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M
andy ha sido convertida en una mujer-tigre, pero su mayor
problema no es la cola, son los hombres mandones en su nueva
vida. Nunca nadie la deja decidir lo que quiere hacer, así que
cuando el sexi Adrian apuesta que él va a hacer que cambie en los próximos tres
días, ella se lanza al ataque. Si gana, será libre. Si pierde, va a terminar como su
compañera. Pero si Mandy gana… finalmente conseguirá lo que quiere… ¿o ya lo
ha hecho?
Todos los ojos se volvieron hacia Mandy Petersen, quien entonces puso
los ojos en blanco y cruzó los brazos. Tomaba un montón de valentía enfrentarse
al clan tigre, pero Mandy estaba harta de ellos, hasta el último bastardo rayado
del lote.
Por supuesto, si hubiera sabido todo eso, nunca habría empezado a salir
con Johnny, un hombre temerario de veinte años con una mirada diabólica en
sus ojos azules. Habría seguido manteniendo a raya a Johnny para siempre. Mejor
aún, si hubiera sabido que era un cambiador, jamás habría salido con él en
absoluto.
Había dos problemas con este escenario… uno: los seres humanos no
debían saber sobre los cambiaformas y, definitivamente, no se supone que sean
convertidos en cambiadores. Y dos: nunca nadie se había molestado en preguntar
a Mandy si quería ser un tigre.
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Asustada terriblemente, Mandy no protestó cuando ella y Johnny fueron
enviados a Alaska.
Una vez más, nadie había preguntado a Mandy lo que sentía por la nieve.
Huelga decir que ella no estaba feliz.
Resultó que “para siempre” era sólo un par de semanas, y las viejas reglas
contra los seres humanos fueron retocadas un poco, y a Mandy y Johnny se les
permitió volver a Texas. Entonces Johnny, quien, hace dos semanas, había estado
jurando que ella era para siempre su compañera y la había cambiado porque
quería estar con ella para siempre, comenzó a verse con una morena porque
Mandy “simplemente no estaba funcionando”.
¿Así que el hecho de que ahora estaban teniendo una reunión sobre ella y
el hecho de que ella no se sentía de ánimos para cambiar? Bueno, todos podían
irse a lavar el culo, en lo que a ella se refería.
Pero no dijo eso. Se sentó, cruzó los brazos y se vio cabreada. Porque ahora
que era una cambiaforma, también tenía este extraño problema nuevo y terrible:
no podía oponerse a su alfa. Era algo en la sangre cambiaforma, le dijo Johnny.
Te inclinas ante el hombre a cargo. Y por suerte, ella era ahora una cambiadora.
—Sí.
—No tengo que cambiar nada —le dijo tercamente. Y ese era el final de la
discusión. No iba a cambiar por él como una buena pequeña marioneta.
—Es hora de que todos seamos adultos sobre esto —dijo Vic, en lo que
ella supuso era su voz “razonable”—. Por mucho que te gustaría poner este mes
pasado detrás de ti, Mandy, me temo que no va a suceder. Nos guste o no,
elegiste este estilo de vida, y no puedes regresar ahora. Convertirse en un
cambiaforma es una calle de sentido único.
¿Elegir? ¿Ella eligió? Qué broma. No había elegido nada. Ni siquiera había
elegido a Johnny, no realmente. Él simplemente tomó todas las decisiones y
Mandy se quedó atrás tratando de recoger los pedazos de su vida.
—¿Disculpa?
—Me escuchaste…
Mandy negó con la cabeza. Esto no estaba llevando a nadie a ningún lugar.
No parecía justo.
—¿No ves por qué no? —La voz de Vic sonaba peligrosa, y la atención de
Mandy volvió a él—. ¿A qué te refieres con que, no ves por qué no?
—Ella sabe —dijo Estrella, su voz todavía calmada y suave—. Estoy segura
de que todo esto es demasiado para que ella.
Cobarde, pensó ella. Dios, ¿qué había visto alguna vez en Johnny además
de un par de ojos azules? Gracias a Dios que nunca se había acostado con él.
—No —dijo Vic, su voz peligrosa. Con sus grandes brazos, maldición, eran
grandes, cruzados sobre su pecho—. Está decidido. Adrian puede encargarse de
ella.
Tenía que haber una trampa en alguna parte. Sólo que cuál era
exactamente, todavía no lo había descubierto.
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—Muy bien —dijo Estrella, con un indicio de sonrisa volviendo a su
hermoso rostro. Siguió sonriendo aún mientras miraba a Mandy—. Dejaremos
que Adrian se encargue de todo.
