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El sexto mandamiento tiene en nuestros días una importancia capital.

No es sólo una prohibición


de quitar la vida al prójimo como mandato negativo, sino que positivamente señala el valor de la
vida humana y pone las barreras para defender la vida. Sin embargo, en general es un
mandamiento que la sociedad quebranta continuamente.
Cada día hay asesinatos en todos los países: los terroristas matan premeditadamente para lograr
un supuesto ideal político o para apoderarse de dinero o un pedazo de tierra; las mafias asesinan
para conseguir poder entre facciones rivales, controlar el comercio ilegal y engrosar sus capitales;
matan los maridos, que no sólo maltratan a sus esposas, sino que las asesinan hasta con saña;
algunos matan por mimetismo o para tener experiencias fuertes como sucedió con jóvenes en
nuestro país y en Estados Unidos; en las guerras que están activas se mata indiscriminadamente a
hombres, mujeres y niños en limpiezas étnicas.
A todo esto hay que añadir las muertes espontáneas (no premeditadas) en un robo, una pelea o
una violación. Y cada vez aumentan más los casos a medida que la gente se aleja del temor de
Dios.
En Ex. 20:13 se emplea la palabra hebrea ratsach que significa matar , un término significativo pro
cuanto se refiere a matar seres humanos y nunca se utiliza para aludir a la muerte de un animal.
Para la matanza de animales, ya sea para el sacrificio u para la comida, se usa el término shachat .
Además , ratsach se utiliza casi siempre en el sentido de matar ilícitamente, salvo en Nm. 35:27,30.

Por esta razón, algunas traducciones moderas han traducido Ex. 20:13 por “no asesinarás ”, es
decir, matar de forma premeditada e ilícita.

1. El debate sobre la pena de muerte


En realidad, conocer el significado de este mandamiento no es ningún problema para nadie. Sin
embargo, las implicaciones que tiene están en debate constantemente. Quizás la que produce
mayor tensión es la muerte legal practicada por el Estado que no ha abolido. Otras implicaciones
son la eutanasia, el aborto, el suicidio, la defensa propia y la guerra. Cada aspecto necesitaría un
tratamiento aparte. En cuanto a la pena capital hay dos posturas dentro del protestantismo.
a. Los defensores de la pena muerte .
Entienden que es parte de la ley de Dios para el asesinato. Después del diluvio Dios la
estableció como castigo en respuesta a los crímenes violentos (Gn. 9:6). Como el ser
humano es tan valioso, derramar sangre humana debe pagarse con la muerte del homicida.
Cuando llegamos a la ley moral, Dios subraya lo que era práctica habitual (Ex. 21:12, Lv.
24:17). Pero en el AT había otros casos castigados con la muerte: maltratar a los padres,
secuestrar, la negligencia criminal, la hechicería, al idolatría, las ofensas sexuales, la
blasfemia y la falsa profecía. ¿Debería aplicarse también la pena de muerte para estos
casos? En cuanto al NT se menciona Ro. 13:4 entendido como ejecución de la pena capital.
Personalmente creo que es ir más allá de su sentido en este contexto. Además añaden Hch.
25:11, un versículo tomado por los pelos.
 
b. Los defensores de la abolición de la pena de muerte
El abolicionismo se va imponiendo en occidente y los que sostienen lo contrario dicen que
éstos siguen la corriente de este mundo y no lo que manda la Biblia. Pero a las objeciones de
índole general, como por ejemplo, que no tiene ningún efecto disuasivo, cabe el error judicial
y es irreversible, no se puede rehabilitar al criminal, siempre es más importante la reverencia
por la vida, debemos añadir las objeciones bíblicas. Admitiendo la norma después del diluvio
para enfatizar el valor de la vida, cuando llega la ley, el mandamiento es explícito: no
matarás. La ley del talión era para frenar la venganza y no para instituir la pena de muerte en
un tiempo en que la venganza era la norma en la sociedad.

Por otro lado, en la ética del reino proclamada por Jesús, el amor y la gracia suaviza la ley
(Mt. 5:38-48). Es cierto que este texto sólo toca el asunto implícitamente y se refiere al
súbdito del reino y no al Estado, pero el principio que destaca es importante. La actitud de
Jesús frente a la mujer adúltera (Jn. 8:2-11) no condenándola a muerte e instándole a no
pecar más es significativa. Personalmente creo que el asunto es muy complejo y necesita de
mayor profundización de parte de todos para poder posicionarnos claramente, pero
esperamos ofrecer una conclusión orientadora para que cada lector haga su propia elección.

. ¿Por qué está prohibido matar?


Hemos visto en la introducción que el término hebreo se refiere a los seres humanos y no a
otros seres vivos como los animales y las plantas, ya que el mandamiento trata de la vida
de las personas. ¿Por qué se prohíbe matar a una persona, hombre o mujer?

a. Porque ha sido creado a imagen de Dios .


Matar a un ser humano es destruir algo único que Dios hizo a su semejanza de manera
singular (Gn. 1:26-27). Es más, incluso maldecir a otras personas es malo (Stg. 3.9). La
prohibición no es relativa a la conducta de la persona, sino al hecho significativo de la imagen
de Dios en ella. Mientras es posible matar a un animal para el alimento o como ofrenda (cf.
leyes AT), entre las personas existe una igualdad fundamental que hace que no se deba
disponer de su vida a su antojo, como hizo David con Urías

b. Porque el asesinato es un acto definitivo.


