Está en la página 1de 80

O b r a s d e la tu isx n a a u t o r a J3IBLI0TKCA DK «RL ÍHAllIO JUmcIAI/V

Nn \ KL S '
KL C O N D E
Sacñ/icío y rteonptn$a— H rem íada cou
m edalla d e o ro en el C oncurso In te r­
nacional del A teneo de L im a. (S egun­
da edición.
A m ova de {Agotada).
N TOLSTOÏ
rOF

t
KUodota.
Blanca Sol.— (Segunda edición.) M e r c e d e s C a b e llo d e C a r b o n e r a
La$ (S egunda edición).
E l Conspirador.
Influencia de las hdlAi artes en el prograo
moral y ^yu^Urial de los puehloi— T rabajo
prem iado con m edalla de oro por la
M unicipalidad de L im a.
índependeniia de O tfi— P rennado en el
C ertam en L iterario con «1 prim er
prem io.
L a novela Moderna — E stu d io filosófico
prem iado cot\ la R osa de O ro (prim er
prem io en el C ertám en Hispano*
A m ericano d éla A cadem ia L iteraria de
B uenos A ires (R epública A rgentina.) LIMA
L a RfiUgión d í la Humanidad.
E l Conde León E stu d io d e crí­ I m p r e n ta dd E l D ia u o J odiazaí.
tica. 2-*Caile dAAyacacho, Núfi« númí»
*îf

f* • r-;

.t :5-

-ri_-V-

&r

>. m
tl.h
■¿^
< 3 -Í*
<* , r>,
lilBLIO TliCA I)K <iKT. DIARIO JU í'IO IaL .

KL CONUE
1
J j LJ NTOLSTOI
POR

M e rc e d e s C a b e llo d e C arbone r a

LIMA
Im p re n tA d e E r. D u r io J d d ic ia i «
2 .» D 'ilio4 '' Ayft-ío<*lto, »vptéB SftfltíZ n e ro 22
V./-*

