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Cooper ha pasado los últimos tres años huyendo de un

pasado doloroso. Ha estado moviéndose de ciudad en


ciudad, trabajando en cocinas de restaurantes, y tocando
su violín por las propinas. Tan pronto como se empieza a
sentir cómodo en algún con cualquier persona, él se
marcha. Es consciente de que la música puede ser el único
lenguaje humano que aún conozca bien. Irónicamente, con
el único hombre que desea comunicarse en todo momento
es sordo.

Shawn es parte de un grupo de teatro de sordos en la


universidad del pueblo. Shawn desea a Cooper tan pronto
como se conocen y comienzan a coquetear intensamente.
Cooper se siente cómodo con el sexo sin más. Por lo que se
refiere a Shawn, el sexo sucio es una situación en la que
ambos salen ganando, pero quiere de Cooper algo más que
sexo.

Cooper necesita tiempo para sanar y alejar su pasado


para siempre. Shawn tendrá que ayudar a Cooper a
perdonarse a sí mismo y a aceptar que puede ser amado.
Los dos hombres descubren que cuando llega ese tipo de
amor todo se cura, y la tranquila ciudad costera de San
1 Ignacio, San Nacho‟s como la llaman los lugareños, puede
ser el mejor lugar para comenzar.
Al principio cuando me detuve, yo no tenía intención,
de quedarme mucho tiempo en San Ignacio. La pequeña
ciudad costera parecía un lugar bastante decente para salir
de la carretera, por lo que lancé mi colcha sobre la arena
junto a la pared que embestía contra el malecón y tomé
una siesta.

Que nadie se dirigiera a mí, preguntándome qué


estaba haciendo allí, me dijera nada sobre el estar allí
vagabundeando o que fuera un “sin techo” fue el primer
indicio que tuve de que podría querer pasar más de una
hora durmiendo allí. Cuando me levanté estaba
anocheciendo, y tenía una necesidad imperiosa por orinar,
por lo que me arriesgué y entré en el Nacho‟s bar en el
paseo marítimo. Era un pequeño y tranquilo tugurio con
una especie de cantina donde los hombres descansaban
bebiendo coronitas en la terraza con la suave brisa del
océano. Se relajaban en ropa de playa, lamiendo la sal de
sus bronceadas manos y mordiendo limones antes de
tomarse unos chupitos de tequila.

2 Estos eran de los míos.

Pero yo no era uno de ellos y eso me hizo enfadarme


brevemente mientras le preguntaba al camarero si podía
usar el baño. Él hizo un gesto con la cabeza como diciendo,
“Pasa”, mientras me miraba con ojos vigilantes.
Probablemente tendría una imagen extraña, vestido como
estaba con unos viejos pantalones vaqueros y una antigua
chaqueta de moto con el nombre del club estampado en la
parte trasera. Eso había sido un regalo de un hombre que
ya no me podría decir nada porque se la robé. No sería más
bienvenido a ese club, y no quería ser demasiado optimista
sobre mis posibilidades de ser bienvenido aquí.

El hombre me miró fijamente, habiéndose percatado


de mis piercings y el tatuaje en mi cuello. Había estado
viajando todo el día y llevaba un estuche de violín
destartalado. Cualquiera de esas cosas me hacía parecer
extraño en este lugar donde todo el mundo parecía sano y
relajado y llevaban menos ropa que yo, así que
inconscientemente metí el instrumento bajo el brazo para
que fuera menos visible. Como si pudiera serlo.

Me dio la sensación de que la motocicleta me había


traído aquí.

Fui y utilicé el baño, tratando de limpiarme la suciedad


de la cara y las manos. En realidad, fue una bondad
inesperada que me permitiera usar el baño del bar cuando
yo no había consumido nada. Con mucho cuidado limpié el
lavabo antes de irme. Fui al bar y le pregunté si podía
tomar una taza de café. El camarero me sirvió un café en
una taza de cerámica blanca con un platillo, como en un
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restaurante, y me dio un par de paquetitos de crema
liquida y un par de sobrecitos de azúcar.
—¿De paso? —preguntó, y me recordó un millar de
diferentes bares, la mayoría de los cuales solo recordaba la
mitad, pero en todos decían lo mismo.

—Sí, —le dije, poniendo el estuche sobre el taburete


de al lado. Poniéndome cómodo, me quité la chaqueta.
Sabía cómo ser amable—. Se está bien aquí. Necesitaba un
descanso.

—Este es un buen lugar para eso, —dijo, mirándome


fijamente—. ¿Notas algo inusual?

—No, —dije, revolviendo el café—. ¿Debería?

El camarero parecía divertido. Él se inclinó, con los


codos sobre la barra de una manera que encontré
provocativa. Probablemente supuso que me iba a
escandalizar. —No hay muchas mujeres aquí en este
momento, —dijo, aguardando— ninguna.

—¿Qué quieres decir? —Le pregunté, sabiendo lo que


quería decir. Realmente, no era que me etiquetara, ni que
quisiera compartirlo con nadie. Podía ver hacia dónde se
dirigía, y pensé que probablemente quería impresionar al
chico de la motocicleta, pero yo no las tenía conmigo en
ese momento.

—Este es un bar gay, amigo, —dijo mientras sus cejas


desaparecían dentro de la franja de su frente. Me ocurrió
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con Neville, el chico malo de Oxford que me rompió la nariz
la primera vez que me la partieron después de que hubiera
sido expulsado de Juilliard1, pero antes de irme a casa de
mis padres por desgracia. Durante un año, había vivido en
Nueva York, el cual habría sido memorable si sólo hubiera
estado lo suficientemente sobrio como para recordarlo. Allí
probé un sórdido surtido de lo que pensaba que eran
placeres sofisticados, incluyendo un mes como el favorito
de un ricachón, seguido de una fascinación por los clubes
de BDSM, un tiempo breve como la mascota de una
pandilla de motociclistas y personas sin hogar. No era
probable que nadie en este lugar pudiera sorprenderme.

—Amigo, —le dije, y siento decir que soy de esa clase


de persona que suele burlarse del otro, aunque no hubiera
sido nada amable. Estaba cansado. ¿Qué podía hacer? Miré
a mí alrededor a la melosa multitud— podría mamar a
cualquiera de estos chicos aunque tuvieran una manguera
de quince metros, pero como suele suceder, hoy no estoy
buscando el amor.

Él inclinó la cabeza hacia atrás y se rió, y pude ver a


su derecha un chupetón de aspecto elegante bajo su
mandíbula. —El café son dos dólares, el resto es cortesía de
la casa, —replicó. Se fue a atender a otros clientes, pero
sentí un cambio en el ambiente de la sala, como si después
de haberle hecho reír, la tensión disminuyera y la vida
pudiera volver a la normalidad. Puse el resto de la crema y
el azúcar en el bolsillo y, tomando mi café conmigo, me fui
a una esquina de la terraza donde pensé que podía fumar,
y traté de recordar si sabía que era habitual.
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1
N de T: Conservatorio de artes escénicas de Nueva York.
La terraza estaba rodeada de muros de plexiglás altos
y calentada por las estufas de gas propano al aire libre. Se
estaba tan agradable fuera que tuve un momento
emocional intenso como el que me pasaba de vez en
cuando -cuando menos me lo esperaba- y volví la cabeza
lejos de los otros clientes para ocultarlo. Encendí un
cigarrillo con un destartalado encendedor Zippo que le birlé
el mes pasado a un tipo en San Diego y pensé que era otra
maldita cosa que tenía que solucionar. Mierda. Todavía lo
recordaba estando a miles de kilómetros de distancia y no
habían pasado dos días sin dejar de pensar en lo mismo.

Me acordé que cogí su encendedor cuando salimos


detrás del pequeño restaurante después de trabajar. Estaba
en la mesa y pensé que me gustaría fumar después para
cerrar la boca sobre las cosas que no quería decir. Cuando
todo terminó, él ató el condón y me lo tiró a la cara, y en
cierto modo me hizo reaccionar con un poco más de fuerza
de la estrictamente necesaria. Tuve que salir pitando de
Dodge antes de que el gerente saliera y llamara a la policía
por el revuelo que habíamos montado.

Eso tiene que gustarte. No me importa que me den


por el culo contra una pared del callejón, pero nadie debe
faltarme el respeto.

Estaba inclinado en mi silla para poder fumar, beber


mi café, y fingir que estaba solo en la playa a excepción de
la persona ocasional paseando por el paseo marítimo. No sé
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cuánto tiempo pasé allí. Era noche cerrada antes de que me
diera cuenta, y el cenicero que había enganchado estaba
medio lleno cuando la mano más hermosa que había visto
nunca trajo una cafetera que se cernía sobre mi taza, eran
unos dedos largos, elegantes, y afilados bellamente
acentuados por anillos de plata. Me quedé mirando,
fascinado por la forma relajada y tranquila de esa mano
grande, hasta que me di cuenta de que su propietario
estaba probablemente esperando a ver si yo quería una
taza más. Miré hacia arriba a la cara de un hombre joven
que desbordaba vitalidad. Asentí con la cabeza
bruscamente, recordándome a mí mismo este momento, y
bajando mi mirada bajo los impecables marrón dorados que
yo describiría más tarde como invasores, vi a ese
muchacho encantador llenar mi taza. Por un momento
estuve a punto de ver el mundo en color. Lo intenté.

A eso de las diez había tomado tanto café como podía


y también un plato de nachos de primera, por los cuales el
bar era famoso, así que me detuve en el bar a dejar mi
taza como un gesto de buena voluntad y pregunté si había
un sitio barato en San Ignacio donde pudiera quedarme por
la noche. Tenía un poco de dinero, no mucho, pero estaba
deseando una cama y una ducha desde hacía tres días.

—Si no te importa el ruido —dijo el camarero— hay


arriba un estudio. Yo vivía allí cuando compré el lugar, pero
me fui a vivir con mi pareja, y ahora lo uso, más que nada,
para el almacenamiento. No hay nada allí, salvo una cama,
un cuarto de baño y algunas cajas de archivo. —Él me
observó cuidadoso—. Parece como si tuvieras problemas
para calmarte.
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Bajé los ojos de nuevo. Parecía que me había


convertido en el sumiso del sumiso. Yo no sabía por qué
diablos llevaba además tres días cansado y sucio. —Te
agradecería que por esta noche, pudiera pagarte,
trabajando o prestando mis servicios. —No había nada malo
en adelantarse. Se inclinó sobre la barra de nuevo y apoyó
la cabeza en su mano, descansando allí.

—No tienes nada que necesite, —dijo, casi en un


suspiro—. Sólo trato de ayudar. —Me tendió la mano—.
Jim.

—Gracias. —La cogí y le di un fuerte apretón—.


Cooper. Lo siento si parecí...

—Está bien, Cooper. Encantado de conocerte. No


trates de venir aquí y beber después del cierre. El bar tiene
alarma y cámaras.

—Yo no bebo, —le dije. Ya no lo hago... desde hace


tiempo. Nunca más lo haré. Me miró como diciendo que
había oído mis pensamientos. No a mí. Yo no bebo. Me
mataría antes.

Cogí mi violín y me dirigí a mi motocicleta para


recoger el petate. Cuando regresé subí las escaleras que
Jim había señalado. Estaban en la esquina de la barra en el
comienzo de un largo pasillo donde el atractivo muchacho
con ojos ambarinos que me sirvió café me observaba en
silencio. Subí los escalones de madera tan silenciosamente
como pude y entré en lo que parecía casi un armario de lo
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pequeño que era. Tenía una cerradura, y cuando abrí el
agua caliente, salió caliente. Me sentía dichoso. Me quedé
dormido mucho antes de que el bar cerrara abajo y era
media tarde del día siguiente, antes de que incluso me
despertara de nuevo.

Si hubiera podido tener un poder superior... si es que


lo hubiera tenido... sería Hypnos, el dios del sueño, la
mitad del tiempo, y su gemelo Thanatos, el dios de la
muerte, la otra mitad.

Jodidos griegos sabían cómo vivir.

Cuando me levanté, me puse los pantalones vaqueros


que había llevado la noche anterior. Por necesidad, sólo
llevaba una pequeña bolsa conmigo, que contenía sólo un
par de pares de pantalones vaqueros, unas camisetas, unos
calcetines, y también, dos pares de ropa interior como una
especie de homenaje a mi madre. Quería comprobar mi
motocicleta y fui tropezando por las escaleras para, al salir
por la puerta, darme cuenta que alguien estaba en el bar.
Cuando miré, Jim, su personal, y una extraña variedad de
personajes -cerca de ocho personas en total- estaban
reunidos en la mesa, de forma familiar comiendo algo que
parecía arroz, frijoles, carnitas y tortillas. No se veía como
si el bar estuviera abierto todavía. Asentí con la cabeza
para saludarlos y salí por la puerta, cuando regresé
después de tranquilizarme al comprobar que mi motocicleta
9 estaba intacta y aún donde la había dejado, estaban todos
mirándome.

—Ven y come, chico, —dijo Jim.


—Cooper, —le dije. Viendo como miraban mi cuerpo
trazado de cicatrices, tatuajes y el entrecruzamiento de las
marcas del látigo que marcaban unos débiles surcos
blancos en mi sombreada piel. Antes, les habría dirigido
una sonrisa impertinente, pero ahora no podía mantener
los ojos por encima de las rodillas de nadie para salvar mi
vida.

—Este es Alfred, mi pareja, —dijo Jim, refiriéndose a


un atractivo hombre de casi cuarenta años que me miraba
con unos curiosos ojos color avellana.

Sostuve mi mano hacia él. —Estoy de paso, —le dije


con cautela.

—Está bien, —dijo, tomando mi mano entre las suyas


y dándome unas palmaditas—. Siéntate a desayunar con
nosotros. —Dijo repitiendo la invitación de Jim.

—Gracias. Voy a terminar de vestirme, —le dije, pero


hubo murmullos alrededor de la mesa.

—No te molestes en vestirte para nosotros. La mayoría


de nosotros estamos admirando el paisaje. —Jim hizo un
guiño.

Hice una mueca. —Demasiados kilómetros. —Ellos me


devolvieron la sonrisa.
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Fue un placer sentarse y comer, la comida estaba


deliciosa. Compuesta de gruesas y masticables tortillas
caseras con carnitas de cerdo, chuletas de cerdo cocinadas
en manteca de cerdo y especias hasta que estaban
deliciosamente desechas. Todo acompañado de salsa
Chunky que definía el equilibrio perfecto entre el sabor y el
calor. Unos frijoles y arroz que cualquier abuela mexicana
mataría por poner sobre la mesa. Jim me presentó a Oscar
y Tomás, que eran al parecer los cocineros responsables y
les hice saber lo bien que me parecía que estaba la comida.
Ellos parecieron hincharse de orgullo.

Alguien me pasó una jarra de cristal grande con lo que


yo pensaba que era Bloody Mary2, así que empecé a
pasarlo cuando Jim dijo: —Está mezcla, no lleva alcohol. Me
gusta con el desayuno. —Sonreí por su consideración, pero
no estaba seguro de lo que sentía por todos en la mesa
sabiendo que no bebía. A menudo esto presentaba su
propio reto, especialmente con los hombres que no les
gusta beber solos.

Miré a mí alrededor. Nadie parecía estar prestando


atención al intercambio entre Jim y yo, así que tomé la
jarra y llené un vaso. Tomé un trago grande y maldije el
zumbido que me dio la cabeza, el sabor a tabasco reforzado
con una intensa explosión de lo que sólo podía ser chile
habanero. ¡Oh, joder! Estaba llorando, mi cara
probablemente estaba roja, y no podía respirar ni un
segundo. Joder, me encantaba. La búsqueda de emociones
culinarias eran una de las pocas e inofensivas búsquedas de
aventura para mí, y dondequiera que terminara en estos
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días, había encontrado la manera de complacerme a mí

2
N de C: cóctel compuesto de vodka, jugo de tomate, tabasco, sal, pimienta, salsa inglesa y
zumo de limón o lima.
mismo. Una mano me golpeó en la espalda, y se echaron a
reír varios de los hombres.

Dejaron de reírse al ver que no tenía reparos en


continuar bebiendo, y luego se rieron aún más fuertes
cuando me ofrecí a chupárselas si llegaban a tener por si
mismos la misma experiencia que yo, lo que me valió una
leve reprimenda de Jim, quien al parecer tenía experiencia
de primera mano con esa misma cosa. Cuando todo el
mundo dejó de reír, él se inclinó para hablarme en voz
baja.

—Así que, ¿vas a quedarte en San Ignacio durante un


tiempo? —preguntó.

—No he pensado en ello. Estoy de paso, pero parece...


que se está bien aquí. —Le contesté, sin querer parecer
demasiado ansioso. San Ignacio era agradable, y sentí algo
aquí, tanto en esta ciudad como en este bar desde que
llegué que no había sentido en mucho tiempo. Tal vez,
aceptación o simplemente paz.

—Siempre puedes echar una mano por aquí a cambio


de alojamiento y comida, —dijo Jim—. Y si tocas ese violín,
probablemente podrías conseguir propinas. El verano esta
al llegar y nos vienen turistas. Por lo general hay artistas
callejeros en el paseo marítimo, y no hay ninguna ley que
lo prohíba, siempre y cuando no estés haciéndolo por
mendigar.
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Pensé en ello. —Sí. Eso estaría bien... podría hacer


eso. ¿Qué tipo de ayuda necesitas por aquí? Sé servir
mesas, limpiar, atender. Prefiero evitar el tema de servir
alcohol. —Sabía cómo sonaba eso. Como si pudiera ser
tentado. No era eso. El fuerte olor del alcohol me hacía
ponerme muy enfermo y tener borrachos respirando a mi
lado... Yo no podía hacerlo.

—Entiendo, —dijo Jim. No, seguramente no, pero no le


diría eso—. En realidad, me vendría bien de vez en cuando
un camarero... y que alguien vigile que Oscar y Tomás no
se matan entre sí. ¿Tienes alguna experiencia en la cocina?

Había trabajado algo. —Sí, —le dije—. Soy bueno con


un cuchillo. —Oscar y Tomás intercambiaron miradas—.
Hábil en la cocina, —le aclaré—. Sé cómo cortar... lo básico
para la preparación de alimentos. —Ellos asintieron,
aliviados.

—Bien, —dijo Jim—. Así no tendré que cabrearme con


toda la inmundicia de la barra. —Él se hizo a la idea, a
pesar de que aún tenía que asimilarlo yo.

Después del desayuno, me dispuse a comenzar a


ganarme mi primer día de sustento. En ese momento, supe
que estaba dispuesto a pasar tres días. Rara vez me
alojaba más tiempo que ese. Tres días siempre era
suficiente para saber que no había corrido mucho o lo
suficientemente rápido y que mi pasado estaba a pocos
minutos de ponerse al día conmigo.

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Bajé las escaleras y le pregunté a Jim sino le
importaba que practicase con mi violín. Me dijo que si, el
bar no abriría hasta aproximadamente una hora después, y
si conocía el estilo mariachi debería saberlo bien y
practicarlo. Yo sabía: Las Mañanitas, Cielito Lindo, De
Colores y La Bamba. Ante la necesidad, podía escuchar un
CD y aprender a tocar más. Saqué mi violín del estuche,
familiarizándome de nuevo con su peso y la sensación del
instrumento contra mi piel. Había pasado casi una semana,
y como un buen amante, lo mantuve durante un rato,
afinándolo antes de empezar a hacerlo sonar para mí.

Tan pronto como empecé, tuve el profundo deseo de


descender, bajar las escaleras hasta el sótano si hubiera,
tocar tan intensamente como pudiera, pero me obligué a
frenarme. Nunca había que tocar hasta el límite a menos
que ya no hubiera otro ser viviente alrededor para
escucharme. Toqué suavemente, incluso tranquilo, en las
partes que había tocado como un poseso, hasta que mis
maestros bromearon sobre que mis cuerdas empezaban a
arder.

Este fue el más grande de todos mis crímenes, y cada


vez que tocaba sentía un justo castigo en mi cuello como
un soplido. Al parecer, me habían dado un inmenso y
duradero don, otorgado por los dioses, y lo había tirado. A
pesar de que llevaba mi violín por todas partes, era sólo un
recordatorio de lo que podría haber sido. Mis dedos volaban
por el primero de lo que sería una serie de ejercicios,
seguido por piezas clásicas, y acabando con canciones de
mariachi.

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Si hubiera perdido mi don, habría sido justo. Si
hubiera perdido mi alma, mi culpa ya no me perseguiría.
Todavía tenía ambas cosas. Yo simplemente había perdido
mi humanidad y todo lo demás, que junto con esa pérdida,
nunca había significado nada. Y San Ignacio era un lugar
tan bueno como cualquier otro para revolcarse en el
conocimiento de eso.

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Bajé las escaleras a las cinco de la tarde, como se me
pidió, para hacer lo que se esperaba de mí. Alojamiento y
comida. Esa era una respuesta a una oración, porque
aunque sea para un vagabundo como yo, el camino puede
sentirse cansino a veces. Aparqué mi bici detrás del bar y
descargué algunas cosas más pequeñas. Sabía dónde podía
encontrar una lavandería que funcionaba con monedas.

Hogar, dulce hogar.

Le pedí al hombre, los cuchillos de cocina, la escoba,


la mopa, una cafetera, los utensilios del baño, y la
manguera para la parte de atrás por si alguien vomitaba.
Bastante simple. Podía hacer esto durante cuatro horas, y
luego, si quería, podría arreglar un bote para las propinas y
tocar música de mariachis o cualquier otra cosa que les
gustara a los clientes hasta las diez, cuando la cocina
cerraba para todos, pero Nacho‟s y un DJ ponían música de
baile. Los fines de semana, trabajaría en el almuerzo
multitudinario con música y luego cogería mis cuchillos y
herramientas de limpieza, invirtiendo el orden.
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Interiormente, creía que era una manera implícita por
parte de Jim, el dueño, para ayudarme. Él no me
necesitaba, lo que probablemente me hizo decidirme a ser
aún más útil. Estaba sacando dos bolsas grandes de basura
cuando literalmente me encontré con el atractivo chico de
ojos dorados que me había servido el café la noche
anterior. Le pedí disculpas y le murmuré algo trivial, y él
me sonrió con el rostro expresivo, abierto, pero no dijo
nada. Más tarde a la noche, estaba recogiendo los ceniceros
del patio para lavarlos cuando lo vi apartar su brazo de un
cliente.

Mirando hacia los lados para que no pudiera darse


cuenta, lo observé mientras recogía algunos platos y los
colocaba en una de esos grises barreños industriales
universales que llevan los camareros para recoger el
servicio. Estaba recogiendo los cubiertos, servilletas y la
basura y pasando de mesa en mesa limpiándolas cuando el
borracho tambaleándose lo agarró para seguirlo. Lo que
siguió fue una pequeña discusión que acabó casi
empujándole y eso me hizo avanzar hacia ellos. Para
recuperar el equilibrio, el camarero tuvo que soltar el
barreño, y los platos se hicieron añicos en el suelo del
patio.

Me maldije mientras comenzaba a ayudar al muchacho


a recoger los destrozos. Tenía la escoba porque estaba
planeando barrer el patio después de limpiar los ceniceros,
y la utilicé para limpiar el desorden. Mientras estaba
tratando de recoger los trozos más pequeños de porcelana
rota le dije: —Lo siento. Te ayudaré a limpiar esto. Vi a ese
imbécil que te molestaba, ¿te encuentras bien?
17

El muchacho no dijo nada, sólo se concentró en


recoger los cubiertos, limpiando los restos de comida del
suelo con sus manos. Me preocupaba que se pudiera cortar.

—Oye, —le dije un poco más fuerte— yo me encargo


de eso, sigue adelante. No quiero que te cortes.

—No te preocupes, —dijo el hombre que provocó el


incidente—. No es como si pudiera oírte. —El chico parecía
pensar que era gracioso y le dio un codazo a su compañero
de nuevo. Jodidos borrachos. Había sido su jodido santo
patrón y todavía no podía creer lo mucho que los
detestaba.

—¿Qué? —Le pregunté, aunque lo hice con cortesía,


fue una exageración.

—Él es sordo, idiota. —El chico de los ojos color


ambarinos recogió el barreño y se fue, sin mirar atrás.

Bueno. Es como si de una broma de mal gusto se


tratara, la situación no podía ser más cómica. El chico de
los ojos ambarinos era probablemente el primer hombre en
tres años que veía de otra manera, y él era sordo. ¿Y yo? El
único lenguaje humano que tenía era la música.

18 Puse la basura que había recogido del suelo del patio


en uno de los contenedores grandes. Estaba medio lleno,
así que no había necesidad de vaciarlo todavía. Estaba
colocando la escoba y el recogedor a un lado cuando una
mano cayó sobre mi hombro. Me volví para encontrarme
con el chico.

Era más alto que yo, lo que me sorprendió sin saber


por qué. Un montón de gente era más alto que yo. No soy
más alto de un metro setenta y siete centímetros. Estaba
musculado, en parte porque solía jugar a un montón de
deportes y en parte porque quemaba energía mediante el
ejercicio cada vez que no podía dormir -que es todo el
tiempo- haciendo que mi cuerpo estuviera bien definido.
Debido a esa estatura, desde lejos, parecía más grande. Él
era lo suficientemente alto que tuve que mirar hacia arriba
para ver sus ojos, y en ese momento sólo estaban
mirándome, sin expresión alguna.

—Gracias por ayudarme, —dijo, con la voz más


desafinada que jamás había oído y usando sus manos. Era
como si no pudiera hablar sin usar las dos. No podía o no
quería. Detecté un atisbo de algo desafiante en la forma en
que me miraba.

—De nada, —le dije. Era mi turno para salir.


Cualquiera que fuera en el infierno en que me estaba
metiendo aquí, no quería entrar.

Una mano cogió mi hombro y me di la vuelta, su


agarre era sorprendentemente fuerte para un hombre tan
delgado. —Mi nombre es Shawn, —me dijo y se señaló.

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—Cooper, —le dije, y ya que estaba contestándole,
hablé más fuerte, exagerando mi pronunciación y me odié
por ello.
—¿Hooper? —Preguntó, con sus curiosos y hermosos
ojos bajo un ceño fruncido.

—Cooper, —le dije, hice una C con la mano porque,


así, yo sabía que de esta manera sabría mi nombre con
exactitud.

Él asintió con la cabeza. —Cooper. —Luego sonrió. Oh,


joder, tenía una sonrisa que... deslumbraba. Me di la vuelta
y esta vez no me retuvo.

Después de haber terminado de cortar el resto de la


fruta del bar, estaba libre para tocar mi violín por las
propinas. No me engañaba mientras caminaba por las
escaleras hasta mi habitación para asearme. Los hombres
que comían en la planta baja de Nacho‟s preferirían estar
viendo el juego de pelota. En la parte del restaurante del
bar, había unas cuantas parejas que comían en las mesas.
Si esto no funcionaba, y si todo salía mal, siempre podía
tocar en el paseo marítimo en el fin de semana y ganar lo
suficiente para llegar a la siguiente ciudad. El secreto de mi
éxito se reducía sustancialmente a las expectativas.

Unté de resina mi arco, era como una especie de ritual


para mí mientras que escaneaba la pequeña multitud. Jim
apagó la música, pero la televisión de la barra todavía
seguía encendida con el partido. Empecé tocando Las
Mañanitas para un hombre que celebraba su fiesta de
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cumpleaños. Sus amigos y los camareros cantaban, incluso
Oscar salió a hacer los honores. Después de eso, pasé una
hora bastante agradable deambulando entre el restaurante,
el bar y el patio hasta que llegó el momento de quitar las
mesas y crear una improvisada pista de baile. Ni siquiera
estaba seguro de que fuera legal, pero aquí en St. Nacho,
como todo el mundo en el bar se refería a la ciudad, las
reglas no parecían tener ningún sentido como ocurría en el
resto del mundo.

Me encontré retrasando mi salida de esta tranquila


ciudad. Preguntándome cómo sería durante el verano, o
incluso los fines de semana. No me había interesado por
ningún lugar desde hacía tiempo. Ya que sólo quería seguir
adelante. Hice cerca de veinticinco dólares en propinas, y
como no tenía que pagar por el alojamiento y la comida,
me sentía rico.

Una y otra vez me dije a mi mismo sobre no


preocuparme de los detalles. El muchacho de los cálidos
ojos marrones era sólo un chico, y éste era simplemente
otro concierto. En tres días, cuatro como mucho, me
largaría de nuevo. Pero entonces conocí a Jim y su pareja
Alfred, intimando al día siguiente durante el desayuno.
Resultó que Alfred tocaba el violonchelo, y estábamos en
conexión al pertenecer a los grupos de música en la escuela
secundaria. Me dije a mi mismo que sino mencionaba que
la había pifiado en Juillard, en realidad no estaba
mintiendo, ya que sólo era una larga historia, de hacía
mucho tiempo, y siempre sería una mala historia que
arruinaría cualquier relación que tuviera con músicos serios.
Estaba cansado de oír que era demasiado estúpido por
21
haber hecho eso.

Mi segundo día lo disfruté mayormente en la cocina


con Oscar y Tomás. Trabajaron juntos sin problemas y se
las arreglaron para aguantarse todo el tiempo. Tomás
inexplicablemente llamaba sarcásticamente a Oscar
precioso cuando estaba enojado, al igual que Oscar
extrañamente llamaba a Tomás pendejo cuando se refería a
él cariñosamente.

Ellos se hacían gestos amenazantes el uno al otro


durante todo el día con cucharones, porque en mi primer
día había escondido sus cuchillos de cocina. Eran peculiares
y se llevaban bien con los demás, y en la tercera mañana
que estuve allí hicieron chilaquiles3 que estaban tan buenos
que pensé que me había muerto y había ido al cielo. Me di
cuenta de que por la mañana la mayoría de la gente que
trabajaba en Nacho‟s desayunábamos allí hacia la una de la
tarde, a excepción de Shawn, el ayudante de camarero,
que tenía clases en la universidad por la mañana de lunes a
jueves. También, al parecer, porque a sus amigos no les
gustaba que lo hiciera.

Al verlo, me preguntaba si podría sobrevivir en un


mundo sin sonido, lo que significaría no tener audición. Me
hizo recordar a Beethoven, porque a menudo había
pretendido serlo cuando era un niño. Solía imaginar perder
mi capacidad de oírme tocando el violín, quedándome sordo
hasta que finalmente desapareciera por completo. Pensé
que si eso ocurriera yo me desintegraría en el acto. No por
tristeza, ya que no se trataba de mi historia de amor con la
música, sino porque era la última cosa que me ataba a mí
22
mismo. La música me abandonó por que fui un desgraciado

3
N de C: es un plato de la cocina de México elaborado a base de totopos –trozos de tortilla de
maiz fritos o tostados- bañados en salsa de chile roja o verde generalmente caliente, tambien se puede
acompañar de pollo, queso, crema y cebolla.
con ella, pero todavía esperaba en lo más recóndito de mi
conciencia que regresara.

Me eché agua en la cara. Jim me hizo saber dónde


podría conseguir algunas provisiones y cigarrillos. Yo salí
por detergente para la ropa, al verme obligado a viajar con
poco significaba que sólo podía comprar cosas de las que
podía prescindir. Necesitaba jabón. El jabón de la ducha de
Jim olía a flores, y yo podía olerme a mí mismo después de
haberlo usado.

Regresaba de la tienda con mi bolsa de plástico


colgando de mi brazo, cuando oí unos pasos acercarse
hacia mí. Cuando una mano me agarró del hombro desde
atrás, me sobresalté, dejando caer la bolsa y girándome en
torno a la dirección opuesta para quitármelo de encima y
encararme. A pesar de que no era muy alto, tenía tatuajes
y piercings, y resultaba intimidante. Los últimos tres años
me había hecho fuerte. Sabía que mis ojos miraban al
mundo a través de una bruma de dolor, y peor aún, de
remordimiento. Mi propia madre se había asustado de mí
la última vez que la vi. Cuando me di vuelta y se puso a mi
altura, me di cuenta que la mano que me tocaba pertenecía
a Shawn, y sin duda lo sorprendí. Él había estado de pie
fuera en la tienda reunido con su grupo de amigos. Se
veían preocupados, uno fue acercándose al encuentro ya
que creía que Shawn estaba en peligro. Negué con la
cabeza.

23
—Hola, Shawn, —dije, relajado. Cogí mi bolsa de
nuevo y sonreí—. ¿Cómo estás? —Estaba tanteando el
terreno, sin estar seguro de qué decir, cómo decirlo. A
veces hablaba tartamudeando. Quería hacerme expresar lo
más claro posible, lo que me hizo ocultar el actuar de forma
natural. Y lo odiaba.

—Hola, Cooper, —dijo Shawn, cuya sonrisa todavía


brillaba dentro de mí desde la primera vez que lo vi. Su
amigo se acercó y pasó un brazo alrededor de él, pero
luego lo dejó ir de inmediato para comunicarse por señas
con él. A diferencia de Shawn, él no utilizó su voz, así que
no podía saber lo que le estaba diciendo. Mantuve mis ojos
sobre Shawn.

—Este es Kevin, —dijo Shawn. Y le volvió a decir: —


Cooper trabaja en Nacho‟s.

Kevin parecía querer decir algo, pero sólo cogió la


mano de Shawn y lo condujo de nuevo al grupo de
hombres y mujeres que estaban con él. Todos ellos se
comunicaban con señas, los miré, sus hermosas manos
aleteando sus palabras en el aire. Pensé que parecían
pájaros revoloteando. Shawn era el más intenso de todos, y
él era el único que hablaba en voz alta.

Me miró un momento mientras comentaba: —Él es


bueno. Toca el violín.
Le sonreí y me alejé. Era hora de seguir adelante. La
pandilla de Shawn estaba formada por personas que
compartían una vida como la suya. Sabía que la comunidad
de sordos en la ciudad donde crecí era insular y tenía su
24
propia jerarquía social. Tenían diferentes aptitudes, y un
hombre que se ganaba la vida por sus oídos no era
precisamente necesario o bienvenido en su mundo.
Encontré mi camino de regreso a Nacho‟s y hasta en
mi pequeño estudio allí. De alguna manera, con estas
cuatro paredes desnudas a mi alrededor, me sentí más
seguro de lo que había estado en tres años. Era una
especie de santuario y me hizo pensar que tenía que
encontrar a San Ignacio y hacer lo que sea que se les
hiciera a los santos. Sólo quería mantenerme al margen de
la dura y escrutadora mirada de los demás, hacer mi
trabajo, y luego desvanecerme como un suspiro cuando
llegara el momento de volver a irme.

No fue hasta esa noche en que me di cuenta de que


había estropeado el anonimato de mi trabajo temporal
completamente y que Shawn inadvertidamente jugaría un
papel en hacerme el centro de la polémica en el tranquilo
bar.

Estaba tocando De Colores una canción mariachi tan


clásica como las margaritas en el mes de mayo, cuando
Shawn, quien tenía la noche libre, y todos sus amigos
entraron. De hecho, aunque estábamos apurados con el
intercambio de la cena y el baile que seguía después de dar
las diez, era una tranquila noche de jueves en el bar.
Estaba empezando a disfrutar de esto, la hora en que yo
podía tocar y charlar con la gente a la que yo no llamaría
amigos, más bien conocidos. Escucharon con entusiasmo,
muchos de ellos, porque nunca habían tenido a nadie que
hubiera tocado para ellos. Que un antiguo restaurante
25
francés de lujo contara con un violinista que tocara música
romántica alrededor de las mesas era un concepto extraño
en St. Nacho tanto como... un restaurante francés de lujo.
Podía escuchar la diferencia de la práctica que estaba
haciendo en la forma en que tocaba, y no era inmune a los
cantos de sirena de mi talento. Yo estaba mejorando.

Cuando Shawn entró en el bar con sus amigos, él se


sentó inmediatamente con el grupo en una mesa en el patio
donde yo estaba tocando y fue a pedir una ronda de
bebidas. Había tres hombres y dos mujeres con él. Su
pequeña fiesta era tan vivaz, que captaron todas las
miradas del lugar. Shawn volvió y Kevin puso una mano
protectora sobre el respaldo de su silla. Él y Shawn
empezaron a hablar, y vi un montón de miradas dirigirse
hacia mí. Kevin se veía un poco distante, y no me
sorprendió. Mantuvo una mano en él, o en su silla, todo el
tiempo. Shawn incluso la apartó un par de veces, pero
Kevin la volvía a poner de nuevo sigilosamente cuando no
estaba prestando atención.

Shawn me saludó y le hice un gesto con la parte


posterior del cuello de mi violín sin interrumpir la pieza. Él y
Kevin estaban involucrados en algún tipo de discusión.
Todos ellos parecían debatir apasionadamente, y él apartó
su silla de Kevin un poco. Luego Shawn me sonrió con el
tipo de sonrisa que generalmente significaba evasión. Y por
la forma en que Kevin le miraba, vi que tenía razón.
Cualquier cosa que estuvieran diciendo, yo no iba a estar
el suficiente tiempo en St. Nacho para averiguarlo.

Me volví y deliberadamente toqué en la esquina


26
opuesta. Cuando se trataba de una sonrisa como la de la
cara de Shawn, me tuve que decir a mí mismo que no era
inmune a su encanto. Me habló del verano y de la simpatía
a un chico que te ayudaba a levantarte cuando otro te
empujaba. Me recordó el campamento de música,
desayunos con tortitas, limonada fría, y tocando en la
orquesta en el Mall of America4 y dando un paseo por el
parque de atracciones con el primer violonchelista, sólo
para descubrir que él quería besarme tanto como yo quería
besarle a él. Era una sonrisa abierta, curiosa, libre de
engaño, que no podía ni siquiera mirar por su brillo y su
esperanza.

Entonces, de repente, estaba parado justo delante de


mí, después de haberse cansado de intentar atraer mi
atención de otra manera, y entre las canciones suspiré y le
devolví la sonrisa. Me tendió una cerveza como ofrenda, y
yo negué con la cabeza declinándola, diciéndole con firmeza
que no bebía.

Unos ojos astutos y curiosos que al encontrarse con


los míos no me dijeron nada. —¿Té helado? —Preguntó,
cuidadosamente con señas y palabras.

Asentí con la cabeza. Se fue y me trajo un vaso de té


con limón. —Toca para mí, —dijo—. Voy a mirarte. —Indicó
hacia el violín.

Qué diablo me poseyó, no podría decir, pero el simple


alborotador que era mi constante compañero me hizo coger
su mano y colocarla en la parte baja de mi violín cuando
empecé a tocar “La Habanera” de Carmen. Sus ojos se
27
abrieron, y él hizo un gesto con la mano hacia atrás por

4
N de T: El Mall of America es un centro comercial ubicado en las afueras de las
ciudades gemelas de Bloomington, Minnesota, Estados Unidos
completo, como si se hubiera quemado cuando toqué las
primeras notas. Kevin se puso en pie.

Oh, sí. Soy un puto Venus atrapamoscas, está bien.


Un devorador de hombres.

Shawn hizo un gesto a Kevin para que se sentara, y


agregó: —Sólo fue un escalofrío, Kevin. Me hizo cosquillas,
—con su desafinada voz, y volvió a colocar su mano,
sintiendo la música a través de sus dedos. Resulta que sé,
porque tengo experiencia en esto, que puedes sentir la
diferencia entre las notas altas y bajas. Puedes sentir la
vibración del violín con mi vibrato5. Puedes sentir tanto la
atracción como la emoción de una pieza musical, colocando
tu mano sobre el lado del instrumento, incluso si estás
encerrado dentro de una caja insonorizada. La voz se
transmite a través de ondas, como la tuya y la mía, y
Shawn podía sentir mi voz, mi verdadera voz, a través de
sus dedos mientras tocaba mi violín para él.

Lo último que esperaba era que él entendiera esto,


pero me maldije por ser tan idiota, él lo entendió, tal vez
demasiado bien. Estaba en su actitud. En su postura. Pero
sobre todo estaba en sus ojos cuando se encontraron con
los míos y sonrió una vez más. A mí.

Por primera vez en diez años, mis dedos se perdieron


por culpa de los nervios. O más bien, perdí mi
concentración y mi violín sonaba como un gato que
28
golpeaba una pared o una aguja arañando a través de un
registro mientras el mundo se detenía en un punto
5
N de T: término musical que describe la variación periódica de la altura o frecuencia de
un sonido.
imaginario en el espacio. Un denso silencio se sostuvo en el
aire mientras nos miramos el uno al otro. Traté de
devolverle la sonrisa, pero no pude encontrar una que
pudiera darle para no parecer indigno. No tenía ninguna y
tampoco podía crear una nueva. No tenía ninguna para
compartirla con ningún buen chico.

Si Shawn me hubiera empujado hacia la puerta y


contra la pared, o mejor dicho, me hubiera puesto de
rodillas, habría sabido exactamente qué hacer. Me reí de mi
incapacidad para tocar, hice algún tipo de broma, y me
tomé un largo sorbo de mi té, sin azúcar como penitencia
por mis pecados, para darme tiempo para pensar. Luego
volví a La Habanera, terminando la noche en la cantina con
esa pieza. Shawn estaba de vuelta en su asiento y me miró
pensativamente, pero yo no dejé que volviera a mirarme
otra vez.

29
Más tarde, cogí mi violín y mis propinas y subí las
escaleras hasta mi habitación. Pasé una noche larga y sin
sueño en la que mis músculos pagaron la culpa, y por fin
me quedé dormido, agotado, a las seis de la mañana
después de unos cuatrocientos abdominales y un número
incontable de flexiones de brazos.

Me arrastré a desayunar y encontré a Shawn sentado


a la mesa con el grupo que solía estar desayunando, ahora,
los consideraba mis compañeros habituales de desayuno.
Era extraño, porque sin hacerlo evidente yo estaba
tratando de evitarle, y él obviamente estaba tratando de
llamar mi atención. Encontré mi cordura en la catalogación
de todos los lugares que no podía mirar. Que yo no podía
mirar a los ojos de Shawn era un hecho. Tenía una
sensibilidad peculiar, una capacidad para despojarme de
mis defensas hasta desnudarme interiormente. Tampoco
podía mirar a su movible boca, o a sus manos, ya que se
combinaban para comunicar todo lo que podía leer en sus
ojos.

—¿Por qué no te gusto? —Preguntó sin rodeos, en pos


30 de mí cuando salí de la mesa para buscar mi desayuno.
Agarró mi hombro y una vez más me hizo girar hacia él. —
Sé que estas evitando hablarme.
—No, —dije, mirando por encima de su cabeza, este
era un truco que utilizaba a veces cuando no estaba
dispuesto a entrar en contacto con los ojos.

—Mentira, —dijo, haciendo la señal de la letra L en su


frente dándose por vencido—. ¿Es porque soy sordo?
—Por supuesto que no, —le dije, atrapado de lleno y
entonces le miré a los ojos, los cuales parecían victoriosos.

—Quiero ser tu amigo, —dijo.

—No necesito amigos.

—Sí, los necesitas. —Suspiró, haciendo un gesto con


las manos y de alguna manera se hizo querer por si me
había molestado—. Tú necesitas amigos. Pero los apartas.

—No necesito amigos, —repetí— me muevo con


rapidez. No tengo tiempo.

Él extendió la mano, me golpeó fuerte en la frente y


me dolió. Estaba frotándome el golpe cuando dijo: —Yo soy
tu amigo. Jodete. —Bueno. No se puede discutir contra eso.
No pude evitar sonreír.

—¡Jodete tú! —Le dije, sabiendo que mi pálida piel


tendría un moretón formándose en medio de la frente en
breve. Shawn sonrió con esa atrayente sonrisa de nuevo.
Aparté la vista. La mano volvió a alzarse tan pronto como
31
lo hice y me cogió de la barbilla, obligándome a mirarlo. Me
estremecí. No estaba orgulloso de ello.
—Yo soy tu amigo, —dijo de nuevo.

Me forcé a contestarle. —Gracias, —le dije,


acompañándolo con el único símbolo de la lengua de signos
que sabía, de alguna parte, probablemente de cuando
preescolar. Llevé mi mano a la boca, y luego hacia abajo,
con la palma hacia arriba.

Me llevé un fuerte abrazo por eso y luego me dejó


solo. Decidí ir a la playa a fumar, y Oscar, el otro tío
fumador de nuestra pequeña cocina, se unió a mí.

Me pareció divertido que Oscar estuviera empezando a


incluirme en su pequeña familia, llamándome M'hijo, y
darme la lata por Shawn.

—¿Por qué tienes que actuar así con Shawn, hermano?


—Me preguntó cuándo él empezó a fumar—. Él sólo quiere
ser amable. Es como un perrito, hombre. No apartes con el
pie a un cachorro cuando es agradable.

—No estoy haciendo eso, —le dije, dándole el mayor


espacio posible que pude mientras seguía sentado a su lado
en la pared—. No voy por ahí haciendo amigos. Me muevo
mucho. Me cubro de herir sentimientos.

