Está en la página 1de 21

ASPECTOS PSIQUIÁTRICO-FORENSES DE LA EPILEPSIA

Dr. Antonio Bruno, Dr. Lorenzo García Samartino

Introducción

Desde los primeros relatos hasta la actualidad, la significación patológica


de la epilepsia (echleipsis = eclipse = falta o desaparición) ha
experimentado distintos cambios conceptuales en la medida en que la
investigación, apoyada en avances tecnológicos cada vez más
sofisticados, abría nuevos horizontes al conocimiento de los médicos.

Todos los cultores de la especialidad neurológica y psiquiátrica saben


que en la época de los romanos se la llamó "enfermedad comicial",
porque si en oportunidad en que se celebraban los comicios, algún
ciudadano sufría los "ataques convulsivos" típicos de este cuadro, los
comicios se suspendían. De aquella primitiva concepción —que
podríamos llamar prehipocrática— de la "enfermedad divina", en un
intento de desmitificación, se pasó luego por el concepto hipocrático. En
efecto, Hipócrates señalaba: "Respecto de esta enfermedad que llaman
divina es seguro que también tiene su propia naturaleza y sus propias
causas de donde se origina, igual que otras enfermedades, y que es
curable por medios comparables a las que curan éstos". Así se llega a
nuestros días, en que se han establecido, gracias a esa tecnología,
llámese EEG, mapeo cerebral, tomografía computada, resonancia
magnética, las características con que la conocemos.

No pretendemos entrar en una descripción de la evolución histórica de


este proceso neuropsiquiátrico, sino a los fines de poner en relieve su
trascendencia a través del decurso histórico y su indiscutible proyección
en el plano psiquiátrico forense.

Epilepsia, cuadro sintomático

Este nombre se ha aplicado desde su mención en plena etapa científico-


cultural helénica, a un grupo de reacciones explosivas, como dice Kolb
(1976), que antes se pensaba constituía una enfermedad sui generis. El
mismo autor destaca que en la actualidad hay coincidencia en que la
epilepsia no es una entidad patológica, sino un complejo de síntomas
que se caracterizan por episodios periódicos y transitorios en el estado
de la conciencia, que pueden asociarse a movimientos, convulsiones y
trastornos en el sentimiento, en la conducta o en ambos.
De ahí entonces que preferimos concebirlo como un síndrome
neuropsiquiátrico, dadas las múltiples manifestaciones signológicas y
sintomáticas, tanto en el plano neurológico como en el psiquiátrico.
Dada la orientación de este trabajo, obviaremos detallar las
clasificaciones de la epilepsia y nos limitaremos a las características de
sus manifestaciones clínicas por su incidencia psiquiátrico-forense.

Brain (1951) la define como un "trastorno paroxístico y transitorio de las


funciones del cerebro que se desarrolla bruscamente, cesa
espontáneamente y presenta una notable tendencia a repetirse". Como
lo señalan Mayer-Gross, Slater y Roth (1958), "el trastorno puede estar
muy localizado y manifestarse, por ejemplo, en sacudidas de un solo
músculo o grupo muscular o en una sola experiencia sensorial centrada
en los sentidos. En tales casos a menudo no hay alteración general de la
conciencia". En estos casos podemos decir que la epilepsia focal
pertenece más al ámbito de la neurología que al de la psiquiatría.

Pero los trastornos de la función cerebral, como lo expresan los autores


citados, pueden ser generales y de cualquier grado. Así, en uno de los
extremos nos encontramos con la pérdida total de la conciencia, que
puede durar desde una fracción de segundo a varios minutos, y en el
otro extremo puede haber solamente ligeros trastornos de la capacidad
de atención o un pequeño cambio del estado de ánimo.

Es indudable que toda esa profusa signo-sintomatología del síndrome


epiléptico desempeña un importante papel en su proyección
psiquiátrico-forense, toda vez que por su exteriorización puede llevar
implícito un hecho criminal. De ello nos vamos a ocupar más adelante.

Consideraciones generales de los cuadros epilépticos

Antes de introducirnos en el análisis psiquiátrico forense de la epilepsia,


consideramos necesario hacer, aunque sea brevemente, un comentario
sobre las formas más frecuentes de las manifestaciones epilépticas.
Podemos sintetizarlas, siguiendo a los autores citados, en las siguientes
categorías:

a) Crisis de gran mal: Estas crisis, según Kolb (1976), por su intensa
actividad neuronal espontánea son las más espectaculares de las
manifestaciones epilépticas. Se caracterizan por ser tónico-clónicas
generalizadas.

Es frecuente que antes de perder la conciencia, las manifestaciones


convulsivas sean precedidas por un lapso que puede variar desde un
momento a varios segundos, conocido como aura, durante el que puede
tener diversas expresiones neurológicas y psíquicas. Dado que sus
características se repiten en cada crisis, resulta un verdadero aviso de
su inminente aparición. Habitualmente, desde el punto de vista afectivo,
es desagradable.

Luego sobreviene la pérdida de conciencia, repentina y completa, de


diez a veinte segundos de duración, acompañada por una contracción
muscular continua y generalizada que constituye la llamada "fase
tónica". Las pupilas se dilatan, el reflejo corneal está ausente y el signo
de Babinsky es positivo.

La fase tónica va seguida de la clónica, caracterizada por contracciones


intermitentes que, a medida que avanza la fase, tienen una frecuencia
decreciente. No está de más recordar que durante las contracciones
puede producirse mordedura de la lengua y que cuando reaparece la
respiración, la saliva que no se podía deglutir se mezcla con aire y
aparece en forma de espuma a veces sanguinolenta. Estos signos, junto
a la relajación de los esfínteres, por lo dramático de la situación, pueden
ayudar, en el momento de realizar el diagnóstico retrospectivo
psiquiátrico-forense, para reconocer la veracidad de su manifestación.

