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PROBLEMAS EPISTEMOLÓGICOS DE LA PSICOLOGÍA

Problemas generales de un campo fragmentario y plural.


Kunh afirma que la Psicología se nos aparece como un conjunto de disciplinas
diferentes que como una sola y única ciencia. Hay una presunta unidad como un pacto
de coexistencia pacífica entre profesionales, más que como una unidad. Su ejemplo de
campo fragmentado es la diversidad de objetos propios de la indagación. No ha
establecido su labor y sus problemas bajo la aceptación común de un solo paradigma.
Canguilhem presume que esta fragmentación supone la existencia de distintas ideas de
hombre debajo de los discursos teóricos y prácticas profesionales. En sus concepciones
se encuentran parte de los fundamentos de los supuestos ontológicos, epistemológicos y
éticos que vertebran teorías psicológicas.
Bernard señala que hay una ambigüedad sobre el estatuto de la psicología, que se
presenta como ciencia de un ser vivo y al y como ciencia es producto de una cultura.
Enfrenta dos modos de pensamiento antagónico: Naturalismo vs. Humanismo.

Naturalismo
Abarca las ciencias físico-químicas y biológicas y promueve la objetividad. Pone el
énfasis en el carácter orgánico de los hechos psíquicos y propone modelos fundados en
la explicación nomológica y cuantitativa.
Comienza con Aristóteles y continúa con Wundt, Fechner, Tichener, Robot. Pavlov
propone una psicología fundada en el análisis de los reflejos que culmina en Watson
(psicología sin conciencia y sin sujeto). Es analítica, mecanicista y cuantitativista, Su
objeto es la conducta con el propósito de producir leyes y usa el modelo de las ciencias
físicas-.Existe una identidad supuesta entre fenómenos biológicos y psíquicos. No hay
reflexión sobre los fines de la conducta ni reconocimiento alguno de la significación de
una motivación.

Humanismo
Está relacionado con la necesidad de hacer comprensibles los sentidos del humano y
vinculado a las indagaciones de la sociología y de la filosofía. Sus modelos de
inteligibilidad son la comprensión cualitativa y modelos ideales.
Empieza en Descartes y el cogito: el pensamiento como certidumbre sin grietas a partir
de la cual puede construirse todo otro pensamiento. Los hechos psíquicos son accesibles
al sentido interno y diferente de los orgánicos. La noción de Fenómeno es la
significación del fenómeno mismo y su comprensión el objeto y la tarea de la
psicología.

Según Droysen, la Psicología esta amenazada por un doble reduccionismo. Un debate


metodológico en términos de antagonismo entre explicación y comprensión.
Los positivistas afirman como tarea esencial de la ciencia de la enunciación de
explicaciones causales entendidas como subsunción de casos individuales bajo leyes
generales hipotéticas de la naturaleza.
La histórica rechaza las afirmaciones y establece un dualismo entre Cs de la naturaleza
y del Espíritu, atribuyéndoles a estas ultimas la tarea de comprender las peculiaridades
únicas, individuales e irrepetibles de sus objetos.
Los problemas para establecer la unidad han sido resueltos asumiendo posiciones
teóricas y metodologicas que excluyen o ignoran a las restantes dentro de los distintos
discursos psicológicos. Hay falta de un paradigma dominante.

El problema de la Cientificidad.
El positivismo intenta la reducción de los discursos psicológicos mediante criterios de
cientificidad de modelos biológicos o fisicos. (Comte, observación de hechos de una
psic. experimental y objetiva de las cs. Naturales). (Circulo de Viena – psicología en
lenguaje fisicalista). (Popper- falsabilidad de los enunciados. Método de conjeturas y
refutaciones)
Solo pasa la psicofísica, psicobiologia, el conductismo, el neoconductismo y queda
atrapada el psicoanálisis. Se simplifica la complejidad y se pone orden en la diversidad.
Es científica la psicología liberada de metafísica y separada de la filosofía.
Es un convencimiento de que la materia y los hechos experimentes son los únicos datos
verdaderos para la psicología científica.
Wundt y Fechner relacionan los fenómenos físicos (excitaciones) con las sensaciones
psíquicas bajo el método (observación) y desarrolla la psicología de las funciones y
contenidos de la conciencia (introspección sistemática y experimental)
El conductismo observa la conducta para poder predecirla y controlarla con el objeto de
un mejor adaptación al medio.
El Psicoanálisis abre una nueva perspectiva para investigar el psiquismo humano, y una
funda otra forma de cientificidad.
La Psicobiología: investigaciones biofisiologicas y del sistema nervioso vinculado con
fenómenos neurales, bioquímicas y genéticos.

Filosofía, Epistemología y Psicología.


Las relaciones entre psicología y filosofía han estado signadas por la naturaleza de la
psique y sus relaciones con el cuerpo.
Descartes estableció que es posible dudar del cuerpo y del mundo, pero no el
pensamiento, evidencia primera e irrefutable. A partir de él la psicología tiene relación
con la declinación de la física aristotélica y con el advenimiento de la física mecanicista,
que impone un realismo critico según el cual solo las cualidades cuantitativas deben
atribuirse a la subjetividad..
La realidad del mundo debe ser reducción de la experiencia sensible y las razones
buscarse en el espíritu. La psicología debe adoptar el modelo físico. Hay que reducir las
diferencias cualitativas de los datos sensoriales a cuantitativas (psicofísica)

Bachelard, Kunh y Feyerabend mostraron la presencia de concepciones filosóficas,


creencias y valores que producen formas particulares de ver el mundo de las teorías
científicas. Para Bachelard las ciencias estas establecen sus pautas de funcionamiento y
validación y crean y ordenan a la filosofía en torno al eje de sus transformaciones. La
filosofía racionalista de Bachelard es una epistemología abierta, pluralista y dispersa,
oponiéndose a la generalización. Esas concepciones filosóficas se refieren a dos
aspectos inseparables, son el marco de premisas fundamentales para la formación
profesional y científica.
Hipótesis ontológicas, constituidas por formas específicas de considerar la naturaleza de
los objetos de los que se trate. Hipótesis epistemológicas, referidas a las formas y
alcances del conocimiento posible acerca de tales objetos. Son los principios que
regulan la búsqueda de problemas y la forma de tratarlos, la determinación de metas
para la investigación. El marco de supuestos fundamentales subyace a los contenidos
específicos de la teoría, es inconsciente. Determinan la forma en la que el científico ve
al mundo y las formas que intervienen en el. No es posible ninguna teoría científica
desprendida de concepciones filosóficas.

