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Nn \ KL S '
KL C O N D E
Sacñ/icío y rteonptn$a— H rem íada cou
m edalla d e o ro en el C oncurso In te r
nacional del A teneo de L im a. (S egun
da edición.
A m ova de {Agotada).
N TOLSTOÏ
rOF
t
KUodota.
Blanca Sol.— (Segunda edición.) M e r c e d e s C a b e llo d e C a r b o n e r a
La$ (S egunda edición).
E l Conspirador.
Influencia de las hdlAi artes en el prograo
moral y ^yu^Urial de los puehloi— T rabajo
prem iado con m edalla de oro por la
M unicipalidad de L im a.
índependeniia de O tfi— P rennado en el
C ertam en L iterario con «1 prim er
prem io.
L a novela Moderna — E stu d io filosófico
prem iado cot\ la R osa de O ro (prim er
prem io en el C ertám en Hispano*
A m ericano d éla A cadem ia L iteraria de
B uenos A ires (R epública A rgentina.) LIMA
L a RfiUgión d í la Humanidad.
E l Conde León E stu d io d e crí I m p r e n ta dd E l D ia u o J odiazaí.
tica. 2-*Caile dAAyacacho, Núfi« númí»
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M e rc e d e s C a b e llo d e C arbone r a
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Im p re n tA d e E r. D u r io J d d ic ia i «
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LEONTOLSTOy
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a y hc«nl>res que^á se m e ja n
z a d e tos .^ íin d es m onum en-
10í-,no es d íib 'e acercarsts á ello s
sin d e ten erse á co n te m p la rlo s ,T a i
e s e l co n d e L e o n T o i s t o y , n o ve
lis ta y filósofo, c u y a o rigin alid ad
e s sin d u d a , en esto s tiem p o s de
viilgaridac! é im itación servil, el
s e lio que c a r a c te riz a su g ra n su
p eriorid ad .
N o s o y d e la m ism a opinión
d e lo s q u e d icen q u e, la s con ve-
ftien cias d ip lo n iá tic a s y p o lític a s
y los interesados amores de
Francia por Rusia, han sido los
principales factores de !a univer
sal reputación d .l novelista ruso.
Cierto es, que no escasa parte
han llevado en la resonancia de
las novelas rusas, los entusias«
mos artísticos con miras políti
cas de Francia, y quizá ciertas
literarias rivalidades» nacidas en
París, y que dieron maricón para
darle cruel lanzada al Pontífice
del naturalismo, diciendo, que
el solio de esta escuela lo ocupa
ban hoy los novelistas rusos.
Sea de ello lo que fuere, no
sotros desligándonos de toda im
posición ó fascinación que el jui
cio ajeno ó la distancia pudieran
ejercer, haremos lijero estudio
de las principales obras, y de las
ideas de este escritor ruso, cuyo
caudal literario y filosófico es ya
respetable, como que pasan de
veinte sus novelas, y no es*'án
en menor número sus obras filo
sóficas.
Y conste que en Toístoy, la
ilusión óptica producida ¡>or e!
aj^randamiento de una persona-
lúlad, es p<\ra nosotros completa;
cam a que á mas de la distancia
<[ue en casos tales es luna de au
mento» \n vida clel novelista ru-
so so brilla en estos momentos
rodeada de todos los misterios
de la leyenda, y con cierta au
reola de místico apostolado» de
evangélico idionisjno, que intere
san la curiosidad y mueven la
admiración, por lo mismo que
vem os todo aquello á travéz de
ia distancia, y embellecidí> por
los resplandores de una gloria li
teraria, largo tiempo reconocida
y aplaudida.
Lo exéntrico, lo excepcional,
lo raro que son los disdntivos de
las obras de Tolstoy, lo son
también de su persona, y tai mo
do de ser ha dado motivo á cjnc
se le juzgue en el número de los
neurópatas ó desequilibrados,
que la ciencia estudia clasificán
dolos como enfermos de vesanía.
Descartándonos de talesapre-
ci ación es, nosotros diremos que
en Tolstoy, el apóstol y el nove-
fista, cí pensador y el místfco,
se- confunden y se dan fa mano^
en intimo consorcio y aveni
miento, solo sí que^ ef apóstol
enpequefiece at novelista, y c\
mísfico al pensador.
Dicen las más autorizadas ver
siones que desde algunos años
há, e! tronde L éon Tolstoy, lia
renunciado con inquebrantable
proposito á todas las grandezas
mundanales, inclusive el cultivo
de las bellas letras, que tan [/tó-
digainente diéronle fcrtuiia y glo'
fia ápornllo. Se comenta también
que queriendo dar ejeniplo de
humildad, se feab^a refugiado en
nnatiendecilla de ;'.apa tero, don
de sus manos aristocráticas m a
nejaban los toscos instrumentos
con tos que fabricaba zapatos,
para á semejanza de los obreros
pobres, ganare! sustento con su
trabajo.
Dxjüse también, más tarde,
que, retirado del bullicio de la
ciudad, vivía la vida de! labrie*
go, labrando la tierra ni mas ni
menos que un inujik.
Las versiones mas recientes,
la de Poinpeyo (i^ncr, por ejem
plo, respecto á la vida de To!s-
toy dice: «Su traje es el de ios
mnjihs^ de esas pobres gentes dol
campo de la gran Rur^ia; s\i ali
mentación la de sus siervo?: sus
siervos? no, de sus aüúgos, de
sus hermanos como él les liama.