Finalmente el enfermo cae en un estado de sopor con respiración


estertorosa y sueño profundo, de una a dos horas de duración, y al
despertar se queja de cefalalgias y fatiga.

b) Crisis de pequeño mal: Son crisis incompletas de diverso grado que


se asocian a ciertos trastornos de la conciencia. Por la interrupción
transitoria del estado de conciencia, por un lapso de cinco a treinta
segundos, reciben el nombre de "ausencias". Su inicio y terminación son
abruptos.

c) Epilepsia psicomotora o epilepsia temporal: Siguiendo el concepto de


Cabello (1981), constituye por antonomasia la epilepsia de mayor
proyección médico-legal, por ser el centro de gravedad de los problemas
psiquiátricos forenses.

Siguiendo al autor citado se describen formas críticas y formas


intercríticas; estas últimas constituyen manifestaciones permanentes de
la personalidad de este tipo de enfermos.

Las formas críticas se caracterizan por la ausencia de convulsiones, pero


se exteriorizan por medio de síntomas psíquicos y motores, que por
excepción se presentan aisladamente.
Las crisis psíquicas son variadas y sintéticamente podemos distinguir
ilusiones, alucinaciones, emociones, estados de éxtasis, distimia, en fin,
pensamiento compulsivo. No entraremos en el detalle de su descripción
y análisis por escapar a la orientación de este trabajo. No obstante, y
por razones expositivas, no podemos dejar de mencionar los trastornos
de conciencia en la epilepsia temporal.

La inconsciencia en este tipo de epilepsia se compadece con los


automatismos e impulsos comiciales. Como señala Cabello, "forma parte
de un cortejo psicopatológico representado por actitudes coordinadas,
más o menos eupráxicas, que tienen un significado gesticular muy
complejo en consonancia con reacciones afectivas de tono exaltado:
búsqueda, evasión, miedo, cólera, agresión, furor, etcétera, propicia a
los delitos contra las personas o cosas". Entre sus características
sobresalientes se pueden nombrar: iniciación brusca, homogénea,
suspendida entre dos estados de aparente normalidad, y con amnesia
completa. Pueden agregarse estados crepusculares y confuso-oníricos.
Los componentes más conspicuos de las crisis motoras son los
automatismos y la impulsividad. Esta peculiaridad le otorga al cuadro la
mayor trascendencia psiquiátrico-forense: se puede decir que
conforman las manifestaciones con exteriorización delictiva específica de
la epilepsia.

Los automatismos difieren de un comportamiento voluntario por la


ausencia de intencionalidad consciente, una rigidez particular,
estereotipia, incoherencia y ciega dirección. No obstante son
compatibles con actos complicados y eupráxicos, remedan tareas
habituales o adoptan conductas insólitas y extrañas, como caminar
manteniendo una misma dirección o realizar viajes muy largos.

La impulsividad es un trastorno de la esfera volitiva que los epilépticos,


como lo recalca Cabello, justamente en las formas temporales asumen
gran interés penal, porque integran el mecanismo de numerosos delitos
signados por la violencia. Se describen dos tipos: los que forman parte
de una crisis temporal, generadores de los automatismos ambulatorios
y/o delictivos, generalmente "inconscientes". Otros se producen en
forma aislada, conformando toda la crisis. Sus características
sintomatológicas se explicitan en sus movimientos bruscos y violentos,
no premeditados, irreflexivos y heteroagresivos, como respuesta a un
estímulo exógeno que por su contenido colérico le otorga al cuadro
tintes de gran dramatismo.

En cuanto a la función mnésica, en la epilepsia su impronta está signada


por la amnesia, que generalmente es total.
En un trabajo de tesis Maxwel describe la que denomina "amnesia
retardada post-confusional" (Gayral y Barcia, 1991). Es una variedad
dismnésica donde el recuerdo bien conservado por el enfermo al salir del
acceso convulsivo se disipa en el campo de la conciencia. Es la llamada
también "amnesia en mancha de aceite", porque el olvido de los actos
realizados avanza más o menos lentamente cubriendo los recuerdos que
en principio se mantenían sin alteraciones. Este tipo amnésico, como
vemos, tiene gran interés psicopatológico en su proyección psiquiátrico-
forense.

d) La personalidad epiléptica: Su existencia, no obstante haber


generado discrepancias en la opinión de los diversos autores, se puede
considerar vigente en la realidad de este cuadro caracterizado por las
manifestaciones permanentes de la epilepsia. Sus rasgos sobresalientes
son la perseveración, adherencia (viscosidad glisroidea de Minkowska
[1972]), minuciosidad y prolijidad. Estos rasgos integran el complejo
biotipológico atlético-displásico de Kretschmer (1977), con cuatro
instancias según lo señala Cabello (1981): la primera, la minuciosidad o
viscosidad glisroidea de Minkowska. La segunda, la constitución "ictafin"
de Mauz (1942), determinadas inferioridades o insuficiencias del sistema
nervioso central y neurovegetativo y la peculiar lentitud del desarrollo
de las funciones psíquicas. La tercera, la constitución enequética de
Mauz (1942), es decir, la constitución ictafin en el plano psicológico
(adherencia, perseveración, pegajosidad). La cuarta, la constitución
explosiva con predominio de la irritabilidad y agresividad, y la
insuficiencia del freno o control afectivo-volitivo.

e) Psicosis epiléptica: Finalmente cabe señalar, por su interés


psiquiátrico-forense, que puede presentarse en el síndrome epiléptico
una variedad de formas psicóticas como la manía, que puede
desembocar en crisis del llamado "furor epiléptico". La depresión, en la
que se hace más evidente la bradipsiquia y perseveración. El "delirio
epiléptico", con alucinaciones visuales por lo general de tipo cromático,
teñidos de rojo y con un contenido de angustia y terror. Finalmente la
"demencia epiléptica", como resultante de un déficit lesional progresivo
e irreversible del psiquismo.

