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Sinopsis
Hanna Boudreaux ha vivido en el pequeño pueblo de Willow, Colorado durante toda su vida. Bisnieta de la matriarca
de la ciudad, ella es dulce, linda y tranquila.
Demasiado tranquila.
Hanna tiene un momento de epifanía cuando se da cuenta que su amor platónico por siempre, Raiden Ulysses Miller,
nunca será suyo. Ella ve su vida como remilgada y decide hacer algo al respecto.
Raiden Miller es el héroe local del pueblo de Willow. Un ex marine con la medalla para probar su condición de
héroe, llega a casa, envuelto en misterio. Toma un tiempo pero, eventualmente, Hanna atrapa su atención.
Pero después de todos estos años de Raid y Hanna viviendo en la misma ciudad, la pregunta es, ¿por qué? ¿Está
Raid interesado en Hanna porque es dulce y linda? ¿O es que Raid tiene algo más en juego?
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Deacon
Kristen Ashley
1
Raiden
Traducido por Gigi D
Esa noche...
—¿En serio? —me preguntó al oído mi mejor amiga KC.
—En serio —contesté.
—¿En serio? —gritó ella.
Hablábamos por teléfono. Yo estaba descansando de lado en el columpio en el porche delantero, con un chal medio
terminado en mi regazo, un vaso de vino blanco en la mesa junto a mí.
Solamente le había dicho acerca de la visita de Raiden a la abuela. Yo ya le había contado días antes, que tropecé
con él en la tienda de mascotas.
Ahora ella enloquecía. Al igual que yo.
Sin embargo, no le dije que había ido a Rachelle’s varias mortificantes veces para echarle un vistazo.
Dicho esto, KC y yo habíamos sido mejores amigas desde el séptimo grado, por lo que, ambas, estábamos
enamoradas de él mientras crecíamos. De alguna manera, que compartiéramos este enamoramiento y obsesión no destruyó
nuestra relación. Puede pasarles a las chicas de esa edad, sin tener en cuenta el hecho de que ninguna de nosotras tenía incluso
el remoto indicio de ese sueño haciéndose realidad, en particular.
Así de cercanas éramos.
Yo la adoraba.
Ella era recíproca.
Ahora ella estaba casada, tenía una hija y otra en camino.
Yo creía que su esposo, Mark, era un idiota, pero no importaba lo cercanas que fuéramos, no compartiría esto con
KC. Por lo menos no abiertamente.
Ella creía que él caminaba sobre el agua.
Mis pensamientos sobre este tema era que esto probablemente tuviera que ver con su talento especial en el
dormitorio, algo que ella compartía, en detalle, incluso si eso significaba que tenía que ser realmente buena en evitar que mi
labio se curvara con disgusto. Una hazaña que superé, y ahora era una experta, viendo mientras tenían sexo. Mucho.
No quería sentir esto de mi mejor amiga, pero también podría tener que ver con que tuviera una vida muy decente.
Ella decía que él era mucho más dulce cuando no había gente alrededor.
Tenía la esperanza de que eso fuera cierto.
Ahora ella y yo enloquecíamos por Raiden, a quien había sido capaz (excepto cuando limpiaba los baños, pasando la
aspiradora, quitando el polvo, lavando la ropa y cambiando las sábanas) de sacar de mi cabeza.
Mientras hacía un chal que con el tiempo me daría una enorme cantidad ridícula de dinero, bebiendo vino y dejando
que KC y mi casa hicieran su magia.
Yo crecí en mi casa y se la compré a mis padres cuando se mudaron, así que hice un buen negocio.
A petición mía, ellos habían vendido todas las cosas en el interior antes de mudarse para que yo pudiera hacerla mía.
Y eso hice, yendo a todas las tiendas de antigüedades de Denver a Cheyenne a Albuquerque. Empapelé. Pinté. Re-
acabé. Restauré. E hice mi casa de la infancia, toda mía.
Rustica, con una buena dosis de extravagancia y un toque aquí y allá de perspicacia para darle un bonito acabado,
lindo y femenino.
Era fabulosa.
Como mi porche delantero con sus postes blancos y rejas, celosías en los bordes de las columnas donde estas se
encontraban con el techo del porche, este columpio y los muebles de mimbre con cojines y almohadas no coincidentes decían
lo que los muebles del porche de mi abuela decían.
Eres bienvenido aquí, así que siéntate y quédate un rato.
Vivía allí, y una vez más, como mi abuela, cuando hacía calor me encontraba en mi porche en mi columpio,
descansando un rato.
Como ahora.
—¿Qué crees que significa? —preguntó KC en mi oído.
—Creo que significa que la señora Miller le dijo a su hijo que comprobara a la abuela, y él es un buen chico por lo
que va a cortar el césped —contesté.
—No lo es —respondió y yo sonreí.
—Lo es, KC.
—¿Qué te parece este escenario? —comenzó—. Él vio cuan linda y torpe eres y eso le gusta, así que él visita a tu
abuela en un día cuando todos, maldita sea, saben que pasas allí para tener una dosis del estilo de Hanna, lindo y torpe.
Me eché a reír, y después de que hice esto por un tiempo, sin dejar de reír, le dije.
—En serio, no soy su tipo.
Silencio.
—¿Conoces su tipo?
Tampoco había compartido que lo vi con la bonita mujerzuela. Eso había sido demasiado doloroso para decirlo, y
además, adoraba a KC, y a pesar de que ella estaba casada eso no significaba que no podía ilusionarse, y tampoco quería
contaminar su fantasía.
Sin embargo, era el momento de compartirlo.
Forzando la indiferencia, contesté:
—Sí. Lo vi besándose con alguien hace un tiempo. Montones de cabello. Montones de pecho. Un montón de ropa
ajustada. Delgada y pequeña.
Más silencio entonces:
—Eso es condenadamente decepcionante.
Lo fue.
Pero, lo que sea.
—De todos modos, la mitad de las tropas de Willow con ofertas de ayuda para la abuela. Era el turno de un Miller
—le dije.
—Prefiero pensar que a Raiden Ulysses Miller le van las lindas y torpes, no delgadas, pequeñas, con grandes tetas y
cabello grande —replicó ella.
Prefería pensar eso, también.
Por cierto, al igual que todas las chicas que le conocían en aquel entonces, KC pensaba en él con su segundo
nombre. Eso hacía a un nombre genial doblemente genial, y por lo tanto nos referíamos con frecuencia a él como tal en las
conversaciones habladas.
Como ahora.
—Bueno, sí, pero no lo es, y lo que sea —le dije—. Ayudar a la abuela es solo una cosa divertida para él. Ahora la
abuela puede embolsarse dinero de papá y explotarlo en mah jong.
—Ella tiene un extra de veinte dólares para apostar, va a poseer la mitad de la ciudad. Mi abuela dice que es la
muerte en mah jong.
Parpadeé ante mi chal.
—Ella me dice que siempre está perdiendo.
Podía oír la risa de KC en sus siguientes palabras:
—Ella miente.
Entonces oí un auto acercarse y miré desde mi chal al camino.
Yo vivía en una zona boscosa a unos cinco minutos en auto de la ciudad que se veía medio en Colorado, medio otro
lugar. Esto era porque mi papá plantó un montón de árboles por todas partes, así que teníamos coníferas, álamos y teníamos
todo lo demás bajo el sol que necesitaría clima árido. Nosotros también, lo que significaba que ahora yo también era dueña de
una hectárea por todas partes.
Así que con los árboles y la tierra, mi casa de dos pisos, tres dormitorios, dos baños y medio, la casa de campo era
acogedora, aislada y tranquila.
Exactamente como me gustaba.
Con excepción de ese momento, sentada en un columpio, después de haberme quitado mi traje blanco de salida a la
ciudad. Me puse un par de pantalones cortos rojos de punto que decían “USC” en amarillo en todo el trasero (alma mater de
mi hermano) y una camisola que dejaba poco a la imaginación. Mi cara estaba limpia de maquillaje. Tenía el cabello en un
moño desordenado en la cima de mi cabeza. Y mi ingenio fue parcialmente arrastrado cuando estaba en mi tercera copa de
vino.
Pero iba a necesitarlo.
E iba a necesitarlo porque un Jeep verde cazador se acercaba a mi casa.
—Santo cielo, KC —susurré en el teléfono—. Estoy viendo un Jeep verde conducir hasta mi casa.
—¿Me estás jodiendo? —susurró ella.
Ella sabía lo que esto significaba. Todas las chicas en la ciudad, imaginaba, conocían ese Jeep.
—En absoluto —seguía susurrando.
—OhmiDios, ¿es él? —preguntó ella.
El jeep se detuvo cerca de mi camino delantero.
Pude ver a través del parabrisas.
Eso quiere decir que dejé de respirar, así que tuve que resoplar mí:
—Sí.
—¡Carajo! —gritó.
Raiden salió del jeep.
Mi corazón dio un vuelco.
—Creo que me tengo que ir —le dije a KC.
—¿Eso crees? —preguntó.
No le respondí.
No pude.
Raiden Ulysses Miller y su gran y magnífico cuerpo caminaban hacia mi casa.
—Infórmame al minuto que se vaya —ordenó KC.
—Correcto —murmuré en el instante que su bota dio el primer paso en el porche.
Cerré el teléfono y lo vi subir los próximos cuatro escalones. Entonces lo vi dar cinco pasos hacia mí donde se
detuvo.
Él no dijo nada.
Yo tampoco.
Sus ojos se movieron de mi cabello a mis pies y a mi cabello otra vez.
Mis ojos se quedaron pegados a los suyos.
Volvió un poco la cabeza y observó el porche.
Mantuve la cabeza inmóvil y lo observé.
Entonces sus ojos fueron a los míos.
—¿Me estás jodiendo?
Parpadeé.
—¿Perdón? —pregunté.
Cruzó los brazos sobre su pecho, haciendo que los músculos de sus bíceps se abultaran y las venas de sus
antebrazos se notaran. Estaba concentrada en observar toda esta maravilla, así que podría haberme perdido el orgasmo, pero
estaba relativamente segura de que tuve uno pequeño.
Luego sonrió.
Ahí estaba.
El orgasmo completo.
Era un milagro que no gimiera.
—Cariño, pareces sacada de una película para chicas.
Una vez más, parpadeé.
Entonces, de nuevo, le pregunté:
—¿Perdón
—Linda vestimenta. Copa de vino. Sexy cabello desordenado. Linda casa que parece sacada de una revista. Ni una
pizca de maquillaje y te ves más bonita que cualquier mujer que he visto durante más de un año. Sosteniendo el teléfono como
lo haces, en un lugar que se ve tan bien todos los días donde eso es imposible. —Hizo una pausa antes de que él llegara a la
conclusión—. Película para chicas.
¿Dijo sexy cabello desordenado?
¿Y qué me veía más bonita que cualquier mujer que hubiera visto durante más de un año?
—¿Perdón? —repetí una vez más.
—Di eso una vez más, te besaré.
¡Oh, Dios mío!
¿Dijo: di eso una vez más, te besaré?
¿Besarme?
Me quedé mirándolo.
Entonces tragué.
Lo que no hice fue hablar.
Raiden se quedó en silencio. Yo igual.
Cuando el momento se volvió incómodo, lo rompí.
—¿Puedo preguntarte en este momento, qué estás haciendo aquí?
Sus labios temblaron y él respondió:
—Sí, nena, en este momento, puedes preguntar eso.
Él no dijo más.
Pero me llamó nena.
No lo miré para confirmar, y me alegré de que no lo hiciera tampoco, ya que estaba relativamente segura de que mis
pezones ahora estaban duros.
¡Caramba!
Cuando él se quedó en silencio, le pregunté:
—¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Harás algo por tu abuela mañana en la noche? —preguntó de nuevo.
—Uh... no —contesté.
—¿Saldrás con ese marihuanero y su marihuanera novia?
Mi cabeza se sacudió por la forma en que se refirió a Bodhi y Heather, por no hablar de su conocimiento de ellos y
de que pasara tiempo con ellos, pero respondí:
—No.
—Entonces estás libre de ir a cenar conmigo.
Mi pecho se comprimió como si Spot estuviera acostado sobre él y mis labios se abrieron.
Los ojos de Raiden cayeron a mi boca y sus labios murmuraron:
—Tomaré eso como un sí.
—Uh... —murmuré, luego dejé de murmurar.
—Tomaré eso como un sí, también —afirmó.
—Yo… —empecé a decir algo. No tenía ni idea de qué, pero no obtuve más.
—Voy a estar aquí mañana, seis y media. No des vueltas con todo lo linda que eres, vamos a ir a un lugar de carnes,
así que querrás vestirte linda.
¿Todo lo linda que era?
—Me gustaría pedir esa blusa blanca que llevabas alrededor de la tienda de mascotas—continuó, y sentí que mi cara
comenzaba a calentarse ante el recordatorio de mi idiotez, que, claramente, Raiden no recordaba como una idiotez—. Pero
todo lo que te he visto llevar desde entonces está lejos de ser decepcionante —sus ojos recorrieron mi pecho y piernas antes
de volver a mi cara—, así que esperaré la sorpresa.
¿Dormía?
¿Soñaba?
¿Cómo estaba sucediendo esto?
No dije nada porque temía que si lo hiciera me despertara, y ciertamente no quería despertar.
Tenía la cabeza inclinada hacia un lado.
—¿Estarás lista para mí a las seis y media?
Eso requería una respuesta, así que hice una prueba.
—Sí.
Sus ojos se pusieron apacibles, mi corazón dio un salto mortal y él murmuró un retumbante:
—Bien.
Luego se volvió, se paseó por mi porche, mis escalones y entró a su Jeep.
Giró, retrocedió en un ángulo y se fue.
Miré hacia los árboles donde lo vi por última vez durante minutos que parecieron durar horas.
Entonces levanté el teléfono todavía en mi mano, presioné la re-llamada y lo puse a mi oído.
Cinco minutos más tarde, KC gritó:
—¿En serio?
Me eché a reír.
Reí aturdidamente.
Reí emocionadamente.
Reí extrañamente.
E incluso riendo, gracias a Dios, no me desperté.
5
Despistada
Traducido por Selene y Helen1
A la noche siguiente...
El timbre sonó.
Estaba en el baño de arriba, mirándome en el espejo, pero había estado lista desde hace veinte minutos.
Ahora estaba hiperventilando.
Tome unas respiraciones profundas, girándome hacia la puerta choqué con una luz. Forcé mi mente a repasar mi
apariencia, que para este momento ya conocía de memoria.
KC y yo habíamos ido a Denver, así que compré un conjunto nuevo. Era un vestido de jersey azul que combinaba de
maravilla con mis ojos, mostraba lo suficiente, pero no tenía mucho escote y se aferraba a todos los lugares correctos. Era un
vestido milagroso que me daba un cuerpo milagro, y como tal costó un precio milagroso.
También me compré un par de sandalias con correas de tacón de aguja que eran para morirse. Estaban formadas por
tiras de piel de serpiente azul intercaladas con correas de piel de serpiente verde, que hacían que mis pies y mi nueva pedicura
(mis dedos gordos tenían un diseño con un pequeño cristal, lo que a Raiden Ulysses Miller, iba a gustarle) lucieran fabulosos.
También me costó una fortuna.
Pague también por eso pero no me importaba.
Todo tenía que estar en su lugar. Todo tenía que ser perfecto.
Y así era.
KC me convenció de llevar el cabello suelto y así lo dejé bordeando mi cara con un toque de drama. Pero no
demasiado, porque no quería excederme y eclipsar el vestido y los zapatos los cuales juntos eran una bomba.
Así que después de un ajetreado día de compras, pedicura y una nerviosa preparación, había llegado el momento.
Eran las seis y treinta y tres.
Raiden estaba aquí.
Apagué la luz de mi cama. Tomé mi bolso y salí de la habitación, bajé las escaleras y llegué a la puerta. Después de
tomar otra profunda respiración abrí la puerta.
Raiden estaba de pie allí en todo su esplendor. Que era mucho porque no llevaba pantalones cargo ni una camiseta
ceñida (que siempre eran impresionantes), pero se veía lindo en un par de jeans oscuros, una camisa de color verde oscuro
con un sutil patrón que se veía genial con su piel, su cabello y sus ojos, terminando con un cinturón negro y botas negras (que
eran impresionantes).
Delicioso.
—Hola—lo saludé, pero me salió un poco entrecortado.
Él no respondió.
Sus ojos se movieron hacia abajo y se tomó su tiempo. Después llegaron a mis zapatos y se quedan allí un rato.
Entonces, poco a poco comenzaron a subir.
Su mirada me golpeó e hizo que mi corazón latiera como un martillo mecánico a toda marcha.
—Hola —gruñó.
Había practicado mientras me maquillaba (y me hacia el cabello) así que fui capaz de dar un ligero paso hacia atrás,
moviendo mi mano le pregunte:
—¿Tenemos tiempo para que pases a tomar una copa?
—No quieres que entre a tomar una copa —fue su respuesta y sentí que mis cejas se juntaban.
—¿No lo hago?
—Tú, con ese vestido, esos zapatos y ese cabello después de unas bebidas podrían terminar horizontales, lo cual no
sería una buena combinación.
—Oh —susurre cuando sus palabras me golpearon como un disparo que me atravesaba.
Quién dice ese tipo de cosas en una cita, sus palabras afirmaban claramente que no era solo yo la interesada.
Raiden Ulysses Miller se había fijado en mí.
Sentí que el calor se instalaba dentro de mí, mientras él seguía hablando.
—Sin dejar de mencionar que tenemos una reservación y tengo hambre. —Se inclinó y tomó mi mano—. Vamos.
Me saco del porche, estaba suficientemente consiente para agarrar la manilla de la puerta y tirar de ella. Empecé a
cruzar el porche pero me detuve cuando su mano apretó la mía.
Me di la vuelta.
—¿No vas a cerrarla? —me preguntó.
Me quedé mirándolo, luego dirigí mi mirada hacia la puerta y de regreso a él.
—¿Disculpa?
Él se acercó más y mi respiración se volvió rápida.
—¿Vas a cerrar la puerta con llave?
—Uhm... Nunca cierro la puerta con llave.
Era el turno de Raiden para mirarme.
Entonces me dio otro apretón y me ordenó,
—Dame tus llaves.
—¿Mis llaves?
—Tus llaves —afirmó con firmeza.
Él tenía hambre, pero tenía la sensación de que este debate podría durar toda la noche (conmigo perdiendo), así que
asentí, abrí la puerta y me apresure hacia la cocina. Puesto que nunca he cerrado la puerta con llave (ya que no tenía por qué,
mi mamá y papá vivían en el culo del mundo por suerte, a menos que ellos supieran que no estaba, nadie pasaba por aquí) me
costó un poco pero finalmente encontré un juego de llaves de la casa y corrí hacia la puerta cerrando con llave.
Me volví hacia él.
—Listo.
—¿Mientras estabas atrás cerraste también? —me preguntó.
Parpadeé.
Me sonrió.
Parpadeé de nuevo.
Se inclinó hacia mí y tomo las llaves. Abrió la puerta, se paseó por la casa hacia la cocina, luego volvió cerró la
puerta, guardo llaves y me tomo de la mano.
—Vamos —murmuró.
Nos fuimos, Raiden sostenía mi mano mientras caminábamos por el porche y bajábamos los escalones.
Entonces me dejó ir pero solo para poner su brazo alrededor de mis hombros y me acercó hacia su costado mientras
nos movíamos hacia su Jeep.
Lindo.
Más lindo aún fue cuando me acompañó hasta el lado del pasajero y abrió la puerta para mí.
Tres novios y ninguno abrió ninguna puerta para mí.
El ya fenomenal Raiden Miller solo conseguía ser mejor.
Su mano acarició mi codo mientras subía, luego cerró la puerta.
Definitivamente esta estaba cada vez mejor.
Terminaba de ponerme el cinturón de seguridad cuando abrió la puerta del otro lado. Subió y echó a andar el auto.
—¿Hablaste con tu abuela hoy? —me preguntó mientras lo observaba.
Mierda.
Estaba sentada junto a Raiden en su jeep.
No lo podía creer.
Era hermoso. Él. El momento. Todo.
No tuve tiempo para dejar que el momento se asentara en mí. Tuve que responder o pensaría que era una freak,
mirándolo en silencio, pero con reverencia.
—Sí, hablo con ella todos los días —le contesté.
—¿Cómo lo está haciendo? —me preguntó.
—Ocupada, veras ha estado llamando a todos en la ciudad y a la mitad de su familia en Louisiana para decirles que
tiene un nuevo jardinero.
Le vi sonreír.
Sí.
Era hermoso.
—Le tomó medio año abrirme la puerta cuando llamé ayer, y la otra mitad ir desde el frente de la casa a la parte
trasera, era lenta como la melaza. Pero los dedos de la mujer funcionan bien —dijo Raiden—. Cuatro personas me detuvieron
hoy para decirme que creían que era genial que me ocupara del jardín de la señorita Mildred.
—Ella es generosa —le comenté—. Algo interesante ocurre, ella transmite ese amor a su alrededor.
Vi su sonrisa hacerse más grande. Estar ahí con él en su Jeep, ir a cenar a sabiendas de que pensaba que era linda
me llegaba a lo profundo del corazón, estaba viviendo un sueño que nunca pensé que tendría, mis nervios se suavizaron y miré
hacia adelante.
—¿A dónde vamos? —le pregunté.
—A Chilton’s —me respondió Raiden.
Mis nervios volvieron.
A pesar de que Chilton’s abrió en la ciudad hace más de diez años, solo había ido una vez, el año pasado, cuando mi
hermano vino de San Diego para una visita y trajo a su nueva novia con él.
El menú era a la carta. El mejor filete valía cincuenta dólares.
No sabía qué había hecho Raiden para ganarse la vida, pero sabía que incluso con veinte nuevas boutiques a las que
había enviado mis chales, Chilton’s era un lugar que mucha gente podía permitirse con suerte cada diez años. Incluida yo.
Así que me pregunté qué hacía para ganarse la vida, y si podía permitirse el lujo de ir a Chilton’s. También me
preguntaba qué debía pedir porque no había forma de que eligiera a la carta, si un filete costaba cincuenta dólares no sabía
cuánto quería gastar de su dinero.
—Parece que el estado de ánimo en el Jeep de pronto se fue hacia el sur —me dijo.
Lo miré.
—¿Disculpa?
—No pareces muy entusiasmada de ir a Chilton’s —apuntó.
—Uhm, lo estoy, por supuesto. He estado allí una vez antes. Es muy bonito, pero es... —¿Qué decía?—. No es
exactamente barato.
—Has comprado un vestido sexy para mí, es lo menos que puedo hacer.
Me quedé mirándolo con la boca abierta.
Luego la cerré y le pregunté:
—¿Cómo sabes que es un vestido nuevo?
Me miró, y luego de regreso a la carretera con una sonrisa en sus labios.
—No lo hice. Solo adiviné. Y parece que acerté.
Era una completa idiota.
Lo cual ratifiqué cuando miré de nuevo hacia delante, murmurando estúpidamente (probablemente ya se lo
imaginaba),
—También compré zapatos nuevos.
Todo mi cuerpo se puso caliente cuando tocó brevemente la piel por debajo de mi falda sobre mi rodilla y dijo casi
como si ronroneara:
—Lo aprecio, cariño.
Bueno, tal vez no era una idiota, y en ese momento supe sin lugar a dudas que, independientemente de lo caros que
eran el vestido y los zapatos, cada centavo valía la pena.
—No te preocupes por la cena —afirmó.
—Está bien —le contesté.
—Pide lo que quieras —prosiguió.
—Genial.
Raiden se rio entre dientes.
Ese retumbante sonido masculino, hizo que el área entre mis piernas se humedeciera.
Nos quedamos en silencio, que era a la vez un incómodo y extraño alivio, ya que hubiera sido más incómodo tener
más oportunidades de hacer el ridículo.
Llegamos a Chilton’s y el valet me ayudó a bajarme. Raiden rodeó el Jeep, le dio las llaves al valet y luego me tomó
de la mano.
Entré a Chiltón´s tomada de la mano con Raiden Miller.
La cita llevaba unos veinte minutos en los cuales había pasado locamente por altibajos emocionales, pero olvidé todo
cuando entramos en Chilton’s.
O Dios estaba caminando en Chilton’s de la mano con Raiden Miller.
A pesar de lo caro que era el lugar estaba lleno. Vi a dos personas que conocía, les sonreí.
Pero lo mejor de todo fue que me vieron. Me vieron de la mano con Raiden.
Mis otros tres novios, obviamente me habían gustado. Pensé que eran atractivos. Disfruté pasar el tiempo con ellos.
Pero nunca me había sentido tan abrumadoramente orgullosa de estar junto a ellos en cualquier lugar, como lo estaba
de estar en este momento con Raiden.
Nos sentamos en una de las dos mesas de arriba con Raiden junto a mí en lugar de frente a mí. También pedimos las
bebidas y nuestros platos, todo sin incidentes.
Así que mis nervios se estaban suavizando de nuevo cuando tomé un sorbo de vino tinto y sentí los ojos de Raiden
sobre mí.
Lo miré y en el instante en que mis ojos alcanzaron los suyos, me preguntó:
—¿Sabes mi nombre?
Esa pregunta era tan extraña así que le pregunté de regreso:
—¿Si se cuál es tu nombre?
—Sí, cariño. Has estado cerca de mí un par de veces y no has dicho mi nombre ni una vez.
—Eres Raiden Miller, el hermano mayor de Rachelle —le dije y por alguna extraña razón eso le provocó una
carcajada.
Que fue preciosa y exuberante. Me calentaba hasta la médula y le sonríe mientras lo hacía pero no entendía por qué.
Cuando comenzó a calmarse le dije:
—No lo entiendo. ¿Por qué te ríes?
Él posó sus increíbles ojos en mí.
—Rache amaría eso. Siempre ha sido la hermana pequeña de Raiden.
Mi sonrisa murió y me incliné hacia él.
—Lo siento. No quise ser ofensiva.
Se inclinó hacia mí.
—Me estoy riendo, nena, ¿cómo puedes pensar que me siento ofendido?
Una vez más, era una idiota.
—A veces puedo ser una idiota —ofrecí como un eufemismo.
—No eres una idiota. A veces no podrías ser más linda.
Me mordí el labio.
Me gustó eso.
Sus ojos se posaron en mi boca y su voz retumbó.
—Como ahora.
Me gustó eso también.
Dejé ir mi labio.
—Las chicas prefieren ser sexys y calientes, y a veces, misteriosas —le repliqué y sus ojos volvieron a los míos.
—Tienes las dos primeras, Hanna. No sé nada sobre lo que quieren otros hombres, pero he jugado distintos juegos
con las mujeres y al final descubrí que lo que gané, no valía la molestia. Prefiero estar con una mujer que es linda, tímida y
obviamente está interesada en mí. Significa que puedo ahorrar tiempo y llegar directamente a la mierda que importa.
Lo que dijo fue agradable, bueno especialmente la primera parte, pero aun así, sentí que el calor golpeaba mis
mejillas. Baje mi mirada y ajusté mi servilleta en mí regazo murmurando:
—Esto es un poco vergonzoso.
—¿Qué? —me preguntó mientras me obligaba a mirarlo.
—Sabes que estoy interesada en ti. Eso es vergonzoso. Supongo que es obvio, pero aun así es vergonzoso.
Él alcanzó mi mano envolviéndola con su gran mano y entrelazó nuestros dedos sobre la mesa.
—Cariño, no te ofendas —me dijo suavemente, sus ojos recorríeron mi cara, mi cabello, mi pecho y después
regresaron a mi rostro—. No lo habría dicho si pensara que te iba a avergonzar, porque en realidad no tienes nada de qué
avergonzarte.
Tenía la esperanza de que él tuviera razón.
—Está bien —le susurré.
—Chales —me dijo, yo parpadeé.
—¿Perdón?
—Esas cosas preciosas, no mentí, pero Hanna, ¿cómo diablos vives de chales?
Él estaba cambiando el tema.
Eso estaba bien.
Sí, él se estaba poniendo cada vez mejor.
—Los vendo en doscientas veintitrés tiendas en todo los Estados Unidos y exporto a algunas boutiques en Canadá.
Sus cejas subieron antes de preguntar:
—¿No me jodes?
Negué con la cabeza.
—Jodido infierno —murmuró.
Asentí con la cabeza y seguí.
—Ha ido de menos a más, pero a principios de este año comencé con nuevas cosas. Ahora incluso tengo una
ayudante. Creo que debes conocerla, se llama Heather. Me ayuda con los paquetes de envío. Solía hacerlo sola, pero con las
nuevas tiendas necesito más tiempo para hacerlos, así que ella lo hace por mí. Tengo una especie de almacén sobre la tienda
de regalos en la ciudad. Mi inventario está ahí, por lo cual hago el embalaje allí y cuando la fruta está en su temporada hago
mis conservas allí. No ha estado conmigo mucho tiempo, pero dice que me va a ayudar con las conservas cuando las haga.
Son del tipo... —luché por una palabra que no me hiciera sonar como si estuviera presumiendo—, exclusivo. Solo las hago
cuando la fruta está en su temporada, así que no están en los estantes durante mucho tiempo. Los precios se mantienen y no
están en existencia por largo tiempo ya que la mayoría de la gente compra un gran lote para que les dure todo el año.
Su rostro tenía una mirada extrañamente divertida cuando mencioné a Heather pero rápidamente se recompuso. Él se
echó hacia atrás mientras seguía hablando pero continuaba sujetando mi mano.
—Impresionante —comentó cuando terminé.
—Trabajo con conservas y mantas —le contesté.
—Vives en una linda casa, tienes una linda bicicleta y usas ropa genial. Haces conservas y mantas, tienes más de
doscientas tiendas en dos países. Cariño, eso es impresionante.
—Está bien —decidí estar de acuerdo y él me sonrió.
El mesero llegó con el pan. Raiden lamentablemente soltó mi mano y se estiró por la cesta.
Me la ofreció. (¡Absolutamente cada vez se ponía mejor y mejor quiero decir caliente, genial y un caballero!)
Tomé uno cuando me preguntó:
—¿Qué viene ahora para tu negocio?
Me encogí de hombros, rompí mí rollo a la mantequilla, y expliqué con evasivas (porque desde luego no iba a decirle
la verdadera razón).
—No lo sé. Solo un día me di cuenta. Mi vida era un poco sencilla. La disfrutaba, pero quería más. —Extendí la
mantequilla en el pan y lo miré—. Para conseguir más, ir de vacaciones, aprender a hacer snowboard, necesitas dinero. Yo
estaba haciéndolo bien, pero tenía que hacerlo mejor. Así que trabajé más duro. —Volteé mi cabeza hacia un lado—. Ahora
me va mejor.
—Así que tu chica, ¿ella hace todo el envío por ti?
Asentí.
—No he estado en mi casa en la ciudad desde, Dios, no lo sé. Semanas ahora, al menos. Ella incluso llega a la casa
para recoger los chales que he hecho y los lleva a la ciudad. Es una gran ayuda. Especialmente con más pedidos, ayudando a
la abuela y todo.
Tomé un bocado de mi rollo de mantequilla.
Delicioso.
Mordí, tragué y miré a Raiden tomar un sorbo de su cerveza. Me gustó cómo su garganta funcionaba cuando lo
hacía, así que decidí que era mejor más conversación, así no me obsesionaba sobre lo hermosa que era su garganta, o más
exactamente a lo que esa garganta podría saber.
Yo solo no sabía qué conversación hacer.
Quería preguntarle qué hacía para ganarse la vida, pero estaba demasiado nerviosa. Parecía agresivo e invasivo,
independientemente del hecho de que él me preguntó acerca de mi negocio. Sentí que para un hombre, y un hombre como él,
especialmente, era algo que él tenía que compartir en su camino a su tiempo.
También quería preguntar acerca de algo que me había estado casi molestando desde que él lo mencionó. No creía
que fuera un tema más seguro, pero creía que era el más seguro de los dos.
Aun así, me fui con cautela.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
Él puso su cerveza abajo y sus ojos en mí.
—Sí.
Puse mi rollo en mi plato de pan y lo miré.
—Supongo que conoces a Heather y Bodhi ya que los has mencionado.
—Un pueblo pequeño y dos personajes como esos no pasan desapercibidos —respondió.
Asentí, pensando que su declaración era un poco rara de la variedad no-buena, pero me esforcé para seguir
adelante.
—Si no me equivoco, te referías a ellos cuando los llamaste marihuaneros.
—No te equivocas, ya que son marihuaneros —respondió Raiden.
Lo eran.
Aún lo son.
—Eso es un poco, eh... —lancé mi mente por una palabra, no podía encontrar una así que me fui por ello—, ruin.
Se inclinó hacia mí y envolvió su mano alrededor de la mía que estaba sobre la mesa.
—La marihuana es legal en Colorado —indicó y yo incliné la cabeza.
—¿Lo es?
Me miró un segundo y luego sonrió.
—Sí, nena, lo es.
Dios, me gustaba cuando me llamaba nena.
—¿No votas? —preguntó.
—Bueno, sí —contesté.
—¿Por todos los candidatos del mismo partido? —supuso.
—Bueno, no —le dije—. Pero todos los referendos me enloquecen. Yo solía tratar de entenderlos, entonces un año
voté a favor de uno y me enteré después de que había votado por el camino equivocado porque habían hecho el lenguaje
deliberadamente confuso, así que pensabas que estabas votando por una cosa y no lo estabas. Me volví y leí y releí y no había
manera de que supiera por lo que estaba votando. Eso es un negocio sucio, así que decidí que debía votar solo en las cosas
que son totalmente conocidas en lugar de cometer otro error como ese, porque, bueno, ya sabes, estas cosas afectan a la vida
de las personas y no debes arruinar algo tan importante. Como ninguno de los referendos tiene una pizca de sentido para mí,
me concentro en los candidatos y espero que ellos se ocupen de los referendos.
—Tiene sentido. Un sentido trillado, pero lo tiene —murmuró.
—¿Qué tiene que ver que la marihuana sea legal con que conozcas a Bodhi y Heather? —pregunté, aunque tenía que
admitir que esto era una buena noticia y era agradable saber por qué el Sheriff no se metía con el negocio de Bodhi.
—Yo voté en contra de la legalización de la marihuana —declaró Raiden, y lo entendí.
—Oh —contesté.
—Estoy bien con vivir y dejar vivir, pero mierda como esa se convierte en mierda más grande, y nadie necesita eso.
—Yo no la fumo, pero conozco tanto a Bodhi como a Heather, y son gente muy agradable. No estoy segura de que
algo como eso dañe. Es una elección personal y no son como metanfetaminas o cosas por el estilo que destruyen vidas.
—Es cuando se hace peor —regresó él.
Sus ojos eran ahora extrañamente agudos, tanto que era incómodo, y me retorcí en mi silla.
—Está bien —me rendí—. Supongo que sabes más de esto que yo.
—Por desgracia, lo hago —respondió Raiden.
Me mordí el labio de nuevo, intrigada, aunque un poco asustada. Con cuidado saqué mi mano de la suya y miré a la
esquina de la mesa.
—Hanna —llamó y volví mi mirada hacia él.
—Bodhi y Heather son mis amigos —le dije.
—Lo sé —respondió.
—Bueno, yo... paso tiempo con ellos.
—Lo sé.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté.
—Te vi con el tipo. No era difícil de leer que eran cercanos. Y, de nuevo, pueblo pequeño. Un par de preguntas, te
vinculan a la chica también.
—¿Me vinculan a la chica?
¡Qué extraña manera de decirlo!
Me sacudí eso y presioné:
—Bueno, esta es una, uhm, cita, y si esto continua, eh... bueno, entonces...
—Si esto va más allá, no voy a pasar el rato con ellos —declaró con firmeza, y me miró fijamente.
—¿No te gusta mucho la gente que fuma marihuana? —pregunté.
—No es eso. Tengo amigos que fuman. No me importa una mierda. No me gusta, pero no dice nada acerca de ellos,
excepto que están en algo en lo que no estoy. Es solo que, no tengo un buen presentimiento sobre esos dos.
—Son amables y divertidos.
Se inclinó hacia mí.
—Ellos me dan un mal presentimiento, Hanna. Ellos no te dan la misma sensación, está bien. Pero si esta cita va bien,
si vamos más allá, no voy a salir con ellos. Directo. Sin mierda. Me gustas, te gusto, pero eso no quiere decir que tienen que
gustarme todos tus amigos y lo mismo va para ti.
Tuve que admitir, que era justo.
—Está bien. —Estuve de acuerdo.
—Y no estoy diciendo esa mierda sabiendo cuanto te gusto, por controlar la situación y hacer cumplir mis reglas. Lo
digo en serio. Si conectas con mi gente, no tienen que gustarte, lo mismo va para ti.
Eso estuvo bien.
—Está bien —dije con más decisión, entonces pregunté (sí, estúpidamente)—: ¿Cuánto crees que me gustas?
—Cariño, te arrastraste a cuatro patas en una tienda de mascotas, totalmente incapaz de hacer frente a estar en mi
espacio. En serio te gusto.
Esto era cierto y esto debería haberme mortificado.
No lo hizo.
Por alguna razón, me molestó.
Entrecerré los ojos hacia él.
—Es un poco molesto que te dieras cuenta de eso, y más molesto que sigues sacándolo a colación.
Ante esto, él arrojó su hermosa cabeza hacia atrás, se echó a reír y me tomó la mano con fuerza durante un segundo.
Luego aflojó su agarre y levantó nuestras manos para que nuestros codos estuvieran sobre la mesa, con las manos
entre nosotros, pero de nuevo se inclinó hacia mí.
Esta vez súper cerca.
Lo que significaba que estaba presionando mi mano en su duro pecho.
Contuve la respiración.
—Libro abierto —dijo en voz baja—. Como he dicho, es lindo. También es refrescante, nena.
—Me alegra que pienses así —susurré, ya no molesta. Con él tan cerca y mi mano presionada contra su pecho
estaba de vuelta al nerviosismo.
—Lo hago —confirmó.
Está bien, entonces, él pensaba que era lindo y refrescante, así que me sentí segura para darle más.
Así que, lo hice.
—Para que lo sepas, te encuentro extremadamente atractivo y me gustaría mucho que esta cita salga bien porque me
gustaría otra, y no como una excusa para comprar otro vestido y un par de zapatos asesinos.
Lo hice, pero no sentí alivio cuando algo raro y un poco alarmante brilló en sus ojos. Sus dedos apretaron los míos
antes de que él escondiera esa mirada, soltó mi mano y se echó hacia atrás.
—Para un hombre, esa cuestión se resuelve al final de la cita.
Fabuloso.
Algo sobre lo que estar más nerviosa.
Él me sonrió.
Me lamí los labios.
Su sonrisa se desvaneció y sus ojos cayeron a mi boca.
Dejé de respirar.
El camarero apareció con nuestros aperitivos.
Gracias a Dios.
***
—Ya regreso, ¿sí? —preguntó Raiden mientras el mesero retiraba nuestros platos de postre.
Asentí con la cabeza mientras él se ponía de pie.
Cuando él se levantó, extendió la mano y me metió el cabello detrás de la oreja. Mi cuero cabelludo se estremeció, el
cosquilleo yendo directamente por mi espalda, y me hubiera gustado poder tocar su cabello o que él hiciera eso otra vez (y
otra vez), mientras se alejaba.
Lo vi irse mientras internamente temblaba a través de los remanentes de la maniobra de meter mi cabello detrás de la
oreja.
