Está en la página 1de 328

1

2
Créditos
Moderadoras
Agus901 y Fmaryd

Traductoras

Abby Galines Crys Nelly Vanessa


Adejho Jane Nelshia
Agus901 Liv Niki26
Any Diaz Magdys83 Noenatale
Axcia Mica sofia A.
Bluedelacour Molly Bloom Valalele 3
Boom Mona vivi

Correctoras
Nony_mo Clau Mayelie
Dabria Rose Osma Sttefanye

Recopilación y Revisión
Sttefanye

Diseño
Móninik
Sinopsis
Caleb es perfecto en todos los sentidos, casi demasiado perfecto, y Gwen
nunca se ha sentido tan feliz. Ella es del él y él es de ella. La vida no puede ser
mejor, y su amor no puede ser más fuerte. Eso es hasta que se cometen errores y su
mundo se desmorona. Ella queda sola, sin dinero, sin hogar y con una persona
invadiendo su vientre. ¿Cómo sobrevivirá ella?
Forzada a dejar la escuela culinaria, el trabajo que necesita y el hogar que
crearon juntos; Gwen encuentra un caballero en la situación más improbable. El
hermano de Caleb; Nathan. Un hombre complejo con una fobia que ella no
comprende, y manías que no son de este día ni edad, ¿podrá derretir su aparente
congelado corazón y volverse su amiga? ¿O él la alejará por siempre y se revolcará
en su soledad y auto aborrecimiento?

4
Capítulo 1
Camino por la costa, mis pies hundiéndose en la arena suave con cada paso.
Mirando sobre mi hombro, sonrío a cada huella que mis pies han dejado. Las
huellas son algo increíble, incluso las que no puedes ver. Eso te hace preguntarte
quién caminó por donde tú estás caminando. ¿Quién viajó por el mismo camino?
¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿A quiénes amaron? ¿Aún están vivos?
La vida es tan hermosa.
Todo es bueno ahora. No. Todo es genial. Es pacífico. Estoy feliz.
—¿Puedo caminar contigo? —pregunta una voz desconocida dos pasos detrás
de mí.
Miro al hombre. Mi corazón se detiene.
Lo miro, su rostro, sus ojos que son de un marrón suave que no puedo
nombrar. Una sombra de leche con chocolate. Me pierdo en ellos tan fácilmente,
tan rápido, los sonidos a mi alrededor se atenúan y mi corazón parece estar
latiendo en mi cabeza.
5
Sonríe lenta y fácilmente, todo su rostro se ilumina con emoción. Tan guapo,
tan hermoso. El modo en que la luz ilumina su largo cabello negro. No muy largo,
pero lo suficiente para meterlo tras sus orejas.
El sol atrapa cada curva y contorno de su pecho esculpido. Su cuerpo delgado
como ninguno que hubiera visto antes.
—Vaya —suelto y mi rostro se calienta.
¿Por qué dije eso?
No niego el hecho de que probablemente estoy roja como un tomate.
Su sonrisa se ensancha, sus ojos se arrugan en las esquinas.
—Soy Caleb.
—Caleb —repito su nombre, sabe bien, se siente bien. Quiero decirlo otra
vez—. Soy Gwen.
—Es genial conocerte Gwen. —Su sonrisa no cae, no hasta que lleva mis
nudillos a sus labios y coloca un suave beso en ellos. No puede tener más de veinte,
aun así es un caballero.
Nunca lavaré esta mano de nuevo. Una vez que la suelta, miro la arena bajo
mis pies y meto mi cabello detrás de mi oreja con la misma mano. Luchando contra
la urgencia de tocar el punto que acaba de besar suavemente.
—¿Puedo caminar contigo? —añade, su sonrisa fácil ahora contagiosa. Luce
tan feliz y despreocupado.
Nunca conocí a una persona que pareciera tan feliz. Rezuma de él en oleadas,
tanta que casi puedo ver el resplandor saliendo de su cuerpo.
—¿Vas a asesinarme? —¡Cállate! ¡Suenas como una idiota!
—¿Si te respondo esa pregunta me creerás? Quiero decir, de cualquier modo
no sabrás si estoy diciendo la verdad hasta que empiece el enfermo y retorcido
proceso, el asesinato probablemente se esté cocinando en mi cabeza justo ahora. —
Da un paso más cerca, dos hoyuelos ahora apareciendo en sus mejillas cuando
sonríe con la boca cerrada.
—Buen punto. —Río, dándole una sonrisa.
—Ahí está. —Él sonríe y me detiene con sus manos en mis brazos, el tacto de
sus dedos y palmas cálidas contra mi piel fría envía estremecimientos a lugares que
no sabía que existían. Me gira para enfrentarlo, bloqueando el sol con la parte
trasera de su cabeza. Levanto la mirada, casi incapaz de verlo debido a la sombra
entre nosotros.
—¿Ahí está qué? —Aprieto los labios, intentando no sonreír.
—El momento en el que robaste mi corazón —anuncia él, sus ojos brillando,
sus manos permaneciendo en mis hombros.
Quiero jadear, pero afortunadamente no lo hago. No estoy completamente
segura de qué decir.
6
—¿Ah? —Entonces claramente digo algo estúpido.
—Lo sabía, en el momento que te vi caminando por la arena tenía que
conocerte. —Se inclina más cerca, como si se preparara para contarme un secreto—.
Entonces miraste sobre tu hombro y sonreíste. Le sonreíste a la nada. Supe que era
tuyo.
—¿Eres mío?
Él ríe y me gira hacia adelante así podemos seguir caminando lado a lado.
—Sí. Soy todo tuyo. Sé buena conmigo, no soy tan fuerte como parezco.
Sé que está bromeando, solo molestándome. Evidentemente está loco.
—Entonces, Gwen es el diminutivo de Guinevere, ¿eh?
Asiento, mirándolo de reojo.
—Caleb es solo Caleb, ¿verdad?
La sonrisa permanece en su rostro, cómo desearía poder sonreír así de
hermoso todo el tiempo.
—Sí.
—¿Y cuántos años tienes Gwenny?
—¿Gwenny? —resoplo, arqueando una ceja.
—Bueno, te he dado mi corazón y me imagino que la próxima cosa que
necesito es un apodo. ¿Cuál será el mío?
Umm…
—Umm…
Hace un gesto con la mano.
—Eso no importa. Son detalles que podemos arreglar en otro momento.
Entonces… ¿tu edad?
—¿Estás haciendo un perfil? ¿Asegurándote de que soy el blanco correcto para
tu lista de víctimas? ¿Son mis ojos verdes o juventud chispeante?
Echa la cabeza hacia atrás y ríe, es un sonido hermoso.
—Sabes Gwenny… —Su brazo se desliza alrededor de mis hombros tan
casualmente como si nos hubiésemos conocido por años—. Creo que le di mi
corazón a la persona indicada. Qué glorioso día. —Empujándome más cerca de él,
huelo el aroma a cocos persistente en su piel. Sin duda es el olor de su protector
solar, pero al mismo tiempo es delicioso—. Tengo veinte. Recién cumplidos, hace
dos semanas.
—Tengo dieciocho, los cumplí hace siete meses.
—Encajas perfectamente con el perfil —declara, su sonrisa ida—. ¿Hay algún
lugar tranquilo donde podamos ir, así podré ejecutar mi loco plan de
desmembrarte y arrojar tus restos al océano para que los tiburones lo coman?
Deja de reír. Suenas como una niña. 7
Pero no puedo evitarlo.
—Después de hoy, nos encontraremos en este lugar… —Nos detiene otra vez y
clava sus pies en la arena antes de levantar sus brazos y mostrarme el lugar—. A la
misma hora mañana y mientras el sol se oculta voy a besarte. —Se inclina, bajando
su cabeza así sus ojos atrapan los míos—. ¿Eso está bien contigo, Gwenny?
—Uh-huh. —Asiento, un poco frenéticamente.
—Bien, vamos. Helado. Yo invito.
—No estás vestido —anuncio, señalando su pantalón azul oscuro con flores y
la falta de camiseta.
Parece contemplarlo por un momento, antes que sus ojos traviesos regresen a
los míos.
—Tienes los ojos más hermosos que he visto.
Latido. Latido. Latido. Va mi corazón.
—¿Q-qué tiene que ver eso contigo estando medio desnudo? —tartamudeo,
intentando calmar mi yo acalorada.
—Si estoy medio desnudo significa que tendré tus ojos en mí como lo están
ahora, nunca me vestiré otra vez.
Se me escapa una risa, muevo mi cabeza a un lado, dejando que mi cabello sea
una separación entre nosotros. Lo mete detrás de mi oreja, su sonrisa de regreso,
su aroma todavía es fuerte y la calidez de su cuerpo está haciendo que mi yo
virginal se caliente de formas que harían sonrojar a una monja.
Me lleva a comer un helado, se sienta frente a mí y de vez en cuando me
alimenta con el extremo de una oblea. Es lindo, él es lindo. La situación en tan
irreal. Cada segundo que paso con él pierdo un pedazo de mi corazón y se pega al
de él.
Mi madre enloquecería si supiera cuan fácilmente he salido con un hombre
que apenas conozco, e incluso que acepté comida de él. No es algo seguro para
hacer, pero por alguna razón confió en él. Incluso aunque probablemente no
debería, lo hago.
Es tan encantador y amistoso, sin mencionar lo completamente apuesto.
Ridículamente apuesto.
Nunca he sido de las que se ríen, pero él hace que me ría… mucho.
Demasiado. Debo lucir como una idiota.
Cada vez que obtiene de respuesta mi sonrisa, luce orgulloso de sí mismo.
—Se está haciendo tarde, voy a llevarte a tu calle —declara, y tiende su mano
para que la tome. Lo hago—. Y luego nos encontraremos en el mismo lugar
mañana. Si no apareces, no hay resentimientos.
Oh, me presentaré. Definitivamente me presentaré.
—Está bien. Y si tú no apareces… 8
Pone un dedo en mis labios.
—No digas tonterías. Me presentaré.
Esto calienta mi corazón a temperaturas peligrosas.
Caminamos de la mano por el pavimento agrietado, deteniéndonos cinco
minutos después en la esquina de mi calle.
Su mano se desliza por mi brazo y ahueca mi nuca mientras lleva nuestros
dedos entrelazados a presionarse contra su pecho.
—Mañana.
—Mañana. —Trago y tiemblo cuando sus labios tocan mi mejilla. Me suelta
muy a pesar de mi decepción y camina hacia la playa. Lo veo sonreírme sobre su
hombro, antes de darme la vuelta y correr hacia mi casa.
—¡Mamá! —grito, mientras corro hacia la puerta, subo las escaleras y me
arrojo en la cama.
—¿Qué? —espeta y entra en mi habitación luciendo cansada e irritada—. ¿Qué
pasa?
—Conocí a un chico. —Sonriendo, cruzo mis piernas debajo de mí y aprieto
una almohada contra mi pecho—. Mamá, es absolutamente hermoso.
Rueda sus ojos.
—Bien por ti. No te embaraces. —Y azota la puerta de mi habitación detrás de
ella.
Nota. No despiertes a mamá para hablarle sobre chicos después que haya
estado en un turno nocturno. Puede molestarla.
Mi madre es algo perra, creo que me ama pero soy más que nada un
inconveniente. Sé que me dio todo durante toda mi vida y sé que está orgullosa de
mí por vivir la vida que siempre quiso pero nunca tuvo.
Trabaja duro por ello. Quiero ir a la universidad cuando termine la
preparatoria. Termino en el verano y he sido aceptada en algunas universidades
cercanas. El problema es el dinero. Estoy consiguiendo préstamos estudiantiles,
pero no quiero conseguir mucha cantidad y endeudarme.
Por lo tanto, mi mamá y yo estamos trabajando nuestro culo para ahorrar
para mi tiempo en la Universidad. No solo mis gastos de vida, sino también mis
gastos en las clases.
Así que como mi madre, duermo una hora, me ducho y me preparo para el
trabajo. Esta noche trabajo en Chicago, es un club en la ciudad. Mañana estoy en la
cafetería durante la mayor parte de la mañana y luego estaré en la playa con Caleb.
Una noche ocupada y un día ocupado. Brillante.

Estoy sentada en la arena disfrutando de la brisa cuando lo siento sentarse


junto a mí.
—Viniste. —¿Por qué escucho alivio y un matiz de sorpresa en su voz?
—Claro que lo hice —le digo como si cualquier otra opción fuera detestable.
Nos sentamos en silencio por un momento y observamos las olas golpear la
costa.
Su mano se cierra lentamente sobre la mía.
—Te ves perdida en tus pensamientos.
—Solo estoy cansada. —Y pruebo esto bostezando.
—¿Te gustaría ir a casa?
—No. —Honestamente no lo haría, quiero quedarme aquí para siempre—.
¿Cuál es tu apellido?
—¿Estás haciendo un perfil? —bromea, lo golpeo juguetonamente en el
hombro—. ¡Oh Dios, tenemos a una abusadora! ¡Médico! Médico.
—Eres tan extraño. —Río y me pongo de pie. Él toma mi mano y se pone de
pie, enfrentándome—. Entonces, de todos los lugares, ¿qué estás haciendo aquí?
Puedo decir por tu acento que no eres de aquí.
Se encoge de hombros.
—Mi papá está abriendo una tienda cerca, me trajo a mí y a mi hermano
mayor con él.
—¿Estás en la universidad?
Sonríe y asiente.
—Sí. Oxford.
Impresionante.
—Bien hecho. —Empezamos a caminar por la costa—. ¿Qué estás estudiando?
—Leyes.
Muy impresionante.
—Eso es bastante genial. ¿Cuándo regresarás?
—Nunca. —Sonríe y toma mi mano en la suya—. Acabo de encontrar a la chica
de mis sueños, ¿por qué regresaría?
Río y ruedo mis ojos.
—Ahora sé que solo quieres entrar en mis pantalones.
—Nuh-uh —dice como un niño llorón—. Te prometo que ni siquiera lo 10
intentaré. Ni una vez. No hasta que me lo ruegues.
Genial, estoy riéndome otra vez.
—En serio. ¿Cuándo te irás?
—¿Te di mi corazón ayer y ya estás intentando deshacerte de mí? —Pone su
mano en su pecho y se tambalea juguetonamente hacia atrás, como si le hubiera
disparado.
—Detente —lo regaño, pero solo estoy bromeando. Pasa su brazo alrededor de
mi hombro y me guía—. Bien, no me lo digas.
Su rostro está serio.
—En serio, Gwenny. Nunca regresaré con ellos.

Mis palmas están sudando, he estado esperando este momento todo el día. El
sol finalmente se está ocultando, aunque no puedes verlo ocultarse aquí como
puedes hacerlo en algunos océanos. El cielo solo se oscurece.
—Amo ver una verdadera puesta de sol, una que hace ver el cielo como si
estuviera en llamas.
—Un día voy a besarte frente a una verdadera puesta de sol, en una playa llena
de arena blanca —promete.
Inclino mi cabeza hacia atrás y río, mis preocupaciones momentáneamente
olvidadas.
—¿Ni siquiera me has besado en esta playa y ya estás planeando cielos en
llamas y arena blanca?
—Bueno, tenemos que corregir eso. —Sonríe y camina hacia atrás. Miro
nuestras huellas mientras caminamos, desearía poder hacer un molde de ellas para
mantenerlas para siempre, incluso si esto termina tan rápido como empezó, lo
atesoraré por toda la eternidad.
—Entonces, ¿qué haremos? —pregunto cuando nos detenemos en el lugar en
que nos conocimos y miramos hacia el mar.
Su sonrisa es malvada y descarada.
—Pensé que te besaría.
Me sonrojo.
—Oh. Umm...
—Eso, a menos que no quieras.
—Quiero —digo abruptamente, mi rostro se calienta aún más—. Es solo que...
no he besado a un chico desde que tenía doce años.
11
Sus cejas rozan el nacimiento de su cabello.
—Oh.
—Y él era, bueno era malo en ello. O tal vez yo lo era. Solo sé que mi boca
tenía un baño1 ese día y un baño es algo que mi boca no aprecia. —Oh mierda,
estoy divagando—. Pero me gustaría darte un beso. Definitivamente. —Maldita
sea—. ¿Es eso… malo?
—No, es que... eres tan hermosa. No puedo ser el único hombre teniendo tus
labios agobiando mis pensamientos.
Me encojo de hombros.
—Siempre he sido tranquila, supongo. Todo el mundo me echa un segundo
vistazo.
Coloca sus manos a cada lado de mi rostro y mira directamente a mis ojos.
—Ahora eso me resulta imposible de creer. Tal vez simplemente no eran tan
valientes como yo.
—Me alegro de que no lo fueran —murmuro, su rostro iluminándose más.
—Voy a besarte ahora —afirma y da un paso más cerca.

1 Referencia al sexo oral.


—Bien. —Suspiro y levanto mi boca a la suya. Él se acerca el resto del camino.
Nunca he sido teatral, pero puedo decir honestamente que el tiempo se ha
detenido. Sus labios se mueven en los míos como si estuvieran hechos para esto y
solo esto. Él se hace cargo, enseñándome, siendo paciente antes de deslizar su
lengua en mi boca y acariciarla con la mía. Todo vibra, todo.
Nunca creí en el amor a primera vista. Y si lo hice, nunca creí que me fuera a
suceder.
Pero me sucedió. Estoy tan segura de que sucedió que puedo sentirlo en mis
huesos.
He encontrado al hombre de los sueños de cada mujer y no voy a dejar que se
vaya.

Caleb muerde su labio inferior mientras nos dirigimos a mi casa, hemos


estado saliendo durante dos semanas y es hora de que conozca a mi madre. Por
supuesto que le he hablado de él, pero no demasiado.
Las dos hemos estado demasiado ocupadas para tener una conversación 12
adecuada y luego está el hecho de que he estado gastando todo mi tiempo libre con
Caleb. Él es perfecto, tan malditamente perfecto.
—¿Nervioso? —pregunto con una sonrisa, entrelazando mis dedos con los
suyos.
—Si ella me odia y te dice que me dejes, ¿lo harás? —Sus ojos marrones claros
brillan con malicia pero también veo su nerviosismo oscureciendo la luz que brilla
tan intensamente en él.
—Nunca —prometo y es verdad. Mi madre no tiene motivos para odiarlo, pero
si por alguna extraña razón lo hace, aun así no lo abandonaría por esa sola razón.
Tengo dieciocho años, edad suficiente para tomar mis propias decisiones y
Caleb es mi elección.
—Vamos. —Le doy la mano y empujo la puerta de entrada de mi casa—.
¿Mamá?
—En la cocina —responde. Le doy a Caleb una sonrisa tranquilizadora y lo
guío por la sala hasta la cocina—. Hola Caleb, soy Dawn, es un placer conocerte.
Caleb sacude su mano y le da un movimiento de cabeza.
—Igualmente, Dawn.
Mi madre se sienta a la pequeña mesa de cuatro puestos y se mueve para que
sigamos su ejemplo. Mis palmas están sudando, estoy tan nerviosa. Este es el
primer chico que he traído a casa. Sobre todo porque es el primer chico al que he
tenido como novio. Tengo muy buen gusto, eso es muy claro.
Mi mamá piensa lo mismo si su guiño en mi dirección es cualquier cosa
cercano a ello.
—Así que... ¿estudias leyes?
—Sí, señora —dice Caleb, una sonrisa pequeña y nerviosa sale de los bordes de
sus labios.
—¿En Oxford?
—Sí.
—Entonces, ¿cómo esperas que esto funcione entre tú y Gwen? —Mi mamá
tiene una expresión seria.
Uh-oh.
—Mamá —le advierto y le sonrío a Caleb.
Él no se rompe, solo sonríe más ampliamente.
—Me voy a mudar aquí.
—¡Dios mío! ¿Cómo se sienten tus padres acerca de esto? —pregunta mi
madre y me mira.
¿Por qué me está mirando a mí?
—Ellos lo odiarán pero yo tomo mis propias decisiones. —Da un pequeño
encogimiento de hombros. 13
Mi madre suspira y niega.
—Supongo que es tu elección, pero tirar una educación brillante por una chica
que has conocido un par de semanas es bastante ridículo.
—¡Mamá! —jadeo.
Caleb se encoge de hombros otra vez.
—Sé lo que es mejor para mí y si eso es ridículo entonces supongo que soy
culpable de los cargos.
—Oh, eres muy encantador. —Los ojos de mi madre se estrechan. Vemos
cómo se pone de pie y va hacia los cajones. ¿Qué está haciendo? ¿Qué es esa bolsa?
Oh Dios mío, no. Lanza la bolsa sobre la mesa y unos cuantos paquetes de
condones caen en la superficie plana—. No la dejes embarazada, quizás puedas
estar dispuesto a renunciar a tu educación por ella, pero...
Doblo mis brazos sobre la mesa y entierro mi rostro en ellos.
—No te preocupes por eso Dawn. —Caleb mueves su mano—. Seguridad
primero. Lo juro con mi corazón.
Oh, él está disfrutando esto.
—¡Caleb!
—Solo digo —afirma, tratando de reprimir su sonrisa pero fallando, ya que me
ciega segundos después—. Me comprometo a hacer todo lo que esté a mi alcance
para mantener a Gwenny en la escuela hasta que se gradúe.
Esto le gusta a mi mamá, puedo decirlo por su aparente sonrisa.
—Bien. —Exhala un largo suspiro antes de continuar—. Entonces, dime cuáles
son tus planes. Espero que no pienses venir a vivir aquí...
—Empecé a mirar apartamentos cerca de la universidad —dice y coloca su
mano sobre la mía encima de la mesa—. Tengo un fondo fiduciario así que el dinero
no es un problema.
¿Un fondo fiduciario?
—Está bien. —Mi mamá asiente, sus labios ligeramente haciendo pucheros
mientras piensa en ello—. Bueno, eres un adulto, es tu vida, así que has lo que
desees con ella. Sin embargo… —Me mira mordazmente—, no te lo tomes a mal,
pero él es solo un chico. No te distraigas.
—Bien. —Suspiro rodando mis ojos. No soy estúpida, me gusta mucho Caleb
pero he querido ir a la universidad desde que era pequeña. No tenemos familia, los
padres de mi madre la abandonaron cuando ella quedó embarazada de mí y no creo
que sepa quién es mi papá. Supongo que soy el resultado de una aventura de una
noche que salió mal y por mucho que me gustaría odiarla por eso, no lo hago y
nunca lo haré.
—Además, si quedas embarazada y él te deja, no esperes volver aquí. —Me
mira mordazmente. 14
Caleb frunce el ceño ante esto, pero permanece en silencio. Solo asiento. ¿Qué
puedo decir a eso?
—Así que… —Sonríe cálidamente ahora, con toda seriedad fuera—. ¿Pizza y
película?
—¡ Yay! —Sonrío.
Caleb me mira.
—¿Yay? ¿Quién dice yay?
—Encontrarás que hay un montón de cosas que dice que nadie más dice.
Buena suerte.
Me burlo.
—Mucha gente dice yay.
—No la genta normal —murmura Caleb juguetonamente y toca mi barbilla—.
Pero no me gusta lo normal, por lo que todo está bien. —Luego sonríe, lanza sus
brazos al aire y en un tono alto vitorea—: Yay.
—Tonto.
Estamos acurrucados en el sofá, mi madre sentada en la silla a la derecha,
viendo alguna película de acción en la televisión cuando suena el teléfono de Caleb
con un texto. Él lo abre con el ceño fruncido y por razones obvias esto me preocupa.
Esta es la segunda vez que le he visto fruncir su ceño y las dos han sido hoy.
No puedo dejar de leer por encima de su hombro.
Nathan: No puedo creer que me hayas hecho esto a mí. Arruinas
todo. He terminado.
—¿Quién es Nathan? —pregunto en voz baja para que solo él pueda oír.
Muerde su labio inferior por un momento y deja escapar un suspiro.
—Mi hermano mayor —Lo miro meter su teléfono en el bolsillo sin responder.
—¿Está todo bien? —Mi oreja está contra su pecho, así puedo oír su corazón
latir más rápido de lo que estaba hace un segundo.
—Sí, lo estará. —Me relajo un poco hasta que lo oigo agregar, más para sí
mismo que para mí—. Lo superará.
—¿Superar qué?
—Nada. —Me da su sonrisa brillante y besa el puente de mi nariz—. Solo cosas
de familia.
—¿Tiene que ver con que te vas?
—No, él no sabe sobre eso todavía. Ve la película, te estás perdiendo la mejor
parte.
15
Lo dejo, mi confianza en él es mayor que mi confianza en alguien más. Lo cual
no es exactamente una hazaña, ya no tengo a nadie en mi vida en quién tenga
confianza. Excepto mi madre, pero algunos días ni siquiera estoy segura de sí
confío en ella. Sé que me dirá cuando esté listo y estoy segura de que lo que ha
hecho no es tan malo.
—Me tengo que ir. —Se estira mientras salen los créditos finales—. Mi papá
me está esperando y tengo un par de cosas que debo resolver.
—¿Te veré mañana? —pregunto, lo extraño ya, y ni siquiera se ha ido.
—Sí, pero no hasta la tarde. —Se levanta y yo también. Se siente bien estirar
mi cuerpo después de tanto tiempo acurrucado—. ¿Está bien?
No.
—Claro. —Miento.
—Bien. ¿Me acompañas? —La expresión de su rostro me dice que no debo
decir que no. Sobre todo porque la expresión de su rostro grita lujuria. No hay nada
que me guste más que una sesión de besos con Caleb.
—Obvio. —Me río y lo sigo a la puerta principal.
Tan pronto como estoy fuera y la puerta se cierra a mi espalda, me presiona
contra ella y la boca de Caleb está en la mía. Sus manos agarran mis caderas
mientras presiona su frente contra mí. Mi cuerpo inmediatamente se enciende, las
llamas de la pasión lamiendo mi piel y los nervios. En el momento en que su lengua
empuja a través de mis labios soy un desastre tembloroso, con las manos en su
cabello y mi tanga tan mojada, me sorprende que no se haya disuelto.
—Eres perfecta —susurra contra mi boca antes de descansar su frente contra
la mía—. ¿Cómo puede una persona ser tan perfecta?
—Tengo rollitos —digo abruptamente como una manera de demostrar el
hecho de que estoy lejos de ser perfecta.
Sus cálidas manos se deslizan bajo mi camiseta y se resbalan por la cinturilla
de mis jeans. Agarra la piel desnuda encima de mis caderas y presiona su duro
bulto en mi contra.
—Cada centímetro de ti es la perfección. No puedo esperar para verlo todo por
mí mismo.
Guiña.
—Lo digo en serio. —Parece serio. Su mano entrelaza la mía y se la lleva a su
pecho—. Haces que mi corazón se acelere con solo mirarme.
—Y tú al mío —digo con voz entrecortada y beso su suave cuello. Recorriendo
mi nariz a lo largo de su ligero rastrojo, deslizo mis manos en su cabello largo—.
Incluso si esto no dura, voy a mantener el recuerdo de nosotros para siempre.
Sonríe, sus dientes brillando en el resplandor de las luces de la calle.
—Va a durar.
—Eso espero.
Su agarre en mis hombros se suelta mientras da un paso atrás.
16
—Ya lo verás, nena. Lo hará.
Mentalmente repito mis palabras. Eso espero.
—Hasta mañana. —Besa mis labios fruncidos, una vez más, y va hacia atrás
fuera de mi camino, sin darse la vuelta hasta que entro. Lo que hago rápidamente
mientras me preocupo de que se vaya a caer.
—Parece agradable —dice mamá y mi corazón es aún más feliz—. No quedes
embarazada.
Suspiro.
—No lo haré, mamá.
—Eso fue lo que dije —se queja y mi corazón definitivamente ya no es feliz.
—Bueno, siento que mi nacimiento fuera un inconveniente para ti. —No lo
digo enojada, mi voz es débil. Lo peor es que no me corrige, incluso mientras
camino solemne y lentamente a mi dormitorio, esperando todo el tiempo que lo
haga.
Tengo que trabajar hoy, no me importa el trabajo, me gusta estar ocupada y
mi jefe Charlie es genial. Él es un hombre mayor, por lo menos sesenta y es
divertido para hablar.
Nos reímos mucho mientras hacemos y servimos bebidas para los clientes. La
cafetería es pequeña, pero es realmente muy concurrida, como hoy que estoy
corriendo y ni siquiera me doy cuenta cuando Caleb entra hasta que sus manos
están en mis caderas y estoy gritando en estado de shock.
—No hagas eso —me quejo, pero no puedo contener mi sonrisa.
—La mejor sonrisa. Quiero que me sonrías cada vez que me saludes. —Me
sostiene la cabeza y presiona sus labios contra los míos brevemente.
Me sonrojo ante sus palabras y me pongo aún más colorada cuando mi jefe se
aclara la garganta.
—Ve a sentarte —le exijo, y empujo a Caleb hacia una mesa vacía—. ¿Qué
quieres de beber?
—Leche caliente con miel.
Levanto una ceja.
—¿Leche caliente con miel?
Sus ojos se ensanchan un poco, casi a la defensiva.
—¿Qué hay de malo con un latte?
—Bueno, es...
17
—Bebida de una niña —dice mi jefe con una risita.
Caleb me frunce el ceño juguetonamente.
—Es mi tradición familiar de los viernes. Todos los viernes nos sentamos
juntos y vemos una película con leche caliente y miel.
—Así que… ¿por qué estás aquí y no con ellos?
Sonríe mostrando sus dientes blancos y perfectos.
—Porque tengo una nueva familia ahora y ella tiene que aprender la tradición.
Pum. Pum. Pum. Va mi corazón.
—Por lo tanto, tómate diez minutos y bebe mi bebida femenina conmigo —
bromea y acaricia la silla a su lado—. ¿Por favoooooooor?
—Ve. —Mi jefe sonríe y me empuja hacia mi silla—. Has tenido apenas un
descanso. Siéntate.
—Yay —vitorea Caleb y me tira en su regazo.
—¿Yay? —pregunta Charlie, su rostro mostrando sorpresa.
—Mucha gente dice yay —defiendo a mi novio. ¡Ja! Tengo novio.
—Solo tú y él. —Charlie se ríe y le da a Caleb una mirada afilada—. ¡Vete
mientras puedas!
Caleb pellizca mi cuello mientras observo a Charlie caminar hacia el
mostrador.
—¿Debo irme mientras pueda?
Niego.
—No. Creo que deberías quedarte.
—Bueno, supongo que eso es bueno porque... —Deja que su voz se vaya
desvaneciendo antes de apretar su agarre y anunciar—: Me inscribí.
—¿Te inscribiste? —Maldita sea. Él se acaba de matricular.
—Sí, y... —Baja su voz, una vez más—, estaba mirando un lugar, me mudo la
próxima semana.
Doble mierda. Del buen tipo.
—Oh, Dios mío. —Me río—. Eso es... —Y luego vienen las lágrimas.
—Oye —arrulla y tira de mí apretándome a él, su mano acariciando mi
cabello—. ¿Qué pasa?
—Pensé que ibas a dejarme. —Sorbo por la nariz y entierro mi rostro en su
cuello—. En realidad, pensé que solo querías tener sexo conmigo.
Me tira hacia atrás y limpia mis lágrimas ridículas con su pulgar.
—Bueno. —Menea sus cejas dos veces—. Eso también.
¿Cómo puedo reír mientras lloro? Eso es raro y no debería ser posible.
18
—Tonto.
—¿Está mal de mi parte estar emocionado por tomar tu inocencia y hacer que
seas mía por completo?
Mi aliento se engancha y mi estómago se calienta a la espera de la noche que
muy probablemente llegará.
—No creo.
—Bueno. —Muerde el lóbulo de mi oreja—. Porque estoy muy, muy
emocionado. —Puedo decirlo por el bulto debajo de mi culo, y lo tengo que decir,
me hace sentir cosas que nunca he sentido, pero me gusta mucho este sentimiento.
—Dos tazas de leche y miel —dice Charlie, sacándome de mi aturdimiento
lujurioso.
—Genial. —Caleb sonríe—. Gracias.
—Sí —le digo, y tomo mi bebida caliente—. Oh, Dios mío, esto es increíble.
—Lo sé, ¿verdad? —Caleb no me deja deslizar de su regazo, me mantiene allí y
bebe de su taza.
Capítulo 2
¡No puedo creer que en realidad él esté mudándose aquí! Nunca pensé que lo
haría, pensé que era todo una provocación para entrar en mis pantalones. No es
que nadie me pueda culpar por pensar de esa manera. Ahora siento culpa y mucha.
Él solo me ha besado y tal vez nos frotamos en seco un par de veces. Nunca ni
una vez trató de dormir realmente conmigo. Aunque para ser sincera, nunca hemos
tenido la oportunidad.
—¿Qué dirán tus padres?
—Mis padres son idiotas. ─Esta es su respuesta y no estoy segura de cómo
responder a ella. Me preocupa un poco.
—Háblame de ellos.
Parece pensar en ello por un momento antes de continuar.
—Son ricos y piensan que tienen derecho. Nathan y yo nunca estuvimos
autorizados a hacer nada malo al crecer. El más mínimo error y estaríamos
castigados por semanas. A veces nuestro papá tomaba su cinturón contra nosotros.
Nathan recibió la peor parte, tomó una gran cantidad de mierda por mí.
19
—Eso es triste.
Sus ojos parecen brillar por un momento.
—Es lo que es. Ellos odian esto, pero dudo que se preocupen demasiado.
—Ellos me culpan.
Asiente.
—No voy a mentir, probablemente lo hagan pero voy a mantenerte alejada de
ellos. Son personas viles y nunca quiero eso en cualquier lugar cerca de ti. No debes
ser contaminada por gente como ellos.
—Son tus padres.
—Y por esa razón, los amo muy, pero muy en el fondo. También por esa razón
sé qué tipo de personas son, y son el tipo de persona que no deseas tener cerca. —
Abro mi boca para interrumpirlo pero me silencia con un dedo en los labios—. Son
del tipo de gente del que no quiero que estés cerca. Déjame protegerte del mal tanto
como pueda. ¿De acuerdo?
¿Cómo puede alguien ser tan dulce y tan perfecto todo el tiempo? Le pregunto
esto.
Solo sonríe y responde:
—No solía serlo.
—¿Por qué?
—No más tiempo de historias, necesitas ir a trabajar y tengo que ir al banco y
ordenar mis fondos. —Se para, conmigo todavía en su regazo, pero sus brazos me
atrapan y me bajan a mis pies—. Te recogeré cuando termines. —Con otro ligero
beso en los labios y uno en mi cuello, me deja a mí y a mi cálido y dolorido corazón
atrás.
Extasiada.
No creo que jamás haya visto a un hombre más guapo de espalda. Parece una
afirmación extraña, pero es una verdadera. Caleb es sexy, él lo sabe, aunque no es
arrogante al respecto. Incluso desde atrás simplemente sabes que cuando se dé la
vuelta, el frente se va a ver muy bien. Su espalda está en lo correcto al prometer
esas cosas, excepto que Caleb es como nada que jamás podrías imaginar. Él es
perfecto. Es hermoso en la forma en que un hombre puede ser hermoso.
Solo puedo decir que va a ser uno de esos hombres que envejecen bien; su
sonrisa fresca y encantadora durará al envejecer.
Puedo imaginarlo a los sesenta años, sonriéndoles a las mujeres a medida que
pasan. Lo más probable es que estaría volviéndome loca, pero al mismo tiempo,
haciendo que me embelese porque es mío.

Cuando el trabajo termina, Caleb me recoge. No está en un buen estado de


ánimo, pero no está dirigido a mí. Actualmente estamos sentados en su auto fuera
de mi casa porque está lloviendo, así que no podemos ir a nuestro lugar especial en 20
la playa.
Descansa la cabeza entre sus manos sobre el volante, la pierna rebotando
arriba y abajo. Veo su labio inferior desaparecer bajo la fila superior de sus dientes
mientras se preocupa.
—Oye —le digo en voz baja, y coloco mi mano en su espalda—. ¿Qué pasa?
—Mis padres me cortaron.
—¿Q-qué? —¿Qué significa eso?
—Vaciaron mi fondo fiduciario y dijeron que no lo puedo tener de nuevo hasta
que me gradúe.
Oh, mierda.
—Eso no es tan malo.
—Confía en mí. —Hace una mueca, girando la cabeza para que su sien esté
sobre el volante y sus ojos estén sobre mí—. Lo es. Me gradúo dentro de dos años.
¿Cómo diablos se enteraron que no iba a volver?
—¿Han hecho esto para conseguir que vuelvas con ellos? ─Oh no, va a
dejarme.
—Sí.
Pum. Pum.... Pum. Mi corazón acaba de dar un vuelco y no por algo bueno.
—Eso es...
—Es una jodida mierda —grita, sobresaltándome cuando retrocede rápido y
golpea el volante.
—Oye —le digo en voz baja y paso mis dedos por su cabello—. Va a estar bien,
ya lo verás. Solo regresa y haz lo que tienes que hacer.
—No ─exclama, sus ojos en mí—. No puedo hacer eso.
—Son tan solo dos años.
—Para algunas personas. —Creo que dice, pero no puedo estar segura porque
fue tan fuerte como su aliento. Lo cual no es ruidoso en absoluto. Suspira y agarra
su cabello con las dos manos—. No importa. Tengo alrededor de diez mil dólares en
mi otra cuenta, no pueden tocar eso. Oxford seguramente va a transferir el dinero
del curso, así que no tendré que preocuparme por eso. Conseguiré un trabajo aquí.
Por lo menos mi depósito está dado en nuestro lugar. Y los primeros meses. Eso me
dará tiempo suficiente para conseguir un trabajo.
No puedo creer lo que oyen mis oídos, mi corazón da un vuelco por una buena
razón esta vez.
─¿Todavía te estás mudando?
—Joder, sí —dice sonriendo y lleva mi mano a sus labios—. Será genial.
¿Quién necesita el dinero?
Mis labios se contraen.
—¿Todo el mundo? 21
—Dato correcto —comenta y se inclina para besarme—. Vamos a olvidarnos de
ellos por ahora. Vamos a olvidarnos de todo. ¿Qué tal si vamos por un largo paseo,
nos detenemos en algún lugar y dejas que te bese hasta que nuestros labios duelan?
—De acuerdo —suspiro, y en cuestión de segundos el auto está encendido y
estamos conduciendo a un lugar desconocido. Odio tener que preguntar, pero lo
hago de todos modos—. ¿Cómo se enteraron? No le he dicho a nadie, pero mi...
—Ella no lo haría, ni siquiera sabe quiénes son mis padres. —Sus ojos se abren
de repente—. Ese bastardo. Ese completo jodido bastardo.
—¿Qué?
—Mi hermano. —Maneja con brusquedad la palanca de cambios. Quiero decir,
¿qué te hizo la palanca de cambios?
Pero no creo que sea apropiado.
—¡Maldita sea! ¡Voy a jodidamente matarlo! —Hace una pausa, sonríe un
poco—. No, voy a tirarle huevos.
¿Huevos?
—¿Huevos?
—Sí.
—¿Por qué huevos?
—Mi hermano... —A medida que doblamos en una callejuela arbolada hay un
estallido seguido por un silbido y poco a poco el auto comienza a tambalearse—.
¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! —grita Caleb y sale del auto.
Lo sigo y veo cómo patea el neumático ahora plano, una y otra vez.
─Este no es mi puto día. ¡Joder!
—Caleb. ─Me apresuro a él y agarro su brazo—. Cálmate, es solo un
neumático. Pondremos el repuesto.
Muerde su labio inferior y me mira disculpándose.
—Joder. No tienes un repuesto. —Esto no es una pregunta, la expresión de su
rostro ya me lo ha dicho.
—Genial.
Me apoyo contra el capó golpeado por la lluvia y lo veo caminar de ida y vuelta
frente al auto. Murmura para sí durante un tiempo, ve el neumático, se gira de
nuevo para seguir maldiciendo y murmurando, antes de finalmente venir hacia mí,
agarrándome por la parte de atrás de mi cuello y estrellando sus labios sobre los
míos.
La fuerza de ello me hace chillar de sorpresa, pero no lastima. Ni siquiera un
poco. Su lengua se hunde en mi boca. Me devora, no deja ninguna parte de mi boca
sin tocar. Hago lo mismo.
Esto se siente increíble, se siente genial; se siente primitivo y posesivo y
parece ser su forma de aliviar mucho estrés en este momento. 22
Sus manos agarran mi chaqueta y la saca de mis hombros, tiemblo mientras
las gotas frías de agua golpean contra la piel desnuda de mis brazos y sin separar su
boca de la mía, lanza su chaqueta a través de la puerta abierta hacia el asiento. Nos
separamos por un momento mientras tira mi chaleco por encima de mi cabeza y lo
arroja dentro también, pero su boca está de vuelta en la mía cuando trastabilla para
tirar de la puerta de atrás abierta y poco a poco me deposita en el asiento trasero.
La lluvia ya no sirve de ayuda para refrescar mi piel caliente y mi excitación parece
multiplicarse en segundos.
Estoy en sujetador y jeans en frente de un chico. Ahh.
Pero se siente tan bien que no quiero parar.
Un estremecimiento hace erupción a través de mi cuerpo mientras trabaja en
el botón de mis jeans, soltándolo abierto con una mano antes de bajarlos por mis
piernas y tirarlos a un lado. Su sonido golpeando el volante es lo último que oigo,
mientras su boca está por encima de mi braga.
—Oh Dios —digo, avergonzada de que esté allí y con ganas de alejarlo, al
mismo tiempo que estoy encantada de que esté allí y con ganas de tirar de él más
cerca. La sensación es extraña pero hermosa.
Voy a explotar, puedo sentirlo.
Su aliento parece rebotar de mi montículo y curvarse alrededor de la unión de
mis muslos haciendo que mis piernas tiemblen y se sacudan haciéndome gritar de
una manera en que debería sentirme avergonzada, pero no lo hago.
—Caleb —jadeo, observándolo mientras engancha sus dedos en mi braga y la
tira a un lado—. No... No eso... ah. Oh, Dios. —Mi cabeza cae atrás, golpeando el
botón de la ventana haciéndola descender con un zumbido y un chillido. ¿A quién
le importa? Esto es increíble.
Su lengua cálida y húmeda traza mis labios antes de sumergirse dentro y
agitar mi clítoris. Me preocupa que me vaya a penetrar con el dedo, me alegro de
que ni siquiera sepa que mi núcleo esté ansiando llenarse más de lo que ha sido
nunca.
—Te deseo tan mal —dice, mientras salpica besos sobre la parte superior de
mi montículo—. Pero no voy a tomarte aquí. —Remonta a lo que hacía antes. Esta
vez su lengua haciendo círculos más y más abajo, su boca chupando todos los
lugares adecuados, con las manos agarrando mis muslos para mantenerlos en su
lugar—. Quiero perderme en ti.
—Está bien —respondo en un susurro de pasión.
Los hormigueos todavía siguen cuando él se levanta y tira abajo su jean. Dudo
y me tenso cuando veo que no está usando ropa interior y su pene erecto parece
salirse de sus confines de mezclilla luciendo enojado, hinchado y rojo. Mis ojos se
abren. ¿Va a tomarme con eso? Porque estoy segura de que no va a caber. No solo
eso, pero... quiero decir... ¿qué estaba diciendo?
23
—Tócate —ordena en voz baja, sus ojos nublados fijos en mí.
—¿Qué?
Agarra su polla dura y acaricia lentamente hacia arriba y hacia abajo.
—Tócate —repite y su mano libre descansa sobre mi núcleo, su pulgar empieza
a hacer círculos lentamente sobre mi clítoris. Eso se siente bien. Realmente bien—.
En realidad no. Esto es mucho mejor. —Inclinándose hacia adelante, siento la
cabeza palpitante de su eje contra mi entrada y chillo ante la sensación de este. Él
ve el pánico en mis ojos y me besa suavemente—. No voy a ponerlo en tu interior,
solo voy a hacer esto. —La cabeza se encuentra con mi clítoris y comienza dando
vueltas—. Quiero hacer que te vengas así. Quiero hacerte gritar usando solo esto.
Tiemblo.
Sus manos todavía frotan su longitud de arriba abajo, girando suavemente
cuando su palma llega a la cabeza. Quiero hacerlo, pero sé que él quiere el control
ahora, así que lo dejo. Confío en que no me hará daño.
—Eres tan hermosa —murmura mientras su nariz empuja la copa de mi
sujetador fuera del camino y su boca envuelve mis puntiagudos y duros pezones—.
Junta tus piernas.
—¿Eh?
—Piernas juntas... Por favor, nena. —Se desplaza, por lo que puedo manejar
esto y sube por mi torso un poco. Su mano se va a la parte de atrás de mi cuello y
siento que mi cara se mueve hacia arriba, solo deteniéndose cuando su pene está un
centímetro de mis labios—. Necesito que me mojes.
—¿Q-qué? —¿En mi boca? Ewww.
—Abre —dice sonriendo, con la espalda doblada torpemente debido a la falta
de espacio entre yo y el techo—. Por favor.
Mi boca se abre poco a poco, no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
Me le quedo mirando cuando golpea ligeramente el extremo de mis labios un
par de veces antes de pasarlo alrededor como haría con un tubo de lápiz labial. Solo
sonríe más ampliamente, su mano que está agarrando mi cuello me empieza a
acariciar con suavidad, con dulzura.
—¿Lista?
Asiento y abro mi boca, encogiéndome cuando desliza la punta en mi lengua y
deja escapar un largo y fuerte gemido. Esto no es tan malo en realidad.
—Cierra los labios alrededor de la cabeza. Sin dientes. —Hago lo que me dice y
mi lengua agita la punta sin pedirme que lo haga. Él tiembla y maldice—. Haz eso
de nuevo. —Está bien, entonces—. Ah. Una vez más. Sigue haciendo eso. —Mi
lengua se arremolina y se agita antes de que él se deslice más y más profundo.
Antes de darme cuenta, tenemos un ritmo. Él empuja lentamente, dentro y fuera,
dentro y fuera, la punta sin dejar mi boca—. Chupa. —Está casi en la parte posterior
de mi lengua, ¿es posible chupar?—. Chupa muy duro, como si estuvieras bebiendo
una Krushem y el chocolate está atascado en la pajilla.
Chupo tan duro como me es posible, hasta que mis mejillas se ahuecan y 24
empiezan a doler. Él se sale lentamente, su rostro arrugado y retorcido de éxtasis,
sus labios abiertos un centímetro. Los gemidos que libera realmente me encienden.
Nunca he estado tan excitada antes y estoy sorprendida de que es por hacer algo
que siempre dije que nunca haría.
Él es ya sea muy persuasivo o yo soy muy débil de mente.
—Brillante. De nuevo —jadea y empuja hasta la parte posterior de mi
garganta, casi haciéndome tener arcadas pero no del todo.
Me duele la mandíbula.
De repente se ha ido, dejando en mi boca una sensación de vacío. Situándose
para que su torso se presione contra el mío, lo siento deslizar su longitud entre mis
muslos cerrados y jadeo cuando la superficie lisa del mismo se frota contra mi
clítoris. Los jugos de mi núcleo se filtran, cubriéndolo mientras empuja lentamente
entre mis muslos fuertemente cerrados.
Mis dedos se enredan en su cabello y soy feliz cuando me besa. Me ofendería
si no lo hacía.
Se está frotando en todos los lugares correctos, nunca he sentido nada igual.
Nuestras respiraciones se mezclan cuando empujo mis caderas al mismo tiempo
que él, asegurándome de que se frota exactamente donde quiero que lo haga.
Los hormigueos comienzan al final de mi clítoris pero pronto se extienden
hacia arriba y continúan hacia arriba hasta que siento que mis pezones se
endurecen aún más. Ellos se mueven lentamente y se extienden por mis costados, a
mis muslos, quemándome de la manera más agradable.
Aspiro fuertemente cuando acelera, su frente contra la mía.
Hace instantes me preocupaba que un auto pasara cerca, ahora no me
importa en absoluto.
He pasado de virgen, a una puta virgen exhibicionista en una hora.
—Me voy a venir —anuncia en un gemido ahogado, los músculos de sus brazos
se abultan cuando empuja más y más rápido. El sonido de él deslizándose entre mis
muslos empapado de mis fluidos es tan erótico. El sonido de sus gemidos hace que
la llama dentro de mí sea mucho peor—. Estoy cerca.
Mi estómago se tensa, no puedo respirar, no puedo hablar, no puedo gritar.
Mi cabeza parece a punto de estallar mientras mis párpados cerrados revolotean
por su propia voluntad. No puedo controlarlo, mi cuerpo ya no es mío. Mi alma
parece expandirse y envolverse alrededor de la suya, ya que ambos palpitamos
juntos, nos movemos juntos, alcanzamos el orgasmo juntos.
Los hormigueos se retiran lentamente y mi visión borrosa se centra cuando
sus embestidas se reducen a un fuerte tirón ocasional de su cuerpo.
Mi cuerpo se hunde más en el asiento mientras se derrumba encima de mí,
respirando con dificultad.
—Increíble.
—Sí —concuerdo, tratando de regular mi respiración, tomando algunas 25
grandes bocanadas de aire—. ¿Podemos hacer eso otra vez?
Se ríe y asiente contra mi cuello.
—Sí, pero no aquí. Hemos tenido suerte esta vez.
O eso es lo que pensamos, cuando oímos un motor de auto conduciendo en
nuestra dirección. El auto emite un pitido tres veces y alguien grita “¡CONSIGAN
UNA HABITACIÓN!” antes de conducir lejos. Durante todo el tiempo mis mejillas
se ponen más y más caliente y Caleb me cubre con su cuerpo tan fuerte que casi me
absorbe. Estoy mortificada.
—Quédate aquí —susurra y besa mis labios.
Apresuradamente traigo mis rodillas a mi pecho, cubriendo mi desnudez y
miro el cielo grisáceo a través de la ventana.
Caleb se pone rápidamente su ropa, dejando su camisa. Me asusto cuando
limpia el lío entre mis muslos, pero pronto se convierte en risa cuando veo la
mancha húmeda en medio de los asientos. Él arruga la nariz juguetonamente y
muerde mis labios antes de ayudarme a tirar de mi ropa.
—Vamos —instruye y me guía al asiento del pasajero—. Voy a llamar para
pedir ayuda.
Ah, claro, el neumático desinflado. Me olvidé por completo de eso. No es que
alguien me pueda culpar.
—¿Es la primera vez que has tenido un orgasmo? —me pregunta mientras el
cielo se oscurece.
Todavía estamos sentados en el auto, esperando a que arreglen el neumático.
La compañía que llamó dijo que llegarían en una hora, han pasado solamente
treinta minutos.
Su pregunta me sorprende y me ahogo un poco con el aire.
—Umm... no. Obviamente he... ¿ya sabes?
Su sonrisa se ensancha a una de chulería y entusiasmo.
—Dime.
—Todo el mundo se masturba —murmuro con nerviosismo metiendo mi
cabello detrás de mi oreja.
—No me jodas, eres tan linda.
—Lo siento.
—Oye. —Coloca su dedo bajo mi barbilla y encuentra mis ojos con los suyos.
La forma en que me mira directamente con tanta suavidad me hace sentir como si
estuviera acariciando mi alma. Las partes que nunca he sentido antes quieren
separarse y envolverse alrededor de él, mantenerlo encerrado conmigo para
siempre—. No vuelvas a pedirme disculpas. Eres preciosa.
—¿Preciosa? —Me sonrojo.
26
—Perfecta. —Se inclina hacia adelante y besa la esquina de mi boca—. Linda y
sexy y tan condenadamente bonita. Solo quiero comerte.
—Acabas de hacerlo —digo abruptamente sin pensar y bajo mi cabeza con
vergüenza.
Echa la cabeza hacia atrás y ríe, sus brazos rodeando mi cuello y tirando de mí
sobre la consola. Besando mi cabeza, me lleva hacia atrás y hace contacto visual
una vez más.
—¿Te he dicho que estoy jodidamente extático por haberte dado mi corazón
en la playa ese día?
—Es posible que lo hayas mencionado.
—Bueno, porque es verdad.
—Te creo —admito porque le creo, tal vez es mi mente joven y tal vez sus
dulces palabras que de hecho me han engañado, pero no puedo evitarlo y no me
importa. Este es el tipo de cosa que encontrarás en un cuento de hadas. No en la
vida real.
Entiendo que la fase de citas es la mejor pero algo me dice que esto es real y
que va a durar.
Quizá soy ingenua, no me importa. Solo tengo la suerte de sentirme así. Tengo
la suerte de tener a Caleb aunque sea por unos minutos, y mucho menos por el
tiempo que ya lo he hecho.
Capítulo 3
—Tienes pintura en la nariz. —Sonríe Caleb.
—¿Qué? —Froto mi nariz en mi manga—. ¿Dónde?
—Aquí. —Su pulgar frota a través del puente entre mis ojos haciéndolos
cruzarse para ver su pulgar—. Listo.
Doy un paso atrás y admiro mi trabajo, he pintado su dormitorio en tres
diferentes tonos pastel, verde, azul y lila. Suena raro, pero se ve increíble. Caleb y
mi madre tuvieron arcadas ante la idea, pero ahora que ya está hecho estoy segura
de que les va a encantar. Cada color se funde con el siguiente. Es brillante, es
espacioso y es perfecto.
—Me encanta. —Me guiña impresionado, admirándolo conmigo. Quiero sacar
mi lengua y cantar como un niño: te lo dije, te lo dije.
—¿Cómo están los estantes? —Él ha estado abajo por un tiempo tratando de
montar una estantería.
Baja su cabeza avergonzado. 27
—No muy bien en realidad.
Me río y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—Está bien. Lo haremos juntos en un minuto. Ve a poner la tetera, tengo que
terminar aquí.
Caleb es extremadamente talentoso con todo lo académico, pero es totalmente
inútil cuando se trata de la construcción, el patinaje e incluso andar en bicicleta.
Fútbol también. Prácticamente todo lo que implica cualquier tipo de coordinación
con su cuerpo o el uso de las manos. Sin incluir cuando sus manos se deslizan entre
mis piernas, ellas saben realmente cómo trabajar la magia en esa área.
Es una de las cosas que me gusta de él.
Además, no es el mejor bailarín del mundo, no al menos que esté bailando
conmigo y entonces es como si estuviésemos haciendo el amor en la pista de baile.
Coloco las bandejas de pintura y los rodillos en el baño y me pongo a
limpiarlos. Una vez que lo están, me dirijo abajo y río cuando veo el estado de la
habitación. Hay tablas de madera por todo el lugar. Ninguna de ellas organizada,
ninguna de ellas etiquetada.
—No tienes remedio —resoplo y chillo cuando él empieza a hacerme
cosquillas en mis costillas.
Ha pasado una semana desde que el neumático del auto se dañó y todavía no
puedo creer que él se esté quedando. En realidad, estoy de pie en su nueva casa,
cubierta de pintura con el corazón martilleando a mil por hora. Me siento en la
cima del mundo.
Tenemos un lugar para jugar, y por jugar quiero decir a hacerlo
correctamente. Y por hacerlo correctamente quiero decir a tener relaciones
sexuales.
Caleb no es virgen, él perdió su inocencia cuando tenía solo catorce años de
edad. Aparentemente fue incómodo, torpe y desordenado.
También llegó en unos tres segundos.
Él sabe lo que está haciendo, y me ha prometido que cuando llegue el
momento va a tomar las cosas con calma y que será lo menos doloroso y lo más
bello posible.
Solo estar con él será hermoso.
Incluso si estoy aterrorizada.
Parece una tontería tener miedo a la realidad cuando hemos hecho casi todo
lo demás en la última semana. Todos los días me ha llevado al clímax, ya sea con la
mano, la boca, el pene, y en un momento con su muslo. Todas fueron increíbles,
todas fueron alucinantes y todas me dejaron saciada y cansada.
—Te ves perdida en tus pensamientos —dice en voz baja y golpea mi oreja.
Me encojo riéndome y empiezo a poner la madera en el orden correcto. 28
—No oigo el agua hirviendo.
—Sí señorita Mandona.
—Todavía no está hirviendo. —Me río, marcando cada tablón.
—Ni siquiera he salido de la habitación, aún estoy demasiado ocupado
admirando esto. —Atiza mi culo con el dedo meñique. Lo amenazo con una tabla, él
pronto desaparece.
Después de que están los estantes, que eran mucho más fáciles de lo que
Caleb los hizo parecer, nos duchamos juntos. Esta es una experiencia extraña para
mí, nunca he estado totalmente desnuda así con él. Siempre hemos estado en su
auto o en mi casa.
Soy una adolescente virgen, así que cuando hicimos cosas en casa, a pesar de
que mi madre estaba en el trabajo, estaba aterrorizada de su regreso temprano y
ser atrapada. Caleb nunca logró hacer algo más que tenerme rozando su muslo, que
era increíble aunque un poco embarazoso. Me sentía como un perro follando la
pierna de alguien, pero no importaba cómo de mortificada me sentía por mis
acciones, no pude detenerme. Se sentía demasiado bien, he perdido todo el sentido
de la razón y el orgullo.
Caleb dijo que era la cosa más caliente que jamás había presenciado, tener
una mujer normalmente tímida y serena por la cual él está gravemente atraído,
perder todas sus inhibiciones durante unos maravillosos minutos a causa de él.
Las cosas están por desgracia bastante mal con sus padres. Todavía no los he
conocido, pero los he oído gritarle por teléfono. La última vez él les colgó, pero yo
podía ver el dolor en sus ojos. No sé lo que dijeron para hacerlo tan miserable pero
me tomó un tiempo para que saliese de ello.
Y una mamada. De hecho, he descubierto que disfruto dando mamadas. O tal
vez es solo la forma en que Caleb responde que desencadena mi disfrute.
Sus padres han regresado a casa y hasta donde sé, su hermano también.
Espero que lo dejen en paz ahora. Por supuesto que estoy a favor de tener a su
familia alrededor, pero no quiero verlo miserable de nuevo. Me rompe el corazón.
Mi madre está siendo un poco ausente conmigo también. Tuve que trabajar en
el club Chicago anoche y cuando llegué a casa me tropecé con un zapato (que era de
mi madre) y eso la despertó. Estaba bastante molesta. La noche no fue totalmente
mala sin embargo, expresé buenas palabras sobre Caleb y que comienza el próximo
fin de semana, sobre lo que ambos estamos contentos.
Él tiene un trabajo y puedo presumir de él delante de todos.
Tal cual, en este momento estoy fuera de la ducha y vistiéndome y Caleb está
tumbado en el colchón, completamente desnudo salvo por su apretado bóxer negro,
que hace que el sol bese su piel pareciendo brillar en contraste. Solo su colchón
porque no tiene armazón de la cama todavía. Él no tiene mucho, sin embargo, las
cosas que tiene son unas pocas que recogió durante toda la semana y que guardó en
la mía, listas para mudarse a su nuevo lugar.
—¿Puedo preguntarte algo? —Me sacude de mis pensamientos. Ruedo los ojos 29
cuando se ajusta su bulto.
—No.
—Ni siquiera sabes lo que voy a preguntar. —Pretende verse ofendido
mientras su mano frota lentamente su creciente bulto.
—Estoy ocupada. —Me río y trato de quitarlo fuera del camino cuando salta de
la cama y se lanza hacia mí. No llego muy lejos, pero tampoco quiero alejarme, él es
demasiado delicioso para evitar y su piel es tan cálida—. ¿Qué?
—Múdate conmigo.
Me ahogo. Balbuceo.
Me da una palmadita en la espalda mientras se ríe.
—Lo digo en serio. Quiero que vivas conmigo.
—¿C-cuándo?
—Hoy.
¡Maldita sea, él va en serio!
—Yo... pero tengo que...
Su dedo descansa sobre mis labios, silenciándome efectivamente, sus ojos
buscando los míos, una sonrisa hermosa en su lugar.
—¿Por favor?
—Es que... no sé qué decir.
—Di que sí.
—Está bien. —Abrupta e interiormente maldigo.
—¿En serio? —Su sonrisa se ensancha aún más mientras me gira en sus
brazos y presiona mi espalda contra la pared—. ¿En serio?
Asiento rápidamente.
—Sí. No veo por qué no.
—Jodidamente brillante. —Sonríe y rodea su cadera con mis muslos. Sus
labios se estampan sobre los míos, no los rechazo tampoco. Estaría loca si lo
hiciera—. Me preocupaba que dijeras que no. —Yo también, pero ya que él ha
dejado su ciudad natal y a su familia, y que me ha elegido a través de una cantidad
desconocida de dinero, no hay manera de que pueda decir no. Además de que no es
como si no tuviera un trabajo y no pudiera darme el lujo de vivir aquí. El dinero
estará justo pero valdrá la pena—. ¿En serio? ¿No vas a echarte para atrás?
—No puedo esperar —admito con entusiasmo y chupo su labio inferior
haciéndolo gemir—. Gracias.
—Vamos a celebrar —susurra, sus ojos parpadean—. Tengo hambre.
—¿Quieres ir a comer?
Sus ojos se estrechan con picardía.
—Estaba pensando en algo más dulce, algo al sur.
30
Sur. Oh.
Mi boca se forma, él se ríe un poco y me lanza sobre su colchón.
—Ponte cómoda y relájate bebé.
—Está bien. —Respiro y le permito deslizar mi pantalón lejos, incluso lo ayudo
levantando mis caderas un poco.
Brillante.

Mis piernas todavía son gelatina y ya han pasado dos horas desde que llegué
al clímax en su rostro. Espero que mi madre no se dé cuenta.
Ella está sentada en la sala de estar fumando un cigarrillo y viendo algún
programa de bienes raíces en la televisión cuando nosotros entramos. Hago una
pausa y me siento en el sofá con Caleb a mi lado.
—Oh querida —dice notando mi necesidad de hablar. Él descansa los codos
sobre sus rodillas mientras nos mira a las dos—. Continua. Escúpelo.
Bueno.
―Me voy a mudar.
—No —dice con un movimiento firme de la cabeza—. No puedes permitirte el
lujo de distraerte.
—Mamá —siseo y aprieto la mano de Caleb—. Tengo dieciocho años, he
terminado el colegio, ahora todo lo que queda es la universidad y te prometo que
no voy a meter la pata. Esto significa mucho para mí. Lo sabes.
Ella niega.
—No está sucediendo.
—Mamá —le advierto, preguntándome por qué está siendo tan difícil.
—Vamos, Dawn. —Caleb pone mala cara, los ojos muy abiertos como los de un
cachorro—. Piensa en ello, no estamos lejos y obtendrás privacidad y una boca
menos que alimentar.
—No creo que ustedes dos se den cuenta de lo serio que es esto. Con sus clases
universitarias y gastos.
—Confía en mí Dawn, sí sé lo serio que es esto. Nunca he estado más serio en
mi vida. —Lo puedo decir por la expresión severa en su rostro. Mi respiración se
atrapa en la intensidad de sus ojos—. La quiero conmigo, todo el tiempo. Prometo
que no dejaré que falle, y te enviaré sus calificaciones cada mes. Si bajan hasta el
punto en que te preocupa, voy a traerla de vuelta aquí yo mismo. —Me mira
disculpándose antes de volver a mi madre—. ¿Por favor? 31
Ella muerde su labio inferior pareciendo contemplar esto por un momento.
—Con una condición.
—¿Cuál? —pregunto, mi emoción creciente, mi corazón agitado.
—Que consigas la inyección o implante o algo —exige ella, dándome una
mirada mordaz.
Asiento con impaciencia.
—Tomaré la píldora. —Caleb eleva una ceja, mi rostro calentándose en la
torpeza de esta conversación—. ¿Qué?
—Nada. —Su rostro se convierte en una máscara de descaro y de repente sé
dónde está conduciendo su rastro de pensamientos. Él sabe que estoy dispuesta a
perder mi virginidad. No es algo sobre lo que hemos hablado mucho, pero si estoy
diciendo que iré al control de la natalidad no es una gran luz verde, entonces no sé
qué es. Si no hubiera estado lista le habría dicho a mi madre que todavía soy virgen.
O tal vez no. No sé. Es una conversación incómoda, no importa con quién sea—. La
llevaré al médico a primera hora de la mañana.
—Está bien. —Mi mamá cede y coloca sus palmas de las manos sobre las
rodillas, frotando un poco—. Creo que está bien que te mudes con él.
—Yay. —Caleb y yo decimos juntos. Él ríe, yo frunzo mi nariz juguetonamente,
mi madre rueda los ojos.
—Bueno, eres un partido hecho en el cielo, te voy a dar eso —añade ella en
tono de broma y se levanta—. ¿Te quedas para el almuerzo o tienes cosas que
hacer?
—Voy a hacer las maletas.
—Voy a ayudar. —Caleb sonríe y me persigue por las escaleras a mi
habitación—. Está bien, toma esa sección. —Señala toda la habitación—. Y yo me
quedo con esta. —Él abre el primer cajón de mi cómoda y saca un par de bragas de
encaje francés de color rosa.
Arrebatándolas de su mano, le entrego una maleta y coloco el encaje dentro.
—Deja de ser un pervertido.
—Sí, señora —dice sonriendo sobre su hombro, mientras empiezo a poner
todo lo que quiero llevar sobre la cama. Por el rabillo de mi ojo lo veo recogiendo
mi ropa interior con menos velocidad de lo necesario y, lentamente colocándolas en
la maleta.
Agarro una pelota de tenis del estante al lado de mi cama y la lanzo a su
cabeza.
—Auch. —Se ríe, dejando caer la braga—. ¿Qué fue eso…? —Agarro otra y
apunto. Se ríe y sostiene sus manos arriba—. Bien, bien, está bien. —Coloco las
pelotas de tenis sobre la cama, luciendo perpleja y sintiéndome perpleja cuando él
las pone sobre el estante—. Creo que vamos a dejar esto atrás. Tienes buena
puntería.
—Sí. Quedas advertido. 32
—Oh, estoy completamente advertido. ¿Si voy en contra de tu advertencia me
azotarás?
—Eres tan idiota. —Me río y vuelvo a mi trabajo—. Oye, Caleb.
—¿Sí, princesa?
—Gracias.
Frunce el ceño.
—¿Por qué?
—Por sacarme de aquí.
Se acerca a donde estoy sentada, tengo que inclinar toda mi cabeza hacia atrás
para ver su rostro. Su cuerpo baja cuando coloca sus labios suaves contra el puente
de mi nariz.
—No hay problema, Gwenny.
Me desmayo.
Pasamos la noche desempacando mis cosas después de pasar toda la tarde
embalándolas y colocándolas en el auto. Revisamos las facturas y servicios públicos
y encontramos una manera de pagarlas hasta que él encuentre un trabajo.
Mi jefe Derrick, dueño de Chicago, me dice que lo lleve y le daremos una
prueba.
Se puede decir que él lo conseguirá bastante fácilmente y yo trabajaré aquí la
mayor parte de las noches. Solo trabajo los fines de semana cuando trabajo en el
café durante la semana y tanto como me gusta trabajar con mi novio, también lo
odio porque tengo que mirar a las chicas encima de él. Cuando lo veo sonreír o reír
con ellas me vuelvo una sombra oscura de verde. Confío en él, aunque les anuncia a
todos que soy su novia y siempre me toca cuando nos cruzamos. A la mayor parte
de las chicas no les importa, sin embargo. Hay una chica en particular a quién
quiero darle alimentar a los lobos rabiosos.
Es increíblemente hermosa y le deja saber que está interesada, al aparecer
cada viernes por la noche y a veces el sábado, en un traje diferente al anterior. Cada
traje es cachondo y revelador.
La veo antes que él vaya a su mesa, ella jala su vestido hacia abajo y saca sus
tetas. Zorra.
Por suerte mi novio la ignora y nos reímos de ella después de cada noche. Su
desesperación es asombrosa. Cada vez que él toma su orden escuchando su coqueto
descarado, me mira y pone mala cara o me guiña. No le hacer saber que la
encuentra seriamente poco atractiva sin embargo, debido a que él tiene un trabajo
qué hacer y porque en su obsesión, ella gasta mucho dinero. 33

Es el lunes siguiente cuando Caleb me lleva de regreso al lugar donde nos


conocimos, y se sienta a mi lado silenciosamente mirando las olas fluir a través de
la arena. Sostiene mi mano firmemente, su pulgar haciendo círculos sobre mi
palma.
Sonrío hacia su perfil y sus ojos encuentran los míos. Me mira con tanto amor
que no puedo resistir a inclinarme y besar sus perfectos labios.
Me sonríe y me recuesta sobre mi espalda, su cuerpo se cierne sobre el mío
mientras el beso se profundiza.
Solo dura unos minutos, y estoy tan relajada debido a que sus dedos acarician
mi mejilla que apenas registro sus palabras al principio.
—Me estoy enamorando de ti, Gwenny. —La manera en que lo dice es
tranquila, pero sinceras lágrimas llegan a mis ojos—. No —se rectifica y pasa su
nariz a lo largo de la mía—. Estoy enamorado de ti. Eres la razón de mi existencia.
Mi respiración se traba y mis ojos parpadean cerrándose cuando sus palabras
calientan cada célula de mi cuerpo. Al abrir los ojos, ellos conectan con los suyos.
—Estoy enamorada de ti también, Caleb.
Su fácil sonrisa regresa, noto que sus manos tiemblan cuando acarician mi
piel.
—Te quiero esta noche. Quiero todo de ti. ¿Me lo concederás?
Parpadeo un par de veces, conmocionada por su pregunta. Hay solo una
respuesta, sin embargo. Trago.
—Sí.
—Gracias —susurra e inclina sus labios sobre los míos. Me agrada la sensación
de su rastrojo habitual rasguñando mi piel, eso me recuerda que él es real, que esto
es real.

—Sabes que estoy completamente enamorado de ti, ¿verdad? —susurra Caleb


mientras caemos en la cama. Él me hace rodar a mi espalda y se sitúa entre mis
muslos—. Nunca haría nada para lastimarte. 34
—Lo sé. —Respiro y presiono mis labios en los suyos—. También te amo.
Él sonríe y mueve sus labios hacia mi cuello, presiono mis caderas hacia
arriba; mi corazón duele por algo que nunca ha sentido, pero quiere sentir.
Desesperadamente.
Mi piel se vuelve sensible y produce piel de gallina.
Caleb se inclina hacia atrás en sus rodillas y me hala hacia una posición
sentada con su mano detrás de mi cuello. Su otra mano se desliza alrededor para
ahuecar mi trasero, tirándome despacio en su regazo.
En segundos mi largo, grueso, cabello negro cae bajo mi espalda y la boca de
Caleb está sobre mi cuello, sus labios chupando e incitando mientras sus dedos
lentamente desabotonan la parte delantera de mi vestido de algodón beige.
Sentir su boca sobre mí mientras sus manos lentamente deslizan el vestido
encima de mis muslos y sobre mi cabeza casi me hace estallar. El hormigueo y el
dolor entre mis muslos se siente mucho peor, pero, oh mucho mejor al mismo
tiempo.
Luego mi sujetador se va, intento no tener miedo. Él ha visto mis pechos
antes, pero nunca se quedó mirándolos como lo está haciendo ahora. Sus ojos
oscuros e intensos. Inclinándose hacia atrás, sus labios se separan, lleva sus manos
hasta cada uno haciéndome temblar. Sus dedos suavemente aprietan y hacen rodar
mis pezones haciéndolos endurecerse en pequeños guijarros.
—Hermoso —susurra y toma un pezón en su boca. Lo inesperado de esto me
hace gritar.
No de dolor sino de placer. Ráfagas y ráfagas de placer se mueven en espiral a
través de mi cuerpo antes de llenar mi matriz haciendo que se apriete y cocine a
fuego lento.
—Recuéstate nena.
Me recuesto, viéndolo sacar su camisa sobre su cabeza antes de tirarla al
suelo. Trato de no fruncir el ceño, pero si él comienza a crear un hábito, vamos a
tener problemas.
Él ve mi ceño y sonríe.
—Lo recogeré más tarde señorita Fanática de la Limpieza.
Sus dedos largos y talentosos libran sus jeans de su cinturón, momentos más
tarde está completamente desnudo y cernido sobre mí. Solo estoy usando mi braga
francesa y me pregunto por qué no hay nada entre nosotros.
—Solamente acuéstate allí y relájate nena —dice él y me besa dirigiéndose a
mi torso.
Cada toque de sus labios me hace querer apretar mis muslos juntos, cada
mordisco de sus dientes me hace arquear la espalda y cada suspiro de su aliento me
hace gemir.
Sus labios se detienen justo debajo de mi ombligo, sus dedos enganchan mi
ropa interior y mientras sus labios lentamente descienden sus manos lo hacen 35
también, hasta que su boca está allí y mi braga está fuera.
Gimo y agarro la sábana cuando su lengua se desliza entre mis labios y
encuentra mi núcleo sensible.
Es una sensación que nunca quiero dejar de sentir.
Dobla mis piernas y presiona su lengua contra mí, deslizándola arriba y abajo,
despacio y tortuosamente.
Soy un lío de sentimientos y emociones. Mis manos han tironeado las sábanas
tanto que ésta se ha salido de las esquinas superiores de la cama.
Entonces su dedo entra en mí, me congelo. Esto duele un poco, pero no
demasiado, él es suave y solo penetra una pequeña fracción. Nunca me ha
penetrado antes, entonces la sensación es completamente extraña y no estoy segura
que eso me guste.
Algo se construye en lo profundo. He tenido orgasmos antes pero tengo la
sensación de que esto va a ser mucho más grande que el resto. Mi vergüenza pronto
abandona mi compostura cuando mis manos agarran su cabeza y mis caderas
hacen movimientos desesperadamente contra su rostro. Es su dedo dentro, lo que
me da algo qué apretar alrededor, lo que hace que esta experiencia sea mucho
mejor que el resto.
Exploto con un grito ruidoso. Apenas registro el hecho de que se desliza
encima de mi cuerpo y se equilibra en mi entrada.
A medida que mi orgasmo continúa, él lentamente empuja dentro. Me
estremezco con el dolor que se mezcla con el placer pulsante.
—¿Lista, Gwenny? —pregunta, sus ojos sobre los míos.
Asiento ligeramente. Estoy lista.
—Esto va a doler nena, pero lo haré mejor, lo prometo —explica él y hay una
sensación de rasgado profundamente dentro cuando empuja sus caderas hacia
adelante. Eso me deja sin aliento y trae lágrimas a mis ojos. Grito y trato de
alejarme pero él se hunde más profundo y me sostiene en el lugar con sus caderas y
su pecho—. Te sientes tan bien, Gwenny. —Se desliza hacia fuera, causándome
incluso más dolor y luego empuja hacia adentro.
—Para. —Sollozo y empujo sus hombros pero él no se mueve—. Esto duele.
—Lo sé, lo siento, no me moveré, solo tenía que conseguir ir lo más lejos
posible. —Besa mis lágrimas sin pausa, uno de sus pulgares acaricia mi lado con
dulzura—. Lo siento. No llores.
El dolor inicial se desvanece, pero todavía hay un dolor profundo y
amortiguado que parece no cambiar.
—Iré lentamente, pero lo haré rápido —promete y besa mi boca
lánguidamente—. Luego podemos hacerlo otra vez en un par de horas y juro que no
se sentirá así.
Miro sus impresionantes ojos marrones llenos de amor y preocupación, y
asiento lentamente. Quiero parar, y no. Esto duele pero también se siente bien
estar unida a él. 36
Se mueve lentamente, dentro y fuera, nunca yendo demasiado profundo por
miedo a lastimarme. Mirar su rostro cuando mi cuerpo le da placer me hace sentir
un hormigueo por todas partes. Esta es una vista impresionante. Una que amaré
siempre.
—Te sientes tan bien —susurra y besa mi cuello—. Honestamente nena. Nunca
he sentido nada tan bueno. —Su cabeza se aproxima, sus labios ligeramente
sonríen—. Te amo.
—También te amo. —Sostengo sus hombros cuando acelera el ritmo. El dolor
amortiguado todavía está allí pero no tan intenso. Sé que no voy a terminar, él lo
sabe también, por eso me dio el orgasmo antes y probablemente me dará otro
después.
Sus caderas se deslizan despacio hacia adelante y hacia atrás, su largo grueso
y duro miembro se mueve dentro y fuera. Mi entrada lo aprieta cuando trata de
salir y aprieta más fuerte cuando está dentro. Mi cuerpo no quiere que se aleje de
mí.
Fui hecha para él.
La vista es asombrosa cuando su placer se construye, la sonrisa cuando gimo,
el arrugar de sus ojos y estremecimientos cuando él se siente particularmente
sensible. Todo eso quedó grabado en mi cerebro. Todo lo que nunca olvidaré y todo
lo que quiero ver otra vez.
Cuando el orgasmo llega, él empuja profundo; demasiado profundamente
pero no me importa. Envuelvo mis piernas alrededor de la parte posterior de sus
muslos y lo sostengo tan fuerte como me es posible. Su miembro se engruesa y
crece dentro de mí, cálido y palpitante. Lo siento todo. Escucho sus gemidos y
gruñidos antes de finalmente liberar mi nombre con su placer en un grito ahogado.
Colapsa encima de mí, lo siento ablandándose dentro. No es incómodo pero
es definitivamente extraño.
—¿Estás bien? —pregunto y arrastro mis dedos por su espalda.
—Dame un segundo, tengo que encontrar mi camino de regreso al cielo —dice
jadeando, su pecho agitado contra el mío mientras intenta recuperar su aliento.
Río y me encojo cuando se desliza con más fluidez del que debería ser posible,
dejándome una sensación de vacío y hueco, pero dichosamente feliz.
—Ewww —comento y siento que su cuerpo comienza a temblar—. No te rías
de mí, eso es un poco asqueroso.
Solo se ríe más fuerte.
—Te limpiaré. Quédate allí.
—Está bien —respondo y me mantengo perfectamente quieta, no gustándome
la sensación de humedad pegajosa entre mis muslos.
Cuando finalmente me limpia, la sonrisa sobre su rostro es enorme. Él todavía
sostiene el paño húmedo para mostrarme mi sangre roja mezclada con otros
fluidos corporales. 37
—Deja de darme esa cara. Es hermoso.
—Creo que tenemos opiniones diferentes sobre la belleza —declaro y me estiro
en la cama, mirando airadamente la mancha rosada en el centro—. Maldición. Eso
es algodón egipcio.
—Ups, nunca pensé en eso —se disculpa y quita la sábana de la cama—.
Siéntate. Me ocuparé de ello.
Y se encarga de ello.
Finalmente nos acurrucamos en la cama, y estoy exhausta. Eso no lo detiene
de llevarme al orgasmo una vez más, sin embargo. Él lo habría hecho dos veces
pero estaba demasiado saciada y adolorida para hacerlo otra vez.
Mi cabeza descansa sobre su pecho, sus brazos me sostienen fuerte, y después
de unas cuantas palabras dulcemente susurradas y suaves caricias, finalmente nos
dormimos. La mejor noche de mi vida.
Capítulo 4
Las semanas pasan y nuestra relación solo se vuelve más fuerte. Empiezo mi
curso avanzado de cocina y pastelería, incluso hago dos amigos, Sasha que es una
rubia despampanante con sorprendentes ojos azules y Tommy quien es
extremadamente guapo con el cabello castaño claro y ojos marrones.
Al principio, cuando le conté a Caleb de él, se puso celoso.
Recuerdo simplemente entablar una conversación sobre cómo Tommy nos
había llevado a Sasha y a mí por un café. Alucinó.
No… se volvió loco.
—¿Qué quieres decir con que te llevó a tomar un café? —Frunce el ceño,
luciendo imposiblemente lindo.
Me deslizo en su regazo y ruedo mis ojos.
—Solo es un café, es un buen tipo, te pareces a él.
—No lo hago. —Hace puchero, pero su sonrisa está regresando lentamente.
38
—¿Por qué es eso?
—Porque él recibe tu atención cuando yo no.
Río y golpeo su brazo.
—¡Abusadora! ¡Abusadora!
—Detente. —Río y estampo mis labios en los suyos—. ¿Un rapidito antes de
clases?
—No. —Está haciendo pucheros otra vez.
—¿Desde cuándo no quieres un rapidito?
—Desde que empezaste a salir con otro hombre.
Me río otra vez, todo mi cuerpo sacudiéndose.
—Entonces será mejor que me marques donde él pueda verlo y me cubras de
tu olor. Solo por si acaso.
Su sonrisa es malvada y seductora. Quiero lamerla.
—Mierda, sí.
Estoy sobre su hombro antes de que tenga oportunidad de parpadear. Golpea
mi culo y me lleva por las escaleras.
—Para el momento que termine, ni siquiera recordarás su nombre.
—¿El de quién?
—Buena chica. —Sonríe, mientras empuja en mi interior después de mover mi
pantalón a un lado—. Así está mejor.
—Mmm.

Pasa un año, oficialmente tengo veinte y Caleb me ha hecho una fiesta. Me


siento mal porque el luce algo demacrado, pero insiste en que está bien. Ha estado
sufriendo muchas migrañas recientemente, pero su estado de ánimo parece
mejorar cuando está enfermo, en lugar de empeorar. Lo cual es raro.
Nunca conocí a una persona que fuera tan feliz estando enfermo. Quizá es por
la forma en que lo molesto.
—¡Por aquí! —chilla Sasha desde el escenario. Hemos contratado un bar para
mi fiesta de cumpleaños y estoy feliz de ver que todos mis amigos han venido—.
Luces absolutamente hermosa.
Bajo la vista a mi apretado vestido dorado con el hombro descubierto y
asiento en acuerdo.
—Lo sé, ¿verdad? 39
—¡SHOTS! —Escucho gritar a Tommy desde algún lugar cerca del bar.
Bailo con mi chica y saludo a Caleb, quien está junto a Tommy. Me guiña un
ojo, inclina su cabeza hacia atrás y se estremece cuando el líquido quema su
garganta. Tommy ríe y lo golpea en la espalda, no puedo escuchar de lo que están
hablando, pero puedo ver que están diciendo algo que probablemente es un
secreto. Hm. ¿De qué se trata todo eso?
—Oh mi Dios, Stacey acaba de caer sobre su rostro. —Sasha comienza a
señalar y a reírse junto con el resto de nuestro grupo. Es algo gracioso.
—Eres una perra —bromea Stacey y golpea a Sasha en las costillas—. Voy a
conseguir otra ronda.
—¿Puedes manejarlo? —Río, lo cual me gana una mirada de nuestra amiga.
Bajamos del escenario y nos dirigimos hacia el bar, tan pronto como llego
junto a Caleb, él se aleja y Tommy envuelve su brazo alrededor de mi cuello.
—¿Qué sucede con Caleb? —pregunto, intentando estirar el cuello para verlo,
pero el brazo de Tommy está demasiado apretado—. Puedes dejarme ir ahora.
—No —dice Tommy y se balancea un poco. Suspiro.
Sasha me da un coctel rosa, lo bebo con moderación, no queriendo
embriagarme.
Es mi cumpleaños, quiero un sexy cumpleaños pervertido. ¿Dónde está
Caleb?
—Está bien, entonces… ¡ah! casi caigo. —Oh Dios, ¿qué está haciendo en el
escenario?—. Así que, bueno… es su cumpleaños… quiero decir, el de Gwen. —
Rasca su cabeza, Tommy finalmente me suelta, así que asumo que tengo permitido
mirar esto—. Y por su cumpleaños le tengo un regalo. —Me mira directo a los ojos—
. Ven aquí Gwenny.
Niego y doy un paso atrás. No hay modo en el infierno de que suba allí.
Segundos después, Tommy sostiene mi brazo y me fuerza hacia el escenario. Oh
Dios.
Mis palmas están sudando. ¿Qué está haciendo?
—¿Estás loco? —siseo mientras Caleb me empuja hacia su lado.
—Para ti —responde en el micrófono y un “aww” colectivo se escucha. Estoy
en el infierno.
—Detente.
—Ella odia ser el centro de atención —les dice a todos como si este rasgo fuera
adorable. Estoy mortificada—. Así que haré esto lo más rápido posible.
—¡Nada de sexo en el escenario! —grita Tommy, haciendo que todos se rían y
que me sonroje aún más.
—Cállate —responde Caleb y me mira. Me gira para enfrentarlo y aprieta mis
manos en las suyas—. Cásate conmigo. 40
—¿Estás jodidamente bromeando? —grita Sasha y mis ojos van a ella—. Todos
los planes, toda la preparación y ¿así es como vas a preguntarle? No tienes
esperanzas.
—¿Preguntarme qué?
Los ojos de Caleb se amplían y la habitación se queda en silencio. ¿Me perdí
de algo?
—Mierda —dice, y da un paso atrás—. ¿En serio?
Parpadeo con asombro.
—¿Qué? ¿Tengo algo en el rostro?
—¿Te pedí que te casaras conmigo y eso es todo lo que tienes que decir?
Oh.
Quiero decir, ¿qué? ¿Quiere que me case con él?
—¿Quieres que me case contigo? —Lloro y doy un paso atrás—. Pero…
—¿No me escuchaste? ¿Cómo pudiste no escucharme? Estaba justo aquí.
—Estaba muy ocupada pensando en que querías tener sexo en el escenario —
murmuro para que solo él me escuche. Ríe y me empuja a sus brazos.
—Entonces, ¿lo harás?
Mastico mi labio y asiento ligeramente.
—Solo si me dejas bajar de este escenario.
Sonríe de manera amplia y brillante, sus ojos brillan con felicidad.
—Dijo que sí.
Hay un ruido ensordecedor cuando todos gritan. Caleb me levanta y besa
profundamente. Lo devuelvo antes de alejarlo, la sangre acumulándose en mis
mejillas.
—¿Dónde está el anillo? —grita Tommy.
—¡Maldito infierno! —maldice Caleb y se balancea un poco—. Lo tengo, un
segundo —Saca una pequeña caja de su bolsillo y cae de rodillas frente a mí. Oh
querido Dios.
—¿Te casarías conmigo? —pregunta otra vez. ¿Por qué está preguntándolo
otra vez?
—Ya he dicho que sí. —Río y observo mientras coloca el anillo en mi dedo
delgado. Es hermoso, de oro con un solo diamante. No podemos permitirnos
mucho, pero si fuéramos capaces de comprar el más caro de los anillos, no hubiera
sido rival de la belleza de este—. Lo amo.
—Y yo te amo a ti.
—Ugh, cliché, espero que sepas que arruinaste esta noche para mí. —Sasha
pone mala cara, golpea a Caleb en un lado de su cabeza y se aleja pisoteando
mientras nos reímos en brazos del otro.
—Si lo arruiné un poco —admite Caleb, su cuerpo balanceándose otra vez—. 41
Baila conmigo preciosa.
—Está bien —acuerdo. No bailamos, sin embargo, nos besamos…mucho.
Estoy comprometida.
Oh mi Dios. ¡Estoy comprometida!
Voy a casarme con el hombre de mis sueños.
Tres tragos más tardes estoy de pie en una silla tambaleante y se lo anuncio a
toda la habitación. Caleb me da dos tragos más, y una hora después estoy
anunciándolo alrededor de su pene… en la privacidad de nuestra habitación.

Me paseo por todos lados, mis dientes mordisqueando mis dedos. Esto no
está sucediendo. Esto no puede suceder.
Tengo todo planeado, estoy a tiempo y todo tiene su lugar. Caleb siempre dice
que mi cuerpo no sabe cómo es estar tarde para algo. No se equivoca.
—Regresé. —Caleb atraviesa la puerta, jadeando como un perro.
No dudo en arrebatar la bolsa de plástico de sus manos y lo apresuro por las
escaleras, rompiendo la bolsa y la caja en el camino. Cuando llego al inodoro, todo
lo que sostengo es el palo.
—¿En verdad vas a quedarte allí y observar? —Arqueo una ceja hacia Caleb.
Cierra la puerta y se apoya contra esta.
—Sí. No voy a perderme esto. Debería tomar fotos.
—¿Por qué demonios querrías fotos? —Quedo boquiabierta de incredulidad.
—Porque entonces seremos capaces de mostrarla a nuestro hijo o hija el
momento cuando nos enteramos de ellos.
—¿Hijo o hija? —Me ahogo y me siento en el inodoro. Una vez he terminado,
coloco el palo en la parte de atrás y lavo mis manos—. ¿Qué quieres decir con hijo o
hija?
Se encoge de hombros.
—Bueno, ¿adónde más lleva un embarazo?
Mi mandíbula golpea el piso.
—No quiero que lleve a nada.
Se congela, sus ojos en el palo mientras la orina comienza a moverse
lentamente a través del papel blanco detrás de la pequeña ventana.
—¿No quieres hijos? 42
—No ahora. —Lloro y paso los dedos húmedos por mi cabello—. Es… no
podemos hacernos cargo de un niño. Ambos estamos en la universidad. No quiero
renunciar a mi educación. —¿Cómo siquiera sucedió esto?— No he dejado de tomar
la píldora. Ni una. No he estado enferma, no he tomado ningún tipo de medicación
que pueda estropearla y no he cambiado repentinamente mis hábitos alimenticios.
No lo entiendo.
—Lo resolveremos. —Luce muy feliz por esto. Demasiado. Toma el palo
después de un momento y lo compara con la parte de atrás de la caja que tiré en mi
camino. Su sonrisa crece—. Positivo.
Sollozo.
Sus brazos se envuelven a mi alrededor.
—Estará bien. Lo resolveremos, lo prometo. Te amo tanto, Gweny.
Esto solo me hace llorar más fuerte. No quiero un bebé ahora. Quiero
terminar la universidad, casarme y todas las demás cosas que vienen con crecer.
—Aun somos niños —resuello y limpio mi nariz con un pedazo de papel—.
Debemos ocuparnos de esto, no puede tener más de algunas semanas. Solo me he
salteado un periodo.
Sus ojos se oscurecen con una intensidad que nunca antes he visto, desearía
no haberlo soltado tan cruelmente.
—¿Ocuparnos de esto? ¿Qué quieres decir con ocuparnos de esto?
Me muevo con cautela, mis palabras suaves y con suerte convincentes.
—El doctor puede resolverlo en poco tiempo. Es solo un problema menor y
luego, tan pronto como termine la universidad y tengamos nuestra propia casa y
trabajos podemos intentarlo otra vez. Obviamente, también estaremos casados.
Me mira fijamente, su boca colgando abierta en sorpresa.
Sigo adelante.
—Es lo mejor, Caleb.
El dolor revolotea en sus hermosos ojos marrones, su mano hecha un puño en
el mostrador frente a él.
—Apesta, si es…mira… —Suspiro, odiando haber puesto esa mirada en su
rostro—. Hablaremos de esto más tarde. Tengo que ir a clases.
Tiro mi mochila sobre mi hombro y me inclino para tocar mis labios con los
suyos inmóviles. No me mira, y por supuesto, eso me preocupa, pero tengo un
examen en veinte minutos. Debo irme.