Y allí estaba ella, una vez más enfurecida mientras hablaban de ella como
si no existiera. Como si fuera un objeto. La Barbie Tigre, su más nuevo juguete.
Así es como Johnny la había considerado, ¿cierto?
Vic gruñó, pero Adrian ya estaba en ello. Aquellos fríos ojos azules se
clavaron en ella.
Y por primera vez, Adrian había estado furioso con el descuidado cabeza
hueca de Johnny. Había arruinado la vida de esta chica porque quería mojar su
pene. Adrian había seguido enfurruñado por el asunto mientras el par de tigres
habían sido enviados al exilio, y luego ambos Johnny y Mandy regresaron un mes
después.
Hasta a Vic, lo que Adrian encontró algo adorable. Estaba aterrada, y aun
así, encontraba la fortaleza interna para levantar su barbilla y protestar de cómo
estaba siendo tratada.
Así que él había intervenido. Ofreció ser su mentor. Eso le daría tiempo a
solas con ella. Tiempo para cortejarla y ver que tal vez un tigre no era tan malo
después de todo. Johnny no le había ni siquiera dado una opción en el asunto,
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de acuerdo a las protestas de Mandy. Ahora la elección era arrancada de ella, no
podías volver atrás una vez que habías sido convertido, pero Adrian le
demostraría que no sería tan malo ser la compañera de un tigre.
Porque ella sin duda iba a ser suya. Su tigre nunca había anhelado una
compañera antes, pero ahora que se había decidido, le estaba llevando todo lo
que tenía el mantener la calma cuando todos los instintos de su cuerpo estaban
gritando para que él coloque su propia marca de compañeros sobre la que se
estaba desvaneciendo en su cuello. Para tomarla como suya. Para reclamarla.
—¿Sabes mantener la boca cerrada sobre los asuntos del clan en público?
—De todos modos, ¿por qué estamos aquí? —le preguntó mientras se
sentaban a la mesa—. ¿Pensé que nadie me quería en público hasta que se
“encargaran” de mí? —Hizo las comillas en el aire—. ¿Recuerdas lo que dijo el
alfa psicópata?
—Oh, ha sido un tiempo muy ocupado para mí, Penny. Surgieron algunas
cosas en casa y tuve que dejar algunas clases.
—Pero no lo soy.
—Como a tigre —le dijo. Y el olor era intoxicarte—. Pero débil. Sería más
fuerte si cambiaras de nuevo.
—No lo es —dijo sin rodeos—. Y sólo vas a hacerlo más difícil para ti si no
tratas de cambiar, aunque sea un poco.
—Tal vez todo el asunto cambiante fue una cosa temporal. No he sentido
la necesidad de cambiar.
—Lo harás.
—Y yo nací con una cola —le dijo, divertido por su tenacidad—. Y te estoy
diciendo que lo harás, y cuando se trata de ti, cuanto más tiempo esperes, más
alarmante será. Es mejor simplemente enfrentarlo de frente en vez de evitar las
cosas.
Su labio se curvó.
—¿No lo estoy? —Su voz era amarga—. Me han estado diciendo a dónde
ir, dónde dormir, con quién pasar el tiempo, y qué puedo hacer con mi día. Por
un tiempo, incluso me dijeron quién era mi compañero.
Él se encogió de hombros.
—Que no vamos a dejar la compañía del otro en los próximos tres días. En
absoluto.
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Los ojos de Mandy se estrecharon.
—¿Estás loco?
—Esa es la regla.
Así que Adrian jugaba fuerte, al parecer. Mandy aún estaba conmocionada
por su admisión de lo que quería.
¿Ella como su compañera? ¿En serio? ¿Qué pasaba con estos chicos tigre
que todos decidían reclamarla? Sabía que Johnny la había querido… en sus
pantalones. Él era lo suficientemente infantil como para no pensar más allá de
eso. ¿Pero escuchar que Adrian la quería como su compañera? Le hizo sentir…
extraña. E insegura. ¿Qué implicaría exactamente ser la compañera de Adrian? ¿Y
por qué estaba interesado en ella?
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No había duda para ella que Adrian era el más guapo y atractivo de los
tigres Merino. También era el más tranquilo, así que ella nunca sabía lo que estaba
pensando, a diferencia de Johnny, que constantemente cotorreaba.
—¿Dónde crees que vas? —dijo Adrian cuando ella empezó a dirigirse por
el camino hasta su pequeña cabaña de invitados.
Mandy se detuvo.
—Me refiero que, ¿a dónde vas? —Él se movió a su lado, sus pisadas
crujiendo en el camino de grava—. ¿Ya te has olvidado de nuestro trato?
¿Su trato?
—No.
