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M
andy ha sido convertida en una mujer-tigre, pero su mayor
problema no es la cola, son los hombres mandones en su nueva
vida. Nunca nadie la deja decidir lo que quiere hacer, así que
cuando el sexi Adrian apuesta que él va a hacer que cambie en los próximos tres
días, ella se lanza al ataque. Si gana, será libre. Si pierde, va a terminar como su
compañera. Pero si Mandy gana… finalmente conseguirá lo que quiere… ¿o ya lo
ha hecho?

Midnight Liaisons #4.5


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uy bien —dijo Vic Merino cuando todo el clan tigre
Merino se sentó alrededor de la mesa de la
cocina—. Tenemos un problema.

Todos los ojos se volvieron hacia Mandy Petersen, quien entonces puso
los ojos en blanco y cruzó los brazos. Tomaba un montón de valentía enfrentarse
al clan tigre, pero Mandy estaba harta de ellos, hasta el último bastardo rayado
del lote.

En serio, Mandy no debería haber estado incluso en la reunión. Tendría


que haber estado de vuelta en la universidad, a salvo en su dormitorio, ayudando
a su vieja hermandad a sobrellevar una semana fugaz, o conociendo a una
compañera de piso.

Algo normal. Ella no debería estar en una reunión en la cocina de un


extraño discutiendo acerca de si podría o no hacer crecer su propia cola. No
debería haber tenido la más mínima pista sobre colas, cambiadores o la
misteriosa Alianza de cambiaformas que poblaban el norte de Texas. Nop.
Tampoco debería haber sabido que cada uno de los altos y guapos hombres
Merino eran hombres-cambiaformas, y que todos ellos se convertían en tigres
cuando les daba la gana.

No debería haber sabido siquiera que existían los cambiadores.

Por supuesto, si hubiera sabido todo eso, nunca habría empezado a salir
con Johnny, un hombre temerario de veinte años con una mirada diabólica en
sus ojos azules. Habría seguido manteniendo a raya a Johnny para siempre. Mejor
aún, si hubiera sabido que era un cambiador, jamás habría salido con él en
absoluto.

Porque si no hubieran salido, él nunca la habría mordido en el cuello y


transferido su capacidad de cambiar a ella. Ni siquiera la había advertido que
había una posibilidad. Ella sólo había pensado que estaba un poco ansioso.

Pero él era un cambiaforma, y la había mordido con la suficiente fuerza


como para romper la piel, y eso al parecer fue todo lo que necesitó. Cuando ella
comenzó inmediatamente a brotar pelaje, fue llevada a casa de su alfa, ¡¡¡un alfa!!!,
todo orgulloso y le dijo a todo el mundo que ahora era su compañero y ella era
su compañera y que debían aceptarlo.

Había dos problemas con este escenario… uno: los seres humanos no
debían saber sobre los cambiaformas y, definitivamente, no se supone que sean
convertidos en cambiadores. Y dos: nunca nadie se había molestado en preguntar
a Mandy si quería ser un tigre.
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Asustada terriblemente, Mandy no protestó cuando ella y Johnny fueron
enviados a Alaska.

Estaba demasiado ocupada haciendo crecer unos colmillos y garras y otras


cosas terribles como para preocuparse de su situación de vida. Cuando las cosas
finalmente dejaron de crecer espontáneamente tan a menudo, Johnny (quien
estaba todavía sin éxito tratando de meterse en sus pantalones) casualmente
mencionó que oh, sí ella era ahora parte del clan tigre, y puesto que “ellos” habían
roto las reglas, habían sido ahora exiliados a Alaska. Para siempre.

Una vez más, nadie había preguntado a Mandy lo que sentía por la nieve.
Huelga decir que ella no estaba feliz.

Resultó que “para siempre” era sólo un par de semanas, y las viejas reglas
contra los seres humanos fueron retocadas un poco, y a Mandy y Johnny se les
permitió volver a Texas. Entonces Johnny, quien, hace dos semanas, había estado
jurando que ella era para siempre su compañera y la había cambiado porque
quería estar con ella para siempre, comenzó a verse con una morena porque
Mandy “simplemente no estaba funcionando”.

Así que ahora ella era un tigre. Un tigre indeseado. Y abandonado. De


vuelta en Texas, pero aun así un tigre.

Y todavía, nadie se había molestado en preguntar a Mandy cómo se sentía


acerca de todo esto.

¿Así que el hecho de que ahora estaban teniendo una reunión sobre ella y
el hecho de que ella no se sentía de ánimos para cambiar? Bueno, todos podían
irse a lavar el culo, en lo que a ella se refería.

Pero no dijo eso. Se sentó, cruzó los brazos y se vio cabreada. Porque ahora
que era una cambiaforma, también tenía este extraño problema nuevo y terrible:
no podía oponerse a su alfa. Era algo en la sangre cambiaforma, le dijo Johnny.
Te inclinas ante el hombre a cargo. Y por suerte, ella era ahora una cambiadora.

Su alfa era Vic Merino, el hombre actualmente tratando de decidir qué


hacer con ella. Vic no era su persona favorita. Era alto, musculoso como el infierno,
y estaba cubierto de tatuajes. Su compañera igualmente alta Estrella, era rubia y
dulce, y estaba muy embarazada actualmente. Debido a que Estrella estaba
embarazada, se le dijo que Vic tendía a estar de mal humor porque su racha
protectora estaba sacando lo mejor de él.

¿Considerando que Mandy había conocido a Vic por alrededor de un mes?


Nunca lo había visto de buen humor.

—Tienes que cambiar, Mandy.


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—No. —Ella cruzó los brazos sobre su pecho.

—Sí.

—No tengo que hacerlo.

—No has cambiado en las últimas semanas. Estás atrasada.

—Nop. Estoy bien. No siento la necesidad de cambiar en absoluto. —Si lo


hacía, pero rápidamente aplastó la sensación. Que se jodan por pensar que
podían decirle qué hacer.

La mandíbula de Vic se tensó.

—Tienes que cambiar regularmente para que puedas aprender a


controlarlo.

—No tengo que cambiar nada —le dijo tercamente. Y ese era el final de la
discusión. No iba a cambiar por él como una buena pequeña marioneta.

—Es hora de que todos seamos adultos sobre esto —dijo Vic, en lo que
ella supuso era su voz “razonable”—. Por mucho que te gustaría poner este mes
pasado detrás de ti, Mandy, me temo que no va a suceder. Nos guste o no,
elegiste este estilo de vida, y no puedes regresar ahora. Convertirse en un
cambiaforma es una calle de sentido único.

¿Elegir? ¿Ella eligió? Qué broma. No había elegido nada. Ni siquiera había
elegido a Johnny, no realmente. Él simplemente tomó todas las decisiones y
Mandy se quedó atrás tratando de recoger los pedazos de su vida.

—¿Disculpa?

—Me escuchaste…

—Si Johnny te dijo que yo elegí ser convertida, está delirando.

Vic disparó a Johnny una mirada severa.

Johnny simplemente se encogió más en su asiento.

Mandy negó con la cabeza. Esto no estaba llevando a nadie a ningún lugar.

—Mira. Olvídalo. Simplemente deja que me vaya, ¿de acuerdo? No quiero


tener nada que ver con ninguno de ustedes —dijo Mandy—. Quiero volver a la
universidad. ¡Sería muy feliz si jamás tuviera que ver a cualquiera de ustedes
nunca más! —Ella descruzó sus brazos y juntó las manos delante de su pecho—.
Por favor, por favor, por favor, déjame ir a casa. Sólo quiero ser normal otra vez.
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La mandíbula de Vic se tensó, y vio a Estrella colocar una mano sobre su
brazo, calmándolo. Está bien, así que tal vez eso había sido lo peor por decir. Miró
alrededor de la mesa al resto de los Merino, todos sin sonreír. Como todos, eran
hombres muy apuestos, pero el rostro de Johnny ahora le llenaba de odio y rabia.
¿Por qué era la única que estaba siendo castigada cuando él sólo estaba por ahí
haciendo lo que quería?

No parecía justo.

—No puedes volver de ninguna manera —dijo Vic.

—No veo por qué no —respondió Mandy.

El ambiente en la mesa se volvió extremadamente tenso. Estrella palmeó


el brazo de Vic una vez más, y a medida que Mandy miraba, los orificios nasales
de Vic se dilataron. Bueno, estaba comenzando a sentir ese horrible sentimiento
que se arrastraba en su nuca cuando sabía que estaba siendo una mala tigre. La
necesidad de gatear debajo de la mesa y esconderse se intensificó, así que alejó
su mirada de la suya. Desafortunadamente, aterrizó en su segundo, Adrian.

Adrian era un enteramente diferente e incómodo tipo de problema para


ella. Dado que Johnny y ella se habían separado, él la observaba. Todo el tiempo.
Sospechaba que era porque estaba esperando que espontáneamente se volviera
rayada (como le gustaba llamar a la transformación) pero a veces, se lo
cuestionaba. Como ahora mismo.

Adrian la observaba con un par de ojos intensamente azules y de pestañas


oscuras. Sus cejas eran unas gruesas y pesadas líneas que lo hacían ver como si
estuviera frunciendo el ceño todo el tiempo… y tal vez sí lo estaba haciendo. No
era del tipo de sonreír mucho. Unos pocos centímetros más alto que su alfa, Vic,
era el callado del que tenías que cuidarte comparado a la autoritaria forma
dominante de Vic.

—¿No ves por qué no? —La voz de Vic sonaba peligrosa, y la atención de
Mandy volvió a él—. ¿A qué te refieres con que, no ves por qué no?

Mandy se estremeció ante el rostro furioso de Vic, encogiéndose en su


asiento. ¿Podía un alfa matar a uno de sus tigres, se preguntó, aún si ella no era
realmente oficialmente un tigre? Era sólo en cierto modo una acogida para ellos,
¿no?

—Vic, cariño —dijo Estrella en una voz reconfortante—. Estás asustándola.

—Necesita estar jodidamente asustada —rugió Vic. Sus manos agarradas


de la mesa, y luego una se levantó y apuntó el rostro de Mandy—. Tienes que
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darte cuenta de una maldita vez a quién estás poniendo en peligro con esta
estúpida actitud tuya…

—Ella sabe —dijo Estrella, su voz todavía calmada y suave—. Estoy segura
de que todo esto es demasiado para que ella.

—Si pierdes el control, nos arriesgas a todos. Si te transformas en público,


pones en peligro a todos, maldición. —La voz de Vic estaba sonando más y más
animal, y la necesidad de huir estaba aumentando cada vez más. No tan
discretamente, Johnny alejó su silla de Mandy.

Cobarde, pensó ella. Dios, ¿qué había visto alguna vez en Johnny además
de un par de ojos azules? Gracias a Dios que nunca se había acostado con él.

Vic se paró de la mesa lentamente.

—No dejaré que metan a mi esposa e hijo en un maldito zoológico…

—Me encargaré de todo esto —dijo Adrian. Su voz sonó completamente


calmada en comparación a la rabia en la de Vic, y todos se giraron hacia él
inmediatamente. Él no se levantó. No miró en la dirección de Mandy. Sólo
encogió sus grandes hombros—. Me encargaré de todo. Dame la semana libre y
me encargaré de Mandy.

¿Se “encargará” de Mandy? Se burló, pero permaneció en silencio. Vic ya


estaba lo suficientemente enojado.

—¿Estás seguro? —Estrella lucía un poco preocupada. Seguía echándole


vistazos a Mandy, sus ojos llenos de simpatía. Tal vez entendía por lo que Mandy
estaba pasando, ya que ella en sí era una marginada en el clan Merino. Era una
ligre que sólo había sido aceptada cuando se unió a Vic, o eso le había contado
Johnny. Era una cosa que lo había incentivado a cambiarla: celos por la felicidad
en la unión de Vic y Estrella—. Tal vez yo puedo ayudar…

—No —dijo Vic, su voz peligrosa. Con sus grandes brazos, maldición, eran
grandes, cruzados sobre su pecho—. Está decidido. Adrian puede encargarse de
ella.

La frente de Mandy se frunció a medida que veía a Adrian. Alto, atractivo,


completamente confiado. ¿Por qué se estaba molestando con ella? De lo que
Johnny le había contado acerca del clan tigre, Adrian solía mantenerse fuera de
los problemas. Y estaba bastante segura que era considerada uno de sus
“problemas”.

Tenía que haber una trampa en alguna parte. Sólo que cuál era
exactamente, todavía no lo había descubierto.
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—Muy bien —dijo Estrella, con un indicio de sonrisa volviendo a su
hermoso rostro. Siguió sonriendo aún mientras miraba a Mandy—. Dejaremos
que Adrian se encargue de todo.

—Tienes una semana libre —le dijo Vic a Adrian.

