Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
B Ae PDF
B Ae PDF
2
Créditos
Moderadoras
Agus901 y Fmaryd
Traductoras
Correctoras
Nony_mo Clau Mayelie
Dabria Rose Osma Sttefanye
Recopilación y Revisión
Sttefanye
Diseño
Móninik
Sinopsis
Caleb es perfecto en todos los sentidos, casi demasiado perfecto, y Gwen
nunca se ha sentido tan feliz. Ella es del él y él es de ella. La vida no puede ser
mejor, y su amor no puede ser más fuerte. Eso es hasta que se cometen errores y su
mundo se desmorona. Ella queda sola, sin dinero, sin hogar y con una persona
invadiendo su vientre. ¿Cómo sobrevivirá ella?
Forzada a dejar la escuela culinaria, el trabajo que necesita y el hogar que
crearon juntos; Gwen encuentra un caballero en la situación más improbable. El
hermano de Caleb; Nathan. Un hombre complejo con una fobia que ella no
comprende, y manías que no son de este día ni edad, ¿podrá derretir su aparente
congelado corazón y volverse su amiga? ¿O él la alejará por siempre y se revolcará
en su soledad y auto aborrecimiento?
4
Capítulo 1
Camino por la costa, mis pies hundiéndose en la arena suave con cada paso.
Mirando sobre mi hombro, sonrío a cada huella que mis pies han dejado. Las
huellas son algo increíble, incluso las que no puedes ver. Eso te hace preguntarte
quién caminó por donde tú estás caminando. ¿Quién viajó por el mismo camino?
¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿A quiénes amaron? ¿Aún están vivos?
La vida es tan hermosa.
Todo es bueno ahora. No. Todo es genial. Es pacífico. Estoy feliz.
—¿Puedo caminar contigo? —pregunta una voz desconocida dos pasos detrás
de mí.
Miro al hombre. Mi corazón se detiene.
Lo miro, su rostro, sus ojos que son de un marrón suave que no puedo
nombrar. Una sombra de leche con chocolate. Me pierdo en ellos tan fácilmente,
tan rápido, los sonidos a mi alrededor se atenúan y mi corazón parece estar
latiendo en mi cabeza.
5
Sonríe lenta y fácilmente, todo su rostro se ilumina con emoción. Tan guapo,
tan hermoso. El modo en que la luz ilumina su largo cabello negro. No muy largo,
pero lo suficiente para meterlo tras sus orejas.
El sol atrapa cada curva y contorno de su pecho esculpido. Su cuerpo delgado
como ninguno que hubiera visto antes.
—Vaya —suelto y mi rostro se calienta.
¿Por qué dije eso?
No niego el hecho de que probablemente estoy roja como un tomate.
Su sonrisa se ensancha, sus ojos se arrugan en las esquinas.
—Soy Caleb.
—Caleb —repito su nombre, sabe bien, se siente bien. Quiero decirlo otra
vez—. Soy Gwen.
—Es genial conocerte Gwen. —Su sonrisa no cae, no hasta que lleva mis
nudillos a sus labios y coloca un suave beso en ellos. No puede tener más de veinte,
aun así es un caballero.
Nunca lavaré esta mano de nuevo. Una vez que la suelta, miro la arena bajo
mis pies y meto mi cabello detrás de mi oreja con la misma mano. Luchando contra
la urgencia de tocar el punto que acaba de besar suavemente.
—¿Puedo caminar contigo? —añade, su sonrisa fácil ahora contagiosa. Luce
tan feliz y despreocupado.
Nunca conocí a una persona que pareciera tan feliz. Rezuma de él en oleadas,
tanta que casi puedo ver el resplandor saliendo de su cuerpo.
—¿Vas a asesinarme? —¡Cállate! ¡Suenas como una idiota!
—¿Si te respondo esa pregunta me creerás? Quiero decir, de cualquier modo
no sabrás si estoy diciendo la verdad hasta que empiece el enfermo y retorcido
proceso, el asesinato probablemente se esté cocinando en mi cabeza justo ahora. —
Da un paso más cerca, dos hoyuelos ahora apareciendo en sus mejillas cuando
sonríe con la boca cerrada.
—Buen punto. —Río, dándole una sonrisa.
—Ahí está. —Él sonríe y me detiene con sus manos en mis brazos, el tacto de
sus dedos y palmas cálidas contra mi piel fría envía estremecimientos a lugares que
no sabía que existían. Me gira para enfrentarlo, bloqueando el sol con la parte
trasera de su cabeza. Levanto la mirada, casi incapaz de verlo debido a la sombra
entre nosotros.
—¿Ahí está qué? —Aprieto los labios, intentando no sonreír.
—El momento en el que robaste mi corazón —anuncia él, sus ojos brillando,
sus manos permaneciendo en mis hombros.
Quiero jadear, pero afortunadamente no lo hago. No estoy completamente
segura de qué decir.
6
—¿Ah? —Entonces claramente digo algo estúpido.
—Lo sabía, en el momento que te vi caminando por la arena tenía que
conocerte. —Se inclina más cerca, como si se preparara para contarme un secreto—.
Entonces miraste sobre tu hombro y sonreíste. Le sonreíste a la nada. Supe que era
tuyo.
—¿Eres mío?
Él ríe y me gira hacia adelante así podemos seguir caminando lado a lado.
—Sí. Soy todo tuyo. Sé buena conmigo, no soy tan fuerte como parezco.
Sé que está bromeando, solo molestándome. Evidentemente está loco.
—Entonces, Gwen es el diminutivo de Guinevere, ¿eh?
Asiento, mirándolo de reojo.
—Caleb es solo Caleb, ¿verdad?
La sonrisa permanece en su rostro, cómo desearía poder sonreír así de
hermoso todo el tiempo.
—Sí.
—¿Y cuántos años tienes Gwenny?
—¿Gwenny? —resoplo, arqueando una ceja.
—Bueno, te he dado mi corazón y me imagino que la próxima cosa que
necesito es un apodo. ¿Cuál será el mío?
Umm…
—Umm…
Hace un gesto con la mano.
—Eso no importa. Son detalles que podemos arreglar en otro momento.
Entonces… ¿tu edad?
—¿Estás haciendo un perfil? ¿Asegurándote de que soy el blanco correcto para
tu lista de víctimas? ¿Son mis ojos verdes o juventud chispeante?
Echa la cabeza hacia atrás y ríe, es un sonido hermoso.
—Sabes Gwenny… —Su brazo se desliza alrededor de mis hombros tan
casualmente como si nos hubiésemos conocido por años—. Creo que le di mi
corazón a la persona indicada. Qué glorioso día. —Empujándome más cerca de él,
huelo el aroma a cocos persistente en su piel. Sin duda es el olor de su protector
solar, pero al mismo tiempo es delicioso—. Tengo veinte. Recién cumplidos, hace
dos semanas.
—Tengo dieciocho, los cumplí hace siete meses.
—Encajas perfectamente con el perfil —declara, su sonrisa ida—. ¿Hay algún
lugar tranquilo donde podamos ir, así podré ejecutar mi loco plan de
desmembrarte y arrojar tus restos al océano para que los tiburones lo coman?
Deja de reír. Suenas como una niña. 7
Pero no puedo evitarlo.
—Después de hoy, nos encontraremos en este lugar… —Nos detiene otra vez y
clava sus pies en la arena antes de levantar sus brazos y mostrarme el lugar—. A la
misma hora mañana y mientras el sol se oculta voy a besarte. —Se inclina, bajando
su cabeza así sus ojos atrapan los míos—. ¿Eso está bien contigo, Gwenny?
—Uh-huh. —Asiento, un poco frenéticamente.
—Bien, vamos. Helado. Yo invito.
—No estás vestido —anuncio, señalando su pantalón azul oscuro con flores y
la falta de camiseta.
Parece contemplarlo por un momento, antes que sus ojos traviesos regresen a
los míos.
—Tienes los ojos más hermosos que he visto.
Latido. Latido. Latido. Va mi corazón.
—¿Q-qué tiene que ver eso contigo estando medio desnudo? —tartamudeo,
intentando calmar mi yo acalorada.
—Si estoy medio desnudo significa que tendré tus ojos en mí como lo están
ahora, nunca me vestiré otra vez.
Se me escapa una risa, muevo mi cabeza a un lado, dejando que mi cabello sea
una separación entre nosotros. Lo mete detrás de mi oreja, su sonrisa de regreso,
su aroma todavía es fuerte y la calidez de su cuerpo está haciendo que mi yo
virginal se caliente de formas que harían sonrojar a una monja.
Me lleva a comer un helado, se sienta frente a mí y de vez en cuando me
alimenta con el extremo de una oblea. Es lindo, él es lindo. La situación en tan
irreal. Cada segundo que paso con él pierdo un pedazo de mi corazón y se pega al
de él.
Mi madre enloquecería si supiera cuan fácilmente he salido con un hombre
que apenas conozco, e incluso que acepté comida de él. No es algo seguro para
hacer, pero por alguna razón confió en él. Incluso aunque probablemente no
debería, lo hago.
Es tan encantador y amistoso, sin mencionar lo completamente apuesto.
Ridículamente apuesto.
Nunca he sido de las que se ríen, pero él hace que me ría… mucho.
Demasiado. Debo lucir como una idiota.
Cada vez que obtiene de respuesta mi sonrisa, luce orgulloso de sí mismo.
—Se está haciendo tarde, voy a llevarte a tu calle —declara, y tiende su mano
para que la tome. Lo hago—. Y luego nos encontraremos en el mismo lugar
mañana. Si no apareces, no hay resentimientos.
Oh, me presentaré. Definitivamente me presentaré.
—Está bien. Y si tú no apareces… 8
Pone un dedo en mis labios.
—No digas tonterías. Me presentaré.
Esto calienta mi corazón a temperaturas peligrosas.
Caminamos de la mano por el pavimento agrietado, deteniéndonos cinco
minutos después en la esquina de mi calle.
Su mano se desliza por mi brazo y ahueca mi nuca mientras lleva nuestros
dedos entrelazados a presionarse contra su pecho.
—Mañana.
—Mañana. —Trago y tiemblo cuando sus labios tocan mi mejilla. Me suelta
muy a pesar de mi decepción y camina hacia la playa. Lo veo sonreírme sobre su
hombro, antes de darme la vuelta y correr hacia mi casa.
—¡Mamá! —grito, mientras corro hacia la puerta, subo las escaleras y me
arrojo en la cama.
—¿Qué? —espeta y entra en mi habitación luciendo cansada e irritada—. ¿Qué
pasa?
—Conocí a un chico. —Sonriendo, cruzo mis piernas debajo de mí y aprieto
una almohada contra mi pecho—. Mamá, es absolutamente hermoso.
Rueda sus ojos.
—Bien por ti. No te embaraces. —Y azota la puerta de mi habitación detrás de
ella.
Nota. No despiertes a mamá para hablarle sobre chicos después que haya
estado en un turno nocturno. Puede molestarla.
Mi madre es algo perra, creo que me ama pero soy más que nada un
inconveniente. Sé que me dio todo durante toda mi vida y sé que está orgullosa de
mí por vivir la vida que siempre quiso pero nunca tuvo.
Trabaja duro por ello. Quiero ir a la universidad cuando termine la
preparatoria. Termino en el verano y he sido aceptada en algunas universidades
cercanas. El problema es el dinero. Estoy consiguiendo préstamos estudiantiles,
pero no quiero conseguir mucha cantidad y endeudarme.
Por lo tanto, mi mamá y yo estamos trabajando nuestro culo para ahorrar
para mi tiempo en la Universidad. No solo mis gastos de vida, sino también mis
gastos en las clases.
Así que como mi madre, duermo una hora, me ducho y me preparo para el
trabajo. Esta noche trabajo en Chicago, es un club en la ciudad. Mañana estoy en la
cafetería durante la mayor parte de la mañana y luego estaré en la playa con Caleb.
Una noche ocupada y un día ocupado. Brillante.
Mis palmas están sudando, he estado esperando este momento todo el día. El
sol finalmente se está ocultando, aunque no puedes verlo ocultarse aquí como
puedes hacerlo en algunos océanos. El cielo solo se oscurece.
—Amo ver una verdadera puesta de sol, una que hace ver el cielo como si
estuviera en llamas.
—Un día voy a besarte frente a una verdadera puesta de sol, en una playa llena
de arena blanca —promete.
Inclino mi cabeza hacia atrás y río, mis preocupaciones momentáneamente
olvidadas.
—¿Ni siquiera me has besado en esta playa y ya estás planeando cielos en
llamas y arena blanca?
—Bueno, tenemos que corregir eso. —Sonríe y camina hacia atrás. Miro
nuestras huellas mientras caminamos, desearía poder hacer un molde de ellas para
mantenerlas para siempre, incluso si esto termina tan rápido como empezó, lo
atesoraré por toda la eternidad.
—Entonces, ¿qué haremos? —pregunto cuando nos detenemos en el lugar en
que nos conocimos y miramos hacia el mar.
Su sonrisa es malvada y descarada.
—Pensé que te besaría.
Me sonrojo.
—Oh. Umm...
—Eso, a menos que no quieras.
—Quiero —digo abruptamente, mi rostro se calienta aún más—. Es solo que...
no he besado a un chico desde que tenía doce años.
11
Sus cejas rozan el nacimiento de su cabello.
—Oh.
—Y él era, bueno era malo en ello. O tal vez yo lo era. Solo sé que mi boca
tenía un baño1 ese día y un baño es algo que mi boca no aprecia. —Oh mierda,
estoy divagando—. Pero me gustaría darte un beso. Definitivamente. —Maldita
sea—. ¿Es eso… malo?
—No, es que... eres tan hermosa. No puedo ser el único hombre teniendo tus
labios agobiando mis pensamientos.
Me encojo de hombros.
—Siempre he sido tranquila, supongo. Todo el mundo me echa un segundo
vistazo.
Coloca sus manos a cada lado de mi rostro y mira directamente a mis ojos.
—Ahora eso me resulta imposible de creer. Tal vez simplemente no eran tan
valientes como yo.
—Me alegro de que no lo fueran —murmuro, su rostro iluminándose más.
—Voy a besarte ahora —afirma y da un paso más cerca.
Mis piernas todavía son gelatina y ya han pasado dos horas desde que llegué
al clímax en su rostro. Espero que mi madre no se dé cuenta.
Ella está sentada en la sala de estar fumando un cigarrillo y viendo algún
programa de bienes raíces en la televisión cuando nosotros entramos. Hago una
pausa y me siento en el sofá con Caleb a mi lado.
—Oh querida —dice notando mi necesidad de hablar. Él descansa los codos
sobre sus rodillas mientras nos mira a las dos—. Continua. Escúpelo.
Bueno.
―Me voy a mudar.
—No —dice con un movimiento firme de la cabeza—. No puedes permitirte el
lujo de distraerte.
—Mamá —siseo y aprieto la mano de Caleb—. Tengo dieciocho años, he
terminado el colegio, ahora todo lo que queda es la universidad y te prometo que
no voy a meter la pata. Esto significa mucho para mí. Lo sabes.
Ella niega.
—No está sucediendo.
—Mamá —le advierto, preguntándome por qué está siendo tan difícil.
—Vamos, Dawn. —Caleb pone mala cara, los ojos muy abiertos como los de un
cachorro—. Piensa en ello, no estamos lejos y obtendrás privacidad y una boca
menos que alimentar.
—No creo que ustedes dos se den cuenta de lo serio que es esto. Con sus clases
universitarias y gastos.
—Confía en mí Dawn, sí sé lo serio que es esto. Nunca he estado más serio en
mi vida. —Lo puedo decir por la expresión severa en su rostro. Mi respiración se
atrapa en la intensidad de sus ojos—. La quiero conmigo, todo el tiempo. Prometo
que no dejaré que falle, y te enviaré sus calificaciones cada mes. Si bajan hasta el
punto en que te preocupa, voy a traerla de vuelta aquí yo mismo. —Me mira
disculpándose antes de volver a mi madre—. ¿Por favor? 31
Ella muerde su labio inferior pareciendo contemplar esto por un momento.
—Con una condición.
—¿Cuál? —pregunto, mi emoción creciente, mi corazón agitado.
—Que consigas la inyección o implante o algo —exige ella, dándome una
mirada mordaz.
Asiento con impaciencia.
—Tomaré la píldora. —Caleb eleva una ceja, mi rostro calentándose en la
torpeza de esta conversación—. ¿Qué?
—Nada. —Su rostro se convierte en una máscara de descaro y de repente sé
dónde está conduciendo su rastro de pensamientos. Él sabe que estoy dispuesta a
perder mi virginidad. No es algo sobre lo que hemos hablado mucho, pero si estoy
diciendo que iré al control de la natalidad no es una gran luz verde, entonces no sé
qué es. Si no hubiera estado lista le habría dicho a mi madre que todavía soy virgen.
O tal vez no. No sé. Es una conversación incómoda, no importa con quién sea—. La
llevaré al médico a primera hora de la mañana.
—Está bien. —Mi mamá cede y coloca sus palmas de las manos sobre las
rodillas, frotando un poco—. Creo que está bien que te mudes con él.
—Yay. —Caleb y yo decimos juntos. Él ríe, yo frunzo mi nariz juguetonamente,
mi madre rueda los ojos.
—Bueno, eres un partido hecho en el cielo, te voy a dar eso —añade ella en
tono de broma y se levanta—. ¿Te quedas para el almuerzo o tienes cosas que
hacer?
—Voy a hacer las maletas.
—Voy a ayudar. —Caleb sonríe y me persigue por las escaleras a mi
habitación—. Está bien, toma esa sección. —Señala toda la habitación—. Y yo me
quedo con esta. —Él abre el primer cajón de mi cómoda y saca un par de bragas de
encaje francés de color rosa.
Arrebatándolas de su mano, le entrego una maleta y coloco el encaje dentro.
—Deja de ser un pervertido.
—Sí, señora —dice sonriendo sobre su hombro, mientras empiezo a poner
todo lo que quiero llevar sobre la cama. Por el rabillo de mi ojo lo veo recogiendo
mi ropa interior con menos velocidad de lo necesario y, lentamente colocándolas en
la maleta.
Agarro una pelota de tenis del estante al lado de mi cama y la lanzo a su
cabeza.
—Auch. —Se ríe, dejando caer la braga—. ¿Qué fue eso…? —Agarro otra y
apunto. Se ríe y sostiene sus manos arriba—. Bien, bien, está bien. —Coloco las
pelotas de tenis sobre la cama, luciendo perpleja y sintiéndome perpleja cuando él
las pone sobre el estante—. Creo que vamos a dejar esto atrás. Tienes buena
puntería.
—Sí. Quedas advertido. 32
—Oh, estoy completamente advertido. ¿Si voy en contra de tu advertencia me
azotarás?
—Eres tan idiota. —Me río y vuelvo a mi trabajo—. Oye, Caleb.
—¿Sí, princesa?
—Gracias.
Frunce el ceño.
—¿Por qué?
—Por sacarme de aquí.
Se acerca a donde estoy sentada, tengo que inclinar toda mi cabeza hacia atrás
para ver su rostro. Su cuerpo baja cuando coloca sus labios suaves contra el puente
de mi nariz.
—No hay problema, Gwenny.
Me desmayo.
Pasamos la noche desempacando mis cosas después de pasar toda la tarde
embalándolas y colocándolas en el auto. Revisamos las facturas y servicios públicos
y encontramos una manera de pagarlas hasta que él encuentre un trabajo.
Mi jefe Derrick, dueño de Chicago, me dice que lo lleve y le daremos una
prueba.
Se puede decir que él lo conseguirá bastante fácilmente y yo trabajaré aquí la
mayor parte de las noches. Solo trabajo los fines de semana cuando trabajo en el
café durante la semana y tanto como me gusta trabajar con mi novio, también lo
odio porque tengo que mirar a las chicas encima de él. Cuando lo veo sonreír o reír
con ellas me vuelvo una sombra oscura de verde. Confío en él, aunque les anuncia a
todos que soy su novia y siempre me toca cuando nos cruzamos. A la mayor parte
de las chicas no les importa, sin embargo. Hay una chica en particular a quién
quiero darle alimentar a los lobos rabiosos.
Es increíblemente hermosa y le deja saber que está interesada, al aparecer
cada viernes por la noche y a veces el sábado, en un traje diferente al anterior. Cada
traje es cachondo y revelador.
La veo antes que él vaya a su mesa, ella jala su vestido hacia abajo y saca sus
tetas. Zorra.
Por suerte mi novio la ignora y nos reímos de ella después de cada noche. Su
desesperación es asombrosa. Cada vez que él toma su orden escuchando su coqueto
descarado, me mira y pone mala cara o me guiña. No le hacer saber que la
encuentra seriamente poco atractiva sin embargo, debido a que él tiene un trabajo
qué hacer y porque en su obsesión, ella gasta mucho dinero. 33
Me paseo por todos lados, mis dientes mordisqueando mis dedos. Esto no
está sucediendo. Esto no puede suceder.
Tengo todo planeado, estoy a tiempo y todo tiene su lugar. Caleb siempre dice
que mi cuerpo no sabe cómo es estar tarde para algo. No se equivoca.
—Regresé. —Caleb atraviesa la puerta, jadeando como un perro.
No dudo en arrebatar la bolsa de plástico de sus manos y lo apresuro por las
escaleras, rompiendo la bolsa y la caja en el camino. Cuando llego al inodoro, todo
lo que sostengo es el palo.
—¿En verdad vas a quedarte allí y observar? —Arqueo una ceja hacia Caleb.
Cierra la puerta y se apoya contra esta.
—Sí. No voy a perderme esto. Debería tomar fotos.
—¿Por qué demonios querrías fotos? —Quedo boquiabierta de incredulidad.
—Porque entonces seremos capaces de mostrarla a nuestro hijo o hija el
momento cuando nos enteramos de ellos.
—¿Hijo o hija? —Me ahogo y me siento en el inodoro. Una vez he terminado,
coloco el palo en la parte de atrás y lavo mis manos—. ¿Qué quieres decir con hijo o
hija?
Se encoge de hombros.
—Bueno, ¿adónde más lleva un embarazo?
Mi mandíbula golpea el piso.
—No quiero que lleve a nada.
Se congela, sus ojos en el palo mientras la orina comienza a moverse
lentamente a través del papel blanco detrás de la pequeña ventana.
—¿No quieres hijos? 42
—No ahora. —Lloro y paso los dedos húmedos por mi cabello—. Es… no
podemos hacernos cargo de un niño. Ambos estamos en la universidad. No quiero
renunciar a mi educación. —¿Cómo siquiera sucedió esto?— No he dejado de tomar
la píldora. Ni una. No he estado enferma, no he tomado ningún tipo de medicación
que pueda estropearla y no he cambiado repentinamente mis hábitos alimenticios.
No lo entiendo.
—Lo resolveremos. —Luce muy feliz por esto. Demasiado. Toma el palo
después de un momento y lo compara con la parte de atrás de la caja que tiré en mi
camino. Su sonrisa crece—. Positivo.
Sollozo.
Sus brazos se envuelven a mi alrededor.
—Estará bien. Lo resolveremos, lo prometo. Te amo tanto, Gweny.
Esto solo me hace llorar más fuerte. No quiero un bebé ahora. Quiero
terminar la universidad, casarme y todas las demás cosas que vienen con crecer.
—Aun somos niños —resuello y limpio mi nariz con un pedazo de papel—.
Debemos ocuparnos de esto, no puede tener más de algunas semanas. Solo me he
salteado un periodo.
Sus ojos se oscurecen con una intensidad que nunca antes he visto, desearía
no haberlo soltado tan cruelmente.
—¿Ocuparnos de esto? ¿Qué quieres decir con ocuparnos de esto?
Me muevo con cautela, mis palabras suaves y con suerte convincentes.
—El doctor puede resolverlo en poco tiempo. Es solo un problema menor y
luego, tan pronto como termine la universidad y tengamos nuestra propia casa y
trabajos podemos intentarlo otra vez. Obviamente, también estaremos casados.
Me mira fijamente, su boca colgando abierta en sorpresa.
Sigo adelante.
—Es lo mejor, Caleb.
El dolor revolotea en sus hermosos ojos marrones, su mano hecha un puño en
el mostrador frente a él.
—Apesta, si es…mira… —Suspiro, odiando haber puesto esa mirada en su
rostro—. Hablaremos de esto más tarde. Tengo que ir a clases.
Tiro mi mochila sobre mi hombro y me inclino para tocar mis labios con los
suyos inmóviles. No me mira, y por supuesto, eso me preocupa, pero tengo un
examen en veinte minutos. Debo irme.
50
Capítulo 5
—Tienes seis semanas y tres días. —Ella pone un círculo alrededor del feto
para que podamos verlo más claro—. Esto que titila es su corazón, con el tiempo
esto será la cabeza.
Me quedo hipnotizada con la pantalla.
Oigo un atragantamiento a mi lado y giro la cabeza hacia Caleb.
—¿Estás llorando? —le pregunto, mis labios retorciéndose.
—No. —Frunce el ceño, su mano sosteniendo firmemente la mía y sus ojos en
la pantalla.
El cuarto está oscuro, solamente iluminado por el resplandor negro y verde de
la pantalla. El tenue brillo captura un camino de lágrimas en su mejilla, lo limpio
con mi pulgar y mi sonrisa se amplía.
—Eres un sentimental.
—No estoy llorando —protesta con una sonrisa—. Tengo algo en mi ojo.
51
—¿En ambos? —comenta la señora del escáner y estallo en un ataque de risa.
Caleb se inclina hacia adelante y presiona sus labios contra los míos.
—Te amo, Gwenny.
—También te amo —susurro y profundizo el beso por un momento.
—Voy a imprimir algunas fotos —dice la mujer, dándonos un poco de
privacidad.
Veo hacia los ojos de mi prometido y paso mis dedos a través de su cabello un
poco largo.
—¿Caleb, estás seguro de esto?
Una mirada de pánico encuentra a la mía.
—¿Tú lo estás?
—Sí, es por eso que te estoy preguntando, porque si te echas para atrás, estaré
por mi cuenta.
Sus hombros se hunden, su pulgar acaricia mi mejilla mientras sus hermosos
ojos marrones se encuentran con los míos.
—Nunca te dejaré por tu cuenta, Gwenny. Nunca. Quiero esto más de lo que
sabes.
¿Qué se supone que significa? ¿Por qué siento que algo no está bien acerca de
esto? Por supuesto que estoy feliz, ¿qué mujer embarazada no lo es cuando
finalmente lo acepta? Es solo… no puedo evitar sentir que Caleb está ocultando
algo.
Probablemente estoy siendo estúpida. Tal vez sean mis hormonas haciéndome
leer algo que no está ahí.
—Tu mamá me va a matar —dice Caleb, perforando mis pensamientos
erráticos y haciéndolos estallar en un millón más.
—Oh, diablos. —No había pensado en eso—. Simplemente no le diremos hasta
que se empiece a notar.
—Estoy seguro que lo superará. —No puedo decirle que él ni siquiera cree en
sus propias palabras más de lo que yo lo hago.
Mi mamá, aunque la amo, siempre me ha dado lo que necesito, pero nunca he
sido más que una molestia para ella. Cuando se entere sobre esto, nunca me
hablará de nuevo. A una parte de mí no le importa. La niña en mí aun desea su
aprobación y aún está ansiosa por hacerla sentir orgullosa.
—Me tienes. —Las palabras tranquilizantes de Caleb hacen su trabajo. Tiene
razón, lo tengo a él y a mis amigos.
Son todo lo que necesito.
—Para siempre.
—Por toda la eternidad. —Sus labios se inclinan sobre los míos, pero
rápidamente se retiran cuando la mujer regresa con nuestras imágenes del escaneo.
Cuando llegamos a la casa, Caleb las enmarca y las coloca en la pared del 52
pasillo.
—Esta será nuestra línea del tiempo. Nuestra foto de boda estará en el centro.
Mañana voy a poner nuestra primera foto aquí.
—Eres tan romántico. —Río y beso su barba—. Voy a servir la cena.
—Estupendo, ¿burritos de pollo?
Asiento y me alejo, mi mano presionada contra mi vientre.
—Oye, casi lo olvido —dice; me doy vuelta y rápidamente Caleb esta sobre su
rodilla, tirando mi camiseta sobre mi estómago. Presiona sus manos en mi vientre y
besa entre ellas—. Te amo bebé Weston.
Acabo de derretirme, otra vez. Tiene ese efecto en mí.
Sasha y Tommy han aceptado ser nuestros testigos en la boda mañana. Estoy
nerviosa y emocionada y nerviosa y aún más emocionada. Caleb no ha traído a
colación lo de ayer por la noche y yo no me atrevo a hacerlo. Verlo tan torturado me
ha matado. Tal vez al final todo lo que ha pasado lo ha llevado al límite. No se
molestó cuando sus padres lo desheredaron, o tal vez lo estaba y solo lo reprimió.
Siempre está tan feliz. Verlo tan devastado… me pone enferma solo de pensarlo.
No quiero verlo así de nuevo. Mi corazón no lo puede soportar.
Ahora sé lo que quiere decir cuando me dice que verme llorar le rompe el
corazón.
Se ve bastante feliz, aunque sé que tiene dolor de cabeza porque está usando
lentes de sol en el interior y está tomando analgésicos como si fueran dulces. Le
sigo diciendo que vaya al doctor pero no escucha. Me asegura que no es nada pero
esto no puede ser normal.
Como había prometido, no he ido a trabajar o a clases, de nuevo estoy
acurrucada con Caleb viendo televisión de porquería con Sasha y Tommy, quienes
están insistiendo que beben por mí ya que no puedo hacerlo. Caleb tampoco está
bebiendo, dice que quiere sufrir conmigo. Lo amo aún más por esto.
—No puedo creer que se vayan a casar —dice Sasha con nostalgia y baja su
vaso.
Tommy se inclina y lo llena con vino.
—Ustedes son el uno para el otro.
—Eres tan cursi —bromeo, lanzándole un cojín.
—Lo digo en serio. He estado soltera por un año. Estoy harta de eso, quiero lo
que tú tienes. —Mueve sus cejas hacia Caleb—. ¿Seguro que no me quieres en su 60
lugar? Te voy a enseñar cosas que no creías que eran físicamente posibles.
Todos empezamos a reír cuando ella trata de enganchar su tobillo detrás de su
cabeza, falla y cae al suelo con fuerza.
—Estoy seguro de que eres caliente Sasha, pero Gwenny me nubla la mente.
—Estoy seguro de que te nubla otra cosa —murmura Tommy, ganándose una
mirada mía y una risotada de Sasha.
—Oh Dios mío, acabo de entender eso, es gracioso. —Caleb empieza a reír
unos segundos después, ganándose una mirada mía y una risotada de Sasha y un
dame esos cinco de Tommy.
Después de unos minutos Caleb se comienza a dormir sobre mi hombro. Esto
me preocupa, porque no es normal que esté cansado a las nueve de la noche. Me
excuso a Tommy y Sasha y lo llevo a la cama, aún más preocupada cuando se apoya
sobre mí todo el camino. Mi pánico está sobre cargado cuando tengo que ayudarlo
a desvestirse.
—Solo necesito cerrar los ojos por un momento —dice suavemente mientras
beso su mejilla—. Oye, casi lo olvido. —Levanto mi camisa y sonrío cuando besa mi
pequeña protuberancia—. Te amo, bebé Weston.
—Caleb —susurro y me siento a su lado—. ¿Estás bien?
Me mira fijamente a los ojos y asiente.
—Sí, Gwenny. Date prisa y ven a la cama, quiero sostenerte hasta que…—Su
voz se apaga mientras se desplaza a los brazos de Morfeo.
Me apresuro a despedirme de los demás y corro a la cama. Me voy a casar
mañana y eso es lo último que tengo en mente. ¿Qué está mal con Caleb? ¿Es un
efecto permanente de su enfermedad?
Me jala hacia él por lo que mi cabeza descansa sobre su pecho y mi muslo a
través de sus piernas, mientras mi mano juega con los cabellos que viajan desde su
ombligo hasta debajo de sus calzoncillos. Normalmente se sacudiría y se reiría,
pero esta vez permanece durmiendo pacíficamente. Suspiro.
—Te amo, cariño —le digo y besos sus labios.
—También te amo, Gwenny —murmura y aprieta sus brazos alrededor de mí.
Pensé que estaba durmiendo, supongo que no.
Acariciando su pecho, dejo de jugar con su rastro de cabello, y en su lugar lo
abrazo tan fuerte como me es posible.
El sol aún no ha salido. ¿Por qué estoy despierta? Ugh, náuseas matutinas. 61
Inclinándome sobre Caleb, reviso el reloj. Cinco quince de la mañana, genial.
No podré dormirme de nuevo. Soy una de esas personas que cuando se despiertan,
se despiertan y punto.
Puedo sentir la sonrisa cruzar mis labios mientras la ilusión revolotea en mi
dormida mente. Hoy es mi boda. Me voy a casar con el hombre que estoy realmente
y locamente enamorada. Estoy embarazada de su hijo. Voy a ser madre.
Sra. Guinevere Weston.
La vida es tan perfecta.
Con un suspiro de felicidad estiro mis brazos y piernas, la maravillosa
sensación de tranquilidad es interrumpida cuando siento humedad en los dedos de
los pies, cerca de las rodillas de Caleb. Me siento lentamente e instintivamente sé
que algo está mal. La cama se siente fría, hay un aroma dulzón que golpea la parte
posterior de mi garganta y agrava la náusea matutina que ya tengo.
La forma durmiente de Caleb aún se encuentra a mi lado. Al mirarlo se ve
tranquilo, pero veo más de cerca y mi garganta se seca. No veo su pecho subir y
bajar. Espera, hay un espasmo en su brazo. Dejo escapar un suspiro, por supuesto
que estoy siendo tonta. Toco su brazo para despertarlo y decirle sobre mis
estúpidos pensamientos. Toco su mano, esta fría pero no helada, fría como cuando
fuimos a un paseo en la playa durante invierno y teníamos la necesidad de poner
nuestras manos alrededor de una taza de chocolate caliente para calentarlas. Su
piel tiene un aspecto casi nacarado. Está demasiado pálido.
—Caleb —susurro y me empujo hacia su pecho—. ¿Caleb? —Noto que sus
brazos están a los costados en vez de estar sosteniéndome lo cual es raro en él—.
Caleb —digo más alto esta vez y empujo su pecho.
No se mueve. Eso es extraño. Tal vez todavía está enfermo.
—¡Caleb! —digo aún más fuerte y toco su mejilla, su cabeza gira hacia un lado
y no hace ningún ruido. Mi corazón golpea en mis costillas y hormigueos fuertes se
difunden a través de mi pecho—. ¡Caleb! —Lo sacudo violentamente esta vez y
enciendo la lámpara.
»No —susurro y coloco mi mano a unos centímetros de su boca mientras miro
su pecho. Esto no está sucediendo. Él no está…— ¡CALEB! —Agarro sus hombros y
lo sacudo vigorosamente—. ¡CALEB! Por favor. ¡Esto no es divertido! —Sus
parpados ni si quiera revolotean. Oh Dios mío. Él no está respirando.
Presiono mis dedos temblorosos en su cuello.
—¡NO! —grito, mi ojos ardiendo y mis pulmones apretándose—. Cariño, por
favor, despierta ahora. —No. No.
No.
Pateo la cobija fuera de la cama y lloro por el desastre en las sábanas. Un
sollozo ahogado se queda en mi garganta y mi cuerpo tiembla mientras trato de
comprender qué es lo que estoy viendo.
Tiro de su cuerpo, todavía se siente caliente, pero es un peso muerto en mis
brazos. No, esto no puede estar pasando.
62
No puedes estar muerto. Tenemos que casarnos hoy, tienes que ver a tu hijo
nacer. Voy a estar completamente sola.
—¡Despierta! —grito, ignorando el dolor que trae a mi garganta.
Una ambulancia, necesito llamar a una ambulancia… estoy dividida, no quiero
dejarlo, pero necesito obtener mi teléfono de mi bolso que está abajo, mis piernas
se sienten como plomo mientras me tropiezo al bajar por las escaleras. Va a estar
bien, ellos lo ayudaran, lo pueden traer de regreso. Marco el número rápidamente
con los dedos torpes en los botones pequeños.
—No está respirando, no puedo despertarlo —sollozo a la mujer en el teléfono
pero ella no me está entendiendo, me dice que me detenga a respirar profundo y
que piense qué es lo que quiero decir y que lo repita lentamente.
—¿Qué paso? —me está preguntando. ¿Qué le digo? Le digo lo que estoy
viendo, mi dirección y su nombre. Ella sigue hablando pero no puedo oírla,
necesito hacer algo.
Él no… está… él no está muerto.
—¡No estás muerto! Despierta. Despierta ahora. No es gracioso. —Respiro en
su boca mientras aprieto la nariz. Lanzo mi teléfono y empiezo a hacer
compresiones.
Vamos cariño. Vamos.
—Por favor, Caleb. Por favor.
Su rostro sin vida no se mueve, mi corazón se rompe. No está muerto.
Despertará y comenzara a reír.
Minutos pasan antes de oír las sirenas y bajar corriendo las escaleras para
abrir la puerta. No espero a que entren antes de correr escaleras arriba y seguir
obligándolo a respirar.
Abro su ojo y una pupila vidriosa sin vida me regresa la mirada, el iris más
grande que nunca he visto.
Mis labios tiembla y un grito se me escapa.
Mi cuerpo quema.
—¡Por favor Caleb, no me dejes!
Los paramédicos entran y soy apartada de su camino. Los veo trabajar en él, y
soy acompañada a un lado mientras empiezan a hacer RCP y desfibrilación.
Observo con impotencia a medida que pasan las corrientes eléctricas a través de su
corazón. Trabajan por lo que parece segundos en lugar de los minutos que
realmente pasan.
—Lo siento —dice una mujer y ellos indican la hora de su fallecimiento.
Lo indican.
Simplemente lo indican.
—¡NO! ¡Sigan! —les grito, pero nadie escucha. Llega la policía y uno de ellos
trata de sacarme de la habitación—. ¡Él no me dejaría! ¡Está bien! ¡La gente
simplemente no muere mientras duerme! 63
—Por favor, señorita —dice el oficial en mi oreja, tratando de conseguir que
me mueva—. Lo siento mucho. No hay nada que podamos hacer, se ha ido.
—No. —Caigo de rodillas, mientras ellos rodean la cama—. ¡No! Por favor. No
dejen de intentarlo. No pueden detenerse.
No puedo escuchar nada de lo que dicen después de esto. Veo a los hombres
que comienzan a levantarlo.
—¡No! —Lloro y me lanzo hacia su cuerpo—. No, no se lo pueden llevar.
Las lágrimas que corrían por mi rostro, comienzan a caer en cascada, no
puedo detenerlas y no quiero hacerlo.
No es justo, ¿por qué él? Hay otros por ahí con menos para vivir, ¿por qué no
podían haber muerto en su lugar?
—Vamos a dejarte unos pocos minutos, cariño. —No sé quién dice esto y no
me importa.
¿Unos minutos? Estaba destinada a tener una vida con este hombre, íbamos a
envejecer juntos.
Todo es tan surreal, los pensamientos erráticos y rápidos sobre por qué está
sucediendo esto, pronto se vuelven lentos y se convierten en un adormecimiento
vacío. Se siente como si simplemente mi mundo entero se ha derrumbado. Nada
parece importar aparte del hecho de que se ha ido.
Nada.
