Está en la página 1de 3

“CHARAFO”

En el año1882, en una de las aldeas desde donde emigraron la mayoría de


los árabes, Beh Yala, Bet Sahur o Belén, nace un niño a quién sus padres le
ponen por nombre Jalil, que significa el Grande o el que venera a Alah. Se
apellida Auaz por su padre y Ackar por su madre. Crece en un hogar de
modestos tejedores a trato, que trabajaban para los ricos comerciantes
turcos del Imperio Otomano, que los han subyugado por décadas.

Jalil vive su infancia y juventud, comiendo con frugalidad aceitunas,


dátiles, pan, algo de carne de cordero y en las escasas fiestas, pasteles de
higo bañados en miel. Crece en un ambiente hostil, experimentando la
opresión de los turcos otomanos y una hostilidad religiosa entre los
musulmanes shiitas, a la que pertenece su familia y los árabes cristianos
ortodoxos. No es de dudar que Jalil junto a otros muchachos haya lanzado
piedras al sector cristiano gritándoles "Yebrek Lalibak" o sea "maldita sea
la cruz". Por su parte los cristianos enseñaban a sus hijos que los
musulmanes apestaban. Esta concepción de la fe, perduró en Jalil durante
toda su vida, afirmando su identidad en Chile, conservando celosamente su
fe musulmana que le hacía orar, tres veces al día, con el rostro dirigido a la
Mecca, ciudad sagrada llamada por los árabes Makka o Al-Mukarrama.

La principal causa que determinó a Jalil y otros jóvenes como él, a dejar su
tierra natal, fue (a raíz de la primera guerra mundial) el enrolamiento
obligatorio que el imperio turco impuso y que provocó un rechazo cada vez
mayor entre los jóvenes árabes de la región. Sin embargo, a diferencia de
otros, Jalil se enrola y parte a la guerra donde, desprovisto de las más
mínimas condiciones, sobrevive a duras penas masticando, como el
relataba, suela de zapatos remojada en sus propias orinas y bebiendo la
misma para apagar la ardiente sed. Enfrentado a esa situación, Jalil se
percata junto a otros muchachos, que ellos fueron enrolados solamente para
ser carne de cañón, en la vanguardia más expuesta y peligrosa. Vio morir
en horribles condiciones a cientos de sus conocidos. Decide, entonces, huir
como fuere, arriesgando la muerte segura como desertor, muerte que igual
tenia asumida, si se quedaba mas tiempo allí.

Evitando la tenaz persecución de la milicia turca, decide como tantos viajar


a América. Para ello es ayudado por sus parientes e inicia su éxodo
saliendo en barco desde uno de los puertos de Beirut, Haifa o Alejandría,
en ese entonces preferidos por los inmigrantes. Pasa por Marsella o talvez
Génova hasta llegar a Buenos Aires y luego Mendoza, desde donde
continúa su peregrinar cruzando la cordillera hasta Chile, a lomo de mula,
mientras otros con más recursos lo hacían en el tren trasandino.
Tempranamente, en Buenos Aires y Mendoza, experimenta una
discriminación bastante agresiva, pues lo primero que escucha es el insulto
"Turco, muerto de hambre". Esa triste realidad seguirá experimentándola
en Chile, al establecerse en el sur, en las ciudades aledañas a Angol. Para
muestra un botón. Un diario de la época, en abril de 1911, refiriéndose a los
nuevos compatriotas les llamaba en su titular "Perros pulguientos de
Turquía"
.
En Chile, Jalil prácticamente comienza de la nada. Su primera valla a
superar fue aprender el idioma. Fue un lento aprendizaje, no exento de risas
y burlas por parte de los nativos, producido por su particular pronunciación
donde las jotas se remarcaban fuertemente, las "p" se transformaban en "b"
y las "o" en "u". Esto se evidenció cuando al pasar del comercio ambulante
a instalar tiendas, sus carteles mostraban esa deformación del idioma.

Apenas aprendidas de memoria un par de palabras y ayudado por la


solidaridad de otros árabes ya establecidos, se premune de una canasta
donde lleva hilos, botones, blondas y otros artículos de costura que le
entregaron a crédito. Sale a recorrer los campos y caseríos gritando su
mercancía "Coosa tendaa" (cosas de tienda) y "tudo a juarenta" (todo a
cuarenta). Comienza a hacerse de una clientela numerosa que, para
identificarla, al no saber leer ni escribir el castellano, debe archivarla en su
prodigiosa memoria con singulares características. Para él, uno era "el de la
casa verde", otro era "el caballero belao" (pelado), otra la "bata de balo"
(pata de palo) y así sucesivamente.

Posteriormente deriva a comerciar entre los numerosos viajeros del tren al


sur, desde donde desarrolla y extiende su capacidad de comercio, hasta
lograr asentarse en el pueblito de Capitán Pastene. Allí instala una tienda de
abarrotes y bazar con el nombre de "Tienda de Abarrotes y Bazar La
Montañesa". En ese instante de su vida se casa con la chilena doña Carmen
Leal Molina, quién le da tres hijos: Sofía, Maria Elsa y Orlando. Muy
pronto es conocido en los caseríos de Negrete, Victoria, Huequèn y otros,
por su capacidad de entablar buenas relaciones comerciales.

Otro aspecto relevante de su vida es cuando debió registrar su identidad en


el Registro Civil de la época. Acudió un día, con su pasaporte, un gran
papel repleto de caracteres orientales que seguramente ningún funcionario
civil podía descifrar. Aquel era, por supuesto, un pasaporte turco y a esta
circunstancia le deben ser motejados despectivamente de "turcos" hasta
hoy. Para el nombre y apellidos, Jalil dependía del buen oído de quién lo
inscribió. Es así como, en el caso del nombre de pila, Jalil, lo
castellanizaron a Julio. En cuanto a los apellidos, el paterno Auaz lo
asimilaron fonéticamente a Faguàs y el materno Ackar se transformó en
Acar. Cuando llega su hermano Ibrahim, sucede otro tanto. Su nombre de
pila queda como Abraham y su apellido paterno lo transforman
fonéticamente en Fariz. Los Fariz se establecen en las inmediaciones de
Laja, en el poblado de Diuquìn, donde aún quedan algunos.

Durante un buen tiempo de su vida goza de una vida regalada, pero en las
postrimerías de ella, viene a menos y debe comenzar nuevamente a vender
en forma ambulante, esta vez retazos de género de todo tipo.

Siempre gustó saborear la comida chilena, pero gustaba complementarla


con algún plato típico árabe como Warab el Enab, relleno de hojas de
parra; Keppe, albóndigas de carne y trigo; Mamul, cubitos de sémola
rellenos de nuez y espolvoreado con coco rallado, además de Berenjenas
fritas en vinagre con especias. Estos y otros platos de sabor oriental, eran
preparados con destreza por doña Carmen Leal Molina, su esposa.

Fallece a la edad de 80 años, el 30 de mayo de 1962, en la ciudad de San


Bernardo, en cuyo cementerio reposa en el Patio de los Disidentes. Qué
ironía, ni cuando muere es aceptado en suelo sagrado chileno, por la
intransigencia de la fe dominante en Chile.

También podría gustarte