Por tanto, el sexto mandamiento es una señal de alerta a tomar en serio la vida humana. El
autor de la carta a los Hebreos declara solemnemente: “está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio “(He. 9:27). Por eso la Biblia condena el
asesinato, porque después de la muerte no hay vuelta atrás, a pesar de los muchos que
actualmente, influidos por las religiones orientales, crean en la reencarnación o posibilidad de
vivir otra vida. Lo definitivo es la muerte y la ausencia de una segunda oportunidad es una
razón de peso para condenar el asesinato

c. Porque su alcance es mucho mayor .


El asesinato siempre afecta a más personas que el muerto, como comprobamos con el
terrorismo de ETA. Afecta a familias, instituciones y al Estado. Dios se pronuncia, incluso en
la muerte involuntaria, de culpar del derramamiento de sangre “sobre su casa” (Dt. 22:8),
porque por lo menos trae desgracia a la familia, pero también a la sociedad cuando el crimen
es horrendo.

. ¿Qué tipos de muerte están incluidos en el mandamiento?


Evidentemente, la casuística legal moderna no puede ser contemplada en la Biblia. La
prohibición está formulada de manera general, por tanto, debemos recurrir a otros pasajes
de la Escritura para responder la pregunta. Señalemos los tipos más significativos
:

a. La muerte con premeditación (Éx. 21:12-14).


En este caso, al infractor no se le permitía refugiarse en ningún sitio y debía ser
entregado a la justicia.
b. La muerte por negligencia (Dt. 22:8).
El pueblo de Israel tenía que vivir de tal manera que no se le pudiera imputar la muerte de
una persona por descuido involuntario. Debemos ir con cuidado con la forma de
comportarnos: el sacar a pasear un perro peligroso, vender productos que pueden causar la
muerte o conducir un vehículo imprudentemente, son conductas negligentes con
consecuencias irreversibles.

c. La muerte por causas inmorales .


En este sentido tenemos que referirnos al aborto, la eutanasia (cf. temas actualidad en esta
web) y el suicidio. Hasta cierto punto serían discutibles, la defensa propia, la pena capital y la
guerra.
Conclusión: El sexto mandamiento visto positivamente es una advertencia muy seria a tomar
partido por la vida del prójimo, además de mostrarnos la gravedad de quebrantarlo de las diversas
formas en que los seres humanos lo hacen. Sabemos que el que falla en un mandamiento es
culpable de todos ellos (Stg. 2:10), incluido éste.

Pero la ley nos debe llevar al evangelio. Cuando Jesús está delante de Pilato, éste propuso
liberarlo con una opción: Jesús o Barrabás. Los judíos pidieron la liberación del asesino y el
inocente fue condenado y muerto en su lugar. En la cruz, había a ambos lados de Jesús, dos
asesinos, uno de ellos recibió la esperanza de la vida eterna. Cristo murió para redimir y perdonar
aún a los asesinos que creen en él.

o matarás” (Éxodo 20:13).

¿Qué es lo que hace preciosa la vida


humana? Considerémoslo

Desde la perspectiva de Dios. Él nos hizo a su imagen con


el propósito de crear en nosotros su propio carácter. Por
eso él no quiere “que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9;
comparar 1 Timoteo 2:4). Jesús mismo dijo: “No envió
Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17).

Sin embargo, en el mundo en que vivimos frecuentemente


vemos que la vida humana carece de valor. Zanjamos
nuestras dificultades o diferencias con guerras, privando
de la vida a cientos de miles de personas. Los criminales
no sólo roban pertenencias sino, muchas veces, también
las vidas de sus víctimas. Millones de abortos son
provocados año tras año, porque son muchas las personas
que consideran un embarazo no deseado simplemente
como un inconveniente o una consecuencia inesperada de
sus actividades sexuales.

Qué contraste tan marcado con nuestro Creador, quien


nos promete la dádiva más grande que sea posible: la
oportunidad de compartir la vida eterna con él.

Por lo general, lo primero que se menciona en los


noticieros de la radio o la televisión es el asesinato del día,
particularmente en las ciudades grandes. Muchos de esos
crímenes son cometidos por un miembro de la familia, un
amigo o un conocido de la víctima.

La violencia en las calles y las luchas entre pandillas, que


han causado la muerte de tantas víctimas inocentes, han
llenado de miedo a muchos barrios y comunidades
enteras. Los homicidios relacionados con el narcotráfico y
otros crímenes son cosa de todos los días. Miles de
personas en todo el mundo son asesinadas por motivos
políticos o ideológicos. El asesinato es algo que, directa o
indirectamente, afecta la vida de casi todos los
seres humanos.

En las sociedades supuestamente ilustradas, la televisión y


las películas bombardean al público con asesinatos y
verdaderas carnicerías. La violencia se encuentra tan
complejamente entretejida con la sociedad que hasta la
ensalzamos en nuestra literatura y diversiones.

Resulta irónico, y casi podríamos decir que risible si no


fuera por lo trágico, que a pesar de nuestra aparente
fascinación por el crimen, seguimos el ejemplo de la
mayoría de los pueblos a lo largo de la historia y creamos
leyes estrictas en contra de éste. En realidad, es muy rara
la persona que pueda pensar que el crimen o el asesinato
no son malos en su comunidad.