Su casa es una cabaña; su cama
un montón de hierbas cubiertas
con una piel y sostenidas á una
cierta altara del suelo por uuas
tiras de cuero.
a:Quiere espiar sus errores de
otro tiempo y rehúsa hasta los
alimentos mas necesarios. Su as
cetism o espanta y admira á los
mismos siervos habituados á la
miseria y al sufrimiento. T al ré
gimen ha alterado su salud, pero
rehúsa todo medicam ento y no
espera su salud, no la desea: su
enfermedad es su hermana; co
mo Job, su curación será la
muerte.:o
Y por cierto que lo más lamen
table y trascendental de estas
violentas transiciones de la vida
de T olstoy, es su propósito
no escribir niás novelas.
Cree T olstoy q»je la novela
debiera proscribirse por corrup
tora é incitadora de la sensuali
dad amorosa; considéra!a diver
sión nociva, y fuego derramado
sobre los sóntidos, paraculminar*
los en desborüaiíiicntos pasiona-
le?5.
Y desde la alta cima de !a
gloria donde sus romances nove
lescos le colocaron, ha querido
descender y hundirse en disqui
siciones m ísticas y ergotismos de
forma silogística, ajenos á todo
principio de ciencia y moral po
sitivas.
Hay un lado de incuestiona
ble grandeza en la vida de Tols*
loy, es ac^uel en que el nobie y
aristocrático conde, se despren*
de de todas sus riquezas y las
reparte entre los pobres. Llám e
sele á esto, vanidad ó abnega
ción, santidad ó locura, misticis*
mo ó nihiiismn, ha^ allí una ac
ción, b^Ila, magnífica, sublime.
Qué pocos hechos semejantes
á este menciona la historia; y
apenas con escasa autenticidad,
los encontramos en algunas vi
das de m ísticos de las primitivas
sectas cristianas.
Sí, ciertamente, desprenderse
do sus caudales en bien de los
necesitados y desvalidos, cuan
do esos caudales, son, com o los
de T olstoy, cuantiosos, no es
tan hacedero, máxime si solo hay
un mós’il vanidoso y mezquino.
Y en el caso presente, harto
claro se manifiesta la aUeza de
una acción noble y humanitaria.
R1 gran crítico francés, Fran
cisco Sarcey, comentando estas
exceníricidades de T ob toy dice:
— tS on verdadero.s en absoluto
todos los detalles de ía leyenda?
N ada hay menos probable, por
que algunos se contradicen. Pe
ro el fondo de esas anécdotas
que circulan respecto á T olstoy
es auténtico; y hay en Rusia
cierto número de personas que
lo tienen por chiflado; le entró
la tarantela por el misticismo, el
nihilismo y todas Jas enfermeda-
(ies qug acaban en ismo y que
van todafi á parar á ta locura.>
• Tolstoy hay dos faces, que
casi son dos individnaÜdades
bien diversas, y que es fuerza al
estudiarlas separarlas, que de
otra suerte se caería en el error
de atribnirie al filósofo los laure
les conquistados por el novelista>
ó darle al místico los méritosque
son propios del filántropo.
T olstoy filósofo es mt;nos fiI6-
V sofo que Tolstoy tiovelista.
'Mirado j5or i5u faz de j)oeta ob
jetivo, de novelador realista, de
literato sintético, conocedor de
todos los resortes con que el es
critor fascina al lector, es admi
rable, magnífico, sublime; mira
do como filósofo doctrinario, co
mo apóstol de ese cristianismo
socialista medioeval, com o mís
tico empapado en el pesimismo
d« Schopenhauor, y enamorado
de esa especie de budisino, que
es la antítesis de nuestra civili
zación; pues que no3 llevaría á
rcTU'gíir de la ra^ón, á aniquilar
la riqueza, 4 dcsiruir la indus*
tria, y á retrotraer el arte á su
estado primitivo; mirado, pues,
hajo estas faces de sus ideas y
doctrinas, se empeciueñece un
tanto, y hay momentos en que
se le encuentra, ilógico, apasio
nado, excéntrico, pesim ista y
hasta pequeño.
Tolstoy pertenece á ese númo
ro bif^n escaso, cuya individuali
dad de tal suerte se transpareo-
ta en tas páginas de sus libros,
que bien pronto el lector siénte*
se subvníjíídi> y fascinado, no
tanto por una inteligencia, cuan
to por un caráctey ó lo que en
lo mismo, por un corazón, pues
to que, como dice Sm iles, ya fie.
ha convenido que el carácter re
sí de en el corazón, com o 9a inte
ligencia en el cerebro.
Y esta personalidad, no sólo
se dibuja en sus obras filosóficas
com o cM i confesión» <í¿Qué ha
cer?» en las que ó\ ha derrama*
do en raudales de ingenuidad,
sus creencias, sus dudas, sus va-
cilacione?«, y hgsta sus pequene
ces, sino también en sus novelas,
¡o cual les dá realce inaprecia
ble.
Cuando Tiirguenef ese gfan
poeta y creador de la novela rea
lista en Ru*^ia, dirigióse á T ols
toy, á <}uien consideraba su dis
cípulo, decíale desde el lecho de
muerte en que escribía;— ¡Ah!
vuelve á tus trabajos literarios
gran escritor de nuestra patria
rusa!.............
Y Turguenefcmxocedor d e le s
taientos artísticos de T<*lstoy,
conminábale para que abando
nara esas lucubraciones m istico-
filosóñcds que tanto debían ex-
tvHviar s;u intelecto.