—Una semana es todo lo que necesito —respondió Adrian en esa voz


completamente calmada—. La haré cambiar para entonces.

Y allí estaba ella, una vez más enfurecida mientras hablaban de ella como
si no existiera. Como si fuera un objeto. La Barbie Tigre, su más nuevo juguete.
Así es como Johnny la había considerado, ¿cierto?

—¿Y qué hay acerca de lo que yo quiero?

Vic gruñó, pero Adrian ya estaba en ello. Aquellos fríos ojos azules se
clavaron en ella.

—No importa lo que tú quieres.

Ella resopló y se recostó en su silla. Esa parecía ser la historia de su vida. A


nadie ni siquiera le importaba lo que Mandy quería.

Adrian estudió a la pelirroja que se sentaba frente a él en la churrasquería.


La había llevado allí por dos razones: una, porque no causaría una escena en
público sin importar cuántos pucheros hiciera; y dos, porque la carne tendía a
desencadenar los instintos de un cambiador. Así que, ¿qué mejor lugar que una
churrasquería brasilera con todo lo que puedas comer?

Habían estado en silencio de camino al restaurante, Mandy sentada con


sus brazos cruzados en el asiento del pasajero mientras él manejaba. A él no le
molestaba el silencio; no era el más grande hablador de todas formas. Le dejaba
eso a Vic. De hecho, le dejaba la mayoría de las cosas a Vic. Su hermano era un
año mayor que él y Adrian estaba feliz con dejar que su hermano cabeza dura e
impulsivo tome el control de todo. La mayoría de las veces. Pero cuando Adrian
veía algo que quería, iba a por ello.

Y quería a Mandy para él.


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Nunca había considerado tener una compañera, no realmente. Las mujeres
cambiadoras eran lo suficientemente escasas, y Adrian nunca pensaba en él de
manera particular como un “solitario”. Tenía su clan, tenía el taller con el que
ayudaba a Vic a llevar, y si tenía alguna necesidad en particular, para eso estaban
los bares. Salías con una agradable chica humana, te acostabas con ella una o dos
veces, y luego nunca la volvías a llamar. Nunca había llevado a casa a una chica
para que conozca a la familia. Nunca conoció una que estuviera particularmente
interesado en llevar a casa antes.

Pero luego Johnny trajo a Mandy a casa, medio transformada y temblando


de miedo. No había entendido qué estaba pasando, y se veía tan sorprendida
como el resto de ellos cuando Johnny la había declarado su pareja. Y seguro como
eso, hasta llevaba una marca de compañeros en el cuello.

Y por primera vez, Adrian había estado furioso con el descuidado cabeza
hueca de Johnny. Había arruinado la vida de esta chica porque quería mojar su
pene. Adrian había seguido enfurruñado por el asunto mientras el par de tigres
habían sido enviados al exilio, y luego ambos Johnny y Mandy regresaron un mes
después.

Y era claro que ya no eran una pareja. Johnny, su estúpido e irresponsable


hermano, se había quejado de que había cambiado a Mandy esperando que la
hiciera saltar a su cama. De hecho, había logrado lo contrario. Mandy no quería
tener nada que ver con Johnny, y por alguna razón, eso hacía feliz a Adrian. En
algún momento el mes pasado, Mandy había encontrado su coraje, y se estaba
enfrentando a todos.

Hasta a Vic, lo que Adrian encontró algo adorable. Estaba aterrada, y aun
así, encontraba la fortaleza interna para levantar su barbilla y protestar de cómo
estaba siendo tratada.

Fue esa pequeña elevación de su barbilla lo que había sellado su destino.


Adrian la deseaba, una descarga de lujuria y necesidad posesiva se disparó a
través de él con tanta fuerza que había tenido que apretar la mandíbula para
controlarse. Por fuera, podría no mostrar nada, pero por dentro, era un hervidero
de lujuria. Su tigre veía a Mandy, una tigre hembra en su territorio, sin reclamar y
sola, y ya la deseaba. Y a la parte humana de Adrian le gustó que fuera valiente
incluso cuando estaba asustada, su pequeña mandíbula alzada en un ángulo
testarudo a medida que ellos decidían su destino.

Así que él había intervenido. Ofreció ser su mentor. Eso le daría tiempo a
solas con ella. Tiempo para cortejarla y ver que tal vez un tigre no era tan malo
después de todo. Johnny no le había ni siquiera dado una opción en el asunto,
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de acuerdo a las protestas de Mandy. Ahora la elección era arrancada de ella, no
podías volver atrás una vez que habías sido convertido, pero Adrian le
demostraría que no sería tan malo ser la compañera de un tigre.

Porque ella sin duda iba a ser suya. Su tigre nunca había anhelado una
compañera antes, pero ahora que se había decidido, le estaba llevando todo lo
que tenía el mantener la calma cuando todos los instintos de su cuerpo estaban
gritando para que él coloque su propia marca de compañeros sobre la que se
estaba desvaneciendo en su cuello. Para tomarla como suya. Para reclamarla.

Por supuesto, él no tenía idea de cómo cortejar a una chica, no en realidad.


Pero evitar que un malhumorado Vic le rompa el cuello era un buen comienzo.
No es que Vic lo haría. Su hermano era un montón de bravuconería más que
cualquier otra cosa… pero su compañera también estaba embarazada, y las
tendencias protectoras de Vic estaban en sobre marcha. Lo mejor es simplemente
calmar la situación por su cuenta al reclamarla como su compañera antes que
alguien pudiera tener esa idea en la cabeza.

Estacionó el vehículo frente al restaurante churrasquería y la miró.

—¿Sabes mantener la boca cerrada sobre los asuntos del clan en público?

Esa mandíbula linda y terca estaba apretada. Ella lo miraba fijamente.

—No soy estúpida. Y no tengo hambre.

Su estómago gruñó, lo suficientemente fuerte para que ambos lo oyeran,


y sus mejillas se sonrojaron de un rojo brillante. Adrian levantó una ceja.

—Oh, cállate —espetó ella y salió del auto.

Él se tragó su sonrisa y la siguió hasta el restaurante.

Mandy se quedó en silencio mientras eran acomodados, pero él podía


decir que estaba irritada. Sus movimientos fueron espasmódicos, su aroma
normalmente agradable era ligeramente acre en su nariz, y ella sacudió su
servilleta con más fuerza de la necesaria cuando la colocó en su regazo.

—De todos modos, ¿por qué estamos aquí? —le preguntó mientras se
sentaban a la mesa—. ¿Pensé que nadie me quería en público hasta que se
“encargaran” de mí? —Hizo las comillas en el aire—. ¿Recuerdas lo que dijo el
alfa psicópata?

—Estás conmigo —dijo simplemente. Y era cierto. Vic confiaba en él.


Probablemente sospechaba lo que Adrian estaba haciendo, y el no meterse en su
camino también significaba que él lo aprobaba en algún nivel. Lo cual funcionaba
perfectamente para Adrian. Ahora que tenía a su futura compañera en su punto
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de mira, lo único que se interponía en su camino era convencerla de que ella le
pertenecía a él—. En cuanto a Vic, está un poco desquiciado porque su
compañera está embarazada con su bebé. Sus hormonas le están afectando, y
con un nuevo cambiante en el clan, está perdiendo los estribos. Mucho.

—Qué suerte la mía. —Mandy arrastró las palabras.

—¡Mandy! —gritó una voz un momento después, interrumpiendo sus


pensamientos—. ¡Oh, Dios mío, eres tú! ¿Dónde has estado? —Una mujer
alrededor de la misma edad que Mandy se acercó a la mesa. Llevaba una camiseta
de fútbol color rosa y su cabello rubio estaba recogido en un moño en lo alto de
la cabeza—. Te has estado perdiendo toda la diversión Tri Delta últimamente.

Mientras él observaba, la expresión de Mandy se volvió cuidadosamente


en blanco, a pesar de que su sonrisa era acogedora.

—Oh, ha sido un tiempo muy ocupado para mí, Penny. Surgieron algunas
cosas en casa y tuve que dejar algunas clases.

—¡Oh, no! —Penny le dio un puchero falso—. Bueno, llámame cuando


vuelvas al campus, ¿de acuerdo? —Su mirada se deslizó a Adrian entonces, y sus
ojos se abrieron de par en par y una mirada tímida cruzó su rostro—. ¿Este es el
novio con el que estabas tan entusiasmada? Puedo ver por qué.

—¿Qué? ¡No! —La mirada de sorpresa de Mandy fue a Adrian, luego de


vuelta a su amiga. Ella sacudió la cabeza con vehemencia—. Este es… sólo un
amigo.

—Mmmhmm. —Penny le guiñó un ojo—. Bueno, entonces me avisas si tu


amigo quiere mi número. —Ella se paseó de nuevo a su propia mesa, con un poco
de bamboleo en sus caderas.

Mandy puso cuidadosamente una mano al lado de su cara, escondiéndose


discretamente.

—Estoy tan avergonzada. —Ella se encogió más bajo en la cabina.

—¿Por qué? ¿Hay algo malo en ser vista conmigo?

Su rostro se puso aún más rojo.

—Ella piensa que eres Johnny —susurró.

—Pero no lo soy.

—¿Entonces quieres su número? —Su mirada era ilegible.


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—Nop. Ella apesta a humano. —Él estaba interesado en una presa
totalmente diferente.

Sin embargo, eso llamó la atención de Mandy. Se incorporó e inclinó la


cabeza.

—¿Cómo huelo yo?

—Como a tigre —le dijo. Y el olor era intoxicarte—. Pero débil. Sería más
fuerte si cambiaras de nuevo.

La mirada testaruda regresó a la cara de Mandy.

—No pienso cambiar. Nunca más.

Él levantó una ceja.

—¿Crees que eso es posible?

—No sé si lo es o no, pero voy a intentarlo.

—No lo es —dijo sin rodeos—. Y sólo vas a hacerlo más difícil para ti si no
tratas de cambiar, aunque sea un poco.

Ella se encogió de hombros.

—Tal vez todo el asunto cambiante fue una cosa temporal. No he sentido
la necesidad de cambiar.

—Lo harás.

—Pero no la tengo —le dijo tercamente—. Y no lo haré.

—Y yo nací con una cola —le dijo, divertido por su tenacidad—. Y te estoy
diciendo que lo harás, y cuando se trata de ti, cuanto más tiempo esperes, más
alarmante será. Es mejor simplemente enfrentarlo de frente en vez de evitar las
cosas.

Ella simplemente le dio esa mirada exasperantemente paciente que le


decía que pensaba que sabía lo que estaba haciendo. Sin embargo, él sabía la
verdad. Mandy podía negarlo, pero él sabía muy bien lo que le pasaba a un
cambiante que luchaba con su lado animal. Estallaría cuando menos lo esperara,
y muy probablemente de forma violenta.

Razón por la cual él estaba acompañándola. Johnny había señalado que


Mandy no había cambiado desde que habían regresado de Alaska la semana
pasada. Así que Adrian le dijo—: Te voy a dar clases de cambio, te guste o no.

Una de esas cejas rojas se levantó en un desafío.


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—Da lo mejor de ti, amigo.

Adrian sonrió, le gustaba su espíritu.

—Voy a hacer precisamente eso. De hecho, apuesto a que puedo hacer


que cambies y ronronees como un gatito en tres días.

Su labio se curvó.

—¿Te estás escuchando a ti mismo?

Él se encogió de hombros, sin dejar de sonreír. Todo lo que dijo estaba


diseñado para meterse bajo su piel. Si era empujada fuera de su zona de confort,
su cuerpo reaccionaría más rápido, y estimularía el cambio.

—¿Tres días? —repitió ella—. Cuenta con eso.

Un camarero pasó con un plato lleno de carnes humeantes, y notó que la


atención de Mandy vagó hasta allí, su lado cambiante incapaz de resistir los
aromas. Sí, estos serían los tres días más fáciles. Ella oponía una buena pelea
verbal, pero las señales físicas de un cambio inminente estaban allí. Lo que fuera
que ella estuviera reprimiendo iba a venir rugiendo muy pronto.

—¿Cuáles son las apuestas?

Ella lo consideró por un momento.

—Si no cambio en tres días, ¿me dejarás ir?

—¿Dejarte ir a dónde? No estás cautiva.

—¿No lo estoy? —Su voz era amarga—. Me han estado diciendo a dónde
ir, dónde dormir, con quién pasar el tiempo, y qué puedo hacer con mi día. Por
un tiempo, incluso me dijeron quién era mi compañero.

—Es por tu propio bien. —Bueno, todo menos la última parte.

—Tonterías. Lo único que falta es el collar.

Él se encogió de hombros.

—Supongo que es lo bastante justo. Bien. Si no cambias en los próximos


tres días, voy a dejarte ir… con una condición.