Me quedo mirando su cuerpo, he escuchado a la gente describir un cuerpo
muerto como una cáscara de la persona que una vez conocieron, esto no es ni
siquiera una cáscara del hombre que he perdido. Se ha ido el calor de su mirada
casi chocolate y la vitalidad de este cuerpo que una vez tuve. Incluso mientras
dormía era cautivador, ahora todo de esa esencia se ha ido, se ha ido y me ha
dejado sin nada.
Miro al hombre más hermoso que he visto en mi vida mientras lo colocan en
una camilla y lo cubren con una sábana.
Cubren su rostro. No pueden cubrir su rostro, no está muerto. ¿Por qué no
escuchan?
Siguen haciéndome preguntas. ¿Quiénes son mis familiares y amigos, quienes
son su familia y amigos? No puedo contestar. No puedo hacer otra cosa que
sollozar.
—¿A dónde se lo llevan?
Estoy rodeada de personas, policías y gente que no conozco mientras salgo de
mi casa. No tengo ningún sentido del tiempo o lugar, mis ojos están en su cuerpo
sin vida.
—¡Alto! —grito pero siguen adelante.
Alguien me agarra por la cintura y me sostiene fuertemente. Tommy está
aquí, ¿cuándo llegó aquí?
64
—Deberíamos sedarla —dice alguien—. Está embarazada, ten cuidado.
—¿Por qué se lo llevan? ¡Tienen que ayudarlo!
—Oye —dice Tommy suavemente en mi oreja y me lleva hacia una
ambulancia.
Trato de soltarme pero mis niveles de energía son inexistentes. Soy
inexistente. Esto no me está sucediendo, está sucediéndole a otra persona.
Los hombres de veintitrés años simplemente no mueren mientras duermen la
noche antes de su boda.
—¿Qué pasó, alguien sabe? —le pregunta Tommy a quién sea que está aquí.
—Piensan que puede haber sido un ataque al corazón, pero no se sabe a
ciencia cierta hasta que lleguen al hospital.
El entumecimiento me vence. Me dirijo a los brazos de Tommy y me aferro a
él, mi cuerpo tiembla como una hoja, mi boca emite ruidos que nunca ha hecho
antes.
No se ha ido. No lo hizo. Lo van a llevar al hospital y lo verán.
Todo se vuelve negro, no estoy segura de cómo o por qué, me desvanezco.
Me despierto en una cama desconocida. Estoy en el hospital. ¿Por qué estoy
aquí?
—Eh, tu —dice Tommy y veo a Sasha a su lado.
Abro la boca pero nada sale. Las lágrimas se derraman y los sollozos que
plagaron mi cuerpo una vez, vuelven inmediatamente. Sasha se apresura a
acercarse y me envuelve en sus brazos.
—Lo siento mucho —susurra y siento sus propias lágrimas caer sobre mi
cabello.
No.
—No. No. Él no está... se suponía que debían salvarlo.
—Lo sé —solloza, todavía balanceándome y acariciando mi cabello—. No
pudieron hacer nada. Lo siento.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
Tommy y Sasha se miran.
—No nos dirán nada. Sus padres llegaron aquí tan rápido como pudieron y no
te permitirán saber nada.
—¡Soy su prometida! —grito—. Nos casaríamos hoy.
—La enfermera nos dijo que todo lo que sabe es que su corazón falló y no se
pudo evitar.
—Tengo que verlo —grito y salgo de la cama—. ¿Por qué estoy aún aquí? — 65
Están a punto de responder, pero los corto y empujo la puerta abierta—: No
importa. ¿Dónde está? —Hay una enfermera haciendo sus rondas, la detengo antes
de que tenga la oportunidad de entrar en la habitación—. ¿Dónde está? Tengo que
verlo.
Parpadea en estado de shock.
—No debes estar fuera de la cama.
—Por favor, necesito ver a Caleb, ¿dónde está Caleb?
—Tal vez debería... —Mira alrededor con nerviosismo, pero me pongo en su
línea de visión—. No te puedo ayudar, lo siento.
—No, no lo entiendes —me enfado, mis ojos arden—. ¡Tengo que verlo!
—¿Qué está pasando? —Un médico en camisa blanca y pantalón negro se
acerca a nosotros desde la estación de enfermeras.
Inmediatamente me dirijo hacia él.
—Por favor, necesito encontrar a Caleb. Caleb Weston.
Mira a la enfermera y luego a Tommy y Sasha que están cerca de mí. Dejando
escapar un suspiro, lo veo ceder:
—Ven conmigo.
Quiero abrazarlo, pero no lo hago. Lo seguimos por unos pasillos antes de que
se detenga y le hable a un portero.
—Por favor, escóltelos a los tres a la morgue.
Un grito ahogado se me escapa cuando me doy cuenta de lo real que es esto.
No.
Tommy toma mi brazo mientras Sasha toma el otro. Mis piernas están
inestables pero me las arreglo para seguir al portero.
Los pasillos son largos y todos tienen el mismo aspecto, tarda un tiempo, pero
finalmente llegamos y cuando lo hacemos no estoy feliz de ver a sus padres afuera
en el pasillo. La mamá de Caleb se ve desaliñada y hay lágrimas cayendo de sus
ojos.
—¿Qué están haciendo aquí? —chillo, mi ira aumenta—. Ellos lo repudiaron.
—Señalo a sus padres—. Tú lo repudiaste. ¡No lo querías!
—¿Hay algún problema? —El médico con el que hablaban pregunta y mira a
mi vientre.
—Ella no es de la familia —gruñe el padre de Caleb, con los ojos entrecerrados
disparándome dagas.
—Es su prometida embarazada —gruñe Sasha y levanta mi mano para mostrar
al médico el anillo que se encuentra allí.
—Así lo dice ella, nunca he visto a esta mujer en mi vida —sisea su madre, su
odio claro.
—Porque lo repudiaron —grito y ruego al médico con mis ojos—. Por favor.
Solo tengo que verlo. 66
—Fue con quien lo encontraron, ella estaba con él cuando murió —explica
Tommy, su voz tranquila y serena—. Solo quiere saber cómo murió y verlo por unos
minutos.
No está muerto, no lo es está. Todo esto es un mal sueño, es una broma.
—Por favor. Déjeme tener unos minutos con él.
Su madre se acerca más.
—Si ella siquiera pone un pie en esa habitación, voy a demandarlos.
Mi boca se abre:
—¿Cómo puede ser tan malvada?
—Por lo menos díganos cómo murió —suplica Tommy—. No está bien que un
hombre de veintitrés años en perfecto estado de salud solo muera mientas duerme,
sin previo aviso.
Es entonces cuando Nathan atraviesa las pesadas puertas que conducen a la
morgue.
—Insuficiencia cardíaca. Caleb nació con un agujero en su corazón, pensamos
que estaba arreglado... no lo estaba. Hasta que la autopsia esté completa no
sabremos a ciencia cierta, pero si hubo otros factores que condujeron a su muerte,
lo cual es poco probable, les notificaré personalmente. —Me doy cuenta de que sus
padres lo miran, sus ceños vacilan. Ellos casi parecen tan confundidos como me
siento.
»Dale unos minutos con él, padre. La amaba, la eligió y nunca lo perdonaría si
no lo hicieran.
—Dos minutos. Eso es todo.
Me dirijo inmediatamente a la habitación, esperaba que estuviera en uno de
esos cajones que se ven en la televisión, pero no lo está. Está solo en una habitación
grande, una sábana por encima de su cintura, sus brazos a su lado. Se ve tan
hermoso, tan tranquilo. No parece muerto a primera vista.
Sigo moviéndome, dándome cuenta de que somos solo el doctor y yo. Mi
mano toca su mejilla. Está tan fría.
—Despierta —ruego en silencio, rezando porque su pecho inicie el movimiento
y sus ojos parpadeen abiertos. Quiero ver su sonrisa somnolienta. Quiero que me
agarre y me arrastre debajo de la sábana con él para calentarlo—. Por favor, Caleb.
Aún no hay movimiento. Esto no está bien. No me dejaría. No lo haría.
Me levanto y lo miro fijamente, grabando su imagen en mi cerebro,
saboreando la sensación de su piel bajo mis dedos. Nada de eso hace la diferencia.
Se fue.
—Un día voy a darte un beso frente a una verdadera puesta de sol en una
playa llena de arena blanca. Eso es lo que me prometiste. ¿Por qué hacer esa
promesa? —Quiero estar enojada, quiero gritarle, pero no puedo. Estoy tan
cansada, tan perdida en este momento—. ¿Por qué no me dijiste? Tal vez podría 67
haber parado esto.
Me duele el cuerpo por envolverme a su alrededor y retenerlo hasta que no
haya un aliento en mi cuerpo. No lo hago, solo lo miro fijamente. Miro fijamente la
cáscara que una vez fue el amor de mi vida.
El dolor que arde en mi pecho se expande y mis pulmones se contraen. No
estoy segura de cómo me siento, no hay una palabra para describirlo. La
devastación no es suficiente. Esta no es devastación, es tantas cosas que no quiero
sentir, todas enredadas en un lío gigante de emoción.
—Rompiste tu promesa —digo en voz baja—. Las rompiste todas.
Casi esperaba entrar aquí y que alguna extraña fuerza paranormal lo trajera
de vuelta. Pasaría en una película, él despertaría y viviríamos felices para siempre.
Dándome cuenta que no va a suceder, me encojo de nuevo en mi pozo de
desesperación y lloro en silencio a su lado. No quiero volver a dejar su cuerpo.
—Se acabó el tiempo —dice el doctor en voz baja y coloca su mano sobre mi
hombro—. Lamento mucho tu pérdida.
Los sollozos me destrozan mientras me aleja del amor de mi vida. Tan sin
vida, frío y pálido.
Nunca ha sido pálido. Su piel es como el oro líquido. Casi brilla cuando el sol
le pega.
Sasha me sostiene fuerte cuando salgo, sollozo en su hombro y los gritos
desgarrándome son tan dolorosos que casi pierdo mi equilibrio.
—Quiero ir a casa —exijo, lágrimas sigue cayendo. Este dolor es insoportable.
—Claro.
Cuando estoy en el auto, miro por la ventana. Mi mente parece no poder
entender la realidad de esto.
No es posible. Nada de esto es posible. Caleb no está muerto, no murió
anoche. Va a morir cuando seamos viejos y grises, y va a dejarme morir primero
como prometió.
Sasha y Tommy hablan en voz baja, pero no me importa lo que están
diciendo.
El viaje a casa parece durar una eternidad. Me apresuro a entrar, sé que no
está aquí, pero no puedo dejar de esperar que esto sea una especie de broma
elaborada. Están bromeando conmigo lo sé.
Pero no lo hacen.
Corro por las escaleras y miro la manta en el suelo. Me duele, me duele tanto.
Nunca he sentido un dolor tan potente, tan espeso y tan poderoso. La sábana ha
sido sacada y el colchón se ha limpiado.
—Nena —dice Sasha en voz baja. Siento su mano en mi hombro.
—No me dejaría. No lo haría —espeto pero sé que esto no es cierto. Me ha
dejado. Se fue. 68
Está muerto.
Me rompo. Estoy totalmente rota.
Soy un desastre. Soy un desecho lloriqueante en el suelo. Ella me sostiene
pero no me trae ningún consuelo.
Mi mundo acaba de terminar.
Caleb... se ha ido. Se ha ido y no va a volver.
Grito, chillo. Culpo a todos. Me culpo.
Sasha llora conmigo, llama a mi madre. Mi madre no está en la ciudad. No me
importa.
—No los quiero. —Lloro ante ambos. Tommy y Sasha tratan de consolarme.
No lo permitiré—. ¡Lo quiero! ¡Lo necesito!
—Lo sabemos, nena —dice Sasha en un suspiro ahogado y se acerca a mí. Me
alejo.
—Por favor —ruego—. Por favor, solo necesito estar sola.
—Estaremos en la planta baja. —Tommy se ve devastado, lo mismo ocurre con
Sasha, pero no lo entienden.
Nunca lo entenderán porque nunca tendrán un Caleb. Caleb era único en su
clase. Caleb era mío.
Es mi mundo y yo era suyo.
Ellos no lo entienden.
Nunca lo entenderán.
Los odio por eso.
69
Capítulo 6
La manta todavía huele a él, así que la envuelvo alrededor de mi rostro e
inhalo profundamente. Siempre olía bien. Mi mano va a mi vientre, descubriremos
si es un niño o una niña la próxima semana. Caleb estaba tan emocionado.
Se suponía que íbamos a casarnos hoy.
Los dos estábamos muy emocionados.
¿Por qué Dios me dio un hombre tan increíble, un regalo tan increíble y luego
simplemente se lo llevó lejos? ¿Por qué no me llevó a mí también? ¿Por qué Caleb?
¿Es este algún tipo de castigo? ¿Hice algo para ofenderlo?
¡Lo siento! ¡Ahora envíalo de vuelta! Por favor, solo envíalo de vuelta.
Tenemos que conducir por tres horas y media para llegar a la funeraria. Lo
mismo ocurre con todos nuestros amigos de la ciudad, es irritante. El viaje no
termina con la suficiente rapidez y cuando llegamos allí, miro mis zapatos hasta
que me siento. No absorbo nada, no me atrevo.
Sin embargo, escaneo la sala, quiero ver a cuántas personas tocó Caleb en su
corta vida.
Estoy agradecida cuando nadie me habla de su lado, aunque dudo que
siquiera sepan quién soy. Solo soy una mujer embarazada con un vestido azul
marino. No había manera de que me vistiera de negro. Caleb no habría querido que
lo hiciera.
Su familia se sienta en el lado opuesto de la sala, no me ven. No es que me
importe.
Estoy viendo el ataúd que será llevado por gente que no conozco. Echo un
vistazo alrededor de los rostros que nunca he visto y luego miro a los que conozco.
Todos están tristes, todos ellos. No lo entiendo, es casi como si su vida se ha
dividido por la mitad. A un lado de la habitación, el lado en el que estoy sentada,
está todo el mundo de mi pueblo que lo conoció. Por otro lado, todos los de su
antigua vida, antes de que lo conociera. Todos son formales y distantes con los
demás. Por mi lado todo el mundo se aferra al otro. Es extraño. Nunca podría
imaginar a Caleb en el lado opuesto, no puedo imaginar que alguna vez fuese lejano
y distante, sobre todo, no un momento tan traumático.
Su foto está encima de su ataúd, flores de color azul bebé deletrean su nombre
a lo largo de los lados. Me duele, no puedo mirar su foto, me rebana demasiado
profundo.
Su madre llora, su padre derrama una lágrima, su hermano no lo hace. Su
hermano se sienta con una expresión severa en su rostro luciendo más aburrido
que otra cosa. ¿Por qué están aún aquí? ¡Ellos lo repudiaron! Claro, sé que
arreglaron este funeral, porque Caleb y yo no estamos casados, por lo tanto estoy, al
parecer, con suerte de estar aquí de acuerdo con un áspero susurro de su madre a
su hermano.
¿Suerte?
No me importa. No me importa nada de ellos.
Es emocional pero puedo contener mi emoción y las ganas de llorar
incontrolables, centrando mis pensamientos en otras personas en la habitación, las
flores, el vicario y solo una lágrima cae. El dolor es indescriptible pero también está
ensombrecido por un entumecimiento Nunca me he sentido así. Siento como si
estuviera en el exterior mirando hacia adentro, mi alma se rasga en la superficie, 74
con ganas de salir de mi cuerpo e ir con él. Es una sensación casi desesperada de
soledad y de nada, como si ya no hay un corazón en mi pecho y solo un hoyo
enorme de desesperación. Mi piel hormiguea y mis ojos parpadean las lágrimas que
desdibujan mi visión. No quiero dejar pasar esto. Soy sádica pero necesito verlo.
Tengo que sentirlo.
Hasta el momento en que las cortinas se cierran y el ataúd va en el
transportador del horno, solo caen pequeñas lágrimas, lágrimas que no están
seguras de qué emoción es la que llevan en sus profundidades acuosas. La pena, el
dolor, la tristeza, la ira... siento todo. Confusión. ¿Por qué está pasando esto? No
debería estar aquí. Deberíamos estar en casa sintiendo mi vientre y hablando de los
colores para pintar el cuarto del bebé.
Me percato de que esto es, esto es real; me está dejando. Nunca volveré a ver
el rostro de Caleb u oírle hablar de nuevo. Quiero saltar sobre el transportador,
hacerlo parar y pedirle al director de la funeraria me deje tomar el cuerpo de nuevo
para poder tener unos días más mirándolo y hablando con él. Pero sé que no es
posible, se rompe la presa y las lágrimas caen. Lágrimas de dolor, lágrimas de
pérdida y dolor y todas las emociones que se solidifican en cuán solitaria y
angustiada me siento.
Ni siquiera puedo decir adiós. Tengo miedo de que si intento conectar con él
en lo más mínimo, empezaré a gritar y no voy a parar. Los sollozos ya son bastante
malos. ¿Será que este el dolor nunca se va a acabar?
Él sube las llamas y eso es todo, tiempo para el velatorio, pero no voy a eso.
En vez de eso, viajo a casa con todos mis amigos y voy a nuestro local. Nos
sentamos y charlamos acerca de los recuerdos, mientras me tomo un zumo de
naranja y trato de participar. Después de unos largos minutos de forzar la
conversación, encuentro un rincón tranquilo y muero lentamente por dentro.
Tenía al hombre que toda mujer quiere.
Y ahora no lo tengo.
Se siente como el final.
Solo... el fin.
Me gustaría poder tomar mis penas y alejarlas, esto no se pone nada fácil.
Sasha y Tommy me han dejado para volver a la universidad y a sus vidas. Sé que
debería seguir adelante, pero no puedo. Lo más que puedo hacer es mentir en la
cama y fingir que soy otra persona. Hacer de cuenta que está aquí a mi lado.
Ellos no pueden permanecer por más tiempo además de que sienten que no
están ayudando. 75
Soy una causa perdida. No tengo a nadie.
Bueno... no tengo a nadie que quiera, solo lo quiero a él. Su familia no ha
llamado y no quiero que lo hagan. Tengo suficiente a qué hacerle frente. Tengo
facturas que no puedo pagar y estoy teniendo un bebé en cinco meses.
¡CINCO MESES!
Ha pasado una semana desde el funeral y mi madre todavía no se ha puesto
en contacto. Lo peor es, que la cuenta bancaria de Caleb fue vaciada por sus padres,
supongo, así que no hay manera de que pague las cuentas. Debería ir a trabajar,
pero ¿cuál es el punto? Todavía haré lo suficiente para cubrir todo.
Estoy atascada en un bache y no quiero buscar mi salida.
Sasha tenía razón, si te dejas caer en espiral hacia la oscuridad, nunca
encontrarás tu camino de regreso.
—¿Por qué me dejaste, Caleb?
No puedo hacer frente. Voy a perderlo todo. Voy a tener que renunciar a la
casa.
Así que hago lo único que nunca pensé que haría.
Llamo a sus padres. Les pido ayuda con el alquiler, ayudar con algo. Toma
cada onza de orgullo que me queda, pero no puedo hacer esto sola. Los bebés
cuestan dinero, y ellos lo tienen dinero, yo no lo tengo.
Su padre cuelga de golpe el teléfono y cuando su madre vuelve a llamar, me
dice:
—Es tu culpa que esté muerto. Si nunca te hubiera conocido, esto nunca
hubiera sucedido. —Lo peor es que... tiene razón.
Todo se va a la mierda. No puedo pagar las cuentas, ni siquiera puedo
permitirme un pan. Sasha me dio cien libras, pero no es suficiente para cubrir la
luz. Mi cheque entró ayer y es apenas suficiente para cubrir el gas.
Chicago me dio 500 libras para ayudar. Recogieron dinero del personal y los
clientes para poner los gastos. Lo puse todo en el banco y rogué por ayuda. Por
fuerza. Por coraje.
No viene.
Incluso si uso estos quinientos para pagar las cuentas. Todavía voy a perder la
casa. Y me niego a ir a los beneficios e incluso si lo hiciera, no sería suficiente para
cubrir el alquiler y servicios públicos. Pero esta es nuestra casa. ¡La decoramos
juntos!
No quiero perderla.
Pero lo hago.
Dos semanas pasan y pierdo la casa, teniendo en cuenta las circunstancias,
afortunadamente, no venden mis cosas. Las pusieron en un almacén para que las
recoja cuando llegue a un nuevo lugar. Así que voy a donde mi mamá pensando que
me dejará vivir en su casa en consideración de las circunstancias, a pesar de que ni
siquiera me envió un mensaje desde que se enteró de que estaba embarazada. 76
La puerta se abre, mi madre me da una mirada y se burla con disgusto.
—Él te ha dejado.
—¿Qué? —jadeo, lágrimas en mis ojos—. No... mamá, está muerto.
¿Cómo es que no ha oído?
Ella se ve sorprendida pero no dura.
—¿Y ahora quieres volver a casa?
—Teníamos una casa, trabajos, escuela, no puedo hacerlo por mi cuenta —
admito, mis lágrimas se extienden—. Te necesito.
—Te lo advertí. Juraste no quedar embarazada. Trabajamos hasta perder el
culo, hemos trabajado día y noche para conseguir que vayas a la Universidad.
Miro a sus fríos ojos crueles.
—Esto no fue mi culpa. Todavía puedo volver, solo necesito ayuda.
—Nunca quise esto para ti —dice ella con el ceño fruncido—. No te puedo
ayudar, Gwen. Este es tu problema, me ocupé de mi desorden. Ahora tienes que
lidiar con el tuyo. Estoy decepcionada de ti.
—¡No pude evitar lo que pasó! —grito, mi mano apretándose contra mi vientre
hinchado—. Por favor, mamá, no tengo un lugar donde quedarme.
Da un paso atrás y cuando creo que me va a invitar dentro, niega y dice:
—Lo siento. No puedo ayudarte.
Golpeo la puerta y sigo golpeando hasta que mis puños se lastiman. Ella no
responde, ni siquiera me mira. ¿Cómo puede ser tan cruel? Nada de esto es culpa
mía.
—¡Mamá! ¡Por favor! ¡Por favor! —Me acuesto en el suelo y entierro mi rostro
en mis manos. Mis sollozos salen de mí como una motosierra a través de papel.
Lo he perdido todo. No tengo ni casa, ni familia ni a Caleb.
Después de unos minutos de aceptar mi destino, me dirijo a mi auto y
conduzco hasta que no puedo más.
Incluso Sasha no me puede tener, vive en una residencia de estudiantes. Me
dejarían estar allí por una noche. Solo una.
Estoy atascada, completamente atascada.
Tengo que dejar la universidad, ya está pagada para que pueda regresar y
terminar mi carrera en el futuro, eso es un alivio. Lo que no es un alivio es el hecho
de que tengo que dejar mi empleo en el que he trabajado tan duro por llegar, pero
en el café en el que solía trabajar, lo he recuperado. El problema es que estoy
enorme.
Estoy embarazada, no tengo lugar dónde vivir y no tengo dinero. No hay sitio
en los refugios de mujeres más cercanos, además no quiero ir a uno de esos.
Por lo que me siento, una historia triste, en la parte delantera de mi auto, 77
afuera de mi antigua casa, las fotos, ropa y otros pedazos y piezas están en el
asiento trasero en cajas enormes.
Al menos todavía tengo el auto… por ahora.
Apoyo la cabeza en el volante y lloro. Ha pasado un tiempo desde que he
llorado. Pero ahora que he empezado, no me puedo detener. Duele… duele tanto.
Nunca voy a verlo de nuevo.
Nunca llegaré a sentirlo de nuevo.
¿Por qué me dejaste Caleb?
Debería moverme pero no me atrevo a hacerlo. Mis manos no se mueven del
encendido y la palanca de cambios.
Si me voy, no puedo regresar. Esta casa ya no será mía. Los últimos recuerdos
que tengo de Caleb serán solo eso… recuerdos. No voy a ser capaz de entrar a la sala
y recordar el momento en que puso su pie descalzo directo en la bandeja de pintura
por error, cuando decoramos el pasillo. Y después pintamos la pared con su pie,
haciéndome reír tanto que terminé ahogándome con mi propia saliva.
No voy a ser capaz de recostarme en la cama y recordarlo apoyando su cabeza
en mi vientre plano y prometiéndome a mí y a nuestro bebé una eternidad de amor
y lealtad.
No voy a ser capaz de mirar el baño y recordar el momento en que tuvo un
curry malo y terminó sentado allí todo el día. De verdad. Le traje su computadora
portátil y puse YouTube para que pudiera ver videos graciosos de gatos. Cada vez
que reía se tiraba un pedo y seguía adelante. Fue muy divertido.
Lloro.
Mi vida ha terminado.
Se acabó y estoy asustada.
Hay un golpe en la ventana, genial, es mejor que no sea la policía.
No lo es. ¿Qué demonios?
Limpio mis ojos y lentamente bajo la ventana.
—¿Nathan?
—Gwen —dice en un tono cortante.
Mis manos tiemblan en el volante, ¿por qué está aquí?
—¿S-sí?
—¿Por qué no estás adentro? No deberías estar sentada aquí afuera llorando
—regaña, su mandíbula apretada.
Duele mirarlo, se ve como una versión más vieja y severa de Caleb, pero es
igual de guapo. Sus ojos son de la misma forma y color, también su cabello. Aunque
la mandíbula de Nathan es más ancha y más fuerte y sus pómulos más
pronunciados. Tampoco tiene un toque de barba incipiente, no como Caleb solía 78
tener a la moda a diario porque no le daba la gana rasurarse.
Extraño esa barba incipiente.
—Ya no vivimos allí —murmuro.
Él suspira.
—No puedo escucharte si no hablas adecuadamente. —Qué cabrón.
—Ya no vivo allí, ¿de acuerdo? —digo más fuerte esta vez, las palabras me
hacen llorar de nuevo.
—Entonces tal vez deberías ir adonde vives —espeta.
¿Por qué está aquí?
—Lo estás viendo.
—¿Qué?
—¿Estás sordo? ¡Dije que lo estás viendo! Esto es todo lo que me queda.
Sus ojos severos se suavizan ligeramente, su rostro parece aflojarse.
—Mierda.
—Sí. —Estoy de acuerdo—. Mierda. —Después suspiro, harta de su presencia.
Él es demasiado alto y se va a lastimar la espalda agachándose así—. ¿Por qué estás
aquí Nathan?
Mira la casa, a la parte posterior de mi auto y después a mí.
—No lo sé.
—Bien. Bueno, entonces tal vez deberías irte.
—Sí. —Está de acuerdo y se levanta. Lo veo por el espejo retrovisor volviendo
a su auto negro grande y ostentoso que está estacionado detrás de mi caja de metal
de mierda sobre ruedas. No lo veo irse pero lo estoy viendo ahora, es enorme. Se
sube y dos segundos después se aleja. Dejándome una vez más con mis propios
pensamientos.
¿Estaba usando un traje? Llevaba puesto un traje.
¿Quién lleva un traje durante una visita informal?
Caleb le rasgaría el traje, no tengo duda al respecto. Pero Caleb no está aquí y
no va a regresar.
Giro la llave en el encendido, dando una última mirada prolongada a la casa
que era mía. Después, con lágrimas llenando mis ojos, me dirijo al trabajo.
Mi jefe me deja estacionarme directamente afuera de las puertas, debido a
que mi auto está lleno de mis cosas, hace una mueca cuando me ve.
—Ve a la parte trasera, lava tu rostro, toma unos minutos y vuelve a salir.
No discuto con él, lo necesito tanto como cree que lo hago. Probablemente
incluso más.
Mi vientre se interpone mientras trabajo, mis tobillos están hinchados pero
estoy determinada a seguir adelante. La mejor parte es que estoy recibiendo
grandes propinas porque la gente ve mi estómago y lo joven que soy y se 79
compadecen.
En este momento tomaré toda esa lástima. Su lástima es lo que me mantiene
alimentada.
Los que saben mis circunstancias no hacen contacto visual. No estoy segura
de por qué es eso.
Tal vez sea una cosa de culpabilidad debido a que tienen una casa y una
unidad de apoyo. Saber que no tengo ninguno, probablemente los hace sentir mal
estar en mi presencia. Esta gente también me da propinas.
—Oye —dice Sasha mientras llega con algunos de sus amigos—. ¿Cómo te va?
Me encojo de hombros.
—Estoy bien.
—¿Estás bien… para estar trabajando? —Sinceramente no, estoy en agonía y
todo duele pero me ayuda a pasar el día. No digo esto, sin embargo.
—Estoy bien, lo prometo —contesto y bajo los ojos de su mirada preocupada—
. ¿Qué puedo traerte?
Ordena sus bebidas, lo garabateo en la libreta, con mi mente en adónde voy a
ir esta noche.
Entonces mi jefe intercambia lugares conmigo, empieza a tomar pedidos y a
servir, y yo solo hago las bebidas. Me siento aliviada de este cambio, el dolor de mi
espalda se está volviendo demasiado.
—¿Quieres tomarte el día? —me pregunta Sasha mientras me entretengo
detrás del mostrador, llenando los pedidos de bebidas y tostando croissants—.
Puedo encargarme de tu turno.
Niego.
—No. Yo… —No tengo ningún lugar a dónde ir y no quiero sentarme en el
auto durante un minuto más—. Gracias de cualquier forma. Eres una buena amiga,
Sasha.
Toca suavemente mi mano.
—Me gustaría poder hacer más.
Compartimos una sonrisa triste antes de irse, es entonces que me doy cuenta
de que dejó dos billetes de veinte y uno de diez en el mostrador. ¿En esto me he
convertido? ¿Un caso de caridad?
Sé que no pensaría en mí de esa manera, pero todavía duele tomar limosna.
He caído tan bajo.
—¿Por qué me dejaste, Caleb? —susurro y me alejo de los clientes para
recomponerme.
Lo imagino allí, enojado de haber sido llevado. Lo imagino golpeando sus
puños en las puertas del cielo mirándome con sus propias lágrimas. Él odia cuando 80
lloro, rompe su corazón.
Así que tengo que parar.
Por él tengo que encontrar mi fuerza y juntar mi mierda.
—No deberías estar trabajando en tu condición. —Me estremezco ante el
sonido de su voz y me vuelvo para enfrentarlo.
Dos tazas de café en mis manos.
—Te ves exhausta.
Me le quedo mirando a Nathan y después aparto la mirada.
—¿Por qué estás aquí? —Por favor vete, te pareces demasiado a él.
Pongo las bebidas en una bandeja y las deslizo hacia mi jefe.
—Te seguí —afirma sin vacilación—. No me di cuenta de que tu embarazo
estaba tan avanzado. —Sus familiares ojos marrones giran rápido a mi estómago
sobresaliente.
—No me di cuenta de que te importaba —digo y se supone que suene irritable
pero mi voz suena muerta y plana. Exactamente como me siento por dentro.
Nathan se apoya en el mostrador, mordiéndose el labio como lo hacía su
hermano. Hace arder mis ojos.
—¿Dónde te estás quedando?
—¿Por qué estás aquí? —Mi vida no es su asunto, a él no le importaba su
hermano así que, ¿por qué debería preocuparse por mí? Sin mencionar el hecho de
que atacó a Caleb la última vez que lo vimos—. Vives a cuatrocientos ochenta y dos
kilómetros de distancia. ¿Qué quieres?
—Te he hecho una pregunta. —Un músculo de su mandíbula salta, sus ojos se
estrechan con irritación.
—Y yo te hice tres.
—Al diablo con esto, si no quieres mi ayuda entonces está bien. En ti está, no
en mí.
Mi boca se abre.
—Nunca te pedí ayuda y no, tienes razón. ¡No la quiero!
Él niega y se va ofendido, no me doy cuenta de que todas las miradas están
puestas en mí hasta el momento en que se va y dejo de pensar en lo mucho que se
parece a Caleb desde atrás.
—Él es un idiota —le digo a mi jefe quien frunce el ceño a la puerta donde
Nathan acaba de salir—. Conocí al tipo una vez antes y solo se zambulló en la
ciudad… qué hijo de puta.
—¿Quién es él? —pregunta mi jefe con las cejas levantadas.
—El hermano mayor de Caleb por dos años.
—Tal vez deberías haber aceptar su ofrecimiento.
Me río una vez y me quedo mirando a mi jefe con incredulidad.
81
—Él no me ofreció ayuda. Solo preguntó dónde me estaba quedando. Y esto
fue después de que ya se había ido una vez.
—Sonaba como si estuviera ofreciéndote ayuda. —Me da un pequeño
encogimiento de hombros—. Pero solo escuché la mitad de la conversación.
Cedo.
—Lo hizo, en una forma extraña pero… es exasperante y malo.
—También es la única opción que tienes ahora mismo. Escúchalo, ve lo que
tiene que decir. No a muchas personas les importan los problemas de los miembros
de su familia y tú técnicamente no eres familia.
Quiero abofetearlo, sé que estoy hormonal pero no tiene idea de lo que estoy
pasando ahora mismo. No entiende la complejidad que es la infancia de Caleb. Él
no lo entiende, así que tal vez debería solo dejarme trabajar, firmar mis cheques y
no meterse jodidamente en ello.
Después de media hora de conducir sin rumbo fijo, lleno el tanque y me dirijo
a casa de Sasha. Mientras estoy dando la vuelta hacia el campus, noto un gran auto
negro siguiéndome. Definitivamente es él. Cristo, esto se está volviendo irritante.
—¿Qué quiere ahora? —digo en voz alta y me hago a un lado cuando él 82
destella dos veces sus luces.
Su cuerpo se mueve con facilidad y elegancia cuando sale de su auto y da la
vuelta hacia mí. Después de varios intentos, finalmente me las arreglo para estar de
pie junto a la puerta de mi propio auto, todavía tengo que echar la cabeza hacia
atrás para mirarlo. Al igual que lo hacía con… no, no voy a ir allí.
—¿Algún problema? —pregunto, tratando de no sonar tan exasperada como
me siento.
—No deberías entrar y salir de un auto tan bajo —comenta y ya quiero
golpearlo.
—Bueno, no es como si tuviera otra opción, ¿verdad?
Frunce el ceño.
—Sígueme. Tenemos que hablar.
—No tengo nada que decirte. —Trato de regresar al auto pero su mano se
cierra alrededor de mi brazo y me tira fácilmente—. ¿Qué?
—¿Por favor? —Aprieta los dientes y puedo ver que una pequeña palabra toma
un gran esfuerzo decirla.
—Bien —cedo. No es como que mi día pueda ponerse peor—. ¿De qué se trata?
—Sígueme y lo descubrirás. —Pone su mano en mi espalda y la otra bajo mi
brazo para apoyarme mientras me siento. No estoy segura si estar irritada porque
me tocó o aliviada porque mi culo no golpea el asiento del auto tan duro como lo
hace normalmente.
Lo espero para que conduzca adelante antes de seguirlo directamente por
detrás. Me lleva bastante lejos. Qué suerte que me detuve por gasolina.
Finalmente entramos en un hotel elegante situado en el límite de la ciudad.
Uno en el que nunca he estado antes.
No es lo mío, me gusta la belleza simple y básica. Sin elegancia ni porcelana
fina.
Después de estacionar junto a él, sale y en este momento me ayuda a salir de
mi auto. No me di cuenta de lo difícil que era hasta que empezó a ayudarme, tiene
razón, el auto es bajo.
—Ven —ordena y me lleva adentro con su mano agarrando mi brazo. Cuando
entramos, vamos directamente a la recepción, la mujer toma un vistazo de mí y mi
estómago antes de desviar sus ojos hacia Nathan. No hay una cantidad pequeña de
admiración y lujuria allí, eso es seguro. Puaj.
»Envíeme un poco de té y algo de comer que sea seguro para mujeres
embarazadas. —¿De verdad? Le doy una mirada, él la ignora y me impulsa hacia el
ascensor.
Es raro, silencioso e incómodo a medida que subimos, me encuentro con
ganas de balancearme en mis talones o silbar solo para tener algo en qué
concentrarme.
Tan pronto como las puertas se abren, toma mi brazo de nuevo y me lleva a 83
través del pasillo estampado de color beige. Resoplo, harta de ser llevada en
silencio. De nuevo me ignora.
Una vez adentro de su fabulosa habitación, toma mi abrigo y lo cuelga en la
puerta antes de llevarme a un sofá que se ve grande y parece costoso. Es negro,
negro puro con cojines plateados esparcidos. Se ve asombroso.
—Siéntate.
Entonces supongo que me sentaré.
Él no lo hace, se quita la chaqueta y la cuelga junto a la mía, desabrocha su
camisa abotonada de las mangas y las enrolla hasta los codos. ¿Está planeando
asistir al parto del bebé? Este pensamiento casi me hace sonreír. No precisamente,
pero casi.
—Está bien. —Frota sus manos, atrayendo mi atención a los guantes de cuero
negro que las cubren, y se sienta en la mesa de centro a solo un metro de distancia.
Lleva guantes de nuevo, ¿los llevaba antes? No lo puedo recordar—. No tienes un
lugar en dónde vivir. Tengo espacio.
—¿Qué dijiste?
—Creo que es apropiado que en este momento te quedes conmigo. Vivo a solo
unas pocas horas de distancia, en un pueblo muy bonito y tranquilo a una hora en
auto de Londres. Solo hasta que hayas salido adelante. Creo que encontrarás mi
casa de buen gusto. —Habla extraño.
—¿Q-qué?
Suspira.
—Hablas español, ¿correcto?
—Correcto.
—Entonces escucha lo que estoy diciendo.
—Estoy escuchando, simplemente no lo entiendo.
Se pellizca el puente de su nariz.
—Me estoy perdiendo el trabajo por estar aquí en este momento, no aprecio tu
descarada falta de respeto.
Me burlo.
—No te conozco lo suficientemente bien como para respetarte y hasta ahora
no has sido más que grosero conmigo. Sin mencionar el hecho de que la última vez
que te vi con Caleb, tu puño estaba conectando con su mejilla. Perdóname por no
querer ser sonrisas con tal idiota en un momento tan difícil de mi vida.
Su mirada fulminante es abierta y fría.
—Entiendo que estás hormonal pero nunca quiero escuchar tal lenguaje. Es
impropio de una mujer maldecir.
—Vete a la mierda —murmuro sintiéndome aún más furiosa.
—Estás llevando al hijo de mi hermano. —Sus manos en puños entre sus
rodillas abiertas, sus fríos ojos marrones mirándome fijamente—. No voy a tener a 84
su hijo o a la que debería ser su esposa deambulando sin rumbo fijo por la ciudad.
Lo que sea que ocurrió entre mi hermano y yo, no es tu asunto. Los hermanos
pelean, nos habríamos reconciliado con el tiempo. Así como estamos, no tengo esa
oportunidad en este momento, así que en su lugar, voy a ayudarte a ti y a tu hijo
hasta que sienta que estás establecida. ¿Estamos de acuerdo?
—Yo…
—Bien. —Me corta, sin darme la oportunidad de protestar y comprueba su
brillante reloj grande que probablemente le costó más que mi auto. El auto de
Caleb—. Descansa aquí, nos iremos por la mañana. ¿Tienes algunos perecederos en
tu auto?
—No —contesto a su pregunta, el resto de sus palabras todavía penetrando—.
¿Qué quieres decir con irse? No me estoy yendo. Todo lo que tengo está aquí.
—Lo cual es aparentemente muy poco. He hablado con tu anterior casero y he
ajustado tu deuda con ellos. Tus muebles guardados los voy a tener para ti cuando
estés situada por ti misma en un alojamiento viable —declara, mirando su reloj una
vez más—. ¿Hay algo más que necesite saber?