Las teorías psicológicas son al un conjunto de técnicas con sentidos diversos en tanto
practica social y un activo elemento de transformación constante de la cultura, con un
sentido ideológico y político. Un índice de la complejidad es la denominación múltiple
de lo humano. El pensamiento filosófico es ambivalente: pensamiento del sujeto o
contra el sujeto.
Se distinguen las etapas de constitución (descartes y kuhn), descentramiento (Hegel,
Marx y Freud) y recomposición y constitución lingüísticamente mediada del sujeto
(Hibernas, Rorty).
La importancia otorgada a la gnoseología ha hecho destacar la función del sujeto como
fundamento último del conocimiento Para Hume, todas las ciencias tienen una relación
con la naturaleza humana y acaban por volver a ella de un modo u otro.

Freud con el psicoanálisis articula la idea de un hombre descentrado, cuyo lugar


preeminente no se encuentra en la consciencia ni en el yo, y que esta múltiplemente
sujetado a las determinaciones de carácter inconsciente.
Asimismo, el hombre ha aparecido en le panorama del saber como objeto de
conocimiento y como condición trascendental de todo conocimiento, hecho conflictivo
que marca y designa el surgimiento de las ciencias humanas.

Foucault dice que es en torno a la compleja figura en que se organiza por entero la
episteme contemporánea, tras la caída de la representación como elemento organizador
de todo conocimiento posible. La nueva episteme (siglo XIX) se produce a propósito de
las nociones de trabajo, vida y lenguaje situadas en el campo del saber como semi-
trascendentales
Las nuevas disposiciones en el saber son de carácter antropológico y llenan el vació que
la representación deja cuando pierde el poder de determinar por si sola y en un
movimiento único el juego de sus síntesis y sus análisis.
Para Foucault, el espacio complejo de nuestro saber contemporáneo se caracteriza por la
transformación de esa reflexión en ciencia objetiva y por el proceso de objetivación del
hombre y el nacimiento de las ciencias humanas (psicológica, social, simbólicas). Es un
análisis de lo que el hombre es en su positividad (ser vivo, trabajador, parlante) y
aquellos que permite a este mismo ser saber lo que es la vida, y en que consisten la
esencia del trabajo y sus leyes y de que manera puede hablar.
El hombre es una figura entre dos modos de ser del lenguaje, pone en cuestión la
perennidad de esta figura sobresaliente en el pensamiento contemporáneo y permite
imaginar la constitución de una episteme nueva (psicoanálisis y etnología) en la que la
configuración antropológica de nuestro saber desaparezca.

El Mundo Antiguo PLATÓN: El piloto en la nave

El primer autor que nos aporta alguna reflexión sobre los seres humanos y que nos
lega una serie de conceptos que nos permiten, aplicados a las personas, comprender, o
más bien dirigir, sus conductas, es Platón. Platón construyó una imagen tripartita del ser
humano, que imaginó como una cuadriga dirigida por un auriga. El auriga representa al
alma racional (nous o logos) que es de naturaleza inmortal. Uno de los caballos, el de
color blanco, es el alma irascible (thymós), fuente de pasiones nobles, mortal y, sobre
todo, corporal. El otro caballo, de color negro, fuente de pasiones innobles, es el alma
concupiscible (epithymía), también mortal y corporal. El auriga tiene la difícil
tarea de armonizar esa extraña yunta de caballos que le ha tocado en suerte. Porque uno
de los caballos –(naturalmente el negro)- es indómito y tiende a escapar al control de la
razón. Las pasiones apetitivas o concupiscibles pueden conducir a la ruina al ser
humano, entendiendo por ruina la pérdida de la condición humana, o al menos la
pérdida de su privilegio. Pues el hombre es alma, alma inmortal, que habita en una
suerte de paraíso, el mundo de las ideas, en compañía de los dioses y realizando la tarea
más propia del hombre, el conocimiento de la verdadera realidad: las ideas. A diferencia
de los dioses, el hombre o su alma racional debe mantener una lucha constante por
conducir adecuadamente la cuadriga y no es infrecuente que pierda el control de la
misma. En ese momento, como un castigo, desciende del mundo de las ideas al mundo
de apariencias que es nuestra realidad, para encarnarse en cuerpo sensible. En ese
descenso, además, le ocurre otra desgracia: atravesar el Leteo, el río del olvido. Así
cuando el alma es encerrada en un cuerpo sensible, se encuentra en una situación difícil,
pues como en una caverna y sin noticia de ello ha olvidado todo el verdadero
conocimiento, quedando sometido al engaño de lo múltiple y lo aparente. La
reflexión platónica sobre el alma humana, su descripción dual del hombre y la distinta
calidad asignada al cuerpo y al alma le va a servir para fundamentar una ética, pues la
tarea del hombre es buscar el verdadero conocimiento, es decir, volver a ese paraíso
propio que lo corporal le ha hecho perder. De ahí, el deseo de muerte del filósofo que
quiere saber, pues sólo conforme el alma escape de su encierro corporal puede el
hombre volver al lugar que le corresponde. Aunque no hay en Platón una verdadera
Psicología, sí que elabora una serie de conceptos respecto a lo que es una persona y a
qué se debe su comportamiento. Estas ideas iniciales, que tendrán un eco importante en
el mundo cristiano, podemos rastrearlas hasta nuestro presente. Algunas de las más
significativas son:  El dualismo cuerpo-alma  La primacía del alma sobre el cuerpo.
En otra metáfora platónica, el alma es como el piloto de una nave que debe dirigir con
prudencia y determinación el cuerpo para poder regresar al mundo de las ideas  La
consideración del cuerpo y lo que el cuerpo requiere como algo perjudicial, como algo
que nos distrae de la actividad propia de los seres humanos. Pasiones y apetitos son
fuente de desorden y conflicto y el alma debe someterlos con una autoridad firme y
constante. Toda la filosofía política y moral se va a edificar pensando en facilitar el
regreso de las almas al mundo de las ideas. En resumen, Platón nos ofrece una visión
del ser humano como una entidad privilegiada, cercana a los dioses, porque existe algo
en ella que no encontramos en ningún otro ser. El alma platónica es lo que nos une con
un mundo divino, aun cuando nos hayamos alejado de él, porque pertenece a esa
verdadera realidad que es el mundo de las ideas. Es por la separabilidad e inmortalidad
del alma, por lo que podremos regresar al lugar al que pertenecemos. Aunque el regreso
nos va a exigir un duro camino de salvación. Platón edifica sobre el concepto de persona
que pone en circulación una doctrina religiosa de salvación.