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—Podrías tener una noche entera para formar una estrategia…
—No.
—No.
—Mandy —dijo, y su voz fue baja y ronca a medida que se movía hacia
ella. Dios, ¿por qué sonaba como un ronroneo cuando decía su nombre?—. No
necesito horas extra.
Mierda.
—No.
—¿Dónde, entonces?
—Mi cama.
—Mi cama.
—¿Qué?
Ella resopló.
Con el ceño fruncido, Mandy siguió tras él. Cuando se mudó a la tierra de
los Merino, pensó que era extraño que todos vivieran juntos en la misma finca,
pero bajo diferentes techos. Sin embargo, ahora estaba bastante contenta de no
vivir con Vic y Johnny y tener su propio lugar. Aunque, seguir a Adrian a su casa…
se sintió extraño. A él debe haberle gustado su privacidad, pensó. Si bien su casita
se apretaba entre el lugar grande de Vic y uno más pequeño de Johnny, la de
Adrian estaba en el extremo más alejado del terreno, una buena caminata lejos
de donde habían estacionado. Ella había visto su cabaña, por supuesto, pero
nunca había entrado.
—Lindas cosas. Mejor que mi pequeño lugar. —La pequeña casa que había
conseguido después de haber sido “incorporada” al clan tigre tenía muebles
usados de segunda mano, con manchas, desgastados y cojines que no coincidían
con su feo sofá.
—Tu lugar fue diseñado para los visitantes —le dijo—. No tenía la
intención de ser un hogar permanente.
Cierto. Se suponía que debía vivir con Johnny. Después de que la había
mordido y la transformó en una mujer-tigre, había asumido que ella caería en su
cama, arrojando sus bragas a un lado en señal de gratitud. Imbécil.
—Mi lugar está bien —le dijo a Adrian—. Y me gustaría mucho volver allí
ahora mismo. —Esa ansia de privacidad crecía más y más fuerte—. Por favor.
—¡Pensé que íbamos a permanecer juntos durante los próximos tres días!
—Lo haremos. —Él le dio otra de esas confiadas sonrisas sensuales—. Pero
nadie dijo que tenía que renunciar a mis duchas.
—¡No!
Oh, lo había notado. Desde el día en que había sido cambiada, el clan tigre
tenía un cambio “grupal” en la que todos se quitaban la ropa y cambiaban como
si fuera normal que un grupo de adultos se desnudara juntos. Ella no había
participado, por supuesto, se negó a cambiar, pero aun así la habían hecho
quedarse y ver.
Pero había una gran diferencia con un grupo de personas que estaban
casualmente desnudas y un alto hombre sensual decidido a desnudarse frente a
ella, horas después que hubiera declarado que la quería como su compañera. Así
que mantuvo los ojos cerrados y trató de parecer tan informal sobre estas cosas
como fuera posible.
—¡No!
Se puso las manos en las caderas, con los ojos cuidadosamente cerrados.
—¿Por qué? —Ahora sólo sonaba perplejo—. Ya lo has visto todo antes.
—¿Cómo?
Porque estamos solos, quería decirle. Porque dijiste que me querías como
tu compañera. Pero las palabras tímidas quedaron atascadas en su garganta. Con
el tiempo, se las arregló para decir:
Con los ojos bien cerrados, Mandy permitió que Adrian la llevara a través
de la casa. La acústica cambió mientras avanzaban, y cuando cerró la puerta, ella
asumió que estaban en el cuarto de baño. Bajo sus zapatillas deportivas, sintió
como unos azulejos, y los olores suaves de jabón y champú inundaron su nariz,
mezclados con el aroma cálido, picante de cambiaforma tigre y Adrian. En serio
no debería estar permitiendo esto, pensó, incluso cuando él empezó a silbar en
voz baja y abría el agua.
Él se rio.
¿Pero sólo porque pensaban que podían hacerla una de ellos sin ni siquiera
preguntarle si tenía algún problema con ello? Se llevarían más que una sorpresa
al descubrir que simplemente no se daría la vuelta y seguiría a todos. Qué se
jodan todos.
Así que cruzó sus brazos sobre el pecho y cerró tercamente sus ojos de
nuevo, esperando.
—Ya apúrate.
Adrian rio de nuevo, pero el olor a jabón se hizo más fuerte y lo escuchó
chapoteando mientras se enjuagaba. Luego cerró el agua y ella olió el suavizante
de telas un momento antes de que el susurro de una toalla llegara a sus oídos.
Se estaba secando. Bien. Podrían apurarse y salir del baño ahora lleno de vapor y
tendría espacio para respirar otra vez.