—¡Sí! —jadeo y trepo a mis pies después de que se levanta para irse—. No
puedo y no voy a irme de aquí.
—Estás siendo difícil.
Me río una vez.
—No te conozco y tu hermano te odiaba. ¿Por qué debo confiar en ti?
Él ni siquiera parpadea ante mis palabras, pero por alguna razón, sé que he
golpeado el acorde equivocado.
—Te irás conmigo mañana. No hay duda sobre eso. —Frota sus ojos con los
dedos enguantados—. Tengo que estar en algún lugar, tan agradable como ha sido
esto… buenas noches, Guinevere.
—Es Gwen.
Pone los ojos en blanco.
—Tengo las llaves de tu auto y el personal tiene instrucciones específicas de
llamarme si intentas marcharte. Buenas noches.
—No puedes obligarme a quedarme. —Lo agarro del brazo, mis ojos borrosos
con lágrimas sin derramar. Mira mis dedos agarrándolo fuertemente del antebrazo
antes de mirar a mi rostro—. Por favor. No quiero irme.
—Parece que no tienes otras opciones —declara y se libera—. Prepárate a las
siete. Saldremos entonces. —La puerta se cierra detrás de él. Quiero golpearla.
¿Quién se cree para hablarme así? No me conoce, apenas conocía a su
hermano.
Pero él te está ayudando, me dice una voz exasperante. Nadie más lo está.
Y maldita sea si no necesito ayuda.
Estoy resignada a mi destino ahora mismo, él tiene razón; ¿Qué otras
opciones tengo? Él podría al menos ser amable y tal vez discutirlo conmigo
85
primero.
Y voy a maldecir todo lo que jodidamente quiera.
Mierda, joder, idiota. Cabrón.
Capítulo 7
De acuerdo a lo instruido, alguien me trae té y una ensalada de hojas mixtas
que luce saludable junto con pollo hervido y un yogur natural de postre. No dudo
en devorarlo casi con rabia. Así de hambrienta estoy.
Luego enciendo la televisión, mientras doy sorbos a mi té caliente. Mi mente
vaga como lo hace normalmente. No sé qué hacer, la idea de dejar esta ciudad
atrás, esta ciudad donde conocí a Caleb, esta ciudad donde hicimos el amor, donde
concebimos nuestro niño y donde murió, todo es demasiado difícil de soportar.
No quiero irme pero algo sigue incitándome, diciéndome que lo haga. Una
parte de mí se pregunta si es él lanzándome tomates hasta que lo haga a su manera.
Solía hacerlo a veces. Nunca duro, solo lo suficiente para irritarme y normalmente
después nos revolcaríamos.
Decía que el sexo conmigo estando enojada era el mejor sexo.
¿Cuál es el problema con Nathan? Nunca hablé mucho acerca de eso con
Caleb, lo único que sé es que nunca congeniaron. Nathan se quedó y Caleb se fue.
¿Por qué tanta animosidad? Y si Nathan odiaba tanto a Caleb como Caleb odiaba a 86
Nathan, entonces ¿por qué me está ayudando ahora?
¿Culpa?
Es posible y es la explicación de Nathan, pero no me cuadra.
Mientras meditaba sobre esto llamo a Sasha y le digo sobre los
acontecimientos de mi día. No le gusta el hecho de que me estoy yendo, no mucho
más que a mí, pero incluso está de acuerdo en que realmente no tengo otras
opciones. Suspiro. Estoy demasiado cansada para seguir atormentando mi mente
con todas estas preguntas que parecen no tener respuesta. No estoy en una
posición donde pueda discutir libremente las cosas con Nathan. Parece odiarme
por lo que dudo que quiera contestarme.
Después de unos pocos minutos explorando la habitación del hotel y
encontrando un vaso para un poco de agua, decido tomar un baño en su tina de
lujo. Incluso voy por todas y añado burbujas. Tal vez demasiadas, porque cuando
me meto lo único visible es la colina que es mi estómago sobresaliendo del agua y a
través de la espuma. Me encanta esto, es relajante.
Caleb me diría que me relajara en la tina aunque a veces estaba demasiado
ocupado para unirse. Pero cada vez que no lo hizo, dejaría la puerta abierta y
salpicaría un poco, llevando sus pensamientos a la mujer desnuda en su tina.
Se rendiría y cinco minutos después se metería detrás de mí. Cada vez.
Después de mi baño me pongo mi camisón y subo a la gran cama. No tengo
ropa limpia y no me voy a poner de nuevo la que llevaba para dormir. Esto tendrá
que servir.
Poniendo una almohada entre mis muslos apago la lámpara por encima de mi
cabeza y trato de dormir. El sueño no llega fácil, pero finalmente llega.
Mi brazo está siendo sacudido, palabras están siendo dichas bastante alto.
—Despierta. Guinevere. —Alguien chasquea en frente de mi rostro—.
Guinevere.
—Cinco minutos más —refunfuño, mis ojos ardiendo. Tan cómoda, necesito
dormir.
—¡Guinevere! —gritan esta vez mi nombre, mis ojos instantáneamente
abiertos. ¿Caleb?
Mi corazón se hunde cuando me doy cuenta que es Nathan. ¿Por qué tienen
que parecerse tanto?
—¿Sí? 87
—Tu alarma ha estado sonando durante los últimos treinta minutos. —
Detiene la alarma y coloca mi teléfono en mi mano—. La podía escuchar desde mi
habitación de al lado.
—Oh, lo siento. —Me siento, asegurándome de que mi camisón esté cubriendo
mis partes—. Tengo el sueño pesado. Es el embarazo.
Solo frunce el ceño y se aleja de la cama hacia las cortinas. Con un
movimiento rápido abre un lado antes que el otro.
—Levántate, nos vamos en veinte minutos.
—Uh-huh —le digo y estiro mis brazos. Maldita sea, tengo hambre—. ¿Hay
algo de comer?
—Comeremos cuando lleguemos allí.
No digo nada, principalmente porque quiero que se vaya. Se va después de un
minuto de asegurarse que estoy despierta y vuelve diez minutos más tarde con una
maleta de mi auto.
—He mudado tus cosas a mi auto. —Esto es todo lo que dice antes de volver a
salir.
Rápidamente me visto con una camiseta suelta y unos jeans que apenas me
quedan. Mi largo cabello negro está bien asentando teniendo en cuenta que dormí
sobre él y no lo peiné, así que lo dejo como está. Después de cepillar mis dientes,
salgo con mis cosas listas para irme.
Nathan no habla solo me guía a la salida de la misma forma en que me guió al
entrar, una mano en mi brazo halándome. Suspiro.
—¿Qué pasará con mi auto? —pregunto, viéndolo parado en el
estacionamiento luciendo solitario.
—Te daré un auto.
—Pero yo…
—Es muy temprano para discutir, estoy agotado.
—Nath...
—¡Suficiente Guinevere! —grita e inmediatamente me callo.
Miro por la ventana, silenciosas lágrimas cayendo por mis mejillas.
—Es el auto de Caleb.
Lo veo avergonzarse por el rabillo de mi ojo, pero no dice nada. Seguimos
conduciendo y más que nada solo quiero ir a casa. El problema es, que no tengo
una casa.
Después de veinte minutos mi estómago comienza a gruñir recordándome lo
hambrienta que estoy. El bebé no hace nada para ayudar, aunque apenas puedo
sentirlo moverse y no está muy avanzado el embarazo, todavía es incómodo tratar
de inclinarme en cualquier forma. Reclino mi asiento para que mi estómago no esté
tan aplastado y palmeo cariñosamente mi bulto.
88
Pasamos por una estación de servicio en la autopista, casi se me hace agua la
boca ante el pensamiento de comida.
—Así que, el plan es… —Soy sorprendida por el repentino sonido de su voz—…
Te quedaras conmigo en el futuro inmediato. Me encargaré de cualquier gasto que
puedas tener.
—No quiero ser una carga.
—Sí, bueno... —Su voz se apaga y muerde su labio inferior—. Raramente estoy
en casa para algo más que dormir, y puedo permitírmelo así que el costo no es la
carga. —Solo el bebé y yo entonces, auch—. Tengo mucho espacio para ti y tu hijo,
todo lo que pido es que no invadas mi privacidad y no lleves narcóticos a mi casa.
—Bueno obviamente. —Señalo mi estómago mientras ruedo mis ojos—.
Nunca he usado narcóticos en mi vida, no pienso empezar ahora.
—Bien. Y por último, no hagas ruido cuando esté en casa y permanece fuera
de mi camino.
Con gusto. No digo eso, en vez digo:
—Agradezco tu ayuda, Nathan. —Cuando voy a poner mi mano en la suya para
apretarla en agradecimiento, la aleja abruptamente casi como si lo hubiera
quemado antes de que incluso tuviera la oportunidad de tocarlo.
—Y no toques mis manos. Nunca. ¿Entendido?
Parpadeo en asombro.
—Alto y claro.
—Bien.
Qué imbécil. Es difícil pensar que él y Caleb estaban relacionados, son
extremadamente diferentes.
—¿Algo más? —averiguo, queriendo saber todas las reglas ahora, así no soy
castigada nuevamente en el futuro.
—No, come lo que esté disponible cuando quieras, una persona viene a
limpiar todas las mañanas; sin incluir los fines de semana, así que trata de salir de
tu habitación a las once. En cuanto a lujos, todo lo que necesites solo díselo al
personal de limpieza o pregúntame si estoy en casa. Si no estoy disponible,
llámame.
Asiento lentamente.
—Está bien. Gracias.
—¿Cuánto tiempo tienes?
—Tengo dieciocho semanas de embarazo. —Me froto mi vientre, una vez más,
mientras miro el bulto.
—Te ves más avanzada.
—Así me han dicho. —Lo cual apesta.
Mantiene su mirada hacia el frente, pero su cuerpo parece relajado. 89
—Te haré una cita con un médico apropiado cuando lleguemos.
Bueno, eso es una cosa que puedo tachar de mi lista de cosas por las que debo
preocuparme.
—Ahora, por favor, te agradecería silencio —dice con firmeza, así que conecto
mis auriculares y escucho música en mi teléfono.
Después de una hora, mi estómago se agita aún más que antes, estoy tan
hambrienta que podría comer una zanahoria cruda y no me gusta la zanahoria
cruda. Pasamos otra estación de servicio, pero no nos detenemos.
También estoy desesperada por orinar, mi vejiga está a punto de estallar.
Aguanto y aguanto, pero ahora solo estoy poniéndome en riesgo de infección.
Eso y puede que me orine encima.
Sacando cuidadosamente mis auriculares le echo un vistazo y contemplo si
debo o no hablar. A la mierda.
—Tengo que ir al baño.
—Aguanta —ordena, sin ni siquiera echar un vistazo en mi dirección.
—Estoy embarazada, no puedo aguantar más, he estado aguantando. —Trato
de decir esto con calma, sin querer molestarlo—. ¿Por favor? No te lo pediría si no
estuviera desesperada.
Suspira y verifica las señales por otra estación.
—Hay otra a ochenta kilómetros más o menos. Podemos estar allí en unos
cuarenta minutos, ¿qué te parece eso?
—Genial. —Suspiro de alivio y me hundo en mi asiento—. ¿Podemos comprar
comida mientras estemos allí? —Mi estómago está de acuerdo en voz alta.
—No tenemos tiempo. —Su mandíbula se tensa y su actitud dice: “No te metas
conmigo”.
—¿Por favor? —ruego—. Tomaré algo para llevar.
—No se permite comida en el auto. —Además, otra regla ridícula.
Le frunzo el ceño.
—Entiendo que tenemos que ser rápidos, pero míralo de esta manera, tengo la
presión arterial baja, si no como voy a desmayarme y ese será un largo viaje al
hospital que realmente no quieres hacer.
—Bien —replica después de entrar en razón—. Nos detendremos por comida.
Ah, la dulce vejiga liberando felicidad. Eso se siente bien. También tiene que 90
ser la vez más larga que he hecho en mi vida.
Después de lavar mis manos me dirijo a los puestos de comida y miro
alrededor en busca de mi cuñado. No lo veo de inmediato, sobre todo porque no
pienso en comprobar la barra de ensaladas donde nadie frecuenta normalmente,
mi primer pensamiento es comprobar los sitios de comida rápida.
Suspiro. Otra ensalada. Necesito carne roja, chatarra y hamburguesas. Esta es
la única vez en mi vida donde puedo comer lo que quiero (dentro de lo razonable) y
no sentirme culpable por ello.
—Oye —anuncio mi presencia y lo miro llenar dos envases de ensalada. La
selección no está tan mal, tienen huevos cocidos y rebanadas de jamón que lucen
agradable y una buena selección de aderezos—. Así que, ¿cuánto tiempo falta para
que lleguemos?
—Un poco menos de dos horas después de que nos vayamos de aquí si hay
buen tráfico —dice, siendo cuidadoso de ver lo que está haciendo.
—¿Cuál es la mía?
Asiente a la de arriba. Genial. Le añado un montón de jamón y tres huevos
cocidos.
—Los huevos son algo que no comerás en mi presencia, tampoco carnes
procesadas, este jamón tiene aproximadamente la misma cantidad de carne real
que está lechuga. —¿Por qué tiene que discutir con todo?
—Quiero los huevos y quiero el jamón. —Estoy poniendo mi pie en el suelo—.
Es mi cuerpo.
—Y es el bebé de mi hermano...
—También es mi bebé —siseo, estando consciente de las personas cerca de
nosotros—. Y tu hermano me dejaba comer lo que sea y cuando quisiera. Si
anhelaba algo que no teníamos iría a media noche solo para conseguírmelo y no le
importaba si me había quedado dormida en el momento en que regresara. Lo que
pasaba la mayoría de las veces.
—No agarrarás el jamón.
¿Debería llorar? Siento que debería llorar para hacerlo sentir mal.
No lo hago, si me pongo a llorar de nuevo no voy a parar.
—Bien, pero solo un cuenco lleno de lechuga no va a saciarme.
—Estará bien hasta que lleguemos a casa —replica y tapa las ensaladas—.
Ahora, date prisa. No tengo todo el día.
Niego, mi estómago decepcionado por estar siendo tratado como un conejo.
Caminando a los quioscos de prensa escojo un par de revistas, sorprendida cuando
Nathan no protesta e incluso me las compra. Supongo que no es del todo malo.
—Gracias —le digo en voz baja, manteniendo mi cabeza baja y caminando a su
lado.
—De nada — responde, su voz también suave. No coincide con su hermoso
pero aún severo rostro—. Rápido. 91
Y la voz suave ha dejado el edificio.
—Cuando volvamos me temo que voy a tener que dejarte por un cantidad
incierta de tiempo —explica, y con una mano en mi codo y otra en mi espalda me
ayuda a meterme en su auto. Apenas presta atención a sus modales caballerosos,
me pregunto si incluso nota lo que está haciendo.
—¿Te refieres a una cantidad incierta de horas, días o semanas?
No responde hasta que está en el asiento del conductor.
—Días.
—¿Puedo preguntar por qué?
—No —declara—. Me gusta mi privacidad.
—Oki Doki. —Aclaro mi garganta y tomo el envase de ensalada con
impaciencia. A pesar de que esto es más cercano a la comida de conejo que a la
comida humana, como tanto como puedo manejar, lo cual es el envase entero—.
¿Qué va a pasar con mi auto?
—Voy a mandar a alguien a recogerlo y guardarlo. Es demasiado bajo para
que los estés conduciendo en tu condición y me sorprende que mi hermano te
permitiera hacerlo. —Sus manos aprietan el volante, ahora veo que está usando
guantes de cuero negro. No recuerdo que los llevara puestos en un principio, pero
si la memoria no me falla, los llevaba mientras servía la ensalada.
—No tenía otra opción.
—¿Puedo preguntar qué pasó con su fondo fiduciario?
Me encojo de hombros.
—Tus padres se lo quitaron cuando se mudó.
Su estado de ánimo parece oscurecerse aún más.
—Es un idiota.
—Oye —grito— no le digas así.
—Pues lo era y siempre ha sido así. —Sus manos se aferran al volante
haciendo que sus guantes chirríen contra el cuero—. Sus opciones de vida eran
egoístas y absurdas en el mejor de los casos.
Niego, queriendo ignorarlo por insultar a mi Caleb.
Después de un largo suspiro me mira.
—No te enfades, Caleb se habría reído de mis supuestamente duras palabras.
Es decir, las digo más en broma que con hostilidad.
—Pero las dijiste con disgusto. No deberías hablar mal de la… la…
—Muerte. —termina por mí cuando ve que no puedo terminarlo—. Relájate, sé
que Caleb odiaría saber cuánto estrés sientes ahora. —¿Por qué parece decir eso
como si las palabras se sintieran amargas?—. No es bueno para el bebé.
No respondo. Obviamente tiene razón, pero no es como si tuviera un
interruptor de estrés que solo puedo encenderlo y apagarlo cuando quiera. 92
No tanto como me gustaría. El estrés es parte de esta vida por desgracia y
considerando las circunstancias no es ninguna sorpresa que tenga una dosis
bastante desmedida.
Viéndolo de perfil me hace daño y me pregunto si alguna vez se detendrá ese
sentimiento. No es un clon de Caleb, no del todo, las diferencias son significativas
en apariencia y personalidad, pero hay suficiente de Caleb en su rostro para que me
lastime.
Aún todo sigue ahí, solo ha pasado un mes desde que murió. No es suficiente
tiempo para superar realmente a alguien y este es Caleb. Mi Caleb. Mi primer amor,
el primer hombre al cual me entregué demasiado.
Nunca podré superar eso.
—¿Por qué me estás mirando? —Veo sus delgados labios formarse en una
línea blanca, lo estoy irritando.
—Lo siento —murmuro y miro por la ventana. No puedo decidir si es doloroso
o extrañamente relajante que te miren, sabiendo que en mi vientre no está la única
pieza de Caleb que tiene un corazón latiendo ahora mismo.
Hay una suave sensación de golpecitos debajo de la superficie de mi piel.
Jadeo y me siento, colocando la mano sobre el golpe.
—¿Qué pasa? ¿Es el bebé?
—Solo me pateó un poco más fuerte de lo normal —explico, todavía frotando
mi abdomen—. No es gran cosa. Solo me impactó. Nunca lo sentí moverse tan
agitado antes, usualmente solo da pequeño golpecitos y aleteos, pero esto era más
prominente.
Asiente, aparentemente más tranquilo.
Tiempo para callar.
2 Twix: Barrita de chocolate fabricada por Mars. Está compuesta de una galleta en el centro,
98
Capítulo 8
Dos días pasan lentamente y no sé nada de Nathan. No es que quiera, ni
necesite algo de él.
Estoy absolutamente agotada. Caminé tres kilómetros en lugar de solo uno y
casi me perdí al regresar. Mañana voy a tomar un pedazo de tiza y marcar los
árboles mientras camino, así no me perderé.
Mis habilidades explorando definitivamente son malas.
También necesito unas botas para caminar y algo más de ropa. Todas mis
cosas todavía están en el auto de Nathan, lo que es irritante. Lo único que traje es
mi mochila. Me pregunto qué le hizo tener tanta prisa para no poder esperar veinte
minutos para sacar mis cosas.
Suspiro.
Es tarde, estoy actualmente acurrucada en el sofá con una bata que Jeanine
me trajo esta mañana.
Estoy usando el vestido de noche debajo y es de satén, se siente increíble 99
contra mi piel hipersensible y especialmente en mi vientre. Encaja perfecto,
apretado alrededor de los pechos, pero libre sobre mi vientre y espalda como una
nube sedosa.
Caleb amaba el satén, intentó hacer que comprara sábanas de satén pero son
tan irritantes cuando hace calor y la manta dentro de la cubierta nunca se queda en
su lugar.
Mis ojos arden, me niego a llorar. Pero a veces, a pesar de que te dices que no
llores, no puedes evitarlo.
Lo extraño mucho y el bebé da patadas. Cada vez que sentía un aleteo, Caleb
instantáneamente ponía sus manos o la cabeza allí si no estaba ocupado. A pesar de
que no lo sentía, le gustaba compartir la experiencia conmigo.
Nunca va a llegar a abrazarlo, nunca va a ver su primera sonrisa.
No puedo evitar que fluyan por mis mejillas. Esta vez no lo intento. Lloro
tanto que el cansancio es demasiado. Mis ojos se cierran y van a la deriva pero no
tengo ganas de moverme, así que no voy a la cama. No tiene sentido.
Algo se desliza debajo de mis piernas. Eso hace cosquillas.
—Hmm —me quejo, mis ojos todavía cerrados. Mis brazos van alrededor del
cuello de quien me está levantando mientras un fuerte brazo rodea mi espalda.
Pongo mi frente en su cuello e inhalo profundamente. Huele a ropa de cama limpia
y una colonia que no conozco. Huele maravilloso. Tipo picante pero también dulce.
Varonil—. Soy pesada —murmuro, pero no obtengo respuesta.
Solo por su olor sé que no es Caleb, pero parte de mí no puede evitar desearlo.
—Vuelve a dormir —susurra y comienza a caminar.
—Uh-huh —le digo, mis párpados todavía cerrados. Esto me gana un suave
apretón.
Ya han pasado dos días enteros y la única persona con la que he hablado es
Sasha. Está bien, está preocupada por mí y entiende mi repentina decisión de
marcharme. Jeanine ha estado ocupada y ha dicho hola y adiós, siendo esa la
extensión de nuestras conversaciones.
Me estoy volviendo loca, Nathan está aquí pero se está manteniendo fuera de
mi camino por completo. Cuando me levanto el desayuno está listo, él se salta el
almuerzo, pero ha comido cada cena que he hecho y dejé en el horno.
Aunque no sé cómo me está evitando tan bien. ¿Hay túneles ocultos en esta
casa?
Me estoy perdiendo.
Necesito salir, pero la lluvia y el viento son implacables y no tengo auto.
Nunca hay nada en la TV, no tengo una computadora y mi teléfono no se conecta a 114
la red Wi-Fi, así que no puedo hacer mucho sobre eso.
Tengo ganas de acampar en la cocina y esperar a que Nathan recoja su cena
pero eso sería raro y aburrido. Además, ¿qué le diría? “Ah, umm, ¿vamos a hablar?”
No tenemos nada en común, ¿de qué podríamos hablar?
¿Por qué me está ignorando, sin embargo?
Mi aburrimiento ha llegado a nuevos niveles. Actualmente estoy sentada en el
frío piso de madera de mi habitación haciendo un rompecabezas de mil piezas. El
problema es que no puedo alcanzar la parte superior del mismo, porque mi vientre
no me deja inclinarme tanto hacia adelante. Tengo que girar alrededor de él como
un perro.
Cuando suena el timbre casi lloro de alivio, aunque sé que no es para mí. Me
siento como un cachorro cuando sus propietarios llegan a casa. En mi mente estoy
gritando, “PERSONAS”, a la vez que meneo mi rabo.
Soy un bicho raro, es sencillo.
Necesito conversación, necesito distracción. Si no la tengo, mi mente divaga y
no puedo controlar la dirección en que deambula. Caleb se está convirtiendo en un
pensamiento más prominente en mi mente y cada día parece ser cada vez más lento
y más difícil. Sinceramente pensaba que finalmente estaba en un buen lugar. No
porque estoy feliz o incluso contenta, sino porque tengo la fuerza para mantenerme
fuera de la cama durante todo el día.
Abriendo la puerta miro a la pelirroja, mujer regordeta que sostiene una
enorme bandeja de lo que parece ser lasaña.
—Soy amiga de Jeanine, me dijo que había alguien nuevo en la ciudad. —Mira
mi vientre—. Alguien nueva y embarazada. No podía dejar de ser entrometida.
—Hola — digo con un asentimiento.
—Vaya, a veces me olvido de mis modales, mi nombre es Paula. Vivo tres
casas más abajo de aquí con mis dos perros y mi marido Michael. —Se acerca a
darme la mano—. Te he traído lasaña.
Estoy a punto de tomarla cuando lo siento a mi espalda.
—Hola, Paula.
—Hola, Weston —lo saluda fríamente. Me pregunto qué está pasando con ella
llamándolo por su apellido, no pregunto—. Solo estaba saludando a tu nueva
huésped aquí y ofreciéndole algo de mi famosa lasaña.
—Qué amable —dice, pero suena muy lejos de ser sincero—. Permíteme tomar
eso.
Le pasa el plato.
—Así que, estaba pensando que no te he visto entrar y salir de casa.
—La señora Harris siempre está entrando y saliendo de casa —dice cerca de
mi oreja, su cálido aliento haciendo que las hebras a su lado cosquilleen la parte
posterior de mi oreja y siento temblar mis labios. Mayormente por sus palabras,
pero también por la sensación de cosquillas. 115
Le frunce el ceño a él, pero sus ojos se ablandan cuando me ven.
—Me preguntaba si tal vez te me unirías mañana al mediodía. Podríamos ir a
almorzar, te llevaré a un tour por la ciudad. He oído que solo has visto el interior de
la oficina del doctor y Darla’s Elegance. —La tienda de ropa asumo que quiso decir.
No le presté atención al nombre, sabía que no era un lugar barato, sin embargo.
Eso sería mejor que terminar el rompecabezas en el que no tengo ningún
interés. Le doy un codazo a Nathan, suspira dramáticamente.
—Si quieres ir entonces ve. Puedes tomar mi auto.
—Eso está bien, puedo recogerla. —Incluso mejor.
—No va a montarse en un auto que se asemeja a una caja de almuerzo con
ruedas, no es bueno para el bebé —dice, su voz no solo demostrando un aire de
autoridad, sino subrayando el tono que reconozco como posesivo. ¿Qué es eso?
También está siendo grosero.
—Gracias señora Harris, me encantaría ir. Si eso es todo tomaré su auto, por
si acaso siento la necesidad de irme antes que usted. Me canso con facilidad.
Sonríe ampliamente y asiente con entusiasmo.
—Solo Paula, querida. Tales buenos modales para una mujer tan joven, los
dejaré disfrutar su tarde.
—Que tenga un buen día. —La despedida de Nathan es tan sarcástica como lo
fue su hola.
—No te preocupes por el plato, querido, devuélvelo cuando hayas terminado
—dice por encima de su hombro.
No consigo saludar ya que Nathan cerró la puerta.
Lasaña.
Lo sigo a la cocina y veo cómo va a volcar el contenido del plato a la papelera.
—¡NO! —grito como si mi vida dependiera de ello y agarro el plato—. Mi
lasaña.
Parpadea en estado de shock.
—No estás comiendo esto. No sabes lo que ha puesto en ella, qué carne ha
usado.
—¿Y? —replico y tiro del plato.
—¡Muy bien! —grita y lo suelta. Desafortunadamente, debido a los cincuenta
kilogramos extras en mi estómago me voy hacia atrás.
Manos rápidas agarran mis muñecas para detener mi caída, pero al hacerlo, el
plato de lasaña se vuelca y se derrama sobre su pecho.
—Ups —digo y poco a poco retrocedo evaluando los daños—. Lo siento, lo
siento mucho.
Baja la vista al lío en su pecho y abdomen. La salsa roja se aferra a él mientras 116
los pequeños trozos de carne molida caen al suelo junto a las láminas de pasta. Se
ve pálido. Extremadamente pálido.
—¿Estás bien? —pregunto y doy un paso hacia él. Sus manos tiemblan.
Niega.
—Gérmenes.
Ah, claro, el asunto de los gérmenes.
—Nathan —le digo en voz baja—. ¿Qué quieres que haga?
—Nada. —Da un paso y tiene arcadas, todo su cuerpo inclinado sobre él.
Mierda—. Lo puedo sentir en mi piel.
—Está bien, está bien, solo quédate allí. —Agarro un paño del armario debajo
del fregadero y lo empapo con agua caliente del grifo.
Veo una gota de sudor en su frente mientras está perfectamente quieto
esperando a que lo ayude, sus ojos están bajos y sus labios apretados. Mierda. Esta
es una condición real. Debí haberlo buscado en Google, pero no tengo nada con que
buscar. Tal vez tiene libros sobre eso que pueda estudiar. Parece ser algo que tengo
que conocer si voy a estar bajo el mismo techo que él.
—Te voy a quitar estas —le digo con cautela y empiezo deshacer los botones de
su chaqueta. No se mueve ni un centímetro mientras la deslizo de sus hombros y la
coloco a un lado—. ¿Sabes? —Trato de hacerlo sentir mejor mientras poco a poco y
con cuidado saco su camisa de su pantalón—. Tengo una fobia terrible a las ratas.
No parece mucho en comparación a esto, pero es una muy profunda. Viene de
cuando era pequeña. —Poco a poco empiezo a desabrocharle la camisa desde
arriba, revelando un ligero rocío de vello oscuro sobre su esternón—. Mi madre me
llevó de vacaciones a la granja lechera de mi abuelo y todos acampábamos afuera
por la noche. Era genial en un primer momento. —Poco a poco me deshago de los
últimos dos botones y me pongo detrás de él, para así poder quitarla de su cuerpo
sin mancharlo con la salsa en otro sitio—. Mientras estaba durmiendo sentí algo
corriendo por mis piernas.
—¿Qué pasó? —Finalmente habla. Alivio.
—Espera ahí —digo y camino hacia el fregadero y mojo el paño una vez más,
todo el rato sin dejar de hablar—. Bueno, me desperté, obviamente, pero no pude
ver nada. Estaba oscuro y estaba sola. Mi madre estaba en la tienda junto a la mía
con su novio, en ese momento.
Deslizar el paño húmedo sobre su pecho me toma mi tiempo, no estoy segura
de por qué lo hago tan lentamente, tal vez porque está cerca. Estoy cerca de
alguien. Y su torso es exquisito, es dorado, suave y potente. Cada inmersión y
ranura está moldeada a la perfección. Se estremece cuando paso sobre sus tetillas
así que me alejo de esa zona.
—Todo lo que podía ver eran esos dos ojos rojos en la oscuridad que se
movían alrededor de mi tienda. Grité y grité. Con el tiempo llegó mi mamá, su
novio mató a la rata y me hizo quedarme en mi tienda. Estaba petrificada, tenía
cinco años y no sabía lo que era una rata. —Miro hacia su pecho limpio y quito mi 117
mano.
En un rápido movimiento su mano enguantada la presiona nuevamente a su
abdomen, sus dedos apretando mi muñeca en lugar de mi mano.
—No pares. —Sus ojos ven los míos—. Todavía puedo sentirlo.
Asiento y sigo limpiando lentamente su piel suave, viendo cómo el sendero
oscuro que guía a lugares desconocidos, brilla con gotas de agua.
—No creo haber estado tan afectada como lo estaba si no me hubiera hecho
quedar ahí, ¿sabes?
Asiente.
—¿Era una buena madre?
—Tan buena como podría ser. Era buena conmigo pero también era egoísta.
Me ayudó a pagar la universidad tanto como pudo, solo quería que tuviera una
buena vida, pero no sabía cómo hacerlo. Quería tener una buena vida para ella y a
veces se olvidaba de mí mientras lo conseguía —digo, pasando el paño por encima
del borde de su pantalón, siendo muy cuidadosa de no tocar donde no debería.
Su garganta sube y baja mientras traga saliva, su cuerpo ya no tiembla.
—Gracias.
—¿Mejor?
Asiente y lentamente quito mi mano antes de tirar la tela en el fregadero.
—Voy a tomar una ducha... ¿podrías? —Le hace un gesto al suelo, donde la
lasaña ha salpicado—. Si es demasiado, déjalo y yo me encargaré de él.
—Lo haré, vete —le aseguro, mis ojos nuevamente bajos y permitiéndole
pasar. Una vez que deja la habitación, me agacho y limpio. No es fácil, no es
cómodo pero aleja mi mente de lo que acaba de suceder.
¿Qué acaba de pasar?
118
Capítulo 9
Nathan no volvió a salir de su habitación anoche, no me importa,
probablemente está avergonzado, aunque no debería estarlo. Tal vez después de lo
que hice con el paño, no debería haber sido tan… sensual y lenta con ello. Quizás lo
malinterpretó, solo estaba intentando confortarlo pero puedo ver por qué creería
que no.
No, estoy siendo ridícula. No le dio mayor importancia a todo esto, estoy
pensando las cosas más de la cuenta.
Desafortunadamente debido a la lluvia torrencial y a los fuertes vientos, Paula
reprograma nuestra cita del almuerzo para el viernes.
Esto es molesto, me refiero al clima, pero también un alivio. No estoy lista
todavía para socializar con el mundo exterior. Tan ridículo como suena.
Es doloroso para mí ver a otras personas felices.
Tal vez debería ver a un terapeuta.
No. Solo necesito mantenerme ocupada para tener mi mente distraída. 119
Estúpidos nudos en mi estúpido cabello. Desenrédate, maldita sea.
Llaman a mi puerta.
—Adelante —grito, todavía intentando desenredar mi cabello.
Nathan entra.
—Estoy seguro que no tengo que recordarte —comienza, lo miro a través del
espejo—, que todo lo que suceda entre nosotros, cualquier cosa que veas que se
relacione conmigo, es confidencial.
¿Todo lo que suceda entre nosotros? Esto podría ser un mal entendido, así
que elijo interpretarlo de la forma más segura posible y asumo que se está
refiriendo a las conversaciones y otras cosas diarias.
—Obvio. —Pongo mis ojos en blanco y coloco el mango del cepillo en mi boca
mientras utilizo ambas manos para peinar mi grueso cabello en lo alto de mi
cabeza.
—Es repugnante, te has… —Se aclara la garganta y mira hacia otro lado por un
momento.
Rápidamente dejo caer el mango del cepillo, éste cae con cuidado sobre mis
muslos.
—¿Mejor?
—Sí. —Entra más en la habitación y alza una ceja—. Eres muy ordenada.
—Siempre lo he sido. Me gusta tener todo en su sitio.
—¿TOC4? —pregunta educadamente.
Niego.
—No, solo soy organizada. ¿Cómo te sientes?
Pasa su lengua sobre su labio inferior, su rostro volviéndose una dura
máscara.
—Agradecería si no mencionas lo de ayer.
—Por supuesto. —Me levanto y vuelvo a mi rompecabezas que está muy lejos
de estar terminado. Cruzando mis piernas, me siento en un cojín y revuelvo las
piezas hasta que una llame mi atención.
Todavía está aquí. ¿Por qué aún está aquí?
—Hablo en serio, si escucho rumores de lo que pasó incluso de los labios de
Jeanine no estaré contento. —Chasquea su lengua, asustándome.
Parpadeo hacia él.
—No diré una palabra.
—Asegúrate de que no lo haces.
Sus ojos fijos en los míos durante un minuto más, rogándome que memorice
sus palabras, antes de girar sobre sus talones y dejar mi habitación.
No puedo creer lo… frío que puede ser a veces. Entiendo que lo ocurrido no es
algo de lo que quiera hablar pero ¿no puede por lo menos hablarme con un poco 120
más de respeto? Me siento como una niña mala.
Es tan… confuso su comportamiento hacia mí. No puedo decir si detesta que
esté aquí o no.
Si soy una carga ¿por qué no solo me alquila un lugar? Sé que tiene suficiente
dinero para alojarme en cualquier lugar, al menos entonces no tendría que lidiar
conmigo a diario. Nada de esto tiene sentido.
O quizás sencillamente lo estoy sobre analizando como hago con todo.
Me siento de nuevo en el suelo y continúo con el rompecabezas. Es aburrido,
por no decir más, pero no hay más nada qué hacer por aquí. Mi mirada se detiene
en la cama donde anhelo simplemente acurrucarme y olvidarme de todo en el
mundo de la ignorancia. Me cuesta mucho tener que levantarme y dejar la
habitación. El bebé me da unas cuantas pataditas y asumo que es porque él o ella,
está feliz de que haya elegido estar más activa.
No puedo salir, la lluvia y el viento son demasiado fuertes. Aunque parece
tentador. Solamente correr a través del viento y las copiosas gotas de agua que caen
del cielo. Imagina lo liberador que se sentiría.
—Estoy aburrida —le digo a mi vientre mientras bajo las escaleras—. Solo
puedo imaginar cómo te sientes.
130
Capítulo 10
Es la mañana después de mi salida con Paula. No vi a Nathan por unos días,
regresó el martes por la mañana como dijo que haría y tomé prestado su auto para
salir, pero ese es el alcance de nuestra conversación. No sé qué está mal conmigo
ahora. Estoy de tan mal humor. Lo he estado desde que desperté hace media hora.
Incluso el hecho de que puedo comer lo que quiera para desayunar no me anima.
Mis movimientos son pesados porque incluso mi cuerpo está enojado.
Entro pisoteando a la cocina y golpeo los armarios mientras preparo la
comida. Hasta los champiñones están haciéndome enojar. Estúpida comida.
Estúpida casa. ¿Por qué está doliéndome todo? No hablo de mi cuerpo, sino de mi
mente.
—Buenos días —dice Nathan con cuidado. Lo estoy ignorando. Estoy
ignorando a todos—. Esto luce bien.
Sabe como ceniza y azufre, ¿qué sabría él?
—Verdaderamente bien —gime un poco y toma otro bocado.
131
¿Por qué está hablándome?
Como otro bocado de cenizas con sabor a alimento. Huh, Jeanine está aquí,
no lo noté. Me mira con cuidado, apenas la miro cuando recojo mi plato (enojada) y
paso caminando (furiosa). Sí noto que ambos intercambian una mirada de
preocupación, esto solo lo empeora.
Ellos no me conocen, pero estoy segura que cuando les dé la espalda tendrán
una charla silenciosa, y Nathan probablemente me culpará y dirá que son las
hormonas. No estoy hormonal. Estoy cansada, me duele la espalda, no puedo
ponerme cómoda…y oh sí. ¡Caleb está muerto!
—Oye, cariño —dice Jeanine y está junto al mostrador mientras lavo los
platos—. Creo que ese plato está limpio ahora.
¿Qué sabe ella? ¿Están sus manos en el agua? No. Estará limpio cuando yo
diga que lo está.
—¿Estás bien? —Asiento y froto el plato un poco más. Jeanine mete la mano
dentro del agua caliente y toma el plato de mi mano—. Haré esto. ¿Por qué no
descansas?
—No quiero —espeto, sintiéndome culpable instantáneamente pero sin
importarme demasiado.
—Está bien, ¿por qué no horneas o algo así? —Sus cálidos ojos buscan mi
perfil, siento su preocupación atravesando mi burbuja de furia.
—Solo quiero estar sola —digo en voz baja y paso junto a ella—. Lo siento.
Sus susurros me siguen por las escaleras, no puedo escuchar lo que están
diciendo y honestamente, no me importa.
Tan pronto como entro a mi habitación bajo el marco de la foto de Caleb sin
siquiera mirarlo. No puedo tratar con tu sonrisa hoy, Caleb. La vida no es siempre
una maldita alegría. Claramente.
Mírenme. Soy un lio. Suspirando por un hombre que es cenizas en la
chimenea de su madre.
Sin mencionar que estoy en una casa que no me pertenece, usando dinero que
no gané, de un hombre que prácticamente me odia por razones que malditamente
no conozco.
Llaman a mi puerta.
—Vete.
—¿Ese humor se debe a algo que he hecho? —Comienza Nathan pero no estoy
de humor para escucharlo.
Abro la puerta, mis ojos entrecerrados y con suerte disparando dagas.
