Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Más aún, con este lenguaje, la educación básica no se reconoce como una política de
Estado ni como parte de un esfuerzo nacional o público por impulsar la transformación de
la sociedad entera, sino tan sólo como un trámite que algunas personas tienen que llenar
para convertirse más tarde en consumidores de servicios especializados a los que se
acercarán según las tarifas más convenientes del mercado. En otros términos, los
grandes consorcios globalizadores están creando, y ahora así lo impulsan, su propio
orden educativo, un sistema de enseñanza acorde con sus necesidades, con su visión del
mundo y con sus planes de expansión mundial. No basta con expandir
capitales, mercancías y maquiladoras, es necesario crear una élite internacional de
«consumidores de servicios de educación» que constituya «una fuerza de trabajo
eficiente» en distintas regiones del mundo. Esto los lleva a impugnar la responsabilidad
pública de la educación y a imponer una visión global aparentemente neutra de la
educación de élite.
Tales argumentos financieros crean la convicción de que esto debe considerarse como el
futuro de la investigación universitaria en Estados Unidos y en el mundo. Pero algunos
engaños subyacen en este aparente florecimiento de aportaciones, invenciones, avances
tecnológicos, beneficios económicos, empleos, incluso en las urbanizaciones de las áreas
donde los corredores de centros de investigación universitaria se han establecido. Las
patentes retrasan la diseminación de información y el principio de libre investigación se
trunca. Sin embargo, en lo que a razones financieras concierne, la investigación
universitaria sostenida con fondos especiales provenientes de consorcios trasnacionales
es un apéndice final de una larga cadena educativa que desde el inicio subsidió el Estado
mediante la educación básica y la media superior.
Ese patrocinio inicial debería bastar para compartir el acceso pleno a todos los
descubrimientos e inventos creados en la fase de la educación superior subsidiada por las
empresas. De aquí podemos derivar, por tanto, que si el primer riesgo es la privatización
del conocimiento, el segundo es la privatización de los beneficios. Podemos afirmar
nosotros que hay un engaño al callar el uso de fondos públicos para la investigación, pues
los beneficios no retornan a la comunidad.
Las tres últimas administraciones federales de México se han doblegado a esta faceta del
conocimiento visto como propiedad de patentes de multinacionales y no como acciones
indispensables de gobiernos e instituciones de educación superior. Desde noviembre de
2003 la administración del gobierno federal propuso, como parte de su ejercicio
presupuestal para 2004, la desincorporación, liquidación, extinción o fusión de 17
organismos públicos aduciendo escasez de recursos. Entre estos organismos destacaban
el Colegio de Postgraduados de la Universidad de Chapingo, el Instituto Nacional de
Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Instituto Nacional para el Desarrollo
de Capacidades del Sector Rural, la Comisión Nacional de Zonas Áridas, el Instituto
Mexicano de Tecnología del Agua, el Fideicomiso de Formación y Capacitación para el
Personal de la Marina Mercante, Exportadora de Sal y Transportadora de Sal*. Cada uno
de estos organismos, más que representar una carga presupuestal excesiva para el
gobierno mexicano, constituyen un obstáculo para los negocios de trasnacionales
vinculadas con la producción alimentaria, el control de suelo, de recursos forestales, de
mantos acuíferos, de marina mercante y de comercio de sal.
LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER
De estas tres regiones del mundo se derivaron los nombres tanto de la comisión misma
como de sus reportes anuales, The Trialogue, y de sus análisis o reportes
temáticos, Triangle paper*. En el contexto de la guerra fría, el propósito de la comisión fue
proteger los intereses de las multinacionales de los países de la triple región y asegurar el
control y la expansión de sus mercados mediante la construcción de un nuevo orden
internacional que, desde entonces, en función de esa apertura para sus capitales y
productos, se llamó de «libre mercado», que ahora conocemos como globalización. A lo
largo de más de 30 años tales reportes y análisis se centraron en la reforma de
instituciones internacionales, globalización de los mercados, medio ambiente, finanzas
internacionales, liberación de las economías, regionalización de intercambios y
endeudamiento de los países pobres. El proyecto ha sido exitoso, pues la comisión nos
ha hecho creer que la globalización es un fenómeno natural, como la lluvia o el verano, y
no un proyecto político y económico que nació de la voluntad de una élite mundial.
Otra idea de ser humano surge ahora cuando regiones enteras se tornan prescindibles en
la economía del mundo. En los tiempos todavía no muy remotos de Juan Jacobo
Rousseau, la soberanía popular y los derechos esenciales de los ciudadanos se
derivaban fundamentalmente de un supuesto político, no histórico, llamado Contrato
Social.