Camino a clases, me encuentro con mi amiga más cercana, Sasha. Admiro su


elección de cabello del día, cae en ondas rubias sueltas sobre sus hombros y un clip
negro mantiene su flequillo fuera de sus ojos.
43
—Oye. —Sonríe y une su brazo con el mío—. ¿Cómo va todo?
—Lo mismo de siempre. —Miento, pero ella no lo sabe—. No estoy
entusiasmada con este examen. ¿Ya han sorteado tu ubicación?
—Yo tampoco y no. No somos tan afortunados e inteligentes como tú —
bromea y me golpea juguetonamente en las costillas—. ¿Cómo está el esposo?
—Está bien. —Miento otra vez, y otra vez y no lo descubre—. Tiene un puesto
en Anderson´s firm. Terminará su año restante allí.
Niega.
—Estoy tan celosa.
—¿De?
—Tu vida, está tan organizada y sabes lo que estás haciendo. Sin mencionar el
hecho de que tienes al mejor chico del mundo y te adora.
¡JA! Cuan equivocada está. Aun así, la tranquilizo como haría una buena
amiga.
—Serás afortunada, nena. Ya verás, todo funcionará al final.
—¡Oye, Tommy! —llama a nuestro compañero. Él se apresura hacia nosotras,
rompe nuestra unión y se empuja en el medio. Sus brazos curvados alrededor de
nuestros cuellos.
—¿Cómo están las dos chicas más hermosas del campus esta mañana?
—Fenomenal —responde Sasha y le sonríe—. ¿Dónde está tu mujer? —
Conoció a una chica muy agradable llamada Maci en mi fiesta de cumpleaños hace
dos meses, y han estado saliendo constantemente desde entonces. Estoy feliz por
él, son una buena pareja.
—Por allí. —Señala a un grupo dirigiéndose dentro de un edificio—. ¡Oye,
sexy! —Su novia rueda los ojos pero veo su sonrisa y sé que todo está bien—. Debo
ir si quiero conseguir un poco de algo, antes de mi próxima conferencia.
—Tu próxima conferencia es en tres horas. —Río, sabiendo los horarios de mis
amigos de memoria. Así de organizada soy.
—Exacto. No es lo suficientemente largo. —Se aleja corriendo y nos saluda
sobre su hombro.
—Esa chica es muy, muy afortunada. —Suspira Sasha con nostalgia y se
empuja entre un grupo de personas holgazaneando cerca de la puerta—. Vamos,
vamos casi tarde.
El examen salió bien y aunque mi mente estaba en otras cosas no tengo dudas
de que he pasado.
Me he roto mi trasero estudiando para este examen. Si repruebo no es un gran
problema pero esto cuenta para el porcentaje de mi calificación general y me
gustaría conservarlo.
Mi curso culinario va muy bien, sobre todo porque solo somos doce en la
clase. Es mi clase de Conocimientos de la Lengua Inglesa la que me tiene
constantemente estudiando. No estoy segura de por qué tomé esta clase como 44
extra; pareció una buena idea en ese momento y me encanta escribir.
Ahora, para resolver mi problema actual, le digo a Sasha que me voy a casa
para el almuerzo cuando en realidad voy a llamar a mi doctor para programar una
cita y luego me voy a casa.
Mientras Caleb espera en el interior, sentado en la sala bebiendo té y
comiendo galletas, mientras revisa su teléfono.
—Hola —digo y él inclina hacia atrás su cabeza para poder verme.
—Hola —responde, con sus ojos vacíos y sin su sonrisa fácil. Eso hace doler a
mi corazón.
—Me fue bien en el examen. —Me siento en el brazo de la silla y paso mis
dedos por su cabello.
Se las arregla para sonreír, pero esta tan triste para ser clasificado en la
categoría de sonrisa feliz.
—Esas son buenas noticias, nena. Estoy orgulloso de ti.
—También programé una cita con el médico para mañana —digo con cautela,
sin querer entristecerlo aún más. Él necesita ver esto desde mi punto de vista.
Sus ojos se oscurecen peligrosamente, nunca lo había visto tan… enojado.
—Solo haz lo que tienes que hacer pero no esperes que esté si lo haces.
¿Qué?
—¿En serio?
Sus ojos regresan a su teléfono.
—Sí.
—¿Estaré haciendo esto sola?
—Aja. —Con su rostro firme toma un sorbo de su bebida.
Mi corazón se rompe.
—¿No me vas a apoyar? ¿Sostener mi mano?
—No.
—Bien… De acuerdo. —Me cuesta decirlo porque estoy luchando por contener
las lágrimas que parecían estar alojadas en mi garganta—. Voy arriba.
—Como sea —dice. Aparentemente indiferente por mi obvia angustia. Él
siempre me apoyó, siempre, con todo; además, odia verme llorar. Siempre que lloro
me dice que le rompe su corazón.
Una vez nos peleamos tan fuerte que él terminó lanzando un plato contra la
pared, me asustó. Pensé que me abandonaría. Lloré. Recuerdo cuanto dolor sentí
cuando me dijo que no podía lidiar con esto nunca más y tiró su plato con comida a
través de la cocina.
No pasó mucho tiempo después de eso que nos comprometimos. Mi mamá no
estaba siendo de apoyo en lo más mínimo. Piensa que soy una chica joven e
ingenua con la cabeza en las nubes. Ella verá lo feliz y estables que seremos cuando
termine la universidad, me case y todo este bien.
45
Él estaba enojado porque sus padres se negaron a darle su fondo fiduciario a
pesar de que le está yendo increíble en la universidad. Le dije que todo estaría bien
y el solo me miró y gritó.
—Tú no lo entiendes, nunca lo entenderás.
Estaba enojado con ellos, no conmigo y es la primera vez; nunca eleva la voz
por lo que me asustó muchísimo. Un Caleb enojado no es un Caleb bueno.
Recuerdo cuánto dolor sentí cuando él dijo que no podía lidiar con esto nunca
más y tiró su plato a través de la cocina. ¿Qué es con lo que no podía lidiar? ¿Sus
padres? ¿Yo? ¿Nosotros? ¿La casa? ¿La falta de dinero? Nunca me dijo, solo me
dijo que lo dejara, lo cual no era típico de él.
Me puse a llorar e instantáneamente se puso serio. Dejó de estar enojado y
solo me abrazó, rogándome que no llorara. Diciéndome que se rompe su corazón
cuando lloro.
Y ahora, ve mi angustia pero no hace nada. Que se joda.
Subo pisoteando las escaleras, mis ojos ardiendo aun cuando mis lágrimas se
derraman. Trato de no pensar demasiado en ello, él me perdonará, sé que lo hará.
Al menos… espero que lo haga. Ahora no es el momento para un bebé.
Me sorprendo cuando lo escucho seguirme por las escaleras, claramente tiene
algo en mente que quiere decir. Tal vez podamos resolver esto.
Me siento en la cama y espero a que me encuentre. Cuando lo hace, se para en
el marco de la puerta solo viéndome, sus ojos en blanco. No lo puedo leer.
—¿Por qué estás haciendo esto? —pregunta de repente, con el ceño fruncido.
—Porque es el momento equivocado. Me gustaría que vinieras conmigo —digo
con evidente tristeza.
—No —dice con los dientes apretados—. No lo haré.
—Cariño…
—Si haces esto… —Deja de hablar y se endereza bruscamente mientras sus
dedos se deslizan por su cabello.
Se ve devastado. Eso me hiere profundamente. Demasiado profundo.
—¿Sí? —digo inmediatamente, no queriendo que termine la frase pero
sabiendo que lo haría.
—Nunca te perdonaré. —Mi pecho se contrae con sus palabras—. Nunca.
—Caleb —jadeo, mi mano va hacia mi pecho, como si tratara de protegerlo de
los golpes emocionales—. No quieres decir eso.
—Es nuestro —grita—. La mitad es mío. Debería poder decidir.
—No estamos listos —respondo—. Quiero terminar mi educación y comprar
una casa primero.
—Lo resolveremos —dice, su voz casi suplicante—. Lo resolveremos juntos.
Les pediré a mis padres ayuda con la guardería. 46
Me río fríamente.
—¿Te refieres a los padres que te desheredaron por estar conmigo? ¿Por qué
ayudarían?
Hace una mueca.
—Ellos ayudarán. Iré a trabajar para mi padre.
—En primer lugar, la razón por la que te fuiste de tu casa fue para evitar
trabajar con tu papá, ¿Cómo es esta una mejor opción? Terminarás odiándonos. —
Me acerco pero él se aleja unos cuantos pasos—. Tenemos una gran cantidad de
préstamos estudiantiles que pagar y el primer año de trabajo ninguno de los dos
traerá mucho dinero. Serán prácticas. No hay garantía de que nos contraten y
definitivamente no me contratarán si estoy embarazada.
—Haremos que funcione. Ya verás. Todo estará bien.
—Estás viviendo en un mundo de fantasía. No tenemos dinero, ni familia.
Solo somos nosotros —digo con firmeza.
—Voy a abandonar la universidad, la retomaré en un par de años. —Sujeta mis
brazos—. Haremos que funcione.
—Será bastante difícil.
—Quiero a este bebé. Quiero un bebé contigo.
Me burlo.
—¿No crees que también quiero eso? Por supuesto que lo quiero. ¡Solo que
ahora no!
—¿Así que has tomado una decisión? —gruñe, su rosto es una máscara de ira y
dolor—. ¿Sin siquiera escuchar lo que quiero?
—¿Qué hay de lo que yo quiero? ¿Lo que necesito?
—Bien —gruñe, nunca lo había visto tan enojado, está mucho más enojado
que la vez que lanzó el plato.
Pasa cerca de mí, su cuerpo tenso y tembloroso. Mi corazón se detiene cuando
lo veo empacar sus cosas en una maleta grande que sacó debajo de la cama.
—¿Q-qué estás haciendo Caleb? —Mi corazón angustiado se detiene por
completo cuando me mira y responde:
—No me puedo quedar aquí.
—¿Por qué? —Pánico al máximo. Creo que me estoy muriendo. Me duele el
cuerpo.
—No puedo verte matar a nuestro bebé. —Esto duele.
Parpadeo con horror.
—¿Me estás dejando?
—Sí. —Mi pecho hormiguea y mi estómago se revuelve.
—¿Es un ultimátum? —Respiro, no creyendo lo que veo y oigo. Mis lágrimas
se derraman, no puedo controlarlas. Él no responde—. Caleb, por favor no hagas 47
esto.
Se detiene, sus manos sosteniendo la maleta abierta que está sobre la cama.
—Por favor —sollozo y agarro su brazo—. Caleb por favor, no me hagas pasar
por esto sola.
—Mantenlo —exige, su cuerpo sigue tenso.
—¿Por qué no puedes esperar? —medio grito medio sollozo—. ¿Por qué no
puedes esperar, maldita sea?
—Estás asesinado a mi hijo.
Me alejo de él, sus palabras queman en mi cerebro.
—No lo veas de esa forma, por favor.
—¿Cómo puedo verlo de otra forma?
No. Él no puede hacer esto. No puede.
Pero lo hace.
Lo veo hacer sus maletas, su rostro serio y sus pasos firmes. Se va, tomando el
auto, y en toda la noche no regresa.
Me siento en el consultorio médico y explico mi situación, aliviada cuando ella
comprende. Me hace una prueba solo para estar seguros. Cuando sale positiva, me
agenda una cita en la clínica. Tengo dos opciones para la finalización, la primera:
me duermen y sacan todo, o la segunda: me dan una tableta y me siento por seis
horas a esperar a que salga de mi cuerpo.
Escojo la primera opción.
Mi cita es en cuatro semanas. Me dan tiempo para cambiar de opinión. El
tiempo es demasiado, quiero hacerlo ahora.
En clases, Sasha nota que algo anda mal pero no le digo. No le digo a nadie.
Por el momento no puedo. Nadie necesita saber sobre esto. Nadie.
Incluso yo no quiero saber.
Cuando llego a casa me acurruco en la cama y lloro. Él no está en casa. ¿Por
qué no está en casa?
¿De verdad, puedo hacerle esto a él? ¿Puedo verlo a los ojos honestamente y
decirle que voy a matar a su hijo? Porque es lo que es. No le estoy dando opción y la 48
mitad es suya.
Ruedo sobre mi espalda y cierro los ojos, dejando que mis problemas se
hundan como un ancla en el mar. Mis manos descansan en mi vientre plano, trato
de imaginar cómo sería, cómo sería la vida estando embarazada. Llevar el bebé de
Caleb en mi vientre durante nueve meses, traer a él o a ella al mundo.
¿Ella o él a quién se parecería?
¿Tendría el cabello de él? ¿Sus ojos?
Dejo escapar un largo suspiro junto con un sollozo y me pongo de lado.
Acurrucándome en posición fetal y lloro. Mis penas y tristezas pesan demasiado.
También mi conciencia, plagada de indecisión.
—No puedo hacerlo —digo en voz alta a nadie. No puedo hacerlo.
¿A quién estoy engañando? No hay manera de que lo mate. De ninguna
manera.
Pero si no lo hago, mi experiencia universitaria estará arruinada. No más
bebidas, de todos modos no es que beba demasiado, no más simples salidas al cine
o al club. Estaré partiendo mi trasero estudiando y regresando a casa a los pañales,
heces y vomito.
Uno de los dos tendrá que dejar la universidad porque no hay manera de que
seamos capaces de pagar la guardería. Tal vez hay algo para ayudar a los
estudiantes en esta situación.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no escucho la puerta abrirse, así
que cuando alguien toca mi hombro y la cama se hunde, grito como loca y caigo de
la cama.
—¡Cristo! —Se está riendo. ¿Riendo? ¿Cómo puede reír en estos momentos?
Que imbécil—. ¿Estás bien?
Dios mío. Caleb está aquí.
—Estoy bien. —Subo de nuevo a la cama, cuidando mi orgullo herido—. Estás
aquí.
Su risa para y su sonrisa se desvanece.
—Sí. Nunca debí dejarte, odio cuando lloras. Rompe mi corazón. Lo siento. —
Sus brazos se cierran a mi alrededor y de pronto estoy en su regazo. Su calor se
hunde en mí a través de su cálido abrazo.
Le doy la bienvenida.
—¿Me perdonas? —susurra y besa mi cuello. Entierro mi rostro en su pecho,
aliviada de que él está aquí—. Debí haber manejado esto mejor. Es solo…—Suspira
largo y pesado.
—¿Qué?
—¿Alguna vez sientes que no importa lo que hagamos o lo que somos, en
realidad nunca dejamos nada atrás?
Y de nuevo.
—¿Qué?
49
Se retira y se apoya contra la cabecera después de poner las almohadas detrás
de él.
—Los niños son nuestro único legado.
—No sé a qué te refieres.
Se frota el rostro con las manos y me recuesta en su pecho.
—Me refiero a que quiero un hijo contigo. Este niño, ahora. Claro, el tiempo
no es el correcto, pero es una situación con la que lidiaremos juntos. —Manos
cálidas sostienen las mías y sus ojos imploran que entienda su punto de vista—. Por
favor Gwenny. No destruyas esto.
—Está bien. —Suspiro y mi cabeza cae hacia atrás—. Si esto es lo que quieres,
entonces está bien. Haremos esto.
Sonríe y me abraza.
—Gracias, Gwenny. De verdad, será genial.
Presiono mis labios en los de él y murmuro:
—Te creo.
Algo parpadea en sus ojos, algo que me inquieta. No puedo estar segura de lo
que es, pero sé que no lo olvidaré.
—Gracias —susurra y presiona sus labios en los míos—. Te amo.
—Yo también.
—Oye. —Me da un apretón y frunce el ceño—. Si lo vas a decir hay que
asegurarse de que lo digas apropiadamente.
Pongo los ojos en blanco.
—También te amo.
Me suelta y se levanta de la cama.
—Te voy a preparar un poco de té y cualquier cosa que quieras.
—Está bien. —Le sonrío dulcemente y lo veo salir de la habitación con el
corazón encogido.
Reaparece unos segundos después.
—Casi se me olvida. —Gateando sobre la cama, levanta mi camisa sobre mi
ombligo y besa justo por encima de mi pantalón—. Te amo, bebé Weston. —Oh
Dios, me derretí.
—Estoy seguro de que él también te ama.
Besa mi ombligo una vez más, me cubre y se precipita por las escaleras.
Definitivamente me derretí.

50
Capítulo 5
—Tienes seis semanas y tres días. —Ella pone un círculo alrededor del feto
para que podamos verlo más claro—. Esto que titila es su corazón, con el tiempo
esto será la cabeza.
Me quedo hipnotizada con la pantalla.
Oigo un atragantamiento a mi lado y giro la cabeza hacia Caleb.
—¿Estás llorando? —le pregunto, mis labios retorciéndose.
—No. —Frunce el ceño, su mano sosteniendo firmemente la mía y sus ojos en
la pantalla.
El cuarto está oscuro, solamente iluminado por el resplandor negro y verde de
la pantalla. El tenue brillo captura un camino de lágrimas en su mejilla, lo limpio
con mi pulgar y mi sonrisa se amplía.
—Eres un sentimental.
—No estoy llorando —protesta con una sonrisa—. Tengo algo en mi ojo.
51
—¿En ambos? —comenta la señora del escáner y estallo en un ataque de risa.
Caleb se inclina hacia adelante y presiona sus labios contra los míos.
—Te amo, Gwenny.
—También te amo —susurro y profundizo el beso por un momento.
—Voy a imprimir algunas fotos —dice la mujer, dándonos un poco de
privacidad.
Veo hacia los ojos de mi prometido y paso mis dedos a través de su cabello un
poco largo.
—¿Caleb, estás seguro de esto?
Una mirada de pánico encuentra a la mía.
—¿Tú lo estás?
—Sí, es por eso que te estoy preguntando, porque si te echas para atrás, estaré
por mi cuenta.
Sus hombros se hunden, su pulgar acaricia mi mejilla mientras sus hermosos
ojos marrones se encuentran con los míos.
—Nunca te dejaré por tu cuenta, Gwenny. Nunca. Quiero esto más de lo que
sabes.
¿Qué se supone que significa? ¿Por qué siento que algo no está bien acerca de
esto? Por supuesto que estoy feliz, ¿qué mujer embarazada no lo es cuando
finalmente lo acepta? Es solo… no puedo evitar sentir que Caleb está ocultando
algo.
Probablemente estoy siendo estúpida. Tal vez sean mis hormonas haciéndome
leer algo que no está ahí.
—Tu mamá me va a matar —dice Caleb, perforando mis pensamientos
erráticos y haciéndolos estallar en un millón más.
—Oh, diablos. —No había pensado en eso—. Simplemente no le diremos hasta
que se empiece a notar.
—Estoy seguro que lo superará. —No puedo decirle que él ni siquiera cree en
sus propias palabras más de lo que yo lo hago.
Mi mamá, aunque la amo, siempre me ha dado lo que necesito, pero nunca he
sido más que una molestia para ella. Cuando se entere sobre esto, nunca me
hablará de nuevo. A una parte de mí no le importa. La niña en mí aun desea su
aprobación y aún está ansiosa por hacerla sentir orgullosa.
—Me tienes. —Las palabras tranquilizantes de Caleb hacen su trabajo. Tiene
razón, lo tengo a él y a mis amigos.
Son todo lo que necesito.
—Para siempre.
—Por toda la eternidad. —Sus labios se inclinan sobre los míos, pero
rápidamente se retiran cuando la mujer regresa con nuestras imágenes del escaneo.
Cuando llegamos a la casa, Caleb las enmarca y las coloca en la pared del 52
pasillo.
—Esta será nuestra línea del tiempo. Nuestra foto de boda estará en el centro.
Mañana voy a poner nuestra primera foto aquí.
—Eres tan romántico. —Río y beso su barba—. Voy a servir la cena.
—Estupendo, ¿burritos de pollo?
Asiento y me alejo, mi mano presionada contra mi vientre.
—Oye, casi lo olvido —dice; me doy vuelta y rápidamente Caleb esta sobre su
rodilla, tirando mi camiseta sobre mi estómago. Presiona sus manos en mi vientre y
besa entre ellas—. Te amo bebé Weston.
Acabo de derretirme, otra vez. Tiene ese efecto en mí.

Me aferro al asiento, mi frente en mis brazos. Caleb aparta mi cabello de mi


rostro y frota círculos en mi espalda.
—¿Terminaste?
Vomito.
—Supongo que no —dice antes de bostezar, y limpia mi frente y después mi
boca con un paño frío.
Eso se siente bien.
—Pobre bebé.
—Odio esto. Tú has causado esto —bromeo y me siento en la baldosa fría del
suelo—. Ugh. Si nunca me enfermo de nuevo será demasiado pronto.
—Es una buena señal, él está creciendo bien. —Caleb insiste que es un niño. Él
realmente quiere un niño pero también será feliz si tenemos a una niña—. Caleb
Weston —dice con su mano en mi pancita. Tiene un anillo en ella.
Me río y golpeo su brazo antes de ponerme de pie.
—Ese es tu nombre.
—Exactamente. —Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura mientras me
cepillo los dientes rápidamente, deseosa de sacarme el sabor pútrido del vomito de
mi boca y de la sensación arenosa de mi dientes—. Catorce semanas y tres días.
¿Podemos empezar a decirles a las personas ahora?
—No me vengas con eso —le digo, mi boca llena de espuma mentolada.
Escupo—. Sé que ya les has dicho a todos. Incluso Sasha sabe, aunque ella está
fingiendo que no.
Tiene la decencia de parecer avergonzado.
53
—No pude evitarlo.
—Eres incorregible —resoplo y enjuago mi boca, retorciéndome cuando la
mano de Caleb ahueca mi sexo a través de mi short de pijama. Me estremezco—.
¿Ahora? ¿De verdad? Mi estómago sigue haciendo piruetas.
—Déjame entretener tu mente de ello. —Respira contra mi cuello y empuja su
longitud contra mi trasero.
Un golpeteo suena en la puerta de la planta baja, nuestras cabezas giran
rápidamente.
—¿Quién es? Son como… —Reviso mi reloj—. Diez y quince.
—Ni idea, suena urgente —dice Caleb y me suelta—. Quédate aquí.
Asiento y lo sigo hasta el cuarto y luego a las escaleras. Espero en la parte
superior de las escaleras y escucho mientras Caleb abre la puerta.
No reconozco la voz masculina que empieza a hablar sobre la voz de Caleb,
pero pronto sé quién es cuando Caleb le pregunta:
—¿Qué es lo que quieres, Nathan?
—No puedo dejar que hagas esto —responde Nathan, su voz profunda y baja.
¿Hacer qué?
Bajo las escaleras, mi curiosidad aumenta diez veces con cada paso cuando
sus voces se vuelven susurros. Caleb acaba de decir:
—La amo, lo juro. —Porqué será que no puedo estar segura.
Cuando llego al último escalón, dos pares de ojos me ven. Nathan es un par de
centímetros más alto que Caleb y aunque se parecen, el rostro de Nathan es más
afilado que el de Caleb y no hay indicio de barba. Está usando un traje, luce bien
pero, ¿por qué está usando un traje a las diez de la noche?
Y guantes. ¿Qué hay con los guantes negros de piel? Esta cálido afuera.
Sus ojos exploran mi cuerpo, una mirada sombría en su rostro. Mis manos
van hacia mi vientre casi protectoramente.
—Te dije que te quedaras arriba —sisea Caleb con el ceño fruncido.
—Soy Gwen —le digo a Nathan y extiendo la mano—. Encantada de conocerte.
Nathan mira mi mano por unos cuantos segundos antes de voltearse hacia su
hermano.
—¿Estás loco?
—Por lo menos dile hola a mi prometida embarazada. ¿En dónde están tus
modales? —dice Caleb con los dientes apretados. ¿Por qué dijo embarazada así?
Nathan me mira de nuevo pero sus ojos están enfocados en mi vientre.
—No puedo creerte.
—Nathan —advierte Caleb, con las manos levantadas y los ojos muy abiertos. 54
El ceño fruncido de Nathan da miedo, me encojo rápidamente—. Por favor. —Por
un momento Nathan parece pensar sobre lo que sea que estaban hablando. Sus
ojos se estrechan, así que supongo que la conclusión a la que ha llegado no es
buena.
Sucede tan rápido, demasiado rápido, el puño de Nathan arremete y conecta
con el pómulo de Caleb. Caleb vuela hacia atrás, tropezando con un zapato antes de
caer sobre su trasero. Mi mano va hacia mi boca en estado de shock.
—Harían bien en deshacerse de eso antes de que sea demasiada tarde —dice
Nathan, apuntando mi vientre. Lo veo quitarse el guante y empezar a echar alguna
clase de fluido esterilizante en su mano. Se gira y se va, aun frotando la loción
alrededor de sus dedos con su mano enguantada. Eso es raro. Qué idiota.
—¿Estás bien? —Ignoro el comentario de Nathan, tanto como quiero sacarle
los ojos, en este momento Caleb me necesita.
Mueve su mandíbula y toca su pómulo con un dedo. Ambos nos
estremecemos. Ya puedo ver la hinchazón y no tengo duda de que es doloroso al
tacto.
—Conseguiré un poco de hielo y tú vas a decirme qué demonios acaba de
pasar.
—Mi hermano es un idiota, eso es lo que acaba de suceder. —Lanza y libera su
brazo de mi mano antes de pisotear hacia la cocina—. Mierda, tiene un buen
gancho derecho.
Me detengo en la puerta y lo veo agarrar una bolsa congelada de guisantes del
congelador antes de envolverlos en un paño de cocina y colocarla sobre su rostro.
—¿Entonces eso es todo lo que vas a decir sobre el asunto?
—No quiero hablar sobre eso —suspira y echa su cabeza hacia atrás—.
Lamento que hayas tenido que ver eso.
—Yo también. Sobre todo porque no sé exactamente lo que he visto.
Niega.
—Él está enojado porque lo dejé lidiar con nuestros padres y mucho más
enojado porque embaracé a alguien antes del matrimonio. Mi hermano es raro.
—¿Entonces por qué le dijiste que estoy embarazada?
Caleb se encoje de hombros
—En ese momento parecía una buena idea.
—Me dijo que me deshiciera del bebé, eso no parece ser un comportamiento
normal.
Se ríe fríamente, nunca había escuchado que se riera así antes. Es un poco
aterrador.
—Mi hermano no es normal. Mantente alejada de él, Gwen. ¿Sí?
Asiento, no quiero discutir sobre algo con lo que estoy completamente de
acuerdo. No hay forma de que esté cerca de él de nuevo.
—Tal vez deberíamos de reportarlo. 55
—No, es mi hermano, él me dio un puñetazo y se fue. Está hecho.
Me deslizo sobre su regazo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
—Lo siento, Caleb.
Besando su boca suavemente, presiono mi cuerpo contra el suyo, queriendo
absorber su dolor.
—Te amo Gweny. Nunca… —Me echa hacia atrás y me mira a los ojos—. Lo
olvides. No importa qué. ¿Está bien?
Asiento en aprobación.
—¿Qué te pasa últimamente? Pareces estar al límite y siempre estás diciendo
cosas raras que normalmente no dirías.
Se encoje de hombros.
—Es probablemente por la emoción de convertirme en padre. Lamento si he
parecido…—Ahora está sonriendo—. ¿Extraño? ¿Esa es la palabra correcta?
—Siempre eres extraño, tal vez es porque por una vez has estado actuando
normal.
—Descarada. —Se ríe y me obliga a ponerme a horcadas sobre su regazo en el
taburete alto—. Déjame que te lleve a la cama y recordarte qué tan extraño soy.
—No creo que necesite que me lo recuerdes, pero con mucho gusto seguiré la
corriente y pretenderé que lo necesito.

Pasaron dos semanas y finalmente le dije a mi jefe que estoy embarazada,


ahora se está empezando a notar un bulto, no mucho después de llegar al trabajo
tarde porque Caleb está enfermo. Su migraña lo tiene metido en la cama, su rostro
bajo las sábanas. Me siento mala por él y quiero estar en casa y cuidarlo pero no
puedo. Necesitamos todo el dinero que podamos conseguir.
Mi jefe, Derrick de Chicago, por suerte, es realmente comprensivo. Incluso me
da una brazo y me felicita lo cual me sorprende.
El trabajo es aburrido, estoy harta de todas las chicas preguntándome en
dónde está Caleb. ¡Está en casa! Obviamente. ¿Por qué le importa a todo el
mundo? Si fuera yo la que no estuviera, no estarían en pánico, estarían tratando de
llegar a mi prometido. Sé esto porque Sasha viene con un grupo de chicas cada
miércoles, no trabajo las noches de miércoles. Ella me cuenta sobre el grupo de
mujeres que constantemente lo rodea, pero él se las aleja tanto como puede.
Uno pensaría que las noticias de nuestro compromiso y el embarazo podría 56
alejarlas pero algunas de ellas se esfuerzan más que antes. Me vuelve loca.
Afortunadamente, tengo plena confianza en Caleb así que no estoy
preocupada en lo absoluto. Solo es irritante. A él le estresa demasiado.
Cuando finalmente llego a la casa, me meto en la ducha y después me
acurruco en la cama con mi pobre, pronto a convertirse, marido. Instantáneamente
se envuelve a mi alrededor, llevando mi rostro hacia su cuello.
—Cásate conmigo —susurra cuando pongo mis manos en su piel febril.
—Estás ardiendo. —Me alejo para poder obtener sus medicinas.
No me deja, me mira a los ojos en la oscuridad; están serios, extremadamente
serios.
—Quiero casarme contigo el miércoles.
—¿Qué?
—Por favor. Solo haz esto por mí. Ya hice la cita. Dos de la tarde el miércoles.
Quería que fuera mañana pero ya estaba ocupado. En Gretna Green, será un viaje
en carretera.
—¿Qué te pasa? —Me precipito y me empujo liberándome de sus brazos—.
Deja que te consiga algo para bajar la fiebre.
—¡Maldita sea, no estás escuchando! —exclama de repente y se sienta de golpe
en la cama. Hace una mueca y presiona sus manos en su cabeza—. Necesito que te
cases conmigo, por favor. Es simple. Podemos tener una fiesta en un par de meses
pero quiero hacerte mi esposa.
Maldición. Esto es una locura. Está delirando.
—Prométemelo. —Suena sin aliento.
Asiento, sin decir las palabras que quiere oír, pero algo que signifique.
—Está bien.
Regresa a su posición, su cuerpo demasiado pesado por la falta de energía en
este momento. Aprovecho este momento para correr al baño y mojar un montón de
toallas. Cuando las coloco sobre su piel, grita. Mi pánico aumenta.
—¿Qué está mal? ¿Qué es? Creo que debería llamar a una ambulancia.
—¡No! —Casi grita, su mano se envuelve alrededor de mi muñeca—. Estaré
bien en la mañana, solo es la gripe o algo así.
—No lo sé, Caleb —admito y pongo una franela húmeda en su frente.
Su mirada se encuentra con la mía.
—Por favor, Gwenny. Sin hospitales.
Suspiro y acepto, tiene razón, probablemente no sea nada. Solo voy a
mantener una estrecha vigilancia sobre él.
—Casi lo olvido —susurra y me acerca—. Tráelo aquí.
Con una risita me subo a la cama y lleva mi vientre hacia su rostro.
57
—Te amo, bebé Weston —dice y siento presionar sus labios contra mi
estómago. Segundos después, está durmiendo y yo estoy cambiando las toallas. Su
temperatura es tan alta que el agua en las toallas esta tibia. Esto es una locura.
Ahora estoy realmente preocupada.

La mañana llega y Caleb está mucho mejor. Su fiebre bajó en la noche, lo sé


porque no dormí en absoluto. No quiero que vaya a clases y estoy sorprendida
cuando acepta fácilmente y pasa el día conmigo en la cama viendo películas y
comiendo chatarra.
Entonces me recuerda lo que dijo ayer en la noche y mi corazón empieza a
acelerarse.
—Nos vamos a casar el miércoles.
Lo giro para que esté sobre su espalda.
—¿Cuál es la prisa?
—Estás embazada de mi hijo, y quiero hacer esto correctamente.
Frunzo el ceño y pienso en ello por un momento. Quiero caminar por un
pasillo en un vestido blanco impresionante. Quiero la fiesta y el confeti. No quiero
casarme en la oficina de registro solo por el hecho de casarme.
Ve mis pensamientos agitarse y me da una pequeña sacudida.
—Odio jugar esta carta…
—¿Qué carta?
Se frota sus manos por su rostro y nos da la vuelta así estoy sobre mi espalda.
—Si no te casas conmigo entonces pensaré que no me amas.
Drama.
—Deja de ser un idiota.
Su rostro decae, veo la desesperación en sus ojos.
—Por favor, Gwenny. Por favor.
Ahora realmente entro en pánico.
—¿Qué pasa, Caleb?
—Nada…
—No me mientas.
—Tuve un sueño. —Suelta y me besa en los labios—. Tuve un mal sueño y no
puedo recordarlo pero sé que quiero casarme contigo y no quiero perder ni un solo
minuto.
—Maldita sea —gimo y giro la cabeza—. Bien. Bien. El miércoles nos casamos.
—¿Lo juras?
—Ugh. 58
—Júralo Gwenny o nunca volveré a comerte.
Mi boca se abre con horror.
—Hijo de puta.
—Júralo.
—Está bien, está bien, ¡Lo juro!
La sonrisa que ilumina su rostro es cautivadora, me besa profundamente
antes de rodar de nuevo sobre su espalda y jalarme con fuerza hacia él.
—Te amo, Gwenny.
—También te amo. —A pesar de que estamos de acuerdo, algo en mis entrañas
no está bien. Algo está pasando aquí y quiero preguntarle pero primero le daré
tiempo para mejorar. Se ve agotado, suena agotado y claramente está mal incluso si
su temperatura ha descendido.
—Quedémonos en cama hasta que nos casemos —murmura, sus párpados
parecían caídos y adormilados—. ¿Qué te parece?
Asiento.
—Aunque aún tengo que trabajar tu turno.
—Pídele a alguien que lo cubra. No te apartes de mi lado por un segundo.
Estoy a punto de preguntar qué es lo que está hablando pero estoy distraída
por una sensación de golpes en mi estómago. Mi corazón se acelera junto con mi
emoción.
—Está pateando —susurro y presiono la mano de Caleb en mi vientre.
Esperamos y justo cuando creo que no va a pasar, lo siento golpear.
—Oh mi Dios. —Caleb se ríe y mira mi estómago con asombro—. Eso es… —Se
mueve hacia abajo de la cama y descansa su mejilla en mi vientre—. Él lo hizo de
nuevo.
—Sí. —Lágrimas llenan los ojos de Caleb, sus labios se presionan juntos como
si los contuviera. Me mira con los ojos llenos de dolor y tristeza—. Cariño, ¿qué está
mal? —pregunto y lo abrazo lo más fuerte posible. Su cuerpo empieza a temblar y
sollozos escapan de él. Ahora está llorando, es casi como si sintiera su dolor, mis
propios ojos comienzan a hormiguear y quemar—. Háblame.
Niega.
—Estoy tan feliz.
—Es una mentira, te conozco y sé que no son lágrimas de felicidad.
—Lo siento tanto, Gwenny.
—¿Lo sientes?
—Oh Dios. —Se atraganta y sollozos desgarrados salen de él. Del tipo de
sollozos que nunca había escuchado. Torturan mi alma.
Sus brazos me sostienen fuertemente con cada segundo y mi pecho se
59
humedece con sus lágrimas. Mis lágrimas manchan mi rostro mientras trato de
averiguar qué está mal con él, pero nada me viene a la mente.
—Háblame —le ruego, cerrando mis ojos para empujar otra lágrima—. Por
favor, cariño, háblame.
—Nunca te encierres en ti misma, ¿de acuerdo?—susurra—. Prométemelo.
—¿De qué estás hablando? Me estás asustando.
—Eres perfecta como eres. Nunca cambies. Nunca me abandones. Sé que es
egoísta pero yo…
—Oye. —Lo tranquilizo y paso mis dedos a través de su cabello—. Nunca te
dejaré, lo juro.

Sasha y Tommy han aceptado ser nuestros testigos en la boda mañana. Estoy
nerviosa y emocionada y nerviosa y aún más emocionada. Caleb no ha traído a
colación lo de ayer por la noche y yo no me atrevo a hacerlo. Verlo tan torturado me
ha matado. Tal vez al final todo lo que ha pasado lo ha llevado al límite. No se
molestó cuando sus padres lo desheredaron, o tal vez lo estaba y solo lo reprimió.
Siempre está tan feliz. Verlo tan devastado… me pone enferma solo de pensarlo.
No quiero verlo así de nuevo. Mi corazón no lo puede soportar.
Ahora sé lo que quiere decir cuando me dice que verme llorar le rompe el
corazón.
Se ve bastante feliz, aunque sé que tiene dolor de cabeza porque está usando
lentes de sol en el interior y está tomando analgésicos como si fueran dulces. Le
sigo diciendo que vaya al doctor pero no escucha. Me asegura que no es nada pero
esto no puede ser normal.
Como había prometido, no he ido a trabajar o a clases, de nuevo estoy
acurrucada con Caleb viendo televisión de porquería con Sasha y Tommy, quienes
están insistiendo que beben por mí ya que no puedo hacerlo. Caleb tampoco está
bebiendo, dice que quiere sufrir conmigo. Lo amo aún más por esto.
—No puedo creer que se vayan a casar —dice Sasha con nostalgia y baja su
vaso.
Tommy se inclina y lo llena con vino.
—Ustedes son el uno para el otro.
—Eres tan cursi —bromeo, lanzándole un cojín.
—Lo digo en serio. He estado soltera por un año. Estoy harta de eso, quiero lo
que tú tienes. —Mueve sus cejas hacia Caleb—. ¿Seguro que no me quieres en su 60
lugar? Te voy a enseñar cosas que no creías que eran físicamente posibles.
Todos empezamos a reír cuando ella trata de enganchar su tobillo detrás de su
cabeza, falla y cae al suelo con fuerza.
—Estoy seguro de que eres caliente Sasha, pero Gwenny me nubla la mente.
—Estoy seguro de que te nubla otra cosa —murmura Tommy, ganándose una
mirada mía y una risotada de Sasha.
—Oh Dios mío, acabo de entender eso, es gracioso. —Caleb empieza a reír
unos segundos después, ganándose una mirada mía y una risotada de Sasha y un
dame esos cinco de Tommy.
Después de unos minutos Caleb se comienza a dormir sobre mi hombro. Esto
me preocupa, porque no es normal que esté cansado a las nueve de la noche. Me
excuso a Tommy y Sasha y lo llevo a la cama, aún más preocupada cuando se apoya
sobre mí todo el camino. Mi pánico está sobre cargado cuando tengo que ayudarlo
a desvestirse.
—Solo necesito cerrar los ojos por un momento —dice suavemente mientras
beso su mejilla—. Oye, casi lo olvido. —Levanto mi camisa y sonrío cuando besa mi
pequeña protuberancia—. Te amo, bebé Weston.
—Caleb —susurro y me siento a su lado—. ¿Estás bien?
Me mira fijamente a los ojos y asiente.
—Sí, Gwenny. Date prisa y ven a la cama, quiero sostenerte hasta que…—Su
voz se apaga mientras se desplaza a los brazos de Morfeo.
Me apresuro a despedirme de los demás y corro a la cama. Me voy a casar
mañana y eso es lo último que tengo en mente. ¿Qué está mal con Caleb? ¿Es un
efecto permanente de su enfermedad?
Me jala hacia él por lo que mi cabeza descansa sobre su pecho y mi muslo a
través de sus piernas, mientras mi mano juega con los cabellos que viajan desde su
ombligo hasta debajo de sus calzoncillos. Normalmente se sacudiría y se reiría,
pero esta vez permanece durmiendo pacíficamente. Suspiro.
—Te amo, cariño —le digo y besos sus labios.
—También te amo, Gwenny —murmura y aprieta sus brazos alrededor de mí.
Pensé que estaba durmiendo, supongo que no.
Acariciando su pecho, dejo de jugar con su rastro de cabello, y en su lugar lo
abrazo tan fuerte como me es posible.

El sol aún no ha salido. ¿Por qué estoy despierta? Ugh, náuseas matutinas. 61
Inclinándome sobre Caleb, reviso el reloj. Cinco quince de la mañana, genial.
No podré dormirme de nuevo. Soy una de esas personas que cuando se despiertan,
se despiertan y punto.
Puedo sentir la sonrisa cruzar mis labios mientras la ilusión revolotea en mi
dormida mente. Hoy es mi boda. Me voy a casar con el hombre que estoy realmente
y locamente enamorada. Estoy embarazada de su hijo. Voy a ser madre.
Sra. Guinevere Weston.
La vida es tan perfecta.
Con un suspiro de felicidad estiro mis brazos y piernas, la maravillosa
sensación de tranquilidad es interrumpida cuando siento humedad en los dedos de
los pies, cerca de las rodillas de Caleb. Me siento lentamente e instintivamente sé
que algo está mal. La cama se siente fría, hay un aroma dulzón que golpea la parte
posterior de mi garganta y agrava la náusea matutina que ya tengo.
La forma durmiente de Caleb aún se encuentra a mi lado. Al mirarlo se ve
tranquilo, pero veo más de cerca y mi garganta se seca. No veo su pecho subir y
bajar. Espera, hay un espasmo en su brazo. Dejo escapar un suspiro, por supuesto
que estoy siendo tonta. Toco su brazo para despertarlo y decirle sobre mis
estúpidos pensamientos. Toco su mano, esta fría pero no helada, fría como cuando
fuimos a un paseo en la playa durante invierno y teníamos la necesidad de poner
nuestras manos alrededor de una taza de chocolate caliente para calentarlas. Su
piel tiene un aspecto casi nacarado. Está demasiado pálido.
—Caleb —susurro y me empujo hacia su pecho—. ¿Caleb? —Noto que sus
brazos están a los costados en vez de estar sosteniéndome lo cual es raro en él—.
Caleb —digo más alto esta vez y empujo su pecho.
No se mueve. Eso es extraño. Tal vez todavía está enfermo.
—¡Caleb! —digo aún más fuerte y toco su mejilla, su cabeza gira hacia un lado
y no hace ningún ruido. Mi corazón golpea en mis costillas y hormigueos fuertes se
difunden a través de mi pecho—. ¡Caleb! —Lo sacudo violentamente esta vez y
enciendo la lámpara.
»No —susurro y coloco mi mano a unos centímetros de su boca mientras miro
su pecho. Esto no está sucediendo. Él no está…— ¡CALEB! —Agarro sus hombros y
lo sacudo vigorosamente—. ¡CALEB! Por favor. ¡Esto no es divertido! —Sus
parpados ni si quiera revolotean. Oh Dios mío. Él no está respirando.
Presiono mis dedos temblorosos en su cuello.
—¡NO! —grito, mi ojos ardiendo y mis pulmones apretándose—. Cariño, por
favor, despierta ahora. —No. No.
No.
Pateo la cobija fuera de la cama y lloro por el desastre en las sábanas. Un
sollozo ahogado se queda en mi garganta y mi cuerpo tiembla mientras trato de
comprender qué es lo que estoy viendo.
Tiro de su cuerpo, todavía se siente caliente, pero es un peso muerto en mis
brazos. No, esto no puede estar pasando.
62
No puedes estar muerto. Tenemos que casarnos hoy, tienes que ver a tu hijo
nacer. Voy a estar completamente sola.
—¡Despierta! —grito, ignorando el dolor que trae a mi garganta.
Una ambulancia, necesito llamar a una ambulancia… estoy dividida, no quiero
dejarlo, pero necesito obtener mi teléfono de mi bolso que está abajo, mis piernas
se sienten como plomo mientras me tropiezo al bajar por las escaleras. Va a estar
bien, ellos lo ayudaran, lo pueden traer de regreso. Marco el número rápidamente
con los dedos torpes en los botones pequeños.
—No está respirando, no puedo despertarlo —sollozo a la mujer en el teléfono
pero ella no me está entendiendo, me dice que me detenga a respirar profundo y
que piense qué es lo que quiero decir y que lo repita lentamente.
—¿Qué paso? —me está preguntando. ¿Qué le digo? Le digo lo que estoy
viendo, mi dirección y su nombre. Ella sigue hablando pero no puedo oírla,
necesito hacer algo.
Él no… está… él no está muerto.
—¡No estás muerto! Despierta. Despierta ahora. No es gracioso. —Respiro en
su boca mientras aprieto la nariz. Lanzo mi teléfono y empiezo a hacer
compresiones.
Vamos cariño. Vamos.
—Por favor, Caleb. Por favor.
Su rostro sin vida no se mueve, mi corazón se rompe. No está muerto.
Despertará y comenzara a reír.
Minutos pasan antes de oír las sirenas y bajar corriendo las escaleras para
abrir la puerta. No espero a que entren antes de correr escaleras arriba y seguir
obligándolo a respirar.
Abro su ojo y una pupila vidriosa sin vida me regresa la mirada, el iris más
grande que nunca he visto.
Mis labios tiembla y un grito se me escapa.
Mi cuerpo quema.
—¡Por favor Caleb, no me dejes!
Los paramédicos entran y soy apartada de su camino. Los veo trabajar en él, y
soy acompañada a un lado mientras empiezan a hacer RCP y desfibrilación.
Observo con impotencia a medida que pasan las corrientes eléctricas a través de su
corazón. Trabajan por lo que parece segundos en lugar de los minutos que
realmente pasan.
—Lo siento —dice una mujer y ellos indican la hora de su fallecimiento.
Lo indican.
Simplemente lo indican.
—¡NO! ¡Sigan! —les grito, pero nadie escucha. Llega la policía y uno de ellos
trata de sacarme de la habitación—. ¡Él no me dejaría! ¡Está bien! ¡La gente
simplemente no muere mientras duerme! 63
—Por favor, señorita —dice el oficial en mi oreja, tratando de conseguir que
me mueva—. Lo siento mucho. No hay nada que podamos hacer, se ha ido.
—No. —Caigo de rodillas, mientras ellos rodean la cama—. ¡No! Por favor. No
dejen de intentarlo. No pueden detenerse.
No puedo escuchar nada de lo que dicen después de esto. Veo a los hombres
que comienzan a levantarlo.
—¡No! —Lloro y me lanzo hacia su cuerpo—. No, no se lo pueden llevar.
Las lágrimas que corrían por mi rostro, comienzan a caer en cascada, no
puedo detenerlas y no quiero hacerlo.
No es justo, ¿por qué él? Hay otros por ahí con menos para vivir, ¿por qué no
podían haber muerto en su lugar?
—Vamos a dejarte unos pocos minutos, cariño. —No sé quién dice esto y no
me importa.
¿Unos minutos? Estaba destinada a tener una vida con este hombre, íbamos a
envejecer juntos.
Todo es tan surreal, los pensamientos erráticos y rápidos sobre por qué está
sucediendo esto, pronto se vuelven lentos y se convierten en un adormecimiento
vacío. Se siente como si simplemente mi mundo entero se ha derrumbado. Nada
parece importar aparte del hecho de que se ha ido.
Nada.
Me quedo mirando su cuerpo, he escuchado a la gente describir un cuerpo
muerto como una cáscara de la persona que una vez conocieron, esto no es ni
siquiera una cáscara del hombre que he perdido. Se ha ido el calor de su mirada
casi chocolate y la vitalidad de este cuerpo que una vez tuve. Incluso mientras
dormía era cautivador, ahora todo de esa esencia se ha ido, se ha ido y me ha
dejado sin nada.
Miro al hombre más hermoso que he visto en mi vida mientras lo colocan en
una camilla y lo cubren con una sábana.
Cubren su rostro. No pueden cubrir su rostro, no está muerto. ¿Por qué no
escuchan?
Siguen haciéndome preguntas. ¿Quiénes son mis familiares y amigos, quienes
son su familia y amigos? No puedo contestar. No puedo hacer otra cosa que
sollozar.
—¿A dónde se lo llevan?
Estoy rodeada de personas, policías y gente que no conozco mientras salgo de
mi casa. No tengo ningún sentido del tiempo o lugar, mis ojos están en su cuerpo
sin vida.
—¡Alto! —grito pero siguen adelante.
Alguien me agarra por la cintura y me sostiene fuertemente. Tommy está
aquí, ¿cuándo llegó aquí?
64
—Deberíamos sedarla —dice alguien—. Está embarazada, ten cuidado.
—¿Por qué se lo llevan? ¡Tienen que ayudarlo!
—Oye —dice Tommy suavemente en mi oreja y me lleva hacia una
ambulancia.
Trato de soltarme pero mis niveles de energía son inexistentes. Soy
inexistente. Esto no me está sucediendo, está sucediéndole a otra persona.
Los hombres de veintitrés años simplemente no mueren mientras duermen la
noche antes de su boda.
—¿Qué pasó, alguien sabe? —le pregunta Tommy a quién sea que está aquí.
—Piensan que puede haber sido un ataque al corazón, pero no se sabe a
ciencia cierta hasta que lleguen al hospital.
El entumecimiento me vence. Me dirijo a los brazos de Tommy y me aferro a
él, mi cuerpo tiembla como una hoja, mi boca emite ruidos que nunca ha hecho
antes.
No se ha ido. No lo hizo. Lo van a llevar al hospital y lo verán.
Todo se vuelve negro, no estoy segura de cómo o por qué, me desvanezco.
Me despierto en una cama desconocida. Estoy en el hospital. ¿Por qué estoy
aquí?
—Eh, tu —dice Tommy y veo a Sasha a su lado.
Abro la boca pero nada sale. Las lágrimas se derraman y los sollozos que
plagaron mi cuerpo una vez, vuelven inmediatamente. Sasha se apresura a
acercarse y me envuelve en sus brazos.
—Lo siento mucho —susurra y siento sus propias lágrimas caer sobre mi
cabello.
No.
—No. No. Él no está... se suponía que debían salvarlo.
—Lo sé —solloza, todavía balanceándome y acariciando mi cabello—. No
pudieron hacer nada. Lo siento.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
Tommy y Sasha se miran.
—No nos dirán nada. Sus padres llegaron aquí tan rápido como pudieron y no
te permitirán saber nada.
—¡Soy su prometida! —grito—. Nos casaríamos hoy.
—La enfermera nos dijo que todo lo que sabe es que su corazón falló y no se
pudo evitar.
—Tengo que verlo —grito y salgo de la cama—. ¿Por qué estoy aún aquí? — 65
Están a punto de responder, pero los corto y empujo la puerta abierta—: No
importa. ¿Dónde está? —Hay una enfermera haciendo sus rondas, la detengo antes
de que tenga la oportunidad de entrar en la habitación—. ¿Dónde está? Tengo que
verlo.
Parpadea en estado de shock.
—No debes estar fuera de la cama.
—Por favor, necesito ver a Caleb, ¿dónde está Caleb?
—Tal vez debería... —Mira alrededor con nerviosismo, pero me pongo en su
línea de visión—. No te puedo ayudar, lo siento.
—No, no lo entiendes —me enfado, mis ojos arden—. ¡Tengo que verlo!
—¿Qué está pasando? —Un médico en camisa blanca y pantalón negro se
acerca a nosotros desde la estación de enfermeras.
Inmediatamente me dirijo hacia él.
—Por favor, necesito encontrar a Caleb. Caleb Weston.
Mira a la enfermera y luego a Tommy y Sasha que están cerca de mí. Dejando
escapar un suspiro, lo veo ceder:
—Ven conmigo.
Quiero abrazarlo, pero no lo hago. Lo seguimos por unos pasillos antes de que
se detenga y le hable a un portero.
—Por favor, escóltelos a los tres a la morgue.
Un grito ahogado se me escapa cuando me doy cuenta de lo real que es esto.
No.
Tommy toma mi brazo mientras Sasha toma el otro. Mis piernas están
inestables pero me las arreglo para seguir al portero.
Los pasillos son largos y todos tienen el mismo aspecto, tarda un tiempo, pero
finalmente llegamos y cuando lo hacemos no estoy feliz de ver a sus padres afuera
en el pasillo. La mamá de Caleb se ve desaliñada y hay lágrimas cayendo de sus
ojos.
—¿Qué están haciendo aquí? —chillo, mi ira aumenta—. Ellos lo repudiaron.
—Señalo a sus padres—. Tú lo repudiaste. ¡No lo querías!
—¿Hay algún problema? —El médico con el que hablaban pregunta y mira a
mi vientre.
—Ella no es de la familia —gruñe el padre de Caleb, con los ojos entrecerrados
disparándome dagas.
—Es su prometida embarazada —gruñe Sasha y levanta mi mano para mostrar
al médico el anillo que se encuentra allí.
—Así lo dice ella, nunca he visto a esta mujer en mi vida —sisea su madre, su
odio claro.
—Porque lo repudiaron —grito y ruego al médico con mis ojos—. Por favor.
Solo tengo que verlo. 66
—Fue con quien lo encontraron, ella estaba con él cuando murió —explica
Tommy, su voz tranquila y serena—. Solo quiere saber cómo murió y verlo por unos
minutos.
No está muerto, no lo es está. Todo esto es un mal sueño, es una broma.
—Por favor. Déjeme tener unos minutos con él.
Su madre se acerca más.
—Si ella siquiera pone un pie en esa habitación, voy a demandarlos.
Mi boca se abre:
—¿Cómo puede ser tan malvada?
—Por lo menos díganos cómo murió —suplica Tommy—. No está bien que un
hombre de veintitrés años en perfecto estado de salud solo muera mientas duerme,
sin previo aviso.
Es entonces cuando Nathan atraviesa las pesadas puertas que conducen a la
morgue.
—Insuficiencia cardíaca. Caleb nació con un agujero en su corazón, pensamos
que estaba arreglado... no lo estaba. Hasta que la autopsia esté completa no
sabremos a ciencia cierta, pero si hubo otros factores que condujeron a su muerte,
lo cual es poco probable, les notificaré personalmente. —Me doy cuenta de que sus
padres lo miran, sus ceños vacilan. Ellos casi parecen tan confundidos como me
siento.
»Dale unos minutos con él, padre. La amaba, la eligió y nunca lo perdonaría si
no lo hicieran.
—Dos minutos. Eso es todo.
Me dirijo inmediatamente a la habitación, esperaba que estuviera en uno de
esos cajones que se ven en la televisión, pero no lo está. Está solo en una habitación
grande, una sábana por encima de su cintura, sus brazos a su lado. Se ve tan
hermoso, tan tranquilo. No parece muerto a primera vista.
Sigo moviéndome, dándome cuenta de que somos solo el doctor y yo. Mi
mano toca su mejilla. Está tan fría.
—Despierta —ruego en silencio, rezando porque su pecho inicie el movimiento
y sus ojos parpadeen abiertos. Quiero ver su sonrisa somnolienta. Quiero que me
agarre y me arrastre debajo de la sábana con él para calentarlo—. Por favor, Caleb.
Aún no hay movimiento. Esto no está bien. No me dejaría. No lo haría.
Me levanto y lo miro fijamente, grabando su imagen en mi cerebro,
saboreando la sensación de su piel bajo mis dedos. Nada de eso hace la diferencia.
Se fue.
—Un día voy a darte un beso frente a una verdadera puesta de sol en una
playa llena de arena blanca. Eso es lo que me prometiste. ¿Por qué hacer esa
promesa? —Quiero estar enojada, quiero gritarle, pero no puedo. Estoy tan
cansada, tan perdida en este momento—. ¿Por qué no me dijiste? Tal vez podría 67
haber parado esto.
Me duele el cuerpo por envolverme a su alrededor y retenerlo hasta que no
haya un aliento en mi cuerpo. No lo hago, solo lo miro fijamente. Miro fijamente la
cáscara que una vez fue el amor de mi vida.
El dolor que arde en mi pecho se expande y mis pulmones se contraen. No
estoy segura de cómo me siento, no hay una palabra para describirlo. La
devastación no es suficiente. Esta no es devastación, es tantas cosas que no quiero
sentir, todas enredadas en un lío gigante de emoción.
—Rompiste tu promesa —digo en voz baja—. Las rompiste todas.
Casi esperaba entrar aquí y que alguna extraña fuerza paranormal lo trajera
de vuelta. Pasaría en una película, él despertaría y viviríamos felices para siempre.
Dándome cuenta que no va a suceder, me encojo de nuevo en mi pozo de
desesperación y lloro en silencio a su lado. No quiero volver a dejar su cuerpo.
—Se acabó el tiempo —dice el doctor en voz baja y coloca su mano sobre mi
hombro—. Lamento mucho tu pérdida.
Los sollozos me destrozan mientras me aleja del amor de mi vida. Tan sin
vida, frío y pálido.
Nunca ha sido pálido. Su piel es como el oro líquido. Casi brilla cuando el sol
le pega.
Sasha me sostiene fuerte cuando salgo, sollozo en su hombro y los gritos
desgarrándome son tan dolorosos que casi pierdo mi equilibrio.
—Quiero ir a casa —exijo, lágrimas sigue cayendo. Este dolor es insoportable.
—Claro.
Cuando estoy en el auto, miro por la ventana. Mi mente parece no poder
entender la realidad de esto.
No es posible. Nada de esto es posible. Caleb no está muerto, no murió
anoche. Va a morir cuando seamos viejos y grises, y va a dejarme morir primero
como prometió.
Sasha y Tommy hablan en voz baja, pero no me importa lo que están
diciendo.
El viaje a casa parece durar una eternidad. Me apresuro a entrar, sé que no
está aquí, pero no puedo dejar de esperar que esto sea una especie de broma
elaborada. Están bromeando conmigo lo sé.
Pero no lo hacen.
Corro por las escaleras y miro la manta en el suelo. Me duele, me duele tanto.
Nunca he sentido un dolor tan potente, tan espeso y tan poderoso. La sábana ha
sido sacada y el colchón se ha limpiado.
—Nena —dice Sasha en voz baja. Siento su mano en mi hombro.
—No me dejaría. No lo haría —espeto pero sé que esto no es cierto. Me ha
dejado. Se fue. 68
Está muerto.
Me rompo. Estoy totalmente rota.
Soy un desastre. Soy un desecho lloriqueante en el suelo. Ella me sostiene
pero no me trae ningún consuelo.
Mi mundo acaba de terminar.
Caleb... se ha ido. Se ha ido y no va a volver.
Grito, chillo. Culpo a todos. Me culpo.
Sasha llora conmigo, llama a mi madre. Mi madre no está en la ciudad. No me
importa.
—No los quiero. —Lloro ante ambos. Tommy y Sasha tratan de consolarme.
No lo permitiré—. ¡Lo quiero! ¡Lo necesito!
—Lo sabemos, nena —dice Sasha en un suspiro ahogado y se acerca a mí. Me
alejo.
—Por favor —ruego—. Por favor, solo necesito estar sola.
—Estaremos en la planta baja. —Tommy se ve devastado, lo mismo ocurre con
Sasha, pero no lo entienden.
Nunca lo entenderán porque nunca tendrán un Caleb. Caleb era único en su
clase. Caleb era mío.
Es mi mundo y yo era suyo.
Ellos no lo entienden.
Nunca lo entenderán.
Los odio por eso.

69
Capítulo 6
La manta todavía huele a él, así que la envuelvo alrededor de mi rostro e
inhalo profundamente. Siempre olía bien. Mi mano va a mi vientre, descubriremos
si es un niño o una niña la próxima semana. Caleb estaba tan emocionado.
Se suponía que íbamos a casarnos hoy.
Los dos estábamos muy emocionados.
¿Por qué Dios me dio un hombre tan increíble, un regalo tan increíble y luego
simplemente se lo llevó lejos? ¿Por qué no me llevó a mí también? ¿Por qué Caleb?
¿Es este algún tipo de castigo? ¿Hice algo para ofenderlo?
¡Lo siento! ¡Ahora envíalo de vuelta! Por favor, solo envíalo de vuelta.

—Necesitas comer. —Oigo decir a Sasha.


¿Comer? ¿Cómo puedo comer? ¿Por qué están aquí? Solo déjenme ser. 70
—Si no comes...
—Moriré.
—Tienes un bebé en quién pensar.
Las lágrimas se derraman por mis ojos, una de ellas escurre por el puente de
mi nariz, pero no hago movimiento alguno para quitarla. Él murió en este lugar,
quiero que él lo sienta. Quiero que sienta mi dolor.
—Vamos. —Tommy me sienta y se arrodilla junto a la cama. Sasha tiene una
bandeja de comida—. Tienes que comer algo.
—Todo tiene el mismo sabor —gimo mientras me alimenta con yogur—. Todo
sabe a ceniza.
Tommy frota la parte posterior de mi cuello, con los ojos hinchados y su
rostro mostrando su dolor.
—Lo sé, pero todavía tienes que comer. Por favor.
Asiento, él tiene razón.
—¿Y luego puedo dormir?
—Claro —susurra y me aprieta la mano.
Salen de la habitación cuando termino, me siento como devolviéndolo. Se
queda abajo de alguna manera y mi estómago se asienta el tiempo suficiente para
que pueda cerrar mis ojos.
Es un sentimiento tan vacío, saber que no va a volver. Lo ves suceder a otras
personas y lloras pero nunca realmente sientes lo que sienten. Lo sé, porque nunca
he sentido esto. Nunca.
—Necesitas una ducha cariño —susurra Sasha y desliza el cobertor de encima
de mi cabeza—. Han pasado casi tres días. Es hora de empezar a moverse. —Sus
palabras son suaves pero sus demandas aún golpean en lo profundo. No quiero
moverme—. Vamos.
—Estoy cansada —le digo, y alcanzo la manta. La retira por completo, para mi
disgusto.
—No, tienes que levantarte y ducharte —dice Sasha con más fuerza esta vez.
Suspiro y salgo de la cama, me lleva fuera de la habitación y al baño—. Y no
volverás a dormir en esa cama otra noche.
¿Dónde diablos se supone que voy a dormir, entonces?
—Tommy está trayendo algunas sábanas nuevas después de clase —responde
a mi monólogo interior. Es psíquica tanto como molesta. Brillante—. No me mires
así, solo estoy tratando de ayudar.
—No necesito ayuda —le susurro.
Suspira y me abraza por detrás.
71
—Su funeral es en dos días. ¡Tienes que calmarte!
—No quiero —lo admito. Solo quiero dormir y perderme lejos.
—Lo sé. —Desabrocha mi camisa, sabiendo que apenas tengo la energía para
hacerlo yo misma—. Pero debes hacerlo. Por esto. —Su mano descansa sobre mi
estómago sobresaliente—. Y por Caleb. Pero sobre todo, es necesario que lo hagas
por ti. Antes de hundirte en una oscuridad tan final que probablemente no serás
capaz de encontrar tu camino de regreso.
Mi labio inferior tiembla, no creo que se haya detenido desde esa noche.
—Lo siento, Sasha.
—Oye. —Enciende la ducha, después de liberarme y me sonríe—. Está bien.
No es tu culpa. Vamos, desvístete y entra.
Asiento y me quito el resto de la ropa después de que sale de la habitación.
Mi reflejo en el espejo me devuelve la mirada, luce cansado, con el corazón
roto y horriblemente descuidada.
Ella se ve rota. Un espejo no te mostrará lo contrario de todo, seguro que
parece que todo está en el lado opuesto a lo que realmente es, pero todo sigue
exactamente igual. En el espejo sigo siendo un desastre y Caleb sigue muerto.
¿Cómo alguien de veintitrés años muere de insuficiencia cardíaca? ¡No tiene
sentido! Él estaba sano.
Sabía que debería haberlo llevado a los médicos. Si hubiera llamado a la
ambulancia cuando tuvo la fiebre, ¡aún estaría aquí ahora!
Todo esto es mi culpa.
El agua hace su trabajo, pero no lo siento. El chorro caliente limpia la
suciedad pero nunca limpia mi alma. Quiero que lo haga. Quiero lavar el dolor y
dejar a la niña que una vez fui, pero no lo hará.
Solo va a limpiar mi piel y me dejará sintiéndome más despierta de lo que
estaba antes de que me metiera.
Lo cual es malo porque solo quiero dormir. No quiero sentir esto.
Mis lágrimas se mezclan con el agua que cae por mi cuerpo. Sé que están ahí,
puedo sentirlas escapando de mis ojos. Tantas lágrimas, ¿alguna vez se acaban?
¿Alguien alguna vez realmente se ha quedado sin lágrimas? ¿Acaso su cuerpo se
deshidrató y secó o simplemente se quedaron dormidos?
Si Caleb estuviera aquí, lo buscaríamos en Google.
No me siento mejor después de mi ducha, sobre todo cuando veo la cama. Ha
sido completamente despojada. Mi cuerpo no puede reunir la emoción adecuada
para ello, sin embargo, solo miro fijamente a la cama desnuda y trato de no
imaginar su cuerpo sin vida tirado en el colchón. Cama desnuda o no, la imagen
sigue ahí.
Mis lágrimas se han agotado.
—No siento nada —le digo a nadie y camino hacia mi armario. No me toma 72
mucho tiempo encontrar algo negro. Viéndolo como si fuese una de las sudaderas
con capucha de Caleb que insistí en que dejara de usar.
Es demasiado grande en mí, me entierra. Es perfecta, aún huele a él. Me
pongo mis jeans y un par de calcetines antes de descender lentamente las escaleras.
Sasha está al teléfono con su mamá, sé que está preocupada, pero ningún
consejo me puede dar. Diría que me siento mal por poner esto en mi amiga, la
carga de mi dolor en ella y ser ingrata sobre ello, pero no siento nada.
No hay un día que no llueva en las afligidas mentes.
—Mamá, te devuelvo la llamada —dice Sasha cuando me ve de pie en la
puerta. Coloca su teléfono a un lado y sonríe suavemente—. Vamos, vamos a ir a
dar un paseo.
Niego.
—No puedo enfrentar el mundo exterior todavía, Sash. Por favor, no me
obligues.
Frunce el ceño ligeramente, muy ligeramente que apenas se ve.
—Claro. Juguemos un juego de mesa entonces.
—No, gracias. —Me siento en el taburete, con la cabeza apoyada en las
manos—. Puedes salir si lo necesitas. Tienes clases y un trabajo.
Sasha levanta una ceja hacia mí.
—He ido. ¿Dejaste la cama alguna vez mientras he estado fuera?
¿Ella ha ido?
—Lo siento.
—Estoy preocupada por ti. —Esto se dice con bondad, su tono de voz grita
sinceridad y preocupación.
—Yo también —murmuro y miro por la ventana—. ¿Por qué me dejó, Sasha?
—No lo hizo.
Niego.
—Ahórrate la mierda espiritual.
—¿Cocinamos algo? —Niego—. Voy a cocinarnos algo.
—Voy a volver a la cama —le susurro y subo por detrás.
—Solo estoy tratando de ayudar.
Asiento, mi rostro tan blanco como mi alma.
—Lo sé, nena y lamento que tus esfuerzos se pierdan.
—Se pondrá mejor. —Agarra mi mano con la suya y me mira con ojos
cálidos—. Te prometo que va a mejorar.
No, no lo hará. No digo esto, sin embargo, acabo de retirarme a la desnuda
cama y tiro una almohada sobre mi cabeza. Me acuesto aquí en la oscuridad
esperando a que me consuma. Entonces me doy cuenta... que ya lo hizo. 73

Tenemos que conducir por tres horas y media para llegar a la funeraria. Lo
mismo ocurre con todos nuestros amigos de la ciudad, es irritante. El viaje no
termina con la suficiente rapidez y cuando llegamos allí, miro mis zapatos hasta
que me siento. No absorbo nada, no me atrevo.
Sin embargo, escaneo la sala, quiero ver a cuántas personas tocó Caleb en su
corta vida.
Estoy agradecida cuando nadie me habla de su lado, aunque dudo que
siquiera sepan quién soy. Solo soy una mujer embarazada con un vestido azul
marino. No había manera de que me vistiera de negro. Caleb no habría querido que
lo hiciera.
Su familia se sienta en el lado opuesto de la sala, no me ven. No es que me
importe.
Estoy viendo el ataúd que será llevado por gente que no conozco. Echo un
vistazo alrededor de los rostros que nunca he visto y luego miro a los que conozco.
Todos están tristes, todos ellos. No lo entiendo, es casi como si su vida se ha
dividido por la mitad. A un lado de la habitación, el lado en el que estoy sentada,
está todo el mundo de mi pueblo que lo conoció. Por otro lado, todos los de su
antigua vida, antes de que lo conociera. Todos son formales y distantes con los
demás. Por mi lado todo el mundo se aferra al otro. Es extraño. Nunca podría
imaginar a Caleb en el lado opuesto, no puedo imaginar que alguna vez fuese lejano
y distante, sobre todo, no un momento tan traumático.
Su foto está encima de su ataúd, flores de color azul bebé deletrean su nombre
a lo largo de los lados. Me duele, no puedo mirar su foto, me rebana demasiado
profundo.
Su madre llora, su padre derrama una lágrima, su hermano no lo hace. Su
hermano se sienta con una expresión severa en su rostro luciendo más aburrido
que otra cosa. ¿Por qué están aún aquí? ¡Ellos lo repudiaron! Claro, sé que
arreglaron este funeral, porque Caleb y yo no estamos casados, por lo tanto estoy, al
parecer, con suerte de estar aquí de acuerdo con un áspero susurro de su madre a
su hermano.
¿Suerte?
No me importa. No me importa nada de ellos.
Es emocional pero puedo contener mi emoción y las ganas de llorar
incontrolables, centrando mis pensamientos en otras personas en la habitación, las
flores, el vicario y solo una lágrima cae. El dolor es indescriptible pero también está
ensombrecido por un entumecimiento Nunca me he sentido así. Siento como si
estuviera en el exterior mirando hacia adentro, mi alma se rasga en la superficie, 74
con ganas de salir de mi cuerpo e ir con él. Es una sensación casi desesperada de
soledad y de nada, como si ya no hay un corazón en mi pecho y solo un hoyo
enorme de desesperación. Mi piel hormiguea y mis ojos parpadean las lágrimas que
desdibujan mi visión. No quiero dejar pasar esto. Soy sádica pero necesito verlo.
Tengo que sentirlo.
Hasta el momento en que las cortinas se cierran y el ataúd va en el
transportador del horno, solo caen pequeñas lágrimas, lágrimas que no están
seguras de qué emoción es la que llevan en sus profundidades acuosas. La pena, el
dolor, la tristeza, la ira... siento todo. Confusión. ¿Por qué está pasando esto? No
debería estar aquí. Deberíamos estar en casa sintiendo mi vientre y hablando de los
colores para pintar el cuarto del bebé.
Me percato de que esto es, esto es real; me está dejando. Nunca volveré a ver
el rostro de Caleb u oírle hablar de nuevo. Quiero saltar sobre el transportador,
hacerlo parar y pedirle al director de la funeraria me deje tomar el cuerpo de nuevo
para poder tener unos días más mirándolo y hablando con él. Pero sé que no es
posible, se rompe la presa y las lágrimas caen. Lágrimas de dolor, lágrimas de
pérdida y dolor y todas las emociones que se solidifican en cuán solitaria y
angustiada me siento.
Ni siquiera puedo decir adiós. Tengo miedo de que si intento conectar con él
en lo más mínimo, empezaré a gritar y no voy a parar. Los sollozos ya son bastante
malos. ¿Será que este el dolor nunca se va a acabar?
Él sube las llamas y eso es todo, tiempo para el velatorio, pero no voy a eso.
En vez de eso, viajo a casa con todos mis amigos y voy a nuestro local. Nos
sentamos y charlamos acerca de los recuerdos, mientras me tomo un zumo de
naranja y trato de participar. Después de unos largos minutos de forzar la
conversación, encuentro un rincón tranquilo y muero lentamente por dentro.
Tenía al hombre que toda mujer quiere.
Y ahora no lo tengo.
Se siente como el final.
Solo... el fin.

Me gustaría poder tomar mis penas y alejarlas, esto no se pone nada fácil.
Sasha y Tommy me han dejado para volver a la universidad y a sus vidas. Sé que
debería seguir adelante, pero no puedo. Lo más que puedo hacer es mentir en la
cama y fingir que soy otra persona. Hacer de cuenta que está aquí a mi lado.
Ellos no pueden permanecer por más tiempo además de que sienten que no
están ayudando. 75
Soy una causa perdida. No tengo a nadie.
Bueno... no tengo a nadie que quiera, solo lo quiero a él. Su familia no ha
llamado y no quiero que lo hagan. Tengo suficiente a qué hacerle frente. Tengo
facturas que no puedo pagar y estoy teniendo un bebé en cinco meses.
¡CINCO MESES!
Ha pasado una semana desde el funeral y mi madre todavía no se ha puesto
en contacto. Lo peor es, que la cuenta bancaria de Caleb fue vaciada por sus padres,
supongo, así que no hay manera de que pague las cuentas. Debería ir a trabajar,
pero ¿cuál es el punto? Todavía haré lo suficiente para cubrir todo.
Estoy atascada en un bache y no quiero buscar mi salida.
Sasha tenía razón, si te dejas caer en espiral hacia la oscuridad, nunca
encontrarás tu camino de regreso.
—¿Por qué me dejaste, Caleb?
No puedo hacer frente. Voy a perderlo todo. Voy a tener que renunciar a la
casa.
Así que hago lo único que nunca pensé que haría.
Llamo a sus padres. Les pido ayuda con el alquiler, ayudar con algo. Toma
cada onza de orgullo que me queda, pero no puedo hacer esto sola. Los bebés
cuestan dinero, y ellos lo tienen dinero, yo no lo tengo.
Su padre cuelga de golpe el teléfono y cuando su madre vuelve a llamar, me
dice:
—Es tu culpa que esté muerto. Si nunca te hubiera conocido, esto nunca
hubiera sucedido. —Lo peor es que... tiene razón.
Todo se va a la mierda. No puedo pagar las cuentas, ni siquiera puedo
permitirme un pan. Sasha me dio cien libras, pero no es suficiente para cubrir la
luz. Mi cheque entró ayer y es apenas suficiente para cubrir el gas.
Chicago me dio 500 libras para ayudar. Recogieron dinero del personal y los
clientes para poner los gastos. Lo puse todo en el banco y rogué por ayuda. Por
fuerza. Por coraje.
No viene.
Incluso si uso estos quinientos para pagar las cuentas. Todavía voy a perder la
casa. Y me niego a ir a los beneficios e incluso si lo hiciera, no sería suficiente para
cubrir el alquiler y servicios públicos. Pero esta es nuestra casa. ¡La decoramos
juntos!
No quiero perderla.
Pero lo hago.
Dos semanas pasan y pierdo la casa, teniendo en cuenta las circunstancias,
afortunadamente, no venden mis cosas. Las pusieron en un almacén para que las
recoja cuando llegue a un nuevo lugar. Así que voy a donde mi mamá pensando que
me dejará vivir en su casa en consideración de las circunstancias, a pesar de que ni
siquiera me envió un mensaje desde que se enteró de que estaba embarazada. 76
La puerta se abre, mi madre me da una mirada y se burla con disgusto.
—Él te ha dejado.
—¿Qué? —jadeo, lágrimas en mis ojos—. No... mamá, está muerto.
¿Cómo es que no ha oído?
Ella se ve sorprendida pero no dura.
—¿Y ahora quieres volver a casa?
—Teníamos una casa, trabajos, escuela, no puedo hacerlo por mi cuenta —
admito, mis lágrimas se extienden—. Te necesito.
—Te lo advertí. Juraste no quedar embarazada. Trabajamos hasta perder el
culo, hemos trabajado día y noche para conseguir que vayas a la Universidad.
Miro a sus fríos ojos crueles.
—Esto no fue mi culpa. Todavía puedo volver, solo necesito ayuda.
—Nunca quise esto para ti —dice ella con el ceño fruncido—. No te puedo
ayudar, Gwen. Este es tu problema, me ocupé de mi desorden. Ahora tienes que
lidiar con el tuyo. Estoy decepcionada de ti.
—¡No pude evitar lo que pasó! —grito, mi mano apretándose contra mi vientre
hinchado—. Por favor, mamá, no tengo un lugar donde quedarme.
Da un paso atrás y cuando creo que me va a invitar dentro, niega y dice:
—Lo siento. No puedo ayudarte.
Golpeo la puerta y sigo golpeando hasta que mis puños se lastiman. Ella no
responde, ni siquiera me mira. ¿Cómo puede ser tan cruel? Nada de esto es culpa
mía.
—¡Mamá! ¡Por favor! ¡Por favor! —Me acuesto en el suelo y entierro mi rostro
en mis manos. Mis sollozos salen de mí como una motosierra a través de papel.
Lo he perdido todo. No tengo ni casa, ni familia ni a Caleb.
Después de unos minutos de aceptar mi destino, me dirijo a mi auto y
conduzco hasta que no puedo más.
Incluso Sasha no me puede tener, vive en una residencia de estudiantes. Me
dejarían estar allí por una noche. Solo una.
Estoy atascada, completamente atascada.
Tengo que dejar la universidad, ya está pagada para que pueda regresar y
terminar mi carrera en el futuro, eso es un alivio. Lo que no es un alivio es el hecho
de que tengo que dejar mi empleo en el que he trabajado tan duro por llegar, pero
en el café en el que solía trabajar, lo he recuperado. El problema es que estoy
enorme.
Estoy embarazada, no tengo lugar dónde vivir y no tengo dinero. No hay sitio
en los refugios de mujeres más cercanos, además no quiero ir a uno de esos.
Por lo que me siento, una historia triste, en la parte delantera de mi auto, 77
afuera de mi antigua casa, las fotos, ropa y otros pedazos y piezas están en el
asiento trasero en cajas enormes.
Al menos todavía tengo el auto… por ahora.
Apoyo la cabeza en el volante y lloro. Ha pasado un tiempo desde que he
llorado. Pero ahora que he empezado, no me puedo detener. Duele… duele tanto.
Nunca voy a verlo de nuevo.
Nunca llegaré a sentirlo de nuevo.
¿Por qué me dejaste Caleb?
Debería moverme pero no me atrevo a hacerlo. Mis manos no se mueven del
encendido y la palanca de cambios.
Si me voy, no puedo regresar. Esta casa ya no será mía. Los últimos recuerdos
que tengo de Caleb serán solo eso… recuerdos. No voy a ser capaz de entrar a la sala
y recordar el momento en que puso su pie descalzo directo en la bandeja de pintura
por error, cuando decoramos el pasillo. Y después pintamos la pared con su pie,
haciéndome reír tanto que terminé ahogándome con mi propia saliva.
No voy a ser capaz de recostarme en la cama y recordarlo apoyando su cabeza
en mi vientre plano y prometiéndome a mí y a nuestro bebé una eternidad de amor
y lealtad.
No voy a ser capaz de mirar el baño y recordar el momento en que tuvo un
curry malo y terminó sentado allí todo el día. De verdad. Le traje su computadora
portátil y puse YouTube para que pudiera ver videos graciosos de gatos. Cada vez
que reía se tiraba un pedo y seguía adelante. Fue muy divertido.
Lloro.
Mi vida ha terminado.
Se acabó y estoy asustada.
Hay un golpe en la ventana, genial, es mejor que no sea la policía.
No lo es. ¿Qué demonios?
Limpio mis ojos y lentamente bajo la ventana.
—¿Nathan?
—Gwen —dice en un tono cortante.
Mis manos tiemblan en el volante, ¿por qué está aquí?
—¿S-sí?
—¿Por qué no estás adentro? No deberías estar sentada aquí afuera llorando
—regaña, su mandíbula apretada.
Duele mirarlo, se ve como una versión más vieja y severa de Caleb, pero es
igual de guapo. Sus ojos son de la misma forma y color, también su cabello. Aunque
la mandíbula de Nathan es más ancha y más fuerte y sus pómulos más
pronunciados. Tampoco tiene un toque de barba incipiente, no como Caleb solía 78
tener a la moda a diario porque no le daba la gana rasurarse.
Extraño esa barba incipiente.
—Ya no vivimos allí —murmuro.
Él suspira.
—No puedo escucharte si no hablas adecuadamente. —Qué cabrón.
—Ya no vivo allí, ¿de acuerdo? —digo más fuerte esta vez, las palabras me
hacen llorar de nuevo.
—Entonces tal vez deberías ir adonde vives —espeta.
¿Por qué está aquí?
—Lo estás viendo.
—¿Qué?
—¿Estás sordo? ¡Dije que lo estás viendo! Esto es todo lo que me queda.
Sus ojos severos se suavizan ligeramente, su rostro parece aflojarse.
—Mierda.
—Sí. —Estoy de acuerdo—. Mierda. —Después suspiro, harta de su presencia.
Él es demasiado alto y se va a lastimar la espalda agachándose así—. ¿Por qué estás
aquí Nathan?
Mira la casa, a la parte posterior de mi auto y después a mí.
—No lo sé.
—Bien. Bueno, entonces tal vez deberías irte.
—Sí. —Está de acuerdo y se levanta. Lo veo por el espejo retrovisor volviendo
a su auto negro grande y ostentoso que está estacionado detrás de mi caja de metal
de mierda sobre ruedas. No lo veo irse pero lo estoy viendo ahora, es enorme. Se
sube y dos segundos después se aleja. Dejándome una vez más con mis propios
pensamientos.
¿Estaba usando un traje? Llevaba puesto un traje.
¿Quién lleva un traje durante una visita informal?
Caleb le rasgaría el traje, no tengo duda al respecto. Pero Caleb no está aquí y
no va a regresar.
Giro la llave en el encendido, dando una última mirada prolongada a la casa
que era mía. Después, con lágrimas llenando mis ojos, me dirijo al trabajo.
Mi jefe me deja estacionarme directamente afuera de las puertas, debido a
que mi auto está lleno de mis cosas, hace una mueca cuando me ve.
—Ve a la parte trasera, lava tu rostro, toma unos minutos y vuelve a salir.
No discuto con él, lo necesito tanto como cree que lo hago. Probablemente
incluso más.
Mi vientre se interpone mientras trabajo, mis tobillos están hinchados pero
estoy determinada a seguir adelante. La mejor parte es que estoy recibiendo
grandes propinas porque la gente ve mi estómago y lo joven que soy y se 79
compadecen.
En este momento tomaré toda esa lástima. Su lástima es lo que me mantiene
alimentada.
Los que saben mis circunstancias no hacen contacto visual. No estoy segura
de por qué es eso.
Tal vez sea una cosa de culpabilidad debido a que tienen una casa y una
unidad de apoyo. Saber que no tengo ninguno, probablemente los hace sentir mal
estar en mi presencia. Esta gente también me da propinas.
—Oye —dice Sasha mientras llega con algunos de sus amigos—. ¿Cómo te va?
Me encojo de hombros.
—Estoy bien.
—¿Estás bien… para estar trabajando? —Sinceramente no, estoy en agonía y
todo duele pero me ayuda a pasar el día. No digo esto, sin embargo.
—Estoy bien, lo prometo —contesto y bajo los ojos de su mirada preocupada—
. ¿Qué puedo traerte?
Ordena sus bebidas, lo garabateo en la libreta, con mi mente en adónde voy a
ir esta noche.
Entonces mi jefe intercambia lugares conmigo, empieza a tomar pedidos y a
servir, y yo solo hago las bebidas. Me siento aliviada de este cambio, el dolor de mi
espalda se está volviendo demasiado.
—¿Quieres tomarte el día? —me pregunta Sasha mientras me entretengo
detrás del mostrador, llenando los pedidos de bebidas y tostando croissants—.
Puedo encargarme de tu turno.
Niego.
—No. Yo… —No tengo ningún lugar a dónde ir y no quiero sentarme en el
auto durante un minuto más—. Gracias de cualquier forma. Eres una buena amiga,
Sasha.
Toca suavemente mi mano.
—Me gustaría poder hacer más.
Compartimos una sonrisa triste antes de irse, es entonces que me doy cuenta
de que dejó dos billetes de veinte y uno de diez en el mostrador. ¿En esto me he
convertido? ¿Un caso de caridad?
Sé que no pensaría en mí de esa manera, pero todavía duele tomar limosna.
He caído tan bajo.
—¿Por qué me dejaste, Caleb? —susurro y me alejo de los clientes para
recomponerme.
Lo imagino allí, enojado de haber sido llevado. Lo imagino golpeando sus
puños en las puertas del cielo mirándome con sus propias lágrimas. Él odia cuando 80
lloro, rompe su corazón.
Así que tengo que parar.
Por él tengo que encontrar mi fuerza y juntar mi mierda.
—No deberías estar trabajando en tu condición. —Me estremezco ante el
sonido de su voz y me vuelvo para enfrentarlo.
Dos tazas de café en mis manos.
—Te ves exhausta.
Me le quedo mirando a Nathan y después aparto la mirada.
—¿Por qué estás aquí? —Por favor vete, te pareces demasiado a él.
Pongo las bebidas en una bandeja y las deslizo hacia mi jefe.
—Te seguí —afirma sin vacilación—. No me di cuenta de que tu embarazo
estaba tan avanzado. —Sus familiares ojos marrones giran rápido a mi estómago
sobresaliente.
—No me di cuenta de que te importaba —digo y se supone que suene irritable
pero mi voz suena muerta y plana. Exactamente como me siento por dentro.
Nathan se apoya en el mostrador, mordiéndose el labio como lo hacía su
hermano. Hace arder mis ojos.
—¿Dónde te estás quedando?
—¿Por qué estás aquí? —Mi vida no es su asunto, a él no le importaba su
hermano así que, ¿por qué debería preocuparse por mí? Sin mencionar el hecho de
que atacó a Caleb la última vez que lo vimos—. Vives a cuatrocientos ochenta y dos
kilómetros de distancia. ¿Qué quieres?
—Te he hecho una pregunta. —Un músculo de su mandíbula salta, sus ojos se
estrechan con irritación.
—Y yo te hice tres.
—Al diablo con esto, si no quieres mi ayuda entonces está bien. En ti está, no
en mí.
Mi boca se abre.
—Nunca te pedí ayuda y no, tienes razón. ¡No la quiero!
Él niega y se va ofendido, no me doy cuenta de que todas las miradas están
puestas en mí hasta el momento en que se va y dejo de pensar en lo mucho que se
parece a Caleb desde atrás.
—Él es un idiota —le digo a mi jefe quien frunce el ceño a la puerta donde
Nathan acaba de salir—. Conocí al tipo una vez antes y solo se zambulló en la
ciudad… qué hijo de puta.
—¿Quién es él? —pregunta mi jefe con las cejas levantadas.
—El hermano mayor de Caleb por dos años.
—Tal vez deberías haber aceptar su ofrecimiento.
Me río una vez y me quedo mirando a mi jefe con incredulidad.
81
—Él no me ofreció ayuda. Solo preguntó dónde me estaba quedando. Y esto
fue después de que ya se había ido una vez.
—Sonaba como si estuviera ofreciéndote ayuda. —Me da un pequeño
encogimiento de hombros—. Pero solo escuché la mitad de la conversación.
Cedo.
—Lo hizo, en una forma extraña pero… es exasperante y malo.
—También es la única opción que tienes ahora mismo. Escúchalo, ve lo que
tiene que decir. No a muchas personas les importan los problemas de los miembros
de su familia y tú técnicamente no eres familia.
Quiero abofetearlo, sé que estoy hormonal pero no tiene idea de lo que estoy
pasando ahora mismo. No entiende la complejidad que es la infancia de Caleb. Él
no lo entiende, así que tal vez debería solo dejarme trabajar, firmar mis cheques y
no meterse jodidamente en ello.

El trabajo va lento, estoy contenta por esto mientras mi noche es todavía


incierta. Cuando termine aquí no tengo idea de lo que se supone que debo estar
haciendo. Iré con Sasha a pasar la noche, sé que a ella no le importará, es solo que
no me gusta entrometerme con la gente, pero de cualquier manera tengo que estar
en algún lugar.
Le envío un mensaje para hacerle saber, y como sospechaba, está de acuerdo.
¿Qué me has hecho Caleb? ¿Por qué estoy haciendo esto sola?
Estoy pensando en eso de nuevo. Tengo que dejar de pensar en él.
Cada vez que lo hago, mi cuerpo se estremece, sobretodo mis manos que
tiemblan.
Es difícil pero voy a superar esto. Tengo que hacerlo por el bien de nuestro
bebé.
¿Está mal que espere tener un niño? Quiero que sea un niño para poder
mirarlo a los ojos todos los días y ver a su padre sonriéndome.
¿Qué clase de vida puedo darle ahora, sin embargo? No tengo nada para
ofrecerle.
Respira profundamente Gwen, respira profundamente.

