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La Regeneración 

fue un movimiento político de las dos últimas décadas del siglo XIX en
Colombia, que tuvo como objetivo la búsqueda del orden, la centralización política y las
relaciones concordatarias con la iglesia católica. Criticó el estado anárquico del país, reflejado
en las constantes guerras civiles, la debilidad del ejecutivo, el constitucionalismo de los
estados soberanos, la libertad de expresión "irresponsable", la miseria de las masas
colombianas, el atraso de la industria y la agricultura y el débil progreso. Esta corriente unió a
los liberares independientes que respaldaban a Rafael Núñez y a los conservadores
orientados por el humanista Miguel Antonio Caro.

Uno de los máximos logros de la Regeneración fue la Constitución Política de 1886, por la
cual se creó la “República de Colombia”, regida por un sistema unitario, un ejecutivo fuerte y
un Congreso bicameral. La filosofía principal de esta carta fue la “centralización política” y
la “descentralización administrativa” y en ella quedaron plasmados el positivismo de Núñez y
el tradicionalismo de Caro.

Gobiernos que precedieron a la Regeneración

Rafael Núñez fue elegido presidente de los Estados Unidos de Colombia para el período


1880-1882. Su gobierno se inició con una fuerte crisis económica debido a la caída de las
exportaciones y a la baja del 80% en los precios de la quina, que era el principal producto de
exportación. El tesoro público estaba en quiebra por el pago de la deuda pública y por los
gastos de las frecuentes guerras civiles. Debido a las emisiones de moneda, se
experimentaba además el flagelo de la inflación. A Núñez correspondió la creación del Banco
Nacional y la elevación de las tarifas aduaneras para la protección de algunos renglones
manufactureros.

El país fue abandonando el librecambismo y aprovechando cada vez más el proteccionismo.


Núñez dio importancia a las construcciones de los ferrocarriles de La Dorada, Girardot y
Buenaventura, y fomentó las ferrerías de Samacá y la Pradera. Se iniciaron las obras del
canal de Panamá, con el ingeniero francés Fernando de Lesseps. Se introdujo el servicio del
cable submarino para la comunicación de Colombia con el mundo, y se estimuló la
navegación por los ríos Magdalena, Lebrija y Sinú.

A Núñez lo sucedió en el gobierno Francisco Javier Zaldúa, a quien le correspondió afrontar


la oposición del Senado en la selección de su gabinete. Zaldúa falleció en el ejercicio del
poder, el 21 de diciembre de 1882. Lo remplazó el presidente José Eusebio Otálora, quien
gobernó desde el 22 de diciembre de 1882 hasta el 31 de marzo de 1884. Su mandato
coincidió con el primer centenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar, el cual fue
celebrado con el mayor esplendor. Zaldúa se preocupó por el ornato de la ciudad de Bogotá;
dispuso la construcción del Parque del Centenario e impulsó las obras públicas en el canal de
Panamá, el canal del Dique, y la terminación de los ferrocarriles de Antioquia, Magdalena y
Buenaventura. Su gobierno tuvo la colaboración de ambos partidos y de los diferentes grupos
políticos.

Rafael Núñez: Gestor de la Regeneración

Rafael Núñez Moledo (1825-1894), natural de Cartagena de Indias, fue el ideólogo de la


Regeneración. Conocido como “el Regenerador” este jurista, escritor y periodista inicialmente
colaboró con los gobiernos de los presidentes José María Obando, Manuel María Mallarino,
Tomás Cipriano de Mosquera y Julián Trujillo, en las Secretarías de Hacienda y Gobierno. En
el discurso de posesión del presidente Trujillo, el 10 de abril de 1878, como presidente del
Congreso expresó la célebre frase que señaló el dilema de Colombia ante la crisis
nacional: “Regeneración administrativa fundamental o fracaso”.
Su movimiento político recogió las ideas del positivismo de Herbert Spencer, que defendían la
ciencia y la racionalidad y planteaban que, al igual que los organismos biológicos, la sociedad
presentaba una evolución. De acuerdo con lo anterior, Núñez consideraba que las naciones
anárquicas debían regresar al principio de autoridad para regular el progreso y que Colombia,
por tanto, debía evolucionar de la barbarie a la civilización. De esta manera, la Regeneración
buscó el orden y la justicia mediante el respeto a las instituciones. Núñez ejerció la
Presidencia en cuatro ocasiones, y fue el gestor de la Constitución de 1886, en la que plasmó
su ideario político.

Durante su último mandato (1892-1898) se retiró del gobierno a su hacienda "El Cabrero" en
Cartagena, en compañía de su amada doña Soledad Román. Allí falleció el 18 de septiembre
de 1894.

Ascenso de la Regeneración

Entre los años 1884 y 1886 realizó su segundo gobierno Rafael Núñez, quien ganó en las
elecciones a la facción radical. Durante este mandato afrontó la guerra civil de 1885, que fue
promovida por el liberalismo radical para obstaculizar su movimiento. Los radicales estaban
convencidos de que Núñez traicionaba al partido Liberal, por sus alianzas con el clero y los
conservadores y por sus maniobras tácticas y actos de gobierno. Consideraban la
Constitución de 1886 como autoritaria, católica, ultracentralista, confesional, contraria a la
filosofía de la libertad, y opuesta a la de 1863, claramente laica y federalista. Tras la derrota
militar de los radicales, Núñez dijo la célebre frase: “La Constitución de 1863 ha dejado de
existir”. Así se dio paso al estudio, aprobación y sanción de la nueva constitución, que
estructuró en forma definitiva la República de Colombia.