Una vez que estuvo fuera de la vista, mi mente se dirigió a la cita.
No estaba segura de cómo empezó, pero una vez que superamos la cosa de Bodhi y Heather y la cosa de cuánto me
gustaba, Raiden dirigió la conversación a temas más seguros. La gente en el pueblo que ambos conocíamos. Cuan bien lo
estaba haciendo la cafetería de Rachelle. La abuela. Cómo hice mi casa.
Pensé que, al final, iba a ir bien.
La conversación fue fácil. Fluida. Hubo sonrisas, algunas risas para él y para mí, la comida era deliciosa y me había
soltado a causa de mi compañía, por no hablar de tres copas de vino. La única cosa que era extraña era que Raiden no
compartía nada de nada acerca de sí mismo, fuera de hablar un poco acerca de su mamá y más sobre su hermana, ambas de
las cuales, cuando hablaba de ellas, estaba claro que le importaban mucho.
Pero él no me dijo nada de su casa cuando yo estaba hablando de la mía. No compartió en qué trabajaba. No habló
sobre el tiempo en que él estuvo ausente. De hecho, fue él quien llevó la conversación y yo seguí su flujo, compartiendo
generosamente sin conseguir ni un toque de nada personal a cambio.
Fue ante este pensamiento que me di cuenta que tenía que ir al baño, y este pensamiento llevó al hecho de que
debería haberle dicho eso a Raiden antes de irse. Me imaginé que él sabría dónde estaba cuando volviera y viera que me había
ido. Un beneficio adicional, que me ahorraría tener que darle esa información y el momento angustioso de alejarme mientras él
miraba.
Así que agarré mi bolsa, me moví de la mesa y me dirigí en dirección al baño.
Llegué al baño de damas en el pasillo de atrás y puse la mano en la puerta, pero me detuve cuando escuché la voz de
Raiden viniendo de vuelta de la esquina que estaba al final del pasillo.
—Ella no tiene idea —indicó.
Me quedé mirando mi mano en la puerta, mi mente en blanco.
—Totalmente —continuó Raiden—. Hanna no tiene idea de que esos dos imbéciles están transportando cristal con
sus chales.
Mi aliento se atascó en mí garganta.
¿Cristal?
¿Al igual que metanfetaminas?
—Sí, lo ignora por completo —continuó Raiden—. Ella piensa que la chica está ayudándola a salir a flote. Hanna no
tiene ninguna parte en ello. Terminaré esto con ella esta noche, nos reuniremos y planearemos el desmontaje.
Termino esto con ella esta noche.
Oh, Dios mío.
¿Qué?
¿Cómo?
¿Qué?
—Ella confía en ellos —continuó Raiden—. Esos hijos de puta la están usando. Ella piensa que son sus amigos. No
tiene ni jodida idea.
Empujé la puerta y corrí adentro. De alguna manera tuve la presencia de ánimo para andar de puntillas en el cuarto
de baño, porque era de azulejos, el pasillo era alfombrado silenciando mis pisadas y, obviamente, no sabía que yo estaba allí.
La puerta se cerró detrás de mí. Puse mi espalda contra la pared al lado de ella y respiré hondo.
Santo Moisés, Bodhi y Heather estaban usando mis envíos para transportar drogas.
¡Santo Cielo! ¿Cómo podrían incluso hacer eso?
¿Y por qué?
Y...
Y...
Por alguna razón, Raiden salió conmigo para conocer mi papel en este escenario horrible.
Yo no le gustaba.
Él me estaba usando.
Como Bodhi y Heather.
Mis amigos con quienes hice senderismo, snowboard, con quienes me reí.
Usándome.
—Oh, Dios mío —suspiré, dolor punzando a través de mí, el calor al rojo vivo, dejando devastación a su paso.
Yo no era una idiota. Yo era...
No sabía lo que era.
Una idiota.
Una perdedora.
Metí mi bolsa bajo el brazo para que pudiera poner mis manos sobre mi cara y tomé grandes rotas respiraciones,
para controlar las lágrimas arañando detrás de mis ojos.
Un vestido nuevo.
Risas emocionadas con mi mejor amiga.
Los zapatos por los que tengo que tejer cinco chales para poder pagarlos.
Y todo porque era una idiota. Los pensamientos asaltando mi cerebro, se llevaron todo lo que tenía para
controlarme.
Raiden no podía saber que yo lo sabía. Tenía que fingir. Tenía que terminar esta estúpida, estúpida cita.
Entonces yo terminaría las cosas esta noche.
Entonces yo me ocuparía de los negocios.
Entonces yo aprendería mi estúpida lección.
Una vida sencilla era mejor.
Libros. Películas. Amigos que había tenido desde la secundaria en quienes podía confiar. Una bisabuela que me
adoraba. Un gato intratable a quien le gustaba de vez en cuando. Un trabajo que disfrutaba, que estaba libre de tráfico de
drogas.
Eso era todo.
El resto de ello...
No.
No tenía idea de que había sido lista antes. No tenía idea de que había estado viviendo la vida correcta.
No tenía idea.
Ahora lo hacía.
—Mierda —dije en voz baja.
Me precipité en un puesto, me hice cargo de los negocios luego salí del baño con cuidado. Comprobando que el
pasillo trasero estuviera vacía, me moví sigilosamente y vi a Raiden en nuestra mesa. Bordeé la zona principal del restaurante,
salí a la calle y tomé grandes aspiraciones de aire fresco de montaña, ideando un plan mientras lo hacía.
El vino se me había subido a la cabeza. Estaba un poco borracha y con dolor de cabeza.
Necesitaba ir a casa.
Cuadré mis hombros y me tragué las lágrimas. Me volví hacia la puerta principal, entré y me moví hacia la mesa, la
cabeza de Raiden levantándose cuando me vio, su ceño se frunció en mi dirección.
Dios, él era hermoso.
Increíble.
Fenomenal.
Usándome.
—¿Estás bien? —preguntó mientras me sentaba.
Tomé una respiración más.
Entonces me volví hacia él. Lo miré y sentí mi sueño llegar a su final, con un tembloroso suspiro antes de que
muriera...
Y mentí.
6
Última Oportunidad
Traducido por Gigi D
El camino a casa fue silencioso. Todo el tiempo me la pasé mirando por la ventanilla.
Eso no era estrictamente cierto.
El camino a casa fue silencioso, salvo que una vez que estuvimos en el Jeep camino a casa, Raiden preguntó:
—¿Esto sucede seguido, los repentinos dolores de cabeza?
—Sí —mentí.
Raiden lo dejó en eso.
Gasté mis energías manteniéndome en una pieza.
Esto llevó mucha de mi energía.
Por lo tanto, para cuando llegamos a mi casa, estaba agotada.
Raiden estacionó, y mientras apagaba el motor, desabroché rápidamente mi cinturón, abrí la puerta, y salí con tanta
gracia como pude.
Estaba tratando de trotar sin que se notara hacia la puerta de entrada cuando mis esfuerzos se vieron frustrados por
la mano de Raiden cerrándose en la mía.
Me detuvo y buscó en mis bolsillos, sacando las llaves de mi casa para abrir y que entráramos.
Tomé dos grandes pasos adentro, arrastrándolo desafortunadamente conmigo. Liberé mi mano de su agarre y estiré
mi palma hacia él.
—Gracias por abrir. Yo tomaré estas.f
Evité su mirada mientras depositaba las llaves en mi mano, con mis dedos cerrándose a su alrededor de inmediato, y
la dejé caer.
—¿Hanna, vas a estar bien?
Lo miré.
Raiden Miller en mi vestíbulo.
Un sueño hecho realidad, pero convirtiéndose en pesadilla.
—Tomaré un analgésico y estaré mejor —mentí.
No estaría mejor. Ni ahora ni nunca.
—¿Puedes esperar un segundo? —le pregunté—. Antes de que te vayas, quiero darte algo.
—Claro cariño —respondió suavemente.
Raiden Miller diciéndome cariño.
Gentilmente.
Una pesadilla total.
Bajé la mirada a mis pies, me acomodé el cabello detrás de una oreja y corrí a las escaleras.
—Será un segundo.
Subí los escalones casi volando.
Se me había ocurrido en el camino a casa. No tenía nada de sentido, pero en el momento que vino a mí supe que
tenía que hacerlo. Y nunca antes me había pasado el saber que debía hacer algo al pensar en ello, así que sería mejor seguirle
la corriente.
Corrí a mi dormitorio y arrojé el sobre y las llaves sobre la cama. Luego fui a la habitación extra donde dejaba mis
chales terminados y encontré el que estaba buscando. Un esponjoso rollo de cachemira ya envuelto con un gran moño rojo
con mi etiqueta personal puesta. Una pesada tarjeta de color crema escrita en negro, con la caligrafía que pude aprender a
hacer después de horas copiando de un libro, que decía Hecho especialmente… por Hanna.
Me dirigí hacia abajo, deteniéndome brevemente en las escaleras y evitando mirar a Raiden.
Pero caminé directamente hacia él y le entregué el paquete.
—Quiero que tengas esto.
—Jesús, nena —murmuró, con la voz más grave de lo normal, y levanté la mirada.
Estaba observando el chal, con una expresión curiosa.
Se veía asombrado, complacido, conmovido.
Realmente.
Era un actor increíble.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—No puedo aceptarlo.
Lo empujé contra él.
—Tomalo.
Levantó una mano, luego la dejó caer y sostuvo mi mirada.
—Parece ser de quinientos dólares.
—En realidad, setecientos cincuenta.
Parpadeó.
—¿Disculpa?
—Cachemira —respondí—. Por favor, acéptalo.
—Hanna…
—Tómalo.
—Cariño…
—Por favor —susurré, con la voz hosca—. Tómalo.
Me observó atentamente mientras lo sostenía y luego bajó abruptamente la mirada, incrédulo.
—Santa mierda, se siente como el cielo.
—Cachemira —repetí y sus ojos volvieron a los míos—. La pasé muy bien. —Continué, moviéndome directamente
a la puerta, abriéndola para que él se fuera—. Gracias.
Vio mis pies, luego la puerta abierta, y luego a mí.
Dudó por lo que se sintió como días antes de dirigirse a mí y detenerse cerca. Muy cerca. Tenía que inclinar la
cabeza (¡incluso con tacones de diez centímetros!) y él tenía que agachar la suya.
—Salvo por el dolor de cabeza, ¿te encuentras bien? —preguntó en voz baja.
—Salvo por el dolor de cabeza, de maravilla —mentí, y me apresuré a añadir—: Gracias de nuevo por una noche
increíble
Raiden no se movió.
Mi corazón no dejó de romperse.
—Te llamaré mañana —dijo.
Correcto.
—Muy bien —respondí, aunque no sabía cómo pensaba hacerlo dado que no tenía mi número. Tampoco podría
hacerlo dado que de ninguna manera yo contestaba llamadas de números desconocidos. Y finalmente, simplemente no lo haría
porque era un mentiroso.
—Iremos al cine —declaró.
—Genial. Me encanta el cine. —Al menos eso no era mentira.
Se acercó más.
Retrocedí.
Se detuvo, frunciendo el ceño.
—¿Segura que estás bien?
—Nunca debería beber vino tinto —dije.
Otra mentira. Amaba el vino tinto, y el vino me amaba, aunque en abundancia me podía poner tonta, pero estaba a
unas buenas tres copas de distancia de eso.
Otra cosa me estaba poniendo tonta.
—Siempre hace destrozos conmigo —seguí mintiendo al ver que Raiden no se movía—. Pero no puedo comer filete
sin él.
—La próxima vez, mejor cerveza —dijo.
Como si fuera a haber una próxima vez.
Raiden seguía sin moverse.
Yo también.
Esto duró un tiempo.
¡Dios! ¿Quería “terminar esto”? ¿Por qué no lo hacía?
—Debería ir por un analgésico —le dije para que entendiera.
—No se siente muy bien que me vaya y te deje sola sintiéndote así —respondió, y francamente, la verdad, ¿cuál
era su problema?
Podía irse.
¿Por qué no solo se iba?
—Estaré bien —más mentiras.
—Muy bien nena —murmuró.
Cerré los ojos.
Nena.
—¿Hanna?
Los abrí.
—Buenas noches.
Sostuvo mi mirada, buscando algo. Luego levantó una mano para acomodarme un mechón de cabello detrás de la
oreja.
Sentí su suave toque en mi cráneo, bajar por mi espalda y las cosquillas que causó en la parte baja de mi espalda.
Y ahí estaba, Raiden Ulysses Miller, en mi vestíbulo, acomodando mi cabello, fingiendo preocupación por mi falso
dolor de cabeza y fingiendo que yo le gustaba.
¿Quería fingirlo?
Bien.
Podía fingirlo.
Le daría millones de oportunidades para fingirlo.
Y al mismo tiempo, iba a aprovecharlo, a darme una última oportunidad, la única que podría llegar a tener.
Y me iba a dar el gusto.
Levanté mi mano, envolví mis dedos en su brazo, me incliné y me puse de puntillas.
Llevé mis labios a los suyos.
Se sintió genial.
Tan genial, que no pude soportar más. Eso era mi límite. Eso tomó todo mi coraje. No quería saber lo bueno que
podría ser dado que nunca volvería a hacerlo, incluso si fuera falso.
Así que eso era el fin.
Pero Raiden…
Él era bueno fingiendo.
El maestro.
Lo supe cuando su brazo se deslizó inmediatamente por mi cintura. Me presionó contra su duro cuerpo y su boca se
abrió en la mía. Mis labios respondieron automáticamente.
Su lengua se sentía aún mejor, sabía divino, y me presioné contra él, enredándonos.
Mi última oportunidad.
Me la estaba dando.
De repente, no me importó que fuera falso.
De repente, no me importó que no volviera a tenerlo otra vez.
Lo tenía ahora.
Iba a aprovecharlo.
Recliné la cabeza y le ofrecí todo.
Inclinó la suya. Sentí el suave golpe de la manta cayendo al piso y su mano libre se dirigió a mi cabello, aferrándose a
él en un puño. Sentí un dolor que debería haber sido malo pero era tan malditamente bueno en toda mi cabeza y le di más.
Él lo tomó.
Mis manos se movieron por sus brazos, hombros, y final, finalmente, pude deslizar mis dedos entre su cabello.
Era grueso.
Era sedoso.
Era perfecto.
Me empujó hacia atrás. Golpeé la puerta, la puerta chocó con la pared, y él se presionó contra mí.
Yo imité su gesto, me preparé, y seguí entregando.
Raiden siguió tomando.
Era el mejor beso de mi vida.
Podría ser fácilmente el mejor beso de la historia.
Me llevó esfuerzos sobrehumanos recordar que no era real. Para poder despegarme de sus labios, aflojar mi agarre,
y retroceder fuera del alcance.
Momentáneamente perdida, alcé una mano y la llevé a mis labios, con la respiración pesada. Luego mis ojos se
encontraron con los suyos ardiendo de una forma que hizo que yo ardiera por todas partes.
Honestamente, un gran actor.
Error estratégico, tomar mi última oportunidad.
Ahora debía terminar con esto.
Lo rodeé, me incliné a donde había dejado caer el chal, lo levanté y me posicioné del otro lado del marco de la
puerta, sosteniéndolo hacia él.
—Conduce con cuidado —dije, y me miró.
—¿Disculpa? —susurró, y en esa palabra hubo algo siniestro que me asustó.
Pero ignoré el miedo, le extendí el chal y respondí:
—Conduce con cuidado.
Se acercó y sentí mi cuerpo entero tensarse.
Raiden lo notó. Lo supe cuando se detuvo abruptamente y clavó sus ojos en mí.
—Háblame —ordenó, con la voz baja y grave, pero con un añadido de poder y orden.
—Hablaré contigo mañana cuando llames. Ahora realmente necesito tomar algún analgésico y acostarme.
Levantó una mano y la apoyó en mi cuello, acercando mi rostro al suyo.
—No es momento de empezar con los juegos, Hanna —advirtió en voz baja.
¿Hablaba enserio?
¿Él me estaba diciendo eso a mí?
Lo miré a los ojos y declaré:
—Nada de juegos, Raiden. Es solo un dolor de cabeza. —Más como un corazón roto—. Conmigo, te toca lo que
ves, eso es todo. Nada de misterios. Nada de nada. Solo yo.
—Tú no eres tú —me dijo.
—No me conoces —respondí.
Raiden se mantuvo callado, pero no se movió.
Luego murmuró: —Muy bien.
Gracias a Dios.
Deslizó su mano más atrás en mi cuello, tirando de mí mientras levantaba la cabeza y habló:
—Si besas así cuando te sientes mal, cariño —puso sus labios en mi frente y habló desde allí—, realmente espero
comer de tus labios cuando estés bien.
Mentiroso.
Mentiroso.
Mentiroso.
Decidí no responder.
También decidí no permitirme pensar en lo increíble que se sentía que Raiden Miller me besara la frente.
Su mano fue a mi barbilla y la alzó para verme a los ojos.
—Buenas noches, Hanna —dijo suavemente.
—Adiós Raiden —respondí.
Sus ojos brillaron por mis palabras, pero su rostro no mostró nada. Tocó suavemente mis labios con los suyos,
retrocedió, tomó el chal y salió por la puerta.
Manteniendo las apariencias, me quedé allí, y saludé cuando arrancó el Jeep.
Raiden no devolvió el gesto.
Luego cerré la puerta y eché el cerrojo. Apagué las luces de afuera y también las que había dejado encendidas en el
vestíbulo. Una vez hecho, subí las escaleras con tanta gracia como pude ya que intentaba desatarme las tiras de mis sandalias
mientras lo hacía.
Llegué al dormitorio, dejé los zapatos en la cama y prendí mi lámpara de noche.
Solo entonces oí que el Jeep se iba.
Esperó hasta que yo hubiera subido y me estuviera acomodando para acostarme antes de irse.
Qué dulce.
Dios, desearía que fuera real.
Volví a bajar y tomé el teléfono del pasillo. Corrí a la cocina, prendí la luz y encontré el directorio.
Lo revisé hasta dar con el número de la estación de policía.
Entonces llamé.
7
Recompensa
Traducido por Blinda y Selene
Raid.
Raid caminó por la acera hasta la brillante camioneta negra estacionada a la orilla de la carretera en la ciudad. Abrió
la puerta y se dobló dentro.
Las luces azules y rojas brillaban dentro de la cabina igual que lo hacían afuera, iluminando la calle.
—¿Escuchas la sirena de policía? —preguntó Tucker Creed.
Raid mantuvo los ojos hacia los tres autos patrulla y hacia una camioneta K-9 todos en ángulo en torno a la tienda de
bicicletas de Bodhi. Luego desvió la mirada por la calle donde, a una distancia de poco más de un bloque, dos escuadrones
más y otra unidad K-9 estaban en ángulo afuera de la tienda de regalos.
—Raid, ¿me escuchas?—preguntó Creed, y Raid enfocó sus ojos sobre su pareja.
—Lo escuché —gruñó.
—Ella los llamó —le dijo Creed, algo que ya sabía.
—Dije que escuché —repitió Raid.
—¿Sabes cómo supo cómo llamarlos? Dijiste que no tenía ni idea —preguntó Creed, y los ojos de Raid se
trasladaron de nuevo hacia los escuadrones intermitentes.
Él lo sabía.
Ella había jugado con él.
La dulce, tímida, linda y torpe Hanna Boudreaux no había ido a tomar un poco de aire fresco para despejar su
cabeza y tratar de deshacerse del floreciente dolor de cabeza que le dijo que tenía.
Ella había sido a la que la oyó abrir la puerta en el baño de damas.
Ella lo había escuchado.
Lo había descubierto, regresó pareciendo asustada, mintiendo que era por un dolor de cabeza y luego pasó los
siguientes treinta minutos actuando acelerada porque estaba asustada porque sus amigos estaban jodiéndola.
Luego, minutos después de que él la dejó en su casa, había hecho una llamada y soplado toda su maldita operación
de once meses.
—Se acabó la ventaja —declaró Creed, y Raid le devolvió la mirada—. Tienen a ese chico Bodhi y a su chica en
custodia. Puede que esté de buena racha y es demasiada suerte para la policía, pero ese tipo está contra las cuerdas, la duda
es si esos dos imbéciles dejaron migas de pan en el camino, así que probablemente solo van a darle a la policía la mierda que
ya tenemos.
Nada de esto estaba mal.
Creed continuó:
—Me dirijo de regreso a Phoenix. Sylvie ya está enfadada. He estado aquí todo este tiempo. Dice que tengo que
arrastrar mi culo de nuevo al valle y jugar al papi de Jesse, y que la próxima vez es su turno para tratar de localizar a los
estúpidos suministradores de drogas.
Tucker Creed había estado yendo y viniendo, un día aquí, una semana allí cuando las cosas se pusieron calientes,
durante los últimos once meses.
Cada vez que se ponía caliente finalmente fracasaba, se iba a casa con su familia. Raid había conocido a la mujer de Creed
hacía un tiempo. Era relativamente una recién casada, una mamá novata, pero al igual que su esposo, era una investigadora
privada experimentada y una patea-culos.
Era la mayor perra de armas tomar que había conocido en su vida.
Le había gustado inmediatamente.
Sylvie Creed tenía un hijo llamado Jesse, a quien ella no le gustaba dejar, pero tampoco le gustaba que su esposo los
dejase. Además, de manera extraña, considerando que ambos eran chicos malos especializados y profesionales consumados
y, realmente odiaban estar separados de una manera que casi se era palpable lo mucho que lo detestaban.
Por lo tanto, cuanto más tiempo llevaba esta operación, más viajes llevaban a Creed al norte, lo que volvía más
impaciente a Sylvie.
Y se estaba poniendo ansiosa en Phoenix al cuidado del niño cuando ella preferiría estar en Colorado rompiendo
cabezas con su esposo, y no estaba del todo enardecida sobre el hecho de que Creed consiguiera tener toda la diversión.
—¿Vas a llamar con esta mierda a Knight o quieres que lo haga yo? —preguntó Raid.
—Hazlo tú —respondió Creed, luego sus labios temblaron—. ¿Vas a esperar hasta mañana para meterte con tu
nueva nena por levantar nuestra operación o te estas dirigiendo allí ahora?
—Ella me escuchó hablando. No dijimos mucho. No tiene idea acerca de la operación.
Creed sonrió.
—¿Así que vas a esperar hasta mañana para meterte con tu nueva nena o te estás dirigiendo ahora?
Oh, él se dirigía allí ahora.
Fue jodidamente fuera de onda que ella lo oyera por casualidad, viniera a la mesa, echara su culo fuera y luego
sacara esa molesta mierda de su casa, lo que le jodió sobre todo, y llamara al sheriff.
No tenía idea de lo que estaba en su cabeza.
Estaba jodidamente yendo a enterarse.
Luego iba a arrastrar el culo a su dormitorio, el cual le pedía a Dios fuera tan atractivo como el porche y el recibidor
de la entrada de su casa, y luego, follaría a su nueva nena.
Se merecía unos azotes por esta mierda.
Pero ellos eran nuevos. Tenía que iniciarla en eso.
Raid no contestó la pregunta de Creed.
En cambio, le preguntó:
—¿Te diriges a AID[4] ahora?
—Hotel, reservar vuelo, luego estoy fuera.
—Voy a llamar a casa de Knight, luego voy a casa de Hanna. Te pondré al día si tenemos una nueva pista y
necesitamos que tú o Sylvie regresen. Aunque, aviso. Voy a lanzarle a tu mujer un hueso. Knight dice que está en peligro, no
encontramos a ese idiota, luego ella va a venir y hacerlo por su cuenta para que pueda dejar de vivir la vida de mujer sin el
papá de su bebé.
—Correcto —gruñó Creed, sus labios se curvaron.
—Hasta luego —dijo Raid.
—Hasta luego —respondió Creed.
Raid abrió la puerta y rápidamente salió. Caminó los tres bloques hasta su Jeep, se balanceó adentro y se dirigió a la
casa de Hanna.
Lo hizo tratando de controlar su temperamento, y locamente, lo hizo por lo que pensaba sobre Hanna.
Y lo hizo porque, desde hace semanas, no podía sacarla de su cabeza.
Y esto se debía a que, durante la última semana y media, había llegado a entender que Hanna Boudreaux era su
recompensa.
Lo había pensado al segundo en que la vio delante de la tienda de bicicletas de Bodhi, luciendo adorable, saltando
sobre esas largas piernas bronceadas, aplaudiendo y gritando con entusiasmo llevando esos pantalones tan cortos y un
pequeño top blanco.
Lo había sospechado cuando se arrastró alrededor recogiendo las latas de comida para gatos, con ese dulce culo
suyo en el aire, haciéndolo luchar contra el endurecimiento de su polla y dándole ideas para el futuro.
Llegó más nítido cuando se hizo simplemente claro que era una de esas mujeres que necesitaban un hombre.
Cuidando de su abuela por su cuenta. Pagando su hipoteca tejiendo jodidos chales. Consiguiendo jodidamente sobreponerse
a un concesionario de autos. Consiguiendo ser atrapada con sus amigos.
Pero supo al minuto en que ella tímidamente arrojó sus chales en el respaldo de la silla del porche de su abuela y
pasó la mano por la suave lana, kilómetros de nada, en sus manos, parecían todo. Hogar. Calidez. Apoyo. Amor.
Y si no lo sabía entonces, se consolidó cuando abrió esa boca bajo la suya y lo dejó tomar todo lo que quería.
Su recompensa por su sudor.
Su sangre.
La sangre de ellos.
Sus malditas pesadillas.
Aparte de las visitas a su madre y hermana, no tenía ni idea de lo que cuando regresara a Willow, algo que él nunca
tuvo la intención de hacer, iba a encontrar allí.
Su allí.
Lo que se había ganado.
¿La que era suyo?
Lo que supo hace meses fue que habían rastreado los envíos a Bodhi y a su novia, en su propia maldita ciudad.
Esa era la razón por la que Knight le había llamado.
Esa era la razón por la que Raid había vuelto a casa.
Nunca llegaron a bloquear al proveedor. Siempre enviaba a sus secuaces con la droga, pero Bodhi y Heather
utilizaban la tienda de bicicletas como fachada, fletando el negocio de bicis como cubierta.
Bodhi y Heather eran relativamente inofensivos, dientes de una rueda, los jugadores de bajo nivel que necesitaban ver
y trabajar y esperar que llevaran al equipo al que movía los hilos.
En el momento en que el equipo empezó a vagabundear por ahí con esos dos y listo para acercarse a ellos para tratar
de exprimirlos por información, forzándoles la mano o chantajeándolos en alguna maniobra que podría hacer salir al pez gordo,
Bodhi y Heather consiguieron inteligente protección para la tienda de bicicletas y trasladaron el negocio a los envíos de Hanna.
Una local. Una tercera generación en Willow.
Por lo tanto una complicación.
En ese momento Raid no tenía ni idea quien era Hanna Boudreaux. Conocía a la señorita Mildred. Todo el mundo lo
hacía. También conocía el hermano mayor de Hanna, Jeremy, que iba un año detrás de él en la escuela. Todo lo que
recordaba del tipo era que él era un receptor abierto decente y que se había jactado abierta, y asquerosamente, con
frecuencia, cuando se había aprovechado del culo de Lori Kowslowski.
Pero él no conocía a Hanna.
Una vez que se corrió la voz de que Bodhi y Heather habían trasladado su operación e involucrado a una local, una
local, relacionada con los ciudadanos más queridos de la ciudad, con una instalación de noventa y ocho años de antigüedad en
su sociedad. No tuvo más remedio que preguntar por ahí sobre Hanna.
No había oído nada más que cosas buenas. Cuidaba de su abuela. Iba a la iglesia. Era una chica tranquila. Leía
mucho. Le gustaba ir al cine. Era dulce. Leal. Divertida.
Un blanco fácil para esos dos idiotas.
Aunque Raid nunca la vio allí, su hermana Rachelle le dijo que iba a la cafetería todo el tiempo.
—Pero no la hemos visto en mucho tiempo, hermano. Si la ves, sin embargo, lo sabrás. Cuerpo fantástico. Piernas
largas, pero súper tímida, ¿entiendes lo que estoy diciendo? No tiene ni idea, de que si hiciese un pequeñito esfuerzo sería
todo eso —le había dicho Rache.
Pero la dulce, tímida, ratonil, muy lectora Hanna, que todo el mundo conocía y todo el mundo decía que siempre
estaba por allí, había desaparecido.
Por la primavera se dejó caer por Willow y Raid puso sus ojos en Hanna Boudreaux por primera vez, semanas antes
de que él la viera en la tienda de bicicletas y la siguió y la encontró en la tienda de mascotas, él no sabía a carajos se había
referido su hermana.
Hanna Boudreaux no era tímida.
Estaba de pie, con una de sus manos en el manillar de la ridícula bicicleta, hablando con Paul Moyer.
No.
Riendo con él. Su brillante cabeza rubia echada hacia atrás, su bonita cara iluminada, su cuerpo temblando, su otra
mano agarrando el brazo de Paul como si tuviera que contenerse para no reírse de todo.
Paul había estado observando sus pechos mientras ella se reía.
Raid había querido plantar un puño en su cara.
Se contuvo.
Necesitaban saber si Hanna estaba limpia, entonces tenían que estar seguros. Hanna estaba limpia, luego podría
sacarla del escenario y continuar con la operación.
Y después de que Raid finalmente la había visto había decidido que él, personalmente, la sacaría porque Hanna
estaría en su cama, bajo su protección y no percibiría nada de esa mierda.
Afortunadamente, le tomó cerca de un nanosegundo averiguar que Hanna estaba siendo involucrada.
Desafortunadamente, antes de que pudiera tenerla en su cama, lo había oído por casualidad y soplado la operación,
por lo que ahora no tenía nada.
Nadie para conducirlos al proveedor que estaba jodiendo con Raid y con el amigo de Creed, Knight, que vivía en
Denver y tenía un exitoso club nocturno, un cuestionable negocio secundario y un montón de dinero que podía usar para
acabar con los problemas que quería resolver.
Algo que él no dudó en hacer
Así que Knight contrató a Raid, al equipo de Raid y Creed para resolverlo.
Ahora no tenían nada.
Knight iba a estar enojado.
Raid ya lo estaba.
Se volvió a la carretera de un solo carril que conducía a tres casas, siendo la última la de Hanna, y se detuvo. Tiró de
su teléfono e hizo su llamada a Knight.
Estaba en lo cierto. Knight estaba enojado.
Terminó la llamada, salió del carril y se dirigió a la casa de Hanna.
Justo arriba la luz estaba encendida.
Su dormitorio.
Entonces estaba la luz, en la planta baja a la izquierda.
La sala de estar.
Esto significaba que se había levantado.
Excelente.
Abrió la puerta y cruzó hacia fuera. Él merodeaba a la puerta principal, se llevó la mano derecha a la perilla y se
volvió.
Mierda.
Ahora ella cerró con llave.
Él golpeó el timbre.
Nada.
Miró a su izquierda.
Las luces estaban encendidas, las cortinas corridas. No podía ver ningún movimiento.
Llamó al timbre de nuevo y golpeó.
Se detuvo.
Todavía nada.
—¿Qué carajos? —le pegó.
Se volvió y vagó hasta su auto. Abrió la guantera, consiguió su kit y vagó directo de vuelta. Se puso en cuclillas ante
el pomo de la puerta, sacó sus herramientas, y en unos cinco segundos recogió su mierda, mañana-sería- reemplazada-la-
cerradura.
Se metió las herramientas en el bolsillo de atrás, abrió la puerta y la vio al instante, de pie en el vestíbulo, mirándolo,
sus grandes ojos azules bastante abiertos.
Cerró la puerta detrás de él.
Hanna saltó.
Era muy afortunada de haberse cambiado a un par de adorables pantalones cortos, muy cortos, con cordón de
pijama y una ceñida camiseta acanalada, tanto que dejaba poco a la imaginación, ambos colores resaltaban el dorado
bronceado que brillaba en cada centímetro de su piel. También tuvo suerte de tener el cabello recogido en otro desordenado
nudo ya que su maldita jodida mano picaba por sacarlo de un tirón o no hubiera tenido la paciencia de aspirar el aire que
necesitaba para calmarse.
Pero contuvo la respiración que necesitaba para calmarse
En ese momento ella susurró:
—Oh, Dios mío. Has forzado mi cerradura.
—¿Cómo está tu dolor de cabeza? —preguntó.
Sus ojos, que se habían trasladado a la perilla de la puerta, le dispararon.
Luego ella comenzó a dar marcha atrás.
—Lista —murmuró mientras avanzaba.
—Raiden…
—Me escuchaste en el teléfono.
Ella tragó saliva visiblemente. Su hombro golpeó la puerta de la sala de atrás y se movió hacia un lado. Raid la siguió.
—Regresaste a la mesa y me mentiste justo en mi cara…
—Yo…
—Me dijiste que tenías un maldito dolor de cabeza, lo que me preocupó, entonces te presionaste muy cerca de mí,
dándome tu boca y dejándome excitado, una burlona basura de puta, un movimiento que no sabía que tenías en ti para
ejecutar.
Ella se detuvo en seco.
—No me estaba burlando de ti.
—¿Entonces, qué era esa mierda?
Ella lo miró a los ojos y anunció:
—Un beso de despedida.
Fue ahí que Raid se detuvo en seco.
—¿Qué?
—Raiden, la farra se ha terminado —declaró ella, y Raid cerró los ojos.
Jesús, ¿cómo podría una mujer ser tan irritante y tan jodidamente linda, todo a la vez?
Abrió los ojos y le preguntó:
—¿La farra se ha terminado?
Ella se inclinó hacia él y susurró:
—Sí.
Joder, quería besarla.
También quería sacudirla.
—Nena, es la farsa —la corrigió, y su cabeza se sacudió, lo que hizo que el enredado cabello de su cabeza se
soltara, lo que le recordó que quería sus manos en ese cabello.
Luego, en otro lugar.
Tenía que acelerar esta mierda.
—¿Perdón? —preguntó, sonando confundida, y él bajo la mirada de su cabello a sus ojos y vio que estaba, de
hecho, confundida.
Sí. Exasperantemente. Y malditamente linda.
—La farsa se ha acabado no la farra —le dijo.
Sus ojos se estrecharon.
—¿En serio? ¿Estás corrigiendo mi jerga urbana?
—Creo que jerga urbana es de hace ocho décadas, Hanna. Así que ahora es simplemente jerga.
Hanna levantó las manos.
—¿Ahora me estás dando una lección de historia de la jerga urbana?
Raid se encontró con lo que pensaba era un suceso imposible.
Él perdió la paciencia con la linda Hanna Boudreaux.
—¿Por qué estamos hablando de esta mierda? —le preguntó.
—No lo sé. ¿Por qué estás aquí en absoluto? —le espetó ella.
—Estoy aquí porque quiero saber por qué me mentiste. Quiero saber por qué no viniste a la mesa y me hablaste de
lo que habías oído para que pudiera explicarlo y esa mierda ahora no me habría jodido totalmente.
—Lo siento, ¿jodí tus planes, Raiden? ¿Había más maneras en que me podrías utilizar como Bodhi y Heather me
usaron antes de que me tirases?
Ante sus palabras, Raid se quedó completamente inmóvil.
Luego le preguntó, peligrosamente tranquilo.
—¿Podrías repetirlo?
Hanna sentía el peligro, pero no dejó pasar sus palabras.
—Me usaste y ahora estás aquí actuando como un idiota. ¿Por qué?
—¿De qué forma te usé —le preguntó.
—No lo sé exactamente. Pero no fui a la mesa, porque te oí explicar las complejidades de tu plan de fingir que
estabas interesado en mí. Para descubrir si estaba asociada con mis malvados ex-amigos en su plan de usar a mis chales como
tapadera para el transporte de drogas. Así que desconozco todas las formas en que me usaste. Solo sé que al igual que ellos
me usaste.
—¿Fingir que estaba interesado en ti? —susurró Raid al mismo tiempo que Hanna alzaba las manos.
—Raiden, lo sé —le espetó.
—Tú no sabes una mierda —le respondió tajante.
—¿En serio? Así que no me has notado en meses, no en años, y de repente estás en todas partes y da la casualidad
que estoy, alzó sus manos e hizo comillas aire, “vinculada a los traficantes de drogas o transportistas o uh... como quieras
llamarlos”.
—Sí, nena, por años no me di cuenta de tu existencia, entonces cuando lo hice dos pedazos de mierda utilizaron tu
confianza para cubrir que transportaban droga.
—Bien, ahora que hemos aclarado todo puedes irte —lo despachó Hanna.
Jesús.
—No me voy —replico él.
—¿Por qué? —gritó Hanna—. Se acabó. Sabes que no tengo nada que ver con eso. No sé cuál es tu rol en todo
esto. Pero no lo quiero saber. Mi parte en todo esto se acabó. Esto se acabó. No tienes que fingir más. ¿Por qué no te puedes
solo ir?
—No estoy fingiendo tonta —le espetó Raid.
—¡Dios! —le gritó Hanna—. ¡Esto es una locura!
Luego cometió un gran error.
Uno enorme.
Con impaciencia empujó su mano por su cabello, olvidando que estaba en un nudo. Se atoró con lo que sea que lo
estaba sosteniendo, dio un tirón y su cabello cayó todo desordenado alrededor de su cara y sobre sus hombros.
Raid la miraba absolutamente perdido en ello, se acercó hacia ella.
Hanna retrocedió estrellándose contra la pared al lado de la escalera.
Raid la rodeó con sus brazos enjaulándola, puso una mano en su cadera y la otra en la pared al lado de su cabeza,
luego se inclinó por lo que su cara estaba al mismo nivel que la de Hanna.
Hanna respiraba tranquilamente, lo cual era bueno.
Eso significaba que no podía escupir más mierda.
Él forzó su voz para que saliera más suave:
—Te estas regodeando en la mierda. Entiendo que estés herida porque tus amigos te jodieron y por cómo lo han
hecho, porque esto es un gran enredo. Lo que necesitas saber, cariño es que no te estoy usando. No estoy fingiendo nada.
Estoy interesado en ti.
—Detente —susurró.
Jodiéndolo.
—No transfieras el dolor que sientes debido a ellos porque los dejaste entrar en tu vida y en tu corazón hacia mí,
Hanna —le advirtió.
Él pensó que tenía la sartén por el mango. Pensó que si conseguía que se calmara y que entrara en razón, podrías
acercarse más.
Así que no estaba preparado para que Hanna Boudreaux remeciera su mundo.
—He estado enamorada de ti desde que tenía seis años. Estuvimos en el mismo equipo por tres años en los días de
campo de mi abuela. Un día los dos estábamos fuera de clases, yo cursaba mi primer año y tú el último de secundaria. Tu
casillero estaba lejos del mío. No sé qué estabas haciendo en ese pasillo, pero yo venía de la enfermería porque tenía gripe y
estaba recogiendo mis cosas para ir a casa. Pasaste por mi lado, me miraste y dijiste “hola”. Yo dije “hola” de regreso, pero
no creo que me escucharas porque seguiste caminando sin mirar atrás. Hasta la tienda de mascotas, la única palabra que me
habías dicho había sido “hola”.
Jodida mierda.
—Hanna….
—Dejaste Willow, después regresaste y yo iba a Rachelle’s una, dos o tres veces por semana, solo para echar un
vistazo en ti. Pasaste a través de mí docenas de veces. Una vez me atrapaste mirándote y solo miraste directamente hacia mí y
alzaste la barbilla. Entonces apartaste la vista. Meses después, me encuentro contigo en la tienda de mascotas y fue como si
nunca antes me hubieras visto.
