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RETO ÉTICO DEL PSICÓLOGO EN LA CRISIS DEL COVID 19

Hablar sobre el covid-19 es un tema complejo, aunque muchos pretenden tener dominio
total sobre el tema, en realidad puede ser un poco complicado. La crisis que
actualmente vive el mundo ha llevado a que todas las profesiones se tengan que
adaptar a un nuevo mundo y una nueva forma de vivir. Por eso hoy se quiere enfatizar
en la profesión de la PSICOLOGIA como ella desde su ámbito de aplicación tan aplia
que tiene puede llegar a contribuir tanto en estos momentos de crisis. Los cambios que
ha sufrido la humanidad en lo que ha transcurrido este año, ha hecho que la psicología
se posesione como una de las profesiones más esenciales que está cumpliendo su
labor a cabalidad; dejando un lado la parte medica que se reconoce que no los
esenciales en estos momentos. Pero como bien se dijo en el inicio y lo nombra en el
título, es menester pensar el rol ético del psicólogo en esta crisis. Para ello entonces
hay que mirar los cambios emocionales que han sufrido las personas al encontrarse en
un aislamiento preventivo obligatorio dictado por el gobierno, y para ello es necesario
tocar un poco además el punto político y legal que se relaciona con los cambios
emocionales de las personas como consecuencia a las medidas tomadas a nivel
nacional.

Cuando el gobierno decide colocar en aislamiento preventivo obligatorio a todo el país,


se encuentra con una cantidad de personas que a pesar que viven con un determinado
núcleo familiar, no está acostumbrados a permanecer tanto tiempo juntos y esto hace
que desaten alteraciones nerviosas y emocionales. Si bien la constitución política de
Colombia habla que la persona es libre en su persona y libre de poder transitar, cuando
se toman estas medidas muchas de esas personas no se logran adaptar o aceptar la
situación y es lo que trae problemas emocionales y es allí donde entra a jugar el gran
papel del psicólogo y es cómo actuar cuando estas situaciones se le presentan. El
psicólogo debe estar preparado para enfrentarse a una persona que esté pasando por
una crisis nerviosa, cuadro de ansiedad y hasta trastornos de personalidad debido al
cambio brusco que tuvo que hacer a su vida cotidiana como la venia realizando.

No hay que olvidar las personas que ya venían llevando un tratamiento psicológico y
por razones a la medida de seguridad no lo pudieron continuar con normalidad como lo
venían haciendo, en ellas también hay que colocar la lupa. Porque son personas
sensibles y propensas a tener una recaída emocional que le puede hacer pasar un mal
rato. Por eso considero que los psicólogos de hoy en día deben estar en su disposición
no solo de atender a las personas que están sufriendo nuevos episodios médicos
psicológicos sino también poder seguir tratando a las personas que ya venían haciendo
su tratamiento; logrando con ello hacer que el nivel de ansiedad de nervios de
depresión que se pueda llegar a dar dentro de una sociedad no se reporte una cifra alta
y exagerada a tal punto que los colegas no puedan llegar a cada persona.

Muchos estudiantes de la universidad popular del cesar de la carrera psicología piensas


y opinaban mediante un foro, la importancia y trascendencia que ha tenido los cambios
debido a las medidas de seguridad y se ha podido evidenciar la importancia que se le
logro dar a la carrera en sí. Por eso todos están de acuerdo que se entiende por la
situación que pasa cada persona y los momentos difíciles que puede llegar a sufrir.
Pues uno de ellos es el distanciamiento familia que se ha venido viviendo, el cómo debe
estar una persona alejada de sus seres queridos para evitar colocarlos en peligro o
solamente por protegerlos, los estudiantes consideran que a estar personas también se
les debe prestar la atención necesaria para que puedan salir adelante y adaptarse a la
nueva vida que se está llevando a cabo.

