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Claws and Effect


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El mundo de Lily Fausto se convirtió en una pesadilla el día que fue


secuestrada por un vampiro. Seis meses más tarde, ha sido liberada...
por los cambia pumas. Para Lily, este es el epítome de la “sartén al fuego”
y para el clan Russell, son problemas en forma de una humana
aterrorizada.

Ellis Russell no quiere nada más que calmar los temores de Lily y
convertirse en su amigo. Pero cuando la tensión —y pasión— se enciende
entre ellos, Ellis tiene que decidir: ¿puede amar a un ser humano si
amarla significa dejarla ir?

¿O puede que jamás la deje ir?


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Sinopsis ........................................................................................... 2
Índice ............................................................................................... 3
Capítulo 1 ................................................................................... 4
Capítulo 2 ................................................................................ 11
Capítulo 3 ................................................................................ 25
Capítulo 5 ................................................................................ 57
Capítulo 6 ................................................................................ 67
Capítulo 7 ................................................................................ 76
Capítulo 8 ................................................................................ 85
Epílogo ..................................................................................... 101
Wanted: Wild Thing......................................................... 105
Jessica Sims ........................................................................... 106
Agradecimientos ............................................................... 107
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Traducido por flochi

Corregido por G.Dom

P
or primera vez en seis largos y oscuros meses, era completa y
totalmente libre.

Corrí sin detenerme por el nocturno bosque. Mis pies estaban


descalzos, hacía frío y no tenía nada para cubrir mi cuerpo más que un
bikini sucio que hacía tiempo debió haber sido tirado a la basura, pero
no iba a detenerme. Era libre.

Y juré que la libertad nunca me sería arrebatada de nuevo.

Había sido secuestrada tan rápido y con tanta facilidad que no podía
creerlo. Pensé —tontamente— que si una joven universitaria desaparecía
de la faz del planeta una mañana alguien vendrían a buscarme. Alguien
hallaría mi auto, notaría que no había asistido a clases o pagado mis
cuentas.

Nop.

Lily Faust desapareció, y al mundo le importó una mierda. Eso me enseñó


mucho sobre el mundo.

Justo después de mi cumpleaños número veintidós me había sentido


sola. Un poco triste. No estaba saliendo con nadie, y era huérfana, gracias
al accidente automovilístico que me había arrebatado a mis padres cinco
años antes. Mis amigos más cercanos se habían graduado o transferido
de escuela, y yo no era la persona más sociable precisamente; me
encontré en la rara posición de no tener ningún plan para mi
cumpleaños, y nadie con quien pasarlo.

Estaba completa y totalmente sola. Eso dolió. No era como debió ser. Era
joven. No era fea, ni desagradable. Tal vez un poco callada y retraída, pero
perder a tu familia te causa eso. Pero veintidós años aún era demasiado
joven para estar completamente aislada, ¿no? Celebré mi cumpleaños
sola, son un pastelillo y una película.
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Al día siguiente, me había inscrito en un sitio web de citas. No haría daño,


y necesitaba amigos. Diablos, me conformaría con conocidos con
beneficios. Había hecho mi perfil, subí mi foto, y esperé. Hubo las usuales
respuestas de tipos escalofriantes que buscaban tener sexo, pero esos
eran fáciles de distinguir. Hubo una respuesta que me intrigó. Era mayor
que yo, pero eso no era algo malo. Era educado e inteligente, y citó a
Fausto en el correo que me envió. Tal vez fuera un poco cursi, pero quedé
encantada por el chico que envió algo más que “edad/sexo/localización”
en su correo y no abreviaba cada frase.

Había conocido a Andre en una cafetería. Había sido lo suficientemente


amable y encantador. No importó que no fuera mi tipo, porque era
agradable hablar con alguien. Habíamos ido a ver una película luego del
café, y cuando salimos hacia el estacionamiento, a mi auto se le pinchó
una rueda. Andre inocentemente había sugerido llevarme a casa.

Había aceptado. En retrospectiva, debí haber supuesto que


probablemente fue él quien pinchó mi llanta.

En vez de llevarme a casa, Andre había conducido a un parque aislado e


intentó hacer su movimiento conmigo. Cuando se inclinó para besarme,
inmediatamente me había apartado… siempre había sido algo nerviosa,
y la desviación en nuestro camino me provocó aún más nervios. Me había
asustado e intenté salir del auto.

Mi puerta no abrió. Andre me agarró, me asfixió, y yo luché, arañándolo


hasta que vi estrellas detrás de mis ojos y el mundo se puso negro.

Cuando desperté, estaba en una bodega. Un collar de metal apretaba mi


cuello y se sujetaba a una cadena en la pared. Mis ropas ya no estaban,
estaba vestida con un diminuto bikini. Y me encontraba en la oscuridad,
sola.

Estaba aterrada.

Había llorado por horas, segura de que Andre iba a aparecer con láminas
de plástico, sacar a su psicópata Dexter, para luego enterrarme en el
patio trasero. Imaginé que el hombre que me capturó era un habitual
asesino en serie que tenía preferencia por las universitarias rubias, y yo
tontamente había caído en su trampa.

Nunca me imaginé que Andre era un vampiro de cuatrocientos años que


necesitaba sangre fresca cada día. Ese tipo de cosas no sucedían en mi
mundo. Los vampiros no existían. Las cosas no salían de noche a asustar.
Las cosas que más miedo daban y que existían eran las historias sobre
bombas en las noticias o el alza en los impuestos.
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Había abierto mis ojos a un mundo completamente nuevo ese día.

Andre no quería matarme. No quería tener sexo conmigo. Me había


puesto el bikini porque dejaba mis brazos y piernas desnudas. Era más
sencillo encontrar una vena de esa manera.

Andre era un vampiro, y yo su cena cautiva.

Cada día, él bajaría al sótano y se alimentaría de mí. Si estaba teniendo


un día particularmente perezoso, uno de sus compinches
desengancharía mi cadena, me arrastraría hasta el piso de arriba, y yo le
echaría un vistazo a la bella casa de Andre por unos minutos mientras el
vampiro bebía de una de mis venas. Después, tan pronto como hubiese
tomado suficiente sangre para hacerme sentir mareada, me enviaría de
regreso abajo con jugo y galletas, como si acabara de donar sangre en
una unidad.

Casi era gracioso.

Casi.

Días pasaron. Luego semanas. Después meses. Mis días cayeron en un


patrón. Cada día, me llenaban de comida y vitaminas para ayudar a
reponer mi sangre, y me daban mucha agua. Andre bebía de mí cada día.
A veces, dos veces al día si no podía encontrar a nadie más. Y aunque
seguían empujando comida en mi boca, adelgazaba y me debilitaba.
Sospeché que Andre tomaba demasiado, pero no es que le importara lo
que me sucedía.

Si yo moría, sería enterrada en una tumba poco profunda en el patio o


algo parecido. Se desharían de mí. Olvidada. Igual que el mundo se había
olvidado de mí. Así que no me resistía. Obedientemente bebía de mi jugo
y comía las galletas y producía sangre para poder seguir viviendo.

Lo peor fue cuando Andre trajo a otras chicas a la casa.

No estaba celosa. No me importaba si bebía de cientos de mujeres. De


hecho, me había sentido aliviada cuando la primera sollozante y aterrada
chica apareció en el sótano a mi lado. Aliviada y culpable por esperar que
me dejara ir y encontrara a alguien más de quien alimentarse. Pero con
rapidez aprendí que las otras chicas no permanecían mucho tiempo.

Si ellas no comían, eran eliminadas. Un rápido chasquido al cuello y una


boca menos que alimentar.

Si se resistían, eran eliminadas. Si no podían seguirle el ritmo a las


demandas de sangre de Andre, eran eliminadas.
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Aprendí a temer la aparición de otra chica en el sótano, porque sabía que


ella estaría condenada. Y con cada una que duraba unas pocas semanas,
me recordaba que yo misma estaba viviendo un tiempo prestado. Así que
me acurrucaba en una esquina, hacía que mis venas estuvieran
disponibles, y soñaba con el día en el que escaparía. Cuando era llevada
arriba, robaba pequeñas cosas y las metía en mi bikini cuando Andre no
estaba mirando. Luego de un tiempo, tuve un par de lápices afilados y
gomas plásticas. Los até, me hice una estaca, y esperé el día que pudiera
ganarme mi libertad.

Ese día era hoy.

Hace horas, Andre había traído a su nueva conquista a casa, una mujer
demasiado pálida y flaca llamada Marie. Había intentado advertirle a
Marie, decirle que jugara a lo seguro. Que se quedara callada, fuera
buena y viviría mucho más. Pero Marie era una luchadora, y tenía
amigos.

Y los amigos de Marie eran tan aterradores como los vampiros. Su novio
había cambiado de forma en un enorme león de montaña y luchado con
Andre. Justo cuando había pensado que con vampiros me bastaba. Marie
había traído cambiaformas.

Habíamos matado Andre. Había empujado la estaca-lápiz en su corazón


y no lo había lamentado lo más mínimo. Pensé que ese sería el final de
mi historia. Iría a casa. Reanudaría mi vida normal. Excepto que los
nuevos amigos de Marie tenían otras ideas.

Se habían llevado a Marie. Nos sacaron de la ciudad, nos arrastraron a


una granja nueva y desconocida llena de luces y sonidos, con hombres
grandes y aterradores que tenían ojos que brillaban en las sombras.

Y supe que había intercambiado un monstruo por otros nuevos.

Me llevaron a la granja, y me dieron una manta. Me quitaron el collar de


metal de mi garganta adolorida. Hablaban en voz baja y eran cuidadosos
cerca de mí cuando me estremecía. Pero se llevaron a Marie y me dejaron
con extraños. Y cuando iba al baño, podía escucharlos hablando al final
del pasillo.

Hablando sobre qué hacer conmigo.

—No podemos dejarla ir —dijo un hombre—. Sabe demasiado.

Hielo llenó mis venas y había regresado a mi asiento, fingiendo ser dócil
mientras mi mente giraba y planeaba. Sabía demasiado. Sabía que eran
monstruos, igual que Andre lo era, y no me iban a permitir ir a casa.
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Estaría encerrada en otro sótano, olvidada y probablemente drenada de


nuevo.

Tenía que salir de aquí.

—Vamos —me dijo uno de los hombres luego de un tiempo—. Te


conseguiremos una habitación.

—Quiero ir a casa —le dije, aferrando la manta a mis hombros.

—Mañana, tal vez —dijo. Y me sonrió.

Empecé a luchar. Pateando, gritando, llorando como una banshee, luché.


El hombre claramente quedó sorprendido por mi reacción, y su mano
callosa agarró mi hombro sin importar cuánto me retorciera y luchara
por alejarme.

—Austin —gritó, y luego otro hombre se acercó a mí, y otro. Grité todavía
más fuerte cuando los hombres me sujetaron al suelo.

—Dale algo para que cierre la boca —gruñó un hombre en mi oído, y


alguien se acercó con una aguja. Me revolví y luché, pero me apuñalaron
en el brazo con la aguja de todas formas.

Las cosas se volvieron difusas luego de eso. Mis piernas se debilitaron,


me deslicé hasta el suelo y lo último que recuerdo es ver los oscuros ojos
del hombre abrazándome mientras suavemente me depositaba en el
suelo.

—¿Estás seguro de que quieres abrazarla, Ellis? —dijo una de las voces
cuando mi visión quedó oscura—. Apesta.

—Tiene miedo —dijo otro hombre—. No me molesta abrazarla.

El mundo quedó oscuro.

Me desperté más tarde, luchando por despertarme completamente a


pesar de las medicinas. Todo en mi cuerpo quería rodar y volver a dormir,
pero me obligué a despertar, arrastrando mi cuerpo fuera de la cama en
la que me encontraba. Me senté, sintiéndome pesada y adormilada.
Estaba sola en una pequeña habitación. Había una cama doble, un
vestidor y una ventana. Claramente, se trataba de una habitación de
huéspedes. Fui a la ventana. Estaba en el segundo piso, pero el alero del
techo estaba justo afuera de la ventana. En cuanto a prisiones se trataba,
esta sería la más sencilla de la cual escapar. Me acerqué a la ventana
abierta, me deslicé por la abertura y bajé a toda prisa por el techo hasta
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que mi trasero golpeó la canaleta. Me asomé debajo. Era al menos una


caída de tres metros.

Dolería un montón, pero entonces sería enterrada en una tumba poco


profunda, ¿cierto? Atando la manta alrededor de mis hombros, aspiré
una bocanada de aire y rodé fuera del techo.

El suelo llegó rápidamente y aterricé de lado, quedándome sin aire en los


pulmones. Me retorcí en el suelo por unos minutos, intentando
desesperadamente llevar aire a mis pulmones de nuevo. Cuando pude
respirar, me puse de pie y empecé a arrastrarme lejos.

Por suerte para mí, la granja se encontraba en el límite del bosque. Crucé
en silencio el patio y desaparecí entre los árboles. Sin embargo, tan
pronto como llegué a la línea de árboles, empecé a correr.

Y estaba todavía corriendo

Corrí en la oscuridad, mis pies desnudos desgarrados por ramas y


espinas. La piel en mis piernas dolía por los cortes de arbustos y solo
Dios sabía qué más, pero seguí corriendo. No importaba siempre y
cuando fuera libre. Así que corrí y corrí. Se sintió como si hubieran
pasado horas, pero seguí corriendo, y seguía habiendo árboles.
Eventualmente, tenía que llegar a un camino, y entonces lo seguiría hasta
una ciudad. Una vez que llegara a la ciudad, estaría a salvo de los
monstruos, iría a casa, a mi dormitorio —intenté no pensar en lo que
había pasado con mis cosas una vez que dejé de pagar mi matrícula— y
todo estaría bien.

Mi costado empezó a dolerme luego de un tiempo, y me detuve,


descansando contra un árbol cercano, mi mano presionada contra mi
estómago. Seguía débil y lenta debido a mi cautiverio. No importaba con
cuántas vitaminas Andre me atiborró si no producía suficiente sangre
para mantenerme saludable. Pero seguí avanzando. Mis pies dolían, los
sentí hinchados y mis piernas se sentían como plomo, pero seguí
avanzando. Manchas negras nadaron en frente de mis ojos. Todavía seguí
avanzando. No había opción de detenerme, no realmente.

Si me detenía, los monstruos me capturarían.

Me reí de cuán absurda, y cierta, era esa declaración.

Me tambaleé hacia adelante, tropezando con una raíz, y mi pierna palpitó


de dolor un segundo antes de que mi barbilla golpeara el suelo. Gemí, la
oscuridad amenazando con apoderarse de mí una vez más, pero sacudí
la cabeza y luché contra ello. No podía desmayarme ahora.
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Lentamente, me arrastré sobre mis manos y rodillas. Mi mandíbula


palpitaba y dolía, me toqué los dientes, preguntándome si había aflojado
alguno. Mi boca sabía a sangre, pero todo parecía estar bien. Me
enderecé. Y me detuve.

Allí, delante de mí en la oscuridad, brillaban un par de ojos verdes de


gato.

Mi corazón empezó a martillear violentamente en mi pecho, el latido tan


fuerte y errático que hizo que mi estómago diera un vuelco.

—No —susurré. Los monstruos me habían alcanzado.

Una criatura salió de las sombras. Era corpulenta y con forma de gato,
pensé en el novio de Marie. Marie, quien había caído en la misma trampa
de vampiro que yo, quien me había llevado a los hombres que cambiaban
en leones.

Tragué con fuerza.

—Déjame ir, por favor.

Incluso mientras lo decía, pensé en las palabras que dijo el hombre. Ella
sabe demasiado. Habían venido a recogerme para que nadie pudiera
conocer sus secretos. Un áspero sollozo escapó de mi garganta, y me di
la vuelta para correr en la otra dirección, lejos del león que estaba
acechándome.

Tan pronto como me di la vuelta, choqué contra algo duro y cálido. Unos
brazos me rodearon, sosteniéndome con fuerza, y atrapé otro atisbo de
ojos verdes que brillaban como los de un gato, aunque estos se
encontraban en el rostro de un hombre.

—No —susurré, el terror tragando mi aliento. Intenté llevar suficiente aire


a mis pulmones, pero mi pulso estaba latiendo tan fuerte que no podía
pensar.

Mi cuerpo tembló y esta vez, cuando la oscuridad se alzó detrás de mis


ojos, dejé que me llevara.
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Traducido por LizC (SOS) y Liseth Johanna

Corregido por G.Dom

M
e desperté un poco más tarde, con mantas sobre mi cuerpo,
cálida y en una cama. A pesar de que estaba despierta, no abrí
mis ojos. En su lugar, me obligué a respirar tranquila y fingí
dormir, tratando de averiguar dónde estaba. Las mantas presionadas
sobre mi cuerpo eran gruesas y me cubrían hasta la barbilla. Si giraba
los dedos, podía sentir las cuerdas atadas de mi bikini, lo que significaba
que no estaba desnuda. Eso era bueno. Me palpitaba el tobillo, mis
piernas se sentían al rojo vivo, y mi mandíbula aún dolía, pero nada más
lo hacía. Pude escuchar a alguien moverse cerca, lo que significaba que
no estaba sola.

Había un olor a comida en el aire: patatas a la sartén, huevos y pan


tostado fresco. Y café. Mi estómago gruñó a pesar de todo, recordándome
que no podía fingir dormir si el resto de mí no estaba en sintonía.

—No voy a hacerte daño —dijo una voz, incluso mientras yacía en la cama
y respiraba lentamente dentro y fuera—. Sé que estás despierta.

No hice caso a la suave voz del hombre y seguí fingiendo. Después de


todo, si estaba dormida no sería capaz de responderle, ¿verdad? Así que
respiré con tranquilidad, y exhalé. Respire, exhalé. Respiré…

—Entonces, supongo que voy a comer toda esta comida solo. —Se oyó el
ruido de un plato siendo puesto en una mesa, y el sonido del café siendo
vertido en una taza.

Mi boca se hizo agua. Tragué saliva, y entreabrí mis ojos un poco. Solo lo
suficiente para mirar alrededor.

A mi izquierda, había una gruesa pared de madera. Se veía como la pared


de una cabaña de troncos, lo que significaba que mi cama estaba pegada
hacia un lado. Bien. Así que estaba en una cabaña. La colcha que se
encontraba sobre mí era de un brillante rosa y púrpura, un espectáculo
imposible de pasar por alto, pero estaba limpia y era cálida. La habitación
también estaba llena de luz solar, lo que hizo que mis sentidos
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hambrientos de luz gritaran de alegría. Deslicé mi mirada entrecerrada


hacia el otro lado de la habitación.

El hombre sentado a la mesa tenía cruzados sus brazos y me estaba


mirando.

La jugarreta terminó. Inmediatamente, comencé a temblar de nuevo. Él


sabía que estaba despierta. Solo estaba a la espera de saltar.

—No seas así —dijo el hombre con voz engatusada—. ¿No tienes hambre?

La tenía, y a la vez no. Tenía hambre, pero no superaba mi miedo. Y


renunciaría a cada comida de aquí hasta siempre si eso significaba que
podía ser libre. Por otra parte, si moría de hambre, estaría libre de una
forma totalmente diferente. Eso… no era una mala idea. Mejor que ser el
juguete masticable de un monstruo por otros seis meses.

El hombre suspiró, claramente irritado por mí.

—Está bien, compórtate de esa manera. —Oí el crujido al morder una


tostada, y luego lo escuché masticar.

Justo en ese momento, mi vejiga empezó a doler. Necesitaba hacer pis.


Oh, no. Recuerdos indignantes de los últimos seis meses pasaron por mi
mente. Andre tenía un cubo de residuos para que yo orinara, uno que
sus matones venían a volcar cada pocos días, cuando se acordaban. A
veces se desbordaba cuando no lo recordaban. Siempre apestaba, y
siempre me hizo sentir menos que humana.

Me preguntaba si este hombre también iba a tener un cubo de residuos


para mí.

Así que poco a poco, con cautela, me senté. Mi cuerpo dolía y latía, pero
no me levanté. En cambio, moví mis piernas, arrastrando las mantas más
firmes alrededor de mi cuerpo. Había algo pesado alrededor de mi tobillo.

Una cadena. Balanceé mi tobillo bajo las mantas y vi como una cadena
conduciendo hasta el borde de la cama se sacudió en respuesta. Las
lágrimas llenaron mis ojos. No importaba que estuviera en una cama
caliente, y hubiera luz solar.

Todavía estaba atrapada como un animal.

—Oh, vamos, cariño —dijo el chico desde la mesa—. Solo estaba jugando.
No me voy a comer tu desayuno. Puedo hacer más tostadas. —Se tragó
el bocado que tenía y se levantó de la mesa—. Voy a hacerlas ahora
mismo.
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No respondí, no me levanté. Solo me senté en la esquina de la cama y me


acurruqué, aterrorizada.

¿Toda esta amabilidad falsa? Era un acto. Ella sabe demasiado. Sin
importar que me alimentaran y dieran mantas. Todavía estaba
encadenada y aún iban a disponer de mí. Sería más amable si el hombre
dejara de fingir y fuese cruel. Entendía la crueldad.

Hizo más tostadas y las dejó en la mesa, dándome una mirada


alentadora.

—Vamos. Tienes hambre, ¿verdad? Escuché el gruñido de tu estómago


antes.

Solo lo miré fijamente, con las mantas envueltas con fuerza alrededor de
mi cuerpo. Me había acurrucado como una pelota pequeña en la esquina
de la cama, mis piernas apretujadas cerca.

Él suspiró, se sentó de nuevo, y agarró un trozo de tocino del plato.

—Vamos. Esto está bueno.

No le hice caso. En cambio, continué mirando alrededor de la cabaña, mi


cuerpo temblando de miedo.

Era pequeña. Me di cuenta de eso de inmediato. La cama doble en la que


yacía estaba presionada contra la esquina de la habitación. En el centro
de la habitación había una pequeña mesa redonda de madera con dos
sillas, en la cual mi captor ahora se sentaba, comiendo del desayuno que
había hecho para mí. Contra la pared del fondo, había un mostrador bajo,
una pequeña nevera y una pared entera de ventanas que me mostraban
nada más que árboles y bosques afuera. Había una puerta a lo largo de
la pared de enfrente. Solo una puerta.

No había baño, ni televisión, ni nada. Solo mi captor, esta cama y yo.

Una cama.

Sin ningún lugar para esconderse.

El miedo me hizo temblar de nuevo, así que eché un vistazo al hombre.


Era unos años mayor que yo. Bien parecido, supongo, si no supieras que
se convertía en un monstruo. Andre también había sido guapo. Era alto
y musculoso, de cabello oscuro y ojos oscuros, y seguía sonriéndome
como si eso hiciera las cosas bien, de alguna manera.
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Pero todavía tenía una cadena en mi tobillo, y estaba atrapada aquí con
un hombre que se convertía en un monstruo. Un hombre que iba a
deshacerse de mí.

—Vamos —dijo y empujó suavemente el plato sobre la mesa en mi


dirección—. Voy a estar en serio muy decepcionado si no comes este buen
desayuno que hice para ti.

Ella sabe demasiado.

Voy a estar en serio muy decepcionado.

Mi temblor se tornó violento, y la necesidad de aliviar mi vejiga fue


demasiado. Me hice pis por toda la cama, todas las mantas cálidas, y
toda mi ropa.

Las fosas nasales del hombre se ensancharon, y entonces se levantó de


la mesa y comenzó a maldecir, lo cual me dio aún más miedo. Estaba
temblando como una hoja. El agotamiento, el miedo y el hambre me
estaban debilitando y cuando estaba débil, temblaba. En este momento,
estaba sacudiéndome con tanta fuerza que me castañeteaban los dientes,
y tenía frío a pesar del charco de pis caliente en el que estaba sentada.
Había hecho un lío en la única cama, y ahora él iba a venir y golpearme…
o morderme1. O utilizar sus colmillos y cortar mi garganta, como había
visto a Andre hacer a una chica que no había usado el cubo. Mis
mordeduras palpitaron entonces en sintonía con mis recuerdos.

—Jesús, no voy a hacerte daño, ¿de acuerdo? —Se pasó una mano por el
cabello y empezó a caminar de un lado a otro—. Solo… solo deja de
temblar.

Oh, por supuesto, como si fuera a creerle eso. Solo me acurruqué más
cerca de la pared, siempre consciente de la cadena en mi pierna. Eso me
decía todo lo que necesitaba saber. Me decía mucho más que sus
palabras bonitas. La cadena me decía que sin importar lo bonitas que
fueran sus palabras, no las decía en serio.

Él agitó una mano delante de su cara.

—Dios, ese olor. —Se dirigió hacia la puerta de la cabaña y salió al


exterior, deteniéndose en el porche. Podía verlo desde mi punto de vista
sobre la cama, pero no moví ni un músculo.

1
Golpearme o morderme: Juego de palabras, en inglés, golpear se dice beat y morder
se dice bite.
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Solo me acurruqué en mi propia orina y esperé. Esperé a que atacara,


que se transformara una vez más en león, algo.

No volvió a entrar. Se quedó en el porche, con la cabeza inclinada hacia


delante como si estuviera enviando mensajes de texto a alguien. Me
quedé donde estaba, aunque mi temblor asustado se calmó un poco. Me
sentía asquerosa y sucia, sentada en mi propia orina, pero no me había
sentido realmente limpia en meses, por lo que supongo, no importaba.
Mis marcas de mordiscos dolían, así como la contusión en mi barbilla y
los arañazos en mis piernas.

Sobre todo, solo quería que todo esto terminara. Así que puse mi cabeza
contra la pared, mi cuerpo dolorido y cansado, y esperé.

Me quedé dormida en algún momento. Debería haberme sorprendido,


pero no. Después de seis meses de cautiverio en el sótano de Andre, había
aprendido a dormir a través de casi todo, y todavía estaba débil y cansada
de la pérdida de sangre constante y mi huida por el bosque anoche. Pero
me desperté inmediatamente ante el sonido de las voces.

Alguien estaba discutiendo.

Me senté, alerta, mientras los dos hombres entraban furiosos de nuevo


en la cabaña. Claramente estaban discutiendo, ambos luciendo iguales:
hombros rígidos y enojados ceños fruncidos en sus rostros. No era el
único que era igual con ellos. Parpadeé rápidamente a medida que me
daba cuenta que los hombres delante de mí eran gemelos. Se veían
idénticos en todos los sentidos. El mismo cabello corto y oscuro, los
mismos ojos oscuros, la misma mandíbula fuerte y nariz recta. La única
diferencia que pude ver fue que uno tenía tatuajes en los brazos, y el
tatuado parecía muy enojado con el otro.

