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DERECHO AGRARIO Y DERECHO AMBIENTAL

( perspectiva constitucional Argentina )

Aldo Pedro Casella


Prof. de D.Agrario en la Fac. de Derecho
de Corrientes(UNNE)- R. Argentina

Sumario: l. Importancia de la perspectiva constitucional. El derecho al ambiente en las


constitucionales de Latinoamérica, en particular del MERCOSUR. 2. La “Cláusula
ambiental” de la Constutición Argentina de 1994. Rasgos generales. 3. La “Cláusula
ambiental” y la actividad agraria. El “desarrollo sostenible”: polémica sobre su
definición. 4. El principio de “desarrollo sostenible” como nueva “base constitucional”
del derecho agrario, frente a los demás principios gravitantes en la actividad agraria y
sus relativos institutos.

l.- Importancia de la perspectiva constitucional. El derecho al ambiente en las


constituciones de Latinoamérica, en particular del MERCOSUR.

Para considerar la influencia del nuevo “derecho ambiental” sobre el derecho


agrario, en tanto rama más tradicional del derecho, es menester partir de la perspectiva
constitucional, desde el momento que ya es pacífico el reconocimiento del “derecho a
un ambiente sano” como un “derecho fundamental “del hombre, aún en aquellos
ordenamiento que carecen de una cláusula específica en su Carta Constitucional. Con
mayor razón si la cuestión se refiere al ámbito latinoamericano. Es que, si bien me
limitaré a reseñar a grandes rasgos la normativa pertinente de rango constitucional en el
MERCOSUR y particularmente en la República Argentina, una visión general de las
Constituciones de América Latina indica que en su gran mayoría incluyen
expresamente normas que reconocen el derecho al medio ambiente sano y que obligan a
preservarlo, adoptando muchas de ellas el principio de “desarrollo sostenible” como
criterio de compatibilidad medioambiental de las actividades productivas, con directa