—¿De quién, M'hijo, los tuyos o los suyos? —Él hizo un


gesto con el cigarrillo hacia mí—. Te he calado, eres un tipo
que no se queda en un lugar durante mucho tiempo. ¿Pero
32
St. Nacho? Puede atraparte, incluso si quieres seguir
adelante. No puede hacerte daño tener un amigo.
Oh, sí, que puede. —Voy a pensar en ello. —
Realmente no iba a pensar en muchas otras cosas de todos
modos, maldito seas—. Me gusta estar relajado, ¿sabes?

—Lo sé. —Él tiró su colilla al suelo y la pisoteó antes


de cogerla otra vez y tirarla a la basura—. Sólo estoy
diciendo...

Me dejó allí, ansioso. Me senté en la pared


sosteniendo mi aplastado trasero con mi mano. St. Nacho
era de esa manera. Te aplastaba el trasero, te lo sostenía y
luego lo lanzaba al cubo de basura. No quería echar a
perder las cosas. Ya estaba lamentando haber comprado
una botella grande de detergente. Esperaba que no se
rompiera en mi bolsa cuando me fuera de este lugar.

Un cuerpo se sentó junto a mí en la pared, mirando en


la dirección opuesta. Shawn se inclinó un poco hacia atrás,
con su imborrable sonrisa, y como de costumbre se quedó
en silencio durante algún tiempo.

Yo sentía ya una especie de alegría al estar allí con él.


Podía contar con una mano el número de personas de mi
vida con las que había aguantado un cómodo silencio.
Shawn hacía el número cuatro.

—Precioso, —dijo finalmente, refiriéndose, supongo, al


día.

33
No le respondí. Le di la espalda y no le escuché.

—Quiero escucharte tocar otra vez, —dijo finalmente—


. Quiero oírlo con mis manos. Puedo sentir la música, me
gusta.

Le sonreí… —Está bien. —Shawn colocó un teléfono


móvil en mis manos y cerró mis dedos alrededor de él.

—Tomé prestado esto, —dijo—. Porque quiero


entenderte cuando hablas. —Él levantó su propio teléfono.
Tomó el que él me había dado y lo toqueteó hasta que
encontró el menú para configurar los contactos, luego
tecleó algunos números—. ¿Quieres hablar conmigo?
Teclea. —Me mostró dónde había añadido Shawn al menú
de contactos.

No es que no supiera cómo usar un teléfono móvil.


Nunca tuve uno propio. No es como si yo tuviera algún
lugar donde llamar. O alguien con quien quisiera hacerlo.
Recordando los comentarios de Oscar unos momentos
antes, me tragué una respuesta sarcástica y cogí el
teléfono.

Probé el teléfono de forma experimental. ¿Cómo es


que hablas tan bien? Escribí y luego se lo envié.

¿Hablar? Shawn respondió usando su teléfono. Vi las


posibilidades que tenía con esto. Así sería más fácil evitar
hablar más fuerte y ahorrarme toda la mímica para lo que
iba a decirle.

34
Sí, tú hablas, le escribí. Nadie más lo hace.

Yo no nací sordo, dijo. Tuve meningitis


bacteriana cuando tenía cuatro años. Hubo una
complicación y tuve una reacción casi fatal a los
antibióticos que utilizaron. Recuerdo hablar, y eso
fue algo con lo que pudieron trabajar los profesores.

Ya veo, escribí. ¿Te acuerdas de la música?

Él asintió con la cabeza. ¿Qué tocaste anoche?

Incliné la cabeza a la pantalla del teléfono y escribí un


mensaje de texto, indicándole que se llamaba La Habanera,
de la ópera Carmen, de Bizet.

Entonces esta noche La Habanera, dijo, y trató de


enseñarme a hacer esta noche con mis dedos. Tienes las
manos de un músico. Deberías aprender a gesticular.

Sonreí, pero dudo que pensara lo que yo quería


insinuar. No lo hice de verdad. Soy afortunado de entender
cuando hablo, le envié un mensaje, pensando que era una
buena cosa que el teléfono tuviera un teclado parecido al
de un ordenador. Nuestras conversaciones iban a ser
infinitas a ese ritmo.

Lo haces bien. Me miró desde debajo de sus


pestañas. Yo te entiendo.

Me di cuenta de que en silencio me sentía seguro, así


que no dije nada. Mis manos estaban quietas. Era cuando
35
hablábamos que me sentía incómodo. Relajó sus hombros,
y me di cuenta de que, como yo, estaba permitiendo que el
sol le calentara.
—Te encuentro atractivo, —dijo, sin usar las manos—.
Creo que ya lo sabes.

Me miró, y no pude decir nada.

Él sonrió con una sonrisa que no le hizo honor a sus


ojos. —Quería que lo supieras de todos modos. —Él levantó
una mano cuando empecé a escribir—. Soy más mayor de
lo que parezco y estoy fuera y orgulloso. —Se puso de pie
de un salto—. Sólo pensé que deberías saberlo.

Shawn se fue para volver a entrar en el bar. No pasó


mucho tiempo para que Kevin lo recogiera en un coche,
supuestamente para llevarlo a clase. Todavía estaba
sentado en la pared cuando se perdían de mi vista.

Yo sabía qué pensar entonces, y lo creía. Pensé y


pensé en mantenerlo lejos de mi mente, pero aun así,
cuando llegó la noche, allí estaba, con mi violín listo para
tocar para Shawn. Después de haber hecho mi trabajo, mis
manos olían a ajo, cebolla y limón. Me lavé con jabón de
lavar platos para librarme de la grasa. El olor era casi
imposible de quitar. Subí las escaleras y me quité la ropa
que llevaba puesta, ya que definitivamente no necesitaba
ensuciar mi violín con la suciedad de mi trabajo. Al menos,
eso era lo que me decía. Mientras me miraba en el espejo
del baño del pequeño estudio sin mala intención, me
encontré a mí mismo mirándome intensamente,
36
preguntándome si debía afeitarme.

Empecé con la misma sonata, entreteniendo a las


parejas allí, haciendo una canción de cumpleaños o dos,
tocando algunas canciones melancólicas y emotivas de las
preferidas de los mariachis. Shawn no estaba en el bar, y
me relajé con ese pensamiento, en parte porque estaba
contento, y en parte porque estaba decepcionado. Cerré los
ojos y toqué Cielito Lindo desde algún lugar profundo de mi
memoria, en piloto automático, y pensando en Shawn. No
era su día de trabajo, y no había estado allí en toda la
tarde. Era poco probable que él quisiera pasar su día libre
en el restaurante donde atendía las mesas. Tampoco
parecía probable que Kevin, que tenía algún tipo de relación
previa con él, le gustara pasar la noche aquí tampoco.

Como si mis pensamientos lo conjuraran, Shaw entró


en el bar con sus amigos. Se sentaron a la misma mesa en
el patio que habían cogido la noche anterior, y esta vez
Kevin se fue y trajo las bebidas. Shawn me saludó. Y yo le
devolví el saludo con el cuello de mi violín. Uno de los
hombres de la mesa donde yo estaba tocando me dio un
dólar y me pidió que tocara el Cumpleaños Feliz para su
novio. Terminé tocando tanto Feliz Cumpleaños como Las
Mañanitas y seguí adelante. Alguien quería escuchar algo
más moderno, y rebusqué en mi cabeza hasta que me
acordé de Sex and Candy, una canción del grupo Marcy
Playground, al que había sido bastante aficionado una vez.
Toqué mientras caminaba alrededor de las mesas,
sonriendo y asintiendo con la cabeza a los clientes. Sabía
cómo hacerlo.

37
Después de mi canción, me volví, y justo detrás de mí,
como si me estuviera esperando, estaba Shawn. Sostuve
mi violín a mi lado.
—Dijiste que tocarías 'La Habanera' para mí, —dijo—.
Estoy esperando, ya es de noche. —Hizo el gesto con el que
decía noche con las manos.

Puse mi violín bajo la barbilla y toqué. No tuve que


poner su mano sobre él esta vez, tímidamente al principio,
pero luego con más certeza, presionó sus dedos en la parte
inferior del instrumento mientras yo tocaba. Al principio me
encontré a mí mismo tratando de mirar a cualquier parte
salvo a él, pero fue inútil. No podía evitarlo, quería esos
ojos. Yo quería ver lo que estaba pensando. Y pude. Él era
tan transparente. Sonrió con una media sonrisa mientras su
cuerpo empezó a mecerse al ritmo de la música, que, por
supuesto, era un baile. Pasó el tiempo y nos encontramos
balanceándonos hacia adelante y hacia atrás con la tosca
melodía hasta que terminé. Él aplaudió como un niño
agradecido.

—Podía sentirlo. Sentía el ritmo, —dijo, golpeándose


el pecho con un ritmo como si estuviera escuchándolo—.
Siento el sonido.

—Ya veo, —dije.

—Todos somos artistas. —Él hizo un gesto a su


grupo—. Nosotros cantamos.

Algo en mi cara debió de mostrar mi incredulidad,


38
porque hizo un gesto hacia mí y dijo: —Oreja snob, —y sus
amigos gesticularon de acuerdo.
—Conoces la canción ¿You Raise Me Up? —preguntó
Shawn.

Si no hubiera tocado en al menos tres docenas de


bodas y en otras tantas graduaciones, no sabría de esa
canción para nada. La había tocado para la fiesta de
graduación en la universidad para mi hermana.

Shawn hizo señas a Kevin, quien se fue al equipo que


el DJ usaría más tarde esa noche y comenzó a presionar
botones. Miré a Jim a ver si sabía que el chico estaba
jugando con su sistema de sonido. Cuando atraje su
atención, él echó una mirada a Kevin y luego se encogió de
hombros, como diciendo: No hay problema. Supuse que
esta no sea la primera vez que había hecho esto.

Shawn hizo un gesto a sus amigos y se puso a hablar


con ellos durante unos minutos. Ellos se colocaron en
semicírculo, y yo no sabía a qué atenerme. Algunos de los
otros clientes se reunieron alrededor. Él asintió con la
cabeza a Kevin, quien comenzó la música y le dio a todo
volumen. La canción se había hecho famosa por Josh
Groban, pero yo la había descubierto en la escuela de
música y me gustó porque era muy parecida a Londonderry
Air. Shawn y sus amigos comenzaron a interpretar la letra
en el lenguaje de señas americano, pero fueron a más,
ellos danzaban las palabras. Es una canción bonita, pero
sosa, ese tipo de letras te garantiza que se te corra el rímel
de los ojos en una emotiva boda. Una gran canción para
39
bailar con papá, de la que yo siempre había pensado un
poco cínicamente.
Sin embargo, viendo a Shawn y sus amigos cantar con
sus hermosas manos moviéndose con ritmo y armonía, era
tan hermoso que se podría describir sin palabras. Era de
una manera tan visualmente musical que nunca podría
haberlo expresado. Me pareció verles cantar trascendiendo
mis nociones preconcebidas de lo que la música podría
haber sido y no fue. Para un hombre que había vivido toda
su vida a través de los oídos, me encontré reconsiderando
mi mundo. Mayormente vi a Shawn, que parecía
incandescente e irradiaba calidez hacia mí, a pesar de que
como el sol, él podría haber estado a noventa y tres
millones de millas de distancia.

Supongo que debería haber esperado que Shawn me


siguiera a mi habitación después, excepto que pensé que
Kevin no se lo permitiría. Estaba saliendo de la ducha
cuando oí que llamaban a mi puerta. Realmente me
sorprendí al encontrar a Shawn allí de pie.

—Hola, —dijo, aceptando el hecho de que sólo tenía


una toalla alrededor de mi cintura.

—Hola, —le dije, sin terminar de abrirle la puerta.


Mantuve mi cuerpo en medio, bloqueando tanto la entrada
como la vista a la pequeña habitación espartana.

—He venido a darte las gracias, —dijo.

—De nada. —Por lo menos podría hacer esto difícil.


40

—Quiero entrar. —Su mano se acercó a alisarme el


pelo mojado detrás de una oreja—. Me gusta tu tatuaje. —
Señaló el tatuaje que me había hecho años atrás, era un
corazón con una especie de látigo estrangulándolo.

—Mira, —le dije, tratando de que mis palabras fuera


claras— pareces un buen tipo...

Tocó mi pecho, y de repente, estaba en el


apartamento, cerrando la puerta detrás de él.

—¿Lo soy? —Preguntó, y era como si fuera dos


personas diferentes—. ¿No parezco un buen tipo para ti? —
Continuó tocándome, y ahora estaba pasando su pulgar
sobre el piercing de la ceja.

Creo que mis cejas desaparecieron a algún lugar por


encima de mi cabeza. Unos cálidos ojos marrones me
miraban, esperando que yo dijera algo. Era una especie de
mueca, como si se estuviera riendo de mí.

—Sí, —le dije— buen chico. —Todo lo que estaba


haciendo para desequilibrarme era sólo eso. Yo sabía que él
era bueno. Por la forma en que mi madre solía decirme
cuando era un niño: ¡No toques eso, eso no está bien, se
agradable! toca bien, él es un buen chico; lo contrario de lo
que siempre fue la implícita grosería.

Shawn no era un chico malo.

Pero yo sí lo era. Caí de rodillas y comencé a


41
desabrochar su cinturón. Dio un pequeño salto hacia atrás,
claramente preparado y listo, pero no por la velocidad a la
que las cosas estaban progresando entre nosotros. Mi toalla
se cayó y mojó el suelo. Tiré con fuerza del botón de la
parte superior de sus pantalones vaqueros.

—¡Oh, espera! —Dio un gritito. Rocé su miembro por


detrás de la cremallera. Tuve cuidado en caso de que no
llevara ropa interior, pero encontré que si llevaba. Le abrí la
cremallera y bajé sus pantalones hacia abajo para obtener
una buena vista. Estaba excitado y era enorme, su sexo
palpitaba en mis manos, dejando un rastro húmedo detrás.
Obviamente había estado esperando que algo sucediera
entre nosotros, y realmente no se puede decir que lo
culpara. Yo también lo esperaba. Le di a la parte inferior de
su sexo una efectiva lamida y me cogió la mano para un
condón.

—¿Látex? —Pregunté, mirando hacia arriba. Parecía


sorprendido. Sus manos temblaban mientras cogía su
cartera—. ¿Condón? —Le pregunté, tratando de vocalizar
cada palabra con claridad.

—Tengo uno, —dijo.

—¿Sólo uno? —sostuve un dedo como si preguntara.


Yo tenía algunos, pero ser un hijo de puta no me exigía
hablar de ello.

—Sí, —dijo, acariciando tentativamente mi pelo. Él me


miraba, pero yo tenía la ventaja; no tenía que mirarlo para
oírlo y lo tomé.
42

—Entonces, está bien. —Me levanté y me acerqué a la


cama, poniéndome a cuatro patas, y le devolví la mirada.
No sé cuál era mi plan. No estoy seguro de que tuviera
uno—. Ven aquí. —Gesticulé con mi dedo.

Shawn no dijo nada y esa clase de silencio nos


envolvió a medida que continuaba mirándole por encima
del hombro. Podía leer sus intenciones en su cara. A
continuación, él pudo imaginar lo que quería y cómo lo
quería. Pude ver el momento exacto en que decidió
tomarme. Se bajó los pantalones y los pateó para
quitárselos, lanzándose detrás de mí en la esponjosa cama.
Me dio una bofetada tan fuerte en el culo que me dolió, y
luego se inclinó y escupió -a lo que tuve que dar crédito- en
mi entrada como una estrella del porno y empezó a
trabajarme. Momentos más tarde, se puso el preservativo y
entró en mí. Cogió mi frente con su mano y me atrajo hacia
él para poder agarrar mi miembro con su mano libre y
mantener el equilibrio. Me envistió, acarició mi sexo y luego
me mordió y terminó.

Lo mismo lo mismo que yo.

Si alguien me hubiera preguntado por el concepto de


haber sido cazado por mi propia trampa, en ese momento
le habría dado una foto autografiada. Shawn me atrajo
hacia él y me lamió fuerte donde había mordido antes de
que se derrumbara todo sudoroso en la cama.

Sin pensarlo, le dije: —Tú has hecho esto antes. —Él


apretó el brazo por encima de mi cintura.
43

—¡Cállate! —dijo—. A menos que pueda ver tus labios,


eres un muñeco inflable. —Se quitó el condón y lo ató antes
de tirarlo a la pequeña papelera de la habitación y anotarse
tres puntos. Podía sentir sus músculos relajarse, aunque los
míos se quedaron congelados. Finalmente, aunque no tenía
ni idea de cuánto tiempo nos llevó, él se quedó dormido.
Podía sentir su profunda respiración, incluso un sutil
ronquido.

Con cuidado, me di la vuelta para mirarle. Joder, era


precioso. Tenía los pómulos altos y unas cejas grandes y
bien pobladas sobre unos hundidos ojos. Su boca era un
sueño húmedo, gruesa y deliciosa, para besarla y
mordisquearla, ligeramente abierta y relajada. No me atreví
a tocarlo.

Me deslicé cuidadosamente de la cama y me dirigí a la


ducha, donde dejé que el agua corriera sobre mi cuerpo tan
caliente como lo pudiera soportar. Traté de no sentir como
si me hubiera engañado a mí mismo y a Shawn, porque no
había nada más que realmente pudiera darle. No podía
decidir si quería o no que estuviera allí cuando volviera a la
cama, pero estaba. Mientras me quedaba dormido, me
preguntaba si todavía estaría ahí por la mañana, pero no
fue así. Y por primera vez en años, tal vez tuve
exactamente lo que había pedido, pero no todo lo que yo
quería.

44
Al parecer, los sábados Shawn se unía al resto del
personal para el desayuno. Yo estaba distraído por la
mirada mordaz que me estaba echando Oscar y Shawn
estaba bastante decidido a ignorarme. Por una vez, no
evité el contacto visual. No tenía sentido preocuparse por
ello, era sábado y estaba seguro de que me estaría
marchando en la tarde del domingo. Ya tenía setenta y
cinco dólares en propinas, y si dormía al aire libre podía
pasar mucho tiempo haciéndolo. Llevé mis platos y me fui a
la tienda a por cigarrillos. Vi a Kevin cuando vine de vuelta,
llevaba a Shawn a algún lugar, probablemente hoy sábado
a la escuela no. Como de costumbre, estaban en una
animada conversación, un término en el que no había
pensado mucho antes de conocerlos. Era un milagro que
lograran mantener las manos en el volante lo suficiente
como para dirigir el coche, y un milagro que no se salieran
de la carretera. Shawn me vio, pero mantuvo la vista al
frente. Me sentí como una mierda, pero yo sabía que era lo
mejor.

Cuando volví a la barra, pensé que debía decirle a Jim


45 que ya era hora de seguir adelante. Jim estaba a punto de
abrir y estaba revisando sus cuentas.

—¿Qué? —Preguntó—. Pensaba que St. Nacho te


trataba muy bien. —Me miró fijamente.

—Sí, bueno. No suelo quedarme en un lugar por


mucho tiempo. —Murmuré.

—Me pregunto si deberías replantearte eso.

Sonreí. —Probablemente. —Lo más fácil que hacer


cuando alguien está dándote la murga es estar de acuerdo.

—¿Se lo has dicho a Shawn?

—Se lo mencionaré la próxima vez que lo vea, —dije,


como si Jim no hubiera visto a Shawn seguirme a mi
habitación anoche.

Jim alzó las cejas. —Pensaba que vosotros os lleváis


bien.

—Claro, —le dije— es un buen chico.

Jim soltó una carcajada. —Él es así. —Cogió un trapo


del bar y empezó a limpiar las mesas, pienso que se forzó a
hacer algo porque el ayudante lo había dejado sucio—. No
te dejes engañar. Parece un ángel, ¿verdad?

—¡Eh! —dijo Oscar, saliendo de la cocina—. Cooper,


¿vas a venir para empezar? La basura te está llamando. —
Él se cruzó de brazos.
46

—Ya voy, —dije por encima del hombro antes de


volverme hacia Jim—. Mira, quiero darte las gracias por
todo lo que has hecho por mí. Sé que has hecho un
esfuerzo por ayudarme.

—No voy a considerar que te has ido hasta que no te


vea largarte con tu moto, Cooper. Sigo diciendo que
deberías repensar el quedarte en St. Nacho. Es un buen
lugar para ir aflojando el paso.

—¿Quién dice que quiero aflojar el paso? —Le respondí


con una sonrisa que no sentía. Yo estaba yendo más
despacio. Y sin embargo, sentí la compulsión de retomar mi
camino, y eso me estaba pegando fuerte.

—Cooper, —dijo Oscar con impaciencia.

—Voy. —Fui a la cocina y comencé mi día.

En el momento en que estaba tocando mi violín esa


noche, no estaba tan seguro de marcharme. Originalmente
pensé que el sábado estaría lleno de domingueros, o que la
gente que estuviera bailando me forzaría a que tocara algo
más acorde para bailar. De hecho, lo opuesto es cierto.
Alfred estaba allí con amigos, trajo su violonchelo, e
improvisamos duetos. La multitud pidió piezas clásicas, y
sonreía y toqué de una manera que no lo había hecho
desde el instituto. Estaba tocando por el placer de hacerlo.
Mi bote se llenó de billetes y monedas, y alguien incluso
dejó una bolsita de trufas Lindt para mí. Sospechaba que
las había dejado Alfred, parecía del tipo que hacia este tipo
47
de cosas a un amigo.

Shawn no vino hasta casi la hora de apartar las


mesas de nuevo. Vino con sus amigos, y recuerdo haber
pensado que parecían una pandilla. Se veían felices, y de
forma absurda, toda la escena me recordó a West Side
Story. Había una definida línea de separación entre
nosotros y ellos. Pensé que tenía más que ver con la forma
en que Shawn y yo habíamos pasado la noche anterior, que
con todo lo que yo estaba haciendo en ese momento.

Shawn vino directamente hacia mí cuando terminé la


pieza que estaba tocando con Alfred. Kevin fue al puesto
del Dj de nuevo y señaló un CD.

—'La Habanera' —dijo, desafiándome con sus ojos.

Juntos, Shawn y Kevin se pusieron a bailar. Ellos


bailaron un tango en la primera parte de la pieza, una
danza hermosa, muy excitante. Luego se separaron y
Shawn empezó a gesticular, y maldita sea, él era perfecto.
Gesticuló la traducción en inglés de la canción -el pájaro
rebelde, el niño gitano- al mismo tiempo que hacía un
cautivador baile cara a cara con Kevin y mirándome
coquetamente por encima del hombro.

Cuando llegó a la parte donde Carmen canta: Sino me


amas, te amo, si tú no me quieres, ¡ten cuidado! Continuó
mirándome mientras bailaba y cantaba, y no pude apartar
los ojos de él. Cantó con las manos y eso fue lo más
vibrante, sumamente erótico. Aquellas manos habían
estado sobre mí, y su cuerpo se fusionó con el mío. Supe
48
en ese momento que no me marcharía al día siguiente.

Ayudé a quitar las mesas de atrás e intenté


confundirme con la multitud. Shawn me buscó. —Vamos a
bailar, —dijo él, tirando de mi mano. Sostuve mi estuche de
violín, ya que quería alejarle.

—Me tengo que ir, —le dije, sosteniéndolo en alto para


que pudiera ver.

—Está bien. —Él me llevó hacia la escalera y subió las


escaleras conmigo. Tenía la intención de poner el estuche
en mi habitación y quedarme allí, pero me atrajo hacia él
tan pronto como entramos. Lo rechacé.

—Ven a bailar conmigo, —dijo.

Las luces eran tenues, y quería asegurarme de que me


podía ver cuando hablamos. Negué con la cabeza. —No lo
creo.

—¿Por qué no? —preguntó—. ¿Tienes otra cita? —La


falta de inflexión en su voz siempre me sorprendía, pero
me estaba empezando a gustar. No sé por qué; y su propia
falta de musicalidad era una novedad en mi mundo.

—¿Tú no? —Le pregunté, señalando a la puerta,


esperando que él entendiera lo que quería decir.

—¿Kevin? No, yo no salgo con Kevin. Él trata de


protegerme de los lobos feroces. Cree que soy bueno. —
Shawn entonces sonrió, buscando cualquier cosa menos ser
49
agradable.

No pude evitar sonreír de nuevo. Los chicos buenos no


follaban como él lo hizo.

—Baila conmigo, —dijo. Sacó una caja de su bolsillo de


la chaqueta, tenía tres docenas de condones en ella. De
otro bolsillo sacó un puñado de ellos con sabor y un tubo de
lubricante. Él los echó en la cama. Después de un minuto
arrojó la chaqueta también. Como sabiendo que iba a
terminar allí.

—Das mucho por sentado, —le dije. Debí murmurar


porque no me hizo caso.

—Baila conmigo, —repitió. Le tendí la mano, y la cogí.


Bajamos las escaleras juntos. Todavía sonaba la música. El
DJ empezó a marcarse una canción. Busqué a su pandilla, y
estaban allí, algunos bailando, Kevin seguía sentado,
hablando con una de las chicas. Él miró en nuestra
dirección y lo hizo de nuevo rápidamente, pero no antes de
atisbar el enfado que cruzaba su rostro.

Después de eso, cada movimiento era un juego previo,


puro y simple. Nuestros cuerpos se encontraron
apretujados entre la multitud y usamos cada roce y tacto
para despertarnos el uno al otro. Yo estaba sin aliento a su
lado. Él sudaba. Nos juntamos como el mercurio durante
varias canciones.

—¿Agua? —Gritó entre la multitud, y asentí. Me dejó


allí de pie en la pista de baile, duro como una piedra, y vi
50
cómo se alejaba. Todo en él me atraía. Tenía una gracia
suave, fácil, el cuerpo de un bailarín, con unas manos que
hablaban en elocuentes aleteos y un hermoso rostro.
Estaba seguro de que incluso las plantas de mis pies
estaban excitadas.

La bola de discoteca giró sobre mi cabeza, con su luz


tan intensa para dar ambiente al club, hizo que la
habitación me diera vueltas sin parar. Shawn volvió,
deslizándose fácilmente hacia mí, y me dio la botella de
agua. Tenía una, y le vi beber, sosteniendo mi mirada en
sus labios y en la forma en que su garganta se movía
mientras el agua se deslizaba por ella. Mi boca se abrió
mientras me quedaba sin aliento. Una gota escapó de sus
labios mientras apartaba la botella y empezó a correr por la
barbilla, y antes de lo que yo pensaba, antes de que
pudiera detenerme, mi lengua estaba allí, capturándola.
Extendió su gran mano acariciando mi trasero y me atrajo
hacia su ingle. No había duda en mi mente de que si me
quedaba allí con él, meciéndome así, con fuerza contra él,
yo me hubiera venido. Debía haberlo visto en mis ojos.

—Vamos. —Él me tiró junto a la escalera. Cuando


llegamos allí, Kevin estaba de pie en el camino,
gesticulando con indignación. Shawn y Kevin tuvieron
palabras o signos, cada uno enfadado, y por una vez,
Shawn no estaba hablando, así que no sabía lo que se
decían. Kevin finalmente puso fin a la conversación dándole
un fuerte empujón en el pecho con ambas manos. Me paré
al lado de Shawn con los brazos cruzados y extendí una
mano cuando Kevin le empujó. Si Kevin lo hacía de nuevo,
tendría que levantarse del suelo después. Él lo entendió y
51
se alejó. No pude dejar de mirar a Shawn, y él no estaba
demasiado feliz.
—Arriba, —gritó sobre la música—. Podemos hablar. —
Los dos sabíamos que no era por eso por lo que había ido
arriba antes. Mi habitación era por lo menos un poco más
tranquila que la barra, abrí la ventana y encendí el
interruptor del cuarto de baño para iluminar un poco la
habitación. Abrí la botella y empecé a beber. Podía sentir a
Shawn detrás de mí, cada vez más cerca. Irradiaba calor y
energía, y podía sentirlo intensamente.

—Date la vuelta, —dijo. Obedecí, y me atrajo hacia él


para comenzar otro baile. Me di cuenta que era todo físico.
Todo movimiento, vigoroso, de alta energía. Se movía y
usaba su cuerpo para todo. Meciéndose todavía sobre mí,
pasó las manos por mi pelo, y luego por mi cara. Cerré los
ojos y dejé que él me sostuviera, permitiéndole jugar con
mi cuerpo de la forma que quisiera. Me acarició, empujó,
apretó, y me hizo girar sobre el pequeño espacio. Una
mano en mi culo me mantuvo firme durante un momento.
Yo sabía que quería darme un beso, y me separé,
llevándome la botella de agua a la boca, tratando de hacer
que se viera como algo natural y normal mientras lo hacía.
Tratar de hacer que pareciera que no estaba evitando su
beso.

Él cogió su botella de agua y se quitó la camisa. —


Calor, —dijo, señalándose para refrescarse en la pequeña
habitación.

—Oh, sí, —estuve de acuerdo—. Calor. —Sonreí. Me


52
besó en la mejilla, sobre todo porque me volví en el último
momento. Me quité mi camisa. Después de eso, parecía
que no necesitábamos nuestros vaqueros, y de pronto
estaba meciéndome contra el recio cuerpo de Shawn, sin
ninguna ropa. Él era maravilloso y la ropa no le hacía
justicia. Se movía como el agua, o denso como la miel, y él
estaba al rojo vivo contra mi tibia piel. Le toqué por todas
partes, explorando, probando, jugando, probando, hasta
que vio mi cara y trató de besar mi boca, invadiéndome, y
volví la cabeza, tenía que hacerlo, con tal fuerza que se
convirtió en una lucha entre nosotros.

—Yo no beso, —le dije, mirando a su nuez, esperando.

—Tú no besas, —repitió.

Tuve que mirarle a los ojos. Para hacerle ver que


hablaba en serio. —Yo no beso. —Nos quedamos mirando el
uno al otro durante un buen rato. Finalmente, asintió con la
cabeza y me atrajo a él de nuevo.

—Como en Pretty Woman, —dijo en mi oído, y luego


se apartó para mirarme.

—¿Qué? —Le pregunté.

—La chica de la película, la prostituta. Ella no besa, —


dijo con esa voz tan característica en él. Nunca me di
cuenta de lo mucho que dependía de la inflexión de la voz
de alguien para orientarme. Con Shawn, yo no tenía con
que guiarme, por lo que estaba perpetuamente
desorientado.
53
—Ah, puede ser. —Me encogí de hombros—. No he
visto la película.
Él sonrió. Siguió bailando conmigo, pero no insistió en
seguir besando. Si hubo algo en ese momento que pudiera
describir más adelante, algo que me llamó la atención como
raro o nuevo o vagamente perturbador, era lo seguro que
me sentía en los brazos de Shawn. Cómo si mi cuerpo
quedara atrapado con el suyo, sin esfuerzo, de manera
inconsciente, por el placer de tocar. Mientras saboreaba
cada roce, cada caricia, empuje y el juego de nuestros
cuerpos mutuamente, nos tumbamos sobre la cama y por
fin se abrió camino dentro de mí. En ese momento, los dos
estábamos desesperados, empujándome hacia la cabecera
de la cama con ambas manos mientras levantaba mis
caderas y se clavaba en mí, golpeándome hasta que abrí la
boca en estado de shock. Metió una mano fuerte alrededor
de mis caderas y utilizó su mano libre sobre mi miembro, y
lo siguiente que supe fue que iba a venirme como un
adolescente, rozando mi pecho sobre el suyo, volviéndose
pegajoso, sudoroso, y fundiéndonos mientras se hundía en
mí después de su propia liberación. Me estrujó con él, pero
no me besó. Cuando se apartó para deshacerse del
preservativo, se fue al baño. Regresó con una toalla
húmeda, limpiándonos y refrescándonos. Se sentía bien, no
podía recordar que alguien hiciera eso antes.

Cogí su mano mientras la pasaba por un pezón y le di


un pellizco. A cambio, sonrió con su característica sonrisa.
Tiró la toalla mojada sobre el suelo del baño y se acurrucó
conmigo a dormir.

54
Yo no dije nada. Él estaba detrás de mí, y él sólo podía
sentir la vibración, no las palabras. No me importó para
nada, porque no tenía ni idea de qué decir. Su mano
empezó a acariciarme la cadera, deslizándose sobre mi
vientre y llegando a mi pecho, donde apretó, tirando de mí
para sostenerme. Levanté la mano y entrelacé mis dedos
con los suyos. Esta fue la cosa más íntima que había hecho
en cinco años.

A pesar de que la música de la planta de abajo


llenaba la habitación, no pasó mucho tiempo antes de
quedarnos dormidos. Él y yo nos despertamos en diferentes
momentos durante la noche, encontrándonos siempre,
acercándonos y alejándonos. Llegué a sentir su peso, su
fuerza, gusto y olfato. Él me abrazó con fuerza entre sus
brazos, y cuando se despertó, simplemente se levantó y se
vistió. Para entonces ya era suyo, era de su propiedad, y de
alguna manera él lo sabía. Sólo me miró de nuevo para
tranquilizarse de que los dos lo habíamos entendido antes
de que se fuera.

55
Cuando bajé a las ocho de la mañana para empezar mi
día, Oscar y Tomás ya estaban peleándose en la cocina. Jim
me miró y sonrió.

—Espero que te quedes más tiempo, —dijo,


echándome un vistazo. Alfred se acercó por detrás y apoyó
la cabeza en su hombro.

—Sí, —le dije.

—Pensé que podrías reconsiderarlo, —dijo Alfred.

—¿Qué está pasando? —Le pregunté, para cambiar de


tema.

—Es domingo, —dijo Jim, como si hubiera preguntado


qué día era. Estaba confundido, hasta que vi a Shawn
arrastrando un gran letrero que decía: CELEBRE BRUNCH6
DOMINICAL DE NACHO‟S.

El cartel tenía pequeños artículos periodísticos


56 pegados de lugares tan lejanos como el San Francisco
Chronicle y el Sacramento Bee anunciando „el mejor brunch

6
N de T: Consiste en una comida realizada por la mañana entre el desayuno y el almuerzo;
servida entre las once y las quince horas.
informal en la Costa Oeste‟, y „un almuerzo fabuloso sin
rascarte el bolsillo‟.

Los domingos por la mañana eran diferentes en


Nacho‟s ya que se servía un buffet estilo brunch, y esta
mañana mi trabajo era supervisar la comida puesta en
„baños maría‟ y asegurarme que estaba todo correcto y
reponerlos según fuera necesario. Jim y Alfred, que
trabajaban eficientemente y de forma cooperativa, se
unieron a Oscar y Tomás en la frenética cocina. Finalmente,
cada uno de nosotros desayunamos, haciendo turnos
mientras los demás trabajaban. Parecía que todo el mundo
en St. Nacho, gays y heterosexuales, venían aquí para el
brunch del domingo, y a menudo llegaban grupos con sus
amigos de fuera de la ciudad.

Durante un rato, casi una hora y media, toqué el violín


para la animada multitud, que estaba bebiendo champán
barato para arrancarse a bailar salsa. Probablemente recogí
unos cien dólares en propinas durante esa hora y media,
casi tanto como lo que había hecho en toda la semana.

A las cinco de la tarde, almorzamos después de limpiar


y guardarlo todo. Luego teníamos la noche libre ya que el
bar estaba cerrado. Encontré un agradable sitio en el
malecón, y me relajé con un cigarrillo.

—Vi a la gente cuando tocabas. —Shawn vino detrás


de mí y dio un salto para sentarse. Como lo había hecho
57
antes, se puso en dirección opuesta para poder estudiar mi
cara mientras hablábamos. Su mano se deslizó sin hacer
nada por mi vientre y en la parte más lejana de mi cadera,
con el pulgar en el reloj de bolsillo de mis vaqueros—. Se
veían realmente impresionados. ¿Estás bien? —Preguntó.
Tocó el bolsillo donde guardaba el móvil que me había
prestado, y yo obedientemente lo saqué.

Probablemente, le envió un mensaje. La falsa


humildad no era uno de mis defectos, y no valía la pena
mentir sobre algo que fácilmente podía comprobar con
cualquier número de personas.

—¿Has ido alguna vez a una obra de teatro? —


Preguntó.

—No, no he ido, —le dije, asintiendo con cuidado.

—Tengo entradas para una obra de teatro la noche del


próximo viernes en Santa Bárbara. ¿Quieres venir conmigo?
—sonrió.

¿Me estás pidiendo una cita? Utilicé el teléfono para


eso, para poder hacer algo y que me impidiera mirarle a los
ojos.

—Sí.

Tecla, tecla, tecla. ¿Puedo pensar en ello? Sentí que


me ruborizaba. Para el viernes faltan muchos días.

—Sí, —dijo—. Pero no demasiado. —Me quitó el


58
cigarrillo y se lo llevó a los labios. Dio una calada y exhaló.
Yo esperaba que tosiera, pero no lo hizo. Besó mi cuello,
donde estaba mi tattoo, y lo lamió ligeramente—. ¿Tienes
la noche libre? —Preguntó.

—Sí. —Asentí. Por dentro me sentía contento, pero


pensé que debía hacer que se lo currara un poco más.

—¿Vas a hacer que te lo pregunte?

—¿Preguntarme qué? —Me encontré a mí mismo


haciendo mímica con mis palabras. Tenía la esperanza de
que se fuera pronto.

—Si tu trasero me pertenece o no, —dijo más o menos


en mi oído.

—Te pertenece. —Asentí.

—Dámelo. —Él de un salto se incorporó—. Vamos a


casa de Jim y Alfred. —No tuve más remedio que seguir
adelante. Me levanté detrás de él, pero él no miró hacia
atrás. Jim y Alfred vivían a pocos metros del bar en una
casa de estilo victoriano que había sido remodelada en
varias ocasiones, y había visto días mejores, francamente.

Al instante, lo supuse, la casa no había tenido cuarto


de baño interior, porque a un lado de la cocina parecía que
alguien había hecho un agujero en la pared y lo habían
dejado así. El suelo de madera se hundía un poco en el
medio de la sala, pero el gran ventanal daba a la
pintoresca calle principal de St. Nacho y su pintoresca
59
mezcla de maderas y playa. Parecía más Oregón que
California, y todavía no podía creerme la suerte de haber
llegado aquí. Era un hecho que esperaba con todo mí ser,
que mi buena suerte aquí me estallara en la cara.

—¡Hola! —Dijo Jim, bajando por las escaleras a la


cocina, donde Alfred nos estaba mostrando el entorno. Jim
me hizo un exquisito Virgin Mary7 y luego hizo una jarra
con alcohol para ellos tres. Él me miró con atención,
supongo que pensando que quería uno. Estoy seguro de
que él había visto miles de alcohólicos aparecer en su bar,
sobrios y borrachos. Yo sabía que no había nada en el
mundo que pudiera hacerme beber. Pero a menos que yo le
dijera como sabía eso, él siempre me miraría como lo
estaba haciendo en este momento, con una especie de
examen y evaluación franca, como si se estuviera
preparando para una decepción.

—¿Has traído tu violín? —Preguntó Alfred.

—No, —le dije—. ¿Lo traigo? No es un paseo largo.


Puedo ir a buscarlo.

Jim dijo: —Deja que el pobre hombre descanse una


noche, Al. —Se volvió hacia mí…— Vamos a ver The
Grudge8. —Él dio un codazo a Alfred—. Película de terror y
apretarse, chocolate caliente y palomitas de maíz. Esta es
una cita, —advirtió.

Shawn se colocó detrás de mí y me puso sus brazos


alrededor. Acariciando mi torso, y me apoyé en él.

60
Cogimos todas las cosas, incluyendo los snack y salsa,
guacamole casero, y un tazón grande de palomitas de
7
N de T: Versión no alcohólica del Bloody Mary.
8
N de T: La Maldición, película de terror japonesa.
maíz, lo que para rematarlas estaban cubiertas con azúcar
y canela como si fueran buñuelos. El chocolate también
tenía una pincelada de canela, junto con lo que sospechaba
que era un toque de cayena. Todo estaba bien, picante, y
sabía aún mejor en los labios de Shawn que lo hacía
refrescante. Quería recordar el aroma picante en su aliento,
la forma en que la película me hizo acercarme a él, y la
forma en que los subtítulos se arrastraban a través de la
pantalla y que ninguno de nosotros había prestado atención
después de los primeros segundos. Jim, Alfred, y yo
respondíamos a las señales musicales y ruidos que Shawn
se perdía, por lo que a menudo se echaba a reír cuando
saltaba por lo que él imaginaba que no era ninguna buena
razón. Las indicaciones visuales le hicieron sobresaltarse,
pero para entonces, nosotros habíamos reaccionado.

Probablemente habían pasado diez años desde que


había tenido una noche como esa, ver películas con amigos.
Algo me asustó entonces, algo que no tenía nada que ver
con la película y todo que ver con gente agradable,
amabilidad, y sentirme demasiado cómodo.

Me dieron ganas de irme. Me levanté, tal vez un poco


rápido, pero sabía que no podía leer el pánico que se
estaba construyendo en mi corazón. Shawn se levantó y
me siguió hasta la puerta. Cuando estuvimos de nuevo en
el salobre aire de la noche me enfrenté a él.

Mira, le escribí en el teléfono con mi cara agachada,


61
si lo estás pasando bien, no tienes que venirte. Puedo
irme a casa. El hecho de que me vaya a dormir
temprano no significa… Puso sus manos sobre las mías y
me hizo parar de escribir mensajes.

—Hablas demasiado, —dijo, sonriendo. Empezó a


caminar de regreso a mi habitación más bien enérgico, y
tuve que alcanzarle.

—Cabrón de piernas largas, —le dije en voz alta,


sabiendo que no podía oírme.

Él puso su brazo alrededor mío, y me dijo con toda


claridad: —Cuando te estoy tocando, puedo sentir que
estás hablando. También puedo verte reflejado en las
ventanas de los coches aparcados en la calle. —Indicó al
coche por el que acababa de pasar.

Bueno. Él era muy astuto. Cogí su brazo para


encararme. —¿Y tienes una bola de cristal? —¿Podía leer los
labios tan bien?

—No, —dijo, sin dejar de caminar—. No necesito una


bola de cristal, tengo estas. —Él mismo se las cogió, lo cual
me hizo reír. Me miró para ver cómo me lo tomaba y se rió.
Había oído su risa antes, pero aun así me sorprendía. Se
echó a reír como un niño. Como el aire moviéndose a
través de un acordeón que nadie toca.

Jim dijo que no me dejara engañar por tu


aspecto, le envié un mensaje. Leyó su teléfono frunciendo
sus finas cejas.
62

—¿Mi aspecto?
Sí, te ves como un ángel, tecleé, todavía
caminando. Me volví y lo encontré parado.

—¿Crees que parezco un ángel?

—Sí, sí. —Asentí con la cabeza. Volví a donde estaba.


Me preocupaba que hubiera tocado algún punto sensible, o
haberle hecho daño de alguna manera. Él me miró con algo
en sus ojos que no pude leer. Entonces sonrió, y cambió su
expresión. Me echó un brazo por encima del hombro y
comenzamos a caminar de nuevo, moviéndonos
rápidamente hasta que abrimos la puerta y corrimos por las
escaleras. Me tiró contra la pared frente a la puerta del
pequeño estudio, en el estrecho rellano en la parte superior
de las escaleras.

—Oh, joder, —dijo, y fue un poco raro oírle jurar así,


eso no le hacía justicia—. Ven aquí, nene. —Él apretó las
caderas contra las mías, empujando mis manos sobre mi
cabeza y manteniéndolas en una de las suyas mientras me
desabrochaba la hebilla del cinturón y bajaba mi cremallera
con la otra mano. Mi miembro rebotó en su mano y lo
sostuvo, con sus ojos en los míos, demandándome. Él
comenzó besándome y volví la cabeza. Mis rodillas se
doblaron un poco con su mano en mis testículos.

—¿Llaves? —Preguntó, y yo negué con la cabeza. Me


dejó ir y nos desplomamos sobre la puerta abierta. Después
de eso, todo lo que pasó fue un torbellino de sensaciones y
63
una batalla de voluntades. Yo lo quería dentro de mí, él
quería atormentarme. Enfundó mi sexo con sus labios y los
utilizó para rodar un aromático condón. Él me tomó como si
nunca me lo hubieran hecho, su boca por todos lados, sus
dedos enganchándome, acariciándome desde el interior al
exterior al mismo tiempo. Terminé como un géiser,
sacudiéndome y latiendo en sus hermosas manos.

Quería que se hundiera en mí, pero me empujó sobre


mis rodillas, rodó un condón en su sexo y tomó mi boca. Yo
lo contuve hasta que tenía la nariz en lo más profundo de
su mata de pelo rizado de color marrón y disparó con
fuerza en el látex. Él me levantó después y me frotó el
pulgar por el labio inferior. Se inclinó de nuevo y volví la
cabeza, pero encontró mis labios de todos modos,
persiguiendo y atrapándome finalmente contra el costado
de la cama y la pared, de tal modo que no pude
escaparme. Jugó con mis labios suavemente, con la boca
cerrada. Como si besara delicadamente la cara de un bebé
o con la timidez de un adolescente. Que el cielo me ayude,
una ardiente bola de dolor cerró mi garganta y sentí su
punzada atravesar mis ojos. Yo los cerré.

