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UNIVERSIDAD PÚBLICA Y PRIVATIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO

Los vastos y variables conceptos de «conocimiento» y «educación» han recibido


diferentes impulsos, orientaciones y recursos cuando el beneficio del proceso educativo
se ha concentrado en los objetivos de una élite, de un sector económico o político o de un
Estado nacional. Tanto en el interior de cada país como en los núcleos poderosos del
mundo, las élites, las aristocracias, las clases populares y medias, el Estado, y ahora las
corporaciones trasnacionales, han afectado las tendencias de la educación y del
desarrollo del conocimiento científico y tecnológico de diversas maneras y en función de
específicos intereses. A pesar de esto, algunos valores parecen haber permanecido en la
noción del conocimiento como elementos centrales y posibles de la educación .

El 18 de diciembre de 2000, la delegación de Estados Unidos presentó ante el Consejo


del Comercio de Servicios de la Organización Mundial de Comercio una propuesta para
que se liberara el comercio de los servicios de enseñanza superior, considerados como
un «importante sector de la economía mundial». Patricia Gascón Muro y José Luis
Cepeda Dovala destacaron que el documento de la delegación estadounidense
consideraba que los servicios de enseñanza superior constituían, cada vez más, una
actividad empresarial internacional «que complementa el sistema de enseñanza pública y
contribuye a la difusión en todo el mundo de la moderna economía del conocimiento
puede ayudar a que se disponga de una fuerza de trabajo más eficiente, permitiendo a los
países mejorar su posición competitiva en la economía mundial». Por ello, el documento
señalaba que el objetivo de la propuesta era «ayudar a establecer condiciones favorables
a los proveedores de servicios de enseñanza superior, mediante la reducción de los
obstáculos que se oponen a la transmisión de esos servicios, más allá de las fronteras
nacionales» . Convertir a un sistema educativo formulado para impulsar el desarrollo de
un país sólo como un competidor más frente a «proveedores» trasnacionales, significa
contraponer o someter los intereses de una sociedad o de un estado a los intereses de un
«mercado» que quiere, precisamente, abolir al Estado mismo o, al menos, cancelarlo en
esas precisas funciones.

Ciertos rasgos discursivos del Acuerdo General de Comercialización de


Servicios, particularmente en las cuatro modalidades que considera la OMC, impiden, por
el empleo de palabras clave, toda posibilidad de ver la educación como un proceso social
o como un elemento impulsor de la transformación de un país. La cuarta modalidad alude
a personas concretas, profesores o investigadores, que viajan a otro país para provide an
educational service . Estas expresiones disuelven de entrada nociones tales como
formación o compromiso social del educador o del educando, integración o afirmación
cultural de maestro y alumno. Con esta orientación de lenguaje, la
educación, ciertamente, desaparece como una responsabilidad de Estado y se transforma
en algo impersonal, amoral o fuera de todo contexto de identidad cultural.

Más aún, con este lenguaje, la educación básica no se reconoce como una política de
Estado ni como parte de un esfuerzo nacional o público por impulsar la transformación de
la sociedad entera, sino tan sólo como un trámite que algunas personas tienen que llenar
para convertirse más tarde en consumidores de servicios especializados a los que se
acercarán según las tarifas más convenientes del mercado. En otros términos, los
grandes consorcios globalizadores están creando, y ahora así lo impulsan, su propio
orden educativo, un sistema de enseñanza acorde con sus necesidades, con su visión del
mundo y con sus planes de expansión mundial. No basta con expandir
capitales, mercancías y maquiladoras, es necesario crear una élite internacional de
«consumidores de servicios de educación» que constituya «una fuerza de trabajo
eficiente» en distintas regiones del mundo. Esto los lleva a impugnar la responsabilidad
pública de la educación y a imponer una visión global aparentemente neutra de la
educación de élite.

Como en otras épocas, donde la educación estaba sólo al servicio de la


aristocracia, ahora se le formula como una prestación de servicios para una élite
global, no para servir a pueblos concretos.

EL CONOCIMIENTO COMO PATENTE

Hasta aquí hemos comentado algunos aspectos de la conversión de la educación en un


servicio comercial. Ahora pasemos a cierto quiebre esencial en la idea del
conocimiento. Antes –cuando la universidad pública era el gran camino para México y los
países del sur del continente– creíamos que el conocimiento era un patrimonio de la
humanidad, una conquista de la evolución humana. Ahora el conocimiento se está
convirtiendo aceleradamente en una patente, en una mercancía, en un secreto de
empresas trasnacionales que lo consideran ya no como un patrimonio del ser
humano, sino como una propiedad privada.