^<c t •U\ r ^ '^ - sKv^' 9


r-te
.V.JT
L<U.‘Í
BMÇ-W t ó ;
í-L C O N D E

LEONTOLSTOy

H
a y hc«nl>res que^á se m e ja n ­
z a d e tos .^ íin d es m onum en-
10í-,no es d íib 'e acercarsts á ello s
sin d e ten erse á co n te m p la rlo s ,T a i
e s e l co n d e L e o n T o i s t o y , n o ve ­
lis ta y filósofo, c u y a o rigin alid ad
e s sin d u d a , en esto s tiem p o s de
viilgaridac! é im itación servil, el
s e lio que c a r a c te riz a su g ra n su ­
p eriorid ad .
N o s o y d e la m ism a opinión
d e lo s q u e d icen q u e, la s con ve-
ftien cias d ip lo n iá tic a s y p o lític a s
y los interesados amores de
Francia por Rusia, han sido los
principales factores de !a univer­
sal reputación d .l novelista ruso.
Cierto es, que no escasa parte
han llevado en la resonancia de
las novelas rusas, los entusias«
mos artísticos con miras políti­
cas de Francia, y quizá ciertas
literarias rivalidades» nacidas en
París, y que dieron maricón para
darle cruel lanzada al Pontífice
del naturalismo, diciendo, que
el solio de esta escuela lo ocupa­
ban hoy los novelistas rusos.
Sea de ello lo que fuere, no­
sotros desligándonos de toda im­
posición ó fascinación que el jui­
cio ajeno ó la distancia pudieran
ejercer, haremos lijero estudio
de las principales obras, y de las
ideas de este escritor ruso, cuyo
caudal literario y filosófico es ya
respetable, como que pasan de
veinte sus novelas, y no es*'án
en menor número sus obras filo­
sóficas.
Y conste que en Toístoy, la
ilusión óptica producida ¡>or e!
aj^randamiento de una persona-
lúlad, es p<\ra nosotros completa;
cam a que á mas de la distancia
<[ue en casos tales es luna de au­
mento» \n vida clel novelista ru-
so so brilla en estos momentos
rodeada de todos los misterios
de la leyenda, y con cierta au­
reola de místico apostolado» de
evangélico idionisjno, que intere­
san la curiosidad y mueven la
admiración, por lo mismo que
vem os todo aquello á travéz de
ia distancia, y embellecidí> por
los resplandores de una gloria li­
teraria, largo tiempo reconocida
y aplaudida.
Lo exéntrico, lo excepcional,
lo raro que son los disdntivos de
las obras de Tolstoy, lo son
también de su persona, y tai mo­
do de ser ha dado motivo á cjnc
se le juzgue en el número de los
neurópatas ó desequilibrados,
que la ciencia estudia clasificán­
dolos como enfermos de vesanía.
Descartándonos de talesapre-
ci ación es, nosotros diremos que
en Tolstoy, el apóstol y el nove-
fista, cí pensador y el místfco,
se- confunden y se dan fa mano^
en intimo consorcio y aveni­
miento, solo sí que^ ef apóstol
enpequefiece at novelista, y c\
mísfico al pensador.
Dicen las más autorizadas ver­
siones que desde algunos años
há, e! tronde L éon Tolstoy, lia
renunciado con inquebrantable
proposito á todas las grandezas
mundanales, inclusive el cultivo
de las bellas letras, que tan [/tó-
digainente diéronle fcrtuiia y glo'
fia ápornllo. Se comenta también
que queriendo dar ejeniplo de
humildad, se feab^a refugiado en
nnatiendecilla de ;'.apa tero, don­
de sus manos aristocráticas m a­
nejaban los toscos instrumentos
con tos que fabricaba zapatos,
para á semejanza de los obreros
pobres, ganare! sustento con su
trabajo.
Dxjüse también, más tarde,
que, retirado del bullicio de la
ciudad, vivía la vida de! labrie*
go, labrando la tierra ni mas ni
menos que un inujik.
Las versiones mas recientes,
la de Poinpeyo (i^ncr, por ejem­
plo, respecto á la vida de To!s-
toy dice: «Su traje es el de ios
mnjihs^ de esas pobres gentes dol
campo de la gran Rur^ia; s\i ali­
mentación la de sus siervo?: sus
siervos? no, de sus aüúgos, de
sus hermanos como él les liama.
Su casa es una cabaña; su cama
un montón de hierbas cubiertas
con una piel y sostenidas á una
cierta altara del suelo por uuas
tiras de cuero.
a:Quiere espiar sus errores de
otro tiempo y rehúsa hasta los
alimentos mas necesarios. Su as­
cetism o espanta y admira á los
mismos siervos habituados á la
miseria y al sufrimiento. T al ré­
gimen ha alterado su salud, pero
rehúsa todo medicam ento y no
espera su salud, no la desea: su
enfermedad es su hermana; co­
mo Job, su curación será la
muerte.:o
Y por cierto que lo más lamen­
table y trascendental de estas
violentas transiciones de la vida
de T olstoy, es su propósito
no escribir niás novelas.
Cree T olstoy q»je la novela
debiera proscribirse por corrup­
tora é incitadora de la sensuali­
dad amorosa; considéra!a diver­
sión nociva, y fuego derramado
sobre los sóntidos, paraculminar*
los en desborüaiíiicntos pasiona-
le?5.
Y desde la alta cima de !a
gloria donde sus romances nove­
lescos le colocaron, ha querido
descender y hundirse en disqui­
siciones m ísticas y ergotismos de
forma silogística, ajenos á todo
principio de ciencia y moral po­
sitivas.
Hay un lado de incuestiona­
ble grandeza en la vida de Tols*
loy, es ac^uel en que el nobie y
aristocrático conde, se despren*
de de todas sus riquezas y las
reparte entre los pobres. Llám e­
sele á esto, vanidad ó abnega­
ción, santidad ó locura, misticis*
mo ó nihiiismn, ha^ allí una ac­
ción, b^Ila, magnífica, sublime.
Qué pocos hechos semejantes
á este menciona la historia; y
apenas con escasa autenticidad,
los encontramos en algunas vi­
das de m ísticos de las primitivas
sectas cristianas.
Sí, ciertamente, desprenderse
do sus caudales en bien de los
necesitados y desvalidos, cuan­
do esos caudales, son, com o los
de T olstoy, cuantiosos, no es
tan hacedero, máxime si solo hay
un mós’il vanidoso y mezquino.
Y en el caso presente, harto
claro se manifiesta la aUeza de
una acción noble y humanitaria.
R1 gran crítico francés, Fran­
cisco Sarcey, comentando estas
exceníricidades de T ob toy dice:
— tS on verdadero.s en absoluto
todos los detalles de ía leyenda?
N ada hay menos probable, por­
que algunos se contradicen. Pe­
ro el fondo de esas anécdotas
que circulan respecto á T olstoy
es auténtico; y hay en Rusia
cierto número de personas que
lo tienen por chiflado; le entró
la tarantela por el misticismo, el
nihilismo y todas Jas enfermeda-
(ies qug acaban en ismo y que
van todafi á parar á ta locura.>
• Tolstoy hay dos faces, que
casi son dos individnaÜdades
bien diversas, y que es fuerza al
estudiarlas separarlas, que de
otra suerte se caería en el error
de atribnirie al filósofo los laure­
les conquistados por el novelista>
ó darle al místico los méritosque
son propios del filántropo.
T olstoy filósofo es mt;nos fiI6-
V sofo que Tolstoy tiovelista.
'Mirado j5or i5u faz de j)oeta ob­
jetivo, de novelador realista, de
literato sintético, conocedor de
todos los resortes con que el es­
critor fascina al lector, es admi­
rable, magnífico, sublime; mira­
do como filósofo doctrinario, co­
mo apóstol de ese cristianismo
socialista medioeval, com o mís­
tico empapado en el pesimismo
d« Schopenhauor, y enamorado
de esa especie de budisino, que
es la antítesis de nuestra civili­
zación; pues que no3 llevaría á
rcTU'gíir de la ra^ón, á aniquilar
la riqueza, 4 dcsiruir la indus*
tria, y á retrotraer el arte á su
estado primitivo; mirado, pues,
hajo estas faces de sus ideas y
doctrinas, se empeciueñece un
tanto, y hay momentos en que
se le encuentra, ilógico, apasio­
nado, excéntrico, pesim ista y
hasta pequeño.
Tolstoy pertenece á ese númo
ro bif^n escaso, cuya individuali­
dad de tal suerte se transpareo-
ta en tas páginas de sus libros,
que bien pronto el lector siénte*
se subvníjíídi> y fascinado, no
tanto por una inteligencia, cuan­
to por un caráctey ó lo que en
lo mismo, por un corazón, pues­
to que, como dice Sm iles, ya fie.
ha convenido que el carácter re
sí de en el corazón, com o 9a inte­
ligencia en el cerebro.
Y esta personalidad, no sólo
se dibuja en sus obras filosóficas
com o cM i confesión» <í¿Qué ha­
cer?» en las que ó\ ha derrama*
do en raudales de ingenuidad,
sus creencias, sus dudas, sus va-
cilacione?«, y hgsta sus pequene­
ces, sino también en sus novelas,
¡o cual les dá realce inaprecia­
ble.
Cuando Tiirguenef ese gfan
poeta y creador de la novela rea­
lista en Ru*^ia, dirigióse á T ols­
toy, á <}uien consideraba su dis­
cípulo, decíale desde el lecho de
muerte en que escribía;— ¡Ah!
vuelve á tus trabajos literarios
gran escritor de nuestra patria
rusa!.............
Y Turguenefcmxocedor d e le s
taientos artísticos de T<*lstoy,
conminábale para que abando­
nara esas lucubraciones m istico-
filosóñcds que tanto debían ex-
tvHviar s;u intelecto.
II
La Sonata de Kreutzer, la
más atrevida y hermosa de to­
das las novelas de Tolstoy, es un
tratado de fisiolog/a de las pa­
siones, realzado por observacio­
nes, por afirmaciones, y situa­
ciones de ánimo tan nuevas, tan
naturales, tan bien descritas,
que el lector se siente subyuga-
do, y sin poder protestar de cier­
tas doctnnas fuertemente exéo-
tricas y novedosas en demasía.
Cuánto conocimiento del co­
razón humano!........cuánta luz
derramada sobre ese eterno pro­
blema de la unión sexual, que
es el vínculo misterioso é íntimo
de la vida matrimonial!........
N i Balzac ese novelista del
análisis con sus grandes investi­
gaciones psíquico-pasionales, ni
Flaubert, ese otro novelista de la
anatomía con sus estudios del
instinto y la pasión; ni ZoJa con
todo bu árbol genealógico de los
Rougón Manuuar, en que con
tanto ahinco na pretendido es­
tudiar ei iiociimenlo humano^ na­
die como Tolstoy, ha descorrido
con mano atrevida c! velo de la
vida matrimonial, para señalar
la llaga viva, sangrienta, cance­
rosa, que os la causante de las
desventuras conyugales.
L a Sonata de Kreutzer es
una obra escrita á modo de pro­
ceso jurídico, en el que, eí juez
ha develado faltas, quizá crime-
nes, hasta hoy considerados co*
m e cosas naturales, como debe­