Trabajo expuesto en el Congreso Internacional en memoria de Antonio Carrozza , celebrado en la
Scuola Superiori di Studi Universitari y di Perfezionamento S. Anna, celebrado en Pisa, Italia, el 30 y 31
de octubre de 1997, sobre el tema “Diritto Agrario e Ambiente”.
incidencia en la actividad agraria y su regulación jurídica 1. Como resultará de los tramos
siguientes de esta exposición, la normativa fundamental del MERCOSUR sigue idéntica
orientación y las Constituciones Nacionales de casi todos sus países miembros – es el
caso de Paraguay, Brasil y Argentina – dedican extensas normas a garantizar el
“derecho al medioambiente sano” y al principio de “desarrollo sostenible”.
Efectivamente, el MERCOSUR ha adoptado como organización de integración
regional los principios ambientalistas , dictando normas de política ambiental común .
Ya el Tratado de Asunción , constitutivo del MERCOSUR, refiere a la cuestión en su
preámbulo, aunque luego omita hacerlo en el articulado, señalando a “la preservación
1
Sin ánimo de ser exhaustivo, y excluyendo los países del Mercosur a los que referiré en el texto, pueden
recordarse al respecto varios ejemplos. La Constitución de Bolivia en su Art. 170 dispone que el “Estado
regulará el régimen de explotación de los recursos naturales renovables precautelando su conservación e
incremento”; en Cuba el Art. 27 prevé la protección del “ medio ambiente y los recursos naturales del
país” y reconoce “su estrecha vinculación con el desarrollo económico y social sostenible para hacer más
racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las generaciones
actuales y futuras”, imponiendo a los ciudadanos el deber de “contribuir a la protección del agua, la
atmósfera, la conservación del suelo , la flora, la fauna y todo el rico potencial de la naturaleza”. La
Constitución de Honduras enmarca la preservación ambiental dentro del “derecho a la salud” reconocido
en el Art. 145, declarando que el Estado “conservará el medio ambiente adecuado para proteger la salud
de las personas”.Panamá dedica cuatro artículos al tema: el Art. 114 considera “deber fundamental del
Estado garantizar que la población viva en un ambiente sano y libre de contaminación , en donde el aire,
el agua y los alimentos satisfagan los requerimientos del desarrollo adecuado de la vida humana”,
mientras el Art. 115 pone en cabeza del Estado y de “todos los habitantes....”el deber de propiciar un
desarrollo social y económico que prevenga la contaminación del ambiente, mantenga el equilibrio
ecológico y evite la destrucción de los ecosistemas”; en esa misma línea el Art. 116 dispone que el Estado
“reglamentará , fiscalizará y aplicará oportunamente las medidas necesarias para garantizar que la
utilización y el aprovechamiento de la fauna terrestre , fluvial y marina , así como de los bosques , tierras
y aguas, se lleven a cabo racionalmente , de manera que se evite su depredación y se asegure su
preservación, renovación y permanencia”; y finalmente, reiterando un tanto las directivas fundamentales,
el Art. 117 prevé que la “Ley reglamentará el aprovechamiento de los recursos naturales no renovables, a
fin de evitar que del mismo se deriven perjuicios sociales, económicos y ambientales”. Nicaragua en su
Carta Magna (Art. 60) declara que los” nicaragüenses tienen derecho de habitar en un ambiente
saludable ; es obligación del Estado la preservación , conservación y rescate del medio ambiente y de los
recursos naturales”, y Guatemala (art. 119) incluye dentro de las “obligaciones fundamentales del
Estado”, la de adoptar “las medidas que sean necesarias para la conservación , desarrollo y
aprovechamiento de los recursos naturales en forma eficiente”. La Constitución peruana establece que el
“Estado determina la política nacional del ambiente..” y promueve “el uso sostenible de sus recursos
naturales “( art.67), estando obligados “a promover la conservación de la diversidad biológica y de las
áreas naturales protegidas”(art. 68). La Constitución de Colombia tiene la particularidad de consagrar la
