima.
Mi respiración se detuvo por lo que dijo, todo lo que significaba y lo cierto era.
KC no había terminado.
—Hanna, nena, yo no lo he visto, pero en la calle se dice que lo tienes atrapado con tanta fuerza en tu trampa, que
nunca va a soltarse. Pero la cosa es, que no tiene intención de intentarlo. Todo el pueblo lo sabe. La única que no lo hace eres
tú.
Oh, Dios mío.
¡Ella tenía razón en eso, también!
KC siguió hablando.
—Ahora, lo que tienes que entender es que él es quien es y qué hace lo que hace, y nada de esto, chica, con su
manera de ser, es una sorpresa. Esta sería una conversación diferente si él te pusiera las manos encima, te hiriera, dijera
mierda que te hace sentir como basura, pero por lo que has dicho, él hace lo contrario. No estoy diciendo que necesitas ser un
pequeño tímido ratón y dejar que se vaya por todas partes. Ponte en su rostro. Haz que te lleve a una esquina. Pero entonces
velo por lo que es. Nena, si él se preocupa por ti y lo que ustedes dos están hablando es de lo mucho que te enjaula y te lo
lanza en la cara, eso dice mucho. Intensas discusiones, demonios, incluso peleas significan que hay sentimientos. Significa que
lo que ustedes dos están construyendo vale la pena para él. Si no le importara una mierda, si pensara que eres un dolor en el
culo, sabe que puede conseguir lo bueno en otros lugares, así que no haría ningún esfuerzo y solo se iría.
Esto totalmente tenía sentido.
—Así que debería haber hablado contigo hace semanas —le dije.
KC sonrió enormemente e hizo girar su mano en su cabello.
—Esta soy yo. Tengo un alfa que me molesta, al mismo tiempo él hace girar mi mundo. Cuatro años, cinco años y
medio con todas esas tonterías del noviazgo y compromiso, ya soy una experta. —Ella otra vez movió su dedo hacia mí
mientras decía—: Ahora, viendo que tengo más años que tú, ahora debes sentirte libre de venir y compartir con la tía KC todo
lo que hay sobre Raiden Ulysses Miller. Todo. Te voy a dar ideas, chica, estarás lista para seguir adelante y mantener a tu
ardiente chico malo feliz.
Le devolví la sonrisa.
—Voy a hacer eso, cariño.
Y lo haría. Bueno, la mayoría del tiempo lo haría.
Ella siguió sonriéndome mientras se acercaba hacia mí, se detuvo, se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de
Sam en voz alta. Ese bonito bebé cabeceó para atrás. Sam me soltó y golpeó la cara de KC, riendo.
KC se rio de nuevo y se movió a la estufa.
Di las gracias al Señor por tener una buena amiga antes de que Sam volviera su atención a mí y me diera un puñetazo
en la cara.
Fue entonces cuando empecé a reír.
Sam y KC se rieron de mí.

***

De este modo, KC me hizo sentir mejor acerca de casi todo, cuando Raiden me dijo que estaba fuera por un
trabajo, y:
─Nena, este va a durar un tiempo. —Me había sentido segura de hacer lo que quería hacer.
No perdí tiempo en hacerlo.
Por lo tanto, Raiden había estado ausente durante más de una semana y ahora estaba de vuelta. Yo pedaleaba a su
guarida, emocionada de presentar lo que tenía para dar a conocer, con la esperanza de todos diablos de que le gustara tanto
que tal vez él me pusiera de espaldas contra una pared para compartir eso conmigo.
Y estaba deseando que lo hiciera.
16
Lenguaje del Caza Recompensas
Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por Lizzie Wesserstein

Pedaleaba por el sendero a la guarida de Raiden y lo vi, brazos y tobillos cruzados, apoyado contra el costado de su
Jeep.
Ante la vista, mi entusiasmo se volvió euforia.
Sonreí enormemente y me detuve detrás de su Jeep. Me devolvió la sonrisa, su sombra se movió sobre mí, Spot y mi
bicicleta antes de que comenzara a sacudir su cabeza y apartarse del auto.
Empujé abajo el freno y me bajé. Di saltitos hacia él, pero me detuve, volví atrás y moví mi dedo a un centímetro de
la nariz de gatito de Spot.
—Sé bueno.
Hizo una cara de gatito hacia mí, lo cual claramente decía que sería lo que diablos quisiera ser.
Ignorándolo, giré y vi que Raiden casi había llegado a mí. No había mucho espacio, pero aun así, corrí, di un salto y
caí en sus brazos.
Se cerraron apretadamente a mí alrededor.
Le devolví el favor con todas mis cuatro extremidades, entonces dejando caer mi cabeza hacia la suya que
amablemente inclinó hacia atrás y coloqué un caliente, pesado y húmedo beso en él.
Una de sus manos se deslizó a mi trasero y lo dejé.
Rompí el beso, sonreí y dije:
—Hola.
—Hola —dijo Raid de regreso.
Luchando con un escalofrío que esa sola sílaba, dicha con su voz profunda, disparó a través de mí, continué:
—Bienvenido a casa.
—Sí, nena. Tienes absolutamente la maldita razón. Ese fue un bienvenido a casa.
No me molesté en luchar contra el estremecimiento en el momento y le di un apretón con mis cuatro extremidades.
Me devolvió el favor con dos brazos y una mano apretando mi trasero.
—Cierto. Bájame —ordené—. Tenemos que traer a Spot y entrar.
Su boca se retorció antes de que me bajara sobre mis pies y me dejara ir.
Salté de regreso a Spot y lo levanté fuera de la cesta.
—Miau —protestó.
—Tranquilo, tenemos que mostrarle su sorpresa a Raid.
—Miau. —Spot, como la mayoría de los gatos, no era genial con las sorpresas.
—Cállate, amigo —ordené, caminando hacia Raiden, con lo cual Spot hizo un descanso para ello, todo un éxito,
reuniendo su considerable peso de gatito y lanzándolo hacia Raid.
Raiden lo atrapó. Spot se abrió paso hasta el pecho de Raid, apoyó sus patas en el hombro de Raid y empezó a
ronronear.
—Gato loco —murmuré.
Raiden se rio entre dientes, con un brazo bajó a Spot. Su otra mano salió y tomo la mía.
—¿Tienes una sorpresa? ─provocó.
─Correcto ─contesté, y rebotó en mis sandalias─. Vamos.
Subiendo las escaleras nos fuimos, Raiden en frente de mí, Spot mirándome por encima de su hombro, todavía
ronroneando.
Cuando llegamos arriba, me metí en el rellano, tomé las llaves de las manos de Raiden y dije:
—Déjamelo a mí.
No le di opción.
Tan emocionada, que rebotaba de nuevo en mis sandalias. Desbloqueé su puerta, estirándola ampliamente, di un
enorme paso adentro y grité:
—¡Voila!
Raiden y Spot me siguieron. Raid levantando una mano para empujar sus anteojos de sol de nuevo sobre su cabeza,
cerró la puerta y miró a su alrededor.
Yo bailaba alrededor.
—¡Muy bien! —chillé—. ¡Comienza aquí!
Bailé hacia la cama, me detuve y lo miré de vuelta.
—Tus sábanas y edredón estaban bien, cariño, pero no combinaban con mi chal, ¡así que conseguí esto! —Hice un
gesto hacia su cama sobre el suelo, el box ahora cubierto con una sábana gris, también el colchón y almohadas. El edredón
encima era negro y gris, y había dos almohadas más y algunas (no muchas, solo tres) masculinas pero frescas almohadas
dispersas arriba.
Me acerqué a la cabecera de la cama.
—La señora Bartholomew estaba hablando y dijo que su nieto necesitaba un proyecto para El taller de carpintería.
¡Tuve una idea, tomé las medidas e hizo esto! —exclamé, colocando mi mano sobre el negro pintado, estantes bajos de
madera ahora corrían a lo largo de la cabecera de la cama. Los libros de bolsillo de Raiden estaban colocados en los estantes,
dos lámparas atractivas arriba, a cada costado.
—Conseguí las lámparas —continué—. Y Barry entró y conectó una salida en el piso debajo de los estantes, por lo
que no hay más cables estirados.
Aun sosteniendo a Spot y parado junto a la puerta, Raiden se quedó mirando la cama, pero estaba tan emocionada,
que no tomé eso y salté hacia la cocina.
—Esto, lo encontré en una tienda de antigüedades sobre Harborough Road. Venta asesina —compartí, pasando mi
brazo bajo la parte frontal de un armario alto y ancho contra la pared mostrando como si fuera una presentadora—. Arriba,
sobre los estantes, como puedes ver, cereales, proteína en polvo y alimentos. —Me agaché y abrí la puerta de una vitrina en la
parte inferior del armario—. Platos abajo.
Me enderecé y salté a los costados para tocar el fogón.
—Como sabes, Rachelle está reformando su cocina en casa y esta es su vieja cocina, pero tiene solo dos años y es
una cocinera, así que solo se pone mejor, por lo que incluso su utilidad es aún impresionante —anuncié.
Más saltitos de costado hacia el refrigerador.
—¡Lo mismo con el refrigerados, y mira! —Señalé a los dispensadores de agua y hielo en la puerta de enfrente—.
¡Hugh llegó y sondeó así que funciona!
Estiré las puertas, pero giré hacia él, forzando mi cara para imitar estar seria.
—Ahora, me atrevo a compartir contigo que dispuse de los experimentos de laboratorio que estabas dirigiendo, pero
Abue te consiguió toda esta comida y todo en realidad es comestible.
Estaba tan metida en mi show, que no me daba cuenta de que aún no se había movido mientras cerraba las puertas
del refrigerador, saltando más hacia la mesa y estiré un brazo para señalar el armario.
—Barry y Hugh lo fijaron a la pared por lo que es más fuerte y no está en peligro de colapsar, y usé WD–40[7] en
las bisagras y las bisagras de las puertas de los baños, así que no más sonidos de casa embrujada.
Serpenteando arriba, estiré mi mano ampliamente hacia los pisos que ahora tenían alfombras dispersas.
—Más artículos de la venta de la tienda de antigüedades —le sonreí—, de mi parte. No cubren mucho, pero son
mejor que la madera, especialmente cuando empieza a hacer frío.
Apoyé una mano atrás de una de sus sillas de la mesa de la cocina y seguí balbuceando.
—Tienen una mesa de cocina en la tienda de antigüedades, espero que no la vendan, ya que me quedé sin dinero,
pero estaría genial aquí, y la ventaja: sin relleno en las sillas por lo que nada de ello puede salir. También están teniendo una
venta de muebles en este lugar en Denver que tiene cosas fabulosas. Casi te compro un sofá, pero pensé que un hombre
usualmente es uno con el sofá, por lo que tendrás que ir conmigo.
Lancé mis brazos y terminé.
—¿Qué piensas?
Lentamente, Raiden se inclinó, bajando a Spot a sus pies, lo cual provocó un audible “golpe” cuando el peso del
gato golpeó el suelo. Al instante Spot se contoneó alejándose empezando a explorar mientras Raiden lentamente se
enderezaba de nuevo, colocó sus manos sobre sus caderas y fijó sus ojos en mí.
—Mis niños crecerán en una granja.
Eso fue lo que dijo.
Y eso fue raro.
También fue decepcionante.
Me sentí a mí misma desanimándome.
—¿Perdón? —pregunté.
—¿Qué me trata de decir esta mierda? —preguntó.
Sacudí mi cabeza.
—¿Esta... mierda? —pregunté de regreso.
Lanzó una mano afuera para indicar el lugar.
—Sí. Esta mierda.
Mi ánimo se vino abajo.
—Yo... bueno, no estoy segura de lo que me estás preguntando, Raiden, pero, obviamente, lo jodí de nuevo y…
—Plantar a mis hijos en ti, nena, crecerán en una granja en el bosque fuera de la ciudad.
Mi mano fue de nuevo a la silla para que pudiera apoyar mi peso en ella, viendo como mis piernas de repente se
debilitaron.
—¿Qué? —susurré.
—El refrigerador y la cocina, eso es genial. Voy a alquilar este lugar cuando llegue el invierno, y los
electrodomésticos decentes significan que podemos subir el alquiler. El resto, Hanna, total mierda de pérdida de dinero y
tiempo, a menos que estés diciéndome algo con esta mierda.
Estaba sintiendo un montón de cosas. Algunas de ellas, pensaba que eran buenas, otras no se sentían tan bien.
—¿Perdida de… ? —comencé.
Dio dos pasos hacia mí, se detuvo y colocó sus manos sobre sus caderas de nuevo.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó.
—Quería mostrarte mi sorpresa —contesté, mi voz empequeñeciéndose.
─No, Hanna. Eso no es lo que quiero decir. Estoy aterrizando aquí. Tienes que saber eso. Este no es un lugar para
vivir. Es un mal necesario. Creo que ambos sabemos que Willow es para nosotros y que si quería perder tiempo que por lo
menos creí que ambos no teníamos ningún deseo de perder, conseguiré un condominio en el complejo de Jackie o algo.
Viendo como al menos yo habría preferido no perder tiempo, no voy a aumentar con un año de arrendamiento, lo cual es lo
único que da. Entonces, ¿qué diablos estamos haciendo aquí?
Tomé una respiración calmante y declaré:
—Está bien, cariño, creo que necesito una lección de lenguaje de caza recompensas o necesitas revertir de vuelta a
hablar como la gente normal porque fui con todo lo posible para hacer habitable tu sitio mientras no estabas y no estás bien
sobre eso.
—¿No? —contraatacó Raid —. Bueno, he estado esperando para que saques tu dedo fuera y me pidas que me
mude a tu casa, entonces vuelves mi casa, que es un sitio de mierda, más habitable y gastas dinero hasta que vienes a decirme
que no tienes intención de pedirme que me mude a tu casa.
Mis dedos se enrollaron más en el plástico de la silla.
Raiden siguió hablando.
—Somos jóvenes, tenemos tiempo y no hemos hablado sobre esto, pero aquí está. Quiero tres hijos. Mi papá era un
gran cretino y quiero borrar ese recuerdo teniendo hijos y dándoles lo que nunca tuve. También amo a mi hermana y siempre
deseé tener otra, o un hermano, así que mis chicos van a tener muchos hermanos. La manera en que estás asentada en esa
casa, nena, no la estás dejando, y tampoco quiero que lo hagas. Eres tú. Es el lugar perfecto para construir una familia. Ahora,
mi pregunta, en lo que espero es como la gente normal habla, es si estás diciéndome con esta mierda que vamos a joder
alrededor, o ¿vamos a seguir adelante con ello?
¿Era en serio?
—¿Seguir adelante con... seguir adelante haciendo bebés? —empujé.
—Nena, no —espetó, impaciente—. Seguir adelante con nosotros así eventualmente podemos seguir adelante
haciendo bebés.
—Yo... eh, tú... uhm, realmente no vas lento, Raid, pero esto es un salto más grande que los otros —le dije—. Las
parejas normales discuten estas cosas.
—Hanna, ponte al tanto. No soy normal, ni jodidamente nunca quiero serlo.
—Creo que entiendo eso —dije en voz baja.
—Pero tienes razón. Las parejas discuten estas cosas. Y lo señalaré, estamos aquí discutiéndolo.
Estaba un poco en lo correcto.
—Está bien —estuve de acuerdo.
—Así que, ¿jodemos alrededor o qué? —preguntó.
Ignoré mi corazón martilleando y pregunté:
—Dejando todo eso abajo, ¿estás diciendo que quieres mudarte conmigo?
—Eh... sip, Hanna. Decidí tener un hogar de nuevo, y después de pasar el tiempo lidiando con escoria, quiero volver
a un hogar. Hogar en una casa con un columpio donde puedo lavar esa escoria por el desagüe y subir a la cama con una
mujer, quién pone un gato escandalosamente gordo en su absurda canasta sobre su ridícula bicicleta. Mi mujer.
—Mi bicicleta no es ridícula —protesté.
—Nena —se inclinó—, lo es.
Ignoré eso, también, y semi-repetí:
—¿Quieres mudarte?
Chasqueó juntas sus cejas.
—¿Estás sonámbula?
Lo miré fijamente.
Raiden me frunció el ceño.
Entonces dejé la silla, corrí a través de la habitación y salté en sus brazos.
De nuevo me atrapó, pero esta vez tuvo que plantar un pie detrás de él así ambos no íbamos abajo.
No me importaba.
Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, pero coloqué mis manos a los costados de su cabeza y bajé mi mirada
hacia él.
—Estaban a la venta por lo que se devuelven, por tanto, los cazadores tendrán que disfrutar de las alfombras, pero
ese armario matará en mi cocina —declaré y la sorpresa en su rostro era clara, se calentó e inmediatamente comenzó a
caminar.
Hacia la cama.
—Supongo que solo conseguiré un columpio por mí mismo —remarcó.
—Conseguiste totalmente un columpio por ti mismo —contesté.
Fuimos abajo sobre su colchón, yo sobre mi espalda, Raid sobre una rodilla y luego sobre mí.
—Es una pena que no se descanse en estas sabanas —murmuró.
—En cuanto a tu regreso, eso estaba arriba en mi lista de cosas por hacer, después de mostrarte tu nueva vivienda,
por lo cual una especie de fuimos lateralmente por un camino feliz, así que ahora podemos marcar eso y seguir adelante
—regresé, y sonrió.
Su sonrisa se desvaneció y anunció:
—Esa chal en tu cama es precioso, cariño, pero estamos cambiándolo por el mío.
Amé eso.
Arrastré mis manos arriba de la tela de su camiseta en su espalda.
—Funciona para mí.
—¿Voy a traumatizar al gato gordo si me ve follándote?
—Como lo sabes, su nombre es Spot, y es inmune al trauma. No puedes sentirlo si tu vida está comprometida a dar.
Raiden sonrió de nuevo, entonces, finalmente, se calló, inclinó su cabeza y me besó.
Dos horas después, me dejó en su cama y llevó a Spot de regreso a casa de Abue en su Jeep.
A su regreso, relató que Spot casi rompía su cuello rodeándolo mientras Raid conducía.
Me acurruqué en su gran cuerpo, riendo y deseando haber visto eso.
En ese momento Raiden rodó sobre mí y pasamos más tiempo descansando en sus sabanas.
17
Absolutamente
Traducido por rihano y Lizzie Wasserstein