II
La Sonata de Kreutzer, la
más atrevida y hermosa de to
das las novelas de Tolstoy, es un
tratado de fisiolog/a de las pa
siones, realzado por observacio
nes, por afirmaciones, y situa
ciones de ánimo tan nuevas, tan
naturales, tan bien descritas,
que el lector se siente subyuga-
do, y sin poder protestar de cier
tas doctnnas fuertemente exéo-
tricas y novedosas en demasía.
Cuánto conocimiento del co
razón humano!........cuánta luz
derramada sobre ese eterno pro
blema de la unión sexual, que
es el vínculo misterioso é íntimo
de la vida matrimonial!........
N i Balzac ese novelista del
análisis con sus grandes investi
gaciones psíquico-pasionales, ni
Flaubert, ese otro novelista de la
anatomía con sus estudios del
instinto y la pasión; ni ZoJa con
todo bu árbol genealógico de los
Rougón Manuuar, en que con
tanto ahinco na pretendido es
tudiar ei iiociimenlo humano^ na
die como Tolstoy, ha descorrido
con mano atrevida c! velo de la
vida matrimonial, para señalar
la llaga viva, sangrienta, cance
rosa, que os la causante de las
desventuras conyugales.
L a Sonata de Kreutzer es
una obra escrita á modo de pro
ceso jurídico, en el que, eí juez
ha develado faltas, quizá crime-
nes, hasta hoy considerados co*
m e cosas naturales, como debe
res sagrados, no solo por el vul-
^o, sino aún por la gente culta.
Quizá si en L a Soiutía haya
deducciones exageradas, y abui*
tam icnto de las causas del ma!;
no es dable en una obra de ar
te, cuyas tendencias son revolu
cionarias, permanecer en el tér
mino medio, en el punto justo
de la razón y la conveniencia.
Pero sí podemos decir que es
el grito de alarma dirigido hacia
esaslegiones, á quienes Schopen
hauer llama el eUrno ^enicnino:
legión que avanza hacia la con
quista de los derechos de la mu
jer, creyendo equivocadamente
poder alcanzarlos, olvidando que
la causa de su esclavitud, no re
side en ella misma, sino en las
pasiones concupiscentes del hom
bre.
Pero también,—y este es el
lado inmoral de ¿ a Sonata;—
toda ella es sangrienta, cruzada
contra el matrimonio; toda ella
tiende á probar que, el odio y el
desprecio, son para los cónyu
ges, consecuencia inmediata de
su mis ijo estado.
Refiriéndose á los primeros
días del matrimonio, dice: <lS i
ios jóvenes que sueñan con la
luna de miel, supiesen qué des*
ilusión les aguarda!........pero qué
desilusión! Yo no se de veras»
Eorle disimularlo
qué todos creen indispensa-
»
Refiriéndose á ciertos senti
m ientos inherentes al matrimo
nio, dice: cA ia manera de los
muchachos alegres que cuando
no tienen de qué reir, se ríen de
su propia risa, nosotros no en
contrábamos razones para odiar
nos, y nos odiábamos porque nos
rebosaba el odio naturalmente.»
«Pero todavía era más extra
ordinaria nuestra manera de re-
concíliarnos .sin venir á cuento.
Algunas veces, sí mediaban pa
labras, explicaciones y hasta lá
grimas; pero otras m e acuerdo
de que> después de llenarnos de
improperios, de repente, y sin
más preparativos, venían los
abrazos y las ’efusiones amoro
sas!........»
Y lo que hay de curioso en el
moralista ruso es que, esas cru
das descripciones que revelan
su odio ai matrimonio, provie
nen de un sentim iento de mora
lidad exa;:'erado. Supone él que
los casados viven en defc{radante
disolución de los sentidos, y
enaltece y encomia la vida del
hombre y de la mujer célibes.
Y cuando se le observa que
¿cómo se propagará el género
humano?
— Y que falta hace que se pro
pague? responde con vehemen
cia:
— Cómo que falta hace? Pues
entonces no existiríamos.
—Y para qué se necesita que
existamos?
Este diálogo que figura en la
novela, manifieiíta hasta qué
punto llegan las incongruencias
y exageraciones de Tolstoy.
L a Sonata de Kreutzer, es la
historia de un rico hidalgo con
tada por él mismo; ei cuai ha-
hiendo asesinado á su esposa,
fué absuelto por les Tribunales
de Justicia. L a manera como
principiaron sus amores, las cau
sas que lo compelieron a! m a
trimonio, los celos, los distur
bios conyugales, la vida íntima
de los casados, todo está allí co
mentado, explicado y maravülo-
sam ente expuesto, para justifi
car al fin aquel asesinato. Aun
que los celos y ei supuesto adul
terio í e la mujer, aparecen co
mo causales del crimen, la tesis
sostenida por Tolstoy, manifies*
ta que ese crimen no fué más
que un accidente, una conse
cuencia lógica de lo que en to
dos los matrimonios acontece.
L a causa de la muerte dada
á la mujer no es otra, que, el
que sus (ormas á través de las
mallas de un le inspiran
la co .1 cu pise en eia de la carne.
E n la Sonata hay páginas te
rribles que, cuando pasan del
relato sencillo al grito revelador
de la protesta; cuando develan
la pasión innoble, el instinto
bestial, el crimen y la corrup*
ción, aceptados y justificados
por la tradición y la costumbre,
se siente el deslumbramiento que
producirían mil antorchaí^ alum-
braJido nuestros ojos que han es
tado en tinieblas.