Cristo.
—No recuerdo lo de la cafetería —dijo Raid suavemente.
—Lo sé —contestó ella—. Cuando me conociste, no me reconociste en absoluto, pero he estado alrededor por
años.
—Nena, que no te recuerde no significa nada.
—Lo hace para mí.
Él podía verlo. Sabía que estaba enamorada de él antes de que le dijera nada. Ninguna mujer se pone tan nerviosa
alrededor de un hombre del cual no se siente muy atraída. Y eso le había malditamente fascinado. Desde el primer momento
en que se colocó el cabello detrás de la oreja, tratando de disimular que estaba mirándolo. A él le gustaba más que
jodidamente mucho, que supiera que estaba en su equipo de guerra cuando tenía unos malditos once años o los que sean y
recordaba haberla visto en el pasillo de la secundaria hace años.
Fue lindo. Fue dulce.
Ella lo era.
Él no entendía la historia de la misma forma, pero la explicación de Hanna sobre la duración y el alcance de su amor
lo ayudo a entender su comportamiento de la última semana y media. Raid no se podía explicar por qué no se había fijado en
ella antes.
Él sacó su mano de la pared para envolverla alrededor de un lado del cuello de Hanna. Ella intentó zafarse pero él le
clavó los dedos y la empujó más cerca. Eso tuvo el efecto deseado. Dejó de moverse.
—Un amigo mío tiene asuntos en Denver —explicó Raid—. Esos asuntos están relacionados con Willow. Él me
llamó para que encontrara al proveedor que ha estado abasteciendo de drogas a través de Willow. Este imbécil es
resbaladizo. Cada pista que hemos tenido nos condujo a pura mierda. El tipo tiene soldados por todas partes, pero él es un
fantasma. Cariño, podría haber estado en Rachelle’s mucho tiempo pero tenía un montón de mierda en mi mente.
—Pensaste que estaba involucrada con traficantes así que me investigaste. Te involucraste conmigo para
investigarme.
—Me involucré contigo porque me sentí atraído hacia ti, pero también te tenía que limpiar de toda esa mierda. Así
podríamos seguir adelante y atrapar a ese maldito tipo.
—Raiden, no puedes ver como yo puedo que he estado demasiado tiempo alrededor tuyo, incluso me has mirado
directamente a los ojos y no me has visto y ahora, de repente estás interesado en mí y cómo puedo creer que realmente,
bueno... ¿sientes algo por mí?
—¿Cómo carajos puedes hacer que algo que no tiene sentido lo tenga? —le preguntó de regreso.
—¿Así que entiendes lo que estoy diciendo?
—Lo hago y podría tener sentido, cariño pero sigue siendo una estupidez.
Hanna miro hacia el techo.
—Hanna, mírame —le ordenó.
Ella puso sus ojos en blanco antes de mirarlo.
—Estoy interesado en ti —le dijo.
—No te creo —le dijo ella.
—¿Por qué carajos no? —le preguntó.
—Simplemente no lo hago —le respondió.
—Cristo, te juro por Dios que te digo la verdad, ¿piensas que soy la clase de hombre que regresa a su ciudad natal,
donde su madre y hermana todavía viven, elige a una chica de la ciudad, quien resulta ser la bisnieta de la matriarca de la
ciudad, para ir a cenar y poder jugar con ella encima en Chilton’s donde todo el mundo puede verme?
Ella parpadeó.
No lo había pensado.
Por suerte él estaba llegando a alguna parte.
Raid continúo.
—¿Y tú crees que soy un hombre que dice líneas de mierda linda y dulces a mujeres bonitas solo para joderles su
trabajo?
Ella soltó la comisura de su labio que tenía entre dientes.
Sí, estaba llegando a alguna parte.
Raid se mantuvo en ello.
—Y en serio como la mierda, Hanna ¿crees que nuestro beso fue fingido?
Ella lo miró a los ojos y sus pequeños dientes blancos parecieron morderle el labio. Lo dejó ir y le susurró:
—Ese beso fue realmente bueno.
Raid bajó la cabeza y miró sus botas.
Se dio cuenta que ella tenía unas malditas lentejuelas pegadas a las uñas de sus pies que parecían pintadas con
esmalte negro pero tenían una flor blanca alrededor de cada lentejuela.
Cristo, ella era adorablemente ridícula.
Jodidas lentejuelas pegadas a sus dedos.
No podía evitarlo, y no lo iba a intentar. Se echó a reír.
—¿Te estás riendo? —le preguntó Hanna.
—Tienes jodidas lentejuelas en tus dedos —dijo, sus palabras salieron entrecortadas.
—Son lindas —le replicó mirándolo directamente a sus ojos, él dejó de reírse.
Su recompensa.
—Sí —él estuvo de acuerdo. Aunque no estaba hablando de las lentejuelas y ella lo sabía por cómo inhaló
bruscamente—. ¿Hemos terminado con esta conversación idiota de que no estoy interesado en ti?
—Uh... creo que sí.
—Así que entiendes que estoy interesado en ti —él la presionó para confirmarlo.
Ella presionó sus labios considerándolo un rato.
Raid utilizó lo último de su paciencia para dejarla ir.
Luego ella asintió.
—Gracias a Dios —murmuró él y finalmente se relajó.
—Así que... cuando dijiste que me ibas a llamar mañana, que es hoy, por cierto ¿realmente lo ibas a hacer?
Raid oyó como se formaba el gruñido enrollándose en su garganta antes de que retumbara en su pecho.
—Sí, Hanna. Lo dije en serio.
Sus ojos se iluminaron. A ella le gustaba eso, y no pensaba ocultarlo le gustaba tanto.
Una vez más él quería besarla.
—Genial —susurró.
—Cariño, ¿ves lo absurdo que sería si te llamara mañana, que es hoy para preguntarte si quieres ver una película,
para después llevarte a mi casa y a mi cama, cuando estoy aquí en tu casa con tu cama arriba?
Sus ojos se abrieron sorprendidos y ella dejó de respirar.
Maldita sea quería besarla.
—Bueno puedo ver lo absurdo de que me llames cuando podemos hacer planes para una película en este momento
—le respondió.
Malditamente ridícula.
Y linda.
A la mierda, solo iba a besarla.
Y así lo hizo.
Fue una repetición del anterior. Caliente. Húmedo. Ella deslizó sus dedos en el cabello de Raid y presionó su cálido,
dulce y suave cuerpo contra el suyo, se abrió a sí misma y se entregó al momento.
Él luchó contra el abrumador impulso de ponerla sobre el suelo y tomarla allí mismo.
Él terminó el beso, deslizó sus labios por la piel bajo su oreja y sintió las bocanadas suaves que daba Hanna debido a
lo agitada que estaba.
—Estoy sintiendo que quieres frenar esto —le dijo con una voz áspera.
—Solo hemos tenido una cita —respondió ella en voz baja. Luego más tranquila—. No soy ese tipo de chica.
No lo era. Hanna Boudreaux absolutamente no era ese tipo de chica.
Mierda.
Se sentía premiado.
Levantó la cabeza y miró su suave rostro, sus cálidos y brillantes ojos y sus labios hinchados.
Era fantástica.
—Película. Mañana por la noche. Tú la escoges. Envíame un SMS —le indicó.
—No tengo tu número —le dijo.
—¿Dónde está tu teléfono ? Voy a registrarlo —le ofreció.
—Está arriba —murmuró—. Lo iré a buscar.
Raid cerró sus brazos alrededor de ella y sus ojos se concentraron en los suyos nuevamente.
—Unh-unh. —Él negó con la cabeza—. Ya te estoy viendo subir por las escaleras con un vestido sexy y tacones. O
en tus dulces pijamas. Es todo lo que un hombre puede pedir.
—Oh —suspiró ella.
Joder.
Su recompensa.
—Voy a estar aquí a las seis. Elige una película que esté a esa hora pero quiero llevarte a comer antes, así que
planifícalo.
—Está bien —estuvo de acuerdo.
—Tenemos que irnos temprano, llama a Rachelle a su cafetería. Te puede dar mi número.
—Está bien —ella repitió.
—Ahora, tengo que irme.
Se humedeció los labios y volvió a decir:
—Está bien.
Raid hizo un movimiento pero sus brazos se apretaron alrededor de él.
Entonces, de repente ella bajó la barbilla y puso su frente sobre su pecho.
—Sé qué piensas que soy una idiota y esto es ridículo, entiendo porque te enojaste. Sé que debo discutir las cosas
que me molestan contigo. Pero escuché como decías que no tenía idea de qué estaba pasando y que ibas a terminar esto esta
noche. Obviamente me confundí con lo que dijiste, pero lo que dijiste sonó muy mal —le explicó con voz vacilante y calmada.
La acercó más y bajó los labios sobre su cabeza.
Finalmente le dijo todo.
Pero no había oído todo.
Ni siquiera la mayor parte.
Solo la parte que ella pudiera malinterpretar.
—Te perdiste la parte cuando mi compañero me dijo que me estaba desconcentrando por una mujer, que tenía que
enfriar mi cabeza y centrarme en el juego y que tú me estabas distrayendo de nuestros objetivos.
—Oh —susurró en su pecho, sus brazos alrededor de él se apretaron con más fuerza. Dejó caer la cabeza hacia
atrás y la levantó hasta tener a la vista sus ojos—. Debí haberte dicho lo que escuché. Explicártelo. Lo siento.
Esa era una buena disculpa.
Se necesitaban bolas para hacer cosas así, incluso para mujeres dulces, tímidas y lindas.
Ella era su jodida recompensa.
—Está hecho, nena —le dijo.
Hanna asintió, y luego de nuevo bajó su barbilla hasta su pecho y puso su frente sobre su pecho.
—¿Crees que soy una loca señora, una acosadora espeluznante, visitando a Rachelle solo para ver que camina por
ahí?
—Absolutamente no —le respondió de inmediato, con la voz acerada y gentilmente levantó su cabeza para que sus
ojos pudieran escanear su cara para determinar la veracidad de sus palabras.
Él dejó que su expresión hablara porque no creía que su amor platónico fuera loco o espeluznante.
Era como ella dulce y linda.
Solo deseaba haber prestado más atención en vez de dejarla pasar, no habría perdido tanto tiempo persuadiéndola
para que estuviera en su cama.
Por último ella dijo:
—Creo que realmente te creo.
Raid sonrió.
—Bien, porque no te estoy mintiendo.
El cuerpo de Hanna se fundió en el suyo y le dio una gran sonrisa de respuesta.
Joder, tenía que salir de allí.
—Ahora me voy a ir a menos que quieras que me quede —le dijo.
Se sintió gratificado ante la vacilación de Hanna al dejarlo ir.
Se inclinó para besarla en la frente y se dirigió a la puerta.
Tenía la puerta abierta cuando se le ocurrió algo y él se volvió.
—Antes pensabas que estaba terminando esto —señaló. Ella echó la cabeza hacia un lado pero luego se enderezó y
asintió—. Entonces, ¿por qué me diste el chal?
Sus cejas se unieron por la confusión, no sabía cómo explicar sus acciones. Luego optó por la honestidad.
—No lo sé. Tal vez estaba en mi modo habitual de idiotez y quería darte algo para que me recordaras. Incluso con lo
que pensaba que estabas haciendo, sabía que eras un buen tipo, ya que te ofreciste a cuidar el jardín de la abuela así que
quería darte algo a cambio. Era lo único que tenía para darte. Algo que te mantendría caliente. Pero en realidad, no lo sé. Yo
solo... —Se encogió de hombros—. Lo hice.
—Me alegro de que lo hicieras cariño —respondió.
—Yo también —le dijo.
Él le dedicó una sonrisa. La suya era tímida pero ella se la devolvió.
—Cierra después que me vaya —le ordenó.
Hanna asintió y él alzó la barbilla.
Luego caminó hacia la puerta, cerrándola detrás de él. Estaba en las escaleras cuando escuchó que cerraba.
Raid permaneció sentado en su Jeep y no se fue hasta que las luces de la planta baja estaban apagadas y vio una
sombra moverse detrás de las vaporosas cortinas de su dormitorio
Condujo hasta su lugar. Tomo la manta y caminó por las escaleras laterales, abrió la puerta y entro.
Se quitó la ropa, tiró el edredón de su colchón, desató las cintas de raso alrededor del chal y lo arrojó sobre la cama.
Luego se subió a la cama.
Había estado en lo cierto la primera vez que lo tocó.
Y Hanna tenía razón cuando dijo que lo mantendría caliente.
Era el Cielo.
Entonces Raiden Miller se quedó dormido bajo el calor de la cachemira de Hanna, y por primera vez en mucho
tiempo no tuvo pesadillas.
Ni siquiera una.
8
Función Doble
Traducido por Itorres
A la siguiente noche...
—Dejartelo a ti, cuando estoy ansioso por mis planes para después de la maldita película, y encuentras una función
doble —se quejó Raiden.
Le lancé una sonrisa nerviosa sobre mi hombro a Raiden, quien llevaba una gran caja de palomitas de maíz en el
hueco de su brazo y dos enormes refrescos en sus manos. Él estaba siguiéndome por el pasillo del Willow Deluxe, nuestro cine
en la ciudad que, en contra de las probabilidades de la competencia de las grandes salas de cine a solo cuarenta y cinco
minutos en Denver, permanecía en el negocio.
Esto era principalmente porque a la ciudad le gustaba. Por otra parte, a los ciudadanos de Willow simplemente les
gustaba Willow.
Nuestra ciudad era una de esas extrañas excepciones a cada regla. No teníamos ni una de esas tiendas de una
parada que son de pasada y económicas en compras al por mayor.
Teníamos un carnicero. Teníamos una tienda de frutas y de vegetales. Teníamos una ferretería no comercial.
Teníamos una tienda de comestibles a la que todo el mundo iba, ya que era una propiedad familiar y lo había sido durante más
de cincuenta años. Teníamos una floristería, una tienda de artesanías, tres tiendas de regalos, una cafetería, el Café de
Rachelle, una pizzería que eran genial con lo italiano en general, un bar de motociclistas, un bar de vaqueros, una bar para
puros aficionados de los Broncos y más.
Incluyendo el Deluxe, el cual era un negocio sin fines de lucro que se quedó en el negocio así como en las
renovaciones continuas debido a la generosidad de un pueblo que quería mantenerse pasado de moda, con la sensación de la
ciudad natal.
Amaba el Deluxe.
Amaba mi ciudad.
Pero mi sonrisa era nerviosa por los que sospechaba eran los planes de Raiden para después de la película, no
porque todavía estuviera preocupada y me preguntaba si él estaba realmente conmigo.
No, incluso ayer por la noche o más exactamente, súper temprano esta mañana no me lo había dejado muy claro, esa
misma tarde se había hecho aún más claro.
Sin necesidad de decirlo, la idea de Raiden de "tomarse con calma esto" chocó con la mía.
En otras palabras, antes de la película él me llevó al café de Rachelle para la cena, e incluso antes de eso, me dijo que
llamara a su hermana para conseguir el número de él, que, por supuesto, no lo hice.
Él tenía que saber, desde que Rachelle estaba mucho en la cafetería incluso en las noches, ella probablemente estaría
allí y nos vería juntos.
Y ella había estado allí.
Yo había estado mucho en esa cafetería y nunca había visto a Raiden allí con una mujer.
Dejándome con una sola salida, sí.
Nunca, entrar.
Y tampoco tenía a nadie más, como KC o mis otras amigas, las cuales todas seguían las acciones de Raiden como,
bueno, lo que éramos: locas, espeluznantes acosadoras de Raiden Ulysses Miller.
Así que no pasó desapercibido para Rachelle (o para mí) lo que significaba que Raiden me llevara a su cafetería.
Sin embargo, esta era la menor de mis preocupaciones, cuando, después de que ella nos vio juntos y sus ojos
estaban saliendo de su cabeza, se acercó corriendo a nosotros, exclamando:
—¡OhporDios! ¡Hanna! ¡No te he visto en mucho tiempo! ¡Mira tu cabello! ¡Me encantan esas mechas! ¡Se ven
geniales! ¡Y es tan largo! Casi no te reconocí.
Raiden me dio una mirada de cejas levantadas mientras sacaba mi asiento y yo tardíamente evité sus ojos mientras
me sentaba.
—¡Y estás tan bronceada! —continuó Rachelle, deteniéndose en nuestra mesa. Puso dos dedos en su mejilla, inclinó
la cabeza y me dio una vez más una mirada inquisitiva antes de preguntar:
—¿Has perdido peso? —Entonces respondió a su propia pregunta—: No. Pero definitivamente te tonificaste. Estoy
tan comprometida con mi propia bicicleta Schwinn[5] si eso es lo que puedo hacer.
Metí mi cabello detrás de mí oreja y casualmente le di una mirada a Raiden para ver sus labios curvándose y sus ojos
en mí.
Rachelle parecía no darse cuenta de cómo lucía Raiden y lo que yo le estaba dando a cada uno o el hecho de que
ninguno de los dos habló.
En cambio, ella gritó:
—¡No ordenen! Ambos están recibiendo el especial. Esta noche es Patadas en el culo, si se me permite decirlo.
—Se volteó hacia su hermano—. Cerveza para ti, hermano. —Ella se volteó hacia mí—. Hanna, ¿Vino blanco o cerveza de
raíz de dieta?
—Cerveza de raíz —le contesté.
—En camino —respondió ella.
Entonces se fue rebotando, destacando las brillantes mechas en su largo, balanceante, cabello moreno como el de
Raiden.
Por desgracia, aunque era un caballero (a veces, cuando él no estaba maldiciendo o enojado y hostigándome),
Raiden no dejaría pasar esto.
—Así que, ¿no te noté o no te reconocí?
—Lo que sea —murmuré a mi cuchillo y tenedor, los cuales estaban envueltos en una servilleta de papel de color
rosa y rodeados con cinta adhesiva de papel azul con huevos de petirrojo; una de las muchas firmas del Café de Rachelle.
Raiden se rio a carcajadas.
Dejé de evitarlo, levanté la cabeza para mirarlo y escapé a mi derrota porque me gustó el espectáculo. Tanto que
terminé sonriéndole.
Él terminó de reírse con su cara volviéndose suave cuando vio mi sonrisa, sus labios ordenando:
—Ven aquí. —Pero su cuerpo no dándome la oportunidad de cumplir (o no).
Estiró un largo brazo sobre la mesa y me enganchó de la parte posterior del cuello. Me jaló al otro lado, me encontró
a mitad de camino y tocó sus labios con los míos antes de dejarme ir.
Esto no pasó desapercibido para los muchos clientes o para la hermana de Raiden. Lo sentí y lo ví.
Mucho para ir lento.
Eso fue lo único incómodo sobre la cena, excepto que Raiden me habló acerca de que "más tarde" me diría del
“trabajo” en la que estaba trabajando en la ciudad y lo hizo de una manera en que yo no lo volviera a cuestionar en ese
momento, lo que me hizo preocuparme un poco.
Sobre todo hablamos de lo que pasó con Bodhi y Heather. O mejor dicho, Raiden me interrogó sobre mi menos-
que-sin estrés-día libre después que la policía arrestó a mis amigos y allanaron mi almacén de cocina, una gran parte de ese día
estuve ocupada con la policía escoltándome a través de mi almacén y haciéndome preguntas, entonces me llevaron a la
estación para preguntarme más y darme actualizaciones a cambio.
—¿Encontraron cristal[6]? —preguntó Raiden, con la boca todavía llena del delicioso sándwich (ella no estaba
equivocada) de pavo suizo a la parrilla de Rachelle con una delgada capa de salsa francesa y una infusión de aceite de chile
con queso crema.
Asentí con la cabeza.
—Al parecer, mucho de eso. Aunque, no dijeron cuánto.
—¿Y Joe se portó bien contigo?
Joe era el Alguacil Joe quien había sido Alguacil Joe desde que tenía doce años.
Asentí con la cabeza de nuevo.
—Él me pidió no salir de la ciudad, pero me dijo que sabe que no estoy involucrada.
—¿Te explicó la operación? —continuó Raiden.
Otro gesto de asentimiento de mí parte.
—Él dijo que los perros encontraron bolsitas de metanfetamina de cristal, tanto en la tienda de bicicletas como en mi
casa, la mayor parte de ella en mi casa oculta bajo el piso, pero al parecer ellos embolsaban las drogas en la tienda de
bicicletas. Evidentemente, Heather la empacó con mis chales y la envió a la gente de la droga que se encontraba alrededor de
mis tiendas. Ellos consiguen sus drogas y entregas en mano con mis envíos a las tiendas locales para que nadie se enterara.
Aunque si el servicio postal lo olía, que gracias a Dios no lo hizo, estarían rastreándome de nuevo a mí, y yo tendría que
responder a preguntas incómodas, pero Heather y Bodhi serían cosa del pasado. El Alguacil Joe dijo que Bodhi dijo a la
policía todo esto cuando lo interrogaron. Ellos envían a todas partes en todo el país. Algunos de mis envíos estaban libres de
drogas debido a que no tienen un distribuidor para enviar en esa zona, pero muchos de ellos estaban contaminados.
Nada de esto me hacía feliz, sobre todo que mis amigos me embaucaran y pusieran en peligro de ser arrestada por
un delito grave del que no tenía conocimiento, pero también lo de yo siendo una idiota. Diablos, yo realmente le pagué a
Heather por hacerlo. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto, salvo sentir alivio de que todo había terminado.
La otra parte de mi día se dedicó a llamar a las tiendas de propietarios que se encontraban en las zonas en las que la
policía sospechaba que las drogas fueron enviadas y, por suerte, Bodhi tenía razón. Ninguno de ellos sabía. No tenían ni idea y
el Alguacil Joe me aconsejó no decirles.
—Lo hecho, hecho está y a menos que lean el Willow Chronicle, nunca sabrán y no necesitan saberlo.
Decidí tomar la palabra su consejo.
Por alguna razón, Bodhi había utilizado su teléfono para llamarme, y cuando contesté dijo:
—Banana. —Alguna vez pensé que su Banana era dulce, ahora creía que era un poco original y áspero apodo para
mí—. Por favor, no cuelgues. Heather y yo queremos ex…
Colgué.
También le dije a Raiden de esta conversación.
Él parecía menos feliz por eso que yo.
—Algún otro intento de contacto, cariño, cuelgas y me llamas inmediatamente. Terminaré esa mierda —había
ordenado y por la forma en que lo hizo, con su voz áspera y dominante superó con más de un toque la ira, yo solo asentí.
Cerca de terminar la comida, Raiden había preguntado:
—¿Cómo ha estado la señorita Mildred acerca de toda esta mierda?
Esa era otra parte de mi día que no me gustaba y era la parte que no me gustaba más que todas.
—Ella se sorprendió —respondí, un temblor en mi voz. Me aclaré la garganta para sacarlo lejos—. Se enojó por mí.
Preocupada en general sobre el estado del mundo. Impactada de que algo así pudiera ocurrir en Willow. Sacudida de que
sucedió y que eso me pasó a mí. —Me miró a los ojos y concluí: —Nada bueno.
—¿Iglesia mañana? —preguntó y asentí de nuevo—. ¿Tiene a alguien con ella esta noche?
—Eunice, su vecina viuda. Están viendo películas.
—Bien —murmuró.
—Mantendré un ojo más cerca sobre ella por un tiempo —le dije—. Ella actúa como de ochenta, lo cual todo el
mundo sabe son los nuevos sesenta y cinco, pero ella no y no puedo olvidar eso. Me las arreglé para convencerla de no llamar
a mis padres o a Jeremy.
En ese momento, las cejas de Raiden se alzaron a la vez antes de preguntar:
—¿Por qué diablos hiciste eso?
—Uh, cariño, Abue se asustó. ¿Crees que quiero que mis padres se asusten? —Su barbilla extrañamente se volteó
de golpe cuando dije la palabra "cariño", pero lo ignoré y continué—: Como el Alguacil Joe dijo, todo ha terminado y no
necesitan saberlo, lo cual, para ellos, significa que no tienen que preocuparse.
—Nena, no estoy seguro de que sea un buen plan —señaló Raiden suavemente.
—Raiden, siéntate con la abuela y ve su rostro, sus manos temblando —respondí y terminé con firmeza—. Puede
que no sea bueno, pero es mi plan.
Él lo dejó ir por lo que me alegré mucho.
Ahora estábamos en el Deluxe después de que él había pagado por la cena y dejado la propina a su hermana. Él
pagó por las entradas y pagó por refrescos para tomar durante la película, los cuales no necesitábamos después del gran
sándwich y las grandemente famosas papas sazonadas fritas Colorado de Rachelle.
Sabía sin lugar a dudas que cada segundo de esta cita, sin duda, estaba yendo bien, y después de nuestros dos besos
estaba nerviosa, pero emocionada, acerca de lo que venía después de las películas.
Pero primero, vería las dos películas.
Me deslicé por el pasillo y lo hice balbuceando:
—Cine negro esta noche. Mi noche favorita del año en el Deluxe. Y lo mejor de todo, este año, Sunset Boulevard y
Chinatown.
Me senté, inmediatamente arrojé el bolso en el asiento vacío a mi lado y me desplacé hasta el apoyabrazos, después
de una gran de recaudación de fondos el Deluxe había actualizado sus asientos, dos años antes. Éstos se desdoblaban. Se
reclinaban. Podías levantar los brazos. Tenían portavasos. Eran impresionantes.
Alcancé a Raiden y lo despojé de mi bebida y la deslicé en mi portavasos. Mientras desdoblaba su asiento le ayudé
con las palomitas de maíz y las puse abajo en la zona entre nosotros que fue liberada por el reposabrazos elevado.
Perfecto para tomarlas ambos.
También seguí parloteando.
—Mis dos favoritas de cine negro, aunque Touch of Evil y Double Indemnity lo son más, y Chinatown es un poco
espeluznante, ya sabes, considerando todo el asunto Faye Dunaway-John Huston, que es grave. No voy a arruinarla si no lo
has visto, pero... bastante eww. Quiero decir, no es también clásico cine negro, ya que fue lanzada en los años setenta, pero
aún patea un poco a cine negro. Y Sunset Boulevard es también conocido como cine negro exuberante, esto, obviamente, en
mi opinión. Pero Billy Wilder puede ser mi director y guionista favorito de todos los tiempos. Sunset Boulevard. Double
Indemnity. Sabrina. The Apartment. Some Like It Hot. Negro. Romance. Comedia. Él era el amo de todo. En serio, puro
talento.
De repente, Raiden quitó las palomitas de maíz de entre nosotros y granos volaron por todas partes. Su brazo fue
alrededor de mis hombros. Él me jaló a su lado y dejó la caja en mi regazo. Luego levantó su mano a mi mandíbula, inclinó mi
cabeza hacia atrás y puso un pesado, húmedo, largo beso caliente en mí, justo en el Deluxe que ni siquiera estaba lleno a la
mitad, pero calmado.
Él tomó aire, lo que por suerte me dio la oportunidad de absorber un poco, al mismo tiempo que estaba tratando de
controlar que mi corazón latiera rápidamente y el pulso que latía entre mis piernas.
—Ya no es molesto esto de la doble función, viendo cómo estás tan entusiasmada con esto —murmuró.
—De acuerdo, bien... bueno —le contesté, mi voz entrecortada. Conseguí el control de mi respiración antes de
informarle estúpidamente—. Tienes palomitas en todas partes.
—Ni un maldito problema.
No hubo respuesta a eso, así que no hice nada.
—Me estoy dando cuenta que realmente te gustan las películas —notó.
—Sí —le confirmé.
Su mano, todavía en mi mandíbula, se deslizó de nuevo a mi cabello.
—Entonces disfruta al máximo, cariño.
Inclinó la cabeza hacia abajo y me besó en la frente antes de que su mano se deslizara fuera de mi cabello, tomando
su tiempo, viajando toda la longitud. Se acurrucó lejos de mí, pero me abrazó con su brazo todavía alrededor de mis hombros.
Me centré en la regulación de mi respiración.
Luego, mientras las luces se apagaban, le dije:
—Espero que te gusten las películas.
—Me gustan —respondió, y torcí el cuello para mirarlo.
—¿Te gusta el cine negro? —le pregunté tardíamente, luego continué—: ¿Alguna vez has visto estas películas?
—No soy una persona de películas, o nunca lo fui. Tampoco las he visto. Pero estando en la oscuridad contigo
cerca, dándote algo que te gusta hacer, no me importa una mierda lo que es. Solo estoy contento de estar haciéndolo.
Dios.
Eso estuvo bien.
—Eres muy dulce —solté cuando los comerciales aparecieron en la pantalla.
—No, no lo soy —contestó—. Soy egoísta y orientado a mis objetivos. Esta mierda es multitarea. Conseguirte
cerca, oler tu perfume, sentir tu calor y luego estarás en un buen estado de ánimo. Todo lo que funciona para mí.
Para que, siendo una idiota, no pudiera detenerlo.
Seguí bruscamente.
—Es posible que desees tratar de dejar de ser tan sexy y caliente y frío o me darás un ataque al corazón y entonces
tus planes para más adelante estarán completamente arruinados.
Oí la sonrisa en su voz incluso durante los escandalosos comerciales.
—Entonces mejor me callo.
—Eso sería sabio.
Su brazo me acercó y sentía los ligeros temblores de su cuerpo, denotando su silenciosa risa.
Me gustó el ambiente y lo memoricé cuando volteé mi atención a la pantalla.
Había estado en el cine con mis otros novios y ninguno de ellos me sostuvo apretada durante toda la película, y
mucho menos dos.
Para ser justos, el Deluxe no tenía estos asientos para morirse en ese entonces, así que sería incómodo si lo hubieran
intentado.
Sin embargo, ellos no intentaron.
Si lo hubieran hecho, podría haber sido menos interesante.
Debido a que era increíble.
O tal vez era solo que Raiden era increíble.
A mitad de Sunset Boulevard, cuando él dejó a un lado las palomitas de maíz, puse mi cabeza en su hombro. Me
acurruqué más cerca, me dejó y decidí que era Raiden.
Todo Raiden.
Increíble.
9
No ese Tipo de Chica
Traducido por Debs y ஓ ¥anliஓ
Después de dos películas con quince minutos de intervalo, era tarde cuando Raiden, con su brazo alrededor de mis
hombros sosteniéndome cerca, con mi brazo alrededor de su cintura haciendo lo mismo, nos llevó las cuatro cuadras hasta el
estacionamiento en la entrada del pueblo.
Cuando había llegado a mi casa a buscarme le había sugerido ir en mi auto, ya que me había dicho que quería
conducirlo.
Tomó mi oferta, y aunque nadie más que yo había estado en el asiento del conductor de mi niña, me gustaba
sentarme junto a él en mi chica.
Me gustaba mucho más la forma en que é l manejaba mi auto. El viaje fue sin problemas; maniobró el auto
increíblemente, pero no era exactamente un temerario. Yo nunca había explorado los límites de su funcionalidad.
Raiden no era tan vacilante.
La condujo más rápido de lo que nunca me había arriesgado, probando su manejo en las sinuosas carreteras que
conducían, desde mi lugar hasta Willow.
Esto normalmente me asustaría, pero operaba el auto con una confianza natural, como si la manejara todos los días, o
como si hubiera conducido NASCAR para ganarse la vida. Así que no estaba asustada.
Estaba eufórica.
Y esperando entusiasmada, el viaje a casa.
Nos acercamos a ella, abrió las cerraduras a distancia, y vi la "Z" en el costado, iluminándose por un instante cuando
lo hizo.
Amaba a mi chica.
Y, a pesar de Bodhi y Heather, volví a estar contenta de haber hecho hace meses, mi decisión de ampliar los
horizontes de mi vida.
Caso en cuestión: Raiden Miller caminando conmigo a mi auto a la medianoche del sábado.
Me acompañó al lado del pasajero, pero le di la espalda al auto, bloqueando la puerta y lo miré.
—Dijiste en el intervalo, que pensabas que Sunset Boulevard era genial. ¿Cómo te sientes acerca de Chinatown?
—Tenías razón, ese Dunaway-Huston fue extraño, pero fue una buena película —respondió.
Le gustaba el cine negro. Por alguna razón, eso me emocionó.
Sí, seguía poniéndose mejor y mejor.
Por lo tanto, espeté:
—En caso de que lo olvide, lo voy a decir ahora para asegurarme de que lo sepas. Tuve una noche increíble, Raiden
Miller.
Con mis palabras, una de sus manos se movió para abarcar mi cadera, la otra tomó mi mandíbula. Se movió más
cerca y sumergió su cara en la mía.
—Es bueno saberlo, Hanna Boudreaux —gruñó a través de los labios sonrientes.
Le devolví la sonrisa y luego compartí:
—Estoy contenta de no haber espiado y arruinado la noche volviéndome loca y siendo estúpida.
—Me alegro de no haber dejado a una bonita mujer en una mesa y hacer una llamada a destiempo —regresó.
Mi sonrisa se hizo más grande.
—También estoy contenta de que el mundo no cambiara drásticamente, como el enterarme de que mi mejor amiga
desde siempre, KC, fue la mente detrás de un complot maligno de dominar el mundo, que Seguridad Interna allanara su casa y
me atrapara como una posible cómplice debido a nuestras conversaciones telefónicas y citas copiosas a la pedicura.
Su cuerpo temblaba mientras decía sus palabras:
—Razón para alegrarse.
Me estaba riendo en voz baja cuando terminé,
—Así que, gracias.
—De nada, nena.
Nena.
Amaba eso.
Tanto que me puse en puntas de puntillas y lo besé.
Una vez más, iba por un beso rápido. Me quedé con ganas de besarme con él en el porche (o donde sea), cuando
me llevara a casa, pero en ese momento iba a hacer lo que hizo.
Una pincelada de sus labios contra los míos.
Raiden, como ya sabía que en cualquier momento sucedería, tenía otras ideas.
Excepto que esta vez, sin razón, cuando los brazos de Raiden se bloquearon alrededor de mí, aplastándome contra él
y su lengua se deslizó en mi boca, el mundo explotó.
Los otros besos eran fenomenales.
A pesar de que éste no se hubiera ejecutado en la intimidad de mi casa de campo, al final de un solo carril, que
estaba rodeado solo por árboles, sino que, en su lugar en un estacionamiento público en nuestra ciudad natal, después de ver
una película, su beso detonó.
Tal vez fue porque no me estaba volviendo loca, con el corazón roto y siendo estúpida.
Tal vez era porque no habíamos acabado de intercambiar palabras acaloradas o sinceras confesiones.
Tal vez fue porque mi sueño, se estaba volviendo realidad, más grande y mejor de lo que esperaba. Estaba en los
brazos de Raiden y él me quería allí.
Tal vez fue solo porque era el final de un muy buen día.
Fuera lo que fuese, era como nada de lo que había experimentado. Nada de lo que ni siquiera sabía que existía.
Y algo que no quería que terminara nunca.
Era enorme. Consumidor. El mundo se desvaneció y solo estaba Raiden, sus brazos, su cuerpo grande y duro, su
boca y su lengua.
No pude conseguir suficiente. No podía dar suficiente.
Y Raiden sentía exactamente lo mismo.
Lo sabía ya que me arqueó en el auto, apretándome, con las caderas, el pecho, los labios.
Lo supe mejor, cuando sus manos se deslizaron hacia abajo sobre mi trasero y me alzó.
Tenía mis manos en su cabello y me aferré aún más cuando mis piernas rodearon automáticamente sus caderas. Se
movió hacia abajo en el auto, plantó mi trasero en el capó y se inclinó hacia mí, para que mi espalda estuviera en la Z, mis
piernas rodeando sus caderas, su ingle presionada profundamente en mí y su lengua devastando mi boca.
Estaba tan perdida en el beso, en Raiden, que habría estado feliz si esto continuara para siempre y más, incluso en el
estacionamiento. No es broma, habría estado feliz de poder escalar a cosas más grandes y mejores.
Pero, de repente, mi grito sorprendido se ahogó en su garganta, él me dio un tirón y me afirmó sobre mis pies con un
ruido discordante.
Apenas conseguí establecerme antes de que su mano se cerrara alrededor de la mía. Me arrastró la corta distancia
hasta el auto, abrió la puerta y me empujó dentro.
Cerró la puerta tras de mí. Por costumbre tiré mi bolso en el suelo delante de mí, y estaba tratando de conseguir
juntar mi ingenio, llegar a un acuerdo con el giro drástico y no deseado de los acontecimientos y, con manos temblorosas,
ponerme el cinturón, cuando él entró en el otro lado.
—Sin el cinturón —su voz me gruñó y mi cabeza se movió hacia él, mientras tiraba la llave en el portavasos, pulsó el
botón para encender el auto y cambió la marcha atrás antes de que el encendido automático se pusiera completamente en
marcha.
Salimos, tan rápido de nuestro lugar, que mi cuerpo se balanceaba con los movimientos. Luego se disparó fuera del
estacionamiento y por la ciudad, ganando velocidad rápidamente. Me cortó la respiración y no me di cuenta que iba en la
dirección equivocada.
No me di cuenta de esto sobre todo porque salimos de la ciudad en un abrir y cerrar de ojos, y no antes de que su
mano se envolviera alrededor de la parte trasera de mi cuello, y me diera un tirón hacia él. Empujando mi cara en su cuello, su
otra mano rápidamente capturó mi muñeca y tiró de ella, luego suavemente pasó mi mano por su dura entrepierna.
Era tan caliente, tan prohibido, tan peligroso; se sentía como fuegos artificiales estallando en el auto, sus chispas
aterrizaban en todas partes, por todo mi cuerpo, me deslumbraban al mismo tiempo, quemándome.
Presioné mi mano más fuertemente, gimiendo en su cuello, mi lengua se deslizaba, saboreando su piel.
Su mano dejó la mía. El auto aceleró a donde fuera que él nos estaba llevando cuando sentí y oí su brusco rugido:
—No me jodas.
Mi cuerpo se fundió, mi mente aturdida, todo sobre mí, era sobre él. Le toqué con la punta de la lengua la oreja y le
susurré un desesperado:
—Date prisa.
Mi chica aceleró, Raiden se movió y mi mano se cerró más fuerte alrededor de su entrepierna.
Arrastré mis labios a lo largo de su cuello, la mandíbula e invertí mi camino, con mi lengua. Metí mi cara
profundamente en su piel, quería tanto su sabor, su olor, el tacto de su barba, el susurro de su cabello contra mi frente, que
estiré, mi mano y lo froté con la palma duramente a lo largo de él.
Raiden gruñó y se detuvo bruscamente. Pulsó el botón y el auto se apagó, pero él ya tenía la puerta abierta, saliendo.
Me arrastró sobre el asiento del conductor, llevándome con él.
No sabía dónde estábamos. Ni siquiera miré.
No me importaba.
Estuve de pie, y corrí para mantenerme al día con sus largas zancadas, su mano en la mía, remolcándome, a un
edificio, que me di cuenta vagamente parecía un establo. Subimos unas escaleras apoyadas en el costado. Raiden no perdió
tiempo en abrir la puerta y tirarme dentro. Cerró la puerta, le dio la vuelta al pestillo, entonces acechó a través de una
habitación, arrastrándome con él.
No me di cuenta de nada y seguí sin prestarle atención a nada, cuando se detuvo, me levantó y de pronto estaba
volando por el aire.
Aterricé en el colchón.