El síndrome epiléptico y la legislación penal argentina

El art. 34, inc. 1º, del Código Penal Argentino establece las causales
psiquiátricas de la no punibilidad, vale decir que el sujeto que cometiere
un hecho delictivo bajo alguna de esas causales será dictaminado
jurídicamente inimputable.
Artículo 34: "No son punibles: 1º El que no haya podido en el momento
del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alternativas
morbosas de las mismas o por su estado de inconsciencia, error o
ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o
dirigir sus acciones."

Cabe señalar que el síndrome epiléptico está comprendido en la tercera


causal, "estado de inconsciencia".

Ahora bien, la epilepsia, es decir el síndrome epiléptico en sus distintas


manifestaciones, tiene como contenido psicopatológico y expresión
sintomatológica la pérdida de la conciencia. Este elemento es el que
adquiere mayor significación psiquiátrico-jurídico-penal. Es el que le
otorga el matiz calificador de esa causal psiquiátrica del art. 34, inc. 1º,
del Código Penal. Pero cabe aquí preguntarse. ¿Este síndrome, per se,
es un determinante inexorable para la no impunidad? No
necesariamente. En este sentido es importante tener en cuenta el
enfoque pericial del síndrome epiléptico.

El enfoque pericial psiquiátrico del síndrome epiléptico

La peritación que involucra un cuadro de este tipo no difiere del


esquema básico general del diagnóstico psiquiátrico forense.

Dicha peritación debe expresar los siguientes acápites:

a) El examen clínico psiquiátrico del autor. Antecedentes heredo-


familiares, personales, y el estado actual, es decir el examen psico-
semiológico y la complementación con todos aquellos estudios que
resulten necesarios —Rx de cráneo, EEG, Mapeo Cerebral, TAC, RNM— y
especialmente psicodiagnóstico.

b) Consideraciones médico-legales. En ellas se desarrollarán: el


diagnóstico de la enfermedad y/o de la personalidad del autor, la
semiología delictiva, esto es la criminogénesis y la criminodinámica del
hecho delictivo; el diagnóstico psiquiátrico-forense y sus implicancias en
el caso en estudio. Como vemos en este esquema, se interrelacionan los
componentes de la tríada criminológica delincuente-delito-nexo causal,
que conforman una integración psicológica indivisible.

c) Se completa el informe pericial con las conclusiones, que no deben


ser más que una síntesis concreta de todo lo expuesto
precedentemente.
Una vez llegados al diagnóstico de la enfermedad (síndrome epiléptico)
o de la personalidad (personalidad epiléptica), cabe desarrollar lo
referente a las características delictivas, es decir determinar si el delito
cometido reviste alguna de las modalidades de las diversas formas
sintomatológicas de los distintos cuadros epilépticos ya mencionados.
Aquí la criminogénesis o el por qué delictivo se pondrá de manifiesto por
toda esa gama de elementos psicopatológicos, especialmente por el
ensamble de dos elementos psicológicos constitutivos del binomio
fundamental de este cuadro, que son la inconsciencia y los
automatismos.

Dentro de la primera cabe destacar la amnesia, con sus características


de ser espontánea, total, completa, homogénea y compacta.

En las grandes crisis, incluyendo las psicomotoras, como lo señala


Cabello (1981), el modo de terminación del estado de inconsciencia es
gradual. Hay una fase intermedia que precede a la lucidez completa,
que se distingue por la sensación de extrañeza, perplejidad,
desorientación, tentativa de recordar lo que ha pasado (signo de
Hortemberg).

En esta fase se puede manifestar la conducta delictiva del epiléptico.


Ésta, siguiendo a Gisbert-Calabuig (1991), se distingue por las
siguientes particularidades:

1) Es inmotivada. La acción delictiva es independiente de las


circunstancias exteriores, falta el motivo suficiente para provocarla;

2) Ausencia de premeditación. Las reacciones son impulsivas y surgen


bruscamente;

3) Es inesperada. Están a menudo en desacuerdo con las tendencias


habituales del sujeto;

4) Extraordinaria violencia y furor brutal. Se encarnizan con sus víctimas


o con los objetos de alrededor y no parecen saciarse ni aun después de
logrado el objeto de la agresión. A veces, tras la agresión, aparece un
sueño irresistible, y el sujeto cae dormido al lado de su víctima;

6) Amnesia. Es consecutiva al acto;

7) Fidelidad fotográfica de la reincidencia, y


8) Influencia favorable sobre dicha reincidencia del tratamiento
anticomicial.

El diagnóstico psiquiátrico forense y consideraciones sobre el


mismo

Con frecuencia se alega la existencia del síndrome epiléptico para eludir


la responsabilidad por la comisión de hechos delictivos. Es importante
establecer su existencia.

El epiléptico puede delinquir en varios momentos de su afección,


durante las crisis comiciales o fuera de ellas.

1) Durante las crisis comiciales puede ser, a su vez, antes, durante o


después de las mismas. En la primera posibilidad (antes), el hecho
delictivo se produce durante las auras o síntomas prodrómicos.