Shaw me empujó contra el colchón y me abrazó. No


lloré, pero era algo cercano y ambos lo sabíamos. Me
desperté varias veces en la noche, sorprendiéndome cada
vez. Encontrándole a mi lado, cómodamente con su pecho
contra mi espalda, sus dedos entrelazados con los míos,
eso era nuevo. Todo parecía nuevo. Y sabía que si no podía
encontrar mi equilibrio aquí en St. Nacho, me dejaría llevar
por esta comodidad y ternura. Luego, cuando me fuera, sin
lugar a dudas, el dolor me mataría.
64

Cuando curiosamente pasé un dedo por un lado de la


cara de Shawn, él se despertó y me sonrió adormilado. No
me vio bien hasta que estuvo excitado y sobre mí, tratando
de alcanzar un condón y buscando la entrada. Él me miró
esta vez, e hicimos el amor mirándonos el uno al otro.
Nuestro silencio nos cubrió como la niebla. Por lo menos,
en ese momento yo quería darle todo lo que tenía, y en mi
interior me encontré con cosas que ni siquiera sabía que
tenía.

Me desperté cuando me di cuenta de que alguien


estaba golpeando en mi puerta. Shawn era ajeno a ello.
Cogiendo una sábana y colocándomela como si fuera una
toga, me levanté y contesté, seguro que no podía ser nada
bueno.

No lo era.

Kevin irrumpió en la habitación enfadado, golpeando


fuerte sus pies en el suelo de madera. Él dio un fuerte
empujón en el brazo de Shawn. Shawn dio un salto,
rompiendo la vigilia de un profundo sueño.

—¡Eh! —Le dije, pero por supuesto no me oyeron.


Gesticulaban entre sí violentamente, y aunque no podría
decir exactamente lo que se decían el uno al otro ya que
65 Shawn no hablaba, pude ver que era una letanía de
acusaciones y negativas, culpas, remordimientos y
recriminaciones. Yo no quería ser parte de eso. Me encerré
en el baño y abrí la ducha. Me dije que les permitiría
enfrentarse sin mí.

Estaba en la ducha cuando un sonido se hizo eco en


las baldosas. Tiré de la cortina a un lado para encontrar a
Shawn pie delante de mí, sosteniendo triunfalmente un
destornillador y el pomo de la puerta. La arrojó sobre la pila
al lado de mi toalla y se metió conmigo.

—Shawn, —le dije, sosteniendo una mano hacia


arriba.

—Lo he arreglado, —dijo, con los ojos fijos en mi cara.

—Pero...

—Dije que lo solucioné. Él me quiere. Yo te quiero a ti.


Fin de la historia. —Puso un poco de champú en la mano y
comenzó a enjabonar mi pelo.

—Oh, joder, nene. —Me derritió bajo esas manos


grandes, habilidosas.

Me besó en la frente.

—Pero, —dije, sujetándolo para que pudiera ver que


hablaba en serio— ¿por qué? —Le pregunté—. ¿Por qué yo?
¿Por qué no Kevin?

Shawn se encogió de hombros. —Yo no sé por qué no


66
Kevin. Te vi, y de inmediato te quería. Vi tus ojos,
mirándome. —Comenzó a usar sus manos
inconscientemente, y me acordé de cómo se veía cuando
hablaba así—. Hay lugares en ti que nunca he visto, cosas
que no conozco. —Él tomó mi cara entre sus manos y me
besó, y en vista de lo que estaba diciendo, se lo permití.
Abrí mi boca y mi corazón y le devolví el beso,
maldiciéndome a mí mismo por ser un idiota mientras lo
hacía.

—Shawn. —Suspiré.

—Yo no sé por qué has sido tú, pero lo has sido... Lo


eres. Y es algo más que esto, —dijo, rozándome un poco—
no es que esto sea malo...

—No, —me quedé sin aliento, sacudiendo la cabeza—.


No está mal.

Él fue a besarme otra vez, y de forma automática, me


di la vuelta.

—Pensé que nos estábamos besando ahora, —dijo él,


dándome un apretón de hombros.

Me volví hacia él y le di un beso. Incluso a mí, me


pareció tenso. El agua se precipitaba sobre nosotros, entre
nosotros. Acarició en círculos mi trasero.

—¿Vas a hablar conmigo sobre eso? —Preguntó. Sus


ojos marrones parpadearon cuando el agua les golpeaba.
Quería poner mi frente en el hueco de su garganta y
67
quedarme allí. Para siempre.

—¿Ahora? —Le pregunté, y sacudió la cabeza de


nuevo.

—¿Cuándo? —Todavía estaba rodeando mi espalda con


sus grandes manos, y yo estaba derritiéndome bajo sus
caricias. Es increíble cómo todo se siente simple y claro
cuando alguien te está tocando, y sobre todo para mí que
había pasado tanto tiempo.

—Más tarde. Con la ropa puesta. —Sucumbí al deseo


de inclinarme y ser sostenido, y él accedió, envolviéndome
en lo que parecían unos fuertes brazos.

—Más tarde, —dije, antes de que nos fundiéramos el


uno contra el otro.

Después del almuerzo, Shawn tomó mi mano entre las


suyas. Yo no sabía cuál era su horario de clase, pero era
lunes y no estaba en clase. No sabía cuántos años tenía, ni
dónde vivía, ni nada sobre sus padres. No sabía nada en
absoluto sobre el hombre que me cogió las manos y se
sentó frente a mí en la playa, pero me encontré contándole
cosas que no había contado a nadie. Más tarde me daría
cuenta de que St. Nacho es de esa manera, un lugar para
traer tu negatividad y soltarla.

Yo estaba sentado con las piernas cruzadas en la


playa, en la arena con Shawn, sintiendo el calor del sol,
mientras trataba de penetrar a través de la brisa marina.
Todavía hacía un poco de frío, y tenía la piel de gallina
68
debajo de mi camiseta. Shawn cogió mis manos entre las
suyas frotándolas vigorosamente para calentarlas.
—Entonces, —dije, totalmente incómodo con esto.

—Entonces, —repitió. Levantó la mano a sus labios—.


¿Por qué no nos besamos? —me empujó hasta que saqué
mi teléfono, y luego hizo una demostración de abrir su
apertura hacia arriba.

Miré hacia abajo. Y como me sentía como un idiota,


escribí cuidadosamente.

Las cejas de Shawn se izaron y se rió. —Ya veo.

Empujé un poco de arena seca con el pie,


enterrándola. Mis dedos no hacían nada para facilitar la
escritura, e hice un centenar de pequeños errores
tipográficos, teniendo que volver a escribir de nuevo. Solía
beber mucho, le envié. Entonces empecé otra vez. Me
refiero a MUCHO. Yo era muy joven. Me detuve de
repente. Hice rehabilitación. Aprendí cosas. No me
gustaba lo que había aprendido, pero las aprendí.
Unos pacientes ojos marrones me miraban. Mis pulgares
eran cada vez más rápidos o yo podría haber tenido una
crisis nerviosa en ese momento. Yo nunca lo he hecho
sobrio.

—Nunca has tenido relaciones sexuales sobrio, —dijo,


todavía mirándome con esos ojos de color ámbar.

—Sí. —Asentí—. No. Bueno. He tenido relaciones


69
sexuales, —le dije.

—Pero no besas, —repitió—. No hay intimidad. Pero el


sexo está bien. —Me sentí como si estuviera pasando por
rehabilitación otra vez y mi cara se estaba ruborizando.
Traté de apisonar.

Mis pulgares se pusieron tensos. Parecían grandes


sobre las pequeñas teclas, y me molestaba que mi
habilidad para tocar el violín no fuera tan práctica con esto.
Como si tuviera una cámara en mi cabeza o algún ojo
avizor, traté de explicarle. Alguien juzgándome,
encontrando todos los fallos. Alguien criticándome. Oyendo
cada alboroto. Todo va a cámara lenta. Solían cogerme.
Cualquiera. Como una máquina. No estoy orgulloso de ello.
Sobreviví. Soy negativo. Algunas personas que conocí no.

Me apretó la mano y sonrió débilmente.

Empecé otro texto. Soy un desastre. No tengo ni


idea de cómo hacer esto. Negué con la cabeza.

—¿Qué? —Preguntó Shawn.

Me encogí de hombros. Es fácil cuando alguien me


utiliza. Fuerte y rápido. Hacerlo y huir. Ese soy yo
ahora. Nunca me freno. Bajando mis ojos, admití que me
había convertido en un maquina impersonal.

—¿San Ignacio te frena? He oído que puede ser así, —


dijo. Su boca se curvó en una tímida sonrisa.

70
Algo me está frenando, escribí. Miré hacia arriba y
me quedé atrapado en sus ojos.
Shawn envolvió sus grandes manos alrededor de mi
cara, y pude sentir todos los anillos que llevaba en mi
cálida piel. —Tienes que saber que eres un cabrón muy
excitante, ¿verdad?

—No lo sé. No tengo muchas quejas, —le dije,


esperando que él pudiera leer mis labios porque no me
dejaba poner la cabeza hacia abajo para escribir. Odiaba
esto. Podía sentir cómo me tensaba todo el cuerpo—. No
estoy acostumbrado a esperar para recibir comentarios.

Él se acercó a mi pecho y empujó con tanta fuerza que


tuve que inclinarme hacia atrás sobre los codos para
mantener el equilibrio. Enderecé mis piernas hacia delante
y él lo hizo con las suyas. —El chico de la moto es un
entusiasta de los impedidos auditivos, —dijo, inclinándose
para besarme—. El motorista rompe con todo. —Él tocó sus
labios con los míos—. Shawn le da un diez al miembro del
motorista con diferencia. —Él me dio un fuerte beso, como
a mí me gustaba.

¡Eh! Escribí cuando me soltó. ¿Es ese tu apellido?

Deslizó sus brazos alrededor de mí. —¿Cuál es el tuyo?

Wyatt, le escribí. Sentí la arena crujir y pasar alguien


detrás de mí, me volví y vi a Jim iluminado por el sol,
mientras se entremezclaba con las nubes.

71
—¡Eh! Si vosotros os vais a revolcar en la arena,
mejor me vendría bien un poco de ayuda en el bar, —dijo.
Me levanté y ayudé a Shawn a levantarse. Nos
sacudimos la arena. Estoy seguro que parecía un niño lleno
de remordimiento.

—Ven, —le dije. Shawn y yo caminamos de regreso


con él a Nacho‟s, cogidos de la mano.

72
San Ignacio me estaba cambiando. Podía sentirlo por
la forma en que mi cuerpo se relajaba y mi mandíbula cada
vez estaba menos tensa. A menudo, mis manos estaban
sueltas a los lados. Sonreía unas cuantas veces, y al
principio cuando esto sucedió, la gente me preguntó por el
motivo. Se sentía como si al utilizar esos desconocidos
músculos un par de veces al día hicieran sentir bien a mi
rostro. Los compañeros de trabajo y los clientes habituales
que me habían visto aparecer y desaparecer durante la
semana me comentaron que parecía estar empapándome
del espíritu del lugar. Al principio luché, con miedo de
perder mi ventaja. Yo no quería dejarme llevar por una
falsa complacencia y luego tener que seguir adelante,
fundiéndome de nuevo en la infinita carretera interestatal
donde lugares como San Ignacio eran un lejano y civilizado
recuerdo.

Me sentí abrumado especialmente una noche, cuando


Shawn vino a Nacho‟s después de haber terminado de tocar
y estaba ayudando a quitar las mesas para la pista de baile.

73 —Hola. —Él llamó mi atención guiñándome un ojo,


sosteniendo una tarrina grande de helado y un par de
cucharas. Nos fuimos andando a la playa y comimos
sentados sobre una caja de cartón en la arena.
Sonreí cuando trató de darme de comer con su
cuchara, pero al mismo tiempo, una parte de mí quería
luchar. —No me des, —le dije, señalando con la cabeza
hacia atrás. Él no me escuchó porque algo le había llamado
la atención más abajo en la playa, así que continuó
sosteniendo la cuchara cerca de mi cara. Aparté su mano,
poco satisfecho.

—¿Qué? —Preguntó, un poco sorprendido.

—No tienes que darme de comer, —le dije,


levantando mi cuchara.

—Está bien, —dijo con cautela.

Clavé la cuchara en el reblandecido helado y me dejé


caer sobre mi espalda. El cielo estaba manchado de tinta,
pero no había estrellas. La luna estaba medio llena y
trataba de encontrar una manera de brillar a través de las
nubes que se movían deprisa. Después de terminar el
helado, Shawn se acostó a mi lado y observó también las
nubes.

Él entrelazó los dedos con los míos, y nos quedamos


allí durante bastante tiempo. —¿Es esto lo que se supone
que debe ser? —Le pregunté, olvidando que si no estaba
viendo a mi boca no podía oírme. El silencio se abalanzó
sobre mí, cómodo y familiar. La sólida conexión de nuestras
74
manos empezó a significar algo para mí, olvidándome del
helado. Me volví hacia él y puse mi cabeza en su pecho
para poder sentir los latidos de su corazón. Su mano se
acercó a acariciar mi cabello, y me sentí feliz con su toque.

—Siempre he vivido en silencio, pero nunca me he


sentido solo, —remarcó.

Yo quería quedarme allí para siempre, pero Shawn


estaba inquieto y quería caminar. Nos cogimos de la mano
y caminando a lo largo de la playa, mojándonos los pies y
con nuestros zapatos en la mano. No creo que jamás
hubiera hecho algo así. Todo lo que hice me hizo sentir
completamente desconocido, y esas emociones y
sensaciones tan intensas rallaban lo doloroso. Tragué saliva
y seguí adelante.

A veces algo tan simple y relativamente inofensivo me


superaba como si de una gran ola se tratase. Era como la
noche que nos comimos el helado. Regresamos a mi
habitación y se puso de rodillas tomándome en su boca, tan
decidido a darme placer que me puse a llorar. Yo estaba
agradecido de que no se diera cuenta. Para cuando volvió a
mirarme estaba sobre él. Esto no podía durar. Más tarde o
más temprano este respiro, este breve tiempo en San
Ignacio terminaría, y con él, fuera lo que fuera lo que
tuviera con Shawn. Yo no quería acostumbrarme
75 demasiado a ello. No podía.
Llegó el viernes, y tuve la tarde libre para ir a la obra
con Shawn. Honestamente puedo decir que no recuerdo
haber tenido una cita. No como una cita real, donde un
chico me invitaba a salir. Probablemente me había olvidado
de cómo vivir más de lo que recordaba.

Estaba completamente anonadado cuando Shawn


apareció en un coche para llevarme. Me quedé inmóvil
desde la ventana del estudio, mirando hacia abajo desde el
baño a la calle, abajo, y me sentí congelado en ese
momento. Rígido. No me podía mover. En ese momento me
di cuenta de que nunca le había dicho que no viajaba en
automóviles. Nunca había ocurrido. Todo en la ciudad
estaba a poca distancia andando, y tenía mi moto. Incluso
había conseguido un casco de más que me dejó Oscar
asumiendo que pasearíamos los dos por la noche.

Parecía estar esperando que yo bajara. Bajé las


escaleras lentamente, tratando de pensar.

—Hola, — dijo Jim—. Shawn está fuera. —Pasé junto a


él sin decir nada.

Shawn estaba saludando. —Siento llegar tarde, —


dijo. Me besó en la mejilla y abrió la puerta. Yo no estaba
76 tan bien vestido como lo estaba él, pero no dijo nada. Miré
el coche. Esta sería la primera vez en tres años y medio.
Respiré profundamente. Me cogió del codo, impaciente, y lo
aparté. No necesitaba ayuda para entrar en un coche.
Tragué saliva y me senté en el asiento, deslizándome hacia
dentro, era un Toyota Camry, un modelo blanco de la
década de los noventa, pero estaba bien cuidado. Me
abroché el cinturón de seguridad, sabiendo que el
mecanismo del cinturón de seguridad se apretaría alrededor
de mi pecho tan pronto como Shawn encendiera el motor.
Intenté respirar profundamente y de manera uniforme. Me
dije a mí mismo que podía hacerlo. Me dije que era un
coche, no un camión. Me dije que era Shawn conduciendo,
no...

—¿Qué le pasa a tu cara? —Preguntó Shawn. Me volví


hacia él, mostrándole una sonrisa que no sentía.

—¿Quieres música?

—Sí, —dije secamente.

—Pon la que quieras —dijo, y me entregó una caja de


cuero llena de CD‟s.

Me entretuve un minuto. Sabía que él podía sentir los


sonidos del bajo y los cambios en los tonos y los ritmos,
pero todos esos CD‟s parecían demasiado extravagantes
para que los pudiera sentir. Sacudí la caja para llamar su
atención. —¿Por qué?

—Son de mi hermana. Este es su coche. —Me miró


como si pensara que lo sabía, y puso su brazo sobre el
77
respaldo de mi asiento, girando su cuerpo para mirar atrás
cuando comenzó a salir de la plaza de aparcamiento.
Exploté. Ni siquiera sabía lo que iba a pasar, pero
cuando ocurría, nada podía detenerlo. Tan pronto como el
coche comenzó a dar marcha atrás estaba luchando con mi
cinturón de seguridad, la correa, la puerta del coche. Me
sentí como si estuviera luchando por mi vida. Mi corazón
golpeaba contra mis costillas en el pecho y mi sangre se
drenó de mi cerebro a mis músculos. Me las arreglé para
escapar del coche y correr unos seis metros a los arbustos
al lado de Nacho‟s, donde vomité. Me incliné y seguí
vomitando cuando Shawn aparcó el coche de nuevo y salió.

—¿Qué diablos te pasa? —Preguntó, detrás de mí—.


¿En qué estabas pensando para saltar de un coche en
movimiento? —con su nerviosismo, estaba usando tanto su
voz como sus manos. Cuando por fin pude mirarle era
como ver a un policía de tráfico.

—Lo siento, —le dije. Estaba empezando a temblarme


todo el cuerpo y mis piernas se debilitaron. Le hizo un
gesto para que se fuera hacia el coche—. Lo siento. Ve tú.
—Empecé a ir de nuevo al bar.

—Espera, —dijo Shawn, alcanzándome—. ¿Estás


realmente enfermo? —Se volvió para ponerse frente a mí.

Una de las cosas de estar con Shawn, que había


necesitado adaptar, era el hecho de que a menudo me
atraía hacia él. Normalmente, este tipo de manipulación no
era un problema para mí. Ya que era un hecho que yo era
78 sumiso. No un completo sumiso, no uno de esos que ponían
en una jaula, o que le echaban de comer en el suelo, sino
uno más liviano, al que no le importa ser un poco
maltratado, y encuentra excitante este tipo de sumisión.

Tiempo atrás había hecho algo más que jugar. Fue una
mala combinación haciéndolo borracho y rara vez había
terminado bien. Todos en ese mundillo lo sabían, así que
mayormente, solía acabar con aspirantes o aficionados, y
fue una de las cosas de las que me di cuenta de que no
tenían sabor sin el aliciente del alcohol. Pero Shawn era
contundente y excitante. Era una combinación que, en un
principio, me dio la bienvenida. Pero tal vez yo era el tipo
de hombre que evitaba esas situaciones para alejarme y él
nunca me dejó.

Aparté las manos. —¡Quita tus jodidas manos de


encima! —Grité, sintiéndome físicamente enfermo—.
Diablos, ¿crees que puedes mangonearme como un maldito
muñeco?

Shawn lanzó las dos manos en el aire, como si


estuviera siendo atracado. —¡Whoa! —Dijo.

Me hundí contra la pared del bar. El sudor corría por


mi rostro, pero estaba frío y comencé a temblar.

—Estás enfermo. —Shawn extendió una mano,


indicando que debía ir primero al bar.

—No puedo ir allí todavía. —Negué con la cabeza


enfáticamente. Estaba a punto de llorar o iba a destrozar
algo.
79
—¿Qué quieres que haga? —Preguntó.

—Vete a ver la obra de teatro, voy a estar bien.


Llámame mañana al bar. —Hice un movimiento
espantándole, que parecía como si agitara una bandera roja
a un toro.

—No me voy. —Él estaba enfadado—. ¿Cómo crees


que te voy a dejar así?

—Estoy bien, —repetí, todavía espantándole. Me


quedé impresionado por la fuerza de mi reacción. Yo ni
siquiera había intentado entrar en un coche antes porque
había tratado de hacer mi rehabilitación viajando en mi
moto y nunca lo había intentado de nuevo.

—Mira. Podemos ir a mi casa para que puedas tomar


algo caliente.

—No. —Dije. Yo estaba mirando el coche.

Se frotó la cara con las dos manos, pero se quedó allí,


con una inflexible determinación escrita en la actitud de su
cuerpo. Mi respiración volvía a una más normal, de ritmo
constante. Se quitó la chaqueta y me la puso sobre los
hombros. Yo tenía mi propia chaqueta, pero la suya,
caliente del calor de su cuerpo, se sentía bien. Me
descongestioné. Me estaba viniendo abajo.

—Es el coche. —Señalé hacia el parking. Saqué mi


pequeño teléfono y señalé que iba a tratar de escribírselo.

Volvió a mirar el Camry blanco, luego a mí, sacó su


teléfono móvil, y esperó.

80 No viajo en coche. Es una fobia, le envié. No lo he


superado. Es más fuerte de lo que pensaba.
—¿Cómo crees que íbamos a ir al teatro? —Preguntó.

Mi moto. Señalé a mi moto. Su rostro se suavizó un


poco, y se relajó algo.

—Eres un idiota. —Él dejó escapar un profundo


suspiro—. Y vas a ser bastante trabajoso, ¿verdad?

Desde que se aferró a su teléfono pensé que todavía


estaba regañándome. Cuidadosamente le escribí, lo
siento, no te lo dije. Lo pasé muy mal en mi
rehabilitación. Exorcicé muchos demonios. No fue un
hábito que quise cultivar o mantener cuando me fui.

—Algunas cosas son importantes, si vamos a salir. —


Señaló al coche.

Lo sabía. Asentí con la cabeza.

—Bueno, joder, —dijo, y se quedó un rato—. Ya no


tengo ganas de ir al teatro.

Podía hacer té, escribí. O café.

—¿Todavía mal? —Preguntó. Eso me hizo sentir algo


raro en mi pecho cuando lo dijo. Me di cuenta de que
estaba calentándome desde dentro.

O chocolate caliente, le escribí. Estaba


recuperándome.

81 Probablemente no fue hasta ese momento en que me


di cuenta de que mi desarrollo había sido detenido sobre los
quince años, cuando había comenzado a beber y salir de
fiesta con mis amigos, y que todo lo que me estaba
pasando ahora, esencialmente, le estaba pasando a ese
chico. No era de extrañar que no supiera cómo hacer estas
cosas. No había estado en el juego. Había estado tumbado
en el banquillo, en un estado de estupor compuesto de
alcohol y vanidad. Estupidez, ignorancia y falsa valentía.

Probablemente soy mucho más trabajoso de lo


que valgo, le envié el mensaje a su teléfono, advirtiéndole
a modo de verdad.

—Lo sé, —dijo, y puso su brazo alrededor de mí para


llevarme a la entrada de Nacho‟s.

—Alfred está aquí. —Él asintió con la cabeza hacia la


barra—. Voy a preguntarle cómo se hace el chocolate
caliente picante. ¿Por qué no te vas a limpiar? —Él cogió su
chaqueta de mis hombros y me habló directamente al
oído—. No hueles nada bien. —Terminó diciendo con un
suave beso en la frente y una palmadita en el culo. Lo vi
alejarse, y me fui a mi habitación.

Ya que mi camisa estaba mojada, me di una ducha


rápida y me cambié de ropa. Me lavé los dientes. Estaba
tan fresco como deseaba estar. Cuando llegué a la planta
baja, Shawn me recibió con una manta, una bolsa, y una
jarra térmica. Me indicó que lo siguiera, y lo hice mientras
caminaba por el paseo marítimo hasta llegar al muelle. En
la oscuridad, el muelle parecía el esqueleto de alguna
serpiente gigante, con la descomunal estructura de madera
deslizándose hacia el mar desde la tierra. Sus vetustas
82
maderas parecían decrépitas y astilladas con esta luz.

Yo había visto el muelle de Balboa y el muelle de


Santa Mónica y sabía que eran destinos turísticos con
restaurantes y puestos de pesca y carnada. Éste parecía no
tener ningún uso que no fuera simplemente para sobresalir
por encima del agua.

Shawn se abrió paso por detrás, sobre la húmeda y


fría arena y allí puso la manta. La marea estaba tranquila.
Colocó pilas a la linterna de camping y la encendió, sacó
patatas fritas y salsa de Nacho‟s, y un plato con un poco de
fruta que había cortado en el bar. Sacó tazas y platillos y
sirvió café, dándome crema y azúcar. Había pensado en
todo, incluidos los palitos para removerlos. Me miró y
sonrió, pero parecía un poco... diferente de alguna manera.
Triste, tal vez.

Me incliné y lo besé. —Gracias.

—No te vas a salir con la tuya, —dijo—. Háblame de


los coches.

Saqué mi teléfono de nuevo, buscándolo hasta que lo


cogí. Entonces escribí las palabras que había esperado no
tener que compartir con él. Tuve un accidente, le envié,
comenzando un mensaje de texto nuevo, para acabar con
eso para no tener que volver a repetirlo de nuevo. Yo
estaba demasiado borracho y le di mis llaves a mi
amante.

Shawn frunció el ceño. —¿Murió?

No podía cerrar los ojos como quería ¿por qué tuve


83 que joderla? Yo había pensado en ese momento como unas
cuarenta y dos mil veces al día, pero quién lo estaba
contando. Era un niño.
Shawn frunció el ceño, pensativo, pero no dijo nada.
Mientras observaba su rostro expresivo, me sentí como si
estuviera colgando de un precipicio. Cogí un trozo de
naranja y me la comí sólo por tener algo que hacer
mientras él se decidía si iba a decir algo. Por último, puso
su mano sobre la mía y dijo: —Joder, Cooper.

Recuerdo el tratar de sacar a relucir una especie de


sonrisa irónica, pero acabé renunciando. —Sí, bueno...

—¿Todavía te culpas?

—Sí. —Asentí con la cabeza. Tenía que ver que yo no


iba a eludir la responsabilidad.

—Ya veo. —Él tomó un sorbo de café.

Fue mi culpa. Le di las llaves, le envié un mensaje.


Fui yo.

—Él podría haberle dado a otra persona las llaves.


Podría haber optado por no aceptarlas, —señaló—. No lo
entiendo.

—¡Por supuesto que no lo entiendes! —Tiré el teléfono,


sintiéndome explotar—. Nadie podría entenderlo a menos
que le hubiera pasado. Nadie podía saber lo que se siente a
menos que...

—Eh. —Puso su gran mano en mi hombro—. Escribe lo


que has dicho, y luego déjame terminar.
84
Me pellizqué mis labios. —Lo siento, —le dije.
Escribiéndole todo lo que pude recordar de mi incidente.
—No entiendo por qué te hizo tener miedo a los
coches.

Mis pulgares se cernieron sobre las teclas. No pude


escribir nada más. Eso era todo. Todavía no podía hablar
sobre el caos en las secuelas del accidente, los gritos de la
madre de Bobby, las sirenas. De cómo me encerré en la
cabina de la furgoneta y me negué a salir. Policías.
Bomberos y paramédicos. Lo repugnante que debí haber
parecido en ese momento, de pie, perforado y tatuado,
temblando y sobriamente asustado. A pesar de todo me
aislé mientras el mundo me injuriaba y deseaba mi muerte.

Nadie me acusó de responsabilidad, yo no había


violado ninguna ley. Ni siquiera era mi furgoneta, era la
suya, excepto que la compartimos, y le di las llaves ese día.
Le di las llaves. Al día siguiente, con la bendición de mis
padres, tanto monetaria como espiritual, cogí la moto a
Hazelden en Center City, Minnesota, y nunca miré atrás.

A través de una larga práctica en la que había


aprendido a mantener mi rostro impasible. La estaba
poniendo ahora, mientras continuaba bebiendo café y
comía trocitos de fruta que me sabían a serrín en la boca.

—¿Qué edad tenías cuando empezaste a beber? —


Shawn cambió de tema. Me sorprendió, pero no lo sentí.
Empecé a respirar de nuevo.

—Catorce, —le contesté, usando mis manos para


85 mostrárselo. Tenía buenos recuerdos del alcohol
conduciéndome a inesperados encuentros físicos,
reduciendo mis inhibiciones, haciéndolo posible para
alejarme de mi rígida educación. Dándome una excusa para
tener sexo con chicos en momentos en que necesitaba
uno—. Mi mejor amigo Jordan y yo empezamos a beber
cuando estábamos en el instituto. Nosotros pensamos que
estábamos a la última.

Shawn sonrió. —Estoy tratando de imaginar como era


Cooper con catorce años. —Él se metió un trozo de
manzana en la boca y cogió una cereza—. Puedo hacer un
truco con el rabillo de la cereza. Mira. —La sostuvo con una
mano y con la otra bajó lentamente la cereza hacia su boca
abierta.

Yo miré y él masticó, y por supuesto, el tallo rojo salió


hecho un nudo. Me estremecí un poco, recordando la
lengua en mi polla.

—Bueno, —dijo.

No tenía ni idea de qué estaba hablando. —Bueno,


¿qué?

—¿Cómo era el Cooper de catorce años?

No lo sé. Odiaba cosas como esta. Le escribí, ¿tal


vez sólo un músico friki?

—Nadie es solo una cosa.

Era el primer violinista, admití tecleando,


enviándole mensajes como un telegrama. Fui al
campamento de música y a clases de música. Me
86 gustaban los video juegos. La mayor parte del tiempo
estaba enfadado o asustado o excitado; uno, ambos,
o con una exótica combinación de los tres.
Shawn sonrió. —Dices eso como si fuera pasado.

¿Qué? Le envié. Es pasado, ha quedado atrás.


Creo que lo ahogué en cerveza.

—Oh, no lo sé. —Sonrió Shawn. Se tumbó de espaldas


sobre la manta, mordiéndose un poco el labio como si
hubiera hecho una broma privada—. Creo que pude
contemplarle en este momento.

87
—Ya es hora —dijo Shawn, cambiando de tema por
completo— vas a aprender algo del lenguaje de signos. —
ensimismado, se sentó con la espalda recta en la manta,
frente a mí, con las piernas cruzadas. Me instó a hacer lo
mismo—. Muchacho, —dijo, moviendo la mano delante de
la frente—. Muchacho. Hazlo tú.

—Está bien, —le dije. Me sentí como un completo


inútil, pero como estaba bastante seguro de que él había
trabajado incansablemente durante años para poder hablar,
sentí que me correspondía el intentar hablar por signos.

—Bien. Ahora muchacha, —dijo él, rozando su mejilla.


Esto continuó durante un tiempo, madre, padre, niño, niña,
hola. No veía que estos fueran muy útiles para mí, pero
obedientemente aprendí y los hice correctamente cuando
me puso a prueba a intervalos. No fue hasta que llegó a
besarme cuando empecé a ver las posibilidades reales.

—Beso, —dijo, señalando a su boca y luego la mejilla.


Lo hice—. Bésame, —gesticuló, después de beso con un
dedo en el pecho—. Bésame.
88
—Bésame, —gesticulé. Él sonrió y se inclinó,
cogiéndome la mandíbula con su mano. Quería mantener
los ojos abiertos. Lo intenté. Pero en el último momento
algo me venció y los cerré. Sentí sus labios rozarse con los
míos, el más elemental susurro de contacto, y entonces le
sentí sonreír un momento antes de indicarme con la lengua
que no iba a estar satisfecho con un solo roce. Siguió y
siguió. Suave y poco exigente. Llegué a la hebilla de su
cinturón, pero él cogió mi mano, rompiendo el beso.

—Tú gesticulas muy bien, —dijo, y se llevó el último


pedazo de manzana a la boca, masticándolo y
compartiéndolo conmigo—. Gay, —dijo, dándose golpecitos
con el dedo pulgar y el dedo índice en la barbilla—. Gay,
hazlo.

Hice la señal, Gay. —Saqué mi teléfono y escribí. Eso


se parece a una barba. ¿Lo utilizas con los chicos?

Esperó pacientemente y miró mi texto. —Sí, esto es G


y es gay. Para decir lesbiana, se utiliza la L delante de la
barbilla, así.

Yo lo intenté. Iba a ser como aprender kanji, el cual


había aprendido un poco en el instituto, cuando había
estudiado japonés. Hay un gesto para todo. Probablemente
incluso escribí de una forma infantil. ¿Cómo crees que
voy a aprender a hacer esto?

Él me echó una mirada exageradamente paciente. —


Aprendiste a tocar el violín. Esto va a ser difícil, hay que
practicar. Después de un tiempo, se convierte en una
segunda naturaleza.
89
¿Cómo se dice túmbate y cierra la jodida boca?
escribí, era una solicitud razonable, dada mis habilidades
para relacionarme.

—Eso no. —Me miró.

—Lo siento, —murmuré, mirando hacia abajo.

—Lo sé, —dijo. Empezó a gesticular: Túmbate y cierra


la jodida boca. O lo que fuera su equivalente.

—Lo siento, no lo he captado, —le dije—. Hazlo otra


vez lentamente, para que lo pueda aprender.

—No es necesario que lo aprendas. —Me empujó sobre


mi espalda—. Solo tienes que hacerlo. —Me mordió en el
labio inferior.

Peleé con él un poco, porque no quería que la arena


nos llenara esos lugares difíciles de alcanzar, así que nos
levantamos de la manta y empezamos a caminar de
regreso a Nacho‟s en silencio. En ese momento, no había
nada que quisiera más que el compañerismo fácil que había
vislumbrado con él y la capacidad de hablar con él
libremente en cualquier idioma o de la forma que tuviera
más sentido.

Dejé caer la linterna y tuve que dar marcha atrás a


recogerla. Cuando levanté la vista, seguía caminando lejos
al otro lado de la playa, sus fuertes piernas luchaban
contra la succión de la arena mientras se movía. El viento
azotaba su pelo alrededor, era largo, por debajo de su
cuello, un poco ondulado y salvaje. Mientras le miraba, se
90
dio cuenta que no estaba con él, y se volvió a buscarme. Él
curvó un dedo hacia mí y dijo: —Vamos. —Corrí tras él
como un perro ansioso. Yo sabía que estaba muy metido
aquí en San Ignacio, ahogando la esperanza, la
expectativa, la seguridad y la paz. Me pregunté cuánto
tiempo pasaría hasta que me diera cuenta de que esta
sensación de ahogo resultaría donde fuera, y el resultado
final sería probablemente el mismo.

A la mañana siguiente, cuando vi a Jim abordé el tema


de la búsqueda de un equipo para utilizarlo en el estudio
del lenguaje de señas. Shawn no estaba en la mesa, estaría
probablemente en la escuela, pero yo había esperado que
él lo hubiera comentado. Lo tomé con buen humor.

—Así que, supongo que podemos esperar que sigas


aquí por más tiempo, —dijo Jim, sonriendo—. Es la
pimienta en el cacao. Es un conocido afrodisíaco, de hecho,
es también una poderosa poción para encontrar el amor
romántico.

—Supongo, —murmuré, sintiéndome un poco extraño.

—No, es la cocina M'hijo. Nadie puede resistirse a un


hombre cocinando, —dijo Oscar, sonriendo a Tomás. Todo
el mundo estuvo de acuerdo.

—Puedes usar el ordenador de la oficina, —dijo Jim—.


Te voy a crear tu propia contraseña. Alfred es el único que
91 lo utiliza para llevar las cuentas del bar, pero eso es
realmente para lo que lo utiliza, y raramente está aquí en
las mañanas. ¿Qué vas a buscar en primer lugar? —
sonrió—. Se me ocurren un par de cosas que me gustaría
saber cómo se dicen.

—Uh, —le dije, pensando que esto se me podía ir


rápido de las manos—. Sólo quiero aprender lo básico. Ya
sabes. Conversación.

—Oh, —dijo—. Qué decepcionante. —Sé que se


sonrojaba, pensando en la noche anterior y me preguntaba
si lo primero que haría sería crear con signos una palabra
segura.

—Bien, gracias, —le dije, probablemente un poco


seco—. Sólo quiero saber cuándo está libre y lo usaré
entonces. —Terminé mi desayuno y me fui a la cocina.

Hay una cierta área geográfica de la seguridad en


torno a preparar las cebollas. Había otros ayudantes de
cocina, ayudantes de camarero, tres chicos además de
Shawn y cuatro camareros. Por diversas razones, todavía
no había hecho amistad con ellos. Habíamos intercambiado
alguna que otra sonrisa y asentimiento con la cabeza, pero
los chicos de la cocina sólo hablaban un inglés a medias, y
mi segunda lengua, incompleta como era, era el japonés.

Era consciente de que había aterrizado en San Ignacio


detrás de todo tipo de barreras lingüísticas. Estaba
empezando a aprender un poco de español, y los chicos
estaban animándome. Ninguno de ellos era gay, y tenían
sentimientos encontrados sobre mí, me di cuenta, y sobre
Oscar y Tomás, que eran ambiguos de una manera burlona,
92 pero todavía no lo demostraban por completo.

Por un lado, Nacho‟s era definitivamente un bar gay, y


en su mayoría, en la noche, frecuentado por hombres. Sin
embargo, por otro lado, debido a Shawn, que parecía estar
donde los niños sordos del pueblo ayudando, sin importar el
género, y era él número uno en el brunch familiar y atraía a
la gente de todas partes, debido a que a veces se sentía
como el purgatorio, parecía que todos estábamos en una
especie de estación de paso, un lugar para alimentar el
espíritu y la reflexión hasta que estábamos listos para
seguir adelante. Los defensores de la vida, como me
gustaba llamar a Jim y Alfred, no se movían en absoluto.

Shawn se presentó a las cinco o así, y como estaba


colocándose su delantal de trabajo le descubrí mi nueva
habilidad, preguntándole por señas: —¿Cómo estuvo tu
día? —Esto me llevó casi toda la mañana aprenderlo.

Se me quedó mirando un rato con una mirada


agradable. —Bien, ¿cómo ha ido el tuyo?

Bien. Joder. Yo no sabía contestar. Él sonrió y me llevó


al cuarto de baño de los empleados para besarme.

—Oye, —le dije.

—Tus manos huelen a cebolla y ajo, —dijo,


sosteniendo una a la altura de su nariz. Me empujó contra
la puerta—. He estado preparando verduras, —le dije. Me
hizo la señal para besarme, y lo hizo. Cogí la hebilla de su
cinturón, y él cogió mi mano.

—No, —dijo. Lamió la marca de mi cuello, debajo de


93 mi tatuaje. Podía sentir el calor de su boca, su aliento. Se
estaba convirtiendo en un hábito en él, empezar las cosas y
no terminarlas.
—¿Qué diablos? —Murmuré en su boca.

—¿Qué? —Preguntó, perplejo.

Le hice un gesto con sus manos y su hebilla.

—Estoy trabajando; lo mismo que tú. —Me miró—. Yo


sólo quería un beso.

—Oh, —dije, sintiéndome estúpido.

—Yo podría tomarte cada vez que nos besamos, pero


entonces tendría que besarte menos.

—O tomarme más. —Sonreí. Creo que él leía mis


labios, según el brillo de sus ojos.

—Más tarde, lo prometo. —Salió del baño y esperé


unos minutos hasta que estuve sereno. Me miré en el
espejo y no me reconocí ni un segundo. Por supuesto, el
sueño regular y la ducha hacían la diferencia, pero pensé
que me veía alterado de alguna manera por otros motivos.
Mis ojos eran del mismo verde, como siempre, pero había
menos opresión sobre ellos. No estaba conteniendo la
mandíbula como si en cualquier momento alguien fuera a
partírmela. Sentí que mis hombros estaban más relajados,
y mi respiración era más profunda y más relajada. Quizás
estaba llegando más oxígeno a mi cerebro. Parecía... más
joven.

Salí del baño sintiéndome brincar con cada paso, algo


94 que no había sentido en mucho tiempo.

—Eh, M'hijo —dijo Oscar—. Mi hermana me regaló una


caja de mangos de la tienda del club. ¿Quieres uno?

—Sí, —le dije, agarrándolo cuando él me lo lanzó. Lo


pelé y lo corté en trocitos. Estaba comiendo cuando Shawn
volvió a entrar a la cocina con una bandeja llena de platos
sucios. Como si fuera la cosa más natural del mundo, se
inclinó y le di de comer algunos trozos de mango con mi
tenedor. Su mano se acercó y tocó mi pelo, empujándolo
de nuevo detrás de mí oreja. Compartimos un pegajoso
beso con el mango, y él siguió su camino. Oscar y Tomás
me miraban.

—Creo yo que esa ha sido la cosa más linda que jamás


haya visto, hermano, —bromeó Oscar. Agaché la cabeza y
volví a lavarme las manos para volver al trabajo—. Me
retracto, —le dijo a Tomás—. Nadie puede resistirse a un
hombre que cocina y toca el violín.

Tomás se rió de mi malestar. —¿Qué pasa, Cooper? —


Preguntó—. No es como si nunca hubieras tenido novio. —
Volvió a trabajar, discutiendo con Oscar mientras
preparaban los pedidos de comida y los emplataban.

¿Tuve novio?

Yo tuve un novio. ¿Había tenido uno antes? Había


tenido amantes. Muchos. Miré a Shawn con cuidado las
siguientes veces que entró y salió de la cocina. Si tuviera
novio y Shawn lo fuera, yo sería un afortunado maldito hijo
de puta. Él era atractivo, divertido, agradable, y aterrador
95 en la cama, en el buen sentido. Me hacía sentir cosas,
dentro y fuera de la cama, que nunca había sentido antes.
Cosas estúpidas. Cosas ingenuas. Cosas que no creía y en
las que no podía confiar. Eso y que quería rozarme con su
pierna como un perro cada vez que lo veía. Joder.

Cuando llegó el momento en que me puse a tocar el


violín y Jim apagó la música tuve la oportunidad de
perderme en mí. Creo que esa noche toqué mejor de lo que
jamás había tocado, relajado y feliz en el acogedor bar del
puerto. Los clientes aplaudieron y algunos incluso apartaron
un par de mesas vacías y bailaron, mientras cambiaba de
mariachis a música irlandesa. Toqué el repertorio de
siempre e incluso un par de baladas de amor, que varias
parejas bailaron románticamente, tocándose y besándose
por toda la improvisada pista de baile. Vi a Shawn que me
sonreía y me miró de una manera, como nadie jamás me
había mirado, y me sentí a punto de reventar con algo que
no podía nombrar.

Más tarde, Shawn me llevó arriba. Tenía la costumbre


de coger mi mano y tirar de mí como si fuera un pato
mareado, aunque sintiéndolo en todo mi ser, eso me
parecía entrañable. Sabía que él era más joven que yo por
seis años, todavía estaba en la escuela y trabajaba de
ayudante de camarero en el bar por dinero. No sabía casi
nada acerca de su familia, o su vida privada, o incluso que
era lo que estudiaba en la escuela. Él sabía menos de mí,
estoy seguro. Pero cuando él me llevó a su cuerpo esa
noche, me tocaba como yo tocaba el violín, y todas las
notas eran perfectas, claras y dulces. Me dio placer como
nunca antes había conocido y me llevó a una especie de
rendición que nunca me había atrevido a experimentar. Le
96 di completamente el control, y podría haber bloqueado mi
respiración y yo podría haber mantenido mis ojos sobre los
suyos en una absoluta sumisión y desaparecer.
Yo lo amaba.

—Eh, —dijo, entrelazando sus dedos con los míos y


echando una sábana sobre nuestros cuerpos sudorosos. Me
puso frente a él en la estrecha cama, sin ningún esfuerzo,
rozándonos con la nariz. Podía oler la cerveza en su aliento,
y estoy seguro de que podía oler los cigarrillos en el mío.
Sentí una media sonrisa atisbarse sobre mí; ridículo, pensé.

Él puso un dedo en la esquina de mi boca. —Dime algo


sin palabras...

Empecé a tirar de él más cerca de mí para darle un


beso, tal vez para comenzar de nuevo. Él me detuvo.

—Sin palabras o sexo. —Sonrió.

¿Qué podría decirle? Pensé, joder. Lo único que sabía


con signos era lo que había aprendido a lo largo del día,
¿Cómo estuvo tu día? Era inútil para mí ahora. Puse los
ojos en blanco.

—¡Dios! Eso me dice que te vuelvo loco, —bromeó.

Traté de pensar en algo que no fuera demasiado


estúpido. Finalmente, levanté la mano y se la besé, y luego
la coloqué sobre mi corazón para que pudiera sentir el
latido.

—Oh, —dijo—. Oh. Me gusta cómo piensas. Mm... —


Enterró su cara en mi hombro—. Ahora, cállate la boca de
97 una vez para que podamos dormir un poco.

Recuerdo poner un brazo alrededor de él, pensando


que nunca había estado tan contento. Él roncaba. No me
importaba eso, excepto después de un tiempo que pensé
tal vez no era tan malo ser sordo.

