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El rol de las energías fósiles en la economía internacional

Actualmente, Estados Unidos y la mayor parte del mundo están encerrados en lo


que podría llamarse la economía de los combustibles fósiles. Nuestros
automóviles, trenes y aviones son alimentados casi exclusivamente por productos
derivados del petróleo como la gasolina y el diesel. Un gran porcentaje de
nuestras centrales eléctricas utilizan petróleo, gas natural y carbón como
combustible. Si el flujo de combustibles fósiles a cualquier país moderno alguna
vez se cortara, su economía se detendría. No habría forma de transportar los
productos que producen las fábricas. No habría forma de que la gente manejara al
trabajo. Toda la economía, y de hecho toda la sociedad occidental, actualmente
depende de los combustibles fósiles. Esta dependencia les da inevitablemente
poder político a los países con reservas de petróleo, creando vínculos de
dependencia entre las naciones.

El rol de las energías fósiles sin embargo ha ido cambiando y cambiará en


los próximos años. Por un lado, porque los yacimientos de petróleo se están
acabando poco a poco. Como apunta Renner “el ritmo de descubrimientos de
yacimientos de petróleo a nivel global ha ido decayendo desde la década de 1960,
de un promedio anual de 47.000 millones de barriles a unos 14.000 millones de
barriles durante la década de 1990, y un número aún menor durante la década
actual” (Renner 2006; pág.123). Por el otro, actualmente las energías fósiles han
sido satanizadas debido a las condiciones en las que se encuentra el medio
ambiente. Gobiernos poderosos como el de Alemania están acelerando su
transición energías renovables y esta tendencia solo parece ir a la alza, tomando
en cuenta que la humanidad se encuentra en un punto de no retorno con respecto
al calentamiento global. Debido a la dependencia de ciertas industrias de los
combustibles fósiles, la transición no es tan fácil y ocasiones va de la mano de
despidos y reducción en la rentabilidad de industrias. Para que la transición sea
positiva y ayude al ambiente sin desestabilizar la economía, los gobiernos deben
desarrollar estrategias de transición energética a largo plazo que se alineen con
los objetivos climáticos acordados y los compromisos para mejorar la igualdad
social. Para la mayoría de los países, esto significa planificar la eliminación
gradual de combustibles fósiles, basado en el reconocimiento de esta situación
probablemente dejará sin trabajo a los trabajadores, las comunidades y empresas
a medida que se desarrollen políticas climáticas más agresivas. “Las afectaciones
económicas en las comunidades aledañas a los proyectos se manifiestan
especialmente en la alteración de las fuentes de ingreso y de los modos de
subsistencia, lo que les genera un mayor empobrecimiento” (Grupo de Trabajo
sobre Minería y Derechos Humanos en América Latina, 2014; pág. 15).
Idealmente, estas estrategias de transición a largo plazo deberían alinearse con
otros planes nacionales de desarrollo centrados en el desarrollo social y
económico. Además, la planificación proactiva, una que tome en cuenta a todos
los agentes involucrados, ayudará a aumentar la probabilidad de un orden social.
La planificación de la transición debe tener en cuenta tanto la justicia distributiva
en el proceso, y considerar a aquellos que se verán afectados en todo el sistema
energético. También deberá incluir a aquellos que se verán afectados
indirectamente por los cambios en su economía o entorno local, y aquellos que se
verán afectados de manera desproporcionada por los cambios en los costos o la
provisión de energía, como los hogares de bajos ingresos. Los gobiernos podrían
apoyar una planificación de transición basada en redirigir los subsidios a los
combustibles fósiles o al utilizar los ingresos generados por impuestos al carbono
para financiar los esfuerzos de transición energética.

Un grave problema que tiene el mundo actualmente es que parece poco


probable que ocurra un proceso de planificación de transición en los Estados
Unidos bajo la administración actual, que está presionando para un mayor
desarrollo de combustibles fósiles, y se está alejando de los compromisos
climáticos. No obstante, es el deber de los demás países comenzar a planear una
economía en la que se utilicen cada vez menos energías fósiles, pues no se
puede continuar con el sistema actual sin poner en riesgo la sostenibilidad del
medio ambiente. El rol de las energías fósiles probablemente seguirá siendo el de
motor de la economía, en especial en países en desarrollo, por los próximos años,
pero poco a poco debe limitarse el rol de éstas al de una fuente de energía que
debe ser utilizada solo en ciertas industrias y bajo estricta regulación.
Referencias
Froggatt, A., & Levi, M. A. (2009). Climate and energy security policies and measures: synergies
and conflicts. International Affairs, 1129-1141.

Grupo de Trabajo sobre Minería y Derechos Humanos en América Latina. (2014). El impacto de la
minería canadiense en América Latina y la responsabilidad de Canadá. Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.

Renner, M. (2003). La nueva geopolítica del petróleo. Development, 121-134.

Stiglitz, J. (2007). Lifting the Resource Curse. Making Globalization Work, 133-159.

Sulé-Ortega, J. (26 de julio de 2019). Un retrato apocalíptico del campo latinoamericano y algunas
soluciones. Obtenido de El País:
https://elpais.com/elpais/2019/07/25/planeta_futuro/1564055568_226308.html

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