No obstante, otros aspectos que tienen que ver con el valor


y la santidad de la vida humana tienden a provocar
controversias, particularmente cuando se trata de la
ejecución de criminales. ¿Acaso la pena capital es lo
mismo que el asesinato? ¿Quebranta esto el
sexto mandamiento?

El quid del asunto
El meollo de estas preguntas se encuentra en otras: ¿Quién
tiene la autoridad de disponer de la vida humana? ¿Quién
tiene el derecho de tomar esa decisión?

El sexto mandamiento no podría ser más claro. Dice


sencillamente: “No matarás”. Uno no debe matar
deliberadamente, ya sea en forma premeditada o en un
acceso de ira.

Debemos controlar nuestras emociones e impulsos. No


tenemos ningún derecho de quitarle la vida a otra persona;
Dios se ha reservado ese derecho sólo para sí. Ese es el
mensaje de este mandamiento. Dios no permite que
nosotros, en forma voluntaria o deliberada, le quitemos la
vida a otra persona. El sexto mandamiento nos recuerda
que Dios es el dador de la vida, y que sólo él tiene la
autoridad para quitarla o permitir que los humanos
la quiten.
El sexto mandamiento no se aplica específicamente al
homicidio involuntario: la muerte causada
accidentalmente por un descuido o algún otro acto
involuntario. Tales muertes, aunque son actos graves, no
son consideradas —ni por Dios ni por los hombres— en la
misma categoría que el homicidio premeditado.

La justicia y la misericordia
Dios es especialmente misericordioso con los que se
arrepienten: “Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no
quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de
su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos
caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?”
(Ezequiel 33:11). Así es cómo piensa Dios, y así es cómo
quiere que pensemos nosotros.

En una ocasión, cuando ciertos judíos le trajeron a una


mujer que había sido sorprendida en adulterio, ¿cuál fue la
reacción del Hijo de Dios? Sus acusadores le hubieran
dado muerte a pedradas si él hubiera estado de acuerdo
con tal castigo, que era el que estipulaba la ley para esos
casos. Sin embargo, aunque Jesucristo no le dio el visto
bueno a la conducta pecaminosa de ella, sí la perdonó y le
dijo: “Vete, y no peques más” (Juan 8:11). Él le tuvo
misericordia y le dio oportunidad de que recapacitara
y cambiara su forma de vivir para evitar el
juicio venidero.

Finalmente, todos hemos de dar cuentas ante Dios. El


apóstol Santiago nos advierte: “Así hablad, y así haced,
como los que habéis de ser juzgados por la ley de la
libertad” (Santiago 2:12). Llegará el momento en que todos
habrán de ser juzgados por lo que hayan hecho, ya sea
bueno o malo.

La misericordia de Dios —su perdón— está disponible para


todos los pecadores, incluso los asesinos. Dios quiere
perdonarnos, pero también exige que nos
arrepintamos: que dejemos de quebrantar sus
mandamientos y que nos volvamos a él con el corazón
contrito y humillado. Luego debemos pedirle perdón y ser
bautizados. El bautismo es un acto con el que mostramos
que nuestro viejo yo ha muerto y ha sido sepultado en una
tumba de agua junto con Cristo (Hechos de los
Apóstoles 2:38; Romanos 6:4).

Uno de los hermosos ejemplos de la misericordia y el


perdón de Dios es el llamamiento y la conversión de Saulo,
el que vino a ser el apóstol Pablo. Antes de su conversión,
él había dado personalmente su voto para la ejecución de
algunos cristianos (Hechos de los Apóstoles 26:10). Pero
Dios lo perdonó, lo cual desde entonces vino a ser un
ejemplo de la gran misericordia de Dios.

En 1 Timoteo 1:13-16, Pablo nos habla de sí


mismo: “Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e
injuriador . . . fui recibido a misericordia porque lo hice
por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro
Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en
Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:
que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto
fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase
en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los
que habrían de creer en él para vida eterna”.
¿Qué decir de la pena capital?
Dios permite que los gobiernos y autoridades constituidos
impongan la pena de muerte para ciertos delitos. Este
hecho no infringe el sexto mandamiento si en tales casos el
gobierno sigue los principios de Dios.

Al darnos sus leyes, Dios nos ha revelado su juicio en este


asunto. De antemano, él reveló las faltas o delitos que
merecen la pena de muerte y estableció instrucciones
terminantes para tales decisiones. Por ejemplo, la
culpabilidad de un criminal debe ser corroborada sin lugar
a dudas, con pruebas sólidas o testigos fidedignos, antes
de que sea condenado.

El apóstol Pablo confirma la autoridad de los gobiernos


para imponer la pena de muerte: “Los magistrados no
están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y
tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para
tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano
lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para
castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:3-4).

El deber cristiano
Jesucristo no abolió la ley como algunos creen, sino que
más bien mostró la aplicación espiritual de la misma.
Amplió los requisitos de la ley haciéndolos muchísimo
más exigentes.

Veamos, por ejemplo, el mandamiento en contra del


homicidio. Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho a los
antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será
culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se
enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable
ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedara
expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:21-22).

En este pasaje Cristo amplió el significado de asesinato al


incluir animadversión, desprecio u odio hacia otros.
Simplemente el guardar malas actitudes hacia otros viola
el propósito del sexto mandamiento. ¿Por qué? Porque el
deseo de ver sufrir a nuestro prójimo es una guerra mental
y emocional.