O mejor, se iniciaron los procesos de establecimiento de corredores de centros de


investigación científica y tecnológica, donde la vinculación de universidades ha sido cada
vez más estrecha con grandes corporaciones trasnacionales. Primero han formado
compañías que constituyen una comunidad de Investigación y Desarrollo , donde los
beneficios para estudiantes y graduados son los empleos y el entrenamiento, y los
beneficios para las compañías son la información y la tecnología generada por las
universidades. Por otro lado, algunas de las universidades ligadas con marcas y
compañías han crecido en las corporaciones formando parques industriales de
investigación como Silicon Valley, Route 128, Research Triangle , Princeton
Corridor, Silicon Hills Texas, la Medical Mile Optics Valley y el Golden Triangle . Los
apoyos de investigación que el sistema de la Universidad de California recibió en 1997
rebasaron los mil millones y medio de dólares.

Tales argumentos financieros crean la convicción de que esto debe considerarse como el
futuro de la investigación universitaria en Estados Unidos y en el mundo. Pero algunos
engaños subyacen en este aparente florecimiento de aportaciones, invenciones, avances
tecnológicos, beneficios económicos, empleos, incluso en las urbanizaciones de las áreas
donde los corredores de centros de investigación universitaria se han establecido. Las
patentes retrasan la diseminación de información y el principio de libre investigación se
trunca. Sin embargo, en lo que a razones financieras concierne, la investigación
universitaria sostenida con fondos especiales provenientes de consorcios trasnacionales
es un apéndice final de una larga cadena educativa que desde el inicio subsidió el Estado
mediante la educación básica y la media superior.
Ese patrocinio inicial debería bastar para compartir el acceso pleno a todos los
descubrimientos e inventos creados en la fase de la educación superior subsidiada por las
empresas. De aquí podemos derivar, por tanto, que si el primer riesgo es la privatización
del conocimiento, el segundo es la privatización de los beneficios. Podemos afirmar
nosotros que hay un engaño al callar el uso de fondos públicos para la investigación, pues
los beneficios no retornan a la comunidad.

LA PRIVATIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO

Esta es la tendencia en todas las universidades o instituciones de investigación capaces


de atraer intereses corporativos. Decíamos al principio que los vastos y variables
conceptos de «conocimiento» y «educación» han recibido diferentes
impulsos, orientaciones y recursos cuando el beneficio del proceso educativo se ha
concentrado en los objetivos de una élite, de un sector económico o político o de un
Estado nacional. La posibilidad de transmitir el conocimiento constituye la base de la
educación, es cierto. En cuanto al segundo valor que hemos registrado como permanente
en la noción del conocimiento, el que corresponde a la posibilidad de producirlo o de
ampliarlo, debemos entender que también enfrenta un contexto adverso.

Esto genera un grave retroceso en la libertad de investigación y en el intercambio de


resultados. La capacidad administrativa de la producción del conocimiento está
desplazando la esfera de la capacidad propiamente universitaria y científica. Ciertos
conocimientos científicos y su producción misma se han convertido en
patentes, mercancías y secretos de empresas. Los consorcios trasnacionales avanzan
con firmeza en la investigación científica de estas áreas no como proyectos en beneficio
de la humanidad, sino como proyectos a costa de clientes cautivos.

Las tres últimas administraciones federales de México se han doblegado a esta faceta del
conocimiento visto como propiedad de patentes de multinacionales y no como acciones
indispensables de gobiernos e instituciones de educación superior. Desde noviembre de
2003 la administración del gobierno federal propuso, como parte de su ejercicio
presupuestal para 2004, la desincorporación, liquidación, extinción o fusión de 17
organismos públicos aduciendo escasez de recursos. Entre estos organismos destacaban
el Colegio de Postgraduados de la Universidad de Chapingo, el Instituto Nacional de
Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Instituto Nacional para el Desarrollo
de Capacidades del Sector Rural, la Comisión Nacional de Zonas Áridas, el Instituto
Mexicano de Tecnología del Agua, el Fideicomiso de Formación y Capacitación para el
Personal de la Marina Mercante, Exportadora de Sal y Transportadora de Sal*. Cada uno
de estos organismos, más que representar una carga presupuestal excesiva para el
gobierno mexicano, constituyen un obstáculo para los negocios de trasnacionales
vinculadas con la producción alimentaria, el control de suelo, de recursos forestales, de
mantos acuíferos, de marina mercante y de comercio de sal.

La desaparición de estos organismos adelgaza al Estado mexicano, sí, pero en beneficio


del proceso de privatización en estas amplias áreas esenciales para la soberanía y control
de nuestros propios recursos forestales, pecuarios, acuíferos y de suelo. Dejar al país sin
recursos humanos de alto nivel en estas áreas esenciales para la vida productiva y
económica del país significa ceder el país formalmente al «conocimiento técnico» de los
consorcios trasnacionales. Aquí, la renuncia a la transmisión, producción y ampliación del
conocimiento, equivale a renunciar a los beneficios de la educación y el conocimiento
mismos. Tales modificaciones están afectando negativamente los conceptos de
universidad, educación superior e investigación científica en otros países de las regiones
que la globalización ha convertido en «el sur».

