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Los estipendios de la Misa en la regulación actual

Autor: Pedro María Reyes Vizcaíno

Quizá uno de los temas que, en la práctica pastoral, interesan más a los fieles, es el de los
estipendios u ofertas por la celebración de la Misa. Por su propia naturaleza, además, es un asunto
delicado: se trata de una cuestión que afecta al sacramento de la Eucaristía.

Es una práctica muy antigua en la Iglesia la de ofrecer al sacerdote celebrante una cantidad de
dinero, como limosna por la celebración de la Misa. El sacerdote que recibe tal cantidad y acepta el
encargo queda obligado en justicia a ofrecer una Misa por la intención del donante.

Históricamente ha revestido formas muy diversas; incluso existen fundaciones de Misas, es decir,
capitales a veces considerables destinados a pagar Misas que se deben ofrecer por la intención que
indique el fundador, normalmente el bien de su alma o la de su familia (cfr. Código de Derecho
Canónico, can. 1303, § 1, 2º). Algunas de estas fundaciones han soportado el paso de los siglos.

El fundamento de esta práctica es enteramente sacramental: los fieles que ofrecen un don por la
Misa que se celebra se asocian más íntimamente a Cristo que se ofrece a Sí mismo en la Hostia
Santa. Además, está el sentido que tiene de limosna, práctica enseñada por el mismo Jesús. No sólo
eso, sino que mediante los estipendios, los fieles ayudan al sostenimiento de la Iglesia y sus
ministros. Por lo demás, el sacerdote que acepta el encargo se obliga no sólo a celebrar una Misa,
sino a ofrecerla por una intención determinada, incluidas las almas de los difuntos. Y aquí la
cuestión de los estipendios roza otro tema a veces atacado, en el que no se va a entrar en este
estudio, como es el del purgatorio.

No se puede olvidar, además, otra cuestión que entra en juego en esta materia, y se refiere a las
relaciones de justicia que surgen entre el donante y el sacerdote que acepta el estipendio. En efecto,
si el sacerdote acepta el don que le ofrece un fiel a cambio de celebrar una Misa por cierta intención,
el sacerdote queda obligado a ello en virtud de la justicia. Y rigen al respecto las normas que la
Moral enseña sobre la justicia.

Pero el riesgo de aparentar simonía también es claro. Por eso la autoridad eclesiástica desde siempre
ha procurado rodear esta peculiar institución de normas claras y prudenciales, que velen por los 
intereses de las partes, y protejan los derechos de los fieles. Actualmente la materia queda regulada
por los cánones 945-958 del Código de Derecho Canónico. El Papa Pablo VI lo reguló en el Motu
Proprio Firma in traditione, de 13 de junio de 1974 (AAS 66 (1974) 308). Además, la Congregación
para el Clero promulgó el Decreto Mos iugiter el 22 de febrero de 1991.

Según esta normativa, el sacerdote que acepta el estipendio por la celebración de una Misa por una
intención particular, está obligado en justicia a satisfacer personalmente la obligación asumida,
aunque puede encomendársela a otro. Además, se debe celebrar una Misa por cada intención. Viene
a salir al paso del uso de acumular intenciones en una Misa, en las llamadas Misas colectivas o
pluriintencionales. Tales Misas colectivas o pluriintencionales sólo se pueden celebrar si lo
consienten los fieles que las encargan, y con ciertas condiciones, como que sólo puede haber dos
Misas por semana con intenciones colectivas (cfr. Decreto Mos iugiter, art. 2 § 2).

Por lo demás, el sacerdote sólo puede retener el estipendio de una Misa. Si celebra más de una Misa
al día en la que haya aceptado estipendio, se debe destinar al fin que determihne el ordinario (c.
951). Este ordinario es el ordinario propio del celebrante, salvo que se trate de párrocos o vicarios
parroquiales, en cuyo caso se entiende el ordinario del lugar (cfr. Pontificio Consejo para la
Interpretación de los Textos Legislativos, interpretación auténtica de 23 de abril de1987 (AAS
LXXIX (1987), p. 1132).

Además, las obligaciones de celebrar Misas asumidas se deben cumplir dentro de un plazo
razonable, que se fija en un año. Si no es posible, se puede transmitir el encargo a otros sacerdotes
(cfr. Decreto Mos iugiter, art. 5 § 1).