También es pecado usar palabras o decir cosas que


lastimen emocionalmente a los demás. Cuando con lo que
decimos o escribimos los atacamos verbalmente, herimos
sus sentimientos, perjudicamos su respetabilidad y
dañamos su reputación. Hay ocasiones en que podemos
estar llenos de intenciones destructivas, todo lo opuesto
del amor. El espíritu de homicidio puede albergarse en
nuestros corazones, y Jesús nos advierte que tales
pensamientos y acciones —si no nos arrepentimos de ellos
— traerán como consecuencia nuestra muerte en el lago
de fuego.

Por otra parte, no debemos tomar venganza de quienes


tienen algún resentimiento contra nosotros o nos atacan
verbalmente: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad
lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos,
sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía
es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:17-
19). Un cristiano siempre debe vivir conforme a los
principios bíblicos, aun en tiempo de guerra.

Vencer el mal con el bien


Más adelante, en el versículo 21, se nos señala la actitud
que debemos asumir cuando llegamos a tener algún deseo
de vengarnos: “No seas vencido de lo malo, sino vence con
el bien el mal”. Esta es la actitud que debe tener todo
creyente en Jesucristo; es el amor que cumple con el
propósito de la ley de Dios.

“Bienaventurados los pacificadores —nos dice Jesús—


porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
¿Cómo podemos poner en práctica este principio? “Oísteis
que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu
enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos . . .” (vv. 43-45).

El propósito de Dios no es simplemente que nos


abstengamos de cometer homicidio. Nos exige que ni
siquiera de palabra o de pensamiento hagamos mal a
ningún otro ser humano. Desea que seamos tan
respetuosos como sea posible, incluso con quienes nos
desprecien, y que hagamos todo lo que esté de nuestra
parte para vivir en paz y en armonía con todos. Quiere que
construyamos buenas relaciones, no que las destruyamos.
Para lograr esto debemos respetar este maravilloso don de
Dios: ¡la vida!
Texto: Mateo 5.21-26
Introducción
Entramos a la sección del Sermón del Monte, donde Jesús
explica la Ley. “Seis veces Jesús va a poner su propio
pronunciamiento autoritativo en contraste con la enseñanza de
los escribas y fariseos, y, detrás de ellos, en contraste con las
malas interpretaciones de los sabios de antaño. Seis veces va a
decir: “Oíste que fue dicho… pero yo os digo” (5:21, 27, 31, 33,
38 y 43)”[2].
El Dr. Lloyd Jone da una explica la razón de la exposición de
Jesús, en los siguientes versículos: “Desarrolla la relación del
cristiano con la ley en dos aspectos. Presenta su exposición
positiva de la ley, y la contrasta con la enseñanza falsa de los
escribas y fariseos[3]”. Por lo tanto, hay una correcta
interpretación y aplicación de la Ley; por otro lado, hay un
señalamiento de los principales errores  y falsas enseñanzas de
los fariseos y escriban. Aquí tenemos un ejemplo de cómo las
verdades entregadas por Dios, fueron pervertidas al sumárseles
ideas humanas.
Expondremos el texto en tres partes. En primer lugar,
trataremos lo dicho por los antiguos: quiénes eran los antiguos,
qué fue lo que Dios les dijo y qué fue lo que ellos terminaron
enseñando. En segundo lugar, lo que dijo Jesús en comparación
con la enseñanza de los escribas y los fariseos. Y por último,
cuál debe ser la práctica correcta de este mandamiento, para
un discípulo de Cristo. El propósito de la exposición de la Ley,
por parte de Jesús es cumplir su la afirmación: “Porque os digo
que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y
fariseos,   no entraréis en el reino de los cielos” (v.20).
I.            LO DICHO POR LOS ANTIGUOS (v.21)
Jesús inicia su interpretación de la ley diciendo: “Oísteis que fue
dicho a los antiguos…”; con dicha frase, se está refiriendo a
todo el conjunto de tradiciones y enseñanzas que, a través de
los años, se convirtió en la base de las creencias de la fe judía. A
tal extremo, que era más importante la interpretaciones y las
tradiciones de los antiguos, que la misma Ley-Palabra de Dios.
Al conjunto de comentarios exegéticos de los preceptos de la
Torá, hecha por comentaristas judíos en un período de muchos
siglos, se le llama Talmud. Dicho comentario es voluminoso, por
ejemplo, contiene 613 preceptos religiosos obligatorios para
todo los judíos (mitzvot): 365 que imponen abstenerse de
acción (uno por cada día del año); y 248 preceptos, que obligan
positivamente a hacer (uno por cada órgano del cuerpo)[4]. A
esto hay que agregarle comentarios orales el Mishná y el Tanaj
(Antiguo Testamento). Como se puede ver, a la palabra de Dios
revelada, ellos le agregaron una gran cantidad de preceptos a
cumplir, para que los mandamientos de Dios se cumplieran;
añadiéndole más de lo que Dios había pedido.
Todo esto, había hecho que la vida religiosa de un judío,
estuviera determinado por el cumplimiento de grandes
preceptos impuestos por los líderes religiosos (fariseos,
escribas, saduceos y otros); provocando una pobre comunión
con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Jesús se está
refiriendo a toda la ley religiosa judía, el Talmud, cuando dice:
“Oístes que fue dicho por los antiguos”.
Pero, ¿qué se dijeron? No matarás y cualquiera que matare
será culpable de juicio ¿Qué hay de malo en eso, acaso no
estaba escrito en el pentateuco? ¿Cuál era el problema con la
enseñanza sobre el sexto mandamiento? El comentario que
hace el Hendriksen, no da más claridad sobre el dilema que
plantea Jesús:
“Por lo tanto, superficialmente parecería que no hay falta
alguna en la forma en que los hombres de antaño habían
interpretado el sexto mandamiento. En el caso presente lo
malo no estaba en lo que habían dicho, sino en lo que habían
dejado de decir, o, por lo menos, habían dejado de enfatizar.
Esto también se aplicaba a los escribas y fariseos del tiempo de
Jesús, porque… ellos respaldaban la tradición de los antiguos.
En consecuencia, ellos tampoco estaban dando un sumario
completo de la ley sobre el homicidio. La interpretación de
ellos, aunque era correcta hasta donde alcanzaba, estaba lejos
de su propósito. Era lastimosamente inadecuada”[5].
Los religiosos de la época de Jesús, estaban de acuerdo con la
interpretación de las tradiciones de los antiguos, solo una
obediencia externa a las leyes dadas por Dios era suficiente
para ser un buen seguidor de Dios.
De aquí se pueden desprender dos lecciones para nuestras
vidas. La primera, es que no podemos levantar al nivel de
mandamiento divino, las palabras o comentarios de las
personas, por más buenos y santos que sean, o por más
sabiduría que sus palabras expresen; siempre serán palabras de
seres falibles. Todo lo que los seres humanos deben creer con
respecto a Dios, y los deberes que Él nos exige, se encuentra
contenido en la enseñanza de la Biblia (2 Timoteo 1.13; 3.15-
17)[6].
La segunda lección, es que no podemos basar nuestro caminar
cristiano sólo en el cumplimiento externo de ciertas prácticas,
como asistir a los cultos dominicales, leer la Biblia por
obligación, participar de ciertas actividades, diezmar u
ofrendar, y otras. Cada una de estas prácticas, son importantes
para nuestro desarrollo como discípulos de Cristo; pero, no
pueden sustituir a una genuina comunión con nuestro Señor, ni
pueden ser la base de nuestra justificación delante de Dios. Los
verdaderos discípulos son transformados desde adentro hacia
afuera. Y esto es lo que enfatiza, Jesús, en los siguientes
versículos.