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Un momento después, escuchó un leve golpe dentro de lo que sonó como
una canasta de lavandería y luego las manos de Adrian tocaron sus hombros. Ella
brincó, sus ojos abriéndose ante la sorpresa del toque.
—¿Qué… qué…?
—Todavía no veo por qué tengo que dormir contigo —protestó a medida
que él la guiaba a través del pasillo hacia su habitación—. No veo qué tiene que
ver todo esto con nuestra apuesta en lo más mínimo.
—De hecho, tiene que ver todo con nuestra apuesta —le dijo—. Tu cuerpo
se relaja cuando duerme y ahí es cuando es más probable que un cambio
aparezca. Si lo hace, necesitarás ayuda. Y si estamos juntos, no hay oportunidad
de que lo ocultes.
Ella se giró. Sin embargo, gracias a sus nuevos sentidos de tigre, podía ver
casi todo tan bien en la oscuridad como podía verlo a la luz del día, así que apagar
las luces no hizo demasiado salvo hacer que los ojos de Adrian resplandecieran
en verde. También todavía estaba, notó ella, completamente desnudo.
Lució sorprendido.
Los ojos de Adrian reflejaban la luz de la luna en una forma que hizo a su
piel sentir escalofríos.
—Jódete.
—También tengo una nariz, sabes. Puedo oler todo lo que tú puedes. —
Su sexy voz era un poco más que un susurro—. Supongo que puedo oler algunas
cosas incluso mejor que tú. Y huelen sumamente bien.
—Sí —susurró ella, a pesar de que el sudor le estallaba en la frente. Ah, uff,
no estaba bien.
—¿Necesitas algo?
Algo frío se apretó contra su frente, y abrió los ojos para ver a Adrian en
cuclillas junto a ella, todavía desnudo, bronceado y hermoso, y luego presionó la
botella de agua contra su mejilla.
—Bebe esto cuando puedas —le instruyó—. Ayudará a arreglar las cosas.
—Gracias.
—Vamos, bebe.
—Cuando era niño, solía tener una erección al ver a las chicas, y mi cuerpo
pensaba que era una señal para cambiar. Descubrí que beber agua helada era
una manera de apagar las cosas lo suficiente para tener mi cuerpo bajo control
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de nuevo. —Adrian rio entre dientes—. Durante unos cinco años seguidos, llevé
una botella de agua conmigo a todas partes. Era un pequeño bastardo cachondo.
El peso más fuerte de Adrian volvió a la cama con ella segundos después,
y luego su brazo fue alrededor de sus hombros, arrastrándola contra él. Ella no
protestó. Conocía la diferencia entre un toque reconfortante y uno obsceno, y
éste era todo comodidad. Un momento antes de volver a dormirse, se dio cuenta
que en medio día, Adrian había mostrado más cuidado y comprensión por quién
era ella que Johnny en todo el tiempo que lo conocía.
A medida que la deliciosa dulce mujer se dormía apretada contra él, Adrian
se dio cuenta que había estado tratando a Mandy de forma equivocada. Ella no
necesitaba ser presionada para evitar que perdiera el control de su bestia y luego
verse atrapada en una situación que no quería. Si él la quería, ella tendría que
venir por su propia voluntad.
Si quería que Mandy fuera su compañera, en cuerpo y alma, ella tenía que
venir por voluntad propia.
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Acarició su suave cabello rojo de nuevo, su corazón ya rebosante de afecto
por ella mientras dormía, su nariz enterrada en su pecho, su forma pequeña
acunada contra la suya. Había mucho en juego, pero Mandy valía la pena el
riesgo. Era curioso cómo estaba ya enamorado de ella, después de sólo un día.
Entonces corrigió ese pensamiento. No era sólo un día.
—¿Qué dijiste?
—Sólo pensé que tendrías alguna idea de cómo querías pasar el día —dijo
él—. Puedo pensar en algo…
—No —dijo rápidamente—. Eso está bien. —Mandy golpeteó sus dedos
sobre su labio inferior, pensando. Sabía lo que quería hacer pero no estaba segura
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si él querría. Pero bueno, no lastimaba preguntar—. Me gustaría ir a la universidad
y registrar mis clases. Si espero demasiado, todas las buenas se llenarán.
Pero para su sorpresa, Adrian tomó otro trago de café y bajó su taza.
Se encogió.
Definitivamente molestia.
—Lo sé. Es sólo que… era casi mi única experiencia, ¿sabes? Y no fue muy
buena.
—Biología.
—¿En serio?
—Lo apuesto.
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Ella se inclinó más cerca de él, interesada ya que su aroma parecía estar
haciéndose más cálido y picante, como si su felicidad tuviera algo que ver con el
delicioso aroma que exudaba. Fascinante.
