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La Declaración de los Derechos del Hombre y de los Ciudadanos en 1789

En 1789, el pueblo de Francia causó la abolición de una monarquía absoluta y creó la


plataforma para el establecimiento de la primera República Francesa. Sólo seis semanas
después del ataque súbito a la Bastilla, y apenas tres semanas después de la abolición del
feudalismo, la Asamblea Nacional Constituyente adoptó la Declaración de los Derechos del
Hombre y de los Ciudadanos (en francés: La Déclaration des Droits de l’Homme et du
Citoyen) como el primer paso para escribir la constitución de la Republica de Francia.
La Declaración proclama que a todos los ciudadanos se les deben garantizar los derechos
de “libertad de propiedad, seguridad y resistencia a la opresión”. Argumenta que la
necesidad de la ley se deriva del hecho de que “…el ejercicio de los derechos naturales de
cada hombre, tiene sólo aquellos límites que aseguran a los demás miembros de la misma
sociedad el goce de estos mismos derechos”. Por lo tanto, la Declaración ve a la ley como
“una expresión de la voluntad general”, destinada a promocionar esta equidad de derechos
y prohibir “sólo acciones dañinas para la sociedad”.
La declaración establece los principios de la sociedad que serán la base de la nueva
legitimidad, acabando con los principios, las instituciones y las prácticas del Antiguo
Régimen: "El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación". La
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano considera legítima la revuelta de
los diputados en contra de la monarquía absoluta, al declarar como derecho imprescindible
del hombre la "resistencia a la opresión".
La declaración tiene un alcance general y orientado hacia el futuro. Los Constituyentes
enumeran lo que no son derechos creados por los revolucionarios, sino que son derechos
constatados. Es la consecución de la filosofía del Siglo de las Luces. Los derechos
naturales e imprescriptibles del hombre, que son anteriores a los poderes establecidos y
son considerados como aplicables en cualquier lugar y cualquier época: • La libertad. • La
propiedad. • La seguridad. • La resistencia a la opresión.
Muchos artículos son dedicados a la libertad:

 Artículo 1: "Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos";


 Los artículos 4 y 5 intentan definir y circunscribir la libertad. Es definida como "lo que no
perjudica a nadie" y solo la ley le puede poner límites;
 Los artículos 7, 8 y 9 precisan las características de la libertad individual: presunción de
inocencia e irretroactividad de la ley;
 Los artículos 10 y 11 se refieren a la libertad de opinión, de prensa y de conciencia.
El principio de igualdad es establecido en el artículo primero, la igualdad ante la Hacienda
Pública en el artículo 13 (en respuesta a la reivindicación más repetida en los Cuadernos
de quejas), y la igualdad frente a la ley en el artículo 6 (igualdad para acceder a los cargos
públicos solo con base en las capacidades individuales).
La propiedad es un derecho inviolable y sagrado (artículo 17). Según este artículo "Nadie
puede ser privado de ella, excepto cuando la necesidad pública, legalmente constatada, lo
exige con evidencia y con la condición de una indemnización previa y justa."
Los artículos que definen al ciudadano dentro de la organización del sistema político son
menos precisos y son condicionados por el recelo hacia el Antiguo Régimen. El artículo 6
afirma que la ley es la expresión de la voluntad general, la expresión de la soberanía y la
fuente de los poderes públicos. Según el artículo 15, los agentes públicos son
responsables de su gestión y la sociedad tiene el derecho de pedirles que rindan cuenta de
ella. No se mencionan sin embargo los derechos sociales, que proceden de una definición
distinta de la palabra "derecho": la Declaración determina la legitimidad de los actos,
mientras que los derechos sociales definen garantías materiales.
El artículo 16 es el precepto en el cual están consagrados los fundamentos de todo Estado
que se jacte de tener Constitución; el artículo en comento señala que un Estado que no
garantice los derechos humanos y no establezca la separación de poderes, carece de
Constitución.
Los miembros de la Asamblea Constituyente manejaban ideas generales y conceptos
teóricos, pero no definieron las condiciones concretas en las que se debía de establecer el
gobierno del pueblo, dado que se trataba de un preámbulo a una Constitución. Plantearon
principios trascendentales cuya aplicación concreta quedó definida en la propia
Constitución. Este texto servirá de base a todos los regímenes que se inscriben dentro de
una tradición republicana.
La Declaración de 1789 ha inspirado un gran número de textos similares en Europa y
América Latina. La tradición heredada de la Revolución francesa está también presente en
la Convención Europea de los Derechos Humanos, firmada en Roma el 4 de noviembre
de 1950.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (en francés:  Declaration des
Droits de l'Homme et du Citoyen) es un documento de derechos humanos adoptado en las
primeras etapas de la Revolución francesa (1789-1799).