Entonces miraron hacia mí. Me encogí en respuesta, aferrándome a la


pared. Quería esconderme y correr, pero estaba encadenada como un
perro.

Las fosas nasales del tatuado se dilataron y su mirada se trasladó a mí.


Puso una bolsa en el mostrador y miró a su gemelo.

—¿En serio, Ev? ¿No podías llevarla a la letrina?

El llamado Ev lanzó las manos al aire y puso los ojos en blanco.

—Hablé con ella y ella solo se orinó encima del miedo. ¿Qué coño se
supone que debía hacer?
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—Bueno, ¿qué coño dijiste? —La voz del tatuado era tranquila y uniforme
a pesar de las palabras de enojo y el conjunto furioso de sus hombros. Él
echó un vistazo por encima hacia mí, y luego miró hacia otro lado cuando
empecé a temblar de nuevo.

—¡Le dije que desayunara! ¡Mierda! ¡No sé! —Ev parecía exasperado más
que enojado. Era el tatuado quien parecía furioso, y estaba empezando a
sentir más miedo por él que por el otro—. Ellis, tú eres el que es bueno
con este tipo de cosas, no yo. Es tu trabajo.

La mirada que el tatuado, Ellis, dio a su gemelo fue ensombreciéndose.

—Soy veterinario, no psicólogo.

—Sí, pero trabajas con los animales todo el tiempo, ¿no?

Ellis disparó a su gemelo otra mirada asesina, y entonces me miró.

—Ella no es un animal, Everett. Cristo. Solo tiene miedo y esto no está


ayudando.

—Bueno, si eres el gran maestro manipulando a cautivos, ¿por qué no te


haces cargo? —La voz de Everett estaba llena de sarcasmo—. Disculpa si
no sé qué hacer con una chica humana aterrorizada que moja la cama
cuando digo hola.

Ellis dejó de desempacar los comestibles y miró a su gemelo.

—Está bien. Lo haré.

Para mi horror, se acercó a mí en la cama. Oh no. Esto era mejor cuando


ambos habían olvidado que yo existía. Mi respiración se volvió superficial,
de miedo, y empecé a temblar de nuevo, empujándome contra la pared
como si de alguna manera pudiera hacerme desaparecer. Pero él siguió
cruzando la habitación, dirigiéndose hacia mí, y luego se sentó en el
borde de la cama, mirándome.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó.

Envolví aún más fuerte mis brazos alrededor de mi torso y escondí mi


rostro, dejando que mi cabello cayera hacia delante. Tal vez si lo ignoraba,
se iría.

Solo me observó, esa intensa mirada estudiando mi forma acurrucada.


Momentos pasaron. Nadie se movió, excepto tal vez Everett, quien cruzó
los brazos y parecía aburrido. Ellis siguió mirándome. Luego, lentamente,
alzó una mano hacia adelante.
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Me eché hacia atrás. Había estado esperando eso. Sabía que no iba a
quedarse quieto para siempre. Cuando me eché hacia atrás, la cadena en
mi pierna traqueteó.

Una expresión horrible cruzó el rostro de Ellis. Ahogué un grito en mi


garganta mientras él saltaba de la cama y comenzaba a quitar las
mantas. No había lugar a dónde ir, pero me arrastré y apresuré hacia
atrás lo mejor que pude.

Pero él no estaba mirando hacia mí… estaba mirando mi pierna.

Un momento después, las mantas estaban esparcidas por el suelo, y Ellis


agarrando la cadena alrededor de mi tobillo. Dejé escapar un pequeño
grito, mis ojos se cerraron de inmediato. Sabía lo que vendría después.
Él me arrastraría hacia adelante, se alimentaría de mí, y luego me soltaría
para permitir acurrucarme de nuevo en mi rincón. Todo mi cuerpo se
tensó, y esperé.

Las cadenas se sacudieron.

—¿Qué carajo es esto? ¿Ev? Dime que esta no fue tu idea.

—Bueno. Eh…

Esperé una bofetada, o el arrastre. Cualquier cosa. Cuando no llegó nada,


me aferré a mi valentía y entreabrí los ojos. Ellis estaba sosteniendo la
cadena pero no me miraba. Estaba mirando a su gemelo con algo
parecido al horror y rabia mezclándose entre sí.

—Maldición, Ev. Sabes que odio cuando la gente hace esto a los perros.
¿Cómo pudiste hacerle esto a una chica? ¿Una chica que ha pasado por
lo que pasó?

Everett se retorció y parecía incómodo frente a la ira penetrante de su


gemelo.

—Maldita sea, Ellis, ¿qué debía hacer? Es de las que corren. Sin importar
lo que hagamos, huye. Beau dijo que la mantuviéramos aislada en todo
momento. Solo supuse que significaba… ya sabes. —Él se encogió de
hombros.

—No esto —gruñó Ellis. Su mirada se giró hacia mí—. Hay maneras que
no implican cadenas.

Me encogí. ¿Maneras de qué? ¿De obligarme a obedecer? ¿Iba a


paralizarme? ¿Matarme de hambre? Tal vez era mejor si solo estaba con
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el estúpido gemelo feliz por la comida, estaría mejor. Al menos, más o


menos conocía mis límites cuando estaba encadenada.

Él extendió una mano hacia Everett.

—La llave.

Mientras yo observaba, Everett rebuscó en su bolsillo, luego sacó un


llavero, seleccionó una llave, y se la entregó a su hermano. Ellis agarró la
llave y sus manos se movieron hacia la esposa en mi pierna. Sentí el
impulso de pelear cuando tocó mi tobillo, pero permanecí quieta en su
lugar. Observando. Esperando por una ventana que me permitiera
escapar de nuevo.

Él inclinó la esposa y empezó a desasegurarla.

—Quiero que vayas a la casa principal y consigas algo de ropa de cama


—dijo él, hablando con una baja y suave voz y me tomó un momento
darme cuenta de que le estaba hablando a su hermano—. Sábanas
frescas, fundas para almohadas, todo. Algo de suministros limpios.
Bathsheba sabrá cuáles. Y consigue algo de ropa limpia. —Sus dedos
serpentearon alrededor de mi tobillo y luego entornó los ojos hacia mí—.
Ella parecer ser de la misma talla de Sara.

—Pero…

—Yo manejaré las cosas desde ahora —dijo Ellis—. Y toallas. Consigue
toallas.

—De acuerdo —dijo Everett, y luego se dirigió fuera de la cabaña,


desapareciendo en el bosque. Lo observé irse a través de las ventanas,
luego eché un vistazo a Ellis de nuevo. El tatuado malgeniado. Cuando
lo hice, quitó la esposa de mi pierna y esta cayó a la cama. Sostuve el
aliento.

Ellis no dijo nada. Simplemente me observó.

¿Era esto… era esto una pista de que podía huir y estaría bien? ¿Me
estaba dejando ir? ¿O era esto otro juego mental que se suponía que yo
debía jugar? No lo sabía. Solo había una manera de averiguarlo.

Me levanté de la cama y salté a la puerta.

—Nop —dijo Ellis, y justo tan rápido como eso, me agarró por la cintura
y me haló de vuelta a la cama de nuevo, usando el peso de su cuerpo
para atraparme.
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Dejé salir un asustadizo lloriqueo, pero cuando él estuvo sobre mí, no


luché. Solo cerré los ojos y esperé lo inevitable. Lo hiriente. Lo doloroso.
Los comentarios desagradables acerca de lo dulce que sabía y cómo, si
me portaba mal, me darían las mordidas que más odiaba, las que eran
en la vena que atravesaba mi muslo interno.

Pero Ellis no dijo nada. Simplemente me observó y esperó. Su mano


acarició mi enredado y sucio cabello ocasionalmente. Probablemente la
intención era la de tranquilizarme, pero yo estaba más allá de cualquier
alivio. Solo yacía floja debajo de él.

Liberó su peso de mí eventualmente. Cuando lo hizo, me deslicé hacia


atrás, regresando a mi esquina, mis ojos haciendo una pregunta
silenciosa. ¿Está bien así?

No dijo nada, pero no se abalanzó sobre mí.

Conté eso como una victoria.

El escrutinio continuó por lo que se sintió una eternidad. Sin embargo


con el tiempo, hubo otro toque en la puerta. Ellis me dio una larga
mirada, luego se dirigió a la puerta de la cabaña. El otro gemelo estaba
ahí y sostenía una bolsa hacia él.

—Yo me encargo ahora —dijo Ellis, agarrando la bolsa. Cerró la puerta


en la cara del otro hombre y se giró para mirarme de nuevo. Sacó unas
cuantas toallas de la bolsa de lona que su gemelo había traído, sus
movimientos lentos, calmados y relajados.

—Entonces, vamos a tomar una ducha.

¿Vamos? ¿Íbamos a tomar una ducha? Un lloriqueó amenazó con salir


de mi garganta pero me lo tragué, no queriendo hacer ningún sonido. Así
que así sería. Estas criaturas no se habían alimentado de mí todavía,
pero la gente también tenía esclavos por otras razones. Andre nunca me
había deseado sexualmente, pero eso no significaba que éste no lo
hiciera. Quería huir, pero estaba débil y cansada y él era fuerte. Mi cuerpo
ya dolía por las heridas de mi último escape, y mi tobillo se sentía
hinchado donde las cadenas habían estado.

La mejor sería no pelear en absoluto. Así que cerré los ojos, y esperé lo
peor.

—Levántate —me dijo Ellis.


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Mordiéndome el labio, lo hice. Mis brazos cruzados sobre mis pechos, por
encima de la camiseta sucia que tenía puesta. Mantuve los ojos cerrados,
esperando. No quería ver su rostro cuando se abalanzara y atacara.

Escuché un crujido y luego el colchón me empujó.

—¿Te puedes mover a un lado, por favor?

Abrí los ojos un poco, encogiéndome al mirar alrededor. Él estaba


levantando el colchón, el colchón en el que yo me había orinado. Me hice
a un lado y observé, perpleja, mientras él lo llevaba a la puerta principal
y se dirigía afuera con él.

¿Se estaba….yendo?

Observé cuando lo puso contra un árbol cercano, estudió la marca que


yo había dejado y sacudió la cabeza. Y luego se dio vuelta y me agarró,
justo mientras intentaba escabullirme por la puerta de nuevo.

—Vamos —me dijo, ignorando el hecho de que acababa de intentar


escapar de nuevo. Su agarre en mi brazo fue ligero—. Pongámoste limpia.

Arrastré mis pies mientras me llevaba a la parte trasera de la cabaña.


Quería gritar en protesta, luchar contra su agarre, algo. Cualquier cosa.
La verdad era que estaba muy asustada y exhausta para luchar. Había
aprendido que pelear no me conseguía nada más que castigos. Si él
quería toquetearme mientras me lavaba, yo solo, bueno…lo superaría.
Eso era todo lo que tenía ahora.

No dije nada cuando me condujo hacia un pozo. Me miró, miró al pozo, y


luego suspiró.

—Supongo que no te quedarás aquí mientras regreso a la cabaña para


traer el jabón, ¿o sí? —Con mi silencio, se frotó la parte trasera del cuello
con su mano libre—. Sí, eso fue lo que pensé. Vamos, entonces.

De modo que fuimos de vuelta a la cabaña, con él sosteniendo mi codo


con un ligero agarre. Hurgó en las cosas que su gemelo había traído,
agarró el jabón, un paño, algo de champú y acondicionador, y lo puso
todo en un balde, silbando para sí mismo. Puso una de las toallas
también, y luego lo agarró de la agarradera.

—Regresemos.

Y regresamos al pozo. Una vez que estuvimos ahí, bajó el balde, puso el
contenido en una roca cercana, y luego colgó el balde en el pozo. Todavía
sosteniendo mi codo con una mano, empezó a preparar el pozo con la
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otra, los músculos flexionándose. Parecía un poco molesto tener que


hacer malabares conmigo y el pozo y todo lo demás al tiempo, pero nunca
dijo una palabra de queja. Simplemente actuó como si esto fuera todo
muy normal, y todavía silbaba bajo su aliento.

Una vez que llenó el balde con agua, lo bajó. Liberó mi codo.

—Quítate la ropa, por favor.

Miré los arboles a la distancia, preguntándome cuán lejos podía llegar


antes de que me atrapara de nuevo.

—No lo lograrás —advirtió.

Tenía razón. Con un lloriqueo atrapado en mi garganta, me aferré a mi


camiseta y no me desvestí. El pánico se acrecentó dentro de mí.

—Causa y efecto —dijo relajadamente—. Tú huyes, yo tengo que


atraparte.

Temblé. Si huía, él estaría furioso.

—Mira, Becky. No sé tu nombre, pero te tengo que llamar de alguna


manera, y Becky es tan buen nombre como cualquiera. Tu ropa está
sucia, Becky. Estoy seguro que estaban limpias, pero tú estás un poco
sucia y tu ropa huele a orina, así que la vamos a quitar, te vamos a lavar,
y luego vamos a ponerte algo limpio, ¿de acuerdo?

Solo lo miré fijamente, aferrando la camiseta a mi cuerpo.

—Por favor, no me hagas daño —susurré.

Él, Ellis, gruñó y se frotó la cara, como agotado.

—Estoy empezando a pensar que fui demasiado duro con Everett —


musitó para sí mismo. Luego sacudió la cabeza—. Vamos, cariño. Becky.
No voy a hacerte daño. Solo quiero limpiarte, ¿de acuerdo?

No moví ni un músculo.

Sus manos fueron al dobladillo de mi camiseta y empezaron a subirla.

Grandes lágrimas rodaron por mi rostro. Aspiré fuertemente,


conteniendo mis lloriqueos.

Él gruñó de nuevo y sacudió la cabeza.


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—De acuerdo, bien. Dejaremos la ropa puesta. —Liberó mi camiseta y le


dio a mi hombro un golpecito de consuelo—. Pero, como advertencia el
agua está fría.

Y, con eso, levantó el balde de agua y lo vació sobre mi cabeza.

Balbuceé, temblando y sorprendida por la sensación del agua. Mi cabello


sucio se adhirió a mi rostro y Ellis me pasó una botella de champú.
Cuando no la agarré, no dijo nada. En su lugar, roció una gran cantidad
en su palma y empezó a lavar mi cabello por mí mientras yo temblaba y
me estremecía más de miedo que de frío. Cuando estuvo satisfecho de
que mi largo y enmarañado cabello estuviera suficientemente limpio,
volvió a llenar el balde.

—Cierra los ojos.

Lo hice, y él vació agua sobre mi cabeza de nuevo.

Lavó mi cabello dos veces más, luego frotó acondicionador a lo largo del
mismo y nos movimos a restregar mi piel. El paño se deslizó por cada
centímetro de mi piel expuesta y él me lavó como si fuera el perro de la
familia. Balde tras balde de agua fue vaciada sobre mi piel, hasta que
estaba rosa en todas las superficies visibles. Luego vinieron uno o dos
enjuagues más, y él lavó el acondicionador de mi cabello.

Una vez que estuvo satisfecho, agarró una de las toallas, me envolvió en
ella y dijo:

—Vamos. Regresemos a la cabaña.

Caminé por delante de él, dándome cuenta mientras nos dirigíamos


adentro que en la distancia había un pequeño cubículo de madera del
tamaño de una persona con una luna en la puerta. Una letrina. Aquello
solo enfatizó el hecho de que necesitaba orinar de nuevo, y lo señalé con
un dedo tembloroso.

—De acuerdo —dijo él, pero me detuvo cuando empecé a dirigirme a


través del bosque hacia esta—. Tus pies están descalzos. Vas a
lastimarlos más de lo que ya están. —Y su mano fue bajo una de mis
rodillas, la otra a mis hombros, y me levantó para llevarme hasta el baño.

Aquello me sorprendió de lo absurdo, y tuve que tragarme la risa histérica


que estaba creciendo en mi garganta. Él me estaba cargando como un
hombre cargaría a su novia a través del umbral. Excepto, que yo no era
una novia, y esa no era una casa de ensueño a la que él me estaba
llevando. Era absurdo. Todo eso era muy, muy absurdo.
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Seguí pensando eso mientras dejaba la letrina, él me levantó de nuevo y


luego fuimos dentro de la cabaña. Me pasó ropa limpia, me dio una
toallita para limpiar mis manos y dijo:

—Cámbiate. Voy a llenar el balde y regreso. —Su oscura mirada se fijó


en mi rostro de nuevo—. También, y no digo esto para asustarte, pero no
intentes huir de nuevo, ¿de acuerdo? Tus pies están destrozados y sabes
que cambiamos de forma. También deberías saber que puedo oler tu
rastro a un kilómetro de distancia, así que no podrías esconderte por
mucho tiempo. Solo… evítanos problemas a ambos, ¿de acuerdo?

Presionó la ropa contra mis manos, y luego se dirigió fuera de la cabaña.

Me le quedé mirando, mi mirada sobre la puerta abierta.

Podría escapar. Podría correr tan rápido como pudiera con mi ropa
húmeda y dolorosos pies descalzos. Estaba famélica, pero quizá sería
capaz de llegar lo suficientemente lejos antes de que él me atrapara.
Quizá.

Miré la ropa seca y cálida en mis manos. O... podría cambiarme con ropa
nueva y limpia en la privacidad, dado que eso era algo seguro.

Opté por eso y, rápidamente, me quité la ropa vieja, intercambiándola por


un cálido suéter y un par de pantalones de dormir de franela que eran
tan grandes que colgaban de mis caderas. Tuve que hacerles doble nudo
para que estuvieran bien puestos, pero no podía dejar de tocarlos. Eran
tan cálidos y suaves. Sentí como si no hubiera estado cálida en
muchísimo tiempo. O cubierta. Incluso cuando Andre me tenía en su
sótano, no importaba cuán frio estuviera allá abajo, todo lo que siempre
tenía era mi raído bikini.

Dejé mi ropa húmeda en el piso, consideré la puerta una vez más y luego
decidí que no quería que mi captor cambiaformas se enojara más
conmigo de lo que ya estaba. Encontré una esquina —dado que mi cama
estaba sin colchón—, me acurruqué en ella y esperé que él regresara.

Lo hizo un rato después, con un balde de agua fresca.

—Esparcí algo de limpiador en el colchón, pero esa cosa fastidia las


narices de los cambiaformas así que necesito que esté al aire un rato —
me dijo casualmente, llevando el agua a la pequeña cocineta de la
cabaña. Si se dio cuenta que yo estaba acurrucada en la esquina, no lo
comentó. En su lugar, puso una tetera de metal en la estufa de hierro, la
llenó con agua y luego recogió mi ropa húmeda y desapareció con ella
afuera.
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Ellis regresó unos minutos después, se sentó en la mesa y me miró.

—Entonces, Becky, ¿vas a hablar?

Empujé mi cuerpo más contra la pared, desviando la mirada.

—Sin prisas —dijo relajadamente—. No me voy a ninguna parte.

No lo hizo. Vagó por la cabaña, hablando solo constantemente. Hizo té


caliente, me vertió algo en una taza y lo puso frente a mis pies en el piso.

—Bebe todo eso —demandó él. Y así lo hice, tan aterrorizada de llevar la
contraria a pesar de su tono agradable. Si él daba una orden, yo
obedecería.

También, limpió la cocina. Everett aparentemente había hecho un


desorden al cocinar, y Ellis gruñó naturalmente sobre la falta de
consideración de su gemelo incluso mientras raspaba platos y los lavaba.
Ellis, al parecer, era más un fanático de la limpieza que su descuidado y
alegre gemelo.

Una vez que terminó, tomó algo del agua caliente, hizo un gran bol de
avena y la puso cerca de mis pies también.

—Come —fue todo lo que dijo. Comí. Sabía a jarabe de arce y era la
primera cosa sólida que había comido en cerca de un día, desde que
Andre había muerto. También sabia delicioso. Deslicé mi cuchara por los
costados del bol, comiéndome cada migaja, y cuando Ellis lo notó, me
preparó otro bol y lo puso en el mismo lugar—. Come.

Comí de nuevo. Para cuando había terminado de comer y beber todo mi


té, me estaba sintiendo exhausta. Mi estómago estaba lleno de comida
fresca y yo estaba limpia. Todavía me sentía débil, pero no era la debilidad
peligrosa y temblorosa que había tenido cuando Andre se había
alimentado de más. Esta era una clase de cansancio placentero, e incliné
mi cabeza contra la dura madera de la cabaña y cerré los ojos,
dormitando, mientras Ellis limpiaba la pequeña cocina de nuevo.
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Traducido por Helen1 y BookLover;3

Corregido por G.Dom

M
e quedé dormida.

Una mano me tocó el brazo, despertándome de una


pesadilla de dientes, vampiros y sangre por todas partes.
Grité, extremidades agitándose, y la palma de mi mano
conectó con una barbilla hirsuta.

Un hombre gruñó. Manos me agarraron, brazos fijándome abajo.

—Está bien, Becky. Cálmate.

¿Becky? Salí del sueño, sorprendida al darme cuenta de que estaba


clavada contra el suelo, una forma dura sobre la mía. A través de la
bruma, mis ojos se enfocaron y reconocí la cara cerca de la mía. Ellis.
Sus ojos brillaban verde en esa forma no natural, y me estremecí,
tratando de achicarme.

—Lo siento —respiró él, su cuerpo presionando contra el mío—. Quería


ponerte en la cama.

La Cama. ¿Cama? Oh. Parpadeé varias veces, tratando de procesarlo a


medida que Ellis se bajaba de mí. Se puso de pie y me tendió la mano. Lo
ignoré, encogiéndome.

—Bueno, si no quieres mi ayuda, por lo menos ponte de pie —dijo, y su


voz era lenta y calmante—. ¿Quieres dormir en una agradable cama
caliente, no?

Quería dormir en una cama. Haciendo caso omiso de la mano extendida,


utilicé la pared para ayudarme a ponerme en posición vertical, haciendo
caso omiso de las protestas de los músculos rígidos. El colchón estaba de
vuelta en el marco, y mientras yo había estado durmiendo, las mantas
habían sido colocadas sobre él. Agotamiento barrió a través de mí, no
había dormido bien desde que había matado a Andre. Tal vez por más
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tiempo. Tal vez no había dormido bien en seis meses. Pero incluso cuando
me acercaba a la cama, me pregunté.

¿Cómo era que esto iba a funcionar? Había una sola cama en la cabaña.
¿Iba a encadenarla de nuevo y dejarla? ¿Sentarse a la mesa toda la noche
y observarla? Ella lo miró fijamente, esperando.

Señaló a la cama.

—Ve, entra.

Después de un momento de vacilación, lo hizo. Notó distraídamente que


había estado dormida lo suficiente para que su cabello ahora estuviera
seco. Todavía estaba enredado y enmarañado alrededor de su rostro, pero
olía a fresco. Tal vez era porque estaba limpia, cálida y vestida, pero mi
guardia estaba abajo. Me metí en la cama y puse la colcha sobre mí. Solo
quería volver a dormir, y el hecho de que tenía una cama estaba cerca del
cielo. Mis párpados se cerraban mientras me acostaba, y luché por
mantenerlos abiertos. Necesitaba saber lo que iba a suceder con Ellis.

Todavía no confiaba en él. Todavía estaba esperando que pusiera la


cadena alrededor de mi tobillo, y no lucharía con ello. Solo quería dormir.

Una luz se apagó, y la cabaña estuvo a oscuras.

Un momento después, el colchón se hundió. Me puse rígida con miedo


mientras un gran cuerpo masculino se metió en la cama junto a mí. Mi
cuerpo estaba tieso como una tabla, con miedo. Ahora viene, pensé.
Ahora viene la violación.

Los brazos de Ellis me rodearon y ajustó su cuerpo, metiendo el mío en


su contra. Gemí con miedo.

—Duérmete —me dijo en voz baja.

Lágrimas calientes comenzaron a derramarse de mis ojos de nuevo.


Empecé a llorar en la oscuridad.

—No voy a tocarte, Lily —dijo—. Es causa y efecto. Tú corres cada vez
que vuelvo mi espalda, así que no puedo darte la espalda. Ni por un
minuto. Y eso incluye dormir. Una vez que pueda confiar en ti, puedes
dormir por tu cuenta.

Quería gritar y protestar. Quería llorar de miedo. Su gran cuerpo


apretado contra el mío, su aroma abrumador. Su brazo era una jaula que
me sostenía en el lugar, y no importaba lo mucho que me retorcía o
movía, no se movió.
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—Podrías muy bien relajarte —dijo después de unos minutos de esto.


Miré por encima y sus ojos estaban cerrados. Parecía como si, por extraño
que pareciera, estaba tratando de dormir a pesar de todo—. No voy a
ninguna parte.

¿Dormir? ¿Relajarme? ¿Con un gran desconocido manteniéndome


presionada en la cama? Permanecí rígidamente en el lugar, esperando.
Esperando a que saltara sobre mí. Esperando a que me mordiera.
Esperando a ver esos ojos aterradores brillando en la oscuridad para
decirme que estaba a punto de ir de caza y yo era su presa.

Pero no pasó nada. Su respiración se volvió pesada y constante, y la mía


hizo lo mismo.

Y en algún momento... me quedé dormida.

***

Mi cautiverio comenzó a caer en un patrón. Por la mañana, Everett se


presentaba para relevar a su gemelo del turno de noche. Por lo general
traía un libro, y pasaba la mayor parte del día en su teléfono, leyendo o
pasando mensajes de texto. Nunca me encadenó otra vez, pero se
mantenía entre la puerta y yo, dejé de intentar escapar. En su mayor
parte, sin embargo, Everett me ignoraba. Él me daba de comer, pero
después del regaño de su gemelo, era todo lo que hacía.

No tenía nada que hacer durante el día. No quería hablar con mi captor,
y mientras él leía, en su mayoría yo miraba por las ventanas a la
libertad... o dormía. Dormí mucho.

En algún momento de la tarde, los gemelos cambiarían de turno. Me


despertaba de una siesta por la tarde para encontrar que el gemelo en la
mesa ahora tenía mangas de tatuajes, o el silbido de la tetera me
despertaría. Everett bebía café, Ellis bebía té. Everett tenía su nariz
constantemente atrapada en un libro. Ellis estaba decidido a hablarme a
pesar de que nunca le respondía.