En la segunda posibilidad (durante), es improbable que durante su


transcurso puedan cometerse actos criminosos por la naturaleza de los
ataques. No obstante, alguna vez tienen lugar violencias accidentales,
consecutivas a la actividad que estaba desarrollando el actor en ese
momento. Como ejemplo se puede citar un caso de un accidente de
tránsito. El conductor del vehículo que generó dicho accidente resultó
ser portador de un síndrome epiléptico del tipo pequeño mal; el hecho
sobrevino durante un episodio de "ausencia" (ver "Consideraciones
médico-legales" del Caso 1).

En la tercera posibilidad (después), al salir de la crisis, el enfermo queda


en un estado vigil, marcado con un sello de confusión mental. Este
estado de conciencia postconvulsiva puede durar horas o días,
resultando el así llamado "estado crepuscular". Durante éste puede
llegar a concretar delitos violentos que llevan la impronta de las
características señaladas en el acápite precedente. Debemos señalar
que estos casos son, en lo esencial, trastornos de conciencia que se
producen como un paréntesis entre el estado de conciencia normal que
la persona tenía antes de la crisis y luego de transcurrida la misma. Esta
característica, como es obvio, adquiere singular trascendencia
psiquiátrico-forense.

2) Con respecto a las reacciones delictivas fuera de los casos comiciales,


los hechos cometidos por los epilépticos permiten considerar dos
eventualidades:
a) La epilepsia tiene relación estrecha y directa con el delito. Esto
sucede en caso de trastornos psicóticos propios de la enfermedad o en
los casos de la personalidad epiléptica signada por los graves trastornos
caracterológicos y tendencia a verdaderos raptus de explosividad, que
se traducen en hechos delictivos, con la impronta criminodinámica ya
señalada.

b) La epilepsia no desempeñó ningún papel en la criminalidad. En este


caso el delito cometido no tiene ninguna relación con la enfermedad. De
nuestra casuística psiquiátrico-forense extraemos un caso donde la
autora del hecho delictivo (epilepsia del tipo gran mal y tratada con
anticonvulsivantes) actuó en forma pasiva como partícipe de una
asociación ilícica dedicada al secuestro extorsivo a la que pertenecía su
marido. La función de la actora consistía en cuidar a las personas
secuestradas, brindándoles alimentos y la atención de su higiene. Como
puede inferirse, su participación delictiva en nada estaba vinculada con
su enfermedad. (Caso 2).

Como lo señala Gisbert-calabuig (1991), un epiléptico puede ser,


además, una "mala persona", capaz de cometer robos, estafas, abusos
de confianza y aun asesinatos, y agrega: "Hoy todos los médicos
legistas están de acuerdo en que la epilepsia no debe considerarse
sistemáticamente como una patente de impunidad, que le permita al
sujeto pasearse por los ámbitos del crimen". En este sentido Rogues de
Foursac (1921) expresa "no se puede dejar al epiléptico bajo la
impresión de que puede permitirse impunemente todas las violencias
porque sea irritable".

El problema de la peligrosidad en los epilépticos

El síndrome epiléptico desde el punto de vista psiquiátrico forense


plantea algunos problemas vinculados con la peligrosidad. Por ejemplo,
se considera que la epilepsia esencial no es curable con la medicación
anticonvulsiva, sino que las crisis ictiales son controlables mediante la
terapéutica anticonvulsivante, crisis que reaparecerán al suspenderse la
misma.

Por otra parte deben considerarse los períodos libres entre las crisis
convulsivas, durante los cuales los enfermos aparentan plena
normalidad, salvo el episodio ictial que provocó el delito. En tales casos
resulta prácticamente imposible prever la aparición de una nueva crisis,
incluso la posibilidad de que nunca se repita.
Otra de las manifestaciones del síndrome es la referida a la personalidad
epiléptica, cuyas características, según hemos visto, pueden en
determinadas circunstancias ser la causal del hecho delictivo.

En tal sentido, si el caso se hubiere resuelto por la inimputabilidad, ¿cuál


es la conducta a seguir? Se considera que se debe aplicar el criterio
peligrosista. Esto es, estimar en principio al sujeto como peligroso y por
ello su internación en un servicio especializado, con medidas de
seguridad, para su tratamiento. Transcurrido un lapso prudencial o el
que elija el tribunal, se debe verificar si persiste el estado de
peligrosidad para sí o para terceros. La solución para establecer tal
posibilidad, según Cabello (1981), no depende del criterio de curación,
sino de la desaparición de la peligrosidad.

Para evaluar tal posibilidad, el autor citado propone tener en cuenta


cinco elementos:

1) La personalidad del autor;


2) La forma clínica del síndrome epiléptico;
3) Su momento evolutivo;
4) La gravedad del hecho cometido, y
5) Las condiciones mesológicas del egreso.

Todo este cuadro de valoración de la peligrosidad del epiléptico surgirá


de los elementos clínicos psiquiátricos señalados en el desarrollo del
presente trabajo, al que debe sumarse una evaluación del medio
familiar, dado que el epiléptico que ha delinquido, raras veces encuentra
buena receptividad en el hogar. Lo expuesto nos permite destacar la
prudencia que debe primar en la opinión del perito antes de dictaminar
sobre el alta de una persona portadora de un síndrome epiléptico.