98
Como de costumbre, el brunch del domingo en
Nacho‟s comenzó bajo una espesa capa de niebla. Sin
embargo sobre las dos de la tarde desapareció, dejando el
pálido cielo azul con sólo una capa de nubes. No sopló
mucho aire y allí se sentía el ambiente fresco y limpio.
Shawn y yo salimos de trabajar pronto, una invitación
especial, y nos fuimos a dar un paseo en mi moto. Me di
cuenta de que él nunca había montado en una, así que
tomamos las cosas con calma. Dejé que llegara a sentir la
Harley mientras nos abríamos camino a lo largo de la
autopista Pacific Coast entre las urbanizaciones costeras,
hasta que llegamos a la ciudad y el tráfico nos hizo reducir,
con el resto de los turistas haciendo lo mismo.

Algo dentro de mí se estableció entonces, una


serenidad profunda, del tipo que pensaba que iba a llegar
con la rehabilitación, pero que no lo hizo. No era Shawn.
Formaba parte de la imagen, pero sabía que no debía
esperar que alguien me llenara los espacios vacíos. Pensé
que podría haber sido el acto de estar en un lugar el tiempo
suficiente para contemplar todo. Estaba tomando un nuevo
rumbo en St. Nacho, haciendo una nueva lista de lo que
99
quería y, quizás más importante aún, de lo que había
hecho.

Me gustó descubrir y la música. Me gustó la gente


agradable, levantarme temprano y trabajar duro. Me
gustaron los placeres simples, como mis pies en la arena y
alguien a quien besar. No tenía que entender el principio de
incertidumbre de Heisenberg, o por qué Mahler estuvo sólo
un año con la Opera Metropolitana. Sólo tenía que cortar
las cebollas en pulcros pedacitos. Podría quedarme en St.
Nacho y hacer lo que yo había estado haciendo, y aunque
no tenía una preferencia definida, podría ser feliz con o sin
Shawn. Sentirle sobre mi espalda en ese paseo era una
ventaja.

Nos detuvimos en un restaurante en Morro Bay


llamado la Galera y comimos centollos. Shawn tomó
opakapaka9 porque le gustaba el nombre, y yo tomé atún
con verduras a la parrilla. El tiempo se ralentizaba con él,
cada momento se alargaba más mientras lo observaba. Una
de las cosas que él comenzó a hacer era enseñarme el
signo de cada cosa solo con mirarla. Pensé que mi cabeza
iba a explotar, pero el placer que mostraba cuando yo lo
hacía correctamente me hizo seguir adelante con el juego,
y era un juego, porque lo hacía divertido durante todo el
día.

—Pescado, —dijo gesticulando. Su mano se movió


como un pez en el agua—. Pescado.

—Pescado, —gesticulé.

Hicimos mesa, servilleta, cuchillo, tenedor, cuchara,


plato, vaso, pan, agua, hielo. Me preguntó por las palabras
10
que recordaba. Me quedé en blanco. —Pescado, —gesticulé.
0
Shawn se frotó la cara. —Bien, —dijo finalmente.
9
N de T: Pescado originario de Hawai.
Voy a dar clases, le envié un mensaje. He
encontrado un curso en internet. Le di el dinero a
Jim. La sonrisa de Shawn era radiante.

—Gracias, —dijo él, sacando la lengua de una manera


vulgar.

—De nada, —le dije, y le envié a mi manera un


mensaje obsceno.

Al verlo comer, me di cuenta de todos sus


movimientos. Cómo se tomaba un sorbo de cerveza, cómo
usaba sus cubiertos, las gotas de condensación de su copa
de agua mojando sus labios y lamiéndolos, sin saber que yo
estaba mirándolo. En la agonía de un auto-consciente
malestar, reduje mi acostumbrada rapidez a su pausado
ritmo, con ganas de hacer todo a la perfección.

Este tipo de cosas habrían sido mucho más fáciles si


hubiera estado borracho para aliviar la tensión. Estaba
cubierto por una especie de moho social, agravado por mi
edad y sus expectativas.

Eso me purificaba.

Shawn cogió la cuenta y no dio su brazo a torcer


cuando intenté pagar. Él habló y señaló que era su
invitación y acabó dejando dinero en efectivo y una
generosa propina. Pasó un brazo alrededor de mí mientras
caminábamos fuera del restaurante. La gente nos miraba,
10 algunos con franca desaprobación. Yo estaba lleno de
1 orgullo. Nunca había sentido tal gratitud entumecerme.
Volvimos a St. Nacho, consciente que estaba detrás de mí.
Sus cálidas manos se deslizaron a mi alrededor y se inclinó
hacia delante. A veces lo sentí apretarse contra mí en un
deliberado abrazo.

Regresamos al bar, que estaba vacío y oscuro, y


subimos juntos las escaleras. Me sentí totalmente nuevo, y
de una manera diferente que no podía explicar, pero me
hizo vacilar. Era como si algo que hice desde ese momento
empezara a contar de cero. Shawn giró el picaporte y abrió
la puerta, y entré por delante de él. Se recostó contra ella
una vez que la cerró. Las cosas se detuvieron por un
minuto. El tiempo se quedó suspendido paralizándome,
absorbiéndome. Empecé a quitarme la chaqueta de cuero
porque de repente ya no quería tenerla encima. Eso me
marcaba como la propiedad de otro hombre, ahora casi
olvidado en la bruma de un recuerdo lejano. Mi recuerdo de
todos modos era defectuoso, lleno de huecos y vacíos. Tiré
la chaqueta y le di una patada echándola a la esquina de la
pequeña habitación.

—Eh, tú, —dijo Shawn, con aspecto relajado. Lo vi


tragar saliva y me hizo sonreír.

—Eh. —Yo me quedé donde estaba, prefiriendo dejar


que él tomara la iniciativa. Si en las situaciones de
conversación me sentía oxidado, en esta era
completamente nuevo.

Hizo un gesto hacia mí. —Ven aquí.

Fui. Comenzando por la parte superior de mi cabeza,


10 usó sus manos para acariciarme ligeramente por encima,
2 como si estuviera acariciando un animal, dejando que su
toque me calmara y nos conociéramos de nuevo.
—Guapo, —dijo, y me reí. Tocó mi oreja donde
recorrió todo el camino desde el cartílago a la ceja, donde
tenía el pequeño piercing. Sus labios se levantaron
sonriendo, en realidad sólo un lado. Era monstruoso lo
mucho que lo quería. Rozó cerca de mis ojos y mis
párpados se cerraron. Inclinó la cabeza hacia atrás y sus
labios descendieron sobre los míos, tímidamente al
principio, pero de forma inquisitiva, como si estuviera
pidiendo entrar. Deslicé mis manos alrededor de su espalda
hasta su trasero, contento simplemente de descansar allí.
Abrió la boca y su lengua se deslizó en la medida que
entraba y acunó mi cara.

Le respondí con entusiasmo, besando, saboreando,


tocando y yendo tan lento como cuándo estábamos
comiendo, con ganas de experimentar plenamente cada
segundo. Pero al igual que la sangre se movía sobre una
extremidad congelada, mi regreso a la interacción humana
me molestó. Me sentía insoportablemente incómodo,
basándome en gran medida en que me mostrara lo que le
gustaba, que me dijera qué hacer para agradarle. Yo sabía
que si cambiábamos de rol le agradaría, para dar en lugar
de tomar. Tuve un momento de verdadero respeto por la
facilidad de ser lanzado contra una pared y que me
tomaran fuerte. Eso me hizo sonreír.

—¿Qué? —Preguntó Shawn.

—Nada. —Negué con la cabeza y metí una mano


10 debajo de su chaqueta para desabrochársela. Cerró los
3 ojos. Tiró la chaqueta al suelo con la mía, cayendo al
degastado suelo de madera con un ruido sordo. Luego cogí
su camiseta. Una vez que se la había quitado, admiré su
duro y plano pecho y su vientre, la fuerza de sus brazos. Yo
no sabía que ejercicios hacía, sólo que le habían dado
resultado. Supuse que era bailarín. Tal vez lo aprendió en la
escuela. Era largo, delgado, alto y fuerte, pero no
voluminoso. Envolvió sus manos alrededor de mi cuello,
masajeando los hombros.

—¿Estás tenso? —Preguntó.

—No, —le contesté, mirando hacia abajo—. Sí. —


Asentí. Nos quedamos allí durante unos minutos,
besándonos como adolescentes. Besaba con todo su
cuerpo, y yo respondía con el mío. Me sentía dichoso.

Me acompañó hasta mi pequeña cama y me sentó


sobre ella, entonces se quitó los zapatos y los calcetines
antes de patear sus pantalones vaqueros. Se desvistió y se
puso delante de mí, erecto, guapo, y en silencio.

—¿Qué puedo hacer? —Le pregunté, quitándome mis


pantalones vaqueros.

—¿Qué? —Preguntó.

Me incliné hacia abajo, desaté las botas y las arrojé a


un lado, junto con mis calcetines. Me aseguré que pudiera
ver mis labios. —¿Qué puedo hacer por ti? —Le pregunté de
nuevo. Traté de hacerle entender con un habla muy torpe,
pero me sentía como un idiota—. ¿Qué te gusta? —sostuve
mi respiración, inexplicablemente tímido.
10
—Me gustas tú, —dijo, y se acostó a mi lado, sin
4
tocarnos, pero cerca, frente a mí. Saqué una almohada
detrás de mí y se la ofrecí. La puso bajo su cabeza—. Me
gustas, Cooper.

Toqué su cara como quise hacerlo la primera vez que


lo vi, explorándolo con los dedos. Dejé que mis manos
jugaran sobre sus contornos y rocé sus labios. —Eres muy
atractivo, —murmuré.

—¿Qué? —Preguntó, levantando la cara.

—Guapo, —le dije—. Atractivo. —Lo he aprendido -de


ti- gesticulando—. Tú, —le enseñé—. Atractivo.

Sonrió. —Atractivo. —Él me enseñó a hacer la palabra,


un dedo, en torno a su rostro. Lo hice.

Burlándose, agarró mi mano. —Deja de hablar, —dijo,


y me atrajo hacia él.

Sólo me entrelacé alrededor de él y le dejé hacer lo


que quería. Me tocó por todas partes, rozándome y
lamiéndome. Estaba en todas partes a la vez. Su lengua
estaba en una especie de búsqueda para encontrar los
lugares más profundos y ocultos, los más delicados. Nos
movimos y acariciamos, rozándonos y gimiendo, hasta que
me sentí frenético y él estaba cubierto de una capa de
sudor salado.

—Ven, —dijo, tirando de mí hasta colocarme encima


de él y levantando las piernas. Probablemente me miró
como si yo nunca lo hubiera visto antes.

10 —¿Qué? —Pregunté. Oh, conocía eso. Yo estaba


5 tratando de ganar tiempo.

—¿Quieres mi trasero, —dijo con impaciencia—


tomarme? —Su inocente rostro no cambió de expresión en
ningún momento.

—Oh, bueno...

—¿No es así? —Preguntó, relajando las piernas hacia


abajo—. ¿Realmente, no te gusta?

—No me desagrada, —le dije, con una evasiva,


consciente de que él no entendía por qué lo había
murmurado.

—¿No quieres tomarme? —Me miró a los ojos.

No podía dejar de preguntarme que era lo que


vislumbraba de mi cara. Estaba seguro de que le estaba
diciendo todo lo que necesitaba saber.

—Tienes miedo, —dijo.

Negué con la cabeza.

—Está bien. No tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo, —le dije, bajando los ojos. Estaba


absolutamente seguro de que podía leer los labios—. Tengo
muchas ganas.

Su rostro se relajó sonriendo. —Ven aquí, —dijo


suspirando—. Vamos a ir despacio, ¿de acuerdo? —O,
lento.
10
Encontré el lubricante y eché un poco en mi mano,
6
esparciendo una pequeña cantidad en la yema de mis
dedos. Quería que cogiera temperatura, así que los froté, y
luego los miré otra vez, preguntándome si todavía era
suficiente. No importaba que Shawn quisiera esto. Yo iba a
averiguarlo en el proceso. Él tiró de mi hombro y me miró,
parecía estar riéndose de mí.

Me deslicé hacia abajo para poder ver lo que estaba


haciendo, y creo que él tomó aire y se mordió el labio
cuando toqué su polla con mi lengua. Cobró vida en mi
boca, y acaricié sus testículos, buscando de camino su
perineo detrás de ellos y mordisqueándolo. Lamí su
entrada, saboreando los suaves gemidos que le oí hacer.

Hubo momentos en que su desentonada voz era como


una sinfonía para mí.

Utilicé un dedo para acariciar la fuertemente arrugada


y oscura entrada en la penumbra. Me encontré apretando
los dientes mientras lo introducía conteniendo la respiración
hasta que cedió y sus tensos músculos me dejaron entrar.
No tuve que pedírselo. Esto tampoco era habitual en él. En
este momento estábamos forjando nuevos vínculos, trazar
un nuevo territorio que sería sólo nuestro, y lo sentí en el
aliento inhalado cada vez que mi dedo se movía.

—Mi vida, —gimió, su mano acariciando mi pelo


mientras miraba mis dedos reclamar su agujero— oh, me
matas. —Él movió sus caderas, montando mi mano, y añadí
otro dedo.

Como sabía que no podía oírme, me contenté con


besar el hueco de su abdomen, un lugar sensible para él, y
10 murmurarle palabras allí, así que él sabía que yo estaba
7 hablando. —Delicioso, —le dije, lamiendo y acariciando la
piel en ese lugar sensible, sintiendo un frío y húmedo beso.
Su miembro estaba dejando un rastro en la cadera que yo
lamía, saboreando el líquido salado y pegajoso. Era tan
erótico, tan agridulce en la boca que hizo que mi miembro
rezumara en su pierna. Añadí un tercer dedo, y él pareció
estirado y lleno. Sus caderas se movieron en la cama
cuando rocé la esponjosa próstata, y lo rocé de nuevo,
sintiéndolo moverse contra mí.

—Oh, sí —dijo, cogiéndome del pelo y tratando de


empujarse hacia mí—. Joder, Cooper.

Me deslicé hacia él, cogiendo uno de los condones que


había puesto al lado de su cabeza en la almohada. No podía
dejar de besarlo. Quería que el momento durara para
siempre. Deseaba estar dentro de él. Puse el condón sobre
mi miembro y lo empujé en su entrada, en silencio pidiendo
permiso.

—¿Shawn? —Le pregunté, cuando me di cuenta de que


estaba esperando a que me mirara.

—Cooper. —Sonrió. Él entrelazó sus dedos con los


míos—. Nadie más que tú, Cooper.

Me quedé helado. —¿Qué? —Le pregunté.

—No es mi estilo, —dijo—. Pero no quiero nada entre


nosotros, nada sin terminar, ¿entiendes? —Me preguntó, no
sólo con sus palabras sino con sus ojos y su corazón.

Asentí con la cabeza. —Shawn.

10 —Vamos, mi vida, —dijo, y así lo hice. Que el cielo me


8 ayude, me introduje en su dulce interior me quedé como si
estuviera pegado en su interior—. Oh, Joder, Cooper, —
dijo, agarrando mi cadera con su mano libre.

Me quedé inmóvil mientras sus músculos se relajaban


a mí alrededor. Él hizo una mueca al sentirse pleno, y me
pregunté cómo estaba manejando el dolor que le podría
haber causado con mi impaciencia. Una gota de sudor salió
de mi nariz y cayó casi en sus ojos y se rió. Pude sentir el
sonido de su risa encaminarse a mi corazón.

—Muévete, —dijo, respirando profundamente. Sonrió


de repente y con esa voz extraña dijo: —muévete como si
fuera la última vez, Cooper.

Dejé caer mi cabeza hasta que pude besar esos


deliciosos labios y me dejé llevar.

En el momento en que nuestras caderas se encajaron


presionándose sentí ese escalofrío en mi columna, estaba
empujando el pequeño cabecero de la cama con las dos
manos y tenía las piernas sobre mis hombros para
introducirme dentro de él tan fuerte como quería. Agarré su
miembro, bombeándolo y pasando mi pulgar sobre la
hendidura de su glande hasta que terminó en mis manos y
su cuerpo entero se apretó alrededor del mío. Bombeé
dentro de él una vez, dos veces, y llené el condón en el
tercer golpe a medida que nos quedábamos sin aliento y
nos estremecíamos juntos.

Shawn puso los brazos alrededor mío para abrazarme


mientras sus piernas se deslizaban hacia abajo, saliéndome
10 unos minutos después y quitándome el condón para tirarlo
9 a la basura. Dejé que me sostuviera cerca y me aferré a él.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. Sabía que no se
movería de nuevo aunque tuviese alguna oportunidad de
hacerlo. Él me habló con palabras sin sentido mientras se
quedaba dormido, y yo le contestaba sobre su piel. Sabía lo
que él sentía porque empezó a mecerse al mismo tiempo,
sólo marginalmente, moviendo su cuerpo para mi melodía.
Creo que fue La Polonesa.

—Haces música todo el tiempo. —Suspiró.

—Jodida ironía.

Solté una carcajada y volvió a asentir. Podía sentir su


sonrisa contra mi piel.

—Tendremos una buena historia en el futuro. —Me di


cuenta de que se iba quedando dormido, siempre se
quedaba dormido en primer lugar.

—¿Qué? —Me tocó la cara y cuando abrió los ojos, me


preguntó: —¿Qué historia?

—Nuestra historia. La tuya y la mía.

Eso me hizo sonreír. Fue la primera vez desde que


había tenido un hombre fuera de lo normal en mis manos al
que le mostré mis deseos más abiertos.

11
0
Podía escuchar la cocina ponerse en marcha y oler los
olores de la preparación del desayuno. Oscar debía estar
preparándolo, salteando cebolla y apio, y probablemente
cocinando algo a fuego lento. Estaba en la oficina de Jim y
de Albert, aprendiendo como se decían los alimentos por
signos: pizza, espagueti, y tacos. No estaba registrado en
mi clase todavía, así que estaba trabajando desde la página
principal de lenguaje de signos por internet, aprendiendo
todo lo que podía de la lista de palabras que había allí.
Parecía imposible para mí. Traté de no pensar en cuántas
palabras había, concentrándome de una en una. También
tuve la oportunidad de enviar e-mails a mi familia, que
parecía estar aliviada de que estuviera vivo.

Quería enviar algo a mi hermana Julie en especial. Ella


respondió inmediatamente con grandes abrazos virtuales y
una foto de su pequeña cafetería, llamada „Hallowed
Ground‟. Habíamos intercambiado algunos e-mails en el
pasado, la mayoría desde ordenadores de bibliotecas, o
cuando pedía prestado uno durante un rato en un cyber
después de haber tenido sexo. Por lo general enviaba
mensajes muy breves o incluso instantáneos. Parecía
11
aliviada de saber dónde podía encontrarme. Incluso le di el
1
número de teléfono del bar en caso de que ella me
necesitara o tuviera noticias de nuestros amigos que no
pudieran esperar.

Traté de explicarle como era San Ignacio, pero no


encontré palabras. Sólo le dije que había encontrado un
trabajo y un lugar para quedarme, y que era feliz. Julie lo
entendería. Ella había sido la única que me sostenía y
abrazaba cuando vomitaba y lloraba.

Julie había asistido a las sesiones de orientación


familiar en Hazelden en lugar de mis padres. Había estado
allí cuando salí de rehabilitación, esperando con globos y
flores, y había vuelto a casa sola y sorprendida cuando me
había subido a mi Harley y me había marchado rumbo a la
costa del Pacífico. Todo un planeta y jodí a la única que me
ayudó.

Pensando, me senté con los ojos cerrados durante un


minuto, y antes de que los abriera, un par de fuertes
manos encontró los nudos que se estaban construyendo en
mis hombros, entre las paletillas.

Me volví y me encontré de frente a Shawn y me


acerqué para besarle. Él no dijo nada. Apoyé la mejilla
contra la suya recién afeitada y la mantuve allí. Olía a
limas, supuse que sería de su crema de afeitar, y yo quería
empezar algo. Se rozó contra mí y se fue. Sabía que él
tenía clases y Kevin estaría probablemente esperando
fuera. Apagué el ordenador y fui a ayudar en la cocina.

—Oh, hola, M'hijo, —dijo Oscar—. Déjame hacerte una


11 taza de café con un corazón de espuma arriba.
2
Tomás sonrió y se unió. —Pensé que tal vez
deberíamos simplemente pelarle algunas uvas, papi, —
bromeó—. Shawn parecía bastante feliz cuando se fue hace
un momento.

—Le hago feliz, —le dije, recogiendo un gran tazón de


ajo pelado y picado—. Porque soy mejor de lo que
aparento. —Le saludé con el cuchillo de cocina en la mano.

—Sí, M'hijo, menos lobos, caperucita.

—¿Estás hablando conmigo? —Le pregunté.

—Ten cuidado, papi, —dijo Tomás—. El chico tiene un


cuchillo.

—Puedo ver que estás divirtiéndote esta mañana, —


dijo Jim, que llegó para hacerse un café—. ¿Ya estamos
agitando cuchillos tan temprano? Debe ser la primavera.
Por cierto, ¿cómo está nuestro tatuado dios del amor?
Shawn te dejó un mensaje. —Él sonrió y me dio un mal
presentimiento sobre esto.

—¿Qué? —Pregunté, y los tres saltaron sobre mí,


obviando el cuchillo, y besándome en la cara.

—¡Por Dios! —Dije—. Tened cuidado. Alguien se va a


convertir en un eunuco, —me reí, pero sentí que mi cara se
sonrojaba.

—¡Caramba! —dijo Jim, mirando—. Si no lo hubiera


visto por mí mismo, no lo hubiera creído.

11 —¿Qué? —Empecé con los ajos, dejando los pimientos


3 para después y ponerme unos guantes para picarlos, algo
que odiaba.
—Te has reído. Y sonrojado. —Cogió una patata frita
que Oscar sacó de la freidora y la agitó, soplando sobre
ella—. San Ignacio, chico, está en el agua. —Él salió de la
cocina.

—¿Qué se supone que significa eso? —Le pregunté a


Tomás, quien se encogió de hombros y echó un poco de
salsa chilaquile a los nachos.

Oscar estaba rompiendo huevos para batirlos. —Lo


que quiere decir es que San Ignacio, es el tipo de lugar
donde un hombre puede dejar su miseria atrás. Es un lugar
de sanación, M'hijo. Y parece que lo estás haciendo, solo
tienes que mirarte.

—Sí, —le dije, picando el ajo y cogiéndolo con el


cuchillo para que lo utilizara con los huevos—. Supongo que
necesitaba un lugar como éste. —Sentí una sensación
desconocida en los músculos de la cara y me di cuenta de
que estaba sonriendo de forma tonta.

—Deja de sonreír, hermano, me estás asustando. El


hombre que sonríe así... trama algo.

—Oh, por supuesto que sí. —Me reí. Seguí cortando el


ajo en trozos pequeños. Lo que yo tenía con Shawn estaba
coloreando el resto de mi vida como una camiseta roja en
una colada con ropa blanca. Con mi experiencia no tenía
nada con que compararlo. Pensar en él me hizo sonreír, no
importa lo que yo estuviera haciendo o dónde lo hiciera. No
11 importa que él no estuviera conmigo. Cuando pensaba en
4 Shawn, una fuente de algo hervía dentro de mí y me
golpeaba el corazón como una burbuja de aire y se detenía,
metafóricamente hablando, por lo que me sentía aturdido.
Todo lo que podía pensar era. ¿Qué demonios es eso?

En el momento en que empecé a tocar alrededor de


las mesas por la noche, estaba agradablemente cansado.
Me moví entre los clientes que me requerían, y para
consternación de Jim, en su mayoría toqué melodías
irlandesas que había comenzado a introducir hacía un par
de noches antes.

Le oí gritar. —Estas convirtiendo mi cantina en un pub,


gringo, —pero me encogí de hombros. Tocaba lo que el
cliente pedía, y él lo sabía. Alguien estaba celebrando una
fiesta de aniversario, y tenían un delicioso pastel.
Sonriendo, toqué Hava Nagila, a petición de ellos y me volví
para encontrar a Jim moviendo la cabeza. Shawn llegó con
algunos de sus amigos y me saludó con un movimiento de
cabeza y una sonrisa. Me di cuenta que Kevin no estaba
con su grupo. A eso de las siete estaba tocando De Colores
cuando Jim me hizo un gesto para que fuera a la barra.
Terminé y se acercó. Él me dijo que había alguien en el
teléfono esperándome.

Cogí el teléfono, poniendo un dedo en mi oreja para


poder aislarme de la multitud. —¿Hola?

—¿Cooper? —preguntó una voz masculina. Se aclaró la


garganta y dijo mi nombre otra vez—. ¿Cooper? ¿Eres tú?

—¿Jordán? —Mi corazón se estrelló contra mi caja


torácica.
11
5 —Sí. —Se rió entre dientes—. Todavía reconoces mi
voz.
Yo no dije nada; el impacto hizo que mi sangre bajara
de golpe a mis pies. —Eh... Julie me dio este número, ella
me dijo que te alojabas en un bar en California.

—Sí. —En ese momento se produjo una explosión de


sonido de la fiesta de aniversario mientras alguien hacía un
cómico brindis...

Los preocupados ojos de Jim estaban sobre mí. —


Puedes seguir hablando desde la oficina, línea uno. —
Señaló el teléfono en la pared—. Es más tranquilo. —Tuvo
que gritar para que lo oyera.

Asentí. —Jordan, —le dije— no cuelgues, voy a ir a un


lugar más tranquilo. ¿De acuerdo?

—Sí, —dijo. Le di el teléfono a Jim.

Cuando entré a la oficina, mil cosas pasaron por mi


cabeza. Me senté en la silla de Alfred y me quedé mirando
el teléfono durante un minuto entero antes de inclinarme
para cogerlo. Conocía mi pasado. Conocía mi corazón. Cogí
el teléfono con una mano temblorosa.

—Cooper, me alegro de oírte.

—Yo también... —contesté—. ¿Estás fuera?

—¿Fuera? Sí, salí hace un mes. —El silencio entre


nosotros era denso y áspero—. Nunca me viniste a ver.

11 —No, —le dije—. No lo hice. No me quedé allí.


6
—Lo sé. Te fuiste a Minnesota y luego al oeste. Tengo
las tarjetas postales, —dijo.
—Mis padres...

—Lo sé. Querían que te fueras. —Hubo un largo


silencio en la línea—. Lo capté. Yo estaba mal por no saber
de ti, pero lo entendí. Julie me lo dijo.

Julie. Todavía arreglando mis fallos. —Es una buena


chica, —le dije, sin sentir amor en ese momento particular.

—Sí. —Yo sabía que él estaba apretando el teléfono,


podía sentir la presión con la que me hablaba—. Escucha.
Yo... Me pregunto si estás pensando en volver.

—No, no lo creo. —No.

—Aunque ahora hayan cambiado las cosas. ¿Sabes?


He cambiado. Yo pasé por esas cosas, chico. Cosas que ni
siquiera puedo decir, y sabes que te quiero. Te necesito.

—Jordie, —le dije, volviendo automáticamente a su


antiguo nombre, a las viejas costumbres... No.

—Coop, estoy sobrio. Voy a la iglesia, nene. Puedes


reírte como te venga en ganas, pero son buena gente. No
les importa si eres gay o heterosexual, dicen que somos
todo los que se supone que debemos ser si sólo seguimos...

—Jordie... —Empecé de nuevo, pero él me


interrumpió.

—¡No! —Dijo, y pude oír esa vieja desesperación en su


11 voz—. No, sólo escúchame, Coop. ¡No te metí en
7 problemas, y me alegré! Ninguno tuvimos necesidad de ir a
la cárcel. Pero, chico, estoy fuera y te necesito. Dijiste que
me amabas. Dijiste que éramos pareja. Hice de todo por
nosotros durante los últimos tres años. Lo hice por el
equipo. Te necesito.

Tragué saliva y cerré los ojos. Me ardían. —¿Qué es lo


que necesitas, Jordie?

—Necesito ayuda. Estoy sobrio, pero tengo miedo. Me


estoy quedando en casa de mi madre, pero me voy a
mudar pronto, y voy a estar yo solo. Nadie va a querer
contratarme, un ex convicto que mató a un chico... estoy
asustado. Nadie salvo tú. Te necesito conmigo. Necesito a
mi pareja de nuevo. Estás sobrio, ¿no? ¿Estás limpio?

—Sí, estoy limpio. —Excepto por los cigarrillos, estaba


tan jodidamente limpio que chirriaba.

—Necesito que me ayudes a mantenerse sobrio.


Necesito que alguien esté ahí para mí. Ya sé por qué no
pudiste estar aquí cuando estuve en la cárcel. Pero ahora
es diferente, ¿verdad? Ahora podemos vivir como siempre
pensamos que íbamos a hacerlo. Pero mejor, ¿no?

No pude contestarle.

—¿Cooper? —Él me llegó con su voz—. Creo que me


debes por lo menos esto... Creo que nos lo debemos, y se
lo debemos a ese chico. Quiero tratar de ser alguien mejor.
Por favor, dime que me vas a ayudar.

—Sí, —dije, aceptando por fin lo inevitable—. Sí, está


bien. Voy a estar en contacto. —Él dijo algo, tal vez un
11
montón de cosas, y colgó. Me aferré al teléfono durante un
8
rato, escuchando el incómodo zumbido electrónico cuando
la conexión se rompió, entonces comenzó a grabarse un
mensaje porque no colgué con la suficiente rapidez. Yo
estaba sopesando la idea, mis manos y pies estaban fríos,
el cerebro entumecido, el estómago ligeramente enfermo,
cuando Shawn vino a buscarme. Ya que tenía la cabeza
sobre mis manos, eso probablemente le dio una pista sobre
mi estado de ánimo.

—Hola, ¿Cooper? —Preguntó, cuando entró. Dio la


vuelta alrededor de la silla de la oficina y se inclinó para
que estuviéramos al mismo nivel—. Jim dijo que estabas
aquí. Tenías una llamada telefónica... ¿Malas noticias?

Me volví hacia él. —Me voy a casa, —le dije.

—¿Qué? —Preguntó—. ¿Qué?

Yo no tenía mi teléfono, así que busqué alrededor un


pedazo de papel. Me voy a casa, escribí.

—¿Cuándo? —Miró el papel, no a mí.

Se lo quite de las manos y escribí. Ahora. Pronto.


Tan pronto como sea posible, supongo. Miré al suelo
entre el lugar donde él estaba en cuclillas sobre sus talones
y mis pies.

—Está bien, —dijo—. ¿Por cuánto tiempo?

—No lo sé. —Me encogí de hombros. No podía soportar


la mirada de sus ojos. Me decían que estaba seguramente,
decepcionado, pero aún no era consciente de su errónea
11 suposición de que yo iba a volver. Que me quería de vuelta.
9 Que lo que pensaba se mostraba en mi cara.
—¿Qué? —Preguntó.

No voy a volver, escribí. En el momento en que lo


escribí me arrepentí. No porque le fuera a doler, sino
porque se cerraba este tenue lugar entre nosotros, donde
habíamos acordado tácitamente tratar de comunicarnos. Si
él no me miraba, si no enunciaba mis palabras, si no leía lo
que escribía o miraba su teléfono, toda la comunicación
sería imposible.

—¿Nunca? —Preguntó, medio mirándome. ¿Debía


asentir o negar con la cabeza? ¿Habíamos llegado a eso?

Cogí su mano.

—Explícate, —dijo, agarrando mi mano con tanta


fuerza que empecé a lagrimear. Agarré un pedazo de papel.
En el, escribí de forma concisa lo ocurrido en el accidente,
sus consecuencias y la responsabilidad que eludí. Le dije
que tenía que ir a apoyar a mi amigo, quien había pagado
la culpa por los dos. Le dije que no tenía otra opción. Le
dije que tenía que acompañar a Jordan con esto. Le dije
que tenía que ir a hacer la maleta. Le vi apretar los dientes
en silencio.

—Vaya, —dijo—. Empaquetar. —Él parecía cansado—.


Subiré cuando acabe de trabajar. —Me dio la espalda y se
alejó.

Mis cosas estaban guardadas cuando Shawn


12 finalmente subió las escaleras. No me miró, sino más bien
0 apretó los labios firmemente y se acercó. Me atrajo hacia él
en un aplastante abrazo, devolviéndoselo, confiriéndole
todo lo que estaba sintiendo. Empecé a hablar.

—No digas nada, —me ordenó, tomando mi rostro


entre sus manos—. Sin palabras, ¿de acuerdo?

Asentí. Me hizo el amor con una desesperación que


sentí por todo mi cuerpo. Estaba esforzándome, esperando
tan sólo poder fundirme en él. Le tiré del pelo y mordí su
piel. Quería devorarlo. Él no se contuvo para nada, y
cuando en el clímax, se estremeció entre mis brazos pensé
que nunca vería nada más hermoso por el resto de mi vida.
Me preparé para eso. Tocó algo muy dentro de mí. No
quería que nadie, absolutamente nadie, me tocara de esa
manera otra vez.

Me tragué el ardor en la garganta cuando me despedí


en el desayuno al día siguiente. Jim sonrió con una sonrisa
agridulce y me aseguró que siempre tendría un lugar en
San Ignacio. Negué con la cabeza, como si se tratara de
una broma. Oscar y Tomás me miraron, preocupados, e
hizo chistes malos acerca de que ellos tenían que cortar las
cebollas otra vez, hasta que pudieran encontrar algún otro
estúpido gringo que lo hiciera por ellos. Shawn me siguió
hasta mi moto.

Ninguno de los dos hablamos durante un buen rato.


12 Sacó la mano del bolsillo de mi chaqueta y puso algo en
1 ella. El teléfono móvil.
—No puedo aceptar esto, —le dije.

—Tómalo. Envíame mensajes, —dijo—. Podemos estar


en contacto. Envíame mensajes de texto para que pueda
estar al corriente...

—No puedo aceptar esto. Lo sabes. —Estaba


sacudiendo mi cabeza mientras lo cogía entre sus manos.
Odiaba la manera en que la esperanza moría en sus ojos—.
No puedo, —le dije.

Cogió su teléfono de nuevo. —¿Esto realmente es un


adiós?

Asentí.

Me atrajo hacia él y presionó su mejilla contra la mía.


—No, —susurró—. No tiene que ser así.

No le dije nada. ¿Qué podía decir?

—No tienes que irte con él, —espetó, sosteniendo mi


cara para enfrentarnos—. ¡Lo hizo él, hace que te sientas
responsable cuando no hiciste nada!

—No lo sé, —dije, preguntándome si tenía algún


sentido hablar sin teléfono o por lo menos con lápiz y papel.

—Le entregaste las llaves. Lo sabía bien.

—Una vez, —le dije, levantando el dedo. Meneé la


12 cabeza. Sabía que él nunca entendería por qué me iba. La
2 única vez que algo malo le ocurrió a Jordan estaba detrás
de un volante, pero eso podía haber ocurrido cientos de
veces antes cuando yo estuve conduciendo.
—Vete, —dijo.

¿Fue un error por mi parte querer darle un beso? Me


puse el casco. Me subí a la moto y arranqué. Rugiendo de
vuelta. Sabía que a pesar de que Shawn no podía oír el
rugido de mi Harley, podía sentirlo en los espacios vacíos
de su cuerpo.

Empecé a alejarme, fuera del callejón por el paseo


marítimo, donde tenía aparcada mi moto detrás de Nacho‟s,
hacia la autopista de la costa pacífica. Casi nadie estaba
conduciendo allí a esta hora del día, mientras el amanecer
todavía brillaba un poco azulado a través del reflejo del
mar. Miré por mi espejo retrovisor y vi a Shawn correr por
la calle en pos de mí, persiguiendo mi moto,
persiguiéndome, avanzando con sus brazos y sus largas
piernas mientras seguía corriendo cada vez más fuerte.

Paré a un lado de la carretera y me quité el casco en


segundos. —¿Qué? —Grité mientras él se acercaba
corriendo, como si pudiera oírme—. ¿Qué ocurre?

—Bésame, —exclamó, dejándose caer en mis brazos—


. Bésame. Bésame, —murmuró contra mi piel, mientras me
sostenía por última vez. Me besó profundamente, tirando
de mí hacia él como si fuera a debilitarme con su abrazo.
Un coche pasó, tocando la bocina, sobresaltándonos a los
dos. Miré a los ojos de color ámbar y descubrí la desolación
en sus húmedas pestañas. Me dijo todo lo que quería
saber, y tal vez mucho, mucho más. Finalmente, él terminó
12
el beso, dándole un último mordisco a mi labio inferior.
3
—Adiós, —dije de nuevo, y se puso a mirarme
mientras me marchaba.

Levanté mi mano enguantada y me largué de nuevo, y


esta vez, no miré hacia atrás.

12
4
Nos sentamos en semicírculo en unas maltratadas
sillas de metal plegables, cada uno de nosotros armados
con la nueva versión de la Biblia educativa. La mía había
sido un regalo de Jordie, amorosamente escrita en el
interior con un mensaje y la fecha, me la dio en el
momento que regresé a River Falls. Esa primera semana
fue un borrón. Bien intencionados amigos y familiares
vinieron a darme la bienvenida a casa. Mis padres estaban
distantes, pero agradables. Julie celebró una improvisada
tertulia con gente que no había visto desde la secundaria
en su café de lujo en la calle principal. Eran un grupo
fuerte, y cada uno de ellos me interrogó largamente acerca
de por qué ya no bebía, lo que indicaba que esta tarea
aparentemente hercúlea era de alguna manera el cambio
de la definición de mi vida. Más de una mirada compasiva
se disparó hacia mí.

Para ser justo, debía parecer miserable. Echaba de


menos a Shawn y San Ignacio con una especie de
omnipresente dolor sordo que probablemente se manifestó
en mi cara como una migraña. Había veces, lo reconozco,
que lo encontraba insoportable.
12
5 —¿Coop? —Jordie estaba hablándome, y yo estaba
abstraído.
—Oh, hola. ¿Qué? —Le pregunté. Estaban buscando a
través de la carta de Pablo a los Corintios, algo que
recordaba de la escuela dominical y las muchas bodas en
las que había estado “Lo más grande de todo es el amor”
estaba escrito correctamente y tatuado en servilletas de
cóctel.

—¿Qué crees que significa eso? —Preguntó nuestro


líder de estudio bíblico, el pastor de Jordan, Stan—. ¿Estaba
hablando del amor romántico?—

Miré hacia él para entrever si estaba bromeando. Una


mirada me dijo que estaba completamente serio. —Yo...
perdón... siempre pensé que estaban hablando de amor
desinteresado, como el cuidado de tus vecinos y velar por
sus necesidades.

—Así es. —Él sonrió con una sonrisa de oreja a oreja—


. Así es. Pablo está hablando aquí sobre el segundo gran
mandamiento. ¿Sabéis cual es? —preguntó al grupo.

Jordie levantó la mano como un niño. Al igual que, oh,


oh, pregúntame a mí, a mí. —Es ama a tu prójimo como a
ti mismo. —Parecía realmente complacido.

—Así es, Jordan. Gracias, —dijo Stan. Miré a mí


alrededor otra vez. Había ocho personas hacinadas en la
pequeña sala en la casa de Stan, que olía como los gatos.
En realidad no estaba mal, no era ese atroz olor a espacio
cerrado, pero era justo el tipo de olor que se asocia con los
12 gatos. Stan vivía con su anciana madre, que tenía cuatro
6 pequeños gatos huesudos a los que había dado nombres
alfabéticos, Abner, Bartolomé, Carlomagno, y Dew drop10.
10
N de T: Dew drop. Gota de rocío, se deja el original para no alterar el orden alfabético.
Yo sabía que los nombres de sus gatos no me podían
sorprender para nada.

—¿Puedo salir a la calle a fumar? —pregunté de


repente, sobresaltando a Stan, y supongo que a todo el que
estaba atento a todo lo que estaba diciendo.

—Sí. —Sonrió Stan—. Pero por el bien de tu cuerpo,


me gustaría ver como lo dejas. —Fue como si se hubiera
hecho un movimiento en una reunión del consejo
estudiantil, ya que dos de las mujeres allí, dijeron: —
escúchale, escúchale. —Yo medio esperaba que alguien
aprobara la moción.

Sonreí con mi más desnuda sonrisa, una que saqué


para los momentos en que no tenía otra. —Debo, debo
¿no?

Salí de la habitación con un coro de asentimiento. El


patio trasero de Stan era encantador. Su madre era una
entusiasta de la jardinería, y en esta época del año se
mostraban flores que desde hacía mucho tiempo estaban
en flor en California. Incluso tenía amapolas, que me
encantan, y por último tulipanes. Me senté en un pequeño
banco de hierro forjado y oxidado. Después de unos
minutos de silencio, Jordie se unió a mí.

—¿Qué tal, —dijo, encendiéndose un cigarrillo de los


míos— todo el mundo fumaba en rehabilitación.

12 —Lo recuerdo. Vivíamos entre cigarrillos, café y


7 angustia.

—Estar en Hazelden ¿cómo era?


—No me acuerdo, —mentí—. Yo estaba muy mal.

—Ah. —Dio una calada y miró pensativamente a un


pequeño nido que la madre de Stan había mantenido lleno
de semillas de girasol. Las ardillas probablemente se
comieron la mayor parte de ellos—. Sé que este no es tu
tipo de cosas. —Indicó la ropa, los pantalones de vestir, la
almidonada camisa blanca, la corbata. Parecíamos
misioneros—. Yo sólo... Me gusta llenar el tiempo con cosas
que son saludables, ¿sabes? Las personas como Stan son
buenas para mí para pasar el rato. Él no nos ve como
malos.

—Eso es bueno, —dije suavemente.

—En aquel lugar llamado Nacho‟s, —comenzó— tenías


a alguien allí, ¿no?

—Sí, —le dije. Me levanté y busqué un cenicero, y


encontré uno al lado de la puerta en el suelo de cemento
del patio. Lo recogí y lo lleve al banco, para dejarlo entre
nosotros—. Eso se ha acabado. Lo dejé cuando regresé
aquí. No sería correcto.

—Ya veo.

—¿Estuviste con alguien? Quiero decir, ya sabes,


dónde estuviste.

—¿En la cárcel? —Me miró y se rió—. No lo recuerdo.


—Usó las mismas palabras que había dicho acerca de la
12
rehabilitación, y me di cuenta que no había estado
8
mintiendo—. Es mejor así, ¿no te parece?

—Sí, —dije—. Espero que sepas que estoy aquí para


ayudarte en todo lo que pueda, no sé lo que esperas de mí.
Estoy tratando de averiguar lo que estoy haciendo aquí y
cómo puedo apoyar, pero no puedo... empezar donde lo
dejamos.

—¿Coop? Llevas una corbata hoy, porque te lo pedí.


Estamos de camino más allá de donde lo dejamos. —Sentí
mis hombros caer un poco, tal vez parte de la tensión había
dejado mi cuerpo, pero todavía me dolía la cabeza—.
¿Sabes que no espero más de lo que me puedas dar, no?

—Yo... —luché por decir las palabras adecuadas—. Me


va a llevar algún tiempo acostumbrarme a todo esto.

Él asintió con la cabeza. —A Stan no le gusta cuando


fumo. —Él dejó escapar una bocanada de humo.

—Bueno, —le dije—. Estás obligado a cabrear a


algunas personas, sin importar lo que hagas, ¿verdad?

Golpeó mi brazo, sonriendo. —Eso es reconfortante. —


Apagó el cigarrillo y volvió a entrar. Me froté el brazo. Eso
iba a dejarme una marca.

La última de nuestras escasas cajas de mudanza


finalmente llegó desde los dos tramos de escaleras hasta
12 nuestro apartamento. Fui a la cocina a pedir una pizza para
9 la gente de la iglesia que nos había ayudado a
acomodarnos. Creo que tenía unas cuatro cajas en total, y
que incluía cosas que traje de casa de mis padres. Me
sorprendió que mi vida ascendiera a poco más que eso.
Jordie se sentía sociable, me di cuenta, y estaba en su
salsa. Solía hacerlo cuando éramos niños, con su gran,
perfecto y desgarbado cuerpo para echarte el brazo a su
alrededor y arrastrarte en todo lo que había en marcha.
Ahora estaba diciéndoles a los chicos y chicas que nos
ayudaron que era una pena que no les pudiera ofrecer
cerveza debido a sus problemas.

—Está bien, —dijo Stan—. Nos vas a dar de comer


pizza y te lo agradecemos, ¿no es así? —Todo el mundo
estuvo de acuerdo, agradecidos.

—La pizza está en camino, —dije, saliendo de la cocina


desde donde había llamado. Era bueno tener un grupo de
amigos allí. Estaba seguro de que todos se irían a casa
detrás de un silencio incómodo. Nuestro apartamento tenía
sólo una habitación y una cama. Era de Jordan. Pensaba
dormir en el sofá de la sala de estar, gentilmente donado
por los padres de Jordan, y compartiríamos el cuarto de
baño. El apartamento no era tan malo, en realidad. Era
mucho más bonito que mi estudio en St. Nacho. Tenía
grandes ventanales, vistas al pequeño parque al otro lado
de la calle, y un pequeño balcón donde podría fumar hasta
que el tiempo estuviera frío.

