Está en la página 1de 3

Un 13 de enero se fundó Copei

Milagros Socorro

En el buzón de correo electrónico de los periodistas hay un mensaje, digamos, curioso.


«La Dirección Nacional del Partido Demócrata Cristiano Copei»… ¡¿cómo!? ¿Existe?...
«encabezada por su presidente nacional, el Dip. Miguel Salazar»… Miguel Salazar…
Dios mío, quién será… «y su secretario general nacional, Dip. Juan Carlos Alvarado»… ¿Juan
Carlos?, ¿será el Juan Carlos aquel que… no, debe ser otro, en fin, en su casa lo conocerán…
«convocan a la sede nacional de Copei»… ¿no les habían quitado la sede?... «en el marco de
la celebración de los 77 años de fundación de Copei». Conque 77 años. Han debido parar el
contador cuando Rafael Caldera, su fundador, abandonó el partido para marchas a
Miraflores a la cabeza del chiripero. Hasta ahí llegó Copei.
No lo decimos los periodistas amargados, que un día encontramos la gacetilla en nuestro
email y no sabemos si llorar o borrarlo sin más. Es un hito admitido por consenso. El
catedrático Manuel Alcántara Sáez, establece, en su trabajo, “El origen de los partidos
políticos en América latina” (W.P. Barcelona, 2001): «AD, actor político decisivo a lo largo de
treinta y cinco años hasta que perdió el poder tras el juicio político a su Presidente Carlos
Andrés Pérez en 1992 y definitivamente tras las elecciones de 1993; COPEI, también en
quiebra política tras la salida de su fundador, Rafael Caldera, para participar con otra
plataforma política en las elecciones de 1993, y el PAP, que no se rehizo tras la presidencia
de Alan García, han estado cerca de la desaparición.»
Un partido que ejerció el poder en dos ocasiones y que tuvo un papel tan determinante
en las relaciones internacionales de Venezuela, sobre todo en el área de Centroamérica y el
Caribe, estar “cerca de la desaparición” equivale a haber desaparecido. Al menos, a los
precios de hoy.
Ese mismo año, 1993, apareció el clásico del sociólogo Torcuato Di Tella, “Historia de los
partidos políticos en América Latina, siglo XX”, (Fondo de Cultura Económica, Argentina,
1993), un denso estudio comparativo de sistemas políticos del continente. No podía
imaginar el experto argentino que mientras su libro salía, tibio, de la imprenta, en Caracas
se cocinaba la defenestración de dos de los partidos que él alude en su libro.
En el capítulo titulado “Venezuela, Cuba y Colombia: la lucha contra el militarismo”, Di
Tella explica: «En Venezuela, el régimen de los sucesores más liberales de Gómez finalizó en
1945 con un golpe militar, protagonizado por oficiales jóvenes apoyados por el principal
grupo civil, Acción Democrática. Las elecciones dieron una abrumadora victoria a ese
partido, con un programa de cambios radicales, especialmente una reforma agraria
profunda y una transformación educativa que podría llevar a enfrentamientos muy serios
con la Iglesia y otras instituciones del Ancien Regime. […] En la oposición se formó un
partido democristiano, denominado Comité de Organización Política Electoral
Independiente, mejor conocido como Copei, dirigido por Rafael Caldera, que había
evolucionado desde posiciones autoritarias hacia actitudes más afines con los nuevos
modelos europeos».
El texto recorre las elecciones de 1947, de las que surgió la presidencia del novelista
Rómulo Gallegos, su derrocamiento unos meses después, así como la “larga y represiva
dictadura, bajo el mando del general Marcos Pérez Jiménez”, que se instalaría más tarde y
que, según observa el autor, aprovechó la racha de buenos precios del petróleo para
“realizar una obra de desarrollo económico”.
—La urbanización -apunta Torcuato Di Tella- generó alrededor de Caracas y otras
ciudades enormes cinturones de pobreza, a pesar de los intentos del gobierno por paliar el
problema con la construcción de casas baratas. […] Sin embargo, la fuerza de Acción
Democrática (como la del APRA en Perú) no residía en la capital ni menos aún en sus
cinturones periféricos, sino en los núcleos obreros sindicalizados del petróleo y otras
industrias, así como entre los campesinos y la baja clase media provinciana. La clase media
capitalina se inclinaba por partidos con características menos movilizacionistas, como el
demócrata cristiano Copei y la Unión Republicana Democrática (URD), de Jóvito Villalba.
El estudioso señala la Revolución de Octubre como el comienzo de una nueva etapa en
los partidos políticos en Venezuela. De hecho, la fecha fundacional del Comité de
Organización Político Electoral Independiente (Copei) es el 13 de enero de 1946, menos de
dos meses después de los hechos que dieron al traste con el gobierno de Isaías Medina