Sus ojos se iluminaron.

—¿Y cuál sería?

—Que no vamos a dejar la compañía del otro en los próximos tres días. En
absoluto.
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Los ojos de Mandy se estrecharon.

—¿Qué hay con el baño y la ducha?

Adrian se encogió de hombros.

—Voy a permitir lo primero con un esfuerzo solidario, pero no lo último.

—¿Estás loco?

No, sólo posesivo. Pero él se limitó a sonreír.

—Esa es la regla.

—Bien —le espetó—. Simplemente no me ducharé durante tres días.

—Como quieras. —Cuando ella siguió mirándolo complacida, él añadió—


, ¿no me vas a preguntar qué quiero si yo gano la apuesta?

Sus cejas se fruncieron.

—Estoy casi asustada de preguntar.

—¿Pero lo harás de todos modos? —Porque su Mandy era valiente.

—Lo haré. ¿Qué es lo que quieres?

Adrian se inclinó sobre la mesa, sus ojos brillando.

—Si gano, tú consentirás ser mi compañera.

Así que Adrian jugaba fuerte, al parecer. Mandy aún estaba conmocionada
por su admisión de lo que quería.

¿Ella como su compañera? ¿En serio? ¿Qué pasaba con estos chicos tigre
que todos decidían reclamarla? Sabía que Johnny la había querido… en sus
pantalones. Él era lo suficientemente infantil como para no pensar más allá de
eso. ¿Pero escuchar que Adrian la quería como su compañera? Le hizo sentir…
extraña. E insegura. ¿Qué implicaría exactamente ser la compañera de Adrian? ¿Y
por qué estaba interesado en ella?
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No había duda para ella que Adrian era el más guapo y atractivo de los
tigres Merino. También era el más tranquilo, así que ella nunca sabía lo que estaba
pensando, a diferencia de Johnny, que constantemente cotorreaba.

Pensar que él la quería como su compañera la desestabilizó. No era que él


no fuera atractivo, porque era increíblemente atractivo. Era que nunca había
sabido que le atraía. En absoluto. Nunca dio la menor indicación de que ella fuera
algo más que un dolor en el culo.

Cosa que era bastante confusa si pensabas en ello.

Ella meditó su apuesta durante toda la cena, comiendo bocado tras


bocado de la deliciosa carne con especias. Reflexionó sobre eso mientras
conducían de vuelta a las tierras de los Merino y se dirigía de nuevo a su cabaña
de invitados. Una cosa que había notado sobre los cambiantes era que tendían a
ser realmente unidos. Todos los Merino vivían en una serie de casas repartidas en
unos pocos acres, y convertirse en una Merino significaba que se esperaba que
viviera en “el sitio” con todos los demás. Un techo gratuito sobre su cabeza en
cualquier otro momento podría no haber sido tan malo, pero ahora mismo era
tan infeliz con la situación como para contentarse de vivir sin pagar alquiler si
este venía con los Merino.

—¿Dónde crees que vas? —dijo Adrian cuando ella empezó a dirigirse por
el camino hasta su pequeña cabaña de invitados.

Mandy se detuvo.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero que, ¿a dónde vas? —Él se movió a su lado, sus pisadas
crujiendo en el camino de grava—. ¿Ya te has olvidado de nuestro trato?

¿Su trato?

—¿Estamos empezando de una vez? Pensé que empezaríamos por la


mañana.

Adrian negó con la cabeza.

—Nop. Empezamos después de la cena.

—¿Lo hicimos? ¿Estás seguro? —Ella miró con nostalgia a su cabaña. Se


sentía un poco inquieta y una ducha caliente y tal vez un poco de masturbación
la ayudaría a sentirse más a gusto. Además, realmente quería estar sola—. ¿No
quieres empezar por la mañana?

—No.
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—Podrías tener una noche entera para formar una estrategia…

—No.

—Y podríamos empezar frescos por la mañana.

—No.

—Y tendrías todas esas horas extras para decretar tu plan.

—Mandy —dijo, y su voz fue baja y ronca a medida que se movía hacia
ella. Dios, ¿por qué sonaba como un ronroneo cuando decía su nombre?—. No
necesito horas extra.

—¿Porque vas a perder?

—Porque voy a ganar —ronroneó (definitivamente ronroneó). Estaba


parado muy cerca de ella, y su piel hormigueó en respuesta—. Pero hasta que el
tercer día haya terminado, estaremos constantemente juntos, ¿recuerdas?

Mierda.

—Muy bien —dijo, dando un paso lejos de él para aumentar su espacio


para respirar—. Así que vas a dormir en mi sofá, ¿entonces?

—No.

—Puedes decir más de una palabra a la vez —le espetó.

—No lo haré —dijo, pronunciando cada una. ¿Estaba disfrutando de esto?


Qué idiota.

—¿Dónde, entonces?

—Mi cama.

—¿Dónde voy a dormir?

—Mi cama.

—¿Qué?

—Vas a dormir en mi cama.

—Pero… ¿por qué? —Mandy se le quedó mirando.

—Porque esa es la única manera que voy a mantenerte vigilada mientras


estoy durmiendo.

—Tienes un sofá, ¿no?


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—No puedo vigilarte desde mi sofá. —Ni siquiera se dio la vuelta, sólo
siguió caminando—. ¿Te estás echando para atrás?

Ella resopló.

—No seas ridículo.

—Entonces vamos. —Y continuó hacia su propia casa.

Con el ceño fruncido, Mandy siguió tras él. Cuando se mudó a la tierra de
los Merino, pensó que era extraño que todos vivieran juntos en la misma finca,
pero bajo diferentes techos. Sin embargo, ahora estaba bastante contenta de no
vivir con Vic y Johnny y tener su propio lugar. Aunque, seguir a Adrian a su casa…
se sintió extraño. A él debe haberle gustado su privacidad, pensó. Si bien su casita
se apretaba entre el lugar grande de Vic y uno más pequeño de Johnny, la de
Adrian estaba en el extremo más alejado del terreno, una buena caminata lejos
de donde habían estacionado. Ella había visto su cabaña, por supuesto, pero
nunca había entrado.

El interior estaba escasamente decorado, sólo con un televisor de pantalla


plana colgado en la pared. El mobiliario también era escaso, pero de buena
calidad. También de cuero. Ella pasó una mano sobre un sofá.

—Lindas cosas. Mejor que mi pequeño lugar. —La pequeña casa que había
conseguido después de haber sido “incorporada” al clan tigre tenía muebles
usados de segunda mano, con manchas, desgastados y cojines que no coincidían
con su feo sofá.

—Tu lugar fue diseñado para los visitantes —le dijo—. No tenía la
intención de ser un hogar permanente.

Cierto. Se suponía que debía vivir con Johnny. Después de que la había
mordido y la transformó en una mujer-tigre, había asumido que ella caería en su
cama, arrojando sus bragas a un lado en señal de gratitud. Imbécil.

—Mi lugar está bien —le dijo a Adrian—. Y me gustaría mucho volver allí
ahora mismo. —Esa ansia de privacidad crecía más y más fuerte—. Por favor.

—No —dijo Adrian—. A menos que quieras perder.

—¡No voy a perder nada!

Él sonrió, y por un momento, era tan increíblemente guapo que le quitó el


aliento.

—Bien. Ahora, vamos. —Y se quitó la camisa.


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La mandíbula de Mandy cayó abierta y permaneció inmóvil mientras él
seguía desnudándose.

—¿Qu-qué estás haciendo?

Él inclinó la cabeza hacia ella en un movimiento felino, incluso a medida


que se inclinaba para quitar uno de sus zapatos.

—¿Desnudarme para una ducha?

—¡Pensé que íbamos a permanecer juntos durante los próximos tres días!

—Lo haremos. —Él le dio otra de esas confiadas sonrisas sensuales—. Pero
nadie dijo que tenía que renunciar a mis duchas.

—¡Yo… yo no voy a entrar allí contigo!

—¿Así que te rindes?

—¡No!

—Entonces vas a entrar conmigo. —Él se desabrochó la cremallera y luego


tomó la cintura de sus pantalones.

Mandy se cubrió los ojos.

—No me creo esto.

—Déjame decirte algo sobre los cambiadores, Mandy. En caso de que no


lo hayas notado ya, la desnudez no es un problema para nosotros.

Oh, lo había notado. Desde el día en que había sido cambiada, el clan tigre
tenía un cambio “grupal” en la que todos se quitaban la ropa y cambiaban como
si fuera normal que un grupo de adultos se desnudara juntos. Ella no había
participado, por supuesto, se negó a cambiar, pero aun así la habían hecho
quedarse y ver.

Pero había una gran diferencia con un grupo de personas que estaban
casualmente desnudas y un alto hombre sensual decidido a desnudarse frente a
ella, horas después que hubiera declarado que la quería como su compañera. Así
que mantuvo los ojos cerrados y trató de parecer tan informal sobre estas cosas
como fuera posible.

—¿Qué hay de mí?

—¿Qué hay contigo? —Sonaba divertido.

—Si vas a la ducha, ¿a dónde voy yo?

—¿Al baño conmigo?


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—Va a estar muy vaporoso allí. —Dios, ¿por qué eso había sonado como
si ya hubiera accedido?

—Es por eso que te sugiero que te quites la ropa.

—¡No!

—Como quieras. —Hubo un susurro de telas y luego una pausa—.


¿Vienes?

Se puso las manos en las caderas, con los ojos cuidadosamente cerrados.

—Me niego a mirar.

—¿Por qué? —Ahora sólo sonaba perplejo—. Ya lo has visto todo antes.

—Sí, pero ahora es diferente.

—¿Cómo?

Porque estamos solos, quería decirle. Porque dijiste que me querías como
tu compañera. Pero las palabras tímidas quedaron atascadas en su garganta. Con
el tiempo, se las arregló para decir:

—Simplemente es diferente. Eso es todo.

—Como quieras —dijo. Un momento después, una mano cálida y callosa


se apoderó de la suya—. Entonces, vamos, si no vas a mirar. —Y comenzó a jalar
de ella hacia delante.

Con los ojos bien cerrados, Mandy permitió que Adrian la llevara a través
de la casa. La acústica cambió mientras avanzaban, y cuando cerró la puerta, ella
asumió que estaban en el cuarto de baño. Bajo sus zapatillas deportivas, sintió
como unos azulejos, y los olores suaves de jabón y champú inundaron su nariz,
mezclados con el aroma cálido, picante de cambiaforma tigre y Adrian. En serio
no debería estar permitiendo esto, pensó, incluso cuando él empezó a silbar en
voz baja y abría el agua.

Realmente sólo iba a ducharse como si ella no estuviera allí. Curiosa,


Mandy se asomó un poco. Efectivamente, Adrian estaba en la ducha, enjuagaba
su cabello oscuro bajo el chorro. Sus nalgas apretadas se veían a través de la clara
cortina de la ducha, bronceadas y tersas. Y él no le prestaba la más mínima
atención. Se relajó y se apoyó en el lavamanos, viéndolo ducharse. En realidad
era extraño estar aquí, viendo a un Adrian muy desnudo asearse. Se sintió un
poco sin aliento cuando lo observó con el jabón en las manos y luego correrlo a
lo largo de sus musculosos brazos y después más abajo por su estómago y por
encima de su culo.
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Mandy parpadeó varias veces, sin poder dejar de mirar a la espuma
deslizándose por su piel. Bueno. Eso era, eh… interesante.

Apretó los muslos juntos firmemente, molesta cuando un atisbo de su


propio aroma despertando tocó su nariz. Esa era una de las cosas horribles acerca
de ser una cambiadora: podías oler todo. ¿Y en este momento? Olía su propio
olor, y eso era molesto. No era una virgen mojigata, pero los cambiadores
jugaban con un conjunto diferente de reglas, y no estaba segura de querer saltar
sobre el tablero de juego.

—¿Segura que no quieres venir conmigo? —preguntó él, interrumpiendo


sus pensamientos más que pervertidos.

—Estoy segura —replicó Mandy, su voz un poco más vehemente de lo que


debía ser. Lo que también era vergonzoso.

—No voy a tocarte.

—Sé que no lo harás, porque voy a romper tu mano.

Él se rio.

—Necesitas acostumbrarte a la desnudez, Mandy. La timidez es una cosa


de humanos, y tú ya no eres un humano.

Puso sus ojos en blanco ante eso. Constantemente le señalaban que ya no


era humana. Era innecesario, en serio. Estaba bastante al tanto de que había
cambios en su cuerpo y ya no era “normal”. Diablos, sólo el hecho de poder oler
su propia excitación entrando por sus fosas nasales era una gran pista. Nadie
tenía que meterlo a golpes en su cabeza.