Everett me mostraba toda la atención que uno le daría un perro callejero.


Ellis me llamaba Becky y se acurrucaba a mí alrededor en la noche y se
dormía.

La cadena nunca regresó.

Poco a poco, mi guardia estaba bajando. Poco a poco, me encontré


relajándome en la presencia de los dos hombres. Nunca estuve
totalmente cómoda, por supuesto, pero estaba empezando a sospechar
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que no iba a terminar en una tumba poco profunda en alguna parte. Con
Suerte.

Me dieron de comer, me mantuvieron caliente, y me dieron ropa nueva


para usar todos los días. Nunca me tocaron de forma sexual, y nadie
bebía sangre. Mientras el cautiverio pasaba, no era tan malo... aún. Yo
todavía estaba esperando que pasara lo inevitable.

Y no hablaba. Me enteré de mucho más viendo, observando, y


escuchando a Ellis en una de sus conversaciones unilaterales. Esta
noche, mientras íbamos al pozo para que yo pudiera tener una rápida
ducha, me estaba contando acerca de su día en el trabajo.

—Un centenar de cabras —me dijo mientras me entregaba una pastilla


de jabón—. Un centenar de cabras con los estómagos llenos de gusanos
y pezuñas que necesitaban recortarse. Y los bebés, también. Bebés hasta
donde alcanzaba la vista. Estuve sorprendido cuando fui por ahí. Quiero
decir, yo sabía que el chico tenía una granja, pero Jesús, ¿un centenar
de cabras? —Sacudió la cabeza y preparó el pozo unas cuantas veces,
viendo el agua derramarse en el cubo mientras yo fregaba mis brazos con
el jabón y el paño mojado—. Le pregunté por qué tenía tantas cabras, y
me dijo que eran buenas para comer. Mierda. No me importa en qué
animal cambias, lo último que quieres comer es una cabra plagada de
gusanos. —Disgustado, sacudió la cabeza—. Es difícil para las cabras,
también. Y están allí, saltando sobre mí, y la chatarrería, y estoy tratando
de darles medicina, y el viejo Bill está tratando de regatear en el precio.
Qué día —resopló.

No dije nada, aunque por dentro me hizo gracia su disgusto. Estaba claro
después de una semana de escuchar los monólogos de Ellis, que tenía
una debilidad y era el maltrato a los animales. Era un poco irónico, en
realidad, su ira aumentaba por las cabras descuidadas en las
chatarrerías de algunos hombres y mientras tanto tenía que mantenerme
cautiva para impedir que me fuera corriendo a la civilización.

—Así que le dije: “No voy a descontar los servicios para sus cabras,
porque la medicina cuesta dinero”. Y él me dice que está dispuesto a
negociar. Que puedo recoger cualquiera del lote y puedo tenerla. Gira,
Becky. Necesito conseguir tu cabello. —Sonaba descontento.

Obedientemente me di la vuelta y él arrojó un balde de agua fría sobre mi


cabello, masajeando para sacar todo el acondicionador. Su mano tocó mi
cabello una vez. Me alejé, y él no me tocó de nuevo.

—Así que estoy mirando alrededor en este depósito de chatarra y es un


desastre —continuó adelante, preparando el pozo de nuevo por más
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agua—. Y mientras que el viejo Bill y yo estábamos sentados discutiendo


sobre cuánto costaría la medicina de las cabras, una gran cabra vieja de
Billy se acercó y comenzó a comer el ruedo de mis jeans. Excepto que yo
estaba tan distraído que no me di cuenta por unos minutos.

Miré hacia abajo a sus pies. Efectivamente, sobre una de sus


desgastados, botas de barro con rayas, una pierna del pantalón era
irregular y cerca de cinco centímetros más corta que la otra. Una larga
pieza de mezclilla colgaba sobre un zapato como una cola. Era más bien
patético.

Me reí.

Ellis dejó de juguetear con el pozo y se enderezó, mirándome con


sorpresa. Una sonrisa cruzó su rostro.

—Sabía que estabas en alguna parte —me dijo. Parecía bastante


satisfecho.

No dije nada más. Terminamos mi lavado rápido, me vestí con nueva ropa
de abrigo mientras Ellis esperó fuera de la cabaña para darme un poco
de intimidad, tuvimos la cena y finalmente, a la cama. No me abrí otra
vez, pero Ellis aún parecía completamente satisfecho de sí mismo, como
si hubiera hecho progresos de alguna manera.

Y no me gustaba que me hubiera abierto. ¿Qué es lo que me pasaba?


Estos eran mis captores, y ellos no eran humanos, no importa las caras
bonitas que trataban de poner para engañarme. Andre me había
engañado una vez. No me dejaría engañar de nuevo.

***

A la tarde siguiente, yo estaba en la cama, acurrucada en las mantas y


soñando con la escuela cuando un sonido me despertó de mi siesta.
Parpadeé abriendo los ojos para ver a Everett desapareciendo por la parte
frontal de la cabaña. Se me erizó la piel, y cerré los ojos otra vez y nivelé
mi respiración, fingiendo dormir.

Voces se levantaron afuera.

—Sabes que no estoy de acuerdo con esto —dijo una voz áspera, y podría
jurar que era Ellis. Eso me sorprendió. Él nunca me levantaba la voz.
Siempre era agradable, amable, y francamente hablador. ¿Tal vez era el
gemelo malo? Pero ahora podía diferenciar la cadencia de la voz de Ellis
de la de Everett. Ellis tenía la voz más gruesa, un sonido más profundo
en su garganta cuando se echaba a reír. Y se reía mucho.
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—No es tu elección —llegó otra voz masculina, y me quedé inmóvil con


miedo. ¿Otro hombre estaba aquí? La voz no era familiar en absoluto,
quería estirar la cabeza y mirar, pero no me atreví. Si veían que estaba
despierta, tal vez dejarían de hablar. Así pues, sus voces fueron ahogadas
por las paredes de la cabaña.

—Ella es una persona, Beau. Es solo una mujer joven, y está muerta de
miedo. Si solo hablaras con ella, verías eso.

—Soy consciente de ello, Ellis.

—Entonces, ¿has visto las marcas de mordeduras sobre toda ella? Porque
yo lo he hecho. —Había rabia en la voz de Ellis—. No es de extrañar que
esté aterrada. Ha sido mutilada arriba y abajo por esos imbéciles con
colmillos, ¿y ahora estás tratando de negociar un acuerdo con ellos?

—Mató a uno de los suyos, Ellis. Por mucho que me gustaría tomar su
lado, ella es humana, y mató a un vampiro.

—Un vampiro que la mantenía cautiva…

—Lo sé. Pero si ella fuera una cambiadora, podría protegerla como uno
de los míos. No lo es. Es humana, y ese es el problema al que seguimos
regresando. Todo lo que podemos hacer por ahora es esconderla para su
propio bien.

Una explosión de aliento.

—Jodidamente odio esto.

—Lo sé —dijo la otra voz en voz baja—. Marie no está feliz tampoco. Pero
al final, yo soy el líder, y tengo que tomar la decisión que sea mejor para
todos.

Silencio. Entonces, un enojado:

—¿Hemos terminado aquí? Tengo que conseguir que estos chicos entren.

—Hemos terminado.

El silencio cayó de nuevo, y me acurruqué bajo las mantas de nuevo,


fingiendo dormir aún. La puerta de la cabaña se abrió. Alguien entró.
Esperé. Una caja se dejó caer suavemente sobre la mesa en el centro de
la habitación.

Dos pequeños miau sonaron.

Parpadeé “despierta”, sorprendida, y me senté. Eso había sonado como...


¿gatitos? Mirando por encima, vi a Ellis que estaba sentado a la mesa del
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comedor, una caja de cartón frente a él. Había líneas en su rostro que le
hacían parecer ojeroso y cansado a pesar de que probablemente tenía
alrededor de la misma edad que yo, por los veinte años. Parecía agotado.

Lo que era un poco raro, teniendo en cuenta que dormía como un tronco.
Lo sabía; dormía contra mí.

Los miaus salieron de la caja de nuevo. La miré fijamente, cuestionando,


y Ellis me dio una leve sonrisa.

—Hoy —dijo, saliendo de la silla—, ha sido una mierda de día. —Cogió la


caja, se acercó a la cama y se sentó a mi lado.

Me deslicé hacia el otro lado de la cama. No tenía sentido, por supuesto.


He compartido la cama con Ellis todas las noches para que pudiera
asegurarse de que yo no huyera. Alejarme ahora era un poco estúpido.
Sin embargo, también era costumbre, y la costumbre era difícil de
romper. Ellis no se dio cuenta de mi reticencia, tampoco. Simplemente
dejó la caja entre nosotros y levantó la tapa.

Situados en medio de una vieja toalla floral estaban dos paquetes de


pelusa naranja con forma de maní. Gatitos. Gatitos tan jóvenes, que sus
ojos estaban cerrados todavía, y su cabello no era más que mechones de
pelusa. Di un grito ahogado.

—Lo sé —dijo en tono de disculpa, suavemente pescando uno fuera de la


caja y entregándomelo. No tuve más remedio que tomarlo de él; no era
más grande que mi palma. Sorprendida, lo acurruqué contra mi pecho y
observé mientras sacaba el otro fuera de la caja y lo acercaba a su
pecho—. Tienen solo unos pocos días de edad. Había seis en la camada,
en un principio, pero cuando fui al granero para comprobar a la mamá,
solo estos dos quedaron. —A mi pregunta sin palabras, él negó con la
cabeza—. Fue la misma gata madre quien lo hizo. A veces, cuando se les
deja un poco salvajes, el instinto de caza se hace demasiado fuerte y no
saben cómo manejar los bebés. O eso, o si tienen una mala caza, ellos
creen que es mejor comer a sus crías que dejarlos morir de hambre. De
cualquier manera, ella estaba matando a sus bebés, así que rescaté a
estos dos antes de que pudiera acabar con ellos. —Se encogió de
hombros—. Y pensé que ya que tú y yo no íbamos a ninguna parte, los
traería aquí.

Miré hacia abajo al gatito en mi mano. Se movió, sus movimientos no


más que diminutos temblores, y luego fijó su cabeza hacia abajo contra
la palma de mi mano y se fue a dormir. Le acaricié con un dedo por la
longitud de su cabeza. Tan pequeño y frágil.
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—Vamos a tener que darles de comer cada dos horas y después


eventualmente, cada tres horas. Y ellos no pueden termorregular su
temperatura, por lo que tendremos que mantenerlos calientes en todo
momento.

Lamí mis labios, y luego, atreviéndome, hablé.

—¿Termo... regular?

Fue sorprendente ver los ojos de Ellis iluminarse con el sonido de mi voz.
Se veía tan feliz, como si yo le había dado un regalo.

—Termorregular, la temperatura de su cuerpo no permanece constante.


No cuando son pequeños como estos, así que tendremos que mantenerlos
en contra de nuestra piel o sobre una almohadilla eléctrica para
asegurarnos de que se mantienen calientes en todo momento...

Asentí.

—Es bueno escuchar tu voz, Becky —dijo Ellis, manteniendo el gatito


cerca y buscando en la caja por algunos artículos. Sacó goteros y leche
para gatito y un cable para la almohadilla eléctrica—. Ha hecho un poco
mejor mi día oír eso. —Miró a su alrededor, sosteniendo el extremo del
cable y el gatito en la otra mano—. Tengo que averiguar qué hacer con
esto.

Metí mi gatito contra la uve caliente de mi regazo y tomé el de él. Él me


dio una mirada de agradecimiento y se fue a enchufar el cable. El gatito
de Ellis era un poco más grande que el mío y se mantuvo escondiéndose
contra mi pecho, y después de pensarlo un momento, jalé el cuello de mi
camiseta y lo deslicé en mi sujetador. Se acurrucó allí y se fue a dormir,
y yo habría jurado que oí un pequeño ronroneo que calentó mi corazón.
Tomé el otro gatito e hice lo mismo, metiéndolo contra mi otro pecho, con
la espalda apoyada contra la pared de la cabaña y mirando mi camisa
ahora abultada, con algo como la alegría.

Es curioso cómo unos gatitos indefensos podrían hacer que tengas una
nueva perspectiva sobre las cosas. Metí un brazo alrededor de los gatitos
por el exterior de mi camisa, acunándolos. Sabía que Ellis era un
veterinario, pero gatitos que necesitan ser alimentados cada dos horas
van a requerir mucho esfuerzo. Y la forma en que los había manejado era
tan cuidadosa. No eran más que gatitos, pero estaba claro que le
importaba si vivían o morían.

Eso fue bastante... agradable de ver. Y me hizo sentir mejor. Pensé en la


conversación que había oído. Ellis quería dejarme ir. Era otra persona
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quien lo estaba deteniendo. Pensé en el primer día que me había


despertado en la cabaña con la cadena en mi pierna. Había estado tan
furioso.

Y a pesar de que estaba asustada, estaba empezando a sospechar que


Ellis no era mi enemigo. Nunca me había tocado a menos que tuviera que
hacerlo, y nunca de una manera sexual a pesar de tener que lavarme y
dormir contra mí por la noche.

Así que hablé, extendiendo una bandera de tregua.

—Lily.

—¿Eh? —Se dio la vuelta y me miró. Su mirada se desvió a mi camisa,


donde había metido los gatitos, pero se limitó a sonreír.

Lamí mis labios secos.

—Mi nombre es Lily. Lily Faust. No Becky.

Él asintió y puso una cacerola en la estufa.

—¿Puedo decirte algo, Lily?

—¿Supongo?

—Yo sabía desde el principio que tu nombre era Lily. Marie me lo dijo. Es
solo que estaba esperando un poco a ver cuándo querías hablar conmigo
y decírmelo tú misma.

¿Fue así?

—Ingenioso.

Me lanzó una mirada de niño sobre su hombro.

—Lily es un nombre bonito. Becky siempre me hace pensar en esa


canción sobre traseros grandes. Pero era lo único que podía pensar en la
parte superior de mi cabeza.

Solté un bufido. Inmediatamente, dos gatitos maullaron y calmé los


bultos en mi camisa con un toque. Supongo que no les gustaba cuando
mi pecho saltaba. Hice una nota mental, sin movimientos bruscos.

—Debo advertirte —dijo Ellis, vertiendo un poco de agua en la sartén y


luego dejando caer una botella dentro. —Gatitos tan jóvenes simplemente
hacen caca donde sea, y probablemente va a ser una bonita caca aguada.
Es posible que desees sacarlos de tu camiseta, si tienes miedo de que
vayan a hacer un desastre sobre ti.
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—No —dije en voz baja. Ambos gatitos se habían puesto de nuevo a


dormir y cuando levanté mi camisa, se les veía tan tranquilos y
acurrucados calentitos contra mi piel—. Estoy pensando que han tenido
un mal día, también. Me cambiaré si hacen caca. —Tenía ropa extra.
Cada vez que Ellis se presentaba, me traía más ropa nueva.

—Está bien. Un poco de caca de animal nunca me ha molestado, pero


nunca se sabe lo que otros piensan —dijo, apoyado contra la estufa y
sonriendo. Era todo sonrisas, ahora que yo estaba hablando. Por alguna
razón... me hizo sentir mejor.

Y me hizo sentir como si pudiera hacer preguntas.

—Así que... ¿qué va a pasar conmigo?

—¿Pasar?

Incliné mi cabeza, estudiándolo.

—Te oí hablar afuera. Tu líder no quiere dejarme ir porque maté a un


vampiro.

Volvió la vista a la cacerola en la estufa, luego sacudió la cabeza, arrugas


apareciendo de nuevo en su cara.

—Es... una larga historia.

—No estoy yendo ninguna parte.

Su boca hizo un puchero.

—Buen punto. Está bien. Así que... supongo que empezamos con lo
mucho que sabes.

Pensé por un momento, tratando de dar sentido a las cambiantes


imágenes en mi mente sobre esa última noche en casa de Andre.

—Bueno, sé que hay vampiros. —Me estremecí y bajé la mirada hacia las
marcas en mis brazos, aun curándose y rojas. Estaba curándome por
todas partes, agujeros del tamaño de una aguja que, si no fuera por los
patrones circulares, parecería una drogadicta—. Y sé que puedes
matarlos con una estaca. —Lo miré—. Y sé que tu gente se transforma
en leones. Pero no sé lo que comen.

Esperemos que no sea una “chica humana”.

Ellis asintió
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—Supongo que ya que sabes mucho, no hay daño en llenar algunos


espacios en blanco sobre que soy un hombre puma. Mi hermano Everett
es un hombre puma Mi hermano mayor es Beau, es al que escuchaste
hablar antes. También es un hombre puma, y es el líder de nuestro grupo.
Los pumas son más solitarios que la mayoría de los animales, pero la
naturaleza humana es querer tener un líder, y, bueno, él lo es. —Cruzó
los brazos sobre el pecho y luego cruzó los pies sobre los tobillos. Era una
casual pose humana que me hizo relajarme un poco más—. No hay solo
hombres puma por ahí. Hay osos y tigres, y nutrias, y serpientes, y por
supuesto, hombres lobos.

—Por supuesto —murmuré. Teníamos a Drácula. ¿Por qué no un Hombre


Lobo, también?

—Muchos de ellos viven aquí en esta área. El Norte de Texas. No me


preguntes por qué. Creo que al principio una gran cantidad de
cambiadores simplemente emigró hacia el sur cuando llegaron a los
Estados Unidos porque la tierra estaba más extendida. Ahora solo migran
a Texas porque es más barato y más abierto que la mayoría de los
estados. —Se encogió de hombros—. Los cambiaformas necesitan espacio
para correr. Es difícil de hacerlo en la ciudad. —Me miró—. Y por
supuesto todo esto está escondido. Los humanos normales no pueden
saber acerca de los cambiaformas o se pondría feo. Las personas fueron
quemadas en la hoguera durante la época medieval, así que desde
entonces, nos hemos escondido bajo el radar. Tanto como el mundo sabe,
no existen las cosas sobrenaturales. Tú, por supuesto, sabes que no es
así.

Lo hacía. Tenía marcas de mordeduras y pesadillas que lo demostraban.


Tragué saliva.

—Así que... tu líder…

—Beau. Beauregard Russell es su nombre completo.

No me importaba cuál era su nombre.

—¿Él no me dejará ir porque sé que ustedes son... gente gato y sé de los


vampiros? ¿Qué sucede si me comprometo a no decirlo?

—Es causa y efecto, Lily. Intentas correr cada vez que te damos la
espalda, por lo que nadie confía en que no vayas a gritárselo al mundo.

—¿Quieres hablar sobre la causa y el efecto? —repliqué, manteniendo mi


voz baja y uniforme, los músculos firmes, así no molestaría a los gatitos
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recostados sobre mi pecho—. Sé prisionero de un vampiro durante seis


meses y ve cómo te sientes acerca de las cosas sobrenaturales.

El rostro de Ellis era sombrío.

—¿Él... te hirió? —Sus manos se apretaron en puños a sus lados.

Intenté ahogar la risa histérica que burbujeaba en mi garganta.

—¿Me hirió? Bebió de mí tantas veces al día que no podía mantenerme


en pie sin marearme. Me secuestró y me mantuvo en un oscuro y sucio
sótano con un balde para orinar durante meses. Y fui afortunada.

Se quedó quieto, su la mirada parpadeando con un verde que no era


natural que me hizo temblar de miedo.

—¿A qué te refieres con que, fuiste afortunada?

—¿Crees que fui la única chica que llevó allí abajo? ¿La única idiota? —
Mi voz amarga estaba despertando a los gatitos, pero ahora que estaba
hablando, no podía detenerme—. Hubo otras chicas. Quizás no eran su
tipo de sangre preferida o algo así, porque nunca se quedaron por mucho
tiempo. Se deshizo de ellas.

—¿Dónde? —Su rostro era una nube de tormenta de furia.

—No sé. Me tuvieron en el sótano, encadenada como un perro,


¿recuerdas?

El rostro de Ellis era sombrío mientras sacaba la botella de agua caliente


y la llevaba a la cama. Me la entregó, y un gotero.

—Dales de comer. Tengo que hacer algunas llamadas.

Tomé las cosas sin decir una palabra. ¿Qué importaban las llamadas?
Pero obedientemente saqué un gatito de mi sujetador y dejé caer gotas de
leche en su boca con el gotero. Le daba unos bocados, y luego, cambiaba
a otro gatito. Sus pequeños maúllos por la comida y los dulces pequeños
bigotes cubiertos de leche hicieron que mi corazón doliera. Pobres cosas
indefensas. Sabía cómo se sentían, lo aterrador que era ser débil y estar
sola en un mundo que se sentía como si fuera a destruirte.

Para el momento en que ambos gatitos se bebieron la fórmula, mis


pantalones estaban cubiertos de gotas de leche, caca, y había metido los
gatitos de nuevo en mi sujetador para que pudieran dormir. Sequé mis
pantalones y me quedé viendo a la puerta, esperando que Ellis volviera a
aparecer, pero estaba todavía fuera, así que me levanté con cuidado, con
un brazo debajo de los gatitos durmiendo en las copas de mi sujetador, y
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poco a poco maniobré para quitarme los pantalones sucios y ponerme un


nuevo par. Acababa de terminar de subirlos sobre mi trasero cuando él
volvió a entrar, una mirada sombría en su rostro.

Me estremecí hacia atrás al verlo.

Ellis sacudió la cabeza, levantando una mano a modo de disculpa y se


sentó a la mesa.

—Lo siento. No estoy tratando de asustarte. Mi estado de ánimo solo se


fue a la mierda de nuevo.

—¿Por qué? —pregunté.

Su boca se torció con una sonrisa amarga.

—La buena noticia es que Beau está regresando a los clanes de vampiros
con la noticia de que su compañero Andre podría haber mordido a
muchas más de lo que pensaban. —Su mirada se desvió hacia mí—. La
mala noticia es que no ayuda a tu caso de cualquier forma. Todavía estás
conmigo.

Me senté con cuidado en la cama, acunando a los gatitos en mi camisa


mientras dormían.

—¿Vas a matarme?

—¿Qué? ¡No! —Se veía tan conmocionado y horrorizado que me di cuenta


de que era la verdad.

No iban a matarme.

Me eché a llorar.

—Ey —dijo Ellis en voz baja, poniéndose de pie. Vino a mi lado y cuando
me hundí en la cama, me ayudó a sentarme de nuevo. Su brazo se movió
alrededor de mis hombros, y quería alejarlo... pero no lo hice. Me sentía
débil y entumecida por el alivio—. Ey, Lily. Está bien, lo prometo. Nadie
va a hacerte daño. No vamos a matarte. No somos como los vampiros. Te
lo prometo.

El alivio era tan fuerte en mi mente, sin embargo, no podía dejar de


sollozar.

—O-o-oí a alguien decir que sabía d-d-demasiado —chillé.

Cepilló mi cabello enredado, alisándolo lejos de mi cara.


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—Eso es cierto —me dijo en voz baja, y me puse rígida de nuevo—.


Demasiado para que nosotros simplemente te dejamos dirigirte de vuelta
al mundo de los humanos, de acuerdo con Beau. Si fuera por mí, te
llevaría a casa esta noche.

Sorbí, tratando de controlar mi llanto.

—¿L-lo harías?

—Lo haría —dijo suavemente. Me abrazó más cerca, metiéndome bajo su


brazo, y le dejé tirarme contra su pecho, ambos conscientes de los gatitos
apretados contra mis pechos. Su barbilla descansaba sobre mi cabeza, y
su mano acarició mi cabello enredado—. Sé que todo esto es muy injusto,
pero te prometo que vamos a mantenerte a salvo, y te prometo que no voy
a dejar que ningún daño venga a ti.

Asentí. Se sentía como si un peso veintidós kilogramos se hubiera


desvanecido de mis hombros. Le creía a Ellis. O era el mejor actor del
mundo (que no estaba fuera de cualquier posibilidad, por supuesto), o
me estaba diciendo la verdad. Tal vez necesitaba escuchar la verdad tan
desesperadamente que tenía que confiar en alguien, pero confiaba en él.
Y necesitaba un amigo.

Me dejó llorar en su contra hasta que mis ojos se sentían hinchados y


doloridos, y mi pecho se estremeció con hipo, lo que provocó que los
gatitos maullaran en señal de protesta. Ellis sofocó una risita.

—Tal vez deberíamos ponerlos en su caja por ahora. Prenderé la


almohadilla térmica.

Se levantó de la cama y mientras se ponía de espaldas, saqué a cada


gatito durmiendo de mi sujetador.

—Entonces, ¿cómo es eso —pregunté entre sollozos—, que una cabaña


no tenga corriente de agua, sin baño, pero tiene electricidad?

—Bueno —dijo Ellis, arrodillándose para conectar la almohadilla térmica


a un multicontacto—. Mi hermano Beau originalmente compró este lugar
porque quería una escapada de vacaciones cuando la pasara mal. Pero
pensó que tal vez no le gustaría pasar por apuros muchas veces. Así que
tenía un generador que funciona con paneles solares conectados a la
azotea. Y luego, por supuesto, decidió que quería una cabaña más
grande, así que este es principalmente para ocasiones especiales...

—Qué suerte la mía —dije en voz baja.


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Él tomó los gatitos de mí, colocándolos suavemente en su caja, y un


incómodo silencio cayó entre nosotros de nuevo. Tal vez solo era yo, pero
no me gustaba cuando Ellis se quedaba en silencio. No era propio de él.

—Así que... —dije—. ¿Beau es un hombre-león también?

—Cambiaformas —corrigió Ellis, volteándose para mirarme—. Hay de


todo tipo. Mi familia es hombre-puma. O cambiadores puma. O, ya sabes,
personas gato, supongo.

—¿Qué... comes?

Una sonrisa apareció en el rostro de Ellis y regresó a la cama, sentándose


a mi lado. No demasiado cerca, aún había dos metros que nos separaban.
Pero se sentía... agradable.

—Bueno, soy parcial a una agradable y grande jugosa hamburguesa.

Me sonrojé.

—Quiero decir... ya sabes. Los vampiros…

—Lo sé —dijo—. Pero nosotros no somos como ellos. Nacemos con la


capacidad de cambia a una segunda forma. Los vampiros están
transformados. Ellos no nacen como vampiros.

—¿Qué pasa con todas las otras cosas? ¿El Monstruo del Lago Ness, Pie
Grande, fantasmas?