—No todo es acerca de ti. Ahora, déjame sola. —La puerta se cierra con un
poco más de fuerza de la que pretendía.
Tomo mi lugar usual junto a la ventana, solo dejando mi habitación para tener
un almuerzo tranquilo y una cena incluso más tranquila, sola.
132
Me despierto y duermo del mismo humor una y otra vez por los siguientes
días.
Por suerte, todos me evitan por los siguientes días. Nathan, cuando deja mi
ropa nueva fuera de mi habitación, solo golpea y se aleja. Debería agradecerle pero
no sé cómo.
La ropa es genial, todas ellas cálidas y se ajustan a mi vientre hinchado a la
perfección. Me animan un poco, no lo negaré. Tengo unas nuevas botas para
caminar por las cuales estoy agradecida, pero también curiosa por cómo sabía que
necesitaba unas. Quizás ha estado prestándome más atención de lo que creí.
Respirando profundo, relajo mi cuerpo y bajo las escaleras.
Nathan está sentando en su sitio habitual al final de la mesa, un plato de
cereal frente a él y uno donde me siento yo. Levanta la vista, me asiente y vuelve a
su libro.
—No creí que fueras a bajar.
—Yo tampoco. —Me siento y muevo mi cuchara alrededor de la leche antes de
tomar un bocado—. ¿Dónde está Jeanine?
—No tengo idea, no apareció en el trabajo esta mañana —responde, pero no
parece importarle.
—Probablemente está enferma.
—Es eso o probablemente está a punto de organizar una intervención.
—¿Qué? —Levanto la vista cuando baja su libro y sus ojos se encuentran con
los míos.
—Necesitas ver a un terapeuta.
Mi voz es más chillona esta vez.
—¿Qué?
—Estamos preocupados por tu salud mental. No has dejado tu habitación en
tres días. Solo para comer e ir al baño.
—¿ Y qué? —Lo miro boquiabierta, mi rabia anterior volviendo con fuerza.
Se apoya contra su silla.
—No es saludable.
—Tú lo haces todo el tiempo —espeto y me alejo de la mesa—. No quiero
escuchar esto.
—Ve a vestirte, hoy vendrás a la ciudad conmigo —declara y su tono me dice
que no hay discusión.
—No quiero. —Pero discuto de todos modos.
—De cualquier modo, ve arriba y arréglate o te arrastraré a la ciudad luciendo
como lo haces ahora.
133
—¿Qué está mal con mi aspecto? —¡Idiota arrogante!
—Luces como si acabaras de salir de la cama.
Bueno… sí. ¿A quién le importa?
Me da otra mirada irritada, gruño con exasperación y dejo la habitación
murmurando.
—Ya voy, ya voy.
—Oh ¿y Gwen?
—¿Qué? —digo, desde mi lugar en las escaleras.
—De nada.
Maldición. La ropa.
Olvidé agradecerle. Me apresuro otra vez dentro del comedor, sus ojos se
agrandan cuando me ve corriendo hacia él. Tomando su muñeca con una mano y su
hombro con la otra, presiono mis labios en su mejilla, diciendo:
—Gracias. —Y dejo la habitación. Queriendo reírme de su expresión
estupefacta pero sin tener la energía para hacerlo, me siento y espero que lave su
mejilla. Después de contar hasta diez, lo veo apresurarse a la cocina y fregar su
mejilla con una paño limpio.
Definitivamente desearía poder reírme, esto sería hilarante. Está bien,
entonces soy mala por jugar con los problemas mentales de un hombre. ¿A quién le
importa?
Nos lleva una eternidad llegar a la ciudad, casi dos horas debido al horrible
tráfico y por la distancia a la que vivimos. Cuando llegamos al edificio de oficinas
donde trabaja, estoy aliviada de ver que tiene un lugar de estacionamiento
designado. La situación para estacionar es peor que el tráfico aquí.
Soy guiada por una entrada en la parte de atrás del edificio y directo a un
elevador. Nos bajamos en el quinto piso, es increíble.
—Vamos —dice, y me lleva hacia un gran escritorio redondo.
Instantáneamente, veo a una mujer joven, no muy lejos de mi edad con enormes
ojos marrones y cabello corto color marrón—. Esta es…um…
—Sophie —suspira, poniendo los ojos en blanco, pero puedo ver que ha roto
su corazón.
—Genial. —Nathan me empuja en una silla y se va por la puerta frente a
nosotros.
—¿Cuántas veces le has dicho tu nombre? —pregunto, notando la mirada
persistente de Sophie.
Frunce sus labios y suspira pesadamente.
—Cerca de un millón de veces.
—Eso es una mierda.
—Nunca me notará —se queja, y luego regresa a su computadora—. Tú eres
Gwen, ¿cierto? ¿La embarazada traicionera que se robó al hijo del señor Weston?
—Esa soy yo, aunque prefiero el término prostituta, si no te importa.
Se ríe audiblemente y sus brillantes ojos marrones ven los míos.
—Ignóralos, ellos eran muy protectores con…
—¡Sammy! —grita Nathan desde la puerta. No lo noté regresar.
—Es Sophie —espeta.
—Sabes tu lugar —dice y golpea la puerta. Veo su rostro palidecer y me
pregunto de qué demonios se trata.
—¿Café? —pregunta y se pone de pie abruptamente.
—No, gracias. No tengo permitida la cafeína. —Aclaro mi garganta y la miro
alisar su falda—. ¿Qué ibas a decir?
135
—Te conseguiré un té. —No encuentra mis ojos mientras escapa por la puerta
a mi izquierda. ¿Qué demonios fue todo eso?
Me trae mi té, el cual sabe horrible, pero lo tomo de todos modos, ella trabaja
en su computadora y responde el teléfono en una ocasión, todo eso mientras
conversa animadamente conmigo sobre él bebé y de cómo fue su hermana cuando
estuvo de parto. Escucho educadamente, pero por lo demás me pierdo en mi
mundo.
Pasa más tiempo y me aburro más a cada segundo. Algunas personas vienen y
van. Pidiendo hablar con el señor Weston, todos ellos rechazados. Aún no hay
señales de Nathan. Ahora solo estoy irritada.
He estado sentada aquí por dos horas y la compañía que tengo no es buena.
Me recuerda demasiado a Sasha y eso duele.
Antes que Caleb… muriera… había tenido muchos amigos, pero ninguno de
ellos ha llamado o enviado un mensaje desde que me fui. Ahora estoy
preguntándome si siquiera eran amigos.
—Nathan quiere que vayas con él —dice Sophie, sacándome de mis
pensamientos.
Suspiro y me dirijo hacia la puerta donde él se desvaneció hace dos horas.
Dándole un golpecito, la abro y parpadeo cuando lo veo sentado en el escritorio con
su cabeza apoyada en sus manos.
—¿Qué sucede? —pregunto, y camino hacia él.
Me mira, sus ojos cansados.
—Hazme compañía.
—¿Q-qué?
Empuja la silla más cerca junto a él y palmea el asiento. Me siento, todo el
tiempo preguntándome qué está sucediendo.
—Tendremos que quedarnos en un hotel esta noche. Hay mucho por hacer y
no terminaré hasta tarde.
Gimo.
—¿Eso está bien?
Me encojo de hombros.
—Supongo que tendrá que estarlo, pero te lo advierto. Nunca volveré aquí
contigo otra vez.
Sonríe y estoy sorprendida por el movimiento. Nunca sonríe o ríe. Le queda
bien.
—Si quieres puedo hacer que alguien te lleve ahora al hotel. Estoy seguro que
lo encontrarás más cómodo.
Estoy a punto de decir que sí, pero entonces veo cuan cansados están sus ojos
y rechazo su oferta.
—No. Solo me quedaré aquí contigo, si eso está bien. 136
Vuelve a mirar su computadora, juro que acabo de verlo sonreír pero no
puedo estar segura. Se voltea demasiado rápido.
—Como desees.
Me apoyo en mi asiento y agarro el teléfono de su escritorio. Sus ojos
cuestionando mis acciones.
—Quiero jugar algún juego.
Sus dedos enguantados tocan la pantalla, lo observo desbloquearlo. Comienzo
a descargar juegos después de darme cuenta que ni siquiera tiene Angry Birds y su
teléfono es genial. ¿Quién no tiene Angry Birds cuando tiene un teléfono tan
genial?
—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunto, después de algunos minutos de
fallar en tirar un edificio con un pájaro.
—No, tú sigue en tu juego.
—Me aburrió. Ese es un collar muy bonito —Señalo la pantalla, un medallón
dorado con una pequeña gema roja brillando—. Muy bonito.
—¿Eso crees? —pregunta, mientras admiro el patrón en espiral grabado en el
medallón plano, llevando la pequeña gema roja.
—Sí. —Obviamente, o no lo hubiera dicho.
—¿Por qué te gusta?
Me encojo de hombros.
—Es diferente. Me gusta el hecho de que el medallón no es prominente. Eso
hace destacar a la gema aunque sea pequeña.
—Huh. —Lame su labio inferior y pasa por algunas imágenes más —. ¿Te
gustaría uno?
Umm…sí.
—No. Me has dado suficiente.
—Es único en su clase —declara, sus ojos ahora en mí—. Te iría bien.
No estoy segura de qué hacer con lo que acaba de decir, o la forma en la que
su mirada parece estar quemando en mi dirección como nunca antes lo ha hecho.
Estoy leyendo cosas.
—¿Por qué dices eso?
Vuelve a su computadora y apaga la pantalla, escondo mi decepción mirando
las hojas desparramadas en su escritorio. No tengo idea de qué son.
—Ven, siéntate —dice Nathan y apunta al asiento de al lado. ¿Por qué le gusta
que me siente a su lado?
Cada desayuno, almuerzo y cena que hemos compartido, me ha tirado a su
lado. Cuando fui a su oficina hizo que me sentara a su lado. No lo entiendo. Todavía
puedo hablar con él desde el otro lado de la mesa. ¿Qué pasa con eso?
La silla que sostiene la ignoro totalmente y me siento en el espacio de al lado
de ese. Nathan saca la silla un poco más y acaricia el asiento. ¿Por qué lo hace?
—Estoy bien aquí— le digo y calibro su reacción.
—¿Hay alguna razón por la que no quieras sentarte a mi lado? —pregunta
mientras deslizo mi plato a mi nuevo lugar.
Me encojo de hombros.
—No hay razón.
—Está bien. —Alarga la palabra y mira su comida. Empiezo a cortar la mía,
feliz de ver que no está color de rosa en medio.
Lo veo por el rabillo del ojo mientras empieza a comer, sus ojos se desvían
hacia mí de vez en cuando.
Esto hace que mis labios se contraigan. 141
—Entonces, ¿cuánto tiempo tendrás que trabajar mañana?
—Creo que debo terminar para el mediodía —dice después de un momento de
reflexión—. ¿Quieres venir conmigo?
Lo miro con cautela y bromeo.
—¿Vas a acusarme y a gritarme?
Sus ojos se suavizan y puedo ver que lamenta sus acciones antes de que
siquiera lo diga.
—No y me disculpo profusamente por reaccionar de esa manera.
Hago un ademán y volteo mi trenza sobre un hombro.
—Está bien.
—No —dice con severidad—. No está bien. No debes ser sometida a eso por
ninguna persona. Incluyéndome. —Sus labios se curvan en los extremos—. Bueno,
sin incluir cuando me molestas.
Me mofo.
—No te molesto.
—No, tienes razón —dice, su voz suave y tranquila—. No tú.
Mi aliento da tirones, no estoy segura de por qué y no tengo la oportunidad de
pensar en ello ya que está cambiando de tema.
—Pensé que podríamos salir mañana cuando haya terminado. —Sigo
masticando un trozo de carne mientras habla—. ¿Has estado alguna vez en la
ciudad?
—No, pero hay un montón de lugares que quiero ver —admito, manteniendo
mis dedos cruzados para que me deje verlos.
—Brillante. Pasaremos unas horas deambulando por ahí si el clima es
agradable y te traeré de vuelta en un par de semanas. Veremos un espectáculo.
—¿Un espectáculo?
—Teatro. —Sus ojos buscan mi rostro—. ¿A menos que no encuentres el teatro
agradable?
Me encojo de hombros, una sonrisa burlona llega a mis labios.
—Nunca he ido, así que me encantaría.
—Grandioso. —Parpadea, aparentemente sorprendido de que esté de
acuerdo—. Haré los arreglos.
—Gracias. —Tomo otro bocado y no logro ahogar un gemido—. Maldita sea,
esta carne es increíble.
Me doy cuenta de que solo come la comida en su plato, sin siquiera tocar las
costillas o las alas de pollo. Qué raro. Sin embargo, no comento nada, solo como
tanto como mi estómago me permite.
—Entonces, ¿en dónde dormiré? —pregunto después de lavarme las manos y
el rostro. Solo hay una cama y un sofá grande—. No me importa tomar el sofá. 142
Él frunce el ceño y me lleva a la cama.
—Dormirás aquí. Yo me quedaré con el sofá. Voy a ducharme, utiliza ese
tiempo para prepararte.
—¿Con qué? No tengo ropa aquí.
Me entrega una bolsa de plástico vacía.
—Pon tu ropa aquí, la enviaré a lavar y secar con la mía.
—Está bien —le digo, y tomo la bolsa de sus manos—. ¿Qué hay de la noche?
—Aquí —dice y casi me tropiezo hacia atrás cuando comienza a quitarse la
chaqueta y la camisa.
—Simplemente podría dormir con la bata... —Me da la espalda y saca su
camiseta interior blanca sobre su cabeza antes de pasármela. La tomo—. Gracias.
—No hay problema.
—¿Qué hay de ti?
—Estaré bien —dice y va al baño, todavía solo a medio vestir. Debería cubrir
mis ojos o mirar hacia otro lado pero no puedo. Tiene un muy buen trasero. Muy
agradable.
Durante el tiempo en que se baña, llamo a recepción y les pido algunas
sábanas y una manta. Las llevan en un tiempo récord y me las arreglo para
acomodar su cama por esta noche antes de que salga del baño. También me las
arreglo para quitarme la ropa y ponerme la camiseta, la cual probablemente me
llegaría a la mitad del muslo si no tuviera un enorme bache en el camino.
Meto mi ropa en la bolsa y la coloco junto a la puerta del baño antes de subir a
la cama.
Nathan sale del baño, pero finjo dormir para darle la privacidad que se
merece. Bueno, soy una mentirosa, me asomo por un ojo y me sorprende verlo en
nada más que una toalla, su piel dorada, húmeda y reluciente bajo la tenue luz de la
lámpara junto al sofá. Mi ojo se cierra rápidamente de nuevo y grito mentalmente
“¡Dios mío!” Nunca he estado tan cerca de un hombre desnudo que no sea Caleb y
está haciendo que mi corazón se acelere.
No estoy segura de por qué mi corazón se acelera, mi cerebro no logra
registrar las emociones hoy.
Me asomo de nuevo y casi jadeo cuando me doy cuenta que me está mirando
por encima del hombro, está comprobando si estoy viendo. No lo hago. Totalmente
no.
Su lengua se asoma y se extiende por encima de su labio inferior, casi copio su
acción, pero afortunadamente me abstengo ya que todavía me está mirando. Los
músculos de su espalda se tensan mientras va hacia la puerta, la abre y toma algo
después de colocar la bolsa de nuestra ropa en el pasillo. Camina de nuevo hacia el
sofá mientras tira de una bata blanca pura y la ata alrededor del frente. La toalla
llega al piso, no puedo ver nada a causa de la bata, pero mi corazón brinca de nuevo
ante el pensamiento de su desnudez. 143
Para hacer mi estado de sueño más creíble me acurruco más en la cama y
aprieto mis piernas alrededor de la almohada entre ellas. Él parece congelarse y
mira por encima, cierro los ojos completamente mientras que ser una loca me está
haciendo sentir como una... bueno, una loca.
Finalmente empiezo a dormitar no mucho tiempo después de que él enciende
el televisor bajo y se sirve una copa de la mini nevera. Por supuesto que hizo todo
esto después de ponerse sus guantes y enjuagar el vaso cerca de seis veces.
Realmente debería ver a alguien acerca de su problema de gérmenes.
5 En ingles “You couldn’t beat a rug.” Juego de palabras, ya que beat, solo, significa ganar;
160
165
177
Capítulo 14
Recuerdo cuando Sasha me dijo que no me perdiera en una oscuridad de la
que no seré capaz de salir.
Estaba en lo cierto, pero también estaba equivocada. Caleb era mi luz. Claro
que hay una oscuridad de la cual no puedo salir, pero no porque me perdí a mí
misma, sino porque lo perdí a él.
La semana continúa y no pasa nada nuevo o emocionante, sigo cocinando
para un hombre invisible y limpiando con Jeanine. Busco fotos, notas y otras cosas
que puedan probarme que Caleb una vez existió y corrió por esta casa.
Lamentablemente, no encuentro nada todavía y estoy comenzando a desear
no haber empezado a buscar en primer lugar.
El nivel de decepción que siento cada vez que no encuentro algo solo me
empuja aún más a esa oscuridad.
El martes fui a la ciudad e imprimí un montón de fotos de mi teléfono,
deseando haberlo hecho antes. Esto me alegra un poco y frustra un montón porque
no me atrevo a mirarlas. Todavía están en mi vestuario en un sobre cerrado,
178
acumulando polvo que no existe en esta casa llena de olor a lejía.
Una parte de mí esperaba que fuéramos a hacer compras para el bebé la
semana pasada. No. O Nathan se olvidó o cambió de opinión o tal vez ha estado
ocupado. No lo sé y no le quiero preguntar.
Sus estados de ánimo nunca se pueden dar por sentado y no puedo hacerle
frente a presionarle demasiado.
¿Por qué es tan solitario? No puede ser saludable.
No es asunto mío.
¿Por qué critico todo cuando pienso en Nathan? No lo hago con nadie más.
¿Qué es lo que tiene que me hace querer protegerlo y al mismo tiempo abofetearlo?
Es un acertijo.
Me las arreglo para salir de la cama justo después de las nueve y estoy lista a
las nueve y media. Para las diez tengo el desayuno hecho y servido, pero esta
mañana no tengo esperanzas de comer con nadie. Jeanine no trabaja los sábados y
Nathan no se ha mostrado en toda la semana pasada.
El bebé se agita y da vueltas en mi barriga. Es muy incómodo.
Con un profundo suspiro, me siento y levanto mi camisa para revelar la piel
estirada. La superficie es brillante y en movimiento mientras unas extremidades
escondidas la presionan desde abajo.
Es realmente extraño.
Puedo verlo.
—CAL... —comienzo a gritar y me muerdo la lengua para detenerme—.
¡NATHAN! —grito en su lugar. No responde así que grito más fuerte.
—¿Sí? —grita y escucho sus pasos por el primer piso.
Lo espero al pie de las escaleras.
—Tienes que ver esto. Es como algo salido de Alien.
—¿Qué es? —Parece confuso, no lo culpo.
Después de entrar a la habitación me siento en el sofá y lentamente levanto la
camisa una vez más.
—¿Qué estás haciendo? —Nathan se ve asustado.
Sonrío y le hago señas para que se acerque.
—¡Mira! —Toco mi vientre y veo cómo se sacude y se mueve ligeramente—.
¿No es raro?
Se arrodilla con una rodilla entre mis piernas para mirar más de cerca, frunce
el ceño.
—Es definitivamente raro. 179
Resoplo y pongo la mano sobre ella, sonriendo mientras siento y veo las
pataditas.
—¿Puedo? —pregunta con el ceño todavía fruncido.
Me encojo de hombros.
—Seguro.
Rozando su labio inferior con la lengua, se mueve hacia adelante y coloca una
mano enguantada sobre mi barriga.
El bebé se contonea otra vez y su mano se mueve hacia atrás en un instante.
Flexiona los dedos y, esta vez, mueve las dos manos hacia mi barriga.
—Esto es increíble —dice y acaricia, con sus manos enguantadas, todo mi
vientre. Sus ojos brillan cuando se encuentran con los míos—. ¿Duele?
—Es una sensación nueva, así que es un poco incómodo —admito y veo como
Nathan continúa sintiendo al bebé moverse—. Necesitas un corte de cabello —le
digo, moviendo mi mano hacia adelante para meterle los largos cabellos oscuros
detrás de su oreja. Casi inmediatamente vuelven a salirse, pero es casi del largo que
Caleb solía usar—. Te has estado escondiendo en tu habitación durante demasiado
tiempo.
Sus dedos se deslizan por mis costados. Respiro bien profundo. ¿Qué está
haciendo?
Se enganchan del borde de mi blusa y, lentamente, la desliza sobre mi vientre.
Sus ojos vienen a los míos y me miran intensamente.
—Salgamos.
—¿A dónde?
—A la ciudad, pasaremos la noche.
—Está bien. —Respiro, quiero alejar la mirada, pero no tengo la voluntad para
hacerlo—. ¿Para qué?
—Las cosas para el bebé, solo te quedan cuatro meses.
—Cuatro meses y dos semanas —lo corrijo.
Pone los ojos en blanco.
—Eres demasiado específica.
—Ah, mi madre solía decirme eso —murmuro y dejo que me levante del sofá.
—Quédate aquí, iré a por nuestras cosas.
—¿Nuestras?
Asiente rápidamente antes de abandonar la habitación. ¿Cómo sabe qué cosas
necesito? Me incomoda un poco que vaya a revisar mi cajón de ropa interior.
Con ese pensamiento en mente subo corriendo por las escaleras y hacia mi
dormitorio, donde hay un bolso abierto sobre la cama y Nathan está caminando de
un lado a otro, colocando pulcramente las cosas dentro.
180
—Esto es extraño.
—Te dije que esperaras abajo.
—No podía resistirme a verte empacar mi bolso. Es un poco extraño.
Me frunce el ceño, todo esto mientras dobla un vestido.
—¿Acaso Caleb nunca empacó por ti?
—Sí, pero...
—Entonces, ¿por qué no debería hacerlo yo?
¿Está hablando en serio?
—¿Estás hablando en serio?
—Sí.
—Porque yo estaba... ya sabes... con Caleb.
Sus labios tiemblan.
—¿Estabas qué con Caleb?
Observo cómo pone una blusa en la maleta, mis mejillas enrojeciendo.
—Creo que es bastante obvio teniendo en cuenta mi situación.
Deja escapar una pequeña risa, sus ojos de color casi chocolate brillan con
humor.
—Si no supiera que estás embarazada, pensaría que eres virgen.
Casi escupo.
—Yo... Esta no es una conversación normal. Además, todos fuimos vírgenes
una vez, no es nada de qué avergonzarse.
Su mano se detiene a mitad de camino de la cremallera del bolso y una mirada
oscura se posa sobre sus rasgos.
—Sí. Una vez.
—¿Vamos? ¿O te gustaría que empacara un bolso para ti? —Estoy bromeando,
obviamente, pero no creo que lo sepa porque sus cejas se alzan—. No hay nada que
desee más que revolver tus cajones de ropa interior.
—Simplemente trataba de ser agradable. Además, no miré realmente. Solo
eché un vistazo —suspira y se pone el bolso de viaje sobre el hombro.
—Eso es lo que todos dicen.
—¿Quiénes? —No suena realmente interesado, más bien irritado y aburrido
de mi burla.
—Los hombres a quienes uno encuentra revisando su cajón de ropa interior —
bromeo y lo codeó en el brazo.
Suspira de nuevo y me da un empujoncito hacia las escaleras.
—Deprisa, antes de que cambie de opinión y te dé una caja de cartón y un
único pañal para vivir.
181
—Auch. —Sonrío y voy hacia las escaleras—. Te esperaré en el auto. —Asiente
y me lanza sus llaves, suspirando, otra vez, cuando no las agarro. Rebotan en las
escaleras antes de deslizarse por el suelo unos centímetros.
—Mal lanzamiento —comento antes de que pueda decirme que soy una mala
receptora.
Lo soy. Pero no tiene que restregármelo en la cara.
Responde con un bufido de incredulidad mientras las recojo del suelo y salgo
corriendo de la casa.
Hoy hace un poco de frío, una clara señal de que pronto llegará el otoño. No
me molesta tanto el otoño, es el invierno lo que no puedo soportar. Soy más la
típica chica de un día cálido en la playa. O, al menos, solía serlo.
Ya no. Toda esa emoción parece sin sentido ahora que no puedo pasarlo con
mi persona favorita en el mundo.
Pronto tendré a otra persona. Me subo al auto acariciando mi vientre. Me
pregunto si dar a luz al bebé se llevará el dolor. Quizás llene ese agujero en mi
corazón.
Nathan se sube al auto diez minutos más tarde y partimos hacia la ciudad.
Esta vez solo nos lleva una hora y media, el tráfico no era tan malo por el camino.
Me entusiasmé tanto cuando llegamos ahí, que apenas le dejé detener el auto
antes de salir y estar a su lado. Será bastante agradable en lo que enfocarse.
Además, ¿qué mujer no quisiera decorar la habitación de un bebé?
—¿Cuál será la habitación del bebé? No lo hemos discutido —pregunto
mientras deslizo mi mano en su brazo y le permito guiarme a través de la
concurrida calle.
—Hay dos habitaciones más en tu piso. Elije la que quieras.
—¿Cuál era la habitación de Caleb?
Me mira, su rostro es como una máscara blanca.
—No tenía una habitación.
—¿No? —Me parece un poco extraño—. ¿Y tú?
—Yo tampoco, estoy en la habitación de mi abuelo. Aunque tuve que
remodelarla cuando me mudé.
Muerdo el interior de mi mejilla por un momento, preguntándome si debería
indagar más. Por supuesto que sí. Está en mi naturaleza hacerlo.
—¿Ustedes dos eran cercanos?
—Es una forma de decirlo —murmura en complicidad—. Aquí.
—Esto es una tienda de marca. —Dirijo mi mirada hacia Baby Dreams, el 182
sueño de una mujer embarazada y la pesadilla del padre expectante—. Esto es
demasiado.
—Puedo permitírmelo —dice y me lleva a través de las puertas automáticas.
Inmediatamente soy asaltada por un bienvenido soplo de aire fresco de los
ventiladores del techo. Pero no es eso lo que me da escalofríos, es la tienda en sí.
Estoy en el cielo de los bebés.
—Debería haber escrito una lista —murmuro mientras doy unos cautelosos
pasos hacia adelante.
—Empezaremos con las cosas grandes y después nos ocuparemos del resto. —
Soltando su brazo me dirijo a la sección donde están las decoraciones que están en
una sola pared detrás de cada una.
Todo es tan lindo y acogedor. No puedo esperar para empezar a empapelar y
pintar las paredes.
—Me encanta esto —digo mientras mis ojos inmediatamente captan una
pared con un extraño color verde, y un árbol blanco con patrones en la cima. El
mobiliario es marrón oscuro y brillante, y estoy enamorada—. Realmente me
encanta esto. Es neutral y es… santa... madre de... —Comienzo a ahogarme cuando
veo el precio. No es demasiado caro, pero es mucho más dinero de lo que había
considerado gastar en solo los muebles pesados.
—¿Estás segura? —Se ríe ante mi mirada de asombro—. Estás segura.
Tres horas más tarde mis tobillos se han hinchado, así que nos dirigimos a un
restaurante cercano para almorzar. Nathan no ha dicho mucho aunque insistió en
que las botellas de vidrio y todo lo que no esté hecho de plástico es perjudicial para
el bebé. Ni siquiera tengo permitido los pañales desechables pero no me importan
los lavables, son bastante fáciles y duran mucho. Tienen pequeños broches de
presión, en lugar de velcro, que pueden ajustarse a la talla del bebé.
Incluso me hizo pedir el de lana y las toallitas húmedas, completamente libres
de toxina y fragancia.
Después de un rato dejé que estuviera a cargo, no estaba en posición de
discutir cuando él había investigado y claramente yo no, estaba feliz de que al
menos uno de los dos sabía de lo que estábamos hablando. Él incluso no quería que
usara leche en polvo e insiste que la de mama es mejor, lo que es correcto pero
también molesto. Iba a amamantarlo de todas maneras pero no me gusta que me
digan lo que tengo que hacer.
Estoy contenta con lo que tenemos, no puedo pensar en nada más que
necesitemos ahora. En segundo lugar, no puedo esperar hasta que llegue la entrega
y pueda verlo listo.
Algo más que espero con impaciencia.
Nos sentamos en una mesa en la parte trasera del restaurante, fuera de la
vista de los demás. Es una cabina, así que tengo que empujar la mesa para poder 183
entrar lo cual es molesto, pero pronto me animo cuando veo el menú. Es muy
diverso y me muero de hambre.
—¿Ordené suficiente comida? —bromea, inclinándose más cerca.
Niego.
—Quiero el postre también.
—Puedes pedir lo que quieras. —Sonríe y su mirada se dirige hacia mi
estómago—. Es el único momento de tu vida en que tienes la excusa de comer como
un gran hombre.
Me río de eso y descanso mi sien en su hombro.
—¿Sabes? Incluso no recuerdo por qué antes estaba enfadada contigo.
Su mejilla roza mi cabello e instantáneamente me recuerda al momento en la
rueda de la fortuna.
—Bien, no me gusta cuando te enfadas.
—Entonces deja de molestarme. —Inclino mi cabeza hacia atrás y lo miro a
través de mis pestañas—. ¿Crees que puedes hacerlo por más de unas horas?
—Lo intentaré —responde en voz baja y presiona sus labios en mi frente—.
Siempre hueles a vainilla.
Umm...
—Será el champú que uso, y la crema para el cuerpo.
—Son buenos —murmura. Siento su mano deslizarse en el asiento acolchado
entre nosotros, su dedo meñique enguantado está tan cerca del mío que puedo
sentir el cuero cosquilleando los pequeños pelitos. Mi mano se mueve un poco más
cerca, pero solo ligeramente.
La camarera llega y por alguna razón me alejo después de sentir una punzada
de culpabilidad por estar tan cerca de otro hombre. ¿Qué pasa conmigo?
Caemos en silencio después de ordenar, Nathan revisa su teléfono mientras
retuerzo mis pulgares y espero a que la comida llegue.
—Oh Dios mío, ¿Nathan? —Un agudo chillido proviene de una mujer
desconocida con cabello ondulado oscuro y con una sonrisa más ancha que el
mismo mundo—. Cuando Tracey llamó…
Nathan mira a la mujer por un momento.
—¿Diane?
—Umm… sí. —Pone las manos en sus caderas y hace puchero como bebé—.
Me recuerdas, ¿no?
—¿Lo haces? —me burlo de él y me gano una mirada sombría.
Sus ojos inmediatamente se dirigen hacia mí y su sonrisa cae. Soy casi
invisible.
—¿Quién es tu amiga?
—No es de tu incumbencia —gruñe y se inclina hacia adelante—. ¿Puedo
184
ayudarte con algo, Diane?
Me encojo en mi asiento, esto es incómodo.
Ella vacila por un momento.
—No, solo quería saludar.
—¿Y quién te dijo que estaba aquí? —Definitivamente está irritado.
La camarera elige justo ese momento para traer nuestra comida, me
incorporo y le doy las gracias en un susurro. Siente el ambiente tenso y lentamente
se escabulle, no la culpo. Me siento como si quisiera esconderme debajo de la mesa
ahora mismo.
—Tracey llamó, te vio entrar. Aunque no la mencionó. —Asiente hacia a mí y
frunce el ceño. Le hago un gesto con el dedo meñique y miro mi comida. ¿Empiezo
a comer sin él? Sí, debería.
—Bueno, hola, Diane. —Le da una mirada penetrante. Ella simplemente no la
capta—. Adiós, Diane.
Finalmente parpadea saliendo de su adormecimiento.
—Llámame.
—¿De verdad? —Puedo sentir su enojo. Oh, me trajo salsas—. Podría estar
sentado aquí con mi esposa.
Ella me mira.
—¿Esposa?
Abro la boca para responder pero lo pienso mejor y continuo probando las
salsas con gajos de patatas.
—Tienes que irte —advierte Nathan, sus ojos se estrechan—. Y la próxima vez
que me veas, no me saludes. —Auch, eso tuvo que doler.
Su boca cae abierta y el dolor se abre paso a través de sus ojos.
—Vaya. Qué idiota. Solo estaba saludando.
—Y luego me dijiste que te llamara delante de mi mujer embarazada.
Espera... ¿Qué?
Ella me mira con sus cejas levantadas.
—¿Su esposa embarazada?
Abro la boca para responder pero Nathan me detiene.
—Deja de hablar con ella.
—Hablaré con quién quiera, solo porque hayamos follado no significa que
tengas cualquier tipo de autoridad sobre mí.
Nathan cierra los ojos brevemente y deja salir una bocanada de aire.
Levanto una alita de pollo en frente de Nathan.
—¿Quieres un poco? 185
—En un segundo. —Su mano va a mi muñeca y la baja lentamente a la mesa—.
¿Ya terminaste?
—Definitivamente —refunfuña Diane y se gira en sus tacones—. No eras tan
bueno de todos modos. —Entonces me mira—. Buena suerte teniendo una vida sin
oral.
Luego se va y no puedo aguantarlo. Río, río y río. Me río más fuerte de lo que
hecho en años y por primera vez, no me siento culpable por ello.
—Una vida sin oral, ¿eh?
—Cállate —gruñe.
—Voy a tener que divorciarme por esa sola razón. —Me ahogo a través de mi
risa y me deslizo un poco en mi asiento.
Niega pero veo sus labios extenderse en una sonrisa.
—No es divertido en lo más mínimo.
—Oh, por supuesto que sí —digo con voz entrecortada y continúo riendo—. El
mejor almuerzo en mucho tiempo.
—Estoy casi seguro de que ya no me caes bien —añade, pero su cuerpo
comienza a moverse al lado del mío.
—Deja de reír, es contagioso.
Finalmente me calmo, una sonrisa permanece en mi rostro.
—Eres adorable, Nathan.
Rueda sus ojos.
—Justo lo que cualquier hombre quiere oír. Cómete tus alas.
—¿Quieres una?
—No, gracias —dice después de un momento. Comemos en silencio,
ocasionalmente lo tiento con las alas que he estado anhelando últimamente
mientras como mi propia comida. Así que me sorprende cuando de repente dice:
—Además, si ella lo odiaba tanto, ¿por qué me dijo que la llamara?
—En frente de tu esposa embarazada —añado y me río de nuevo.
Se ríe un rato antes de reflexionar.
—Bueno, podrías haberlo sido, esa mujer no tiene modales.
—¿Quién era?
Se encoge de hombros y se vuelve hacia mí.
—Solo una chica con la que salí hace un año y medio.
—¿Cuántas citas?
—Una —confiesa—. Eso creo.
—Eres repugnante. —Me río y termino mi último bocado de comida.
—No tanto como Caleb. —Inmediatamente lamenta sus palabras, veo esto 186
pero no hace nada para aliviar el dolor agudo que rebana mi corazón. Su rostro cae
y sus manos tocan mi rostro—. Lo siento, solo estaba bromeando. No quería…
—Está bien —Lo detengo y dejo caer mi rostro para que no vea mis lágrimas—
. Deberíamos ser capaces de hablar sobre él. No podemos seguir fingiendo como si
nunca hubiera existido.
Sus ojos escanean mi rostro y su lengua se desliza sobre su labio inferior.
—¿Postre?
—Paso —respondo y empujo lejos mi plato casi vacío—. Estoy llena.
—Yo también. Vámonos.
Espero que salga antes de encontrarme con él, me extiende su mano e
inmediatamente le doy mi muñeca.
Espera...
—¿Quién es Tracey?
—¿Disculpa? —Me mira, una confusa expresión se desliza en su rostro.
—Esa chica, Diane, dijo que Tracey le había dicho que estabas aquí. ¿Quién es
Tracey?
Piensa en eso por un momento, sus dedos enguantados arañando su cuello.
Me río otra vez.
—No sabes, ¿verdad?
—No.
—Tu memoria es peor que la mía.
—Solo recuerdo a las personas y las cosas que quiero recordar. —Sus ojos
aterrizan sobre mí y no puedo más que sentir que me está tratando de decir algo
con ellos.
Se van apagando cuando un recuerdo viene a su mente. Me pregunto qué es,
pero no pregunto, eso es algo que no me incumbe. Sus pensamientos son suyos.
—Vayamos a tener ese agradable paseo alrededor de la ciudad como te había
prometido, pero nunca se cumplió.
—Me gustaría eso —le sonrío suavemente.
187
Capítulo 15
—Mis amigos Tommy y Sasha quieren venir a visitarme pronto. Quizás
durante las vacaciones. —Paso los dedos por los ositos de peluche en Toy World—.
¿Habría problema?
—¿Durante el día?
—El día y la noche. —Agarro una jirafa de peluche y la pongo en el carrito que
está llevando Nathan.
—No veo por qué debería haber problema, tenemos espacio. Siempre y
cuando sea por la noche. Todavía me estoy acostumbrando a tenerte a ti alrededor.
Agarro un extraño sonajero con un bolsillo lleno de agua. Nathan me lo saca y
lo pone de nuevo en la repisa. Y entonces me doy cuenta de que la jirafa tampoco
estaba.
—¿En serio?
—Tienen peligro de asfixia.
—Son juguetes para morder y peluches, maníaco del control. —Pongo los ojos 188
en blanco—. Y gracias, les haré saber. Será lindo verlos. Les debo por todo lo que
hicieron después de que Caleb muriera.
Pone su brazo alrededor de mi hombro.
—No puedo imaginar por lo que pasaste. Ser quien lo encontrara.
—No lo encontré —gruño, obligándome a decir las palabras—. Murió en mis
brazos. Estaba tumbada sobre su pecho como lo hacía generalmente cuando me
despertaba. Eso no es encontrarlo. Si lo hubiera encontrado, habría sido mucho
más difícil.
—¿Qué quieres decir?
—Sus últimos momentos fueron conmigo y nuestro bebé, cómodo en la cama.
Si fuera a morir, me gustaría que fuera así: abrazando al hombre que amo mientras
duermo pacíficamente.
Agarra la jirafa y la vuelve a poner en el carrito. Casi sonrío ante su intento de
alegrarme. Fue sutil, pero aun así fue un intento y estoy agradecida por ello.
—¿Alguna vez piensas que te volverás a enamorar?
Vaya.
—No. No puedo dar una parte de mí que se llevó él.
—Quizás algún día. —Agacho la cabeza mirando una clase de bañera de
juguete para niños, así que no puedo ver su rostro para tener una idea de por qué
me está haciendo estas preguntas. Tal vez está preocupado de que vaya a traicionar
a su hermano antes de que sus cenizas tengan la oportunidad de enfriarse.
—Le prometí que nunca lo dejaría.
Esta vez, mueve la cabeza.
—¿Le prometiste eso?
—Sí.
—Estoy bastante seguro que esa promesa quedó inválida cuando falleció,
Gwen.
Me encojo de hombros.
—Todavía es válida para mí.
—Vamos, este lugar apesta a transpiración y a chicos.
—Lo sé, ¿verdad? Es un alivio en comparación a la usual fragancia a
blanqueador de casa —bromeo.
—Te acostumbrarás.
—Curiosamente, Jeanine dijo lo mismo cuando llegué por primera vez.
189
Nos quedamos en el mismo hotel que la última vez que vinimos a la ciudad,
debió haber hecho las reservas antes de llegar porque le dieron dos llaves y fuimos
directamente. Comemos y nos bañamos. Esto último en momentos separados,
obviamente. Le hago la cama en el sillón mientras se ducha y me subo a la cama
súper grande, tamaño King, sintiéndome un poco culpable por usar la cama, pero
recuperándome enseguida mientras me hundo en el colchón y gimo de placer.