II.            LO QUE DIJO JESÚS (v.22)


Ahora Jesús va a hablar: “Pero yo os dijo…”. No habla como los
religiosos de su época, sino como quien tiene autoridad. Jesús,
el Dios hecho carne, va a establecer el verdadero sentido del
mandamiento. No solo en su cumplimiento externo, sino en su
verdadero sentido; el que tuvo desde el inicio. Citando a
Hendriksen:
“Moisés había enfatizado el amor a Dios (Dt. 6:5)  y al
hombre (Lv. 19:18). No solamente eso, sino que la primera
narración de una pelea hogareña, la historia de Caín y Abel,
había señalado de una manera muy impresionante el mal de la
ira proveniente de los celos, como la raíz del homicidio (Gn.
4:1–16; véanse especialmente los vv. 6 y 7). La misma lección
había sido enfatizada en escritos posteriores (Proverbios 14:17;
22:24; 25:23; Eclesiastés 7:9; Job 5:2; Jonás 4:4). En
consecuencia, al interpretar el sexto mandamiento en la forma
que lo hace, Jesús, lejos de anularlo, está mostrando lo que
había significado desde el principio mismo[7].
Ese es el verdadero sentido del sexto mandamiento: amar al
prójimo, y por lo tanto, no tomar su vida como venganza. Ya se
anticipa el principio del amor, como el cumplimiento de toda la
ley  (Mateo 22.40). El texto dice: “que cualquiera que se
enoje…”; hace mención de cualquier persona, se puede deducir
que está hablando a todos los seres humanos, por eso su
sentencia, más adelante, es tan fuerte y contundente.
En cuento, al término enojarse viene del griego orgizo  (ὀργίζω,
G3710) que se puede traducir como: provocar, incitar a la ira.
Éste enojo o ira descontrolada, es contrario al amor hacia otros,
que subyace en el sexto mandamiento. Hay que notar, que la
misma sentencia que los antiguos daban a los homicidas:
“cualquiera que matare, será culpable de juicio”; Jesús la aplica
a los que se enojan contra su hermano: “será culpable de
juicio”. En otras palabras, cualquiera que se enoje o tenga una
ira que no puede controlar, contra otra personas, es sujeto de
un juicio igual a aquella persona que es un homicida.
Pero, Jesús va más lejos. El enojo lleva a los insultos y las
ofensas verbales, hacia el hermano. Los términos necio
(término del más absoluto insulto, referente a sus capacidades
intelectuales) y fatuo (término que significa moralmente
indigno, es un ofensa que ataca el corazón y carácter).
Observemos cómo es traducido este pasaje, en otras versiones:
Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será
condenado; el que insulte  a su hermano será juzgado por la
Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se
hará merecedor del fuego del infierno (Dios Habla Hoy).
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano,
merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que
lo  insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que
lo  maldice, merece la Gehena de fuego (Libro del Pueblo de
Dios).
"Pero Yo les digo que todo aquél que esté enojado con su
hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que
diga: 'Insensato (Inútil)' a su hermano, será culpable ante la
corte suprema (el Sanedrín); y cualquiera que
diga: 'Idiota,' será merecedor del infierno de fuego (Nueva
Biblia de los Hispanos).
Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano
quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera
que insulte  a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo.
Pero cualquiera que lo  maldiga quedará sujeto al juicio del
infierno (Nueva Versión Internacional).
Las diferentes versiones, hacen ver la gravedad de ofender a
una persona, por causa del enojo que se tiene contra esa
persona. Observen que el pasaje no hace distinción entre
enojarse por una causa correcta o no. El que se enoja pierde,
porque es él quien será sujeto de juicio. En más, si pasa al nivel
de insultar o maldecir, la sentencia está dada: el infierno. ¡La
palabras de Jesús suenan muy duras para aquellos que
queremos vivir bajo el Reino de Dios! Si siempre estamos
enojándonos por todo, estamos mostrando una falta de amor,
