El jueves santo de 1954 se perdió la avioneta de Ramella
Vegas Hace 65 años cuatro venezolanos desaparecieron en una aeronave que sería buscada por muchos meses. Nunca se supo qué fue de ellos ni donde reposan los restos.
Milagros Socorro
El derrumbe. En diciembre de 1895, El Cojo Ilustrado reporta “el lamentable
accidente ocurrido en la esquina de Gradillas”, donde los señ ores Ramella construían una casa de dos pisos “que se desplomó antes de estar concluida”. La nota iba acompañ ada de una fotografía que mostraba lo que quedaba de la lujosa fachada a medio desmoronar y las largas barras de madera que debieron sostener la estructura y ahora estaban descuajaringadas, en desoladora exhibició n contemplada por la multitud que había llegado atraído por el desastre. Los señores Ramella. En 1895, cuando la mansió n que nunca llegó a inaugurarse se reduce a escombros, la expresió n “los señ ores Ramella” aludía quizá a los hijos de “don” Pablo Ramella (se dice Ramela, con una ele, porque el apellido le venía de su padre, José Antonio Ramella Ferrari, natural de Genova). Pablo Antonio Ramella Pérez había nacido en 1829 en las Islas Canarias. Debió llegar joven, puesto que casó en 1851 con la venezolana, Ignacia Martínez Echenique, tres añ os menor que él. Esta pareja tuvo tres hijos, dos varones y una mujer, pero solo uno se ocupó de los negocios a la muerte de don Pablo, quien, por cierto, se ganó a pulso su ingreso en la historia de Venezuela, puesto que es el creador del pan de jamó n, que hacía con sobras del jamó n planchado que llegaba en barco en diciembre. Por eso, esa delicia quedó en el repertorio de la gastronomía navideñ a. Lucas Ramella Martínez. Nacido en Caracas el 11 de marzo de 1855, Lucas Ramella Martínez tiene una entrada en el Diccionario de Historia de Venezuela de Empresas Polar como “Empresario y filá ntropo. Pionero de la industrializació n maderera y panificadora en Venezuela”. Se inscribió en Medicina en la UCV, pero interrumpió los estudios para incorporarse como administrador de la panadería Ramella, fundada por su padre en 1852. Y dos añ os después, en 1882, padre e hijo fundaron el primer aserradero de Caracas, entre las esquina de Solís a Marcos Parra. Tras la muerte de don Pablo, a los 56 añ os, en 1885, se puso al frente de las dos empresas, que convirtió en puntal de modernizació n. El aserradero sería el primero en Venezuela que usó má quinas a vapor (1887) y la panadería, la primera en introducir procedimientos industriales en el ramo de la panificació n (en 1907, fueron pioneros en el uso de má quinas para hacer pan, que hasta ese momento se amasaba a mano). Llegó a tener seis sucursales en Caracas, con lo que también fue un adelantado en el establecimiento de cadenas de comercializació n. Al entrar el siglo XX, Pablo Ramella Martínez era uno de los empresarios má s importantes del país. Y era conocido también por su generosidad. Por má s de 20 añ o donó el pan que se consumía en el Leprocomio de Caracas; y cuando abrió una fá brica de muebles, La Opinió n Nacional informó , en su edició n del 17 de julio de 1883, que “Los señ ores Ramella” habían “mandado al Asilo de Huérfanos las primicias de la fá brica de sillas por má quina que tienen establecida en esta capital. Dichas sillas son de cedro, apamate y caoba, y su labor de una perfecció n admirable”. Una mano caritativa. Ayudar al desvalido era costumbre familiar. En 1885, cuando un terremoto sacudió buena parte de Españ a, la sociedad de Caracas (y no el gobierno) formó un Comité de Ayuda para socorrer a los damnificados en Andalucía, regió n especialmente castigada por la catá strofe. “Las noticias de Granada y Má laga”, dijo La Opinió n Nacional, el 11 de febrero de 1885, “son desastrosas. El frío y el hambre ponen fin a la vida de todo el que se ha salvado de la catá strofe. Los niñ os perecen por centenares por falta de abrigo, alimentos y hogares, pues las terribles nevadas destruyen las improvisadas barracas...”. Entre los promotores de la recaudació n benéfica estaba Pablo Ramella Pérez, quien iba a morir ese mismo añ o. El incendio. Vimos ya que en diciembre de 1895 la casa de los Ramella se vino abajo como un castillo de naipes. Pero unos meses antes, ese mismo añ o, un incendio había arrasado su aserradero. Lucas Ramella Martínez decidió no seguir en el negocio maderero y optó por construir un edificio, entre las esquinas de San Jacinto y Las Gradillas, que funcionara como centro comercial. Tan atinado estaba que el Pasaje Ramella no tardó en convertirse “en arteria típica de la Caracas de principios del siglo XX”, dice Javier José Gonzá lez en el Diccionario de Polar. Entre los locales comerciales, que daban a un pasillo techado, sucursal de la Panadería