ARISTÓTELES

Aristóteles constituye la opción alternativa al platonismo. Aristóteles, al contrario que


Platón, parte de un interés biológico en comprender el mundo que le rodea y las
sustancias que lo pueblan. En la diversidad de sustancias es fácil descubrir unas
vivientes, en el sentido de que contienen en sí mismas la causa de su actividad, y otras
no vivientes. Aristóteles va a utilizar el alma para explicar esta diferencia. Para ello,
debe conceder la presencia de un alma a todo lo viviente. El Alma se identifica con la
vida. Luego ya no es sólo el hombre quien posee un alma. Todo lo que tiene en sí
mismo un principio de vida es porque tiene un alma, aunque hay diferencias entre el
alma de las plantas, la de los animales y la de los seres humanos. Así, encontramos una
gradación de almas según las diversas funciones o potencialidades que el alma como
acto primero del viviente puede realizar. De esta manera explica, en primer lugar, las
distintas categorías de seres. Así, las distintas funciones se corresponderían con los
distintos tipos de alma: a) La función nutritiva es la función del alma vegetal b) La
función sensitiva (de la que derivan la apetitiva y la motriz) es la función del alma
sensitiva c) La función pensante que es exclusiva del alma intelectual Estas almas o
funciones del alma se componen unas sobre otras y el hombre reúne las tres. Sin
embargo, existe una unidad del alma, respecto a sus potencialidades y también respecto
al cuerpo. El alma no es separable del cuerpo, es principio de vida y de actividad, pero
no es una entidad independiente ni distinta, como en Platón, que pueda sobrevivir fuera
de su unión con el cuerpo. De esta manera, el alma es mortal y muere con la muerte de
la sustancia. Aunque efectivamente la imagen que ofrece Aristóteles del ser
humano es muy distinta de la de Platón, la síntesis medieval del pensamiento
grecorromano con el pensamiento cristiano va a generar una noción de persona, y de las
causas de su comportamiento que sigue funcionando en nuestros días y que podemos
denominar teoría de las facultades psicológicas. La característica fundamental es pensar
a la persona como una entidad separada en otras dos entidades radicalmente distintas:
una corporal o física y otra mental o espiritual. Al cuerpo pertenece lo físico, como es
fuente de perturbación requiere un exigente control por parte de una mente espiritual
que regula y dirige el comportamiento del cuerpo. Antes de matizar y analizar con
detalle esta imagen modelo de la Psicología humana, debemos dar un paso más en la
historia, donde encontraremos una intensificación de esta imagen dual hasta hacerla
teórica y prácticamente problemática.
CIENCIAS NATURALES Y CIENCIAS HUMANAS

Subsiste en la epistemología contemporánea una fuerte y vieja discusión relacionada


con el estatuto de las disciplinas ocupadas de lo humano. Una discusión que si bien tuvo
su momento más candente en los últimos tramos del siglo XIX y las primeras décadas
del siglo XX, continúa mostrando buena salud en diversos sectores ligados a los
estudios humanísticos.

La vigencia del problema se hace evidente en las discusiones actuales sobre el carácter
científico o no científico de algunas de las denominadas "ciencias sociales".
Básicamente, el problema trata de la distinción que existiría entre las ciencias de la
naturaleza y aquellas otras disciplinas ocupadas de lo humano, incluyendo por cierto lo
que hoy se denomina "ciencias sociales". Un problema que hunde sus raíces en la
también radical diferencia que se establece entre naturaleza y cultura. Estimo que las
siguientes expresiones del epistemólogo Mario Bunge avalan de manera suficiente esta
idea y su importancia. "Una de las más fundamentales, interesantes y persistentes
controversias filosóficas en la metateoría de las ciencias sociales concierne a la
distinción entre naturaleza y sociedad y a la correspondiente divisoria ciencias
naturales/ciencias sociales. Esta controversia es filosófica porque se refiere a categorías
generales y afecta con ello a todas las ciencias sociales. Y es fundamental porque la
mismísima estrategia de la investigación social depende de la postura que se asuma en
ella" (Bunge 1999, p. 18).

Este problema ha recibido diferentes ensayos de solución. Es la convicción según la


cual debe ser el mismo método que ocupa la ciencia natural el que ocupen también las
disciplinas ocupadas de lo humano, lo que caracteriza a una tradición.

Desde esta perspectiva no existe diferencia entre lo natural y lo humano. Usualmente se


la denomina "naturalismo". De acuerdo con otra tradición, las ciencias de la naturaleza
ocupan un método que les es propio y que consiste fundamentalmente en tratar de
encontrar las regularidades que rigen los fenómenos naturales. A partir del
descubrimiento de esas pautas resulta posible que las ciencias de la naturaleza otorguen
explicaciones, realicen predicciones y retrodicciones, controlen sus hipótesis y apliquen
ese conocimiento para la obtención de la moderna tecnología. Sin embargo, intentar
trasladar ese modelo al ámbito de las humanidades es -para esta tradición- algo
inadecuado. El terreno de lo humano constituye, desde esta perspectiva, un objeto de
estudio que no es posible abordar con el mismo método que resulta eficaz en el orden de
lo natural.