—Así que, ¿una vez más, qué es lo que tú haces? Estoy bastante segura
que Johnny mencionó lo que todos hacen y estoy bastante segura que no lo
escuché.
—La familia es todo para nosotros —dijo en voz baja. Él se inclinó más
cerca, tan cerca que pudo sentir su aliento caliente contra su piel—. No somos
tan malos, sabes. Sólo porque ser un tigre no es una elección que habrías hecho…
no significa que sea la peor decisión de la vida.
Ella levantó su mirada hacia él, con los ojos muy abiertos. ¿Qué trataba de
decirle?
El indicio de una sonrisa curvó sus imposiblemente sexy boca una vez más,
distrayéndola.
—La educación es importante. —Fue todo lo que le dijo, pero aun así la
dejó perpleja. Declinó la oferta del dinero, pero le dijo que aceptaría un aventón
gratuito a clase cuando lo necesitara.
Sin embargo, dos horas más tarde, su estómago se rebeló de nuevo, y pasó
el resto de la noche abrazando el inodoro. Adrian se mantuvo siempre a su lado,
apartándole el cabello y dándole sorbos de agua entre los vómitos. Y cuando ella
estuvo completamente exhausta, una vez más, la llevó a la cama.
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A la mañana siguiente, Mandy ansió salchichas. Con muchas ganas. Se
levantó y se dirigió a la nevera de Adrian, sólo para gruñir a la vista.
Chico, ella también. Estaba hambrienta. Así que asintió y tomó las llaves
del auto de la encimera, arrojándolas a él.
—Tal vez deberías callarte —replicó ella, sintiéndose hosca. ¿Por qué le
estaba dando órdenes de repente?—. La orden se mantiene.
Por una vez, no discutió. Sus órganos estaban dando vuelcos extraños, un
retorcijón doloroso que le dijo que algo iba a cambiar, le gustara o no. Era como
la sesión de vómito la noche anterior en el baño, pero peor. La carne, gimió para
sus adentros, odiándose a sí misma. Adrian le había advertido que eso
desencadenaba un cambio, y esta mañana se había despertado con la esperanza
de comer tanta carne grasosa como pudiera empujar por su garganta.
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Su cuerpo le estaba diciendo que era hora de cambiar, ya sea que quisiera
o no.
—Oh, Dios.
—¿Vas a vomitar? —La voz de Adrian era suave y relajante, incluso aunque
retrocedía el auto fuera de la zona de estacionamiento a gran velocidad. Él se
acercó y le apartó el cabello de su frente húmeda.
—No quiero cambiar —le dijo, con un temblor en su voz—. Quiero volver
a mi antigua vida. Esto no es lo que yo quería.
Cuando llegaron de vuelta a los terrenos Merino, Adrian saltó del auto y
corrió a su lado. Abrió la puerta rápidamente, y ella cayó en sus brazos. Sus
piernas no funcionaban bien en ese momento, sus pantorrillas tenían calambres
algo feroces. Pero pareció suponer que iba a tener problemas, porque de
inmediato la levantó y comenzó a cargarla.
—Eso es porque estás luchando contra ello. Tienes que dejarte ir. —Abrió
la puerta principal y avanzó por el pasillo, hacia el dormitorio.
—Es por eso que tienes que tratar de relajarte —dijo con paciencia. La dejó
en el borde de la cama y comenzó a desnudarla, sus movimientos calmados y
tranquilos, como si se ocupara de mujeres convertidas en cambiaformas tigre
todo el tiempo—. Respira conmigo. Respira. —Él inhaló profundamente y luego
exhaló ruidosamente, mientras tiraba de su camisa sobre su cabeza.
—¿Agua fría? —preguntó ella esperanzada. Tal vez todavía podía darle la
vuelta a esto.
Sacudió la cabeza.
—Esa es una mala idea. Simplemente va a prolongar las cosas. Deja que te
traiga un poco de té caliente. O algo.
—Háblame.
—Por supuesto. —Él sonrió y le pasó los dedos sobre el rostro, sin verse
afectado por el hecho de que sudaba como una mujer febril o le brotara pelo—.
Lo estás haciendo genial. ¿Este es, qué, tu tercer cambio?
—El cuarto —le dijo ella—. ¿Cómo es que no tienes una compañera?
—No yo —dijo ella, deslizándose hacia él con una mano que parecía más
y más como una pata a medida que los segundos pasaban—. ¿Cómo es que
nunca tuviste una compañera antes de mí?
Él se encogió de hombros.
Eso era sorprendente. Él había estado completamente sobre ella desde que
había declarado que la quería como su compañera. No en una mala manera, sólo
de una forma que le hacía saber exactamente cuáles eran sus intenciones.