“función ecológica” de la propiedad, considerándola una de las obligaciones inherentes a la misma que
“es una función social “(art.58); luego incluye un capítulo específico sobre los derechos colectivos y del
ambiente, admitiendo en su art. 7 9 que todas “las personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano” ,
previendo que la ley “garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que pueden
afectarlo” , y considera que es “deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente,
conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de estos
fines” . Luego dispone el art. 80: “El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos
naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución. Además ,
deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la
reparación de los daños causados. Asimismo, cooperará con otras naciones en la protección de los
ecosistemas situados en las zonas fronterizas”; prohíbe el art. 81 “la fabricación, importación, posesión y
uso de armas químicas, biológicas y nucleares, así como la introducción al territorio nacional de residuos
nucleares y desechos tóxicos “, otorgando al Estado la facultad de regular “el ingreso al país y la salida de
él de los recursos genéticos, y su utilización , de acuerdo con el interés nacional”.
del medio ambiente” como uno de los medios para alcanzar el objetivo de la integración
regional. Con posterioridad el Grupo Mercado Común dictó la Res. n.10/94 de
“Directrices Básicas en materia de Política Ambiental”. La directiva se propone la
armonización de la legislación ambiental de los Estados miembros, y recoge
orientaciones de desarrollo de la actividad productiva directamente inspiradas en el
respeto del principio de “sustentabilidad” ambiental. En ese sentido se compromete a
garantizar la adopción de prácticas no degradantes del medio ambiente en los procesos
que utilizan los recursos naturales y el manejo “sustentable en el aprovechamiento de
los recursos naturales renovables a fin de garantizar su utilización futura”, asegurando
“el menor grado de deterioro ambiental en los procesos productivos de los productos de
intercambio”; para ello propugna la concertación de acciones y la armonización de los
procedimientos legales y/o institucionales para la “habilitación ambiental”, y la
utilización del mecanismo de estudio de impacto en los ecosistemas compartidos. Es
decir que la normativa MERCOSUR parte de premisas que se alinean, en la relación
producción / medio ambiente, dentro de los parámetros del “desarrollo sostenible”.
Para la Constitución brasileña, todos “tienen derecho a un medio ambiente
2
ecológicamente equilibrado” , y acercándose a la definición aceptada de “desarrollo
sostenible” impone al Poder Público y a la colectividad el deber de defenderlo y
preservarlo “para las presentes y futuras generaciones”. Para asegurar “la efectividad”
de ese derecho, la norma dispone que incumbe al Poder Público preservar y restaurar
los procesos ecológicos esenciales y proveer al manejo ecológico de las especies y
ecosistemas, como así también preservar la diversidad e integridad del “patrimonio
genético”, fiscalizar las entidades dedicadas a la manipulación de material genético, y
controlar la producción, comercialización o empleo de técnicas, métodos y sustancias
que comporten riesgo para la vida, calidad de vida y medio ambiente. Como
instrumentos de tutela ambiental, contempla la definición de espacios territoriales
protegidos y el estudio previo de impacto ambiental para la instalación de obra o
actividades potencialmente causantes de significativa degradación del medio ambiente.
La Constitución de Paraguay, sancionada en 1992, recoge también en los arts. 7
y 8 de la sección “Del Ambiente” el “derecho a un ambiente saludable” y da pautas de
los mecanismos de protección ambiental. Declara que “toda persona tiene derecho a
habitar en un ambiente saludable y ecológicamente equilibrado”, para luego enumerar

