Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
organización, una mediana empresa constructora que había ganado presencia en el mercado
en los últimos años y quería enrumbarse en la excelencia operacional, tema impulsado por
Robert dado los casos registrados en otras industrias. No solo bastaba con ser buenos en lo
que hacen, había que ser eficientes por encima de los demás.
El mercado se mostraba boyante en los últimos años y había alcanzado una pendiente más
estable, y nuevos competidores de la región habían hecho su ingreso ostentando
certificaciones sobre rubros atractivos como la huella de carbón. Era el turno para Robert,
como gerente de operaciones de la empresa, para delinear una línea estratégica de cara a la
competitividad que suponga también un elemento de branding.
Este año Robert debía mostrar un plan estratégico específico concertado, así como unos
primeros resultados; conscientes de que el alcance de un proyecto de excelencia
operacional es amplísimo, la plana directiva concordó enfocarse primero en lo que
consideraban fundamental: la eficiencia, dado que estaban seguros de estar enrumbados en
las buenas prácticas, y tener una marca fuerte que gozaba de reconocimientos continuos de
los empresarios.
EL DIAGNÓSTICO
Robert afronta un proyecto sin referencias de casos de éxito, por lo que opta por lograr
consensos así como contar con asesoría en aspectos metodológicos. Si bien el trabajo de
concertación necesariamente va por la ruta de la recepción de los inputs y criterios de los
distintos directores y stakeholders, esto no debe implicar que dichos criterios y/o
adecuaciones prevalezcan por sobre los principios fundamentales de la excelencia
operacional. El primer enfoque que la organización y Robert toman apunta a la acción
inmediata antes que al autoanálisis de la situación actual, lo que va más allá de un
workshop o un retiro al campo de la mano de consultores dirigiendo encuestas de
autodiagnóstico, donde priman los criterios propios más votados, no siempre convergentes
con los principios de la excelencia operacional. El análisis de la realidad situacional de la
organización no se reduce al uso de brainstorming, usa más bien el marco conceptual de la
excelencia operacional y hace las preguntas incomodas sobre si primero se hace lo que se
debe hacer (eficacia) para luego ver la manera más óptima de hacerlo (eficiencia). El medio
para este análisis es fáctico; se mide, no se vota. Lamentablemente en el caso de Robert
prima la asunción organizacional de que todo esta bien, no hay sentido de inconformidad
sobre el status quo; a su vez prima el criterio de directores por sobre el concepto de la
excelencia operacional.
Por otro lado las conclusiones de Robert obvian el principio de “Entrega de Valor al
Cliente”, dado que se asume que todo esta bien. Este valor se expresa en el grado de calidad
(atributos del producto) y nivel de calidad (integridad/conformidad del atributo). El “grado”
se detalla en las especificaciones, y el “nivel” en la comprobación constructiva de estas, lo
que indica la eficacia de la organización. La eficacia beneficia el cliente, la eficiencia
beneficia a la empresa. Esto demanda un equilibrio que contribuye a la sostenibilidad, la
cual no se mide por indicadores financieros, sino por aspectos orgánicos como la visión,
misión, cultura, valores, estructura y sistemas, lo que constituye el estilo de la empresa, y
fundamentalmente por un actor que nos acompañará en la ruta: el cliente.
LA PROPUESTA
La excelencia operacional se basa en los siguientes principios, los cuales sirven de criterios
para galardonar con el Premio Shingo a la Excelencia Operacional, administrado por la
Universidad de Utah, actualmente bajo la dirección de Robert Miller.
Otro principio pasado por alto por Robert y la Organización fue no fijar líneas de acción
que fomenten la “Calidad en la Fuente”, es decir en los dueños de la líneas de producción,
esto es directores, gerentes de proyecto, responsables de frente hasta los operarios. No es
posible generar calidad en la fuente si no hay un sentido de urgencia apropiado por
cambiar, producir valor y mejorar la calidad. La correcta aplicación de esto conllevará
inevitablemente a salir de las zonas de confort. La calidad en la fuente implica de manera
unísona definir estándares alineados con las especificaciones contractuales y las prácticas
de la organización, en ese orden; la implementación de funciones que delineen las
responsabilidades y entregables de los colaboradores en relación con los estándares; y el
despliegue de un sistema de control que motive (premio/no premio) a los colaboradores en
base a sus funciones y al seguimiento de los estándares. Asegurar la calidad en la fuente es
un trabajo de formación de personas, no un trabajo de obtención de certificaciones.
La excelencia operacional abarca más que el proyecto de una gerencia, es una decisión
estratégica que parte por un entendimiento de las demandas de esta, la principal de todas un
cambio cultural alineado con la visión y misión de la empresa, y la entrega de valor al
cliente creando una constancia de propósito. No en vano Edward Deming en su libro Fuera
de la Crisis (Out of the Crisis, 1982), presenta como el primero de sus “14 Puntos para la
Gestión”, la creación de la constancia de propósito a través de la mejora del producto y
servicio, como ayuda para llegar a ser competitivos y proveer trabajo. No se puede entonces
hablar seriamente de excelencia operacional si no se mide la calidad expresada en valor y la
mejora tras sí.
[1] El proceso “pull” produce los productos solicitados “halados” sincronizadamente por la
demanda. La valoración del flujo procura que éste no se detenga mediante la reducción de
desperdicios.