Otro punto importante que se tocó allí, es la consecuencia económica que esto ha
traído a nivel nacional, departamental, municipal y personal. Pues dejo de ser un
capricho o vanidad el salir a la calle y se volvió una necesidad. Hoy en día se puede ver
que las personas que más necesitan ayuda económica deben salir a buscarse su diario
vivir para sobrevivir sin importar el peligro que corre el estar circulando por las calles sin
ningún tipo de protección. Esto también es importante para el psicólogo porque ayuda a
mirar de una forma global todos los aspectos que lleva a que el ser humano se
comporte como lo viene haciendo y el porqué de sus reacciones son así. Muchas veces
la economía es un factor que hace que el ser humano se mueva y cuando se vive de
cerca la situación de una persona que necesita trabajar para su diario vivir sin
protegerse, puede llevar a que las personas que lo rodean sufran gran preocupación,
crisis nerviosas que si no se trata puede pasar a ser algo mucho más grave.
Cristina Rodríguez Cahill en su artículo de opinión afirma que La enfermedad COVID-19
ha puesto del revés nuestra vida social, laboral y cotidiana. Cuando terminemos el
confinamiento, la vuelta no será a la normalidad. Para frenar la expansión de este virus
hemos tenido que cambiar radicalmente nuestra forma de trabajar, de socializar, de
disfrutar, en definitiva, de vivir. La situación que vivimos tiene, además, una
particularidad en relación a otras emergencias sanitarias: la soledad. Deseamos la
vuelta a la cotidianidad, pero después de la crisis del coronavirus habrán cambiado
muchas cosas, y algunas para siempre. Las implicaciones personales y sociales serán
profundas y los fenómenos psicológicos asociados a esta pandemia constituirán un
enorme reto comunitario. Esto lleva a que se entienda que los retos que llega a vivir un
psicólogo esta; Reto 1: Cuidar de nuestros sanitarios, aquellas personas que viven el
día a día enfrentando al covid, es necesario también tenerla presente y estar pendiente
de ellos; Reto 2: Refuerzo de la atención psicológica para la población, buscar la forma
y estrategia de implementar nuevas técnicas para poder llegar a mucha más población
de una forma más asertiva y brindar el servicio social que tanto pueden estar
necesitando; Reto 3: El impacto psicológico del confinamiento, El confinamiento genera
una pérdida de la rutina, una reducción del contacto social y físico, frustración,
aburrimiento y una sensación de soledad que puede resultar difícil de gestionar para
muchas personas; Reto 4: Asumir las pérdidas durante la crisis del COVID-19, esto
requiere también ser profesionales en el ámbito y saber llegar a la persona que está
sufriendo este dolor y mostrarle muchas más alternativas de llevar el duelo en estos
momentos; Reto 5: el desarrollo de la resiliencia colectiva, Esta crisis sanitaria puede
ser una oportunidad colectiva para buscar nuevos modos de relación y de vida social
más en equilibrio con nuestros congéneres y nuestro entorno. La restauración social
tras el COVID-19 solo puede surgir de un proceso de crecimiento comunitario. Para
sanarnos necesitamos una mutación social, un cuestionamiento de nuestras bases de
convivencia, donde la cooperación y la solidaridad pasen a convertirse en algo
estructural y no anecdótico.

Alberto Díaz Rueda, escritor y periodista en su artículo de opinión publicado por el


periódico el heraldo aporta que Quizá esta pandemia esté provocando el
advenimiento del ‘kairós’… el momento adecuado, para la renovación, el cambio de
percepción de la vida pública y la privada: establecer un criterio de vida basado en la
solidaridad, las relaciones personales, la racionalización del trabajo y el tiempo libre, la
conciencia de la igualdad básica entre los seres humanos, la conciencia de que el
planeta es un Todo al que pertenecemos y esquilmamos, que bien tratado y cuidado
nos da la vida y la salud.