Stan se acercó a mí mientras que Jordan supervisaba


que se colocaban las cajas en las habitaciones correctas. —
Estoy encantado de tener la oportunidad de hablar contigo,
13 —dijo, tendiéndome la mano. La tomé, y nos saludamos
0 con firmeza—. Es bueno este lugar.

—Sí, —dije—. Creo que me va a gustar estar aquí. ¿Te


habló Jordan de que tiene un trabajo?

—Oh, sí, en la tienda de UPS, ¿verdad? Va a estar


bien. Le va a gustar eso. Es bueno con la gente.

—Sí, —dije. Me preguntaba qué era lo que iba a hacer


yo. Pensé en los diferentes restaurantes de la ciudad, y
también en mi antiguo profesor de música y en su tienda
de música.

—¿Cuáles son tus planes? —Preguntó Stan como si


estuviera leyendo mi mente.

—Por lo general... a veces toco mi violín en


restaurantes por las propinas, —le dije—. O sirvo mesas.

—Oh, ¿tocas el violín? —Preguntó—. Jordan no lo


mencionó. ¡Vas a tener que tocar en la iglesia! Animamos a
nuestros hermanos musicalmente dotados para que nos
honren con su talento.

—Oh, sí, claro, —le dije—. ¿Cómo ha encontrado


Jordan tu iglesia? —Era algo que me preguntaba desde
hacía rato. El templo de Stan, situado en un centro
comercial, una vez había sido una barbería, había sido
acondicionada como una sala de reuniones de un hotel. Con
una gran alfombra azul, las paredes pintadas de beige,
unas cuantas fotos de Jesús en las paredes, y un
improvisado púlpito. Sillas plegables. Lo que le faltaba en
comodidad estaba compensado con austeridad. Stan...
13 Pastor Stan como lo llamaban, servía café y galletas hechas
1 en casa después de los servicios y hacía un estudio de la
Biblia en su casa. Para mantener a la iglesia, llevaban a
cabo eventos para recaudar fondos, como lavado de
coches, y vender sus publicaciones en Internet. Al parecer,
llegaron a un acuerdo sobre la renta con el centro
comercial.

—Bueno, —dijo Stan— tengo un ministerio en la cárcel


y atiendo a los hombres de la penitenciaría que están en
rehabilitación. A menudo, atiendo sus necesidades a
medida que hacen la transición de la prisión a la vida civil.

—Ya veo, —dije, mirando a Jordan por el rabillo de mi


ojo.

—Como sabrás, Jordan me habló sobre el accidente


que le llevó a su encarcelamiento, —dijo—. Entiendo que te
fuiste poco después. —Sus ojos parecían intensos y
penetrantes. No tenía idea de la historia que había oído.

—Fui a Hazelden para rehabilitarme, —le dije.

—Sí, él mencionó eso. Me pregunto si te gustaría


reunirte algún día y hablar de la diferencia entre seguir
adelante y salir corriendo. —Miró preocupado, con la nota
justa de atención pastoral.

—Sí, tal vez, —le dije, pensando que se trataba de


alguien que no quería reclutarme si estaba ayudando a
Jordan.

—Solo déjamelo saber. Tal vez podamos frenar esa


roca, ¿te parece?

13 Sonreí. —Tal vez.


2
Jordan se puso detrás de mí. —¿No es genial? —dijo
Efusivamente, mirando a Stan—. Stan ha sido mi roca,
Coop. Él me ayudó a ver que podíamos salir de debajo de
los pecados que hemos estado viviendo y encontrar el
camino hacia las cosas buenas. Le prometí que iba a ser
fiel, y él prometió que me guiaría una vez que saliera. Me
ayudó a encontrar este lugar.

—Me gusta tener a mis feligreses cerca, —dijo Stan—.


Me ayuda a mantener un ojo en mi pequeño rebaño. —
Tenía una gran sonrisa y unos simples ojos marrones.
Pensé que probablemente se preocupaba por Jordan, y eso
era lo suficientemente bueno para mí.

—Estoy muy agradecido de tener esta segunda


oportunidad, —dijo Jordan sinceramente, y puse mi mano
sobre su brazo para darle un apretón. Él me sonrió, la
misma sonrisa que me daba cuando éramos niños y
encontrábamos tres dólares en monedas bajo los cojines
del sofá para comprar dulces.

—Voy a hacer limonada, —le dije, retrocediendo a la


cocina. Quería hacer algo. Estaba cortando limones cuando
sonó el teléfono—. ¿Hola? —Respondí.

—¡Hey! Eres tú, ¿verdad? —Mi hermana, Julie.

—Jules, ¿cómo te va?

—Mejor ahora que mi hermano tiene un lugar para


vivir en la ciudad. —Hizo una pausa—. ¿Tienes alguna idea
de lo que vas a hacer?
13
—¿Quieres decir como un trabajo? —Le pregunté. El
3
ruido de la sala de estar se filtraba y me costaba oírla.

—Sí, —dijo ella—. Papá esperaba que fueras a trabajar


en el bufete, supongo, si con la música no funcionaba.

—No soy contable, —le dije—. No podría ser más inútil


en cualquier cosa que en eso. Pensé en ir a ver al gerente
de Mama Lina. He servido mesas y he tocado por las
propinas en un montón de restaurantes italianos.

—¿Vas a tocar por las propinas? Estuviste en Juilliard,


Cooper, seguramente eso debería significar...

—Voy a volver a la escuela tan pronto como me sea


posible, Jules, he pensado en ello. Pero se necesita tiempo
y dinero que no tengo todavía. Con el fin de hacer algo con
la música. Necesito un título de posgrado.

—Tal vez puedas enseñar a tocar el violín, —sugirió.

—Tal vez, —le dije, pero no creo que nadie en esta


pequeña ciudad me deje dar clases en privado cerca de sus
hijos.

—¿Te vas a ver en él?

—Sí, por supuesto que lo haré. —Eché azúcar en polvo


en una jarra de agua y le añadí zumo de limón y la
ralladura—. Yo lo había planeado desde el principio.

—Está bien. —Ella suspiró—. Te quiero.

—Yo también te quiero.

13 —¿Cooper? —Preguntó en voz baja.


4
—¿Sí?

—¿No hice nada malo, dándole a Jordie tu número,


no? —vaciló—. Va todo bien, ¿verdad?

Incliné mi cabeza contra la pared, se sentía fresca y


calmante contra lo que se estaba convirtiendo en un
monstruoso dolor de cabeza. —Claro, Jules, necesitaba
hacer esto bien. Me alegro de que le dieras mi número. —
¿Cuántas mentiras le tenía que decir, me pregunté, antes
de que me las creyera?

El timbre de la puerta sonó y tan pronto como llevé las


cajas de pizza y pagué, todo el mundo empezó a comer.
Stan se aclaró la garganta y dijo una agradable oración,
durante la cual me pareció ver a Jordan pellizcar su trozo
de pizza y comérsela. Sonreí. Algunas cosas nunca
cambian. Después de servirme la mía, serví limonada a
todo el mundo. Nos sentamos todos alrededor, comiendo y
hablando en voz baja.

Al final de la velada, Jordie y yo nos despedimos de


sus amigos. Cerró la puerta tras salir Stan, que fue el
último en salir.

—Bueno, —dijo tímidamente.

—Bueno. —Sonreí. Joder, estaba cansado. Empecé a


recoger platos de papel, servilletas, vasos y restos del suelo
13 de la habitación. Jordan se apoyó contra la pared,
5 mirándome.

—Esto es raro, ¿no?


—Sí, un poco. Pero somos nosotros, Jordie, como
siempre. —Tiré algunas cosas en el pequeño cubo de
basura de plástico debajo del fregadero—. Vamos a
necesitar un cubo de basura más grande para la cocina,
creo.

—¿Alguna vez has vivido en un lugar como éste? —


Preguntó.

—No, —respondí con sinceridad—. He vivido de una


forma u otra en las calles durante los últimos tres años.

—Oh, Coop. —Jordan se sentó en el sofá.

Fui a sentarme a su lado. —Sobre todo vagaba por los


alrededores, ¿sabes? Buscaba sitios donde tocar por las
propinas, y luego me iba a moteles baratos cuando tenía
suficiente dinero. De lo contrario, dormía en parques y
acampaba en la playa. El último mes o así he estado
alojado en una habitación encima de un bar.

—¿Un bar? —Preguntó—. ¿No te fue difícil, con todo el


alcohol que podría haber allí?

—No.

—No puedo imaginarlo.

—De todos modos, me dejaron estar allí en un


apartamento, y ayudaba en la cocina y tocaba para la gente
durante las horas punta en el restaurante. Era un buen
13 lugar. —Sentí que caía en los recuerdos un poco. Dentro del
6 buen ambiente, que incluso ahora, sentía cuando pensaba
en St. Nacho.
—Ya veo, —dijo—. ¿Vivías con tu chico, entonces?

—No, —dije—. Estaba en un estudio, vivía solo.

—¿Así que esta es la primera vez que vives con


alguien?

—Sí —le contesté— desde que salí de casa.

Él puso su cabeza en el respaldo del sofá y se echó a


reír. —Te prometo que no te daré la bienvenida tal como
me la hicieron en la cárcel.

—Jordie, —suspiré. Era como si pudiera sentir mi


corazón romperse.

—No, no pasa nada. —Sacudió la cabeza—. No es


nada que no haya hecho ya, ¿verdad?

—Jordan, yo…

—En realidad, —interrumpió, sacudiendo la cabeza—


todo quedó en el pasado, Cooper. ¿Quieres ducharte
primero?

—No, —dije— ve tu primero.

Él vaciló. —Espero que no pienses... quiero pedirte un


favor. No estoy acostumbrado a estar solo por la noche. Me
preguntaba si vendrías a la cama... quiero decir, sólo
dormir, ¿de acuerdo? En el dormitorio conmigo.
13
—Jordie, —le dije, sin saber qué diablos hacer.
7
—No voy a, como, tu sabes... no voy a esperar nada.
Sólo quiero estar cerca. Ya sabes, un cuerpo caliente. Me
despierto muy asustado.

—Oh. —Pensé en ello—. Está bien, supongo.

La cara de Jordan se transformó en una sonrisa


brillante. —Gracias, Cooper. Te quiero. Ya lo sabes, ¿no?

—Sí, —dije. Extendió el brazo y me dio un puñetazo—.


Lo sé. Estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?

—Sí. —Se levantó para tomar su ducha—. Lo sé, Coop.

Me levanté, moví mis cuatro cajas al dormitorio, y


colgué la ropa con la suya. Me preocupé entonces de que
estaríamos viviendo juntos, en todos los sentidos
demasiado pronto, que él podría encontrar una forma de
convencerme. Yo sabía que era básicamente débil y me
encontraba muy solo.

Jordie era mi mejor amigo, había sido mi amante


desde el primer segundo en que me di cuenta de que era
gay. Mi amante, mi mejor amigo, y mi socio en el crimen.
Habría sido menos que honesto si dijera que habíamos sido
exclusivos. Vagábamos por las calles de la pequeña River
Falls como seres superiores, haciendo y deshaciendo a
nuestro antojo. Nuestra amistad fue tan sólida que cuando
dejé Juilliard sabía que Jordie siempre estaría ahí para mí,
cada vez que lo necesitara. Me fui y nunca miré atrás. No
sabía que algún día podría querer algo diferente.

No esperaba ver a Shawn de nuevo. Un tipo como


13
Shawn podía seguir adelante, y Jordie ofrecía calidez,
8
seguridad y el roce de un cuerpo. Yo sabía que no me
llevaría demasiado tiempo sucumbir a él, ya que había
aprendido desde hace mucho tiempo el coger lo que la vida
cómoda ofrecía y vivir con ello.

Me pregunté en ese momento, sin embargo, lo que


Jordan había aprendido.

13
9
La pequeña ciudad de River Falls, Wisconsin, donde
crecí se había expandido considerablemente desde mi
infancia. Lo que fue una vez un pequeño pueblo que
contaba con una escuela estatal, era ahora una ciudad
dormitorio de St. Paul, a poca distancia de la frontera de la
vecina Minnesota.

Todavía tenía sólo dos semáforos, uno al comienzo de


la calle principal, y el otro, como era previsible, al final. A
pesar de que ahora había barrios en zonas suburbanas, y
una serie de cadenas de restaurantes de comida rápida, el
restaurante italiano Mama Lina, no había cambiado desde la
época de mis abuelos, todavía situado en la calle principal
entre el cine y lo que antes era el almacén de Sears
Catalog.

Entré por la puerta principal durante la tregua entre el


almuerzo y la cena y me dijeron que esperara a Jefferson,
el nieto del fundador de Mama Lina, que hablaría conmigo.

Me acordé de Jefferson de la escuela secundaria, sobre


todo porque una vez Julie se enamoró de él. Sin embargo,
14 él no había estado interesado, ya que tenía a otras chicas la
0 mayor parte de sus días como jugador de Hockey en la
universidad. No había oído nada de él desde entonces. Julie
había pasado de los universitarios y de los chicos mayores
que se propasaban.

—Cooper Wyatt, —dijo una voz desde el pasillo detrás


de la barra—. Si no te importa, ven a mi oficina. —Jefferson
había cambiado poco, su pasivo rostro parecía juvenil
mientras me conducía a una pequeña habitación con un
escritorio. Fotos enmarcadas con notables comensales en
los apartados de vinilo rojo de Mama Lina, como el famoso
gobernador de Minnesota, Jesse Ventura, colgados en las
paredes.

—No había oído que estabas de vuelta en la ciudad. —


No sabía qué decir a eso. No suponía que a nadie le iba a
importar lo suficiente si yo había vuelto a la ciudad como
para tener que ir anunciándome—. Volví hace poco.

—Ya veo, —dijo—. Veo a Julie de vez en cuando, —


agregó, y me pregunté si se había arrepentido de no
haberse enamorado de mi hermana. Más de un hombre en
esta ciudad estaba colado por mi hermosa, y ahora,
exitosa, hermana.

En realidad yo sonreía cuando pensaba en Jules. —Ha


sido un placer estar con ella. —Ella había enviado a alguien
el día anterior a Mama Lina para recoger una solicitud de
empleo.

—Creo que su café es casi el sitio más moderno que


hay en River Falls, —dijo—. Uno no puede acercarse una
noche de viernes. La gente viene desde las afueras. ¿Estás
14 trabajando ahí?
1
—Oh, no. En realidad, eso es de lo que yo quería
hablar contigo, —le dije. Me negaba en redondo a trabajar
para mi hermana. Si mi pasado en este pueblo iba a
avergonzar a mi familia, lo menos que podía hacer era no
llevarlo a su puerta—. Me preguntaba, ya que tengo
bastantes conocimientos en temas de cocina, ¿si podría ser
que tuvieras aquí algo para mí?

—Oh. ¿Aquí? —Preguntó. Pude ver como fruncía el


ceño—. Bueno.

—En el último trabajo que tuve, en el bar de Nacho‟s


en California, hacía la preparación de comidas en la cocina
hasta las horas punta, y entonces tocaba el violín de mesa
en mesa por las propinas. La gente parecía pensar... —le
extendí mi solicitud que había rellenado cuidadosamente—.
Es todo lo que hay, los restaurantes en los que he
trabajado, los lugares en los que he tocado.—

Él reaccionó al rato cuando vio mi solicitud bien


completa. —Wow, has viajado mucho. ¿Qué tipo de música
tocas? —Parecía al menos un poco interesado.

—Tocaba peticiones de los clientes. Canciones de


amor, feliz cumpleaños, música de mariachis, canciones
folklóricas irlandesas. Lo que fuera. Tú sabes, estaba allí
para divertir a la multitud. Me gustaba.

—Ya veo. —Él juntó sus dedos—. Supongo que sabrás


muchas canciones.

—Sí, —le dije—. Y un montón de música clásica.


14
—Va a ser difícil. La gente tiene buena memoria.
2
—Lo sé.
—Tal vez no ha sido bueno que hayas vuelto, ¿sabes?
Jordan Jensen también ha vuelto.

—Lo sé. —Contuve la respiración.

—¿Es por eso que estás aquí? —Preguntó—. ¿Debido a


que Jordan está fuera?

Vacilé. No sería bueno mentir sobre algo que pronto


iba a convertirse en un chisme en esta pequeña ciudad. —
Sí, estamos juntos.

Jefferson negó con la cabeza. —La gente lo odia por lo


que hizo. Harías bien en mantenerte apartado.

—Yo estaba allí, Jefferson, —le dije—. No puedo.

—No es lo mismo. Nadie piensa que sea lo mismo.

Me quedé en silencio. Jefferson tamborileó los dedos


sobre la mesa y por alguna absurda razón me recordó la
primera película de El Padrino. Esperé que me dijera que le
debía un favor en el futuro.

—Si quieres, puedes empezar mañana en la cocina,


desde las cuatro hasta el cierre de turno. —Revolvió unos
papeles sobre su escritorio—. Todo depende de ti si quieres
probar a tocar el violín por las propinas, pero la gente de
este pueblo no ha olvidado ni perdonado a Jordan, y tan
pronto como ellos sean conscientes de tu actual situación,
harán lo mismo contigo.
14
3 Suspiré. —Entiendo.

—Me gusta tu familia, Cooper. No quiero verte herido.


—Está bien. Tal vez sería mejor si me quedo en la
cocina, pero, francamente, gano buenas propinas cuando
toco el violín, y me vendría bien el dinero.

—Eso está bien. Sin embargo, si hay problemas, te


pediré que te vayas.

—Por supuesto. —Me levanté y estreché la mano de


Jefferson—. Gracias.

—Gracias. Siempre está bien tener una buena mano


en la cocina. Te veré mañana. —Él me acompañó hasta la
puerta de su oficina, y me fui sintiéndome mejor desde que
había llegado a River Falls. Y peor. Me estaba quedando sin
dinero, y la perspectiva de un trabajo impulsaba mi decaído
espíritu. Pero si mi relación con Jordan era un problema, no
era probable que lo pudiera resolver caminando por la calle
principal tocando mi violín.

Llegué a casa y arrojé las llaves sobre la encimera de


la cocina al lado del pequeño y viejo microondas que Julie
nos había regalado cuando nos mudamos. Calenté agua
para hacer té, y cuando lo terminé me fui al balcón donde
podía fumar.

El sol empezaba a caer sobre el edificio y la cena la


íbamos a disfrutar en la pequeña mesa y sillas de plástico
que Jordan y yo habíamos comprado. El calor y la humedad
todavía me achicaban, y al atardecer los mosquitos me
comían vivo. La mañana era el mejor momento del día, y
14 Jordan disfrutaba enormemente cuando le preparaba el
4 desayuno y lo colocaba sobre la tambaleante mesa de
picnic.
Descubrí que la cárcel no había hecho nada por las
habilidades culinarias de Jordan, por lo que yo hacía eso.
Me gustaba. Nunca había tenido eso antes, el deber familiar
de cocinar para mí y para otras personas. A menudo, los
amigos de la iglesia venían y traían guisos o ensaladas y
pan, y nosotros compartíamos lo que teníamos. Pensé que
podría gustarme, pero por el hecho de que había perdido a
Shawn y a mis amigos en California.

Jordan dormía a ratos cuando lo hacía. Podía quedarse


hasta tarde, motivado por un consumo elevado de café,
que a menudo le dejaba ver la televisión o charlar con los
amigos después de que me fuera a dormir. Yo estaba
pensando que debería dejar que me tuviera si eso le
ayudaba a dormir.

No, eso no era todo lo que estaba pensando. Yo


estaba pensando que yo estaba aquí, y yo estaba tratando
de vivir con el hombre, y lo necesitaba tanto como él a mí.
Después de todo lo que había tenido con Shawn. ¿Qué
había de malo en eso?

El timbre de la puerta sonó. Me levanté y abrí la


puerta para encontrar a Stan esperando pacientemente.

—Hola, —le dije, volviéndome para dejarlo entrar.

—Hola, Cooper, —dijo—. Tenía la esperanza de que te


encontraría en casa.

14 Sonreí. —Jordan está fuera, —le dije—. Aún en el


5 trabajo.

—A ti era a quien quería ver, —dijo Stan, mirando. Me


sentía incómodo tenerlo aquí cuando Jordan estaba fuera,
pero no podía mostrar mi desagrado. Se quedó de pie en el
umbral, con un juvenil rostro más bien plácido. Llevaba una
camisa de golf azul y el tipo de pantalones que se asocian
con hombres mayores que no se sienten cómodos en
vaqueros. Estaban arrugados. Lo invité a que se sentara en
el sofá.

—¿Puedo ofrecerte algo de beber? —Le pregunté—.


Estoy tomando té.

—Eso estaría bien, gracias. —Puse el agua a hervir y


fui a buscar el mío a la terraza.

—Quería hablar contigo acerca de tus planes, aquí en


River Falls, —comenzó cuando volví. Una vez más me
arrepentí de no tener una silla. Me senté en el sofá junto a
él.

—¿Has pensado en lo que vas a hacer?

—Tengo un trabajo en Mama Lina, en la cocina, —le


dije—. Mi plan es ir a la universidad de River Falls, cuando
pueda acceder de nuevo, con el fin de terminar mi carrera
de músico.

—Sé que solías tocar en el St. Croix River Valley


Orchestra.

—¿Dónde has oído eso? —Pregunté, sorprendido—. Sí.


Lo hice. —Tragué saliva. Había sido su miembro más joven
14
y primer violin.
6
—Lo encontré en los periódicos, —dijo. Me sonrojé.
Debe de haber visto todo—. Fuiste un gran prodigio, —
remarcó.

—No lo sabía, —le dije.

—No tienes que ser modesto, —dijo, deslizándose más


cerca, de forma cómplice, en el sofá. Deslizó un brazo por
detrás de mis hombros, de forma experimental, pensé.
Fruncí el ceño y se apartó un poco—. Juilliard, —dijo—. Eso
fue interesante.

—Bueno, no lo conseguí acabar, ¿no?

—¿Qué pasó? —Preguntó.

—Demasiadas fiestas, —le dije—. Tuve malas notas,


perdí un par de eventos importantes. —Como recitales,
pensé, como todo el segundo semestre de mi primer año.
Deseé que nunca lo hubiera mencionado. El timbre del
microondas sonó y me levanté para hacerle el té—.
¿Tension Tamer o Sleepytime11? —Le pregunté.

Él se echó a reír como si hubiera dicho algo gracioso.


—Creo que Tension Tamer.

—¿Te gusta con azúcar?

—No, gracias. —Puse el té delante de él, pero no lo


tocó—. Iré directo al grano entonces, —dijo, inclinándose
de nuevo—. Me gustas, Cooper, y quiero ver que vas a
empezar bien de nuevo en la ciudad.

14 —Gracias.
7

11
N de T: Tension Tamer: té de hierbas con efecto relajante. Sleepytime: té de hierbas para
ayudar a dormir.
—Y como tú sabes, tengo varias personas en mi
rebaño que han hecho algunas malas decisiones. El Señor
no nos hace responsables una vez que nos arrepentimos.
Ya lo sabes, ¿verdad? —Preguntó, clavando sus ojos en los
míos.

—Lo supongo.

—Entonces sabrás que si estás dispuesto a


arrepentirte de verdad, no sólo el Señor te perdonará, si no
que te recordará que no cometas más pecados. —Él deslizó
su brazo alrededor de mis hombros otra vez, y yo no podía
pensar con claridad, estaba muy concentrado en eso.

—Sí.

—El Señor conoce tu corazón, hijo, —dijo, y pensé en


ese momento, que él no era mucho mayor que yo—. Él
sabía que no tenías la intención de ser el instrumento de la
muerte de ese niño.

—Yo…

—Él sabía que no podías ayudarte a ti mismo, el


alcohol te dominaba y perdiste la voluntad…

—Espera, —le dije, levantándome del sofá tan rápido


que mi cabeza empezó a hacer conjeturas—. No sé lo que
crees que pasó, pero…

—Yo sólo sé lo que me dijo Jordan. Que estabas


14 demasiado borracho para conducir, cogió las llaves y se
8 puso al volante para que no condujeras borracho.

—¿Qué? —Le pregunté. Eso no era exactamente como


yo lo recordaba.

—Estoy seguro de que Jordan no se arrepiente de


asumir una responsabilidad como esa. Le ha costado
mucho, y él no ha hecho el pago todavía, pero estoy seguro
de que siente que valió la pena. En privado, él me dijo que
se sentía bien por poder salvarte de ese sufrimiento.

Parpadeé. Estoy seguro de que no podría haber


hablado si hubiera querido.

—Jordan es un hombre muy especial, Cooper. Se ha


convertido en alguien muy importante para mí, para mi
ministerio. —Tomó un ensayado sorbo de su té—. Los
hombres como él necesitan orientación, disciplina.
Necesitan estructurarse.

—Ya veo, —dije.

—Él viene a mí para eso, —dijo Stan—. Me parece más


bien que podrías necesitar orientación y asesoramiento,
también.

—Yo no, —le dije. Me apoyé en la pared frente a él.

—Ya veremos, —dijo Stan, sin dejar de beber su té


como si tuviera todo el tiempo del mundo.

—Yo no, —repetí. Él se encogió de hombros.

—Sin embargo, —dijo— el Señor te ha castigado y


14 seguirá castigándote hasta que te responsabilices de tus
9 acciones y vayas a Él con arrepentimiento.

Tragué saliva. Yo no sabía qué decir, pero oí la llave


en la puerta avisándome de la llegada de Jordan, y me
volví para darle la bienvenida.

—Hola, —le dije. Se detuvo un momento vestido con


un polo con el logotipo de la tienda de UPS en ella. Tenía
pequeñas piezas de embalaje en su pelo y se aferraban a
él, presumiblemente debido a la electricidad estática. Se
veían como enormes caspas.

—Hola. —Arrojó las llaves al lado de la mías—. ¿Qué


pasa?

—Acabo de hablar con Cooper acerca de que se


entregue al Señor con sus cargas, —dijo Stan, bebiendo
aún su té—. Al igual que lo hiciste tú.

Jordan me miró, pensé, de un modo considerado. —


Tal vez deberías hacerlo, Coop, —dijo—. Tal vez necesites
entregarte al Salvador. Podría ayudarte con el tema del
coche.

—¿Qué tema de coche? —Preguntó Stan.

—No es nada, —le dije, rápidamente. Miré a Jordie,


diciéndole con la mirada que él era un idiota por haber
comentado eso mientras le limpiaba las virutas de espuma
de poliestireno de su cabello.

—Cooper tiene miedo de volver a entrar en un coche.

—¿Es eso cierto? —Preguntó Stan, con una solícita


15 preocupación.
0
Mantuve mis ojos en Jordan, y él me devolvió la
mirada. —Sí, —le dije.

—Eso va a ser un problema que no podrás pasar por


alto cuando empiece a nevar, Cooper, —advirtió Jordan.

—Tiene razón, —dijo Stan—. ¿Qué te ocurre cuando te


metes en un coche?

—Es sólo una fobia, —le dije—. Lo tengo controlado.


De todos modos, Mamá Lina se encuentra a pocos metros a
pie.

—En invierno es mejor que planees hacer esquí de


fondo, —dijo Jordan.

—Puedo esquiar. —Soné petulante.

—A tu instrumento le va a encantar los bruscos


cambios de temperatura. —Cogió una Pepsi de la nevera y
desenroscó el tapón. Bebió el líquido y maldijo, apartándola
y manteniéndola lejos de su cuerpo—. Joder.

—Dame, cariño, —le dije, pasándole una toalla. Le


ayudé a limpiar lo que había derramado. Él me besó frente
a Stan. Me sorprendió y puse los ojos en blanco. Él se
encogió de hombros.

—Stan sabe que somos pareja, —dijo Jordan, y Stan


asintió. Yo no sabía que éramos una pareja.

—Es por eso que estoy tomando un interés especial en


15 ti, Cooper, —dijo con una sedosa voz que crispaba los
1 nervios—. Debemos hacer todo lo que podamos, verdad,
Jordan, hacer que Cooper también sienta el amor del
Señor.

—Sí, señor, —dijo Jordan. Le brillaban los ojos al oír


las palabras de Stan.

—A partir de este incidente con los coches. Voy a leer


acerca de las fobias y hacer algo serio orando, Cooper, y
voy a estar en contacto. —Me devolvió la taza, y luego
abrazó a Jordan con fuerza—. Jordan, te veré esta noche,
¿de acuerdo?

—Muy bien, —coincidió Jordan. Stan se fue.

—¿Hay esta noche un estudio de la biblia? —Le


pregunté. Estaba empezando a sacar las cosas de la nevera
para la cena. Me había dejado caer por la tienda de
comestibles y cogí algunas verduras frescas y pollo para un
rápido sofrito. Tenía arroz integral de la noche anterior todo
listo para empezar a hacerlo—. Puedo tener la cena lista en
veinte minutos, si quieres tomar una ducha rápida.

—No es un estudio de la biblia, —dijo Jordan al salir de


la habitación—. Es consejería pastoral. A veces necesito
hablar con Stan sobre las cosas. —Él flotaba en el umbral.
Dejé el cuchillo de cocina, mi derroche desde que llegué a
River Falls.

—¿Qué tipo de cosas? —Tuve que admitir que no me


importaba ser el tema de sus conversaciones.

Jordan miró hacia abajo. —Él dice que son las etapas
15
del duelo. Dice lo que siento, la culpa, la ira y la depresión,
2
son cosas normales. Que sólo tengo que lidiar con mis
sentimientos de una manera saludable y trabajar a través
de ellos.

—Supongo que eso es correcto, —le dije—. Eso suena


muy inteligente.

Él me miró. —Stan es realmente un gran tipo. Él


entiende.

Sonreí. —Me alegro.

—¿Quieres venir conmigo? —Preguntó, un poco


sonriendo, asintiendo con la cabeza hacia la ducha.

Me quedé helado. —No puedo, cariño, —le dije—. Lo


siento. Tengo que hacerte una buena cena antes de irte,
¿no? —Le sonreí.

—Sí. —No me devolvió la sonrisa—. Gracias. —Se giró


y se dirigió al cuarto de baño y oí el agua caer. Dejé
escapar el aliento que había estado conteniendo desde que
había abierto la puerta a Stan.

15
3
La primera oportunidad que tuve de tocar el violín a
los clientes de Mama Lina fue dos domingos después de
que empezara a trabajar allí. Fui, por invitación de
Jefferson, para tocar en mi día libre. Me tragué mis nervios
en su pequeño despacho, junto con varias aspirinas y una
cara botella azul de agua que gentilmente me dio. Entonces
cogí mi instrumento para tocar a sus invitados, con muchos
de los cuales había crecido, y muchos de los cuales me
habían vilipendiado como un desviado sexual y asesino de
niños. Empecé en una mesa en la esquina, alertado por una
camarera llamada Beth de que el cliente celebraba su
cumpleaños. Toqué el Cumpleaños Feliz, y ya que no me
desprestigiaron, toqué también la Tarantella.

Al mediodía, me había relajado lo suficiente como para


disfrutar de lo que quedaba de la mañana, a pesar de mi
dolor de cabeza. Fui reconocido, pero nadie parecía tener
ningún sentimiento acerca de mí que no fuera para
preguntarme por lo que había estado haciendo. Parecía que
el recuerdo de mi forma de tocar se mantenía, sobre todo
para aquellos que habían estado en la escuela conmigo.
Había sido un insufrible presumido, lo sabía, pero nadie
15
estaba en mi contra. Iba de mesa en mesa tocando sus
4
solicitudes, tocando canciones de amor, canciones
populares, y la ocasional solicitud escandalosa, como
Kashmir de Led Zeppelin. Me lancé, incluso con lo más
absurdo. Varias personas amenazaron con decirle a mi
antiguo instructor de música, el Sr. Larsen, que estaba de
vuelta en la ciudad y tocaba en Mama Lina y me estremecí
con aprensión. Al principio pensé que vería si podía trabajar
en su tienda de música, pero luego, dándome cuenta que
podía ser una gran decepción, no pude encontrar el coraje.

Tarde o temprano iba a entrar en el restaurante, ya


que todo el mundo de más de treinta años lo hacía, y más
pronto o más tarde, estaría cortando verduras también.
Tendría que tragarme mi orgullo y aceptar su desilusión, así
como la mía. Hice una buena actuación, y saqué lo
suficiente en propinas para poder comprar comida para la
semana. Aparte de los platos de pasta y ensaladas que
Jefferson me dejaba llevarme a casa los días que trabajaba,
podría invitar a Jordie a ver una película o incluso algún
partido de fútbol.

Salí del restaurante con buen estado de ánimo.


Cuando regresé al apartamento, el contingente iglesia
estaba allí.

—Te echamos de menos en los servicios de hoy, —dijo


Stan.

—Lo siento, estaba trabajando. —Puse mi violín en el


armario de los abrigos. Por alguna razón no quise
profundizar mucho en lo que estaba haciendo. Stan me
siguió hasta la cocina, donde me lavé las manos y empecé
15
a hacer una ensalada.
5
—¿Has pensado ya sobre lo que hablamos el otro día?
—Me preguntó—. Acerca de unirte oficialmente a la iglesia y
venir a mí en busca de asesoramiento.

Yo había pensado en la posibilidad de participar y ser


parte del rebaño de Stan. Para eso era necesario
encontrarme a mí mismo y entrar de lleno en su doctrina
con el bautismo, dos cosas que no pensaba que pudiera
hacer. Por un lado, él estaba allí para él, alguien a quien
Jordan se aferraba cuando se sentía abrumado por la
novedad de vivir de nuevo entre la buena gente de River
Falls. Parecía un buen hombre. Por otro lado, me encontré
a mí mismo sintiendo que me faltaba el aliento cuando él
estaba cerca. Como si algo me rodeara tratando de
sofocarme.

—No creo que tenga ningún tipo de vocación religiosa,


—le dije.

Me miró con atención, esperando que continuara.


Cuando no lo hice, creo que sintió que tenía que cambiar de
táctica. —Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Qué va a pasar
cuando te sientas tentado por las drogas o el alcohol, o si
tienes una crisis y tienes que tratar de eso sobrio?

Sacudí mi cabeza. —He estado sobrio durante más de


tres años. No voy a recaer. —Quería creer eso.

—La gente dice eso, pero nunca se puede avanzar lo


suficiente lejos o lo suficientemente rápido como para que
no te alcance. Tienes que tener un plan en marcha. Una
estrategia. No lo puedes hacerlo solo.
15
6 —Lo que dices es cierto, pero…

—Puedo ver que no estás dispuesto a escuchar lo que


tengo que decir en este momento, Cooper. Lo siento, pero
yo voy a seguir diciéndolo. —Me puso una firme mano en el
hombro y me lo apretó. Tenía unos cálidos ojos y una
bonita sonrisa con unos dientes grandes que yo sospechaba
eran postizos. Pero cuando me hablaba me sentía
arrastrado hacia algo que realmente quería evitar. Tarde o
temprano, tendría que hacer una elección.

Me sentía cansado y me excusé por un tiempo. Me


duché, dándome cuenta que lo que más deseaba era salir a
dar un largo paseo, tal vez iría al café de mi hermana. Ella
era para mí como el centro de atracción, y me di cuenta de
que la echaba de menos. Me vestí y cuando regresé a la
sala, tuve que esperar un minuto para que Stan terminara
una oración.

—... Bendice esta casa y a los hombres que viven aquí


para que puedan encontrar el perdón que necesitan, en sus
propios corazones y en los corazones de aquellos a quienes
hicieron mal. Amen.

Mi cara se ruborizó. —Voy a ir a ver a Julie.

—Pensé que ibas a comer con nosotros. —Jordan se


puso de pie. Varios pares de ojos me miraron.

—Supongo que estoy inquieto después de mi gran


debut en Mama Lina. —Lo dije de broma—. Quiero ver a mi
hermana. Yo sé que será el centro de atención en Grounds.
—Besé la mejilla de Jordan, y entonces me pregunté si se
15 trataba de una exageración.
7
Él sonrió. —Hasta luego entonces, ¿si?
—Sí, —dije, cogiendo mis llaves y saliendo por la
puerta.

—Hablaremos pronto, —dijo Stan, y yo asentí.

Por un momento, me imaginé, que tenía todas las


grietas formadas en cada bloque de hormigón de la acera
del centro de River Falls memorizado… reconocería el
camino hasta con los ojos vendados, incluso ahora. Los
nuevos coches estaban aparcados en diagonal en el
estacionamiento. Bonitos coches, señalé, más caros que los
sosos modelos americanos que habían salpicado la calle
cuando yo era muy joven. Hallowed Grounds estaba entre
la esquina de Main Street y Bear Lake Lane, a sólo un
paseo de diez minutos de mi apartamento. Iba hacia allí
desde el este y tuve que pasar por Ben Franklin y la
biblioteca pública para llegar. Seguí con el desganado
sentimiento que había empezado a tener desde que llegué
a casa. El tiempo se había ralentizado en River Falls
también, aunque no como me pasó en San Ignacio, con su
estilo mágico de curación. Eso me hacía desfallecer, como
envejeciéndome, como si tuviera dolor en las
articulaciones, debilidad muscular y pérdida de densidad
ósea. Me sentía encogido en River Falls, al contrario de San
Ignacio donde había tenido la sensación de seguir
15 avanzando.
8
Eché un vistazo por la ventana de la biblioteca pública
y me di cuenta que ahora estaba abierta los domingos. Me
detuve a ver como un grupo de niños se sentaban en
semicírculo sobre una alfombra del alfabeto esperando al
bibliotecario para contar una historia, sus madres estaban
sentadas en sillas detrás de ellos. La bibliotecaria levantó el
libro y lo dio a conocer, pensé, entregándoselo a un
ayudante, que mostraba las imágenes. Cuando comenzó a
contar la historia, habló y lo gesticuló, al igual que Shawn,
con entusiasmo utilizando todo su cuerpo. Seguí mis pies
hacia el área infantil de la biblioteca antes de que mi
cerebro reaccionara y me senté a observarla. Había algo
tan dulcemente familiar en sus manos moviéndose. Había
encontrado que una parte de la vida que había dejado atrás
en St. Nacho estaba aquí, en River Falls, donde me sentía
como un exiliado, y que se apoderó de mí como una luz
cálida. Estaba tan embelesado como lo estaban los niños.

—No pude dejar de notar que no han venido niños


contigo, —comentó la bibliotecaria después de que los
niños se fueran con sus padres a buscar libros—. Un gran
fan de la hora del cuento, ¿verdad?

—No. —Estoy seguro de que me ruboricé—. No.

—Vamos, Cooper. No digas que no me reconoces. Me


voy a sentir devastada. —La miré, horrorizado. No la
reconocí. Joder. Joder.

Su plateada sonrisa no fue suficientemente baja como


para no atraer la atención de toda la librería, y las personas
allí se volvieron para mirarnos.
15
9 Ella negó con la cabeza. —Por favor, lo intenté todo
para conseguir tu atención cuando eras un niño en el
instituto. Yo tocaba la viola.

Negué con la cabeza.

—¿Cuando estabas en último curso y yo en primero?


Mary Lynn Anders, ahora señora de Johnson. —Ella alargó
su mano y se la estreché.

—Las chicas... no eran lo mío, —le dije—. Lo siento.

—Tengo que… ahora. Me alegro de volver a verte, —


dijo—. Entonces, no voy a tomar en cuenta que no has
venido aquí por mi belleza terrenal.

Me reí. Ojalá me hubiera fijado en ella. Parecía muy


atractiva. —Lo siento, —le dije— te vi gesticulando. Tengo
un amigo... Yo estaba tratando de aprender el lenguaje de
señas antes de regresar a River Falls.

—Entiendo, —dijo.

—De todos modos, me gusta verlo. Quiero decir,


cuando la gente habla con sus manos. Me parece...
excitante. Aunque te parezca estúpido.

—No, yo también. Es una de las razones por las que


aprendí. Eso y mi primer sobrino que nació sordo. A él
también le gustan las buenas historias. —Ella sonrió.

—Mi amigo no había nacido sordo, ya que habla. Es


que... a veces pienso que me gustaría hablar con él de esa
16 manera, en lugar de a través de mensajes de texto y que
0 me conteste con su voz o me escriba algo y yo lo lea. Es
emocionante cuando la gente habla con sus manos.
—Lo sé. Es tan gracioso y una forma muy rápida.

—Me preguntaba... Tal vez podría ofrecerme como


voluntario o algo así. ¿Limpiar? ¿Lavar el coche? Tal vez
podrías enseñarme. —¿Porque me sentía tan estúpido?
¿Mantenía aun la esperanza de ver a Shawn otra vez?

—Oh, sí, podría enseñarte algo. No tienes que limpiar


ni nada, pero, francamente, me vendría bien un poco de
ayuda con mi ropa. —Estoy seguro de que vio un brillo
mortecino en mis ojos porque se reía mucho—. Estaba
bromeando. Es broma. ¿Fuiste siempre así de ingenuo?

—Sí, —le dije. Decidí que me gustaba y quería contarle


la verdad—. Lo fui, pero me escondí detrás de una
apariencia equivocada.

Su rostro se puso serio de repente, y me sentí como si


todo el aire fuera succionado fuera de la habitación. —Lo
recuerdo.

—Ya he terminado con todo eso.

—Me alegro. —Sonrió de nuevo—. Pasa por la


biblioteca mañana por la mañana. Te voy a traer algunos
libros. —Ella comenzó a caminar hacia el mostrador de
préstamo, donde un grupo de niños en edad preescolar la
esperaban impacientes—. En este momento tengo clientes
más importantes.

—Mañana por la mañana. —La sonreí y salí del


16
edificio. Mary Lynn, viola. Todavía no me acordaba de ella.
1
Joder. ¿A cuantas buenas personas había ignorado por
completo? Seguía con el ceño fruncido, inmerso en mis
pensamientos cuando llegué a Hallowed Grounds.

Al momento vi a mi hermana, parloteando con los


cafeteros en la caja registradora. Inmediatamente dejó lo
que estaba haciendo cuando ella me vio y se acercó al
mostrador para darme un abrazo. Nos pidió algo en unas
tazas blancas de cerámica tan grandes como pelotas de
fútbol y se sentó conmigo en una pequeña mesa del tipo de
los bistró. Uno de sus empleados trajo bizcochos de
mantequilla de cacahuete.

—Me alegro volver a verte, —le dije, mirando a su


tienda. Dondequiera que miraba había una ecléctica mezcla
de gótico moderno y muebles victorianos que abarrotaban
el pequeño espacio, abarcándolo todo hacia la entrada,
donde las puertas se abrían y donde ella había colocado
mesas. Tenía las paredes con expositores llenos de
baratijas a la venta, así como obras de artistas locales,
joyería, libros y tarjetas de felicitaciones. La comida era
fabulosa. Tenía un largo mostrador de mármol blanco, las
máquinas de cappuccino color cobre y mullidos divanes y
sillas de club con pequeñas mesas de mármol que lo hacían
parecer como un cuadro de un café parisino de los años
treinta.

Julie era muy buena empresaria, pero lo más


sorprendente fue que lo hizo tan bien como en aquel
entonces, donde ponerte la gorra de beisbol de John Deere
era uno de los mayores placeres, los hombres eran
16 hombres, y tipos como yo salían de su casa antes de
2 tiempo y con frecuencia.

—Te voy a decir un secreto. Ya estoy jugando un


juego complicado tratando de comprar la vivienda de al
lado. No lo sé todavía, pero los he tanteado y tengo la
esperanza de poder hacerlo. Bueno, eso y que los
propietarios son viejos y están buscando comprar una
casita en Arizona. Para el otoño siguiente a más tardar,
Hallowed Grounds será cuatro veces más grande que
ahora. —Ella leyó mi sorpresa—. La ciudad está cambiando.
Vienen más personas de las ciudades. A los niños de la
escuela secundaria les encanta este lugar. Me gusta tener
un lugar al que puedan venir como una alternativa a beber
cerveza en el parking de la escuela.

La vergüenza me destrozaba.

—Oh, cariño... No quise decir... Bueno, sí, lo hice,


supongo —levantó la barbilla— prefiero que se vuelvan
adictos a la cafeína aquí y lean poesía mala a que entren en
ese pozo sin fondo como tú hiciste.

Bueno, puede que no haya funcionado con Jordie y


conmigo, pero tenía que darle crédito. —Te quiero, —le
dije—. En caso de que no te lo haya dicho últimamente. —
¿De dónde había salido eso?

Ella sonrió. —Yo también.

—Bueno, —dije—. Toqué en Mama Lina esta mañana.

—Por casualidad he oído a algunos que hablaban de ti.


Les has dado una gran impresión.

—¿Sí? —Pregunté—. ¿Buena o mala?


16
3 —Todo bien. El consenso general es que has vuelto,
por fin, con una determinación renovada para convertirte
en lo que deberías haber sido desde el principio.

—Ya veo, —dije. Cogió mi mano entre las suyas y le


dio un breve apretón—. Yo siempre lo vi como un
paréntesis, Cooper, no como un camino sin retorno.