2
El texto corresponde al primer párrafo del art. 225 de la Constitución de la República Federativa de
Brasil. Esta extensa norma integra el Cáp. VI del Título VIII, denominado “DO MEIO AMBIENTE”.
los objetivos que deberán orientar la legislación y la política gubernamental: “la
preservación , la conservación, la recomposición y el mejoramiento del ambiente, así
como su conciliación con el desarrollo humano integral”. Aunque no incluye en su texto
una directa alusión a la pauta de “sustentabilidad” en referencia a las actividades
productivas, la misma subyace en el objetivo consignado de “conciliar” ambiente con
desarrollo humano, y luego al prever la regulación de las actividades susceptibles de
producir alteración ambiental, e incluso la prohibición de aquellas que califique como
peligrosas.

2. La “cláusula ambiental” de la Constitución Argentina de 1994 . Rasgos


Generales.
Por su parte, y siguiendo las mismas orientaciones, la Constitución de la Nación
Argentina en la reforma de 1994 agregó a las anteriores “declaraciones, derechos y
garantías”, un capítulo sobre “ nuevos derechos y garantías”, donde incluye “el
derecho a un ambiente sano” y el principio de “desarrollo sostenible”. Como se verá, la
“cláusula ambiental” contenida en el art. 41 CN introducido en la reforma de 1994
engloba en su texto las pautas más importantes formuladas hasta la fecha por el
movimiento ambientalista, entendiendo por tal los resultados de conferencias y
convenciones internacionales. A este reconocimiento debe agregarse, como otra de las
normas centrales del sistema de defensa del derecho al medio ambiente, la admisión del
“amparo ambiental” por el nuevo art. 43 al que luego referiré.
A estas normas directamente dedicadas al tema cabe agregar la del art. 75 inc. 22
que ha otorgado “jerarquía constitucional” a las principales Declaraciones y
Convenciones Internacionales, particularmente en el ámbito americano, relativas a
derechos humanos, civiles, políticos y económico-sociales, con incidencia en los
derechos ambientales. Y también merece mencionarse el inc. 17 del mismo artículo, que
asigna al Congreso la tarea de reconocer “la preexistencia étnica y cultural de los
pueblos indígenas argentinos”, “la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión
y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan”, como así también
la de “asegurar su participación en la gestión referidas a sus recursos naturales...”;
aparte la novedad para el derecho argentino del reconocimiento constitucional del
indígena y sus “formas históricas de posesión y propiedad”, en cuanto nos ocupa esta
norma implica crear una situación diferenciada, en cierto sentido “privilegiada”, en la
gestión de los recursos naturales donde subyace la admisión de la persistencia en la
cultura de estos pueblos de una relación distinta y armónica con la naturaleza ,que a
veces, incluso, se señala como alternativa “sustentable” de agricultura 3.
Circunscribiéndonos por ahora a las normas principales, reproducimos su texto:
Art. 41: Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto
para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las
necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras ; y tienen el
deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de
recomponer, según lo establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de
este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del
patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y
educación ambientales. Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los
presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para
complementarlas, sin que aquéllas alteren las jurisdicciones locales. Se prohíbe el
ingreso al territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los
radiactivos.
Luego, el art. 43 dispone : Toda persona puede interponer acción expedita y
rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo
acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o
inminente lesione, restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad
manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución , un tratado o una
ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se
funde el acto u omisión lesiva. Podrán interponer esta acción contra cualquier forma
de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia
colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que
propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos
y formas de su organización... (Omissis).
Como puede apreciarse, el texto Constitucional da acabada respuesta a la
denominada “cuestión ambiental”, tanto en su aspecto sustancial como procesal. En
este último aspecto, el “amparo ambiental” ofrece el procedimiento expeditivo para
otorgar efectividad a los derechos declarados, aunque todavía la jurisprudencia y la
doctrina oscilan entre posturas amplias y restrictivas acerca de su procedencia como
3
V. en ese sentido la opinión de Bergel, Salvador D., en “Desarrollo sustentable y medio ambiente: la
perspectiva latinoamericana"” pag.326 de RD Industrial, n.41 de agosto de 1992, dedicada al Derecho
Ambiental.
remedio4. Es sumamente relevante que la norma del art. 43 contemple distintas
posibilidades de legitimación para la interposición de la acción. En efecto, la norma
otorga legitimación al “afectado” y a las asociaciones ambientalistas ( al decir del texto,
“que propendan a esos fines”). Indudablemente al requerir la norma su registración
conforme a la ley que determine sus requisitos y formas de organización, está indicando
que la actuación de estas entidades deberá ser reglamentada; sin embargo, la falta de
reglamentación hasta la fecha no ha impedido que se les otorgue legitimación.
Finalmente, el Defensor del Pueblo también puede entablar la acción de amparo; de
acuerdo al art. 86 CN “es un órgano independiente” instituído en el ámbito del