Entonces, se dio cuenta.
—Oh. Es porque soy un tigre, ¿verdad? —La única otra cambiaformas tigre
en el área era Estrella, la compañera de Vic, y ella sólo era mitad tigre. El resto del
clan Merino eran hombres, y todos parecían muy, muy solteros. Esa era la razón
por la que Johnny la había convertido, después de todo. Él estaba solo.
—Lo sé —le dijo. Era cierto; ella le creía. Desde que habían sido obligados
a pasar tiempo juntos esta semana, él no había sido más que atento y cariñoso.
Era una lástima que tuvieran que conocerse bajo estas circunstancias, en realidad.
Si él no hubiera sido un tigre, a ella le habría encantado salir con alguien como
él. Pero debido a que él lo era… se sentía como rendirse al gustarle. Como si sólo
estuviera dejando de ser quién Solía Ser Mandy. Y no podía. Tenía opiniones,
sueños, planes. Ella importaba, maldita sea.
Y, oh, eso fue tan dulce que no pudo evitar responderle. Sus labios se
abrieron bajo los suyos, y le devolvió el beso. La mano de él acarició su mejilla, y
después continuó besándola, mordisqueando y chupando sus labios. Ella gimió
contra su boca…
Si tenía que ser un cambiante, suponía que, ser un tigre no era tan malo.
Ella era fuerte, poderosa, y su sentido del olfato era genial. Merodeó por el
bosque, con su cola chasqueando de ida y vuelta mientras perseguía conejos y
armadillos y cualquier cosa que llamara su atención. Adrian estaba allí,
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transformado en su forma de tigre, pero permaneció fuera de su camino y la dejó
merodear. Si ella llegaba demasiado lejos fuera del camino, él se abalanzaría con
un mordisco para recordarle permanecer en la tierra Merino. A parte de eso,
estaba por su cuenta, y era gloriosamente liberador.
Ella se acurrucó en la almohada, notando que ésta incluso olía como él.
—¿Ganar?
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—Cambié. Estoy atrapada ahora. Ni siquiera duré tres días. —Bostezó
Mandy. Estaría deprimida por ello en la mañana—. Ahora, nunca seré libre.
Pero parte de eso estaba un poco… ¿emocionada? Excitada por ser poseída
por Adrian. Y entonces recordó ese dulce y suave beso que él le había dado, y la
sensación de su cuerpo contra el suyo. Él había sido bueno con ella de formas
que Johnny nunca lo fue. Le pedía su opinión, y no le había importado cuando se
inscribió a clases. Si tenía que ser un tigre, suponía que Adrian era el menor de
los males con los que se presentaba. Animada por eso, se vistió con pantalones y
camiseta, y se dirigió a la cocina.
Adrian estaba sirviendo una taza de café cuando entró. Ella le dio una
sonrisa vacilante, y él inmediatamente sacó otra taza de la alacena y la llenó por
completo de café, para entonces entregársela.
—¿Desayuno?
—¿Qué cambio?
Mandy parpadeó.
—¿Qué?
Él la miró.
—¿Adrian?
Él la miró.
¿Era esto alguna cosa rara de cambiadores tigres donde no hablas del
cambio? Ella no sabía las reglas.
—Um… ¿qué?
—No vi nada. No cambiaste. —Él le dio una mirada dura—. Por lo tanto, el
acuerdo se ha cancelado. Eres libre de irte.
¿Sólo… así como así? En lugar de sentir euforia, Mandy se sintió un poco…
abandonada. ¿No se preocupaba por ella? ¿Qué sería de ella? Si se iba, ¿quién
iba a ayudarla la próxima vez que cambie?
—Tú misma dijiste que no hay beneficio en ser un tigre. Que estás atrapada
y nadie te entiende. Que nadie te ha dado una opción. —Él extendió su mano—.
Por lo tanto, aquí estoy, dándote una opción, Mandy. Eres libre de irte. O eres
libre de quedarte. Pero esta vez, depende totalmente de ti.
Sus manos se retorcieron en su regazo. Esto era lo que quería, ¿no? ¿Por
qué se sentía tan infeliz, entonces? ¿Por qué estaba siendo tan frío con ella
después de que él la besara anoche y se hubieran abrazado?
—Así es. —Su mirada se desvió hacia ella, y no había duda de la mirada
caliente y posesiva en sus ojos.
—Mandy —murmuró, con voz ronca. Dejó la taza de café y se pasó una
mano por la barbilla sin afeitar. Tendría que haberse visto descuidado o
desaliñado, pero para ella, él sólo se veía sexy—. Quiero una compañera que
quiera estar conmigo. No alguien que se sienta como una cautiva todos los días
de su vida. Lo que quiero entre tú y yo no importa si no es lo que quieres.