La ética tiene un papel esencial, directa o indirectamente, en los cambios que exige la
lucha contra el Covid-19 y en los modos de comportamiento y actitudes involucrados en
ellos, de una forma activa o carencial. El estilo de vida capitalista, el consumo
descontrolado, la economía basada en la explotación generalizada, desde el planeta y
sus recursos a los individuos y sociedades, todo esto lo ha bloqueado la pandemia.
Pero también, con una sutileza asombrosa, nuestras ‘convicciones’ racistas de la
supremacía de unas razas sobre otras, de unos individuos sobre sus vecinos han sido
barridas por la guadaña del Covid-19. Las fronteras ya no existen para el virus, aunque
existen para todos los humanos, los que navegan en balsas y son encerrados en
campos o rechazados y los prósperos ciudadanos a los que no se les permite la
entrada en determinados países, a pesar de sus cuentas corrientes y el orgullo de su
bandera.

Y no acaban en esto los desafíos éticos de la pandemia: se dirigen contra el seno


mismo de un estilo de vida marcado por la dedicación absoluta a unos objetivos
materiales y el abandono de relaciones sanas con la familia, los amigos, los hijos. Ella
nos dice: todos a casa, descubrid cuáles son las necesidades auténticas de los que os
rodean… y las vuestras; y aprended a valorar, por carencia obligada, los pequeños
gestos amables de unas relaciones que se habían convertidos en virtuales, como todo
lo que entraña la comunicación humana, desde la ternura de un abrazo a la belleza de
la amistad.

La lógica del desarrollo capitalista avanzado es profundamente contraria a la salud


colectiva y la homeostasis con el planeta. El frenazo del covid-19, que tendrá duras
consecuencias económicas, debería cambiar de alguna manera la percepción de
nuestro estilo de vida y promover cambios y cautelas. Siempre que el pánico o la
histeria de supervivencia, magnificados por los medios de comunicación de las redes
sociales (la desinformación es más peligrosa que el virus) no agraven la situación
generando fobias racistas y xenófobas o minen la democracia con autoritarismos
excesivos en lugar de trasmitir un diagnóstico mesurado y sistémico. Y, por supuesto, la
manipulación de la pandemia para ocultar los desastres de los que se ha dejado de
hablar: desde las otras enfermedades en activo y más letales que el Covid-19, las crisis
de refugiados, las guerras locales, el terrorismo, el cambio climático, las corrupciones
económicas oficiales, la precarización laboral y la debacle económica del capitalismo
que será atribuida al virus, aunque estaba anunciándose desde 2017.

En la revista VANGUARDIA coloca a pensar en una pregunta que inicia su articulo de


opinión y es EL VIRUS NOS PONE A PRUEBA:¿SOMOS EGOÍSTAS O
SOLIDARIOS? Para el sociólogo Jordi Busquet, profesor de Blanquerna-Universitat
Ramon Llull, debatir si somos egoístas o solidarios es casi filosófico. Él comparte el
punto de vista de algunos autores que sostienen que “los humanos somos
cooperativos, sociales y que por eso hemos desarrollado la inteligencia y la
comunicación, y seguramente esa capacidad de colaboración a gran escala incluso con
personas desconocidas, de otras culturas, es lo que ha permitido a la Humanidad
sobrevivir a dificultades que de manera individual no se habrían superado”, dice.
Además, Busquet reconoce que desde el punto de vista económico, el paradigma
social es que el ser humano es egoísta e irracional y busca solo satisfacer sus deseos y
necesidades, y sobre esta premisa giran el consumo y el sistema económico
contemporáneos. Esta visión explicaría que haya empresarios que sigan pensando en
sus beneficios más que en el interés comunitario.

“Sin embargo, cuando hay un contratiempo, como ahora (o como cuando se plantea la
crisis climática), se pone de manifiesto que la economía debe quedar en un segundo
plano. En este caso creo que se prioriza la salud de la comunidad ante el interés
económico”, apunta Busquet.