Cierro los ojos y esta vez me quedo dormida antes de que salga del baño.
—¿Guinevere? —me llama en voz baja mientras voy a la deriva en el reino
entre el sueño y la vigilia. Sus pasos se acercan—. ¿Gwen?
Me sorprendo cuando la cama se hunde justo a mi lado, pero me las arreglo
para mantener mi rostro relajado. No estoy segura de por qué no lo miro, mi
curiosidad siempre ha sido un defecto. Ahora mismo estoy curiosa de qué es lo que
quiere, pero por alguna razón sé que no voy a obtener la verdadera respuesta si
estoy despierta.
—¿Gwen? —Su voz es casi silenciosa y mucho más cercana que hace un
momento. Su calidez entra por la colcha gruesa. Siento cosquillas en el estómago.
Siento el cuero liso que cubre sus dedos subir por mi brazo desde mi codo hasta el
interior de mi muñeca. Mi brazo siente un hormigueo y se me pone la piel de
gallina en donde me toca.
Se inclina más cerca, esta vez mi respiración se agita. Su rostro se acerca a al
mío, puedo sentir su aliento a menta en mi mejilla. Mi corazón se acelera más
todavía, me pregunto si puede oírlo.
Mis pensamientos son un lio.
Y todo mi mundo se detiene cuando siento su nariz en la mía. Se mueve
suavemente hasta el puente antes de lentamente volver a bajar.
No puedo soportarlo. Esto no debería estar sucediendo. No sé por qué lo está.
Su mano se posa entre mi mejilla y la almohada, me levanta el rostro muy
suavemente, su nariz está de costado a la mía.
—¿Gwen? —susurra, su voz suena como si estuviera afligido.
¿Qué está haciendo?
Me invade el pánico cuando siento la parte superior de su labio rozar muy
suavemente el mío.
Su propia respiración se acelera cuando siento su labio inferior tocar el mío.
—No —le suplico. Me queman los ojos y, ahora, los abro.
Sus ojos se abren un poco, y miran fijamente los míos. Levanto la mano y le
agarro su muñeca y, a medida que de a poco me voy incorporando, la alejo.
—¿Qué estás haciendo? —susurro, manteniendo la voz baja.
Después de soltarle la muñeca, se levanta y se da la vuelta.
—Vuelve a dormir. 190
—Nathan.
—No —me suplica y se acerca al bolso que está al lado del sofá.
Ahora me siento como una mierda.
—Nathan. Por favor…
—Dije que no —gruñe y lo observo ponerse el pantalón debajo de la bata. El
sonido de clic de metal contra el metal me hace saber que se está abrochando el
cinturón.
Con movimientos cautelosos salgo de la cama y camino despacio hasta él. No
estoy segura de lo que voy a hacer, todo lo que sé es que no quiero que se sienta así.
Y no estoy segura de lo que hice para que se sienta así en primer lugar.
¿Qué estaba pensando? Dios, estoy tan enojada ahora. Pero ahora no necesita
que le grite. Nuestros cables se debieron haber cruzado en algún momento a lo
largo del camino. Lo mejor que puedo hacer en este momento es simplemente
tratar de entenderlo.
—Nathan. —Intento otra vez y pongo la mano en su hombro, la bata suave
impide que sienta su piel, pero aun puedo sentir su calor—. No entiendo.
—No lo entenderías —dice entre dientes, su tono dejando claro que es mi
culpa y que me va a guardar resentimiento.
Doy un paso adelante y deslizo mis brazos alrededor de su cintura mientras
presiono la frente entre sus omóplatos.
—Lo siento. Por favor, no te pelees conmigo otra vez.
Deja escapar un suspiro y agarra mis muñecas fuertemente con sus manos.
Dándose vuelta despacio en mis brazos, lleva los suyos a mi alrededor y pone su
barbilla sobre mi cabeza mientras me aprieta fuerte.
De repente, estoy en el aire y dejo escapar un grito ahogado mientras se
inclina y me levanta en sus brazos. Me lleva a la cama y lentamente me baja allí.
—Ve a dormir —susurra y presiona sus labios en mi frente.
—¿Estamos bien?
No responde, solo se aleja de la cama. Cinco minutos después oigo la puerta
cerrarse.
192
Mi cuerpo se sacude, siento una corriente eléctrica a través de mis piernas y
mi corazón. Me siento muy erguida, viendo un cuarto oscuro con sudor en la frente.
El espacio en la cama a mi lado está vacío y mi dolor regresa diez veces más fuerte.
Siento como si lo hubiese perdido de nuevo.
Nathan duerme pacíficamente en el sofá mientras que afuera todavía está
oscuro. No quiero despertarlo, pero no me puedo quedar en esta cama. Así que
salgo y voy al baño a mojarme el rostro. No me refresca mucho.
Me siento sobre la tapa del inodoro y pongo la cabeza entre las manos, mi
cabello cae alrededor como cortinas negras cerrándome al mundo y encerrando mi
dolor. Se me llenan los ojos de lágrimas, cuando pestañeo cae la primera lágrima y
luego otra. Pican sobre mi rostro frío. Otro indicio que me recuerda que soy un
desastre, estoy sola y tengo serios problemas. Mi dolor es mayor que cualquiera de
los momentos en que me he sentido bien en el último par de meses. Aunque eso no
es decir mucho ya que apenas me he sentido bien.
La manija se mueve y se abre la puerta.
—¿Gwen? —dice Nathan y se sienta en cuclillas delante de mí. Sus manos van
a mis muñecas, me encandila la luz cuando quita mis manos de mi rostro—. ¿Qué
sucede?
—Nada. —Respiro profundamente esperando que mis emociones se calmen—.
Solo necesito un minuto.
—¿Esto es por lo de antes? —Parece afligido—. Porque lo siento muchísimo
por...
Ni siquiera quiero pensar en eso ahora.
—No. Es... no es por eso por lo que estoy llorando.
—Entonces, ¿por qué lloras?
—Siempre estoy llorando, Nathan —admito y me limpio los ojos con un
pedazo de papel.
Me pongo de pie, me alejo de él y me paro en frente del lavabo. Pongo las
manos sobre el borde y dejo descansar mi peso allí.
—Háblame —suplica y se para detrás de mí, lo miro por el espejo con los ojos
hinchados.
—Lo extraño.
Da un paso más cerca y pasa su dedo por mi cabello, me relaja, me
tranquiliza, pero no son sus manos las que deseo.
—Yo también.
—¿Por qué murió? —susurro, todavía mirándolo—. ¿Crees que luchó para
mantenerse vivo?
—De hecho, sé que sí. Caleb no quería dejarte.
—Pero lo hizo.
Nathan se encoje de hombros. 193
—Lo sé, y sé que un día tú te irás. También yo. Sucede todos los días.
—Ya lo sé, sé que pasa. Solo que… nunca me había sucedió antes. Nunca he
perdido a nadie que amara. —Toco madera—. Y entonces lo perdí, perdí a la única
persona que me hacía sentir… solo me hacía sentir. Era perfecto.
—No era perfecto, Guinevere.
Le frunzo el ceño.
—Para mí siempre lo fue y siempre lo será. Eso es el amor.
—¿Ciego?
Sencillamente no lo entiende.
—Cuando estás enamorado aprendes a aceptar todo de la otra persona, y lo
amas por eso, así que, aunque algunas pequeñas cosas te molestan, sabes que es
una de las muchas cosas que lo hacen ser quien es. Y cuando lo amas tan
profundamente, lo puedes sentir en tus huesos; eso lo hace perfecto. Porque
aprecias todo lo que son y todo lo que hacen.
—Creo que eres un poco ingenua. Si eso fuera cierto, entonces no habría tanta
gente ahí afuera luchando contra el alcoholismo y las adicciones de juego y demás.
Parpadeo ante su ceguera.
—Eso es diferente.
—Pero acabas de decir...
—Sé lo que dije, pero no es eso lo que quise decir. Esas son condiciones,
enfermedades. Pueden darle forma a una persona, pero no son la persona.
—Así que, por ejemplo. —Se aclara la garganta—. Si dejara la tapa del inodoro
levantada e, hipotéticamente, estuvieras enamorada de mí, ¿no te molestaría?
—No.
—Pero si apostara o consumiera narcóticos, ¿sí?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque las pequeñas cosas no pueden hacerte daño. Las pequeñas molestias
no pueden lastimarte o dificultar tu capacidad de tener una vida normal y, con
suerte, pacífica.
Se lame el labio inferior.
—¿Y qué sobre mi condición?
—Eso es parte de quien eres, si decides hablar con alguien sobre eso es tu
elección y te apoyaría, pero nunca te obligaría a hacerlo. Es una parte de ti y si
estuviera locamente enamorada de ti, estaría enamorada de tu peculiaridad
también.
Frunce el ceño y entrecierra los ojos.
—Ciertamente, no soy peculiar. 194
—Lo que sea. —Hago un gesto con la mano, limpiando las últimas lágrimas de
mis ojos—. ¿Ahora entiendes lo que quiero decir?
—Sí, si alguna vez me enamoro espero sentirlo, en lugar de solo tener el
entendimiento básico de él.
Esto hace doler mi corazón.
—¿Nunca has estado enamorado?
—No de forma recíproca, no muchas personas disfrutan mi “rareza”. —Sus
labios se tuercen con la última palabra.
Ruedo los ojos.
—Encuentro eso difícil de creer.
—Escuchaste lo que dijo esa desagradable chica antes. —Sonríe
brillantemente, mis ojos van directo a su boca donde perfectos dientes blancos
brillan—. No hago oral.
Con eso me sonrojo. Golpeo su brazo y retrocedo, así mi espalda descansa
contra su pecho.
—¿Por qué intentaste besarme, Nathan?
En un segundo su cuerpo va de relajado a tenso y sus ojos se amplían
brevemente.
—No debí hacerlo. Me disculpo.
—Eso no fue lo que pregunté.
—Es la única respuesta que estoy dispuesto a dar. —Su tono es brusco. Se aleja
de mí—. Deberías ir a dormir.
No estoy cansada, pero acepto luego de disculparme por despertarlo. Me
promete que no importa y se retira al sillón después de asegurarse que llegue
segura a la cama.
Mi mente es un revoltijo de pensamientos, no quiero nada más que apagar mi
cerebro y su estúpida obsesión con analizar todo demasiado; pero no puedo.
¿En verdad soy ingenua?
Elegí la habitación frente a la mía como la habitación del bebé, tiene el mismo
tamaño que mi habitación pero más larga y estrecha, también tiene un espacio en
la pared donde la cuna entrará perfectamente.
Justo ahora, la habitación está destrozada, Nathan contrató a algunos tipos
para que vinieran a vaciar las paredes y decorarlas exactamente como están en la 195
tienda. Estoy canturreando de emoción. Una vez que vea la habitación todo será
real. No puedo esperar a salir por largas caminatas con él en el carrito. No puedo
esperar para cambiarle el pañal y alimentarlo. Pero más que nada, no puedo
esperar para recuperar un pedazo de Caleb que espero detendrá mi dolor.
—¿Qué si el doctor tiene razón? —le digo a Jeanine mientras abrimos las
ventanas en un intento de deshacernos del olor a pintura.
—¿Sobre qué? —pregunta, dándome una mirada inquisitiva.
—¿Qué si odio al bebé?
Deja salir una risa sorprendida.
—Estoy segura que él no dijo eso.
—No con esas palabras.
Deja escapar un largo suspiro y me da la vuelta para enfrentarla.
—Mi dulce niña, tú no tienes en ti odiar a nadie. Eres demasiado buena. Es un
defecto, como también una bendición muy dulce. —Su sonrisa es cálida y
comprensiva—. Tuve depresión post parto con Julie, la primera. Fue duro pero lo
superé. Si sucede, sucede, no durará para siempre. Solo no esperes milagros.
—¿Qué quieres decir?
—Este bebé no traerá a Caleb de vuelta. —Odio que tenga razón—. Este bebé
tampoco será Caleb. Si recuerdas eso entonces debería estar bien.
Ahora eso es algo de lo que no estoy segura.
—¿Quieres ir a la cuidad por un café? Este olor está haciendo que quiera
vomitar.
—Seguro. —Ríe y vamos a tomar nuestros abrigos—. Tus amigos vendrán el
próximo mes, ¿verdad?
Asiento.
—No puedo esperar. Los extraño.
—Apuesto que sí. —Me mira de reojo—. ¿Cómo lo estás haciendo? Pareces
haberte animado un poco más de lo normal esta semana. Aunque Nathan parece
estar en su usual mal humor.
Regresamos de la ciudad hace una semana, y ella tiene razón, el humor de
Nathan ha sido horrible.
Aunque no la ha dirigido hacia mí, he sentido la intensidad de su furia solo
sentándome junto a él. No estoy segura de qué está molestándolo, todo lo que sé es
que ha respondido algunas llamadas que no terminaron bien. La pantalla de su
teléfono tiene una gran grieta por estar arrojándolo; asumo.
Su voz había estado saliendo de su estudio todo el día, no podía entender lo
que estaba diciendo ya que estaba demasiado amortiguado, pero podía decir que no
estaba muy alegre. Parte de mí quería subir y consolarlo, pero sabía por su silencio
en la mesa que no quería que lo compadecieran.
Nathan estacionó más lejos de la entrada. Estaba paranoico de que los 196
decoradores rayarían su auto. Desearía que lo hubiera estacionado más cerca,
seguro, puedo ver el auto a diez metros pero esos son unos diez metros que podría
haber evitado caminar.
—Te veo allí —dice Jeanine y se sube a su auto.
Mientras estamos en el pueblo nos detenemos en una librería, hay mucho de
donde elegir pero nada me interesa. Jeanine se vuelve loca con los libros,
apilándolos en su carro antes de pasar veinte minutos charlando con la chica detrás
del mostrador. Algo brilla en la esquina de mi ojo, inmediatamente me dirijo hacia
el estante y agarro el hermoso diario de cuero con una hebilla cobriza
manteniéndolo cerrado.
—¿Qué es esto? —pregunto, efectivamente cortando la conversación.
—Uno de los diarios de cuero que tenía hace un tiempo. Solo vendí algunos.
Creo que ese es el único —dice a través de la tienda.
Mis manos pasan por el libro, el cuero esta hermosamente estampado.
—¿Cuánto cuesta?
—Cincuenta —responde, y casi me ahogo.
—¿Cincuenta?
—Sí, debería estar en sesenta.
Bueno, sí que disfruto una ganga. Con un pesado suspiro llevo el diario al
mostrador y le entrego mi tarjeta.
Introduciendo mi código en la maquina después de un largo momento de
deliberación, finalmente me relajo. Cincuenta libras es mucho dinero. Hay muchas
cosas que podría comprar con eso.
Nathan se merece esto y más. Ha hecho mucho por mí, algo me dice que
amará esto.
Envuelve el libro en papel y lo pone en una bolsa por mí. Lo tomo con un
gracias y sigo a Jeanine fuera de la tienda.
Nos separamos y voy a casa sintiéndome un poco mejor.
A pesar de que el lugar aún apesta a pintura cuando llego. Asqueroso.
Metiendo el diario de cuero en algún lugar seguro de mi habitación, me
acuesto en mi cama y miro el techo, mi estómago balanceándose. Caleb siempre
estaba moviéndose, siempre. Quizás el bebé lo sacó de él.
Toc, toc, toc.
—Adelante —digo, todavía tendida de espaldas con mis piernas sobre el
costado de mi cama.
—¿Dónde has estado? —pregunta Nathan y cierra la puerta. El olor a pintura
parece estar molestándolo también.
—Fui a la ciudad por una hora —digo, acompañándolo con un bostezo y
levantándome sobre mis codos—. No necesitabas el auto, ¿cierto? 197
Niega, palmeo la cama a mi lado y me recuesto otra vez. Estoy sorprendida
cuando se une. Su cabeza se gira, solo a unos centímetros de la mía. Compartimos
una sonrisa, pero se desvanece cuando parpadeo un poco con el dolor en mi
espalda baja.
—¿Qué está mal?
—Dolor de espalda —admito y me meneo un poco—. Está bien, pasará pronto.
Escucho un ruido sordo cuando Nathan se arrodilla en la cama. Un chillido se
me escapa cuando sus manos aprietan el lugar detrás de mis rodillas y me empuja
por la cama. Mi cuerpo gira hasta que solo mi pecho está descansando en la cama y
mis rodillas descansan en el suelo.
¿Qué está haciendo?
—Nath…
—Relájate —ordena, y sus dedos cubiertos alcanzan la parte de arriba de mi
espalda.
Intento mirarlo pero sus manos presionan mi rostro de vuelta a la cama.
Pronto sus dedos comienzan a acariciar mi piel, me tenso momentáneamente hasta
que se hunden en la base de mi espina y trabajan lentamente el área. Oh Dios, eso
se siente bien.
Apenas registro cuando desliza una almohada debajo de mis rodillas, porque
una mano nunca detiene el mansaje que está trabajando el dolor de mi espalda.
—No dejes de hacer lo que estás haciendo —gimo.
¿Estoy babeando? Creo que estoy babeando.
Se arrodilla directamente detrás de mí para llegar a todos los lugares
correctos de forma más efectiva.
Mis piernas se deslizan un poco en el suelo cuando me relajo más en el
colchón, la curva de mi estómago tocando un costado de este. Desafortunadamente,
Nathan está más cerca de lo que anticipé y si la posición no era ya lo
suficientemente incómoda, mi culo conecta con su entrepierna.
Se tensa y aclara su garganta, sus dedos aun en mi espalda.
—Lo siento —susurro en la colcha y se desliza un poco hacia adelante.
—Sin problema. —Parece atragantarse. Entonces para empeorarlo, añade—.
Tu piel es perfecta.
Parpadeo, sorprendida.
—¿Qué?
—Tu piel —repite y pasa sus dedos suavemente por la curva de mi cadera,
haciéndome temblar—. Es perfecta.
—Es el embarazo, tiene muchos beneficios —murmuro y muevo un poco mis
caderas—. Continua.
198
Sus pulgares comienzan a hacer círculos una vez más. Oh Dios. Eso es bueno.
—No —murmura, empujando más profundo en mi carne—. Solo eres tú.
Está bien, me gustan los cumplidos pero esto está haciéndome sentir
incómoda. La posición, el toqueteo, y la forma en la que está hablando.
—Me siento mejor ahora.
—Relájate. —Presiona mi espalda otra vez y medio cedo—. ¿Qué hiciste en la
ciudad?
—Fuimos por un café y a dar un paseo —gimo, eso se siente increíble—. Luego
fuimos a la librería.
—¿No tenía nada que te gustara?
—Sí.
Espera que continúe, no lo hago, estoy demasiado intoxicada en esta ola de
relajación que se está hundiendo en mí; haciendo que mi piel arda y mi sangre se
caliente.
—Continúa.
—Si hago eso tendré que moverme —gimo y lo siento reírse silenciosamente.
—Solo dime el nombre del libro.
Justo ahora ni siquiera sé mi propio nombre.
—No tiene un nombre; no está escrito.
—Ahora estoy intrigado.
Sonrío en la sábana, saboreando el sabor de sus dedos enguantados haciendo
círculos y arrastrándose por la piel de mi espalda. La piel de gallina cubre cada
centímetro de mi piel. Siento sus muslos rozar los míos, intencionalmente creo; de
todos modos me hace gemir en voz baja en la tela de color melocotón. Mis pezones
se hacen guijarros cuando sus manos ahuecan mis caderas y su ingle se roza contra
mí una vez más.
—Tengo algo para ti. —Me las arreglo para decir, obligándome a alejarme.
Gritos resuenan en mi mente mientras castigo mentalmente a mi cuerpo traidor.
Esta vez se presiona deliberadamente en mí, siento el bulto en su pantalón y
jadeo. Esto está mal.
Actúa normal a pesar de que su propio cuerpo está traicionándolo, siento el
temblor en sus manos mientras explora mi piel.
—¿Por qué para mí?
—Solo lo vi y creí que te gustaría. Probablemente no lo hará.
—Lo hará. —Respira y sus pulgares se hunden bajo la costura del pantalón,
justo encima de mi culo.
—Nathan —le advierto, mientras su respiración se profundiza y se presiona
una vez más.
Deja escapar un pequeño gemido, casi como un lloriqueo y se aprieta contra 199
mí. Calor se acumula en mi vientre, no puedo evitarlo. Tengo casi seis meses de
embarazo, mis hormonas están en su apogeo. Sé que esto está mal, tan
malditamente mal.
¿Por qué se siente tan bien?
—Nathan. —Esta vez mi voz no es una advertencia, es un ruego.
Sus manos bajan por la parte exterior de mis muslos, arrastrándose por la tela
a medida que avanzan. En un segundo ahuecan el frente de mis muslos y los abre
lentamente, causando que mi respiración se detenga y mi corazón se acelere.
Capítulo 16
Una voz atraviesa mi mente, una que conozco tan bien. Una que ya no existe.
Mi hermano no es normal. Mantente alejada de él, Gwen. ¿De acuerdo?
Como si un cubo de hielo cayera sobre mí, lloro y me escabullo, Nathan
instantáneamente me alcanza; no es que tuviera la oportunidad de agarrarme dado
que mi acción fue bastante repentina. Me siento en el suelo mirando su rostro
enrojecido y sus salvajes ojos marrones. Viene a mí y su mano se extiende.
—No —le digo, negando frenéticamente.
Se sienta de nuevo, sus piernas dobladas en frente de él, con las manos
descansando sobre las curvas de sus rodillas. Los dos nos miramos durante mucho
tiempo.
¿Qué acaba de pasar?
No me atrevo a preguntarle por qué está haciendo esto, sobre todo porque
tengo miedo de la respuesta.
—Gwen —dice con calma y se para lentamente, sus ojos nunca dejan los míos. 200
Colocando su mano en el aire a la espera de que la tome. No lo hago, no me atrevo a
arriesgarme ahora mismo. Estoy adolorida en lugares que no debería, por lo que no
puedo confiar en mi cuerpo.
—Aquí. —Bajo mis ojos y corro a mi armario, escondido debajo de unas
sábanas dobladas está el diario que le compré. Mis manos suavizan el papel
mientras camino hacia él, mordiendo mi labio nerviosamente—. No es mucho, nada
en comparación con lo que has hecho por mí. —No iba a dárselo todavía, pero
ahora parece una buena distracción.
Me mira con el ceño fruncido.
—No tienes que pagarme.
—Quiero hacerlo, es lo que hacen los amigos —agrego esto último dándole
una mirada implorante. Entra en razón, por favor entra en razón.
Sus pupilas dilatadas me miran fijamente al rostro, cuando desvío la mirada,
sus manos toman el regalo de las mías y lentamente retiran el papel. Espero que le
guste, realmente lo hago.
El silencio se extiende entre nosotros mientras el diario queda finalmente a la
vista. Mira desde el libro cubierto en cuero hasta mí y de regreso. Sus manos le dan
la vuelta antes de acariciar y sentir las ranuras con dibujos que conforman la
cubierta.
—Esto es maravilloso —dice con sinceridad—. ¿Dijiste que conseguiste esto en
la tienda de libros en la ciudad?
—Sí, literalmente atrapó mi atención.
Me sonríe, sus pómulos volviéndose ligeramente rosados.
—Gracias.
Ondeo mi mano.
—No me des las gracias.
—Debería ir y chequear a los decoradores. —Su lengua se burla de su labio
inferior—. Saldremos a comer, el olor de la pintura me irrita.
Sonrío con cariño.
—Todo te irrita.
—Por supuesto. —Sonríe y toca mi mejilla con su pulgar, me asusto al instante
pero no parece ofendido—. Prepárate.
—Bien. —Suelto mi calcetín en el suelo, rezando para que su intensa mirada
no se detenga en mí.
—Quince minutos, Guinevere —dice mi nombre en voz baja, como una suave
caricia en mi piel, antes de abandonar la habitación completamente.
Los ojos de Caleb me atrapan desde la mesita de noche, lo miro por un largo
rato, imaginando su mirada de acusación.
—Lo siento —le susurro, desesperada por hacerle creer que no fue nada más 201
que un momento de debilidad y que Nathan no es nada más que un amigo. Él no
me cree, puedo sentirlo.
Pero es verdad.
Vaya, mareo. Extraño.
Debe ser mi presión arterial baja, mis ojos se volvieron negros por un
momento. Tengo que dejar de estresarme por pequeñas cosas, no es saludable.
Caleb no está aquí, no va a volver.
A pesar de que sé que nunca dejaré que se vaya, tengo que dejar de tratar de
pasarle todas mis decisiones primero. Él no está aquí para responder y estoy
retorciéndome por el hecho de que sus respuestas estarían en mi mente para
hacerme sentir peor.
Me lo merezco. Merezco sentirme peor.
220
Me despierto con el sol entrando por las ventanas, ah, quién las abrió.
—¡Buenos días! —Por supuesto, Sasha.
—Durmiendo —me quejo y entierro mi rostro bajo las sábanas. Mi ritual
mañanero.
—Levántate. Quiero explorar.
—Bien —cedo y me deslizo fuera de la cama—. Alístame, solo dormiré
mientras me siento. —Mis ojos no se abrirán, se rehúsan.
—Tu teléfono se apagó hace unos veinte minutos, una llamada perdida y un
mensaje de texto de Nathan.
Leerlos significaría moverme. Moverme significaría despertar. Despertar
sería... uf.
—Está bien. —Bostezo y alcanzo a ciegas la mesa. Mi teléfono cae al suelo.
Maldición—. Lo agarraré.
Sasha suelta una risita y lo pone en mi mano.
—Tal vez deberías ir a lavarte el rostro. Podría detener el que tus ojos se
peguen entre sí.
—Buen punto —digo en medio de un bostezo y camino hacia el baño. Después
de salpicar agua en mi rostro, amarro mi cabello en un moño suelto y aplico un
poco de rímel. Sasha me mira como un halcón, ya vestida y lista para el día; en
jeans ajustados de color azul oscuro y un grueso suéter plateado que llega hasta el
muslo—. ¿Dónde está Tommy?
Sasha asiente hacia el pasillo.
—Alistándose. —Lo que significa “consiguiendo otros cinco minutos de sueño
antes de ponerse lo que pueda en dos segundos y haciéndolo parecer que ha estado
alistándose”.
—Comenzaré el desayuno. —Me estiro, riendo cuando la parte inferior de mi
vientre se asoma por el ruedo de mi camisa—. Creo que otra vez necesito ropa más
grande.
—¡Eso es lo que haremos esta mañana! —Sasha salta de inmediato, luciendo
demasiado entusiasmada, demasiado pronto.
—Creo que Tommy no apreciará eso —murmuro y deslizo mi pulgar por
encima de mi teléfono.
Nathan: Me disculpo por haberme ido tan de repente. Diviértete
con tus amigos. Hay un poco de dinero en el cajón superior de tu
cómoda. Lo puse allí antes de irme. Gástalo como desees. Sin incluir las
cosas obvias a las que tengo una clara aversión.
Yo: Gracias, eso es muy amable. ¿Está todo bien? Estaba
preocupada.
Nathan: Todo está bien, Gwen. Te llevaré algo bonito.
221
Yo: Solo tráete de vuelta a ti mismo, a menos que también regreses
con chocolate, no voy a quejarme. ¿Cuándo puedo esperarte en casa?
Nathan: Esta noche, a eso de las seis. No le diría que no al lote de
pasta que haces.
Yo: Debidamente anotado.
Después de meter mi teléfono en mi bolsillo, bajo las escaleras y Sasha va a
despertar a Tommy.
Hago un desayuno rápido y fácil, tortillas con champiñones y queso. Tengo
que mantener mi reserva de huevos escondida. Nathan tiene una cosa realmente
extraña sobre los huevos. Si no puede verlos, como en las tortas o en pastelería,
entonces está bien. Pero cualquier forma de huevos: revueltos, fritos, sancochado,
etc. Enloquece y los pone en la papelera de inmediato. Voy a aprovechar su
ausencia para disfrutar de una buen merecida tortilla con mis amigos.
—Estoy tan contenta de que estén aquí, solo desearía que pudieran quedarse
por más tiempo. —Hago un pequeño puchero y coloco sus platos frente a ellos.
Tommy menea sus cejas.
—Y me tienes perdiéndome la noche de brujas, la única noche del año en que
las mujeres se visten como...
—Sexys criaturas de la noche. —Sasha termina su oración.
Miro hacia mi vientre.
—Debería pintar una diana o algo en mi vientre.
—O pintarlo para que parezca que la piel está rasgada y hacer tentáculos que
parezcan estar saliendo de ella.
Tommy parece demasiado emocionado por esta idea.
—¿Sabes? ¿Cómo Alíen vs Depredador?
Las dos lo miramos con incredulidad. Sasha habla primero:
—No solo eres raro, sino también eres asqueroso.
—Secundo ese voto. —Levanto mi mano, haciendo una mueca de dolor
cuando Tommy me da una palmada y le lanza un trozo de pepino a Sasha—. La
violencia no resuelve nada.
Se encoge de hombros.
—Pensé que se sentía bastante bien.
—¿Golpear a una mujer embarazada se sentía bien? —Sasha finge terror.
Suspira.
—Te estoy dejando si no dejas de molestarme.
—Como si alguna vez fuera a pasar —resopla Sasha en voz baja, sabiendo muy
bien que puede escucharla.
—¿Dejarte? —Su rostro adquiere una expresión audaz, deseando que diga que
sí.
222
—Chicos. —Me río y termino mi desayuno—. Vamos.
—Sí, vamos a comprarle al gran vientre algo de ropa nueva.
—Eres una perra, Sasha. —Incluso si sus palabras son verdaderas.
Sonríe de vuelta.
—Pronto estarás nuevamente flaca.
Escalofríos.
—Y madura.
—Y una mamacita —añade Tommy, lo que hace que Sasha le lance el mismo
pedazo de pepino.
Me levanto antes de que me incluyan en la lucha de comida.
—Solo será un minuto.
—Bien. —Otro pedazo de pepino sale volando.
—Y limpien ese desastre —ordeno y me pavoneo fuera de la habitación,
ignorando el pequeño trozo de comida desconocida que golpea la parte de atrás de
mi cabeza. Tampoco miro, no voy a darle a su risa tranquila la satisfacción de
verme reaccionar.
De vuelta en mi habitación, agarro mi bolsa y abro el cajón superior de la
cómoda. Efectivamente hay un pequeño fajo de billetes. Mucho más dinero del que
necesito. Suspiro. Tiene que dejar de hacer esto.
Desenrollo el fajo y lo meto en mi bolsillo trasero. Es entonces cuando me doy
cuenta de un sobre doblado con mi nombre en el frente.
Lo saco y le doy la vuelta, en la esquina tiene algo pesado que destaca,
haciendo que el papel se doble cuando lo sostengo.
Primero, busco por la fuente del peso y parpadeo con asombro cuando veo el
anillo. Un magnífico aro de oro con un conjunto de diamantes rodeando en forma
de espiral uno más grande en el centro. Mis manos tiemblan mientras saco la nota.
¿Qué es esto? ¿Por qué hay un anillo aquí?
Mi corazón se aprieta mientras despliego la nota, el anillo todavía en mi
mano.
Mis ojos exploran el corto pero claro párrafo.
He estado pensando y creo que en este momento estaría en nuestros mejores
intereses el casarnos. No espero una respuesta inmediata. Piensa en ello. Quiero
que mi sobrino tenga un hogar estable y mi apellido. Tampoco quiero que la gente
piense mal de ti a causa de las circunstancias. Hay mucho que puedo ofrecer,
tampoco tengo mucho de material de esposo, pero lo intentaré. Prometo hacerte
feliz y tienes mi palabra de que voy a respetar, cuidar y proteger a mi sobrino
hasta el día que me muera.
Nathan.
Dejo caer el anillo como si estuviera ardiendo, la nota también. Mi cerebro
obliga a mi cuerpo a retroceder, mis ojos muy abiertos mientras el miedo y el
pánico me atraviesan. 223
¿Por qué me preguntaría esto?
Miro el anillo que ya está en mi dedo y noto lo sencillo que es en comparación
con el anillo que Nathan me regaló. El anillo de su hermano. El que Caleb puso en
mi dedo.
¿Cómo puede incluso...? ¿Por qué él...? ¿Qué le pasa? ¿No puede pensar
honestamente si me gustaría hacer esto?
El matrimonio significa un montón de cosas, el sexo es una de ellas. Nunca
podría hacer eso. Nunca.
No puede honestamente querer esto... ¿verdad?
Me siento enferma.
—¿Estás lista? —grita Sasha.
—¡V-voy! —digo y pongo la nota y el anillo de vuelta dentro del sobre antes de
meterlo nuevamente en el cajón.
Esto no va a arruinar el día, no voy a dejarlo. Nathan solo está siendo noble, a
pesar de que tiene una extraña manera de demostrarlo. No es del siglo XVIII, o cual
sea el siglo donde mierda como esta pasaba. Ni siquiera es necesario en cualquier
manera o forma. No me importa lo que la gente piense de mí. Caleb era el amor de
mi vida, pueden irse a la mierda si creen que yo no era el suyo.
Me eligió, murió a mi lado. En mi vientre está la mitad de él.
¡Maldita sea, Nathan! ¿Qué estás haciendo?
¿Por qué me pregunta esto precisamente hoy? Tal vez para que pudiera
hablarlo con mis amigos. Que se joda. No estoy ansiosa por ver sus reacciones, eso
es algo que prefiero perderme.
Bajo las escaleras, abanicándome el rostro para deshacerme del sudor
nervioso que parece estar goteando de mi piel.
—Vámonos. —Abro la puerta, mi bolso incrustado de mi lado—. No hay
mucho que ver en el pueblo. Pero hay una bonita tienda de ropa. Las mujeres allí
son increíbles haciendo ropa que se adapta perfectamente
—Vaya —comenta Sasha secamente—. Qué afortunada eres.
Me encojo de hombros.
—Me gusta, me gusta la gente y la cafetería y los pocos restaurantes que
tienen, que sí, son todos bar-restaurant. Son acogedores. Como algo salido de una
película.
—Envidio tu vida tranquila —dice Sasha nuevamente de forma seca.
Tommy me abre la puerta del auto, obligando a Sasha a ir en la parte trasera.
Por lo cual estoy agradecida porque una vez en la parte trasera, dudo que fuera
capaz de salir de nuevo. Es un auto de solo tres puertas. Los asientos delanteros se
deslizan hacia adelante para acceder a la parte posterior.
Definitivamente no va a pasar.
Sin embargo, a Sasha parece no importarle. Se inclina entre nuestros asientos 224
y juega con la radio.
Buena suerte en conseguir que funcione en este lugar.
Se da por vencida después de diez minutos y pone un CD, dirijo a Tommy al
pueblo.
Primero nos detenemos en la tienda de ropa, Sasha se estremece ante casi
todo. Supongo que es muy... formal, pero es cálida y cómoda.
—EBay, Cristo. ¿Has oído hablar de él? El hecho de que estés embarazada y
vivas con un montón de carcamales no significa que tengas que vestirte como uno
—susurra Sasha, reprimo mi risa y permito que la dama me guíe a la parte trasera
para tomarme las medidas. Las toma en segundos, su memoria claramente mejor
que la mía. Después de señalar algunas cosas, pago en el mostrador y me encuentro
con Tommy en la acera.
—Eso fue rápido —comenta, ignorando a una Sasha que todavía está
refunfuñando—. ¿Ahora qué?
—Bienvenido al infierno. —Sasha mira hacia el cielo—. ¿Cómo no te aburres
aquí?
—Nathan a veces me lleva a la ciudad con él. Eso es divertido. Jeanine, el ama
de llaves está allí cada mañana, así que llego a charlar con ella por un rato. Nathan
también me consiguió una computadora portátil y hay un montón de libros qué leer
y lugares qué explorar. —Sin incluir la hierba infestada de ratas que tiendo a
evitar—. Está demandando a sus padres —lo digo en voz baja, consciente de los
oídos escuchando en las calles vacías. Probablemente estoy siendo paranoica, pero
no quiero correr ningún riesgo.
—¿Él qué? —Tommy parpadea y me mira directamente, con los ojos llenos de
curiosidad.
Asiento y muerdo el interior de mi mejilla por un momento.
—Sí. No le digan nada, sin embargo, no va a gustarle que les haya dicho. Se
volvieron locos cuando se dieron cuenta que estaba con él, le cortaron el fondo
fiduciario en el cual no tenían derecho. Al igual que hicieron con Caleb.
—Ay, hijos de puta. —Sasha sopla el flequillo de sus ojos y mira a través de la
vidriera de una tienda a las baratijas alineadas perfectamente detrás del vidrio—.
¿Cuál es su problema?
—No tengo idea. —Pero realmente quiero saberlo—. No lo entiendo, no tiene
sentido. Esto no puede ser solo por el hecho de que no soy de una familia de su
elección. Creo que esto es algo un poco más cercano a casa.
Tommy ladea su cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—Tal vez todo sea por el asunto de la rebelión. O tal vez tenían en mente a las
mujeres de sus hijos. ¿Quién sabe cómo funcionan?
—Hmm. —Sasha comienza a caminar nuevamente, la seguimos—. Es todo un
poco extraño, pero a veces ocurre. Recuerden el chico con el que salí. —Levanta la 225
mirada para pensar—. ¿Cuál era su nombre?
—¿Quién?
—El que tiene el extraño copete en su cabello.
Tommy se ríe.
—¿Reece?
—Ese es. —Chasquea sus dedos y sonríe—. Sus padres eran muy estrictos.
Odiaron cuando se enteraron que estaba saliendo conmigo. Querían que se casara
con una chica de su vecindario.
Ah, me acuerdo de eso.
—Ese tipo era un idiota.
—Sí —interviene Tommy y coloca su brazo alrededor de sus hombros—. No es
que importe mucho ya que se te olvidó su nombre después de solo dos años.
Su mano vaga alrededor para golpear su pecho, sin embargo su sonrisa nunca
vacila.
—Solo estaba usándolo por su auto. Cuando el verano terminó, rompimos
mutuamente. Él estaba triste por eso, yo fingía estarlo.
—Perra. —Me río en estado de shock y pateo una pequeña piedra del suelo—.
Pensé que Caleb y yo íbamos a terminar el verano antes de empezar la universidad.
Estaba tan segura de que estaba mintiendo y diciendo cosas bonitas para tomar mi
virginidad.
—Lindo.
Le doy un codazo para hacerla callar y continúo:
—Me seguía diciendo que se estaba quedando pero ni siquiera podía
comprender la realidad de un hombre tan increíble como Caleb, después de unos
pocos días, prometiéndome el mundo.
—Siempre te prometió el mundo —suspira Sasha con nostalgia, su mano
aferrada a la mía.
—No creo que alguna vez se haya dado cuenta de que ya me lo había dado —
murmuro, sintiendo ese dolor familiar producto del duelo en mi pecho—. Él era mi
mundo.
—Muy sentimental. —Tommy pretende lanzarse de la acera.
¿Muy inmaduro?
—¿Creen que estaría enojado conmigo? Le prometí que me alejaría de
Nathan.
Tommy se encoge de hombros.
—Probablemente no, quiero decir, las circunstancias no han sido ideales.
Estoy seguro de que está agradecido con su hermano. —¿Por qué siento como si no
fuera cierto?
Sasha niega.