Suspiré. —No sabía lo que era.

—Mira, —dijo, agarrando su vaso y dando un sorbo.


No le dije que tenía una mancha de espuma en la nariz.
Algunas cosas nunca cambian— hubo un momento en que
sentía que no podía ser sincera contigo, pero ahora me
pregunto si eso fue tan malo como el ser honesto y
marginarte por completo.

—Encontré personas que fueron “claras” conmigo,


pero no me llenaron en su día.

—No me vas a decir que tenía espuma en la nariz,


¿verdad? —Ella sonrió.

—¿Qué, es que algún tipo de prueba?

—No, hay un espejo detrás de ti y me acabo de dar


cuenta ahora.

—Oh.

Ella suspiró. —¿Cómo te va, Cooper? —Preguntó—. En


serio.

16 —A veces echo de menos, California, —dije con


4 cuidado—. Me gustó San Ignacio. Algo sobre mí cambió allí.

—¿Qué quieres decir?


—No lo sé. Como si algo me hubiera suavizado y
envuelto, de dentro hacia fuera. —¿Podría alguna vez
encontrar las palabras para eso?—. Era un lugar de
curación.

Ella se quedó en silencio durante un momento. —


¿Estabas bien ahí?

—Sí, muy parecido a la costa de Oregón.


Impenetrable.

—Debe haber sido bueno.

—Lo fue. —Mordí un trozo de mi brownie y me lo comí.


Estaba tan bueno que no pude pensar en otra cosa por un
minuto—. Lamento haber tenido que marcharme.

—¿Por qué lo hiciste? —Preguntó de repente,


inclinándose hacia adelante.

—¿Qué?

—No le di tu número a Jordan para que volvieras aquí


y continuaras donde lo dejaste con él.

—Pero es casi como si estuviéramos donde lo


dejamos, ¿no?

—Por supuesto que no, ¿cómo puede serlo? —


Preguntó—. Pero lo que no esperaba era que volvieras de
nuevo a la ciudad y empezaras con él de nuevo.
16
5 —Él me necesita, —le dije—. No ha sido fácil para él
volver, para hacer frente a la gente de aquí solo.

Ella se quedó en silencio durante un buen rato. —No


sería honesta si no te digo que quiero que apartes tu
pasado de una vez por todas.

—La gente no sólo puede alejar su pasado, Jules. He


pasado casi cuatro años en la carretera, huyendo, y todavía
me persigue.

—Creo que... —dijo, mientras jugueteaba con mi


brownie— creo que, si alguna vez averiguas lo ocurrido con
tu pasado y lo que no, y dejas de relacionarlo con Jordan,
podrás ser libre de lo sucedido.

—Nunca voy a ser libre de eso, Julie. Y de todos


modos, no puedo hacer eso. Mi pasado está unido a Jordan,
tanto me guste como si no. Él pagó el precio por algo que
ambos hicimos.

Su mano cayó sobre la mesa con un golpe que hizo


que nuestras tazas de café se tambalearan y la gente a su
alrededor se asustaran. —Las acciones cuentan, —dijo—. Lo
que hiciste cuenta, y lo que no hiciste también. Y nada de
lo que Jordan dijo entonces ni ahora puede cambiar eso si
no lo dejas. No puedes seguir sintiéndote responsable por
algo que no hiciste, Coop.

—Pero yo soy el responsable. No hice nada para


detenerlo. Claro, que yo sabía que no podía conducir, pero
no hice nada para que dejara de conducir. No es tan
simple. Le dejé toda la responsabilidad a él, no porque yo
fuera una buena persona o porque sabía que no debía
16 conducir borracho. Lo hice porque quería... estar de
6 pasajero. Dejé que alguien más pensara por mí. Cogí la
persona equivocada. Ahora sé que estuvo tan mal como si
hubiera conducido. Ni siquiera quiero pensar en esto más.

—Quiero que pienses en ello, Coop. Quiero que


pienses en ello una y otra vez, porque creo que te darás
cuenta de que somos responsables de lo que hacemos por
nosotros mismos. Eso parece que es responsabilidad
suficiente para cualquiera.

—¿Y si todos abdicáramos de nuestra responsabilidad,


disculpándonos en el proceso y dejando que otros asuman
la culpa?

Ella puso su mano sobre la mía y la apretó, y pude ver


el cariño y la ansiedad en sus ojos. Me preguntaba si
alguna vez volvería a ver su mirada sobre mí sin ese dolor
de nuevo.

Acabé saliendo después de que termináramos nuestro


café con un tenso silencio y regresé al apartamento sumido
en unos profundos pensamientos. Miré por la ventana de la
biblioteca y vi a Mary Lynn guardando rompecabezas y
juegos, y me pregunté de nuevo si el mundo real podría
estar en algún lugar entre la sencillez que mi hermana
describía y el indescifrable y aterrador lugar que yo siempre
había creído que sería.

16
7
Cuando llegué a casa, las únicas personas que
quedaban en el apartamento eran Stan y Jordan. Saludé
cortésmente, pero parecían estar en una profunda
conversación, así que fui a la terraza a fumar. Jordan
parecía agitado, y Stan estaba usando esa voz arrogante y
suave para calmarlo. No pasó mucho tiempo antes de que
Jordan llegara a la puerta corredera y la abriera.

—Voy a ir con Stan un rato. Él cree que necesito ir a


una reunión.

—¿Estás bien? —Le pregunté. Sabía que Jordan asistía


a reuniones regulares de alcohólicos anónimos. Llevaba
años con sus terapias pero iba todos los días a menudo.

—Sí. —Suspiró, pasándose la mano por el pelo—. No


lo sé. Yo... me voy, ¿de acuerdo?

—Está bien. —Lo vi caminar a través de la sala de


estar con Stan y salir por la puerta principal. Stan se volvió
hacia mí y me echó una mirada que era difícil de descifrar.
Me pregunté si pensaba que tal vez yo era malo para
Jordan. No me habría sorprendido, teniendo en cuenta lo
16
que había dicho sobre el accidente. No importaba. Terminé
8
mi cigarrillo y volví a entrar, donde encontré la cocina
completamente revuelta por los efectos del almuerzo, y me
tomé tiempo para limpiarla.

En general, me gustaba la tranquilidad de nuestro


apartamento, sin embargo, sabía que Jordan no estaba
contento de que no tuviéramos televisión. Me gustaba salir
a caminar, y a él le gustaba quedarse en casa. Creo que
mis salidas le ponían de los nervios. Toleré el grupo de la
iglesia, iba a las reuniones de alcohólicos anónimos, y
asistía al estudio de la Biblia. Yo sabía que él era consciente
de que no tenía ningún tipo de vocación espiritual personal,
pero yo no lo veía como “ir a través de reglas” como él
creía. Traté de darle espacio y estabilidad. Él
rutinariamente encontraba razones para llamar a Stan para
que le asesorara y buscaba reuniones para asistir. Siempre
necesitaba más.

En algún momento, empecé a ir a menudo a la


biblioteca para ayudar con la limpieza o lo que fuera que
Mary Lynn podía necesitar. Me enseñó algunas señas
básicas, lo suficiente para que yo pudiera expresar un
saludo y una pequeña discusión sobre el tiempo. Ella me
dio los libros, y practiqué con un par de DVDs cuando
podía verlos en los reproductores de la biblioteca. Me
aprendí de memoria las palabras gesticuladas, pero aún no
16 sabía colocarlas en frases coherentes.
9
Jordan toleraba mi interés, diciendo que sería bueno
tener a alguien que pudiera gesticular por Stan si la iglesia
atraía algunos feligreses sordos. Pasaba junto a los
ordenadores en la biblioteca todos los días, evitando la
tentación de usarlos para volver a conectar con San
Ignacio. Pero mis dedos ansiaban alcanzar algo, cualquier
cosa que me trajera la cara de Shawn a mi mente con
mayor claridad.

El verano nos atravesaba aplastante y de forma


sofocante, la humedad y los mosquitos se estaban
imponiendo. Estaba sentado en la iglesia con el grupo
habitual, oyendo hablar a Stan una y otra vez sobre el
pecado y la redención, un mensaje que le había oído dar un
gran número de veces antes. Miré a Jordan. Observaba a
Stan muy seriamente. Recordé todas las veces en las que
Jordie había tenido esa misma mirada embelesada en su
cara cuando éramos niños. Todavía me parecía tan
entrañable como desgarradora.

Supe entonces que había estado vadeando a través de


los días más húmedos que marcaban el tiempo. Jordie tenía
un nuevo fármaco en la persona del Pastor Stan, y yo no
iba a ser capaz, en esta ocasión, de compartirlo con él.

Me preguntaba qué estaría haciendo Shawn todo el


tiempo. ¿Trabajaría a tiempo completo durante el verano o
tendría clases? ¿Estaría tomando el sol en la playa con sus
amigos? ¿Estaría de picnic por la noche con Kevin a la luz
de su pequeña linterna a pilas? Podía verlo en mi mente
con su bandeja de caucho gris llena de platos, limpiando
17 mesas y riendo en el bar de Nacho‟s, con esa
0 increíblemente brillante y hermosa sonrisa. Sabía muy poco
de él y le había dicho menos sobre mí, pero creo que me
entendía mejor que la mayoría de los presentes aquí
quienes me habían conocido toda mi vida.

Deambulaba por la calle principal hacia la biblioteca de


Mary Lynn. Cada vez más, me refugiaba en el silencio de
allí. Podría haber sido el único lugar en River Falls donde no
sentía que le debía una explicación a alguien. Compré un
café para llevar para mí y otro para Mary Lynn y crucé
Veterans Park. La fuente borboteaba y había pájaros
dispersados alrededor comiendo alpiste, sospechaba que la
que lo ponía era la ávida costurera, Sally Lindstrom,
haciéndolo por la mañana antes de que nadie pasara.
Nunca la atrapé. Sospechaba porque ella siempre miraba
los pájaros de la ventana del frente de su tienda cuando
estaba aburrida.

Pasé por el monumento y estaba paseando por los


bancos, y ahí estaba Shawn. Sentado. En un banco. En mi
ciudad natal. Con los ojos cerrados, permitiendo que el sol
le calentara su maravilloso y aceitunado rostro.

Bueno, maldita sea. Todo puede cambiar en un


instante. Siempre había creído que era una de las grandes
verdades. Pero ahora, por segunda vez en mi vida, me
había ocurrido.

Me senté junto a Shawn y él abrió los ojos. En el


17 momento en que me vio, se iluminó con una mezcla de
1 emociones que incluso los expertos tejedores tardarían una
vida en desentrañar. Vi la sorpresa y más que una molestia
menor mientras golpeaba con su teléfono de repuesto en
mis manos.

—Ni siquiera me dijiste donde ibas, —dijo. Descubrí


que estaba molesto. Mucho.

—Yo pensé, —empecé a decir, confundido, y luego me


di cuenta que tenía que escribirle. Le envié un mensaje de
texto, pensé que me entenderías. Tuve que volver por
otra persona. Sé que te dije que Jordan me
necesitaba. Que no podía estar contigo y que iba a
volver para estar aquí con él.

Él me sonrió, y yo quería poner mis manos sobre su


cara. Su toque sería el calor y el color y la vida vibrante en
un lugar donde había estado sintiendo que todo me
ahogaba. Tragué saliva. Esos ojos color ámbar brillaron por
mí. Él extendió la mano, pensé que para alisar mi pelo
hacia atrás. En su lugar, tocó el piercing en la ceja.

—Nunca he oído decir una palabra sobre de nada de


eso.

¿Qué podía decir? Me tenía allí.

Shawn puso las manos detrás de la cabeza y se echó


hacia atrás, de nuevo con los ojos cerrados, absorbiendo la
mañana de verano. Le empujé con el hombro y le di el café
de Mary Lynn. No era extraño en absoluto, sorbiendo
nuestro café en un silencio mutuo. Fue la sensación más
fuerte que he tenido; la complicidad con la que
17 compartíamos en mutuo silencio. Nos quedamos así
2 durante mucho tiempo hasta que una sombra cayó sobre
nuestras caras.
—Hola, Cooper, —dijo el pastor Stan. Miré hacia arriba
y tuve que poner mi mano sobre mis ojos porque estaba a
contraluz por el sol.

—Hola, Stan, —le dije, levantándome. Shawn estaba a


mi lado, y podía sentir su mano en la parte baja de mi
espalda. Stan nos estaba mirando a Shawn y a mi
expectante.

—Stan, este es Shawn, un amigo mío de California. —


A Shawn le dije: —Este es Stan. —Deletreé su nombre con
los dedos. Porque no sabía cómo expresarme gesticulando
lo que quería decir y la idea de que Shawn estaba en el
pueblo de vacaciones iba a ser solo el comienzo de una
serie de complicaciones, por lo que decidí dar marcha atrás.

—Estábamos yendo a la biblioteca, —le dije, tomando


a Shawn de la mano y dándole un tirón para que me
siguiera. Mientras caminábamos, podía sentir que Stan nos
miraba.

Una de las cosas más interesantes sobre el paso del


tiempo, es ver la ciudad a través de los ojos de alguien que
viene de otro lugar. No era la primera vez que me
preguntaba acerca de los baches de la calle o los ladrillos
rotos en las fachadas de los edificios, y sin embargo,
cuando me los imaginaba a través de los ojos de Shawn, su
sencillez podría haberla vuelto un poco lamentable, su
encanto un poco deteriorado. Esa es la consecuencia
inevitable de tomar algo que es valioso para ti y
17
compartirlo con otra persona. Siempre existe el temor de
3
que no esté a la altura.

Sin embargo lo sabía, tan seguro como el aire que


respirábamos que mientras cruzábamos la calle todo el
mundo estaría mirándonos pasar, iba a ver todo
exactamente como yo lo veía. Shawn pasaría por alto el
envejecimiento y los defectos y encontraría en River Falls el
mismo tipo de belleza turbulenta que yo.

—Bonito pueblo, —dijo él al entrar en la biblioteca.


Encontré a Mary Lynn en las estanterías, y no me gustó
admitirlo, pero sentí una oleada de orgullo cuando se quedó
mirando fijamente a Shawn. Un ligero color floreció en sus
mejillas y mostró una dulce e infantil mirada en sus ojos.

—Mary Lynn, —le dije— me gustaría que conocieras a


Shawn.

Mary Lynn extendió la mano y se la estrechó


calurosamente a Shawn. —Encantada de conocerte, —dijo
con su inflexible voz. Sus ojos se encontraron con los míos.
Estoy seguro de que la inerte expresión de mi rostro delató
todo lo que estaba pensando.

—Shawn es mi amigo de California. Por el que estoy


tratando de aprender el lenguaje de signos.

Las cejas de Mary Lynn se alzaron, y gesticuló lo que


pude entender que eran cosas diferentes sobre River Falls.
Supongo que ella le preguntaba sobre cuánto tiempo tenía
intención de quedarse.

—No lo sé, —dijo Shawn en voz alta y gesticulando—.


17 No sé cuánto tiempo me va a llevar.
4
—¿Qué? —gesticulé. Por lo menos había aprendido
algo mientras estaba aquí.
Shawn me sonrió dulcemente ante la pregunta. —Sólo
estoy aquí para recoger algo que me pertenece, —gesticuló
mientras hablaba—. Y entonces espero que volvamos a
California. —Los dedos de Mary Lynn se desviaron a su
corazón.

Shawn se volvió hacia mí y habló. —Me quedo en el


Comfort Inn al final de la calle principal. Ahí es donde voy a
estar, a menos que esté fuera conociendo la ciudad. —Se
tocó el bolsillo de la camisa donde tenía el teléfono móvil de
repuesto—. Mantente en contacto, —dijo, girando sobre sus
talones y se fue. Mary Lynn fue tras él al instante e
intercambiaron unas breves indicaciones. Yo no estuve al
tanto, ya que en esa parte de la conversación nadie habló.
Después de un minuto, volvió y se puso a mi lado, mirando
por la ventana mientras él pasaba.

—Oh… —Suspiró.

No dije nada, pero probablemente también suspiré.

—¿Qué fue todo eso? —Le pregunté.

—Le dije que pasara por Hallowed Grounds —dijo—.


Ya que la propietaria era tu hermana y ella probablemente
podría encontrarle un trabajo.

—Esto se va a convertir en un desastre, Mary Lynn, —


le dije.

Ella me miró muy seria. —¿Qué podría ser esto?


17
Cooper Wyatt, es una manera para que puedas alejar tu
5
pasado de una vez por todas y sigas adelante. Lo encuentro
como una buena expectativa.
Me pregunté por un momento si tenía algo que decir,
incluso a eso, pero cuando finalmente me di cuenta de que
no era demasiado tarde de todos modos. Mary Lynn se
había ido.

—¿Qué? —Gritó Jordan, y oí la agitación en su voz.


Habíamos planeado una cena tranquila en el patio ya que el
aire de la noche era perfecto y suave, perfumado con el
humo de las maderas de las barbacoas, y el sol detrás de
las nubes. Estaba húmedo, con la promesa de una buena
lluvia antes del amanecer.

—Yo no le pedí que viniera aquí. Nunca le dije dónde


estaba. Él me encontró porque Jefferson preguntó por las
referencias sobre mi solicitud de empleo. —Había
intercambiado textos con Shawn desde que había llegado a
la ciudad, pero no lo había visto desde entonces. Stan al
parecer no había perdido tiempo en decirle a Jordan que yo
estaba con un amigo que él no conocía.

Jordie se sentó en su incomoda silla del patio,


colocando con cuidado el plato que había traído con él en
medio de su sitio, como si el equivocarse importara. —
¿Dónde se va a quedar?

—Se queda en el Comfort Inn hasta que encuentre


17 otro lugar.
6
Jordie tomó un bocado de su pasta. —Pero se supone
que debemos ser nosotros. Estar juntos. —Por alguna razón
me di cuenta que sostenía un tenedor. Era estrafalario,
infantil, y había sobrevivido a los esfuerzos de ambas
madres para corregirlo. Cogió el cuchillo y lo utilizó para
doblar la pasta hacia su tenedor y con su agarre infantil
llevarse otro bocado a la boca. Yo lo quería. Siempre lo
había querido. Pero nunca volvería a estar enamorado de
él.

—Creo que necesitas saber que yo no siento lo mismo


que tú, de volver a empezar aquí en River Falls, Jordie.

—¿Qué quieres decir? —Detuvo su infantil tenedor.

—Creo que simplemente no veo las cosas de la


manera que lo haces tú. Ser parte de la iglesia, estar de
nuevo en nuestra ciudad no es lo mismo para mí que para
ti. Me gusta la biblioteca…

—Coop, —Jordie golpeó el tenedor contra la mesa—.


Esto es acerca de nosotros, colega, el dúo horripilante. Se
trata de volver a lo que teníamos.

—¿Qué era lo que teníamos? —Le pregunté—. ¿Qué


teníamos cuando éramos lo suficientemente inteligentes o
estábamos lo suficientemente sobrios para apreciarlo?

—Hay que llamar a Stan. —Jordan se levantó y salió


por la puerta corredera—. Tienes que decirle que necesitas
hablar con él. —Desapareció en el apartamento.

—¿Por qué tengo que hablar con Stan? —Le pregunté,


17
cuando me trajo el teléfono inalámbrico y volvió a sentarse.
7
—Tienes que decirle cómo te sientes. Tienes que
decirle que dudas de ti mismo. Tienes que dejar que te
ayude.

—Jordan.

—¡No, lo digo en serio! Stan te puede ayudar. Si


tienes dudas, puede hacer que veas lo que hay que hacer
para recuperar el espíritu.

—No sé si alguna vez tuve espíritu, Jordie, y no creo


que hablar con Stan me vaya a ayudar. Estoy bien.

—No, no lo estas, —dijo Jordan, cruzando los brazos


sobre el pecho—. ¡Tú no estás bien!

—¿Qué? —Tomé un sorbo de limonada fría y luego


respiré profundamente—. ¿Qué quieres decir con que no
estoy bien?

—No has conectado con nadie en la iglesia. No vas a


las reuniones. Has huido de Stan cuando él ha tratado de
ayudarte. Ahora que has vuelto con ese tipo del sitio donde
estuviste cuando te alejaste, huyes de lo que realmente
eres.

Estoy seguro de que estaba a punto de seguir, pero lo


interrumpí poniendo una mano. —Espera. ¿Qué?

—Stan me dijo. Dijo que has estado huyendo de lo que


eres y de lo que has hecho. Me dijo que te puede ayudar.

—¡Yo no quiero su ayuda! No necesito su ayuda. ¿Qué


17 pasa si no estoy huyendo de lo que soy? ¿Qué pasa si estoy
8 corriendo hacia quién quiero ser?

Jordan me miró. —Porque tú puedes hacerlo todo por


ti mismo, ¿verdad?

—Algo así. Puedo hacer muchas cosas por mí mismo,


y, francamente, no sé ni qué es lo que estamos hablando
sobre que hacemos algo juntos. —Calmé mis
pensamientos—. Mira. No hay duda de que Stan está ahí
para ti, y eso es una buena cosa. Yo solo pienso por mi…

—Todos los días, —dijo Jordie—. Me levanto por la


mañana pensando, por qué diablos no puedo tomarme una
maldita copa.

—¿Qué? —Le pregunté. ¿De dónde había salido eso?

—Cada día, es más intenso que el anterior. Todo aquí


me lo recuerda. Si no estoy pensando en los scouts, las
Pequeñas Ligas, asaltando el vino sacramental, o rodando
por entre los bancos atrapado con mi primera sensación de
tu trasero, recuerdo los tiempos en que éramos los jodidos
amos del instituto, Coop, asustando a los pequeños
palurdos de los alrededores, bebiendo, fumando porros y
jodiendo hasta que nos faltaba el aire.

¿Veía eso como buenos tiempos? No es de extrañar


que no hubiera manera de que pudiera conectar con él. —
Jordie, —le dije—. No podemos volver a eso.

—¡Ya lo sé! —Se pasó una mano por el pelo—. Porque


ahora me estoy acordando de la cara de la señora Johnson
cuando vio a Bobby bajo las ruedas de nuestro vehículo.
17 Nuestra furgoneta. Stan me dice que vamos a ser
9 perdonados. Él dice que tenemos la oportunidad de estar
limpios de nuevo. Es lo único que me impide tomar ese
trago, tratar de volver a drogarme... Es lo único que me
sostiene en su lugar, porque ni siquiera la gravedad se
siente como que está funcionando ya. —Se llevó la
limonada a los labios con una temblorosa mano.

—Lo entiendo, —le dije, enganchando una mano


alrededor de su cuello. Le apreté y froté pequeños círculos
sobre sus hombros para tranquilizarlo—. Lo sé.

—Así que sigue viniendo conmigo, podemos hacerlo.


Podemos encontrar un lugar donde no nos sigan. Podemos
hacerlo si lo hacemos juntos.

—No puedo hacer eso, cariño. —Suspiré—. No es justo


para mí. No creo que sea lo mismo para mí como lo es para
ti. No volveré a beber. No porque sea algo que tenga que
evitar, sino porque simplemente no es algo que necesite. Y
sé que Stan y la iglesia te dan lo que necesitas; estoy tan
jodidamente feliz por ti, Jordie, no tienes ni idea —envolví
ambos brazos alrededor de él y lo abracé fuerte...— pero
necesito algo diferente. Algo que no voy a encontrar aquí
en River Falls. Algo que yo no quiero hacer sin más.

Jordie se alejó un poco y me miró con mucho


desprecio. Creía no haberlo visto antes, pero podría haber
estado allí todo el tiempo. —No puedo decidir qué es peor,
—dijo, empujándome a un lado—. Si eres un increíble hijo
de puta o que eres el hipócrita más grande del mundo. —
Jordie dejó la silla, el patio, y el apartamento sin mirar
atrás.

18
0
A las once de la noche tenía el cenicero lleno de
cigarrillos. Llamé y nadie había visto a Jordie, y supuse lo
peor. Esperaba que hubiera corrido con Stan, pero me
preocupaba que no pudiera manejar la situación y hubiera
comenzado a beber de nuevo y con eso volver al punto de
partida. Estaba tan jodidamente mal por él que ni siquiera
podía verlo como una persona más. Por primeva vez, esa
noche tal vez, vi cuán jodida y profundamente había sido
mi decisión de volver a casa y tratar de ayudar a Jordan.
Era como un hombre que al ahogarse se aferra a un ancla
de plomo para salvarse.

Oí la llave en la puerta, hacer ruido, y esperé


pacientemente hasta que Jordan entró en el dormitorio. Me
senté en la cama, vestido con un flamante pantalón de
franela y una camiseta vieja, el cenicero junto a mí. Tenía
un libro, uno de intriga que mi hermana me había dado, y
había estado leyendo el primer párrafo desde las ocho, una
y otra vez. No se tambaleaba o caminaba torpemente,
excepto tal vez caminaba lentamente, como si estuviera
rígido.

—Hola, —dijo, de pie en el umbral, iluminado por la


luz del pasillo.

—Hola, Jordie. Estaba preocupado. ¿Estás bien? —


18
Tuve que ir con cuidado. Sus ojos decían algo, su cuerpo
1
decía algo, pero no podía saber qué.

—Estoy bien. —Comenzó a quitarse la chaqueta y se


estremeció un poco.

—¿Necesitas ayuda? —Pregunté.

—No. Estoy un poco... —murmuró, y se tambaleó un


poco, y lo admito, supuse que había estado bebiendo o tal
vez tomando drogas.

Me levanté rápidamente y me acerqué a él para


ayudarle con su abrigo. —Un día completo.

—Gracias. —Pasó junto a mí hacia el cuarto de baño,


desabrochándose la camisa. Tan pronto como vi su hombro
revelado en el resplandor de una de las centelleantes luces
de la mesita de noche, tuve que luchar contra el impulso de
decir algo. Su piel estaba cubierta de marcas. Lo miré,
sintiendo como mi sangre abandonaba mi rostro—. No
tienes ni idea.

—Supongo que no. —Me quedé allí, aturdido.

Empezó a bajarse los pantalones y vi unas finas rayas


verticales rojas, verdugones y contusiones. Rayas que
cubrían su espalda y sus nalgas hacia abajo, y supuse por
la forma en que se quitó los calzoncillos, que llegaban hasta
los muslos. Le miré sin comprender nada en absoluto.

—¿Jordie? —Miré su piel destrozada—. ¿Qué diablos?

—Lo necesitaba, —dijo simplemente.

18 Me dejé caer en mi lado de la cama.


2
—Lo necesito a veces. Descubrí que eso me ayuda. No
es como si no lo supieras.
—Jordie, ¿cómo puede eso ayudarte? —Mi pasado fue
impulsado por el alcohol y la estupidez. Cualquier extraño
juego doloroso, en cualquier momento que hubiera tomado
ese camino había sido por querer descubrir, la oportunidad
de experimentar cuán lejos podía llevar mi cuerpo al límite.
Hasta dónde podía empujar, permitir ser empujado, antes
de entregarme a la oscuridad y sucumbir a ella. Esto no era
lo mismo. Esto era otra forma de salvación para Jordie, otra
mordida a la manzana que consideraba segura porque no
se trataba de drogas ilegales o alcohol. Pero yo sabía que
no. Estaba jugando con las drogas más poderosas de todas,
y él se dejaba lastimar para drogarse.

Él negó con la cabeza. —Me pierdo.

—Jordie. —Apenas respiré.

—Buenas noches, Coop, —dijo, arrastrándose a su


lado de la cama. Él se apartó de mí, presentando el
espantoso cuadro que era su carne, y se quedó mirando la
pared.

—Jordie, —dije. Quería poner mi mano sobre él, pero


tenía miedo.

Al día siguiente, Jordan se había ido antes de que yo


despertara. Había dejado una nota diciendo que se iba a
una reunión antes del trabajo.

18
3
Probablemente no le di a Jordan el crédito suficiente
por tratar de enderezar su camino de vuelta del pasado, a
pesar de que continué tratando de apoyar sus esfuerzos.
Eso no estaba muy lejos de mi mente ya que también era
parte de mi pasado y era lo que estábamos tratando de
olvidar. Esa noche, cuando llegó a casa, le pregunté si
quería ir al supermercado conmigo. Vi un destello de algo
en sus ojos que no entendí, tal vez miedo o resignación,
pero estuvo de acuerdo en ir. Todavía llevaba la camisa del
uniforme de la tienda de UPS y se veía más cansado de lo
que lo había visto en mucho tiempo.

—Te compraré helado, —le dije sin pensar, al igual


que lo hacía cuando éramos niños. Durante un minuto
pareció ayudar.

—Puedo comprarme mi propio helado, Cooper, —dijo


con petulancia.

Caminamos juntos por la tarde húmeda, no se haría


de noche hasta las nueve o así.

—¿Qué vas a hacer para cenar? —Preguntó. Eso era


18
probablemente más de lo que había dicho en todo el
4
tiempo, y le respondí.

—¿Qué te apetece comer? —Afortunadamente, la


comida era lo único que podía contar para hacer hablar a
Jordie. Le gustaba todo tipo de cosas, y cuando él estaba
en el mercado, se distraía fácilmente y se podía hablar con
él tanto si le apetecía como si no.

—¿Te sientes animado como para hacer truchas? —


Preguntó—. ¿A la parrilla?

—Claro, —le dije—. Vamos a echar un vistazo. A veces


las cogen cuando vuelven a la parte del río donde han
nacido. —Me sentí feliz de estar caminando con él. No podía
negar que siempre sería mi mejor amigo o que hoy lo
amaba tanto como siempre lo había hecho. El amor es una
cosa compleja.

Jordie y yo entramos en la tienda con aire


acondicionado, y casi gemí en voz alta con el placer del aire
fresco golpeando mi piel. Olía exactamente como lo había
hecho siempre, un poco de carne, un poco como
desinfectante, pero ahora que habían alquilado el lugar a
una cadena de supermercados, tenía el aroma añadido de
un buen café. Teníamos primero los no perecederos que
necesitábamos, un hábito arraigado conmigo. Cuando estás
acostumbrado a caminar a la tienda, sabes qué dejar para
el final y exactamente cuánto tiempo le hace falta a una
tarrina de helado para que se derrita.

Envié a Jordie para que eligiera el helado, y me fui a


buscar las truchas. Encontré una gran trucha que no se
veía ni olía como la que mi abuelo cogía antes de morir, y
18
estaba llegando al pasillo de los congelados cuando vi venir
5
a Jordie hacia mí con las manos vacías.

—¿Qué tipo de helado es el que quieres? —Le


pregunté.

—No importa, —dijo a la ligera, pero me di cuenta que


estaba conteniendo el cuerpo rígido.

—Bueno, yo quiero... —le dije, y me fui al expositor


donde guardaban las tarrinas de helados— ¿qué tal Chubby
Hubby? —Me detuve un minuto para conseguir algunas
patatas fritas congeladas. Cuando me giré hacia Jordie,
estaba de pie enfrente del expositor de los helados, pero
había dos hombres de pie enfrente de él con los brazos
cruzados.

—¿Qué diablos? —Murmuré y fui a preguntar qué


estaba pasando—. ¿Jordie?

Estaba pacientemente esperando que ellos se


retiraran, y no lo estaban haciendo. —Disculpen, —les dije,
pensando que podría llevar las cosas a un punto crítico.

—No hay disculpas para ti, —murmuró uno de ellos.

—¿Qué?

—Sólo sigue tu camino, Wyatt, —dijo el otro. Los


hombres llevaban vaqueros y camisetas, la ropa estándar
de trabajo agrícola de por aquí. No tenían los típicos gorros.
Parecían ser sólo muchachos del pueblo, aunque uno me
resultaba familiar, como si tal vez hubiera ido a la escuela
con uno de sus hermanos o hubiera estado con él cuando
era joven. Lo más probable era que nos conociéramos unos
18
a otros, pero no creía que fuera reciente. Ambos tenían el
6
pelo oscuro, pero uno tenía los ojos grises claros y el otro
los tenía marrones. Se veían tan excitantes, sucios y
cansados como yo.

—¿Qué cojones os pasa? —Les pregunté.


Normalmente, cuando te hacen una pregunta directa de
forma defensiva, obtienes a cambio una respuesta o un
puñetazo. Yo no estaba buscando un puñetazo de este tipo,
no parecía el tipo.

—Somos de la sección local de este jodido pueblo


contra los conductores borrachos, —dijo.

—Así que supongo que sabrás que ninguno de


nosotros bebemos, —repliqué. Estábamos empezando a
atraer a una multitud.

—Que se lo digan a Bobby Johnson, —dijo el de ojos


claros—. Él era el hermano pequeño de mi novia. Te
acuerdas, ¿verdad? Al que atropellaste en su fiesta de
graduación. Fuiste y bebiste como si fueras el maldito amo
del lugar y lo mataste cuando te largaste.

Podía sentir la tensión bajo la piel de Jordie, incluso


aunque no lo estuviera tocando. Yo mismo estaba en
estado de shock y vergüenza, y me pregunté cómo podía
estar allí él sin correr ni gritar o algo así.

—Sólo quiero coger mi helado, —le dije al muchacho


con voz temblorosa.

—Entonces tendrás que pasar por encima de mí para


conseguirlo, —el que habló era el que nos dijo que era el
18
novio de la hermana de Johnson.
7
—No te molestes, Coop, —dijo Jordie— sigue tú, yo
me encargaré de esto. —Su voz era grave y peligrosa, y
adquirió un tono imprudente que ni siquiera había tenido
cuando éramos niños y pensábamos que no podíamos
hacer nada malo.

—No, Jordie.

—Coop. —Jordie se quedó dónde estaba—. Yo me


encargaré de esto.

Miré hacia él. Podía verlo en sus ojos, la forma en que


se iluminaban ante la idea de una pelea. No era como si
pudiéramos vencerlos, y no se sabía cuántos más en el
supermercado iban a venir a ayudarlos, pero pensé que eso
no sería bueno para ayudarnos. Y Jordie volvería a la
cárcel.

—Es un helado, Jordie. —Lo cogí del brazo y traté de


sacarlo de ahí—. No vale la pena. Vámonos.

—No lo creo así. —Jordie se quedó dónde estaba.

—Jordan. —El pastor Stan estaba de pie detrás de


nosotros. Mencionó el nombre de Jordie como si estuviera
diciendo algo importante desde el púlpito, y este apartó su
brazo del mío y se volvió hacia él como un niño culpable.
Mantuvo la mirada fija en el suelo.

—¿Sí, señor?

El pastor Stan avanzó, y los hombres a quienes nos


habíamos enfrentado parecían un poco desconcertados.
18 Con cualquier cosa que hubiera dicho Stan el pastor de la
8 iglesia del centro comercial, estos dos muchachos habían
sido educados para respetar a un hombre de la iglesia.
—Esta no es nuestra forma de resolver los problemas,
¿verdad? —Stan preguntó con su sedosa voz.

—No, señor, —dijo Jordan. Stan se volvió hacia mí—.


¿Te importa si se viene conmigo un rato? —Preguntó.
Realmente no podría decir por qué, pero no me gustaba la
idea, pero yo sabía que si Jordie se iba con él o tenía a
alguien de confianza para hablar con él tal vez la ira que
estaba sintiendo se disipara un poco.

—Está bien para mí, si lo está para él, —le dije.


Todavía me sentía vacilante.

—Está bien, —dijo Jordan—. Creo que sería una buena


idea.

—Entonces perfecto, —dijo Stan, alargando un brazo


para que empezara a andar hacia la salida.

—Parece que tu novio te está abandonando, —dijo uno


de los hombres detrás de mí.

Me di la vuelta y solté la cesta. —¿Quieres tomar su


lugar? —Los dos hombres se alejaron. Cobardes. Jordan,
que estaba en libertad condicional, no podía darse el lujo de
entrar en un altercado como este, y ellos lo sabían. Eso
había estado demasiado cerca para su comodidad. Si
hubiera ido más lejos, yo mismo habría golpeado a Jordan
y lo hubiera arrastrado a casa. Me encontré inclinando la
frente contra el frío cristal del expositor del congelador.
18
Una mano tocó mi hombro. Esperaba una pelea, así
9
que me di la vuelta. Bill Leviton, un agente de la policía
local y un chico con el que había ido a la escuela, estaba de
pie detrás de mí. Se había preparado por si había
problemas, pero los dos nos relajamos de inmediato.

—¿Pasa algo? —Preguntó. Pensé que me había


reconocido, pero él parecía feliz de verme, y me pregunté
por qué.

Negué con la cabeza.

Él me dio un fuerte apretón de manos. —No te he


visto desde la secundaria.

—Sí, —dije—. Hola. —Miré por detrás de mí, pero los


dos hombres que habían empezado los problemas con
Jordie se habían ido.

—Recibí una llamada diciendo que podría haber un


problema aquí, Cooper. —Bill me miró. Una mirada
atrapante—. ¿Algo que quieras decirme?

Supongo que me preguntaba cuánto debía decirle. —


Creo que todo está en orden, —le dije. Sólo por el placer de
hacerlo agarré el maldito helado.

—Está bien, —dijo Bill. Era apuesto en su uniforme. Se


había quitado el sombrero, o no lo llevaba, y tenía el pelo
castaño. Su rostro era interesante y expresivo, era un poco
más alto que yo, pero de constitución bien curtida. Tenía
esas líneas blancas alrededor de los ojos que se asocian
siempre con pasar tiempo al sol, a lo mejor pescando—. Sin
embargo, hay algo más.
19
0 Él caminó conmigo hacia la salida de la tienda. —
¿Qué? —Yo no podía evitarlo. Todavía tenía las campanas
de alarma sonando cuando los policías se interesaron en
mí.

Miró a su alrededor. —No quiero hablar de ello aquí.


Viniste andando, ¿verdad? —Preguntó—. ¿Puedo llevarte a
tu casa?

—No, —dije, lo más cortésmente que pude.

—¿Qué?

—Dije que no. No subo en coches de policía. —No


estaba listo para que todo el mundo supiera que le tenía
pánico a cualquier automóvil. No era un secreto que me
movía andando por todas partes en la ciudad. Hasta ahora
creía que la mayoría de la gente pensaba que me movía
caminando y en moto como un estilo de vida alternativo
saludable y ecológico.

—Oh, —dijo—. Bueno, tengo que trabajar de todos


modos. ¿Quieres encontrarte conmigo para tomarnos un
café?

¿Quería tener un encuentro con Bill el oficial para


tomar café? Si no tuviera la sospecha que tenía que ver con
Jordan, con el cual yo quería hablar de todas formas, no
estaríamos teniendo esta conversación. —¿Cuándo?

Miró su reloj. —¿A las ocho, tal vez? ¿En Hallowed


Grounds? Nos vemos allí.

—Genial. —Bill me dio la mano otra vez. Él me sonrió


19 mientras colocaba mi cesta en la cinta transportadora y
1 luego se marchó del supermercado.

Pagué la comida y corrí a mi casa. Después de haber


luchado y ganado mi helado, no iba a dejar que se
derritiera en la calle.

—Entonces, —dijo Bill. Habíamos agotado toda nuestra


charla. Hablamos sobre nuestra salud y del tiempo
acabando en dos minutos; los temas familiares los
agotamos antes de que el cafetero tatuado incluso
comenzara a hacer nuestros gigantes cafés con leche.
Alguien nos trajo bizcochitos de calabaza, que en realidad
no parecían tener un buen sabor, pero lo tenían.

—Supongo que me citaste aquí para hablar de Jordan.


—Comencé—. Quiero decirte, Bill, que siempre pensé que
una vez que un hombre había hecho algo mal y había
cumplido su condena, él era libre de irse.

—Bueno. —Bill me miró como si no supiera qué decir.

—Y yo sé que él tiene que mantener su libertad


condicional, pero eso le va a resultar difícil si las personas
no le dan una maldita oportunidad. No necesitamos que la
gente de este pueblo guarde rencor y traten de echarle.

—De quien…

—Quiero decir que es como un gran perro apaleado.


19 Estoy empezando a ver cómo esto está haciendo mella en
2 él. Vengo a ti, de hombre a hombre. ¿Hay algo que puedas
hacer para ayudarlo? Debido a que uno de estos días, se va
a meter en una pelea y ellos lo van a enviar de vuelta a la
cárcel. Espero que sólo alrededor de tres cuartas partes de
la gente de esta ciudad quieran eso y que tú seas la cuarta
parte que no quiera eso.

—Yo no sé de qué estás hablando, —dijo fuerte Bill al


mismo tiempo que sonaba un fuerte estallido de un grupo
de jóvenes adolescentes en una mesa cerca de la puerta.

—¿No me has traído aquí para hablar de Jordan?

—¿Jordan? —Preguntó Bill—. No. —En ese momento


algo en su rostro cambió, y me senté en mi silla. Bill pasó
del interés y la amabilidad a quedarse con la boca abierta y
la mirada perdida en un santiamén.

Me di vuelta y alcancé a ver a mi hermana, que


acababa de salir de detrás de la barra con una caja de
tazas decorativas.

—Por favor, déjame ayudarte con eso, —dijo Bill. Él se


puso de pie casi al instante y le cogió la caja, luego la
sostuvo mientras ella colocaba una nueva línea de
cerámica.

Miré durante un momento. Pude ver que estaba


distante, y sin embargo todavía no era inmune a sus
encantos. Si me había hecho venir para que hiciera de
intermediario y le allanara el camino, las cosas estaban
bastante suaves ya. Estaba dando la espalda a la puerta
principal así que me sorprendí cuando una suave mano
19 envolvió la parte trasera de mi cuello. Esperaba ver a
3 Jordan cuando me volví, sorprendiéndome al sentir la boca
de Shawn posarse sobre la mía.
En el café de mi hermana. En River Falls, Wisconsin.

Se hizo el silencio en torno a nosotros durante unos


diez segundos y luego el ruido se hizo ensordecedor cuando
la gente trató de cubrir su vergüenza con la conversación.
Shawn, quien no escuchó nada de esto, me sonrió y se
sentó en el asiento que Bill había dejado vacante. Bill
volvió, con una expresión claramente interrogante en su
rostro. Sus cejas se alzaron y miró su taza de café.

Shawn se puso a su altura y miró a Bill, que ya no


estaba de uniforme. Me levanté también, para realizar las
presentaciones, pero Shawn se adelantó.

—Usted debe ser Jordán. —Él le tendió la mano.

Bill sacudió la cabeza, comenzando a decir quien era


demasiado rápido para que Shawn leyera sus labios. Le
toqué el brazo y me miró.

—Bill, —le dije, gesticulando su nombre en letras.

—Hola, Bill, —dijo Shawn, claramente confundido.

Hice la señal de hermana, diciéndolo en voz alta, y


señalé a Julie, y el rubor de Bill hizo el resto. Shawn sonrió.

Nos miramos el uno al otro durante un corto tiempo


hasta que Julie se apiadó de nosotros. —¿Coop? Te voy a
hacer unos cafés para llevar y así puedes enseñar la ciudad
a Shawn.
19
4 —Uh... Bueno, Bill me invitó aquí para hablar, —le
dije, pero detrás de mi hermana él estaba poniendo los ojos
en blanco y moviendo la cabeza. ¿Cuándo había retrocedido
en el tiempo? Estábamos en secundaria—. ¿Conoces a
Shawn? —Le pregunté.

Ella sonrió cálidamente. —Sí. Le ayudé a encontrar un


empleo, —me dijo.

—¿Sí? —Me volví hacia Shawn—. ¿Un trabajo? Bien, —


gesticulé—. ¿Dónde? —Él sonrió de nuevo—. En un lugar
italiano llamado Mama Lina —me dijo hablando y
gesticulando.

Miré a mi hermana. Desastre total. Cogí los cafés para


llevar y seguí a Shawn hacia ningún lugar en concreto de
Wisconsin. En pocas palabras, me pregunté si Jordie
todavía estaba con Stan, o dónde podría estar si no lo
estaba, pero me fui con Shawn, tomando la delantera y
guiándolo a Veterans Park para ver el concierto gratuito allí.

—¿Siempre haces esto? —me preguntó Shawn. Estaba


disfrutando de las vibraciones de una ruidosa banda que
tocaba Country Western, inspirados en canciones de rock y
viendo a un grupo de niños cuyos padres estaban soplando
burbujas para que las persiguieran.

Le envié un mensaje, En verano, sí. En el invierno,


la piel se congelaría a las cuerdas de la guitarra.

Después de un momento, recibió el texto y se rió. —


Una pequeña ciudad, —dijo en mi oído—. Como St. Nacho.
Divertida.
19
Yo estaba disfrutando de la música, pero miré y vi a
5
un par de miembros del pequeño rebaño de Stan
mirándome, y decidí que lo que estaba haciendo con Shawn
fuera más privado. Aunque estábamos hablando, la
mañana del domingo seguro que iba a estar llena de
chismes en los labios de alguien.