Congreso de la Nación, y le corresponde “la defensa y protección de los derechos
humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados en esta Constitución y las
leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración”5.
Los aspectos sustantivos, en particular en cuanto puedan relacionarse con la
producción, son los que nos interesa considerar más detenidamente, por una cuestión de
oportunidad y posibilidad de esta comunicación, y también porque allí se define el
alcance de estas garantías y el contenido de los derechos reconocidos. Como principio
general, la consagración del derecho al ambiente “ sano , equilibrado, apto para el
desarrollo humano”, relaciona la garantía con el resguardo a la salud humana y la
calidad de vida, denotando una inspiración más bien antropocéntrica, que sugiere hablar
de un derecho constitucional “al ambiente” y no “del ambiente”; no obstante, los pasajes
posteriores de la norma, en cuanto se relacionan con la actividad productiva, la
conservación de los recursos naturales y de la diversidad biológica, moderan esta
orientación. La norma reconoce definitivamente la categoría del “daño ambiental”, que
ya se había hecho espacio en la jurisprudencia, y al imponer su reparación recoge el
principio “contaminador - pagador” tan caro a los propulsores del derecho ambiental.
Sin embargo, en el ámbito de la reparación introduce la norma una regla fundamental,
llamada a condicionar la futura legislación y las decisiones judiciales, al disponer que el
daño ambiental generará “prioritariamente la obligación de recomponer”, lo que debe
entenderse en el sentido del art. 1083 del C. Civil, esto es, como resarcimiento mediante
4
Con posterioridad a la exposición de este trabajo, se registra el interesante caso del amparo intentado
contra la construcción de un muro de 800 mts. Sobre la franja costera en Mar del Plata, por considerar que
agredía al ambiente y al paisaje. El remedio fue otorgado por el Juez de Primera Instancia , pero luego la
Cámara de l Apelaciones revocó el fallo y lo desestimó. V. La Ley Buenos Aires, Año 7, n.8, Septiembre
2000, p. 988, con nota de A .M. Morello, “ El lugar del amparo”
5
Recientemente, Mario F. Valls, se ha ocupado de sistematizar las decisiones judiciales más importantes
posteriores a la reforma de 1994, en cuanto resuelven cuestiones de legitimación; v. aut. cit .
“Jurisprudencia Ambiental-Legitimación”.
“la reposición de las cosas a su estado anterior”, y relegando la opción que el mismo
artículo otorga de indemnización en dinero para el supuesto de que la reposición, o
“recomposición”, fuera imposible.
Los perfiles más directamente vinculados con las actividades económicas y su
relación con el medio ambiente, los trataré luego en forma particular. De cualquier
modo, queda claro que el primer párrafo del art. 41 recoge y consagra el principio de
“desarrollo sostenible”, e impone a las autoridades proveer a la “utilización racional de
los recursos naturales”, a la “preservación del patrimonio natural” y de la “diversidad
biológica”, como marco de la actividad productiva.
Una cuestión que interesa señalar antes de pasar al tema de “producción /
ambiente” es el de la distribución de competencias entre Nación y Provincias , dado
nuestro sistema federal de gobierno. El tercer párrafo del art. 41 prevé que la Nación
dictará las normas que contengan los “presupuestos mínimos de protección”- lo que
hasta ahora no ha ocurrido - y las provincias “las necesarias para complementarlas”.
Pero a continuación advierte que las normas cuyo dictado confía a la Nación no deben
alterar las jurisdicciones locales, lo que no hace simple la tarea de delimitar los ámbitos
atribuídos, máxime cuando el art. 124 reconoce luego que corresponde “a las provincias
el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio”. Debe
recordarse que junto a un apreciable número de normas y leyes ambientales de orden
nacional, se ha venido desarrollando en los últimos años, antes y después de la reforma
constitucional de 1994, una prolífica producción legislativa provincial en la materia.
Incluso corresponde aquí destacar, teniendo en cuenta que nos estamos refiriendo al
derecho constitucional ambiental, que prácticamente todas la Constituciones
provinciales consagran el derecho al ambiente y contienen normas de defensa del
equilibrio ecológico y la adecuada conservación de los recursos naturales, no obstante
ser en la mayoría de los casos anteriores a la Constitución Nacional de 1994 6. Sin
embargo, necesariamente esta legislación provincial en algún momento deberá
someterse al juicio de compatibilidad con la Constitución Nacional y los presupuestos
“mínimos” que dicte el Estado Nacional. Desde ya se advierte la ambivalencia de esa
6
Puede recordarse que la Constitución de la Prov. de Santa Fe, de 1962, contemplaba en su art. 28 la
defensa de los recursos naturales vinculados directamente con la actividad agraria. Cláusulas de
reconocimiento expreso del derecho al ambiente y su protección, contienen las Constituciones de las
Provincia de: Tucumán(1990), Corrientes(1993), Catamarca(1986), Santiago del Estero ( 1998), La
Rioja(1998), San Juan(1986), San Luis (1987), Salta(1998), Jujuy(1986), Buenos Aires (1994),
Córdoba( 1987),Chaco (1994), Río Negro (1988), Chubut (1994), Santa Cruz (1994), Formosa(1991),
Tierra del Fuego(1991). También lo recoge la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de
1998, en sus arts. 26,27 y 28.
expresión, pues así como puede interpretarse con el significado de presupuestos
“elementales” de protección medioambiental, dejando así a las Provincias un vasto
campo de ampliación, puede igualmente considerarse que al decidir el texto
constitucional que a los Estados locales corresponde “complementar” esas normas
nacionales, conciba a esos “mínimos de protección” como un “marco” a completar que,
a la vez, actúe como límite no ampliable.