Consideraciones finales

Completando los conceptos que hemos expuesto a través del presente


trabajo, debemos destacar, en el aspecto psiquiátrico-forense, que sus
objetivos no se cumplen con sólo demostrar que el sujeto autor de un
hecho delictivo es un epiléptico. Es imprescindible además que el hecho
revista las características semiológicas de la enfermedad y que ésta
tenga la jerarquía psicopatológica para que el sujeto no pueda
comprender la criminalidad del acto o la imposibilidad de dirigir sus
acciones.

Casos
Caso 1

El actor es argentino, casado. A los efectos de informar al juzgado sobre


"si el acusado padece de disrritmia cerebral (epilepsia), si al momento
del accidente pudo encontrarse bajo los efectos de una manifestación de
«petit mal», si las tensiones sufridas pudieron desencadenar esa
manifestación; cuáles son las manifestaciones, consecuencias de la
disrritmia cerebral y posibilidad de que durante un ataque de «petit
mal» el afectado pueda controlar sus actos y todo otro informe que
permita poseer un amplio panorama de la etiología del mal".

En base a las informaciones que nos proporcionara, confeccionamos la


siguiente historia clínica:

Antecedentes:

Antecedentes familiares: No se observan antecedentes de enfermedades


neuropsiquiátricas en el núcleo familiar.

Antecedentes personales: Nacido de gestación y parto normal. Recuerda


haber padecido las enfermedades comunes de la infancia. A los 6 años
sufrió encefalitis, por lo que fue tratado en el Hospital Muñiz durante 15
días aproximadamente. Niega traumatismos craneanos. No fuma. Niega
alcoholismo y toxicomanías. Con posterioridad al accidente de autos fue
examinado en un hospital, donde le efectuaron EEG y le indicaron
Saceril, una vez por día. Tres meses después concurrió con un familiar,
a los fines de corroborar lo que le habían diagnosticado, a otro hospital,
donde le efectuaron otro EEG y le indicaron continuar con la misma
medicación. Nos refiere que cuando preguntó a los médicos tratantes si
tendría algún inconveniente para conducir o desempeñar cualquier otra
tarea le manifestaron que sí podría hacerlo siempre que tomara la
medicación.

Concurrió a la escuela desde los 6 años hasta los 15; cursó hasta 3º año
Comercial.

Comenzó a trabajar a los 16 años como auxiliar de chapista en una


agencia de automotores y luego de cumplir con el servicio militar
continuó trabajando en la Sección de Inteligencia del Estado, donde se
desempeñó como custodia y actualmente como encargado de compras.

Nos refiere que para ingresar a dicho organismo fue sometido a un


examen médico completo, y resultó apto.
Con respecto al hecho de autos nos manifiesta que mientras conducía el
automóvil por el túnel de la Avda. del Libertador, circulando de norte a
sur, al salir a la altura de Federico Lacroze vio dos vehículos que
comenzaban a avanzar por dicha avenida en el mismo sentido que el
suyo por tener paso (luz verde), por lo que decidió continuar la marcha
no recordando bien, pero que repentinamente se enfrentó a un vehículo
taxímetro que avanzaba por dicha calle cruzando Avda. del Libertador,
produciéndose la colisión. Los acompañantes refieren haber observado
que en ese momento el actor estaba "como perdido".

Estado actual:

En el examen físico practicado no hemos constatado signos clínicos de


afecciones en evolución.

Examen psíquico: Se presenta al examen lúcido, relativamente


tranquilo, ya que denota cierta ansiedad por su situación actual, con su
vestimenta bien ordenada. Su actitud es de colaboración; se expresa
con un lenguaje acorde a su formación educativo-cultural con palabras
bien articuladas, aunque trasuntando por momentos inseguridad en las
respuestas.

Se identifica y está orientado en tiempo y lugar.

Tiene conciencia de su situación procesal. Si bien por momentos no


relata los hechos en forma coherente, cuando insistimos sobre las
circunstancias del hecho, trasunta inseguridad en las respuestas, como
si no pudiera precisarlas.

Atención un tanto inestable.

Afectivamente exterioriza inestabilidad y sentimientos de inseguridad.

Complementamos el estudio clínico-psiquiátrico efectuado con la


realización de Electroencefalograma: Impresión EEG, con signos
acentuados de disfunción cerebral.

Diagnóstico:

1) No hay signos focales.

2) Alteraciones paroxísticas francas generalizadas, con predominio de


ritmos en la banda de los 2-3 ciclos/seg.

Consideraciones médico-legales:
A través de los elementos de juicio que surgen tanto de los
antecedentes de autos como del examen practicado y complementado
mediante estudios electroencefalográficos, podemos establecer las
siguientes consideraciones médico-legales:

1) En primer lugar cabe señalar que el actor es portador de una


disfunción cerebral. En efecto: en autos figura un estudio
electroencefalográfico realizado en el Hospital "B", en el que se señala:
"Impresión: EEG con signos acentuados de disfunción cerebral.
Diagnóstico: 1) Predominio lateralizado en el hemisferio derecho de
anomalías paroxísticas."

También hay copia de la historia clínica confeccionada en el Hospital "A",


en la que consta:

12.VI.78: Signos epileptoides. Accidente automovilístico. EEG. "...signos


acentuados de disfunción cerebral de tipo comicial.

12.VI.78: Estacionario. Aumenta dosis de Saceril a 3 x día. 8-15 y


Valium.

12.IX.78: Se aumenta dosis a 3 x día. Crisis fugaz de ausencia.

23.X.78: Remisión. Igual medicación.

1.XII.78: Remisión. Sigue con medicación. Se extiende constancia de


recuperación.

11.I.79: Continúa bien. Compensado. Se repite medicación. Saceril


adultos x 2. Polfen B 12 x 1."

