Está en la página 1de 6

La Carta Magna ("Gran Carta" en latín) es uno de los antecedentes de los regímenes políticos modernos en los cuales el poder

del
monarca o presidente se ve acotado o limitado por un consejo, senado, congreso, parlamento o asamblea. También es precursora del
Constitucionalismo Clásico.

La Carta Magna tiene su origen en Inglaterra, donde era conocida como Magna Carta Libertatum. Fue un documento inglés
aceptado por el rey Juan I de Inglaterra, más conocido como Juan sin Tierra (originalmente Sans-Terre en francés, Lackland en
inglés) ante el acoso de los problemas sociales y las graves dificultades en la política exterior. Fue elaborada después de tensas y
complicadas reuniones en Runnymede. Después de muchas luchas y discusiones, entre los nobles de la época, la Carta Magna fue
finalmente sancionada por el rey Juan I en Londres el 15 de junio de 1215. Los nobles normandos oprimían a los anglosajones y
éstos se rebelaron en contra de los primeros.

Sin embargo, procesos similares se habían producido con anterioridad en la Península Ibérica, en las Cortes de León de 1188. Entre
otras cosas exigidas, se pedía el favor de no pervertir el derecho; y se formó el derecho al debido proceso; también se separó la
iglesia del estado.

Fue comparada con la Bula de Oro de 1222 sancionada por el rey Andrés II de Hungría. Similares circunstancias obligaron al
monarca húngaro a elaborar un cuerpo legal donde otorgaba privilegios a la nobleza y reducía los del rey, convirtiéndose así, la
Carta Magna y la Bula de Oro de 1222, en los dos documentos más antiguos que fungieron como antecedentes para los sistemas
políticos modernos y contemporáneos.[1]

Bases de la Carta Magna

Los 65 artículos de los que consta la Carta Magna, aseguran los derechos feudales a la aristocracia frente al poder del Rey.
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano Representación de la Declaración de los Derechos del
Hombre de 1789.

La Declaración de los Derechos del Hombre aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789
es uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa (1789-1799) en cuanto a definir los derechos personales y
colectivos como universales. Influenciada por la doctrina de los derechos naturales, los derechos del Hombre se entienden como
universales, válidos en todo momento y ocasión al pertenecer a la naturaleza humana. Aun cuando establece los derechos
fundamentales de los ciudadanos franceses y de todos los hombres sin excepción, no se refiere a la condición de las mujeres o la
esclavitud, aunque ésta será abolida por la Convención el 4 de febrero de 1794. Sin embargo es considerado un documento
precursor de los derechos humanos a nivel nacional e internacional. No fue hasta que Olympe de Gouges, en 1791, proclamó la
Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana que las mujeres entraron, por lo menos a través de un documento no
oficial, en la historia de los derechos humanos.

La Declaración fue el prefacio a la Constitución de 1791. La primera traducción americana completa de sus 17 artículos al
castellano es obra de Antonio Nariño, publicada en Bogotá, capital de Colombia, en 1793.

Una segunda versión ampliada, conocida como Declaración de los Derechos del Hombre de 1793 fue aprobada posteriormente e
incorporada a la Constitución francesa de 1793, ambas de muy breve aplicación. Seguida de la Declaración de los Derechos y
Deberes del Hombre y del Ciudadano de 1795 en la Constitución de 1795 que establece el Directorio.

En el derecho constitucional francés, la Declaración de 1789 es parte de la Constitución francesa de 1946, que agrega los derechos
sociales en su preámbulo, y de la Constitución francesa de 1958 que reitera los mismos derechos de la Declaración y el preámbulo
de 1946.