Los beneficios de la educación y del conocimiento, pues, se deslizan aceleradamente a


las arcas privadas, no al bienestar de los pueblos. Pero no hay «mercado» que justifique
el desmantelamiento de los estados. Que obligue a los pueblos a aceptar que la
educación y el conocimiento se cancelen como parte de una acción social y humana y se
reduzcan sólo a un acto comercial. No hay razón comercial que justifique la cancelación
de la responsabilidad del Estado con la educación en beneficio de sus propias
sociedades.

Renunciar a ese compromiso es acelerar el advenimiento de una edad oscura, acelerar el


encumbramiento de una élite sobre los pueblos miserables. Primero, el surgimiento de la
llamada Comisión Trilateral, fuerza efectiva que se desdibuja detrás de la más familiar y
pública fuerza política del Grupo de los Siete.

LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER

De estas tres regiones del mundo se derivaron los nombres tanto de la comisión misma
como de sus reportes anuales, The Trialogue, y de sus análisis o reportes
temáticos, Triangle paper*. En el contexto de la guerra fría, el propósito de la comisión fue
proteger los intereses de las multinacionales de los países de la triple región y asegurar el
control y la expansión de sus mercados mediante la construcción de un nuevo orden
internacional que, desde entonces, en función de esa apertura para sus capitales y
productos, se llamó de «libre mercado», que ahora conocemos como globalización. A lo
largo de más de 30 años tales reportes y análisis se centraron en la reforma de
instituciones internacionales, globalización de los mercados, medio ambiente, finanzas
internacionales, liberación de las economías, regionalización de intercambios y
endeudamiento de los países pobres. El proyecto ha sido exitoso, pues la comisión nos
ha hecho creer que la globalización es un fenómeno natural, como la lluvia o el verano, y
no un proyecto político y económico que nació de la voluntad de una élite mundial.

Véase también Guens , Larochelle , y el sitio electrónico de la Comisión. Afirmó, en


efecto, que «es un hecho que la naturaleza de los estados se está modificando y que los
estados están en proceso de desaparición. » El segundo ejemplo relevante es el
surgimiento, en septiembre de 2000, de la Comisión Internacional sobre Intervención y
Soberanía de los Estados . Los copresidentes de ésta, Gareth Evans y Mohamed
Sahnoun, explicaron en su reporte oficial de septiembre de 2001 que en respuesta al
llamamiento del secretario general de la ONU para lograr un consenso en las
intervenciones militares o diplomáticas humanitarias en regiones como Ruanda o
Srebrinica, «el gobierno de Canadá, junto con un grupo de importantes
fundaciones, anunció a la Asamblea General en septiembre de 2000 el establecimiento de
la CIISE», a la cual se pidió «recabar en todo el mundo la mayor variedad posible de
opiniones y que preparara un informe que ayudara al secretario general y a las demás
partes interesadas a encontrar nuevos puntos de coincidencia».

El informe agrega que debía la comisión dilucidar los aspectos de tipo


jurídico, moral, operacional y político que estas intervenciones podían
entrañar. Así, pues, el documento es un importante análisis
jurídico, historiográfico, político, diplomático y militar que se sitúa también en el supuesto
de un nuevo orden internacional con una nueva idea de los estados y las soberanías. Sus
aportaciones, cuestionables o no, provienen fundamentalmente de humanistas y
requieren de un impostergable –para la salud de la academia y la vida política de los
pueblos actuales– análisis independiente, pues en ese reporte se encuentra la nueva
formulación de la soberanía de los estados y de la «causa justa» para la intervención
militar en guerra preventiva, defensa de pueblos o antiterrorismo. La política económica
global impuesta en el mundo ha producido, por otro lado, un desmesurado avance de la
pobreza, un proceso acelerado de concentración de la riqueza en ciertas regiones del
planeta y en ciertos estratos sociales de cada una de las economías locales.

Otra idea de ser humano surge ahora cuando regiones enteras se tornan prescindibles en
la economía del mundo. En los tiempos todavía no muy remotos de Juan Jacobo
Rousseau, la soberanía popular y los derechos esenciales de los ciudadanos se
derivaban fundamentalmente de un supuesto político, no histórico, llamado Contrato
Social.

HACIA UN NUEVO COLONIALISMO

Estamos viviendo en una época caracterizada, además, por el desplazamiento de las


categorías clásicas de la geografía y el ascenso de una nueva forma de composición
política y económica del mundo en la que los países se definen con nuevos valores
económicos y la población se somete a un nuevo concepto de la naturaleza del hombre y
de los derechos humanos. Falta ahora, ante estos procesos políticos, sociales y
económicos del mundo, empeñarnos en el análisis académico, por fuerza humanística, no
sometida, como en los casos de la Comisión Trilateral o de la CIIS, no sometido, repito, al
conflicto de intereses. Tampoco es inusual que las corporaciones que financian
investigaciones insistan en su derecho de conocer previamente, revisar y, en su
caso, aprobar la publicación de reportes de investigación

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