res sagrados, no solo por el vul-
^o, sino aún por la gente culta.
Quizá si en L a Soiutía haya
deducciones exageradas, y abui*
tam icnto de las causas del ma!;
no es dable en una obra de ar­
te, cuyas tendencias son revolu­
cionarias, permanecer en el tér­
mino medio, en el punto justo
de la razón y la conveniencia.
Pero sí podemos decir que es
el grito de alarma dirigido hacia
esaslegiones, á quienes Schopen­
hauer llama el eUrno ^enicnino:
legión que avanza hacia la con­
quista de los derechos de la mu­
jer, creyendo equivocadamente
poder alcanzarlos, olvidando que
la causa de su esclavitud, no re­
side en ella misma, sino en las
pasiones concupiscentes del hom­
bre.
Pero también,—y este es el
lado inmoral de ¿ a Sonata;—
toda ella es sangrienta, cruzada
contra el matrimonio; toda ella
tiende á probar que, el odio y el
desprecio, son para los cónyu­
ges, consecuencia inmediata de
su mis ijo estado.
Refiriéndose á los primeros
días del matrimonio, dice: <lS i
ios jóvenes que sueñan con la
luna de miel, supiesen qué des*
ilusión les aguarda!........pero qué
desilusión! Yo no se de veras»
Eorle disimularlo
qué todos creen indispensa-
»
Refiriéndose á ciertos senti­
m ientos inherentes al matrimo­
nio, dice: cA ia manera de los
muchachos alegres que cuando
no tienen de qué reir, se ríen de
su propia risa, nosotros no en­
contrábamos razones para odiar­
nos, y nos odiábamos porque nos
rebosaba el odio naturalmente.»
«Pero todavía era más extra­
ordinaria nuestra manera de re-
concíliarnos .sin venir á cuento.
Algunas veces, sí mediaban pa­
labras, explicaciones y hasta lá­
grimas; pero otras m e acuerdo
de que> después de llenarnos de
improperios, de repente, y sin
más preparativos, venían los
abrazos y las ’efusiones amoro­
sas!........»
Y lo que hay de curioso en el
moralista ruso es que, esas cru­
das descripciones que revelan
su odio ai matrimonio, provie­
nen de un sentim iento de mora­
lidad exa;:'erado. Supone él que
los casados viven en defc{radante
disolución de los sentidos, y
enaltece y encomia la vida del
hombre y de la mujer célibes.
Y cuando se le observa que
¿cómo se propagará el género
humano?
— Y que falta hace que se pro­
pague? responde con vehemen­
cia:
— Cómo que falta hace? Pues
entonces no existiríamos.
—Y para qué se necesita que
existamos?
Este diálogo que figura en la
novela, manifieiíta hasta qué
punto llegan las incongruencias
y exageraciones de Tolstoy.
L a Sonata de Kreutzer, es la
historia de un rico hidalgo con­
tada por él mismo; ei cuai ha-
hiendo asesinado á su esposa,
fué absuelto por les Tribunales
de Justicia. L a manera como
principiaron sus amores, las cau­
sas que lo compelieron a! m a­
trimonio, los celos, los distur­
bios conyugales, la vida íntima
de los casados, todo está allí co­
mentado, explicado y maravülo-
sam ente expuesto, para justifi­
car al fin aquel asesinato. Aun­
que los celos y ei supuesto adul­
terio í e la mujer, aparecen co­
mo causales del crimen, la tesis
sostenida por Tolstoy, manifies*
ta que ese crimen no fué más
que un accidente, una conse­
cuencia lógica de lo que en to­
dos los matrimonios acontece.
L a causa de la muerte dada
á la mujer no es otra, que, el
que sus (ormas á través de las
mallas de un le inspiran
la co .1 cu pise en eia de la carne.
E n la Sonata hay páginas te­
rribles que, cuando pasan del
relato sencillo al grito revelador
de la protesta; cuando develan
la pasión innoble, el instinto
bestial, el crimen y la corrup*
ción, aceptados y justificados
por la tradición y la costumbre,
se siente el deslumbramiento que
producirían mil antorchaí^ alum-
braJido nuestros ojos que han es­
tado en tinieblas.
L a cuestión femenina, la gran
cuestión de la emancipación de
la mujer, está allí planteada y
resuelta, sin dejarnos por el mo­
mento más esperanza que las
evoluciones sociales que, en lo
porvenir puedan realizarse cam ­
biando así la condición de la
mujer al lado del hombre.
E s decir, cuando en sus reía
ciones matrimoniales llegue á
ser, menos hembra y más mujer.
in
Los que dicen que T olstoy si­
gue la escuela naturalista de
Zola, hacen una afirmación de
incalificable ignorancia. Zola al
lado de T olstoy es un novela­
dor que adolece de miopía inte-
lectuai; no alcanna á ver sino ]o
superficial, lo que tiene muy cer*
ca de su vista. S í nos encanta
y ncs seduce, es por el colorido,
)or la magia con que nos descri-
>e aquello mÍOT.o que diaria*
mente vemos. T olstoy á seme*
janza del bactcriolo^ista, descu­
bre familias y mundos descono­
cidos para el vul^'o, para ese
vulgo que mira la naturaleza y
la vida sin rriás auxilio que su
propia vista.
En- las novelas de Zola hay
brga!^ páginas pecadas, inútiles,
desahndas que el lector perezo­
so podría mny bien suprimirlas,
«in que le interrumpan la rcla*
ción ni le mutilen el cuadro.
Kn T olstoy un párrafo deja­
do de leer, quizá define una si­
tuación de ánimo interesante,
< uizá contiene una idea que des­
pierta en el lector un mundo de
profundas r<tflexion es........ Zola
cüuyp sus idfias en un océano
(Ic papel; Tolstoy las sintetiza,
1. í excructa, i3e tal suerte que
ui: párrafo, una línea, una pala-
Lr*», dejaría un vacío en aquel
todo armónico, que forma la ur*
diinbre de doctrinas y enseñan­
zas que en todas sus novelas se
encuentran.
Zola ocupará en la historia
del arte de fines d s este siglo,
el puesto de poeta, de cantor de
las perverdoncs humanas. Los
Pougon Manquart^ serán en lo
porvenir, la epopeya de la bestia
numana^ lo épico do la corrup­
ción de este siglo, que bien pue­
de justificar sus grandes faltas,
con sus más grandes cualidades.
Zola ha calumniado á su raza y
á su época. Su imaginación, do­
minada por esa obsesión suges*
ti va, que le representa imágines
de seres repulsivos y neurópatas,
no ha aicanzado á retratar esos
cuadros* normales, en que la so­
ciedad y !a Naturaleza, actúan
y se ajitan al impulso del cora­
zón y de! sentim iento. Sus no-
velai» hánsc^ conveitido en clíni­
cas de vesanía, donde eí asesi­
nato impulsivo, la bestialidad
inconsciente aparecen com o los
arquetipos de su escuela.
H ay más, Zola materialista y
ateo, no ha pres^tado ningún ser­
vicio á su causa, ni ha combatí*
do á !a causa contraria, en el
ti rreno del arte y la filosofía.
J'Ovrdes que hubiera podido
w la obra maestra de la novela
fi osófica y sociológica de la mo-
í'erna literatura, es meramente
una obra artística, de indispu­
table mérito sin duda, pero en
la cual el elem ento filosófico no
cornísponde á la magnitud de
¡a idea que desde la primerajor-
nada se forma el lector.
El afamado dortor Moorne,ea
un juicioso estudio acerca de
l.ourfleHná\zn'. «En las cinco jor­
nadas en que está dividida la
obra, no se vé el pensamiento
trascendental de la misma, ni
tendencia docente alguna, Zola
en Lourdes ha sufrido una lamen
tabUi equivocación.»
Si, la equivocación del artista
que pudiendo fotografiar almas,
se contenta con fotografiar cuer
pos. ,
Que hay colorido, que hay b«-
líeza, ‘juién puede noí^ario; pero
es el colorido que nos haco ver,
oír y palpar, la pústula que supu«
ra , ei verdoso p u s que clio-
rrea, el dülor del í^gonizante, la
pofnpo«idad de un espectáculo
deslumbrador para aquéllas mul­
titudes fanáticas y doloridas que
concurren á Lourdes. Zola ha
puesto mayor atencióji y esmero
en describí reí tren blanco cdiV¿<n\o
de poJrey de pestilenciales mías
mas. que-en describir las dudas
del joven abate Pierre, persona
jv poco ilustrado y bien desa­
brido; y es allí donde aparece la
potencia del artista junio con Ía
del filósofo.
Y tan cierto es esto, que con
Lourdes ha sucedido al¿>o bien
cuiioso: tan descontentos han
quedado de la obra los místicos
como los libres pensadores. Pa­
ra los primero.> L,ourdes \ s una
impiedad, para los segundos no
es más quo la obta con que eí
autcr de Na'tuí espera contra*
ciarse y p^^iíicar^'J con e! de
obtener uii sillóu ciitre ion ín-
mortales de la Academia France-
ca.
Lourdes en su género es infe­
rior á L'Asom oiic y á Germinril.
Leconte de Lisfe def:»»staba á
Zola, y no le perdonaba aquel
Jesucristo que figwra en a La,
Tierra.7> <rNo soy cristiano— de­
cía— pero aiinf|ue ateo, respeto
á los dioses, asi se llamen Cris-
to, Júpiter ó Budha. Zola debie­
ra haber respetado á Jf^sns; un
ser que ha sido D ios durante mil
ochocientos años.T»
L os personajes de Zola no sim­
bolizan por lo general sino cues­
tiones que atañen á la lucha ex­
terna <^c la vida, ya sea social 6
individual, y en la cual actúan
ios instintos más bien que tos
sentimientos.
Cuánta distancia entre ambos
noveladores!........ Ni aún el tér­
mino de comparación es posible
establecer entre ellos!........
lía las novelas de T olstoy, los
seres que tanto abundan en las
novelan* de Zoia, los nciirópat.*js,
los desequilibrados, los incons­
cientes y los criminales, se e >
cuentran en menor número y ac­
tuando, aún más débilm ente que
en las novelas de los Goncour,
las de Paul Bourget, ias Dau-
det ó de cualesquiera de los no­
veladores de la escuela moíier-
ua.
N o imita ni sigue una escuela
detnrminada, Tolstoy es dema­
siado original para que pueda
suponerse que es discípulo de
un maestro, ó soldado de un ge­
neral. Pertenece á los hombres
que se emancipan y crean, y nó
a! de los que se esclavizan é imi­
tan.
E l mismo Dt»stoyewsky,el Sha­
kespeare de la novela rusa, según
dicen sus críticos, es menos pro­
fundo, menos atrevido, así que
Jleva.como Tolstoy el escalpelo
de la critica á las visceras de los
seres que componen esta socie­
dad moderna.
En la novela <íLn guervay la
pazi>^ que es considerada por
gente docta com o la más notable
de las novelas de T olstoy, no se
___________________________________________g 3