¿Pero sólo porque pensaban que podían hacerla una de ellos sin ni siquiera
preguntarle si tenía algún problema con ello? Se llevarían más que una sorpresa
al descubrir que simplemente no se daría la vuelta y seguiría a todos. Qué se
jodan todos.

Así que cruzó sus brazos sobre el pecho y cerró tercamente sus ojos de
nuevo, esperando.

—Ya apúrate.

Adrian rio de nuevo, pero el olor a jabón se hizo más fuerte y lo escuchó
chapoteando mientras se enjuagaba. Luego cerró el agua y ella olió el suavizante
de telas un momento antes de que el susurro de una toalla llegara a sus oídos.
Se estaba secando. Bien. Podrían apurarse y salir del baño ahora lleno de vapor y
tendría espacio para respirar otra vez.
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Un momento después, escuchó un leve golpe dentro de lo que sonó como
una canasta de lavandería y luego las manos de Adrian tocaron sus hombros. Ella
brincó, sus ojos abriéndose ante la sorpresa del toque.

—¿Qué… qué…?

—Sólo te conduzco afuera —dijo desde detrás de ella, su olor envolviendo


sus fosas nasales. Algo duro rozó contra su trasero cubierto por sus pantalones.

—Algo me dice que esa no es tu cola —replicó mientras avanzaba hacia


delante.

—¿Puedes culpar a un chico? —preguntó, todavía divertido a juzgar por el


sonido de su voz. Sus dedos se deslizaron sobre sus hombros en una casi caricia—
. Apuesto a que me viste bañándome.

—Apuesto a que no —dijo con voz indignada.

—Mmmhhmmm. —Sonó como si no le creyera—. Bueno, ¿vamos a la


cama?

No podía creer que estuviera contemplando seriamente subir a la cama


con Adrian Merino. Su cabeza debía haber sido atornillada al revés. En serio.

—Todavía no veo por qué tengo que dormir contigo —protestó a medida
que él la guiaba a través del pasillo hacia su habitación—. No veo qué tiene que
ver todo esto con nuestra apuesta en lo más mínimo.

—De hecho, tiene que ver todo con nuestra apuesta —le dijo—. Tu cuerpo
se relaja cuando duerme y ahí es cuando es más probable que un cambio
aparezca. Si lo hace, necesitarás ayuda. Y si estamos juntos, no hay oportunidad
de que lo ocultes.

Era como si supiera exactamente lo que ella pensaba. Maldición. Gruñona,


miró alrededor en su habitación.

—Estás bromeando, ¿cierto?

De nuevo, su habitación estaba limpia y pulcra, con el mínimo de


mobiliario. Había un tocador con una televisión en la parte superior, una mesita
de noche con un reloj y una cama. Una estrecha cama matrimonial. No grande,
ni extra grande. Matrimonial. Y dado que Adrian era un chico grande, sospechó
que ocuparía más que un poco de la cama, lo que significaba que ella abrazaría
el borde de la cama… o a él.

Ninguno de los cuales sonaba atractivo en ese momento, o eso se dijo a sí


misma.
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—Hora de ir a la cama —dijo él animadamente y apagó la luz.

Ella se giró. Sin embargo, gracias a sus nuevos sentidos de tigre, podía ver
casi todo tan bien en la oscuridad como podía verlo a la luz del día, así que apagar
las luces no hizo demasiado salvo hacer que los ojos de Adrian resplandecieran
en verde. También todavía estaba, notó ella, completamente desnudo.

—¿No se te olvida algo?

Lució sorprendido.

—¿Quieres un beso de buenas noches?

—¡Pijama! ¡Se te olvida el pijama!

Los ojos de Adrian reflejaban la luz de la luna en una forma que hizo a su
piel sentir escalofríos.

—Soy un hombre-tigre, mujer. No usamos pijamas para ir a la cama.

—Bueno deberías hacerlo esta noche. Especialmente si tienes una invitada.

Cruzó sus brazos sobre el pecho, atrayendo la atención al hecho de que


tenía pectorales insensatamente esculpidos y esa fascinante V de músculos duros
en sus caderas hecha a la medida con carne tirante y ni una onza de grasa.

—Me suena a que te estás acobardando.

—No me estoy acobardando —chilló, apretando sus puños—. ¿Por qué


sigues asumiendo que me acobardaré sólo porque no me quiero frotar contra tu
verga toda la noche?

—¿Porque deberías saber que no te tocaré a menos que pierdas la


apuesta?

Ella golpeteaba su pie, tratando de decidir si valía la pena discutir. Mandy


sabía que no la tocaría, la palabra de Vic era la ley y él le aseguró que estaba a
salvo con sus hombres. Incluso Johnny había evitado presionarla por sexo una
vez que Vic había establecido la ley. Y sabía por su último mes y algo con los
cambiadores que realmente no veían como gran cosa la desnudez.

Pero… aun así.

Adrian puso sus ojos en blanco y se encogió de hombros, luego subió a la


cama bajo las sábanas como si ella no estuviera ahí.

—Buenas noches —le dijo a ella y cerró sus ojos.


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Eso la hizo decidir. Si él iba a actuar como si no fuera la gran cosa, entonces
ella también lo haría. Se sacó sus zapatos y los puso junto a la cama, luego se
subió al otro lado, cuidadosa de mantener las sábanas separándolos.

—¿No te vas a desnudar? —preguntó él, su voz soñolienta.

—Jódete.

—Sólo si lo pides amablemente. —Para su horror, él lanzó un brazo sobre


su cintura y acurrucó su cuerpo contra el suyo.

—¡No me toques! —Lo empujó, furiosa—. ¡Pensé que sólo dormiríamos!

—Así es —dijo fácilmente y bostezó en su oreja—. Pero me gusta dormir


con una agradable espalda contra mi pecho y tú tienes una bastante agradable.

—Jódete —repitió, orillándose hasta el lado más lejano de la


empequeñecida cama y anclándose al borde.

Él rio y, su voz baja y ronca retumbó en sus oídos.

—También tengo una nariz, sabes. Puedo oler todo lo que tú puedes. —
Su sexy voz era un poco más que un susurro—. Supongo que puedo oler algunas
cosas incluso mejor que tú. Y huelen sumamente bien.

El rostro de ella ardió en la oscuridad. Él se estaba refiriendo a su


excitación. Qué idiota. Lo ignoró y cerró sus ojos, tratando de dormir. Si pretendía
que no estaba ahí, captaría la imagen. Con suerte. No había sido fácil, pero al final
se relajó y cayó en un cansado sueño ligero, su cuerpo y mente agotados.
Últimamente siempre parecía estar cansada e incluso la tensión en la cama no
puedo evitarle dejarse llevar.

Algo hizo que Mandy se despertara en mitad de la noche. Parpadeó hacia


el techo desconocido, preguntándose qué demonios la había despertado. Sintió
el espeso aroma de Adrian en sus fosas nasales, pero era un aroma raramente
reconfortante, así como la sensación de su cuerpo cálido contra el de ella. Así que
eso no era.

Sin embargo, en el momento siguiente, todo su cuerpo se sacudió


violentamente. Su piel se erizó con consciencia, y se sintió caliente, luego fría.
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Oh… oh no. Esto se sentía un poco como a un cambio. Había cambiado tres veces
desde que fue convertida, y cada experiencia había sido traumática. Un lento
dolor gradual se había alzado y transformado hasta que su piel y huesos lo habían
seguido. Aunque esta vez, parecía que sus entrañas eran las que estaban tratando
de hacer el cambio. Sus costillas crujieron cuando respiró, y sintió su interior
retorcerse de dolor.

Mierda. Mandy cerró los ojos, concentrándose. Si cambiaba ahora, su


pequeña apuesta habría terminado. Tenía que controlar esto. Lo haría. Así que se
obligó a respirar lenta y regularmente, y siguió imaginándose mentalmente como
humana, con las manos apretadas. Al mismo tiempo, sus entrañas parecieron
temblar, como si esperaran una puerta de salida que nunca llegaba.

Una mano se extendió y le acarició el cabello.

—¿Mandy? —La voz de Adrian fue suave, somnolienta. Tranquila—. ¿Estás


bien?

—Sí —susurró ella, a pesar de que el sudor le estallaba en la frente. Ah, uff,
no estaba bien.

—¿Qué pasa? —Su mano siguió acariciándole el cabello, un consuelo


amable.

Y era un toque tan agradable, sin pretensiones, que quería enterrarse en


él. Tirar de su cuerpo contra su calor y sólo sobrellevar el dolor, sabiendo que
estaba protegida y cuidada. Pero… no podía. No si quería estar a cargo de su
propia vida. Así que tragó saliva con fuerza.

—Intoxicación alimentaria, creo —mintió.

Su mano le acarició suavemente la mejilla, sus nudillos rozándole la piel.


No era un toque agresivo, sólo uno diseñado para calmar.

—¿Necesitas algo?

—No, estoy bien. —Incluso casi se había convencido a sí misma de ello,


también. Pero entonces su estómago dio un pequeño vuelco horrible, y su boca
se llenó de saliva, y se dio cuenta que la intoxicación alimentaria no podría haber
estado demasiado lejos de la realidad. O eso, o su negativa a cambiar estaban
haciendo que su estómago protestara.

De cualquier manera, iba a vomitar.

Ella saltó de la cama y se dirigió al cuarto de baño. Su cabeza apenas pudo


llegar a la taza antes de que la cena decidiera hacer su presencia conocida por
segunda vez, y pasó los siguientes minutos vomitando hasta sus tripas. Cuando
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finalmente se detuvo jadeante, puso la mejilla contra la porcelana fría, sintiéndose
horrible y destruida. Todo su cuerpo se estremecía como si tuviera fiebre.

Realmente, en serio, quería cambiar.

Y en realidad, de verdad, no quería hacerlo. Cerró los ojos y se concentró,


deseando que su cuerpo prestara atención a las reglas de nuevo. Que volviera a
ser normal y humano.

Algo frío se apretó contra su frente, y abrió los ojos para ver a Adrian en
cuclillas junto a ella, todavía desnudo, bronceado y hermoso, y luego presionó la
botella de agua contra su mejilla.

—Bebe esto cuando puedas —le instruyó—. Ayudará a arreglar las cosas.

Tomó la botella de él y le ofreció una débil sonrisa.

—Gracias.

Sus dedos recorrieron su rostro una vez más, y levantó su barbilla.

—Vamos, bebe.

Mandy lo hizo, y para su sorpresa, su estómago comenzó a sentirse casi


inmediatamente mejor. El sudor se detuvo, y sus entrañas dejaron de temblar.
Siguió tomando agua durante varios minutos mientras Adrian le acariciaba el
cabello, hasta que se sintió lo suficientemente bien para volver a la cama.

—Creo que ahora estoy bien.

—Ven —dijo, ofreciéndole la mano—. Te ayudaré a ponerte de pie.

Ella puso su mano en la suya y pronunció una protesta simbólica cuando


él fue un paso más allá y la tomó en sus brazos, apoyándola en su pecho mientras
se dirigían al dormitorio. Podía caminar por sí misma de vuelta a la habitación…
pero su cuerpo se sentía dolorido, y era agradable simplemente relajarse en sus
brazos y dejar que lo manejara. Así que ella se acurrucó contra su pecho a medida
que la llevaba al dormitorio y la depositaba suavemente en su lado de la cama.

—¿Cómo está el estómago? —murmuró él cuando tomó la botella de agua


casi vacía de sus dedos.

—Mejor —dijo ella en voz baja—. ¿Cómo lo supiste?

Su boca se torció en una sonrisa irónica.

—Cuando era niño, solía tener una erección al ver a las chicas, y mi cuerpo
pensaba que era una señal para cambiar. Descubrí que beber agua helada era
una manera de apagar las cosas lo suficiente para tener mi cuerpo bajo control
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de nuevo. —Adrian rio entre dientes—. Durante unos cinco años seguidos, llevé
una botella de agua conmigo a todas partes. Era un pequeño bastardo cachondo.

Entonces… él sabía exactamente por qué se había puesto enferma. Pero


ella mantuvo la mentira.

—Fue una intoxicación alimentaria —gritó detrás de él mientras regresaba


a la cocina. Él no dijo nada más, así que cerró los ojos y se metió la mano bajo la
mejilla.

El peso más fuerte de Adrian volvió a la cama con ella segundos después,
y luego su brazo fue alrededor de sus hombros, arrastrándola contra él. Ella no
protestó. Conocía la diferencia entre un toque reconfortante y uno obsceno, y
éste era todo comodidad. Un momento antes de volver a dormirse, se dio cuenta
que en medio día, Adrian había mostrado más cuidado y comprensión por quién
era ella que Johnny en todo el tiempo que lo conocía.