—Honestamente, no tengo idea. Quiero decir, podría haber algún tipo de


influencia sobrenatural detrás de esas cosas, pero si la hay, no soy
consciente de ello.

—Bueno, eso no es divertido —le dije, mi tono ligero—. Como que quería
saber si los fantasmas son reales.

Ellis se rio entre dientes.

—Un monstruo a la vez, supongo.

—Así que... —Jugué con las mantas de la cama—. ¿Puedo ver?

—¿Quieres verme a cambiar?

Asentí.

Para mi sorpresa, un poco de sonrojo golpeó sus mejillas y se frotó una


oreja igualmente roja.

—Umm. Esa es una especie de pregunta personal para un cambiador.


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—Oh, ¿lo es? Lo siento…

—No, no, está bien. Es un poco como pedirle a alguien que, ya sabes,
haga sus necesidades en frente de ti.

Esta vez, me sonrojé.

—Lo tengo. Solo tenía curiosidad.

—No me importa mostrarte —añadió rápidamente—. Es solo que, bueno,


cuando cambiamos, no es como en los dibujos animados donde hay
destellos y luego boom, eres un animal. Mis huesos y piel comienzan a
cambiar y ajustarse, y, bueno, no es un espectáculo agradable.

Arrugué mi nariz.

—Ya veo.

—Pero, lo haré por ti si prometes no mirar hasta que haya terminado de


cambiar. No quiero que entres en pánico, y creo que has tenido bastante
de qué preocuparte últimamente.

Le di una débil sonrisa.

—No tienes que hacerlo.

—Sé que no tengo —dijo, y su voz era suave—. Pero creo que es lo menos
que puedo hacer.

—Muy bien —dije en voz baja—. Así que cuando tú…

—Ahora es un momento tan bueno como cualquier otro —dijo, frotando


una vez más su oreja roja y luego deslizándose hasta el borde de la cama.
Se levantó, dio unos pasos hacia el centro de la habitación, y luego volvió
a mirarme—. Es posible que desees voltearte ahora.

—Voy a cubrir mis ojos —ofrecí. Los cerré y obedientemente puse mis
manos sobre mis ojos como doble protección.

Oí el sonido de la hebilla de un cinturón, y no pude resistir mirar a


escondidas. Abrí los ojos, todavía detrás de mis manos y miré a través de
mis dedos. Miré justo a tiempo para ver los pantalones de Ellis caer hasta
los tobillos. Él... no llevaba ropa interior. Una línea de bronceado pasaba
directamente por la parte baja de la espalda, y por debajo de ella, sus
glúteos eran notoriamente blancos. Musculosos y tensos, pero blancos.
Pateó fuera sus zapatos y pantalones, se sacó la camisa por su cabeza, y
entonces estaba desnudo. Más tatuajes salpicaban su piel, pero no podía
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entender lo que eran hasta que estuvieran entre mis dedos. Necesitaría
una inspección más detallada, no es que quisiera una.

Pero luego se encorvó y los músculos de su espalda se ondularon como


el agua. Su columna vertebral sobresalía drásticamente y luego comenzó
a empujarse entre sus nalgas. Alarmada, volví a cerrar fuertemente mis
ojos. Esto... podría haber sido más de lo que quería ver.

Un crujido me hizo estremecerme, pero no abrí los ojos de nuevo. Esperé,


mi respiración superficial con alarma en mi garganta. ¿Y si... y si no se
daba cuenta de que se convertía en un devorador de hombres cuando
cambiaba de forma? ¿Y si pierde la cabeza como en las películas y se
come al más cercano humano a su alrededor? No tenía defensas contra
él, en contra de nadie, en realidad. Estaba tan débil e indefensa como
esos pobres gatitos en la caja.

Algo frío y mojado me tocó la mano. Abrí los ojos y retrocedí. Un enorme
puma rondaba cerca de la cama, con su nariz rozando mi piel. Me
sorprendí al ver lo grande que era. Hubiera sabido que los pumas eran
gatos grandes, pero su cabeza era del tamaño de una pelota de
baloncesto, los bigotes sobresaliendo de cada lado de la boca. Sus ojos
eran rendijas, de color verde brillante, un anormal brillante en su rostro
rojizo. Me estudió por un momento, y luego dio un bostezo felino.

A pesar de exhibir los colmillos y su boca abierta, el bostezo me hizo


relajarme un poco. Así que era tan... típico de un gato.

—¿Puedo... puedo tocarte? —susurré.

Su nariz empujó mi mano, invitándome a tocarlo.

Vacilante, acaricié con mis dedos la línea de corto pelaje sobre su frente.
Era sorprendentemente suave, como un abrigo. Dejé que mis dedos se
arrastraran por la parte posterior de su cuello y me di cuenta de que el
pelaje se hacía más grueso y se ponía más áspero sobre su espalda.
Interesante. Volví a su cara y seguí acariciando con mis dedos sobre su
frente. Para mi sorpresa, un sordo ronroneo comenzó lentamente en su
garganta.

—Eso... significa que no me vas a comer, ¿verdad? —pregunté, La broma


sonando más nerviosa de lo que me hubiera gustado.

El gran gato me dio una mirada de disgusto tan humana que una
pequeña risita se escapó de mi garganta. Luego, levantó una pata y la
colocó sobre mi pierna, la cabeza moviéndose hacia adelante para que
pudiera acariciarlo un poco más.
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Él era realmente como los gatitos en ese aspecto, pensé con una leve
sonrisa. Solo mucho, mucho más grande.

—Muy bien —murmuré—. Me has convencido.

Extendí la mano para acariciarlo pero esta vez tomó mi mano entre sus
dientes. Una llamarada de pánico se disparó a través de mí, la que
sofoqué rápidamente. Era obvio que estaba tratando de comunicarme
algo, y tenía mucho cuidado de que sus dientes no me hicieran daño a
pesar de su gran tamaño. Cuando empujó mi mano torpemente hacia mi
cara, adiviné.

—¿Quieres que me cubra los ojos otra vez?

Inclinó la cabeza en algo parecido a un asentimiento.

—Muy bien —le dije, y obedecí. Cuando me tapé los ojos, sentí su grande
y peluda forma alejarse, y oí el susurro en el lado opuesto de la
habitación. Entonces ese horrible crujido de los huesos, y nada más que
ese susurro por un largo momento. Cuando escuché el roce de la tela,
eché un vistazo entre mis dedos de nuevo, justo a tiempo para ver esos
apretados y blancos glúteos desapareciendo de nuevo en sus pantalones
vaqueros. Lo vi vestirse por un momento más, y luego cerré mis dedos
para que no se diera cuenta de que lo estaba viendo.

Un momento después, Ellis habló.

—Todo despejado.

Dejé caer mis manos de mi cara e hice un gran espectáculo parpadeando.

—Así que, ahí lo tienes —dijo Ellis, metiéndose la camisa dentro de la


cintura de sus pantalones vaqueros—. Somos muy inofensivos. Solo
somos personas que se transforman en gatos y no pueden resistir un
buen poste de arañazos. —Me guiñó un ojo.

Solté un bufido.

—Inofensivo.

Esa sonrisa pícara volvió a su rostro.

—¿Qué, no crees que lo sea?

Lo estudié, esa sonrisa pícara en su rostro, el pelo alborotado ahora le


caía sobre la frente. Estaba tratando de jugar a lucir completamente
inocente, pero los tatuajes y su camisa ajustada que se extendía a través
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de sus musculosos brazos no estaban vendiendo exactamente esa


historia.

—Pensé que Andre también era inofensivo —señalé—. Me perdonarás si


no me fío de mi propio juicio por un tiempo.

Inmediatamente, Ellis se volvió serio. Se acercó y sentó a mi lado en la


cama. No muy cerca, pero frente a mí.

—Lily, solo quiero que sepas que no soy nada como Andre, ¿de acuerdo?
Quiero que confíes en mí.

Su expresión era tan sincera que quería creerle, pero seguía dudando.

—¿Por qué estás tratando tan duro para ser mi amigo?

La sonrisa que me dio era amplia.

—Pensé que necesitabas uno.

Lo hacía. No estaba segura de si él era la mejor persona para el trabajo,


pero en este momento era todo lo que tenía.

—Deberíamos dormir un poco —me dijo Ellis, dirigiéndose hacia la cama


donde me encontraba—. Los gatitos van a tener que ser alimentados cada
dos horas, y eso va a hacer que sea una noche muy larga.

Asentí y me acosté en la cama, tirando de las mantas hasta la barbilla.


Todavía tenía preguntas, pero no quería presionar mi suerte. Al igual que
con todas las noches, Ellis se metió en la cama junto a mí, puso su brazo
sobre mis hombros y me arrastró cerca, encarcelándome contra él para
que no pudiera escapar. Y como con todas las noches, me quedé tiesa e
insensible contra él hasta que finalmente se quedó dormido.

Parecía que apenas me había quedado dormida antes de me despertara


con un codazo, su reloj sonando con una alarma.

—Es hora de alimentar a los niños.

Adormilada, me senté y lo observé mientras saltaba hacia la estufa,


poniendo el agua y midiendo la fórmula. Los gatitos estaban maullando
en su caja, así que fui hacia ella y los sostuve contra mí hasta que la
fórmula estuvo lista. Todavía estaba medio dormida mientras los
alimentábamos, frotamos sus estómagos hasta que eructaron, limpiamos
la inevitable caca de gatito, y luego volvimos a colocarlos en su cama.

Me desplomé de nuevo para dormir momentos después de que puse las


mantas sobre mí, solo para que Ellis me sacudiera de nuevo para
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despertarme unas horas más tarde con la misma rutina. Hicimos esto
tres veces más, y para el momento en el que el amanecer estaba en la
cima del horizonte y los gatitos estaban abajo por su alimento final de la
noche, estaba tan agotada que cuando Ellis rodó en la cama y me atrajo
hacia él, metí la cabeza contra él y acurruqué mi cara contra su pecho.
Estaba demasiado cansada como para tener miedo, y él era cálido y un
poco tierno. No dijo nada, simplemente envolvió sus brazos alrededor de
mí y me atrajo más cerca.

Mientras me iba a dormir, podría haber jurado que lo había oído inhalar
profundamente, como si oliera mi cabello.
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Capítulo 4
Traducido por flochi y Becca Herondale

Corregido por G.Dom

—B
ueno, ¿no es esto lindo? —cantó una voz familiar
en mi oído, sacándome de mi sueño.

—Vete a la mierda —escuché a Ellis murmurar, su


boca moviéndose contra mi cabello.

Cansada, abrí mis ojos y miré a la cabaña soleada. Everett se estaba


inclinado sobre nosotros, una sonrisa en su rostro. Era obvio decir por
qué estaba sonriendo, me encontraba envuelta alrededor de Ellis tan
estrechamente como él estaba envuelto alrededor de mí, mi mejilla
acunada contra su pecho.

Y no me importaba. De hecho me sentía… segura. Era agradable.

—Hora de que arrastres el culo al trabajo, hermano —dijo Everett a su


gemelo, clavándole repetidamente el dedo en el hombro solo para
molestar—. Estoy seguro de que hay cabras para que acaricies y vacas
que necesitan una mano metida en sus culos.

—Vete a la mierda —murmuró Ellis otra vez, y su mano acarició mi


espalda.

Me puse rígida ante eso, porque se sentía más… íntimo que sus otros
contactos.

Ellis debió darse cuenta, también, porque me liberó.

—Lo siento —murmuró contra mi frente, y luego se apartó rodando antes


de que pudiera decirle que estaba bien. Cuando salió de la cama, noté
que tenía una tienda de campaña estirándose en la parte delantera de
sus pantalones, aunque no lo mencionó. Tienda de campaña mañanera.
Salió dando tropezones de la cabaña, dirigiéndose a la letrina, dejándome
con Everett y los gatitos, que ya estaban maullando con hambre.

Me dirigí a la caja, apartando mi cabello enmarañado de mis ojos y recogí


al primero, volviéndolo a meter en mi sostén, ignorando a Everett
mientras iba a la estufa y sacaba una sartén, preparándose para hacerme
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el desayuno como de costumbre. Para cuando tuve a ambos gatitos


metidos en mi camiseta, Ellis había regresado.

—Puedes dejar eso —le dijo a Everett—. Voy a quedarme hoy.

Everett me miró, luego a su gemelo, sorprendido.

—¿Te quedarás? ¿No tienes trabajo?

—Nada que no pueda esperar, y tú tienes una fecha límite.

El rostro de Everett floreció en una sonrisa.

—Entonces, ¿te harás cargo por mí esta semana?

—¿Esta semana? —Ellis fingió estar ofendido, pero le dio a su hermano


un afectuoso golpe en el brazo—. Vete. Tengo cosas que manejar aquí.

Perpleja, miré mientras Everett prácticamente salía corriendo de la


cabaña. Me giré hacia Ellis, curiosa.

—Fecha límite —dijo.

—¿Para qué?

—Escribe novelas policiales. Tiene un plazo en unas semanas y se ha


estado quejando y gimiendo sobre no tener suficiente tiempo para
trabajar en ello porque hacer de niñero aquí está consumiendo todo su
tiempo libre luego del trabajo.

—Oh. —Bueno, eso explicaba por qué Everett se mostraba tan impaciente
con ella a veces, y tenía constantemente la nariz enterrada en un libro—
. ¿Qué clase de trabajo hace?

—Seguridad. Escribe las novelas por la noche.

—¿Son buenas?

—¿Supongo? —Ellis se encogió de hombros—. No soy muy lector.

Asentí, luego miré a la cabaña.

—Parece que estás atrapado conmigo entonces.

—Más como que tú estás atrapada conmigo —bromeó Ellis—. Conmigo y


mi horrible comida.

Simulé un gemido, pero la verdad era que no me importaba. Al menos


Ellis me hablaba durante el día. Luego de mi propio viaje a la letrina,
ambos nos lavamos y Ellis me hizo tostadas francesas mientras yo
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alimentaba a los gatitos con su última ronda de fórmula. Ellis tenía


razón; era un terrible cocinero. La tostada estaba pastosa y un poco con
sabor a rancio para estar bien, pero no me quejé. En cambio, miré a Ellis
mientras comía.

Pensé en la noche anterior, y la manera en que se había acurrucado


alrededor mío. Siempre lo hacía, pero esa fue la primera vez que olió mi
cabello, y se había despertado esta mañana con una erección. ¿Se sentía
atraído por mí? Había pensado que era simplemente amistoso, pero
estaba empezando a hacerme preguntas. ¿Su simpatía nacía del deseo
que sentía por mí? ¿O solo porque era agradable y educado?

Y mejor aún, ¿podía usar esa simpatía y atracción para ponerlo


firmemente de mi lado? Ambos sabíamos que Ellis quería liberarme pero
su hermano Beau tomaba las decisiones. ¿Y si ponía a Ellis tan
firmemente de mi lado que me eligiera por encima de su hermano? Podría
requerir algunas artimañas femeninas, pero si significaba la libertad…

Tenía que probar las aguas.

Ellis limpió la mesa cuando estábamos terminando de comer, y luego


miró por las ventanas.

—Parece que es un buen día afuera. ¿Quieres ducharte temprano


mientras hace calor?

Sabíamos que “ducha” significaba un lavado rápido con la cubeta, pero


asentí.

—Suena bien.

—¿Te molestaría si me ducho, también? —Me miró—. Siéntete libre de


negarte. Puedo soportar el olor de mí mismo por unos días más. —Y
jugando, levantó un brazo olfateó debajo de él.

Puse mis ojos en blanco.

—No me molesta. Puedes ducharte también.

Reunimos los materiales del baño, pusimos a los gatitos de regreso en su


cajita cálida para que durmieran, y nos dirigimos al exterior. Esta vez,
Ellis no me guio por el codo, era más o menos entendible a esta altura
que no me escaparía. Por ahora, pensé para mí. La libertad se encontraba
siempre al fondo de mi mente.

Cuando llegamos al pozo, Ellis bajó la cubeta con los artículos de baño y
me entregó un paño. Como era costumbre. Hizo andar el pozo, y si esto
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iba a seguir como cualquiera de las otras experiencias de bañarme, me


echaría agua mientras usaba mi ropa. Mi elección, por supuesto.

Salvo que… tenía que descubrir cómo se sentía respecto a mí para ver si
podría aprovecharlo. Entonces, armándome de valor ante cualquier tipo
de reacción, me quité mi camiseta. Luego, con el rostro dado vuelta, estiré
las manos hacia atrás para desenganchar mi sostén.

—Uh… ¿Lily? —Ellis se aclaró la garganta—. ¿Qué estás haciendo?

—Oh —dije, fingiendo inocencia. Desenganché mi sostén y me lo quité,


fingiendo no notar la manera en que la mirada de Ellis pasó rápido por
mis senos y luego retrocedió a mi cara. Me froté el vientre desnudo—. Me
sigo sintiendo sucia debajo de la ropa así que pensé en ceder sobre
lavarme sin las ropas puestas.

—Muy bien —dijo, y su voz fue relajada. Regresó al pozo y lo bombeó


como un hombre loco mientras yo deshacía el nudo de mis pantalones de
chándal y luego me los quitaba, pateándolos a un costado. Un momento
después, mi ropa interior le siguió.

Para entonces estaba desnuda y parada frente a él, esperando. Me crucé


de brazos debajo de mis pechos y me estremecí.

—Hace un poco de frío.

—Sí —dijo, y su voz fue un poco ronca. Entonces se dio la vuelta, agarró
la cubeta, y la sostuvo sobre mi cabeza—. ¿Estás lista?

—Lista —concordé, cerrando los ojos con fuerza. Lo vació sobre mi cabeza
e hice un gemido lamentable ante el agua fría. Apartando mi cabello
mojado del rostro, me estremecí y tendí una mano para la toallita.

La puso en mi mano, vertió jabón encima, y mientras empezaba a


enjabonarme mis senos y estómago, volvió al pozo, bombeando con
demencia.

Me tomé un momento para lavar mi piel. Hacía frío, el agua estaba fría,
y la brisa me estaba dando aguijonazos por todas partes, pero miraba a
Ellis buscando alguna señal. Causa y efecto, me dije, repitiendo su frase
favorita. Me pregunté si yo tenía efectos sobre Ellis. Noté que le estaba
prestando mucha atención al pozo y muy poca a mí. O se trataba de
cortesía o de algo más.

—¿No vas a bañarte conmigo?

—Nah.
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Bajé la toalla por un brazo lánguidamente.

—Pero pensé que dijiste que estabas sucio.

—Cambié de idea —murmuró.

—Como quieras —dije con una voz dulce, notando que se acomodaba
cuando pensaba que yo no miraba. Definitivamente había interés allí. Por
alguna razón, eso me hizo sentir mejor. Había una oportunidad aquí. Solo
necesitaba aprovecharla. Pero no podía ser obvia—. Eh… ey, ¿Ellis?

—¿Sí?

—¿Puedes lavarme la espalda? No puedo llegar bien. —Me di la vuelta y


sostuve la toalla sobre mi hombro, invitándolo. Oculté una sonrisa
triunfante cuando agarró el paño y empezó a frotar mi espalda con
pasadas rápidas y breves.

—Parece limpio —anunció un breve instante después y golpeó la toalla


sobre mi hombro.

—Gracias. —No tenía caso presionar.

Me puse champú en el cabello y luego el acondicionador, tomándome mi


tiempo. Mientras, Ellis estaba inusualmente callado. ¿Para un hombre
que le gustaba hablar simplemente porque no apreciaba el silencio?
Estaba callado, y eso me hizo pensar que estaba llegando a él más de lo
que me dejaba saber. Cuando fue el momento de enjuagarme, vertió una
cubeta de agua sobre mi cabeza sin previo aviso, y farfullé.

—Bastante limpio —anunció con alegría—. Volvamos adentro, ¿sí? Tus


labios se están volviendo azules. —Antes de poder protestar, envolvió una
toalla alrededor de mí y empezó a arrastrarme de vuelta a la cabaña.

—¿Qué hay de ti? —pregunté, arrastrando los pies.

—Me haré una lavada rápida luego de que estés dentro —dijo—.
Probablemente deberías revisar a los niños de todos modos.

Una risita escapó de mi garganta.

—Bien, bien. —Le permití llevarme dentro, pero ya sabía todo lo que
necesitaba, por sus reacciones.

Ellis se sentía atraído hacia mí. Ahora necesitaba asegurarme de que el


deseo de ser mi “amigo” siguiera dirigiéndose a una dirección más
intensa. Porque si conseguía que Ellis se enamorara de mí… ¿cómo
podría no dejarme escapar?
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***

Otra semana en cautiverio pasó lentamente. Ahora que hablaba, no


estaba tan aburrida, y con los gatitos para cuidar, siempre tenía algo que
hacer. Tenían que comer cada tres horas, lo que significaba que íbamos
a dormir un poco más, y sus ojos estaban ahora abiertos.

Ellis pasaba la mayor parte de su tiempo en la cabaña conmigo. Si Everett


llegaba para su turno, Ellis por lo general terminaba alejándolo con la
excusa de que necesitaba ir a escribir. En ocasiones, Everett tendría que
pasarse unas pocas horas mientras Ellis se iba para hacer algo de
trabajo, pero siempre regresaba con un regalo para mí. Una vez, fue un
trozo de pastel. Otra, una baraja de cartas. Siempre se trataba de
pequeñas cosas diseñadas para hacer las horas un poco más agradables.

Sin embargo, no se me había insinuado. Seguí esperándolo,


especialmente después de haber empezado a bañarme desnuda frente a
él. Ellis siempre era el perfecto caballero, algo que hacía que las cosas
fueran interesantes. Por un lado, me gustó que fuera exactamente lo que
decía: solo quería ser mi amigo. Por otro lado, intenté pensar en maneras
de atraerlo un poco más. Llegué a dormir sin sostén, mis pechos
presionados contra su pecho, mi rostro pegado a su cuello. Usaba cada
excusa que podía para tocarlo, y me aseguraba de que mi tacto
permaneciera.

Y pasamos horas juntos, solo riendo y hablando, y casi empezó a sentirse


menos como una prisión y más como vacaciones. Unas vacaciones de las
que no podía irme, pero no era tan malo. No con Ellis para hacerme
compañía. También era una gran compañía. Jugábamos juegos ridículos
juntos, desde cosas tan simples como “yo veo” a cosas más complejas
como “yo nunca”. También hacíamos caminatas por el bosque, nunca
desviándonos lejos de la cabaña. Ellis cambiaría a su forma de puma
para protegerme, y yo entablaría una conversación unilateral mientras
caminábamos, mis manos metidas en mi capucha, solo disfrutando de la
paz y el exterior.

¿Ahora que tenía un amigo y sabía que no iban a matarme? No era tan
malo en absoluto.

Pero todavía quería romper las defensas de Ellis. Llegaría. Solo tenía que
ser paciente.

***

—Oye, Lily —murmuró Ellis contra mi cuello, despertándome de mi siesta


de la tarde.
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—¿Hmm? —me acurruqué más cerca de él, mi rostro contra su clavícula


y acariciándolo con mi nariz. Era delicioso dormir contra él. Su cuerpo
era grande y cálido, y yo parecía caber contra todas sus cavidades
perfectamente.

—Hora de levantarse.

—No quiero —balbuceé somnolientamente presionándome contra él de


nuevo.

—Vamos —dijo, acariciando mi hombro—. No puedes dormir todo el día.

—Apuesto a que puedo —le dije, escondiendo mi rostro contra su cuello


e inhalando su olor. Él simplemente olía tan bien. Amaba meter mi nariz
contra la curva de su hombro y solo respirar profundamente.

—Vamos Lily —se burló, su mano bailando a lo largo de mis hombros—.


No seas un dolor en el trasero. Saca tu rostro de allí.

¿Dolor en el trasero? Le enseñaré un dolor en el trasero. Saqué la lengua


juguetonamente, deslizándola contra su garganta. No fue más que un
rápido y tonto gesto cosquilloso.

Pero la reacción de Ellis fue salvaje. Gruñó bajo, y sus manos se


apretaron alrededor de mí. Su caderas se presionaron contra las mías. Y
sentí la presión de su erección contra mi cadera.

Mi respiración se detuvo. Eso debió haberme aterrorizado, pero este era


Ellis. El amigable, hablador Ellis quien había rescatado gatitos e intentó
no mirarme cuando enjabonaba mis pechos frente a su rostro. Ellis con
grandes brazos tatuados y hombros musculoso y quien olía tan bien. Así
que cuando mi boca rozó su cuello otra vez, mordisqueé su garganta.

De repente, estaba sobre mi espalda en la cama, el gran cuerpo de Ellis


contra el mío. Se había movido tan rápido que difícilmente lo registré. Lo
miré fijamente, notando que sus pupilas estaban dilatadas, se inclinó
mientras me miraba, respirando entrecortadamente.

Ellis estaba tan cerca que prácticamente podía saborearlo de nuevo, pero
él vaciló, y su mirada titiló hacia mis ojos.

—Voy a besarte, Lily. Dime que pare si no quieres que lo haga.

Y se apoyó, frotando suavemente su boca sobre la mía.

No le dije que parara.


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Sus labios cosquilleaban. Sentí el picor de la barba sin afeitar de su


mejilla mientras su boca se presionaba contra el costado de mi mejilla,
luego comenzó a besar mi mandíbula. Sus movimientos eran lentos,
firmes y determinados, e hizo que todo mi cuerpo se pusiera como piel de
gallina. Me di cuenta —tardíamente— que tenía mi mano clavada encima
de mi cabeza, pero no me importaba. Este era Ellis, y él era seguro. Y
continuaba presionando ligeros y suaves besos contra mi rostro hasta
que mi respiración estaba jadeando en mis pulmones y lo estaba mirando
con anhelo en mis ojos. Esos besos ligeros de mariposa eran dulces, pero
no estaban enfriando el dolor que se estaba construyendo dentro de mí.

Ellis parecía darse cuenta que necesitaba más. Se movió de vuelta hacia
mi boca, y su nariz se cepilló contra la mía en una suave provocación, y
entonces se inclinó y estudió mi boca.

Lamí mis labios, jadeando.

Mientras lo hacía, él se inclinó y atrapó mi lengua entre sus labios,


capturándola antes de que pudiera desaparecer de regreso en mi boca.

Jadeé, la lujuria disparándose a través de mi cuerpo en respuesta. Mi


boca cayó abierta y gemí, el sonido era una invitación que esperaba que
él tomara.