“En situaciones de emergencia –sostiene Enric Pol– como la que plantea la pandemia
de coronavirus o los daños por un intenso temporal, por ejemplo, lo más habitual, en
contra de lo que se pueda pensar, son las reacciones de ayuda, a no ser que
intervengan otros factores”. Esos factores serían básicamente los que restan
credibilidad al mensaje de emergencia. “Si alguien necesita ayuda, la primera reacción
es dársela, pero si tienes la percepción de que hay gato encerrado, intereses ocultos…
es probable que digas, yo paso”, señala Pol.

O sea, se actúa en función de la lectura que se hace, de la construcción social de la


situación, de lo que se ha puesto de moda en los últimos tiempos en política: el relato.
Si uno percibe que el relato es falso o débil, lo pondrá en cuestión, dice el psicólogo
social. Si las autoridades apuntan que hay que reducir el contacto humano, para no
contagiarse, uno puede pensar “me voy al campo donde hay menos contacto”. No
piensa en la gente que vive en el campo. Esto ocurrió el fin de semana previo al
confinamiento, pero más que una posición egoísta, Pol ve en ello una visión no
completa o errónea de la situación. No hay que olvidarse que las reacciones
emocionales de los profesionales sanitarios más expuestos, que puedan obstaculizar su
trabajo con las personas infectadas. Aquí se incluye, por ejemplo, el manejo de la
ansiedad, el miedo al contagio, los episodios de estrés agudo o el fomento del
autocuidado. El objetivo principal es disponer del mayor número de profesionales y en
las mejores condiciones posibles para hacer frente a la pandemia.

Los grupos emocionalmente vulnerables, en especial las personas con psicopatología


previa (como se nombró al inicio de este articulo). El objetivo principal es ayudarles a
cumplir y adaptarse a la cuarentena. Asimismo, debe monitorizarse el estado
psicopatológico de los pacientes de salud mental con COVID-19. Se desaconseja
completamente la presencia de profesionales no esenciales como psiquiatras,
psicólogos clínicos o trabajadores sociales de salud mental en las salas de aislamiento
para pacientes con COVID-19. Por lo tanto, las labores de apoyo psicológico de primera
línea deben recaer en los equipos médicos que los atienden o adaptarse e
implementarse mediante sistemas de tele asistencia. Las descompensaciones
psicopatológicas o tentativas de suicido deben atenderse presencialmente. En el caso
de los pacientes con sintomatología COVID-19, o sospecha de padecerlo, los
profesionales que los asistan presencialmente deberán de protegerse para minimizar el
riesgo de contagio y garantizar tanto su seguridad como la del paciente. El resto de las
intervenciones psicológicas ambulatorias se llevarán a cabo por tele asistencia. Se ha
comprobado que las intervenciones telefónicas son clínicamente efectivas en una
amplia variedad de trastornos mentales

Los familiares de pacientes ingresados por el virus en estado grave, con mal pronóstico
o que ya han fallecido. En este tipo de intervenciones es fundamental no creer que las
reacciones emocionales normales de los familiares y es importante establecer unos
criterios claros y consensuados con todos los profesionales implicados para determinar
si intervenir es más beneficioso que no intervenir

En etapas posteriores, es previsible que en algunas personas persista sintomatología


hipocondriaca, ansiosa, insomnio o estrés agudo, así como síntomas compatibles con
un trastorno de estrés postraumático. En estos casos, la intervención de primera línea
debe ser psicológica, minimizando en lo posible el uso de psicofármacos.

Cualquier intervención debe fundamentarse en una evaluación exhaustiva de los


posibles factores de riesgo que puedan perpetuar el problema, el estado previo de
salud mental del paciente, el historial de duelos, la presencia de antecedentes de
autolesiones o conductas suicidas tanto en el paciente como en su familia, el historial
de traumas previos y el contexto socioeconómico del paciente.