Raiden aterrizó sobre una rodilla junto a mí, con las manos en la cremallera de mis jeans.
—Los condones, nena, en el piso junto a la cama. Consigue uno. Ahora —murmuró, entonces mi cremallera estaba
abajo y mis jeans estaban siendo arrancados.
Como mejor pude me retorcí, notando que estábamos en un colchón en el suelo, pero sin darme realmente cuenta
sobre esto porque mis dedos se cerraron alrededor de uno, de una media docena de paquetes de condones, que estaban al
lado de la cama. No me di cuenta de eso sobre esto porque mis zapatos volaron con mis jeans, y mi ropa interior ahora
estaban siendo arrastrada por mis piernas.
Me giré de vuelta justo mientras la mano de Raiden se deslizó entre mis piernas.
Eso se sintió tan bien, toda mi concentración se centró en ese sentimiento. Se me cayó el condón y mi espalda cayó
en la cama mientras mis labios se abrían con un gemido silencioso.
—Tan fuertemente empapada —gruñó Raiden. Me obligué a enderezar la cabeza y mirarlo—. Ábrete, nena.
No lo dudé.
Me abrí.
Su mano seguía jugueteando entre mis piernas, creando belleza, aun cuando tiraba de sus pantalones. Se izó
liberándose, usó sus dientes para abrir el paquete del condón, de alguna manera usó su mano y lo rodó en él.
Saqué y empujé su camiseta con mis manos, mis movimientos eran febriles, incluso frenéticos, tocando sus músculos
duros, sus ángulos, sus planos, sus crestas.
Increíble.
Metí mi cara en su estómago, respiré profundamente, teniéndolo a él en todo este tiempo con los dedos creando
felicidad entre mis piernas.
Luego desaparecieron.
Por menos de un segundo, porque Raiden, usando un brazo para levantarme, me sacó de la cama y me pegó a él.
Mis piernas rodearon sus caderas. Su otra mano estaba entre nosotros, guiándolo. Luego me tiró hacia abajo sobre su polla,
llenándome.
Metí mi mano en su cabello, mi cabeza hacia atrás en un gemido,
—OhporDios.
Entonces estaba de nuevo en la cama y Raiden palpitaba dentro de mí, con el brazo todavía a mi alrededor,
conduciéndome hacia abajo con cada empuje.
—OhporDios —repetí, una de mis manos agarrada en su cabello, la otra detrás de su espalda.
Nunca había tenido esto.
Esto era...
Era...
No existía. No podría.
Esto era solo para Raiden y para mí.
Lo sentí construyéndose. Mi mano se hundió bajo su camiseta, mi cabeza se sacudió. Iba a ser tan enorme que iba a
destruirme.
—Raiden —jadeé sin aliento, mi voz ronca por la pasión, y filosa por el miedo.
—Ríndete, nena —gruñó, todavía conduciéndome hacia abajo con cada empuje.
—Cariño, eso es…
Su boca se acercó a la mía.
—Déjate llevar, cariño.
Cedí. No tenía otra opción. Y cuando lo hice, mis uñas se clavaron en su espalda, tanteando hasta arriba; sus
caderas se estrujaron profundamente en las mías mientras su espalda se arqueaba. Un gemido increíblemente caliente surgió de
su garganta y se vino conmigo.
Duró para siempre, una eternidad. Jadeé, entonces gemí, luego respiré entrecortadamente, y finalmente, envolví mi
brazo alrededor de Raiden y me sostuve porque el mundo se había ido. No había más que ese sentimiento.
Nada más que Raiden y yo.
La eternidad pasó, y cuando volví a la realidad el brazo de Raiden estaba todavía apretado a mí alrededor, su polla
todavía enterrada en mi interior y su rostro estaba en mi cuello. Su otra mano se entrelazó en la mía y la había metido debajo
de nuestro costado, así que tenía la mayor parte de su peso.
Fue glorioso.
Justo antes de ser mortificante.
Oh, Dios mío.
¿Qué acababa de hacer?
¡Oh, Dios mío!
Yo sabía lo que había hecho.
Había estado en un auto con la mano en la entrepierna de Raiden Miller, mi boca en su cuello sin cinturón de
seguridad.
Luego había corrido tras él; él me había tirado en su cama y le permití follarme.
Oh.
Mí
Dios.
—Cálido como un chal, hermosos ojos azules, totalmente torpe y un increíblemente húmedo y dulce coño
—murmuró contra mi cuello, luego levantó la cabeza y me miró antes de terminar en un susurro—: La chica de mis sueños.
De acuerdo, eso era bonito y todo. Adorable. Genial incluso.
Y la sexy, cálida, saciada mirada en su rostro que podía casi distinguirla entre las sombras, incluso mejor.
Pero acababa de dejar que Raiden Miller se enredara conmigo en el capó de mi auto y lo monté sin el cinturón de
seguridad porque estaba ocupada buscando a tientas su entrepierna.
Por supuesto que él pensaría que yo era la chica de sus sueños.
Por esta noche.
Entonces mañana él pensaría que yo era una zorra y fácil.
¡Porque yo lo fui!
¡No le decías a una buena chica que tenía un dulce y húmedo coño!
Oh Dios.
Esto no acaba de suceder.
Dime que esto no sucedió.
—No te muevas —murmuró y luego rozó sus labios contra los míos—. Ya regreso.
Luego se deslizó fuera de mí, el área entre mis piernas pulsando magníficamente mientras lo hacía.
Sí, acaba de suceder.
Él salió de mí y miré parpadeando el techo, cerrando las piernas, curvándolas hacia arriba y girando mi mitad inferior
de lado cuando lo sentí desaparecer.
Se encendió una luz en alguna otra parte, iluminando un poco la habitación, y al instante me volví un frenesí de
actividad.
Salté del colchón, y en la oscuridad de dónde diablos estuviera, busqué mis jeans, bragas y sandalias.
Encontré mi ropa interior, tiré de ellas y tanteé con manos y pies mis jeans cuando un brazo se enganchó alrededor
de mi cintura y me encontré de nuevo en la cama, Raiden encima de mí.
—¿Qué haces? —preguntó.
Empujé sus hombros, murmurando:
—Me tengo que ir.
—¿Qué?
—Me tengo que ir.
—Hanna…
—Tengo que llegar a casa. Conseguir dormir un poco. Tengo que levantarme temprano. La iglesia mañana
—balbuceé, continué empujando sus hombros y me retorcí debajo de él, asustada, humillada, con miedo por lo que iba a
pensar de mí ahora que el calor del momento había pasado.
—Hanna, mírame.
—En serio, tengo que irme.
—Nena. —Sus brazos se removieron de mí alrededor de manera que sus manos pudieron enmarcar mi cara y la
mantuvo firme en una manera que dejé de luchar y de retorcerme—. ¿Qué demonios?
—Yo no soy ese tipo de chica —anuncié.
Sentí su cuerpo, el cual no me había dado cuenta que estaba tenso, relajarse, pero esto no tuvo absolutamente ningún
efecto en mí.
Seguí hablando:
—Esto nunca ha ocurrido. Nunca. Nunca. Nunca he hecho nada como esto. Ni siquiera recuerdo un momento en el
que he estado en un auto sin el cinturón de seguridad y mucho menos lo que… lo que… —¡Oh Dios!—…, lo que hicimos
—terminé en un susurro horrorizado.
—Cálmate para mí un segundo —instó suavemente, uno de sus pulgares rozando mi mejilla.
Eso se sintió bien, pero de ninguna manera pude calmarme.
De ninguna manera.
—Yo… tú… No quiero que pienses que soy ese tipo de chica. No soy ese tipo de chica. No sé lo que fue eso. No
sé cómo sucedió. Nunca ha sucedido antes. Yo no…
Dejé de hablar abruptamente cuando el pulgar se movió a mis labios y se presionó allí.
—Cariño, cállate —ordenó, pero lo hizo riendo.
Tardíamente, me di cuenta, que no solo su boca, sino todo su cuerpo estaba sacudiéndose.
—Raiden… —traté de decir, pero sonó amortiguado, sobre todo porque su pulgar seguía aplastando mis labios.
—Tranquilízate y escúchame —declaró—. Sé que no eres ese tipo de chica.
Parpadeé a través de la oscuridad.
—¿Lo haces? —pregunté a través de los labios aplastado, y su pulgar se deslizó alejándose.
—Sí, o, debería decir, yo sé que no eres ese tipo de chica para nadie, excepto yo, pero lo que tienes que saber es
que eres de todas las formas jodidamente una buena chica para mí.
Quería creer esto.
No lo hice.
Quiero decir, tuve amigas que tuvieron momentos donde fueron esa tipo de chica y los chicos siempre decían que fue
bueno hasta el día siguiente cuando no llamaron.
—Realmente tengo que ir a casa —le dije, empezando a retorcerme otra vez.
—De ninguna jodida manera —me dijo, y mi cuerpo se quedó inmóvil.
—¿Disculpa? —jadeé.
—Hanna, por Cristo, crees que te hago entorpecer por ahí afuera, pones la cabeza en mi hombro en una película,
sosteniendo mi mano, montando una ridícula bicicleta, sonriendo dulcemente hacia mí, actuando totalmente como Peggy Sue
en los jodidos años cincuenta, y cuando estás en mis brazos, mi boca en la tuya, te excitas por mí. Tú pierdes todo el maldito
control. Me das jodidamente todo. Y, ¿crees que voy a permitir que te arrastres fuera de mi cama y vuelvas a casa? —hizo
una pausa y luego terminó con su voz acerada—: De ninguna jodida manera.
—Yo… —empecé pero Raiden me interrumpió.
—Es bueno que me entregues eso. Deseo eso. Y estoy jodidamente loco de alegría de saber que no te has dado a
ningún otro imbécil antes que yo. Es mío. Lo voy a conservar.
Oh por Dios.
—Raiden…
—Y voy a tomar más —declaró.
¿Lo hacía?
Eso era… ¿él quería más?
—¿Lo haces?
—Nena, anoche, esos besos, por Cristo que tenía la esperanza de que eso fuera un anticipo de lo que vendría y
estoy jodidamente emocionado de que lo fue. Allí afuera, puedes andar en esa tonta bicicleta, pero ahora que lo sé, en mi
cama, vas a dejarte ir para mí. Vas a dejarme jugar con ese cuerpo. Vas a dejarme excitarte hasta que estés tan jodidamente
mojada para mí. Y cuando te deje tener el orgasmo voy hacer que te sientas como si te estuvieras desmoronando en pedazos.
Y recién entonces voy a saber que me das eso. Solo voy a conseguir eso. Y estoy jodidamente encantado de que eso es todo
para mí y solo para mí.
Guau.
Eso fue caliente, genial, sexy, dulce y totalmente aterrador.
Era mucho más de todo eso, la única respuesta que se me ocurrió fue:
—Mi bicicleta no es tonta.
—Nena, lo es.
—Es muy linda y de chicas —defendí mi bici.
—También eso. Absolutamente —estuvo de acuerdo.
Incliné mi cabeza en el colchón y traté de distinguir sus rasgos en la penumbra antes de preguntarle:
—¿Seguro que no piensas que soy una zorra fácil?
Ante eso, nos arrastró más arriba de la cama y se presionó en mí. Extendió un brazo y parpadeé cuando una luz se
encendió.
Dejé de parpadear cuando mi cabeza estuvo nuevamente enmarcada por sus grandes manos y me centré en su cara
que era todo lo que podía ver.
—¿Parezco seguro? —preguntó, y yo no sé cómo sabía cómo se veía.
Lo que sí sabía era que su expresión era cálida y dulce, pero de alguna manera firme y sus hermosos ojos se
calentaron, quemando dentro de mí.
Así que supe que él estaba seguro.
Aun así.
—Solo para que lo sepas, solo he tenido tres amantes. Todos ellos eran novios a largo plazo y, si mal no recuerdo,
con el que uh… llegamos a los asuntos más rápido, le tomó tres semanas.
—No me cuentes esa mierda.
Oh chico.
Ahora no parecía cálido y dulce.
Parecía severo y aterrador.
—Yo solo quería…
—Lo único que sé, lo único en lo que me centraré, es que ahora eres mía. No voy a compartir lo que había antes y te
pido ahora que prometas que es la última vez que compartes lo que vino antes que yo. ¿Me puedes ayudar y devolverme ese
favor?
—De acuerdo —acordé con cautela.
—Algunos hombres quieren saber. Yo no soy uno de esos hombres —explicó.
—Está bien.
—En este momento, solo somos tú y yo.
—De acuerdo, Raiden.
—Y no te vas.
Mi vientre dio un vuelco.
—Está bien —suspiré.
—También debes saber que hay una buena probabilidad de que te dormirás durante la misa en la iglesia.
Pensé que sabía lo que significaba. Eso provocó un escalofrío y mis brazos se movieron para envolverse a su
alrededor.
—Está bien —le susurré.
Se dio la vuelta para quedar de espaldas y yo encima. Uno de sus brazos me sujetó por la cintura, la otra mano en mi
cabello.
—Ahora, Hanna, dame un beso —ordenó, con voz ronca y dominante.
—De acuerdo —repetí, luego hice lo que me dijo.
El giro duró unos dos segundos, luego hizo otro, y yo estaba en mi espalda de nuevo.
Media hora después, Raiden me tenía desmoronándome en pedazos.
Fue glorioso.
10
Domingo de Iglesia
Traducido por Jane., Gigi D y Helen1
***
Esa noche...
Me senté arropada en la esquina de mi esponjoso, mullido, femenino y lindo sofá en mi rústico, y peculiar salón y
observé a Raiden, que acababa de ir a la cocina a buscar su segunda cerveza, doblando su largo cuerpo en la otra punta.
La pizza fue aniquilada, hasta esa siempre incómoda porción de la única rebanada que quedaba. Raiden la había
conseguido del mejor lugar en la ciudad, así que era la mejor y yo tenía hambre por lo que comí con apetito, olvidando
(momentáneamente, como siempre) la pequeña barriguita que necesitaba eliminar.
Era un pequeño milagro, considerando todo lo que estaba en mi mente, pero me las había arreglado para una siesta
de dos horas.
A continuación, el teléfono comenzó a sonar.
Al parecer, la ciudad de Willow había decidido que me habían dado el tiempo suficiente para hacerle frente, ese
tiempo había acabado, por lo que todos y cada uno llamaron para comprobar si estaba bien después de la debacle de Bodhi y
Heather. A esto invariablemente siguió la indagación, por lo tanto la mayor parte de ellos preguntaron si era cierto, ya que me
vieron en Chilton’s, en casa de Rachelle, en el Deluxe y en la iglesia con él; si yo estaba viendo a Raiden Ulysses Miller.
No se me escapaba que las cosas se estaban moviendo rápido con Raiden, pero sin tener en cuenta que sabía muy
poco acerca de él. Sin embargo, me di cuenta de que él era el tipo de hombre que no se aficionaba a la gente en su negocio.
Así que, aunque yo confirmé que lo de ser vista por toda la ciudad con Raiden era cierto, ya que era la verdad, no expliqué
ningún detalle. Después de eso, expliqué que aunque en los últimos días había estado tratando, estaba agotada y necesitaba un
poco de tiempo para procesarlo todo.
Por suerte, la gente de Willow era amable, así que dejaron las cosas así. Por desgracia, había una gran cantidad de
residentes de Willow que me conocían ya que yo había vivido toda mi vida allí, así que el mensaje no consiguió ser transmitido
lo suficientemente rápido antes de que otros levantaran el teléfono y llamaran.
Así que, yo tenía el teléfono en mi oreja cuando le abrí la puerta a Raiden sosteniendo una caja de pizza en una mano
y un paquete de seis de Fat Tire en la otra.
Él me sonrió.
Puse los ojos en blanco, lo dejé entrar e hice mi mejor esfuerzo para librarme de la persona que me llamaba mientras
Raiden dejaba caer la caja en la mesa de café en la sala de estar. Él se dirigió a la cocina como si hubiera vivido en mi casa
desde que nació, salió con dos platos, servilletas y dos cervezas abiertas. Ya se había comido una rebanada para el momento
en que apreté el botón de apagado en mi teléfono y me uní a él.
Toda esta actividad significaba que yo no tenía tiempo para alterarme por la próxima charla con Raiden, lo que era
bueno.
Lo que era malo era que él bebía y comía. Preguntó por la llamada, el resto de las llamadas (una vez que él se había
enterado de ellas) y mi siesta. Pero no hizo lo que yo había esperado.
Y ese fue el despegue justo hacia la conversación que necesitábamos tener que incluía a mí enloqueciendo, luego
tratando de entender acerca de lo que fuera que hacía para ganarse la vida.
Así que comí hasta que solo había quedado esa extraña rebanada de pizza y Raiden se levantó para conseguir otra
cerveza, preguntándome si quería una. Yo estaba bebiendo, manteniendo el juicio. Raiden estaba tomando largos sorbos
masculinos, por lo tanto yo tenía la mitad de una cerveza y decliné.
Él consiguió su cerveza y estaba poniéndola sobre la mesa de café, sin ir por la última rebanada, lo que decidí
indicaba que él había terminado de comer, así que también decidí que era el momento.
Mientras se estaba acomodando hacia atrás en el sofá, pregunté con cautela:
—Raiden, ibas a decirme algunas cosas.
No estaba completamente recostado, y al oír mis palabras se detuvo, su cabeza se volvió hacia mí y me estudió
durante largos momentos que me hicieron pelear para evitar retorcerme en el sofá con preocupación e impaciencia.
Luego él se sentó y extendió los brazos. Uno cubrió el apoyabrazos, el otro en la parte posterior, reclamando mi
acolchado y femenino sofá tan completamente con su atractiva y masculina vibración, que por un segundo mi mente se quedó
en blanco.
Entonces su voz profunda anunció:
—Soy un cazador de recompensas.
Mi mente regresó a la habitación.
¿Era eso?
¿Un cazador de recompensas?
Dulce alivio se extendió por mí.
Claro. Raiden había tenido razón. El ser un cazador de recompensas era poco convencional.
También era totalmente genial.
Por tanto, yo sonreí enormemente y grité:
—¡Eso es totalmente genial!
Se fijó en mi sonrisa, su rostro en blanco, y sacudió la cabeza.
—No, Hanna, no porto la insignia, teniendo órdenes de captura, extendiendo de algún modo la aplicación de la ley
de caza recompensas. Dinero debajo de la mesa, para conseguir de alguna forma una maldita gran cantidad de dinero de la
caza de recompensas.
Yo no sabía qué hacer con eso ya que no tenía idea de lo que él estaba hablando.
—No lo entiendo —le dije.
—Yo cazo fugitivos y ellos definitivamente actúan fuera de la ley —explicó—. Pero, cuando los encuentro, no los
entrego a la policía para que ellos puedan robar mierda, ser atrapados, conseguir salir, robar más mierda, darse a la fuga, ser
atrapados, luego algunos fiadores los suelten de nuevo para que puedan robar más mierda. Yo los entrego a personas que
están dispuestas a pagar mucho dinero para que sean entregados.
Esto no sonaba bien, pero todavía no lo entendía.
—Lo siento, cariño —le dije en voz baja—. Todavía no lo entiendo.
Él no se movió y sus ojos nunca dejaron mi cara mientras seguía hablando.
—Entonces me voy a explicar. En este momento, tengo varios trabajos en marcha, el primordial siendo el de Knight.
Él es un amigo mío. Tiene un enemigo al que sigue venciendo, pero este no permitirá dejar ir su rencor. Knight tenía alguna
mierda pasando en su negocio a causa de este tipo y me pidió que le hiciera un favor. Un favor que está pagándome para que
yo haga. Y ese favor es encontrar al hombre que se infiltró en su negocio, inyectando droga en el mismo. Este tipo le está
haciendo un favor al otro tipo, quien está tratando de joder a Knight. Pero cuando lo encuentre, no voy a entregarlo ni a
ninguna evidencia que tenga como correspondiente a sus actividades criminales a la policía. Se lo entregaré a Knight y me
alejaré. Cuando haga eso, lo que Knight haga con este tipo y la mierda que le de no es asunto mío. Yo so lo me alejo. Siempre
me alejo.
Esto no sonaba bien, tampoco. De hecho, sonaba peor, y la cosa antes de esta ya sonaba mal.
No estaba segura de que quería saber y me estaba inclinando hacia no querer saber, pero aun así, le pregunté:
—Así que esta persona Knight te pide que encuentres a alguien. Tú lo encuentras y se le entregas a Knight, él te paga
en efectivo y entonces ¿tu parte está terminada?-
—Sí —respondió él.
—Y no haces esto solo para Knight. ¿Es tu trabajo y lo haces para otra gente?
—Sí.
—¿Eso es legal? —pregunté.
Su cuerpo se movió escasamente. Casi no lo capto, pero lo hice y luego él se sentó allí, mirándome como si no lo
hubiera hecho. Sin cambios, excepto el que sentí.
Estaba tenso.
—Estrictamente hablando —empezó, hizo una pausa y luego terminó—, no.
Oh Dios.
—Yo... tú... ¿es esto...? —balbuceé, reacomodándome y continué—. ¿Me estás diciendo que estás involucrado en
actividades criminales?
La tensión comenzó a verterse fuera de él en oleadas, poniéndome tensa. Gran momento de tensión.
De hecho, electrizante.
—Estrictamente hablando —empezó, hizo una pausa y luego terminó—, sí.
¡Oh Dios!
Me había puesto mi plato en la mesa de café, lo cual era afortunado. Esto me permitió levantar los pies al asiento del
sofá y curvar mis brazos protectoramente alrededor de mis tobillos, abrazando mis piernas contra mi pecho.
Los ojos de Raiden cayeron a mi postura. Los cerró lentamente, luego los abrió y me miró.
—Te lo dije ayer, hace años, localicé a mi papá. Al día de hoy, no sé cómo se me ocurrió cómo hacerlo. No
habíamos oído hablar de él en dos años. Vivía a dos horas de distancia. Yo no tenía los recursos, ni la experiencia, ni dinero,
no que fuera algo malditamente importante para seguir adelante, y era menor de edad. Pero me tomó una semana encontrarlo.
Solo vino de forma natural, haciendo preguntas a las personas adecuadas, siendo inteligente al respecto, buscando bajo las
piedras. Lo mismo sucedió cuando conduje mi culo hasta allí y encontró su casa vacía. No conocía esa ciudad, no sabía su
modus operandi. Aun así rastreé su culo hasta las casas de sus putas. Lo mismo fue para mí irrumpir. Compré una cerradura
en la ferretería, la examiné, la manipulé durante horas hasta que me di cuenta de cómo abrirla. Todo esto vino de forma
natural. Algunas personas son buenas con los números. Otras buenas con sus manos. Yo soy bueno con esta mierda.
Nada de esto me hizo sentir mejor.
Raiden no había terminado con el intercambio.
—Entré en la Infantería de Marina y lo hice como una opción profesional. Lo que quiero decir con esto es que nunca
tuve la intención de salir. No tenía ningún padre que pudiera ayudar a guiarme por el camino, nunca tuve ningún sueño de
querer ser policía o bombero o astronauta. Pero examiné mi vida en ese momento y sabía dónde me encontraba cómodo.
Pensé que necesitaba disciplina y alguien que me guiara, que me dijera qué hacer. Yo era bueno en un equipo, jugando
deportes, siendo entrenado. Me pareció que era una progresión natural. Una vez me daban una directiva, si era entrenando
para cómo hacerlo, iba por todo lo alto. Y tenía razón. Al principio, la infantería funcionó para mí.
Su rostro cambió, se volvió duro y sus ojos empezaron a quemar.
—Luego no funcionó —afirmó.
Entendí por qué y entenderlo me mató, pero me quedé en silencio.
Raiden continuó hablando.
—Salí y recordé rastrear a papá. Supuse que sería bueno para la caza de recompensas, mejor en esta después de lo
que aprendí en la Infantería. Así que busqué en eso. No me gustó la forma en que esto se lleva. Era parte de un sistema que
estaba totalmente jodido. Un montón de reglas. Un montón de papeleo. Pero absolutamente ninguna razón para nada de eso.
Era un ciclo disfuncional. Para tener éxito, tenía que emitir fianzas, poner mi propio maldito dinero en la línea y vivir una vida
llena de jodidos mentirosos, la mayoría de ellos intentando joderme. Un amigo de la Infantería llegó a la ciudad. Salimos por
una cerveza, compartí esta mierda con él, me habló de un hombre que conocía llamado Deacon.
Cuando se detuvo y no continuo, le pregunté:
—¿Deacon?
—Cazador de recompensa, como lo que soy ahora. Pero un frío hijo de puta. Uno ochenta y siete de estatura, cien
kilos de una pared de puro hielo. Se metió en esto como yo me metí. Su esposa fue desapareció, la policía no pudo
encontrarla, por lo que él descendió a un mundo que no era el suyo para encontrarla. Lo que encontró fue que encajaba en ese
mundo. Estaba en la periferia, pero tenía talento para esto, tenía un lugar, así que se quedó.
—¿Encontró a su esposa?
Su mirada, ya fija sobre mí, se afianzó con esto.
—Sí.
Lo que fuera que esta persona Deacon encontrara no era bueno y yo no quería saber.
Por suerte, Raiden no me dijo.
Desgraciadamente, él continuó diciéndome otras cosas.
—Mi amigo me conectó con Deacon. Él es un solitario, pero también es el mejor en el negocio. Mucho trabajo, no lo
suficiente para que él corriera. La cosa era que no tenía a nadie al que respetara lo suficiente como para ceder el negocio.
Debe haberle gustado la vibra que salía de mí porque él me llevó a hacer un par de trabajos antes de que me dejara por mi
cuenta y comenzara a referirme trabajo. Hice los trabajos, establecí una reputación, conseguí más trabajo. Así que tuve que
contratar y formar a un equipo. Yo lo hice. Todos los hombres que se fueron de mi unidad en la Infantería quienes salieron
como yo y se encontraron, también como yo, con que no se ajustaban al mundo que dejaron cuando entraron en la Infantería.
Pero encajan en este otro mundo.
De repente, se hizo claro para mí.
Y esto rompió mi corazón.
—Raiden, esto suena como…
—Ahórratelo —dijo entre dientes, interrumpiéndome—. Ellas no saben todo esto que te estoy diciendo, pero me
conocen y me imagino que pueden adivinar. No los detalles, pero lo suficiente como para retorcerlos, así conseguí esa mierda
de mamá. Lo tengo de Rache. No lo escuché de ellas tampoco. Lo vivo, Hanna. Lo entiendo y conozco mi lugar, dónde me
siento cómodo, dónde encajo y es este.
—No estoy segura de que tengas razón —le dije cuidadosamente.
—Tú observas a un amigo que pensaste que sería un amigo de por vida, quien se pararía en tu boda, por quién te
gustaría nombrar a tu hijo después, a quien verías envejecer mientras lo escuchas protestar por los próximos cuarenta años
sobre que su esposa gasta demasiado dinero; volar en jodidos pedazos por una mina, nena, vas a estar en posición de hablar.
Ya que esa mierda, por suerte, nunca te va a pasar, no hables.
Mi corazón se rompió más, pero después de eso me quedé en silencio.
—Tú sabes todo eso, voy a decirte el resto —declaró—. Todo esto está arreglado. Knight es un amigo porque
Knight está conectado a Deacon, Deacon me conectó con Knight y Knight me hizo un favor. Me pagan en efectivo. Nada de
eso está en los libros, pero Knight tiene un negocio y él limpia mi dinero. Yo uso una asociación falsa con él, lo que significa
que utilizo sus cuentas para pagarme a mí mismo, a mis muchachos, hago inversiones y pago impuestos. Todo está encima de
la mesa y legal, en cuanto a lo que el gobierno sabe. Hacemos trabajos legítimos, que no tienen el efecto en un sentido de que
nadie vaya a comprender que los trabajos que hacemos no son legítimos. El impuesto toma su tajada, y se vuelve en dirección
opuesta. Conseguí una dirección. Voto. Conseguí una licencia. Placas en mi auto. Una baja honorable de la Infantería. Tanto
como para la preocupación de alguien, soy un ciudadano respetable, un veterano y dueño de una pequeña empresa y la mierda
que mi equipo y yo hacemos está enterrado tan profundo bajo esa respetabilidad, que nunca va a ser excavada.
—Paul Moyer dijo que no estabas registrado —espeté, y sus ojos se volvieron espantosamente penetrantes antes de
que pareciera relajarse.
—Paul Moyer habla basura porque quiere parecer genial. Para todos los intentos y propósitos, opero sin registro,
pero no estoy sin registro. Tú conoces a Deacon, entenderás lo de no localizable. Ese no soy yo. Vine a casa por unos días en
Navidad, pero no regreso a vivir en Willow para después escapar, él sabe lo que pasó con mi unidad, Moyer piensa que sabe
su mierda y habla. Él no conoce su mierda. Él no sabe nada.
—Dijiste que esto era inseguro —le recordé.
—Los hombres que quieren cazar hombres y están gustosos de pagar decenas de miles de dólares para que sean
entregados, y los hombres que están huyendo de ellos, no suelen ser personas a las que tú querrías invitar a cenar —remarcó
Raiden.
Esto era muy, muy cierto.
Dios.
—Esto me asusta —admití.
—Sí, pero te acostumbrarás a esto.
Él parecía muy seguro.
Yo no lo estaba.
—No creo que me gusta esto —le dije, mi voz pequeña—. Nada de esto.
Raiden no se movió.
Pero él habló:
—Entonces necesitas entender por qué lo hago.
Esto significaba que había más, y yo realmente no quería más.
Me lo lanzó.
—Todo, todo ser viviente en esta tierra, desde las plantas a los animales a los seres humanos, tiene un orden natural.
Es absolutamente crucial mantener ese orden, Hanna. He estado en el centro de un caos y no es un lugar divertido para estar.
Raiden se quedó en silencio y yo asentí para que continuara, mi corazón apretado y la pizza en mi vientre era un bulto
nauseabundo.
Él siguió.
—Los hombres que me contratan, mantienen el orden en sus mundos. Cada uno de ellos gobierna su propio imperio.
Si algo se rompe libre de su dominio, puede dar como resultado el caos. En los mundos que gobiernan esos hombres, si
mantienen el control, es muy raro que haya daños colaterales. Pero alguien les roba, alguien conspira para derrocarlos, y el
infierno se desata. Y cuando esos fuegos arden, nena, se llevan, sacan del camino a cualquiera.
Extrañamente, esto tenía sentido así que le dije:
—Está bien.
—Cuando llega el caos, me llaman. Yo me ocupo de él pero no extingo la amenaza. No soy un idiota. Sé que
cuando me encargo de uno de esos hombres que jodieron a uno de estos chicos, ellos no se encuentran en terapia de grupo y
resuelven sus problemas. Pero no me importa una mierda. Yo controlo el caos. Ninguna esposa o madre o niño o novia o
cualquier persona en la calle que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado consigue tirarme abajo
haciendo un punto, ya sea llevando a cabo la amenaza o usándolo como escudo, luego hago mi trabajo y me pagan
generosamente por hacerlo.
Esto tenía sentido, también, y era una especie de honor en un trenzado, tipo de submundo criminal de paso.
No le dije a Raiden esto. Yo solo lo miré fijamente.
Así que continuó.
—Ese es mi trabajo, y por la forma en que me miras veo que no ha penetrado todavía en el orden natural de las
cosas de lo que es un buen trabajo. Tengo un código. Yo no cazo mujeres no importa qué mierda tiren, y pueden tirar bastante
mierda grave a veces, pero ese no es mi asunto y nunca lo será. Y si el hombre que estoy por cazar es de veinte años o
menos, no tomo el trabajo. A esa edad, pueden tirar de su mierda fuera de su vida, estando a su alrededor. Yo no hago
preguntas. Yo no hago de abogado a mi presa . Yo etiqueto y entrego. El chico podría estar saliendo de su mierda, pero no
voy a saber eso y no voy a vivir con eso en mi conciencia de que está fuera tratando de encontrar una vida mejor y yo fui
responsable de arrastrarlo de vuelta.
Raiden se quedó en silencio.
—¿Eso es todo? —le pregunté, pensando que era por lo menos algo, pero no mucho de un código.
—No —respondió—. No hago trabajos secundarios, entregando mierda si saben que me dirijo a algún lugar, lo que
suele ser usualmente drogas o armas de fuego, pero podría ser cualquier cosa. No toco ninguno de sus negocios porque no
importa qué es, está contaminado, y no es parte de mi vida. Yo no soy musculoso. Tengo que mantener mi físico para la
captura, lo hago. Pero no causo lesiones a menos que sea inevitable. Estoy contratado y no en cualquier nómina. Se sabe muy
bien que no busco empleo. Ahora ni siquiera ofrecen, no importa lo bueno que sea en esto, me quieren en su equipo. En
cuanto a lo que mi equipo y yo hacemos, hacemos una cosa. El trabajo y solo el trabajo. No hay un menú de servicios
disponibles. No aceptamos ayudantes no importa la cantidad que están dispuestos a pagar. Y a menos que confíe en un
hombre, y hay pocos en los que confío fuera de mi equipo, Deacon y Knight, no concedo favores y no pido por ellos.
Raiden dejó de hablar.
Yo no dije nada.
Así que preguntó:
—¿Tienes alguna pregunta?
Negué con la cabeza, pero le dije:
—Creo que tengo que procesar esto.
Me estudió un momento antes de que sus ojos se calentaran, su voz se transformó y me ordenó:
—Entonces ven aquí y procésalo más cerca.
Mi garganta estaba obstruida. Negué con la cabeza, pero tragué y me obligué a decirlo:
—Creo que este es el tipo de procesamiento que necesita ser procesado solo.
Una mirada que era difícil de presenciar se movió sobre su rostro.
Él me entendía.
Eso me mató también.
—Hanna, ven aquí —susurró.
—No puedo.
—¿Por qué no?
¿Por qué no?
—Raiden, me acabas de decir que eres un criminal y no estoy segura de estar de acuerdo con eso o si alguna vez lo
estaré.
Y no lo estaba.
Y es por eso que esto me estaba matando.
—No soy un criminal.
—Participas en actividades criminales —señalé—. Sabiéndolo y estando de acuerdo.
—Hago mierda que se considera ilegal —replicó.
—No se considera ilegal, Raiden. Simplemente lo es —le dije.
—¿Y a quién lastimo? —disparó de regreso y mi boca se cerró debido a que en realidad era una buena pregunta—.
¿A quién lastimo, Hanna? —presionó.
No dije nada.
Lo que hice fue presionarme de nuevo en el sofá cuando Raiden se inclinó hacia mí, poniendo sus codos en sus
muslos y siguió hablando.
—No vendo droga. No vendo armas. No soy proxeneta de mujeres. No robo. No estafo. No chantajeo. No
exprimo dinero a la gente por protección. No actúo como un matón. Mi negocio nunca toca las vidas de los ciudadanos
honestos. Las personas de las que me ocupo hacen sus elecciones, las equivocadas, y yo soy una consecuencia de esas
decisiones. Yo no fuerzo sus opciones. Yo no hago una maldita cosa que contribuya a su negocio o a la mierda que hacen.
Joden y vagan en el mundo real, donde existe la posibilidad de que puedan tomar decisiones que pondrán a la gente buena
haciendo todo lo posible para pasar de vivir una vida decente a una llena de peligro, los tambaleo de una manera que la mierda
no sucede. No estoy tratando de convencerte de que esa mierda siempre sangra. A veces se contiene, pero siempre existe la
posibilidad de que alguien pueda salir perjudicado, presa del pánico, y algo totalmente jodido donde alguien inocente paga, y
lo que hago lo detiene antes de que pueda siquiera comenzarlo.
Él me estaba asustando. Todo esto lo hacía, pero aun así, encontré el coraje de señalar:
—Raiden, está claro que estás decidido a hacer lo que haces y tienes tus razones, pero, honestamente un poco de
eso suena como racionalizaciones.
—¿Sí? —preguntó—. Detuviste a Bodhi y Heather de joderte por el culo. Los dejaste libres, yo habría detenido los
envíos de irse fuera con tus chales y habría finalmente rastreado toda esa mierda de vuelta al hombre encargado de esto.
Ahora él va a encontrar otros Bodhi y Heather quienes probablemente encuentren otra Hanna Boudreaux a la que pueden
joder por el culo y ella podría no ser tan afortunada como tú.
Oh, Dios mío.
Eso tenía totalmente sentido.
—La gente hace un montón de mierda —me dijo Raiden—. Estas tan aislada por la familia, los amigos y Willow,
gracias a Cristo, que nunca sabrás toda la seria sacadora de mierda de gente que puedes obtener. Y no te digo sobre Bodhi y
Heather para hacerte pensar que estoy en una cruzada para apagar a los traficantes de drogas o cualquier otro tipo de basura.
Los hombres para los que trabajo, no hacen juicios y no se involucran. Pero cuando la mierda sangra y yo detengo el flujo,
aparece esa maldita satisfacción por el trabajo y lo hace enorme. Quieres que te lo suavice, a pesar de que Bodhi y Heather
fueron buenas personas que se vieron envueltos en algo que no podían controlar. Estaban apretados. Se vieron obligados a
tomar una decisión. No sé lo que pasó y no me importa una mierda, pero yo he visto un montón de gente, y los dos no tienen
almas negras. Pero ellos jodieron algo en algún lugar en el camino, sintieron las consecuencias y eso es justo. Lo que no es
justo es que te ataron a esa mierda y no me gusta que usen a personas como tú a menudo. Sucede lo suficiente para que me
siga gustando hacer lo que hago hasta que tenga el dinero para salir de él, relajarme y tener una vida digna, donde no respondo
a nadie y solo puedo respirar.
Dejó de hablar y yo no dije nada.
Nos sostuvimos la mirada el uno al otro.
Esto fue bueno y muy largo, mientras que mi mente procesó lo que dijo, todo lo que dijo, y un montón de cosas que
no dijo.
Tuve que admitir, todo tenía sentido. Tenía sentido porque Raiden había sembrado un poco de miedo, mostra ndo las
cosas como eran y obligado a tener sentido, pero lo hizo de una manera que ni siquiera tenía sentido para mí.
Era lo que él no dijo lo que penetró, cavó profundamente y se estableció con la intención de quedarse un rato.
Tal vez para siempre.
Mientras pensaba en esto vio mi cara, y yo sabía que él lo sabía cuándo se sentó y ordenó en voz baja:
—Ahora, Hanna, ven aquí.
No decidí hacerlo. Yo en realidad no podía creer que lo estaba haciendo cuando lo hice.
Dejé que mis piernas fueran, curvándolas debajo de mí, puse las manos en el asiento vacío entre nosotros y me
arrastré hasta él.
En el instante en que me acercaba él se inclinó hacia mí y puso sus brazos alrededor de mí de forma tan fuerte que me
dificultó la respiración. Él me arrastró con él, con la mano en la parte posterior de mi cabeza forzando mi cara en su cuello y
sentí enterrar la suya en el mío.
—Jesús, joder —susurró, alivio goteando fuertemente en esas dos palabras.
Cerré los ojos, y de nuevo no decidí hacerlo, pero aun así mis brazos se zafaron de los cojines del sofá para así
poder abrazarlo.
Empujó su rostro aún más en mi cuello y apretó firmemente.
Dejé que esto continuara, porque él lo necesitaba, y tal vez yo lo necesitaba. Entonces no pude dejar que continuara porque
no tenía necesidad de perder el conocimiento.
—Raiden, se me hace difícil respirar —dije con voz áspera.