Después de media hora de conducir sin rumbo fijo, lleno el tanque y me dirijo
a casa de Sasha. Mientras estoy dando la vuelta hacia el campus, noto un gran auto
negro siguiéndome. Definitivamente es él. Cristo, esto se está volviendo irritante.
—¿Qué quiere ahora? —digo en voz alta y me hago a un lado cuando él 82
destella dos veces sus luces.
Su cuerpo se mueve con facilidad y elegancia cuando sale de su auto y da la
vuelta hacia mí. Después de varios intentos, finalmente me las arreglo para estar de
pie junto a la puerta de mi propio auto, todavía tengo que echar la cabeza hacia
atrás para mirarlo. Al igual que lo hacía con… no, no voy a ir allí.
—¿Algún problema? —pregunto, tratando de no sonar tan exasperada como
me siento.
—No deberías entrar y salir de un auto tan bajo —comenta y ya quiero
golpearlo.
—Bueno, no es como si tuviera otra opción, ¿verdad?
Frunce el ceño.
—Sígueme. Tenemos que hablar.
—No tengo nada que decirte. —Trato de regresar al auto pero su mano se
cierra alrededor de mi brazo y me tira fácilmente—. ¿Qué?
—¿Por favor? —Aprieta los dientes y puedo ver que una pequeña palabra toma
un gran esfuerzo decirla.
—Bien —cedo. No es como que mi día pueda ponerse peor—. ¿De qué se trata?
—Sígueme y lo descubrirás. —Pone su mano en mi espalda y la otra bajo mi
brazo para apoyarme mientras me siento. No estoy segura si estar irritada porque
me tocó o aliviada porque mi culo no golpea el asiento del auto tan duro como lo
hace normalmente.
Lo espero para que conduzca adelante antes de seguirlo directamente por
detrás. Me lleva bastante lejos. Qué suerte que me detuve por gasolina.
Finalmente entramos en un hotel elegante situado en el límite de la ciudad.
Uno en el que nunca he estado antes.
No es lo mío, me gusta la belleza simple y básica. Sin elegancia ni porcelana
fina.
Después de estacionar junto a él, sale y en este momento me ayuda a salir de
mi auto. No me di cuenta de lo difícil que era hasta que empezó a ayudarme, tiene
razón, el auto es bajo.
—Ven —ordena y me lleva adentro con su mano agarrando mi brazo. Cuando
entramos, vamos directamente a la recepción, la mujer toma un vistazo de mí y mi
estómago antes de desviar sus ojos hacia Nathan. No hay una cantidad pequeña de
admiración y lujuria allí, eso es seguro. Puaj.
»Envíeme un poco de té y algo de comer que sea seguro para mujeres
embarazadas. —¿De verdad? Le doy una mirada, él la ignora y me impulsa hacia el
ascensor.
Es raro, silencioso e incómodo a medida que subimos, me encuentro con
ganas de balancearme en mis talones o silbar solo para tener algo en qué
concentrarme.
Tan pronto como las puertas se abren, toma mi brazo de nuevo y me lleva a 83
través del pasillo estampado de color beige. Resoplo, harta de ser llevada en
silencio. De nuevo me ignora.
Una vez adentro de su fabulosa habitación, toma mi abrigo y lo cuelga en la
puerta antes de llevarme a un sofá que se ve grande y parece costoso. Es negro,
negro puro con cojines plateados esparcidos. Se ve asombroso.
—Siéntate.
Entonces supongo que me sentaré.
Él no lo hace, se quita la chaqueta y la cuelga junto a la mía, desabrocha su
camisa abotonada de las mangas y las enrolla hasta los codos. ¿Está planeando
asistir al parto del bebé? Este pensamiento casi me hace sonreír. No precisamente,
pero casi.
—Está bien. —Frota sus manos, atrayendo mi atención a los guantes de cuero
negro que las cubren, y se sienta en la mesa de centro a solo un metro de distancia.
Lleva guantes de nuevo, ¿los llevaba antes? No lo puedo recordar—. No tienes un
lugar en dónde vivir. Tengo espacio.
—¿Qué dijiste?
—Creo que es apropiado que en este momento te quedes conmigo. Vivo a solo
unas pocas horas de distancia, en un pueblo muy bonito y tranquilo a una hora en
auto de Londres. Solo hasta que hayas salido adelante. Creo que encontrarás mi
casa de buen gusto. —Habla extraño.
—¿Q-qué?
Suspira.
—Hablas español, ¿correcto?
—Correcto.
—Entonces escucha lo que estoy diciendo.
—Estoy escuchando, simplemente no lo entiendo.
Se pellizca el puente de su nariz.
—Me estoy perdiendo el trabajo por estar aquí en este momento, no aprecio tu
descarada falta de respeto.
Me burlo.
—No te conozco lo suficientemente bien como para respetarte y hasta ahora
no has sido más que grosero conmigo. Sin mencionar el hecho de que la última vez
que te vi con Caleb, tu puño estaba conectando con su mejilla. Perdóname por no
querer ser sonrisas con tal idiota en un momento tan difícil de mi vida.
Su mirada fulminante es abierta y fría.
—Entiendo que estás hormonal pero nunca quiero escuchar tal lenguaje. Es
impropio de una mujer maldecir.
—Vete a la mierda —murmuro sintiéndome aún más furiosa.
—Estás llevando al hijo de mi hermano. —Sus manos en puños entre sus
rodillas abiertas, sus fríos ojos marrones mirándome fijamente—. No voy a tener a 84
su hijo o a la que debería ser su esposa deambulando sin rumbo fijo por la ciudad.
Lo que sea que ocurrió entre mi hermano y yo, no es tu asunto. Los hermanos
pelean, nos habríamos reconciliado con el tiempo. Así como estamos, no tengo esa
oportunidad en este momento, así que en su lugar, voy a ayudarte a ti y a tu hijo
hasta que sienta que estás establecida. ¿Estamos de acuerdo?
—Yo…
—Bien. —Me corta, sin darme la oportunidad de protestar y comprueba su
brillante reloj grande que probablemente le costó más que mi auto. El auto de
Caleb—. Descansa aquí, nos iremos por la mañana. ¿Tienes algunos perecederos en
tu auto?
—No —contesto a su pregunta, el resto de sus palabras todavía penetrando—.
¿Qué quieres decir con irse? No me estoy yendo. Todo lo que tengo está aquí.
—Lo cual es aparentemente muy poco. He hablado con tu anterior casero y he
ajustado tu deuda con ellos. Tus muebles guardados los voy a tener para ti cuando
estés situada por ti misma en un alojamiento viable —declara, mirando su reloj una
vez más—. ¿Hay algo más que necesite saber?
—¡Sí! —jadeo y trepo a mis pies después de que se levanta para irse—. No
puedo y no voy a irme de aquí.
—Estás siendo difícil.
Me río una vez.
—No te conozco y tu hermano te odiaba. ¿Por qué debo confiar en ti?
Él ni siquiera parpadea ante mis palabras, pero por alguna razón, sé que he
golpeado el acorde equivocado.
—Te irás conmigo mañana. No hay duda sobre eso. —Frota sus ojos con los
dedos enguantados—. Tengo que estar en algún lugar, tan agradable como ha sido
esto… buenas noches, Guinevere.
—Es Gwen.
Pone los ojos en blanco.
—Tengo las llaves de tu auto y el personal tiene instrucciones específicas de
llamarme si intentas marcharte. Buenas noches.
—No puedes obligarme a quedarme. —Lo agarro del brazo, mis ojos borrosos
con lágrimas sin derramar. Mira mis dedos agarrándolo fuertemente del antebrazo
antes de mirar a mi rostro—. Por favor. No quiero irme.
—Parece que no tienes otras opciones —declara y se libera—. Prepárate a las
siete. Saldremos entonces. —La puerta se cierra detrás de él. Quiero golpearla.
¿Quién se cree para hablarme así? No me conoce, apenas conocía a su
hermano.
Pero él te está ayudando, me dice una voz exasperante. Nadie más lo está.
Y maldita sea si no necesito ayuda.
Estoy resignada a mi destino ahora mismo, él tiene razón; ¿Qué otras
opciones tengo? Él podría al menos ser amable y tal vez discutirlo conmigo
85
primero.
Y voy a maldecir todo lo que jodidamente quiera.
Mierda, joder, idiota. Cabrón.
Capítulo 7
De acuerdo a lo instruido, alguien me trae té y una ensalada de hojas mixtas
que luce saludable junto con pollo hervido y un yogur natural de postre. No dudo
en devorarlo casi con rabia. Así de hambrienta estoy.
Luego enciendo la televisión, mientras doy sorbos a mi té caliente. Mi mente
vaga como lo hace normalmente. No sé qué hacer, la idea de dejar esta ciudad
atrás, esta ciudad donde conocí a Caleb, esta ciudad donde hicimos el amor, donde
concebimos nuestro niño y donde murió, todo es demasiado difícil de soportar.
No quiero irme pero algo sigue incitándome, diciéndome que lo haga. Una
parte de mí se pregunta si es él lanzándome tomates hasta que lo haga a su manera.
Solía hacerlo a veces. Nunca duro, solo lo suficiente para irritarme y normalmente
después nos revolcaríamos.
Decía que el sexo conmigo estando enojada era el mejor sexo.
¿Cuál es el problema con Nathan? Nunca hablé mucho acerca de eso con
Caleb, lo único que sé es que nunca congeniaron. Nathan se quedó y Caleb se fue.
¿Por qué tanta animosidad? Y si Nathan odiaba tanto a Caleb como Caleb odiaba a 86
Nathan, entonces ¿por qué me está ayudando ahora?
¿Culpa?
Es posible y es la explicación de Nathan, pero no me cuadra.
Mientras meditaba sobre esto llamo a Sasha y le digo sobre los
acontecimientos de mi día. No le gusta el hecho de que me estoy yendo, no mucho
más que a mí, pero incluso está de acuerdo en que realmente no tengo otras
opciones. Suspiro. Estoy demasiado cansada para seguir atormentando mi mente
con todas estas preguntas que parecen no tener respuesta. No estoy en una
posición donde pueda discutir libremente las cosas con Nathan. Parece odiarme
por lo que dudo que quiera contestarme.
Después de unos pocos minutos explorando la habitación del hotel y
encontrando un vaso para un poco de agua, decido tomar un baño en su tina de
lujo. Incluso voy por todas y añado burbujas. Tal vez demasiadas, porque cuando
me meto lo único visible es la colina que es mi estómago sobresaliendo del agua y a
través de la espuma. Me encanta esto, es relajante.
Caleb me diría que me relajara en la tina aunque a veces estaba demasiado
ocupado para unirse. Pero cada vez que no lo hizo, dejaría la puerta abierta y
salpicaría un poco, llevando sus pensamientos a la mujer desnuda en su tina.
Se rendiría y cinco minutos después se metería detrás de mí. Cada vez.
Después de mi baño me pongo mi camisón y subo a la gran cama. No tengo
ropa limpia y no me voy a poner de nuevo la que llevaba para dormir. Esto tendrá
que servir.
Poniendo una almohada entre mis muslos apago la lámpara por encima de mi
cabeza y trato de dormir. El sueño no llega fácil, pero finalmente llega.

Mi brazo está siendo sacudido, palabras están siendo dichas bastante alto.
—Despierta. Guinevere. —Alguien chasquea en frente de mi rostro—.
Guinevere.
—Cinco minutos más —refunfuño, mis ojos ardiendo. Tan cómoda, necesito
dormir.
—¡Guinevere! —gritan esta vez mi nombre, mis ojos instantáneamente
abiertos. ¿Caleb?
Mi corazón se hunde cuando me doy cuenta que es Nathan. ¿Por qué tienen
que parecerse tanto?
—¿Sí? 87
—Tu alarma ha estado sonando durante los últimos treinta minutos. —
Detiene la alarma y coloca mi teléfono en mi mano—. La podía escuchar desde mi
habitación de al lado.
—Oh, lo siento. —Me siento, asegurándome de que mi camisón esté cubriendo
mis partes—. Tengo el sueño pesado. Es el embarazo.
Solo frunce el ceño y se aleja de la cama hacia las cortinas. Con un
movimiento rápido abre un lado antes que el otro.
—Levántate, nos vamos en veinte minutos.
—Uh-huh —le digo y estiro mis brazos. Maldita sea, tengo hambre—. ¿Hay
algo de comer?
—Comeremos cuando lleguemos allí.
No digo nada, principalmente porque quiero que se vaya. Se va después de un
minuto de asegurarse que estoy despierta y vuelve diez minutos más tarde con una
maleta de mi auto.
—He mudado tus cosas a mi auto. —Esto es todo lo que dice antes de volver a
salir.
Rápidamente me visto con una camiseta suelta y unos jeans que apenas me
quedan. Mi largo cabello negro está bien asentando teniendo en cuenta que dormí
sobre él y no lo peiné, así que lo dejo como está. Después de cepillar mis dientes,
salgo con mis cosas listas para irme.
Nathan no habla solo me guía a la salida de la misma forma en que me guió al
entrar, una mano en mi brazo halándome. Suspiro.
—¿Qué pasará con mi auto? —pregunto, viéndolo parado en el
estacionamiento luciendo solitario.
—Te daré un auto.
—Pero yo…
—Es muy temprano para discutir, estoy agotado.
—Nath...
—¡Suficiente Guinevere! —grita e inmediatamente me callo.
Miro por la ventana, silenciosas lágrimas cayendo por mis mejillas.
—Es el auto de Caleb.
Lo veo avergonzarse por el rabillo de mi ojo, pero no dice nada. Seguimos
conduciendo y más que nada solo quiero ir a casa. El problema es, que no tengo
una casa.
Después de veinte minutos mi estómago comienza a gruñir recordándome lo
hambrienta que estoy. El bebé no hace nada para ayudar, aunque apenas puedo
sentirlo moverse y no está muy avanzado el embarazo, todavía es incómodo tratar
de inclinarme en cualquier forma. Reclino mi asiento para que mi estómago no esté
tan aplastado y palmeo cariñosamente mi bulto.
88
Pasamos por una estación de servicio en la autopista, casi se me hace agua la
boca ante el pensamiento de comida.
—Así que, el plan es… —Soy sorprendida por el repentino sonido de su voz—…
Te quedaras conmigo en el futuro inmediato. Me encargaré de cualquier gasto que
puedas tener.
—No quiero ser una carga.
—Sí, bueno... —Su voz se apaga y muerde su labio inferior—. Raramente estoy
en casa para algo más que dormir, y puedo permitírmelo así que el costo no es la
carga. —Solo el bebé y yo entonces, auch—. Tengo mucho espacio para ti y tu hijo,
todo lo que pido es que no invadas mi privacidad y no lleves narcóticos a mi casa.
—Bueno obviamente. —Señalo mi estómago mientras ruedo mis ojos—.
Nunca he usado narcóticos en mi vida, no pienso empezar ahora.
—Bien. Y por último, no hagas ruido cuando esté en casa y permanece fuera
de mi camino.
Con gusto. No digo eso, en vez digo:
—Agradezco tu ayuda, Nathan. —Cuando voy a poner mi mano en la suya para
apretarla en agradecimiento, la aleja abruptamente casi como si lo hubiera
quemado antes de que incluso tuviera la oportunidad de tocarlo.
—Y no toques mis manos. Nunca. ¿Entendido?
Parpadeo en asombro.
—Alto y claro.
—Bien.
Qué imbécil. Es difícil pensar que él y Caleb estaban relacionados, son
extremadamente diferentes.
—¿Algo más? —averiguo, queriendo saber todas las reglas ahora, así no soy
castigada nuevamente en el futuro.
—No, come lo que esté disponible cuando quieras, una persona viene a
limpiar todas las mañanas; sin incluir los fines de semana, así que trata de salir de
tu habitación a las once. En cuanto a lujos, todo lo que necesites solo díselo al
personal de limpieza o pregúntame si estoy en casa. Si no estoy disponible,
llámame.
Asiento lentamente.
—Está bien. Gracias.
—¿Cuánto tiempo tienes?
—Tengo dieciocho semanas de embarazo. —Me froto mi vientre, una vez más,
mientras miro el bulto.
—Te ves más avanzada.
—Así me han dicho. —Lo cual apesta.
Mantiene su mirada hacia el frente, pero su cuerpo parece relajado. 89
—Te haré una cita con un médico apropiado cuando lleguemos.
Bueno, eso es una cosa que puedo tachar de mi lista de cosas por las que debo
preocuparme.
—Ahora, por favor, te agradecería silencio —dice con firmeza, así que conecto
mis auriculares y escucho música en mi teléfono.
Después de una hora, mi estómago se agita aún más que antes, estoy tan
hambrienta que podría comer una zanahoria cruda y no me gusta la zanahoria
cruda. Pasamos otra estación de servicio, pero no nos detenemos.
También estoy desesperada por orinar, mi vejiga está a punto de estallar.
Aguanto y aguanto, pero ahora solo estoy poniéndome en riesgo de infección.
Eso y puede que me orine encima.
Sacando cuidadosamente mis auriculares le echo un vistazo y contemplo si
debo o no hablar. A la mierda.
—Tengo que ir al baño.
—Aguanta —ordena, sin ni siquiera echar un vistazo en mi dirección.
—Estoy embarazada, no puedo aguantar más, he estado aguantando. —Trato
de decir esto con calma, sin querer molestarlo—. ¿Por favor? No te lo pediría si no
estuviera desesperada.
Suspira y verifica las señales por otra estación.
—Hay otra a ochenta kilómetros más o menos. Podemos estar allí en unos
cuarenta minutos, ¿qué te parece eso?
—Genial. —Suspiro de alivio y me hundo en mi asiento—. ¿Podemos comprar
comida mientras estemos allí? —Mi estómago está de acuerdo en voz alta.
—No tenemos tiempo. —Su mandíbula se tensa y su actitud dice: “No te metas
conmigo”.
—¿Por favor? —ruego—. Tomaré algo para llevar.
—No se permite comida en el auto. —Además, otra regla ridícula.
Le frunzo el ceño.
—Entiendo que tenemos que ser rápidos, pero míralo de esta manera, tengo la
presión arterial baja, si no como voy a desmayarme y ese será un largo viaje al
hospital que realmente no quieres hacer.
—Bien —replica después de entrar en razón—. Nos detendremos por comida.

Ah, la dulce vejiga liberando felicidad. Eso se siente bien. También tiene que 90
ser la vez más larga que he hecho en mi vida.
Después de lavar mis manos me dirijo a los puestos de comida y miro
alrededor en busca de mi cuñado. No lo veo de inmediato, sobre todo porque no
pienso en comprobar la barra de ensaladas donde nadie frecuenta normalmente,
mi primer pensamiento es comprobar los sitios de comida rápida.
Suspiro. Otra ensalada. Necesito carne roja, chatarra y hamburguesas. Esta es
la única vez en mi vida donde puedo comer lo que quiero (dentro de lo razonable) y
no sentirme culpable por ello.
—Oye —anuncio mi presencia y lo miro llenar dos envases de ensalada. La
selección no está tan mal, tienen huevos cocidos y rebanadas de jamón que lucen
agradable y una buena selección de aderezos—. Así que, ¿cuánto tiempo falta para
que lleguemos?
—Un poco menos de dos horas después de que nos vayamos de aquí si hay
buen tráfico —dice, siendo cuidadoso de ver lo que está haciendo.
—¿Cuál es la mía?
Asiente a la de arriba. Genial. Le añado un montón de jamón y tres huevos
cocidos.
—Los huevos son algo que no comerás en mi presencia, tampoco carnes
procesadas, este jamón tiene aproximadamente la misma cantidad de carne real
que está lechuga. —¿Por qué tiene que discutir con todo?
—Quiero los huevos y quiero el jamón. —Estoy poniendo mi pie en el suelo—.
Es mi cuerpo.
—Y es el bebé de mi hermano...
—También es mi bebé —siseo, estando consciente de las personas cerca de
nosotros—. Y tu hermano me dejaba comer lo que sea y cuando quisiera. Si
anhelaba algo que no teníamos iría a media noche solo para conseguírmelo y no le
importaba si me había quedado dormida en el momento en que regresara. Lo que
pasaba la mayoría de las veces.
—No agarrarás el jamón.
¿Debería llorar? Siento que debería llorar para hacerlo sentir mal.
No lo hago, si me pongo a llorar de nuevo no voy a parar.
—Bien, pero solo un cuenco lleno de lechuga no va a saciarme.
—Estará bien hasta que lleguemos a casa —replica y tapa las ensaladas—.
Ahora, date prisa. No tengo todo el día.
Niego, mi estómago decepcionado por estar siendo tratado como un conejo.
Caminando a los quioscos de prensa escojo un par de revistas, sorprendida cuando
Nathan no protesta e incluso me las compra. Supongo que no es del todo malo.
—Gracias —le digo en voz baja, manteniendo mi cabeza baja y caminando a su
lado.
—De nada — responde, su voz también suave. No coincide con su hermoso
pero aún severo rostro—. Rápido. 91
Y la voz suave ha dejado el edificio.
—Cuando volvamos me temo que voy a tener que dejarte por un cantidad
incierta de tiempo —explica, y con una mano en mi codo y otra en mi espalda me
ayuda a meterme en su auto. Apenas presta atención a sus modales caballerosos,
me pregunto si incluso nota lo que está haciendo.
—¿Te refieres a una cantidad incierta de horas, días o semanas?
No responde hasta que está en el asiento del conductor.
—Días.
—¿Puedo preguntar por qué?
—No —declara—. Me gusta mi privacidad.
—Oki Doki. —Aclaro mi garganta y tomo el envase de ensalada con
impaciencia. A pesar de que esto es más cercano a la comida de conejo que a la
comida humana, como tanto como puedo manejar, lo cual es el envase entero—.
¿Qué va a pasar con mi auto?
—Voy a mandar a alguien a recogerlo y guardarlo. Es demasiado bajo para
que los estés conduciendo en tu condición y me sorprende que mi hermano te
permitiera hacerlo. —Sus manos aprietan el volante, ahora veo que está usando
guantes de cuero negro. No recuerdo que los llevara puestos en un principio, pero
si la memoria no me falla, los llevaba mientras servía la ensalada.
—No tenía otra opción.
—¿Puedo preguntar qué pasó con su fondo fiduciario?
Me encojo de hombros.
—Tus padres se lo quitaron cuando se mudó.
Su estado de ánimo parece oscurecerse aún más.
—Es un idiota.
—Oye —grito— no le digas así.
—Pues lo era y siempre ha sido así. —Sus manos se aferran al volante
haciendo que sus guantes chirríen contra el cuero—. Sus opciones de vida eran
egoístas y absurdas en el mejor de los casos.
Niego, queriendo ignorarlo por insultar a mi Caleb.
Después de un largo suspiro me mira.
—No te enfades, Caleb se habría reído de mis supuestamente duras palabras.
Es decir, las digo más en broma que con hostilidad.
—Pero las dijiste con disgusto. No deberías hablar mal de la… la…
—Muerte. —termina por mí cuando ve que no puedo terminarlo—. Relájate, sé
que Caleb odiaría saber cuánto estrés sientes ahora. —¿Por qué parece decir eso
como si las palabras se sintieran amargas?—. No es bueno para el bebé.
No respondo. Obviamente tiene razón, pero no es como si tuviera un
interruptor de estrés que solo puedo encenderlo y apagarlo cuando quiera. 92
No tanto como me gustaría. El estrés es parte de esta vida por desgracia y
considerando las circunstancias no es ninguna sorpresa que tenga una dosis
bastante desmedida.
Viéndolo de perfil me hace daño y me pregunto si alguna vez se detendrá ese
sentimiento. No es un clon de Caleb, no del todo, las diferencias son significativas
en apariencia y personalidad, pero hay suficiente de Caleb en su rostro para que me
lastime.
Aún todo sigue ahí, solo ha pasado un mes desde que murió. No es suficiente
tiempo para superar realmente a alguien y este es Caleb. Mi Caleb. Mi primer amor,
el primer hombre al cual me entregué demasiado.
Nunca podré superar eso.
—¿Por qué me estás mirando? —Veo sus delgados labios formarse en una
línea blanca, lo estoy irritando.
—Lo siento —murmuro y miro por la ventana. No puedo decidir si es doloroso
o extrañamente relajante que te miren, sabiendo que en mi vientre no está la única
pieza de Caleb que tiene un corazón latiendo ahora mismo.
Hay una suave sensación de golpecitos debajo de la superficie de mi piel.
Jadeo y me siento, colocando la mano sobre el golpe.
—¿Qué pasa? ¿Es el bebé?
—Solo me pateó un poco más fuerte de lo normal —explico, todavía frotando
mi abdomen—. No es gran cosa. Solo me impactó. Nunca lo sentí moverse tan
agitado antes, usualmente solo da pequeño golpecitos y aleteos, pero esto era más
prominente.
Asiente, aparentemente más tranquilo.
Tiempo para callar.

Tenía razón cuando dijo que encontraría su casa bastante agradable.


Realmente no me lo esperaba, en lo más mínimo. Es una casa familiar, grande y
espaciosa con un lote de terreno que la rodea. Estamos en la cima de un acantilado,
pero unos casi cinco kilómetros del borde.
Me di cuenta de otras casas mientras subíamos las escaleras pero ninguna era
tan bonita como esta.
Caleb creció en la ciudad cerca con sus padres, era el lugar de donde se había
escapado. No le gustaba el vaivén de los lugares concurrido, desde muy joven había
buscado una ciudad más pequeña y encontró la mía.
Me pregunto por qué Nathan vive tan lejos del camino. Seguro, son solo
cuarenta y cinco minutos conduciendo pero parece innecesario. Este hombre es
complejo ahora que lo veo.
—La nevera está llena de comidas apropiadas para tú condición —explica 93
mientras me guía por el pasillo de la entrada.
¿Condición? Estoy embarazada, esto no es una condición.
Suspiro.
Me quito mi abrigo y lo veo colgarlo dentro de un armario a mi derecha. Hay
una amplia escalera a mi izquierda contra la pared, antes de ello hay un arco a lo
que parece ser la sala de estar. La cual es enorme, muy anticuada y bastante
acogedora, siendo completamente honesta.
Siempre he vivido en lugares modernos y con decoraciones raras, pero este
lugar es completamente antiguo y cómodo. Las paredes podrían realzar la belleza
con sus profundos colores marrones y naranjas. El pasillo es beige con un borde de
madera que conforma la mitad de la parte inferior.
—Estas luces son geniales —comento y señalo las velas en forma de lámparas
de pared.
—Si tienes frío el termostato está aquí, también hay uno arriba en el pasillo.
Simplemente presiona el botón positivo hasta llegar a la temperatura deseada y
luego presionas este botón. —Se mueve a otro lugar, mostrándome cómo funciona
el horno y la nevera—. Tengo que irme ahora. Siéntete como en casa. Mi número
está en el teléfono de la cocina, llámame si necesitas algo. —Se dispone a irse, pero
se detiene y se devuelve—. Tu habitación está subiendo las escaleras, gira a la
derecha y sube los tres escalones. Es por ese pasillo, dos puertas a la derecha. Mi
habitación está en el siguiente piso. Respeta mi privacidad y no entres.
—Está bien. —Lo veo salir, su cuerpo perfectamente proporcionado, sus
piernas llevándolo con una gracia que no debería ser posible para su altura. Es un
poco más alto que Caleb ahora que lo pienso. Es el cabello que me está volviendo
loca cuando lo veo desde atrás. Necesita cortárselo, pronto podrá estar metiéndolo
detrás de sus orejas como Caleb lo hacía. Me encantaba en Caleb, no seré capaz de
soportarlo si lo veo en su hermano, quien se parece mucho a él.
El viento es fuerte aquí, descubro este hecho cuando paseo por el jardín y el
viento me regresa a unos pocos pasos hacia atrás. La casa está en un camino aislado
con nada más que una estrecha carretera que conduce a ella, entre hileras e hileras
de árboles. Esta zona es privada, lo sé porque acabo de pasar una señal que dice
“Manténgase alejado”.
No camino muy lejos, sobre todo porque el cielo está gris con gruesas nubes y
mis tobillos duelen con cada paso. Lo más lejos que llego es unos kilómetros antes
de regresar. Es hermoso aquí. Quiero ir al borde del precipicio en algún punto, no
demasiado cerca porque mi miedo a las alturas me paralizaría, pero lo
suficientemente cerca como para ver sobre el campo. No hay mar aquí, lo que es
triste ya que también extrañaré los sonidos y los olores, pero el aire es fresco y las
vistas son impresionantes, así que no me importa demasiado.
Regreso a la casa y hace un poco de frío, así que ajusto el termostato hasta que
escucho el murmullo de los radiadores de calefacción arriba. Luego exploro, este
lugar es grande, hermoso y muy limpio. Mi instinto de anidación no molesta como
suele hacerlo.
Su asistenta es obviamente brillante, apuesto a que le pagan bien. No veo una 94
mota de polvo en ningún lugar.
Aunque el olor a blanqueador perdura en cada habitación. Es irritante,
necesito deshacerme de eso.
Eso es lo que me propongo hacer luego, me mantengo alejada de su
habitación y también de su estudio cuando lo descubro en el primer piso. Lo
primero que hago es casi vomitar por el fuerte olor a cloro. Casi me quema la nariz.
La habitación está impecable, dudo que exista alguna mota de polvo en el aire.
Me alejo lentamente y me dirijo a la habitación de al lado.
Tres horas más tarde he podido darle un poco de aire a la casa, pero ahora
está helando otra vez así que cierro todas las ventanas y vuelvo a subir la
calefacción. Ese es el grado en el que dura todo el día. Sin incluir que asalté la
nevera y encontré nada más que frutas orgánicas, verduras y carne fresca.
Puedo vivir con eso.
Dirigiéndome a mi habitación, la cual es grande y en realidad muy femenina y
hermosa en un sentido floral, me siento en el puesto acolchado de la ventana, con
mi teléfono en la mano. Al mismo tiempo hojeando un libro en el que en realidad
no me estoy concentrando. Está lloviendo bastante fuerte ahora. Cada gota golpea
contra la ventana como una pequeña pelota de béisbol.
Parece como si estuviera en un invernadero, así de pesadas son las gotitas en
la ventana. El golpeteo parece que viene desde todas las direcciones.
Es deprimente.
Abandono el libro y me subo a mi cama temporal en su lugar.
La cama es cómoda pero no huele a Caleb, aun así me ofrece la seguridad que
necesito en este momento.
Enterrando mi rostro debajo de las sábanas, cierro los ojos y apago mis
pensamientos. Regresando al abismo.

Despertándome a las nueve, tuve tiempo de llamar a mi jefe y renunciar, me


disculpé por no avisarle pero lo había entendido, considerando las circunstancias y
deseándome la mejor de las suertes. No quería bajar, quería quedarme en la cama
pero mi estómago se estaba comiendo a sí mismo. Sin importar lo triste que estaba
tenía que poner primero al bebé.
Hice mi desayuno que consistió en pan tostado y frijoles.
Lo que no sabe Nathan no lo lastima. Habría preferido huevos pero no los vi
en la nevera o en cualquier otro lugar. Mis pensamientos regresan a lo que dijo
ayer. ¿Cree que son malos para el bebé o solo tiene un problema con los huevos en 95
general? ¿Honestamente me importa?
Estoy segura de que los huevos crudos no son lo más deseado por las mujeres
embarazadas y los huevos no cocidos, así que sus preocupaciones no me importan.
No es que realmente pueda llamar a sus inquietudes, preocupaciones. Esto es
porque parece que no se molesta, luce más como si le gustara el control y eso es una
situación de mierda así que esos impulsos son patadas, en todos los lugares
equivocados.
Estoy segura de que sus intenciones son buenas.
Me pregunto lo que está haciendo. Tal vez está en una conferencia de negocios
o algo así.
Sé que el padre de Caleb es dueño de una cadena de joyería que se ha
propagado a través de cinco países y siempre se está expandiendo. Es dueño de la
empresa que encuentra las gemas y la empresa que encuentra el metal. No sé cuán
rico lo hace o cuán rico hace esto a Nathan o si son incluso ricos en absoluto.
Obviamente lo son y esta casa ciertamente grita “ricos” pero no grita “Bill
Gates”. No es que me importe. Solo es algo en lo que pensar para mantener mi
mente alejada de los otros temas con los que tengo que lidiar.
Como el hecho de que técnicamente soy viuda. Dios mío. Soy una especie de…
viuda.
Eso es algo que lees, escuchas o ves en las personas mayores. No es algo que
experimentes a los veintiuno.
Bueno, veintiuno desde hace siete semanas.
Sé que es algo que las personas experimentan a esta edad, no soy estúpida.
Escuchas sobre eso pero nunca piensas que te va a pasar. Ojalá hubiéramos tomado
un seguro de vida, para salvaguardar nuestro futuro.
Fue lo primero que debí haber hecho cuando quedé embarazada. Al menos así
no estaría aquí, hubiera podido pagar el alquiler y todo lo que el bebé necesitara
por un rato hasta que terminara la universidad y tuviera un trabajo.
Bah. No es que valga la pena pensar sobre esto. Por qué me estoy torturando
con los ridículo ¿qué si?
—Buenos días —dice una alegre voz femenina mientras la puerta principal se
abre y se cierra—. ¿Hay alguien en casa? —Entra en la cocina, me ve y sonríe.
Podría devolverle la sonrisa pero aún no he llegado a ese punto de mi dolor donde
puedo sentir la emoción suficiente para cambiar mi expresión facial en blanco o
torturada—. Pues mírate.
—Hola —digo educadamente.
Es una mujer a mediados de los cuarenta, con una suave sonrisa, sus ojos son
de color azul profundo y sabes solo con mirarla que ha vivido. Es curioso cómo
puedes decir eso con algunas personas. Me pregunto si lo puede decir con solo
mirarme.
—Debes ser la huésped del señor Weston, Guinevere, ¿correcto? Es un placer 96
conocerte, soy Jeanine. —Abre sus brazos y me da un firme abrazo. Su mano roza
mi espalda un par de veces antes de sostenerme con el brazo extendido, su sonrisa
aún sigue ahí—. Eres absolutamente hermosa y mira esta barriga ¿Puedo?
—Por supuesto —digo, mis dedos metiendo mi cabello detrás de mis orejas.
Al instante coloca sus manos sobre el pequeño bulto.
—¡Vaya, vaya, vaya! Vas a tener unos tres kilos, fácil.
—Genial —murmuro solemnemente y trato de imaginar mi futuro. Todo lo
que veo es una ballena con mi rostro.
—Uno sano también. —Su sonrisa es más brillante—. Quédate ahí. Haré un
poco de té para nosotras. ¿Cómo te sientes?
—Bien —respondo pero sus ojos me dicen que sabe la verdad.
Afortunadamente no comenta nada, solo se concentra en lo suyo, rebotando
con cada paso.
—Es maravilloso tenerte aquí. Estoy segura de que Nathan lo piensa también.
—¡Ja! —Dejo escapar sin querer.
Si esta mujer sonríe más ampliamente va a perder la parte superior de su
cabeza.
—Está terriblemente solo aquí, aunque lo niega. Raramente va al trabajo. —
Oh, así que es un trabajo desde casa. Eso explica la distancia hasta la ciudad—.
Será bueno tenerte aquí y por supuesto al bebé también. —Veo cómo su sonrisa cae,
compasión y preocupación reemplazándola—. Siento mucho su pérdida. Me dijeron
que no lo mencionara pero no sería justo si no ofrecía mis más sinceras
condolencias.
—Está bien, gracias. No tiene sentido evitar lo obvio —le digo con un suspiro.
Aunque es cierto, no tiene sentido evitar algo tan grande o las personas que
lidian con ello nunca aprenderán a cómo enfrentarlo. Tanto como no quiero
enfrentarlo y me duele recordar que se ha ido, en realidad se ha ido y tengo que
lidiar con eso. Por mí y por el bebé.
—Bueno, ¿has comido?
—Sí.
—Lo siento por la comida, Nathan insistió en que solo comprara orgánicos
para su sobrino o sobrina. Pero… —Sonríe perversamente y coloca un dedo en sus
labios antes de hacer señas hacia la despensa—. Si miras aquí, hay un gran
recipiente de plástico. Lo llené con golosinas.
¿Golosinas? ¿La gente todavía dice eso? Y dudo rotundamente que él se
refiriera a mi hijo como su sobrino o sobrina. O tal vez lo hizo, pero no lo conozco
lo suficientemente bien como para asumirlo.
Quiero abrazarla de nuevo.
—Gracias. Estaba desesperada por el chocolate. 97
—No conseguí nada con cacahuetes, pero lo que tengo todavía es brillante. —
Se aleja dejándome revisar el contenedor. Encuentro un Twix2 y casi lloro—. ¿Te
gusta tu habitación?
Me encojo de hombros.
—Es muy...
—¿Anticuado?
—Podrías decir eso. Pero es hermosa. —Es solo una habitación con una cama
donde puedo enterrar mi cabeza. No me importa la decoración.
Sonríe de nuevo.
—Redecoraremos. También haremos un cuarto para el bebé. Cómo me
encanta decorar una habitación para niños. Aunque ha pasado mucho tiempo
desde que tuve esa alegría. Mi hijo menor dejó la casa el mes pasado.
—Siento oír eso.
Deja escapar una carcajada.
—¡Oh no! Hace tiempo descubrió su lugar en el mundo como sus hermanos
mayores. —Quiero reír, el sentimiento está ahí pero no puedo. No lo toma como

2 Twix: Barrita de chocolate fabricada por Mars. Está compuesta de una galleta en el centro,

cubierta de caramelo y recubierta de chocolate y viene empaquetada en parejas.


una ofensa, sus ojos nuevamente lo saben. Lo hace sin embargo, toca mi hombro
suavemente y agrega en un silencioso susurro—: Se te hará más fácil, cariño.
Sonreirás nuevamente.
Con un asentimiento, vuelvo a sentarme y la veo alrededor de la cocina. Me
comenta sobre sus hijos, la vida y cómo llegó a trabajar para Nathan hace tres años.
La historia no es interesante, puso un anuncio en el periódico local y fue
entrevistada, había dos mujeres más jóvenes y delgadas pero les dio una patada en
el culo. Otra vez quería sonreír pero no pude. Se rió y sonrió suficiente por ambas,
así que está bien.
Después de una hora y media y una taza de té, me deja en la cocina y va hacer
su trabajo.
¿Qué hago ahora? Creo que puedo ver qué están pasando en la televisión.
Esperemos que sea algo interesante.

98
Capítulo 8
Dos días pasan lentamente y no sé nada de Nathan. No es que quiera, ni
necesite algo de él.
Estoy absolutamente agotada. Caminé tres kilómetros en lugar de solo uno y
casi me perdí al regresar. Mañana voy a tomar un pedazo de tiza y marcar los
árboles mientras camino, así no me perderé.
Mis habilidades explorando definitivamente son malas.
También necesito unas botas para caminar y algo más de ropa. Todas mis
cosas todavía están en el auto de Nathan, lo que es irritante. Lo único que traje es
mi mochila. Me pregunto qué le hizo tener tanta prisa para no poder esperar veinte
minutos para sacar mis cosas.
Suspiro.
Es tarde, estoy actualmente acurrucada en el sofá con una bata que Jeanine
me trajo esta mañana.
Estoy usando el vestido de noche debajo y es de satén, se siente increíble 99
contra mi piel hipersensible y especialmente en mi vientre. Encaja perfecto,
apretado alrededor de los pechos, pero libre sobre mi vientre y espalda como una
nube sedosa.
Caleb amaba el satén, intentó hacer que comprara sábanas de satén pero son
tan irritantes cuando hace calor y la manta dentro de la cubierta nunca se queda en
su lugar.
Mis ojos arden, me niego a llorar. Pero a veces, a pesar de que te dices que no
llores, no puedes evitarlo.
Lo extraño mucho y el bebé da patadas. Cada vez que sentía un aleteo, Caleb
instantáneamente ponía sus manos o la cabeza allí si no estaba ocupado. A pesar de
que no lo sentía, le gustaba compartir la experiencia conmigo.
Nunca va a llegar a abrazarlo, nunca va a ver su primera sonrisa.
No puedo evitar que fluyan por mis mejillas. Esta vez no lo intento. Lloro
tanto que el cansancio es demasiado. Mis ojos se cierran y van a la deriva pero no
tengo ganas de moverme, así que no voy a la cama. No tiene sentido.
Algo se desliza debajo de mis piernas. Eso hace cosquillas.
—Hmm —me quejo, mis ojos todavía cerrados. Mis brazos van alrededor del
cuello de quien me está levantando mientras un fuerte brazo rodea mi espalda.
Pongo mi frente en su cuello e inhalo profundamente. Huele a ropa de cama limpia
y una colonia que no conozco. Huele maravilloso. Tipo picante pero también dulce.
Varonil—. Soy pesada —murmuro, pero no obtengo respuesta.
Solo por su olor sé que no es Caleb, pero parte de mí no puede evitar desearlo.
—Vuelve a dormir —susurra y comienza a caminar.
—Uh-huh —le digo, mis párpados todavía cerrados. Esto me gana un suave
apretón.

Me despierto con el sonido de las cortinas siendo abiertas. Ugh.


—Buenos días. Son casi las 11:20, alguien debe haber estado cansada.
—Hola, Jeanine —digo mientras bostezo y me estiro. En shock mis manos van
a mis hombros desnudos. Mi vestido de noche está todavía en mi cuerpo, pero mi
bata no. ¿Cuándo me lo saqué?
Pienso... no me lo quité.
—¿Nathan regresó? —chillo y Jeanine asiente con su sonrisa habitual—.
¿Dónde está?
—Está preparando el desayuno.
—Me sorprende que no me despertara, me dijo que todas las mañanas podía
dormir solo hasta las once.
Me mira y arquea una ceja. 100
—Bueno, me dio órdenes específicas para dejarte descansar, pero pensé que
no querías dormir todo el día y que el bebé necesitaría comer. —Me entrega dos
cucharas que se sienten como que han estado en el congelador—. Pon la parte curva
en las bolsas bajo tus ojos. Deshará la inflamación.
Me quejo, pero hago lo que me dice.
—¿Me veo como el infierno?
Sonríe con tristeza.
—No, mi querida, te ves como una mujer que acaba de perder al padre de su
hijo. —Me apoyo en su mano cuando me acaricia la mejilla, necesito el consuelo—.
Ahora vamos, arriba, arriba. Vístete, estaré de vuelta en diez.
Mientras voy a la cocina, mi nariz es asaltada por el olor de los champiñones y
la mantequilla. Mi boca se hace agua.
Colocando las cucharas en el fregadero, espío a Nathan sentado en la mesa del
comedor en la habitación de al lado, un libro en una mano mientras come con la
otra. Lleva gafas y siento ganas de reír, pero aún no hemos llegado a ese nivel
todavía. Aparenta ser más viejo de la edad que tiene, pero también se ve demasiado
joven para ser viejo. No estoy segura de si esto tiene sentido, pero también como
que la tiene.
Al menos no lleva puesto un traje esta vez, es bueno verlo como humano, en
una camiseta blanca lisa y jeans oscuro. Este look le queda bien aunque tengo que
admitir que el traje le queda mejor.
Sin levantar la vista, hace un gesto al espacio a su lado y veo mi plato de
comida y frunzo el ceño.
—¿Por qué no tengo champiñones fritos?
Me mira sobre su libro desde el extremo de la mesa mientras me siento junto
a él.
—Oh, vamos, si no consigo nada de grasa en mi sistema voy a bajar de peso.
—Champiñones fritos no están en la lista para un embarazo saludable.
—Si tus preocupaciones fuesen reales entonces nadie tendría un embarazo
saludable. —Espío su plato lleno de salchichas, tocino, tostadas, frijoles,
champiñones, todo mezclado, pero sin huevos. Entonces me quedo mirando el
mío—. ¿Tomate a la parrilla y pan tostado con margarina? Me estás tomando el
pelo.
—Come. —Asiente, sus ojos hojeando su libro.
Lo hago y sabe soso y horrible.
—¿Esto ha sido cocinado con aceite de girasol?
—Orgánico.
—Ewww. ¿No puedo tener un pedazo de tocino?
101
Cambia de página.
—No.
—¿Solo un poco?
—No.
Dejo escapar un gruñido y lo mismo ocurre con mi estómago.
—Me estás matando aquí.
Me mira de nuevo, sus cejas arqueadas como lo hace un padre con un niño
cuando está siendo travieso.
—Come, Guinevere.
Tomo un bocado de mis tomates picados y a la parrilla. Sigue mirando su
libro, no se dará cuenta si tomo un hongo de su plato. Huelen demasiado bien para
resistir.
Mi corazón está puesto en el tocino sin embargo, tiene cuatro rebanadas.
Cuatro.
Eso es demasiado codicioso. Nadie necesita tanto tocino.
Muy despacio y con cuidado, deslizo mi mano a lo largo de la mesa, usando la
otra para comer la comida que tengo, por lo que no se ve que estoy haciendo algo
sospechoso. No me puede ver, el libro está bloqueando su vista.
Casi allí... golpe.
Jadeo y retiro mi mano, con la boca abierta en estado de shock. Me mira por
encima de sus gafas, su libro cerrado sobre la mesa.
—¿Acabas de golpear mi mano con tu libro? —pregunto, mi sorpresa aún
evidente mientras froto la palma de mi mano con la otra. No me dolió pero me
sorprendió.
—Dije que no.
—Acabas de golpear mi mano con tu libro —le digo, mi voz más baja y más
peligrosa en esta ocasión—. No puedo creer que hayas hecho eso.
—¿Eres un animal? —Frunce el ceño, sus palmas de las manos sobre la mesa—
. Debido a que solo los animales roban la comida del plato de otro.
—¿Eres un animal? —Le frunzo el ceño de nuevo, repitiendo sus palabras—.
Debido a que solo los animales golpean a las mujeres embarazadas.
Suspira y pone los ojos en blanco.
—Tan dramática, fue solo tu mano.
—Todavía es un ataque.
—Mi comida. No la toques. —Me mira y levanta su libro.
¿Por qué tengo esta sensación loca de hacerlo de nuevo? Si me golpea otra vez
juro que lo golpearé. Estoy preparada.
Así que cuando mira su libro, mastico lentamente la comida y poco a poco 102
deslizo mi mano. ¡SÍ! Conseguí el tocino.
—Devuélvelo —afirma, sus ojos sin dejar el libro. ¿Cómo me ve?
—Pero...
Sus ojos todavía no salen del libro.
—Devuélvelo.
—Tú no me controlas o a mi cuerpo, voy a comer lo que me gusta.
—Mientras te quedes aquí podrás cuidar de tu cuerpo y de tu hijo no nacido
de la manera que se supone que debes. —Ha bajado su libro y sus ojos están
puestos en mí.
—Es solo tocino, maldito cerdo nazi. No puedo vivir con lo orgánico, aún
necesito un poco de comida chatarra —grito, mi voz sonando tan exasperada como
me siento, y me siento muy exasperada.
—Haz lo que te dicen —medio grita.
—No. —Llevo el tocino a mi boca, tomando un bocado y mastico.
En un instante está de pie, su movimiento repentino me asusta por lo que
estoy de pie de la forma más rápida que he sido capaz de levantarme en los últimos
tres meses. Nos miramos el uno al otro, con los ojos llenos de advertencia; mi
cuerpo ahora temblando. Estoy un poco asustada, para ser honesta.
Solo quiero tocino. Tomo otro bocado, se acerca. Doy un paso hacia atrás con
cada paso que da.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, paralizada por el miedo. No debería
haberlo presionado, apenas lo conozco.
¿Qué si me golpea o me encadena en mi habitación?
¿Y si me quita el tocino?
—Dame el tocino.
Parpadeo cuando mi espalda está contra la pared.
—Es solo una rebanada de tocino.
—Deliberadamente me has desobedecido —dice y sostiene una servilleta—.
Dame el tocino.
—Está bien, maldita sea, tenlo —grito y lo coloco en la servilleta, mi
temperamento mostrándose.
De repente, está en mi rostro, sus manos golpean la pared al lado de mi
cabeza. Gimo mientras se acerca, su nariz está a solo un centímetro de la mía.
—Maldice de nuevo y te arrepentirás.
—¿Qué significa eso?
—Maldice de nuevo y lo averiguarás —amenaza y se aleja, el tocino y la
servilleta aplastados en su puño.
Me deslizo por la pared después de que sale de la habitación, se lleva los 103
platos con él. Si pudiera envolver mis manos alrededor de mis rodillas lo haría. De
pronto, no quiero estar más aquí.
Antes de que nadie me vea corro por las escaleras y me escondo en mi
habitación, mi mente corriendo de una idea a otra. Es claramente inestable, tiene
problemas de control graves que no estoy segura que quiero tratar.
Tal vez debería permanecer fuera de su camino. Tal vez debería irme.
¿Adónde iría de todas maneras? Tengo que ser realista aquí.
Me subo a la cama después de patear mis zapatos y entierro mi cabeza bajo las
sábanas. Esta es mi salvación, aquí es donde me siento más cómoda así que es
donde me voy a quedar. ¿Por qué tengo que lidiar con esto? No merezco esto.
Mi corazón y mi respiración son los únicos sonidos que puedo oír mientras
me cierro al mundo. Mi respiración es pesada, ya que es difícil respirar bajo un
edredón pero está bien. Al menos no estoy llorando, estoy tan harta de tener que
llorar.
—Me voy ahora, querida —dice Jeanine a través de la puerta—. Asegúrate de
comer. No tocaste tu desayuno.
Me oculto más bajo la colcha después de un:
—Está bien. —Estoy tan cansada. Tan malditamente cansada.
¿Esto se volverá más sencillo?
Hay un golpe en la puerta después de que el sol desciende.
—¿Guinevere? —Es Gwen. Los golpes se hacen más insistentes—. Guinevere,
abre la puerta.
—Vete —le digo en voz baja, pero sé que me escucha.
Se abre la puerta, mantengo la manta más apretada alrededor de mi cabeza.
—Deja de lamentarte y ven a comer —exige, su tono mostrando su molestia.
No respondo, no quiero comer con él. Déjame en paz en mi cueva de dolor.
Suspira y oigo sus pasos acercándose.
—Gwen.
—Estoy cansada.
Chillo cuando la manta es arrancada de mi cuerpo y Nathan se cierne sobre
mí, mirándome tan cabreado como ahora me siento.
—Esto no es saludable.
Trato de enterrar la cabeza bajo la almohada pero me detiene también.
Después de un momento de cerrar los ojos con fuerza y enterrar mi rostro
debajo de mis brazos, estoy en el aire.
—Bájame —ordeno, sin atreverme a mover mientras me acuna contra su
pecho por temor a que me caiga—. Ahora.
—Come y luego podrás revolcarte todo lo que quieras —dice con calma y me 104
lleva desde mi habitación. Mis brazos se envuelven automáticamente alrededor de
sus hombros—. Estás muy ligera para alguien que está embarazada.
—No te das cuenta que has hecho un hábito en llevar mujeres embarazadas —
comento.
—También eres muy frustrante.
—No lo soy. —Tal vez solo un poco, pero ¿quién me puede culpar?
Deja escapar un suspiro y empieza a bajar por las escaleras con cuidado.
—Me disculpo por alterarte esta mañana. Jeanine fue bastante insistente con
que nunca debería tomar la comida de una mujer embarazada, trataré de ser más
razonable en el futuro.
¿Qué demonios debo decir a eso?
—Bien.
Él no habla, solo me lleva al comedor y me coloca suavemente en la silla al
lado de la suya.
Mi nariz al instante capta el aroma de ajo y carne antes de ver mi plato. Mi
boca se hace agua al ver el guiso.
—¿Cocinaste esto? —pregunto, impresionada con la comida.
Se encoge de hombros.
—Es solo guiso.
—Caleb apenas podía cocinar una pizza congelada. —Señalo y mojo un pedazo
de pan fresco en el caldo. Dios mío—. Esto es mejor que el mío. Gracias.
Sus ojos se pierden en mi rostro por un momento antes de empezar a comer
su propia comida.
—Veo que no eres religiosa.
—¿Quieres orar?
—No.
—Así que...
—Fue solo una observación.
Levanto una ceja en su dirección.
—Observas cosas extrañas.
—¿Está mal querer conocer a la mujer que ahora vive conmigo un poco
mejor? —Sus ojos caen a su comida y su labio inferior se desliza por debajo de los
dientes.
—Supongo que no. —Giro mi cuchara alrededor del maravilloso guiso y recojo
un pedazo de carne y patata—. Bueno, no soy religiosa, no me crié religiosa pero sí
creo en Dios.
Asiente lentamente, pero no parece tan interesado, su rostro es una máscara
de indiferencia y caemos en silencio. Es uno incómodo.
Me dedico a limpiar la mesa, solo para tener algo qué hacer mientras se sienta 105
y le habla en voz alta a alguien por su teléfono. Mis oídos se animan cuando
empieza a hablar de su padre, así que lavo los platos en la cocina, dándome una
razón para quedarme. Todo lo que oigo es:
—Sí, bueno, lo que mi padre dice claramente va. —Y luego empieza a hablar
de acciones y participaciones y otras cosas aburridas.
Cuando termina, entra a la cocina y se afloja la corbata azul alrededor de su
cuello.
—Gracias por lavar los platos.
—No hay problema. —Mi instinto de anidamiento no me deja salir de todos
modos.
—¿Puedo confiar en que estés presente para el desayuno de mañana? —Me
encojo de hombros como respuesta—. Lo tomaré como un sí.
—Bien.
—Buenas noches, Guinevere.
—Es Gwen y son solo las siete, ¿vas a la cama ya?
Lo escucho acercarse.
—Lo que hago no es asunto tuyo... Gwen. Recuerda eso.
Vaya. ¿En serio? ¿Va a ser tan grosero?
—Estaba haciendo una observación.
—No, no te gustará lo que observarás —afirma con frialdad y sale de la cocina.
En todo el tiempo no lo vi y no sentía ningún deseo de hacerlo, hasta su comentario
de despedida. Ahora no puedo quitar mis ojos de su espalda mientras se aleja.
¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Qué no me gustará? No es que esté
tratando de gustarle algo o en busca de algo que le guste.

Me despierto en la mañana antes de lo habitual. Estúpido malestar matutino,


debería haberse detenido ya. No lo ha hecho. Corro al baño y caigo de rodillas
delante del inodoro. Iuk. Por suerte el malestar desaparece después del primer
vaciado de estómago, a diferencia de los últimos meses, donde ha persistido el
fondo de mi estómago, implacable durante horas. A veces me hace sentir tan mal
que he llorado.
Una vez que acabo, tomo una larga ducha. La necesitaba. Estoy avergonzada
por pasar tanto tiempo sin una, especialmente cuando hay un baño justo al lado de
mi habitación y tiene una preciosa ducha y una enorme bañera. Son de estilo
antiguo, pero trabajadas de manera brillante.
Cuando por fin bajo tengo que respirar profundamente cuando huelo tocino.
Es extraño, porque ayer quería tocino y ahora pensar en ello hace que mi estómago
se retuerza. Voy tentativamente a la zona del comedor, Nathan se sentó de igual
manera que el día anterior, esta vez sostiene un libro diferente y no hay lentes 106
sobre su nariz. Su cabello está diferente también, o tal vez simplemente no se ha
peinado todavía.
Parece mucho más informal que ayer, en una camisa azul y jeans oscuros
diferentes. Esto me hace preguntar por qué llevaba un traje anoche, no lo recuerdo
yendo a alguna parte para que sintiera la necesidad de cambiarse en algo tan
aparentemente formal.
—Estás mirándome —comenta mientras me siento.
—Lo siento —murmuro y bajo la mirada a mi plato, puedo escuchar a Jeanine
en el fondo cantando para sí misma. Aunque no estoy del todo segura de dónde está
viniendo su voz—. Me preguntaba...
—¡Jeanine! —Su mano golpea la mesa haciéndome saltar y jadear—.
¡Suficiente!
Me sorprende cuando la oigo reír en voz alta antes de caer en silencio. Se frota
los ojos con las manos enguantadas y coloca el libro sobre el mantel frente a mí.
—Te estabas preguntando... —Me impulsa a terminar la frase anterior.
—Oh, umm... no puedo recordar ahora.
Me mira mordazmente, tengo que luchar contra mi necesidad de rehuir su
mirada oscura.
—No juegues conmigo. Escúpelo.
Bufo. No he sentido la necesidad de reír en un tiempo muy largo, pero esto
casi me impulsa.
Piensa en ello por un momento antes de rodar sus ojos cuando se da cuenta
de la razón de mi resoplido poco atractivo.
—Honestamente, ¿cuántos años tienes?
—Veintiuno.
—Era una pregunta retórica dirigida a tu nivel de madurez.
Mantengo mi mirada hacia abajo y recojo el tocino en mi plato.
Suspira en voz alta.
—Ayer querías tocino y ahora que lo tienes no eres feliz. Típico.
—No. —Niego—. Es genial. Gracias. —Poco a poco llevo un pedazo a mi boca,
mis ojos parpadeantes en su dirección—. Ahumado, me encanta el tocino ahumado.
—Mi estómago hace un ruido fuerte, me levanto lentamente—. Discúlpame. —Con
mi mano sobre mi boca salgo del comedor y voy al piso de arriba. Lo arrojo.
Qué asco.
Jeanine se une a mí unos minutos más tarde con una taza de té de jengibre y
una galleta de jengibre. ¿Por qué todas las personas mayores piensan que el
jengibre es la cura para todas las enfermedades? No funciona. Bueno, no para mí.
No puedo soportar el jengibre.
Me dirijo a mi habitación en busca de soledad.
107
Hay un ligero golpe en la puerta después de veinte minutos de estar aquí, no
respondo, me siento en la ventana y miro solemnemente a través del cristal. Los
árboles se ven tan gruesos y vibrantes, cuando intentas mirar a través de las hojas,
pero si estás caminando a través de ellos no se ven tan gruesos. Realmente están
muy separados. Son los arbustos y ramas que conforman el bosque los que hacen
difícil de caminar a través de él. Apuesto a que si vuelas por encima de este parche
particular de árboles y bajas la mirada, se vería como un manto de hojas que
cubren el acantilado.
El golpeteo vuelve a sonar. Todavía no respondo.
La puerta se abre de todos modos. Genial.
No me giro para mirar a quien quiera que sea, pero siento que entra y casi
como si pudiera sentir su presencia dominante, sé quién es tan pronto como
atraviesa la puerta.
—¿Estás enferma?
—Las náuseas matutinas que vienen de repente a lo largo del día —explico y
coloco mi cabello detrás de las orejas, sin dejar de mirar a lo lejos.
—Estás triste. —Observa y quiero mirarlo.
—¿Cómo no estarlo?
—Ha pasado casi un mes —dice en voz baja, casi como si estuviera tratando de
consolarme con su tono.
Esta vez lo miro.
—Por favor, dime que me estás tomando el pelo.
Me mira por un momento más, sus ojos inexpresivos sin ofrecer nada.
—Tienes cita con el médico en treinta minutos. Viajó al pueblo para verte.
No llegues tarde.
—¿Y cómo exactamente se supone que voy a llegar hasta allá? —pregunto, mi
voz casual, mi cuerpo tenso.
—Jeanine te dejará en su camino a casa y te recogeré cuando hayas
terminado. —Cierra la puerta al salir, me apresuro a arreglarme. Asegurándome de
ponerme pantalón para que el médico no le eche un vistazo a mi "mini" si tiene que
hacer un ultrasonido. Lamentablemente me queda un solo conjunto de ropa limpia
debido a que mis cosas todavía están en el auto de Nathan y ya usé toda la ropa que
estaba en mi mochila. Me pongo estos con un suspiro, afortunadamente la camiseta
marrón combina con mis jeans beige y botas, no parezco un completo desastre.
También me sirven, lo cual es un alivio aún mayor.
Nathan no está a la vista cuando me voy, me alegro por ello. No estoy segura
de cómo reaccionar ante él en este momento.
El chico tiene problemas que no quiero tratar. Uno pensaría que sería un poco
más comprensivo conmigo en este momento. Uno pensaría que estaría un poco
más emocional también. Caleb era su hermano y sin embargo, no muestra signos
de dolor. No muestra signos de ninguna emoción en absoluto, nunca he conocido a
una persona más robótica en mi vida. 108
¿Por qué parte de mí está gritando ser agradecida? Está alterando su vida
privada y su casa solo para hospedarnos a mi bebé y a mí.
Pero otra parte está diciendo que debería, es su sobrina o sobrino el que está
en mi vientre. Debería asegurarse de que él o ella tengan todo lo que su hermano
hubiera dado. Bueno, no todo, pero debería ayudar.
Todavía no olvido su actitud hacia mí.
—Se paciente —me dice Jeanine mientras estacionamos en la acera después
de un largo y callado paseo hasta aquí—. Se calmará, no está acostumbrado a la
compañía.
¿Qué quieres decir con eso? Quiero decir, es obvio que se refiere a que vive
solo, pero no puedo evitar sentir que hay más significado en su declaración.
—¿Te gustaría que vaya contigo? —Ah, un cambio de tema, debe haber jurado
guardar el secreto porque Jeanine no parece ser del tipo al que le gusten los
secretos.
Niego.
—No, no se sentiría bien. Era una cosa nuestra... ¿sabes?
Aprieta mi mano y asiente, sus ojos empañándose con comprensión.
—Lo sé, cariño.
El médico me ve inmediatamente, me informa que su nombre es Dr. Meadow
y que atenderá el nacimiento de mi hijo en privado. Así que supongo que no estoy
recibiendo cuidados del bebé en el SNS3. ¿Qué diablos está mal con Nathan? ¿Qué
hay de malo con el SNS?
Realiza un ultrasonido para ver qué tan avanzada estoy, aunque se lo dije hace
dos segundos. No encuentro alegría en esto, apenas veo y me niego a saber el sexo
todavía. Caleb y yo teníamos que descubrirlo juntos, no se siente bien hacer esto
por mi cuenta. Toma muchas más medidas de las que hacían en casa, lo que me
preocupa. Me asegura que es para que pueda monitorear todos los aspectos de mi
embarazo a partir de ahora hasta el final.
Al parecer estoy perfectamente sana hasta donde puede decir y mi bebé va a
ser grande, quiere sacarme sangre para hacerme exámenes de diabetes y otras
enfermedades. Principalmente diabetes, porque al parecer las personas con
diabetes tienen bebés más grandes.
Esto me da ganas de abofetearlo, incluso si está siendo agradable al respecto.
Estoy grande, embarazada y hormonal y no necesito que un médico me diga que no
debería estar tan grande.
Afortunadamente no he aumentado mucho de peso en ningún otro lugar, mis
pechos son enormes y espero que nunca se desinflen. El resto, sin embargo, sigue
siendo de buen tamaño.
También le pido una lista de todos los alimentos que no puedo comer, así
puedo demostrarle a Nathan que está siendo poco razonable, entonces llego a la
conclusión de que todo lo que tengo que hacer es levantarme antes que él y asaltar 109
su nevera. Lo que no sabe no le hará daño.
Cuando el médico me dice que me enviará a ver a alguien decido que quiero
irme y quiero irme ahora. Un terapeuta para ser exactos. Piensa que necesito
hablar con alguien sobre lo que pasó o existe la posibilidad de que no me vincule
con el bebé al nacer. Encontrar a tu amante muerto es... según él... una tragedia
terrible que necesita ser tratada adecuadamente. No estoy de acuerdo. Claro que
es una tragedia terrible, pero creo que necesita quedarse donde pertenece.
Encerrado hasta mi último aliento. No estoy lista para revivir la historia y no estoy
segura que alguna vez lo estaré.
Desde que murió en todo lo que he pensado, es en el hecho de que se ha ido.
No he pensado en la noche en cuestión, estoy orando en secreto por reprimirlo para
siempre porque si incluso tengo un vistazo de su cuerpo sin vida acostado en la
cama otra vez, moriré por dentro y nunca seré capaz de revivir.
Me asegura que estoy en un mayor riesgo de depresión post-parto debido a los
acontecimientos y que está preocupado por mi estado mental cuando nazca el bebé.
Lo cual es una noción ridícula porque es mitad de Caleb, en todo caso la o lo amaré,
incluso más de lo que habría hecho si Caleb estuviera a mi lado. Así que rechazo la
ayuda y le doy las gracias de todos modos.

3 Sistema Nacional de Salud.


Nathan es puntual, lo cual me gusta, nunca llego tarde a nada. Caleb solía
bromear y decir que probablemente entraría en trabajo de parto exactamente a la
medianoche de mi fecha. Lo gracioso es que, no estoy en desacuerdo con él. No creo
que alguna vez llegue tarde a algo en mi vida. El pobre manejo del tiempo no es un
buen rasgo a tener.
No digo hola cuando subo en el auto. Parece fijarse en que no espero que me
ayude a entrar pero, ¿a quién le importa? A mí no.
Guardo la ecografía en mi bolso e inclino mi asiento un poco hacia atrás
—Saqué todas tus cosas —dice—. Me disculpo por no haberlo hecho antes.
—Gracias.
Me da un vistazo.
—¿Tu cita fue bien?
—¿El médico privado no va a llamarte e informarte de los avances más tarde?
Suspira.
—Solo estoy tratando de darte un buen nivel de atención médica para que
todo salga de la mejor manera posible.
—No me estoy quejando —admito honestamente y miro su perfil—. Solo creo
que primero debíamos haberlo discutido.
Pasa su lengua por su labio inferior.
—Guinevere. ¿Estoy bien en asumir que deseas la asistencia médica privada? 110
—Si la estás ofreciendo entonces no voy a rechazarla —le digo, queriendo
sonreír pero sin lograrlo.
—Bien. Entonces, ¿cómo te fue? —Abro la boca para repetir mi declaración
anterior pero me interrumpe—. Contrariamente a lo que crees, considero
importante la privacidad y no invadiría la tuya de tal manera. Si no tiene ganas de
decirme, entonces está bien, no voy a volver a preguntar.
Eso en realidad es un poco dulce de una manera extraña.
—Todo salió muy bien, me está haciendo exámenes para la diabetes porque al
parecer las personas con diabetes tienen bebés más grandes pero está seguro de
que estoy bien. No tengo ninguno de los síntomas.
—¿Tu bebé es muy grande?
—Está suponiendo que pesará cuatro kilos. —Me estremezco, sin querer parir
algo tan grande.
Nathan contrae sus labios, es la primera vez que lo veo sonreír. Bueno,
ligeramente sonreír. Me pregunto si es debido a la pena al igual que yo.
—Caleb pesó un poco menos de cuatro kilogramos.
—No sabía eso. ¿Y tú?
Me mira en estado de shock, pero solo por un segundo, como si estar
interesada por su peso al nacer fuera una idea ridícula. ¿He sido tan perra?
No.
Ha sido igual de inaccesible, sino incluso más que yo.
—Pesé cuatro kilogramos con doscientos gramos —dice esto en voz baja y
retuerce sus puños en el volante.
—Yay. Mi bebé va a destruirme —murmuro.
Lleva su mano a mi rodilla, le da un apretón suave.
—Vas a estar bien. —Ahora soy yo la que tiene la boca abierta en estado de
shock y lo estoy haciendo por mucho más que un segundo. A pesar de que su mano
solo se quedó allí por un breve y reconfortante apretón, todavía siento persistir su
toque. ¿Qué demonios fue eso?
Estoy aún más sorprendida cuando no vamos a casa inmediatamente,
hacemos una parada en una tienda de ropa. Me guía dentro y me pone a merced de
dos mujeres con cintas métricas.
—Este —dice y señala una hilera de ropa—. Estos y estos. Téngalos listos para
el próximo lunes, los recogeré a las once.
Me molesta que esté eligiendo mi ropa pero no digo nada porque necesito
ropa nueva y las que escogió están en realidad bastante bien. Aunque en su mayoría
son blancas y negras.
—Estoy sorprendido —anuncia y pasa las manos sobre una hilera de jeans
elásticos.
—¿Por? 111
—No estás discutiendo conmigo, pensé que tendría una migraña inducida por
Guinevere para este momento.
Frunzo el ceño.
—No te provoco migrañas.
—Nunca he tenido tantas migrañas en mi vida. —Estoy a punto de estallar,
pero me doy cuenta que esta es su manera de bromear, es la primera vez que le veo
alguna emoción que no sea la irritación en sus ojos. Me guía fuera de la tienda y me
ayuda a subir al auto, no arrancamos de inmediato cuando se sienta, mirando al
frente sin punto fijo. Puedo ver que quiere decir algo, no lo apuro; solo espero—.
Mira Guinevere. Sé que esta mudanza no ha sido fácil. —Puedes decirlo una vez
más—. Y sé que lo que estás pasando es un dolor como ninguno que pueda
imaginar. —Definitivamente, puedes decir eso una vez más—. Creo que las cosas
han sido tensas... para los dos y me gustaría si pudiéramos tratar de llevarnos bien.
Este estrés no es bueno para ti y me está irritando mucho. Mi casa no debería ser
una zona de guerra. Quiero que te sientas cómoda.
—Deja de robar mi tocino entonces.
Deja escapar una risa ahogada, pero lo cubre con una tos.
—Si recuerdas, te di tocino esta mañana, pero encontraste que el baño era
mejor compañía que yo.
—Para futuras referencias. —Miro su perfil, debería sonreír más a menudo.
No tiene ninguna de esas pequeñas arrugas alrededor de los ojos que dicen que
estás en presencia de una persona feliz. Algo acerca de eso hace que me duela el
pecho. Caleb tenía las líneas, siempre estaba sonriendo. ¿Cómo puede su hermano
parecer tan diferente?— Yo también, creo que será bueno si al menos tratamos de
tolerarnos mutuamente —digo, y extiendo mi mano—. ¿Estrechamos las manos? —
Se queda mirando mi mano como si fuera un objeto extraño—. Oh, cierto, el asunto
de no tocar las manos. Lo siento me olvidé.
Se queda en silencio por un momento, veo los engranajes trabajando en su
cabeza como si estuviera tomando una decisión. Sale a la calle y finalmente habla.
—No me gustan los gérmenes.
—¿Puedes decirlo de nuevo?
—Tengo un problema con los gérmenes —agrega al ver la mirada de asombro
en mi rostro—. Es una condición real.
Asiento lentamente.
—Sí, he oído hablar de ello.
—Bien. No toques el tema, solo me empeora. Simplemente ignóralo.
Asiento, apreciando su honestidad y queriendo respetar su petición.
—No voy a hablar de ello.
Parece que deja salir un suspiro, pero no puedo estar segura ya que solo vi su
pecho desinflarse más lento que antes sin sonido para acompañar. 112
Caemos en un silencio una vez más. Esta vez es cómodo.

Es hora de la cena, estoy hambrienta. Después de buscar en la nevera y en los


armarios me decido por la pasta. Hago una pasta a la boloñesa; excelente según mis
amigos y lo ha sido siempre desde que cocinaba. Realmente, quiero ir a mi
habitación y enterrar mi cabeza, pero tengo que empezar a cuidar mejor de mí
misma. He perdido casi tres kilos, poniéndome medio kilo por debajo de mi peso
recomendado para mi altura y talla. Lo que en realidad significa que estoy cerca de
dos kilogramos por debajo porque el bebé obviamente pesa algo.
Esto me asusta. Caleb nunca me dejaría pasar más de un par de horas sin
comer. No hizo más que empujarme a la cocina a través de todo mi embarazo. Sé
que si pudiera cocinar lo hubiera hecho, pero después de un tiempo de intentar y
fracasar en tantos platos diferentes, solo comenzó a ponerme allí y ayudar en todo
lo que podía.
Caleb... solo... yo...
Suspiro.
Nathan subió tan pronto como llegamos a casa hace tres horas y no ha vuelto
desde entonces. Tal vez tiene hambre. Debería hacer un poco para él también.
Oooh, incluso podría hacer un poco de pan de ajo casero. Genial.
Me pongo el delantal, gimiendo de frustración cuando apenas me rodea lo
suficiente para atar los extremos de las cuerdas, y me pongo a hacer la cena. Soy
una de esas personas que limpian a medida que avanzan, así que a pesar de que lo
que estoy haciendo es bastante desordenado no queda un lío enorme cuando
termino.
Huele delicioso mientras hierve a fuego lento en la olla y aún más delicioso
cuando el pan empieza a subir en el horno. Con un vaso de jugo en la mano me
siento en el mostrador en la esquina y remuevo la boloñesa a fuego lento. Mi boca
se hace agua, estoy tan hambrienta.
Una vez que está servido, pongo la mesa y contemplo si debo gritarle a
Nathan o subir y tocarle. No quiero molestarlo invadiendo su espacio, así que
primero le grito.
Lamentablemente no tengo ninguna respuesta, así que grito de nuevo.
Subo las escaleras y grito una vez más. Está siendo extremadamente ignorante
o no está aquí.
Solo voy a tocar la puerta de su estudio.
—¿Nathan? —llamo y toco la puerta—. ¿Nathan? ¿Hola? —Mi mano agarra el 113
mango, estoy a punto de abrir la puerta cuando cambio de opinión. Podría estar
durmiendo en su escritorio o escuchando música con sus audífonos y no quiero
molestarlo, o hacerlo enojar al invadir su espacio. Esta es su casa, me pidió no
hacer ciertas cosas así que respetaré eso.
Envuelvo su plato en papel aluminio antes de colocarlo en el horno, y empaco
la comida restante antes de guardarlas en la nevera. En su mayoría estoy haciendo
esto solo en caso de que Nathan baje. Como que me estoy demorando así puedo
comer en su compañía.
Sentándome al final, le doy un mordisco a mi comida y gimo. Esto es muy
bueno. No me acuerdo cuando la comida dejó de saber a ceniza en mi boca, pero
estoy agradecida de que tenga esta alegría de nuevo en mi vida. Es como un poco de
color metiéndose en todo lo gris que es mi conciencia.
Estoy muy contenta de haber elegido ser un chef.

Es solitario aquí. Demasiado solitario.


Decido llamar a Sasha pero no responde. Le escribo un texto diciéndole que la
extraño y que me mantenga informada de todo. No me responde, supongo que está
ocupada así que no me molesta demasiado. Sasha nunca me ignoraría a propósito.
Al menos ahora tengo todas mis cosas. Lo primero que hago es colocar una
foto de nosotros en la playa en mi mesita de noche y luego me pongo a trabajar en
el resto.
La mejor y la peor parte de quedarme dormida esta noche, es dormirme
viendo el rostro de mi prometido.
La peor parte es que cuando me despierto, su rostro sigue siendo solo una
imagen.

Ya han pasado dos días enteros y la única persona con la que he hablado es
Sasha. Está bien, está preocupada por mí y entiende mi repentina decisión de
marcharme. Jeanine ha estado ocupada y ha dicho hola y adiós, siendo esa la
extensión de nuestras conversaciones.
Me estoy volviendo loca, Nathan está aquí pero se está manteniendo fuera de
mi camino por completo. Cuando me levanto el desayuno está listo, él se salta el
almuerzo, pero ha comido cada cena que he hecho y dejé en el horno.
Aunque no sé cómo me está evitando tan bien. ¿Hay túneles ocultos en esta
casa?
Me estoy perdiendo.
Necesito salir, pero la lluvia y el viento son implacables y no tengo auto.
Nunca hay nada en la TV, no tengo una computadora y mi teléfono no se conecta a 114
la red Wi-Fi, así que no puedo hacer mucho sobre eso.
Tengo ganas de acampar en la cocina y esperar a que Nathan recoja su cena
pero eso sería raro y aburrido. Además, ¿qué le diría? “Ah, umm, ¿vamos a hablar?”
No tenemos nada en común, ¿de qué podríamos hablar?
¿Por qué me está ignorando, sin embargo?
Mi aburrimiento ha llegado a nuevos niveles. Actualmente estoy sentada en el
frío piso de madera de mi habitación haciendo un rompecabezas de mil piezas. El
problema es que no puedo alcanzar la parte superior del mismo, porque mi vientre
no me deja inclinarme tanto hacia adelante. Tengo que girar alrededor de él como
un perro.
Cuando suena el timbre casi lloro de alivio, aunque sé que no es para mí. Me
siento como un cachorro cuando sus propietarios llegan a casa. En mi mente estoy
gritando, “PERSONAS”, a la vez que meneo mi rabo.
Soy un bicho raro, es sencillo.
Necesito conversación, necesito distracción. Si no la tengo, mi mente divaga y
no puedo controlar la dirección en que deambula. Caleb se está convirtiendo en un
pensamiento más prominente en mi mente y cada día parece ser cada vez más lento
y más difícil. Sinceramente pensaba que finalmente estaba en un buen lugar. No
porque estoy feliz o incluso contenta, sino porque tengo la fuerza para mantenerme
fuera de la cama durante todo el día.
Abriendo la puerta miro a la pelirroja, mujer regordeta que sostiene una
enorme bandeja de lo que parece ser lasaña.
—Soy amiga de Jeanine, me dijo que había alguien nuevo en la ciudad. —Mira
mi vientre—. Alguien nueva y embarazada. No podía dejar de ser entrometida.
—Hola — digo con un asentimiento.
—Vaya, a veces me olvido de mis modales, mi nombre es Paula. Vivo tres
casas más abajo de aquí con mis dos perros y mi marido Michael. —Se acerca a
darme la mano—. Te he traído lasaña.
Estoy a punto de tomarla cuando lo siento a mi espalda.
—Hola, Paula.
—Hola, Weston —lo saluda fríamente. Me pregunto qué está pasando con ella
llamándolo por su apellido, no pregunto—. Solo estaba saludando a tu nueva
huésped aquí y ofreciéndole algo de mi famosa lasaña.
—Qué amable —dice, pero suena muy lejos de ser sincero—. Permíteme tomar
eso.
Le pasa el plato.
—Así que, estaba pensando que no te he visto entrar y salir de casa.
—La señora Harris siempre está entrando y saliendo de casa —dice cerca de
mi oreja, su cálido aliento haciendo que las hebras a su lado cosquilleen la parte
posterior de mi oreja y siento temblar mis labios. Mayormente por sus palabras,
pero también por la sensación de cosquillas. 115
Le frunce el ceño a él, pero sus ojos se ablandan cuando me ven.
—Me preguntaba si tal vez te me unirías mañana al mediodía. Podríamos ir a
almorzar, te llevaré a un tour por la ciudad. He oído que solo has visto el interior de
la oficina del doctor y Darla’s Elegance. —La tienda de ropa asumo que quiso decir.
No le presté atención al nombre, sabía que no era un lugar barato, sin embargo.
Eso sería mejor que terminar el rompecabezas en el que no tengo ningún
interés. Le doy un codazo a Nathan, suspira dramáticamente.
—Si quieres ir entonces ve. Puedes tomar mi auto.
—Eso está bien, puedo recogerla. —Incluso mejor.
—No va a montarse en un auto que se asemeja a una caja de almuerzo con
ruedas, no es bueno para el bebé —dice, su voz no solo demostrando un aire de
autoridad, sino subrayando el tono que reconozco como posesivo. ¿Qué es eso?
También está siendo grosero.
—Gracias señora Harris, me encantaría ir. Si eso es todo tomaré su auto, por
si acaso siento la necesidad de irme antes que usted. Me canso con facilidad.
Sonríe ampliamente y asiente con entusiasmo.
—Solo Paula, querida. Tales buenos modales para una mujer tan joven, los
dejaré disfrutar su tarde.
—Que tenga un buen día. —La despedida de Nathan es tan sarcástica como lo
fue su hola.
—No te preocupes por el plato, querido, devuélvelo cuando hayas terminado
—dice por encima de su hombro.
No consigo saludar ya que Nathan cerró la puerta.
Lasaña.
Lo sigo a la cocina y veo cómo va a volcar el contenido del plato a la papelera.
—¡NO! —grito como si mi vida dependiera de ello y agarro el plato—. Mi
lasaña.
Parpadea en estado de shock.
—No estás comiendo esto. No sabes lo que ha puesto en ella, qué carne ha
usado.
—¿Y? —replico y tiro del plato.
—¡Muy bien! —grita y lo suelta. Desafortunadamente, debido a los cincuenta
kilogramos extras en mi estómago me voy hacia atrás.
Manos rápidas agarran mis muñecas para detener mi caída, pero al hacerlo, el
plato de lasaña se vuelca y se derrama sobre su pecho.
—Ups —digo y poco a poco retrocedo evaluando los daños—. Lo siento, lo
siento mucho.
Baja la vista al lío en su pecho y abdomen. La salsa roja se aferra a él mientras 116
los pequeños trozos de carne molida caen al suelo junto a las láminas de pasta. Se
ve pálido. Extremadamente pálido.
—¿Estás bien? —pregunto y doy un paso hacia él. Sus manos tiemblan.
Niega.
—Gérmenes.
Ah, claro, el asunto de los gérmenes.
—Nathan —le digo en voz baja—. ¿Qué quieres que haga?
—Nada. —Da un paso y tiene arcadas, todo su cuerpo inclinado sobre él.
Mierda—. Lo puedo sentir en mi piel.
—Está bien, está bien, solo quédate allí. —Agarro un paño del armario debajo
del fregadero y lo empapo con agua caliente del grifo.
Veo una gota de sudor en su frente mientras está perfectamente quieto
esperando a que lo ayude, sus ojos están bajos y sus labios apretados. Mierda. Esta
es una condición real. Debí haberlo buscado en Google, pero no tengo nada con que
buscar. Tal vez tiene libros sobre eso que pueda estudiar. Parece ser algo que tengo
que conocer si voy a estar bajo el mismo techo que él.
—Te voy a quitar estas —le digo con cautela y empiezo deshacer los botones de
su chaqueta. No se mueve ni un centímetro mientras la deslizo de sus hombros y la
coloco a un lado—. ¿Sabes? —Trato de hacerlo sentir mejor mientras poco a poco y
con cuidado saco su camisa de su pantalón—. Tengo una fobia terrible a las ratas.
No parece mucho en comparación a esto, pero es una muy profunda. Viene de
cuando era pequeña. —Poco a poco empiezo a desabrocharle la camisa desde
arriba, revelando un ligero rocío de vello oscuro sobre su esternón—. Mi madre me
llevó de vacaciones a la granja lechera de mi abuelo y todos acampábamos afuera
por la noche. Era genial en un primer momento. —Poco a poco me deshago de los
últimos dos botones y me pongo detrás de él, para así poder quitarla de su cuerpo
sin mancharlo con la salsa en otro sitio—. Mientras estaba durmiendo sentí algo
corriendo por mis piernas.
—¿Qué pasó? —Finalmente habla. Alivio.
—Espera ahí —digo y camino hacia el fregadero y mojo el paño una vez más,
todo el rato sin dejar de hablar—. Bueno, me desperté, obviamente, pero no pude
ver nada. Estaba oscuro y estaba sola. Mi madre estaba en la tienda junto a la mía
con su novio, en ese momento.
Deslizar el paño húmedo sobre su pecho me toma mi tiempo, no estoy segura
de por qué lo hago tan lentamente, tal vez porque está cerca. Estoy cerca de
alguien. Y su torso es exquisito, es dorado, suave y potente. Cada inmersión y
ranura está moldeada a la perfección. Se estremece cuando paso sobre sus tetillas
así que me alejo de esa zona.
—Todo lo que podía ver eran esos dos ojos rojos en la oscuridad que se
movían alrededor de mi tienda. Grité y grité. Con el tiempo llegó mi mamá, su
novio mató a la rata y me hizo quedarme en mi tienda. Estaba petrificada, tenía
cinco años y no sabía lo que era una rata. —Miro hacia su pecho limpio y quito mi 117
mano.
En un rápido movimiento su mano enguantada la presiona nuevamente a su
abdomen, sus dedos apretando mi muñeca en lugar de mi mano.
—No pares. —Sus ojos ven los míos—. Todavía puedo sentirlo.
Asiento y sigo limpiando lentamente su piel suave, viendo cómo el sendero
oscuro que guía a lugares desconocidos, brilla con gotas de agua.
—No creo haber estado tan afectada como lo estaba si no me hubiera hecho
quedar ahí, ¿sabes?
Asiente.
—¿Era una buena madre?
—Tan buena como podría ser. Era buena conmigo pero también era egoísta.
Me ayudó a pagar la universidad tanto como pudo, solo quería que tuviera una
buena vida, pero no sabía cómo hacerlo. Quería tener una buena vida para ella y a
veces se olvidaba de mí mientras lo conseguía —digo, pasando el paño por encima
del borde de su pantalón, siendo muy cuidadosa de no tocar donde no debería.
Su garganta sube y baja mientras traga saliva, su cuerpo ya no tiembla.
—Gracias.
—¿Mejor?
Asiente y lentamente quito mi mano antes de tirar la tela en el fregadero.
—Voy a tomar una ducha... ¿podrías? —Le hace un gesto al suelo, donde la
lasaña ha salpicado—. Si es demasiado, déjalo y yo me encargaré de él.
—Lo haré, vete —le aseguro, mis ojos nuevamente bajos y permitiéndole
pasar. Una vez que deja la habitación, me agacho y limpio. No es fácil, no es
cómodo pero aleja mi mente de lo que acaba de suceder.
¿Qué acaba de pasar?

118
Capítulo 9
Nathan no volvió a salir de su habitación anoche, no me importa,
probablemente está avergonzado, aunque no debería estarlo. Tal vez después de lo
que hice con el paño, no debería haber sido tan… sensual y lenta con ello. Quizás lo
malinterpretó, solo estaba intentando confortarlo pero puedo ver por qué creería
que no.
No, estoy siendo ridícula. No le dio mayor importancia a todo esto, estoy
pensando las cosas más de la cuenta.
Desafortunadamente debido a la lluvia torrencial y a los fuertes vientos, Paula
reprograma nuestra cita del almuerzo para el viernes.
Esto es molesto, me refiero al clima, pero también un alivio. No estoy lista
todavía para socializar con el mundo exterior. Tan ridículo como suena.
Es doloroso para mí ver a otras personas felices.
Tal vez debería ver a un terapeuta.
No. Solo necesito mantenerme ocupada para tener mi mente distraída. 119
Estúpidos nudos en mi estúpido cabello. Desenrédate, maldita sea.
Llaman a mi puerta.
—Adelante —grito, todavía intentando desenredar mi cabello.
Nathan entra.
—Estoy seguro que no tengo que recordarte —comienza, lo miro a través del
espejo—, que todo lo que suceda entre nosotros, cualquier cosa que veas que se
relacione conmigo, es confidencial.
¿Todo lo que suceda entre nosotros? Esto podría ser un mal entendido, así
que elijo interpretarlo de la forma más segura posible y asumo que se está
refiriendo a las conversaciones y otras cosas diarias.
—Obvio. —Pongo mis ojos en blanco y coloco el mango del cepillo en mi boca
mientras utilizo ambas manos para peinar mi grueso cabello en lo alto de mi
cabeza.
—Es repugnante, te has… —Se aclara la garganta y mira hacia otro lado por un
momento.
Rápidamente dejo caer el mango del cepillo, éste cae con cuidado sobre mis
muslos.
—¿Mejor?
—Sí. —Entra más en la habitación y alza una ceja—. Eres muy ordenada.
—Siempre lo he sido. Me gusta tener todo en su sitio.
—¿TOC4? —pregunta educadamente.
Niego.
—No, solo soy organizada. ¿Cómo te sientes?
Pasa su lengua sobre su labio inferior, su rostro volviéndose una dura
máscara.
—Agradecería si no mencionas lo de ayer.
—Por supuesto. —Me levanto y vuelvo a mi rompecabezas que está muy lejos
de estar terminado. Cruzando mis piernas, me siento en un cojín y revuelvo las
piezas hasta que una llame mi atención.
Todavía está aquí. ¿Por qué aún está aquí?
—Hablo en serio, si escucho rumores de lo que pasó incluso de los labios de
Jeanine no estaré contento. —Chasquea su lengua, asustándome.
Parpadeo hacia él.
—No diré una palabra.
—Asegúrate de que no lo haces.
Sus ojos fijos en los míos durante un minuto más, rogándome que memorice
sus palabras, antes de girar sobre sus talones y dejar mi habitación.
No puedo creer lo… frío que puede ser a veces. Entiendo que lo ocurrido no es
algo de lo que quiera hablar pero ¿no puede por lo menos hablarme con un poco 120
más de respeto? Me siento como una niña mala.
Es tan… confuso su comportamiento hacia mí. No puedo decir si detesta que
esté aquí o no.
Si soy una carga ¿por qué no solo me alquila un lugar? Sé que tiene suficiente
dinero para alojarme en cualquier lugar, al menos entonces no tendría que lidiar
conmigo a diario. Nada de esto tiene sentido.
O quizás sencillamente lo estoy sobre analizando como hago con todo.
Me siento de nuevo en el suelo y continúo con el rompecabezas. Es aburrido,
por no decir más, pero no hay más nada qué hacer por aquí. Mi mirada se detiene
en la cama donde anhelo simplemente acurrucarme y olvidarme de todo en el
mundo de la ignorancia. Me cuesta mucho tener que levantarme y dejar la
habitación. El bebé me da unas cuantas pataditas y asumo que es porque él o ella,
está feliz de que haya elegido estar más activa.
No puedo salir, la lluvia y el viento son demasiado fuertes. Aunque parece
tentador. Solamente correr a través del viento y las copiosas gotas de agua que caen
del cielo. Imagina lo liberador que se sentiría.
—Estoy aburrida —le digo a mi vientre mientras bajo las escaleras—. Solo
puedo imaginar cómo te sientes.