Le empujé con el hombro y le indiqué que quería que


me siguiera, y aunque él se estaba divirtiendo, vino sin
hacer comentarios. Encaminé la marcha por la calle
principal, y luego hacia Vine porque tenía la idea de que le
gustaría ver el puente colgante original de River Falls.
Construido en mil novecientos veinticinco sobre la
bifurcación al sur del río Kinnickinnic, con forma de
guillotina. No estaba demasiado concurrido los viernes por
la noche cuando la banda estaba tocando, y estaba lo
suficientemente cerca de los espacios verdes de River Falls,
el parque Glen, donde podíamos caminar tranquilos por los
senderos naturales. Me quedé en la mitad del puente y
miré por encima de las rocas hacia el agua. Shawn vino
detrás de mí, apoyándome entre la barandilla y su gran
cuerpo. Él se acarició el cuello y pude oler el repelente de
mosquitos en su piel. Chico inteligente. Yo no lo usaba, ya
que los mosquitos no me molestaban mucho. Él se acercó y
me sostuvo allí.

—¿Has encontrado lo que estabas buscando aquí? —


Preguntó sobre mi piel.

El corazón me latía con tanta fuerza en mi pecho que


sentía como se estaba hinchando. Podía sentir mis mejillas
arder. Sentí su erección en mi espalda.
19
—¿Me has echado de menos? —Preguntó—. ¿Aunque
6
sea un poco?

Cerré mis ojos. Yo no era un tipo de persona que


demoraba recompensar, y contenerme de coger lo que yo
quería. No era algo que normalmente hacía. Así que cuando
sentí los labios de Shawn en el lado de la garganta y sus
manos -esas manos grandes y elegantes- deslizándose
hacia abajo sobre mi abdomen por mis pantalones
vaqueros, buscando mi miembro, mi primer instinto fue
dejar caer la cabeza hacia atrás y decir: —Vamos, cariño.

Mi respiración ya era superficial, y pude sentir cómo


me humedecía sobre sus manos anilladas mientras me
acariciaba y se agachaba para acariciar mis testículos. Se
inclinó y me giré hacia atrás para que nuestras bocas
pudieran unirse en un hambriento beso.

—¡Espera! —No pude avanzar porque estaba


presionado contra la barandilla, así que lo empujé un
poco—. Espera. —Todavía estaba jadeando.

Shawn había retirado sus manos y cuando me volví,


me cogió por los hombros para que pudiera verme hablar.
—¿Qué?

—No lo sé —le dije. Yo ni siquiera sabía lo que estaba


pensando; solo sabía que no estaba haciendo bien las cosas
con Jordan…

—¿Es por él? —Preguntó Shawn. Para ser justos, no


estaba enfadado ni acusando—. ¿Jordan?

Asentí. Saqué mi teléfono y lo levanté, él me lo quitó y


19 lo puso de nuevo en el bolsillo. —Está bien, —dijo, y luego
7 me cogió de la mano y me llevó a través del puente.

Recorrimos un largo camino, por el parque, y durante


un rato nos sentamos en la pequeña estructura fortificada
en el parque infantil. Había pocas personas, así que lo
tuvimos para nosotros. Saqué un cigarrillo y lo encendí con
una cerilla. Por el resplandor de esa pequeña llama miré a
Shawn más de cerca. Las características de su rostro se
iluminaron de una manera tan extraordinaria que sólo podía
mirar. Era hermoso y lo amaba. Casi me quemé, pero él se
inclinó y sopló la llama justo a tiempo. Cogió las cerillas y
encendió otro cigarrillo para mí con una especie de sonrisa
resignada. No sé por qué no teníamos que hablar, pero yo
sabía que no lo teníamos que hacer.

Cuando se acercó a mí me llevó con él. Me tumbó en


el suelo de la fortaleza frente a él y sólo quería descansar
allí, frente a él, fumando mi cigarrillo. En algún momento,
él estaba pasando sus manos sobre las mías, entrelazando
nuestros dedos. Exhalé el humo y me envolví entre sus
brazos. En ese momento sentí que tenía que estar cerca de
él. Rocé mi mejilla contra su mandíbula sin afeitar y se
sentó a horcajadas hasta que nuestros cuerpos estuvieron
encajados como un rompecabezas.

Cuando empezamos a besarnos fue la cosa más


natural del mundo, sin prisas y suave. Puse mis labios en
su cuello y pude sentir como su pulso latía allí, su cuerpo
debía haber estado ardiendo como el mío, excepto que
ninguno de nosotros estaba actuando sobre ellos. Podía
sentir esa descarga de presión en mi cara mientras me
sentía más excitado, y casi podía saborear el rubor crecer
19 bajo la piel de Shawn. Pero cuando puse las manos en la
8 hebilla del cinturón para sacarlo, creo que mi plan era
chupársela para darle placer, me detuvo.
—Espera, —dijo.

Rocé su miembro a través de sus pantalones


vaqueros. —Déjame, —le dije, sabiendo que probablemente
no me podía ver muy bien. Al menos debía haber sentido
que le hablaba porque él ahuecó mi cara con sus manos y
acarició mis labios.

Me moví hacia abajo, y captó la idea porque se


desabrochó el cinturón y abrió los pantalones vaqueros.
Alargué la mano y saqué mi cartera, buscando el
preservativo que siempre guardaba allí. Lo abrí con los
dientes y lo hice rodar sobre el miembro de Shawn con
tanta dedicación como pude. Me siseó por mis esfuerzos.

Me ayudó a cambiarme para que pudiera tener una


mejor posición estratégica, y eso, estaba destinado a ser la
mejor mamada que le había dado nunca. Deslicé mis
manos alrededor de la parte baja de su espalda y lo tragué
tan profundo como pude, casi presionando mi nariz en la
mata de pelo que formaba una V por encima de su
excitante sexo. Llegué alrededor y jugué con su trasero, él
se estremeció debajo de mí, deleitándome con un gruñido,
un ruido tan completamente incalculable y aterrador que
me pareció oír los pájaros revolotear entre los árboles. Le
murmuré a través de su piel, llevando una de mis manos
hacia atrás, deslizándose entre sus piernas a su bien
fruncida entrada. Sólo le llevó un par de movimientos más
y jugar con mi travieso dedo y llenó el látex con un gemido,
19 agarrando mi cabeza, acariciando mi pelo, y abarcando mi
9 cara con sus manos exquisitamente suaves.

Le ayudé a ponerse la ropa y juntos bajamos de la


fortaleza. Tiré el condón a la basura al salir del parque,
caminando a través del puente colgante. Nos quedamos
allí, mirando el agua surcar debajo de nosotros a la luz de
la luna. Puso sus brazos alrededor de mí desde atrás.

Oí pasos que corrían a lo largo de las tablas de madera


que formaban el ruidoso suelo del puente, y luego un grito,
una risita, y dos adolescentes susurrando: —Oh, mierda, —
y luego más fuerte: —Lo siento, —mientras los pasos se
alejaban corriendo. Mucha risa ahogada y un par de
gemidos.

Shawn era ajeno, excepto por la sensación de los pies


en el puente. Me di cuenta de que los sentía porque volvió
la cabeza hacia las vibraciones. El sonido sin duda jugaba
un papel tan diferente en su vida como lo hacía en la mía.

Él tiró de mí con más fuerza contra su pecho, se


inclinó para susurrarme al oído: —Te he extrañado más de
lo que pudiera haber imaginado.

20
0
Cuando volví esa noche, ambos estaban allí,
esperándome. Me di cuenta que Jordan estaba agitado, y
Stan parecía estar haciendo todo lo posible para ayudarle.
Ellos tenían sus biblias abiertas sobre la mesita. Los restos
de una jarra de café aromatizaban el aire del apartamento
con un olor a quemado.

—¿Dónde demonios has estado? —Preguntó Jordan


mientras dejaba mis llaves. Tengo que admitir que
escuchar el tono de voz de Jordan me hizo pararme en
seco.

—Estuve en Grounds con Bill, y luego Shawn apareció


así que le mostré los alrededores, —le dije.

—Me alegro de que estuvieras preocupado por cómo


me encontraba.

—Sabía que estabas con el Pastor Stan, —le dije con


cautela—. Yo pensé…

—Jordan, —la voz de Stan sonó de forma censurada…

20 —Está bien, —dijo Jordan—. Tenemos que practicar el


1 perdón cristiano.

Jordan estaba más amargado de lo que jamás lo había


visto, ya que brillaba con bastante enojo, e incluso Stan no
estaba consiguiendo tranquilizarle.

—Jordan, ¿puedo hacerte algo de comer? —Le


pregunté.

—Sí, porque eso va a hacer que todo se solucione, —


dijo él, entrando en la habitación y cerrando la puerta.

Miré a Stan. —¿Necesitas algo?

—¿Crees que era prudente salir con otro hombre en


este momento, Cooper?

Me encogí de hombros. Stan podía tener el manual


para adueñarse de Jordan, pero él seguía trabajando en
averiguar lo que hacía falta para manipularme. —Eso no es
exactamente lo que pasó, Stan.

—Bueno, el momento no podía haber sido peor, fuera


lo que fuera, —dijo, recogiendo sus cosas—. Y creo que
abandonarle en este momento probablemente va a traer
repercusiones profundamente difíciles.

—No voy a abandonarle, —le dije.

—Él piensa que lo vas a hacer, —dijo Stan. Se volvió y


me miró—. Sé que no necesitas mi ayuda ni necesitas la
religión para este asunto. Pero Jordan es diferente. Podría
convertirse en el mayor triunfo que el Señor ha hecho por
medio de mí, un hombre que está totalmente entregado a
20 la Palabra. Él tiene una naturaleza especial. Es como un
2 niño esperando a que el Señor le bendiga y le guíe. Y en
este momento me necesita y necesita que le apoyes.
—Yo le apoyo.

—Necesita que te unas a él. Que creas en él. Y creo


que podrías mostrar a la gente de River Falls que dos
hombres pueden cambiar de ser monstruos adolescentes
antisociales a miembros respetables de la comunidad. Si no
lo haces por Jordan, hazlo por la gente de esta ciudad que
piensa que todos los hombres gays son sexualmente
desviados e indiscriminados. Hazlo por las personas que no
creen que dos hombres puedan compartir un amor
verdadero y duradero.

Tuvo muy buena idea, y cómo me habría gustado


decirle. Sí, me apunto, donde hay que firmar. —Yo quiero
a Jordan. Siempre lo he querido. Pero no puede ser así para
él. Mi amor no es ese tipo de amor. No sé si alguna vez lo
fue. No sabía lo que era estando fuera del alcohol, las
drogas y la estupidez. No fue maduro o altruista o si estuvo
basado en algo más que historias y aproximación. No se
basó en lo que conocía y la comprensión de la forma en que
veía el mundo. Yo no tengo ese tipo de amor por él. Lo que
tengo durará para siempre. Para siempre, Stan. A través de
cualquier cosa. Pero no es esa clase de amor.

—Ya veo. —Él se apoyó contra la pared, sosteniendo


una pequeña bolsa con su Biblia en la mano. Pude ver que
no había considerado esta posibilidad. Eso lo entendí.
Entonces me di cuenta de lo importante que era para
Jordan, pero simplemente no podía hacerlo.
20
—Esto le va a provocar un retroceso en su intento por
3
salir a flote, —dijo finalmente.
—No, no lo hará, —le dije—. No lo permitiré.

Se dio la vuelta y se fue.

—Jordie, —dije, golpeando.

—¿Sí?

—¿Puedo pasar? —Le pregunté. No había cerrado la


habitación con pestillo, los dos sabíamos eso.

—Sí. —Caminé al dormitorio y Jordie estaba sentado


en la oscuridad, vestido con la espalda contra la cabecera
de la cama, fumando. Encendí la luz de la mesita pequeña,
y él se estremeció ante el brillo de la misma.

—Habla conmigo, —le dije.

—No es así como se supone que debe ser, —me dijo,


echando una fina bocanada de humo.

—No, no lo es, —estuve de acuerdo. Él me miró, y


pude ver un atisbo del viejo Jordie, mi compañero de
juergas y bromas de la calle Birch—. ¿Recuerdas cuando
nos dimos cuenta de cómo conseguir más cerveza pasando
de los camellos en los partidos de fútbol?

20 —Sí, —dije. Yo no le permitía regodearse en los


4 buenos tiempos durante demasiado tiempo, pero quería
saber a dónde iba con esto.
—A veces creo que nos pasamos demasiado con eso.

Sí, está bien. Era una justificación. —¿Te parece?

Él sacudió la cabeza, y así como así, yo sabía que la


ira iba desapareciendo de su cuerpo. Nos reímos
tontamente durante un rato. Él me dio un cigarrillo y me
uní a él en la cama, empujándole.

—Vamos a tener que dejar esto, —le dije, sosteniendo


el cigarrillo—. Ya nadie fuma. En el sur de California te
tratan como si tuvieras lepra.

Jordie me contempló durante un tiempo. —No nos va


a pasar, ¿verdad?

—No, Jordie, no lo haremos, —le dije—. Te juro que no


es porque no te quiera, o porque no me importe lo que
pase. Yo sólo…

—Tú amas a alguien más, —me interrumpió—. Pude


verlo cuando entramos por la puerta. De algún modo te
veías diferente. ¿Te acuerdas de cuando éramos niños y
dejabas que te tomara?

Hice una mueca. —Sí.

—Me refiero al final, —se rió entre dientes—. Cuando


acabábamos derrotados.

—Oh, sí. —No pude evitarlo, mi aliento quedó


20 atrapado en mi garganta.
5
—Cuando llegaste parecías que lo habías hecho.
—Lo siento, —le dije.

Se quedó en silencio durante un largo rato. —


Entonces.

—Sí. No me acordaba de cómo se sentía.

—¿Qué se siente? —Preguntó. Pensé que parecía más


cansado que enfadado.

Aun así, le pregunté. —Realmente no quieres que


hablemos de esto, ¿verdad?

—En realidad, creo que sí, —me dijo.

—Es cálido, Jordie, y te hace sentir muy, muy bien.

—¿Sí?

—Sí. Mejor. Inmenso. Y que quieres hacer cosas que


son... no lo sé...

—Noble, —Jordie me interrumpió—. Siempre quise ser


noble.

—¿No jodas?

—No jodo. Como Robin Hood. O el chico de una


película de guerra que salta sobre la granada.

—Todavía te quiero mucho, Jordie.

20 —Ya lo sé, Coop. —Él acarició mi espalda—. Ya lo sé.


6
A pesar de que las terribles predicciones de Stan no se
manifestaron inmediatamente, todavía fui a la cama
incómodo. Dormí en el sofá, por primera vez desde que me
había mudado. Jordan no hizo nada para detenerme.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, él se había ido.

—Voy a una reunión antes del trabajo. —Oí la puerta


cerrarse silenciosamente detrás de él.

Yo empezaba a trabajar a las diez, y me pregunté si


Shawn estaría trabajando también. También me
preguntaba qué tipo de problemas íbamos a encontrar ya
que no se había dado cuenta que River Falls no era
exactamente San Ignacio y que Mama Lina era al bar de
Nacho‟s como la saga de la familia Corleone lo era a Queer
as Folk.

Shawn, le envié un mensaje de texto. Sabes que


River Falls no es St. Nacho’s, ¿verdad?

Sí, me respondió. ¿Y qué?

Bueno Mama Lina es lo más parecido al bar de


Nacho’s, le devolví el mensaje.

Vale, fue la respuesta. ¿Quieres decir que no


20 puedo cogerte en el baño de hombres?
7
Por supuesto, escribí de nuevo.
¿Qué tal en la cámara frigorífica?

Allí se almacena comida, le envié. Puse mi teléfono


en el mostrador de la cocina y empecé a hacer un batido de
proteínas.

Mi teléfono vibró. Nos vemos.

Le contesté, hasta luego. Hice esa cosa con los


emoticonos, con los dos puntos, el guión y el paréntesis.
Seguía moviendo la cabeza después de habérselo enviado y
era hora de irme.

Estaba trabajando en mi zona de trabajo en la cocina


cuando vi a Shawn con su atuendo de ayudante de
camarero, como siempre, con la bandeja de plástico.
Desplegó su grandiosa sonrisa cuando me vio, pero aparte
de eso, él no dijo nada. Sin embargo se corrió la voz
rápidamente, de que él era un amigo mío de California, y
escuché algunas especulaciones al respecto. La gente trató
de hablar con él y a él le pareció bien. Hizo todo lo posible
para comunicarse, y al final del día fue lo suficientemente
popular como para ser invitado a tomar una cerveza por
algunos de los otros chicos, a lo cual se negó sin mucho
esfuerzo, diciendo que tenía otros planes.

20 Estaba tocando mi violín para el aniversario de una


8 pareja mayor cuando se fue. Vi la pregunta en sus ojos, y
mi teléfono celular sonó poco después. Después de que
terminé mi número le eché un vistazo. ¿Te reúnes
conmigo? ¿En Grounds?

OK, le contesté. 9:00.

Estaba anocheciendo, cuando llegué a Hallowed


Grounds andando. A diferencia de la noche anterior, fui a
ver a Jordan para decirle que llegaría tarde. Él dijo que
tenía otros planes y que me divirtiera un rato.

Me sentí como si estuviera entre dos mundos, en un


estado de animación suspendida, como en una película de
cienciaficción donde se llevan a cabo largos viajes
espaciales con gente en grandes ataúdes de cristal en los
que no envejecían o cambiaban mientras todo a su
alrededor avanzaba, como si no pasara nada.

No tendría mucho sentido en compartir mis


sentimientos con Jordan o Shawn. No podría decirle nada a
Jordan porque trataría de asegurarme que todo estaba
bien, y no podría hablarle a Shawn porque él no lo
entendería.

Encontré a Shawn sentado en una pequeña mesa en la


acera, completamente ajeno a la lectura de la poesía que
sonaba a través de un sistema de sonido con altavoces por
encima de su cabeza. Le sonreí y cuando entré en la
cafetería llena de gente para comprar un café con leche,
me encontré con mi hermana en una mesa de la esquina
con Bill. Julie estaba usando una expresión en su rostro que
nunca había visto antes. Bill había marcado sin duda un
20 éxito. No me sorprendió mirar sus pies y encontrar que los
9 zapatos no coincidían. Eso era muy evidente. En cuanto me
vio se acercó a saludarme, y cuando recogí mi café, nos
fuimos fuera a donde Shawn estaba sentado.

El sonido de las conversaciones era ensordecedor por


lo que le indiqué que si quería mover la mesa, y Shawn
cogió su café con una mirada inquisitiva en su rostro. Mi
hermana hacia arriba al altavoz, se dio cuenta de lo que
significaba y se rió, cogiendo su silla y siguiéndonos.

Cuando estuvimos en algún lugar donde había menos


ruido, saqué mi móvil y lo puse sobre la mesa.

—¿Es así como hablas con él? —Preguntó mi hermana,


señalando al teléfono y a Shawn para incluirlo en la
conversación.

—Sí. —Sonreí a Shawn y cogí el teléfono—. Él me lo


dio cuando estuve en San Ignacio, pero no lo traje a casa
conmigo. Me lo devolvió cuando llegó aquí.

Shawn le devolvió la sonrisa, y creo que escuché a mi


hermana suspirar. Bill se unió a nosotros, con su taza. Él y
mi hermana compartieron una mirada especial y me
pregunté si había llegado a casa la noche anterior. Me di
cuenta que Shawn lo había notado también porque levantó
una ceja de forma muy expresiva.

—¿Cómo se siente Jordan con esto? —Julie me


preguntó en voz baja, por lo que me hizo sonreír un poco.
Algunos hábitos eran difíciles de romper. Estoy seguro de
que ella se dio cuenta de que suave o fuerte, él no la oía.
21
—Realmente no puedo decir nada todavía, —le dije—.
0
A veces está enfadado. Anoche parecía resignado.

—Este realmente no es un buen lugar para que él, —


dijo Bill.

Inmediatamente, sentí la necesidad de saltar a la


defensa de Jordan. —Ya tuvo su momento, —espeté. Era
bastante predecible y provocó que mi hermana pusiera los
ojos en blanco.

Shawn vio todo esto sin hacer comentarios.

Bill se tranquilizó. —Yo no lo dije en ese sentido,


Cooper, —dijo—. Quiero que triunfe. Mientras todo el
mundo esté enfadado sobre lo que le pasó a Bobby
Johnson, castigar siempre a Jordan Jensen, no va a traer a
Bobby de vuelta. Y si él tiene la oportunidad de tener una
vida normal, en la que pueda vivir de una manera
productiva, creo que se le debería permitir vivir en paz. La
gente de por aquí, sin embargo, no van a perdonar y
olvidar. Me gustaría que se hubiera ido a otra parte. —
Shawn estaba mirando, así que cogí mi teléfono y le envié
un mensaje de lo que estábamos hablando sobre Jordan. Él
me sonrió resignado y me encogí de hombros.

—Yo también, —dije—. Aunque me alegro de estar de


vuelta en el pueblo. Estoy agradecido que pueda dejar de
preocuparme de que todo el pueblo me persiguiera si venía
a casa a visitar a la familia y amigo.

—Realmente no crees eso, —dijo Julie, como si no


fuera una pregunta.

21 Me encogí de hombros otra vez. —No es como si me


1 hubieran culpado.

Ella sacudió la cabeza. Dentro, alguien realmente


animado estaba leyendo un ridículo poema, y mucha gente
se reía. Shawn tenía la mirada perdida, ausente y me
maravillé nuevamente en cómo podía Shawn tener ese
aislado semblante en su silencioso mundo. Deslicé un pie y
le golpeé el empeine. Me miró y me di cuenta de que lo que
se perdía con el sonido era más que compensado por la
observación visual. Sus ojos me escanean de arriba abajo,
y me sentí vacío cuando él lo hacía. Era como si me tocara.

Mi hermana resopló detrás de su mano. Ella estaba


haciendo contacto visual bastante feroz con Bill. Desde el
recinto interior, los sonidos de la risa, chasqueo de dedos y
palmas llegó hasta nosotros. Oí un ruido detrás de mí y me
volví para encontrar a Jordan allí de pie. Me levanté, y lo
mismo hizo Shawn, los presenté.

—Este es Jordan, —le señalé con los dedos


deletreando su nombre—. Jordan, Shawn. —Los dos
hombres parecían tensos, pero educados. Fui a buscar un
café para Jordan, y cuando volví había una silla más en la
pequeña mesa y cuatro personas que estaban allí sentados
con cautela, esperando a que yo volviera. Me acordé de lo
que pensé cuando me enteré de que Shawn había llegado a
River Falls: choque de trenes.

Se me ocurrió la idea de mostrar a Jordie como enviar


a Shawn mensajes de texto y tuvo un mejor comienzo,
teniendo una pequeña charla con los teléfonos. Miré a mi
hermana.
21
—Tú y Bill parecen haber congeniado, —murmuré,
2
cerca de su oído—. Dime que no crees que es demasiado
joven, —susurró ella en el mío—. Dime que en el pueblo no
me van a empezar a llamar asalta cunas.

—¿Qué? A lo sumo, cinco años más joven. De mi


edad. De todos modos no pareces tan mayor, Jules. —
Sonreí—. Estas de buen ver.

Ella suspiró. —Está bien, café gratis por un año si


dices eso, ¿qué? ¿Una vez a la semana?

—Trato, —le dije—. Así que... ¿cómo ha sido?

Ella se negó a mirarme a los ojos. —No sé de qué


estás hablando. —Miré hacia un lado y vi una extraña
expresión en el rostro de Shawn. Cogí mi teléfono de
nuevo, preguntándome que era lo que Jordan había dicho.
Este parecía arrepentido.

—Jordan… —Empecé a decir.

—Ya me voy. —Jordan empujó su silla hacia atrás


bruscamente—. Tengo planes, sólo quería pasar y decir
hola. No me esperes despierto.

Mientras se levantaba, sentí un cambio en el


ambiente. Un pequeño grupo de personas se había
congregado en la calle, lo suficientemente lejos como para
que no pudiera distinguir quiénes eran claramente, o tal
vez yo no los conocía. Se quedaron mirando al Parque,
quietos.

Jordan se levantó y empezó a alejarse,


21 presumiblemente hacia nuestro apartamento.
3
—¡Jensen! —Llamó una de las personas congregadas
fuera—. Veo que tienes a tu pequeño amiguito contigo.
Parece que ha cambiado.

Jordan se quedó paralizado, y pude ver a Bill fruncir el


ceño y transformarse en el oficial Bill mientras se levantaba
y comenzaba a caminar hacia el paso de peatones.

—Tal vez deberías largarte, Jensen, —gritó una


mujer—. No hay sitio aquí para que seas bienvenido.

Para su credibilidad, la silla de mi hermana se arrastró


hacia atrás y gritó: —Puesto que ya pagó por eso y que
está tratando de recuperar su vida, él es bienvenido aquí.

—Deberíais avergonzaros, —gritó la mujer de nuevo,


mientras Bill llegaba y empezaba a hablar con ellos. Jordan
todavía estaba paralizado. Me levanté y fui hacia él,
mirando a los ojos confusos de Shawn mientras lo hacía. Le
hice señas de que lo estaba llamando. Él asintió con la
cabeza.

—Jordie, —comencé a decirle, pero eso pareció tener


un efecto de reinicio en él, y sin volverse, siguió adelante,
rápidamente echando a correr. Salí tras él, sólo para
alcanzarle cuando llegamos al apartamento.

Hice una nota mental de que tenía que dejar de fumar.

Le seguí y vi que sacaba sus cigarrillos y el


encendedor de su bolsillo y puso sus llaves en la mesita.
Empecé a calentar agua para el té. Cuando llegué a la sala
de estar con dos tazas estaba mirando por la ventana del
21
patio. Puse las tazas en la mesita y me dirigí a él. Se
4
sacudió con mi tacto.
—Jordie, no hagas caso a esos desgraciados.

—Yo no, no realmente. —Él suspiró y dio una calada.


Cuando echó el humo abrí la corredera y cerré las cortinas.

—Eres como una gallina clueca, —dijo—. No sé por


qué no me di cuenta antes.

Yo estaba en silencio.

—Por supuesto, siempre fuiste así. Cuidando de no


pifiarla.

—Jordan…

—Limpiando mis marrones.

—No voy a discutir eso…

—No importa que la mitad de las pifiadas siempre


fueran tuyas, —dijo con amargura—. Nadie puede ver eso.

—Yo lo vi —dijo en voz baja—. Lo veo.

—Pero nunca, nunca te toca, ¿verdad? Tú solo


continuas.

—Por supuesto que me toca. Estoy contaminado con


eso, por supuesto que lo estoy, —le dije, pero me di cuenta
de que estaba tramando algo y no me escuchaba, sentí
miedo—. ¿Has hablado con Stan hoy?

21 —No, nene, no he hablado con Stan hoy, —espetó, su


5 enfado era desproporcionado en relación con mi pregunta.

—Solo he preguntado si has hablado con Stan. Joder,


Jordan. Sé que estuvo mal cuando esas personas
estuvieron gritándote, pero…

—¿Y tú, héroe local? ¿Estás cansado ya de ser el hijo


pródigo?

—¿Qué? —Le pregunté.

—Mientras estás a tu rollo pasando de todo, no creo


que haya llegado a tu conocimiento que la gente no me va
a orinar ni aunque me estuviera quemando vivo.

—Jordan, —le dije, sorprendido.

—Como has visto, sin duda, no puedo ir al


supermercado sin que la gente susurre a mis espaldas o
delante de mí. No puedo alquilar una película o comprar un
donut. Si no fuera por Stan, me habrían despedido de mi
trabajo hace semanas. ¡Si no fuera por Stan, yo no podría
vivir en este jodido pueblo de mierda!

Tuve que respirar para controlar mi temperamento.


Jordan era así, siempre había sido propenso a arrebatos.
Una de las cosas que había aprendido mucho tiempo antes
fue que tenía que dejar que se relajara antes de empezar a
hablar de nuevo. —Lo siento, —dije en voz baja. Bajé los
ojos y me preparé.

—Yo camino por la calle y es como... si fuera un


extranjero. Yo crecí aquí. Conozco a todas estas personas,
pero miran a través de mí como si fuera… —Se interrumpió
21
a mitad de la frase—. Pero a ti no te importa, ¿verdad?
6
—¿Qué? —Era injusto—. Por supuesto que me
importa.

—Tú estás bien aquí, —dijo Jordan—. Un nuevo


trabajo, nuevo amante, has vuelto con tu familia. Llevas
montado en tu moto como tres jodidos años y te has
reinventado. Trabajas en „mama‟, eres voluntario en la
biblioteca, limpias lo que sueltan los caballos en la calle
durante el desfile del Día del Trabajo, y todos aplauden tu
huesudo trasero mientras lo haces.

—¿Por qué estás tan enfadado conmigo? —Por el amor


de dios, estuve muy cerca de perder el control.

—¡Tú me diste las llaves! La culpa fue enteramente


tuya, Cooper. Tú me hiciste conducir ese coche, maté a
alguien, y ahora nunca voy a volver a ser el mismo. —Él se
deshizo en lágrimas y se arrojó sobre el sucio sofá,
maldiciendo el día en que nací. Y, sin embargo, le miré,
sentí esa misma protectora ternura que siempre había
tenido, y el aplastante peso de la tristeza. Lo había dicho.
Cambió totalmente la culpa, y ahora que yo lo sabía, yo
creía que lo sabía, por qué no podía empezar a hacer las
cosas bien entre nosotros.

—Ven aquí, Jordie, —le dije, cogiéndolo entre mis


brazos. Estaba tan completamente ausente que vino de
buena gana, lo que me permitió tocarle. Lo atraje hacia mí
y lo zarandeé como a un niño, como si fuera un crío de dos
años teniendo una rabieta. Lo sostuve hasta que se
tranquilizó por completo. Se quitó la camisa sudada, la
21
arrojó al suelo, pude ver nuevas marcas delineadas en su
7
espalda, probablemente de un cinturón, sobre las viejas
que estaban cicatrizando.
—¿Jordie? —Le pregunté, acariciando suavemente
sobre los huecos que no estaban marcados—. ¿Hm? —Él se
arqueó deseoso bajo mi tacto, como un gato.

—¿De donde son estas marcas? —Él se puso rígido y


volvió la cara—. Del club, —dijo.

—¿Qué club? ¿Aquí en River Falls?

—En la ciudad, —dijo Jordan, haciendo referencia a la


gran ciudad, antes de dar vuelta para mirarme—. Mira, no
importa dónde obtuve las marcas, ¿verdad? Ellos me
ayudan.

—¿Ayudarte cómo? —Le pregunté—. No voy a


juzgarte, sólo dime, ¿de acuerdo? Haciéndote daño... dejar
que otros te hagan daño... ¿ayuda?

—A veces necesito el dolor, Coop. Eso me transporta a


un lugar donde las cosas están bien durante un rato. Es
como si pagara por lo que hice.

—Jordie, —le dije—. Todo el dolor en el mundo no va


a…

Puso su mano sobre la boca. —No lo digas. ¡No lo


digas! —Él me miró y luego su rostro se arrugó, como si
estuviera ardiendo... derritiéndose ante mí—. Aunque no te
guste. Eso me ayuda. —Comenzó a llorar y puse mis brazos
alrededor de él otra vez.

21 —Shh, Jordie, —le dije.


8
—Nada es lo que yo pensé que iba a ser, Cooper, —
exclamó—. Nada.

—Lo sé, —le dije, limpiándole los mocos y la saliva de


la cara con mi camisa—. Vamos, vas a hacer que enfermes.

Él extendió sus manos, y por la forma en que me


tocaba cambió de agarrarme y necesitarme a una ansiada
desesperación. Él me hizo caer de bruces, y yo
contraataqué fuerte. Nos abofeteamos y pegamos. Me
agarró las muñecas con tanta fuerza que sabía que me
haría un moretón. Puso todo su empeño en someterme, y
yo luché muy fuerte por apartarlo de mí. Gané, pero tenía
un ojo negro y el labio partido por su culpa. Había salido
mal parado, incluso iba a ser probable que en el pómulo
derecho donde me abofeteó apareciera un enorme
moretón. Fue al dormitorio y cerró la puerta. Más tarde, en
el baño, me miré la cara en el espejo. En mi vida adulta
había llegado a esperar ser un poco más de lo que casi
había llegado a ser. Incluso Ahora... ahora me daba cuenta
de que necesitaba más. Quería más. Merecía más. No tenía
sentido la demanda de Jordan, quien no podía dármela, y
no tenía sentido quedarme con él y vivir sin ella.

Me fui a dormir sintiendo como si algo dentro de mí se


hubiera partido en la noche, liberándome, y fue la causa de
que mi equilibrio se desplazara y se balanceara, como algo
pesado en la bodega de un barco al que no ha sido fijado al
suelo, o asegurado, y estaba haciendo un daño
inimaginable sin que la tripulación fuera consciente de ello.
21 Eso fue lo que sentí esa noche, y a la mañana siguiente,
9 Jordan se había ido.
Yo estaba repasando mi tarea cuando Shawn llegó al
trabajo. Él me echó un vistazo y me arrastró hasta el baño
de los empleados antes de cerrar y bloquear la puerta. Para
alguien que siempre fue una persona un tanto emocional,
irradiaba energía negativa.

—¿Qué pasó? —Preguntó. Él me cogió de los hombros


y me llevó bajo la luz de la lámpara, luego suavemente
cubrió mi cara entre sus manos y miró el moretón en la
mejilla. Era inconfundible—. ¿Te hizo Jordan esto?

Asentí, apreté mis desgastadas manos encerrándolas


en puños para demostrar que yo le había dado tanto como
había recibido. A él no le hizo gracia. Me cogió las manos y
tiró de las mangas por encima de las muñecas para poder
ver los moretones. —Joder. —Sacó su teléfono y esperó.
Era una costumbre que en ese mismo momento, por alguna
razón, me molestaba. Como si estuviera esperando que me
explicara. Sé que no era su intención, pero me molestó de
igual manera.

Cogí el teléfono de mi bolsillo y empecé a escribirle.


22 No es tan malo como piensas.
0
Sí. Lo es. La gente racional no lo suele hacer.
Todavía se mantenía tranquilo, incluso si hubiera estado
enfadado, y su implacable actitud me molestara.

Tú no estabas allí, le escribí por el teléfono.

—No tenía que estar allí para saber que esto… —giró
mi cara hacia el espejo—. Está mal.

Sentí la lucha y las excusas esfumarse. Tuve que tener


una especie de bajón, porque él me miró con compasión. —
Lo sé. —Asentí. Puse mi teléfono en mi bolsillo. No tenía
nada más que decir.

Pasó un dedo sobre mis orejas, rozando mis piercings,


y por el tatuaje de mi cuello. —Eres como uno de esos
espinosos… —toqueteó mi piercing— pequeños erizos. —Me
rodeó con sus brazos.

—¿Perdón? —Le pregunté sobre su hombro, pero él no


me escuchaba ni le importaba lo que yo había dicho. No
sentía el amor. En las últimas doce horas había sido
llamado mamá y erizo. Lo rechacé.

Él negó con la cabeza. —Sé que eres fuerte, Cooper.


Pero hay mucho más para ti que eso. —Puso su dedo índice
en la punta de mi nariz y luego lo golpeó fuerte sobre mi
frente, al igual que lo había hecho cuando nos habíamos
conocido—. No dejes que te golpee de nuevo, o voy a caer
en la tentación de golpearte yo mismo. —Él dijo esto a la
ligera, pero sentí su crudeza dentro de las palabras.

—No lo haré. —Sacudí mi cabeza incluso mientras la


22
golpeaba con el dedo.
1
Puso sus brazos alrededor de mí de nuevo y esta vez
dejé que él me sostuviera. —Ven a casa conmigo.

—No puedo.

—¿No estás listo?

—No. No lo estoy. —Todavía sacudiendo la cabeza. Lo


había aprendido del lenguaje por señas.

—¿No te has dado por vencido, incluso después de


esto? —Frunció el ceño y me dejó ver su decepción—.
¿Incluso después de que te golpeara? —Comenzó a caminar
hacia la puerta, pero le retuve de nuevo.

—Por favor no me abandones tampoco, —le dije,


sabiendo que no podía entender.

—¿Qué?

—Nada.

Me encogí de hombros. Él me dio un fuerte abrazo,


dijo: —espinoso, —y me dejó mirándome en el espejo.

Stan llegó a „mama‟s mientras yo estaba tocando para


el primer turno de cena. Se quedó de pie en la sala de
espera y me envió un mensaje con la dueña de que le
22 gustaría hablar conmigo. Fui hacia él, preparándome. Yo
2 esperaba que fuera a pasar a la ofensiva en nombre de
Jordie después de la pelea que habíamos tenido. Me
acerqué a él y me llevó afuera donde podríamos hablar en
privado.

Él optó por no hacer comentarios sobre el moretón en


la cara. —¿Has visto a Jordan? —preguntó.

—No, —le dije—. No desde anoche.

Se pasó una mano por el pelo y se apoyó contra la


pared de ladrillo envejecido en el lado del edificio al lado
del expositor que contenía una carta del restaurante. —Se
suponía que iba a reunirse conmigo hoy y no se presentó.
He estado llamando a su teléfono móvil. Va directamente al
buzón de voz. Supongo que tuvisteis una pelea.

—Sí.

—¿Se marchó anoche? —Frunció el ceño. Yo sabía que


él estaba preocupado por Jordie, pero en ese momento yo
sentía que él era parte del problema.

—No lo sé. Creo que él durmió en casa y se fue por la


mañana. Debe de haberse ido después que me fuera a
dormir, eso fue sobre las tres de la mañana. Tuvo algunos
problemas, —le dije, y le hablé brevemente sobre el
enfrentamiento en Grounds—. Nunca debería haber vuelto
aquí.

—¿Por qué volviste? —Preguntó Stan.

—Regresé por Jordie, —le dije—. ¿Por quien si no? —


Me encogí de hombros. Todavía tenía mi violín y el arco en
22 la mano, sentía su familiar peso. Me sorprendió lo mucho
3 que quería levantarlo sobre mi hombro y enmudecer
cualquier cosa que dijera.
—¿Acaso él te importa algo?

Me encaré; —Estás bromeando, ¿verdad? Mira. —Tuve


que sostener mi arco mientras buscaba en mi bolsillo las
llaves—. Aquí están las llaves de nuestro apartamento. Ve y
comprueba que no está allí durmiendo o algo así. —Yo no
quería decir desmayado, pero eso era lo que nos
preocupaba tanto—. Mira en el contestador automático
también, si lo deseas. Después ve a Hallowed Grounds. Dile
a mi hermana que Jordie está desaparecido y pregúntale si
puede encontrar al oficial Leviton. Podemos empezar
descartando algún problema con la ley o algún accidente.
Estoy bastante seguro de que tiene el número de teléfono
móvil de Bill, o podría estar allí. Estaré allí tan pronto como
pueda terminar aquí.

Stan me miró con ojos preocupados, sacudió la cabeza


y se fue. Menos mal que no estaba tratando de ganar
amigos allí. Estaba convencido de que yo no amaba a
Jordie. Por lo menos no estaba usándole para construir mi
propio monumento al Señor. Volví a entrar en el
restaurante y le dijo a Jefferson que tendría que cortar el
recital. Él entendió eso y me dejó marchar.

Me acerqué a Hallowed Grounds centrado en mis


pensamientos. Yo sabía lo que todos temían, lo que
ninguno de nosotros estábamos diciendo, pero traté de
tener más fe en Jordan que eso. Miré al cielo porque olía a
lluvia. Efectivamente, unas rápidas nubes moviéndose
22 estaban encerrando el cielo y ese tipo de oscuridad amarilla
4 flotaba en el aire. Si tuviera que decir que era lo que había
echado de menos cuando vivía en California, era este
tiempo. Grandes nubes negras que amenazaban con lluvia
se cernían sobre las montañas en el horizonte, la luz se
tornó del mismo matiz del color del cielo, como si se
sintiera una gran tormenta eléctrica antes de que llegara, y
cómo erizaba el pelo de una persona al ver un fantasma.

Cuando llegué a Grounds, mi hermana y sus clientes


estaban recogiendo las mesas de la acera y cerrando la
gran puerta principal. El viento comenzaba a alborotar el
pelo de Julie, y más de una chica tenía que mantener
cogido el dobladillo de su vestido de verano.

Shawn estaba allí, y cuando me vio su rostro era feliz,


su sonrisa era la única que me gustaba pensar que era mía.
Se acercó a mí y me dio un beso, estableciendo ese
privilegio aquí en Grounds, tanto si me gustaba como si no.
Me gustaba. Julie se acercó al mostrador y me dio un
abrazo. Miré hacia atrás de su hombro para ver a Stan, que
tenía una expresión sombría en su rostro. Nos sentamos en
una de las mesas más grandes, y el cafetero nos trajo café.

—Llamé a Bill, —dijo Julie—. Me dijo que tendría que


hacer algunas comprobaciones más, pero que no había oído
nada sobre Jordan en River Falls por la radio de la policía.

—Bueno, eso es una buena noticia, —dijo Stan.

—Creo que se fue a la ciudad, —le dije—. Estaba


agitado y podría haberse ido allí.

—¿Por qué? —preguntó Stan.


22
Mi teléfono vibró. Cuando miré, el texto sólo tenía una
5
‘?’ de Shawn. Yo le deletreé “Jordan” y “desaparecido” en
lenguaje de signos. Me entendió, él parecía preocupado. No
estoy seguro en su lugar de lo que yo hubiera sentido.

—¿Por qué se ha ido Jordan a la ciudad? —preguntó


Julie.

Dudé. Miré a Stan, preguntándome cuánto sabía. Daba


la impresión de que no sabía nada como Julie. —Es posible
que se fuera a un club de BDSM. No sé el nombre de ese
sitio ni nada. Bill es probable que esté en contacto con
personas que estén más informados. Sé que cuando Jordan
se altera a menudo va en busca de…

—Ridículo, —dijo Stan.

—Acaso sabes... ¿por qué? —Le pregunté.

—Él no frecuenta lugares como ese. Yo lo sabría. Él


confía en mí.

—¿Te han golpeado con un cinturón? —Le pregunté—.


¿Con látigos?

—¡Por supuesto que no! —Stan se inclinó hacia atrás


en su silla como si le hubiera golpeado—. Por supuesto que
no, qué tontería.

—Bueno, alguien lo está haciendo. Y él me dijo que él


va a un club en la ciudad. —Stan no tenía nada que decir a
eso.

Shawn estaba sentado atrás, mirando interesado. De


22 cada centenar de palabras que decíamos, yo apostaría que
6 él entendía diez, y todavía estaba allí sentado
educadamente. Se me ocurrió que era un hombre muy
paciente. Saqué el teléfono que me dio y miré a través de
mis contactos. Hice hincapié en el número de Mary Lynn y
le dejé un mensaje de voz, preguntando si podría pasarse
por Grounds cuando saliera del trabajo. Miré de nuevo al
exterior a través de la puerta de entrada. Hasta el
momento no llovía. Pensé que tal vez podría pasarse por
aquí y entretener a Shawn antes de que ella se fuera a su
casa. Mientras tanto, traté de enviarle a través de
mensajes de texto a su teléfono algo de lo que estábamos
hablando.

¿BDSM? Me preguntó, después que le expliqué que


pensaba que Bill debía llamar a todos los contactos que
tenía en la ciudad, también. ¿Por qué?

Jordan lo considera ayuda, a veces, le escribí. Eso


le hacía entender por qué Jordan podía sentir algo de alivio
cuando le permitía a otros hacerle daño. Su mal uso del
juego del dolor era difícil de explicar. Estresaba.

Shawn me dirigió una mirada indescifrable y se


encogió de hombros. Todos nos sentamos en silencio,
bebiendo café. Shawn era el único que parecía estar
cómodo con eso. Me deslicé sobre mi silla y le cogí la mano.
Él me sonrió.

El teléfono de Julie sonó y nos sobresaltamos, pero no


tenía nada que ver con Jordan. A medida que avanzaba la
noche, todos comenzamos a evitar el contacto visual con
Stan, que estaba llamándole y dejando mensajes en
intervalos de quince minutos. Dos veces, se fue a revisar
22
mi apartamento. Lo dejé. No pensé que él volvería a casa si
7
no estaba contestando a nuestras llamadas, pero si el
comprobar eso hacía que Stan se sintiera mejor, no
importaba.

Mary Lynn entró en Grounds, justo por delante de las


gruesas gotas de la primera lluvia en la acera.

—Hola, —dijo ella, me dio un beso y luego se inclinó


para hacer lo mismo con Shawn. Saludó a Julie y a Stan
calurosamente—. Recibí tu mensaje, ¿qué pasa?

—Jordie está desaparecido, —le dije—. Todos estamos


aquí esperando saber de Bill, quien está usando sus
contactos para ver si Jordie está herido, o... o metido en
problemas. Te he llamado por Shawn. Está ahí solo
sentado, la mayor parte del tiempo, mirándonos hablar. Me
hizo sentir...

—Ya veo, —dijo, y luego gesticuló a Shawn lo que


supuse que acababa de decir. Él me miró y sonrió.

—No te puedo ayudar mucho, —habló y gesticuló al


mismo tiempo—. Incluso si me dices lo que está pasando.