¿Comprendes?
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Ella lo hacía. Se lamió los labios, con la mirada fija en el desayuno que ya
no quería.
—Tiene que ser tu elección. Y no voy a forzarte a que me elijas, sin importar
lo mucho que podría desear lo contrario. Si lo hago, no soy mejor que Johnny.
Por eso te estoy dejando ir.
¿Sólo así? ¿Justo ahora, cuando ella estaba empezando a sentirse cómoda
con quién era ahora? ¿Después de que él la hubiera besado y le hizo sentir cosas?
—¿Así que sólo te metes con mi cabeza durante unos días y luego me
liberas de nuevo a la naturaleza? Cuán noble de tu parte.
—Cosa que es más bien irónica —le dijo—. Porque cuando nos conocimos
en un principio, lo único que quería era que alguien me dejara tomar mis propias
decisiones, por una vez. Que me dejaran ser yo. Y tú lo hiciste. Me has dejado
tener el control toda la semana. Me dejaste elegir lo que quiero hacer, me dejaste
determinar mi propio futuro, y me has apoyado. Eso es todo lo que siempre he
querido. Pero ahora que estoy finalmente llegando a un lugar donde me siento
feliz con las cosas, me besas y luego me dices que me puedo ir. Así que vas a
tener que perdonar a esta chica si está un poco confundida.
—Aunque, tal vez soy feliz cuando estoy contigo. —Es curioso cómo se
daba cuenta de eso al momento en que lo dijo.
Pero en realidad, ¿no le había estado dando todo lo que ella siempre había
querido? ¿Amor, paciencia, comprensión, compañerismo, y dejarla tener algo que
decir con respecto a su vida? Él era todo lo que Johnny no era. Y si él la dejaba ir
en este momento… no sabía qué demonios haría.
—Sí —le dijo ella, y sus manos fueron a su camisa. Las aferró en el tejido
blando y tiró de él más cerca—. ¿Pensé que era la señora a cargo por aquí?
—Lo eres —le dijo, con una sonrisa en su hermosa boca—. Voy a hacer
cualquier cosa que quieras. Sólo dime cómo te gusta.
—Eres lo que quiero, Adrian —dijo Mandy—. Así que deja de apartarme,
¿de acuerdo? Tal vez quiero ser tu compañera.
—¿En serio?
Ella asintió.
—Estoy bastante seguro que puedo manejar eso. Y me gustas cuando eres
mandona.
—Lo he decidido —dijo ella con firmeza. Sus dedos tiraron de su camisa—
. No me hagas rasgar tu ropa con mis garras.
—No querría eso —murmuró él, pero el destello verde reflectante en sus
ojos le dijo que le gustaba esa idea un poco—. Además, no creo que tengas
suficiente control todavía.
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—¿Pensé que el punto del sexo era todo acerca de perder el control? —
bromeó ella. Dios, se sentía tan bien. Tan ligera y feliz. Absolutamente sin
preocupaciones. Aquí era donde pertenecía en realidad. Qué curioso que casi
llevó a Adrian apartarla para reconocer lo que realmente quería.
—Conozco lo justo para convencerte —le dijo él, con las manos vagando
sobre su ropa, su piel—. Pero involucra un poco de confianza y una gran cantidad
de piel desnuda.
—Hmm. Ahora estás hablando mi idioma —le dijo ella, sus manos tirando
de su camisa.
—Al dormitorio —le dijo él, y se inclinó para darle otro beso.
Tan pronto como sus labios tocaron los de ella, se dio cuenta que esto era,
de hecho, lo que quería. Su boca se sentía tan increíblemente correcta contra la
suya. No eran sólo sus labios y el hecho de que parecían tener la mezcla perfecta
de piel suave y firmeza lo que ella adoraba. No era su lengua moviéndose con
destreza sobre la suya, pidiendo tanto como estaba dando. Era que su sabor
igualaba al suyo perfectamente, y cuando ella quiso más de él, Adrian aumentó
la presión del beso hasta que ella estaba jadeando de deseo, y la lujuria estaba
inundando cada centímetro de su piel.
Como ahora.
—Oh —dijo ella suspirando. Todo su cuerpo dolió de necesidad ante sus
palabras confiadas, y se preguntó qué haría con ella en la cama. Nunca había
estado tan excitada, no con ningún novio anterior. Johnny ciertamente nunca
había hecho nada para que ella…
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Jadeó, sus manos volando a su pecho, incluso mientras la terminaba de
recostar sobre su cama.