4 TOC: Trastorno obsesivo compulsivo.


La habitación está oscura debido a las espesas nubes grises cubriendo el sol, y
a la sombra que los árboles cercanos hacen sobre la ventana. Suelto un suspiro de
frustración y enciendo la televisión, es nueva, así como también lo es el equipo de
debajo, pero no hay nada en ella. Los DVD tampoco están en alguna parte visibles
así que ni siquiera puedo ver una película.
Llamo a Sasha pero no contesta, tampoco lo hace Tommy. Lo intentaré de
nuevo más tarde.
Después de entrelazar mis manos y juguetear con mis pulgares por veinte
minutos, entro en la cocina y decido tomar un aperitivo.
No tengo mucha hambre después del solitario desayuno de esta mañana pero
debería comer, así que lo hago.
Me siento en la mesa con un caqui entre mis manos. Utilizo un plato para
atrapar el pegajoso jugo y escurrirlo cuando éste empiece a secarse en mis dedos.
Esto es lo más destacado de mi siguiente hora. Comer frutas y lavar mis manos. No
recuerdo alguna vez estar sola o aburrida en casa, pero es probablemente porque
siempre sabía que Caleb estaría pronto en casa y no siempre estaba intentando
mantener mi mente ocupada.
Un relámpago sacude la casa haciéndome agarrar automáticamente la mesa
para estabilizarme. El relámpago pronto es seguido por un profundo estruendo. Es
algo bueno que no me den miedo los truenos y los relámpagos o esto sería difícil.
Sin embargo no estoy segura de cómo sentirme respecto a todas las luces
titilando y apagándose. Todavía puedo ver, no está oscuro pero aun así es 121
inquietante y ahora estoy completamente convencida que hay algún tipo de
fantasma respirando en mi nuca.
Me levanto rápidamente del taburete, sin atreverme a mirar atrás por miedo
de ver algo allí que he imaginado en mi mente. Mis pisadas aporrean las escaleras
así como mi corazón late violentamente en mi pecho. Solo necesito volver a mi
cama y todo estará bien.
¡Crack! Las luces del pasillo se encienden proyectando extrañas sombras a lo
largo de las paredes. Estoy demasiado agitada para intentar calmarme y
racionalizarlo.
Sintiéndome como una niña entro en mi habitación, me meto en la cama y
echo la cobija sobre mi cabeza. Todo el tiempo repito en mi cabeza: No es real, no
es real.
La tormenta continúa, más ruidosa y más amenazadora que antes y esto me
está asustando bastante.
La lluvia parece ser más intensa y el viento más fuerte. Mis manos
temblorosas aprietan más la manta ciñéndola sobre mí. Doblo mi cuerpo en forma
de bola, sin atreverme ni siquiera a sacar un dedo fuera de debajo de las mantas.
Mis oídos captan pisadas de arriba, son de Nathan, debían ser de Nathan.
Pero si es Nathan entonces ¿por qué no solo abrió la puerta de mi habitación?
Oh, Dios mío. Los fantasmas son reales. Creo que voy a gritar.
La manta es apartada de mi cabeza, grito.
—¡Guinevere! —grita Nathan y detiene mi forcejeo sujetando mis muñecas.
—¿Eh? —Parpadeo abriendo mis ojos y levanto la mirada hacia la sombra de
un hombre que se ve como Caleb. Buscando consuelo me lanzo sobre él, con mis
brazos alrededor de su cintura y mi cabeza apoyada sobre su pecho.
—Estás temblando —dice sin devolverme el abrazo, pero me niego a dejarlo ir
ahora.
—Si estás aquí abajo, ¿quién está en el piso de arriba? —le susurro cuando
escucho más pisadas.
Apoya su mano en la parte superior de mi cabeza mientras con su otra mano
aparta mis brazos. Lo miro a través de mis pestañas.
—Tengo compañía.
—¿Compañía?
—Sí —responde y se aleja de mí—. ¿Qué ocurre?
—¿No viste que se fue la luz? —¿Cómo no pudo haber notado eso?
—Estaba ocupado —dice, y veo a una mujer de pie en la habitación. Una mujer
muy bonita con cabello grueso y dorado y nada de ropa. ¿Por qué estaba
caminando tan solo con una bata?
—Oh. —¿Por qué está completamente vestido cuando ella no lo está? ¿Por
qué si quiera es de mi incumbencia?—. Lo siento. —Vuelvo a la cama, mirando
entre la mujer y él.
122
—Te dije que esperaras arriba —le grita a la chica quien inmediatamente baja
su mirada.
—Escuché su grito, estaba preocupada y pensé que podías necesitar ayuda —
murmura y da un paso atrás.
Echo un vistazo entre ella y la mirada furiosa que Nathan le dirige. No parece
estar muy contento y su excusa parece legítima así que no estoy segura de si merece
su ira.
La mirada de Nathan me llega como si estuviese esperando que reaccionase
de alguna manera.
—Gracias pero estoy bien —le explico a la mujer quien no puede ser más de
cinco años mayor que yo—. Aunque eso fue amable de tu parte. No soy fan de la
oscuridad.
—Sí, esta casa es bastante espeluznante cuando es de noche. —Se ríe pero se
detiene inmediatamente cuando Nathan la mira de nuevo—. Debería irme —
susurra y me obsequia una pequeña sonrisa.
—Sí. Creo que deberías —dice de mala gana Nathan y su expresión cae.
—¿Mañana? —Se ve confundida y un poco herida.
—Te llamaré. Puedes salir por tu cuenta, tengo que ver la caja de fusibles. —El
tono de voz de Nathan es austero e inflexible. Quiero darle una bofetada de parte de
ella.
Asombrosamente ella no dice nada, solo sale metafóricamente con la cola
entre las piernas.
—¿Tienes que ser tan mezquino? —le grito a mi casi cuñado. Me mira, solo
parece aburrido—. Solo estaba intentando ayudar.
—Estaba tratando de ser entrometida cuando no tenía derecho a serlo. —
Agarra mi brazo con su mano y me lleva fuera de la habitación, entro de nuevo al
espeluznante pasillo.
—No quiero volver abajo.
—Sin embargo, te necesito para que sostengas la linterna mientras reviso la
caja de fusibles.
—¿No puede hacerlo la rubia? Estaba impaciente por ayudar.
—No.
—Pero…
—No voy a dejarte por tu propia cuenta ni por un segundo. No me fio de que
no empieces a hacer ese ruido tan horroroso de nuevo.
—¿Ruido? ¿Te refieres a mi grito? ¡Quitaste la manta de mi cabeza! ¡Pensaba
que estabas arriba! —me defiendo pero no le importa.
—Estabas gritando antes de eso, Guinevere, ¿qué crees que me hizo bajar en
123
primer lugar?
Me detengo en seco.
—No estaba gritando.
—Sí lo estabas.
—No, no lo estaba. —Sé con un cien por ciento de certeza que no estaba
gritando. ¿Por qué está mintiendo?—. Y no escuché ningún grito de cualquier otro
lugar. Quizás fue la rubia.
—Su nombre es Lorna y sí, tienes razón, quizás lo fue —Eww. No hay que ser
un genio para saber a lo que se está refiriendo. Sin embargo, me refería a lo
primero, es simplemente natural que me sienta asqueada con su confirmación.
—Nadie estaba gritando. —Vuelvo a mi discusión anterior mientras me lleva
dentro de la cocina y busca debajo del fregadero por algo—. ¿Por qué bajaste?
No responde, sin embargo, encuentra una linterna grande.
—Vamos.
—Oh no. No hay manera… no… de ninguna manera. —Retrocedo fuera de la
puerta que lleva al sótano—. Esto es exactamente lo que hacen en las películas de
terror.
—El sótano no es como los sótanos de las películas de terror. Es un gimnasio.
Vamos —suspira y me guía hacia los estrechos escalones. Inhalo profundamente y
le permito guiarme por la escalera. La linterna ilumina el camino bastante bien
pero todavía estoy asustada.
Tiene razón, este sótano no es espeluznante como los de las películas de
terror, tiene una cinta de correr, algunas pesas y un montón de otros
equipamientos de entrenamiento de los cuales no sé el nombre. Sigo cerca de
Nathan, mi mano sobre su hombro mientras me guía hacia la esquina más lejana.
—Sujeta esto —dice y me pasa la linterna. La dirijo hacia la caja mientras la
abre y lo veo mover algunos interruptores. Después de un tiempo suspira y
retrocede—. Es un apagón general. Vamos a tener que esperar.
—¿No podemos irnos a otro lugar? —le ruego, devolviéndole la linterna.
Otro fuerte relámpago destella en lo alto del cielo seguido por un gran
estruendo.
Con el brillo de la linterna puedo verlo pasar su lengua sobre su labio inferior,
parece que cede.
—Bien. Vamos.
Nos apresuramos a subir las escaleras y rápidamente nos ponemos nuestros
abrigos. Sostiene un paraguas abierto antes de llevarme hacia la lluvia torrencial y
me ayuda a entrar en su auto. Froto mis manos delante de la calefacción tan pronto
como gira la llave de contacto, agradecida de que tenga un auto decente el cual solo
toma unos segundos para calentarse en lugar de los quince minutos que le tomaba 124
al auto de Caleb.
—¿Película o comida? —me pregunta y cuidadosamente da marcha atrás antes
de enderezar el auto y dirigirlo por la estrecha carretera.
—¿Película? —pregunto y otro pensamiento viene a mi mente—. ¿Dónde está
la rubia?
—Se ha ido en su auto. Se fue mientras estábamos en el sótano.
—Oh. Fuiste mezquino con ella.
Su rostro se contrae y su mirada se estrecha.
—No es asunto tuyo. No te inmiscuyas.
—Lo siento —murmuro porque tiene razón. Todavía no me siento bien
sabiendo lo grosero que fue y no poder decir algo al respecto.
—Aceptadas.
Cristo, es tan cabrón algunas veces.
El cine está vacío cuando llegamos, estoy sorprendida de que incluso esté
abierto. Tuvimos que conducir cerca de una hora para llegar y aún está diluviando.
Discutimos por un instante sobre si ver una película de acción o una película de
suspense de psicología. Él gana y tenemos que ver la de suspense porque él no
aguanta las películas de acción.
Lo que sea. Ésta parece buena para ser justos.
Al parecer las palomitas son un gran no, no. ¿Quién va al cine y no compra
palomitas? La única cosa que se me permite es una botella de agua. Está pagando
así que no es como si me pudiese quejar. Es bastante triste que no pueda pagar las
cosas por mí misma y me siento culpable por ello. Tengo algo de dinero en mi
cuenta de ahorros pero estoy temerosa de gastarlo, quizás lo necesite. ¿Quién sabe
cuánto tiempo durará su generosidad?
No hablamos durante la película por razones obvias, tampoco hablamos
mientras nos vamos por razones no tan obvias. Cuando salimos estoy aliviada de
ver la falta de lluvia. Nathan parece creer que estaría bien volver a casa, espero que
esté en lo correcto en sus suposiciones porque la rubia tenía razón, la casa es
escalofriante por la noche. Nunca volveré a verla de la misma forma de nuevo y que
me condenen si alguna vez deambulo por los alrededores de noche después de esto.
—Eres una buena cocinera. —Su voz me sorprende.
—Gracias. —Creo.
—Aunque tengo que decir que los espaguetis fueron mis favoritos. Muy
sabrosos.
—Son en cierto modo mi especialidad, supongo.
Me mira por el rabillo del ojo.
—¿Dónde aprendiste a cocinar así?
¿Realmente no lo sabe?
—Es lo que estudié en la universidad. Quiero abrir mi propio restaurante y 125
panadería algún día. —Parece sorprendido y me pregunto por qué.
—Eso es un buen esfuerzo. ¿Supongo que has tenido que dejarlo debido a los
acontecimientos recientes?
—Sí. Caleb iba a dejarlo y a quedarse en casa con el bebé.
Lo veo negar mientras murmura:
—Apuesto que sí.
—¿Qué se supone que quieres decir? —Me doy cuenta de que sus manos
enguantadas giran en el volante, el cuero chilla sobre la goma—. Si tienes algo que
decir, entonces dilo de una vez.
—No. —Espero un poco más a que explique su extraño comportamiento, pero
no lo hace—. ¿Vas a cocinar esta noche?
—Si quieres. —Me encojo de hombros y miro los árboles pasar—. Es hermoso
aquí. Desearía poder disfrutarlo más.
—¿Es decir?
—Es decir que desearía que Caleb todavía estuviera vivo y entonces no todo
parecería tan soso y sin sabor, y no estoy solamente hablando de comida.
Suspira y se muerde el labio inferior por un momento.
—Caleb odiaba el campo.
—¿Sí?
—Sí. Prefería la playa.
—Oh. —No lo sabía. Me arden un poco los ojos. No estoy segura de por qué.
Tal vez porque ahora me acabo de dar cuenta de que nunca sabré un montón de
cosas sobre él. Solo lo que ya sé y lo que me dicen los demás.

Comienza a llover de nuevo pero es solo una ligera llovizna en comparación a


lo de antes. Busco refugio en la cocina, rodeada de ollas y un horno caliente, ya que
Nathan se fue tan pronto como llegamos a casa. Estoy agradecida por esto, la
oscuridad que he estado tratando de mantener alejada tan duramente ha vuelto
otra vez y ahora necesito quedarme sola con mis pasamientos.
Esta vez me niego a ir a la cama y quedarme deprimida, voy a cocinar.
Necesito hacer algo. No quiero que Caleb me grite desde ahí arriba, diciendo que
me controle, como sé que probablemente está haciendo.
O tal vez está de pie a mi lado, retirándome el cabello del hombro,
preparándome para sus labios.
Tal vez me está susurrando a la oreja, diciéndome que todo va a estar bien.
—No, Caleb —le respondo a nadie. Me tiembla el labio inferior mientras trato
de tragar el nudo en la garganta y de aliviar el ardor de mis ojos—. Nunca nada va a
volver a estar bien. 126
No hay respuesta, no es que la estuviera esperando, así que me pongo a
trabajar y continúo haciendo la cena.
Debe ser el olor lo que ha atraído a Nathan desde su habitación porque está
sentado en la mesa tan pronto como termino de servir. Inhala profundamente y me
mira.
—Parece increíble.
Me siento junto a él, tomo agua y un bocado. Sabe a ceniza otra vez.
—Gracias.
—Sabe increíble también.
—Habría hecho algo diferente, pero no hay muchas cosas aquí —le explico las
razones por las que he hecho espaguetis otra vez y tomo otro bocado.
—¿Está todo bien? —pregunta, con los ojos más bien preocupados en vez de
su habitual irritación.
Me encojo de hombros.
—Bien.
Abre la boca para decir algo pero la cierra otra vez y niega Estoy agradecida de
que no pregunte, pero una parte de mí también quiere que lo haga. Quiero soltar
todo lo que tengo en mi alma.
Aunque si preguntara, dudo que le contestara.
Sigo picoteando la comida hasta que termina la suya y luego se pone a
limpiar. Me ayuda a llevar las cosas del comedor a la cocina.
—No estaré disponible mañana, tengo que ir a la ciudad. Dudo que vuelva
antes del martes por la mañana.
Se lame el labio inferior y seca las ollas a medida que se las paso. Los guantes
están firmes en sus manos todavía.
—Está bien. —Genial, otro día sola.
—Pedí un ordenador portátil para ti. Debería llegar en la mañana después de
que me vaya. Dejaré escrita la contraseña del Wi-Fi en el refrigerador antes de
irme.
Oh. Bueno, no estaba esperando eso.
—Eso es genial. Gracias.
—No hay problema. —Le paso un recipiente pequeño y jadeo cuando se cae al
suelo y se rompe después de que nuestros dedos se tocan muy ligeramente—. Lo
siento mucho, debería haber tenido más cuidado con la mano. —Inmediatamente
me agacho y empiezo a recoger los fragmentos.
Nathan se saca los guantes e inmediatamente va al fregadero a lavarse las
manos. Se da cuenta de que, realmente, no le toqué la piel, ¿no?
—Solo me sorprendió, debería haber tenido más cuidado —dice
calmadamente pero puedo ver el estrés en sus ojos—. Déjalo, te cortarás, traeré la 127
escoba.
Me levanto y busco el recogedor y el trapeador mientras él barre toda la zona
y hace un pequeño montón. Después de sacarlo con el recogedor lo tiro al cesto de
basura y lo veo lavarse las manos de nuevo.
Poniendo una servilleta en sus dedos, abre un cajón cercano y saca otro par de
los mismos guantes. De verdad tiene un problema.
—¿Estamos bien? —le pregunto, inclinando la cabeza.
Asiente, metiendo los dedos en el cuero.
—Me disculpo por sorprenderte.
Estoy sorprendida, suena de verdad arrepentido. Voy a colocar una mano
sobre su brazo para reconfortarlo pero lo pienso mejor y doy un paso atrás.
—Fue un accidente, le puede pasar a cualquiera.
Sus ojos siguen mirando mi rostro por un buen rato. Miro para otro lado sin
querer descifrar la emoción en ellos.
—Gwen... —suspira y se va de la habitación.
¿Qué iba a decir? Probablemente se iba a disculpar otra vez o tal vez iba a
decir gracias.
No sigo pensando en esto ya que vuelvo a limpiar, mi estómago da vueltas
mientras el bebé trata de ponerse cómodo. Me acaricio la barriga hinchada
cariñosamente y me retiro por esta noche.

Nathan se fue antes del desayuno, dejándome con la entrega de mi nuevo


ordenador portátil. Lo instalé de inmediato, ansiosa por jugar. Tengo que admitir
que es un ordenador portátil muy bueno y obviamente no costó una pequeña
cantidad. Esto me hace sentir aún peor sobre mis opiniones sobre Nathan. Claro
que puede ser temperamental y un poco introvertido y a veces grosero, por no
mencionar el hecho de que puede ser malo y falto de tacto. Pero está intentando
ayudar, ya sea debido a la culpa o por lealtad a su hermano, no lo sé. De cualquier
manera, continúa ayudando y continúa proporcionándome todo lo que necesito.
Al recoger la contraseña del refrigerador me doy cuenta del número de
teléfono de Nathan debajo de la nota. Configuré la conexión Wi-Fi y reflexioné
durante un momento si debería o no enviarle un mensaje de texto.
Decido que sí.
Gwen: Gracias por el ordenador portátil. Es genial. G. 128
No responde, no lo espero o necesito que lo haga.
Me siento y tomo una taza de té con Jeanine antes de que se vaya y veo vídeos
en YouTube. Videos divertidos que rompen, incluso la más fría de las almas, pero
ninguno me dibuja una sonrisa.
Me pregunto si volveré a sentir lo mismo, pero luego me doy cuenta que no
creo que alguna vez quiera. Desaparecida está esa chica burbujeante que sonreía, se
comía todo y en su lugar está la chica que encontró a su prometido muerto al lado
solo cinco meses antes de la llegada de su bebé.
Sigo recordándome que apenas ha pasado algo de tiempo, y la pena toma
tiempo para asentarse. Siempre estará ahí pero va a calmarse con el tiempo.
Todavía estoy de duelo... ¿no?
Claro que me entristezco cuando pienso en él, pero aparte de eso no siento
nada en absoluto. Solo este constante estado de adormecimiento.
—No estoy de acuerdo —agrego a la conversación entre Paula, su amiga Daisy
y yo, que se nos ha unido para el almuerzo—. Los mejores ingredientes
improvisados son una pizca de canela y una cucharada de mayonesa.
—Tonterías. —Paula desestima─. Todo el mundo sabe que si calientas la masa
primero y agregas la nuez moscada, su sabor es divino.
Jeanine se ríe.
─Acordemos estar en desacuerdo.
Se siente bien estar hablando de comida de nuevo, se siente como que han
pasado años desde la última vez que asistí a la universidad. En realidad ha sido un
poco más de cuatro semanas. Solo han pasado cinco semanas desde que el amor de
mi vida murió y siento algo que no sea entumecimiento.
No es felicidad ni satisfacción pero es algo por encima de la oscuridad en la
que he sucumbido en los últimos tiempos.
Eso no es bueno... creo.
Me hace sentir culpable.
Era feliz por la comida. Todo lo que podría sentir después de su muerte, sería
la comida. La comida siempre ha sido mi pasión. Cocinar, hornear, freír, guisar, la
lista es interminable.
A Caleb le encantaba lo emocionada que me volvía cuando preparaba un plato
con éxito. De cualquier tipo. Tan pronto como estaba terminado prácticamente
saltaba de alegría, lo obligaba a comerlo y acechaba a sus pies hasta que me decía lo 129
bueno que estaba. A veces me preguntaba si me decía que era bueno para no
decepcionarme.
Caleb no haría eso.
—¿Qué piensas? —me pregunta Daisy.
Parpadeo un par de veces y niego.
—Lo siento, estaba a kilómetros de distancia.
—Estábamos hablando de Nathan. Paula me estaba informando de su
comportamiento grosero hacia ella el otro día. ¿Es así contigo? —pregunta Daisy.
Niego.
—Generalmente se enfoca en sus cosas.
—Es bueno que se encargue de ti después del lamentable fallecimiento de
Caleb —dice en voz baja y quiero alejarme de esta conversación. Ahora—. Es casi
inaudito en estos días y época. Es muy noble de su parte.
—Especialmente teniendo en cuenta a sus padres. Ugh. Tuve el placer de
conocer a su madre una vez. Infame de mujer, absolutamente infame. —Paula
añade con una mueca de disgusto—. Ella solía ser terrible para esos chicos. No se
les permitía hacer nada incorrecto.
—Ellos crecieron en la ciudad —le digo, pero es más una pregunta que
cualquier otra cosa—. ¿Cómo lo sabes?
Daisy se inclina, ansiosa de contar el chisme.
—Lo hicieron, pero Nathan también pasó mucho tiempo aquí. La casa en la
que estás es el hogar de la familia. Es la casa del abuelo de Caleb. Venían por
temporadas. Solía dejar a Nathan cuando ya había tenido suficiente, lo que era
bastante a menudo.
—Sí. —Paula está de acuerdo, también inclinándose hacia adelante—. Nathan
era revoltoso. Era una amenaza. Siempre causando problemas, siempre hablando
mal de su abuelo. Sin embargo Caleb era el feliz, aunque no lo vimos mucho
mientras crecía. Siempre soñando despierto, siempre sonriendo y jugando. Un
muchacho tan encantador, pero no pasaba tanto tiempo con su abuelo como lo hizo
Nathan.
—Si Nathan odiaba tanto a su abuelo, ¿por qué reclamó su casa? —Daisy hace
la pregunta que estaba pensando, pero no iba a preguntar.
Paula se encoge de hombros.
—No tengo idea. ¿Cómo es el interior? ¿Todavía hay retratos en las paredes?
—Pienso en ello por un momento, ahora que me doy cuenta, no he visto ni una sola
imagen en cualquier lugar. Qué raro.
—Hmm. —Estoy de acuerdo y tomo mi café descafeinado con leche—.
Entonces, ¿qué hay para hacer por aquí?
—No mucho. —Y así la conversación cambia a cosas mejores.

130
Capítulo 10
Es la mañana después de mi salida con Paula. No vi a Nathan por unos días,
regresó el martes por la mañana como dijo que haría y tomé prestado su auto para
salir, pero ese es el alcance de nuestra conversación. No sé qué está mal conmigo
ahora. Estoy de tan mal humor. Lo he estado desde que desperté hace media hora.
Incluso el hecho de que puedo comer lo que quiera para desayunar no me anima.
Mis movimientos son pesados porque incluso mi cuerpo está enojado.
Entro pisoteando a la cocina y golpeo los armarios mientras preparo la
comida. Hasta los champiñones están haciéndome enojar. Estúpida comida.
Estúpida casa. ¿Por qué está doliéndome todo? No hablo de mi cuerpo, sino de mi
mente.
—Buenos días —dice Nathan con cuidado. Lo estoy ignorando. Estoy
ignorando a todos—. Esto luce bien.
Sabe como ceniza y azufre, ¿qué sabría él?
—Verdaderamente bien —gime un poco y toma otro bocado.
131
¿Por qué está hablándome?
Como otro bocado de cenizas con sabor a alimento. Huh, Jeanine está aquí,
no lo noté. Me mira con cuidado, apenas la miro cuando recojo mi plato (enojada) y
paso caminando (furiosa). Sí noto que ambos intercambian una mirada de
preocupación, esto solo lo empeora.
Ellos no me conocen, pero estoy segura que cuando les dé la espalda tendrán
una charla silenciosa, y Nathan probablemente me culpará y dirá que son las
hormonas. No estoy hormonal. Estoy cansada, me duele la espalda, no puedo
ponerme cómoda…y oh sí. ¡Caleb está muerto!
—Oye, cariño —dice Jeanine y está junto al mostrador mientras lavo los
platos—. Creo que ese plato está limpio ahora.
¿Qué sabe ella? ¿Están sus manos en el agua? No. Estará limpio cuando yo
diga que lo está.
—¿Estás bien? —Asiento y froto el plato un poco más. Jeanine mete la mano
dentro del agua caliente y toma el plato de mi mano—. Haré esto. ¿Por qué no
descansas?
—No quiero —espeto, sintiéndome culpable instantáneamente pero sin
importarme demasiado.
—Está bien, ¿por qué no horneas o algo así? —Sus cálidos ojos buscan mi
perfil, siento su preocupación atravesando mi burbuja de furia.
—Solo quiero estar sola —digo en voz baja y paso junto a ella—. Lo siento.
Sus susurros me siguen por las escaleras, no puedo escuchar lo que están
diciendo y honestamente, no me importa.
Tan pronto como entro a mi habitación bajo el marco de la foto de Caleb sin
siquiera mirarlo. No puedo tratar con tu sonrisa hoy, Caleb. La vida no es siempre
una maldita alegría. Claramente.
Mírenme. Soy un lio. Suspirando por un hombre que es cenizas en la
chimenea de su madre.
Sin mencionar que estoy en una casa que no me pertenece, usando dinero que
no gané, de un hombre que prácticamente me odia por razones que malditamente
no conozco.
Llaman a mi puerta.
—Vete.
—¿Ese humor se debe a algo que he hecho? —Comienza Nathan pero no estoy
de humor para escucharlo.
Abro la puerta, mis ojos entrecerrados y con suerte disparando dagas.
—No todo es acerca de ti. Ahora, déjame sola. —La puerta se cierra con un
poco más de fuerza de la que pretendía.
Tomo mi lugar usual junto a la ventana, solo dejando mi habitación para tener
un almuerzo tranquilo y una cena incluso más tranquila, sola.
132

Me despierto y duermo del mismo humor una y otra vez por los siguientes
días.
Por suerte, todos me evitan por los siguientes días. Nathan, cuando deja mi
ropa nueva fuera de mi habitación, solo golpea y se aleja. Debería agradecerle pero
no sé cómo.
La ropa es genial, todas ellas cálidas y se ajustan a mi vientre hinchado a la
perfección. Me animan un poco, no lo negaré. Tengo unas nuevas botas para
caminar por las cuales estoy agradecida, pero también curiosa por cómo sabía que
necesitaba unas. Quizás ha estado prestándome más atención de lo que creí.
Respirando profundo, relajo mi cuerpo y bajo las escaleras.
Nathan está sentando en su sitio habitual al final de la mesa, un plato de
cereal frente a él y uno donde me siento yo. Levanta la vista, me asiente y vuelve a
su libro.
—No creí que fueras a bajar.
—Yo tampoco. —Me siento y muevo mi cuchara alrededor de la leche antes de
tomar un bocado—. ¿Dónde está Jeanine?
—No tengo idea, no apareció en el trabajo esta mañana —responde, pero no
parece importarle.
—Probablemente está enferma.
—Es eso o probablemente está a punto de organizar una intervención.
—¿Qué? —Levanto la vista cuando baja su libro y sus ojos se encuentran con
los míos.
—Necesitas ver a un terapeuta.
Mi voz es más chillona esta vez.
—¿Qué?
—Estamos preocupados por tu salud mental. No has dejado tu habitación en
tres días. Solo para comer e ir al baño.
—¿ Y qué? —Lo miro boquiabierta, mi rabia anterior volviendo con fuerza.
Se apoya contra su silla.
—No es saludable.
—Tú lo haces todo el tiempo —espeto y me alejo de la mesa—. No quiero
escuchar esto.
—Ve a vestirte, hoy vendrás a la ciudad conmigo —declara y su tono me dice
que no hay discusión.
—No quiero. —Pero discuto de todos modos.
—De cualquier modo, ve arriba y arréglate o te arrastraré a la ciudad luciendo
como lo haces ahora.
133
—¿Qué está mal con mi aspecto? —¡Idiota arrogante!
—Luces como si acabaras de salir de la cama.
Bueno… sí. ¿A quién le importa?
Me da otra mirada irritada, gruño con exasperación y dejo la habitación
murmurando.
—Ya voy, ya voy.
—Oh ¿y Gwen?
—¿Qué? —digo, desde mi lugar en las escaleras.
—De nada.
Maldición. La ropa.
Olvidé agradecerle. Me apresuro otra vez dentro del comedor, sus ojos se
agrandan cuando me ve corriendo hacia él. Tomando su muñeca con una mano y su
hombro con la otra, presiono mis labios en su mejilla, diciendo:
—Gracias. —Y dejo la habitación. Queriendo reírme de su expresión
estupefacta pero sin tener la energía para hacerlo, me siento y espero que lave su
mejilla. Después de contar hasta diez, lo veo apresurarse a la cocina y fregar su
mejilla con una paño limpio.
Definitivamente desearía poder reírme, esto sería hilarante. Está bien,
entonces soy mala por jugar con los problemas mentales de un hombre. ¿A quién le
importa?

—¿Por qué debemos ir a la ciudad? —pregunto cuando salimos del largo


camino de entrada, sorprendida de que no me haya castigado por mis travesuras de
antes.
—Debo ir a la oficina y tratar con algunas cosas, puedes hacerle compañía a la
secretaria de mi padre.
—¿Estás arrastrándome fuera de la casa así la secretaria de tu padre podrá
cuidarme? Eso parece un poco extremo, no he sido tan mala.
No responde, eso me hace enojar.
—En verdad no me gustaría encontrarme con tus padres —admito después de
algunos minutos de silencio —. Quiero decir…tu madre me culpa y tu padre me
colgó el teléfono.
—¿Qué? —Parece estar sorprendido por mi revelación—. ¿Cuándo?
—Los llamé, pidiéndoles apoyo financiero del fondo fiduciario de Caleb. Se
negaron. Tu madre me dijo específicamente que era toda mi culpa. Me devolvió la
llamada solo para decírmelo.
—Eso… —Su mano se tuerce en el volante. Hace esto mucho—. No te 134
preocupes, mis padres no están aquí esta semana. Están de viaje.
—¿De viaje? —Tiemblo de horror—. ¿Cómo pueden estar de viaje?
Nathan se encoge de hombros.
—Mis padres no son buenas personas, Gwen. Nunca te los presentaría.
Caleb dijo lo mismo.

Nos lleva una eternidad llegar a la ciudad, casi dos horas debido al horrible
tráfico y por la distancia a la que vivimos. Cuando llegamos al edificio de oficinas
donde trabaja, estoy aliviada de ver que tiene un lugar de estacionamiento
designado. La situación para estacionar es peor que el tráfico aquí.
Soy guiada por una entrada en la parte de atrás del edificio y directo a un
elevador. Nos bajamos en el quinto piso, es increíble.
—Vamos —dice, y me lleva hacia un gran escritorio redondo.
Instantáneamente, veo a una mujer joven, no muy lejos de mi edad con enormes
ojos marrones y cabello corto color marrón—. Esta es…um…
—Sophie —suspira, poniendo los ojos en blanco, pero puedo ver que ha roto
su corazón.
—Genial. —Nathan me empuja en una silla y se va por la puerta frente a
nosotros.
—¿Cuántas veces le has dicho tu nombre? —pregunto, notando la mirada
persistente de Sophie.
Frunce sus labios y suspira pesadamente.
—Cerca de un millón de veces.
—Eso es una mierda.
—Nunca me notará —se queja, y luego regresa a su computadora—. Tú eres
Gwen, ¿cierto? ¿La embarazada traicionera que se robó al hijo del señor Weston?
—Esa soy yo, aunque prefiero el término prostituta, si no te importa.
Se ríe audiblemente y sus brillantes ojos marrones ven los míos.
—Ignóralos, ellos eran muy protectores con…
—¡Sammy! —grita Nathan desde la puerta. No lo noté regresar.
—Es Sophie —espeta.
—Sabes tu lugar —dice y golpea la puerta. Veo su rostro palidecer y me
pregunto de qué demonios se trata.
—¿Café? —pregunta y se pone de pie abruptamente.
—No, gracias. No tengo permitida la cafeína. —Aclaro mi garganta y la miro
alisar su falda—. ¿Qué ibas a decir?
135
—Te conseguiré un té. —No encuentra mis ojos mientras escapa por la puerta
a mi izquierda. ¿Qué demonios fue todo eso?
Me trae mi té, el cual sabe horrible, pero lo tomo de todos modos, ella trabaja
en su computadora y responde el teléfono en una ocasión, todo eso mientras
conversa animadamente conmigo sobre él bebé y de cómo fue su hermana cuando
estuvo de parto. Escucho educadamente, pero por lo demás me pierdo en mi
mundo.
Pasa más tiempo y me aburro más a cada segundo. Algunas personas vienen y
van. Pidiendo hablar con el señor Weston, todos ellos rechazados. Aún no hay
señales de Nathan. Ahora solo estoy irritada.
He estado sentada aquí por dos horas y la compañía que tengo no es buena.
Me recuerda demasiado a Sasha y eso duele.
Antes que Caleb… muriera… había tenido muchos amigos, pero ninguno de
ellos ha llamado o enviado un mensaje desde que me fui. Ahora estoy
preguntándome si siquiera eran amigos.
—Nathan quiere que vayas con él —dice Sophie, sacándome de mis
pensamientos.
Suspiro y me dirijo hacia la puerta donde él se desvaneció hace dos horas.
Dándole un golpecito, la abro y parpadeo cuando lo veo sentado en el escritorio con
su cabeza apoyada en sus manos.
—¿Qué sucede? —pregunto, y camino hacia él.
Me mira, sus ojos cansados.
—Hazme compañía.
—¿Q-qué?
Empuja la silla más cerca junto a él y palmea el asiento. Me siento, todo el
tiempo preguntándome qué está sucediendo.
—Tendremos que quedarnos en un hotel esta noche. Hay mucho por hacer y
no terminaré hasta tarde.
Gimo.
—¿Eso está bien?
Me encojo de hombros.
—Supongo que tendrá que estarlo, pero te lo advierto. Nunca volveré aquí
contigo otra vez.
Sonríe y estoy sorprendida por el movimiento. Nunca sonríe o ríe. Le queda
bien.
—Si quieres puedo hacer que alguien te lleve ahora al hotel. Estoy seguro que
lo encontrarás más cómodo.
Estoy a punto de decir que sí, pero entonces veo cuan cansados están sus ojos
y rechazo su oferta.
—No. Solo me quedaré aquí contigo, si eso está bien. 136
Vuelve a mirar su computadora, juro que acabo de verlo sonreír pero no
puedo estar segura. Se voltea demasiado rápido.
—Como desees.
Me apoyo en mi asiento y agarro el teléfono de su escritorio. Sus ojos
cuestionando mis acciones.
—Quiero jugar algún juego.
Sus dedos enguantados tocan la pantalla, lo observo desbloquearlo. Comienzo
a descargar juegos después de darme cuenta que ni siquiera tiene Angry Birds y su
teléfono es genial. ¿Quién no tiene Angry Birds cuando tiene un teléfono tan
genial?
—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunto, después de algunos minutos de
fallar en tirar un edificio con un pájaro.
—No, tú sigue en tu juego.
—Me aburrió. Ese es un collar muy bonito —Señalo la pantalla, un medallón
dorado con una pequeña gema roja brillando—. Muy bonito.
—¿Eso crees? —pregunta, mientras admiro el patrón en espiral grabado en el
medallón plano, llevando la pequeña gema roja.
—Sí. —Obviamente, o no lo hubiera dicho.
—¿Por qué te gusta?
Me encojo de hombros.
—Es diferente. Me gusta el hecho de que el medallón no es prominente. Eso
hace destacar a la gema aunque sea pequeña.
—Huh. —Lame su labio inferior y pasa por algunas imágenes más —. ¿Te
gustaría uno?
Umm…sí.
—No. Me has dado suficiente.
—Es único en su clase —declara, sus ojos ahora en mí—. Te iría bien.
No estoy segura de qué hacer con lo que acaba de decir, o la forma en la que
su mirada parece estar quemando en mi dirección como nunca antes lo ha hecho.
Estoy leyendo cosas.
—¿Por qué dices eso?
Vuelve a su computadora y apaga la pantalla, escondo mi decepción mirando
las hojas desparramadas en su escritorio. No tengo idea de qué son.

Ordenamos comida cuando él todavía no ha terminado y son las cinco. Tengo


que admitir, sin embargo, que su compañía no ha sido terrible. Conversó cuando
fue necesario y me preguntó si me gustaba o no algunas de las joyas que me 137
mostró. Algunas de ellas no son de mi estilo pero algunas son hermosas, me
aseguro de darle mi honesta opinión sobre cada una y mis razones detrás.
Después de un tiempo parece enojarse, casi como si no le gustaran mis
respuestas. No puedo evitar lo que me gusta y lo que no.
—¿Este? —espeta y me muestra una foto de un collar con un medallón violeta
en el centro que puede ser girado, mostrando un color verde menta en el otro lado.
—Es genial, un collar para dos atuendos.
—Has estado en mi oficina, ¿verdad? —Su pregunta me sobresalta.
—¿Qué? ¡No! —Lo miro boquiabierta, mi corazón acelerado. No ha habido
una sola vez que haya ido allí.
Aparte de la primera vez, cuando abrí la puerta y la cerré inmediatamente
cuando me di cuenta que era su oficina.
Entrecierra los ojos.
—Solo te di dos reglas. Mantente fuera de mi camino y no invadas mi
privacidad.
—Lo juro, no le he hecho. —Trago y le imploro con mis ojos que me crea.
—¿Entonces cómo es que te gusta todas las piezas de joyería que he diseñado
pero ninguna de mi padre?
Me río un poco, sin humor y nerviosa.
—Incluso si hubiera estado husmeando, lo cual no he hecho, ni siquiera sabía
que tu diseñabas joyería y segundo, ¿cómo demonios las recordaría todas? y
tercero, ¿por qué me gustarían todas? No estás teniendo sentido. —Me levanto de
mi asiento y pongo algo de distancia entre nosotros—. Quizás tus diseños son
realmente buenos y quizás por eso me gustan.
—Si descubro que has estado en mi oficina, Guinevere…
—Oh guárdatelo. —gruño y pisoteo hacia la puerta—. Tomaré ese viaje al hotel
ahora, si no te importa.
—No te alejes de mí, Guinevere.
—Vete a la mierda —grito y me estiro por el picaporte.
Una mano viene por detrás y golpea contra la puerta, manteniéndola cerrada
sin importar cuan fuerte tire.
—Aceptaré que te he molestado y esa es la razón por la que acabas de
hablarme con tal falta de respeto, pero la próxima vez que maldigas haré que nunca
te atrevas a maldecir en mi presencia otra vez. ¿Estamos claros?
Su amenaza susurrada me golpea directo en el pecho y una gran cantidad de
miedo me supera. No tengo idea de lo que quiere decir y no me importa
averiguarlo.
—Ahora siéntate. Tienes razón, probablemente me apresuré a las
conclusiones y ahora me siento culpable por tu honestidad sobre mi joyería. No
debí ser tan rápido para juzgar tus motivos. —Su mano sujeta mi muñeca y la
aprieta, pero no lo suficiente para dejar una marca o lastimarme de algún modo. 138
—Por favor, ven y siéntate y comeremos cuando llegue la comida.
—Suéltame —susurro, mi labio inferior se desvanece bajo mis dientes. Él no se
aleja y mi temblor empeora. No de miedo, sino de mi intento de evitar las lágrimas.
Sin importar cuan fuerte lo intente, caen segundos después, derramándose
silenciosamente por mis mejillas.
Me da la vuelta, así mi espalda está contra la puerta, sus ojos siguiendo los
rastros brillosos y húmedos que marcan mi rostro.
—Gwen. Yo… —Sus ojos se mueven sobre mí, desde mis ojos hasta mi nariz,
antes de finalmente quedarse en mi boca—. No llores, no era mi intención
asustarte.
—Suéltame —le digo otra vez y bajo mis mirada—. Por favor.
Asiente lentamente y da un paso atrás, abro la puerta y mantengo mi cabeza
baja cuando paso el gran escritorio.
—Cierra. —Escucho ordenar a Nathan—. Guinevere, espera.
Me detengo cuando alcanzo el ascensor y entramos.
—¿Qué?
—Te llevaré al hotel —dice, y presiona el botón con su dedo meñique
enguantado.
No habla hasta que alcanzamos el auto, por lo cual estoy agradecida.
—Tienes razón en creer que he sido completamente irracional.
Me burlo.
—Tienes razón, no tenías ninguna razón para mentirme sobre ello. Solo fue
una sorpresa porque mi padre y Caleb los odiaron.
—¿Caleb los odió? —Parpadeo ante este anuncio—. Caleb las hubiera amado.
—Él mismo me lo dijo. —Se encoge de hombros como si no le molestara, pero
parte de mí sabe que lo hace.
Un pensamiento pasa por mi mente. ¿Nathan busca secretamente la
aceptación de la gente? Parece tan duro y tan inafectado por todo. ¿Es todo solo
una fachada?
—Bueno, creo que son geniales. Si fuera a comprar algo, ese primer medallón
con la gema roja sería lo primero en llamar mi atención. —No estoy diciendo esto
como una indirecta para que me consiga una, aunque eso sería lindo—. ¿Por qué no
los pones en el mercado?
—Es la compañía de mi padre, lo que él dice se hace.
—Tu padre es un idiota —me quejo y me relajo en mi asiento—. Eres muy
talentoso. Imagino que tu padre una vez lo fue, aún lo es pero su estilo es antiguo,
más elegante. El tuyo es más moderno y atractivo. Sé, claramente, que la joyería de
tu padre se vende bien pero apuesto que la tuya se vendería mejor.
—Lo dudo, pero es amable de tu parte decir eso. —Me sonríe gentilmente, sus 139
ojos parecen verme en una luz completamente nueva—. En realidad no eres tan
mala cuando pierdes la actitud. Estoy empezando a ver lo que mi hermano vio en ti.
Mi boca cae abierta con sus palabras burlonas.
—Te diría lo mismo pero… —Tamborileo mi barbilla, pensando—. En realidad
no debería mentir.
Su risa resuena en el auto y mi corazón casi se detiene. Tiene una risa bonita.
Muy bonita. Es profunda, gutural y llena de alegría. Su sonrisa ilumina todo su
rostro y esas líneas duras y severas desaparecen por completo. Luce de su edad y se
parece más a Caleb, pero esta vez no duele tanto ver las similitudes. Por una vez le
doy la bienvenida y encuentro mis labios curvándose con eso.
Capítulo 11
Llegamos al hotel, es más elegante que aquel en que nos alojamos antes de
salir de mi ciudad natal. Me pregunto vagamente qué pasó con la comida que
pedimos, pero ese pensamiento se desvanece cuando veo la enorme bañera en el
baño.
—Genial —anuncio y cierro la puerta detrás de mí.
Ha pasado un tiempo desde la última vez que tuve un baño de tina, seguro,
hay un baño bastante agradable en la casa de Nathan, pero esta es una bañera de
hotel. No puedes ir a un hotel de lujo y no utilizar la mitad de sus productos de
burbujas. No sería correcto. Estoy segura de que hay una ley contra olvidar probar
sus productos y si no la hay, debería haberla.
Una vez que el baño ha alcanzado la capacidad y el calor que deseo, entro al
agua espumosa y suspiro mientras calienta mi cuerpo perfectamente.
—¿Qué quieres comer? —grita Nathan a través de la puerta.
—Algo grasiento.
140
—Ensalada.
—Algo extra grasiento.
—Un montón de ensalada.
—Eres un tarado.
—Aún más ensalada.
Sonrío para mis adentros, mis manos frotando la protuberancia que sobresale
del agua.
—Lo que sea. Sorpréndeme.
—Ensalada.
Mi aliento sale en una carrera mientras dejo escapar una pequeña risita, feliz
cuando la culpa no me sigue inmediatamente.
—Gracias.
Él deja de hablar a través de la puerta, dejándome remojar y lavar mi cabello.
Para el momento en que termino, la comida ha llegado y me siento aliviada de
ver la comida adecuada. No es ensalada.
Bueno, hay un poco de ensalada pero es con alitas de pollo y costillas y bistec.
Oh, Dios mío, estoy tan hambrienta.
Hay salsa de pimienta, casi lloro. No puedes tener carne sin salsa de pimienta.
Otra cosa que debería ser ilegal.

—Ven, siéntate —dice Nathan y apunta al asiento de al lado. ¿Por qué le gusta
que me siente a su lado?
Cada desayuno, almuerzo y cena que hemos compartido, me ha tirado a su
lado. Cuando fui a su oficina hizo que me sentara a su lado. No lo entiendo. Todavía
puedo hablar con él desde el otro lado de la mesa. ¿Qué pasa con eso?
La silla que sostiene la ignoro totalmente y me siento en el espacio de al lado
de ese. Nathan saca la silla un poco más y acaricia el asiento. ¿Por qué lo hace?
—Estoy bien aquí— le digo y calibro su reacción.
—¿Hay alguna razón por la que no quieras sentarte a mi lado? —pregunta
mientras deslizo mi plato a mi nuevo lugar.
Me encojo de hombros.
—No hay razón.
—Está bien. —Alarga la palabra y mira su comida. Empiezo a cortar la mía,
feliz de ver que no está color de rosa en medio.
Lo veo por el rabillo del ojo mientras empieza a comer, sus ojos se desvían
hacia mí de vez en cuando.
Esto hace que mis labios se contraigan. 141
—Entonces, ¿cuánto tiempo tendrás que trabajar mañana?
—Creo que debo terminar para el mediodía —dice después de un momento de
reflexión—. ¿Quieres venir conmigo?
Lo miro con cautela y bromeo.
—¿Vas a acusarme y a gritarme?
Sus ojos se suavizan y puedo ver que lamenta sus acciones antes de que
siquiera lo diga.
—No y me disculpo profusamente por reaccionar de esa manera.
Hago un ademán y volteo mi trenza sobre un hombro.
—Está bien.
—No —dice con severidad—. No está bien. No debes ser sometida a eso por
ninguna persona. Incluyéndome. —Sus labios se curvan en los extremos—. Bueno,
sin incluir cuando me molestas.
Me mofo.
—No te molesto.
—No, tienes razón —dice, su voz suave y tranquila—. No tú.
Mi aliento da tirones, no estoy segura de por qué y no tengo la oportunidad de
pensar en ello ya que está cambiando de tema.
—Pensé que podríamos salir mañana cuando haya terminado. —Sigo
masticando un trozo de carne mientras habla—. ¿Has estado alguna vez en la
ciudad?
—No, pero hay un montón de lugares que quiero ver —admito, manteniendo
mis dedos cruzados para que me deje verlos.
—Brillante. Pasaremos unas horas deambulando por ahí si el clima es
agradable y te traeré de vuelta en un par de semanas. Veremos un espectáculo.
—¿Un espectáculo?
—Teatro. —Sus ojos buscan mi rostro—. ¿A menos que no encuentres el teatro
agradable?
Me encojo de hombros, una sonrisa burlona llega a mis labios.
—Nunca he ido, así que me encantaría.
—Grandioso. —Parpadea, aparentemente sorprendido de que esté de
acuerdo—. Haré los arreglos.
—Gracias. —Tomo otro bocado y no logro ahogar un gemido—. Maldita sea,
esta carne es increíble.
Me doy cuenta de que solo come la comida en su plato, sin siquiera tocar las
costillas o las alas de pollo. Qué raro. Sin embargo, no comento nada, solo como
tanto como mi estómago me permite.
—Entonces, ¿en dónde dormiré? —pregunto después de lavarme las manos y
el rostro. Solo hay una cama y un sofá grande—. No me importa tomar el sofá. 142
Él frunce el ceño y me lleva a la cama.
—Dormirás aquí. Yo me quedaré con el sofá. Voy a ducharme, utiliza ese
tiempo para prepararte.
—¿Con qué? No tengo ropa aquí.
Me entrega una bolsa de plástico vacía.
—Pon tu ropa aquí, la enviaré a lavar y secar con la mía.
—Está bien —le digo, y tomo la bolsa de sus manos—. ¿Qué hay de la noche?
—Aquí —dice y casi me tropiezo hacia atrás cuando comienza a quitarse la
chaqueta y la camisa.
—Simplemente podría dormir con la bata... —Me da la espalda y saca su
camiseta interior blanca sobre su cabeza antes de pasármela. La tomo—. Gracias.
—No hay problema.
—¿Qué hay de ti?
—Estaré bien —dice y va al baño, todavía solo a medio vestir. Debería cubrir
mis ojos o mirar hacia otro lado pero no puedo. Tiene un muy buen trasero. Muy
agradable.
Durante el tiempo en que se baña, llamo a recepción y les pido algunas
sábanas y una manta. Las llevan en un tiempo récord y me las arreglo para
acomodar su cama por esta noche antes de que salga del baño. También me las
arreglo para quitarme la ropa y ponerme la camiseta, la cual probablemente me
llegaría a la mitad del muslo si no tuviera un enorme bache en el camino.
Meto mi ropa en la bolsa y la coloco junto a la puerta del baño antes de subir a
la cama.
Nathan sale del baño, pero finjo dormir para darle la privacidad que se
merece. Bueno, soy una mentirosa, me asomo por un ojo y me sorprende verlo en
nada más que una toalla, su piel dorada, húmeda y reluciente bajo la tenue luz de la
lámpara junto al sofá. Mi ojo se cierra rápidamente de nuevo y grito mentalmente
“¡Dios mío!” Nunca he estado tan cerca de un hombre desnudo que no sea Caleb y
está haciendo que mi corazón se acelere.
No estoy segura de por qué mi corazón se acelera, mi cerebro no logra
registrar las emociones hoy.
Me asomo de nuevo y casi jadeo cuando me doy cuenta que me está mirando
por encima del hombro, está comprobando si estoy viendo. No lo hago. Totalmente
no.
Su lengua se asoma y se extiende por encima de su labio inferior, casi copio su
acción, pero afortunadamente me abstengo ya que todavía me está mirando. Los
músculos de su espalda se tensan mientras va hacia la puerta, la abre y toma algo
después de colocar la bolsa de nuestra ropa en el pasillo. Camina de nuevo hacia el
sofá mientras tira de una bata blanca pura y la ata alrededor del frente. La toalla
llega al piso, no puedo ver nada a causa de la bata, pero mi corazón brinca de nuevo
ante el pensamiento de su desnudez. 143
Para hacer mi estado de sueño más creíble me acurruco más en la cama y
aprieto mis piernas alrededor de la almohada entre ellas. Él parece congelarse y
mira por encima, cierro los ojos completamente mientras que ser una loca me está
haciendo sentir como una... bueno, una loca.
Finalmente empiezo a dormitar no mucho tiempo después de que él enciende
el televisor bajo y se sirve una copa de la mini nevera. Por supuesto que hizo todo
esto después de ponerse sus guantes y enjuagar el vaso cerca de seis veces.
Realmente debería ver a alguien acerca de su problema de gérmenes.

Llegamos a su oficina no más tarde de las siete y cuarto, lo que me molesta


porque estaba esperando dormir por lo menos hasta las nueve. Además, la forma
en que me despertó no fue precisamente agradable.
Se puso de pie sobre la cama y gritó:
—GWEN. —Más fuerte de lo necesario. Casi me orino durante mi fallo
incesante de desenredarme de las sábanas. Él pensó que era divertido. Aunque es
agradable verlo reír. Su risa es maravillosa, es contagiosa y me encontré queriendo
reír con él.
—¿Por qué no puedes hacer eso en casa?—le pregunto, mi barbilla apoyada en
mis manos mientras somnolienta lo veo trabajar en la computadora de la oficina de
su padre.
—Porque solo puedo acceder a determinados archivos en mi computadora en
casa y éstos tienen que hacerse hoy.
—¿Quieres una bebida? —pregunto, deseando cambiar el tema de los archivos
por si acaso decide darme una lección de exportaciones, importaciones y
existencias.
—Se lo pediré a Sammy.
—Es Sophie —lo corrijo y niego—. Está enamorada de ti.
Sus mejillas parecen ponerse ligeramente rosa.
—Eh. No me he dado cuenta.
—Sí. —Giro en mi asiento, deteniéndome cuando lo enfrento—. Estuvo
devastada cuando se te olvidó su nombre ayer.
—Eh —murmura y coloca su mano revestida de cuero en el teléfono.
—Quiero hacer las bebidas, estoy aburrida.
—Preferiría que no las hicieras. —Frunce el ceño y baja la mirada a mi
estómago.
Bueno, eso no tiene sentido.
—Estoy embarazada no inválida, además, cocino para ti en tu casa todo el 144
tiempo.
—Haz lo que quieras. —Agita su mano en el aire—. Voy a tomar un café negr...
—Negro, una de azúcar, lo tengo. Incluso enjuagaré la taza seis veces solo para
ti —le comento y voy hacia la puerta.
—Tienes una veta mala, bromeando sobre una condición real —se burla y
flexiona sus manos, aparentemente sin darse cuenta.
Pongo mi mano en la puerta y estoy a punto de abrirla cuando es empujada.
Mi cuerpo se tambalea hacia atrás, mientras conecta con mi brazo. Auch. Antes de
que pierda el equilibrio del todo, me las arreglo para enderezarme y Nathan se
apresura a mi lado.
—¿Estás bien? —pregunta, viéndome de pies a cabeza con ojos preocupados.
Después de que asiento se vuelve hacia el intruso, veo su cuerpo visiblemente tenso
y me asomo a su alrededor para ver quién es. Son su padre y su madre.
Tanto Nathan como Caleb comparten los ojos de su madre, pero todo lo
demás pertenece a su padre. Es extraño mirarlos. Él es una de esas personas que
envejecen bien. Como George Clooney o Richard Gere. Todavía apuesto después de
pasar su mejor momento.
Trago mientras los fríos ojos de su madre se estrechan en mí. Nathan cierra la
puerta, con los ojos todavía en su padre que está mirándome con sorpresa y
disgusto.
—Explícate —le gruñe a Nathan quien solo se queda en silencio; su mandíbula
tensa, sus ojos ligeramente desviados.
—¿Por qué está ella aquí? —Silba su madre, obligándome a hacer una mueca
de dolor por la amargura de su tono.
—Es mi invitada —responde Nathan, su lengua marcando su labio inferior.
—¿Tu invitada? —grita su madre y me mira—. ¿Cómo puedes siquiera pensar
en tener a... a... esa puta, como tu invitada?
Mi boca se abre y el cuerpo de Nathan se tensa aún más, me quedo detrás de
él, mi corazón está acelerado por el miedo.
—Lleva al hijo de Caleb —dice Nathan y se mueve en su lugar.
—Eso dice ella —añade su padre y mi temperamento se eleva. ¿Cómo se
atreve?
—¿Por qué sigues allí de pie? —me grita su madre, mis manos al instante van
a mi estómago.
¿Cómo reacciono a esto?
—¡Vete!
Nathan da pasos a la derecha, bloqueándolos de mi vista.
—Ella se quedará todo el tiempo que desee. Es mi invitada.
—Ella no es más que una puta —agrega su madre, tratando de inclinarse en
torno a Nathan para poder verme y escupir sus palabras venenosas en mi rostro. 145
—Madre. —¿Madre? ¿Por qué no mamá?—. Cuida tu lenguaje.
—Te desharás de ella. —Su padre aplaude y camina hacia nosotros—. Envíala
de regreso. Es una orden. —Bueno, ahora veo de donde consiguió Nathan sus
tendencias controladoras. Ahora estoy realmente volviéndome loca. ¿Deshacerse de
mí?
¿A dónde voy a ir?
—Ella lleva a su nieto —gruñe Nathan, girando su cuerpo, por lo que su mano
puede envolverse alrededor de mi bíceps y acercarme. Estoy agradecida por el
apoyo.
—Ese no es nieto mío —se burla su madre, sus ojos ahora en mí. Maldita sea,
si no estuviese embarazada, estaría maldiciéndola ahora mismo. ¿Cómo se
atreve?—. ¿No te importa que arrancara a nuestro Caleb de nosotros?
—Él está haciendo esto para enojarnos. —Se ríe su padre, pero no hay humor
en él—. Siempre la decepción.
—¿Qué? —digo y miro a Nathan. Me mira por el rabillo de sus ojos,
advirtiéndome que me calle. No lo haré—. ¿Cómo puede decir eso?
—Escúchala, suena tan... común —protesta su madre, su boca se encrespa con
disgusto—. Haces que me den ganas de escupir. —Oooh, grandes palabras...
—¿Qué le he hecho? —Trato de dar un paso adelante, pero Nathan me
mantiene en el lugar.
—¡Me lo quitaste! —grita su madre, su angustia evidente en las lágrimas
agrupándose en sus ojos. Por alguna razón mi corazón está con ella, una madre que
ha perdido a su hijo y necesita a alguien a quien culpar. Eso no hace esto correcto,
sin embargo—. Sus últimos momentos fueron contigo. No con nosotros.
—¿Ves lo que esto le está haciendo a tu madre? —le grita su padre a Nathan
cuyo cuerpo entero está rígido—. ¡Mírala!
—Vamos —me dice Nathan y comienza a llevarme hasta la puerta—. Esos
archivos siguen necesitando imprimirse y enviarse por fax. He hecho la mayoría.
—Puedes volver una vez ella se haya ido —gruñe su padre y abre la puerta de
golpe—. Si no se ha ido para el final de la semana, no tendrás un trabajo aquí chico.
Haz la elección correcta, tu familia o la puta de tu hermano.
Nathan me saca mientras doy una mirada larga y persistente de odio hacia su
padre. Tan pronto como entramos en el ascensor después de evitar los ojos de
Sophie, mi corazón se rompe. Voy a perder a Nathan y su casa.
No debería ser tan devastador, pero lo es. No quiero estar sola, no quiero
hacer esto sola.
—Nathan —le digo en voz baja, las piernas apenas manteniendo el ritmo de
sus largas zancadas hacia su auto. Subimos y nos ponemos el cinturón antes de
largarnos de allí. Al igual que el viaje en ascensor, el viaje en auto de vuelta hacia el
hotel es silencioso. 146
—Quédate aquí —dice, con un tono enojado y recortado. Hago lo que me dice
y espero en el auto mientras él se precipita al hotel. No tarda mucho, solo pasan
quince minutos antes de que esté subiendo de nuevo en el asiento del conductor.
Corremos por las calles, quebrantando leyes de tráfico más de lo que me
gustaría admitir. Se detiene fuera de un banco y ordena que espere aquí de nuevo.
Esta vez estoy esperando por una hora, mi mente trabajando horas extras, mis
manos aún temblorosas de la adrenalina liberada durante la acalorada discusión.
¿Qué voy a hacer?
Nathan sale corriendo del banco y se coloca al lado del auto por un momento.
Lo veo pasearse un par de veces, sus dedos enguantados pasan a través de su
cabello antes de finalmente subir en el asiento del conductor.
—¿Qué pasa? —pregunto, preocupada por mi amigo.
Se muerde el labio inferior por un momento antes de jurar un par de veces y
golpear el volante con el lado de su puño. Eso me trae recuerdos de Caleb, el
momento en que me dio un orgasmo en su auto después de perder un neumático.
—Oye —susurro y coloco mi mano en su muñeca, con cuidado de no tocar su
piel—. ¿Qué pasa?
—Me bloqueó —gruñe y parpadeo en estado de shock.
—¿Cómo puede bloquearte? Trabajas allí, seguramente tendrás tu propio
sueldo.
—Lo tengo, pero es todo en acciones y participaciones. —Me estremezco al
pensar—. He estado viviendo de mi fideicomiso, esperando obtener ingresos
suficientes para... ¡Maldita sea!
Froto su muñeca con el pulgar, con ganas de acariciarle el cabello o abrazarlo
para que se sienta mejor.
—Vas a estar bien. Lo resolverás.
—Lo sé, tengo dinero, es solo el principal —declara irritado como si debería
saber esto—. Estoy harto de... de...
—¿Ser controlado?
Me mira.
—Ocúpate de tus asuntos.
Me encojo ante el tono de su voz, nunca lo he oído hablar tan venenosamente.
Por un momento pude ver a su madre en él y no es algo atractivo para la vista.
—Debería haberte establecido en un apartamento, pero no. Tuve que llevarte
a casa —vocifera, sobre todo a sí mismo—. Tuve que involucrarme. Estúpido.
Estúpido. Estúpido.
—Lo siento —suspiro, deseando que solo se calle ahora. ―No te lo pedí...
—¿Honestamente? ¿No lo pediste? ¿No llamaste a mis padres pidiendo
ayuda?
147
—Yo estaba...
—Desesperada, lo sé —grita, llevando el auto a la carretera. Mis ojos queman,
no me merezco esto—. Estaba allí cuando llamaste.
Entonces es un muy buen mentiroso porque recuerdo específicamente su
sorpresa cuando le hablé de esa llamada.
—Nunca debí haber ido a ti. Has arruinado todo. —Golpea el volante de
nuevo, haciendo que la bocina suene.
No digo nada, quiero salir del auto, pero dudo que vaya a parar e incluso si lo
hace... ¿a dónde voy a ir? No tengo dinero, ni siquiera tengo mi teléfono conmigo.
—Este no es mi problema, ese niño no es mi problema. —Continúa. Trato de
dejarlo fuera mentalmente, pero el sádico en mí se mantiene escuchando,
absorbiendo y almacenando sus palabras para poder usarlas contra mí misma en
una fecha posterior—. ¿Por qué te eligió? De cada mujer soltera disponible, te
eligió. ¿Por qué? Podía haber elegido a una mujer que tuviera su propio dinero,
alguien que pudiera mantenerse por sí misma en esta situación.
No es como si Caleb hubiese sabido que estaría abandonándome.
—¿Por qué tuviste que ser tú?
Me pregunté lo mismo a diario. Confía en mí. Tampoco lo entiendo.
—Seguro que eres buena compañía pero no eres nada especial. —Aprieta y mi
corazón se rompe aún más—. Nada especial.
—Puedes parar ahora. —Aspiro y limpio mis ojos con el interior de mi
manga—. Has dicho suficiente.
Su aliento parece atraparse en su garganta, pero no dice nada más. No quiero
que diga nada. Solo quiero irme.
Ya he tenido suficiente ahora.
No merezco esto.
Nos dirigimos a casa en silencio, la tensión tan espesa como jarabe permanece
en el aire dejando un mal sabor en mi boca y prominentes ganas de vomitar. Tan
pronto como paramos fuera de la casa, me bajo del auto y camino hacia la puerta.
Nathan rápidamente me sigue y la desbloquea.
—Gwen —dice, con un tono mucho más suave que antes. Lo ignoro y de
inmediato subo las escaleras, él me sigue, pegado sobre mis talones—. Gwen. —Su
tono es más urgente en esta ocasión.
Entro airadamente en mi dormitorio, cerrando la puerta detrás de mí, pero no
se cierra, porque él la atrapa con una sola mano.
—Gwen. —Su voz es tranquila, más suave de lo que le he oído alguna vez.
Agarrando mi maleta, la tiro en la cama y comienzo a lanzar la ropa de mi
armario.
—Gwen —repite, agachándose cuando un zapato vuela sobre su cabeza. 148
Cuando ve que no tengo más zapatos para tirarle del armario da un paso hacia
mí, su mano agarrando mi muñeca. No lo miro, miro la fila de ropa, planchada y
colgada en el único carril.
—No debería haber echado mi ira sobre ti. —Se acerca, su pecho ahora a solo
centímetros de mi brazo—. Lo siento. Perdóname.
—¿Perdonarte? —Me río con rabia, limpiando las lágrimas de mis ojos—.
¿Qué hay que perdonar?
—Gwen. —Me voltea para mirarlo.
—Te envidio —susurro, mirando fijamente a su corbata mientras tiembla mi
labio y mi cuerpo es superado por el dolor—. Envidio tu incapacidad para sentir
nada. Envidio lo frío que eres. Envidio lo cruel e insensible que eres.
—No era mi intención, estaba enojado. —Su mano libre se eleva hasta ahuecar
mi mejilla, lo miro directamente a los ojos y veo el remordimiento allí—. No soy
una buena persona cuando estoy enojado. Estabas muy cerca y... la pagué contigo.
—Suéltame. —Me libero y sigo recopilando mis cosas. Mi hombro golpea su
pecho mientras empujo pasándolo, mis brazos llenos de ropa.
Mientras me inclino sobre mi maleta, él espera en la puerta, su lengua una vez
más jugando con su labio inferior.
—No tengo que ayudarte, Gwen. Pero lo hago. Estoy aquí, tienes un lugar
donde vivir, y tienes todo lo que necesitas. Te prometí que te proveería y eso es lo
que estoy haciendo.
—No me quieres aquí. Estoy aquí por la culpa que sientes.
—¿Culpa por qué? —se burla, girando alrededor de mí otra vez. Estoy harta de
ser hilada.
—¡No lo sé! —grito, mirando sus destrozados ojos y sintiendo mi corazón
tartamudear—. No sé qué culpa sientes. ¿Por qué otra razón estoy aquí? —No
responde pero veo una sombra de emoción parpadeando en sus ojos. Casi como si
tuviese una respuesta a esa pregunta, pero se negase a decirla. Cristo, ni siquiera
me importa en este momento—. Déjame ir.
—¿Y a dónde vas a ir? ¿Qué vas a hacer?
—No me importa.
—No vas a irte, me he disculpado, ahora déjalo atrás. No vale la pena.
—Cristo, eres como un... —No lo insulto, no quiero enojarlo más de lo que ya
está—. No lo sé... solo... quítate de mi maldito camino.
—Lo siento, ¿está bien? Lo siento. ¿Es eso lo que quieres oír?
—No quiero nada de ti.
—Sea que lo quieras o no —declara irritado, dando a mi brazo una sacudida
para atraer mi mirada hacia él. Casi me encojo ante la ira y oscuridad
arremolinándose en sus irises marrón claro—. Lo necesitas. Si te vas, ¿a dónde vas 149
a ir? No tienes a nadie que te ayude.
—Lo averiguaré. —Sigo tirando cosas en mi maleta. En un instante se ha ido
de mi cama y está golpeando la pared con un ruido sordo. El contenido se derrama
por todo el suelo.
No acaba de hacer eso.
Nathan se encuentra parado a un lado, su pecho agitado.
—No te irás, ¿lo entiendes?
—No me puedes retener aquí.
—Lo haré si tengo que hacerlo. Cometí un error, me enojé y me he disculpado.
Lo diré una y mil veces si tengo que hacerlo. Lo siento, jodidamente lo siento. —Me
mira, su aliento saliendo en ráfagas de poca profundidad—. Te retendré en esta
habitación, no me pongas a prueba.
Mi boca se abre, doy un paso atrás. No se atrevería... no puede. No hay
manera de que haga eso.
—Grítame, enójate conmigo, haz algo. Solo no te vayas. —Estoy sorprendida
por la desesperación en su voz, pero no hace nada para disuadirme.
—Lo haría, pero no eres tan especial —susurro tan venenosamente como él
me susurró.
—Tienes razón —dice sin parpadear y se acerca—. No lo soy. No pretendo
serlo. Pero tú lo eres. —Sus manos me agarran por mi nuca—. Lo eres. Caleb no te
merecía, Gwen. Nunca te mereceré.
¿Qué? ¿Y eso qué significa?
—Quédate. —Su cabeza baja para mirarme directamente a los ojos. Su cabeza
ahora está a solo un centímetro de la mía—. Lo siento. Créeme. —Su mano se
envuelve alrededor de la mía y pronto es presionada contra su pecho. Siento su
rápido pulso bajo mis dedos, el mío se acelera con él, sorprendida por su... bueno...
toda esta situación. Sé lo difícil que debe ser para él tocar mi mano, y el hecho de
que aún no se ha separado parece que nos sorprende a ambos—. Nunca he estado
más arrepentido en mi vida.
Otra lágrima cae de mi ojo, dejando un camino detrás de ella.
—Me quedaré fuera de tu camino, lo prometo.
Cerrando los ojos por un momento escucho su respiración entrecortada
mientras siento su corazón bajo mi mano. ¿Qué opciones tengo? No tengo ninguna.
Es quedarme aquí y encontrar una manera de conseguir dinero para seguir
adelante, o marcharme y luchar.
Mis confusos pensamientos y sentimientos no ceden y la niebla que es mi
mente solo se espesa con cada segundo que pasa.
La culpa me engloba en un abrazo implacable mientras me doy cuenta de que
me gusta tener mi mano allí, me gusta estar en compañía de Nathan. No estoy
segura si es debido a algunos extraños problemas de apego ahora que se ha ido su 150
hermano, pero lo siento todo igual. La destrozada mirada en sus ojos parece
provocar una nueva sensación, un sentimiento al que quiero llegar a la profundidad
de su ruptura y volver a juntar las partes.
Voy contra los deseos de Caleb estando aquí. Le prometí que me alejaría de
Nathan. No tenía más remedio que venir... ¿o no? ¿Estoy creando excusas para
poder estar cerca del hombre que se parece a mi amante muerto?
Nathan presiona sus labios en mi frente y da un paso atrás.
—Descansa un poco y piénsalo. Si todavía quieres irte por la mañana,
organizaré un alojamiento para ti.
Asiento. Este es un buen negocio para aceptar.
—Bueno.
—Gwen —dice antes de salir de la habitación. Levanto la mirada, sus ojos
rotos desgarran mi alma—. Lo siento de verdad.
—Lo sé.
Baja la cabeza y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
¿Qué estoy haciendo?
¿Qué estoy haciendo aquí?
Capítulo 12
Voy a mi próxima visita al médico. Jeanine me deja y espera a que termine.
No soy diabética. Estoy perfectamente sana, pero mi bebé va a ser enorme. Esto
debería alegrarme, el bebé y todo está bien, solo que no me alegra. Mi mente
todavía está molesta por los eventos de ayer. Quiero ir a la casa del señor y la
señora Weston y arañar sus rostros siseando y escupiendo como un gato. Quiero
gritarles por ser tan fríos y crueles.
Solo hay una cosa de la que estoy segura: cuando se den cuenta de que éste es
el bebé de Caleb, podrán despedirse de todos sus derechos como abuelos, adiós.
Jeanine nota mi silencio y trata de hacerme hablar, pero no puedo.
Sencillamente no tengo ganas. Se rinde pronto, pero sé que no me guardará rencor.
Otra vez mi mente se llena de pensamientos sobre Caleb. Es difícil de lidiar.
Lo extraño tanto, él debería de haber estado allí en la visita al doctor. Debería haber
estado conmigo, sosteniéndome la mano y contentándose.
Nada de esto me emociona ya.
No entiendo nada. No entiendo el odio y la ira hacia mí. No es algo por lo que
151
le he llamado la atención de Nathan antes, no es algo por lo que le he preguntado,
pero no puedo negar que tengo la tentación. ¿Qué he hecho para que dos personas,
claramente bien educadas, me odiaran tanto?
¿Por qué habrían de repudiarlo como lo hicieron con Caleb? ¿Es, de verdad,
por lo que dijo su madre?
¿Porque Caleb pasó sus últimos momentos conmigo?
¿Cómo puede eso ser mi culpa? Ninguno de los dos sabía que iba a morir.
Tal vez es la culpa que sienten por haberlo ignorado y ahora que lo perdieron
desearían regresar el tiempo.
No lo sé.
Nada de esto tiene sentido.
Cuando finalmente regreso al apartamento de Nathan, estoy aliviada de ver
que no está, al igual que esta mañana. No sé dónde está y la verdad es que no me
importa. Es un hombre grande, puede hacer lo que quiera.
Mientras estoy sentada en el mostrador de la cocina, llaman a la puerta. No
quiero contestar, pero lo hago de todos modos y me sorprendo cuando veo a la
rubiecita de pie en la puerta, moviéndose nerviosamente.
—Hola —le digo mientras se da cuenta de que no soy Nathan y sus hombros se
hunden—. No sé dónde está.
—¿Te dijo que dijeras eso? —Supongo que su incredulidad se justifica.
Niego.
—No, no lo he visto desde ayer.
—Oh... —Sacude las manos al frente—. Si lo ves, dile por favor que me llame.
—Seguro. —Voy a cerrar la puerta pero me llama una vez más.
—¿Él?... ¿Tú? Quiero decir, ¿está viendo a alguien más?
¿Lo está?
—Honestamente, no tengo idea. Le prometí que no invadiría su privacidad así
que no lo hago. Ni siquiera sabía de ti hasta que nos conocimos el otro día. —Sonrío
disculpándome y la miro de arriba a abajo. Parece tener frío. ¿Dónde está su
auto?—. ¿Dónde está tu auto?
—Caminé.
—¿Desde el pueblo? —¿Está loca? Es una caminata de más de 10 kilómetros.
Sin incluir nuestro largo camino de entrada.
—Sí. —Da un paso atrás—. Gracias… umm…
—Gwen.
—Claro, soy Lorna. Fue bueno conocerte. —Se mete el cabello nerviosamente
detrás de la oreja y baja los dos escalones que llevan a la puerta—. Cuídate.
Cierro la puerta, preocupada por el bienestar de la mujer pero pensando que
así como llegó puede volver. Su relación con Nathan debe ser más seria de lo que 152
pensé. Oh bueno, no es asunto mío. Solo espero que no piense que quiero robar a
su hombre porque definitivamente no es así. No quiero la reputación de una roba
novios.
El pueblo es pequeño y los chismes corren.
Doy vueltas por el cuarto y enciendo el portátil. No es mucho lo que puedo
hacer y disfrutar, así que un rato después la apago dando un largo y buen suspiro.
Odio lo gris que es el cielo aquí. No me animo a aventurarme por los árboles
cuando el cielo está tan oscuro a pesar de que sean las dos de la tarde. Me perdería
incluso si siguiera las marcas que puse en los árboles.
Mi orientación nunca fue muy buena y nunca supe cómo usar una brújula.
Apunta al norte, genial. Pero incluso aunque apunte al norte no sabría qué
dirección me llevaría de nuevo al pueblo. Y a pesar de que tengo GPS en mi
teléfono, tengo suerte de conseguir señal el tiempo suficiente como para recibir un
mensaje de texto, ni hablar de conexión a internet.
Extraño a mis amigos. Extraño estar cerca de gente que conozco.
Una parte de mí inclusive extraña a mi mamá, a pesar de que la odio hasta las
entrañas en este momento.
Agarrando mi teléfono, busco entre mis contactos hasta encontrar el número
de Tommy. Suena un par de veces hasta que atiende, lo que me alegra de una
manera que no he sentido en un tiempo.
—Hola —dice suavemente—, tanto tiempo.
—Sí —digo y voy a la cocina. La señal es mejor aquí—. Te extraño.
—También te extraño. Tal vez pueda ir a verte pronto.
—Me encantaría. —De verdad—. ¿Qué has estado haciendo?
—No mucho —se calla por un momento—. Pasé.
—¡Oh, por Dios! —Pestañeo—. ¡Oh, por Dios! Tommy, eso es brillante. Estoy
tan feliz por ti.
—Gracias Gwen, la Universidad no es lo mismo sin ti.
Mi felicidad pasa a ser un poco de tristeza.
—Sí, la extraño.
—Volverás algún día. Hasta entonces, sigue cocinando comida deliciosa y
envíame fotos. Cuando vaya, no voy a dejar la casa y tú no vas a dejar la cocina.
Quiero un banquete digno de un rey —demanda juguetonamente—. Sasha te
extraña.
—También yo.
—¿Cómo van las cosas con Nathan? Apuesto a que es extraño, ¿no?
No tienes idea.
—Solo un poco. La mayor parte del tiempo permanece fuera de mi camino. Ni
siquiera sé dónde está hoy.
153
—¿Se están llevando bien?
¿Nos estamos llevando bien?
—Sí. Hemos tenido un par de desacuerdos. —El eufemismo del siglo—. Pero lo
superamos.
—¿Por qué siento que hay algo que no me estás diciendo?
No tengo idea.
—Te estoy diciendo todo.
—De acuerdo. —No me cree—. Me tengo que ir. Me encuentro con Zoe en
veinte minutos. No te pierdas.
¿Zoe?
—Tú tampoco.
Cuelgo el teléfono y voy al refrigerador. Espero que pueda venir. Si lo hace,
definitivamente le daré un festín digno de rey.
Mi mente vuelve a Nathan y, a pesar de que sigo enojada con él, me pregunto
si volverá para la cena. Le envío un mensaje de texto y le pregunto, pero una hora
después, todavía no tengo respuesta.
El refrigerador está vacío y necesita llenarse urgente. No hay muy buena
comida, pero lo que hay se comible.
Estoy desesperada por ir a hacer compras, pero Nathan todavía no regresa y el
sol, finalmente, ha empezado a descender.
Inclinándome hacia atrás, picoteo la comida y tranquilamente me toco el
estómago. Hoy ha sido un día mejor, no genial, pero la ira que he sentido me ha
ayudado a no pensar en esas cosas que parezco engancharme más, entiéndase:
Caleb y cuánto sufro por él.
Odio cuán fácil se está volviendo. Todavía es duro. ¡Joder! Muy duro, pero ya
no tanto.
Los días no pasan tan lento y el dolor en mi pecho no es constante. Solo lo
siento cuando pienso en él o cuando me lo recuerdan. El dolor es bienvenido. Me
recuerda que la vida que tuve con él fue real.
La puerta se abre y se cierra con un golpe haciéndome saltar del asiento.
Nathan entra en la habitación, su lengua juega con su labio inferior.
—Prepárate, te voy a sacar a pasear.
—¿Qué?
—Me oíste. Prepárate.
—¿Adónde? —le pregunto, mirándolo mientras agarra mi chaqueta.
—Hay una... solo prepárate.
—De acuerdo —suspiro y le permito que me ayude con el abrigo. En cuestión
de segundos estamos afuera y me está metiendo en el auto—. Ahora estoy intrigada.
Sonríe suavemente mientras sube al asiento del conductor.
154
—Vas a disfrutarlo... espero.
—La rubiecita vino a verte hoy —le anuncio mientras enciende el motor.
—¿Quién?
—Lorna, tu novia.
Su sonrisa se desvanece y en su lugar aparece un ceño fruncido.
—No es mi novia.
—¿Lo sabe?
—Sí.
—Caminó todo el trayecto desde el pueblo.
Su ceño se pronuncia más.
—¿Dónde estaba su auto?
Me encojo de hombros.
—Le pregunté lo mismo. No me dio una explicación. —Lo miro
cautelosamente durante un momento—. Las chicas solo hacen eso si sienten más
por ti de lo que sea que crees que siente.
—Ella solo... nosotros solo... no es mi novia.
—Si tú lo dices.
—Insisto —responde en tono cortante—. ¿Podemos dejar de hablar de ella
ahora? ¿Cómo estuvo tu día?
—No pasó nada importante. Tenemos que ir de compras. No hay nada de
comida.
Suspira y me mira.
—¿Has comido?
—Sí.
Se muerde el labio por un momento, sus ojos están nerviosos.
—¿Eso quiere decir que te quedas?
¿Sí?
—Yo... ¿Tú quieres?
Gira su cabeza hacia mí, sus ojos me miran con determinación.
—Sí.
—No puedo... —Miro para otro lado y exhalo profundamente—. No puedo
lidiar con tus cambios de humor. Las cosas están…
—Lo sé. Yo... haré mi mayor esfuerzo para dejar de ser como estoy siendo. Es
solo que no estoy acostumbrado a esto. —Me da una triste sonrisa antes de volver a
mirar a la carretera—. Me alegro de que te quedes.
Derritiéndome un poco, sonrío para mí misma. Cruzando los dedos, las cosas
mejorarán y se quedarán así. 155
—Aunque no sé cuánto más duraré sin comida.
—Está bien. Iré a hacer las compras en la mañana.
Esta es mi oportunidad.
—¿Puedo ir? Me gustaría volver a empezar a cocinar y a hornear otra vez. Si
está bien.
—Seguro. Pero si te digo que no a algo, no me lo discutas.
—Lo que sea. —Mi estado de ánimo se elevó apenas un poco—. Gracias.
—¿Cómo está el bebé? Lamento haberme perdido tu cita.
—No soy diabética ni nada. Es solo que el bebé es grande.
—Eso es bueno entonces. —Se acerca y coloca su mano sobre mi barriga,
sorprendiéndome como la mierda—. ¿Ya patea?
—Con cualquier extremidad cercana a mis costillas. —Bajo la mirada a su
mano, se siente raro. No es típico de Nathan tocarme casualmente como si lo
hubiera hecho un millón de veces. Retira la mano, probablemente sintiendo mi
incomodidad.
—Si comienza de nuevo, dime. —Se aclara la garganta y roza su muslo con su
mano—. Si eso está bien.
—Seguro. —Es extraño, pero no tengo problema—. ¿Tus papás han estado en
contacto?
—No y no quiero que te preocupes por ellos. Son mi problema, no tuyo —dice
suavemente. El lamento es evidente en sus rasgos—. Lo siento, por todo lo que pasó
ayer. Debería haberte protegido. No se suponía que volvieran hasta dentro de una
semana más.
Pestañeo sorprendida ante su disculpa. Ya se ha disculpado. ¿Es por eso que
hace esto?
—Está bien. Lo entiendo. Todos hacemos cagadas cuando estamos enfadados.
Su cuerpo se tensa.
—Odio que maldigas.
Ups.
—Lo siento —murmuro y miro por la ventana—. No me di cuenta hasta que lo
dije.
—Inténtalo. No va contigo.
Está bien.
—¿Dónde has estado hoy? No me respondiste el mensaje de texto.
—Afuera —dice, y eso es todo. ¿Por qué tiene que ser tan enigmático y
cerrado? Solamente me pone más curiosa sobre qué está pensando y haciendo y
todo lo demás que probablemente podría estar ocultando en su mente cerrada.
156
—¿Afuera?
—Como “no en casa”.
—Como “un lugar conocido como...”.
Se ríe, sus ojos brillan en la oscuridad.
—Afuera.
—Eres tan extraño.
Su sonrisa se agranda.
—Sí, probablemente.
—¿Adónde vamos?
—Afuera.
—Rayos —gruño y quiero retorcerle un pezón—. Eres tan frustrante.
—Como tú.
—No lo soy.
Arquea una ceja, sus ojos todavía brillan de una manera en que nunca antes lo
hicieron.
—Lo eres también.
—¿De verdad estamos haciendo esto? —Me río, mi cuerpo se sacude—. Solo
aceptemos que estamos en desacuerdo.
—No acepto nada hasta que aceptes que eres frustrante.
—Dime a dónde vamos y entonces aceptaré.
Echa la cabeza atrás y se ríe fuertemente.
—Eso es lo mismo que aceptarlo.
—¿Ves? —Lo golpeo en el pecho—. Eres frustrante.
—Nunca lo negué. —Buen punto.
Aun así...
—¿De verdad no me vas a decir a dónde vamos?
—No.
—¿Ni una pista? —Hago puchero y cierro las manos debajo de mi barbilla.
—No me hagas ojitos de cachorro, cualquier cosa menos los ojitos de cachorro
—bromea, fingiendo protegerse el rostro con la mano.
—¿Está funcionando?
Enseguida se pone serio.
—No.
—Demonios.
—Buen intento. 157
—Eso pensé.
Hemos estado conduciendo ahora por más o menos una hora y no tengo ni
idea de dónde estamos. Hay demasiados árboles cubriendo los caminos. Cuando
llegamos a un claro, mi corazón comienza a latir de emoción.
—¡No lo puedo creer! —Le sonrío y presiono mi rostro contra el vidrio—. ¿Un
parque de diversiones?
—Es un festival nocturno, estará aquí por solo dos semanas —dice mientras
veo la rueda de la fortuna iluminada a la distancia y otras atracciones que no puedo
descifrar.
—No puedo subirme a ninguna de esas atracciones.
—Lo sé, pero hay más que solo atracciones.
—Esto es genial. —Real y absolutamente genial—. Quiero algodón de azúcar.
Abre la boca y sé que es para protestar pero pronto se relaja y en su lugar,
dice:
—Puedes tener lo que quieras.
—Brillante. Eres lo máximo.
Nos toma otros diez minutos antes de que finalmente encontremos el
estacionamiento, que es más que nada, un terreno con un montón de autos. El
lugar está lleno y la gente sigue llegando. Al menos no voy a tener que hacer cola
para los juegos, un extra importante.
Hay un enorme arco de luces y globos cuando entramos, lo miro sonriendo,
Nathan parece poco impresionado, pero no me importa. Me lleva a un lado e
intercambia dinero por fichas. Me quedo con las fichas.
Pronto nos damos cuenta de que las fichas son para las atracciones y no para
los juegos. Los juegos cuestan aún más caro.
Sin embargo, a Nathan parece no importarle y me deja arrastrarlo a un juego
donde tienes que tirar una pelota en un cesto que está al costado. Parece fácil. No lo
es. Fallo todas las veces.
—Déjame intentar. —Se ríe y le da al hombre detrás de la barra un billete. Tira
y falla la primera vez, pero la segunda, la pelota queda quieta. En el tiro final, la
pelota rebota en la pelota que ya está en el cesto y va al suelo—. Bueno.
—La próxima vez. —Me encojo de hombros y lo llevo al puesto de algodón de
azúcar. No se quiere mover, entonces, tranquilo me da un billete y me hace señas
que me vaya. Riéndome, voy a buscar algodón de azúcar y donas yo sola. Nathan
está claramente ocupado. No va a ganar, pero lo dejo darse cuenta solo.
Mientras las donas dan vueltas en la freidora, algo suave me roza la mejilla.
Me doy vuelta y pestañeo sorprendida ante el osito marrón de peluche vestido
como Superman.
—Ganaste.
Nathan sonríe, obviamente orgulloso. 158
—Claro que sí.
—¿Es para mí? —Voy a agarrar el oso pero entonces lo aleja.
—No.
Me quedo boquiabierta.
—¿Qué pasó con ser un caballero? —Las donas glaseadas están en el
mostrador en una bolsa de papel. Las agarro y sigo al hombre que no me dará el
oso que se parece a Superman.
—Nunca dije ser un caballero —dice con arrogancia.
—Quiero el oso.
—Ya tienes el algodón de azúcar.
Hago pucheros como un niño petulante.
—No es lo mismo.
Su sonrisa regresa y casi me encandila.
—Puedes tener el oso. —Voy a agarrarlo otra vez pero me lo saca—. Cuando
hayas terminado la comida.
—¿Quieres un poco? —Muevo el algodón por su rostro. Se estremece y niega—
. Más para mí. —Entonces abro la bolsa que contiene las donas—. ¿Dona?
La mirada que pasa por sus ojos me muestra que sí quiere las donas, pero
supongo que son demasiado pegajosas para que las quiera sostener.
—Tenme esto por un segundo. —Le doy el algodón de azúcar. Sostiene el
palito con la punta de sus dedos, estremeciéndose otra vez. Mis dedos agarran el
bocadillo azucarado y lo saco de la bolsa—. Ten, come.
—Lo estás tocando —dice negando.
Suspiro.
—No he tocado este lado. —Lo acerco a su rostro—. Vamos, sabes que quieres
Se inclina hacia adelante y rodea con sus dientes y labios un lado, suspirando
levemente.
—Me olvidé de lo buenas que eran.
—¿Mas? —Le doy un mordisco a la que ya mordió y gimo de placer—. Las
mejores donas que he probado.
—Más —dice, así que levanto la misma hacia su boca. Muerde la mitad del
anillo que no he mordido—. Definitivamente las mejores donas.
Chasqueo la lengua y niego.
—Espera a que pruebes las mías.
—¿Haces donas?
—Claro, de hecho es muy fácil —le digo pero inmediatamente me distraigo—.
¡Oh, mira! 159
—Es para lanzar anillos.
—Me doy cuenta, Sherlock. Vamos.
—Odio lanzar anillos.
—Eso es porque apestas en ello.
Finge haberse ofendido.
—No. —Y de pronto se ve decidido—. Te garantizo que te gano.
—No ganas ni al limpiar la alfombra5.
—¿Por qué querría?
Buen punto.
—Lanzamiento de anillos.
—Deshazte de la nube de azúcar. —Me da el algodón rosa, lo tomo, le doy otro
mordisco y tiro el resto en un cesto que estaba cerca—. Dona.
—No voy a tirar las donas —jadeo, fingiendo estar horrorizada de que pudiese
siquiera pensar en hacer eso. Las donas son el alimento de los reyes en los
carnavales. Bueno, las donas o los perritos calientes.

5 En ingles “You couldn’t beat a rug.” Juego de palabras, ya que beat, solo, significa ganar;

pero la expresión “beat a rug” significa limpiar la alfombra.


—No. —Se da golpecitos en la boca.
—Oh. —Agarro otra de la bolsa y se la sostengo en la boca. Da un mordisco,
mirándome.
—Gracias.
—No hay problema. —Cierro la bolsa después de darle dos bocados más y
meter el último pedazo en mi boca. Él parece estremecerse así que le doy una
mirada mordaz.
—¿Qué?
—Mi boca ha tocado eso, sin embargo, lo comiste.
Me encojo de hombros y meto la bolsa de donas en el bolsillo de mi chaqueta.
—¿Tienes algún tipo de virus horrible que podría contagiarme?
—No. —Hace un gesto para mostrar cuan realmente disgustado está ante el
pensamiento.
—Entonces estoy segura de que voy a sobrevivir. Ahora deja de retrasar lo
inevitable y mira cómo te pateo el trasero en el lanzamiento de anillos.
Deja escapar un resoplido que me hace resoplar y vamos al lanzamiento de
anillos.

160

—Tenía la desventaja —me quejo, mirando al suelo mientras camino.


—¿Oh sí? ¿Cuál es? —Nathan sonríe viéndose demasiado orgulloso de sí
mismo.
—El vientre. —Palmeo mi estómago hinchado—. No puedo girar mis caderas
durante el juego como solía hacerlo.
—Excusas.
Mi boca se abre, me niego a aceptar eso.
—Es una excusa legítima.
—En tu mundo creo que lo es. —Desliza su mano por mi brazo, deteniéndose
al rodear mi muñeca.
Eso es raro. No es incómodo, pero definitivamente extraño. ¿Es esta su
versión de sostenernos las manos? ¿O su brazo está dolorido de tirar el anillo, lo
que significa que no puede molestarse en aferrarse a mi bíceps?
—¿Rueda de la fortuna?
—¿Se me permitirá?
Se encoge de hombros.
—Solo hay una manera de averiguarlo.
Estamos en la cola durante quince minutos antes de que lleguemos a la parte
delantera. El tipo me mira, mira a mi vientre y abre la cadena para dejarme pasar.
Yay.
Nos sentamos en el asiento de metal no demasiado robusto y colocamos la
barra en su lugar. Me río cuando Nathan la limpia con una servilleta después de
arrojar chorros de desinfectante de manos al metal.
Con nosotros en una cabina es apretado, o al menos así es como racionalizo
que su brazo esté alrededor de mi hombro.
Comenzamos a ascender lentamente, el frío aumenta mientras más alto
llegamos, pero no me importa. El brazo alrededor de mis hombros está cumpliendo
una finalidad distinta de hacerme sentir incómoda.
—Me gusta la dirección en que han colocado esto. Es hermoso, incluso en la
oscuridad —comento, viendo los grandes campos que se curvan en el horizonte. No
es increíblemente alto, solo casi veinte metros a lo mejor, pero es lo
suficientemente alto como para que aprecie realmente todo a poca distancia de
visión.
—Me siento como un niño aquí arriba —no dice esto con desprecio, más como
con temor.
—Yo también. Todo simplemente desapareció.
161
—¿Qué desapareció? —Se voltea a mirarme cuando finalmente llegamos a la
cima.
Miro sus hermosos ojos marrones claros, por una vez sin reconocerlos como
los de Caleb sino reconociéndolos como los de Nathan.
—Todo lo que dejamos allí abajo.
Sus ojos brillan y sus labios se contraen.
—Eres tan extraña.
—Cállate. —El asiento se balancea ligeramente a medida que me alejo de él y
descanso mi cabeza en su hombro—. Vamos a permanecer aquí durante una hora.
—Demasiado tarde, estamos descendiendo —susurra y apoya la barbilla en la
parte superior de mi cabeza.
—En realidad, eso no es tan malo. Mi vejiga está comiéndose a sí misma.
—Lindo.
—Eso pensé.
Me ayuda tan pronto como llegamos a la plataforma. En este punto estoy
rebotando continuamente.
—Estaré justo aquí —dice y apunta hacia la zona principal. Lo que sea, tengo
la vejiga demasiado llena como para que me importe.
Las damas que hacen cola me empujan a la parte delantera, lo que es un
alivio, en el momento en que hubiera llegado al baño, me hubiera orinado encima.
Rudo, pero cierto.
Ahora... ¿dónde está? Ah... ¿qué es eso que está metiendo en su saco? ¿Dónde
está mi oso de Superman?
—¿Dónde está mi oso? —Frunzo el ceño.
—Claro, espera aquí —dice y se pasea de nuevo a la rueda de la fortuna. Me
siento aliviada al verlo regresar con el oso, no lo recuerdo dejándolo allí cuando
tomamos nuestro turno, pero para ser honesta, estaba demasiado emocionada para
prestar atención.
—Toma. —Empuja la cosa en mis brazos y aprieta mi muñeca de nuevo—.
Vamos.
—Pero...
—Es tarde.
—Hemos estado aquí durante una hora.
Se pellizca el puente de la nariz y sé que ha tenido suficiente.
—De acuerdo, vamos.
Sus ojos suaves ven los míos.
—Lo siento. Estoy agotado, he estado despierto desde la medianoche.
—¿Por qué medianoche? 162
—Salí.
Jadeo.
—¿Ese es el tiempo en que te fuiste? ¿Estás loco?
Me da una mirada que al instante me hace cerrar mi boca. No es mi problema,
sigo olvidándolo.
—¿Lista? —Desvía el tema, por lo que estoy agradecida y me lleva lejos de la
diversión.
—Ay, cabina de fotos, Caleb amaba esas. Fuimos a un lugar llamado Isla del
Placer una vez, enloquecimos en una cabina de fotos. Terminamos con más tiras de
fotos que paredes para cubrir. —Sonrío con cariño ante el recuerdo.
—¿Quieres? —Hace un gesto a la pequeña cabina con un gesto de la mano.
¿Lo hago?
—No, eso está bien. —No sería correcto.
—¿Estás segura?
—Sí. —Asiento porque estoy definitivamente segura—. En realidad estoy un
poco cansada ahora que lo mencionas.
Mis ojos se cierran y permanecen cerrados incluso antes de lograr salir del
estacionamiento.
Es de mañana cuando me despierto y las cortinas han estado abiertas de par
en par.
—Quema.
—Vamos, arriba —dice Jeanine y saca las sábanas de mi “podría ser” cuerpo
desnudo. Mi peluche de Superman casi se cae de la cama, lo acerco de nuevo a mí y
froto mi rostro en su pelaje sedoso.
—¿Por qué?
—Son las 11:15 —dice con una voz cantarina—. Y los cielos ya no son grises. No
puedes permanecer en la cama cuando el sol está brillando, querida.
—Está bien —digo con un bostezo y me siento con las piernas cruzadas, el oso
enclavado en la cadera—. No puedo cambiarme contigo aquí.
—Me voy. —Y se va.
Cuando decido qué ponerme puedo ver que todas mis ropas han sido
cuidadosamente colgadas de nuevo. Hago una nota mental para agradecer a
Jeanine después. 163
Espera...
Estoy en mi camiseta y bragas.
Jadeo.
Nathan me ha visto en mi camiseta y bragas. ¡Nathan me desnudó!
Cálmate. Está todo bien. Ha visto un montón de mujeres desnudas antes...
creo.
¿Por qué estoy obsesionada con esto?
Me visto mientras alejo los pensamientos ridículos de mi mente y
rápidamente me cepillo los dientes después de lavarme el rostro. Finalmente me
siento renovada y mis ojos no se pegan al otro.
—Toc, toc —dice Nathan en vez de realmente tocar. Aunque la puerta está
abierta puedo entender esta lógica. Creo—. ¿Hay planes hoy?
—Iba a llamar a Paula.
—¿Necesitas el auto?
—Umm. —Me encojo de hombros y empiezo a pasar el cepillo por mi cabello—
. ¿Puedo?
—Sí, no lo necesito. —Sus ojos me miran de arriba abajo mientras me siento
en el escritorio convertido en tocador. Sus ojos castaños persisten sobre ciertos
puntos pero finjo no darme cuenta. No debería darme cuenta.
—Gracias. —Envuelvo el broche en mi cabello para mantenerlo en su lugar y
me levanto para enfrentarme a él, tratando de no mirarlo a los ojos debido a la
incomodidad de saber que es el segundo hombre en verme en nada menos que
jeans y una camisa. Sin incluir las veces que me pongo vestidos—. ¿Cómo me veo?
—Embarazada —bromea. Paso junto de él, golpeando su brazo a medida que
avanzo—. Ah, y una cosa más... —Me tira las llaves del auto, las agarro
torpemente—. Sin comida o bebida en el auto.
—Está bien. —Me dirijo hacia las escaleras.
—Otra cosa. —Miro por encima de mi hombro y lo veo caminar hacia mí, así
que me dirijo hacia él.
—Ve de compras al supermercado, compra lo que quieras... dentro de lo
razonable. Sin cacahuetes, sin hígado, nada que sea perjudicial.
—¿En serio? —Sonrío, oh Dios mío estoy sonriendo. Se da cuenta también y
sus ojos van a mi boca, su rostro se ablanda.
—En serio. —Sostiene su billetera.
—¿Quieres que tome tu billetera?
—Solo tiene notas —responde con un encogimiento de hombros.
Mi sonrisa se ensancha. 164
—Debería decir que no, pero estoy muy emocionada por pastel. —Este
momento se pone mejor cuando sonríe también—. Gracias, Nathan. ¿Pensé que
querías venir?
—¿Y negar a la cocinera su oportunidad de brillar? —Me gusta este Nathan, es
muy amable y burlón. Le sienta, por extraño que parezca—. Diviértete, maneja con
cuidado.
—Lo prometo —le digo y desciendo las escaleras—. ¿Quieres algo mientras
estoy fuera?
—No. —Empiezo a moverme de nuevo. Entonces me detengo porque dice mi
nombre.
—¿Sí? —Agrego énfasis adicional en la i, mis ojos se estrechan con
desconfianza. Se detiene... pero ¿por qué?
—No solo te ves embarazada. —Baja un escalón, con los ojos en los míos.
—¿No?
—No. —Niega, su aliento lo deja—. Te ves hermosa.
Mi aliento me deja también. Yo... es… ellos... pero...
—Hasta pronto —le grito rápido mientras mi mano se cierra alrededor de la
manija y tiro de ella y cierro la puerta detrás de mí. ¿Qué mierda fue eso? Tal vez
no debería jurar pero eso fue motivo de maldición.
Luces hermosa.
Luces hermosa.
Luces hermosa.
¿Es solo un cumplido platónico? Seguramente él no… no podía siquiera
pensar en ese tipo de cosa. Acabo de perder a Caleb. Solo ha pasado un mes desde
su funeral.
Esto es tan jodido.
Estoy viendo más de lo que es. Todo lo que hago es exagerar las cosas.
Nathan es distante y tacaño. Pero tampoco lo es. De hecho, ahora estoy
preguntándome si el Nathan que conozco es siquiera el Nathan real en absoluto. Lo
cual me lleva a preguntarme por qué un hombre tan dulce, amable, generoso y
apuesto se pondría una máscara tan horrible.
Su desesperación para que me quede, claramente le importo más de lo que
creí. O quizás no. No lo conozco lo suficientemente bien para hacer ese juicio. Pero
también vi un hombre roto en sus ojos. ¿Es porque perdió a su hermano o es por
algo más profundo?
¿Por qué estoy analizando todo otra vez? ¿Está mi mente tan desesperada por
pensar en cualquier cosa menos en Caleb y lo que he perdido?
¿Estoy intentado encontrar a alguien más roto que yo?