hacia los hermanos y eso nos significará que estamos bajo un
constante juicio de parte de Dios.
Si  eres de las personas que se enoja con facilidad, debes
arrepentirte, pedir perdón y solicitarle la ayuda al Espíritu
Santo, para que inicies un proceso de transformación en tu vida
y brote de tu corazón amor hacia otros, en vez de la amargura
del odio, el rencor y el enojo.
III.            LA PRÁCTICA CORRECTA DE UN DISCÍPULO (v.23-26)
¿Cuál debe ser nuestro proceder, como hijos de Dios? En estos
versículos, Jesús da un mejor camino, para siempre estar
ajustado al sexto mandamiento. Es evaluar nuestras vidas, cada
vez que nos presentamos delante de nuestro Dios, y revisar si
tenemos algo contra alguien o alguien contra nosotros. La peor
hipocresía religiosa, es presentarse delante de Dios tratando de
adorarle, a sabiendas de que estamos con problemas con un
familiar, un(a) amigo(a), un(a) hermano(a) de la iglesia, o un(a)
compañero(a) del trabajo.
Por eso, el Apóstol Pablo escribiendo sobre la forma de tomar
la cena del Señor, instruye lo siguiente:
Por tanto,   pruébese cada uno a sí mismo,   y coma así del
pan,   y beba de la copa. Porque el que come y bebe
indignamente,   sin discernir el cuerpo del Señor,   juicio come y
bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados
entre vosotros,   y muchos duermen. Si,   pues,   nos
examinásemos a nosotros mismos,   no seríamos juzgados; mas
siendo juzgados,   somos castigados por el Señor,   para que no
seamos condenados con el mundo (1 Corintios 11.28-32).
Al tomar la Cena del Señor, antes de agradecerle a Él por sus
bondades y la manifestación de la gracia salvadora en nuestras
vidas; debemos examinarnos a nosotros mismos y ver si hay
algo en contra de algún hermano. Lo mejor que podemos
hacer, es reconciliarnos con nuestro(a) hermano(a) y luego,
juntos tomar la Cena del Señor. Cada uno de nosotros, debe
examinarse y tomar sus decisiones, siempre guiados por el
Espíritu del Señor. No podemos dejarlo para después, la muerte
nos puede sorprender en cualquier momento, y debemos dar
cuenta de nuestra vida. Por eso, el tiempo de participar en la
Cena del Señor es un momento oportuno para reconciliarnos
los unos a los otros, y juntos aceptar la gracia que proviene del
trono de Dios, al rendirnos ante nuestro fiel salvador Jesucristo.

CONCLUSIÓN
Oremos para que el amor de Dios esté en nuestros corazones, y
así podamos dar ejemplo de conducta al mundo. No
permitamos que la ira, el enojo y la venganza inunden nuestras
vidas; que sea la gracia divina, dándonos el amor que
requeridos para llevar adelante nuestro servicio desinteresado,
a otros.
 
matar a nuestro prójimo.
1.- MATAR EL CUERPO DE TU PRÓJIMO

La interpretación más obvia y literal del sexto mandamiento es la de no


acabar con la vida de nadie.

La vida humana es sagrada porque Dios creó al ser humano a su imagen y


semejanza. El Señor ya advirtió en los días de Noé, “El que derrama
sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a
imagen de Dios es hecho el hombre” (Génesis 9:6). El apóstol Juan
recalca que Caín “era del maligno” porque mató a su hermano Abel (1
Juan 3:12).
No nos toca a nosotros matar a nadie porque Dios no entregó “la espada”
(la pena capital) a ningún individuo sino al estado (Romanos 13:4). No
tenemos ningún derecho de tomar la ley por nuestras propias manos.

2.- MATAR LA REPUTACIÓN DE TU PRÓJIMO

La mayoría de los cristianos sabe que matar es malo; no obstante, algunos


pueden llegar a matar la reputación de sus hermanos en la fe.

Tener la boca grande es una terrible obra de la carne. Hace muchísimo


daño y frecuentemente produce divisiones en el seno de la congregación.
Hay que proteger y defender la honra de todos los hijos de Dios.

Son nuestros hermanos y hermanas en la fe. No podemos permitir que


nadie hable mal de uno de los nuestros. “De más estima es el buen
nombre que las muchas riquezas” (Proverbios 22:1). Somos llamados a
cubrir la desnudez de nuestros hermanos (Génesis 9:23).