226
—No, está definitivamente molesto. Caleb era del tipo celoso, pero también
entenderá. No creo necesites estar preocupada por lo que pensaría, sabe que estás
haciendo lo mejor que puedes para tener la vida que deseas.
—Espero que tengan razón.
—La tenemos.
Capítulo 18
Lloro cuando mis amigos se van a las cinco. Prometen visitarme de nuevo en
un par de semanas, así nuestra separación no sería demasiado dura. Fue difícil
abrazarlos y agradecerles por todo lo que hicieron por mí, me trajo recuerdos pero
que tenían que ser dichos.
Cuando se fueron, al instante corrí escaleras arriba y saqué el sobre del cajón.
Ha pasado media hora y sigo pegándolo contra mi otra mano, preguntándome
cómo voy a lidiar con esto.
—¿Gwen? —grita Nathan mientras cierra la puerta principal.
Oh maldición, se suponía que debía hacer la cena. Rápidamente tiro el sobre
en el cajón y troto por las escaleras.
—Lo siento, me quedé dormida. —Estoy mintiendo. Me conmocionó tu nota y
anillo y me quedé mirando el espacio por Dios sabe cuánto tiempo.
Sonríe, suavizando su mirada.
—No hay problema. Ve a descansar, haré la cena. 227
—Umm, no, está bien. Has estado conduciendo y yo solo… iré y… —Señalo la
cocina—. Por ese camino.
Sus labios se curvan.
—¿Todo está bien?
—Sí. —Me doy vuelta y voy directamente hacia la pequeña mesita que sostiene
un jarrón de flores frescas que coloqué hace solo dos días. Lo agarro antes de que
caiga, maldiciendo internamente mi torpeza.
Nathan da unos pasos.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… —Me pidió que me casara con él, en una nota, lo cual supongo es
mejor que pedírmelo a la cara. No creo que pueda manejar eso—. Estoy un poco
distraída. ¿Ese es el hervidor? ¿Tú lo pusiste? —Empiezo mi viaje a la cocina, pero
Nathan envuelve la mano en la parte trasera de mi camiseta, deteniéndome—. ¿Hay
algún problema?
—Estaba a punto de preguntarte lo mismo. —Se encuentra de pie justo detrás
de mí—. ¿Hay algo sobre lo que quieras hablar?
Mi boca se abre y cierra. ¿Lo hay?
—Debería comenzar la cena si queremos comer antes de la medianoche.
A pesar de que su pecho está contra mi espalda, sé que está lamiendo su labio.
—Te ayudaré.
—No tienes que hacerlo. —Me muevo hacia adelante pero él me sostiene, mi
corazón golpea en mi garganta, puedo escucharlo en mis oídos.
—Quiero hacerlo.
—Bien. —Trago.
Finalmente me libera y me sigue a la cocina, recojo los ingredientes
necesarios y comienzo a preparar. Nathan se queda a un lado esperando órdenes.
—¿Podrías pasarme la leche? —le pido mientras corto la lámina de pasta en
cuadrados pequeños y empiezo a rellenar cada uno. Mira por encima de mi hombro
mientras sumerjo los cuadraditos sellados en la leche y los coloco en el agua
hirviendo—. ¿Por qué te fuiste anoche?
—Quería darte a ti y a tus amigos un poco de privacidad —responde y me
sorprende su honestidad.
Aunque ahora me siento culpable.
—No me mires así, no me importó. Tenía trabajo qué hacer de todos modos.
—Bueno… gracias. —Lo miro con una sonrisa agradecida y agarro el
recipiente de la ensalada—. ¿Cómo van las cosas con tus padres?
—Mi padre está furioso pero también asustado. Mi madre no me habla y el
negocio está sufriendo porque mi padre se niega a cambiar sus acciones y precios.
228
—Eso no es bueno. —Niego un poco mientras rebano la lechuga con un
cuchillo especial.
—¿Qué vas a hacer?
—En realidad. —Frunce los labios como si estuviera debatiendo si decirme o
no—. Pensaba en abrir uno propio.
Dejo de picar y ladeo mi cabeza.
—¿Tu propio negocio de joyería?
—Sí.
Mi expresión curiosa se convierte lentamente en una sonrisa.
—Nathan, esa es una idea brillante.
Parpadea como si estuviera sorprendido.
—¿Eso crees?
—Lo sé. Lo harás genial, la joyería que me mostraste es fantástica. Mejor que
cualquier cosa que he visto de tu papá. —Es cierto, sus joyas son realmente buenas,
aunque no hablo por todo el mundo. Todos tenemos diferentes gustos. Pero si el
negocio de su padre está fallando entonces tal vez esa es la dirección que debe
seguir. Le digo mis pensamientos y su rostro se estira en una sonrisa que no le he
visto antes. Lo hace ver muy guapo. Demasiado guapo.
—No tienes idea de lo mucho… —Se aclara la garganta y muerde su labio por
un momento—. Eres increíble. Gracias.
—No hice nada. —Me río, disfrutando de su nerviosismo, le da un aspecto más
joven en lugar de la edad que aparenta tener.
—Discúlpame por un momento. —Sale de la cocina y se apresura por las
escaleras como un niño en busca de su juguete favorito.
Sin dejar de sonreír, miro la comida que estoy preparando y continúo con ella.
Este ha sido un muy, muy buen día.
En la cena, Nathan saca una gran carpeta llena de hojas laminadas. Echo un
vistazo mientras voltea cada página, utiliza un marcador para escribir notas sobre
ciertos artículos de joyería y de vez en cuando me pregunta lo que pienso de las que
veo. La mayoría me gustan, un par de ellas no, pero no porque no sean buenas, sino
porque simplemente no son mi estilo. Pero esto es genial porque necesita una gama
diversa.
Afortunadamente, ya habiendo estado en el negocio sabe cómo poner en
marcha este tipo de cosas. No tengo idea así que solo le prometo que lo mantendré
bien alimentado y entretenido durante toda la experiencia. Su sonrisa me dice que
lo aprecia.
Después de la cena lleva la carpeta, además de otras dos, a la sala de estar y
las despliega sobre la mesa y el suelo. Observo mientras baja una especie de atril y 229
comienza a cortar imágenes más pequeñas de sus diseños y colocarlas en grupos en
una sola hoja de papel de tamaño A2.
Su concentración es fascinante. No estoy segura de por qué, pero observarlo
en su elemento, murmurando para sí mismo y corriendo de un lado a otro hace que
sea imposible apartar mis ojos de él.
Finalmente se quita la chaqueta y enrolla las mangas de su camisa.
Mantengo su taza de café llena y bebo leche junto a la chimenea.
—Solo un segundo. —Su voz perturba el silencio, entonces deja la habitación.
Espero, aunque no es como si estuviera haciendo mucho más.
—Aquí. —Y regresa. Maldición, sus pasos son casi silenciosos. No lo escuché
hasta que entró en la habitación—. Levanta tu cabello.
—¿Por qué? —Echo un vistazo al brazo que esconde detrás de su espalda.
—¿Por favor? —Pone su mano libre en mi hombro y le da un apretón
tranquilizador.
Me relajo y levanto mi cabello.
—Cierra los ojos —susurra, y lo hago.
Algo plano y frío toca mi pecho, una fina cadena le sigue mientras sus dedos
se arrastran alrededor de mi cuello y lo abrocha en la parte posterior. Aparta mis
muñecas, permitiéndome liberar mi cabello.
No me atrevo a abrir los ojos. Obviamente lo hago al final y mis manos y ojos
de inmediato van al único pendiente colgando de mi cuello. Mi respiración se
precipita en mis pulmones y se queda allí.
—Nathan…
—Sé que dijiste que no podías aceptarlo antes, pero necesito verlo en alguien.
Quiero que lo tengas. —Se arrodilla delante de mí. ¿Es una cámara lo que tiene en
la mano?—. Te queda. A la perfección, de hecho.
Mierda. ¿Qué digo? Ya me ha dado tanto. Esto es… es hermoso y lo adoro,
pero ¿cómo puedo aceptarlo?
—Me gustaría tomarte una foto. —Sus manos enguantadas descansan sobre
mis rodillas—. Si no te importa.
—Me veo como una loca con el cabello desastroso.
—Tranquila, te ves hermosa. —Se mueve hacia atrás y se sienta en la mesa—.
Es solo para capturar el collar contra tu piel.
¿Nada que ver con mis pechos, entonces?
—Claro. ¿Dónde me quieres?
¿Acaba de retorcerse? No. Me estoy imaginando cosas. Aunque sus mejillas se
ruborizan ligeramente. Probablemente porque subió y bajó las escaleras corriendo. 230
—Está bien. —Pone la cámara frente a su rostro y me mira a través del lente—.
Relájate.
Eso es difícil de hacer cuando de repente estás bajo un foco en el cual nunca
quisiste estar. Agacho la cabeza y meto mi cabello detrás de la oreja, esperando que
termine.
—Quédate así, solo mueve el pulgar y el índice —dice y me ayuda a mover mi
mano en su lugar—. Excelente. —Algunos clics más suenan antes de que finalmente
termine y libero el aire de mis pulmones—. Gracias.
—¿Quieres una galleta?
—¿Hiciste galletas?
Asiento y me levanto.
—Iré a buscarlas.
Tan pronto como entro en la cocina me salpico agua en el rostro, me sirvo un
vaso, tratando de librarme de la sensación cálida en mi estómago, tratando de
deshacerme de sus ojos color chocolate casi dilatándose entre cada toma. Hay algo
terriblemente mal conmigo.
Caleb. Perdóname.
Estoy perdida sin ti, incluida mi mente. Creo que te la llevaste contigo.
¿Podrías regresármela en algún momento, por favor? Si voy a vivir sin ti, la
necesitaré.
—¿Gwen?
—¡Jesús! —chillo y suelto el vaso en el fregadero, no se rompe pero sí salpica
agua sobre mí.
Se ríe y me entrega unos trozos de papel de cocina.
—Estás actuando extraño esta noche.
Mi boca se abre, ¿habla en serio?
—Sí… bueno… —Miro sus ojos chispeantes y postura relajada, y suspiro. No
voy a desanimarlo esta noche. La propuesta puede abordarse otra noche—. Solo
estoy cansada.
—Ha sido una larga noche, ve a la cama. —Ladea la cabeza y me evalúa por un
momento—. ¿Hay algo sobre lo que quieras hablar?
—No, en absoluto. —Soy una mentirosa terrible—. Creo que me iré a dormir.
También deberías hacerlo.
Sonríe, sus labios separándose ligeramente en el medio.
—¿Esa es una invitación? —Jadeo con horror mientras sus manos se levantan
con arrepentimiento—. Bromeo. Solo estoy bromeando.
—Lo sé —miento y alejo a Caleb de mi mente. Su rostro sigue parpadeando
ante mis ojos y tanto como me encanta verlo, él no debería ser testigo de esta
conversación.
231
Me estoy volviendo loca. Es oficial.
—Ve a la cama. —Da un paso al lado, dándome espacio para pasar—. Buenas
noches, Gwen.
—Buenas noches —murmuro en respuesta, me contoneo lo más rápidamente
posible por las escaleras y luego a mi habitación.
Cuando estoy en la cama, toco el collar que descansa sobre mi pecho y admiro
la pequeña joya roja en la parte superior izquierda. Envuelvo mi mano alrededor de
ella. La que tiene mi anillo de compromiso. Uno de los únicos recordatorios que
tengo de que Caleb existió. La banda dorada toca ligeramente la cadena de oro y
mis lágrimas de frustración caen.
Necesito distanciarme de Nathan, tiene que saber que jamás podré ser eso
para él. Sé que piensa que está siendo noble o algo así, pero no tiene que serlo. ¿Por
qué renunciaría a una vida de felicidad para estar con alguien que nunca lo amará
de esa manera?
A partir de mañana se lo dejaré claro. Será tan claro como el agua.
Somos amigos y solamente amigos.
Tal vez debería irme, pero apenas puedo comprender la idea de volver con mi
mamá. No confío en ella, esto suena horrible pero realmente no confío en que
mantenga su palabra y dudo que sea tan feliz con ella como lo soy aquí con Nathan.
Además… creo que él me necesita.
Creo que me necesita casi tanto como lo necesito.
—¿Y ahora qué? —suspira Nathan, su R sonando más como una D—. ¿No
puedes simplemente dejarme en paz?
—¿Estás desnudo? —pregunto y bajo la manta por su espalda.
—¿Por qué? ¿Quieres que lo esté? —Intenta sonreír, pero parece más una
mueca.
—Cállate. —Pongo dos toallas gruesas y limpias en la cama junto a él, me mira
a través de una rendija entre sus párpados. No parece impresionado, solo irritado.
Realmente no me importa—. Acuéstate aquí, boca arriba.
—¿Por qué?
—Ahora, te moveré y luces pesado. No es una buena idea para mí.
Arrastra lentamente sus extremidades sobre la toalla, me alegra ver que está
haciendo lo que le dicen. Sostiene mi mirada mientras agarro un trapo húmedo
doblado y lo coloco en su frente, con cuidado de no tocar su piel con mis manos.
—¿Cómo te sientes?
—Peor de lo que luzco. —Se encoge mientras pongo otro trapo húmedo sobre
su cuello—. ¿Por qué haces esto?
—No te ves tan mal. —Ignoro su pregunta y me quedo mirando su piel
mientras se tensa al instante, pequeños escalofríos se forman a lo largo de la
superficie.
—¿Ya has terminado?
Mi cabeza oscila de un lado al otro. No. Nunca terminaré. No hasta que su
fiebre haya bajado y esté convencida de que su corazón va a seguir latiendo.
—Duérmete.
—Vete de mi cuarto y lo haré.
La ignorancia es felicidad. Bueno... lo es en este punto.
—Te dije que te fueras.
—No.
Frunce el ceño, lo que lo hace desaparecer bajo el trapo. 236
—¿No? Esta es mi habitación.
—Duérmete, Nathan —susurro y le quito los trapitos después de diez minutos.
Rueda fuera de las toallas y sube la manta cubriendo su cabeza, todo mi
cuerpo está temblando.
Mi instinto me está gritando. Tal vez debería llevarlo al hospital. Por si acaso.
—Estás mirándome fijamente. —Se encuentra acostado boca abajo—. Es una
distracción.
Ruedo mis ojos.
—Estás mal, simplemente cierra los ojos. —O no, tal vez pueda mantenerlo
despierto. Sin embargo eso sería egoísta.
—Deja de mirarme.
Me estoy asegurando de que todavía estás respirando.
—Está bien, lo siento —murmuro y esponjo las almohadas donde momentos
antes estaban las toallas. Me recuesto contra ellas, encogiéndome ante el calor
proveniente de él. Está enfermo. Eso es seguro—. ¿Tal vez debería llamar a un
médico?
No responde. ¿Por qué no está respondiendo?
Bien, puedo oír su respiración. Está durmiendo eso es todo.
Mi mente retorcida se alivia cuando empieza a titiritar después de más o
menos veinte minutos. Es una señal de que está bien.
Enfermo como un perro, pero aún con vida. Eso está bien.
Debería irme, ¿por qué estoy sentada aquí? No me atrevo a irme.
Solo otra media hora, estoy exagerando, estará bien.
Su respiración entrecortada se vuelve lenta y constante después de cuarenta
minutos. Me relajo minuciosamente hasta que lo oigo tomar una respiración
temblorosa. ¿Qué está mal conmigo? ¡Él está bien!
Pero en caso de que no lo esté, debería comprobar su pulso.
Mis dos dedos casi chisporrotean contra su piel, así de caliente está. La
sensación de su arteria bombeando contra mis dedos hace muy poco para calmar
mi agitación interna.
Debería llamar a un médico.
Lo haré por la mañana.
Pero, ¿y si no está aquí en la mañana? Me arrepentiré por el resto de mi vida.
Me quedo mirando su rostro pacífico en la oscuridad y muevo suavemente el
cabello de su frente. Su cabello es increíblemente suave. No como el de Caleb, el
suyo era genial, pero se asemejaba a la sensación de la seda anudada. Con el de
Nathan mis dedos se deslizan directamente. Usa acondicionador.
Muevo mi mano hasta su pecho y saboreo la sensación de los latidos de su
corazón. Quiero oírlo. ¿Eso es raro?
237
Probablemente.
Está demasiado inconsciente para importarle.
Arrastrándome por de la cama, muevo mi cabello a mi hombro opuesto y
coloco mi mejilla en su pecho.
Su pecho es sólido pero suave, con solo una ligera capa de vello. Es un pecho
agradable. No se mueve y su respiración se mantiene estable por lo que sé que no lo
he molestado.
Pum, pum, pum, pum.
Dejando escapar un suave suspiro de dolor y alivio, recojo mis piernas y apoyo
mi brazo sobre su abdomen, mi mano formando un puño cerca de mi boca.
No quiero moverme de este lugar. Lo haré en un segundo.
Solo un minuto o dos.
Capítulo 19
Tan cálido. Demasiado cálido.
¿Por qué está mi espalda húmeda?
Un aliento caliente me hace cosquillas en el cuello mientras parpadeo el sueño
de mis ojos y exploro mi entorno. Esta no es mi habitación.
Un brazo se estrecha alrededor de mi cintura y un gemido masculino suave
acompaña el movimiento. El aire entra de mis pulmones cuando me doy cuenta de
dónde estoy y lo que estoy haciendo. Estoy en cuchara con Nathan.
Estoy en cuchara con Nathan que está ardiendo y cubierto de una fina capa de
sudor. ¿Por qué esto no me da asco? Tal vez porque me siento aliviada de ver que
está vivo.
—¿Nathan? —le digo y trato de rodar sobre mi espalda pero su brazo me
sostiene con más fuerza, siento su nariz contra mi cuello y la frente contra mi oreja.
Sus piernas entrelazadas entre las mías, su muslo deslizándose tan alto que puedo
sentir el calor contra un lugar que no debería—. ¿Nathan?
238
—Umm —tararea contra mi cuello, enviando un temblor a través de todo mi
cuerpo.
—¿Estás bien?
Su única respuesta es recorrer su nariz arriba y abajo por mi nuca. Dedos se
envuelven alrededor de mis costillas, dejando rastros sobre el bulto de mi estómago
antes de dirigirse directamente debajo de él. Rayos. Su mano está demasiado cerca
de mi... oh Dios. No lo hizo...
—Gwen —murmura, y lo siento apretarse contra mi culo. Mi boca se abre,
estoy congelada en el acto. ¿Qué está sucediendo? Bueno, lo que está sucediendo
ahora es evidente; se presionó contra mi culo.
—Oh, Dios mío. —No hago ruido cuando en realidad debería estar corriendo y
gritando.
Lo siento tenso detrás de mí y aprieto mis ojos. Me toma todo para relajar mi
respiración y mi rostro.
—¿Gwen? —Estoy sorprendida cuando no mueve al instante su palpitante
longitud dotada de mi trasero. En su lugar, mueve el brazo de nuevo a su lugar
original por encima de mi estómago y se desploma de nuevo en la almohada con un
gemido—. Sé que estás despierta.
Oh, mierda. Todavía finjo dormir.
—Debería alejarme, pero... —Se acurruca más cerca. Rayos—. Tu calidez es
reconfortante. —Y tu calidez es desorientadora y quema.
Se levanta de nuevo y se inclina sobre mí, presionándome más
profundamente en el colchón. Su ingle todavía no ha salido de mi culo, presiona
más mientras alcanza la botella de agua en la mesita de noche.
Jadeo cuando se acerca una vez, luego dos veces y rápidamente me alejo, solo
para encontrar una sonrisa de niño que nunca he visto en su cara antes.
—¿Qué pasa, Gwen?
—Eres un cerdo —comento y pateo la manta de encima.
—¿No hay beso matutino? —Golpea ligeramente su barbilla con el dedo.
Mi boca cae abierta.
—Es evidente que aún deliras. Toma tu medicina. —Le lanzo las cajas y recojo
las toallas húmedas y secas que doblé y coloqué en el suelo anoche.
—Solo estoy jugando. —Comienza a toser y cae de nuevo en la cama.
—¿Dónde guardas las sábanas de esta habitación?
—Allí. —Señala la puerta detrás de mí, con los ojos entrecerrados—. ¿Por qué?
—Así puedo cambiar éstas y lavarlas, están húmedas y sumergidas en tu
propia enfermedad y no te ayudarán a mejorar.
—Gracias. —Se voltea y tira la manta sobre su cabeza.
—¿No vas a tomar un baño caliente o algo así? —Muevo mi pie 239
impacientemente y coloco las toallas en la puerta.
—No.
—¿Por qué?
—No ha ido a dormir todavía —murmura por lo que casi no lo oigo.
Mis labios se aprietan, pero no es suficiente, una risa brota de mi pecho y se
derrama. Retiro la manta de su cuerpo, revelando su bóxer negro ajustado que se
ajusta a su cuerpo tan bien.
—Hace frío.
Sin hacerle caso, saco las sábanas. Él se queja y se sienta a un lado de la cama.
—Voy a tomar una ducha. —Con piernas temblorosas se levanta, de espaldas a
mí. Aprovecho este momento para despojar la sábana de la cama, en lugar de mirar
a su espalda.
Basta, Gwen. ¡Para!
Luego se voltea.
—Santo... —Me tapo los ojos y me volteo, ignoro su risa mientras camina
hacia la puerta que ahora sé que es el baño.
—Te lo advertí.
Me asomo entre mis ojos cuando escucho la puerta, él todavía está allí. Bóxer
y todo. Cristo, es grande... quiero decir... ¡ve a otro lado, demonios!
—Fuera —chillo y me volteo.
No puedo verlo, pero sé que está ahí, con una sonrisa de suficiencia sin duda
en su rostro. Idiota. ¿A qué está jugando?
Rehago rápidamente su cama y agarro las toallas y las sábanas antes de salir
de su habitación.
Tan pronto como las tengo en la lavadora, preparo sopa. Lo necesita y me
gusta la sopa, así que todo está bien. A pesar de que probablemente va a tomar un
tiempo. Estoy segura de que va a estar bien para la próxima hora o así.
¿Debería ver cómo está? ¿Y si se cayó en la ducha?
No. Lo dejaré descansar antes de molestarlo de nuevo.
El pollo hierve a fuego lento en la olla con agua, casi listo para comer,
mientras se calienta el pan y se eleva en el horno, llenando la casa con un delicioso
aroma que hace la boca agua. Jeanine llegó poco después de que empecé a cocinar,
no me di cuenta lo temprano que era. Ella se hizo cargo de la sopa por un momento
mientras tomaba una ducha y me vestía. No hay necesidad de caminar en pijama
todo el día, oliendo al sudor de Nathan.
No es que su sudor apeste ni nada, solo que... bueno... es Nathan.
Sirvo la sopa en dos tazones mientras el pan se enfría y coloco ambos en una
bandeja con dos vasos de agua y una botella de medicina para la tos para el hombre 240
de arriba. Jeanine limpia alrededor mientras corto el pan y coloco las rodajas en la
bandeja. También agarro un mantel y voy por mi camino feliz.
Mi mejillas se calientan tan pronto entro en la habitación, está medio
dormido de frente, con aspecto pálido y débil.
—¿Nathan? —le susurro en el silencio y coloco la bandeja en la mesita junto a
él.
—¿Sí? —Se sienta y mira la bandeja de plata—. ¿Sopa? ¿Qué soy, un niño?
—Todavía estoy debatiendo eso —murmuro y acomodo las almohadas detrás
de su espalda, a lo cual frunce el ceño.
—Puedo hacer eso solo.
Suspiro.
—No deberías estar haciendo mucho de nada.
—Lo que haría si me dejaras en paz.
Touché.
—Está bien gruñón, simplemente come y te dejaré en paz.
Abro el mantel y lo extiendo a lo largo de la sábana, Nathan lo estira con las
manos.
Sentándome a su lado, me acerco y tomo con cuidado la bandeja antes de
colocarlo en su regazo. Tomo mi propio plato e inmediatamente sumerjo una
esquina del pan.
Nathan hace una mueca mientras se traga el primer bocado.
—Me gustaría poder probarlo.
—Es fabuloso —me jacto con una sonrisa—. Y lleno de proteínas y vitaminas.
—¿Queda algo?
—Sí, un montón.
Asiente.
—Enfríalo un poco, así puedo probarlo cuando mi lengua no esté tan gruesa
como un pie y tan seca como la arena.
—Claro. —Realmente tiene buen sabor—. ¿Hay algo que tengas que hacer
mientras estás fuera de servicio?
Piensa en ello por un momento, tragando la comida en su boca haciendo su
camino por su cuello largo; causando que mis ojos hagan un acercamiento a la
zona. Mi boca apenas se seca.
—No, pero gracias por ofrecerte, Guinevere.
—Lo siento por haber entrado a tu habitación sin tu permiso —digo
abruptamente, maldiciendo a mi conciencia—. Me preocupé demasiado cuando no
te vi en todo el día.
241
Niega y mueve su mano, antes de deslizar la bandeja sobre mi regazo.
—Gracias por la comida, estoy lleno.
—Está bien. —Bajo la mirada a su plato casi lleno y frunzo el ceño. Nathan se
puede comer un caballo cuando tiene hambre. Él va a bajar de peso si pasa otro día
como este. Ya está delgado y obviamente tonificado, pero, más de eso y serás capaz
de ver sus costillas—. Tomaré todas estas cosas, y te dejaré descansar.
Asiente, sus ojos mirándome mientras recojo el mantel, cuidando de
mantener las migajas en el interior, y recogiendo la bandeja. Apago la luz con el
codo y uso mi vientre para equilibrar la bandeja con una mano mientras cierro la
puerta.
Ahora, ¿qué puedo hacer?
No quiero salir de la casa por si acaso. Oh, mierda, debería haberme
asegurado que tenía su teléfono y que estaba completamente cargado. Dudo que
sea capaz de escucharlo gritar desde allí. Aunque probablemente oiría algo si
estuviera en mi habitación.
Eso es lo que haré. Voy a hacer otro rompecabezas en el piso de mi habitación,
hay unos pocos en el armario en la habitación contigua. Agarro uno al azar y voy de
nuevo a mi habitación. Coloco las piezas en el suelo después de sentarme sobre una
almohada.
Esto va a ser aburrido mientras llega la hora de cenar.
—¿Más sopa? —Nathan suena horrible. Nos situamos en la cama como lo
hicimos en el almuerzo—. ¿Vegetales?
—Puerro y patata.
Comemos en silencio amable por un tiempo, estoy contenta cuando termina la
última con su pan. Quito el paño de la bandeja y dejo la habitación en silencio.
Nathan me manda un mensaje para que suba, no mucho tiempo después de
que me retiro a mi habitación y me preparo para la cama. No me atrevo a correr
hacia él como una leona a su cachorro. Probablemente una comparación extraña.
—¿Qué pasa? —Estoy sin aliento, solo un poco, y el bebé no aprecia los
empujones. Si sus insistentes patadas a mis órganos internos son cualquier cosa
cercana, diría que está bastante molesto por haber sido molestado.
Veo la mano en la oscuridad, cubierta de cuero negro y golpea la cama junto a
él donde la manta se aparta, casi doblada.
Mi mente me dice que no me siente, así que no lo hago, bajo la vista
solamente unos centímetros de la cama.
—¿Qué?
—Siéntate —murmura, con los ojos cerrados.
—¿Por qué?
242
Sus ojos se abren, el marrón claro casi brillando en la oscuridad.
—Siéntate.
—Bien. —Me siento. No me siento cómoda porque por alguna razón me siento
demasiado cómoda. Una parte de mí está apretando por dentro, susurrando cosas a
mi cerebro. Me dice que lo llene con una herramienta prohibida.
Soy una puta.
Su brazo se engancha alrededor de mi cintura, obligándome a apoyarme en la
almohada. Mi cuerpo se tensa.
—¿Qué estás haciendo, Nathan?
—Usándote como mi radiador —miente y sé que está mintiendo, porque no
está haciendo ningún intento por ocultar el hecho de que está duro.
—No deberíamos estar haciendo esto. —Está mal, muy mal.
—Lo sé. —Sin embargo, no suena como si se preocupara—. Me gusta tenerte
conmigo de esta manera.
—Nathan... —advierto.
Continúa, ignorando mi tono.
—Solo cuando estoy enfermo. Solo esta noche. No voy a tener el coraje de
preguntarte de nuevo.
—Esto es una mala idea —suspiro, pero me encuentro relajada en él—. Pero es
bueno también.
—Sí. —Me acaricia la nuca, haciendo que me tense—. Relájate.
—Tu cosa está entre mis piernas, Nathan. —Trato de fruncir el ceño, pero no
viene, sobre todo cuando siento la contracción. Un ataque de risa nerviosa viene
desde dentro. El cuerpo de Nathan empieza a temblar con el mío, su risa es
silenciosa—. Basta, no es gracioso.
—Me duele la cabeza —gime y parece enterrar su rostro en mi cabello.
—¿Has tomado algún analgésico?
—Sí, mamá.
Me estremezco.
—Llamándome así, justo en este momento, hace que esto sea aún más
sórdido.
—Sí, señora.
—Ve a dormir, Nathan —resoplo y meto mi mano bajo la almohada por mi
cabeza y dejo escapar un largo suspiro—. ¿Nathan? —lo llamo en voz baja en la
oscuridad, mi cabeza nada con los pensamientos.
No responde, el único sonido que se escucha es su suave respiración.
Una línea se ha cruzado. Una línea que nunca debería haberse cruzado.
243
—Sea lo que sea, no es asunto nuestro —dice Jeanine en voz baja, sus manos 250
sosteniendo la mía sobre la mesa.
Mi mano libre acerca el café a mi pecho.
—Has estado reflexionando sobre lo que está en tu mente por mucho tiempo.
No es tu asunto y no es mío.
—Lo sé.
—¿Sí? Nathan es un hombre complejo, hay secretos que la casa Weston
mantiene que incluso da miedo pensarlos. Si deseas ayudarlo, simplemente
quédate ahí para él.
Asiento rápidamente y muerdo mi labio.
—No creo que me guste estar más aquí.
—¿Te ha gustado alguna vez? —Parece estar bromeando, pero puedo decir que
es para suavizar el tono de su sinceridad.
Asiento otra vez.
—Sí. Es realmente un placer tener a Nathan a veces cerca.
—Él no es Caleb —comenta, haciendo que me estremezca—. Nunca será Caleb.
—Lo sé —¿Por qué la gente asume que no sé esto?—. No quiero que sea Caleb,
Caleb ni siquiera entra en mi mente cuando estoy con Nathan. —Oh, mierda. Mala
elección de palabras—. Quiero decir... lo hace pero no con esa comparación... sabes
lo que quiero decir, Jeanine.
Sonríe, mostrando brillantes dentaduras blancas.
—Sí. Lo sé. —Su cuerpo se inclina más cerca mientras sus ojos escanean las
personas que nos rodean—. No trates de entenderlo.
—¿Entenderlo?
—¿Por qué Caleb era amado y Nathan no? Es…—suspira pesadamente y se
echa para atrás—. Olvida lo que he dicho.
Oh no, no puede dejarlo así.
—¿Qué quieres decir con que Caleb era amado?
—He dicho demasiado.
—Entonces di algo más, ¿cuál es la diferencia?
Jeanine frunce el ceño, sus ojos ensombrecidos por los recuerdos del pasado.
Estoy ansiosa por saber.
—Firmé algo, si le digo algo a alguien, Nathan tendrá el placer de destruirme.
—¿No puedes darme la más mínima pista?
Mira por la ventana y se acomoda en su asiento. Quiero sacudirla, gritarle,
hacer que me diga lo que quiero saber.
—Mi hija es solo un año mayor que Nathan, como ya sabes. Ella estaba
jugando por el antiguo granero. —El granero que no es más que madera 251
carbonizada, asumo—. Cuando vio algunas cosas que... bueno, digamos que tomó
un poco de terapia ayudarla a superarlo.
—¿Qué cosas?
—No estoy diciendo esto para alimentar tu curiosidad, te lo digo porque a
Nathan le gusta mantener los secretos de esa manera. Toda la familia es un gran
enigma y confía en mí cuando digo que son un enigma que no quieres resolver.
Nathan y Caleb son y eran hombres buenos, que te cuidan. Eso es todo lo que
necesitas saber. Aparte de eso... no te involucres.
Su tono severo es tranquilo, solo lo suficientemente alto como para que yo
escuche. ¿De qué está hablando? Necesito saber.
—No trates de averiguar nada, y mantente fuera del camino de Nathan.
—No lo entiendo.
Frota sus ojos cansados y se mueve de nuevo, evidentemente incómoda.
—No lo necesitas. Eso sí, no crees vínculos.
—¿Por qué? —No es que esté pensando en eso, por razones obvias—. Él no me
hará daño. —¿Por qué estoy discutiendo este punto? No quiero que me juzgue de la
forma en que está asumiendo de todos modos.
Se ríe con tristeza, sus ojos sin dejar de mirar por la ventana.
—Eso no es lo que me preocupa, cariño. Me preocupa que tú le hagas daño.
Mi aliento se me escapa. Jeanine me da las gracias por el café y sale de la
cafetería con la cabeza gacha. Reflexiono sobre sus palabras una y otra vez hasta
que ya no recuerdo la conversación exacta. Solo sus palabras de despedida se pegan
en mi mente.
¿Cómo le haría daño? Nathan es... parece impenetrable. Él es su propia
fortaleza, nada parece afectarle. Nunca le haría daño intencionalmente, he sido
clara acerca de mis sentimientos desde el principio. Creo.
A pesar de que insiste en que seremos más que amigos.
Tal vez solo juga conmigo, poniendo a prueba mi lealtad hacia su hermano.
¿Debo siquiera tenerle lealtad a Caleb? Es seguro que no se siente así. Lo he
traicionado varias veces desde que murió.
252
Capítulo 20
Han pasado tres horas y no he oído nada de Nathan. Decidí hace veinte
minutos que no me iba a quedar afuera por más tiempo. Ahora estoy sentada en el
auto fuera de la casa de Nathan, retorciendo mis manos en el volante mientras miro
a la puerta de entrada a través del parabrisas.
La puerta se abre y Nathan está allí, hace un gesto para que vaya. Salgo del
auto y camino hacia él, notando dos bolsos en el suelo detrás de él.
—¿Qué es esto? —le pregunto, frunciendo el ceño, mis preocupaciones
aumentando. ¿Me está echando?
—Vamos a la ciudad —responde— Comprueba el bolso, asegúrate de que
empaqué todo.
Hago lo que me dice, escondiendo mi molestia; una vez más fue a través de
mis cosas.
—Todo está aquí. ¿Por qué vamos a la ciudad?
—Ya verás. —Ah, una sorpresa. Odio las sorpresas. 253
Bueno, en realidad las amo, estoy impaciente por ello.
—¿No hay pistas?
—Necesito... —Hace un ruido con su boca—. Necesito tu ayuda con algo.
—Siempre y cuando no se trate de la danza del vientre o paracaidismo,
supongo que puedo hacer mi mejor esfuerzo. —Me ayuda en el auto, sus ojos
distantes. Su mente claramente preocupada con cosas desconocidas. ¿Ni siquiera
una sonrisa?—. Era una broma.
—Lo siento —murmura y cierra la puerta del lado del pasajero.
—Juguemos un juego —le sugiero después de que se sienta.
Me mira con una ceja arqueada, y me toca el brazo.
—Bien. ¿Qué juego?
—Bueno, en realidad no es un juego. —Retuerzo mis dedos en mi regazo y
miro por la ventana al campo pasando.
—Entonces, ¿qué es?
—Hago una pregunta, tú haces una pregunta.
No necesito mirarlo para saber que está frunciendo el ceño.
—Eso no suena como diversión.
—¿Cuál es tu color favorito?
Se ríe.
—Muy bien. El azul oscuro. ¿El tuyo?
—Eso cuenta como tu pregunta. El mío es el rosa oscuro. —Reviso mis
preguntas compiladas—. ¿Cuál es el recuerdo más feliz que tienes?
Palidece, sus ojos se abren antes de sus párpados caer.
—Paso.
—No puedes pasar.
—Puedo.
Ah... la razón me llega. OH. Es algo sexual entonces. Bueno. Cambiando de
tema.
—¿Cuál es el recuerdo más triste que tienes?
—Paso.
—Apestas —gruño y paso a otra pregunta—. Tienes que contestar esta.
Sonríe, sus ojos se iluminan con humor.
—Tengo, ¿verdad?
—Sí. —Asiento—. ¿Has estado enamorado?
Su sonrisa se desvanece en un instante.
—Eres terrible. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí. 254
—Está bien, sí, he estado enamorado.
Puntuación.
—¿De quién?
Sus cejas tocan su cabello, lo que no es difícil teniendo en cuenta la longitud
en este momento. La parte inferior roza su nuca. Me gusta, le favorece.
—Me toca ahora. —Ah, cierto—. ¿Cuál es el recuerdo más feliz que tienes?
¡La mejilla!
—¡No puedes esperar que conteste eso! —Eso no es justo.
—Claro que puedo.
Gruño.
—Cuando conocí a Caleb, el mejor día de mi vida.
Su rostro está en blanco, no puedo ver lo que siente y no estoy segura de por
qué quiero.
—¿Así que no fue cuando te lo propuso?
Hmm...
—No, ese es el número dos en mi lista de los mejores recuerdos. —Dirijo mi
cuerpo hacia él—. Mi turno. ¿De quién has estado enamorado?
—Fue hace un tiempo —dice encogiéndose de hombros—. No sabía su
nombre.
¿Cómo es eso posible?
—Solía verla caminar mucho, alrededor de la ciudad. Nunca tuve el coraje de
hablar con ella. —Sus ojos se ponen vidriosos por un momento, me pregunto si
todavía está enamorado del recuerdo de esta chica—. Es una estupidez, debería
haberlo hecho. Me he arrepentido desde entonces.
—¿Por qué? —Sé que no es mi turno pero necesito saber más.
Su lengua humedece su labio inferior.
—Porque podría haber tenido lo que tú y Caleb tenían. Me perdí eso.
—Todavía eres joven, podrías tener eso.
Sus labios tiemblan.
—Posiblemente. Mi turno, tengo dos preguntas.
—Adelante —digo mientras miro a su perfil.
—Está bien. —Sus dedos enguantados se aprietan fuertemente—. Háblame de
tus padres.
Hmm, por dónde empezar.
—No tengo idea de quién es mi papá. Mi madre dice que sabe que existo, me
vio una vez y nunca regresó. —Está a punto de pedir disculpas, lo corto porque
realmente no es un gran problema—. Mi mamá me ama a su manera y siempre me 255
apoyó con todo, menos esto y el compromiso. Quería que tuviera la vida que ella no
pudo.
—Eso lo puedo entender.
—Bueno. —Apuesto que puede. Pobre Nathan—. Siempre he sido un
inconveniente más que nada. Nunca fue mala y siempre he estado bien vestida y
nunca hambrienta, era más deber que amor, sin embargo. —Compartimos un
momento de silencio, me pregunto si puede relacionarse con esto también—. Caleb
dijo que sus padres eran buenos mientras creció, pero su padre esperaba cosas de él
que no quería.
—Sí, era la luz de sus ojos.
¿Me atrevo?
—¿Por qué no fueron así contigo? —Sí, claramente me atrevo.
—¿Honestamente? —Suspira, indicando la luz de cruce—. No tengo idea.
—No eres un fracaso, Nathan —le digo, pero puedo ver que no me cree. No me
lo espero.
Lo han tratado mal toda su vida por lo que he escuchado, ¿por qué iba a creer
en mi palabra sobre algo que le han inculcado por Dios sabe cuánto tiempo?
