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Este movimiento unió a los liberales independientes que respaldaron al presidente Rafael Nuñez y
a los conservadores orientados por el humanista Miguel Antonio Caro.
Este movimiento tuvo varias causas como guerras civiles, crisis del radicalismo, federalismo
extremo, crisis económicas y la constitución de rio negro
Trujillo un estadista político no hizo casi nada para solucionar la crisis venía de triunfar en una
guerra civil, no tenía las ideas ni poseía la determinación suficiente, mucho menos contaba con el
apoyo político necesario para lograr una gran transformación que le demandaba Nuñez al
posesionarlo.
Así fue como Nuñez debía cumplir con aquella tarea, consideraba que el camino del orden y el
progreso era el indicado para acabar con la anarquía, las guerras civiles y el regionalismo. Por ello,
sus ideas no tardaron en hacer eco en otros liberales moderados y en buena parte del
conservatismo, lo que permitió que Núñez llegara a la Presidencia en 1880. Pero el país estaba
muy mal como lo dije anteriormente con la causas. Núñez trató de empezar sus reformas, pero el
periodo presidencial de dos años era muy corto para poder culminarlas. Fundó el Banco Nacional,
reemplazó el valor del patrón oro por papel moneda en los pesos colombianos.Dio inicio a la
construcción del Canal de Panamá según el proyecto de Fernando de Lesseps,
del ferrocarril entre Bogotá y Girardot y otras cosas más.
En 1884 fue reelegido a la presidencia Rafael Núñez, el liberal que dos años antes, como
presidente del Senado, había pronunciado su ominosa frase: “Regeneración o catástrofe”. Y ahora
quiso poner en práctica la primera parte de su advertencia en colaboración con una fracción de los
conservadores, la encabezada por Carlos Holguín, ya desde hacía años promotor de alianzas y
“ligas” con las disidencias del Partido Liberal. Pensaba Holguín que el regreso de los conservadores
al poder sólo podía lograrse maniobrando en zig zag. Con Núñez, sus relaciones eran mejores y
más estrechas que las de cualquier jefe liberal del radicalismo: ya en su gobierno anterior (90-92)
le había encargado a Holguín la reanudación de las relaciones diplomáticas con España, sesenta
años después de la guerra de Independencia.
Diez constituciones, diez códigos civiles, diez códigos penales, diez ejércitos. Y cuarenta revueltas
armadas en veinticinco años. Se pudo decir: “La nación está en paz y los Estados en guerra”.
Fue por entonces cuando en este país empezó a usarse de manera habitual la palabra “oligarquía”,
que en su original griego significa “gobierno de unos pocos”. En Colombia el término se tradujo
por “gobierno de los otros”: era el que usaban los conservadores para referirse al pequeño círculo
de los radicales en el poder, y el que más adelante usarían los liberales para designar al círculo aún
más pequeño de los conservadores, cuando cambiaron las tornas.
En fin la Regeneración, nacida de la tragedia de la guerra del 85, tuvo mucho enredo. En lo
ideológico ha sido tal vez la etapa más seria de la historia de Colombia, pero políticamente
hablando fue un sainete. En buena parte a causa de las personalidades contrapuestas de sus dos
grandes inspiradores y ejecutores, el liberal ultraconservador Rafael Núñez y el conservador
ultracatólico Miguel Antonio Caro. El asunto fundamental de las relaciones con la Iglesia católica
se columpiaba en el hilo bamboleante de los vaivenes sentimentales de Núñez y de sus
cambiantes inclinaciones filosóficas: ora ateo, ora creyente; y el gobierno de la república dependía
de sus achaques de salud y de sus caprichos climáticos.
Fue Núñez un curioso personaje, ansioso de poder a quien admiradores y detractores por igual
llamaron “la Esfinge”, en términos de la política colombiana no fue ni liberal ni conservador, sino
nuñista. Como treinta años antes Tomás Cipriano de Mosquera no había sido ni conservador ni
liberal, sino mosquerista. Y, más atrás, Simón Bolívar...