3.- MATAR EL ALMA DE TU PRÓJIMO

 Es posible matar el alma de tu


prójimo si le das un mal ejemplo o si le invitas a pecar contra el Señor. En
este tercer sentido del mandamiento, los falsos profetas son bien
peligrosos porque siembran veneno en los corazones de sus oyentes.
Derraman mucha sangre inocente.
Es por esta razón que las Escrituras condenan a tales ministros de manera
contundente y pública. Semejante denuncia es un acto de amor hacia Dios
y hacia su pueblo. Hace falta que alguien defienda a las ovejas del Señor
para que no sean engañadas.
Aplicación
El cristiano no simplemente cumple con el sexto mandamiento en el
sentido negativo de la palabra. Es decir, no va a matar el cuerpo ni la
reputación ni el alma de su prójimo. Pero va a hacer todo lo contrario en
obediencia al Espíritu de Cristo.

¿Qué quiere decir con esto? Que el cristiano va a hacer todo lo posible
para bendecir el cuerpo, la reputación y el alma de sus hermanos en la fe.
Por ejemplo, el discípulo no solamente se conforma con no decir nada
negativo acerca de su hermano; sino aprovecha cada ocasión para hablar
bien de sus compañeros en la fe, hablando maravillas de ellos. Así que,
¡no matarás!

 No mates el cuerpo de tu prójimo.


  No mates su reputación.
 No mates su alma. Protege su cuerpo.
  Defiende su reputación.
Edifica su alma.

https://quedicelaescritura.files.wordpress.com/2017/10/no-mataras-21.jpg

La Biblia en ninguna manera se contradice, porque Dios no se


equivoca y no hay nada que lo sorprenda. Así que es muy
importante cuando leemos en las escrituras, que si algo nos
parece contradictorio, no debemos pensar que tiene errores, sino
que posiblemente no estamos aplicando los métodos de
interpretación Bíblica. Por lo general esta suele ser la reacción de
aquellos que cuestionan y descalifican la Biblia, porque muchas
cosas no les parecen lógicas y razonables, sin embargo el
cristiano, por medio de la Biblia, la fe, la razón y bajo la dirección
del Espíritu Santo, podrá comprender el consejo de Dios
plasmado en las escrituras, que no puede ser entendido por un
corazón corrompido que desprecia y rechaza la verdad de Dios.
El mandato no matarás se encuentra registrado en el libro
de Éxodo 20:13 y Deuteronomio 5:17 e integra el grupo del
segundo gran mandamiento que es amar a tu prójimo como a ti
mismo. La expresión no matarás viene de la palabra hebrea
“ratshaj” y significa matar a propósito, pero en un contexto
bastante amplio, es decir no sólo cuando nos referimos a un
asesinato por violencia, también es por desenfreno, ira o
venganza. Esto incluye el suicidio, que en ninguna manera es
aprobado por Dios, pues el individuo pone fin a su existencia
física despreciando al autor de la vida. Pero la pregunta que
queremos estudiar es ¿por qué si las escrituras son tan claras
con respecto al asesinar, cómo el pueblo de Israel arremetía
contra pueblos enemigos exterminándolos sin piedad? ¿Por
qué esto no les era contado como pecado?
La respuesta es más sencilla de lo que parece, cuando la orden
venía de Dios, no era pecado, puesto que era el instrumento de
juicio que Dios usó para castigar la maldad, la iniquidad y el
pecado de los pueblos paganos, inclusive muchas veces los
israelitas fueron asesinados por sus vecinos enemigos porque
Dios enviaba juicio a Israel, de modo que no podemos creer esa
falsa enseñanza que el Dios del Antiguo Testamento era un Dios
malvado y castigador, pero que en el Nuevo Testamento tenemos
un Dios más amoroso. Lo otro que debemos entender es la
enseñanza espiritual que tenemos del Israel del Antiguo pacto,
por ejemplo, sabemos que Egipto representa el mundo e
Israel, el pueblo escogido de Dios, si lo llevamos a la aplicación
espiritual, todos los que salimos de la esclavitud del pecado,
ahora somos pueblo de Dios, es decir la iglesia de Cristo, por
tanto muchos actos fueron literales en aquella época, pero para
nosotros hoy son ejemplos o tiene un significado espiritual y en el
caso de matar sabemos que ningún verdadero cristiano, saldrá a
quitarle la vida a otro, diciendo que Dios le dijo que lo hiciera.
Si estudiamos el libro de Génesis podremos obtener las
siguientes respuestas, ¿De dónde surge la muerte
espiritual? Génesis 2:16, 17 “Y mandó Jehová Dios al hombre,
diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás”. Dios quiso probar la
obediencia del hombre, pero le alertó las consecuencias que
tendría si le desobedecía. ¿Cuándo se establece la muerte
física? Génesis 3:19 “Con el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta que vuelvas a la tierra porque de ella fuiste tomado; pues
polvo eres, y al polvo volverás” La muerte física no fue
instantánea pero evidentemente vino por causa del pecado y Dios
fue quien la estableció. Por tanto, Dios como creador y dador de
la vida, es el único que tiene la potestad de poner fin a todo ser
humano, de la forma en como Él lo haga, sin embargo, esto no
anuló la capacidad de los hombres para asesinar, ni significó que
respetarían dicho mandato (clara consecuencia del pecado).
Nótese que la reacción de Caín al ver que su ofrenda no fue
mirada con agrado, fue matar al que según él le quitaba el favor
de Dios, fue eliminar a su competencia o darle una lección a Dios
(Génesis 4:3-8). Pero inmediatamente que Caín pecó, vino juicio
contra él de parte de Dios como consecuencia de su maldad
(Génesis 4:10-12). No es que Dios arbitrariamente estaba
castigando a los hombres como si se complaciera en la muerte
del impío, cuando Dios sentenciaba a un hombre o a un pueblo a
muerte, era porque esa persona o ese pueblo había ofendido su
santidad, aun cuando había tenido misericordia y les había dado
tiempo para que se arrepintiesen, en el caso del diluvio fueron
120 años, pero ni esta población ni las personas de Sodoma y
Gomorra, llegaron a dar una señal de arrepentimiento, así que
Dios no es injusto en ninguna manera, Él es amor, es bueno,
compasivo y misericordioso, pero también, justo, santo y severo,
si Él sólo fuera amor, pero no fuera justo, no sería perfecto pues
iría en contra de su naturaleza que sabemos que nunca cambiará
(Inmutable).  
REPORT THIS AD