Corregido por Lizzie Wasserstein

A la mañana siguiente…
Sonó el teléfono. Era el celular de Raiden. Mis ojos se abrieron y vi sábanas grises.
Sonreí.
El cuerpo de Raiden, cuchareando el mío, no se movió.
—Cariño, ¿estás despierto? —le susurré.
—Síp —respondió.
—Tu teléfono está sonando.
—Lo sé. Lo estoy ignorando.
—Oh.
Me quedé en silencio.
También lo hizo el teléfono de Raiden.
Acurruqué mi trasero en su regazo. Su brazo alrededor de mi vientre se tensó y me sumí en un sopor.
Su teléfono comenzó a sonar de nuevo.
—Joder —soltó.
—Voy a agarrarlo —le ofrecí.
—Nena…
—Lo agarré —dije.
Salí de sus brazos y de inmediato, una idea adormecida, loca, insana, pero esperanzadoramente caliente vino a mí.
Él se estaba moviendo, pero yo me moví, también, sobre mis manos y rodillas, usando solo su camiseta. El dobladillo
se deslizó por encima de mis caderas mientras me arrastraba para dar la vuelta y luego procedía a gatear hacia abajo de la
cama.
Llegué allí, miré hacia abajo a mi cuerpo en el de Raiden, quien estaba levantado sobre un antebrazo, sus ojos
clavados en mi trasero al aire.
Ellos vinieron a mi cara. Le di una sonrisa traviesa (o lo que esperaba fuera una sonrisa traviesa) y mantuve mi trasero
en el aire cuando me di la vuelta y alcancé sus pantalones de camuflaje.
Su teléfono había dejado de sonar en el momento en que lo saqué de su bolsillo, pero lo mantuve en mi mano cuando
me di vuelta y me arrastré de regreso.
Me detuve cerca y me quedé a cuatro patas, pero puse el teléfono en la cama frente a él.
—Me tomó demasiado tiempo —señalé lo obvio.
Sus ojos ardían en los míos.
—Nena, dime ahora mismo que no estás jodiéndome.
—Estoy de alguna forma jodiéndote con la esperanza de que tú vas a devolver el favor —le contesté.
Incluso cuando sus ojos brillaron, Raiden no desaprovechó su oportunidad.
—Arrástrate sobre mí y permanece a cuatro patas cuando llegues allí —ordenó, rodando sobre su espalda.
Mi cuerpo tuvo un delicioso escalofrío mientras hacía como me dijo hasta que tuve mis rodillas y manos en la cama a
su alrededor, mi cuerpo suspendido sobre él.
Su mano se fue al instante entre mis piernas. Se sentía bien, mi cabeza cayó entre mis hombros y solté un pequeño
maullido.
—Mojada. Ella no está jodiéndome —murmuró él.
Mis ojos se movieron hacia él y sabía lo que vio, porque apenas podía concentrarme y él tenía que ver lo que estaba
haciéndome.
—Quédate quieta, déjame jugar. ¿Puedes hacer eso por mí, Hanna? —preguntó, sus dedos aun jugueteando entre
mis piernas.
Yo podría hacer eso por él.
Podía hacer cualquier cosa por él.
—Sí, cariño —le susurré.
Me quedé quieta. Raid yacía debajo de mí, sus ojos moviéndose sobre mi cara, su mano moviéndose entre mis
piernas. Su otra mano se deslizó por encima de mi cuerpo y jugó conmigo.
Y jugó conmigo.
Y siguió haciéndolo hasta que mis muslos temblaban y yo gemía.
—Ahora estás lista para comer —gruñó y desapareció, deslizándose por la cama, y antes de darme cuenta sus
dedos se curvaron alrededor de mis caderas y me atrajo hacia su rostro.
Mi cabeza se disparó hacia atrás y yo gemí.
Él me llevó más profundo.
—Cariño —jadeé.
Yo estaba cerca.
Chupó con fuerza mi clítoris.
No pude evitarlo. Me levanté para sentarme sobre su rostro. Sus manos me jalaron más profundo, y me sacudí
contra su boca, entonando:
—OhporDios, ohporDios.
Estaba aún más cerca, deslizándome a lo largo del borde cuando su boca se había ido.
—No —le susurré.
Sentí su pecho en mi espalda, sus brazos moviéndose a mi alrededor con su boca en mi oreja:
—No te vengas sin mí.
—Raid.
Su mano se condujo entre mis piernas y mis caderas corcovearon.
—¡Raid!
—Aguanta por mí, cariño.
—Oh Dios —gemí.
Sus dedos se deslizaron hacia atrás y se hundieron.
Mi cabeza cayó hacia atrás sobre su hombro.
Su otra mano se movió bajo la camiseta, hacia arriba, y sus dedos se cerraron alrededor de mi pezón, tirando. Todo
mi cuerpo se sacudió.
—Raiden, no puedo aguantar.
—Espera.
Mis caderas montaron sus dedos con desesperación.
—No puedo.
—Joder, estás mojada, tan malditamente caliente —gruñó él—. Fóllate a ti misma, nena.
Yo ya lo estaba haciendo, pero deslicé mi mano por su antebrazo, envolviéndola alrededor de la suya entre mis
piernas y lo hice más duro.
—Hermosa —gruñó—. Eso es. Más duro, Hanna.
—Me voy a venir —le susurré.
—Vas a esperar por mí. Monta esos de forma salvaje, cariño. —Me mantuve en sus dedos. Su pulgar salió y se
apretó contra mi clítoris, grité, pero seguí adelante—. Mi chica. Así jodidamente salvaje. Dame esa montada salvaje.
—Por favor, cariño. No puedo aguantarlo más —le supliqué.
—Entonces saca mi camiseta y posiciónate para mí. Tu elección, nena, muéstrame cómo quieres tomarme.
Al instante saqué su camiseta y la tiré a un lado. Me puse sobre mi espalda, abrí mis piernas y él estaba allí, chocando
contra mí.
Lo rodeé completamente con mis extremidades, alcé mis caderas, deslicé mis uñas por su espalda y le rogué:
—Más duro, Raid.
—Follar. Salvaje. Mojada. Mía —gruñó, su cara en mi cuello.
Sentí sus dientes marcando suavemente el tendón allí. Me gustó tanto eso que mis uñas se clavaron profundamente,
mis piernas convulsionaron y mi cabeza se presionó hacia atrás. Sentí sus dientes hundirse en la carne de mi hombro donde
encontró mi cuello y me vine a pedazos ante eso.
Raiden estaba justo allí conmigo.
Me viene abajo para sentir los labios de Raid deslizándose suavemente contra la carne en la que sus dientes se habían
hundido, algo que él hacía a menudo, marcarme, y después, encontrar una manera de calmar mi piel con una ternura que era
irreal en su belleza.
Me encantaba.
Envolví mis brazos alrededor de él y apreté mis piernas, y sus labios se movieron hasta la piel debajo de mí oreja.
—Estoy bastante seguro de que rompiste la piel de nuevo, salvaje —murmuró él con aprobación profunda y gutural.
—Puedo confirmar que ella lo hizo ─la voz de una mujer vino de la habitación.
Me tensé, parpadeé, preparada para tener un ataque al corazón, pero Raiden se movió.
Salió y rodó al mismo tiempo que tiraba el chal sobre mí y gritaba:
—¿Qué carajos?
Abracé el chal a mi pecho, me levanté y miré a la tetona prostituta rubia con la que vi a Raiden besándose meses
antes, y mis pulmones se detuvieron.
—No sabía si aplaudir o unirme a ustedes —comentó.
—OhporDios, ohporDios —empecé a canturrear por una razón muy, muy diferente esta vez.
—Por favor, jodidamente dime que no entraste en mi casa y me viste follar a mi mujer —gruñó Raid de una manera a
la que alguien en su sano juicio diría no.
Ella parecía inmune. Inclinó una cadera, plantó su mano sobre esta y compartió:
—Escuché el: “Más duro Raid. Joder, salvaje, mía”, pero eso fue suficiente. Las habladurías en el pueblo están en lo
cierto. Te estás deshaciendo de mí.
¿Qué?
Mi mente se negaba a procesar eso. De hecho, se negaba a procesar nada. Lo único en lo que podía pensar era en
salir de allí, demonios.
Inmediatamente.
Salté de la cama, sosteniendo el chal a mí alrededor, y corrí hacia mi ropa en el suelo.
—Hanna, vuelve a la cama —escuché la orden de Raid, pero ya tenía mi ropa interior y estaba luchando por
mantener el chal en su lugar mientras la empujaba por mis piernas.
—¿Hanna? —se burló ella—. Jesús, Raid, lo haces vainilla. Esto es muy decepcionante.
—Perra, un consejo. Desaparece. En este momento y que yo no te vea de nuevo —respondió Raiden en un tono
bajo de advertencia que me asustó muchísimo.
Me di cuenta de que él se estaba moviendo, pero yo estaba concentrada en tirar de mis pantalones cortos.
La mujer fue inmune de nuevo a la advertencia de Raid.
—Cariño, te sientes como una aventura, a Raid le gusta salvaje y yo tengo tiempo. Tú le diste algo bueno, ¿pero tú y
yo juntas? Volaremos su mente.
Ella estaba hablando conmigo.
Y no podía creer lo que me estaba diciendo.
La ignoré y sostuve el chal con mis dientes mientras envolvía mi sostén alrededor de mis costillas.
—Meg, no voy a decirlo de nuevo. Vete a la mierda —gruñó Raiden.
—Hablo por experiencia, cariño —ella siguió haciendo caso omiso de Raid y dirigiéndose a mí—, le traje a una
amiga. A él le gusta así. Lo sé porque regresó por más.
El dolor quemó a través de mí, pero yo no pude concentrarme en este ya que escuché un chillido aterrorizado. Mi
cabeza se levantó y vi a Raiden, en nada más que pantalones de camuflaje, con la cremallera cerrada pero no abotonado,
arrastrándola por el brazo a través de la habitación.
Abrió la puerta y en persona la lanzó hacia el rellano.
—Te lo juro por el condenado Cristo, que veo tu puta cara de nuevo, y voy a dedicar mi vida a hacer la tuya una
miseria. Si te sientes como para ponerme a prueba, aprenderás de verdad y malditamente rápido que yo no jodo. Y después
de esa mierda de ahí, Meg, voy a ir lento y a disfrutar de cada maldito minuto de mandar tu vida justo por el retrete
—amenazó, luego terminó diciendo—: Asiente si me entiendes.
—Puro ladrar, pero no morder, el concepto dulce y vainilla es Hanna ahí. Ahora ella tiene tus dientes cuando pensé
que eran todos para mí —se burló ella.
Esto podría hacerme una rara, y antes de esto no me importaba, pero yo podía hacer que Raid lo perdiera a menudo,
perder el control lo suficiente como para hundir sus dientes en mí y, como ya dije, me encantaba eso.
De hecho, para ser honesta, vivía por esto.
Y no era solo mío.
Cerré mis ojos contra el dolor, luego los abrí, dejé caer el chal y me incliné para agarrar mi blusa.
—Solo pruébame —susurró siniestramente.
—Haz lo que quieras —dijo entre dientes—. Nadie se aleja de mí.
—Solo observa, perra —replicó Raiden—. No te he hablado durante meses. Para un hombre que las folla a ti y a tu
amiga, sin cenas, ni películas, no eres más que un coño y un coño como el tuyo es lo mismo que nada.
—¡Idiota! —gritó.
—Sí, soy un idiota, pero tú eres una jodida puta. Prepárate, Meg —terminó en una advertencia y cerró de golpe la
puerta justo en su cara.
Hizo girar la cerradura, se volvió hacia mí y levantó una mano para arrastrar los dedos por su cabello, sus ardientes
ojos aterrizando en mí.
—No me jodas, que maldita jodida para mi mujer, vine a casa con ella en mi cama y no cerré la puerta de mierda
—gruñó.
—Tengo que irme —dije en voz baja, y Raid se centró en mí.
—¿Qué dijiste?
—Tengo que irme —le dije.
—Hanna, eso fue solo una follada. No tomes su mierda —ordenó.
—Tengo que irme —repetí.
—Nena, de nuevo, fue una follada. Nunca me involucré con ella. Fue casual. No puedes huir de lo que no es real. Ni
siquiera he hablado con ella en jodidos meses. Más tiempo del que has estado conmigo. Oyó hablar de nosotros, se despertó
sintiéndose como una perra y vino aquí a difundir la alegría.
—La llamaste puta —le recordé.
Él alzó una mano, sus cejas disparándose.
—¿No estabas justo aquí? Ella es una puta.
Esto no era discutible. Ni siquiera sé por qué lo traje a discusión.
Me moví.
—¿Tú la… tú la… mordiste como a mí?
—Cariño, ¿por qué crees que esa mierda está sobre mí? Esa perra no ha tenido nunca mis dientes.
Joder, ninguna perra ha tenido nunca mis dientes.
Gracias a Dios.
Al menos eso era bueno.
Una vez más, me moví.
—¿Te acostaste con ella y su amiga?
Su torso giró hacia atrás, su boca se cerró y lo supe.
Dios.
Me acerqué a él, porque él estaba en la puerta, mi cabeza estaba abajo, mi boca repitiendo:
—Tengo que irme.
No lo hice. No se alejó de mi camino esta vez. Envolvió sus manos alrededor de mis dos brazos y me movió de
regreso metro y medio en la habitación.
Me liberé y di tres amplios pasos a un lado, levantando una mano en su dirección.
—¡No me toques! —dije entre dientes, y esta vez su cabeza se sacudió.
—Hanna…
—¡Tuviste tríos! —chillé.
—Te lo dije, nena, no queremos ir sobre la mierda del pasado.
Tiré de ambas manos.
—Ahora entiendo por qué —compartí. Entonces le pregunté—: ¿Vas a querer hacer eso conmigo?
—Joder, no —espetó.
—¿Y se supone que te debo creer? —empujé.
Se inclinó hacia mí y me espetó:
—Joder, sí.
—¿Cómo? —le espeté—. Ella tiene razón, te gusta lo salvaje. ¿Cuándo va a desaparecer lo vainilla, Raid?
De repente, una sonrisa enorme, blanca y divertida, y si no me equivocaba, parecía que estaba luchando contra la
risa.
—¡Esto no es divertido! —grité porque bueno, ¡no lo era!
—Cariño, te equivocas. Tú pensando que siquiera estás cerca de lo vainilla es malditamente hilarante.
—Uhm, hum —murmuré con incredulidad.
Su cuerpo empezó a temblar visiblemente.
Sí.
Con la risa.
—¡Esto no es divertido! —grité.
Raid cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de contraatacar su sonrisa sin ocultar que estaba luchando de nuevo
y comenzó:
—Hanna, nena, te dije que no queremos ir sobre la mierda del pasado y no me equivoqué. Realmente no lo
hacemos. Pero has trabajado por ti misma por lo que no me das otra opción.
No me gustó este comienzo, pero no tuve la oportunidad de compartir eso porque Raid siguió su camino.
—Meg pasa sus días en un trabajo de mierda que odia y pasa la mayor parte del resto de su tiempo fuera del trabajo
hambrienta, por lo que por lo general está en un estado de ánimo de perra porque casi odia su vida, pero sin duda necesita un
sándwich. En contradicción con esa mierda, no tiene ningún problema vertiendo alcohol en su garganta y fumando un chingo de
hierba, lo que no le da de comer pero es algo que se niega a dejar, así es el ciclo vicioso de ser una puta y hacer que las
buenas cualidades de ella se pierdan.
—Raid —le espeté para conseguir que se callara, porque no quería saber nada de esto, pero él hablaba sobre mí.
—Lo que estoy diciendo es que ella es una chica fiestera, buena para nada, y estaba por nada conmigo. Cuando ella
era capaz de aplacar a la perra, nos lo pasábamos muy bien. Tal vez conseguirá un tipo que está con las tetas falsas, un
montón de cabello y mujeres que se preocupan más por tener un cuerpo tonificado que por tener un estado de ánimo tan
decente que se pondrá con la perra con tal de tener su marca de diversión, pero ese tipo no soy yo.
—¡Raid!—grité esta vez, pero siguió adelante.
—Quieres oír esto o no, honestamente, si no te encendiste por mí nuestra primera vez, y fueras vainilla, eres fabulosa
nena, pero no estarías aquí ahora. Contigo tengo todo el paquete. Si lo tuviera con ella, ella estaría aquí, no tú.
—Esto no me hace sentir mejor —le informé.
Su diversión murió y replicó:
—Entonces, ¿cómo es esto? Te enciendes por mí, pero más, me haces encenderme por ti. Y ninguna mujer, no en
toda mi vida maldita, ha hecho que me encienda de la forma en que lo haces.
Guau.
Sabía que hizo eso por mí, pero no tenía ni idea de lo que hice por él.
Cerré mi boca.
—Consigues mis dientes, Hanna, porque hacerte mi propia Peggy Sue personal me lleva a lo salvaje, me vuelve
jodidamente loco. Lo haces por mí como ninguna mujer antes. Pierdo el control, porque me lo haces y consigues mis dientes,
y lo que hace esa mierda mejor es que amas que deje mi marca en ti.
Luché contra el deseo de tocar mi piel, a sabiendas de lo que había pasado antes, había tenido que elegir mi top para
ese día con cuidado. Porque su marca siempre era leve, pero estaba allí y tenía razón.
Amaba tener la marca de Raid en mí.
Estaba lejos de hacerlo y él también se guardó lo mejor para el final.
—Ella no lo hace por mí, Hanna, porque no caí enamorado de ella cuando la vi a través de una calle, con el cabello
brillando en el sol, riendo. Tú lo haces por mí, porque tú eras esa chica cruzando la calle, tu cabello brillando en el sol, riendo,
haciendo que me enamorara de ti, y yo ni siquiera jodidamente te conocía.
¿Acaba de decir eso?
—Oh, Dios mío —le susurré.
—Sí —estuvo de acuerdo.
Solo dijo eso.
—Oh, Dios mío —repetí.
—Sí, cariño —estuvo de acuerdo de nuevo.
—Yo… —empecé, pero de nuevo él habló sobre mí.
—Así que gracias joder, mi boca en la tuya, estallas y te dejas ir sobre mi polla mientras estoy conduciendo tu auto y
clavas tus uñas en mi espalda cuando te vienes para mí, porque, nena, eso significa que me das todo. Ni una sola mujer en mi
vida me dio todo y ningún hombre puede esperar eso. Espero por eso. Si. Conseguirlo No. Tú lo das todo, lo que significa
que ya lo tengo todo.
Me quedé mirándolo.
Me dejó por un rato y luego continuó:
—Ahora, puedo compartir lo que vino antes que tú, y me divertí, Hanna No me disculpo. Pero creo que es mejor
que dejemos las mentiras. Porque todo lo que tienes que saber es que vas a ser tú y solo tú, hasta el día que muera, porque la
vida no me llevó por el camino equivocado cuando me enamoré de una chica que tenía el sol brillando en su cabello que
finalmente no lo haría por mí. No eres más que suficiente para mí. Eres todo lo que quiero. Así que eso funciona para mí.
Cuando él dejó de hablar, por desgracia, empecé.
—¿Sus pechos son falsos? —solté.
—Absolutamente —respondió Raiden.
—¿Estás enamorado de mí? —seguí impulsivamente.
—Absolutamente —respondió Raiden.
Nos miramos el uno al otro, mientras mi corazón se aceleraba y luchaba con los jadeos.
Entonces, sin terminar de escupir, compartí.
—Te gano. Me enamoré de ti cuando tenía seis años y no sabía quién eras.
Vi la tensión aflojarse de su cuerpo. Su cuello torcido, la cabeza caída hacia adelante, cerrando los ojos, y se quedó
contemplándome en silencio por un momento antes de que levantara la cabeza, me miró y me dijo en voz baja:
—Está bien, nena, tú ganas.
—Absolutamente —le contesté.
Fue entonces que Raiden Ulysses Miller me quemó por segunda vez, pero no luché contra este incendio. No hubo
dolor. Pero eso no significaba que no terminara de marcar.
—Te dije que cuando era niño nunca soñé con ser un policía o un astronauta, pero le di muchos pensamientos a la
mujer que querría en mi cama. Crecí y le di más importancia a esa mujer, pero también era acerca de la mujer que quería en mi
vida. Y eras tú. Luego te conocí. Y ahora, todos los días que me despierto, no puedo creer mi suerte, porque estás aquí.
¿Era real?
—¿Cómo puedes tomar una situación totalmente loca que nunca debió suceder, que era intensa y humillante, y
convertirla en algo que nunca quiero olvidar en toda mi vida? —le pregunté.
—Porque me amas —respondió Raiden.
—Oh, cierto. Así es cómo —murmuré.
Su fuego ardía al rojo vivo.
—Ven aquí —gruñó.
Llegué allí.
En el instante en que lo hice, me aplastó en sus brazos, enterró su cara en mi cuello y ardí en llamas.
Se sintió genial.