Su brazo se aflojó.
—¿Estás conmigo? —preguntó en mi cuello.
Oh chico.
Oh Dios.
Demonios.
—Sí —mi boca decidió por mí.
Su mano hizo un puño en mi cabello y repitió:
—Jesús, joder.
Abue tenía razón. Ella siempre la tenía.
Raiden era peligroso.
Y yo sabía que no debería. Ella me advirtió que tuviera cuidado.
Pero por alguna razón que no entiendo no podía dejar de ser esa mujer que trataba de resistir el fuego del infierno.
No.
Yo sabía la razón.
Era porque no quería conocer nada del resto de mi vida más dulce que el amor que Raiden podría tener para mí.
También había más.
Yo quería que él no conociera nada para el resto de su vida más dulce de lo que yo podía darle.
—Creo que estoy en problemas —le dije a su cuello.
—Esa sensación se desvanecerá —dijo al mío.
—Creo que estoy asustada —seguí adelante.
—Eso se desvanecerá también.
—Simplemente digo, tú podrías estar en un poco de problemas, también.
Alzó la cabeza, el puño se aflojó en mi cabello así que alce la mirada y atrapó mis ojos.
Todavía era increíble.
El alivio en ellos, no se ocultaba.
Había estado preocupado.
Raiden Miller estaba muy interesado en mí.
Dios.
Abue estaba totalmente en lo cierto.
¿Cómo sucedió esto?
—¿Cómo estoy en problemas? —preguntó.
Yo no le dije lo que sabía, pero, obviamente, por lo que dijo, se negaba a hacer algo al respecto.
Estaba dañado y necesitaba arreglarlo.
Yo también no le dije que iba a hacerlo.
Yo no iba a hacerlo porque él era Raiden Ulysses Miller, un hermoso chico que se convirtió en un magnífico hombre
del que estaría enamorada por siempre.
No, yo iba a hacerlo porque era Raiden, un caballero, un héroe. Un hombre que, de niño, fue a través de cosas
terribles y salió increíblemente porque eso era solo quién era y se merecía a alguien que se preocupara lo suficiente como para
poner el esfuerzo de arreglarlo.
Yo no quería cambiarlo. Lo que hizo fue ser quien era y sin embargo, mientras eso progresaba yo sabía que él era el
tipo de hombre que iba a tener que dejar solo.
Eso sería él.
Pero yo iba a corregir el daño porque me importaba lo suficiente como para hacer el esfuerzo.
En su lugar, le dije:
—Soy totalmente Peggy Sue, Raiden, y tú haces lo que haces y es obvia la intención de seguir haciéndolo, pero
debes saber que voy a ignorar eso y mantenerme siendo Peggy Sue.
—Gracias, joder —respondió de manera tan inmediata que parpadeé.
—¿Perdón?
—Tienes que conocer mi trabajo porque así me conocerás —explicó—. Ahora ya lo sabes. Pero de ahora en
adelante, esto no te afecta. Así que sigues siendo tú porque no solo esa eres tú, sino también porque eso es exactamente lo
que me atrajo de ti, nena. —Sonrió—. Eso y las largas piernas; y ese dulce culo, y, honestamente, tus grandes tetas y ese
malditamente fantástico cabello. —Puse los ojos en blanco, su sonrisa se hizo más grande y siguió hablando—. Pero, de vuelta
al punto, en resumen, no me gustaría que fueras de otra manera.
Me gustó eso. Todo, incluyendo las cosas sobre mis piernas, el trasero y el resto.
Así que sonreí.
Entonces me relajé.
Raiden lo sintió.
Y sentí que se relajó.
Entonces él no perdió más tiempo y me besó.
Fue agradable, pero demasiado corto.
Me gustaría saber por qué cuando él se apartó, me miró a los ojos y declaró:
—Ahora que está hecho, es tiempo para un recorrido por tu casa. Un recorrido que va a terminar en tu dormitorio.
Sus palabras me hicieron temblar.
Yo estaba a punto de tener sexo con un increíblemente hermoso, criminal cazador de recompensas con una ética
cuestionable que por lo menos tenía sentido para él, incluso si no tenía sentido del todo para mí. Él era peligroso. Estaba
dañado. Estaba dentro de mí. Instintivamente sabía que esto no era el fin de mi mundo cambiante porque Raiden Ulysses
Miller entró en ella.
Y aun así…
No podía esperar.
12
Confíame Todo
Traducido por leiiBach e Itorres
El recorrido por mi casa no duró mucho y, como dijo Raiden, terminó en el dormitorio.
Duró el tiempo suficiente para que al momento en que llegamos allí mis pechos se habían hinchado y mis piernas
estaban temblando tanto que no sabía cómo me sostenía en pie.
Eso no quería decir que no viera de cerca como él entraba a mi habitación. Estaba increíblemente contenta cuando
observó mi cama de hierro blanco intrincadamente hecha; los volantes, las flores, los rosas pasteles, azules y verdes, y vi su
rostro suavizarse. Sus labios se levantaron y sabía que le gustaba.
Definitivamente sabía que me gustaba Raiden en mi habitación y esto tenía que ver con el hecho de que había pasado
una buena cantidad de tiempo imaginándolo aquí.
Y aquí estaba él.
Aquí mismo.
Disfruté de este sentimiento por un segundo antes de que tomara mi mano y me llevara a la cama, y luego volví a
concentrarme en mis pechos hinchados y mis piernas temblando tanto que encontré difícil mantenerme en pie.
Una vez que llegamos a la cama, sin embargo, hizo algo extraño.
Se sentó a un lado, abrió sus piernas y me empujó entre ellas, pero entonces soltó mi mano y abarcó mis caderas de
manera rotunda que decía sin palabras que me iba a quedar ahí.
Me quedé allí mismo.
Echó la cabeza hacia atrás para mirarme.
—En la planta baja, tomaste una decisión —declaró en voz baja, y mi respiración empezó a acelerarse.
Él tenía toda la razón. Lo había hecho.
Asentí.
—Sé que eso te asustó, nena, pero espero que entiendas que lo que te di allí abajo fue un regalo que, obsequiarlo,
significa un montón para mí.
Pude ver que así era, entonces asentí otra vez.
Contempló mi asentimiento, asintió en respuesta y las yemas de sus dedos se clavaron en mis caderas.
—Confié en ti con eso, Hanna. Nadie más, aparte de las personas con quienes trabajo, sabe esa mierda sobre mí. Ni
mi mamá, ni mi hermana, ni nadie.
—No voy a decir nada —le aseguré.
—Tengo confianza en eso, cariño.
Esto era grande. Entendí por qué, así que para hacer mi punto más claro, cubrí con mis manos las suyas y le susurré:
—La puedes tener.
Raiden me estudió.
Luego dijo:
—De acuerdo.
Dejé escapar un profundo suspiro.
Sus manos se deslizaron hasta mi cintura y su mirada sostuvo la mía.
—Ahora, que has tenido un montón de acontecimientos. Estás aprendiendo algo de mierda muy seria y esto está
yendo muy rápido para ti, pero aun así voy a pedirte que tomes más.
Oh chico.
—Está bien —contesté, pero vacilante.
—Ayer por la noche, te entusiasmaste con lo que hicimos. Entiendo lo que eres, de dónde vienes, pero te dejas llevar
conmigo y eso me encanta, cada segundo. Voy a confiar en ti con lo que te di en la planta baja y lo tomaré desde que estoy
sentado en tu cama, tomarás eso de mí y todavía confiarás en mí. Pero necesito que confíes todo en mí.
Estaba confundida otra vez.
—¿Confiarte qué?
—Esto —deslizó sus manos hasta mis costillas y apretó—. Tú. Todo de ti. Quiero que confíes todo en mí.
Estaba en lo cierto.
Oh chico.
—Raiden…
—Me gusta jugar.
Cerré mi boca.
—Tienes una pista de eso por lo de la noche anterior —prosiguió.
¿Una pista?
Oh Dios.
—¿Cierto? —apuntó
Ah, sí, lo tenía, pero no sabía que era una pista.
Aun así, asentí.
—Y te deleitaste en ello —señaló.
Así fue.
Asentí de nuevo.
—Quiero darte más.
Oh, Dios mío.
Mis piernas se debilitaron de nuevo, y mis manos cayeron de las suyas cuando las movió para levantar las mías y
ponerlas sobre sus hombros.
—Lo que significa que vas a tomar más —continuó.
Oh, Dios mío.
—Y tú me vas a dar más a mí —continuó.
Empecé a respirar pesadamente.
—Pero si todo lo que hago, todo lo que te pido que hagas, no te funciona, no te excita, no importa qué tan profundo
estemos en ello, Hanna, dices la palabra “solitario” y lo cambiaremos, encontraremos algo que ambos disfrutemos y eso nos
llevará lejos.
Sabía lo que estaba diciendo. Había oído hablar de ello.
Estaba hablando de una palabra de seguridad.
Lo que quería decir que cuando dijo que le gustaba jugar, se refería a que a él le gustaba jugar.
A pesar de que mi respiración se aceleró y mi estómago se apretó todavía sentía mis pezones hormigueando y el
calor empezó a latir entre mis piernas.
—¿Estás conmigo? —preguntó.
Nunca esperé esto. Ni siquiera había pensado en ello. No se me ocurrió que tendría que tomar esta decisión, y
mucho menos hacerla con Raiden Miller.
Aun así, no lo dudé antes de respirar un:
—Sí.
Sus dedos se clavaron de nuevo en mis costillas y su voz se puso áspera y autoritaria cuando dijo:
—Escucha, Hanna, si no te gusta lo que estamos haciendo, detenlo. Tengo lo que obtuve de ti la noche anterior,
cariño, y no mentí. Fue jodidamente fenomenal, así que si te empujo a un borde al que no quieres ir, le pones un fin a las cosas.
Sé lo que está parado frente a mí y lo quiero tal como es, da igual como venga. Si exploramos, voy a ser feliz. Pero si no
obtengo nada más de lo que me diste anoche, eso estará lejos de hacerme infeliz. ¿De acuerdo?
Asentí, pero fue tentativo.
Raiden lo notó.
—Nena…
—Soy Peggy Sue —susurré y sus labios se levantaron.
—No te pongas-en-los huesos-de Peggy Sue, si vas a entrar en pánico como la noche anterior, cariño.
Tuve que admitir, que esto era cierto.
—¿Confías en mí? —preguntó, y mis dedos se tensaron en los músculos de sus hombros.
—Sí.
—Entonces confía todo en mí.
Tragué saliva antes de lamerme los labios, los froté y lo miré fijamente.
Un hombre atractivo.
Un hombre peligroso.
Un hombre dañado al que pretendía reparar.
En esos pensamientos, la determinación usurpó mi columna vertebral y otra vez asentí.
Sus dedos se clavaron profundamente mientras sus ojos empezaban a arder y gruñía:
—Joder.
Raiden estaba contento.
Oh Dios.
Su mano se deslizó hacia abajo a mis caderas y su voz era más profunda, cuando dijo:
—Bien. Ahora, Hanna, quítate la ropa.
Oh.
Dios.
De repente, esa determinación en mi columna vertebral no se sentía tan decidida.
Me congelé, comencé a dar un paso atrás, pero sus dedos se flexionaron y me detuve.
—Ahí mismo, cariño —ordenó, y estaba un poco confundida.
Estaba de pie entre sus piernas abiertas. No había suficiente espacio para moverse.
Aun así, seguí. Puse mis manos en el borde de mi camiseta, quitándomela y la tiré al suelo.
—Despacio —ordenó Raiden y me mordí el labio.
Bueno, podía hacer eso.
O a lo mejor, quizás podía hacerlo.
A pesar de que mis dedos fueron al botón de mis pantalones cortos sus manos no se movieron de mis caderas, así
que cuando bajé la cremallera sosteniendo su ardiente mirada, muy lentamente los deslicé sobre mis caderas, los saqué de
debajo de su manos, pero estás se quedaron allí.
Mis pantalones cortos cayeron a mis pies. Me moví de un pie al otro, para sacarlos y lanzarlos detrás de mí.
Sus ojos nunca dejaron los míos, Raiden exigió:
—El sujetador ahora, nena.
Bien. Oh chico.
Uhm...
Mi piel hormigueó, mis nervios tintinearon incluso cuando el calor se reunió entre mis piernas ante la expresión de sus
ojos, puse mis manos detrás de mi espalda y muy lentamente desabroché el primer gancho luego el segundo. Dejé caer mis
manos, inclinando mis hombros hacia adelante y el sujetador cayó.
Sus ojos bajaron a mi pecho. Sus dedos se clavaron y empecé a respirar entrecortadamente, el calor aumentó entre
mis piernas cuando agarré un tirante de mi sujetador en una mano y lo arrojé a un lado.
La mirada de Raiden volvió a subir a la mía y gruñó:
—Bragas.
Juro que sentí el estruendo de su gruñido en mi calor cuando hice mi mejor esfuerzo para maniobrar alrededor de sus
manos, que todavía no se movían, muy lentamente tiré de mis bragas sobre mis caderas hasta que cayeron por mis piernas.
Repetí lo que hice con mis pantalones cortos, lanzándolas detrás de mí.
Entonces estaba desnuda frente a él, sentado completamente vestido en mi cama, y me sentí rara. Me sentía
maravillosa. Estaba un poco asustada. Muy emocionada. Y me preguntaba, con un montón de impaciencia, sobre lo que
sucedería a continuación.
No me hizo esperar mientras sus manos se movían por fin en mí, en un suave susurro, pero no las estaba mirando.
Estaba mirando mi rostro.
Se sentía bien, se sentía bueno y cuanto más lo hacía, se sentía mejor.
—¿Puedes abrir las piernas para mí? —preguntó con suavidad, y en realidad sentí la ola de humedad que saturaba
entre mis piernas mientras hacía lo que me había pedido. No tenía mucho espacio, pero le di lo que pude.
—Eso es todo —susurró, con una mano bajando por mi vientre. Me preparé para que sus dedos me tocaran ahí, o
mejor aún, para que me invadieran, pero los pasó muy ligeramente a lo largo del interior de la unión de la cadera y el muslo, y
fue cuando comenzó.
Minutos que parecieron horas de solo eso.
Raiden viendo mi cara, sus manos moviéndose sobre mí, acercándose a las cosas buenas, deslizándose a lo largo del
lado de mi pecho, pero no tocando mi pezón, nudillos rozando la parte inferior de mi seno, pero no dando en el blanco, sus
dedos deslizándose por el interior de mi muslo solo para alejarse justo cuando pensaba que me iba a encontrar.
Era brillante. Una tortura. Cuanto más tiempo pasaba, más me emocionaba y me frustraba.
Gemí y levanté mis manos para agarrar sus hombros, pero antes de que llegaran a su destino, Raiden ordenó:
—Entrelázalas por detrás de tu espalda.
—¿Qué? —jadeé.
Sus manos se extendieron sobre mis costillas de nuevo, manteniéndome firme y sus ojos se encontraron con los míos.
—Hazlo, nena.
Oh Dios, esto era caliente.
Daba miedo.
Era una locura.
Junté las manos a mi espalda.
Una de sus manos se deslizó dentro, hacia abajo; sus dedos pasaron por el vello entre mis piernas, sobre mi clítoris y
luego se retiraron.
Una recompensa.
Una recompensa infinitesimal.
Dios.
Tortura.
Brillante.
—Bueno, Hanna, ahora mantén las manos entrelazadas. No importa lo que sientas, lo que yo haga, lo que quieras.
¿Harás eso por mí?
—Sí —jadeé.
—Bien, nena, ahora arquea la espalda para mí.
Oh Dios. Dios. Dios. Dios.
Arqueé mi espalda y él inmediatamente se inclinó y añadió los labios y la lengua a la tortura que sus dedos estaban
perpetrando. Se movieron, tocaron, deslizaron, rozaron y lo hizo una eternidad antes de que la punta de su lengua se deslizara
sobre mi pezón.
Estaba tan preparada, calor enroscándose a través de mí y gemí:
—Raiden.
—Mantente arqueada para mí, cariño —murmuró entre la piel de mis pechos.
Mantuvo una mano dando nada más que constante jugueteo entre mis piernas, la otra me sujetaba por la cadera, y de
repente su boca se cerró sobre mi pezón y tiró con profundidad.
Estaba tan lista. Lo necesitaba tanto, todo mi cuerpo se sacudió. Grité, mis manos se separaron y casi las llevé a su
cabello para acercarlo a mí antes de que recordara, juntarlas y entrelazarlas detrás de mí.
Detuvo la succión.
¡No!
—Raiden —supliqué.
—Quédate quieta, Hanna.
—Cariño…
Otro roce con la punta de su lengua en mi pezón; mi clítoris palpitaba, mi cuerpo se sacudió y gemí.
—Confía en mí —susurró.
Oh Dios, oh Dios.
Dios.
Más jugueteo, más nada, todo lleno de promesas; más tormento, luego las dos manos de Raiden se deslizaron de
nuevo a mis costillas, su boca se apartó de mí y bajé la cabeza para verlo inclinar la suya.
—Móntate, nena.
Por fin.
No lo dudé. Puse una rodilla en la cama a un lado de sus caderas, y la otra en el otro lado y me acomodé.
—Apóyate en mis hombros —ordenó y puse mis manos en sus hombros.
Su mano fue entre mis piernas, y no jugueteó, condujo dos dedos en mi interior.
Oh, sí.
Sí.
¡Por fin!
Me quedé sin aliento, mi cabeza cayó hacia adelante golpeando su hombro y su gruñido fue directamente a mi oído.
—Móntalos.
Los monté. Oh Dios, sí que los monté. Mi cabeza se giró, presionado mi rostro en su cuello. Mis manos agarrando
sus hombros, monté sus dedos y lo hice con desesperación, porque lo necesitaba. Lo necesitaba para mantenerme junta. Lo
necesitaba porque estaba en el borde.
—Detente —exigió Raiden.
—Oh, cariño, por favor, no —jadeé.
—Detente, Hanna.
Me detuve en un maullido de desesperación insensata, pero obtuve más al instante.
—Libérame —ordenó.
Me levanté, lo miré a los ojos y se estaba moviendo. Su mano en la parte posterior de sus pantalones, sacó su
billetera.
Oh, sí.
Gracias a Dios, sí.
Sacó un condón, arrojó la billetera al suelo mientras sostenía su mirada y torpemente trabajé en sus jeans.
Finalmente los tuve como los necesitaba y lo liberé de ellos.
Su polla era grande, larga, gruesa y dura como una piedra, y la quería dentro de mí.
—Toma el paquete, Hanna, y enróllalo en mí. —Apenas terminó su pedido cuando le arrebaté el paquete de su
mano, pero él dijo—: Lento, nena.
Demonios.
Lo miré y me obligué a ir lentamente. De este modo funcionó, sobre todo porque mis manos estaban temblando tanto
y ellas llegaron a sacudirse peor cuando sus manos se movieron a mis pechos, sus pulgares comenzaron rodeando mis pezones
y perdí la concentración cuando pasaron de mis pezones al clítoris.
Finalmente lo hice y estuve a punto de colocar mi mano alrededor de su polla cuando sus palabras me detuvieron.
—Voy a guiarte hacia mí, entonces lo tomarás otra vez y cuando lo hagas, vas a joderme lentamente.
Mantuve su mirada y mi voz tembló cuando le dije:
—No sé si puedo hacerlo lento, Raid.
Cuando dije su nombre, sus ojos brillaron, pero sus labios dijeron:
—Lento, Hanna.
—Yo…
—Confía en mí.
Tragué saliva y asentí.
—Aférrate a mis hombros otra vez, cariño.
Hice lo que me dijo.
Raiden hizo lo que había prometido, moviéndome, posicionándome, y con una mano alrededor de su polla y su otro
brazo alrededor de mis caderas, se guio a sí mismo mientras me jalaba hacia abajo, llenándome.
Mi cabeza cayó hacia atrás ante la pura belleza.
Luego sus manos se extendieron a mis caderas.
—Mírame. —Obligué a mi cabeza a moverse hacia adelante. Sus ojos se cruzaron con los míos, las yemas de sus
dedos se clavaron y ordenó—: Labios a los míos, nena, todo el tiempo que me jodas lentamente.
Sí.
Yo podría hacer eso.
Así que lo hice.
Labios a los suyos, los ojos abiertos, sus ojos se abrieron, me moví con él.
Instantáneamente, necesitaba más.
—¿Cuándo puedo ir más rápido? —le pregunté.
—Lento —respondió.
—Sí, pero ¿cuándo puedo ir más rápido?
—Yo te diré, cariño, ahora lento.
Fui lento.
No podía hacerlo lento.
Estaba deshaciéndome.
Mis manos se deslizaron hasta los lados de su cuello y rogué:
—Raiden.
Una de sus manos se deslizó hasta mi pecho, lo cubrió y su pulgar frotó con fuerza contra mi pezón.
Me moví rápido y jadeé:
—¡Raiden!
—Más despacio, Hanna.
—Oh Dios —gemí mientras me obligaba a hacer lo que él dijo.
Su pulgar se mantuvo en mi pezón, y frotó, y frotó, y frotó hasta que sentí como si mi piel se fuera a dividir abierta.
—Raiden, cariño, por favor.
Su otra mano se movió por mi espalda, sus dedos fueron a mi cabello, lo empuñó y gruñó contra mis labios:
—Está bien, Hanna, fóllame duro ahora, nena.
Al instante, accedí.
Justo en ese instante, el dedo de Raiden se encontró con su pulgar, tiró con fuerza en mi pezón y quemó a través de
mí.
Gemí contra sus labios y lo monté con más fuerza.
—Maldición, pero mi chica es jodidamente magnífica —gruñó—. Más duro, nena, fóllame.
Lo follé con más fuerza, jadeando, gimiendo, quejándome. Una de mis manos se deslizó en su cabello y al igual que
el suyo en el mío, lo empuñé. Fuerte.
—Eso es, nena, cabálgame —gruñó mientras me movía—. Maldición. Magnífico. ¿Vas a dármelo?
—Sí —dije en voz baja y su mano izquierda dejó mi pecho, viajó hacia abajo y disparó entre mis piernas.
—Entonces me lo darás —ordenó.
Su pulgar pellizcó mi clítoris y eso era todo lo que necesitaba.
Conduje hacia abajo y me liberé. Mi cabeza voló hacia atrás, mi espalda se arqueó y grité cuando volé a pedazos.
—Jodidamente increíble —oí decir a Raiden en tono áspero.
Entonces yo estaba en mi espalda, las caderas de Raiden cerrándose de golpe en las mías y lo tomé, aun viniéndome,
mis miembros lo agarraban a mí, mi mano todavía empuñada en su cabello. Levanté mis caderas para darle más aún cuando
me dejó y empujé mi cara en su cuello.
—Fóllame duro, cariño —me quedé sin aliento en su cuello. Su mano todavía en mi cabello tirada hacia atrás, pero
su rostro se quedó en mi cuello y su polla se condujo duro y profundo.
Entonces sentí sus dientes hundirse en mi carne mientras sus dedos sujetaban más apretado mi cabello. Gemí cuando
el dolor vino como placer con un golpe y un escalofrío, secuelas de pura felicidad susurraron a través de mí.
Raiden se plantó a sí mismo de raíz. Lo sentí venirse y cuando lo hizo él gemía tan profundamente en mi cuello que
viajó a través de mi garganta y sentí como si sacudiera la cama.
Me aferré y glorifiqué cuando mi cuerpo se sacudió mientras sus caderas se sacudían a través de su propia raíz de
golpes, golpeando en mí, una vez, dos veces, una y otra vez, y finalmente su orgasmo empezó a decaer y los empujes se
suavizaron, se convirtieron en deslizamientos y paró en la profundidad.
Él no me acarició, no trabajó mi cuello con su boca. Él no dijo nada y yo tampoco. Solo lo sostuve y yací allí,
sintiéndolo conectado a mí, en mi cama. Todo lo que acababa de hacer, lo que me había exigido, lo que significaba dármelo a
mí y el hecho de que yo le había confiado todo a él. Y Raiden había hecho que valiera la pena.
Completamente.
Eso fue caliente.
Fue increíble.
Y fue hermoso.
Luego se hizo más hermoso cuando sus labios se deslizaron a la piel debajo de mi oreja y murmuró:
—Ya vuelvo —luego sus labios se deslizaron sobre mi mandíbula mientras lentamente, muy lentamente, se deslizaba
fuera.
Apenas movió su cuerpo sobre el mío antes de arrastrar mi chal sobre mí para cubrir mi desnudez, entonces él salió
de la cama. Me acurruqué de lado y vi como él entraba en mi cuarto de baño.
Me quedé allí, saciada, sintiéndome tan bien que no sabía que alguien pudiera sentirse así de bien y pensar que solo
me quité la ropa y desnudé como el día en que nací, jodí con un hermoso hombre completamente vestido y me corrí tan fuerte
que podría no necesitar otro orgasmo durante una década.
Esto me hizo sonreír, lo cual fue lo que Raiden me atrapó haciendo cuando él salió del cuarto de baño.
Cuando me atrapó, sus increíbles ojos se calentaron, todo su rostro se suavizó y Raiden Miller en mi habitación
devolvió la sonrisa.
Entonces él me dio más belleza.
Se detuvo en el borde de la cama e hizo algo extraordinario, algo que recordaría por el resto de mi vida.
No era lo mismo, pero aun así lo era. Mientras lo observaba, tomándose su tiempo, Raiden se quitó la ropa.
Dándome lo que yo le di, haciendo lo que ya era un recuerdo feliz para mí, confiando en que él se haría cargo de mí, haría lo
correcto por mí, darme belleza, un recuerdo más feliz cuando él se dio vuelta hacia mí.
Luego puso una rodilla en la cama, levantó el chal, se deslizó debajo conmigo y me tomó en sus brazos.
De costado cada uno, frente a frente, con los brazos alrededor de él, con la cabeza metida debajo de la barbilla, la
frente en el cuello, la mejilla en su clavícula, lo escuché y sentí su rugido:
—¿Estás bien?
—Uhm... no han medido este nivel de bueno, por lo tanto como no ha sido definido, entonces la respuesta es sí, pero
la palabra está mal.
Sus brazos apretaron y su cuerpo comenzó a temblar.
Estúpidamente, seguí hablando:
—Estaré contactando a Webster mañana. Mi sugerencia será absoluta y jodidamente increíble.
El cuerpo de Raiden empezó a temblar con más fuerza.
Esa fue toda la idiotez que había dejado en mí. Mi orgasmo condujo el resto de ella, así que no tenía nada que dar,
excepto abrazos en silencio cerca de Raiden.
Él consiguió el control de su hilaridad, su cuerpo dejó de temblar y su cuello se movió antes de sentir sus labios en la
parte superior de mi cabello cuando murmuró:
—Mi chica se vino con fuerza.
Así lo hice.
—Sí —le susurré.
—Creo que vamos a divertirnos con la forma en que me gusta jugar —él señaló.
No estaba equivocado.
No le respondí. Solo lo abracé cerca.
—Sí, ella va a tener diversión —murmuró en mi cabello y oí la sonrisa en su voz. Pero no había ninguna sonrisa, su
voz era ronca cuando terminó con—: Mi recompensa.
Eran dos veces que él decía eso, pero lo dejé pasar, sobre todo porque tenía la sensación de que me diría lo que
quería decir cuando fuera su tiempo.
Él se quedó en silencio. Permanecí igual.
Nos abrazamos y Raiden solo se movió una vez, para levantar una mano y cepillar la punta de los dedos con ternura
a lo largo de mi cuello en el lugar donde sus dientes se hundieron antes, su brazo se movió de nuevo a mi alrededor para tirar
de mí más cerca.
Había algo en ese gesto, ese toque. Algo significativo. Algo que no estaba segura de tener, pero algo que me
gustaba. No lo cuestioné, no dije una sola palabra; no estaba dispuesta a romper el estado de ánimo, no se trataba de
cuestionar ese gesto de ternura que Raiden me dio, feliz de solo aceptarlo en silencio.
Después de un rato, incliné la cabeza hacia atrás y su barbilla se hundió así podía ver sus ojos.
Esos ojos.
En mi cama.
Mirándome.
Dejé que se posaran en mí mientras le hice una pregunta importante.
—¿Quieres helado con chocolate derretido?
—Sí —respondió, labios curvándose.
—Yo hago en casa el chocolate derretido —compartí.
—Entonces, demonios sí —respondió, ahora sonriendo.
Le extendí mi mano, toqué mi boca en la suya y le dije:
—Vamos.
Él se levantó y me llevó y al chal con nosotros, así que todavía estaba cubierta, lo cual también era dulce.
Él se puso sus jeans.
Busqué bajo mi almohada y me puse mis pantalones de pijama y mi camiseta.
Fuimos abajo y empecé con una olla de salsa de chocolate derretido que con el tiempo se quemó más allá de ser
comestible.
Esto fue porque cuando estaba preparando el ensamble de los helados, saqué una lata de crema batida.
Y Raiden la vio.
Así que el chocolate derretido terminó quemado.
Sin embargo terminé desnuda de espaldas en mi mesa de la cocina consiguiendo otro orgasmo que tuvo todo que ver
con Raiden: sus manos, su boca, su lengua y una lata de crema batida.
Era mejor que cualquier helado que haya tenido.
Mucho mejor.
13
Esa Clase de Amor
Traducido por ஓ ¥anliஓ y Debs
A la mañana siguiente…
Estaba en la cocina de pie frente a la encimera en mis pijamas, organizando las rodajas de manzana con canela en la
parte superior de la masa del pastel de café, cuando sentí el movimiento a mi lado.
Volví la cabeza.
Raiden estaba allí.
Eso no era una sorpresa. Yo había oído el agua correr en el baño de arriba.
Pero era una delicia, ya que llevaba puesto nada más que jeans, con el cabello en un sexy desastre, sus ojos
somnolientos pero cálidos y sobre mí mientras se dirigía en mi dirección.
Sonreí.
—Buenos días, corazón.
Sus "buenos días" fueron mejores.
No dijo ningunas palabras, pero encajó el frente de su gran cuerpo a la espalda del mío y envolvió sus brazos a mí
alrededor. Luego inclinó la cabeza y besó mi hombro.
Sí, mucho mejor que el mío.
Su barbilla sin afeitar se posó en mi hombro y sabía que él estaba mirando mis manos acomodando las rodajas de
manzana.
Esto se demostró cuando él retumbó con un:
—Eso se ve bien. —Su voz más profunda, porque al igual que sus ojos, era como si todavía tuviera una pizca de
sueño.
—Pastel de café, con rodajas de manzanas y canela —le dije.
—Jesús —murmuró, sonando un poco aturdido, mientras consideraba la encimera que era un lío de cuencos,
ingredientes y los residuos de la preparación del pastel de café.
Repentinamente, me sentí tensa, nerviosa y me apresuré a explicar:
—No es un, uhm… algo cotidiano, pero me sentí como con un poco de humor para algo…
¡Oh Dios! Nunca debí haber sacado la gran arma del pastel de café que llevaba una eternidad para hornear y montar
que era seriamente complicado.
¿En qué estaba pensando?
—Especial —terminé sin convicción, pensando que decía mucho en poco tiempo.
Raiden no perdió el tiempo comunicando lo que no creía que dijera mucho, demasiado pronto.
Uno de sus brazos alrededor de mi cintura me dejó ir solo para levantarse y envolverlo alrededor de mi pecho. Me
atrajo más a su cuerpo, y esta vez besó la piel debajo de mi oreja.
—No lo he probado todavía, pero ya sé que sabe perfecto —susurró allí, y me relajé contra su duro cuerpo.
Él me dio un apretón antes de aflojar los brazos, y le informé:
—El café está hecho. Las tazas están en la alacena sobre la cafetera.
Raiden me dejó ir, pero lo hizo deslizando su mano por la piel de mi pecho, y la otra a través del material de mi
camiseta de tirantes hacia mi estómago antes de que su cuerpo desapareciera.
Agarró una taza y la estaba llenando cuando preguntó:
—¿Necesitas una recarga?
Estaba alisando la capa superior de la masa sobre las manzanas cuando contesté:
—Sip.
Él trajo la jarra hacia mi taza y la rellenó hasta arriba, preguntando:
—Ve la leche, nena. ¿Necesitas más?
—Sí, corazón. Yo uso la crema de leche que está en la puerta del refrigerador.
Fue, agarró la Coffee-Mate con sabor a vainilla francesa y echó un poco en mi taza.
Extendí las rodajas sobre la masa pensando que era fabuloso. Mi cocina. Raiden llenando mi café. Cosas de pareja
que se sentían naturales y correctas, a pesar de que solo habíamos tenido dos citas.
Tal vez el estilo lento de Raiden era bueno.
Apoyó una cadera contra la encimera mientras deslizaba el pastel en el horno e iba a lavarme las manos en el
fregadero.
—¿Tu agenda de hoy? —preguntó mientras me secaba las manos.
Fui a pararme delante de él, agarré mi taza y también me apoyé en la encimera.
Tomé un sorbo y le dije:
—Llevar a la abuela al Mah Jong, luego ir a mi casa en la ciudad, si la policía me deja entrar. Tengo que ver en qué
se ha metido Heather, si estoy atrapada, llenar pedidos, volver a lo que estaba.
—Tú me necesitas para hablar con Joe para asegurarte de que tienes acceso, le haré una llamada —ofreció Raiden y
me sonrió.
—Creo que estoy bien, pero te lo haré saber.
—Está bien, cariño.
Repetí la pregunta:
—¿Tu agenda de hoy?
Tomó un sorbo y dejó la taza en la encimera.
—La ferretería, volver aquí, instalar la nuevas cerraduras para ti. Luego tengo que ir a Denver y ver alguna mierda.
Dos oraciones, una cantidad enorme que digerir.
—¿Nuevas cerraduras para mí? —pregunté.
—Tus cerraduras son una mierda —respondió.
—Pero…
—Y, Hanna, es bueno que estemos en esto, porque tú me abriste la puerta anoche y no escuché correr el seguro.
Mis cejas se unieron en desconcierto.
—Pero… estaba en casa —le dije algo que ya sabía.
—Tú eras una mujer sola en casa. Deberías cerrar tus puertas.
—Raiden…
—No —me interrumpió—. Estoy tratando de ignorar la idea de que estés tomando una siesta con tus puertas sin
seguro. Ya es bastante malo que no estén bloqueadas cuando estás despierta.
—Vivo en el culo del mundo —le recordé—. Nadie viene por aquí. Nadie sabe siquiera que hay un aquí para venir.
Pero los que lo hacen, puedo oírlos venir.
—Me importa un carajo. Apenas una conjetura, no tienes un arma. Tu cerradura es una mierda total y no le impediría
la entrada a nadie que sepa abrir cerraduras rudimentarias o que tenga la fuerza para mandar a tierra tu puerta de una patada.
Tienes que tener una cerradura nueva. Revisaré esta —señaló con la cabeza mi puerta de atrás—, y puede que consigas dos.
Pero cuando estés en casa, bloqueas las dos.
—Esta es la casa en la que crecí, Raiden. He vivido aquí toda mi vida. Sé que es…
Me callé cuando su mano se cerró a un lado de mi cuello y se deslizó hasta mi cabello, tirando hacia arriba, así que
me alcé de puntillas, incluso cuando él se inclinó hacia mí, y vi que su rostro ya no estaba magníficamente soñoliento. Sus ojos
eran severos y afilados y su mandíbula estaba apretada.
—Bloquea. Tus. Puertas —ordenó.
—Está bien —le susurré al instante, y él me dejó ir.
Volví a estar sobre mis pies y escondí mi desconcierto ante su autoritarismo extremo y fácil capacidad de destacar
eso mediante el contacto físico.
—Hanna —llamó.
—Mm-hmm —murmuré contra mi taza.
—Cariño, mírame a los ojos.
Alcé los ojos hacia él.
—Conozco las amenazas que acechan ahí fuera. Lo que quiero es saber que el peligro no te amenace. Si la mierda
puede suceder, lo hará. Las probabilidades son: que ninguna amenaza va a aparecer por ese carril y detenerse en tu casa. Pero
si lo hace, yo quiero que tengas cinco minutos para llamar al 911 y lograr ponerte a salvo para que no descubras exactamente
lo que es una amenaza. Logro pensar e n el segundo que necesitas cada vez que le des la vuelta a la cerradura y es
desagradable. Vivir la vida con las consecuencias de no hacerlo sería jodidamente mucho peor.
Esto tenía sentido.
Incluso era dulce que estuviera preocupado por mí y quería protegerme.
Sin embargo.
—Podrías haberme explicado eso en lugar de agarrarme y volverte todo sargento —le dije.
—¿He logrado tu atención? —preguntó.
—Sí —le respondí, luego añadí vacilante—: de una manera que no me gustó mucho.
—Entonces, la próxima vez, no repliques con insolencia —devolvió.
Parpadeé.
Tomó un sorbo de su café antes de preguntar:
—¿Cuánto le falta a ese pastel?
Abrí la boca, la cerré y abrí de nuevo para responder:
—Como una hora.
Raiden miró el reloj de mi microondas, luego retiró la taza de mi mano, la puso sobre la encimera, arrebató mi mano
y me arrastró hacia la puerta, murmurando:
—Entonces tengo que comerte ahora antes que al pastel.
Mis pezones empezaron a hormiguear y falle un escalón, pero Raiden no se dio cuenta.
Él me llevó detrás de él por las escaleras a mi habitación, y antes de que pudiera lograr juntar mis pensamientos,
estaba de espaldas en mi cama. Mi ropa interior y pantalones de pijama se habían ido, la boca de Raiden estaba entre mis
piernas y no tuve ningún pensamiento en absoluto, excepto lo increíblemente bueno que era con su boca.
Él me tuvo antes que al pastel.
Y tuve un orgasmo antes que el pastel.
***
***
Esa noche...
Raiden estaba sobre sus pantorrillas, con sus caderas hacia arriba. Yo estaba a horcajadas, de espalda a su frente,
con sus brazos alrededor mío, sus manos se movían por todas partes.
Estaba desenredada.
Su mano se deslizó hacia abajo y luego se deslizó a través de mi vientre, y sin siquiera pensarlo, mi mano cubrió la
suya y la deslizó hacia arriba.
Tomando la mía con esta, la deslizó hacia abajo, a mi vientre.
La deslicé hacia arriba.
Su mano se calmó luego se deslizó a mi lado, hacia abajo y hacia adentro. Mi mano aún sobre la suya, sentí su dedo
medio presionando, en círculos. Sus caderas se dispararon, me llenó, mi cabeza voló hacia atrás, un gemido flotó hasta mi
garganta y me dejó hecha en pedazos.
***
***
***
A la mañana siguiente...
En el momento en que las bisagras de la puerta chillaron después de que Raiden fue al baño para tratar con el
condón usado, aparté las sábanas, agarré su camiseta del costado de la cama y me la puse mientras me lanzaba
silenciosamente por la habitación hacia la foto enmarcada.
Necesitaba entender.
Pero no le podía preguntar.
Todavía no.
Tenía que aprender lo más que pudiera sin él.
Agarrando el marco, con mi corazón acelerándose, mis ojos se movieron sobre las caras de los hombres en la
fotografía.
No podía comprenderlos, todavía no.
Estaba buscando a Raiden.
Lo encontré, en la fila de atrás, el único, sus brazos colgando alrededor de los dos hombres a sus costados. El del
extremo tenía una enorme arma escalofriante, la culata en su cadera, el cañón apuntando. Raiden estaba sonriendo, los dientes
blancos, los ojos arrugados, envolventes gafas oscuras empujadas hacia atrás en la cabeza.