165

Aunque le dije que no debía hacerlo, Paula me acompaña al supermercado


después de tres horas de deambular sin rumbo por todo el pueblo. Está a algunos
kilómetros de la ciudad pero es lo suficientemente grande y tiene todo lo que
necesitamos. Estoy agradecida de que sea ella la que empuje el carro. Mi espalda
está matándome.
—Entonces, ¿cuáles son tus planes ahora que estás aquí? —pregunta mientras
tiro una variedad de salsas dentro del carro. Una casa no es una casa si no hay
condimentos.
—Tener al bebé, eso es todo lo que sé por ahora —admito y parpadeo cuando
sonríe con pena.
—¿Cuánto tiempo te queda, querida?
—Cerca de dieciocho semanas si el bebé espera tanto.
Me vuelvo hacia la isla de panadería e instantáneamente comienzo a tomar
cosas de los estantes. Paula continúa con la ligera conversación, preguntando si
tengo todo lo que necesito, sabiduría de guardería.
No tengo todo lo que necesito, no tengo biberones o pañales. Maldición, en
realidad necesito organizarme. ¿El bebé estará en mi habitación o en una
guardería? ¿Dónde dormirá él o ella?
Debería preguntarle a Nathan pero ya está dando demasiado. Solo tendré que
usar el poco dinero que me queda para prepararlo, es mi bebé y mi
responsabilidad. Parte de mí quiere conseguir un trabajo pero no soy lo
suficientemente estúpida para intentarlo. Nadie va a contratarme en esta condición
y sería una idiota por pensar lo contrario.
Mi teléfono comienza a sonar, reviso la pantalla antes de responder. Su voz y
tono enojado son inmediatos.
—¿Dónde estás?
—¿Ni siquiera un hola?
—Hola —gruñe—. ¿Dónde estás?
—Solo estoy comprando comestibles —explico, alejándome de Paula así puedo
tener alguna sensación de privacidad—. ¿Está todo bien?
—Son casi las cinco.
—¿Y? —Estoy confundida sobre por qué es eso un problema.
Lo escucho exhalar un suspiro exasperado.
—Y oscurecerá pronto. Has estado fuera por horas.
—Está bien. Estaré allí como en una hora. —Agarro un par de bolsas de harina
y las arrojo en el carrito, tosiendo un poco cuando una pequeña nube de polvo me
166
golpea el rostro. No lo suficiente para cubrir mi piel pero suficiente para hacer que
mis pulmones se aprieten por un momento.
—Estás enfermándote, iré por ti.
—Fue una bolsa de harina —gimo, casi estampando mi pie en el suelo—. Voy a
volverme loca en la casa, no he ido a comprar comida por una eternidad. Déjame
tener esto.
Cuelga sin responder. Pongo mi culo en marcha, consigo las cosas que quiero
y necesito, pago por ellas y digo adiós a Paula.
Nathan tenía razón sobre que oscurecería pronto. Estoy a mitad de camino a
casa y está completamente oscuro. Afortunadamente, no me molesta conducir en la
oscuridad, así que no es muy difícil solo espero que no esté teniendo algún tipo de
crisis mental.
No tiene derecho a darme un toque de queda.
¿O sí?
Es su casa.
Maldición, esto es tan confuso y molesto y… ah. Iré a casa, tendré una torta,
un capuchino descafeinado y me acurrucaré en mi asiento en la ventana con mis
auriculares.
Cuando estaciono fuera de la enorme casa, sonrío, luce como una postal. La
mayoría de las luces están encendidas dentro, haciéndola brillar en medio de los
árboles.
Mi perfecta imagen es arruinada cuando la puerta principal se abre y Nathan
se apresura fuera. Comienza a gritar incluso antes de llegar al auto.
—¡Te fuiste al mediodía! —Me bajo con un suspiro.
—Estoy bien, Nathan. —Abriendo el maletero comienzo a tomar las bolsas.
Nathan las arrebata de mis manos.
—Nada de levantar cosas. Estoy muy decepcionado de ti, Guinevere.
—¿Por levantar cosas?
Me da una mirada que me hace juntar mis labios en un esfuerzo para no darle
la misma mirada.
—Por conducir a casa en la oscuridad. No conoces estas calles.
—Soy una buena conductora.
—¿Qué diría Caleb? —sisea. Se me escapa un gemido. No quiero pensar en
eso, no quiero hablar de eso—. No estoy intentando ponerte triste…
—Ya no quiero hablar de esto —digo en voz baja, mi tono de advertencia.
Voy hacia la casa, mi corazón palpitando y mi rostro ardiendo mientras mi
enojo se cocina. ¿Quién se cree que es? Tengo veintiuno, no cinco.
Nathan me sigue dentro, sus manos llenas. 167
—Estás actuando como si fuera el malo aquí.
—¿No lo eres? —espeto y comienzo a guardar las compras—. ¿Qué demonios
está mal contigo? Pareces querer controlar todo lo que hago.
Pasa la punta de su lengua sobre su labio inferior, su enojo apenas oculto.
—Solo intento ayudarte, Guinevere.
—¿Ayudarme? —me burlo y giro para enfrentarlo—. Bueno, gracias Nathan
por poner un techo sobre mi cabeza y comprarme comida, pero eso no significa que
puedas controlar mis acciones o lo que hago. Soy una adulta. Debes recordar eso.
—¡Y tú necesitas controlarte y controlar tus acciones antes de terminar
lastimándote o al bebé! —Lo miro boquiabierta. No acaba de ir allí—. Estás de
duelo, tus pensamientos no son tuyos. Especialmente si crees que es aceptable para
una mujer embarazada estar llevando cosas pesadas y conduciendo por la noche.
Me río.
—Estás bromeando, ¿cierto? ¿Cuántas mujeres embarazadas en el mundo han
hecho ambas cosas y han vivido para contarlo? Estás siendo dramático, y
completamente intolerable.
—¿A dónde vas?
—Lejos de ti. —Camino hacia las escaleras.
—¡No he terminado de hablar contigo!
—No lo entiendo. —Me volteo con su grito, mis manos en mis caderas—. De
verdad, simplemente no lo entiendo. Creí que después de ayer éramos amigos.
Se estremece.
—¿Qué hay de ayer?
—La rueda de la fortuna, las donas, todo —medio grito, mi rabia burbujeando
a niveles intolerables.
—Solo porque decidí ser amable no significa que puedas ponerte a ti y a ese
bebé en peligro innecesario.
—Oh Dios mío. —Río, en verdad no creyendo esto—. ¿Qué demonios está mal
contigo?
Niega, un ceño fruncido en su rostro.
—No hay nada mal conmigo. Eres la prometida de mi hermano, estoy
tratando de hacer lo correcto por ti.
—¡Deja de traer a Caleb a colación!
—Es verdad.
—¡Y completamente irrelevante!
—Pero aun así es verdad.
Levanto mis manos y me doy la vuelta. He tenido suficiente de esto.
—Eres imposible.
168
—No te alejes de mí.
—Si pudiera correr, lo haría.
—No hemos terminado de hablar.
—Oh, lo hemos hecho. —Lo miro sobre mi hombro, mis ojos encontrándose
con los suyos. Luce tan enojado como me siento—. Hemos terminado por completo.
Cuanto antes salga de aquí mejor.
—¿Y a dónde irás? ¿Qué harás? —Me sigue por las escaleras—. Te hice una
pregunta.
Deteniéndome fuera de la puerta, pongo mi mano en el picaporte y mi frente
contra la madera.
—¿Sabes lo que es malo para el bebé? El estrés. Y estás acumulándolo, siento
como si caminara por cascaras de huevo. Claramente no puedes decidir si te gusto
o no, es mejor si me voy.
Algo parece haber tocado una fibra sensible en su sistema porque su rostro se
suaviza.
—Tienes razón. Me disculpo por causarte estrés.
—Tu disculpa no es aceptada. Entiendo que era tu hermano pero también era
el amor de mi vida. —Un destello de dolor pasa por sus ojos marrón claro, se va en
un instante y me pregunto por qué vino en primer lugar. Hasta ahora no ha
mostrado signos de dolor por la muerte de su hermano. ¿Ha estado escondiéndolo?
¿Por qué?
—Solo lo enterré hace cinco semanas. Todavía debería ser un lio de dolor pero
por ti, para hacerte sentir un poco más cómodo he estado intentando animarme un
poco. Por todo lo que ha sucedido no he tenido tiempo de hacer el duelo
adecuadamente. Tú, de todas las personas, deberías ser el principal en mostrarme
compasión justo ahora.
—Me disculpo.
—No fue sincera y de todos modos no la quiero. Solo déjame sola. —Abro la
puerta y entro.
Asegurándome de cerrarla detrás de mí.
Descanso mi espalda contra la puerta y lo escucho suspirar.
—No es una buena idea. —¿Qué?—. Esto, tú y yo, toda la cosa de ser amigos.
Fue estúpido intentarlo.
Auch.
Sus pasos desaparecen después de un minuto, dejo escapar la respiración que
no me di cuenta había estado conteniendo.
Yaciendo en mi cama, toco el dulce rostro de mi Caleb, mis dedos
aborreciendo la sensación del vidrio frío que protege la foto. Mi mente deseando
que fuera verdad. Una lágrima escapa de mi ojo.
—Tengo miedo, Caleb —admito y abrazo una almohada fuerte contra mi
pecho—. Tengo tanto miedo de hacer esto sola. 169
Su sonrisa fácil brilla hacia mí y por una vez, no me reconforta en lo más
mínimo. Quiero arrojarla por la habitación pero mi conciencia me dice que me
arrepentiré luego, así que me detengo.
Capítulo 13
—¿Sabes? Mi madre siempre me dijo que si seguía haciendo caras y el viento
cambiaba, mi cara se quedaría así para siempre —comenta Jeanine, pero su intento
de animarme no ha funcionado.
—Quizás eso ya me ha pasado —digo y muevo los libros de la repisa.
—No tienes que ayudarme, esto es por lo que me pagan.
—Lo sé, estoy tratando de sentirme en casa, creo. —Siempre ha funcionado,
desde que era chica había sido una gran limpiadora. Sin mencionar el hecho de que
estoy terriblemente aburrida y necesito algo para hacer.
—Bueno, gracias, es agradable tener compañía. —Mueve el sofá y comienza a
barrer el polvo que se ha reunido debajo de él—. Ah, y esos pasteles que hiciste el
otro día, pensé que había muerto e ido al cielo.
Sonrío un poco.
—Gracias. Creo que a Nathan le gustó. Fui a la mañana siguiente y solo había
uno solo en el centro del plato. —Fue lo suficientemente considerado como para 170
guardarme pastel que había hecho. No me importa. Fue bueno ver que no pasaron
sin agradecimiento. Además, nunca hubiera podido comer los ocho que había
hecho para Nathan y para mí.
Jeanine ríe ante esto mientras continuo apilando los libros ordenadamente en
la silla. Este estante necesita un buen pulido.
—¿Has hablado con él?
—No. ―No en las últimas dos semanas desde que tuvimos esa gran discusión.
Le hacía: el desayuno, el almuerzo, la cena y el postre todos los días, pero no lo
había visto—. Probablemente está ocupado.
—Ese hombre siempre me sorprenderá. Es tan...
—Solo es como es —la interrumpo sin querer hablar mal de él a sus espaldas,
sin importar cuánto me haya enfadado—. No vale la pena enojarse por eso.
Es en este punto que escucho un portazo arriba y hago una mueca de dolor.
Me escuchó. Ahora me siento mal, pero que me aspen si me disculpo. Tal vez no me
escuchó, tal vez solo le gusta dar portazos.
Casi me río de este último pensamiento porque sé que Nathan debe ser el
hombre más callado que conozco, dio un portazo porque quería que lo
escucháramos.
—Creo que ese estante esta tan brillante como es posible —dice Jeanine,
interrumpiéndome los pensamientos—. El próximo necesita una buena limpieza.
—Claro. —Pestañeo para volver a la realidad y comienzo a apilar los libros de
nuevo en la repisa. Algo me golpea el pie. Mejor que no sea una araña. O peor… una
rata.
Me agacho y levanto el pequeño cuadrado de papel. Es una nota, pienso. Tal
vez un marca página de algún tipo.
Engancho el pulgar bajo el borde doblado y de a poco empiezo a levantarlo.
—¿Está todo bien? —pregunta Jeanine, recordándome que no estoy sola.
—Sí. —Me pongo de pie y meto el pequeño cuadrado en el bolsillo—. Solo se
me cayó un recibo.
—Sabes, esta casa tiene cientos de años. No dejes que su interior moderno te
engañe. Apuesto que hay un montón de pequeñas cosas que dejaron los
antecesores de Nathan —dice en voz alta y pensativa.
No hay manera de engañar a Jeanine, eso es seguro.
—De hecho, en los momentos que limpiaba, he encontrado un par de cosas.
Notas de amor, cartas, fotos y dibujos viejos. Es increíble en los lugares en que han
aparecido.
Esto alimenta más mi curiosidad.
—¿Dónde están ahora?
—Imagino que Nathan los guardó en algún lugar, se los di todos.
—Genial. Si alguna vez encuentras algo más, por favor, házmelo saber. —Me
alivio cuando está de acuerdo y me apresuro a volver a sacar el polvo. Sacudo cada
171
libro, viejo y nuevo, pero no encuentro nada más. Aunque no estoy segura de por
qué me interesa. Ni siquiera sé si el papel en mi bolsillo es una nota.
Definitivamente voy a averiguarlo más tarde cuando esté lejos de los ojos curiosos.
Jeanine se va a las once, rápidamente empiezo con el almuerzo, contenta de
estar ocupada otra vez. Cada día se me ocurre algo más desastroso para hacer. Juro
que lo estoy haciendo para hacer algo.
Nathan no baja, inclusive después de que he terminado y me he sentado a la
mesa, jugueteando con la comida. No es que lo juzgue, las cosas están raras entre
nosotros.
El clima no es tan malo así que me calzo las botas y la chamarra y salgo al aire
fresco. Pronto será otoño, no puedo esperar. Solo puedo imaginar cómo lucirán
estos hermosos árboles cuando sus hojas mueran de la forma más colorida. Es una
idea, es triste cuando algo muere, pero al menos nuevas hojas crecerán en su lugar.
A diferencia de Caleb. Nunca seré capaz de reemplazar a Caleb.
Este bebé nunca podrá llenar el vacío que su padre dejó. Me mantengo fiel a la
promesa. La promesa que le había hecho a Caleb cuando me pidió nunca dejarlo.
Nunca lo dejaré, nunca. Ningún hombre lo reemplazará jamás.
Con tiza en mano hago una ruta diferente esta vez, mis pies son firmes y
seguros a medida que avanzo pesadamente, marcando los troncos de los árboles a
medida que avanzo. Esta vez estoy yendo detrás de la casa y a través de los árboles.
No estoy segura de por qué, pero siento que éste es el lugar al que quiero ir esta vez.
Los árboles son mucho más delgados aquí y hay un camino delineado cubierto por
pequeñas ramas y rocas. Todavía no voy a correr el riesgo de no marcar los árboles
a pesar de que hay un camino a seguir, probablemente voy a perderme de todas
maneras.
Mientras camino por el sendero de tierra saco el cuadrado doblado de mi
bolsillo y de a poco comienzo a abrirlo.
No es una nota. Es una foto.
Jadeo cuando veo lo que es e, instantáneamente, la cierro por el shock. Es
Caleb completamente desnudo, a la edad de siete años por lo menos. Parpadeando
para salir del estado de shock, la abro de nuevo y me río de la mueca en su rostro.
No parece feliz de ser fotografiado desnudo, no lo culpo.
Está de pie frente a una ventana, la luz hace que su cabello brille. Sonrío, era
adorable. Mis ojos se llenan de lágrimas.
Esta es la única foto que he visto de Caleb de niño y, desnudo o no, me la voy a
quedar. La vuelvo a doblar y la meto nuevamente en mi bolsillo, feliz de tener una
parte de Caleb conmigo mientras sigo por el sendero.
Me duele el costado, no debería haber empezado a caminar tan pronto
después de comer. Oh, bueno. Estoy cerca de algo. No puedo volver ahora.
Cuando llego al borde de los árboles casi me tropiezo con una rama caída,
pero me las arreglo para enderezarme en el último segundo. La hierba aquí es
larga, me llega por lo menos hasta los muslos. ¿Qué pasa si hay ratas? 172
¿A quién engaño? Seguramente habrá ratas, o zorros o algún tipo de
naturaleza que quiera matarme.
Oh, ¿qué es eso?
Veo un pedazo de madera quemada en la distancia, asomado sobre la hierba.
Ahora que me estoy concentrando en eso veo más pedazos carbonizados. Qué raro.
Realmente tengo ganas de explorar, pero no me atrevo a pasar a través de la
jungla. Pufff.
Después de pensarlo un momento, doy un paso adelante, mi pierna es tragada
instantáneamente por la hierba. Puedo hacer esto, yo puedo. Pongo la otra pierna
adelante.
El viento se hace más fuerte y barre la hierba hacia el costado como si un
millón de pequeñas manos me estuvieran alentando a seguir.
Al carajo con esto.
Mi corazón que late rápidamente, me pide regresar. Sigo su advertencia y
vuelvo corriendo por el camino por el que había venido. Nunca más lo volveré a
hacer. Nunca.
Me estremezco.
Vuelvo a casa en tiempo record debido al hecho de que estoy corriendo de
ratas imaginarias que me pisan los talones. Mi respiración entrecortada sale en un
largo suspiro mientas entro y cierro la puerta detrás de mí. Pongo la frente contra
ella, aliviada de todavía estar viva.
Nunca iré por ese camino otra vez.
Una vez que mis temblores se calman, me volteo solo para chocar con un
tórax que me resulta familiar. ¿Por qué estaba tan cerca?
—Lo siento, no te vi.
—He estado aquí de pie durante tres minutos. —Sonríe mientras levanto la
cabeza para mirarlo. Sus manos están agarrando mis bíceps, fuerte pero no
demasiado—. ¿Estás bien?
―Sí, solo eran demoniacas ratas imaginarias ―murmuro e inclina la cabeza
cuestionadoramente―. Nada, estaba caminando… ¡oh! ―Chasqueo los dedos―.
Encontré un claro allí atrás.
Su cuerpo se tensa.
—¿Dónde?
—Detrás de la casa, pude ver una cantidad de madera carbonizada.
—Oh. —Se pasa la lengua por el labio inferior—. Es un antiguo granero que se
incendió no mucho después de que mi abuelo muriera.
Me estremezco y pongo la mano en su pecho entre nosotros.
—Lo siento por tu pérdida.
—Hmm —dice pero parece como si le doliera hacerlo. Debió de haber amado 173
muchísimo a su abuelo—. Mantente lejos de allí, probablemente haya ratas u otro
bicho que no me animo a nombrar.
—Lo sabía —susurro, entrecierro los ojos y mi mente imagina las ratas
demoniacas allí esperando llevarse un festín con mi pobre cuerpo embarazado—.
¿Almorzaste?
Asiente.
—Sí.
—Si hay algo en particular que quieras, solo dímelo.
—No tienes que cocinarme todo el tiempo —dice irritado—. No es por eso que
estás aquí.
—Lo sé. —Me encojo de hombros y me contorsiono para pasarlo—. Cocinar es
mi pasión, supongo, o solía serlo antes de… —Caleb—. Pero ahora es solo un modo
de atravesar el día.
—Deberíamos empezar a preparar el cuarto del niño, ¿cuánto tiempo te
queda?
Mi mente se pone en blanco por un momento, nunca pensé que traería este
tema a colación. Pero me alegra que lo haya hecho.
—Diecinueve semanas.
—¿Tan pronto? —Se estremece un poco—. Espero que sepas que no tengo idea
de lo que estoy haciendo y que no tengo la intención de entrar en los zapatos de
Caleb. Nunca he sostenido a un bebé siquiera. Para ser honesto, me asustan y me
dan asco al mismo tiempo.
Oh.
—Oh. Acaso…
—Haré mi mayor esfuerzo para ayudarte si creo que lo necesitas,
contrataremos una niñera o algún tipo de profesional.
—Estoy segura de que lo puedo manejar. —Miento porque no hay manera de
que pueda arreglármelas por mi cuenta. Tampoco tengo idea de lo que estoy
haciendo. Nunca he sostenido un bebé, ni siquiera he estado cerca de un bebé y los
chicos me asustan, también. Por eso no puedo culparlo u odiarlo por lo que acaba
de admitir.
—Caleb era genial con los chicos, por lo que puedo recordar —dice y mi
corazón se desploma—. Siempre sonreía, siempre feliz y alegre. Los chicos siempre
estaban a su alrededor. —Levanta la mano para acunar mi mejilla y presiona su
pulgar contra la comisura de mi boca—. Así que supongo que la clave es ser feliz y
sonreír siempre que estés en presencia de una persona pequeñita.
Trago saliva.
—No creo que eso se aplique a los recién nacidos.
Su pulgar permanece por un momento antes de que su mano caiga.
174
—Lo iremos viendo. —¿Iremos? ¿Nosotros?—. No hay muchos lugares por
aquí cerca que vendan cunas para niños. Te llevaré a la ciudad la semana que viene.
—Los muebles de niños son realmente caros, Nathan ―le digo suavemente.
—Tengo dinero. Además, cuando tenga en mi poder el fondo fiduciario de
Caleb, me podrás devolver el dinero. —Me guiña el ojo y mi corazón aletea de
alegría.
—¿Cómo lo harás?
Sonríe con malicia.
—Voy a llevar a mi padre a la corte.
Me quedo boquiabierta.
—¿Solo por el fondo fiduciario de Caleb?
—Sí, y el mío. Es lo que nos dejó nuestro abuelo, no lo que nos dio mi padre.
La única razón por la que podría tocarlos era porque fuimos lo suficientemente
estúpidos para mantenerlos en las cuentas originales. Mi papá se había puesto en
las dos cuentas para supervisarlas antes de que fuéramos mayores de edad. Nunca
pensé que haría algo tan cruel. —Camina hacia el pequeño escritorio donde suele
dejar las llaves y abre un pequeño cajón debajo de ella. Observo mientras él pasa
rápidamente a través de un montón de sobres antes de encontrar el correcto y
metérselo en el bolsillo—. No es una gran cantidad, es más el capital que otra cosa.
—Vaya. —No estoy segura de qué decir—. Así que, ¿ésta casa solía ser de tu
abuelo?
Responde asintiendo.
—¿Por qué te la dejó a ti y no a Caleb?
—Culpa —dice con un tono grave y peligroso.
—¿Culpa?
—Sí.
Espero a que lo explique, pero no lo hace.
—De acuerdo. ¿Quieres… emm… hacer algo?
Parece arrepentido por un momento.
—En realidad tengo que ir a la ciudad para supervisar algunas cosas.
—Oh, está bien. —Me alejo de la puerta—. Maneja con cuidado.
—¿No vas a preguntarme cuanto tiempo estaré fuera? —Parece sorprendido
por un momento pero luego vuelve a ponerse, rápidamente, su máscara.
—Me pediste que respetara tu privacidad —le respondo y giro un mechón de
mi cabello alrededor de mi dedo—. Que tengas un buen viaje.
Me agradece y va hasta la puerta pero se detiene antes de tocar el picaporte.
—Volveré tarde esta noche.
—Te dejaré la comida en el horno. 175
Sus ojos me queman, tienen una emoción que no puedo leer y que no me
importa averiguarla.
—Gracias.
Comienzo a ir a las escaleras cuando me llama, me estremezco y miro hacia
atrás por encima de mi hombro. ¿Qué quiere ahora? Ojos marrones claros
permanecen mirándome por lo que parece ser un largo tiempo.
—Tienes ramas en el cabello.
Me quedo boquiabierta mientras mis manos buscan, frenéticamente, dichas
ramas. Cuando me las arreglo para encontrar la última y sacarla, Nathan ya se fue.
¿No podría habérmelo dicho cuando estaba ahí parado enfrente de mí? O
quizás era esa la razón por la que estaba parado tan cerca. Quizás iba a sacármelas.
No.
Corro a mi habitación y saco de inmediato la foto de Caleb de mi bolsillo.
Tomando una pegatina de una etiqueta vieja, la corto por la mitad y la pego sobre
su área desnuda. Quiero ver su rostro, el resto no me importa perdérmelo.
Parece desgraciado y me duele el corazón. Los padres pueden ser hijos de
puta; mi mamá tiene fotos mías desnuda y solía gritarle cuando las sacaba para
mostrárselas a mis amigos. También parece adorable, sus irises casi de color
chocolate están brillando muy fuerte, considerando que lo más probable es que sea
una foto de una vieja cámara Polaroid.
—Te extraño, bebé —le digo en voz baja y toco su mejilla—. Me pregunto si
Caleb junior se parecerá a ti. ¿Está mal que lo desee, casi tanto como no? No sé qué
me dolerá más, si se parece o no, porque si sí, sería un constante recordatorio de lo
que ambos perdimos. Y si no, no voy a llegar a contemplar tu cara todos los días
por el resto de mi vida. —La doblo y coloco en el bolsillo.
Los ojos se me llenan de lágrimas cuando imagino a mi prometido fallecido de
pie detrás de mí, corriéndome el cabello de la nuca como lo hacía tantas veces, y
poniendo sus labios en el lugar despejado. Cada vez que lo hacía me estremecía y se
me ponía la piel de gallina. Se me empapaban las bragas en cuestión de segundos y,
generalmente, ponía su mano alrededor de mi cintura y la deslizaba entre mi
pantalón y mi ropa interior.
Solo de pensarlo me da cosquilleo en formas que no debería. Mi mano sigue el
camino que la mano de Caleb hizo tantas veces. Es más difícil con mi estómago en
el camino, así que desabrocho el botón de mis jeans y mojo los dedos directamente
en la humedad que se filtra de mi núcleo. Un profundo suspiro se me escapa
cuando imagino la mano de Caleb trabajando mi núcleo sensible. Lo hago
exactamente de la misma manera en que solía hacerlo, trazando círculos
lentamente, acelerando a medida que la otra mano se acerca a mi pezón. Mi mano
sigue este movimiento y aprieto todo mi pecho con una mano, todavía tocándome
el clítoris con la otra.
Una quemazón se propaga a través y mi mente evoca cómo se sentía tener sus 176
labios y su lengua probando mi cuello, a medida que mis oídos siguen oyendo las
palabras que una vez se dijeron pero que ya no están allí.
Comienza en mi clítoris antes de extenderse hacia arriba y alrededor de cada
punto sensible en mi cuerpo. Mis pezones se ponen erectos, en este momento él lo
presionaría con el pulgar como si fuera un botón antes de darle vueltas suavemente
entre el pulgar y el dedo.
Se me escapa un grito ahogado a medida que me acerco al final, mi mano está
trabajando rápidamente en mi pantalón. Quiero empujar mis dedos dentro pero no
alcanzo, mi estómago no me deja.
—¡Oh, Dios! —exhalo y continuo los movimientos.
Mis ojos parecen oscurecerse a medida que el ardor y el hormigueo se
concentran en un solo lugar, en mi bajo vientre. Jadeo y froto con más fuerza,
deseando estallar.
Lo hago y casi caigo de rodillas, pero logro liberar la mano que está en mi
pecho y sostenerme del escritorio.
—Ah —grito mientras el aliento sale en forma de jadeos y me salen lágrimas
por el orgasmo explosivo, desgarrando mi cuerpo en pedazos antes de finalmente
volverlos a poner juntos con el placer persistente que dura unos pocos segundos
después.
Con un último estremecimiento, colapso sobre el suelo y lloro. Mi cuerpo está
exhausto y saciado pero mi verdadero deseo no está satisfecho ni de cerca, y nunca
lo estará otra vez.
Ha pasado un tiempo desde que he tenido ganas de gritar, la necesidad es casi
insoportable.
En cambio, entro tambaleando al baño, enciendo la ducha y doy un paso bajo
el frío rocío sin sacarme la ropa primero. Nunca debería haber hecho eso, nunca
tuve la necesidad de hacerlo antes. Caleb era siempre quien lograba encenderme…
y luego apagarme. Todas las veces.
Ni una sola vez durante toda la relación me he dado placer.
Ahora solo me siento culpable y sucia. ¿Por qué lo hice? No debería ni
siquiera sentirme excitada después de lo que ha pasado. Soy débil.
Débil y estúpida.
Estoy sola.
Sola y cansada, cansada de estar sola.

177
Capítulo 14
Recuerdo cuando Sasha me dijo que no me perdiera en una oscuridad de la
que no seré capaz de salir.
Estaba en lo cierto, pero también estaba equivocada. Caleb era mi luz. Claro
que hay una oscuridad de la cual no puedo salir, pero no porque me perdí a mí
misma, sino porque lo perdí a él.
La semana continúa y no pasa nada nuevo o emocionante, sigo cocinando
para un hombre invisible y limpiando con Jeanine. Busco fotos, notas y otras cosas
que puedan probarme que Caleb una vez existió y corrió por esta casa.
Lamentablemente, no encuentro nada todavía y estoy comenzando a desear
no haber empezado a buscar en primer lugar.
El nivel de decepción que siento cada vez que no encuentro algo solo me
empuja aún más a esa oscuridad.
El martes fui a la ciudad e imprimí un montón de fotos de mi teléfono,
deseando haberlo hecho antes. Esto me alegra un poco y frustra un montón porque
no me atrevo a mirarlas. Todavía están en mi vestuario en un sobre cerrado,
178
acumulando polvo que no existe en esta casa llena de olor a lejía.
Una parte de mí esperaba que fuéramos a hacer compras para el bebé la
semana pasada. No. O Nathan se olvidó o cambió de opinión o tal vez ha estado
ocupado. No lo sé y no le quiero preguntar.
Sus estados de ánimo nunca se pueden dar por sentado y no puedo hacerle
frente a presionarle demasiado.
¿Por qué es tan solitario? No puede ser saludable.
No es asunto mío.
¿Por qué critico todo cuando pienso en Nathan? No lo hago con nadie más.
¿Qué es lo que tiene que me hace querer protegerlo y al mismo tiempo abofetearlo?
Es un acertijo.

Me las arreglo para salir de la cama justo después de las nueve y estoy lista a
las nueve y media. Para las diez tengo el desayuno hecho y servido, pero esta
mañana no tengo esperanzas de comer con nadie. Jeanine no trabaja los sábados y
Nathan no se ha mostrado en toda la semana pasada.
El bebé se agita y da vueltas en mi barriga. Es muy incómodo.
Con un profundo suspiro, me siento y levanto mi camisa para revelar la piel
estirada. La superficie es brillante y en movimiento mientras unas extremidades
escondidas la presionan desde abajo.
Es realmente extraño.
Puedo verlo.
—CAL... —comienzo a gritar y me muerdo la lengua para detenerme—.
¡NATHAN! —grito en su lugar. No responde así que grito más fuerte.
—¿Sí? —grita y escucho sus pasos por el primer piso.
Lo espero al pie de las escaleras.
—Tienes que ver esto. Es como algo salido de Alien.
—¿Qué es? —Parece confuso, no lo culpo.
Después de entrar a la habitación me siento en el sofá y lentamente levanto la
camisa una vez más.
—¿Qué estás haciendo? —Nathan se ve asustado.
Sonrío y le hago señas para que se acerque.
—¡Mira! —Toco mi vientre y veo cómo se sacude y se mueve ligeramente—.
¿No es raro?
Se arrodilla con una rodilla entre mis piernas para mirar más de cerca, frunce
el ceño.
—Es definitivamente raro. 179
Resoplo y pongo la mano sobre ella, sonriendo mientras siento y veo las
pataditas.
—¿Puedo? —pregunta con el ceño todavía fruncido.
Me encojo de hombros.
—Seguro.
Rozando su labio inferior con la lengua, se mueve hacia adelante y coloca una
mano enguantada sobre mi barriga.
El bebé se contonea otra vez y su mano se mueve hacia atrás en un instante.
Flexiona los dedos y, esta vez, mueve las dos manos hacia mi barriga.
—Esto es increíble —dice y acaricia, con sus manos enguantadas, todo mi
vientre. Sus ojos brillan cuando se encuentran con los míos—. ¿Duele?
—Es una sensación nueva, así que es un poco incómodo —admito y veo como
Nathan continúa sintiendo al bebé moverse—. Necesitas un corte de cabello —le
digo, moviendo mi mano hacia adelante para meterle los largos cabellos oscuros
detrás de su oreja. Casi inmediatamente vuelven a salirse, pero es casi del largo que
Caleb solía usar—. Te has estado escondiendo en tu habitación durante demasiado
tiempo.
Sus dedos se deslizan por mis costados. Respiro bien profundo. ¿Qué está
haciendo?
Se enganchan del borde de mi blusa y, lentamente, la desliza sobre mi vientre.
Sus ojos vienen a los míos y me miran intensamente.
—Salgamos.
—¿A dónde?
—A la ciudad, pasaremos la noche.
—Está bien. —Respiro, quiero alejar la mirada, pero no tengo la voluntad para
hacerlo—. ¿Para qué?
—Las cosas para el bebé, solo te quedan cuatro meses.
—Cuatro meses y dos semanas —lo corrijo.
Pone los ojos en blanco.
—Eres demasiado específica.
—Ah, mi madre solía decirme eso —murmuro y dejo que me levante del sofá.
—Quédate aquí, iré a por nuestras cosas.
—¿Nuestras?
Asiente rápidamente antes de abandonar la habitación. ¿Cómo sabe qué cosas
necesito? Me incomoda un poco que vaya a revisar mi cajón de ropa interior.
Con ese pensamiento en mente subo corriendo por las escaleras y hacia mi
dormitorio, donde hay un bolso abierto sobre la cama y Nathan está caminando de
un lado a otro, colocando pulcramente las cosas dentro.
180
—Esto es extraño.
—Te dije que esperaras abajo.
—No podía resistirme a verte empacar mi bolso. Es un poco extraño.
Me frunce el ceño, todo esto mientras dobla un vestido.
—¿Acaso Caleb nunca empacó por ti?
—Sí, pero...
—Entonces, ¿por qué no debería hacerlo yo?
¿Está hablando en serio?
—¿Estás hablando en serio?
—Sí.
—Porque yo estaba... ya sabes... con Caleb.
Sus labios tiemblan.
—¿Estabas qué con Caleb?
Observo cómo pone una blusa en la maleta, mis mejillas enrojeciendo.
—Creo que es bastante obvio teniendo en cuenta mi situación.
Deja escapar una pequeña risa, sus ojos de color casi chocolate brillan con
humor.
—Si no supiera que estás embarazada, pensaría que eres virgen.
Casi escupo.
—Yo... Esta no es una conversación normal. Además, todos fuimos vírgenes
una vez, no es nada de qué avergonzarse.
Su mano se detiene a mitad de camino de la cremallera del bolso y una mirada
oscura se posa sobre sus rasgos.
—Sí. Una vez.
—¿Vamos? ¿O te gustaría que empacara un bolso para ti? —Estoy bromeando,
obviamente, pero no creo que lo sepa porque sus cejas se alzan—. No hay nada que
desee más que revolver tus cajones de ropa interior.
—Simplemente trataba de ser agradable. Además, no miré realmente. Solo
eché un vistazo —suspira y se pone el bolso de viaje sobre el hombro.
—Eso es lo que todos dicen.
—¿Quiénes? —No suena realmente interesado, más bien irritado y aburrido
de mi burla.
—Los hombres a quienes uno encuentra revisando su cajón de ropa interior —
bromeo y lo codeó en el brazo.
Suspira de nuevo y me da un empujoncito hacia las escaleras.
—Deprisa, antes de que cambie de opinión y te dé una caja de cartón y un
único pañal para vivir.
181
—Auch. —Sonrío y voy hacia las escaleras—. Te esperaré en el auto. —Asiente
y me lanza sus llaves, suspirando, otra vez, cuando no las agarro. Rebotan en las
escaleras antes de deslizarse por el suelo unos centímetros.
—Mal lanzamiento —comento antes de que pueda decirme que soy una mala
receptora.
Lo soy. Pero no tiene que restregármelo en la cara.
Responde con un bufido de incredulidad mientras las recojo del suelo y salgo
corriendo de la casa.
Hoy hace un poco de frío, una clara señal de que pronto llegará el otoño. No
me molesta tanto el otoño, es el invierno lo que no puedo soportar. Soy más la
típica chica de un día cálido en la playa. O, al menos, solía serlo.
Ya no. Toda esa emoción parece sin sentido ahora que no puedo pasarlo con
mi persona favorita en el mundo.
Pronto tendré a otra persona. Me subo al auto acariciando mi vientre. Me
pregunto si dar a luz al bebé se llevará el dolor. Quizás llene ese agujero en mi
corazón.
Nathan se sube al auto diez minutos más tarde y partimos hacia la ciudad.
Esta vez solo nos lleva una hora y media, el tráfico no era tan malo por el camino.
Me entusiasmé tanto cuando llegamos ahí, que apenas le dejé detener el auto
antes de salir y estar a su lado. Será bastante agradable en lo que enfocarse.
Además, ¿qué mujer no quisiera decorar la habitación de un bebé?
—¿Cuál será la habitación del bebé? No lo hemos discutido —pregunto
mientras deslizo mi mano en su brazo y le permito guiarme a través de la
concurrida calle.
—Hay dos habitaciones más en tu piso. Elije la que quieras.
—¿Cuál era la habitación de Caleb?
Me mira, su rostro es como una máscara blanca.
—No tenía una habitación.
—¿No? —Me parece un poco extraño—. ¿Y tú?
—Yo tampoco, estoy en la habitación de mi abuelo. Aunque tuve que
remodelarla cuando me mudé.
Muerdo el interior de mi mejilla por un momento, preguntándome si debería
indagar más. Por supuesto que sí. Está en mi naturaleza hacerlo.
—¿Ustedes dos eran cercanos?
—Es una forma de decirlo —murmura en complicidad—. Aquí.
—Esto es una tienda de marca. —Dirijo mi mirada hacia Baby Dreams, el 182
sueño de una mujer embarazada y la pesadilla del padre expectante—. Esto es
demasiado.
—Puedo permitírmelo —dice y me lleva a través de las puertas automáticas.
Inmediatamente soy asaltada por un bienvenido soplo de aire fresco de los
ventiladores del techo. Pero no es eso lo que me da escalofríos, es la tienda en sí.
Estoy en el cielo de los bebés.
—Debería haber escrito una lista —murmuro mientras doy unos cautelosos
pasos hacia adelante.
—Empezaremos con las cosas grandes y después nos ocuparemos del resto. —
Soltando su brazo me dirijo a la sección donde están las decoraciones que están en
una sola pared detrás de cada una.
Todo es tan lindo y acogedor. No puedo esperar para empezar a empapelar y
pintar las paredes.
—Me encanta esto —digo mientras mis ojos inmediatamente captan una
pared con un extraño color verde, y un árbol blanco con patrones en la cima. El
mobiliario es marrón oscuro y brillante, y estoy enamorada—. Realmente me
encanta esto. Es neutral y es… santa... madre de... —Comienzo a ahogarme cuando
veo el precio. No es demasiado caro, pero es mucho más dinero de lo que había
considerado gastar en solo los muebles pesados.
—¿Estás segura? —Se ríe ante mi mirada de asombro—. Estás segura.
Tres horas más tarde mis tobillos se han hinchado, así que nos dirigimos a un
restaurante cercano para almorzar. Nathan no ha dicho mucho aunque insistió en
que las botellas de vidrio y todo lo que no esté hecho de plástico es perjudicial para
el bebé. Ni siquiera tengo permitido los pañales desechables pero no me importan
los lavables, son bastante fáciles y duran mucho. Tienen pequeños broches de
presión, en lugar de velcro, que pueden ajustarse a la talla del bebé.
Incluso me hizo pedir el de lana y las toallitas húmedas, completamente libres
de toxina y fragancia.
Después de un rato dejé que estuviera a cargo, no estaba en posición de
discutir cuando él había investigado y claramente yo no, estaba feliz de que al
menos uno de los dos sabía de lo que estábamos hablando. Él incluso no quería que
usara leche en polvo e insiste que la de mama es mejor, lo que es correcto pero
también molesto. Iba a amamantarlo de todas maneras pero no me gusta que me
digan lo que tengo que hacer.
Estoy contenta con lo que tenemos, no puedo pensar en nada más que
necesitemos ahora. En segundo lugar, no puedo esperar hasta que llegue la entrega
y pueda verlo listo.
Algo más que espero con impaciencia.
Nos sentamos en una mesa en la parte trasera del restaurante, fuera de la
vista de los demás. Es una cabina, así que tengo que empujar la mesa para poder 183
entrar lo cual es molesto, pero pronto me animo cuando veo el menú. Es muy
diverso y me muero de hambre.
—¿Ordené suficiente comida? —bromea, inclinándose más cerca.
Niego.
—Quiero el postre también.
—Puedes pedir lo que quieras. —Sonríe y su mirada se dirige hacia mi
estómago—. Es el único momento de tu vida en que tienes la excusa de comer como
un gran hombre.
Me río de eso y descanso mi sien en su hombro.
—¿Sabes? Incluso no recuerdo por qué antes estaba enfadada contigo.
Su mejilla roza mi cabello e instantáneamente me recuerda al momento en la
rueda de la fortuna.
—Bien, no me gusta cuando te enfadas.
—Entonces deja de molestarme. —Inclino mi cabeza hacia atrás y lo miro a
través de mis pestañas—. ¿Crees que puedes hacerlo por más de unas horas?
—Lo intentaré —responde en voz baja y presiona sus labios en mi frente—.
Siempre hueles a vainilla.
Umm...
—Será el champú que uso, y la crema para el cuerpo.
—Son buenos —murmura. Siento su mano deslizarse en el asiento acolchado
entre nosotros, su dedo meñique enguantado está tan cerca del mío que puedo
sentir el cuero cosquilleando los pequeños pelitos. Mi mano se mueve un poco más
cerca, pero solo ligeramente.
La camarera llega y por alguna razón me alejo después de sentir una punzada
de culpabilidad por estar tan cerca de otro hombre. ¿Qué pasa conmigo?
Caemos en silencio después de ordenar, Nathan revisa su teléfono mientras
retuerzo mis pulgares y espero a que la comida llegue.
—Oh Dios mío, ¿Nathan? —Un agudo chillido proviene de una mujer
desconocida con cabello ondulado oscuro y con una sonrisa más ancha que el
mismo mundo—. Cuando Tracey llamó…
Nathan mira a la mujer por un momento.
—¿Diane?
—Umm… sí. —Pone las manos en sus caderas y hace puchero como bebé—.
Me recuerdas, ¿no?
—¿Lo haces? —me burlo de él y me gano una mirada sombría.
Sus ojos inmediatamente se dirigen hacia mí y su sonrisa cae. Soy casi
invisible.
—¿Quién es tu amiga?
—No es de tu incumbencia —gruñe y se inclina hacia adelante—. ¿Puedo
184
ayudarte con algo, Diane?
Me encojo en mi asiento, esto es incómodo.
Ella vacila por un momento.
—No, solo quería saludar.
—¿Y quién te dijo que estaba aquí? —Definitivamente está irritado.
La camarera elige justo ese momento para traer nuestra comida, me
incorporo y le doy las gracias en un susurro. Siente el ambiente tenso y lentamente
se escabulle, no la culpo. Me siento como si quisiera esconderme debajo de la mesa
ahora mismo.
—Tracey llamó, te vio entrar. Aunque no la mencionó. —Asiente hacia a mí y
frunce el ceño. Le hago un gesto con el dedo meñique y miro mi comida. ¿Empiezo
a comer sin él? Sí, debería.
—Bueno, hola, Diane. —Le da una mirada penetrante. Ella simplemente no la
capta—. Adiós, Diane.
Finalmente parpadea saliendo de su adormecimiento.
—Llámame.
—¿De verdad? —Puedo sentir su enojo. Oh, me trajo salsas—. Podría estar
sentado aquí con mi esposa.
Ella me mira.
—¿Esposa?
Abro la boca para responder pero lo pienso mejor y continuo probando las
salsas con gajos de patatas.
—Tienes que irte —advierte Nathan, sus ojos se estrechan—. Y la próxima vez
que me veas, no me saludes. —Auch, eso tuvo que doler.
Su boca cae abierta y el dolor se abre paso a través de sus ojos.
—Vaya. Qué idiota. Solo estaba saludando.
—Y luego me dijiste que te llamara delante de mi mujer embarazada.
Espera... ¿Qué?
Ella me mira con sus cejas levantadas.
—¿Su esposa embarazada?
Abro la boca para responder pero Nathan me detiene.
—Deja de hablar con ella.
—Hablaré con quién quiera, solo porque hayamos follado no significa que
tengas cualquier tipo de autoridad sobre mí.
Nathan cierra los ojos brevemente y deja salir una bocanada de aire.
Levanto una alita de pollo en frente de Nathan.
—¿Quieres un poco? 185
—En un segundo. —Su mano va a mi muñeca y la baja lentamente a la mesa—.
¿Ya terminaste?
—Definitivamente —refunfuña Diane y se gira en sus tacones—. No eras tan
bueno de todos modos. —Entonces me mira—. Buena suerte teniendo una vida sin
oral.
Luego se va y no puedo aguantarlo. Río, río y río. Me río más fuerte de lo que
hecho en años y por primera vez, no me siento culpable por ello.
—Una vida sin oral, ¿eh?
—Cállate —gruñe.
—Voy a tener que divorciarme por esa sola razón. —Me ahogo a través de mi
risa y me deslizo un poco en mi asiento.
Niega pero veo sus labios extenderse en una sonrisa.
—No es divertido en lo más mínimo.
—Oh, por supuesto que sí —digo con voz entrecortada y continúo riendo—. El
mejor almuerzo en mucho tiempo.
—Estoy casi seguro de que ya no me caes bien —añade, pero su cuerpo
comienza a moverse al lado del mío.
—Deja de reír, es contagioso.
Finalmente me calmo, una sonrisa permanece en mi rostro.
—Eres adorable, Nathan.
Rueda sus ojos.
—Justo lo que cualquier hombre quiere oír. Cómete tus alas.
—¿Quieres una?
—No, gracias —dice después de un momento. Comemos en silencio,
ocasionalmente lo tiento con las alas que he estado anhelando últimamente
mientras como mi propia comida. Así que me sorprende cuando de repente dice:
—Además, si ella lo odiaba tanto, ¿por qué me dijo que la llamara?
—En frente de tu esposa embarazada —añado y me río de nuevo.
Se ríe un rato antes de reflexionar.
—Bueno, podrías haberlo sido, esa mujer no tiene modales.
—¿Quién era?
Se encoge de hombros y se vuelve hacia mí.
—Solo una chica con la que salí hace un año y medio.
—¿Cuántas citas?
—Una —confiesa—. Eso creo.
—Eres repugnante. —Me río y termino mi último bocado de comida.
—No tanto como Caleb. —Inmediatamente lamenta sus palabras, veo esto 186
pero no hace nada para aliviar el dolor agudo que rebana mi corazón. Su rostro cae
y sus manos tocan mi rostro—. Lo siento, solo estaba bromeando. No quería…
—Está bien —Lo detengo y dejo caer mi rostro para que no vea mis lágrimas—
. Deberíamos ser capaces de hablar sobre él. No podemos seguir fingiendo como si
nunca hubiera existido.
Sus ojos escanean mi rostro y su lengua se desliza sobre su labio inferior.
—¿Postre?
—Paso —respondo y empujo lejos mi plato casi vacío—. Estoy llena.
—Yo también. Vámonos.
Espero que salga antes de encontrarme con él, me extiende su mano e
inmediatamente le doy mi muñeca.
Espera...
—¿Quién es Tracey?
—¿Disculpa? —Me mira, una confusa expresión se desliza en su rostro.
—Esa chica, Diane, dijo que Tracey le había dicho que estabas aquí. ¿Quién es
Tracey?
Piensa en eso por un momento, sus dedos enguantados arañando su cuello.
Me río otra vez.
—No sabes, ¿verdad?
—No.
—Tu memoria es peor que la mía.
—Solo recuerdo a las personas y las cosas que quiero recordar. —Sus ojos
aterrizan sobre mí y no puedo más que sentir que me está tratando de decir algo
con ellos.
Se van apagando cuando un recuerdo viene a su mente. Me pregunto qué es,
pero no pregunto, eso es algo que no me incumbe. Sus pensamientos son suyos.
—Vayamos a tener ese agradable paseo alrededor de la ciudad como te había
prometido, pero nunca se cumplió.
—Me gustaría eso —le sonrío suavemente.

187
Capítulo 15
—Mis amigos Tommy y Sasha quieren venir a visitarme pronto. Quizás
durante las vacaciones. —Paso los dedos por los ositos de peluche en Toy World—.
¿Habría problema?
—¿Durante el día?
—El día y la noche. —Agarro una jirafa de peluche y la pongo en el carrito que
está llevando Nathan.
—No veo por qué debería haber problema, tenemos espacio. Siempre y
cuando sea por la noche. Todavía me estoy acostumbrando a tenerte a ti alrededor.
Agarro un extraño sonajero con un bolsillo lleno de agua. Nathan me lo saca y
lo pone de nuevo en la repisa. Y entonces me doy cuenta de que la jirafa tampoco
estaba.
—¿En serio?
—Tienen peligro de asfixia.
—Son juguetes para morder y peluches, maníaco del control. —Pongo los ojos 188
en blanco—. Y gracias, les haré saber. Será lindo verlos. Les debo por todo lo que
hicieron después de que Caleb muriera.
Pone su brazo alrededor de mi hombro.
—No puedo imaginar por lo que pasaste. Ser quien lo encontrara.
—No lo encontré —gruño, obligándome a decir las palabras—. Murió en mis
brazos. Estaba tumbada sobre su pecho como lo hacía generalmente cuando me
despertaba. Eso no es encontrarlo. Si lo hubiera encontrado, habría sido mucho
más difícil.
—¿Qué quieres decir?
—Sus últimos momentos fueron conmigo y nuestro bebé, cómodo en la cama.
Si fuera a morir, me gustaría que fuera así: abrazando al hombre que amo mientras
duermo pacíficamente.
Agarra la jirafa y la vuelve a poner en el carrito. Casi sonrío ante su intento de
alegrarme. Fue sutil, pero aun así fue un intento y estoy agradecida por ello.
—¿Alguna vez piensas que te volverás a enamorar?
Vaya.
—No. No puedo dar una parte de mí que se llevó él.
—Quizás algún día. —Agacho la cabeza mirando una clase de bañera de
juguete para niños, así que no puedo ver su rostro para tener una idea de por qué
me está haciendo estas preguntas. Tal vez está preocupado de que vaya a traicionar
a su hermano antes de que sus cenizas tengan la oportunidad de enfriarse.
—Le prometí que nunca lo dejaría.
Esta vez, mueve la cabeza.
—¿Le prometiste eso?
—Sí.
—Estoy bastante seguro que esa promesa quedó inválida cuando falleció,
Gwen.
Me encojo de hombros.
—Todavía es válida para mí.
—Vamos, este lugar apesta a transpiración y a chicos.
—Lo sé, ¿verdad? Es un alivio en comparación a la usual fragancia a
blanqueador de casa —bromeo.
—Te acostumbrarás.
—Curiosamente, Jeanine dijo lo mismo cuando llegué por primera vez.

189

Nos quedamos en el mismo hotel que la última vez que vinimos a la ciudad,
debió haber hecho las reservas antes de llegar porque le dieron dos llaves y fuimos
directamente. Comemos y nos bañamos. Esto último en momentos separados,
obviamente. Le hago la cama en el sillón mientras se ducha y me subo a la cama
súper grande, tamaño King, sintiéndome un poco culpable por usar la cama, pero
recuperándome enseguida mientras me hundo en el colchón y gimo de placer.
Cierro los ojos y esta vez me quedo dormida antes de que salga del baño.
—¿Guinevere? —me llama en voz baja mientras voy a la deriva en el reino
entre el sueño y la vigilia. Sus pasos se acercan—. ¿Gwen?
Me sorprendo cuando la cama se hunde justo a mi lado, pero me las arreglo
para mantener mi rostro relajado. No estoy segura de por qué no lo miro, mi
curiosidad siempre ha sido un defecto. Ahora mismo estoy curiosa de qué es lo que
quiere, pero por alguna razón sé que no voy a obtener la verdadera respuesta si
estoy despierta.
—¿Gwen? —Su voz es casi silenciosa y mucho más cercana que hace un
momento. Su calidez entra por la colcha gruesa. Siento cosquillas en el estómago.
Siento el cuero liso que cubre sus dedos subir por mi brazo desde mi codo hasta el
interior de mi muñeca. Mi brazo siente un hormigueo y se me pone la piel de
gallina en donde me toca.
Se inclina más cerca, esta vez mi respiración se agita. Su rostro se acerca a al
mío, puedo sentir su aliento a menta en mi mejilla. Mi corazón se acelera más
todavía, me pregunto si puede oírlo.
Mis pensamientos son un lio.
Y todo mi mundo se detiene cuando siento su nariz en la mía. Se mueve
suavemente hasta el puente antes de lentamente volver a bajar.
No puedo soportarlo. Esto no debería estar sucediendo. No sé por qué lo está.
Su mano se posa entre mi mejilla y la almohada, me levanta el rostro muy
suavemente, su nariz está de costado a la mía.
—¿Gwen? —susurra, su voz suena como si estuviera afligido.
¿Qué está haciendo?
Me invade el pánico cuando siento la parte superior de su labio rozar muy
suavemente el mío.
Su propia respiración se acelera cuando siento su labio inferior tocar el mío.
—No —le suplico. Me queman los ojos y, ahora, los abro.
Sus ojos se abren un poco, y miran fijamente los míos. Levanto la mano y le
agarro su muñeca y, a medida que de a poco me voy incorporando, la alejo.
—¿Qué estás haciendo? —susurro, manteniendo la voz baja.
Después de soltarle la muñeca, se levanta y se da la vuelta.
—Vuelve a dormir. 190
—Nathan.
—No —me suplica y se acerca al bolso que está al lado del sofá.
Ahora me siento como una mierda.
—Nathan. Por favor…
—Dije que no —gruñe y lo observo ponerse el pantalón debajo de la bata. El
sonido de clic de metal contra el metal me hace saber que se está abrochando el
cinturón.
Con movimientos cautelosos salgo de la cama y camino despacio hasta él. No
estoy segura de lo que voy a hacer, todo lo que sé es que no quiero que se sienta así.
Y no estoy segura de lo que hice para que se sienta así en primer lugar.
¿Qué estaba pensando? Dios, estoy tan enojada ahora. Pero ahora no necesita
que le grite. Nuestros cables se debieron haber cruzado en algún momento a lo
largo del camino. Lo mejor que puedo hacer en este momento es simplemente
tratar de entenderlo.
—Nathan. —Intento otra vez y pongo la mano en su hombro, la bata suave
impide que sienta su piel, pero aun puedo sentir su calor—. No entiendo.
—No lo entenderías —dice entre dientes, su tono dejando claro que es mi
culpa y que me va a guardar resentimiento.
Doy un paso adelante y deslizo mis brazos alrededor de su cintura mientras
presiono la frente entre sus omóplatos.
—Lo siento. Por favor, no te pelees conmigo otra vez.
Deja escapar un suspiro y agarra mis muñecas fuertemente con sus manos.
Dándose vuelta despacio en mis brazos, lleva los suyos a mi alrededor y pone su
barbilla sobre mi cabeza mientras me aprieta fuerte.
De repente, estoy en el aire y dejo escapar un grito ahogado mientras se
inclina y me levanta en sus brazos. Me lleva a la cama y lentamente me baja allí.
—Ve a dormir —susurra y presiona sus labios en mi frente.
—¿Estamos bien?
No responde, solo se aleja de la cama. Cinco minutos después oigo la puerta
cerrarse.

Alguien me sacude del brazo. No. Quiero dormir.


—Arriba, el desayuno está servido. 191
—No me importa —me quejo y tiro de la manta sobre mi cabeza, sonriendo
por dentro.
—Vamos —dice y trata de sacarme la manta.
—No. Cómetelo tú.
Se ríe, cómo he extrañado esa risa gutural.
—Entonces solo entraré ahí contigo y ninguno de los dos comerá el desayuno
que preparé. Solo para ti.
—Vete, Caleb —me quejo y lo siento entrar a la cama—. Probablemente solo
has hecho cereales de todos modos.
Se burla, fingiendo estar ofendido.
—No.
—Tostadas entonces.
—Demonios, me conoces demasiado bien. —Pasa los labios por la curva de mi
cuello y deja descansar la mano sobre mi estómago en movimiento—. Extraño esto.
—Yo también —le digo en voz baja y me doy vuelta para mirarlo. Sus ojos
marrón claro brillan en la oscuridad haciendo que en los míos aparezcan
lágrimas—. Te amo.
—También te amo, Gwenny. —Envuelve sus brazos fuertemente alrededor de
mí, su mejilla presionada contra la mía. Me encanta la sensación de su aliento
contra mi oreja, hace que mi cuerpo sienta un cosquilleo en la manera más
deliciosa—. Eres perfecta tal como eres. No cambies nunca. No me dejes nunca.
Nunca. Sé que es egoísta, pero yo...
Mi corazón comienza a martillar a medida que el rostro sano de Caleb se
distorsiona por un momento, de repente estoy mirando los ojos de un hombre
enfermo.
—Nunca te dejaré —prometo—. Solo has lo mismo. No me dejes.
—Te amo —dice y se le llenan los ojos de lágrimas, que caen cuando presiona
su boca contra la mía—. Tanto.
—¿Entonces por qué te fuiste?
—Casi me olvido. —Sonríe y baja por mi cuerpo. Siento sus labios presionarse
contra mi vientre que sobresale—. Te amo bebé Weston.
—Caleb. —Me estiro para subirlo de nuevo. Mis manos no agarran nada más
que aire—. ¡Caleb! —Trato de sentarme pero hay algo que me tira para abajo. No,
quiero ir con él. ¡Déjenme ir con él!

192
Mi cuerpo se sacude, siento una corriente eléctrica a través de mis piernas y
mi corazón. Me siento muy erguida, viendo un cuarto oscuro con sudor en la frente.
El espacio en la cama a mi lado está vacío y mi dolor regresa diez veces más fuerte.
Siento como si lo hubiese perdido de nuevo.
Nathan duerme pacíficamente en el sofá mientras que afuera todavía está
oscuro. No quiero despertarlo, pero no me puedo quedar en esta cama. Así que
salgo y voy al baño a mojarme el rostro. No me refresca mucho.
Me siento sobre la tapa del inodoro y pongo la cabeza entre las manos, mi
cabello cae alrededor como cortinas negras cerrándome al mundo y encerrando mi
dolor. Se me llenan los ojos de lágrimas, cuando pestañeo cae la primera lágrima y
luego otra. Pican sobre mi rostro frío. Otro indicio que me recuerda que soy un
desastre, estoy sola y tengo serios problemas. Mi dolor es mayor que cualquiera de
los momentos en que me he sentido bien en el último par de meses. Aunque eso no
es decir mucho ya que apenas me he sentido bien.
La manija se mueve y se abre la puerta.
—¿Gwen? —dice Nathan y se sienta en cuclillas delante de mí. Sus manos van
a mis muñecas, me encandila la luz cuando quita mis manos de mi rostro—. ¿Qué
sucede?
—Nada. —Respiro profundamente esperando que mis emociones se calmen—.
Solo necesito un minuto.
—¿Esto es por lo de antes? —Parece afligido—. Porque lo siento muchísimo
por...
Ni siquiera quiero pensar en eso ahora.
—No. Es... no es por eso por lo que estoy llorando.
—Entonces, ¿por qué lloras?
—Siempre estoy llorando, Nathan —admito y me limpio los ojos con un
pedazo de papel.
Me pongo de pie, me alejo de él y me paro en frente del lavabo. Pongo las
manos sobre el borde y dejo descansar mi peso allí.
—Háblame —suplica y se para detrás de mí, lo miro por el espejo con los ojos
hinchados.
—Lo extraño.
Da un paso más cerca y pasa su dedo por mi cabello, me relaja, me
tranquiliza, pero no son sus manos las que deseo.
—Yo también.
—¿Por qué murió? —susurro, todavía mirándolo—. ¿Crees que luchó para
mantenerse vivo?
—De hecho, sé que sí. Caleb no quería dejarte.
—Pero lo hizo.
Nathan se encoje de hombros. 193
—Lo sé, y sé que un día tú te irás. También yo. Sucede todos los días.
—Ya lo sé, sé que pasa. Solo que… nunca me había sucedió antes. Nunca he
perdido a nadie que amara. —Toco madera—. Y entonces lo perdí, perdí a la única
persona que me hacía sentir… solo me hacía sentir. Era perfecto.
—No era perfecto, Guinevere.
Le frunzo el ceño.
—Para mí siempre lo fue y siempre lo será. Eso es el amor.
—¿Ciego?
Sencillamente no lo entiende.
—Cuando estás enamorado aprendes a aceptar todo de la otra persona, y lo
amas por eso, así que, aunque algunas pequeñas cosas te molestan, sabes que es
una de las muchas cosas que lo hacen ser quien es. Y cuando lo amas tan
profundamente, lo puedes sentir en tus huesos; eso lo hace perfecto. Porque
aprecias todo lo que son y todo lo que hacen.
—Creo que eres un poco ingenua. Si eso fuera cierto, entonces no habría tanta
gente ahí afuera luchando contra el alcoholismo y las adicciones de juego y demás.
Parpadeo ante su ceguera.
—Eso es diferente.
—Pero acabas de decir...
—Sé lo que dije, pero no es eso lo que quise decir. Esas son condiciones,
enfermedades. Pueden darle forma a una persona, pero no son la persona.
—Así que, por ejemplo. —Se aclara la garganta—. Si dejara la tapa del inodoro
levantada e, hipotéticamente, estuvieras enamorada de mí, ¿no te molestaría?
—No.
—Pero si apostara o consumiera narcóticos, ¿sí?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque las pequeñas cosas no pueden hacerte daño. Las pequeñas molestias
no pueden lastimarte o dificultar tu capacidad de tener una vida normal y, con
suerte, pacífica.
Se lame el labio inferior.
—¿Y qué sobre mi condición?
—Eso es parte de quien eres, si decides hablar con alguien sobre eso es tu
elección y te apoyaría, pero nunca te obligaría a hacerlo. Es una parte de ti y si
estuviera locamente enamorada de ti, estaría enamorada de tu peculiaridad
también.
Frunce el ceño y entrecierra los ojos.
—Ciertamente, no soy peculiar. 194
—Lo que sea. —Hago un gesto con la mano, limpiando las últimas lágrimas de
mis ojos—. ¿Ahora entiendes lo que quiero decir?
—Sí, si alguna vez me enamoro espero sentirlo, en lugar de solo tener el
entendimiento básico de él.
Esto hace doler mi corazón.
—¿Nunca has estado enamorado?
—No de forma recíproca, no muchas personas disfrutan mi “rareza”. —Sus
labios se tuercen con la última palabra.
Ruedo los ojos.
—Encuentro eso difícil de creer.
—Escuchaste lo que dijo esa desagradable chica antes. —Sonríe
brillantemente, mis ojos van directo a su boca donde perfectos dientes blancos
brillan—. No hago oral.
Con eso me sonrojo. Golpeo su brazo y retrocedo, así mi espalda descansa
contra su pecho.
—¿Por qué intentaste besarme, Nathan?
En un segundo su cuerpo va de relajado a tenso y sus ojos se amplían
brevemente.
—No debí hacerlo. Me disculpo.
—Eso no fue lo que pregunté.
—Es la única respuesta que estoy dispuesto a dar. —Su tono es brusco. Se aleja
de mí—. Deberías ir a dormir.
No estoy cansada, pero acepto luego de disculparme por despertarlo. Me
promete que no importa y se retira al sillón después de asegurarse que llegue
segura a la cama.
Mi mente es un revoltijo de pensamientos, no quiero nada más que apagar mi
cerebro y su estúpida obsesión con analizar todo demasiado; pero no puedo.
¿En verdad soy ingenua?

Elegí la habitación frente a la mía como la habitación del bebé, tiene el mismo
tamaño que mi habitación pero más larga y estrecha, también tiene un espacio en
la pared donde la cuna entrará perfectamente.
Justo ahora, la habitación está destrozada, Nathan contrató a algunos tipos
para que vinieran a vaciar las paredes y decorarlas exactamente como están en la 195
tienda. Estoy canturreando de emoción. Una vez que vea la habitación todo será
real. No puedo esperar a salir por largas caminatas con él en el carrito. No puedo
esperar para cambiarle el pañal y alimentarlo. Pero más que nada, no puedo
esperar para recuperar un pedazo de Caleb que espero detendrá mi dolor.
—¿Qué si el doctor tiene razón? —le digo a Jeanine mientras abrimos las
ventanas en un intento de deshacernos del olor a pintura.
—¿Sobre qué? —pregunta, dándome una mirada inquisitiva.
—¿Qué si odio al bebé?
Deja salir una risa sorprendida.
—Estoy segura que él no dijo eso.
—No con esas palabras.
Deja escapar un largo suspiro y me da la vuelta para enfrentarla.
—Mi dulce niña, tú no tienes en ti odiar a nadie. Eres demasiado buena. Es un
defecto, como también una bendición muy dulce. —Su sonrisa es cálida y
comprensiva—. Tuve depresión post parto con Julie, la primera. Fue duro pero lo
superé. Si sucede, sucede, no durará para siempre. Solo no esperes milagros.
—¿Qué quieres decir?
—Este bebé no traerá a Caleb de vuelta. —Odio que tenga razón—. Este bebé
tampoco será Caleb. Si recuerdas eso entonces debería estar bien.
Ahora eso es algo de lo que no estoy segura.
—¿Quieres ir a la cuidad por un café? Este olor está haciendo que quiera
vomitar.
—Seguro. —Ríe y vamos a tomar nuestros abrigos—. Tus amigos vendrán el
próximo mes, ¿verdad?
Asiento.
—No puedo esperar. Los extraño.
—Apuesto que sí. —Me mira de reojo—. ¿Cómo lo estás haciendo? Pareces
haberte animado un poco más de lo normal esta semana. Aunque Nathan parece
estar en su usual mal humor.
Regresamos de la ciudad hace una semana, y ella tiene razón, el humor de
Nathan ha sido horrible.
Aunque no la ha dirigido hacia mí, he sentido la intensidad de su furia solo
sentándome junto a él. No estoy segura de qué está molestándolo, todo lo que sé es
que ha respondido algunas llamadas que no terminaron bien. La pantalla de su
teléfono tiene una gran grieta por estar arrojándolo; asumo.
Su voz había estado saliendo de su estudio todo el día, no podía entender lo
que estaba diciendo ya que estaba demasiado amortiguado, pero podía decir que no
estaba muy alegre. Parte de mí quería subir y consolarlo, pero sabía por su silencio
en la mesa que no quería que lo compadecieran.
Nathan estacionó más lejos de la entrada. Estaba paranoico de que los 196
decoradores rayarían su auto. Desearía que lo hubiera estacionado más cerca,
seguro, puedo ver el auto a diez metros pero esos son unos diez metros que podría
haber evitado caminar.
—Te veo allí —dice Jeanine y se sube a su auto.
Mientras estamos en el pueblo nos detenemos en una librería, hay mucho de
donde elegir pero nada me interesa. Jeanine se vuelve loca con los libros,
apilándolos en su carro antes de pasar veinte minutos charlando con la chica detrás
del mostrador. Algo brilla en la esquina de mi ojo, inmediatamente me dirijo hacia
el estante y agarro el hermoso diario de cuero con una hebilla cobriza
manteniéndolo cerrado.
—¿Qué es esto? —pregunto, efectivamente cortando la conversación.
—Uno de los diarios de cuero que tenía hace un tiempo. Solo vendí algunos.
Creo que ese es el único —dice a través de la tienda.
Mis manos pasan por el libro, el cuero esta hermosamente estampado.
—¿Cuánto cuesta?
—Cincuenta —responde, y casi me ahogo.
—¿Cincuenta?
—Sí, debería estar en sesenta.
Bueno, sí que disfruto una ganga. Con un pesado suspiro llevo el diario al
mostrador y le entrego mi tarjeta.
Introduciendo mi código en la maquina después de un largo momento de
deliberación, finalmente me relajo. Cincuenta libras es mucho dinero. Hay muchas
cosas que podría comprar con eso.
Nathan se merece esto y más. Ha hecho mucho por mí, algo me dice que
amará esto.
Envuelve el libro en papel y lo pone en una bolsa por mí. Lo tomo con un
gracias y sigo a Jeanine fuera de la tienda.
Nos separamos y voy a casa sintiéndome un poco mejor.
A pesar de que el lugar aún apesta a pintura cuando llego. Asqueroso.
Metiendo el diario de cuero en algún lugar seguro de mi habitación, me
acuesto en mi cama y miro el techo, mi estómago balanceándose. Caleb siempre
estaba moviéndose, siempre. Quizás el bebé lo sacó de él.
Toc, toc, toc.
—Adelante —digo, todavía tendida de espaldas con mis piernas sobre el
costado de mi cama.
—¿Dónde has estado? —pregunta Nathan y cierra la puerta. El olor a pintura
parece estar molestándolo también.
—Fui a la ciudad por una hora —digo, acompañándolo con un bostezo y
levantándome sobre mis codos—. No necesitabas el auto, ¿cierto? 197
Niega, palmeo la cama a mi lado y me recuesto otra vez. Estoy sorprendida
cuando se une. Su cabeza se gira, solo a unos centímetros de la mía. Compartimos
una sonrisa, pero se desvanece cuando parpadeo un poco con el dolor en mi
espalda baja.
—¿Qué está mal?
—Dolor de espalda —admito y me meneo un poco—. Está bien, pasará pronto.
Escucho un ruido sordo cuando Nathan se arrodilla en la cama. Un chillido se
me escapa cuando sus manos aprietan el lugar detrás de mis rodillas y me empuja
por la cama. Mi cuerpo gira hasta que solo mi pecho está descansando en la cama y
mis rodillas descansan en el suelo.
¿Qué está haciendo?
—Nath…
—Relájate —ordena, y sus dedos cubiertos alcanzan la parte de arriba de mi
espalda.
Intento mirarlo pero sus manos presionan mi rostro de vuelta a la cama.
Pronto sus dedos comienzan a acariciar mi piel, me tenso momentáneamente hasta
que se hunden en la base de mi espina y trabajan lentamente el área. Oh Dios, eso
se siente bien.
Apenas registro cuando desliza una almohada debajo de mis rodillas, porque
una mano nunca detiene el mansaje que está trabajando el dolor de mi espalda.
—No dejes de hacer lo que estás haciendo —gimo.
¿Estoy babeando? Creo que estoy babeando.
Se arrodilla directamente detrás de mí para llegar a todos los lugares
correctos de forma más efectiva.
Mis piernas se deslizan un poco en el suelo cuando me relajo más en el
colchón, la curva de mi estómago tocando un costado de este. Desafortunadamente,
Nathan está más cerca de lo que anticipé y si la posición no era ya lo
suficientemente incómoda, mi culo conecta con su entrepierna.
Se tensa y aclara su garganta, sus dedos aun en mi espalda.
—Lo siento —susurro en la colcha y se desliza un poco hacia adelante.
—Sin problema. —Parece atragantarse. Entonces para empeorarlo, añade—.
Tu piel es perfecta.
Parpadeo, sorprendida.
—¿Qué?
—Tu piel —repite y pasa sus dedos suavemente por la curva de mi cadera,
haciéndome temblar—. Es perfecta.
—Es el embarazo, tiene muchos beneficios —murmuro y muevo un poco mis
caderas—. Continua.
198
Sus pulgares comienzan a hacer círculos una vez más. Oh Dios. Eso es bueno.
—No —murmura, empujando más profundo en mi carne—. Solo eres tú.
Está bien, me gustan los cumplidos pero esto está haciéndome sentir
incómoda. La posición, el toqueteo, y la forma en la que está hablando.
—Me siento mejor ahora.
—Relájate. —Presiona mi espalda otra vez y medio cedo—. ¿Qué hiciste en la
ciudad?
—Fuimos por un café y a dar un paseo —gimo, eso se siente increíble—. Luego
fuimos a la librería.
—¿No tenía nada que te gustara?
—Sí.
Espera que continúe, no lo hago, estoy demasiado intoxicada en esta ola de
relajación que se está hundiendo en mí; haciendo que mi piel arda y mi sangre se
caliente.
—Continúa.
—Si hago eso tendré que moverme —gimo y lo siento reírse silenciosamente.
—Solo dime el nombre del libro.
Justo ahora ni siquiera sé mi propio nombre.
—No tiene un nombre; no está escrito.
—Ahora estoy intrigado.
Sonrío en la sábana, saboreando el sabor de sus dedos enguantados haciendo
círculos y arrastrándose por la piel de mi espalda. La piel de gallina cubre cada
centímetro de mi piel. Siento sus muslos rozar los míos, intencionalmente creo; de
todos modos me hace gemir en voz baja en la tela de color melocotón. Mis pezones
se hacen guijarros cuando sus manos ahuecan mis caderas y su ingle se roza contra
mí una vez más.
—Tengo algo para ti. —Me las arreglo para decir, obligándome a alejarme.
Gritos resuenan en mi mente mientras castigo mentalmente a mi cuerpo traidor.
Esta vez se presiona deliberadamente en mí, siento el bulto en su pantalón y
jadeo. Esto está mal.
Actúa normal a pesar de que su propio cuerpo está traicionándolo, siento el
temblor en sus manos mientras explora mi piel.
—¿Por qué para mí?
—Solo lo vi y creí que te gustaría. Probablemente no lo hará.
—Lo hará. —Respira y sus pulgares se hunden bajo la costura del pantalón,
justo encima de mi culo.
—Nathan —le advierto, mientras su respiración se profundiza y se presiona
una vez más.
Deja escapar un pequeño gemido, casi como un lloriqueo y se aprieta contra 199
mí. Calor se acumula en mi vientre, no puedo evitarlo. Tengo casi seis meses de
embarazo, mis hormonas están en su apogeo. Sé que esto está mal, tan
malditamente mal.
¿Por qué se siente tan bien?
—Nathan. —Esta vez mi voz no es una advertencia, es un ruego.
Sus manos bajan por la parte exterior de mis muslos, arrastrándose por la tela
a medida que avanzan. En un segundo ahuecan el frente de mis muslos y los abre
lentamente, causando que mi respiración se detenga y mi corazón se acelere.
Capítulo 16
Una voz atraviesa mi mente, una que conozco tan bien. Una que ya no existe.
Mi hermano no es normal. Mantente alejada de él, Gwen. ¿De acuerdo?
Como si un cubo de hielo cayera sobre mí, lloro y me escabullo, Nathan
instantáneamente me alcanza; no es que tuviera la oportunidad de agarrarme dado
que mi acción fue bastante repentina. Me siento en el suelo mirando su rostro
enrojecido y sus salvajes ojos marrones. Viene a mí y su mano se extiende.
—No —le digo, negando frenéticamente.
Se sienta de nuevo, sus piernas dobladas en frente de él, con las manos
descansando sobre las curvas de sus rodillas. Los dos nos miramos durante mucho
tiempo.
¿Qué acaba de pasar?
No me atrevo a preguntarle por qué está haciendo esto, sobre todo porque
tengo miedo de la respuesta.
—Gwen —dice con calma y se para lentamente, sus ojos nunca dejan los míos. 200
Colocando su mano en el aire a la espera de que la tome. No lo hago, no me atrevo a
arriesgarme ahora mismo. Estoy adolorida en lugares que no debería, por lo que no
puedo confiar en mi cuerpo.
—Aquí. —Bajo mis ojos y corro a mi armario, escondido debajo de unas
sábanas dobladas está el diario que le compré. Mis manos suavizan el papel
mientras camino hacia él, mordiendo mi labio nerviosamente—. No es mucho, nada
en comparación con lo que has hecho por mí. —No iba a dárselo todavía, pero
ahora parece una buena distracción.
Me mira con el ceño fruncido.
—No tienes que pagarme.
—Quiero hacerlo, es lo que hacen los amigos —agrego esto último dándole
una mirada implorante. Entra en razón, por favor entra en razón.
Sus pupilas dilatadas me miran fijamente al rostro, cuando desvío la mirada,
sus manos toman el regalo de las mías y lentamente retiran el papel. Espero que le
guste, realmente lo hago.
El silencio se extiende entre nosotros mientras el diario queda finalmente a la
vista. Mira desde el libro cubierto en cuero hasta mí y de regreso. Sus manos le dan
la vuelta antes de acariciar y sentir las ranuras con dibujos que conforman la
cubierta.
—Esto es maravilloso —dice con sinceridad—. ¿Dijiste que conseguiste esto en
la tienda de libros en la ciudad?
—Sí, literalmente atrapó mi atención.
Me sonríe, sus pómulos volviéndose ligeramente rosados.
—Gracias.
Ondeo mi mano.
—No me des las gracias.
—Debería ir y chequear a los decoradores. —Su lengua se burla de su labio
inferior—. Saldremos a comer, el olor de la pintura me irrita.
Sonrío con cariño.
—Todo te irrita.
—Por supuesto. —Sonríe y toca mi mejilla con su pulgar, me asusto al instante
pero no parece ofendido—. Prepárate.
—Bien. —Suelto mi calcetín en el suelo, rezando para que su intensa mirada
no se detenga en mí.
—Quince minutos, Guinevere —dice mi nombre en voz baja, como una suave
caricia en mi piel, antes de abandonar la habitación completamente.
Los ojos de Caleb me atrapan desde la mesita de noche, lo miro por un largo
rato, imaginando su mirada de acusación.
—Lo siento —le susurro, desesperada por hacerle creer que no fue nada más 201
que un momento de debilidad y que Nathan no es nada más que un amigo. Él no
me cree, puedo sentirlo.
Pero es verdad.
Vaya, mareo. Extraño.
Debe ser mi presión arterial baja, mis ojos se volvieron negros por un
momento. Tengo que dejar de estresarme por pequeñas cosas, no es saludable.
Caleb no está aquí, no va a volver.
A pesar de que sé que nunca dejaré que se vaya, tengo que dejar de tratar de
pasarle todas mis decisiones primero. Él no está aquí para responder y estoy
retorciéndome por el hecho de que sus respuestas estarían en mi mente para
hacerme sentir peor.
Me lo merezco. Merezco sentirme peor.