***

Más tarde esa noche…


Usando una camiseta y pantalones cortos de pijama, me acosté a horcajadas sobre Raiden en mi cama, con los ojos
mirando mis dedos explorando su clavícula mientras sentía sus dedos explorando la piel de mis muslos.
—¿De verdad vas a hacer su vida imposible? —le pregunté a su clavícula.
—¿Meg? —me preguntó, y lo miré.
—Sí —le respondí.
—Sí —confirmó, e incliné la cabeza hacia un lado.
—¿En serio?
—Esa situación fue intensa Te avergonzó y nunca debería haber ocurrido. Nunca debió haber entrado allí, en primer
lugar, pero lo hizo. Le di una oportunidad de irse, no lo hizo. Ahora tiene que aprender una lección.
—¿Qué vas a hacer? —le pregunté.
—Algo que va a hacer que aprenda la lección.
—Raid… —empecé, pero sus manos se levantaron y aferraron a mis caderas.
—No me jodas —declaró con firmeza—. Ella me jodió.
Ella lo hizo.
No dije nada.
—Y ella te jodió —dijo—. Vio que estabas asustada y se fue a matar. No me jodas. Absolutamente no te jodas.
—Está bien, pero eso nos lleva a…
—No, Hanna. No. —Sacudió la cabeza en mi almohada—. Amo saber que me amas, se siente bien que sepas que
te amo, pero eso era nuestro para compartir y lo hubiéramos hecho de todos modos con el tiempo. Pero lo que comparto
contigo en la cama es mío. Es tuyo. Es nuestro y de nadie más. Me observó tomarte, y no me importa una mierda que ella solo
estuvo allí en el final, eso no es suyo para tener. Ella no llega a escuchar las palabras que te digo cuando estoy dentro de ti y no
se pone a escuchar lo que me susurras. Y nadie, pero nadie, llega a compartir cuando te corres para mí.
Tuve que admitir que tenía razón. No me gustaba que ella consiguiera eso de nosotros tampoco.
—Así que ella lo paga —declaró Raiden—. Odia su trabajo, no va a tenerlo mucho más tiempo. Tiene el gusto de
frecuentar un determinado bar, va a encontrarse a sí misma no siendo bienvenida allí. Ella alquila, su propietario está de
repente replanteando su arrendamiento. La próxima vez que se despierta y se sienta como una perra, lo pensará otra vez.
Sentí mis ojos hacerse grandes.
—¿En serio vas a hacer todo eso?
—Estoy seriamente haciendo todo eso.
—Santo Dios. Ahora siento pena por ella.
—Deberías, nena. Es una triste, perra solitaria que necesita comer un sándwich y conseguir una vida.
Era en serio, pero era divertido, así que empecé a reír.
Raiden sonrió mientras me miraba, con los brazos moviéndose para encerrarme en un círculo.
Cuando dejé de reír nerviosamente, él comentó:
—Hablando de gente jodiéndote. Vas a recibir un cheque de Bob.
Estaba confundida.
—¿Bob?
—Reembolso por el paquete deportivo que te vendió en el Z, pero no te dijo que te vendió.
Parpadeé.
Entonces compartí:
—El auto llegó de esa manera.
—Otros Z en ese lote vienen de otras maneras, cariño. Conduces ese Z como si fuera el Buick de tu abuela.
Necesitas amortiguadores deportivos como necesitas un agujero en la cabeza.
Empujé ligeramente hacia arriba, o tanto como sus brazos alrededor de mí me dejaron ir, y protesté:
—¡No conduzco mi chica como el Buick!
—¿Sabes qué son amortiguadores deportivos?
Podría hacer una puñalada salvaje, pero la verdad era que no sabía qué eran los amortiguadores.
Decidí no responder.
Él me sonrió y ordenó:
—Cobra el cheque.
—No es culpa de Bob que sea una idiota.
Su sonrisa murió, sus manos se deslizaron por mi espalda, presionando hacia abajo, así que estaba cara a cara con
él.
—Cobra. El. Cheque —gruñó, su voz áspera y dominante.
Lo miré fijamente a los ojos.
Entonces le dije:
—Está bien, cariño.
Raiden miró al techo y maldijo en voz baja.
Lo dejé y cuando volvió a mirarme, le pregunté:
—¿Quieres un helado tardío por la noche?
Sus ojos se pusieron calientes, sus manos se movieron a mi trasero y respondió:
—Por supuesto.

***

Dos días después…


Me dieron el cheque de Bob.
Entonces me dirigí a Bob’s.
Nos sentamos y hablamos.
Una hora después, endosé el cheque a la residencia para enfermos terminales donde murió la mamá de Bob.
Salí con mi chica pensando que KC era una genio.
Entonces llamé a Raiden y le pregunté si quería reunirse conmigo en Rachelle’s para el almuerzo.
***

Tres días después, temprano por la tarde…


Raiden caminó dentro de la cocina, se acercó por detrás de mí en la estufa y me besó en el hombro.
Torcí mi cuello para sonreírle.
Él me devolvió la sonrisa.
Volví mi atención de nuevo a la sartén pensando que era impresionante que Raid tuviera un montón de pantalones de
camuflaje, un baúl, un banco de pesas y no mucho más. Tomó su Jeep y mi camioneta, en dos horas estuvo prácticamente
todo empacado, y estaba dentro.
Y este asunto de vivir juntos era el asunto.
—Nena —me llamó y me volví hacia él.
—¿Sí?
—Estaba de pie en el mostrador de enfrente donde mi correo abierto estaba colocado. Tenía un trozo de papel en la
mano y lo agitaba.
—¿El Asilo? —preguntó.
Oh chico.
Ese papel era una carta de agradecimiento del Asilo para Bob y mi donación.
No dije nada y esperé.
—El cheque de Bob —indicó.
Raiden lo había captado.
Me mordí el labio.
Él negó con la cabeza, dejó caer el papel en la encimera y sonrió al suelo mientras caminaba hacia el refrigerador,
conseguía una cerveza y salía de la habitación.
Me volví hacia la estufa.
Absolutamente.
KC era una genio.
18
Me Despierto Feliz
Traducido por ஓ¥anliஓ, Helen1 y Jadasa Youngblood

Corregido por Lizzie Wasserstein

Tres semanas más tarde…


Estaba corriendo alrededor de mi habitación, preparándome. Había pasado demasiado tiempo entre mis perfumes
tratando de elegir uno, solo para volver a Agent Provocateur, el único que le gusta a Raid, así que se me hacía tarde.
Corrí hacia el clóset y me enfrenté con otra decisión con respecto a las sandalias cuando mi celular sonó en la cama.
Me lancé hacia él, vi la pantalla y lo puse en mi oreja.
—Hola, cariño, voy retrasada —le dije a Raiden.
—Eso es bueno porque yo también —respondió—. ¿Quieres ahorrarnos veinte minutos y te encontraré con Rache?
—Claro, iré en bici.
—Nena, conduce.
Áspero y dominante.
Lo ignoré. Esta era mi bebé. Willow era seguro, pero mi Schwinn pasaba la noche en mi garaje y en ninguna otra
parte, excepto, por supuesto, la guarida de Raid. Pero Raiden ya no dormía en su guarida, así que ahora era el garaje y solo el
garaje.
—Eso significaría que necesitaría dejar mi Z en la ciudad durante la noche, y Rachelle me deja guardar mi bicicleta en
su trastienda.
—Dejaremos el jeep en la ciudad y conduciremos tu Z a casa. Podemos recogerlo mañana.
Esta idea fue muy buena así que accedí a ella.
—Está bien, corazón.
—Nos vemos allí —me dijo.
—Correcto. Adiós, corazón.
—Hasta más tarde, nena.
Dejé de apresurarme, lo cual significaba que tenía un montón de tiempo para tomar la decisión para las perfectas
sandalias.
Hice esto, cerré la casa y me fui hasta el garaje por mi Z.