Historia

Patente real del rey Luis XVI, promulgando los textos aprobados por la Asamblea Nacional a partir del 4 de agosto de 1789, entre
ellos la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Por el Juramento del Juego de Pelota, el 20 de junio de 1789, los diputados franceses de la Asamblea Nacional se habían fijado
como misión principal la de dar por primera vez una Constitución a Francia, y crearon con este fin un comité que preparase el
"orden de trabajo sobre la constitución del reino". El mismo día que la Asamblea adoptó el nombre de Asamblea Nacional
Constituyente, el 9 de julio de 1789, Mounier presentó ante la Asamblea el informe del comité, en el que se recomendaba redactar
un preámbulo que enumerase los derechos fundamentales que la Constitución debía respetar. [1] Se llegaron a leer 21 proyectos de
declaración, incluido uno de La Fayette y otro de la ciudad de París.[2] El 19 de agosto, la Asamblea acordó que la declaración sería
debatida por los diputados a partir del proyecto de 24 artículos propuesto por el 6º Bureau, que fue el proyecto más votado por
delante del presentado por el Abad Sieyès.[3] Los artículos fueron debatidos, redactados y votados uno por uno en los días siguientes
(del 20 al 26 de agosto), modificándose sustancialmente el contenido de la declaración que quedó en 17 artículos. Se aprobó el
último artículo, el 17 relativo al derecho a la propiedad, el 26 de agosto de 1789.[4] [5]

La Declaración fue promulgada por patente real el 3 de noviembre de 1789, junto con otros textos aprobados por la Asamblea
Nacional desde el 4 de agosto de 1789. Aquella noche se había aprobado la abolición de los privilegios en los que se basaba la
sociedad del Antiguo Régimen, poniendo fin al sistema feudal.

Contenido
La Declaración establece los principios de la alegria que serán la base de la legitimidad de la nueva sociedad, acabando con los
principios, las instituciones y las prácticas del Antiguo Régimen: "El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación".
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano considera legítima la revuelta de los diputados en contra de la
monarquía absoluta, al declarar como derecho imprescindible del hombre la "resistencia a la opresión".

La Declaración tiene un alcance general y orientado hacia el futuro. Los Constituyentes enumeran los "derechos inherentes a la
naturaleza humana", que no son derechos creados por los revolucionarios, sino que son derechos constatados. Es la consecución de
la filosofía del Siglo de las Luces. El artículo 2 enumera los derechos naturales e imprescriptibles del hombre, que son anteriores a
los poderes establecidos y son considerados como aplicables en cualquier lugar y cualquier época:

 la libertad
 la propiedad
 la seguridad
 la resistencia a la opresión

Muchos artículos son dedicados a la libertad:

 Artículo 1: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos";


 Los artículos 4 y 5 intentan definir y circunscribir la libertad. Es definida como "lo que no perjudica a nadie" y sólo la ley
le puede poner límites;
 Los artículos 7, 8 y 9 precisan las características de la libertad individual: presunción de inocencia e irretroactividad de la
ley;
 Los artículos 10 y 11 se refieren a la libertad de opinión, de prensa y de consciencia.

El principio de igualdad es establecido en el artículo primero, la igualdad ante la Hacienda Pública en el artículo 13 (en respuesta a
la reivindicación más repetida en los Cuadernos de quejas), y la igualdad frente a la ley en el artículo 6 (igualdad para acceder a los
cargos públicos sólo con base en las capacidades individuales).

La propiedad es un derecho inviolable y sagrado (artículo 17). Según este artículo "Nadie puede ser privado de ella, excepto cuando
la necesidad pública, legalmente constatada, lo exige con evidencia y con la condición de una indemnización previa y justa."

Los artículos que definen al ciudadano dentro de la organización del sistema político son menos precisos y son condicionados por el
recelo hacia el Antiguo Régimen. El artículo 6 afirma que la ley es la expresión de la voluntad general, la expresión de la soberanía
y la fuente de los poderes públicos. Según el artículo 15, los agentes públicos son responsables de su gestión y la sociedad tiene el
derecho de pedirles que rindan cuenta de ella. No se mencionan sin embargo los derechos sociales, que proceden de una definición
distinta de la palabra "derecho": la Declaración determina la legitimidad de los actos, mientras que los derechos sociales definen
garantías materiales.

El artículo 16 es el precepto en el cual están consagrados los fundamentos de todo Estado que se jacte de tener Constitución; el
artículo en comento señala que un Estado que no garantice los derechos humanos y no establezca la división de poderes, carece de
Constitución.

Los miembros de la Asamblea Constituyente manejaban ideas generales y conceptos teóricos, pero no definieron las condiciones
concretas en las que se debía de establecer el gobierno del pueblo, dado que se trataba de un preámbulo a una Constitución.
Plantearon principios trascendentales cuya aplicación concreta quedó definida en la propia Constitución. Este texto servirá de base a
todos los regímenes que se inscriben dentro de una tradición republicana.

La Declaración de 1789 ha inspirado un gran número de textos similares en Europa y América Latina. La tradición heredada de la
Revolución francesa está también presente en la Convención Europea de los Derechos Humanos, firmada en Roma el 4 de
noviembre de 1950.

Artículos

Los Artículos de La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano son los siguientes:

I. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos. Las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la
utilidad pública.

II. La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Esos
derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

III. La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la Nación; ningún individuo ni ninguna corporación pueden ser revestidos
de autoridad alguna que no emane directamente de ella.

IV. La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales de
cada hombre, no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos.
Estos límites sólo pueden ser determinados por la ley.
V. La ley sólo puede prohibir las acciones que son perjudiciales a la sociedad. Lo que no está prohibido por la ley no puede ser
impedido. Nadie puede verse obligado a aquello que la ley no ordena.

VI. La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos tienen derecho a colaborar en su formación, sea
personalmente, sea por medio de sus representantes. Debe ser igual para todos, sea para proteger o para castigar. Siendo todos los
ciudadanos iguales ante ella, todos son igualmente elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a sus
distintas capacidades, sin ninguna otra distinción que la creada por sus virtudes y conocimientos.

VII. Ningún hombre puede ser acusado, arrestado y mantenido en confinamiento, excepto en los casos determinados por la ley, y de
acuerdo con las formas por ésta prescritas. Todo aquél que promueva, solicite, ejecute o haga que sean ejecutadas órdenes
arbitrarias, debe ser castigado, y todo ciudadano requerido o aprehendido por virtud de la ley debe obedecer inmediatamente, y se
hace culpable si ofrece resistencia.

VIII. La ley no debe imponer otras penas que aquéllas que son estrictamente y evidentemente necesarias; y nadie puede ser
castigado sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad a la ofensa y legalmente aplicada.

IX. Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido declarado convicto. Si se estima que su arresto es indispensable,
cualquier rigor mayor del indispensable para asegurar su persona ha de ser severamente reprimido por la ley.

X. Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aun por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se
causen trastornos del orden público establecido por la ley.

XI. Puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo
ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, excepto cuando tenga que responder del abuso de esta libertad en los casos
determinados por la ley.

XII. Siendo necesaria una fuerza pública para garantizar los derechos del hombre y del ciudadano, se constituirá esta fuerza en
beneficio de la comunidad, y no para el provecho particular de las personas a las que ha sido confiada.

XIII. Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los gastos de administración, una contribución común, ésta debe
ser distribuida equitativamente entre los ciudadanos, de acuerdo con sus facultades.

XIV. Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a constatar la necesidad de la contribución pública, a
consentirla libremente, a comprobar su adjudicación y a determinar su cuantía, su modo de amillaramiento, su recaudación y su
duración.

XV. La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su administración.

XVI. Una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes definida, no tiene
Constitución.

XVII. Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie podrá ser privado de él, excepto cuando la necesidad pública,
legalmente comprobada, lo exige de manera evidente, y a la condición de una indemnización previa y justa.

Efectos en el derecho constitucional francés

De acuerdo al preámbulo de la Constitución de la Quinta República de Francia (adoptada el 4 de octubre de 1950, y actual
constitución), se establece que:

 Las legislaciones de impuestos o prácticas que parezcan hacer alguna innecesaria diferencia entre ciudadanos son
desechadas como anticonstitucionales.
 Las propuestas de clara discriminación con bases étnicas son descartadas porque infringen el principio de igualdad, ya
que deberían estar en igualdad.

Memoria del Mundo

Desde 2003, el conjunto de los textos y documentos referentes a la proclamación de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano ha sido seleccionado por la UNESCO para integrar la lista del registro de la Memoria del Mundo. Este registro
recopila el patrimonio documental de interés universal, con el propósito de asegurar su preservación.
La Declaración Universal de Derechos Humanos ilumina el pluralismo y la diversidad mundiales

A continuación figura el texto del discurso pronunciado por el Secretario General, Kofi Annan, el 10 de diciembre de 1997 en la
Universidad de Teherán, con motivo del cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

Es un placer especial para mí estar hoy con ustedes, en esta distinguida universidad, en el corazón de esta tierra suya, tan grande y
antigua. Hace tiempo que deseaba visitar el Irán y les estoy agradecido por su generosa acogida. El Irán está atravesando una época
de grandes promesas y transformaciones. Las miradas de todo el mundo están puestas en ustedes. Con clarividencia, compasión y
orgullo, están renovando su nación. Los felicito por su éxito.

Me dirijo a ustedes en un día de celebración en todo el mundo. El 10 de diciembre se inicia el año del cincuentenario de la
Declaración Universal de Derechos Humanos. Por lo tanto, es para mí un placer especial dirigirme hoy a ustedes y, a través de
ustedes, al resto del mundo.

Ustedes, los estudiantes y líderes del mañana - en el Irán y en todas las naciones - son los guardianes de estos derechos humanos. La
suerte y el futuro de estos derechos están en sus manos.

Hoy, en todas partes del mundo, hombres, mujeres y niños de todas las religiones y lenguas, de todos los colores y credos, se unirán
para abrazar los derechos humanos que todos compartimos.

Lo harán convencidos de que los derechos humanos se encuentran en la misma base de la existencia y coexistencia de los seres
humanos; de que los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes; y de que los derechos humanos están en el
corazón de todo lo que las Naciones Unidas aspiran a conseguir en la paz y el desarrollo.

"Sólo si se respetan por igual, podrán gozar estos derechos de aceptación universal" declara el Secretario General en la
Universidad de Teherán.

Los derechos humanos son lo que nos hace humanos. Son los principios que nos permiten crear el santuario para la dignidad
humana.

El artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos".

Están dotados de razón y conciencia y deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Los derechos humanos los requiere la razón y los exige la conciencia. Ellos son nosotros y nosotros somos ellos. Los derechos
humanos son derechos que cualquier persona tiene en su condición de ser humano. Todos somos seres humanos: todos merecemos
derechos humanos. Lo uno no puede existir sin lo otro.

¿Quién puede negar que todos compartimos el mismo horror por la violencia?

¿Quién puede negar que todos buscamos vivir libres del miedo, la tortura y la discriminación? ¿Quién puede negar que todos
deseamos expresarnos libremente y perseguir nuestros objetivos en la vida?

¿Cuándo se ha oído a una voz libre exigir el fin de la libertad? ¿Dónde se ha oído a un esclavo defender la esclavitud? ¿Cuándo se
ha oído a una víctima de la tortura apoyar los métodos del torturador? ¿Dónde se ha oído a los tolerantes pedir intolerancia?

La ausencia de tolerancia y derechos humanos no es sólo una negación de la dignidad humana. Es también la raíz del sufrimiento y
el odio que provocan la violencia política e impiden el desarrollo económico.

Si hay algo que nos ha enseñado la sangrienta historia de este siglo, es esto.

Cuando hablamos del derecho a la vida, al desarrollo, o a las diferencias de opinión y a la diversidad, estamos hablando de
tolerancia. La promoción, protección y garantía de la tolerancia hará posibles todas las libertades. La falta de ella hará que todas
sean inciertas. Como dijo una vez un sabio: "La fe inspira respeto; el fanatismo provoca odio".

Los derechos humanos son la expresión de las tradiciones de tolerancia, en todas las culturas, en que se fundan la paz y el progreso.
Los derechos humanos, bien entendidos e interpretados de manera justa, no son extraños a ninguna cultura; son inherentes a todas
las naciones.

La universalidad de los derechos humanos es lo que les da fuerza y el poder de atravesar cualquier frontera, elevarse sobre cualquier
muro y hacer frente a cuanto se les oponga.

Los derechos humanos no son universales sólo porque sus raíces existan en todas las culturas y tradiciones. Su universalidad
moderna radica en el apoyo que reciben de los 185 Estados Miembros de las Naciones Unidas. La Declaración en sí fue el resultado
de los debates celebrados por un grupo singularmente representativo de intelectuales, la mayoría de ellos procedentes de países no
occidentales. Ellos aportaron a esta histórica misión los recuerdos recientes de una guerra mundial y las antiguas enseñanzas de paz
universal. Los principios consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos tienen profundas raíces en la historia de la
humanidad. Pueden encontrarse en las enseñanzas de todas las grandes tradiciones culturales y religiosas del mundo.

El iman Alí, cuarto califa después del profeta Mahoma, ordenó al gobernador de Egipto que ejerciera su cargo con piedad y
tolerancia hacia todos sus súbditos:

"... que el más preciado de tus tesoros sea actuar con rectitud ... llena tu corazón de piedad, amor y bondad hacia tus súbditos. No
seas para ellos un feroz animal, considerándoles como presas fáciles, pues ellos pertenecen a dos clases: o son tus hermanos en la
religión o tus iguales en la creación."

Saadi, el gran poeta persa del siglo XIII, también ofreció un emotivo tributo a los valores de la tolerancia y la igualdad entre todos
los pueblos y naciones: "los hijos de Adán son parte unos de otros y en su creación provienen de una misma sustancia. Cuando el
mundo provoca dolor a un miembro, los otros no encuentran reposo. Tú que eres indiferente a los sufrimientos de los demás no
mereces ser llamado hombre".

Casi 2.000 años antes, Confucio habló de la dignidad del individuo y de la tolerancia del Estado hacia la libertad de expresión de
todos sus ciudadanos: "cuando el Estado va por el buen camino, habla en voz alta y actúa con valentía. Cuando el Estado ha perdido
su camino, actúa con valentía y habla en voz baja".

Finalmente, y mucho más cercano a nuestra época, Thomas Jefferson definió los derechos humanos como derechos universales a la
libertad y la dignidad, en la Declaración de Independencia norteamericana de 1776. Jefferson escribió:

"Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales; que a todos les confiere su Creador ciertos derechos
inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad."

He mencionado estos ejemplos de todas las épocas y de tierras lejanas porque son la prueba de una verdad eterna y fuente de
profunda inspiración sobre la condición humana.

La tolerancia y la piedad han sido siempre, y en todas las culturas, ideales de gobierno y de comportamiento humano. Hoy en día
llamamos a estos valores derechos humanos.

El creciente apoyo a la Declaración de Derechos Humanos durante los últimos 50 años ha infundido nueva vida a este documento y
ha reafirmado su universalidad. Los principios básicos de la Declaración han sido incorporados a las leyes nacionales de países
pertenecientes a todas las tradiciones culturales.

No hay un solo modelo de democracia, derechos humanos, ni expresión cultural para todo el mundo. Pero para todo el mundo debe
haber democracia, derechos humanos y libertad de expresión cultural.

El ingenio humano hará posible que cada sociedad, en el contexto de sus propias tradiciones e historia, adopte y promueva estos
valores. Estoy convencido de ello.

Por esta razón, cuando estoy en África hablo de los derechos humanos como "Derechos Africanos", como derechos que deben
encontrar su expresión en el lenguaje de las personas a las que protegen. Esto es lo que me hace confiar en que algún día estos
derechos prevalecerán.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, lejos de insistir en la uniformidad, es la condición básica para la diversidad
mundial. Esta es su gran fuerza. Este es su valor eterno.

La Declaración Universal de Derechos Humanos consagra e ilumina el pluralismo y la diversidad en el mundo. Es el modelo para
una nueva era en la cual la comunicación y la colaboración determinarán el éxito y la supervivencia de los Estados y los pueblos.

La lucha por los derechos humanos universales ha sido siempre y en todo lugar una lucha contra todas las formas de tiranía e
injusticia: contra la esclavitud, contra el colonialismo, contra el apartheid. Hoy la lucha no es distinta ni menos importante.

En todas las partes del mundo, las Naciones Unidas están dedicadas a asegurar las condiciones básicas para la existencia humana:
paz, desarrollo, protección del medio ambiente, alimentación, vivienda adecuada, mejores oportunidades.

Deseamos garantizar estas condiciones, no porque pensemos que todos los seres humanos son iguales, sino porque sabemos que
todos los seres humanos necesitan comida, libertad y un futuro sostenible. Estos son derechos humanos.

La historia de los derechos humanos es la historia de las Naciones Unidas. Los principios y preceptos de la Declaración Universal
de Derechos Humanos guían e inspiran todos los actos de las Naciones Unidas.
Nos inspiran para que hagamos más para más gente. Nos animan a creer que nuestra causa es justa y que su suerte será la medida
del valor del hombre.

La primera Conferencia Mundial de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se celebró hace 30 años, aquí mismo en Teherán.
La Conferencia apoyó los principios básicos de la Declaración Universal y estableció el programa que intentamos cumplir hoy en
día.

La Conferencia instó a eliminar todas las formas de discriminación contra la mujer, hizo hincapié en la indivisibilidad de todos los
derechos humanos y libertades fundamentales e insistió en que la plena realización de los derechos civiles y políticos no era posible
sin el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales.

El trabajo de las Naciones Unidas en los ámbitos de la paz y el desarrollo ha ido dando cada vez más importancia a los derechos
humanos.

Esto incluye a todos los derechos humanos, desde los derechos civiles y políticos hasta los sociales y económicos. El derecho al
desarrollo es un derecho universal e inalienable y es inseparable del resto de los derechos. Incluso se podría decir que sigue siendo
la medida del respeto de los demás derechos humanos.

En materia de derechos humanos no podemos elegir a nuestro antojo, ignorando algunos mientras insistimos en otros. Sólo si se
respetan por igual podrán gozar de aceptación universal. Además, no pueden aplicarse de manera selectiva ni relativa, ni como
instrumento de castigo.

Su fuerza eterna es su pureza.

Si, como algunos sugieren, este ha sido el siglo más terrible en la historia de la humanidad, también ha sido el más lleno de
esperanza. A las puertas del nuevo milenio, nadie pone en duda la dignidad esencial de todo ser humano.

Hoy celebramos el aniversario de un testimonio en favor de esa dignidad.

Celebramos una victoria de la tolerancia, la diversidad y el pluralismo. La Declaración Universal de Derechos Humanos es un
baluarte mundial contra todos los sistemas e ideologías que se propongan suprimir nuestra diversidad y nuestra humanidad. La
diversidad no es menos esencial para la condición humana que la dignidad.

Mis queridos jóvenes amigos, aquí en esta sala y en todo el mundo: los ideales de los derechos humanos son los ideales de la
esperanza y la humanidad. Su idealismo les inspira fe en nuestro futuro común y los alienta a construir un futuro más justo y
compasivo que el pasado.

Ustedes los jóvenes son los que tendrán que convertir estos derechos en realidad, ahora y para siempre.

Los derechos humanos son sus derechos: abrácenlos, defiéndanlos, promuévanlos, compréndanlos e insistan en ellos, aliméntenlos y
refuércenlos.

Ellos son el verdadero reflejo de las más altas aspiraciones de la humanidad. Son lo mejor del ser humano. Denles vida.

También podría gustarte