En conclusión, se debe animar a los fieles a efectuar ofrendas y estipendios para la celebración de la
Santa Misa. De tal costumbre se puede decir que los principales beneficiarios serán los mismos
fieles que ofrecen sus dones.

Decreto Mos Iugiter


Es costumbre constante en la Iglesia —como escribe Pablo VI en el motu proprio Firma in
traditione— que «los fieles, impulsados por su sentido religioso y eclesial, quieran unir, mediante
una más activa participación en la celebración eucarística, un concurso personal, contribuyendo así a
las necesidades de la Iglesia y particularmente al sostenimiento de sus ministros» (AAS 66[1974],
308).
Antiguamente este concurso consistía prevalentemente en dones en especie; en nuestros
tiempos ha pasado a ser casi exclusivamente pecuniario. Pero las motivaciones y las finalidades de
los ofrecimientos de los fieles han permanecido iguales y han sido sancionadas también en el nuevo
Código de derecho canónico (cfr. cáns. 945 § 1; 946).
Desde el momento en que la materia toca directamente el augusto sacramento, cualquier
apariencia de lucro o de simonía causaría escándalo. Por ello la Santa Sede ha seguido siempre con
atención el desarrollo de esta pía tradición, interviniendo oportunamente para cuidar sus
adaptaciones a las mudables situaciones sociales y culturales, con el fin de prevenir o de corregir,
cuando ha sido necesario, eventuales abusos conexos a tales adaptaciones (cfr. CIC cáns. 947 e
1385).
Ahora en estos últimos tiempos, muchos obispos se han dirigido a la Santa Sede para obtener
aclaraciones en lo que se refiere a la celebración de santas misas por intenciones llamadas
«colectivas», según una praxis bastante reciente.
Es verdad que desde siempre los fieles, especialmente en regiones económicamente deprimidas,
suelen llevar al sacerdote estipendios modestos, sin pedir expresamente que para cada una de estas
misas sea celebrada una misa individual según una particular intención. En tales casos es lícito unir
los diversos estipendios para celebrar tantas santas misas, como corresponden a las tasas diocesanas.
Los fieles además son siempre libres de unir sus intenciones y estipendios para la celebración
de una sola santa misa por tales intenciones.
Bien diverso es el caso de aquellos sacerdotes que, recogiendo indistintamente los estipendios
de los fieles destinados a la celebración de santas misas según intenciones particulares, los acumulan
en un único estipendio y los satisfacen con una única santa misa, celebrada según una intención
llamada precisamente «colectiva».
Los argumentos a favor de esta nueva praxis son engañosos y un pretexto, cuando no reflejan
también una errada eclesiología.
En todo caso este uso puede llevar consigo el riesgo grave de no satisfacer una obligación de
justicia ante los donantes de los estipendios, y si se extiende, de agotar progresivamente y de
extinguir del todo en el pueblo cristiano la sensibilidad y la conciencia por la motivación y las
finalidades del estipendio para la celebración del santo sacrificio según intenciones particulares,
privando por lo demás a los sagrados ministros que viven de estos estipendios, de un medio
necesario de sustentamiento y sustrayendo a muchas iglesias particulares los recursos para su
actividad apostólica.
Por lo tanto, en ejecución del mandato recibido del Sumo Pontífice, la Congregación para el
Clero, en cuyas competencias se incluye la disciplina de esta delicada materia, ha efectuado una
amplia consulta, escuchando también el parecer de las conferencias episcopales.
Después de un atento examen de las respuestas y de los diversos aspectos del complejo
problema, en colaboración con los otros Dicasterios interesados, la misma Congregación ha
establecido cuanto sigue:
Art. 1 - § 1. De acuerdo con la norma del can. 948, deben ser aplicadas «misas distintas según
las intenciones de aquellos por los cuales el estipendio dado, aunque exiguo, ha sido aceptado». Por
lo tanto, el sacerdote que acepta el estipendio por la celebración de una santa misa por una intención
particular, está obligado en justicia a satisfacer personalmente la obligación asumida (cfr. CIC can.
949), o bien a encomendar su cumplimiento a otro sacerdote, según las condiciones establecidas por
el derecho (cfr. CIC cáns. 954-955).
§ 2. Contravienen, por lo tanto, esta norma, y asumen la correspondiente responsabilidad moral,
los sacerdotes que recogen indistintamente estipendios para la celebración de misas según
particulares intenciones y, acumulándolos en una única oferta sin conocimiento de los fieles, lo
satisfacen con una única santa misa celebrada según una intención llamada «colectiva».
 
Art. 2 - § 1. En el caso en que los oferentes, previa y explícitamente advertidos, consientan
libremente que sus estipendios sean acumulados con otros en un único estipendio, se puede
satisfacer con una sola santa misa, celebrada según una única intención «colectiva».
§ 2. En este caso es necesario que sea públicamente indicado el día, el lugar y el horario en el
cual tal santa misa será celebrada, no más de dos veces por semana.
§ 3. Los pastores en cuyas diócesis se verifiquen estos casos, tomarán cuenta de este uso, que
constituye una excepción a la vigente le canónica, y en el caso en que se extienda excesivamente
-también basándose en ideas erradas sobre el significado de los estipendios por las santas misas-
debe ser considerado un abuso y podría generar progresivamente en los fieles el desuso de ofrecer el
óbolo para la celebración de santas misas según intenciones individuales, extinguiendo una
antiquísima costumbre saludable para cada alma y para toda la Iglesia.  
Art. 3 - § 1. En el caso de que se habla en el art. 2 § 1, al celebrante le es lícito retener sólo la
limosna establecida en la diócesis (cfr. CIC can. 950).
§ 2. La suma restante que excede de tal estipendio será consignada al ordinario de que se habla
en el can. 951 § 1, que la destinará a los fines establecidos por el derecho (cfr. CIC can. 946).
 
Art. 4 - Especialmente en los santuarios y en los lugares de peregrinación, a los que
habitualmente afluyen numerosos estipendios para la celebración de misas, los rectores, con
obligación de conciencia, deben atentamente vigilar que sean cuidadosamente aplicadas las normas
de la ley universal en esta materia (cfr. principalmente CIC cáns. 954-956) y las del presente
decreto.
 
Art. 5 § 1. Los sacerdotes que reciben estipendios por intenciones particulares de santas misas
en gran número, por ejemplo en ocasión de la conmemoración de los fieles difuntos o de otra
circunstancia particular, que no los puedan satisfacer personalmente en el plazo de un año (cfr. CIC
can. 953), en vez de rechazarlo, frustrando la pía voluntad de los oferentes y apartándolos de su
buen propósito, deben transmitirlos a otros sacerdotes (cfr. CIC can. 955) o bien al propio ordinario
(cfr. CIC can. 956).
§ 2. Si en circunstancias iguales o similares se configura cuanto está descrito en el art. 2 § 1 de
este decreto, los sacerdotes deben atenerse a las disposiciones del art. 3.  
Art. 6 - Compete particularmente a los obispos diocesanos el deber de dar a conocer con
prontitud y con claridad estas normas, válidas tanto para el clero secular como el religioso, y cuidar
su observancia.  
Art. 7 - Es necesario además que también los fieles sean instruidos en esta materia, mediante
una catequesis específica, cuyos ejes principales son:  
a) el alto significado teológico del estipendio dado al sacerdote para la celebración del sacrificio
eucarístico, con la finalidad sobre todo de prevenir el peligro de escándalo por la apariencia de un
comercio con cosas sagradas;
b) la importancia ascética de la limosna en la vida cristiana, enseñada por Jesús mismo, de la
cual el estipendio para la celebración de santas misas es una forma excelente;
c) la participación de todos en los bienes, por la cual mediante el ofrecimiento de intenciones de
misas los fieles ayudan al sostenimiento de los ministros sagrados y a la realización de las
actividades apostólicas de la Iglesia.

El Sumo Pontífice, en fecha 22 de enero de 1991, ha aprobado en forma específica las normas
del presente decreto y ha ordenado su promulgación y entrada en vigor.

Roma, en el palacio de la Congregación para el clero, 22 de febrero de 1991. 

Antonio card. Innocenti


Prefecto
    + Gilberto Agustoni
Arzob. tit. de Caorle
Secret.

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