Disfrutamos de una cena tranquila en un restaurante fuera de la ciudad,


Nathan no dice mucho y yo tampoco.
No hay mucho que decir.
Me paso el tiempo viendo a todo menos a él. Esto es muy incómodo, así que
me siento aliviada cuando suena mi teléfono.
—¿Hola? —respondo, alejándome de Nathan para darme alguna semblanza de
privacidad.
—Metí la pata. —Es mi madre. ¿Qué?—. Nunca debí echarte. Estaba tan
enojada y decepcionada.
—Está bien. —Me alejo de Nathan, su mano va y se engancha en mi muñeca.
Colocando mi mano en el audio, me dirijo a él—. Será solo un minuto.
—¿Quién es? —pregunta, levantándome una ceja.
Me alejo sin responder y me adentro en el aire frío.
—¿Dónde estás? —pregunta sobre una aspiración.
—He viajado al sur por el invierno —respondo y me aclaro la garganta—. Me
estoy quedando con un amigo.
Deja escapar un largo suspiro.
—Quiero que vuelvas a casa.
—¿Casa?
—Sí, quiero estar ahí para mi nieto y mi primer bebé. Lo sé... lo estropeé. Pero
quiero compensarlo.
Me muevo con nerviosismo en el sitio, tapando mi otro oído con el dedo para
evitar que el viento distorsione mi capacidad de escucharla.
—¿Por qué el cambio de opinión?
—He tenido un poco de tiempo para calmarme y pensar en ello. 202
—Bueno, me alegro de que hayas llamado —digo y miro por la ventana, viendo
los ojos de Nathan en mí—. Te dejaré saber si voy a casa. Estoy… Es complicado.
—¿Puedo por lo menos ir a verte?
¿Puede? ¿Quiero que lo haga?
Es mi madre. Bueno, esto es tan frustrante.
—Claro. Solo déjame ordenar algunas cosas primero.
—¿No estás, umm ... quedándote en un hostal o algo?
Sonrío un poco.
—No, mamá, te lo juro. Estoy en un lugar muy bueno y seguro con un amigo.
Suspira con alivio.
—Lamento lo que dije. ¿Cómo te va? Con todo. Debí haber estado allí para ti.
—Sí —le digo, mis ojos ardiendo—. Debiste.
Oigo su aspiración y mi corazón se libra en un ritmo fuerte en mi pecho.
—Voy a estar allí, lo juro. Llámame. Te echo de menos.
—Yo también. —Cuelgo y muerdo mi labio por un momento, sujetando con
fuerza mi teléfono.
Después de tomar una respiración constante, camino de nuevo al restaurante
y voy hacia Nathan.
Tan pronto como me acerco lo suficiente, pregunta:
—¿Problemas?
—No —miento, en algún sentido, este es un problema. ¿Cómo exactamente
me ocupo de esto?—. Era mi madre.
—¿La que te repudió?
—La única. —Me deslizo en mi asiento y descanso la barbilla en mi mano—.
Dijo que lo siente, que estaba enojada y decepcionada, y que nunca debería haber
reaccionado de esa manera.
Él se burla y pasa los dedos por su cabello.
—No me importa mucho tu madre.
—Quiere que vaya a casa —mi voz es un susurro, pero me escucha. Lo sé,
porque su cuerpo se endereza y su lengua se desliza por el labio inferior.
Se aclara la garganta y casualmente mueve la pajilla alrededor de su vaso.
—¿Vas?
—No sin hablar contigo primero. —Miro el remolino que hace la pajilla en el
líquido claro.
Su rostro cae.
—¿Quieres ir? 203
¿Podría?
—Me sacaría de tu camino, así podrías volver a tu vida sin tener que
preocuparte por mí.
Su rostro se suaviza.
—Siempre me preocuparé por ti.
Lo miro directamente a los ojos.
—¿Quieres que me vaya?
Suspirando, pasa los dedos por el cabello otra vez.
—No. Honestamente no quiero.
—Pensé que te gustaba tu privacidad. Tu espacio.
—Y hasta ahora has respetado todo. Disfruto de tu compañía. Es tu elección,
pero piensa en ello antes de tomar cualquier decisión. —Agita su mano para llamar
a la camarera. Ella se acerca y se lleva nuestros platos, preguntando si todo estaba
bien con nuestra comida. Ambos asentimos y dejamos la mesa. Nathan toma mi
muñeca en su mano y me guía al exterior. No estoy segura exactamente dónde
estamos, solo sé que parece que estamos en el medio de la nada.
—Ella quiere venir de visita —digo abruptamente mientras caminamos hacia
el auto.
Su frente se levanta.
—¿Sabe con quién te quedas?
—No, no le dije. —Muerdo mi labio por un momento, mirando las colinas
verdes y amarillas que se curvan y tocan el horizonte—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Me ayuda a subir al auto y se precipita a su lado.
—Claro.
¿Debería? Sí.
—¿Por qué golpeaste a Caleb?
—¿Qué? —Oh, como si no supiera de qué estoy hablando.
Mira a su alrededor por un momento, claramente incómodo. Repito mi
pregunta:
—¿Por qué le pegaste a Caleb esa noche? ¿Y luego me dijiste que me
deshiciera del bebé?
—Es una larga historia.
—Es un largo viaje en auto.
¿Por qué evita esto?
Deja escapar un largo suspiro de frustración.
—No es importante, sucedió y estoy avergonzado de mí mismo por actuar tan
bárbaramente.
204
—Es importante —respondo, a la defensiva—. Solo entraste, lo golpeaste y te
fuiste.
—Nunca lo mencionaste antes. —Gira el encendido y arranca el auto—. ¿Por
qué ahora?
Esa es una buena pregunta.
—Porque he estado demasiado ocupada con mi dolor para pensar en otra
cosa. Me gustaría saber.
—Mi hermano traicionó mi confianza, le pedí hacer algo por mí y en vez de
eso eligió defraudarme después de jurar que me ayudaría —responde
enigmáticamente y ahora quiero saber aún más—. Eso es todo.
—¿Qué te juró que haría?
—Honestamente, Guinevere, realmente no quiero hablar de esto. —Se ve
agitado, me siento agitada.
—¿No confías en mí?
Su rostro se endurece.
—No confío en nadie.
Auch.
—Bien.
—No lo tomes como algo personal —suspira como si estuviera haciendo el
ridículo por sentirse un poco triste por esto—. La confianza se gana con el tiempo,
no se da libremente a petición.
Mi boca se abre.
—¿Y no me he ganado tu confianza todavía? —¡Qué idiota!
—Solo déjalo, ¿quieres? —Me mira brevemente—. Lo que pasó entre Caleb y
yo es mi asunto. No es para que te preocupes.
Me reflejo en su perfil cuando se enfrenta a la carretera una vez más, mis
brazos cruzados sobre la parte superior de mi vientre.
—¿Qué hay de lo que me dijiste?
—¿De qué estás hablando ahora?
—Me dijiste que me deshiciera del bebé mientras todavía tenía la
oportunidad. ¿Por qué dirías eso?
Él no responde, se queda mirando fijamente hacia adelante, sus manos
agarrando el volante con fuerza.
—Nathan —insisto, deseando una explicación.
—Me disculpo por decir eso.
—Es evidente que ya te he perdonado. Pero me gustaría saber por qué lo
dijiste.
Igual que antes, no responde. Descanso mi frente en el cristal. Por el rabillo 205
del ojo lo veo mirándome como queriendo decir algo, niega y mira de nuevo a la
carretera; sus labios son una fina línea blanca y su mandíbula está tensa.
—Tengo una reunión con mi abogado mañana en la ciudad, estaré lejos hasta
el fin de semana.
—No hagas eso —suplico, sintiendo mi ira crecer—. Cada vez que tenemos una
acalorada discusión, te vas. Tal vez debería irme, así no tendrías que seguir
haciendo eso cada pocos días.
—No es por eso que me voy.
—Eso es mierda.
—No digas malas palabras, no es atractivo.
Me río sin humor.
—¿En serio? No estoy tratando de ser atractiva.
—Solo no jures y no te vayas. No es por eso que me voy.
Ruedo los ojos.
—Siempre soy la razón de que te vayas. Me hace sentir culpable saber que
estoy en tu casa y tú te sientes forzado a estar en algún otro lugar.
—Estás siendo ridícula.
¿Lo estoy? No se siente así.
—Lo que sea.
—Lo digo en serio —remarca, deteniendo el auto para poder mirarme—. Esa
casa… guarda algunos recuerdos dolorosos para mí. Es por eso que me voy de vez
en cuando.
Estoy escéptica.
—¿Por qué esos recuerdos resurgen solamente cuando pareces estar cabreado
conmigo?
—Deja de jurar.
—Lo siento —digo con ligereza y continúo como antes—, no lo entiendo,
Nathan. ¿Quieres que me vaya? Dímelo honestamente, no quiero…
—Deja de leer cosas que no están allí —me corta, su tono más alto de lo que
estaba un momento antes, me sobresalta.
—Como si pudieras hablar —murmuro, pero de inmediato me arrepiento.
Veo dolor parpadear a través de sus rasgos antes de desvanecerse detrás de
una dura máscara.
—¿Hay algo que quisieras decirme?
Mi pecho hormiguea y mis ojos se amplían ligeramente. Desvío la mirada y
niego.
—¿De verdad? Parece que sí.
Niego nuevamente. 206
—Vamos, estoy esperando.
Muerdo el interior de mi mejilla. ¿Debería decir algo? Desde que me frotó mi
espalda baja, las cosas habían estado bien entre nosotros pero también incómodas.
¿Debería? Sí.
—Trataste de besarme.
Mi corazón empieza a golpetear contra mi pecho.
—No volverá a suceder.
—Lo sé. —Esto es tan incómodo—. ¿Por qué pasó en primer lugar?
Se encoge de hombros.
—Lo sentí.
—Esa es la cosa más ridícula que jamás he escuchado —me burlo, casi
golpeando el espaldar de mi asiento cuando pone en marcha el auto una vez más.
Conducimos en silencio por un rato, él tiene que darme más que eso. No
puede simplemente no explicarme esto.
Cuando nos detenemos en el camino pregunto de nuevo, no puedo evitarlo. Él
salta del auto, cerrando la puerta de un golpe, ni siquiera molestándose en mirarme
o incluso ayudarme a salir como hace generalmente.
—Nathan —digo bruscamente y agarro su brazo—. No te alejes de mí.
—¿Qué quieres que diga? —Sus ojos marrones se estrechan en mi rostro—.
Eres como un perro con un hueso, solo déjalo. Me he disculpado. Déjalo ir.
—Me gustaría entender.
—Bien. —Se ríe—. ¿Honestamente quieres saber? —Asiento lentamente—.
Estaba excitado, tú estabas disponible. Nada más y nada menos.
Una ruidosa respiración sale de mí y suelto su brazo.
—¿En serio?
—Sí. —Comienza a girar—. No lo haré de nuevo, puedes estar segura de eso.
—Nunca lo haría contigo de todas maneras —lo corto y me acerco a él—.
¿Tienes alguna idea de lo incorrecto que es esto? Estoy embarazada con el bebé de
tu hermano. Sin embargo, ¿intentarías utilizarme porque estás caliente? Eso es
imperdonable.
Sus ojos se oscurecen, baja su rostro hasta mi oreja, su presencia dominante y
un poco aterradora.
—No quiero tu perdón. —Retrocede ligeramente—. No te equivoques si crees
que te miro como algo más que la puta de mi hermano.
Mi enojo saca lo mejor de mí, alimentado por el dolor de sus palabras. Mi
mano conecta con su mejilla, escociendo mi palma y al instante tornando un lado
de su rostro en una profunda sombra de color rosa.
—Me golpeaste —susurra, su rostro es una máscara de conmoción.
Una lágrima cae de mi ojo.
207
—Tú me golpeaste primero. —Abriendo la puerta, me dirijo dentro y corro
escaleras arriba, queriendo poner tanta distancia entre nosotros como sea posible.
Lo odio.
Él no me sigue, por lo que estoy agradecida. Entonces consigo llorar en paz.
¿Cómo este día llegó a ser tan malo?
La puta de su hermano.
Era la prometida de su hermano, Caleb me amaba y a este bebé.
¡Nunca me han llamado puta en mi vida! Era virgen hasta Caleb, e incluso
entonces lo hice esperar. Después de revolcarme por un rato, tomo una ducha y me
refresco. Encendiendo mi portátil, navego inconscientemente a través de sitios
sobre bebés. Realmente debería investigar todo el asunto de los bebés. No sirve de
nada aplazarlo.
El timbre suena y me apresuro por las escaleras como de costumbre. Nathan
usualmente no responde a la puerta cuando sabe que estoy más cerca y él está
arriba, así que estoy conmocionada al verlo abriendo la puerta y saludando a una
muy atractiva Lorna.
Me da un pequeño saludo y sonríe cuando Nathan toma su abrigo. Nathan me
mira, su expresión sin emoción y sus ojos aburridos. El marrón en ellos ha perdido
su habitual chispa. No me importa.
—Hola. —Lorna sonríe y se detiene frente a mí—. ¿Cómo están tú y el bulto?
—Bien. —Mentiras, todas mentiras—. ¿Tú?
—Estoy genial, deberíamos ir por café o algo mañana. Tengo el día libre y no
hay mucha gente aquí alrededor que sea de tu edad.
Estoy por decir que si, seguro, pero Nathan me corta.
—No puede, se va en la mañana.
—Oh no —dice Lorna luciendo tan conmocionada como yo me siento—.
¿Adónde vas?
—Ha decidido que su mamá es una mejor opción durante su embarazo. —Y
ese es el segundo golpe, simplemente me destripó con un cuchillo sin filo—. Vamos.
—Nathan toma el brazo de Lorna y la lleva por las escaleras. Veo que ha encontrado
su próximo objetivo para aliviar su excitación. Bueno, al menos no me besará a
corto plazo.
—Está bien Nathan, no me tomará mucho empacar mis cosas. —Aprieto los
puños a mis lados. ¿Cómo puede ser tan cruel y mezquino? ¿Qué hice exactamente,
además de cuestionarlo sobre sus propias acciones?— Me iré ahora.
—Te llevaré en la mañana —ordena, su tono claramente declarando que no
tengo permitido discutir.
—No gracias, llamaré a mi mamá, no quisiera hacerte sufrir tres horas de viaje
en auto con la puta de tu hermano. —Pisoteo más allá de él—. Me alegro verte de
nuevo, Lorna. 208
No me responde pero la oigo susurrar.
—¿Qué pasó?
—Ve a la habitación, estaré contigo en un momento —ordena y oigo sus pasos
tras de mí.
Empujo la puerta de mi habitación y camino dentro del armario, mis ojos
cosquillean preparándose para liberar las lágrimas.
—¿Sabes? —Comienzo y saco mi maleta aun sin mirar su forma
permaneciendo en el umbral—. Si querías que me fuera, no necesitabas ser tan
idiota al respecto. Me habría ido si lo hubieras pedido.
No obtengo respuesta.
—¿Qué quieres? —Agarro algunos artículos, los doblo cuidadosamente y los
coloco en la maleta abierta.
Él entra y cierra la puerta.
—Nada.
—¿Entonces por qué estás mirándome?
Él suspira y abre la puerta de nuevo.
—Cuando estés lista para disculparte, estaré esperando.
¿Yo? ¿Disculparme? Estoy por gritarle cuando noto que ha dejado la
habitación. Joder. Quiero golpearlo nuevamente.
Lleno mi maleta con lo esencial y la ruedo hacia el pasillo. Bajarla por las
escaleras es difícil, pero lo consigo. Mi enojo ascendiendo con cada paso.
Noto sus llaves en el escritorio cerca de la puerta y las arrebato si una pizca de
culpa. Llámame inmadura, pero estoy tomando su jodido auto.
Me siento traviesa, mi corazón está corriendo y mi adrenalina bombeando.
Girando el auto alrededor, me voy, poniendo mi teléfono a cargar en la consola
mientras pongo tanta distancia entre yo y la casa como sea posible. Esto está mal.
¿Qué estoy haciendo?
Mi teléfono suena, es Nathan. Lo ignoro y me dirijo hacia la villa. Voy a
necesitar una siesta si quiero lograr salir de aquí, por no hablar de todo el camino a
casa. El bebé se encuentra quieto, lo que agradezco; es irritante cuando se mueve
mientras estoy intentando conducir.
Sé que hay una oficina de correos por aquí en algún lugar, ellos con seguridad
tendrán mapas.
Solo he recorrido cuarenta kilómetros fuera de la ciudad cuando estoy siendo
arrastrada por un maldito auto de policía. ¡No!
Él no lo haría.
Lo haría.
Tengo que sentarme y escuchar la charla del oficial acerca de que tomar los 209
autos de otras personas sin permiso es robar, pero, afortunadamente, Nathan no
está presentando cargos.
Afortunadamente... me burlo
Un auto rojo se detiene delante de nosotros y Nathan sale de él, pasa
alrededor del oficial, pero no hace ningún movimiento para darle la mano. Es una
conspiración, claramente se conocen. Ellos hablan en silencio durante unos
minutos. El oficial incluso invita a Nathan a cenar. ¡Odio las villas!
—Muévete —exige Nathan cuando se acerca al asiento del conductor.
Salgo del auto y abro la puerta trasera.
—Súbete al frente —ordena Nathan.
Lo ignoro y me deslizo en el asiento trasero.
Un músculo salta en su mandíbula, pero no dice nada, espera hasta que me
acomode para subir a su asiento directamente delante de mí. Elegí este asiento, así
no tendría que verlo.
Nunca he estado tan humillada en mi vida.
—Lo siento —dice Nathan mientras empezamos a desplazarnos.
—Yo no —susurro y limpio debajo de mis ojos con la mano—. Te odio.
Su aliento se detiene.
—Lo superarás.
Me río una vez, aunque no encuentro nada divertido.
—Me has humillado por completo.
—Tú misma lo hiciste. Te dije que esperaras hasta mañana.
Él es tan indignante.
—Esperaré hasta mañana, entonces.
—No te irás —afirma con firmeza y ahora solo estoy frustrada y confundida.
Irme, no irme. ¿Qué diablos está mal con él?—. Y no te molestes en intentarlo. No
te dejaré.
—¿De pronto estás recogiendo putas?
El auto se tambalea hacia un lado mientras se orilla, le hace señas a Lorna que
viene detrás de nosotros para que siga adelante. Ella lo hace. No estoy aliviada. De
hecho, todo lo contrario. Ahora no tengo apoyo femenino.
La puerta del auto se abre y Nathan está medio arrastrando, medio cargando
mi cuerpo dando chillidos. Me levanta, para mi disgusto y me lleva alrededor del
auto. Me ubica en el capó, se encuentra entre mis rodillas y envuelve mi cabello
largo y negro alrededor de su mano. Tirando ligeramente para que mi cabeza se
incline hacia atrás.
—Tú no eres una puta —dice, sus ojos oscuros y furiosos—. Nunca serás una
puta. Dije algo malo cuando estaba enojado. Nada más y nada menos. En cuanto a
irte, no quiero que te vayas. Fue otra cosa estúpida que dije por la ira. 210
—Suéltame —ruego, pero él simplemente se acerca, su rostro a centímetros
del mío.
—En cuanto a por qué te besé, no pude resistir, soy un hombre y tú eres
hermosa. —Mi aliento se retiene ante sus palabras.
—Esa es una mierda de excusa, ahora déjame ir.
Sus ojos arden, su intensidad me sorprende.
—No estaba mintiendo cuando te dije que me gusta tu compañía. Lo disfruto
mucho. Demasiado. —Su cuerpo se hunde un poco—. Más de lo que debería.
—Nath...
—Te prometo que no voy a amenazarte haciéndote ir de nuevo. —Su mano
libre se establece en la curva de mi cuello, sus ojos ahora amables y llenos de... algo
que estoy claramente imaginando—. Tienes mi palabra. Por favor, acepta mis
disculpas por molestarte.
—No. —Niego y miro mis rodillas entreabiertas presionadas ligeramente
contra sus caderas—. No quiero.
—Me lo he ganado, ¿no crees? Me merezco tu perdón. —Sus ojos brillan ahora
con arrepentimiento, su mano apretando mi cabello—. Por favor.
Mis labios se aprietan juntos, me trago el nudo que tengo en la garganta y
trato de empujarlo con una mano en su pecho entre nosotros. Él se mueve aún más
cerca, siento su calor por todas partes. Me hace zumbar en lugares que no deberían
estar zumbando.
—Detente.
—No quiero. No hasta que digas que me perdonas y me deslumbres con esa
hermosa sonrisa —susurra, su aliento abanicando contra mis labios.
—Retrocede, Nathan —le advierto mientras sus manos se enganchan debajo
de mis rodillas y me acercan, haciendo que mi cuerpo casi se presione contra el
suyo.
Es inútil, trato de empujar por su pecho, pero no se moverá. Sus manos
agarran mis muñecas y las enlaza en mi espalda con una mano, mientras sujeta mi
cabello de nuevo con la otra.
—Perdóname. —Presiona sus labios contra mi mandíbula, jadeo mientras un
escalofrío me recorre—. Perdóname —repite y posa otro suave beso más allá en mi
mandíbula.
—No —le ruego, pero mi voz sale entrecortada y no demasiado convincente.
Sus labios se ciernen sobre los míos, sus ojos parpadeando de ida y vuelta,
escudriñando mi rostro para ver mi reacción.
—Perdóname.
Va a besarme, si no digo que sí, va a besarme. ¿Por qué no estoy diciendo que
sí?
Su rostro se acerca. Mis ojos se ensanchan. 211
—Está bien —digo abruptamente, mi cuerpo tenso—. Te perdono.
—Te doy mi palabra —susurra y siento su labio superior acariciar el mío—. No
voy a tocarte de nuevo, a menos que tú lo desees.
Sus manos liberan las mías y soy alejada de un tirón de su cuerpo. Mi vientre
queda en el camino pero aun así siento su entrepierna contra la mía brevemente
mientras me baja al suelo. Todo mi cuerpo siente espasmos, se calienta, sufre por
ello. Me aparto bruscamente y mantengo mi cabeza hacia abajo.
¿Qué carajos acaba de pasar?
Capítulo 17
La vida ha sido tranquila desde hace un tiempo. Lo que es un alivio, me cansé
de estar constantemente caminando sobre cáscaras de huevo.
Nathan se ha animado mucho al parecer, aunque soy rápida en tocar madera
siempre que pienso en esto, porque tengo miedo de que mis palabras sean de mala
suerte.
El cuarto del bebé luce increíble, pasé un día entero: lavando, secando y
planchando la ropa del bebé antes de guardarla. Todo tiene un lugar. Se ve como
algo salido de un catálogo. Perfecto.
Mi madre me ha estado llamando cada pocos días para ponerse al día.
Todavía tengo que decirle que me estoy quedando y no estoy segura de por qué
estoy posponiendo lo inevitable. No es como que esté haciendo nada malo. ¿O sí?
Nathan está pasando más y más tiempo en la planta baja, lo que estoy
disfrutando. Incluso me ayudó a cocinar un par de veces. No estoy segura de por
qué hay un cambio repentino en él, pero no puedo decir que no me guste.
Sasha y Tommy llegarán en cualquier momento, estoy nerviosa. Tengo miedo,
212
ya que verán lo mucho que he cambiado. Pero según lo prometido, le he hecho a
Tommy una comida digna de un rey. Para Sasha también, pero fue idea de Tommy.
La mesa del comedor está llena, el vino servido. Para ellos, no para mí, estoy
tomando jugo. Espero no tengan problemas para encontrar la casa. Eso apestaría.
—Algo huele bien —comenta Nathan, caminando hacia el comedor. Trata de
agarrar un panecillo pero palmeo su muñeca. La sonrisa que me da es descarada, es
una que nunca he visto. Empieza a retroceder en la sala, con la mano que no golpeé
a su espalda.
—Nathan —advierto con mi ceño fruncido—. ¿Te importaría decirme lo que
estás escondiendo?
—Nada. —Niega, sus labios aun retorciéndose.
—Ladrón de comida —bromeo.
Su boca cae abierta.
—Pagué por ella.
—Detalles —Trato de agarrarlo de nuevo, pero gira rápidamente fuera de mi
camino. Me rindo, mi energía se ha ido después de cocinar durante tanto tiempo.
—Solo quiero saber cómo están.
Trae su mano enguantada al frente y toma un gran bocado del panecillo de
arándanos y chocolate blanco. El gemido que proviene de él produce cosas en mí, al
instante siento culpa y miro hacia otro lado, esperando que no viera ese repentino
destello en mis ojos que seguramente tendría que haberle dicho de mis breves,
pensamientos impuros.
—Increíble.
—¿De verdad? —Estaba un poco preocupada por la nueva receta que estuve
probando.
—Mejor que aquellos de chocolate que hiciste hace dos semanas.
—¿Te refieres a los que estaban allí cuando me fui a la cama, pero habían
desaparecido cuando desperté a la mañana siguiente, como todos los otros antes de
esos?
Se encoge de hombros.
—Demasiado adictivos.
Tocan la puerta, sonrío y corro hacia ella, casi tirando a Nathan en mi camino.
Halo para abrirla, todavía rebotando en el lugar, veo a Sasha y nos abrazamos
la una a la otra como monos a su madre.
—Oh, Dios mío, estás enorme. —Sasha se aleja y mira el bulto entre
nosotras—. ¿Cuánto tiempo te falta?
—Diez semanas —respondo y la aparto de la entrada para que Tommy pueda
pasar. Él me ve y sonríe, la sonrisa llega a sus ojos—. Hola, tú. 213
Brazos fuertes se envuelven a mi alrededor y me aprietan firmemente.
—Te ves muy bien, Gwen.
—Tú también. —Doy un paso atrás y los miro. Ambos se ven tan diferentes
pero al mismo tiempo, más mayores y más atractivos. El cabello de Tommy está
más largo de lo que estaba y el de Sasha está unos pocos centímetros más corto. Se
ven muy bien, se ven felices. Me pregunto qué es lo que ven cuando me miran—.
Vamos, la cena está servida.
—¿Dónde está Nathan? —susurra Sasha mientras mira alrededor de manera
entrometida.
—Aquí. —Nathan anuncia su presencia desde el umbral y tanto Sasha como
Tommy se paralizan mientras sus ojos lo escanean. Supongo que están muy
sorprendidos al ver lo mucho que se parece a Caleb. Se acostumbrarán a ello.
—Es genial conocerte. —Sasha rompe el silencio y le da un pequeño saludo.
Les advertí acerca de su condición antes de que vinieran para que sepan que no
deben tocar sus manos. Estoy agradecida de que lo hayan recordado y no se hayan
ofendido por ello como algunas personas lo hacen—. Gracias por recibirnos.
—Sí. —Tommy agacha su cabeza—. Bonito lugar.
—Gracias —dice Nathan y nos guía al comedor.
Sasha deja escapar un largo gemido y agarra mi brazo, sus ojos amplios y
dramáticos.
—He echado de menos tu comida. Considérame tu nueva inquilina.
—Digna de un rey, como a mí me gusta —bromea Tommy y saca una silla para
Sasha.
Nathan hace lo mismo por mí, parándose detrás y sacando mi silla,
empujándome al igual que Tommy acaba de hacer con Sasha. Le doy una mirada
inquisitiva, pero sus ojos están puestos en mis amigos. Más específicamente sobre
Tommy.
Todo el mundo se sirve de los platos en el centro, gimiendo y gruñendo con
cada bocado.
Esto me hace feliz.
Realmente feliz.
—Entonces, ¿cómo está la universidad? —les pregunto. Ambos comienzan a
hablar uno sobre el otro, culpándose mutuamente por cosas que deseo haber visto.
Me encanta escucharlos hablar, contándome historias que en una ocasión, habría
sido parte de ellas.
Después de la cena nos adentramos en la sala de estar y nos sentamos en los
cómodos sofás, con la música sonando suavemente en el fondo.
—Tommy rompió con su nueva novia por mi culpa. —Sasha parece creer que
es gracioso. 214
Tommy se encoge de hombros.
—Tanya estaba celosa. Siguió dándome ultimátum. No fue debido a Sasha, es
causa de sus propias inseguridades.
—¿Tanya? ¿Qué pasó con Zoe?
—Amigos antes que las putas. —Sasha se ríe y me da un empujón con el codo.
—Muy cierto —bromeo y froto mi vientre, un hábito cada vez que el bebé
comienza a moverse. A veces Nathan se une, creo que he conseguido superar la
rareza hasta ahora.
Nathan, sabiendo sin preguntarme, me lanza un paquete de pastillas
Gaviscon. Mastico dos y espero a que hagan efecto.
—¿Acidez? —pregunta Tommy mientras Sasha coloca ambas manos sobre mi
vientre en movimiento.
Asiento.
—Al parecer esto significa que el bebé va a tener un montón de cabello.
Espero que su cabello valga la pena.
—¿Vas a tener un niño? —chilla Sasha y levanta mi camisa sin permiso para
poder ver los movimientos del bebé a través de mi piel. Mi amiga es rara.
—No sé, creo que sí. —Le echo un vistazo a Nathan—. Tengo la esperanza.
—Deberíamos apostar al respecto —sugiere Tommy, le frunzo el ceño
afectuosamente—. A menos que tengas miedo de perder.
—Basta. —Sasha golpea su brazo y se acurruca en mi costado con los ojos en
mi vientre en movimiento. Después de unos momentos gime y acaricia su vientre
plano, estoy tan celosa de su figura en este momento—. Estoy hinchada.
—Estoy hinchada desde hace siete meses y solo ha empeorado desde entonces
—digo, haciendo reír a los demás.
Incluso Nathan sonríe un poco.
—¿Por qué no vamos a dar un paseo?
—Suena bien. —Tommy sonríe mientras Sasha gime:
—¿En serio?
—Vamos Sasha, debes ver el exterior antes de que sea demasiado oscuro. —La
presiono pero no funciona.
Se encoge de hombros.
—Vayan ustedes dos; voy a limpiar los platos.
—Déjalos. —Miro a Nathan cuyos ojos están sobre mí—. Vamos.
—No, te haré leche y también miel, es viernes. —Me da un guiño y se pavonea
hasta la cocina de la única manera en que Sasha puede.
Sonrío y miro a Tommy en busca de ayuda, se levanta y extiende su mano.
Tomándola, dejo que me levante del sofá con suavidad. 215
—No vayan muy lejos, está oscuro —me dice Nathan mientras se levanta.
Le hago ligeramente una mueca.
—¿No vas a venir?
—Ayudaré a tu amiga en la cocina. —Sale a través del arco sin decir nada más.
—Supongo que solo seremos tu vientre de embarazada y yo. —Tommy sonríe y
lanza su brazo alrededor de mi hombro.
Mi mueca se convierte en un ceño fruncido.
—No estoy tan gorda.
—Claro que no lo estás.
Le doy un codazo en el costado, haciéndolo tambalearse en broma.
—Estoy bromeando, en realidad estás radiante.
—Yay.
—¿Todavía dices eso? —Se ríe entre dientes, volviendo a mi lado.
Dejo escapar un suspiro.
—No mucho.
—Entonces, dime todo. —Ah genial, el tono serio.
—¿Todo de qué?
—Todo, no te contengas, puedo soportarlo.
¿Pero puedo yo soportarlo?
—Estoy haciéndolo mejor.
—No, no lo estás. —La mirada que me da es una que he visto antes en Tommy.
Muestra incredulidad, pena y lástima. Odio la lástima, pero no lo odio a él, no
podría, así que lo dejo pasar—. Quiero decir, lo estás, pero puedo ver que todavía
luchas.
—Han pasado cuatro meses —respondo en voz baja, metiendo mi cabello
detrás de mi oreja—. Duele, todos los días.
—¿Y Nathan?
—Verlo al principio hizo que doliera más, pero ahora, se está convirtiendo
gradualmente en un consuelo. No es para nada como Caleb. —Sonrío suavemente
por lo cercano que nos hemos vuelto en el último mes—. No tiene la sonrisa fácil de
Caleb, o está constantemente hiperactivo y entusiasmado por la vida. Es aislado,
retirado, pero cuando sonríe, hace que todas las cosas malas desaparezcan por un
tiempo.
—¿Qué? —Tommy parece sorprendido por mis palabras.
Me apresuro a defenderme.
—Quiero decir, al principio pensé que me odiaba, lo odiaba un poco, pero
ahora estoy feliz de decir que somos amigos. Es gruñón, completamente
insoportable, pero una de las mejores personas que conozco. 216
—Huh. —Mira hacia el cielo—. Está oscureciendo, deberíamos regresar.
—Solo hemos estado caminando durante cinco minutos. —Me río e inclino mi
cabeza hacia el cielo grisáceo.
—Sí, bueno, Sasha está sola —miente porque obviamente no lo está.
—Lo que sea. —Probablemente está cansado y no quiere admitirlo—. Gracias
por venir, Tommy.
Me sonríe, su brazo todavía alrededor de mi hombro.
—Te he echado de menos. —Una sombra revolotea a través de sus ojos—.
Extraño cómo solían ser las cosas.
Eso me golpea duro, muy duro. Es sorprendente cómo las cosas pueden
cambiar en tan solo unos pocos meses.
—Yo también.
La casa vuelve a estar a la vista, miro hacia sus brillantes ventanas y pienso en
mi futuro. Hace unos meses mi futuro estaba con Caleb, en nuestra pequeña casa,
terminando la universidad, consiguiendo un trabajo y un puesto decente.
Ahora mi futuro está aquí.
Tan brillante como pueda parecer, lo cual debe ser porque he sido mucho más
afortunada que la mayoría, todavía me invade un miedo que no puedo explicar.
Como si una oscuridad inminente se acercara a mí. Esta no es la vida que quiero,
pero es la vida que tengo. Tengo otras opciones, pero ninguna de ellas parece mejor
que la opción que he tomado.
¿Estoy siendo egoísta?
¿Después de todo este tiempo, ahora me acabo de dar cuenta de que estoy
usando a Nathan?
¿Estoy usando a Nathan?
No creo que lo esté, realmente me agrada y estoy segura de que le agrado.
Todo es tan raro. Después de ver a mis amigos en este ambiente con Nathan en
lugar de Caleb, nada de esto está haciendo clic correctamente y siento que tengo
que explicarles la situación. Siento como si tuviera que defenderme y a mis
opciones, aunque sé que no me van a juzgar.
Me siento culpable.
Culpa bien merecida que debería sentir cada día por seguir respirando cuando
él no lo está.
Ahora que puedo ver a mis amigos frente a mí, veo mi antigua vida. Veo a mi
antigua vida chocando con la nueva. Estoy asumiendo que ésta es la razón por la
que me siento tan desconectada de todo. Tal vez pasará.
Ojalá pase.
—¿A dónde ha ido el auto de Nathan? —pregunto en voz alta mientras
caminamos más allá de su espacio vacío en el estacionamiento.
—¿Cómo podría saberlo? Tal vez fue a comprar leche o algo —sugiere Tommy 217
y resoplo. Como si Nathan saliera por la noche a comprar leche. No a menos que se
lo pida. Además tenemos leche, tenemos un montón.
Abro la puerta y paso antes que Tommy, Sasha se asoma por la puerta de la
cocina.
—Oye las bebidas están listas.
—¿Dónde está Nathan? —pregunto, echando un vistazo para confirmar lo que
ya sé; no está aquí.
—Se fue más o menos un minuto después que ustedes, dijo que te dijera que
tenía algunas cosas que atender.
—¿Mencionó qué cosas? —pregunto, sabiendo perfectamente que no le diría
nada a Sasha.
Se encoge de hombros.
—No lo sé, aunque tenía un gran sobre marrón en sus manos.
¿Un sobre grande?
—Probablemente algo para el trabajo.
—Sí.
¿Cómo no escuché su auto? ¿O lo vi? No estábamos tan lejos de la casa.
Es como un ninja, incluso en un auto.
—Está bien —digo con una sonrisa, pero por dentro estoy nerviosa. Nathan
por lo general solo sale inesperadamente cuando está enojado por algo. Además,
siempre me dice que se está yendo—. ¿Dónde está mi leche?
—¿Todavía haces eso? —pregunta Sasha, dándome la taza de leche caliente
teñida de oro.
¿Qué?
Se da cuenta de mi mirada de confusión y continúa.
—La leche y miel en los viernes.
—Oh. —Eso—. No muy a menudo. Nathan una vez lo hizo conmigo, no mucho
después de que vine aquí. Aparentemente es una tradición familiar, una a la que no
se apega. —Miro a mis amigos y fuerzo una sonrisa—. Vamos, quiero saber sobre
ustedes. Díganme lo que me he perdido.
Sasha se alegra un poco, Tommy coloca su barbilla en sus manos, sus codos
apoyados en la mesa.
—Estoy saliendo con alguien —comienza Sasha, su rostro animado con
alegría—. Es tan dulce.
Tommy rueda sus ojos cuando no lo está mirando, haciéndome apretar mis
labios en un intento de sofocar la risa que está subiendo por mi garganta.
—Me compró flores en la primera cita. —Se embelesa—. Y me abrió la puerta
del auto. Fue tan...
—¿Dulce? —interviene Tommy y su rostro se ilumina aún más. 218
—¡Exactamente!
—Eso es genial. —Le sonrío a mi amiga—. Ya era hora de que conocieras a
alguien decente.
Tommy resopla y baja la cabeza, la sonrisa de Sasha pronto se convierte en un
ceño fruncido.
—¿Cuál es tu problema?
—Nada. —La descarta con la mano y me mira—. Si tengo que escuchar una
maldita vez más acerca de cuan jodidamente dulce es este tipo, me convertiré
gradualmente en azúcar.
Río disimuladamente, Sasha dirige su ceño fruncido en mi dirección. Levanto
mis manos en señal de rendición, pero mi sonrisa aún está allí.
—Creo que es dulce. Cuéntame más.
—Su padre es el gerente de un restaurante en la ciudad, quiere llevarlo a
nuevas alturas. Empezó tarde, pero sus habilidades son impresionantes, cocinó
para mí y vaya, era como un orgasmo en mi boca —gime de placer al recordarlo. Es
casi inquietante de ver. Y esto es solo por su comida, me imagino cómo será cuando
se acuesten.
Espera.
—¿Se han acostado? —Mi tono presuntuoso hace que sus mejillas se tornen
rosas, justo alrededor de su nariz—. Oh, Dios mío, lo hicieron.
—¡No! —chilla prácticamente. Es ese sonido “parecido a un pájaro” que casi
veo plumas emergiendo de sus brazos.
Tommy frota sus orejas mientras su rostro se arruga de dolor.
—Auch.
—Está bien, así que si no se han acostado, entonces, ¿qué han hecho?
—Definitivamente me voy a la cama en este momento —dice Tommy y se
levanta.
Sasha se ríe conmigo mientras le ordenamos que se siente con la promesa de
que la conversación cambiará.
Acaban de ser las onces y mi estado de ánimo se elevó. La conversación ha
fluido tan fácilmente entre nosotros tres que me encontré dispuesta a hablar de
Caleb y de sus comportamientos torpes. También me encontré sonriendo por ello.
Casi estando en lágrimas por eso y también Sasha. Tommy es mejor manejando su
dolor, pero lo veo en sus ojos. Eran buenos amigos, a pesar de su mal comienzo
porque Caleb estaba celoso de nuestra relación.
Bueno, no celoso. Más como que se sentía amenazado. Me encantaba, sin
embargo, el sexo era increíble cuando estaba irritado. Diciéndome que le
pertenecía, prometiéndome que sacaría a cualquier otro chico de mi cabeza.
No es que tuviera a cualquier otro tipo en mi cabeza, aun así, apreciaba el 219
esfuerzo que ponía en ello.
—¿Qué está pasando con Nathan? —pregunta Sasha haciéndome ahogar con
el agua que estoy bebiendo. Sus ojos se abren—. Nena...
Niego, la culpa de antes está de vuelta. Mi corazón golpea por ello, cada latido
parece rebotar a través de mi pecho con un dolor ardiente que dura hasta el
siguiente latido solo para comenzar de nuevo, incluso más fuerte.
—No, ni siquiera vayas allí. Somos amigos.
Baja su voz, es apenas un susurro:
—Se parece a Caleb, lo entendería…
—Sasha —advierte Tommy pero lo interrumpo.
—No, no se parece —digo abruptamente, mis palabras se precipitaron—. Al
principio, sí lo hizo, pero ahora no. Lo he visto demasiado. Apenas reconozco las
similitudes.
Abre la boca para decir algo más, estoy sorprendida cuando el tono cortante
de Tommy interrumpe:
—Déjalo, Sasha. Estás presionando donde no debes.
La boca de Sasha cuelga abierta.
—Solo iba a decir que nadie...
—¿Cómo crees que la estás haciendo sentir, eh? ¿Honestamente? No hay nada
entre ella y Nathan y sin embargo estás propagando mierda que va a meterse en su
mente. Ese es el hermano de Caleb. Ya se siente lo suficientemente jodida acerca de
estar aquí con él, añadirle más a eso no va a ayudarla. —No suena enojado pero
suena a algo cercano a ello. Estoy agradecida porque me está respaldando, pero me
gustaría que no hubiera dicho nada. Hace esto un poco incómodo.
—Cristo —chilla Sasha, su mano yendo a su boca—. Tienes razón, lo siento
mucho, Gwenny.
Gwenny... auch.
Me abraza, le regreso el abrazo lo mejor que puedo.
—Está bien. Olvídalo.
—Así que, ¿dónde está mi habitación? No la he visto todavía.
Jadeo y mi sonrisa regresa, mis pensamientos ahora distraídos.
—Todavía no te he mostrado el cuarto del bebé.
Nos las arreglamos para finalmente ir a la cama después de la medianoche, le
envío un texto a Nathan, preguntándole si llegó a donde quiera que fuera sano y
salvo. No espero que me conteste, por lo general no lo hace y esta vez no es la
excepción. Entierro mi cabeza en la almohada y suspiro antes de cerrar los ojos y
dejar que el sueño me reclame.

220
Me despierto con el sol entrando por las ventanas, ah, quién las abrió.
—¡Buenos días! —Por supuesto, Sasha.
—Durmiendo —me quejo y entierro mi rostro bajo las sábanas. Mi ritual
mañanero.
—Levántate. Quiero explorar.
—Bien —cedo y me deslizo fuera de la cama—. Alístame, solo dormiré
mientras me siento. —Mis ojos no se abrirán, se rehúsan.
—Tu teléfono se apagó hace unos veinte minutos, una llamada perdida y un
mensaje de texto de Nathan.
Leerlos significaría moverme. Moverme significaría despertar. Despertar
sería... uf.
—Está bien. —Bostezo y alcanzo a ciegas la mesa. Mi teléfono cae al suelo.
Maldición—. Lo agarraré.
Sasha suelta una risita y lo pone en mi mano.
—Tal vez deberías ir a lavarte el rostro. Podría detener el que tus ojos se
peguen entre sí.
—Buen punto —digo en medio de un bostezo y camino hacia el baño. Después
de salpicar agua en mi rostro, amarro mi cabello en un moño suelto y aplico un
poco de rímel. Sasha me mira como un halcón, ya vestida y lista para el día; en
jeans ajustados de color azul oscuro y un grueso suéter plateado que llega hasta el
muslo—. ¿Dónde está Tommy?
Sasha asiente hacia el pasillo.
—Alistándose. —Lo que significa “consiguiendo otros cinco minutos de sueño
antes de ponerse lo que pueda en dos segundos y haciéndolo parecer que ha estado
alistándose”.
—Comenzaré el desayuno. —Me estiro, riendo cuando la parte inferior de mi
vientre se asoma por el ruedo de mi camisa—. Creo que otra vez necesito ropa más
grande.
—¡Eso es lo que haremos esta mañana! —Sasha salta de inmediato, luciendo
demasiado entusiasmada, demasiado pronto.
—Creo que Tommy no apreciará eso —murmuro y deslizo mi pulgar por
encima de mi teléfono.
Nathan: Me disculpo por haberme ido tan de repente. Diviértete
con tus amigos. Hay un poco de dinero en el cajón superior de tu
cómoda. Lo puse allí antes de irme. Gástalo como desees. Sin incluir las
cosas obvias a las que tengo una clara aversión.
Yo: Gracias, eso es muy amable. ¿Está todo bien? Estaba
preocupada.
Nathan: Todo está bien, Gwen. Te llevaré algo bonito.
221
Yo: Solo tráete de vuelta a ti mismo, a menos que también regreses
con chocolate, no voy a quejarme. ¿Cuándo puedo esperarte en casa?
Nathan: Esta noche, a eso de las seis. No le diría que no al lote de
pasta que haces.
Yo: Debidamente anotado.
Después de meter mi teléfono en mi bolsillo, bajo las escaleras y Sasha va a
despertar a Tommy.
Hago un desayuno rápido y fácil, tortillas con champiñones y queso. Tengo
que mantener mi reserva de huevos escondida. Nathan tiene una cosa realmente
extraña sobre los huevos. Si no puede verlos, como en las tortas o en pastelería,
entonces está bien. Pero cualquier forma de huevos: revueltos, fritos, sancochado,
etc. Enloquece y los pone en la papelera de inmediato. Voy a aprovechar su
ausencia para disfrutar de una buen merecida tortilla con mis amigos.
—Estoy tan contenta de que estén aquí, solo desearía que pudieran quedarse
por más tiempo. —Hago un pequeño puchero y coloco sus platos frente a ellos.
Tommy menea sus cejas.
—Y me tienes perdiéndome la noche de brujas, la única noche del año en que
las mujeres se visten como...
—Sexys criaturas de la noche. —Sasha termina su oración.
Miro hacia mi vientre.
—Debería pintar una diana o algo en mi vientre.
—O pintarlo para que parezca que la piel está rasgada y hacer tentáculos que
parezcan estar saliendo de ella.
Tommy parece demasiado emocionado por esta idea.
—¿Sabes? ¿Cómo Alíen vs Depredador?
Las dos lo miramos con incredulidad. Sasha habla primero:
—No solo eres raro, sino también eres asqueroso.
—Secundo ese voto. —Levanto mi mano, haciendo una mueca de dolor
cuando Tommy me da una palmada y le lanza un trozo de pepino a Sasha—. La
violencia no resuelve nada.
Se encoge de hombros.
—Pensé que se sentía bastante bien.
—¿Golpear a una mujer embarazada se sentía bien? —Sasha finge terror.
Suspira.
—Te estoy dejando si no dejas de molestarme.
—Como si alguna vez fuera a pasar —resopla Sasha en voz baja, sabiendo muy
bien que puede escucharla.
—¿Dejarte? —Su rostro adquiere una expresión audaz, deseando que diga que
sí.
222
—Chicos. —Me río y termino mi desayuno—. Vamos.
—Sí, vamos a comprarle al gran vientre algo de ropa nueva.
—Eres una perra, Sasha. —Incluso si sus palabras son verdaderas.
Sonríe de vuelta.
—Pronto estarás nuevamente flaca.
Escalofríos.
—Y madura.
—Y una mamacita —añade Tommy, lo que hace que Sasha le lance el mismo
pedazo de pepino.
Me levanto antes de que me incluyan en la lucha de comida.
—Solo será un minuto.
—Bien. —Otro pedazo de pepino sale volando.
—Y limpien ese desastre —ordeno y me pavoneo fuera de la habitación,
ignorando el pequeño trozo de comida desconocida que golpea la parte de atrás de
mi cabeza. Tampoco miro, no voy a darle a su risa tranquila la satisfacción de
verme reaccionar.
De vuelta en mi habitación, agarro mi bolsa y abro el cajón superior de la
cómoda. Efectivamente hay un pequeño fajo de billetes. Mucho más dinero del que
necesito. Suspiro. Tiene que dejar de hacer esto.
Desenrollo el fajo y lo meto en mi bolsillo trasero. Es entonces cuando me doy
cuenta de un sobre doblado con mi nombre en el frente.
Lo saco y le doy la vuelta, en la esquina tiene algo pesado que destaca,
haciendo que el papel se doble cuando lo sostengo.
Primero, busco por la fuente del peso y parpadeo con asombro cuando veo el
anillo. Un magnífico aro de oro con un conjunto de diamantes rodeando en forma
de espiral uno más grande en el centro. Mis manos tiemblan mientras saco la nota.
¿Qué es esto? ¿Por qué hay un anillo aquí?
Mi corazón se aprieta mientras despliego la nota, el anillo todavía en mi
mano.
Mis ojos exploran el corto pero claro párrafo.
He estado pensando y creo que en este momento estaría en nuestros mejores
intereses el casarnos. No espero una respuesta inmediata. Piensa en ello. Quiero
que mi sobrino tenga un hogar estable y mi apellido. Tampoco quiero que la gente
piense mal de ti a causa de las circunstancias. Hay mucho que puedo ofrecer,
tampoco tengo mucho de material de esposo, pero lo intentaré. Prometo hacerte
feliz y tienes mi palabra de que voy a respetar, cuidar y proteger a mi sobrino
hasta el día que me muera.
Nathan.
Dejo caer el anillo como si estuviera ardiendo, la nota también. Mi cerebro
obliga a mi cuerpo a retroceder, mis ojos muy abiertos mientras el miedo y el
pánico me atraviesan. 223
¿Por qué me preguntaría esto?
Miro el anillo que ya está en mi dedo y noto lo sencillo que es en comparación
con el anillo que Nathan me regaló. El anillo de su hermano. El que Caleb puso en
mi dedo.
¿Cómo puede incluso...? ¿Por qué él...? ¿Qué le pasa? ¿No puede pensar
honestamente si me gustaría hacer esto?
El matrimonio significa un montón de cosas, el sexo es una de ellas. Nunca
podría hacer eso. Nunca.
No puede honestamente querer esto... ¿verdad?
Me siento enferma.
—¿Estás lista? —grita Sasha.
—¡V-voy! —digo y pongo la nota y el anillo de vuelta dentro del sobre antes de
meterlo nuevamente en el cajón.
Esto no va a arruinar el día, no voy a dejarlo. Nathan solo está siendo noble, a
pesar de que tiene una extraña manera de demostrarlo. No es del siglo XVIII, o cual
sea el siglo donde mierda como esta pasaba. Ni siquiera es necesario en cualquier
manera o forma. No me importa lo que la gente piense de mí. Caleb era el amor de
mi vida, pueden irse a la mierda si creen que yo no era el suyo.
Me eligió, murió a mi lado. En mi vientre está la mitad de él.
¡Maldita sea, Nathan! ¿Qué estás haciendo?
¿Por qué me pregunta esto precisamente hoy? Tal vez para que pudiera
hablarlo con mis amigos. Que se joda. No estoy ansiosa por ver sus reacciones, eso
es algo que prefiero perderme.
Bajo las escaleras, abanicándome el rostro para deshacerme del sudor
nervioso que parece estar goteando de mi piel.
—Vámonos. —Abro la puerta, mi bolso incrustado de mi lado—. No hay
mucho que ver en el pueblo. Pero hay una bonita tienda de ropa. Las mujeres allí
son increíbles haciendo ropa que se adapta perfectamente
—Vaya —comenta Sasha secamente—. Qué afortunada eres.
Me encojo de hombros.
—Me gusta, me gusta la gente y la cafetería y los pocos restaurantes que
tienen, que sí, son todos bar-restaurant. Son acogedores. Como algo salido de una
película.
—Envidio tu vida tranquila —dice Sasha nuevamente de forma seca.
Tommy me abre la puerta del auto, obligando a Sasha a ir en la parte trasera.
Por lo cual estoy agradecida porque una vez en la parte trasera, dudo que fuera
capaz de salir de nuevo. Es un auto de solo tres puertas. Los asientos delanteros se
deslizan hacia adelante para acceder a la parte posterior.
Definitivamente no va a pasar.
Sin embargo, a Sasha parece no importarle. Se inclina entre nuestros asientos 224
y juega con la radio.
Buena suerte en conseguir que funcione en este lugar.
Se da por vencida después de diez minutos y pone un CD, dirijo a Tommy al
pueblo.
Primero nos detenemos en la tienda de ropa, Sasha se estremece ante casi
todo. Supongo que es muy... formal, pero es cálida y cómoda.
—EBay, Cristo. ¿Has oído hablar de él? El hecho de que estés embarazada y
vivas con un montón de carcamales no significa que tengas que vestirte como uno
—susurra Sasha, reprimo mi risa y permito que la dama me guíe a la parte trasera
para tomarme las medidas. Las toma en segundos, su memoria claramente mejor
que la mía. Después de señalar algunas cosas, pago en el mostrador y me encuentro
con Tommy en la acera.
—Eso fue rápido —comenta, ignorando a una Sasha que todavía está
refunfuñando—. ¿Ahora qué?
—Bienvenido al infierno. —Sasha mira hacia el cielo—. ¿Cómo no te aburres
aquí?
—Nathan a veces me lleva a la ciudad con él. Eso es divertido. Jeanine, el ama
de llaves está allí cada mañana, así que llego a charlar con ella por un rato. Nathan
también me consiguió una computadora portátil y hay un montón de libros qué leer
y lugares qué explorar. —Sin incluir la hierba infestada de ratas que tiendo a
evitar—. Está demandando a sus padres —lo digo en voz baja, consciente de los
oídos escuchando en las calles vacías. Probablemente estoy siendo paranoica, pero
no quiero correr ningún riesgo.
—¿Él qué? —Tommy parpadea y me mira directamente, con los ojos llenos de
curiosidad.
Asiento y muerdo el interior de mi mejilla por un momento.
—Sí. No le digan nada, sin embargo, no va a gustarle que les haya dicho. Se
volvieron locos cuando se dieron cuenta que estaba con él, le cortaron el fondo
fiduciario en el cual no tenían derecho. Al igual que hicieron con Caleb.
—Ay, hijos de puta. —Sasha sopla el flequillo de sus ojos y mira a través de la
vidriera de una tienda a las baratijas alineadas perfectamente detrás del vidrio—.
¿Cuál es su problema?
—No tengo idea. —Pero realmente quiero saberlo—. No lo entiendo, no tiene
sentido. Esto no puede ser solo por el hecho de que no soy de una familia de su
elección. Creo que esto es algo un poco más cercano a casa.
Tommy ladea su cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—Tal vez todo sea por el asunto de la rebelión. O tal vez tenían en mente a las
mujeres de sus hijos. ¿Quién sabe cómo funcionan?
—Hmm. —Sasha comienza a caminar nuevamente, la seguimos—. Es todo un
poco extraño, pero a veces ocurre. Recuerden el chico con el que salí. —Levanta la 225
mirada para pensar—. ¿Cuál era su nombre?
—¿Quién?
—El que tiene el extraño copete en su cabello.
Tommy se ríe.
—¿Reece?
—Ese es. —Chasquea sus dedos y sonríe—. Sus padres eran muy estrictos.
Odiaron cuando se enteraron que estaba saliendo conmigo. Querían que se casara
con una chica de su vecindario.
Ah, me acuerdo de eso.
—Ese tipo era un idiota.
—Sí —interviene Tommy y coloca su brazo alrededor de sus hombros—. No es
que importe mucho ya que se te olvidó su nombre después de solo dos años.
Su mano vaga alrededor para golpear su pecho, sin embargo su sonrisa nunca
vacila.
—Solo estaba usándolo por su auto. Cuando el verano terminó, rompimos
mutuamente. Él estaba triste por eso, yo fingía estarlo.
—Perra. —Me río en estado de shock y pateo una pequeña piedra del suelo—.
Pensé que Caleb y yo íbamos a terminar el verano antes de empezar la universidad.
Estaba tan segura de que estaba mintiendo y diciendo cosas bonitas para tomar mi
virginidad.
—Lindo.
Le doy un codazo para hacerla callar y continúo:
—Me seguía diciendo que se estaba quedando pero ni siquiera podía
comprender la realidad de un hombre tan increíble como Caleb, después de unos
pocos días, prometiéndome el mundo.
—Siempre te prometió el mundo —suspira Sasha con nostalgia, su mano
aferrada a la mía.
—No creo que alguna vez se haya dado cuenta de que ya me lo había dado —
murmuro, sintiendo ese dolor familiar producto del duelo en mi pecho—. Él era mi
mundo.
—Muy sentimental. —Tommy pretende lanzarse de la acera.
¿Muy inmaduro?
—¿Creen que estaría enojado conmigo? Le prometí que me alejaría de
Nathan.
Tommy se encoge de hombros.
—Probablemente no, quiero decir, las circunstancias no han sido ideales.
Estoy seguro de que está agradecido con su hermano. —¿Por qué siento como si no
fuera cierto?
Sasha niega.
226
—No, está definitivamente molesto. Caleb era del tipo celoso, pero también
entenderá. No creo necesites estar preocupada por lo que pensaría, sabe que estás
haciendo lo mejor que puedes para tener la vida que deseas.
—Espero que tengan razón.
—La tenemos.
Capítulo 18
Lloro cuando mis amigos se van a las cinco. Prometen visitarme de nuevo en
un par de semanas, así nuestra separación no sería demasiado dura. Fue difícil
abrazarlos y agradecerles por todo lo que hicieron por mí, me trajo recuerdos pero
que tenían que ser dichos.
Cuando se fueron, al instante corrí escaleras arriba y saqué el sobre del cajón.
Ha pasado media hora y sigo pegándolo contra mi otra mano, preguntándome
cómo voy a lidiar con esto.
—¿Gwen? —grita Nathan mientras cierra la puerta principal.
Oh maldición, se suponía que debía hacer la cena. Rápidamente tiro el sobre
en el cajón y troto por las escaleras.
—Lo siento, me quedé dormida. —Estoy mintiendo. Me conmocionó tu nota y
anillo y me quedé mirando el espacio por Dios sabe cuánto tiempo.
Sonríe, suavizando su mirada.
—No hay problema. Ve a descansar, haré la cena. 227
—Umm, no, está bien. Has estado conduciendo y yo solo… iré y… —Señalo la
cocina—. Por ese camino.
Sus labios se curvan.
—¿Todo está bien?
—Sí. —Me doy vuelta y voy directamente hacia la pequeña mesita que sostiene
un jarrón de flores frescas que coloqué hace solo dos días. Lo agarro antes de que
caiga, maldiciendo internamente mi torpeza.
Nathan da unos pasos.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… —Me pidió que me casara con él, en una nota, lo cual supongo es
mejor que pedírmelo a la cara. No creo que pueda manejar eso—. Estoy un poco
distraída. ¿Ese es el hervidor? ¿Tú lo pusiste? —Empiezo mi viaje a la cocina, pero
Nathan envuelve la mano en la parte trasera de mi camiseta, deteniéndome—. ¿Hay
algún problema?
—Estaba a punto de preguntarte lo mismo. —Se encuentra de pie justo detrás
de mí—. ¿Hay algo sobre lo que quieras hablar?
Mi boca se abre y cierra. ¿Lo hay?
—Debería comenzar la cena si queremos comer antes de la medianoche.
A pesar de que su pecho está contra mi espalda, sé que está lamiendo su labio.
—Te ayudaré.
—No tienes que hacerlo. —Me muevo hacia adelante pero él me sostiene, mi
corazón golpea en mi garganta, puedo escucharlo en mis oídos.
—Quiero hacerlo.
—Bien. —Trago.
Finalmente me libera y me sigue a la cocina, recojo los ingredientes
necesarios y comienzo a preparar. Nathan se queda a un lado esperando órdenes.
—¿Podrías pasarme la leche? —le pido mientras corto la lámina de pasta en
cuadrados pequeños y empiezo a rellenar cada uno. Mira por encima de mi hombro
mientras sumerjo los cuadraditos sellados en la leche y los coloco en el agua
hirviendo—. ¿Por qué te fuiste anoche?
—Quería darte a ti y a tus amigos un poco de privacidad —responde y me
sorprende su honestidad.
Aunque ahora me siento culpable.
—No me mires así, no me importó. Tenía trabajo qué hacer de todos modos.
—Bueno… gracias. —Lo miro con una sonrisa agradecida y agarro el
recipiente de la ensalada—. ¿Cómo van las cosas con tus padres?
—Mi padre está furioso pero también asustado. Mi madre no me habla y el
negocio está sufriendo porque mi padre se niega a cambiar sus acciones y precios.
228
—Eso no es bueno. —Niego un poco mientras rebano la lechuga con un
cuchillo especial.
—¿Qué vas a hacer?
—En realidad. —Frunce los labios como si estuviera debatiendo si decirme o
no—. Pensaba en abrir uno propio.
Dejo de picar y ladeo mi cabeza.
—¿Tu propio negocio de joyería?
—Sí.
Mi expresión curiosa se convierte lentamente en una sonrisa.
—Nathan, esa es una idea brillante.
Parpadea como si estuviera sorprendido.
—¿Eso crees?
—Lo sé. Lo harás genial, la joyería que me mostraste es fantástica. Mejor que
cualquier cosa que he visto de tu papá. —Es cierto, sus joyas son realmente buenas,
aunque no hablo por todo el mundo. Todos tenemos diferentes gustos. Pero si el
negocio de su padre está fallando entonces tal vez esa es la dirección que debe
seguir. Le digo mis pensamientos y su rostro se estira en una sonrisa que no le he
visto antes. Lo hace ver muy guapo. Demasiado guapo.
—No tienes idea de lo mucho… —Se aclara la garganta y muerde su labio por
un momento—. Eres increíble. Gracias.
—No hice nada. —Me río, disfrutando de su nerviosismo, le da un aspecto más
joven en lugar de la edad que aparenta tener.
—Discúlpame por un momento. —Sale de la cocina y se apresura por las
escaleras como un niño en busca de su juguete favorito.
Sin dejar de sonreír, miro la comida que estoy preparando y continúo con ella.
Este ha sido un muy, muy buen día.

En la cena, Nathan saca una gran carpeta llena de hojas laminadas. Echo un
vistazo mientras voltea cada página, utiliza un marcador para escribir notas sobre
ciertos artículos de joyería y de vez en cuando me pregunta lo que pienso de las que
veo. La mayoría me gustan, un par de ellas no, pero no porque no sean buenas, sino
porque simplemente no son mi estilo. Pero esto es genial porque necesita una gama
diversa.
Afortunadamente, ya habiendo estado en el negocio sabe cómo poner en
marcha este tipo de cosas. No tengo idea así que solo le prometo que lo mantendré
bien alimentado y entretenido durante toda la experiencia. Su sonrisa me dice que
lo aprecia.
Después de la cena lleva la carpeta, además de otras dos, a la sala de estar y
las despliega sobre la mesa y el suelo. Observo mientras baja una especie de atril y 229
comienza a cortar imágenes más pequeñas de sus diseños y colocarlas en grupos en
una sola hoja de papel de tamaño A2.
Su concentración es fascinante. No estoy segura de por qué, pero observarlo
en su elemento, murmurando para sí mismo y corriendo de un lado a otro hace que
sea imposible apartar mis ojos de él.
Finalmente se quita la chaqueta y enrolla las mangas de su camisa.
Mantengo su taza de café llena y bebo leche junto a la chimenea.
—Solo un segundo. —Su voz perturba el silencio, entonces deja la habitación.
Espero, aunque no es como si estuviera haciendo mucho más.
—Aquí. —Y regresa. Maldición, sus pasos son casi silenciosos. No lo escuché
hasta que entró en la habitación—. Levanta tu cabello.
—¿Por qué? —Echo un vistazo al brazo que esconde detrás de su espalda.
—¿Por favor? —Pone su mano libre en mi hombro y le da un apretón
tranquilizador.
Me relajo y levanto mi cabello.
—Cierra los ojos —susurra, y lo hago.
Algo plano y frío toca mi pecho, una fina cadena le sigue mientras sus dedos
se arrastran alrededor de mi cuello y lo abrocha en la parte posterior. Aparta mis
muñecas, permitiéndome liberar mi cabello.
No me atrevo a abrir los ojos. Obviamente lo hago al final y mis manos y ojos
de inmediato van al único pendiente colgando de mi cuello. Mi respiración se
precipita en mis pulmones y se queda allí.
—Nathan…
—Sé que dijiste que no podías aceptarlo antes, pero necesito verlo en alguien.
Quiero que lo tengas. —Se arrodilla delante de mí. ¿Es una cámara lo que tiene en
la mano?—. Te queda. A la perfección, de hecho.
Mierda. ¿Qué digo? Ya me ha dado tanto. Esto es… es hermoso y lo adoro,
pero ¿cómo puedo aceptarlo?
—Me gustaría tomarte una foto. —Sus manos enguantadas descansan sobre
mis rodillas—. Si no te importa.
—Me veo como una loca con el cabello desastroso.
—Tranquila, te ves hermosa. —Se mueve hacia atrás y se sienta en la mesa—.
Es solo para capturar el collar contra tu piel.
¿Nada que ver con mis pechos, entonces?
—Claro. ¿Dónde me quieres?
¿Acaba de retorcerse? No. Me estoy imaginando cosas. Aunque sus mejillas se
ruborizan ligeramente. Probablemente porque subió y bajó las escaleras corriendo. 230
—Está bien. —Pone la cámara frente a su rostro y me mira a través del lente—.
Relájate.
Eso es difícil de hacer cuando de repente estás bajo un foco en el cual nunca
quisiste estar. Agacho la cabeza y meto mi cabello detrás de la oreja, esperando que
termine.
—Quédate así, solo mueve el pulgar y el índice —dice y me ayuda a mover mi
mano en su lugar—. Excelente. —Algunos clics más suenan antes de que finalmente
termine y libero el aire de mis pulmones—. Gracias.
—¿Quieres una galleta?
—¿Hiciste galletas?
Asiento y me levanto.
—Iré a buscarlas.
Tan pronto como entro en la cocina me salpico agua en el rostro, me sirvo un
vaso, tratando de librarme de la sensación cálida en mi estómago, tratando de
deshacerme de sus ojos color chocolate casi dilatándose entre cada toma. Hay algo
terriblemente mal conmigo.
Caleb. Perdóname.
Estoy perdida sin ti, incluida mi mente. Creo que te la llevaste contigo.
¿Podrías regresármela en algún momento, por favor? Si voy a vivir sin ti, la
necesitaré.
—¿Gwen?
—¡Jesús! —chillo y suelto el vaso en el fregadero, no se rompe pero sí salpica
agua sobre mí.
Se ríe y me entrega unos trozos de papel de cocina.
—Estás actuando extraño esta noche.
Mi boca se abre, ¿habla en serio?
—Sí… bueno… —Miro sus ojos chispeantes y postura relajada, y suspiro. No
voy a desanimarlo esta noche. La propuesta puede abordarse otra noche—. Solo
estoy cansada.
—Ha sido una larga noche, ve a la cama. —Ladea la cabeza y me evalúa por un
momento—. ¿Hay algo sobre lo que quieras hablar?
—No, en absoluto. —Soy una mentirosa terrible—. Creo que me iré a dormir.
También deberías hacerlo.
Sonríe, sus labios separándose ligeramente en el medio.
—¿Esa es una invitación? —Jadeo con horror mientras sus manos se levantan
con arrepentimiento—. Bromeo. Solo estoy bromeando.
—Lo sé —miento y alejo a Caleb de mi mente. Su rostro sigue parpadeando
ante mis ojos y tanto como me encanta verlo, él no debería ser testigo de esta
conversación.
231
Me estoy volviendo loca. Es oficial.
—Ve a la cama. —Da un paso al lado, dándome espacio para pasar—. Buenas
noches, Gwen.
—Buenas noches —murmuro en respuesta, me contoneo lo más rápidamente
posible por las escaleras y luego a mi habitación.
Cuando estoy en la cama, toco el collar que descansa sobre mi pecho y admiro
la pequeña joya roja en la parte superior izquierda. Envuelvo mi mano alrededor de
ella. La que tiene mi anillo de compromiso. Uno de los únicos recordatorios que
tengo de que Caleb existió. La banda dorada toca ligeramente la cadena de oro y
mis lágrimas de frustración caen.
Necesito distanciarme de Nathan, tiene que saber que jamás podré ser eso
para él. Sé que piensa que está siendo noble o algo así, pero no tiene que serlo. ¿Por
qué renunciaría a una vida de felicidad para estar con alguien que nunca lo amará
de esa manera?
A partir de mañana se lo dejaré claro. Será tan claro como el agua.
Somos amigos y solamente amigos.
Tal vez debería irme, pero apenas puedo comprender la idea de volver con mi
mamá. No confío en ella, esto suena horrible pero realmente no confío en que
mantenga su palabra y dudo que sea tan feliz con ella como lo soy aquí con Nathan.
Además… creo que él me necesita.
Creo que me necesita casi tanto como lo necesito.

Al día siguiente no tuve la oportunidad de insinuarle a Nathan nuestra


situación actual cuando se fue inmediatamente después del desayuno. Parecía
exhausto pero decidido, así que le preparé el almuerzo, ajusté su corbata y lo envié
por su camino. Entonces me di una patada mental por no mantener la distancia.
Cuando llegó a casa tuvo una cena rápida, casi durmiéndose en la mesa. Lo
mandé a la cama de inmediato, un poco preocupada por él.

Es la noche siguiente y es la hora de la cena, él sigue allá arriba. No ha dejado


su habitación ni una vez. Quiero subir para ver si está bien, pero no me atrevo a
invadir su espacio.
Me ha evitado anteriormente pero siempre ha bajado en algún momento para
comer algo. Además ahora mismo no tiene ningún motivo para evitarme. 232
Tal vez solo está cansado. O tal vez tiene compañía.
No estoy segura de por qué, pero esto último me molesta un poco.

Pasa otra hora y ahora estoy realmente preocupada. He revisado la nevera y


no falta nada, su desayuno estaba intacto, al igual que su almuerzo y su cena.
Decisión tomada.
Voy a subir.
¿Por qué estoy tan asustada? Es como ese punto en una película de terror
cuando están frente al ático, sabiendo que tienen que subir hasta allí, pero sin
realmente querer hacerlo. Si esa fuera yo, probablemente me cagaría un poco.
Me paro junto a la puerta al final del largo pasillo que conduce al espacio de
Nathan. Me tiembla la mano mientras sujeto la manija, mi cuerpo tensándose
como si estuviera listo para que una alarma comience a sonar. Se abre sin
problemas o dramatismo.
Uf. No hay ninjas entonces.
—¿Nathan? —llamo y enciendo la luz, mostrando una escalera empinada y
estrecha, alfombrada de un suave azul intenso. Las paredes combinan—. ¿Nathan?
—grito más fuerte y con una mano en la barandilla subo—. ¿Hola?
Nada.
Mierda.
Cuando llego a la parte superior veo tres puertas, una de ellas está abierta
mostrando el interior de un armario, lleno de cajas viejas. Estoy suponiendo que
son archivos así que me alejo y juego de tin marin entre las otros dos.
—¿Nathan? —Toco la puerta número uno y luego la puerta número dos.
Ninguna respuesta. Maldición.
La puerta número uno se abre sin hacer ruido, la empujo solo quince
centímetros más o menos y me asomo en el cuarto, es oscuro y grande pero puedo
distinguir una enorme cama con dosel. También hay un gran bulto en el medio.
Abro la puerta un poco más y casi vomito por el olor del cloro. Nunca te
acostumbras a ello, no importa que te digan que lo haces, están mintiendo.
Vaya, está extrañamente ordenado aquí dentro.
—¿Nathan? —digo, mirando la inmóvil silueta corporal en la cama oculta bajo
las mantas azul oscuro. Mi corazón comienza a acelerarse. Esto no está sucediendo
de nuevo.
Caleb era la excepción. Nadie sería tan desafortunado.
¿Pero y si es hereditario?
Mi nariz comienza a sentir un hormigueo mientras lágrimas inundan mis
ojos, sentimientos muy frescos regresan a mi memoria. Casi no voy hacia Nathan,
pero no puedo dejarlo. 233
Silenciosamente camino hacia él, olfateando el aire buscando cualquier signo
de ese olor dulzón que pareció asfixiarme cuando me desperté junto a Caleb. El
cloro es demasiado penetrante, no hay espacio para otro olor.
—¿Nathan? —Casi sollozo, pero lo contengo y tomo con una mano temblorosa
la parte superior de la manta.
Imaginándome gimiendo de nuevo, todo lo que puedo ver es una forma sin
vida. Estoy tan asustada. No quiero hacer esto.
—¡Nathan!
Envuelvo mis dedos alrededor del borde de la manta y como una vendita, la
arranco de su cabeza y hombros desnudos.
Oh, gracias a Dios. Nunca he sentido tanto alivio antes.
Está acostado boca abajo, el costado de su rostro aplastado contra el colchón,
sus labios parcialmente abiertos pero relucientes con la reciente humedad de su
lengua y temblando con cada respiración. Una de sus manos agarra el colchón por
encima de sus mechones despeinados que parecen no tener una dirección clara en
mente.
—Nathan —repito y pongo mi mano suavemente en la parte posterior de su
hombro. Deja escapar un gemido y se acomoda aún más sobre la cama, inhalando
una aspiración no muy agradable a través de su nariz. Mi mano temblando
nuevamente por su piel caliente y húmeda, mi cuerpo hace lo mismo.
La última vez que esto sucedió... no, no puedo volver allí. Solo necesito...
mierda.
—¿Nathan? —Bajo un poco más la manta sobre su espalda y me siento en el
borde de la cama.
Abre el único ojo disponible y trata de levantar su cabeza.
—¿Gwen?
—He estado preocupada, estás ardiendo —digo esto en voz baja y con cautela,
esperando que no se enoje por el hecho de que esté aquí—. ¿Qué está mal?
Tose, suena como si su pecho tronara.
—Gripe.
—¿Lo juras? —Quito el cabello de su frente sudorosa—. Júralo.
Rueda sobre un costado, gimiendo lastimosamente.
—Te lo juro.
—Está bien, voy a buscar la medicina.
—Está bien —murmura y cierra sus ojos una vez más.
No pierdo tiempo, llego a la cocina tan rápido como mis piernas me lo
permiten y empiezo a hurgar en la caja de las medicinas. Encuentro los analgésicos
y aerosoles nasales habituales y los llevo junto con una botella de agua tibia. Mis
manos tiemblan todo el tiempo que estoy corriendo.
Sinceramente... estoy aterrada. 234
¿Quién puede culparme?
Todavía está en la misma posición cuando regreso al piso de arriba,
acurrucado de lado, moqueando a través de su nariz tapada.
—Oye —digo en voz baja y enciendo la lámpara junto a su cama. Gime en voz
alta y entierra su cabeza bajo el edredón—. Bebé.
—¿Qué quieres?
—Tengo tu medicina, agua y algunas de esas raras galletas que te gustan.
—No tengo hambre —refunfuña, sonando infantil y de hecho algo lindo.
—No puedes tomar analgésicos con el estómago vacío —digo con firmeza,
haciéndole saber que no hay lugar a discusión. No estoy tomando ningún riesgo—.
Por favor.
—Uf —dice y se sienta lentamente. Esponjo las almohadas detrás de él y le
entrego un paquete de pañuelos.
—No deberías estar cerca de mí, te enfermarás —dice, con los ojos pesados y
caídos. Ojeras debajo de ellos que lo hace lucir tan enfermo como probablemente se
siente—. El bebé.
Niego.
—Me puse una vacuna contra la gripe hace unas semanas. Se la dan a las
embarazadas como si fueran caramelos. —Le entrego el paquete de galletas y
mantengo una servilleta debajo de su barbilla mientras come para recoger las
migajas.
—No quiero comer más —dice después de comer solo dos bocados—. Me duele
la garganta.
—Deja de ser tan niño. —Sonrío suavemente y llevo las galletas de nuevo a la
bandeja—. Toma. —Dejo caer dos píldoras en su mano, casi suspirando cuando veo
los guantes. Ni siquiera se los quita para dormir. Eso es raro.
Después de que se las traga, se acuesta y trata de tirar de la manta sobre su
cabeza.
—Vuelve a la planta baja.
—Una cosa más. —Agito el largo y delgado termómetro digital con una
sonrisa.
Palidece.
—De ninguna jodida manera.
Resoplo.
—Relájate, va debajo del brazo
—Ese es el termómetro del bebé.
—Estoy segura de que no le importará. —Voy a tocarle el brazo, retrocede
alejándose. Cierto, el asunto de la mano. Pero no se inmutó cuando le quité el
235
cabello de la frente. Qué extraño. De alguna manera logro ponerlo en el pliegue
donde se presiona el brazo contra su pecho. Después de unos momentos suena con
frecuencia.
Cuarenta y uno.... ¡CUARENTA Y UNO!
—¿A dónde vas? —pregunta Nathan mientras agarro la bandeja y salgo
corriendo de la habitación.
Tengo que bajarle la fiebre. Esto es demasiado familiar, demasiado cercano a
casa.

—¿Y ahora qué? —suspira Nathan, su R sonando más como una D—. ¿No
puedes simplemente dejarme en paz?
—¿Estás desnudo? —pregunto y bajo la manta por su espalda.
—¿Por qué? ¿Quieres que lo esté? —Intenta sonreír, pero parece más una
mueca.
—Cállate. —Pongo dos toallas gruesas y limpias en la cama junto a él, me mira
a través de una rendija entre sus párpados. No parece impresionado, solo irritado.
Realmente no me importa—. Acuéstate aquí, boca arriba.
—¿Por qué?
—Ahora, te moveré y luces pesado. No es una buena idea para mí.
Arrastra lentamente sus extremidades sobre la toalla, me alegra ver que está
haciendo lo que le dicen. Sostiene mi mirada mientras agarro un trapo húmedo
doblado y lo coloco en su frente, con cuidado de no tocar su piel con mis manos.
—¿Cómo te sientes?
—Peor de lo que luzco. —Se encoge mientras pongo otro trapo húmedo sobre
su cuello—. ¿Por qué haces esto?
—No te ves tan mal. —Ignoro su pregunta y me quedo mirando su piel
mientras se tensa al instante, pequeños escalofríos se forman a lo largo de la
superficie.
—¿Ya has terminado?
Mi cabeza oscila de un lado al otro. No. Nunca terminaré. No hasta que su
fiebre haya bajado y esté convencida de que su corazón va a seguir latiendo.
—Duérmete.
—Vete de mi cuarto y lo haré.
La ignorancia es felicidad. Bueno... lo es en este punto.
—Te dije que te fueras.
—No.
Frunce el ceño, lo que lo hace desaparecer bajo el trapo. 236
—¿No? Esta es mi habitación.
—Duérmete, Nathan —susurro y le quito los trapitos después de diez minutos.
Rueda fuera de las toallas y sube la manta cubriendo su cabeza, todo mi
cuerpo está temblando.
Mi instinto me está gritando. Tal vez debería llevarlo al hospital. Por si acaso.
—Estás mirándome fijamente. —Se encuentra acostado boca abajo—. Es una
distracción.
Ruedo mis ojos.
—Estás mal, simplemente cierra los ojos. —O no, tal vez pueda mantenerlo
despierto. Sin embargo eso sería egoísta.
—Deja de mirarme.
Me estoy asegurando de que todavía estás respirando.
—Está bien, lo siento —murmuro y esponjo las almohadas donde momentos
antes estaban las toallas. Me recuesto contra ellas, encogiéndome ante el calor
proveniente de él. Está enfermo. Eso es seguro—. ¿Tal vez debería llamar a un
médico?
No responde. ¿Por qué no está respondiendo?
Bien, puedo oír su respiración. Está durmiendo eso es todo.
Mi mente retorcida se alivia cuando empieza a titiritar después de más o
menos veinte minutos. Es una señal de que está bien.
Enfermo como un perro, pero aún con vida. Eso está bien.
Debería irme, ¿por qué estoy sentada aquí? No me atrevo a irme.
Solo otra media hora, estoy exagerando, estará bien.
Su respiración entrecortada se vuelve lenta y constante después de cuarenta
minutos. Me relajo minuciosamente hasta que lo oigo tomar una respiración
temblorosa. ¿Qué está mal conmigo? ¡Él está bien!
Pero en caso de que no lo esté, debería comprobar su pulso.
Mis dos dedos casi chisporrotean contra su piel, así de caliente está. La
sensación de su arteria bombeando contra mis dedos hace muy poco para calmar
mi agitación interna.
Debería llamar a un médico.
Lo haré por la mañana.
Pero, ¿y si no está aquí en la mañana? Me arrepentiré por el resto de mi vida.
Me quedo mirando su rostro pacífico en la oscuridad y muevo suavemente el
cabello de su frente. Su cabello es increíblemente suave. No como el de Caleb, el
suyo era genial, pero se asemejaba a la sensación de la seda anudada. Con el de
Nathan mis dedos se deslizan directamente. Usa acondicionador.
Muevo mi mano hasta su pecho y saboreo la sensación de los latidos de su
corazón. Quiero oírlo. ¿Eso es raro?
237
Probablemente.
Está demasiado inconsciente para importarle.
Arrastrándome por de la cama, muevo mi cabello a mi hombro opuesto y
coloco mi mejilla en su pecho.
Su pecho es sólido pero suave, con solo una ligera capa de vello. Es un pecho
agradable. No se mueve y su respiración se mantiene estable por lo que sé que no lo
he molestado.
Pum, pum, pum, pum.
Dejando escapar un suave suspiro de dolor y alivio, recojo mis piernas y apoyo
mi brazo sobre su abdomen, mi mano formando un puño cerca de mi boca.
No quiero moverme de este lugar. Lo haré en un segundo.
Solo un minuto o dos.
Capítulo 19
Tan cálido. Demasiado cálido.
¿Por qué está mi espalda húmeda?
Un aliento caliente me hace cosquillas en el cuello mientras parpadeo el sueño
de mis ojos y exploro mi entorno. Esta no es mi habitación.
Un brazo se estrecha alrededor de mi cintura y un gemido masculino suave
acompaña el movimiento. El aire entra de mis pulmones cuando me doy cuenta de
dónde estoy y lo que estoy haciendo. Estoy en cuchara con Nathan.
Estoy en cuchara con Nathan que está ardiendo y cubierto de una fina capa de
sudor. ¿Por qué esto no me da asco? Tal vez porque me siento aliviada de ver que
está vivo.
—¿Nathan? —le digo y trato de rodar sobre mi espalda pero su brazo me
sostiene con más fuerza, siento su nariz contra mi cuello y la frente contra mi oreja.
Sus piernas entrelazadas entre las mías, su muslo deslizándose tan alto que puedo
sentir el calor contra un lugar que no debería—. ¿Nathan?
238
—Umm —tararea contra mi cuello, enviando un temblor a través de todo mi
cuerpo.
—¿Estás bien?
Su única respuesta es recorrer su nariz arriba y abajo por mi nuca. Dedos se
envuelven alrededor de mis costillas, dejando rastros sobre el bulto de mi estómago
antes de dirigirse directamente debajo de él. Rayos. Su mano está demasiado cerca
de mi... oh Dios. No lo hizo...
—Gwen —murmura, y lo siento apretarse contra mi culo. Mi boca se abre,
estoy congelada en el acto. ¿Qué está sucediendo? Bueno, lo que está sucediendo
ahora es evidente; se presionó contra mi culo.
—Oh, Dios mío. —No hago ruido cuando en realidad debería estar corriendo y
gritando.
Lo siento tenso detrás de mí y aprieto mis ojos. Me toma todo para relajar mi
respiración y mi rostro.
—¿Gwen? —Estoy sorprendida cuando no mueve al instante su palpitante
longitud dotada de mi trasero. En su lugar, mueve el brazo de nuevo a su lugar
original por encima de mi estómago y se desploma de nuevo en la almohada con un
gemido—. Sé que estás despierta.
Oh, mierda. Todavía finjo dormir.
—Debería alejarme, pero... —Se acurruca más cerca. Rayos—. Tu calidez es
reconfortante. —Y tu calidez es desorientadora y quema.
Se levanta de nuevo y se inclina sobre mí, presionándome más
profundamente en el colchón. Su ingle todavía no ha salido de mi culo, presiona
más mientras alcanza la botella de agua en la mesita de noche.
Jadeo cuando se acerca una vez, luego dos veces y rápidamente me alejo, solo
para encontrar una sonrisa de niño que nunca he visto en su cara antes.
—¿Qué pasa, Gwen?
—Eres un cerdo —comento y pateo la manta de encima.
—¿No hay beso matutino? —Golpea ligeramente su barbilla con el dedo.
Mi boca cae abierta.
—Es evidente que aún deliras. Toma tu medicina. —Le lanzo las cajas y recojo
las toallas húmedas y secas que doblé y coloqué en el suelo anoche.
—Solo estoy jugando. —Comienza a toser y cae de nuevo en la cama.
—¿Dónde guardas las sábanas de esta habitación?
—Allí. —Señala la puerta detrás de mí, con los ojos entrecerrados—. ¿Por qué?
—Así puedo cambiar éstas y lavarlas, están húmedas y sumergidas en tu
propia enfermedad y no te ayudarán a mejorar.
—Gracias. —Se voltea y tira la manta sobre su cabeza.
—¿No vas a tomar un baño caliente o algo así? —Muevo mi pie 239
impacientemente y coloco las toallas en la puerta.
—No.
—¿Por qué?
—No ha ido a dormir todavía —murmura por lo que casi no lo oigo.
Mis labios se aprietan, pero no es suficiente, una risa brota de mi pecho y se
derrama. Retiro la manta de su cuerpo, revelando su bóxer negro ajustado que se
ajusta a su cuerpo tan bien.
—Hace frío.
Sin hacerle caso, saco las sábanas. Él se queja y se sienta a un lado de la cama.
—Voy a tomar una ducha. —Con piernas temblorosas se levanta, de espaldas a
mí. Aprovecho este momento para despojar la sábana de la cama, en lugar de mirar
a su espalda.
Basta, Gwen. ¡Para!
Luego se voltea.
—Santo... —Me tapo los ojos y me volteo, ignoro su risa mientras camina
hacia la puerta que ahora sé que es el baño.
—Te lo advertí.
Me asomo entre mis ojos cuando escucho la puerta, él todavía está allí. Bóxer
y todo. Cristo, es grande... quiero decir... ¡ve a otro lado, demonios!
—Fuera —chillo y me volteo.
No puedo verlo, pero sé que está ahí, con una sonrisa de suficiencia sin duda
en su rostro. Idiota. ¿A qué está jugando?
Rehago rápidamente su cama y agarro las toallas y las sábanas antes de salir
de su habitación.
Tan pronto como las tengo en la lavadora, preparo sopa. Lo necesita y me
gusta la sopa, así que todo está bien. A pesar de que probablemente va a tomar un
tiempo. Estoy segura de que va a estar bien para la próxima hora o así.
¿Debería ver cómo está? ¿Y si se cayó en la ducha?
No. Lo dejaré descansar antes de molestarlo de nuevo.
El pollo hierve a fuego lento en la olla con agua, casi listo para comer,
mientras se calienta el pan y se eleva en el horno, llenando la casa con un delicioso
aroma que hace la boca agua. Jeanine llegó poco después de que empecé a cocinar,
no me di cuenta lo temprano que era. Ella se hizo cargo de la sopa por un momento
mientras tomaba una ducha y me vestía. No hay necesidad de caminar en pijama
todo el día, oliendo al sudor de Nathan.
No es que su sudor apeste ni nada, solo que... bueno... es Nathan.
Sirvo la sopa en dos tazones mientras el pan se enfría y coloco ambos en una
bandeja con dos vasos de agua y una botella de medicina para la tos para el hombre 240
de arriba. Jeanine limpia alrededor mientras corto el pan y coloco las rodajas en la
bandeja. También agarro un mantel y voy por mi camino feliz.
Mi mejillas se calientan tan pronto entro en la habitación, está medio
dormido de frente, con aspecto pálido y débil.
—¿Nathan? —le susurro en el silencio y coloco la bandeja en la mesita junto a
él.
—¿Sí? —Se sienta y mira la bandeja de plata—. ¿Sopa? ¿Qué soy, un niño?
—Todavía estoy debatiendo eso —murmuro y acomodo las almohadas detrás
de su espalda, a lo cual frunce el ceño.
—Puedo hacer eso solo.
Suspiro.
—No deberías estar haciendo mucho de nada.
—Lo que haría si me dejaras en paz.
Touché.
—Está bien gruñón, simplemente come y te dejaré en paz.
Abro el mantel y lo extiendo a lo largo de la sábana, Nathan lo estira con las
manos.
Sentándome a su lado, me acerco y tomo con cuidado la bandeja antes de
colocarlo en su regazo. Tomo mi propio plato e inmediatamente sumerjo una
esquina del pan.
Nathan hace una mueca mientras se traga el primer bocado.
—Me gustaría poder probarlo.
—Es fabuloso —me jacto con una sonrisa—. Y lleno de proteínas y vitaminas.
—¿Queda algo?
—Sí, un montón.
Asiente.
—Enfríalo un poco, así puedo probarlo cuando mi lengua no esté tan gruesa
como un pie y tan seca como la arena.
—Claro. —Realmente tiene buen sabor—. ¿Hay algo que tengas que hacer
mientras estás fuera de servicio?
Piensa en ello por un momento, tragando la comida en su boca haciendo su
camino por su cuello largo; causando que mis ojos hagan un acercamiento a la
zona. Mi boca apenas se seca.
—No, pero gracias por ofrecerte, Guinevere.
—Lo siento por haber entrado a tu habitación sin tu permiso —digo
abruptamente, maldiciendo a mi conciencia—. Me preocupé demasiado cuando no
te vi en todo el día.
241
Niega y mueve su mano, antes de deslizar la bandeja sobre mi regazo.
—Gracias por la comida, estoy lleno.
—Está bien. —Bajo la mirada a su plato casi lleno y frunzo el ceño. Nathan se
puede comer un caballo cuando tiene hambre. Él va a bajar de peso si pasa otro día
como este. Ya está delgado y obviamente tonificado, pero, más de eso y serás capaz
de ver sus costillas—. Tomaré todas estas cosas, y te dejaré descansar.
Asiente, sus ojos mirándome mientras recojo el mantel, cuidando de
mantener las migajas en el interior, y recogiendo la bandeja. Apago la luz con el
codo y uso mi vientre para equilibrar la bandeja con una mano mientras cierro la
puerta.
Ahora, ¿qué puedo hacer?
No quiero salir de la casa por si acaso. Oh, mierda, debería haberme
asegurado que tenía su teléfono y que estaba completamente cargado. Dudo que
sea capaz de escucharlo gritar desde allí. Aunque probablemente oiría algo si
estuviera en mi habitación.
Eso es lo que haré. Voy a hacer otro rompecabezas en el piso de mi habitación,
hay unos pocos en el armario en la habitación contigua. Agarro uno al azar y voy de
nuevo a mi habitación. Coloco las piezas en el suelo después de sentarme sobre una
almohada.
Esto va a ser aburrido mientras llega la hora de cenar.
—¿Más sopa? —Nathan suena horrible. Nos situamos en la cama como lo
hicimos en el almuerzo—. ¿Vegetales?
—Puerro y patata.
Comemos en silencio amable por un tiempo, estoy contenta cuando termina la
última con su pan. Quito el paño de la bandeja y dejo la habitación en silencio.
Nathan me manda un mensaje para que suba, no mucho tiempo después de
que me retiro a mi habitación y me preparo para la cama. No me atrevo a correr
hacia él como una leona a su cachorro. Probablemente una comparación extraña.
—¿Qué pasa? —Estoy sin aliento, solo un poco, y el bebé no aprecia los
empujones. Si sus insistentes patadas a mis órganos internos son cualquier cosa
cercana, diría que está bastante molesto por haber sido molestado.
Veo la mano en la oscuridad, cubierta de cuero negro y golpea la cama junto a
él donde la manta se aparta, casi doblada.
Mi mente me dice que no me siente, así que no lo hago, bajo la vista
solamente unos centímetros de la cama.
—¿Qué?
—Siéntate —murmura, con los ojos cerrados.
—¿Por qué?
242
Sus ojos se abren, el marrón claro casi brillando en la oscuridad.
—Siéntate.
—Bien. —Me siento. No me siento cómoda porque por alguna razón me siento
demasiado cómoda. Una parte de mí está apretando por dentro, susurrando cosas a
mi cerebro. Me dice que lo llene con una herramienta prohibida.
Soy una puta.
Su brazo se engancha alrededor de mi cintura, obligándome a apoyarme en la
almohada. Mi cuerpo se tensa.
—¿Qué estás haciendo, Nathan?
—Usándote como mi radiador —miente y sé que está mintiendo, porque no
está haciendo ningún intento por ocultar el hecho de que está duro.
—No deberíamos estar haciendo esto. —Está mal, muy mal.
—Lo sé. —Sin embargo, no suena como si se preocupara—. Me gusta tenerte
conmigo de esta manera.
—Nathan... —advierto.
Continúa, ignorando mi tono.
—Solo cuando estoy enfermo. Solo esta noche. No voy a tener el coraje de
preguntarte de nuevo.
—Esto es una mala idea —suspiro, pero me encuentro relajada en él—. Pero es
bueno también.
—Sí. —Me acaricia la nuca, haciendo que me tense—. Relájate.
—Tu cosa está entre mis piernas, Nathan. —Trato de fruncir el ceño, pero no
viene, sobre todo cuando siento la contracción. Un ataque de risa nerviosa viene
desde dentro. El cuerpo de Nathan empieza a temblar con el mío, su risa es
silenciosa—. Basta, no es gracioso.
—Me duele la cabeza —gime y parece enterrar su rostro en mi cabello.
—¿Has tomado algún analgésico?
—Sí, mamá.
Me estremezco.
—Llamándome así, justo en este momento, hace que esto sea aún más
sórdido.
—Sí, señora.
—Ve a dormir, Nathan —resoplo y meto mi mano bajo la almohada por mi
cabeza y dejo escapar un largo suspiro—. ¿Nathan? —lo llamo en voz baja en la
oscuridad, mi cabeza nada con los pensamientos.
No responde, el único sonido que se escucha es su suave respiración.
Una línea se ha cruzado. Una línea que nunca debería haberse cruzado.
243

Me siento en mi tocador recién duchada y preparada para el día, sujeto


firmemente el rímel entre mis dedos mientras lo paso a lo largo de mis largas
pestañas. Ojos verdes me miran desde el espejo.
Ojos con problemas y con un millón de secretos y emociones ocultándose
detrás del iris claro.
Pongo el rímel sobre el escritorio y muerdo mi labio mientras ordeno mis
pensamientos.
Esta mañana me escabullí de la cama antes de que Nathan se despertara,
ahora son solo las 7:15 y dudo que vaya a levantarse pronto. Siento la necesidad de
huir antes de que despierte. Por lo menos tengo un plan sobre cómo manejar esta
situación. Aunque no es una muy buena idea.
Mis esperanzas se desvanecen cuando la puerta de mi habitación se abre y él
entra, mirando al recién duchado y listo para el día.
—Tenemos que hablar.
—Sí. —Estoy de acuerdo porque realmente necesitamos hablar. A pesar de que
no quiero abordar todo lo que ha sucedido entre nosotros últimamente.
Sus largas piernas lo acercan en tres pasos rápidos, su mano alcanza el cajón
del escritorio. Lo veo sacar el sobre que ha sido la causa de mis pesadillas en los
últimos tiempos.
—No lo has traído a colación, pero puedo ver que lo has leído.
Mis ojos se encuentran con los suyos en el espejo, mi boca cae abierta. No
tengo palabras para explicar por qué no he dicho nada. Aparte del hecho de que
simplemente no quiero. Eso y que ha estado mal.
—Solo puedo asumir que esto significa que ¿estás pensando en ello? —Su
frase es una pregunta, me doy cuenta de sus nervios. Nathan está nervioso. Deja
escapar una risa—. O por el aspecto de tus ojos aterrados y manos temblorosas me
gustaría decir que ya tienes una respuesta. Y supongo que no es la respuesta que
quiero oír.
Mi boca se cierra, se abre y se cierra de nuevo. Dejo escapar un suspiro y dejo
caer mi cabeza hacia adelante, mi cabello sigue, creando una cortina entre la
habitación y yo.
—¿Ni siquiera lo has considerado? —Mis ojos están una vez más atraídos por
él cuando oigo la tristeza en su tono.
¿Honestamente?
—No puedo.
Se pone de pie en silencio, su mirada firme.
—Muy bien. 244
—Nathan. —Extiendo la mano, girando en el banco para poder agarrar su
muñeca—. No eres tú.
—No —gruñe y libera su muñeca—. Es Caleb.
¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Amo a Caleb. Soy su prometida, Nathan. —Lo sigo fuera de mi habitación y
prácticamente lo persigo por las escaleras y por la sala de estar. Se detiene frente a
la ventana, las manos agarrando el marco mientras mira fijamente a través del
cristal la lluvia salpicando.
—Es hora de que sigas adelante, Guinevere. —No me atrevo a abrir la boca por
miedo a llorar o atacarlo verbalmente —. Lamento que se haya ido, realmente lo
siento, pero tienes que dejarlo ir.
—No quiero hablar de esto —le digo al suelo, deseando poder acurrucar mis
piernas en mi pecho. Estúpida grasa del vientre.
—Hay que hablar de ello tarde o temprano.
Niego lentamente, cerrando los ojos por un momento.
—Sí, y cuando lo haga, no va a ser contigo.
—¿Qué se supone que significa eso? —Suena genuinamente ofendido—. Él era
mi hermano, si debes hablar con alguien, ese alguien debería ser yo.
—No tienes tacto. —Lo miro a los ojos—. No tienes tacto ni compasión. Soy su
prometida, esta es mi decisión. Cuando esté lista para dejarlo ir, lo dejaré ir.
—Ahí está el problema —¿Por qué está hablándome así?—. Has dicho, soy su
prometida. Eras su prometida. Pasado.
—Cristo, eres un idiota —gruño y al instante me doy cuenta de mi error.
Se aleja de la ventana y en un segundo está frente a mí. Me escabullo de su
severa mirada y escapo de él. Yendo hacia la sala, ni siquiera paso a través del arco
cuando un brazo se envuelve alrededor de mi cintura justo encima de mi estómago.
No duele y no es peligroso, pero es lo suficientemente fuerte como para detenerme
en seco.
Siento el cuero de la mano enguantada que remueve el cabello de mi hombro.
Su pecho se aprieta contra mi espalda y sus labios tocan ligeramente el lóbulo de mi
oreja.
—Que esta sea la última advertencia —susurra peligrosamente en mi oreja—.
Si me desobedeces otra vez, te pondré sobre mis rodillas, embarazada o no.
—Eso ni siquiera es posible, ¿has visto el tamaño de mi vientre?
Lo siento tensarse.
—No soy una niña, si me pegas te reportaré.
Se tensa aún más.
Mi cuerpo está temblando, no puedo detenerlo. Nunca he estado tan asustada
en mi vida. 245
Siento temblar su pecho y por un momento creo que está llorando. Estoy
equivocada, está riendo. ¿Qué demonios le pasa a este tipo?
—Si tú lo dices, Gwen.
—Esto no es divertido.
Deja de reírse y su sacudida de cuerpo.
—No, no es divertido, tienes razón.
—Tenemos que pasar esto y teníamos que hacerlo ayer. —Apartándome,
camino unos pasos antes de voltearme, mi cuerpo tenso, preparado para el
argumento que sin duda vamos a tener—. No sé lo que está pasando por tu mente y
no sé cómo has racionalizado esto, pero no tiene sentido.
—Tiene mucho sentido —responde, su tono alto y un poco petulante.
De acuerdo, vamos a tratar esto de otra manera.
—Eres su hermano. Este es el vigésimo primer siglo. Cosas como ésta no
suceden por más tiempo y si lo hacen, están mal vistas.
—¿Realmente te importa lo que piensa la gente?
Frunzo el ceño, mi molestia se convierte en ira.
—Me importa lo que piense Caleb.
—Caleb está muerto. —¿Por qué tiene que ser tan frío?—. No me mires así, es
la verdad.
—Y un día voy a estar muerta y tendré que ir allí y tratar el dolor que se siente
al saber que después de que su vida terminó tan rápido, unos meses más tarde yo
estaba compartiendo una cama con su hermano.
Él rueda los ojos.
—Estás idealizando la realidad. Se ha ido, estoy aquí. Es así de simple.
—Estás empañando la memoria de tu hermano incluso sugiriendo que me
case contigo —le grito, mis manos en puños a mis costados. Mi rostro se siente
caliente—. No lo haré.
Sus ojos se oscurecen.
—¿Y por qué no? ¿Por mi hermano?
—¡Porque no pienso en ti de esa manera!
Se ríe cruelmente.
—Te creería si tus ojos no parpadearan por todo el lugar, Guinevere. No
mientes muy bien. Eres demasiado honesta para mentir.
Un gruñido se me escapa.
—¡Eres increíble! E ingenuo.
—Soy realista, una mujer atractiva y un hombre atractivo pasan su tiempo
solos en casa, compartiendo comida y conversación. No tengo amigas. Tengo 246
compañías femeninas —Da un paso, sus ojos clavados en los míos—. Y tengo chicas
a las que jodo.
—Oh, ¿se te permite jurar? Ya he terminado con esta conversación. —Trato de
caminar alrededor de él pero domina mi espacio, sube los brazos y me atrapa.
Siento los duros músculos de su estómago contra mi vientre—. Cristo, realmente
me pones loca. En serio, estoy lista para... para... ah. —Mis manos se aprietan
contra su pecho, pero él no se mueve—. Voy a vivir con mi madre otra vez.
Su sonrisa se vuelve engreída.
—No, no lo harás.
—Sí lo haré.
Se inclina tan cerca que puedo oler la limpieza de su piel. Jabón y Nathan.
—No lo harás.
—Por favor, muévete. —Miro por encima de su hombro, negándome a hacer
contacto visual—. No sé por qué me estás haciendo esto, pero no es justo. No te he
hecho nada —Ahora lo miro a los ojos, en un intento por hacer que me entienda—.
Solo quiero que seamos amigos, pero ahora no quiero ni eso.
—Dejaré las cosas en amistad por ahora, pero las cosas van a cambiar —Mi
labio se desvanece detrás de mis dientes y sus ojos se oscurecen con calor y miran
esa área—. Tal vez debería besarte ahora. Los dos sabemos que no te vas a resistir.
Quiero discutir esto, pero no puedo. Soy como un conejo alumbrado por los
faros.
—Pero no lo haré. No te voy a besar hasta que estés lista. —Mete mi cabello
detrás de mi oreja y con el pulgar toca mi mejilla—. Pero no nos engañemos, no
quiero ser tu amigo, Gwen. Sabes eso ahora, ya sabes mis intenciones. Un día voy a
besarte y un día serás mía —Su sonrisa se suaviza—. Hasta entonces seguiré el
juego.
—Te odio en este momento —susurro, cansada de este juego y esta
conversación.
—El odio es una emoción con la que puedo vivir. —Sonríe maliciosamente, sus
brazos ahora a sus costados—.Hay una línea muy fina entre el amor y el odio, y lo
opuesto al amor es la indiferencia. Así que... —Sus labios suaves tocan mi frente por
un momento interminable—. Todavía me puedes amar y odiar al mismo tiempo.
—Ingenuo. —Mis piernas finalmente hacen su trabajo y me llevan por delante
de él—. Me voy.
—No lo harás —Ah. Él me está cabreando ahora—. Si lo intentas, te voy
arrastrar de vuelta pataleando y gritando si tengo que hacerlo.
—Necesitas ayuda. Ayuda mental.
Su sonrisa satisfecha aparece.
—Tal vez.
Dejo la habitación y entrelazo mis brazos a través de mi vientre, no me impide 247
temblar pero me ayuda a sentir un poco más segura.

