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En la introducción Llyotard nos da una serie de definiciones sobre la idea de

posmodernismo. Habiendo visto también el video propuesto, yo me quedo con el


concepto general de “la muerte de los grandes relatos” que se da consecuencia de las
transformaciones de la cultura que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la
literatura y de las artes a partir del siglo XIX. Por supuesto comprendiendo el concepto
no como la muerte de la historia como tal, sino como la fragmentación de las misma, de
modo que ya no se la ve como un todo homogéneo sino como una multiplicidad de
hechos que tienen su centro, cada uno en sí mismo, dando lugar al multiculturalismo.
En el video y brevemente en la introducción se nombran los “grandes relatos” que han
encauzado la historia y que Llyotard afirma muertos; estos son el cristiano, el marxista,
el iluminista y el capitalista, cuya característica en común es que todos legitiman su
propia existencia en relación a promesas que estructuralmente son la misma: la promesa
de la llegada a la plenitud, con lo cual todos presentan una visión teleológica de la
historia, es decir, van hacia un fin.
Todo esto me hace pensar ciertas ideas del posmodernismo como otra forma de
revisionismo histórico. Al respecto, no puedo citar autores porque no conozco, solo
conozco el concepto por haberlo escuchado pero, según Wikipedia, el revisionismo
histórico es “el estudio crítico de los hechos históricos y los relatos oficiales, con el fin
de revisarlos y eventualmente reinterpretarlos (...) presupone que entre los historiadores,
o el público general, existe una forma generalmente aceptada de entender un
acontecimiento o un proceso histórico y que hay razones para ponerla en duda. Esas
razones pueden ser de distinto tipo: la puesta en valor de nuevos documentos, el cambio
de paradigma historiográfico; o también el cambio de los valores desde los que se
observa el pasado”
Existen dos usos, uno académico y otro peyorativo, yo tomo el primero que “se refiere a
la reinterpretación de hechos históricos a la luz de nuevos datos, o nuevos análisis más
precisos o menos sesgados de datos conocidos.”
Metiéndonos ya de lleno en el texto, yo elegí los capítulos 3 y 6.
En el capítulo 3 “Los juegos de lenguaje” concluye justamente, en la idea del lenguaje
en tanto juego, aludiendo al estudio del lenguaje de Wittgenstein que esencialmente
plantea que cada una de las diversas categorías de enunciados debe poder ser
determinada por reglas que especifiquen sus propiedades y el uso que de ellas se pueda
hacer, al igual que en un juego. Llyotard explica y ejemplifica algunos tipos de
enunciados:
 Enunciado denotativo: “la universidad está enferma”, que posiciona al
destinador (el que enuncia) como “sabiente”, al destinatario (el que lo recibe)
como aquel que tiene que dar o negar su asentimiento y al referente (aquello de
lo que el enunciado trata) como algo que exige ser correctamente identificado y
expresado en el enunciado al que se refiere. Este último, a mi parecer, aplicable
a cualquier enunciado.
 Enunciado performativo: “la universidad queda abierta”, en el que su efecto
sobre el referente coincide con su enunciación, sitúa al destinatario en un lugar
pasivo, no debe hacer nada, se encuentra automáticamente situado en el nuevo
contexto, y el destinador debe estar dotado de la autoridad de pronunciar el
enunciado, si esto último no es así, el efecto sobre las otras dos variables no se
cumplen.
 Enunciado prescriptivo: “hay que proporcionar medios a la universidad”, puede
expresarse en órdenes, mandamientos, ruegos, suplicas, pedidos, etc. Este pone
al destinador en una posición de autoridad frente al destinatario, de quien se
espera la efectividad de la acción referida. Llyotard aquí hace una analogía en la
que sitúa al destinador como un pecador que espera el perdón de un dios
misericordioso, el destinatario.
Además, hace una serie de observaciones sobre el juego del lenguaje:
 Sus reglas no tienen legitimación en ellas mismas, sino que forman parte de un
contrato explicito o no entre los jugadores.
 A falta de reglas no hay juego, una modificación incluso mínima de una regla
modifica la naturaleza del juego y una “jugada” o enunciado que no cumple las
reglas no pertenece al juego definido por estas.
 Todo enunciado debe ser considerado como “jugada”
Esto último nos lleva al establecimiento de dos principios: hablar es combatir, en el
sentido de jugar, y los actos del lenguaje se derivan de una agonística general y, el lazo
social está hecho de “jugadas” de lenguaje.
En relación a esto último quisiera recomendar la charla de Kasia Urbaniak durante el
evento de TEDxRosario de 2019. Plantea un enfoque de las relaciones de poder en
relación al posicionamiento de la atención durante las conversaciones entre un hombre y
una mujer, asociándolo a las diferentes formas de crianza de uno y de otro género según
ciertos estereotipos y roles. Tuve la fortuna de verlo en vivo y me pareció fantástico.
Eso sí, está únicamente en ingles, así que pido disculpas a quienes no sepan. Igualmente
el lenguaje que usa es bastante sencillo por lo que quizás algo lleguen a entender.
En el capítulo 6 “el saber narrativo” Llyotard reflexiona sobre el concepto del saber.
Nos dice que no se reduce a la ciencia ni al conocimiento. El conocimiento es el
conjunto de los enunciados que denotan o describen objetos, con exclusión de todos los
demás enunciados, y susceptibles de ser declarados verdaderos o falsos. La ciencia es
entonces un subconjunto de conocimientos. El término saber contiene en él las ideas de
saber-hacer, de saber-vivir, de saber-oír, etc. Se trata entonces de unas competencias
que exceden la determinación y la aplicación del único criterio de verdad, y que
comprenden a los criterios de eficiencia (cualificación técnica), de justicia y/o de dicha
(sabiduría ética), de belleza sonora, cromática (sensibilidad auditiva, visual), etc.
Tomado así; el saber es lo que hace a cada uno capaz de emitir «buenos» enunciados en
general, no solo de un tipo con exclusión de los otros.
Permite «buenas» actuaciones con respecto a varios objetos del discurso: conocer,
decidir, valorar, transformar, y coincide con una «formación» amplia de las
competencias. Podríamos decir que es lo que llamamos “criterio” y son los
interlocutores del «sabiente» quienes legitiman el saber en base al consenso.
Postula también la existencia de distintos tipos de saberes asociados al “pensamiento
científico” o bien, al “pensamiento salvaje”, pero nos dice que ambos se unifican en el
hecho de que prima por sobre ellos la forma narrativa del saber tradicional, que es por
excelencia el relato, en varios sentidos:
1. Los relatos populares cuentan lo que se pueden llamar formaciones positivas o
negativas que dan o no su legitimidad a instituciones de la sociedad o
representan modelos positivos o negativos de integración en esas instituciones.
Esos relatos permiten, en consecuencia, por una parte definir los criterios de la
sociedad donde se cuentan, y por otra valorar gracias a ellos criterios las
actuaciones que se realizan o pueden realizarse con ellos.
2. Es una forma narrativa más amplia en relación a la variedad de tipos de
enunciados. Caracteriza a este tipo de saber la mezcla ordenada, dentro del
relato, del conjunto de competencias de las que el relato proporciona o aplica los
criterios.
3. Con los relatos populares, a raíz de la triple competencia: saber-decir, saber-
escuchar, saber-hacer, presente en la tradición de los relatos (que es también de
los criterios), que pone en juego las relaciones de la comunidad consigo misma y
con su entorno, se transmite el grupo de reglas pragmáticas que constituyen el
lazo social, que son:
La distribución de los “puestos” narrativos, que se estructura de manera que el
derecho a ocupar uno, el de destinador, se funda sobre el doble hecho de haber
ocupado el otro, el de destinatario, y el de haber sido, por el nombre que se lleva,
ya contado por un relato, es decir, situado en posición de referente diegético de
otras ocurrencias narrativas: el narrador por medio de formulas invariables
declara a la narración como repetida, esto pone al narratario (quien escucha) en
el mismo nivel de autoridad que el narrador quien, al estar repitiendo algo que le
narraron, implica que fue también narratario en algún momento. Establecida esta
semejanza de condición, el narrador actual puede ser y, de hecho,
necesariamente es el propio héroe del relato, como lo ha sido el antiguo; y
Lo que hay que decir para ser escuchado, y lo que hay que escuchar para poder
hablar, y lo que hay que jugar (en el escenario de la realidad diegética) para
poder ser el objeto de un relato, que está determinado por los actos de habla que
son pertinentes al saber que vehiculan esas narraciones, actos que lleva a cabo
no solo el locutor, sino también el interpelado y, además, el tercero del que se ha
hablado.
4. La temporalidad del saber narrativo, su incidencia en el tiempo, es a la vez
evanescente e inmemorial porque la importancia se confiere al batir métrico de
las ocurrencias del relato y no a la diferencia de acento de cada actuación. La
síntesis de una métrica que hace latir el tiempo en periodos regulares y un acento
que modifica la longitud o la amplitud de algunos de ellos resulta en el ritmo al
que la forma narrativa obedece, y puede facilitar o no la llegada a la regla de oro
de nuestro saber: que no se olvide.

