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La conclusión es sencilla:
Al cielo se va por gracia: el don de Dios.
Al infierno se va por méritos: el salario del pecado.
Si una persona quiere lo que se merece (la muerte eterna), Dios se
lo dará como su paga justa.
Si una persona quiere lo que no merece (la vida eterna), Dios
también se la ofrece, pero como una dadiva, un don gratuito (un
regalo) cuya única fuente es Cristo Jesús.
Solo es posible recibir esta vida en unión con Cristo. La vida eterna
es el resultado de creer en el Hijo (Juan 3:36).
36
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero
el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él.
1 Juan 5:12