Y lo hizo. La boca de Ellis se abalanzó sobre la mía y luego estaba


besándome. No era suave y dulce como antes; eran ásperos, feroces y
reclamadores besos tan profundos que sentí como si estuviera siendo
devorada. Estaba indefensa bajo el embate de su beso… y lo amaba. Una
y otra vez, su boca se movió sobre la mía, saboreando, lamiendo,
chupando, provocando. Un momento después… un delicioso e
interminable momento después, levantó su cabeza y gemí en protesta.

—Necesitamos levantarnos —dijo, aunque no se estaba moviendo de su


lugar encima de mí. Sus ojos estaban brillando, sus labios eran hábiles,
y quería besarlos de nuevo.

—¿Por qué? —Mi voz sonó irregular incluso para mis propios oídos.

—Hay una fiesta hoy.

Eso me sorprendió y sacó de mi neblina drogada-por-el-beso.

—¿Una fiesta?

—Para Marie. Y ella te quiere ahí. —Se inclinó y me dio un rápido último
beso en la boca y luego se bajó de mí.
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Me senté en la cama, mis sentidos tambaleándose por ese beso. Empujé


mi enmarañado cabello, intentando agarrarlo todo. Ese beso. Se había
vuelto loco cuando había mordido su garganta. ¿Me arrepentía? Dios no.
Quería morderlo de nuevo, ver si reaccionaba de la misma manera. Pero...
Marie. La Fiesta.

—¿Por qué voy a la fiesta?

—¿Porque estoy invitado y no puedo dejarte? ¿Y porque Marie quiere


verte?

—Oh. Pero ¿Qué hay de los gatitos? —Miré hacia la caja, donde Súper
Chica y Mujer Maravilla estaban durmiendo (Ellis y yo nos convencimos
de que éramos terribles con los nombres)—. ¿Estarán bien?

—Los alimentaremos antes de irnos, y volveremos para otra comida, lo


prometo.

Toqué mi cabello de nuevo.

—No tengo nada que usar.

Rio.

Me sonrojé.

—De acuerdo, eso sonó estúpido, pero sabes a lo que me refiero. Todo lo
que tengo son pantalones de chándal.

—No es una fiesta muy formal, y todos los cambiadores probablemente


estarán desnudándose en algún momento de todos modos. —Agitó sus
cejas hacia mí—. Intenta mantener tus manos para ti misma.

Bufé.

—No te preocupes.

Él rio.

—Solo apresúrate y vístete así podemos vendarte los ojos.

—¿Vendarme los ojos? —farfullé—. ¿Por qué?

—Así no sabrás dónde está nuestra cabaña súper secreta y cómo irte. —
Meneó sus cejas hacia mí.

Me arrastré fuera de la cama y agarré mis pantalones de chándal más


limpios, cambiándolos.
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—No entiendo por qué debo tener los ojos vendados —me quejé—. No es
como si no pudieran olfatear mi rastro ¿recuerdas?

—Órdenes del jefe —dijo alegremente Ellis, pero su voz era forzada.

—Tu jefe apesta —dije recogiendo una camisa manga larga y oliéndola.
Suficientemente limpia. La arrastré sobre mi cabeza y maniobré para
intercambiar mi camiseta de dormir con esta. Ya está. Toda vestida.
Arrastré mis dedos a través de mi cabello enredado—. ¿Supongo que no
hay un peine alrededor? —Normalmente no me molestaba ya que solo era
Ellis, pero ya que íbamos a ver a los otros, me sentí consciente de cómo
me veía.

—Sin peine, lo siento. Pero vas a poner a las otras mujeres en vergüenza
tal cual estás, así que probablemente es mejor que te veas como un
destrozo.

Reí y le arrojé mi zapato.

—Tú bestia.

Me dio otra mirada juguetona.

—Miau nena.

Esto… era coquetear. Y era divertido. Seguí sacudiendo mi cabeza, tomé


mi zapato cuando lo lanzo de vuelta hacia mí y me lo puse, pasé unos
pocos minutos peinando mi cabello con mis dedos mientras Ellis
cambiaba su ropa y fijaba botellas para los gatitos. Los alimentamos, los
limpiamos, y los metimos de vuelta en su caja, y luego era hora de irnos.

—Una venda, viniendo —dijo Ellis y se quitó una de sus largas y sucias
medias sudadas.

—Ugh, ¡no! —dije riendo—. ¡No pongas esa cosa cerca de mí!

—Vamos. Debes ser vendada.

Riendo, luchamos con la “venda” falsa por un momento, y luego Ellis me


atrapó en sus brazos. Mi respiración aumentó superficialmente y observé
su rostro. Este coqueteo era potente. Él me miró, y la media sucia fue
olvidada. Después de un rato, cepilló sus nudillos por mi mandíbula.

—No más bromas.

—No más medias sucias.

—Suficientemente justo. —Sacó una larga tela negra—. ¿Quieres


cambiarte de camiseta antes de que te ponga esto?
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Miré la sudadera que estaba usando.

—¿Esta está mal?

—Está cálido afuera. ¿No te dará calor?

Arrastré las mangas.

—Quiero usar esta. Cubre todas las marcas de mordidas.

Ellis estaba en silencio. Cuando lo miré, su expresión era severa. No dijo


nada, sin embargo, solo hizo gestos para que me girara.

Lo hice, obediente, y entonces estaba con los ojos vendados. Mis manos
se extendieron, sintiendo alrededor.

—Voy a tropezar con cada árbol desde aquí hasta el domingo.

—Te tengo —dijo, y su brazo se deslizó alrededor de mi cintura.

Eso… era más distractor que estar con los ojos vendados.

—¿Vamos… a ser capaces de caminar así?

—Oh seguro —dijo Ellis cómodamente.

Salimos de la cabaña y unos pocos metros más allá me tropecé con una
piedra.

—Cuidado —advirtió Ellis, y luego suspiró—. En efecto, cambio de


planes. Pon tus brazos alrededor de mi cuello. Te voy a dar un paseo a
caballito.

—¿Un paseo a caballito? ¿En serio? —Mentalmente imaginé a Ellis


conmigo tumbada a través de su espalda y me tragué mi risa—. ¿Cuán
lejos crees que serás capaz de llevarme antes de que tu espalda se agote?

—Oh por favor. Eres una ramita. Además, soy fuerte. Siente.

Me acerqué, tomó mi mano y la colocó en su bíceps, entonces lo flexionó.


Lo sentí moverse bajo mis dedos, fuerte como una roca, y otra risita se
me escapó. Mi pulso estaba revoloteando en respuesta a su cercanía, y
tenía que admitirlo, me gustaba un poco sentirlo flexionar ese bíceps.

—Esto es solo una táctica para hacerme admirar tus armas ¿no es así?

—Me descubriste. Ahora, andando.

Sentí que estaba de cuclillas, y con sus manos guiándome, fui hacia su
espalda, aseguré mis brazos alrededor de su cuello, y di un chillido de
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alarma cuando me acarreó en el aire. Con un salto, me levantó más alto


en sus caderas.

—¿Estás bien?

—Estoy bien —respondí, aferrándome a él por mi vida.


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Traducido por iarii

Corregido por G.Dom

A
l parecer era fuerte, porque fue capaz de llevarme hasta el final.
Nos adentramos en el bosque, los únicos sonidos eran el de mi
respiración y el crujido de los pies de Ellis mientras hablábamos
y conversábamos sobre el tiempo, los libros de Everett y los gatitos. Me
abracé a su cuello y me aferré a él, disfrutando de estar al aire libre,
aunque no pudiera ver nada.

—Muy bien, estamos aquí —dijo Ellis en un punto—. Puedes bajar. —


Miré a través de la tela negra de la venda.

—No oigo nada.

—Todavía nos falta un poco más para llegar pero puedes quitarte la venda
de los ojos ahora.

Lo hice, parpadeando en el brillante sol de la tarde. Todavía estábamos


en el bosque, pero en la distancia pude ver una columna de humo de una
chimenea, y atrapamos el toque ocasional de risa en el viento. Estábamos
cerca. Me bajé de su espalda, los pies descansando en el suelo.

—¿Dónde estamos?

—Es secreto —dijo Ellis otra vez, y rodé mis ojos. Metí la venda de los
ojos en su bolsillo—. Vamos —dijo—. Puedes conocer a los otros.

—¿Otros qué? —pregunté.

—Cambiadores por supuesto. Esto es una fiesta del clan. Mi familia está
dando una fiesta para recibir a Marie en el clan puma.

Di un grito ahogado, alejándome de Ellis en estado de shock.

—¿Ella hizo qué?

Su ceño se frunció mientras me miraba, claramente sorprendido por mi


reacción.
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—Mi hermano Josh la convirtió en una cambiadora.

—¿Cómo se hace eso?

Ellis se encogió de hombros.

—Él le mordió hasta que se convirtió.

Me estremecí, mi memoria llena de las mordidas dolorosas de Andre.

—Pensé que habías dicho que no eran como los vampiros.

—No lo somos —me dijo—. Lo prometo. Es muy raro que alguien se


convierta. Marie solo se convirtió porque se estaba muriendo, y a Josh no
le importaba si se metía en problemas o no.

Intentó tirar de mí en su contra para abrazarme, pero me aparté. Mi


mente estaba llena de imágenes intermitentes de dientes, colmillos y
dolor. Pobre Marie. Cómo había sufrido. Tragué saliva. ¿Y estábamos
celebrando esto como si fuera algo bueno? No entendía.

—¿Estás bien? —preguntó Ellis en voz baja, dejando caer su mano.

—Sí, solo... sí. —Crucé los brazos apretadamente sobre mi pecho y


caminé unos pasos detrás de él.

***

La fiesta de Marie resultó ser un picnic y barbacoa. El patio trasero de la


casa se llenó con mesas de madera y gente pululando sobre ellas. A lo
lejos, una fila de parrillas estaban alineadas y un hombre de pie en ellas
con una cerveza, volteando la carne, mientras que otros jugaban al fútbol
y algunos otros rondaban alrededor de las mesas, charlando. Conté
cabezas, había quizás veinte o más personas de todas las formas y
tamaños. ¿Todas estas personas eran cambiaformas? Se veían tan
normales.

Marie estaba con aspecto saludable y muy feliz en el campo de fútbol. Me


dio un alegre saludo y casi consiguió ser tacleada gracias a la distracción.
Ya no era un fantasma pálido, su piel tenía un saludable rubor y parecía
que había subido unos kilos más. Supuse que le convenía siendo una
cambiadora. Todavía anhelaba jalarla a un lado y preguntarle si se
encontraba bien. Si tenía pesadillas acerca de los dientes como yo.

Casi tan pronto como llegamos, Ellis se apartó para jugar al fútbol, y me
dio una mirada inquisitiva, como preguntando si estaba bien. Me encogí
de hombros. Por el momento, me sentía un poco extraña sobre nosotros.
Por un lado, el beso que habíamos compartido se había sentido...
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perfecto. Por otro, su mención de Marie siendo mordida hasta que se


convirtió me asustó. Me froté las mordeduras en mis brazos y me acerqué
a un pequeño grupo de mujeres que estaban sentadas en una de las
mesas de madera.

—Hola —chirrió una rubia con coletas. Estaba vestida con un chándal
rosa brillante—. ¡Debes ser Lily! Soy Ryder. —Me miró, toda hoyuelos y
ojos azules—. Y estoy sentada aquí cuidando la comida porque a todos
esos gatitos les gusta jugar rudo.

Me senté a su lado, sonriendo.

—¿No eres una cambiadora? —Ella ya se sentía segura.

Ryder hizo un gesto con la bien cuidada manicura rosa en el aire.

—Dios, no. Yo trabajo para la agencia de citas, pero eso es todo.

—¿Agencia… de citas?

Ella asintió.

—Midnight Liaisons. Es ahí donde van cuando necesitan un poco de


cola2. —Me dio un guiño exagerado—. Broma de mal gusto, lo sé.

Me reí.

—Sin embargo es una buena.

—Ya me lo imaginaba. —Tomó una lata de Red Bull y me ofreció una. Me


negué, y tomé un refresco en lugar—. Entoooonces —dijo Ryder—. ¿Estás
aquí con Ellis? ¿Ustedes dos están saliendo?

Me atraganté con mi primer sorbo de soda.

—¿Qué? No. ¿Por qué lo preguntas?

Agitó sus pestañas hacia mí, toda tímida.

—Solo, ya sabes. Los rumores.

—¿Qué clase de rumores?

—Bueno —dijo ella, encorvándose hacia abajo como si estuviéramos


cotilleando en la mesa del almuerzo escolar. Su voz se convirtió en un
susurro—. Básicamente que está ahuyentando a todo el mundo que trata

2
Cola: Tail en inglés es cola, pero también se utiliza para referirse al culo de una chica
que es buscada como objeto sexual.
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de aparecerse y pasar tiempo contigo. Y que ha estado pidiendo horas


libres en el trabajo para tomar más turnos contigo.

—Oh —dije, luego sacudí la cabeza—. Solo somos amigos. Y Everett tenía
un plazo que cumplir.

—Uh huh. ¿Qué hay de Austin y Jeremiah?

Fruncí el ceño.

—¿Quiénes son ellos?

—Precisamente —dijo con una sonrisa—. Esos son dos deliciosos Russell.
Eso sí, Jeremiah ya tiene a una chica y un chico. —Se encogió de
hombros—. Pero Austin no tiene ataduras, y Ellis no lo dejará acercarse
de ti por todo eso de que son primos. La única persona de su confianza
es su gemelo, y suena como si no confía en él mucho.

Mis ojos se abrieron.

—Esos son algunos rumores locos.

—¿Verdad? —dijo Ryder, sorbiendo su Red Bull—. Podríamos ponerlos a


prueba, ver cuánto hay de verdad.

—¿Cómo?

—Solo observa a la maestra —dijo con esa voz burlona, y se puso de pie—
. ¡Ey, Austin! ¡Ven aquí, cariño! —Se agitó frenéticamente, todo su cuerpo
rebotando.

Un tipo alto trotó desde las líneas, su cabello oscuro pegado a su frente
por el sudor. Era guapo, cuerpo grande y rostro delgado; y estaba claro
que estaba relacionado con Ellis y Everett, tenían estructuras similares.
Se limpió la cara en su camisa mientras se acercaba, y luego sonrió.

—Ryder, mi dulce pequeña pepita humana, ¿qué puedo hacer por ti?

—Solo quería decir hola —dijo Ryder en voz coqueta, haciendo girar una
de sus coletas—. ¿Tuviste la oportunidad de conocer a Lily? —Inclinó su
cabeza en mi dirección.

Su rostro se iluminó y se limpió la mano en sus pantalones de chándal,


luego lo extendió hacia mí.

—Ey, cariño. Soy Austin. He oído hablar mucho de ti. ¿Cómo lo llevas?

Él parecía lo suficientemente amable. Le di una sonrisa educada y


estreché su mano.
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—Tan bien como se puede esperar.

—Estaba pensando en ir ahí en algún momento —dijo Austin—. Ya sabes,


darle un respiro a Ellis y todo eso.

—Claro.

Ryder nos miraba, con los ojos brillando con fascinación.

—Y ¿cómo lo llevan esos gatitos? —Austin se movió sobre sus pies,


moviéndose un poco más cerca de mí—. Escuché que Ellis tuvo que
rescatarlos de nuestro gato del granero.

Sonreí, pensando en mis gatitos.

—Son las únicas cosas que evitan que me vuelva loca por estar
encerrada. Son las cosas más pequeñas y dulces. Sus ojos están apenas
abiertos y…

Un cuerpo voló por delante, lanzando a Austin contra el suelo.

Tanto Ryder como yo nos tambaleamos hacia atrás unos pasos, en estado
de shock. Efectivamente, Austin comenzó a luchar con la persona que lo
había abordado. Vi dos mangas de tatuajes, y mis ojos se abrieron. ¿Ellis?
El amable y tolerante Ellis ¿acababa de derribar a Austin? ¿Por qué?

—¿Vienes de nuevo al juego, idiota? —preguntó Ellis, perforando a Austin


en el intestino.

—Ya voy, ya voy —dijo Austin, tratando de agarrar a Ellis en una llave de
cabeza. Lucharon en el suelo por un momento más y entonces ambos
rodaron alejándose.

Ellis me dedicó una sonrisa antes de que trotara de vuelta al campo.

—Mmmhmm —dijo Ryder—. Te está protegiendo.

No podía negar que Ryder estaba claramente en algo.

—¿Protegiéndome de qué, piensas? —Tal vez solo era el remanente de su


autoproclamación como mi único guardián.

—¿De qué? de los machos interesados por supuesto. —Ryder se inclinó


de nuevo—. Trabajo con una gran cantidad de cambiadores, y se ponen
muy posesivos cuando piensan que su mujer está siendo abordada por
alguien más.

Me quedé mirando el campo de fútbol, viendo a Ellis moverse entre los


demás. ¿Era cierto eso? ¿Estaba apartando deliberadamente a otras
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personas mí? Volví a pensar en nuestro beso esta mañana, y su erección.


Esto... era bueno, ¿no? Esto era lo que yo quería. Necesitaba a Ellis de
mi lado.

Pero por alguna razón, me sentía rara al respecto. Nerviosa. ¿Estaba


simplemente usándolo y él estaba pensando en mí como “su” mujer? Eso
significaba que era una completa imbécil y Ellis había sido más que
agradable conmigo. Si yo no fuera una cautiva, me hubiera encantado
salir con un chico inteligente, divertido y sexy como él con una debilidad
por los animales. Como era... no sabía qué pensar.

Todo esto era parte de mi plan, ¿no?

Pero ese beso como que me había lanzado en espiral. Si se suponía que
debía estar usando a Ellis, ¿por qué no dejaba de pensar en ese beso?

Ryder empezó a hablar lejos de mi oído, poniéndose a sí misma como mi


nueva amiga mientras que los cambiadores jugaban en el campo. Vi al
padre de Marie de nuevo y le di un abrazo: él había sido parte del escape
de Marie y mío en el sótano de Andre. Era un hombre bueno, dulce, y
parecía feliz como el infierno de que Marie estuviera tan saludable.
También conocí a una mujer diminuta llamada Miko, que estaba sentada
en el regazo de un hombre llamado Sam, y ambos estaban viendo a
Jeremiah (otro Russell) jugar al fútbol. Ryder me señaló que Bathsheba,
otra hembra humana, que estaba en el campo, y me di cuenta de que
todo el mundo había jugado muy suavemente a su alrededor.

Con el tiempo, los cambiadores se amontonaron para la comida, y me


apreté en el medio de un banco junto a Ryder y el papá de Marie. Estaba
claro que los seres humanos se sentaban juntos en este grupo variopinto,
pensé con ironía. Alguien empujó un plato de hamburguesas y patatas
fritas en mis manos, y comí, escuchando las conversaciones rápidas que
iban y venían a través de las mesas.

—Ey, deslízate a un costado —dijo una voz por encima de mí. Miré hacia
arriba para ver a Ellis apretando su plato en la mesa entre mí y el papá
de Marie.

¿De verdad? ¿Estaba tratando de protegerme del papá de Marie? Ryder


se rio a mi lado, y fruncí el ceño mientras todo el mundo se corría para
hacerle sitio a Ellis para que pudiera sentarse a mi lado.

—Estoy bien —le susurré mientras se sentaba.

—No me importa. Come. Estás pálida.


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Rodando mis ojos, tomé un gran bocado de mi hamburguesa, notando


que algunos otros estaban enviando miradas con sonrisas tontas en
nuestra dirección. No los culpaba. Me sentía un poco incómoda. Mi
posición aquí con el grupo ya era tenue. Estaba claro que todos se
conocían y yo era solo la cautiva. No sabía qué pensar.

—Come —dijo Ellis, empujándome con el codo de nuevo.

Así que comí.

***

No tuve oportunidad de hablar con Marie después de todo. Ella era


claramente el centro de atención, rodeada de cambiadores en todo
momento. Charlamos un poco de pasada, pero terminé hablando con su
papá y Ryder más que con Marie. Eso estaba bien, suponía. Ella lucía
tan rematadamente feliz que no podía pensar mal de ella. Tal vez las
mordidas eran solo un rumor. O tal vez Marie era realmente buena en
apartar ese tipo de pensamientos.

Sin embargo yo no podía. Todavía tenía pesadillas sobre Andre y sus


dientes. Eran menos ahora que dormía acurrucada junto a Ellis, pero
aún estaban allí de vez en cuando.

Después de la cena, todo el mundo salió a los jardines y pensé que iban
a jugar más al fútbol. Mis ojos se abrieron cuando empezaron a
desnudarse, Ellis incluido. Así que... no había estado bromeando sobre
eso. ¿Todos iban a cambiar y correr juntos? Miré a la mezcla variada de
hombres y mujeres en el campo, quitándose la ropa y charlando como si
fuera una especie totalmente normal de cosa.

—Señoras... y papá, ¿nos dirigimos adentro y tomamos un café? —dijo la


mujer llamada Bathsheba, llevándonos a la casa—. Podemos dejar que
los cambiadores hagan lo suyo.

Miré hacia atrás a Ellis, y me di cuenta de que me estaba mirando, su


camisa arrugada entre sus manos. Hice un gesto que me dirigía con
Bathsheba, y él asintió lentamente. Entonces, Bathsheba me estaba
dirigiendo al interior, y me senté a la mesa de la cocina. Todo el mundo
charlaba ociosamente mientras bebíamos café, pero yo solo sorbía el mío,
pensando. Si todos los cambiadores estaban en el bosque, ahora sería un
momento óptimo para escapar. Una vez que la idea estuvo en mi cabeza,
no pude quitármela. Jugué con mi taza, pensando en cómo Bathsheba
charlaba alegremente con el padre de Marie sobre el nuevo trabajo de ella
como asistente del marido de Bathsheba.
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—¿Estás bien? —preguntó Ryder, mirando por encima de mí.

Asentí lentamente.

—¿Cuánto tiempo crees que los otros se irán?

Ella me dio una sonrisa de complicidad.

—¿Ya extrañas al chico enamorado? —Rodeé los ojos en respuesta, y ella


continuó—: Me imagino que estarán fuera por unas horas más. Esto es
una carrera del clan, así que es una especie de cosa de unión.

¿Unas pocas horas? Eso me dará tiempo de sobra. Una especie rara de
tensión —no exactamente emoción— brotaba dentro de mí. Esta era mi
oportunidad. No necesitaba arrastrar a Ellis a mi lado si pudiera escapar
por mi cuenta. No tendría que hacerle daño o alentarlo. Todo lo que
tendría que hacer era engañar a unos pocos humanos que se sentaban
en la mesa frente a mí.

Así que me agarré el estómago y puse una expresión de dolor en la cara.

—¡Oh, no! Creo que algo no está sentándome bien. ¿Dónde está el baño?

La mirada de Bathsheba era una de preocupación e inmediatamente se


apresuró a un mostrador cercano, sacando una botella de antiácido y
empujándolo en mis manos.

—Al final del pasillo, dulzura. Tómate tu tiempo.

Asentí, agarrando el antiácido y dirigiéndome obedientemente hacia el


baño. Por suerte, la sala tenía una curva y nadie podía verme pasar la
puerta y dirigirme hacia la derecha, a la parte delantera. Hice una mueca
cuando abrí la puerta unos centímetros, luego me deslicé hacia fuera, y
la cerré en silencio de nuevo. El porche de la casa grande crujió cuando
di un paso adelante y me mordí el labio, pero cuando nadie vino
corriendo, bajé los escalones y pasé a la flota de vehículos estacionados
en frente de la casa. Había un camino de tierra aquí, y un buzón de
correo, lo que significaba que conducían a un camino más grande.

Despegué y empecé a correr.

Un camino rural vagó en otro, y mi carrera se desaceleró a un trote.


Todavía seguía moviéndome tan rápido como podía, pero no estaba tan
sana como solía estarlo. Seis meses de estar en un sótano húmedo
habían casi matado mi forma física, y yo todavía estaba débil por la
alimentación de Andre. Reduje a una caminata, pero me mantuve en
movimiento con determinación. Cuando un ocasional auto pasaba, me
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apartaba. Si tan solo pudiera llegar a la ciudad antes de que Ellis y los
otros me encontraran, estaría en casa libre...

¿Y luego qué?

Le di la vuelta al pensamiento en mi mente, de ida y vuelta. Tenía un


pequeño ahorro y un apartamento. Mis ahorros todavía estarían allí —si
no había sido declarada legalmente muerta para este momento— pero mi
apartamento no lo estaría. No tenía padres esperándome; una de las
razones por las que Andre me había interceptado: yo era un excelente
blanco. Ni siquiera tenía amigos cercanos a quienes pudiera llamar.
Simplemente estaba... sola. Podría llamar a la estación de policía,
supongo. Pero habrían pedido todo tipo de preguntas, y seguía
imaginando la cara feliz de Marie en mi mente. ¿Cómo podría explicar
que había desaparecido durante seis meses sin incriminarla a ella? Nadie
compraría un tipo de historia de “fui en un año sabático para
encontrarme a mí misma”.

¿Y qué sobre Ellis? Pensé en él, su risa sexy, y la forma en que me


mantenía tan apretada cuando dormía. Y pensé en mis gatitos. Pobrecitas
Mujer Maravilla y Súper Chica. Probablemente era el momento para una
alimentación. Dudé, y luego seguí caminando de nuevo.

Necesitaba ser libre. Todo lo que viniera después... cruzaría ese puente
cuando llegara ahí. Una cosa a la vez.

Un gruñido bajo sonó en los arbustos a mi lado. Me quedé helada y me


volví. Un gato grande salió de los arbustos, y suspiré con algo así como
alivio cuando me di cuenta que era Ellis. Gruñó otra vez y dio un paso
hacia mí.

—Estás enojado, ¿verdad? —dije, y seguí caminando—. Bueno, puedes


estar enojado. Tenía que intentarlo y lo sabes.

Gruñó y trató de tomar mi mano, pero me aparté de él.

—No puedes hacer nada —le dije—. Estoy en forma humana y tú eres un
gato. No me vas a atacar. Los dos sabemos que no lo harás. Así que solo
voy a seguir caminando a la ciudad hasta que llegue a algún lugar
público. Y no te preocupes por mí hablando porque no voy a decir una
palabra. Te lo prometo. Solo quiero ir a casa.

Él gruñó de nuevo, pero no me di vuelta y dejó de seguirme.