—¿Caleb fue tu primero?
Mi mente todavía está con algunos pensamientos cuando pregunta esto, así
que no hago clic inmediatamente. Cuando lo hago, me ahogo.
—Esa es una pregunta personal.
—Es la pregunta que estoy eligiendo.
—Tus preguntas no son buenas preguntas. —Me encojo de hombros un poco.
Lo que sea, no me avergüenzo—. Sí, fue mi primero. —Y ojalá pudiera ser mi
último, pero no soy tan estúpida como para hacer esa promesa. El tiempo pasa y
aunque la idea de dormir con alguien más me repugna, probablemente suceda con
el tiempo.
Saliéndome de mis pensamientos, miro a Nathan, principalmente porque sus
guantes de cuero chirrían en el volante Lo hace cuando está frustrado. ¿Por qué
esta frustrado?
—Pregunta.
—Muy bien, ¿qué edad tenías cuando perdiste tu virginidad? —Mi sonrisa es
engreída, dos pueden jugar este juego.
—Joven, no recuerdo. —Oh, está mintiendo.
—Eres un mentiroso terrible también.
—No quiero jugar este juego nunca más.
—Aburrido.
—Aburrida —replica y levanta la barbilla desafiante—. Escuchemos la radio.
256
Es tan misterioso que me vuelve loca. Tal vez es porque crecí solo con mi
mamá, que me ha hecho ansiosa por ver cuánto más verde la hierba está en el otro
lado. O todo lo contrario.
—Hola. —Siento como si hubiera pasado tan solo una hora con los ojos
cerrados cuando Nathan me despierta de nuevo. Reviso el reloj. Han pasado seis,
Cristo. Mi siesta se convirtió en un estado de coma.
Sí bulto, te culpo a ti.
—¿Qué? —Me froto los ojos y me balanceo un poco después de sentarme—.
¿Qué es?
Nathan toma mi codo y me levanta de la cama. Realmente no quiero ni
necesito estar despierta en estos momentos.
—Hice algo.
—Uh-oh… —Finjo terror—. ¿Cocinaste de nuevo?
—Son casi las seis de la tarde, no me has alimentado. —Nos adentramos en el
oscuro pasillo, ¿por qué no están las luces encendidas?
No me gusta la oscuridad.
—¿Me estás levantando de la cama para que pueda alimentarte? —pregunto,
mi tono incrédulo e impaciente. No soy la mejor persona cuando me despierto.
Trato de dar la vuelta—. Ordena pizza.
Su respuesta es bajarme por las escaleras mientras se ríe.
Oye, el arco está brillando. Dios mío.
¡Luces de Navidad!
Cuelgan en la parte superior y en los lados del arco, el centellear es púrpura y
blanco, en ningún patrón particular. El piso de madera está reflejado de otras luces
danzantes, me doy cuenta de esto mientras doy el último paso. Nathan detrás de mí
cubre mis ojos con una mano mientras me guía por el codo con la otra.
263
—Bien, en realidad nunca he hecho esto antes y probablemente se ve horrible.
—Está nervioso, me encanta cuando se pone nervioso. Me recuerda que él es
humano y no un robot.
Sé lo que ha hecho, ha decorado la habitación para mí. Pero la anticipación y
la emoción de ver, de verdad son fuertes.
—¿Lista? —pregunta y lo oigo tragar.
—Como nunca lo estaré. —La mano se aleja. Suspiro—. ¡Hay un árbol! —chillo
y aplaudo antes de volver a mirar a la gran sala correctamente. Mis pies me llevan a
la chimenea donde dos medias cuelgan, me río y toco la piel de imitación de color
rojo entre mis dedos y el pulgar.
No hay una superficie sin algo navideño, ¡es increíble!
—Nathan. —Sorbo, mis ojos llorosos por la emoción—. No puedo creer que
hayas hecho esto. —Se encoge de hombros, la cabeza gacha, luciendo tímido de
repente. Doy un paso hacia él y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura—. Esto
es increíble. Tú... eres increíble. —Sus brazos vienen alrededor y nos movemos al
centro de la habitación, las luces multicolores bailan por nuestros cuerpos. El olor a
madera de pino y canela llenan el aire.
Es casi Navidad.
Pasamos el día de Navidad solo nosotros, cocino por razones obvias y Nathan
limpia. No nos dimos mucho, sobre todo porque no sabíamos qué dar. Nathan me
hizo un brazalete para combinar con mi collar y un nuevo teléfono que es
demasiado sofisticado y complicado para mí, pero me encanta.
Le conseguí diez nuevos pares de guantes, por lo que se echó a reír y una
chaqueta nueva que costó la mitad de mis ahorros. Afirma que le encanta y la lleva
con orgullo pero secretamente creo que la odia, es simplemente demasiado bueno
para decir algo.
La cena es divina como sabía que sería e hice demasiado. Sin embargo no
importa, tendré pavo y relleno de sándwiches para el resto de la semana. No
conozco algo que sea mejor.
Mayormente vemos películas de Navidad en la televisión y jugamos juegos de
mesa antiguos que tienen más polvo que piezas. Incluso intentamos jugar twister
pero no puedo doblarme de modo que fue un fracaso.
Para cuando llega la medianoche, he bebido mi peso en baileys libres de
alcohol y estuve hasta el borde de comida. El agotamiento me llega, haciéndome 264
sentir pesada y letárgica. Nathan ve mis ojos caídos y me lleva a la cama.
Debería sentirme culpable de quedarme dormida en la noche de Navidad con
un hombre que no es el que reclamo amar tan profundamente, pero no lo hago. Si
hay algo, es que estoy feliz de que a pesar de que se fue, hay un buen hombre que
me mira en su lugar y que quiere abrazarme fuertemente durante toda la noche.
Soy egoísta, es verdad, pero no me atrevo a terminar con esto... sea lo que
sea... entre Nathan y yo.
Fin de año pasa sin problemas, no nos molestamos con los fuegos artificiales
porque me asustan demasiado. Le dije a Nathan que saliera y se divirtiera, pero
insistió en que preferiría estar en casa leyendo. Se quedó en casa conmigo, pero lo
hizo sin la lectura. Aunque había un montón por comer y hornear. Ahora puede
hacer bollos con éxito lo que en realidad es más difícil de lo que parece.
Ahora solo faltan ocho días para la fecha del parto y tengo miedo.
La nieve es gruesa en el suelo, cuando salgo a la calle tengo que llevar botas ya
que llega a mis tobillos en algunos lugares. Quiero construir un muñeco de nieve,
pero Nathan no me va a ayudar. Odia la nieve y ha evitado salir de la casa mientras
se acuesto en el suelo en una enorme manta blanca de fatalidad, como él lo llama
dramáticamente.
Aguafiestas.
Crucemos los dedos para que se derrita por la mañana. Mi estómago ha
estado moviéndose todo el día y me preocupa que empiece el trabajo de parto
durante este estúpido clima. Aunque el pronóstico del tiempo dice que va a dejar de
nevar esta noche, es ahora la una de la tarde y no ha parado y no confío en el
pronóstico.
Han mentido muchas veces antes.
Por lo que no le digo a Nathan que he estado recibiendo punzadas, la última
vez que lo hice me llevó al hospital y resultó ser un gas. Fue humillante y todavía se
ríe de ello de vez en cuando.
Sobre todo porque la mujer se inclinó sobre mí, sus dedos aferrándose a mi
canal interior en un intento para ver si estaba dilatada o no, ella debe haber
empujado el botón equivocado porque me tiré un pedo y no paré durante unos siete
segundos.
La sala quedó en silencio e inmóvil, salvo por mi fuerte y chillón pedo sin fin.
Entonces Nathan se echó a reír con tanta fuerza que las lágrimas corrían de sus
ojos y se volvió rojo de no poder respirar.
Lo peor es que apestaba muy, muy mal. Esto solo lo hizo reír más. Pensé que
iba a morir de vergüenza. 265
Se rió todo el camino a casa y todo el día siguiente. Incluso ahora, a veces me
mira y su cuerpo comienza a temblar mientras trata de contenerlo.
Mis punzadas parecen detenerse en el momento en que estoy lista para la
cama por lo que estoy gravemente agradecida. Subo bajo las sábanas sin cuidado en
el mundo, Nathan sube detrás de mí y me sostiene fuerte como lo hace todas las
noches.
No me siento sola. Me siento bien, no genial, pero bien.
Mi sonrisa permanece en mi rostro mientras me duermo, ansiosa por ver lo
que traerá este año.
—¿Puedo preguntarte algo? —digo en voz baja después de entrar al cuarto del 279
bebé y observar a Nathan con Dillan en su pecho. Sus guantes no están y Dillan está
babeando su piel. Sin embargo, nunca he visto a Nathan lucir tan feliz. Me ha
estado molestando por días, desde que Dillan nació. Él tiene un problema con los
gérmenes pero recientemente ha estado usando sus guantes cada vez menos.
Nathan parpadea, pareciendo salir lentamente de un trance.
—¿Qué sucede? —La silla donde está sentado continúa balanceándose
lentamente. Su tobillo está descansando en la parte superior de su otra pierna, la
cual empuja lentamente la silla atrás y adelante.
Camino hacia él y me siento en el brazo acolchado, mirándolos, mi corazón
canta de felicidad con la vista. Por mucho que duela que Caleb no esté aquí para
esto, estoy feliz de ver que mi dolor no fue completamente desperdiciado. Ver a
Nathan lucir tan pacífico y feliz llena un poco ese agujero en mi pecho. Lo suficiente
como para hacer que los días pasen más fácil.
—Ya no usas muchos los guantes —susurro, mis dedos acariciando la parte de
atrás de su largo cabello.
Se inclina hacia atrás y cierra sus ojos, como si buscara mi toque.
—Me he estado preguntando si mencionarlo o no. Me preocupaba que
desencadenara la necesidad o algo.
Sus irises se asoman de sus parpados entornados.
—No sé por qué. —Una pequeña sonrisa aparece, quiero trazarla con mi
pulgar pero no lo hago—. Cuando lo tuviste, fui cubierto con más fluidos de los que
me importaría admitir. —Río. Eso es verdad. Tiemblo un poco—. Creo que el pánico
superó mis miedos en ese momento porque encontré que no me molestaba. Estaba
muy preocupado por ti. —Su mano deja la espalda de Dillan y descansa en mi
muslo—. Antes de que él naciera, me preocupaba huir de los pañales, el vómito, y
los eventos desagradables que probablemente sucederían en el futuro. Pero verlo
nacer… —Su sonrisa se amplía, sus labios separados mostrando sus dientes
brillantes cuando mira a mi hijo—. Nunca presencié algo tan asqueroso. —Mi boca
cae abierta, finjo estar ofendida. El ríe y continúa—. O increíble en toda mi vida.
Nada que él pueda producir me molesta. —Sus ojos vuelven a los míos, mi
respiración falla—. O tú. No sé si es porque pasamos mucho tiempo juntos o porque
ya he sido cubierto con tus fluidos corporales.
Linda forma de ponerlo. Una mirada suave viene de sus ojos y otra vez,
presencio un destello de vulnerabilidad haciendo parecer a Nathan mucho más
joven de lo que es.
—Ya no me molesta tocarte. De hecho… he llegado a disfrutar el contacto.
Mis ojos arden, sabiendo que de alguna forma lo he ayudado con el proceso de
curación. Incluso si solo se aplica a Dillan y a mí, estoy contenta de haberlo
ayudado de algún modo.
—Eres una persona asombrosa, Nathan.
Su lengua juega con su labio inferior, sus ojos vuelven a la ventana donde
estaba mirando antes de que entrara. 280
—Nunca te lastimaría intencionalmente. ¿Sabes eso verdad?
Bueno, eso es un extraño cambio de conversación.
—Lo sé. —Y en verdad lo sé. Confió en él más que en nadie.
El misterio de esta nueva conversación no termina.
—Cometo muchos errores cuando estoy enojado. Yo no… —Hace una pausa,
pensando sus palabras por un momento—. No tuve la mejor crianza. Eso no quiere
decir que quiera que te sientas obligada de alguna forma. Solo quiero que sepas que
no estoy acostumbrado a estar tan cerca de alguien. Incluso de Caleb. Siempre he
estado aislado. —Ríe con frialdad, sus labios en una fina línea—. Ni siquiera tengo
amigos.
—Soy tu amiga.
—Sí. —Sus ojos se vuelven distantes por un momento—. Lo eres. Pero solo
quiero que sepas que lo que hago, si te lastima, no es intencional. Solo que no sé
cómo hacer esto.
—¿De qué estás hablando? —¿Por qué tengo la sensación de que está
advirtiéndome por algo que aún no ha sucedido?
—De nada, solo estoy señalando un defecto mayor en mi personalidad —
suspira largo y profundo, las líneas alrededor de sus ojos mostrando cuanta
preocupación tiene en su mente.
No digo nada, no estoy segura de qué decir. En su lugar me deslizo en su
regazo, consciente del bebé en su pecho, y descanso mi cabeza contra su cuello.
Presiona sus labios en mi cabello y acaricia mi brazo con su mano libre.
—¡Oh por Dios, míralo! —resopla mi madre y acuna a Dillan contra su pecho.
Nathan mantiene sus ojos en el diario, pero la forma en la que lo abre es
ligeramente más agresiva de lo habitual, sus brazos lo sacuden en el aire, evitando
que se doble. A él verdaderamente no le gusta mi madre y ella solo ha estado aquí
una hora.
—Y mírate, desearía que mi cuerpo volviera a la normalidad tan pronto. —
Hace una mueca mientras me mira de arriba abajo. Su mirada no es más que
amistosa, aunque no me importa—. Y me encanta el nombre. Dillan le queda.
—Nathan lo escogió —digo abruptamente, sintiendo la necesidad de darle el
crédito que merece—. Su segundo nombre es Caleb. —Escogí ese por razones
obvias.
—Hermoso. —Sonríe y pone su dedo en la mano de Dillan. Él lo aprieta, sus
ojos ahora abiertos y desenfocados. Estoy ansiosa por ver qué color tendrán—.
281
Estoy tan orgullosa de ti. —Mira a Nathan—. Y de ti, por ocuparte cuando no era tu
trabajo. Tus padres deben estar orgullosos.
Nathan parece sorprendido por sus palabras y su actitud hacia mi madre se
suaviza después de esto.
Estoy exhausta, no he dormido por tres semanas desde que Dillan nació.
Encuentro que dormir una siesta cuando él bebé duerme es la mejor manera de
evitar colapsar durante el día. Mi madre también está aquí por algunos días, lo cual
es genial. Va a enseñarme cómo extraer la leche. Por mi vida que no puedo
averiguar cómo usar el extractor de leche cómodamente.
Tengo esta imagen en mi mente de ser ordeñada como una vaca y tener la
leche saliendo en un chorro, lo suficiente para llenar seis botellas. Ese no es el caso
en absoluto. Algunos días produzco más leche que otros, y más que nada puedo
producir una onza o dos.
Al menos estoy controlándolo ahora. Puedo congelarla, lo cual es incluso
mejor.
Nathan debe irse pronto, su tienda debería abrir en un par de meses. Tiene
que pasar por mucho para terminarla. El problema es, que creo que está teniendo
problemas para dejarnos.
Las cosas han estado un poco tensas últimamente. No entre nosotros, sino
con algo que no discutirá conmigo. Casi cada mañana de las pasadas semanas ha
habido un paquete en la puerta de entrada.
No sé qué es, pero sé que le está causando estrés a Nathan. Le he preguntado
por ello pero solo me dice que me preocupe de mis cosas. No de la forma
desagradable que solía hacerlo, pero el tono severo sigue allí por lo que no me
atrevo a preguntar otra vez.
Estoy preocupada por él.
Parte de mí se pregunta si está siendo chantajeado. Con todo lo que sucedió
con su padre. No estoy segura de qué está pasando con eso tampoco, todo lo que sé
es que debe ir a la corte pronto. Nathan no me dirá nada de nada. En su mente, está
protegiéndome de un estrés innecesario. No entiende que si algo está
molestándolo, entonces para mí es un estrés necesario.
Casi pongo mis manos en un paquete hace cinco días, pero él lo tomó e hizo
algunas llamadas. Desde allí no ha habido otro. Sé que lo que sea que es, alguien
quiere que lo vea. Mi naturaleza curiosa me tiene al borde, desearía poder sacarlo
de mi mente pero no puedo.
¿Qué es lo que tiene a Nathan tan tenso y por qué no puede confiar en mí?
¿Qué tiene que esconder?
Mi madre está aquí, así que tengo que superarlo por ahora. Ha pasado un
tiempo desde que la he visto y honestamente… la he extrañado. Me preguntó cómo
está todo y le he dicho que todo está bien conmigo y Nathan. Sé que no aprueba 282
nuestra situación actual pero no puede decir nada.
Siempre y cuando sea feliz y Dillan sea feliz, eso es todo lo que importa.
Nathan no dejará que duerma sola, decir que se ha vuelto pegajoso sería un
eufemismo. El problema es, que no quiero dormir sola y me gusta tenerlo
sosteniéndome mientras duermo todas las noches.
Estoy extremadamente feliz de ver que Nathan aún no tiene problemas con
Dillan y conmigo en lo que concierne a sus manos desnudas. Los potenciales
gérmenes de Dillan no parecen molestarlo en absoluto. Ha sido increíble, si Dillan
necesita un cambio de pañales, él solo se levanta y lo hace. Por supuesto lo hago
tanto como él, pero nunca tengo que pedirlo.
No es que lo haría, claro está. Dillan es mi responsabilidad pero es lindo tener
ayuda. Las cosas están cambiando aquí y no estoy segura de cómo ni por qué.
Tampoco estoy totalmente convencida de que no me gusten los cambios.
—¿Puedo hablarte un segundo? —me pregunta Nathan y asiento desde el
pasillo.
Asiento y beso la cabeza de mi dulce niño, dejándolo con mi madre.
—¿Qué está mal? —Mis manos frotan mis brazos cuando me apoyo contra la
pared de la cocina.
Muerde su labio inferior con los dientes.
—En verdad no quiero ir pero debo hacerlo. Mi audiencia en la corte es
pronto, luego tengo la tienda y realmente necesito a este patrocinador.
¿Por qué luce como si fuera a enojarme?
—Lo sé. Lo entiendo.
—No quiero ir —suspira y se apoya contra la pared a mi lado. Ambos miramos
la pared lejana como si contuviera todas las respuestas a nuestros sentimientos en
conflicto. O por lo menos, eso es lo que espero que contenga.
—Tampoco quiero que vayas, pero debes hacerlo.
Deja salir un largo suspiro.
—¿Pueden venir conmigo?
Parpadeo.
—¿Qué?
—Lo digo en serio, solo ven conmigo. Son solo tres días en la ciudad. Solo tú,
Dillan y yo. Será divertido.
—Mi madre está aquí. —¿Esa es la mejor excusa que tengo?
—Se va el martes. Únete entonces.
283
—Lo pensaré —respondo y beso su mejilla—. Ve y conquista el mundo,
Nathan.
Me da una sonrisa que podría detener a miles de mujeres en una protesta de
derechos femeninos. Mi corazón tartamudea.
—Te extrañaré.
—Nosotros te extrañaremos más. —Me alejo y lo observo caminar por el
pasillo. Sus ojos me atrapan sobre su hombro cuando toma la manija y abre—.
Conduce con cuidado.
—Siempre lo hago. —Con una última mirada, finalmente se va.
Dejo escapar la respiración que he estado conteniendo y vuelvo a unirme a mi
madre en la sala de estar. Me da una mirada conocedora. Ruedo mis ojos y me
siento en el sillón frente a la chimenea.
—Bueno, no escuché demasiado pero por como lucen las cosas, ese chico
esta…
—No —ruego, negando.
—Es el hermano de Caleb. —El tono en el que habla me dice que está
disgustada—. Imagina si los roles estuvieran invertidos y Caleb se enamorara de tu
hermana.
—No tengo una hermana.
Rueda sus ojos.
—Hipotéticamente.
—No me estoy enamorando de Nathan.
—Si tú lo dices. —Frunce los labios—. Es tu vida. Pero te lo advierto. No estoy
para nada de acuerdo con esto. Hay algo que no está bien con él.
Es mi turno de rodar los ojos.
—No lo insultes mama, nunca te perdonaré.
Su boca cae abierta.
—Me preocupo por él, ha hecho mucho por mí.
—Solo digo que deberías tener cuidado. Él no es normal. Tiene problemas.
Puede decir eso otra vez.
—Está trabajando en ellos.
—Me quedaré fuera de esto, lo juro. Solo… ten cuidado. No quiero verte
lastimada. —Rueda sus hombros, claramente sus brazos están doliendo por
sostener mucho tiempo al bebé.
—¿Quieres que lo cargue?
—No. —Se aleja un poco—. Lo sostendré hasta que mis brazos se caigan.
¿Quién sabe cuándo podré verte otra vez?
—Puedes visitarnos tanto como quieras. —Es mi madre, incluso si es un poco 284
perra a veces, eso no significa que quiera excluirla—. Te quiero en su vida.
—No tanto como yo quiero estar en ella. —Me da una sonrisa llorosa—. No
volveré a decepcionarte.
Le doy una sonrisa divertida.
—Y yo no quedaré embarazada otra vez.
Una almohada me golpea en la cara. Río y la coloco detrás de mi cabeza.
—¿Hambrienta?
—Famélica.
—Pondré la cena, cuéntame qué sucede contigo. ¿Cómo están las cosas en
casa? —Me levanto y voy hacia la cocina. Sacando las cosas de la heladera, sonrío
cuando pone a Dillan en su mecedora cerca de la puerta. Está lejos de todo pero lo
pongo allí cuando estoy cocinando o lo que sea.
La conversación fluye fácilmente en la cena, me encuentro riéndome más en
una noche con mi madre que durante todo lo que viví con ella.
Nathan se une media hora más tarde, está ligeramente distante y solemne de
aspecto, pero por lo demás bien. Miramos la televisión en un agradable silencio, mi
cabeza apoyada en su hombro y la mano sobre el pecho. No juega con las puntas de
mi cabello como de costumbre.
Cuando levanto la mirada, me doy cuenta de que se ha quedado dormido con
la cabeza colgando sobre el respaldo del sofá. Río en silencio y paso mis dedos
sobre su frente, alisando el cabello de su rostro. Ha tenido un día intenso por lo que
parece, no es de extrañar que esté agotado.
—Estás mirando. —Los labios de Nathan se curvan y sus ojos cerrados
pestañean abiertos, solo para confirmar sus sospechas.
—¿Cómo sabes cuando estoy mirando? —murmuro, sintiendo mi mejillas
calientes.
Se encoge de hombros.
—No sé. Es algo extraño, en realidad.
—Sí. —Estoy totalmente de acuerdo con ese comentario—. ¿Cama?
—Sí.
Tambaleándose un poco mientras se levanta, me tiende la mano. Le doy mi
muñeca, como de costumbre. Me sorprende cuando sus dedos se deslizan de mi
289
muñeca y empujan entre mis dedos hasta que están entrelazados.
Me cambio en el baño después de cepillarme los dientes y lavarme la cara.
Nathan se cambia arriba. Para el momento en que ha terminado ya estoy en la
cama.
Es raro que nos acostemos juntos, sé que está mal, pero no puedo evitarlo. Me
gusta nuestro tiempo nocturno abrazados mucho más de lo que debería.
Se desliza dentro generalmente después de que estoy durmiendo y no se
envuelve alrededor hasta que está en la tierra del sueño. Esta vez, al instante,
presiona su frente en mi espalda y dobla sus piernas con las mías.
—Nunca pensé que disfrutaría dormir con alguien —admite en voz baja, su
aliento soplando los escasos cabellos que yacen encima de mi oreja y en el cuello—.
Pero ahora no puedo imaginarme una noche sin el calor de tu cuerpo.
Eso y que mi trasero parece ser el asiento perfecto para su pene. Hablando del
diablo... tintín.
Esto sucede mucho, normalmente no lo noto hasta la mañana. Sin embargo,
no digo nada y él tampoco, aunque lo sentí tensarse un poco, como si estuviera
esperando mi reacción. Por las mañanas, si me despierto antes que él me quedo
inmóvil y espero a que se dé cuenta, por lo general rueda lejos de mí o sale de la
cama y se prepara para el día.
Ahora es como si hubiera un elefante en la habitación. Debería decir algo,
pero ¿qué hay que decir? La última vez que esto sucedió y estábamos los dos
despiertos, fue incómodo y divertido. Esta vez no es divertido, es solo incómodo y
un poco de otra cosa. Excitante.
Ambos nos acostamos completamente inmóviles, como esperando a que el
otro diga algo o se mueva. Me muerdo con fuerza el labio inferior, un poco nerviosa
acerca de qué hacer.
Mi pierna empieza a acalambrarse por lo que me relajo de nuevo,
estremeciéndome cuando el pantalón de pijama aprieta su miembro erecto cuando
se desliza entre mis muslos. Su jadeo me dice que definitivamente sintió eso
también.
Suaves dedos acarician a lo largo de mi antebrazo, haciéndome estremecer.
Viajan arriba por mi bíceps antes de apretar fuertemente mi hombro y bajar a mis
costillas. Una cálida mano llega a descansar en mi cadera, mi corazón se paraliza
un segundo antes de latir a un ritmo fuerte en mi pecho. Todo hormiguea y siento
la piel de gallina elevándose por toda mi carne caliente.
Un destello de placer se desenrosca en mi estómago mientras su mano
empuja mi cadera hacia él. Mi mano se cierra con fuerza alrededor de la funda de
almohada cerca de mi nariz. Un gemido se me escapa y lo oigo dejar salir un
gemido entrecortado.
Sus caderas empujan, sé que no lleva ropa interior debajo de su pijama
porque puedo sentir su piel caliente moviéndose sobre su longitud sólida, bajo el
fino algodón. Por alguna razón esto me hace temblar y doler. Mis ojos se cierran 290
apretadamente mientras dejo que su lento movimiento me torture y provoque con
algo que nunca podré tener.
Se empuja entre mis muslos lentamente, exquisitamente. Un gemido
silencioso se le escapa, su pecho vibra contra mi espalda y sus labios están en
contacto con la curva de mi cuello.
La sangre hierve bajo la superficie de mi piel, me sobrecargo con un sofoco de
calor que no se disipará. Necesidad se despliega en la boca de mi estómago y viaja a
lo largo de mi columna mientras sus dientes muerden suavemente la piel debajo de
mi oreja.
Esto está muy mal, pero no puedo evitarlo. Su capullo se empuja entre mis
labios inferiores, forzando la tela de mi pijama a subirse de la manera más
deliciosa. Golpea suavemente contra mi clítoris, un grito se me escapa y Nathan
toma esto como permiso para darme más.
Su mano aprieta su agarre en mi cadera y su pelvis empuja otra vez. No
deberíamos estar haciendo esto. No debería estar disfrutando de esto, pero no
puedo evitarlo. Soy solo humana.
Siento una respiración entrecortada ahora contra mi oreja, el sonido
mezclado con los míos. El ardor sigue mi flujo sanguíneo, alcanzando el final de
cada extremidad. Gimo, mi mano envolviéndose alrededor de Nathan, mis caderas
empujando hacia atrás para encontrar las suyas. Oh Dios.
No puedo respirar.
Luces destellan detrás de mis ojos cuando escucho un ronco grito
desgarrando su garganta.
Dillan llora y los dos nos tensamos.
La realidad parece golpearnos al mismo tiempo.
—Lo tengo —digo, y en un segundo estoy fuera de la cama y cruzando el
pasillo, mi mano temblando, mis piernas de gelatina. Sacando a Dillan con una
fuerza que no debería tener en este momento, lo cambio y le doy pecho
rápidamente. El malestar de esto me ayuda reunir mis pensamientos.
¿Qué diablos está mal conmigo?
Estoy abrazando a Dillan y meciéndolo por solo diez minutos cuando se
duerme de nuevo. Necesito hablar con Nathan, tenemos que parar esto. No
podemos dejar que esto continúe. Está mal y... es simplemente incorrecto.
Caleb... Toco la foto de su hermoso rostro que colgué al móvil de la cuna hace
solo una semana. Su sonrisa me hace sentir tan condenadamente culpable por lo
que sea que estoy haciendo.
La imagen gira con el suave tintineo de la melodía que toca cuando el móvil
gira lentamente. Pequeños peluches beige cuelgan de sus puntos de madera. Como
en un trance, miro el móvil moviéndose lentamente y me pierdo por un momento,
imaginando lo que podría haber sido.
Lágrimas caen de mis ojos cuando pienso en lo que he hecho. Ni siquiera 291
consideraría hacerlo si Caleb estuviera vivo. Sería tan moralmente incorrecto y de
alguna manera... tabú. ¡Nathan es su hermano! Estas son cosas que se ven en la
televisión, ocurriéndoles a otras personas. Espectáculos en los que hacen pruebas
de paternidad para determinar el padre del niño.
Sin embargo, me está pasando.
Mi corazón está tan confundido. Mi cabeza me dice que esto está mal, pero
cuando estoy con Nathan mi corazón está en conflicto. Una parte grita por Caleb y
el trozo que se llevó con él, la otra mitad me dice lo mucho que me gusta estar cerca
de Nathan, lo bien que me hace sentir. Cuán amada me hace sentir. Cuán
protegida.
Tragando mi miedo, lo entierro en el fondo y poco a poco voy hacia mi
habitación.
¿Dónde está Nathan?
Doy un paso atrás y noto que la puerta al final del pasillo está abierta, la que
conduce a su dormitorio. Debería dejarlo en paz, tal vez no quiere dormir conmigo
ahora. Eso no es algo malo. Hemos llevado esto demasiado lejos.
Por alguna razón no puedo dejarlo. Empiezo a avanzar, mi pulso palpitando
con cada paso, mis nervios elevándose. Lo último que quiero es hacerle daño o
alejarlo; pero él tiene que entender que esto, sea lo que sea entre nosotros, no
puede suceder.
Lentamente y en silencio subo las escaleras. No hay luz llegando por debajo
de la puerta de su dormitorio.
Está cerrada, debería tocar, pero por alguna extraña razón no lo hago. Tal vez
me preocupa despertarlo. Al menos... eso es lo que me digo.
La puerta se abre unos centímetros cada vez con la ayuda de mi mano.
Escucho su respiración dificultosa y entrecortada. Otro ruido la acompaña. Mi
cabeza me grita que aparte la mirada, pero no puedo.
Al instante mi boca se seca, mientras observo el perfil de Nathan por la
apertura de la puerta. Está de pie, una mano apoyada en la cómoda junto a su
cama, la otra... envuelta alrededor de su pene hinchado y con aspecto inflamado. Su
pantalón azul y blanco está todavía puesto, por lo que asumo que solo se los ha
bajado delante.
Lentamente su mano acaricia adelante y atrás, un guante de cuero en ello. Eso
es raro. Tal vez le gusta la sensación.
Sus hombros se tensan y sus músculos aumentan de tamaño mientras
continua trabajando. Es una vista increíble.
Una vista que no debería estar apreciando.
—Maldita sea —susurra, sus ojos en algo sobre la mesa. No puedo ver lo que
es, la habitación está demasiado oscura y está demasiado lejos.
Los músculos de su brazo se contraen y flexionan mientras fija el ritmo, la
mano ahora trabaja casi con furia en sí mismo. Mi estómago se tensa, me siento 292
humedecer poco a poco mientras observo la escena.
Trago. Él se empuja más rápido y con más fuerza, se ve casi doloroso. Tan
brutal, tan... desesperado.
Me inclino más cerca de la puerta. Gran error.
Mis piernas gelificadas se doblan ligeramente cuando me apoyo, me agarro de
la manija de la puerta haciendo que haga clic.
Mi corazón se detiene y empiezo a temblar. Oh, mierda.
Se paraliza, sus ojos se cierran, lo blanco ya no brilla en la luz tenue que entra
por las cortinas abiertas.
Pienso en correr pero parecería simplemente un bicho raro. Mierda, soy un
bicho raro.
Gotas brillantes de sudor resplandecen en su frente como pequeños
diamantes que tengo la necesidad de limpiar. No lo hago. En su lugar me paro en la
puerta, mi boca abierta en shock.
Se va a enfadar, lo sé.
—¿Vas a quedarte ahí? —Su voz es profunda y ronca, nunca la había oído así
antes. Me acaricia como una mano lo haría—. Dado que ya has invadido mi
privacidad, unos pasos más no harán daño.
Trago.
Se da voltea, metiéndose a sí mismo de vuelta en su pijama, formando una
carpa en la parte delantera con su erección recta e impresionante.
—L-lo siento... Venía a... —Mis ideas no se juntan, mi boca está demasiado
seca, mis ojos no dejan su palpitante longitud—. Hablar.
—¿Hablar? —Sonríe en la oscuridad—. ¿Sobre qué?
—Sobre… —Algo que ver con algo—. Algo. —Miro mi palma—. Arriba, en la
cama.
Su sonrisa crece.
—¿Quieres detallar?
—Lo... —Oh, mierda—. Lo siento, no debería tener... simplemente... —Soy una
idiota—. Lo siento.
En cuatro zancadas está agarrándome y presionándome contra la pared, con
su rostro a centímetros del mío.
—¿Disfrutaste mirándome?
Dios mío.
—Debería volver a mi habitación. —Asintiendo frenéticamente tratando de
escurrirme de entre él y la pared.
—No hay nada malo con sentirte excitada. —Me atrapa, presionando su
cuerpo contra el mío, su grueso pene aumentando entre nosotros, apoyándose
entre los huesos de nuestras pelvis—. ¿Si te toco ahí abajo estarías mojada?
293
Sí. Dios, sí.
—Nathan. —No sé si estoy suplicando o advirtiendo.
—Tomaré esto como un sí. —Se ríe y mordisquea mi cuello, haciéndome
desear arquear mi espalda y empujar mis doloridos pechos contra el suyo.
No. No he venido aquí para esto.
—Debería irme.
—No quieres irte.
Coloco mis manos en su pecho entre nosotros y lo empujo un paso, lento y
suavemente.
—Necesito hacerlo.
Me mira por un largo rato antes de hablar, y lo que dice me sorprende tanto
que mi mente se queda en blanco. Todos mis anteriores pensamientos se esfuman.
—Sé que aún no estás lista. No espero que lo estés. Tampoco me importa
cuánto tiempo cueste. —Enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su dedo
enguantado, lo que me recuerda donde estaba esa mano hace momentos. Oh,
Dios—. No pararé de intentarlo.
—¿I-intentar qué? —tartamudeo, lamiendo mis labios secos.
—Hacerte mía. —Bum. Mi corazón acaba de golpear la caja torácica en un
intento de salir corriendo y gritando. Parpadeo en estado de shock—. Esto es algo
más que una obligación contigo y Dillan. No puedo ocultarlo más y no puedo seguir
fingiendo que no somos el uno para el otro cuando claramente... lo somos.
La arrogancia de su tono debería hacerme enojar, las cosas que está
insinuando deberían hacerme realmente enfadar; no lo hacen. Solo tengo una cosa
en mi mente ahora mismo. Comienza con S y termina en O. Sus palabras solo
alimentan mi deseo y me cuesta todo lo que tengo no envolverme a su alrededor
como un koala y aferrarme como a un salvavidas.
—Pero no te voy a presionar. Quiero que vengas a mí cuando estés lista.
Su confesión me lleva de vuelta a la tierra en un destello de un segundo y la
culpa que siento perfora en mi estado de lujuria.
—¿Y si no lo hago? —pregunto, porque dudo que lo haga. No importa lo
mucho que parece estar afectándome, nunca podría traicionar a Caleb así.
Dolor parpadea en sus ojos por un momento.
—Entonces tendré que disfrutarte de cualquier forma que pueda tenerte.
—¿Y si lo hago? —¿Por qué pregunto esto? Simplemente se me escapó.
Abro la boca para decirle que no responda, pero es demasiado tarde. Sus
palabras son firmes y seguras. Su sonrisa suave pero arrogante.
—Entonces tengo la intención de casarme contigo y mantenerte durante
mucho tiempo.
Mi boca moldea la forma de una O, como Bridget Jones cuando entra en la
fiesta llevando un traje de conejo. 294
—Oh.
Capítulo 22
Estaba de pie al lado de mi auto fuera del supermercado, amontonando mis
compras en el maletero cuando un alto y no muy guapo hombre se me acerca.
—Disculpa, cariño. —Pasa sus dedos a través de su canoso cabello y exhala un
largo suspiro—. Siento molestarte, soy Carl.
No respondo, no soy fan de ser abordada por extraños, no me importa cuán
amistosos parezcan.
¿Dónde diablos está Nathan? Solo fue a cambiar a Dillan mientras traía las
cosas al auto. Debería estar aquí ya.
Él nota mi falta de respuesta, pero no luce ofendido.
—Soy un mensajero.
—Está bien. —¿Adónde quiere ir con esto?
—Me dijeron que te entregara esto directamente a ti. —Sostiene una gran
carpeta marrón que está abultada en la parte inferior.
295
Miro fijamente la carpeta, mis ojos parpadean estúpidamente. ¿Debo
tomarlo? Tal vez pueda...
Dillan es empujado a mis brazos, apenas logrando atraparlo antes de que
Nathan esté sobre Carl. Dejo escapar un grito cuando Nathan levanta su puño y lo
conecta en el pómulo de Carl, pero rápidamente este toma represalias.
El golpe ni siquiera roza a Nathan y fue uno fuerte.
—¡Quédate malditamente lejos de ella! —grita Nathan, bloqueando el
siguiente golpe de Carl y agarrándolo por la garganta—. Sube a Dillan al auto,
Gwen.
No necesita decirlo dos veces, rápidamente me subo a la parte posterior y
aseguro a Dillan en su asiento. Deja escapar un llanto pero rápidamente se
tranquiliza por lo que estoy agradecida.
Durante ese momento, Nathan tuvo a Carl presionado contra la parte trasera
del auto. Salgo, convencida de que Dillan estará bien por un momento. Nathan me
necesita.
Dos hombres se acercan y separan la pelea, no es como si pudiera llamarla de
esa manera. Nathan estaba pateando su trasero hasta que ellos aparecieron. De
hecho, me siento mal por Carl y su nariz rota, su labio que está sangrando
profundamente, tengo la terrible sensación de que tendrá puntos de sutura.
Nathan levanta la carpeta del suelo y la mete dentro de su chaqueta. Su mano
tiembla mientras agarra mi brazo y me guía hacia el lado del pasajero y me obliga a
entrar.
Sus furiosos ojos marrones miran fijamente a Carl, quien todavía está siendo
sujetado y pidiendo que alguien llame a la policía. Todo el mundo parece un poco
aturdido por los acontecimientos. Es un pueblo pequeño y simplemente esto no
sucede aquí.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente, sin saber qué decir. Sus labios son una
delgada línea blanca y tiene una vena que sobresale de su frente. Se despierta de su
inconsciencia y sale de su lugar en el estacionamiento, haciendo que dos personas
salten fuera del camino. Cristo. ¿Está loco?—. Cálmate.
Me ignora y acelera sobre el límite de velocidad. Su ira es evidente, tanto es
así, que me sorprende que sus ojos no estén ardiendo intensamente. En realidad,
lucen algo así.
—¿Quieres decirme qué está pasando? —Dejo escapar y miro por encima de
mi hombro a Dillan que está agitando sus regordetes bracitos. Nathan finalmente
disminuye la velocidad cuando llegamos al final de la calle, mi cuerpo se relaja pero
no mucho—. Nathan. ¿Qué hay en la carpeta?