—Lo sé, —le dije, al ver el hecho de que tener a Mary


Lynn como traductora le hizo las cosas más fáciles a
Shawn—. Yo sólo... Gracias por estar aquí. —Gesticulé—.
Gracias. —Puso su mano en mi hombro y apretó.

Bill entró con un impermeable de color amarillo


brillante que cubría su uniforme. —Está bien, —dijo,
colgando el abrigo en un gancho junto a la puerta y
sacudiéndose el agua del pelo mojado. Levantando un grito
22
de un par de chicas de secundaria a la que le cayeron las
8
gotas de lluvia.

—Lo siento. —Sonrió tímidamente—. Hasta el


momento no se tiene ninguna información, y tiene que ser
oficial, por dos razones: una, no ha pasado suficiente
tiempo como para presentar una denuncia por
desaparición, y dos, que no lo quiero meter en problemas si
no crea problemas. Está en su perfecto derecho a
desaparecer un día si lo necesita.

—Sí, pero él no lo haría, —dijo Stan—. No sin


decírmelo.

Julie se volvió hacia él. —Es evidente para mí que tú


no lo conoces tan bien como crees.

—Sólo tenemos las palabras de tu hermano de que


Jordan está participando en…

—¿Perdón? —Mi hermana, que Dios la bendiga, saltó


en mi defensa—. ¿Y por qué iba a mentir mi hermano?

—Tal vez él quiere ocultar su propia naturaleza


violenta y culpar a Jordan, del mismo modo que ha
permitido que Jordan se sienta culpable por el accidente
que mató a ese muchacho, Bobby Johnson. —Cuatro pares
de ojos, sin contar los míos, lo miraron con diversos grados
de hostilidad.

—¿Y qué quieres decir con eso? —Mi hermana empezó


a crisparse con indignación.

—Quiero decir que tu hermano tiene un probado


historial de causar problemas y dejar a otros que hagan
22
frente a las consecuencias. Es una de las razones por las
9
que me preocupo tanto acerca de Jordan, de que esté
dispuesto a asumir el sufrimiento que debería
legítimamente pertenecer a otra persona.

—¿Estás zumbado? —Replicó Julie—. Tú no eres de


por aquí, pero…

—Julie, esto no está ayudando a encontrar a Jordan,


—le dije.

—Pero alguien tiene que decir esto... esta persona que


parece saber todo de Jordan…

—Julie… —comencé.

—Jordan fue violento con Cooper, justo la noche


anterior. La evidencia de eso es muy clara, —dijo Shawn,
que había estado observando mientras Mary Lynn le
traducía la conversación.

—Sólo sabemos lo que dijo Cooper, y francamente,


eso sólo me hace preocuparme mucho más por Jordan.

—Bill, ¿podrías decir algo? —Mi hermana agarró la


manga del uniforme de Bill—. Por lo menos sobre el
accidente. —Todos los ojos se volvieron a Bill.

—El accidente de Bobby ocurrió antes de que fuera


destinado aquí, —admitió Bill—. Pero por lo que sé de los
oficiales que llegaron primeros a la escena, ese día había
por lo menos tres testigos que dijeron haber escuchado el
argumento de que Cooper estaba demasiado alterado para
conducir, y diciendo que Jordan probablemente debería
23 tomar una siesta para dormir antes de que se fueran. Esa
0 fue la razón por la que Cooper nunca fue acusado.

Julie lo miró con curiosidad. —Que yo sepa, cuando


regresó a la ciudad, —le dijo a ella— sabía que cabría
esperar problemas cuando Jordan saliera, y cuando escuché
que tu hermano iba a regresar, revisé el caso.

—¿Por qué hiciste eso? —le preguntó Julie.

Bill enrojeció bajo su bronceada piel. —Porque quería


saber si había que tener vigilado a tu hermano pequeño. —
Él se inclinó para besarla en la mejilla—. Para mantenerlo
alejado de problemas. Por ti. —Julie se ruborizó.

—Así que lo que estás diciendo, si he entendido bien,


es… —Stan buscó a tientas las palabras—. ¿Qué Jordan
podría haber mentido... acerca de su papel en el accidente
de Bobby Johnson?

Mary Lynn, que seguía gesticulando toda la


conversación para Shawn, habló: —En ese momento estaba
bastante claro. Jordan y Cooper tuvieron una discusión y
Cooper instó a Jordan a quedarse en la fiesta. Cooper dijo
que no podía conducir. Jordan sostuvo que él estaba bien y
le pidió las llaves de su coche. Cooper se las entregó y se
fueron, y en el camino de vuelta, Jordan golpeó y mató a
Bobby Johnson, que iba montando en su triciclo por la
acera detrás de ellos y no pudieron verle por el espejo
retrovisor cuando la camioneta arrancó.

Mary Lynn habló de este asunto de una manera tan


casual que casi no se dio cuenta de que estaba hablando de
mí. Cuando llegó a la palabra triciclo, sin embargo, tuve la
23 sensación de ser un atontado y sentí una especie de
1 descarga eléctrica motivada por la vergüenza. No podía
mirar a nadie en esa mesa. Como un cobarde, puse mi
cabeza sobre mis manos. Había llorado todas las lágrimas
que era capaz de soltar por Bobby Johnson cuando estuve
en rehabilitación. Ahora estaba entumecido. Sentí una
mano fuerte en mi espalda y levanté la mirada para
encontrarme con los ojos de Shawn sobre mí. Estaban
llenos de compasión y amor. En ese momento, su fe en mí
era insoportable.

Afuera, la lluvia empezaba a caer de forma torrencial y


el viento estaba azotando de manera que no caía
directamente al suelo. Me acordé de lo que Jordan había
dicho acerca de sentir que ni siquiera la gravedad te
alcanzaba, y descubrí después de todo que tenía más
lágrimas por Bobby Johnson y también muchas más
provenientes de Jordan.

23
2
Los domingos Hallowed Grounds se cerraba a las diez.
Cuando llegó la hora, todos estábamos todavía allí
sentados, bebiendo café y preocupándonos por Jordan.
Alguien había ido a la tienda de comestibles y conseguido
un surtido de sándwiches preparados y patatas fritas, que
mi hermana cortó en cuartos y los sirvió al estilo buffet.
Sólo había unos cuantos clientes debido a que la tormenta
se hacía más intensa por momentos.

Grandes destellos de los relámpagos iluminaban el


cielo y el trueno sacudía las ventanas. Shawn parecía
preocupado. Me puso una mano en el brazo para llamar su
atención. —Mary Lynn, ¿podrías tranquilizar a Shawn de
que esto no es el apocalipsis? Creo que la tormenta le está
poniendo nervioso.

Mary Lynn gesticuló algo y Shawn sacudió la cabeza,


un poco avergonzado. —No tenemos un tiempo como este
en San Ignacio. Puedo sentir el trueno. —Él puso su mano
sobre su pecho.

Entrelacé mis dedos en su otra mano y le besé


23 suavemente en la mejilla. —Te acostumbraras a ello, —le
3 dije y Mary Lynn se lo dijo por señas.

—Espero que no, —respondió él.


—Yo no tenía intención de quedarme hasta tan tarde,
—dijo Mary Lynn, mirando el reloj—. Mark me dijo que no
quería que me fuera hasta que aflojara, pero no me puedo
quedar toda la noche. —Ella se levantó y se alejó un poco
para llamar a su marido por el teléfono móvil.

Aproveché la oportunidad para utilizar algunos signos


con Shawn; preguntándole si se encontraba bien y si le
apetecía algo más para beber. Parecía encantado de que lo
intentara. Mi hermana se levantó para comenzar a cerrar
todo, y el resto de nosotros, incluido Stan, le ayudamos a
cerrar.

—Yo realmente debería estar yéndome, —dijo Mary


Lynn.

Pude ver que estaba dudando. —Está bien, —le dije—.


Has sido de mucha ayuda. Gracias.

—Espero que todo está bien con Jordan. ¿Te


importaría llamarme en el momento que sepáis dónde está?
¿Aunque sea a mitad de la noche?

—Lo haré, —le dije—. Te lo prometo. ¿Tienes tu coche


aquí o en la biblioteca?

—Aquí. —Ella puso los ojos en blanco—. Me sentí como


una idiota conduciendo unos cuantos metros, pero ahora
me alegro de haberlo hecho. —Cogí el paraguas de mi
hermana y lo sostuve sobre su cabeza mientras ella
23 caminaba hacia el sitio donde estaba aparcado su coche
4 junto a la acera y se metió dentro. Como de costumbre, el
paraguas no ayudó en absoluto, y estaba empapado hasta
la medula cuando volví a la cafetería.

Mi hermana me dio una minúscula toalla para


secarme. Shawn, que llevaba una camisa de manga corta
sobre una camiseta de manga larga, me dio la camiseta de
encima. Me quité la mía para ponerme la suya y mi
hermana se quedó mirando fijamente mi espalda.

Stan, que había hablado muy poco durante la mayor


parte de la noche, habló. —Por lo que veo, también,
practicas los juegos de los que dices que Jordan es
habitual. —Hizo un gesto hacia mi espalda repleta de finas
cicatrices.

—Tengo estas cicatrices de alguien que nunca sería


considerado ni remotamente participe de la comunidad
BDSM. Eso fue una venganza. —Nunca había hablado de
ello, pero no era un secreto—. Alguien se enojó conmigo
por algo malo que hice. No estoy orgulloso de ello. Cicatrizo
fácilmente. —Saqué mi teléfono móvil, sentí que Mary Lynn
no estuviera con nosotros, y le comenté a Shawn.
Hablándole de mis cicatrices, a través del teléfono.

Él asintió con la cabeza.

Más tarde, le escribí. No tenía sentido. Para Stan, le


dije mientras trataba de escribir sólo lo suficiente para que
Shawn estuviera al tanto, para Jordan, encontrar un
lugar donde el dolor se convierta en insensibilidad se
va a conventir en una droga. Cuando él se pone muy
23 ansioso, siempre busca la manera de huir. Esa es mi
5 teoría acerca de por qué él lo hace. Ha descubierto
que el dolor lo hace evadirse durante un tiempo
corto. Supongo que él necesita eso a menudo.

Stan apretó los labios en una fina línea de


desaprobación.

Shawn me envió un mensaje, ¿Tú lo necesitas?

No, no, le escribí. No necesito huir más.

—Bien, —dijo Shawn. Me cogió la mano y me besó los


nudillos. Sonreí. Stan hizo un sonido de impaciencia.

—¿Por qué no llama? —Él pasó la mano por su cabeza.


Su cara de niño se veía vetusta. Podría decir cualquier cosa
de Stan, pero él se preocupaba por Jordan, y estaba
tomando esto muy en serio.

—Jordan es complicado, —le recordé—. Él no es como


los demás. Está enfadado, dolido, decepcionado y asustado.
Y todavía se siente culpable. Nunca ha sido capaz de
enfrentar eso.

—Tenía la esperanza de que podría ayudarle, —


murmuró Stan. Parecía que estaba haciendo esto más por
él que por Jordan. Algo que me hizo enfadarme más de lo
estrictamente necesario, así que me levanté y me acerqué
a la ventana.

La tormenta rugía en el exterior y el agua empezaba a


filtrarse por debajo de las puertas. Cogí algunas toallas y
las puse sobre los charcos.
23
6 —Tengo que hacer algo, —dijo Julie detrás de mí—.
Voy a mi oficina y empezaré a llamar a los hospitales de la
ciudad.

Bill se puso de pie. —Voy contigo. —Salieron juntos,


cogidos de la mano, y me dejó a solas con Shawn y Stan.

Miré a los ojos de Shawn y no pude dejar de poner los


míos en blanco.

—Creo que voy a ir de nuevo a mirar a tu


apartamento, por si acaso, —dijo Stan, levantándose y
dirigiéndose a la puerta. Aparté las toallas y lo dejé salir, y
luego cerré la puerta y apoyé la cabeza contra el cristal. En
un instante, me sentí abrigado por los brazos de Shawn.

—¿Por qué no tocas para mí? —Preguntó—. Mientras


esperamos. —Mi violín estaba escondido detrás de la barra
donde lo había puesto cuando había llegado aquí desde el
trabajo—. Hará que dejemos de pensar en ello.

Me senté en uno de los cómodos y mullidos sillones de


mi hermana con mis pies en alto y la cabeza reposando.
Podía poner el instrumento sobre mi hombro con Shawn
descansando su cabeza junto a él, y él sentiría la música
como si estuviera tocando. Nos sentamos de esa manera
mientras tocaba Concierto para violín en mi menor de
Mendelssohn hasta que Stan volvió.

Se sentó tranquilamente en una silla al otro lado de la


habitación. Cuando me detuve, Stan dijo: —Eres muy
talentoso.
23
—Gracias. —Empecé a guardar el instrumento.
7
—No te detengas por mí. Me parece bien... calmante,
—admitió.

Seguí, tocando cualquier pieza que me venía a la


mente. A veces era difícil escuchar la música a través de la
tormenta. Después de un tiempo, Julie salió y se sentó con
Stan. Sentí a Shawn empezando a dormirse, relajando su
cuerpo y su respiración. Su gran mano con sus muchos
anillos se movió hacia mi regazo de una manera
perfectamente inocente. A la derecha de mi miembro. Me
hizo sonreír, pero no dejé de tocar.

Hubo un ruido fuerte en la oficina, y Bill se apresuró a


salir. —Lo he encontrado, —dijo—. Él está bien. Al menos
es como creo que está.

Dejé de tocar tan abruptamente que el movimiento


despertó a Shawn. Yo le deletreé con los dedos “Jordan” y
“encontrado”. Entonces moví mis manos hacia arriba y
hacia abajo como si estuviera balanceándolas algo para
indicar “tal vez”. Agradecí silenciosamente a Mary Lynn por
enseñarme ese signo.

—Estaba en un club privado de BDSM como invitado


de uno de los miembros, —dijo Bill, y yo saqué mi teléfono.

Shawn lo cubrió con su mano y dijo: —Más tarde. —


Asentí con la cabeza.

—Estaba revuelto, —Bill estaba diciendo—. Él no


quería irse cuando se lo pidieron. Sentían que había tenido
23 suficiente, y él empezó a discutir.
8
Me encogí. Esperaba por todos los demonios que no
hubiera hecho nada que pudiera hacer que volviera a la
cárcel.

—Lo echaron a la calle, —continuó Bill—. Y llamaron a


la policía.

Mi corazón se hundió. —¿Está en la cárcel?

—No, —dijo Bill—. Está en el hospital. Él está bien. Él


pidió que lo llevaran allí.

—¿Qué? —Pregunté. Estaba tratando de dar sentido a


todo lo que Bill me estaba diciendo, pero no estaba claro.
Yo estaba cansado y había tenido un día muy emotivo.
Sentí que mi violín comenzaba a deslizarse entre los dedos
y di un salto, sólo para darme cuenta que Shawn estaba
tratando de cogerlo para ayudarme a guardarlo. Le sonreí y
él se inclinó para darme un beso en la mejilla.

—De acuerdo con el oficial que atendió la llamada, —


dijo Bill— Jordan dijo que sentía que debería ir al hospital.
Pidió un ingreso voluntario.

Negué con la cabeza. No lo entendía. —Quiero verlo.

—Te llevo, —dijo Bill, colocándose su abrigo—. Es


posible que me necesites. Es una noche bastante
inadecuada para conducir. Voy a traer mi camioneta hasta
aquí. —Abrió la puerta y salió a la calle donde la lluvia
azotaba. Yo estaba entumecido o me habría dado cuenta de
lo que había dicho. Una enorme camioneta negra
iluminada como un vehículo de emergencia se detuvo. Me
23
quedé mirándolo en estado de shock. Stan se dirigía ya
9
hacia la puerta para encontrarse con él, y mi hermana
estaba esperando que nos fuéramos para que ella pudiera
salir la última y cerrar. Me quedé inmóvil al instante, la
conciencia de que todos estaban esperando no había sido
asimilada todavía. Miré la camioneta negra, y el peor día de
mi vida se repitió una y otra vez en mi cabeza como una
canción de la que no podía deshacerme.

Di un gran paso hacia atrás, casi empujando a Julie en


el proceso. Stan y Bill me miraban desde el interior del
vehículo. Sólo Shawn entendía lo que estaba pasando.

—¿Podemos tener un minuto? —Preguntó a mi


hermana, que me miraba como si yo fuera un extraño.

—Tengo que cerrar. —Ella agitó las llaves.

Shawn se las cogió y le dijo: —Ve, voy a cerrar.


Quiero hablar con Cooper.

Julie se deslizó bajo la lluvia, saltando dentro de la


furgoneta y cerrando la puerta tras de sí para mantener la
lluvia fuera. Las luces iluminaban el rostro de Shawn.

—¿Quieres ir? —Me preguntó simplemente.

Asentí con la cabeza.

—Pero tienes miedo.

Asentí de nuevo. Movió mi frente y luego me besó


como un soldado en el Día de la victoria sobre Japón. —
Mejor supéralo, entonces. Necesitas estar ahí por Jordan, y
24 no vas a poder ir en moto en una noche como esta. Tienes
0 que recordar que es importante.

Para ser alguien que nunca me había oído hablar me


entendía perfectamente.

Empecé a sentir pánico y me puse a discutir, pero él


me empujó desde la puerta hacia la lluvia. Volvió a cerrar la
puerta detrás de él, y tuve que correr hacia la camioneta
porque todavía tenía mi instrumento, e incluso en su
estuche, mi instinto de conservación era más poderoso que
el miedo. Pero sólo hasta que me metí en la camioneta.
Una vez allí, me encontré sentado junto a Stan mientras
Shawn se sentaba en el otro lado, y empecé a tener la
madre de todos los ataques de pánico.

—Conduce, —Shawn le dijo a Bill, que se había vuelto


para mirarme cuando entré. Bill arqueó las cejas, pero no
dijo nada, volviendo hacia delante, arrancando, y en
dirección a la carretera camino de la ciudad.

—¿Qué es lo que te pasa? —me preguntó Julie.


Mantuve mis ojos cerrados. Yo estaba temblando y gotas
de sudor resbalaban por mi piel. Era completamente inútil
explicar. Stan me miraba como si yo fuera un experimento
científico, pero Shawn lo sabía y trató de ayudarme. Me
aplasté contra él y me susurró al oído una tontería.

—Lo estás haciendo muy bien, —dijo—. Respira,


cariño.

Puse mi cabeza en su hombro y él no paró de hablar.


Al principio tuve que jadear en busca de aire para controlar
las náuseas que sentía, pero todo lo que podía oler era la
24 piel de Shawn, todavía húmeda por la lluvia, el calor y la
1 riqueza de su esencia del momento perfumada con comida
italiana, café y mis cigarrillos. Me hundí en eso, inhalando,
dejando que me rodeara y me engullera. Sus labios junto a
mi oído, jugando con mi piel allí, y las palabras que decía,
todo conspiraba para hacerme sentir, si no cómodo, capaz
de soportar los cuarenta y cinco minutos que nos llevó para
llegar al hospital de la ciudad.

En el momento en que llegamos allí, estaba tan


ansioso que podría haberme derrumbado. Estaba cubierto
de sudor y estoy seguro de que apestaba. Tomé como una
victoria que no estuviera cubierto de vómito. Me tropecé
torpemente sobre Shawn al salir de la camioneta y caí en
un charco de lluvia sobre el pavimento en el camino de
salida. Yo podría haber estado llorando.

Julie y Shawn me recogieron mientras que Stan y Bill


se situaban alejados, tratando de no mirar.

Shawn dijo algo al oído de Julie y ella me miró como si


me hubieran crecido dos cabezas. Sin embargo nadie dijo
nada, y nos tropezamos a través de la lluvia hacia la
entrada de emergencia del hospital. Una indicación de mi
estado de ánimo era que había dejado mi instrumento en la
camioneta porque normalmente nunca lo dejaba en un
automóvil.

La historia pasada y todos los kilómetros recorridos


24 me habían hecho desconfiar de la policía. Nunca me había
2 sentido orgulloso de la forma en que mis ojos miraban al
suelo cuando había policías alrededor, pero nunca fui capaz
de cambiar. Pero tener a Bill allí en uniforme nos dio el tipo
de credibilidad que necesitaba para obtener información e
hice una promesa de no dar ninguna idea preconcebida
para cuando viera algún policía en uniforme. Bill habló en
voz baja, pero con respeto a los empleados de admisión de
la sala de emergencias y les dijo que estaba allí por Jordan
Jensen. Pidió permiso para verlo, y cuando regresó vino con
la noticia de que quería verme, y sólo a mí, en privado.

Stan se sentía devastado, y estaba cubierto por una


preocupación religiosa. Trató de decirme qué rezar y cómo
hacerlo y me rogué a mí mismo el preguntarle por qué lo
había permitido, pero hubiera sido menos honesto si estaba
de acuerdo. Mientras caminaba por el sobrio pasillo, me
preocupé de si pude haber sido demasiado duro con Stan,
pero en general me sentí admitiendo que iba a ver a
Jordan, y no estaba dispuesto a tratar de vender a Stan
como una respuesta a sus problemas.

Entré en la minúscula habitación. Era una sala de


rehabilitación, que contenía una pequeña cama, una mesita
de noche, una mesa pequeña y una silla. No contaba con el
equipo médico de una sala de hospital tradicional, ni
tampoco con el toque personal de una tranquila y espaciosa
habitación. Sólo con verla me hizo desear un cigarrillo y
una taza de café.

Jordan estaba acostado en su pequeña cama, de cara


a la pared. Sabía que me iba a decir cuando entrara. No era
cauteloso. Sin embargo, él no reaccionó, y decidí sentarme
24 en la pequeña silla tipo oficina y empezar a pensar.
3
—¿Has venido en moto con esta miserable tormenta?
—Dijo al fin.

—He venido en la camioneta de Bill con Stan, Shawn,


y Julie. Estamos todos aquí. Mary Lynn estaba preocupada.
Le dije a Bill que la llamara.

Se dio la vuelta y me miró fijamente, con fuerza. —


¿Te montaste en la camioneta de Bill?

—¿Cómo crees que pude haber llegado aquí sano y


salvo?

Sus ojos brillaban. Se volvió y se acostó boca arriba.


—Debes pensar que soy un idiota, —dijo.

Me froté la cara. A veces me quedaba parado sin saber


qué decir.

—No importa lo que haga, Bobby sigue estando


siempre ahí.

—Lo está, —estuve de acuerdo.

—No es lo mismo para ti, —contestó.

Yo no señalé que él me provocaba lo mismo. Que él


había querido que yo hubiera sido el responsable de la
muerte de Bobby por completo. —No puedes saber eso.

—Si lo sé, —dijo susurrando—. A pesar de que traté


de hacer que todos pensaran… —Él suspiró—. Lo sé.
24
Me levanté y fui a pararme al lado de su cama,
4
mirándole. Parecía pequeño, y de alguna manera, supe que
no volvería a verlo como un hombre adulto. Él siempre
sería Jordie, el chico que amaba. El hermano que quería. El
amante que había perdido en el alcohol, la confusión y la
tragedia. Me tumbé detrás de él y tiré de él a mis brazos,
encajando nuestros cuerpos juntos con cuidado porque
siseó de dolor. Yo le dije todo lo que quería saber él de mí y
de nosotros. Le rogué que me escuchara, y finalmente,
comprendiera.

Era de madrugada cuando por fin se quedó dormido.

24
5
Lo primero que hice fue salir del edificio para fumar un
cigarrillo. Esto severamente molestó a Stan, que había
estado esperando toda la noche para ver a Jordan.

—No quiere ver a nadie, —le dije. Pude ver que no me


creía, pero yo estaba cansado y no me importaba una
mierda.

—Él te vio —Stan me señaló.

¿Cómo de cansado tienes que estar para sentir que


pateas a un miembro de la iglesia? —Bueno, sí, Stan.
Porque yo no soy cualquiera, —le dije, dándome la vuelta.

Shawn salió de la puerta principal y se abrió paso a


través de la crepitante tensión para situarse de pie a mi
lado. ¿Cómo está? Preguntó, sacando su teléfono. Él puso
su mano libre en mi hombro y apretó un poco, pensé, para
hacerme saber que debía controlarme.

Enfadado, le dije, para beneficio de Stan, mientras


escribía a Shawn, arrepentido, culpable, deprimido.

24 Shawn se inclinó y puso sus labios sobre mi cuello y lo


6 acarició con un suspiro, tirando de mí hacia él. —Lo siento,
—susurró.
Di una profunda calada a mi cigarrillo, esperando que
ayudara a detener el temblor de mis manos. Luego, le volví
a escribir. Lo leyó por encima de mi hombro, así que no me
molesté en enviarle nada.

Bill salió del hospital a unirse a nosotros, tirando de mi


hermana detrás de él. Tenía marcas en la cara donde había
dormido sobre él, su botón de uniforme se había
impresionado en su mejilla debajo del ojo derecho. Ella
todavía se veía cansada.

—Jordan quiere que nos vayamos a casa, —les dije,


resumiendo toda la conversación que tuve con él—. No
quiere ver a nadie. Quiere ir a Hazelden y empezar la
rehabilitación otra vez. Dice que no fue honesto la primera
vez, cuando estuvo en la cárcel. No va a volver a River
Falls.

Sentí como el Pastor Stan se tensaba a mi lado. Desde


que había tomado a Jordie como un caso personal, sólo él
lo podía tomar de esa manera.

—Estoy seguro de que si pudiera hablar con él… —Él


echó a andar hacia las puertas del hospital.

Bill le cogió del brazo. —Si él no quiere verte, no


puedes…

—Él me verá, yo sé que me verá. ¿Quién eres tú? —


Me preguntó, volviéndose y atravesándome con una mirada
24 pícara—. Sólo su colega de borracheras. Por supuesto que
7 me va a ver, yo le ofrezco el agua de la vida del propio
Salvador. —Podría haberse auto justificado. Él también
podía haber estado en lo cierto, pero mientras Jordie se
sintiera deshonesto consigo mismo, no importaba. Si él iba
a decir la verdad, en fin, yo era todo para él. Y yo no creía
que pudiera hacer eso con nosotros alrededor. Jordie me
había pedido que le dejara, era duro, pero tenía razón. Y yo
lo amaba lo suficiente como para hacerlo.

Sin embargo, en cuanto a Stan, sentí pena por él.


Estaba buscando algo para decirle y que pudiera hacer que
se sintiera mejor cuando mi hermana dijo: —¡Oh! Por el
amor de Dios, cállate de una vez, —y pasó junto a él hacia
la camioneta.

No creo que alguna vez la hubiera querido más.

Bill nos dejó a Shawn y a mí frente al apartamento


que compartía con Jordan. No fue fácil, pero no hice un
calvario cuando volví en la camioneta. Los ataques de
pánico parecían ser capaces de pasar por alto mi cerebro y
dirigirse directamente a mi sistema nervioso, por lo que
cuando salí del vehículo, todavía estaba húmedo por el
sudor y desdibujado por temblorosas respiraciones. Me di
cuenta de mi hermana, Bill y Stan, y cogí la mano de
Shawn para entrar.

Me sentí muy mal. Tan pronto como entré, sabía que


24 era sólo cuestión de unos pocos días antes de que yo
8 abandonara el apartamento por completo. En realidad
estaba esperando no tener que pasar otra noche bajo este
techo. Shawn se topó con mi espalda cuando dejé de andar
hacia adelante.

—¿Qué? —Preguntó.

Saqué mi teléfono para enviarle un mensaje. No podía


esperar hasta poder aprender lo suficiente del lenguaje de
señas para evitar la necesidad de este interfaz entre
nosotros. No puedo quedarme aquí.

? Me contestó.

Yo no pertenezco a este lugar, le mandé un


mensaje de texto. Nunca lo he sido.

Shawn sonrió un poco. Coge lo que necesites y


vente conmigo.

Sacudí mi cabeza. Tengo que asearme. Él se movió


para poder leer por encima de mi hombro. Tengo que
hacer las maletas. Llevar sus cosas a casa de su
madre. Tengo que darle la noticia y…

Su mano se cerró sobre la mía y su boca descendió


sobre mis labios. —No, hoy no, —dijo.

Me di cuenta de que podría estar en lo cierto cuando


su mano se desvió hacia mi trasero. Agarré mi casco y el
de Jordie para Shawn, y nos dirigimos hacia el hotel
Comfort Inn en mi moto.

Lo que comenzó en el vacío ascensor, siguió por el


24 pasillo desierto hasta llegar a la habitación de Shawn. La
9 pequeña luz roja en la cerradura de la puerta se puso de
pronto verde, tiró del pomo y nos adentramos a través del
pasillo, rozándonos y tanteándonos el uno al otro hasta que
casi nos caímos. Empujó mi espalda contra la puerta y
quedó claro por qué los hoteles atornillaban el cartel de por
su seguridad según el plan de evacuación establecido por el
gobierno, en lugar de simplemente colgarlo de un gancho.
Estaba empujando contra mí fuerte, y yo estaba
completamente de acuerdo con él, desesperado por llegar a
un pequeño trozo de su piel para lamerlo, chuparlo o
morderlo.

Envolví mis piernas alrededor de su cintura cuando


deslizó sus manos hacia abajo para acariciar mi trasero.
Hundió los dedos, jugando con mi entrada, y cuando me
empujé con fuerza contra él en respuesta se tambaleó
conmigo sobre la cama. Nos dejamos caer de forma poco
elegante, pero se sentía tan jodidamente bien sentirlo
fuertemente contra mi cuerpo otra vez que jadeaba y
luchaba por algún tipo de dominación. No dejaría que le
dominara, sin embargo, deslizó sus manos dentro de mis
pantalones y agarró mi desnuda piel.

Rodamos, se estiró y se retorció, y atrajo mi rodilla


contra sus testículos para darle un poco de fricción cuando
vi el lubricante y los condones en su mesilla de noche.
Extendí la mano para poder agarrárselos. La suerte quiso
que en ese preciso momento me diera la vuelta, abriendo
mis piernas para llevarlas contra mí, y quité la gruesa
colcha de cretona, echándola al suelo con la cabeza.

—¡Joder! —alargué una mano mientras me caía,


25 golpeando la lámpara de la mesa en medio de una lluvia de
0 chispas y cristales rotos de la bombilla. Cuando Shawn
trató de atraparme, se deslizó a lo largo de encima de mí,
rozándome fuerte con su cuerpo sobre el suelo del hotel.
Shawn me agarró rápidamente y rodó conmigo, hasta
que yo estuve encima de él y ambos estábamos jadeando,
con el corazón golpeándonos en el pecho.

Shawn yacía debajo de mí, parpadeando. Por último,


suspiró. —Eso estuvo bien.

Intentamos un acercamiento más pausado hasta que


el hielo detuvo la hemorragia de mi cuero cabelludo. Me
senté a horcajadas en el regazo de Shawn mientras
sostenía el hielo en su lugar y nos besamos... No sé si tenía
una conmoción cerebral, y eso es lo que lo hacía parecer un
sueño, pero la calidez y la sólida sensación de estar allí,
por fin, con Shawn, con la intención de ir a casa a California
juntos, sin necesidad de palabras… me robó el aliento.
Algún programa de televisión estaba tocando música, y yo
tarareaba la melodía en su piel. Él me balanceaba a medida
que nos rendíamos a nuestros sentidos. Entonces empezó a
desvestirse, y me sacó la camisa, o más bien su camisa,
por encima de mi cabeza. Pusimos el hielo en el lavabo, nos
quitamos el resto de la ropa y por acuerdo tácito nos
volvimos a la cama.

Yo sabía que no quería acostarme. Me dolía la cabeza,


y estaba asustado de que la herida sangrara de nuevo. Por
otro lado estaba sonrojado y excitado y no había nada en el
25
mundo que yo quisiera más que me tomara Shawn. Se
1
sentó en la cama y cogió los condones y lubricante.
Evitamos los cristales rotos en el suelo mientras me subía a
la cama. Cuando me puse a horcajadas sobre él, me
empujó colocándome a cuatro patas. Rozó sus manos sobre
mi trasero y comenzó a besarme y a lamerme, deslizando
esa lengua hábil y talentosa por la espalda y en mi entrada,
jugando con ella. Pellizcó mis nalgas y sopló ligeramente,
dándome un fresco y delicioso escalofrío sobre mi húmeda
piel, y cuando apuntó con su lengua y empujó dentro de mí
pensaba que me iba a morir.

—Oh, Shawn, —gemí. Dejé caer mi cabeza hacia


adelante, haciendo que me doliera intensamente—. Shawn,
no quisiera…

Los dedos de Shawn reemplazaron su boca, él


masajeaba mi abierto trasero, agarrando el lubricante con
la otra mano y deliberadamente dejando caer el frío gel
sobre mí mientras se introducía dentro de mí con su mano.
Metió un dedo y luego otro, embadurnados de lubricante, y
sus dedos comenzaron a deslizarse y a curvarse hasta que
me hizo retorcerme contra él como un niño.

Me di la vuelta para arrastrarlo hacia mí y le oí


arrancar el envoltorio de un condón con los dientes.

—Oh, sí. —Giré mi cabeza y cogí su miembro. Dio una


palmada en mi mano con una sonrisa, y luego rodó el
condón hacia abajo y tiró de mí hacia atrás, jugando con su
sexo en mi trasero. Me empujó de nuevo a medida que
avanzaba, sosteniéndome firme, mirando cómo se hundía
en mí. Él gimió y tiró de mí hacia arriba, con mi espalda
25
contra su pecho, me llenó y me estiró hasta que pensé que
2
me desmoronaba. Agarré la parte superior de la cabecera y
me sostuve. Sus manos exploraban mi torso, y luego cogió
mi miembro y los testículos.

Dejé que marcara el ritmo. A veces se introducía hasta


el fondo con fuerza, y en ocasiones se movía
lánguidamente, lento y profundo. Parecía que estaba
menos interesado en hacia dónde íbamos que cómo
habíamos llegado allí.

Sabía que iba a volver a California y vivir lo que la vida


quisiera que viviéramos. Sabía que iba a quedarme con él
durante todo el tiempo que me dejara. Yo sabía que iba a
aprender a hablar su lenguaje y amar a sus amigos, y que
yo podría añadir riqueza y significado a su vida, al igual que
él a la mía, sólo aceptándole de lleno y aferrándome a él.

—Te quiero, —gruñó mientras me estremecía durante


el clímax. Él me atrajo hacia él con tanta fuerza que casi
grité. Él bombeó mi sexo con pereza, yo seguía cabalgando
sobre una oleada de sensaciones mientras él descargaba su
propio orgasmo y llenaba el látex dentro de mi cuerpo.
Empujó su frente en la parte carnosa de mi hombro y
presionó con fuerza, sacudiéndose todavía en mi interior—.
Te quiero, te amo, te amo, —murmuró contra mi piel. Volví
mi mano hacia atrás para coger su cabeza, queriendo
retenerlo también, con todas mis fuerzas.

25 Al final, todo lo que tenía todavía cabía en cuatro cajas


3 de almacenaje. Envié las cajas al Bar Nacho‟s desde el
mismo almacén de la UPS en el que Jordie había trabajado.
Me despedí de Shawn desde el aeropuerto de St. Paul en
Minneapolis el fin de semana siguiente. Eligió volar en lugar
de viajar en la parte trasera de mi moto y aunque me
maldijo una y mil veces por no hacer el viaje de vuelta en
coche, yo todavía lo amaba.

Vi a Jordie establecerse en Hazelden. Estaba rendido.


Se sintió estúpido por no estar enganchado, y ¿quién
demonios va a rehabilitarse estando limpio? Sin embargo,
me dijo en privado que él siempre estaba a sólo dos pasos
de un colapso total y que pensó que le gustaría ver si podía
superar eso. Lo admiraba por su valentía. Probablemente
no me habría creído, así que no se lo dije.

De todos modos, no tuve la oportunidad porque me


echó. Estaba sonriendo cuando lo hizo, pero eso no lo hacía
más fácil. Me dijo que tenía que empezar a pensar en
términos que no me incluyeran. Le deseé buena suerte con
eso, y que Shawn y yo íbamos a venir a verlo,
probablemente en Navidad.

—Oh, sí, —dijo Jordie con una voz cansada alrededor


de un delgada bocanada de humo de su cigarrillo—. Porque
la Navidad en Minnesota son las vacaciones de ensueño de
una pareja. Quédate y cimenta tu vida allí, —me dijo—.
Pasaré a visitarte cuando esté listo.

Lo abracé contra mí fuerte, y él me correspondió


enseguida.

—Me das esperanza, Coop, —me dijo, mientras se


25 alejaba de mí.
4
—¿Para ti? —le pregunté—. Tengo toda la esperanza
del mundo. —Yo quería quedarme. Yo quería estar allí y
dejar que se apoyara en mí. Yo quería darle mi fuerza,
tanta como fuera, y mi última gota de sangre si eso es lo
que hacía falta. Hizo ese molesto movimiento con el puño
que la gente hacía cuando querían molestarte y entonces
me dejó marchar.

Oh, joder, repetía en mi cabeza hasta que llegué a mi


moto. Todo lo que necesitaba para los próximos días estaba
allí, sólo una pequeña bolsa de lona y mi violín, atado en él.
Yo también estaba listo para irme.

Pero me dolía.

Le dije: —Volveré —al estilo de Arnold


Schwarzenegger antes de que saliera por la autopista I-90,
que atraviesa los estados de las llanuras del norte. Sabía
que nunca me sentiría del todo bien hasta que pudiera ver
a Jordan recuperado. Estábamos conectados de algún
modo. A medida que pasaban los días, sin embargo,
atravesé todo el país a través de los interminables
kilómetros de campos bajo el ancho cielo abierto, empecé a
mirar hacia adelante para llegar a casa. Y ninguna parte
podría ser mi casa de nuevo, salvo San Ignacio.

Tomé la autopista hasta llegar a Seattle, y luego bajé


por la I-5 y la carretera estatal hacia California, por la
autopista del pacifico oeste. Hice el recorrido en un tiempo
razonable. Sabía que de ninguna manera podría ser que
Shawn me estuviera esperando cuando llegara, sucio y
cansado, y aparqué mi moto en el estacionamiento de
25
Nacho‟s. El aire era fresco con un sabor salado y soplaba en
5
mi cabello enmarañado cuando me quité el casco. Mil olores
emanaban de la barra, pero la mayoría de ellos los había
olvidado, esa mezcla de comino y cebolla y el olor aceitoso
de freír patatas, me golpeó en la nariz como una mañana
de Navidad.

—Bueno, dichosos los ojos que te ven, —dijo Jim,


llegando al extremo de la barra para darme un abrazo de
oso—. ¿De verdad eres tú?

—El mismo, —le dije, mientras trataba de cortarme la


respiración.

—Tengo que llamar a Alfred, hicimos una apuesta


entre nosotros, y la gané. Bueno… —dudó— ¿has venido
con intención de quedarte?

—Sí. Si puedo. ¿Puedo quedarme arriba de nuevo, o


tienes un nuevo caso de mala suerte en el que estés
trabajando?

Jim giró los ojos. —El único caso que veo difícil, —él
sacudió mi „instrumento‟— es éste. Bienvenido a casa, hijo.

—Me alegro de estar de vuelta. —Yo no podía


ayudarme a mí mismo. Mis ojos viajaron hasta los bordes
de la barra en busca de Shawn.

—Él no está aquí en este momento, pero estará de


vuelta pronto, —dijo Jim—. Lo mandé a buscar unas cosas
a la tienda de suministros de oficina. Tienes tiempo para
ducharte, si eres rápido.

Yo no lo dudé. Salí y cogí mi bolsa antes de volver de


25 nuevo y subir corriendo las escaleras. Me di una ducha
6 rápida y un afeitado rápido, y luego me puse la ropa y fui
en busca de Shawn. En el camino fui interceptado por un
número de personas, y me detuve a ver a Oscar y Tomás,
cuyo buen humor se volvió exuberante cuando se enteraron
de que estaba en casa para quedarme.

—Hey, M'hijo, —dijo Oscar, y me dio un cariñoso


abrazo— esto no ha sido lo mismo, chico.

Tomás me cogió desde atrás, tomándome el pelo. —


Sí, hermano, ¿dónde vas a poner los cuchillos? Hemos
estado comprando la verdura preparada. Demasiado mal
que no tengas trabajo aquí no más.

—Así es como hablas, —criticó Oscar—. ¿No sabes


Inglés? Demasiado mal que no tengas trabajo aquí no más,
idiota.

—Cuando tienes razón, tienes razón, papi. Qué


diferencia hace una palabra. Demasiado, muy espléndido12.

Oscar me siguió a la playa cuando salí a fumar. —Es


bueno tenerte de vuelta, M'hijo, —me dijo, burlándose todo
el tiempo mientras nos encontrábamos con nuestros
cigarrillos en el paseo marítimo—. ¿Sabes que están
tratando de prohibir fumar aquí en la playa y en el paseo
marítimo? Jodidos vigilantes sanitarios.

—De todos formas, es hora de dejarlo, Oscar. Ya no


somos tan jóvenes, —le dije. No me gustaba la idea de
dejar de fumar, pero la idea de exponer a Shawn al humo
del tabaco cuando fumaba me gustaba aún menos.
25
Oscar suspiró. —Supongo que sí, —dijo—. Odio hacer
7
lo que me imponen.

12
N de T: Muy espléndido, dicho en español en el original .
—Estaba pensando en dejar de fumar antes de que
alguien me lo dijera, —le dije—. ¿Debería conseguirte
algunos parches de nicotina también? —Debo admitir que
estaba haciéndole una broma, pero parecía como si a él
pudiera gustarle la idea. ¿Qué puñetas? Estrujé el paquete
de cigarrillos y lo arrojé a la basura—. Más dinero para mí,
hombre. Piensa en lo mucho que nos ahorraremos.
Después de que hayamos terminado con los parches. ¿En
qué vas a gastarlo?

Oscar no lo dudó. —En condones y lubricante. Tomás


quiere que cumpla con cualquier tipo de promesas. Creo
que voy a dejar que piense sobre eso durante un tiempo.

Me eché a reír. —Buena idea, —le dije. Por el rabillo


del ojo vi el Toyota Camry blanco de Shawn acercarse, el
que pertenecía a su hermana, pero que conducía a veces.
Se levantó y comenzó a sacar las cajas del maletero. Me di
cuenta en el momento exacto en que se dio cuenta de que
mi moto estaba aparcada en el estacionamiento. No fue
muy difícil. Él dejó todo sobre el pavimento y vino corriendo
directamente hacia mí. No se detuvo hasta que me cogió y
me echó los brazos al cuello, tuve que ocultar mi rostro en
su hombro porque todo el mundo me miraba por razones
equivocadas.

Puse mis brazos y piernas alrededor de él y dejé que


me llevara dentro y subimos las escaleras. Al fondo se
podían oír risas y bromas inocentes. Oí a Jim quejándose de
25 tener que recoger sus suministros de oficina tirados en la
8 acera del aparcamiento, y amenazando con llamar a Alfred
para explicar la importancia de los cuadernos y las tiras de
post-it.
—St. Nacho, chico, —oí decir a Oscar—. ¿Qué vas a
hacer? Todo el que pone un pie en esta ciudad cambia.

—Sí, —dijo Tomás—. Pero los listos como tú, papi, solo
cambian lo justo.

—Tengo noticias para ti, listillo, dejé de fumar.


Prepárate para ser mi nuevo apoyo.

Resoplé.

Shawn cerró la puerta y echó la llave. Nos quedamos


así, encerrados juntos en un reconfortante abrazo, durante
un rato.

Él se apartó lo suficiente para que pudiera ver mis


labios. —¿Estás contento de haber vuelto?

Suspiré y le lamí un camino hasta el cuello. Sabía


salado y delicioso. Respiré profundamente y luego me
encontré con sus maravillosos ojos marrones dorados.
Llevé mis manos a sus hombros, preparado, por fin, a
poner en práctica todas las cosas que había aprendido de
los libros que Mary Lynn me había dado. Comencé a
gesticular, a partir de: “Me alegro de estar en casa”, pero él
me agarró de la mano, me levantó y me dejó caer en la
cama.

Hizo una pausa y durante ese intenso minuto me


sonrió cálidamente. —Hablas demasiado.
25
9
Z. A. MAXFIELD

Z.A. Maxfield pertenece a la quinta generación de


antepasados oriundos de Los Ángeles, aunque ahora vive
en el Condado de Orange. Ella comenzó a escribir en 2006
por una apuesta de sus hijos y nunca ha vuelto atrás.
Patológicamente desorganizada, y eternamente optimista,
escribe todo lo que puede, lee tanto como se atreve, y
disfruta de su tiempo con la familia y los amigos. Si alguien
le pregunta cómo una esposa y madre de cuatro hijos se
las arregla para encontrar tiempo para ser escritora, ella
responde: Es increíble lo que se puede hacer si renuncias
totalmente a las tareas de la casa.

Echa un vistazo a su página web en


http://www.zamaxfield.com

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Perversa

Odie

Isolde

Idhum
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1
No olvides comprar los libros de tus autores
preferidos, sabes que sin ellos estas bellas historias
no las podríamos leer.

Marzo 2013

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