A medida que la deliciosa dulce mujer se dormía apretada contra él, Adrian
se dio cuenta que había estado tratando a Mandy de forma equivocada. Ella no
necesitaba ser presionada para evitar que perdiera el control de su bestia y luego
verse atrapada en una situación que no quería. Si él la quería, ella tendría que
venir por su propia voluntad.

Y eso era lo que había estado faltando en su pronto-a-ser-compañera, se


dio cuenta. Nadie le había dado ni una sola opción en todo esto. Johnny y los
otros cambiaformas-tigre habían nacido en el clan Merino. Siempre habían
sabido que las cosas eventualmente llegaban hasta el alfa y nada era realmente
su decisión.

Pero Mandy nació humana. Ella no respondía a nadie, incluso si esa


persona podía protegerla. Seguía teniendo sus luchas internas: luchando contra
él, luchando contra su cambio, luchando contra ser arrastrada a la manada,
porque nadie se había parado a preguntarle qué era lo que ella quería.

Si quería que Mandy fuera su compañera, en cuerpo y alma, ella tenía que
venir por voluntad propia.
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Acarició su suave cabello rojo de nuevo, su corazón ya rebosante de afecto
por ella mientras dormía, su nariz enterrada en su pecho, su forma pequeña
acunada contra la suya. Había mucho en juego, pero Mandy valía la pena el
riesgo. Era curioso cómo estaba ya enamorado de ella, después de sólo un día.
Entonces corrigió ese pensamiento. No era sólo un día.

Adrian había estado enamorado de Mandy al momento en que Johnny


había arrastrado a su novia humana recién mordida frente al clan, y en vez de
acobardarse, ella había levantado su pequeña barbilla desafiante.

Ese fue el momento en que se había enamorado.

—Así que —le preguntó Adrian durante el café de la mañana—. ¿Qué


quieres hacer hoy?

Mandy lo miró con sorpresa.

—¿Qué dijiste?

—Dije, ¿qué quieres hacer hoy?

Un sofoco de placer la recorrió. Ella… ¿de verdad podía decidir lo que


quería hacer hoy? ¿Nadie iba a decirle lo que tenía que hacer? Parecía que desde
que Johnny la había mordido, su vida no había sido suya. Incluso cuando habían
conseguido volver de Alaska, ella había sido de alguna manera dejada en una
cabaña y se le fue dicho que se quedara quieta.

—¿Es una broma?

Adrian sacudió la cabeza, sus ojos azules todavía somnolientos. Frotó su


rostro y levantó su taza de café de nuevo.

—Tengo permiso en el trabajo dado que estamos junto en este “proyecto”.

—Ah sí, el Proyecto Atrapa-Mandy. No lo he olvidado.

—Sólo pensé que tendrías alguna idea de cómo querías pasar el día —dijo
él—. Puedo pensar en algo…

—No —dijo rápidamente—. Eso está bien. —Mandy golpeteó sus dedos
sobre su labio inferior, pensando. Sabía lo que quería hacer pero no estaba segura
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si él querría. Pero bueno, no lastimaba preguntar—. Me gustaría ir a la universidad
y registrar mis clases. Si espero demasiado, todas las buenas se llenarán.

Y se preparó. Sabía que Johnny, a pesar de saber que estaba en la


universidad cuando se conocieron, había estado en contra de que ella se
registrara de nuevo. Debía querer pasar todo su tiempo con él, le había dicho
después que la convirtiera. Vaya manzana podrida que había resultado ser. Y no
estaba segura cómo se había sentido Vic sobre ella yendo a la universidad, pero
considerando que toda su gente-tigre vivía en la misma dirección, sospechaba
que no estaría entusiasmado con ello.

Ser un cambiador apestaba.

Pero para su sorpresa, Adrian tomó otro trago de café y bajó su taza.

—Suena bien para mí.

—¿En serio? ¿Lo hace? —Escasamente se atrevió a respirar, en caso que


cambiara de opinión—. ¿Estás seguro?

—Estoy seguro. ¿Nos vamos?

—Dame cinco minutos para alistarme —le dijo Mandy, emocionada y se


apresuró hacia el baño.

No podía dejar de sonreír.

Una hora después, caminaban hacia el campus y Mandy tenía un folleto de


cursos en la mano, circulando las clases que eran sus primeras opciones. Tenían
que pasar a través de su asesor primero, por supuesto, pero ella tenía una idea
de qué quería tomar. Adrian permaneció en silencio, dejándola guiar y
sintiéndose casi normal de vuelta en el campus una vez más. Casi normal. Todavía
estaba un cambiador macho de aroma picante a su lado y ahora cuando entraba
a los pasillos del edificio, olían como a polvo y libros viejos y el aroma de cientos
de personas que pasaban por allí. Era un poco abrumador para sus sentidos de
tigre, pero la mano de Adrian en la base de su espalda la mantuvo estable.
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La oficina del asesor estaba llena y así, Mandy escribió su nombre y número
de identificación de estudiante, y luego se sentó en una silla libre en la sala de
espera. Adrian se sentó junto a ella, y para su sorpresa, se inclinó y susurró:

—Entonces, ¿cuál es tu carrera?

—¿Mi carrera? —Parpadeó hacia él—. ¿Por qué?

Se encogió.

—¿Curioso? ¿No puedo sólo preguntar qué es lo que te hace emocionar?

Bueno, eso la hizo sentirse una idiota.

—Nadie parece interesarse últimamente.

Su intensa mirada azul cayó sobre ella.

—No puedo hablar por todos, pero sucede que me interesa.

Sí, eso la hacía una idiota.

—Lo siento —dijo sumisamente, jugando con su teléfono para evitar el


contacto visual. No que importara. Podía oler su aroma transformándose en algo
un poco más discordante. ¿Era molestia?

—No todos somos como Johnny.

Definitivamente molestia.

—Lo sé. Es sólo que… era casi mi única experiencia, ¿sabes? Y no fue muy
buena.

Él asintió, pero ella todavía se sentía culpable. Como si lo hubiera juzgado


injustamente y herido sus sentimientos de alguna manera.

—Biología.

Adrian levantó una ceja. Sus labios se torcieron.

—¿En serio?

—En serio. Aunque tengo que admitir que mi entusiasmo ha palidecido un


poco por el momento.

Él rio y el sonido fue tan cálido y sedoso contra su piel.

—Lo apuesto.
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Ella se inclinó más cerca de él, interesada ya que su aroma parecía estar
haciéndose más cálido y picante, como si su felicidad tuviera algo que ver con el
delicioso aroma que exudaba. Fascinante.

—Así que, ¿una vez más, qué es lo que tú haces? Estoy bastante segura
que Johnny mencionó lo que todos hacen y estoy bastante segura que no lo
escuché.

La sonrisa de Adrian se tornó más amable.

—Ayudo a Vic en el taller. Hago un montón de restauraciones de


antigüedades y me encargo de los libros. Ya sabes, el negocio familiar. —Su
mirada se clavaba en ella y podía haber jurado que había un poco de orgullo en
sus ojos—. No es el trabajo más glamuroso, lo admito.

—Pero ayudar a la familia no es algo malo. Es algo noble. ¿Es lo que


siempre quisiste hacer?

—Nop. Quería ir a la escuela de medicina, pero nunca hubo dinero para


eso. Así que me quedé en casa y ayudé a la familia.

Su corazón dio un doloroso vuelco. Su familia estaba en Nueva Inglaterra,


probablemente ocupados asistiendo a fiestas, clubes de yate o algo así. Nunca
había tenido un montón de tiempo para ella, siempre mandándola de un
internado a otro. Decir que no eran cercanos era un eufemismo.

—Tu familia debe estar muy orgullosa. Son afortunados al tenerte.

—La familia es todo para nosotros —dijo en voz baja. Él se inclinó más
cerca, tan cerca que pudo sentir su aliento caliente contra su piel—. No somos
tan malos, sabes. Sólo porque ser un tigre no es una elección que habrías hecho…
no significa que sea la peor decisión de la vida.

Ella levantó su mirada hacia él, con los ojos muy abiertos. ¿Qué trataba de
decirle?

El indicio de una sonrisa curvó sus imposiblemente sexy boca una vez más,
distrayéndola.

—En cuanto a mí y la escuela de medicina… resultó siendo lo mejor.


¿Mencioné que me desmayo con solo ver sangre?

La risa de Mandy resonó a través de la oficina de registro.


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El resto del día fue maravilloso, pensó Mandy. Se registró para las clases e
incluso entró a dos que había estado esperando. Una vez que su horario quedó
resuelto, Adrian la llevó a un lugar de comida griega y comieron gyros y salsa
tzatziki mientras discutían qué clases la llevarían más cerca de su carrera en el
menor tiempo posible. Él parecía pensar que el hecho de que fuera a la
universidad era genial, no como Johnny, e insistió en pagar por las clases si ella
no podía cumplir con las cuotas.

—La educación es importante. —Fue todo lo que le dijo, pero aun así la
dejó perpleja. Declinó la oferta del dinero, pero le dijo que aceptaría un aventón
gratuito a clase cuando lo necesitara.

De ahí, pasaron la tarde haciendo mandados. Mandy compró sus libros de


texto para las clases, Adrian tuvo que recoger una pieza de un distribuidor
especial al otro lado de la ciudad y Mandy lo había acompañado. Habían pasado
un mercado de productores y cuando Mandy apuntó lo mucho que amaba los
duraznos frescos, Adrian inmediatamente se desvió y le compró una canasta llena
de ellos.

Esa tarde, ordenaron pizza y vieron televisión juntos en el sofá de Adrian.


Resultó ser que a ambos les gustaba ver el mismo tipo de programas: crímenes
reales, forenses y repeticiones de la Ley y el Orden. Ella había pasado la mayor
parte de la tarde con sus pies contra su pierna, masticando felizmente la pizza de
tres carnes y comiendo duraznos frescos.

En algún punto, se había quedado dormida sobre el sofá. Despertó de


vuelta en la cama de él, bajo las mantas, su espalda contra ella. Se volvió a dormir,
acurrucándose un poco más cerca de él. Olía realmente bien.

Sin embargo, dos horas más tarde, su estómago se rebeló de nuevo, y pasó
el resto de la noche abrazando el inodoro. Adrian se mantuvo siempre a su lado,
apartándole el cabello y dándole sorbos de agua entre los vómitos. Y cuando ella
estuvo completamente exhausta, una vez más, la llevó a la cama.
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A la mañana siguiente, Mandy ansió salchichas. Con muchas ganas. Se
levantó y se dirigió a la nevera de Adrian, sólo para gruñir a la vista.

—No hay nada aquí sino cerveza.

—Como fuera —le dijo con un bostezo—. ¿Quieres ir a buscar el


desayuno?

Chico, ella también. Estaba hambrienta. Así que asintió y tomó las llaves
del auto de la encimera, arrojándolas a él.

—Vamos. Quiero desayuno como para ayer.

Se vistieron y se dirigieron a una pequeña cafetería de panqueques en la


autopista, y Mandy ordenó salchichas extras, tocino extra, y todos los productos
de carne que pudiera encontrar en el menú. ¿Tortilla? Con jamón extra, por favor,
chorizo extra, tocino, y extra-extra salchichas.

Las cejas de Adrian se fruncieron al verla ordenar.

—Tal vez deberías pedir panqueques o algo… benigno.

—Tal vez deberías callarte —replicó ella, sintiéndose hosca. ¿Por qué le
estaba dando órdenes de repente?—. La orden se mantiene.

Él se encogió de hombros y volvió a su pedido.

Para el momento en que llegó la comida, la boca de Mandy se hacía agua


y estuvo a punto de derribar la botella de salsa de tomate en la mesa cuando la
montaña de carnes de desayuno llegó. Hizo un pequeño gemido de placer y se
atragantó la comida antes de que el plato fuera dejado frente a ella. Dios, estaba
tan hambrienta.

Fue a mitad de camino a través de su extra-tocino, extra-chorizo, extra


tortilla de chorizo que se dio cuenta que iba a vomitar. Su estómago gorgoteó
infelizmente y le lanzó una mirada de pánico a Adrian, con los ojos muy abiertos.

—Mierda. Carne. —Sacó su billetera y arrojó varios billetes de veinte en la


mesa—. Tenemos que irnos, ahora.

Por una vez, no discutió. Sus órganos estaban dando vuelcos extraños, un
retorcijón doloroso que le dijo que algo iba a cambiar, le gustara o no. Era como
la sesión de vómito la noche anterior en el baño, pero peor. La carne, gimió para
sus adentros, odiándose a sí misma. Adrian le había advertido que eso
desencadenaba un cambio, y esta mañana se había despertado con la esperanza
de comer tanta carne grasosa como pudiera empujar por su garganta.
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Su cuerpo le estaba diciendo que era hora de cambiar, ya sea que quisiera
o no.