Llyotard concluye diciéndonos que las culturas, cuando relatan no se detienen a realizar
este análisis, sino que toda esta estructura existe porque ha sido creada y modificada por
los pueblos de forma no intencionada y es por esto que, en cierto sentido, se legitima a
sí misma, no necesita de factores externos o de condiciones dadas, porque la lógica
interna de la propia narración esta tan arraigada que no se cuestiona la validez de la
misma o de los “saberes” que esta postula.
Acá no puedo evitar la visión desde una perspectiva feminista y pensar en el patriarcado
como uno de los grandes relatos que me gustaría agregar a la lista de Llyotard.
Particularmente creo que ha muerto porque interpreto la muerte de los relatos como la
toma de conciencia de su carácter de relato, lo que automáticamente lo corre del lugar
de “verdad universal”. Saber que un relato es justamente eso, nos pone en un lugar de
poder frente al mismo porque nos permite elegir y creo que no hay nada mas asesino de
los relatos que la decisión por fuera o por sobre los mismos. Si bien no son autores
como tales, me gustaría recomendar una cuenta de instagram @mujeresquenofuerontapa
que justamente deslegitima, a través de la pregunta, ciertos relatos patriarcales súper
arraigados y súper “sutiles”. Me parece muy interesante la metodología que manejan
porque no llegan con postulados tajantes, sino que nos invitan a salir del relato a través
del cuestionamiento sin necesidad de “relatarnos” nada más, invitan a la reflexión a
través de la experiencia, propia y de las compañeras.

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