L a cuestión femenina, la gran
cuestión de la emancipación de
la mujer, está allí planteada y
resuelta, sin dejarnos por el mo
mento más esperanza que las
evoluciones sociales que, en lo
porvenir puedan realizarse cam
biando así la condición de la
mujer al lado del hombre.
E s decir, cuando en sus reía
ciones matrimoniales llegue á
ser, menos hembra y más mujer.
in
Los que dicen que T olstoy si
gue la escuela naturalista de
Zola, hacen una afirmación de
incalificable ignorancia. Zola al
lado de T olstoy es un novela
dor que adolece de miopía inte-
lectuai; no alcanna á ver sino ]o
superficial, lo que tiene muy cer*
ca de su vista. S í nos encanta
y ncs seduce, es por el colorido,
)or la magia con que nos descri-
>e aquello mÍOT.o que diaria*
mente vemos. T olstoy á seme*
janza del bactcriolo^ista, descu
bre familias y mundos descono
cidos para el vul^'o, para ese
vulgo que mira la naturaleza y
la vida sin rriás auxilio que su
propia vista.
En- las novelas de Zola hay
brga!^ páginas pecadas, inútiles,
desahndas que el lector perezo
so podría mny bien suprimirlas,
«in que le interrumpan la rcla*
ción ni le mutilen el cuadro.
Kn T olstoy un párrafo deja
do de leer, quizá define una si
tuación de ánimo interesante,
< uizá contiene una idea que des
pierta en el lector un mundo de
profundas r<tflexion es........ Zola
cüuyp sus idfias en un océano
(Ic papel; Tolstoy las sintetiza,
1. í excructa, i3e tal suerte que
ui: párrafo, una línea, una pala-
Lr*», dejaría un vacío en aquel
todo armónico, que forma la ur*
diinbre de doctrinas y enseñan
zas que en todas sus novelas se
encuentran.
Zola ocupará en la historia
del arte de fines d s este siglo,
el puesto de poeta, de cantor de
las perverdoncs humanas. Los
Pougon Manquart^ serán en lo
porvenir, la epopeya de la bestia
numana^ lo épico do la corrup
ción de este siglo, que bien pue
de justificar sus grandes faltas,
con sus más grandes cualidades.
Zola ha calumniado á su raza y
á su época. Su imaginación, do
minada por esa obsesión suges*
ti va, que le representa imágines
de seres repulsivos y neurópatas,
no ha aicanzado á retratar esos
cuadros* normales, en que la so
ciedad y !a Naturaleza, actúan
y se ajitan al impulso del cora
zón y de! sentim iento. Sus no-
velai» hánsc^ conveitido en clíni
cas de vesanía, donde eí asesi
nato impulsivo, la bestialidad
inconsciente aparecen com o los
arquetipos de su escuela.
H ay más, Zola materialista y
ateo, no ha pres^tado ningún ser
vicio á su causa, ni ha combatí*
do á !a causa contraria, en el
ti rreno del arte y la filosofía.
J'Ovrdes que hubiera podido
w la obra maestra de la novela
fi osófica y sociológica de la mo-
í'erna literatura, es meramente
una obra artística, de indispu
table mérito sin duda, pero en
la cual el elem ento filosófico no
cornísponde á la magnitud de
¡a idea que desde la primerajor-
nada se forma el lector.
El afamado dortor Moorne,ea
un juicioso estudio acerca de
l.ourfleHná\zn'. «En las cinco jor
nadas en que está dividida la
obra, no se vé el pensamiento
trascendental de la misma, ni
tendencia docente alguna, Zola
en Lourdes ha sufrido una lamen
tabUi equivocación.»
Si, la equivocación del artista
que pudiendo fotografiar almas,
se contenta con fotografiar cuer
pos. ,
Que hay colorido, que hay b«-
líeza, ‘juién puede noí^ario; pero
es el colorido que nos haco ver,
oír y palpar, la pústula que supu«
ra , ei verdoso p u s que clio-
rrea, el dülor del í^gonizante, la
pofnpo«idad de un espectáculo
deslumbrador para aquéllas mul
titudes fanáticas y doloridas que
concurren á Lourdes. Zola ha
puesto mayor atencióji y esmero
en describí reí tren blanco cdiV¿<n\o
de poJrey de pestilenciales mías
mas. que-en describir las dudas
del joven abate Pierre, persona
jv poco ilustrado y bien desa
brido; y es allí donde aparece la
potencia del artista junio con Ía
del filósofo.
Y tan cierto es esto, que con
Lourdes ha sucedido al¿>o bien
cuiioso: tan descontentos han
quedado de la obra los místicos
como los libres pensadores. Pa
ra los primero.> L,ourdes \ s una
impiedad, para los segundos no
es más quo la obta con que eí
autcr de Na'tuí espera contra*
ciarse y p^^iíicar^'J con e! de
obtener uii sillóu ciitre ion ín-
mortales de la Academia France-
ca.
Lourdes en su género es infe
rior á L'Asom oiic y á Germinril.
Leconte de Lisfe def:»»staba á
Zola, y no le perdonaba aquel
Jesucristo que figwra en a La,
Tierra.7> <rNo soy cristiano— de
cía— pero aiinf|ue ateo, respeto
á los dioses, asi se llamen Cris-
to, Júpiter ó Budha. Zola debie
ra haber respetado á Jf^sns; un
ser que ha sido D ios durante mil
ochocientos años.T»
L os personajes de Zola no sim
bolizan por lo general sino cues
tiones que atañen á la lucha ex
terna <^c la vida, ya sea social 6
individual, y en la cual actúan
ios instintos más bien que tos
sentimientos.