***
—¡Hola! —saludó Rachelle en un grito cuando entré en la cafetería y la campanilla de la puerta sonó.
Había fallado en observar que la Cafetería de Rachelle parecía haber sido arrancada de la isla de Nantucket y
plantada en Willow, Colorado. Por supuesto, nunca había estado en Nantucket, pero había visto fotos, y la Cafetería de
Rachelle estaba ahí. Tenía mesas a lo largo y una larga encimera corría por un lado. El resto era toda colores serenos y una
decoración casual, y confía en mí, la decoración podría ser "casual".
Era impresionante.
Rachelle estaba detrás del mostrador con su mamá en frente de ella.
—Hola —dije.
—Hola, Hanna —dijo de vuelta la señora Miller.
Sonreí y fui hacia ellas.
Ni que decir tiene, Raiden y yo ahora vivíamos juntos, e independientemente de que él estaba un poco fuera de la
ciudad, que nosotros tuviéramos tiempo real juntos en nuestro historial, habíamos estado en una cena en casa de la señora
Miller.
La conocía de toda la vida, me gustaba desde ese tiempo, y después de ir a cenar a su casa me gustaba más. Ella era
como siempre fue: agradable, amable y de fácil hablar, pero descubrí que era también una buena cocinera.
También llegué a conocer mejor a su novio, Gazza. Gazza era Inglés, como en realidad de Inglaterra, pero, como si
hubiera sido un hombre de la montaña toda su vida, incongruentemente tallaba tótems o águilas y similares en troncos. Lo hacía
para ganarse la vida, vendiéndolos en el jardín de su casa en las colinas.
Él era un buen tipo que a todo el mundo le gustaba. La señora Miller y Gazza no vivían juntos, pero habían estado
juntos durante años y de alguna manera hacían logrado hacer funcionar el estar juntos en lugares separados. También era
conocido en la ciudad como lo era Ruthie Miller, quien quería su propio espacio y Gazza la amaba lo suficiente como para
aceptarla como venía, lo que, por supuesto, hizo que a todos les agradara más.
Pensé que era aún más genial, sabiendo ahora que ella era una mujer que tenía un hombre que no era tan genial, por
lo que solo aceptaba la vida y el amor en sus términos, pero ponía el esfuerzo para hacerlo funcionar.
Por otra parte, estaba aprendiendo que los Miller (no obstante el Sr. Miller, donde quiera que estuviera) eran todos
geniales.
Me detuve y Rachelle preguntó:
—¿Cena o aperitivos para un café al estilo Rachelle?
—Raid y yo vamos a la función doble en el Deluxe esta noche, pero él está llegando tarde, así que una rápida cena,
sin aperitivos.
Por alguna razón, esta declaración hizo que Rachelle rugiera de risa, pero el rostro de la señora Miller se volvió
brillante.
—¿Dog Day Afternoon y French Connection? —preguntó con entusiasmo.
—Síp —le respondí—. Noche de película de Patea traseros de los 70’s en el Deluxe, a pesar de que se perdieron
una gran oportunidad de comercialización al no mencionarlo y en cambio llamarlo Obras Maestras del Cine de los 70’s en el
Deluxe. —Ella sonrió ampliamente, y ante su expresión ofrecí—: ¿Quiere unirse a nosotros?
Ella negó con la cabeza.
—Me encantaría. Tengo planes con Gazz. En otra ocasión.
Asentí, miré a Rachelle y sonreí a través de mi esperanzadoramente no tan entrometida pregunta de:
—¿Puedo preguntar por qué te ríes?
—Mi hijo —comenzó la señora Miller a responder lo que le había preguntado a su hija, así que volví a mirarla—,
nunca fue un chico que se sentara a ver televisión y jugar videojuegos. Tampoco iba al cine. Él trepaba árboles. Corría por ahí
en esa patineta suya, sin casco, voy a añadir, no importa cuántas veces lo regañaba por eso. Desaparecía en el bosque o en las
colinas y se iba todo el día haciendo Dios sabe qué. Él sentándose por toda una doble función está fuera de lugar —explicó,
pero en realidad no era una explicación de por qué eso sería divertido.
Entonces Rachelle me dio la explicación de la que la Sra. Miller fue demasiado bien educada para dar.
—Ni siquiera por sus perras en su tiempo, sentó su culo en un cine. Si no marchaban por el bosque con él o…
—Sus ojos se deslizaron hacia su mamá─, lo que sea, que estuvieran tramando. Así que es hilarante ver a mi grande,
escalofriante y rudo hermano tan… totalmente… sometido.
Mi boca quedó colgando, pero la señora Miller dijo bruscamente:
—¡Rachelle!
Ella sonrió sin arrepentimiento hacia su madre e hizo un ruido brusco de un chasquido.
—No estoy segura de que Raiden sea un sometido —compartí y Rachelle me miró.
Entonces ella lo explico claramente.
Aterradora, maravillosa, y como Rachelle tenía una tendencia a hacer, hilarantemente.
—Su Señoría, prueba A: la niña bonita lo llama Raiden cuando nadie lo llama Raiden porque jodidamente odia ser
llamado Raiden —dijo, y me miró fijamente.
No sabía eso.
—Rache, no digas la palabra con j ─siseo la Sra. Miller.
Rachelle ignoró a su madre.
—Prueba B: Raid sentando su culo en un cine, probablemente pasando esas horas sin ver la película, sino pensando
en la mierda que podría hacer explotar, las carreteras que puede correr en un vehículo todo terreno o en las otras cosas en que
podría estar usando ese tiempo para hacer travesuras con su chica.
—Lo siento mucho, Hanna, cuando ella está a toda marcha… —comenzó a decirme la Sra. Miller.
—Prueba C —siguió adelante Rachelle, pero su rostro cambió, fijando sus ojos en mí, terminó—: él se deja llevar y
se ríe. Todo el jodido tiempo. Finalmente permitiéndole ver a la gente que de hecho es genuinamente feliz.
Sabía de qué estaba hablando y mi garganta se obstruyó al instante.
—Te daré un vino blanco —afirmó, en conclusión.
Agachó la cabeza, escondiendo sus ojos y se alejó.
Con dificultad, tragué saliva y sentí que la Sra. Miller tomaba mi mano.
—¿Podemos sentarnos un momento antes de que Raid llegue? —pregunto con un apretón de manos.
Asentí. Todavía haciéndole frente a las bombas emocionales de Rachelle e insegura acerca de estar un momento con
la madre de Raid, no tuve otra opción, así que fuimos a una mesa junto a la ventana.
Ella se sentó frente a mí.
Ya había aprendido, ya que estaba tratando con uno de los Miller, así que me preparé.
Fue una buena cosa para hacer.
—No dejes que Rachelle te moleste —dijo.
—No estoy molesta —le aseguré, lo que era una especie de mentira. Yo estaba molesta, pero no en el mal sentido.
De hecho, estaba conmovida.
—Solamente estamos… solo estamos… —ella miró por la ventana y luego de vuelta a mí─, muy contentas de que él
se establezca.
Asentí.
Sus ojos se desviaron a la ventana, y para darle tiempo sin mi mirada en ella, la mía también se apartó.
—Él habla contigo.
Fue apenas un susurro, pero lo escuché y la miré.
Su mirada estaba todavía fuera de la ventana.
Cuando no tuve una respuesta lista, ella siguió su camino, apuntando sus palabras hacia mí, pero todavía mirando por
la ventana.
—Él regresó y él... —La miré tomar aliento—. La vida cambia a las personas. Las cosas suceden. Es la forma en
que la vida es, pero eso era... eso no era por lo que él estaba diferente.
Oh Dios.
Giró la cabeza y me miró.
—Él se había ido. Lo intentamos, Rache y yo... bueno, se cerró a nosotras. Él sonreía, pretendiendo ser él mismo,
pero no lo era. Una madre sabe. Una hermana sabe. No era nuestro Raid.
—Lo sé —le contesté en voz baja.
—Está de vuelta —declaró, y mi corazón saltó.
—Yo…
Su manos se estiraron por encima de la mesa y se cerraron alrededor de las mías con tanta fuerza que causó dolor.
—Él habla contigo. —No era una declaración, sino una pregunta.
No podía decirle como lo hizo, él no lo hizo.
Solo dije:
—Sí, Sra. Miller. Él habla conmigo.
—Ruthie, cariño, te dije que me llames Ruthie.
Lo hizo. Así que asentí de nuevo.
Su mano se tensó aún más alrededor de la mía y reprimí una mueca.
—Lo averiguarás, le pido a Dios, podrás descubrir que una madre tiene muchas pesadillas. Sé que suena raro, pero
no me malinterprete. Eres feliz de vivir con ellas, porque para ser madre, tienes que crear estas diminutas vidas, respirar sueños
que crecen hasta ser cosas espléndidas. Pero para una mujer con un hijo, eso es lo peor. Cuándo se ha ido. Qué está
haciendo. Oras mucho para que vuelva a salvo, que te olvidas de orar a Dios para mantenerlo a salvo de todas las formas en
que se puede dañar. Mi hijo fue dañado.
Su mano levantó la mía un centímetro fuera de la mesa y sus ojos se pusieron brillantes.
Los míos también.
—Gracias por arreglarlo —susurró.
Sostuve su mano apretada de vuelta, me incliné y le dije con suavidad, pero honestamente:
—Mi trabajo no ha terminado, Ruthie.
—Estoy segura. Pero tengo fe en ti.
Oh Dios.
Me tragué las lágrimas.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —le prometí.
—Ya lo estás haciendo.
En serio. Esto era hermoso, pero no podía tomar más.
—Sabes —espeté—, Abue enloquecería si me viera, una Boudreaux, llorando en la cafetería local.
—Entonces cálmate, perra —declaró Rachelle, llegando con mí vino y colocándolo en la mesa—. Recomponte
—aconsejó y se giró hacia su madre—. Mamá, Raid entra aquí y te ve toda sentimental con su mujer, va a perder la cabeza.
Contrólate.
Entonces ella se alejó.
Ruthie me miró, su boca torcida.
—Ella no está equivocada.
—Usted lo crio, así que estoy segura que sabe esto mucho mejor que yo, pero él puede tener su ataque de hombre
macho. Explotará, y a través de ello solo haremos nuestra propia cosa.
Sus ojos se iluminaron, su mano dejó ir la mía y respondió:
—Ahora estoy viendo cómo puedes exprimir milagros.
—Le doy todo el crédito a Abue y a KC. Abue es sabia y lo dice directamente. KC vive con un alfa y también lo
dice directamente. Ellas son mis gurús —compartí.
—Si necesitas otra gurú, ya sabes dónde encontrarme, y no tomes eso como que te pido que compartas conmigo en
qué anda mi hijo. Si él quiere que lo sepa, me lo dirá. No estás en el banquillo. Solo sé que Raid está bastante bien y estoy
feliz de hacer mi parte.
Le sonreí.
Devolvió la sonrisa y luego gritó:
—¡Rache! ¡Me voy!
—Voy a llamar a Gazz y advertirle que estás en pie de guerra emocional y es el próximo en tu agenda —gritó
Rachelle.
Ruthie se había parado a través de esto y me sonrió.
—Una vez más, no está equivocada.
Me reí.
Alargó la mano y metió mí cabello detrás de mí oreja.
Eso era familiar, proveniente de un Miller.
Y dulce.
Dejé de reír.
—Hasta luego, Hanna.
—Tenga una buena noche con Gazz, Ruthie.
Ella me guiñó un ojo y se fue.
Tomé un sorbo de vino, miré por la ventana y arrastré una respiración profunda para reponerme.
En cierto modo logré esta hazaña, cuando sentí una presencia unirse a mí en la mesa. Salté por la sorpresa, pero volví
la cabeza sonriendo, pensando que vería a Raiden.
No era Raiden.
Era un hombre apuesto, bien vestido, mirándome con ojos que eran casi tan increíbles como los de Raid.
Pensando que iba a venir hacia mí, le dije:
—Lo siento, estoy esperando a alguien.
—Sí. Y cuando llegue, te pido que le des a Miller un mensaje para Knight.
Mi espalda se enderezó, mi piel empezó a zumbar (y no en el buen sentido) y lo miré fijamente.
No dudó.
—Dile que le diga a Knight que está siendo cuidadoso, pero no lo suficientemente cuidadoso. Dile que Nair no va a
darse por vencido. Que le diga que va a tener que hacer algo de una manera permanente para hacer que Nair se rinda.
¿Entiendes?
Mis ojos se estrecharon aun cuando mi mano se movió de nuevo hacia mi celular en mi bolsillo.
—¿Quién eres tú?
—Soy Nick. Miller sabrá quién soy. Knight definitivamente va a buscarme. Y tú, no te preocupes. Nair no se centra
en Miller. Él ni siquiera sabe quién es Miller. Él no está enfocado en nadie más que en Knight. Nair no tiene ni idea que existes
y no le importa un carajo. Pero necesitaba una manera de pasar el mensaje. Esa eres tú.
—Si tiene algo que decirle a… —empecé.
—Si quieres que los conduzca a tu hombre, entonces sí, voy a hablar directamente con él. Si quieres que ellos
mantengan su enfoque en mi hermano, entonces le dices a Miller todo lo que dije.
Antes de que pudiera responder, él se levantó y se fue.
Parpadeé tras él.
Entonces miré a mí alrededor y vi la cafetería medio llena, la mayoría concentrados en su comida o una conversación.
Rachelle no andaba por aquí, probablemente estaba en la cocina.
Me preguntaba si alguien lo vio, pero no parecía ser así. Nadie prestaba atención.
Saqué mi teléfono y tenía la cabeza agachada, los dedos moviéndose en el para llamar a Raid cuando la campana
sobre la puerta sonó.
Salté y miré hacia arriba para ver a Raiden sonriéndome y viniendo hacia mí.
Rodeó la mesa, se inclinó hacia mí, barrió mi cabello hacia atrás y me besó en el cuello. Luego se quedó allí para
correr su nariz sobre mi piel, lo que hizo que hormigueara, pero de la buena manera esta vez.
Seguía allí cuando me susurró al oído:
—Me encanta cuando el perfume de mi chica es fresco. Hola, cariño.
—Hola —le contesté.
Sacó la mano de mi cabello y rodeó la mesa, gritando:
—¡Rache! Cerveza y muévete con dos especiales. ¡Hanna y yo vamos a llegar tarde!
—¡Cállate! —gritó desde la cocina.
—Pierdes unas monedas si no te das prisa. ¡Podemos conseguir algo en la calle! —gritó Raid.
—¡Dos especiales saliendo! —devolvió.
Por suerte, Rachelle era la dueña de la cafetería, por lo que los Miller actuando como, bueno, que iba yo a saber
cómo funcionaban los Miller.
Raid se instaló frente a mí y apenas consiguió su trasero en la silla cuando anuncié:
—Hace un minuto, un hombre bien vestido, que nunca he visto en mi vida se sentó justo donde estás y me dijo que te
dijera que le digas a Knight que no está siendo lo suficientemente cuidadoso. Una persona llamada Nair no va a darse por
vencido y Knight tiene que hacer algo permanente para conseguir que renuncie.
Raid, con los ojos fijos en mí, se congeló. El aire a su alrededor se congeló. De hecho, toda la cafetería se congeló
mientras me miraba fijamente.
Entonces sentí ojos en mí, porque el peligro saliendo fuera de Raiden era tan inmenso, que estábamos capturando la
atención a pesar de que no se decía ninguna palabra.
En otras palabras, yo no era la única que podía sentirlo, y era tan fuerte que esto no era una sorpresa.
Luego susurró a su siniestra manera:
—¿Dilo de nuevo?
Repetí lo mismo.
Raiden se inclinó ligeramente hacia mí.
—¿Estás diciéndome que el hijo de puta llegó hasta mi mujer en el jodido negocio de mi hermana, se sentó frente a ti
y te dio un mensaje para mí?
Dudé por el retumbar aterrador del tono de su voz que nunca había escuchado antes y el resplandor ominoso
ardiendo en sus ojos que nunca había visto antes, entonces me incliné y le respondí:
—Sí.
Se sentó de nuevo.
—Jesucristo. Voy a jodidamente matar a ese tipo.
—Amigo, ¿qué pasa? —preguntó Rachelle, golpeando la mesa justo antes de que una botella de cerveza golpeara la
mesa.
Ahí estaba. Otras personas sintieron su vibra.
—Rache, piérdete —ordenó Raid.
—Hermano, te ves alterado. Yo… —empezó.
La cabeza de Raiden se inclinó hacia atrás y cortó sus ojos hacia ella.
No estaba recibiendo su mirada, pero aun así me estremecí.
—Del fondo de mi corazón, pero jodidamente fuera de aquí, nena.
Ella se mordió su labio, me miró con sus ojos muy abiertos y sabiamente se largó.
Raiden me miró y desee que Rachelle regresara.
—Si lo ves de nuevo, le dices que necesita encontrar un conducto alternativo para comunicarse con su hermano. No
tú. Y terminas diciéndole que si lo ves de nuevo después de eso, lo encontraré, arrancaré su cabeza y la meteré en su culo.
¡Caramba!
—Raid…
—¿Entendiste eso? —me interrumpió para preguntar.
Ahora, claramente no era una de esas veces para responder con insolencia, así que asentí, pero salí adelante con
cautela:
—Sí, cariño, entendí eso, pero ¿qué está pasando?
Contuvo el aliento, luego agarró su cerveza y sorbió un poco de vuelta antes de ponerla sobre la mesa de nuevo e
inclinarse hacia mí.
—Te conté sobre mi amigo Knight teniendo problemas. Un hombre llamado Drake Nair es el problema. Nair sigue
jodiéndolo. Primero, Nair se acercó a la mujer de Knight, Anya, compartiendo algunas cosas que no eran suyas para
compartir. Eso no tuvo el efecto deseado. Segundo, Knight tiene una variedad de personas bajo su protección y Nair ha
lastimado a algunas de ellas. Cuando Knight terminó con eso, Nair encontró al chico que estoy cazando, quién consiguió
infiltrar algunos de sus soldados en algunos de los asuntos de Knight, encontró algunos puntos débiles, y con esto quiero decir
ex adictos. Les reintrodujo en metanfetaminas, consiguió engancharlos de manera que Knight tuvo que limpiar esa mierda de
su negocio y también hacer el esfuerzo de limpiar de nuevo a los adictos.
Santo Cielo.
Drake Nair sonaba como un idiota de clase mundial.
Me preguntaba qué hizo Knight para inspirar esta animosidad, pero no tuve la oportunidad de preguntar. Raiden aún
estaba hablando.
—Knight no es inconsciente de que Nair era un fastidio que, a través de la tenacidad demostrada, se convirtió en un
enemigo quién es una verdadera amenaza. Nick es el hermano de Knight, y Nick es un comodín.
Dejó de hablar, así que finalmente tuve la oportunidad de hacer una pregunta.
—Si es el hermano de Knight, ¿por qué solo no habla con su hermano?
—Nick Sebring era un dolor en el culo que se aprovechaba del esfuerzo de su hermano, cantidades abundantes de
coños y cocaína. El papá de Nick lo llevó a Hawai y supuestamente limpió su comportamiento. Él regresó a Denver y desde
entonces, su comportamiento es sin rumbo. Luego se dejó caer fuera de la red, para volver a aparecer al azar, y no de una
buena manera, con muy mala gente para dejarla caer directamente hacia afuera de nuevo. Aunque ha dado tiempo, energía y
dinero en esta cuestión, Knight aún no tiene idea de lo qué su hermano estaba haciendo.
—Bueno, obviamente, Nick tiene la espalda de su hermano si sale fuera de su camino para advertirle de problemas
—señalé.
—Nena, comodín —respondió Raid.
—¿Perdón? —pregunté.
—Juegas con comodines, tienes uno en tu mano. Dorado. Tu oponente consigue uno estás jodido.
—Oh —dije.
—Con la compañía que ha estado manteniendo, Nick advirtiéndole a su hermano no significa que lo tenemos en
nuestra mano. Desde que es un comodín, puede significar cualquier cosa.
Eso tenía sentido, así que dije:
—Está bien.
—En conclusión, no le das a este tipo ningún momento, excepto para decirle lo que te dije. Una vez que transmitas el
mensaje, jodidamente te alejas y me llamas. Si lo ves de nuevo después de eso, jodidamente te alejas, alrededor de la gente y
me llamas inmediatamente.
Esto sonaba como un buen plan, estaba totalmente en ello.
—Está bien.
—Ahora necesito llamar a Knight. La comida viene, empieza sin mí.
En vez de repetir mi “está bien”, asentí.
Se levantó y se dirigió hacia la entrada principal.
Tomé un sorbo de vino, pero presté atención esta vez a mí alrededor y gasté una buena cantidad de esfuerzo para
conseguir regular mis latidos.
Rachelle salió con la comida.
—¿Todo está bien? —preguntó.
Le di una sonrisa deseando que no se viera falsa.
—Sí.
Sus ojos se estrecharon antes en mi sonrisa, con experiencia tratando con las cosas de Raiden Miller, sabiamente lo
dejó ir y dijo:
—Después de que comas eso, puedes construir santuarios a mi genialidad. Disfruta de las películas con mi hermano.
Entonces estaba fuera.
Empecé a comer y al mismo tiempo a crear santuarios para su genialidad en mi cabeza.
Entonces Raid regresó y empezó a comer.
Sin decir nada más al respecto, nos fuimos por nuestra noche como si la breve visita de Nick Sebring no hubiera
sucedido.

***

—Más —ordenó la voz ronca de Raiden.


De rodillas, trasero al aire, rostro en la cama, le di más, surgiendo de nuevo mientras me penetraba.
Increíble.
—Eso es. Tan jodidamente salvaje —gruñó.
Gemí mientras empezaba a resbalarse sobre mí y cuando me eché hacia atrás para encontrarlo, se alejó.
Estaba a punto de protestar cuando mandó:
—Atrás. Extiéndete.
Me di la vuelta sobre mi espalda, extendiéndome. Se inclinó sobre mí, me tomó en sus brazos, me levantó y
embistiéndome hacia abajo sobre su polla.
Grité, mis manos fueron a su exuberante cabello, ambas formando puños mientras alzaba sus caderas.
—Aguanta —me dijo innecesariamente.
Hacíamos esto, mucho. Siempre era un paseo salvaje.
Sabía aguantar.
—Dedo a tu clítoris, nena, dámelo —exigió.
Estaba listp y quería que estuviera ahí con él.
Hice lo que me dijo, y dos segundos más tarde metí mi cara en su cuello y hundí mis dientes en su piel.
Gruñó y gimió, subió tan duro y profundo, casi sacudiéndose fuera y se vino conmigo.
Medio minuto después, murmuró:
—Cariño, dame el deslizamiento.
Sabía lo que quería y empecé a deslizarme hacia arriba y hacia abajo sobre su polla, mis labios y lengua moviéndose
sobre su piel.
—¿Saboreas la sangre? —preguntó en voz baja.
—No —susurré en su cuello.
—La próxima vez.
Sonreí luego deslice mis labios debajo de su oreja.
—Hablé con tu mamá, hoy en la cafetería.
—Su coño está trabajando mi polla y me habla de mi mamá —murmuró, me deslicé hacia abajo, levanté mi cabeza y
lo miré, sonriendo.
—Y Rachelle —agregué—. Así que —empecé a conversar—, ¿nadie nunca te llamó Raiden excepto yo?
—Raiden es un nombre estúpido del héroe de una novela romántica de mi mamá que se le ocurrió para torturarme
—respondió.
Contuve una risita y comenté:
—¿Y Raid no es estúpido?
Sonrió.
—Raid es el nombre de un tipo duro.
No estaba equivocado.
Rocé mis labios contra los suyos y hablé entre dientes:
—Lo veo.
—Hanna, te amo.
Me decía eso ahora. No frecuentemente, pero lo decía.
Pero la manera en que lo dijo en ese momento hizo que mi cabeza se levantará un centímetro y fijé mis ojos en los
suyos.
—Cariño, también te amo —susurré.
—Nada nunca te toca —declaró y lo sabía.
Aún estaba pensando en Nick Sebring.
—Estoy bien —le aseguré.
—Mi trabajo no te toca.
—Cariño —lo envolví con mis brazos—. Estoy bien.
—Knight estaba tan infeliz como yo porque se te acercó. Tiene una mujer, es su mundo. Comprende dónde estoy.
No vas a ver a Nick de nuevo.
Asentí, pero mi estómago revoloteaba.
Yo era su mundo.
Inclinó su cabeza y besó mi pecho antes de echarse hacia atrás de nuevo.
—¿Quieres que te limpie o estás sintiéndote enérgica?
Desde que solo éramos él y yo, y siempre lo seríamos, más el hecho de que estaba con control de natalidad, lo
habíamos discutido y prescindía del condón.
Gratificante.
—Me siento enérgica —le dije.
—Entonces levántate, porque me siento enérgico, también, así que vamos a ir a la cama desnudos. Si te deseo en la
noche, acceso total.
Me deslicé fuera pero lo hice temblando.
Empecé a moverme, pero Raiden me atrajo de vuelta con un brazo alrededor de mi cintura, así que estaba
presionada enfrente de él. Su otra mano se deslizó entre mis piernas. Sensible, mi cuerpo se derritió en él, mis manos se
posaron sobre sus hombros, mis ojos se deslizaron medio cerrados y labios entreabiertos.
—No me jodas —murmuró, sus hermosos ojos moviéndose sobre mi cara—. Solo quería un rápido recordatorio de
ese dulce coño, y una mirada a tu cara, ahora tengo que joderte con mi dedo para hacerte venir de nuevo.
Ciertamente lo hizo.
Empecé a respirar con dificultad y mis dedos se aferraron a sus hombros.
—Tú cara en mi cuello, sostente y voy a dártelo —ordenó—. Y esta vez, voy a hacer que me marques.
Sus palabras hicieron que mis caderas se sacudieran. Me aferré, apreté acercándolo y dejé que me lo diera.
Al final, no me sentía tan enérgica como pensaba, así que Raid terminó saliendo de la cama para conseguir un trapito
para limpiar los restos de él, sacándolo.
Entonces caí dormida, momentos después sentí el brazo de Raid moviéndose, mis ojos a la deriva abriéndose y
cerrándose, mirando sus dedos moverse sobre la piel de su cuello y luego la piel de mis labios.
Y lo último que oí antes de que flotara fuera fue su murmullo:
—Amo a mi salvaje.