3.- La “cláusula ambiental” y la actividad productiva. El “desarrollo sostenible”:


polémica sobre su definición.

Aunque es prematuro pretender definir el alcance de la preservación ambiental


de la Constitución en relación con las actividades productivas, ya que partiendo de la
reforma de 1994 queda por recorrer un largo camino de definición legislativa y
jurisprudencial, se pueden señalar algunos puntos de partida gravitantes en ese ámbito
en general y en especial en el de la actividad agraria. Desde ya que el principio
genérico de preservación y el consiguiente deber de reparar, preferentemente
“recomponiendo”, es decir, reponiendo “las cosas a su estado anterior”, pesa sobre las
actividades productivas y debería, de ahora en más, presidir su desarrollo. Pero es una
regla común a toda actividad humana, no solo a la productiva.
En cambio donde el texto constitucional se refiere concretamente a las mismas es
cuando establece que deben satisfacer “las necesidades presentes sin comprometer las
de las generaciones futuras”, expresión que conteniendo la regla de “solidaridad
intergeneracional” o “diacrónica”, coincide claramente con el concepto de “desarrollo
sostenible” o “sustentable”, proveniente del informe “Nuestro Futuro Común” de la
Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, conocido como “Informe
Brundtland”, y adoptado también por la “Declaración de Río sobre el Medio Ambiente
y el Desarrollo” de 1992, fuente directa de esta norma de la Constitución Nacional. La
actuación del “desarrollo sostenible” conduce al imperativo de “conservar, proteger y
restablecer la salud y la integridad del ecosistema”, reduciendo y eliminando
modalidades de producción y consumo insostenibles, aplicando el criterio de
“precaución”, haciendo recaer los costos ambientales en el contaminador y utilizando
herramientas como la de “evaluación del impacto ambiental” respecto de actividades
que tengan probabilidades de producir un impacto negativo considerable en el medio
ambiente 7, todo lo cual genera un nuevo paradigma productivo al que debe ajustarse la
actividad económica. En ese contexto, la norma constitucional exige la utilización
“racional” de los recursos naturales, la preservación del “patrimonio natural” y de la
“diversidad biológica”, que tiene expresión concreta en la suscripción, anterior a la
reforma, del Convenio sobre Diversidad Biológica.
Puede entonces, a partir de lo dicho, afirmarse que en materia de relación entre
actividades productivas y medio ambiente, rige el principio constitucional de
“sostenibilidad” o “sustentabilidad” productiva. Claro que , no obstante que su
vigencia es indiscutible , como así también que de allí se derivan directas
consecuencias sobre las reglas a las que deberán someterse las actividades productivas,
deja igualmente a abierto un gran interrogante, ya que su contenido está lejos de ser
pacífico. En efecto, siendo inicialmente un concepto ligado a las ciencias biológicas 8, su
concreto significado en términos económicos despierta encontradas y polémicas
9
posiciones. Se asiste, al decir de un economista ecológico a “una lucha por la
interpretación del concepto de desarrollo sostenible”: de un lado la interpretación
“ecologista” y del otro “productivista”. Los ecologistas, en apretada síntesis, acusan que
los últimos pretenden confundir “desarrollo sostenible” con “crecimiento sostenible”, e
incluso “sostenido”, y ven allí una contradicción insalvable con la preservación del
ambiente. Corroborando estos disímiles puntos de vista, puede advertirse una posición
distante de la de los economistas ecologistas, en un reciente libro que representa la
opinión del “Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sostenible” ( World
Bussiness Council for Sustentable Development- WBCSD) que no admite el “no
crecimiento”, y propone un crecimiento “ecoeficiente”, que describe como “ el proceso
de agregar cada vez más valor y, al mismo tiempo, disminuir en forma permanente la
utilización de los recursos naturales, la cantidad de desechos y la contaminación
ambiental”. Y los medios que propone en la preservación del ambiente se ajustan a su
lógica y filosofía: castigos y/o incentivos tributarios, calificación crediticia “ambiental”,
valuación de “riesgo ambiental” por las compañías aseguradoras, manejo de “fondos
éticos” por agentes “socialmente responsables” (en sentido ecológico), etc... 10 En

