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Clase semana 20-24 de abril

En la primera etapa del curso veremos tres concepciones de lo que sería el ser humano (y la
realidad entera): la dualista, que separa las cosas de las propiedades; la nominalista, que dice que
solo existen las cosas (rechaza la existencia de las propiedades); y la realista, que va a decir que hay
una realidad pero con dos dimensiones.

Hasta ahora, solo hemos visto la dualista. Por lo que nos toca trabajar la Nominalista (o
monista o fisicalista, materialista, etc. tiene infinitos nombres).

Les dejo, para hoy un resumen del dualismo y una introducción del materialismo. Durante
el día les voy a subir un video sobre la visión materialista.

A) Dualismo

En general, el dualismo sostiene la distinción real entre alma y cuerpo. El alma humana a
veces es llamada espíritu, o es mencionada por sus potencias, como la razón o la inteligencia. Como
lo más obvio es que nuestras ideas, juicios, intenciones no son algo corpóreo, tangible o visible, el
dualismo forma parte del conocimiento común, al margen de las teorías filosóficas, y en cierto modo
nadie puede prescindir de él. Las religiones suelen sostener igualmente la dualidad espíritu/cuerpo.
Esta dualidad puede concebirse como una yuxtaposición de dos substancias, capaces de interactuar
entre sí (un dolor físico provoca tristeza; un propósito promueve la actividad del cuerpo), o bien
como una unidad más profunda y esencial. El dualismo en sentido estricto es la posición filosófica
(puede ser también religiosa) que concibe el alma y el cuerpo en relación de yuxtaposición
extrínseca —así es en Platón o Descartes—, y en casos más extremos se llega a identificar al hombre
mismo con el alma, y aún a considerar que el cuerpo es algo negativo (maniqueísmo). En Aristóteles
y Tomás de Aquino el alma es considerada la forma o acto substancial que da al cuerpo orgánico su
especificidad, aunque se reconoce que el alma humana tiene una dimensión que trasciende al
cuerpo (inteligencia, voluntad libre), sin que por eso sea extrínseca a él. La posición aristotélico-
tomista no puede considerarse propiamente dualista, aunque sí lo es para el materialismo, que
asume de modo indiscriminado como dualista cualquier postura filosófica que admita la existencia
de algo distinto de las realidades materiales.

En la filosofía moderna, al haberse perdido con Descartes la noción de alma como forma del
cuerpo, se comienza a hablar sólo de “mente”. Ésta se ve sobre todo en sus aspectos
fenomenológicos —como conciencia, tanto sensitiva como racional—, así como el cuerpo es
tomado en una versión restringida a la descripción de las ciencias naturales (física). El problema
moderno, entonces, cristaliza en torno a las relaciones entre “mente” y “cerebro”, o entre
operaciones y propiedades “mentales” y procesos y propiedades estrictamente físicas. Con la
expresión qualia, en la filosofía de la mente suelen entenderse las sensaciones, en cuanto aparecen
irreductibles a lo puramente físico. Otro modo frecuente de referirse a las operaciones mentales en
cuanto subjetivas y conscientes es la expresión de “conocimiento en primera persona” o “privado”,
mientras que los conocimientos que no implican sensaciones subjetivas suelen llamarse “de tercera
persona” o “públicos”, sobre todo si son empíricos u observables desde fuera.

En el ambiente característico de la filosofía de la mente contemporánea, la dualidad


alma/cuerpo o mente/cuerpo suele ser rechazada, pero más bien se piensa sólo en el dualismo
cartesiano, el único conocido. Sin embargo, Popper y Eccles sostienen posiciones dualistas en parte
semejantes a la cartesiana [Popper 1997; Popper-Eccles 1985]. Tal actitud suele relacionarse con la
idea de que sólo las ciencias naturales proporcionarían un conocimiento serio, con lo que faltan
categorías ontológicas para reconocer aspectos no materiales de la realidad de los que esas ciencias
no pueden dar cuenta, incluso de las sensaciones, que son materiales, mas no en el sentido de las
explicaciones físicas “en tercera persona”.