***

La cama se movía violentamente. Mis ojos se abrieron de golpe, entonces mi cuerpo rodó sobre Raiden y estaba
volando por el aire.
Aterricé sobre mi espalda en el suelo junto a la cama con un grito de dolor mientras la sacudida del aterrizaje corría a
lo largo de mi columna vertebral, irradiaba sobre mi cuero cabelludo y a lo largo de mi espalda.
Parpadeé, tratando de entender qué estaba sucediendo, al mismo tiempo, concentrándome en el dolor que
afortunadamente se desvanecía, cuando de repente Raid estaba arrodillado junto a mí.
—Jesús, joder, Hanna, joder. Joder —terminó con una mueca mientras me empujaba sobre mis codos.
—Estoy bien.
—Mueve tus piernas para mí —ordenó.
Estiré y doblé completamente mis piernas, repitiendo:
—Cariño, estoy bien.
Un momento de silencio se deslizó antes de que me acunara en sus brazos. Me levantó, giró, sentándose en el borde
de la cama y me abrazó acercándome, mi trasero en su regazo, su rostro en mi cuello.
—Maldita sea —murmuró.
—¿Un sueño? —pregunté.
No contestó, pero fue entonces cuando me di cuenta de que su cuerpo grande y fuerte estaba estremeciéndose.
Cerré mis ojos, apretadamente y envolví mis brazos alrededor de él.
—Estoy bien. Está bien. ¿De acuerdo? —pregunté estúpidamente.
—Pude lastimarte —dijo.
—No lo hiciste.
—Podría haberlo hecho.
Me aferré con fuerza y declaré firmemente.
—No lo hiciste.
—Joder —dijo entrecortadamente y sus brazos se tensaron a mí alrededor también.
Se quedó en silencio y solo lo sostuve por un tiempo, luego moví mi mano y pasé mis dedos por su cabello grueso y
sedoso antes de curvarlos alrededor de su nuca.
Su cuerpo dejó de temblar, pero no me soltó, así que le devolví el favor.
Luego levantó su cabeza e incliné la mía hacia atrás para mirarlo.
—Cariño, iré a la habitación de invitados. Dormiré ahí hasta que consiga bloquear esos sueños —declaró.
Ante sus palabras, automáticamente puse un agarre sobre él, un brazo iba apretando, el otro deslizándose en su
cabello y haciendo puños
—¿Perdón? —pregunté.
—Follamos, nos besamos, te dejaré a salvo aquí, dormiré en la otra habitación hasta que esté bien, hasta saber que
los tengo bajo control, entonces regresaré —respondió.
Mi espalda se estiró enderezándose y mis labios, declararon áspera y dominantemente:
—No. Tú. No. Lo. Harás.
Sentí su cuerpo sacudirse a mi alrededor.
—Hanna
—No van a alejarte de mí —espeté, y ante eso sentí su complexión tensarse apretando.
No me importaba.
Moví mis manos a cada lado de su cabeza y llevé mi cara cerca.
—Ellos arrancaron grandes trozos y pueden tener eso. No puedo obtener eso de vuelta, pero no están quitándome lo
que es mío.
—Nena…
—No —mordí—. Esperé durante casi toda una vida. No voy a conseguirte y tener alguna de las partes buenas
alejadas, como tú durmiendo en otro lugar. Me gusta dormir contigo. Me siento segura contigo a mi lado. Despierto feliz. No
conseguirán quitarme eso, y, además, no lo conseguirán de ti.
Me dio un ligero apretón.
—Nena, esta noche, ni idea lo que estaba haciendo, te arrojé al otro lado de la habitación.
—Arrójame por la ventana, no me importa. Eso sí, no me hagas dormir sin ti.
Sus brazos convulsionaron y su voz era ronca cuando Raiden comenzó:
—Amo eso, nena, pero…
Lo corté.
—No estoy arrojando tus palabras en tu cara, ¿pero tus amigos murieron entonces puedes dormir sin tu mujer?
Se quedó completamente inmóvil.
No me di por vencida.
—Habla con uno de los chicos —ordené.
—Nena…
Presioné mis manos en su cabeza.
—Raid. Habla. Con. Uno. De. Los. Chicos. —No le di oportunidad de responder. Alejé mis manos de su cabeza, di
una palmada en su pecho y le grité—: ¡Dios! ¿No crees que la misma cosa que le está ocurriendo a ellos te está pasando a ti?
Tanta testosterona, absorbiendo y no queriendo parecer débil. ¿No crees que están esperando a que el más fuerte de ustedes
de un paso adelante, sacándolo y darles esa salida así pueden encontrar la manera de cómo demonios seguir adelante?
Dejé de hablar y me preparé para su reacción, lo cual podría ser cualquier cosa, pero estaba impresionada con lo
que conseguí.
Dejó caer su cabeza hacia adelante así su frente descansaba sobre mi hombro. Girando, colocando su mentón y
labios en mi oído, susurró:
—Hal estaba conmigo. Hal estaba... Hablaré con Hal.
No tenía ni idea de quién era Hal. Solo sabía que le estaba agradeciendo a Dios que el desconocido Hal existiera y
que mi hombre confiaba en él lo suficiente para hablar sobre esto con él.
También cerré mis ojos y me aferré a él.
—Gracias —susurré.
—Y dormiré aquí. Contigo.
Lo apreté más y repetí mi aliviado:
—Gracias.
Levantó su cabeza y fijó su mirada en la mía en la oscuridad.
—Tienes eso, cariño, pero tienes que comprenderlo ahora mismo. Hacemos un trato de que si eso sucede otra vez,
no importa cómo suceda, te lastimo, casi te lastimé, hemos terminado y me mudo a la otra habitación hasta que consiga
controlarlo.
—Raid...
—No, nena, ese es tu compromiso y tan rápido como deseo irme. Me encanta que tomes el riesgo. Me encanta que
no quieres perderme. Pero véelo desde mi perspectiva. Si en realidad te lastimo, tendría que vivir con eso. No me hagas eso.
Lo entendía, y aunque no me gustaba, lo entendía, por lo que se lo daría.
—Está bien. No voy a hacerte eso.
—Gracias.
A pesar de que no me gustaba darle lo que tenía qué, estaba alegré de entregárselo porque su agradecimiento era
malditamente tan dulce.
Exhale una respiración profunda, lo solté, moviéndome hacia él y me acurruqué cerca.
Raiden me sostuvo durante un buen rato y luego nos cambió, así estábamos en la cama, él sobre su espalda, yo
metida a su costado.
Su mano rozó mi cabello y luego su brazo se detuvo y se curvó alrededor de mí.
No lo aflojó.
No se durmió.
Yo tampoco.
Estaba torturándose a sí mismo por lo que me hizo, y quizás asustado de lastimarme a través de otro sueño.
Me rompía el corazón que estaba en vela por estas razones.
El amanecer tocó el cielo, y, finalmente, su brazo se aflojó.
Finalmente me permití ir la deriva para dormir.

19
Nada más Dulce
Traducido por Jane.

Corregido por Lizzie Wasserstein

Tres semanas más tarde, Día del Trabajo...


Observé mientras vagaba a través del césped de Abue. Estaba lleno de gente y mesas repletas de comida que ella
ayudó a preparar, pero en estos días la existencia de comida tenía más que ver conmigo, KC, Eunice, y este año Rachelle y
Ruthie.
Me senté en la silla junto a Abue, sintiendo los rayos de sol sobre mí, así como una variedad de otras cosas.
Raiden estaba al final del patio, inclinado, su mano cerrada alrededor de la bandera roja colgando del medio de un
largo trozo de cuerda.
Los niños a sus costados, con las manos en la cuerda, listos.
—¡A la de tres! —Le oí gritar y mi corazón comenzó a latir con más fuerza, mi vientre calentándose, mi piel
hormigueando—. ¡Uno! —Él miró a su izquierda—. ¡Dos! —Él miró a su derecha—. ¡Tres! —gritó.
Soltó la cuerda, dio un paso atrás y los niños empezaron a tirar.
El picnic anual de la abuela.
Tira y afloja.
Sus ojos se desplazaron hacia mí.
Me cortaron la respiración.
Entonces Raiden Ulysses Miller me sonrió.
El sol era cálido y luminoso, pero el calor que me envolvió no tuvo nada que ver con eso.
Le devolví la sonrisa.
La mano de Abue se curvó alrededor de la mía.
—Estoy orgullosa de ti, chère —la escuché decir, pero no quité mis ojos de Raid mientras supervisaba el juego.
Giré la mano y curvé mis dedos alrededor de los suyos.
—Luchaste contra el incendio —continuó ella.
—Todavía está ardiendo.
—Sí, ya veo. Pero creo en ti, chica preciosa. Harás que se vuelva cálido y acogedor.
Tenía la esperanza de que ella tuviera razón.
No compartí eso. Solo apreté mi mano alrededor de la suya tanto como pude.
—¿Cómo se siente? —preguntó.
—No hay nada más dulce, ni nunca lo habrá —respondí.
—Tu vieja abuela tiene razón —murmuró.
—Siempre.
Ella se aferró a mi mano.
No la dejé ir.

***

Un mes más tarde...


Manejé a mi casa en mi bicicleta y vi a Raiden sentado en el porche en una de mis sillas de mimbre, la mano
enroscada alrededor de una cerveza.
Él nunca había hecho eso, así que no sabía si era algo bueno.
Monté hasta las escaleras, empujé el freno hacia abajo y desmonté. Caminé hasta el porche, apreciando su conjunto. Este
consistía en lo mismo, pero en vez de una camiseta, llevaba puesta una térmica muy ceñida.
El verano se había ido, trayendo la frescura aire de la montaña, yo llevaba jeans, un lindo suéter rosado y botas de
tacón bajo.
Me acerqué y sus ojos se desplazaron sobre mí antes de que se movieran a mi bicicleta y luego a mí.
Cuando dijo:
—Voy a tener que guardarla para el invierno cercano, nena. —Decidí no acercarme a él y darle un beso, y en su
lugar me dirigí al columpio.
Trepándome en este con soltura, levanté mis piernas y las crucé debajo de mí, mirándolo para ver, a través de mis
movimientos, que nunca había perdido esos hermosos ojos verdes inusuales que esperaba que diera a nuestros bebés.
—Lo sé —estuve de acuerdo.
—Sigue montándola, necesitas un clip para tus jeans o se quedaran atrapados en la cadena.
Él tenía razón, así que asentí.
Raiden apartó la mirada y dio un tirón de su cerveza, su atención se trasladó al patio delantero.
Le di un poco de tiempo y luego pregunté:
—¿Está todo bien, cariño?
A lo que, directamente, él respondió:
—Hablé con Hal hoy.
Sabía lo que quería decir. Me sorprendió que me dijera. Me sorprendió también que le tomara tanto tiempo
hacerlo. No había tenido ningún sueño desde que me tiró de la cama. Pensé que ya lo había hecho y las cosas estaban
bien. Pero no había preguntado porque sentía que él debía contarlo.
Él debe haber sentido mi sorpresa porque sus ojos se enfocaron en mí.
—Anoche, soñé.
Mis labios se separaron, sus ojos lo observaron entonces regresaron a los míos.
—Solo desperté, supe dónde estaba, no despertaste. Pensé que pasó tanto tiempo desde que los tuve. Pensé que la
última escena fue tan intensa que los superé. Estaba equivocado.
—Está bien —le dije cuando dejó de hablar y no empezó de nuevo.
Dio otro sorbo a su cerveza y miró de nuevo al patio.
—Tenías razón. Eso me llevó a Hal, él me dijo que tenía problemas también.
—¿Sueños? —pregunté.
Raid me miró y movió la cabeza.
—Se desmaya, se mete en peleas, golpea a cualquiera. A la mañana siguiente, se siente como un idiota, sabe
exactamente por qué lo hace, parece que no puede parar.
Oh Dios.
Raiden miró hacia otro lado y tomó otro trago de su cerveza.
Él no dijo nada.
Yo tampoco.
Luego tuve que preguntar:
—¿Acaso, uh... crees que ayudó?
—Se siente mal, saber que Hal está jodido. Se siente mal —le dijo el patio, y contuve la respiración.
Sus ojos se movieron hacia mí y mis pulmones empezaron a quemar.
—Jodido, totalmente, pero también se siente bien saber que no era el único.
Solté mi respiración y asentí.
—Podría decirlo, él sintió eso también —agregó.
No dije nada.
Tomó más cerveza, dejó caer la botella en su muslo y anunció al patio:
—Voy a dormir en la habitación de invitados esta noche.
Abrí mis labios.
Sus ojos volvieron a mí.
—Solo esta noche, nena —dijo suavemente—. Hemos sacado a relucir mierda, está en la superficie, demasiado
cerca. Te quiero segura, por si acaso.
Dejé que mis ojos se cerraran y asentí.
—Volveré mañana —me dijo.
—Está bien —estuve de acuerdo.
—Nada te hará daño, especialmente no yo.
—Está bien, corazón.
Sostuvo mi mirada un momento antes de mirar de nuevo al patio.
Me senté en el columpio con ganas de tocarlo, moverme hacia él, decir exactamente lo correcto, desarrollar un toque
mágico que borrara esto.
No hice nada de eso, y no solo porque en parte no tenía el poder para hacerlo.
Me senté en mi columpio.
Sus ojos volvieron a mí.
—¿Qué hay para cenar?
—¿Por qué no vamos a la ciudad y vemos a tu hermana?
Inclinó su cabeza hacia un lado, y recordé la primera vez que choqué con él, lo caliente que pensé que era, cuan
hermoso pensé que era haciéndolo.
No lo era menos que ahora.
Conociéndolo, siendo mío, era más.
Sus ojos se trasladaron sobre mí, mi columpio y su cara se volvió suave.
Él sabía lo que hacía, sentado en mi balancín, sugiriéndole que fuéramos a ver a su hermana.
No había nada que le devolviera lo que había perdido.
Pero eso no significaba que un recordatorio de que lo que tenía no era bienvenido.
—Funciona para mí, nena.
Le sonreí y sabía que fue débil.
Se levantó de su silla y se acercó a mí. Se agachó y metió mi cabello detrás de mí oreja antes de que él envolviera
una mano en un lado de mi cabeza y extendiera su pulgar sobre mi mejilla, sus ojos se encontraron con los míos.
—Mi chica y su columpio —murmuró.
—Esa soy yo
—Te amo, Hanna. —Mi corazón dio un vuelco.
—También te amo, Raiden.
Sostuvo mí mirada un largo rato antes de que él bajara la cabeza, rozara su boca contra la mía y luego se alejara,
pero sostuvo mi mano, tirando de mí fuera del columpio, diciendo:
—Vamos a ir a la ciudad.
Lo seguí hasta la casa para que pudiera librarse de su cerveza.
Luego fuimos a la ciudad.
Tomamos el Z.
Raiden condujo.
Me senté a su lado.
Emocionada.
Esperanzada.
Feliz.
20
Limpio
Raid
Traducido por Fanny

Corregido por Lizzie Wasserstein

Dos semanas después…


Raid caminó delante de los dos hombres de Marcus Sloan que lo habían encontrado afuera y estaban empujando a
un fugitivo y llevándolo al almacén.
Mientras Raid y los hombres caminaban, Sloan estaba de pie en el almacén, observando.
Sloan era un tipo bastante peligroso, apuesto y con cabello oscuro usando caros trajes hechos a la medida.
Sloan también era un nuevo cliente.
Sus ojos se movieron de Raid a los hombres detrás de él.
—Jesús —murmuró y miró de nuevo a Raid—. ¿Qué pasó?
Raid sabía lo que estaba preguntando. El fugitivo no se veía bien. Esto se debía a dos ojos negros, un gordo labio
hinchado y la nariz rota.
—Tomó dos días más de los que quería encontrarlo. Se convirtió en un enorme dolor en mi trasero cuando lo
encontré e intentó evadir la captura, así que aprendió lo que se siente que te estrellen la cara en un vestidor —respondió Raid
sin más.
Marcus Sloan ni siquiera de movió.
—No es una lección placentera —se quedó callado y luego levantó su barbilla al hombre detrás de Raid.
Llevaron al fugitivo a una puerta a un lado y Raid sabía que el fugitivo estaba a punto de aprender otra lección nada
placentera.
—Voy a querer esas esposas de vuelta —dijo Raid detrás del hombre y recibió un asentimiento brusco antes de que
los tres desaparecieran detrás de la puerta. Miró de nuevo a Sloan—. Tengo que ir a un lugar. ¿Tienes algo para mí?
—Por supuesto —respondió Sloan y se movió a una mesa donde había una bolsa de lona negra.
Raid se movió hacía allá también. Agarró las asas y sopesó la bolsa.
—De puro estorbo —dijo Sloan y los ojos de Raid fueron hacía él—. La adquisición de ese dinero en efectivo
—explicó, inclinando la cabeza hacia la bolsa de lona—. Podríamos hacer un depósito directo.
—No te ofendas, Marcus, pero tu mierda no es exactamente derecho —respondió Raid—. Solo uso efectivo. Sabes
que tengo que ser cuidadoso con lo que entra en mis cuentas.
—Y sabes que mi negocio es derecho —devolvió Sloan.
—No tan derecho como el mío —dijo Raid.
Los labios de Sloan se arquearon antes de murmurar:
—Eso es verdad.
Raid no tenía tiempo para esto. Si se iba ahora, en una hora y media podría estar en casa con Hanna.
Aun así, cuando puso las asas de la bolsa sobre su hombro, estudió a Sloan, y en caso de que las cosas que debía
saber pero no sabía causaran desorden, estuvo forzado a preguntar:
—No es de mi incumbencia, pero, ¿podrías decirme por qué me contactaste a mí y no a Nightingale para hacer esta
mierda por ti?
—Las cosas con Lee se han puesto complicadas —respondió Sloan.
Raid continuó estudiándolo, sospechando que era verdad.
Lee Nightingale y los chicos de Investigaciones Nightingale estaban reteniendo a Marcus Sloan por vario propósitos.
Desafortunadamente para Sloan, su esposa se volvió cercana no solo con la esposa de Nightingale, sino con todas
las mujeres que pertenecían a esa tripulación, incluidos dos policías y sus mujeres.
Algo que un hombre como Sloan desearía evitar.
Y, considerando como se sentía Sloan por su esposa, Raid pudo verlo ajustando sus negocios para mantener
saludable su relación con su pelotón.
Desastre para Sloan, no desastre para Raid.
Entonces era aceptable.
—Correcto —murmuró Raid antes de inclinar su cabeza a un lado y terminar—: aprecio el negocio.
Estaba a punto de darse la vuelta para irse cuando Sloan trabó sus ojos en él y remarcó:
—Disfruta la bienvenida de Hanna.
El cuerpo de Raid se tensó.
—¿Qué dijiste? —preguntó en voz baja, y Sloan sacudió la cabeza.
—No me malentiendas.
—¿Quieres que pregunte por Daisy? —inquirió Raid, volviendo la amenaza percibida y en referencia a la esposa de
Sloan, una mujer que Raid no conocía personalmente, pero una mujer que Raid y todos en Denver sabían Marcus Sloan no
solo cambiaría sus prácticas de negocio, sino por la cual mataría y moriría.
—Ese no fue mi punto —le dijo Sloan.
—Sugiero que hagas tu punto —demandó Raid.
—Es un adorable pueblo en el que vives, Miller, pero no pasas a través de una puerta mágica en la que nadie más
puede pasar —respondió Sloan.
—¿Crees que no lo sé? —devolvió Raid.
Marcus Sloan sostuvo sus ojos y luego dijo:
—Estoy feliz por ti. Sería más fácil para ti ir por el camino de Deacon. Perderte en el trabajo, sentir nada, querer
nada, levantarte y existir a través del día haciendo lo que tienes que hacer y luego ir a la cama sin nada que perseguir cuando te
despiertes en la mañana. El muerto viviente con esposas y puños, existiendo hasta que tu suerte termine o tus habilidades se
acaben y el cazador se convierta en el cazado. En vez de eso, encontraste algo mejor. Ahora tienes algo en tu vida que es
importante, algo que no tenías antes. Mi punto es, toma el consejo de alguien que ha vivido mucho más que tú. Toma medidas
para asegurar su protección.
Desde la visita de Nick Sebring, esto había sido algo que había pesado en la mente de Raid.
Su equipo, sin embargo, estaba constantemente fuera por trabajo.
Necesitaba hacer prioridad dejarlos libres para una sentada. Entre más tiempo se quedara en el trabajo, más
enemigos podría hacer. Necesitaba un hombre en Willow en todo momento para mantener las cosas vigiladas.
No era solo por Hanna. Era por su madre, Rachelle y la Srita. Mildred.
El momento había llegado.
—Punto tomado —murmuró Raid.
La puerta de abrió y uno de los hombres de Sloan salió. Caminó lo suficientemente cerca para aventarle las esposas
a Raid. Raid las atrapó y el hombre regresó a la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
Raid metió las esposas en su cinturón en la parte posterior de sus pantalones de camuflaje y miró a Sloan.
—¿Hemos terminado con nuestra sesión de consejería?
Sloan le sonrió entretenido y asintió.
Raid se movió hacia la salida
—No, en realidad, no he terminado —dijo Sloan detrás de él.
Raid se detuvo y miró hacia atrás con las cejas levantadas.
—Esperemos que no pase. Pero si pasa, otro consejo. Haz una declaración, Raid. Haz una declaración que nadie se
pierda. ¿Estoy siendo claro? —preguntó Sloan.
Estaba siendo claro, y a Raid no le gustaba sobre lo que estaba siendo claro.
—No va a pasarle nada a Hanna —retumbó Raid.
—No, probablemente no, pero si pasa, reza por su fuerza. Pero has tu declaración clara —disparó Sloan de nuevo.
La sangre de Raid se congeló.
—¿Sabes algo que yo no sepa? —preguntó él ferozmente.
—Conozco esta vida. Eres el hombre que creo que eres, ahora tienes una prioridad número uno. Ve a asegurarte de
que todos sepan exactamente qué es eso y lo que harías si no lo toman en serio.
Jesús, el hombre tenía otro punto.
Raid no se lo concedió esta vez.
Lo cortó.
—¿Ahora ya terminamos?
Sloan asintió.
Raid se movió de nuevo hacia la puerta, y mientras lo hacía, escuchó el escalofriante y agonizante grito de un hombre.
Como siempre lo hacía, Raid solo siguió caminando.
***