Un ejemplo me servirá para ilustrar este punto de vista. El cosmólogo contemporáneo


nos asegura en la actualidad que, bajo ciertas condiciones, determinadas estrellas llegan
a convertirse en enanas blancas o bien en agujeros negros. El científico, desde esta
perspectiva, no está interesado en tal o cual estrella, sino en una clase, la clase de las
estrellas que cumplen con algunos requisitos tales como la cantidad de materia que la
compone y la acción provocada por la gravedad, por ejemplo.
Se notará, entonces, que para el científico natural no son relevantes las características
individuales de sus objetos de estudio. El conocimiento logrado, y allí radica
precisamente el éxito de su saber, vale para toda la clase escogida, dejando de lado
cualquier otra característica que no sea la que vincula a los diferentes elementos de la
clase estudiada. La ciencia natural, se sostiene, alcanza su éxito a condición de sacrificar
lo peculiar que los fenómenos exhiben. La ley científica es útil solo en cuanto es capaz
de desprenderse de las singularidades de cada fenómeno, atendiendo de esta forma
únicamente a lo que le es común. Sin embargo, aplicar el mismo método al ámbito de lo
humano significaría dejar de lado precisamente lo más propio del ser humano: su
particularidad, aquello que lo distingue del resto de lo que hay.

Haré aquí una breve digresión. Los científicos naturales no solo buscan lo que de común
exhiben los fenómenos. También es parte de su estrategia emparejar dominios que a
primera vista parecen diferentes. Se notará que este emparejamiento de dominios
inicialmente diferentes es parte del mismo recurso: Hallar lo común en lo que aparece
como distinto. Continuando con nuestro ejemplo, señalemos que los astrónomos
clasifican las estrella en azules, blancas, amarillas, anaranjadas y rojas, dependiendo del
calor. Las estrellas azules son las más calientes y las rojas son las más frías.
Naturalmente estas clasificaciones, de acuerdo con la temperatura y el color asociado,
son solo parte de los antecedentes que los científicos toman en consideración. En
particular, cuando se trata de saber cuál es el futuro de una estrella de tal o cual color. El
tamaño también es importante para conocer qué ocurrirá con ellas. La mayoría de estas
diferencias que exhiben las estrellas, sin embargo, no son consideradas si de lo que se
trata es de indagar si su futuro será convertirse en una enana blanca o en un agujero
negro. Una vez aclarado lo anterior, digamos que se sostiene que el ser humano es un
ente demasiado complejo, con una gran cantidad de variables, difíciles todas ellas de
señalar y controlar en una investigación al modo como lo hace la ciencia natural. La
libertad del ser humano y sus valores, la manera de asignar sentido a lo que de suyo no
lo tiene, son algunas de esas variables que el método científico natural dejaría de lado al
realizar su labor. Determinar la conducta implica conocer la gran diversidad de sentidos
que el ser humano es capaz de otorgarle a la realidad. Y alcanzar una comprensión de
ese sentido puesto por el hombre es algo que escapa a las regularidades que la ciencia
natural viene descubriendo en la naturaleza. Sin embargo, ¿es en realidad imposible
alcanzar una comprensión del ser humano desde legalidades? ¿Acaso la psicología, por
ejemplo, no se esfuerza por encontrar el modo de hacer comprensible el
comportamiento humano? La psicología, otrora modelo de las ciencias ocupadas de lo
humano, ha conquistado un saber cada vez más preciso y lleno de promesas, siguiendo
el modelo de las ciencias naturales. Hans-Georg Gadamer, filósofo contemporáneo que
se ha opuesto a esta forma de ver el asunto, se ha referido a este respecto de la siguiente
manera: "Sin duda, ciertas investigaciones que han sido realizadas en este sentido, por
ejemplo en psicología de las masas, han culminado con un éxito incontestable. Sin
embargo, con la simple constatación del descubrimiento de regularidades no se realiza
un progreso efectivo en las ciencias humanas, no se llega más que a enmascarar el
verdadero problema que presentan estas ciencias. La adopción de este modelo humano
no permite circunscribir la experiencia de un mundo social e histórico; al contrario, se
desconoce totalmente la esencia de esta experiencia cuando se la plantea únicamente en
medio de procesos inductivos. Así pues, lo que se entienda por ciencia no se obtiene de
las regularidades, no por su aplicación al actual fenómeno histórico, que aprehenderá el
elemento específico del conocimiento histórico" (Gadamer 1993, p. 50). En la mayoría
de las disciplinas ocupadas de lo humano y de lo social: filosofía, antropología,
sociología, etc., la manera correcta de dar cuenta de los conocimientos relevantes ha de
ser un método distinto al de las ciencias naturales. Se ha propuesto, por ejemplo, que, en
el caso de querer conocer una cultura distinta, se debe intentar una suerte de descripción
pura, sin recurrir a hipótesis previas. Es decir, una ausencia total de cualquier tipo de
ley, regularidad, sospecha o conjetura, pues de esa manera se evitaría la contaminación
de la observación pura necesaria para esa captación y descripción histórica. Alcanzar
esa descripción pura, se afirma, únicamente puede lograrse cuando el investigador es
capaz de despojarse de toda conjetura o prejuicio propio de su cultura y luego
involucrarse en aquella otra cultura, intentando comprender cuáles son los valores que
las personas sustentan; qué sentido le asignan, por ejemplo, a los antepasados, a la vida
o a la muerte. Este modo de buscar el conocimiento en el terreno de lo humano propone
que debe ser otra la manera de indagar acerca del ser humano. Una forma que no
sacrifique lo propio de cada etnia. Y en su opinión, es también un modo necesario de
adoptar en el estudio de una cultura diferente. Gadamer admite que " ... todo
conocimiento histórico comporta una aplicación de regularidades empíricas generales
en los problemas concretos a los que se dedica; por tanto, la intención verdadera del
conocimiento histórico no es la de explicar un fenómeno concreto como un caso
particular de una regla general, incluso aunque estuviera subordinado a la perspectiva
puramente práctica de una eventual previsión. Su fin verdadero -aun utilizando los
conocimientos generales-es sobre todo el de comprender un fenómeno histórico en su
singularidad, en su unicidad. Lo que interesa al conocimiento histórico no es el saber
cómo los hombres, los pueblos, los Estados se desarrollan en general, sino, por el
contrario, cómo este hombre, este pueblo, este Estado ha llegado a ser lo que es; cómo
esto ha podido pasar y llegar a suceder alU" (Gadamer 1993, p. 50). Esta breve
excursión nos ha mostrado las siguientes convicciones que están presentes, de manera
explícita o implícita, en quienes defienden la diferencia entre ciencias de la naturaleza y
ciencias humanas:

1. El mundo natural está gobernado por leyes. Los fenómenos muestran semejanzas,
rasgos comunes, que hacen posible explicarlos a partir de legalidades.