Salió corriendo de la mesa, huyó, con la mano de Adrian presionada contra


su espalda. Apenas llegó de nuevo al auto antes de que su estómago cediera y
ella se doblara de dolor.

—Oh, Dios.

—¿Vas a vomitar? —La voz de Adrian era suave y relajante, incluso aunque
retrocedía el auto fuera de la zona de estacionamiento a gran velocidad. Él se
acercó y le apartó el cabello de su frente húmeda.

—Peor —le dijo, jadeando con fuerza—. Voy a cambiar.

—Podemos manejar eso —dijo él—. Sólo quédate tranquila y respira.

—No quiero cambiar —le dijo, con un temblor en su voz—. Quiero volver
a mi antigua vida. Esto no es lo que yo quería.

—Lo sé —respondió él, su voz llena de comprensión—. Pero tu cuerpo no


te está escuchando, y tenemos que asegurarnos que todo vaya sin problemas
antes de enloquecer por quién quiere qué, ¿de acuerdo? Así que, no te preocupes.
Estoy aquí para ti. Ahora, respira.

Ella asintió y respiró lentamente, tratando de calmar su cuerpo. Tal vez si


mantenía el control, mantenía la calma, todo encajaría en su lugar y sería normal
otra vez. A pesar de que se dijo eso, sus antebrazos comenzaron a picar, y cuando
se rascó, el pelaje comenzó a brotar.

Mieeeerda. Un gemido escapó de su garganta.

—Está bien, Mandy. Te tengo —la consoló Adrian. Su mano alisando su


cabello—. Estoy aquí.

Y por alguna razón, eso hizo que se sintiera mejor.

Cuando llegaron de vuelta a los terrenos Merino, Adrian saltó del auto y
corrió a su lado. Abrió la puerta rápidamente, y ella cayó en sus brazos. Sus
piernas no funcionaban bien en ese momento, sus pantorrillas tenían calambres
algo feroces. Pero pareció suponer que iba a tener problemas, porque de
inmediato la levantó y comenzó a cargarla.

—Sólo relájate y trata de respirar —murmuró—. Todo va a estar bien.

—No es cierto —dijo Mandy, y se puso a llorar—. No quiero cambiar.


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—Lo sé —dijo a medida que la llevaba por el camino hacia su cabaña—.
Pero vendrá, lo quieras o no.

—No quiero —sollozó, enterrando la cara en su pecho—. Todo duele.

—Eso es porque estás luchando contra ello. Tienes que dejarte ir. —Abrió
la puerta principal y avanzó por el pasillo, hacia el dormitorio.

—¡No puedo no luchar contra ello! ¡No sé cómo darle la bienvenida! —


Tampoco es que quisiera. Pero el dolor desgarrando sus entrañas estaba
destruyendo su voluntad de luchar rápidamente.

—Es por eso que tienes que tratar de relajarte —dijo con paciencia. La dejó
en el borde de la cama y comenzó a desnudarla, sus movimientos calmados y
tranquilos, como si se ocupara de mujeres convertidas en cambiaformas tigre
todo el tiempo—. Respira conmigo. Respira. —Él inhaló profundamente y luego
exhaló ruidosamente, mientras tiraba de su camisa sobre su cabeza.

Ella asintió y trató de igualar su respiración con la suya. Él sacó el resto de


su ropa, la tiró a un lado y luego colocó las mantas sobre ella. Su mano acarició
su frente sudada.

—¿Quieres tomar algo?

—¿Agua fría? —preguntó ella esperanzada. Tal vez todavía podía darle la
vuelta a esto.

Sacudió la cabeza.

—Esa es una mala idea. Simplemente va a prolongar las cosas. Deja que te
traiga un poco de té caliente. O algo.

Se acomodó en las mantas mientras él se dirigía a la cocina y encendía la


cafetera. A medida que esperó, flexionó sus dedos hormigueantes y miró a las
garras curvarse lentamente desde sus uñas. Su piel empezaba a darle paso a las
rayas de tigre, sus brazos y piernas se cubrieron de pelo lentamente.

Dios, odiaba esto. El tercer día de su apuesta apenas había comenzado y


allí estaba ella, enloqueciendo, transformándose y llorando como un bebé. Ugh.
No era de extrañar que él hubiera aceptado la apuesta. Probablemente sabía
desde el principio que iba a ganar, y eso la deprimió aún más. Ahora él estaba
atrapado con ella, al igual que estaba atrapada siendo un tigre.

Cuando entró en la habitación con una taza, la puso al lado de la cama y


luego la ayudó a sentarse a beber, mientras su cuerpo se tensaba y protestaba.
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—Es café, pero el calor relajará tus músculos —le dijo—. Bebe y acelerarás
las cosas. También apagué el aire acondicionado. Misma razón.

Ella asintió y tomó un sorbo de la bebida. Eso hizo que su estómago se


apretara en protesta, así que se dejó caer sobre las almohadas, jadeando. Adrian
comenzó a levantarse y se aferró a su mano, sintiéndose necesitada.

—Háblame.

—Por supuesto. —Él sonrió y le pasó los dedos sobre el rostro, sin verse
afectado por el hecho de que sudaba como una mujer febril o le brotara pelo—.
Lo estás haciendo genial. ¿Este es, qué, tu tercer cambio?

—El cuarto —le dijo ella—. ¿Cómo es que no tienes una compañera?

—Parece que la tengo —bromeó él, y tocó su nariz con su dedo—.


Actualmente, está en su cuarto cambio.

—No yo —dijo ella, deslizándose hacia él con una mano que parecía más
y más como una pata a medida que los segundos pasaban—. ¿Cómo es que
nunca tuviste una compañera antes de mí?

Él se encogió de hombros.

—Nunca estuve interesado antes.

Eso era sorprendente. Él había estado completamente sobre ella desde que
había declarado que la quería como su compañera. No en una mala manera, sólo
de una forma que le hacía saber exactamente cuáles eran sus intenciones.
Entonces, se dio cuenta.

—Oh. Es porque soy un tigre, ¿verdad? —La única otra cambiaformas tigre
en el área era Estrella, la compañera de Vic, y ella sólo era mitad tigre. El resto del
clan Merino eran hombres, y todos parecían muy, muy solteros. Esa era la razón
por la que Johnny la había convertido, después de todo. Él estaba solo.

—No es la cosa de tigre —dijo Adrian en voz meditativa—. Aunque admito


que lo encuentro atractivo. Pero hay otras mujeres de grandes felinos en el
territorio. Podría haber buscado a una de ellas, supongo. —Se encogió de
hombros y cepilló otro mechón sudoroso de cabello fuera de su rostro—. Como
dije, simplemente no estaba interesado antes. A ellas les faltaba… algo.

Y porque se estaba sintiendo un poco patética, preguntó:

—¿Algo que yo tengo?

La boca de él se curvó en una sonrisa.


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—Sí. Es por eso que quería asesinar a Johnny cuando consiguió que fueras
exiliada, y es por eso que casi lo asesiné de nuevo cuando te abandonó. Porque
tú tienes ese algo que me atrae, y era incapaz de hacer algo al respecto, además
de pelear contra mí hermano por ti.

—Él no me abandonó, me botó. A pesar de que fue medio mutuo en ese


punto.

—Él te abandonó —dijo Adrian, su expresión dura—. Te convirtió y


entonces cuando no consiguió salirse con la suya, te dejó para arreglártelas por
tu cuenta. Eso no sucederá conmigo. —Se inclinó y acarició su boca—. Yo jamás
te dejaría a tu suerte. Nunca.

—Lo sé —le dijo. Era cierto; ella le creía. Desde que habían sido obligados
a pasar tiempo juntos esta semana, él no había sido más que atento y cariñoso.
Era una lástima que tuvieran que conocerse bajo estas circunstancias, en realidad.
Si él no hubiera sido un tigre, a ella le habría encantado salir con alguien como
él. Pero debido a que él lo era… se sentía como rendirse al gustarle. Como si sólo
estuviera dejando de ser quién Solía Ser Mandy. Y no podía. Tenía opiniones,
sueños, planes. Ella importaba, maldita sea.

Adrian le dio una mirada intensa. Por un momento, Mandy se preguntó si


iba a decirle algo. Algo para hacerla sentir mejor, menos desesperanzada. Pero
sólo se inclinó y muy suavemente besó su boca.

Y, oh, eso fue tan dulce que no pudo evitar responderle. Sus labios se
abrieron bajo los suyos, y le devolvió el beso. La mano de él acarició su mejilla, y
después continuó besándola, mordisqueando y chupando sus labios. Ella gimió
contra su boca…

Y entonces su transformación entró rápidamente en acción, y Adrian se


apartó con una mirada de arrepentimiento a medida que Mandy se convertía en
un tigre.

Si tenía que ser un cambiante, suponía que, ser un tigre no era tan malo.
Ella era fuerte, poderosa, y su sentido del olfato era genial. Merodeó por el
bosque, con su cola chasqueando de ida y vuelta mientras perseguía conejos y
armadillos y cualquier cosa que llamara su atención. Adrian estaba allí,
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transformado en su forma de tigre, pero permaneció fuera de su camino y la dejó
merodear. Si ella llegaba demasiado lejos fuera del camino, él se abalanzaría con
un mordisco para recordarle permanecer en la tierra Merino. A parte de eso,
estaba por su cuenta, y era gloriosamente liberador.

Bueno, se retractó de eso. Él la había mordido cuando había estado a


punto de comerse un armadillo. En retrospectiva, probablemente era inteligente
que él le hubiera advertido porque ellos transmitían enfermedades. Se había
limitado después a un ciervo en su lugar, y aunque no lo había atrapado, había
tenido una gran cantidad de diversión persiguiéndolo. Durante la mayor parte del
día, vagó por la tierra Merino como un felino, y cuando el día se convirtió en
noche, siguió retozando y jugando. Las hojas fueron interminablemente
entretenidas de perseguir, así como las asustadas ardillas que a veces sacaba de
los árboles. Tomó una siesta a la luz de la luna, y rodó sobre su espalda, dejando
al descubierto su vientre a los cielos y lamió su hocico con satisfacción.

Después se durmió de nuevo.

Cuando despertó, el sol se elevaba en el cielo y su cuerpo estaba volviendo


poco a poco a su forma humana, su pelaje desvaneciéndose. Sus huesos crujieron,
saltaron y su columna se encorvó, preparando a su cuerpo para el cambio
inevitable de regreso. Acababa de prepararse para el cambio cuando Adrian
apareció junto a ella, de vuelta en su forma humana tan fácilmente como
cambiarse de ropa, y entonces comenzó a acariciar y sobar sus hombros,
animándola con palabras murmuradas y caricias.

Y su presencia reconfortante ayudó. Muy pronto, ella estaba de nuevo en


su forma humana, no peor por el desgaste, excepto por el sabor a animal
atropellado en su boca y los arañazos en sus brazos y piernas. Y estaba cansada.
Tan cansada. Mandy bostezó, y Adrian estuvo allí para poner un brazo de soporte
alrededor de sus hombros. Apenas estaba despierta cuando la ayudó a volver a
su pequeña casa, la llevó al baño, puso pasta de dientes en su cepillo por ella y
esperó mientras se cepillaba y después escupía, luego cargó con ella de regreso
a la cama.

—Descansa —le dijo—. Estás cansada. Siempre es agotador cuando tienes


un cambio largo.

Ella se acurrucó en la almohada, notando que ésta incluso olía como él.

—Tú ganas —murmuro.

—¿Ganar?
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—Cambié. Estoy atrapada ahora. Ni siquiera duré tres días. —Bostezó
Mandy. Estaría deprimida por ello en la mañana—. Ahora, nunca seré libre.

Su último pensamiento antes de quedarse dormida fue que Adrian tenía


una expresión bastante triste en su rostro.

Se despertó de nuevo en la noche, rebuscó en su refrigerador, comió todas


las sobras que pudo encontrar, y luego caminó de regreso a la cama,
acurrucándose contra su cuerpo caliente y volviéndose a dormir. Convertirse en
tigre era un poco similar a tener gripe, decidió. Pierdes los días que estás enfermo,
y después pasas los siguientes dos recuperándote. Mandy todavía se sentía
exhausta, pero no era del mal tipo de exhausta, sólo un buen y suave cansancio.

Pero cuando se despertó de nuevo, fue con el sonido de Adrian


entretenido en la cocina. La cama estaba vacía, y sabía que tenía que enfrentarlo
y averiguar qué venía después.

Ya que había perdido su ridícula apuesta, ahora era su compañera, ¿no?


Mentalmente, trató de estar molesta por ello. Y lo estaba, un poco. Aquí todo era
decidido por ella otra vez, todo sin que ella opinara.