Haciendo agua la boca.
Desgarrador.
Acababa de conseguir la oportunidad, y saqué el valor suficiente, para mirar los rostros de los dos hombres a cada
lado de él antes de oír el inodoro bajar.
Puse el marco de regreso donde estaba, corrí por la habitación hacia la zona de la cocina, busqué ansiosamente y
encontré una cafetera casi oculta por las cajas y platos. En la parte inferior había una gruesa costra de color negro.
Las bisagras chillaron justo antes de que agarrara el mango de la olla y la sacara haciendo que cajas y tazones se
tambalearan peligrosamente. Me volví y vi a Raiden salir del baño desnudo y animado.
Levanté la olla y le pregunté:
—¿En serio?
Una sonrisa se extendió por su rostro mientras sus pies lo llevaban hacia mí. Sacó la olla de mi mano y la arrojó en el
lío sobre su encimera donde milagrosamente encontró sitio entre una caja de Fruit Loops y una pila de tazones. Sus manos
fueron entonces directo a mi trasero, me levantó y yo envolví mis piernas alrededor de él.
Nos llevó a la cama, volteó su espalda hacia esta y nos dejamos caer, yo encima.
Después de que rebotamos, me levanté ligeramente sobre los antebrazos en su pecho y él anunció:
—Vamos a ducharnos, vamos con Rachelle, conseguimos desayuno y café.
—Afirmativo —estuve de acuerdo y sus labios se curvaron luego de que dije—: Tengo una pelea de pagos por
hacer, pero estoy tomando una tarde esta semana en este loco lugar tuyo para que de alguna forma sea habitable. Con eso
quiero decir que tú puedas hacer una taza de café y cerrar tus cajones ya que el resto está más allá de mis capacidades, a
menos que me alquiles una Sandblaster y me des una tarjeta de crédito en Sears.
Su cuerpo estaba temblando ligeramente bajo el mío, cuando preguntó:
—¿En qué consiste la pelea de pagos?
—Lo decidiré más tarde.
—Nena, tú haz este lugar habitable, sea lo que esto sea, yo lo pagaré.
Le sonreí.
Él ya estaba sonriendo y siguió haciéndolo.
Me di cuenta de repente de que en todo el tiempo que pasé esperando por él, observándolo con Rachelle, rara vez
lo veía sonriéndole a su hermana, y tal vez si estaba de buen humor, pero aparte de eso nunca caminó o se movió sonriendo.
Y yo nunca lo había oído o visto riendo.
Pero él solía hacerlo todo el tiempo antes de que se fuera. Lo había observado con avidez en los pasillos y en la
cafetería de la secundaria, cuando lo hacía. Incluso si las cosas en casa estaban tensas y él vivía con el conocimiento de que su
papá era un enorme imbécil, tenía una buena vida en ese entonces y demostraba eso con frecuencia.
Y ahora, de nuevo, hacía mucho ambas conmigo.
—Me gusta verte sonreír —le dije en voz baja, deslizando una mano por su pecho, cuello, los dedos en su
exuberante cabello mientras movía mi pulgar para acariciar su mandíbula.
—Lo sé, cariño, ya que tú encuentras maneras para hacerme hacerlo y las encuentras a menudo.
Estaba emocionada de que él se diera cuenta.
Tan emocionada, barrí mi pulgar abajo por su mandíbula y luego me incliné para poner mis labios allí.
Cuando me levanté de nuevo, sus brazos se envolvieron apretados a mí alrededor y preguntó:
—¿Planes para el día?
—Los envíos se acumulan. Tengo que pasar el día en la ciudad clasificando eso y transportándolos a la oficina de
correos. Esto no me hace feliz porque me gusta hacer chales no empacarlos y enviarlos, pero la vida pasa, y tienes que tratar
con eso. ¿Y tú?
—Reunión en Denver —respondió.
Apreté mis labios, sus ojos cayeron a mi boca y una de sus manos se deslizó hacia arriba a mi cabello.
—Hanna… —empezó a decir, pero lo interrumpí.
—No tuve la oportunidad de preguntar. ¿Todo fue bien mientras estabas fuera? Quiero decir, una indicación del
éxito de tus esfuerzos es que regresaste ileso, pero ¿Tú, eh... conseguiste a tu hombre o lo que sea?
Sus ojos eran cálidos y divertidos ante mi pregunta, pero se volvieron serios lo que me hizo contenerme mentalmente.
—El negocio fue bien —respondió—. Y es una mierda que estemos en este tema, pero el momento iba a llegar y
este es ese momento, por lo que tienes que saber que, con mi negocio, voy a estar mucho así de lejos.
Tuve un presentimiento. Mi suposición era que los fugitivos no esperaban alrededor de Willow (o yo esperaba que
no) solo para que él fuera capaz de estar en casa para la cena cada noche.
Aunque tenía esa sensación, no me gustaba ese sentimiento. Tampoco lo exploré y no iba a preguntarle por este.
Ahora lo tenía confirmado.
Por desgracia.
—Está bien —murmuré.
—La mirada llana en tu cara me dice que esto te gusta tanto como a mí, nena, pero esa es la forma en la que es y no
me gusta acumular pilas de mierda para ti, pero es raro que pueda ocuparme de los negocios en un par de días. Por lo general
toma más tiempo y, a veces tarda semanas
Fabuloso, pensé.
No dije nada.
Él me puso en mi espalda, se levantó en un antebrazo en el colchón, pero se inclinó cerca de mí.
—Hanna, a mi equipo, los envío en misiones y me tomo un descanso. Es un porcentaje bajo que cubre solamente la
administración. Ellos hacen el trabajo, ellos reciben la cuota. Eso no va a cambiar. Yo no vivo bien a sus espaldas y nunca voy
a hacer eso. Eso significa trabajar para mi plan de jubilación por lo que tengo que tomar trabajos.
—Está bien —estuve de acuerdo, pero lo hice con tristeza. Viendo como Raiden no se pierde mucho, no se perdió
eso.
Por lo tanto, sus ojos se pusieron suaves y jaló hacia él.
—Mientras no estoy, te llamaré con frecuencia.
Eso me apaciguó, pero solo ligeramente.
—Está bien —repetí.
Me acercó y me informó:
—Mi plan de jubilación es uno bueno, cariño. Hecho a los cuarenta
Eso era mejor, pero también había ocho años de distancia.
Ocho años de actividad criminal
Claramente, mi cara dijo lo que estaba pensando, porque Raiden siguió hablando.
—Hanna, deja de escucharme y empieza a entenderme. Te lo estoy diciendo, mi plan de jubilación significa que he
terminado a los cuarenta.
—Ya te he oído.
—Bien, ahora piensa por qué te estaría diciendo eso.
Mis cejas subieron y supuse:
—¿Es un dato interesante para compartir?
—No, es porque espero que estés en mi cama cuando tenga cuarenta.
Parpadeé mientras mi corazón se hinchaba tanto, que era un milagro que no tuviera asfixia.
Por tanto, mi voz era jadeante cuando me obligué a decir:
—Hemos estado viéndonos un poco más de una semana.
—Te arrastraste por el suelo solo porque pensaste que me gustaría. Estoy señalándolo, no porque verte hacer eso
era tan caliente que me puso tan jodidamente duro que pensé en venirme antes de que estuvieras a mitad de camino a través
de la habitación, lo cual por cierto, es cierto, porque eso es solo un indicio de la inmensidad de lo que me das. Y te pones en
tus manos y rodillas para dármelo, confiando en mí cuando estamos juntos poco más de una semana. ¿Crees que soy un
hombre que tiene una cosa tan buena, y va a dejar que se vaya?
—No —le susurré.
—Eso sería jodidamente no —corrigió
Santo Cielo.
—Raiden…
—Reportándome con frecuencia, puedo tomar trabajos que me llevarán a donde quiero estar , para poder venir a
casa y mirar hacia adelante a lo que por primera vez en años, sería una casa real , y es un hogar al que tengo ganas de volver
porque mi mujer está allí. Sé que va a apestar, y será por muchos años, pero eso es lo que tengo para dar. ¿Funcionará para
ti?
Una casa a la cual tengo ganas de volver porque mi mujer está allí.
Totalmente. Eso funcionaría totalmente para mí.
Dejé el "totalmente", así como todo lo demás y solo respiré:
─Sí.
Vi sus ojos parpadear y luego calentarse.
—No me jodas, sabía que podría ser —gruñó antes de que repitiera—: No me jodas.
Estábamos allí. Éramos nuevos pero éramos lo que éramos y los dos lo entendíamos, nuevo o no.
Así que era el momento para algo más que esto. Lo sabía por lo mucho que todo eso significaba para él y que no
dejaría ese show. Por lo tanto, me empujó hacia arriba y logró rodar hasta quedar en la parte superior.
Entonces me senté a horcajadas, planté mis manos en su pecho y me inclino hacia él.
—No voy a preguntar si te puedo decir algo, pero voy a decirte que tengo algo que decirte —anuncié.
Raiden se me quedó mirando un segundo antes de que la intensidad dejara sus ojos. Su boca se torció, sus manos
fueron a mis caderas, las sumergió bajo la blusa que aún llevaba, entonces la sacó, quedándonos piel contra piel.
—Lo tengo, cariño —dijo.
—He visto la fotografía —compartí y su cabeza se inclinó ligeramente contra el colchón.
—¿Qué dijiste?
—Sobre ti y tus amigos en uniformes del desierto.
Así como yo sospechaba, las yemas de sus dedos se curvaron. Sus labios dejaron de crisparse, su rostro quedó en
blanco y sus labios comenzaron a decir:
—Han…
Apreté suavemente su pecho y me acerqué.
—Hablas directamente, voy a intentar eso y espero que funcione, pero si no es así, vamos a volver y probar algo
diferente. Pero, Raiden, no es raro que cuando los soldados ven cosas, hacen cosas y vienen a casa sintiéndose marginados
y…
No dije nada más, porque estaba volando por el aire.
Aterricé en la cama cerca de la orilla, y para cuando me levanté Raiden estaba poniéndose un par de pantalones de
camuflaje.
Bueno, eso no fue muy bien.
—Raid…
─Me voy, y te habrás ido cuando yo vuelva.
Mi respiración se congeló en mí garganta.
Tragué saliva para aclarármela, me levanté en mis rodillas y fui hacia adelante con mucha más cautela.
—Bueno, eso no funcionó, cariño. Tal vez…
Él tiró brutalmente una camiseta por su pecho y luego se inclinó hacia mí tan rápido, que fue un borrón.
Mano en el colchón, la otra mano apuntando a un centímetro de mi cara, gruñó:
—No pienses que sabes una mierda. Tú no sabes una mierda.
Inmóvil, con miedo, obligué a mis labios a decir una palabra:
—Raiden…
—Me voy y te habrás ido cuando yo vuelva.
Me costó mucho, pero levanté mi mano, la enrosqué alrededor de su muñeca y comencé:
—Cariño…
Ferozmente, él tiró de su muñeca liberándose y fui volando, cayendo con ambas manos en la cama. Me levanté justo
a tiempo para verlo, botas en una mano, yendo a la puerta.
Comencé a bajar de la cama, llamando:
—¡Raiden! Por favor. Lo jodí, cariño. Por favor, vamos a hablar.
Antes de llegar a la puerta, la cerró de golpe detrás de él.
Lo que quería decir que antes de que pudiera abrirla, él ya estaba abriendo la puerta de su Jeep.
Y esto significaba, que antes de que yo llegara a la parte inferior de la escalera, ya estaba dando marcha atrás y
entonces se había ido.
***
Las últimas seis semanas, Raid había estado fuera de la ciudad trabajando para tres.
Esto no apestaba tanto como pensé que lo haría (aunque todavía apestaba) porque hizo lo que dijo que haría.
Se comunicaba conmigo. Frecuentemente.
Esto incluyó llamar durante el día, a veces al azar. También incluyó llamar todas las noches justo antes de ir a dormir.
La primera vez que me despertó cuando hizo esto, fue la tercera vez que me llamó por la noche.
Le había trastornado el haberme despertado y murmuró:
—Llamaré más temprano la próxima vez.
—No —respondí soñolienta—. Quiero saber que has hecho durante todo el día y te vas a dormir por lo que vas a
despertar a enfrentar otro día. No te preocupes por despertarme.
Había vacilado y su profunda voz fue cálida y dulce cuando se mostró de acuerdo:
—Está bien, cariño.
Luego hizo lo que le pedí, llamando todas las noches antes de irse a dormir.
Pero cuando dije que él se comunicaba, quise decir que hablábamos como si habláramos.
Sorprendentemente, a pesar de que habíamos pasado por muchas cosas, aun así éramos relativamente nuevos por lo
que no nos conocíamos del todo bien y él era un hombre, también era un hombre que podía tener conversaciones por
teléfono. Ayudó que teníamos muchas personas conocidas en común y que le importaba lo que estaba sucediendo.
Me preguntó sobre mi día, mi negocio, qué estaba pasando en Willow, lo que había planeado para el día siguiente y
él compartía sobre él. Dónde estaba. Lo que comió. Cuando creía que estaría en casa. Nada profundo sobre su trabajo pero
no me ocultaba las cosas, incluyendo si se sentía frustrado, los cabecillas que había dejado secos, los informantes que estaban
aumentando a su alrededor o que las cosas estaban tomando más tiempo de lo que pensaba.
Extrañamente, estas conversaciones estaban dando a conocer las conversaciones, q ue si fuéramos normales,
habríamos tenido durante las citas. Supo sobre las vacaciones que tomé el invierno pasado. Aprendió que me encantaba el
snowboard. Supo que odiaba las cebollas y que pensaba que las rutinas para levantarse de Jerry Seinfeld eran divertidas. Y
tenemos planeado ir a Crested Butte cuando la nieve comience a caer y encontrar una playa cuando el invierno se torne
amargo y necesitemos escapar al sol.
Huelga decir que el aprendizaje sobre Raiden y planificar escapadas y vacaciones fue increíble.
Cuando estaba en casa, la vida caía dentro de un ritmo. Tejía. Hacía lo mío con Abue. Todos íbamos a la iglesia y
tomábamos el desayuno juntos en la Casa de los Panqueques. Miraba por mi negocio. Raiden miraba lo suyo en Denver y en
la trastienda de la Cafetería de Rachelle, donde me enteré que se reunía con su “equipo”, a quien yo, sin embargo, no
conocía... aún. Esta última era la palabra que Raiden uso cuando me dijo que me los presentaría cuando “la mierda se
ralentizase”. También era un buen vecino, ya que a solicitud de su hermana o de su madre, iba a hacer cosas como trabajos
en el jardín de Abue.
Esto significaba que entre trabajos no estaba ocioso. También significaba que teníamos nuestras propias cosas que
hacer, pero terminábamos nuestros días juntos como lo haríamos si fuéramos normales.
Eso era increíble.
De hecho, todo era increíble y se había instalado, en el buen sentido y sin ninguna sacudida en mi mundo.
Excepto por una cosa.
Profundamente en la noche, una noche en mi casa, la cama se movía con tanta fuerza que me desperté, sentí a Raiden
despierto y apreté mí mano apoyándola en la piel sobre su pecho.
Se movió con rapidez, llevándome sobre mi espalda y echó hacia atrás el puño como si me fuera a golpear.
Di un grito ahogado y traté salir de debajo de él, pero no sucedió nada. Luego sus brazos se cerraron a mí
alrededor y me metió debajo de su gran cuerpo.
—Mierda —murmuró.
—¿Qué está pasando? —le pregunté con ansiedad, todo mi cuerpo se tensó, pero sentí la tensión en el suyo y no era
como la mía.
Estaba aterrada.
Estaba colgando tirante.
—Mierda—repitió.
—Raid…
Me soltó, rodó sobre su espalda, levantó ambas manos a su cara y se frotó.
Me levanté en un codo y miré.
Entonces insistí:
—Háblame. ¿Qué pasó?
Casi esperaba que evadiera mi pregunta, pero no lo hizo.
Dejó caer las manos.
Sentí sus ojos sobre mí en la oscuridad y compartió:
—Sueño.
¡Oh, Chico!
—¿Sueño? —presioné suavemente.
—Fragmentos de recuerdos. A veces es una mierda retorcida y no lo que sucedió en absoluto. Pero sueño.
—¿Acerca de…? —No lo entendí, pero él sabía lo que le estaba preguntando.
—Sip.
Soñó con lo que pasó con su unidad.
Dios.
La preocupación me inundaba, o, debería decir, más preocupación, coloqué mi mano ligeramente en su pecho y le
pregunté con cuidado:
—¿Esto sucede a menudo?
—Ya no más. No desde ti. Pero sucede.
Eso se sintió bien, pero también era malo.
—¿Has hablado con alguien sobre esto?—le pregunté.
—Sí. Ahora mismo. Contigo.
Yo era su “recompensa”. Le di lo que fuera que necesitaba sentir como si fuera a empezar a luchar contra lo que le
quemaba.
Me encantó eso. Me encantó demasiado.
Pero yo no era una hacedora de milagros.
—Estaba pensando más como en uno de tus amigos —sugerí.
—Eso, ni de coño va a suceder.
Me quedé en silencio.
Macho man, demasiado fuerte para compartir, para liberarlo, dejarlo ir.
¡Joder!
—Conseguiré manejarlo —me dijo.
Me quedé en silencio.
Levantó los brazos cerrándolos a mí alrededor y moviéndonos de lado, cara a cara.
—Contigo, se están distanciando —me aseguró.
—Está bien —le contesté.
—Dale tiempo, se habrán ido.
—Está bien, cariño.
Sus labios encontraron los míos en la oscuridad tocándose antes de que él rodase sobre su espalda llevándome con
él, así que me plegué a su lado. Luego levantó una mano y la pasó a través de mi cabello una y otra vez, y mientras hizo eso,
sentí el flujo de la tensión en su cuerpo. Así que me quedé allí con él, acurrucada cerca, sosteniéndolo firmemente.
Finalmente, su mano dejó de pasar a través de mi cabello y su brazo se envolvió a mí alrededor. Minutos más tarde,
se aflojó y supe que estaba dormido.
Yo no pude dormir.
Recé para que Raiden Miller encontrase en sí mismo el cómo manejar sus sueños.
Porque si él no hubiera vuelto en si cuando se echó hacia atrás para pegarme no hubiese sido algo bueno en lo
absoluto.
Me fue un útil recordatorio de que los fuegos del infierno quemaban todo el tiempo.
Incluso en sueños.
Y yo no era una hacedora de milagros, pero si Raid no conseguía manejar estos sueños iba a tener que encontrar una
manera de aprender a hacerlo.
Por él y por mí.
***
En las últimas seis semanas, también tuve tiempo para verme con KC y ponerla al tanto de todo. No fui por el
entusiasmo, pero le hice saber que las cosas estaban bien de la manera en que deberían estarlo.
Ella estaba fuera de sí de alegría.
Pero esperé hasta que Raid estaba lejos en un trabajo antes de ir a su casa para la cena y dejarlo salir.
KC había estado en su estufa, revolviendo mientras yo estaba sentada en la mesa de la cocina con su bebé,
Samantha. Los pies de Samantha estaban plantados en mis muslos, sus dedos regordetes agarraron los míos y sus piernas
regordetas rebotaban cuando compartí lo que podía. Eso dejaba para decir, no mucho de cualquier cosa, incluyendo los
sueños de Raid, pero yo compartí mi preocupación sobre Raiden siendo mandón, asustador, y la idea de usar su físico para
lograrlo.
Esto me consiguió una respuesta extraña.
KC se echó a reír.
Me volví a mirar a mi amiga con su brillante cabello marrón claro al hombro, sus brillantes y grandes ojos color
avellana y un vientre de siete meses de embarazo y dije en voz baja, pero con significado:
—KC, en serio. Me asusta.
Puso esos ojos color avellana en mí, sin dejar de sonreír.
—Está bien, nena. Pero supera eso.
—¿Perdón? —le pregunté.
—Uh... con la ávida contemplación tuya, mía y la de la mitad femenina de la ciudadanía de Willow, no creo que
ninguna de nosotras nos hayamos perdido que Raiden Ulysses Miller tiene una polla enorme.
La tenía, eso era cierto. Yo había visto la evidencia física de cerca (y la sentí, la chupé, la acaricié, etc.), pero estaba
esperando que la mitad femenina de la ciudadanía de Willow no lo hubiera hecho.
—Es posible que desees explicar eso —sugerí mientras Sam se lanzaba hacia adelante y se reía así que envolví mis
brazos alrededor de ella y la hice rebotar.
Los ojos de KC se trasladaron a su hija y luego me quitó a su hija y su cara se ablandó.
Entonces habló.
—Cierto. Los chicos que escogiste en el pasado —negó con la cabeza—, no todos esos. Pete estaba bien, pero no
era un Raiden Miller.
—Me estás diciendo algo que ya sé —señalé.
Ella puso la cuchara en un soporte de cuchara, bajó el quemador de la estufa y me dio su atención.
—Lo que estoy diciendo es que no tienes experiencia con hombres que son hombres. Sé que tienes problemas con
Mark, y te amo más de lo que ya te amaba ya que los has mantenido para ti. Espero que sea porque entiendes que no soy una
idiota y no me pongo al día con su mierda si no vale la pena aguantar. Y me da mierda, Hanna. Es arrogante, y a veces eso
puede, no a menudo, inclinarse hacia él siendo un idiota. Pero me ama. Ama a Sam. Él encuentra la manera de mostrárnoslo
todos los días. No, eso no es correcto. Él no las encuentra. Lo hace, sin ningún esfuerzo. Se le da de forma natural. Y sé que
él moriría antes de permitir que algo nos perjudique a cualquiera de nosotros —se llevó una mano a su protuberante vientre—,
cualquiera de nosotros.
Eso fue enorme.
Y hermoso.
Y algo que nunca supe porque nunca había sacado ese tema.
—Santo Cielo, KC —fue todo lo que pude pensar en responder.
—Entonces —continuó alegremente, sonriéndome—, cuando él es un asno arrogante, me dice lo que debo hacer o
lo que sea, actuando totalmente como si hubiésemos retrocedido a los años 1500 y yo fuera su posesión, sonrío, asiento y
hago lo que quiero.
Pensé en hacer esto con Raiden y no me dio cálidos pensamientos.
KC leyó mi cara, agitó un dedo hacia mí y siguió hablando.
—Esto es lo que tienes que aprender. No le contestes. No te expliques. No protestes. No luches contra él. Solo di,
“Está bien, cariño", y haz lo que te dé la gana. Por ejemplo, esta misma mañana, Mark dijo: “Haz tacos esta noche, nena"
antes de que me diera un beso de despedida. No “por favor”. No, “¿te sientes como para hacer tacos?” Solo “hazlos'. —Ella
inclinó la cabeza hacia un lado—. Ahora, ¿estamos teniendo tacos? —Negó con la cabeza—. Por supuesto que no. Tuvimos
tacos hace dos días. Me suena a que él ama mis tacos, pero eso es todo. Mi amiga iba a venir y yo solo tendría tacos.
Además, tenía que hacer las malditas cosas. Así que vamos a tener un asado. Tú le sirves a las visitas un buen asado. No locos
tacos.
Se dirigió al refrigerador mientras le preguntaba:
—¿No se va a sentir ignorado?
Ella sacó algo del refrigerador mientras Sam sorbía en mi cuello y la abrazaba más cerca.
KC se volvió hacia mí y cerró el
—¿Qué me importa? Si él quiere tacos, puede volver a casa y hacerlos.
—¿De modo que no se siente ignorado? ─presioné.
—Si lo hace, se lo guarda para sí mismo. Por lo general, él simplemente niega con la cabeza y me sonríe, luego
consigue una cerveza. He decidido tomar eso como que él acepta a la mujer que lleva su anillo. Si está almacenando esta
mierda para incluirla en los papeles del divorcio, que así sea. Su pérdida.
Si Mark estaba haciendo eso, sería su pérdida.
Por supuesto.
Pero tenía el presentimiento de que Mark nunca haría eso.
KC se movió de nuevo a la cocina mientras yo preguntaba con cautela:
—¿Pero usa su físico?
Vertió algo en una sartén y se volvió hacia mí.
—No. Dicho esto, cuando dice algo así como que va a cambiar las cerraduras para mantenerme a salvo, no discuto
con él. Ese es su trabajo. Le doy la libertad de hacer eso.
—¿Así que crees que está bien que Raiden hiciera lo que hizo? ─presioné.
—Creo que él no te ha hecho daño y creo que podría, con facilidad. Creo que lo que decía fue, que estabas
estorbando en su camino para que él hiciera algo que pensaba que era importante, algo que se trataba de ti, por lo que
realmente era importante e hizo lo que dijo que estaba haciendo. Él consiguió que te callaras y prestaras atención. No soy yo,
nena, quién puede decir si eso fue correcto o incorrecto. Yo no estaba allí. Me dist e lo que me diste, por lo que solo tienes
que seguir adelante, y esta es mi opinión. No tiene que ser tuyo. Pero si no te hace daño, te golpea, te sacude, pero
simplemente se mueve para hacer su punto y hacer que te calles y lo escuches, porque él está transmitiéndote algo importante,
honestamente, Hanna, no puedo pensar que eso esté mal.
—Él me apoya en las paredes —espeté.
Ella parpadeó antes de susurrar:
—¿Qué?
—Bueno, hemos tenido algunas... intensas conversaciones. —Pensé que era seguro compartir—. En una de ellos,
bueno, confundí sus intenciones acerca de mí y lo acusé de utilizarme... —Sus ojos se agrandaron y se aferró a Sam con un
brazo, pero movió la otra mano delante de mi cara—. Es una larga historia, y no para este momento, pero como que se perdió
cuando yo no quise escucharlo. Él me apoyó en una pared, me enjauló, agarró mi cara y me explicó que él está definitivamente
muy interesado en mí.
Cuando terminé de hablar, sus labios estaban entreabiertos y sus ojos estaban vidriosos.
—¿KC? —la llamé cuando no dijo nada.
—Shh —ella me hizo callar—. Estoy teniendo un orgasmo.
Era mi turno de parpadear.
—¿Qué? —pregunté.
KC volvió a entrar en la habitación y se centró en mí.
—Cariño, en el departamento del dormitorio, Mark mece mi mundo, todo el tiempo. Cada vez. Él no juega con eso
y ha dejado claro desde el principio que él tiene dos prioridades cuando llegamos a las sabanas, y la primera soy yo. No es
broma. Y mi hombre es caliente. Yum... mii. Cuatro años de matrimonio, un hijo y otro en camino y todavía tengo escalofríos
con solo escuchar a su auto llegar por el camino. Y, sin embar go, el pensamiento de Raiden Ulysses Miller apoyándome
contra la pared y diciéndome que está interesado en mí. Orgasmo instantáneo.
—Pero... me da miedo —le dije.
—Entonces préstale más atención y menos a lo que está corriendo por tu cabeza —espetó—. Honestamente,
Hanna, con lo lindo, bonita, divertida y dulce que eres, más las piernas, por las cuales mataría, no entiendo y nunca lo he
hecho, y te lo he dicho un millón de veces, por qué eres tan condenadamente tímida y no sabes hasta los huesos que mereces
un tipo como Raiden Miller. Pero eres tú y te quiero, así que... —se encogió de hombros—, lo que sea. Estoy asumiendo que
él otra vez no te haga daño. Él solo quería tu atención, y cariño, tiene una buena manera de hacer eso, por la cual muchas
mujeres le pagarían por hacerlo.
—Tal vez debería explicarme más en torno a la forma en que se produjo y lo entenderías —sugerí.
—No —negó con la cabeza—. Tal vez deberías dejar de tratar tan condenadamente duro de encontrar alguna falta
en él o en ti misma o cómo ambos están juntos y solo lo aceptas por quién es y cómo es, y, obviamente, lo que te hace. Creo
que nunca creerás, después de años de enamoramiento por ese chico, que esto puede ser real y que todo va a ir para arriba
en una nube de humo, pero chica, el momento de creerlo se aproxima.
Mi respiración se detuvo por lo que dijo, todo lo que significaba y lo cierto era.
KC no había terminado.
—Hanna, nena, yo no lo he visto, pero en la calle se dice que lo tienes atrapado con tanta fuerza en tu trampa, que
nunca va a soltarse. Pero la cosa es, que no tiene intención de intentarlo. Todo el pueblo lo sabe. La única que no lo hace eres
tú.
Oh, Dios mío.
¡Ella tenía razón en eso, también!
KC siguió hablando.
—Ahora, lo que tienes que entender es que él es quien es y qué hace lo que hace, y nada de esto, chica, con su
manera de ser, es una sorpresa. Esta sería una conversación diferente si él te pusiera las manos encima, te hiriera, dijera
mierda que te hace sentir como basura, pero por lo que has dicho, él hace lo contrario. No estoy diciendo que necesitas ser un
pequeño tímido ratón y dejar que se vaya por todas partes. Ponte en su rostro. Haz que te lleve a una esquina. Pero entonces
velo por lo que es. Nena, si él se preocupa por ti y lo que ustedes dos están hablando es de lo mucho que te enjaula y te lo
lanza en la cara, eso dice mucho. Intensas discusiones, demonios, incluso peleas significan que hay sentimientos. Significa que
lo que ustedes dos están construyendo vale la pena para él. Si no le importara una mierda, si pensara que eres un dolor en el
culo, sabe que puede conseguir lo bueno en otros lugares, así que no haría ningún esfuerzo y solo se iría.
Esto totalmente tenía sentido.
—Así que debería haber hablado contigo hace semanas —le dije.
KC sonrió enormemente e hizo girar su mano en su cabello.
—Esta soy yo. Tengo un alfa que me molesta, al mismo tiempo él hace girar mi mundo. Cuatro años, cinco años y
medio con todas esas tonterías del noviazgo y compromiso, ya soy una experta. —Ella otra vez movió su dedo hacia mí
mientras decía—: Ahora, viendo que tengo más años que tú, ahora debes sentirte libre de venir y compartir con la tía KC todo
lo que hay sobre Raiden Ulysses Miller. Todo. Te voy a dar ideas, chica, estarás lista para seguir adelante y mantener a tu
ardiente chico malo feliz.
Le devolví la sonrisa.
—Voy a hacer eso, cariño.
Y lo haría. Bueno, la mayoría del tiempo lo haría.
Ella siguió sonriéndome mientras se acercaba hacia mí, se detuvo, se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de
Sam en voz alta. Ese bonito bebé cabeceó para atrás. Sam me soltó y golpeó la cara de KC, riendo.
KC se rio de nuevo y se movió a la estufa.
Di las gracias al Señor por tener una buena amiga antes de que Sam volviera su atención a mí y me diera un puñetazo
en la cara.
Fue entonces cuando empecé a reír.
Sam y KC se rieron de mí.
***
De este modo, KC me hizo sentir mejor acerca de casi todo, cuando Raiden me dijo que estaba fuera por un
trabajo, y:
─Nena, este va a durar un tiempo. —Me había sentido segura de hacer lo que quería hacer.
No perdí tiempo en hacerlo.
Por lo tanto, Raiden había estado ausente durante más de una semana y ahora estaba de vuelta. Yo pedaleaba a su
guarida, emocionada de presentar lo que tenía para dar a conocer, con la esperanza de todos diablos de que le gustara tanto
que tal vez él me pusiera de espaldas contra una pared para compartir eso conmigo.
Y estaba deseando que lo hiciera.
16
Lenguaje del Caza Recompensas
Traducido por Jadasa Youngblood
Pedaleaba por el sendero a la guarida de Raiden y lo vi, brazos y tobillos cruzados, apoyado contra el costado de su
Jeep.
Ante la vista, mi entusiasmo se volvió euforia.
Sonreí enormemente y me detuve detrás de su Jeep. Me devolvió la sonrisa, su sombra se movió sobre mí, Spot y mi
bicicleta antes de que comenzara a sacudir su cabeza y apartarse del auto.
Empujé abajo el freno y me bajé. Di saltitos hacia él, pero me detuve, volví atrás y moví mi dedo a un centímetro de
la nariz de gatito de Spot.
—Sé bueno.
Hizo una cara de gatito hacia mí, lo cual claramente decía que sería lo que diablos quisiera ser.
Ignorándolo, giré y vi que Raiden casi había llegado a mí. No había mucho espacio, pero aun así, corrí, di un salto y
caí en sus brazos.
Se cerraron apretadamente a mí alrededor.
Le devolví el favor con todas mis cuatro extremidades, entonces dejando caer mi cabeza hacia la suya que
amablemente inclinó hacia atrás y coloqué un caliente, pesado y húmedo beso en él.
Una de sus manos se deslizó a mi trasero y lo dejé.
Rompí el beso, sonreí y dije:
—Hola.
—Hola —dijo Raid de regreso.
Luchando con un escalofrío que esa sola sílaba, dicha con su voz profunda, disparó a través de mí, continué:
—Bienvenido a casa.
—Sí, nena. Tienes absolutamente la maldita razón. Ese fue un bienvenido a casa.
No me molesté en luchar contra el estremecimiento en el momento y le di un apretón con mis cuatro extremidades.
Me devolvió el favor con dos brazos y una mano apretando mi trasero.
—Cierto. Bájame —ordené—. Tenemos que traer a Spot y entrar.
Su boca se retorció antes de que me bajara sobre mis pies y me dejara ir.
Salté de regreso a Spot y lo levanté fuera de la cesta.
—Miau —protestó.
—Tranquilo, tenemos que mostrarle su sorpresa a Raid.
—Miau. —Spot, como la mayoría de los gatos, no era genial con las sorpresas.
—Cállate, amigo —ordené, caminando hacia Raiden, con lo cual Spot hizo un descanso para ello, todo un éxito,
reuniendo su considerable peso de gatito y lanzándolo hacia Raid.
Raiden lo atrapó. Spot se abrió paso hasta el pecho de Raid, apoyó sus patas en el hombro de Raid y empezó a
ronronear.
—Gato loco —murmuré.
Raiden se rio entre dientes, con un brazo bajó a Spot. Su otra mano salió y tomo la mía.
—¿Tienes una sorpresa? ─provocó.
─Correcto ─contesté, y rebotó en mis sandalias─. Vamos.
Subiendo las escaleras nos fuimos, Raiden en frente de mí, Spot mirándome por encima de su hombro, todavía
ronroneando.
Cuando llegamos arriba, me metí en el rellano, tomé las llaves de las manos de Raiden y dije:
—Déjamelo a mí.
No le di opción.
Tan emocionada, que rebotaba de nuevo en mis sandalias. Desbloqueé su puerta, estirándola ampliamente, di un
enorme paso adentro y grité:
—¡Voila!
Raiden y Spot me siguieron. Raid levantando una mano para empujar sus anteojos de sol de nuevo sobre su cabeza,
cerró la puerta y miró a su alrededor.
Yo bailaba alrededor.
—¡Muy bien! —chillé—. ¡Comienza aquí!
Bailé hacia la cama, me detuve y lo miré de vuelta.
—Tus sábanas y edredón estaban bien, cariño, pero no combinaban con mi chal, ¡así que conseguí esto! —Hice un
gesto hacia su cama sobre el suelo, el box ahora cubierto con una sábana gris, también el colchón y almohadas. El edredón
encima era negro y gris, y había dos almohadas más y algunas (no muchas, solo tres) masculinas pero frescas almohadas
dispersas arriba.
Me acerqué a la cabecera de la cama.
—La señora Bartholomew estaba hablando y dijo que su nieto necesitaba un proyecto para El taller de carpintería.
¡Tuve una idea, tomé las medidas e hizo esto! —exclamé, colocando mi mano sobre el negro pintado, estantes bajos de
madera ahora corrían a lo largo de la cabecera de la cama. Los libros de bolsillo de Raiden estaban colocados en los estantes,
dos lámparas atractivas arriba, a cada costado.
—Conseguí las lámparas —continué—. Y Barry entró y conectó una salida en el piso debajo de los estantes, por lo
que no hay más cables estirados.
Aun sosteniendo a Spot y parado junto a la puerta, Raiden se quedó mirando la cama, pero estaba tan emocionada,
que no tomé eso y salté hacia la cocina.
—Esto, lo encontré en una tienda de antigüedades sobre Harborough Road. Venta asesina —compartí, pasando mi
brazo bajo la parte frontal de un armario alto y ancho contra la pared mostrando como si fuera una presentadora—. Arriba,
sobre los estantes, como puedes ver, cereales, proteína en polvo y alimentos. —Me agaché y abrí la puerta de una vitrina en la
parte inferior del armario—. Platos abajo.
Me enderecé y salté a los costados para tocar el fogón.
—Como sabes, Rachelle está reformando su cocina en casa y esta es su vieja cocina, pero tiene solo dos años y es
una cocinera, así que solo se pone mejor, por lo que incluso su utilidad es aún impresionante —anuncié.
Más saltitos de costado hacia el refrigerador.
—¡Lo mismo con el refrigerados, y mira! —Señalé a los dispensadores de agua y hielo en la puerta de enfrente—.
¡Hugh llegó y sondeó así que funciona!
Estiré las puertas, pero giré hacia él, forzando mi cara para imitar estar seria.
—Ahora, me atrevo a compartir contigo que dispuse de los experimentos de laboratorio que estabas dirigiendo, pero
Abue te consiguió toda esta comida y todo en realidad es comestible.
Estaba tan metida en mi show, que no me daba cuenta de que aún no se había movido mientras cerraba las puertas
del refrigerador, saltando más hacia la mesa y estiré un brazo para señalar el armario.
—Barry y Hugh lo fijaron a la pared por lo que es más fuerte y no está en peligro de colapsar, y usé WD–40[7] en
las bisagras y las bisagras de las puertas de los baños, así que no más sonidos de casa embrujada.
Serpenteando arriba, estiré mi mano ampliamente hacia los pisos que ahora tenían alfombras dispersas.
—Más artículos de la venta de la tienda de antigüedades —le sonreí—, de mi parte. No cubren mucho, pero son
mejor que la madera, especialmente cuando empieza a hacer frío.
Apoyé una mano atrás de una de sus sillas de la mesa de la cocina y seguí balbuceando.
—Tienen una mesa de cocina en la tienda de antigüedades, espero que no la vendan, ya que me quedé sin dinero,
pero estaría genial aquí, y la ventaja: sin relleno en las sillas por lo que nada de ello puede salir. También están teniendo una
venta de muebles en este lugar en Denver que tiene cosas fabulosas. Casi te compro un sofá, pero pensé que un hombre
usualmente es uno con el sofá, por lo que tendrás que ir conmigo.
Lancé mis brazos y terminé.
—¿Qué piensas?
Lentamente, Raiden se inclinó, bajando a Spot a sus pies, lo cual provocó un audible “golpe” cuando el peso del
gato golpeó el suelo. Al instante Spot se contoneó alejándose empezando a explorar mientras Raiden lentamente se
enderezaba de nuevo, colocó sus manos sobre sus caderas y fijó sus ojos en mí.
—Mis niños crecerán en una granja.
Eso fue lo que dijo.
Y eso fue raro.
También fue decepcionante.
Me sentí a mí misma desanimándome.
—¿Perdón? —pregunté.
—¿Qué me trata de decir esta mierda? —preguntó.
Sacudí mi cabeza.
—¿Esta... mierda? —pregunté de regreso.
Lanzó una mano afuera para indicar el lugar.
—Sí. Esta mierda.