Hanna
—¡Ya voy, Abue! —grité mientras me apresuraba por el pasillo.
Fui por la puerta trasera, empujando hacia atrás la puerta mosquitera que Raiden había puesto la semana pasada, el
día antes de irse a un trabajo, y la vi sentada afuera bajo uno de mis chales.
Se volteó hacía mí.
—¿Cuándo regresa a casa, niña? —preguntó y le sonreí.
—Llamó hace una hora diciendo que estaría en casa en una hora y media.
—Entonces ve casa con tu hombre, chère. Dile que digo “hola”.
—Le diré —le aseguré y luego pregunté—: ¿Quieres que te ayude a entrar?
Miró el sol poniente.
—Voy a quedarme afuera un rato más.
—Abue…
Me miró.
—Solo un poco más, preciosa. Estaré bien. Eunice viene más tarde. —Ondeó su mano hacía mi—. Fuera. Súbete a
esa bicicleta tuya y ve a casa.
Sonreí de nuevo, fui hacia ella, le di un beso en su arrugada mejilla, luego regresé a la casa diciendo:
—¡Te veo después!
—¡Dile a ese chico que espero verlo en la iglesia el domingo! —dijo de vuelta.
—¡Lo haré! —grité.
Abrí la puerta de enfrente, la puerta mosquitera que, de nuevo, Raiden había puesto y en ese momento sentí un
zumbido en mis pies. Miré hacia abajo y vi a Spot contoneándose.
—¿Qué…? —lancé, siguiéndolo solo para verlo saltar sobre una silla, la barandilla y dentro de la canasta de mi
bicicleta que realmente necesitaba acondicionar para el invierno.
Gato loco.
—Adentro, Spot —ordené.
—Miau —me desafió, acomodando su gordo trasero en mi canasta, demandando un paseo.
Me apuré por las escaleras para bajar, lo levanté y se volvió loco, retorciéndose y siseando hasta que ya no pude
sostenerlo. Lo dejé de nuevo en la canasta, teniendo que agarrar la bicicleta para mantenerla firme cuando entró.
Se sentó sobre su trasero, me miró y dijo:
—Miau.
—Necesito ir a casa, amiguito.
—Miau.
—Mi hombre va a llegar a casa.
Él apunto su cara hacia la calle.
¡Aahh!
¡No tenía tiempo para esto!
Corrí a la casa, abrí la puerta y grité:
—¡Spot tiene ganas de dar un paseo! ¡Raid lo traerá mañana en la tarde!
—¡Muy bien! —gritó de regreso Abue.
Así que ahí fue donde lo entendí.
Sonreí para mí, me apresuré a la bicicleta, la monté y quite el freno. Poniendo mis pies en los pedales, nos fuimos.
—Vas a tener que explicarle a Raiden por qué tiene que dejar nuestra cama y traerte a casa —le informé a Spot.
—Miau —respondió al viento que soplaba en su cara, sin miedo del rudo Raiden Miller como solo Spot podía estar.
Manejamos a casa. Me detuve en frente y lo levanté de la cesta. Se curvó para poner sus patas sobre mis hombros y
comenzó a ronronear mientras caminaba por las escaleras.
Sonreí.
Gato completamente loco.
Saqué mis llaves, abrí la puerta de tela metálica que Raid también había puesto. Con un gato gordo en mi brazo y la
puerta metálica descansando en la parte de atrás, inserté la llave en la cerradura, la giré y no hizo nada.
Estaba sin llave.
—¿Yo no dejé…? —comencé a preguntar al pomo cuando dio vuelta.
La puerta fue abierta, mi mano quedó atrapada en un férreo control y con un grito de terror fuimos jalados dentro.
Por los siguientes diez minutos sentí bastante miedo.
Y bastante dolor.
Esto fue porque en el vestíbulo de la casa de mi niñez tres tipos me sacaron la mierda a golpes mientras otro
observaba.
La única cosa que procesé fuera del miedo y el dolor fue a Spot siseando su agonía:
—¡Miiiiiiaaaaaauuuuuuuuu! —Cuando fue pateado a la sala de estar.
Finalmente abajo y casi inconsciente, sobre mi estómago, incapaz de moverme, el dolor atravesó mis entrañas
mientras tocia sangre, y mi brazo inservible y roto debajo de mí, mi cabeza fue jalada hacia atrás por el cabello.
Deje salir un torturado gemido por el dolor adicional y traté de enfocarme en el hombre que estaba frente a mí.
—Solo para que sepas, Heather te traicionó después de poner una bala en el cerebro de Bodhi —me dijo.
Oh Dios.
Oh Dios.
Banana, escuché la voz de Bodhi en mi cabeza.
El dolor tan inmenso, físico y ahora emocional, mi cabeza dando vueltas, mis ojos abriéndose y cerrándose, iba a
desmayarme. Lo quería. Lo necesitaba.
Pero él no había terminado.
—No me gusta perder dinero. Me hiciste perder dinero. Ahora estamos a mano.
Estrelló mi cabeza contra la alfombra.
Y cuando lo hizo, afortunadamente, perdí la conciencia.

***

Mis ojos se abrieron.


Algo estaba sucediendo.
Estaba en agonía, de la cabeza a los pies.
Necesitaba llegar al teléfono.
Necesitaba la negrura de vuelta.
Algo se movió a mi lado mientras escuchaba la puerta trasera abrirse.
Me tensé, mi boca abriéndose para gritar, luego cerrándose.
Ellos no regresarían.
¿Habían regresado?
Me moví y algo se movió conmigo.
Spot estaba presionado a mi lado.
No podía moverme más. Dolía mucho. Demasiado.
Me detuve.
—¡Hanna! —Escuché el llamado.
Era Raid. Probablemente estaba preguntándose por qué no me había apresurado a encontrarlo como usualmente lo
hacía.
Mi boca se abrió.
Mis ojos se cerraron.
—Jesús, ¡joder! —Lo escuché ladrar.
Sentí movimiento, escuché botas sobre el piso, el sonido de un gato, otro, un cuerpo peludo moviéndose, golpeando,
arañando, más sonidos, luego:
—¡Maldito gato! Hanna.
Mi cabello fue removido de mi cuello.
Mis ojos parpadearon.
—No me jodas. No me jodas. No me jodas.
Una mano moviéndose sobre mí.
—Nena, ¿estás conmigo?
Mis ojos parpadearon de nuevo.
—No me jodas… Sí, es Raiden Miller. Estoy en el número 10 de Hunter Lane. Mi mujer ha sido atacada, la han
golpeado bastante, apenas está consiente. Necesito una ambulancia. —Pausó, luego lo sentí cerca—. Hanna, nena, ¿estás
conmigo?
Traté de abrir los ojos.
Pero todo se volvió negro.

***

Mis ojos se abrieron…


Estaba oscuro, pero había una tenue luz y no entendía los olores que estaba experimentando. Tampoco entendía los
mareos que sentía.
—Nena.
Mis ojos se movieron a un lado y vieron a Raid ahí.
—Hola.
Mis labios dolían.
¿Por qué dolían?
La cara de Raiden se acercó, lo que era bueno. Eso significaba que no tenía que esforzarme mucho para
concentrarme en ella.
—Vas a estar bien —me dijo.
—Bien.
Mi voz era extraña. Baja, débil y ronca.
No vi su mano moverse, pero sentí que metía mi cabello detrás de mí oreja.
Eso se sintió bien.
—Vas a estar bien —me aseguró.
—Bien —susurré de nuevo en esa voz.
—Voy encargarme de esto —prometió.
No tenía idea de qué estaba hablando, pero respondí con otro:
—Bien.
Sus ojos se cerraron y entonces realmente pude concentrarme en él cuando su frente vino a descansar gentilmente
sobre la mía.
Tenía magnificas pestañas.
—Te amo, cariño —dijo, con voz baja y feroz.
—También te amo —le dije, perdiendo enfoque, mis ojos cerrándose y abriéndose lentamente.
—Voy a encargarme de esto —repitió su voto.
—Está bien, corazón —respondí, mis ojos cerrándose lentamente y quedándose de esa manera.
Sentí sus labios cepillar los míos.
Luego no sentí nada.

***

Abrí mis ojos al sol y entonces parpadeé.


Mientras observaba todo me levanté de la cama de hospital, todo me golpeó de una sola vez.
Mi brazo enyesado. Dolor en mis costillas. Mi cara. Una concentración de dolor en mi labio superior.
No.
Dolor en todas partes. Dolor sordo, pero estaba ahí.
En todas partes.
Y tres grandes hombres que nunca había visto parados alrededor de mi cama.
¡Oh Dios!
—Te dije que se espantaría —declaró la voz de una mujer, y alrededor del gran hombre a mi derecha, quien tenía
cabello marrón y una malvada cicatriz sobre su cara pero que sin embargo era extremadamente caliente, salió una bonita y
pequeña mujer rubia sosteniendo un adorable bebé en su cadera.
Sus ojos golpearon los míos.
—Hola, soy Sylvie Creed.
Esto no significaba nada para mí y mi mano avanzó hacia el botón para llamar a alguien.
Sus ojos no se perdieron eso así que continuó hablando, inclinando la cabeza hacia un hombre con cabello oscuro
con unos ojos de un inusual azul parado a mi izquierda.
—Ese es Knight Sebring.
Knight.
Knight era el amigo de Raiden.
Mi ojos fueron hacía él y mi mano se detuvo.
—Al menos ella te conoce —murmuró Sylvie hacia Knight, y una increíblemente hermosa mujer salió de su lado y me
miró con una pequeña sonrisa.
Entonces dijo en una suave y calmada voz:
—Hola, Hanna. Soy Anya, la mujer de Knight, y estás segura. ¿Está bien?
No estoy bien.
Nada estaba bien.
O nada estaría bien hasta que supiera donde estaba mi hombre.
Porque recordé. Recordé todo. Un montón. Y tan malo como era lo que me pasó en mi vestíbulo, era peor con
Raiden prometiendo que iba a encargarse de eso.
Tenía una idea de lo que hizo con Meg (e hizo lo que dijo que iba a hacer con Meg, lo último que escuché, fue que
se mudó a Denver, más que nada porque no tenía otra opción), ya que esto era mucho peor, él iba a encargarse de esto.
Así que le pregunté a Anya:
—¿Dónde está Raiden?
—De eso es de lo que necesitamos hablarte —me dijo.
No tomé eso como algo bueno.
—Primero, como dijo Sylvie, este es Knight. —Señaló al hombre a su lado y el inclinó su barbilla hacía mi—. Ese es
Tucker Creed, está casado con Sylvie —continuó Anya, señalando al hombre con la cicatriz. Lo miré y sonrió—. Y ese es
Deacon —concluyó.
Mis ojos viajaron al final de la cama para ver al hombre extraordinariamente apuesto, alto, aterrador y con cabello
oscuro.
—Parece que te conoce también —notó Sylvie,
—Estoy encantada de conocerlos a todos —corté—. ¿Pero dónde está Raiden?
—Cazando —gruñó el aterrador y caliente hombre en el pie de mi cama y mi corazón comenzó a golpear con fuerza.
O más fuerza.
—¿Cazando? —susurré.
—Ayer —habló Knight gentilmente y mis ojos fueron a él—, fuiste atacada en tu casa por un hombre que estamos
buscando. Tienes un cubito roto, seis costillas rotas, una contusión y dos puntos en tu labio que los doctores dicen que se irán
y apenas notarás la cicatriz. Estarás bajo observación aquí al menos hasta mañana y pasaras un periodo de recuperación, pero
los doctores le han asegurado a tu familia que tendrás una completa recuperación. No hay daño duradero.
Excepto por el brazo roto, las costillas, la apenas notable cicatriz, la lesión en la cabeza, el periodo de recuperación y
la noticia de que mi “familia” estaba ahí afuera, probablemente preocupada por mí, mi abuela de noventa y ocho años entre
ellos, todo eso sonaba mucho mejor de lo que se sentía.
Pero tenía un pescado más grande que freír.
—Bien —dije suavemente—. ¿Pero qué significa esa cosa de cazar?
—Conoces a tu hombre, nena —esto vino de Tucker Creed, y también estaba hablando gentilmente—. Sabes lo que
significa.
Él tenía razón. Sabía lo que significaba.
Oh Dios.
Miré frenéticamente a Knight.
—Tienes que detenerlo. Detenlo de que haga algo que lo meta en problemas. Detenlo de algo con lo que no pueda
vivir.
—Él será capaz de vivir con esto —la voz de Deacon retumbó desde mis pies, y mis ojos se movieron a él.
—No lo dejes hacer esto —le rogué a Deacon, su mentor, un hombre en el que confiaba.
—Mujer, estamos aquí para ver cómo ayudarlo —me dijo Deacon y me le quedé viendo.
—Necesitamos encontrarlo, Hanna —dijo Sylvie Creed, y mis ojos se movieron a ella—. Encontrarlo, calmarlo y
encontrar a los tipos que te hicieron esto. Necesitas ayudarnos.
Bien, calmarlo sonaba bien.
—Dinos todo lo que sabes —ordenó Tucker Creed.
Maldición.
—No sé nada —le dije.
—No, cariño, todo lo que viste, todo lo que dijeron, todo lo que puedas recordar —aclaró.
Sacudí la cabeza.
—Yo… ellos llegaron a mí rápido y yo…
Sylvie (y su lindo bebé) se inclinó hacia mí y envolvió su mano cuidadosamente alrededor de mi yeso.
—Entendemos que esto no es fácil, no tan pronto desde que sucedió, pero como ellos dicen, el tiempo es vital.
Cualquier cosa que recuerdes podría ayudar, Hanna. Sé que suena loco, pero incluso podría ayudar qué tipo de zapatos
estaban usando. Un acento que escuchaste en las voces.
Mis ojos se abrieron, ella lo vio y se inclinó más.
—Háblame, chica —urgió.
Hablé.
Ellos hicieron preguntas.
Las contesté y hablé más.
Luego habían terminado, y lo supe porque todos se miraron y Anya caminó alrededor de la cama.
—Dame a Jesse, Sylvie —dijo ella.
Sylvie le entregó a Jesse a Anya, se inclinó y besó a su hijo antes de pasar un dedo por su mejilla, luego se volteó y
me miró.
—Encontraremos a tu hombre y todo estará bien. Lo prometo, Hanna.
Asentí. Ella asintió de vuelta, se volteó, movió la cabeza hacia su hombre y comenzó a moverse. Tucker Creed se
movió con ella.
Me moví, el dolor se disparó a través de mí, pero mi mano se cerró en la de Knight.
Se detuvo y me miró.
—¿Hanna? —solicitó.
—No lo dejes hacer algo con lo que no pueda vivir —susurré—. Vive con suficiente. No necesita más. No por mí.
—Lo que te pasó es por mi culpa —devolvió Knight, y mis cejas se juntaron en confusión—. Así que Raid no se
ocupará de este jodido enfermo. Ese seré yo. —Vio el movimiento de mis cejas y terminó—: En otras palabras, no te
preocupes.
Eso pareció bastante firme.
Pero aun así:
—Confío en ti —le dije.
Su mano se volteó hasta que estaba sosteniendo la mía y se inclinó cerca.
—Eso significa algo para mí —declaró bajo.
Luego me dejó ir, se movió hacia atrás y se fue.
Eso fue todo.
¿En serio?
—Si él dice que significa algo, en serio significa algo —me dijo Anya y mis ojos fueron a ella balanceando a Jesse
sobre su cadera.
—¿Acabo de ser rodeada por una manada de chicos calientes y de una mujer pequeñita que claramente es toda una
chica ruda, quienes van a cazar a mi hombre, quien está fuera cazando al que tuvo a tres de sus matones golpeándome hasta la
inconciencia?
Ella sonrió y respondió:
—Sí.
Me senté hacia atrás con un “puff” luego seguí refunfuñando:
—Sabes, cuando Raiden entró a mi vida, sabía que algo enorme estaba pasando. No estaba equivocada, viendo
como los cimientos de mi vida se han movido como una docena de veces. La mayor parte fue buena, pero tengo que admitirlo,
como que me estoy cansando de ello —compartí y sonreí.
Luego dijo:
—Te acostumbrarás.
Me le quedé viendo.
Genial.
Luego volteó su cabeza y le susurró al lindo y pequeño Jesse.
Observando eso, suspiré, pensando en que tal vez lo haría.
Luego regresé directo a preocuparme.