encuentra aquel sello de origina­


lidad, de verismo de novedad,
com o en la Sonaia^ sin qüe ca­
rezca de esa peculiaridad propia
del novelista ruso.
D e las páginas de oiGuerra y
Í az» so desprende no tanto la
istoria de aquella titánica cam­
paña de Napoieon I, que de te­
ma sirviérale á T olstoy, cuanto
algo que hasta boy ningún nove­
lista ni historiador ha visto ni
estudiado, en esas hecatombes
tantas veces descritas y fotogra­
fiadas con el nombre de batallas.
Pues bien, tan solo T olstoy ha
m anifestado que en esa^ masas
de hombres, hay masas de espí­
ritus, de cora^oneí, de instintos,
que más poderosos que Jas ar­
mas, son ellos los que luchan,
los que vencen y deciden las bs-
taUas.
N i Stendhal en su admirable
descripción de W aterioo, ni Vic-
tor Hugo en esas vibrantes pági­
nas de «L os M iserables», ni
Thiers en sus prolijas y minucio­
sas descripciones, nadie como
ToUtoy ha mirado el lado psi-
t^ico, la nietamórfosid delTíouT-
i)re convertido en fi<?ra.
M ás que al jutisía de rico y
brillante colorido, vemos allí ai
psicülofTo y al fisiólogo que se
propone cofnjmls<)r los estreme-
cimientas dci corazón, Ihs vibra­
ciones del alnjft, las vacüacione.s
del miedo, de ese justinto pre­
ponderante, que se aferra a! áni­
mo, precisrímente cuando la in­
minencia del peligro le amenaza.
Voguie en su estudio de la no­
vela rusa, manifiesta q u e en
^Guerra y pozs> más que en otras
obras de T olstoy, se trasparonta
ese nihilismo ruso que, después
de inundar su epidermis hu pe­
netrado itasta iu8 visceras más
delicadas de su organismo.
E l nihilismo, preciso es reco-
no':erlojes la reacción do los que,
al no encontrar cosa alguna bue­
na en este mundo, y Uevando en
el alm a los ideales del Bien y la
justicia, a n h e l a n el aniquila-
n lenio y la destrucción de todo
lo existente.
En T olsioy el nihilismo fis la
protesta <\e\ hombre buono, es la
voz del qoe pide, vida másnicio*
nal, sociedad mejor organizada,
amor mas noble, individuo m e­
nos animalizado, ciencia m ás
amplia, y mundo m enos adverso
álos sentim icntosgcnerosos y al­
truistas del ser humano!........
Y poseído de vegrttivismo pesi*
mista, habla de la vida para me-
no5*preciai la, de la sociedad pa­
ra malderirlA, del amor para acu­
sarlo de sensualism o brutal, de
la ciencia para suprimirla por
vanidosa, arrogante y necia, y
de! individuo como d^ un todo
que á th e aniquilarse y refugiar­
se en la selva negra del Nirwana
braham ánicol..................
E l nihilismo rnso, io mismo
que ?us demás congénercvs anar-
quisstas, no son m as que conden-
Raciones de ideas— (í*i así puede
decirse) <fje, com o se condensan
en la atmósfera los fluidos eléc­
tricos, para lucg<» desatarse en
horrible tempeotad; así se con den-
san en la atmósfera social las ideas
las íispiraciones, los anhelo«*, y,
sin llegar á tomar up.a forma pre-
cif^a y definitiva, se revelan, lu­
chan, estallan y se aferran á !a
conciencia humana, como atti5¡-
mo ideal, que le pretua fuerza
para el combate, pp.ra e! marti-
n o .y el sncrificio de la vida m is­
ma.
I^o.s Ikrkchoi d t! H o m in na­
cieron de en un medio á las tur-
br.s de los P-roces descaniisoclo^
famélicos y sanguinarios de fin^^s
dt:! si<;lo X V III; por qué el de­
recho de la juítitJa, no nacerá
de esa buff^uesia aiiarquista,que
hoy miram.>s con horror, sin
prever que ellos quizá Ikvan en
su f.lma, los gérmenes <le una
r^g iíner.ición de !aconciencia hu­
ma nn hoy extraviada y perver­
tida!!.............
Un libro dí^ gran fóHo ser'a
apenas suficiente si hubiéramos
d'í estudiar lodaá nove Jas de
Tolí^toy en las que, com o en
«Marido y Mug^rw; «E l Canto
del Cir*ne5>, «R1 Oi.vj:•.)«», «H!
Trabajo», <rLos Mainbvicntosí,
«El Dinero y el Trabajo» y otras
mas ha fotograbado á la socie*
dad rujiét, difundiendo á la vez
ideas de confraternidad y demo­
cracia, en pretenda de aquel go­
bierno autócrata.
E n su novela dAna K arnino
T olstoy parece me m is fiancés
que ruso. L a historia de unos
amores adúlteros, pero sinceros,
apasionados y juveniles, sirvié­
ronle de tesis paaa ese delicado
romance.
Adivinase bien claramente, en
este se mi-filosófico romance el
tempera medito del autor, que,
con guiiial tendencia le ileva á
apostolicar, á sostener una tésis
manifestando qae, si bien puede
haber pureza en el sentimiento y
delicadeza en el anior, iio debe
una alma noble, desligarse de
ias leyes soci»le.s ajustada^, á ia
moia»; y por nrd¿ que codo !e sea
favorable, ha defaltaale ía apro­
bación de la propia conciencia.
E sto eu cuanto al fondo de la
ubra; en cuanto á la forma, al
rop.ije de ese doghia de moral
social; Ana Karnine es una églo­
ga, (si es posible la comparariói“))
saturada de brisas campestres,
de cánticos de aves, y descrip­
ciones íle virgiliana poesía*
E! escritor natarali.sta desple­
gó las alas de5 poeta, y en esos
momentos fué tan realista coino
€n sus mejores descripciones de
«L a guerra y !a paz.»
Corre el período en Ana Kar-
nine lento y voluptuoso aaeme-
jándosí^ á la corriente de los
grandes ríos, bajo df>J arbolado
áfi Jos bosques. Su armonía so-
lo es comparable á la que pro­
duce la brisa do la selva en los
cañaverales mecidos suavemente
en una tar<lc fírimavera!.
Allí se siente el inmenso órga*
no de la naturalc^za vibrando ba*
lo el ci«lo so*nbrfo de .¿sa Rusia,
Uena de mí.ster!os, de proble­
mas, de luz y de sombras; pr^ro
también de fiiorzas vivas, pode­
rosas, que tal v^¿ en lo pavs'enir
llegarán á regenerar y rejuvene­
cer, á e^a-i empoJirecída.5, y ya
caducas razas occidentales........ !
Tt;Istoy tiene páginas de esas
3 ue viven y sobreviven, como to-
ns las que han sido escritas ai
calor dfcl g¿nto.
Su naturalismo, no pertenece
á ese géní'ro condenado á seguir
las veleidades del gusto y de la
moda; y que ora se le eleva al
quinto cíelo, com o se le hunde
en los abismos del olvido.
Y no ,-egüirá esa ley de la^
tra sformar iones literanas, por
ser élf el que mas se acerca á la
naturaleza y mejor copia la vida
de cuantos hoy cultivan el gé­
nero.
Si el naturalismo de Tolstoy
muriera, sería siguiendo aquel
principio del cual no recuerdo si
Voven;irgues ó Larochefucaaid
han dicho: «Nada manifiesta más
la dtbtiidad del espíritu huma­
no, como el ver la f;«acilidad con
oue hoy admiramos lo que ayer
dcspreciáljarnos y derpreciamos
lo quíi ayer admirábamos.»
Nuncu tan gráfica esta obser­
vación como en ío8 cambiantes
de eso« dos rayos de luz, qac se
llaman roinanticismo y oatara-
lismo: el primero es un cadáver,
el segundo «e aproxima al sepul­
cro con paso seguro pero rápi­
do.
Y para que esa? caprichosas
veleidades del espíritu humano,
sean mas inexplicables, tras el
M edanismo zoloniano, tras el
materialism odeBuchner y Clau­
dio Bernart’y tras el trasformisi
mo darwinista,una reacción m ís­
tico-idealista se inicia hoy en
Europa.
Asi como las exageracinne.s
idí^alistaí’ de Chateaubriaiu L a­
martine y J^»rje Sand nos llova-
ron por violenta reacción ba^ta
raer en el naturalismo de Me*
dan; así este, deh'puns de hacer­
nos chapotear en el fango d^^ to­
das las podredumbres sociales,
ha llevado a l;i generacioti j^rc-
sence á refugiarse en el mUcicis-
mo espiritualista y Cristian:).
Yo diría que ri P^til Verlaine,
catatando en adiniral)les versos á
la Virgen del Cielo y al T odo­
poderoso, ni el místico Melchor
Vogüe con sus H o ra s de Ilîsto yia
ni Turgueniefx y Dostüiwsky coo
sus novelas njis^ticas; ninguno
áe tUos ha contribuido tanto á
la reacción m istico-literaria, co­
mo el Pontífice del naturalismo,
com o íím iUo Zola; es decir, ha
contr'ibuídü por an títesis, f)or
reacción, rchando en el platillo
de )a balanza todo el pe?o de las
groscríüsi y vulgaridades de una
épt)ca literaria, para que así se
levantara el platillo contrario
hasta donde nc ¡legaran ¡os
njiarimas pcsiilenciale5 de tales
vitandas ínoinidicidades.
N o ha mucho tiempo, cuando
Richenin acababa de jiubücar su
libro «Kes Bîasphemv,» un enti*
co notable desde las ;:oUi ranas
de E l F j o a r o , decía: yo me
prej^unto: ¿en el taller de qué es­
cultor se cincelarán á esta* hora
los ído)os desatinados ú p -em pla­
zar a^juelfos que despedaza en
su libro Jean Richepiti........ ?
Mucho \)u^/lérase a : ombra*lO
r! crític<‘ ívr.rés, si xc le
hubiera dicho,q u i Ivs ídolos
habían de adorar los discípulos
de Richepin, debt-rían salir, no
de ias celdas conventuales ni de
las sacristía:^ de curas .santeros,
sino de la famosa mesa de traba­
jo de un poeca como Vairlain, á
quien Anatole FrunceTíá Ilama-
d¿7 Sócrates moderno, el me-
jbr y mas grande de los poetas,u
Y también de novelista como
Tolstoy y Dostoyw.ski, y casi
poúía decirse que también sa!-
dráw del laboratorio de M. Pas­
teur, que diz que tse lavala$ ma'
nos y se santii^ua asustado
al salir precipitadamente de la
mansión misteriosa en que viven
los microbios.5
Si,una reacción m ística^eope-
ra hoy en Europa!.... Saludé*
mosla como á la bienventda, si
*es que en 9us alas de ánge! crae,