—No preguntes. —No suena irritado o enojado, suena desesperado—. Por
favor. Simplemente... no preguntes.
—¿Por qué?
—Porque me odiarías —dice esto dolorosamente, como si esto es peor que 296
cualquier otra posibilidad.
—Lo dudo. —Pongo mi mano en su brazo—. Dime.
—¡Me niego!
Rayos.
—Bien. No preguntaré. —Al menos no mientras puedo ver cómo claramente
esto le molesta.
Nos dirigimos a casa en silencio, es tenso e incómodo y me trae a la memoria
recuerdos de nuestro primer par de meses juntos.
—¿Nathan? —lo llamo mientras se dirige a la casa. Se detiene para abrir la
puerta antes de ayudarme a descargar el maletero.
—Lleva a Dillan adentro —exige—. Ah y la próxima vez que te deje sola
durante cinco minutos, no hables con nadie. Ni siquiera con Paula o Jeanine.
Mi boca cae abierta.
—¿Qué?
—Me escuchaste.
—¿Esperas que ignore a mis amigos por algo que no me quieres decir? Algo
que claramente me afectará.
Su rota y suplicante mirada se dirige a la mía. Su tono se neutraliza.
—Sí.
—Esto es... —Levanto a Dillan y lo sostengo fuertemente contra mí. Sus ojos
me echan un vistazo mientras lo acerco a mi pecho—. Ridículo. Solo dime lo que es,
rasga el yeso, no soy estúpida. Sé que estás siendo chantajeado, es muy obvio.
Especialmente ahora.
—Lleva a Dillan dentro —susurra, su tono me dice que no será engañado con
esto.
—Voy a llevarlo dentro y luego vamos a hablar.
—No, no lo haremos.
Le doy la misma mirada que me dio hace unos momentos.
—Oh, desde luego que sí.
Su rostro queda en shock, nunca le había hablado de esa manera antes. Si no
lo conociera mejor diría que lo tomó de manera divertida por un momento antes de
darse cuenta que esta vez no iba a ceder.
Estoy segura de que Nathan no dejará de evadirme, no cuando obviamente
está tratando de ocultar algo y quien sea que está tratando de entregarlo, está
siendo implacable sobre eso.
La cena es tan silenciosa y tensa como cuando llegamos. Cada vez que intento
hablarle me rechaza como si no estuviera aquí. Decir que estoy frustrada sería
297
eufemismo.
—Todavía hablándome a mí misma por lo que veo —murmuro y sigo a Nathan
por las escaleras. Se dirige hasta su habitación e incluso tiene el descaro de cerrar la
puerta en mi rostro—. No puedes esconderte de mí, vas a tener que hablar conmigo
eventualmente.
Trato de abrir con la manija, pero la ha bloqueado desde el interior.
—Nathan, por favor.
—Vete, Gwen. —Abre la puerta, su rostro ahora a centímetros del mío—. Lo
digo en serio. Desaparece.
—Imbécil —lo insulto, buscando alguna reacción. Su mandíbula se aprieta—.
Idiota. Mierda. Puto. Estúpido. —Una mano se mueve hacia mi boca y una muy
intensa mirada de Nathan me reta. Sigo diciendo groserías, a pesar de que son
amortiguadas por la palma de su mano.
—Vas a seguir presionándome, ¿no es así? —suspira, su mano todavía
cubriendo mi boca ahora silenciosa—. No voy a decirte, así que por favor, solo
déjalo.
—Es claro para mí… —Empiezo cuando quita su mano de mi boca—, que voy a
descubrirlo eventualmente. Tal vez solo deberías confiarme esto, dime antes de que
alguien más lo haga.
Su rostro palidece, sus ojos brillan con tristeza.
—No puedo.
Mi corazón se sacude y mi mano inmediatamente sube y agarra la parte
posterior de su cabello.
—Puedo ver que te está hiriendo. Confía en mí.
Parece pensarlo por un momento, luego cambia totalmente, ocultando toda
emoción de mí.
—No.
Segundos más tarde se ha ido y la puerta se ha cerrado de golpe y bloqueada
otra vez. Tengo la tentación de salir a la calle y esperar a que otro mensajero llegue,
pero no.
En su lugar me dirijo al cuarto del bebé y juego con mi hijo. Todavía no ha
sonreído y ahora oficialmente tiene cinco semanas. El tiempo vuela. No puedo
creer lo bien que está sosteniendo su cabeza. Es una locura.
—Peekaboo. —Nada. Nada más que un parpadeo. Supongo que no le gusta, no
más de lo que le gusta a su tío.
Toda esta situación es tan frustrante, odio que se mantenga en la oscuridad.
No estoy acostumbrada a secretos. No tengo muchos amigos y los amigos que tengo
me dicen casi todo. Mi madre no tenía amigos ni familia mientras crecía, por lo
tanto no hubo secretos ahí tampoco. En cuanto a Caleb, nunca me ocultaba nada.
No había un punto en nuestra relación donde sentía que estaba ocultando algo. No 298
puedo recordar de todos modos.
Caleb, si estás allá arriba, por favor, dame una pista. No tengo idea de lo
que estoy haciendo y estoy asustada. El miedo es una de mis rápidas emociones
para reaccionar. Es generalmente lo primero que siento ante una situación difícil.
Aunque no soy una cobarde por cualquier motivo, tiendo a enfrentar mis
temores. Solo odio sentir el miedo.
Necesito que se detenga. Necesito que Nathan vuelva a la normalidad.
¿Por qué tengo la horrible sensación de que nunca pasará? ¿Por qué tengo la
sensación de que estoy a punto de perder otra parte de mí?
304
Capítulo 23
—Necesitas un descanso —me dice Jeanine y tiene razón—. Has perdido peso,
te ves exhausta.
Bostezo ruidosamente, básicamente demostrando que tiene razón.
—Las cosas no están muy bien ahora.
—Me doy cuenta —murmura y deja escapar un largo suspiro—. ¿Quieres
hablar de ello?
Niego.
—No realmente. Simplemente tengo un montón en la cabeza. —Y Nathan
todavía no me habla.
Después de nuestra pelea anoche, esperaba genuinamente que todo quedara
olvidado. En cambio, bajó las escaleras, me vio sentada en el comedor con Dillan y
me preguntó:
—¿Todavía estás aquí? —No esperó una respuesta, un tono que dejaba claro
que no le gustaba el hecho de que todavía siguiera aquí, de eso estaba segura. 305
Después de agarrar su comida, que yo había preparado, desapareció en el piso de
arriba. Escuché la puerta de su oficina cerrarse con fuerza y solté el aliento que
había estado conteniendo.
Tengo que encontrar una manera de llegar a él.
—¿Por qué no vienes a cenar esta noche? Trae a Dillan, obviamente. —De
hecho, eso no suena tan mal.
—Hablemos, Jeanine —grita Nathan. Me estremezco, rezando para no haberla
metido en problemas. Ella pone los ojos en blanco y me da un guiño antes de
seguirlo saliendo de la habitación y subiendo las escaleras.
Por supuesto que los sigo, ¿cómo no? Sin embargo, ellos no tienen que
saberlo.
—Sí, hablo en serio. —Escucho decir a Nathan.
Tengo la oreja pegada a la puerta, me siento como si estuviera en una película.
Jeanine se ríe como si él hubiese dicho la cosa más graciosa del mundo. No
tengo que aguardar mucho para que explique.
—Oh, Nathan. Sabes que no tengo que trabajar. La única razón por la que sigo
aquí es porque soy la única persona que mantiene esta casa de la manera en que te
gusta. —Se ríe otra vez—. Pero, de todos modos, despídeme, no me detendrá de
hablarle a Gwen. Ya es mi amiga y no trato a mis amigas de forma irrespetuosa.
Nathan no responde pero puedo sentir su molestia filtrándose a través de la
puerta de madera.
—¿Eso es todo? —le pregunta Jeanine y corro rápidamente. Probablemente
saben que estuve allí, pero para ser honesta, no me importa.
No puedo creer que amenazó con despedirla si seguía hablándome. O, al
menos, eso es lo que entendí de su corta conversación. Qué idiota.
¿Realmente está tan desesperado para me vaya?
Mi respuesta es sí. Obtengo esta respuesta por sufrir otros dos días con él.
—No quería lasaña. Si te vas a quedar en mi casa a pesar de que te he pedido
que te fueras, podrías, al menos, preparar comida que realmente quiera comer. —
Lo observé agarrar el plato y tirar la comida sin tocar a la papelera. Eso fue ayer en
la cena.
»Esta habitación es terrible. Apesta a pañales. —Esto lo dijo esta mañana
después de cambiarle el pañal a Dillan. Sabía muy bien que acababa de hacerlo
también.
Casi media hora después estaba tratando de conectarme a internet. No
funcionaba. Nathan estaba de pie en el arco y explicó con dureza:
—El internet no es gratuito, sabes. Ten un poco de amor propio. Paga por tus
propias cosas.
No respondí, en cambio, jugué al buscaminas mientras Dillan tomaba su
siesta. Solo puedo rezar para que se ponga mejor. 306
Ni siquiera veinte minutos después, Nathan vuelve, agarra mi laptop y se la
lleva. Vuelve con mi teléfono viejo y saca el nuevo de mi bolsillo, cambia las tarjetas
y pone de nuevo el teléfono viejo en mi bolsillo.
—Has pagado por la habitación del bebé, ¿vas a quitarme eso también? —
comento secamente, con los ojos estrechados.
—No, necesito la habitación vacía y dudo que pueda conseguir mi dinero de
vuelta por esos muebles mal cuidados.
Me río.
—Teniendo en cuenta que tú has usado esos muebles tanto como yo, es un
insulto para ti.
Solo se va. Me siento y jugueteo con mis pulgares, mi irritación alcanza un
nuevo nivel. Estoy encontrando difícil mantenerme tranquila y solo ha pasado un
día.
¡Oh, Dios! ¿Ahora qué? Ha vuelto. No han pasado ni quince minutos desde
que se ha ido a la habitación.
Oh, espera, está bien, está yendo al auto con... ¿por qué diablos tiene mi bolsa
de pañales? Lo veo volver a entrar a la casa a través del cristal de la ventana. Su
rostro es una dura máscara.
Entra al cuarto y me tira el abrigo de Dillan. Lo agarro antes de que me golpee
en el rostro.
—Agarra a Dillan y vete por un par de horas. Tu bolsa de pañales está lista con
la cantidad justa de todo.
—¿Qué? —¿Nos está echando por este día?
—Me oíste, tengo que concentrarme. Entra al auto y vete.
¿Me dejará volver si lo hago?
Suspira ante mi falta de acción y me arrebata el abrigo.
—Honestamente, eres su madre. Lo menos que puedes hacer es prepararlo
para salir. Eso es todo lo que pido. —Voy a darle un puñetazo.
Lo veo vestir a Dillan rápida y eficientemente. Dios lo maldiga. Ahora está
saliendo de la casa.
Rápidamente los persigo, pone a Dillan suavemente en el asiento trasero de
mi auto y me tira las llaves. Agarrándolas como lo hice con el abrigo, a solo dos
centímetros de mi rostro, aprieto los dientes y subo al asiento del conductor.
—Te olvidaste de tu abrigo, hace frío —me grita Nathan con la mano en el
marco de la puerta.
Un pensamiento se me viene a la mente. Salgo del auto y entro furiosa a la
casa.
Agarro mi abrigo, pero ni bien me acerco chasqueo los dedos.
—Oh, espera. Me olvidé completamente. —Me saco la blusa sobre la cabeza y
se la tiro.
307
—¿Qué estás haciendo? —Sus ojos se abren a medida que me mira usando
nada más que un sostén y un pantalón.
Me saco los zapatos y me bajo el pantalón, ignorando la sensación horrible de
la tierra húmeda bajo mis calcetines.
—¿Qué crees que estás haciendo? —dice Nathan entre dientes mientras pateo
mis jeans hacia él.
Me pongo de nuevo los zapatos y agarro mi abrigo de sus manos.
Encogiéndome de hombros, le sonrío amablemente.
—También compraste esos.
—Puedes quedarte con la ropa. —Se queda boquiabierto, sencillamente sin
poder creerlo.
—No gracias, no quiero nada de ti. A menos que sea para Dillan. —Me
abrocho el abrigo al frente, ignorando el hecho de que ni siquiera me cubre los
muslos y me inclino en la parte trasera del auto para agarrar a Dillan.
Probablemente, ahora mismo, le estoy dando una vista espectacular de mi
ropa interior de encaje.
—¿Ahora qué estás haciendo? —me grita, mientras acuno a mi hijo contra mi
pecho y camino casualmente al maletero.
Con una mano saco su cochecito y lo despliego con la ayuda de mi pie. Meto a
Dillan en el interior y lo envuelvo apretado en su manta. Uso el protector de lluvia
para evitar que el aire frío lo ataque.
—¡Guinevere!
—¿Sí? —le pregunto dulcemente, deteniéndome a unos pocos centímetros del
auto.
—Probaste tu punto.
Finjo estar confundida, casi riéndome maliciosamente al ver la expresión
derrotada en su rostro.
—¿Punto? ¿Qué punto? ¿Creí que querías que te devolviera todo lo que me
compraste?
—Gwen —suspira, parece exhausto—. Detente.
—No. Si quieres ser un idiota, entonces también seré una. —Chasqueo los
dedos otra vez—. Ahora que lo pienso. —Me río y niego como si me estuviera
diciendo estúpida—. También me compraste la ropa interior.
Sus párpados se extienden hasta donde es físicamente posible, queda
boquiabierto.
—No lo harías. Cualquiera podría verte. Te enfermarás.
—No pensé que te importara, Nathan. —Pestañeo y levanto el borde del
abrigo. Mis pulgares enganchan los bordes de mi ropa interior francesa.
Traga saliva, sus ojos casi desafiándome a hacerlo.
308
—¡Basta!
Dejo escapar un grito, mitad por la reacción de ser sorprendida debido a que
ahora estoy sobre su hombro y mitad triunfante por el hecho de que lo rompí.
Su hombro se clava en mi estómago mientras me lleva de vuelta a la casa, usa
la otra mano para empujar el cochecito. Sonrío. Un punto para mí.
—La única razón... —Comienza, pero frunzo el ceño profundamente y lo
reprendo.
—Guárdate cualquier mierda que quieras decir y dame de comer. Te importa.
Lo acabas de demostrar. Gano esta ronda.
Suena su teléfono, levanta el dedo para decirme que me quede callada. Le
daré este respeto.
Ninguna palabra sale de su boca durante la llamada, solo escucha callado, su
cuerpo se pone más tenso. No puedo oír qué le están diciendo, pero puedo oír una
voz masculina enfadada. Nathan cuelga el teléfono y me empuja hacia las escaleras.
—Vístete y empaca. Hablo en serio.
—No —le contesto firmemente, dándole una sonrisa que sé que le está
molestando como la mierda—. Pero gracias. ¿Tienes hambre? ¿Qué te gustaría
comer?
Camina hacia mí, acechándome, sus ojos son un resplandor de fuego furiosos
y algo más. No estoy segura de qué es el “algo más”, pero tengo la sensación de que
estoy a punto de averiguarlo.
—Haz las maletas. —Su voz es amenazante, casi cruel. Su rostro está a solo
dos centímetros del mío, casi acobardándome. Casi, pero no del todo. Aunque sí
trago saliva—. Y vete.
—No.
—Bueno —dice y mueve la cabeza a los costados, haciendo sonar su cuello—.
Haz como quieras.
—De acuerdo. —Le doy otra sonrisa y subo corriendo las escaleras—. Sé un
amigo y vigila a Dillan por mí.
—Tengo cosas... —No oigo el resto de lo que está diciendo porque entro a mi
cuarto y busco en mi ropero algo que no me haya comprado él.
No puedo creer que me acabe de desnudar en la calzada frente a Nathan.
Oficialmente, he perdido el rumbo.
Nathan no dice nada mientras me lleva con Jeanine. No digo nada. No estoy
del todo segura de que en realidad hay algo que podamos decir. Ha dejado sus
sentimientos claros, y en realidad no estoy segura de mis sentimientos en este
momento.
Se detiene frente a la casa de Jeanine la cual no está demasiado lejos de la de
Nathan, pero es lo suficientemente lejos para que quiera conducir allí.
Antes de que pueda llegar a la manija de la puerta. Le doy un tirón, suspiro y
me siento en mi asiento.
—¿Algún problema, Nathan?
Asiente, su lengua humedeciendo el labio inferior.
—Te prometí que nunca te haría daño adrede.
—Sí. —¿A dónde va con esto?
—No estoy haciendo esto para hacerte daño deliberadamente tampoco —
murmura con complicidad. Realmente no tengo cerebro para esto ahora.
—Mira... —Pongo mi mano en su muslo y le doy un apretón suave—. No te
culpo. No tienes que sentirte culpable. Dillan y yo no somos tu problema, nunca lo
fuimos. Gracias por el paseo.
La mirada que me da muestra demasiado pesar con el que cualquier persona
no debería tener que lidiar.
—Todo lo que he hecho, lo he hecho por ti.
—Es por eso que no estoy culpándote ahora.
Con una última mirada persistente, por fin desbloquea las puertas. 314
—Te echaré de menos, Gwen.
Mi corazón pesado palpita.
—¿Por qué dices eso como si nunca nos veremos otra vez? —El pánico sigue,
no me gusta esto— ¿Qué pasa con Dillan?
No responde, solo retuerce las manos en el volante y se queda mirando hacia
el frente.
Negando con decepción, sobre todo porque no voy a llorar, me inclino sobre él
y presiono mis labios en la mejilla antes de salir del auto. Él inhala un suspiro
tembloroso cuando cierro la puerta y saludo a través del parabrisas.
Estoy agradecida de que no se va hasta que estoy dentro, escucho el motor
lentamente dejando el camino de entrada y es lo suficientemente duro. Observando
que quizás me rompa.
—No te fue bien entonces —dice Jeanine mientras entro a su casa. Está de pie
junto a la ventana de la puerta, así que estoy asumiendo que estaba viendo. Tomo a
Dillan de sus brazos y lo sostengo con el brazo extendido.
—¿Me extrañaste, bebé? ¿Me extrañaste? —Arrullo con voz de bebé. Miro a
Jeanine y me encojo de hombros—. Por desgracia, no.
—Él estará alrededor —me tranquiliza, pero no necesito tranquilidad. Ahora
mismo estoy muy enojada con Nathan por considerar siquiera luchar por la
amistad—. ¿Qué dijo?
—No mucho, ¿sabías que iba a mover todas mis cosas?
Ella niega.
—Me dijo que tenía algunos negocios de familia para hacerle frente y
necesitaba la casa libre. Así que le dije que te invitaría por la mañana.
Quiero estar enojada con su traición, pero no puedo, ella estaba mirando por
alguien a quien conoce desde que era un niño. No puedo culparla por su lealtad con
él y no conmigo.
—Si hubiera sabido que iba a hacer esto, te lo hubiera dicho. —Sus ojos se ven
sinceros y creo en sus palabras. Esto me da un poco de alivio—. ¿Qué vas a hacer
ahora?
Dejo escapar un suspiro que llega accidentalmente al rostro de Dillan y sus
párpados se agitan. Riendo me lo llevo a la habitación y lo pongo en el tapete de
juego. Se queda mirando las luces intermitentes que se ciernen sobre su cabeza y
comienza a patear sus pequeñas gruesas piernas.
—Voy a llamar a mamá o Sasha y ver si uno de ellos me puede recoger.
—Bueno, si no pueden, te llevaré.
Niego.
—Sé lo mucho que odias conducir durante largos períodos de tiempo. Vamos 315
a estar bien.
—¿Dónde está tu collar? —me pregunta y hago una mueca de dolor en
respuesta—. Oh, querida.
—Tuve un momento de ira — susurro, sintiendo vergüenza de mí misma. Mis
dedos buscan el collar que ya no está allí—. Vuelvo enseguida. Haré un par de
llamadas.
Desafortunadamente, Sasha no me puede llevar hasta mañana y el auto de mi
mamá está siendo reparado. Eso me deja sin opciones. Tal vez debería aceptar ese
viaje de Nathan.
Nos daría la oportunidad de hablar.
Enterrando mi orgullo recojo mi teléfono, tengo que inclinarme sobre el sofá
porque el cable de mi cargador no es lo suficientemente largo para llegar y si lo
desenchufo solo morirá otra vez.
Nathan contesta después de varios tonos.
—¿Olvidaste algo? —Sí. Tú.
—No... Umm... Nadie me puede recoger hasta mañana —admito y mastico el
interior de mi mejilla—. Me gustaría irme mañana, Jeanine me ofreció que me
quedara, pero solo tengo suficientes pañales para que me dure hasta esta noche. —
Todavía estoy amamantando así que la comida no es un problema—. Y él no tiene
ningún pijama o incluso un lugar para dormir.
Él no habla por un largo momento.
—Te llevaré, pero no será hasta más tarde. En realidad estoy lidiando con
algunas cosas.
—También tengo las llaves de tu casa —le digo y acaricio mi bolsillo para
confirmar.
—Las tomaré cuando te recoja. —Hace una pausa por un momento—. Siento
que haya llegado a esto, Guinevere.
¿Qué le digo a eso?
—Yo también.
Cuanto más tiempo me siento y pienso en mis acciones del día de hoy, más
avergonzada me vuelvo. Mi cuello se siente desnudo y quiero más que nada mi
collar y borrar el dolor en los ojos de Nathan cuando me lo arranqué del cuello.
Actué injustificadamente. Él está pasando por algo. No estoy segura de si está
tratando de protegerme o a él mismo.
La indecisión nubla mi cerebro. Quiero luchar por él, más que nada. No puedo
soportar la idea de perderlo pero tampoco puedo soportar llevar la peor parte de su
ira cuando algo se pone difícil.
También es esta persona, que claramente está lidiando con algo peligroso.
Esto me preocupa. No solo tengo que pensar en mí, tengo a Dillan ahora. Tal vez
316
solo tengo que poner mi fe en Nathan y confiar en que lo trataré con él.
O tal vez debería entrar en pánico y llamar a la policía. Pero, ¿qué les diría?
Finalmente tomo una decisión, no es una enorme y no va a cambiar mucho,
pero va a ayudar a mi conciencia a aliviarse un poco.
—¿Puedes cuidar a Dillan otra vez? —le pregunto a Jeanine, esperando que no
esté empujando mi suerte.
Me tira las llaves del auto y me dice que vaya. Genial.
Capítulo 24
La casa está oscura y vacía cuando llego. El único auto en la entrada es la
bestia de mi BMW. Salgo del auto de Jeanine y saco mis llaves.
Todo lo que quiero es mi collar de vuelta. Nunca debí habérmelo arrancado y
la insistencia en mi mente está volviéndome loca. Una vez que lo tenga, lo repararé
y se lo enviaré de vuelta. O me lo quedaré. Aún no lo he decidido.
Subo las escaleras en puntillas, sintiéndome como una criminal y rezando que
Nathan no haya cerrado la puerta de su habitación.
No lo hizo. Gracias a Dios.
No enciendo las luces, la habitación esta sombría pero puedo ver hacia donde
estoy yendo.
Usando el flash de la cámara como linterna, caigo de rodillas en su armario y
busco el collar dorado.
Casi inmediatamente, en una esquina alejada, la pequeña joya roja brilla.
Sonrío y me arrastro, tomándolo con una mano. Lo recojo pero la cadena se atasca 317
en algo, haciendo que la suelte. Debe haberse enganchado en un clavo suelto. Hay
ropas encima oscureciendo el lugar, palpo por el final de la cadena con dificultad.
Uso mi teléfono otra vez y aprieto los labios cuando veo que la cadena está
atrapada entre el sócalo y el piso. ¿Cuáles son las posibilidades?
Le doy otro tirón pero no llego a ningún lado. Además, me preocupa romper
más la cadena.
Deslizándome sobre mi estómago, rezo porque no haya arañas y apoyo mi
teléfono contra un zapato así brilla directamente hacia donde está atorada la
cadena. Doy otro tirón. Nada.
Maldición.
Está verdaderamente atorado. Creo que el gancho se deslizó allí y se ha
torcido.
Vuelvo a la habitación de Nathan y abro el cajón del escritorio junto a la cama.
Lo he visto agarrar lapiceras y cosas de aquí. Espero que haya algo que pueda usar.
¿Qué demonios? ¿Cuándo…? Oh Dios mío.
Tomo la foto y parpadeo con sorpresa. Es una de Nathan y de mí en la rueda
de la fortuna, estoy embarazada, mi cabeza está descansando contra su hombro y
su barbilla está en la cima de mi cabeza.
El recuerdo surge y de pronto se me ocurre que esto es lo que debe haber
estado comprando cuando fui al baño esa noche en la feria. Mi boca se estira en
una suave sonrisa, toco afectuosamente la foto con la punta de mi dedo y la vuelvo
a poner en el cajón.
Creo que Nathan siente más por mí de lo que admite. ¿De qué otra forma
explico esta foto secreta? Claramente no quiere que sepa que la tiene o la tendría a
la vista. Es eso, o al menos me la habría mostrado.
¿Por cuánto tiempo se ha sentido de este modo? Creí que no le gustaba en ese
entonces.
Mi mente vuelve al collar, agarro una regla —por qué demonios tiene una
regla arriba, no tengo idea—, y vuelvo al trabajo de soltar el collar del sócalo.
La esquina de plástico de la regla se desliza entre el suelo y el sócalo en la
esquina. La deslizo hasta que tengo mi collar fuera unos centímetros.
Clic. Uh-oh. El sócalo se cayó de la pared. Eso no es bueno.
Mi atención está en el pequeño espacio oscuro, estoy segura de que puedo ver
algo. Como una especie de caja. Usando la luz de mi teléfono ilumino el agujero,
asustada de encontrar algunas criaturas. En su lugar, encuentro un espacio muy
pequeño y limpio lleno con cajas de DVD perfectamente alineadas.
¿Qué son esas?
¿La reserva de porno de Nathan? No puedo evitarlo, mi curiosidad no me
dejará olvidarlas. Si es porno o posiblemente Nathan haciendo cosas cochinas solo
las devolveré. 318
Soy tan afortunada. Caleb siempre dijo que era afortunada y tenía razón. Se
siente como si estuviera destinada a encontrar esto.
¿Cuáles serían las probabilidades de que esto sucediera porque arrojé mi
collar?
Paso mis dedos sobre las cajas negras con etiquetas a lo largo del borde
puntiagudo. Mis ojos se centran instantáneamente en una que parece separada de
las otras. Es la única que está etiquetada.
Primera Vez
(Inc—Stephan)
¿Ese no es el nombre del señor Weston? Estoy segura que lo es.
Saco tres de los DVD sin etiquetar y el etiquetado y vuelvo a la habitación de
Nathan. Debería haber notado mejor donde estaba todo, probablemente note que
las he movido, siendo el perfeccionista que es.
Desearía tener mi propia televisión en mi habitación, menos probabilidades
de ser atrapada, pero sé que no volverá por un tiempo. Sin embargo, mis manos
tiemblan con el pensamiento.
Cuando abro el DVD, el titulo me desconcierta.
No dudo en colocar el disco en el reproductor de DVD conectado detrás de la
televisión y encenderlo.
Él sabía.
¿Qué clase de título es ese para porno casero? Asumiendo que es porno.
Empujo el DVD en el reproductor y me siento en mis rodillas. La pantalla esta
borrosa por unos minutos con ruido blanco. La calidad tampoco es buena. Huh,
parece ser algún tipo de…oh mi Dios. Eso es aquí, reconocería la puerta principal
donde sea.
—¿Dónde está él? —Un hombre que no reconozco habla detrás de la cámara—
. ¿Dónde está mi hombrecito hoy?
Oh, es algún tipo de video familiar.
—¡Aquí, abuelo aquí! —Dejo escapar una risa sorprendida cuando un niño de
cabello negro, que no puede tener más de seis, viene corriendo y desaparece de la
vista cuando no duda en abrazar a su abuelo. Espera…
He visto a este niño antes. La foto que encontré. ¡Es Caleb!
Mi corazón se eleva.
—Mira lo que tiene el abuelo, Nathan.
Vaya. ¿Es Nathan? ¿Está seguro? Debe serlo, ese es su abuelo. El parecido es
asombroso.
—Genial. —El video se tambalea mucho y cruje cuando el abuelo del chico le
muestra la cámara.
Nathan está de vuelta a la vista, su rostro pareciendo estar solo a algunos
centímetros de la cámara. Conozco esos ojos, labios y esas pecas. Es Nathan. ¡Ese
319
es Nathan! Ahora que estoy obteniendo un vistazo más de cerca puedo decir que es
él.
—¿Y cuántos años tienes ahora? —pregunta el abuelo cuando toma la cámara
de regreso del pequeño niño feliz. Tan libre, tan feliz. Es extraño ver a Nathan de
esta forma.
El niño sonríe y la sonrisa es tan fácil, me recuerda mucho a Caleb.
—¡Cumplí seis ayer!
—¿Supongo que querrás un regalo?
El niñito se balancea en el lugar, su apretada camisa blanca y el pequeño
moño azul son la única cosa a la vista mientras salta. Puede saltar bastante alto
para un niño de su edad.
—Pod favod, pod favod, pod favod.
Ay, dijo pod favor. Es tan lindo.
—Ven entonces. —El abuelo lo lleva afuera—. Al granero.
—¡Sí! —grita Nathan, su pequeño puño agitándose en el aire—. ¡Al granero! —
dice esto como un súper héroe y vuela a través del pasto largo. No puedo reprimir
mi sonrisa ante su comportamiento juguetón.
Ah, puedo ver el granero que ha sido reducido a cenizas.
Mis sospechas son pronto confirmadas cuando se las arreglan para llegar al
gran granero blanco, casi tan grande como la casa. Veo la mano ligeramente
envejecida del abuelo destrabar la puerta y abrirla. El movimiento de la cámara
está dándome nauseas.
—¿Dónde está? ¿Dónde está? —Nathan salta emocionado justo en el interior
de la puerta. Las luces se encienden, mostrando cuan terrible era la calidad de la
cámara de video de hace dieciocho años. Y ésta video grabadora es probablemente
una de las mejores de esa época. Quien quiera que filmara este video debe haber
pasado por muchos problemas para convertirlo en DVD.
—Lo verás, pero primero… —Escucho la puerta cerrarse y trabarse—.Tengo
que contarte un secreto. ¿Puedes guardar un secreto? —La cámara se enfoca en el
rostro del niño, la cual se pone repentinamente seria mientras asiente con
entusiasmo. ¿Por qué estoy sintiéndome incómoda de pronto? ¿Dónde están los
animales de este granero?—. Bien. Eres muy especial para mí, Nathan. Eres mi
nieto más grande. Eso significa que cuando muera, todo esto será tuyo.
—¿Todo de qué? —pregunta Nathan, su linda nariz arrugándose.
—Mi casa, este granero, mis autos.
¿Autos? No he visto ningún auto. Quizás Nathan los vendió.
—¡Genial! ¿Puedo tener mi regalo ahora?
Entran a otra habitación, no sé mucho de graneros, pero se supone que
tengan más espacio que éste. Esta habitación es un poco más grande que la anterior
y me estoy preguntando por qué hay una cama en la esquina. Tal vez es donde los 320
trabajadores de la granja descansaban o se quedaban. Hay un lavabo también, pero
no luce en buen estado.
El abuelo enciende otra luz pero no es muy buena. Apenas puedo ver el rostro
de Nathan pero puedo ver su traje blanco perfectamente, la cámara sigue
apuntando a un Nathan curioso.
—¿Listo para tu regalo? —pregunta el abuelo a Nathan, que sonríe—. Lo
tendrás con una condición.
—¿Cuál?
Oh Dios mío.
Mi mano vuela a mi boca y las lágrimas queman mis ojos. Miro pero no. Grito
pero no. Lloro pero no. No puedo alejar la mirada y antes que siquiera termine
corro al inodoro y vomito.
—¿Por qué está tu pipí afuera, abuelo?
Oh mi Dios. Mi cuerpo no deja de temblar.
—Bueno, para tener tu regalo debes ser un niño muy bueno. Vamos a jugar
un juego muy divertido.
—¿Qué juego?
—Necesito que hagas algo por mí.
—No creo que quiera.
—Está bien.
—No, eso es asqueroso.
—Hazlo.
Tirón. Llanto. Sollozo. Lucha.
—Buen chico. Eso es.
Sorbido, sollozo.
No puedo sacarlo de mi cabeza. Mi estómago palpita otra vez, pero mi mente
no se moverá a otra cosa.
—¿Puedo parar ahora?
—No.
—¿Qué estás haciendo?
—Quítatelos.
Mi cuerpo está en shock, solo lo sé. Ese pobre niño. Ese pobre, pobre niño.
—¡Para! ¡Para! ¡Duele! ¡Por favor, para! ¡PAPI! ¡MAMI!
Los gritos, el llanto, los ruegos. La bilis sube otra vez.
Él se ahoga, incapaz de respirar. Una mano esta sobre su boca mientras el
viejo gruñe, suspirando cada pocos segundos. Una mano sostiene la cámara. Veo…
todo. Quiero alejar la mirada pero necesito ver, así puedo absorber su dolor.
Hacerlo para que nunca lo sienta. 321
—Eso es. —Su mano lo trabaja. Su asquerosa longitud. —Tómalo niño.
—¡NO!
—¡TOMALO!
Corro hacia el dormitorio y quito rápidamente el DVD de la televisión. Se
siente como fuego en mis manos. Lo vuelvo a colocar en la caja del DVD y lo meto
en mi abrigo. No sé qué voy a hacer con él, pero sé que no puedo no hacer nada.
Oh mi Dios. Las lágrimas caen, mi visión borrosa. No puedo creer esto.
Nathan.
Oh Dios. Nathan. Siento tanto que esto te sucediera a ti.
No debería hacerlo… pero necesito saber si hay más. ¿Son todos estos DVD
grabaciones del abuso?
Reviso los que tengo, uno por uno, solo echándoles un vistazo para confirmar.
Me toma unos minutos, pero me las arreglo para ver toda la pila que estaba
escondida detrás del sócalo. Solo mirando algunos y sollozando cuando me doy
cuenta que el último es uno de Nathan cuando luce de once.
El vómito viene otra vez, apenas llego al inodoro esta vez. El sonido del horror
viniendo de la televisión solo me hace sentir peor.
Mi respiración está fuera de control, mi mente quiere apagarse y bloquear
esto. Las cosas que acabo de presenciar son demasiado dolorosas para soportar.
¿Cómo puede vivir Nathan con esto? ¿Por qué nunca dijo nada? ¿Cómo puede
quedarse aquí después de vivir eso?
Enjuago mi boca después de cepillar mis dientes y miro mi reflejo en el
espejo. Nathan. Oh mi Dios. Nathan.
Pobre Nathan.
Esto explica todo. Oh, Dios.
Lloro.
Mi rostro quema de mis lágrimas saladas, ellas no se detendrán.
—¡TOMALO!
Este es el por qué Nathan tiene un problema con sus mano… ¿verdad? ¿Qué
voy a hacer?
—¿Qué mierda hiciste? —Me doy la vuelta, mi espalda golpeando el lavabo
cuando mis ojos aterrizan en un furioso Nathan, sus manos aprietan el marco de la
puerta, como si estuviera anclándose—. ¿QUÉ HICISTE?
—Nathan. —Intento, pero es cortado cuando se lanza por mí, su mano
apretando mi cabello. No es doloroso, ni un poco, pero podría serlo si tirara un
poco más fuerte. El miedo se mezcla con la abrumadora pena que siento y mi
cuerpo ya débil comienza a temblar. —Yo…
El usual tono dorado de su piel es ahora rojo, una vena late enojada en su
frente.
—¡Te dije que te mantuvieras fuera de mi habitación!
322
—Yo…
Soy arrastrada al pasillo y golpeada duramente contra la pared, una vez más,
no duele pero me asusta como la mierda. Mis huesos crujen y mi miedo crece.
—¡TE LO DIJE!
—Lo sé… no quise… —grito y cubro mi rostro cuando su puño sube; no me
golpea, golpea la pared junto a mi cabeza. Mi instinto de escape se activa, paso bajo
su brazo e intento escapar.
No doy ni tres pasos cuando un brazo se envuelve alrededor de mi torso,
golpeándome de regreso en su pecho.
—¡Déjame ir! —ruego, mis lágrimas ahora de miedo. ¿Qué va a hacer?—. Por
favor, Nathan, déjame explicarte.
Pataleo, intentando de liberar mis brazos pero él tiene agarre en mis muñecas,
fijándolas a través de mi pecho.
—¿Dónde las encontraste?
—En… en el armario —tartamudeo y dejo salir un sollozo—. Volví por mi
collar, se atoró. Cuando intenté sacarlo el sócalo salió. —Su pesada respiración
golpea mi oreja, suena como si estuviera a punto de hiperventilar—. Creí que era un
video casero. Lo juro… Pero entonces… Solo revisé los otros.
Gimo cuando me gira en sus brazos y me golpea contra la pared, no duele
pero si sacude todo mi cuerpo. Sus manos aprietan mi cuello cuando mueve su
rostro a mi cabello.
—Si alguna vez le dices a alguien de esto…
—Yo…
Aprieta la parte de atrás de mi cuello, silenciándome con éxito.
—Acabaré contigo. —La forma en la que dice esto es tan amenazante, tan fría
que apenas reconozco al Nathan que creí conocer.
Mis ojos se agrandan con miedo y mi cuerpo tiembla más que antes.
—Nathan. —Deslizo mi mano por su brazo y toco su mejilla, aleja la mirada, la
vergüenza nublando sus facciones. ¿De qué tiene que avergonzarse?—. Siento
tanto que esto te haya sucedido a ti.
Su cuerpo se tensa, sus músculos ahora concretos bajo su piel.
—Vete. —Se aleja de mí y me mira con una ira tan potente que retrocedo. Me
lanza mi abrigo—. No regreses, Gwen.
—Nathan… —Intento, mi ceño se frunce con simpatía y preocupación—. Yo…
—¡Dije que te fueras! —grita, y toma mi brazo. Soy empujada por las
escaleras, tambaleándome un poco mientras mis piernas lentas intentan seguir el
ritmo de sus zancadas rápidas y poderosas.
—Por favor, no…
323
—No. —Niega y pone una mano sobre mi boca—. Nunca quiero verte otra vez,
nunca quiero escuchar de ti otra vez. —Me lleva hasta los últimos escalones, las
lágrimas queman en mi mejilla.
—Nathan, por favor.
—¡Cállate! —gruñe, arrastrándome hacia la puerta—. Lo digo en serio,
Guinevere. —La puerta se abre y soy arrojada fuera en el frío. Ojos marrones fríos y
sin emociones atacan los míos grises—. Estás muerta para mí. —La puerta se cierra
de un golpe, dejándome petrificada en el lugar.
—Oh Dios mío —murmuro, mis dientes castañeando. Las lágrimas que
estaban cayendo antes, salen de mis ojos en dos corrientes interminables. Sostengo
mi abrigo con fuerza y corro hacia el auto de Jeanine. Tenemos que irnos y tenemos
que hacerlo ahora. Cualquier demonio que Nathan este conteniendo no quiero
enfrentarlo. Claramente no quiere compartirlos y no lo culpo. Solo puedo imaginar
lo que es tener un secreto tan poderoso.
Le concederé su deseo.