Dios siempre ha sido quien sentencia el juicio, (Génesis 6:3, 7;


15:14-16; 18:20,21; Deuteronomio 13:15, 16; 20:16-18; Josué
6:16-21). Pero cuando alguien por decisión propia, cometía una
asesinato, era juzgado y castigado por Dios, tal como sucedió con
David al planificar la muerte de Urías. Los israelitas no tenían
licencia para matar a nadie de entre su propio pueblo ni contra
sus enemigos, pero si la orden venía de Dios, ellos tenían que
obedecerle, leamos lo que sucedió cuando el pueblo construyó un
becerro de oro:
Éxodo 32:25-28 Y viendo Moisés que el pueblo estaba
desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza
entre sus enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento,
y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron
con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová,
el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su ; pasad
y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada
uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos
de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del
pueblo en aquel día como tres mil hombres
Por otra parte debemos conocer que Dios ordenó la destrucción
de los cananeos no sólo por su maldad que había llegado a su
punto más alto, sino porque eran pueblos enemigos de Israel su
nación escogida, de modo que el castigo viene tanto por su
degradada sociedad como su intención de destruir a Israel.
Adicionalmente Dios prometió que maldeciría a todos aquellos
que maldijesen a Israel (Génesis 12:3) y cumpliría el juramento
que le hizo a los patriarcas Abraham, Isaac y
Jacob (Deuteronomio 9:5) de introducir a Israel a la tierra de
Canaán. En algunos casos destruyó a los enemigos mediante
batallas con Israel, pero en otros mostró su infinito poder como
cuando ahogó al ejercitó de Faraón en el mar rojo. Ya
entendiendo que Dios es quien da y quita la vida (Deuteronomio
32:39; 1 Samuel 2:6; 2 Reyes 5:7; Juan 5:25-29; 11:15;
apocalipsis 1:18) podemos concluir lo siguiente:

 Las escrituras no aprueban el homicidio, ni suicidio, ni


ninguna práctica que le ponga fin a un ser humano (aborto,
eutanasia)
 Dios no es un genocida, los cananeos y todos los pueblos
que fueron y serán juzgados por Dios, recibieron un castigo
como consecuencias de sus pecados y depravaciones, por
ejemplo, los cananeos no sólo eran idólatras, también
practicaban el incesto, la prostitución sagrada, el adulterio, la
homosexualidad, la bestialidad y sacrificaban a sus hijos vivos,
ofreciéndolos a sus dioses paganos, de modo que desde el
más grande hasta el más pequeño, eran profundamente
pervertidos.
 Dios fue misericordioso con estos pueblos, ya que en el
caso de los cananeos les dio 400 años para que se
arrepintieran (Génesis 15:16)
 Salvó a aquellos que realmente se arrepintieron o eran
justos como el caso de Lot con la destrucción de Sodoma y
Gomorra (Génesis 19), pero también a Rahab y su familia en
la destrucción de Jericó (Josué 6:17)
 Dios no se complace con la muerte del impío (Ezequiel
18:21-23; 33:10, 11; 1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9)
 Quien haya cometido un asesinato no significa que ya no
puede recibir perdón de Dios, si realmente experimenta un
genuino arrepentimiento, Jesucristo perdona sus pecados y lo
limpia de toda maldad, aunque no signifique ser librado de las
consecuencias.
 El Nuevo Testamento no sólo nos deja claro que es pecado
quitarle la vida a otro ser humano (Mateo 5:21; 19:18; Lucas
18:20; Romanos 13:9; Santiago 2:11), sino que Jesús
extiende más el concepto de homicidio en el plano espiritual, Él
dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su
hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que
le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de
fuego”. Mateo 5:21, 22. En otras palabras Jesús dijo, también
es quebrantado el mandamiento cuando por los sentimientos,
pensamientos o palabras nos dirigimos a nuestros hermanos
con odio, desde la expresión más simple hasta la más
envenenada. El apóstol Juan habló con relación a este tema
“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y
sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente
en él.” (1 Juan 3:15). Así que no sólo alguien es homicida
cuando se asesina, el llamar fatuo del griego morós (tonto,
idiota, ignorante, insensato) refleja que esa persona NO
tiene amor hacia su hermano, y el que no ama a su hermano
permanece en muerte, un ejemplo similar al que adultera con
alguien en su corazón.

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