En nuestro examen completado mediante estudio electroencefalográfico


con fecha 5.VI.79 se destaca la existencia de signos acentuados de
disfunción cerebral.

Estos elementos sintomatológicos concretamente graficados en los


estudios especializados efectuados en diferentes fechas nos permiten
confirmar el diagnóstico de epilepsia del tipo "petit mal". Es decir que las
manifestaciones electroencefalográficas que señalan "signos acentuados
de disfunción cerebral", por otra parte coincidentes en los distintos
estudios, son la expresión del cuadro clínico que mencionamos
precedentemente.
En el caso que nos ocupa, como hemos señalado, padece la
sintomatología que nos permite arribar al diagnóstico del tipo de
epilepsia "petit mal", por las características de las ondas y ritmos
graficados en los encefalogramas.

Ahora bien, este tipo clínico ("petit mal") se caracteriza por la


"ausencia", forma más sutil del ataque epiléptico de duración breve.

En este estado el sujeto no ve ni oye, está completamente "ausente" de


los que lo rodean. No se observa ninguna sacudida ni desorden del
lenguaje, aunque a veces puede haber un ligero temblor.

Todos los elementos señalados abonan para que hayamos podido


concretar el diagnóstico del cuadro que padece el actor.

2) En segundo lugar cabe trasladar esa patología al aspecto psiquiátrico


forense, es decir, la existencia de vinculación o no con el actuar del
actor en el momento del hecho. Por las peculiaridades de las
manifestaciones psicopatológicas del cuadro de "petit mal", como se
desprende de lo desarrollado en el acápite anterior, una de sus
características es esa forma sutil de la epilepsia, la "ausencia", síntoma
que tiene una duración de segundos, es decir, que configura un
trastorno de desarrollo brusco y de transcurso muy rápido que impide
en la mayoría de los casos que quienes están cerca del paciente logren
observarlo, no obstante que quienes lo acompañaban hicieran referencia
a ese estado, que señalaron "como perdido".

Por otra parte, esa ausencia o verdadera pérdida de contacto con el


mundo, si bien transcurre rápidamente, es suficiente para que en lapsos
tan breves (segundos) durante la realización de determinadas
actividades o tareas, entre ellas la conducción de automotores, resulta
el elemento circunstancial desencadenante de una acción anormal,
como, para el conductor, un accidente de cualquier tipo.

Si tenemos en consideración que el actor es portador de un cuadro


epiléptico tipo "petit mal" que se caracteriza sintomatológicamente por
la "ausencia", nuestra opinión es que resulta verosímil que en el
momento del hecho haya sufrido una crisis como la señalada, por lo que
arribamos a las siguientes conclusiones:

1) El actor padece de un síndrome epiléptico del tipo "petit mal"


(ausencias).
2) Dentro del amplio espectro de la disrritmia cerebral (disfunción
cerebral), una de las manifestaciones es la "ausencia", característica del
síndrome epiléptico del tipo "petit mal".

3) Como lo hemos señalado en el informe precedente, las crisis de "petit


mal" se caracterizan por la "ausencia", forma más sutil del ataque
epiléptico de duración breve. En este estado el enfermo pierde toda
conexión con el mundo que lo rodea; por ello se considera verosímil que
no haya podido dirigir sus acciones.

Caso 2

La actora es argentina, de 37 años, casada, dedicada a quehaceres


domésticos.

De sus antecedentes hereditarios y personales sobresalen: una hermana


mayor que padece "problemas mentales"; una tía paterna y una sobrina
epilépticas.

Con respecto a sus antecedentes personales, refiere que tuvo


"muchísimos golpes en la cabeza" como consecuencia de los "ataques de
epilepsia" que dice padecer desde chica por lo cual nunca fue tratada.

Nos refiere que los ataques los tiene muchas veces en el año: "No sé
decirle... no sé, diez ataques... el último ataque lo tuve a fines de
1982... me da vergüenza decirlo, pero mi mamá y mi papá me decían
que tenía que irme de la casa porque era una vergüenza para la familia
por esos ataques".

Cursó la escuela primaria hasta 6º grado, repitiendo "varios grados".


Luego cumplió tareas rurales en la provincia de Buenos Aires; a los 28
años, aproximadamente, se trasladó al exterior del país, donde contrajo
matrimonio, desempeñándose en tareas domésticas.

Estando en Venezuela fue tratada por su epilepsia; fue medicada con


antiepilépticos.

En 1981 vuelve a Buenos Aires "Porque quería ver a mis padres, a mi


familia", y enseguida fue detenida en oportunidad, nos dice, de estar
tramitando pasaporte argentino para viajar a Venezuela.

El estado actual revela: Buen desarrollo óseo y muscular, de talla y peso


proporcionados, en buen estado de nutrición.
Al examen psíquico se muestra con aspecto relativamente tranquilo, ya
que denota cierta tensión —que advertimos en las sendas oportunidades
en que fuera examinada— frente a los motivos del mismo, con una
actitud que adquiere cierto matiz defensivo y de retraimiento.

Se mantiene callada, casi rígida, falta de espontaneidad durante los


primeros momentos, postura que va cediendo a medida que transcurre
la entrevista y con ello se va haciendo más fluido el diálogo,
manifestándonos entonces los datos mencionados precedentemente. Por
momentos cae en esa actitud de retraimiento que interpretamos como
temor y cierta desconfianza a los motivos del examen, como cuando nos
dice: "Esto no quisiera decirlo... no sé... tiene que ser muy íntimo...", y
así nos relata los motivos de su alejamiento del país: ("Porque me
llevaba muy mal con mi papá"). Se expresa con un lenguaje acorde con
su formación educativo-cultural, con palabras bien articuladas y con
cierta reticencia, trasunto de su temor y desconfianza.