Bien, pensé, aunque estaba un poco sorprendida de lo rápido que Ellis


había cedido. Tal vez había imaginado lo mucho que le gustaba, después
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de todo. El pensamiento punzó en el fondo de mi mente dolorosamente,


pero lo ignoré.

Era lo mejor.

Apenas lo había pensado cuando escuché el sonido de pies corriendo


sobre el pavimento. Me di la vuelta... y di un grito ahogado. Ellis estaba
corriendo detrás de mí, completamente desnudo.

No se había olvidado de mí. O renunciado a mí. Aplastando la extraña y


pequeña emoción que se levantó en mi cuerpo, me di la vuelta y empecé
a huir de él.

Me enganchó por la cintura y di un pequeño grito. Luego, me giró sobre


su hombro y me dejó caer allí, boca abajo, y comenzó a moverse a campo
traviesa de nuevo a los arbustos.

—¿No puedo hacer nada? —murmuró—. Te voy a mostrar cómo “no


puedo hacer nada”. Prometí cuidarte y dije que lo haría.

—¡Bájame! —grité, golpeando el puño contra su espalda.

Esas nalgas blancas brillaron mientras caminaba, y Ellis me ignoraba en


completo silencio. Suspiré. Su silencio solo podía significar una cosa.

Ellis Russell estaba súper enojado conmigo.


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Traducido por Feer:)

Corregido por Gabba

P
ara cuando regresábamos a la cabaña, Ellis no me había dicho una
palabra. Me dolía el estómago por haber sido arrojada sobre su
hombro y rebotar allí, y había estado mirando fijamente esas
pálidas nalgas flexionándose por la última media hora. Quiero decir, eran
una gran cosa para mirar, pero me hallaba más preocupada que excitada.
Ellis estaba muy enojado conmigo.

Cuando regresamos a la cabaña, irrumpió dentro y me dejó caer sobre la


cama. Reboté sobre mi espalda e inmediatamente comencé a levantarme.

—Ahora, Ellis, sabías que tenía que intentar…

Mis palabras se convirtieron en un chillido de protesta cuando su cuerpo


desnudo se subió encima del mío. Su peso me presionó en la cama, y sus
ojos brillaban con ese verde brillo felino que me decía que él estaba
todavía completamente enojado.

—Podemos hablar sobre esto —dije con voz temblorosa.

—No estoy interesado en hablar —gruñó Ellis bajo su garganta, luego se


inclinó y me besó.

Eso... no era lo que esperaba. Sorprendida, por un momento permanecí


indiferente debajo de él. Sin embargo, su boca no fue ruda. Era feroz,
pero firme, y sus labios se movieron sobre los míos con una persuasión
posesiva que encontré imposible de resistir. Cuanto más me besaba, más
me debilitaba, hasta que envolví mis brazos alrededor de su cuello y
separé mis labios, dándole la bienvenida a mi boca.

Inmediatamente metió su lengua en mi boca y gemí. Había algo salvaje


en el beso de Ellis que debería haberme asustado, pero en su lugar me
excitó. Toqué su lengua con la mía, mis propias reacciones tentativas a
la suyas. Él tomó la iniciativa, sus dedos enredándose en mi cabello
mientras nuestras bocas encajaban juntas y dio una vuelta y succionó
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mi lengua. Mis pezones se endurecieron en respuesta y cada centímetro


de mi cuerpo vibró con necesidad.

Dios, el hombre podía besar.

—Ellis —jadeé contra sus labios—. Oh Dios, Ellis.

—Lily —respiró en mi boca, tomó mi labio inferior entre sus dientes y lo


mordió. Gemí ante la sensación, retorciéndome debajo de él. Su cuerpo
me presionaba contra la cama, de alguna manera había logrado
deslizarse entre mis rodillas separadas y presionó sus caderas contra las
mías, y sentí la urgencia de su deseo—. Dime que te gusta esto —susurró,
rozando su nariz contra la mía, luego deslizándose a lo largo de mi piel,
como si estuviera contento con mí mero aroma—. Dime que te gusta mi
toque, Lily.

Mis dedos se flexionaron y aferraron a él, necesitando algo donde


clavarse.

—Me encanta —admití, sangre bombeando en mis venas. Su olor estaba


en mi nariz, almizclado e intenso, y me estremecí cuando rozó sus labios
sobre los míos, burlándose.

—Dime que quieres que siga besándote —exigió, moviendo su boca sobre
la mía y fuera de alcance. La mirada en sus ojos era intensa.

—Bésame —suspiré, tratando de bajar su cabeza para que pudiera


presionar sus labios sobre los míos.

Gimió por mis palabras y sus caderas bombearon contra las mías,
empujando mis piernas separadas, su polla contra mis pantalones. Jadeé
y me aferré a él, asombrada de lo bien que se sentía. Luego, estábamos
besándonos otra vez, su boca devorando la mía con profundidad, hábiles
besos que prometían la misma cosa que sus caderas.

Y oh dios, me encantaba. Él había tomado el completo control y me estaba


volviendo salvaje.

De nuevo su boca se apartó de la mía, abrí mis ojos para ver que los
suyos estaban brillando de ese verde salvaje.

—Dime que eres mía —exigió.

Las palabras fueron como un balde de agua fría arrojado sobre mí.
Empujé sus hombros.

—¿Qué?
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—Eres mía, Lily —dijo, presionando besos en mi mandíbula y


deslizándose a mi cuello—. Dilo.

Pero... no quería pertenecer a nadie. Luché contra su peso, mis manos


golpeando su piel desnuda.

—No te pertenezco. ¡No le pertenezco a nadie! —Pánico se elevó sobre mi


voz. Regresaron los recuerdos, de Andre y su collar de metal, de
aterradores noches en el sótano frío, esperando mi muerte.

Su boca acarició mi garganta, produciéndome otra oleada de miedo. Eso,


también, era como Andre.

—Quiero reclamarte como mía.

—Detente, Ellis —grité, y mi voz se quebró en un sollozo—. Por favor, por


favor detente.

Se quedó inmóvil sobre mí.

Lo empujé de nuevo, y se retiró.

—¿Lily?

—No te pertenezco —dije, golpeando un débil puño contra su hombro. Él


ni siquiera se inmutó—. No le pertenezco a nadie más que a mí. Esto es
por lo que quiero ser libre. Porque todos piensan que me pueden poseer.

Rodó lejos de mí, y tomé otra visión de sus pálidas nalgas cuando me
senté, limpiándome los ojos. Ellis se dirigió furiosamente al otro lado de
la habitación y agarró un par de pantalones del suelo. Podrían haber sido
míos, pero no importó. Los arrastró por su cuerpo desnudo y cuando
estaba decente, se dio la vuelta para mirarme, las manos en su cadera
apenas controlando la furia.

—¿Es por eso que huiste? —quería saber—. ¿Es por mí?

—Corrí porque soy una cautiva —me ahogué—. ¿Cómo te sentirías si


alguien más decidiera cómo vas a vivir tu vida? ¿Cuánto tiempo vas a
mantenerme aquí?

—Hasta que sea seguro dejarte ir.

—¿Y cuánto tiempo va a tardar? ¿Seis meses? ¿Un año? —Mis palabras
eran amargas—. Así que ahora tengo una cama junto a la ventana.
¿Cómo se diferencia esto de cuando el vampiro me retuvo?

—Maldita sea, Lily, no es así —gruñó Ellis, paseándose.


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—¿No? Entonces ¡dime qué es!

—Él te usó como comida —dijo Ellis, con voz cortada y brutal. La
expresión de su rostro era absolutamente severa—. No le importaste una
mierda. Si vivías o morías. Y yo... —Tragó fuerte y se calmó—. Te amo,
Lily. Y quiero saber qué sientes por mí.

Hubo un largo silencio. De alguna manera, no me sorprendió escuchar


las palabras saliendo de su boca, pero me hicieron sentir... extraña. Era
lo que quería, ¿no? Quería que Ellis se enamorara de mi... excepto que
ahora estaba claro que no importaba si me amaba o no, porque todavía
no traicionaría a su clan para liberarme.

—¿Bien? —Su rostro estaba rígido—. Dime lo que te sientes por mí.

—No lo sé —dije en voz baja.

—¿Qué quieres decir con que no lo sabes?

—Quiero decir que no lo sé —grité furiosa—. ¿Me gusta besarte? Sí.


¿Podría dormir contigo? ¡Sí! ¿Sé si es porque estoy enamorada de ti o
porque solo estoy aferrándome a ti porque eres seguro? No lo sé —
pronuncié las palabras, rápido y brutal—. Oye, aquí está la causa y efecto
para ti, Ellis. Rescataste a una chica y eres la única constante en su
mundo y ella se enamora. ¿Sabes cómo lo llaman? Síndrome de
Estocolmo. Eso es causa y efecto para ti.

—¿Crees que lo que sientes por mí es Síndrome de Estocolmo? —Sus ojos


eran rendijas verdes de rabia, sus puños apretados en sus costados.

—No sé lo que pienso —dije miserablemente—. Todas mis decisiones me


son constantemente arrebatadas.

Se me quedó mirando por tanto tiempo que me removí en la cama,


incómoda. Sequé las lágrimas en mis ojos y aparté la mirada, pero él
permaneció completamente inmóvil, un bloque de hielo amargo.
Maullidos dobles desde la caja en la esquina hicieron que ambos
miráramos, y vi una rizada cabeza empujar desde el costado de la caja,
un maullido quejumbroso sonó más fuerte. Súper Chica tenía mucha
hambre y quería ser alimentada, lo que significaba que Mujer Maravilla
no se hallaba muy lejos.

—Alimenta a los gatitos. Vuelvo en un minuto —dijo Ellis, y salió por el


frente de la cabaña.

Dudé y pensé en ir tras él. Odiaba que estuviera enojado, pero también
me sentía impotente. ¿Cómo era posible que en este momento mi mente
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supiera cualquier cosa, y cómo él podría esperar que yo lo hiciera?


Sacudiendo mi cabeza, fui a la cocina para poner agua caliente, luego
recogí a los gatitos para acurrucarnos.

Para cuando terminé de alimentar a los gatitos y acariciarlos, Ellis aún


no había vuelto. Me acosté en mi cama, los gatitos metidos entre mis
brazos, y pensé. Él tenía que estar en el frente de la cabaña,
desahogándose. Después de que intenté escapar, sabía que no me dejaría
otra vez sola. Solo esperaría que lo intentara de nuevo, y yo no era de su
confianza.

No sé por qué eso me molestó tanto, pero lo hizo.

Acaricié las pequeñas cabezas y orejas de los gatitos, y rasqué las


pequeñísimas espaldas mientras esperábamos que Ellis volviera a entrar.
Anocheció, y justo cuando comenzaba a dormitar, la puerta de la cabaña
se abrió. Me senté, derramando a los gatitos en mi regazo, y me sorprendí
de ver que era Everett, libro en mano. Miré detrás de él, pero nadie más
entró.

—¿Dónde fue Ellis?

—Está tomando un descanso —dijo Everett—. ¿Quieres que te prepare


algo de cenar?

—No, estoy bien —dije en voz baja, metí a los gatitos cerca de mi cuerpo—
. ¿Regresará esta noche? —Afuera estaba oscuro, y Ellis siempre dormía
acurrucado a mi lado.

—No esta noche —dijo Everett. Se sentó a la mesa, abrió su libro y empezó
a leer—. Hazme saber si necesitas algo —dijo, sin levantar la vista.

—Estoy bien —dije una vez más, y me recosté, abrazando a los gatitos.
Supuse que con mis declaraciones de Síndrome de Estocolmo, había
herido a Ellis más de lo que pensé.

Él había dicho que estaba enamorado de mí. Estaba enamorado de mí y


quería saber qué sentía por él. Pasé mis dedos por la pequeña espalda de
Mujer Maravilla y me pregunté, cómo me sentía por Ellis.

***

Ellis no me visitó la semana siguiente. Todas las noches, me fui a la cama


sola, Everett sentado a la mesa de la cocina y leyendo un libro con
linterna hasta las primeras horas del amanecer. Cuando despertaba, era
una persona diferente cada día. Algunas veces era Austin. A veces era
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Jeremiah, o su novio Sam. Ahora estaba siendo visitada por todos los
Russell, excepto por el único que quería ver.

Y eso me puso... triste.

Los gatitos crecían a un ritmo constante, sus pequeños estómagos


hinchados de leche. Ahora daban sus primeros pasos por la cabaña, y ya
no necesitaban tener la almohadilla térmica en su caja. Ahora, dormían
conmigo en la cama, metidos contra mi cuerpo, sus pequeños ronroneos
de calor ni siquiera cerca de un reemplazo del gran cuerpo protector de
Ellis, pero era todo lo que tenía.

Sabía que Ellis se mantenía alejado porque había lastimado sus


sentimientos. Me había confesado su amor y yo había gritado Síndrome
de Estocolmo en su rostro. Así que ahora me daba espacio, estoy segura,
de manera que pudiera resolver lo que sentía por él.

Y la verdad era... que lo extrañaba. Por supuesto, los otros eran


agradables. Everett conversó conmigo más que antes, habló sobre sus
libros. Jeremiah y Sam jugaban cartas conmigo. Austin coqueteó como
un demonio loco y trajo un tablero de Scrabble para que pudiéramos
jugar, e incluso Bathsheba se presentó una vez para mimarme, traerme
ropa nueva, cambiar mis sábanas, y limpiar la cabaña como si los demás
no cuidaran muy bien de mí.

A veces, me sentía más un huésped que un prisionero. Todos a los que


conocí eran agradables.

Pero no eran Ellis, y anhelaba verlo otra vez.

Una mañana, me desperté y para mi sorpresa, ambos Josh y Marie fueron


designados para ser mis “guardianes” ese día. Abracé a Marie por lo que
pareció una eternidad, se amontonó en la cama conmigo mientras que
Josh se sentó cerca y nos escuchó charlar. Con un gatito en cada uno de
nuestros regazos, hablamos todo el día.

—Entonces —pregunté en un momento dado—. ¿Eres... un puma ahora?

Ella asintió y señaló su cuello.

—Cambiada y reclamada por Josh.

Miré detenidamente su piel.

—No veo nada allí.

Un rubor iluminó sus mejillas.


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—Oh, cierto. Sigo olvidando que eres humana. —Hizo una mueca—. Dios,
eso sonó mal, ¿no? No es que ser humano es malo, claro está. Solo que
puedo ver cosas diferentes ahora que soy una cambiadora.

—Cosas diferentes... ¿Cómo qué?

—Bueno, —Inclinó su cabeza, pensando. Su mano acarició la espalda de


Mujer Maravilla, la gatita se acurrucó en sus muslos y durmió—, puedo
ver casi tan bien en la oscuridad como en la luz. Los olores son más
nítidos. Puedo decir quién es un cambiador y quién no, solo por su olor.
Y puedo ver marcas de compañeros. —Hizo un gesto a su garganta de
nuevo.

—¿Qué es una marca de compañero?

—Oh, esto será bueno —dijo Josh, inclinándose y apoyando sus codos
sobre la mesa—. No puedo esperar a que Marie-Pierre explique las aves y
las abejas.

El rubor volvió a sus mejillas.

—Tabarnak —lo maldijo en francés, pero la mirada que le lanzó era


cariñosa—. Las marcas de compañeros son cuando un hombre
cambiaformas reclama a una hembra. Él deja una mordida sobre su
cuello y eso le dice a otros cambiaformas que ella está fuera de límites y
tomada. Los cambiaformas son como ultrasensibles cuando se trata de
cuellos.

—Oh. —Pensé en Ellis. Él había querido morder mi cuello. ¿Había


querido reclamarme para sí mismo? Sentí mis mejillas sonrojándose por
el pensamiento. Yo lo había mordido en cuello una vez y eso había
empezado nuestros besos. ¿Pensó que trataba de reclamarlo? ¿Por eso se
puso tan furioso cuando lo alejé de mí cada vez?

—Sí. Es una cosa de cambiaformas —dijo Marie, mirando a Josh otra vez
y el rubor en sus mejillas se hizo más brillante, aunque Josh solo sonrió.

—Hablando de cambiaformas —dije, tirando de las garras de Súper Chica


de mis leggings—. ¿Qué ha estado haciendo Ellis? No me ha visitado más.

Ella se encogió de hombros.

—Dijo que tenía un montón de trabajo con el que ponerse al día y que
era el momento de que los demás dieran una vuelta. Y de hecho, eso fue
todo lo que dijo, lo que no es normal en Ellis. —Marie golpeó un dedo en
su barbilla pensativamente—. Él es el único que se acerca a hablar tanto
como Josh.
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Josh simplemente resopló.

—Está molesto conmigo —confesé—. Herí sus sentimientos.

—¿Cómo? —Marie parecía verdaderamente curiosa, pero negué. No


quería decirle. Parecía algo muy personal.

Terminamos jugando con los gatitos durante un par de horas más, y


cuando se acercó el anochecer, Marie miró su reloj.

—Everett debería estar aquí pronto. Probablemente se dejó llevar con la


escritura.

Asentí y me levanté de la cama, estirando mis piernas retorcidas. Me


gustaba la compañía, pero la cabaña tenía pocos muebles y cuando
alguien se sentaba a la mesa, significaba que yo tenía que sentarme en
la cama todo el día, y mis músculos se ponían rígidos. Me retorcí un poco
para aliviarlos, y luego bostecé.

—¿Te importa si salgo a la letrina?

—Claro, iré contigo —dijo Marie, poniéndose de pie.

—Ustedes chicas —dijo Josh con voz burlona—. Siempre tienen que ir
juntas al baño. ¿Qué pasa con eso? —Enganchó a Marie alrededor de la
cintura cuando pasó junto a él, y la arrastró a su regazo.

Marie rio y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, retorciéndose


cuando comenzó a besar su oído.

Eran una linda pareja, pero verlos a ellos uno sobre el otro simplemente
hizo que extrañara a Ellis todavía más. Bien, tal vez no era Síndrome de
Estocolmo. No sentía nada por ninguno de los otros. Everett estaba aquí
todos los días, y el señor sabía que Austin coqueteaba como un loco
cuando estaba aquí, pero no eran nada para mí. Solo Ellis me interesaba.

Incluso ahora, Marie chillaba mientras Josh le hacía cosquillas, y rodé


mis ojos con buen humor.

—Realmente me gustaría ir al baño ya.

—Te alcanzaré —dijo Marie entre risas, moviéndose contra Josh.

Negué, sin dejar de sonreír, y salí de la cabaña, cruzando el camino


boscoso hasta el retrete, al final del pequeño claro. Otra vez sería la hora
de alimentar a los gatitos, y tenía un poco de pan que podía dividirse en
una sartén para ellos. Estaban experimentando con alimentos más
sólidos, pero ya que los alimentaba con biberón, eran probablemente más
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mimadas que la mayoría de los gatos. Cazadores feroces no eran, pensé


con una sonrisa mientras emprendía mi camino por el crepúsculo. Pero
eso estaba bien… más bien me gustaba que fueran…

Unas manos me agarraron por detrás, arrastrándome por el suelo.


Helados dedos fríos agarraron la mitad inferior de mi cara, amortiguando
el grito que se construía en mi garganta.

—Trae la mordaza —susurró una voz.

Empecé a luchar a medida que más manos frías me empujaron a la


suciedad. Alguien metió un trapo en mi boca y me ahogué, luego volví a
gritar cuando la cinta adhesiva fue adherida por encima de mi
mandíbula. Mis manos se enroscaron contra los dedos fríos, pero eran
mucho más fuertes que yo.

Y de repente, lo supe.

Conocía esas manos frías. Ellis siempre estaba muy cálido, pero cada vez
que Andre me había tocado, era como ser tocada por un cadáver.

Quienes quieran que fueran estas personas que me raptaban, eran


vampiros.

El miedo me hizo perder el control de mi vejiga. Calor corrió por mis


leggings, y el olor de orina se elevó a través del aire.

—Oh que asco —dijo uno—. Eso es jodidamente asqueroso.

—Guárdalo para más tarde —siseó el otro vampiro—. Necesitamos salir


de aquí. Agárrala. Ahora el saco —dijo uno mientras mis manos eran
forzadas a mi espalda. Sentí una soga morder la carne de mis muñecas,
y un momento después, la persona que me sostenía me hizo rodar sobre
mi estómago y ataron mis tobillos.

Un paño oscuro fue arrojado sobre mi cara, y el mundo se volvió negro.


Me estremecí, el miedo poniendo mi mente frenética

—Vamos —susurró el otro, y fui arrastrada en el aire y luego a través del


bosque. El miedo atascó mis miembros, y no podría haber luchado si lo
intentara.

Los vampiros te mataban si peleabas. Había aprendido eso de Andre.


Ciega por el miedo, colgué inerte mientras ellos me llevaron lejos.
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Traducido por magdys83

Corregido por Mari NC

E
ra difícil respirar bajo el saco que tenía sobre mi cabeza. El
material era grueso, y combinado con la mordaza y mi respiración
desigual y ansiosa, me desmayé.

Desperté un tiempo después cuando alguien empezó a golpetear mi


mejilla.

—¿Todavía está viva? —oí preguntar una voz a la otra—. Despiértala.

La mordaza se arrancó de mis labios un momento después, y parpadeé


de manera confusa a lo que parecían vigas de madera por encima de mi
cabeza. ¿Cuánto tiempo había estado fuera? Alguien bajó la mirada hacia
mí, bloqueando la luz, y entrecerré los ojos, intentando reconocer la cara.
Era un hombre, unos diez años mayor que yo, con cabello castaño
ondulado. A su lado, una mujer con cabello negro ultra-corto caminando
de un lado a otro con impaciencia.

—No se supone que la matemos —se quejó la mujer—. De nada nos sirve
muerta.

Aspiré una respiración profunda. Mi cabello se sentía húmedo, en


realidad, toda mi piel lo hacía. Algo que picaba estaba bajo mis brazos.
¿Paja, tal vez?

—Ella está bien —dijo el hombre—. Siéntala.

Los dos vampiros se movieron, y las manos glaciales me agarraron de


nuevo, arrastrándome en posición vertical. Me quedé mirando el granero
y a lo que parecía estar adentro. Había heno por todos lados, dos vacas
en los establos en el otro extremo, y los implementos agrícolas a lo largo
de la pared. Cerca, la mujer vampiro estaba cepillando el heno de su ropa.

—¿Estás bien? —me preguntó el hombre vampiro.

Lamí mis labios, estaban secos y agrietados.


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—¿Quién eres?

—No importa —advirtió la mujer vampiro, exhibiendo sus colmillos—.


Tenemos que ponernos en marcha —le dijo al otro vampiro—. Nos están
esperando en el patio del cargamento.

—¿Patio del cargamento? —repetí.

—No importa —dijo de nuevo la mujer vampiro.

Me encogí cuando el hombre vampiro me alcanzó.

—Por favor… por favor no te alimentes de mí. —Los recuerdos de las


viejas mordidas enturbiaron mi mente, y el pánico hizo temblar a todo mi
cuerpo.

—Me gusta mi comida libre de orina, gracias —dijo con sarcasmo el


hombre vampiro—. Y además, no eres para comer. Eres… —Cerró su
mandíbula instantáneamente ante la mirada enviada del otro vampiro en
su camino—. Bien, bien. Vamos a ponernos en marcha. No vas a pelear,
¿verdad? Bien.

¿No voy a pelear? El miedo se enfrentaba con practicidad. Si peleaba,


ellos me lastimarían. Andre siempre me había lastimado si lo
desobedecía. Pero… si no peleaba, iban a llevarme a la fuerza de nuevo,
y no sabía qué hacer.

Pero si peleaba… Ellis tendría tiempo para encontrarme.

Si es que aún le importaba.

El hombre vampiro agarró la cinta y la arrojó de nuevo sobre mi boca. Me


levantó en el aire y mi estómago se estrelló contra su hombro. Me
atraganté un poco, y después una idea me golpeó.

Empecé a fingir arcadas, haciendo ruidos como que iba a vomitar. Me


retorcí y jadee, tratando de hacerlo parecer como que estaba por vomitar.

—Oh mierda —dijo la mujer vampiro—. ¡Quítale la mordaza antes de que


se atragante!

Momentos después, estaba de regreso en el heno, y la mordaza arrancada


de mi cara una vez más. Para seguir con mi ardid, rodé a un lado y seguí
con arcadas y jadeando. ¿Podría hacerme vomitar sólo por el puro deseo?

No lo sé, pero tenía un poco más de munición en mi cañón por lo menos.


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—Tenemos que irnos —dijo la mujer vampiro, su voz elevándose en una


nota histérica—. ¡Ignora la jodida mordaza! ¡Sólo levántala y vamos a salir
de aquí!

Esta vez, cuando el hombre vampiro me agarró, me quedé sin fuerzas y


dejé a mi vejiga liberarse de nuevo.

—Mierda, ella me orinó de nuevo —gritó el vampiro, tirándome


bruscamente de nuevo en el suelo.

—No me importa —dijo la mujer—. Levántala, maldición, y…

Un grito atravesó la noche.

Ambos vampiros se congelaron.

—Eso era… —susurró uno.

—Eso creo.

Yo temblaba. El grito sonaba humano… ¿o era un gato? No sabía lo


suficiente acerca de los pumas para decirlo.

—Trae tu arma —dijo la mujer. Escuché el chasquido metálico de algo


asegurándose en el lugar—. Déjala a ella aquí. Si vienen por ella, se
detendrán una vez que la tengan. Si siguen viniendo, dispara.

—Nos vamos a meter en demasiados jodidos problemas si disparamos a


un maldito Russell —se quejó el hombre vampiro—. Dijiste que esto sería
fácil…

—Sólo cállate la jodida boca y corre —dijo la mujer.

El silencio cayó en el granero, y el heno me hacía cosquillas en la nariz.


Esperé en la oscuridad, pero no podía escuchar nada más que a las vacas
en el otro extremo del granero. Mis brazos dolían por estar atados detrás
de mí, y mi piel se sentía en carne viva donde la orina empapó a mis
pantalones.

Un disparo resonó en la distancia y mi respiración se detuvo. Oh Dios.


Por favor. Por favor. Por favor, que estés a salvo, Ellis. Por favor.

—¿Hola? —susurré con indecisión. Mi garganta sonaba ronca—. ¿Ellis?