Constitución política de 1886

El 11 de noviembre de 1885, después de la guerra civil, se instaló en Bogotá el Consejo


Nacional de Delegatarios, convocado por el gobierno para deliberar los términos en que debía
redactarse la nueva carta política. El presidente Núñez expresó su deseo de consolidar una
república autoritaria, para evitar el permanente desorden. Se aprobó el proyecto redactado por
Miguel Antonio Caro, representante de la escuela conservadora, en alianza ideológica con
Núñez. La redacción definitiva de la nueva constitución fue hecha por el mismo Caro y por el
arzobispo de Bogotá, monseñor José Telésforo Paul.

La Constitución de 1886 buscó afianzar la unidad nacional convirtiendo a la nación en una


república unitaria. Además, estableció los siguientes principios: poder ejecutivo fuerte, período
presidencial de seis años, congreso bicameral, creación de los departamentos y supresión de
los estados, sujeción de los gobernadores a la administración central, educación pública de
acuerdo con la Iglesia, prensa libre pero responsable, división del poder en tres ramas
(ejecutivo, legislativo y judicial) y reorganización del Consejo de Estado.

Se estableció igualmente un régimen de facultades para el ejecutivo, en caso de perturbación


del orden público, y se consolidaron las relaciones entre el Estado y la Iglesia católica. Debido
a la ausencia del presidente Rafael Núñez, la Constitución de 1886 fue sancionada por el
designado José María Campo Serrano, quien se encargó de la Presidencia entre el 10 de abril
de 1886 y el 6 de enero de 1887.

Los conservadores durante la regeneración

Durante la Regeneración, el partido Conservador, de gran influencia en el movimiento, se


dividió en dos grupos: nacionalistas e históricos. Los nacionalistas apoyaron al presidente
Rafael Núñez y se manifestaron partidarios de mejorar sus relaciones con el Liberalismo. A
esta facción pertenecieron Miguel Antonio Caro, Carlos Holguín, Sanclemente, Reyes y
Suárez. Los históricos, por su parte, defendían la pureza de su doctrina política y pedían
algunas reformas constitucionales. A esta última división pertenecieron Carlos Martínez Silva,
Marceliano Vélez, José Manuel Marroquín, José Vicente Concha y Miguel Abadía Méndez.

Gobiernos de la Regeneración

El primer periodo presidencial de la nueva constitución le correspondió al mismo Rafael


Núñez, quien gobernó hasta 1888. Lo sucedió Carlos Holguín Mallarino, el cual gobernó
entre los años 1888 y 1892. A él le correspondió la culminación del tratado de límites con
Venezuela y estimular la construcción de las vías férreas de la Sabana, Cúcuta, Puerto
Wilches y Cartagena. Estableció el astillero de Cartagena y fomentó la navegación por los ríos
Magdalena, Cauca, Nechí, Atrato y Sinú. Amplió el alumbrado eléctrico de Bogotá y fundó la
Policía Nacional, cuerpo armado organizado por una misión francesa, bajo la dirección de
Marcelino Guillibert.

Para el período 1892-1898 fue nuevamente nombrado Rafael Núñez para la Presidencia, y


para la Vicepresidencia, el escritor y gramático Miguel Antonio Caro. Este último debió
gobernar como vicepresidente encargado para un período de seis años, debido al retiro de
Núñez. Caro afianzó las relaciones entre el gobierno y la Santa Sede a través del Concordato.

Le correspondió la culminación del ferrocarril de Cartagena a Calamar, inició la construcción


del ferrocarril del sur y amplió el ferrocarril del norte hasta Zipaquirá. Durante su mandato, el
15 de junio de 1893, se inauguró cerca de Barranquilla el muelle de Puerto Colombia, que se
convirtió en el más importante de la costa Atlántica ya que unió al río Magdalena con el mar
Caribe. Se hizo asimismo la reorganización de la Escuela Militar con una comisión francesa.

Caro utilizó con frecuencia las facultades extraordinarias que le otorgaba la constitución. Por
ejemplo, reprimió con rigor a la prensa que hacía críticas políticas. Algunas leyes fueron
consideradas persecutorias, como la llamada “Ley de los Caballos” que siendo para
delincuentes comunes, se aplicaba a los liberales por motivos políticos. Ante una posible
conspiración, Caro desterró al jefe del partido Liberal, el expresidente Santiago Pérez. Durante
este mandato, estalló la guerra civil de 1895, dirigida por los liberales, donde triunfaron las
fuerzas del gobierno.

En el año 1898, Caro entregó el gobierno a Manuel Antonio Sanclemente, quien fue elegido
para el período de 1898 a 1904. Sin embargo, fue derrocado en el año 1900 por el
vicepresidente José Manuel Marroquín.

Concordato entre la iglesia y el estado

Se hizo entre la Santa Sede y el Estado colombiano. En virtud de este tratado, se oficializó la
religión católica y se permitió a la Iglesia ejercer libremente su autoridad espiritual y su
jurisdicción eclesiástica. El Estado le reconoció su propia personería jurídica y orientó la
educación de acuerdo con los dogmas de su doctrina. Se le otorgó validez legal al matrimonio
católico y se permitió el libre establecimiento de órdenes y asociaciones religiosas. Se
estableció que los nombramientos de los arzobispos y obispos se hicieran de común acuerdo
con el presidente, y el gobierno reconoció una deuda con la Iglesia, originada en la redención
de censos y desamortización de bienes eclesiásticos. Este concordato fue aprobado el 31 de
diciembre de 1887 y firmada las actas el 5 de julio de 1888.

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