la reacción espi ritualista, el iácdi
levantado <ie las almas buenasj
saludém osle, si ella és síntoma
de rojuveuecimietitod d espíritu,
do eae nostálgico anhelo, que to­
dos en el alma sentim os, haci» á
esferas superiores, hacia donde
moran esas visiones celestes que
llamamos el Bien y la Justicia» y
hacia donde el alm a ansia volar
com o á la patria ausente, y
siempre amaua!........ . Pero ¡abl
reneguemos de esa reacción, ¿i
sólo es síntoma de caducidad, de
chocheces de este siglo viejo que
al verse próximo á hundirse en
el abismo de los tiem pos, se
postra de rodillas, se< dá golpes
de pecho, y enciende la cora.mi-
lagrosa de bien morir presentan*
do un caso sem ejante al del
gran Newton,que después de ha­
berse encumbrado hasta las e s­
feras celestes para descubrir las
maravillosas leyes de la gravita­
ción universal, concluye su vida
de octogenario, consagrando sus
días á los comentarios dei piofe-
ta Dauiel y del Apocalipsis ds
San Juan])........
Así, este nonagenario siglo, lé-
jos de llamar at médico que le
diagnostique su incurabie enr
fermedad y su inevitable muerte,
:se propone hacerse abluciones y
echarse asperges de agua beudi-
t¿| para lavar las grandes cut*
pas de su edad juvenil; sus cul­
pas de gnin filósofo, de gran re­
formador, de gran revoluciona*
rio.
S i, saludemos esa reacción
mística é inclinemos la frente an­
te ella, siempre que su impulso
sea progresivo hacia la !uz, no
rever si vo hacia el oscurantis­
m o! ........
Que no sea necesario decirle
á esos místicos reaccionarios, co-
mo decía Renán: *La fé que se
ha tenido no debe ser una cade*
na. Queda uno en paz con ella,
cuando se la ha envuelto cuida­
dosam ente en el sudario de púr*
pura en que duermen los dioses
muertos........ »
IV
Dije al principiar este estudio
2ue el T olstoy novelista era más
lósofo que el T olstoy filósofo, y
será preciso que tal afirmación
no quede sin su correspondiente
prueba.
En ningún otro libro puede
estudiarse m ejorías ideas filosó­
ficas y místicas de T olstoy que
en «Mi confesión» y también al­
go, aunque no tan preciso, en
«Mi religión» y en «Que debe
hacerse.»
Allí se propone T olstoy pro*
har que, habiendo consultado
lo.s problemas de la vida, buscan­
do soluciónes en las ciencias po-
s it ivas, no h a e ncont rado m ás que
contradicciones y deficiencias.
N o alcan;;o á explicarme có*
mo es que un hombre conocedor
de las ciencias positivas y de las
teorías trasformistas y evoluti­
vas modernas, puede hallar el
caos y la duda, si es que ha lle­
vado sus investigaciones age no
á todo determinismo preconce­
bido y á toda parcialidad secta-
rista y apasionada; no lo com­
prendo, si es que él ha bebido en
fuentes sanas y ha nutrido su es­
píritu con lasjugosasy sólidas en­
señanzas que d éla s ciencias m o­
dernas se desprenden.
N o m e lo explico ni lo com-
prendo, por más que en Tolstoy
eocuentre un caso digno de ob­
servación y estudio.
Algunos críticos han aoisado
á T olstoy de ignorancia absoluta
de las ciencias fisiológicas y pai-
cológicas. Quizá si no merezca
otra acusación qoe la de apasio­
nado y sugestionado por sus pro*
nías ideas místicas; ellas aun en
los momentos de mayor excep-
ticismo, le llevan á dis( uisicio-
nes é incongruencias, en as que,
bien á las claras se adivina^ que
lo sobrenatural y divino, son en
éi> ideas prefijas é innatas.
Después de su infancia, des-
puésdeesa epopeya bellísima que
él describe en un libro entero
que .ha tituíado «Mi infancia»
llega su juventud, su edad viril,
y con ella llega la duda, el pesi*
mismo, el ateism oylas ideas de
suicidio, que son sintomáticas
de enfermedad psíquica.
N i su educación empapada en
los principios de la iglesia cris­
tiana ortodoxa, ni el misticismo
de su familia, fueron parte á sai-
varíe de esa crisis que ha ente­
nebrecido su espíritu y aniquila­
do su intelecto.
Llega, pues, una época de su
vida, en ta cual sos ¡deas, sus
creencias y el estado genera! de
su ánimo, le llevan á cruel é iró­
nica conclusión, que él define con
estas palabras:
— «Mi vida es un bromazo ini­
cuo y estúpido que Alguien me
está dando. í
Y luego agrega: «Aunque yo
no reconocía á ningún Alguien
3 ue me hubiera creado, esa idea
e que alguno se había burlado
de m í, necia y malvadamente,
trayéndome al mundo, era la for'
ma con que solían manifestarse
más á menudo mis inquietudes.
E sta situación de ánimo, casi
la calificaríamos de lógica y na­
tural, dada la fiebre juvenil, da­
da lá efervescencia pasional, la
ebullición siempre desordenada
de la imaginación de un poeta,
de un soñador.
Pero más tarde, después que
él dice haber buscado en los co­
nocimientos adquiridos por los
hombres, la explicación de todas
esas cuestiones, que cual puntos
negros se-ie aparecían en su es­
píritu, es entónces, cuando le
encontramos azas pesim ista, y
harto ilógico en sus concliisiones.
«Buscaba, dice, en todas las
ciencias y no solo no encontré
nada, sino que me convencí de
que todos los que com o yo han
buscado en la ciencia» tampoco
han encontrado nada.
•íY no solo no encontraron tía-
da, sino que reconocieron con
claridad que la misma cosa que
á m í me conducía á la desespe­
ración—el absurdo de la vida—
es el único, el indudable saber
accesible al hombre.
«L a vida, decíame» es un mal
desprovisto de sentido; es ciertO;
E ero vivía; vivo aún, y toda la
umanidad sigue viviendo y vi­
ve siempre.
a Los que estam os persuadi­
dos de la necesidad absoluta del
suicidio y no nos atrevem os á
reaiizarlo, ¿no somos verdadera-
m ente unos cobardes, sin lógica»
digám oslo sin ambajes, necios
que nos enorgullecemos de nues­
tra necedad/com o un cretino de
su papera?........ v
Desoladora doctrina y más
desoladora conclusión!........
L a vida es un mal y el sui­
cidio es la ancha puerta por don*
de todos debemos salir!........
N o, la vida no es un maly en
el sentido absoluto de !a pala­
bra, como Jo dicen los filósofos
pesimistas; tampoco es una/»r?<é-
oa com o lo pretenden los místi­
cos y creyentes.
Comprendemos que la vida
en ciertos seres, lleva invi vita
la nostalgia de las almas que van
cual desterradas por la áspera
pendiente del vivir; comprende­
mos las ansias de luz, de esa
idealidad desconocida y soñada
que pone tristezas en el alma y
amargor en el corazón; pero e$
preciso no olvidar que para ellos
más que para otros, la vida tie­
ne muchas cosas bellas, bañadas
por la luz de! cielo y por la
alma; por la luz del sol y por ¡a
luz del amor!........
N o nos referimos, pues, á esos
aeres excepcionales que como
Byron, Leopardi y otros, llevan
un volcáa en ei pecho y una
tempestad en el alma: para ellos
sin duda Hay reconditeces y si­
nuosidades que llenan de abis*
mos la vida no así para el hom­
bre que desapasionadamente mi­
ra la vida y busca su explicación
en cl libro siempre abierto de la
Naturaleza. E se hombre sabe
que la vida no es más quo uno
de los fenómenos producido por
U s combinaciones de ta m atena,
en su eterno movimiento de ac­
ción y reacción. Sabe que no
h ay ^vida in divi dual, i nd ep en­
diente de las leyes que rigen la
vida general y colectiva.
Som os nada más que una par­
te pequeñísima de uugran todo,
que á nuestro pesar nos lleva y
nos alienta. Y tan insignificante
es en 1^ creación la existencia de
toda la humanidad, que si ella
desapareciera, se extinguiera en
toda la superficie de la tierra, no
se alteraría ni se modíñcaría una
sola de las leyes que rigen al
Universo.
Y T olstoy que quiere que se
suprima el egoísmo, el yo indivi­
dual, como un medio de incor­
porarnos en la totalidad de la
Hum anidad, no acierta á supri­
mirle cuando se entrega á sus in­
vestigaciones acerca de la vida
y su finalidad.
A qui fin repite una y mil ve«
ces y en torno de estas fatídicas
palabras se agrupan todas sus
angustiosas lucubraciones, y sus
crueles dudas.
E l no acepta la premisa de
Kantque dice: «N o son las ideas
de Dio^ y de la inmortalidad^ las
condiciones de la ley moral, sino
solam ente del objeto necesario
de una voluntad determinada
por esta ley; es decir del uso
práctico de nuestra razón pura;
así no podemos vanagloriarnos
de conocer y de percibir^ no ya
la realidad sino la posibilidad de
estas ideas.»
Tolstoy no declara tampoco
como Scheiiing que: «en ia exis­
ten cia^ en la voluntad, hay al­
go irracional,» él pide solucio­
nes, no para ía vida misma, sino
para el más allá de la vida y del
mundo terrenal.
L a Naturaleza procede con
tal magestad en sus leyes y evo­
luciones, y la Ciencia la estudia
con tai rectitud y honradez que
todo aquel que se le acerque—
no con los ojos vendados por
ideas preconcebidas y doctrina­
rias— queda satisfecho, tranqui­
lo y consolado.
Mas poeta que filósofo y mas
sonador que hombre de ciencia
se presenta Tolstoy, cuando que­
riendo definir ¡a vida y su fina­
lidad, se dirije angustiosamente
estas preguntas: ¿Qué soy? ¿Pa­
ra qué vivo? ¿Por qué vivo?
S i tales interrogaciones hubie­
ran sido dirigidas como dice