Pero parte de eso estaba un poco… ¿emocionada? Excitada por ser poseída
por Adrian. Y entonces recordó ese dulce y suave beso que él le había dado, y la
sensación de su cuerpo contra el suyo. Él había sido bueno con ella de formas
que Johnny nunca lo fue. Le pedía su opinión, y no le había importado cuando se
inscribió a clases. Si tenía que ser un tigre, suponía que Adrian era el menor de
los males con los que se presentaba. Animada por eso, se vistió con pantalones y
camiseta, y se dirigió a la cocina.

Adrian estaba sirviendo una taza de café cuando entró. Ella le dio una
sonrisa vacilante, y él inmediatamente sacó otra taza de la alacena y la llenó por
completo de café, para entonces entregársela.

—¿Desayuno?

Su estómago estaba un poco revuelto. No estaba segura de si eran las


sobras de la última noche o un efecto secundario del cambio.

—¿Alguna sugerencia sobre qué?


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—Tú decides.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué recomiendas para el post-cambio?

—¿Qué cambio?

Mandy parpadeó.

—¿Qué?

—¿Qué hay de avena instantánea? Es ligera para el estómago. —Se dio la


vuelta y abrió la despensa, explorando los contenidos.

—Um, ¿seguro? —Ella se sentó y esperó mientras sacaba los paquetes de


avena instantánea de una caja. Entonces, tuvo que preguntar—. Entonces… ¿qué
hacemos ahora?

Él la miró.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, ¿ahora que… las cosas sucedieron?

Adrian vertió la avena en un recipiente y luego corrió el grifo sobre las


hojuelas. Mientras ella observaba, él puso un vaso en el microondas y lo encendió.
Todo muy normal. Todo muy evasivo.

—¿Adrian?

Él la miró.

—No estoy seguro de lo que te refieres, Mandy.

—Estoy confundida. —De hecho estaba en serio muy, muy confundida—.


¿Me golpeé la cabeza o algo así?

La mirada de Adrian estaba totalmente en calma. El microondas sonó y él


metió la mano en el interior y sacó el vaso de agua, luego lo vertió por encima de
la avena instantánea.

—No creo que te golpearas la cabeza, no.

¿Era esto alguna cosa rara de cambiadores tigres donde no hablas del
cambio? Ella no sabía las reglas.

—Cambié ayer. He perdido la apuesta. Pensé que teníamos que hablar de


lo que sucede a continuación.

Él agitó la avena y luego puso el tazón delante de ella.


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—Se cancela el trato. Come.

Mandy parpadeó, sin comprender.

—Um… ¿qué?

—No vi nada. No cambiaste. —Él le dio una mirada dura—. Por lo tanto, el
acuerdo se ha cancelado. Eres libre de irte.

¿Sólo… así como así? En lugar de sentir euforia, Mandy se sintió un poco…
abandonada. ¿No se preocupaba por ella? ¿Qué sería de ella? Si se iba, ¿quién
iba a ayudarla la próxima vez que cambie?

—¿Por qué cambiaste de opinión?

—Tú misma dijiste que no hay beneficio en ser un tigre. Que estás atrapada
y nadie te entiende. Que nadie te ha dado una opción. —Él extendió su mano—.
Por lo tanto, aquí estoy, dándote una opción, Mandy. Eres libre de irte. O eres
libre de quedarte. Pero esta vez, depende totalmente de ti.

Ella lo miró fijamente. Podría haber incluso jadeado un poco.

—¿No le vas a decir a nadie que he cambiado?

—No. —Se concentró en su taza de café, la llevó a sus labios.

—¿Y si Vic pregunta a dónde fui? ¿Entonces qué?

—Le diré a Vic que me encargué. No te preocupes por él.

Sus manos se retorcieron en su regazo. Esto era lo que quería, ¿no? ¿Por
qué se sentía tan infeliz, entonces? ¿Por qué estaba siendo tan frío con ella
después de que él la besara anoche y se hubieran abrazado?

—Pero… pensé que me querías como tu compañera.

—Así es. —Su mirada se desvió hacia ella, y no había duda de la mirada
caliente y posesiva en sus ojos.

Bueno, ahora estaba aún más confundida.

—¿Pero sólo me estás dejando ir?

—Mandy —murmuró, con voz ronca. Dejó la taza de café y se pasó una
mano por la barbilla sin afeitar. Tendría que haberse visto descuidado o
desaliñado, pero para ella, él sólo se veía sexy—. Quiero una compañera que
quiera estar conmigo. No alguien que se sienta como una cautiva todos los días
de su vida. Lo que quiero entre tú y yo no importa si no es lo que quieres.
¿Comprendes?
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Ella lo hacía. Se lamió los labios, con la mirada fija en el desayuno que ya
no quería.

—Tiene que ser tu elección. Y no voy a forzarte a que me elijas, sin importar
lo mucho que podría desear lo contrario. Si lo hago, no soy mejor que Johnny.
Por eso te estoy dejando ir.

¿Sólo así? ¿Justo ahora, cuando ella estaba empezando a sentirse cómoda
con quién era ahora? ¿Después de que él la hubiera besado y le hizo sentir cosas?

—¿Así que sólo te metes con mi cabeza durante unos días y luego me
liberas de nuevo a la naturaleza? Cuán noble de tu parte.

La mirada en sus ojos se tornó torturada.

—Mandy. Quiero hacer lo que tú quieras. Lo que te haga feliz.

—Cosa que es más bien irónica —le dijo—. Porque cuando nos conocimos
en un principio, lo único que quería era que alguien me dejara tomar mis propias
decisiones, por una vez. Que me dejaran ser yo. Y tú lo hiciste. Me has dejado
tener el control toda la semana. Me dejaste elegir lo que quiero hacer, me dejaste
determinar mi propio futuro, y me has apoyado. Eso es todo lo que siempre he
querido. Pero ahora que estoy finalmente llegando a un lugar donde me siento
feliz con las cosas, me besas y luego me dices que me puedo ir. Así que vas a
tener que perdonar a esta chica si está un poco confundida.

—Mandy. —Se frotó la cara otra vez, y su expresión fue atormentada—.


Estoy tratando de darte lo que quieres en todo esto.

—Quiero a alguien que me trate como si lo que pienso y digo importa.


Creí que ese eras tú. —Las lágrimas inundaron sus ojos—. Pero ahora me estás
alejando. Entonces, ¿qué diablos se supone que voy a pensar?

—Deberías pensar que estoy tratando de hacerte feliz.

—Aunque, tal vez soy feliz cuando estoy contigo. —Es curioso cómo se
daba cuenta de eso al momento en que lo dijo.

Pero en realidad, ¿no le había estado dando todo lo que ella siempre había
querido? ¿Amor, paciencia, comprensión, compañerismo, y dejarla tener algo que
decir con respecto a su vida? Él era todo lo que Johnny no era. Y si él la dejaba ir
en este momento… no sabía qué demonios haría.

—Entonces, ¿qué me estás diciendo? —Los ojos de Adrian brillaron con su


lado felino-cambiaforma.
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—Te estoy diciendo que te calles, ven aquí y bésame —dijo Mandy—. Y
deja de tomar mis decisiones por mí.

Un atisbo de sonrisa curvó su boca a medida que se acercaba a su lado.

—¿Es eso lo que estaba haciendo?

—Sí —le dijo ella, y sus manos fueron a su camisa. Las aferró en el tejido
blando y tiró de él más cerca—. ¿Pensé que era la señora a cargo por aquí?

—Lo eres —le dijo, con una sonrisa en su hermosa boca—. Voy a hacer
cualquier cosa que quieras. Sólo dime cómo te gusta.

—Todavía estás hablando —dijo ella, estudiándolo. Entonces, se inclinó y


lamió su boca.

Él gimió, cerrando los ojos.

—Maldición, eso fue ardiente.

—Eres lo que quiero, Adrian —dijo Mandy—. Así que deja de apartarme,
¿de acuerdo? Tal vez quiero ser tu compañera.

Sus manos fueron a sus hombros, se deslizaron por su espalda, y la atrajo


hacia él.

—¿En serio?

Ella asintió.

—Estoy bastante segura que voy a ser testaruda y demandante para


salirme con la mía.

—Estoy bastante seguro que puedo manejar eso. Y me gustas cuando eres
mandona.

—Entonces llévame de nuevo a la cama —le dijo, y mordisqueó su barbilla


de nuevo—. Y muéstrame lo que significa estar emparejada.

Él gimió y arrastró sus caderas contra las suyas.

—¿Estás segura que eso es lo que quieres?

—Lo he decidido —dijo ella con firmeza. Sus dedos tiraron de su camisa—
. No me hagas rasgar tu ropa con mis garras.

—No querría eso —murmuró él, pero el destello verde reflectante en sus
ojos le dijo que le gustaba esa idea un poco—. Además, no creo que tengas
suficiente control todavía.
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—¿Pensé que el punto del sexo era todo acerca de perder el control? —
bromeó ella. Dios, se sentía tan bien. Tan ligera y feliz. Absolutamente sin
preocupaciones. Aquí era donde pertenecía en realidad. Qué curioso que casi
llevó a Adrian apartarla para reconocer lo que realmente quería.

—Quieres el control, quieres perder el control —bromeó él—. ¿Qué tal si


te decides, Mandy?

—Lo haré… eventualmente. Pero estoy abierta a ser convencida. —Sus


dedos se deslizaron hasta la cintura de sus pantalones y rozó el borde de la tela.

—Conozco lo justo para convencerte —le dijo él, con las manos vagando
sobre su ropa, su piel—. Pero involucra un poco de confianza y una gran cantidad
de piel desnuda.

—Hmm. Ahora estás hablando mi idioma —le dijo ella, sus manos tirando
de su camisa.

—Al dormitorio —le dijo él, y se inclinó para darle otro beso.

Tan pronto como sus labios tocaron los de ella, se dio cuenta que esto era,
de hecho, lo que quería. Su boca se sentía tan increíblemente correcta contra la
suya. No eran sólo sus labios y el hecho de que parecían tener la mezcla perfecta
de piel suave y firmeza lo que ella adoraba. No era su lengua moviéndose con
destreza sobre la suya, pidiendo tanto como estaba dando. Era que su sabor
igualaba al suyo perfectamente, y cuando ella quiso más de él, Adrian aumentó
la presión del beso hasta que ella estaba jadeando de deseo, y la lujuria estaba
inundando cada centímetro de su piel.

Como ahora.

Ella soltó un pequeño y suave gemido en su garganta cuando él envolvió


sus brazos alrededor de ella y la empujó hacia el dormitorio, sus bocas todavía
encerradas en un interminable beso profundo. Un ruido sordo escapó de su
garganta que la hizo jadear, alejándose de él.

—¿Qué fue eso?

—Estabas ronroneando —le dijo a ella con una sonrisa complacida—.


Estoy a punto de hacerte ronronear un poco más, también.

—Oh —dijo ella suspirando. Todo su cuerpo dolió de necesidad ante sus
palabras confiadas, y se preguntó qué haría con ella en la cama. Nunca había
estado tan excitada, no con ningún novio anterior. Johnny ciertamente nunca
había hecho nada para que ella…
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Jadeó, sus manos volando a su pecho, incluso mientras la terminaba de
recostar sobre su cama.

—¿Adrian?

—¿Hmm? —Él se inclinó y mordisqueó su garganta, distrayéndola.

—No tuve sexo con Johnny. Sólo quiero que sepas eso.

Su cabeza se alzó y le dio una mueca.

—¿Tenemos que hablar de Johnny en este momento cuando mi boca está


sobre ti?

Mandy se mordió el labio.

—Siento que es importante discutirlo. Nunca me acosté con él. Ni siquiera


se acercó. El día que me mordió, nos habíamos besado, pero nada más. Creo que
él me mordió porque estaba tratando de conseguir que fuera más lejos con él.
Aunque de alguna forma funcionó en la dirección opuesta. —Sus manos se
alzaron para acariciar su torso—. Sólo quería que lo supieras, porque sé que es
tu hermano y todo.

Adrian se inclinó y suavemente besó su boca.

—Sé que él nunca te tocó.

—¿Cómo lo sabes?

Su nariz rozó la de ella en una caricia que la derritió a medida que le


sonreía.

—Porque él nunca te habría dejado ir si ese fuera el caso.

Oh.

—Muchacho, eres bueno en hacerme desear arrojar mis bragas.

Él rio entre dientes y luego sacudió las cejas.

—Espera hasta que puedas ver lo que hago una vez que consiga quitar tus
bragas.

Ella soltó una risita y tiró de su boca contra la de ella en otro largo y dulce
beso. Su lengua encontró la suya, y con impaciencia balanceó su lengua contra la
de él mientras tiraba de su ropa. Tocar a Adrian era como una droga, decidió, una
probada y ya era adicta. Su aroma estaba en lo profundo de sus fosas nasales,
picante y atractivo, quería toda su piel contra la suya, cálida, deliciosa y sensual.
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Sólo la idea de sus cuerpos desnudos presionados uno contra el otro la hacía
mojarse, así que apretó los muslos ante el pensamiento.