Cuánta distancia entre ambos
noveladores!........ Ni aún el tér
mino de comparación es posible
establecer entre ellos!........
lía las novelas de T olstoy, los
seres que tanto abundan en las
novelan* de Zoia, los nciirópat.*js,
los desequilibrados, los incons
cientes y los criminales, se e >
cuentran en menor número y ac
tuando, aún más débilm ente que
en las novelas de los Goncour,
las de Paul Bourget, ias Dau-
det ó de cualesquiera de los no
veladores de la escuela moíier-
ua.
N o imita ni sigue una escuela
detnrminada, Tolstoy es dema
siado original para que pueda
suponerse que es discípulo de
un maestro, ó soldado de un ge
neral. Pertenece á los hombres
que se emancipan y crean, y nó
a! de los que se esclavizan é imi
tan.
E l mismo Dt»stoyewsky,el Sha
kespeare de la novela rusa, según
dicen sus críticos, es menos pro
fundo, menos atrevido, así que
Jleva.como Tolstoy el escalpelo
de la critica á las visceras de los
seres que componen esta socie
dad moderna.
En la novela <íLn guervay la
pazi>^ que es considerada por
gente docta com o la más notable
de las novelas de T olstoy, no se
___________________________________________g 3
/
definiciones de orden puramente
positivoy práctico,resuelve aban
donarlas y se propone buscar sus
ideales en una teodisea doctrina
ria, y de todo en todo ajustada
á la tradición ortodoxa del cris
tianismo docente.
Pere desgraciadarneuteallí, no
sólo dice que halló el vacío, sino
también el ridículo y la impos
tura.
«Y á pesar mío— dice— me vi
llevado al estudio, á la investi*
gación de esa Escritura, á la in
vestigación que hasta entonces
me había dado tanto miedo. Y
m e dirigí al estudio de esa m is
ma teología, que por vana había
ya rechazado con tanto despre
cio. Entonces me parecía ser
una serie de contrasentidos inú-
tiJes; entonces me rodeaban por
todas partes los fenómenos de la
vida que me parecían claros y
llenos de mentido; al paso que
ahora me daría por satisfecho
con rechazar lo que no entre en
mi dura cabeza; pero no sé don
de ir.í
Y eo otro lugar dice: «Y me
som etí. Encontré en mi alma un
sentimiento que me «lyudó á so
portar aquello: la humillación de
mí mismo. Me humillé, pues;
tragué esa Sangre y ese Cuerpo
sin eentimiento ninguno de mo
fa, con el deseo de creer. Pero
la herida estaba hecha, y sabien
do de antemano lo que me espe
raba, ya no pude presentarme
por segunda vezá comulgar.»
H é aquí el punto á que Ío con
duce el misticism o á Tolstoy; al
anonadamiento de su razón, á la
hum illación del espíritu, al que
brantamiento del caracter, sin
más resultado práctico, que pre
sentar el triste espectáculo de
una razón preclara en iucha con
la teología de su época.
Si T olstoy hubiera seguido el
método cartesiano; si después de
citar á juicio á todas tas creen
cias humanas, hubiera hecho en
torno suyo el vacío, para luego
fundar una creencia asentada
sobre su propia razón y sus co»
nocimientos científicos........ qué
obra tan bella, tan fecunda, tan
bienhechora, hubiera legado á la
posteridad!........
Tolstoy no llega á ninguna con
clusión precisa, no delinca con
nitidez y claridad ei símbolo á
quien él rinde sus adoraciones.
Podríamos decir ds T olstoy lo
que dice M acaulay de Milton:
(¿son más las ideas qua^ sugiere
que las que expresa.»
L o q u e sobrí* todas las cosas
preocupa á Tolstoy, es el fin, el
objetivo de la vida humana, idea
que le persigue y afurruüa con
desapoderada tenacidad. En tor
no de este angustioso pensamien
to agítase su alma, y sin acertar
á darle fijeza á su pensamiento,
narra las evoluciones, expone con
detalles los errores que se apode«
raron de su m ente, y nos cuenta
día á día, aquel vaivén de sus
creencias, sin que lleguem os á
conocer su término,sino el punto
en que hoy han tocado.
Y en esas agitadas mareas de
la duda, Tolstoj' tiene más que
otro alguno, el mapreciable mé*
x'xio de la sinceridad, de esa in«
génua franqueza que le compele
á decir cuanto piensa, crée y es
pera» sin cuidarse más que de
decir la verdad.
Entre ese fárrafo de deduc
ciones q u 6^ e su agitado espíri
tu surgían, solía hacer* algunas
com o ésta: «En el universo to
do sucede por la voluntad de
Alguien que hace servir nuestras
vidas para la realización de un
fin que no conocemos..........»
L o quimérico é ilógico de es
ta doctrina saltaá primera vista.
Decirnos que servimos para
un fin desconocido» es desqui
ciar todas nuestras ideas de jus
ticia, de moral, de virtud, pues
to que, jamás nos será posible
definir ó dilucidar, cuándo nos
comportamos bien, y cuándo
mal; es decir, cuándo nuestra
conducta está en conformidad
con nuestra finalidad, y cuando
en contra de ella*
Si los docmas religiosos no
tuvieran otra conclusión que és
ta im puesta por T olstoy, prefe
rible sería no solo ^íor su lógica,
sino por su grandeza, lo que la
Ciencia le dice al hombre, esto
es: que él es, la cima más alta,
la eflorescencia magnífica y di
vina del árbol zooiógico, cuyas
raíces se pierden en las épocas
primitivas; allá donde la vida
aparece com o imperfecto borra
dor, de las fuerzas creadoras de
la Naturaleza y sus últimos ra
majes, han de llegar un día á
tal altura, que allí el hombre
realizará en su vida íntima y so
cial, todas las perfecciones y
grandezas que hoy le atribuimos
á seres imaginarios.