Ramella perfumaba el lugar, y había también tiendas de ropa, una agencia de publicidad, un estudio fotográ fico, escritorios de abogados y quincallas, entre otros. Cofundador (en 1894) de la Cá mara de Comercio de Caracas, llegaría a presidirla (1897-1898). Sería también concejal de Caracas en 1909. Murió en Caracas el 19 de julio de 1914, a los 59 añ os. Dejó ocho hijos. Las esposas de Lucas Ramella. El hijo del inmigrante se casaría dos veces. Con dos hermanas, biznietas de Bernardo Rodríguez Del Toro e Ibarra, hermano de Francisco, el ú ltimo marqués Del Toro (renunció al título al sumarse a la rebelió n contra la Corona españ ola) y, por tanto, parientes de María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, esposa de Simó n Bolívar, cuya madre era a su vez prima tercera de su nuera, María Teresa. Eso, por solo nombrar dos grandes figuras histó ricas entre la esclarecida parentela. La primera vez se casó con María de la Trinidad Vegas Sanabria, quien había nacido en Caracas, en abril de 1869. La boda fue alrededor de 1885, cuando la muchacha tenía 16 añ os. En los tres añ os siguientes tuvieron tres hijos, hasta que ella murió , cabe imaginar que de parto y exhausta, en 1888. Tenía 19 añ os. Cuatro añ os má s tarde, el 10 de junio de 1893, Lucas Ramella Martínez contrajo matrimonio con su cuñ ada Amelia Amalia Del Carmen Vegas Sanabria, quien había nacido el 10 de julio de 1873. Al concurrir al altar con Lucas, la segunda esposa tenía, pues, 20 añ os y tres sobrinos-hijastros que criar. Pero Amelia Amalia, al contrario que su hermana, tendría larga vida. Sobreviviría al marido y, que sepamos, por lo menos a uno de sus hijos. Murió en 1958, a los 85 añ os. A los dos añ os de casados, en septiembre de 1895, comenzaron a nacer los retoñ os de la segunda camada, que llegarían a cinco. La ú ltima, Berta, era casi una bebé cuando murió su padre; y el penú ltimo pondría su nombre en la prensa nacional durante varios meses, pero él no llegaría a verlo. Se llamaba Gustavo Ramella Vegas. Jueves santo, empieza la tragedia. El jueves 15 de abril de 1954, cerca del mediodía, hace ahora 65 añ os exactos, el empresario Gustavo Ramella Vegas se puso al mando de su avioneta Navió n YV-T-BTX, modelo Stinson Destroter. Iba, con tres amigos, rumbo a un hato en los llanos de Caicara del Orinoco, donde esperaban cobrar buenas piezas de cacería, actividad a la que Ramella Vegas era muy aficionado, lo mismo, por cierto, que a la aeroná utica. Ya antes, a eso de las 9 de la mañ ana, la pequeñ a aeronave había despegado desde La Carlota, pero a los 15 minutos de vuelo debió regresar a tierra. Había mal tiempo. Ramella Vegas enfiló hacia Maiquetía de donde levantó vuelo. Nunca má s se sabría de los cuatro pasajeros. “Feliz cumpleaños, mi amor”. El día anterior, miércoles 14 de abril, había sido el cumpleañ os de la esposa de Ramella, María Cristina Landaeta Pérez, nacida en Caracas el 14 de abril de 1908. Una fecha bastante atravesada. Lo má s probable es que casi ninguno de los amigos de la pareja estuviera en la ciudad, así que lo má s natural es que la celebració n hubiera tenido lugar ese fin de semana y en un paraje distinto al de la cotidianidad. No fue así. La señ ora no estaba invitada. Con Ramella Vegas iban el doctor Rafael Ernesto Ló pez, Mery de Banta e Isabel Yolanda Ojeda. De las dos ú ltimas, como suele ocurrir con las mujeres en cualquier episodio en Venezuela, no sabemos nada, salvo que no estaban casadas con Ramella ni con Ló pez. Y tampoco eran familia. Gustavo Ramella Vegas. Había nacido en Caracas, el 30 de octubre de 1907. Tenía 46 añ os. Era, como evidencian las pocas fotografías disponibles en internet, un hombre delgado, de aspecto atlético, amante de las actividades al aire libre. Ya no, porque han pasado má s de seis décadas, pero en las primeras después del siniestro solía decirse, de alguien que estuviera en las nubes o extraviado en el espacio físico o mental: “está s má s perdido que Ramella Vegas…”. La frase prendió por la abundancia de la informació n divulgada casi desde el momento que en que la avioneta fue reportada como desaparecida. Fue, de hecho, una de las bú squedas má s largas de la historia local, puesto que duró casi un añ o sin parar. Nunca se encontró rastro ni se supo dó nde había caído. En enero del 55 la fueron a buscar al sur-este del Orinoco, entre los ríos Cuchivero y Tucuragua donde, segú n la experta radiestésica alemana, Marie Loise Rockhead, miembro de la Sociedad respectiva de Wilbourd, Alemania Occidental, estarían los cadá veres y los restos de la nave. Recordemos que la radiestesia es una antigua manera de obtener informació n acerca de cuestiones tan diversas como el diagnó stico de enfermedades