B) Monismo neurologista (materialismo o nominalismo, “teoría de la identidad”, fisicalismo)

Reduce el acto psíquico y sus contenidos intencionales a la actividad neuronal. La mente —


el pensamiento, el amor, las creencias, la intencionalidad, los significados— no sería más que el
conjunto de las actividades complejas del cerebro entendido como órgano físico-químico. La tesis
es afirmada, aunque parezca contra-intuitiva, en virtud del principio a priori de que sólo las leyes
físicas de la naturaleza serían principios explicativos. En consecuencia, la aparente evidencia de los
actos mentales debería concebirse, según algunos, como una suerte de fenómeno subjetivo, así
como el aspecto fenoménico del cielo astronómico es explicado a fondo por la astrofísica: lo mental
sería un epifenómeno. Para otros, los conceptos mentales —representaciones, deseos, juicios—
serían construcciones teóricas o sociales útiles para referirse a lo que en el fondo es sólo
neurológico, quizá inevitables o cómodas (“psicología popular”) para entenderse con facilidad en la
vida práctica. Pero aquí se cae en la incoherencia de que esas construcciones teóricas, igual que la
misma “teoría” neurologista y que la “ciencia” neurológica, son auto-negadas por esta postura, pues
no serían sino actividad neuronal. Otros, como Paul y Patricia Churchland, sostienen que la
psicología popular debería ser poco a poco eliminada y sustituida, en sus conceptos y terminologías,
por conceptos y terminologías neurocientíficas (eliminativismo) [Churchland 1986]. Aunque los
avances de las neurociencias en los últimos tiempos son extraordinarios, no puede pretenderse que
esta postura sea “la actual” o que esté “ya” demostrada por la ciencia. Es una posición filosófica
materialista que debe argumentarse en términos filosóficos. Pretender que la ciencia “la ha
demostrado” es una actitud ideológica, pues la ideología es filosofía encubierta y no probada.

Los autores que de alguna manera sostienen la validez de los conceptos “mentalistas”, al
menos como útiles o imprescindibles para dar cuenta de las operaciones o estados psíquicos,
aunque en el fondo se reduzcan a procesos neurales, admiten cierta eventual autonomía de la
psicología respecto a la neurociencia. Estos autores son reductivistas ontológicos, pero no
reductivistas epistemológicos. A veces los libros de filosofía de la mente los llaman “fisicalistas no
reductivistas”, aunque en realidad son materialistas y, por tanto, también son “reductivistas” en el
sentido de que para ellos el mundo del espíritu (artes, ciencias, moral, religión, amor) se reduce a
actividad material, explicable por la física de hoy o del futuro. Los propugnadores del materialismo
en la filosofía de la mente a veces llaman a su postura naturalismo, en cuanto se basa
exclusivamente en las ciencias naturales, contrapuesto al mentalismo, que sería la posición dualista.

Como la existencia real de sensaciones, pensamientos, creencias, libertad, cae bajo el


conocimiento ordinario y en cierto modo es imposible negarlas seriamente en la práctica, con
independencia de cualquier posición filosófica sofisticada, resulta artificioso mencionar esas
dimensiones con el rótulo de “teorías” (“teoría de la mente”), lo mismo que no hablamos de una
“teoría de la verdad” o “teoría de la realidad”, si bien pueden elaborarse teorías filosóficas acerca
de ellas. Algunos autores materialistas, en cambio, suelen tratar a la mente y sus operaciones como
si se tratara de una teoría entre otras, o como si las convicciones más elementales de la gente, en
su conocimiento común, fueran simplemente teorías.

Algunos neurocientíficos de prestigio —Changeux, Damasio, Gazzaniga— han publicado


obras de alta divulgación en las que, sin adherirse a las teorías filosóficas reductivistas elaboradas,
en realidad dan explicaciones de dimensiones no materiales de la vida humana (conceptos,
sentimientos, lenguaje, yo) de tipo sólo neural [Changeux 1986; Damasio 2001, Damasio 2005;
Gazzaniga 2005]. Estos autores sostienen, así, un naturalismo biologicista para explicar al hombre,
que puede encuadrarse en el materialismo monista, aunque con matices con respecto al “no
reductivismo epistemológico” mencionado arriba. Esto no disminuye el valor de las explicaciones
neurales de los fenómenos humanos más altos (conciencia, libertad, emociones) ofrecidas por los
científicos, en tanto son explicaciones parciales, pues obviamente todas las actividades humanas se
ejercen siempre contando con una base o soporte neural.

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