2. El método que utiliza la ciencia natural es generalizador, buscador de leyes o pautas


de acuerdo con las cuales los fenómenos discurren.

3. El ámbito de lo humano no está solo constreñido a leyes. Los acontecimientos


humanos son particulares, son únicos, irrepetibles, no susceptibles de ser absolutamente
dominados por legalidades. Es un ámbito fundamentalmente histórico.
4. El método adecuado para alcanzar el conocimiento en el ámbito de lo humano no
puede ser el generalizador. El método correcto para lograr el conocimiento en ese lugar
es aquel que atiende a lo particular.

5. Tras estas cuatro convicciones se esconde una certeza aún más fuerte. Esta consiste
en la seguridad de que el ser humano es un ente radical o esencialmente diferente del
resto de los seres vivos; a mi juicio, la convicción más importante, por cuanto es el
fundamento sobre el cual se erigen aquellas otras.

EXPLICACIÓN, COMPRENSIÓN, INTERPRETACIÓN

La problemática de la distinción (pluralismo metodológico2) o no (monismo


metodológico) entre los métodos de la ciencias fácticas trae aparejada la cuestión de si
estas ciencias (tanto naturales como sociales) explican –causalmente- o describen –para
comprender-. Y aquí nuevamente nos encontramos con estas dos posiciones
epistemológicas: monismo y pluralismo. Al inicio del capítulo 6 de Asti Vera y
Ambrosini (2009. 214), se indica que en las ciencias fácticas hay una diferencia entre
explicar y describir, dando cuenta de que la primera responde a la pregunta del “porqué”
y la segunda a la pregunta del “cómo”. Así, si nos preguntáramos cuál sería el objetivo
de la ciencia: ¿explicar o describir?, la posición mayoritaria dentro de la comunidad
científica se inclinaría por la afirmación que la ciencia debe explicar y no describir,
incluso frente a las diferencias existentes entre ciencias naturales y ciencias sociales o
humanas o del espíritu. Por otra parte, el campo del conocimiento social estuvo
dominado por el empirismo lógico hasta la aparición de un conjunto de teorías
epistemológicas que en los últimos treinta años cambiaron el panorama rechazando la
idea de que pudiera haber observaciones teóricamente neutrales.
Lo más importante de la situación de la epistemolgía de los últimos años es la
consideración de la ciencia como una actividad interpretativa y, entonces, los problemas
de significado y comunicación adquieren relevancia en la epistemología.
1. El problema de la “explicación” en las ciencias fácticas
Particularmente respecto del problema de la explicación en las ciencias sociales, Carl
Hempel (filósofo, epistemólogo y lógico germano-estadounidense, 1905-1997) en La
explicación en la ciencia y en la historia (1981), sostiene que los dos tipos básicos de
explicación científica, el modelo nomológico-deductivo y el modelo
estadísticoinductivo, sirven de soporte al modelo de explicación característicamente
histórico.
. Origen de la controversia
Recordemos que la dicotomía existente entre explicación y comprensión hunde sus
raíces en la historia de las ideas y se relaciona con el problema de si la construcción
teórica es intrínsecamente un mismo género de empresa tanto en las ciencias naturales
como en las ciencias sociales, humanas o del espíritu. Von Wright sostiene que el
problema parte de dos tradiciones científicas en la historia de las ideas. Una es la
aristotélica y la otra la galileana que se remonta a Platón. La primera se vincula a los
esfuerzos del hombre por “comprender” las cosas “teleológicamente”, es decir,
comprender las cosas como tendientes a un fin, a un objetivo; y la segunda por
“explicarlas causalmente” (von Wright, 1979. 18). Y considera que cuando el filósofo
se cuestiona el tipo de conocimiento, se encuentra con estas dos tradiciones que difieren
en el planteamiento de las condiciones a satisfacer por una explicación científica. En el
mismo sentido, en la historia de la ideas, y particularmente de las ciencias, nos
encontramos frente a dos corrientes epistemológicas fuertes, la positivista y la
antipositivista. Y según von Wright, la positivista, cuyos representantes principales son
Auguste Comte (sociólogo francés, 1798-1857) y John Stuart Mill (filósofo y
economista inglés, 1806-1873), queda vinculada a la tradición galileana a través de su
monismo metodológico, y por otro lado, la antipositivista, cuyas figuras más
significativas son Dilthey y Max Weber (filósofo, economista y sociólogo alemán,
1864-1920), entre varios otros, representa una tendencia mucho más diversificada y
heterogénea que el Positivismo, rechazando el monismo metodológico y rehusándose a
establecer como patrón metodológico a las ciencias naturales exactas como ideal
regulador único y supremo de la comprensión racional de la realidad.
1.2. El problema del método y el reduccionismo
Antes de incursionar en las concepciones de la corriente “comprensivista” y en su
enfoque hermenéutico, hay que tener en cuenta que, por un lado, desde el Positivismo,
se sostiene la unidad de método tendiendo a subsumir el método de las ciencias sociales
al de las naturales; estableciéndose como ideal metodológico las ciencias físico-
matemáticas; poniéndose énfasis en la explicación y predicción; dando cuenta de que la
explicación es causal; y rechazando a las explicaciones finalistas o teleológicas como
acientíficas. Y mientras, por otro lado, el antipositivismo, la otra posición, tiende a
sostener un contraste entre, por una parte, las ciencias que al modo de la física, la
química o la fisiología, aspiran a generalizaciones sobre fenómenos reproducibles, y por
otro parte, las ciencias que, como la historia, buscan “comprender” las peculiaridades
individuales y únicas de sus objetos, impugnando el enfoque positivista de la
explicación.
Las ciencias sociales o humanas, no pueden, sostiene Dilthey, pretender la comprensión
de la vida a través de categorías externas a ella –como lo pretende el Positivismo-, sino
a través de categorías intrínsecas, derivadas de ella misma, por tal motivo, no deben
explicar, sino comprender y no lo pueden hacer mediante los métodos de las ciencias
naturales sino mediante los suyos propios. Es decir, para “explicar” (entre comillas
porque Dilthey utiliza “comprender”) la vida, para comprender las estructuras del
sentido de la vida, no podemos usar categorías, conceptos de las ciencias naturales
como leyes lógicas o razonamientos deductivos o inductivos, porque todo esto son
construcciones formales realizadas por el hombre, y no son “la vida”, es decir, no
pertenecen a la categoría de la vida esas categorías científicas, ya que, son sólo
objetivaciones que realiza el hombre para explicarla, pero no son categorías propias de
ella. Las categorías propias de la vida tienen que ver con lo que Dilthey llama
“vivencias” y que son, a grandes rasgos, lo que nos ocurre, y lo que nos ocurre
históricamente. Son los acontecimientos de la vida, el querer, el sentir y el representar.
2. La “comprensión” en las ciencias sociales
La corriente antipositivista, por su parte y de diversas maneras, sostiene que el objetivo
de las ciencias naturales es “explicar”, y el de la historia y las ciencias sociales, es
“comprender” los fenómenos que ocurren en su ámbito; y es el mismo Droysen el que
introdujo tal dicotomía metodológica y acuñó los nombres de explicación y
comprensión. Estas ideas metodológicas fueron luego desarrolladas con mayor
profundidad y sistematizadas por Dilthey quien rechaza la tendencia de fundar un
conocimiento humano siguiendo los procedimientos de las ciencias naturales. Es el
mismo Dilthey quien para designar todo el dominio de aplicación del método de
comprensión se sirvió del término “ciencias del espíritu” (Geisteswissenschaften) que
conocemos también por ciencias humanas o ciencias sociales, y en el habla inglesa por
Moral Science (von Wright, 1979. 24). El uso cotidiano del lenguaje no hace una
distinción aguda entre los términos “explicar” y “comprender”, y así se podría decir
que, cualquier tipo de explicación proporciona una comprensión de las cosas. Pero
“comprensión” cuenta además con una connotación psicológica de la que carece el
término “explicación”. Se considera que la comprensión, como método característico
de las ciencias del espíritu, es según Simmel (filósofo y sociólogo alemán, 1858-1918)
una forma de empatía o recreación en la mente del estudioso de la atmósfera espiritual,
pensamientos, sentimientos y motivos, de sus objetos de estudio (von Wright, 1979. 24).
Sin embargo, no es esta la única característica que distingue a la comprensión de la
explicación. Von Wright sostiene que la comprensión se encuentra ligada además con la
“intencionalidad” de una manera en que la explicación no lo está. Se comprenden los
objetivos y propósitos de un agente, el significado de un signo o de un símbolo, el
sentido de una institución social, de un rito religioso. Esta dimensión intencional,
sostiene el mismo von Wright, ha llegado a jugar un papel relevante en la discusión
metodológica más reciente a través de la hermenéutica.
La tradición antipositivista procura sustituir las nociones científicas de explicación,
predicción y control por las interpretativas de comprensión, significado y acción.