La función mnémica está conservada tanto en el proceso de fijación


como en el de evocación, pues si bien hace referencia a olvidos para
ciertos hechos, éstos parecerían estar objetivados en aquellos que
particularmente pueden resultarle comprometedores; en general hace
un relato de su decurso vital en forma cronológicamente aceptable.

Está bien orientada en lo personal y en el tiempo y espacio, no obstante


sus manifestaciones de desorientación: "A veces, en la Unidad me
tienen que acompañar, porque me pierdo..."

No exterioriza trastornos sensoperceptivos ni elaboración delirante del


pensamiento.

Asociación ideativa de ritmo lento, pero, al igual que su capacidad


judicativa, de contenido lógico.

En el plano afectivo trasunta cierto resentimiento y apatía, por lo que


muestra un tono de humor cambiante entre las exteriorizaciones de
contenido hostil y pasividad e indiferencia. Nos refiere que desde fines
del año 1982 no ha tenido crisis epilépticas y que está tratada con
Rivotril 2 por día, Tegretol 2 por día y Plidán 1 por las noches.

Síntesis del estudio psicológico:

"La examinada concurre a examen en actitud sumamente retraída y


poco comunicativa. Embotamiento, abulia y apatía. A medida que
transcurre la entrevista se abre discretamente al diálogo, respondiendo
en forma vaga y escueta. Se la nota muy nerviosa y tensionada.
Lentitud en el ritmo asociativo. Impresiona más una incapacidad actual
que una resistencia deliberada en una personalidad con conflictos y
perturba da, en donde no se puede precisar el grado de patología ni
contacto con la realidad, dada la pobreza del material obtenido."

Electroencefalograma: "Impresión EEG con signos mínimos y latentes de


disfunción cerebral."

Diagnóstico:

1) No hay signos focales;

2) Esbozos paroxísticos a la hiperpnea.

Consideraciones médico-legales:

a) Las características de la personalidad de la actora;

b) Implicaciones psiquiátrico-forenses de la misma;

c) Situación de la actora en relación con los puntos expuestos


precedentemente;

d) En cuanto a la personalidad de la actora, un exhaustivo análisis de los


elementos caracterológicos que la conforman nos permite establecer
que se trata de una personalidad con rasgos psicopáticos esquizoides y
portadora de un síndrome epiléptico.

Sus características psicológicas tal como surgen del examen psiquiátrico


complementado con estudios especializados (tests y
electroencefalograma) no hacen más que ratificar esa configuración.

En efecto, cuando manifestamos que se trata de una personalidad con


rasgos psicopáticos esquizoides, estamos señalando su peculiar
fisionomía psicológica, caracterizada por esa rigidez afectiva (apatía,
indiferencia) que alterna con cambios en su actitud, que la llevan a
exteriorizar resentimiento y hostilidad, vale decir una alternancia
psicoafectiva, llamada también ambivalencia, que resulta la impronta del
rasgo psicopático esquizoide.

A este componente caracterológico que juega como una variable de la


forma de ser se suma un síndrome epiléptico que no sólo nos relata la
paciente, sino que ha quedado demostrado electroencefalográficamente
(signos mínimos y latentes de disfunción cerebral), como también por el
tratamiento específico (medicación antiepiléptica Rivotril, Tegretol).

b) En cuanto a las implicancias psiquiátrico-forenses, debemos


analizarlas en sus dos aspectos:

1) El referido a los componentes esquizoides de su personalidad;

2) En relación con el síndrome epiléptico.

Ad 1: Las personalidades psicopáticas se caracterizan muchas veces por


un conjunto de elementos que indican trastornos afectivos, del carácter
y conducta asocial, que llegan en toda situación vital, bajo toda clase de
circunstancias, a conflictos internos o externos, lo que ha permitido a K.
Schneider (Las personalidades psicopáticas, Madrid, Morata, 1962)
definirlas: "Personalidades psicopáticas son aquellas personalidades que
sufren por su anormalidad o hacen sufrir bajo ella a la sociedad".

Sus manifestaciones están marcadas por la rigidez afectiva que se


traduce por ese aspecto indiferente, de retraimiento, autismo, que
alternan con actitudes de resentimiento y hostilidad, no exentas muchas
veces de desconfianza y susceptibilidad, todo lo cual se vuelca en
dificultades para una adecuada interrelación social.

Estas características de la personalidad no implican anomalía psíquica en


el sentido de alienación mental o psicosis, toda vez que el psicópata
tiene plena conciencia de su estado y comprensión de las situaciones y
experiencias vitales.

Es decir que los componentes psicopáticos (esquizoides en el caso que


nos ocupa) determinan que viva un estado de inestable equilibrio
intrapsíquico que puede traducirse en alteraciones de la conducta, pero
que no le priva de lucidez de comprensión y discernimiento.

Ad 2: El síndrome epiléptico se alega frecuentemente para eludir la


responsabilidad por la comisión de hechos delictivos. Resulta entonces
importante establecer su existencia.

Una vez reconocido, hay que buscar la relación que existe entre este
cuadro y la reacción delictiva de la persona.

El epiléptico puede delinquir en varios momentos de su afección:


durante las crisis comiciales o fuera de ellas.
Durante las crisis comiciales puede ser a su vez antes, durante y
después de las mismas.

Antes de las crisis comiciales el hecho delictivo se produce durante las


auras o síntomas prodrómicos, según hemos expuesto en el punto b) de
estas consideraciones.