En esta doctrina, aceptada
hoy por casi todos los hombres
que han puesto las ciencias, al
servicio de la Sociología, hay fi
nalidad, hay grandeza, hay ob
jetivos para ta vida.
N o obstante, preciso es re-
ci'nocer que, apesnr d e sus
dudas y vacilaciones, T olstoy
se noB presenta de acuerdo
con los positivistas, los socio-
logistas y trasformistas. Como
ellos él abriga la convicción de
que «el fin principal de la vida
consiste en el mejoramiento hu
mano.»
En T olstoy se adivina clara
mente al hombre cuyas creencias
llevan por fuerzas impulsoras,
no la razón y el convencimiento,
sino el sentim iento y el amor á
la Humanidad. Tan solo así se
explican sus violentos ataques
contra la filosofía, la civilización
y contra ia razón misma, impro
pios del hombre que estudia la
vida, desde las alturas de las
ciencias históricas y filosóficas.
D e aquí que cuando se hunde en
sus lucubraciones acerca de la
nada de la existencia, llega á es
ta desoladcra conclusión: «No
poiHa dar ningún sentido razo^
nable á ningún acto de mi vida.
«Solo me asombraba, cómo no
había podido comprender eso
desde el principio, diciendo para
mí:
«Hace tantísimo tiempo que
todo esto lo conoce todo el mun
do! Si no es hoy será mañana;
vendrán las enfermedades y la
muerte—ya han venido— para
los seres amados y para mí, y
nada quedará oxcepto gusanos y
podre. Sean las que fueren jnis
acciones, tarde 6 temprano que
darán en el olvidoy yo no existi
ré ya. ¿Por qué pues tomarse
abanes? Lo asombroso es cómo
puede el hombre no ver esto y
seguir viviendo.
«Solo se puede vivir mientras
estam os ebrios de vida; pero
cuando se pasa la borrachera» no
puede m enoi de verse que todo
esto no es más que una super-
chería estúpida. L o cierto es
que ni siquiera hay en ello nada
risiblo ni ingenioso; sencillamen
te noesm ásqueestúpidoy cruel.»
Y después de estas ideas
de Tolstoy, ocúrreseme decir:
Yo no se hasta qué punto ten
drá un escritor el derecho de ver
ter la hiel de sus dolores y en
tenebrecer con SU" ideas el alma
de los seres sensitivos; yo no se si
un hombre benéfico que lleva el al
ma henchida de ternuras infinitas
3'la voluntad de nobles intencio
nes,no llegaráádecirse, alláenlas
recondideces de su conciencia,
que las alas de su fantasía, como
las de los ángeles de Klosptok,
derraman ráfagas de luz, pero
de luz quernante, abrasadora y
asesina del alma; yo no lo sé,
porque nadie que yo sepa, se ha
cuidado de precavernos de esta,
que debiera llamarse higiene mo
ral; pero ¡ah! la duda y el pesi
mismo que nos roban la fé en el
porvenir exelso de nuestra raza
humana, debieran quedar pros
critos de la literatura como de la
filosofía.............
Es que todavía, ni los hom
bres de ciencia ni ios de iglesia,
ni m enos los poetas, han alcan
zado la convicción, de que este
mundo en que se alimenta nues
tro espíritu, podemos formarlo y
edificarlo á nuestro albedrío;
perverso, triste y desesperanza
do, si arrojamos en las socieda
des, en el medio ambiente, ideas
de intolerancia, de pesimismo y
desconsuelo; alegre** plácido y
feliz, si al contrario , vertemos
ideas de justicia, de confrater
nidad y tolerancia!.............
VI
S i hubiéramos de descom po
ner á semejanza dei químico, el
sjstema religioso de T olstoy, pa
ra determinar las partes compo
nentes de él, diríamos que hay
algo del fatalismo budhista de
Sakia— Muni, mucho y en dó-
cis fuertes, del ascetism o cris
tia n o d e S a n Francisco de
Asís, y no poca parte del pesi
mismo desolador del sombrío
Spinoza; sin que ello impida el
que se trasparente al antiguo ni
hilista, al exaltado creyente, con
sua símbolos difusos, casi en es
tado latente, com o son todos los
de los nihilistas y anarquistas
modernos.
Como Sakia— Muni, el Salva
dor de la India, que decía á sus
discípulos: «Vi vid religiosos ocul
tando vuestras buenas obras y
mostrando vuestros pecados, asi
T olstoy quiere que la humildad
extrema, todo lo que es base de
la vida individual, de la persona*
Íidad autónoma, de la expansión
y perfección del hombre, quede
anonadado, destruido, por ser
contrario á la moral y á la vida
del espíritu.
Su ascetism o le lleva á fulmi
nar sus anatemas, contra todos
los placeres que la civilización y
el refinamiento de las costum
bres nos procura. El vino, el ta
baco, la vida muelle, no són á su
concepto más que, medios de
exitar b s instintos concupiscen
tes del individuo.