Explicación, comprensión, interpretación

Explicación: Modo de dar razón de los fenómenos naturales por medio de leyes que
establecen conexiones constantes entre estos.

Comprensión: Modo de dar razón de las acciones, instituciones y obras humanas a partir
de las creencias e intenciones que les confieren sentido.

Las leyes científicas establecen relaciones constantes entre fenómenos observables:


siempre que ocurre “x”, ocurre “y”. Estas relaciones son a menudo de tipo causal: el
fenómeno “x” causa o produce el fenómeno “y”. Este modo de explicación es
característico de las ciencias naturales, y, como veremos inmediatamente, hay razones
para pensar que es insuficiente en el ámbito de las ciencias humanas.

Entre muchos filósofos y teóricos de la ciencia, existe la tendencia a aplicar en las


ciencias humanas el modelo explicativo propio de las ciencias naturales. Esta tendencia
se observa con claridad en ciencias como la economía, la sociología e incluso la
psicología.

El deseo de aplicar a las ciencias humanas el tipo de explicación propio de las ciencias
naturales es comprensible: después de todo, las ciencias naturales han logrado un grado
de exactitud y de desarrollo extraordinarios; de ahí que se piense a menudo que las
ciencias humanas alcanzarán el mismo tipo de desarrollo si se aplica en ellas el modelo
explicativo de las ciencias naturales. Sin embargo, entre el objeto de las ciencias
naturales y el objeto de las ciencias humanas existe una diferencia fundamental. Cuando
explicamos mediante leyes la caída de una piedra o la relación entre la presión y el
volumen de un gas (ideal) a temperatura constante, no nos preguntamos para qué actúan
de ese modo las piedras o las partículas de los gases, qué sentido tiene su
comportamiento. Por el contrario, cuando estudiamos las acciones, las instituciones y
las producciones de los seres humanos, nos parece necesario comprender su sentido.

Ya en el siglo pasado, Dilthey decía: “Explicamos la naturaleza, comprendemos el


espíritu”. (Las ciencias humanas solían denominarse por entonces “ciencias del
espíritu”). La diferencia consiste, en último término, en que, para comprender las
acciones humanas, así como las instituciones y las producciones culturales (obras de
arte, etc.), es necesario tener en cuenta las intenciones y las creencias en que se basan.
La acción humana y los productos culturales son intencionales, tienen sentido.

Esta distinción entre “explicar” y “comprender” continúa siendo objeto de debate en la


actualidad. Respecto de este tema conviene tener en cuenta las siguientes
consideraciones:

1. Hay autores que consideran que en las ciencias humanas hay que aplicar el modelo de
explicación propio de las ciencias naturales. Estos autores, evidentemente, sostienen que
la distinción entre “explicar” y “comprender” no es suficiente para reclamar un método
de explicación propio y distinto para las ciencias humanas. No existe, a su juicio, más
que un método científico y una forma de explicación: establecer leyes generales que
conecten entre sí fenómenos observables (leyes que, a su vez, se integrarán en amplias
teorías).