Estoy a punto de apoderarme de las llaves de su lugar habitual cuando los


recuerdos de la última vez que hice esto parecen estrellarse en mi cerebro como
furiosas olas interminables contra un acantilado. No hay manera de que vaya por
eso otra vez.
Mientras medito sobre lo que voy a hacer, con cero respuestas, llaman a la
puerta.
Quizás Jeanine olvidó traer las llaves.
Antes de tener la oportunidad de abrir más de un centímetro, es empujada
con una fuerza que la envía volando hacia la pared. Si no hubiera un taco para
detener la puerta en la base, ésta habría dejado un agujero desagradable en el yeso.
—¡NATHAN! —grito cuando su padre pasa como tormenta por delante de mí
y sube las escaleras—. ¡NATHAN!
Su padre no está interesado en mí, me ignora por completo. ¿Debería llamar
a la policía? No sé qué hacer.
El señor Weston llega a la cima de la escalera, pero Nathan se queda allí.
—Absoluto imbécil.
Las palabras de su padre me sorprenden, Nathan no parece afectado.
—Vete.
—Completo imbécil, ¿no es ya suficiente con que me estés demandando, sino
que ahora tratas de llevar mi negocio también?
El cuerpo de Nathan se tensa.
—Te aseguro que no estoy tocando el negocio familiar. Estoy empezando mi
propio negocio.
—¡La misma maldita cosa! —El rostro de su padre se pone púrpura de rabia y
saliva sale volando de su boca.
Nathan se mantiene firme, me gustaría que se alejaran de las escaleras, me
está poniendo nerviosa. Todo lo que puedo imaginar es a uno de ellos cayendo.
—Nathan —digo en voz baja, sus ojos no me ven.
—Estás borracho —afirma, refiriéndose a su padre.
—Los Peterson han sido una parte de mi compañía durante años... así que
imagina mi sorpresa cuando me dijeron que daban por concluido nuestro contrato.
Nathan se encoge de hombros.
—Vinieron a mí después de que hablé con Harrison. —No tengo ni idea de
quiénes son esas personas—. Me está vendiendo una de sus tiendas más pequeñas.
Bueno, eso es genial.
—No va a funcionar. —Su padre se balancea ligeramente a medida que levanta 248
el brazo para señalar a Nathan—. Tus joyas son de aficionado.
—Mejor que lo pasado de moda —murmuro y el borracho enojado se burla de
mí.
—Nadie respeta la opinión de una prostituta —me gruñe el señor Weston, su
tono lleno de malicia y odio.
Totalmente inmerecido.
El cuerpo de Nathan se tensa, siento el espacio que nos rodea llenarse con su
ira, su furia. Es tan potente que casi puedo verla. Realmente no me gustaría ser su
padre en este momento; que esta ajeno y mirándome.
—Ella todavía está aquí. —Sus ojos están sobre mí, pero sus palabras se
dirigen a Nathan—. Teníamos un acuerdo.
—Y cuando recibiste los papeles de mi abogado; debería haberte dicho que no
tenía interés en hacer un trato contigo. No tengo ningún interés en ti en absoluto
en realidad.
¡Vamos, Nathan!
Su padre comienza a descender las escaleras, Nathan lo detiene y se interpone
entre nosotros.
—Siempre has sido un fracaso, Nathan. Fallaste como hijo, fracasaste en el
colegio, universitario fracasado, fallaste en esto también.
¿Qué?
—No me importa. Estoy aburrido de escuchar lo que dices —suspira Nathan y
se pellizca el puente de la nariz—. Tienes que irte antes de que hagas más ridículo.
El señor Weston se inclina alrededor de su hijo.
—Él te falló también —Sus ojos fríos van a su hijo, su cuerpo todavía
balanceándose por los efectos del alcohol que ha consumido—. Al igual que a mí y a
su hermano.
Jadeo.
Nathan da un paso hacia él, pero mi mano se extiende y agarro su brazo.
—Nathan.
Me mira, sus ojos tristes y mostrando su control vacilante. Su padre no se
detiene.
—Este negocio fracasará. No tienes lo que se necesita. Eres perezoso,
incompetente y estúpido.
—Me pregunto de quién heredó eso —comento secamente.
—Mantente fuera de esto, Gwen —me advierte Nathan y se pasa la mano por
el cabello–. Déjanos solos.
¿Me está pidiendo que me vaya? No, no me puede pedir eso.
—¿Qué?
—Toma las llaves del auto y sal por una hora. Hay cosas que tengo que hablar 249
con mi padre.
—No te voy a dejar. No con él. —Mi rostro se contorsiona con disgusto.
Nathan se voltea inclina la cabeza para ver mis ojos.
—Dije que te fueras. Eres mi invitada, haz lo que te dicen. Mi padre y yo
tenemos cosas de las que tenemos que hablar, sin que estés presente. Ponte en
contacto con Jeanine, dile que no venga.
Quiero estar enojada, pero el dolor en sus ojos es tanto que hablo en voz baja.
—¿Vas a estar bien?
Sus ojos se ablandan y su cuerpo se desploma un poco.
—Sí. Por favor. No quiero que estés aquí, mientras que él esté. Déjame hablar
con él y entonces nunca tendrá una razón para volver.
—No me gusta —admito, pero siento que mi decisión anterior comienza a
flaquear—. Llámame si me necesitas.
Nathan busca en su bolsillo y saca un montón de notas, voy a irme, pero él las
mete en mi bolsillo trasero y presiona mi frente con su nariz. Puedo encontrar la
extraña muestra de afecto reconfortante, aunque no debería.
—¿Ya pagas por sus servicios? —dice su padre pero lo ignoro. Sin embargo
Nathan no lo hace, se retuerce y agarra a su padre por la garganta. Chillo y pego mi
espalda contra la pared mientras Nathan susurra en la oreja de su padre. No puedo
escuchar lo que está diciendo, no estoy segura de que el señor Weston sepa
tampoco. Su rostro es casi púrpura.
—Vete, no le daré la capacidad de hablar hasta que te hayas ido. —Es decir, si
no me voy ahora mismo, su padre se asfixiará en unos veinte segundos. Niego y
huyo de la casa, agarrando las llaves del auto en el camino.
Jeanine está llegando justo cuando salgo de la casa, inmediatamente me
apresuro y le miento.
—Nathan quiere estar solo en este momento, acaba de tener un poco de...
umm... malas noticias familiares que tiene que tratar.
No me cree, en lo más mínimo. Promete seguirme hasta el pueblo, aunque por
una bebida. Necesito un café, descafeinado o no, todavía lo necesito.
El señor Weston es vil. ¡VIL! Ahh, solo quiero quitarle los ojos.
¿Quién le diría eso a su hijo? Es repugnante. Nathan no es un fracaso. Es
talentoso e inteligente y en realidad puede ser muy divertido a veces.

—Sea lo que sea, no es asunto nuestro —dice Jeanine en voz baja, sus manos 250
sosteniendo la mía sobre la mesa.
Mi mano libre acerca el café a mi pecho.
—Has estado reflexionando sobre lo que está en tu mente por mucho tiempo.
No es tu asunto y no es mío.
—Lo sé.
—¿Sí? Nathan es un hombre complejo, hay secretos que la casa Weston
mantiene que incluso da miedo pensarlos. Si deseas ayudarlo, simplemente
quédate ahí para él.
Asiento rápidamente y muerdo mi labio.
—No creo que me guste estar más aquí.
—¿Te ha gustado alguna vez? —Parece estar bromeando, pero puedo decir que
es para suavizar el tono de su sinceridad.
Asiento otra vez.
—Sí. Es realmente un placer tener a Nathan a veces cerca.
—Él no es Caleb —comenta, haciendo que me estremezca—. Nunca será Caleb.
—Lo sé —¿Por qué la gente asume que no sé esto?—. No quiero que sea Caleb,
Caleb ni siquiera entra en mi mente cuando estoy con Nathan. —Oh, mierda. Mala
elección de palabras—. Quiero decir... lo hace pero no con esa comparación... sabes
lo que quiero decir, Jeanine.
Sonríe, mostrando brillantes dentaduras blancas.
—Sí. Lo sé. —Su cuerpo se inclina más cerca mientras sus ojos escanean las
personas que nos rodean—. No trates de entenderlo.
—¿Entenderlo?
—¿Por qué Caleb era amado y Nathan no? Es…—suspira pesadamente y se
echa para atrás—. Olvida lo que he dicho.
Oh no, no puede dejarlo así.
—¿Qué quieres decir con que Caleb era amado?
—He dicho demasiado.
—Entonces di algo más, ¿cuál es la diferencia?
Jeanine frunce el ceño, sus ojos ensombrecidos por los recuerdos del pasado.
Estoy ansiosa por saber.
—Firmé algo, si le digo algo a alguien, Nathan tendrá el placer de destruirme.
—¿No puedes darme la más mínima pista?
Mira por la ventana y se acomoda en su asiento. Quiero sacudirla, gritarle,
hacer que me diga lo que quiero saber.
—Mi hija es solo un año mayor que Nathan, como ya sabes. Ella estaba
jugando por el antiguo granero. —El granero que no es más que madera 251
carbonizada, asumo—. Cuando vio algunas cosas que... bueno, digamos que tomó
un poco de terapia ayudarla a superarlo.
—¿Qué cosas?
—No estoy diciendo esto para alimentar tu curiosidad, te lo digo porque a
Nathan le gusta mantener los secretos de esa manera. Toda la familia es un gran
enigma y confía en mí cuando digo que son un enigma que no quieres resolver.
Nathan y Caleb son y eran hombres buenos, que te cuidan. Eso es todo lo que
necesitas saber. Aparte de eso... no te involucres.
Su tono severo es tranquilo, solo lo suficientemente alto como para que yo
escuche. ¿De qué está hablando? Necesito saber.
—No trates de averiguar nada, y mantente fuera del camino de Nathan.
—No lo entiendo.
Frota sus ojos cansados y se mueve de nuevo, evidentemente incómoda.
—No lo necesitas. Eso sí, no crees vínculos.
—¿Por qué? —No es que esté pensando en eso, por razones obvias—. Él no me
hará daño. —¿Por qué estoy discutiendo este punto? No quiero que me juzgue de la
forma en que está asumiendo de todos modos.
Se ríe con tristeza, sus ojos sin dejar de mirar por la ventana.
—Eso no es lo que me preocupa, cariño. Me preocupa que tú le hagas daño.
Mi aliento se me escapa. Jeanine me da las gracias por el café y sale de la
cafetería con la cabeza gacha. Reflexiono sobre sus palabras una y otra vez hasta
que ya no recuerdo la conversación exacta. Solo sus palabras de despedida se pegan
en mi mente.
¿Cómo le haría daño? Nathan es... parece impenetrable. Él es su propia
fortaleza, nada parece afectarle. Nunca le haría daño intencionalmente, he sido
clara acerca de mis sentimientos desde el principio. Creo.
A pesar de que insiste en que seremos más que amigos.
Tal vez solo juga conmigo, poniendo a prueba mi lealtad hacia su hermano.
¿Debo siquiera tenerle lealtad a Caleb? Es seguro que no se siente así. Lo he
traicionado varias veces desde que murió.

252
Capítulo 20
Han pasado tres horas y no he oído nada de Nathan. Decidí hace veinte
minutos que no me iba a quedar afuera por más tiempo. Ahora estoy sentada en el
auto fuera de la casa de Nathan, retorciendo mis manos en el volante mientras miro
a la puerta de entrada a través del parabrisas.
La puerta se abre y Nathan está allí, hace un gesto para que vaya. Salgo del
auto y camino hacia él, notando dos bolsos en el suelo detrás de él.
—¿Qué es esto? —le pregunto, frunciendo el ceño, mis preocupaciones
aumentando. ¿Me está echando?
—Vamos a la ciudad —responde— Comprueba el bolso, asegúrate de que
empaqué todo.
Hago lo que me dice, escondiendo mi molestia; una vez más fue a través de
mis cosas.
—Todo está aquí. ¿Por qué vamos a la ciudad?
—Ya verás. —Ah, una sorpresa. Odio las sorpresas. 253
Bueno, en realidad las amo, estoy impaciente por ello.
—¿No hay pistas?
—Necesito... —Hace un ruido con su boca—. Necesito tu ayuda con algo.
—Siempre y cuando no se trate de la danza del vientre o paracaidismo,
supongo que puedo hacer mi mejor esfuerzo. —Me ayuda en el auto, sus ojos
distantes. Su mente claramente preocupada con cosas desconocidas. ¿Ni siquiera
una sonrisa?—. Era una broma.
—Lo siento —murmura y cierra la puerta del lado del pasajero.
—Juguemos un juego —le sugiero después de que se sienta.
Me mira con una ceja arqueada, y me toca el brazo.
—Bien. ¿Qué juego?
—Bueno, en realidad no es un juego. —Retuerzo mis dedos en mi regazo y
miro por la ventana al campo pasando.
—Entonces, ¿qué es?
—Hago una pregunta, tú haces una pregunta.
No necesito mirarlo para saber que está frunciendo el ceño.
—Eso no suena como diversión.
—¿Cuál es tu color favorito?
Se ríe.
—Muy bien. El azul oscuro. ¿El tuyo?
—Eso cuenta como tu pregunta. El mío es el rosa oscuro. —Reviso mis
preguntas compiladas—. ¿Cuál es el recuerdo más feliz que tienes?
Palidece, sus ojos se abren antes de sus párpados caer.
—Paso.
—No puedes pasar.
—Puedo.
Ah... la razón me llega. OH. Es algo sexual entonces. Bueno. Cambiando de
tema.
—¿Cuál es el recuerdo más triste que tienes?
—Paso.
—Apestas —gruño y paso a otra pregunta—. Tienes que contestar esta.
Sonríe, sus ojos se iluminan con humor.
—Tengo, ¿verdad?
—Sí. —Asiento—. ¿Has estado enamorado?
Su sonrisa se desvanece en un instante.
—Eres terrible. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí. 254
—Está bien, sí, he estado enamorado.
Puntuación.
—¿De quién?
Sus cejas tocan su cabello, lo que no es difícil teniendo en cuenta la longitud
en este momento. La parte inferior roza su nuca. Me gusta, le favorece.
—Me toca ahora. —Ah, cierto—. ¿Cuál es el recuerdo más feliz que tienes?
¡La mejilla!
—¡No puedes esperar que conteste eso! —Eso no es justo.
—Claro que puedo.
Gruño.
—Cuando conocí a Caleb, el mejor día de mi vida.
Su rostro está en blanco, no puedo ver lo que siente y no estoy segura de por
qué quiero.
—¿Así que no fue cuando te lo propuso?
Hmm...
—No, ese es el número dos en mi lista de los mejores recuerdos. —Dirijo mi
cuerpo hacia él—. Mi turno. ¿De quién has estado enamorado?
—Fue hace un tiempo —dice encogiéndose de hombros—. No sabía su
nombre.
¿Cómo es eso posible?
—Solía verla caminar mucho, alrededor de la ciudad. Nunca tuve el coraje de
hablar con ella. —Sus ojos se ponen vidriosos por un momento, me pregunto si
todavía está enamorado del recuerdo de esta chica—. Es una estupidez, debería
haberlo hecho. Me he arrepentido desde entonces.
—¿Por qué? —Sé que no es mi turno pero necesito saber más.
Su lengua humedece su labio inferior.
—Porque podría haber tenido lo que tú y Caleb tenían. Me perdí eso.
—Todavía eres joven, podrías tener eso.
Sus labios tiemblan.
—Posiblemente. Mi turno, tengo dos preguntas.
—Adelante —digo mientras miro a su perfil.
—Está bien. —Sus dedos enguantados se aprietan fuertemente—. Háblame de
tus padres.
Hmm, por dónde empezar.
—No tengo idea de quién es mi papá. Mi madre dice que sabe que existo, me
vio una vez y nunca regresó. —Está a punto de pedir disculpas, lo corto porque
realmente no es un gran problema—. Mi mamá me ama a su manera y siempre me 255
apoyó con todo, menos esto y el compromiso. Quería que tuviera la vida que ella no
pudo.
—Eso lo puedo entender.
—Bueno. —Apuesto que puede. Pobre Nathan—. Siempre he sido un
inconveniente más que nada. Nunca fue mala y siempre he estado bien vestida y
nunca hambrienta, era más deber que amor, sin embargo. —Compartimos un
momento de silencio, me pregunto si puede relacionarse con esto también—. Caleb
dijo que sus padres eran buenos mientras creció, pero su padre esperaba cosas de él
que no quería.
—Sí, era la luz de sus ojos.
¿Me atrevo?
—¿Por qué no fueron así contigo? —Sí, claramente me atrevo.
—¿Honestamente? —Suspira, indicando la luz de cruce—. No tengo idea.
—No eres un fracaso, Nathan —le digo, pero puedo ver que no me cree. No me
lo espero.
Lo han tratado mal toda su vida por lo que he escuchado, ¿por qué iba a creer
en mi palabra sobre algo que le han inculcado por Dios sabe cuánto tiempo?
—¿Caleb fue tu primero?
Mi mente todavía está con algunos pensamientos cuando pregunta esto, así
que no hago clic inmediatamente. Cuando lo hago, me ahogo.
—Esa es una pregunta personal.
—Es la pregunta que estoy eligiendo.
—Tus preguntas no son buenas preguntas. —Me encojo de hombros un poco.
Lo que sea, no me avergüenzo—. Sí, fue mi primero. —Y ojalá pudiera ser mi
último, pero no soy tan estúpida como para hacer esa promesa. El tiempo pasa y
aunque la idea de dormir con alguien más me repugna, probablemente suceda con
el tiempo.
Saliéndome de mis pensamientos, miro a Nathan, principalmente porque sus
guantes de cuero chirrían en el volante Lo hace cuando está frustrado. ¿Por qué
esta frustrado?
—Pregunta.
—Muy bien, ¿qué edad tenías cuando perdiste tu virginidad? —Mi sonrisa es
engreída, dos pueden jugar este juego.
—Joven, no recuerdo. —Oh, está mintiendo.
—Eres un mentiroso terrible también.
—No quiero jugar este juego nunca más.
—Aburrido.
—Aburrida —replica y levanta la barbilla desafiante—. Escuchemos la radio.
256
Es tan misterioso que me vuelve loca. Tal vez es porque crecí solo con mi
mamá, que me ha hecho ansiosa por ver cuánto más verde la hierba está en el otro
lado. O todo lo contrario.

No toma mucho tiempo llegar a la ciudad a pesar de que paramos para


almorzar en el camino. Cuando llegamos nos detenemos fuera de una tienda en una
calle muy transitada. Nathan me ayuda a salir del auto y saca un manojo de llaves
del bolsillo interno de la chaqueta.
Primero abre las persianas por una pequeña caja gris que está al lado de las
persianas. Lentamente asciende, revelando dos amplios ventanales con una puerta
en el medio. Luego damos un paso dentro y estoy aliviada al ver que no está
polvoriento. A los insectos los quiero muy lejos de mí.
Por lo que puedo ver, hay ventanas de vidrio en la parte superior de la madera
oscura repartida por toda la habitación.
Los estantes de vidrio se alinean en las paredes. Incluso hay una caja
larguísima.
—¿Qué piensas? —pregunta, mordiendo su labio entre los dientes—. ¿Crees
que este es un buen lugar para empezar?
Asiento lentamente, observando la habitación.
—Creo que es genial. Un poco aburrido, sin embargo.
—De acuerdo, tenemos que separarlo del resto. —¿Nosotros?—. Con suerte se
abre en pocos meses, solo estoy esperando el almacén y necesito ampliar mi
selección de joyas y encontrar un proveedor.
—Lo harás muy bien, Nathan —digo sinceramente, porque sé que lo hará—.
Tus joyas son increíbles.
Sus mejillas se sonrojan ligeramente y por segunda vez desde que lo conocí,
veo una dulce vulnerabilidad. Que no parece existir en un hombre como Nathan.
—Estoy nervioso.
—Eres humano. —Coloco mi mano en su hombro mientras se inclina en el
mostrador de vidrio—. Estarás bien, y si no, aún me tendrás como tu fan número
uno.
Me mira con una sonrisa hermosa en su rostro.
—Eres una persona encantadora, Guinevere.
—Tú también lo eres, Nathan.
—Sacas eso en mí. —Frunce los labios ligeramente. Lo puedo ver luchando
consigo mismo si decir algo o no—. Hace unos meses que quería hacer esto para
destruir el negocio de mi padre. Una misión de venganza por así decirlo. Por mi
apellido sé que esto conseguirá la atención; el hijo de un hombre de negocios muy
conocido se va por su cuenta. Quise traerlo de rodillas, hacerle lamentar el día en
que me llamó un fracaso. —Escucho con atención, preguntándome adónde va 257
esto—. Y ahora... —Hace una pausa y me mira, sus manos suben y sujetan mi
nuca— .Ahora solo quiero tener éxito para demostrar que lo valgo.
—Tú lo vales. —Me detengo para no poner mis ojos en blanco—. Eres digno de
todo. —No estoy segura de si esto tiene sentido, pero sé de lo que estoy hablando.
—No. —Se acerca más—.Quiero decir... contigo.
—Tú vales mucho para mí.
—No tanto como mi hermano —dice, apretando sus dientes.
Mi mano se acerca y agarra su muñeca, lo miro a los ojos.
—Lo mismo, vales lo mismo para mí como él. Es solo un tipo diferente de
valor.
—No lo hagas —suspira y presiona su frente contra la mía—. No me des
esperanza.
Trago saliva.
—¿Esperanza para qué?
—Espero que tal vez un día me mires de la forma en que lo miraste.
Mi corazón da un vuelco.
—¿Cómo sabes la forma en que lo veía?
Su teléfono suena, molestando nuestro momento íntimo. Quiero aplastarlo,
pero en vez de eso pongo distancia para darle un poco de intimidad. Me mira como
disculpándose y pone su teléfono en la oreja.
—Esperaré en el auto. —Tengo palabras para borrar de mi mente.
—Hablaremos más tarde.
O nunca. Nunca es bueno también.

Nathan no me lleva de regreso al hotel, me lleva a dar un largo paseo por


Piccadilly Circus. Incluso se toma unas fotos cuando se lo pido y algunas cuando
no. Es genial, me encanta la ciudad. Me gustaría poder pasar más tiempo aquí
antes de que llegue el bebé. No creo que empujar un cochecito de niño por aquí sea
una buena idea.
Incluso me las arreglo para conseguir algunas fotos de él, lo que es genial,
porque no tengo ninguna. A pesar de que no sonríe, todavía los aprecio.
No quiero que esto termine, lo que tenemos ahora. Tal vez sea egoísta de mi
parte. Es verdad. Es egoísta de mi parte. Nathan tiene razón, nunca lo miro de la
forma en que veía a Caleb, nunca lo amaré de la forma que amaba a Caleb. Pero he
llegado a amarlo a mi manera. Es mi mejor amigo, posiblemente mi único amigo en
este momento.
Bueno, el único amigo que tengo a poca distancia. 258
Me preocupo mucho por él, más de lo que debo y no estoy lista para dejarlo
todavía.
Soy egoísta. No puedo discutir con esto. Por supuesto que no estoy usándolo,
pero lo necesito y la idea de que su atención se vaya a otra persona me hace sentir
enferma. Tal vez son las hormonas del embarazo.
Así que camino por la calle con mi brazo alrededor del de Nathan, una sonrisa
en mi rostro y una decisión tomada en mi mente. En este momento no voy a dejar
que se vaya. En este momento es mío y voy a disfrutar de eso por el tiempo que
dure.
Llegamos a casa cuando el cielo se oscurece. Vamos a nuestras propias
habitaciones y doy vueltas en la cama mientras trato de dormir, faltándome su
calor contra mi espalda y me odio por ello.
Solo hay un pensamiento que entra en mi mente antes de derivar a la tierra
del sueño. No terminamos nuestra charla y por alguna razón, eso me pone triste.
Las semanas pasan, mi fecha límite se acerca y mi estómago se hace más
grande. Todo está sano y bien, mi vientre y mi cuerpo están bien... en la medida en
que no esté bajo ningún tipo de estrés. Me siento como una ballena sin embargo.
Llamo a la puerta de la habitación de Nathan, son las once y él todavía no está
abajo. Espero que no esté enfermo de nuevo.
—Adelante —dice, por lo que lo hago.
Coloco su café en la mesa al final de la cama y me siento en ella, veo cómo se
pone delante del espejo de cuerpo entero abotonando las mangas de su camisa a
rayas blancas y azules.
—Te ves muy bien —comento, sujetando mi taza entre mis manos, equilibrada
sobre mi estómago. Nathan odia cuando equilibro las cosas en mi estómago,
especialmente las cosas calientes. Está un poco estresado cuando se trata de mi
embarazo en este momento. Si no lo conociera, diría que está nervioso—. Está
nevando en el camino.
—¿En serio? —No se ve feliz con esto e inmediatamente se asoma por la
ventana. Puedo ver los grandes copos blancos desde donde estoy sentada—. Genial.
No se preveía hasta la próxima semana.
—Sí, calculan mínimo treinta centímetros en esta área. —Sonrío al pensar. Me
encanta la nieve—. Podemos construir un muñeco de nieve.
—No, no podemos.
Miro a mi planeta y suspiro.
259
—Sí, tienes razón. Tú puedes construir un muñeco de nieve y yo ayudaré a
decorar al final.
—No. —Levanta la barbilla, la garganta extendiéndose mientras coloca los
botones de su cuello. Me levanto y camino hacia él—. Te ves adorable cuando
caminas.
Frunzo el ceño en broma.
—Parezco una ballena buscando equilibrio sobre dos palillos de dientes.
Su sonrisa se ensancha.
—Al menos eres una ballena bonita.
—No eres gracioso. Ni en lo más mínimo.
—Y una ballena enojada —bromea, sus ojos brillando con diversión.
—Me sentaré sobre ti —lo amenazo, y tiro de la corbata alrededor de su
cuello—. Así que, el querido viejo medico llamó esta mañana. Quiere venir el
miércoles para comprobar mis partes femeninas. —Lanzo el extremo grueso
alrededor del extremo más delgado—. Dijo que vendrá aquí, quiere comprobar el
cuarto del niño, supongo.
—¿Qué quieres decir con ver tus partes femeninas?
Me encojo de hombros, ni siquiera sé a lo que se refiere.
—Tal vez para ver si estoy dilatando o algo.
—Eso suena incómodo. —Ambos hacemos un gesto. Suena incómodo. Mucho.
—¿Estás nervioso? —Mastico el interior de mi mejilla y asiento. Exhala un
largo aliento después de repetirle la pregunta.
—Petrificado.
—¿Por qué? Dijiste que no querías tener nada que ver con el bebé. —Estoy
bromeando. Quiero decir, él lo dijo, pero no creo que sea verdad.
Confirma mis pensamientos.
—Las cosas cambian. No quiero que hagas esto sola.
Ay, mi corazón se derrite.
—Gracias, Nathan.
—Tampoco quiero que tu madre permanezca aquí por más de un par de
noches. No soy muy indulgente con ella. —Bueno, esto no es ningún secreto. Se
conocieron hace un mes, cuando mi madre vino a visitarme, se sorprendió por toda
la situación. No es que la culpe. Aunque lo tomó todo con calma, fue grosera con
Nathan en más de una ocasión. Preguntándole sobre otras chicas y su vida privada.
Tratando de convencerme de que nos iba a tirar cuando consiguiera una nueva
novia. Puedo ver su lógica y entiendo su manera de pensar. Estas mismas
sospechas han plagado mi mente desde hace un tiempo.
—Estoy consciente de tu opinión sobre mi madre. Si tus dos días de gemidos y
maldecir después de que se fue eran algún indicio, diría que la odias.
—El odio es una emoción fuerte, una de la cual tu madre no es digna — 260
responde con aire de suficiencia, y toma la corbata lista con una mano—. Gracias.
—Solo quiero ser útil. —Vuelvo a la cama y me recuesto—. Me parece que
estoy embarazada de gemelos.
—Te ves como si estuvieras brillando. Deja de quejarte de tu apariencia.
Descanso en mis codos y lo veo tirar de su chaqueta y alisar las solapas con
sus manos.
—Quédate adentro. No estés deambulando en este clima. Vuelvo al anochecer.
—¿Puedo ir? —digo, inclinando la cabeza para verlo, rostro a rostro.
—No.
—¿Por qué?
Sonríe con malicia.
—Es una sorpresa.
—Odio las sorpresas —me quejo, balanceando mis piernas lado a lado.
Nathan cae de rodillas delante de mí, empujando mis piernas fuera del
camino por lo que la parte superior de su muslo conecta con el lado de mi cadera
izquierda.
—Te encantan las sorpresas, solo odias esperar por ellas. —Pasa sus dedos por
mi labio inferior—. Y deja de poner mala cara.
—No —me quejo más, lo que pronto se convierte en un grito cuando se lanza
hacia delante y siento sus dientes morder mi labio inferior. Me libera después de
unos segundos de tortura y besa mi frente—. Me acabas de morder el labio.
—No hagas puchero. —Quiero hacer pucheros pero no está permitido
hacerlos. En lugar flojeo sobre la cama, encogiéndome porque el bebé nada en mi
estómago. Nathan levanta mi camisa y mira con la cabeza ligeramente inclinada.
—Él se está quedando sin espacio.
—Sí. —Cierro los ojos y permanezco relajada cuando Nathan pincha las
extremidades agitándose bajo la superficie de mi piel. Se ríe de sí mismo, sus dedos
agarrando los pies y las rodillas—. Estás haciendo que lo haga más.
—Tu vientre se siente muy apretado —remarca, tarareo en respuesta. Lo hace,
él está bien y no tengo ni idea de por qué está haciendo eso. Le diré al viejo doctor
el miércoles. Nathan vuelve a jugar con las extremidades del bebé. Mis ojos se
cierran, solo voy a mantenerlos cerrados por un momento. Solo un momento.
Todo mi cuerpo se tensa cuando siento sus suaves labios a lo largo de la curva
inferior de mi estómago. No se detiene allí, me besa más arriba, enviando un
hormigueo a lo largo de mi columna, y continúa subiendo. Sus besos persisten, en
cada uno de ellos una suave caricia. Sus dedos en cuero se arrastran por mi lado
desnudo, su pulgar roza sobre mi pecho. Un estremecimiento me recorre junto con
un gemido.
Mi piel se calienta, mi estómago se estremece y jadeo cuando siento la cama
hundirse. Sus manos tocan mi barbilla, llevándola a un lado. Con los ojos cerrados 261
trato de fingir que esto no está sucediendo, trato de pretender que después de más
de dos meses sin su contacto, él no está haciendo esto ahora. No puedo alejarme,
quiero, pero mi cuerpo está en llamas. Me sorprende que no esté temblando de
necesidad.
Siento la cama hundirse mientras se sube a mi lado.
Un jadeo fuerte sale de mi garganta mientras besa el lado de mi cuello. Su
lengua prueba mi piel mientras su mano sostiene mi barbilla, me impide girar hacia
él, haciendo la piel menos apretada y sensible donde está besando.
¿Cómo puede querer hacer esto conmigo? Mi cuerpo es horrible en este
momento.
—Nathan. —Me las arreglo para decir a través de mi jadeo.
¿Estoy diciéndole que se detenga? No lo sé.
—¿Tienes alguna idea de lo hermosa que eres?—susurra en mi oreja y muerde
el lóbulo—. Tú eres la única mujer por la que he sentido la necesidad de tocar, la
necesidad de probar. —Su lengua toca mi cuello, el punto debajo de mi oreja que
me hace ronronear.
—Para —le digo, mi mente está en una guerra de emociones—. Tú... nosotros...
para...
¿Por qué estoy temblando? ¿Por qué mi cerebro se siente nublado? Parpadeo
abriendo mis ojos, notando la pesada sensación de sueño presionando contra mis
párpados.
—¿Eh?
Nathan me mira, sus labios crispados con una sonrisa de complicidad.
—Te perdí por un momento.
¿Nos estábamos besando?
—Sonaba como un sueño divertido.
—¿Qué?
—¿Estás bien? —Él solía quedarse dormido en momentos aleatorios, pero esto
es raro. No se sentía como un sueño—. Te ves un poco desorientada.
—Yo... nosotros...—Me froto los ojos con las palmas de mis manos y me siento
lentamente—. ¿Cuándo me dormí?
Se encoge de hombros.
—Estaba tratando de apoderarme de tus pies. Dos segundos más tarde te
habías ido.
—Oh. —Por lo que no me besó entonces. Mi culpa se disipa a un murmullo en
mi pecho y mente. Persiste porque solo fue un sueño sobre otro hombre, pero es
aburrido porque no puedo ayudar a quién o qué sueño. Especialmente en estos
momentos. El último mes ha sido un infierno. Nunca he estado tan caliente y no
puedo llegar allí para tratar con ello.
262
Tuve que conseguir una cera bikini el otro día. ¡Eso jodidamente duele!
¡Mucho!
No hay manera en el infierno, no voy a permitir que mi bebé pase por una
selva en su salida.
—Ve a dormir, estaré de vuelta en un par de horas. —Nathan me empuja a la
cama y tira la manta sobre mi cuerpo. Incluso cierra las cortinas y pellizca mi
nariz—. Te despertaré cuando llegue a casa.
—Bien —murmuro y cierro los ojos. Me encanta este colchón. Quiero este
colchón—. Conduce con cuidado.
—Lo prometo. —Sale de la habitación quedándose en la puerta por un tiempo.
Me lo imagino mirando con nostalgia la cama, deseando poder subir y olvidarse del
mundo al igual que lo estoy haciendo. Estoy haciendo el ridículo, sin embargo, sé
eso. O tal vez soy una ilusión. Ese es un pensamiento pesado que no quiero
abordar.

—Hola. —Siento como si hubiera pasado tan solo una hora con los ojos
cerrados cuando Nathan me despierta de nuevo. Reviso el reloj. Han pasado seis,
Cristo. Mi siesta se convirtió en un estado de coma.
Sí bulto, te culpo a ti.
—¿Qué? —Me froto los ojos y me balanceo un poco después de sentarme—.
¿Qué es?
Nathan toma mi codo y me levanta de la cama. Realmente no quiero ni
necesito estar despierta en estos momentos.
—Hice algo.
—Uh-oh… —Finjo terror—. ¿Cocinaste de nuevo?
—Son casi las seis de la tarde, no me has alimentado. —Nos adentramos en el
oscuro pasillo, ¿por qué no están las luces encendidas?
No me gusta la oscuridad.
—¿Me estás levantando de la cama para que pueda alimentarte? —pregunto,
mi tono incrédulo e impaciente. No soy la mejor persona cuando me despierto.
Trato de dar la vuelta—. Ordena pizza.
Su respuesta es bajarme por las escaleras mientras se ríe.
Oye, el arco está brillando. Dios mío.
¡Luces de Navidad!
Cuelgan en la parte superior y en los lados del arco, el centellear es púrpura y
blanco, en ningún patrón particular. El piso de madera está reflejado de otras luces
danzantes, me doy cuenta de esto mientras doy el último paso. Nathan detrás de mí
cubre mis ojos con una mano mientras me guía por el codo con la otra.
263
—Bien, en realidad nunca he hecho esto antes y probablemente se ve horrible.
—Está nervioso, me encanta cuando se pone nervioso. Me recuerda que él es
humano y no un robot.
Sé lo que ha hecho, ha decorado la habitación para mí. Pero la anticipación y
la emoción de ver, de verdad son fuertes.
—¿Lista? —pregunta y lo oigo tragar.
—Como nunca lo estaré. —La mano se aleja. Suspiro—. ¡Hay un árbol! —chillo
y aplaudo antes de volver a mirar a la gran sala correctamente. Mis pies me llevan a
la chimenea donde dos medias cuelgan, me río y toco la piel de imitación de color
rojo entre mis dedos y el pulgar.
No hay una superficie sin algo navideño, ¡es increíble!
—Nathan. —Sorbo, mis ojos llorosos por la emoción—. No puedo creer que
hayas hecho esto. —Se encoge de hombros, la cabeza gacha, luciendo tímido de
repente. Doy un paso hacia él y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura—. Esto
es increíble. Tú... eres increíble. —Sus brazos vienen alrededor y nos movemos al
centro de la habitación, las luces multicolores bailan por nuestros cuerpos. El olor a
madera de pino y canela llenan el aire.
Es casi Navidad.
Pasamos el día de Navidad solo nosotros, cocino por razones obvias y Nathan
limpia. No nos dimos mucho, sobre todo porque no sabíamos qué dar. Nathan me
hizo un brazalete para combinar con mi collar y un nuevo teléfono que es
demasiado sofisticado y complicado para mí, pero me encanta.
Le conseguí diez nuevos pares de guantes, por lo que se echó a reír y una
chaqueta nueva que costó la mitad de mis ahorros. Afirma que le encanta y la lleva
con orgullo pero secretamente creo que la odia, es simplemente demasiado bueno
para decir algo.
La cena es divina como sabía que sería e hice demasiado. Sin embargo no
importa, tendré pavo y relleno de sándwiches para el resto de la semana. No
conozco algo que sea mejor.
Mayormente vemos películas de Navidad en la televisión y jugamos juegos de
mesa antiguos que tienen más polvo que piezas. Incluso intentamos jugar twister
pero no puedo doblarme de modo que fue un fracaso.
Para cuando llega la medianoche, he bebido mi peso en baileys libres de
alcohol y estuve hasta el borde de comida. El agotamiento me llega, haciéndome 264
sentir pesada y letárgica. Nathan ve mis ojos caídos y me lleva a la cama.
Debería sentirme culpable de quedarme dormida en la noche de Navidad con
un hombre que no es el que reclamo amar tan profundamente, pero no lo hago. Si
hay algo, es que estoy feliz de que a pesar de que se fue, hay un buen hombre que
me mira en su lugar y que quiere abrazarme fuertemente durante toda la noche.
Soy egoísta, es verdad, pero no me atrevo a terminar con esto... sea lo que
sea... entre Nathan y yo.

Fin de año pasa sin problemas, no nos molestamos con los fuegos artificiales
porque me asustan demasiado. Le dije a Nathan que saliera y se divirtiera, pero
insistió en que preferiría estar en casa leyendo. Se quedó en casa conmigo, pero lo
hizo sin la lectura. Aunque había un montón por comer y hornear. Ahora puede
hacer bollos con éxito lo que en realidad es más difícil de lo que parece.
Ahora solo faltan ocho días para la fecha del parto y tengo miedo.

La nieve es gruesa en el suelo, cuando salgo a la calle tengo que llevar botas ya
que llega a mis tobillos en algunos lugares. Quiero construir un muñeco de nieve,
pero Nathan no me va a ayudar. Odia la nieve y ha evitado salir de la casa mientras
se acuesto en el suelo en una enorme manta blanca de fatalidad, como él lo llama
dramáticamente.
Aguafiestas.
Crucemos los dedos para que se derrita por la mañana. Mi estómago ha
estado moviéndose todo el día y me preocupa que empiece el trabajo de parto
durante este estúpido clima. Aunque el pronóstico del tiempo dice que va a dejar de
nevar esta noche, es ahora la una de la tarde y no ha parado y no confío en el
pronóstico.
Han mentido muchas veces antes.
Por lo que no le digo a Nathan que he estado recibiendo punzadas, la última
vez que lo hice me llevó al hospital y resultó ser un gas. Fue humillante y todavía se
ríe de ello de vez en cuando.
Sobre todo porque la mujer se inclinó sobre mí, sus dedos aferrándose a mi
canal interior en un intento para ver si estaba dilatada o no, ella debe haber
empujado el botón equivocado porque me tiré un pedo y no paré durante unos siete
segundos.
La sala quedó en silencio e inmóvil, salvo por mi fuerte y chillón pedo sin fin.
Entonces Nathan se echó a reír con tanta fuerza que las lágrimas corrían de sus
ojos y se volvió rojo de no poder respirar.
Lo peor es que apestaba muy, muy mal. Esto solo lo hizo reír más. Pensé que
iba a morir de vergüenza. 265
Se rió todo el camino a casa y todo el día siguiente. Incluso ahora, a veces me
mira y su cuerpo comienza a temblar mientras trata de contenerlo.
Mis punzadas parecen detenerse en el momento en que estoy lista para la
cama por lo que estoy gravemente agradecida. Subo bajo las sábanas sin cuidado en
el mundo, Nathan sube detrás de mí y me sostiene fuerte como lo hace todas las
noches.
No me siento sola. Me siento bien, no genial, pero bien.
Mi sonrisa permanece en mi rostro mientras me duermo, ansiosa por ver lo
que traerá este año.

No estoy segura de qué hora es cuando me despierto, un terrible dolor en mi


estómago rivaliza con el de un fuerte dolor menstrual. Un brazo alrededor de mi
cintura me impide sentarme. Froto mi bajo vientre.
Es probable que solo sea un gas como la última vez, sería vergonzoso porque
Nathan está durmiendo a mi lado.
¿Qué hora es?
Son las 22:50. He estado dormida una hora más o menos.
Me acuesto de nuevo, mi nuca sobre el brazo extendido de Nathan, su
respiración en mi mejilla. Otro dolor retumba en mi parte baja del estómago,
haciendo que todos mis miembros se contraigan. Llevo mis rodillas tan altas como
puedo conseguirlas y ruedo de lado. Mi aliento deja que el dolor salga de mi cuerpo.
Nada más que un dolor sordo permanece.
¿Qué diablos está pasando?
Oh, mierda.
No, es solo una falsa alarma.
Necesito orinar.
—Nathan —murmuro y le toco el pecho.
Despierta y parpadea abriendo poco a poco sus ojos, se ve cansado.
—¿Que está mal?
—Duele —me quejo y ruedo sobre mi espalda.
Nathan se ve al borde del pánico.
—¿Qué?
—Mi espalda y mi estómago. —Me incorporo, sigue mi ejemplo—. Necesito ir
al baño.
—Está bien. —Se sacude de su estupor y se sube a la cama. Me baja con sus
brazos y me ayuda—. ¿Estás bien?
—Sí. —Miento porque no lo estoy; estoy aterrorizada. 266
Otro dolor viene, por mi parte baja del estómago e irradiando por mi espalda.
Mi cuerpo se tambalea y agarro los bíceps de Nathan. La piel de todo mi estómago
se tensa y ciento una presión terrible en la parte baja.
—Oh Dios —murmura Nathan y frota mi espalda con dulzura—. Estás en
trabajo de parto. Tengo que llamar al médico.
—Tengo que ir al hospital —digo con calma y de pie una vez se desvanece el
dolor—. Voy al baño, llama al que sea su nombre.
—No deberías ir sola —dice Nathan suavemente y me ayuda a ir al baño—. Te
daré privacidad pero deja la puerta abierta.
Pongo mis ojos en blanco.
—No dejaré la puerta abierta.
—Qué pasa si...
—Nathan, estoy en trabajo de parto. Estaré... maldita sea. —Mi cuerpo se
duplica en dolor otra vez, Nathan me sostiene mientras un horrible dolor se
retuerce en mis entrañas—. Bueno, voy a… —jadeo—, dejar la… —respiro—, puerta
abierta.
Me espera mientras termino de orinar, aprovecho ese momento para lavar mi
rostro y cepillarme los dientes rápidamente.
—Recuéstate aquí. Voy a poner tu bolso en el auto y llamaré al médico —dice
suavemente y me dirige a la cama. Tirando de la manta, me baja al colchón con un
solo brazo—. No te muevas.
—Está bien. —Como si fuera tan estúpida como para intentar moverme ahora
mismo. Santa mierda eso duele.
—¿Vas a estar bien? —Frota mi espalda después de acostarme en mi lado.
—Ve. —Mi mano le da un gesto frenéticamente—. Me puedes conseguir una
bebida también, ¿por favor? —Mi boca está tan seca como la arena ahora mismo.
—Por supuesto. —Besa mi frente y sale de la habitación.
Cuento mis contracciones, utilizando mi teléfono para registrarlos. Esto duele
demasiado pero dudo que aún esté lista. Son cada cuatro minutos pero no son
demasiado malos.
Me siento tan incómoda.
Me siento erguida después de colocar almohadas detrás de mi espalda, luego
subo mis piernas a mi pecho. Duele, mi espalda duele y me siento enferma.
También muero de hambre.
¿Dónde está Nathan? Se fue hace veinticinco minutos.

Cinco minutos después, finalmente regresa, sonrojado y luciendo aterrado.


267
—¿Nos vamos al hospital ahora? —pregunto, notando que está al teléfono.
Niega.
—¿Cuán lejos has llegado con tus contracciones?
—Cuatro minutos más o menos.
Repite mi respuesta a quien está al otro lado de su llamada.
—Y en una escala del uno al diez, ¿cuánto te duele?
Es una buena pregunta.
—Seis.
Sale del cuarto nuevamente, cosa que me irrita. ¿No se da cuenta que lo
necesito ahora mismo conmigo? Recojo mi teléfono lista para escribir:
A mi mamá, Sasha y Tommy hazle saber que ya es hora.
Nathan elige ese momento para aparecer, agarra mi teléfono y me entrega un
bebida.
—Lidiaré con eso, descansa. Trata de dormir un poco, el doctor dijo que
debemos esperar un rato. Está en camino.
—¿Puedo conseguir un calmante? —Froto mi vientre y ruedo un lado de
nuevo—. Y mi pelota.
—Por supuesto —Frota mi espalda distraídamente con una mano mientras
escribe en mi teléfono con la otra—. ¿Quieres que encienda la televisión?
Niego y bebo de mi agua, respiro profundo para ayudar a tolerar el dolor.
—No, gracias. Se rápido, no quiero estar sola.
Es rápido, me alegro cuando trae mi portátil y lo conecta al televisor así
podemos ver una película. Aunque mis pensamientos no están en la película, sino
en el dolor cada vez más fuerte en mi estómago.
Nathan está siendo agradable, sus roces están ayudando y su fachada
tranquila es relajante. Si empieza a entrar en pánico creo que lo perderé y voy a
llorar.
Estoy aterrada, solo quiero terminar con esto ya.
—Duele —gimo y pongo mi cabeza sobre el regazo de Nathan.
Debería estar avergonzada de que mi culo esté en el aire pero esta parece ser
la única posición cómoda ahora mismo.
—Apuesto a que lo hace. —Frota mi espalda con una mano, sigue enviando
mensajes de texto con la otra.
—Creo que tenemos que irnos al hospital ahora. —Un largo gemido se desliza
por mi garganta mientras la contracción en mi estómago persiste como una
venganza. La presión está empeorando y las contracciones son más constantes y me
están matando. Otra sigue casi inmediatamente después de la última. Grito de
dolor, no puedo evitarlo. Duele demasiado. 268
Nathan se desliza debajo y se para detrás de mí, presiona sus dedos en mi
espalda. ¿Por qué no nos vamos a ninguna parte? Le pregunto esto y lo oigo
suspirar.
—Estamos en una clase de... joder. —Hace una pausa—. Estamos bloqueados
por la nieve.
—Eso es realmente divertido, pero no es apropiado hacer bromas ahora.
Entierro mi rostro en las almohadas.
—¿Podemos simplemente irnos ya?
Nathan no habla y sus palabras se hunden en mi abrumado cerebro. Oh no.
No, no, no, no, no.
—He llamado a una ambulancia pero se les está haciendo difícil llegar aquí.
Estamos en un acantilado, la nieve por esta zona está treinta centímetros más
profunda que en cualquier otro lugar. Posiblemente un metro.
—Oh Dios mío —me quejo, mi cuerpo ahora entrando en pánico—. ¿Y el
médico? ¿No tiene esquís o algo?
—Está... atrapado en la ciudad. —Donde está el hospital más cercano.
—¡Entonces encuéntrame otro! —grito y no me siento culpable por eso en lo
absoluto. Las tensiones son altas y necesito liberarme.
Me volteo y me deslizo de la cama hacia mi pelota de ejercicio.
—Resolveremos esto —susurra Nathan suavemente después de ponerse de
cuclillas a mi lado. Su mano sigue frotándose en círculos sobre mi espalda—.
Tenemos tiempo.
Hay una extraña sensación estallando en mi interior mientras ruedo mis
caderas en la pelota y reboto un poco. Siento mojado mi pantalón.
—No, no lo tenemos
—Haremos...
—Nathan. —Agarro su camisa debajo de su barbilla y lo atraigo—. Mi fuente
acaba de romperse. Necesitas conseguirme un médico.
Su rostro palidece y sus pulgares se mueven rápidamente en su teléfono. Él
llama a muchas personas, el hospital, nueve, nueve, nueve. Trata con todo el
mundo pero nadie puede llegar rápido.
—Jeanine ha tenido hijos.
Asiente y la llama. No escucho su conversación, tengo demasiado dolor y
nunca le perdonaré a la nieve esto.
De repente asimilo la realidad.
—Oh mi Dios. Voy a ser... —Otro dolor me destroza, lloro y me tenso, mis
dientes se aprietan en un intento de pasar el dolor—. ¡Una de esas mujeres que
tiene un bebé en el piso de su sala de estar!
—Tenemos que bajar—dice abruptamente—. Si es que... Me refiero a...
De repente quedo en el aire, cosa que es bueno porque no hay manera de que
269
pueda caminar ahora. Pero por otro lado es malo porque mi pantalón se empapa y
sé que Nathan debe estar enloqueciendo por eso. Afortunadamente no parece darse
cuenta y no dice nada.
—No tengo ni idea de qué hacer. —Nathan está abrumado.
—No te atrevas —le grito mientras me dirige al sofá—. No comiences a
enloquecer ahora. Necesito que me detengas si me asusto… maldito infierno esto
duele. —Caigo sobre mis rodillas y ruedo sobre mi espalda, colocando mis piernas
en el sofá, por lo que están elevadas. No me trae ni un poco de alivio—. Por favor,
tráeme un pantalón limpio.
Nathan hace lo que le digo, utilizo este momento de intimidad para llorar.
Todavía podría estar en trabajo de parto por horas, que mi fuente se haya roto no
significa nada. Algo me dice que no tendré suerte y este bebé va a venir pronto me
guste o no.
Enciendo la televisión y voy directo a las noticias. El pronóstico del tiempo
comienza después de unos minutos.
La peor nevada que han visto en Inglaterra en cuatro años. Genial.
Malditamente genial.
Solo estoy un poco consciente de Nathan arrodillado a mi lado y quitándome
el pantalón. Tengo demasiado dolor para que me importe. Me siento borracha.
—No necesitas pujar, ¿cierto? —me pregunta, después de gritar por otra
contracción brutal, mientras me visto un shorts por mis piernas.
Niego.
—No lo creo. —Pero la presión está ahí—. ¿Nadie viene?
—Todos lo están intentando. —Sus manos trabajan en mi espalda, pero me
molesta ahora. Lo alejo y lo empujo hacia el sofá.
Con mi culo en la pelota del ejercicio, cruzo mis brazos en sus rodillas y trato
de relajarme mientras sus dedos frotan mi nuca y a lo largo de mi espina dorsal.
—Duele. Ya no quiero hacer esto.
—Lo estás haciendo muy bien —me tranquiliza y pasa sus dedos por mi
cabello—. Honestamente, estás siendo muy valiente ahora. Siento que estemos
atascados aquí.
—No es tu culpa. —Mis manos aprietan sus muslos mientras se construye y
construye antes de llegar y que finalmente se desate—. Estoy asustada. ¿Qué pasa
si...?
Nathan me tapa la boca.
—No. Apenas lo estoy manteniendo aquí. Por favor no pongas cosas en mi
mente que no hay ahora mismo. Nos pondremos en ello.
—Pero no quiero que regales a mi bebé. —Lágrimas fluyen de mis ojos, mi
cuerpo cansado se sube hacia su regazo.
—No está en mi lista hacerlo tampoco —bromea y retira mis lágrimas con sus
270
pulgares—. Vas a estar bien.
—¡AH! —grito y aprieto mis dedos alrededor de sus muslos—. Nosotros
debemos prepararnos, si es que… —Maldita sea.
—Buena idea. —Nathan asiente y me levanta de él, deslizando mi cabeza y
brazos en el sofá tiempo después—. Estaré aquí en un segundo.
—Voy a resucitar a tu hermano —jadeo a través de mi respiración
entrecortada—. Y luego lo voy a matar de nuevo.
Nathan se ríe y arrastra mi bolso hacia mí.
—Te ayudaré.
—Genial. Necesitamos toallas o algo.
—¿Agua caliente?
Niego.
—No. Solo toallas, viejas, ya que te... —¡Auch, aaay, auch!—. Joder. —Me
estremezco por mi propia mala palabra e inmediatamente me disculpo—. ¡Carga un
video en YouTube o algo! No te quedes ahí parado.
—Enseguida. —Y se va de nuevo.
Esto es una mierda. Esto realmente... gracias oh Dios. ¡Jeanine está aquí!
La abrazo cuando se acerca y la mantengo apretada por un tiempo. Casi
rompo su cuello mientras mis contracciones vuelven.
—¡Nathan! —grita, y Nathan se ve tan aliviado de verla como yo—. Tengo que
cambiarme y lavar mis manos. Quédate con ella. Yo me encargo de esto.
Nathan hace lo que se le dice, pero no antes de preguntar:
—¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Con dificultad, hay más de metro y medio de profundidad. Tuve que poner
bolsas de basura sobre mi pantalón para mantener la humedad fuera.
—Eso está muy bien, pero tengo un melón queriendo salir. ¿Podemos
compartir historias de supervivencia más tarde? —jadeo.
Jeanine desaparece durante unos minutos, vagamente escucho los grifos y
pasos rápidos antes de que regrese.
—Muévela, voy a agarrar estas almohadas. —No estoy segura de lo que hacen,
lo único que sé es que en un minuto estoy en la pelota y el siguiente me estoy
inclinando hacia atrás contra las piernas abiertas de Nathan y mi shorts está fuera.
El dolor irradia por todo mi cuerpo antes de centrarse en un solo lugar. La
presión es insoportable.
Ellos siguen hablándome, diciendo cosas, pero no puedo escucharlos. No me
puedo concentrar. El dolor es demasiado.
—Necesito pujar. —Aprieto y tiemblo otra vez. Mi espalda está contra algo
blando, los cojines del sofá se han colocado en el suelo. Es más cómodo así. 271
Puedo oír gritos, gruñidos y maldiciones. Después de un momento me doy
cuenta de que vienen de mí.
Todo sentido del tiempo se va, no tengo idea de cuánto tiempo este dolor ha
estado atormentándome, todo lo que sé es que quiero que se detenga.
Afortunadamente, mi cuerpo parece saber lo que está haciendo y cuando
empujo me da un poco de alivio. La presión es insoportable, me quema tanto.
Quiero escapar de ella, no puedo mantener mis piernas todavía.
Nathan está sosteniendo una mano hasta mi pecho, creo. Puedo verlo, pero no
puedo concentrarme en nada. Todo lo que está pasando lo veo pero no lo puedo
registrar como realidad.
Mucho dolor.
Se extiende, quema.
—Él está llegando. —Oigo a Jeanine decir emocionada—. Vamos Gwen, lo
estás haciendo genial.
Nathan besa mi sien y sostiene mi mano, sus palabras son alentadoras y su
tono entregado está lleno de miedo y excitación.
Él está llegando. Esto casi termina.
Otro pop sucede y siento más agua entre mis piernas.
—Maldita sea —exclama Nathan en mi oreja—. Ya salió la cabeza.
Jeanine chilla de alegría y me ordena que puje tan pronto como sienta la
necesidad de hacerlo. Bueno... no es como si tuviera otros planes.
Parece una eternidad antes de escuchar ese hermoso grito que podría perforar
un tímpano frágil. Algo cae sobre mi pecho y mi atención se centra en él.
—Bueno, definitivamente es un niño. —Nathan se ríe y apoya la barbilla en mi
hombro.
Es perfecto, tan malditamente perfecto. Su cabeza húmeda y pegajosa tiene
una gruesa capa de cabello oscuro. Mi cabello.
Su rostro es todo Caleb, la forma de los ojos, los labios sensuales y la nariz. Me
rompe el corazón y lo arregla todo al mismo tiempo.
—Bien hecho. —Jeanine esnifa y toquetea sus ojos con un pañuelo—. Lo
hiciste muy bien.
—¿Por qué no deja de llorar? —pregunto, mi cansancio se muestra en la
lentitud de mi voz.
—Tiene hambre. —Jeanine se ríe y comienza a limpiarlo con una toalla—. Dejé
el cordón conectado hasta que la ambulancia llegue. Es mejor no meterse con eso.
—Ni siquiera lo noto.
¿Tiene hambre? Oh Dios...
Hay un fuerte golpe en la puerta un par de minutos más tarde, es un buen
momento. Jeanine va hacia ella, no creo que Nathan quiera moverse en este 272
momento. No quiero que se mueva en este momento.
Dos paramédicos están ahí de pie unos momentos más tarde, me siento
aliviada de ver a mi doctor con ellos.
—Doctor Meadow .—Nathan le da pequeño saludo.
El hombre mayor con el cabello canoso ligeramente se arrodilla y extiende sus
manos.
—¿Puedo?
Asiento y le entrego al bebé que todavía no puedo creer que sea mío. Él lo
coloca sobre una manta blanca que cubre algún tipo de dispositivo que se parece a
un gran conjunto de balanzas de cocina.
—Ocho trece —dice él y uno de los paramédicos saca al niño de allí. Examinan
la nariz y la boca del bebé y presionan ciertas partes de su cuerpo con sus manos.
Lo veo tomar su temperatura y comprobar sus signos vitales antes de cortar el
cordón y entregárselo a Nathan.
Nathan no tuvo tiempo de decir que no y ahora tiene a mi hijo en sus brazos,
él mira fijamente al bebé con aspecto asustado y lleno de asombro. Al igual que un
conejo atrapado. No creo que se diera cuenta de que el bebé esta viscoso y desnudo
y está moviendo sus brazos desnudos.
—Tenemos que expulsar la placenta —dice el Dr. Meadows en voz baja, sus
ojos sonrientes en mí. Pone un papel con forma de sombrero debajo de mi barbilla
justo a tiempo para atrapar mi vómito. Asqueroso.

Los siguientes minutos son un borrón, solo vagamente consciente cuando


Nathan, con la ayuda de Jeanine, le coloca al bebé un pañal y lo viste. Estoy siendo
cosida y limpiada. He tenido la desgracia de tener puntos de sutura y voy a estar
adolorida por unos días.
—Tenemos que tratar de alimentarlo ahora —anuncia el Dr. Meadows y
Nathan le entrega el bebé a Jeanine antes de levantarme al sofá. Eso está mejor,
mucho más cómodo.
La lactancia materna es una experiencia interesante, no es agradable, pero no
es insoportable tampoco. Afortunadamente, el pequeño bulto consigue tomar de
ella inmediatamente. Me encanta. Él es perfecto.
Debería estar avergonzada de estar sentada casi desnuda en nada más que un
vestido delante de extraños con uno de mis pechos colgando. Pero después de esa
terrible experiencia, me da igual.
—Todavía no le tenemos un nombre —me quejo y descanso mi cabeza en el
hombro de Nathan.
—Realmente no hemos hablado de ello —dice Nathan pensativo—. Pensé que
ya habías elegido uno. —Niego en respuesta—. ¿No vas a nombrarlo como su 273
padre?
Buena pregunta.
—Yo... yo no quiero llamarlo Caleb.
—Lo resolveremos, no hay prisa. —Nathan besa la curva de mi cuello—.
Estuviste increíble.
—Estabas bastante gritona —bromea Jeanine, le doy una mueca juguetona y
bajo la vista a mi hijo.
Caleb debería estar aquí para esto. Le encantaría. Solo puedo imaginar lo
emocionado que habría estado si estuviera aquí. Pero no lo está y este niño nunca
llegará a conocer a su papá.
Mi corazón se rompe porque me duele la pérdida para mi hijo. Mis dedos
acarician sus rechonchas mejillas color de rosa.
Nunca he sentido un amor tan intenso antes pero ahora puedo sentirlo en el
mismo centro de mi alma.
—Déjame cargarlo por un tiempo —dice Jeanine cuando mi hijo termina de
comer—. Nathan, ve con ella y ayúdala a darse un baño.
—¿No voy al hospital? —Parpadeo en estado de shock y me quedo mirando a
mi médico.
—No —responde con una sonrisa—. Ambos están sanos y bien, no es
necesario. Me alojaré en el pueblo de todos modos, no estoy a más que una llamada
de distancia.
—Tendrá que comprar un conjunto de esquís. No me siento cómodo dejando
que se quede en casa después de esa terrible experiencia. ¿Y si ella tiene
hemorragias o colapsa o algo peor?
El Dr. Meadows coloca su mano sobre el hombro de Nathan.
—Te aseguro que estará bien. Estamos clasificando esto como un parto en
casa. No tengo preocupaciones.
—Estoy bien, Nathan —digo mientras le entrego el bebé a Jeanine—. Solo
estoy cansada.
Él parece ceder, pero no se ve feliz.
—Bien. ¿Jeanine puedes ayudarlos a salir?
Me levanto con cuidado y envuelvo mis brazos alrededor del cuello de Nathan
y me levanta con fuerza mientras me lleva por las escaleras.
—Te sientes tan ligera ahora.
Sonrío y descanso mi cabeza en su cuello.
—Perdón por el desorden.
—No, no es tu culpa.
Un bostezo escapa de mi garganta. Nathan me coloca en el inodoro cerrado en 274
el baño que uso, y se agacha al lado de la bañera. La habitación se llena de vapor
mientras el grifo vierte agua caliente en la bañera grande.
—¿Estás bien? —me pregunta Nathan por vigésima vez desde que di a luz—.
Eso pareció doler.
Lo miro con los ojos cargados de agotamiento.
—Lo hizo.
—Seamos rápidos, me temo que Jeanine puede secuestrar a nuestro hijo. —Se
ríe.
¿Nuestro?
—¿Nuestro?
—¿Qué? —Me mira por encima del hombro, sus ojos cansados y llenos de
emoción.
Parpadeo y digo con cautela:
—Dijiste nuestro.
—¿De qué estás hablando? —Se ve completamente ajeno. Tal vez no quiso
decirlo.
—Has dicho, nuestro hijo.
—No, no lo hice. —Frunce el ceño y niega—. Dije tu hijo.
—Te oí...
—Estás cansada —comenta—. No pongas palabras en mi boca. Sé que no es
mío y ahora no es el momento para discutir sobre esto.
Tal vez tiene razón. Probablemente oí mal. Suspiro.
—Lo siento.
—Eso está bien. —Se para delante de mí y poco a poco comienza a deslizar el
vestido de mis hombros—. Está lo suficientemente caliente ahora.
Lo miro mordazmente y con mi mano apunto a la puerta.
—No me voy, te acabo de ver desnuda.
Frunzo el ceño.
—Esto es diferente.
—No lo es, no voy a dejar esta habitación. Me niego.
—¿Por favor? —El suplicante tono en mi voz lo hace ceder.
Suspira, asiente y da un paso atrás.
—Muy bien, pero voy a estar sentado aquí. ¿Bien?
Le doy las gracias y paso con cuidado al baño una vez que se va. El agua pica
mi interior pero también se siente increíble.
Acabo de tener un bebé.
Acabo de tener el bebé de Caleb. 275
Las emociones me abruman, emociones que debería haber sentido en el
momento en que mi hijo fue puesto en mis brazos.
El dolor, la pérdida, la frustración, la ira. Tantas emociones. Estoy demasiado
cansada para pasarlas correctamente.
Pego mis rodillas a mi pecho, feliz de que por fin puedo hacer esto por
primera vez en meses y llorar en la parte superior de ellas. Las lágrimas se
derraman y se mezclan con la humedad en mis mejillas, sollozos traspasándome en
silencio.
Quiero gritar, quiero gritar, pero no lo hago.
Mi cuerpo se siente vacío y no solo por la repentina falta del bebé. Me refiero a
todo. No hay amor allí, no hay el vínculo instantáneo que debí de haber formado
con mi hijo a primera vista, pero ese agujero que Caleb dejó solamente parece
haberse extendido.
Hay una luz tocando en la puerta.
—¿Estás bien ahí dentro?
—Sí —miento. No estoy bien. Nunca estaré bien otra vez.
Rápidamente me limpio, odiando la forma en que el agua se vuelve rosa. Subo
y seco mi cuerpo con cuidado. Luego me envuelvo en una toalla después de colocar
una almohadilla en unas bragas y ponérmela.
Nathan, escuchando que me muevo, abre la puerta y entra.
—¿Todo listo?
Asiento y estiro mi cuerpo.
—Me siento mucho más ligera.
—Es un bebé grande, no me sorprende. —Nathan me mira con cariño en sus
ojos, lo cual nunca he visto en él—. Sé que las mujeres dan a luz todos los días, pero
quiero que sepas que en este momento, estoy completamente asombrado de ti.
—Estoy completamente asombrada de mí misma. —Me ahogo y froto mis
pechos doloridos. Ay.
—Aquí. —Nathan me entrega un sostén de lactancia con almohadillas de
pezón ya fijada. Me doy cuenta de que no tiene sus guantes. Qué raro. No llamo la
atención sobre este hecho, aunque no quiero hacerle consciente de ello, en caso de
que ya no lo esté.
—Estoy preocupada por lo cómodo que te sientes manejando mi ropa interior.
—Tomo el sostén y le hago un movimiento para que se dé la vuelta.
Después de unos momentos escucho el llanto de mi hijo, mis tetas
cosquilleando.
—Bueno, eso es nuevo.
—¿Qué es?
Niego, mis mejillas ruborizándose.
276
—Nada. —Solo el hecho de que mis pechos parecen saber que mi hijo tiene
hambre.

Jeanine se sentó en el sillón junto a la ventana, con mi hijo en sus brazos


vestido con un pijama de color limón y un pequeño sombrero de color amarillo con
guantes a juego. Voy hasta el sofá y doblo mis piernas hacia un lado.
El shock me supera por un momento cuando Nathan, con una sonrisa en su
rostro, toma el bebé de Jeanine con sus propias manos y lo sostiene. Con una mano
detrás de su cabeza y hombros y la otra bajo su trasero.
Tomo una foto furtiva en mi teléfono, no puedo resistir.
Me lo trae y lo coloca en mi pecho.
—Iré a hervir agua, espero que no te importe si me quedo en la noche, no creo
que vaya a ser capaz de volver con mis viejas piernas —dice Jeanine y suaviza su
pantalón.
—No, en absoluto. —Nathan no quita los ojos de nosotros—. Gracias, Jeanine.
No creo que podría haberlo manejado sin tu ayuda.
—Niño dulce. —Se ríe y me da un guiño al pasar—. Creo que tiene hambre de
nuevo. —Hace referencia al bebé.
Tiene razón. Miro a mi hijo y sonrío a su intento de encontrar la leche en mi
pezón.
—Él va a darme un mordisco de amor si no se detiene.
Nathan se sienta a nuestro lado, su brazo se apoya en el respaldo del sofá y sus
dedos acarician mi cabello. Inclino mi cabeza hacia atrás ligeramente y disfruto de
la sensación de los dedos suaves de Nathan calmándome mientras mi hijo chupa la
vida fuera de mi pecho.
—Necesita un nombre. —Hago una mueca, ya lo creo—. Estoy pensando en
algunos…
—Mientras no sea algo horrible. —Inclina la cabeza hacia atrás y cierra los
ojos por un minuto más o menos.
—¿George?
—No.
—¿Travis?
—No. Dillan. —Da un pequeño encogimiento de hombros cuando ve mi
mirada de incredulidad—. Me gusta Dillan.
—Dillan —pruebo el nombre un par de veces—. Me gusta —Sí. Dillan. Me
encanta—. Dillan es genial.
La sonrisa de Nathan me ciega, si no estuviera tan cansada le devolvería la
sonrisa.
—¿En serio?
277
—Sí, Dillan es perfecto. —Bostezo, es ruidoso y poco atractivo—. Gracias. Por
mantenerte calmado hoy y por ser mi roca.
No dice nada, pero compartimos una mirada de mutuo respeto.
Después de hacer eructar a mi hijo, se lo paso de nuevo a Nathan que parece
ansioso por llevarlo. Por mucho que quiero sostener a mi hijo, no me atrevo a
hacerlo por un segundo ya que mis ojos no permanecerán abiertos.
Capítulo 21
Toda esta cosa de ser madre es dura. No recuerdo mucho después de
quedarme dormida en el sillón, lo único que sé es que ahora estoy en la cama y esta
es la tercera vez que me he despertado para atender a Dillan.
Dillan. El nombre le queda tan bien.
Miro a su moisés que descansa a unos dos metros de la cama. Nathan debe
haberlo traído aquí, obviamente no sintiéndose cómodo estando tan lejos de su
sobrino.
Levantándome lentamente, me inclino sobre el moisés y levanto a mi hijo con
las dos manos. Se estira de esa linda forma en que solo los bebés pueden hacer y
deja escapar un gritito. No está contento con ser movido. Gruñón.
Cuidadosamente, me subo de nuevo a la cama y apilo las almohadas detrás de
mí, Nathan que está dormido a mi derecha, rueda instantáneamente y envuelve su
brazo alrededor de mi cintura. Sus manos desnudas me agarran como si tuviera
miedo de que me moviera otra vez.
Por mucho que quiera estar enojada con su suposición de que quiero
278
compartir la cama con él, no puedo porque su suposición es correcta. No quiero
estar sola ahora.
En realidad… probablemente no le importaría si lo quiero aquí o no. Esta es
su manera de decirme que quiere estar en mi cama, así que está en mi cama.
Aun así, no puedo obligarme a estar enojada.
Cuando Dillan ha terminado de alimentarse, lo acuesto en la cama entre
Nathan y yo, y ruedo sobre mi lado. Mi rostro está a la altura del suyo, luce tan
tranquilo mientras duerme. En verdad ha sido mi roca.
Nunca seré capaz de pagarle por todo lo que ha hecho.
Inclinándome ligeramente hacia adelante, presiono mis labios en la esquina
de su boca. Sus ojos se abren de repente y sus labios se separan. Me mira curioso
por un momento, como si intentara descubrir mis intenciones.
Entonces su mano sube y descansa en mi mejilla, lo escucho inhalar una
respiración entrecortada cuando su pulgar se desliza sobre mi labio inferior. Algo
entre nosotros se conecta. Sin apartar la mirada de mis ojos, se inclina y frota la
punta de su nariz sobre la mía.
Su mano acaricia mi mejilla y cuello antes de frotar con sus pulgares un
círculo en mi pulso. Me mira como si no pudiera creer que sea real. Lo miro e
intento decirle con mis ojos cuán agradecida estoy. Lo mucho que vale y cuánto
merece ser feliz.
—Duerme, Gwen —susurra, su aliento es mentolado y dulce.
Lleva mi hijo hasta su pecho. Lo acuna suavemente y presiona sus labios en su
frente arrugada.
Dillan deja escapar un pequeño gemido cuando Nathan lo coloca en su cama,
lo arropa apretadamente y sube para volver de su lado.
Me vuelvo hacia él, algo que nunca antes he hecho y envuelvo mi brazo
alrededor de su pecho desnudo. Me aprieta con fuerza y deja escapar un sonido
satisfecho.
No me despierto hasta las ocho de la mañana siguiente y tanto mi hijo como
Nathan han desaparecido, solo para ser encontrados deambulando en el piso de
abajo teniendo una conversación unilateral que no puedo escuchar.
Mirándolos juntos, viendo a Nathan con Dillan, no puedo evitar creer y
admitir que mis miedos se fueron. Caleb quizás no esté aquí, pero justo ahora, no
estamos solos.

—¿Puedo preguntarte algo? —digo en voz baja después de entrar al cuarto del 279
bebé y observar a Nathan con Dillan en su pecho. Sus guantes no están y Dillan está
babeando su piel. Sin embargo, nunca he visto a Nathan lucir tan feliz. Me ha
estado molestando por días, desde que Dillan nació. Él tiene un problema con los
gérmenes pero recientemente ha estado usando sus guantes cada vez menos.
Nathan parpadea, pareciendo salir lentamente de un trance.
—¿Qué sucede? —La silla donde está sentado continúa balanceándose
lentamente. Su tobillo está descansando en la parte superior de su otra pierna, la
cual empuja lentamente la silla atrás y adelante.
Camino hacia él y me siento en el brazo acolchado, mirándolos, mi corazón
canta de felicidad con la vista. Por mucho que duela que Caleb no esté aquí para
esto, estoy feliz de ver que mi dolor no fue completamente desperdiciado. Ver a
Nathan lucir tan pacífico y feliz llena un poco ese agujero en mi pecho. Lo suficiente
como para hacer que los días pasen más fácil.
—Ya no usas muchos los guantes —susurro, mis dedos acariciando la parte de
atrás de su largo cabello.
Se inclina hacia atrás y cierra sus ojos, como si buscara mi toque.
—Me he estado preguntando si mencionarlo o no. Me preocupaba que
desencadenara la necesidad o algo.
Sus irises se asoman de sus parpados entornados.
—No sé por qué. —Una pequeña sonrisa aparece, quiero trazarla con mi
pulgar pero no lo hago—. Cuando lo tuviste, fui cubierto con más fluidos de los que
me importaría admitir. —Río. Eso es verdad. Tiemblo un poco—. Creo que el pánico
superó mis miedos en ese momento porque encontré que no me molestaba. Estaba
muy preocupado por ti. —Su mano deja la espalda de Dillan y descansa en mi
muslo—. Antes de que él naciera, me preocupaba huir de los pañales, el vómito, y
los eventos desagradables que probablemente sucederían en el futuro. Pero verlo
nacer… —Su sonrisa se amplía, sus labios separados mostrando sus dientes
brillantes cuando mira a mi hijo—. Nunca presencié algo tan asqueroso. —Mi boca
cae abierta, finjo estar ofendida. El ríe y continúa—. O increíble en toda mi vida.
Nada que él pueda producir me molesta. —Sus ojos vuelven a los míos, mi
respiración falla—. O tú. No sé si es porque pasamos mucho tiempo juntos o porque
ya he sido cubierto con tus fluidos corporales.
Linda forma de ponerlo. Una mirada suave viene de sus ojos y otra vez,
presencio un destello de vulnerabilidad haciendo parecer a Nathan mucho más
joven de lo que es.
—Ya no me molesta tocarte. De hecho… he llegado a disfrutar el contacto.
Mis ojos arden, sabiendo que de alguna forma lo he ayudado con el proceso de
curación. Incluso si solo se aplica a Dillan y a mí, estoy contenta de haberlo
ayudado de algún modo.
—Eres una persona asombrosa, Nathan.
Su lengua juega con su labio inferior, sus ojos vuelven a la ventana donde
estaba mirando antes de que entrara. 280
—Nunca te lastimaría intencionalmente. ¿Sabes eso verdad?
Bueno, eso es un extraño cambio de conversación.
—Lo sé. —Y en verdad lo sé. Confió en él más que en nadie.
El misterio de esta nueva conversación no termina.
—Cometo muchos errores cuando estoy enojado. Yo no… —Hace una pausa,
pensando sus palabras por un momento—. No tuve la mejor crianza. Eso no quiere
decir que quiera que te sientas obligada de alguna forma. Solo quiero que sepas que
no estoy acostumbrado a estar tan cerca de alguien. Incluso de Caleb. Siempre he
estado aislado. —Ríe con frialdad, sus labios en una fina línea—. Ni siquiera tengo
amigos.
—Soy tu amiga.
—Sí. —Sus ojos se vuelven distantes por un momento—. Lo eres. Pero solo
quiero que sepas que lo que hago, si te lastima, no es intencional. Solo que no sé
cómo hacer esto.
—¿De qué estás hablando? —¿Por qué tengo la sensación de que está
advirtiéndome por algo que aún no ha sucedido?
—De nada, solo estoy señalando un defecto mayor en mi personalidad —
suspira largo y profundo, las líneas alrededor de sus ojos mostrando cuanta
preocupación tiene en su mente.
No digo nada, no estoy segura de qué decir. En su lugar me deslizo en su
regazo, consciente del bebé en su pecho, y descanso mi cabeza contra su cuello.
Presiona sus labios en mi cabello y acaricia mi brazo con su mano libre.

—¡Oh por Dios, míralo! —resopla mi madre y acuna a Dillan contra su pecho.
Nathan mantiene sus ojos en el diario, pero la forma en la que lo abre es
ligeramente más agresiva de lo habitual, sus brazos lo sacuden en el aire, evitando
que se doble. A él verdaderamente no le gusta mi madre y ella solo ha estado aquí
una hora.
—Y mírate, desearía que mi cuerpo volviera a la normalidad tan pronto. —
Hace una mueca mientras me mira de arriba abajo. Su mirada no es más que
amistosa, aunque no me importa—. Y me encanta el nombre. Dillan le queda.
—Nathan lo escogió —digo abruptamente, sintiendo la necesidad de darle el
crédito que merece—. Su segundo nombre es Caleb. —Escogí ese por razones
obvias.
—Hermoso. —Sonríe y pone su dedo en la mano de Dillan. Él lo aprieta, sus
ojos ahora abiertos y desenfocados. Estoy ansiosa por ver qué color tendrán—.
281
Estoy tan orgullosa de ti. —Mira a Nathan—. Y de ti, por ocuparte cuando no era tu
trabajo. Tus padres deben estar orgullosos.
Nathan parece sorprendido por sus palabras y su actitud hacia mi madre se
suaviza después de esto.
Estoy exhausta, no he dormido por tres semanas desde que Dillan nació.
Encuentro que dormir una siesta cuando él bebé duerme es la mejor manera de
evitar colapsar durante el día. Mi madre también está aquí por algunos días, lo cual
es genial. Va a enseñarme cómo extraer la leche. Por mi vida que no puedo
averiguar cómo usar el extractor de leche cómodamente.
Tengo esta imagen en mi mente de ser ordeñada como una vaca y tener la
leche saliendo en un chorro, lo suficiente para llenar seis botellas. Ese no es el caso
en absoluto. Algunos días produzco más leche que otros, y más que nada puedo
producir una onza o dos.
Al menos estoy controlándolo ahora. Puedo congelarla, lo cual es incluso
mejor.
Nathan debe irse pronto, su tienda debería abrir en un par de meses. Tiene
que pasar por mucho para terminarla. El problema es, que creo que está teniendo
problemas para dejarnos.
Las cosas han estado un poco tensas últimamente. No entre nosotros, sino
con algo que no discutirá conmigo. Casi cada mañana de las pasadas semanas ha
habido un paquete en la puerta de entrada.
No sé qué es, pero sé que le está causando estrés a Nathan. Le he preguntado
por ello pero solo me dice que me preocupe de mis cosas. No de la forma
desagradable que solía hacerlo, pero el tono severo sigue allí por lo que no me
atrevo a preguntar otra vez.
Estoy preocupada por él.
Parte de mí se pregunta si está siendo chantajeado. Con todo lo que sucedió
con su padre. No estoy segura de qué está pasando con eso tampoco, todo lo que sé
es que debe ir a la corte pronto. Nathan no me dirá nada de nada. En su mente, está
protegiéndome de un estrés innecesario. No entiende que si algo está
molestándolo, entonces para mí es un estrés necesario.
Casi pongo mis manos en un paquete hace cinco días, pero él lo tomó e hizo
algunas llamadas. Desde allí no ha habido otro. Sé que lo que sea que es, alguien
quiere que lo vea. Mi naturaleza curiosa me tiene al borde, desearía poder sacarlo
de mi mente pero no puedo.
¿Qué es lo que tiene a Nathan tan tenso y por qué no puede confiar en mí?
¿Qué tiene que esconder?
Mi madre está aquí, así que tengo que superarlo por ahora. Ha pasado un
tiempo desde que la he visto y honestamente… la he extrañado. Me preguntó cómo
está todo y le he dicho que todo está bien conmigo y Nathan. Sé que no aprueba 282
nuestra situación actual pero no puede decir nada.
Siempre y cuando sea feliz y Dillan sea feliz, eso es todo lo que importa.

Nathan no dejará que duerma sola, decir que se ha vuelto pegajoso sería un
eufemismo. El problema es, que no quiero dormir sola y me gusta tenerlo
sosteniéndome mientras duermo todas las noches.
Estoy extremadamente feliz de ver que Nathan aún no tiene problemas con
Dillan y conmigo en lo que concierne a sus manos desnudas. Los potenciales
gérmenes de Dillan no parecen molestarlo en absoluto. Ha sido increíble, si Dillan
necesita un cambio de pañales, él solo se levanta y lo hace. Por supuesto lo hago
tanto como él, pero nunca tengo que pedirlo.
No es que lo haría, claro está. Dillan es mi responsabilidad pero es lindo tener
ayuda. Las cosas están cambiando aquí y no estoy segura de cómo ni por qué.
Tampoco estoy totalmente convencida de que no me gusten los cambios.
—¿Puedo hablarte un segundo? —me pregunta Nathan y asiento desde el
pasillo.
Asiento y beso la cabeza de mi dulce niño, dejándolo con mi madre.
—¿Qué está mal? —Mis manos frotan mis brazos cuando me apoyo contra la
pared de la cocina.
Muerde su labio inferior con los dientes.
—En verdad no quiero ir pero debo hacerlo. Mi audiencia en la corte es
pronto, luego tengo la tienda y realmente necesito a este patrocinador.
¿Por qué luce como si fuera a enojarme?
—Lo sé. Lo entiendo.
—No quiero ir —suspira y se apoya contra la pared a mi lado. Ambos miramos
la pared lejana como si contuviera todas las respuestas a nuestros sentimientos en
conflicto. O por lo menos, eso es lo que espero que contenga.
—Tampoco quiero que vayas, pero debes hacerlo.
Deja salir un largo suspiro.
—¿Pueden venir conmigo?
Parpadeo.
—¿Qué?
—Lo digo en serio, solo ven conmigo. Son solo tres días en la ciudad. Solo tú,
Dillan y yo. Será divertido.
—Mi madre está aquí. —¿Esa es la mejor excusa que tengo?
—Se va el martes. Únete entonces.
283
—Lo pensaré —respondo y beso su mejilla—. Ve y conquista el mundo,
Nathan.
Me da una sonrisa que podría detener a miles de mujeres en una protesta de
derechos femeninos. Mi corazón tartamudea.
—Te extrañaré.
—Nosotros te extrañaremos más. —Me alejo y lo observo caminar por el
pasillo. Sus ojos me atrapan sobre su hombro cuando toma la manija y abre—.
Conduce con cuidado.
—Siempre lo hago. —Con una última mirada, finalmente se va.
Dejo escapar la respiración que he estado conteniendo y vuelvo a unirme a mi
madre en la sala de estar. Me da una mirada conocedora. Ruedo mis ojos y me
siento en el sillón frente a la chimenea.
—Bueno, no escuché demasiado pero por como lucen las cosas, ese chico
esta…
—No —ruego, negando.
—Es el hermano de Caleb. —El tono en el que habla me dice que está
disgustada—. Imagina si los roles estuvieran invertidos y Caleb se enamorara de tu
hermana.
—No tengo una hermana.
Rueda sus ojos.
—Hipotéticamente.
—No me estoy enamorando de Nathan.
—Si tú lo dices. —Frunce los labios—. Es tu vida. Pero te lo advierto. No estoy
para nada de acuerdo con esto. Hay algo que no está bien con él.
Es mi turno de rodar los ojos.
—No lo insultes mama, nunca te perdonaré.
Su boca cae abierta.
—Me preocupo por él, ha hecho mucho por mí.
—Solo digo que deberías tener cuidado. Él no es normal. Tiene problemas.
Puede decir eso otra vez.
—Está trabajando en ellos.
—Me quedaré fuera de esto, lo juro. Solo… ten cuidado. No quiero verte
lastimada. —Rueda sus hombros, claramente sus brazos están doliendo por
sostener mucho tiempo al bebé.
—¿Quieres que lo cargue?
—No. —Se aleja un poco—. Lo sostendré hasta que mis brazos se caigan.
¿Quién sabe cuándo podré verte otra vez?
—Puedes visitarnos tanto como quieras. —Es mi madre, incluso si es un poco 284
perra a veces, eso no significa que quiera excluirla—. Te quiero en su vida.
—No tanto como yo quiero estar en ella. —Me da una sonrisa llorosa—. No
volveré a decepcionarte.
Le doy una sonrisa divertida.
—Y yo no quedaré embarazada otra vez.
Una almohada me golpea en la cara. Río y la coloco detrás de mi cabeza.
—¿Hambrienta?
—Famélica.
—Pondré la cena, cuéntame qué sucede contigo. ¿Cómo están las cosas en
casa? —Me levanto y voy hacia la cocina. Sacando las cosas de la heladera, sonrío
cuando pone a Dillan en su mecedora cerca de la puerta. Está lejos de todo pero lo
pongo allí cuando estoy cocinando o lo que sea.
La conversación fluye fácilmente en la cena, me encuentro riéndome más en
una noche con mi madre que durante todo lo que viví con ella.

Cuando llega el momento de que se vaya, me siento bastante triste. Dillan,


que es ajeno a todo a excepción de su alimentación, ir al baño y dormir, incluso
parece llorar cuando se va.
Me abraza, es rígido pero está intentándolo.
Por primera vez desde que nació Dillan estoy sola en la casa. Extraño a
Nathan.
Lo extraño mucho.

Sasha y Tommy vienen a visitarme una semana después de mamá, ambos


quieren volver pronto. Estoy esperándolo pero por ahora solo quiero algo de
tranquilidad con mi hijo y mi… quiero decir, Nathan.
Dillan ya casi tiene un mes, está levantando la cabeza y su alimentación se ha
asentado. No puedo esperar a ver su primera sonrisa. Tanto es así, que estoy
jugando constantemente con él, intentando obtener más que petróleo o vomito de
bebé.