y la detecció n de los sitios idó neos para cavar pozos, mediante el uso de instrumento como péndulos y varillas giratorias. Bueno, nada de esto funcionó con la expedició n del jueves santo de 1954. La familia y relacionados de Ramella Vegas agotó los esfuerzos para conseguirlos, pero todo infructuoso. Primero se los tragó el mar o la jungla y luego el olvido. Queda un documental, la tercera producció n cinematográ fica etnoló gica hecha en Venezuela, en mayo de 1942, segú n las pesquisas de Nelson Pérez, historiador del cine nacional, “una película en colores, comentada por su autor el señ or Gustavo Ramella Vegas, acerca de una Cacería en los Llanos de Venezuela”. Rafael Ernesto López Ortega. Nacido en Caracas, el 11 de marzo de 1895 (mismo día y mes que Lucas Ramella, padre de Gustavo), al momento de quedar enganchado en el cielo el doctor Ló pez había desplegado una impresionante hoja de vida, truncada a los 59 añ os. Hijo del médico Eudoro Ló pez, antigomecista acérrimo, y de Rafaela Ortega, se graduó de médico en la UCV, en 1915, y continuó su formació n en Columbia University (Nueva York) y Viena, Berlín y París. Opositor al tirano Gó mez, igual que su padre, en 1922 se involucró en la expedició n del vapor “Angelita”, adquirido por Leopoldo Baptista para invadir Venezuela. Entre los conjurados estaban otros líderes en el exilio, como Delgado Chalbaud, José Rafael Pocaterra, R. Olivares, Pedro Elías Aristiguieta, y otros. El “Angelita” nunca se haría a la mar en faena derrocadora. Lo que sí hizo ese añ o el doctor Ló pez fue casarse con Lisette Wallenstein, el 18 de noviembre, día de La Chinita. Ella era cuatro añ os menor que él y lo sobrevivió hasta 1986, cuando murió a los 87 añ os, en Miami. Después de eso, el doctor Ló pez Ortega hizo una carrera deslumbrante en hospitales de los Estados Unidos. Y 1936, muerto Gó mez regresó a Venezuela donde el entonces presidente, General Eleazar Ló pez Contreras, lo designa Ministro de Educació n de Venezuela (24 de febrero de 1936- agosto de 1938), con una gestió n digna de elogio y necesitada de evocació n. A partir de 1939, se le designó Comisionado de Venezuela a la Feria Mundial de New York ministro de la delegació n venezolana que tomó parte, por invitació n del Presidente Franklin D. Roosevelt, en la elaboració n del proyecto de la carta fundacional de las Naciones Unidas (1945); Embajador y Delegado de Venezuela a la Organizació n de los Estados Americanos; Embajador de Venezuela en la Unió n Sovietica (Mayo 1946); Có nsul General de Venezuela en Nueva York, con rango de Embajador, (1948). Fue miembro fundador del Centro Médico de San Bernardino, inaugurado en octubre de 1947; fundador de la Primera Escuela Nacional de Enfermeras con sede en Caracas, así como de la Escuela de Agronomía de Macarao, Maracay; de la Escuela Experimental de Venezuela y de la Escuela de Geología de Caracas. Fue autor de numerosos artículos sobre medicina. Los honores y condecoraciones que recibió antes –recuerden- de cumplir 60 añ os, llenan varias pá ginas. Y, en fin, también tenía inclinació n por la aventura cinegética. Nos maginamos, pues, que en aquella avioneta iban dos escopetas y una cava con salmó n ahumado varias botellas. La bú squeda convocó las diligencias de la aviació n militar y civil en un barrido que incluyó el Caribe, la Isla de la Tortuga, ademá s del Distrito Federal y los estados Anzoá tegui, Miranda, Aragua, Guá rico y Mérida. Se los llevaron los extraterrestres. Mientras, el país oprimido por otra dictadura dejaba libre su imaginació n elucubrando conjeturas. No faltaron “facultos” que juraban saber dó nde reposaba con destellos siniestros el amasijo de acero. Alguien aseguró a los reporteros que los temporadistas había ampliado su periplo a lomos de un ovni que los había “abducido”. Muchos de estos datos sobre Ló pez Ortega está n sacados del artículo de Geró nimo Pérez Rescaniere para el Diccionario de Polar. Es curioso que, ademá s de ese breve perfil biográ fico, Pérez Rescaniere no se pudo aguantar y escribió una novela, titulada “El verdadero plan de Pérez Jiménez”, donde incluye el episodio de la avioneta esfumada como parte de una trama rocambolesca en la que la aeronave dejaba ver ametralladoras por las ventanillas y las mujeres, vestidas de mecá nico, habían sido reclutadas en una isla prisió n donde no había ni un solo hombre y las amazonas- reclusas de aquella “comuna lésbica” se pasaban el día sembrando naranjas. Quién sabe si algú n día algú n excursionista tropiece con una lá mina aherrojada, tapizada de enredaderas y orquídeas; y un poco má s allá encuentre un tabaco que el viento mece como un moisés donde han tintineado por má s de medio siglo el champá n y las municiones.