Angarita, uno de los “sucesores liberales de Gómez”, como los llama Torcuato Di Tella.
El 13 de enero de 1946 fue domingo. Esa mañana se reunió, en el edificio Ugarte, frente a
la plaza La Candelaria de Caracas, la Asamblea Fundacional de Copei, que en horas se
convertiría en el flamante Partido Social Cristiano Copei. El evento tuvo que hacerse en acto
cerrado, porque las garantías habían sido suspendidas desde el 18 de octubre de 1945.
Según la prensa de la época, asistieron, sin embargo, unas 600 personas, atentas y
entusiasmadas por las intervenciones de Mauro Páez Pumar, José Antonio Pérez Díaz y
Rafael Caldera. Y se constituye de manera oficial ese día con el objetivo expreso participar
en las elecciones convocadas por la Junta Revolucionaria de Gobierno para conformar una
asamblea nacional constituyente. Por eso, ese partido tiene ese nombre tan raro, tan
diferente de las sencillas siglas que apelaban a las decenas de organizaciones que surgían en
América Latina en esa década. Por dos razones, la primera, literal, porque era una
organización concebida para la conquista del poder a través de las elecciones (y no un
simple grupo de presión o esos amagos de partidos montados para apoyar un sistema
autoritario); y la otra, dejemos que lo explique el propio Rafael Caldera.
En artículo en El Universal, del 13 de enero de 1993, cuando el partido verde cumplía 47
años, Caldera recordó aquel día inaugural: «Éramos bastante jóvenes. El suscrito, uno de los
más viejos del grupo, estaba precisamente cumpliendo 30 años. Nos acompañaron algunos
honestos patriotas, mayores que nosotros, hombres y mujeres, de limpias credenciales;
entre ellos el inolvidable Pedro Del Corral, a quien elegimos presidente del partido, cargo en
el cual permaneció hasta su muerte dando ejemplo de rectitud y de bondad. Escogimos
como figura inicial la de un simple “Comité” con la idea de que posteriormente se reunieran
todos los creados en el país para adoptar definitivamente la forma de partido. El nombre
(propuesto por Pedro José Dib Espejo): “Comité de Organización Política Electoral
Independiente” fue acogido, entre otras cosas, porque la sigla COPEI le daba una
personalidad diferenciada en el mar de siglas de las otras organizaciones; y tuvo tanto éxito
que hubo que mantenerlo en lo adelante, porque en la lucha que comenzó el propio año de
1946 quedó incrustado en el ánimo popular, tanto favorable como adverso.»
Cómo negarlo. Tanta fortuna tuvo el curioso vocablo (idéntico, excepto por una letra, al
nombre del árbol tropical de copey) que aún lo esgrime hoy ese engrudo informe desde
cuya sede se envían boletines de prensa y quizá se haga alguna cosilla más.
—La gente suele decir -añadía Caldera con cierto retintín- que el número 13 trae mala
suerte, pero los dos partidos venezolanos que han logrado alcanzar mayor éxito celebran su
aniversario en un día 13: AD en septiembre [de 1941] y COPEI en enero [de 1946].
Efectivamente, el recién creado partido Copei concurrió a los comicios de donde
emergería la asamblea nacional constituyente y luego, en las elecciones presidenciales de
1947, con Rafael Caldera, en su primera gesta como abanderado de un partido en justa
presidencial. Lo sería en cinco oportunidades (por COPEI) hasta que resultó electo para el
período 1969-1974. En 1978, el partido llega otra vez a Miraflores con Luis Herrera Campíns,
para el período 1979-1984, y obtuvo por primera vez mayoría parlamentaria.
—En 1947 -sacó la cuenta Caldera- obtuvimos 262.204 votos presidenciales (22,36%). En
1958, cuando la campaña se polarizó entre Betancourt y Larrazábal, bajamos al tercer
puesto (15,18%), pero aún así, en cifras absolutas, subimos a 396.293 votos. En 1963, los
votos presidenciales fueron 589.177 (20,19%): quedamos en un segundo lugar y para
alcanzarlo hubo que realizar la proeza de superar en votación a ciudadanos tan eminentes
como Arturo Uslar Pietri, Jóvito Villalba y Wolfgang Larrazábal. En 1968 llegamos al poder,
con 1.083.712 votos (27,1%). En 1973 perdimos, pero obtuvimos 1.605.628 votos
presidenciales (35,12%). En 1978 llevamos a la Presidencia a Luis Herrera Campíns con
2.487.318 (46,68%). En 1983 obtuvimos 2.298.176 votos presidenciales (34,54%). En 1988,
2.963.015 (40,41%). Lo demás es historia conocida.
Pero todavía faltaba un poquito más de historia copeyana. No mucho, pero sí algo.
Piénsese, por ejemplo, que en las elecciones de 1998 Copei apoyó a Irene Sáez y una
semana antes de de la votación dio un volantazo, dejó a la ex Miss Universo con los crespos
hechos y se fue con Henrique Salas-Römer, quien perdería frente al golpista de 1992, el
militar Hugo Chávez. Lo demás es histeria.

También podría gustarte