T olstoy á las Ciencias Positivas y
ellas con la elocuencia de su lar­
ga experimentación y sus lumi­
nosas investigaciones, hubiéran-
le demostrado conclusiones tan
claras y seguras acerca de ios
problemas de la vida, que no de­
jan lugar á dudas ni vacilacio­
nes; ellas le hubieran dicho que,
en la vida de la humanidad se
realiza la teoría evolutiva, idén
tica en sus procedimientos á la
evolución zoológica de la crea*
ción de los seres.
Y de esta ley que se veriftca en
la naturaleza y en la sociedad,
debem os de'Jücir el qué y el
para qué de nuestra vida.
El ser más pequeño, el hom ­
bre más miserable, tiene su ra­
zón de vida, su misión sagrada:
forma parte de un pueblo,de una
raza, que trabaja y «evoluciona
incesantem ente para alcanzar su
perfeccionamiento.
Herbert Spencer,ha estudiado
y demostrado con asombroso
caudal de ejemplos, que la evo­
lución se realiza en todos los sis­
temas organizados, y que los
mismos fenómenos se susceden
en la evolución de un organismo
humano, que en el de una socie-
ddà, siguiendo este paralelismo
basca en sus más íofimos deta­
lles.
Spencer, aceptando la teoría
darwinista, ha probado que así
com o pi)r medio del orden zoo-
lógico se han formado y perfec­
cionado todos ios seres; y á vir­
tud de una evolución lenta y
constante han seguido la ley de
selección y perfeccionamiento,
llegando á formarse tipos relati­
vamente perfectos, hasta alcan­
zar á producirse el organismo
superior del hombre; así también
en el orden sociológico, todos
\o? individuos que forman la ra-
za humana, están subordinados
á las leyes de transformación y
progreso que los lievan á un fin
conocido seguro y grandioso.
Y si las leyes zoológicas des­
pués de largas y laboriosas evo-
luciones han culminado en el or­
ganism o superior del Hombre,
las leyes sociológicas, han cul­
minado en el Pensamiento del
hombre: ese sello con que laN a-
turaleza ha marcado su difiniti*
va superioridad.
Y desde el humilde ganglio
vibratorio del mundo orgánico,
hasta el aparato nervioso del
hombre civilizado actual, hay (a
misma distancia, que del hom ­
bre esclavo de la animalidad
brutal, hasta el hombre que ha
realizado las sublimidades del
Arte y de la Filosofía, pináculos
de la sensibilidad y de laintelec*
tualidad superiores.
Estas son las dos escalas pa*
ralelas que bajo sus leyes fijas é
ineluctables ha e s t u d ia d o la
Ciencia, siguiendo las transfor­
maciones por las que ha pasado
la célula monistica para llegar
hasta el organismo delicado y
perfecto del hombre; y luego
despues de millares de siglos de
llegar al hombre primitivo, cul­
minar en el hombre del siglo
X IX !........
¡Cuánta distancia entre el uno
y el otro!
Allí entre las capas terrestres
le vem os todavía, con su cráneo
deprimido, con sus mandíbulas
prominentes, con sus largos bra­
zos y su cuerpo cobruno y be-
lludo. Allí están sus osamentas,
com o la base granítica de núes
tra civilización, y como compro­
bante de que el hombre para ele­
varse y colocarse sobre todos los
seres déla creación, no tuvo más
que dos factores: el lenguaje y la
inteligencia.
Cuando después de largo es­
tudio y meditación se llega á es­
te convencimiento, ya es nimio
y pueril preguntar: Qué soy ?
Para qué vivo? Por qué vivo?
Som os la cima terminal de la
inmensa cadena zoológica de
los seres. Vivim os cumpliendo
leyes fatales, ineludibles, que en
el hombre pueden sintetizarse
con una sola palabra: progreso.
En cuanto al ¿por qué vivo? del
ilustre conde León T olstoy, uno
i e los talentos más brillantes de
esta época, es sustancialmente
el mismo ¿por qué viv^? que di­
ría (casoque hubiera podido sen­
tir y decir) el hombre primitivo,
47
e) salvaje troglodita, que en las
primeras m anifestaciones de la
humanidad, vivió disputándole
su presa al oso de la caverna y
al reno de las épocas terciarias.
¿Cuá! es la diferencia sustancial
que separa al hombre del siglo
X IX del hombre primitivo?
Ninguna. Y tanto derecho no
tuvieron ellos para preguntarse:
¿Para qué vivo? ¿por qué vivo?
como lo tenemos nosolrosí..........
E llos vivieron su vida angus­
tiosa, miserable y animal, para
que nosotros llegásem os á vivir
esta vida culta, tranquila y civi­
lizada; esta vida que, en el correr
de los siglos, distara tanto de la
perfección y el progreso alcan­
zados, como distam os hoy noso­
tros (le nuestros primeros ascen­
dientes de las épocas prehistó­
ricas.
Si, hay una embriología hu­
mana, como hay una embriolo­
gía zoológica.
El hombre de hoy es la obra
del hombre de ayer, y el hom-
IlU mÌ« w»-* mañana será la obra del
hombre de hoy.
' gj p^gg todos llenamos una
, r v . , , A inm ensa y sublime misión en eJ
^' , mundo: ¿para qué preguntarnos
Vi ^pQ¡- q^é vivimos y para qué vi«
vimos?.............
Subir, subir siempre, esa es
nuestra misión, sin olvidar que,
cada escalón que avanzamos,
representa cuando m énos diez
siglos en la vida de la humani*
dad.
N o podemos, pues, retroceder,
com o pretende T olstoy al procla­
mar el estado t-alvaje, la ignoran­
cia absoluta y ei saber rudimen-
ta rio,como el m ás perfecto y feliz
que el hombre puede apetecer.
Tam poco podemos adelantarnos
ánuestra época,y vivir hoy como
vivirán nuestros descendientes
en los siglos venideros. Segui­
mos un curso lento, gradual, se­
guro y siempre ascendente: es el
mismo que ha seguido la N atu­
raleza, para llegar desde los se­
res rudimentarios— las moneras
y los zoófitos— hasta el hombre.
N o es, pues, lógico ni razonable
<'l pedirte á las Ciencias positi­
vas y experimentales, soluciones
que son propias de la metafísica
y la teodisea, esas ciencias infan­
tiles, que de todo en todo se ale-
jan del método experimental y
práctico que hoy predomina en
el campo dcl saber humano.
Pom peyo Gener en su erudi«
to y hermoso estudio de las en­
fermedades exóticas, en la litera­
tura moderna, dice: «E l que se
turba hoy con las corrientes cien­
tíficas, es el que también se hu­
biese turbado en el seno de! cris­
tianismo más ascético. Una con
-cepción positivista y puramente
científica del Mundo, exige una
moral aún más pura que la de
las teologías; sólo que hay mu­
chas inteligencias obscuras que
se creen poseedoras de la verdad
absoluta, cuando sólo están em ­
briagadas con el humo de una
pseudo-ciencia de tercera mano.»
El conocimiento perfecto de la
Ciencia, conduce á la moral más
rígida, como á la más íntima
tranquilidad de espíritu.
L a comparación de Tolstoy es
exacta, cuando en sus investiga­
ciones dice: ^Mientras buscaba
solución al problema de la vida,
experimentaba enteramente el
mismo sentimiento que el hom­
bre que se extravía en un bos­
que. Al llegar á un claro trepa á
un árbol y ve espacios sin lími*
tes, pero no ve ni una sola casa,
y compreijde que allí no pueden
encontrarse. Entonces vuelve á
la espesura de! bosque, á las ti*
nieblas; pero tampoco hay allí
ninguna seña! de refugio.
«Así erré por la selva de los
conocimientos humanos, entre
las claridades de tas ciencias ma-
tem áticasy experimentales, quie­
nes á la vez que descubriéndome
horizontes luminosos, no podían
suministrarme ningún refjigio.
Vagaba en medio de los conocí*
mientos teóricos, cada vez más
oscuros, á medida que en ellos
me persuadí que no había ni era
posible haber ninguna salida.>
La explicación de estas tinie­
blas que T olstoy ha encontrado
los bosques científicos (sigo
fiu metáfora) es bien sencilla. Es
que él las ha consultado com o \
místico y no como filósofo; ha C
pretendido hallar en ellas la so-
lución de ideas pnxoncebidas, '
de tendencias atávicas, que por
ser en él innatas, lleváronle á su­
poner que el m isticism o_y,el so-
brenatuialisino, forman la esen­
cia misma de la vida.
E n el libro «Mi infancia» don­
de tan ingenuamente nos deja
conocer sus primeras impresio­
nes, sus primeras tendencias, sus
primeros pensares, se ve que fre-
nológicamento, T olstoy era más
místico que filósofo, más soña­
dor que clervidente, más poeta
que hombre práctico.
E i ilimitado horizonte de lo
divino, el.m ás allá de la vida de
ultratumba, el sobrenaturalismo
actuando en el mundo con todo
su séquito d e divinidades d e
primero y de segundo orden; to­
das estas ideas, todas estas de*
ducciones, acongojan y toríurau
su espíritu desde bien temprana
edad.
V
Pedirle á las ciencias luz para
ver más claro y definir m ejorías
creaciones de nuestra imagina­
ción, sugestionada siempre por
el sentim iento de lo maravilloso
y sobrenatural, es com o acercar
una antorcha á esos fantasmas
que en las tinieblas se dibujan,
y de cuya existencia sólo están
persuadidos los niños ó los igno
rantes.
L os fantasmas desaparecen
con la luz del día-y lo sobrena­
tural con la luz de la Ciencia.
Ver la realidad y la vida, des­
prendidas de todas las quimeras
de la imaginación, es propio só ­
lo del hombre que ha madurado
su espíritu con et estudio de la
naturaleza considerada bsjo to­
dos sus aspectos científicos.
N o hallando, pues, T olstoy, en
ias ciencias experimentales, sino