—Sin respuesta—. ¿Alguien? —Entonces no había nada más que silencio
todavía, quería llorar. ¿Qué estaba pasando? ¿Los vampiros habían
desarmado a los pumas? ¿O el grito fue solo una falsa alarma?—. ¿Por
favor?
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La puerta del granero chirrió abriéndose detrás de mí, y no podía ver


quién era. Me retorcí en el suelo, tratando desesperadamente de ver. Era
la misma puerta por la que habían salido los vampiros, y mi piel se
arrastró ante el pensamiento de que regresaban para agarrarme de
nuevo. En el otro lado del granero, las vacas empezaron a bramar con
ansiedad. Un jadeo de lloriqueo escapó de mi garganta y me retorcí en las
bridas atando mis manos y pies. No iba a llorar. No lo haría. Si solo
pudiera conseguir liberarme…

Una mano cálida tocó mi brazo, y grité en sorpresa.

Volteando, vi a Ellis inclinándose sobre mí, completamente desnudo. Sus


brazos tatuados flexionados mientras me tiraba en posición vertical, y su
rostro era un conjunto de líneas sombrías mientras me estudiaba.

—¿Estás bien?

Estallé en sollozos ruidosos.

—Yo no escapé —chillé—. No me dejes.

—Shhh, Lily. Sé que no lo hiciste, amor. No llores. —Me tiró contra su


pecho, sosteniéndome contra él—. No te voy a dejar. Te lo prometo.

Metí mi rostro contra su pecho desnudo, solo queriendo llorar durante


días en sus brazos. Dios, lo había extrañado tanto esta última semana.

—Me encontraste.

—Por supuesto que sí. Seguí tu rastro de olor.

Me estremecí de vergüenza.

—Mi rastro de orina.

—Aún funcionó. —Sus dedos se colaron por las bridas—. Voy a tener que
transformarme de nuevo para cortar esto con mis dientes.

—Espera, no —dije entre sollozos—. Hay vampiros…

—Marie y Josh los están persiguiendo —dijo suavemente—. Estás a salvo


conmigo.

—Disparo… —balbuceé.

—Está bien —reiteró—. Voy a cambiar ahora, porque voy a volverme loco
si te veo atada un segundo más, ¿está bien?
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—Me oriné así ellos me bajarían —sollocé—. Mis pantalones están todos
mojados de nuevo. Tengo control de mi vejiga, lo prometo.

Él se rio entre dientes y me dio un beso en la punta de mi nariz.

—Lo sé.

La mano de Ellis rozó mi mejilla y luego dio un paso hacia atrás y se


encorvó. Cerré los ojos educadamente, olisqueando fuertemente y con un
ataque de hipo. Hubo ese horrible chasquido del hueso, y unos momentos
después, un hocico cálido rozó mis manos. Lamió mi piel, y yo me retorcí.

—Eso hace cosquillas, Ellis.

Él hizo un extraño ruido de tos en su garganta.

—Me gustaría saber qué significaba eso en puma. Probablemente


“cállate”, ¿verdad?

Él me olfateó, y entonces sus dientes empezaron a trabajar en las bridas.


Un minuto después, mis puños estaban libres y los froté, haciendo una
mueca, mientras él se dirigía hacia mis pies y repitió sus acciones.
Cuando terminó, olfateó mi mejilla y después se movió detrás de mí de
nuevo.

—¿Vas a cambiar de nuevo? —pregunté, limpiando mis mejillas—. ¿O vas


a seguir como un gato?

En respuesta, él me olfateó de nuevo, empujando mi cara. Estaba


cambiando de nuevo.

—Muy bien —dije—. Voy a dar la vuelta. —Me quedé mirando delante de
mí, y mientras lo hacía, las vacas en el extremo del granero se pusieron
cada vez más nerviosas. Me tensé, pero dos pumas más se aparecieron
en el granero, dirigiéndose directo hacia Ellis y a mí—. Compañía —
susurré.

—Está bien —dijo Ellis, y sonaba humano de nuevo. Se puso de pie, lo


miré y me sonrojé, rápidamente agachando mi cabeza. Estaba al nivel del
ojo con sus genitales, y ahora no era el momento para señalar eso. Sus
manos fueron a mis codos y me ayudó a levantarme, su brazo fue
alrededor de mi cintura—. ¿Puedes caminar?

Me tambaleé con paso vacilante en mis pies. Mis piernas estaban bien.
Sólo era mi valor el que me había abandonado y me hizo querer colapsar.

—Estoy bien.
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—No lo estás. Voy a cargarte.

Pensé en mi pantalón de chándal cubierto de orina y me puse nerviosa


por ellos mientras Ellis me llevaba y empecé a llorar de nuevo.

—Shhh —dijo Ellis, arrastrándome junto a él, ajeno a mi olor—. Tengo


esto, Josh y Marie. La llevaré a casa, ¿de acuerdo?

Los dos pumas hicieron el mismo sonido de tos que había escuchado
antes, y después se dirigieron de nuevo fuera del granero.

La mano de Ellis acarició mi cabello.

—Te tengo, amor. Nadie va a lastimarte.

—Yo solo… l-lloro porque apesto. Es por eso que me dejaron, ¿sabes?
Fingí vomitar y me oriné de nuevo. Eran una especie de remilgados. —Di
otro resoplido acuoso—. Los peores secuestradores de todos los tiempos.

Él besó mi frente como si no estuviera totalmente asquerosa en ese


momento.

—Hiciste un gran trabajo, Lily. Estoy orgulloso de ti. Ahora, quítate los
pantalones. Solo yo estoy aquí y ando en cueros. Si nos encontramos con
alguien, les diremos que es un Baile-de-Pantalones-Afuera.

Una risita débil escapó de mi garganta.

—Vamos —dijo Ellis—. Desnúdate de cintura para abajo.

Lo hice, y tan pronto como lo hice, él me tomó en sus brazos y me levantó


como si no pesara nada. No me importó, sin embargo. Me acurruqué
contra él y aspiré mientras salía del granero y hacia la noche.

Y a pesar de que quería ser fuerte, lloré casi todo el camino a través del
bosque. Lloré mientras nos dirigíamos directo al pozo de agua y Ellis me
dejó enjuagarme para estar limpia. Después, cuando estaba empapada
pero ya no olorosa, me envolvió en sus brazos y me llevó de nuevo adentro
de la cabaña.

Inmediatamente busqué a Súper Chica y a Mujer Maravilla, pero no las


vi. El miedo me agarró.

—Los gatitos…

—Están bien —dijo—. Una vez que escuché que te habían llevado, hice
que Everett viniera y se los llevara por esta noche. Él los traerá de regreso
mañana una vez que sepa que todo está bien. —Ellis me puso
suavemente en el borde de la cama y arrastró las sábanas a mí alrededor,
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usándolas como una toalla. Estaba desnuda y temblando por debajo, y


quería no ser la única bajo ellas.

—Y, ¿está todo bien? —pregunté en una voz baja.

Él se sentó junto a mí, sus ojos serios.

—Dime tú.

—¿Q-qué quieres decir?

Ellis se sentó junto a mí, completamente ajeno ante el hecho de que


estaba desnudo. Levantó el brazo, tomó mi mano y la acarició, después
la puso en su mandíbula.

—Siempre has dicho que querías irte. Si quieres irte esta noche, no te voy
a detener. Lo prometo.

Lágrimas nublaron de nuevo mis ojos. Oh genial. Ahora él quería dejarme


ir, ¿Cuando yo no quería nada más que ser retenida?

—Tienes una elección del momento oportuno de mierda —balbuceé.

—Estoy tratando de darte lo que quieres.

—Todo lo que quiero es que me abraces —lloré.

Me arrastró contra él, mi cabeza acunada en su cuello, y su mano


acariciaba mi cabello húmedo.

—Dios, Lily. Cuando me llamaron y dijeron que te habían llevado, me


volví loco. No sabía qué hacer. Me culpaba porque pensé que te estaba
presionando y necesitaba darte algo de espacio, y sentí que en cuanto
diera la espalda, ellos no estarían vigilándote. No puedes creer lo enojado
que me puse con Marie y Josh. Sé que sólo estaban haciendo lo mejor
que podían, pero todo en lo que podía pensar era en ti siendo agarrada
por algunos vampiros, y sé lo asustada que estás por ellos.

Sorbí, pero me sentía mejor. Él era cálido, olía bien y estaba hablando.
Eso me hizo feliz. Pasé los dedos por su cuello mientras hablaba, sólo
escuchándolo.

—Le dije a Beau que esto pasaría, también —murmuró Ellis—. Tan
pronto como los otros vampiros se enteraran de tu liquidación, iban a
salir de sus escondrijos para venir a hablar contigo, ya que no caes
realmente en nuestra jurisdicción. Simplemente no pensé que tratarían
de llevarte físicamente de mí. —Sus manos se apretaron a mí alrededor.

—¿Qué quieres decir con liquidación?


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El seguía acariciando mi espalda, mis brazos, cada centímetro de mi piel


que no estaba cubierta por la sábana ceñida contra mis senos.

—Por Andre. Los vampiros tienen una ley de que si creas otro vampiro,
debes darle la mitad de tus posesiones mundanas. Andre rompió las
leyes, y como sanción, la mitad de su fortuna ha sido otorgada a ti.
Supongo que alguien en el mundo vampiro quiere la posesión de ese
dinero.

—No lo quiero —susurré. No quería nada que me recordara a Andre


nunca jamás.

—Incluso si no lo quieres, todavía es tuyo. Lo cual causa un nuevo


conjunto de problemas. Incluso si te liberas, los vampiros nunca te van
a dejar en paz, porque quieren el control de tu fortuna. Y ya que eres
humana, sólo podemos protegerte durante un tiempo. —Sus manos se
apretaron a mí alrededor—. Y tengo que pelear con cada hueso de mi
cuerpo para no lanzarte en esta cama y convertirte en un cambiador sólo
para mantenerte segura. Porque si eres una cambia puma como Marie,
ellos no serían capaces de tocarte. Estarías a salvo sin importar lo que te
lancen, y vas a tener a la Alianza respaldándote.

Por alguna razón, eso me hizo llorar más fuerte. Él no quería


transformarme porque me quería a mí. Quería transformarme porque
pensaba que estaría más segura de esa forma. ¿Nadie me quería sólo por
mí? ¿No porque era su sabor favorito de sangre o tenía la fortuna de algún
vampiro?

¿Nadie me quería? ¿A Lily Faust? ¿Una mujer humana cutre sin cola,
colmillos, garras, sólo un corazón bastante solitario?

—¿Lily? —Ellis sonaba confundido. Sus dedos rozaron mis mejillas—. No


llores. Lo siento mucho. Sé que no quieres ser convertida, pero nos
estamos quedando sin opciones, y me mata pensar que un vampiro
podría tocarte de nuevo. Tengo que mantenerte a salvo. Tengo que
hacerlo. ¿Lo entiendes?

Negué con la cabeza.

—Por favor, nena —respiró—. Déjame hacer esto. Quiero mantenerte a


salvo.

Limpié mis ojos.

—¿Realmente tengo que llegar a esto?


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—¿Por qué no? —gruñó, la frustración desbordándose de su voz—. Dame


una buena razón por la que no debería convertirte en este momento.

Golpeé un puño en su pecho.

—Porque quiero que lo hagas porque me amas, maldición. No porque


quieres mantenerme a salvo.

Él se puso tenso contra mí y después me empujó de nuevo.

—¿Estás bromeando? —Los ojos verdes que brillaban en su rostro eran


prácticamente feroces—. Estoy jodidamente enamorado de ti, Lily. ¿Por
qué crees que me puse tan loco últimamente? No puedo jodidamente
dormir sin ti junto a mí en la cama, y la idea de Austin aquí coqueteando
contigo me está volviendo loco, y estar alejado de ti ha sido un completo
infierno. Es causa y efecto, ¿sabes? Te dejo para que puedes averiguar
cómo te sientes por mí, y yo soy el que se vuelve loco de deseo. Todo lo
que puedo hacer es pensar en cómo hacer todo lo que quiero…

Agarré su rostro y lo besé. Fuerte.


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Traducido por nelshia y rihano

Corregido por Dianna K

E
llis gimió y su boca se abrió bajo la mía. Nuestro beso fue salvaje,
con dientes chocando y lenguas entrelazadas. Mi boca se movió
contra la suya en forma brusca, frenéticamente, como si estuviera
tratando de devorarlo. La necesidad me consumía, y él sabía tan bien.

—Ellis —gemí contra él.

—Mi dulce Lily —dijo con fiereza, y arrancó las mantas de mi piel con un
brazo, el otro contra mi espalda, sosteniéndome contra él—. Déjame
cambiarte. Déjame mantenerte a salvo.

Me estremecí en sus brazos.

—Pero... entonces, ¿qué me pasa? ¿Si me cambias?

—Te conviertes en parte de mi clan —dijo, presionando rápidos besos


ansiosos en mi cuello moviéndose a mi oído—. Te conviertes en uno de
nosotros y luego te reclamo como mía porque ambos sabemos que tú
perteneces conmigo.

—¿Porque me amas?

—Porque eres mi mundo entero —dijo él suavemente en mi oído, luego lo


mordisqueó con los dientes—. Porque si me dejas ahora, no soy más que
una cáscara vacía sin ti.

Gemí, con mis manos extendiéndose hasta entrelazar mis dedos en su


cabello.

—¿Vas a meterte en problemas si me cambias? —Recordé sus palabras


sobre Marie y Josh, y cómo Josh había arriesgado todo para convertirla,
y como ella había estado muriendo. Yo no me estaba muriendo. Estaba
perfectamente sana.

—No importa —dijo entre besos, y sus dedos se arrastraron por mi


garganta—. Todo lo que sé es que si estás usando mí marca aquí, —Rozó
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las yemas de sus dedos a lo largo del lado de mi cuello—, entonces nadie
puede separarnos nunca más.

Eso era exactamente lo que quería. Pasé mis manos sobre sus hombros,
observando mis dedos bailar a lo largo de los tatuajes en la parte superior
de sus brazos. Él era tan cálido, tan duro con músculos.

—¿Dolerá?

—¿Qué dolerá? ¿La marca de emparejamiento o el convertirte?

—Ambos. Cualquiera. —Estaba colocándome para un montón de


mordidas, ¿cierto? Pero si eran provenientes de Ellis... no me asustaban
exactamente. Cualquier inquietud estaba siendo empujada rápidamente
de lado en favor del deseo mientras su mano rozaba mi brazo desnudo y
apretaba mi pecho al suyo.

—Bueno, nunca he hecho ninguna de las dos. En cuanto a cambiar a


alguien en un cambiaformas, no sé si va a doler y no tengo ganas de
levantarme para preguntarle a Josh y Marie por el momento —dijo Ellis,
luego pasó su lengua por el lóbulo de mi oreja—. Pero dado que las
marcas de emparejamiento están por todas partes, supongo que se
sienten jodidamente bien.

Gemí.

—Supongo que tendremos la oportunidad, entonces. —Me aferré a él, de


repente asustada—. ¿Si me… asusto demasiado, te detendrás?

Él se echó hacia atrás y me miró con tanta ternura que mi pecho dolió.
El dorso de sus dedos rozó mi mejilla.

—Oh, Lily. No quiero hacerte daño por nada. No soy como Andre.

Me apoyé en su toque.

—Lo sé. Sólo estoy un poco asustada.

—No pienses en mí mordiéndote —murmuró él—. Al menos no de esa


manera. Si muerdo la punta de tus dedos ¿te asustarías? —Levantó mi
mano a su boca y comenzó a mordisquear cada dedo.

Un escalofrío sacudió mi cuerpo y lo observé, fascinada por su boca en


mis dedos mientras tomaba cada uno entre sus dientes, mordía, y luego
lamía alejando la punzada.

—Nada asustada —suspiré. Excitada, sí. Asustada, no.


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Besó la palma de mi mano y soltó mi mano y luego deslizó su propia mano


detrás de mi cuello y me atrajo más cerca.

—Y si muerdo tu oreja, ¿te asustarías?

—Siempre podríamos probarlo —sugerí, y me mordí el labio, porque el


pensamiento de él mordisqueando mi oído estaba enviando destellos
eróticos por todo mi cuerpo.

—Entonces vamos a probarlo. —Ellis se inclinó y sentí su lengua rozar


contra el lóbulo de mi oreja de nuevo. Entonces, él mordió ligeramente,
chasqueando la lengua contra el trozo de carne atrapado entre sus
dientes.

Gemí, mi pulso golpeando fuertemente a través de mi cuerpo y


centrándose en la parte baja entre mis muslos. Mis dedos se enrollaron
en su cabello en respuesta, y empecé a jadear de deseo.

—¿Todavía estamos bien? —preguntó Ellis en voz baja, su mano


acariciando mi espalda desnuda.

Asentí, aferrándome a él.

Él me acarició ligeramente a lo largo de mi barbilla, su piel rozando la


mía.

—Sabes deliciosa, por cierto.

Le di una pequeña risa nerviosa.

—Eso he oído. Soy un gran sabor.

La cálida sonrisa de Ellis se desvaneció y podría haberme pateado por


sacar el tema de cualquier recordatorio de que había sido el juguete
masticable de un vampiro. Probablemente no era muy sexy pensar en
eso, y mi piel desnuda aún estaba llena de marcas de mordeduras.
Encorvé mis hombros un poco, tratando de separarme de Ellis.

—Lo siento…

—No hay nada de que disculparte —dijo suavemente. Sus dedos se


cerraron alrededor de mi muñeca y levantó mi brazo, sosteniéndolo de
forma recta y miró fijamente las mordeduras curadas a lo largo de mi
brazo.

Mi muñeca estaba cubierta de marcas de pinchazos rojos, a lo largo de


mis bíceps, todo el camino hasta mi cuello. Me sonrojé de vergüenza,
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sabiendo que el interior de mis muslos, donde estaba la arteria femoral,


tenía el mismo patrón exacto.

—Me veo toda desgastada —dije, avergonzada. No era bonito. Sabía que
no lo era. Las marcas estaban apiladas una encima de la otra y
profundamente excavadas en algunos puntos donde Andre se había
alimentado una y otra vez—. Creo que le gustaba dejar grandes mordidas
feas sobre mí porque era una especie de cosa posesiva de él. Como si el
marcarme más fuera a arruinarme como almuerzo vampiro para todos
los demás. —Además, sabía que jodía con mi cabeza, aunque no le admití
eso a Ellis.

Él se inclinó y besó suavemente mi muñeca, justo sobre una de las


mordeduras que se veía peor.

—No creo que sean feas, Lily. —Su voz era tan suave que mis ojos se
llenaron de lágrimas sólo de la emoción doliendo en mi corazón—. No me
dicen que estás desgastada. Me dicen que eres una sobreviviente. Que
has atravesado el infierno y saliste por el otro lado. —Presionó otro beso
en mi piel, enviando escalofríos por mi brazo—. Y las amo porque son
parte de ti. Amo cada centímetro de ti.

—Gracias.

Ellis levantó la cabeza.

—Dicho esto, me pone celoso que hayas estacado a Andre, porque me


habría encantado conducir una gran estaca de madera a través de sus
bolas un par de veces.

Me reí entre lágrimas.

—Tendrías que esperar en línea para eso. Tengo primicia sobre la tortura
de vampiros.

—Te voy a dar la primicia en eso —dijo con una sonrisa, y siguió besando
mi brazo inferior, entonces dejó caer un último beso en el hueco de mi
codo—. ¿Mi mordedura te ha molestado hasta ahora?

Sacudí la cabeza.

—¿Puedo seguir mordiendo otras partes de ti?

—¿Qué otras partes? —pregunté en voz baja, más curiosa que asustada
ahora. Había tanta adoración y amor en cada toque de la boca y las
manos de Ellis que no estaba asustada, sino intrigada—. ¿Mi cuello?
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—Todavía no —me dijo, y se inclinó para besar mi boca de nuevo. Hice


un sonido de placer y comencé a devolverle el beso con entusiasmo,
gimiendo cuando su lengua rozó la mía. Se sentía como si estuviera
amasando mi núcleo, y me estremecí ante esa imagen mental. Luego se
alejó, murmurando—: Me encanta la forma en que sabes, Lily.

—Te amo, Ellis.

—Voy a seguir mordiéndote ahora —me dijo en voz baja, su mirada fija
en la mía.

—¿Dónde? —pregunté, sintiéndome sin aliento y un poco nerviosa


imaginando todos los lugares en que me podía morder con esa deliciosa
y talentosa boca suya.

Su mano se estiró y acunó uno de mis pequeños pechos.

—Aquí.

Gemí, mis manos aferrándose a su cuello mientras él besaba y lamía mi


boca de nuevo. Su mano sobre mi pecho se sentía increíble. Mis pechos
eran tan pequeños que tenía prácticamente el pecho plano, pero era
ultrasensible, y la sensación de sus dedos rozando sobre mi pezón me
estaba poniendo salvaje.

—He estado tratando de no mirar hacia estos lindos pechos pequeños


desde hace un tiempo —murmuró en mi oído—. Deduje que si te comía
con los ojos mientras estabas toda asustada, eso me haría un imbécil.
Pero tengo que admitir que no puedo dejar de pensar en ellos desde que
te quitaste la blusa en frente de mí. —Su pulgar seguía acariciando de
ida y vuelta sobre mi pezón, jugueteando con movimientos lentos
circulares—. He estado preguntándome si son tan sensibles como espero.
Preguntándome si te gustaría que los chupara, si preferirías que los
acariciara en cambio.

Su constante oleada de descripción estaba volviéndome completamente


salvaje. ¿El tenerlo tocándome mientras me describía todo lo que quería
hacer? Sólo hacía las cosas mucho más intensas. Me encantaba. Mis
manos se movieron por todo su cuerpo, queriendo tocar cada centímetro
de su piel y darle placer como él me estaba dando.

Los dedos de Ellis pellizcaron mis dos pezones al mismo tiempo, y un


escalofrío atormentó mi cuerpo.

—Déjame morder estos, Lily —dijo en voz baja, luego se inclinó para besar
mi boca hambrienta—. Voy a hacerlo muy bien para ti.
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—Por favor —susurré.

Su cabeza se inclinó y su cabello rozó contra la piel desnuda en mi cuello


y el hombro un momento antes de sentirlo levantar mi pequeño pecho y
apuntarlo hacia su boca. Sus labios rozaron la punta una vez, dos veces,
y luego metió el pezón en su boca y chupó duro.

Un gemido de necesidad se me escapó, convirtiéndose en un jadeo. Oh


Dios, eso se sentía increíble.

La lengua de Ellis dio golpecitos contra mi pezón, provocándolo de un


lado a otro, y luego suavemente lo mordió con los dientes.

—¿Cómo se siente, Lily?

Gemí en respuesta. Se sentía bien. Tan bien.

—¿Te gusta eso?

—S-sí —exhalé.

—¿Qué pasa si beso la dulce pequeña pendiente aquí? —Él acarició


contra el diminuto montículo de mi seno, lamiendo la piel y luego dándole
un pellizco juguetón—. ¿Eso te molesta?

—No, me gusta. Me gusta todo lo que estás haciendo. —Mi voz era tímida
y acaricié su cuerpo con mis manos, rasgando su piel—. No estoy
asustada. No contigo. Sé que me vas a mantener a salvo.

Él dio un gemido bajo y me empujó hacia atrás, hacia la cama.

—Dios, te amo, Lily. Eres todo para mí. —Su boca presionó besos en mis
pechos y el valle entre ellos—. No sabía por qué los otros se ponían tan
locos sobre sus compañeras, pero ahora lo sé. En todo lo que puedo
pensar es en tu esencia, tu sabor, la forma en que tus labios se hinchan
cuando los beso... lo que sentiría al hundirme entre tus muslos y
enterrarme allí. —La punta de su nariz rozó ligeramente sobre mi piel—.
Creo que sería el puro cielo.

Sus palabras me estaban conduciendo a un punto álgido, y me retorcí


con anticipación mientras se acomodaba entre mis piernas.

—Quiero eso —jadeé—. Quiero todo eso. Quiero que me tomes como tuya.

Ellis gruñó por mis palabras y su boca se arrastró hasta mi cuello. Sus
dedos se entrelazaron en mi cabello mojado e inclinó mi cabeza hacia
atrás, dejando al descubierto mi cuello.
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—¿Segura que quieres que haga esto? Porque quiero reclamarte aquí
mismo. —Su lengua lamió a lo largo de una de las cuerdas de mi cuello,
exactamente donde Andre había dejado una marca—. Te cubriría con mi
reclamo aquí, así todo el mundo sabría que te he tomado como mía.

La posesividad en su voz me hizo temblar.

—Quiero ser tuya.

—Entonces dime si te asustas, y me detendré. —Ellis se inclinó y lamió


el punto otra vez, luego una tercera vez.

Mordí mi labio, esperando. No tenía miedo. Este hombre me amaba. Yo


lo amaba. No había nada del pasado en su tacto suave y amoroso.

—Estoy lista.

Inmediatamente, sentí dientes hundirse en la piel de mi cuello, de


manera afilada y penetrante. Un aluvión de recuerdos me atravesó, todos
malos. Andre, succionando fuerte. Andre, riéndose de mi dolor. Las
manos húmedas y pegajosas de Andre y su boca asquerosa mientras
tomaba mi sangre y luego descartándome en el piso de tierra como si
fuera nada. Me puse rígida, todo el placer desapareciendo, y un sonido
aterrado escapó de mi garganta.

Entonces, una lengua caliente se arrastró sobre la mordedura.

—Shhh —dijo Ellis—. Te tengo, Lily. Está hecho. Ahora eres mía. —El
orgullo agresivo en su voz me hizo relajarme, y sus brazos continuaron
sosteniéndome cerca, su cuerpo caliente presionando el mío en el
colchón. La sensación de su gran silueta sobre la mía era tranquilizadora,
por extraño que parezca, toda esa piel caliente me recordaba que esto era
diferente que antes. Este era Ellis. Él nunca me haría daño sólo por ser
cruel.

Su boca siguió lamiendo suavemente sobre la mordida, calmándola con


trazos de su lengua. Se sentía un poco áspera y rugosa, un poco como la
de un gato, y me pregunté por lo afilado de sus dientes.

—¿Te... te transformaste un poco para morderme?

—Sólo un poco —admitió. Su mano se deslizó hasta mi pecho y comenzó


a jugar con mi pezón otra vez, casi como si no pudiera evitarlo—. ¿Te
asusté?