***

Raid
Tres semanas después…
Todos se pararon en el oscuro estacionamiento de la Casa de los Panqueques para tocar base antes de separarse
después de finalmente ocuparse del tipo responsable por atacar a Hanna y a las chicas de Knight.
—Quiero a Nair —retumbó Raid.
—Paciencia, Raid —dijo Knight tranquilamente.
—Creo que lo entiendes, hombre —declaró Creed—. Encontró a su mujer en el piso de su casa con su cara en un
charco de sangre que tosió. Necesitas apresurar esta mierda.
—Ese cabrón del que nos encargamos no tenía idea de que Hanna tenía algo que ver con Knight porque no tenía
idea de que Raid lo estaba buscando. Maldición, ni siquiera sabía quién es Raid —dijo Deacon—. Solo estaba encabronado
porque perdió un chingo de droga y fue Hanna quien intervino. La operación sigue siendo sólida.
—Cuando tengas una mujer o hijos o, no sé, incluso un maldito hogar que te importe, Deacon, entonces podrás
hablar sobre lo sólida que es esta operación —gruñó Creed.
El cuerpo de Deacon se puso peligrosamente quieto.
—Ese fue un golpe bajo —dijo.
—Pero fue cierto —contrarrestó Creed.
—No quiero un puto interrogatorio y no quiero separarlos de una maldita pelea. Quiero ir con mi mujer —gruñó
Raid y sus ojos fueron hacia Knight—. Llegamos al fondo de esto, esta mierda esta sobre Nair. Lo quiero.
—Indirectamente puse a tu mujer en peligro, Raid. Esta mierda está sobre mí —declaró Knight.
—No quiero repasar lo que hemos pasado con el tiempo o tampoco en las tres últimas semanas, pero repetiré lo que
he dicho cien malditas veces. Eso es una maldita mentira. —Los ojos de Raid se afilaron sobre Knight y su voz se
endureció—: uiero. A. Nair.
—Si hacemos eso, tenemos que hacerlo de manera que sea permanente —respondió Knight—. Eso requiere
planeación.
—Creo que probamos hace como diez horas que ninguno de nosotros tiene problema con una solución permanente a
un problema.
Los hombres se quedaron en silencio.
Knight lo rompió:
—Necesito entender cuál es la participación de mi hermano, Raid. Sé que entiendes eso.
—Sí. Lo entiendo. Así que encuentra a esa mierda y déjame perderlo con Nair —disparó Raid.
—Yo me encargaré de Nair —regresó Knight.
—Entiendo que ha jodido contigo, y Dios no permita que llegue a Anya, Kat o Kasha, entonces ahí, puedes tenerlo.
Pero hasta que llegues a casa y encuentres a alguien que amas yaciendo en el piso sobre su propia sangre, él es mío.
Knight sostuvo los ojos de Raid.
Luego levanto su barbilla diciendo:
—Muy bien.
Raid fue a su Jeep.
Se metió, retrocedió y no miró hacia atrás.
Porque se dirigía a casa.

***

Veinte minutos después…


Raid condujo su Jeep alrededor de la granja.
Era después de la una de la mañana y todas las luces fuera de la casa estaban prendidas. La casa estaba oscura
excepto por una luz viniendo de la cocina.
Estaba despierta.
Estacionó en la parte de atrás, salió, se movió rápidamente a través del patio, subió los escalones traseros y trató el
pomo.
Lo había cerrado.
Casi sonrió con alivio cuando insertó la llave, abrió la puerta, entró y se paró en seco.
La Srita. Mildred estaba de pie en la cocina.
Joder.
Se quedó parado en silencio, pero impaciente mientras ella caminaba lentamente hacía él, se detuvo a un metro de
distancia y echó su cabeza hacia atrás.
Sus astutos ojos se movieron sobre su cara.
Los dejó y fueron las costumbres arraigadas de su madre las que lo mantuvieron ahí en vez de hacerla a un lado y
llegar a Hanna.
Miró como sus ojos se cerraban.
Cuando los abrió, susurró:
—Olvídalo. Dios da herramientas a Su tierra que Él usa, hijo. Él pone a hombres como tú para amar a chicas como
ella, para protegerlas —levantó una mano, la puso sobre su pecho y sus penetrantes ojos brillaron con ira—, y, si es
necesario, para vengarlas.
Fue entonces cuando Raid cerró sus ojos.
Ella sabía.
—Pero tú ya sabes eso, ¿verdad, Raiden Miller? —preguntó ella—. Tú ya sabes para qué te usa Dios, porque Él ha
necesitado usarte antes.
Raid mantuvo sus ojos cerrados y no dijo nada.
—Olvídalo —continuó susurrando, las palabras flotando a través de él, dejándolo limpio.
Jesús.
Malditamente limpio.
Raid no se había sentido limpio en casi cinco años.
Abrió sus ojos.
Ella fue arrastrando los pies, murmurando:
—Ve a ella. Llamaré a Eunice. Es tarde pero ella vendrá a buscarme.
—Srita. Mildred…
Lentamente volteó su cabeza para clavarlo con sus ojos.
—Estoy orgullosa de ti, hijo. Haces cosas que otros no pueden y sigues de pie. Ahora ve arriba y cosecha tu
recompensa.
Jesús, ella entendía todo.
Raid no necesitaba que se lo dijeran de nuevo. Se movió a través de la cocina, pero se detuvo cuando ella dijo:
—¿Chico?
Sus ojos la encontraron.
—Desde que llegó a casa, Spot no se va de su lado. Tomate tu tiempo, pero espero que hagas algo sobre eso.
Quiero a mi gato de vuelta.
De nuevo, Raid casi sonrió.
No lo hizo.
Levantó su barbilla.
Lentamente ella se sentó en una silla y alcanzó el teléfono descansando sobre la mesa de la cocina.
Raid se dio vuelta, se movió a través del vestíbulo y tomó los escalones de tres en tres.
Su habitación estaba oscura, pero pudo ver a Hanna dormida en la cama.
Fue directamente hacia allá, se sentó en un lado y fue inmediatamente atacado por un gato.
Raid puso una mano a cada lado del considerablemente grande estómago, lo levantó y lo puso sobre el suelo.
Cuando se dio la vuelta, Hanna estaba despierta sobre un codo.
—¿Raiden?
El gato atacó sus tobillos.
Lo ignoró, se inclinó metió el cabello de su chica detrás de su oreja.
—Si, cariño.
—Raiden —respiró ella, luego se movió y estuvo en sus brazos.
Hanna, segura, feliz de que él estaba en casa y en sus brazos.
Gracias.
Joder.
Raid la sostuvo cerca, pero con cuidado.
Hanna se apretó contra él.
Limpio.
Ella se hizo hacia atrás, levantó sus manos como si fuera por su cara, se detuvo y gruñó:
—Estúpido yeso.
—Nena, déjame quitarme las botas y nos acostaremos.
—Quiero ver tu cara.
—Puedes ver mi cara mañana. Estaré dos segundos.
—Quiero ver tu cara ahora —demandó ella.
Ella se estiró para encender la luz, y él suspiró antes de estirarse más allá de ella para encender la luz.
El gato saltó a la cama. Raid lo puso en el piso de nuevo y regresó con Hanna.
Ella levantó su mano buena a su cara y sus ojos se movieron sobre él.
Esperaba como la mierda que no viera lo que su abuela vio.
Sus ojos de detuvieron y miraron los suyos.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Lo atrapaste?
Ella no pudo leerlo.
Gracias.
Joder.
—Sí.
—¿Todos están a salvo?
—Sí.
Sus ojos se movieron de nuevo sobre su cara.
Finalmente, se detuvieron en los de él.
—La próxima vez que vayas a un camino de venganza, Raiden Ulysses Miller, espero noticias directamente de ti. No
me importa lo divertida que Sylvie es, y por cierto, puedes decirle a Deacon que sus gruñidos de “Todo bien. No te
preocupes. Raid estará pronto en casa” no me dicen nada.
Mirando dentro de los molestos y soñolientos ojos azules de Hanna, él sabía que estaba bien.
Entonces ahí fue cuando Raid se permitió sonreír.

***

Ocho horas después…


Raid abrió sus ojos, vio el techo y se dio cuenta que no podía respirar.
Debido a que tenía a un gato gordo sobre su pecho.
También tenía la cabeza de su mujer sobre su hombro y su pesado yeso sobre su estómago.
No se movió.
El tiempo pasó.
Aun no se movió.
Supo cuándo despertó porque su cuerpo se movió minuciosamente antes de derretirse contra el de él.
Se dio tiempo antes de que murmurara:
—¿Cariño, estás despierto?
—Sí.
Ella se acurrucó más cerca.
El gato se despertó y comenzó a ronronear.
—Va a querer comida en unos cinco segundos —advirtió Hanna.
Ni Raid, ni Hana iban a algún lugar.
—Va a tener que esperar —respondió Raid.
—¿Puedes respirar? —preguntó ella.
—No —respondió él.
Sintió su sonrisa contra su piel.
Ella se quedó en silencio.
Raid no rompió el silencio.
Eventualmente, ella preguntó:
—¿Quieres hablar sobre eso?
No quería.
—Se ha terminado —declaró él en un esfuerzo de comunicárselo.
—Tomaré eso como tú no queriendo hablar sobre eso —murmuró ella.
Ella lo entendió.
Ya que entendió, él no se molestó en confirmarlo.
Estuvo en silencio más tiempo antes de que remarcara:
—Sylvie es una patada en el trasero.
Sylvie Creed era mucho más que eso.
—Sí —estuvo de acuerdo.
—Fue lindo por parte de ella y de Tucker salir por todos nosotros —notó ella—. Especialmente estando lejos de
Jesse.
—Estuvieron lejos de Jesse por un día —le dijo Raid—. Se encontraron conmigo, y Tucker regresó a Denver
porque teníamos más suerte con nuestros informantes usando a Sylvie. Luego Sylvie se dio cuenta de que no podía estar lejos
de sus chicos y se fue para estar con Tucker y Jesse en Denver, pero esos dos trabajaron el caso en Denver. Tucker regresó,
luego se fue y Sylvie regresó. Al final, Tucker regresó, Sylvie se fue con Jesse y luego estuvo hecho.
—Suena confuso.
—No les gusta estar separados y no les gusta estar lejos de su chico. Ahora todos están juntos dirigiéndose a
Phoenix.
—Bien —murmuró ella.
—¿Lo está? —preguntó él, y ella levantó su cabeza para apuntar sus aun soñolientos ojos a él.
—Bueno, sí. La familia junta. Esto terminado.
—Eso no es de lo que estoy hablando —devolvió él.
Su cabeza se inclinó a un lado y sus soñolientos ojos se calentaron.
—¿Te refieres a ti y a mí?
—Te acurrucaste contra mí, nena, te lanzaste a mis brazos cuando llegué anoche a casa, supongo que estamos bien.
Lo que quiero saber es si tú estás bien.
Sus ojos viajaron a su clavícula antes de decir tranquilamente:
—Debí haber hablado contigo en Chilton’s después de que escuché de más en tu conversación en el teléfono.
Ahí fue cuando se movió y el gato saltó lejos, sorprendentemente sin objeción mientras Raid rodaba sobre su lado.
Empujó a Hanna a sus brazos.
Apoyó su mano enyesada en su pecho y echó su cabeza hacia atrás para mirarlo.
—Esto no es tu culpa —declaró él firmemente.
—Ibas a encargarte de eso. Lancé el arma.
—Esto no es tu culpa.
Miró profundamente en sus ojos antes de meter su barbilla y presionar su rostro en su garganta.
—Mataron a Bodhi —dijo allí.
—Sí, y jodieron a Heather en maneras que ni siquiera van a sanar —compartió él. Su cuerpo se estremeció y luego
su cabeza fue hacia atrás y captó sus ojos de nuevo—. Sus consecuencias. No tuyas. Esto no es culpa de nadie excepto del
imbécil pedazo de basura que hizo decisiones pobres y culpó a la gente buena haciendo cosas buenas por aquellos imbéciles
que llevan las consecuencias de sus jodidas decisiones. Hicieron más, tuvieron más consecuencias. Ahora ellos han terminado
y tú has terminado. Estás segura.
Hanna lo estudió por un momento antes de que él viera que se instalara y asentara profundamente, gracias joder.
Luego preguntó:
—Tengo el presentimiento de que no quieres hablar sobre eso, pero después de buscar a estos tipos por años,
¿cómo los encontraste en tres semanas?
—Los fantasmas no pueden ser vistos en el sol. Los hombres pueden ser fantasmas por un tiempo, pero comenten
errores. Él siempre estuvo en las sombras. —Los brazos de Raid se apretaron a su alrededor—. Para hacer lo que te hizo,
cometió un error. Salió al sol.
—Uh, esas son como palabras de un caza recompensas —le informó ella, y Raid sintió sus labios curvarse.
—Lo que estoy diciendo es que él nunca se acercó a su negocio. Está vez se apareció. Tus vecinos vieron el auto y
las placas de Nevada. Tú lo viste y le dijiste al equipo sobre él. Esta vez dejó migajas de pan. Las seguimos.
—Oh —respondió ella, y su sonrisa creció.
Ella se presionó más cerca, sus ojos se calentaron y se intensificaron y preguntó:
—¿Tú estás bien?
—Absolutamente.
Él sabía que ella sabía que él no mentía cuando vio su rostro suavizarse y susurró:
—Te amo, Raiden.
—Sé que lo haces, cariño. Es por eso que estoy absolutamente bien.
Hanna sonrió.
Raid preguntó:
—¿Crees que pueda follarte sin que me lastimes la cabeza con ese yeso cuando te adhieras a mi cabeza?
Su sonrisa cambió y sus ojos se emocionaron.
—Puedo tratar, pero deberías saber, mis costillas no están al cien por ciento —advirtió ella.
Ante eso, él rodó sobre ella, pero lo hizo cuidadosamente. Luego enterró su rostro en su cuello.
—Tomaré eso en cuenta.
Desde el piso, escucharon un insistente:
—Miau.
Las manos de Raid levantaron su blusa, los dedos de Hanna viajaron por su espalda, Raid levantó su cabeza,
encontró su boca y el gordo gato tuvo que esperar un largo tiempo por el desayuno.
Él sobrevivió.
Epilogo
Ella Siempre Tiene la Razón
Traducido por Jadasa Youngblood y Lizzie Wasserstein

Corregido por Lizzie Wasserstein

Tres años, dos meses y dos semanas más tarde...


Salí de la cocina en la casa de Abue, a la sala y me detuve.
Raiden estaba agachado en el pasillo, giró su cabeza hacia mí, en una mano su cámara. Levantó su otra mano y llevó
un dedo a sus labios.
Fui de puntillas en su dirección y me asomé en la entrada de la puerta donde él se encontraba en cuclillas. Capturé la
escena y sonreí.
Abue estaba en su silla, Raid y mi bebé, Clayton, en sus brazos. Las luces del árbol de Navidad que acabábamos de
terminar de colocar en la ventana estaban brillando en la habitación. Spot estaba dormitando en el brazo de la silla de Abue.
—Así que entonces, entré por la puerta trasera de la casa de mamá y papá, todavía mi mente humeando, y le
pregunté a mamá:
—¿Qué hay de cenar? —Le escuché a Abue diciéndole a un Clay, quién, teniendo solo tres meses y también
dormitando, no tenía ni idea.
Me mordí el labio para evitar reírme.
La descarga de un rayo de historia.
Oí la cámara de Raiden en marcha.
—Sé que estás ahí —declaró Abue, sin mirar en nuestra dirección.
Ciento un años de edad, y aun así la audición de un pastor alemán, y ahora probando que tenía ojos al costado de su
cabeza.
Me mordí más el labio y baje la vista a mi esposo.
Su cabeza se encontraba inclinada de nuevo hacia mí, y estaba sonriendo.
Luego su mirada regresó a la vista de su cámara y siguió haciendo clic.

***

Tres horas más tarde...