/
definiciones de orden puramente
positivoy práctico,resuelve aban­
donarlas y se propone buscar sus
ideales en una teodisea doctrina­
ria, y de todo en todo ajustada
á la tradición ortodoxa del cris­
tianismo docente.
Pere desgraciadarneuteallí, no
sólo dice que halló el vacío, sino
también el ridículo y la impos­
tura.
«Y á pesar mío— dice— me vi
llevado al estudio, á la investi*
gación de esa Escritura, á la in­
vestigación que hasta entonces
me había dado tanto miedo. Y
m e dirigí al estudio de esa m is­
ma teología, que por vana había
ya rechazado con tanto despre­
cio. Entonces me parecía ser
una serie de contrasentidos inú-
tiJes; entonces me rodeaban por
todas partes los fenómenos de la
vida que me parecían claros y
llenos de mentido; al paso que
ahora me daría por satisfecho
con rechazar lo que no entre en
mi dura cabeza; pero no sé don­
de ir.í
Y eo otro lugar dice: «Y me
som etí. Encontré en mi alma un
sentimiento que me «lyudó á so­
portar aquello: la humillación de
mí mismo. Me humillé, pues;
tragué esa Sangre y ese Cuerpo
sin eentimiento ninguno de mo­
fa, con el deseo de creer. Pero
la herida estaba hecha, y sabien­
do de antemano lo que me espe­
raba, ya no pude presentarme
por segunda vezá comulgar.»
H é aquí el punto á que Ío con­
duce el misticism o á Tolstoy; al
anonadamiento de su razón, á la
hum illación del espíritu, al que­
brantamiento del caracter, sin
más resultado práctico, que pre­
sentar el triste espectáculo de
una razón preclara en iucha con
la teología de su época.
Si T olstoy hubiera seguido el
método cartesiano; si después de
citar á juicio á todas tas creen­
cias humanas, hubiera hecho en
torno suyo el vacío, para luego
fundar una creencia asentada
sobre su propia razón y sus co»
nocimientos científicos........ qué
obra tan bella, tan fecunda, tan
bienhechora, hubiera legado á la
posteridad!........
Tolstoy no llega á ninguna con­
clusión precisa, no delinca con
nitidez y claridad ei símbolo á
quien él rinde sus adoraciones.
Podríamos decir ds T olstoy lo
que dice M acaulay de Milton:
(¿son más las ideas qua^ sugiere
que las que expresa.»
L o q u e sobrí* todas las cosas
preocupa á Tolstoy, es el fin, el
objetivo de la vida humana, idea
que le persigue y afurruüa con
desapoderada tenacidad. En tor­
no de este angustioso pensamien­
to agítase su alma, y sin acertar
á darle fijeza á su pensamiento,
narra las evoluciones, expone con
detalles los errores que se apode«
raron de su m ente, y nos cuenta
día á día, aquel vaivén de sus
creencias, sin que lleguem os á
conocer su término,sino el punto
en que hoy han tocado.
Y en esas agitadas mareas de
la duda, Tolstoj' tiene más que
otro alguno, el mapreciable mé*
x'xio de la sinceridad, de esa in«
génua franqueza que le compele
á decir cuanto piensa, crée y es­
pera» sin cuidarse más que de
decir la verdad.
Entre ese fárrafo de deduc­
ciones q u 6^ e su agitado espíri­
tu surgían, solía hacer* algunas
com o ésta: «En el universo to­
do sucede por la voluntad de
Alguien que hace servir nuestras
vidas para la realización de un
fin que no conocemos..........»
L o quimérico é ilógico de es­
ta doctrina saltaá primera vista.
Decirnos que servimos para
un fin desconocido» es desqui­
ciar todas nuestras ideas de jus­
ticia, de moral, de virtud, pues­
to que, jamás nos será posible
definir ó dilucidar, cuándo nos
comportamos bien, y cuándo
mal; es decir, cuándo nuestra
conducta está en conformidad
con nuestra finalidad, y cuando
en contra de ella*
Si los docmas religiosos no
tuvieran otra conclusión que és­
ta im puesta por T olstoy, prefe­
rible sería no solo ^íor su lógica,
sino por su grandeza, lo que la
Ciencia le dice al hombre, esto
es: que él es, la cima más alta,
la eflorescencia magnífica y di­
vina del árbol zooiógico, cuyas
raíces se pierden en las épocas
primitivas; allá donde la vida
aparece com o imperfecto borra­
dor, de las fuerzas creadoras de
la Naturaleza y sus últimos ra­
majes, han de llegar un día á
tal altura, que allí el hombre
realizará en su vida íntima y so­
cial, todas las perfecciones y
grandezas que hoy le atribuimos
á seres imaginarios.
En esta doctrina, aceptada
hoy por casi todos los hombres
que han puesto las ciencias, al
servicio de la Sociología, hay fi­
nalidad, hay grandeza, hay ob­
jetivos para ta vida.
N o obstante, preciso es re-
ci'nocer que, apesnr d e sus
dudas y vacilaciones, T olstoy
se noB presenta de acuerdo
con los positivistas, los socio-
logistas y trasformistas. Como
ellos él abriga la convicción de
que «el fin principal de la vida
consiste en el mejoramiento hu­
mano.»
En T olstoy se adivina clara­
mente al hombre cuyas creencias
llevan por fuerzas impulsoras,
no la razón y el convencimiento,
sino el sentim iento y el amor á
la Humanidad. Tan solo así se
explican sus violentos ataques
contra la filosofía, la civilización
y contra ia razón misma, impro­
pios del hombre que estudia la
vida, desde las alturas de las
ciencias históricas y filosóficas.
D e aquí que cuando se hunde en
sus lucubraciones acerca de la
nada de la existencia, llega á es­
ta desoladcra conclusión: «No
poiHa dar ningún sentido razo^
nable á ningún acto de mi vida.
«Solo me asombraba, cómo no
había podido comprender eso
desde el principio, diciendo para
mí:
«Hace tantísimo tiempo que
todo esto lo conoce todo el mun­
do! Si no es hoy será mañana;
vendrán las enfermedades y la
muerte—ya han venido— para
los seres amados y para mí, y
nada quedará oxcepto gusanos y
podre. Sean las que fueren jnis
acciones, tarde 6 temprano que­
darán en el olvidoy yo no existi­
ré ya. ¿Por qué pues tomarse
abanes? Lo asombroso es cómo
puede el hombre no ver esto y
seguir viviendo.
«Solo se puede vivir mientras
estam os ebrios de vida; pero
cuando se pasa la borrachera» no
puede m enoi de verse que todo
esto no es más que una super-
chería estúpida. L o cierto es
que ni siquiera hay en ello nada
risiblo ni ingenioso; sencillamen­
te noesm ásqueestúpidoy cruel.»
Y después de estas ideas
de Tolstoy, ocúrreseme decir:
Yo no se hasta qué punto ten­
drá un escritor el derecho de ver­
ter la hiel de sus dolores y en­
tenebrecer con SU" ideas el alma
de los seres sensitivos; yo no se si
un hombre benéfico que lleva el al­
ma henchida de ternuras infinitas
3'la voluntad de nobles intencio­
nes,no llegaráádecirse, alláenlas
recondideces de su conciencia,
que las alas de su fantasía, como
las de los ángeles de Klosptok,
derraman ráfagas de luz, pero
de luz quernante, abrasadora y
asesina del alma; yo no lo sé,
porque nadie que yo sepa, se ha
cuidado de precavernos de esta,
que debiera llamarse higiene mo­
ral; pero ¡ah! la duda y el pesi­
mismo que nos roban la fé en el
porvenir exelso de nuestra raza
humana, debieran quedar pros­
critos de la literatura como de la
filosofía.............
Es que todavía, ni los hom­
bres de ciencia ni ios de iglesia,
ni m enos los poetas, han alcan­
zado la convicción, de que este
mundo en que se alimenta nues­
tro espíritu, podemos formarlo y
edificarlo á nuestro albedrío;
perverso, triste y desesperanza­
do, si arrojamos en las socieda­
des, en el medio ambiente, ideas
de intolerancia, de pesimismo y
desconsuelo; alegre** plácido y
feliz, si al contrario , vertemos
ideas de justicia, de confrater­
nidad y tolerancia!.............
VI
S i hubiéramos de descom po­
ner á semejanza dei químico, el
sjstema religioso de T olstoy, pa­
ra determinar las partes compo­
nentes de él, diríamos que hay
algo del fatalismo budhista de
Sakia— Muni, mucho y en dó-
cis fuertes, del ascetism o cris­
tia n o d e S a n Francisco de
Asís, y no poca parte del pesi­
mismo desolador del sombrío
Spinoza; sin que ello impida el
que se trasparente al antiguo ni­
hilista, al exaltado creyente, con
sua símbolos difusos, casi en es­
tado latente, com o son todos los
de los nihilistas y anarquistas
modernos.
Como Sakia— Muni, el Salva­
dor de la India, que decía á sus
discípulos: «Vi vid religiosos ocul­
tando vuestras buenas obras y
mostrando vuestros pecados, asi
T olstoy quiere que la humildad
extrema, todo lo que es base de
la vida individual, de la persona*
Íidad autónoma, de la expansión
y perfección del hombre, quede
anonadado, destruido, por ser
contrario á la moral y á la vida
del espíritu.
Su ascetism o le lleva á fulmi­
nar sus anatemas, contra todos
los placeres que la civilización y
el refinamiento de las costum ­
bres nos procura. El vino, el ta­
baco, la vida muelle, no són á su
concepto más que, medios de
exitar b s instintos concupiscen­
tes del individuo.
Y no solo contra los medios
físicos que halagan los sentidos
se anda reñido Tolstoy, también
á semejanza de las primeras sec­
tas cristianas, reniega y se enfu­
rruña contra la belleza física—
ese dón supremo de la naturale­
za— contra las desm udeces que
la mode y la etiqueta le exigen
á la mujer; y lo que culmina en
el sumo de la exageración, es
que, también reniega del aseo,
de la limpieza corporal; de eso
que, hasta es instinto en algunas
razas de animales, y que en el
hombre, viene á ser algo que ata­
ñe á 3U dignidad, ásu superiori­
dad, y que realza al ser moral
tanto como al físico.
En sus santas cóleras contra
toda doctrina insuficiente para
resolver el problema de la vida,
ajustado á la concepción por él
formada, Tolstoy ataca al P osi­
tivismo comteano, desconocien-
doconm anifiesta parcialidad, las
faces bellas, sublimes y esencial­
mente sociológicas de esa doctri­
na, á la que, su autor, convenci­
do de haber dicho la última pa­
labra en la gerarquíadelas ideas
místicas, la llamó «La Religión
de la Humanidad.*
Sin aceptar en su totalidad la
doctrina positivista de Comte y
tomando de ella sus concIu.sio-
nes esenciales, es sin disputa la
más aceptable, la más humana
y la más civilizadora, de cuan­
tas han aparecido en esta época
esencialmente racionalista.
Cuánta diferencia entre el n¡-
hilismo-místico-fatalista del con­
de León T olstoy y el positivismo
altruista de A ugusto Comte!.....
Comparémosle no sea mas que
por mero estudio de estas cios fa­
ces que la fé moderna presenta,
en sus anhelos de renovación re­
ligiosa.
T olstoy no ha aportado á la
sociedad rusa, y á los corazones
sedientos de fe y de ideal, más
que sus dudas, sus angustias,
sus desesperaciones, abriendo
así inmenso vacío en el que ias
alm as sensitivas y delicadas>seD-
tiran la asfixcia moral, muy más
matadora para el alma, que la
asfixia fisica para el cuerpo.
Dentro de esta cuestión socio*
lógica, Comte ha creado un ór-
den com pleto de ideas funda*
mentales; por ellas comprueba
que el espíritu humano en sus
manifestaciones religiosas , es
progresivo y perfectible, y tiende
á espandirse, siguiéndola línea
ascendente de Ía inteligencia hu*
mana. Y así quedan marcadas
las tres grandes etapas por las
cuales las creencias religiosas
han atravesado , principiando
por el fetiquismo de los egipcios
y el politeismo de los griegos,
para llegar al antropomorfismo
monoteista del cristianismo, y
por fin á la fé demostrada del
Pofitivism o científico.
E n el campo de la moral so­
ciológica, T olstoy sólo propone
el retroceso, la vuelta hacia el
estado agrícola primitivo, hácia
la civilización rudimentaria, co­
mo m edios de bienestar y felici­
dad social.
C om teal colocarlas bases del
edificio de sus doctrinas socioló­
gicas» ha puesto en contribución
á todas las demás ciencias posi­
tivas y exactas, de suerte que to­
das ellas vengan á redundar en
bien de la mora! social; que en
el positivismo, no es la moral
anémica de sangre empobrecida
por el ayuno y las morrificacio-
nes ó idiotizada por el fanatis­
mo, sino la que se deduce de la
hermosa armonía del cuerpo y
del espíritu.
Tolstoy, rodando siempre ba­
jo el mismo punto, ha construido
su sistem a religioso fundándolo
eti ese su misticismo especíalísi-
mo, compuesto de fatalismo se-
mi-budhista, y ascetismo cristia­
no, y cuya moral lleva por prin­
cipio el proclamar la supresión
de la vida, y la reproducción del
género humano; lo cual puede
ser fuente de la más profunda
inmoralidad, toda vez que con­
traría los instintos más podero­
sos y los sentim ientos más deli-
cad‘>s del corazón.
Comte, cuya moral está fun­
dada en el we'm sana in corpore
sano., no impone privaciones ni
penitenciasá sus discípulos, com*
prende que el «vw r á todas lu^
cesj» que es uno de sus preceptos,
será el regulador más seguro pa­
ra la conducta individual. Lejos
de aceptar el ascetismo y las pri­
vaciones materiales^ éstas quedan
tácitamente proscritas de su doc­
trina; á tal punto que, los más
eminentes predicadores positivis­
tas com o Iiigersoll en los Esta*
dos Unidos de América, ameni­
zan sus ronferencias en el cam ­
po de la filosofía, dando á sus
oyentes muchas y minuciosas re­
glas para la higiene y buena ali-
mentación, y quieren que la mu­
jer en el hogar, vigile esmerada­
mente ios alimentos, y la vida
holgada de la familia, sin más li­
mitación, que aquello que pudie­
ra tocar los linderos del vicio.
T olstoy j]o encuentra otros ar­
bitrios ni más refugio para ase­
gurar la pureza de las costum­
bres y la impecabilidad del indi­
viduo, que encerrarse en un as­
cetismo misántropo,esencialmen­
te disociador, que es la forma
más desquiciadora del egoismo
individual.
T olstoy es el místico que 8e
hace filósofo, y Comte es el filó­
sofo que se hace místico.
Tolstoy forma sus dogm as re
ligiosos con las miradas conver­
tidas hacia el pasado; hacía los
albores de una teodisca nacida
en esas regiones de O riente,m ás
aprojíiadas para las visiones apo­
calípticas ó para las creaciones
voluptuosas do musulmánicas ra­
zas, que para crear un código
moral aplicable á estas regiones
de razas inquietas y revoluciona­
rias.
Comte aceptando la berenciA
moral de ese pasado, ha forma­
do sus teorías positivistas con la
mirada pu*?sta en e! porvenir, en
una civilización cuyos primeros
destellos ho) apenas vislumbra­
mos, y cuyos albores nacieron
allá entre esos hombres prodigio­
sos, que se llamaron los Conven'
donaies de la Revolución france­
sa!........
Para T olstoy el amor es la for­
ma suprema del egoismo, y «so
lamente el que mala en sí la raíz
de todo egoism o, toma posesión
del Universo, y disuelve en él su
propia individualidad;» lo cual
es completamente utópico é im
practicable.
Para Comte, el amor es la ex­
pansión suprema del ser, por me-
dio del amor llegó él á la con­
cepción com pleta de la vida, al
altruismo y al amor á la Huma-
nidad.que fueron dos rayos de luz
quealumbraron su misión apostó­
lica en los últimos dias de su vida.
Y no establecemos otros tér­
minos de paralelismo y compara­
ción entre ambas doctrinas, por­
que comprendemos que, las pree­
minencias y supremacías de una
doctrina, deben deducirse, no de
su teodisea dogmática, sino solo
de su parte sociológica y moral.
Bajo esta faz, los principios de
las doctrinas de Comte* quedan á
inmensa altura sobre las de T ols­
toy,com o que el com tism oesesen-
cialm entesociológico,y el tolstois­
mo profundamente disüciador.
M alamente pretenderá alguien
establecer puncos de compara­
ción y similiCud entre Tolstoy y
los filósofos positivistas de prin­
cipios del siglo, por más que en
el amor á la Humanidad se ase­
meje T olstoy á Comte, á Littre,
á Hoeckel, H uxley y demás filó­
sofos naturalistas.
Tolstoy, ya lo hemos dicho,
es más poeta que filósofo, y ba­
jo esta faz aproxímase más bien
á los poetas psicólogos y filóso­
fos como Goethe.
Ya Gonzales Serrano trazó
con* mano maestra un hermoso
paralelismo entre estas dos cul­
minantes individualidades.
Ambos— dice— cultivan el ar­
te, com o la ciencia de nuestras
ignorancias, com o protesta con­
tra lo que es y en pró de vaga
aspiración á lo mejor (un ideal.)
Uno y otro desde el arte irra­
dian con la trascendencia de sus
creaciones á ía filosofía, y son
por igual poetas y filósofos. Los
dos condensan en el mismo pun­
to final en la misma conclusión
práctica su iloctrina filosófica.
Goethe declara verbo existente su
principio: la acción; T olstoy con­
fiesa que Dios es la vida misma. J>
H asta aquí la opinión de Gon-
zales Serrano; nosotros señala-
remoá otro punto de similitud:
T olstoy con sus doctrinas reple­
tas de hondo y cruel pesimismo,
ha contribuido quizá más á la
propagación del suicidio que
G oethe con su W erther.
T olstoy considera el í^uicidio,
como un refugio; como la úni< n
fácil salida para huir de los
males de la vida; Goetho Ío pre­
senta como remi'djo iia una pa­
sión amorosa y dcsgraciaila, oo-
•no un mal pequeño, que puede
curar un mal inmenso.
Goethe y ToUtoy, ambos sin*
tiéronso acometidos de doloroso
arrempetimiento, así que llega­
ron á la edad madura, y contení«
plaroD los ofectos que sus ideas
producían en !a s ciedad.
Goetho pretendió cambiar el
desenlace do su W erther y supri •
iniv tO'lHS I:i6 ideas que apoyaban
el suicidio de au héroe, qae no
ora otro que él mismo.
Tolstoy también so arrepiente
de su labor artística, y hubiera
querido, uo solo cambiarla sino
suprimirla por completo.
Qué adm irables son las tras-
form aciones del espíritu huma-
ní), y las evoluciones que se au-
ceden en la vid/x de on flolo hom­
bro!.............
Estudiftr unft vida, puede ser
tan complicado v difícii como es­
tudiar o\ universo mismo.
Cuántas grandezas a! lado de
pe^ueñoces ?infcípodas!.... Cuánta
luz radiante, proyectando densas
tinieblas!........
Acaso el géniono se<a mas que la
resultante de estos coatrnstei!....
D e todos modos , doblemos
nuestra rodilla y postrémon()S
roverentes aute lo» génioa sa[íc«
riores; ellos son loa verdaderos
bienhechores de la humanidad.
Y bajo la iuflutmma de est;»s
ideas Lerminaremos este estudio
declarando, quo abrigamos la ín*
tima eoiivioción de quc,a[>o?»ar de
los muchos luuares quo afean las
ilüctrinas filosóticas y místicas
de Tolstoy, ellos no alcanzarán
jam ás á empeqoeñecer al poota,
al filántri>po» al gènio artístico,
al pe:isador piofuudo, que Iioy,
con sello singularísimo so desta­
ca como astro de gran magnitud
en el cielo del arte moderni».
_______________________ 37 _.
Y cuando el gran pueblo ruso,
dispierte de su largo sueño, é ir­
guiéndose fulguran te con las ideas
por Tolstoy difundidas, de de­
mocracia republicana, confrater­
nidad universal, nivelamiento de
lajusticia social; entóncesel nom­
bre de T olstoy, no solo será ins­
crito entre los primeros poetas
del mundo, sino también entre
los grandes bienhechores de la
Humanidad.
F IN
Ni ) V E L A S :
Sacrificio y nc&ntpcnsA— P rem iad a con
m edalla d e oro en el .C oncurso In te r­
nacional del A teneo de L im a. (S egun­
d a edición.
Amores ds H ortensia--{A gotzds).
EUod&ra,
Ble^ua Sol.— (S egunda edición.)
L as Consecu^ncias~^(St^\xná9i edición).
E i Conspirador.