Mi ánimo se vino abajo.
—Yo... bueno, no estoy segura de lo que me estás preguntando, Raiden, pero, obviamente, lo jodí de nuevo y…
—Plantar a mis hijos en ti, nena, crecerán en una granja en el bosque fuera de la ciudad.
Mi mano fue de nuevo a la silla para que pudiera apoyar mi peso en ella, viendo como mis piernas de repente se
debilitaron.
—¿Qué? —susurré.
—El refrigerador y la cocina, eso es genial. Voy a alquilar este lugar cuando llegue el invierno, y los
electrodomésticos decentes significan que podemos subir el alquiler. El resto, Hanna, total mierda de pérdida de dinero y
tiempo, a menos que estés diciéndome algo con esta mierda.
Estaba sintiendo un montón de cosas. Algunas de ellas, pensaba que eran buenas, otras no se sentían tan bien.
—¿Perdida de… ? —comencé.
Dio dos pasos hacia mí, se detuvo y colocó sus manos sobre sus caderas de nuevo.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó.
—Quería mostrarte mi sorpresa —contesté, mi voz empequeñeciéndose.
─No, Hanna. Eso no es lo que quiero decir. Estoy aterrizando aquí. Tienes que saber eso. Este no es un lugar para
vivir. Es un mal necesario. Creo que ambos sabemos que Willow es para nosotros y que si quería perder tiempo que por lo
menos creí que ambos no teníamos ningún deseo de perder, conseguiré un condominio en el complejo de Jackie o algo.
Viendo como al menos yo habría preferido no perder tiempo, no voy a aumentar con un año de arrendamiento, lo cual es lo
único que da. Entonces, ¿qué diablos estamos haciendo aquí?
Tomé una respiración calmante y declaré:
—Está bien, cariño, creo que necesito una lección de lenguaje de caza recompensas o necesitas revertir de vuelta a
hablar como la gente normal porque fui con todo lo posible para hacer habitable tu sitio mientras no estabas y no estás bien
sobre eso.
—¿No? —contraatacó Raid —. Bueno, he estado esperando para que saques tu dedo fuera y me pidas que me
mude a tu casa, entonces vuelves mi casa, que es un sitio de mierda, más habitable y gastas dinero hasta que vienes a decirme
que no tienes intención de pedirme que me mude a tu casa.
Mis dedos se enrollaron más en el plástico de la silla.
Raiden siguió hablando.
—Somos jóvenes, tenemos tiempo y no hemos hablado sobre esto, pero aquí está. Quiero tres hijos. Mi papá era un
gran cretino y quiero borrar ese recuerdo teniendo hijos y dándoles lo que nunca tuve. También amo a mi hermana y siempre
deseé tener otra, o un hermano, así que mis chicos van a tener muchos hermanos. La manera en que estás asentada en esa
casa, nena, no la estás dejando, y tampoco quiero que lo hagas. Eres tú. Es el lugar perfecto para construir una familia. Ahora,
mi pregunta, en lo que espero es como la gente normal habla, es si estás diciéndome con esta mierda que vamos a joder
alrededor, o ¿vamos a seguir adelante con ello?
¿Era en serio?
—¿Seguir adelante con... seguir adelante haciendo bebés? —empujé.
—Nena, no —espetó, impaciente—. Seguir adelante con nosotros así eventualmente podemos seguir adelante
haciendo bebés.
—Yo... eh, tú... uhm, realmente no vas lento, Raid, pero esto es un salto más grande que los otros —le dije—. Las
parejas normales discuten estas cosas.
—Hanna, ponte al tanto. No soy normal, ni jodidamente nunca quiero serlo.
—Creo que entiendo eso —dije en voz baja.
—Pero tienes razón. Las parejas discuten estas cosas. Y lo señalaré, estamos aquí discutiéndolo.
Estaba un poco en lo correcto.
—Está bien —estuve de acuerdo.
—Así que, ¿jodemos alrededor o qué? —preguntó.
Ignoré mi corazón martilleando y pregunté:
—Dejando todo eso abajo, ¿estás diciendo que quieres mudarte conmigo?
—Eh... sip, Hanna. Decidí tener un hogar de nuevo, y después de pasar el tiempo lidiando con escoria, quiero volver
a un hogar. Hogar en una casa con un columpio donde puedo lavar esa escoria por el desagüe y subir a la cama con una
mujer, quién pone un gato escandalosamente gordo en su absurda canasta sobre su ridícula bicicleta. Mi mujer.
—Mi bicicleta no es ridícula —protesté.
—Nena —se inclinó—, lo es.
Ignoré eso, también, y semi-repetí:
—¿Quieres mudarte?
Chasqueó juntas sus cejas.
—¿Estás sonámbula?
Lo miré fijamente.
Raiden me frunció el ceño.
Entonces dejé la silla, corrí a través de la habitación y salté en sus brazos.
De nuevo me atrapó, pero esta vez tuvo que plantar un pie detrás de él así ambos no íbamos abajo.
No me importaba.
Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, pero coloqué mis manos a los costados de su cabeza y bajé mi mirada
hacia él.
—Estaban a la venta por lo que se devuelven, por tanto, los cazadores tendrán que disfrutar de las alfombras, pero
ese armario matará en mi cocina —declaré y la sorpresa en su rostro era clara, se calentó e inmediatamente comenzó a
caminar.
Hacia la cama.
—Supongo que solo conseguiré un columpio por mí mismo —remarcó.
—Conseguiste totalmente un columpio por ti mismo —contesté.
Fuimos abajo sobre su colchón, yo sobre mi espalda, Raid sobre una rodilla y luego sobre mí.
—Es una pena que no se descanse en estas sabanas —murmuró.
—En cuanto a tu regreso, eso estaba arriba en mi lista de cosas por hacer, después de mostrarte tu nueva vivienda,
por lo cual una especie de fuimos lateralmente por un camino feliz, así que ahora podemos marcar eso y seguir adelante
—regresé, y sonrió.
Su sonrisa se desvaneció y anunció:
—Esa chal en tu cama es precioso, cariño, pero estamos cambiándolo por el mío.
Amé eso.
Arrastré mis manos arriba de la tela de su camiseta en su espalda.
—Funciona para mí.
—¿Voy a traumatizar al gato gordo si me ve follándote?
—Como lo sabes, su nombre es Spot, y es inmune al trauma. No puedes sentirlo si tu vida está comprometida a dar.
Raiden sonrió de nuevo, entonces, finalmente, se calló, inclinó su cabeza y me besó.
Dos horas después, me dejó en su cama y llevó a Spot de regreso a casa de Abue en su Jeep.
A su regreso, relató que Spot casi rompía su cuello rodeándolo mientras Raid conducía.
Me acurruqué en su gran cuerpo, riendo y deseando haber visto eso.
En ese momento Raiden rodó sobre mí y pasamos más tiempo descansando en sus sabanas.
17
Absolutamente
Traducido por rihano y Lizzie Wasserstein
A la mañana siguiente…
Sonó el teléfono. Era el celular de Raiden. Mis ojos se abrieron y vi sábanas grises.
Sonreí.
El cuerpo de Raiden, cuchareando el mío, no se movió.
—Cariño, ¿estás despierto? —le susurré.
—Síp —respondió.
—Tu teléfono está sonando.
—Lo sé. Lo estoy ignorando.
—Oh.
Me quedé en silencio.
También lo hizo el teléfono de Raiden.
Acurruqué mi trasero en su regazo. Su brazo alrededor de mi vientre se tensó y me sumí en un sopor.
Su teléfono comenzó a sonar de nuevo.
—Joder —soltó.
—Voy a agarrarlo —le ofrecí.
—Nena…
—Lo agarré —dije.
Salí de sus brazos y de inmediato, una idea adormecida, loca, insana, pero esperanzadoramente caliente vino a mí.
Él se estaba moviendo, pero yo me moví, también, sobre mis manos y rodillas, usando solo su camiseta. El dobladillo
se deslizó por encima de mis caderas mientras me arrastraba para dar la vuelta y luego procedía a gatear hacia abajo de la
cama.
Llegué allí, miré hacia abajo a mi cuerpo en el de Raiden, quien estaba levantado sobre un antebrazo, sus ojos
clavados en mi trasero al aire.
Ellos vinieron a mi cara. Le di una sonrisa traviesa (o lo que esperaba fuera una sonrisa traviesa) y mantuve mi trasero
en el aire cuando me di la vuelta y alcancé sus pantalones de camuflaje.
Su teléfono había dejado de sonar en el momento en que lo saqué de su bolsillo, pero lo mantuve en mi mano cuando
me di vuelta y me arrastré de regreso.
Me detuve cerca y me quedé a cuatro patas, pero puse el teléfono en la cama frente a él.
—Me tomó demasiado tiempo —señalé lo obvio.
Sus ojos ardían en los míos.
—Nena, dime ahora mismo que no estás jodiéndome.
—Estoy de alguna forma jodiéndote con la esperanza de que tú vas a devolver el favor —le contesté.
Incluso cuando sus ojos brillaron, Raiden no desaprovechó su oportunidad.
—Arrástrate sobre mí y permanece a cuatro patas cuando llegues allí —ordenó, rodando sobre su espalda.
Mi cuerpo tuvo un delicioso escalofrío mientras hacía como me dijo hasta que tuve mis rodillas y manos en la cama a
su alrededor, mi cuerpo suspendido sobre él.
Su mano se fue al instante entre mis piernas. Se sentía bien, mi cabeza cayó entre mis hombros y solté un pequeño
maullido.
—Mojada. Ella no está jodiéndome —murmuró él.
Mis ojos se movieron hacia él y sabía lo que vio, porque apenas podía concentrarme y él tenía que ver lo que estaba
haciéndome.
—Quédate quieta, déjame jugar. ¿Puedes hacer eso por mí, Hanna? —preguntó, sus dedos aun jugueteando entre
mis piernas.
Yo podría hacer eso por él.
Podía hacer cualquier cosa por él.
—Sí, cariño —le susurré.
Me quedé quieta. Raid yacía debajo de mí, sus ojos moviéndose sobre mi cara, su mano moviéndose entre mis
piernas. Su otra mano se deslizó por encima de mi cuerpo y jugó conmigo.
Y jugó conmigo.
Y siguió haciéndolo hasta que mis muslos temblaban y yo gemía.
—Ahora estás lista para comer —gruñó y desapareció, deslizándose por la cama, y antes de darme cuenta sus
dedos se curvaron alrededor de mis caderas y me atrajo hacia su rostro.
Mi cabeza se disparó hacia atrás y yo gemí.
Él me llevó más profundo.
—Cariño —jadeé.
Yo estaba cerca.
Chupó con fuerza mi clítoris.
No pude evitarlo. Me levanté para sentarme sobre su rostro. Sus manos me jalaron más profundo, y me sacudí
contra su boca, entonando:
—OhporDios, ohporDios.
Estaba aún más cerca, deslizándome a lo largo del borde cuando su boca se había ido.
—No —le susurré.
Sentí su pecho en mi espalda, sus brazos moviéndose a mi alrededor con su boca en mi oreja:
—No te vengas sin mí.
—Raid.
Su mano se condujo entre mis piernas y mis caderas corcovearon.
—¡Raid!
—Aguanta por mí, cariño.
—Oh Dios —gemí.
Sus dedos se deslizaron hacia atrás y se hundieron.
Mi cabeza cayó hacia atrás sobre su hombro.
Su otra mano se movió bajo la camiseta, hacia arriba, y sus dedos se cerraron alrededor de mi pezón, tirando. Todo
mi cuerpo se sacudió.
—Raiden, no puedo aguantar.
—Espera.
Mis caderas montaron sus dedos con desesperación.
—No puedo.
—Joder, estás mojada, tan malditamente caliente —gruñó él—. Fóllate a ti misma, nena.
Yo ya lo estaba haciendo, pero deslicé mi mano por su antebrazo, envolviéndola alrededor de la suya entre mis
piernas y lo hice más duro.
—Hermosa —gruñó—. Eso es. Más duro, Hanna.
—Me voy a venir —le susurré.
—Vas a esperar por mí. Monta esos de forma salvaje, cariño. —Me mantuve en sus dedos. Su pulgar salió y se
apretó contra mi clítoris, grité, pero seguí adelante—. Mi chica. Así jodidamente salvaje. Dame esa montada salvaje.
—Por favor, cariño. No puedo aguantarlo más —le supliqué.
—Entonces saca mi camiseta y posiciónate para mí. Tu elección, nena, muéstrame cómo quieres tomarme.
Al instante saqué su camiseta y la tiré a un lado. Me puse sobre mi espalda, abrí mis piernas y él estaba allí, chocando
contra mí.
Lo rodeé completamente con mis extremidades, alcé mis caderas, deslicé mis uñas por su espalda y le rogué:
—Más duro, Raid.
—Follar. Salvaje. Mojada. Mía —gruñó, su cara en mi cuello.
Sentí sus dientes marcando suavemente el tendón allí. Me gustó tanto eso que mis uñas se clavaron profundamente,
mis piernas convulsionaron y mi cabeza se presionó hacia atrás. Sentí sus dientes hundirse en la carne de mi hombro donde
encontró mi cuello y me vine a pedazos ante eso.
Raiden estaba justo allí conmigo.
Me viene abajo para sentir los labios de Raid deslizándose suavemente contra la carne en la que sus dientes se habían
hundido, algo que él hacía a menudo, marcarme, y después, encontrar una manera de calmar mi piel con una ternura que era
irreal en su belleza.
Me encantaba.
Envolví mis brazos alrededor de él y apreté mis piernas, y sus labios se movieron hasta la piel debajo de mí oreja.
—Estoy bastante seguro de que rompiste la piel de nuevo, salvaje —murmuró él con aprobación profunda y gutural.
—Puedo confirmar que ella lo hizo ─la voz de una mujer vino de la habitación.
Me tensé, parpadeé, preparada para tener un ataque al corazón, pero Raiden se movió.
Salió y rodó al mismo tiempo que tiraba el chal sobre mí y gritaba:
—¿Qué carajos?
Abracé el chal a mi pecho, me levanté y miré a la tetona prostituta rubia con la que vi a Raiden besándose meses
antes, y mis pulmones se detuvieron.
—No sabía si aplaudir o unirme a ustedes —comentó.
—OhporDios, ohporDios —empecé a canturrear por una razón muy, muy diferente esta vez.
—Por favor, jodidamente dime que no entraste en mi casa y me viste follar a mi mujer —gruñó Raid de una manera a
la que alguien en su sano juicio diría no.
Ella parecía inmune. Inclinó una cadera, plantó su mano sobre esta y compartió:
—Escuché el: “Más duro Raid. Joder, salvaje, mía”, pero eso fue suficiente. Las habladurías en el pueblo están en lo
cierto. Te estás deshaciendo de mí.
¿Qué?
Mi mente se negaba a procesar eso. De hecho, se negaba a procesar nada. Lo único en lo que podía pensar era en
salir de allí, demonios.
Inmediatamente.
Salté de la cama, sosteniendo el chal a mí alrededor, y corrí hacia mi ropa en el suelo.
—Hanna, vuelve a la cama —escuché la orden de Raid, pero ya tenía mi ropa interior y estaba luchando por
mantener el chal en su lugar mientras la empujaba por mis piernas.
—¿Hanna? —se burló ella—. Jesús, Raid, lo haces vainilla. Esto es muy decepcionante.
—Perra, un consejo. Desaparece. En este momento y que yo no te vea de nuevo —respondió Raiden en un tono
bajo de advertencia que me asustó muchísimo.
Me di cuenta de que él se estaba moviendo, pero yo estaba concentrada en tirar de mis pantalones cortos.
La mujer fue inmune de nuevo a la advertencia de Raid.
—Cariño, te sientes como una aventura, a Raid le gusta salvaje y yo tengo tiempo. Tú le diste algo bueno, ¿pero tú y
yo juntas? Volaremos su mente.
Ella estaba hablando conmigo.
Y no podía creer lo que me estaba diciendo.
La ignoré y sostuve el chal con mis dientes mientras envolvía mi sostén alrededor de mis costillas.
—Meg, no voy a decirlo de nuevo. Vete a la mierda —gruñó Raiden.
—Hablo por experiencia, cariño —ella siguió haciendo caso omiso de Raid y dirigiéndose a mí—, le traje a una
amiga. A él le gusta así. Lo sé porque regresó por más.
El dolor quemó a través de mí, pero yo no pude concentrarme en este ya que escuché un chillido aterrorizado. Mi
cabeza se levantó y vi a Raiden, en nada más que pantalones de camuflaje, con la cremallera cerrada pero no abotonado,
arrastrándola por el brazo a través de la habitación.
Abrió la puerta y en persona la lanzó hacia el rellano.
—Te lo juro por el condenado Cristo, que veo tu puta cara de nuevo, y voy a dedicar mi vida a hacer la tuya una
miseria. Si te sientes como para ponerme a prueba, aprenderás de verdad y malditamente rápido que yo no jodo. Y después
de esa mierda de ahí, Meg, voy a ir lento y a disfrutar de cada maldito minuto de mandar tu vida justo por el retrete
—amenazó, luego terminó diciendo—: Asiente si me entiendes.
—Puro ladrar, pero no morder, el concepto dulce y vainilla es Hanna ahí. Ahora ella tiene tus dientes cuando pensé
que eran todos para mí —se burló ella.
Esto podría hacerme una rara, y antes de esto no me importaba, pero yo podía hacer que Raid lo perdiera a menudo,
perder el control lo suficiente como para hundir sus dientes en mí y, como ya dije, me encantaba eso.
De hecho, para ser honesta, vivía por esto.
Y no era solo mío.
Cerré mis ojos contra el dolor, luego los abrí, dejé caer el chal y me incliné para agarrar mi blusa.
—Solo pruébame —susurró siniestramente.
—Haz lo que quieras —dijo entre dientes—. Nadie se aleja de mí.
—Solo observa, perra —replicó Raiden—. No te he hablado durante meses. Para un hombre que las folla a ti y a tu
amiga, sin cenas, ni películas, no eres más que un coño y un coño como el tuyo es lo mismo que nada.
—¡Idiota! —gritó.
—Sí, soy un idiota, pero tú eres una jodida puta. Prepárate, Meg —terminó en una advertencia y cerró de golpe la
puerta justo en su cara.
Hizo girar la cerradura, se volvió hacia mí y levantó una mano para arrastrar los dedos por su cabello, sus ardientes
ojos aterrizando en mí.
—No me jodas, que maldita jodida para mi mujer, vine a casa con ella en mi cama y no cerré la puerta de mierda
—gruñó.
—Tengo que irme —dije en voz baja, y Raid se centró en mí.
—¿Qué dijiste?
—Tengo que irme —le dije.
—Hanna, eso fue solo una follada. No tomes su mierda —ordenó.
—Tengo que irme —repetí.
—Nena, de nuevo, fue una follada. Nunca me involucré con ella. Fue casual. No puedes huir de lo que no es real. Ni
siquiera he hablado con ella en jodidos meses. Más tiempo del que has estado conmigo. Oyó hablar de nosotros, se despertó
sintiéndose como una perra y vino aquí a difundir la alegría.
—La llamaste puta —le recordé.
Él alzó una mano, sus cejas disparándose.
—¿No estabas justo aquí? Ella es una puta.
Esto no era discutible. Ni siquiera sé por qué lo traje a discusión.
Me moví.
—¿Tú la… tú la… mordiste como a mí?
—Cariño, ¿por qué crees que esa mierda está sobre mí? Esa perra no ha tenido nunca mis dientes.
Joder, ninguna perra ha tenido nunca mis dientes.
Gracias a Dios.
Al menos eso era bueno.
Una vez más, me moví.
—¿Te acostaste con ella y su amiga?
Su torso giró hacia atrás, su boca se cerró y lo supe.
Dios.
Me acerqué a él, porque él estaba en la puerta, mi cabeza estaba abajo, mi boca repitiendo:
—Tengo que irme.
No lo hice. No se alejó de mi camino esta vez. Envolvió sus manos alrededor de mis dos brazos y me movió de
regreso metro y medio en la habitación.
Me liberé y di tres amplios pasos a un lado, levantando una mano en su dirección.
—¡No me toques! —dije entre dientes, y esta vez su cabeza se sacudió.
—Hanna…
—¡Tuviste tríos! —chillé.
—Te lo dije, nena, no queremos ir sobre la mierda del pasado.
Tiré de ambas manos.
—Ahora entiendo por qué —compartí. Entonces le pregunté—: ¿Vas a querer hacer eso conmigo?
—Joder, no —espetó.
—¿Y se supone que te debo creer? —empujé.
Se inclinó hacia mí y me espetó:
—Joder, sí.
—¿Cómo? —le espeté—. Ella tiene razón, te gusta lo salvaje. ¿Cuándo va a desaparecer lo vainilla, Raid?
De repente, una sonrisa enorme, blanca y divertida, y si no me equivocaba, parecía que estaba luchando contra la
risa.
—¡Esto no es divertido! —grité porque bueno, ¡no lo era!
—Cariño, te equivocas. Tú pensando que siquiera estás cerca de lo vainilla es malditamente hilarante.
—Uhm, hum —murmuré con incredulidad.
Su cuerpo empezó a temblar visiblemente.
Sí.
Con la risa.
—¡Esto no es divertido! —grité.
Raid cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de contraatacar su sonrisa sin ocultar que estaba luchando de nuevo
y comenzó:
—Hanna, nena, te dije que no queremos ir sobre la mierda del pasado y no me equivoqué. Realmente no lo
hacemos. Pero has trabajado por ti misma por lo que no me das otra opción.
No me gustó este comienzo, pero no tuve la oportunidad de compartir eso porque Raid siguió su camino.
—Meg pasa sus días en un trabajo de mierda que odia y pasa la mayor parte del resto de su tiempo fuera del trabajo
hambrienta, por lo que por lo general está en un estado de ánimo de perra porque casi odia su vida, pero sin duda necesita un
sándwich. En contradicción con esa mierda, no tiene ningún problema vertiendo alcohol en su garganta y fumando un chingo de
hierba, lo que no le da de comer pero es algo que se niega a dejar, así es el ciclo vicioso de ser una puta y hacer que las
buenas cualidades de ella se pierdan.
—Raid —le espeté para conseguir que se callara, porque no quería saber nada de esto, pero él hablaba sobre mí.
—Lo que estoy diciendo es que ella es una chica fiestera, buena para nada, y estaba por nada conmigo. Cuando ella
era capaz de aplacar a la perra, nos lo pasábamos muy bien. Tal vez conseguirá un tipo que está con las tetas falsas, un
montón de cabello y mujeres que se preocupan más por tener un cuerpo tonificado que por tener un estado de ánimo tan
decente que se pondrá con la perra con tal de tener su marca de diversión, pero ese tipo no soy yo.
—¡Raid!—grité esta vez, pero siguió adelante.
—Quieres oír esto o no, honestamente, si no te encendiste por mí nuestra primera vez, y fueras vainilla, eres fabulosa
nena, pero no estarías aquí ahora. Contigo tengo todo el paquete. Si lo tuviera con ella, ella estaría aquí, no tú.
—Esto no me hace sentir mejor —le informé.
Su diversión murió y replicó:
—Entonces, ¿cómo es esto? Te enciendes por mí, pero más, me haces encenderme por ti. Y ninguna mujer, no en
toda mi vida maldita, ha hecho que me encienda de la forma en que lo haces.
Guau.
Sabía que hizo eso por mí, pero no tenía ni idea de lo que hice por él.
Cerré mi boca.
—Consigues mis dientes, Hanna, porque hacerte mi propia Peggy Sue personal me lleva a lo salvaje, me vuelve
jodidamente loco. Lo haces por mí como ninguna mujer antes. Pierdo el control, porque me lo haces y consigues mis dientes,
y lo que hace esa mierda mejor es que amas que deje mi marca en ti.
Luché contra el deseo de tocar mi piel, a sabiendas de lo que había pasado antes, había tenido que elegir mi top para
ese día con cuidado. Porque su marca siempre era leve, pero estaba allí y tenía razón.
Amaba tener la marca de Raid en mí.
Estaba lejos de hacerlo y él también se guardó lo mejor para el final.
—Ella no lo hace por mí, Hanna, porque no caí enamorado de ella cuando la vi a través de una calle, con el cabello
brillando en el sol, riendo. Tú lo haces por mí, porque tú eras esa chica cruzando la calle, tu cabello brillando en el sol, riendo,
haciendo que me enamorara de ti, y yo ni siquiera jodidamente te conocía.
¿Acaba de decir eso?
—Oh, Dios mío —le susurré.
—Sí —estuvo de acuerdo.
Solo dijo eso.
—Oh, Dios mío —repetí.
—Sí, cariño —estuvo de acuerdo de nuevo.
—Yo… —empecé, pero de nuevo él habló sobre mí.
—Así que gracias joder, mi boca en la tuya, estallas y te dejas ir sobre mi polla mientras estoy conduciendo tu auto y
clavas tus uñas en mi espalda cuando te vienes para mí, porque, nena, eso significa que me das todo. Ni una sola mujer en mi
vida me dio todo y ningún hombre puede esperar eso. Espero por eso. Si. Conseguirlo No. Tú lo das todo, lo que significa
que ya lo tengo todo.
Me quedé mirándolo.
Me dejó por un rato y luego continuó:
—Ahora, puedo compartir lo que vino antes que tú, y me divertí, Hanna No me disculpo. Pero creo que es mejor
que dejemos las mentiras. Porque todo lo que tienes que saber es que vas a ser tú y solo tú, hasta el día que muera, porque la
vida no me llevó por el camino equivocado cuando me enamoré de una chica que tenía el sol brillando en su cabello que
finalmente no lo haría por mí. No eres más que suficiente para mí. Eres todo lo que quiero. Así que eso funciona para mí.
Cuando él dejó de hablar, por desgracia, empecé.
—¿Sus pechos son falsos? —solté.
—Absolutamente —respondió Raiden.
—¿Estás enamorado de mí? —seguí impulsivamente.
—Absolutamente —respondió Raiden.
Nos miramos el uno al otro, mientras mi corazón se aceleraba y luchaba con los jadeos.
Entonces, sin terminar de escupir, compartí.
—Te gano. Me enamoré de ti cuando tenía seis años y no sabía quién eras.
Vi la tensión aflojarse de su cuerpo. Su cuello torcido, la cabeza caída hacia adelante, cerrando los ojos, y se quedó
contemplándome en silencio por un momento antes de que levantara la cabeza, me miró y me dijo en voz baja:
—Está bien, nena, tú ganas.
—Absolutamente —le contesté.
Fue entonces que Raiden Ulysses Miller me quemó por segunda vez, pero no luché contra este incendio. No hubo
dolor. Pero eso no significaba que no terminara de marcar.
—Te dije que cuando era niño nunca soñé con ser un policía o un astronauta, pero le di muchos pensamientos a la
mujer que querría en mi cama. Crecí y le di más importancia a esa mujer, pero también era acerca de la mujer que quería en mi
vida. Y eras tú. Luego te conocí. Y ahora, todos los días que me despierto, no puedo creer mi suerte, porque estás aquí.
¿Era real?
—¿Cómo puedes tomar una situación totalmente loca que nunca debió suceder, que era intensa y humillante, y
convertirla en algo que nunca quiero olvidar en toda mi vida? —le pregunté.
—Porque me amas —respondió Raiden.
—Oh, cierto. Así es cómo —murmuré.
Su fuego ardía al rojo vivo.
—Ven aquí —gruñó.
Llegué allí.
En el instante en que lo hice, me aplastó en sus brazos, enterró su cara en mi cuello y ardí en llamas.
Se sintió genial.
***
***
***
—¡Hola! —saludó Rachelle en un grito cuando entré en la cafetería y la campanilla de la puerta sonó.
Había fallado en observar que la Cafetería de Rachelle parecía haber sido arrancada de la isla de Nantucket y
plantada en Willow, Colorado. Por supuesto, nunca había estado en Nantucket, pero había visto fotos, y la Cafetería de
Rachelle estaba ahí. Tenía mesas a lo largo y una larga encimera corría por un lado. El resto era toda colores serenos y una
decoración casual, y confía en mí, la decoración podría ser "casual".
Era impresionante.
Rachelle estaba detrás del mostrador con su mamá en frente de ella.
—Hola —dije.
—Hola, Hanna —dijo de vuelta la señora Miller.
Sonreí y fui hacia ellas.
Ni que decir tiene, Raiden y yo ahora vivíamos juntos, e independientemente de que él estaba un poco fuera de la
ciudad, que nosotros tuviéramos tiempo real juntos en nuestro historial, habíamos estado en una cena en casa de la señora
Miller.
La conocía de toda la vida, me gustaba desde ese tiempo, y después de ir a cenar a su casa me gustaba más. Ella era
como siempre fue: agradable, amable y de fácil hablar, pero descubrí que era también una buena cocinera.
También llegué a conocer mejor a su novio, Gazza. Gazza era Inglés, como en realidad de Inglaterra, pero, como si
hubiera sido un hombre de la montaña toda su vida, incongruentemente tallaba tótems o águilas y similares en troncos. Lo hacía
para ganarse la vida, vendiéndolos en el jardín de su casa en las colinas.
Él era un buen tipo que a todo el mundo le gustaba. La señora Miller y Gazza no vivían juntos, pero habían estado
juntos durante años y de alguna manera hacían logrado hacer funcionar el estar juntos en lugares separados. También era
conocido en la ciudad como lo era Ruthie Miller, quien quería su propio espacio y Gazza la amaba lo suficiente como para
aceptarla como venía, lo que, por supuesto, hizo que a todos les agradara más.
Pensé que era aún más genial, sabiendo ahora que ella era una mujer que tenía un hombre que no era tan genial, por
lo que solo aceptaba la vida y el amor en sus términos, pero ponía el esfuerzo para hacerlo funcionar.
Por otra parte, estaba aprendiendo que los Miller (no obstante el Sr. Miller, donde quiera que estuviera) eran todos
geniales.
Me detuve y Rachelle preguntó:
—¿Cena o aperitivos para un café al estilo Rachelle?
—Raid y yo vamos a la función doble en el Deluxe esta noche, pero él está llegando tarde, así que una rápida cena,
sin aperitivos.
Por alguna razón, esta declaración hizo que Rachelle rugiera de risa, pero el rostro de la señora Miller se volvió
brillante.
—¿Dog Day Afternoon y French Connection? —preguntó con entusiasmo.
—Síp —le respondí—. Noche de película de Patea traseros de los 70’s en el Deluxe, a pesar de que se perdieron
una gran oportunidad de comercialización al no mencionarlo y en cambio llamarlo Obras Maestras del Cine de los 70’s en el
Deluxe. —Ella sonrió ampliamente, y ante su expresión ofrecí—: ¿Quiere unirse a nosotros?
Ella negó con la cabeza.
—Me encantaría. Tengo planes con Gazz. En otra ocasión.
Asentí, miré a Rachelle y sonreí a través de mi esperanzadoramente no tan entrometida pregunta de:
—¿Puedo preguntar por qué te ríes?
—Mi hijo —comenzó la señora Miller a responder lo que le había preguntado a su hija, así que volví a mirarla—,
nunca fue un chico que se sentara a ver televisión y jugar videojuegos. Tampoco iba al cine. Él trepaba árboles. Corría por ahí
en esa patineta suya, sin casco, voy a añadir, no importa cuántas veces lo regañaba por eso. Desaparecía en el bosque o en las
colinas y se iba todo el día haciendo Dios sabe qué. Él sentándose por toda una doble función está fuera de lugar —explicó,
pero en realidad no era una explicación de por qué eso sería divertido.
Entonces Rachelle me dio la explicación de la que la Sra. Miller fue demasiado bien educada para dar.
—Ni siquiera por sus perras en su tiempo, sentó su culo en un cine. Si no marchaban por el bosque con él o…
—Sus ojos se deslizaron hacia su mamá─, lo que sea, que estuvieran tramando. Así que es hilarante ver a mi grande,
escalofriante y rudo hermano tan… totalmente… sometido.
Mi boca quedó colgando, pero la señora Miller dijo bruscamente:
—¡Rachelle!
Ella sonrió sin arrepentimiento hacia su madre e hizo un ruido brusco de un chasquido.
—No estoy segura de que Raiden sea un sometido —compartí y Rachelle me miró.
Entonces ella lo explico claramente.
Aterradora, maravillosa, y como Rachelle tenía una tendencia a hacer, hilarantemente.
—Su Señoría, prueba A: la niña bonita lo llama Raiden cuando nadie lo llama Raiden porque jodidamente odia ser
llamado Raiden —dijo, y me miró fijamente.
No sabía eso.
—Rache, no digas la palabra con j ─siseo la Sra. Miller.
Rachelle ignoró a su madre.
—Prueba B: Raid sentando su culo en un cine, probablemente pasando esas horas sin ver la película, sino pensando
en la mierda que podría hacer explotar, las carreteras que puede correr en un vehículo todo terreno o en las otras cosas en que
podría estar usando ese tiempo para hacer travesuras con su chica.
—Lo siento mucho, Hanna, cuando ella está a toda marcha… —comenzó a decirme la Sra. Miller.
—Prueba C —siguió adelante Rachelle, pero su rostro cambió, fijando sus ojos en mí, terminó—: él se deja llevar y
se ríe. Todo el jodido tiempo. Finalmente permitiéndole ver a la gente que de hecho es genuinamente feliz.
Sabía de qué estaba hablando y mi garganta se obstruyó al instante.
—Te daré un vino blanco —afirmó, en conclusión.
Agachó la cabeza, escondiendo sus ojos y se alejó.
Con dificultad, tragué saliva y sentí que la Sra. Miller tomaba mi mano.
—¿Podemos sentarnos un momento antes de que Raid llegue? —pregunto con un apretón de manos.
Asentí. Todavía haciéndole frente a las bombas emocionales de Rachelle e insegura acerca de estar un momento con
la madre de Raid, no tuve otra opción, así que fuimos a una mesa junto a la ventana.
Ella se sentó frente a mí.
Ya había aprendido, ya que estaba tratando con uno de los Miller, así que me preparé.
Fue una buena cosa para hacer.
—No dejes que Rachelle te moleste —dijo.
—No estoy molesta —le aseguré, lo que era una especie de mentira. Yo estaba molesta, pero no en el mal sentido.
De hecho, estaba conmovida.
—Solamente estamos… solo estamos… —ella miró por la ventana y luego de vuelta a mí─, muy contentas de que él
se establezca.
Asentí.
Sus ojos se desviaron a la ventana, y para darle tiempo sin mi mirada en ella, la mía también se apartó.
—Él habla contigo.
Fue apenas un susurro, pero lo escuché y la miré.
Su mirada estaba todavía fuera de la ventana.
Cuando no tuve una respuesta lista, ella siguió su camino, apuntando sus palabras hacia mí, pero todavía mirando por
la ventana.
—Él regresó y él... —La miré tomar aliento—. La vida cambia a las personas. Las cosas suceden. Es la forma en
que la vida es, pero eso era... eso no era por lo que él estaba diferente.
Oh Dios.
Giró la cabeza y me miró.
—Él se había ido. Lo intentamos, Rache y yo... bueno, se cerró a nosotras. Él sonreía, pretendiendo ser él mismo,
pero no lo era. Una madre sabe. Una hermana sabe. No era nuestro Raid.
—Lo sé —le contesté en voz baja.
—Está de vuelta —declaró, y mi corazón saltó.
—Yo…
Su manos se estiraron por encima de la mesa y se cerraron alrededor de las mías con tanta fuerza que causó dolor.
—Él habla contigo. —No era una declaración, sino una pregunta.
No podía decirle como lo hizo, él no lo hizo.
Solo dije:
—Sí, Sra. Miller. Él habla conmigo.
—Ruthie, cariño, te dije que me llames Ruthie.
Lo hizo. Así que asentí de nuevo.
Su mano se tensó aún más alrededor de la mía y reprimí una mueca.
—Lo averiguarás, le pido a Dios, podrás descubrir que una madre tiene muchas pesadillas. Sé que suena raro, pero
no me malinterprete. Eres feliz de vivir con ellas, porque para ser madre, tienes que crear estas diminutas vidas, respirar sueños
que crecen hasta ser cosas espléndidas. Pero para una mujer con un hijo, eso es lo peor. Cuándo se ha ido. Qué está
haciendo. Oras mucho para que vuelva a salvo, que te olvidas de orar a Dios para mantenerlo a salvo de todas las formas en
que se puede dañar. Mi hijo fue dañado.
Su mano levantó la mía un centímetro fuera de la mesa y sus ojos se pusieron brillantes.
Los míos también.
—Gracias por arreglarlo —susurró.
Sostuve su mano apretada de vuelta, me incliné y le dije con suavidad, pero honestamente:
—Mi trabajo no ha terminado, Ruthie.
—Estoy segura. Pero tengo fe en ti.
Oh Dios.
Me tragué las lágrimas.
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —le prometí.
—Ya lo estás haciendo.
En serio. Esto era hermoso, pero no podía tomar más.
—Sabes —espeté—, Abue enloquecería si me viera, una Boudreaux, llorando en la cafetería local.
—Entonces cálmate, perra —declaró Rachelle, llegando con mí vino y colocándolo en la mesa—. Recomponte
—aconsejó y se giró hacia su madre—. Mamá, Raid entra aquí y te ve toda sentimental con su mujer, va a perder la cabeza.
Contrólate.
Entonces ella se alejó.
Ruthie me miró, su boca torcida.
—Ella no está equivocada.
—Usted lo crio, así que estoy segura que sabe esto mucho mejor que yo, pero él puede tener su ataque de hombre
macho. Explotará, y a través de ello solo haremos nuestra propia cosa.
Sus ojos se iluminaron, su mano dejó ir la mía y respondió:
—Ahora estoy viendo cómo puedes exprimir milagros.
—Le doy todo el crédito a Abue y a KC. Abue es sabia y lo dice directamente. KC vive con un alfa y también lo
dice directamente. Ellas son mis gurús —compartí.
—Si necesitas otra gurú, ya sabes dónde encontrarme, y no tomes eso como que te pido que compartas conmigo en
qué anda mi hijo. Si él quiere que lo sepa, me lo dirá. No estás en el banquillo. Solo sé que Raid está bastante bien y estoy
feliz de hacer mi parte.
Le sonreí.
Devolvió la sonrisa y luego gritó:
—¡Rache! ¡Me voy!
—Voy a llamar a Gazz y advertirle que estás en pie de guerra emocional y es el próximo en tu agenda —gritó
Rachelle.
Ruthie se había parado a través de esto y me sonrió.
—Una vez más, no está equivocada.
Me reí.
Alargó la mano y metió mí cabello detrás de mí oreja.
Eso era familiar, proveniente de un Miller.
Y dulce.
Dejé de reír.
—Hasta luego, Hanna.
—Tenga una buena noche con Gazz, Ruthie.
Ella me guiñó un ojo y se fue.
Tomé un sorbo de vino, miré por la ventana y arrastré una respiración profunda para reponerme.
En cierto modo logré esta hazaña, cuando sentí una presencia unirse a mí en la mesa. Salté por la sorpresa, pero volví
la cabeza sonriendo, pensando que vería a Raiden.
No era Raiden.
Era un hombre apuesto, bien vestido, mirándome con ojos que eran casi tan increíbles como los de Raid.
Pensando que iba a venir hacia mí, le dije:
—Lo siento, estoy esperando a alguien.
—Sí. Y cuando llegue, te pido que le des a Miller un mensaje para Knight.