2. Por el contrario, hay otros autores que exigen métodos distintos para cada uno de
estos tipos de ciencias. La comprensión exige procedimientos ajenos al método de las
ciencias naturales. El método propio de la comprensión se denomina hermenéutica o
método hermenéutico. Los autores de orientación hermenéutica han subrayado que la
comprensión se lleva a cabo siempre desde un determinado horizonte, el horizonte en el
cual se halla situado el que quiere comprender: así, hemos de comprender otras culturas
desde el horizonte de nuestra propia cultura; hemos de comprender acciones,
instituciones, obras (arte, textos literarios, etc.) del pasado desde nuestro presente. Esta
situación se denomina círculo hermenéutico: la comprensión (plena) se lleva a cabo
desde una cierta comprensión previa (pre-com prensión) inicial que nos viene dada por
nuestra propia situación cultural. Por ello, la comprensión se basa siempre en la
interpretación.

OBSERVACIÓN E INTERPRETACIÓN

La teoría del perspectivismo - según la cual, frente a la concepción absolutista y


unívoca de la realidad, Ortega afirma que la realidad es tal que sólo puede ser vista bajo
una determinada perspectiva; las determinaciones espacio-temporales son formas de la
realidad y no del sujeto cognoscente, como había postulado Kant- con su afirmación de
la verdad localizada opuesta a esa verdad utópica, «vista desde lugar ninguno», plantea
en el proceso de investigación científica el problema del papel que cumple la
observación, como facultad cognoscitiva, tanto en el inicio de la investigación como
fuente de datos o acontecimientos, como en su función verificadora al ser criterio de
contrastación de teorías, pues si la observación está también «localizada», es decir, si
hay que situarla en una determinada perspectiva, ya no cabe hablar de observación
objetiva, idéntica para todos. La contrastación empírica de las teorías mecánicas fue otro
de los factores que contribuyeron al imperialismo de la física. No sólo poseía la física
moderna todo el rigor deductivo de la matemática, sino que además dicha exactitud se
podía aplicar a los cuerpos. «Por primera vez», escribe Ortega, «existía un conocimiento
que, obtenido mediante precisas deducciones, era a la par confirmado por la observación
sensible de los hechos» ~ El método que la ciencia adoptaba consistía, por tanto, en la
conjunción de dos criterios de certeza: e! razonamiento deductivo, que asegura la
necesaria validez de las conclusiones a las que llega, y la percepción que confirma
dichas conclusiones teóricas en la experiencia. La observación, ya sea directa, ya a
través del experimento, adquiría un papel fundamental en la metodología científica.
Ahora bien, pronto la función contrastadora que Galileo había dado a la observación fue
sustituida por una mucho más amplia: la percepción se convertía, sobre todo por
influencia inglesa —Bacon, Mill, neopositivistas— en el fundamento del conocimiento.
Que la ciencia fuera «experimental» significaba que toda investigación no sólo debía
justificar o demostrar sus tesis en los hechos, sino que debía partir de su observación, no
debiendo admitirse ningún principio ni teoría que no derivase inductivamente de
fenómenos observados. Ortega se opone abiertamente a este inductivismo exagerado en
Bronca en La Física, recordando que la ciencia nunca estuvo basada exclusivamente en
la observación. La ley de la inercia o nociones como las de espacio, tiempo o
movimiento absolutos ponen en evidencia que la investigación científica no pudo
consistir en un proceso inductivo que partiera de la pei< cepción. «La mera observación
no funda la ciencia», afirma taxativamente Ortega ~ Es un error pensar en las
observaciones o los resultados experimentales como si se tratase de objetos claros y
precisos que son percibidos del mismo modo por cualquier sujeto. La percepción, en
tanto que facultad vital, está también apoyada, sustentada en la manera de ver que
proporciona la cultura. Las creencias, ideas y convicciones que heredamos de nuestra
civilización determinan en gran medida lo que percibimos. Cada sujeto ve la realidad
desde un punto de vista diferente: «Desde distintos puntos de vista, dos hombres miran
el mismo paisaje. Sin embargo, no ven lo mismo» . Por eso es tener cuenta que hecho
rio describe 27 preciso en un nunca un estado de cosas objetivo, sino que también
expresa un punto de vista, una perspectiva desde la cual el hecho es significativo. Los
hechos, dice Ortega, son meros «síntomas» o manifestaciones de la realidad que «se nos
dan para ser intepretados», es decir, para ser integrados en un sistema significativo. Al
mencionar como especialmente significativa la frase de Goethe: «todo hecho es ya
teoría» 29, se pone en evidencia la proximidad de la concepción orteguiana de la
percepción con la tesis de Hanson de la carga teórica. La observación de cualquier
objeto esta moldeada por un conocimiento previo de dicho objeto, afirma dicho autor.
Al ver no sólo clasificamos la realidad en objetos, la vemos como diferentes objetos
según la división que hagamos de la realidad, sino que también al ver nos explicamos la
realidad viendo que es lo que acontece a nuestro alrededor. Así, para Hanson en la
sensación hay una visión clasificadora y una visión proposicional de la realidad 30 Sin
llegar a un análisis tan profundo Ortega también afirma que toda percepción conlíeva
una interpretación, esto es, que toda observación se ve dirigida por una teoría previa.
Así, dice: «La observación, la de Galileo como la del hombre paleolítico, es imposible
sin invención previa. Los hechos no nos dicen nada espontáneamente. Esperan a que
nosotros les dirijamos preguntas de este tipo: ¿Sois A o sois B? Pero A y B son
imaginaciones 34 nuestras» Desde el positivismo la ciencia consiste en el
descubrimiento de conexiones entre hechos. Pero lo que los positivistas no vieron,
señala Ortega, es que en la conexión el hecho desaparece como hecho puro y se
transforma en parte de un «sentido», de un sistema, En el ámbito de la teoría del
perspectivismo ésto no sólo constituye la realidad, sino también la capacidad
cognoscitiva humana. Para Ortega el hecho fundamental de la conciencia es la
conexión. Todo en la mente se halla enlazado, relacionado, articulado, sin rupturas. Sin
embargo, uno de los grandes prejuicios heredados del positivismo ha sido pensar, de
nuevo por influencia de la metodología analítica propia de la física-matemática, que los
hechos inmediatos de la conciencia son hechos aislados, inconexos, que el hombre tiene
que relacionar. La discontinuidad propia del mundo corpóreo, característica de la
concepción corpuscular de la mecánica clásica, se extrapoló al mundo de la conciencia.
Pero si la nueva física ondulatoria volvía a postular la continuidad de la realidad frente a
la anterior discontinuidad, también en el orden mental, autores como Bergson, Dilthey y
el propio Ortega, afirman que es la relación, el nexo, la unidad integradora lo que
constituye nuestra conciencia inmediata. Esta tesis holista de la conciencia, según la
cual el todo es antes que las partes, constituye para Ortega el fundamento de la función
creadora del conocimiento humano, En consecuencia, el conocimiento que adquirimos
de la experiencia no se puede explicar como una mera respuesta mecánica de nuestros
órganos sensoriales a estímulos externos que serían idénticos para cualquier receptor
que estuviese en la misma situación, sino que la observación puede ser considerada
como miembro de un conjunto de ideas culturales, es decir, de «maneras de ver» y de
«pensar las imágenes» que junto con convicciones morales, cosmológicas, religiosas,
etc., configuran el modo concreto, la perspectiva en Ja que se integra nuestra
percepción. La observación sólo adquiere significado, y con consecuencia no pasa
«desapercibida», en la medida en que forma parte de un sistema significativo de la
realidad, es decir, en la medida en que tiene un sentido en la totalidad de la perspectiva.
La observación tiene, pues, para Ortega, una función subsidiaria respecto de la teoría:
«Ciencia no significa jamás “empiria”, observación, dato “a posteriori”, sino todo lo
contrario: construcción “a posteriori”» ~ Los datos, lejos de ser el punto de partida de la
investigación, son buscados en función de la teoría que se pretende demostrar Así,
Ortega recuerda la actitud de Galileo que será la propia de la ciencia: «Sus creadores
sabían muy bien que la ciencia de los hechos, de los fenómenos tiene en cierto momento
que desentenderse de éstos, quitárselos de delante y ocuparse en un puro imaginar. Así,
por ejemplo: los cuerpos lanzados se mueven de innumerables maneras, suben, bajan,
siguen en su trayecto las curvas mas diversas, con las más distintas velocidades. En tan
inmensa variedad nos perdemos y por muchas observaciones que hagamos sobre los
hechos del movimiento no lograremos descubrir el verdadero ser del movimiento. ¿Qué
hace, en cambio, Galileo? En vez de perderse en la selva de los hechos entrando en ellos
como pasivo espectador, comienza por imaginar la génesis del movimiento en los
cuerpos (...) Comienza por construir idealmente, mentalmente, una realidad. Sólo
cuando ya tiene lista su imaginaria realidad observa los hechos, mejor dicho, observa
qué relación guardan los hechos con la imaginada realidad» 1 En este texto Ortega
presenta una clara crítica al inductivisxno: ¿Cómo clasificar la realidad percibida,
analizarla y escoger los datos relevantes si no sabemos teóricamente los que buscamos?
«Invención», «creación», «interpretación» o «construcción» son los términos que
Ortega usa para expresar el carácter esencialmente teórico de la ciencia. Incluso llega a
afirmar que la ciencia «es hermana de la poesía» ‘~. Tras la crítica al absolutismo
racionalista y al empirismo ingenuo, resulta clara la concepción perspectivista: tanto el
pensar como el observar se llevan a cabo sobre la base de ciertas «ideas» o convicciones
heredadas del pasado histórico. Hay que renunciar a toda concepción definitiva y a-
histórica del mundo y aceptar que el mundo no nos es dado ni al pensamiento puro ni a
la pura experiencia, sino que es una construcción en la que intervienen ambas
facultades. Ahora bien, si no cabe ya hablar de una observación absoluta, idéntica para
cualquier observador, sino que toda observación está condicionada por una determinada
perspectiva —consideración que la mecánica cuántica confirmará al constatar que el
resultado de un experimento depende del observador—, el análisis de una observación
deberá tener en cuenta la circunstancia desde la que se realiza, y que Ortega hace
consistir en el horizonte histórico, cultural y vital del observador. De este modo, las
ciencias de la naturaleza, en tanto que involucran necesariamente en sus teorías la
circunstancia en la que se sitúa el científico, tendrán que contar, si quieren ser auténtico
conocimiento, con el estudio de dicha perspectiva. Estas consideraciones también
afectan a las ciencias humanas en la medida en que bajo ese imperialismo de la
racionalidad física han idolatrado el dato, el experimento. Pero la historia, La
psicología, la sociología no pueden reducirse a la consideración de hechos brutos,
aislados, no sólo porque, como ya hemos visto, «los hechos, ¡os datos, aun siendo
efectivos, no son la realidad» ‘< y por tanto deben ser integrados en un sistema
interpretativo que les proporcione esa realidad de la que en sí mismos carecen, sino
ademas, y esto es ya algo fundamental y específico de este tipo de ciencias, porque la
característica esencial del ser humano es la continuidad, la temporalidad entendida de
forma análoga a la «durée» bergsoniana, esto es, como una presencia constante de todo
nuestro pasado en el momento presente, y éste como un proyecto inmerso en el futuro.
Un hecho humano no puede ser tratado como un cabo suelto, como un acontecimiento
aislado, pues supondría pensar la vida humana como una sucesión discontinua de
eventos, «pero es evidente que todo lo que al hombre acontece y pasa, le pasa y
acontece dentro de su vida y se convierte ipso facto en un hecho de vida humana, es
decir, que el verdadero ser, la realidad de ese hecho no es lo que éste como suceso bruto,
aislado y por sí parezca tener, sino lo que signifique en la vida de ese hombre» 1 El gran
error de las ciencias humanas ha sido tratar al hombre como una cosa, aplicándole
categorías análogas a las del mundo corpóreo. Pero «el hombre no tiene naturaleza,
tiene historia» 1 De ahí que si Ja racionalidad analítica e inductivista ha fracasado,
Ortega proponga una razón histórica que no acepte nada como puro hecho, sino que
«fluidifique todo hecho en elfien de que proviene: ve cómo se hace el hecho» ~>, y una
razón vital que 99«no tenga más remedio que razonar ante la circunstancia»

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