—¿Adrian?
—No tuve sexo con Johnny. Sólo quiero que sepas eso.
—¿Cómo lo sabes?
Oh.
—Espera hasta que puedas ver lo que hago una vez que consiga quitar tus
bragas.
Ella soltó una risita y tiró de su boca contra la de ella en otro largo y dulce
beso. Su lengua encontró la suya, y con impaciencia balanceó su lengua contra la
de él mientras tiraba de su ropa. Tocar a Adrian era como una droga, decidió, una
probada y ya era adicta. Su aroma estaba en lo profundo de sus fosas nasales,
picante y atractivo, quería toda su piel contra la suya, cálida, deliciosa y sensual.
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Sólo la idea de sus cuerpos desnudos presionados uno contra el otro la hacía
mojarse, así que apretó los muslos ante el pensamiento.
Sabía que tenía un cuerpo decente. No era virgen, y le habían dicho que
sus pechos eran agradables y llenos, sus caderas tenían la cantidad justa de curva,
y tenía buenas piernas. Pero quería oír a Adrian decirlo. Quería saber lo que
pensaba de ella. Así que se mordió el labio, miró hacia él, y esperó.
—Maldita sea, pero si eso es lo mejor que he visto alguna vez en toda mi
vida. —Su mano se alzó y rozó sus nudillos sobre la cima de un pecho adolorido—
. Voy a tocarte ahora.
Sin preguntar, esta vez. Él le estaba diciendo lo que quería hacer, y ella se
estremeció de deseo porque también quería que lo hiciera.
Sus ojos brillaron con ese verde reflectante de nuevo, y entonces, sus
manos estaban acariciando su piel, tocando cada centímetro de ella. Y tal vez era
su lado felino saliendo a jugar, pero a Mandy le encantó. Cerró los ojos y se
deleitó con el deslizamiento de sus dedos sobre su piel y las sensaciones que él
evocaba.
Él movió su lengua sobre su pezón y ella arrastró sus dedos por su cabello,
aferrándose a él. Era como si supiera exactamente cómo tocarla para volverla loca.
Gimió cuando él prodigó atención en uno de los senos, lamiendo,
mordisqueando, degustación, y luego se trasladó al otro para darle el mismo
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tratamiento. Para el momento en que su mano se deslizó a su sexo, ella se estaba
arqueando sobre la cama estando desesperadamente húmeda.
—¿No lo creo?
Ella también sabía eso. Después que hubiera sido transformada, se quedó
sorprendida ante las marcas que las cambiadoras mujeres parecían llevar con
orgullo en su cuello, pero que ningún ser humano podía ver. Le había preguntado
a Estrella sobre las marcas y se había horrorizado al saber que Johnny había
dejado una en su cuello cuando la había mordido para transformarla. Había
frotado la piel con agua y jabón durante semanas pero fue en vano, la marca sólo
se desvanecía con el tiempo. Incluso ahora, todavía podía verlas en el espejo
como el chupetón más persistente en el mundo.
—No debería.
Él rio entre dientes contra su garganta y lamió su piel otra vez, haciendo
que sus pezones se tensen en respuesta.
—Nada de súper tigre. Apenas una mordedura que muestra que eres mía.
—Ahora eres mía —le dijo con esa apasionada voz ronroneaste, y
entonces, ajustó su peso contra ella, y dio una estocada profunda.
—Es evidente que tenemos algunas cosas en las que trabajar si vas a
hacerme feliz.
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—¿Ah, sí? —murmuró, entrelazando uno de sus rizos alrededor de su dedo
perezosamente—. ¿Y qué sería?
Él rio.
—No —dijo Adrian—. Vic sólo estará feliz de que ya no estés luchando con
tu lado tigre.
Tal vez era así. Y tal vez si ella no hubiera sido tan terca y querer ser “libre”,
habría notado al apuesto Adrian por su cuenta.
—Supongo que las cosas siempre salen como se supone deben hacerlo.
Midnight Liaisons #5
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Jessica Sims vive en Fort Worth, Texas, con su esposo. Odia escribir una
biografía, por lo que algo genial sin duda irá aquí más adelante cuando en
realidad piense en algo interesante para escribir. Tiene algunos gatos, ¿pero qué
escritor no los tiene? Juega videojuegos y confiesa leer libros de historietas.
Visítala en http://www.jessica-sims.com
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Moderadora
LizC
Traductores
Âmenoire
Apolineah17
AsheDarcy
Gemma.Santolaria
Iarii
Jo
LizC
Mae
Martinafab
Nelshia
Rihano
Corrección, recopilación y
revisión
LizC
Diseño
PaulaMayfair
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