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FOBIA ESCOLAR, ATAQUES DE PÁNICO Y ANSIEDAD EN NIÑOS

INTRODUCCIÓN

La fobia escolar no es una auténtica “fobia”. Es mucho más compleja, y puede llegar a involucrar una variedad de
trastornos; entre ellos, la ansiedad por separación, la agorafobia y la fobia social, si bien la ansiedad se centra en el
entorno
Escolar. En realidad, el niño que padece esta fobia tiene, casi siempre, miedo de abandonar el entorno hogareño, al que
considera seguro, y la presencia exenta de riesgos de sus cuidadores principales. Todo niño pequeño que sufre de
ansiedad por separación puede experimentar los mismos síntomas cuando se lo deja en casa de un amigo que cuando se
lo deja en
La escuela. Aquéllos con agorafobia pueden padecerlos tanto en un cine como en un autobús escolar. Y los que sufren
de fobia social pueden evidenciar los mismos síntomas cuando se les pide que lean en voz alta en un centro de culto, no
es sólo la escuela lo que provoca estas preocupantes manifestaciones.
Algunos profesionales prefieren denominarla “rechazo a la escuela” o “evitación escolar”.

Tipos de fobia escolar

Hay dos tipos de fobia escolar La primera se relaciona con la ansiedad por separación , y se encuentra, por lo general, en
niños de hasta ocho años El segundo tipo afecta, en casi todas las ocasiones, a niños de más de ocho años de edad, se
relaciona con los aspectos sociales de la escolaridad, y puede considerarse una fobia social.

Tres grupos etarios en los que recrudece la fobia escolar

Existen tres etapas en las que se registran picos de recrudecimiento de la fobia escolar:

• La primera se observa entre los cinco y los siete años, y se relaciona con la ansiedad por separación.

• La segunda predomina los 11 y 12 años, debido a situaciones de ansiedad relacionadas con el cambio del colegio
primario al secundario, y está vinculada a la fobia social.

• La tercera tiene lugar entre los 14 y los 16 años, y está relacionada con la fobia social y otros trastornos psiquiátricos,
como depresión y otras fobias.

Indicadores de propensión en los niños

Existen ciertas características familiares que indican si es probable que un niño dado sea más propenso a sufrir un
trastorno de ansiedad como la fobia escolar. Los indicadores son:

• Otro miembro cercano de la familia sufre de un problema emocional o relacionado con la ansiedad.

• El niño ha sido sobreprotegido y, por lo tanto, con frecuencia, depende más de sus padres y tiene miedo de quedarse
solo (posiblemente, este caso se presenta en hijos únicos).

• El niño tiene una madre muy ansiosa que le transmite su ansiedad, lo que hace que éste sienta que tiene un motivo
para preocuparse (es posible que también “imite” a su madre y se comporte de la misma forma, con lo cual se preocupa
por el mismo tipo de cosas, de la misma manera).

• Es posible que el niño tenga un padre que desempeña un rol mínimo en su crianza, o que esté ausente por completo.

• El hijo menor de la familia es, con frecuencia, el más vulnerable a los trastornos de ansiedad porque siempre se
considera que es el “bebé” de la familia, y se lo trata como tal. Además, cuando los padres saben que no tendrán más
hijos, en ocasiones desean tener al más pequeño muy cerca de ellos y (si bien de forma inconsciente) en situación de
dependencia.
• El niño padece de alguna enfermedad crónica, ha necesitado mucho a sus padres, y no tiene la confianza suficiente
para saber que se encuentra en condiciones y lo bastante fuerte para afrontar lo que la vida le depara.

• Con frecuencia, se trata de niños de buena conducta y académicamente capaces.

La terapia familiar

La terapia familiar se basa en la idea de que las dificultades emocionales y de conducta de los niños afectan a la totalidad
de la familia, y también gira en torno del concepto de que es necesario apelar a la familia para ayudar a resolver los
problemas del niño.

La terapia familiar sistémica

La terapia familiar sistémica observa los sistemas que afectan al niño, entre ellos, los sistemas que operan dentro de la
familia (los miembros de la familia, la familia como unidad, los familiares lejanos) y los sistemas más amplios, como el de
los servicios sociales y la escuela, dado que todos ellos producen un efecto sobre el pequeño. También requiere la
observación y la comprensión del efecto que producen el terapeuta y el equipo de éste en los sistemas en que se
desenvuelve el niño; por ejemplo, las experiencias previas con profesionales y las experiencias anteriores en el ámbito
personal.

La Terapia Breve Encaminada a la Solución

La Terapia Breve Encaminada a la Solución y la Terapia Breve Orientada a la Solución también llamada “terapia de la
posibilidad”, afín a aquélla, demanda tan pocas sesiones como sea posible. Los terapeutas procuran encontrar
soluciones a problemas que existen en el presente; la TBES, orientada a objetivos, apunta a que el niño, su familia y el
terapeuta encuentren juntos las soluciones. El niño y su familia trabajan en colaboración con el terapeuta para lograr los
objetivos que aquél desea.

La Entrevista Motivacional

Algunos adolescentes en estado de angustia desarrollan conductas de riesgo en un esfuerzo por manejar su ansiedad. Es
buena idea emplear las técnicas de la Entrevista Motivacional (EM) para ayudar a los que, por ejemplo, tienen trastornos
en la alimentación, son adictos al tabaco, el alcohol o las drogas, o mantienen actividades sexuales de riesgo, de modo
que se sientan motivados para cambiar sus hábitos o sus conductas cuando sientan ambivalencia (se sienten de dos
formas distintas al respecto) o cuando sean resistentes al cambio.

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