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La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (en francés: Declaration des
Droits de l'Homme et du Citoyen) es un documento de derechos humanos adoptado en las
primeras etapas de la Revolución francesa (1789-1799).
Orígenes
El verano de 1789 fue una época esperanzadora para Francia. Los tres estamentos de la
Francia prerrevolucionaria se habían reconciliado en una única Asamblea Nacional
Constituyente, que había desmantelado los grilletes del feudalismo y privado a la nobleza
y al clero de sus privilegios con los Decretos de Agosto. El pueblo llano se había hecho oír
con el asalto a la Bastilla el 14 de julio, obligando al testarudo rey Luis XVI de
Francia (que reinó de 1774 a 1792) a acatar la Revolución a regañadientes y
temporalmente. Con los meses sangrientos del Reinado del Terror (1793-94) todavía en el
futuro, el verano de 1789 fue testigo de una Revolución pacífica y ordenada, en la que la
reconciliación con el rey todavía parecía posible, y las guerras revolucionarias francesas no
eran todavía una conclusión inevitable. Para muchos franceses, este verano era una
promesa de que una vida mejor estaba a la vuelta de la esquina.
La Declaración comienza con su propio preámbulo, que describe las características de los
derechos del hombre como inalienables, naturales y sagrados. Se hace eco de la
destrucción del feudalismo y de los privilegios nobiliarios por parte de la Asamblea, al
tiempo que restringe la monarquía y hace hincapié en los derechos de todos los
ciudadanos a participar en el proceso democrático, a través de métodos como la libertad
de palabra y de expresión. La Declaración hace suya la teoría de la voluntad general
expuesta por el filósofo de la Ilustración Rousseau, que postula que el Estado representa la
voluntad de los ciudadanos y que las leyes no pueden aplicarse legítimamente sin el
consentimiento del pueblo.
Conclusión
A pesar de sus defectos, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue
uno de los logros más significativos y duraderos de la Revolución francesa. "En lo que
respecta a la historia", escribe Ian Davidson, "solo hay una Declaración de Derechos
Humanos de cierta importancia antes de la de las Naciones Unidas en 1948, y es la
Declaración francesa de 1789" (39). Aunque esta afirmación es ciertamente discutible, no
lo es el impacto monumental de los Derechos del Hombre en la historia francesa y mundial.
Sin embargo, no siempre parecía que la Declaración fuera a perdurar. El rey Luis XVI se
negó a consentirla hasta que la Marcha de las Mujeres sobre Versalles lo obligó a hacerlo
en octubre de 1789. Aunque la Asamblea la consideró demasiado sagrada para revisarla
para la Constitución de 1791, las necesidades cambiantes de la Revolución llevaron a los
jacobinos a redactar una nueva versión para su Constitución de 1793, esperando ir aún
más lejos que la original en nombre de la democracia. Sin embargo, esta versión nunca
llegó a aplicarse, y en 1795 se completó una tercera versión de la Declaración como
reacción derechista al Reinado del Terror. La Declaración, en cualquiera de sus formas,
fue ampliamente ignorada por Napoleón y los Borbones restaurados, hasta que la
Revolución de 1830 siguió combinándola con las constituciones francesas.
¿Cuál es la idea principal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?
La Declaración sirvió para afirmar los principios fundamentales de la Revolución francesa,
como la afirmación de que "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en
derechos".