—¿Podemos desnudarnos ahora, por favor?

—Absolutamente —le dijo Adrian, y él la ayudó a sentarse en la cama. Sus


manos tiraron de su camisa, y ella lo ayudó a jalarla por su cabeza. Su sujetador
siguió rápidamente, y entonces se deslizó fuera de sus pantalones y bragas. Sabía
que él la estaba mirando, pero quería sacar toda su ropa antes de distraerse de
nuevo, porque sabía que una vez que ella viera la mirada en sus ojos, y viera su
cuerpo desnudo, de hecho, iba a estar poderosamente distraída.

Sacó la última pieza de ropa y luego se recostó en la cama, mirándolo


expectante.

Sabía que tenía un cuerpo decente. No era virgen, y le habían dicho que
sus pechos eran agradables y llenos, sus caderas tenían la cantidad justa de curva,
y tenía buenas piernas. Pero quería oír a Adrian decirlo. Quería saber lo que
pensaba de ella. Así que se mordió el labio, miró hacia él, y esperó.

Su mirada barrió sobre ella, y observó mientras él parecía evaluar cada


centímetro de su cuerpo en lo que pareció cámara lenta. Luego, se dio una
pequeña sacudida a sí mismo.

—Maldita sea, pero si eso es lo mejor que he visto alguna vez en toda mi
vida. —Su mano se alzó y rozó sus nudillos sobre la cima de un pecho adolorido—
. Voy a tocarte ahora.

Sin preguntar, esta vez. Él le estaba diciendo lo que quería hacer, y ella se
estremeció de deseo porque también quería que lo hiciera.

—Sí, por favor.

Sus ojos brillaron con ese verde reflectante de nuevo, y entonces, sus
manos estaban acariciando su piel, tocando cada centímetro de ella. Y tal vez era
su lado felino saliendo a jugar, pero a Mandy le encantó. Cerró los ojos y se
deleitó con el deslizamiento de sus dedos sobre su piel y las sensaciones que él
evocaba.

Luego, su boca estaba en uno de sus senos, y ella gimió.

—¡Oh Dios, Adrian!

Él movió su lengua sobre su pezón y ella arrastró sus dedos por su cabello,
aferrándose a él. Era como si supiera exactamente cómo tocarla para volverla loca.
Gimió cuando él prodigó atención en uno de los senos, lamiendo,
mordisqueando, degustación, y luego se trasladó al otro para darle el mismo
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tratamiento. Para el momento en que su mano se deslizó a su sexo, ella se estaba
arqueando sobre la cama estando desesperadamente húmeda.

—Dulce, deliciosa Mandy —le dijo en un bajo murmullo ronco y, para su


sorpresa, su boca dejó sus senos y comenzó a arrastrarse por su vientre—. Voy a
probar todo de ti.

Se estremeció de deseo; sabía exactamente lo que quería decir y no podía


esperar. En respuesta, sus piernas se abrieron en silenciosa invitación.

Adrian gimió y la besó en su vientre, más allá de su ombligo, hasta que su


boca se cernía sobre los rizos de su sexo. Deslizó una mano a lo largo de la parte
interior de su muslo, animándola a extenderse más amplio para él y luego abrió
su carne con un pulgar, inclinándose y dándole una larga y dulce probada.

Mandy gritó ante la sensación. Sus caderas alzándose y sacudiéndose


contra su boca cuando comenzó a prodigar atención a su clítoris y sus pliegues.
Si había pensado que su boca era talentosa en sus labios, bueno, había estado
claramente subestimándolo.

—Adrian —gimió—. Oh Dios, haz que me venga.

Él deslizó un dedo en su interior y ella se arqueó, pero no era suficiente.


Incluso cuando su lengua lamió contra su clítoris y su dedo empujó dentro de
ella, necesitó un poco más.

Él también pareció saberlo. ¿Porque en el próximo momento? Él estaba


ronroneando. Un profundo ronroneo retumbante se inició en su garganta y
mientras lamía y chupaba la carne sensible de Mandy, el ronroneo hizo que la piel
de ella reaccionara de forma explosiva.

Y ahora se estaba viniendo, gritando su nombre y de placer, el ronroneo


desde lo profundo de su garganta trabajando como un vibrador contra su clítoris.
Y era increíble. Tan jodidamente increíble.

Jadeaba a medida que culminaba, y sus ojos se abrían aturdidos, justo a


tiempo para ver a Adrian despojarse de su ropa.

—No estás en celo, ¿verdad, cariño? —preguntó—. ¿No está cerca?

Mandy frunció el ceño.

—¿No lo creo?

—Bien, entonces no necesitamos un condón. No eres fértil, y los


cambiaformas no pescan enfermedades. —Él bajó los pantalones y entonces ella
se quedó mirando deslumbrada, incapaz de pensar más allá de la cantidad
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magnífica de carne que estaba mostrándole. El pecho de Adrian era precioso,
todo plano con abdominales esculpidos, sin vellos, con solamente un rastro
oscuro feliz llevando a su ombligo. Pero su pene era increíble. Largo, grueso y
listo, era probablemente el miembro más hermoso que había visto nunca, la
cabeza gruesa de color rosa púrpura.

—Mmm —suspiró—. ¿Por qué es que te ves tan absolutamente delicioso?

—Lo necesito para complacer a mi compañera —dijo, sonriendo—. He


oído que ella es un poco exigente. —Él se movió encima de ella y Mandy suspiró
de placer al sentir su piel contra la suya.

Pero en lugar de ponerse a trabajar, comenzó a besarla de nuevo,


presionando sus labios calientes y feroces contra su cuello.

—¿Estás segura que quieres ser mi compañera, Mandy?

—Estoy segura —dijo soñadora, envolviendo sus brazos alrededor de él—


. Más que segura.

—Un cambiaforma muerde a su compañera para reclamarla. Lo sabes,


¿verdad? —Y él lamió el lugar en el cuello donde Johnny la había mordido.

Ella también sabía eso. Después que hubiera sido transformada, se quedó
sorprendida ante las marcas que las cambiadoras mujeres parecían llevar con
orgullo en su cuello, pero que ningún ser humano podía ver. Le había preguntado
a Estrella sobre las marcas y se había horrorizado al saber que Johnny había
dejado una en su cuello cuando la había mordido para transformarla. Había
frotado la piel con agua y jabón durante semanas pero fue en vano, la marca sólo
se desvanecía con el tiempo. Incluso ahora, todavía podía verlas en el espejo
como el chupetón más persistente en el mundo.

—¿Vas a morderme? —le preguntó a Adrian. Por alguna razón, la puso un


poco nerviosa al pensar en ello.

—Quiero hacerlo —le dijo, acariciando su cuello y lamiendo su garganta.


Su boca hizo que escalofríos corran por su espalda—. Pero no lo haré si no quieres
que te reclame.

Recordó su cambio entonces, la sorpresa dolorosa en la mordedura de


Johnny, y su indignación inicial se convirtió en miedo. Se había pasado aquellos
días en total confusión, asustada por lo que estaba sucediendo a su cuerpo.
También la había dejado colgada, sin explicarle nada hasta que él estuvo seguro
de que ella había cambiado.
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E incluso mientras recordaba, sabía que Adrian nunca le haría lo mismo a
ella. Así que deslizó sus manos sobre su magnífico torso y pensó.

—¿Dolerá? —preguntó finalmente.

—No debería.

—¿Algún efecto secundario que debería tener en cuenta? ¿Me voy a


convertir en un súper tigre o algo así?

Él rio entre dientes contra su garganta y lamió su piel otra vez, haciendo
que sus pezones se tensen en respuesta.

—Nada de súper tigre. Apenas una mordedura que muestra que eres mía.

—Entonces, vamos a hacerlo —le dijo. Antes de perder el valor.

Ni siquiera tuvo tiempo de estar nerviosa, sus dientes se hundieron en su


piel y sintió el chasquido de su lengua contra la mordedura un momento después.
Y en lugar de dolor, sintió… excitación. Mucha, demasiado maldita excitación.

Un fuerte gemido se le escapó y tuvo que aferrarse a él.

—Ahora eres mía —le dijo con esa apasionada voz ronroneaste, y
entonces, ajustó su peso contra ella, y dio una estocada profunda.

—Tuyo —dijo ella sin aliento, aferrándose a su espalda a la vez que


envolvía sus piernas alrededor de él, apretándolo con más fuerza en su contra. La
fricción que él estaba creando entre ellos era deliciosa, y antes de saber lo que
estaba pasando, estaba alcanzando el clímax una vez más, su sexo apretándose
firmemente a su alrededor mientras bombeaba dentro de ella.

Adrian gruñó su nombre y sus estocadas se tornaron más erráticas, salvajes


y luego también se vino. Se desplomó sobre ella unos momentos después,
envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo y luego rodó de modo que ella
estuviera encima de él.

—Eso… fue más rápido de lo que pensaba —murmuró Adrian, jugando


con un mechón de su cabello—. La próxima vez, me voy a tomar más tiempo. Te
veías demasiado hermosa y perdí el control.

Su mejilla descansaba sobre su pecho ahora, y yacía sobre él con una


sensación maravillosa, ligera y muy, muy satisfecha.

—Es evidente que tenemos algunas cosas en las que trabajar si vas a
hacerme feliz.
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Página
—¿Ah, sí? —murmuró, entrelazando uno de sus rizos alrededor de su dedo
perezosamente—. ¿Y qué sería?

—Bueno, por mi parte, necesito un poste de rasguño —bromeó ella.

Él rio.

—Estoy seguro que puedo encontrarte algo.

Su mano se deslizó a lo largo de su fuerte brazo. Simplemente amaba


tocarlo. Amaba sentir su piel caliente y picante debajo de ella. El ser un tigre hacía
distinto al sexo, se dio cuenta. Había toda una nueva gama de aromas que la
excitaban… y no podía olvidar el ronroneo. Incluso ahora, se sonrojaba al pensar
en el ronroneo.

—¿Qué hay de Vic y los otros? —preguntó—. ¿Van a estar molestos de


que nos hayamos unidos?

—No —dijo Adrian—. Vic sólo estará feliz de que ya no estés luchando con
tu lado tigre.

Ella sonrió y besó uno de sus pezones.

—¿Cómo puedo hacerlo cuando viene con estos deliciosos beneficios?


Todo lo que necesitaba era una pequeña muestra.

Él arrastró una mano por su espalda.

—Supongo que debería habértelo demostrado antes, ¿eh?

Tal vez era así. Y tal vez si ella no hubiera sido tan terca y querer ser “libre”,
habría notado al apuesto Adrian por su cuenta.

—Supongo que las cosas siempre salen como se supone deben hacerlo.

Y por primera vez, se alegró por su cola.


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Página
Lindsey Hughes ama las antigüedades y
no podría estar más feliz de ganarse la vida en
el negocio de la venta de bienes. Pero cuando
su asistente compra accidentalmente toda una
finca sin su aprobación, Lindsey se ve obligada
a limpiar el desorden por sí misma.

Lindsey viaja a la antigua casa recién


comprada en Venecia, Italia, y pronto descubre
más de lo que (alguna vez) esperó. Mientras
escarba a través de los tesoros del acaparador
llenando cada planta, encuentra una escalera
secreta detrás de una pared que conduce a un
extraño ataúd… con un habitante aún más
extraño.

El vampiro Rand FitzWulf ha estado en su


ataúd durante 600 años. Pero ahora que está despierto, está famélico, y hay una
mujer de delicioso aroma con un raro tipo de sangre en su sótano. Por suerte,
Lindsey tiene más para ofrecer que sangre: ella accede a viajar por toda Europa
con Rand para ayudarle a conseguir venganza de aquél que lo convirtió. Pero a
medida que la extraña pareja se hace más unida, ¿el vampiro multimillonario será
superado por su sed de sangre… o su sed de amor?

Midnight Liaisons #5
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Jessica Sims vive en Fort Worth, Texas, con su esposo. Odia escribir una
biografía, por lo que algo genial sin duda irá aquí más adelante cuando en
realidad piense en algo interesante para escribir. Tiene algunos gatos, ¿pero qué
escritor no los tiene? Juega videojuegos y confiesa leer libros de historietas.

Y le gusta escribir, pero eso era bastante obvio.

Visítala en http://www.jessica-sims.com
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Página
Moderadora
LizC

Traductores
Âmenoire
Apolineah17
AsheDarcy
Gemma.Santolaria
Iarii
Jo
LizC
Mae
Martinafab
Nelshia
Rihano

Corrección, recopilación y
revisión
LizC

Diseño
PaulaMayfair
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Página
Página
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