—Sólo al principio —admití, y mis manos se movieron a sus bíceps,


tatuados con colores brillantes y tan firmes que me hicieron agua la boca.
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Los apreté, admirando su cuerpo—. Pero entonces recordé quién eras y


estuve simplemente bien.

Sus labios se arrastraron sobre mi clavícula y hacia abajo a las curvas


de mis pechos otra vez.

—Voy a morderte de nuevo, Lily —murmuró, luego chasqueó la lengua


sobre uno de mis pezones. Todavía se sentía áspera, casi felina, y cuando
él me miró, sus ojos brillaban con esa ferocidad verde que había llegado
a asociar con Ellis a punto de perder el control—. Necesito morderte más
si quiero convertirte. Pero voy a hacerlo bueno. Te lo prometo.

Me estremecí un poco ante la idea.

—Confío en ti, Ellis. Soy tuya.

Él gimió.

—Dios, eres dulce. —Su boca se movió sobre la punta de mi pecho de


nuevo, lamiendo y provocándolo con esa lengua extrañamente áspera
hasta que estaba arqueándome en la cama y gimiendo de necesidad.

Esta vez, cuando él me mordió, no hubo más que un dulce y penetrante


placer. Me retorcía debajo de él mientras hundía sus dientes en el
pequeño montículo de mi pecho, su lengua áspera chasqueando contra
mi pezón tan rápidamente que estaba prácticamente revoloteando… y mi
pulso parecía estar moviéndose a tiempo con ésta.

—Oh, Ellis —jadeé, y mis uñas se clavaron en sus hombros, incluso


mientras envolvía mis piernas alrededor de sus caderas y enterraba mis
talones en esas nalgas blancas y tensas que había estado admirando
desde hace días—. Oh, Dios, eso es bueno.

Un bajo gruñido salió de su garganta, y me retorcí debajo de él, amando


el sonido.

Eventualmente, él levantó su boca y me miró. Estaba sexy con la


necesidad, sus labios carnosos y resbaladizos, su pelo cayendo sobre su
frente, los ojos brillando como faros.

—Voy a morder incluso más abajo, Lily.

Gemí y mis caderas se levantaron, brincando en respuesta a la imagen


mental.

—Hazlo. Dios, hazlo.


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Él se deslizó por mi vientre y mis piernas cayeron abiertas. Ellis besó y


lamió cada centímetro de carne que él pasaba, hasta que llegó a los rizos
ubicados en la unión de mis muslos. Mis piernas temblaron y se
flexionaron sin poder hacer nada, hasta que una de sus grandes manos
agarró mi cicatrizado muslo y lo empujó contra la cama, extendiéndome
ampliamente.

Se quedó mirando la línea de mordiscos a lo largo de mis dos muslos


internos por tanto tiempo que empecé a retorcerme por la incomodidad.

—¿Ellis?

—Quiero jodidamente matar a ese bastardo —dijo él, la voz cargada de


emoción.

—Te gané en eso.

Su mirada se deslizó de nuevo a mí, sobresaltada. Entonces se rio, el


sonido retumbando en su garganta casi como un ronroneo.

—Lo hiciste, amor. Tú lo hiciste. —Muy suavemente, él se inclinó y besó


las marcas de mordiscos a lo largo de la suave carne de la cara interna
de mi muslo—. No voy a morderte aquí, sin embargo. No necesito tu vena.
Te necesito a ti. —La mirada que disparó en mi dirección era malvada—.
Y tengo en mente una reclamación mucho más íntima.

Mi aliento se atascó en mi garganta, mi mente llenándose de imágenes


mentales.

—¿Q-qué tipo de reclamación?

Ellis se movió hacia adelante, ajustando su cuerpo grande entre mis


piernas hasta que su rostro se cernía a centímetros de los rizos de mi
coño.

—Voy a tomar toda esta dulzura para mí mismo. —Y él se inclinó y


acarició mi sexo, inhalando profundamente—. Dios, tu olor es increíble.

Nunca había sido olida tan íntimamente. Empecé a jadear excitada, mi


pecho subiendo y bajando rápidamente. Me apoyé en mis codos, con
ganas de ver su boca mientras separaba suavemente los labios de mi
coño e inhalaba de nuevo.

Entonces, él hundió su cabeza y me lamió, largo, lento y profundo.

Casi me salí de la cama.

—Oh Dios, tu lengua…


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Era áspera, y sentía cada centímetro de ella acariciando mi carne


sensible, enviando ondas de shock a través de mi cuerpo. El sexo oral
normal era genial. ¿El sexo oral con una lengua con textura? Me dejaba
alucinando. Mis muslos temblaron mientras él lamía lentamente mis
pliegues de nuevo, su lengua chasqueando una vez contra mi clítoris.

—Ellis —gemí—. Oh dios, Ellis, por favor.

—Voy a morder este dulce coño —dijo, en voz baja y ronca—. Voy a hundir
mis dientes en esta deliciosa carne y reclamarte justo aquí para mí.

Temblé.

—Por favor.

Pero en lugar de hacer como prometió, sólo lamió mis pliegues de nuevo,
lamiendo la humedad entre mis piernas. Me retorcí, mis caderas tratando
de levantarse en respuesta, pero su mano se apoderó de mi bajo vientre
y me apretó contra la cama, manteniéndome fija para que él pudiera
atenderme con su boca.

Y continuó besando, chupando, mordisqueando y lamiendo mi carne.


Una y otra vez, sin parar pacientemente, Ellis lamió mi sexo desde mi
núcleo hasta mi clítoris, arrastrando esa sensitiva lengua por cada
centímetro. Normalmente me venía con un montón de estimulación del
clítoris, pero Ellis estaba, aparentemente, decidido a volverme loca de
deseo en su lugar, su boca nunca se mantenía en un solo lugar por
mucho tiempo, y cuanto más intentaba dirigirlo hacia mi clítoris, más
parecía él alargar su sesión de besos con mi coño.

No es que me importara, por supuesto. Estaba comiéndome con gusto, y


me encantaba. Me encantaba, y sin embargo, quería más. Necesitaba ese
mordisco que él había prometido.

—Ellis —rogué—. Tómame como prometiste.

—Creo que soy adicto a este dulce sabor —me dijo, deslizando su lengua
por los labios de mi coño de nuevo—. Estás tan húmeda de deseo que no
puedo evitarlo. Amo cada sabor tuyo.

—Por favor —jadeé, dejándome caer en la cama. Verlo comerme me


estaba volviendo doblemente tan salvaje como me había imaginado y no
podía aguantar mucho más de esto. Llegué a él, arrastrando mis dedos
en su corto y sedoso pelo y jalé, tratando de dirigirlo hacia mi clítoris
palpitante—. Por favor.
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—¿Quieres que te reclame? —preguntó, mirándome. Su boca estaba


brillante con mis jugos, y eso envió otro rayo de lujuria golpeando a través
de mi cuerpo.

—Dios, sí —gemí.

—¿Quieres que hunda mis dientes justo en este dulce coño y lo reclame
para mí?

Tiré mi cabeza hacia atrás y jadeé, sus palabras trayendo una nueva
ronda de humedad entre mis piernas.

Uno de sus dedos rozó los labios de mi sexo, y luego comenzó a deslizarlo
hacia atrás y adelante, arrastrándolo a través de la humedad que yo
estaba produciendo.

—¿Necesitas que te tome como mía?

—¡Sí! —La palabra rompió en un sollozo de necesidad.

Me tensé cuando sentí su boca presionando contra los rizos de mi sexo,


besándolo. Quería retorcerme contra él, no quería un beso, quería ser
devorada... cuando sentí sus dientes superiores hundirse en la carne
regordeta de mi montículo. Me quedé sin aliento en estado de shock...

...Y grité cuando su lengua se abrió paso entre los labios de mi sexo y se
frotó contra mi clítoris.

Todo mi cuerpo se sacudió, y sentí a Ellis gruñir contra mi piel. Estaba


en otro mundo, su lengua seguía arremetiendo contra mi clítoris,
frotando y frotando una y otra vez como yo lo quería. Sentí sus dedos
presionar contra mi núcleo, sentí dos de ellos deslizarse profundo, y luego
sentí sus dientes hundirse en mi montículo de nuevo.

Y me vine. Dios, me vine. Me vine tan duro y tan salvaje que todo mi
cuerpo parecía temblar y estremecerse, y grité del puro alivio de mi
liberación. Se disparó a través de mí como un tren de carga, casi violento
en su intensidad, y mis talones se hundieron en el colchón, mis caderas
levantándose incluso mientras él continuaba trabajando mi clítoris, sus
dedos empujando profundamente en mi interior. Y yo seguía viniéndome
y viniéndome, la onda de la marea rodando a través de mí.

Con un gemido, el orgasmo interminable finalmente comenzó a


disminuir, y mi cuerpo rígido se derrumbó de nuevo bajo él. Jadeé,
aturdida por lo que acababa de experimentar.

—Oh dios —murmuré—. Eso fue muy bueno.


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Ellis se rio y pasó su lengua contra mi clítoris una vez más, enviando una
pequeña réplica a través de mi cuerpo. Sus dedos se deslizaron de mi
interior e hice un pequeño sonido de protesta. En el siguiente momento,
sin embargo, su peso me presionó hacia abajo sobre la cama, y su boca
estaba sobre la mía de nuevo, y podía probarlo tanto a él como a mi
orgasmo en su boca, y gemí contra sus labios.

—Eres tan sexy —murmuró contra mi boca, luego deslizó su lengua


contra mis labios entreabiertos—. Estoy tentado a hacerlo todo de nuevo
sólo para verte venirte de nuevo.

—Oh dios, creo que me disolvería en un charco si lo hicieras —dije,


arrastrando mis uñas por su espalda. Sus caderas colocándose contra la
cuna de las mías, y sentí su polla luchando contra mi coño. Sacudí mis
caderas un poco, frotándome contra su carne. Él se sentía tan bien sobre
mí. Me encantaba el peso de él—. Mmm. Pero, ¿qué pasa contigo?

—¿Qué pasa conmigo? —dijo, girando sus caderas contra las mías para
que su polla se arrastrara contra mi coño sensible. Sus brazos apoyados
estaban desbordados de colores tatuados y me encantó verlos flexionados
cuando él enjauló mi cuerpo bajo el suyo. La sensación de su polla
arrastrándose contra mi carne resbaladiza estaba volviéndome un poco
loca, y sentí la necesidad construyéndose a través de mi cuerpo otra vez—
. ¿Crees que no obtengo ningún placer de eso, Lily? ¿Crees que odié
reclamarte con mi boca?

Me estremecí, sus palabras enviando deliciosos visuales a través de mí lo


que desató la necesidad incluso mientras el arrastre de su polla reavivaba
el fuego que él acababa de extinguir.

—Creo que eres demasiado bueno en esto —jadeé. Me incliné y mordí uno
de esos deliciosos bíceps, sin poder evitarlo. Su piel estaba ligeramente
húmeda con sudor, y el olor de él era increíble.

Él gruñó bajo.

—Estoy a pulgadas de tomarte. De sólo hundirme profundo y follarte


malditamente duro hasta que estés gritando mi nombre.

—Oh Dios, eso suena bien —suspiré—. Pero... condones.

Él sacudió la cabeza.

—Yo no puedo darte nada. Incluyendo un bebé.

Le fruncí el ceño.
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—¿Qué? ¿Eres estéril?

—No. Sólo somos fértiles si tú estás en celo. El resto del tiempo,


disparamos vacíos. —Se inclinó y me besó de nuevo—. Y no podemos
contraer enfermedades. Es por eso que Josh convirtió a Marie. El
metabolismo cambiante destruye cualquier tipo de enfermedad. Somos
ridículamente saludables.

—Esto... suena como una línea para que puedas ir al natural —dije con
escepticismo.

Para mi sorpresa, Ellis echó atrás la cabeza y se rio.

—No lo es. Te lo prometo. —Se inclinó y acarició mi cuello, todo su cuerpo


presionado contra mi piel—. Me encantaría más que nada llenarte con
mis bebés.

—Bien, bien…

Se rio de nuevo.

—No en este momento. Pero tal vez en el futuro.

Me relajé.

—Tal vez en el futuro.

—Tengo cosas de qué preocuparme en mi mente en este momento —dijo


él, se inclinó y mordió mi labio inferior, chupándolo suavemente en su
boca.

Y justo así, mi necesidad se volvió un infierno en toda regla.

—Te necesito, Ellis —murmuré cuando soltó mi boca—. Menos hablar,


más hacer.

Él gimió y enterró su cara en mi cuello.

—Dios, te amo.

—Yo también te amo —murmuré mientras él cambiaba su peso entre mis


muslos—. Yo…

Entonces mis palabras murieron en un sorprendido ahogo mientras él se


abría camino muy dentro de mí. Con un suave movimiento, Ellis se
asentó hasta la empuñadura. Mi aliento silbó, podía sentir cada vena en
su polla, sentir el calor de su piel contra la mía.

—Oh, Dios, eso es tan bueno.


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Mi normalmente vocal Ellis no dijo nada. Él simplemente volvió a gemir


y giró sus caderas, empujándose más profundo en mí. Luego se retiró y
se hundió en mí una vez más.

Jadeando, cerré mis piernas alrededor de sus caderas, mis dedos


deslizándose por su espalda y hundiéndose en sus nalgas para poderlo
empujar más duro en mí. Se sentía tan increíblemente bien, y yo estaba
tan llena.

—Creo que me gusta esta cosa de cambiaformas —jadeé—. Puedo sentirlo


todo…

Él se metió en mí otra vez, mis palabras ahogándose. Era difícil


concentrarse cuando él me estaba follando tan profundo que cada golpe
parecía estremecer mi cerebro, dejándome aturdida y hambrienta por
más al mismo tiempo. Gimiendo, me aferré a él cuando comenzó a
bombear rápidamente en mí, sus caderas martilleando contra las mías.
Nuestros cuerpos estaban presionados tan fuerte que cuando él inclinó
sus caderas, lo sentí en mi clítoris, algo que nunca había experimentado
antes. Cuanto más duro se apoyaba sobre mí cuando él empujaba, más
me encantaba.

Dentro de unos momentos, iba a volverme salvaje con mi propia


necesidad invadiéndome, levantando mis caderas con cada empuje y
encontrándolo con mis propios gritos de necesidad. Ellis se había
quedado totalmente en silencio, su respiración desigual el único sonido
aparte de la mía. Una y otra vez, se mecía hacia mí, cada ángulo
golpeándome correctamente.

—Oh dios —gemí cuando sentí el deliciosamente familiar endurecimiento


en mi cuerpo—. Creo que me voy a venir otra vez. Yo… ¡Oh Dios! ¡Oh,
Dios! —Tan cerca, y sin embargo, sin llegar ahí. Cada empuje parecía
diseñado para ser aún más desesperante. Necesitaba más de la charla
sucia de Ellis para llevarme al borde—. ¡Di algo!

Ellis soltó un suspiro entre sus dientes.

—Voy… a perderlo si trato de hablar —dijo entre los dientes apretados—


. Maldita sea, pero eres tan. Jodidamente. Sexy.

Con cada palabra, golpeó en mí otra vez, con cada una golpeando su
cuerpo más fuerte contra el mío.

—Y. Eres. Mía.

Me vine con un grito, mi cuerpo cerrándose contra el suyo y todos los


músculos de mi cuerpo estremeciéndose y temblando con la liberación.
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Ellis dejó escapar un gruñido salvaje, empujando en mí violentamente, y


luego se estaba viniendo conmigo, ambos yendo sobre la cresta juntos.
Estrellas bailaban delante de mis ojos mientras mi coño apretaba a su
alrededor, pareciendo exprimirlo mientras se venía.

Y luego se desplomó encima de mí, jadeando, y yo me aferré a él, tan sin


aliento como él lo estaba. Miré hacia el techo de la pequeña cabaña,
aturdida. Repleta, pero aturdida.

—Guau.

Ellis exhaló lentamente.

—Maldita sea. —Sus dedos rozaron arriba y abajo mi costado, un


movimiento agradablemente consolador—. No te hice daño, ¿cierto?

—No, en absoluto —dije soñadoramente. Mi cuerpo todavía palpitaba de


nuestro amoroso encuentro, y parecía centrado en los puntos donde él
me había mordido—. Así que... ¿crees que fue suficiente para convertirme
en un cambiador?

Él se apoyó en un codo, estudiando mi cara. Con ternura, sus dedos


apartaron un mechón de pelo de mi frente húmeda.

—No estoy seguro. ¿Sientes algo diferente?

Sacudí la cabeza.

—Bueno, ya sabes lo que esto significa, entonces —dijo Ellis, una sonrisa
pícara curvando su boca—. Parece que vamos a tener que intentarlo de
nuevo.

Me reí y envolví mis brazos alrededor de su cuello, arrastrándolo cerca


para darle un beso.

—Qué terriblemente decepcionante.

—Mmm. Estoy decidido, sin embargo. No voy a renunciar. —Él


mordisqueó mi oreja—. Te voy a morder y follar tantas veces como sea
necesario, y eso es una promesa. Si es una dificultad que debo soportar,
voy a ser dedicado.

Solté un bufido, pero mis dedos bajaron por su espalda, hacia su glúteo,
y lo apreté, disfrutando de la carne apretada bajo mis dedos.

—Sólo déjame saber cuando estés listo para comenzar a dedicarnos de


nuevo.

Él gimió.
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—Dale a un hombre un minuto para recuperarse.

Chasqueé la lengua entre mis dientes.

—No me di cuenta que tu resistencia fuera tan deficiente.

—Voy a mostrarte lo deficiente… —dijo él, inclinándose para acariciar mi


cuello de nuevo, y distraerme de cualquier burla adicional.
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Traducido por âmenoire90

Corregido por flochi

H
icimos el amor tres veces más, tres apasionadas, llenas de
mordidas, sexys, gloriosas y agitadas veces, antes de que mi piel
empezara a ondear en respuesta y garras surgieran de mis
dedos. Me aterroricé, pero Ellis estaba eufórico, y con caricias
reconfortantes de sus manos en mi piel e instrucciones fáciles, me
acompañó a través de mi primer cambio.

Después de eso, fue sorprendentemente sencillo. Ellis estaba sorprendido


por la facilidad que tuve con el cambio. Me dijo que Marie tuvo un muy
difícil primer cambio, y le recordé que ella había estado muy enferma. De
cualquier manera, se veía extremadamente aliviado. Y feliz. Lo que
terminó siendo otra ronda de sexo después de que corriéramos a través
del bosque en forma de pumas.

A la mañana siguiente, nos vestimos y dejamos la cabaña, tomados de la


mano. Caminamos unos pocos metros a través de la maleza boscosa. No
parecía nada más que un desastre para mí, pero Ellis instintivamente
sabía a dónde íbamos, y bastante seguro, eventualmente llegamos a
través de un claro conocido, el lugar del día de campo.

—Entonces, ¿qué es esta casa, de todas formas? —le pregunté, mirando


la enorme casa y el granero a la distancia.

—Aquí es donde vive mi familia —dijo Ellis—. Bueno la mayoría de ella.


Hay un montón de espacio ahora que la gente se está dispersando. Beau
y Bathsheba dividen su tiempo aquí durante la semana y en su propia
cabaña privada durante los fines de semana. Ramsey y Sara viven a pocos
metros de aquí. Josh se acaba de mudar al departamento de Marie. Y mi
primo Jere vive con Sam y Miko. Pero Austin, Everett y yo vivimos aquí y
manejamos el lugar. Somos dueños de todo esto. —Apuntó hacia la
distancia e hizo un círculo con su mano—. Varios cientos de acres. Nos
da suficiente espacio para correr alrededor, ¿sabes?

—Vaya. ¿No implica un montón de trabajo?


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Me sonrió.

—Por supuesto que lo hace. Por eso me convertí en veterinario. Así podía
averiguar cómo cuidar un poco mejor de nuestros animales. Me
especializo en medicina de la granja.

—Y gatitos —me burlé. Lo que hizo acordarme. Apreté su mano—.


Hablando de eso, ¿dónde están nuestros gatitos?

—Everett tiene a Mujer Maravilla y a Súper Chica en su habitación. Estoy


bastante seguro que estará listo para entregarlas tan pronto como
entremos.

—No puedo esperar para verlas —admití, sintiéndome tan increíblemente


feliz que podría explotar.

—Bueno, vamos entonces —dijo Ellis, y nos apresuramos hacia la puerta


trasera de la casa.

Se abrió antes de que pudiéramos tocar el pomo, y un hombre sonriente


que lucía con una versión mayor de Ellis se encontraba allí.

—Oye, Beau —dijo Ellis, jalándome un poco más cerca de él—. Traeré a
Lily a casa. Ella es mía. La cambié y la reclamé. —Con esa audaz
declaración, él prácticamente vibró con tensión. Suficientemente raro,
pude oler el cambio de emoción en el aire, sólo uno de tantos cambios a
los que tendría que acostumbrarme como cambiadora, sospeché.

La mirada de Beau se movió sobre mí, descansado en mi cuello, y luego


de regreso a Ellis.

—Debimos haber discutido esto primero…

—Nada que discutir —dijo Ellis—. Amo a Lily, ella me ama, y puedo
mantenerla segura si es parte del clan Russell. No voy a dejar que otro
vampiro ponga sus asquerosas manos encima de la mujer que amo.

Beau se cruzó de brazos.

—Me doy cuenta que acabamos de relajar las reglas sobre cambiar
humanos para emparejar, Ellis, pero maldición, ¿cómo va a lucir si los
únicos cambiando mujeres son los Russell? Primero Josh, ahora tú…

Ellis ondeó una mano.

—Entonces pagaremos una multa. No me importa.

Beau resopló.
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—Será una bonita multa y jodidamente grande, me imagino.

—Tengo dinero, ¿no es así? —pregunté, hablando por primera vez desde
que Beau había llegado—. ¿No dijo alguien que tenía mucho dinero de los
vampiros?

—Unos pocos millones —admitió Beau.

Mi mandíbula cayó.

—¿Pocos… millones?

—Um. Espero que la multa no tome todo —dijo Ellis.

Los labios de Beau se torcieron con diversión.

—Sinceramente dudo eso. ¿Considerando que los vampiros van a tener


que pagar otra multa por atacar anoche a Lily mientras estaba en
territorio protegido? Diría que probablemente van a quedar a mano.

—Oh —susurré. Vaya. Era millonaria.

—Necesitamos dejarles saber que ahora es una puma —dijo Ellis en un


tono decidido y me jaló más cerca—. No voy a dejar que la toquen de
nuevo.

—Probablemente tendrá que demostrar su transformación —dijo Beau,


pero pareció relajarse, las líneas en su frente se alisaron—. Pero lo
admito, esto resuelve algunos problemas. ¿Estás seguro que no la
convertiste sólo por capricho? —Le dio una mirada fiera a Ellis.

—Beau, eres mi hermano mayor y todo, pero voy a golpearte en la boca


si dices algo más despreciando a Lily —dijo Ellis alegremente—. La amo,
y ese es el fin de la historia. —Miró hacia mí, y sus ojos reflejaron tal
ternura que casi lloriqueé ante la visión.

—Bien entonces —dijo Beau. Su mirada era dura mientras nos veía a mí
y a Ellis—. Tenemos mucho que hacer. Necesitamos avisar a la policía
que Lily ya no es una persona extraviada, una vez que tengamos una
buena historia de encubrimiento. Necesitamos decirles a los vampiros
que ella ha sido transformada y ahora está bajo nuestra protección.
Tenemos que hacerles saber al consejo de alfas que otra mujer humana
ha sido transformada. Necesitamos establecer a Lily en nuestro clan y
empezar a enseñarle como controlar su cambio, y… —Su expresión se
suavizó—, ustedes dos necesitan entrar así podemos darle a Lily la
bienvenida apropiada a la familia. Bath está cocinando el desayuno y va
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a tener un ataque si no alimentas a tu compañera antes de dejarla correr


alrededor y practicar sus formas de cambiar.

Ellis se rio, frotando su cabello desordenado.

—Sí, señor.

—Y tu gemelo está tratando de endosarle esos dos gatos ruidosos a


cualquiera que los acepte.

—Los tomaré —dije inmediatamente, sonriendo—. Son míos.

—Entren, entonces —dijo Beau, haciéndose a un lado así podíamos


entrar en la cálida y amistosa cocina de la casa Russell. Dentro de
minutos, tanto Ellis como yo estábamos rodeados de los otros, con platos
de comida siendo empujados frente a nosotros. Sostuvimos a nuestros
gatitos y traté de no llorar de emoción mientras acariciaba con mi mano
la cabeza rizada de Súper Chica y me recostaba contra Ellis, mi
compañero, mientras la esposa de Beau se quejaba sobre nosotros, y
Austin y Everett molestaban a Ellis por enamorarse de mí.

La vida era buena. Estábamos en casa.

Estaba en casa.

Y mientras me acurrucaba contra mi compañero y acunaba a nuestras


gatitos, él besó mi frente y murmuró palabras traviesas en mi oído, y de
nuevo encajé en el mundo.
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Ryder esconde un oscuro secreto de sus


compañeros de trabajo en Midnight Liaisons.
Cada vez que ella se siente atraída sexualmente
por un hombre, su lado dragón se abre paso.
¡No es exactamente atractivo! Pero tiene que
perder su virginidad antes de su vigésimo
quinto cumpleaños, o se convertirá en un
dragón para siempre.

¿Su solución? El gran y fornido Hugh, el


guardián designado de su castidad. Él es
claramente caliente para ella, pero tiene
razones poderosas para resistirse a Ryder.
¿Puede la tentación (y el amor) posiblemente
encontrar un camino entre estos dos?
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Jessica Sims vive en Texas. No le gusta escribir bibliografías, así que


indudablemente algo bueno vendrá después, cuando realmente piense en
algo interesante que escribir. Tiene algunos gatos, pero, ¿qué escritor no
los tiene? Juega videojuegos y confiesa que lee historietas. Y le gusta
escribir, pero eso es bastante obvio.

Está representada por Holly Root en la Agencia Literaria Waxman.


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Moderadoras
LizC y Mari NC

Staff de Traducción
âmenoire90 Flochi LizC

Becca Herondale Helen1 Magdys83

BookLover;3 Iarii Nelshia

Feer:) Liseth Johanna Rihano

Staff de Corrección
G.Dom Dianna K

Gabba flochi

Mari NC

Recopilación y Revisión
Mari NC

Diseño
PaulaMayfair
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