Sentí a Raid en mi espalda y sus brazos yendo a mí alrededor.
Entonces sentí sus labios en mi piel, debajo de mi oreja.
—Sabes, puede dormir sin tu ayuda —susurró ahí.
No alejé mis ojos de mi bebé durmiendo en su cuna.
—Lo sé —susurré de regreso—. Pero estoy segura de que estando aquí observándolo le ayudo a tener dulces
sueños.
Sus brazos se tensaron a mí alrededor y su voz retumbaba cuando respondió:
—También estoy seguro.
Había algo más en esas palabras. Algo que me hizo derretirme más en él.
Algo que sabía que tenía que ver con el hecho de que Raiden por años, no tuvo ni una pesadilla.
No fui yo quien se deshizo de ellas. Fue él trabajando a través de las cosas con Hal.
Aun así, Raiden me daba el crédito.
Nos quedamos ahí por un buen rato, nuestros ojos sobre la diminuta vida, respirando el sueño que creamos.
Raiden rompió el momento.
—Podría hacer esto toda la noche contigo, cariño, pero tenemos que hablar —me dijo.
Antes de que pudiera responder, se alejó, su mano se cerró alrededor de la mía y me estiró fuera de la habitación del
bebé a nuestro dormitorio. Fue directo a la cama, se sentó en el borde y comenzó a caer de nuevo, llevándome con él.
Aterricé arriba de él y nos despatarramos.
Levanté un antebrazo sobre su pecho y le sonreí.
—¿Cuánto tiempo está tomando esta charla? —pregunté, mi mano libre moviéndose hacia abajo a su costado.
Me sonrió y levantó una mano para meter mi cabello detrás de mí oreja.
—No mucho.
—Bien, porque Clay estará arriba pronto, y ahora es mi turno de darle de comer, así que necesito un poco de sueño
—le dije, mi cuerpo moviéndose así mí mano podía moverse por encima de su estómago antes de que cambiara de dirección y
comenzara a bajar.
Su cabeza sobre la almohada inclinada hacia un costado.
Caliente.
¿Por qué amaba eso?
No importaba. Simplemente lo hacía.
—¿Vas a dormir, nena, o estás yendo por mi polla?
Bajé mi cara, acercándola a la suya y también bajé mi voz más silenciosa.
—Tengo la alternativa de hacerlo mejor.
Mi mano se deslizó en su pantalón de pijama y lo encontré duro.
Sus ojos brillaron.
—Jesús, nena —gruñó.
Sus brazos, habían estado a mi alrededor, movió sus manos así podía ahuecar mi trasero.
Le acaricié, un murmullo golpeó su pecho y recordé:
—¿Querías hablar?
Raiden nos hizo rodar, una de sus manos se deslizó sobre mi vientre y directo en mis pantalones de pijama, bajo mi
ropa interior y adentro.
Mis ojos se entre abrieron y mordí mi labio.
Entonces le acaricié.
Raid giró.
Oh Dios.
—¿Vas a hablar? —respiré mientras levantaba mis caderas para tomar más de sus dedos.
Giró otra vez, lo cual me golpeó de nuevo al mismo tiempo que presionaba hacia arriba, sintiendo sus caderas
empujar en mi mano.
—Cambio de planes —anunció.
—¿No hablaremos? —pregunté esperanzada.
—No. No me jubilo a los cuarenta.
Parpadeé y pregunté:
—¿Perdón?
No se repitió a sí mismo. Declaró:
—Y por lo menos una hija.
—Raid…
Acercó su cara. Sus dedos giraban, mi mano se tensó sobre su polla y declaró:
—Dejarte siempre apesta. Cada vez, se pone más y más difícil. Dejarte cuando tenías a mi niño creciendo, me
tortura. Dejarte a ti y a nuestro hijo, me mata. Dos años más entonces terminé.
Le acaricié, me quedé mirando y mi corazón dio un golpe feliz.
—Y quiero una niña —terminó.
¡Oh, Dios mío!
¿Podía morir de felicidad?
Ciertamente, esperaba que no.
—Cariño…
Sus labios encontraron los míos.
—Empezaremos a trabajar en nuestra hija más tarde. Voy a empezar a trabajar en asegurarme de que puedo cuidar
de mi familia después de dejar el trabajo ahora. ¿De acuerdo?
¿Creía que diría que no?
—Afirmativo.
Sentí su boca sonreír contra la mía, entonces vi, de cerca, sus ojos comenzar a quemar al mismo tiempo, que sentí
sus dedos moverse, sumergirse.
Di un grito ahogado.
—Basta de hablar —anunció, con voz áspera y dominante.
Estuve de acuerdo con eso y eso era bueno, mientras veía su cabeza inclinada y su boca tomaba la mía en un beso
abrasador no tuve más remedio que estarlo.
***

Raid
Temprano en la tarde del día siguiente...
Raid estaba en su Jeep en camino a encontrarse con Clay y Hanna para el almuerzo en la cafetería de su hermana
cuando su celular sonó.
No conocía el número en la pantalla y casi no tomó la llamada.
Cuando lo hizo, se alegró, pero solo porque si no lo hacía, habrían llamado a su esposa.
—Miller —respondió.
—¿Raid? —preguntó una mujer.
—Sí —respondió.
—Hola, eh, soy Judy del programa de enfermeras a domicilio. Uh...
Ella se quedó en silencio y no dijo más.
Raid sintió que su intestino instintivamente se ponía tenso y se concentró en la conducción.
Cuando ella no habló, le preguntó:
—Judy, ¿tienes algo que decir?
Una vacilación, a continuación, en voz baja:
—Lo siento mucho. Hemos hablado de ello y pensamos que lo mejor era tratar de llamarte primero. Odio tener que
ser la que diga esto, pero cuando Fran fue a alistar a la señorita Mildred para el día, se encontró con que la señorita Mildred
había fallecido mientras dormía anoche.
Raid movió el Jeep a un lado de la carretera, lo puso en punto muerto y se estacionó en un desvío.
—Repite eso —ordenó.
—En verdad, realmente lo siento, Raid. No queríamos llamar a Hanna. Pensamos que sería mejor si se lo decías tú.
Pero la señorita Mildred murió anoche.
Cerró los ojos, se inclinó hacia adelante y apoyó la frente contra el volante.
—¿Estás bien? —llamó en su oído.
No lo estaba.
Levantó la cabeza y mintió:
—Sí.
—Uh... hay cosas que…
Raid la interrumpió:
—Comunícate conmigo y no con Hanna. Voy a estar allí o mi madre estará allí. ¿Sí?
—Bien, de acuerdo.
—Espera nuestra llamada. Alguien se pondrá en contacto en breve para tratar con lo que tenemos que lidiar
—prosiguió.
—Está bien, Raid.
Sacó una respiración fuerte por la nariz y mintió otra vez.
—Gracias por tu llamada.
—Lo siento mucho.
Él también, demasiado.
Judy continuó:
—Por favor, da nuestras condolencias a Hanna. Adiós Raid.
Colgó sin despedirse, se dirigió a sus contactos y encontró el número de la cafetería de su hermana.
—Café de Rachelle, Gran Diosa de la Cocina y Todas las Cosas Gastronómica, habla Rachelle. ¿Cómo puedo
ayudarle? —contestó su hermana.
Normalmente, esto lo haría reír o al menos sonreír.
Él no hizo nada.
—Rache, ¿Hanna está todavía ahí? —preguntó.
—Y hola y, ¿cómo estás tú también? —respondió ella.
—Rache. ¿Está. Hanna. Todavía. Ahí? —repitió.
Ella se quedó en silencio y luego, con seriedad:
—Sí.
Puso el auto en marcha, comprobó sus espejos y entonces se incorporó de nuevo a la carretera, ordenando:
—Llama a mamá. Llévala allí. Después de hacer eso, ve con Hanna y encuentra una manera de quitarle a Clay.
Estaré allí en diez.
—¿Qué pasa?
—Quiero decirle a mi esposa primero. Llama a mamá y llévate a mi hijo.
Otro silencio y luego:
—Está bien, Raid.
—Gracias, Rache.
Colgó e hizo lo que había prometido, estacionó en el estacionamiento al final de la ciudad, corrió por la calle y bajó
una cuadra. Él estuvo allí en diez minutos.
Rachelle había hecho lo que le pidió, no que él cuestionara que lo haría. Estaba sentada con Hanna en una mesa junto
a la ventana, abrazando a Clay cerca, se inclinó sobre su sobrino, arrullándolo.
Sus ojos fueron a Hanna para ver sus ojos en él, sonriendo.
—Hola, corazón —llamó.
Cristo, él jodidamente amaba cuando ella lo llamaba corazón.
Y jodidamente odiaba lo que tenía que hacer.
Él no se movió de la puerta y le hizo señas con un dedo.
Sus cejas se juntaron, y su sonrisa se hizo más grande y ella miró a Rachelle.
Murmurando algo que no podía saber qué hizo a Rache darle una sonrisa que no llenó plenamente, Hanna se levantó
y se acercó a él.
En el instante en que ella estuvo lo suficientemente cerca, extendió la mano, agarró la suya y tiró de ella hacia la
puerta.
—¿Qué demonios? ¿Te has vuelto loco? —preguntó ella a su espalda mientras la arrastraba por la calle.
—Cállate un minuto, cariño.
—Lo que sea —murmuró luego terminó—: loco hombre machista.
Quería sonreír ante eso, también.
No lo hizo.
Él miró a ambos lados, los condujo a través de la calle hacia su Jeep. Una vez allí, él le dio la vuelta, la empujó a su
lado y cerró.
Ella parpadeó y miró a su alrededor, tuvo la idea equivocada y su rostro cambió cuando sus ojos se alzaron hacia él.
—Sabes, ahora estamos casados, así que creo que está bien si me besas en público, incluso si estás en el estado de
ánimo que me gusta —le informó—. Aunque también te voy a recordar que incluso cuando no estábamos casados y solo
vivíamos en pecado, no tenías ningún problema en hacer eso, así que esto me tiene un poco confundida.
Raid levantó las manos a ambos lados de su cuello, se inclinó profundamente y susurró:
—Apóyate en mí.
Sus ojos se movieron sobre su cara. Ella finalmente lo leyó y lo supo cuando su cuerpo se tensó. Sin más vacilación,
levantó sus manos y cerró los dedos en su chaqueta.
—¿Qué está pasando? —preguntó, sus ojos ahora ansiosos, su voz sosteniendo un temblor.
—Cariño... —comenzó luego acotó—: joder.
Ella sacudió su chaqueta hacia fuera entonces.
—Raid…
Deslizó las manos hasta su mandíbula, se acercó y la soltó con rapidez:
—Recibí una llamada de enfermeras a domicilio. Fran fue allí esta mañana y descubrió que la señorita Mildred falleció
en la noche.
El dolor chamuscó a través de él mientras observaba el mismo dolor sobre la expresión de su esposa dejándola
afectada, pálida y vulnerable.
Y agonizante.
Joder, sip, odiaba tener que hacerle esto.
Hanna se abrió paso entre sus manos y plantó la cara en su pecho, sus brazos apretados a su alrededor.
Raid la atrajo más cerca, inclinó su cuello y le susurró en la coronilla:
—Lo siento, cariño. Jodidamente lo siento, nena.
Ella no dijo nada.
Pero se agarró con fuerza, incluso cuando empezó a temblar.
—Mamá está viniendo a la cafetería. Vayamos por Clay y nos iremos a casa. Ella o yo nos quedaremos contigo y el
otro irá a tratar con la mierda —compartió.
Hanna no dijo nada.
—Voy a llamar a tus padres cuando averigüemos quién está haciendo qué —continuó.
Hanna seguía sin decir nada.
—Nena, mírame —instó.
Ella no se movió.
Raid llevó una mano a su mandíbula, tratando de alejar la basura para que pudiera ver su rostro, pero ella se presionó
más profundamente en él, así que se detuvo.
—Hanna…
—No va a recordar —dijo en su pecho.
—¿Qué, cariño?
—Clay. Se llama así por un hombre al que nunca conocerá y va a crecer y no recordará que ella le contó la historia
del rayo.
Raid cerró los ojos, envolvió su brazo alrededor de ella de nuevo y la abrazó con fuerza.
Sin espacio para moverse, su esposa se las arregló para acurrucarse más.
—No podemos dejar nunca que olvide —dijo.
—No vamos a permitir que olvide —prometió Raid.
—No podemos dejar que olvide.
—Nunca dejaremos que olvide.
Hanna lo sostuvo.
Igual Raid.
El silencio siguió.
Su esposa lo rompió.
—Ella pensó que eras la pijama del gato —le dijo Hanna.
Él jodidamente amaba eso.
Pero Raid no dijo nada.
—También me dijo que pensaba que eras las rodillas de la abeja —continuó.
El jodidamente amaba eso, también.
Raid no dijo nada, otra vez.
Finalmente, su voz se quebró cuando ella susurró:
—Ella siempre estaba en lo cierto.
Raid deslizó una mano en su cabello y sostuvo su mejilla contra su pecho mientras vertía su pena en su suéter.
A través de sus lágrimas, ella compartió:
—Esto está bien. Incluso Abue pensaría estar en tus brazos era un buen lugar para que una Boudreaux llorara.
Raid cerró los ojos y la siguió sosteniendo con fuerza.
Cuando ella se calmó, llevó a su esposa a la cafetería de su hermana y compartió la desgraciada noticia con su
familia. Su madre se fue para hacer frente a las cosas, él cargó a su hijo y Raid se fue a su casa familiar.
Sin embargo, a petición de Hanna, hicieron una parada.
Dejó a su esposa e hijo esperando en el jeep mientras él iba a la casa de la señorita Mildred para recoger a Spot.
***

Un Mes Después...
Raid se movió a través de la casa hasta la puerta principal.
La abrió y empujó la puerta de tela, dio un paso en el porche delantero, giró a la derecha y se detuvo en seco.
Ahí estaba Hanna. En un suéter de lana, bufanda envuelta alrededor de su cuello, una ancha banda de franela
sosteniendo su cabello hacia atrás, pero envuelta sobre sus orejas para mantenerlos calientes. El resto de ella estaba envuelto
en un chal de cachemira negra que quitó de su cama. Su hijo envuelto, también debajo del chal, yacía dormido en su pecho.
Ella estaba en su columpio, una pierna arriba e inclinada, con un pie en el porche, balanceándolos.
Su pecho quemaba ante la vista.
Sus ojos encontraron los suyos y ella le sonrió.
Su pecho se aligeró.
Se acercó en su dirección y se sentó en la silla de mimbre más cercana a ellos.
—Estoy harta del invierno. Quiero mi bici —le informó una vez que él se sentó.
—Es hora de planificar unas vacaciones a una playa —respondió.
—Una playa donde tienen lugares para alquilar bicis —corrigió ella, y él sonrió.
Él le daría eso.
Le daría todo a Hanna Miller.
Sus ojos cayeron a su boca y las comisuras de sus labios se alzaron.
Ese alzar de los labios significaba que ella sabía que él le daría cualquier cosa.
Entonces volvió la cabeza, inclinó su cuello y tocó con esos sonrientes labios la gorrita tejida de bebé cubriendo la
cabeza de Clay.
Después de eso, su mirada se trasladó al patio.
Raid estiró las piernas, las cruzó en los tobillos y no apartó los ojos de su esposa e hijo.
Se quedaron así durante un tiempo. Silencio. Cómodo. Juntos.
Hanna rompió el silencio.
—Fue un reto —anunció.
—¿Vamos de nuevo? —preguntó él.
Ella no movió sus ojos desde el patio cuando respondió:
—He estado pensando en ello y lo entendí. Ella sabía lo que haría cuando me dijo que eras peligroso.
Raid sintió sus hombros tensos.
—¿Qué? —preguntó él.
Finalmente, sus ojos encontraron los suyos.
—Abue. Ella te amaba. Te respetaba. Quería que yo te tuviera. Sabía exactamente quién eras. Ella lo sabía todo. Y
ella estaba preocupada de que no pudiera mantener la distancia. Así que me advirtió que me alejara de ti, sabiendo que al
minuto en que lo hiciera no me echaría para atrás. Lo hizo por asustarme diciéndome que si veía a través de ello, no conocería
nada más dulce en toda mi vida —ella se acurrucó más cerca de Clay antes de que meciera su mundo—, que el amor que me
darías.
Raid sostuvo su mirada.
—Ella siempre tenía razón —terminó Hanna, y la quemadura volvió a entrar en su pecho.
Joder.
Joder, sino amaba a su esposa.
Y echaba de menos a su genial abuela.
—¿Raiden? —llamó a pesar de que sus ojos estaban fijos en ella.
—Justo aquí, nena —respondió en voz baja.
—Me imagino que pensó que sabía algo más y tengo que saber si ella tenía razón en eso también.
—¿Qué? —preguntó.
—Solo tú puedes responder —le dijo ella.
—¿Qué es, cariño?
Ella se lo dio a él.
—Sabía que no conocerías nada más dulce que el amor que te doy.
Jesús, joder.
—¿Estaba en lo cierto? —preguntó Hanna.
Raid sostuvo su mirada.
Luego desplegó su cuerpo desde su silla, tomándola en un balanceo en su columpio del porche con su hijo, sostenido
cerca de su pecho, envuelto en hogar, calor, comodidad, crianza.
Amor.
Él se acercó y se inclinó profundamente, puso su rostro cerca del de ella, la miró a sus bonitos ojos azules y enroscó
una mano alrededor de un lado de su cabeza.
Solo entonces respondió:
—Absolutamente.
La Serie Unfinished Heroe continúa con Deacon…

Deacon tiene una historia fea, una historia que lo rompió, dejándolo como un fantasma de un hombre. Por necesidad,
dejó el mundo normal para descender dentro del mundo criminal y encontró que encajaba. Así que se quedó. Frío como el
hielo y vive fuera de la ley. Deacon no tiene intención de relacionarse, no con nadie.
Entonces regresa a unas remotas cabañas en las montañas de Colorado y encuentra que tienen nuevos dueños. Uno
de ellos es Cassidy Swallow, una joven mujer dispuesta a trabajar duro para vivir su sueño tranquilo en una casa junto a un río,
rodeada de álamos y pinos.
De pronto, Deacon encuentra que está en guerra. La relación en la que Cassidy tira de él es fuerte. Él lucha, pero
pierde, siempre volviendo por más. Pero cuando lo hace, él no le da nada.
Desde la primera vez que lo ve, Cassidy sabe que Deacon está muerto por dentro. Sabe que es el tipo de hombre
que podría destruir a una mujer. Pero una noche, cuando el control de Deacon resbala, Cassidy toma una oportunidad.
Él podría romperla. También podría ser su sueño hecho realidad.
Kristen Ashley

Nació en Gary, Indiana, Estados Unidos. Casi las mató a su madre y a si misma al nacer, ya que tenía enredado el
cordón umbilical alrededor del cuello. Ha vivido en Denver, Detroit, Colorado, entre otras ciudades.
Su sueño siempre fue convertirse en escritora. No tiene un género literario definido ya que salta constantemente de
una serie a otra.
Auto publica sus libros entre los que se encuentran las series:
Unfinished Hero
Rock Chick
Dream Man
Colorado Mountain
The ‘Burg
Créditos
Moderación:
Itorres
raiza23

Traducción:
Blinda
Itorres
liebemale
Debs
Jadasa Youngblood
Lizzie Wasserstein
Fanny
Jane
rihano
Gigi D
Leiibach
Selene
Helen1
ஓ¥anliஓ
Recopilación:
Itorres

Revisión,
Lizzie Wasserstein

Corrección:
Lizzie Wasserstein

Diagramación:
Jane
¡No Olvides Visitarnos!
[1] Petite: Pequeña en francés.
[2] Chère: Cariño / Querida en francés.
[3] Mah-jong: Juego de Cartas también conocido como Solitario.
[4] AID: Aeropuerto Internacional de Denver.
[5] Schwinn: Marca de bicicletas.
[6] Ice: Se refiere a la droga que parece cristal o hielo.
[7] WD-40: Marca comercial de ablandador. Evitan la corrosión.

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