Mi espalda se enderezó, mi piel empezó a zumbar (y no en el buen sentido) y lo miré fijamente.
No dudó.
—Dile que le diga a Knight que está siendo cuidadoso, pero no lo suficientemente cuidadoso. Dile que Nair no va a
darse por vencido. Que le diga que va a tener que hacer algo de una manera permanente para hacer que Nair se rinda.
¿Entiendes?
Mis ojos se estrecharon aun cuando mi mano se movió de nuevo hacia mi celular en mi bolsillo.
—¿Quién eres tú?
—Soy Nick. Miller sabrá quién soy. Knight definitivamente va a buscarme. Y tú, no te preocupes. Nair no se centra
en Miller. Él ni siquiera sabe quién es Miller. Él no está enfocado en nadie más que en Knight. Nair no tiene ni idea que existes
y no le importa un carajo. Pero necesitaba una manera de pasar el mensaje. Esa eres tú.
—Si tiene algo que decirle a… —empecé.
—Si quieres que los conduzca a tu hombre, entonces sí, voy a hablar directamente con él. Si quieres que ellos
mantengan su enfoque en mi hermano, entonces le dices a Miller todo lo que dije.
Antes de que pudiera responder, él se levantó y se fue.
Parpadeé tras él.
Entonces miré a mí alrededor y vi la cafetería medio llena, la mayoría concentrados en su comida o una conversación.
Rachelle no andaba por aquí, probablemente estaba en la cocina.
Me preguntaba si alguien lo vio, pero no parecía ser así. Nadie prestaba atención.
Saqué mi teléfono y tenía la cabeza agachada, los dedos moviéndose en el para llamar a Raid cuando la campana
sobre la puerta sonó.
Salté y miré hacia arriba para ver a Raiden sonriéndome y viniendo hacia mí.
Rodeó la mesa, se inclinó hacia mí, barrió mi cabello hacia atrás y me besó en el cuello. Luego se quedó allí para
correr su nariz sobre mi piel, lo que hizo que hormigueara, pero de la buena manera esta vez.
Seguía allí cuando me susurró al oído:
—Me encanta cuando el perfume de mi chica es fresco. Hola, cariño.
—Hola —le contesté.
Sacó la mano de mi cabello y rodeó la mesa, gritando:
—¡Rache! Cerveza y muévete con dos especiales. ¡Hanna y yo vamos a llegar tarde!
—¡Cállate! —gritó desde la cocina.
—Pierdes unas monedas si no te das prisa. ¡Podemos conseguir algo en la calle! —gritó Raid.
—¡Dos especiales saliendo! —devolvió.
Por suerte, Rachelle era la dueña de la cafetería, por lo que los Miller actuando como, bueno, que iba yo a saber
cómo funcionaban los Miller.
Raid se instaló frente a mí y apenas consiguió su trasero en la silla cuando anuncié:
—Hace un minuto, un hombre bien vestido, que nunca he visto en mi vida se sentó justo donde estás y me dijo que te
dijera que le digas a Knight que no está siendo lo suficientemente cuidadoso. Una persona llamada Nair no va a darse por
vencido y Knight tiene que hacer algo permanente para conseguir que renuncie.
Raid, con los ojos fijos en mí, se congeló. El aire a su alrededor se congeló. De hecho, toda la cafetería se congeló
mientras me miraba fijamente.
Entonces sentí ojos en mí, porque el peligro saliendo fuera de Raiden era tan inmenso, que estábamos capturando la
atención a pesar de que no se decía ninguna palabra.
En otras palabras, yo no era la única que podía sentirlo, y era tan fuerte que esto no era una sorpresa.
Luego susurró a su siniestra manera:
—¿Dilo de nuevo?
Repetí lo mismo.
Raiden se inclinó ligeramente hacia mí.
—¿Estás diciéndome que el hijo de puta llegó hasta mi mujer en el jodido negocio de mi hermana, se sentó frente a ti
y te dio un mensaje para mí?
Dudé por el retumbar aterrador del tono de su voz que nunca había escuchado antes y el resplandor ominoso
ardiendo en sus ojos que nunca había visto antes, entonces me incliné y le respondí:
—Sí.
Se sentó de nuevo.
—Jesucristo. Voy a jodidamente matar a ese tipo.
—Amigo, ¿qué pasa? —preguntó Rachelle, golpeando la mesa justo antes de que una botella de cerveza golpeara la
mesa.
Ahí estaba. Otras personas sintieron su vibra.
—Rache, piérdete —ordenó Raid.
—Hermano, te ves alterado. Yo… —empezó.
La cabeza de Raiden se inclinó hacia atrás y cortó sus ojos hacia ella.
No estaba recibiendo su mirada, pero aun así me estremecí.
—Del fondo de mi corazón, pero jodidamente fuera de aquí, nena.
Ella se mordió su labio, me miró con sus ojos muy abiertos y sabiamente se largó.
Raiden me miró y desee que Rachelle regresara.
—Si lo ves de nuevo, le dices que necesita encontrar un conducto alternativo para comunicarse con su hermano. No
tú. Y terminas diciéndole que si lo ves de nuevo después de eso, lo encontraré, arrancaré su cabeza y la meteré en su culo.
¡Caramba!
—Raid…
—¿Entendiste eso? —me interrumpió para preguntar.
Ahora, claramente no era una de esas veces para responder con insolencia, así que asentí, pero salí adelante con
cautela:
—Sí, cariño, entendí eso, pero ¿qué está pasando?
Contuvo el aliento, luego agarró su cerveza y sorbió un poco de vuelta antes de ponerla sobre la mesa de nuevo e
inclinarse hacia mí.
—Te conté sobre mi amigo Knight teniendo problemas. Un hombre llamado Drake Nair es el problema. Nair sigue
jodiéndolo. Primero, Nair se acercó a la mujer de Knight, Anya, compartiendo algunas cosas que no eran suyas para
compartir. Eso no tuvo el efecto deseado. Segundo, Knight tiene una variedad de personas bajo su protección y Nair ha
lastimado a algunas de ellas. Cuando Knight terminó con eso, Nair encontró al chico que estoy cazando, quién consiguió
infiltrar algunos de sus soldados en algunos de los asuntos de Knight, encontró algunos puntos débiles, y con esto quiero decir
ex adictos. Les reintrodujo en metanfetaminas, consiguió engancharlos de manera que Knight tuvo que limpiar esa mierda de
su negocio y también hacer el esfuerzo de limpiar de nuevo a los adictos.
Santo Cielo.
Drake Nair sonaba como un idiota de clase mundial.
Me preguntaba qué hizo Knight para inspirar esta animosidad, pero no tuve la oportunidad de preguntar. Raiden aún
estaba hablando.
—Knight no es inconsciente de que Nair era un fastidio que, a través de la tenacidad demostrada, se convirtió en un
enemigo quién es una verdadera amenaza. Nick es el hermano de Knight, y Nick es un comodín.
Dejó de hablar, así que finalmente tuve la oportunidad de hacer una pregunta.
—Si es el hermano de Knight, ¿por qué solo no habla con su hermano?
—Nick Sebring era un dolor en el culo que se aprovechaba del esfuerzo de su hermano, cantidades abundantes de
coños y cocaína. El papá de Nick lo llevó a Hawai y supuestamente limpió su comportamiento. Él regresó a Denver y desde
entonces, su comportamiento es sin rumbo. Luego se dejó caer fuera de la red, para volver a aparecer al azar, y no de una
buena manera, con muy mala gente para dejarla caer directamente hacia afuera de nuevo. Aunque ha dado tiempo, energía y
dinero en esta cuestión, Knight aún no tiene idea de lo qué su hermano estaba haciendo.
—Bueno, obviamente, Nick tiene la espalda de su hermano si sale fuera de su camino para advertirle de problemas
—señalé.
—Nena, comodín —respondió Raid.
—¿Perdón? —pregunté.
—Juegas con comodines, tienes uno en tu mano. Dorado. Tu oponente consigue uno estás jodido.
—Oh —dije.
—Con la compañía que ha estado manteniendo, Nick advirtiéndole a su hermano no significa que lo tenemos en
nuestra mano. Desde que es un comodín, puede significar cualquier cosa.
Eso tenía sentido, así que dije:
—Está bien.
—En conclusión, no le das a este tipo ningún momento, excepto para decirle lo que te dije. Una vez que transmitas el
mensaje, jodidamente te alejas y me llamas. Si lo ves de nuevo después de eso, jodidamente te alejas, alrededor de la gente y
me llamas inmediatamente.
Esto sonaba como un buen plan, estaba totalmente en ello.
—Está bien.
—Ahora necesito llamar a Knight. La comida viene, empieza sin mí.
En vez de repetir mi “está bien”, asentí.
Se levantó y se dirigió hacia la entrada principal.
Tomé un sorbo de vino, pero presté atención esta vez a mí alrededor y gasté una buena cantidad de esfuerzo para
conseguir regular mis latidos.
Rachelle salió con la comida.
—¿Todo está bien? —preguntó.
Le di una sonrisa deseando que no se viera falsa.
—Sí.
Sus ojos se estrecharon antes en mi sonrisa, con experiencia tratando con las cosas de Raiden Miller, sabiamente lo
dejó ir y dijo:
—Después de que comas eso, puedes construir santuarios a mi genialidad. Disfruta de las películas con mi hermano.
Entonces estaba fuera.
Empecé a comer y al mismo tiempo a crear santuarios para su genialidad en mi cabeza.
Entonces Raid regresó y empezó a comer.
Sin decir nada más al respecto, nos fuimos por nuestra noche como si la breve visita de Nick Sebring no hubiera
sucedido.
***
***
La cama se movía violentamente. Mis ojos se abrieron de golpe, entonces mi cuerpo rodó sobre Raiden y estaba
volando por el aire.
Aterricé sobre mi espalda en el suelo junto a la cama con un grito de dolor mientras la sacudida del aterrizaje corría a
lo largo de mi columna vertebral, irradiaba sobre mi cuero cabelludo y a lo largo de mi espalda.
Parpadeé, tratando de entender qué estaba sucediendo, al mismo tiempo, concentrándome en el dolor que
afortunadamente se desvanecía, cuando de repente Raid estaba arrodillado junto a mí.
—Jesús, joder, Hanna, joder. Joder —terminó con una mueca mientras me empujaba sobre mis codos.
—Estoy bien.
—Mueve tus piernas para mí —ordenó.
Estiré y doblé completamente mis piernas, repitiendo:
—Cariño, estoy bien.
Un momento de silencio se deslizó antes de que me acunara en sus brazos. Me levantó, giró, sentándose en el borde
de la cama y me abrazó acercándome, mi trasero en su regazo, su rostro en mi cuello.
—Maldita sea —murmuró.
—¿Un sueño? —pregunté.
No contestó, pero fue entonces cuando me di cuenta de que su cuerpo grande y fuerte estaba estremeciéndose.
Cerré mis ojos, apretadamente y envolví mis brazos alrededor de él.
—Estoy bien. Está bien. ¿De acuerdo? —pregunté estúpidamente.
—Pude lastimarte —dijo.
—No lo hiciste.
—Podría haberlo hecho.
Me aferré con fuerza y declaré firmemente.
—No lo hiciste.
—Joder —dijo entrecortadamente y sus brazos se tensaron a mí alrededor también.
Se quedó en silencio y solo lo sostuve por un tiempo, luego moví mi mano y pasé mis dedos por su cabello grueso y
sedoso antes de curvarlos alrededor de su nuca.
Su cuerpo dejó de temblar, pero no me soltó, así que le devolví el favor.
Luego levantó su cabeza e incliné la mía hacia atrás para mirarlo.
—Cariño, iré a la habitación de invitados. Dormiré ahí hasta que consiga bloquear esos sueños —declaró.
Ante sus palabras, automáticamente puse un agarre sobre él, un brazo iba apretando, el otro deslizándose en su
cabello y haciendo puños
—¿Perdón? —pregunté.
—Follamos, nos besamos, te dejaré a salvo aquí, dormiré en la otra habitación hasta que esté bien, hasta saber que
los tengo bajo control, entonces regresaré —respondió.
Mi espalda se estiró enderezándose y mis labios, declararon áspera y dominantemente:
—No. Tú. No. Lo. Harás.
Sentí su cuerpo sacudirse a mi alrededor.
—Hanna
—No van a alejarte de mí —espeté, y ante eso sentí su complexión tensarse apretando.
No me importaba.
Moví mis manos a cada lado de su cabeza y llevé mi cara cerca.
—Ellos arrancaron grandes trozos y pueden tener eso. No puedo obtener eso de vuelta, pero no están quitándome lo
que es mío.
—Nena…
—No —mordí—. Esperé durante casi toda una vida. No voy a conseguirte y tener alguna de las partes buenas
alejadas, como tú durmiendo en otro lugar. Me gusta dormir contigo. Me siento segura contigo a mi lado. Despierto feliz. No
conseguirán quitarme eso, y, además, no lo conseguirán de ti.
Me dio un ligero apretón.
—Nena, esta noche, ni idea lo que estaba haciendo, te arrojé al otro lado de la habitación.
—Arrójame por la ventana, no me importa. Eso sí, no me hagas dormir sin ti.
Sus brazos convulsionaron y su voz era ronca cuando Raiden comenzó:
—Amo eso, nena, pero…
Lo corté.
—No estoy arrojando tus palabras en tu cara, ¿pero tus amigos murieron entonces puedes dormir sin tu mujer?
Se quedó completamente inmóvil.
No me di por vencida.
—Habla con uno de los chicos —ordené.
—Nena…
Presioné mis manos en su cabeza.
—Raid. Habla. Con. Uno. De. Los. Chicos. —No le di oportunidad de responder. Alejé mis manos de su cabeza, di
una palmada en su pecho y le grité—: ¡Dios! ¿No crees que la misma cosa que le está ocurriendo a ellos te está pasando a ti?
Tanta testosterona, absorbiendo y no queriendo parecer débil. ¿No crees que están esperando a que el más fuerte de ustedes
de un paso adelante, sacándolo y darles esa salida así pueden encontrar la manera de cómo demonios seguir adelante?
Dejé de hablar y me preparé para su reacción, lo cual podría ser cualquier cosa, pero estaba impresionada con lo
que conseguí.
Dejó caer su cabeza hacia adelante así su frente descansaba sobre mi hombro. Girando, colocando su mentón y
labios en mi oído, susurró:
—Hal estaba conmigo. Hal estaba... Hablaré con Hal.
No tenía ni idea de quién era Hal. Solo sabía que le estaba agradeciendo a Dios que el desconocido Hal existiera y
que mi hombre confiaba en él lo suficiente para hablar sobre esto con él.
También cerré mis ojos y me aferré a él.
—Gracias —susurré.
—Y dormiré aquí. Contigo.
Lo apreté más y repetí mi aliviado:
—Gracias.
Levantó su cabeza y fijó su mirada en la mía en la oscuridad.
—Tienes eso, cariño, pero tienes que comprenderlo ahora mismo. Hacemos un trato de que si eso sucede otra vez,
no importa cómo suceda, te lastimo, casi te lastimé, hemos terminado y me mudo a la otra habitación hasta que consiga
controlarlo.
—Raid...
—No, nena, ese es tu compromiso y tan rápido como deseo irme. Me encanta que tomes el riesgo. Me encanta que
no quieres perderme. Pero véelo desde mi perspectiva. Si en realidad te lastimo, tendría que vivir con eso. No me hagas eso.
Lo entendía, y aunque no me gustaba, lo entendía, por lo que se lo daría.
—Está bien. No voy a hacerte eso.
—Gracias.
A pesar de que no me gustaba darle lo que tenía qué, estaba alegré de entregárselo porque su agradecimiento era
malditamente tan dulce.
Exhale una respiración profunda, lo solté, moviéndome hacia él y me acurruqué cerca.
Raiden me sostuvo durante un buen rato y luego nos cambió, así estábamos en la cama, él sobre su espalda, yo
metida a su costado.
Su mano rozó mi cabello y luego su brazo se detuvo y se curvó alrededor de mí.
No lo aflojó.
No se durmió.
Yo tampoco.
Estaba torturándose a sí mismo por lo que me hizo, y quizás asustado de lastimarme a través de otro sueño.
Me rompía el corazón que estaba en vela por estas razones.
El amanecer tocó el cielo, y, finalmente, su brazo se aflojó.
Finalmente me permití ir la deriva para dormir.
19
Nada más Dulce
Traducido por Jane.
***
Hanna
—¡Ya voy, Abue! —grité mientras me apresuraba por el pasillo.
Fui por la puerta trasera, empujando hacia atrás la puerta mosquitera que Raiden había puesto la semana pasada, el
día antes de irse a un trabajo, y la vi sentada afuera bajo uno de mis chales.
Se volteó hacía mí.
—¿Cuándo regresa a casa, niña? —preguntó y le sonreí.
—Llamó hace una hora diciendo que estaría en casa en una hora y media.
—Entonces ve casa con tu hombre, chère. Dile que digo “hola”.
—Le diré —le aseguré y luego pregunté—: ¿Quieres que te ayude a entrar?
Miró el sol poniente.
—Voy a quedarme afuera un rato más.
—Abue…
Me miró.
—Solo un poco más, preciosa. Estaré bien. Eunice viene más tarde. —Ondeó su mano hacía mi—. Fuera. Súbete a
esa bicicleta tuya y ve a casa.
Sonreí de nuevo, fui hacia ella, le di un beso en su arrugada mejilla, luego regresé a la casa diciendo:
—¡Te veo después!
—¡Dile a ese chico que espero verlo en la iglesia el domingo! —dijo de vuelta.
—¡Lo haré! —grité.
Abrí la puerta de enfrente, la puerta mosquitera que, de nuevo, Raiden había puesto y en ese momento sentí un
zumbido en mis pies. Miré hacia abajo y vi a Spot contoneándose.
—¿Qué…? —lancé, siguiéndolo solo para verlo saltar sobre una silla, la barandilla y dentro de la canasta de mi
bicicleta que realmente necesitaba acondicionar para el invierno.
Gato loco.
—Adentro, Spot —ordené.
—Miau —me desafió, acomodando su gordo trasero en mi canasta, demandando un paseo.
Me apuré por las escaleras para bajar, lo levanté y se volvió loco, retorciéndose y siseando hasta que ya no pude
sostenerlo. Lo dejé de nuevo en la canasta, teniendo que agarrar la bicicleta para mantenerla firme cuando entró.
Se sentó sobre su trasero, me miró y dijo:
—Miau.
—Necesito ir a casa, amiguito.
—Miau.
—Mi hombre va a llegar a casa.
Él apunto su cara hacia la calle.
¡Aahh!
¡No tenía tiempo para esto!
Corrí a la casa, abrí la puerta y grité:
—¡Spot tiene ganas de dar un paseo! ¡Raid lo traerá mañana en la tarde!
—¡Muy bien! —gritó de regreso Abue.
Así que ahí fue donde lo entendí.
Sonreí para mí, me apresuré a la bicicleta, la monté y quite el freno. Poniendo mis pies en los pedales, nos fuimos.
—Vas a tener que explicarle a Raiden por qué tiene que dejar nuestra cama y traerte a casa —le informé a Spot.
—Miau —respondió al viento que soplaba en su cara, sin miedo del rudo Raiden Miller como solo Spot podía estar.
Manejamos a casa. Me detuve en frente y lo levanté de la cesta. Se curvó para poner sus patas sobre mis hombros y
comenzó a ronronear mientras caminaba por las escaleras.
Sonreí.
Gato completamente loco.
Saqué mis llaves, abrí la puerta de tela metálica que Raid también había puesto. Con un gato gordo en mi brazo y la
puerta metálica descansando en la parte de atrás, inserté la llave en la cerradura, la giré y no hizo nada.
Estaba sin llave.
—¿Yo no dejé…? —comencé a preguntar al pomo cuando dio vuelta.
La puerta fue abierta, mi mano quedó atrapada en un férreo control y con un grito de terror fuimos jalados dentro.
Por los siguientes diez minutos sentí bastante miedo.
Y bastante dolor.
Esto fue porque en el vestíbulo de la casa de mi niñez tres tipos me sacaron la mierda a golpes mientras otro
observaba.
La única cosa que procesé fuera del miedo y el dolor fue a Spot siseando su agonía:
—¡Miiiiiiaaaaaauuuuuuuuu! —Cuando fue pateado a la sala de estar.
Finalmente abajo y casi inconsciente, sobre mi estómago, incapaz de moverme, el dolor atravesó mis entrañas
mientras tocia sangre, y mi brazo inservible y roto debajo de mí, mi cabeza fue jalada hacia atrás por el cabello.
Deje salir un torturado gemido por el dolor adicional y traté de enfocarme en el hombre que estaba frente a mí.
—Solo para que sepas, Heather te traicionó después de poner una bala en el cerebro de Bodhi —me dijo.
Oh Dios.
Oh Dios.
Banana, escuché la voz de Bodhi en mi cabeza.
El dolor tan inmenso, físico y ahora emocional, mi cabeza dando vueltas, mis ojos abriéndose y cerrándose, iba a
desmayarme. Lo quería. Lo necesitaba.
Pero él no había terminado.
—No me gusta perder dinero. Me hiciste perder dinero. Ahora estamos a mano.
Estrelló mi cabeza contra la alfombra.
Y cuando lo hizo, afortunadamente, perdí la conciencia.
***
***
***
***
Raid
Tres semanas después…
Todos se pararon en el oscuro estacionamiento de la Casa de los Panqueques para tocar base antes de separarse
después de finalmente ocuparse del tipo responsable por atacar a Hanna y a las chicas de Knight.
—Quiero a Nair —retumbó Raid.
—Paciencia, Raid —dijo Knight tranquilamente.
—Creo que lo entiendes, hombre —declaró Creed—. Encontró a su mujer en el piso de su casa con su cara en un
charco de sangre que tosió. Necesitas apresurar esta mierda.
—Ese cabrón del que nos encargamos no tenía idea de que Hanna tenía algo que ver con Knight porque no tenía
idea de que Raid lo estaba buscando. Maldición, ni siquiera sabía quién es Raid —dijo Deacon—. Solo estaba encabronado
porque perdió un chingo de droga y fue Hanna quien intervino. La operación sigue siendo sólida.
—Cuando tengas una mujer o hijos o, no sé, incluso un maldito hogar que te importe, Deacon, entonces podrás
hablar sobre lo sólida que es esta operación —gruñó Creed.
El cuerpo de Deacon se puso peligrosamente quieto.
—Ese fue un golpe bajo —dijo.
—Pero fue cierto —contrarrestó Creed.
—No quiero un puto interrogatorio y no quiero separarlos de una maldita pelea. Quiero ir con mi mujer —gruñó
Raid y sus ojos fueron hacia Knight—. Llegamos al fondo de esto, esta mierda esta sobre Nair. Lo quiero.
—Indirectamente puse a tu mujer en peligro, Raid. Esta mierda está sobre mí —declaró Knight.
—No quiero repasar lo que hemos pasado con el tiempo o tampoco en las tres últimas semanas, pero repetiré lo que
he dicho cien malditas veces. Eso es una maldita mentira. —Los ojos de Raid se afilaron sobre Knight y su voz se
endureció—: uiero. A. Nair.
—Si hacemos eso, tenemos que hacerlo de manera que sea permanente —respondió Knight—. Eso requiere
planeación.
—Creo que probamos hace como diez horas que ninguno de nosotros tiene problema con una solución permanente a
un problema.
Los hombres se quedaron en silencio.
Knight lo rompió:
—Necesito entender cuál es la participación de mi hermano, Raid. Sé que entiendes eso.
—Sí. Lo entiendo. Así que encuentra a esa mierda y déjame perderlo con Nair —disparó Raid.
—Yo me encargaré de Nair —regresó Knight.
—Entiendo que ha jodido contigo, y Dios no permita que llegue a Anya, Kat o Kasha, entonces ahí, puedes tenerlo.
Pero hasta que llegues a casa y encuentres a alguien que amas yaciendo en el piso sobre su propia sangre, él es mío.
Knight sostuvo los ojos de Raid.
Luego levanto su barbilla diciendo:
—Muy bien.
Raid fue a su Jeep.
Se metió, retrocedió y no miró hacia atrás.
Porque se dirigía a casa.
***
***
***
Raid
Temprano en la tarde del día siguiente...
Raid estaba en su Jeep en camino a encontrarse con Clay y Hanna para el almuerzo en la cafetería de su hermana
cuando su celular sonó.
No conocía el número en la pantalla y casi no tomó la llamada.
Cuando lo hizo, se alegró, pero solo porque si no lo hacía, habrían llamado a su esposa.
—Miller —respondió.
—¿Raid? —preguntó una mujer.
—Sí —respondió.
—Hola, eh, soy Judy del programa de enfermeras a domicilio. Uh...
Ella se quedó en silencio y no dijo más.
Raid sintió que su intestino instintivamente se ponía tenso y se concentró en la conducción.
Cuando ella no habló, le preguntó:
—Judy, ¿tienes algo que decir?
Una vacilación, a continuación, en voz baja:
—Lo siento mucho. Hemos hablado de ello y pensamos que lo mejor era tratar de llamarte primero. Odio tener que
ser la que diga esto, pero cuando Fran fue a alistar a la señorita Mildred para el día, se encontró con que la señorita Mildred
había fallecido mientras dormía anoche.
Raid movió el Jeep a un lado de la carretera, lo puso en punto muerto y se estacionó en un desvío.
—Repite eso —ordenó.
—En verdad, realmente lo siento, Raid. No queríamos llamar a Hanna. Pensamos que sería mejor si se lo decías tú.
Pero la señorita Mildred murió anoche.
Cerró los ojos, se inclinó hacia adelante y apoyó la frente contra el volante.
—¿Estás bien? —llamó en su oído.
No lo estaba.
Levantó la cabeza y mintió:
—Sí.
—Uh... hay cosas que…
Raid la interrumpió:
—Comunícate conmigo y no con Hanna. Voy a estar allí o mi madre estará allí. ¿Sí?
—Bien, de acuerdo.
—Espera nuestra llamada. Alguien se pondrá en contacto en breve para tratar con lo que tenemos que lidiar
—prosiguió.
—Está bien, Raid.
Sacó una respiración fuerte por la nariz y mintió otra vez.
—Gracias por tu llamada.
—Lo siento mucho.
Él también, demasiado.
Judy continuó:
—Por favor, da nuestras condolencias a Hanna. Adiós Raid.
Colgó sin despedirse, se dirigió a sus contactos y encontró el número de la cafetería de su hermana.
—Café de Rachelle, Gran Diosa de la Cocina y Todas las Cosas Gastronómica, habla Rachelle. ¿Cómo puedo
ayudarle? —contestó su hermana.
Normalmente, esto lo haría reír o al menos sonreír.
Él no hizo nada.
—Rache, ¿Hanna está todavía ahí? —preguntó.
—Y hola y, ¿cómo estás tú también? —respondió ella.
—Rache. ¿Está. Hanna. Todavía. Ahí? —repitió.
Ella se quedó en silencio y luego, con seriedad:
—Sí.
Puso el auto en marcha, comprobó sus espejos y entonces se incorporó de nuevo a la carretera, ordenando:
—Llama a mamá. Llévala allí. Después de hacer eso, ve con Hanna y encuentra una manera de quitarle a Clay.
Estaré allí en diez.
—¿Qué pasa?
—Quiero decirle a mi esposa primero. Llama a mamá y llévate a mi hijo.
Otro silencio y luego:
—Está bien, Raid.
—Gracias, Rache.
Colgó e hizo lo que había prometido, estacionó en el estacionamiento al final de la ciudad, corrió por la calle y bajó
una cuadra. Él estuvo allí en diez minutos.
Rachelle había hecho lo que le pidió, no que él cuestionara que lo haría. Estaba sentada con Hanna en una mesa junto
a la ventana, abrazando a Clay cerca, se inclinó sobre su sobrino, arrullándolo.
Sus ojos fueron a Hanna para ver sus ojos en él, sonriendo.
—Hola, corazón —llamó.
Cristo, él jodidamente amaba cuando ella lo llamaba corazón.
Y jodidamente odiaba lo que tenía que hacer.
Él no se movió de la puerta y le hizo señas con un dedo.
Sus cejas se juntaron, y su sonrisa se hizo más grande y ella miró a Rachelle.
Murmurando algo que no podía saber qué hizo a Rache darle una sonrisa que no llenó plenamente, Hanna se levantó
y se acercó a él.
En el instante en que ella estuvo lo suficientemente cerca, extendió la mano, agarró la suya y tiró de ella hacia la
puerta.
—¿Qué demonios? ¿Te has vuelto loco? —preguntó ella a su espalda mientras la arrastraba por la calle.
—Cállate un minuto, cariño.
—Lo que sea —murmuró luego terminó—: loco hombre machista.
Quería sonreír ante eso, también.
No lo hizo.
Él miró a ambos lados, los condujo a través de la calle hacia su Jeep. Una vez allí, él le dio la vuelta, la empujó a su
lado y cerró.
Ella parpadeó y miró a su alrededor, tuvo la idea equivocada y su rostro cambió cuando sus ojos se alzaron hacia él.
—Sabes, ahora estamos casados, así que creo que está bien si me besas en público, incluso si estás en el estado de
ánimo que me gusta —le informó—. Aunque también te voy a recordar que incluso cuando no estábamos casados y solo
vivíamos en pecado, no tenías ningún problema en hacer eso, así que esto me tiene un poco confundida.
Raid levantó las manos a ambos lados de su cuello, se inclinó profundamente y susurró:
—Apóyate en mí.
Sus ojos se movieron sobre su cara. Ella finalmente lo leyó y lo supo cuando su cuerpo se tensó. Sin más vacilación,
levantó sus manos y cerró los dedos en su chaqueta.
—¿Qué está pasando? —preguntó, sus ojos ahora ansiosos, su voz sosteniendo un temblor.
—Cariño... —comenzó luego acotó—: joder.
Ella sacudió su chaqueta hacia fuera entonces.
—Raid…
Deslizó las manos hasta su mandíbula, se acercó y la soltó con rapidez:
—Recibí una llamada de enfermeras a domicilio. Fran fue allí esta mañana y descubrió que la señorita Mildred falleció
en la noche.
El dolor chamuscó a través de él mientras observaba el mismo dolor sobre la expresión de su esposa dejándola
afectada, pálida y vulnerable.
Y agonizante.
Joder, sip, odiaba tener que hacerle esto.
Hanna se abrió paso entre sus manos y plantó la cara en su pecho, sus brazos apretados a su alrededor.
Raid la atrajo más cerca, inclinó su cuello y le susurró en la coronilla:
—Lo siento, cariño. Jodidamente lo siento, nena.
Ella no dijo nada.
Pero se agarró con fuerza, incluso cuando empezó a temblar.
—Mamá está viniendo a la cafetería. Vayamos por Clay y nos iremos a casa. Ella o yo nos quedaremos contigo y el
otro irá a tratar con la mierda —compartió.
Hanna no dijo nada.
—Voy a llamar a tus padres cuando averigüemos quién está haciendo qué —continuó.
Hanna seguía sin decir nada.
—Nena, mírame —instó.
Ella no se movió.
Raid llevó una mano a su mandíbula, tratando de alejar la basura para que pudiera ver su rostro, pero ella se presionó
más profundamente en él, así que se detuvo.
—Hanna…
—No va a recordar —dijo en su pecho.
—¿Qué, cariño?
—Clay. Se llama así por un hombre al que nunca conocerá y va a crecer y no recordará que ella le contó la historia
del rayo.
Raid cerró los ojos, envolvió su brazo alrededor de ella de nuevo y la abrazó con fuerza.
Sin espacio para moverse, su esposa se las arregló para acurrucarse más.
—No podemos dejar nunca que olvide —dijo.
—No vamos a permitir que olvide —prometió Raid.
—No podemos dejar que olvide.
—Nunca dejaremos que olvide.
Hanna lo sostuvo.
Igual Raid.
El silencio siguió.
Su esposa lo rompió.
—Ella pensó que eras la pijama del gato —le dijo Hanna.
Él jodidamente amaba eso.
Pero Raid no dijo nada.
—También me dijo que pensaba que eras las rodillas de la abeja —continuó.
El jodidamente amaba eso, también.
Raid no dijo nada, otra vez.
Finalmente, su voz se quebró cuando ella susurró:
—Ella siempre estaba en lo cierto.
Raid deslizó una mano en su cabello y sostuvo su mejilla contra su pecho mientras vertía su pena en su suéter.
A través de sus lágrimas, ella compartió:
—Esto está bien. Incluso Abue pensaría estar en tus brazos era un buen lugar para que una Boudreaux llorara.
Raid cerró los ojos y la siguió sosteniendo con fuerza.
Cuando ella se calmó, llevó a su esposa a la cafetería de su hermana y compartió la desgraciada noticia con su
familia. Su madre se fue para hacer frente a las cosas, él cargó a su hijo y Raid se fue a su casa familiar.
Sin embargo, a petición de Hanna, hicieron una parada.
Dejó a su esposa e hijo esperando en el jeep mientras él iba a la casa de la señorita Mildred para recoger a Spot.
***
Un Mes Después...
Raid se movió a través de la casa hasta la puerta principal.
La abrió y empujó la puerta de tela, dio un paso en el porche delantero, giró a la derecha y se detuvo en seco.
Ahí estaba Hanna. En un suéter de lana, bufanda envuelta alrededor de su cuello, una ancha banda de franela
sosteniendo su cabello hacia atrás, pero envuelta sobre sus orejas para mantenerlos calientes. El resto de ella estaba envuelto
en un chal de cachemira negra que quitó de su cama. Su hijo envuelto, también debajo del chal, yacía dormido en su pecho.
Ella estaba en su columpio, una pierna arriba e inclinada, con un pie en el porche, balanceándolos.
Su pecho quemaba ante la vista.
Sus ojos encontraron los suyos y ella le sonrió.
Su pecho se aligeró.
Se acercó en su dirección y se sentó en la silla de mimbre más cercana a ellos.
—Estoy harta del invierno. Quiero mi bici —le informó una vez que él se sentó.
—Es hora de planificar unas vacaciones a una playa —respondió.
—Una playa donde tienen lugares para alquilar bicis —corrigió ella, y él sonrió.
Él le daría eso.
Le daría todo a Hanna Miller.
Sus ojos cayeron a su boca y las comisuras de sus labios se alzaron.
Ese alzar de los labios significaba que ella sabía que él le daría cualquier cosa.
Entonces volvió la cabeza, inclinó su cuello y tocó con esos sonrientes labios la gorrita tejida de bebé cubriendo la
cabeza de Clay.
Después de eso, su mirada se trasladó al patio.
Raid estiró las piernas, las cruzó en los tobillos y no apartó los ojos de su esposa e hijo.
Se quedaron así durante un tiempo. Silencio. Cómodo. Juntos.
Hanna rompió el silencio.
—Fue un reto —anunció.
—¿Vamos de nuevo? —preguntó él.
Ella no movió sus ojos desde el patio cuando respondió:
—He estado pensando en ello y lo entendí. Ella sabía lo que haría cuando me dijo que eras peligroso.
Raid sintió sus hombros tensos.
—¿Qué? —preguntó él.
Finalmente, sus ojos encontraron los suyos.
—Abue. Ella te amaba. Te respetaba. Quería que yo te tuviera. Sabía exactamente quién eras. Ella lo sabía todo. Y
ella estaba preocupada de que no pudiera mantener la distancia. Así que me advirtió que me alejara de ti, sabiendo que al
minuto en que lo hiciera no me echaría para atrás. Lo hizo por asustarme diciéndome que si veía a través de ello, no conocería
nada más dulce en toda mi vida —ella se acurrucó más cerca de Clay antes de que meciera su mundo—, que el amor que me
darías.
Raid sostuvo su mirada.
—Ella siempre tenía razón —terminó Hanna, y la quemadura volvió a entrar en su pecho.
Joder.
Joder, sino amaba a su esposa.
Y echaba de menos a su genial abuela.
—¿Raiden? —llamó a pesar de que sus ojos estaban fijos en ella.
—Justo aquí, nena —respondió en voz baja.
—Me imagino que pensó que sabía algo más y tengo que saber si ella tenía razón en eso también.
—¿Qué? —preguntó.
—Solo tú puedes responder —le dijo ella.
—¿Qué es, cariño?
Ella se lo dio a él.
—Sabía que no conocerías nada más dulce que el amor que te doy.
Jesús, joder.
—¿Estaba en lo cierto? —preguntó Hanna.
Raid sostuvo su mirada.
Luego desplegó su cuerpo desde su silla, tomándola en un balanceo en su columpio del porche con su hijo, sostenido
cerca de su pecho, envuelto en hogar, calor, comodidad, crianza.
Amor.
Él se acercó y se inclinó profundamente, puso su rostro cerca del de ella, la miró a sus bonitos ojos azules y enroscó
una mano alrededor de un lado de su cabeza.
Solo entonces respondió:
—Absolutamente.
La Serie Unfinished Heroe continúa con Deacon…
Deacon tiene una historia fea, una historia que lo rompió, dejándolo como un fantasma de un hombre. Por necesidad,
dejó el mundo normal para descender dentro del mundo criminal y encontró que encajaba. Así que se quedó. Frío como el
hielo y vive fuera de la ley. Deacon no tiene intención de relacionarse, no con nadie.
Entonces regresa a unas remotas cabañas en las montañas de Colorado y encuentra que tienen nuevos dueños. Uno
de ellos es Cassidy Swallow, una joven mujer dispuesta a trabajar duro para vivir su sueño tranquilo en una casa junto a un río,
rodeada de álamos y pinos.
De pronto, Deacon encuentra que está en guerra. La relación en la que Cassidy tira de él es fuerte. Él lucha, pero
pierde, siempre volviendo por más. Pero cuando lo hace, él no le da nada.
Desde la primera vez que lo ve, Cassidy sabe que Deacon está muerto por dentro. Sabe que es el tipo de hombre
que podría destruir a una mujer. Pero una noche, cuando el control de Deacon resbala, Cassidy toma una oportunidad.
Él podría romperla. También podría ser su sueño hecho realidad.
Kristen Ashley
Nació en Gary, Indiana, Estados Unidos. Casi las mató a su madre y a si misma al nacer, ya que tenía enredado el
cordón umbilical alrededor del cuello. Ha vivido en Denver, Detroit, Colorado, entre otras ciudades.
Su sueño siempre fue convertirse en escritora. No tiene un género literario definido ya que salta constantemente de
una serie a otra.
Auto publica sus libros entre los que se encuentran las series:
Unfinished Hero
Rock Chick
Dream Man
Colorado Mountain
The ‘Burg
Créditos
Moderación:
Itorres
raiza23
Traducción:
Blinda
Itorres
liebemale
Debs
Jadasa Youngblood
Lizzie Wasserstein
Fanny
Jane
rihano
Gigi D
Leiibach
Selene
Helen1
ஓ¥anliஓ
Recopilación:
Itorres
Revisión,
Lizzie Wasserstein
Corrección:
Lizzie Wasserstein
Diagramación:
Jane
¡No Olvides Visitarnos!
[1] Petite: Pequeña en francés.
[2] Chère: Cariño / Querida en francés.
[3] Mah-jong: Juego de Cartas también conocido como Solitario.
[4] AID: Aeropuerto Internacional de Denver.
[5] Schwinn: Marca de bicicletas.
[6] Ice: Se refiere a la droga que parece cristal o hielo.
[7] WD-40: Marca comercial de ablandador. Evitan la corrosión.