Colocando a Dillan en su cuna, enciendo el monitor de bebés y bajo,


encendiendo todas las luces mientras lo hago.
Me pregunto cuándo volverá Nathan, se está haciendo tarde y sé que odia
conducir en la oscuridad.
Hmm, me apetece una leche de malta.
285
Mientras estoy hirviendo la leche en una cacerola, la puerta principal se abre y
se cierra. Escucho los signos reveladores de Nathan quitándose la chaqueta y
colgándola.
Mi rostro se ilumina inmediatamente y mis piernas me llevan al salón en
velocidad record.
—Uf. —Nathan retrocede cuando me estrello contra él, colocando mis brazos
alrededor de su cuello—. ¿Me extrañaste?
—¿Cómo fue? —Inclino mi cabeza y lo miro—. ¡Quiero saberlo todo!
Uh-oh, su rostro cae y mi corazón con él. Él contaba con esta persona. No
estoy muy segura de cómo funciona pero sé que Nathan no será capaz de seguir
adelante hasta encontrar a alguien que lo ayude a crear su joyería.
—Oye —digo suavemente—. Estará bien.
—Sí. —Asiente, sus manos en mis caderas—. Lo estará. —Soy cegada por su
radiante sonrisa repentina de emoción y alegría—. Lo conseguí.
—De ninguna forma. —Me ahogo—. ¿Estás bromeando?
—No, lo tengo. Empezamos el lunes.
—Oh, Dios mío —chillo y lo sostengo fuerte, mi cara yendo a su cuello—. Estoy
tan feliz por ti.
—¿Dónde está Dillan? —Me empuja suavemente hacia atrás, sus ojos
explorando el área del bebé.
—Durmiendo arriba. —Golpeo el monitor de bebé que esta adjuntado a mis
jeans—. Deberíamos celebrar... ¡Oh mierda!
Me alejo de él y corro de vuelta a la cocina.
Bueno... la leche está caliente, eso es seguro.
—Ups —murmuro y agarro la cacerola del fogón donde la leche había hervido
y derramado por todas partes.
—Yo lo haré —dice Nathan mientras agarra un trapo.
Le hago señas con la mano.
—Has estado trabajando duro, ve y siéntate. ¿Tienes hambre?
—En realidad no, comí antes de salir de la ciudad.
Le doy una sonrisa burlona.
—Oh, supongo que entonces no quieres las galletas que hice.
Al instante se anima.
—¿Galletas?
—Sí. —Río cuando va como un rayo hacia el horno y saca la bandeja llena de
trozos de chocolate redondas—. Comparte. —Abro mi boca y espero a que él
deposite un pequeño bocado.
286
Él sonríe, lo coloca delante de mi boca, tan pronto como voy a cerrar mi boca
alrededor, la pone en su boca y se la traga con un gemido.
—Demasiado bueno para compartir.
—Las hice yo —me quejo, todavía limpiando debajo de la encimera.
—Yo compré los ingredientes. —Esta vez sí coloca una trozo en mi boca.
Tiene tanta razón. Demasiado buenas para compartir. Arranco el plato de su
mano y corro.
—Oye —le oigo quejarse antes de que sus pisadas sigan las mías justo antes de
engancharme por la cintura y halarme a su pecho—. ¡Son mis galletas de
celebración!
—En realidad, son las galletas de bienvenido a casa. Tu pastel para celebrar
está en la nevera.
Inmediatamente se olvida de las galletas y va a la cocina.
El gran pastel de chocolate blanco cubierto con glaseado azul oscuro está
colocado orgullosamente en el estante del medio.
Colocando las galletas al lado, saco el pastel y le muestro el decorado de plata
donde escribe:
¡FELICIDADES!
—¿Qué si no lo hubiera conseguido? Este pastel sería como una patada en los
dientes —dice en voz baja y se queda mirando a la torta increíblemente decorada, si
puedo decirlo.
Pongo el pastel en la encimera y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—Sabía que lo harías.
—Gwen, realmente pensé que no lo haría. ¿Cómo puedes tener tanta fe en mí?
—Porque eres talentoso e increíble. —Inclino mi cabeza hacia atrás y le
guiño—. Deberías tener fe en ti.
—Me consientes —dice sonriendo, sus dedos apretando mi espalda por un
momento—. Dámelo.
Sirvo dos rebanadas y le entrego la suya, dirigiéndonos al comedor y
sentándonos en la mesa.
—Cuéntamelo todo —pido.
—Bueno, tengo algunas otras noticias. Buena y mala.
Hmm... No me gustan las malas noticias.
—Mala primero, así la buena puede alegrarme después.
—Está bien.
Traga su bocado de pastel y coloca sus dedos debajo de mi barbilla.
—No conseguirás el fondo fiduciario de Caleb. Desafortunadamente, debido a
que no seguías casada en el momento de su fallecimiento, su dinero va a sus 287
siguientes familiares. Los cuáles eran mi padre y mi madre. Aunque, mi abogado
me dice que podemos ser capaces de transferir el fondo fiduciario a Dillan. Solo
necesitamos probar que es el hijo de Caleb.
Bueno, eso simplemente apesta. Mi cara cae cuando me doy cuenta de que no
parece que estaré viviendo aquí dentro de poco.
No es que quiera, pero sería bonito estar sobre mis propios pies. Sin embargo,
es genial que Dillan pueda conseguirlo.
Nunca tendría que preocuparme por afrontar sus gastos escolares.
—¿Cuál es la buena noticia? —Por favor, que sea brillante, noticias que
cambian la vida.
—La tienda estará en funcionamiento en cuestión de dos semanas y he
recibido mi fondo fiduciario más los intereses. —Hace una pausa por un momento,
me muerdo las ganas de chillar de alegría—. Así que... te he comprado un regalo.
¿Qué?
—Eso es genial, pero ya me has dado suficiente.
—Es más que todo porque voy a estar viajando mucho otra vez, quiero abrir
una segunda locación si a esta tienda le va bien. —Se pasa la lengua por el labio
inferior y saca una sola llave negra de su bolsillo con un llavero BMW—. Te he
comprado un auto. Es perfecto para familias y tiene un asiento de bebé así no
tendrás que sujetar su asiento de seguridad en todo momento. Lo necesitarás si
estoy lejos.
Me quedo mirando las llaves en la mesa entre nosotros.
—No creo que lo puedo aceptar.
—Ni siquiera lo pienses. Simplemente di gracias Nathan, bésame y mañana lo
pruebas.
Río y me levanto. Dando un paso hacia él, me inclino y presiono mis labios en
su oreja.
—Gracias, Nathan.
Agarra mi brazo antes de poder alejarme y me tira en su regazo, haciéndome
chillar.
—No me besaste.
Tiene razón, no lo hice. Ruedo mis ojos y muevo mi boca a su mejilla,
plantando un beso extremadamente húmedo en su pómulo.
—Eres repugnante. —Se encoge en broma y se limpia la mejilla con la manga.
Los chillidos de Dillan suenan a través del monitor de bebé, doy un paso atrás,
dispuesta a lidiar con él, pero Nathan me guía de nuevo a la silla y me dice que me
siente, que él se va ocupar. Le doy las gracias y limpio la mesa tan pronto como sale
de la habitación.
Cuando he terminado la limpieza, tomo mi lugar habitual en el sofá de la sala
y escucho a Nathan hablando con Dillan a través del monitor de bebé.
288
—Tú realmente necesitas empezar a sonreír pronto, si tengo que escuchar a tu
mamá jugando al escondite una vez más, voy a amordazarla. —Resoplo ante su
dulce tono como un bebé. Sus palabras amenazantes suenan tan poco amenazantes
y alegres—. Aunque esto probablemente solo se pondría peor si sonríes a eso. Así
que haznos un favor a ambos y sonríele a algo que me guste.
Oigo un gorgoteo venir de Dillan y río con Nathan, a pesar de que no puede
oírme.
—Buen chico. —Hay una pausa, escucho a Nathan suspirar antes de que su
tono se vuelva bajo y triste—. Te pareces tanto a tu papá que es casi doloroso. —
Pausa. Mi respiración se obstruye. Nathan rara vez habla de Caleb y cuando lo
hace, generalmente son solo unas pocas palabras de acuerdo con algo que he
dicho—. Mamá amaba mucho a tu papi. El tío amaba mucho a tu papi. Siento
mucho que nunca vayas a conocerlo, te habría amado más que a nadie y a nada.
Me ahogo con un hipo y apago el monitor. Esta no es mi conversación para
escuchar. Es privada y es un momento de ellos.
Secándome los ojos, rápidamente enciendo mi portátil y trato de distraerme.
En lugar de esto todo lo que veo es a Caleb devolviéndome la mirada desde el fondo
de mi escritorio. Toco su rostro con la punta de mi dedo y cierro de golpe la
pantalla después de un momento de tranquilidad. No puedo venirme abajo en estos
momentos, Dillan me necesita para mantenerlo.
¿Por qué es tan malditamente difícil?

Nathan se une media hora más tarde, está ligeramente distante y solemne de
aspecto, pero por lo demás bien. Miramos la televisión en un agradable silencio, mi
cabeza apoyada en su hombro y la mano sobre el pecho. No juega con las puntas de
mi cabello como de costumbre.
Cuando levanto la mirada, me doy cuenta de que se ha quedado dormido con
la cabeza colgando sobre el respaldo del sofá. Río en silencio y paso mis dedos
sobre su frente, alisando el cabello de su rostro. Ha tenido un día intenso por lo que
parece, no es de extrañar que esté agotado.
—Estás mirando. —Los labios de Nathan se curvan y sus ojos cerrados
pestañean abiertos, solo para confirmar sus sospechas.
—¿Cómo sabes cuando estoy mirando? —murmuro, sintiendo mi mejillas
calientes.
Se encoge de hombros.
—No sé. Es algo extraño, en realidad.
—Sí. —Estoy totalmente de acuerdo con ese comentario—. ¿Cama?
—Sí.
Tambaleándose un poco mientras se levanta, me tiende la mano. Le doy mi
muñeca, como de costumbre. Me sorprende cuando sus dedos se deslizan de mi
289
muñeca y empujan entre mis dedos hasta que están entrelazados.
Me cambio en el baño después de cepillarme los dientes y lavarme la cara.
Nathan se cambia arriba. Para el momento en que ha terminado ya estoy en la
cama.
Es raro que nos acostemos juntos, sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Me
gusta nuestro tiempo nocturno abrazados mucho más de lo que debería.
Se desliza dentro generalmente después de que estoy durmiendo y no se
envuelve alrededor hasta que está en la tierra del sueño. Esta vez, al instante,
presiona su frente en mi espalda y dobla sus piernas con las mías.
—Nunca pensé que disfrutaría dormir con alguien —admite en voz baja, su
aliento soplando los escasos cabellos que yacen encima de mi oreja y en el cuello—.
Pero ahora no puedo imaginarme una noche sin el calor de tu cuerpo.
Eso y que mi trasero parece ser el asiento perfecto para su pene. Hablando del
diablo... tintín.
Esto sucede mucho, normalmente no lo noto hasta la mañana. Sin embargo,
no digo nada y él tampoco, aunque lo sentí tensarse un poco, como si estuviera
esperando mi reacción. Por las mañanas, si me despierto antes que él me quedo
inmóvil y espero a que se dé cuenta, por lo general rueda lejos de mí o sale de la
cama y se prepara para el día.
Ahora es como si hubiera un elefante en la habitación. Debería decir algo,
pero ¿qué hay que decir? La última vez que esto sucedió y estábamos los dos
despiertos, fue incómodo y divertido. Esta vez no es divertido, es solo incómodo y
un poco de otra cosa. Excitante.
Ambos nos acostamos completamente inmóviles, como esperando a que el
otro diga algo o se mueva. Me muerdo con fuerza el labio inferior, un poco nerviosa
acerca de qué hacer.
Mi pierna empieza a acalambrarse por lo que me relajo de nuevo,
estremeciéndome cuando el pantalón de pijama aprieta su miembro erecto cuando
se desliza entre mis muslos. Su jadeo me dice que definitivamente sintió eso
también.
Suaves dedos acarician a lo largo de mi antebrazo, haciéndome estremecer.
Viajan arriba por mi bíceps antes de apretar fuertemente mi hombro y bajar a mis
costillas. Una cálida mano llega a descansar en mi cadera, mi corazón se paraliza
un segundo antes de latir a un ritmo fuerte en mi pecho. Todo hormiguea y siento
la piel de gallina elevándose por toda mi carne caliente.
Un destello de placer se desenrosca en mi estómago mientras su mano
empuja mi cadera hacia él. Mi mano se cierra con fuerza alrededor de la funda de
almohada cerca de mi nariz. Un gemido se me escapa y lo oigo dejar salir un
gemido entrecortado.
Sus caderas empujan, sé que no lleva ropa interior debajo de su pijama
porque puedo sentir su piel caliente moviéndose sobre su longitud sólida, bajo el
fino algodón. Por alguna razón esto me hace temblar y doler. Mis ojos se cierran 290
apretadamente mientras dejo que su lento movimiento me torture y provoque con
algo que nunca podré tener.
Se empuja entre mis muslos lentamente, exquisitamente. Un gemido
silencioso se le escapa, su pecho vibra contra mi espalda y sus labios están en
contacto con la curva de mi cuello.
La sangre hierve bajo la superficie de mi piel, me sobrecargo con un sofoco de
calor que no se disipará. Necesidad se despliega en la boca de mi estómago y viaja a
lo largo de mi columna mientras sus dientes muerden suavemente la piel debajo de
mi oreja.
Esto está muy mal, pero no puedo evitarlo. Su capullo se empuja entre mis
labios inferiores, forzando la tela de mi pijama a subirse de la manera más
deliciosa. Golpea suavemente contra mi clítoris, un grito se me escapa y Nathan
toma esto como permiso para darme más.
Su mano aprieta su agarre en mi cadera y su pelvis empuja otra vez. No
deberíamos estar haciendo esto. No debería estar disfrutando de esto, pero no
puedo evitarlo. Soy solo humana.
Siento una respiración entrecortada ahora contra mi oreja, el sonido
mezclado con los míos. El ardor sigue mi flujo sanguíneo, alcanzando el final de
cada extremidad. Gimo, mi mano envolviéndose alrededor de Nathan, mis caderas
empujando hacia atrás para encontrar las suyas. Oh Dios.
No puedo respirar.
Luces destellan detrás de mis ojos cuando escucho un ronco grito
desgarrando su garganta.
Dillan llora y los dos nos tensamos.
La realidad parece golpearnos al mismo tiempo.
—Lo tengo —digo, y en un segundo estoy fuera de la cama y cruzando el
pasillo, mi mano temblando, mis piernas de gelatina. Sacando a Dillan con una
fuerza que no debería tener en este momento, lo cambio y le doy pecho
rápidamente. El malestar de esto me ayuda reunir mis pensamientos.
¿Qué diablos está mal conmigo?
Estoy abrazando a Dillan y meciéndolo por solo diez minutos cuando se
duerme de nuevo. Necesito hablar con Nathan, tenemos que parar esto. No
podemos dejar que esto continúe. Está mal y... es simplemente incorrecto.
Caleb... Toco la foto de su hermoso rostro que colgué al móvil de la cuna hace
solo una semana. Su sonrisa me hace sentir tan condenadamente culpable por lo
que sea que estoy haciendo.
La imagen gira con el suave tintineo de la melodía que toca cuando el móvil
gira lentamente. Pequeños peluches beige cuelgan de sus puntos de madera. Como
en un trance, miro el móvil moviéndose lentamente y me pierdo por un momento,
imaginando lo que podría haber sido.
Lágrimas caen de mis ojos cuando pienso en lo que he hecho. Ni siquiera 291
consideraría hacerlo si Caleb estuviera vivo. Sería tan moralmente incorrecto y de
alguna manera... tabú. ¡Nathan es su hermano! Estas son cosas que se ven en la
televisión, ocurriéndoles a otras personas. Espectáculos en los que hacen pruebas
de paternidad para determinar el padre del niño.
Sin embargo, me está pasando.
Mi corazón está tan confundido. Mi cabeza me dice que esto está mal, pero
cuando estoy con Nathan mi corazón está en conflicto. Una parte grita por Caleb y
el trozo que se llevó con él, la otra mitad me dice lo mucho que me gusta estar cerca
de Nathan, lo bien que me hace sentir. Cuán amada me hace sentir. Cuán
protegida.
Tragando mi miedo, lo entierro en el fondo y poco a poco voy hacia mi
habitación.
¿Dónde está Nathan?
Doy un paso atrás y noto que la puerta al final del pasillo está abierta, la que
conduce a su dormitorio. Debería dejarlo en paz, tal vez no quiere dormir conmigo
ahora. Eso no es algo malo. Hemos llevado esto demasiado lejos.
Por alguna razón no puedo dejarlo. Empiezo a avanzar, mi pulso palpitando
con cada paso, mis nervios elevándose. Lo último que quiero es hacerle daño o
alejarlo; pero él tiene que entender que esto, sea lo que sea entre nosotros, no
puede suceder.
Lentamente y en silencio subo las escaleras. No hay luz llegando por debajo
de la puerta de su dormitorio.
Está cerrada, debería tocar, pero por alguna extraña razón no lo hago. Tal vez
me preocupa despertarlo. Al menos... eso es lo que me digo.
La puerta se abre unos centímetros cada vez con la ayuda de mi mano.
Escucho su respiración dificultosa y entrecortada. Otro ruido la acompaña. Mi
cabeza me grita que aparte la mirada, pero no puedo.
Al instante mi boca se seca, mientras observo el perfil de Nathan por la
apertura de la puerta. Está de pie, una mano apoyada en la cómoda junto a su
cama, la otra... envuelta alrededor de su pene hinchado y con aspecto inflamado. Su
pantalón azul y blanco está todavía puesto, por lo que asumo que solo se los ha
bajado delante.
Lentamente su mano acaricia adelante y atrás, un guante de cuero en ello. Eso
es raro. Tal vez le gusta la sensación.
Sus hombros se tensan y sus músculos aumentan de tamaño mientras
continua trabajando. Es una vista increíble.
Una vista que no debería estar apreciando.
—Maldita sea —susurra, sus ojos en algo sobre la mesa. No puedo ver lo que
es, la habitación está demasiado oscura y está demasiado lejos.
Los músculos de su brazo se contraen y flexionan mientras fija el ritmo, la
mano ahora trabaja casi con furia en sí mismo. Mi estómago se tensa, me siento 292
humedecer poco a poco mientras observo la escena.
Trago. Él se empuja más rápido y con más fuerza, se ve casi doloroso. Tan
brutal, tan... desesperado.
Me inclino más cerca de la puerta. Gran error.
Mis piernas gelificadas se doblan ligeramente cuando me apoyo, me agarro de
la manija de la puerta haciendo que haga clic.
Mi corazón se detiene y empiezo a temblar. Oh, mierda.
Se paraliza, sus ojos se cierran, lo blanco ya no brilla en la luz tenue que entra
por las cortinas abiertas.
Pienso en correr pero parecería simplemente un bicho raro. Mierda, soy un
bicho raro.
Gotas brillantes de sudor resplandecen en su frente como pequeños
diamantes que tengo la necesidad de limpiar. No lo hago. En su lugar me paro en la
puerta, mi boca abierta en shock.
Se va a enfadar, lo sé.
—¿Vas a quedarte ahí? —Su voz es profunda y ronca, nunca la había oído así
antes. Me acaricia como una mano lo haría—. Dado que ya has invadido mi
privacidad, unos pasos más no harán daño.
Trago.
Se da voltea, metiéndose a sí mismo de vuelta en su pijama, formando una
carpa en la parte delantera con su erección recta e impresionante.
—L-lo siento... Venía a... —Mis ideas no se juntan, mi boca está demasiado
seca, mis ojos no dejan su palpitante longitud—. Hablar.
—¿Hablar? —Sonríe en la oscuridad—. ¿Sobre qué?
—Sobre… —Algo que ver con algo—. Algo. —Miro mi palma—. Arriba, en la
cama.
Su sonrisa crece.
—¿Quieres detallar?
—Lo... —Oh, mierda—. Lo siento, no debería tener... simplemente... —Soy una
idiota—. Lo siento.
En cuatro zancadas está agarrándome y presionándome contra la pared, con
su rostro a centímetros del mío.
—¿Disfrutaste mirándome?
Dios mío.
—Debería volver a mi habitación. —Asintiendo frenéticamente tratando de
escurrirme de entre él y la pared.
—No hay nada malo con sentirte excitada. —Me atrapa, presionando su
cuerpo contra el mío, su grueso pene aumentando entre nosotros, apoyándose
entre los huesos de nuestras pelvis—. ¿Si te toco ahí abajo estarías mojada?
293
Sí. Dios, sí.
—Nathan. —No sé si estoy suplicando o advirtiendo.
—Tomaré esto como un sí. —Se ríe y mordisquea mi cuello, haciéndome
desear arquear mi espalda y empujar mis doloridos pechos contra el suyo.
No. No he venido aquí para esto.
—Debería irme.
—No quieres irte.
Coloco mis manos en su pecho entre nosotros y lo empujo un paso, lento y
suavemente.
—Necesito hacerlo.
Me mira por un largo rato antes de hablar, y lo que dice me sorprende tanto
que mi mente se queda en blanco. Todos mis anteriores pensamientos se esfuman.
—Sé que aún no estás lista. No espero que lo estés. Tampoco me importa
cuánto tiempo cueste. —Enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su dedo
enguantado, lo que me recuerda donde estaba esa mano hace momentos. Oh,
Dios—. No pararé de intentarlo.
—¿I-intentar qué? —tartamudeo, lamiendo mis labios secos.
—Hacerte mía. —Bum. Mi corazón acaba de golpear la caja torácica en un
intento de salir corriendo y gritando. Parpadeo en estado de shock—. Esto es algo
más que una obligación contigo y Dillan. No puedo ocultarlo más y no puedo seguir
fingiendo que no somos el uno para el otro cuando claramente... lo somos.
La arrogancia de su tono debería hacerme enojar, las cosas que está
insinuando deberían hacerme realmente enfadar; no lo hacen. Solo tengo una cosa
en mi mente ahora mismo. Comienza con S y termina en O. Sus palabras solo
alimentan mi deseo y me cuesta todo lo que tengo no envolverme a su alrededor
como un koala y aferrarme como a un salvavidas.
—Pero no te voy a presionar. Quiero que vengas a mí cuando estés lista.
Su confesión me lleva de vuelta a la tierra en un destello de un segundo y la
culpa que siento perfora en mi estado de lujuria.
—¿Y si no lo hago? —pregunto, porque dudo que lo haga. No importa lo
mucho que parece estar afectándome, nunca podría traicionar a Caleb así.
Dolor parpadea en sus ojos por un momento.
—Entonces tendré que disfrutarte de cualquier forma que pueda tenerte.
—¿Y si lo hago? —¿Por qué pregunto esto? Simplemente se me escapó.
Abro la boca para decirle que no responda, pero es demasiado tarde. Sus
palabras son firmes y seguras. Su sonrisa suave pero arrogante.
—Entonces tengo la intención de casarme contigo y mantenerte durante
mucho tiempo.
Mi boca moldea la forma de una O, como Bridget Jones cuando entra en la
fiesta llevando un traje de conejo. 294
—Oh.
Capítulo 22
Estaba de pie al lado de mi auto fuera del supermercado, amontonando mis
compras en el maletero cuando un alto y no muy guapo hombre se me acerca.
—Disculpa, cariño. —Pasa sus dedos a través de su canoso cabello y exhala un
largo suspiro—. Siento molestarte, soy Carl.
No respondo, no soy fan de ser abordada por extraños, no me importa cuán
amistosos parezcan.
¿Dónde diablos está Nathan? Solo fue a cambiar a Dillan mientras traía las
cosas al auto. Debería estar aquí ya.
Él nota mi falta de respuesta, pero no luce ofendido.
—Soy un mensajero.
—Está bien. —¿Adónde quiere ir con esto?
—Me dijeron que te entregara esto directamente a ti. —Sostiene una gran
carpeta marrón que está abultada en la parte inferior.
295
Miro fijamente la carpeta, mis ojos parpadean estúpidamente. ¿Debo
tomarlo? Tal vez pueda...
Dillan es empujado a mis brazos, apenas logrando atraparlo antes de que
Nathan esté sobre Carl. Dejo escapar un grito cuando Nathan levanta su puño y lo
conecta en el pómulo de Carl, pero rápidamente este toma represalias.
El golpe ni siquiera roza a Nathan y fue uno fuerte.
—¡Quédate malditamente lejos de ella! —grita Nathan, bloqueando el
siguiente golpe de Carl y agarrándolo por la garganta—. Sube a Dillan al auto,
Gwen.
No necesita decirlo dos veces, rápidamente me subo a la parte posterior y
aseguro a Dillan en su asiento. Deja escapar un llanto pero rápidamente se
tranquiliza por lo que estoy agradecida.
Durante ese momento, Nathan tuvo a Carl presionado contra la parte trasera
del auto. Salgo, convencida de que Dillan estará bien por un momento. Nathan me
necesita.
Dos hombres se acercan y separan la pelea, no es como si pudiera llamarla de
esa manera. Nathan estaba pateando su trasero hasta que ellos aparecieron. De
hecho, me siento mal por Carl y su nariz rota, su labio que está sangrando
profundamente, tengo la terrible sensación de que tendrá puntos de sutura.
Nathan levanta la carpeta del suelo y la mete dentro de su chaqueta. Su mano
tiembla mientras agarra mi brazo y me guía hacia el lado del pasajero y me obliga a
entrar.
Sus furiosos ojos marrones miran fijamente a Carl, quien todavía está siendo
sujetado y pidiendo que alguien llame a la policía. Todo el mundo parece un poco
aturdido por los acontecimientos. Es un pueblo pequeño y simplemente esto no
sucede aquí.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente, sin saber qué decir. Sus labios son una
delgada línea blanca y tiene una vena que sobresale de su frente. Se despierta de su
inconsciencia y sale de su lugar en el estacionamiento, haciendo que dos personas
salten fuera del camino. Cristo. ¿Está loco?—. Cálmate.
Me ignora y acelera sobre el límite de velocidad. Su ira es evidente, tanto es
así, que me sorprende que sus ojos no estén ardiendo intensamente. En realidad,
lucen algo así.
—¿Quieres decirme qué está pasando? —Dejo escapar y miro por encima de
mi hombro a Dillan que está agitando sus regordetes bracitos. Nathan finalmente
disminuye la velocidad cuando llegamos al final de la calle, mi cuerpo se relaja pero
no mucho—. Nathan. ¿Qué hay en la carpeta?
—No preguntes. —No suena irritado o enojado, suena desesperado—. Por
favor. Simplemente... no preguntes.
—¿Por qué?
—Porque me odiarías —dice esto dolorosamente, como si esto es peor que 296
cualquier otra posibilidad.
—Lo dudo. —Pongo mi mano en su brazo—. Dime.
—¡Me niego!
Rayos.
—Bien. No preguntaré. —Al menos no mientras puedo ver cómo claramente
esto le molesta.
Nos dirigimos a casa en silencio, es tenso e incómodo y me trae a la memoria
recuerdos de nuestro primer par de meses juntos.
—¿Nathan? —lo llamo mientras se dirige a la casa. Se detiene para abrir la
puerta antes de ayudarme a descargar el maletero.
—Lleva a Dillan adentro —exige—. Ah y la próxima vez que te deje sola
durante cinco minutos, no hables con nadie. Ni siquiera con Paula o Jeanine.
Mi boca cae abierta.
—¿Qué?
—Me escuchaste.
—¿Esperas que ignore a mis amigos por algo que no me quieres decir? Algo
que claramente me afectará.
Su rota y suplicante mirada se dirige a la mía. Su tono se neutraliza.
—Sí.
—Esto es... —Levanto a Dillan y lo sostengo fuertemente contra mí. Sus ojos
me echan un vistazo mientras lo acerco a mi pecho—. Ridículo. Solo dime lo que es,
rasga el yeso, no soy estúpida. Sé que estás siendo chantajeado, es muy obvio.
Especialmente ahora.
—Lleva a Dillan dentro —susurra, su tono me dice que no será engañado con
esto.
—Voy a llevarlo dentro y luego vamos a hablar.
—No, no lo haremos.
Le doy la misma mirada que me dio hace unos momentos.
—Oh, desde luego que sí.
Su rostro queda en shock, nunca le había hablado de esa manera antes. Si no
lo conociera mejor diría que lo tomó de manera divertida por un momento antes de
darse cuenta que esta vez no iba a ceder.
Estoy segura de que Nathan no dejará de evadirme, no cuando obviamente
está tratando de ocultar algo y quien sea que está tratando de entregarlo, está
siendo implacable sobre eso.

La cena es tan silenciosa y tensa como cuando llegamos. Cada vez que intento
hablarle me rechaza como si no estuviera aquí. Decir que estoy frustrada sería
297
eufemismo.
—Todavía hablándome a mí misma por lo que veo —murmuro y sigo a Nathan
por las escaleras. Se dirige hasta su habitación e incluso tiene el descaro de cerrar la
puerta en mi rostro—. No puedes esconderte de mí, vas a tener que hablar conmigo
eventualmente.
Trato de abrir con la manija, pero la ha bloqueado desde el interior.
—Nathan, por favor.
—Vete, Gwen. —Abre la puerta, su rostro ahora a centímetros del mío—. Lo
digo en serio. Desaparece.
—Imbécil —lo insulto, buscando alguna reacción. Su mandíbula se aprieta—.
Idiota. Mierda. Puto. Estúpido. —Una mano se mueve hacia mi boca y una muy
intensa mirada de Nathan me reta. Sigo diciendo groserías, a pesar de que son
amortiguadas por la palma de su mano.
—Vas a seguir presionándome, ¿no es así? —suspira, su mano todavía
cubriendo mi boca ahora silenciosa—. No voy a decirte, así que por favor, solo
déjalo.
—Es claro para mí… —Empiezo cuando quita su mano de mi boca—, que voy a
descubrirlo eventualmente. Tal vez solo deberías confiarme esto, dime antes de que
alguien más lo haga.
Su rostro palidece, sus ojos brillan con tristeza.
—No puedo.
Mi corazón se sacude y mi mano inmediatamente sube y agarra la parte
posterior de su cabello.
—Puedo ver que te está hiriendo. Confía en mí.
Parece pensarlo por un momento, luego cambia totalmente, ocultando toda
emoción de mí.
—No.
Segundos más tarde se ha ido y la puerta se ha cerrado de golpe y bloqueada
otra vez. Tengo la tentación de salir a la calle y esperar a que otro mensajero llegue,
pero no.
En su lugar me dirijo al cuarto del bebé y juego con mi hijo. Todavía no ha
sonreído y ahora oficialmente tiene cinco semanas. El tiempo vuela. No puedo
creer lo bien que está sosteniendo su cabeza. Es una locura.
—Peekaboo. —Nada. Nada más que un parpadeo. Supongo que no le gusta, no
más de lo que le gusta a su tío.
Toda esta situación es tan frustrante, odio que se mantenga en la oscuridad.
No estoy acostumbrada a secretos. No tengo muchos amigos y los amigos que tengo
me dicen casi todo. Mi madre no tenía amigos ni familia mientras crecía, por lo
tanto no hubo secretos ahí tampoco. En cuanto a Caleb, nunca me ocultaba nada.
No había un punto en nuestra relación donde sentía que estaba ocultando algo. No 298
puedo recordar de todos modos.
Caleb, si estás allá arriba, por favor, dame una pista. No tengo idea de lo
que estoy haciendo y estoy asustada. El miedo es una de mis rápidas emociones
para reaccionar. Es generalmente lo primero que siento ante una situación difícil.
Aunque no soy una cobarde por cualquier motivo, tiendo a enfrentar mis
temores. Solo odio sentir el miedo.
Necesito que se detenga. Necesito que Nathan vuelva a la normalidad.
¿Por qué tengo la horrible sensación de que nunca pasará? ¿Por qué tengo la
sensación de que estoy a punto de perder otra parte de mí?

Una semana pasa, Nathan se fue en la mañana después del incidente. No sé


dónde está, o por qué se ha atrevido a dejarme. Todo lo que sé es que me fui de la
casa con Dillan, esperando a que alguien llegue con esa sangrienta carpeta que
esconde claramente algo grande. Sin embargo, nadie ha venido.
Lo que significa que Nathan se ha ocupado de ello.
Este pensamiento me trae algo de alivio. Al menos mi mundo no está a punto
de voltearse al revés.
He estado dependiendo demasiado de Nathan y esta última semana ha sido
dura. Más difícil de lo que debería haber sido.
Solo deseo que llegue a casa. O por lo menos conteste el teléfono cuando
llamo.
Por lo menos tengo a Dillan por compañía. Es un alivio.
Por supuesto he estado buscando esta carpeta, no solo he salido y esperado a
que me la entreguen. Lamentablemente la oficina y el dormitorio de Nathan fueron
bloqueados y no pude encontrar un rastro en cualquier otro lugar. Esto también me
mantuvo ocupada.
Me despierto por el sonido de las suaves palabras que salen a través del
monitor del bebé. Absolutamente no puedo divisar lo que se dice pero puedo decir
que es Nathan. Comprobando el reloj veo que ya es más de medianoche. Alivio me
llena cuando registro completamente el hecho de que no estoy soñando y que
Nathan está en la casa. Salgo de mi cama y me arrastro silenciosamente al cuarto
del bebé.
La puerta está abierta, Nathan está sentado en la mecedora con su espalda
hacia mí. Puedo ver la parte superior de la cabeza de Dillan en la curva del brazo de
Nathan mientras se mueve de atrás hacia adelante.
—Hola, no lo escuché despertarse —digo suavemente, notando el cuerpo de
Nathan tensarse mientras me acerco.
Mi precioso niño está dormido, envuelto en una sábana color beige. Nathan lo
levanta a sus labios, besa su regordete mejilla antes de colocarlo en su cuna. Está de 299
espaldas a mí, sus manos agarrando la barandilla de madera.
—¿Estás bien? —No sé qué decir, esto parece la cosa más platónica teniendo
en cuenta las circunstancias.
Nathan niega.
—Solo me estoy despidiendo.
—¿Te vas otra vez? —Mi voz sale entrecortada y me llena de pánico e
incredulidad—. Si se trata de...
—Aquí no. —Unos fríos, calmados y sin emociones ojos marrones se dirigen a
mí. Un corriente golpea mi cuerpo mientras él pasa, causando un ligero temblor. O
tal vez es su semblante frío haciéndome sentir escalofríos.
Lo sigo a su oficina y me siento en la silla al lado de su escritorio. Baja la vista
a unas cuantas hojas de papel delante de él, su lengua pasando a lo largo de su labio
inferior.
—Por favor, no te vayas. No nos dejes —lo digo en voz alta, mi tono pidiendo,
casi suplicando. Diablos, estoy suplicando. Voy a rogar si tengo que hacerlo.
—No me voy a ir —dice con calma y me mira, su empresario interior brillando
a través de sus ojos—. Tú te vas.
Pum... Mi corazón acaba de golpear mi estómago.
—¿Qué?
—Es hora de que regreses con tu mamá.
Yo... ¿me voy?
—¿Qué?
—Ya me has oído. —Baja la mirada a los papeles de nuevo y los despliega a lo
largo de la mesa—. Puedes irte ahora.
Lo miro, mi cuerpo congelado en su lugar, mi corazón sin latir.
—Dije que puedes irte.
—Te escuché, es solo... no me puedo mover —murmuro, mi cuerpo todavía en
shock—. Me estás echando.
Esta es una afirmación, no una pregunta.
—Sabíamos que este momento iba a llegar con el tiempo.
—Pero... prometiste que no lo harías, así que no, de hecho, no sabía que
llegaría —argumento—. ¿Qué pasa con Dillan?
Su expresión tranquila e indiferente no cambia.
—Lo veré cuando pueda. —¿Y la promesa? ¿No consigo ninguna disculpa por
romperla?
—Estás bromeando. —Respiro, agarrando mi estómago como si acabara de ser
golpeada—. Por favor, dime que estás bromeando.
—¿Me veo como si estuviese bromeando? —sisea y extiende la mano, un gesto
para que me vaya. 300
—¿Esto es por lo que pasó? —De repente se aclara en mí—. Estás haciendo
esto a propósito. Empujándome lejos para impedirme descubrir lo que sea que
estés manteniendo enterrado.
—No —suspira y se frota el rostro con las manos—. Esto es porque estoy
aburrido de jugar al papá y esposo amoroso con una mujer que... —Su mandíbula
se tensa y sus palabras se detienen.
—Mira. —Me inclino sobre el escritorio—. Si esto es porque yo... Es solo que...
Ah. Quiero decir... —No preguntaré de nuevo. Eres más importante para mí que lo
que sea este arruinando nuestra burbuja en este momento—. No voy a sacar el tema
del paquete de nuevo, te lo juro. Solo déjame estar aquí para ti.
—No se trata de eso —dice casi sonando aburrido—. Estoy por encima de eso,
cometí un error de juicio serio y no volveré a hacerlo otra vez. Lo del paquete ha
sido atendido.
—No te creo —declaro desafiante. Estas son estupideces, absolutas
estupideces. No me lo estoy tragando y no voy a dejar que me empujes lejos.
—Guinevere...
—No. —Camino alrededor del escritorio y me arrodillo en el suelo frente a él.
Mi cuerpo está dolorido con un dolor que no reconozco, me duele, mucho y
necesito que se detenga. Agarro sus rodillas y lo miro a través de mis pestañas—. Te
prometo que no voy a preguntar y si llego a descubrirlo, tienes mi palabra de que...
—No hagas promesas que no puedes cumplir —gruñe, con sus manos
enguantadas tirando de mis muñecas en un intento de conseguir que libere sus
piernas. ¿Por qué está usando los guantes de nuevo?
Me paro inmediatamente y doy un gran paso hacia atrás, necesita espacio.
—Está bien. —Mi mano va a mi pecho palpitante en un intento de detener mi
corazón de atravesar mi caja torácica y arrojarse por la ventana más cercana.
Intento una nueva táctica—. Sé lo que estás haciendo y sé que sabes que sé lo que
estás haciendo. No funcionará. Lo haces peor. Si crees que te voy a dejar cuando
claramente estás atravesando algo que te está arrastrando hacia abajo, te
equivocas. —Le doy la cara más valiente que puedo lograr—. Tú eres mi mejor
amigo. Además, ¿qué pasó con lo de no parar hasta tenerme? ¿Eso ya no cuenta?
—No. —Aclara la garganta y me hace un gesto desestimándome—. Ese fue un
error de juicio hecho por mí. Pensé que deberíamos haber sido más, en realidad,
solo me había privado de sexo por mucho tiempo.
¿Por qué esto duele? ¿Por qué quiero romper algo?
—Oh.
—Estoy viendo a alguien.
Ruedo los ojos.
—¿Oh sí? ¿A quién?
Continúa como si ni siquiera hubiera hablado:
—Así que voy a necesitar que te vayas, fue lo suficientemente incómodo 301
cuando tuve a Lorna de visita mientras te quedaste aquí y ella no significaba nada
para mí. —Sus ojos se oscurecen y sus labios se curvan en una mueca burlona
mientras me mira de arriba abajo como si fuera una papa frita en comparación a un
bistec—. Aisha es una mujer de... clase. —Auch. Supongo que es el bistec entonces—
. No sería adecuado para nosotros tener a otra mujer alrededor. Especialmente la
prometida de mi hermano y su... —duda por un momento, sus ojos apartándose de
los míos—… hijo bastardo. —Jadeo ante sus palabras, unas feroces lágrimas de
dolor me atraviesan.
Lo está haciendo a propósito. Eso no lo hace doler menos.
Pero ¿y si está hablando en serio? ¿Y si me equivoco?
No. No estoy equivocada. Puedo verlo en sus ojos, está jugando conmigo. Me
está obligando a ir.
¿Pero por qué?
—No va a funcionar —le susurro con rabia, mis puños apretados a mis
costados—. Entiendo lo que estás haciendo y te lo digo ahora. No va a funcionar.
—¡No estoy jugando, Guinevere! —grita y cuidadosamente pone los papeles en
una carpeta. Veo que son solo fotos de su joyería, nada importante. Supongo que
está usándolos como una distracción para limitar el contacto visual conmigo, otra
razón por la que sé que está mintiendo—. Acéptalo y ponte en marcha. Sé
agradecida de que no te estoy cobrando la cantidad de dinero que he gastado desde
que llegaste.
Mi temperamento se alza, mi pecho hormiguea y mi estómago se retuerce
mientras envuelvo mi cabeza alrededor de lo jodido que sea esto.
—Cómo te atreves —grito—. Nunca te pedí nada, ofreciste todo de buena gana.
Deja de hacer esto. ¡No me voy a ir, solo estás causándome un daño innecesario!
—Como quieras —dice riendo arrogantemente—. Pero cuando me reúna con
Aisha, no digas que no te lo advertí.
Mi cabeza niega con enojo.
—Si es que existe.
Sus ojos se oscurecen.
—Ella existe.
—¡Entonces le explicaré con calma que no creo una palabra de lo que dices!
—Créelo.
—¿Qué demonios te pasa? —gimo, con mis ojos ardiendo—. Voy a volver a la
cama.
Se encoge de hombros y coloca la carpeta en el cajón. Ahora tiene que
mirarme y odio la mirada fría que me dirige.
—No estoy siendo cruel. Estoy siendo honesto.
—Aun así, otra mentira. No voy a aceptarlo. No acepto ninguna mierda que 302
acabas de decir.
—Entonces no lo aceptes —grita, su rostro se pone rojo de ira—. Pero si sabes
lo que es bueno para ti y Dillan, lo harás.
—Vete a la mierda, Nathan.
—Lenguaje.
—Ya no puedes decirme qué hacer. —Río con incredulidad—. Simplemente
has perdido ese derecho. Y si piensas honestamente que seré sacada de mi casa por
algún estúpido secreto, entonces estás equivocado. ¿No crees que todo esto está un
poco al revés? ¿Me estás alejando cuando eso es lo que estás tratando de evitar?
Deja escapar un suspiro exasperado.
—Ahora estás siendo ridícula. Escucha lo que acabas de decir. ¿Por qué te
alejaría para protegerme de tu odio? —Tiene un punto. ¿Está hablando en serio
acerca de todo esto? Ya no puedo decirlo.
No, no voy a convencerme para creerle.
Solo deja de la habitación, Gwen, solo vete y habla con él mañana.
—Ya no quiero escuchar más de esto. —Limpio las lágrimas debajo de los ojos
con el dorso de la mano—. Voy a volver a la cama.
—Ya no te quiero aquí, Guinevere. —Su voz suena ronca, me atrevería a decir
¿herida?—. Agarra el auto, incluso pagaré por la enseñanza privada de Dillan
cuando sea mayor.
Me río sin humor y camino hacia la puerta.
—No, gracias.
—Guinevere...
—¿Qué? —suspiro, mi cansancio hundiéndose en cada célula de mi cuerpo. Ya
no tengo la fuerza para esto—. ¿Qué quieres ahora?
—No pelees conmigo en esto. Todo lo que estoy diciendo es la verdad.
—Ya no voy a discutir contigo en nada. —Lo miro fijamente a los ojos—. Pero
no me voy a ir.
Nada, ni siquiera un destello de emoción. Lo único que hace es apretar la
mandíbula y los puños.
Un sollozo me desgarra mientras abro la puerta y la cierro suavemente detrás
de mí. Claro, me encantaría estrellarla pero eso sería infantil. Nathan no me
abandonó cuando necesité a alguien. Se quedó por mí. No puedo irme ahora, no
cuando claramente me necesita.
Esto es estúpido. ¿A qué está jugando? Esto no tiene sentido.
Nathan no viene tras de mí y no voy a mentir, una mitad esperaba que lo
hiciera. La otra mitad quería que lo hiciera.
Esto esta tan jodido. Nathan tiene razón. Dios mío.
303
¿Está realmente viendo a alguien más? ¿Por qué este pensamiento me duele
más que los otros? Tal vez porque estoy tan acostumbrada a Nathan dando
vueltas alrededor de mí y solo de mí durante mucho tiempo. ¿De alguna forma
mental lo hice de mi propiedad?
No, solo estoy cabreada. No me importa con quién se acuesta.
Estaré aún más molesta si la elige sobre nosotros. Si tan voluntariamente nos
echa debido a una nueva aventura.
No estoy segura de qué hacer. No estoy segura si estoy en lo correcto o no.
Tengo que apegarme a esto. No puedo dejarlo.
Dillan despierta tres veces en la noche, aunque no me molesta demasiado, ya
no duermo ni un poco.
Nathan sale a las siete, mucho antes de lo habitual. ¿Está evitándome porque
no puede soportar el discutir?
¿O es serio acerca de todo y no puede soportar verme?
Lo odio tanto por hacerme sentir de esta manera. Mi enojo está temblando
bajo la superficie de mi piel, haciendo que mi sangre hierva. Arremeter parece una
gran idea en este momento, pero por alguna razón no puedo.
Por mucho que quiero tirarle cosas, en el fondo sé que no lo merece. Ha sido
tan bueno conmigo y con Dillan. ¿Cómo puedo odiarlo por querer su vida de
vuelta?
Si hay alguien a quien debo odiar es a Caleb por dejarme en primer lugar.
Pero, ¿cuál es la verdad? Alguien que me dé las respuestas antes de que
enloquezca.

304
Capítulo 23
—Necesitas un descanso —me dice Jeanine y tiene razón—. Has perdido peso,
te ves exhausta.
Bostezo ruidosamente, básicamente demostrando que tiene razón.
—Las cosas no están muy bien ahora.
—Me doy cuenta —murmura y deja escapar un largo suspiro—. ¿Quieres
hablar de ello?
Niego.
—No realmente. Simplemente tengo un montón en la cabeza. —Y Nathan
todavía no me habla.
Después de nuestra pelea anoche, esperaba genuinamente que todo quedara
olvidado. En cambio, bajó las escaleras, me vio sentada en el comedor con Dillan y
me preguntó:
—¿Todavía estás aquí? —No esperó una respuesta, un tono que dejaba claro
que no le gustaba el hecho de que todavía siguiera aquí, de eso estaba segura. 305
Después de agarrar su comida, que yo había preparado, desapareció en el piso de
arriba. Escuché la puerta de su oficina cerrarse con fuerza y solté el aliento que
había estado conteniendo.
Tengo que encontrar una manera de llegar a él.
—¿Por qué no vienes a cenar esta noche? Trae a Dillan, obviamente. —De
hecho, eso no suena tan mal.
—Hablemos, Jeanine —grita Nathan. Me estremezco, rezando para no haberla
metido en problemas. Ella pone los ojos en blanco y me da un guiño antes de
seguirlo saliendo de la habitación y subiendo las escaleras.
Por supuesto que los sigo, ¿cómo no? Sin embargo, ellos no tienen que
saberlo.
—Sí, hablo en serio. —Escucho decir a Nathan.
Tengo la oreja pegada a la puerta, me siento como si estuviera en una película.
Jeanine se ríe como si él hubiese dicho la cosa más graciosa del mundo. No
tengo que aguardar mucho para que explique.
—Oh, Nathan. Sabes que no tengo que trabajar. La única razón por la que sigo
aquí es porque soy la única persona que mantiene esta casa de la manera en que te
gusta. —Se ríe otra vez—. Pero, de todos modos, despídeme, no me detendrá de
hablarle a Gwen. Ya es mi amiga y no trato a mis amigas de forma irrespetuosa.
Nathan no responde pero puedo sentir su molestia filtrándose a través de la
puerta de madera.
—¿Eso es todo? —le pregunta Jeanine y corro rápidamente. Probablemente
saben que estuve allí, pero para ser honesta, no me importa.
No puedo creer que amenazó con despedirla si seguía hablándome. O, al
menos, eso es lo que entendí de su corta conversación. Qué idiota.
¿Realmente está tan desesperado para me vaya?
Mi respuesta es sí. Obtengo esta respuesta por sufrir otros dos días con él.
—No quería lasaña. Si te vas a quedar en mi casa a pesar de que te he pedido
que te fueras, podrías, al menos, preparar comida que realmente quiera comer. —
Lo observé agarrar el plato y tirar la comida sin tocar a la papelera. Eso fue ayer en
la cena.
»Esta habitación es terrible. Apesta a pañales. —Esto lo dijo esta mañana
después de cambiarle el pañal a Dillan. Sabía muy bien que acababa de hacerlo
también.
Casi media hora después estaba tratando de conectarme a internet. No
funcionaba. Nathan estaba de pie en el arco y explicó con dureza:
—El internet no es gratuito, sabes. Ten un poco de amor propio. Paga por tus
propias cosas.
No respondí, en cambio, jugué al buscaminas mientras Dillan tomaba su
siesta. Solo puedo rezar para que se ponga mejor. 306
Ni siquiera veinte minutos después, Nathan vuelve, agarra mi laptop y se la
lleva. Vuelve con mi teléfono viejo y saca el nuevo de mi bolsillo, cambia las tarjetas
y pone de nuevo el teléfono viejo en mi bolsillo.
—Has pagado por la habitación del bebé, ¿vas a quitarme eso también? —
comento secamente, con los ojos estrechados.
—No, necesito la habitación vacía y dudo que pueda conseguir mi dinero de
vuelta por esos muebles mal cuidados.
Me río.
—Teniendo en cuenta que tú has usado esos muebles tanto como yo, es un
insulto para ti.
Solo se va. Me siento y jugueteo con mis pulgares, mi irritación alcanza un
nuevo nivel. Estoy encontrando difícil mantenerme tranquila y solo ha pasado un
día.
¡Oh, Dios! ¿Ahora qué? Ha vuelto. No han pasado ni quince minutos desde
que se ha ido a la habitación.
Oh, espera, está bien, está yendo al auto con... ¿por qué diablos tiene mi bolsa
de pañales? Lo veo volver a entrar a la casa a través del cristal de la ventana. Su
rostro es una dura máscara.
Entra al cuarto y me tira el abrigo de Dillan. Lo agarro antes de que me golpee
en el rostro.
—Agarra a Dillan y vete por un par de horas. Tu bolsa de pañales está lista con
la cantidad justa de todo.
—¿Qué? —¿Nos está echando por este día?
—Me oíste, tengo que concentrarme. Entra al auto y vete.
¿Me dejará volver si lo hago?
Suspira ante mi falta de acción y me arrebata el abrigo.
—Honestamente, eres su madre. Lo menos que puedes hacer es prepararlo
para salir. Eso es todo lo que pido. —Voy a darle un puñetazo.
Lo veo vestir a Dillan rápida y eficientemente. Dios lo maldiga. Ahora está
saliendo de la casa.
Rápidamente los persigo, pone a Dillan suavemente en el asiento trasero de
mi auto y me tira las llaves. Agarrándolas como lo hice con el abrigo, a solo dos
centímetros de mi rostro, aprieto los dientes y subo al asiento del conductor.
—Te olvidaste de tu abrigo, hace frío —me grita Nathan con la mano en el
marco de la puerta.
Un pensamiento se me viene a la mente. Salgo del auto y entro furiosa a la
casa.
Agarro mi abrigo, pero ni bien me acerco chasqueo los dedos.
—Oh, espera. Me olvidé completamente. —Me saco la blusa sobre la cabeza y
se la tiro.
307
—¿Qué estás haciendo? —Sus ojos se abren a medida que me mira usando
nada más que un sostén y un pantalón.
Me saco los zapatos y me bajo el pantalón, ignorando la sensación horrible de
la tierra húmeda bajo mis calcetines.
—¿Qué crees que estás haciendo? —dice Nathan entre dientes mientras pateo
mis jeans hacia él.
Me pongo de nuevo los zapatos y agarro mi abrigo de sus manos.
Encogiéndome de hombros, le sonrío amablemente.
—También compraste esos.
—Puedes quedarte con la ropa. —Se queda boquiabierto, sencillamente sin
poder creerlo.
—No gracias, no quiero nada de ti. A menos que sea para Dillan. —Me
abrocho el abrigo al frente, ignorando el hecho de que ni siquiera me cubre los
muslos y me inclino en la parte trasera del auto para agarrar a Dillan.
Probablemente, ahora mismo, le estoy dando una vista espectacular de mi
ropa interior de encaje.
—¿Ahora qué estás haciendo? —me grita, mientras acuno a mi hijo contra mi
pecho y camino casualmente al maletero.
Con una mano saco su cochecito y lo despliego con la ayuda de mi pie. Meto a
Dillan en el interior y lo envuelvo apretado en su manta. Uso el protector de lluvia
para evitar que el aire frío lo ataque.
—¡Guinevere!
—¿Sí? —le pregunto dulcemente, deteniéndome a unos pocos centímetros del
auto.
—Probaste tu punto.
Finjo estar confundida, casi riéndome maliciosamente al ver la expresión
derrotada en su rostro.
—¿Punto? ¿Qué punto? ¿Creí que querías que te devolviera todo lo que me
compraste?
—Gwen —suspira, parece exhausto—. Detente.
—No. Si quieres ser un idiota, entonces también seré una. —Chasqueo los
dedos otra vez—. Ahora que lo pienso. —Me río y niego como si me estuviera
diciendo estúpida—. También me compraste la ropa interior.
Sus párpados se extienden hasta donde es físicamente posible, queda
boquiabierto.
—No lo harías. Cualquiera podría verte. Te enfermarás.
—No pensé que te importara, Nathan. —Pestañeo y levanto el borde del
abrigo. Mis pulgares enganchan los bordes de mi ropa interior francesa.
Traga saliva, sus ojos casi desafiándome a hacerlo.
308
—¡Basta!
Dejo escapar un grito, mitad por la reacción de ser sorprendida debido a que
ahora estoy sobre su hombro y mitad triunfante por el hecho de que lo rompí.
Su hombro se clava en mi estómago mientras me lleva de vuelta a la casa, usa
la otra mano para empujar el cochecito. Sonrío. Un punto para mí.
—La única razón... —Comienza, pero frunzo el ceño profundamente y lo
reprendo.
—Guárdate cualquier mierda que quieras decir y dame de comer. Te importa.
Lo acabas de demostrar. Gano esta ronda.
Suena su teléfono, levanta el dedo para decirme que me quede callada. Le
daré este respeto.
Ninguna palabra sale de su boca durante la llamada, solo escucha callado, su
cuerpo se pone más tenso. No puedo oír qué le están diciendo, pero puedo oír una
voz masculina enfadada. Nathan cuelga el teléfono y me empuja hacia las escaleras.
—Vístete y empaca. Hablo en serio.
—No —le contesto firmemente, dándole una sonrisa que sé que le está
molestando como la mierda—. Pero gracias. ¿Tienes hambre? ¿Qué te gustaría
comer?
Camina hacia mí, acechándome, sus ojos son un resplandor de fuego furiosos
y algo más. No estoy segura de qué es el “algo más”, pero tengo la sensación de que
estoy a punto de averiguarlo.
—Haz las maletas. —Su voz es amenazante, casi cruel. Su rostro está a solo
dos centímetros del mío, casi acobardándome. Casi, pero no del todo. Aunque sí
trago saliva—. Y vete.
—No.
—Bueno —dice y mueve la cabeza a los costados, haciendo sonar su cuello—.
Haz como quieras.
—De acuerdo. —Le doy otra sonrisa y subo corriendo las escaleras—. Sé un
amigo y vigila a Dillan por mí.
—Tengo cosas... —No oigo el resto de lo que está diciendo porque entro a mi
cuarto y busco en mi ropero algo que no me haya comprado él.
No puedo creer que me acabe de desnudar en la calzada frente a Nathan.
Oficialmente, he perdido el rumbo.

Los días siguientes son iguales. Nathan o me ignora o me insulta. Si me


insulta, lo ignoro.
Es un círculo vicioso. También me está volviendo miserable.
Nada de lo que digo o hago le llega.
309
Tengo que encontrar una manera de traer de vuelta al viejo Nathan. Tengo
que hacer algo.
Con esto en mente, dejo a Dillan con Jeanine y me dirijo al supermercado
como me sugirió. Cree que debo tratar de recordarle los buenos tiempos que hemos
compartido, así que voy a hacer eso. Nathan se deshizo de todos mis huevos y voy a
necesitar un par si quiero llegar a su lado bueno a través de la comida.
Si tan solo me lo dijera. Si tan solo me dijera que podríamos superar esto.
¿Qué está tan mal que tiene que actuar como si me odiara?
No quiero que sepa lo que estoy haciendo, así que paso la mañana horneando
pastel tras pastel y galletas tras galletas y dulce tras dulce, usando la cocina de
Jeanine. Para cuando termino, son casi las dos.
Jeanine insiste que deje a Dillan con ella mientras hago esto. Le doy las
gracias efusivamente y después de cargar los productos horneados en mi auto, voy
a casa. Durante todo el camino, le ruego al cielo que me dé fuerza y ayuda.
Ahora solo necesita averiguar qué decir.

Agarro tantos pasteles y cosas como es posible y entro a la casa, aliviada de


que la puerta no estuviera trabada.
—¿Nathan? —grito mientras pongo la última caja en la cocina.
Mi teléfono me avisa que tengo un mensaje de texto, lo abro.
Nathan: Estoy en el cuarto del bebé.
Bueno, eso es un avance ya. Quizás puede oler mis dulces de sorpresa y ha
decidido, de repente, ser civil.
Lo único que llevo conmigo es una pequeña bolsa con donas caseras que
saben mejor que cualquier cosa que encontrarás en un parque de diversiones. En
mi mente, esta fue la noche en que Nathan y yo conectamos, fue la noche en que
nos hicimos amigos y ahora solo tenía que recordárselo.
—Está bien —comienzo a gritar mientras subo las escaleras—. Así que exageré
un poco con la cocina, pero pensé que podríamos…
Los ojos de Nathan encuentran los míos, hace una mueca de dolor en lo que
sea que ve en ellos.
Es angustia lo que ve.
Mi teléfono suena y me quedo mirando la habitación vacía. No hay muebles a
la vista.
Me está echando.
Mamá: ¿Te importaría explicarme por qué una camioneta llena de
cosas tuyas y de Dillan acaba de llegar a mi puerta? ¿Estás viniendo a
casa?
Eso parece.
310
—Te dije que quería que te fueras —dice, pero no hay emoción en su tono. Sus
manos tiemblan a sus costados.
No sé qué decir. Estoy aturdida, total y completamente aturdida. Creo que
acabo de volverme loca.
—¿Qué pasa con Dillan? —Ésta es la única pregunta que puedo animarme a
hacer. No quiero una respuesta a cualquiera de las otras.
Se encoge de hombros sin comprometerse.
—Lo veré cuando pueda. Si me lo permites.
Asiento rápidamente y un poco frenéticamente, mi cuerpo está tenso a
medida que lucho para mantener mis emociones reprimidas. No le daré la
satisfacción.
—Claro. Eres su tío.
—Te lo agradezco. —Se muerde la mejilla—. Te advertí…
Mi mano sale disparada, silenciándolo inmediatamente.
—Lo sé. Debería haber escuchado. No pensé que hablabas en serio. Mi error.
Sus ojos me miran con recelo por un momento.
—¿Estás bien?
Un cosquilleo entra en erupción en mi pecho, haciéndome un nudo en la
garganta. Lo trago.
—Bien. ¿Estás seguro de que embalaron todo lo nuestro?
Me mira a los ojos, su rostro ahora preocupado.
—¿Segura que estás bien?
¿Lo estoy? Me siento bien. Sorprendida y un poco triste, pero por todo lo
demás, estoy bien.
—Sí.
—Lo lamen...
Levanto la mano otra vez.
—No me debes una explicación, Nathan.
—Yo...
—No. —Le tiro la bolsa de donas y los atrapa con facilidad. Abriendo la bolsa,
observo su reacción. Sus ojos brillan ante el recuerdo de esa noche.
—Una de las mejores noches de mi vida —dice en voz baja y me observa, su
mirada es insegura—. Gracias por estos.
Lo ignoro y a su extraña mirada.
—Tengo un bolso con cosas mías en tu habitación, ¿te acordaste de esas
también?
311
Se encoge.
—No. Lo siento, olvidé cuando te quedaste conmigo. —Sí, bien. Es más como
si quisiera una excusa para que vuelva. ¿A qué juega? ¿Debe siquiera importarme?
¿Cómo debo sentirme?
—Agarraré eso ahora. —Mi voz suena rara. ¿Por qué sueno tan... hueca?
Me sigue por las escaleras y a la habitación. Por desgracia, no se queda en
silencio.
—Esperaba que estuvieras enojada. —Sí, yo también—. No me gusta esto.
—¿No te gusta qué? —murmuro y enciendo la luz. Mi bolso está debajo de la
mesa en la esquina, lo recojo y lo pongo sobre mi espalda.
—Esta calma...—Agita una mano, como refiriéndose a todo lo que soy y no
solo mi expresión.
Me encojo de hombros.
—Gracias por todo. Sinceramente. Has hecho tanto por mí. Supongo que no
puedo culparte por querer continuar con tu vida.
—Eso no tiene nada que ver con esto. —Da un paso, casi como si quisiera
tocarme pero lo piensa mejor y se apoya contra la pared en su lugar.
—Entonces, ¿qué es?
Abre la boca, la cierra, la abre, deja escapar un gruñido de frustración y se
pasa la mano por el cabello.
Siento un familiar disco sobre las curvas de mi pecho. Estoy tan
acostumbrada a llevarlo que se me olvidó que estaba allí. Envuelvo mi mano
alrededor del pendiente circular y lo saco de mi cuello. La cadena se rompe, si esto
hubiera sucedido ayer, habría estado devastada. Ahora no me importa.
—Toma. —La sostengo para que la tome.
El dolor en sus ojos no hace nada por mí. Niega, mirándome como si acabara
de matar a su cachorro.
—No la quiero de vuelta. La hice para ti.
—Exactamente. —Se la lanzo, y no hace ningún movimiento para agarrarla.
Los dos nos miramos, vuela más allá de su brazo y se desliza por el suelo en la
oscuridad de su armario. No siento nada—. Hay doce cajas abajo, en la cocina,
todas ellas llenas de tus favoritos. Puedes congelarla porque dudo incluso que seas
capaz de comer todo en dos días.
—Gwen —susurra en voz baja.
—No lo hagas —le digo, y me froto los ojos—.Voy a llamar un taxi.
—Toma el auto —implora, siguiéndome por las escaleras hasta el primer piso
donde reside mi habitación—. Eso es más de Dillan que tuyo. Dijiste que guardarías
cosas para Dillan, ¿verdad?
Parpadeo como si fuera estúpida. Diablos, es una estupidez. 312
—Nathan, ¿cómo diablos esperas que pague? El seguro es ridículo, y gasta
combustible como nosotros respiramos aire. —Abre la boca para hablar, pero no lo
dejo—. No tengo un trabajo, no tengo dinero y mi madre no me dejará quedar más
de un mes. —Abre su boca de nuevo, pero al igual que antes, lo detengo—. Y esto no
es un viaje de culpabilidad. Es la verdad. No quiero nada de ti.
—Los proveeré a ambos hasta que estén de nuevo bien. —Su voz esta apenas
allí, puedo ver un destello de emoción en sus ojos. ¿Es remordimiento?—. Alquilaré
un apartamento para ti. Hay uno muy agradable en el...
—¿Podrías por favor llamarme un taxi? Tengo que ir a recoger a mi hijo. —Le
muestro mi teléfono que hasta este segundo murió por no poder cargarlo anoche—.
No tengo batería.
—Solo si me prometes que me permitirás pagar por ello —exige, ocultando su
teléfono en la espalda—. O mejor aún, deja que te lleve con tu mamá.
—No. —Me niego rotundamente y compruebo mi habitación por cualquier
cosa que pudo haber dejado atrás—. Gracias, pero has hecho suficiente ya.
—Entonces déjame hacer algo más.
Una pequeña ira penetra en mi burbuja de entumecimiento.
—No. No quiero nada de ti nunca más. Has expresado tus sentimientos sobre
nosotros alto y claro.
—¿Nosotros? —Parpadea con asombro—. ¿Qué quieres decir?
—Me refiero a mí —me corrijo, maldiciéndome por mi idiota desliz que sin
duda lee.
—Has dicho nosotros.
—Bueno me disculpo si estoy un poco de mal humor, Nathan —siseo y le
golpeo el pecho—. No sé si te has dado cuenta pero acabo de perder toda mi vida...
una vez más.
Su piel se vuelve de una tono amarillo extraño.
—No es eso lo que está ocurriendo. Tienes la oportunidad de volver con tus
amigos. Tienes la oportunidad de...
—Esta es mi casa. No, perdón. Esta era mi casa. —Mi corazón se desploma, su
ritmo ya no existe—. Tú eras mi hogar.
Se tambalea un paso atrás, su mano agarrando la mesa de trabajo.
—Caleb era tu hogar.
—Sí. —Me río con frialdad—. Lo era. Pero está muerto y he perdido eso. —Me
doy cuenta de algo y mentalmente me pateo por no darme cuenta antes—. Me diste
eso de vuelta. Solo de una manera diferente.
—No sabía que te sentías de esa manera. Pensé...
—Deja de pensar, no te conviene.
—Tal vez podemos hablar de esto. Tal vez apresuré mi decisión.
—Tal vez me puedas llamar un taxi para que pueda buscar a mi hijo y 313
encontrar una manera de llegar a casa de mi mamá. Una forma que no te implique.
Deja escapar un gruñido de frustración.
—Por lo menos déjame llevarte con Jeanine. —Paso por su lado, y con su
mano envuelve mi bíceps—. Por favor.
Suspiro.
—Bien. Dame un minuto, tengo que llamar a mi madre. —Asiente y sale de la
habitación.
—Explícate —dice mi madre, sonando más curiosa que irritada.
—Estoy yendo a casa.
—Bueno, supongo que es una buena cosa que desempaqué tus cosas. —Puedo
oír la sonrisa en su voz—. Estoy esperando verte. Mándame un texto cuando estés
en camino.
—Lo haré. Gracias, mamá. —Cuelgo el teléfono y miro mi habitación vacía.
Fallé.

Nathan no dice nada mientras me lleva con Jeanine. No digo nada. No estoy
del todo segura de que en realidad hay algo que podamos decir. Ha dejado sus
sentimientos claros, y en realidad no estoy segura de mis sentimientos en este
momento.
Se detiene frente a la casa de Jeanine la cual no está demasiado lejos de la de
Nathan, pero es lo suficientemente lejos para que quiera conducir allí.
Antes de que pueda llegar a la manija de la puerta. Le doy un tirón, suspiro y
me siento en mi asiento.
—¿Algún problema, Nathan?
Asiente, su lengua humedeciendo el labio inferior.
—Te prometí que nunca te haría daño adrede.
—Sí. —¿A dónde va con esto?
—No estoy haciendo esto para hacerte daño deliberadamente tampoco —
murmura con complicidad. Realmente no tengo cerebro para esto ahora.
—Mira... —Pongo mi mano en su muslo y le doy un apretón suave—. No te
culpo. No tienes que sentirte culpable. Dillan y yo no somos tu problema, nunca lo
fuimos. Gracias por el paseo.
La mirada que me da muestra demasiado pesar con el que cualquier persona
no debería tener que lidiar.
—Todo lo que he hecho, lo he hecho por ti.
—Es por eso que no estoy culpándote ahora.
Con una última mirada persistente, por fin desbloquea las puertas. 314
—Te echaré de menos, Gwen.
Mi corazón pesado palpita.
—¿Por qué dices eso como si nunca nos veremos otra vez? —El pánico sigue,
no me gusta esto— ¿Qué pasa con Dillan?
No responde, solo retuerce las manos en el volante y se queda mirando hacia
el frente.
Negando con decepción, sobre todo porque no voy a llorar, me inclino sobre él
y presiono mis labios en la mejilla antes de salir del auto. Él inhala un suspiro
tembloroso cuando cierro la puerta y saludo a través del parabrisas.
Estoy agradecida de que no se va hasta que estoy dentro, escucho el motor
lentamente dejando el camino de entrada y es lo suficientemente duro. Observando
que quizás me rompa.

—No te fue bien entonces —dice Jeanine mientras entro a su casa. Está de pie
junto a la ventana de la puerta, así que estoy asumiendo que estaba viendo. Tomo a
Dillan de sus brazos y lo sostengo con el brazo extendido.
—¿Me extrañaste, bebé? ¿Me extrañaste? —Arrullo con voz de bebé. Miro a
Jeanine y me encojo de hombros—. Por desgracia, no.
—Él estará alrededor —me tranquiliza, pero no necesito tranquilidad. Ahora
mismo estoy muy enojada con Nathan por considerar siquiera luchar por la
amistad—. ¿Qué dijo?
—No mucho, ¿sabías que iba a mover todas mis cosas?
Ella niega.
—Me dijo que tenía algunos negocios de familia para hacerle frente y
necesitaba la casa libre. Así que le dije que te invitaría por la mañana.
Quiero estar enojada con su traición, pero no puedo, ella estaba mirando por
alguien a quien conoce desde que era un niño. No puedo culparla por su lealtad con
él y no conmigo.
—Si hubiera sabido que iba a hacer esto, te lo hubiera dicho. —Sus ojos se ven
sinceros y creo en sus palabras. Esto me da un poco de alivio—. ¿Qué vas a hacer
ahora?
Dejo escapar un suspiro que llega accidentalmente al rostro de Dillan y sus
párpados se agitan. Riendo me lo llevo a la habitación y lo pongo en el tapete de
juego. Se queda mirando las luces intermitentes que se ciernen sobre su cabeza y
comienza a patear sus pequeñas gruesas piernas.
—Voy a llamar a mamá o Sasha y ver si uno de ellos me puede recoger.
—Bueno, si no pueden, te llevaré.
Niego.
—Sé lo mucho que odias conducir durante largos períodos de tiempo. Vamos 315
a estar bien.
—¿Dónde está tu collar? —me pregunta y hago una mueca de dolor en
respuesta—. Oh, querida.
—Tuve un momento de ira — susurro, sintiendo vergüenza de mí misma. Mis
dedos buscan el collar que ya no está allí—. Vuelvo enseguida. Haré un par de
llamadas.
Desafortunadamente, Sasha no me puede llevar hasta mañana y el auto de mi
mamá está siendo reparado. Eso me deja sin opciones. Tal vez debería aceptar ese
viaje de Nathan.
Nos daría la oportunidad de hablar.
Enterrando mi orgullo recojo mi teléfono, tengo que inclinarme sobre el sofá
porque el cable de mi cargador no es lo suficientemente largo para llegar y si lo
desenchufo solo morirá otra vez.
Nathan contesta después de varios tonos.
—¿Olvidaste algo? —Sí. Tú.
—No... Umm... Nadie me puede recoger hasta mañana —admito y mastico el
interior de mi mejilla—. Me gustaría irme mañana, Jeanine me ofreció que me
quedara, pero solo tengo suficientes pañales para que me dure hasta esta noche. —
Todavía estoy amamantando así que la comida no es un problema—. Y él no tiene
ningún pijama o incluso un lugar para dormir.
Él no habla por un largo momento.
—Te llevaré, pero no será hasta más tarde. En realidad estoy lidiando con
algunas cosas.
—También tengo las llaves de tu casa —le digo y acaricio mi bolsillo para
confirmar.
—Las tomaré cuando te recoja. —Hace una pausa por un momento—. Siento
que haya llegado a esto, Guinevere.
¿Qué le digo a eso?
—Yo también.

Cuanto más tiempo me siento y pienso en mis acciones del día de hoy, más
avergonzada me vuelvo. Mi cuello se siente desnudo y quiero más que nada mi
collar y borrar el dolor en los ojos de Nathan cuando me lo arranqué del cuello.
Actué injustificadamente. Él está pasando por algo. No estoy segura de si está
tratando de protegerme o a él mismo.
La indecisión nubla mi cerebro. Quiero luchar por él, más que nada. No puedo
soportar la idea de perderlo pero tampoco puedo soportar llevar la peor parte de su
ira cuando algo se pone difícil.
También es esta persona, que claramente está lidiando con algo peligroso.
Esto me preocupa. No solo tengo que pensar en mí, tengo a Dillan ahora. Tal vez
316
solo tengo que poner mi fe en Nathan y confiar en que lo trataré con él.
O tal vez debería entrar en pánico y llamar a la policía. Pero, ¿qué les diría?
Finalmente tomo una decisión, no es una enorme y no va a cambiar mucho,
pero va a ayudar a mi conciencia a aliviarse un poco.
—¿Puedes cuidar a Dillan otra vez? —le pregunto a Jeanine, esperando que no
esté empujando mi suerte.
Me tira las llaves del auto y me dice que vaya. Genial.
Capítulo 24
La casa está oscura y vacía cuando llego. El único auto en la entrada es la
bestia de mi BMW. Salgo del auto de Jeanine y saco mis llaves.
Todo lo que quiero es mi collar de vuelta. Nunca debí habérmelo arrancado y
la insistencia en mi mente está volviéndome loca. Una vez que lo tenga, lo repararé
y se lo enviaré de vuelta. O me lo quedaré. Aún no lo he decidido.
Subo las escaleras en puntillas, sintiéndome como una criminal y rezando que
Nathan no haya cerrado la puerta de su habitación.
No lo hizo. Gracias a Dios.
No enciendo las luces, la habitación esta sombría pero puedo ver hacia donde
estoy yendo.
Usando el flash de la cámara como linterna, caigo de rodillas en su armario y
busco el collar dorado.
Casi inmediatamente, en una esquina alejada, la pequeña joya roja brilla.
Sonrío y me arrastro, tomándolo con una mano. Lo recojo pero la cadena se atasca 317
en algo, haciendo que la suelte. Debe haberse enganchado en un clavo suelto. Hay
ropas encima oscureciendo el lugar, palpo por el final de la cadena con dificultad.
Uso mi teléfono otra vez y aprieto los labios cuando veo que la cadena está
atrapada entre el sócalo y el piso. ¿Cuáles son las posibilidades?
Le doy otro tirón pero no llego a ningún lado. Además, me preocupa romper
más la cadena.
Deslizándome sobre mi estómago, rezo porque no haya arañas y apoyo mi
teléfono contra un zapato así brilla directamente hacia donde está atorada la
cadena. Doy otro tirón. Nada.
Maldición.
Está verdaderamente atorado. Creo que el gancho se deslizó allí y se ha
torcido.
Vuelvo a la habitación de Nathan y abro el cajón del escritorio junto a la cama.
Lo he visto agarrar lapiceras y cosas de aquí. Espero que haya algo que pueda usar.
¿Qué demonios? ¿Cuándo…? Oh Dios mío.
Tomo la foto y parpadeo con sorpresa. Es una de Nathan y de mí en la rueda
de la fortuna, estoy embarazada, mi cabeza está descansando contra su hombro y
su barbilla está en la cima de mi cabeza.
El recuerdo surge y de pronto se me ocurre que esto es lo que debe haber
estado comprando cuando fui al baño esa noche en la feria. Mi boca se estira en
una suave sonrisa, toco afectuosamente la foto con la punta de mi dedo y la vuelvo
a poner en el cajón.
Creo que Nathan siente más por mí de lo que admite. ¿De qué otra forma
explico esta foto secreta? Claramente no quiere que sepa que la tiene o la tendría a
la vista. Es eso, o al menos me la habría mostrado.
¿Por cuánto tiempo se ha sentido de este modo? Creí que no le gustaba en ese
entonces.
Mi mente vuelve al collar, agarro una regla —por qué demonios tiene una
regla arriba, no tengo idea—, y vuelvo al trabajo de soltar el collar del sócalo.
La esquina de plástico de la regla se desliza entre el suelo y el sócalo en la
esquina. La deslizo hasta que tengo mi collar fuera unos centímetros.
Clic. Uh-oh. El sócalo se cayó de la pared. Eso no es bueno.
Mi atención está en el pequeño espacio oscuro, estoy segura de que puedo ver
algo. Como una especie de caja. Usando la luz de mi teléfono ilumino el agujero,
asustada de encontrar algunas criaturas. En su lugar, encuentro un espacio muy
pequeño y limpio lleno con cajas de DVD perfectamente alineadas.
¿Qué son esas?
¿La reserva de porno de Nathan? No puedo evitarlo, mi curiosidad no me
dejará olvidarlas. Si es porno o posiblemente Nathan haciendo cosas cochinas solo
las devolveré. 318
Soy tan afortunada. Caleb siempre dijo que era afortunada y tenía razón. Se
siente como si estuviera destinada a encontrar esto.
¿Cuáles serían las probabilidades de que esto sucediera porque arrojé mi
collar?
Paso mis dedos sobre las cajas negras con etiquetas a lo largo del borde
puntiagudo. Mis ojos se centran instantáneamente en una que parece separada de
las otras. Es la única que está etiquetada.
Primera Vez
(Inc—Stephan)
¿Ese no es el nombre del señor Weston? Estoy segura que lo es.
Saco tres de los DVD sin etiquetar y el etiquetado y vuelvo a la habitación de
Nathan. Debería haber notado mejor donde estaba todo, probablemente note que
las he movido, siendo el perfeccionista que es.
Desearía tener mi propia televisión en mi habitación, menos probabilidades
de ser atrapada, pero sé que no volverá por un tiempo. Sin embargo, mis manos
tiemblan con el pensamiento.
Cuando abro el DVD, el titulo me desconcierta.
No dudo en colocar el disco en el reproductor de DVD conectado detrás de la
televisión y encenderlo.
Él sabía.
¿Qué clase de título es ese para porno casero? Asumiendo que es porno.
Empujo el DVD en el reproductor y me siento en mis rodillas. La pantalla esta
borrosa por unos minutos con ruido blanco. La calidad tampoco es buena. Huh,
parece ser algún tipo de…oh mi Dios. Eso es aquí, reconocería la puerta principal
donde sea.
—¿Dónde está él? —Un hombre que no reconozco habla detrás de la cámara—
. ¿Dónde está mi hombrecito hoy?
Oh, es algún tipo de video familiar.
—¡Aquí, abuelo aquí! —Dejo escapar una risa sorprendida cuando un niño de
cabello negro, que no puede tener más de seis, viene corriendo y desaparece de la
vista cuando no duda en abrazar a su abuelo. Espera…
He visto a este niño antes. La foto que encontré. ¡Es Caleb!
Mi corazón se eleva.
—Mira lo que tiene el abuelo, Nathan.
Vaya. ¿Es Nathan? ¿Está seguro? Debe serlo, ese es su abuelo. El parecido es
asombroso.
—Genial. —El video se tambalea mucho y cruje cuando el abuelo del chico le
muestra la cámara.
Nathan está de vuelta a la vista, su rostro pareciendo estar solo a algunos
centímetros de la cámara. Conozco esos ojos, labios y esas pecas. Es Nathan. ¡Ese
319
es Nathan! Ahora que estoy obteniendo un vistazo más de cerca puedo decir que es
él.
—¿Y cuántos años tienes ahora? —pregunta el abuelo cuando toma la cámara
de regreso del pequeño niño feliz. Tan libre, tan feliz. Es extraño ver a Nathan de
esta forma.
El niño sonríe y la sonrisa es tan fácil, me recuerda mucho a Caleb.
—¡Cumplí seis ayer!
—¿Supongo que querrás un regalo?
El niñito se balancea en el lugar, su apretada camisa blanca y el pequeño
moño azul son la única cosa a la vista mientras salta. Puede saltar bastante alto
para un niño de su edad.
—Pod favod, pod favod, pod favod.
Ay, dijo pod favor. Es tan lindo.
—Ven entonces. —El abuelo lo lleva afuera—. Al granero.
—¡Sí! —grita Nathan, su pequeño puño agitándose en el aire—. ¡Al granero! —
dice esto como un súper héroe y vuela a través del pasto largo. No puedo reprimir
mi sonrisa ante su comportamiento juguetón.
Ah, puedo ver el granero que ha sido reducido a cenizas.
Mis sospechas son pronto confirmadas cuando se las arreglan para llegar al
gran granero blanco, casi tan grande como la casa. Veo la mano ligeramente
envejecida del abuelo destrabar la puerta y abrirla. El movimiento de la cámara
está dándome nauseas.
—¿Dónde está? ¿Dónde está? —Nathan salta emocionado justo en el interior
de la puerta. Las luces se encienden, mostrando cuan terrible era la calidad de la
cámara de video de hace dieciocho años. Y ésta video grabadora es probablemente
una de las mejores de esa época. Quien quiera que filmara este video debe haber
pasado por muchos problemas para convertirlo en DVD.
—Lo verás, pero primero… —Escucho la puerta cerrarse y trabarse—.Tengo
que contarte un secreto. ¿Puedes guardar un secreto? —La cámara se enfoca en el
rostro del niño, la cual se pone repentinamente seria mientras asiente con
entusiasmo. ¿Por qué estoy sintiéndome incómoda de pronto? ¿Dónde están los
animales de este granero?—. Bien. Eres muy especial para mí, Nathan. Eres mi
nieto más grande. Eso significa que cuando muera, todo esto será tuyo.
—¿Todo de qué? —pregunta Nathan, su linda nariz arrugándose.
—Mi casa, este granero, mis autos.
¿Autos? No he visto ningún auto. Quizás Nathan los vendió.
—¡Genial! ¿Puedo tener mi regalo ahora?
Entran a otra habitación, no sé mucho de graneros, pero se supone que
tengan más espacio que éste. Esta habitación es un poco más grande que la anterior
y me estoy preguntando por qué hay una cama en la esquina. Tal vez es donde los 320
trabajadores de la granja descansaban o se quedaban. Hay un lavabo también, pero
no luce en buen estado.
El abuelo enciende otra luz pero no es muy buena. Apenas puedo ver el rostro
de Nathan pero puedo ver su traje blanco perfectamente, la cámara sigue
apuntando a un Nathan curioso.
—¿Listo para tu regalo? —pregunta el abuelo a Nathan, que sonríe—. Lo
tendrás con una condición.
—¿Cuál?
Oh Dios mío.
Mi mano vuela a mi boca y las lágrimas queman mis ojos. Miro pero no. Grito
pero no. Lloro pero no. No puedo alejar la mirada y antes que siquiera termine
corro al inodoro y vomito.
—¿Por qué está tu pipí afuera, abuelo?
Oh mi Dios. Mi cuerpo no deja de temblar.
—Bueno, para tener tu regalo debes ser un niño muy bueno. Vamos a jugar
un juego muy divertido.
—¿Qué juego?
—Necesito que hagas algo por mí.
—No creo que quiera.
—Está bien.
—No, eso es asqueroso.
—Hazlo.
Tirón. Llanto. Sollozo. Lucha.
—Buen chico. Eso es.
Sorbido, sollozo.
No puedo sacarlo de mi cabeza. Mi estómago palpita otra vez, pero mi mente
no se moverá a otra cosa.
—¿Puedo parar ahora?
—No.
—¿Qué estás haciendo?
—Quítatelos.
Mi cuerpo está en shock, solo lo sé. Ese pobre niño. Ese pobre, pobre niño.
—¡Para! ¡Para! ¡Duele! ¡Por favor, para! ¡PAPI! ¡MAMI!
Los gritos, el llanto, los ruegos. La bilis sube otra vez.
Él se ahoga, incapaz de respirar. Una mano esta sobre su boca mientras el
viejo gruñe, suspirando cada pocos segundos. Una mano sostiene la cámara. Veo…
todo. Quiero alejar la mirada pero necesito ver, así puedo absorber su dolor.
Hacerlo para que nunca lo sienta. 321
—Eso es. —Su mano lo trabaja. Su asquerosa longitud. —Tómalo niño.
—¡NO!
—¡TOMALO!
Corro hacia el dormitorio y quito rápidamente el DVD de la televisión. Se
siente como fuego en mis manos. Lo vuelvo a colocar en la caja del DVD y lo meto
en mi abrigo. No sé qué voy a hacer con él, pero sé que no puedo no hacer nada.
Oh mi Dios. Las lágrimas caen, mi visión borrosa. No puedo creer esto.
Nathan.
Oh Dios. Nathan. Siento tanto que esto te sucediera a ti.
No debería hacerlo… pero necesito saber si hay más. ¿Son todos estos DVD
grabaciones del abuso?
Reviso los que tengo, uno por uno, solo echándoles un vistazo para confirmar.
Me toma unos minutos, pero me las arreglo para ver toda la pila que estaba
escondida detrás del sócalo. Solo mirando algunos y sollozando cuando me doy
cuenta que el último es uno de Nathan cuando luce de once.
El vómito viene otra vez, apenas llego al inodoro esta vez. El sonido del horror
viniendo de la televisión solo me hace sentir peor.
Mi respiración está fuera de control, mi mente quiere apagarse y bloquear
esto. Las cosas que acabo de presenciar son demasiado dolorosas para soportar.
¿Cómo puede vivir Nathan con esto? ¿Por qué nunca dijo nada? ¿Cómo puede
quedarse aquí después de vivir eso?
Enjuago mi boca después de cepillar mis dientes y miro mi reflejo en el
espejo. Nathan. Oh mi Dios. Nathan.
Pobre Nathan.
Esto explica todo. Oh, Dios.
Lloro.
Mi rostro quema de mis lágrimas saladas, ellas no se detendrán.
—¡TOMALO!
Este es el por qué Nathan tiene un problema con sus mano… ¿verdad? ¿Qué
voy a hacer?
—¿Qué mierda hiciste? —Me doy la vuelta, mi espalda golpeando el lavabo
cuando mis ojos aterrizan en un furioso Nathan, sus manos aprietan el marco de la
puerta, como si estuviera anclándose—. ¿QUÉ HICISTE?
—Nathan. —Intento, pero es cortado cuando se lanza por mí, su mano
apretando mi cabello. No es doloroso, ni un poco, pero podría serlo si tirara un
poco más fuerte. El miedo se mezcla con la abrumadora pena que siento y mi
cuerpo ya débil comienza a temblar. —Yo…
El usual tono dorado de su piel es ahora rojo, una vena late enojada en su
frente.
—¡Te dije que te mantuvieras fuera de mi habitación!
322
—Yo…
Soy arrastrada al pasillo y golpeada duramente contra la pared, una vez más,
no duele pero me asusta como la mierda. Mis huesos crujen y mi miedo crece.
—¡TE LO DIJE!
—Lo sé… no quise… —grito y cubro mi rostro cuando su puño sube; no me
golpea, golpea la pared junto a mi cabeza. Mi instinto de escape se activa, paso bajo
su brazo e intento escapar.
No doy ni tres pasos cuando un brazo se envuelve alrededor de mi torso,
golpeándome de regreso en su pecho.
—¡Déjame ir! —ruego, mis lágrimas ahora de miedo. ¿Qué va a hacer?—. Por
favor, Nathan, déjame explicarte.
Pataleo, intentando de liberar mis brazos pero él tiene agarre en mis muñecas,
fijándolas a través de mi pecho.
—¿Dónde las encontraste?
—En… en el armario —tartamudeo y dejo salir un sollozo—. Volví por mi
collar, se atoró. Cuando intenté sacarlo el sócalo salió. —Su pesada respiración
golpea mi oreja, suena como si estuviera a punto de hiperventilar—. Creí que era un
video casero. Lo juro… Pero entonces… Solo revisé los otros.
Gimo cuando me gira en sus brazos y me golpea contra la pared, no duele
pero si sacude todo mi cuerpo. Sus manos aprietan mi cuello cuando mueve su
rostro a mi cabello.
—Si alguna vez le dices a alguien de esto…
—Yo…
Aprieta la parte de atrás de mi cuello, silenciándome con éxito.
—Acabaré contigo. —La forma en la que dice esto es tan amenazante, tan fría
que apenas reconozco al Nathan que creí conocer.
Mis ojos se agrandan con miedo y mi cuerpo tiembla más que antes.
—Nathan. —Deslizo mi mano por su brazo y toco su mejilla, aleja la mirada, la
vergüenza nublando sus facciones. ¿De qué tiene que avergonzarse?—. Siento
tanto que esto te haya sucedido a ti.
Su cuerpo se tensa, sus músculos ahora concretos bajo su piel.
—Vete. —Se aleja de mí y me mira con una ira tan potente que retrocedo. Me
lanza mi abrigo—. No regreses, Gwen.
—Nathan… —Intento, mi ceño se frunce con simpatía y preocupación—. Yo…
—¡Dije que te fueras! —grita, y toma mi brazo. Soy empujada por las
escaleras, tambaleándome un poco mientras mis piernas lentas intentan seguir el
ritmo de sus zancadas rápidas y poderosas.
—Por favor, no…
323
—No. —Niega y pone una mano sobre mi boca—. Nunca quiero verte otra vez,
nunca quiero escuchar de ti otra vez. —Me lleva hasta los últimos escalones, las
lágrimas queman en mi mejilla.
—Nathan, por favor.
—¡Cállate! —gruñe, arrastrándome hacia la puerta—. Lo digo en serio,
Guinevere. —La puerta se abre y soy arrojada fuera en el frío. Ojos marrones fríos y
sin emociones atacan los míos grises—. Estás muerta para mí. —La puerta se cierra
de un golpe, dejándome petrificada en el lugar.
—Oh Dios mío —murmuro, mis dientes castañeando. Las lágrimas que
estaban cayendo antes, salen de mis ojos en dos corrientes interminables. Sostengo
mi abrigo con fuerza y corro hacia el auto de Jeanine. Tenemos que irnos y tenemos
que hacerlo ahora. Cualquier demonio que Nathan este conteniendo no quiero
enfrentarlo. Claramente no quiere compartirlos y no lo culpo. Solo puedo imaginar
lo que es tener un secreto tan poderoso.
Le concederé su deseo.

Intento no romperme cuando llego con Jeanine.


Lo hago. Me rompo tan mal que apenas puedo respirar mientras lloro.
Jeanine se arrodilla rápidamente a mi lado y me empuja en sus brazos.
Intenta asegurarme que todo estará bien. No es como si no sé qué todo estará bien.
Claro que estará bien, si hay una cosa que aprendí de todos estos meses desde que
perdí a Caleb, es que la vida continúa. Estaré bien, pero nunca será lo mismo.
No después de lo que he visto.
Nathan… mi pobre Nathan. ¿Cómo trató con esto? Quiero llevarme su dolor
pero no creo que él quiera quitárselo.
Otro hombre Weston vino a mi vida, me hizo sentir viva y luego se fue sin
mirar atrás. Para Caleb, esto fue la naturaleza llevándose su cuerpo, para Nathan
fue su naturaleza alejándolo de mí.
Diferentes tipos de naturaleza que los forzaron a ambos. La de Caleb fue
natural, y la de Nathan fue tan artificial que me asusta solo de pensarlo.
Voy a vomitar otra vez.
Nathan nunca sería de este modo si no fuera por su abuelo. Si el hombre
todavía estuviera vivo, probablemente lo mataría yo misma. Al diablo la sentencia
de prisión.
¿Caleb también fue abusado? No… algo me dice que eso nunca le pasó a
Caleb.
¿Pero por qué?
¿Alguna vez sabré las respuestas? ¿Aún quiero saberlas?
No. No creo que quiera. Quiero tomar a mi hijo y alejarme de aquí. 324
Así que eso es lo que haré. Es lo que debo hacer.
Es solo que duele tanto, saber que él está sufriendo…
Adelanto del futuro…
Sostengo la botella marrón en mi mano y la llevo a mi boca. Mi pecho y
garganta queman después de tragar el licor. Le doy la bienvenida al ardor, lo
merezco. Merezco el dolor y la tortura. No soy mejor de lo que él fue.
Las manos de ella golpean el vidrio, puede verme. Me está mirando directo a
mí. Gritos de miedo y angustia pueden ser escuchados sobre las llamas rugientes y
crepitantes que han sumido la casa. Estas lamen el cielo, creando una enorme nube
de espeso humo gris que rodea los árboles.
Ella no merece morir de este modo, ni siquiera sabía que estaba aquí, pero
sabe demasiado. Este es un medio para el fin. Lo ha visto, lo ha escuchado y lo sabe,
así que ahora debe morir con eso.
Solo rezo para que su fin sea rápido. Pero el dolor en sus ojos me preocupa,
debe hacer un calor abrazador allí ahora. La habitación donde está ha comenzado a
brillar color naranja. Las llamas finalmente la han alcanzado. Está muy arriba para
saltar por una ventana y claramente no hay otra salida.
Tomo otro trago y me apoyo contra el árbol detrás de mí. Observando su largo
cabello negro salirse de su lazo mientras golpea la ventana frenéticamente.
325
Mi propio dolor por mis pecados me abruma y lloro silenciosamente cuando
ella desaparece de la vista, el humo demasiado espeso para sus pulmones. Al
menos, la oscuridad la reclamará antes de que se queme viva.
—Lo siento tanto, Guinevere —murmuro, poniéndome de pie—. Lo siento
tanto. —Las sirenas pueden ser escuchadas en la distancia, entonces tomo mi
botella y desaparezco en la noche.
Sobre el autor
A. E. Murphy
¡Tengo veintitrés años y he estado escribiendo desde que puedo sostener una
lapicera en mi mano! Amo escribir, es mi pasión, y nunca me detengo. De hecho,
amo tanto escribir que he comenzado a escribir cerca de ciento cincuenta libros
diferentes antes de finalmente terminar mi primera novela, “A Little Bit of Crazy”,
la cual publiqué en mayo de 2013. Estuve agradecida cuando recibí críticas, ya que
me ayudan a ser una mejor escritora.
Cuando no estoy escribiendo, amo pasar tiempo con mi familia y cuando
tengo tiempo libre (¡no es fácil con niños pequeños!) es leyendo o escuchando
música. No me encontrarás sin un libro o mi Kindle en mi mano. Leo mientras
cocino, limpio, hablo, camino… ¡podrías decir que leer es mi otra pasión!
Aunque basé la serie “Little Bits” en Estados Unidos, soy en realidad una
autora británica (vivo en el noreste de Inglaterra). Elegí ubicar estos libros en
326
América, aunque amo Inglaterra, también amo las cosas de Estados Unidos y he
leído un montón de novelas americanas y como amo los desafíos, ¡decidí escribir en
voz americana! Estudiar las diferencias entre Inglaterra y Estados Unidos ha sido
fascinante por decir algo, incluso algo tan simple como recordar que nuestras
patatas fritas son sus patatas de bolsa y nuestras patatas en bolsa son sus patas
fritas fue un desafío. Estoy bastante segura de que aun así encontraran algo
británico en mi libro.
Próximo libro
Connected
Atrapada entre lo que se
siente mal pero debería estar
bien y lo que definitivamente
está mal, pero se siente tan bien,
Gwen ha tenido que lidiar con su
nueva vida y ser una madre
soltera para su bebé, Dillan.
Mientras trata de seguir
adelante y llena el vacío que dejó
Caleb, lucha con el conocimiento
de lo que le sucedió a Nathan.
No sabe cómo lidiar con
eso, sabiendo que ella puede ser
327
quien lo salve, pero no
queriendo traicionar a Caleb,
quien sigue siendo la pieza más
grande de su corazón.
Su mente es un desastre y,
mientras que la vida empieza a
estar mejor, oscuros secretos y
un pasado del que no debería ser
parte amenazan con arrancar su
felicidad en fragmentos.
¿A quién elegirá? Y, más
importante aún, ¿podrá
sobrevivir a lo que se interponga
en su camino?
328

También podría gustarte