7
Las mencionadas, como es sabido , son algunas de la pautas contenidas en la referida “Declaración de
Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo “ de l992.
8
V. Bwergel , S.D. op cit. pag. 308.
9
V. Riechmann, Jorge, “Desarrollo sostenible: la lucha por la interpretación”, en el volumen “De la
economía a la ecología”, Madrid, 1995, pag. 11.
10
El libro al que refiero, de donde se toman la posición y propuestas citadas, es “La comunidad financiera
y el desarrollo sostenible” de Schnmidheiny, S. Y Zorraquín, F. J. L.- Buenos Aires, 1997.
cambio, los “ecologistas “ plantean políticas públicas mucho más activas, fundadas en
principios cuya realización incidiría notablemente en las relaciones productivas en
general y en particular en las de la producción agraria: de irreversibilidad cero; de
recolección sostenible de los recursos naturales (tasa de recolección igual a tasa de
regeneración); principio de “vaciado sostenible” (en los recursos no renovables debería
ser igual a la tasa de creación de sustitutos renovables); principio de emisión sostenible (
o sea, “emisión cero” de residuos no biodegradables ); principio de selección sostenible
de tecnología, etc..11. Consecuentemente, proponen para lograrlos otros instrumentos
bien distintos, que en general coinciden con los contemplados en muchas leyes
ecológicas y de conservación de recursos naturales argentinas, especialmente
provinciales, aunque, vale decirlo, no tienen todavía mayor eficacia en su actuación
práctica: autorización previa, certificado de buena gestión (del suelo, por ejemplo),
certificación de “ impacto ambiental”, “zonificación”, etc.

4. El principio de “desarrollo sostenible” como nueva “base constitucional” del


derecho agrario, frente a los demás principios constitucionales gravitantes en la
actividad agraria y sus relativos institutos.

Lo antedicho lleva a concluir que el significado del “desarrollo sostenible”


como principio rector, de rango constitucional, de las actividades productivas en su
relación con el medio ambiente y la obligación de preservarlo, dependerá en gran
medida del resultado del debate y la contienda operante fundamentalmente en el ámbito
de las opciones políticas. De allí deberían emanar nuevas y más concretas directivas
que en tal caso configurarían un “hecho político” creativo del derecho agrario de origen
ambiental, y, asimismo, podrán sugerir algunas pautas de la aplicación de ese principio
de “ sustentabilidad”, protectorio del medio ambiente, en relación con otros principios
también de orden constitucional directamente vinculados con la actividad productiva,
como la garantía del derecho de propiedad y de libertad económica, particularmente
gravitantes en institutos fundamentales del derecho agrario, como son la propiedad
agraria y la empresa agraria.
Desde ya que un tema dificultoso es el de las pautas de ponderación utilizables
para dar preeminencia a uno u otro de estos principios, cuando en los supuestos
concretos de aplicación puedan resultar mutuamente afectados. Es fácilmente previsible
11
Riechmann, J. Op Cit. pag. 27.
que las normas ambientales de actuación del paradigma de desarrollo sostenible pongan
en juego permanentemente el alcance del derecho de propiedad y de libertad económica.
Aquí también puede esperarse un largo trecho de definiciones, con un papel
preponderante de la jurisprudencia nacional, que recién conoce algunos casos12. Si
buscamos orientación en los antecedentes y el contexto político de la reforma
podemos señalar una particularidad del constitucionalismo argentino que puede poner
en duda la profundidad con que regirá el paradigma de “sustentabilidad” cuando afecte
aquellas otras garantías. En efecto, no puede obviarse el dato de que mientras el
derecho al ambiente sano y/o a la preservación del ambiente, como “derecho humano de
tercera generación”, es recogido y consagrado dentro de los “nuevos derechos y
garantías “ constitucionales, las cláusulas típicas de los derechos económico - sociales,
o “ derechos humanos de la segunda generación”, en cuanto puedan suponer una
alteración sustancial de los derechos de propiedad y libertad económica como fueron
concebidos en el constitucionalismo clásico – en nuestro caso en la de 1853 – no han
tenido ingreso tampoco en la oportunidad de la reforma de 1994. Y, lo que es muy
elocuente, ello fue resultado de un decisión política expresa, que marca los límites
aceptados por los actores económicos, ya que la ley que convocó a la Reforma
Constitucional mientras habilitaba a la Convención Constituyente a la introducción de
las cláusulas de protección al ambiente, vedaba expresamente en su art. 7 cualquier
modificación a las cláusulas sobre la propiedad y la libertad económica vigentes desde
1853, lo que no ha pasado inadvertido a algún constitucionalista que ha hablado de
“techo ideológico” de la reforma de 1994, poniendo en duda el carácter verdaderamente
“nuevo” de la Constitución resultante. Es tentador en este aspecto comparar la situación
con el caso italiano donde, aunque no existe una cláusula constitucional ambiental, la
interpretación histórico - evolutiva de las referencias a los “fines sociales” y “utilidad
social” de los arts. 41 a 44 CN relativos a la actividad económica, ha servido a la
13
doctrina y jurisprudencia para reconocer la tutela constitucional del medio ambiente .
En cambio en el caso argentino, la “tolerancia” al ingreso de este “derecho al
ambiente”, por añadidura “tercera generación de derechos humanos “, frente a la tajante
“intolerancia” a cualquier alteración de los textos clásicos de la CN en cuanto pudiere

12
Algunos casos ya son analizados por Quiroga Lavié, H. En “La protección del ambiente en la reforma
de la Constitución Nacional”, La Ley, 16 de marzo de 1996. El caso referido en nota 4, dio lugar a un
comentario que pone de manifiesto el enfrentamiento entre distintos puntos de vista en el alcance de la
defensa ambiental:”El desarrollo sostenible aplicado a un problema de vista paisajística de un ecosistema
natural”. Esain, J. En La Ley Buenos Aires, Año 7, n. 9, octubre de 2000, pag. 1169.
13
V. Caravita, B. “ Diritto Pubblico dell’ambiente”, p. 17.
incidir en el contenido del derecho de propiedad y libertad económica, sugieren que la
inclusión de la defensa del ambiente en la Constitución Nacional partió del presupuesto
de su indiferencia e inocuidad en el campo de las relaciones económicas y de los
derechos a ellas vinculados. Y sin embargo, la vigencia del principio de “producción
sostenible”, como se ha visto antes, debería necesariamente llevar a un resultado
contrario.
Por ello, y más allá de los interrogantes pendientes, no hay duda que la fórmula
“desarrollo sostenible” es la llamada a resolver las relaciones entre producción y medio
ambiente, y como tal, elevada a principio constitucional, se constituye en el principal
vínculo del derecho agrario con los principios ambientales de la Constitución,
abarcando además los otros temas donde la producción agraria está directamente
interesada, esto es, “ la utilización racional de los recursos naturales” y la preservación
del “patrimonio natural” y de la “diversidad biológica”. De modo que del contenido y
alcance de este principio y de la posición que su reconocimiento constitucional merezca
frente a los demás principios constitucionales relacionados con la actividad agraria y los
bienes destinados a la producción, dependerá la profundidad de la redefinición de
institutos tradicionales del derecho agrario, como la propiedad y la empresa agraria. De
lo que no cabe duda es que una vez que ha adquirido rango constitucional este principio
que exige una compatibilidad de entre actividad agraria y medio ambiente, ha pasado a
constituir, en la expresión tan cara a nuestro recordado maestro, el Prof. Antonio
Carrozza, una nueva “base constitucional” del derecho agrario14.

14
Así denominó Carrozza a su relación al III Congreso Internacional de Derecho Agrario, celebrado en
Rosario, Argentina , en 1984. La versión italiana fue publicada en RDA, 1985,I,4, bajo el título “Diritto
Agrario e Costituzione”.

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