Influencia de las bellas arfg^ en el progreso


m otaiy maieriai de h$ pueblos— T rab ajo
prem iado con m edalla de oro por ia
M unicipalidad de L im a.
Independencia de CU¿í -P re m ia d o en el
C ertám en L iterario con el prim er
prem io.
L a novela Moderna — E stu d io fílosóñco
prem iado con la R osa de O ro (prim er
prem io en el C ertám en H ispano-
A m ericano de la A cadem ia L iteraria de
B uenos A ires (R epública A rgentina.)
L a Religión de la HumoAidad.
E l Conde Leím Toistoy^ -E studio decrí*
tica.

ifít
V K li A S:

SacriJUío y recompensa — HremiatJa cotí


m edalla de oro en el ('o acu rso In te r­
nacional del A teneo de L im a. (Según*
da edición.
A n t^ís d f líorUncia— (A gotada).
E lto d o fa .
Ulanca Sol.— (S egunda edición.)
Las Co«5í<rKí»rm«--{Segunda edición).
E l Conspirador.
Influencia de las bellas artes en el proceso
worai y viaierial de los T rabajo
prem iado con m edalla de oro por la
M unicipalidad de L im a.
Independencia de O íitf— P rem iado en el
C ertám eii L iterario con •) prim er
prem io.
L a w vd a Moderna — E stu d io filosófico
prem iado con la R osa d e O ro (prim er
prem io en el C ercám en Hispano*
A m ericanode la A cadem ia L iteraria de
B uenos Aire$ (R epública A rgentina.)
¿.<1 RíH^ión d4 la Humanidad.
E l Conde León Tolstoy— E stu d io d e orí*
tica.

También podría gustarte