Inspirada en los principios de la Ilustración, la Declaración constaba de 17 artículos y sirvió


de preámbulo a la Constitución francesa de 1791. Redactado originalmente por Gilbert du
Motier, marqués de Lafayette (1757-1834), el documento se basaba en conceptos como la
teoría de la voluntad general de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), la separación de
poderes y la idea de que todos los hombres estaban sujetos a derechos humanos
universales y naturales. La Declaración, adoptada por primera vez en agosto de 1789,
sirvió como afirmación de los valores fundamentales de la Revolución francesa y tuvo un
gran impacto en el desarrollo de la libertad y la democracia en Europa y en todo el mundo.
Aunque en un principio se consideraba un documento casi sagrado, la Declaración sería
modificada varias veces durante la Revolución, primero para adaptarla a la Constitución de
1793, y de nuevo para la Constitución de 1795 (Año III en el calendario republicano
francés). Sin embargo, la versión original de 1789 sigue siendo la más relevante desde el
punto de vista histórico y se ha incluido en los preámbulos de las constituciones tanto de la
Cuarta República Francesa (1946-1958) como de la actual Quinta República Francesa
(1958-actualidad).

Orígenes
El verano de 1789 fue una época esperanzadora para Francia. Los tres estamentos de la
Francia prerrevolucionaria se habían reconciliado en una única Asamblea Nacional
Constituyente, que había desmantelado los grilletes del feudalismo y privado a la nobleza
y al clero de sus privilegios con los Decretos de Agosto. El pueblo llano se había hecho oír
con el asalto a la Bastilla el 14 de julio, obligando al testarudo rey Luis XVI de
Francia (que reinó de 1774 a 1792) a acatar la Revolución a regañadientes y
temporalmente. Con los meses sangrientos del Reinado del Terror (1793-94) todavía en el
futuro, el verano de 1789 fue testigo de una Revolución pacífica y ordenada, en la que la
reconciliación con el rey todavía parecía posible, y las guerras revolucionarias francesas no
eran todavía una conclusión inevitable. Para muchos franceses, este verano era una
promesa de que una vida mejor estaba a la vuelta de la esquina.

En medio de este ambiente optimista, la Asamblea aprobó la Declaración de los Derechos


del Hombre el 26 de agosto de 1789. El documento, que incluía un texto de preámbulo y
diecisiete artículos, estaba destinado a ser meramente provisional, que luego sería
enmendado cuando la Asamblea se embarcara en la laboriosa tarea de negociar una
nueva constitución. Sin embargo, cuando se terminó la constitución dos años después,
nadie se atrevió a ofrecer revisiones a la Declaración. Para entonces, se había convertido
en algo prácticamente sagrado.

La Declaración francesa, nacida de los ideales de la Ilustración, se inspiró en la reciente


Revolución de las Trece Colonias, que muchos diputados de la Asamblea veían como la
principal historia de éxito de la libertad triunfando sobre la tiranía. No es de extrañar
entonces que el autor original de la Declaración fuera Lafayette, un campeón de las
libertades americanas que ahora pretendía ofrecer esas libertades a sus propios
compatriotas. Apoyado por otros veteranos franceses de la Guerra de Independencia de
los Estados Unidos (1775-1783), Lafayette propuso por primera vez a la Asamblea la
necesidad de afirmar los derechos naturales de los ciudadanos el 11 de julio, apenas tres
días antes de la caída de la Bastilla. El asalto a la Bastilla, que fortaleció la Revolución y
dio al propio Lafayette una posición de autoridad como comandante de la Guardia
Nacional, difícilmente podría haber parecido un mandato mejor para que continuara su
trabajo.