Durante las crisis comiciales, podemos decir que la naturaleza de los


ataques prácticamente se opone a que puedan cometerse durante su
transcurso actos criminosos. No obstante, alguna vez tienen lugar
violencias accidentales, consecutivas a la actividad en que se encontraba
ocupada en aquel momento; por ejemplo si conducía un vehículo cuyo
control pierde por el acceso convulsivo.

Fuera de las crisis comiciales (al salir de la crisis), pues en estos casos el
enfermo queda en un estado vigil, con un sello marcado, diríamos, de
confusión mental. Esta obnubilación de la conciencia postconvulsiva
puede durar horas o días, con lo que resulta un verdadero "estado
crepuscular" donde pueden cometerse delitos violentos que llevan la
impronta de ser brutales, incomprensibles, casuales, que se realizan
contra el primero que se cruza en el camino.

Estos estados crepusculares son, en lo esencial, trastornos de la


conciencia que se producen como un paréntesis entre el estado de
conciencia normal, que la persona tenía antes de la crisis, y el que tiene
después de transcurrida ésta.

Con respecto a las reacciones fuera de las crisis comiciales, los hechos
delictivos cometidos por los epilépticos permiten considerar dos
eventualidades:

a) La epilepsia tiene relación estrecha y directa con el delito, que es lo


que sucede con los que padecen trastornos del carácter y del sentido
moral con tendencia a verdaderos raptus explosivos que se traducen en
delitos de contenido violento.

b) Una segunda posibilidad es que la epilepsia no jugó ningún papel en


la criminalidad; vale decir que resulta posible también que el delito
cometido por un epiléptico no tenga ninguna relación con su
enfermedad. La epilepsia no debe considerarse sistemáticamente como
una patente de impunidad que le permite a la persona pasearse por las
sendas del crimen.
c) Arribamos así al último punto de estas consideraciones: aquellas que
hacen a la situación de la actora en relación con los puntos expuestos
precedentemente.

Hemos señalado que la paciente es portadora de una personalidad con


rasgos psicopáticos esquizoides y además epiléptica.

En la psicogénesis delictiva de estos cuadros juegan fundamentalmente


un papel, obviamente, las anomalías caracterológicas y las
peculiaridades de las manifestaciones psicopatológicas,
respectivamente, que hemos expuesto con detalle en los respectivos
acápites.

La criminodinamia se refleja en los mecanismos psicopatológicos propios


de tales afecciones, cuyas características, como puede inferirse de su
descripción, en actos que llevan la impronta de lo intempestivo,
inusitado, sin premeditación, generalmente violentos y brutales.

Los elementos de juicio obtenidos en nuestros exámenes, así como los


antecedentes obrantes en autos no permiten concluir que la modalidad
delictiva haya llevado la impronta de las características criminogenéticas
de sus peculiaridades patológicas. Por otra parte, las declaraciones de la
paciente hablan de su quehacer impuesto por amenazas, lo cual implica
una toma de conciencia de la realización de éste. Hay ausencia de lo
intempestivo e inusitado, del furor brutal, de la extraordinaria violencia
y si bien alega padecer en oportunidades amnesia, elemento compatible
con su afección epiléptica, por lo señalado precedentemente, en lo que
respecta a sus declaraciones no surge que tal proceso psicopatológico se
haya dado en las circunstancias del hecho delictivo.

Estimamos que si bien en la actora se dan las características de una


personalidad con rasgos psicopáticos esquizoides y es portadora de un
síndrome epiléptico, aquellos no le privan de lucidez de comprensión y
discernimiento, y la última no ha sido el factor psicogenético de su
actuar delictivo; consideramos así que la realización de éste fue ajena a
tal patología.

En mérito a lo expuesto podemos establecer las siguientes conclusiones:

a) La actora presenta una personalidad con rasgos psicopáticos


esquizoides y es portadora de un síndrome epiléptico, afecciones que no
implican estado de alienación mental o psicosis.
b) Consideramos que no encuadra en las prescripciones del art. 34 del
Código Penal.

Bibliografía

1. Lucio L. Bellomo, "Enfoque psiquiátrico de la agresividad en relación a la


epilepsia", Rev. AMA, marzo-abril 1981, págs. 55-59.

2. W.R. Brain, Diseases of the Nervous System, Oxford, 4ª ed. 1951.

3. V.P. Cabello, Psiquiatría forense en el Derecho Penal, Buenos Aires,


Hammurabi, 1981.

4. Código Penal de la Nación Argentina (texto ordenado por el decreto


3.992/86), Buenos Aires, Ediar, 1987.

5. L. Bayral, D. Barcia, Semiología clínica psiquiátrica, Madrid, ELA-ARÁN,


1991.

6. J.A. Gisbert Calabuig, Medicina legal y toxicología, Barcelona, Salvat, 4ª


ed. 1991.

7. H.J. Kaplan, B.J. Sadock, Compendio de Psiquiatría, Barcelona, Salvat,


1987.

8. L.C. Kolb, Psiquiatría clínica moderna, México, La Prensa Médica


Mexicana, 1976.

9. E. Kretschmer, Constitución y carácter, Madrid, Labor, 1977.

10. F. Mauz, Predisposición a los ataques epilépticos, Madrid, Morata, 1942.

11. W. Mayer Gross, E. Slater, M. Roth, Clinical Psychiatry, Londres, Cassell,


1958.

12. F. Minkowska, Le problème de la constitution, París, Payot, 1927.

13. J. Rogues de Foursac, Manual de Psiquiatría, Valencia, Pubul, 1921.

También podría gustarte