Y no solo contra los medios
físicos que halagan los sentidos
se anda reñido Tolstoy, también
á semejanza de las primeras sec
tas cristianas, reniega y se enfu
rruña contra la belleza física—
ese dón supremo de la naturale
za— contra las desm udeces que
la mode y la etiqueta le exigen
á la mujer; y lo que culmina en
el sumo de la exageración, es
que, también reniega del aseo,
de la limpieza corporal; de eso
que, hasta es instinto en algunas
razas de animales, y que en el
hombre, viene á ser algo que ata
ñe á 3U dignidad, ásu superiori
dad, y que realza al ser moral
tanto como al físico.
En sus santas cóleras contra
toda doctrina insuficiente para
resolver el problema de la vida,
ajustado á la concepción por él
formada, Tolstoy ataca al P osi
tivismo comteano, desconocien-
doconm anifiesta parcialidad, las
faces bellas, sublimes y esencial
mente sociológicas de esa doctri
na, á la que, su autor, convenci
do de haber dicho la última pa
labra en la gerarquíadelas ideas
místicas, la llamó «La Religión
de la Humanidad.*
Sin aceptar en su totalidad la
doctrina positivista de Comte y
tomando de ella sus concIu.sio-
nes esenciales, es sin disputa la
más aceptable, la más humana
y la más civilizadora, de cuan
tas han aparecido en esta época
esencialmente racionalista.
Cuánta diferencia entre el n¡-
hilismo-místico-fatalista del con
de León T olstoy y el positivismo
altruista de A ugusto Comte!.....
Comparémosle no sea mas que
por mero estudio de estas cios fa
ces que la fé moderna presenta,
en sus anhelos de renovación re
ligiosa.
T olstoy no ha aportado á la
sociedad rusa, y á los corazones
sedientos de fe y de ideal, más
que sus dudas, sus angustias,
sus desesperaciones, abriendo
así inmenso vacío en el que ias
alm as sensitivas y delicadas>seD-
tiran la asfixcia moral, muy más
matadora para el alma, que la
asfixia fisica para el cuerpo.
Dentro de esta cuestión socio*
lógica, Comte ha creado un ór-
den com pleto de ideas funda*
mentales; por ellas comprueba
que el espíritu humano en sus
manifestaciones religiosas , es
progresivo y perfectible, y tiende
á espandirse, siguiéndola línea
ascendente de Ía inteligencia hu*
mana. Y así quedan marcadas
las tres grandes etapas por las
cuales las creencias religiosas
han atravesado , principiando
por el fetiquismo de los egipcios
y el politeismo de los griegos,
para llegar al antropomorfismo
monoteista del cristianismo, y
por fin á la fé demostrada del
Pofitivism o científico.
E n el campo de la moral so
ciológica, T olstoy sólo propone
el retroceso, la vuelta hacia el
estado agrícola primitivo, hácia
la civilización rudimentaria, co
mo m edios de bienestar y felici
dad social.
C om teal colocarlas bases del
edificio de sus doctrinas socioló
gicas» ha puesto en contribución
á todas las demás ciencias posi
tivas y exactas, de suerte que to
das ellas vengan á redundar en
bien de la mora! social; que en
el positivismo, no es la moral
anémica de sangre empobrecida
por el ayuno y las morrificacio-
nes ó idiotizada por el fanatis
mo, sino la que se deduce de la
hermosa armonía del cuerpo y
del espíritu.
Tolstoy, rodando siempre ba
jo el mismo punto, ha construido
su sistem a religioso fundándolo
eti ese su misticismo especíalísi-
mo, compuesto de fatalismo se-
mi-budhista, y ascetismo cristia
no, y cuya moral lleva por prin
cipio el proclamar la supresión
de la vida, y la reproducción del
género humano; lo cual puede
ser fuente de la más profunda
inmoralidad, toda vez que con
traría los instintos más podero
sos y los sentim ientos más deli-
cad‘>s del corazón.
Comte, cuya moral está fun
dada en el we'm sana in corpore
sano., no impone privaciones ni
penitenciasá sus discípulos, com*
prende que el «vw r á todas lu^
cesj» que es uno de sus preceptos,
será el regulador más seguro pa
ra la conducta individual. Lejos
de aceptar el ascetismo y las pri
vaciones materiales^ éstas quedan
tácitamente proscritas de su doc
trina; á tal punto que, los más
eminentes predicadores positivis
tas com o Iiigersoll en los Esta*
dos Unidos de América, ameni
zan sus ronferencias en el cam
po de la filosofía, dando á sus
oyentes muchas y minuciosas re
glas para la higiene y buena ali-
mentación, y quieren que la mu
jer en el hogar, vigile esmerada
mente ios alimentos, y la vida
holgada de la familia, sin más li
mitación, que aquello que pudie
ra tocar los linderos del vicio.
T olstoy j]o encuentra otros ar
bitrios ni más refugio para ase
gurar la pureza de las costum
bres y la impecabilidad del indi
viduo, que encerrarse en un as
cetismo misántropo,esencialmen
te disociador, que es la forma
más desquiciadora del egoismo
individual.
T olstoy es el místico que 8e
hace filósofo, y Comte es el filó
sofo que se hace místico.
Tolstoy forma sus dogm as re
ligiosos con las miradas conver
tidas hacia el pasado; hacía los
albores de una teodisca nacida
en esas regiones de O riente,m ás
aprojíiadas para las visiones apo
calípticas ó para las creaciones
voluptuosas do musulmánicas ra
zas, que para crear un código
moral aplicable á estas regiones
de razas inquietas y revoluciona
rias.
Comte aceptando la berenciA
moral de ese pasado, ha forma
do sus teorías positivistas con la
mirada pu*?sta en e! porvenir, en
una civilización cuyos primeros
destellos ho) apenas vislumbra
mos, y cuyos albores nacieron
allá entre esos hombres prodigio
sos, que se llamaron los Conven'
donaies de la Revolución france
sa!........