Lafayette trabajó estrechamente bajo la dirección de su amigo personal Thomas Jefferson


(1743-1824), que entonces era embajador de Estados Unidos en Francia. Aunque
Jefferson declinó la oferta de la Asamblea de asesorarles de manera formal, alegando
deberes con su propio país, se aseguró de leer todos los borradores que Lafayette le
enviaba, ofreciendo ediciones y consideraciones cuando lo consideraba oportuno.
Naturalmente, la Declaración francesa resultante reflejaba fielmente los ejemplos
estadounidenses, en concreto la Declaración de Derechos de Virginia y la Declaración de
Independencia de Estados Unidos, ambas redactadas por Jefferson. Como señala el
historiador Ian Davidson, las declaraciones francesa y estadounidense son similares no
solo en su defensa de los derechos naturales del hombre, sino también como
declaraciones de guerra y manifiestos contra la tiranía: la Declaración de Independencia
fue una declaración de guerra contra el rey Jorge III de Gran Bretaña (que reinó de 1760 a
1820), mientras que la Declaración de los Derechos del Hombre francesa fue una
declaración de guerra contra el Antiguo Régimen.
Sin embargo, la Declaración de Derechos francesa no estuvo exenta de críticas. A algunos
de los miembros de la Asamblea no les gustó que Lafayette emulara la experiencia
americana, señalando que se trataba de dos situaciones completamente diferentes;
Estados Unidos era una nación nueva, que estaba creando una identidad propia desde
cero tras deshacerse del yugo de sus gobernantes coloniales. En cambio, Francia era una
nación antigua, que había conocido el gobierno de los reyes durante más de un milenio. En
lugar de crear un gobierno completamente nuevo, Francia se enfrentó a la dificultad de
establecer un nuevo cuerpo político dentro de los límites de un gobierno existente y de
incluir la presencia del rey en cualquier Declaración de Derechos que aprobara. Como el
Conde de La Blanche describió crudamente la comparación, "no debemos olvidar que los
franceses no son un pueblo que acaba de salir de las profundidades del bosque para
formar una asociación original" (Schama, 443).
Artículos

La Declaración comienza con su propio preámbulo, que describe las características de los
derechos del hombre como inalienables, naturales y sagrados. Se hace eco de la
destrucción del feudalismo y de los privilegios nobiliarios por parte de la Asamblea, al
tiempo que restringe la monarquía y hace hincapié en los derechos de todos los
ciudadanos a participar en el proceso democrático, a través de métodos como la libertad
de palabra y de expresión. La Declaración hace suya la teoría de la voluntad general
expuesta por el filósofo de la Ilustración Rousseau, que postula que el Estado representa la
voluntad de los ciudadanos y que las leyes no pueden aplicarse legítimamente sin el
consentimiento del pueblo.

Los artículos también contienen otras ideas de la Ilustración, como la separación de


poderes preconizada por el barón de Montesquieu (1689-1755) y la noción de que el
individuo debe ser salvaguardado contra el encarcelamiento arbitrario, un eco de Voltaire
(1694-1778). La influencia de los fisiócratas, una escuela de pensamiento económico que
consideraba la tierra como fuente de riqueza, también prevalece en el énfasis de la
Declaración en la importancia de la propiedad.

Cabe destacar que, a diferencia de la Declaración de Independencia estadounidense, los


artículos franceses no digan nada sobre las ofensas del rey Luis XVI y, de hecho, no dicen
nada sobre si debe haber un rey. Sin embargo, los artículos proponen la idea de la
soberanía popular como sustituto del concepto del derecho divino del rey a gobernar.

A continuación se presentan los 17 artículos:


I - Los hombres han nacido, y continúan siendo, libres e iguales en cuanto a sus derechos.
Por lo tanto, las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la utilidad pública.
II - La finalidad de todas las asociaciones políticas es la protección de los derechos
naturales e imprescriptibles del hombre; y esos derechos son libertad, propiedad,
seguridad y resistencia a la opresión.
III - La nación es esencialmente la fuente de toda soberanía; ningún individuo ni ninguna
corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de
ella.
IV - La libertad política consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los
demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que
los necesarios para garantizar a cualquier otro hombre el libre ejercicio de los mismos
derechos; y estos límites solo pueden ser determinados por la ley.
V - La ley solo debe prohibir las acciones perjudiciales a la sociedad. Lo que no está
prohibido por la ley no debe ser estorbado. Nadie debe verse obligado a aquello que la ley
no ordena.
VI - La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos tienen
derecho a colaborar en su formación, sea personalmente, sea por medio de sus
representantes. Debe ser igual para todos, sea para castigar o para premiar; y siendo
todos iguales ante ella, todos son igualmente elegibles para todos los honores,
colocaciones y empleos, conforme a sus distintas capacidades, sin ninguna otra distinción
que la creada por sus virtudes y conocimientos.
VII - Ningún hombre puede ser acusado, arrestado ni mantenido en confinamiento excepto
en los casos determinados por la ley y de acuerdo con las formas por esta prescritas. Todo
aquel que promueva, solicite, ejecute o haga que sean ejecutadas órdenes arbitrarias,
debe ser castigado, y todo ciudadano requerido o aprehendido por virtud de la ley debe
obedecer inmediatamente, y se hace culpable si ofrece resistencia.
VIII - La ley no debe imponer otras penas que aquéllas que son evidentemente necesarias;
y nadie debe ser castigado sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad a la
ofensa y legalmente aplicada.
IX - Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido convicto. Por lo tanto,
siempre que su detención se haga indispensable, se ha de evitar por la ley cualquier rigor
mayor del indispensable para asegurar su persona.
X - Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por sus ideas
religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público
establecido por la ley.
XI - Puesto que la comunicación sin trabas de los pensamientos y opiniones es uno de los
más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar
libremente, teniendo en cuenta que es responsable de los abusos de esta libertad en los
casos determinados por la ley.
XII - Siendo necesaria una fuerza pública para dar protección a los derechos del hombre y
del ciudadano, se constituirá esta fuerza en beneficio de la comunidad, y no para el
provecho particular de las personas por quienes está constituida.
XIII - Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los demás gastos del
gobierno, una contribución común, esta debe ser distribuida equitativamente entre los
miembros de la comunidad, de acuerdo con sus facultades.
XIV - Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a emitir voto
libremente para determinar la necesidad de las contribuciones públicas, su adjudicación y
su cuantía, modo de amillaramiento y duración.
XV - Toda comunidad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su conducta.
XVI - Toda comunidad en la que no esté estipulada la separación de poderes y la
seguridad de derechos necesita una Constitución.
XVII - Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie deberá ser privado de él,
excepto en los casos de necesidad pública evidente, legalmente comprobada, y en
condiciones de una indemnización previa y justa.
París, 26 de agosto de 1789.

Conclusión
A pesar de sus defectos, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue
uno de los logros más significativos y duraderos de la Revolución francesa. "En lo que
respecta a la historia", escribe Ian Davidson, "solo hay una Declaración de Derechos
Humanos de cierta importancia antes de la de las Naciones Unidas en 1948, y es la
Declaración francesa de 1789" (39). Aunque esta afirmación es ciertamente discutible, no
lo es el impacto monumental de los Derechos del Hombre en la historia francesa y mundial.

Sin embargo, no siempre parecía que la Declaración fuera a perdurar. El rey Luis XVI se
negó a consentirla hasta que la Marcha de las Mujeres sobre Versalles lo obligó a hacerlo
en octubre de 1789. Aunque la Asamblea la consideró demasiado sagrada para revisarla
para la Constitución de 1791, las necesidades cambiantes de la Revolución llevaron a los
jacobinos a redactar una nueva versión para su Constitución de 1793, esperando ir aún
más lejos que la original en nombre de la democracia. Sin embargo, esta versión nunca
llegó a aplicarse, y en 1795 se completó una tercera versión de la Declaración como
reacción derechista al Reinado del Terror. La Declaración, en cualquiera de sus formas,
fue ampliamente ignorada por Napoleón y los Borbones restaurados, hasta que la
Revolución de 1830 siguió combinándola con las constituciones francesas.

Se pueden ver elementos de la Declaración en la actual constitución de 1958, establecida


para la Quinta República Francesa a instancias del general Charles de Gaulle (1890-1970).
Por tanto, el legado de la Declaración, concebida originalmente como una afirmación de los
principios fundamentales de la Revolución de 1789, persiste hasta nuestros días.

¿Cuál es la idea principal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?
La Declaración sirvió para afirmar los principios fundamentales de la Revolución francesa,
como la afirmación de que "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en
derechos".

¿Cuál es la importancia de la Declaración de los Derechos del Hombre?


La Declaración de los Derechos del Hombre fue una de las declaraciones más
significativas de los derechos humanos y uno de los logros más duraderos de la
Revolución francesa.

¿Qué inspiró la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?


La Declaración se inspiró en ejemplos americanos recientes, como la Declaración de
Independencia de Thomas Jefferson, así como en filósofos de la Ilustración como
Rousseau, Montesquieu y Voltaire.

¿Quién es el autor de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?


La Declaración de los Derechos del Hombre fue redactada originalmente por el Marqués
de Lafayette, en consulta con Thomas Jefferson. Los borradores posteriores fueron
completados por el abate Sieyès, y la Declaración sería totalmente revisada en dos
ocasiones, primero en 1793 y de nuevo en 1795.

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