Se debe tener en cuenta entonces que los retos presentes y futuros que se vivirán son:

 A la hora de organizar la asistencia psicológica en las distintas fases de la


pandemia, podemos destacar tres grandes desafíos:

 Sistemas de salud insuficientes, tanto a nivel de recursos materiales como


humanos (i.e., falta de equipos de protección, infraestructura para la
teleasistencia, personal) o con profesionales de salud mental no especializados
en el abordaje psicológico de crisis y emergencias (Shultz et al., 2015; Shultz y
Neria, 2013). En China, la escasez de recursos humanos provocó que un mismo
profesional acumulara múltiples responsabilidades reduciéndose la efectividad
de sus intervenciones (Duan y Zhu, 2020). Por este motivo, es preciso
concienciar a gobiernos y gestores sanitarios de la necesidad de reforzar el
número de profesionales en salud mental, facilitar su capacitación para la
intervención en emergencias y monitorizar su nivel de sobrecarga laboral, sobre
todo cuando esta es sostenida en el tiempo.

 Infraestimación de las secuelas psicológicas en la sociedad de las crisis de este


tipo y, consecuentemente, una escasa dotación de recursos materiales y
humanos para hacerles frente (Bitanihirwe, 2016). Existen pruebas de que los
individuos expuestos a emergencias de salud pública presentan una mayor
vulnerabilidad psicopatológica tanto durante como después del suceso
potencialmente traumático (Fan et al., 2015). En China, la progresión del
coronavirus agravó la salud mental de los pacientes infectados, de la población
general y de los profesionales sanitarios (Duan y Zhu, 2020). Por lo tanto, es
importante evaluar e identificar a todos los grupos de riesgo y adaptar las
intervenciones a sus necesidades específicas. Entre las variables que hay que
considerar, especialmente desde atención primaria, se encuentran el curso de la
enfermedad, la gravedad de los síntomas clínicos, el lugar del tratamiento (en
aislamiento domiciliario o fuera del domicilio, en un ingreso hospitalario o en una
unidad de cuidados intensivos, etc.), la historia de traumas previos y, si constan,
antecedentes de problemas de salud mental. Disponer de esta información
ayudará a clasificar a las personas de riesgo y permitirá poner en marcha
medidas preventivas específicas de salud mental.

 Escasa planificación y coordinación de las intervenciones psicológicas, máxime


cuando estas se aplican en diferentes niveles y por diversos tipos de
profesionales (Zhang, Wu et al., 2020). En China, al inicio del brote de COVID-
19, la ausencia de una planificación adecuada de las intervenciones psicológicas
provocó que estas fueran implementadas de forma desorganizada e ineficaz,
comprometiendo además el acceso a los recursos sociosanitarios disponibles.
En España, a la vista de los acontecimientos recientes, pueden repetirse los
mismos errores, principalmente en las intervenciones que se están desarrollando
al margen del sistema sanitario público. Cualquier intervención psicológica debe
planificarse y coordinarse junto con todos los actores sociosanitarios implicados
y, especialmente, con los profesionales de atención primaria y de las unidades
especializadas de salud mental que son las que garantizarán una adecuada
continuidad asistencial cuando la fase actual de emergencia sanitaria cese. Por
último, caben señalarse los riesgos asociados con una sobreoferta de asistencia
psicológica por parte de organizaciones no gubernamentales y del tercer sector.
Aunque la prevención en salud mental es muy deseable y una asignatura
pendiente en nuestro país, toda intervención preventiva debe aplicarse por
profesionales bien cualificados. De otra manera, esto es, hacerlo sin
coordinación y con los profesionales inadecuados, podría tener efectos
iatrogénicos ya conocidos en otras experiencias, es decir, hacer más daño que
beneficio (Loewenstein, 2018; Ogden, 2019). Entre otros efectos de este tipo,
merecen especial atención dos: aquellos vinculados con una potencial
“retraumatización” de pacientes con TEPT que inicien terapias focalizadas en el
trauma sin un encuadre y controles psicoterapéuticos adecuados y los
relacionados con el desarrollo de intervenciones que bloqueen el acceso de las
víctimas a una nueva identidad funcional como supervivientes.

AUTOR: YINA MARCELA QUINTERO SALAZAR

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