Para T olstoy el amor es la for
ma suprema del egoismo, y «so
lamente el que mala en sí la raíz
de todo egoism o, toma posesión
del Universo, y disuelve en él su
propia individualidad;» lo cual
es completamente utópico é im
practicable.
Para Comte, el amor es la ex
pansión suprema del ser, por me-
dio del amor llegó él á la con
cepción com pleta de la vida, al
altruismo y al amor á la Huma-
nidad.que fueron dos rayos de luz
quealumbraron su misión apostó
lica en los últimos dias de su vida.
Y no establecemos otros tér
minos de paralelismo y compara
ción entre ambas doctrinas, por
que comprendemos que, las pree
minencias y supremacías de una
doctrina, deben deducirse, no de
su teodisea dogmática, sino solo
de su parte sociológica y moral.
Bajo esta faz, los principios de
las doctrinas de Comte* quedan á
inmensa altura sobre las de T ols
toy,com o que el com tism oesesen-
cialm entesociológico,y el tolstois
mo profundamente disüciador.
M alamente pretenderá alguien
establecer puncos de compara
ción y similiCud entre Tolstoy y
los filósofos positivistas de prin
cipios del siglo, por más que en
el amor á la Humanidad se ase
meje T olstoy á Comte, á Littre,
á Hoeckel, H uxley y demás filó
sofos naturalistas.
Tolstoy, ya lo hemos dicho,
es más poeta que filósofo, y ba
jo esta faz aproxímase más bien
á los poetas psicólogos y filóso
fos como Goethe.
Ya Gonzales Serrano trazó
con* mano maestra un hermoso
paralelismo entre estas dos cul
minantes individualidades.
Ambos— dice— cultivan el ar
te, com o la ciencia de nuestras
ignorancias, com o protesta con
tra lo que es y en pró de vaga
aspiración á lo mejor (un ideal.)
Uno y otro desde el arte irra
dian con la trascendencia de sus
creaciones á ía filosofía, y son
por igual poetas y filósofos. Los
dos condensan en el mismo pun
to final en la misma conclusión
práctica su iloctrina filosófica.
Goethe declara verbo existente su
principio: la acción; T olstoy con
fiesa que Dios es la vida misma. J>
H asta aquí la opinión de Gon-
zales Serrano; nosotros señala-
remoá otro punto de similitud:
T olstoy con sus doctrinas reple
tas de hondo y cruel pesimismo,
ha contribuido quizá más á la
propagación del suicidio que
G oethe con su W erther.
T olstoy considera el í^uicidio,
como un refugio; como la úni< n
fácil salida para huir de los
males de la vida; Goetho Ío pre
senta como remi'djo iia una pa
sión amorosa y dcsgraciaila, oo-
•no un mal pequeño, que puede
curar un mal inmenso.
Goethe y ToUtoy, ambos sin*
tiéronso acometidos de doloroso
arrempetimiento, así que llega
ron á la edad madura, y contení«
plaroD los ofectos que sus ideas
producían en !a s ciedad.
Goetho pretendió cambiar el
desenlace do su W erther y supri •
iniv tO'lHS I:i6 ideas que apoyaban
el suicidio de au héroe, qae no
ora otro que él mismo.
Tolstoy también so arrepiente
de su labor artística, y hubiera
querido, uo solo cambiarla sino
suprimirla por completo.
Qué adm irables son las tras-
form aciones del espíritu huma-
ní), y las evoluciones que se au-
ceden en la vid/x de on flolo hom
bro!.............
Estudiftr unft vida, puede ser
tan complicado v difícii como es
tudiar o\ universo mismo.
Cuántas grandezas a! lado de
pe^ueñoces ?infcípodas!.... Cuánta
luz radiante, proyectando densas
tinieblas!........
Acaso el géniono se<a mas que la
resultante de estos coatrnstei!....
D e todos modos , doblemos
nuestra rodilla y postrémon()S
roverentes aute lo» génioa sa[íc«
riores; ellos son loa verdaderos
bienhechores de la humanidad.
Y bajo la iuflutmma de est;»s
ideas Lerminaremos este estudio
declarando, quo abrigamos la ín*
tima eoiivioción de quc,a[>o?»ar de
los muchos luuares quo afean las
ilüctrinas filosóticas y místicas
de Tolstoy, ellos no alcanzarán
jam ás á empeqoeñecer al poota,
al filántri>po» al gènio artístico,
al pe:isador piofuudo, que Iioy,
con sello singularísimo so desta
ca como astro de gran magnitud
en el cielo del arte moderni».
_______________________ 37 _.
Y cuando el gran pueblo ruso,
dispierte de su largo sueño, é ir
guiéndose fulguran te con las ideas
por Tolstoy difundidas, de de
mocracia republicana, confrater
nidad universal, nivelamiento de
lajusticia social; entóncesel nom
bre de T olstoy, no solo será ins
crito entre los primeros poetas
del mundo, sino también entre
los grandes bienhechores de la
Humanidad.
F IN
Ni ) V E L A S :
Sacrificio y nc&ntpcnsA— P rem iad a con
m edalla d e oro en el .C oncurso In te r
nacional del A teneo de L im a. (S egun
d a edición.
Amores ds H ortensia--{A gotzds).
EUod&ra,
Ble^ua Sol.— (S egunda edición.)
L as Consecu^ncias~^(St^\xná9i edición).
E i Conspirador.
ifít
V K li A S: