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L. Di Fonzo – G. Odoardi – A.

Pompei
ofmconv

LOS FRAILES MENORES CONVENTUALES

Historia y Vida: 1209-1976


FALC: FEDERACIÓN CONVENTUALES DE AMÉRICA LATINA - 2002
Título del original italiano:

I Frati Minori Conventuali, Storia e Vita 1209-1976


Publicado por: Curia Generalizia O.F.M.Conv.
Piazza Ss. Apostoli, 51 - Roma 1978
MISCELLANEA FRANCESCANA

Traducción:
Fray Francisco Calderoni, OFMConv
Seminario Misionero Franciscano ‘San José de Cupertino’
5015 Palmira (Venezuela)

Fax: +58.276.3944049
E-mail: semifra@telcel.net.ve

FALC: FEDERACIÓN CONVENTUALES DE AMERICA LATINA - 2002

Con el permiso de los Superiores


La presente edición, no comercial,
está dirigida a los religiosos OFMConv.,
y ha sido preparada por la Secretaría general de la Orden
con el consentimiento y autorización
del Revmo. P. Vitale M. Bommarco, Ministro General 115º
‘Oh gloriosa Reina, el Señor me ha enaltecido con
la gracia de llamarme a hacer parte de la Orden del
glorioso Seráfico, y amigo tuyo, san Francisco: Orden
bendecida copiosamente por Él con privilegios y
gracias especiales [...], y también, Madre Santa, el
Señor concedió a esta Orden la gracia de defender y
manifestar el brillo original de aquel primer instante
de tu Concepción inmaculada.
Por eso, oh Madre amable y buena, yo me glorío
profundamente, y mi corazón rebosa de alegría por
haber sido formado, criado y educado en la doctrina y
devoción de tu Concepción inmaculada.
Virgen gloriosa, yo, el más indigno de entre los
alumnos de la Orden Seráfica: por la veneración
incesante que te debo, como nuestra principal
Patrona, y bajo ningún otro título más que el de tu
Inmaculada Concepción, te ofrezco y te obsequio esta
obra...’
(Palabras de San Francisco Antonio Fasani, OFMConv)
Los primeros 7 Artículos del presente volumen han sido sacados del importante
Diccionario de los Institutos de Perfección (DIP), es decir historia y vida de las Ordenes y
Congregaciones religiosas. El DIP está dirigido por G. C. Rocca (1969), publicado en Roma,
Edizioni Paoline, a partir del 1974, en 6 volúmenes ilustrados de los cuales, hasta el presente,
han sido publicados los volúmenes 1-4 (1974-77), uno por cada año.
Los Artículos, siguen el siguiente orden en los Volúmenes:

1. Francisco, de Asís, santo, IV (1977) col. 512-27.


2. Franciscanos (1209-1517), IV (1977) 464-511.
3. Conventuales, Frailes «Menores Conventuales, III (1976) 1-94.
4. Conventuales Reformados, III (1976) 94-106.
5. Frailes Menores (sentido y uso histórico del nombre), IV (1977) 823-38.
6. Franciscanismo, IV (1977) 446-64.
7. Conventualismo, II (1975) 1711-26.

La Dirección del DIP ha autorizado la reproducción de aquellos artículos en el presente


volumen, y sus traducciones, para uso de los Frailes Menores Conventuales.
Se guardan las mismas abreviaciones que hay en el Diccionario, y también las referencias y
demás signos gráficos. De manera especial, el símbolo -», tal como está en la publicación
originaria, apunta, para los lectores de buena voluntad, a las demás voces o artículos similares y
complementarios del DIP, que tratan sobre temas franciscanos o también generales.
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
245

1.

SAN FRANCISCO DE ASÍS


(1182-1226)

Apuntes biográficos, espíritu y personalidad

Francisco es el fundador de las tres Ordenes minoríticas: los Frailes


Menores o -»Franciscanos (actualmente: Menores, Conventuales,
Capuchinos), las monjas -»Clarisas (hay distintas familias), y los -»Penitentes
o Terciarios franciscanos (seglares, y Terciarios regulares de s. F.).
Es uno de los santos más significativos de la historia de la Iglesia y de
la civilización, por causa de su conformidad mística con el Crucificado (alter
Christus), por el redescubrimiento literal del Evangelio y la genuina
interpretación de los valores religiosos y humanos que, propuesta a sus
seguidores y predicada a todo el mundo, ha sido grandemente apreciada como
la «visión franciscana» de la vida. Por este motivo, Francisco es uno de los
Santos más conocidos y amados en el mundo, por los hombres de todo
estamento y credo religioso.

(Para las fuentes franciscanas: -»Cuestión franciscana).

I. Datos sumarios – II. Síntesis biográfica – III. Espiritualidad – IV. Personalidad e


influencia.

I. DATOS SUMARIOS

Francisco nació en Asís (Perusa, Italia) el año 1182, y allí mismo


murió, en la Porciúncula (Santa María de los Ángeles), el 3-10-1226. El
proceso de canonización se llevó a cabo el 1227-8; fue declarado Santo el 16-
7-1228, por Gregorio IX en Asís.
Al título de «patrono del pueblo cristiano», ya definido y así invocado
en distintos documentos pontificios a partir del siglo XIII, se han añadidos las
recientes formales proclamaciones como patrono de la Acción Católica (14-9-
1916), patrono principal de Italia, junto con santa Catalina de Siena (18-6-
246

1939), protector especial de los Comerciantes italianos (23-32-1952). Su fiesta


litúrgica se celebra el 4 de octubre, a la que se le añadía antiguamente en toda
la Iglesia, hasta la reforma litúrgica (1969), la fiesta de los Estigmas el 17 de
septiembre (única fiesta de este tipo reconocida en la liturgia).
La tumba o sepulcro del Santo se encuentra en la cripta de la basílica
inferior de Asís (1230), donde se guardan sus restos que, después del hallazgo
del cuerpo (12-2-1818) y las más recientes averiguaciones canónicas (1818-
24), tras autorización pontificia fueron recompuestos íntegramente en el
primitivo sarcófago. En aquel entonces, y a partir de aquel momento, fue
distribuido tan sólo el «polvo» del sepulcro, es decir, pequeños fragmentos de
los restos de su cuerpo y vestimentas pulverizadas. Reliquias del hábito,
cilicios y objetos de uso se conservan en los distintos santuarios de Asís y en
otros lugares.
La iconografía, que abarca más de 12.000 obras pertenecientes a
distintas corrientes pictóricas que van desde el siglo XIII hasta hoy (en Subiaco
1228-30, Giunta Pisano 1236, Cimabue, Giotto, etc.), representa al Santo
siempre vestido con el hábito minorítico y el cordón blanco, con los
característicos estigmas y, frecuentemente, con el Crucifijo en la mano y un
libro cerrado (el Evangelio). Así lo contemplamos en todos las pinturas, en
distintas actitudes de oración o de contemplación del Crucifijo, en muchas
escenas sagradas con Cristo, la Virgen y Santos, y sobre todo en los multiples
episodios de su vida. Éstos y otros motivos, inspirados en su polifacética
personalidad, influenciaron profundamente, en manera directa o indirecta, al
propio renacimiento del arte medieval, especialmente italiana, y la literatura
europea.
Sin embargo, donde más se notó su influencia fue en el campo
religioso. Debido al fermento renovador inyectado en la vida cristiana y
religiosa y en la misma concepción de la convivencia social, y por causa de los
extraordinarios dotes de su humanidad y santidad, el Poverello de Asís, así
como respondió a las profundas aspiraciones espirituales de su tiempo, siempre
ha encontrado y continúa hoy día teniendo grata aceptación en el corazón
humano.

II. SÍNTESIS BIOGRAFICA

Francisco nació en el corazón de Italia durante los últimos 20 años del


siglo XII (final de 1181 o comienzo de 1182), de un acaudalado propietario y
comerciante en telas, Pietro Bernardone y de Giovanna, apodada ‘madona
Pica’. Su nombre de pila era Juan, pero pronto su padre lo cambió, al regresar
de uno de sus viajes comerciales a Francia, con el de Francesco («francés»,
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
247

nombre ya en uso, pero no muy conocido en Italia). Cuidó su primera


formación religiosa su devotísima madre la cual, según una tradición muy
digna aunque tardía (s. XIII-XIV) había decidido, por causa de los dolores del
parto, proceder al alumbramiento entre un buey y un borrico, y que el mismo
día del alumbramiento había escuchado, de parte de un misterioso peregrino,
auspiciar la bondad de vida (Cfr. bibl., 4).
En la escuela parroquial de s. Jorge, en Asís, el Santo aprendió a leer y
a escribir, y completó, posteriormente, su modesta cultura con nociones de
cálculo, de poesía y música, adquiriendo también algunos conocimientos de
lengua francesa (el provenzal) y de literatura de las gestas y leyendas
caballerescas. Francisco, dotado de inteligencia perspicaz y fuerte memoria,
poco a poco fue adquiriendo una razonable cultura religiosa por medio de
lecturas y meditación. Hijo de familia acaudalada y burguesa, tenía un papá
que ambicionaba grandemente ampliar hacia el extranjero el área de su
actividad comercial. Francisco, por tanto, se formó en este ambiente familiar
típico de la clase media italiana de aquel entonces, ansiosa por una ascensión
civil y política, ansiosa de bienestar y libertad anhelando conquistar algún
título de nobleza a fin de equipararse con los «mayores», que siempre llevaban
ventajas sobre los «menores». Francisco, dotado de aguda inteligencia,
ambición y constantemente emprendedor, durante la primera etapa de sus 25
años «en el mundo» (1182-1205), intentó personalmente recorrer todos esos
caminos de ascensión y de gloria humana.
A la edad de 14 años aproximadamente, se incorporó a las actividades
de la tienda de su papá, en el arte de los mercaderes (1196 aprox.), ejerció con
perspicacia aquel oficio, atento siempre a multiplicar las ganancias, aunque no
fuese buen guardián de las mismas («cautus negotiator, sed vanissimus
dispensator» [negociante cauto, pero muy fácil dilapidador, n.d.t], 1Cel 2). En efecto, era
hijo primogénito (tenía un solo hermano menor, Ángel), proclamado rey de los
banquetes y de la juventud de Asís; y expandía generosamente las riquezas
paternas, vistiendo hábitos raros y llamativos, ocupando el tiempo en veladas
de gala animadas con música y cantos. Consentido benévolamente por sus
padres en aquellos gastos «principescos», era admirado con simpatía por su
madre y amigos por causa de las buenas cualidades naturales y morales,
nobleza de palabra y de tracto, generosidad hacia los pobres y especial
integridad de costumbres (2Cel 3).

Activo espectador, y también partícipe de la conquista de la libertad


cívica en la lucha contra el feudatario imperial de la ciudad de Spoleto (1198),
muy pronto tomó parte activa, a los veinte años, en la guerra comunal de Asís
contra Perusa (noviembre de 1202), y acabó por caer prisionero de los de
248 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

Perusa cuando su partido sufrió la derrota. Liberado, después de un año de


prisión (1203-4), y probado por una larga enfermedad (1204), el mundo
comenzó a parecerle distinto y raro. Sin embargo, después de la recuperación
atraído por nuevos sueños de gloria, decide viajar a Pulla para conquistar el
título de caballero (1205). Pero, el viaje de Francisco viene interrumpido en la
ciudad de Spoleto, que fue su camino de Damasco, donde el Señor le invita
indistintamente, mediante un sueño, al seguimiento en pos de un patrón más
noble (2Cel 5-6).
Regresa a Asís, y con el presentimiento de «tornarse un grande
príncipe» (ibid., 6), comienza pronto a alejarse de la compañía de los amigos, y
dedica largo tiempo a la oración y lágrimas en una gruta solitaria donde, tras
haber superado, mediante un beso a un leproso, la extrema repugnancia que
sentía hacia ellos, se siente fulgurado por la primera aparición del Crucificado
que le graba en el corazón el amor y el llanto por su Pasión (s. Buenaventura,
Leyenda Mayor, 1, 5). Francisco, a partir de aquel momento, se dedica con
asiduidad al servicio de los leprosos y reparte frecuentemente limosna a los
pobres, a los sacerdotes y a las iglesias pobres. Poco tiempo después, en la
capilla de S. Damián, la voz del Crucifijo colgante que está sobre el altar, le
invita a «reparar su Iglesia, que se viene del todo al suelo» (2Cel, 10).
El encuentro con el Crucificado y la invitación a servir a la Iglesia,
marcan la primera iluminación en la vida del Santo y que se completará
después, fatigosamente, con la toma de conciencia de su clara vocación
apostólica. En efecto, Francisco se retira, por un tiempo, en s. Damián,
sometiéndose, como donado, bajo la protección eclesiástica; posteriormente
enfrenta y supera la ira de su padre haciendo pública, ante el tribunal del
obispo Guido II de Asís, su renuncia a la herencia familiar y declarando su
opción por la paternidad divina y la libertad de los hijos de Dios. Éste es el
momento de la perfecta conversión de Francisco, como la llamaban los
primeros biógrafos (primeros meses de 1206). Vestido con una pobre túnica
cruciforme, y proclamándose «heraldo del grande Rey», pasa dos años de su
vida penitencial y eremítica entregándose a la oración y a los oficios más
humildes, y por poco tiempo también en un monasterio benedictino (el de s.
Verecundo, en Vallingenio de Gubbio). Posteriormente, interpretando al pie de
la letra la invitación del Crucificado, se dedica a la restauración material de tres
capillitas del contado de Asís: s. Damián, s. Pedro de la Spina y s. María de los
Ángeles, llamada Porciúncula.
Durante este lapso de tiempo, el Santo había ya conmovido a la ciudad
de Asís, a raíz de su aceptación de los escarnios del populacho y la admiración
de otros, pero siempre abierto a cualquier iluminación divina, la cual llegó
puntualmente después que daba por concluido el último restauro: eso se dio
durante la escucha del Evangelio del envío de los Apóstoles y de la pobreza
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
249

que se leía en la capilla de la Porciúncula (aprox. 24 de febrero de 1208); al


finalizar la Misa, Francisco pidió al sacerdote mas explicaciones sobre aquel
trozo evangélico y descubrió con gozo su vocación y misión (Mt. 10; Lc. 9-10).
Asumió al pie de la letra aquellas disposiciones, e inmediatamente se revistió
con otra clase de hábito (el «minorítico»: constaba de una túnica en forma de
cruz, cordón blanco, y descalzo) y por cierto, previo permiso del obispo,
empezó a predicar con grande fervor di espíritu la paz y la penitencia en la
iglesia de s. Jorge (1Cel, 23).

En la medida en que iba creciendo la admiración y la conmoción del


pueblo en su favor, dos apreciados conciudadanos le pidieron que les dejase
acompañarlo en su camino: era el noble y rico Bernardo de Quintavalle y el
jurista Pedro Cattani (16-4-1208); después de éstos se acercaron también el
joven Gil (23 de abril) y 8 socios más aquel mismo año. Aquel reducido grupo,
un año después (1209), recibía la aprobación de parte de Inocencio III para
vivir un estilo de vida comunitaria y apostólica. Nacía la Primera Orden de
los Menores (-»Franciscanos).

Mientras tanto, tras aprobación oral de la primera «fórmula vitae»


y con la autorización del Papa para sí y para sus compañeros
[forma de vida, n.d.t.],
para predicar dondequiera la «penitencia», el «nuevo evangelista» Francisco
(1Cel 89) estrenaba, a partir de aquel entonces, a su largo apostolado de
predicación itinerante, popular y penitencial, destacándose, entre los demás
predicadores evangélicos y sectas heréticas de aquel tiempo, mediante todos
los carismas de la gracia divina que le acompañaban y el favor de las
autoridades eclesiásticas.
La oratoria de Francisco, más que una prédica o un verdadero
«sermón» bien estructurado y discursivo (que él también usaba en alguna
oportunidad), pertenecía a la clase de la «cóncio» [discurso enardecedor, n.d.t.]
popular, haciendo uso de una comunicación informal y mímica, rica de
ejemplos estimulantes, de gestos y fórmulas expresivas. Su lenguaje
(generalmente en dialecto de Umbría) se desarrollaba «bene et discrete», como
afirmó un estudiante universitario de Bolonia que lo escuchaba en 1222,
aunque –afirmaba éste- no «modum praedicantis tenuit sed quasi
concionantis.Tota vero verborum eius discurrebat materies ad extinguenda
inimicitias et ad pacis foedera reformanda» [no hablaba como un predicador sino
como un conferencista. Sin embargo, los temas que trataba tenían como objetivo extinguir las
contiendas y fortalecer los vínculos de la paz, n.d.t.] (Tomás de Spálato, Historia Salonitanorum,
en Lemmens, p. 10; Cfr. bibl., 2, b).
250 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

Cuando predicaba, comenzaba siempre dando el saludo de paz: «El


Señor os dé la paz». Su palabra sencilla, fervorosa y penetrante («verbo
simplici sed corde magnifico» [con palabra sencilla y corazón generoso, n.d.t.] 1Cel, 23),
invitaba a todos al «recuerdo del Creador y de sus mandamientos», hablando
de la justicia y también de la misericordia de Dios, de la pena y la gloria,
alternando exhortaciones penitenciales «para remisión de los pecados» con
fuertes llamamientos a la paz y a la fraternidad con todos, a la practica de las
virtudes cristianas en todas las condiciones y clase social, y (como se puede
leer en los Escritos del Santo) a la práctica de los sacramentos, especialmente
el de la Eucaristía, en la que «se ve corporalmente al Señor». Al contrario de lo
que era la costumbre de los herejes, Francisco inculcaba también la veneración
hacia todos los sacerdotes aunque fuesen pecadores, por causa de la dignidad
de su ministerio, y hacia la santa madre Iglesia, única maestra y ministra de la
salvación; en resumen, respecto y honor hacia todos, ricos y amos, siervos y
pobres, buenos y malos.

Cuando visitaba una región, muchas veces lograba evangelizar hasta


cuatro-cinco aldeas al día, «difundía el Evangelio de Cristo por toda la tierra,
anunciando a todos el reino de Dios y edificando a los oyentes no menos con
su ejemplo que con su palabra “de todo córpore fécerat linguam”» [pues todo su
cuerpo parecía haberse transformado en lengua, n.d.t.] (1Cel 97). «Sintiéndose apoyado
por la autorización apostólica», Francisco predicaba a todos con palabra franca
y valor, anunciando la verdad sin endulzarla y sin adular a nadie, de manera
que también los cultos y los letrados, los poderosos y los dignatarios lo
escuchaban con salutífero temor. Los clérigos, los religiosos y los laicos, y
grandes multitudes de pueblo se agolpaban para escucharle, tratando al «nuevo
evangelista» como a «hombre del otro mundo» y una «nueva luz enviada desde
el cielo a la tierra» para iluminar y convocar a todos a las realidades de Dios
(Cfr. para todo, 1Cel, 23, 36, 89, 97; 2Cel, 107).

Francisco recorrió la mayor parte del territorio italiano por más de


quince años, de 1208-10 a 1224 (Cfr. ibid., 97). Dos veces, impulsado por el ardor
misionero y el deseo del martirio entre los «sarracenos», sale de Italia y va a
Siria en 1212 y a Marrueco luego después, va a Francia y España (1214-5); sin
embargo, solo pudo arribar, la primera vez, a la costa de Dalmacia por causa de
una tempestad, y la segunda vez, obligado a regresar a España por causa de una
grave enfermedad.
Mientras tanto (1212), había instituido la Segunda Orden de las
«Pobres Damas (Señoras) de s. Damián» o -»Clarisas; y, preocupado por la
salvación de las almas, ansiando «llevarlas todas al paraíso», obtenía del Señor,
por la intercesión de la b. Virgen de los Ángeles, la indulgencia especial
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251

(anual) del Perdón en la Porciúncula, y que le fue confirmada por el recién


elegido Papa Honorio III, en Perusa (julio de 1216; Cfr. bibl.).
Después de haber enviado a Siria-Palestina algunos religiosos guiados
por fray Elías (1217) y a Marruecos los primeros 5 misioneros y mártires
(1219-20), el 24-6-1219 él mismo cruzó el mar y llegó a Oriente,
encontrándose con el sultán de Egipto, Al-Malik al Kamil, que lo recibió y
escuchó benignamente, aunque sin la esperada conversión y, para el Santo, sin
la deseada alternativa del martirio. Pero, en el transcurso de aquella desastrosa
V Cruzada (1217-21) impulsada por el Concilio Lateranense IV, el Santo de la
paz, mediante su actuación, había dado a la cristiandad el primer ejemplo de
acercamiento pacífico y apostólico con los Sarracenos (cuya conversión ya el
abad Joaquín de Fiore había previsto como algo factible «praedicando magis
quam proeliando» [más predicando que haciendo la guerra, n.d.t.], In Apoc. XIII, v. 3); en
cambio el envío al mismo tiempo de sus primeros frailes misioneros a África y
a Oriente, abría prácticamente el gran camino y comenzaba la historia de las
misiones católicas en el mundo.
A su regreso a Italia (1220), después de haber dejado algunas
orientaciones necesarias para la Orden, Francisco retomó el apostolado de la
palabra. El año siguiente, atendiendo a las aspiraciones de muchos en distintos
lugares, proponía normas de vida cristiana individual y social para los laicos
que estaban en el mundo y que deseaban seguir sus enseñanzas según el
espíritu del Evangelio: se instituía la Tercera Orden de los Penitentes o
Terciarios Franciscanos1 (en Florencia y Poggibonsi, 1221), destacándose
como una fraternidad distinta entre los demás grupos aislados y comunitarios
de Penitentes de aquella época.
Con el fin de tornar más real y visible para sí mismo y para el pueblo el
misterio navideño la noche del 24-12-1223, tras autorización del Papa,
acompañado por ingente multitud en una gruta de Greccio, en el valle de Rieti,
quiso celebrar la fiesta de la Encarnación y ayudar como diacono en la Misa
solemne de la representación plástica y viviente de la escena del Pesebre.
Francisco había sido ordenado diacono, pero no quiso ascender, por humildad,
al sacerdocio (Sobre el Pesebre: 1Cel, 84-87; s. Buenaventura, LM 10,7).

El Santo, estando enfermo después de su regreso de Oriente, daba a la


Orden la guía activa de un vicario en la persona de Fray Elías de Asís (1221-7)
y también la Regla definitiva, e iba acercándose poco a poco a la última etapa
de su vida en una sucesión cada vez más intensa de experiencias místicas, con
el deseo de una más íntima participación y conformidad con el Crucificado.

1
Actualmente se llama ‘Orden Franciscana Seglar’ (OFS), (n.d.t.).
252 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

Imbuido de estos sentimientos, en el verano de 1224 se retiró en el


monte Alverna y allí, alternando prolongadas oraciones, meditaciones y ayunos
(desde la Asunción hasta s. Miguel Arcángel, que era una de las siete
cuaresmas especiales practicadas por él), muy próximo ya la fiesta de la santa
Cruz (14 de septiembre), se le apareció el propio Cristo Crucificado bajo el
aspecto de un serafín alado y flamante que le imprimió en el cuerpo los
estigmas vivos de su Pasión: heridas abiertas y sangrientas, con clavos
carnosos y largas puntas torcidas en las manos y en los pies y herida en el
costado (Cfr. especialmente s. Buenaventura, LM XIII, 1-5).
Después de bajar de la Alverna, como si fuera imagen viviente del
Crucificado y llevado a Asís, Francisco pasó los últimos dos años de su
existencia en una continua pasión de enfermedades y dolores, afligido también
por una grave oftalmía contraída en Oriente. A final de 1224 y los primeros
meses de 1225, completamente aislado y cecuciente, en una celda de palmas
muy cerca de s. Damián (o, quizás, en el palacio episcopal) y, después de una
noche de insomnio, «certificado» por el Señor de su inminente fin y del premio
eterno, en un arrebato de mística exaltación por la obra de la creación, dictó a
sus compañeros el «Cántico del hermano Sol y de todas las criaturas» (LP 43-5 y
51, ed. II; 2Cel 213).
Después, obedeciendo a la insistencia del protector, el Card. Hugolino
de los Condes de Segni, se sometió a dolorosas y, a la vez, inútiles
cauterizaciones de los ojos por parte de los médicos de la corte papal en Rieti
(1225); y posteriormente, pasando por Siena y Cortona, después de haber
superado una crisis mortal en abril del año siguiente (1226), retomó, por
etapas, el camino de regreso hacia Asís. Deteniéndose primero en el palacio
episcopal, pidió que lo llevaran, a final de septiembre, a la Porciúncula.
Y allí, meditando profundamente sobre el texto de la Pasión escrita por
s. Juan y haciendo memoria, con sus religiosos, de la última cena del Señor,
cantándole a la hermana muerte y entonando el salmo «Voce mea... me
exspectant iusti donec retríbuas mihi» [A voz en grito... me rodearán los justos cuando
me devuelvas tu favor, n.d.t.], se durmió en la tarde del sábado 3-10-1226: tenía
aproximadamente 45 años. Acostado sobre la desnuda tierra, poniendo de
manifiesto sus estigmas, que centenares de frailes y laicos pudieron averiguar,
«tenía el aspecto de un verdadero crucificado bajado de la cruz» ( Fr. León en
Salimbene, 195; Cfr. 1Cel, 112).
Al día siguiente, domingo por la mañana, su cuerpo, con participación
del clero y pueblo, fue llevado en solemne procesión a la capilla de s. Jorge que
se encuentra entre los muros de la ciudad, y allí permaneció por cuatro años, y
allí el Santo fue canonizado el 16-7-1228.
Su venerado cuerpo, posteriormente, fue trasladado (25-5-1230) al
«Colle del Paraíso», en la nueva basílica de s. Francisco, construida por
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
253

determinación de Gregorio IX y por la dedicación de Fr. Elías como


monumento glorioso sobre aquel sepulcro.
Éste es el templo primario de su culto y de su gloria en la tierra
declarado, junto con el Sacro Convento, «Cabeza y madre de toda la Orden
de los Menores» (Gregorio IX, 22-4-1230) y custodiado por los FF.MM.
Conventuales: éstos, por la veneración universal y por el genio natural de tan
grande Santo, se han dedicado a dar más esplendor también exterior a aquel
conjunto arquitectónico monumental convocando a toda clase de corrientes
artísticas del renacimiento italiano.

III. ESPIRITUALIDAD

Amorosa contemplación y fiel imitación de Cristo y, a la vez,


continuación de su misterio salvador para la conquista de las almas, en
profunda sintonía y sumisión a la Iglesia jerárquica: éstas, en síntesis, son las
características de la espiritualidad personal y apostólica del Poverello seráfico.
Este ideal está enraizado y vivo en la fundación y vida de su instituto, en el
enlace que existe entre la experiencia personal y la doctrina y normas del
fundador, que volveremos a considerarl en su unidad, válidas también para la
espiritualidad de los -»Franciscanos.

1. Los puntos sobresalientes del espíritu de s. Francisco, con sus


variados y preciosos detalles, están relatados en los distintos hechos y
acontecimientos de su vida y en las narraciones de los primeros biógrafos, pero
primeramente y principalmente en los ESCRITOS u opúsculos del mismo
Santo: son 25 aproximadamente, entre los de mayor y menor extensión.

Entre ellos tenemos:

a) los textos legislativos: son las dos Reglas: la I Regla del año 1209-
21 (correspnde a la primitiva «fórmula vitae» [forma de vida, n.d.t.] ampliada en
aquellos años, con el nombre de IReg ‘non bullata’, 1221), y la II Regla (2Reg)
o definitiva de 1223 (Regla bulada);
b) las Admoniciones y normas de vida religiosa, como son: Verba
admonitionis [Admoniciones] con 28 capítulos, el Testamento, (complemento
ascético de la Regla (1226), y el De religiosa habitatione in eremo [Regla para
los eremitorios, n.d.t.] (1218-21 aprox.);
c) Oraciones y alabanzas, entre las cuales sobresalen el Officium
Passionis [Oficio de la Pasión del Señor, n.d.t.], las Laudes Dei [Alabanzas a Dios
254 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

altísimo, n.d.t.],dos Salutationes [Saludos] es decir, elogios de las virtudes y de la


bienaventurada Virgen María;
d) un epistolario, de 8 cartas autenticas conservado hasta hoy (1220-6
aprox.). Entre estas cartas, tres son características, pues contienen
exhortaciones y consejos para la vida cristiana y profesional: «Carta a todos los
fieles», a quienes el Santo, considerándose siervo de todos, se sentía obligado
de «administrare odorífera verba Dómini» [suministrar las odoríferas palabras de mi
Señor, n.d.t.]; «Carta a los clérigos» y sacerdotes (epístola u opúsculo «De
reverentia córporis Dómini et de munditia altaris» [Sobre la reverencia al cuerpo del
Señor y el cuidado del altar, n.d.t.]; «Ad populorum rectores» [Carta a las autoridades de
los pueblos, n d t.], podestá, cónsules, jueces y autoridades de los pueblos en todos
los rincones del mundo.
A estos escritos, todos en latín, se añade el ya nombrado Cántico del
hermano Sol, escrito en dialecto de Umbría, obra preciosa y síntesis, a la vez,
de su visión humana y mística de la obra de la creación.
Completan el número de los escritos latinos ya mencionados 3
Autógrafos del Santo, conservados en dos trozos de pergamino: la Carta al
hermano León, su compañero y confesor (cm. 13x6, conservado en la catedral
de Spoleto); el texto de «Laudes Dei» [Alabanzas al Dios altísimo, n.d.t.] y de la
Bendición al hermano León, escritos en la Alvernia en 1224, en el frente y
verso de la misma hoja de pergamino (cm. 14x10, conservado en la basílica de
Asís).

2. La ESPIRITUALIDAD de Francisco es cristocéntrica y evangélica,


afectiva y mística y, al mismo tiempo, viva y práctica, imbuida de profunda
humanidad, derivada de la experiencia existencial de la vida y de la
sociabilidad de las relaciones humanas.
Es esencialmente cristocéntrica, porque en la meditación sobre el
misterio Trinitario, el Santo, con algunas intuiciones características, vio
sobretodo en la persona del Hijo de Dios encarnado y crucificado al hermano
mayor de los hombres, autor de la salvación y mediador y modelo de nuestra
comunión con Dios (Cfr. Ep. I, Carta a todos los fieles). En la primera visión y
encuentro con el Crucificado, Francisco, como él mismo lo reveló después,
percibió, por vez primera, esta clara determinación divina y salvadora de
Cristo, y también su personal fundamental vocación (aun no apostólica) al
seguimiento de su Cruz «en espíritu de pobreza, de humildad y de afectuosa
compasión y piedad» (LM. 5-6). El Evangelio de la pobreza y de la misión de los
Apóstoles que había escuchado, venía a completar el programa de vida y de
trabajo para la integral imitación del Maestro divino.
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
255

La espiritualidad del Santo, que no es especulativa, sino fundamentada


sobre estas primeras experiencias místicas e indicaciones evangélicas, se
centró, desde entonces, sobre la «perfecta adhesión» de espíritu y de vida a
Cristo, adhesión de persona a persona percibida presente y casi sensible en
todos los misterios de su vida terrenal: en la humildad de la Encarnación y del
Nacimiento de Cristo, así como en la suavidad de su Ssmo. Nombre; en las
fatigas del apostolado (Cristo pobre y peregrino, que vivía de limosnas con la
Virgen y sus discípulos) y en los dolores de la Pasión; en la continuada
presencia viva y «corporal» en la tierra, en el misterio de la Misa y de la
Eucaristía que el Santo adoraba en espíritu «en todas las iglesias del mundo» y
que quería sobremanera venerada y recibida por todos. Sobretodo la
contemplación, las lágrimas y el recuerdo de la Pasión fueron el comienzo y el
término de su ascesis espiritual. Y pudo, de esta manera, llegar a la
participación sensible en los dolores del Hijo de Dios, desembocando en la
impresión de los estigmas y transformación mística en el Crucificado:
«Crucifixi ministrum» [ministro del Crucificado, n.d.t.] de quien llevaba en el corazón y en
el cuerpo las señales de los estigmas» (Anon., Vita Gregorii IX, 1240 aprox., en Lemmens, 1926,
p. 13).
Sin embargo, antes de llegar a ese ápice personal y privilegiado de
espiritualidad, enriquecida con otras experiencias y acontecimientos místicos y
de los cuales guardaba celosamente «el secreto para sí» (1Cel 90 y 96), Francisco
ya había dado a todos el ejemplo y el estímulo para cultivar una fe más viva en
los divinos misterios celebrados en la piedad litúrgica e inculcados en la
predicación, frecuentemente retomados para ser meditados en la oración
privada en la que el Santo, a través del frecuente coloquio, también «verbal con
su Señor», por causa de la intensidad del afecto parecía «totus non tam orans
quam oratio factus» [hecho todo él no ya sólo orante, sino oración, n.d.t.] (2Cel, 95).
En unión con Cristo y en comunicación con sus misterios, el Santo
exaltaba «con amor indecible y alabanzas» a su Ssma. Madre por haber dado la
carne y fraternidad humana al «Señor de la gloria», en el esplendor de la
«pobreza». Por ser la inspiradora de su mismo ideal de pobreza, el Santo la
constituyó especial «Abogada de la Orden» (Ibid. 198, 200).

3. Impulsado por la voz del Crucifijo al amor hacia las iglesias


materiales, Francisco aprendió pronto a considerar también la presencia de
Cristo, como una prolongación de su vida y actuación salvadora, en la Iglesia
católica y su jerarquía.
Esta es la razón de su pronto acudir, impregnado de profunda fe y
sumisión, a la «santa madre Iglesia Romana», el porque de la inculcada
observancia de sus «constituciones» y «preceptos del Señor» (Carta a los Clérigos,
13) y de la especial reverencia hacia todos los sacerdotes, teólogos y
256 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

predicadores, en los cuales «no quiere considerar el pecado» porque ellos


siguen siendo siempre válidos ministros de los sacramentos y de la divina
palabra para la vida espiritual de los fieles (Test. 9, 13).
Llevado por su adhesión al pensamiento y al pastoreo de la Iglesia,
Francisco escoge para sí y para sus frailes la recitación del Oficio divino según
el rito y los textos de la Curia papal (2R c. III), y solicita la vigilancia y guía de
un “vice-Papa” para la Orden en la persona del cardenal Protector (ibid. c. XII) y
también la denuncia, casi como una urgencia inquisitorial ante su persona, de
los frailes rebeldes y «no católicos» (Test.31). Los suyos eran sentimientos puros
de fe y de amor hacia Cristo y su Iglesia, en los que radicaba esa componente
eclesial de la espiritualidad del Santo: «vir catholicus et totus apostolicus qui in
praedicatione sua principaliter monuit, ut Romanae Ecclesiae fides
inviolabiliter servaretur...» [Hombre católico y profundamente apostólico el cual, toda vez
que predicaba, siempre exhortaba a guardar íntegramente la fe de la Iglesia Romana, n.d.t.]
(Julián de Spira, Vita, n. 28).

4. De los ejemplos y enseñanzas de Cristo, asiduamente buscados y


leídos en el Evangelio (aprox. 400 citaciones del Antiguo y especialmente del
NT en los Escritos del Santo), y tambián de su sensibilidad humana, Francisco
derivó la ascética de todas las virtudes cristianas (“Christiformes virtutes”, Lm
6,9), personales y sociales, que él asimiló e inculcó a sus hijos a través de
inúmeras modalidades y fórmulas especiales. Quizás sea éste el motivo más
universalmente apreciado y estimulante de la vida del Poverello, motivo que
aun hoy día es necesario reportar, a fin de no desvirtuarlo, a la «summa
philosophia» de la asidua búsqueda y perfecta adhesión a Cristo, en la
imitación de toda su enseñanza y ejemplo, en la «perfecta observancia del
santo Evangelio», de dónde manaba la susodicha espiritualidad mística y
afectiva del Santo (1Cel 84 y 91).

En la Salutatio virtutum [Saludo a todas las virtudes, n.d.t.] F., haciendo uso
de especiales calificativos, y acopladas entre sí, recuerda las seis virtudes
“hermanas” congeniales con su espíritu: la reina sabiduría (prudencia) y la pura
sencillez, la señora pobreza y la santa humildad, la señora santa caridad y la
santa obediencia. Esta última, definida en otra oportunidad «como
representación de un cuerpo muerto» (2Cel 152, el súbdito en relación con su
superior) y relacionada con la misma pobreza espiritual en vista de su
desprendimiento no tan sólo de la codicia de los bienes exteriores, sino también
de la codicia interior, de la voluntad propia (Adm. 3, 14, 20).
Además la modestia y mansedumbre, concordia, paz y fraternidad,
respecto y amor hacia todos, ricos y pobres, buenos y malos, y también hacia
los ladrones y malhechores que deberán ser siempre acogidos «benignamente»
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
257

por los frailes (1R VIII); el «saludo de paz» que deberá ser dirigido a todos, tal
como fue revelado directamente al Santo por el Señor (Test. 23) y llevado a la
práctica con el lema franciscano de «Paz y Bien» (Cfr. TC. 26). Y por último, el
humilde servicio de amor y de «misericordia» hacia todos los pobres o
indigentes, enfermos o leprosos, considerados personajes representativos de
Cristo paciente, pobre y peregrino en la tierra (Cfr. 1R IX). Francisco padecía de
una verdadera «invidia paupertatis» [envidia de la pobreza, n.d.t.] de los pobres por
el hecho de ser pobres, y sobretodo si fueran más pobres que él (2Cel. 83, Cfr.
n.84, 87s; y 1Cel.76).

Este conjunto de actitudes, por cierto, muy normalesen la ascética


cristiana y religiosa, el Santo las quiso animadas para sí mismo y para los
suyos a través de una constante práctica de jovial serenidad y de «perfecta
alegría» franciscana (la alegría enseñada a fray León, Flor, 8; Actus, 7), por medio
de las famosas cualidades de la caballería clásica. Su vida, aun en tiempo de
rigores penitenciales, era ennoblecida con toques de viva humanidad, de
romanticismo y de jovial caballería que el Santo había heredado de la
naturaleza y que conservó íntegros para el servicio divino. El Señor le
concedió, además, un candor y experiencia del estado de inocencia, por lo cual
Francisco trataba y conversaba con soltura bien sea con los hombres bien sea
con las criaturas inferiores llamadas, con un toque de familiaridad, «hermanos
y hermanas».
Aparte sus dones personales, se preocupó también de transmitir el
espíritu caballeresco a sus religiosos. No se conformaba cuando los veía tristes,
quería que fuesen siempre alegres en el Señor; y que se portasen como nuevos
caballeros y juglares de Dios ya sea en su generosa milicia al servicio del sumo
Rey y de las almas, en libertad de espíritu y en comunión de caridad y de paz
con todos, ya sea en la «pacífica y gratificante» aceptación de la vida con todas
las dificultades, contrariedades, «enfermedades y tribulaciones»
correspondientes (Cfr. Cántico del hermano sol).
Última preocupación y limitación del Santo en relación con esta praxis
ascética fue la de la discreción, virtud piloto por la cual él, en cierta ocasión,
enseñó sonriendo alguna reserva también en relación a las determinaciones de
los prelados, y que quería fuese observada por los suyos en lo que a
mortificación y ejercicios penitenciales se refiere, particularmente cuanto a las
exigencias del «hermano cuerpo» (única norma, sin embargo, no practicada por
Francisco en sus austeridades personales: 2Cel. 129, 210s).

5. Estas coordenadas esenciales de vida y doctrina fueron, de manera


especial, las virtudes características del Santo, practicadas muy a menudo en su
comunicación fraterna con los frailes y con toda clase de personas que vieron
258 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

en él al hombre nuevo, sumamente amable y admirable en todos sus gestos y


palabras: «Ómnibus frátribus sublímior..., tam plenus erat gratia et sapientia
Salvatóris» [Era el más eminente de los hermanos... tan lleno estaba de la gracia y sabiduría
del Salvador, n.d.t.] (AP. 37, 39), o como dijo cierto día fray Gil, lleno de fervor:
«Vere ille homo, scilicet beatus Franciscus, numquam deberet nominari, quin
homo prae gaudio lamberet labia sua» [Efectivamente, aquel hombre, es decir el
bienaventurado Francisco, jamás debería ser nombrado sin que la persona se lamiera los labios
por la grande alegría, n.d.t.], y todo el mundo pudo y debería seguirle (AnalFranc. IV,
p. 233).

Para hablar corto, en la «vida admirable» del Serafino de Asís están


presente los tres componentes esenciales de la gracia, de la naturaleza y de la
propia personalidad: estaban presentes en la primera etapa de su vida (los
primeros 22 años de «conversación mundana», pura e íntegra por cierto, pero
vana y disipada) y se entrelazaron visiblemente en otros tantos años exactos de
«conversión y penitencia» (murió a los 44 años), con una siempre mayor
tensión de espíritu hasta llegar a la transformación mística en Cristo
estigmatizado, que lo hizo parecer, según la humana posibilidad, a un «alter
Christus» [a un segundo Cristo, n.d.t.]. Una cumbre de altísima santidad, anhelada y
alcanzada con la ayuda de la gracia y los dones extraordinarios de Dios; pero
también alcanzada mediante un empeño heroico y constante en la práctica de
toda clase de virtud humana, moral y social: todo dirigido, en la luz de Cristo,
en pro del servicio de amor a Dios y al prójimo.
Y ese espíritu y práctica leal e integral de vida evangélica, cristiana o
religiosa, es lo que constituye el modelo siempre actual e inmutable de la
personalidad del Santo.

IV. PERSONALIDAD E INFLUENCIA

Las espontáneas apreciaciones de los religiosos contemporáneos, que


ya tuvimos oportunidad de mencionar, nos permiten comprender, con mayor
profundidad, la extraordinaria personalidad de Francisco y su recia influencia
que quedó en la historia. Francisco era de aspecto delicado y minúsculo en lo
físico, pero su personalidad era tan rica y polifacética que los estudiosos
encuentran cierta dificultad en definirla en todos sus componentes y en la
esencialidad de alguna calificación sobresaliente. Sin embargo, prescindiendo
del orden y de la complejidad de aquellos rasgos, es posible esbozar una
síntesis bajo el aspecto más estrictamente religioso.
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
259

1. Francisco es un Santo «único e incomparable», según dicen los


historiadores modernos (inclusive J. Lortz), un Santo perfecto y ejemplar,
considerando su compostura mística de «alter Christus» y de nuevo guía del
pueblo cristiano tal como fue visto, contemplado y descrito con términos los
más superlativos, por sus biógrafos contemporáneos y por todos los demás
estudiosos posteriores.
Entre ellos, s. Buenaventura que, en el solemne prólogo de su Legenda
maior, obra prima de la hagiografía medieval, declara que no se atrevería a
sintetizar la figura y la singular misión como una nueva «aparición de la gracia
del Salvador divino en la persona de su siervo Francisco», para convocar a
todos tras su ejemplo y despertar el deseo de las cosas eternas; maestro, guía y
predicador de la perfección evangélica para iluminar a los creyentes en el
camino de la salvación; nuevo signo de paz de Dios con los hombres,
anunciador de paz y salvación, pues él mismo se tornó ángel de paz verdadera,
rebosante de espíritu profético y marcado con el sello del Dios vivo para llamar
a los elegidos a la penitencia; «embajador de Dios tan amable a Cristo, tan
digno de imitación para nosotros y digno de admiración para el mundo entero»
(LM pról. 1-2). En efecto, todo en la vida de Francisco, considerado en sí mismo
y en el entorno histórico religioso y social de su tiempo, todo confirma el
grande puesto y la influencia benéfica que él ejerció en aquel entonces y en los
siglos venideros, como renovador del espíritu evangélico en medio del pueblo
cristiano y también en la vida monástica o religiosa.

2. Es muy importante relevar como casi todos los motivos de la


espiritualidad, de la piedad y actividad religiosa de Francisco, en cuanto
restaurador de la vida cristiana en general, se encontraban ya como fermento
espiritual en la «socíetas cristiana», a partir del s. XII hasta el XIII.
Sin embargo, mientras se producía un cierto estancamiento en algunas
actividades y, al mismo tiempo, un renovado intento para dar vida a antiguos y
nuevos institutos regulares; mientras se veían surgur algunos predicadores
ortodoxos y de sectas heréticas, aquellos motivos de reforma y de vuelta a la
autenticidad evangélica encontraron, exactamente en aquella época, las
condiciones optimales en las almas y en la historia mediante la obra de nuestro
Santo.
La originalidad y eficacia de Francisco como auténtico reformador fue
su pacífica inserción dentro de la sociedad eclesial en el respecto y con el pleno
consentimiento de la jerarquía; y por otro lado, debido a su arrastrante
participación, su inserción mediante experiencias personales e intuiciones
carismáticas, en las profundas aspiraciones de fe viva y piedad litúrgica, de
restauración moral y cristiana de la vida, de reconciliación y colaboración con
260 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

el ministerio sacerdotal, de pacificación y fraternidad social que constituían el


substrato de las aspiraciones de todos. De esta manera, F. iba operando desde el
interior, con grande sencillez y humildad, sin rebeldías ni contestación contra
nadie, más bien con el ejemplo de una vida auténticamente pobre y evangélica,
integrándose, él y sus frailes, con el pueblo y los «menores» de la sociedad y
predicando entre ellos las sencillas verdades del Evangelio, pero sin descuidar
a las clases altas y a los «mayores»,.
Muchos temas de aquella predicación, y muchos puntos específicos de
la personalidad del Santo, chocaban eficazmente, pero sin disputas doctrinales,
con otras ideas y temas de la propaganda herética (Cátaros o Patarenos, y
Valdenses), especialmente en lo que a la Presencia eucarística y a la Pasión
salvadora de Cristo se refiere, y a la insustituible dignidad y valor del
ministerio sacerdotal, a la bondad originaria de la naturaleza, que Francisco
exaltaba con religioso aprecio de los dones de Dios.

3. Injertado totalmente en la sociedad y condescendiendo a las


aspiraciones que muchos tenían por una vida cristiana más perfecta, el Santo
pudo presentar «una norma de vida» y enseñanzas de perfección «a cada una de
las categorías de personas, según sus propias condiciones, edad y sexo» (1Cel.
37; Julián de Spira, Vita, n. 23). De esta manera se daba inicio, con mucha
espontaneidad, a la fundación de la Tercera Orden de los Penitentes
franciscanos, que llevó a todas las clases sociales, unidas en un mismo ideal, un
nuevo fermento de prácticas cristianas y de apostolado laical. Y eso amplió aun
más la influencia espiritual del Santo.

Mediante esta institución y su personal actuación de hombre «sencillo


e idiota» y siendo tan sólo diácono, a mitad camino entre el pueblo y los
letrados y entre los laicos y la jerarquía clerical (como acontecía entre frailes
laicos y sacerdotes, en su Orden, y todos lo aceptaban: 2Cel. 193), el Santo
daba cuerpo a las aspiraciones sensibles de muchos y, por ende, hacía efectiva
la verdadera convocación del laicado para la edificación del reino de Dios, para
el apostolado católico (con razón S. Francisco ha sido proclamado celestial
patrono de la Acción Católica, en 1916).

4. Como fundador religioso, Francisco en la «Regla del Evangelio»


para la Orden prescribía esencialmente la observancia de aquella misma vida
proclamada y practicada por Cristo y sus Apóstoles.
Rechazando toda clase de inspiración y repetición de reglas monásticas
de los anteriores fundadores, como «s. Agustín, s. Bernardo o s. Benito», y
apelando a una directa «revelación» recibida del Señor, s. Francisco resumía su
misión afirmando que « el Señor quería que él fuera un nuevo loco en este
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
261

mundo; y no quiso conducirme por otro camino que el de esta ciencia» (LP 17;
EP 68). Era el camino de la sencillez, de la humildad y de la pobreza absoluta, la
vida evangélica practicada por él y por su Orden y propuesta una vez más al
mundo para la salvación de todos. Esta es la novedad y originalidad de la Regla
y de la fundación del Santo, la cual se tornaba típica expresión de las nuevas
Ordenes mendicantes y apostólicas dentro de la Iglesia, no obstante las
sucesivas mitigaciones de su estilo de vida. Para la segura autenticidad de esta
nueva «forma sanctitatis» y de la misión eclesial del Poverello, s.
Buenaventura puso en grande relieve la confirmación directa otorgada por el
supremo pontífice Cristo, y debidamente reconocida por la Iglesia, mediante el
sello divino de los estigmas (LM XIII, 9; Cfr. Dante, Paradíso, XI, 107).
5. Otros muchos aspectos y motivos característicos han sido relevados
por los estudiosos en la personalidad del Poverello: especificamente el más
perfecto imitador de Cristo, en su irrepetible figura de Santo místico y seráfico,
su personalidad histórica y humana, el caballero de Cristo, el Santo de la
fraternidad universal, el «Poverello» por excelencia, el genio religioso y
poético de su patria, y cosas por el estilo.
No podemos negar la veracidad de estos carismas humanos y
religiosos, firmemente anclados sobre el valor preeminente de su santidad, de
tal manera que cada categoría de personas ha podido y continuará sacando
inspiración, enseñanzas y ejemplos de todos los puntos de vista de su vida
extremadamente luminosa.
En calidad de testigos del universal aprecio, como son los espíritus más
sensibles e ilustrados, los historiadores y los teólogos, los letrados y los
artistas, fascinados por él, trazaron su perfil y lo ilustraron ampliamente.
Pero, especialmente el ideal evangélico del Santo es sumamente
significativo para la historia y para la sociedad humana y cristiana.
Comparando su época y sus enseñanzas con la actual experiencia de las cosas,
se concluye que su fundamental mensaje también hoy día tiene vigencia: lo de
él es, en síntesis, un mensaje de bondad y amor, una obra de mediación, en
nombre de Cristo, para la humanidad, de paz con Dios, con la Iglesia, y de los
mismos hombres entre sí.
Oportuna, además, entre los progresos y retrocesos de la actual
convivencia humana, la idea-fuerza repetida por el Santo a sus religiosos
acerca de la constancia en la pobreza, que es, en efecto, el normal llamado al
fin sobrenatural de la vida, a menudo olvidado: «norma de los peregrinos», es
decir, la conciencia de la provisionalidad de la mansión terrenal, de donde
proviene el deber de todos para el «pacífice pertransire (et) sitire ad patriam»
[acogerse bajo techo ajeno, caminar en paz de un lado a otro, anhelar la patria, n.d.t.] (2Cel.
59, Cfr. ibid. n. 60; CtA5; Eb. 13,4).
262 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

Bibliografía

1. REPERTORIOS BIBLIOGRÁFICOS sobre las fuentes, vida y temas especiales: V.


Facchinetti, S.F. d’A. Guida bibliografica [1878-1927], Roma 1928; Bibliographia franciscana, a partir de
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495-607, apéndice bibliografica de R. Brown; actualizada hasta 1969, Id. en el vol. St. Francisc of A.
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2. FUENTES:
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b) Biografías primarias del s. XIII, especialmente las de Tomás de Cel, Vita I y Vita II y el
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Legenda maior y minor (1263), y demás Leyendas litúrgicas y menores extraídas de las anteriores: en
AnalFranc 10 (1926-41) 1-724. – Más Leyendas y florilegios anecdóticas de los ss. XIII-XIV, con preciosos
complementos biográficos y espirituales, en ediciones varias: Legenda Perusina (1246-1310), ed. J. Cambell,
I fiori dei tre Compagni, Milano 1967 (texto latín y traducción italiana de N. Vian), y mejor aun R. B.
Brooke, Scripta Leonis, Rufini et Angeli, sociorum s. Francisci, Oxford 1970 (con traducción inglesa); otra
edición, Compilatio Assisiensis dagli Scritti di fr. Leone e Compagni, por M. Bigaroni, Porciúncula 1975 (es
la Compil. o Leg. Perus.); - Anonymus Perusinus, o De inceptione OMin (aprox. 1270-90), en MiscFranc 9
(1902) 35-48, ed. F. van Ortroy, y texto crítico, curado por L. Di Fonzo, ibid. 72 (1972) 435-65; - Legenda
trium Sociorum (aprox. 1310-20), y parte de 1246, en ActaSS, Octobris, II, Anversa 1768, p. 723-42, y
redacción I, ed. G. Abate, en MiscFranc 39 (1939) 375-432; ed. crítica de T. Desbonnets, en ArchFrancHist
67 (1974) 89-144; - Spéculum perfectionis (1318 aprox, con textos de la 2Cel, Leg.Perus y ‘Rótuli’ de fr.
León), ed. P. Sabatier, París 1898, 1928-31 2. – História y leyenda en Actus b. Francisci et sociorum eius
(aprox. 1330-40), ed. P. Sabatier, ibid. 1902, con parcial vulgarización y adaptación de I fioretti di s.
Francesco, 1390 aprox. (muchas ediciones, y A. Vicinelli, Gli scritti di s. Francesco e i Fioretti, Milán
1955). Además: L. Lemmens, Testimonia minora saeculi XIII de s. Francisco Assisiensi, Quaracchi 1926; y
otros Cronistas franciscanos (-» Franciscanos, bibl.).
De todas estas fuentes, hay traducciones en distintos idiomas. Para Italia, actualmente: Fonti francescane,
vol. 2, Asís 1977.
c) Para la «Cuestión franciscana», es decir, estudios y debates desde aprox. 80 años sobre la
naturaleza, recíprocas relaciones y valor de las distintas fuentes: F. van den Borne, Die Franziskus-
Forschung in ihrer Entwicklung dargestellt, München 1917; J. R. H. Moorman, The Sources for the Life of
St. Francis of A., Manchester 1940, 19662; S. Clasen, Legenda antiqua s. Francisci. Untersuchung über die
nachbonaventurianischen Franziskusquellen, Léida 1967 (con abundante bibl.); Cfr. también T. Desbonnets,
St. François d’A. documents, écrits et prèmieres biographies, París 1968, p. 1455-99; S. Clasen-E. Grau, Die
Dreigefährtenlegende des hl. Franziskus, Werl 1972, introducc. de Clasen: p. 25-164; L. Di Fonzo,
L’Anonimo Perugino tra le fonti francescane del sec. XIII, en MiscFranc 72 (1972) 117-483 y Roma 1973
(cuestiones generales y texto); AA. Varios, La «Questione francescana» dal Sabatier ad oggi. Atti del I
convegno internazionale, Assisi, 18-20 ottobre 1973, Asís 1974.

3. BIOGRAFÍAS: WaddingAnnMin, a. 1182-1226, t. I, Quaracchi 19313; ActaSS, Octobris, II,


Anversa 1768, p. 545-1004 (vida, textos y debates); N. Papini, La storia de s. F. d’A, I-II, Foligno 1825-7
(primera vida crítica moderna). – Entre las demás mejores y más divulgadas biografías, especialmente las
con mayor número de ediciones y traducciones (apuntamos la I ed. original); L. Palomes, Palermo 1873;
Léopold de Chérancé, París 1879; L. Le Monnier, ibid. 1889; Paul Sabatier (pastor calvinista), ibid. 1893-4
(nueva visión crítica, pero con interpretaciones subjetivas, que solevantaron discusiones y nuevos estudios;
47ª ed. original 1931, póstuma); F. Tarducci, Mántua 1904; G. Schnürer, München 1905; J. Joergensen,
Copenhague 1907 (introspectiva y de mucha divulgación, después de la de Sabatier; mejor ed. italiana, con
actualización y bibl, Asís 1966, 1968); Cuthbert of Brighton, Londres 1912; V. Facchinetti, Milán 1921; A.
VIDA-ESPIRITUALIDAD-PERSONALIDAD
263

Fortín, Milán 1926 (Asís 19592, en 5 tomos con documentos asisanos); L. Salvatorelli, Bari 1926, Turín
19732; M. Sticco, Milán 1926, 196715; D. M. Spáracio, Asís 1928; L. de Sarasola, Madrid 1929; S. Attal,
Livorno 1930 (ampliada y mejor, Padua 19472); P. Bargellini, Turín 1941; H. Felder, Zurich 1941; O.
Englebert, París 1947 (más completa ed. inglesa, Chicago 1965, con debates y amplia bibl. de R. Brown); R.
Sciamannini, Roma 1953; J. Schreurs, Ultrecht-Anversa 1955; y añadimos también con reservas, igual que
para otros anteriores: R. Bacchelli, Milán 1959; G. Berlutti, Asís 1961; P. Leprohon, París 1973, trad.
italiana, Asís 1974.
Para el estudio de las principales biografías modernas: F. van den Borne, Het probleem van de
Franciscus-biografie, en Sint Franciscus I (Brummen 1955) 241-320, e Id, ibid. 2 (1956) 31-80; AA. Varios,
S. F. nella ricerca storica degli ultimi ottanta anni, Todi 1971 (sobre algunos aspectos; y sobre la biografía:
R. Manselli, p. 11-31).
Consúltense también las mayores enciclopedias: más amplias y recientes y con bibl. las
exposiciones de R. Pratesi-A. Ghinato, en EC 5 (1950) 1578-86; L. Di Fonzo, en BSS 5 (1964) 1052-1150
(A. Pompei, col.1111-31); E. Longpré, en DS 5 (1964) 1268-303; J. Poulenc, en EncRel. 2 (1970) 1634-41;
Stanislao da Campagnola, en EncDantesca 3 (1971) 17-23; L. Di Fonzo, en DHGE 17 (1975) 683-98.
4. ESTUDIOS ESPECÍFICOS, tan sólo algunos puntos sobre la vida (mencionamos brevemente
títulos o temas): G. Abate, Storia e leggenda intorno alla nascita de s. F. d’A., en MiscFranc 48 (1948) 515s,
y Roma 1949; Id., Casa paterna e natale, Gubbio 1941, y complementos, Roma-Perusa 1966; A. Fortini
(acerca de las propiedades paternas, ambiente y topografía asisana), en ArchFrancHist 43 (1950) 3-44; - F.
de Beer, La conversión de st-François selon Thomas de Cel, París 1963; Lázaro de Aspurz, en Laurentianum
8 (1967) 452-68; D. Gagnan, Le héraut du Grand Roi, en EtFranc 20 (1970) 193-210 (predicación). - R.M.
Huber, The Portiuncula Indulgence from Honorius III to Pius XI, Nueva York 1938; sobre el origen y
debates, Cfr. también A. Teetaert, Portiuncule, en DTC XII, 2 (1935) 2602-11, y R. Brown, en NewCathEnc
11 (1967) 601-2. – Sobre las Clarisas y Terciarios, Cfr. los temas correspondientes. – Sobre el viaje a Egipto:
A. Ghinato, S. F. in Oriente missionarius et peregrinus, en ActaOFM 83 (1964) 164-81; G. Basetti-Sani, en
ArchFrancHist 65 (1972) 3-10; F. Cardini, en StFranc 71 (1974) 199-250 (superación de la «cruzada»). – C.
van Hulst, De historia Praesepii... a Bethlehem usque ad Graecium, Roma 1941; O. Schmuki, en CollFranc
41 (1971) 260-87.
Sobre los estigmas: M. Bihl, en ArchFrancHist. 3 (1910) 393-432; Octavianus a Rieden, en
CollFranc 33 (1963) 210s; A. Vauchez, en Mélanges ArchHist 80 (1968) 595-625; Cfr. también Epistola
encyclica fr.Heliae de tránsitu s. Francisci (octubre 1226), en AnalFranc 10 (1926-41), p. 525-8, y el estudio
de M. Bihl, en ArchFrancHist 23 (1930) 410-8; L. Randellini, en StFranc 71 (1974) 123-76 (fundamentos
bíblicos y valores teológico-existenciales). – Sobre las enfermedades del Santo: Octavianus a Rieden, en
Miscellanea M. de Pobladura 1 (Roma 1964) 99-129; S. Ciancarelli, F. di Pietro Bernardone, malato e santo,
Florencia 1972; G. Lambertini en StudFranc 71 (1974) 109-22. – Sobre la canonización: M. Bihl, en
ArchFrancHist 221 (1928) 468-514. – Sobre la historia del sepulcro y hallazgo del cuerpo: N. Papini, Notizie
sicure della morte, sepoltura... di s. F. d’A., Foligno 18242; F. Guadagni, De invento corpore divi Francisci,
Roma 1819: L. Di Fonzo, en BSS 5 (1964) 1096-1108. – Iconografía: Künstle II, p. 273-54; Kaftal, p. 386-
418; Réau I, p. 516-35; Kirschbaun VI, c. 260-315.

5. ESPIRITUALIDAD Y PERSONALIDAD: H. Helder, Die Ideale des hl. Franziskus von A.,
Paderborn 1924 (varias ediciones y traducciones); J. Lortz, Der unvergleichliche Heilige, Düsseldorf 1952;
O. Schmucki (a Rieden), Das Leiden Christi im Leben des hl. Franziskus von A., en CollFranc 30 (1960) 3s,
y Roma 1960; Fernando de Maldonado, La pedagogía de s. Francisco de Asís, en Laurentianum 3 (1962) 3s,
y Roma 1963; Gratien de París, St. François d’A. Sa personalité, sa spiritualité, París 19634; E. Longpré,
François d’A. et son expérience spirituelle, ibid. 1966 (extraído de DS 5 [1964] 1268-302); J. Schlauri, St
François et la Bible, en CollFranc 40 (1970) 365-437 (bibl.); Stanislao da Campagnola, L’Angelo del sesto
sigillo e l’«alter Christus, Roma 1971; E. Leclerc, Le Cantique des créatures ou les symboles de l’union.
Une analyse de St F.d’A., París 1970, trad. ital. Turín 1971: psicanálisis, con reserva; Cfr. D. Gagnan, en
CollFranc 47 (1977) 317-47.
Sobre el entorno histórico del Santo y demás movimientos religiosos de aquella época: K. Esser,
en ArchFrancHist 51 (1958) 225-64, y en Festgabe J. Lortz, II, Baden Baden 1958, p. 287-315; H.
Grundmann, Religiöse Bewegungen im Mittelalter, Hildesheim 19612, p. 127-56 (trad. italiana, Bolonia
1974); M. Maccarone, Riforma e sviluppo della vita religiosa con Innocenzo III, en RivStorChiesa 16 (1962)
29-72; Willibrord de París, Rapports de St François d’A. avec le mouvement spirituel du XIIe siècle, en
EtFranc 12 (1962) 129-42; H. Roggen, Die Lebensform des hl. Franziskus von Assisi in ihrem Verhältnis zur
264 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS, 1181-1226

feudalen und bürgerlichen Gesellschaft Italiens, Mechelen 1965, con otra bibl.; AA. Varios, Povertá e
ricchezza nella spiritualitá dei secoli XI-XII, Todi 1969; Ilarino da Milano, La spiritualitá evangelica
anteriore a s. F., en Quaderni spirituali franc. 6 (1973) 37-70.
Literatura, arte e influencia: J. v. Görres, Der hl. Franzikus von A. Ein Troubadour, Maguncia
1826; F. Prudenzano, F. d’A. e il suo secolo, Nápoles 1857; H. Thode, Hl. Franz von A. und die Anfänge der
Kunst der Renaissance in Italien, Berlin 1885, 19344; B. Kleinschmidt, S. Franziskus von A. in Kunst und
Legende, Mónaco 1911; [H. Lemaître-A. Masseron, etc]. St François et les peintres d’Assise, Grenoble 1941.
– AA Varios, Universalitá del francescanesimo, Asís-Roma 1950; A. Fortín-I. Giordani, Il Patrono d’Italia,
Roma 1955. – Para más integraciones bibliográficas, sobre el Santo, -»Franciscanos.
p. Lorenzo Di Fonzo, OFMConv
26
5

2.

FRANCISCANOS

Conventuales, Observantes y reformas menores


en la época medieval de 1209-1517

Tuvieron distintos nombres: Franciscanos, Frailes Menores, Minoritas;

Antiguamente se llamaron también: Cordelièrs, Greyfriars, y Barfüsser;


Monogramas principales usados hasta 1517:
. OMin (a partir de 1209 a 1415),
. OFMConv
. y OFMObs (a partir de 1415).

Todos son Religiosos de la Primera Orden de S. Francisco

I. Fundación y generalidades – II. Finalidad y constitución – III. Espiritualidad


- IV. Historia y evolución interna (1029-1517) – V. Expansión y apostolado.

I. FUNDACIÓN Y GENERALIDADES

Franciscanos o Frailes Menores son, de una manera general, todos los


religiosos miembros de la Primera Orden masculina, fundada por s. -»
Francisco de Asís en 1209, actualmente repartidos en tres familias con paridad
jurídica y totalmente independientes de:
. Frailes Menores (OFM, anteriormente llamados Observantes,
Reformados, etc.)
. Frailes Menores Conventuales (OFMConv)
. Frailes Menores Capuchinos (OFMCap)

Las dos primeras familias, es decir, los Conventuales y los


Observantes, paulatinamente han absorbido a los demás grupos históricos que
26
6

surgieron dentro de su familia con ideales propios y denominaciones distintas,


y que también constituyen parte integrante de nuestra historia.
Entre éstos grupos, sometidos bajo la jurisdicción del Ministro general
de los Conventuales hasta 1517, se deben contar primeramente los
-»Observantes (1368), los -»Villacrecienses (1403), los -»Coletanos (1412),
los -»Amedeítas (1460 aprox.), etc. Posteriormente, es decir cuando todos estos
grupos fueron unificados y constituyeron una única familia autónoma de los
«Frailes Menores» o «Frailes Menores de la Regular Observancia», con
General propio en 1517, las nuevas ramas históricas, que en 1500 surgieron de
aquella con el nombre de Reformados (1512), Descalzos o Alcantarinos
(1555), y Recoletos (1570-9), fueron sometidas a la obediencia del General
OFM (Obs), pero cada cual conservando sus antiguas Provincias, casas y
superiores hasta llegar a la «Unión leoniana» de 1897 (León XIII), mediante la
cual se constituyó la actual grande familia llamada sencillamente de Frailes
Menores u OFM. Averígüense los nombres de cada grupo histórico, y de los
demás que mencionaremos en su debido momento.
Examínense también las voces correspondientes a las familias de la
Segunda Orden franciscana de las Clarisas (OSCl, 1212; Damianitas,
Urbanistas, Coletinas, etc), y de la Tercera Orden: Terciarios franciscanos,
seglares (TOF2, 1221). De esta, surgió la «Tercera Orden regular» o de los
Terciarios regulares de s. Francisco (TOR, 1401-47), los cuales usan un hábito
muy parecido al de los Conventuales y que, aun siendo muy distintos de las
demás tres familias de la Primera Orden, acostumbran acompañarlas
frecuentemente en los encuentros comunes de estudio y actividad.

1. La Primera Orden minorítica se constituyó con la accesión


espontánea de los dos primeros compañeros, fray Bernardo de Quintavalle y
fray Pedro Cattani, los cuales el 16-4-1208 pidieron a s. Francisco que les
dejase acompañarlo en su vida, en Asís; a éstos, se les añadieron, aquel mismo
año, un tercero, el beato Gil de Asís (23 de abril) y otros compañeros de
manera que, en muy corto tiempo, llegaron a constituir un grupo de once, y
doce con el Santo. Éste, después de sentir la inspiración de su vocación al
seguimiento de Cristo en pobreza y predicación evangélica (Mt 10,1s; Lc 10,1s),
jamás había pensado tener compañeros de vida, así que acogió de buena gana,
obedeciendo a aquellos textos evangélicos, a aquel grupo de seguidores,
retirándose con ellos en los alrededores de la Porciúncula y, poco tiempo
después, en el cercano tugurio de Rivotorto en la llanura de Asís. Autorizados
por el obispo diocesano Guido II (1204-28, aprox.), iniciaron su primera

2
Actualmente se llama OFS = Orden Franciscana Seglar (n.d.t.).
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
267

predicación en el contado de Asís y en otras regiones mediante exhortaciones


populares a la penitencia.

Después de un año de instrucción y aprendizaje, durante el cual el


grupo se presentaba en público con el nombre de ‘Viri paenitentiales de
Assisio’ [Penitentes de Asís, n.d.t.] (AP 19; TC 37), el fundador escribió una breve y
sencilla «fórmula vitae» [regla de vida, n.d.t.] que incluía los textos evangélicos ya
citados y otros más, añadiéndoles alguna norma de vida comunitaria; mientras
tanto asumió el nombre de -»Frailes Menores, de inspiración evangélica y,
probablemente, con sentido social (los populares «menores» de Asís y de la
sociedad medieval italiana: Cfr. 1Cel 32 y 38).
El grupo de los Doce se presentó para recibir la aprobación ante
Inocencio III, el cual, superadas algunas perplejidades, aprobó oralmente
aquella Regla y estilo de vida en la primavera de 1209 (1210, según otros) .
Esta aprobación oral marca la fundación canónica de la Orden, mediante la
profesión de obediencia hecha en aquel momento por el Santo y sus
compañeros ante el Papa (fecha tradicional: 16-4-1209). El Papa
personalmente, en un segundo momento, confirmó la aprobación concedida a
la nueva Orden de los Menores, en el Concilio Lateranense IV (nov. 1215) en
el que, probablemente, estaba presente el Santo.

2. Después de la primera organización dada a la Orden, mediante la


cual ésta quedó repartida en Provincias (1217), y cuando su difusión había
alcanzado los 5.000 religiosos aproximadamente (v. adelante, IV), el Santo
redactó una verdadera Regla amplia y detallada, que presentó en el Capítulo
general de 1221. Esta es la 1Regla «no bulada», con 23 capítulos: muy extensa,
con muchos textos bíblicos y carácter eminentemente ascético, pero no fue del
agrado de los ministros provinciales, de manera que el Santo, a raíz de esto,
entre 1221-3, con la colaboración del protector, el cardenal Hugolino, y de los
ministros, la condensó dándole forma más jurídica, en 12 capítulos: ésta es la
2Regla, «Regla bulada», confirmada por Honorio III mediante la Bula Solet
annúere, el 29-11-1223 (v. III).
Aquella Regla aún tiene vigencia hoy día en las tres familias de la
Primera Orden y contiene la esencial inspiración celestial del Santo (en épocas
posteriores se afirmó, con algunas exageraciones, que había sido «revelada y
dictada por el propio Cristo», en Fontecolombo el 1223). Y ratificando la
novedad del franciscanismo y de la vida de las nuevas Ordenes mendicantes en
general, ella obtuvo el cuarto lugar en la historia religiosa después de las
antiguas Reglas monásticas de s. Basilio, s. Agustín y s. Benito de Nurcia. Un
contemporáneo, el obispo y después cardenal, Jacobo de Vitry, que conoció al
268 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Santo y siguió los acontecimientos de la Orden a partir de 1216, anotó


sagazmente que, por medio de s. Francisco, el Señor había completado la
«cuadratura» del estado religioso, porque añadió a las anteriores Ordenes de
ermitaños, monjes y canónicos regulares «quartam institutionem religionis,
ordinis decorem et régulae sanctitatem» [la institución de una cuarta religión, el decoro
de la orden y la santidad de la regla, n.d.t.]. Sin embargo, llevando en cuenta la vida
de la Iglesia primitiva «non tam novam addidit regulam, quam veterem
renovavit... Haec est Religio vere pauperum Crucifixi et ordo praedicatorum,
quos Fratres Minores appellamus» [propuso una regla no tan novedosa en sí misma, más
bien dio vitalidad a la antigua... Esta es la Religión de los verdaderos pobres del Crucificado y
orden de los predicadores, a quienes llamamos Frailes Menores, n.d.t.] (Historia orient. et
occid., 1221-4 aprox., lib. II, c. XXXII, en Lemmens, Testimonia minora saec. XIII de s. Franc.
Assis., Quaracchi 1926, p. 81).
Las cartas comendaticias recibidas de parte de Honorio III y de los
cardenales entre 1218-21, la confirmación papal de la Regla (1223) y la
canonización del Santo estigmatizado (1228), hicieron caer toda clase de
reticencias y dificultades levantadas por parte de algunos prelados y clero
contrarios a la pacífica expansión de los Minorítas en el mundo, reconocidos en
los distintos países, desde entonces, con nombres muy característicos, como
son: -»Minoritas, -»Cordelièrs (porque llevan puesto un cíngulo blanco) y -»
Grey-friars (por causa del primitivo color del hábito, el ceniciento, usado
ininterrumpidamente por los Conventuales hasta comienzo de 1800),
respectivamente en la región de lengua alemana, francesa, inglesa y
escandinava (Graabrödre, Graatbrödenes).
Un conjunto de Constituciones, preparadas en el capítulo general de
1239, y revisadas y completadas por s. Buenaventura en 1260 (las
Narbonenses), y también una y otra vez actualizadas durante los tres primeros
siglos, sostenidas por normales Estatutos y actas capitulares, marcaba las
distintas etapas del desarrollo y adaptaciones de la vida de la comunidad en
general de la Orden a partir de ‘200 en adelante (Minoritas, Conventuales),
como también de los distintos grupos «reformados» (Celantes y Espirituales
hasta 1317-8, Observantes 1368, Coletanos 1412, etc.) con sus distintos ideales
iniciales y de desarrollo posterior. Analizaremos estas Constituciones en el
cuadro histórico (IV).

II. FINALIDAD Y ORGANIZACIÓN

1. Objetivo único y sencillo de la Orden, como se puede deducir de la


Regla y del ideal evangélico del mismo fundador, es: -1) la imitación de Cristo
y de los Apóstoles en su vida de perfección personal y de pobreza, y al mismo
tiempo en -2) el ejercicio del más amplio apostolado popular para la salvación
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
269

de todos, creyentes y paganos, colaborando con el clero y en perfecta


obediencia a la Iglesia romana.
Los dos aspectos, el personal y el apostólico, de la idéntica finalidad
definidos en la calificación de la pobreza y de la popularidad, así como de la
universalidad del apostolado, respondían a la profunda ansiedad de aquella
época, que es también la de todos los tiempos, de un testimonio concreto de fe
y de vida, y también de predicación evangélica en medio del pueblo, para
integrar los anteriores esquemas de vida religiosa de las Ordenes monásticas y
las limitaciones del clero diocesano.
Llama la atención la aprobación pontificia concedida explícitamente a
aquella «fórmula vitae» y al apostolado de la predicación, para el cual
Inocencio III marcó al grupo de aquellos primeros compañeros del Santo, legos
en su mayoría, con una «reducida tonsura o corona»: «ut líbere verbum Dei
praedicarent» [para poder predicar libremente la palabra de Dios, n.d.t.] (s. Buenav. LM
III,10); esta aprobación era concedida a ellos y a todos los frailes, a quienes el
Santo hubiese concedido la autorización para predicar.

La sencillez y la carencia de una específica preparación doctrinal en


aquellos nuevos apóstoles, y también la autorización papal («de paenitentia
praedicanda mandatum» [autorización para predicar la penitencia, n.d.t.] (ibid) que
restringían la tarea a la pura predicación penitencial (previsto también por la
Regla: c. IX, Los predicadores) no tenían, de ninguna manera, el propósito de
cerrar la puerta a las grandes capacidades de los frailes doctos, letrados y
doctores que empezaban a ingresar en la Orden, y que eran muy apreciados por
el fundador, ni tampoco, exactamente en vista del objetivo esencial de la
predicación, impedían la preparación teológica de las nuevas generaciones que,
por cierto, comenzó muy pronto y con el consentimiento del mismo Santo (en
1223-4, en Bolonia, s. Antonio de Padua fue constituido primer doctor de
teología).
Al mismo tiempo, fue previsto, y así era practicado también, el más
humilde servicio en pro de los pobres y leprosos y el trabajo manual, con una
clara abertura hacia toda clase de obras caritativas y asistenciales futuras. Muy
explícito e imperioso también fue el objetivo y la actividad misionera que s.
Francisco, el primero de entre los fundadores de Orden religiosa, introdujo en
su Regla dejando, sin embargo, la puesta en marcha del proyecto a la libre
determinación y «divina inspiración» de los frailes idóneos (c.XII); una
vocación que él mismo estimuló como la manera más perfecta y heroica de
«obediencia»: «sive ob proximorum lucrum, sive ob martyrii desiderium» [para
ganar al prójimo y por el deseo de martirio, n.d.t.] (2Cel 152).
270 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Este objetivo específico, amplio y general a la vez, de apostolado


pastoral, social y misionero, en todas las modalidades inspiradas por el amor a
Cristo y por el celo de las almas, en efecto fue perseguido por la Orden en las
más importantes directrices propuestas, pero acompañadas por el desarrollo
lógico que derivaba de la misma naturaleza de las cosas y al unísono con la
solicitud y guía de la Iglesia. Era lógico constatar en el s. XIII la total presencia
de los Menores en el área de los estudios y de la cultura, con la consecuente
necesidad de casas, institutos y medios aptos (cosas aprobadas por s.
Buenaventura en vista de la «predicación» y necesidades de la Iglesia), como
también su presencia en todos los ministerios y oficios eclesiásticos, en Europa
y en tierra de misión. De esta manera la Orden franciscana no se dedicó tan
sólo al apostolado, general y común como los Dominicos y demás Ordenes
mendicantes, sino que, gracias al mayor número de religiosos y a su misma
popularidad, aplicó dondequiera su eficacia.
Cabe notar que estos objetivos y actividades, practicadas
específicamente dentro de la comunidad Conventual hasta 1517, fueron
praticadas con nuevo fervor en el ‘400 también por la familia Observante,
principalmente en la extensa predicación popular y en las nuevas misiones,
cuando ellos comenzaron su propia actividad escolástica, fuera de las
universidades. Esta reflexión vale también para los Coletanos, pero no en
general para los demás grupos de reformas menores del ‘400, entregados de
lleno a una vida de más grande retraimiento y contemplación y de más humilde
apostolado pastoral.
Siguiendo la evolución de las cosas, la Orden, que hasta casi la mitad
del s. XIII estaba constituída por hermanos legos en su mayoría y, mucho de
ellos verdaderamente doctos y letrados, fue transformándose paulatinamente en
Orden clerical en el sentido pleno de la palabra, en sentido canónico, hasta
llegar a tener casi un cuarto de hermanos legos respecto a la totalidad de
religiosos (entre de los Conventuales). Análogo proceso de clericalización,
pero con mayor cantidad de legos, se dio entre los Observantes y demás grupos
de reformados de ‘400.

2. En su constitución y organización estructural (considerando


siempre nuestro I período, 1209-1517), la Orden estaba conformada por
sacerdotes y hermanos legos, todos con iguales derechos y deberes de la vida
religiosa e iguales también, en los primeros tiempos, en la posibilidad de
acceder a los oficios de gobierno; para los clérigos había la prescripción del
oficio divino según el rito de la Curia romana y para los legos la prescripción
de rezar 72 «Pater noster» repartidos según las distintas horas canónicas.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
271

Después que la Orden quedó repartida en Provincias y Custodias (=


circunscripciones menores, dentro de la Provincia), regentadas por Ministros
provinciales y Custodios (el superior de cada convento es llamado Guardián),
el gobierno queda centralizado en la autoridad del Ministro general, ayudado
por un grupo de secretarios y compañeros (que hasta 1517 no se llamaban
todavía Definidores generales). Representante y agente de la Orden junto a la
S. Sede es el Procurador general (1239-45 aprox.); «gobernador, protector y
corrector de esta fraternidad» es el -»cardenal protector, solicitado por s.
Francisco (Rb c. XII).

Los poderes legislativos y electivos, para la renovación de los oficios,


están consignados a los Capítulos generales y provinciales, trienales, con la
participación de los superiores (provinciales, custodios) y de los delegados de
los frailes (los Discretos); pero toman parte también muchos maestros de
teología (entre los Conventuales) y, en los Capítulos provinciales, participan
los guardianes de los conventos más importantes. Esta era la costumbre de los
FF.MM. Conventuales hasta el año1517.
En cambio, los FF.MM. Observantes, a partir de 1425 (año de su
primera aprobación canónica), y los demás a partir de 1446 hasta 1517,
celebraban a parte los capítulos generales y provinciales para la elección de sus
propios «Vicarios», generales y provinciales, y para la legislación y
programación de cualquier asunto referente a su propia familia. Estas familias,
prácticamente, eran dos: cismontana y ultramontana; cada una celebraba
independientemente su propio Capítulo general trienal, y era gobernada por un
Vicario general, con distintas Constituciones, etc.

III. ESPIRITUALIDAD

Substancialmente idéntica a la del fundador (para una exposición más


detallada: -»Francisco de Asís), la espiritualidad de la Orden coincide con su
doble finalidad y se resume en la fiel imitación de Cristo, tras los ejemplos de
s. Francisco, a fin de alcanzar la perfección personal y conquistar almas.

«La Regla y vida de los Hermanos Menores es ésta: guardar el santo


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio
y en castidad» (así comienza la Reg. c. I). Sin embargo, esta norma
programática que repite, mediante una fórmula muy bien especificada, la
común y canónica ley de todos los institutos religiosos, está determinada por
272 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

una serie de definiciones propias y unos medios específicos que la Regla


brinda, y también por otras orientaciones del Santo:
a) primero que todo, el amor y la imitación de Cristo pobre, orante y
sufridor, en la observancia integral del santo Evangelio (Cfr. Reg. c. VI, X, XII); -
el «espíritu de oración y devoción» que se deberá conservar «sobre todas las
cosas temporales», - la actividad del trabajo, que también deberá ser realizado
«fideliter et devote» [fiel y devotamente, n.d.t.] (ibid. c. V); b) la pobreza, en sentido
absoluto, individual y «comunitario» (ésta es algo propio de la OMin., frente a
todas las Ordenes anteriores), viviendo del propio trabajo (c. IV, V), y
acudiendo, en caso de necesidad, a la «mesa del Señor», es decir a la «limosna
de puerta en puerta» (la -»mendicación), sin avergonzarse de la pobreza
abrazada por Cristo en este mundo (Testam; 2Reg. c. VI); c) la caridad, calificada
como «materna» más que fraterna, entre los mismos religiosos y entre los
superiores y súbditos (2Reg c. VI, X); d) el apostolado de la predicación, por parte
de frailes idóneos y aprobados, deberá ser llevado a cabo con discursos
prácticos, edificantes y «con brevedad de lenguaje» siguiendo el ejemplo del
Señor (c. IX); e) el apostolado del buen ejemplo es tarea de todos los frailes,
«sirviendo al Señor en pobreza y humildad» (c.VI) y relacionándose con todo el
mundo portándose como hombres «apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y
humildes» sin litigios ni contiendas ni juicios (c.III); sobrellevando con
humildad y paciencia las persecuciones y enfermedades y orando por los
enemigos (c.X).
Esta actitud, estrictamente evangélica, de vida interior y de presencia y
conversación ejemplar en medio de los hombres, con modestia, mansedumbre
y humildad, era incentivada por el fundador por medio de ulteriores
invitaciones a conservar el espíritu de cortesía caballeresca y de vida juglar
mediante el cual los frailes debían dar testimonio ante el mundo de la
jovialidad del servicio divino y atraer a los hombres hacia el amor del Señor.
Estas cualidades deberán estar a servicio del apostolado externo en todas sus
modalidades.
En resumidas palabras, los aspectos específicos de la espiritualidad
franciscana, sintetizadas también por los estudiosos modernos, están
expresados en los conceptos y virtudes características de minoridad (=
humildad, que identifica a la Orden, -»Frailes Menores), de pobreza (= medio
fundamental de elevación ascética y de libertad interior, eficaz testimonio de
vida), de fraternidad y caridad (= vínculo de vida comunitaria y leva de
apostolado), de obediencia y sumisión a la Iglesia (es la nota de la autenticidad
y de la unión con Cristo).
Estos aspectos caracterizan también la espiritualidad misionera de la
Orden, considerada, como ya dijimos, como la modalidad más heroica de
caridad y de obediencia religiosa libremente solicitada por el fraile, pero
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
273

condicionada por el mismo fundador, y así ha sido llevada a lo largo de la


historia, a una «divina inspiración» o vocación especial (2Reg. c. XII). Sin
embargo, el mérito de todo apostolado efectivo, ejercitado por los frailes
encargados de la predicación y entregados a la conversión de los paganos,
puede ser compartido por los humildes religiosos a través de la oración y de las
buenas obras (2Cel 164; LP 103c).
Las mitigaciones prácticas concedidas a algunas de estas notas
fundamentales, como por ej. la pobreza, o la exención del apostolado permitida
a algunos frailes en vista de un aislamiento eremítico y contemplativo (ya
previsto pero restringido, por el fundador) no cambiaron la sustancia de la vida
ni del mismo ideal de la Orden en general, guardado y alimentado ese espíritu
en los tres primeros siglos, como también posteriormente, por la mayoría de los
religiosos y por el renovado fervor de las distintas reformas.
En lo que a equilibrio de las dos componentes de vida contemplativa y
activa se refiere, problema que ya se presentó y que había sido solucionado por
el fundador para sí mismo y para el instituto (Cfr. LM XII, 2; y REr 1218-21 aprox),
las distintas Constituciones lo llevaron en cuenta a través de normas
oportunamente ajustadas a la piedad privada y litúrgica, y a la disciplina
regular bien sea para la vida comunitaria bien sea para los estudios y para el
ejercicio «fiel y devoto» (2Reg c. V) de toda clase de trabajo y actividad de los
religiosos. El ejemplo luminoso de s. Buenaventura, el Doctor seráfico, y de s.
Bernardino de Siena y de s. Pedro Regalado, juntamente a una cantidad grande
de santos de la Orden, confirma la esencia de su espiritualidad y, al mismo
tiempo, las notas específicas de cada una de las familias franciscanas.

IV. HISTORIA Y EVOLUCIÓN INTERNA (1209-1517)

La historia de la vida y de la evolución interna de la Orden minorítica,


a partir de su fundación hasta 1517, se engancha, en su primera fase, a la vida
del Santo Fundador. Aquél fue el período de la normal experimentación, de la
esencial organización y también del rápido arranque de las actividades
apostólicas.

Comienzos y primera organización (1209-1226)

1. La reducida comunidad del impensado nuevo «colegio apostólico»


de los 12 primeros frailes, incluyendo al Santo, que recibieron la aprobación
papal en 1209 y que, empezando por el valle de Spoleto, estrenaron su
fervorosa predicación en las distintas regiones de Italia, pronto se agrandó por
274 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

causa de las nuevas reclutas llegadas de entre el pueblo e, inmediatamente


después, (1215 aprox.), también de entre los doctos, de los hombres de acción,
de los nobles y letrados (1Cel 57).
Después de hacerse presente en las distintas regiones de Italia,
Lombardía, Toscana, Pulla y Sicilia (como los conoció personalmente y
escribió Jacobo de Vitry en 1216, Carta1, en Lemmens, p. 79-80), ellos
moraban en «loci» (= casas) muy humildes, ubicadas generalmente en las
afueras de la ciudad y en zonas solitarias, vivían según el «modelo de la Iglesia
primitiva» (refiriéndose al «cor unum et ánima una» [un solo corazón y una anima
sola, n.d.t.], comenta muy oportunamente Jacobo de Vitry; en efecto, a raíz de la
extrema pobreza, no había comunión de bienes [Cfr. Hechos de los Apóst. 4,32], eran
sumamente estimados por el Papa y la curia romana. «Durante el día iban a las
ciudades y aldeas, para ganar a las almas con la acción, y la noche regresaban
al eremitorio y lugares abandonados para dedicarse a la contemplación» (ibid.).
En aquellos años el fundador, que ya se había mudado de Rivotorto a la
Porciúncula (1210-12, aprox.), comenzó a congregar en aquel lugar a los frailes
dos veces al año (en Pentecostés y el 29 de septiembre, fiesta de s. Miguel) a
fin de intercambiar y aconsejarse mutuamente sobre cómo observar mejor la
Regla y sobre las experiencias apostólicas, impartiendo instrucciones y
exhortaciones que iban formulándose según las necesidades en vista de una
mejor organización de la creciente fraternidad.

Es oportuno hablar y aclarar algo sobre lo que ha sido llamado


‘cuestión de los orígenes franciscanos’ acerca de: a) la idea originaria o ideal
propio del fundador para su institución y después, en conexión con eso, acerca
de: b) la vida y la escasa organización del instituto en sus primordios: un lapso
de tiempo que abarca el primer decenio (1209-21) o, si se prefiere, grosso
modo, todo el período que va hasta la aprobación de la Regla definitiva (1223)
y hasta la muerte del fundador (1226).
a) Primero que todo, contrariamente a una errónea interpretación de los
hechos, frecuentemente confutada y finalmente ya superada (aunque una y otra
vez evocada, a partir de 1885 en adelante: K. Müller, P. Mandonnet, F. Tocco,
VI. Kybal 1915, M. A. Dufourcq 1924, F. Heer 1961), según la cual a san
Francisco jamás se le había ocurrido fundar una fraternidad o movimiento
laical, una libre y promiscua asociación de penitentes de vida y de predicación
itinerante, sin superiores ni votos, sustentándose con el fruto del propio trabajo
y la mendicación; no era una fraternidad que, posteriormente, se habría
dividida (como la de los -» Humillados) en tres distintos institutos de hombres
y de mujeres. Tampoco, según la interpretación de otros (P. Sabatier, E. Lemp,
L. Salvatorelli, H. Grundmann), el primitivo instituto del Santo, que
inicialmente habría sido pensado tan sólo como «laical», posteriormente habría
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
275

sido organizado jerárquicamente y transformado por la Curia romana (por el


card. Hugolino y fr. Elías) en una verdadera Orden religiosa, y finalmente
clerical. La interpretación según la cual Francisco no pretendía, al comienzo,
fundar una verdadera Orden religiosa se fundamenta sobre cierta cantidad de
textos antiguos que, por cierto, tienen origen muy dudosa (la -»Cuestión
franciscana) y dudosa credibilidad, porque provenientes del área de los
-»Espirituales.
Al contrario, la fraternidad franciscana había sido pensada por el Santo
y aprobada por el Papa desde un comienzo (1209) como una verdadera
fundación “religiosa” («religio», o «fratérnitas» y «ordo» pero de religiosos;
Cfr. 1Cel, 18), levantada sobre un tenor de vida regular y apostólica muy bien
definida, según los tres consejos evangélicos y sobre una «Regla» escrita, para
la cual se solicitó inmediatamente la suprema aprobación eclesiástica tal como
era requerido para las demás Ordenes religiosas ya existentes (ibid. 39); una
fraternidad «religiosa» constituida, desde el comienzo por un primer núcleo de
compañeros completamente desprendidos del mundo; y de este grupo se
preveía la propagación y la actividad en todos los países, «in hábitu sanctae
conversationis beataeque religionis régula nobiscum volentium conversari...,
euntium et redeuntium seundum obedientiae sanctae mandatum...» [grande
multitud de hombres que venían deseosos de comunicar con nosotros bajo el mismo hábito de
nuestra santa vida y bajo la Regla, n.d.t.] (ibid. 27), y cosas por el estilo.
La fundación, por el hecho de ser estrictamente religiosa y masculina,
mantuvo abiertas sus puertas para todos: hermanos legos (estos eran más
numerosos en los primeros tiempos: v. bajo los nn. 2 y 3), clérigos y
sacerdotes, con paritaria posición de vida en la humilde común “fratérnitas”:
este término, tal como el nombre equivalente de -»‘frailes’ Menores, en la
enseñanza y escritos del Santo y en otras fuentes, correspondía y designaba,
con más explícita calificación espiritual o evangélica, a la propia «relígio»
[religión] y no la naturaleza jurídica de una asociación “laical”. Es cierto que el
Concilio -»Lateranense IV reconoció en 1215 la legitimidad de la nueva Orden
religiosa con su Regla ya aprobada; en cambio los testimonios históricos
contemporáneos, ajenos a la Orden, confirman la mencionada realidad y
también la novedad de la «relígio» franciscana entre las demás Ordenes
antiguas. Aquella era una fundación verdaderamente regular o religiosa, pero
no monástica ni canonica, y tampoco eremítica (v. arriba, § I, 2).

b) A fin de evaluar la natural evolución de los institutos y explicar, al


mismo tiempo, la equívoca ambivalencia de algunas motivaciones de la ya
mencionada mentalidad «laical» de los primordios minoríticos, es oportuno
aclarar que el s. Fundador, más allá de algunas normas disciplinares o
276 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

«conversatio» comunitaria añadida a los dictámenes evangélicos en su «proto-


Regla» de 1209 (1Cel 32), jamás intentó ni dio a su instituto una determinada
organización externa y jurídica, pues quería distinguirse, en aquel entonces
como también posteriormente, de las anteriores Ordenes monásticas (LP, 17; EP,
68; -» Francisco de Asís, § IV, “fundador religioso”).
Por este motivo los primeros frailes no tenían monasterios, ni casas ni
iglesias propias o estables, no poseían terrenos en propio para trabajar y vivir,
al contrario preferían la predicación ambulante, y para ganarse el sustento
prestaban otros humildes oficios en las iglesias y abadías, o mediante la
asistencia a los leprosos y el trabajo en el campo al lado de los campesinos.
Aceptaban de buen grado la hospitalidad en el mismo sitio de trabajo, o al
contrario, se retiraban en los eremitorios y hospicios, cerca de las iglesias o en
casas abandonadas.
No cabe duda que este estilo de vida “evangélica” bastante extraña –
que se originó espontáneamente y llevaba una vida religiosa y apostólica más
bien libre – era practicado por los frailes, de a dos o en reducidos grupos, bien
sea sin morada fija, durante los primerísimos años (1209-12 aprox., y también
después), bien sea en la posterior incipiente estabilización en verdaderos «loci»
[casas] propios, eremitorios y primitivas instalaciones o pequeños conventos en
las afueras de la ciudad, que se multiplicaron en Italia entre 1212-6 y mucho
más rápidamente en los años posteriores, también fuera de Italia. Para los actos
litúrgicos y de piedad, los frailes acostumbraban participar en las parroquias e
iglesias más cercanas, hasta cuando ellos mismos empezaron a tener los
primeros oratorios (aprox.1222s): por cierto estaba excluída la propiedad de
cualquier establecimiento y bienes.
Pese a todo esto, aquel estilo de vida, aunque practicado con grande
fervor y frutos espirituales en unión más o menos directa con el Fundador o
con el centro directivo de la Porciúncula, conllevaba algunos inconvenientes
claramente patentes dentro y fuera de la Orden, es decir: a) aceptación fácil de
los candidatos y b) escasa formación (todavía no existía el noviciado), c) falta
de vida y disciplina comunitaria, d) falta de superiores mayores inmediatos en
las distintas regiones, e) vagancia de algunos frailes, y f) extravagancias y g)
peligros espirituales, peligros de herejía, etc.
La percepción, por lo menos parcial, de éstos y otros problemas
similares por parte de s. Francisco y de los frailes más iluminados (algunos
peligros ya habían sido apuntados por Jacobo de Vitry en 1220, Carta VI y Hist.
orient. et occid., libr. II, c. 32), y también el consejo de prelados amigos y
ciertamente el espíritu y algunas directrices del Concilio Lateranense IV, c. 13
(1215) – aparte de la propagación y presencia de los frailes en Italia y el vivo
deseo del fundador de extender el apostolado de los frailes por todas las
naciones europeas y misioneras – llevaron a poner en obra la primera
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
277

organización estructural y, naturalmente, disciplinar y apostólica de la Orden


(1217), mientras que otras disposiciones para los casos mencionados
maduraron y fueron tomadas en los años siguientes, cuando el Santo aún estaba
vivo.
En el primero verdadero Capítulo general de 1217, la Orden fue
repartida en 12 grandes Provincias-madre: las cismontanas y las
ultramontanas, y cada una con superiores propios llamados «Ministros
provinciales». Las primeras, es decir las cismontanas eran 6 y estaban ubicadas
en Italia: Lombardía, Toscana, Las Marcas, Campania, Pulla, Calabria
(juntamente con la Sicilia), cuyos frailes se encontraban ya esparcidos por
todos los rincones, y estaba la provincia de Siria con la Palestina y el Oriente
mediterráneo que se pensaba alcanzar y fundarla; también estaba prevista la
fundación de las provincias ultramontanas en Europa. Las provincias
ultramontanas fueron erigidas o constituidas entre 1217-24: Provenza y Francia
Parisina (1217), España (1217), Germania [=Alemania] (1221), Inglaterra (1224)
y, muy probablemente, también Hungría-Eslavonia (1221-4).
En cuanto eso, después de su regreso de Egipto (1229), apremiado ya
por algunas innovaciones y desordenes acaecidas en Italia durante su ausencia,
el Santo se percató de la necesidad de establecer una más salda organización
normativa y disciplinar para la Orden, y se dedicó a aquello echando mano de
distintos recursos: a) a través del patrocinio del card. Hugolino, propuesto en
aquella ocasión y solicitado oficialmente como Protector; b) a través de la
institución papal del noviciado (1220, introducido en aquel entonces en todas
las Ordenes); c) a través de la asunción de un Vicario o verdadero «ministro
general» (como lo consideraba el Santo) en la persona de fr. Elías (1221) para
el gobierno directo de los frailes; y por último, d) a través de la composición o
redacción más completa de la llamada Regla I (no bulada, 1221).
Para llevar a cabo aquella organización, fue muy significativa, en aquel
momento, la intervención y el consejo de los Ministros provinciales los cuales,
en vista de la realidad práctica del gobierno, solicitaban una configuración más
jurídica de la Orden, además proponían normas disciplinares análogas a las de
las Ordenes monásticas. Ya se había levantado una discusión recia y leal acerca
de estos problemas en el capítulo general de 1221 (estaban presentes de 3 a
5.000 frailes). La solución de un justo y equilibrado compromiso desembocó
en la composición de la Regla definitiva (bulada) del 29-11-1223 la cual,
salvaguardando los puntos fundamentales de la inspiración carismática del
Santo, añadía, previo acuerdo y consentimiento de él, las normas esenciales
para la vida comunitaria y organizada (normas referentes a la aceptación de los
frailes y noviciado, casas estables, autoridad de los superiores, capítulos
generales y provinciales, visitas, etc.).
278 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Por esta misma fecha, se daba por concluido el período «heroico» de


los primordios franciscanos.

Evolución de la vida comunitaria


y de las actividades (1226-1274

2. Después de la muerte del Santo (1226), pese a que él hubiese


encomendado a los frailes en su «Testamento» permanecer en el fervor y
sencillez de vida de los primordios, y sin que sospechase de las dificultades
prácticas que aquel grande ideal causaría a una grande comunidad, y que
prácticamente hubiese confiado la Orden a los cuidados de sus sucesores ante
Dios y a la guía y vigilancia de la Iglesia, los casi 10.000 religiosos,
continuaron su pacífica expansión por todos los rincones de Europa.
El multiplicarse del número de sacerdotes y de maestros de teología y
de jóvenes que debían ser formados para los distintos ministerios pastorales
que estaban siendo solicitados, especialmente bajo el gobierno del segundo
general -»Elías de Asís (1232-9, que ya había sido Vicario del Santo en 1221-
7: y no era sacerdote, pero predicador y negociador capaz y buen organizador),
llevó la Orden a instituir regulares Estudios de teología en todas las Provincias.
Contemporaneamente empezó a efectuarse la presencia de los frailes dentro de
la ciudad mediante la construcción de casas e iglesias más amplias, siempre
solicitadas y costeadas por el propio pueblo; los frailes estaban entregados a un
apostolado religioso-social y misionero más intenso; y la Orden pasó a
repartirse en provincias más numerosas. No obstante que el general disfrutase
de la universal estima y fuese muy influyente por el apoyo brindado a s.
Francisco, y fuese amigo personal de Gregorio IX y del emperador Federico II,
sin embargo su gobierno centrador y autoritario, y el indiscrimiado
nombramiento de sacerdotes y de legos para el oficio de superior y, durante los
últimos años, el envío de austeros visitadores a algunas provincias del exterior
a raíz de algunos no muy bien identificados fermentos y turbulencias,
provocaron quejas y recursos ante el Papa. Por este motivo fue convocado un
capítulo general en Roma y se procedió a la exoneración del oficio del célebre
fraile, por parte del mismo Gregorio IX, que estaba presente en el capítulo,
porque «no más del agrado de toda la Orden» (1239).
A fin de lograr una forma más democrática de gobierno, postulada por
los frailes sacerdotes y maestros de teología, en aquel Capítulo romano fue
compilado el primer cuerpo de Constituciones: se fijó como inderogable el
lapso de tres años para los Capítulos generales (lapso que la Regla, c. VIII
había sugerido, pero dejado a la determinación del General); se fijó la elección
directa de los Provinciales por parte de los Custodios y súbditos en sus propios
capítulos; fueron establecidas normas para la visita del general en las
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
279

provincias; y éstas fueron fijadas en número de 32: 16 cismontanas y 16


ultramontanas. Además, se favoreció la aceptación y promoción de clérigos y
sacerdotes porque más útiles que los hermanos legos para el ministerio
pastoral, a los cuales el general inglés y maestro parisiense, fr. Haymón de
Faversham (1240-4) inhabilitó, poco tiempo después, para los oficios de la
Orden, restringiendo también la aceptación de nuevas vocaciones.

3. La Orden paulatinamente iba tornándose clerical a raíz de las


solicitudes que le llegaban de parte de las exigencias del ministerio, y también
de parte de la S. Sede, la cual cada vez más solicitaba el servicio de los frailes,
y también como consecuencia de la organización escolástica en acto y del
ejemplo de la hermana Orden de los Dominicos.
A lo largo del tricenal que siguió a la muerte del s. Fundador (1230-60)
asomaron las primeras dificultades prácticas de la vida, es decir: dentro de la
Orden, acerca de la obligatoriedad del «Testamento» del Santo y de la
observancia de la pobreza absoluta, pues en él está terminantemente prohibido
recibir dinero (sin embargo, en 1226 a los Misioneros de Marruecos ya había
sido autorizado por Honorio III el uso); fuera de la Orden, acerca de las
dificultades en las relaciones con el clero diocesano en lo que a la participación
y libertad del ministerio sacro se refiere (problema común a las demás
Ordenes). La Orden pudo resolver estos problemas recurriendo a los Papas; y
éstos intervinieron, muy generosamente por cierto, a fin de beneficiarse mejor
de la actividad de los religiosos.
Ya en 1230 Gregorio IX había declarado que el Testamento del Santo
no tiene valor jurídico y que, por este motivo, no era obligante. E instituyó los
nuncios apostólicos para la administración de los bienes en uso de la Orden,
asociándolos o sustituyéndolos a los amigos espirituales de que habla la Regla,
para las operaciones de los actos de propiedad en nombre de los bienhechores y
de la S. Sede (bula Quo elongati, 28-9-1230, que fue la primera «declaración»
pontificia sobre la Regla. Ésta y las demás bulas que nombramos brevemente,
se encuentran todas bajo la misma fecha en los 10 volúmenes del BullFranc,
hasta el año1484; las demás sucesivas, pero solo las principales se encuentran
en WaddingAnnMin: Cfr. bibl.).

Poco tiempo después, Inocencio IV amplió los poderes de los


«nuncios» constituyéndolos «procuradores» apostólicos, los cuales deberían
actuar, tras designación de los frailes, en pro de las necesidades y «utilidades»
de la Orden: dos bulas (Ordinem vestrum, 14-11-1245, y Quanto studiosius, 19-8-1247).
Estas bulas, que non fueron llevadas a efecto por deliberación de la misma
Orden (en los capítulos generales de 1251, 1254, 1260), pero que fueron
280 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

confirmadas y perfeccionadas posteriormente ( la Exultantes in Dómino, 18-1-1283


instituye a los «síndicos» apostólicos), autorizaron un más largo y cómodo uso
de los bienes, legados, limosnas comunes y limosnas fijas (las rentas anuales)
para las reales necesidades de los estudios, construcciones y actividades de la
Orden en general. El dominio propietario de las iglesias y conventos por parte
de la S. Sede (propiedad asumida en 1230, 1245, 1279), y también el dominio
propietario de las demás limosnas por parte de los bienhechores, y sobretodo la
administración procuradorial podían parecer una «fictio jurídica» [una ficción
jurídica, n.d.t.] (además era un lenguaje complicado), sin embargo eran legítimos
y connatural a la naturaleza de las cosas. Por este motivo, la Orden no titubeó
en hacer uso de las mismas. Hay que subrayar que en aquel entonces, y en los
años siguientes también cuando se emprendió la reconstrucción o adaptación
de muchos conventos e iglesias según el estilo del ‘300, el derecho de
propiedad, antes que pertenecer a la S. Sede, en los distintos países permaneció
en manos de las Comunas de la ciudad, que promovieron y costearon aquellas
grandes edificaciones también en vista de la posibilidad de uso para reuniones
y asambleas cívicas, para la custodia de los archivos y objetos preciosos, y para
celebraciones varias.

En lo que a libertad del sacro ministerio se refiere, después de las


primeras intervenciones pontificias en contra de las limitaciones, exclusiones y
pretensiones fiscales del Clero en los distintos países y la concesión práctica de
la exención a los religiosos (repetidas bulas Nimis iniqua, de 1231 a 1256), a
través de la bula fundamental de Inocencio IV, Cum tamquam veri (5-4-1250 y
21-8-1252), las principales iglesias de la Orden, que tenían anexado un regular
«convento» (con 13 frailes), fueron declaradas -»conventuales, es decir
publicas y equiparadas a las iglesias colegiales del clero, con derecho a gozar
de los mismos derechos en lo que a celebración de Misas y oficios litúrgicos se
refiere, y a la administración de los sacramentos, al uso de campanas y
cementerios, pero siempre en el respecto de los derechos parroquiales.

La calificación canónica de estas iglesias, aplicada también, por


denominación popular, a los frailes residentes en los conventos anexos, fue
tomando cuerpo a partir de aquel entonces para designar a los propios
religiosos, los cuales conformaban la mayoría o comunidad de la Orden: se
decía «fraile conventual de Asís, de Foligno», «fratribus minoribus
conventualibus de Campo Orti» (por ej.: s. ‘Francisco al Prato’ de Perusa, así
se lee en un legado testamentario de 1277), etc. En ‘400, después de la
aparición de los Observantes y demás reformas, aquel nombre se tornó
distintivo de la actual familia Conventual, y quedó como nombre oficial en
1517.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
281

4. Durante el mencionado proceso de evolución de la comunidad


minorítica, un grupo de antiguos frailes, juntamente con algunos discípulos de
s. Francisco y otros nuevos personajes de su escuela, que residían
preferentemente en los eremitorios y deseaban vivir integralmente el ideal
primitivo, no se conformaban con las innovaciones de vida y actividad de la
Orden. Alguna turbulencia provocada por los más «Zelanti» [Celantes] (son
llamados así) fue truncada por el general fr. -»Elías y por el provincial de las
Marcas, fr. Crecencio de Iesi (1240 aprox., elegido general en 1244-7); pero
encontraron apoyo por su sucesor el Beato Juan Buralli de Parma (1247-57), el
cual, docto y estimado, quedó comprometido ante la Orden y la Curia romana
por su abierta adhesión a las teorías joaquimitas, admitidas por los Zelanti: y en
el anticipado Capítulo de Roma de 1257 (2 de febrero) puso a disposición su
cargo.

Le sucedió s. Buenaventura de Bagnoreggio, hombre de unos cuarenta


años (1257-74). Este fraile, en su doble función de santo y de grande maestro
escolástico, mediante su profunda reflexión sobre la conciliación del ideal del
Fundador con la natural evolución de la vida y de la benéfica operosidad de la
Orden, como en el providencial paralelismo con la historia de la Iglesia
primitiva, aprobó, acompañó y afianzó la opción definitiva de la Orden, es
decir: se dio preferencia a la vida comunitaria en grandes conventos (él mandó
agrandar el ‘Estudio’ de París y fomentó los trabajos en el Sacro Convento de
Asís), porque eran más aptos para la formación y la disciplina de los frailes,
para la digna práctica de los sagrados ritos y la predicación, para la pronta cura
pastoral en medio del pueblo, dentro de la ciudad.
Además el Santo, por medio de las fundamentales Constituciones
Narbonenses de 1260, que reformaban y complementaban las anteriores de
1239, y por medio de otros escritos ilustró a los religiosos las características
esenciales de la vocación franciscana, inculcando el uso moderado y pobre de
los bienes; defendió también, contra los ataques de los maestros parisienses del
clero secular, la autenticidad divina y la perfección intrínseca del ideal
religioso franciscano en sí mismo y en su abertura hacia toda actividad
científica y apostólica, en pro de las almas y de la Iglesia. Aunque denunciando
y condenando algunos abusos contra la pobreza, como por ej. el abuso de
privilegios, e inculcando el respecto debido al clero, él no se amiló en la hora
de solicitar algunos justificados favores y facultades de la S. Sede, entre otros
la bula Virtute conspicuos, de Alejandro IV (2-8-1258, llamada «mare
mágnum»), confirmada también por los pontífices que le sucedieron; rechazó
282 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

también las pretensiones de los Zelanti de un retorno de la Orden al estilo de


vida primitiva, y reprimió el joaquimismo.

Las ideas de s. Buenaventura sobre la vida franciscana, fueron


retomadas en la fundamental declaración y decretal pontificia Éxiit qui séminat
(Nicolás III, 14-8-1279), y sus sucesores siguieron su ejemplo; en cambio,
después del Concilio II de Lyón (1274), el esencial privilegio de la exención
regular quedaba restringido y regulado mejor, primero por la misma Orden y
después por la Iglesia, en el justo respecto de los derechos pastorales del clero
y de los análogos derechos de los religiosos, mediante la bula Super
Cathedram de Bonifacio VIII (18-2-1300), y reconfirmada por el Concilio de
Vienne (6-5-1312).

Comunidad conventual, Espirituales


y crisis de ‘300 (1274-1368)

5. Cuando se celebraba el Concilio de Lyón, reventó el famoso


movimiento de los Espirituales franciscanos, conocido en la historia bajo ese
nombre, de inspiración probablemente joaquimita (1274): la causa del estallido
fueron los falsos rumores sobre la presunta intención del Concilio de querer
eliminar la pobreza absoluta en la Orden
Este movimiento, derivado de los anteriores «Celantes», fue tomando
cuerpo en distintos grupos, especialmente en Las Marcas por medio de fr.
Liberato de Macerata y de fr. Ángel Clareno, en Toscana por medio de fr.
Ubertino de Casale, en Provenza y Linguadoca por medio de los seguidores de
fr. Pedro de Juan Olivi: éste último es considerado el maestro espiritual de
todos; sin embargo él es el más moderado entre todos, y promotor de una
reforma dentro de la Orden y en obediencia a los superiores. El movimiento de
los Espirituales, que fue más turbulento y separatista en Italia, puso en tela de
juicio la propia legitimidad de vida de toda la comunidad y de las declaraciones
pontificias, pues proclamaba la obligatoriedad del Testamento de s. Francisco y
la intangibilidad de la Regla «dictada por el mismo Cristo» y síntesis del
Evangelio. Estas teorías fueron alimentadas y divulgadas por frailes
«espirituales» por medio de muchos escritos y supuestas profecías de s.
Francisco sobre el decaimiento y restauración de la Orden y también por medio
de las doctrinas joaquimitas en la expectativa de una nueva iglesia reformada,
«pobre y espiritual».
Después de la primera represión en Las Marcas y la condena indirecta
por parte de Nicolás IV (primer Papa OMin, 1288-92: el documento se perdió),
los Espirituales de Las Marcas, apoyados por el general Raimundo Gaufredi, su
seguidor (1289-95), y por el Papa Celestino V (1294), lograron constituir un
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
283

grupo autónomo llamado «Pobres ermitaños del Papa Celestino»: éstos, no


obstante hubiesen sido suprimidos por Bonifacio VIII (mediante la bula Olim
Caelestinus, 8-4-1295, la cual revocaba las concesiones celestinianas),
continuaron a actuar dentro o al margen de la Orden. Tras un intento de
reconciliación en el Concilio ecuménico de Vienne, en el cual fue discutida
ampliamente la cuestión, el Papa Clemente V promulgó una nueva declaración
sobre la Regla, Exivi de Paradiso (6-5-1312), con la cual, aunque exhortase a
todos a la observancia fiel de la Regla, y también a la obediencia y a la unión y
comprensión fraterna, confirmaba el estilo de vida y de apostolado de la
comunidad conventual de la Orden. Sin embargo, debido a nuevos contrastes,
el desacuerdo y las controversias continuaron y fueron llevadas ante el Papa
Juan XXII (1316-34), quien supo escuchar a los cabecillas de los Espirituales,
pero les negó la separación solicitada haciéndoles ver que la caridad y la
obediencia valen más que la pobreza, y reconfirmó a los superiores de la Orden
la facultad de establecer normas de vida y de pobreza para los religiosos
(Quorumdam exigit de 7-10-1317, y dos bulas más de 1317 y 1318: condena de
las ideas y grupos de los -»Espirituales y de otros movimientos análogos).

Otro grave desacuerdo estalló poco tiempo después, entre la


comunidad y aquel Papa acerca del valor y realidad de la «pobreza absoluta de
Cristo y de los Apóstoles»: era una cuestión «teórica de la pobreza», sin
embargo socavaba la base ideal de la vida franciscana, con implicaciones
eclesiales relativas a la legitimidad de la vida espiritual, a la propiedad y al
poder temporal de la Iglesia, y que el Papa había ya determinado discutirlo en
la Curia de Aviñón desde marzo de 1322, con los teólogos franciscanos y de
otras escuelas. Pero, negándose a una imprudente declaración del Capítulo
general de Perusa en junio del año siguiente, el Papa revocó los síndicos
apostólicos y la propiedad apostólica sobre los bienes muebles e inmuebles de
la Orden, con excepción de las iglesias y conventos (bula Ad conditorem, 8-12-
1322), y al mismo tiempo declaró como herética la sentencia absolutista
franciscana sobre la cuestión (Const. Dogmática Cum Inter nonnullos, 12-11-1323).
A lo largo de esta prolongada tensión de ánimos, que se agravó a raíz
de la lucha político-religiosa entre Ludovico de Baviera y el Papa, se llevó a
efecto la defección del general Miguel Fuschi, de Cesena (1316-28) el cual,
huyendo de Aviñón, pidió la protección de Ludovico de Baviera, en Pisa y en
Mónaco de Baviera; se conminó la excomunión (1329) y se constituyó un
grupo cismático (los Miguelitas), mientras que en Roma, por obra del mismo
emperador (y ¡no por obra de la Orden!), fue coronado un antipapa, el
franciscano fr. Pedro Rainallucci de Corvaro (con el nombre de Nicolás V,
1328-30).
284 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

En comunión de sentimientos con la Comunidad en la susodicha


controversia papal, los ya suprimidos Espirituales, juntamente con los
anteriores y nuevos grupos, que en la historia son llamados Fraticelli [Hermanos
pobres, n.d.t] (es decir, los que no sintonizaban con la Orden, a partir de 1317-8),
continuaron su vida independiente alternando represiones y procesos
inquisitoriales en Francia del sur, en Cataluña y especialmente en Italia. Hacían
parte de estos grupos los Fraticelli que huyendo de Toscana se refugiaron en
Sicilia y, posteriormente, en Calabria con fr. Enrique de Ceva (entre 1312-3);
también los Clarenos o Pobres Ermitaños de Celestino V (llamados Fraticelli
«de páupere vita» [=Hermanos pobres, n.d.t.]), guiados por fr. Ángel Clareno hasta
la muerte de éste (1337); los Miguelitas o Fraticelli «de opinione» (el ideal
franciscano acerca de la pobreza de Cristo), que perseveraron también después
de la muerte de Fuschi (1342); los seguidores de Felipe de Mallorca (clérigo
secular, hermano de la reina Sancha) en Cataluña y en el reino de Nápoles, y
otros grupos no bien identificados (-»Espirituales, y -»Fraticelli).

6. Presionada por el Vicario apostólico, el cardenal Bertrando de la


Tour, OMin (1328), y también por el nuevo general fr. Geraldo Oddoni (Guiral
Ot, 1329-42), conciudadano y amigo del Papa, la Orden se vio obligada a
aceptar las orientaciones y demás disposiciones papales que mitigaban la visión
pauperística franciscana (Cfr. bula Quia vir réprobus, 16-11-1329: excomunión de
Fuschi). Contemporáneamente se renovaron las constituciones (a partir de 1316
y siguiente) y fueron compilados especiales Estatutos benedictinos (1336),
análogos a los estatutos conformísticos impuestos por Benedicto XII a las
Ordenes religiosas y monásticas, incluyendo prescripciones minuciosas al
estilo típicamente monástico aunque en su esencia franciscanas, eficaces y, a la
larga, influyentes, juntamente con las mejores Constituciones Farinerias de
1354, que tuvieron vigencia a lolargo de todo el ‘400.

La comunidad Minorítica, en aquel entonces (1335 aprox.), contaba


con 35.000 religiosos, repartidos en 34 provincias, 211 custodias y 1.422
conventos, y también 5 vicarías misioneras (casi-provincias) desde Rusia hasta
el medio y extremo Oriente (China).

Durante la segunda mitad del s. XIV, y siempre con recia vitalidad de


obras en todas las áreas de apostolado, es decir desde el servicio en las grandes
iglesias hasta la predicación, el estudio y la actividad misionera, repartiendo
gran cantidad de frailes para los distintos oficios eclesiásticos de inquisidores,
obispos y cardenales, nuncios apostólicos (Cfr. Gregorio XI, Cunctis christifidelibus,
27-5-1373: en esta bula se tejen amplios elogios a su vitalidad, y también
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
285

denuncias de abusos disciplinares), la Orden no quedó exenta de la común


decadencia de los institutos religiosos y de la misma Iglesia, a raíz de las ya
conocidas causas generales y otras particulares.

Juntamente con las ya mencionadas disposiciones de Juan XXII, que


amenizaron el sentido de la pobreza, y a la impuesta administración más
directa de los bienes, grande influencia tuvieron las generales consecuencias de
la Peste Negra en toda Europa (1348-62) y de la Guerra de los Cien años en
Francia (1339-1453) y del Cisma papal, el cual llevó a la división de las
«obediencias» en las distintas provincias y países, con dos o tres generales y
provinciales, durante los años 1378-1417.
En este clima de confusión, en el que no faltó, por cierto, la obra
restauradora de los papas y de los ministros generales fr. Marcos de Viterbo
(1359-66) y del beato Enrique Alfieri de Asti (1387-1405) y de Antonio Vinitti
de Perèto (1405-29) entre otros, empezaron a aparecer nuevos fermentos de
vida eremítica y de restauración religiosa proveniente, en parte, en lo que a la
Orden franciscana se refiere, del despertar del ideal de los primordios.

Los Frailes Menores Observantes


y las demás reformas de ‘400 (1368-1446)

7. El movimiento más característico, conocido en casi todas las


Ordenes religiosas de aquel tiempo con el nombre de -»Observancia (un
intento de retorno a la observancia pura de la Regla), tuvo sus comienzos en
Italia, en lo que a la Orden franciscana se refiere, por obra del hermano lego b.
-»Paoluccio Trinci de Foligno, el cual en 1368 obtuvo la autorización del
general Tomás de Frignano para vivir en la más estricta observancia de la
Regla en el eremitorio de Brogliano (cerca de Colfiorito, entre Foligno y
Camerino). Antes de él, otros intentos habían sido llevados a cabo, pero sin
mayores consecuencias, por fr. Juan del Valle y por fr. Gentil de Spoleto, en
aquel mismo eremitorio (1344-55). pero la de Trinci fue la primera reforma
que tomó cuerpo en Italia y en la Orden, acompañado por algunos compañeros
voluntarios y, a partir de 1384, tenía ya novicios propios.
El historiador Wadding destacaba, con mucho énfasis para la historia,
los primeros datos anagráficos y también los de las sucesivas etapas de la
evolución posterior: «Hoc anno [1368] Ordinis reformatio tóties ab áliis
intentata, non tamen prudenter directa, húmile sed stábile súmpsit inítium in
hómine úndique ex statu et statura, córporis effígie, et nómine contemptíbili,
sed génere et pietate spectábili. Is fuit Paulutius Fulginas…, in tuguriólo sancti
286 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Bartholomaei in solitúdine Bruliani… Hoc ítaque anno in domúncula ista, in


loco horróris et vástae solitúdinis, Fulgínium inter et Camerinum, radíces fíxit
Paulutius, et fundamenta iécit eo solidióra, quo humilióra, regularis
observántiae. Sócios advocávit viros bonos...» [En el año 1368 la renovación de la
Orden, muchas veces intentada, pero nunca llevada a cabo con prudencia, tuvo un comienzo
humilde pero decidido por obra de un hombre sin grande valor cuanto a condición, estatura,
aspecto y nombre, pero digno de merecimientos por su nobleza y piedad. Aquel hombre se
llamaba Paoluccio de Foligno..., en el pequeño tugurio de s. Bartolomé, ubicado en las
montañas de Brogliano... En efecto, aquel año en aquella choza, ubicada en lugar agreste y de
gran soledad, entre Foligno y Camerino, Paoluccio echó las raíces y levantó el fundamento de
aquella tan sólida cuanto más humilde regular observancia. Se hizo acompañar por buenos
varones... n.d.t.] (WaddingAnnMin, 1368, nn. 10 y 12: el subrayado es nuestro). Sus
compañeros, los «más destacados», fueron: fr. Ángel de Monteleone y fr. Juan
de Stroncone, celantes predicadores (ibid, n. 13), que juntamente con los demás
compañeros de aquellos primeros años fueron, según otra afirmación del
mismo Historiador, los «futúrae magnae gentis novi duces » [los nuevos capitanes
de un grande pueblo futuro, n.d.t.] (ibid. 1374, n. 20).
La «reformatio», en la configuración de una familia especial,
conformada por antiguas y nuevas reclutas, progresó a duras penas durante los
primeros cincuenta años de vida, aunque apoyada por los superiores, los cuales
entregaron a aquellos «frailes devotos» (o «fratres de familia», como fueron
llamados) algunos pequeños conventos y eremitorios en Umbría, en el Valle de
Rieti, en Las Marcas y en otros sitios. En 1391 (cuando Trinci murió), ya
contaban con 22 eremitorios y 60 religiosos, y después pasaron a tener 34
eremitorios con 200 religiosos aproximadamente en 1415 (WaddingAnnMin, 1368,
nn. 10-4; 1415, nn. 29 y 34).
Análoga, pero independiente, fue la reforma de la Observancia
francesa. Ésta comenzó en el convento de Mirebeau [Mirabel, n.d.t.] (Turonia) en
1388, y con una delegación de los casi 200 religiosos y 11 (12) conventos que
tenían, se presentó al Concilio de Constanza llevando una «petítio» [solicitud,
n.d.t.]. El Concilio, mediante la constitución Supplicántibus personárum de 23-
9-1415, la reconoce y aprueba bajo el nombre explícito de Regular
Observancia y con un gobierno «vicarial» propio, pero sometida a la
jurisdicción de los Ministros general y provinciales de la Orden, en sus
respectivas provincias.
No cabe duda que aquella ratificación significó prácticamente la aprobación de
principio y de hecho para todos los movimientos análogos en los demás países.
Contemporáneamente, en Francia (Borgoña) tomaba cuerpo otra
familia inspirada por la reformadora clarisa s. -»Coleta de Corbie y por ese
motivo, llamada de -»Coletanos, que tuvo origen en el convento de Dôle en
1412, y continuó independiente (siempre bajo la obediencia de los Ministros)
hasta 1517.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
287

En España y en Portugal, el movimiento de la Observancia comenzó


en los años 1390-1404, y contaba con 4 conventos en Aragón el año 1424
(custodia propia) y con otros grupos en Castilla, Galicia y Portugal (total: 21
eremitorios y 200 frailes aprox. en el año 1415). Pero en Castilla se afirmó
también la reforma de los -»Villacrecienses, fundada bajo el signo de una
mayor austeridad por el b. Pedro Villacreces en La Aguilera, cerca de Burgos,
en 1403, con 3-4 casas en el año 1415.
De manera que, el año de la primera aprobación canónica, obtenida en
el Concilio de Constanza, el grupo originario de la nueva familia de la
«Regular Observancia» estaba constituido por 70 eremitorios
aproximadamente, y 600 religiosos (Cfr. Tabla geográfico-estadística, en la pág. 63s y
pag. 84)
Éstos fueron los comienzos humildes de un grande movimiento que, no
obstante la disparidad de los grupos, tendencias y denominaciones y aclarando
cada grupo, paulatinamente, después de las primeras experiencias, su propia
forma de vida en el seno de la institución franciscana, todos se arrimaron a la
Comunidad conventual de la Orden. Y de esta manera deponían a los pies de la
Jerarquía el problema y la inquietud de la unidad y de la pacífica convivencia;
y al mismo tiempo, se encaminaban inevitablemente, a lo largo de un siglo,
hacia la constitución de una nueva comunidad autónoma.
Su rápida expansión por Europa, entre 1415-80, pareció repetir el
fenómeno análogo de los orígenes minoríticos. El grupo de los Observantes
italianos, después de los humildes comienzos de 1368 a 1415, iba
encaminándose hacia una amplia evolución por obra de s. Bernardino de Siena,
comisario y, posteriormente, vicario general (1438-42), apoyado por el b.
Alberto de Sarteano y por los ss. Juan de Capistrano y Jacobo de La Marca
(son estos los «4 pilares de la Observancia»): todos ellos organizaron aquella
familia y la difundieron también en el exterior: en los Balcanes (1432), en
Austria (1451), en Bohemia y en Polonia (Cracovia, 1452-3), donde los frailes
fueron llamados y también en la actualidad son conocidos con el nombre de
-»Bernardinos, por causa de su primer convento en Cracovia dedicado al Santo
de Siena. Los Observantes, que habían ingresado en Hungría (Nagykanizsa
1423, Buda 1443-4), en Alemania (Heidelberg 1426) en Flandes (Avesnes
1429; Dunkerque 1436) y en la actual Bélgica (Dixmude 1453, Bruges 1458),
en Irlanda (Quinche 1433 e Inis Arcain 1449, cerca de la bahía de Shannon),
en los Países Bajos (Gouda 1439), más tarde llegaron también a Lituania
(Wilno y Kaunas 1468), Dinamarca (Kolding 1468, Odense 1469, Svendborg
1472), Escocia (Edimburg 1463) y también Inglaterra (Greenwich, 1482).
Teniendo como base el lógico ideal, compartido al comienzo por
aquellos Santos de la Observancia italiana y por los Ministros generales para
288 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

un más estrecha unión jerárquica y comunión de vida y de apostolado dentro de


la Orden, no obstante el distinto sentido y aplicaciones entre todos los
religiosos, en el Capítulo general de Asís de 1430 se aprobó un texto de
constituciones Martinianas (durante el papado de Martino V) para todos, es
decir: los Observantes aceptaban la renuncia esencial a su propia autonomía o
distinta jerarquía, y los Conventuales la renuncia al uso de los bienes
inmuebles.
Sin embargo, apoyados por el ministro general Guillermo de Casale
(1430-42), los Conventuales rechazaron, después de un mes, las Constituciones
que habían sido aceptadas bajo juramento en Asís (algo que el Papa concedió a
fin de no obstaculizar los provechosos intereses de la Orden: bula Pervígilis, 27-
7-1430), y obtuvieron la confirmación apostólica para continuar con aquel
estilo de vida mitigado como antes, por medio de la explícita ratificación del
uso simple de todos los bienes muebles e inmuebles bajo propiedad de la S.
Sede (Ad statum Órdinis frátrum Minórum, 23-8-1430: esta condición jurídica tuvo
vigencia, para los Conventuales, hasta el decreto tridentino de 1563, cuando
éste les autorizó, y a las demás Ordenes mendicantes también, la propiedad en
común). Sin embargo, aunque la institución de los síndicos apostólicos volviera
a tener vigencia a partir de 1395 y otra vez en 1428 (Amábiles fructus, 1-11-1428:
todas las bulas son de Martino V), no les estaba autorizado el uso privado del
dinero, tampoco los abusos de vida y disciplina regular que, a menudo y no sin
razón, eran censurados, a algunos religiosos y conventos, a lo largo de la
galopante decadencia religiosa de todas las antiguas Ordenes y de la misma
Iglesia en aquel siglo de humanismo.
La bula Ad statum Ordinis de 1430, y también las demás bulas citadas,
no era la «magna charta» o el certificado de nacimiento de los Frailes Menores
Conventuales, sino la normal legitimación jurídica de un hecho y de un estilo
de vida en pro de todo el anterior cuerpo de la «Orden de los Frailes Menores»,
pues a éste, precisamente, habían sido dirigidas las bulas: es decir, se
legitimaba la conocida comunidad conventual que estaba conformada por unos
30.000 frailes, aproximadamente, en aquel tiempo. Y, por cierto no estaban
incluidos en estas concesiones, debido a su propósito de estricta observancia de
la Regla, aquel millar de frailes llamados «de Familia» o de la ‘Regular
Observancia’, que ya habían sido aprobados en 1415 y que actualmente estaban
en más rápida evolución. Los Conventuales eran conocidos y, casi siempre,
llamados con ese nombre desde los tiempos de los Espirituales: «Les primièrs
furent bientôt connus sous le nome de Spirituels. Les autres furent peu à peu
appelés soit la Conventualité, soit la Communauté (bien que ces termes n’aient
pris que plus tard leur sens précis et décisif)» [Los primeros fueron pronto conocidos
con el nombre de Espirituales. Los demás, poco a poco, fueron llamados a veces
Conventualidad, otras veces Comunidad (aunque esos términos hubiesen adquirido su sentido
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
289

Y esa denominación se afirmó sobretodo en ‘400, a fin de


exacto más tarde), n.d.t.].
diferenciarse de los Observantes, pues éstos también constituían una nueva
porción de la OMin.: «les frères Mineurs Conventuels sont, historiquement, la
continuité de l’ancienne «Communauté», organisé par s. Bonaventure» [los
frailes Menores Conventuales son, históricamente, la continuación de la antigua «Comunidad»,
organizada por s. Buenaventura, n.d.t.] (Willibrord de París, Frères Mineurs, en Cathol 4 [1956]
1604 y 1610-1).
Después de un primer intento, malogrado, de querer establecer una
jerarquía común y después de una década de reglamentos a nivel interno, el
nuevo pontífice Eugenio IV (1431-47), que estimaba mucho a las dos familias
y requería sus servicios, confirmó las susodichas concesiones a los Frailes
Menores Conventuales (tres bulas, en fecha 28-4-1432), y concedió mayor
autonomía a los Observantes, creando establemente para ellos una jerarquía
propia de Vicarios generales y provinciales. Estos Vicarios eran distintos para
cada uno de los dos grupos, Cismontano y Ultramontano (1443). Y, a fin de
mantener alguna conexión ideal o unidad jurídica de la Orden, mandó que los
Vicarios fuesen confirmados por los Ministros general y provincial
Conventuales (bula Ut sacra, de 11 de enero, pero publicada el 23-7-1446),
con carácter obligatório, en el lapso de tres días de la elección en sus propios
capítulos.
La bula, que había sido preparada por s. Juan de Capistrano pero
reciamente impugnada por el general Antonio Rusconi de Como (1443-9) y por
los demás ministros posteriores, y que una y otra vez, pero inútilmente, habían
pedido su abolición, sancionó la división efectiva de la Orden. La división fue
llevada a cabo por las dos familias: cada una organizó sus propias provincias y
conventos (las provincias Observantes eran llamadas Vicarías), distintos
Capítulos generales y provinciales, y distintas Constituciones hasta 1517. Los
Observantes cismontanos se regían por las Constituciones Capistranenses y
Martinianas de 1443-61; los ultramontanos, por las Constituciones
Barcelonenses de 1451, que tuvieron vigencia a lo largo de varios siglos
(Acerca de la exención práctica «a potestate Conventualium» y al «novus
regendi modus» llevado adelante por los Observantes por medio de la Bula
Eugeniana de 1446: Cfr. b. Bernardino Aquilano, Obs., Chrónica [citado más
adelante] p. 34).
Posición análoga, pero más estrechamente unidos a los Conventuales y
a su jerarquía, fue la de los Villacrecienses (hasta 1471 y, a partir de esta fecha,
pasaron a los Observantes), y la de los Coletanos ya mencionados, y también
de los nuevos grupos que surgieron después de la segunda mitad de ‘400, es
decir: la congregación de los -»Amadeítas, del b. Amadeo Ménez de Silva,
portugués, en Lombardía y en Roma (1460 aprox.); un grupo de supérstites
-»Clarenos, regresados en la Orden al tiempo de Sixto V (1473); los
290 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

--»Guadalupenses o Congregación del santo Evangelio o «de caputio» [de la


capucha, n.d.t.], ermitaños descalzos del b. Juan de Guadalupe, en Extremadura,
España, y en Portugal (1495ss); y los llamados -»Martinianos de la provincia
de Sajonia, verdaderos Conventuales, pero sin bienes estables (a partir de 1450
aprox.).
Otras agrupaciones de menor importancia y esporádicas permanecieron
sometidas a los Vicarios generales de los Observantes, que muchas veces
intentaron atraer a sí a los demás grupos reformados; mientras tanto, los
Observantes y los Coletanos celaban por la «reforma» o anexión de los
religiosos y de las casas de los Conventuales.

Relación entre Conventuales


y las reformas (1446-1490)

8. Esta diversidad de estilos de vida y sobretodo las distintas formas de


actividad, al fin y al cabo se complementaban entre sí y, a raíz del duplicado
número de religiosos, hicieron posible la eficacia de acción del franciscanismo.
Sin embargo, dentro de la Orden permanecía sin solución el problema
de las buenas relaciones entre las familias mayores de los Conventuales y de
los Observantes (y el de entre éstos y los influyentes Coletanos en Francia). Un
autor contemporáneo, el b. Bernardino Amici Aquilano, Obs., después de haber
hablado de las buenas relaciones iniciales («in illis principiis mitiores et
gratiosiores erant fratres Conventuales cum fratribus Familiae [los
Observantes] quam póstea») [al comienzo, los frailes Conventuales se mostraban mucho
mas cariñosos y más amables con los frailes de la Familia, n.d.t], notó un deterioro
progresivo sobretodo por causa de los «conventos» (y también por motivo de la
presencia y del ministerio contemporáneamente en los mismos lugares, donde
eso de daba), aunque los Observantes cuidasen construir sus casas desde los
cimientos, y sobretodo «extra civitates et terras; nam nova loca sumendo nulli
faciébant iniúriam, ...quóniam, si voluíssent conventus accípere, indignatiónem
Patrum Conventualium oportébat incúrrere et in contínuo bello morari, quia
nemo de domo sua potest sin turbatióne repelli» [sobretodo fuera de la ciudades, en el
campo. En efecto, aceptando casas enteramente nuevas, no molestaban a nadie... porque, si
hubiesen querido ocupar los conventos, habrían provocado la indignación de los Padres
Conventuales y desatado una guerra continua, porque nadie puede ser expulsado de su propia
casa sin que se deen desórdenes, n.d.t.] (Crónica fr. Minorum Observantiae, escrita en 1480
aprox., ed. 1902, p. 25 y 15). Y, desafortunadamente, eso no siempre se pudo evitar,
juntamente a otros motivos de roce.
En lo que a dificultades de pacífica convivencia o cohabitación se
refiere, muy frecuentes en ‘400 también entre los frailes «conventuales» OP y
entre las demás antiguas Ordenes mendicantes, OSA, OCarm etc., pueden
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
291

consultarse las bulas de Martino V, Ad hoc nos, 11-5-1429, y la de Sixto IV,


Humílibus súpplicum, 18-3-1480; -»Observancia.
En efecto, las imprescindibles y normales relaciones de fraternidad se
tornaron cada vez más delicadas y difíciles. Las causas fueron múltiples:
distinta sicología, interferencias políticas y benevolencia de los príncipes y del
pueblo en pro de una o de otra familia franciscana en los distintos lugares, y
también los escritos polémicos y, sobretodo, las reiteradas ‘invasiones’ de los
grandes conventos de los Conventuales y la pretensión de «reforma» por parte
de los Observantes de Italia y fuera de Italia (ocupaciones frecuentes pero
inútilmente interdictas por los papas, salvo muy pocas excepciones).
Sin embargo, descartado el proyecto de la reintegración en la unidad de
gobierno, las relaciones fueron promovidas con mayor calidad y, en parte,
llevadas a la práctica por los dos más ilustres ministros generales de aquella
época, Francisco Della Róvere de Savona (1464-69, elegido Papa con el
nombre de Sixto IV) y Francisco Sansón de Siena (1475-99: éste tuvo el más
largo y más sabio gobierno que duró 24 años). Estos dos, y todos los demás
Ministros generales «totius Ordinis Minorum» [de toda la Orden de los Minores,
n.d.t.], todos Conventuales y Maestros de teología hasta 1517, aparte la
confirmación obligatoria y la alta jurisdicción sobre los Observantes y sus
Vicarios, no tuvieron más ningún poder sobre ellos, y gobernaron directamente
a su familia Conventual y demás grupos directamente sometidos a ellos
(llamados Reformados «sub ministris» [bajo los ministros, n.d.t.]; al contrario, los
que estaban sometidos a los Observantes eran llamados «sub vicariis», propios
e independientes). Por otro lado, los Observantes proclamaban con ahínco su
«exención» de la sumisión a los ministros, a norma de la bula eugeniana de
1446: «ab obedientia Ministrorum Generalis et Provincialium fratrum
Conventualium eorúndem exempti» [exentos de la obediencia a los Ministros General y
Provinciales de los frailes Conventuales, n.d.t.] (Alejandro VI, Dudum pro parte, 17-11-1499),
en WaddingAnnMin, 1498, n. 8; Cfr. también otras bulas, ibid, 1455, n. 84; 1487, n. 7, etc.).
Los Conventuales por su parte, llamados, en los actos y documentos
hasta 1517, siempre con el nombre oficial de -»Frailes Menores «simplíciter»
[escueto] (OMin), siguieron atendiendo a sus acostumbradas actividades, de
manera particular las científicas y las académicas, custodiando las antiguas
Iglesias y conventos, los Estudios universitarios y bibliotecas, con excepción
de muchos eremitorios y conventos menores, y otros de mayor importancia,
cedidos o de cualquier manera traspasados a los Observantes, que los
conservan hasta el día de hoy, como son: los santuarios del Valle de Rieti
(1370-3), de La Alverna (1431), Le Cárceri, S. Damián y la Porciúncula en
Asís (1432), la custodia de Tierra Santa (1434-9), el convento de Araceli en
Roma (1445) entre otros.
292 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Los Conventuales trasladaron a los Santos Apóstoles su ‘Estudio’


universitario romano y también la Curia general de la Orden (1463: la basílica
les fue concedida por el card. Bessarione); actualizaron la legislación por
medio de los Estatutos Sixtinos en 1469, que complementaban las
Constituciones Farinerias de 1354 (que aun tenían vigencia), y por medio de
las nuevas Constituciones Alejandrinas de 1500 (publicadas en 1501),
El ex general de la Orden, y papa Conventual Sixto IV (1471-84),
después de intentar quitar la autonomía a los Observantes (1472), favoreció a
las dos familias; confirmó y amplió para los Conventuales, y también para los
Dominicos y demás Ordenes mendicantes, los antiguos privilegios, facultades
y concesiones apostólicas, inclusive el privilegio de la exención (bulas Dum
fructus úberes, de 29-2-1472; Regímini, un «mare magnum», de 31-8-1474, y
Sacri Praedicatorum et Minorum Ordines, la «bula áurea», de 26-7-1479, para
la OP y la OMin). En la primera de estas tres bulas Sixto IV, confirmando el
más amplio uso de bienes, recordaba, a raíz de su «experientia» de ex ministro
general, que la Orden de los Frailes Menores (Conventuales) no podía proveer
adecuadamente a su subsistencia «ex incerta mendicitate et minutis
eleemósynis» [con la mendicación, que es siempre insegura, y con las reducidas limosnas,
n.d.t.] y, sobretodo, a las necesidades de los Estudios de teología y a la
conservación de las estructuras, edificios, objetos litúrgicos y pinturas de las
Iglesias y conventos.

Grandes dificultades
y separación OFM Obs (1490-1517)

9. Entre los años 1490-1506, cuando estaba procesándose cierto


esfuerzo por llevar a cabo un renovado movimiento de «reformas», los
Conventuales perdieron más de 300 conventos en Francia y en España (Cfr.
WaddingAnnMin, 1495, n. 34; 1496, nn. 9-15; 1498, nn. 7-8; 1500, nn. 15-16; los Breves de
Alejandro VI, Super gregem, 12-1-1498 y 17-8-1499, ibid a. 1499, nn. 20 y 19, etc.: Cfr. bibl.).
Esto se dio a raíz de la actuación del obispo de Albi, Ludovico
d’Amboise y del card. Jorge d’Amboise, y del card. Observante Francisco
Ximénez de Cisneros (activo 1495-1517†), y del mismo general Conventual
Egidio Delfin de Amelia (1550-6), partidario de un nuevo utópico intento de
unión con los Observantes y los Coletanos, proyecto no muy bien presentado
por él ante Julio II y por éste repropuesto inútilmente en 1506 (WaddingAnnMin,
1506, nn. 3-9, por medio de dos bulas, nn. 7-8). El Papa se limitó a ordenar la
fusión o cierta unión más significativa de las Reformas menores entre sí,
permitiendo que cada una optase libremente o con los Conventuales o con los
Observantes, y revocó en 1510 un texto precario de los Statuta Iuliana,
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
293

compilados, en su casi totalidad, por el coletano fr. Bonifacio de Ceva (1506-8)


a raíz de la lograda unión de los religiosos «bajo los ministros» (WaddingAnnMin,
1506, n. 8; 1510, n. 11). Estos estatutos fueron mejorados por el mismo fr.
Bonifacio y quedaron vigentes sólo para los Coletanos.
Finalmente, mientras se daban otros acontecimientos y se publicaban
nuevos escritos polémicos, especialmente en Francia y en Flandres, entre los
celantes Coletanos y los Observantes, y especialmente, tras presión de muchos
reinantes y príncipes de Europa, León X pensó finiquitar la cuestión
confiándola a una Comisión cardenalicia. El trabajo de preparación fue
discreto, en buena parte con sentido diplomático, contemporizando entre
algunas fórmulas, así que el Papa convocó en Roma, para la fiesta de
Pentecostés de 1517, un Capítulo «generalísimo» de vocales Conventuales y
Observantes y de representantes de los principales grupos de Reformas; y
propuso la unión pura y simple de todos bajo la única fórmula de vida
«reformada».
Pero ante la negativa de los Observantes, por una parte, de unirse y
someterse a los ministros y a los frailes no reformados, y, por otro lado, ante la
decidida declaración de los Conventuales acerca de la legitimidad y siempre
renovada aprobación apostólica de su estilo de vida franciscana practicada por
«30.000 religiosos» con plena tranquilidad de conciencia, el Papa, dejando
prácticamente a los Conventuales en la condición en que se encontraban (Cfr.
más adelante), determinó, en virtud de su propia autoridad, la fusión de todos
los grupos reformados, de cualquier reforma o denominación fuesen,
sometiéndolos a un ministro general reformado con el título (y su respectivo
sello) de ministro general «totíus Órdinis» y con el nombre, para los religiosos
unidos, de Frailes Menores o, como opción, de FF.MM. de la Regular
Observancia.
Ésta fue, en resumidas cuentas, la actuación esencial de León X. Sin
embargo, para el interés histórico de aquella disposición y de las familias y
grupos implicados en ella, aclaramos, repitiendo las palabras del Papa, que
«sub nómine Reformatórum, ac pure et simplíciter Régulam sancti Francisci
huiúsmodi observántium» [bajo el nombre de Reformados que obervan la Regla pura y
simple de s. Francisco, n.d.t.], estaban incluidos «todos y cada uno de los (grupos)
siguientes: es decir los -»Observantes bien sea los «de familia» [es decir la
familia más numerosa de los Observantes cismontanos y ultramontanos, que
hasta aquella fecha estaban sometidos a los Vicarios] bien sea los reformados
bajo los Ministros [así eran llamados los -»Martinianos de Sajonia], y los
-»Amadeítas, los -»Coletanos, los -»Clarenos, los que eran llamados del
Santo Evangelio, es decir de la Capucha o Descalzos [eran los -»
294 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Guadalupenses], u otros grupos parecidos de cualquier otra denominación» (6


familias y grupos catalagados de esta manera).
El Papa concluía: «ex quibus ómnibus supradictis unum córpus ínsimul
facientes, eosdem ad ínvicem perpétuo unímus. Ita quod de cétero, omissa
diversitate nóminum praedictórum, Fratres Minores sancti Francisci Regularis
Obserbvántiae, vel símul vel disiunctíve nuncupéntur» [por todo lo dicho
anteriormente, los unimos a todos y los constituimos un único cuerpo, de tal manera que,
abandonando toda clase de distinción de nombres, se llamen ‘Frailes Menores de la Regular
Observancia de s. Francisco’, singularmente o todos juntos, n.d.t.].
Así estaban las cosas en la famosa bula Ite vos (29-5-1517), bula
llamada de unión o de separación, según los dos aspectos señalados
(WaddingAnnMin, 1517, nn. 20-2, y el texto de la bula en n. 23: Cfr. bibl.).
El día 1º de junio siguiente, es decir dos días después, los «Vicarios»
provinciales y los Discretos Observantes unificados, que acababan de ser
declarados «ministros» y «custodios» por el Papa, según requiere la Regla
franciscana, eligieron en Araceli en Roma a su primer Ministro general en la
persona del p. Cristóbal Numai de Forlí, ex Vicario general cismontano
OFMObs (1514-7); contemporaneamente los Conventuales elegían en el
convento de los Santos Apóstoles a su 44º General, en la persona del p. Mº
Antonio Marcelo de Petris de Cherso.
Un mes después, es decir el 6-7-1517, el Papa nombraba cardenal al p.
Numai, y en 1520, nombraba arzobispo al p. Marcelo. La bula Ite vos, y
especialmente las dos posteriores, daban algunas disposiciones a fin de
salvaguardar cierta conexión jurídica o sumisión de los Conventuales prevista
por el Papa, pero nunca llevada a efecto, y también para mantener buenas
relaciones entre las dos familias. Entre esas disposiciones sobresale la que se
refiere al título de «maestro» general dado ahora al general OFMConv, y
también la confirmación, dentro de tres días, del mismo maestro general y de
los provinciales Conventuales por parte de los ministros general y provinciales
OFM(Obs). Sin embargo tuvo vigencia tan sólo la disposición referente al
primado jurídico o de honor asignado actualmente en la Iglesia al ministro
general de la OFM(Obs). Nótese que a este general le estaba vedado toda clase
de jurisdicción e injerencia en el gobierno de los Conventuales, asimismo
estaba prohibido la ocupación de sus conventos (de manera especial el Sacro
Convento de Asís), y también de los monasterios de las Clarisas y de las casas
de los Terciarios sujetos a los Conventuales: «qui eátenus sub Ministro generali
Conventualium fuerant regímine» [que hasta aquel momento habían estado bajo el
Ministro general de los Conventuales. n.d.t.], y que debían permanecer así, sometidos a
su «Maestro» general (el breve Omnípotens, 12-6-1517, en WaddingAnnMin, 1527, n. 30;
Cfr. también aquí nn. 32-3, otro estatuto de concordia de aquellos mismos días).
De manera que, después de ciento cincuenta años exactos de existencia
(1368-1517), la reforma Observante, y los demás grupos unificados,
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
295

conquistaba su autonomía y también el primado jurídico en la Orden,


sancionado por medio de la atribución de los «Ministros» general y
provinciales y además – ¡hecho único en la historia de las Ordenes religiosas!
en la inversión histórica de las partes llevada a cabo por el Papa – por medio de
la mencionada determinación que acababa de determinar para los «Maestros»
generales y provinciales de los Conventuales la obligación de solicitar la
confirmación de su propia elección a los ministros Observantes: tal como
«quemádmodum Vicarii generales tunc de familia [OFMObs] nuncupati pétere
tenebántur» [tal como los Vicarios generales, llamados antes ‘de la familia estaban’
obligados a solicitar, n.d.t.] a los Ministros generales (OFMConv), y «eo modo, quo
Vicarii provinciales, ólim de familia nuncupati, a tunc Ministris provincialibus
fratrum Conventualium pétere tenebántur» [de la misma manera como los Vicarios
provinciales, antiguamente llamados ‘de la familia’, estaban obligados a solicitarlo de los
entonces Ministros provinciales de los frailes Conventuales. n.d.t.] (breve apostólico:
Omnípotens, cit.). Sin embargo, aquella disposición, como ya hemos dicho, jamás
se llevó a efecto en aquella época ni en los años posteriores, y los superiores
Conventuales retomaron en aquel siglo también su título de «Ministros (-»
Conventuales, Frailes Menores).
El apreciado historiador Observante, Lucas Wadding resumía todos
los acontecimientos del último siglo, antes de 1517 y de este mismo año, en las
siguientes afirmaciones:
«Observantes vero paulatim, etsi per multas tribulationes et
contradictiones, creverunt sub Conventualibus; neque voluerunt umquam ab
Ordinis córpore divelli, sed vero cápiti et legítimo sancti Francisci Successori,
penes quem potéstas regendi et sigillum Órdinis residébat, humíliter subesse,
iuxta illud ipsíus sancti Francisci praecétpum: et alii Fratres teneántur fratri
Francisco et eius Successóribus obedire. Tunc áutem facta est separátio,
quando a Conventualibus ad Observantes translatus est cum sigillo Primatus, et
Ministri Generalis totíus Órdinis, quae prius penes Conventuales erat,
nomenclatura; uti a Leone Pontífice... factum fuisse multo praemisso consílio
narrávimus diffuse» [Los Observantes poco a poco, superando muchas dificultades y
oposiciones, se desarrollaron bajo los Conventuales; y jamás pensaron en separarse del cuerpo
de la Orden, sino permanecer humildemente sometidos a la verdadera cabeza y al legítimo
Sucesor de s. Francisco, el cual detiene la potestad de gobernar y el sigilo de la Orden, según
el mandato de s. Francisco: y los demás frailes están obligados a obedecer a fray Francisco y a
sus Sucesores. La separación se dio cuando, juntamente con el sigilo, el Primado y el título de
Ministro General de toda la Orden, que anteriormente lo detenían los Conventuales, pasó de los
Conventuales a los Observantes; de qué manera todo eso ha sido realizado por el Papa León...
lo hemos relatado, con abundancia de detalles, después de haberlo pensado previamente, n.d.t.]
(WaddingAnnMin, 1528, n. 16).
Aquel año 1517, la cantidad numérica de las dos familias franciscanas
tenía, casi, la misma proporción: 25/30.000 Conventuales, con 1.500
296 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

conventos; la misma cantidad de conventos los Observantes y 30.000 religiosos


aproximadamente, incluyendo a las reunidas Reformas menores de los
Coletanos, Amadeítas, Clarenos y Guadalupenses.

10. La estadística de la Orden a lo largo de los tres siglos indicados


presenta aproximadamente los siguientes índices de evolución:

-en 121-30: -frailes: 5 /10.000;


-en 1282: -casas: 1.271 y 30.000 frailes aprox.
-en 1335: -casas: 1.422 y 35.000 frailes aprox., provincias: 34
y vicarías: 5;
-en 1384: -casas: 1.641, provincias: 34 y vicarías: 10;
-en 1415: -conventos: 1.700 aprox. y 30.000 frailes
Conventuales aprox., y además 70 casas y 600
frailes Observantes y reformados varios aprox.;
-en 1500 -los Conventuales, calculando las casas perdidas y
aprox. nuevas, abiertas a lo largo del ‘400 conservaban casi
la misma cantidad de casas y de religiosos(de 1415);
la Observancia alcanzaba una cantidad estable con
20.000 frailes y 1.300 casas aproximadamente.

El numero de Provincias, que había sido fijado a 34 en el año 1272 y


conservada durante el ‘300, alcanzó la cuarentena para el 1517 para los
Conventuales; y para la misma fecha, eran 52 las Vicarías y custodias de los
Observantes.
Resumiendo: en 1517, Conventuales: provincias: 40, conventos: 1.500
aprox., frailes: 25/30.000 aprox.; Observantes: vicarías o provincias: 52,
conventos: 1.500 aprox., frailes: 30.000 aprox., incluyendo a todos los grupos
reunidos.

Cuadro geográfico-estadístico

Para tener una idea más concreta de la estadística y de la expansión de


la Orden en esta fecha, presentamos en la pagina siguiente el Cuadro
geográfico-estadístico de las distintas Provincias y conventos, incluyendo a las
Reformas menores, referente a los años indicados, es decir de 1384 a 1512, o
prácticamente hasta 1517 (aunque falte la estadística exacta del año 1517):
Provincias y Conventos:
OFMConv, años 1384-1517
OFMObs, años 1415-1517
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
297

Reformas menores, años 1505-1517

CUADRO GEOGRÁFICO-ESTADÍSTICO O.MIN.


años 1384-1505 aprox., y 1415-1521 aprox.

OMin –OFMConv3 Reformas menores OFMObservantes


a. 1384 y aprox. 1505 en 1415 aprox 1512

3
La estadística de 1384, en la que se llama “Serie Ragusina’ de las Provincias (Ed G. Golubovich,
Biblioteca, II, p. 254-5; Cfr. bibl, IV, 10), puede considerarse con mucha aproximación válida para la
OFMConv para el año 1505 aprox., equilibrando los conventos perdidos con las nuevas erecciones del ‘400:
las Vicarías quedaron restringidas a 4-5, en cambio habían aumentado las Prrovincias (Portugal 1385 aprox.
Oriente 1469, Cataluña y Valencia 1500 aprox). – La lista de los conventos de los Amedeítas, Clarenos y
Coletanos: en P. M. Sevesi: L’Ordine dei Frati Minori, I, Milán 1942, p. 297-9, incluyendo alguna
corrección nuestra, especialmente en relación a los Coletanos. – La estadístidca OFMObs 1512aprox. se
encuentra en Wadding (Cfr bibl. IV, 10, de 1512-7); para el año 1512-7 las Vicarís Obs pasaron de 48 a 52,
incluyendo la cismontana Bosnia de Croacia (1514), y las ultramontanas de Burghos (1514); la de los
Ángeles y la de Malta. Para las fechas de erección de las Vicarías Obs, Cfr. Sevesi, o.c., II/2, Milán 1960, p.
218 y 226 (y en Holzapfel, p. 145-9), acompañadas por algunas aclaratorias nuestras.
298 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Provincias Amadeítas Clarenos Vicarías


Cismontan año conv. a. 1517 Conv. a.1517 Conv. Conv. Cismontanas Año Conv.
fund.
1. Génova 34 Génova 13 ...... ..... 1. Génova 1452 34
2. Milán 1239 27 Milán 15 ...... ..... 2. Milán 1428 30
1217 3. Brescia 1475 22
3. Padua 37 Venecia 2 Venecia 2 4. Venecia 1445 36
4. Bolonia 1230 43 Bolonia 3 Bolonia 2 5. Bolonia 1444 24
5. Toscana 1230 51 Toscana 2 Toscana 7 6. Toscana 1441 45
6. Marcas 1217 100 ... Marcas 13 Marcas 8 7. Marcas 1421aprx 35
7. Umbría 1217 76 Umbría 2 Umbría 10 Umbría 12 8. Umbría 1421aprx 52
8. Roma 1230 42 Roma 4 Roma 8 Roma 3 9. Roma 1421aprx 36
1230 31 34

9. Nápoles 56 ... ... ... 10. Nápoles 1422aprx 45


1217 11. 1484 16
10.Abruzos 43 ... Abruzos 3 ... Basilicata 1421aprx 22
11.S.Ángel 1230 30 ... ... ... 12. Abruzos 1431 23
12. Pulla 1230 28 ... Pulla 1 Bosnia4 13. S.Ángel 1431aprx 35
13.Calabria 1217 20 ... Álibi 8 ... 14. Pulla 1421aprx 35
1217 43 15. Calabria

14. Sicilia 30 ... ... ... 1444 34


15.Dalmacia 1230 30 ... ... ... 16. Sicilia 1478 22
1232 17. Dalmacia 1486 9
16. Grecia 15 ... ... ... 18. Ragusa 1431 8
17. SíriaT.S. 1272 12 ... ... ... 19. Candia 1439 7
Oriente 1217 ... ... ... 20. Tierra S.
1469

Vicarías conv.
año
1. Marruecos 6 ... ... ...
2. Oriente 1239 18 ... ... ...
3. Aquilonia 1265aprx 18 ... ... ...
4. Tartaria 1276aprx 9 ... ... ...
5. Bosnia 1300aprx 36 ... ... v. Pulla 1446aprx 41
6. Rusia 1339 15 ... ... ... 21 Bosnia Ar
7. Lituania 1350aprx 6 ... ... ... v. Polonia
8. Escocia 1395aprx 9 ... ... ... v. Polonia
9. Cerdeña 1375 10 ... ... ... v. Ultramar 1511 7
10. Córcega 1319aprx 11 ... ... ... 22. Cerdeña 1453aprx 22
1339aprx 24. Córcega

4
‘Observantes’ bosníancos, es decir de la Vicaría de Bosnia, residentes en Pulla (Italia) a partir de 1391
(Custodia de S. Catalina).
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
299

OMin –OFMConv Reformas menores OFMObservantes


a. 1384 y aprox. 1505 En 1415 aprox 1512
Provincias Coletanos OFMObs Vicarías
Ultramont Año Con 1505aprx Conv. Conv a.1415 Conv ultramont7 Año Conv

1. Provenza 1217 52 Provenza 6 ... ... 1. Provenza 1451 22


2. Aquitania 1239 63 ... ... ... 2.Aquitania 1454 16
3. Borgoña 1230 36 Borgoña 28 ... Borgoña 1 3. Borgoña 1454ap 10
4. Turonia 1230 36 ... ... Turonia 8 4. Turonia 1415 24
5. Bretaña 1484 ...
5. Francia P. 1217 60 Francia 7 ... Francia 3 6. Francia 1515 39
126

Guadalupenses
6. Aragón 11230 39 ... 1505aprx Aragón 4 7. Aragón 1425 34
- Cataluña 1500ap ...
- Valencia 1500apr ... Castilla 9
7.Castilla 1230 43 ... Castilla5 8 8. Castilla 1447 80
9. Santoyo 1477 29
10. Betica 1499 8
8. Santiago 1217 43 ... Santiago 8 11.Santiago 1447 46
(y Portugal)
- Portugal 1285apr ... Portugual 1 12.Portugal 1446 ...
21

Martinianos
a. 1508
13C.Piedad 1511 7
9. Argentina 1221 53 ... 1Argentina 1427 28
10. Colonia 1272 48 Colonia 10aprx 15. Colonia 1447 48
11. Sajonia 1230 100 ... Sajonia 58 16. Sajonia 1449 25
12. Dinamar 1232 37 51aprx ... 17. Dinamarca 1478 21
(y Escandin) (y suecia)
13. Bohemia 1238 49 ... ... ... 18. Bohemia 1469 28
(y Polonia) 19. Polonia 1467 23
14. Austria 1239 30 ... ... ... 20. Austria 1452 22
15. Hungría 1238apr 50 ... ... ... 21. Hungría 1447 70
16. Inglaterra 1224 57 ... ... ... 22. Inglaterra 1499 6
-(y Escocia) 1488 ... ... ... 23. Escocia 1467 8
17. irlanda 1230 35 ... ... ... 24. Irlanda 1460 17

(América)

La lista de aquellas 12 casas de los Observantes franceses se encuentra en la Constitución conciliar de Constanza de 1415
(BullFranc VII, p. 493-5, n. 1362) en la que se encuentra también el convento de Dôle, el único existente en la Prov. de
Borgoña, que, sin embargo pertenecía a los Coletanos y que salió de la obediencia de los Vicarios Obs en 1426 (l.c., p. 660-
1, n. 1728). De manera que los primeros verdaderos Observantes franceses estaban presentes en 1415 tan sólo en las dos
Provincias de Turonia y de Francia Parisina. En la Provincia de Castilla, en el año 1415, había también 4 casas de los
Villacrecienses, que habían permanecido bajo los Ministros OFMConv hasta 1471 (cuando fueron asimilados y asumidos
por los OFMObs).
6
En la Provincia de Castilla, en el año 1415, había también 4 casas de los Villacrecienses, que habían permanecido bajo los
Ministros OFMConv hasta 1471 (cuando fueron asimilados y asumidos por los OFMObs).
7
En realidad: los Frailes Menores Obs. consideraban a la Cerdeña como una Vicaría ultramontana, al paso que las Vicarías
de Bohemia, Polonia, Austria y Hungría eran cismontanas (esta es la razón por la cual las hemos colocadas, en el Cuadro,
bajo las «ultramontanas» en sintonía con la Provincias originarias OMin.).
300 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

Sumas

OMin. Reformas menores OFMObservantes


año 1384 1505 aprox año 1415 1512aprx

Provincias Conv. Conv. Con Vicarí Conv.


as
Cismontana 17 673 Amadeítas 31 Italia 34 (=Vicarías)
Utramontan. 17 829 Clarenos 43 Bohemia 6 Cismontan. 791
-Vicarías 10 139 Coletanos 51aprx Francia 12 Ultramont. 26 471
Guadalupenses 9 España 21 22
total 44 1.641 134aprx 73 48 1.262

OFMConv. OFMObs.
Provincias Conv. Vicarías Conv.

Año 1517: 44 aprox 1.700 Año 1415: 2 73


a. 1505aprx: 45 aprox 1.600 a. 1512aprx: 48 1.262
a. 1517: 40 aprox 1.500 año 1517 150aprox año 1517: 52 1.500
aprox.

V. EXPANSIÓN Y APOSTOLADO (1209-1517)

La Orden minorítica comenzó su grande expansión y apostolado


pastoral y misionero cuando aún estaba vivo el s. Fundador (†1226): en la
primera década ya estaba presente en todo el territorio de Italia (1209);
presente también, a partir de 1271, en los principales países de Europa: Francia
y España (1217), Dalmacia y Hungría (1219-21), Alemania (1221) e Inglaterra
(1224), sin contar las primeras regiones misioneras, es decir Palestina-Siria,
Constantinopla (1217-20) y Marruecos (1219-25).
Poco tiempo después, saliendo de Alemania llegó a las demás regiones
del centro y norte europeo: Países Bajos (1228), Dinamarca y Países
Escandinavos (1232-8), Polonia (1237), Livonia (Letonia, 1238), Prusia
(1239); y, al mismo tiempo, llegó a las demás tierras misioneras, a la costa
mediterránea de África (1219-74) y gradualmente, a final de ‘200, a través de
sus Vicarías misioneras, llegó al Mar Negro y al medio y extremo Oriente:
Persia, India, Mongolia y China (1293). En el ‘300, con nuevo espíritu
misionero, y atendiendo a las indicaciones pontificias, se intensificó el
apostolado en el Oriente europeo, en Rusia y Lituania, y también en Bosnia y
Balcanes antes y durante la invasión turca de ‘400.
Después siguió la inmediata expansión en tierras del nuevo
descubrimiento, África (1404) y América (1493).
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
301

Ésta fue el área de apostolado de la Orden en su período medieval,


llevado a cabo con grande entusiasmo y eficacia por la comunidad Minorítica o
Conventual en primer lugar, y después, juntamente o en sectores distintos, por
los Observantes (a partir de 1430 aprox.), en fraternal emulación de obras que
pasaban por alto todo contraste interno y demostraban prácticamente la
providencial fecundidad del franciscanismo en la multiplicidad de familias y
grupos.
No habiendo la posibilidad de detenernos en una exhaustiva
exposición, restringiremos nuestra exposición a los aspectos esenciales de los
distintos sectores y sus más importantes representantes (indicaremos,
sobretodo, el año de su muerte).

1. Santidad y piedad

El testimonio de vida, especialmente desde el punto de vista de la


santidad, está representado, hasta el año1450, por 22 Santos y 37 Beatos, cuyo
culto ha sido aprobado.

a) Entre los Santos, sin llevar contar al Fundador y a los 5


Protomártires de Marruecos (1220) y a los 7 Mártires de Céuta (1227),
recordamos a: Antonio de Padua, Buenaventura de Bagnoregio, Ludovico de
Anjú (o de Tolosa), Nicolás Tavilic y sus tres compañeros mártires de
Jerusalén (1391), a quienes se les añade el villacreciense Pedro Regalado
(1456); entre los Beatos: Gil de Asís (1262), Odorico de Pordenone (1331),
Jacobo de Strepa (1409) y a los 6 mártires de Ótranto, Conventuales (1480).
A éstos deben añadirse los 4 Santos y 25 Beatos Observantes; los 4
Santos son: Bernardino de Siena (1444, s. 1450), Juan de Capistrano (1456),
Diego de Alcalá (1463) y Jacobo de la Marca (1467).
Además, en aquella época, se cuentan aproximadamente 1.500
«beatos» por proclamación popular, y otros con culto diocesano aprobado:
entre éstos, los beatos Tomás de Celano (1260), Juan Duns Escoto (1308) 8,
Juan de Montecorvino (1328), etc.

b) La piedad popular y litúrgica fue promovida mediante la devoción


hacia la sagrada Humanidad de Cristo (Pesebre, Vía Crucis, SS. Nombre de
Jesús), hacia la b. Virgen María mediante la práctica cotidiana del «Ángelus
Dómini» (1269), la fiesta de la Visitación, la doctrina y culto de la Inmaculada,
la Corona franciscana de los 7 gozos (1422): es la Corona que los Minoritas
8
Ha sido proclamado Bienaventurado el 15.7.1997, por el Papa Juan Pablo II (n.d.t).
302 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

llevan pueta al cíngulo), la fiesta de s. José (¿1399?, 1461). Siempre en el


campo litúrgico, la adaptación del Breviario y del Misal, preparada para la
Orden por fr. Haymón de Faversham (1233-4) y llevada a cabo en los distintos
capítulos generales (1254ss), fue asumida por el clero de Roma y por toda la
Iglesia en tiempos de Nicolás III (1277-80).

c) La espiritualidad cristiana ganó mayor brillo por medio de las obras


publicadas por nuestros escritores, entre ellos s. Buenaventura (†1274: Lignum
vitae, Vitis mýstica, De tríplici vía, etc), y el autor de las Meditationes vitae
Christi, y posteriormente Gilberto de Tournai (1284), Hugo Panziera de Prato
(1330), los alemanes Marcuardo de Lindau y Oto de Passau (1398), los
Observantes Henrique Herp (1477), Juan Brugmann, y el autor flamenco de la
obra Índica mihi (a. 1500) ampliada con meditaciones y ejercicios cotidianos
sobre la vida de Cristo.

2. Oficios eclesiásticos

Pese a la explicita voluntad del fundador, que mandaba a los frailes


ocupar el puesto más humilde en la Iglesia, la Orden no pudo nomitirse en
aceptar también los oficios más elevados dentro de la jerarquía y las distintas
tareas eclesiásticas porque eran solicitados por la Iglesia:

a) Nuestros religiosos muy pronto fueron designados como capellanes


y penitenciarios en la Curia papal, nuncios y delegados para la unión de las
Iglesias (Haymón de Faversham 1233, Lorenzo de Portugal, Juan de Parma
1249-50, Jerónimo Masci, etc., legados y embajadores en el extremo Oriente
(1245: Cfr. Misiones), predicadores de las cruzadas para la liberación de los
Lugares Santos en el s. XIII y contra los Turcos en ‘400, cuando se destacaron
los Observantes por obra de s. Juan de Capistrano.
b) Los Minorítas (con los Dominicos) ejercieron el oficio de la
Inquisición a partir de la mitad del ‘200 aproximadamente, especialmente en el
norte y centro de Italia, en Dalmacia, Francia, España, Bohemia, Alemania,
mediante tribunales que funcionaban en los conventos más destacados como
Padua, Florencia, Siena; Jacobo Capelli (1250 aprox.), Ángel de Asís (1361) y
otros escribieron «Summas» contra los herejes y manuales para el oficio
inquisitorial, oficio que, por cierto, no todos ejercieron dignamente. Los
Observantes fueron enviados en misiones especiales y en la acción represiva
contra el resto de los Fraticelli, de los Husitas y demás herejes en ‘400.
c) La actuación de los Minoritas en los distintos Concilios ecuménicos
comenzó a partir del Concilio de Lyón en 1245, y continuó con el II de Lyón
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
303

para la unión de las Iglesias (1274), donde se destacaron s. Buenaventura, Juan


Parastron y Jerónimo Masci; en el de Vienne (1311-12), en el de Pisa (aunque
fuese ilegítimo, 1409) y de Constanza (1414-8) para la recomposición del
cisma papal (card. Pedro de Foix). En el Concilio de Ferrara-Florencia (1438-
42), con la participación de 12 padres y teólogos Conventuales y el general
Guillermo de Casale, tomaron parte también los primeros Observantes con el
dinámico b. Alberto de Sarteano, quien había sido enviado dos veces a Oriente
con el fin de tratar con los Coptos y Etíopes. En el Concilio Lateranense V
(1512-7), participaron los doctos arzobispos Conventuales Mauricio de Porto,
primate de Irlanda, y el bosniaco Jorge Salviati, ya maestro de León X, el cual
defendió en el Concilio la memoria de Savonarola y se dedicó a la reforma del
calendario.
d) En los oficios de la jerarquía eclesiástica los Minoritas contababan,
en aquel tiempo, con aproximadamente 1.200 arzobispos y obispos (a partir de
1233), de los cuales 10 eran patriarcas, 28 cardenales y 3 papas. La lista de los
cardenales empezó con s. Buenaventura (creado en 1273), y continuó, entre los
más destacados, con Mateo de Acquasparta (1288), Bertrand de la Tour (1320),
Marcos de Viterbo (1366), Pedro de Foie (1414), el b. Elías de Bourdeille
(1483), Marcos Vigerio de Savona (1505), todos Conventuales; y los dos
primeros cardenales OFMObs, contabilizados ya en el número anterior, Gabriel
Rangone de Verona (1477) y Francisco Ximénez de Cisneros, primate de
España (1507-17). Los 3 papas son: Nicolás IV (fr. Jerónimo Masci de Áscoli
Piceno, 1288-92), Alejandro V (Pedro Filargo de Creta, llamado el «Pisano» [=
de Pisa], 1409-10) y Sixto IV (Francisco Della Róvere de Savona, 1471-84),
todos Conventuales.

3. Actividad religiosa y social

El apostolado pastoral a través de la predicación y demás actividades


religiosas, siempre animado con varias iniciativas de carácter social y
caritativo, fue lo en que más se desbordó la actividad y influencia popular del
franciscanismo: «Religio vere páuperum Crucifixi et ordo praedicatorum...,
quos Fratres Minorum appellámus» [Esta es la Religión de los verdaderos pobres del
Crucificado y Orden de predicadores..., a quienes llamamos Frailes Minores. n.d.t.], dice Jacobo
de Vitry (v. atrás, I: pag. 21):

a) La Orden hizo su irrupción en la sociedad medieval a partir del


momento en que empezó a fijar residencia en medio del pueblo, en los campos
y en las ciudades a través del ministerio de la predicación. Al comienzo su
predicación era sencilla y penitencial, tras el ejemplo del fundador y sus más
inmediatos discípulos. Muy pronto se tornó más culta, moral y dogmática,
304 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

«solemne», pero sin dejar de ser práctica y popular, por obra de ilustres
maestros de teología para los cuales «predicar» representaba el motivo
justificativo y la ocupación complementaria de sus estudios científicos.
S. Antonio de Padua, durante una década entera (1221-31), fue modelo
y prototipo de los grandes predicadores minoritas, maestro evangélico del
pueblo y del clero, martillo de los herejes, apóstol y pacificador social. Sus
discípulos continuaron su obra: el b. Lucas Belludi y Lucas de Padua, los
predicadores de la paz y de la devoción del «Aleluya» (1233) el b. Gerardo
Boccabadati de Módena y el b. León Valvassori, creado arzobispo de Milán
(1244-57). Contemporáneamente, en el s. XIII, los más grandes predicadores:
en Italia, Lucas de Bitonto y Buenvantura de Iseo (1260), Tomás de Pavía, s.
Buenaventura, el moralista Servasanto de Faenza (1300 aprox.); en Francia,
Hugo de Digne (1255 aprox.), Odón Rigaud, Gilberto de Tournai, Eustaquio
d’Arras (1291); en Inglaterra, Juan de Galles y Juan Peckham (1292); en
Alemania, el b. Conrado de Sajonia y el b. Bertoldo de Ratisbona (1272),
émulo del Taumaturgo de Padua por su fama e influencia social.
La predicación, a lo largo del primer siglo franciscano y después
también, era apoyada por especiales recursos expositivos y «ejemplos»
prácticos sacados de la vida de los santos, milagros, revelaciones privadas,
hechos de la vida diaria, anécdotas y proverbios sacados de la literatura antigua
y reciente, de manera que muchos Minoritas, bien sea para la formación como
para el uso de los predicadores, escribieron obras teóricas como: Artes
praedicandi (Juan de La Rochelle, Juan de Galles, Gerardo du Pescher) y los
Libri exemplorum (Servasanto de Faenza, Juan Spiser, Nicolás Bozon, y otros
anónimos ingleses, etc.). A estas obras, se añade la abundante producción de
completos Sermonarios (Dominicales, Cuaresmales, Mariales, Santorales) que
nos han dejado los más ilustres predicadores.
Igual eficacia tuvo la predicación franciscana a lo largo del s. XIV: los
más grandes representantes italianos fueron: Francisco de los Abati (1344
aprox.), Enrique de Moncalieri (Génova), Landolfo Carácciolo de Nápoles,
Felipe de Moncalieri, Gabriel de Volterra (1382); los franceses Bertrando de la
Tour (1332), Gualtero de Aquitania, Bernardo Délicieux, Nicolás de Aquaville,
Juan de Roquetaillade (d. 1365); los españoles Bernardo de Deo y Francisco
Eiximenis (1409); los alemanes Juan Bomendal (1340 aprox.), Juan Contractus
(Kortz, 1373 aprox.), Juan de Düren, y sobretodo el holandés Juan de Werden
(aprox. 1378-1400), autor del famoso prontuario «Dormi Secure», un
vademécum del predicador para cualquier circunstancia y argumento (¡25
ediciones tipográficas tan sólo en ‘400!).
En el siglo del humanismo, la predicación de los Conventuales tuvo,
con carácter más culto y elocuente por obra de Marcos de Sommariva (1420
aprox.), el deslumbrante Antonio de Massa general y obispo (1435), Julián
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
305

Verocchi de Florencia (1442), Juan de Volterra (1460 aprox.); el compañero de


santa Juana de Arc, fr. Ricardo le Cordelier (1428-30), los ilustres ingleses
Guillermo Melton y Nicolás Philip (1426-36 aprox.), Conrad Grütsch de
Basilea (1475 aprox.).

b) A lo largo del s. XV, un verdadero renacimiento de la predicación


popular, viva y moralizadora, y que trataba todos los temas referentes a la
práctica religiosa y reforma de las costumbres, a la vida pública y privada, a la
paz y concordia social, se dio por obra de s. Bernardino de Siena (1415 aprox.
y después), y de sus discípulos y hermanos Observantes. Entre otros,
sobresalen el humanista Alberto de Sarteano (1450) y, actuando también fuera
de Italia, los santos Juan de Capistrano y Jacobo de la Marca; Antonio de
Bitonto (1459), Serafin de Gaeta, el iletrado pero muy fervoroso Jerónimo de
Stufa de Florencia, Antonio de Vercelli, Jacobo de Primadizzi, Serafín de
Castiglione, Miguel Carcano de Milán, Querubino de Spoleto, Gabriel
Rangone (creado cardenal), y los 4 «Bernardino»: Bernardino Tomitano de
Feltre (1494), Bernardino Amici de Áquila, Bernardino de Busti y Bernardino
de Foligno (1515); fuera de Italia, Oliverio Maillard, Teobaldo de Geislingen
(Austria), Esteban Fridolin, Juan Meder, el húngaro Pelbarto de Temeswár
(1504), los españoles Alfonso de Palenzuela (1485) e Ignacio de Mendoza, el
irlandés Donald O’Fallon (1501), Teodorico Coelde de Münster (1515); los
Coletanos Juan Tisserant (1494) y Juan Bourgeois, Pedro Chambon (1496
aprox.) y Bonifacio de Ceva (1517).

A la larga lista de los más grandes Conventuales de la segunda mitad


de ‘400 hay que añadir los maestros de teología, Nicolás Spinelli de Florencia
(1470 aprox.), Ludovico Bagnari de Ímola y Francisco Insegna de Asís (1495),
Roberto Carácciolo de Lecce (1495) el mejor continuador de la elocuencia
bernardiniana, y Miguel Menot, el apóstol popular de Francia(1518).
Representantes del profetismo apocalíptico fueron el Obs. Juan de Hilten en
Sajonia (1500 aprox.), en Italia el b. Amadeo Ménez da Silva (1482) y el Conv.
b. Francisco Cervini-Gori de Montepulciano (1513).
Predicadores y a la vez nuevos tratadistas de oratoria sacra, que se
esforzaban por adecuarla también al renacimiento literario humanístico, fueron
los Conventuales alemanes Herman Sack (1440), Juan Bremer, Cristian
Borgsleben de Erfurt, y los italianos Antonio de Rho, Lorenzo Guillermo
Traversagni de Savona (1503), el Obs. Nicolás Dense (1509), y el anónimo
flamenco autor del Mágnum spéculum exemplórum (ed. 1481).
306 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

c) La actividad oratoria era practicaba en las principales iglesias y


catedrales de todas las ciudades, en las plazas públicas y, de manera
continuada, dentro de las propias iglesias y templos minoríticos. Esta actividad
era acompañada por el indispensable ministerio pastoral, especialmente el de
las confesiones y, muchas veces, por manifestaciones externas de laudes y
cantos, hogueras bernardinianas de las «vanidades» femeninas, exaltación del
monograma del Santo Nombre de Jesús, etc., y se complementaba con la
acción social y caritativa. En efecto, la acción social y caritativa llevó a la
institución de un sin número de fundaciones de hospitales y de hospicios de
niños expósitos. Mencionamos el hospicio de la Piedad en Venecia (fr. Pedro
Guancola de Asís, 1335-46) entre otros, muchos hospitales fundados o
reactivados por Agustín de Milán en Vicenza (1425) y por el b. Miguel
Carcano en algunas ciudades de Lombardía, el Consorcio de la Caridad en
Milán (s. Juan de Capistrano, 1441), la Compañía de las Obras de misericordia
en España (card. Ximénez) y instituciones análogas.

d) Sin embargo la obra franciscana más amplia y exigente de


previdencia social fue, en la segunda mitad de ‘400, la de los -»Montes de
Piedad (institutos de préstamo popular de dinero bajo prenda), y los -»Montes
frumentarios (préstamo de trigo), para combatir la plaga de la usura.
Unos aproximadamente cincuenta de estos institutos fueron fundados
en Italia hasta comienzo de ‘500, comenzando por la ciudad de Áscoli Piceno
(1458), Perusa (1462), Orvieto y Gubbio (1463), y siguiendo en otras regiones
y ciudades: Fano ( 1417), Bolonia (1473), Faenza (1479), Génova (1483),
Verona (1490), Velletri (1502). Esta institución fue creada, promovida y
llevada adelante (también en campo teológico) sobretodo por los fundadores y
predicadores Observantes, Domingo de Leonessa entre otros, Bernabé
Manassei de Terni y Antonio de Todi, los bb. Miguel Carcano y Bernardino de
Montegallo y el teórico y apologista Bernandino de Busti (Defensórium Montis
pietatis, ed. 1497).
El Concilio Lateranense V reconoció la legitimidad de esta benéfica
institución (bula Inter multíplices, 4-5-1515), que en aquel siglo se difundió
por todo el territorio italiano y en el exterior.

4. Apostolado misionero

La actividad minorítica en el area misionera medieval se ajustó


perfectamente a la vocación apostólica del Fundador y al segundo ideal de la
Orden (Reg., c. XII), la cual se volcó generosamente hacia todas los rincones
geográficos.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
307

Las típicas bulas Cum hora undécima de Gregorio IX (1239) y de


Inocencio IV (1245), entre las 38 bulas misioneras dirigidas a la Orden por
Gregorio IX durante el generalato de fr. Elías (1232-9), son testigos de la
presencia franciscana en tierras de Sarracenos, y desde la Patagonia a África
noroccidental, y en tierra de paganos, desde Bulgaria hasta las regiones del Mar
Negro (primer país tártaro de Cumania), Georgia, Siria y Armenia,
Mesopotamia. Al finalizar el ‘200, la Orden tenía repartidas sus misiones en 5
Vicarías, estructuradas con una adecuada red de conventos ubicados en el
Oriente europeo (Bosnia) y en el extremo Oriente asiático, en el corazón de la
grande Tartaria (Pequín).

a) La primera, en orden de tiempo y de afección, fue la -»Custodia de


Tierra Santa, corazón de la provincia de Siria, fundada en 1217 por obra del
primer provincial fr. Elías de Asís, la cual, desde Constantinopla se extendía
hasta Siria y Egipto. Numerosos misioneros y mártires se turnaron antes y
después de las invasiones sarracenas (comenzando por Jerusalén (1244) hasta
Ptolemais (1291). A raíz de la reconquista del santo Cenáculo en el Monte Sion
(1333) por parte de los Reyes de Nápoles y, paulatinamente, de los demás
santuarios, los Minoritas se hicieron cargo de cuidarlos escrupulosamente en
nombre del mundo cristiano y de los fieles latinos allí residentes, de los cuales
el p. Custodio a partir de 1291 (hasta 1847) era también vicario patriarcal.
Con el fin de valorizar la misión palestina, numerosos Minoritas, tras el
compromiso asumido por el Concilio II de Lyón (1274) y después de la caída
de Ptolemais, escribieron Tratados para la recuperación de Tierra Santa
(Gilberto de Tournai, Fidencio de Padua, Felipe Brusserio de Savona 1310
aprox., y Raimundo Lulio), mientras que otros escribieron importantes apuntes
e «itinerarios» para uso de los peregrinos que los frailes acogían y
acompañaban por los Lugares Santos. Éste era el contenido de las «Relationes»
e «Itineraria» de Mauricio de Dácia (1275 aprox.), de Burcardo de Monte Sion
(1285 aprox.), de Simón Fitzsimons (1324), y el famoso Libro de Ultramar, de
Nicolás de Poggibonsi (recuento de su viaje, desde Venecia a Palestina y
vuelta, 1346-50).
Después del martirio de los 4 Santos de 1391, Nicolás Tavilic y
compañeros que se ofrecieron espontáneamente a la muerte, la custodia,
mediante nuevas disposiciones y por voluntad expresa de Eugenio IV, fue
entregada a los Observantes en 1434. Los Conventuales continuaron en la isla
de Chipre y en la provincia de «Rumania» (Grecia), en Creta y demás islas
egeas y iónicas.
308 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

b) El apostolado «entre Sarracenos» fue más bien esporádico y


restringido a la pura asistencia religiosa a los comerciantes, a los mercenarios y
esclavos cristianos a lo largo de la costa de África del Norte, desde Marruecos
hasta Túnez y Libia porque, como había anotado Jacobo de Vitry (1225
aprox.), los Maometanos escuchaban con gusto la predicación cristiana de los
Minoritas, siempre y cuando éstos no atacaran al profeta Mahoma (Historia
orientalis et occidentalis, II, c. 32): en cambio, era justamente eso lo que
hacían nuestros primeros misioneros porque se sentían impulsados por el deseo
del martirio, tal como aconteció, en Marruecos, con los 5 santos Protomártires
de la Orden en 1220 y los 7 santos Mártires de Céuta en 1227.
Sin embargo, en Libia el b. Conrado Miliani (1274-9) cosechó
abundantes frutos entre los sarracenos; otros, y el b. Raimundo Lulio,
evangelizaron a Argelia y Túnez (1307, 1314-5). Muchos de nuestros frailes
fueron obispos de Fez a partir de 1233 y por los años venideros. Además el
Lulio promovió, en la Iglesia, nuevos métodos misioneros y también el estudio
de los idiomas (en el Concilio de Vienne, 1311-2), fundando para la Orden, el
primer «colegio misionero» en Miramar (Mallorca, 1276).

c) En el Oriente europeo, Bosnia (1234) Albania (1240) y Bulgaria, los


Minoritas actuaron entre los herejes Bogomilis y los cismáticos, logrando
numerosas conversiones a lo largo de la segunda mitad de ‘300. Intensificaron
su actividad a partir de 1432 por medio de s. Jacobo de la Marca y s. Juan de
Capistrano, hasta la época de las invasiones turcas en Bosnia (1463) y Albania
(1478). Entre 1370 y 1425 se dio un nuevo y abundante envío de misioneros a
Lituania y a la nueva Vicaría de Rusia, que abarcaba también a Moldavia y
Bolina (Leópolis), donde se fundó (1370 aprox., y a lo largo de casi un siglo) el
centro de la famosa «Sociedad de -»Frailes Peregrinantes pro Cristo» con
religiosos de todas las provincias de la Orden (existía también una análoga
Sociedad en la OP, de 1300-4s.).

d) Otros misioneros actuaron en Ucrania y, en número mayor y con


frutos más duraderos (1242 aprox. y a partir de 1280s.), en la Vicaría de
Aquilonia, en Odessa, Crimea, Saraia (reino de Kiptciak), Cáucaso y Georgia
(mar Cáspio). Muy destacada fue la actividad religiosa y de mediación
diplomática en Constantinopla a partir de 1220 por parte de los Minoritas
Conventuales, cuando fueron sustituidos por los Observantes en 1425 aprox.
En la misión de Persia (a partir de 1258), se destacó el b. Gentile de Matélica
(† en Tabriz en 1340); en India oriental (a partir de 1291), el b. Tomás de
Tolentino y tres compañeros más, mártires en Tara en 1321.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
309

e) La más famosa y legendaria misión minorítica se llevó a cabo


durante los dos últimos reinos de la grande Tartaria, desde el Caspio hasta el
centro de Asia (Turkestan), Mongolia y China, a la que, inicialmente, se pudo
acceder por intermedio de la actividad diplomática y, posteriormente, mediante
el apostolado misionero (Vicaría de Tartaria o de Katay, China).

Después de las primeras embajadas diplomáticas llevadas a cabo por


Juan de Pian del Cárpine, enviado de Inocencio IV en 1245, y por Guillermo de
Rubruck con Bartolomé de Cremona enviados del rey de Francia (1252-5) a
Karakourum, capital de Mongolia, el tercer nuncio y primer obispo misionero,
el b. Juan de Montecorvino, enviado por el Papa minorita Nicolás IV en 1289,
llegaba a Pequín en 1293. Allí fundó una floreciente comunidad cristiana. En
1307 fue nombrado arzobispo de la ciudad y metropolita de todo el Oriente
(tártaro), con 6 obispos sufragáneos OMin. enviados por Clemente V, dos de
ellos en las sedes de Zayton (China) y de Armalek (Chiagatai o Turkestan). El
Montecorvino, aparte las muchas iglesias y conventos, fundó también un
seminario para el clero indígena e hizo la traducción de los libros litúrgicos y
de la Biblia en lengua china, y allí concluyó sus días en 1328 con gran pesar de
todos y venerado.
Contemporáneamente, en otras regiones de Oriente y por tres años
también en China, ejerció su largo apostolado el b. Odorico Mattiussi de
Pordenone († 1331). En 1340 fueron martirizados 6 Minoritas del convento de
Armalek juntamente con el obispo fr. Ricardo de Borgoña. Otra positiva
misión diplomática fue llevado a cabo por Juan Marignolli de Florencia en
Pequín (1342-5, ibid.), el cual partió acompañado por una cincuentena de
hermanos; y finalmente, la última expedición del tercer arzobispo de aquella
ciudad, el maestro de Oxford y París, fr. Guillermo du Pré (de Prato),
consagrado en 1370 y enviado con 60 misioneros más, y de los cuales no se
supo más nada. En efecto, en aquellos años, cuando llegó al poder la nueva
dinastía nacionalista de los Ming (1368), contraria al cristianismo, se dio por
concluida la primera organización y jerarquía de China (1400 aprox.).
Para la historia, aparte los frutos cosechados a lo largo de un siglo de
gigantesco apostolado, quedó una gran cantidad de obras de grande interés
histórico, geográfico y folklórico que aquellos pioneros hermanos nos legaron:
la Historia Mongalórum de Juan de Pian del Cárpine, el Itinerarium de
Rubruck, el De mirabílibus mundi de Odorico de Pordenone, que es el mejor
informe misionero, y el itinerario de Marignolli, inserido en su Chronicórum
Bohemórum (1358).
310 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

f) En el s. XV los misioneros franciscanos, especialmente los


Observantes españoles y portugueses, pronto se hicieron presentes en las
nuevas tierras descubiertas: África, islas Canarias (descubiertas en 1404),
Madera (1420), Azores (1432) y Cabo Verde, y de allí, avanzando poco a poco,
llegaron a Guinea (fr. Alfonso de Bolaño, 1462), Congo y Angola, Cabo de
Buena Esperanza, Socótra (1505). Por cierto, en algunas regiones no faltó,
providencialmente, cierta emulación entre Conventuales y Observantes, como
en las islas Canarias (Ier Convento en la isla de Fuerteventura erigido en 1416)
y en Guinea, especialmente en tiempo de Sixto IV, el cual enviaba, para ese
fin, a fr. Alfonso de Zamora (1480) como nuncio apostólico. Y a partir de allí,
por dondequiera fueron fundados normales conventos y misiones.

Con el mismo énfasis se dio la participación minorítica en las primeras


misiones de América, las «Indias occidentales» de Cristóbal Colón.
El p. Juan Pérez y fr. Antonio de Marchena, del convento de La Rábida
(1485-92), apoyaron el primer viaje de Colón (1492). Posteriormente, un
número cada vez más numeroso de religiosos, especialmente Observantes,
entre los cuales Rodrigo Pérez y los hermanos religiosos belgas Juan de La
Deule y Juan Cosin, lo acompañaron en los tres viajes siguientes (1493-1502) y
arribaron en la isla de Haití o Santo Domingo (1500). Juan de La Deule
evangelizaba a las Antillas (1493-1510); en 1505 Juan de Trasierra era
nombrado Comisario general para las Indias occidentales (por el ministro
general Delfín) y demás misioneros zarpaban de 1508 en adelante, llegando al
golfo de Darién en 1511 y a Venezuela en 1514: allí se constituyó la primera
provincia Observante de América (Santa Cruz). Los primeros Obispos de
América insular y continental también fueron franciscanos: fr. García de
Padilla, amadeíta, obispo de Santo Domingo en la isla de Haití (1510-15), y fr.
Juan de Quevedo Obs., obispo de S. María La Antigua de Darién, primera sede
de la actual diócesis de Panamá (1513-19).
Mientras tanto, se estrenaba el apostolado franciscano en América del
Sur. El p. Enrique Soares de Coimbra, con los hermanos portugueses,
desembarcaba en Brasil acompañando a Álvares Cabral, el descubridor (1500);
dos frailes anónimos construyeron la primera iglesia de «S. Francisco» en
Pôrto Seguro en 1516 y, luego después, fueron martirizados en la misma
misión: éstos son los protomártires de Brasil.

5. Actividad escolástica y variada

La actividad escolástica y magisterial no había sido prevista ni


considerada por S. Francisco como uno de los medios de apostolado de la
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
311

Orden; al contrario, era temida en virtud de la simplicidad de los frailes. Sin


embargo, se insertó preeminentemente en el primer desarrollo de la vida
minorítica, entre todas las demás actividades que requerían
imprescindiblemente una base de formación.

a) Organización de los estudios – Después de haberse constituido la


primera escuela o Estudio de teología en Bolonia, con el beneplácito del mismo
fundador concedido al primer lector s. Antonio de Padua en 1223-4, los
primeros ministros generales, y sobretodo fr. Elías de Asís (1232-39),
impulsaron el estudio teológico en todas las provincias. Además, tras el ingreso
de destacados maestros en la Orden y por la presencia de los religiosos en las
ciudades universitarias, fueron instituidas las primeras Cátedras universitarias
en el convento de París (1236), Oxford (1230-47 aprox.), Cambridge (1252
aprox.), y otros Estudios públicos en la ciudad de Bolonia, Nápoles (1245
aprox.), Dijón (1246) y en otros lugares. Y aparte eso, fueron instituidos
Estudios ordinarios de teología pastoral y, alrededor del ‘200, también de
gramática, lógica y filosofía en todas las provincias y conventos.
La organización escolástica perduró por todo aquel período de manera
tal que, en el año 1450, se contaban 16 Estudios académicos o Facultades (16
autorizadas por la Orden; pero, en realidad, eran más de 30) en toda Europa.
Un cuadro exhaustivo de la situación real señalaba que los Estudios
universitarios o Facultades teológicas OFMConv para el año 1450 estaban
ubicados en los conventos de las siguientes ciudades (anotamos aquí, en
cursivo, las Facultades oficialmente autorizadas por la Orden a partir de 1236
hasta 1437-9; las demás, funcionaban y eran reconocidas como un hecho):
Génova, Turín, Pavía, Padua, Bolonia, Parma, Ferrara, Florencia, Siena, Pisa,
Perusa, Roma, Nápoles; París, Angers Toulouse, Montpellier; Lérida,
Salamanca, Lisboa; Colonia, Francfurt, Erfurt, Lipsia, Rostock, Greifswald
(1456), Lund (Suecia), Viena, Praga; Oxford, Cambridge.
Simultáneamente a la regencia de Estudios propios, equipados con
famosas Bibliotecas entre las mejores de aquella época (Asís, Padua, Siena,
Florencia, París etc.) los Conventuales, que inicialmente habían creado y
sostenido esta organización escolástica en sus amplios claustros, tomaron parte
en la institución de Facultades o Colegios teológicos en las Universidades
públicas, y allí ejercían el oficio de «Lectores públicos». Muchos de éstos eran
Maestros o Lectores del «sacro Palacio» (Facultad teológica en la Curia papal
en Lyón, Roma, Aviñón y, otra vez, en Roma, a partir de final de ‘200 hasta el
‘400: allí trabajaban juntos lectores OMin y OP), y muchos otros, a partir de
aproximadamente la mitad de ‘400, sobretodo en Italia, eran profesores
públicos de «Metafísica» (filosofía) y de Teología en las Cátedras Escotísticas
312 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

instituidas dentro de la Facultad de Artes, es decir de Filosofía, en aquellas


Universidades.
Es allí, y con mayor amplitud en las Facultades universitarias de los
conventos, donde floreció la Escolástica o Escuela franciscana
(buenaventuriana y escotista) con doctrina propia y una larga lista de maestros
y de bachilleres, y la natural producción de obras importantes (Comentarios
sobre las Sentencias, Cuestiones disputadas, Tratados varios).

b) Ciencias sagradas – Cuando se mencionan los distintos sectores de


estudio y sus representantes más sobresalientes (en efecto éstos, y muchísimos
otros, están citados en casi todas las enciclopedias y manuales), estamos
recordando sobretodo a los Escolásticos (teólogos y filósofos): Alejandro de
Hales y Juan de La Rochelle (†1245), Guillermo de Melitón, Adán de Marsh,
al «Doctor seráficus» s. Buenaventura (†1274), Gualtiero de Bruges, Juan
Peckham (1292), Pedro Juan Olivi (1298), Mateo de Acquasparta (1302),
Ricardo de Mediavilla; también al segundo fundador de la escuela y «Doctor
subtilis», el b. Juan Duns Escoto (1308, Doctor del Verbo encarnado y de la
Inmaculada), a Pedro Auréolo, Guillermo de Alnwick (1333); a los españoles
Gonzalo Hispano (1313), Pedro Tomás, Antonio Andrés, Pedro de Atarrabia
(1346), Guillermo de Rubió; al influyente Francisco Mairone, y al nominalista
Guillermo de Ockham (1347), Pedro de Áquila, Juan de Ripantrasone (1370
aprox.), Pedro Filargo de Candia (= Alejandro V, 1410), Henrique de Werl. En
‘400, a los maestros de Erfurt Matías Döring, Juan Bremer, Nicolás Lakmann
de Danzig (1479); a Guillermo Vorilong (1463), Francisco Della Róvere (=
Sixto IV), Bartolomé Bellati, Graciano de Brescia (1505), Antonio Sirretus,
Mauricio Hispano (de Porto), Gómez de Lisboa, Antonio Trombetta (1517),
Jorge Benigno Salviati (Dragisic, de Bosnia, †1520).
Biblistas: Alejandro de Brema (1250 aprox.), Juan Marchesino de
Reggio Emilia (autor de «Mammotrectus», manual bíblico muy popular),
varios autores de ‘Concordancias reales’ (prontuarios alfabéticos sobre temas
bíblicos) y de «Correctoria bíblica», y el más grande exegeta medieval Nicolás
de Lyra (1349). Canonistas y moralistas, autores de renomadas «Summas» y
casos morales: Claro de Florencia (1250 aprox.), Manfredo de Tortona, Juan de
Galles, Monaldo de Capodístria (1280 aprox.), Astesano de Ásti (1330), Álvaro
Pelayo (1350 aprox.) Francisco Eiximenis (1409), Pedro de Ravena (1500
aprox.). Científicos, en los distintos campos del conocimiento, fueron el
«Doctor mirábilis» Rugero Bacón (1292) y el «Doctor iluminado», el b.
Raimundo Lulio, el enciclopedista Bartolomé el Inglés (1250 aprox.) y el
polígrafo Genesio Quaglia (1390 aprox.).
Cronistas de la Orden, entre otros autores de historia civil y religiosa:
Tomás de Eccleston (1258), Salimbene de Parma (1288 aprox.), Paulino de
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
313

Venecia (1344), Arnaldo de Serrano (de Samatan, fl. 1373), Bartolomé de


Rinonico de Pisa (1401); y también los Observantes, el b. Bernardino Amici el
Aquilano (1503), Nicolás Glassberger (1508) y Mariano de Florencia (1523).

En la medida en que las Reformas franciscanas de ‘400 iban


progresando y afirmándose, superadas ya las primeras dificultades y
perplejidades, fueron fundadas las primeras escuelas de teología y de pastoral
de los Observantes de Italia (1440 aprox.) promovidas por s. Bernardino y s.
Juan de Capistrano; en cambio, los Observantes ultramontanos, y los
Coletanos, se habían abierto más a los estudios desde sus comienzos. En los
Estudios, que se multiplicaron a lo largo de la segunda mitad del siglo, aunque
carecieran de los grados académicos pero, con la colaboración de algunos
maestros Conventuales y de otros frailes cultos y licenciados antes de su
ingreso en la Orden, fue tomando cuerpo la nueva tradición científica de la
familia Observante (OFM).
Entre ellos se destacaron los teólogos Nicolás de Ósimo († 1453),
Nicolás de Orbellis, Esteban Brulefer, Pelbarto de Temeswar (1500), Ludovico
de Prusia, Pablo Scriptóris, Nicolás Denise (1509); los moralistas y canonistas
Antonio de Vercelli, Pacífico de Cerano (1482), Bautista Trovamala de Salò
(1490), Ángel Carletti de Chivazo, Cristóbal de Varese, Jerónimo Tornielli
(1508); y otros escritores ascéticos y predicadores, ya nombrados antes.

c) Ciencias, literatura y arte. – Notable fue el aporte de los Menores a


las demás ciencias, como complemento de las ciencias sagradas, y también al
culto de la literatura, música y arte.
En el campo de las ciencias naturales, recordamos al ya nombrado
Rugero Bacón, a los astrónomos Pedro Gallego y Juan de Gustedt (1267), al
naturalista Juan Gil de Zamora (1320 aprox.); a los filósofos y estudiosos de
física Francisco de la Marca (de Appignano), Juan de Casale (1375 aprox.);
Enrique Collis de Estrasburgo (1480 aprox.) y el matemático Lucas Pacioli de
Sansepolcro (1517), Conventuales.
Entre los letrados y poetas, juntamente con el biógrafo de s. Francisco,
el b. Tomás de Celano (1260 aprox.), los precursores dantescos Bongiovanni
de Cavriana y Jacomino de Verona (c. 1260), el grande poeta b. Jacopone de
Todi (1306), el poeta y lingüista anglo-romano Nicolás Bozón (1320 aprox.),
Hugo Panziera de Prato (1330), el autor-vulgarizador de las «Florecillas de s.
Francisco» (1390 aprox.). En el s. XIV los humanistas Antonio de Rho (1450
aprox.), Francisco Micheli del Padovano, Juan Bremer, Lorenzo Guillermo
Traversagni (1503), Conventuales; y también los Observantes Alberto de
Sarteano (1450), Gabriel Rangone, Juan Brugman, Teodorico Coelde, los
314 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

españoles Ambrosio Montesino e Inacio de Mendoza (1500 aprox.); los


renombrados dantistas Acursio Bonfantini de Florencia (1335 aprox.), Juan
Bertoldi de Serravalle (1445) y Pedro Mazzanti de Figline, Conventuales
(1506), y el Observante Bartolomé de Colle Valdelsa (1484 aprox.).
La atención por el arte en todos sus aspectos, a partir de ‘200 a ‘500,
estuvo siempre a servicio de nuestros grandes templos y claustros
conventuales, admirables y muchas veces únicos en su estilo arquitectónico:
Asís fue el prototipo de todos (Basílica y Sacro Convento de S. Francisco); le
siguieron las basílicas de Padua (Il Santo), Venecia (S. María gloriosa de’
Frari), Vicenza (S. Lorenzo), Ravena, Bolonia, Florencia (Santa Croce), y los
«San Francesco» de Treviso, Parma, Pisa, Arezzo, Siena, Áscoli Piceno,
Perusa, Gubbio, Viterbo, Nápoles (S. Lorenzo Maggiore), Palermo. En estos
templos – sin llevar en cuenta las análogas grandiosas iglesias que hay fuera de
Italia, a lo largo y ancho de Europa – con la misma profesionalidad de los
artistas seglares que allí trabajaron, muchos frailes en Italia y fuera trabajaron
muy a menudo como arquitectos e ingenieros (fr. Elías de Asís, Juan Giocondo
de Verona (†1515), decoradores, escultores y pintores, mosaicistas, vidrieros,
miniaturistas de libros corales (omitimos nombres y fechas pormenorizadas).
Florecieron también, comenzando en el s. XIII, los compositores de
música y los maestros de coro, organistas y constructores de órganos,
tratadistas musicales (Buenaventura de Brescia 1484, Pedro Canuzzi de
Potenza, etc.).
El arte fue promovido en nuestras iglesias a través de los más
destacados pintores y escultores, que fueron llamados, inspirados y apoyados
por los religiosos Conventuales que levantaron, como se sabe, y sobretodo
ampliaron - entre el ‘200 y ‘300 – las perennemente admiradas y atrayentes
iglesias, italianas y extranjeras (de estilo gótico) y atendieron con
profesionalidad al primario servicio litúrgico y pastoral.
Más modestas, pero decorosas, se levantaron, desde comienzos de
‘400, las iglesias y conventos anexos de los Observantes (OFM), casi siempre
según el estilo renascimental (por ej. las iglesias-conventos de «La
Observancia» de Siena, Bolonia, Ímola, etc.). Esta fue, por cierto, una
manifestación externa de la complementar visión de la vida de las dos
principales familias minoríticas hasta 1517, cuya historia continúa y iba
ampliándose, con análogos acontecimientos y características, a lo largo del
período siguiente.
A partir de 1517 la Orden franciscana resultó dividida también
jurídicamente, en dos familias (pues ya lo estaba prácticamente a partir de
1415-46):
- Frailes Menores Conventuales y
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
315

- Frailes Menores Observantes o «Frailes Menores»; a estas dos


familias se añadió pronto la Orden de los:
- Frailes Menores Capuchinos que, salidos de los Observantes, se
tornaron autónomos (1525-8).
Para más datos históricos a partir de 1517s, Cfr. las voces generales de
cada una de las familias u Ordenes: -»Capuchinos, -»Conventuales, y -»Frailes
Menores “simplíciter dicti” (1517, 1897: Obs., Reformados, etc.).

Para las reformas mayores y menores de aquellas Ordenes, Cfr. las


voces específicas:
-»Conventuales reformados, -»Coletanos, -»Guadalupenses, -»Martinianos,
-»Pascualitos y -» Villacrecienses; y -»Observantes, -»Reformados,
-»Descalzos o -»Alcantarinos, -»Recolectos, y también las Reformas menores:
-»Amadeítas
-»Capriolanti, -»‘Riformella’.
Para las cuestiones terminológicas, Cfr. -»Frailes Menores (sentido y
aplicación del nombre).
Para la Tercera Orden Regular franciscana y sus ramificaciones, Cfr.
-»Tercera Orden Regular franciscana.
316 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

EVOLUCIÓN DE LA ORDEN HASTA NUESTROS DÍAS

Fundación de la Orden de los


Frailes Menores
1209

Frailes de la Comunidad Espirituales (distintos


(Minorítas, OMin) grupos) 1274-1318

Fraticelli (distintos Celestinos


grupos)1317-1467 1294-1318

1417 Clarenos
(Fraticelli)
1317-1473

Frailes de la Comunidad Frailes de la Regular


o CONVENTUALES
(OMin. (OFMconv) o OBSERVANTES.OFMObs
(OFMObs) (1368/1415)

Villacrecienses Amadeítas9 Capreolant Clarenos Frailes de la


1403-71 1460-1517 1473- Recolección
1467-80 1487-1517
Coletanos Guadalupenses
1412-1517 (Descalzos)
1495-1517
En 1517 todos se unieron a los Observantes En 1517 todos se unieron a los Observantes
1517

F. M. CONVENTUALES F. M. OBSERVANTES (o Frailes Menores)

Pascualitos- Conventuales Observantes10 Reformados Alcantarinos Recoletos


Alcantarinos Reformados 1368-1897 1532-1897 (Descalzos) 1579-
1517-63 1557-1668 1563-1897 1897

Riformella F.M.
1662-1897 CAPUCHINOS
Unificados en 1897

Estadística de F.M.Conventuales: F. Menores: 20.304 F.M.


1976: 3.938 Capuchinos:
12.655

(AnnPont 1977, p.1199-1200)

9
Los Amadeítas y los Clarenos, aunque unidos a OFMObs en 1517, continuaron como Congregaciones
independientes con Provincias y conventos propios hasta 1568 cuando, en el mejormomento de su desarrollo,
fueron suprimidos por s. Pío V (WaddingAnnMin, contin. 1568, nn. 1-29, t. XX, p. 189-202)
10
No obstante hubiesen sido unificadas cuanto al nombre, constituciones y régimen general en 1897 por
León XIII, las históricas familias de los Obs., y Reform., y Alcantar., y Recolectos conservaron en realidad
sus propias distintas Provincias y conventos y noviciados, estudios y misiones propias, hasta la verdadera
‘fusión’ y reducción estructural llevada a cabo por Pío XII en los años 1940-9.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
317

ESTADÍSTICA DE LOS RELIGIOSOS DE LA ORDEN MINORÍTICA


desde el s. XIII hasta HOY
OMin / OFMConv OFM / Obs Reform. Alcant. Recol. (= tot. OFM) OFMCap = Todos

a. 1221: 5.000 aprox --- --- --- --- --- --- » = 5.000 aprox
a. 1274: 35.000 aprox --- --- --- --- --- ---» = 35.000 aprox

a. 1348: 40.000 aprox --- --- --- --- --- ---» = 40.000 aprox
a. 1415: 30.000 aprox 600 aprox --- --- --- --- ---» = 30.000 aprox
a. 1517: 30.000 aprox 30.000 aprox --- --- --- --- - --» = 60.000 aprox
a. 1590: 20.000 ......... ......... ....... ........ (= 32.920) 7.268 = 59.558
a. 1680: 15.000 33.600 11.400 6.000 9.000 (= 60.000) 27.156 = 102.156
a. 1762: 25.000 39.900 19.000 7.000 11.000 (= 76.900) 332.821 = 134.721
a. 1889: 1.481 6.516 5.803 658 1.621 (= 14.798) 7.628 = 23.907
a. 1976: 3938 - - -   20. 304 12.655 = 36.897

Las estadísticas «1590-1889» se refieren a las familias de la Observancia; las de los OFMConv se refieren propiamente
a los años 1586, 1773 y 1893; las de los OFMCap están sacadas de distintas fuentes, Cfr. L. Di Fonzo, Series quaedam
histórico.statísticae OFMConv, 1209-1960, Roma, 1961, p. 68; - para la OFM: Holzapfel, p. 379; StudFranc 2 (1916) 171-
6 (para el 1590, cuya suma ‘total’ no especifica a cada una de las 4 familias); Capítulum generale Fratrum Minorum...
Romae... 1889, Quaracchi 1890, p. 53; - para la OFMCap: Descríptio geographica et statística OFMCap., Roma 1929, p.
10; para el año 1976: Annuario Pontificio 1977, Cittá del Vaticano 1977, p. 1199-200.

Bibliografía

I. FUENTES Y CRÓNICAS: Bibliografía Franciscana, general (de 1229), por OFMCap, Asís-
Roma 19313s, hasta el presente 12 vol. – Revistas más destacadas: MiscFranc (OFMConv), ArchFrancHist,
FranzStud y ArchIbAmer (OFM), CollFranc (OFMCap). Para los textos citados: 1Cel y 2Cel, s.
Buenaventura y otros biógrafos acerca del fundador: -->>Francisco de Asís (bibl).
BullFranc (a.1219-1484); Regesta Órdinis s. Francisci (a. 1488-94), ed. G. Abate, en MiscFranc
22 (1921) 146s. – Las principales bulas del s. XIII y, pero siempre las más importantes, las de los años 1484-
1517, en WaddingAnnMin.
AnalFranc (OFM) con las principales crónicas franciscanas: Tomás de Eccleston, De adventu
Fratrum Minorum in Angliam (1258) y Jordán de Jano, Chrónica (Fratrum Minorum in Alemannia, (1262),
en el t. I; Arnaldo de Serrano, Chrónica 24 Generalium OMin (a. 1209-1374), t. III; Bartolomé de Pisa, De
conformitate vitae b. Francisci ad vitam Dómini Jesu (e historia, 1182-1390), t. IV-V); Nicolás Glassberger
(1508), Chrónica, (particularmente OFMObs, t. II. También, Salimbene de Parma, Crónica (1288), en MGH,
Scriptores, t. XXXII, Hannover 1905-13; Mariano de Florencia (1523), Compendium chronicarum OMin.
Quaracchi 1911; WaddingAnnMin (1182-1680), hasta hoy 32 t. – (sigue en el n. IV).

II. LIGISLACIÓN Y CONSTITUCIÓN DE LA ORDEN: Reglas y Testamento de s. Francisco,


en Seráphicae legislationis textus originales, Quaracchi 1897; en Opúscula s. P.N. Francisci, ibid 1904 y
1949; K. Esser, Die Opúscula des hl. Franziskus von A. Textkritische Edition, Grottaferrata 1976; J. M.
Boccali, Concordantiae verbales Opusculorum s. Francisci et S. Clarae Assisiensium. Editio textus..., S.
María degli Ángeli, Asís 1976. – Constituciones etc.: Miguelángel de Nápoles, Chronología histórico-legalis
ser. Ordinis Fratrum Minorum, I Nápoles 1650; C. Michelesius, Codex redactus legum Fratrum Minorum in
318 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

synopsim, Roma 1796; E. Wagner, Historia Constitutionum generalium Ordinis Fratrum Minorum, ibid.
1954; F. Elizondo, Pontificae interpretationes Regulae franciscanae usque ad a. 1517, en Laurentianum 1
(1960) 324-58 (Cfr. ibid. p. 435-72: disposiciones orales); Id., Doctrinales Regulae franciscanae
expositiones usque ad a. 1517, ibid 2 (1961) 449-92; L. Hardick y colaboradores Werkbuch zur Regel de
heiligen Franziskis, Werl 1955, y trad. it. Introduzione alla Regola francescana, Milán 1969 (historia,
instituciones y actualidad). – Bernardino de Siena, Il card. Protettore negli istituti religiosi, specialmente
negli Ordini francescani, Florencia 1940; A. Boni, Cardinale Protettore, en Dicc.Inst.Perf. II (1975) cc. 276-
80; Marino de Neukirchen, De iúribus ministri provincialis... ad a. 1517, ibid. 1961.

III. ESPIRITUALIDAD Y OBJETIVO: Biblioteca Franciscana ascética medii aevi, 11 t.,


Quaracchi 1094-75 (solo algunas obras del s. XIII); Ubertino de Casale, Arbor vitae crucifixae Jesu (1305),
Venecia 1485; otras obras y ediciones: - Ubald d’Alençon, L’âme franciscaine, París 1913; S. Grünewald,
Franziskanische Mystik, Monaco 1832; V.M. Breton, La spiritualité franciscaine, París 1935; L. Veuthey,
Itinerarium animae fanciscanum, Roma 1938; Vitus a Bussum, De spiritualitate franciscana, ibid. 1949; M.
Ciccarelli, I capisaldi della spiritualitá francescana, Monza 1955; K. Esser, L’Ordre de st-François. Son
esprit, sa misión, París 1957; Quaderni di spiritualità francescana (monografías), Asís 1961s. A. Blasucci,
Spiritualité franciscaine, en DS 5 (1964) 1315-47 (síntesis, autores, bibl.) – AA.Varios, Franziskanische
Leben. Gesammelte Dokumente, Werl 1968, y tr. it. Documenti di vita francescana, Milán 1972 (historia y
actualidad); D. V. Lapsanski, Perfectio evangelica. Eine begriffgeschichtliche Untersuchung im
frühfranziskanischen Schrifttum, Monaco-Paderborn 1974.

IV. HISTORIA INTERNA (a. 1209-1517)

Estudios en general: P. Ridolfi de Tossignano, Historiarum Seraphicae Religionis libri tres,


Venecia 1586; F. A. Benoffi, Compendio de Storia minorítica, Pésaro 1829; L. Patrem, Tableau synoptique
de l’histoire de l’Ordre séraphique, París 1879; H. Holzapfel, Manuale historiae Ordinis fratrum Minorum,
Friburgo Br. 1909; A. Gemelli, Il francescanesimo, Milán 1932, varias edic. y trad. (para divulgación); F. de
Sessevalle, Histoire général de l’Ordre de st. François, I-II, París 1935-7 (hasta 1517); R.M. Huber. A
documented History of the Franciscan Order, t. I (1182-1517), Milwaukee 1944; J. Moorman, A History of
Franciscan Order from its origins to the year 1517, Oxford 1968; Estanislao de Campagnola, Le origini
francescane como problema storiografico, Perusa 1974; otros manuales y síntesis, palabras de enciclopedias,
Heimbucher (19343) y Escobar (1951).

Mencionamos entre las últimas obras, y los artículos s. v. de las más destacadas Enciclopédias:
M. Heimbucher, Die Orden und Kongregationen der katholischen Kirche, I. Paderborn 19333 y
rest. 1965, p. 690-718 y 770-814 (aa. 1209-1517, historia y actividad; bibl., p. 656-63); L. Di Fonzo, I
Francescani, en M. Escobar (dir.), Ordini e Congregazioni religiose, I, Turín 1951, p. 157-220, siempre para
los aa. 1209-1517, y sigue igual. – Eduardo d’Alençon, en DTC 6 (1915) 811-8, 823-35; y aggiornamenti por
C. Schmitt, ibid., 16/1, Tables gén. (1951-59) 1968-703, 1707-14; A. Chiappini-Fredegando d’Aversa; L.
Cicchitto, en EncItal 16 (1932) p. 36-9; R. Pratesi, en EncCatt 5 (1950) 1722-8; Willibrord de París, en
Catholicisme 4 (1956) 1603-7; S. Clasen, en LTK 4 (19602) 273-5; Melchior de Pobladura, en DictSpir 5
(1964) 1304-9; C. J. Lynch, en NCathoEnc 6 (1967) p. 38-43, y J. Smith, ibid., p. 68-71; C. Schmitt, en
DHGE t. 18, FF. 105-106 (1975-6)824-40, y L. Di Fonzo, ibid, F. 106 (1976) 878-83.

Estudios especiales (en orden progresivo sobre el tema histórico):


1-5: Sobre la fundación ‘religiosa’, la vida de los orígenes y organización, hasta la muerte de s.
Francisco y su participación: K. Esser. Gestalt und Ideal des Minderbrüderordens in seinen Anfängen, en
FranzStud 39 (1957) 1-22, e Id., Anfänge und ursprüngliche Ziwlsetzungen des Ordens der Minderbrüder,
Leida 1966 (tr. it. con el tit. Origini e valori autentici dell’Ordine dei frati Minori, Milán 1972); Hilarius de
Wingene, en Laurentianum 9 (1968) 492-511; F. de Beer, La genesi della fraternità francescana (secondo
alcune fonti primitive), en StudFranc 65 (1968) 65-92; los testimonios contemporáneos de Vitry, y otros, en
L. Lemmens, Testimonia minora séculi XIII de S. Francisco Assisiensi, Quaracchi 1926, y en Lettres de
Jacques de Vitry. A critical edition (solo el lib. II de la ob.), Friburg Sv. 1972, p. 158-63; y también L.
Zarncke, Der Anteil des Kard. Ugolino an der Ausbildung der drei Orden des heiligen Franz, Lipsia y Berlín
1930; mejor es el de B. Zöllig, Die Beziehungen des Kardinals Hugolino zum heil. Franziskus und zu seinem
I. Orden, Münster i.W. 1934 (extr. de FranzStud 20 [1930] 1-33, y 21 [1934] 24-79); --»Elías de Asís.
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
319

Añádase: Gratien de París, Histoire de la fondation et de l’évolucion de Frères Mineurs au XIIIe


s. [1182-1317], París 1928; R.B. Brooke, Early Franciscan gonvernment. Elias to Bonaventure, Cambridge
1959; M. D. Lambert, Franciscan Poverty…: 1210-1323, Londres 1961; L. C. Landini, The causes of the
Clericalizacion of the Order os Friars Minor 1209-1260, Chicago 1968; G. Odoardi, L’evoluzione
istituzionale dell’Ordine codificata e difesa da S. Bonaventura, en MiscFranc 75 (1975), 137-85; M. Reves,
The influence of Prophecy in the later Middle Ages. A study in Joachinism, Oxford 1971; M.-H. Vicaire,
Recherches sur le premier siècle des Ordres Mendiants, en RevSsPhilThéol 57 (1973) 575-91 (actual bibl.
sobre los movimientos religiosos y la ‘urbanización’ de los Mendicantes). – B. Mathis, Die Privilegien des
Franziskanerordens bis zum Konzil von Vienne (1311), Paderborn 1927; Id., en CollFranc 4 (9134) 337-62;
Sisinio M. de Romallo, Il ministero della confessione nei primordi dell’Ordine francescano in relazione ai
diritti parrocchiali, Milán 1949; H. Lippens, en ArchFrancHist 47 (19554) 241-92 (los privilegios, desde el
Concilio de Vienne al Tridentino); Y. M. J. Congar, en Arch.hist.doctr.litt.MAge 28 (1961) 35-151 (motivos
eclesiológicos en los enfrentamientos Mendicantes-Clero). – René de Nantes, Histoire des Spirituels,
Gembloux 1909: E. Müller, Das Konzil von Vienne 1311-1312..., Münster en W. 1934; R. Manselli,
Spirituali e Beghini in Provenza [y Lenguadoca], Roma 1959. Para la demás bibl.: --»Espirituales,
--»Fraticelli.

6. C. Schmitt, Un Pape réformateur... Benoît XII et l’Ordre de Frères Mineurs (1334-42),


Quaracchi 1959; K. Eubel, Die Avignonesische Obedienz im Franziskanerorden... (1378-1418), en
FranzStud 1 (1914) 165-92, 312-27. 479-90).

7. M. Faloci Pulignani, Il b. Pauluccio Trinci da Foligno e i Minori Osservanti (con


documentación), Foligno 19262; L. Brengio, La Osservanza francescana in Italia nel sec. XIV, Roma 1963.
–Sobre los Observantes de Francia: Gratien de París, en EtFranc 31 (1914) 415-39; L. Oliger en
ArchFrancHist 9 (1916) 3-41 (Observantes y Concilio de Constanza, 1415); R. Pratesi, ibid 50 (1957) 178-
94, R. Péano, ibid 63 (1970) 319-51. – Para España: AA. Varios, Introducción a los orígenes de la
Observancia en España..., en ArchIbAmer, n. 17 (1957) 5-1009 y extracto, Madrid 1958 (Observantes y
Villacrecienses). – Acerca de los Colectanos: M. Bihl, en StudFranc 17 (1945) 132-72 (Colectanos y fr.
Bonifacio de Ceva); H. Lippens, en ArchFrancHist 35 (1942) 113s y en SacrErud 1 (1948) 232-76. Acerca
de los Observantes de Inglaterra (1482): A. G. Little, The Introduction of the Observant Friars in to England,
en Proceeding of the British Accademy 10 (1923) 455-71. En general: F. Rapp, L’Eglise et la vie religieuse
en occident à la fin du Moyen-Age, París 1971 (estudios acerca de las condiciones de la Iglesia, de las
distintas Órdenes religiosas y, sus «Observancias» con sus merecimientos y deficiencias, entre los ss. XIV-
XV).

8. Relaciones entre Conventuales y Observantes: Bernardino Aquilano, Chrónica Fratrum


Minorum Observantiae [1368-1468], ed. Lemmens, Roma 1902; D. Pacetti, S. Bernardino da Siena, vicario
generale dell’Osservanza, 1438-1442, en StudFranc 17 (1945) 7-69; un opúsculo exacerbado de aquel
entonces, del ascético Juan Brugmann (Conv., y posteriormente Obs), Solutiones obiectorum contra sacram
Observantiam (c. 1460), en ArchFrancHist 64 (1971) 348-66 (incompleto). – Acerca de los Amadeítas y de
los Clarenos: P. M. Sevesi, en ArchFrancHist 37 (1944) 104-64; Cfr. también Optat de Veghel, en
CollFranc 35 (1965) 5-108 (grupos e idealidad de las distintas reformas, inclusive los posteriores
Capuchinos).

9. Acontecimientos en España y Francia (c. 1490-1517): J. García Oro, La reforma de los


religiosos españoles en tiempo de los Reyes Católicos, Valladolíd 1969; Id., Cisneros [card. Franc. Ximénes,
Obs] y la reforma del Clero español en tiempo de los Reyes Católicos , Madrid 1971; T. de Azcona, en
EstFranc 71 (1970) 245-343). – G. Delorme, Les actes de l’Assemblée d’Amboise (1504), en France franc. 3
(1914) 90-113. – M. Bihl, Die sogenannten Statuta Julii II und deren Lübecker Ausgabe vom Jabre 1509., en
FranzStud 8 (1921) 225-59; G. Haselbeck, ibid 17 (1930) 356-60. – L. Di Fonzo, La famosa bolla de Leone
X «Ite vos»..., en MiscFranc 45 (1945) 164-71; J. Meseguer, en ArchIbAmer 9 (1949) 329-54 y 18 (1958)
257-361 (acta y documentos; edic. crítica de la bula «Ite vos»: ibid, 1958, p. 333-53).

10. Historia y estadística de las provincias: G. Golubovich, en ArchFrancHist 1 (1908) 1-22 y en


Biblioteca della Terra Santa, II, Quaracchi 1913, p. 214-74; para los Observantes (c. 1512), estadística en
320 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

WaddingAnnMin, 1506, n. 10 (t. XV, p. 367-420); L. Di fonzo, Series quaedam histórico-statísticae


OFMConv, 1209-1960, Roma 1961, p. 68-9.

V. ACTIVIDADES APOSTÓLICAS:

1. Hagiografía: Anon., Diálogus de gestis ss. Fratrum Minorum (c. 1246), ed. F. Delorme,
Quaracchi 1923; Anon., Catálogus ss. Fratrum Minorum (c. 1335), ed. L. Lemmens, Roma 1903; Arturus a
Monasterio, Martyrológium franciscanum, Lyón 1638, Roma 19394 (Cfr. MiscFranc 44 [1944] 111-42); B.
Mazzara, Legendario francescano, 3 vol., Venecia 1676-80: León de Clary, L’Auréole séraphique, 4 vol.,
París 1883 (trad. ital. en 6 vol., Venecia 1951-4).
Litúrgia: H. Golubovich, Caeremoniale OMin vetustíssimum… an. 1254, en ArcvhFrancHist 3
(1910) 55-81; H. Dausend, Der Franziskanerorden und die Entwicklung der Liturgie, Münster 1924; A. Le
Carou, L’Office divin chez les Frères Mineurs au XIIIe siècle, París 1928; G. Abate, Il primitivo breviario
francescano, en MiscFranc 60 (1960) 47-240; S. J. P. Van Dijk-H. J. Walker, The origins of the modern
Roman Liturgy…, Londres 1960, S. J. P. van Dijk, Sources of the modern Roman Liturgy…, 2 vol. Léida
1963 (estudios y textos, a. 1243-1307).
Piedad: R. Biasotto, History of the development of Devotion of the Holy Name, St. Bonaventure,
N. Y. 1943; C. van Hulst, La storia della devozione a Gesú Bambino, en Anton 19 (1944) 35-54. – Amédée
de Zedelgem, Aperçu historique sur le devotion au Chemin de la Croix, en CollFranc 19 (1949) 45-142;
Antoninus a Sant’Elia a Pianisi, De pio Viae Crucis exercitio..., Roma 1950. – C. Mariotti, L’Eucaristia ed i
F., Fano 1908. – H. De Grèzes, Les Sacré-Couer de Jesús..., Lyón 1890; L. Di Fonzo-G. Colasanti, Il culto
del Sacro Cuore de Gesú negli Ordini francescani, en Cor Jesu, por SJ, t. 2 (Roma 1959) 97-137. – Jean de
Dieu, La Vierge et l’Ordre des Frères Mineurs, en María, ed. H. du Manoir, t. 2 París 1952) 783-831; E.
Christian, Our Lady, Devotion to Mary in Franciscan Tradition, Chicago 1954; M. Bertagna, De gaudiis B.
M. V. in pietate seráphica, en María et Ecclesia, 14 (Roma 1961) 95-125; AA. Varios, De Immaculata
Conceptione in Ordine s. Francisci, en Virgo Immaculata VII, t. 3 (Roma 1957). – V. Doucet, Le culte de st-
Joseph e l’Ordre franciscain, en Annales de st-Joseph du Mont-Royal 15 (1927) 250-7; J. Dusserre, Les
origines de la dévotion à st-Joseph, en Cahiers de Joséphologie 1 (1953) 23s (especial. p. 185-96( y 2 (1954)
17-26; E. Longpré, St-Joseph et l’Ecole franciscain du XIIIe siècle, en Le Patronage de St-Joseph (Montreal
1956) 217-54; AA. Varios, S. Giuseppe nei primi quindici secoli della Chiesa, Atti del I simposio... 1970,
Roma 1973.

2. Oficios eclesiásticos. L. Oliger, I Penitenzieri francescani a S. Giovanni in Laterano, en


StudFranc 11 (1925) 495-522; F. Delorme, De Praedicatione Cruciatae saec. XIII per Fratres Minores, en
ArchFrancHist 9 (1916) 99-117; para algunas Cruzadas de ‘400: C. Piana, ibid 50 (1957) 195-211. –
Mariano da Alatri, L’Inquisizione francescana nell’Italia centrale nel sec. XIII, Roma 19554; L. Pellegrini,
en StudFranc 64 n. 4 (1967) 73-100 (a. 1254-61); W. L. Wakefield, Notes on some antiheretical Wriating of
the thirteenth Century, en FrancStud 27 (1967) 285-321. – L. Spätling, Der Anteil der Franziskaner an den
Generalkonzilien des Spaetmittelalters [1215-1517], en Anton 36 (1961) 300-40. – Didacus de Léqüile,
Hierarchia franciscana, 2 vol., Roma 1664; K. Eubel, en BullFranc V-VII, apéndices (obispos OMin, a.
1233-1431); G. Arcila Robledo, Los Papas franciscanos, Bogotá 1946: L. Di Fonzo, Series quaedam..., p.
55-60 (Cfr. IV, 10)); U. Berti, I cardinali dell’Ordine dei Frati Minori, Roma 1963; R. Ritzler, I cardinali e i
papa dei Frati Minori Comnventuali, en MiscFranc 71 (1971) 3-77 (con sus escudos). – Para el
comportamiento de nuestros Obispos, en aquel tiempo: P. R. Oliger, Les Evêques réguliers. Recherche...
jusqu’à la fin du moyen-âge, París-Lovaina 1958; W. R. Thompson, Friars in the Catedral: The first
Franciscan Bishops, 1226-1261, Toronto 1975.

3. Actividad religiosa y social: B. Sderci, L’Apostolato di s. Francesco e dei F.-, Quaracchi 1908
(Edad Media); A. Zawart, The History of Franciscan Preasching and of Franciscan Preachers (1209-1927),
Nueva York 1928; A. Murith, Pour l’histoire de la prédication franciscaine au moyen-âge, en MiscFranc 39
(1939) 43-48; B. Belluco, De sacra praedicatione in Ordine Fratrum Minorum, Roma 1956; I, Magli, Gli
uomini della penitenza, Bolonia 1969; M. Conti, La missione degli Apostoli nella Regola francescana,
Génova 1972; M. D’Alatri, La predicazione francescana nel Due y Trecento, en Picenum Seráphicum 10
(1973) 7-23; C. Delcorno, La predicazione nell’età comunale, Florencia 1974. – K. Hefele, Der hl.
Bernhardin von Siena und die franziskanische Wanderpredigt in Italien... des XV. Jahrh, Friburgo Br. 1912;
S. Scaramuzzi, en StudFranc 26 (1929), 216-57 (predicaión social de s. Bernardino); A. Ghinato, La
FINALIDAD-ORGANIZACIÓN-REFORMAS-EXPANSIÓN
321

predicazione francescana nella vita religiosa e sociale del Quattrocento, en Picenum Seráphicum 10 (1973)
24-98.
H. Holzapfel, Le origini dei Monti di Pietà, 1462-1515, trad. it., Rocca S. Casciano 1904; F.
Faicchio, I Monti di Pîetà e la predicazione francescana nel sec. XV, Nápoles 1932; A. Parsons, Economic
significance of the Montes Pietatis, en FrancStud 1, n. 3 (1941) 3-28; A. Ghinato, Studi e documenti intorno
ai primitivi Monti di Pietà, 6 vol. Roma 1956-72; Id., I primitivi Monti frumentari de fra Andrea da Faenza,
en Anton 33 (1958) 423-42 y 34 (1959) 32-72.

4. Misiones. Obras generales: Domingo de Gubernatis, Orbis seráphicus, V. De missionibus


OMin, Roma 1689; Marcelino de Civezza, Storia universale delle missioni francescane, 11 vol. Roma-Prato-
Florencia 1857-95; G. Golubovich (y otros), Biblioteca bio-bibliografica della Terra Santa e dell’Oriente
francescano, 23 vol. en 4 series, Quaracchi 1906-54; L. Lemmens, Geschichte der Franziskanermissionen,
Münster en W. 1929; M. Simount, Il metodo d’evangelizzazione dei F. tra i Musulmani e Móngoli nei secoli
XIII-XIV, Milán 1948; P. de Anasagasti, Francisco de Asís busca el hombre. (Vocación y metodología
misioneras franciscanas), Bilbao 1964; (B. Pandzoc), Historia missiounum Ord. Fr. Minorum, 4 vol., Roma
1967-74.

a) Bullarium Térrae Sanctae, Jerusalén 1908-12; L. Lemmens, Die Franziskaner im Hl. Lande I
(1336-1551), Münster 1916, 19252; G. Guzzo, Il libro d’oro dei F. di Terra Santa, Venecia 1939; G.
Odoardi, en MiscFran 43 (1943) 217-66; M. Roncaglia, I F. in Oriente durante le Crociate, Cairo 1954.

b) O. van der Vat, Die Anfänge der Franziskanermissionen... in naben rient und in den
Mohammedanischen Ländern… 13. Jahrh., Werl im W. 1934; H. Koeler, L’Eglise chrétienne du Maroc et la
Mission franciscaine, 1221-1790, París 1934; H. C. Krueger, Reactions to the first Missionaries in Northwest
Africa, en CathHistRev 32 (1946) 275-301; C. Bergna, La Missione francecana in Libia, Trípoli 1928.

c) D. Fabianich, Storia dei Frati Minori… in Dalmazia e Bosnia, 2 vol., Zara 1863-4; B. Rupcic,
Entstehung der Franziskanerpfarreien in Bosnien und in der Herzegoivna… bis 1878, Breslavia 1937; P.
Capkun, De organisatione curae pastoralis Franciscanorum apud Croatorum gentem, Sebenico 1940; AA.
Varios, Croazia sacra, Roma 1943 (Cfr. CollFranc 16-7 [1946-7] 305-14); D. Mandic, Franjevacka Bosna...
1340-1735, Roma 1968, (Cfr. MiscFranc 70 [1970] 403-19). P. Coco, I F. in Albania, en StudFranc 5 (1933)
228-43; J. Dujcev, Il francescanesimo in Bulgaria nei secoli XII e XIV, en MiscFranc 34 (1934) 254-64, 323-
9. – V. Gidziunas, De Fratribus Minoribus in Lituania usque ad definitivam introductionem Observantiae
(1245-1517), Roma 1950; Id., De initiis Fratrum Minorum de Observantia in Lituania (1468-1600), en
ArchFrancHist 63 (1970) 44-103.

d-e) G. Matteucci, La Missione francescana di Costantinopoli, I. La sua antica origine e primi


secoli di storia (1217-1585), Florencia 1971. – A. Meersmann, The Friars Minor or Franciscans in India,
1291-1942, Karachi 1943: A. van den Wyngaert, Sinica franciscana. Itinera et relationes Fratrum Minorum
saec. XIII et XIV, t. I. Quaracchi 1929 (incluye el texto de los «Itínera» de los grande Minoritas); J. de
Ghellink, Les Franciscaines en Chine au XIII e-XIVe siècle, Lovaina 1927; G. Soranzo, Il Papato, l’Europa
cristiana e i Tartari, Milán 1930; J. Ricci, Hierarquia franciscana in Sinis, Wuchang 1929; J. de Rachewiltz,
Papal Envoys to the Great Khans, Londres 1971.

f) Fredegandus ab Antverpia, De propagatione fidei tempore explorationum saeculi XV et XVI, en


CollFranc 5 (1935) 418-27; J. Zungunegui, Los orígenes de las Misiones en las islas Canarias, en
RevEspTeol 1 (1941) 361-408; I. Omachevarría, en Missionalia Hispánica 14 (1957) 530-60 (Missiones en
las Canarias, y Colegio misionero Obs., av. 1485). – P. Borges, Primeras expediciones misioneras a
América, en ArchIbAmer 27 (1967) 121-33; A. Rumeu de Armas, La Rábida y el descubrimiento de
América. Colón, Marchena y fray Juan Pérez, Madrid 1969; D. Ramos, en RevIndias 31 (1971) 77-137. – L.
G. Canedo, Primicias franciscanans en Venezuela, 1514-75..., en Misc.Melchor de Pobladura 1 (Roma
1964) 347-67; V. Willeke, Franziskaner als erste und einzige Glaubensboten Brasiliens, 1500-1549, en
ArchFrancHist 61 (1968) 345-60.
5. Actividad científica: a) Organización: F. A. Benoffi (1786), Degli studi nell´Ordine dei Minori,
en MiscFranc 31 (1931) 151s; H. Felder, Storia degli studi scientifici nell’Ordine francescano... a circa la
322 2. FRANCISCANOS, 1209-1517

metà del sec. XIII, Siena 1911; M. Brlek, De evolutione jurídica studiorum in Órdine Minorum... ad an.
1517, Ragusa (Jugoslavia) 1942; L. Di Fonzo, Studi, studenti e maestri nell’Ordine dei Francescani
Conventuali dal 1223 al 1517, en MiscFranc 44 (1944) 167-95; N. Papini (1834), Lectores publici
OFMConv a saec. XIII ad saec. XIX, ibid 32 (1932) 72s y 33 (1933) 67s; C. Piana, Chartularium Studii
Bononiensis s. Francisci (saec. XIII-XVI), en AnalFranc 11 (1970); Id., La Facoltà Teologica
dell’Università di Firenze nel Quattro y Cinquecento, Grottaferrata 1977; AA.Varios, Il libro e le
biblioteche. Acta del I^ congreso bibliológico franciscano internac. 1949, 2 vol., Roma 1950.
b) Bio-bibliografía de los doctores y escritores: WaddingScriptMin y Sbarálea, Supplem. Ad
Scriptores OMin, 3 vol. Roma 1908-362.
c) Ciencias y literatura: J. M. Lenhart, Science in the franciscan Order, en
FrancEducationConference, V. Washington 1923, 49-88; C. Bérubé, Le «idalogue» de S. Bonaventure et de
Roger Bacon, en CollFranc 39 (1969) 59-103. – L. Cellucci, Le leggende francescane del sec. XIII nel loro
aspetto artistico, Módena 19582; L. G. Craddock, Franciscan influences on early english Drama, en
FrancStud 10 (1950) 393-417; A. Fortín, La Lauda in Assisi e le origini del Teatro italiano, Asís 1961; H.
Maschek, Zur Geschichte des Humanismus im Franziskanerorden, en ArchFrancHist 28 (1935) 574-9; P. O.
Kristeller, The contribution of Religious orders to Renaissance Thought and Learning, en AmerBenedRev 21
(1970) 1-55, con bibliogr. – C. Mariotti, S. Francesco, e i francescani e Dante Alighieri, Quaracchi 1913;
temas y dantistas franc., en Enc. Dantesca, 5 voll., Roma 1970-76.
d) Arte y música: B. Kleinschmidt, Lehrbruch der christlichen Kunstgeschichte, Paderbon 1910:
L. Gillet, Histoire artistique des Ordres mendiants... du XIIIe au XIVe siècle, París 1912; L. Bracaloni,
L’arte francescana nella vita e nella storia di settecento anni, Todi 1924; H. B. Gutman, The rebirth of the
fine Arts and franciscan Thought, en FrancStud 5 (1945) 215-34 y 6 (1946) 3-29. – Música y musicistas: D.
Sparacio, en MiscFranc 24 (1925) 13s; S. Cleven, en FranzStud 19 (1932) 173-94; AA. Varios, Atti del
convengo naz. di musica sacra in Firenze (1950), en StudFranc 23 (1951) 145-299; B. I. Belluco, Legislatio
Ordinis Fratrum Minorum de musica sacra, Roma 1959.

p. Lorenzo Di Fonzo, OFMConv


323 ORIGEN, ESPIRITUALIDAD, EVOLUCIÓN ‘200-1976

3.

FRAILES MENORES CONVENTUALES

Origen y evolución desde ‘200 hasta 1517


e historia moderna 1517-1976

Los Frailes Menores Conventuales constituyen una de las tres grandes


familias de la Primera Orden franciscana o minorítica, juntamente con los
-»Frailes Menores – llamados anteriormente Observantes, Reformados,
Descalzos o Alcantarinos, Recolectos - y con los F.M. -»Capuchinos. Su
nombre oficial es Ordo Fratrum Minorum s. Francisci Conventualium: Orden
de los F.M.C. de s. Francisco; la sigla de la Orden es: OFMConv.

I. Nombre y su significación – II. Orígenes y aprobación. Regla, constituciones y estatutos – III.


Finalidad y espiritualidad. Caracteres y organización – IV. Evolución conventual desde los
orígenes hasta 1517 – V. Acontecimientos históricos desde 1517 hasta la actualidad – VI.
Situación actual de la Orden – VII. Actividad: 1. Espiritual y devocional – 2. Jerárquica,
conciliar e inquisitorial – 3. Litúrgica, pastoral y de predicación varia – 4. Misionera – 5.
Científica y artística – 6. Caritativo-social.

I. NOMBRE Y SU SIGNIFICACIÓN

Al nombre de ‘Menores’ o de ‘Frailes Menores’ que s. -»Francisco


quiso dar a su Primera orden en 1208 o 1209, muy pronto se le añadió el de C.,
el cual, después del surgimiento y afirmación de las reformas franciscanas de
los F. M. Observantes, Reformados, Descalzos o Alcantarinos, Recolectos
(1368), y de los F. M. Capuchinos (1525), se tornó nombre específico de los F.
M. C. Éstos, hasta aquel entonces, y exactamente hasta 1517, eran más
comúnmente y oficialmente llamados Frailes Menores, ‘Orden de los Frailes
Menores’ (s. Francisco, Regla I, c. VI, VII; Regla II, c. I; BullFranc I-VII, Roma 1759-1904;
BullFranc, ns. I-III, Quaracchi 1929-49; León X, Ite vos, 29-5-1517 y Omnípotens Deus, 12-6-
1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 23, 30: vol. XVI, p. 53, 60; y las voces -» Franciscanos y
Frailes Menores).

1. Nombre
324 ORIGEN, ESPIRITUALIDAD, EVOLUCIÓN ‘200-1976

La palabra -»conventual, ya usada en los documentos eclesiásticos


anteriores al franciscanismo – por ej. en la constituticón 10 del -»Lateranense
IV de 1215 – aparece, por primera vez en el mundo franciscano, para la
Tercera Orden, en el Memoriale Propósiti de 1221-8, y para la Primera Orden
u Orden minorítico - si se prescinde de la «conventualis disciplina» auspicada
por Jacobo de Vitry en 1220 - en un acta notarial de 9-1-1241: la encontramos,
prácticamente, en los albores de las dos Ordenes. Así como el Lateranense
había mencionado a las «conventuales ecclesiae » [iglesias conventuales, n.d.t.],
también el Memorial y el acta notarial hablan respectivamente de las «domus
conventuales» [casas conventuales, n.d.t] de los Penitentes o Terciarios de s.
Francisco, y de un «guardianus conventualis de Ésculo» o superior de los
Minoritas de Áscoli Piceno (Const. 10 Later. IV, en Mansi XXII, col. 998; ConOecDecr,
p. 239-40; Memoriale, en Meersseman, Dossier, p. 97; Sabatier, Opuscules I, p. 1, 20; R. B. C.
Huygens, Lettres de Jacques de Vitry, Léida 1960, p. 131-2; Acta notarial, en MiscFranc 32
[1932] 151-2).
En los años 1250 y 1252 también las iglesias minoríticas fueron
llamadas c.: «decérnimus ut ecclesiae vestrae omnes ubi conventus existunt
conventuales vocentur» [mandamos que todas la iglesias que están unidas a vuestros
conventos se llamen conventuales, n.d.t.]. De esta manera también entre los Menores
empezó a darse la distinción entre iglesias c. e iglesias no-c. – generalmente
estas últimas eran las de los eremitorios. A las primeras se les concedió
derechos y privilegios como los de las iglesias colegiatas, es decir: autorización
para la celebración pública de los divinos misterios, predicación,
administración de los sacramentos y guarda de la Eucaristía, rezo coral del
oficio divino, uso de campanas y sepultura eclesiástica (Inocencio IV, Cum
tamquam veri, 5-4-1252, en BullFranc I, p. 538,622).
En un segundo momento, aquella distinción fue aplicada también a los
conventos minoríticos, que s. Francisco prefería llamar «loca», «habitácula»,
«domus» [conventos-eremitorios-casas, n.d.t] (Regla I, c. VII; Regla II, c. VI; Testamento 5,
7), y que las constituciones de Narbona, redactadas por s. -»Buenaventura
(1260), identificaron como «loca conventualia» y «loca no-conventualia».
Éstos últimos, casi siempre, eran eremitorios, y muchas veces mencionados por
s. Francisco (De religiosa habitatione en eremo, cap. 1 [Regla para los
eremitorios]; aquellos estaban ubicados en las ciudades y eran más grandes,
pues debían acoger «13 fratres et supra» [13 ó más hermanos, n.d.t.], con especiales
derechos comunitarios y capitulares y, al mismo tiempo, con específicos
compromisos de apostolado pastoral, litúrgico, cultural, caritativo-social (Const.
Narb. VIII, 6; IX, 20-2, en ArchFranc 34 [1941] 285, 295).
Ya al guardián del convento de la ciudad de Áscoli el término
‘conventual’ había sido aplicado en 1241. Sin embargo tan sólo después de las
declaraciones inocencianas acerca de las iglesias y de la legislación
bonaventuriana acerca de los conventos es cuando el nombre fue atribuido
comúnmente a los propios frailes que, con formación adecuada, residían y
operaban en aquellas iglesias y en aquellos conventos. El propio Inocencio IV
en 1254 y Clemente IV en 1265 dirigen sus bulas usando este tenor: «Ministris,
Custodibus, Guardianis conventualibus» [A los Ministros, Custodios y Guardianes
conventuales, n.d.t.], en cambio las constituciones narbonenses hacen distinción
entre: «Guardiani conventuales» y «Guardiani non conventuales» (Inn. IV, Quia
tunc potíssimum, 18-3-1254; Clem. IV, Dilecti filii, 25-7-1265, en BullFranc I, p. 718; III, p. 24-
5; Const. Narb. IX, 19,21, en ArchFrancHist 34 [1941] 295).
Así como los superiores, también los súbditos y los religiosos
residentes y operantes en aquellas iglesias y conventos, son llamados <c.>
Arnaldo de Foligno, director espiritual de la b. Ángela, se identifica de esta
manera (1291): «Assisium ad sanctum Franciscum morabar conventualis » [Yo
era (fraile) conventual que vivía en Asís junto a san Francisco, n.d.t.] (Vita b. Angelae I, n. 34);
Álvaro Pelayo, penitenciario papal (1330-2), se define a sí mismo: «cum essem
conventualis ibi, Romae, in Aracoeli» [cuando yo era conventual en Araceli, en Roma,
n.d.t.] De planctu Eccl., lib. I, c. III).
Tampoco faltan datos más explícitos de comunidades c.: en 1258, en
Inglaterra, Tomás de Eccleston menciona «quemdam locum» con algunos
«fratres conventuales» [cierta morada con algunos hermanos conventuales, n.d.t.] (De
adventu, col. I, 8); el 4-12-1277 en la ciudad de Perusa fue hecho un legado
«frátribus minoribus conventualibus de Campo Orti» [A los frailes conventuales de
Campo Orti, n.d.t.] es decir el actual convento ‘S. Francisco al Prato’ de los
F.M.C. (Mazzatini, Archivi, II, 243); en un testamento de 13-10-1317, a favor del
Sacro Convento y Basílica de S. Francisco en Asís, C. hasta el presente, el
testador «réliquit et adiudicavit cuilibet fratri conventuali dicti loci unum
bologninum de argento» [deja asignado un bolognino (= así se llama la moneda) de plata
para cada fraile conventual de aquel lugar, n.d.t.] (Sacro Convento, Instrum. III, p. 27;
MiscFranc 63 [1963] 295).
Pero no solamente las iglesias y los conventos, los superiores, los
súbditos y determinadas comunidades, también la misma Orden fue llamada y
considerada conventual. En efecto en 1259 Alejandro IV en dos bulas
identifica a los «Ordinis fratres» y las «libertades Ordinis» con los mismos
«fratres conventuales» y las «libertates» que éstos tenían como sus
«prerrogativas» (Nimis iniuste, 5-2-1259, en ArchFrancHist 6 [1913] 390-1). La
«Commúnitas Órdinis», de la cual se habló mucho en tiempos de Clemente V
(1305-14), y especialmente durante el Concilio de Vienne (1311-2) a raíz de
las acusaciones levantadas en contra de la misma por parte de los
-»Espirituales, se identificaba con la misma comunidad conventual. Ehrle
(1887) y Mortier (1907), por citar algunos nombres, no tienen ninguna
dificultad en reconocer este hecho: «dans le principe, les Mineurs étaint tous
conventuels» [al comienzo, todos los Menores eran conventuales, n.d.t.]; lo mismo
afirman Cresi (1955): «toda la Orden se desarrolló de manera conventual»,
Villibrord de París en Cathol (1956) y también el franciscanista anglicano
Moorman (1968), el cual escribió: «The Community or, as they came to be
called, the Conventuals» [la Comunidad o, como prefieren ser llamados, los Conventuales,
n.d.t.] (Denifle-Eherle 3 [1887] 191; Mortier III, p. 298: Cresi. S. Francesco, p. 102; Cathol 4
[1956] 1160; Moorman, A History, p. 191).
No hay que extrañar, pues, si en 1327 encontramos la siguiente frase:
«fray Acursio florentino de la Orden de los frailes menores c. por autoridad
apostólica Inquisidor de la herejía en la Provincia de Toscana»; y mucho
menos cuando en un acta notarial de la ciudad de Cortona de 25-11-1392
leemos: «tradentes... dicto ordini fratrum minorum conventualium» [entregan... a
la Orden de los frailes menores conventuales. n.d.t.] (Doc. 1327, en Döllinger, Beiträge zur
Sektengesch. II, p. 585; Franchini, De antiquioritate, p. 82-3). Por cierto, ésta era la época
de la grande efervescencia de reformas: la Observancia o Regular Observancia
ya había echado su raíces en Italia (1368), España (1387), Francia (1388). Y así
como en tiempos de los Espirituales, aunque con distintas motivaciones, se
sintió la necesidad de distinguirse y diferenciarse de los demás. Fue lo que
pretendieron los mismos interesados cuando, por ej. mandaron prohibir a los
Amadeítas el uso de los ‘zóccoli’ o «calepódia» [tacones] porque los tacones
habían sido un detalle observante desde sus comienzos; y mandaron inserir, en
la bula de concordia, que los C. pudían emprender su reforma pero fuera de la
Observancia «dúmmodo áliquo notábili signo distinctivo distinguantur et
discernantur» [siempre y cuando adopten algún signo distintivo que los distinga e identifique,
n.d.t.] (Amadeítas: Julio II, Licet nuper, 15-12-1510, en WaddingAnnMin, Reg. 1510, n. 42: vol.
XV, p. 776-8: C.: León X, Omnípotens Deus, 12-6-1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 30: vol.
XVI, p. 61).
Con el fin de diferenciarse también en la denominación, al nombre de
F. M., común para las dos familias, fue añadiéndose poco a poco un nombre
especifico y distintivo como fue el de «Commúnitas Órdinis», así como se lee
en la Supplicationibus personarum del Concilio de Constanza (23-9-1415), en
BullFranc VII, p. 494); «fratres de claustro» o «claustrales» llamados así por
Martino V en España (Super gregem, 28-12-1427, en BullFranc VII, p. 692-9) llamados
«non de Observantia» y «non Reformati», sin ningún otro sobrentendido, por
Eugenio IV y León X (Super gregem, 1-10-1413, en BullFranc, ns. I, p. 21; Ite vos, 29-5-
1517, en WaddingAnnMin 1517, n. 23: vol. XVI, p. 51,55). Sin embargo la denominación
más frecuente fue la de «Conventuales», «Fratres Conventuales», «Fratres
Minores Conventuales», «Fratres Minores Conventuales Órdinis s. Francisci»:
ésta es la fórmula más completa, porque quizás incluida en la bula de protesta
(Eugenio IV, Cum nobis, 10-9-1440, en ArchFrancHist 29 [1936] 492; Nunciatum est nobis, 12-
7-1517, en WaddingAnnMin 1517, ns.23,30,31: vol. XVI, p. 53, 54,55; 59, 60, 63).
Aparte los C., y distintos de éstos, había los «fratres observantiae...
regularis observantiae» (Supplicationibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p.
493,494); había también los «fratres devoti», «fratres de familia», «fratres
reformati: sub Vicariis, sub Ministris» [bajo la obediencia de los Vicarios y de
los Ministros, n.d.t.], «fratres de observantia», «fratres Órdinis Minorum de
Observantia» y, como algo definitivo, tal como determinó León X en 1517:
«Fratres Minores sancti Francisci Regularis Observantiae, vel simul vel
disiunctive» [Frailes Minores de la Regular Observancia de s. Francisco, bien sea todos
juntos bien sea por sparado, n.d.t.] (bulas ya indicadas para los C., y Calixto III, Regímini,24-5-
1458, en BullFranc, ns II, p. 230; Julio II, Exponi nobis, 18-4-1512, en WaddingAnnMin 1512, n.
23: vol. XV, p. 526-7).

Sin embargo, no obstante las nombradas denominaciones específicas,


útiles a veces y, a veces, necesarias, los C. continuaron, hasta León X (1517), a
ser reconocidos por el Concilio de Constanza como la «Commúnitas Órdinis»,
a cuyos conventos los Observantes podían llegar y después regresar a sus
eremitorios; o como el «Sacer Ordo Fratrum Minorum» [la Orden santa de los
Frailes Menores, n.d.t.] a la que Martino V concedió el uso de los bienes muebles e
inmuebles, anexos o no a los conventos, «vice et nómine Romanae Ecclesiae »
[en lugar y nombre de la Iglesia Romana, n.d.t.] a la cual pertenecía el «ius propietatis,
dominium» [el derecho y la propiedad, n.d.t.] firmemente rechazado, por cierto, por
los Observantes; o también como los «Fratres Órdinis Minorum» cuyos
conventos, por mandato de Calixto III, no podían ser ocupados por los «Fratres
Órdinis de Observantia»; o como «Ordo Fratrum Minorum» y «alii Fratres
Minores Conventuales etiam sub Ministris refomarti» [también los demás Frailes
Menores Conventuales reformados bajo la obediencia de los Ministros, n.d.t.] que, como
recuerda Julio II, detienen y reivindican especiales privilegios ante los «Fratres
Órdinis Minorum de Observantia sive de Familia nuncupati» [a los Frailes
llamados de la Orden de los Menores de la Observancia o de la Familia, n.d.t.] (Conc.
Constanza, Supplicatiónibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 494; Martino V, Ad
statum Órdinis, 23-8-1430, ibid, p. 739; Calixto III, Regímini, 22-8-1455: ibid, ns. II, p. 30-2;
Julio II, Exponi nobis, 18-4-1512, en WaddingAnnMin 1512, n. 23: vol. XV, p. 526-7).
No solamente los Papas, los historiadores Observantes también,
contemporáneos y posteriores, como fue el b. Bernardino Aquilano (†1503), y
Mariano de Florencia (†1523), Francisco Gonzaga (†1620), Lucas Wadding
(†1657), Manuel Rodríguez el cual, en 1611, dejaba la siguiente anotación:
«Sigillum Órdinis et veri Ministri et Custodes, quos Seráphicus Pater
institúerat in sua régula, perseveraverunt inter Fratres Minores Conventuales,
qui etiam Fratres Minorum de Communitate appellantur, usque ad tempus
Leonis X» [La insignia de la Orden y los verdaderos Ministros y Custodios, que el Seráfico
Padre instituyó en la Regla, han sido siempre de los Frailes Menores Conventuales, a los cuales
se les llaman también, hasta el tiempo de León X, Frailes Minores de la Comunidad, n.d.t.]
(Quaestiones regulares, I, Venecia 1611, p. 408).

2. Significado

La palabra conventual no siempre ha tenido el mismo significado. En


sus comienzos, dentro de la historia de la Orden, su significado era bastante
genérico: conventual de -»convento, y naturalmente, referente a todo lo que se
dice o se relaciona con el convento. Paulatinamente la expresión fue
adquiriendo un sentido cada vez más específico, gradual y constantemente en
evolución, ligado a específicos acontecimientos históricos, como por ej.:
a) el residir y obrar de los Minoritas en los conventos e iglesias que el
papado había declarado c., distinguiéndose de esta manera, como religiosos c.,
de los demás hermanos que residían en eremitorios;
b) el instaurarse y generalizarse de un -»conventualismo o vida
comunitaria menos estricta y menos austera de la de los eremitorios y, por otro
lado, más condescendiente con las dispensas y concesiones papales en materia
de pobreza; al mismo tiempo más activa y entregada a las necesidades de la
Iglesia y de la sociedad y más acorde con las no fáciles instancias de los
estudios y apostolado que los conventos e iglesias c. les exigían en las
ciudades;
c) el difundirse de este estilo de vida, también fuera de la ciudad y de
su propio país, tras la urgencia de la misma Iglesia, mediante misiones
populares y misiones entre paganos, compromisos jerárquicos y diplomáticos,
lucha anti-herética e inquisitorial, actividades universitarias, obras caritativo-
social;
d) el afirmarse de la necesidad de defender este estilo de vida llevado
adelante por la Comunidad conventual, también en vista de la cantidad de
obras a las que, por cierto, estaba ligada, porque « la Orden toda evolucionó
conventualmente»;
e) por último, la necesidad de diferenciar esta Comunidad conventual o
Comunidad de la Orden de los demás grupos, o también para no comprometer
su prestigio y su dignidad frente a los disidentes y rebeldes como los
-»Espirituales y los -»Fraticelli, o para conservar su carácter y sus instancias
de vida religiosa franciscana, ya aprobada y favorecida por la Iglesia, contra los
movimientos más inflexible y austeros, como eran los de la Observancia.
De manera que del genérico conventual de ‘convento’, se llegó a los
específicos religiosos C. que oficiaban en las iglesias c.; C. defensores y
promotores de un estilo de vida religiosa más acorde con las urgencias del
estudio y apostolado que la Iglesia les proponía; C. representantes de la
Comunidad de la Orden que, exactamente a raíz de aquellas necesidades,
evolucionó conventualmente; C. que, con el nacer y afirmarse de las reformas
franciscanas con su plena autonomía e independencia, constituyen, con el
nombre F.M.C., una de las tres grandes familias de la Primera orden
franciscana o minorítica.
Sin embargo, a los F.M.C. no se les da este nombre, común y oficial,
en toda parte. En Francia, por ej. y en los países de lengua francesa son
llamados -»Cordelièrs, por causa del cordón con que se ciñen; en Inglaterra
son llamados -»Grey Friars o Frailes Grises por causa del antiguo color gris o
ceniciento del hábito que la Orden usaba en todos los países hasta el tiempo de
la revolución francesa; en Alemania y países de lengua alemana son llamados
-»Minoriten, primitivo nombre de la Orden; en algunos Estados americanos y
en Polonia reciben el nombre de -»Franciscanos, por causa del fundador s.
Francisco.
Los nombres que han desaparecido o que no se usan más son:
Claustrales, de claustro, era muy común en España y en Cerdeña; y Barfüsser
(=Descalzos), ya común en Alemania y países de lengua alemana, por causa
del antiguo uso de sandalias en lugar de zapatos.

II. ORIGEN Y APROBACIÓN


REGLA Y CONSTITUCIONES. ESTATUTOS

1. Origen y Aprobación. - La Orden de los F.M.C. fue fundada, con el


nombre de F. M., por s. Francisco en la Porciúncula de Asís en 1208 o 1209 un
16 de abril, según la tradición. En la Porciúncula Francisco había escuchado el
Evangelio de la pobreza; se había decidido por la nueva institución; había
aceptado ser acompañado por los tres primeros compañeros: Bernardo de
Quintavalle, Pedro Cattani y Gil de Asís. Los cuatros se establecieron en el
cercano tugurio de Rivotorto, y allí, aumentando los seguidores, él escribió su
«forma vitae» [regla de vida, n.d.t.], como la llama s. Buenaventura, la cual debía
servir como base para la aprobación del nuevo instituto (1Cel. 21-5, 32, 42, en
AnalFranc X, p. 18-22, 25. 33; s. Buenav., LM III, 1-8; IV, ibid; MiscFranc 69 [1969] 233-44).
Juntamente con los primeros once compañeros y con aquella «regla de
vida» s. Francisco viajó a Roma, y la Orden fue aprobada, «vivae vocis
oráculo» [verbalmente, n.d.t.] por Inocencio III, en 1209 ó 1210, que la tradición
fija también para el 16 de abril. Se trataba, por cierto, de un reconocimiento
público y oficial, aunque no definitivo, según testimonia el mismo mandato
papal «de poenitentia praedicanda» y las reducidas tonsuras, «coronas
párvulas» que el Papa quiso que Francisco y los suyos usaran «ut líbere
verbum Dei praedicarent» [a fin de poder predicar la palabra de Dios sin que nadie se lo
impediera, n.d.t.] (s. Buenav., LM III, 10, AnalFranc, X, p. 571).
La Orden recibió la primera confirmación de parte el Concilio
-»Lateranense IV en 1215; y la confirmación definitiva o «bullata» de parte de
Honorio III, mediante la bula Solet annúere del 29-11-1223 (BullFranc I, p.15-9):
el documento original de esta bulla se conserva en la basílica y tumba de s.
Francisco, en Asís, de los F.M.C. Los C. en la ciudad seráfica, custodian
también la casa paterna y lugar natal del Poverello llamada ‘S. Francesco
Piccolino’; y en el contado de Asís, custodian también el tugurio de Rivotorto
y, hasta 1432-33, custodiaban la Porciúncula o S. María de los Ángeles,
traspasada definitivamente a los Observantes por mandato de Eugenio IV el 3-
12-1445 (Sane licet, en BullFranc, n. I, p. 469; MiscFranc 31 [1931] 219; 63 [1963] 330-336).
STATUS ORDINIS A LO LARGO DE LOS SIGLOS

Año Status Provincias Vicarías-Misiones Custodias Conventos Religiosos


1263-70 34 1 137+42 824+416 30.000aprx.
1290aprx. 34 4 188 1.400aprx 35.000aprx.
1335aprx. 34 5+3 211 1.422 35.000aprx.
1385-90 34 7+3 226 1.641 35.000<apr
1488 36 2 200aprx. 1.300aprx x.
1586 25 4 178 1.000aprx. 30.000aprx
1682 31 2 128 950 20.000aprx.
1771, 1773 40 2 173 1.257 15.000aprx.
1860 21 2 51 358 25.000aprx.
1893 22 1 50 306 --
1933 25 6 56 312 1.481
1960 36 11 71 566 2.795
1975 35+5Cust.Gen 2-11 -- 659 4.248
. 3.967

El Status de 1263-70 es el primer a anotar el numero de los conventos y Custodias; sin embargo están
faltando 8 Provincias; esto explica el por qué de la añadidura numérica, en base a los Status de los
Conventos, 1290 para las Custodias.
Las Custodias, en cuanto circunscripciones de Provincias, tienen su razón de ser tan sólo entre los
Conventuales; pero ellos las abandonaron en 1969. Están anotadas en la Regla bulala de s. Francisco de
1223.
Las Vicarías de los dos primeros siglos franciscanos son, casi siempre, Vicarías-Misiones. Las
Vicarías-Provincias toman importancia sobretodo entre los Observantes en el s. XV. En 1506, 1509, 1513
tenían 48; pero dos de ellas eran Custodias-Vicarías. Las circunscripciones custodiales aparecen también
en las Vicarías de Bosnia, Hungría, Castilla, Aragón. Todas las Vicarías Observantes se tornaron
Provincias por detrminación de León X, el 29-5-1517 (WaddingAnnMin 1506, 10; 1517,23).
Para los primeros 4 Status Cfr. Golubovic, Biblioteca de Tierra Santa II, 241-57 y Di Fonzo, Series
quaedam, 68-9; para el 1488, los Regesta OFMConv; para los años 1586, 1682, 1771, 1773 Tossignano,
Franchini, Righini; para los últimos 5 Status: Album Generale y Commentarium OFMConv para los años
indicados.

BASÍLICAS FRANCISCANAS OFICIADAS POR LOS MIN. CONV.

Ciudad Título Fundación Basílica Reliquias –Arte- Otros

Asís S. Francisco 1228-53 1230, 1754 Cuerpo de s. Franc. 1226, Regla OMin 1223, Bend. S. Franc.
a Fr. León 1224, Frescos Cimabue, Giotto, Martini, Lorenzetti.

Padua S. Antonio 1232-90 1904, 1932 Cuerpo de s. Antonio 1231, Sermones del Santo 1227-31.
Obras de Donatello, Tiziano, Casanova, Pogliaghi.

Arezzo S. Francisco c. 1290 25.2.1955 Leyenda de la Cruz, de Piero de la Francesca.


Bolonia S. Francisco 1235-63 16.2.1936 Mármol de Pier Paolo Masegna, Mausoleo de Alejan. V, de
Lamberti.
Carey-Ohio Our Lady of 1912 21.10.1971 Santuario Mariano, muchas peregrinaciones USA.
Consolation
Ferrara S. Francisco 1241/1494 16.1.1957 Frescos de Garófalo. Iconografía francesca: 132 santos.

Florencia S. Croce 1295-1320 23.12.1933 Crucifijo de Cimabue. Giotto y Escuela. Agnolo y T. Gaddi.
Esculpturas de B. Maiano, Donatello, Mino de Fiésole,
Rossellino. Arnoldo de Cambio, Brunelleschi, Della Robbia.
Tumbas de Miguelangel, Macchiavelli, Galileo.

Istambul S. Antonio 1906-13 23.2.1932 Iglesia de la Comunidad Italiana, frecuentada por


Islámicos.
Krakov S. Francisco 1257 23.2.1920 Capilla de los Italianos: Policromía y pinturas de Winspiaski.
Milwaukee S. Giosafat 1906-13 10.2.1929 Estilo clásico, frecuentada por Polacos-Americanos
Wisconsin
Ósimo S. Francisco- aprx 1240 20.1.1796 Cuerpo de s. José de Cupertino. Escritos y demás reliquias
S. José Cup. Ábside antigua, interno de '700.
Praga S. Tiago 1226 29.1.1974 Gótico transformado en rico barroco. Un Breve papal recuerda
su antigüedad, majestad, concurrencia popular.
Palermo S. Francisco 1255-77 23.12.1924 Especial culto a la Inmaculada y s. Antonio. Obras de Laurana,
Gagini y Serpotta.
Ravenna S. Francisco - 1261 Título antig. Campanario con bíforas tríforas cuadríforas. Tumba de Dante
S. Pedro Mayor Sigl. V, X basilical Centro Dantesco.

Roma SS. Apóstoles 1463 “"" Obras de Bregno, Canova, Melozzo de Forlí, Ricci, Baciccia.
Sigl. VI Tumbas de Clemente XIV (Canova) y del Card.Bessarione.
Siena S. Francisco 1236-1475 17.7.1894 Santuario Eucarístico: 223 Partículas se guardan desde 1730.
Obras de los Lorenzetti.
S. María Gloriosa-
Venecia Frari 1220,125 1.2.1926 Obras de Bregno, Sansovino, Donatello, G. Bellini, Vivarini,
1330-1492 Tiziano: la Asumpción.
Viterbo S. Francisco 1236-59 9.12.1949 Sepulcros de Clemente IV y Adriano V. El último de la
escuela de Arnoldo de Cambio.
Entre las fechas de fundación están, a veces, las que refieren a la ampliación o transformación de la
iglesia. Las demás fechas se refieren, casi siempre, a la concesión del título basilical, y muy pocas veces a
la de su confirmación. - Aparte las iglesias actuales, los Conventuales tuvieron también, hasta el sigl. XV:
S. María de los Ángeles en Asís, el S. Sepulcro en Jerusalén, el Araceli en Roma; sin embargo, tuvieron
que traspasarlas a los Observantes, la primera vez, por voluntad expresa de Eugenio IV en 1432-33,
posteriormente, juntamente con los Lugares Santos, en 1434-39; y la última vez en 1444-45
(WaddingAnnMin 1434, 8; 1438, 21; BullFranc, n. I, 398, 469; en lo que se refiere a las Basílicas Cfr.. Di
Fonzo, Series quaedam, 65-7).
2. Regla y Constituciones. – Los F.M.C., como los demás F.M. de las
actuales familias franciscanas de la Primera orden, siguen la -»Regla de s.
Francisco. Por cierto, esta Regla no es la misma «fórmula vitae» de 1209 cuyo
texto, constituido por breves trozos del Evangelio (1Cel. 32, en AnalFranc X,
p. 25), no ha llegado a nosotros; tampoco se identifica con la Regla de 1221
que, por ser muy larga (23 capítulos), y no redactada en estilo de regla, tuvo
que ser abandonada; pero la Regla de 1223, reestructuración exitosa de la
anterior, a la cual le eran quitados no pocas referencias bíblicas y ascéticas,
adquiría una estructura más ágil y cónsona con las exigencias de una regla.
Ésta es la Regla que fue aprobada por la bula Solet annúere, de
Honorio III (29-11-1223); ésta es la que siguen los C. y los demás Menores de
las familias franciscanas de la Primera orden, cuya vida, más o menos rígida y
austera, está reglamentada por Constituciones propias. Las Constituciones,
aplicando los aspectos de mayor mitigación o austeridad, interpretan las
distintas normas de la Regla franciscana.
Después de las antiguas constituciones, con las que se rigieron los C. a
lo largo de los primeros siglos de la Orden, se redactaron otras después de
1517: ninguna alteró el espíritu de las anteriores, y todas fueron adaptadas a las
nuevas necesidades de los tiempos.
Entre las primeras constituciones, las Narbonenses fueron las que más
se destacaron, redactadas por s. Buenaventura, quien llevó en cuenta las
anteriores constituciones de 1239, y promulgadas en el capítulo general de
Narbona de 1260; después de 1517 fueron redactadas las constituciones
Vénetas de 1546, las Asisanas de 1549, las Pianas de Pío IV que las aprobó en
1565.
Posteriormente se redactaron las constituciones Urbanas, de Urbano
VIII que las confirmó: fueron éstas las mejores constituciones de este segundo
período. En efecto, ellas dieron a la Orden un grande empuje para
reorganizarse después de las pérdidas sufridas en toda Europa por obra de
muchos príncipes y de los turcos y de los protestantes. También las nuevas
redacciones Urbano-Clementinas de 1771 y las Pío-Urbanas de 1823,
confirmadas por Clemente XIV- que fue franciscano conventual- y por Pío VII,
respectivamente, contribuyeron notablemente a la reanudación más difícil
todavía de la anterior, acompañada por varias dispersiones, supresiones y
decomisos del s. XVIII y XIX, desde la revolución francesa hasta Napoleón,
hasta las leyes eversivas italianas y distintos de otros países. Las Urbanas, con
sus múltiples redacciones posteriores, no obstante aplicaran un sistema penal
bastante rígido, tuvieron vigencia, nada más y nada menos, por un período de
tres siglos, es decir de 1628 a 1932 (Const. Urbanae OFMConv, Roma 1628 y 10
ediciones más: Const. Urbano-Clementinae, París 1771, Roma 1894; Const. Pio-Urbanae, Roma
1823, Malines 1880; Di Fonzo, Series, p. 64).
A las Urbanas o Pío-Urbanas siguieron las constituciones de 1932,
adaptadas al CIC [Código de Derecho Canónico, n.d.t.] y a las nuevas necesidades de
la Orden; a éstas, siguieron las constituciones de 1969-75 – es decir, redactadas
en 1969, pero publicadas en 1975 – actualizadas según las instancias de la vida
religiosa solicitadas por el Vaticano II (Const. OFMConv, Roma 1932; Roma 1969-74).

3. Estatutos. – A fin de promovoer la «fiel observancia de la Regla y de


las Constituciones»,y para la «puesta en práctica de las leyes generales», la
Orden, así como lo había hecho antiguamente, prevé también unos estatutos.
Los estatutos, como acontece para las constituciones, pueden ser redactados y
promulgados por el capítulo general: de esta manera se llamarán estatutos
generales para toda la Orden; o también por los capítulos provinciales, y se
llamarán estatutos provinciales, válidos tan sólo para una determinada
provincia, después que el capítulo general haya declarado la conformidad de
los mismos con las constituciones (Const. 1975, nn- 21/4, 22/1,3).
Por medio de los estatutos generales se rigen también las custodias
generales cuyo superior o custodio depende directamente del ministro general;
por medio de los segundos, es decir por medio de los estatutos provinciales se
rigen también las custodias provinciales cuyo custodio depende del ministro
provincial de la provincia dentro de la cual ha sido instituida la custodia (Const.
1975, nn. 194/2, 195/1, 196/3, 28/1).
Aparte éstos, hay también Estatutos particulares para el Sacro
Convento de Asís cuya basílica, por custodiar el venerado cuerpo de s.
Francisco, fue declarada por Gregorio IX «Caput et mater totíus Ordinis
Minorum» [Cabeza y Madre de toda la Orden de los Menores, n.d.t.] (Is qui Ecclesiam, 22-4-
1230, en BullFranc I, p. 60; Const. 1975, n. 26/2). Esta basílica, desde un principio,
estaba regentada por un reglamento especial, como afirman las constituciones
de Narbona (1260) en la redacción Asisana (1279) y Parisina (1292) al
establecer: «Conventus loci sacri de Assisio totáliter remáneat et sit in mánibus
et dispositione ipsíus Generalis Ministri» [El convento de la sagrada tierra de Asís
queda directamente bajo la vigilancia y determinación del Ministro General, n.d.t.] (De
visitatione, VIII, n. 158, en MiscFranc 35 [1935] 89; n. 24 a, en ArchFrancHist 34 [1941] 94).
Los actuales estatutos del Sacro Convento han sido aprobados el 20-9-1972. Al
mismo tiempo aquellos estatutos particulares son estatutos custodiales porque,
a partir de 8-5-1968 el Sacro Convento, juntamente con el proto-convento de
Rivotorto y otros que se encuentran en el contado asisano, conforman la
«Custodia Generalis S. Conventus» (Statuta: ComOFMConv 65 [1968] 133-6: 9
[1972[ 253-6).
Están previstos también estatutos especiales para las obras y
actividades de mayor interés para la Orden, como son: la pastoral, las misiones,
los estudios, el «Seráphicum» - Pontificia Facultad Teológica de S.
Buenaventura en Roma con una Ratio studiorum [el pensum, n.d.t] aprobada por
la S. Sede, los Estudios teológicos para laicos, la Postulación general, la
Milicia de la Inmaculada, la Orden Franciscana Seglar y demás instituciones
(Const. 1972, nn. 47/3, 60/2, 153/4, 1322/2-3; Statuta Pont. Fac. Theol. S. Bonav., Roma 1973).
III. FINALIDAD Y ESPIRITUALIDAD
CARÁCTER Y ORGANIZACIÓN

1. Objetivo y espiritualidad. - Resonando algunos capítulos de la


Regla de s. Francisco, el objetivo de la Orden está definido en el propio
Anuario Pontificio: «Observar el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo,
viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad: apostolado en todas las
formas entre fieles, disidentes y paganos» (Regla II, c. I, IX, XII; AnnPont 1975, p.
1158). Y esta es su espiritualidad.
Es decir, observar el Evangelio «fuente de toda perfección cristiana y
fundamento de la Regla del Seráfico Padre», como dicen las últimas
constituciones de la Orden (1969-75); vivir el Evangelio con el mismo espíritu
de s. Francisco, que es espíritu de amor y de fraternidad, de renuncia y pobreza,
de plena conformidad con Cristo pobre, humilde y sufridor, de filial unión a la
Inmaculada Madre de Dios, de apacible conquista de las almas a Dios, en plena
adhesión a la Iglesia y al papado, metas que especifican y caracterizan aquel
objetivo y espiritualidad (Const. 1975, nn. 74/2; 3/1-2, 53/1-4. 63/1-3, 147-53).

2. Caracteres. – Otros muchos aspectos, más o menos específicos, se


encuentran en la Orden de los F.M.C.: están señalados también en las
constituciones vigentes, en las que, como se lee en el decreto de promulgación,
«han sido fielmente salvaguardados los principios del originario espíritu de la
Orden y las normas jurídicas fundamentales correspondientes» (Const. 1975, p. 5).
Desde los primeros párrafos de las Constituciones, la Orden es definida
como activo-contemplativa, es decir «su vida contemplativa está íntimamente
asociada a la vida apostólica» (Const. 2/2). Es una Orden apostólica entregada a
la actividad pastoral y misionera tras el ejemplo de Francisco quien fue
predicador y misionero y que, primero entre los fundadores, incluyó en su
Regla un capítulo sobre las misiones (c. XII). Es una Orden clerical, pero con
total abertura a los religiosos no-clérigos o no-sacerdotes, a quienes, siguiendo
la costumbre vigente en los primordios, son reconocidos «derechos y deberes
iguales, salvo los que derivan de la S. Ordenación» (2/1).
Es también una Orden entregada, por tradición, a los estudios, cuya
importantísima función ministerial, empezando por s. Buenaventura, es
reconocida «ad aedificationem apostolatum» [para un apostolado más eficaz, n.d.t.]
(61/3), como el mismo Doctor Seráfico los había definido «ad aedificatiónem
fidélium in fide et móribus» [para la formación en la fe y las costumbres de los fieles,
n.d.t.] y recomendados por la Iglesia y la Regla minorítica a fin de que los
Frailes, a quienes está consignado el ministerio de la predicación, «praedicare
non debent fábulas, sed verba divina» [no deben echar cuentos, sino anunciar la
palabra de Dios, n.d.t.] (Const. nn. 31/3, 38/3, 47/2, 56-61, 136-7; s. Buenaventura,
Determinationes, p. I, pról.; Epist de 3 quaest., en Ópera ómnia VIII, p. 333, 335, 337).

Las constituciones vigentes insisten sobre otros objetivos como son: la


«fratérnitas», la «minóritas» y también la «conventuálitas».
La fratérnitas es considerada «elemento esencial de la Orden» porque
ella es el elemento constitutivo de la familia, la familia seráfica de los
hermanos en cada uno de los conventos, provincias y en la Orden toda, junto
con el ministro general, que es «como el centro dinámico de la vida espiritual
evangélica y apostólica» (Const. nn. 2/1,14/2, 26/1, 86/2, 135/1).
La minóritas [minoridad], nombre constitutivo de la Orden, «Menores»,
y del significado de humildad, de modestia y de sencillez que Francisco quiso
injertarle, es llamada también «nota fundamental de la Orden» que deberá
resplandecer en la vida, en las obras, entre los propios hermanos y en medio del
pueblo de Dios, «portándose como verdaderos “Menores” en obediencia y
reverencia a la Iglesia en todo» (Ibid. nn. 2/1, 7/1, 100, 121/1-2).
La conventuálitas [conventualidad], nombre específico de la Orden,
«Conventual», está definida como la razón que le dio vida y crecimiento: «las
distintas actividades apostólicas a servicio de la Iglesia» (Ibid n. 1/3). Todas las
actividades, en un principio, permanecieron restringidas a la predicación
popular, a la asistencia a los enfermos, especialmente los leprosos, al trabajo
manual para ayudar a los más necesitados. Sin embargo, después que surgió y
se afirmó el conventualismo, que ya operaba, como se ha dicho, en los grandes
conventos e iglesias c. dentro de las ciudades, se tornaron mucho más amplias
y diferenciadas: actividades litúrgicas y pastorales con predicación no solo
penitencial y moral, sino también doctrinal, misionaria y unionista – así como
las actividades ecuménicas actuales -, científicas y culturales, jerárquicas,
diplomáticas e inquisitoriales, caritativo-social. En efecto, se buscó siempre ir
al encuentro de las urgencias de la Iglesia y de la sociedad, sirviendo con
dedicación a los unos y a los otros, y no solo en los oficios más humildes sino
en los más elevados también, como es el papado.
Las obligaciones, cada vez más apremiantes que estas actividades
conllevaban, llevaron a una interpretación menos estricta de la Regla y de sus
ideales más heroicos, como son: la minoridad y la pobreza absoluta sin ninguna
clase de propiedad privada ni en común; sin embargo las mitigaciones,
permitidas por la Iglesia, y que tenían como objetivo proporcionar una más ágil
y eficaz consecución de los objetivos de la Orden y de la Iglesia, no pueden ser
consideradas relajación, aunque no faltaran abusos dentro del conventualismo
minorítico, como contemporáneamente también se dieron en todas las demás
Ordenes monásticas y mendicantes (-»Conventualismo).

3. Organización. – Hasta el año 1969 la estructura de la Orden de los


F.M.C. correspondía plenamente a lo establecido en la Regla por s. Francisco.
Éste repartió la Orden en provincias, custodias y conventos: las provincias
corresponden a las circunscripciones regionales o nacionales; las custodias, son
consideradas circunscripciones menores de las provincias; los conventos, que
normalmente eran también casas de formación, estaban presentes en las
provincias y custodias (2Regla, c. II, VI. VIII; Const. Narbonenses 1260, VIII-IX, en
ArchFrancHist 34 [1941] 284-95).

A partir de aquella fecha, han sido eliminadas las custodias porque no


se ajustaban más a su función originaria y a la practicidad moderna:
permanecen las provincias y los conventos y, anexados a éstos, los institutos y
seminarios para la formación, clasificados como postulantados, noviciados,
profesados; los seminarios menores, provinciales e interprovinciales, aparte el
seminario internacional de Roma (el «Seráphicum») al cual está anexada la
Pontificia Facultad de Teología de S. Buenaventura para la formación
filosófica y teológica superior y para la consecución de los grados académicos
universitarios (Const. nn. 27, 31/2, 33/3, 36/2-3, 47, 48/1-2; 57/1 para la formación de los
hermanos no-clérigos).
Las custodias, que tan sólo entre los Conventuales habían tenido una
función práctica, actualmente prolongan su recuerdo en la persona del custodio
capitular y de los custodios y custodias generales y provinciales, los cuales, sin
embargo, como es el caso de la custodia del sacro convento de Asís, más que a
las antiguas custodias, representan a las provincias a las cuales que están
enteramente comparadas (Const., nn. 26/2, 27, 28, 34, 156/2; 161/3;194/2-3; 195/1-2).
A las provincias y custodias generales, y también a la custodia de Asís,
están afiliados los Frailes, como dice s. Francisco en la Regla: clérigos y no,
sacerdotes y no, hermanos, como los llaman las constituciones actuales
reconociendo para cada uno singularmente «derechos y deberes iguales, salvo
los que derivan de la S. Ordenación» y concediendo a los hermanos, tal como
se acostumbraba en los orígenes, derechos capitulares y posibilidad de acceder
a algunos oficios (2R.c. III; Const. nn. 2/1,2/2, 57/1-2, 72/2-3, 101/2, 119/1-2). Hasta el
capítulo general de 1851, y prácticamente hasta el 13-8-1894, cuando fue
aprobado el decreto en favor de las provincias, los frailes estaban afiliados a los
conventos, y de éstos, como si fueran su lugar de origen, tomaban también el
nombre tal como se hacía antiguamente (B. Hess, Manuale de Régula, Roma 1943, p.
84).
El gobierno de toda la Orden está confiado al ministro general; el de
las provincias, a los ministros provinciales; el de las custodias generales y
provinciales, a los custodios generales y provinciales dependientes del ministro
general y de los ministros provinciales, respectivamente. Todos son superiores
mayores, y tienen vicario y definitorio: el definitorio general, está conformado
por 7 definidores o asistentes y por el vicario, y también toma parte en él el
procurador general encargado de las relaciones con las S. Sede; el definitorio
provincial y el de las custodias generales están conformados por 3 definidores
o asistentes y el vicario; el definitorio de las custodias provinciales, está
conformado por 2 definidores o asistentes, por lo menos, y por el vicario. Los
conventos están confiados a los guardianes; los institutos y seminarios de
formación, a los rectores o maestros; el «Seráphicum» - Facultad Teológica - a
un préside nombrado por la S. Congregación para la Educación Católica (Const.,
nn. 156/2, 161/1, 175/2, 176, 187/3, 188, 194, 200; Statuta Facultatis, n. 14).

La duración de los oficios generales es de un sexenio, la de los


provinciales y de los oficios en las comunidades locales, de un trienio 11, pero
renovables hasta un tercer período para el cual se requieren, necesariamente,
elecciones calificadas (Const., nn. 163-4, 168/1-3).
Obedeciendo a la Regla (1223), antiguamente el ministro general
ejercitaba su oficio de por vida, aunque estuviese previsto el voto en caso de
incapacidad y, por ende, de remoción. Análogamente estaban previstos casos
de renuncia y de remoción aparte del de defunción. Pero en 1596 el oficio del
general fue restringido a un trienio, confirmable en capítulo por un trienio más;
posteriormente, en 1617, fue llevado a un sexenio, sin confirmaciones
intermedias, como se practica actualmente (de por vida: 2R c. VIII, en Opúscula, p. 70;
trienio: Glassberger, Crónica, en AnalFran II, p. 539; Ridolfi, Historiarum, f. 244v; sexenio:
Acta Cap. Gen. 1617, Palermo, p. 52; Const. Urbanae, c. VIII, t. 1, n. 3).

La suprema autoridad de la Orden reside y se ejercita en el capítulo


general; la autoridad principal para cada una de las provincias – y custodias
provinciales que pueden tener también un propio capítulo – reside y se ejercita
en el capítulo provincial; la de las custodias generales, en su respectivo
capítulo custodial según las normas de los estatutos generales. Los conventos
también tienen su capítulo conventual, con la autoridad que les confieren las
normas de las constituciones y estatutos provinciales. El capítulo conventual se
reúne mensualmente; en cambio los custodiales, según las normas de sus
propios estatutos, y los capítulos provinciales y generales, según mandan las
constituciones, se reúnen cada 3 12 ó 6 años respectivamente. Los Capítulos son
ordinarios, electivos, legislativos y administrativos, pero por motivo de algunos
problemas más urgentes, están previstos capítulos generales y provinciales
extraordinarios y definitoriales, con la participación de todos los vocales o tan
sólo de los principales dentro de la Orden o de la provincia (Const. nn. 155/1-4,
170/1-2, 181/1-2, 194, 195, 202/1-2).

Llevando en cuenta el nuevo concepto de representatividad, han sido


excluidos de los capítulos generales todos los vocales «ex gratia et privilegio»
[por merecimientos o por privilegio, n.d.t.], como decían las constituciones de 1932, y
ya el capítulo de 1924 había excluido a los provinciales titulares; sin embargo,
11
La duración de los oficios provinciales ha pasado a ser de 4 años, por decisión del Capítulo General de 2001 (n.d.t.)
12
Id. ut supra
han sido readmitidos, en el caso de haber sido elegidos como delegados, los
hermanos religiosos; ha sido ampliada la representatividad de los conventos y
de los frailes. La ubicación para la celebración del capítulo viene determinada
por el capítulo anterior; la fecha para la celebración del capítulo general es,
según manda la Regla, el tiempo de Pentecostés (Const. Urbanae, c. VIII, t. 3, nn. 1-
10; t. 21, nn. 1-3; Const. 1932, c. VIII, t. 4, nn. 577-9; ComOFMConv 7 [1919] 23-5; 12 [1924]
136-8: Prov. tit.; Const. 1975, nn. 170/1, 158/3, 172: representatividad; nn. 170/, 181/1: lugar;
170/1: tiempo).

En los tiempos pasados, es decir hasta 1247, los capítulos generales


fueron celebrados en Italia; hasta 1504 fueron celebrados en Italia y también en
el exterior, alternativamente, pero non sin excepciones, cuando los C.
celebraron su último capítulo exterior en Troyes (Francia). Todos los demás
capítulos fueron celebrados en Italia, preferiblemente en Roma y Asís.
Los capítulos generales c. hasta 1517 fueron 112; de 1517 hasta 1975,
cuando si ha celebrado el último, son 75. Todos los capítulos generales 13 suman
187: 56 celebrados en Roma, 32 en Asís, 7 en Bolonia, 6 en Lyón, 3 en París, 2
en Barcelona, 1 en Esztergom, Colonia, Mónaco de Baviera, etc. En ellos han
sido elegidos 115 ministros generales después de s. Francisco: se han
destacados, de manera especial fray Elías (1221-7; 1232-9), s. Buenaventura
(1257-74), Guillermo Farinier (1348-57), Enrique Alfieri (1387-1405),
Francisco Sansón (1475-99) Felipe Gesualdi (1593-1602), Jacobo Montanari
(1612-23), Vincenzo Coronelli (1701-7), José De Bonis (1809-24), Lorenzo
Caratelli (1891-1904), Alfonso Orlini (1924-30) y Beda Hess (1936-53) entre
otros. Todos ejercieron el oficio del generalato más largo, y tuvieron que hacer
frente a los tiempos muy turbulentos (oposiciones, disidencias, cismas, uniones
forzadas, persecuciones, supresiones, guerras), pero también más fructuosos
para la Iglesia y la sociedad (Di Fonzo, Series: Capítula, Ministri Generales, 29-45).

I V. EVOLUCIÓN CONVENTUAL HASTA 1517

Un elemento fundamental de la evolución convetual lo encontramos en


la opción apostólica del mismo Francisco el cual, después de haber transcurrido
un tiempo en los bosques y aldeas orando, cantando y trabajando, en búsqueda
de la voluntad de Dios, atormentado por la duda de si entregarse a la
contemplación o más bien a la acción, «a la oración y a la predicación» como
escribe s. Buenaventura, por fin optó por la segunda pero sin descuidar la
primera, de tal manera que su contemporáneo y biógrafo, fr. Tomás de Celano,
pudo afirmar de él que «no parecía un orante, sino hombre hecho oración»: non

13
Cfr. en la presente obra. la Lista de todos los Capítulos Generales hasta al año 2001 (n.d.t.)
tam órans quam oratio factus» (s. Buenav. LM XII, 1-2; 2Cel., 95, en AnalFranc X, p.
610-1, 187).

1. Vida de apostolado y mitigación. - Francisco había sido motivado a


optar por la contemplación y la vida de apostolado – que, por cierto, ya le había
sido revelado a través de la lectura del Evangelio en la Porciúncula – por el
primer sacerdote de la Orden, fray Silvestre, y por Clara, la «plántula
seráphica» [la plantita seráfica, n.d.t.]; y a ella permanecerá fiel, juntamente con su
Orden, no obstante que, a raíz de las nuevas necesidades presentadas, se darán
las primeras manifestaciones de la evolución conventual, es decir: el abandono
de los eremitorios, la construcción de grandes conventos e iglesias dentro de la
ciudad, la organización de los estudios y la clericalización, el apostolado cada
vez más amplio y diversificado, la mitigación de las normas más rígidas de la
Regla también en lo que a pobreza se refiere pero jamás al margen de la
benigna comprensión y justificación de la Iglesia a cuyo servicio los Minorítas
se habían consagrados completamente.

El primer intento para amenizar las estrictas normas referentes a la


pobreza absoluta se dio cuando s. Francisco aún estaba vivo, por medio de su
primer vicario, fray Pedro Cattani, es decir antes del 10-3-1221, año en que
éste murió. La grande concurrencia de frailes en S. María de los Ángeles
empezaba a tornarse un problema económico bastante relevante. Las reducidas
limosnas recolectadas no bastaban; el Cattani no sabía cómo atender a tan
grande cantidad de religiosos. Por este motivo propuso a Francisco «que se
reservaran algunas cosas de los novicios que entran como recurso para poder
usarlas en ocasiones semejantes». «Lejos de nosotros esa piedad – contestó el
Pobrecillo – que, para favorecer a los hombres, actuemos impíamente contra la
Regla»: «ábsit haec píetas» (2Cel 67, en AnalFranc X, p. 171).
Por cierto, no sabemos a cuál Regla Franciscose refiere porque la
«fórmula vitae» de 1209-10 no ha llegado hasta nosotros; la de 1223 no había
sido redactada todavía; y la de 1221 preveía, por lo menos en casos de
necesidad, retener algo «como los demás pobres», siempre y cuando no fuese
dinero (c. II). Por otro lado, es patente el ideal de pobreza absoluta de Francisco,
y su queja, pues, es comprensible.
La posibilidad de alguna comprobada necesidad no fue incluida por
Francisco en la Regla II o definitiva de 1223 (c. II). Sin embargo incluyó otras
afirmaciones que, algunos años después, llevaron a consideraciones análogas a
la proposición presentada por Cattani, y posteriormente, fueron motivo, con
fundamento en la Regla, de una intervención justificativa del papa acerca de
aquella propuesta. En efecto Francisco había afirmado que, los que quisieran
ingresar en la Orden, podrán aconsejarse con hombres temerosos de Dios en lo
que a los bienes se refiere, y disponer libremente según la inspiración divina y
distribuirlos a los pobres (Rb c. II). Clemente V, en la Exivi de Paradíso (6-5-
1312) sacaba las conclusiones consecuentes, relevando que algo podía ser
dejado a los frailes y por éstos recibido como si lo recibieran de los demás
pobres: esta expresión está en la I Regla. Y recordaba con s. Francisco y sus
primeros expositores lo de «ne solliciti sint de rebus suis temporálibus»
[guárdense de tener solicitud por las cosas temporales de ellos, n.d.t.]. Y sacaba también
otras conclusiones, haciendo hincapié sobre la libertad que los candidatos
tienen de disponer de sus bienes y sobre las necesidades de los frailes, pues
ellos también son pobres (Exivi de Paraíso, en BullFranc V. p. 82; Quattuor magistri,
Expositio Régulae, c. II, ed. Oliger, Roma 1950, p. 131; s. Buenaventura, Expos. Rég., c. II, n. 9,
en Ópera ómnia VIII, p. 399-400).

2. Mitigación de la pobreza. – Unica excepción prevista por la Regla


de 1221 es la posibilidad de recibir directamente dinero para los frailes
enfermos: «propter manifestam necessitatem infirmórum fratrum» [en el caso de
manifiesta necesidad de los hermanos enfermos, n.d.t.]. Sin embargo, en la Regla de
1223 aquella excepción, a la cual fue añadido también lo necesario para el
vestuario de los frailes, quedó condicionada a la mediación de los «amigos
espirituales: nullo modo recípiant... tamen pro necessitatibus infirmorum et
aliis fratribus induendis per amicos spirituales » [de ningún modo reciban... sin
embargo por medio de amigos espirituales provean a las necesidades de los enfermos y al
vestido de los hermanos, n.d.t.]. Pero nuevas necesidades se presentaron de manera
que, a los Minoritas que iban de misioneros a Marruecos, se les autorizó poder
recibir y usar dinero sin intermediarios, y también para el sustento:
«tantúmmodo propter cibos et vestes» [solamente para los alimentos y el vestuario,
n.d.t.] y, naturalmente, no excluían la eventualidad de algunos enfermos. El
propio Honorio III es quien les autoriza (Ex parte nostra, 17-3-1226), y ésta es la
primera mitigación papal en lo que a pobreza se refiere (1R c. VIII; 2R c. IV; Ex
parte vestra, en BullFranc I, p. 26).

Con un significativo aumento del sentido práctico de la realidad, se


dieron otras mitigaciones el 28-9-1230 a través de la Quo elongati de Gregorio
IX: esta es la primera declaración oficial sobre la Regla y el Testamento de s.
Francisco. Recordando su largo compartir, «longa familiáritas», con el Santo, a
raíz del cual pudo conocer «plenamente sus intenciones», el Papa
primeramente declara que el Testamento, que imponía no glosar o interpretar la
Regla, no tiene carácter obligatorio; en segundo lugar, presenta algunas
declaraciones sobre la Regla, como por ej.:
a) poder continuar recibiendo y usando dinero por intermedio de los
«amigos espirituales», «temerosos de Dios» o «nuncios», que actúen en
nombre de los bienhechores, pero no en caso de atender a las anteriores
restricciones: enfermos, vestidos, alimento, sino para actuar en las distintas
necesidades que pudieran sobrevenir: «pro necessitatibus..., pro aliis
imminéntibus necessitátibus»;
b) poder disponer de todos los bienes muebles cuyo dominio los
donantes no lo hubiesen reservado para sí mismos, con el permiso del -»card.
Protector; en cambio, los bienes inmuebles – que, en aquel entonces, eran el
convento y huerta anexa, la iglesia y el cementerio – permanecían propiedad de
los donantes, laicos o eclesiásticos que fuesen;
c) tener el simple uso de hecho de los bienes muebles e inmuebles;
d) exclusión de toda clase de propiedad, privada o en común, de
aquellos bienes.
De esta manera se salvaguardaba la pobreza absoluta; y esto estaba
contemplado en la Regla, la cual dice: «los hermanos no se apropien nada», y
pese a que, ya en aquellos entonces, como dice el Papa, «algunos pensaran que
la propiedad de los bienes muebles perteneciese a toda la Orden en común »
(Quo elongati, en BullFranc I, p. 68-70; Régula II, c. VI).

Otro paso más adelante fue dado por Inocencio IV en 1245, a través de
nueva declaración sobre la Regla. En efecto, confirmando la pobreza absoluta
de la Orden y reivindicando, en pro de la Iglesia, toda clase de propiedad de los
bienes muebles e inmuebles cuyo dominio los donantes no hubiesen reservado
para sí, el Papa autoriza a los Frailes a hacer uso del dinero para proveerse no
solamente de las cosas necesarias sino también de las cosas útiles y comodas,
especialmente cuando sus necesidades no hubiesen sido atendidas. Sin
embargo, podían hacerlo tan sólo por medio de los «amigos espirituales»,
«temerosos de Dios», a través de los «nuncios» instituidos, tras especial indulto
papal, por los superiores mayores de la Orden, y llamados «nuncios
apostólicos» con más razón que aquellos de Gregorio IX. En efecto, los
nuncios actuaban más en nombre del Papa que en nombre de los bienhechores,
y debían proveer a los Frailes «in necessitátibus et cómmodis» [en las cosas
necesarias y en las que se consideraban útiles, n.d.t.] sin descuidar las «incómmoda»
[dificultades] de ellos (Ordinem vestrum, 14-11-1245; Quanto studiosius, 18-8-1247, en
BullFranc I, p. 400-2; 487-8: indulto de nombramiento).
Y así como Honorio III había autorizado a los misioneros de
Marruecos, también Inocencio IV, con derogación expresa de la Regla, hizo
concesión del uso directo de dinero a los frailes encargados de la construcción
de la basílica de S. Francisco en Asís (1253), es decir sin la mediación de los
amigos espirituales – nuncios-temerosos de Dios -, siempre y cuando toda
contribución fuese «totáliter ac fidéliter» usada para aquel objetivo. Esta
concesión fue otorgada «ob reverentiam Sancti eiusdem, séduli apud Deum pro
pópulo christiano Patroni» [en consideración al Santo, Patrono atento del pueblo cristiano
ante Dios, n.d.t.] (Decet et éxpedit, 10-7-1253, en BullFranc I, p. 666; Hess, Manuale, p. 73;
MiscFranc 63 [1963] 87-8).
3. Reacción de los «Celantes». – En contra de estas mitigaciones de las
estrictas normas de la Regla en materia de pobreza, no faltaron quienes
levantaran críticas más o menos fuertes. Los «Zelanti», firmes y convencidos
sostenedores de la obligatoriedad del Testamento de s. Francisco, y de la
observancia literal de la Regla sin glosa o declaraciones, consideraban aquellas
atenuaciones como un decaimiento del fervor inicial. Esta atmósfera se olfateó
ya en el capítulo general de Génova (1251) en el cual, no obstante la mayoría,
es decir «fere totum Capítulum», apoyase las concesiones papales, los vocales
ingleses lograron que se renunciara al indulto de recibir dinero a través de los
«procuradores» o «nuncios apostólicos», y que quedara sin efecto todo lo que
de «laxior» [atenuación,n.d.t] hubiese en la declaración inocenciana en
comparación con la gregoriana (Eccleston, De adventu Fr. Min. in Angliam, col. IX, ed.
Little, p. 42).
Por cierto, la propuesta de suspender lo que se consideraba o que
podría transformarse en abuso entre las «cómmoda fratrum» [comodidades para
los hermanos, n.d.t.] no levantó grandes problemas, pero creó problemas la que
quería suspender las concesiones referentes a las «necessitates» de los
hermanos, y que habían sido concedidas a la Orden a fin de favorecer su
desarrollo y tornar más ágiles y eficaces las actividades apostólicas: «laudabile
opus piumque propositum», como dijo Honorio III (Ex parte vestra, 17-2-1226, en
BullFranc I, p. 26).
En efecto, mientras las «cómmoda fratrum» [las cosas úitles, n.d.t.],
aunque acepatadas en la confirmación de la Órdinem vestrum por parte de
Alejandro IV (20-2-1257, en BullFranc II, p. 196), no fueron más llevadas en cuenta
en la Voluntariae paupertati de Gregorio X. En efecto, este papa autorizaba a
los frailes a disponer de los bienes muebles sin recurrir a la S. Sede (5-11-1274,
en BullFranc III, p. 222). Los «procuradores», muy reciamente rechazados por los
ingleses en el capítulo de 1251, fueron confirmados, con este mismo nombre o
con el de «amigos de los frailes», en la decretal Exiit qui séminat de Nicolás III
(14-8-1279), porque eran considerados sumamente útiles y porque su oficio «in
nullo Régulae púritas infringitur» [la pureza de la Regla no padece ningún menoscabo,
n.d.t.] (Alejandro IV, en BullFranc II, p. 196; Gregorio X, ibid III, p. 222; Nicolás III, ibid II, p.
407-10).
Por algún tiempo los procuradores fueron nombrados por la S. Sede o
por el card. Protector, pero la Exultantes in Dómino de Martino IV (18-1-
1283), confirmándolos otra vez pero con el nombre de «administradores,
ecónomos, Síndicos de los frailes», los instituye para que fueran nombrados
directamente por la misma Orden. Su tarea, como se ha dicho, no era más la de
atender «ad cómmoda fratrum», sino que, poniendo de lado la superfluidad y
acumulación, y siempre en el respecto de la pobreza absoluta y del «moderado
uso de las cosas según la Regla», abarcará todas las «necessitates» y
«utilitates» de los frailes: los procuradores o Síndicos apostólicos deberán
proveer a las cosas necesarias y útiles aunque hayan que vender los legados
que hubiesen sido donados a los frailes: tierras, casas y demás inmuebles que
no les era lícito guardar si no hubiesen servido para habitación de los frailes, o
anexos a ellos, con su uso inmediato y necesario.
Hay que llevar en cuenta que las necesidades previstas no hablaban
solamente de las «inminentes», sino se todas aquellas que requieren «tractum
témporis» [cierta previsión de tiempo, n.d.t.]; el «uso moderado» era el «uso de
hecho, no de derecho», y no comprendía el dinero; los bienes muebles e
inmuebles, para los cuales estaba permitido aquel uso, pertenecían a la S. Sede,
siempre y cuando los bienhechores no los hubiesen reservado para sí mismos.
Nótese que a los bienhechores estaba terminantemente prohibido reservarse la
propiedad de las iglesias y de los cementerios (Exultantes in Dómino, en BullFran III,
p. 501-2).
En sintonía con los papas, también la mayoría de los religiosos
consideraba estas concesiones como una ayuda muy oportuna en vista de las
nuevas necesidades de vida y apostolado: «ad officiorum sui status
executionem», decía Nicolás III (BullFranc III, p. 509), y, por este motivo, no
renunció. Por cierto no faltaron abusos, pero la relajación preanunciada por los
«celantes» no se dio. «En contra de la insinuación de algunos adversarios»,
Holzapfel sostiene que la Decretal Exivi «no trajo ningún rasgo de relajación en
la Orden» aunque repetía substancialmente, y con más detalles, las
declaraciones de Gregorio IX y de Inocencio IV (p. 43).

4. Etapas y aspectos de la evolución conventual. Podemos, quizás, no


aceptar la generosidad de este juicio, sin embargo no cabe duda que las
mitigaciones consideradas como una de las manifestaciones del vivir
conventual, favorecieron y dieron grande impulso a algunas realizaciones
importantes que podemos definir como etapas de la evolución conventual de la
Orden porque las tornaron posibles y más fáciles.
Estas realizaciones favorecieron a la Iglesia y a la sociedad, y pueden
resumirse en un cuadro lógico-cronológico:
- abandono de los eremitorios y de los «conventos aisaldos» de la periferia, y
al mismo tiempo, presencia en la ciudadd, cada vez más presente en medio el
pueblo (1225s);
- construcción de conventos grandes e iglesias en la ciudad (1235s);
- iglesias declaradas «c.» (1250, 1252);
-compromisos pastorales y de asistencia espiritual, predicación,
administración de los sacramentos cada vez más apremiantes;
- incremento de la clericalización;
- organización de los Estudios c., provinciales, generales –el ordinarios o
incorporados a las universidades -;
- formación teológica y cultural más sólida, predicación doctrinal más amplia
y eficaz en comparación con las predicación penitencial de los comienzos;
- misiones populares y misiones entre los infieles;
- amplio y variado servicio a la Iglesia en el orden jerárquico a través de 147
obispos y arzobispos en el siglo XIII a partir de 1233, inclusive s. Ludovico de
Anjú; 6 cardenales, uno de ellos fue s. Buenaventura; un papa, Nicolás IV
(1288-92), el grande promotor de las misiones; servicio a la Iglesia en
delegaciones pontificias: Haymón de Faversham (1234), Juan de Pian del
Cárpine (1245), Juan de Parma (1249-50); en la acción conciliar: Concilio de
Lyón I (1245) con Alejandro de Hales, Concilio de Lyón II (1274), en el que se
destacó s. Buenaventura también en la acción ecuménica para la unión de las
Iglesias;
- enseñanza universitaria que, juntamente con los dos maestros ya
mencionados, tuvo teólogos, filósofos y científicos como Rogerio Bacon, Juan
de Pecham, Pedro Juan Olivi, Guillermo de Ockham;
- desarrollo litúrgico y devocional que se centró sobre los misterios de la
Infancia y de la Pasión, de la Virgen y del más allá a través del Nacimiento
vivenciado por s. Francisco, el Ángelus mandado por s. Buenaventura, el Dies
irae y el Stabat mater escritos por Tomás de Celano y por Jacopone de Todi
respectivamente;
- sensibilidad hacia el arte, que propulsó la construcción de extraordinarias
iglesias franciscanas en Asís, Florencia, Bolonia, Padua, Venecia, Nápoles,
Palermo, Friburg, Basilea, Würzburg, Colonia, etc... dónde, juntamente a
algunos artistas franciscanos, como Felipe de Campello y fray Martín,
trabajaron los más grandes genios de la pintura del siglo XIII y XIV: Cimabue,
Giotto, Simone Martini, los Lorenzetti;
- actividad caritativo-social que, casi siempre tenía su punto de referencia,
como centro ideal y real, las iglesias que el mismo pueblo y la ciudadanía
habían construido;
- y, por último, alma de todo, fueron los ideales de virtud y de santidad que
fueron alcanzados en grado heroico por no pocos religiosos. En efecto, en el
transcurso del primer siglo franciscano se cuentan 17 santos, de los cuales 12
fueron mártires, 21 beatos, y centenares de «beatos» proclamados por el
pueblo, cuyos nombres han sido ya mencionados (Di Fonzo, Series: Sancti, p. 48-50;
Martyrologium franciscanum, passim; Gratien, Hist. fond. évolution Ordre, p. 64-9, 81-96, 117-
138, 157-67; Brlek, De evolut. studiorum, p. 23-47; BiblTerra-Santa e Oriente Franc. I, p. 5,
163-9, 190-213, 219-28; -»Conventualismo; -»Franciscanos).
No habría sido posible llevar a cabo un apostolado tan amplio y
variado si los frailes hubiesen permanecido en los eremitorios, o si los
seguidores de Francisco, aunque extraordinariamente admirables por su
sencillez y espiritualidad, hubiesen continuado siendo «silvestres hómines» o
«poenitentiales» de Asís [hombres rústicos y penitentes de Asís, n.d.t.] (Anon. Per., n. 19:
MiscFranc 72 [1972] 445). Tampoco habría sido posible llevarlo a cabo quedando
al margen de cierto espíritu de adaptación a los imperativos siempre nuevos del
apostolado, aunque a costa de verse en la necesidad de mitigar uno u otro ideal
más heroico o alguna norma más rígida a fin de hacer que servieran mejor a su
objetivo, como se puede afirmar con santo Tomás (SumTh II-II, q. 188, art. 6, ad 3).

5. Promotores de la evolución conventual. - Fray Elías, a quien el


mismo Salimbene, su declarado adversario, – aunque no hable de las
Provincias, de las misiones, del apostolado- le reconoció el mérito de haber
promovido los estudios teológicos en la Orden; s. Antonio, el cual tomó parte
en la Comisión que obtuvo de Gregorio IX la primera declaración sobre la
Regla (1230) - aprobando las decisiones de moderación que ya habían sido
propuestas en el Capítulo; s. Buenaventura, pese a que en su primera carta
circular de 1257, y también posteriormente (1262), pusiera al descubierto los
abusos que se originaron en la Orden, sin embargo obtuvo la confirmación de
la bula Ordinem vestrum de Inocencio IV y las mitigaciones y privilegios
concedidos a la Orden, y solicitó más concesiones cuando las juzgó necesarias
y oportunas para la vida y el apostolado de los frailes. Buenaventura supo
defender prudentemente, y justificar con ahínco, el abandono de los eremitorios
y la presencia de los frailes en la ciudad, y supo justificar la necesidad de los
grandes conventos y de los estudios universitarios, y también de las demás
actividades apostólicas consecuentes asumidas por la Orden. Las presentó
como actividades del urgente deseo de la Iglesia que quería que los frailes
vivieran y operaran cada vez más en medio del pueblo: «Inter hómines...
propter eorum aedificatinem» [en medio de los hombres para su edificación, n.d.t.]; y
veía en las grandes casas e iglesias conventuales la oportunidad para que se
dieran las mejores condiciones para una «maior devotio... ordinatior vita...
officium divinum púlchrius... novitii melius informati... studium theologiae»
[para tener devoción más firme... la vida más organizada... el oficio divino más digno... mejor
formación para los novicios... el estudio de la teología, n.d.t.]; y bien sea a través de los
estudios más seriamente organizados como también a través de los cursos
universitarios, auspiciaba una mejor «aedificatio fidelium in fide et in
móribus» [formación de la fe y costumbre del pueblo cristiano, n.d.t.] porque había
condiciones para hacer una predicación doctrinal más sólida (Salimbene, Crónica,
p. 104; Eccleston, De adventu, col. XIII, p. 66; Sevesi, L’Ordine I, p. 9; s. Buenaventura, Epist.
de 3 quaest.: Ópera ómnia VIII, p. 333, 335, 337, 340, 367, 469; Holzapfel, Manuale, p. 30-1).

Con toda razón Ehrle considera a s. Buenaventura como el más digno


representante de la Comunidad de la Orden o conventual. Él escribe:
«Anderseits stellt uns Bonaventura die Communität in ihrer schönsten und
korrektesten Form dar»: «Buenaventura representa a la Comunidad en sus
aspiraciones más nobles y más correctas». Bonaventura estaba convencido de
que la Iglesia no quería volver a la vida austera practicada por los Menores en
el Valle de Spoleto. Consideraba el progreso de la Orden como un proceso
natural y necesario, y lo favorecía. Quería, sin embargo, y firmemente que el
espíritu del Fundador animara el cambio de disciplina que las distintas
circunstancias opuestas habían impuesto» (Die Spiritualen, en ALKGMA 3 [1887] 591-
2).
En lo que a este último punto se refiere, Bonaventura estaba totalmente
de acuerdo con los antiguos Celantes y los Espirituales de su tiempo (1257-74);
pero no cuanto al primero, porque, en la aceptación de la atenuación de
austeridad y en las inevitables debilidades que la acompañaban, los «celantes»
y los «espirituales» entreveían una fuente de grande relajación. A final de aquel
siglo y comienzo del XIV Ubertino de Casale denunciaba a los «laxationum
amatores et nutritores» [a los aficionados y promotores de relajaciones, n.d.t.], entre los
cuales habían de incluirse los superiores del gobierno tiránico: «tyrannidem
multorum... qui tyrannizant», y, entre las «laxationes», se complacía apuntar:
«convivia nimis lauta et abunda» [comida deliciosa y abundante, n.d.t.], casas grandes
e iglesias del tamaño de catedrales, y comrdores con fines de lucro, «cupíditas
funeralium et bonorum temporalium» [codicia por las ofertas provenientes de funerales
y por los bienes temporales, n.d.t.], «curiosa studia pagánica nimis continuata»
[grande premura y afán por las ciencias mundanas, n.d.t.] o estudios de filosofía y de
Aristóteles, búsqueda de oficios y dignidades, ausencia de los graduados en el
coro, preferencia por los conventos de su propia ciudad (Sánctitas vestra, en
ArchFrancHist 9 [1916] 28-33; Responsio ad libellum communitatis, en ALKGMA 2 [1886] 379,
380, 385, 388, 391, 415).
Esta clase de acusaciones, y otras por el estilo que encontraremos
repetidas y agrandadas en la Exivi de Paradiso de Clemente IV, estaban
dirigidas, con evidentes exageraciones y generalizaciones, contra la
Comunidad de la Orden, en víspera del Concilio de Vienne de 1311-12. Ni
siquiera perdonaban al más eficaz organizador de la Comunidad, después del
Santo Fundador y de Fray Elías, s. Buenaventura, a quien Jacobo de Masa,
recordado por Ángel Clareno, representaba con uñas de hierro a fin de poder
con ellas «irrúere... discérpere... laédere...» [aplastar... despedazar... herir, n.d.t.] al
ex general de la Orden Juan de Parma, a quien los Espirituales consideraban
como a su fundador (Historia 7 tribulationum: IV trib., n. 5: Ghinato, p. 121).
Hoy día, felizmente, los Celantes y los Espirituales están siendo
analizados no tan sólo en sus aspectos positivos pero también en los negativos.
Holzapfel ya pudo afirmar de los Espirituales que, aparte de algunas
excepciones, «lo que para ellos era considerado abuso, para s. Buenaventura
era considerado necesaria evolución de la Orden... cuya vitalidad y eficiencia
no habría podido sobrevivir a través de las rigurosidades de los Espirituales en
lo que a pobreza se refiere» (Manuale, p. 32, 37); y Cambell, acerca de los
Celantes y del más destacado e íntimo compañero de s. Francisco fray León,
escribió que éste, «cuanto más iba cargándose de años tanto más se alejaba de
la realidad» y que «en su místico apego a los ideales de los orígenes no supo
comprender y aceptar las adaptaciones necesarias para una Orden que estaba en
constante evolución de crecimiento y de madurez» (Frate Francesco 39 [1972] 20).
6. Nuevas exigencias. Comunidad y «Espirituales». - Llevando
adelante las « necesarias adaptaciones» la Comunidad de la Orden completaba
su evolución conventual. A las exigencias de estudio y de actividades
pastorales, misioneras, caritativo-sociales, se añadieron, en los ss. XIV y XV,
más exigencias provenientes de especiales acontecimientos que, no sin razón,
son consideradas las principales causas de la crisis generalizada que cayó sobre
toda la Iglesia y sobre la sociedad en aquella época. Estas causas son: la
prolongada permanencia de los Papas (1305-77) en tierra francesa o
aviñonense; la guerra franco-inglesa de los 100 años (1340-1437); la peste
negra (1348-49) y el grande cisma de Occidente (1378-1417); las guerras que
azotaron a Inglaterra, al Imperio, a los Estados italianos y al mismo Estado
pontificio; el espíritu renovador y reformador del Humanismo y de
Renacimiento; el enfriamiento de los ideales, aunque moderado, de la vida
religiosa en general.
Otra clase de mitigaciones lograron sobreponerse a estas nuevas
realidades. Como ya aconteció en el pasado, las mitigaciones, en su conjunto,
por un lado fueron, para la mayoría, motivo para sobrellevar un poco las no
fáciles dificultades del momento y las constantes presiones de la vida regular y
apostólica, mientras que no faltaron de ser consideradas, por un número más
reducido, ocasión deplorable de abusos.

El siglo XIV comenzó bajo el signo de una nueva declaración sobre la


Regla. Es la declaración de Clemente V en la Exivi de Paradiso, promulgada
para clausurar el Concilio de Vienne el 6-5-1312: la Bula confirma la pobreza
absoluta excluyente toda propiedad privada o en común; declara además que la
propiedad de cualquier clase de bienes pertenece a la S. Sede o a los donantes;
y a los frailes les autoriza el simple uso de hecho, incluyendo, naturalmente, el
uso de aquella parte de bienes que la Orden, como se declara aquí por primera
vez, puede lícitamente recibir, pero sin solicitarla, de sus candidatos novicios.
La Bula habla de los amigos espirituales o nuncios para el uso del dinero,
prohibido para los frailes, y habla otrosí, por primera vez en un documento
papal, del «uso pobre de las cosas», pero no a la manera como lo entendían los
«Espirituales», que lo interpretaban como un «usus arctus et tenuis», uso rígido
y restringido de todas las cosas, sino en sentido más abierto de la Comunidad
que, sí, reservaba el «pauper usus» o el «arctus usus» para las cosas
contempladas en la Regla, pero practicaba el «usus moderatus temperantiae»,
recordado anteriormente por Nicolás III, de una manera general, para todas las
demás cosas (BullFranc V, p. 82, 83, 85).
Siguen unos llamamientos en vista de algunos abusos presentes en la
comunidad denunciados por los «Espirituales», pero que aquélla rechazaba
como exagerados y generalizados, aunque reconociendo sus huellas en algunos
conventos y religiosos que la Orden, en distintas oportunidades, ya había
amonestado a través de estatutos y documentos punitivos. A éstos se dirige el
Papa, pues él también le resta importancia a la acusación y evalúa el grado de
violación de la pobreza (BullFranc V, 83-5; Ubertino, Sánctitas vestra, en ALGKMA 3
[1887] 51-89; Holzapfel, Manuale, p. 51: «Ubertinum tribuendo toto Ordini vitia
singulorum iniuste ágere»).

Otra mitigación viene de Clemente V: esta atañe al problema de los


graneros y despensas. El Papa aclara que no le parece verosímil que Francisco
hubiera quedado conforme con aquello, sin embargo él los permitirá siempre y
cuando fuesen instituidos «non ex timore levi... sed ex iam expertis», es decir
después de haber comprobado con seriedad que no hay otra solución para
proveer a las necesidades de los frailes (BullFranc V, p. 84). Los frailes,
naturalmente, no dejaron de hacer uso de esta concesión durante el no corto
período de los tristes acontecimientos político-religiosos-militares ya
mencionados; y Juan XXII, sucesor de Clemente V, la tendrá presente cuando
hablará con el ministro general sobre aquel estado de necesidad para toda la
Orden, declarando que los que habían adherido a aquella concesión no podían
ser considerados «suae Régulae transgressores» [transgresores de la Regla, n.d.t.]
(Quorundam éxigit 7-10-1317: BullFranc V, p. 130).
La Bula del Papa exhortaba firmemente a los Espirituales a someterse a
la obediencia, «sub excommunicationis poena» [bajo pena de excomunión, n.d.t.], y
no solo por causa del hábito «curtos, strictos, inusitatos et squálidos» [cortos,
apretados, raros y burdos, n.d.t.] disconformes del de la comunidad de la Orden, sino
también por su estilo de vida. En efecto, su austeridad y pobreza extrema,
unida a la observancia al pie de la letra de la Regla y del Testamento de s.
Francisco, estaba comprometida por el fanatismo - «fanáticum furorem»,
escribe Holzapfel (Manuale, p. 58-9) - a través del cual ellos se oponían a la vida
más moderada, y a la vez más activa, de la Orden, y a las distintas
declaraciones pontificias que la habían promovida: «Órdini detrahens», anota
el Papa, «unionem scindens», «recta ipsarum declarationum verba convertens
in devium..., suis accómodans sénsibus» [Desacreditan a la Orden, destruyen la
unidad, malinterpretan las declaraciones acomodándolas a sus propios gustos, n.d.t] . Y
añadía: «toda religión está destinada a desaparecer cuando no tiene más el
fundamento de la obediencia meritoria de los súbditos. Importante es la
pobreza, más impotante aun es la castidad, pero supremo bien es la obediencia.
La primera controla los bienes, la segunda el cuerpo, pero la tercera controla la
mente y el espíritu» (BullFranc V, p. 128, 130).
La mayoría de los Espirituales recapacitó; unos pocos fueron
condenados; otros se zafaron completamente de la obediencia de la Orden y
fundaron una nueva orden nombrando superiores propios y hasta un ministro
general propio y viviendo según sus conocidos ideales de austeridad y
observancia.
Su declarada rebelión contra la Iglesia y contra la Orden fue duramente
reprimida, y fueron suprimidos juntamente con los Fraticelli entre los cuales se
habían refugiados y con los cuales fueron identificados después de la condena -
«ab Ecclesia Dei pénitus abolemus» [los borramos radicalmente de la Iglesia de Dios,
n.d.t.] (Sancta Romana 30-12-1317: BullFranc V, p. 135) -, se ordenó también proceder
civilmente contra ellos tachándolos de «viros pestíferos et seminatores
errorum» [hombres pestíferos y propagadores de errores, n.d.t.]. Estos errores estaban
expresados, de una manera general, en la Quorúndam éxigit y en la Sancta
Romana, y presentados explícitamente en la Gloriosam Ecclesiam (23-1-1318)
la cual pronuncia la condena definitiva contra los Espirituales y los Fraticelli.
Sus errores fueron definidos como de sabor joaquimita, de inspiración
donatista, de mentalidad valdense, sobretodo de tendencia «espiritual»:
«pestilentíssimas novitates» [novedades sumamente pestíferas, n.d.t.] que requieren
pronta intervención «contra istorum insaniem quasi contra publicam pestem,
Ecclesiae Romanae rebelles, perversi dógmatis assertores » [contra la locura de
éstos como si fueran una peste pública, rebeldes a la Iglesia Romana, fautores de verdades
depravadas, n.d.t.] (BullFranc V, p. 130, 135: errores generales; 137-42: errores específicos y su
condena).
En cambio la Orden, que los Espirituales y los Fraticelli acusaban «de
transgressione Régulae» por motivo de su estilo de vida más moderada porque
motivada por la declaraciones pontificias, era enaltecida por Juan XXII como
«fide clarus, caritate profusus, humilitate plácidus, obeditione devotus» [por su
fe segura, caridad comprobada, humildad apacible, obediencia devota, n.d.t], por doctrina y
ejemplo admirable, de grande utilidad para la Iglesia (BullFranc V, p. 138). No
cabe duda que las fórmulas de este elogio, tal como las anteriores de
reprobación, son bastante cargadas, sin embargo la sustancia corresponde a la
realidad: por un lado, aunque con algún abuso y una vida menos austera, se
trabajaba en total servicio a la Iglesia y a la sociedad; por otro lado, aunque
llevando una vida más austera y cultivando ideales que, por supuesto, podrían
haber sido más heroicos, se criticaba a la Orden y a la Iglesia, no llevando en
cuenta que la obediencia era el «bonum máximum», como se lo había dicho
Juan XXII, y que s. Francisco, en la Regla había deseado que su hijos
permaneciesen «semper súbditi et subiecti pédibus Sanctae Romanae
Ecclesiae» [siempre sumisos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe
católica, n.d.t.] (Quorundam éxigit: BullFranc V, p. 130; 2Reg c. 12; Holzapfel, Manuale, p.
59).
7. Comunidad y pobreza absoluta. – Sin embargo, la Orden que Juan
XXII acababa de proclamar «humilitate plácidus», «obeditione devotus»,
quedó sorprendida cuando el mismo Papa puso en tela de juicio la pobreza
absoluta de Cristo y de los Apóstoles, razón de ser de la pobreza absoluta de la
Regla Franciscana. En efecto, la Comunidad de la Orden – como ya los
Espirituales – centraba en aquella pobreza la superior perfección religiosa. Es
comprensible, pues, la reacción que provocó cuando, en el capítulo general de
Perusa, ella intervino tomando partido (4, 7-6-1322) en favor de la sentencia
franciscana, adelantándose al pronunciamiento del Papa y de la Comisión de
teólogos convocada por él (Holzapfel, Manuale, 59-60).
Por cierto, aquella fue una reacción irreflexiva, propuesta por los dos
cardenales de la Orden Vidal du Four y Bertrand de la Tour. Juan XXII no
tardó en contestar, y con él la Comisión también, y condenó como «falsa y
herética, porque contraria a la S. Escritura, la afirmación pertinaz según la cual
Cristo y los Apóstoles no poseyeron nada en privado ni en común» (Cum inter
nonnullos, 13-11-1323: BullFranc V, p. 256-9).
Y, como que queriendo apuntar hacia una visión más realista de la
pobreza, y dar proporción a la propugnada suprema perfección religiosa que -
se decía - se fundamenta sobre la pobreza absoluta de la Regla franciscana, el
Papa decidió nivelar a la Orden Minorítica con las demás Ordenes
Mendicantes, y por eso le quitó las declaraciones y privilegios concedidos, de
manera que los bienes muebles e inmuebles, que le hubiesen sido otorgados o
donados, se tornaron propiedad de la S. Sede, administrados por Procuradores
o Síndicos apostólicos así como se hacía con el dinero de las limosnas y de las
ventas o permutas (Ad conditorem canonum, 8-12-1322: BullFranc V, p. 245-6).
Pero no faltaron algunas reservas: la primera y la segunda
determinación atañían a los bienes que en el futuro serían concedidos o
donados a la Orden; la primera, es decir la de la retención de la propiedad de
aquellos bienes por parte de la S. Sede, excluía a las iglesias y conventos, y sus
anexos; la segunda, la de la abolición de los Procuradores o Síndicos
apostólicos y su administración, no excluía la posibilidad de «autorizaciones
especiales». Sin embargo, estas reservas casi nada quitaban a la severidad de
aquella disposición papal (BullFranc V, p. 245-6; Holzapfel, Manuale, p. 63; Wagner,
Historia Const., p. 30).
Los efectos de esta determinación fue que se derrumbaba aquel
régimen de pobreza mediante el cual Gregorio IX, Inocencio IV, Nicolás III,
Martino IV y Clemente V habían tornado más fácil la observancia de los
preceptos de la Regla de s. Francisco que rezan así: «no se apropien nada» y
«de ningún modo reciban dinero» (2Reg c. 4). A partir de aquel momento, la
Orden empezaba a tener no más el simple uso de hecho de los bienes sino a
constituirse propietaria, por lo menos de jure, y administradora directa. El
antiguo sistema era considerado una «simulatio», una «perversa simulatio», en
la que «no el uso de los frailes debería ser llamado simples, sino el dominio de
la S. Sede», «dominio verbal, molesto, oneroso» debido a las cuestiones y
disputas que levanta; no provechoso para los frailes en vista de su estado de
perfección, porque la carencia de propiedad, que es motivo de alarde de los
Minoritas frente a las demás Ordenes Mendicantes que poseen en común, en
efecto no torna a nadie más pobre; y también porque «la perfección de la vida
cristiana radica principal y esencialmente en la caridad» más que en la pobreza
(Ad conditorem canonum: BullFranc V, p. 245, 236-7, 243-4).
Algo parecido lo había ya afirmado santo Tomás, pero a través de
argumentos más convincentes, es decir usando el argumento del medio
proporcionado con el fin, y sobretodo sin tachar de «simulatio» y de «perversa
simulatio» lo que tantos Papas habían pensado como lo mejor para la
observancia de la Regla de s. Francisco: «tanto erit unaquaeque religio
secundum paupertatem perfectior – había afirmado el Angélico – quanto habet
paupertatem magis proportionatam proprio fini» [toda religión es tanto más perfecta
desde el punto de vista de la pobreza, cuanto más su pobreza está proporcionada a su propio fin,
n.d.t.] (SumTh II-II, q. 188, a. 7, ad resp y ad 1).
El axioma de s. Tomás, y también la praxis de todas las Ordenes
Mendicantes, como por ej. la Dominica, que aceptaban la propiedad en común,
habría podido serenar a la Orden franciscana y motivarla a aceptar la praxis que
había sido sugerida por el Papa y las demás atenuaciones. Sin embargo, la
manera cómo aquella sugerencia había sido presentada, y también la condena
dada a una doctrina muy querida al franciscanismo, y los reparos bastante
pesados acerca del régimen de pobreza de la Orden y de las motivaciones de
perfección que se pensaba sacar – reparos que quedaron en la redacción más
mitigada de la Comisión papal, que es la que nosotros citamos – no permitieron
tomar en consideración aquella sugerencia que, por cierto, podía considerarse
estar en sintonía con las anteriores mitigaciones (BullFranc V, p. 235-6, nt. 5 primera
edición).
A todo eso, se deben añadir las reacciones, muy comprensibles por
cierto, pero excesivas e injustificadas, que los mayores responsables de la
Orden provocaron, es decir:
. el ministro general Miguel de Cesena y el procurador Bonagracia de
Bérgamo, que tomaron partido y deplorablemente adhirieron a Ludovico el
Bávaro: de esta manera hacían propias las acusaciones de éste contra el Papa y
apoyaron la deposición del mismo y la exaltación del antipapa Nicolás V;
. la intransigencia de Juan XXII en defender sus decisiones, y también la
dureza en condenar a los «fabricatores mendaciorum» y «duo viri nequam»
[promotores de engaños... y los dos sujetos malos, n.d.t.]: es decir Miguel de Cesena y
Bonagracia;
. los duros ataques dirigidos contra la Orden, después de su sumisión, de parte
de los ex Espirituales o Fraticelli.
Por todas esas razones se comprenderá fácilmente cómo, en esta
tensión de ánimos – llevando en cuenta el apego de la Orden al principio de la
pobreza absoluta – no era posible tomar en consideración la proposición que
hablaba de propiedad en común (Juan XXII: Quia quorundam, 10-11-1324; Dudum ad
nostri, 6-6-1328; Quia vir réprobus, 16-11-1329: BullFranc V, p. 271-80, 346-9, 408-49;
Nuevas condenas: BullFranc V, p. 279, 347,408; Antipapa y Minoritas: BullFranc V, p. 348,
353-4 nt. 3; Bonagracia y Miguel de Cesena: BullFranc V, p. 237-46, nt. 5; 346-9; AnalFranc II,
p. 135; Holzapfel, Manuale, p. 58-71; Moorman, A History, p. 313-25).
Graves errores habían sido cometidos por las supremas autoridades de
la Orden en los años 1322-28, aunque con la intención de defender un
nobilísimo ideal. La totalidad de los frailes – más de 30 mil presentes en las
distintas regiones de la cristiandad y misiones – había permanecido fiel a la
Iglesia y al Papado, y en el capítulo general de Lyón de 1325, bajo el gobierno
de Miguel de Cesena, los denigradores del Papa Juan XXII habían sido
exhortados a hablar «cum débitis reverentia et sobrietate » [con el debido respeto y
moderación, n.d.t.] (Const. Lugdunenses, c. 7, n. 16: ArchFrancHist 4 [1911] 533).

8. Nueva y definitiva evolución en materia de pobreza. –Después de


haberse concluída la escabrosa controversia acerca de la pobreza, los frailes,
por lo menos por principio, permanecieron fieles a los preceptos de la Regla. Y
habiéndoles quitados, en lo que a los bienes futuros se refiere, el apoyo de la
institución propietaria de la S. Sede y de sus administradores o Síndicos
apostólicos, acudieron a los Síndicos de las Clarisas y a las «concesiones
especiales» previstas. Pero, en la práctica, no dejaron de hacer uso de las más
substanciales concesiones de Juan XXII. Esta costumbre, posteriormente,
quedó reflejada en las Constituciones de la Orden, y contribuyó
significativamente a crear una nueva mentalidad y a favorecer una nueva
actitud de cara a la pobreza. Las Constituciones de Lyón (1325) registraban
aquellas concesiones invitando a respetarlas; las de Perpignano (1331)
rechazaban la propiedad personal, pero no hablaban de la pobreza en común;
las Constituciones Benedictinas de Benedicto XII, Cisterciense (1336) parecían
más aptas para ricos monjes que para pobres Minoritas (ArchFrancHist 4 [1911]
533; 2 [1909] 417; 30 [1937] 332-86; Glassberger, Chrónica, en AnalFranc II, p. 166; Wagner,
Historia Const., p. 53-6).
No cabe duda que, a partir de Gregorio IX, comenzó a tomar cuerpo el
principio proclamado por Juan XXII: «Poseer algo en común no anula la
altísima pobreza». En efecto, bien sea los Frailes Menores como los
Predicadores – en efecto, éstos últimos «poseen algo en común» - son llamados
por el Papa Gregorio: «Seguidores de la altísima pobreza de Cristo» (Juan XXII,
Quia quorumdam, 10-11-1324: BullFranc V, p. 275).
Una argumentación análoga, aunque restringida a los bienes muebles,
los Minoritas ya la habían hecho en 1230, como consta en la bula Quo elongati
(BullFranc I, p. 69); vuelve a aparecer ahora, después de un siglo, pero con mayor
énfasis, llevando en cuenta las distintas declaraciones pontificias y
especialmente la de Juan XXII, y la praxis y las constituciones de la Orden. Sin
embargo, pasarán dos siglos más antes de ser aceptada definitivamente, en el
Concilio de Trento, el 3-12-1563, por una de las Familias franciscanas, la
Conventual, ante la presencia de circunstancias y propuestas nuevas de la
Iglesia, preocupada por una mayor uniformidad entre las Ordenes religiosas.
En cuanto eso, fueron solicitados, y obtenidos de Bonifacio IX, los
Administradores o Síndicos apostólicos (16-2-1395); éstos fueron confirmados
por Martino V, que revocaba también, en lo que a ellos se refiere, la Ad
conditorem cánonum (1-11-1428). El Papa eximía a los Conventuales de
algunas cláusulas restrictivas acerca de la pobreza, clausulas que habían
aceptado a través de las constituciones Martinianas de Asís (27-7-1430). Aun
no había pasado un mes (23-8-1430) cuando, revocando la Ad conditorem y
también la administración de la propiedad de los bienes, devolvió la propiedad
a la S. Sede y la administración a los Procuradores o Síndicos apostólicos, y
confirmó también, el uso para los frailes. La bula Ad statum Órdinis otorgaba
una propiedad más amplia, y también el uso más amplio que comprendía no
solo los bienes muebles e inmuebles contemplados en las anteriores
declaraciones pontificias – pues en éstas, por ej. los inmuebles estaban
restringidos a las iglesias, conventos y huertas anexos – sino también la
propiedad y los fundos no anexos, las rentas anuales, las cosechas y toda clase
de entrada obtenidas o que se podrían recibir como donación, herencia u otros
títulos (Bonifacio IX, Vestrae sacrae: BullFranc VII, p. 45; Martino V, Amabiles fructus,
Pervígilis more, Ad statum Órdinis: BullFranc VII, p. 712, 738, 739).
Muchas costumbres habían sido desaprobadas por la Exivi de Paradiso
de Clemente V. Pero, a lo largo de la crisis general del s. XIV y después de las
determinaciones de Juan XXII, aquellas costumbres se habían propagadas
notablemente, de manera que la Ad statum Órdinis no hacía ninguna concesión
nueva, más bien codificaba y justificaba una situación que ya existía. Por esta
razón, es exagerado afirmar que aquella Bula constituye la «Magna charta» de
los Conventuales o del Conventualismo (Holzapfel, Manuale, p. 101; Sevesi, L’Ordine,
I, p. 53; Cresi, S. Francesco, p. 113), pues, como ya hemos visto, los C. ahondan sus
raíces en tiempos mucho más remotos: «Les Frères Mineurs Conventuels son
historiquement, la continuité de l’ancienne 'Communauté” organisé par st.
Bonaventure» [Los Frailes Menores Conventuales son, históricamente, la continuación de la
antigua ‘Comunidad’ organizada por s. Buenaventura, n.d.t.] (Cathol 4 [1956] 1610).
Las razones que llevaron al Papa a autorizar estas mitigaciones acerca
de la pobreza son las que ya conocemos: las urgencias, cada vez más nuevas de
la vida y del apostolado, es decir, dar a los frailes la «posibilidad de entregarse
más plenamente al sagrado ministerio» y «para que sean gratificados con más
prósperos sucesos»: «ut divinis obsequiis intensius vacare possint» y «ut
prosperioribus in pósterum successibus gratulentur» (BullFranc VII, p. 737,
739).
Martino V (1430) hacía suyo aquel «laudabile opus» [loable hecho n.d.t.]
ya recordado por Honorio III (1226), y también el «officiorum sui status
executionem» [el proseguimiento de los compromisos de sus obligaciones, n.d.t] de
Nicolás III (1279), así como Eugenio IV (1432) y Sixto IV (1472),
confirmando las concesiones martinianas, evocarán las motivaciones: el
primero afirma que la pobreza mitigada no impedirá a los frailes «quamplúrima
fructuosa ac utilia» [muchas obras provechosas y útiles, n.d.t]; el segundo, ex ministro
general de la Orden, afirma que la Orden no habría podido llevar adelante sus
múltiples actividades apostólicas y de estudio, que con tanto celo atendía,
tampoco habría podido cuidar y conservar convenientemente sus espléndidas
iglesias, centros de espiritualidad y de arte, «ex incerta mendicitate et minutis
eleemósynis» [con la insegura mendicación y las muy reducidas limosnas, n.d.t.] (Sixto IV,
Dum fructus úberes, 28-2-1472: BullFranc, ns. III, p. 66; Eugenio IV, Movet nos, 28-4-1432:
ibid, I, p. 35).
La Familia Conventual, y las demás Ordenes religiosas también,
tuvieron presente estas razones apostólicas y culturales cuando, uniformándose
al programa del Concilio de Trento (3-12-1563), aceptaron la propiedad en
común, que marcaba la última etapa de la evolución cuanto a mitigaciones de
la pobreza que, como ya se ha dicho, tuvieron siempre su razón de ser en vista
de un más amplio apostolado y del bien de la Iglesia y de la sociedad (Conc.
Trento, Ses. XXV: De Regularibus, c. 3: Acta IX, p. 1080).

9. Conventuales y Observantes. – Sin embargo, las incomprensiones de


los Celantes y Espirituales que se habían dado en el s. XIII y en los primeros
decenios del s. XIV, vuelven a repetirse, infelizmente, cuando surge (1368) y
se afirma la -»Observancia (1415): ésta, propulsando el retorno a los
eremitorios, proponiendo el descuido de los estudios, porque considerados
contrarios a la sencillez franciscana, huyendo de las dignidades eclesiásticas y,
a través de cierta forma de vestir y de calzar, retomaba algunas posiciones más
controvertidas de los Celantes y Espirituales, aunque llevara a la practica,
como primero objetivo, las más altas instancias de la espiritualidad y los más
austeros ideales de pobreza.
El sentido común y práctico de la vida llevó a abandonar lo que era
secundario o no correspondiente a las exigencias del apostolado, que ella
también quería realizar. De esta manera también dentro de la Observancia se
dio un proceso de adaptación y de evolución. Esto constituyó un proceso
razonable de conventualización, al que no permanecieron extraños algunos
religiosos con formación conventual, como s. Bernardino de Siena y el b.
Alberto de Sarteano que, juntamente con s. Juan de Capistrano y s. Juan de la
Marca, representaron la afirmación plena de la Observancia a servicio de la
Iglesia y de la sociedad. Después de los primeros cincuenta años de vida muy
humilde, muy modesta, muy austera y retirada, pero muy poco operosa y eficaz
en la misma espiritualidad y santidad, siguió un segundo período rígido y más
abierto a comprensibles adaptaciones, pero más pujante en obras y virtudes, en
sintonía con las extraordinarias actividades apostólicas de las mencionadas
«columnas de la Observancia».
Sin embargo, las incomprensiones y roces con la Comunidad de la
Orden o Conventuales no cesaron, las antiguas quejas volvieron a aparecer en
las «quaerimoniae» [quejas, n.d.t.] presentadas en la Universidad de París (1410)
y en el Concilio de Constanza (1415) y fueron recogidas una vez más en los
Advisamenta de Micheli del Padovano (1455) y presentadas de nuevo en las
Solutiones de Brugman (1460). En París la Observancia volvió a echar en cara
las acusaciones que los Espirituales y Ubertino de Casale habían ya presentado
en el Concilio de Vienne cien años antes: eran una copia literalmente idéntica
que no honra a los acusadores. Y, cuando presentaban alguna novedad, ésta
estaba imbuida de celo extremadamente exagerado: «silentium frangere non
dubitant; de inclinationibus et aliis cerimoniis nihil vel saltem modicum
curant» [no les importa el silencio, no se preocupan minimamente de arrodillarse ni de
observar las demás ceremonias, n.d.t.] (Textos comparados por Oliger, en ArchFrancHist 9
[1916] 27-34, 40).
También las acusaciones recogidas por el teólogo y humanista
conventual Francisco Micheli del Padovano de Florencia – que, por cierto, no
se mostró absolutamente condescendiente con sus co-hermanos – aparentan ser
bastante ‘celantes’: los Observantes afirmaban que no podían convivir con los
Conventuales porque éstos aceptaban limosnas en dinero: conventos y frailes
se tornaban, pues, «propietarios» y los religiosos vivían «continuo in peccato
mortali» (Advisamenta, ed. R. Pratesi, en ArchFrancHist 48 [1955] 113, 116).
En el año 1460 el Observante Brugman, ex Conventual, volvía a
mencionar los «laxationum amatores» [fautores de relajación, n.d.t.], notificados por
Ubertino de Casale, mediante una fórmula menos drástica, «latae viae fratres»
[los hermanos del camino ancho, n.d.t.], pero substancialmente la misma porque
invitaba a sus nuevos hermanos a alejarse de los Conventuales y de sus casas,
llamadas «de deformatione» y de violencia, a menos que alguien no quisiese
tornarse «mártyr aut apóstata aut dissolutus» [mártir o apóstata o disoluto, n.d.t.]. La
evidencia de estas nuevas exageraciones y generalizaciones salta a la vista por
el hecho de que él intencionalmente ubica aquellas casas conventuales «in
infinitis locis» [en casi todos los conventos, n.d.t.] mientras que una u otra
«incarceratio» o «verberatio» [prisión o fustigación, n.d.t.], por cierto muy comunes
en aquel entonces en la sociedad civil y religiosa, es mencionada en apenas 2
conventos de la pequeña Custodia de Brabante. Además s. Bernardino de
Siena, quien fue huésped asiduo en las casas conventuales de Siena, Florencia,
Bolonia, Padua, L’Áquila, donde murió entre los Conventuales (1444), jamás
se tornó mártir ni disoluto (Brugman, Solutiones, ed. F.A.H. Van Den Homberg, en
ArchFrancHist 64 [1971] 349, 351, v352, 356).
Abusos no faltaron y, por cierto, graves como por ej.: el debilitarse de
la vida de comunidad y el afirmarse de la vida privada; el uso directo e
indiscriminado de bienes y dinero; la búsqueda de oficios y dignidades extra
Órdinem; la exagerada concesión de favores y privilegios para los superiores y
maestros mediante la asignación de compañeros, fámulos y sirvientes; la
violación de los votos debido a insubordinaciones y libertinaje
(-»Conventualismo: Aspectos negativos). Sin embargo, sería totalmente injusto
atribuir a toda la Orden, integrada por 30.000 religiosos, los abusos de una
minoría no representativa; tampoco sería correcto tildar como abusos lo que
eran tan sólo privilegios y permisos, inoportunos quizás, pero legítimos porque
concedidos por los Papas. Y eso es lo que les otorga validez, aun prescindiendo
del clima y del ambiente donde aquellos abusos, verdaderos o presuntos,
maduraron dentro de la Orden Franciscana, así como en cualquier otra Orden
religiosa, llevando en cuenta la crisis general que se había desatado dentro la
Iglesia y la sociedad en los siglos XIV y XV.
Aquellos fueron siglos de crisis y de abusos, pero también de grande
vitalidad y grandiosas realizaciones en el campo misionero, pastoral,
jerárquico, espiritual, científico, caritativo-social, contando con la presencia de
destacados apóstoles y pastores de almas, santos y operadores de la caridad,
maestros de vida y de doctrina, promotores de cultura y de arte: todos, y con
sus realizaciones, conforman la floración de la evolución conventual de la que
estamos hablando: para los unos y los otros enviamos a la exposición más
exhaustiva que se llevará a cabo bajo la voz -»Franciscanos.

A este punto, presentamos algunos nombres y fechas para


complementar lo ya dicho acerca del s. XIII (Cfr. IV, n. 4), y para ejemplificar
mejor las anotaciones sobre el proceso de la evolución conventual a lo largo de
los siglos XIV y XV.
A lo largo de estos dos siglos, la Familia Conventual, solamente ella,
contaba con 30-35.000 religiosos, 34 Provincias, 7 Vicarías, 226 Custodias,
1.500 conventos esparcidos por el mundo (Di Fonzo, Series, p. 68-9).
Era asombrosa la cantidad de regiones de misión en África y Asia: en
China, la obra misionera comenzada otrora por Juan de Montecorvino (1289-
†1328) fue llevada adelante por el b. Odorico de Pordenone (†1331) y por Juan
de Marignolli (†1359), mientras que el b. Gentil de Matélica evangelizaba a
Persia (†1340); y los ss. Nicolás Tavelic y sus 3 compañeros eran martirizados
en Tierra Santa (1391): éste es el broche de oro de las misiones franciscanas,
cuya Custodia permaneció en manos de los Conventuales hasta el año 1434-39.
Las misiones recibieron nuevo incremento hacia el Oriente europeo,
ruso, lituano a través de la institución (OP-OMin) de los ‘Frailes Peregrinantes
por amor de Cristo’ (aprox. 1300-1425); y nuevos caminos se abrían para la
evangelización cristiana a raíz del primer encuentro con el nuevo mundo
(1492), en la que no faltó el aporte de los franciscanos Juan Pérez y Antonio de
Marchena, imbuidos de formación conventual en La Rábida, dónde fueron los
consejeros y protectores de Colón (Golubovic, Bibl. Terra Santa e Oriente Franc., I, p.
190-213; II, 131-40; III, 86-96; IV, 257-309; V, 282-97; Mortier, Hist. des Maîtres: Frères
Pérégrinants, III, p. 27-40; 442-8; 678-81; Holzapfel, Manuale, p. 216-7; Odoardi, Custodia di
Terra Santa, en MiscFranc 43 [19443] 218-56; A. Ortega, La Rábida I, Sevilla 1925, p. 186-215;
ArchIbAmer 17 [1957] 148; P. Borges, Primeras expediciones misioneras a América, en
ArchIbAmer 27 [1967] 121-33).

Aparte el apostolado misionero, continuaba ampliándose el apostolado


pastoral, y las grandes casas e iglesias que otrora, en el s. XIII, habían sido
centro de cultura y de espiritualidad, fueron llevadas a término y mejor
estructuradas. Las iglesias fueron dotadas de nuevas obras de arte: en la
basílica de s. Francisco en Asís, fueron invitados a aportar su estilo Cimabue,
Giotto, Simón Martini, los Lorenzetti; Pinturicchio y Melozzo de Forlí en
Araceli y en los SS. Apóstoles, en Roma; Benozzo Gózzoli, Octaviano Nelli y
el Perugino en s. Francisco de Montefalco, de Gubbio, de Città di Castello, de
Perusa; Piero de la Francesca y Iacobello y Pierpaolo de Masegna en el S.
Francisco de Arezzo y de Bolonia; Benedicto de Maiano y Lucas Della Robbia
en S. Croce de Florencia; Donatello en El Santo de Padua; Bregno, Bellini y
Vivarini en ‘S. María Gloriosa dei Frari’ en Venecia. Los conventos,
especialmente los que estaban ubicados en las grandes ciudades, instuituyeron
nuevos Estudios y bibliotecas. El año 1450 aproximadamente, los C. contaban
con 16 estudios generales universitarios oficialmente autorizados por la Orden:
unos treinta funcionaban de hecho en las distintas ciudades de Europa. Aparte
los más antiguos, como el de París, Oxford y Cambridge, hay que recordar el
Estudio de Tolosa, de Montpellier, de Lérida y de Salamanca, de Colonia y de
Erfurt, de Viena y de Praga, de Bolonia, Padua, Florencia, Perusa, Roma,
Nápoles (L. Bracaloni, L’Arte francescana, Todi 1924; Brlek, De evolutione studiorum, p. 40-
7; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 44 [1944] 170-6).
En estos Estudios nace y se afirma la escuela franciscana, en su doble
aspecto buenaventuriano y escotista; y en ellos se han formado los mejores
hombres de la Orden, promotores de la continuidad e incremento del ya amplio
servicio prestado a la Iglesia: jerarquía, actividad ecuménica y conciliar,
enseñanza universitaria, inquisición y predicación en vista del peligro turco,
evolución litúrgica y devocional, promoción de las ciencias y artes, acción
caritativo-social que, en aquellos siglos cuajó en los -»’Montes de piedad’ y
-»’Montes frumentarios’ (A. Ghinato, Studi e docum. intorno ai primit. Monti di Pietà,
Roma 1959; Id., I primi Monti frumentari, en Ant 33 [1958] 423-42; 34 [1959] 32-72).
Fueron aproximadamente 915 los Obispos designados de entre los
Conventuales a lo largo de los siglos XIV y XV; 20 Cardenales: Marcos de
Viterbo entre otros, muy estimado por Urbano V, y Ludovico Donati, uno de
los fundadores de la Facultad Teológica de Bolonia (1364), Pierre de Foix, que
trabajó mucho por el reconocimiento de Martino V (1417-31); 10 Patriarcas
para: Jerusalén, Grado, Antioquía, Constantinopla; 2 Papas, si al lado de Sixto
IV (1471-80) se quiere recordar a Alejandro V, el «Papa Pisano» (1409-10)
cuyo nombre va unido al intento de superar el triste cisma de occidente en el
Concilio de Pisa (R. Ritzler, Cardinali e Papi OFMConv,en MiscFranc 71 [1971] 3-77).

Dignos de mención son también los Frailes que sobresalieron en el


concilio de Constanza (1414-18), de Basilea-Ferrara-Florencia (1413-45), y del
Lateranense V (1512-17) como el ya recordado Pierre de Foix: el Ministro
General Guillermo de Casale, Helie de Bourdeille, futuro cardenal y solícito
defensor de los derechos de la Iglesia en Francia, Jorge Benigno Salviati
protector de Savonarola, Mauricio Hibérnico primate de Irlanda y fecundo
escritor y editor de filosofía y teología escotista (L. Spätling, Der Anteil der
Franziskaner an den Generalkonzilien, en Ant 36 [1961] 300-40).
Otros nombres famosos: el biblista Nicolás de Lyre y el teólogo
Francisco de Mayron; el filosofo Antonio Trombetta y el literato Juan Bertoldi
de Serravalle, traductor al latín de la Divina Commedia para los padres
conciliares de Constanza; el matemático Lucas Pacioli, amigo de León Battista
Alberti, de Melozzo de Forlí, de Piero de la Francesca y muy apreciado por
Leonardo de Vinci, quien le revisó los diseños para su De divina proportione.
Hay que recordar también al historiador Paolino de Venecia y al hagiógrafo
Bartolomé de Pisa; a los artistas Jacobo Turriti y Juan Giocondo: el primero,
famoso por sus mosaicos en el ábside de S. Juan de Letrán y de S. María La
Mayor en Roma; a los predicadores Felipe de Moncalieri, Roberto Carácciolo y
Juan de Werden, compilador del famoso prontuario oratorio «Dormi secure»
que, con sus 25 ediciones tan sólo en el siglo XV, ofreció un garantizado
material de apoyo a muchos predicadores (Di Fonzo, I Francescani, p. 199-203, 210-
20: A. Murit, Prédication franc., en MiscFranc 39 [1939] 438-48; B. Belluco, De sacra
praedicat. in OMin, Roma 1956).
Tampoco faltaron, en estos siglos de crisis, religiosos de grandes
virtudes y santidad, pues florecieron 6 santos: Nicolás Tavilic entre otros, s.
Pedro Regalato y s. Bernardino de Siena; 17 Beatos: Odorico de Pordenone,
Gentil de Matélica, Jacobo de Strepa, entre otros; un centenar,
aproximadamente, de «Beatos» proclamados por el pueblo: Juan Duns
Escoto14, Hugo Panziera, Juan de Montecorvino, Bartolomé de Pisa, Juan
Ristori director espiritual de s. Bernardino (Martyrologium Franciscanum, Roma 1939,
Aureola Seráfica, I-VI, Venecia 1951-54; Di Fonzo, Series, p. 48-54).
Hoy día ha sido reconocido que el «Conventualismo no fue sinónimo
de relajación» (CollFranc 31 [1961] 114), y que, aunque entre abusos y excesos, fue
«algo bueno en la intención de los frailes que lo promovieron y de los Papas
que lo aprobaron, bueno por los frutos que aportó a la Iglesia y a la sociedad»
(Cresi, S. Francesco, p. 102). Pues bien, éste fue también el juicio de los Papas bajo
los cuales «toda la Orden evolucionó conventualisticamente». Todos ellos, en
efecto, aunque auspiciando una observancia siempre más fiel a la Regla,
reconocieron en los Minoritas:
- una «evidens ex eis utilitas Ecclesiae universali» [un indiscutible servicio a la
Iglesia universal, n.d.t.]: Gregorio IX (1230) y el concilio de Lyón II (1274);
- «el ardor de su apostolado»: Nicolás III (1279);
- «los abundantes frutos provenientes de su vida ejemplar y de su beneficiosa
doctrina»: Clemente V (1312);

14
Ha sido proclamado Beato oficialmente por Juan Pablo II el 15.7.1997, y su fiesta litúrgica se celebra el 8
de noviembre, día de su muerte (n.d.t.).
- «in Dei Ecclesia multiplicibus splendoribus radiantes» [resplandecientes de
innúmeros esplendores dentro de la Iglesia de Dios, n.d.t.]: así los veía Gregorio XI
(1373);
- Martino V enaltecía (1428) «los merecedores frutos abundantemente
cosechados y aun hoy asiduamente producidos en la Iglesia»;
- y Sixto IV, al confirmar las concesiones de Martino V y de Eugenio IV,
escribía (1472) que la Orden Minorítica Conventual «omnium Conditori
gratissimus est, et piae devotioni fidelium acceptus» [es muy grata al Creador de
todas las cosas, y querida por la devoción de los fieles, n.d.t.] (Conc. Lyón II, Const. 23;
ConOecDecr, p. 327; Exivi de Paradiso, 6-5-1312; Gregorio XI, Cunctos Christifideles, 27-5-
1373; Martino V, Amabiles fructus, 1-11-1428; Sixto IV, Dum fructus úberes, 28-2-1472;
BullFranc III, p. 393; V, 81; VI, 505; VII; 712; BullFranc, ns. III, p. 66).

V. ACONTECIMIENTOS HISTORICOS DESDE 1517


HASTA NUESTROS DÍAS

A. El siglo XVI: grandes pruebas. Resistencia de la Orden.

Los reiterados intentos de unión entre C. y Observantes, promovidos


por Martino V y Eugenio IV (1430, 1443), por Nicolás V y Calixto III (1453,
1456), por Sixto IV y Julio II (1472, 1506), concluyeron, pero sin éxito, con
León X y su famosa Bula Ite vos, promulgada el 29-5-1517.
La división de la Orden franciscana, que comenzó con la fundación de
la Observancia (1368,1387,1388) y su aprobación en el Concilio de Constanza
(1415), y que se afirmó tras declaración de Eugenio IV mediante la cual la
Observancia se tornaba prácticamente independiente (1446), fue llevada a cabo
definitivamente por medio de la bula leoniana (1517), que otorgaba plena
autonomía e independencia a los Observantes. Les otorgaba otrosí el privilegio
de representación oficial de la Orden minorítica, y a raíz de este primado
jurídico, los llamaba sencillamente «F. M.», sin quitarles el título más
específico de «F. M. de la Regular Observancia», que ha sido el título que más
prevaleció hasta 1897. En el acto elevaba a la dignidad de ministros a los
vicarios generales y provinciales, y restringía a ellos solos el régimen
ministerial previsto por s. Francisco en la Regla por medio del ministro general
y de los ministros provinciales. Sometía también a su jurisdicción, «per omnia»
[para todo, n.d.t.], cualquiera nueva reforma que pudiera surgir dentro de la Orden
(Conc. Constanza, Supplicationibus personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 493-5;
Eugenio IV, Ut Sacra, 11-1-1446, promulgada 23-7-1446, en BullFranc ns I, p. 497-500; León
X, Ite vos, 29-5-1517, en BullRom V, p. 692-8; WaddingAnnMin 1517, n. 23: vol. XVI, p. 49-55;
Meseguer Fernández, Documentos 1517, en ArchIbAmer 9 [1949] 242-9; La Bula «Ite vos» ibid
18 [1958] 257-361; texto crítico Minuta y Bula, p. 332-53; Regula II, c. II, IV, VII, VIII, IX,
XII).
1. La bula «Ite vos» y su minuta. - La bula Ite vos, por lo menos
directamente, no habla mucho de los C. y de su nueva posición dentro de la
Orden minorítica. Ella envía a otro documento que seguiría, en el que se dirá
cómo deberán estar sumisos y obedientes, - «súbiici et obedire» - a los neo-
ministros generales y provinciales Observantes. Sin embargo, la minuta de la
bula, de alguna manera, había adelantado, aunque con mayor drasticidad, las
decisiones del documento papal.
Quitándoles a los C. el primado jurídico y el régimen ministerial, la
minuta de la Ite vos había declarado que los ministros no eran sino puros
comisarios generales y provinciales; los había sometidos a la confirmación y
obediencia de los neo-ministros generales y provinciales Observantes,
otorgando a éstos también el derecho de «visitar, corregir y reformar»; además
había previsto, para la elección de los comisarios provinciales, la presidencia
de los ministros provinciales de las respectivas provincias. Estos últimos, en
suma, juntamente con el ministro general, eran constituidos jueces en los casos
de remoción del oficio de aquellos comisarios provinciales cuya sumisión a los
ministros no podía ser más amplia: «in ómnibus et per omnia obedient
secundum Regulam»: «deberán obedecer en todo y para todo según manda la
Regla» (minuta del Ite vos, en ArchIbAmer 18 [1958] 338, 348).
Como se puede ver, se trataba de concesiones muy drásticas que los
ministros C. jamás habían solicitado ni obtenido en relación con los ya vicarios
Observantes, no obstante les amparase el derecho de confirmarlos y de
visitarlos. Y no es todo: el articulo conclusivo de las concesiones minaba la
misma existencia de la familia C. En efecto, en virtud de santa obediencia y so
pena de excomunión, prohibía aceptar nuevos candidatos a la Orden o a la
profesión: «ad habitum probationis seu ad profesionem Órdinis, in conventibus
quos habitant, nullo modo recipiant» [en los conventos dónde estén, de ninguna manera
deben admitir al hábito de probación o a la profesión, n.d.t.]; y, en otro numero, mandaba
poner a disposición de la autoridad apostólica todos los bienes que la Orden
había poseído hasta aquel momento (minuta de Ite vos III 9, v. 1, en ArchIbAmer 18
[1958] 348, 344); para los anteriores derechos C.: Conc. de Constanza, Supplicationibus
personarum, 23-9-1415, en BullFranc VII, p. 493-5; Eugenio IV, Ut Sacra, 23-7-1446, en
BullFranc, ns. I, p. 497-500).
La minuta había sido redactada después de mayo de 1516, partiendo de
los proyectos de unión elaborados por los Observantes franceses entre 1503-5 y
por una comisión de religiosos, pero ninguno de ellos era C.: en efecto eran 3
Observantes y 1 Coletano. Integraban la comisión 4 cardenales, y 3 de ellos,
por lo menos inicialmente, no simpatizaban con los C. Tampoco faltaron
presiones, también tras recompensa de dinero, por parte de los reyes de
Portugal, de España y de Francia, motivados no tanto por la reforma en si,
cuanto por los bienes que esperaban ganar a raíz de la eliminación de los C.
(ArchIbAmer 9 [1949] 244-6; 18 [1958] 290-1, 299, 312).
Como era de esperar, en el mes de marzo-abril de 1517 se desató una
enérgica reacción en contra de las decisiones de la minuta, propuestas en la
primera redacción de la bula Ite vos. Los C. también habían acudido a sus
amigos y defensores: al Card. Protector Grimani, a la mayor parte del sacro
Colegio, al mismo Papa, a los embajadores de príncipes, a la Republica de
Venecia; y al dinero se le contrarrestó con más dinero, según declaración del
embajador portugués Miguel da Silva; y un mayor sentido de justicia y de
equidad acabó por prevalecer, de manera que las disposiciones más duras, que
habían sido tomadas en la minuta y en la primera redacción de la bulla,
especialmente las que minaban la misma existencia de los C., fueron quitadas
en la redacción definitiva. Además se intentó volver completamente a lo statu
quo, pero eso no fue posible por causa de las anteriores presiones que las cortes
portuguesa, española y francesa habían presentado. Esta es la razón del
llamado que la Ite vos hacia a los C.: «subiici et obedire debeant» [deberán
someterse y obedecer, n.d.t.] a los ministros Observantes y que, al mismo tiempo,
sustituía las mencionadas cláusulas de la minuta que se referían a los bienes y
a los candidatos a la Orden, que sonaban como si fueran una sentencia de
muerte. Así le parecieron al primer ‘maestro general’, Antonio Marcelo de
Cherso, el cual, recordando la tempestad en que se habían encontrado sus
frailes «paene submersos» y «fere destructos» [al punto de hundirse, y casi acabados,
n.d.t], y de las cuales, por intercesión de s. Francisco habían logrado zafarse,
invitaba a la reforma y al amor de Cristo, y a orar «incessanter » [sin cesar, n.d.t.]
por el Papa León (ArchIbAmer 9 [1949] 245-6, 252-3; 18 [1958] 295-7, 346-8).

2. Aboliciones en la minuta y mitigaciones sustanciales acerca de


la «Ite vos».
La dependencia, señalada de una manera genérica en la Ite vos, tuvo su
primera aclaratoria en el documento que la misma bula había prometido dar.
Posteriormente, fue más ampliamente reglamentada en la que fue llamada
Bulla Concórdiae: la «Omnipotens Deus» (12-6-1517) y en el Instrumentum
transactionis et concórdiae: «Sciant universi» (19-7-1517). Ninguno de los dos
documentos vuelve a repetir las drásticas instancias de la minuta, ni los duros
términos «subiici et obedire» de la Ite vos. Al contrario, hacen uso de palabras
mucho más suaves, y presenta atenuaciones cada vez mayores que, por cierto,
tienen sentido. La redacción de los documentos no mira más a una «reductio ad
unitatem», sino «ad pacem et concordiam, ad amorem conciliandum, fovendum
et conservandum inter Fratres Minores de Observantia et Conventuales b.
Francisci» [no a un llamado a la unidad, sino a la paz y a la concordia, a favorecer, cuidar y
conservar el amor entre los Frailes Menores de la Observancia y los Conventuales, n.d.t.]
(Instrumentum, en WaddingAnnMin 1517, n. 33: vol. XVI, p. 65).
El primer de los dos documentos no ha llegado a nosotros, pero es
mencionado en el segundo, en la Omnipotens Deus, que vuelve a hablar de la
decisión más importante, es decir de la que se refiere al superior general de los
362 ORIGEN, ESPIRITUALIDAD, EVOLUCIÓN ‘200-1976

C.: él será elegido por los C. y de entre los C.; y asumirá el título de maestro15
general; será confirmado - «confirmationem petere deberet» [deberá recibir la
confirmación, n.d.t.] - por el ministro general Observante. Eso es todo (León X,
Omnipotens Deus, en WaddingAnnMin 1517, n. 30: vol. XVI, p. 59).
El segundo documento, la Omnipotens Deus, después de reafirmada la
decisión del primero - concediendo la dispensa, una tantum, de solicitar la
confirmación al ministro general, porque está sustituida por la bendición
directa del papa -, extiende aquella decisión a los superiores provinciales,
denominados también maestros16 provinciales y dependientes de la
confirmación de los ministros provinciales Observantes. Se hace hincapié en
que esta confirmación es análoga a la que tenían antes de 1517 los ministros
generales y provinciales C. en relación con los vicarios generales y
provinciales Observantes. Y, de esta manera, se indica su valor más nominal
que real. Y como si este llamado no fuera bastante, se añade que «nullátenus»,
es decir, de ninguna manera los ministros deben inmiscuirse en los asuntos de
la familia C. o en los institutos que de éstos dependen, como son la Segunda y
Tercera Orden, ni con el fin de visitar, ni para corregir, ni para ejercer ninguna
clase de jurisdicción o superioridad. La visita del ministro general, aunque
paterna y casual como es definida, y por eso no canónica, está condicionada
por un «dúmmodo nihil iudicialiter exérceat»: «siempre y cuando no cumpla
ningún acto de jurisdicción». En lo que a precedencia se refiere, implícitamente
afirmada en las decisiones de la minuta y de la bula, aquí está más claramente
determinada en favor de los Observantes, aunque con reservas en atención a los
«graduados» o a los más ancianos de entre los C . (Omnipotens Deus, en
WafddingAnnMin 1517, n. 30: vol. XVI, p. 60-2).
En el tercer documento, o Instrumentum transactionis et concórdiae,
acordado entre C. y Observantes, el derecho de precedencia viene establecido
en favor de los C. de Asís y de Padua, dónde éstos guardan el Cuerpo de s.
Francisco y de s. Antonio; se reconoce el nuevo título de ‘maestro’, exigiendo,
sin embargo, que se le reconozca el pleno valor de superior; este
reconocimiento es admitido, y así el ‘maestro’ C. es llamado «verdadero,
indudable e inmediato superior» de los F. M. C. y de los institutos que de éstos
dependen, con «régimen libre, íntegro y total» sobre los mismos, «como
cuando era ministro», y con la exclusión de «toda clase de jurisdicción» por
parte del ministro Observante. Un solo privilegio es revindicado como
exclusivo por los Observantes, el de los «calepódia» o zuecos, mientras que los
C., so amenazas de penalidad, debían calzar «sóleas de corio» o calzados de
cuero (Instrumentum, en WaddingAnnMin 1517, n. 33: vol. XVI, p. 66 y 67).
Como se puede ver, en estos documentos ya no queda ninguna huella
de prohibición de admitir a la Orden y a la profesión; ni huella del derecho de
15
El subrayado es nuestro (n.d.t.).
16
El subrayado es nuestro (n.d.t.).
363 ORIGEN, ESPIRITUALIDAD, EVOLUCIÓN ‘200-1976

presidir los capítulos C. o remover a los superiores que hubiesen sido elegidos;
ni de la obediencia de éstos a los ministros Observantes «en todo y para todo»;
ni del derecho de aquellos ministros de «visitar, corregir y reformar» conventos
y religiosos C.: todas estas cosas que estaban previstas en la minuta; tampoco
se da el «súbiici et obedire» de la Ite vos, porque se excluía toda clase de
jurisdicción observante: «nullam iurisdictionem», «nullátenus se intromittant»,
«nihil iudicialiter»; y la afirmación de un «régimen total» análogo al que los C.
ejercían cuando tenían ministros. Lo de la Celebrato nuper (12-4-1518),
promulgada a raíz de las violaciones de las anteriores bulas, podría ser
considerado un retorno al pasado, sin embargo la «omnímoda subiéctio» [la
total sumisión, n.d.t.] que se menciona, quedó sin efecto debido a las condiciones
que la acompañaban, y a las atenuaciones que ya habían sido concedidas.
De manera que la plena autonomía e independencia, que inicialmente
la Ite vos había otorgado a los Observantes y que, en vista de la minuta,
parecían estar suspendidas para los C., eran reconocidas también a éstos, en los
documentos que acabamos de mencionar y que, de esta manera, codificaban la
división definitiva de la Orden en dos grandes familias. A éstas dos, pocos años
después (1525) se les añadió una tercera, la de los F. M. Capuchinos, que
contará con la protección de los F. M. C. cuyo ministro general confirmará a
los vicarios generales hasta el 1619 (G. Abate, Conferme dei Vic. Gen. Cappuccini 1528-
1619, en CollFranc 33 [1963] 423-41).
364 ORIGEN, ESPIRITUALIDAD, EVOLUCIÓN ‘200-1976

PROVINCIAS DE LA ORDEN A LO LARGO DE LOS SIGLOS

Prov-Madre Provincias derivadas Otras Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov
1217-2417 1260-6318 Fundaciones 1230 1235 1385 1488 1586 1682 1771 1893 1933 1975
s. XIII-XX19 aprx aprx -90 - 73

Toscana 1271 Toscana 1230 + + + + + + + + + +


Umbría-S.Franc 123021 + + + + + + + + + +
Roma-Lazio 1230 + + + + + + + + + +
Marcas 1217 + + + + + + + + + +

+ + + + + + + + + +
Lombardía Véneto-S.Ant 1230
+ + + + + + + + + +
Bolon-Em-Rom 1230
+ + + + + + + - + +
Génova-Ligur 1239
+ + + + + + + - - -
Milán-Lombar 1264
+ + + + + + + + + +
Tierra de 1217 Nápoles-Campa 1230 + + + + + + + + + +
Lavoro Penne-Abruzos 1230

Pulla 1217 Pulla-S.Nicolás 1230 + + + + + + + + - +


S.Áng.Dau-Mol 1230 + + + + + + + - - -

Calabria 1217 Calabria 1230 + + + + + + + + - +


Sicilia 1230 + + + + + + + + + +

Alemania 1217 Renania 1330 + + + + + + + + + +


Argentina 1246-63 + + + + + + + - - -
Colonia 1246-63
Sajonia 1230 + + + + + + + + - +
Eslav-Dalmac 1232 + + + + + +- + + + +
Bohemi-Polon 1232 + + + + + + + + + -
Hungría 1238 + + + + + + + + - -
Austria 1239 + + + + - - - - - -
Dácia o Dinam 1239 + + + + + - - - - -
Sajonia 123922
+ + + + - - + - - -
Francia 1217 Francia Parisina 1230 + + + + - - + - - -
-Parisina Turonia 1230 + + + + + + + - - -
Provenza 1217 Provenza 1230 + + + + + + + - - -
Borgoña 1230

España 121720 SnTiag-España- 1230 + + + + - - - - - -


Portugal
Aragón 1230 + + + + - - - - - +
Castilla 1230 + + + + - - - - - -

Tierra San 1217 Tierra Santa 126323 + + + + - - + - - -


Rumani-Grecia 126324 + + + + + + + - - -
+ + + + + + + - - -
Aquitania 1219 + + + + - - - - - +
Inglaterra 1224 Inglaterra 1230 + + + + - - - - - -
Irlanda 1230

17
Las Provincias-Madre son 13.
18
Las Provincias filiales son 32; y con las 2 Prov.Madres sin filiaciones (Marcas y Aqüitania), completan
34: es la cantidad casi siempre conservada (La señal + y – indica la presencia o ausencia de las Prov. en
el Catálogo).
19
Las actuales Prov. son 35, más 5 Custodias generales que son casi Provincia.
20
Los más antiguos títulos de las Prov. corresponden a la región; en un segundo momento vienen los de los
Santos, como S. Francisco y S. Angel (Série 1239-63) y S. Antonio (Serie 1282), y más tarde: San
Bernardino (1457), S. Nicolás, S. Ludovico, S. Buenaventura (Serie 1488).
21
La Sajonia tenía conventos también en el año 1630 (Benoffi).
22
Los Conventuales regresaron a España en 1905; la nueva Prov. unificada comienza en 1950.
El año 1263 debe considerarse la fecha definitiva, porque las Prov. estaban anotadas ya anteriormente.
Idem, como en la nota 7
23

24
Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov Prov
Prov-Madre Provincias derivadas Otras Fundaciones 1230 1235 1385 1488 1586 1682 1771 1893 1933 1975
1217-24 1260-63 s. XIII-XX aprx aprx -90 -73

*Oriente 126525 + + + + + + + + + +
*Aquil-Crim 1287 + + + - - - - - - -
*Katai-China s.XIII + + - - - - - - - -
*Marru-Túnis s.XIII + - - - - - - - - -
*Cerdeña 1335 ap26 + + + + + + + + +
*Escocia s.XIV + + + - - - - - -
*Bosnia 1335 ap27 + + - - - - - - -
*Rusia 1335ap28 + + - + + + + - -
*Córcega 1335ap29 + + - - - - - - -
Portugal 1335ap + - - - - - -
Polonia 151730 + + + - + +
Lièg-Bélgica 155831 + + + - - +
N.vas Indias 157732 corta dura ción
Perú 158233 corta dura ción
Estiria 162534 + + - - -
Transilvania 1625 + - - + +
Lituania 1625 + - - -
Turín 172635 + - - -
Moravia-Esl. 173236 no regis trada
Moravia 177137 + + + -
Eslesia 177138 + + - -
Lorena 1771 + - - -
Clementina 177139 + - - -
Marsella 1771 + - - -
Galicia 178540 + - -
InmaculUSA 1872 + + +
Moldavia 189541 - + +
Malta 1859- 1905 - + +
S.Ant.USA 1905 + +
ConsolUSA 1925 + +
JuisdGrales 1933 + -
Polon-Inmac 1939 +
S:BuenavUSA 1939 +
Holanda 1954 +
ºAsís 196842 +
Japón 1940- 1969 +
ºZambia 1969 +
ºAustralia 1969 +
Suiza 1939- 1972 +
Eslovenia 1972 +
ºBulgaria 1973 +
ºKorea 197543 +

3. Ultimas derogaciones a los documentos leonianos. - Quedaba


en pie el derecho de la precedencia. Y también este no demoró a ser
nuevamente limitado, bin sea por falta de ejecución de la bula o debido a
distintas situaciones locales como, por ej. la del Colegio de los teólogos, en la
Sapienza de Roma, donde los C. tenían y conservaban su puesto, juntamente
con los demás cuatro antiguas Ordenes mendicantes; o también la del Reino de
las Dos Sicilias, donde se insistió en respetar la tradicional precedencia de los
C.. (Despachos de S. M. Ferdinando III acerca de la precedencia debida a la I Orden de s.
Francisco de los Menores C. en los actos litúrgicos y fiesta de s. Antonio , Palermo 1797;
Spáracio, Frammenti, p. 203; Benoffi, Compendio, p. 237).
El derecho a la confirmación, a raíz del gesto de benevolencia de León
X que, mediante su bendición, había confirmado al primer maestro general; y
también a raíz de la publicación del Instrumentum transactionis et concordiae
que, aunque mencionándolo, no le daba mayor importancia a aquella
confirmación, a su vez pasó en el olvido. La confirmación puede ser que no fue
solicitada - y este hecho fue reivindicado en 1532 - o se continuó a solicitarla al
Papa, pues así lo demuestran claramente un sin número de Breves del siglo

25
El asterisco (*) indica a las Vicarías, que son también casi Provincias. La Vicaría de Oriente se tornó
Prov. por concesión de la S. Sede (1469).
XVI. Los primeros Breves, a partir de 1520, repitiendo la fórmula leoniana
«por hac vice tantum», «tan sólo en este caso»; y los últimos, a partir de 1549,
aparecen sin alguna restricción, más bien hacen uso de la fórmula «no obstante
las Constituciones apostólicas y demás cláusulas contrarias».
En los tres documentos mencionados se hablaba también del título de
maestro impuesto a los superiores C. Éste también, poco a poco, desapareció.
En efecto, el primer superior general, elegido después de la promulgación de la
Ite vos (29-5-1517), Antonio Marcelo de Cherso, fue elegido en el convento de
los Santos Apóstoles en Roma (2-6-1517) llevando el título de ministro
general. Claro está que este hecho no agradó al Papa, sin embargo no dejó de
confirmarlo con el título de ‘maestro’ (WaddingAnnMin 1517, n. 31: vol. XVI, p. 63;
ArchIbAmer 18 [1958] 303, 306 nota 167).

26
La Cerdeña se tornó Prov. en 1534, pero la Serie del 1586 la menciona aun como Vicaría.
27
Faltan en la Serie de Paulino (1335 aprox.), pero están mencionadas en aquel mismo año en el
Catál.Sanctorum OMin. La Vic. de Rusia se tornó Prov. en 1625; está junto a Lituania en la Serie 1860,
1893 y después no aparece más.
28
Idem., lo mismo del n. 27.
29
Idem, lo mismo del n. 27.
30
La Polonia se tornó Galicia en 1785-1919; posteriormente vuelve a ser Polonia, dividida en 2 Prov. en
1939.
31
A la Prov. de Bélgica se unió Holanda en 1842, que se tornó Provincia en 1954
32
Están anotadas en el Regesta OFMConv
33
Idem.
34
Posteriormente hizo parte de la Prov. de Austria.
35
Posteriormente se unió a la Prov. de Liguria, y constituyeron la Prov. Lígure-Piamontese.
36
Estarán unidas, después, a Bohemia (Serie 1860), y conformarán en 1918 la Prov. de Checoslovaquia.
37
Idem.
38
Idem.
39
Toma el nombre de Clemente XIV, que en 1771 organizó las Provincias Conv. y Obs. de Francia.
40
Cfr. Polonia, n. 30.
41
Como en el Álbum 1933, pero el de 1960 la cataloga como Prov. de Rumania.
42
El pequeño círculo (º) indica a la Custodias generales o casi-Provincias, como se ha dicho. La Custodia
gen. de Asís siempre ha tenido cierta autonomia por el hecho de custodiar el Cuerpo de s. Francisco, y la
Basílica que lo acoge es, a partir de 1230, “Caùt et Mater Órdinis Minorum” [Cabeza y Madre de toda la
Orden de los Menores, n.d.t.].
43
Para los distintos datos de la evolución, Cfr. Golubovic, Tossignano, Franchini, Righini, Abate, Di
Fonzo, los Regesta y Status Órdinis, los Álbums generales.
En el año 1532 fue el propio ministro general Observante quien se
quejaba que los superiores C. se hacían llamar ministros. Es que los C., como
era natural, estaban acostumbrados a ser llamados no solamente generales y
provinciales (ej. Pablo III en 1541, Julio III en 1550, el general Antonio de
Sapientibus a conclusión del Concilio de Trento en 1563), sino también
maestros (por ej., así consta en todos los papas del s. XVI hasta Clemente VIII)
y ministros, denominación comúnmente usada por los papas, por ej. Pablo IV
1555, Pío IV 1565, Pío V 1566, Sixto V 1586, 1590, hasta que Clemente VIII
la tornó otra vez común a través de las Bulas de 1592, 1593,1597, 1599, 1601,
y también por Pablo V 1607 y demás papas hasta nuestros días.
Otras derogaciones o restricciones a los documentos leonianos fueron
llevadas a cabo por los papas: Pablo III, Julio III, s. Pío V cuando llamaron al
superior general C., maestro o ministro «de toda la Orden de los F.M.C.»
haciendo uso de la palabra «totíus» [de toda, n.d.t.] que, posteriormente, fue
contestada porque la Omnipotens Deus la había reservada al ministro general
Observante; o cuando, contrariamente a la bula Ite vos que, aunque mitigada
considerablemente por la Omnipotens Deus, entregaron a los C. las nuevas
Reformas que acababan de nacer en la Orden Franciscana: es decir, los
Pascualitos en el 1517 durante el papado de León X, los Capuchinos en 1528
en tiempos de Clemente VII, los Descalzos o Alcantarinos en 1559 en tiempos
de Pablo IV.
Una sola decisión leoniana ha quedado prácticamente vigente hasta el
presente, es decir la del primado jurídico entregado a los Observantes. Por
cierto esta característica no perjudica absolutamente en nada al primado
histórico de los C. Esta es la razón por la cual Benedicto XIII (Singularis devotio,
5-7-1726) hablaba de la Orden como siendo la más antigua entre todas las
familias franciscanas: «Inter céteros Ordines sub uno et eodem Seráphico Patre
et cápite Deo famulantes, vetustíssimus est» [es la más antigua entre todas las
Ordenes que sirven a Dios bajo un único y mismo Seráfico Padre, n.d.t.]; Brugman también,
en 1460, hablaba de estos religiosos como siendo los hermanos mayores de los
Observantes: «frater tuus maior videlicet de Communitate» [tu hermano mayor, es
decir el de la Comunidad, n.d.t.]. El papa Sixto V, que fue C., quería devolverles
todos los derechos, inclusive el título sencillo de «F.M.», sin embargo la bula
que había mandado preparar, Quia plerumque (1588), jamás fue promulgada
(Benedicto XIII, Singularis devotio, en BullRom XII, p. 101; Brugman, Solutiones, en
ArchFrancHist 64 [1971] 362; Pennacchi, BullSConventue, ibi 12 [1919] 153-9; Di Fonzo,
Francescani, p. 299).
Las fuentes contemporáneas intentan explicar las particulares
vicisitudes que se dieron en 1517 y las atribuyen a distintos factores. Entre
otros recuerdan: indisciplina y abusos, vuelta a la unidad y pureza de la Regla,
pacificación, espíritu de soberbia y ambición favorecido por cierto espíritu de
avaricia, aversión por parte de reyes y príncipes, avidez de bienes y de dinero.
Según el punto de vista de cada quién, se pone el acento más sobre uno u otro
aspecto. Sin embargo, todas las motivaciones a una contribuyeron para que se
produjera la compleja inversión del orden de las cosas llevada a cabo por León
X, inclusive la última que, a través de una descomunal insistencia y abundantes
detalles, vuelve siempre en los informes de los embajadores ante la corte y en
las crónicas de la época (causas: ArchIbAmer 9 [1949] 244-5, 252-3; 18 [1958] 278, 290,
299, 306 nota 167, 310, 312; dinero: ibid 9 [1949] 244-5; 18 [1958] 295, 306 nota 167, 310,
312).

4. Pérdida de provincias y conventos en España y en Francia. -A


los tristes acontecimientos de 1517, otros se añadieron a lo largo del s. XVI, en
parte en conexión con aquellos: la pérdida de provincias y conventos en
Portugal, España y Francia, y también la supresión de la Orden en aquellos dos
primeros países y en sus territorios y colonias también; en parte causados por
acontecimientos de carácter general, como el surgimiento y el fortalecimiento
del protestantismo y las invasiones islámicas que golpearon no sólo a la Iglesia
y Europa, sino también a la Orden especialmente en Alemania y en Inglaterra,
en el Medio Oriente y en el Occidente europeo.
No habiendo logrado alcanzar la reforma general, como se quería, ni la
supresión general, como se esperaba, las cortes de Portugal, España y Francia
no se rindieron. Su celo y avidez por los bienes eran tan grandes que las llevó a
solicitar reformas parciales de los conventos y provincias, cosas que obtuvieron
muy fácilmente, tras entrega de cuantiosas sumas de dinero, pues aquellas
reformas-supresión significaban cuantiosos bienes y patrimonios.
De esta manera, en 1517, no faltando dificultad «cuanto al precio», fue
concedido al rey de Portugal, Manuel I, autorización para reformar 3 casas C.
en Lisboa, en Santarém y en Távira. El rey debería entregar a la Cámara
apostólica 500 ducados por cada conventos; y los bienes de éstos, con sus
correspondientes gravámenes, serían entregados a las Clarisas que estaban
sometidas a los Observantes. Sin embargo, al embajador portugués en Roma
aquella suma pareció demasiado alta, asimismo fueron solicitadas 3 reformas
más, de manera que las concesiones, por todas ellas, tuvieron un precio menos
oneroso, totalizando los 1.000 ducados (León X, Pro iniunctis nobis, 15-6-1517, en
ArchIbAmer 9 [1949] 246 nota 11; 18 [1958] 311).
Un hecho más bochornoso aun ocurría en Francia. En el convento de
Tolosa, so pretexto de que allí la Regla de s. Francisco era observada con más
fidelidad - «honeste et bene vívitur» escribía León X -, los C. fueron
considerados unos reformados, y por este motivo podían ser sometidos a los
ministros Observantes en virtud de la Ite vos. Inútil resultó la apelación a la
Bulla concordiae «Omnipotens Deus», que prohibía esa clase de
equivocaciones y atropellos; inútil la reiterada prohibición de León X en favor
de los C. de Tolosa (30-10-1517); inútil la mediación de las distintas
comisiones y jueces delegados. A las reiterados apelaciones de los C. a Roma,
se interpusieron apelaciones más eficaces ante el rey de Francia, Francisco I, de
manera que el convento de Tolosa, asediado por las milicias ciudadanas y
amenazado por la artillería, fue expugnado con la fuerza. El canto del Te Deum
de los religiosos que entraban, se confundía con el llanto de los religiosos que
salían, encarcelados o relegados en distintos conventos de la ciudad (3-12-
1522). El papa Adriano VI se propuso reivindicar los derechos de los C., y a tal
propósito nombró comisario a Juan de Foix, arzobispo de Bordeaux, que
excomulgó a los Observantes. Pero intervino en su defensa el rey de Francia,
de manera que la excomunión fue revocada. Primero fue el Papa a revocarla (6-
6-1523), haciendo uso de palabras bastante fuertes; después su comisario (27-
7-1523), aclarando que lo hacía «iussui aut voluntati seu ordinationi
Christianissimi Dómini nostri Regis et sui magni Consilii parendo et
obtemperando» [obedeciendo y sometiéndose al mandado y decisión u ordenación del
cristianísimo Señor nuestro el Rey y de su gran Consejo, n.d.t.] (León X, Cum intellexérimus,
18-10-1517; Iustis súpplicum, 30-10-1517; Sua nobis, 20-4-1519; Exponi nobis, 10-5-1521;
arzob. de Bordeaux, Constito nobis, 6-5-1523; Adriano VI, Nuper pro parte, 6-6-1523; arzob. de
Bordeaux, Cum nuper, 23-7-1523, en MiscFranc 19 [1918] 76, 90, 95, 96, 99, 101, 103; Eduardo
d’Alençon, Come fu riformato il Convento di Tolosa, ibid., p. 73-105).
Después del de Tolosa, los C. fueron expulsados de muchos otros
conventos de Francia. La motivación ya no era la misma de Tolosa, por causa
de las dificultades que se habían presentado, sino lo de la necesidad de
reformar los conventos; es un motivo siempre válido porque en todo convento
¡hay siempre algo o alguien que debe ser reformado! Así que el rey de Francia,
ya satisfecho por el éxito de la operación de Tolosa, apoyó incondicionalmente
la nueva reforma-supresión y logró atraer a su causa al mismo León X, el cual
no solo la permitió, más bien se había convencido de aplaudir «al pío y
laudable deseo del Rey» (Exponi nobis, 10-5-1521). De esta manera los C.
perdieron 3 provincias (Aquitania, Turonia y Francia Parisina) con
aproximadamente 144 conventos (1522-38), y quedaron con apenas 2
(Borgoña, Provenza) y 67 conventos (León X, Exponi nobis, en MiscFranc 19 [1918]
96-7; B. Fleury, De statu OFMConv in Gallia, ibid. 32 [1932] 142-4).

5. Las Supresiones en España y en Portugal. - Un intento de


supresión total fue llevado a cabo otra vez en Portugal por el rey Juan III en
1535. Este ya había logrado obtener de Pablo III una bula que, en sus
determinaciones más duras, volvía a repetir las determinaciones de la Ite vos de
1517. Sin embargo, fue revocada tras intervención del general Ferduzzi, quien
logró demostrar el contraste existente con la Bulla concordiae «Omnipotens
Deus». El rey de Portugal no se arredró, más bien volvió a atacar en 1541 y en
1554. Pero encontró la oposición del card. Protector de la Orden, Rodolfo Pío
Carpi. Sin embargo, pudo lograr su objetivo en 1566-7, cuando el rey de
España, Felipe II, también contrario a los C., hizo suya la causa, y no sin
interese por los bienes de aquéllos (Pablo III, Alias pro parte, 10-5-1535, bula de
revocación que contiene también la bula de supresión de 7-3-1535, en ArchIbAmer 18 [1958]
355-61, 311-3; Pío V, Máxime cuperemus, 2-12-1568, España; In eminenti, 30-10-1567,
Portugal, en WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12; 1567, n. 18; 1567, n. 36; 1568: vol. XX, p. 528-
30, 535-6, 575).
En España los C. habían perdido muchos conventos a raíz de las
reformas llevadas a cabo por el Observante card. Ximénes, acerca del cual
Wadding escribió que había mandado ocupar «Conventualium domos, arte,
prece vel pretio» [ocupar las casas del Conventuales echando mano de toda clase de
artificios, ruegos y dinero también, n.d.t.] (AnnMin 1945, n. 34: vol. XV, p. 124) ; otros
conventos los perdieron tras mandado de Carlos V (1524-6), y cuando se
resistieron, el rey-emperador mandó castigarlos; la supresión total, finalmente
se llevó a cabo, como se ha dicho, tras el interés de Felipe II, y que s. Pío V,
por estar mal informado, confirmó mediante las bulas Máxime cuperemus y
Superioribus mensibus de 1566 y 1567 (WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12; 1567, n. 18:
vol. XX, p. 528-30, 535-7). Nunca habían faltado abusos, es verdad. Sin embargo
eran abusos ordinarios, comunes a todas las Ordenes religiosas y a la misma
Iglesia de aquel tiempo. No cabe duda que también las demás Ordenes fueron
sometidas a la reforma (Canónigos regulares, Cistercienses, Dominicos,
Agustinos, Carmelitas, Terciarios Regulares). Sin embargo los C. fueron
«perseguidos con especial mira», como comenta Pastor (vol. VIII, p. 112).
En estas tristes vicisitudes, es muy significativo el reclamo presentado
por el rey de España a s. Pío V: el rey lamentaba que el procedimiento
determinado por el Papa para instaurar la reforma no acceleraba mucho la
puesta en obra de la misma y «quod peius est» [lo que es peor aun, n.d.t.], los que
debían ser reformados o suprimidos «bona mobilia et libros et alias scripturas
monasteriorum in quibus eorum rédditus sunt adnotati, occultare et abscóndere
póterunt» [tenían todo el tiemo para ocultar y esconder los bienes muebles, los libros y demás
documentos del convento donde estaban anotadas las rentas, n.d.t.] (Superioribus ménsibs, en
WaddingAnnMin, Reg. 1567, n. 18: col. XX, p. 535). Eran bienes que aquel «pío y
religiosísimo príncipe», como le llama la bula Máxime cuperemus, codiciaba
profundamente y sobre los cuales ya había puesto sus manos, después de
haberse consultado con la Sede apostólica (WaddingAnnMin, Reg. 1566, n. 12: vol XX,
p. 530). De esta manera los C. perdieron las 4 provincias de España y Portugal, y
también Luxemburgo, Bélgica y Flandres, además les estaba prohibido el
acceso a los territorios extra-europeos de aquellas dos potencias ibéricas.
Muchos de los aproximadamente 1000 religiosos, entre los cuales el
contemporáneo Navarro, el cual escribía «non pauci senes eruditi, pii et
inculpati» [muchísimos frailes cultos, devotos y exentos de toda culpa, n.d.t.], tuvieron que
pasar a la Observancia; otros fueron obligados a emigrar y no faltaron los que
fueron castigados con las penas previstas por las bulas papales: la prisión y el
trirreme (bulas citadas; M. Navarro, De Regularibus, vol. IV, n. 19, Roma 1583, p. 210; D.
Spáracio, I Minori C. e s. Pio V, Gubbio 1924, p. 29-43).
Una desgracia parecida a esta estaba por caer sobre los C. de Italia en
los años 1568-9, si no los hubiese ayudado el renovado apoyo de influyentes
amigos de la Orden, y también la recapacitación de s. Pío V, el cual en aquellos
años (1570), entregaba la púrpura cardenalicia al C. Felix Peretti, futuro Sixto
V: estos hechos no permitieron que aquel nefasto proyecto ya preparado se
llevara a cabo (P. Sevesi. S. Carlo Bor. Card. Prot. dei Frati Min. 1564-72, en
ArchFrancHist 31 [1938] 73-112).

6. Pérdidas por causa de Protestantes y Turcos. - Más pérdidas la


Orden tuvo que sufrir por causa del protestantismo en Alemania, Inglaterra,
Dinamarca y países escandinavos (1521 s.). En estos últimos, no fue mucho lo
que se perdió pero, sí, se perdió todo; en Alemania se perdió mucho porque la
Orden tenía allí 3 grandes provincias con importantes centros universitarios:
Erfurt, Colonia, Friburg y demás centros de actividad apostólica y científica
como Würzburg, primer convento franciscano en Alemania; todo se perdió en
Inglaterra, donde había 1 sola provincia, pero con 7 custodias y 61 conventos:
todos fueron suprimidos y confiscados entre 1534-9, inclusive el de Oxford y
de Cambridge juntamente con sus Estudios universitarios que habían dado a la
Iglesia y al mundo hombres como Roger Bacón y el b. Juan Duns Escoto. La
misma suerte tocó a las provincias de Escocia y de Irlanda entre 1540-87
(Tossignano, Historiarum, f. 289r-91v;B. Müller-V. Tschan, Crónica Prov. Argentinae in
Germania, ed. M. Shei, Landshut 1954; E. Hatton. The Franciscans in England, Boston 1926; G.
Vicari, Ragioni storiche – Martiri Francescani Inglesi, Asís 1929, p. 6-8).
Y para poner punto final a esta triste reseña de pérdidas sufridas en las
grandes naciones europeas, ocasionadas por las reformas verdaderas o
supuestas, por reyes y príncipes, por supresiones y confiscaciones, por el
protestantismo y las guerras de religión que sobrevinieron, añadimos las
pérdidas sufridas en las naciones menores del Oriente europeo, de Grecia y su
respectivo archipiélago, del Medio Oriente por causa de las invasiones
islámicas y turcas. El último ministro provincial de Tierra Santa, Nicolás de
Serra San Quírico, en el capítulo general de Siena, en mayo de 1574, declaraba
«se nihil habere quod referat, cum Turca immanissime fratres trucidáverit,
conventusque solo aequáverit» [que él no tenía nada que decir, tan sólo que los Turcos
habían trucidado terriblemente a los frailes y arrasado al suelo todos los conventos, n.d.t.]. El
hablaba sobretodo de la provincia de Tierra Santa, custodia de Chipre,
aniquilada juntamente con el martirio de los religiosos en 1570-1. A partir de
aquella fecha, las provincias perdidas, como la de Inglaterra, Irlanda,
Dinamarca, Sajonia, Tierra Santa tuvieron un provincial titular (Tossignano,
Historiarum f. 283r; MiscFranc 33 [1933] 76; 43 [1943] 246; Holzapfel, p. 541).
La Orden, que en la época de la división de 1517 contaba con 38
provincias, incluyendo las 34 antiguas de s. Buenaventura, con
aproximadamente 1.300 conventos y 25-30.000 frailes – cuantos,
aproximadamente, contaba la Observancia con todas las reformas menores de
Coletanos, Amadeítas, Guadalupenses y Clarenos – constataba que, al final del
s. XVI, después de las distintas peripecias ya comentadas, sus provincias se
habían reducido a 25, y 4 vicarías-misión, y los conventos reducidos a
aproximadamente 1.000, los religiosos a aprox. 20.000 (Tossignano, Historiarum, f.
246v-95f: sin embargo hay que eliminar algunas provincias, como ya lo hicimos;
WaddingAnnMin 1506, n. 10: vol. XV, p. 367 nota 1; Benoffi, Compendio, p. 249, 253, 265;
Caratelli, Manuale OFMConv, p. 184-6; Di Fonzo, Series, p. 88-9).

7. Vitalidad de la Orden. - Pese a tan grande cantidad de


dificultades y destrucciones, la Orden no había perdido su vitalidad. Dan
testimonio de esta vitalidad el apostolado pastoral llevado a cabo con celo en
las innúmeras iglesias y santuarios que le habían quedado, y especialmente en
el de s. Francisco en Asís y en el de ‘El Santo’ en Padua; las iniciativas
misioneras implantadas en Asia y en América, aunque llevadas adelante a nível
personal, esporádicas y no duraderas, por causa de las preclusiones de España y
de Portugal en sus amplísimos territorios coloniales; la fundación de nuevos
conventos y provincias como la de Cerdeña (1534), de Lieja o Bélgica (1558),
de las Nuevas Indias (1577), de Perú (1582-92 (apostolado: G. Zaccaría, Diario Assisi,
en MiscFranc 63 [1963] 495-536; A. Sartori, Provincia del Santo, Padova 1958, p. 29-48, 218-
24; misiones y provincias: Regesta Órdinis [1582-92], Arch. Santi Apóstoli Roma, A. 18, f. 2,
180; A. 19, f. 193; A. 20, f. 2, 148; A. 21 bis, f. 1; A. 23, f. 2; Benoffi, Compendio, p. 253-4; Di
Fonzo, I Francescani, p. 262-3; Album OFMConv 1960, p. 103; 1977, p. 45).

La presencia de maestros en las cátedras de no pocas universidades de


Italia y de Europa, y la fundación de un propio nuevo Estudio universitario en
Roma - el Colegio Sixtino de S. Buenaventura con la facultad de otorgar el
doctorado en teología - manifestaron también esta misma vitalidad (Sixto V,
Ineffabilis divinae, 18-121587). Añádase la actividad de sus teólogos en la Consulta
del S. Oficio, con un consultor estable desde 1560 y con inquisidores que, a
imitación de sus hermanos de los siglos anteriores, continuaban vigilando sobre
la pureza de la fe; la actividad llevada a cabo en el Concilio de Trento (1545-
63) mediante la presencia de 91 entre obispos y teólogos, número poco inferior,
de alguna unidad apenas, a lo de los Dominicos, y con un obispo, el Musso,
quien fue llamado «brazo derecho del Concilio»; la actividad en el campo
jerárquico, mediante muchos otros obispos elegidos de entre la Orden: por lo
menos 66 a partir de 1517, dos cardenales y un papa, Sixto V, acerca del cual
Pastor lamenta que la posteridad le haya «injustamente negado el título de
grande» (universidad: N. Papini, Lectores públici, en MiscFranc 31 [1931] 95-102, 170-4.
259-60; 32 [1932] 33-6, 72-7; Colegio S. Buenaventura: D. Spáracio, Sinopsis historica, Roma
1923; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 40 [1940] 153-86; G. Stano, Storia, en Seraphicum [Roma
1964] 47-73; S. Oficio: Caratelli, Manuale, p. 306; MiscFranc 63 [1963] 523, n. 466; Trento: G.
Odoardi, Serie conciliari, en MiscFranc 47 [1947] 321-411; jerarquía: P. Gauchat, Hierarchia
Católica IV, p. 48-53, 104, 122, 125, 167, 176, 189, 237, 245, 271, 287, 292; G. Abate, Series
Episcoporum, en MiscFranc 31 [1931+ 103-12; Pastor 10 [1928] 5).
Igual vitalidad se ve, con mayor razón, mediante la obra de renovación
espiritual que se dio en el seno de la Orden y favorecida por el surgimiento de
nuevas congregaciones promovidas por los frailes. Auspiciada por León X en
las bulas de separación y de conciliación (29-5.12-6-1517), y emprendida con
pronta solicitud por el general Marcelo pocos días después (22,25-6-1517),
aquella renovación se tornó el tema fundamental del siglo. Para promover una
vida religiosa más fervorosa y franciscana, Marcelo echó mano del recuerdo
del recién peligro que la Orden había enfrentado y que había logrado superar
«illius Patris virtute qui in córpore suo expressa portavit stígmata Salvatoris»
[por gracia de nuestro Padre que llevó grabados en su cuerpo los estigmas del Salvador, n.d.t.];
e hizo hincapié sobre una vida de mayor regularidad, «arctius et diligentius»,
no obstante «sub privilegiis nobis concessis» [no obstante los privilegios concedidos a
nuestra Orden, n.d.t.], usando las mismas palabras de la bula Omnipotens Deus
(Marcelo, en ArchIbAmer 9 [1949] 251-4; esquema de los decretos, ibid,, p. 241-42; Omnipotens
Deus, en WaddingAnnMin 1517, n. 30; vol XVI, p. 59).
A fin de poner en práctica la renovación, se llevó a término la nueva
edición de las constituciones Alejandrinas (1500), en la ciudad de Barcelona en
1540, y también la redacción de las nuevas constituciones generales que fueron
llamadas Pianas porque aprobadas por Pío IV (1565). Estas constituciones
fueron redactadas luego del Concilio de Trento porque, en la XXV y última
sesión de 3-12-1563, había sido concedido a todas las Ordenes religiosas
mendicantes y non, con excepción de los Observantes y Capuchinos, la
autorización para poseer en común: «ut deinceps bona immobilia eis possidere
líceat» [desde ahora les es lícito poseer bienes inmuebles, n.d.t.]. La concesión conciliar
que, a diferencia de la Ad statum Órdinis de Martino V (1430), traía algo nuevo
desde el punto de vista jurídico, fue recibida sin titubeos por la Orden en el
capítulo general de Florencia de 1565. En efecto, la concesión estaba en
sintonía con el modus vivendi que las distintas dispensas y privilegios
pontificios le habían concedido a lo largo de los siglos en lo que a pobreza y al
uso de bienes se refiere; además constituía su lógico y natural desarrollo; y de
ninguna manera significaba renuncia a la esencia del franciscanismo, tal como,
en el pasado, había sido proclamado por los literalistas de la pobreza.
Prescindiendo de la interpretación bíblica acerca de la pobreza evangélica, que
si pobreza absoluta o pobreza relativa, hay que decir que la esencia de la
pobreza franciscana, hablando en sentido realista, no se fundamenta sobre
ningún título de propiedad ya sea directa ya sea indirecta, o que si deberá
permanecer en manos de la Orden o de la Santa Sede, sino sobre el uso más o
menos pobre de aquellas propiedades por parte de los frailes (Const. Alexandrinae,
Barcelona 1540, en ArchIbAmer 9 [1949] 239-47; Const Pianae, Bolonia 1564; BullRom VII, p.
401-18; Conc.Trid., De Regularibus, ses. XXV, c. III, en ConcOecDecr, p. 777; Hess, Manuale
de Régula, P. 74-9, nn. 132-43; Di Fonzo, I Francescani, 227, nota 176; Karrer, St. Francis of
Assisi, traducido del alemán por N. Widenbrukl, Nueva York 1948, p. XI-XII).
Las Constituciones Pianas, que tuvieron la tarea que interpretar la
nueva situación de la Orden, propietaria ahora y administradora de sus propios
bienes, y no más simple usuaria de los bienes que le habían sido donados pero
poseídos por la S. Sede y administrados por especiales administradores
apostólicos, no siempre resultaron satisfactorias. En 1568 fueron promulgados
nuevos decretos muy estrictos; de las constituciones Pianas se volvió otra vez a
las Alejandrinas mediante una tercera edición preparada y publicada en
Bolonia en 1587; además, algunas incertidumbres de carácter legislativo
turbaron, a lo largo de algunos años, la vida de la Orden hasta que la benévola
protección de Sixto V (1585-90), que había sido vicario general apostólico de
la familia C. (1566-8), y el gobierno sabio y celante de los últimos generales de
aquel siglo, lograron, poco a poco, encontrar una buena solución y ser
superadas (Const. Alexandrinae, Bolonia 1587; Decretos 1568, en WaddingAnnMin, 1568, n.
70; vol. XX, p. 220-3, 573-4; Sixto V, varias bulas, en WaddingAnnMin, Reg. 1586, nn. 38, 50,
51; 1587, n. 62; 1588, nn. 94, 117; 1590, n. 141: vol. XXII, p. 400, 427, 429, 444, 498, 542,
567).
Entre los Generales de final de siglo se recuerda a Camilli, quien fue
autor de un Examen sobre los preceptos de la Regla (Milán 1574), quizás la
primera semilla del Manual de la Regla y Constituciones que la Orden,
posteriormente, publicó periódicamente; Fera que, en 1580, logró obtener un
card. Protector de la Orden, Felipe Guastavillani, quien había sido solicitado
por su predecesor y que, a partir de aquel entonces, era distinto del card. de los
Observantes y de los Capuchinos; a Pillei (1587-90), intransigente en combatir
los abusos de la vida privada, del dinero, de autoridad: uno de estos abusos, es
decir el de los comisarios que en los conventos habían llegado a substituirse
prácticamente a los provinciales, había sido truncado por Peretti en 1566; y
finalmente el más pío y celante de los generales del s. XVI, Felipe Gesualdi
(1593-1602) que – después de haber fundado la Computativa en Padua, es
decir una escuela de espiritualidad frecuentada también por s. Francisco de
Sales – echando mano de escritos, visitas, ejemplo, decretos inspirados en las
reformas promovidas por Clemente VIII, logró llevar a los frailes a un alto
grado de vida común más intensamente radicada en la observancia de la Regla
y, de manera especial, de la pobreza, en el estudio y en el apostolado, en la
oración que colocó como fundamento de la renovación espiritual de la Orden,
mandando, entre otras, que todos los días, turnándose, en todos los conventos
de Italia, y en los día festivos también en los del Exterior, se expusiera el
Santísimo para la adoración de los frailes y de los fieles. «Sanctissime
gubernasse» [gobernó muy santamente, n.d.t.], se dijo de él, y gobernó cosechando
buenos frutos, pues el papa Clemente VIII felicitó al general, y a los mismos
-»C. Reformados, que habían surgido en el seno de la Orden, en distintas
provincias en los años 1545, 1557, 1590, 1595-600, fueron considerados
superfluos (comisarios abolidos: MiscFranc 23 [1922] 19; generales: Benoffi, Compendio, p.
268-71, 272-8, 280-3; Caratelli, Manuale, p. 268-70; Di Fonzo, Gesualdi, en EC 6 [1951] 222;
Clemente VIII, Usus saepe, 3-11-1592; Cum tu, 9-6-1593; Inter graves, 18-5-1599, en
WaddingAnnMin, Reg, 1592, n. 11; 1593, n. 2; 1599, n. 87: vol. XXIII, p. 105, 476, 557;
Zaccaria, Diario Assisi, en MiscFranc 63 [1963] 513, 515, 519, 521, 525, 527, n. 422, 428, 449,
455, 474, 482: adaptaciones a los decretos tridentinos).
B. El siglo XVII: Nuevas actividades apostólicas y supresión inocenciana.

1. Nuevas actividades. - Promotor asiduo de la renovación fue el


recordado general Santiago Montanari (1612-23), que había sido profesor en la
Universidad de Bolonia y procurador general de la Orden apodado, con razón,
«restaurador de la Orden». Su programa obedecía a lo de: «ut familia sibi
commissa Franciscum redoleret, Franciscum referret» [que la fraternidad que le
había sido confiada oliera a Francisco, reprodujera a Francisco, n.d.t.]. A fin de alcanzar
este objetivo, empezó por visitar todos los conventos, inculcó la observancia de
la Regla y de la vida común, impulsó toda clase de apostolado. Mandó hacer el
reconocimiento del cuerpo del b. Juan Duns Escoto en la «Minoritenkirche»
[iglesia de los Menores, n.d.t.] de Colonia (1619), e inmediatamente propulsó la
Reformatio studiorum (Perusa 1620) que favoreció y facilitó mucho material a
los estudios teológicos y buenaventuriano-escotísticos del s. XVII que tuvo
entre los C. las columnas del escotismo del seiscientos: Ángel Volpi, Lorenzo
Belluti, Bartolomé Mastrio «princeps scotistarum».
Al Montanari se debe también el nuevo despertar de las misiones C. en
el Oriente europeo, luego de la institución de Propaganda Fide (1622). Los
primeros misioneros salieron en 1623, y otros muchos más se les añadieron
hasta nuestros días, transformando las antiguas misiones en prefecturas,
diócesis y provincias religiosas. Con un objetivo misionero había sido fundado
el «Collegium missionum» en Asís (1612), y otros para formación teológica
universitaria a semejanza del Sixtino o S. Buenaventura en Roma, en Malta
(1618) y en Cracovia (1622). Otro más se fundó en Leópolis (1628). Al mismo
tiempo, a través de las nuevas constituciones Urbanas (1628), se daba solución
al grave problema de la nueva legislación de la Orden: el Montanari aportó su
valiosa contribución de experiencia y doctrina, pues mandó preparar un manual
de formación e interpretación de la Regla, la Minórica Fratrum Minorum
Conventualium de Silvestre Bartolucci (Perusa 1615), y también los decretos-
constitucionales del Capítulo de 1617 (misiones: Arch. Propag. Fide, Acta III, 24-4.9-5-
1623, f. 38, 40; Odoardi, I C. e Propag. Fide, en MiscFranc 73 [1973] 136-41; colegios: Benoffi,
Memorie Minorítiche, ibid. 33 [1933] 99; WaddingAnnMin, Reg. 1519, n. 173: vol. XXIV, p.
575; 1622, n. 242: vol. XXIV, p. 651; 1628, n. 42: vol. XXVII, p. 56; legislación: Benoffi,
Compendio, p. 286-7; Holzapfel, p. 532-3).
Las constituciones Urbanas, que derivan su nombre de Urbano VIII
quien las aprobó (Militantis Ecclesiae, 15-5-1628), fueron promulgadas por el
sucesor de Montanari, Félix Franceschini, que prudentemente había mandado
reformar algunas normas más rigurosas contempladas en los decretos-
constituciones de 1617. Gracias a este sentido de moderación, que interpretaba
las urgencias reales de las dificultades y necesidades de la época, aquellas
constituciones constituyeron un conjunto de leyes sabias y eficaces, y pudieron
llegar hasta nuestros días (1932), no obstante las revisiones y adaptaciones
introducidas en las múltiples ediciones. En ellas quedaba definitivamente
codificado: -1) el nuevo régimen de pobreza, a partir del privilegio tridentino;
-2) la vida común que, habiendo sufrido en pasado muchos abusos, se tornaba
el eje central de la reforma religiosa; -3) la nueva organización de los estudios
y del apostolado; -4) la fijación de un período de gobierno más largo (6 años)
para los ministros generales a partir de 1617 (Const. Urbanae, Roma 1628; Benoffi,
Compendio, p. 288-9; Holzapfel, p. 533; Cresci, S. Francesco, p. 222-3).
En esta nueva organización de estudios fueron instituidos numerosos
colegios y gimnasios: los primeros tenían carácter teológico universitario y
facultad para otorgar los grados académicos, y estaban instituidos en los
centros más importantes de las provincias italianas y extranjeras: en 1633 había
11, es decir, a los anteriores se les añadieron Bolonia, Asís, Nápoles-
Concepción, Praga, Colonia, Padua, Nápoles-Bonaiuto, tres más de los
previstos por las constituciones; los otros, correspondientes a nuestros estudios
teológicos menores y filosóficos-liceales, se abrieron en todas las provincias de
la Orden.
La renovada actividad apostólica post-tridentina motivó la acción
pastoral en las iglesias y conventos de las antiguas y nuevas provincias: S.
Roque en Francia (1625), Estiria y Carintia en Austria, Lituania en el Báltico
(1683), Rusia (1633), Zante, Corfú (1640), Mesopotamia (1641), algún intento
en el Congo (1650aprox.), la legacía de Frascella en Japón que, sin embargo,
tan sólo pudo llegar a Goa, en las Indias portuguesas (1637-53); en el Medio
Oriente, exactamente en Constantinopla, Propaganda Fide continuó enviando
vicarios patriarcales C. a lo largo de todo el siglo (estudios: Const. Urbanae, c. V; t.
4, nn. 1-25, p. 166-78; Benoffi, Degli studi, en MiscFranc 32 [1932] 23-7; provincias: Benoffi,
Compendio, p. 299-300; Holzapfel, p. 538; MiscFranc 32 [1932] 143-4; misiones: Odoardi, I C.
e Propaganda, ibid. 73 [1973] 140-3).

2. Supresión inocenciana. - Otro duro golpe para la Orden fue la


supresión de los pequeños conventos ordenada por Inocencio X (Instaurandae
regularis disciplinae, 15-10-1652), como resultado del censo que mandó hacer
sobre el «status» histórico, económico y de personal a través de un cuestionario
demasiado pormenorizado (Inter caetera, 17-12-1649). El censo estaba
dirigido a todas las Ordenes religiosas, indistintamente. Sin embargo, los C.
fueron los más golpeados: en Italia e islas cercanas, a las que la disposición
papal estaba dirigida, deberían haber perdido más de 457 conventos sobre los
907 que tenían, si hubiesen llevado a efecto las primeras disposiciones (1652);
pero, manejando las atenuaciones propuestas posteriormente (1654), perdieron
tan sólo 242, y los demás 215 permanecieron ad tempus bajo la jurisdicción de
los obispos (anteriores: 1647, 1649; Benoffi, Compendio, p. 293; G. Franchini, Status
Religionis Franciscanae, Roma 1682, p. 129-36 con la Inter caetera y Questionario; bulla
Instaurandae, en BullRom XV, p. 696-8; WaddingAnnMin 1652, n. 6: vol. XXX, p. 70-3;
estadísticas: Franchini, Status, p. 15-20; F. A. Righini, Provinciale OFMConv, Roma 1771, p. 4-
7, 30).
El objetivo del Papa era bueno: promover una intensa vida regular y
eliminar los abusos. Sin embargo, las motivaciones y generalizaciones
presentadas, no resultaron muy convincentes ni objetivas.
Una muy fuerte reacción se levantó por parte de los superiores
generales y de algunos príncipes y comunidades locales; quejas severas fueron
presentadas por la República de Venecia acerca de las generalizaciones y
apreciaciones sobre las ventajas espirituales de los pequeños conventos en pro
de las poblaciones; se levantaron denuncias en contra de algunos
malintencionados informadores del Papa, enemigos de los religiosos. De esta
manera, la supresión se detuvo por el momento. Un decreto de la S. C. de los
Obispos y Regulares determinaba, en nombre del Papa (Ut in parvis
Regularium, 10-2-1654), que los conventos donde residían no menos 6 frailes
no debían de ser suprimidos, y los que lo habían sido, podían ser reabiertos; sin
embargo, deberían permanecer bajo jurisdicción de los obispos si no
alcanzaban el número de 12 religiosos: solo teniendo ese número podían
reconquistar la total exención. Esta fue, sin duda alguna, una grande atenuación
porque sabiamente llevaba en cuenta las críticas que la primera disposición
había provocado; y que devolvía a la Orden 215 conventos, aunque
permaneciesen bajo la jurisdicción de los obispos. Por otro lado, le había
ocasionado la pérdida de 242 conventos que Franchini (1682) y Righini (1771)
nombran como suprimidos (reacción y críticas: WaddingAnnMin 1652, n. 6; 1654, n. 9:
vol. XXX, p. 67-9, 73-4, 207-8; Franchini, Status, p. 15-20; Righini, Provinciale, p. 4-7, 30;
Benoffi, Compendio, p. 293-4; Caratelli, Manuale, p. 272; E. Boaga, La soppressione
innocenziana, Roma 1971).
La Orden sufrió también otras calamidades en las provincias de los
países protestantes y en las del Oriente europeo, donde era muy fuerte la
presión de los Turcos: uno de los centros más importantes y significativos, el S.
Francisco de Constantinopla, fue transformado en mosquea, la «Mosquea de la
Validè» o Sultana-madre, que los católicos llamaron «Mosquea S. Francisco»
(1697); en Francia hubo dificultades (1665) en el clima de enfrentamientos
entre regalistas y galicanos; no faltaron víctimas y mártires en Alemania y
Polonia (1656-60); en Hungría, Esteban Iglodi fue martirizado por los
calvinistas en Rad, en 1639. Pero, la Orden, en este siglo, contaba con un
notabilísimo modelo de virtud y santidad, s. José de Cupertino, el
extraordinario y maravilloso «Santo de los vuelos», patrono de los estudiantes,
muerto en Ósimo en 1663 (Benoffi, Compendio, p. 294, 295, 297, 300-1; A. R. Cizemski,
Laurus triumphalis prov. Poloniae, Cracovia 1660; Matteucci, Un glorioso convento, p. 116-52;
G. Parisciani. S. Giuseppe da Copertino, Ósimo 1963).

De los datos estadísticos reportados por Righini acerca de la supresión


inocenciana de los pequeños conventos, consta que la Orden, en el año 1654,
tenía en Italia e islas 15 provincias y 665 conventos de los 907 que tenía
anteriormente; y de las estadísticas más generales de Franchini consta que, en
1682, la Orden contaba con 31 provincias, 2 misiones, 950 conventos, 15.000
religiosos. Por causa de los tristes acontecimientos recordados, la situación
estaba aún en baja, no obstante el vigoroso arranque espiritual. Pero un siglo
más prometedor estaba por despuntar (Righini, Provinciale, p. 30; Franchini, Status, p.
4-9, 25; Holzapfel, p. 536-7).

C. El s. XVIII: Desarrollos notables. Unión de los Observantes de


Francia con los C. Supresiones regalistas y de la revolución.

1. Estudios y apostolado. - El s. XVIII empezó con el gobierno de un


grande general: Vincenzo Coronelli de Venecia (1650-1710). Él fue
cosmógrafo de la República Véneta, autor de más de 100 obras geográficas
históricas y cartográficas, constructor de globos celestes y terrestres, promotor
y, en parte, realizador de una grandiosa Biblioteca universal. Ha sido «uno de
los últimos grandes espíritus enciclopédicos», hombre de primados, autor de la
Academia de los Argonautas (1684), que es «la más antigua sociedad
geográfica del mundo»; compuso el Atlante véneto, «el primer atlante italiano»
con 13 grandes volúmenes in folio (1690-8); sus globos fueron considerados,
en aquel entonces, «les plus beaux et les plus grands» [los más bonitos y los más
grandes, n.d.t.] y muy apreciados hasta el día de hoy; la Biblioteca universal, que
está conformada por 45 volúmenes previstos, aparte de los 10 enriquecidos con
ilustraciones, y también por los 7 llevados a cabo hasta la letra C (1701-9), es
considerada «la primera enciclopedia con orden alfabético y en lengua
moderna», «la primera estructurada según los métodos modernos» (E. Armao,
Vincenzo Coronelli. Vita e opere, Florencia 1944; AA. varios, entre los cuales G. Abate, F.
Bonasera, R. Haardt, G. L. Andrissi, L. Di Fonzo, A. Sartori, Coronelli religioso, scrittore,
geografo, cartografo, costruttore di globi, idráulico, storico, en MiscFranc 51 [1951] 63-558; R.
Almagià, Coronelli, Vincenzo Maria, en EncItal 11 [1931] 455; S. La Colla, Enciclopedia, ibid.
13 [1932] 946; E. Armao, Coronelli, en EC 4 [1950] 585-6).

Para la Orden, que lo había elegido ministro general en el capítulo de


Roma de 1701, Coronelli fue un asiduo promotor de los estudios y de la vida
regular, continuador celante de esa obra de renovación emprendida con suceso
por sus más ilustres predecesores. Para ese fin, escribió una ferviente Carta
pastoral con la que estrenó su oficio, y también el Manual de la Regla (1701);
hizo re-editar las Constituciones Urbanas (1702 y ya 1694), el Arbor
Seráphicae nostrae Religonis; una breve historia y cronología de la Orden
(1703 y ya 1695), los Decretos Pontificios referentes a los Menores C., de
1715, 1716 cuando Coronelli ya había dejado el oficio de general años atrás. El
carácter fuerte y autoritario que tenía, su celo no siempre discreto y moderado,
habían sido motivo de incomprensiones y malentendidos, que lo llevaron a la
suspensión del oficio (1704) aunque conservara el título hasta el vencimiento
del sexenio (1707). Clemente XI lo había suspendido, el mismo que lo había
confirmado en la elección. El Papa había tenido mucha estima de él, y a los 16
días de su elección (30-5-1701) le había otorgado el permiso para erigir un
nuevo colegio universitario de la Orden en la ciudad de Urbino (G. Abate,
Vincenzo Coronelli religioso, en MiscFranc 51 [1951] 67-87; L. Di Fonzo, La produzione
coronelliana, ibid., p. 445-9; I. Gatti, Il P. Vincenzo Coronelli, vol. 1-2, Roma 1976).
Los estudios fueron renovados también por obra de los generales
Borghesi (1713-8), Baldrati (1725-31), Costanzo (1753-9). Las misiones, que
Propaganda Fide amplió confiando nuevos centros en Asia Menor, en Tracia y
en el archipiélago greco (1715, 1720, 1726, 1796, 1797), fueron recibidas con
mucho cariño por parte de los generales Carucci y Calvi: el primero volvió a
abrir el Colegio misionero de Asís (1709), confirmado por Clemente XI
mediante estatutos priopios (Crediti nobis, 2-1-1710); el otro llevó a Roma el
Colegio de Asís (1748) e instituyó una especial procura de las misiones cuyo
primer procurador fue Lorenzo Ganganelli (1747-59), futuro Clemente XIV.
Las provincias también se multiplicaron: Turín (1726), Moravia
(1732), Slesia (1754), más 5 en Francia (1771), mientras que la provincia de
Hungría recibía el reconocimiento pontificio mediante la Sedis Apostólicae de
Benedicto XIV, 10-3-1751 (Estudios: Benoffi, Compendio, p. 305, 307-8, 311, 317;
misiones: breve de Clemente XI, en BullRom XXI, p. 368-71; Abate, Collegio Missionario, en
MiscFranc 29 [1929] 133-8; Id., Procuratori Missioni, ibid., 30 [1930] 118-24; Odoardi,
Conventuali y Propaganda, ibid., 73 [1973] 143,160-2; provincias: Benoffi, Compendio, p. 307,
314, 316, 324; Holzapfel, p. 536-7).

2. Escuela histórica C. - En el trascurso de este período se afirmó


una excelente escuela histórica C., muy apreciada por los Bolandistas, y más
todavía por Paul Sabatier que, en lo que a cuestiones sanfranciscanas se refiere,
es considerado por Tebaldi, uno de los representantes de aquellas materias,
«sumamente aventajado» sobre los primeros, y de los cuales había sido
también generoso informante. Sabatier afirmaba que, de aquella «sólida
escuela de C. italianos... aún hoy día podemos aprender algo». Junto con
Tebaldi, integraban aquella escuela otros C.: Benoffi, Missori, el b. Lucci,
Righini, Rúgilo, Rinaldi y, sobretodo, Juan Jacinto Sbaraglia, «uno de los
hombres más cultos del s. XVIII en el área de los estudios eclesiásticos», a
quien se le reconocen unas obras fundamentales como es el Supplementum et
castigatio ad Scriptores OMin de Wadding, que puntualizó y triplicó (Roma
1806, póstumo), y los primeros 4 volúmenes del Bullarium Franciscanum
(Roma 1759-68) que colecciona las bulas desde Honorio III (1216-27) hasta
Bonifacio VIII (1294-1303), las Additiones a los Annales Minorum de
Wadding y a Italia Sacra de Ughelli (ms. Archivo. Gen. Santos Apóstoles, Roma). Se
podrían añadir los Pagi, es decir Pagi tío, Pagi sobrino y Pagi sobrino segundo
que, fuera de Italia, es decir en Provenza, compusieron la Critica histórico-
chronologica en Annales Baronii et Spondani (4 vol., in folio, París 1689–Anversa
1705-7),y también el Breviarium historico-chronologico-criticum Romanorum
Pontificum (6 vol. n folio, Anversa-Ginebra 1717–Venecia 1753) (ActaSS, Octobris II, p. 547,
nn. 10, 11; p. 549, nn. 18, 20; Sabatier, Lettere al Faloci, en MiscFranc 16 [1915] 186;
ArchFrancHist 57 [1964] 148 (opinión Sbaraglia); Sparacio, Gli studi di storia e i Minori C., en
MiscFranc 20 [1919] 3-65, 97-126).
En esta floreciencia de estudios históricos, las nuevas controversias
entabladas entre C. y Observantes encontraron una más adecuada y
documentada respuesta. El tema, por cierto, era siempre el mismo: es decir el
cambio de situación llevado a cabo por León X en 1517, y el persistente
equívoco entre el aspecto jurídico y el aspecto histórico de aquel evento.
Se discutía también sobre la Singularis devotio (5-7-1726) con la cual
Benedicto XIII había dado normativas acerca de la jurisdicción sobre los
Terciarios seglares, y de manera particular sobre la presentación que se daba de
los C. como Orden «vetustísima» entre las Ordenes franciscanas. Pero el Papa
cortó la cuestión imponiendo silencio (Singularis devotio, 5-7-1726; Qui pacem
loquitur, 21-7-1728, en BullRom 12 [1736] 100-1, 290-1).

3. Unión de los Observantes de Francia con los C. – Mientras se daban


estas controversias, iba tomando cuerpo un acontecimiento que, de no haber
sido alimentado por las intervenciones regalistas, habría resultado imposible,
aunque, por lo menos parcialmente, hubiese sido intentado también en el
pasado. Las 8 provincias Observantes de Francia, a raíz de los intentos
reformistas o de supresión propulsados por el rey Luis XV y por la comisión
encargada de averiguar sobre las Ordenes Religiosas (1766-8), pidieron y
obtuvieron autorización para unirse o reunirse con los C. (S. Lemaire, La
Commission des Régulers 1766-80, París 1926, p. 219-21; P. Chevalier, Les sources de l’histoire
des Cordelièrs 1766-89, en EtFranc 11[1961] 53-81).

De las 8 provincias tan sólo 3 ó 4 eran ex C., perdidas en favor de la


Observancia en el s. XVI, aunque permaneciesen siempre ligadas a las
costumbres, privilegios y bienes estables del conventualismo, que les habían
sido confirmadas hasta el año 1745 por Benedicto XIV. Pero las 4 restantes
eran totalmente Observantes, y estas también, en el capítulo de 5-9.10-1769,
pidieron adherir a la unión. Los representantes Observantes y C., comezaron a
reunirse una y otra vez en la «magna domus Parisiensis» [el grande convento de
París, n.d.t.], ya famoso centro universitario que había sido de los C. hasta el año
1502, y todos a una, el 28-9-1770, firmaron un «Concordatum» mediante el
cual «uno ánimo unoque ore», «voluntarie omnino ac libérrime» [con un mismo
sentir y mismo deseo, totalmente libres y de espontánea voluntad, n.d.t.], se comprometían a
constituir, todos juntos, en el Reino de Francia, «unus Ordo, una familia, unum
corpus... sub spiritualis regímine reverendissimi patris Ministri Generalis
Fratrum Minorum Conventualium» [una sola Orden, una sola familia, un único
cuerpo... bajo el govierno espiritual del reverendísimo padre Ministro General de los Frailes
Menores Conventuales, n.d.t.].
Para tal fin, fueron redactadas nuevas constituciones
que, prácticamente, eran las mismas Urbanas «revisae, reformatae ac
moderatae» [revisadas, renovadas y adaptadas, n.d.t.]. Y para éstas, y para el nombre
y el hábito, se renovó el empeño del «unus religiosus Ordo, sub nómine, hábitu
et Constitutionibus Fratrum Minorum Conventualium» (Concordatum, en Const.
Urbanae [Roma 1894] Ap., p. 3-9).
Todos estos puntos fueron tratados y aprobados en el capítulo general
de los C. en Roma el 22-5-1771, cuando el neo-elegido general Luis Marzoni
hizo la entrega del hábito conventual a los tres primeros religiosos de las ex
provincias Observantes de Francia. Mientras tanto, fue presentada una petición
a Clemente XIV, papa C., y la aprobación no demoró en llegar. El Papa envió
algunos breves: la Sacram Minorum familiam (9-8-1771), que confirmaba las
nuevas constituciones, llamadas Urbano-Clementinas; la Ália nos (23-12-1771)
para la reorganización de las provincias; la Exponi nobis (23-12-1771) con
nuevos estatutos para la «Magna domus Parisiensis» que, de esta manera,
después de 271 años, regresaba a los C. Los documentos papales, en virtud del
regalismo vigente en Francia, obtuvieron el exequátur - «nécessaire pour en
procurer une prompte exécution» [indispensable para obtener la inmediata aplicación,
n.d.t.], como dijo el rey Luis XV – y de esta manera la unificación fue llevada a
cabo (Breves de Clemente XIV: BullRom XXI, p. 366-8, 400-1, 401-4; documentos papales,
regios y franciscanos: Apend. a las Const.Urbanae, Roma 1894, p. 3-57).

Los C., que en 1768 tenían en Francia 3 provincias y 57 conventos con


320 religiosos, después de la realizada unión con los Observantes - que de esta
manera desaparecían de Francia – contaban ahora con 8 provincias (aunque las
11 fuesen reducidas a 8 en virtud de la reorganización clementina), 344
conventos, 2620 religiosos. Como se puede ver, los Observantes eran mucho
más numerosos, pero el número elevado de sus conventos (287) fue la causa
principal de su vulnerabilidad ante la demanda de la comisión regia de los
Regulares de querer suprimir todos los conventos que tuviesen menos de 9
religiosos residentes (1768), y eso los motivó a proponer la unificación que se
llevó a cabo en 1771 (estadística Francia: Othon de Pavie, L’Aquitaine Seraphique, vol IV,
Tournai 1907, p. 441; B. Fleury, De statu Órdinis in Gallia, en MiscFranc 32 [1932] 145-6;
comisión: Lemaire, La Commission des Régulers, p. 224-31; decretos comisión y unión: Const.
Urbanae, Ap., p. 48).
En aquel entonces, la Orden de los C. contaba con 40 provincias y 2
misiones, 1257 conventos, 25.000 religiosos: una verdadera florecencia que no
se dio solamente bajo el aspecto numérico, pues hay que llevar en cuenta las
eminentes personalidades dadas a la Iglesia, a la cultura y al arte como el
pontífice Clemente XIV, el cosmógrafo Coronelli, el historiador Sbaraglia, el
músico Martini y los siervos de Dios, el b. Benaventura de Potenza, s.
Francisco Antonio Fasani, el b. Antonio María Lucci, y los 38 mártires de la
revolución francesa, entre los cuales se cuenta el b. Juan Francisco Burté y
Juan Bautista Triquerie (Estadística de la Orden: Righini, Tabulae topographicae Roma
1773, p. 1-44; Caratelli, Manuale, p. 189-93; Holzapfel, p. 536-7; Di Fonzo, Series, p. 68-9 y
para los ilustres y beatos, p. 52, 55, 58).

4. Supresiones regalistas y de la revolución. - Después de haberse


llevado a cabo la unificación clementina, la ilusión de todos era la certeza de
haber encontrado una válida defensa contra los intentos de intromisión laica, y
el rejuvenecimiento del franciscanismo francés. Desgraciadamente una nueva
tempestad violenta estaba armándose sobre su cabeza, sobre todas las demás
Ordenes religiosas y también sobre la Iglesia en general. So pretexto de
desórdenes, que nunca faltan, y de reformas, que casi siempre son útiles y
también necesarias, aunque empleando algunas disposiciones aceptables y
saludables también, al fin y al cabo se miraba a adueñarse de los bienes de las
Ordenes religiosas y de la Iglesia, y también a ampliar las propias influencias
en el campo eclesiástico.
Hemos hablado de las normas impuestas por la comisión regia de los
Regulares: los conventos no podían estar constituidos con menos de 9
religiosos. Otras normas, también de inspiración regalista y galicana, resultaron
muy restrictivas y destructivas: se vedaba la admisión de los aspirantes
extranjeros, la profesión era postergada a los 21 años, se imponía la revisión de
los estatutos, se obligaba a la aceptación de los controles laicos en la vida y
asambleas comunitarias. En muy corto tiempo, 58 de los 344 conventos fueron
cerrados, 225 de los 2620 religiosos se perdieron. Los religiosos, en vísperas de
la revolución, habían bajado a 2074. Pero, si la comisión regia había resultado
deletérea (1768-80), mucho más negativa fue la Revolución al ordenar el
decomiso de los bienes (1789) y la supresión de las Ordenes religiosas (1790),
y también lo fue la Constitución civil del Clero que obligaba al juramento y
sumisión (1790) y sus más feroces persecuciones (1792-4) arrasando con todo,
dejando muchas víctimas y mártires, como hemos dicho (Esperanza: Concordatum,
en Const. Urbanae, Ap., p. 6; comisión: Lemaire, La Commission des Réguliers, p. 224-42, 247;
EtFranc 37 [1925] 368; revolución: L. T. Rogier, Nuova storia della Chiesa, vol. IV, Turín
1971, p. 175-201; víctimas y mártires: Edouard d’Alençon, Essai de martyrologe des Frères
Mineurs pendant la révolution Française 1792-1800, París 1892).
Menos drásticas, pero igualmente pesadas, fueron las disposiciones
tomadas en contra de la Ordenes religiosas y en contra de los C. por parte de
los demás gobiernos llamados «iluminados» o regalistas. La República de
Venecia que, en 1652, se había opuesto a la supresión de los pequeños
conventos decretada por Inocencio X, porque – decía entre otras cosas – ellos
constituían un buen expediente para recabar dinero, en esta oportunidad ella
misma la propuso, y con el mismo objetivo: recabar dinero que le faltaba para
la desafortunada guerra de Candia, que se concluyó con la victoria en favor de
los Turcos en 1669. Exactamente un siglo después, en 1766, aquella republica
vuelve a hacerse promotora de aquel objetivo e instituye la Deputación «ad
pias causas» con la tarea de indagar acerca de los bienes eclesiásticos – algo
muy parecido a lo de la comisión francesa de los Regulares -, y decreta (1768)
la supresión de todos los conventos cuyas rentas no fuesen suficientes para el
sustento de 12 religiosos: tal como lo había solicitado, a su tiempo, Inocencio
X. Grandes fueron las pérdidas C. en la región véneta: 22 conventos cerrados
entre 1769-71; quedaban 16, incluyendo a los más grandes: “el Santo” en
Padua, “Sta. María Gloriosa de los Frari” en Venecia, y el de Treviso, de
Belluno y otros más (Righini, Tabulae topographicae, p. 3; Sartori, Provincia del Santo, p.
22-3, 53-4).
La Orden sufrió pérdidas también en Austria, Alemania y Hungría bajo
la influencia del febronianismo y del josefinismo, que vedaron la aceptación de
candidatos y las profesiones, prohibieron todo contacto con los superiores en el
exterior, cerraron escuelas y conventos y decomisaron sus bienes. Algo
parecido pasó en Toscana, bajo el gran duque Leopoldo II; en el Reino de las
dos Sicilias, un decreto de Fernando IV o, más bien, de su ministro Tannucci
(3-9-1788), repitiendo algunas motivaciones ya conocidas, prohibía todo
contacto con los superiores de Roma, e imponía el plácet y el exequátur en
vista tan sólo de algunas ordenanzas (Annuario Prov. Toscana, Florencia 1970, p. 5;
Benoffi, Compendio, p. 326; Monay, Memoriae hist. Prov. Hungaricae, toma 1953, p. 24-5;
Sparacio, Siciliensis Prov. conspectus hist., ibid. 1925, p. 14; G. Guastamacchia, Francescani de
Puglia, Bari 1963, p. 70).

D. El s. XIX: supresiones napoleónicas e italianas. Arranque


esperanzador.
1. Supresiones y confiscaciones napoleónicas e italianas. – A raíz
de las supresiones napoleónicas de 1797, 1799, 1802, 1806, 1809, y de 7-5-
1810, provocadas por el avance de las milicias francesas o el surgimiento y la
afirmación de los distintos regímenes revolucionarios, todo lo que había
quedado de las anteriores supresiones fue trágicamente arrasado. En Italia se
salvaron tan sólo las provincias de Sicilia y de Cerdeña – la primera tenía
también los 3 conventos de la isla de Malta, que aún le estaban jurídicamente
unidos – y el convento de la República de San Marino, aunque dependiente de
la suprimida provincia de las Marcas. Todo lo demás, gradualmente, fue
reducido casi a la nada bien sea en Italia como en el exterior.

Pareció que el vendaval del período napoleónico hubiese llegado a su


término (1814-5), y se entreveían ya días mejores. Sin embargo, pocos
decenios después de aquella catástrofe, una nueva y más recia persecución se
desató sobre la Orden en Italia. Los primeros síntomas se vieron en 1848
cuando una ley del Reino Sardo-Piamontés suprimió a los Jesuitas y a las
Damas del S. Corazón; en 1850 nuevos intentos se dieron mediante
restricciones para la adquisición de bienes. Sin embargo, la supresión más
generalizada, la que fue inspiradora de todas las demás en el Reino Sardo-
Piamontés, se dio el 29-5-1855. Los C. perdieron los 8 conventos de Cerdeña,
y los 35 de la provincia Lígure-Piedemontana unificada en 1830. Tan sólo las
parroquias se salvaron y otras iglesias más importantes, donde los religiosos,
enfrentando duros sacrificios, y vistiendo el hábito del clero secular o
diocesano, continuaron su apostolado (E. Brioso, Sintesi storica della Prov. Ligure-
Pedem., Genova 1968, p. 15-7; C. Devilla, I F. M. C. in Sardegna, Sássari 1958, p. 133-9;
Larraca, Il patrimonio, p. 187).
Gradualmente los decretos de 1848 y 1850 se extendieron a las demás
regiones italianas anexadas al Reino Sardo-Piamontés y al Reino de Italia.
También la ley de supresión de 1855 se aplicó a las demás regiones: Umbría,
Las Marcas y regiones dependientes. La Ley de Umbría, llamada también
‘decreto Pépoli’ (11-12-1860), favorecía, con carácter de excepción, a las
Ordenes escolásticas y hospitalarias, y en ella fueron incluidos también los C.
del Sacro Convento y basílica de S. Francisco en Asís los cuales, en calidad de
custodios y oficiantes del Santuario, «podrán retener las rentas de sus bienes
hasta que no lleguen a constituir un número menor de 3; si eso se diera, se les
proveerá con la asignación de una renta anual» (art.1 de la ley). No cabe duda
que esta condición no abría muchas perspectivas, tampoco era una generosa
concesión – por cierto restringida tan sólo a los «miembros actuales» de la
comunidad -, sin embargo constituía un tratamiento de condescendencia. (G. Di
Mattia, La Basilica di S. Francisco dal decr. Pépoli del 1860 all’art. 27 del Concordato del
1929, Perusa 1973, p. 9-10, 59-60 con Memoria 1877).
Ninguna excepción fue concedida a los C. de las Marcas (decreto de
supresión del 3-1-1861) – sin embargo el convento de la República de San
Marino, perteneciente a aquella provincia, permaneció abierto; tampoco hubo
excepciones en los decretos eversivos promulgados en las provincias del ex
Reino de las dos Sicilias (17-2-1861) y en Emilia, Toscana, Lombardía (22-6-
1862; 13-9-1863). Después de todo eso, vino la ley de supresión general del 7-
7-1866, que aplicada en el Véneto (4-11-1866) recién conquistado, acabó por
arrasar lo que había quedado de las anteriores supresiones parciales (Larraca, Il
patrimonio, p. 96-7, 99-115, 117-31 con el texto de la ley).
En la región de Venecia no se le dio ningún tratamiento de
condescendencia al convento y basílica de S. Antonio en Padua, y aunque los
C. permaneciesen allí como oficiantes, se les prohibió formar a los jóvenes y
conservar la sede provincial, que fue trasladada a la ciudad de Cherso. Además,
la excepción hecha en consideración a los C. de Asís (1860) fue puesta en tela
de juicio, como si hubiese sido abrogada por la ley de 1866. Fue necesario
recurrir al tribunal; los religiosos recibieron dos sentencias negativas (1867) y,
en apelación, ganaron dos sentencias positivas (1876, 1877) y una transacción
positiva también (1896). Pese a todo eso, los frailes tuvieron que abandonar el
convento y la basílica a partir del mes de enero de 1867. Reducidos a apenas 8
religiosos en angostos locales anexos al santuario, desde allí continuaron el
apostolado de su ministerio de bondad (Sartori, La provincia del Santo, p. 57-8; Di
Mattia, La Basilica di S. Francesco, p. 9-20, 35-40).
Pasados unos pocos años, estalló otra supresión: la supresión romana y
lazial de 19-6-1873. Esta supresión fue el resultado de la toma de Roma y del
fin del poder temporal de los papas (20-9-1870). Y, por cierto, trajo nuevas
bajas en las distintas Ordenes religiosas. Los C. perdieron 4 casas en Roma,
una de estas fue el Colegio Sixtino de S. Buenaventura; y unas 20 en la región
Lazio. Sin embargo, no abandonaron totalmente sus sedes y, no obstante
hubiesen sido reducidos a vida privada, allí permanecieron en la espera de días
mejores (Larraca, Il patrimonio, p. 139-45, 152, 154-9: texto de la ley y elenco de las casas; B.
Theuli – A. Coccia, La Prov. Romana OFMConv, Roma 1967, p. 527-8, 531, 538).

2. Porvenir esperanzador. - Después de tantos y tan duros golpes


recibidos es fácil comprender cómo la obra de la reconstrucción fuese difícil y
lenta. Pero comenzó inmediatamente después de la restauración post-
napoleónica (1814-5). Motivo de grande entusiasmo y empuje fue el hallazgo
del cuerpo de s. Francisco en Asís, debajo del altar mayor de la basílica
inferior, después de 52 noches de excavaciones (12-12-1818). Fueron re-
abiertas iglesias y conventos aquí y allá en las distintas provincias; una misión
nueva fue abierta en los Estados Unidos, en Texas (1852), y el cuadro
estadístico de 1860 presentaba un porvenir decididamente esperanzador:
estaban anotadas 21 provincias, 2 misiones y 358 conventos; los religiosos no
figuraban, sin embargo no debían ser muchos, un millar quizás (F. Guadagni, De
invento córpore S. Francisci, Roma 1819 – documentos -; Pío VII, Assisiensem Basilicam, 5-9-
1820, en BullRomCom VII/2, p. 2051-3: «de identitate Corporis»; Album Gen. OFMConv 1860,
Roma 1860, p. 3-16; Di Fonzo, Series, p. 69).

Pero en Italia, donde la Orden ha tenido siempre mayor pujanza - 12 de


las 21 provincias de 1860 y 250 conventos eran italianos - la obra de
reconstrucción no logró despegar fácilmente por motivo de las nuevas
oposiciones presentadas por las supresiones de 1866 y de 1873.
Afortunadamente encontró inmediato aliento después de los nuevos
vendavales, y también por esta vez, el empuje vino del VII centenario del
nacimiento de S. Francisco (1882). León XIII (Auspicato, 17-9-1882), hacía
mención de los Franciscanos «actualmente golpeados por recia borrasca»,
animándoles «a salir lo más pronto de la prueba restablecidos y animosos».
Celantes generales - Buenaventura Sodatic (1879-91) y Lorenzo Caratelli
(1891-1904) - se dedicaron a llevar a cabo aquel auspicio papal: se abrieron
iglesias, conventos, colegios para la formación (S. Miniato 1882, Roma 1885,
Bagnoreggio 1891). La estadística de fin de siglo (1893) mostraba que las
posiciones de 1860 habían sido casi restablecidas: se contaban en la Orden 22
provincias y 1 misión, 306 conventos, 1481 religiosos (Álbum Gen. 1860, p. 3-12;
Álbum Gen. OFMConv 1893, Roma 1893, p. 7-9).
Naturalmente había mucha distancia de la estadística de 1773 con su
40 provincias y 2 misiones, 1257 conventos, 25.000 religiosos. Sin embargo,
tantas supresiones - regalistas, napoleónicas e italianas - no habían pasado sin
dejar rastro, golpeando especialmente a los C. en el ámbito franciscano, porque
sus conventos amplios y céntricos, parecieron más aptos para la instalación de
oficinas públicas y destinarlos para uso civil y militar: escuelas, centros
sociales, institutos, cuarteles, sedes de administración, cárceles -, y por este
motivo más difícilmente recuperables a diferencia de los conventos de los
demás Franciscanos que, en la mayoría de los casos eran más pequeños, y casi
siempre fuera de la ciudad o ubicados en las colinas circunstantes. Este es
también uno de los motivos de la evidente diferencia numérica actual con el
pasado y con las demás familias franciscanas (Rinascita Seráfica, Roma 1951, p. 47-
69).

E. El s. XX: un nuevo renacer.


No cabe duda que también en este siglo no faltaron años de dificultad,
estancamiento, persecuciones, crisis. Pero, al fin y al cabo, para los C. fue un
siglo de renacimiento.
Las dificultades iniciales – sin llevar en cuenta aquellas que habían
sido provocadas por cierto monopolio del franciscanismo, y que fueron
decididamente truncadas por s. Pío X –fueron producto del entusiasmo del
arranque que había llevado a reabrir demasiados conventos en consideración
con el número disponible de religiosos. Para superarlas, fue necesario hacer
una selección que la estadística de 1911 presenta muy claramente: los 306
conventos de 1893 bajaron a 209 (Notitiae ex Curia OFMConv 2 [1912] 126; Pío X,
Séptimo iam pleno saeculo, 4-10-1909; Paucis antes diebus, 1-11-1909; Seraphici Patriarchae,
15-8-1910, en Collectio Actorum Pii X Miniríticas Familias respecientium, Roma 1910: alli se
encuentran prácticamente las últimas disposiciones pontificias en lo que a
relaciones entre las familias franciscanas de la Primera Orden se refiere ).
Vino después el desfalque y el estancamiento, consecuencias de la
primera guerra mundial (1914-8). Pero el posguerra no demoró en impulsar un
nuevo proceso de desarrollo. Entre las demás realizaciones de mayor relieve, se
destacan: los colegios para la formación abiertos en las distintas provincias
(1919-24); la institución de la «Crociata Missionaria Francescana» (23-2-
1924), el VII centenario de la muerte de s. Francisco (1926); el espíritu de
iniciativa y emprendedor que animó a lo ministros generales – de manera
especial, Alfonso Orlini (1924-30) y Beda Hess (1936-53) – y también a los
ministros provinciales y demás religiosos, sostenidos por la Orden entera en las
realizaciones de mayor importancia.
La «Crociata Missionaria Francescana», concebida como promotora de
obras y vocaciones misioneras y organizada, también, como una provincia bajo
la directa dependencia del ministro general, se tornó sumamente benemérita al
atender a las actividades de mayor interés de la Orden, de manera especial en
campo misionero, científico y cultural. Abrió colegios en Amelia (1924), Roma
(1925), Asís (1927), Brescia (1928); envió sacerdotes en las distintas misiones
y provincias, en los conventos y colegios generales, y especialmente en el sacro
convento de Asís y en la Facultad Teológica de Roma. Quién ideó la
«Crociata» y la fundó fue el general Domingo Tavani; sus más valiosos
sostenidores y promotores, los ya nombrados generales Orlini y Hess. Pío XI
también la había apreciado mucho – y como es justo, también los distintos
capítulos generales que la confirmaron hasta 1954 – llamándola «nueva llama
apostólica providencialmente encendida en la Orden » (ComOFMConv 21 [1924] 66;
Rinascita Seráfica, p. 171-6).

El centenario franciscano, valorizado por el Papa de las misiones en su


encíclica Rite expiatis (30-4-1926), fue otro factor muy eficaz del arranque. En
efecto fueron muchas, y casi siempre artísticas y monumentales, las iglesias re-
abiertas por la Orden en ocasión o en vista del centenario: ‘S. María Gloriosa
dei Frari’ en Venecia (1922) declarada basílica en 1926, ‘S. Francisco’ en
Treviso y en Brescia, Pola, Pistoia (1924, 1927), ‘S. Lorenzo’ en Vicenza
(1927), el sacro convento de Asís devuelto totalmente a la Orden en ocasión de
la clausura del centenario (3-4.10-1927). A éstas siguieron las hermosas
iglesias medievales de S. Lorenzo Maggiore en Nápoles (1937), S. Francisco
en Potenza (1944), y la basílica que guarda los restos del poeta Dante Alighieri
en Ravena (1949). En el exterior: Xanti en Grecia (1926), Liverpool y
Manchester en Inglaterra, después de 4 siglos de ausencia (1926, 1929),
Kaiserslautern en Alemania (1927), Niepokalanów o Ciudad de la Inmaculada
en Polonia (1927), Granby-Mass, y Staten Island-NY en USA: los colegios de
las dos más grandes provincias americanas de la Orden (1927, 1928).
Posteriormente se reabrió la «Minoritenkirche» de Colonia, que guarda la
tumba del b. Juan Duns Escoto (1954) y la «Minoritenkirche» de Viena (1957);
y, siempre en el marco del centenario, se abrió la misión china de Shensi
(concedida en 1924, organizada en 1925), y la provincia de la Consolación en
USA y el comisariado general de S. Elizabeth en Transilvania (1926) (Rinascita
Seráfica, p. 71-99; Album Gen. OFMConv 1973, p. 25,30, 41, 51, 62, 71; Odoardi, I C. e
Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 145).
Además, el espíritu emprendedor y la laboriosidad de los ministros
generales, provinciales y simples religiosos, apoyados por sus propias
provincias y por la Orden, volvieron a echar la semilla de la Orden en muchas
de las antiguas provincias perdidas en los siglos XV-XIX: España-Granollers
(1905), Inglaterra-Portishead-Bristol (1907), Dinamarca-Mariebo (1897, con
casa e iglesia propia 1898), Siria-Damasco (1911), Albania-Valona (1940),
Bulgaria-Tsarevbrod-Chounien (1947), Francia, luego de unos efímeros
intentos (Ozon 1947, Narbona 1948, Bordeaux 1951), Suecia-Estocolmo
(1953), Portugal-Coimbra (1968), Irlanda-Andersonstown en las cercanías de
Belfast (1973) (Notitiae ex Curia OFMConv y ConOFMConv en los años correspondientes;
para las tierras de misión: MiscFranc 73 [1973] 145).

Finalmente la Orden, en este siglo, se dirige hacia las nuevas tierras


que, en el pasado, les habían sido vedadas por el ostracismo levantado en su
contra por los españoles y portugueses, los cuales dominaban gran parte de
ellas: Japón-Nagasaki (1930): ésta es la misión mariana y franciscana de s.
Maximiliano Kolbe – los C., habiendo estado presente en China hasta el s.
XIV, sólo esporádicamente habían llegado a Japón en los siglos anteriores;
Rhodesia septentrional, hoy día llamada Zambia, en Ndola y misión
extremadamente grande (1930), actualmente con numerosos misioneros y 2
obispos y un administrador apostólico C.; Canadà-Montréal (1930); Indonesia-
Java-Buitenzorg, hoy Bogor (1937); Costa Rica-Sabanilla de Alajuela (1946);
Brasil-Rio Botafogo-Ganabara (1947); Honduras-S. Barbara (1948);
Argentina-Olavarría (1949); Uruguay-Florida (1950); Japón-Islas Ryu Kyu o
Amami Oshima (1952); Australia-Port Pirie (1954); Corea-Pusan (1958);
Indonesia-Sumatra-Medan (1969), y últimamente: Bolivia (1976), Ghana,
Colombia, México (1977), Venezuela (1978) (ComOFMConv paras los años
correspondientes; Album Gen. OFMConv 1977).
Un trabajo duro y tesonero fue llevado a cabo para volver a abrir o
abrir nuevas casas y colegios que asegurasen la supervivencia y el incremento
bien sea en las antiguas provincias donde la Orden, superando muchas
dificultades, había permanecido, como también en aquellas adónde había
regresado, y también en las nuevas tierras contactadas por primera vez. El
apostolado, de una manera general, cosechó mucho fruto. Y, si es verdad que
actualmente algunas provincias de Europa oriental languidecen por causa de la
segunda guerra mundial (1939-45) y de los nuevos regímenes (1945s) por
motivo de la imposibilidad de continuar a ejercer el apostolado que, a lo largo
de muchos siglos, habían realizado en pro de las gentes, otras provincias y
custodias generales y provinciales han sido reconstituidas o también fundadas
en el mundo franciscano conventual. De esta manera surgieron: la provincia de
S. Antonio en USA, en Malta (1905), en Dalmacia (1907), la de la Consolación
en USA, en Transilvania (1926), Austria (1935), Abruzos (1937), S.
Buenaventura en USA, Inmaculada en Polonia (1939), Pulla, España (1950),
Bélgica, Holanda (9154), Inglaterra (1957), Calabria (1959), Japón (1969),
Croacia, Eslovenia, Suiza (1972). Añádase las custodias generales, o casi-
provincias de: Asís (1968-72), Zambia, Australia (1969), Bulgaria (1973),
Corea (1975); y las provinciales: Brasil, Costa Rica dependientes de la
provincia de la Inmaculada en USA; Japón, de la provincia S. Antonio USA;
Solwezi en Zambia, de la provincia de la Consolación en USA; Francia, Brasil,
y Uruguay-Argentina, de la provincia Véneta del Santo (ComOFMConv para los
respectivos años; Album Gen. 1977).
En concomitancia con el apostolado pastoral, continuado o vuelto a
replantar en las antiguas y nuevas iglesias; en concomitancia con la actividad
misionera, que salió fortalecida y se calificó con las nuevas misiones en este
siglo – aunque la misión de Albania y de China tuvieron que suspender sus
actividades (1946, 1951-2) – sobresalieron las actividades científicas y
culturales que, a lo largo de los últimos setenta años, presentan algunas
manifestaciones de relieve.
Al comienzo del siglo, el 24-1-1905, la Orden volvió a abrir en Roma
la Facultad Teológica, que anteriormente había sido suspendida en el Colegio
Sixtino de S. Buenaventura cuando la supresión de 1873. Y, por cierto, esta
Facultad obtuvo el título de ‘Pontificia’ y también nuevos estatutos propios de
13-6-1935, y el título de ‘S. Buenaventura’ (3-1-1955) y de ‘Seraphicum’
cuando inauguró su nueva sede en ‘Tre Fontane’ (4-1-1964), y tiene los
últimos estatutos aprobados por la S. Sede (14-3-1973).
La Facultad es el centro propulsor de las principales actividades
científicas y culturales de la Orden a través de cursos filosóficos y teológicos, a
través de su instituto Cristológico de especialización, de su revista Miscellanea
Francescana di scienze teologiche e di studi francescani: es la primera revista
franciscana con carácter científico: Foligno 1886.
Entre aquellas actividades, amerita ser mencionada la continuación de
dos grandes obras de interés franciscano y general para la Iglesia: el Bullarium
Franciscanum y la Hierarchia Cathólica. Estas obras habían sido comenzadas
por los C. Juan Jacinto Sbaraglia y Corrado Eubel: este último había previsto 3
volúmenes más, el primero de los cuales contiene las bulas que van desde
Benedicto XI hasta Martino V (1303-1431: Roma 1898-1904), y además un
Epítome et Supplementum de los 4 volúmenes anteriores, desde Honorio III
hasta Bonifacio VIII (1216-1303: Quaracchi 1908); y 3 volúmenes de
Hierarchia, con los papas, cardenales, obispos de toda la cristiandad desde
1198 hasta 1592 (Münster 1898-1910). Fueron continuados hasta 1667 por
obra de Patricio Gauchat (1 vol., Roma 1935) y hasta 1846 (3 vol., Padova
1952-68) por Remigio Ritzler y por Pirmino Sefrin, todos C. (Odoardi, La
Hierarchia Cathólica, en MiscFranc 53 [1953] 90-115).
Otra iniciativa digna de ser mencionada es la del Maly Dziennik, o
Pequeño Periódico, diario en lengua polaca, publicado en Niepokalanów, la
ciudad de la Inmaculada querida por s. Maximiliano Kolbe cerca de Varsovia.
Las 12.000 copias del primer día (27-5-1935) aquel mismo año se
multiplicaron y alcanzaron la cantidad de 97.200 diarias, y 128.600 en días
festivos, y habían alcanzado las 135.540 copias diarias y 228.560 festivas, con
un máximo de 276.749 en 1939, año en que fue confiscado por la invasión
nazi, juntamente con todos los religiosos que preparaban la redacción, la
impresión y su difusión. Niepokalanów, centro monástico el más grande del
mundo católico, estaba poblado, aquel año, por 772 religiosos Franciscanos C.
(G. Dománski, I dati storici del P. M. Kolbe, Roma 1973, p. 19-21; Miles Imm. 9 [1973] 262-4).
Sobre el tema del apostolado de la prensa y apostolado mariano de
Niepokalanów y de las demás ciudades de la Inmaculada que, tras el ejemplo
de aquella, se levantaron en Nagasaki-Japón (1930), Kenosha-Wisconsin-USA
(1949), Manchester-Inglaterra (1955), Genova-Monte Fasce (1953) y Roma-
EUR (1965), se hablará más ampliamente cuando trataremos sobre las
actividades de la Orden. Anotamos aquí otra obra de interés cultural promovida
en el posguerra: se trata de los Estudios e Institutos teológicos para laicos.
Actualmente aún siguen activos en algunas ciudades de Italia, particularmente
en Florencia-Santa Croce, donde tuvieron origen (25-1-1945) y donde, aquel
año, tuvo comienzos la revista Città di vita; y en Padua-el Santo (21-12-1945),
donde el estudio fue sostenido por el Centro Antoniano y el Centro
Coronelliano, y también por las revistas científico-culturales Il Santo (1961) y
Orientamenti (1957). Otras actividades de relieve son las del Centro ‘Estudios
Dantescos’ en Ravena, y el Instituto Grafológico «G. Moretti» en Urbino: este
Instituto fue fundado por el grande grafólogo Conventual G. Moretti (†1963), y
hoy día es llevado adelante por sus co-hermanos que, desde 1971 editan la
revista Scrittura (S. Botticella, Città dell’Immacolata, en La Milizia dell’Immacolata [Roma
1971] 233-85; Studi Teologici per laici, en MiscFranc 47 [1947] 297-8; Rinascita Seráfica, 203-
9).
Traduciendo en cifras el desarrollo de la Orden a lo largo de este
nuestro siglo, la estadística nos dice que en el año 1965 había 4.589 religiosos,
sin contar los aspirantes, postulantes y oblatos (número máximo alcanzado en
1968: 4.700 religiosos); 32 provincias, 3 comisariatos generales, 6 comisariatos
provinciales, 3 misiones (éstas se tornaron 11, porque 1 misión de las
provincias y 7 de los comisariatos generales y provinciales están ubicados en
tierra de misión, própia o impropiamente dicha); 64 custodias; 522 conventos y
55 residencias; 342 parroquias; varios colegios en cada una de las provincias,
comisariatos, misiones; y distintas actividades pastorales, misioneras,
culturales, asistenciales (ComOFMConv 63 [1966] 276; AnnPont 1969, p. 873).
Las 22 provincias y 1 misión, los 306 conventos, los 1.481 religiosos
del año 1893, pese a las nuevas reducciones del primer decenio del s. XX,
estaban bastante superadas. Los religiosos se habían triplicado, mientras que
las demás familias franciscanas, ya más numerosas, habían duplicado

VI. ESTADO ACTUAL DE LA ORDEN

El estado actual de la Orden se recaba del último capítulo general, que


se celebró en el Sacro Convento y basílica de S. Francisco en Asís de 10-5 a
11-6-1972), y del Album Generale OFMConv 1977.
Analizando estos datos estadísticos, se deduce que actualmente la
Orden está conformada por 35 provincias; 5 custodias generales o casi-
provincias que, en las nuevas constituciones, reemplazan a los comisariatos
generales, incluyendo a la custodia general de Asís; 11 custodias provinciales
que, anteriormente, conformaban los comisariatos provinciales; 6 misiones, ó
14 si se llevan en cuenta la 2 misiones provinciales y las 6 misiones de las
custodias generales y provinciales que están en tierras de misión, própia o
impropiamente dichas; 648 conventos y residencias; 487 parroquias; 4.007
religiosos, sin contar a los probandos, postulantes y oblatos, y
afortunadamente, se alcanza el promedio de 48 años de edad (Album Gen. 1977;
Fraternus nuntius, 6 [1977] n. 5,19).

ESTADO ACTUAL DE LA ORDEN


Europa
Provincias : 30 custodias gen: 2. custodias provinc: 2 Conventos en:

Alemania Asís-sacro convento Francia Dinamarca


Austria Bulgaria Portugal Grecia
Bélgica
Checoslovaquia
Croacia
Eslovenia
España
Hungría
Inglaterra
Italia: 13 provincias
Malta
Países Bajos
Polonia: 2 provincias
Rumania
Suiza
Transilvania
Turquia europea y Constantinopla-Istambul o
provincia de Oriente y de Tierra Santa

América
Provincias: 4 Custodias prov. 7 Conventos en:

Estados Unidos Argentina-Uruguay Honduras


Brasil: 2 Bolivia
Costa Rica Colombia
Canadá: 2 México
USA-New México
Asia
Provincia: 1 Custodia gen.: 1 Custodia provinc.: 1 Conventos- resid.:

Japón Corea Japón-Islas Ryu Kyu-Amami- China (actividades


Oshima suspendidas en 1951-
2, pero están
presentes algunos
sacerdotes chinos de
la Orden),
Japón-Nishinomya-
She
Líbano.

Africa Custodia gen.: 1 Custodia prov.:1 Conventos en:

(Las 2 custodias están en la dioc. de Solwezi: 2 Zambia-Ndola Zambia-Solwezi Ghana


obispos OFMConv.)
Oceanía Custodia gen.: 1
Australia (Album Gen
1977; noticias sobre las
prov.: Rinascita
Seráfica: Province, p.
71-99; para Inglaterra,
USA y Japón: Fraternus
Nuntius 2 [1973] n. 3, p.
1-6; n. 4, p. 2-10; n. 5, n.
2-9)

Desde el punto de vista geográfico, las provincias, las custodias


generales y provinciales y las misiones están repartidas en los distintos
continentes de esta manera:
Las provincias intalianas están así distribuidas:

. Abruzos
. Bolonia o Emilia y Romaña,
. Calabria
. Cerdeña
. Genova o Liguria-Piamonte-Val de Aosta,
. Las Marcas
. Nápoles o Campania y Lucania,
. Padua o Trivéneto y Lombardía, con las custodias provinciales de
Francia, de Argentina-Uruguay, Brasil, y conventos en Austria,
Portugal y demás regiones de Italia: es la provincia más grande de la
Orden,
. Pulla
. Roma o Lazio,
. Sicilia
. Toscana
. Umbría
(Album Gen 1977, p. 417; notícias en las historias provinciales citadas y en Rinascita
Seráfica, p. 73-84).

Actividades pastorales especiales, misioneras y culturales son llevadas


a cabo en Argentina, Australia, Brasil, Corea, Costa Rica, Dinamarca, Japón,
Honduras, Medio Oriente, Uruguay, Zambia, Colombia, Bolivia, México,
especialmente por el celo de las provincias de la Inmaculada, de S. Antonio y
de la Consolación en USA, y las de Padua, Roma, Bolonia, Sicilia, Polonia,
España (Rinascita Seráfica, p. 161-9; Sartori, La Povincia del Santo, p. 66-8, 108-10, 159-62,
262, 286; Odoardi, I C. e Popaganda, en MiscFranc 73 [1973] 145-6, 163-7).

Notable, también, ha sido la actividad de la Orden por intermedio de


sus religiosos de rito bizantino en Calabria; entre los Búlgaros, también de rito
bizantino, en su propia patria y al exterior; entre los Bizantinos-Rumanos en
Rumania y entre los Bizantinos y Latinos Albaneses en Albania (Rinascita Seráfica,
p. 217-8, 222-3; Sartori, La Provincia del Santo, p. 66, 148, 186, 289-90, 318).
En esta misma área de intercambio con los demás ritos e iglesias,
también no-católicas, hay que hacer mención del Centro Ecuménico de Asís el
cual, a través de contactos con el mundo escandinavo e ingles, en el nombre de
S. Francisco, ha sembrado muchas semillas de esperanzas; el Centro ecuménico
de Roma-Seraphicum de cara al mundo oriental y, especialmente a los
Búlgaros; el Estudio teológico inter-confesional de St. Augustine College de
Canterbury para anglicanos y católicos; la High School de Staten Island, N.Y.,
inter-confesional también, católico-luterana, pero con carácter humanístico-
cultural, propio para la escuela gimnasial (M. Mizzi, S. Francesco e la Scandinavia; S.
Francesco e l’Inghilterra, en S. Francesco Patrono d’Italia 53 [1973] 180-7, 352-8; J. Jukes,
Obiettivo sull’Inghilterra, en Fraternus Nuntius 2 [1973] n. 3, p. 14).
En el área pastoral, a través de sus 487 parroquias y otras muchas
iglesias, la Orden cuenta con 18 basílicas, casi todas del primer siglo
franciscano, verdaderos centros de fe, de cultura y de arte. Dos de estas iglesias
y basílicas, la de S. Francisco en Asís y la de S. Antonio en Padua, han sido
declaradas por Pablo VI santuarios jubilares para el Año Santo de 1975 (Eugenio
IV, Exigit devotionis, 6-1-1445, en BullFranc, ns. I, p. 398; Di Fonzo, Series: Basiliche, p. 65-7;
Pablo VI, Indicción y objetivo del Jubileo: AAS 65 [1973] 322-5, 357-60)

A lado del apostolado pastoral, actúa el apostolado mariano. Este


apostolado encuentra en la Orden una de sus principales manifestaciones, es
decir la ‘Milicia de la Inmaculada’, Pía Unión 44 de oraciones y de acción
mariana fundada en Roma por s. Maximiliano Kolbe el 16-10-1917. La Milicia,
actualmente, está presente en el mundo con dos millones de inscriptos, y realiza
distintas actividades – religiosas, culturales, recreativa, asistenciales –
atendidas por una cantidad de centros nacionales y regionales, movimientos y
grupos, «Cittadelle» y «Ciudades de la Inmaculada» que, a ejemplo de las
fundadas por el P. Kolbe, y con esos mismos nombres, en Polonia y en Japón,
están presentes en Kenosha-Wisconsin-USA, Manchester-Inglaterra, Génova-
Monte Fasce, Roma-EUR, como se ha dicho.
Lo que más las caracteriza es el apostolado-prensa, a ejemplo de
Niepokalanóv, la Ciudad de la Inmaculada polaca donde el periódico mensual
Rycerz Nièpokalanej o El Caballero de la Inmaculada – que inicialmente
comenzó con 5.000 copias con P. Kolbe en 1922 – alcanzó, en 1938, 1 millón
de copias, cantidad extraordinaria en aquellos entonces, y ha sido superada hoy
día tan sólo por otra revista de la Orden: el Mensajero de S. Antonio editado en
Padua por la Basílica del Santo (Dománski, Dati storici sul p. M. Kolbe, p. 16, 21,36-7;
Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 233-85).

44
El Pontificio Consejo para los Laicos ha decretado la erección de la M.I. en Asociación publica
internacional, el 16-10-1997.
Tiene carácter mariano también la «Fr. Junstin’s Rosary Hour»,
importante transmisión radiofónica iniciada por el p. Justino Figas en la Radio
de Búfalo (N.Y.) en 1931, y actualmente asumida por 76 emisoras
estadounidenses y canadienses. Y cuenta con unos millones de radioescuchas
que disfrutan de los programas litúrgicos, doctrinales, artístico- musicales. La
Pontificia Academia de la Inmaculada también, donde los religiosos C.
desempeñan cargo de secretaría, promueve cursos y estudios marianos. Fue
funda en en Roma en 1835 y mereció el título de Inmaculada en 1847 y el de
Pontifícia en 1864. A partir de 1954, año de la definición dogmatica, tiene su
sede en el convento de los Santos Apóstoles (ComOFMConv 56 1969] 336-7; AnnPont
1974, p. 1386-7).

Otra actividad estrictamente franciscana es la asistencia espiritual a un


sin número de monsasterios de la Segunda Orden o Clarisas, y a una numerosa
cantidad de fraternidades de la Tercera Orden o Terciarios (OFS), y a la
Juventud franciscana (Jufra) o Cordígeros, asociación instituída por Sixto V en
la basílica de S. Francisco en Asís (Ex supreme dispositionis, 19-11-1585),
vivero de la Tercera Orden y al mismo tiempo asociación de cuantos anhelan
vivir según el espíritu de s. Francisco sin pertenecer a las instituciones
tradicionales. Es la misma situación de muchas congregaciones e institutos
religiosos, agregados a nuestra Orden, y de la cual siguen la espiritualidad y el
calendario litúrgico y comparte sus favores espirituales (elenco de monasterios,
congregaciones, institutos: Album Gen. OFMConv 1973, p. 437-42; Cordígeros: Regesta bula
Sixto V, 1585, n. 10: vol. XXII, p. 381-2).

INSTITUTOS AGREGADOS A LOS FRAILES MENORES CONVENTUALES


1. Institutos femeninos
Sede de la casa generalicia Nombre del Instituto Fecha de Agregación
Annadale, Staten Island (NY, USA) Hnas. de la Presentación (ex Grymes Hill, Staten Island) --- -
Asís (Perusa) Franciscanas Misioneras del Giglio 1702
Bari – Palese Misioneras Franc. de Jesús Crucificado (de Gravina, Bari) 4.11.1948
Blaj (Rumania) Hermanas de la Santísima Madre de Dios 23.2.1936
Budapest (Hungría) Hijas de S. Francisco de Asís, Terciarias 12.11.1940
Budiskovice (Checoslovaquia) Franciscanas de S. Rafael Arcángel 16.12.1970
Bruxelles (Bélgica) Hermanas de la S. Familia, de Helmet --- -
Catania (Sicilia) Misioneras Mílites de la Inmaculada 1950, 1963
Cornwels Heights Hnas. del Ssmo. Sacramento para los Indios y los Negros 15.8.1912
Fiuggi (Frosinone) Hermanas de S. Clara, de Fiuggi 16.4.1953
Hamburg (NY, USA) Franciscanas de S. José, de Hamburg 4.10.1909
Hastings on Hudson (NY, USA) Franciscanas conventuales de la Misión de la Inmaculada 8.12.1906
Herxheim-Espira (Alemania) Hermanas de S. Pablo, de Herxheim 3.12.1921
Hinganfu, Shensi (China) Franciscanas de la Preciosísima Sangre 1925-9
Konogai (Nagasaki-Japón) Franciscanas de la Milicia de la Inmaculada en Japón 8.12.1950
Kraków (Polonia) (Pequeñas) Siervas del S. Corazón de Jesús 5.3.1928
La Crosse (WIS, USA) Hermanas Franciscanas de la Adoración Perpétua 14.3.1870
Louisville (KY, USA) Ursulinas de la Inmaculada Concepción 8.12.1946
Lyon (Francia) Hermanas del «Prado» 19.5.1930
Manitowoc (WIS, USA) Hermanas Franciscanas de la Caridad cristiana 19.3.1900
Mayen (Alemania) Hermanas Franciscanas de la Sagrada Familia 4.10.1911
Milwaukee (WIS, USA) Franciscanas de la penitencia y de la caridad 24.3.1900
Opava (Checoslovaquia) Franciscanas de la Misericordia, de Opava 22.11.1912
Pontecchio Maconi (Bolonia) Misioneras de la Inmaculada P. Kolbe 1954
Roma Hermanas de Caridad de la Inmac. Conc. (de Ivrea-Turín) 25.12.1909
St. Mary of the Woods (IND, USA) Hermanas de la Providencia, de St. Mary of the Woods 10.7.1913
Syracuse (NY, USA) Franciscanas de Syracuse 16.4.1902
Tempio (Cerdeña) Misioneras Hijas de Jesús Crucificado --- -
Tiffin (OHIO, USA) Franciscanas de la Penitencia y de la Caridad, Terciarias 8.4.1917
Turín Hermanas del Famulado cristiano 2.8.1955
Veltem (Bélgica) Hermanas Anunciadas 21.5.1914
Warszawa (Polonia) (Franciscanas de la) Familia de María 29.6.1903
Würzburg-Oberzell (Alemania) Siervas de la S. Familia de Jesús 17.7.1928

1. Institutos masculinos

Sede de la casa generalicia Nombre del Instituto Fecha de Agregación

Herxheim-Spira (Alemania) Hermanos de S. Pablo, de Herxheim 3.12.1921


Jhansi (India) Hermanos Franciscanos del Santísimo Sacramento 17.5.1953
Kraków (Polonia) Albertinos 5.3.1928
Lyon (Francia) Sacerdotes del «Prado» 19.5.1930

Para las demás agregaciones de Institutos y Sodalicios varios, ver los Álbum Generales de los Frailes Menores
Conventuales de 1960, 1970, 1973, p. 673-8, 359-60, 441-2.

Con el fin de prestar un servicio más directo a la Iglesia, los C. tienen


obispos, prefectos o administradores apostólicos, consultores y comisarios en
las distintas Congregaciones romanas: en dos de éstas tienen un sub-Secretario
y el Promotor de la Fe, y también expertos en la comisión para la revisión del
CIC y para la Codificación oriental, el Promotor de Justicia en la Sacra
Romana Rota y en la Corte de Apelación del Estado del Vaticano; otros los hay
también entre los referendarios, peritos, votantes, docentes, escritores en los
distintos dicasterios y tribunales y oficinas. Añádase los ‘Penitenzieri’ de la
Basílica Vaticana, a partir de la época de Clemente XIV (1773-4) – y otrora
también en el santuario de Loreto (1773-1934) -, los examinadores pro-
sinodales y jueces sinodales en al Vicariato de Roma, un consejero teólogo de
la comisión Eposcopal de la CEI 45 para la doctrina católica; locutores en la
Radio Vaticana (Clemente XIV, Miserator Dóminus, en BullRomCom V, p. 775-80; AnnPont
1974, p. 361, 493, 967, 972, 973, 975, 979, 982, 984, 990, 992, 1010, 1017, 1018, 1020,
1021,1036, 1039, 1354, 1357, 1361).
En el área científico-cultural – como hemos dicho – está actuando el
«Seráphicum»-Pontificia facultad Teológica de S. Buenaventura en Roma por
medio de cursos filosóficos y teológicos, y el Instituto de especialización
cristológica, y la revista Miscellanea Francescana; los Estudios teológicos para
laicos y la revista Cittá di Vita, y también las otras dos, Il Santo y
Orientamenti.
A éstos su suman 4 Estudios teológicos más, de grande relevancia: a)
Rensselaer (NY, USA), el «St. Anthony-Hudson»: Estudio general a partir de
1939, afiliado a la Universdidad católica de Washington (1949) y, después de
haber sido totalmente renovado (1965-7), atiende, actualmente, a los
estudiantes de la Orden y demás institutos y congregaciones religiosas; b)
Padua, el «S. Antonio Doctor»: fundado (1938) y renovado totalmente (1956-
8), está afiliado al «Seráphicum» desde 1969 y atiende, también, a estudiantes
de distintas Ordenes; c) Asís, el «Franciscanum», afiliado al «Seráphicum» en
1969, y - siempre en la sede del sacro convento y bajo la dirección de un
religioso de la Orden – está unido a otros Estudios teológicos locales,
especialmente al Instituto teológico del seminario regional umbro: está también
afiliado a la Universidad Lateranense (1971), pues aquel Instituto Regional ya
estaba afiliado, y por esta razón asumió el nuevo título de «Instituto teológico
de Asís»; d) Cracovia-Polonia, el «S. Francisco»: Estudio general desde 1628,
y posteriormente suspendido en 1864; abrió otra vez las puertas en 1892 y se
tornó Estudio general en 1939. A partir del posguerra, recibe estudiantes de
teología de 10-14 Ordenes y Congregaciones religiosas, y unos 25 para la
cátedra de pastoral que el primate de Polonia, el card. Wyszynski, el 22-9-1959
quiso instituir (St. Anthony-on-Hudson, Rensselaer, NY 1967, p. 4-24; Collegio teológico s.
Antonio Dottore, Padua 1958, p. 5-21; M. Millozzi, L’Istituto teologico di Assisi, en S.
Francesco Patrono d’Italia 53 [1973] 19-23; D. Synowiecz, De studio Cracoviensi, en
ComOFMConv 70 [1973] 195-206).
Juntamente con los estudios e institutos de distinto género, no se puede
dejar de mencionar las más importantes ediciones, como se ha hecho con el
Bullarium Franciscanum y la Hierarchia Católica; sin embargo, se tratará
especificamente de ellas cuando hablaremos de las actividades.
Aquí apuntamos algunas entre las más importantes: una Comisión
Antoniana está preparando, en Padua, la edición crítica de las obras de s.
Antonio; otra Comisión, que podríamos llamar ‘Kolbiana’, está preparando la
edición crítica de los escritos de s. Maximiliano Kolbe, (ya preparados y
editados pro manuscripto en 9 vol. en Niepokalanów, Polonia). Una tradución
en lengua italiana de las principales obras de s. Buenaventura, enriquecida con
45
CEI: Conferencia Episcopal Italiana (n.d.t.)
introducciones y comentarios, fue preparada para el VII centenario de la
muerte del Doctor Seráfico (1974) por los profesores de la Pont. Faculdad
Teológica «Seraphicum». Esta Faculdad cuidó las colecciones de estudios:
Edizioni speciali, Selecta Seraphica, Dissertationes, I Maestri di ieri e di oggi;
y también las colecciones litúrgicas y pastorales, históricas y grafológicas,
agiográficas y espirituales de ‘Ediciones Messaggero di S. Antonio’ de Padua;
las publicaciones teológico-filosoficas y artístico-literarias de Città di Vita en
Florencia, y también los Escritos de S. M. Kolbe.
Para completar el cuadro actual de la Orden con algunas obras de
carácter social, sin querer llevar en cuenta las más comunes, recodarmos a los
Frailes Bomberos de Niepokalanów, instituidos en 1931, reestructurados en el
posguerra, y aún útiles e indispensables hoy día en aquella región donde
abundan las casas de madera, y en la misma Ciudad de la Inmaculada que, no
obstante su actual dimensión reducida, está compuesta por un conjunto de
construcciones ocupadas por 25 sacerdotes, 194 hermanos, 95 aspirantes. Es
relevante la actividad de los bomberos, pues el mismo Gobierno popular quiso
premiar con medallas de oro, de plata y de bronze a 10 frailes como
reconocimiento por su labor (G. Odoardi, Niepokalanów, en EC 8 [1952] 1871-2;
Botticella, La Milizia dell’Immacolata, 24-5; Miles-Bollettino n. 4, [1973] 73; Domanski, I dati
storici del p. M. Kolbe, p. 36).
Otras iniciativas parecidas a ésta la Orden las lleva adelante en Japón: -
la Mugenzai-no-Sono o Ciudad de la Inmaculada, que se ha convertida en una
pujante provincia religiosa casi totalmente japonesa, y a la cual, especialmente
a fray Zeno Zebrowski, están ligadas aquellas obras; - el Ari no Machi o Aldea
de las Hormigas, que en el posguerra fue uno de los más grandes centros de
las casas de cartón, ubicado en los alrededores del terminal del ferrocarril de
Tokio-Ueno y atendiendo a unos 6.000 sin techo, y posteriormente, en la
ciudad de la bomba atómica, surgió el orfelinato de Nagasaki (1946)), que
mereció la visita del emperador Hirohito; - el instituto para parapléjicos y
deficientes de Konogai que, en 1954, sustituía a dicho orfanato y que,
modernamente equipado y muy bien atendido por las Hermanas Franciscans de
la Milicia de la Inmaculada – fundación totalmente japonesa – es considerado
un modelo en su género; - la Zeno Shonen Bokuio o Ciudad Estancia Fray
Zeno de Notokara que, realizada con el generoso aporte de los estudiantes de
distintos países (9161), alberga a jóvenes deficientes, pobres y abandonados
(Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 30-4; Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73
[1973] 166-7).
Obra social muy característica es la que ha sido llevada a cabo por la
provincia de Padua en Santo André-San Paulo (Brasil), en 1960: la «Cidade
dos meninos da Imaculada». Dentro de un área muy grande, donada por las
autoridades locales, ha sido levantado una escuela, talleres, espacios
recreacionales y deportivos a fin de brindar formación cultural, técnica y
espiritual a los jóvenes de la ciudad y del distrito, especialmente atendiendo a
los huérfanos y a los de escasos recursos. En 1961 ya estaba funcionando la
primera escuela para 130 externos; el año siguiente se atendían a los primeros
50 internos, huérfanos; pero el conjunto prevé la presencia de 1.500 jóvenes
internos y externos (A. Blasucci, L’Immacolata e la sua Milizia, Nápoles 1965, p. 94;
Botticella, La Milizia dell’Immacolata, p. 215).
Obras sociales también han comenzado o han sido puesto en obra en
algunas provincias italianas y extranjeras a través de campamentos y cursos de
actualización, patronatos y centros recreacionales, asistencia espiritual en
hospitales y cárceles, como por ej. en la carcel de Rebibbia y de Regina Coeli,
las dos en Roma.
A las actividades sociales se añaden las actividades editoriales de las
distintas Ciudades de la Inmaculada y demás centros editoriales de la Orden.
Desde el comienzo de su institución, los centros han tenido una finalidad social
y religiosa y, desde el punto de vista social, han sido muy eficaces en la
organización para la formación de las conciencias mediante el apostolado de la
prensa verdaderamente grandioso: el más destacado es el «Messaggero di S.
Antonio» de Padua. Aquí van dos ejemplos: - el Seibo-no-Kishi o Caballero de
la Inmaculada en lengua japonesa, fundada por el p. Kolbe (1930):
actualmente imprime 45 mila copias mensuales, y es la revista católica
japonesa que más difusión tiene. Por cierto, está un poco lejos de su homónimo
polaco que, en 1938, imprimía un millón de copias y que, después del
estancamiento de la guerra, llegaba a 700 mil copias (1947) antes de ser
definitivamente suprimido (1952). Sin embargo, era una cantidad relevante
llevando en cuenta que en Japón los católicos son poco más de 300.000. - Otro
ejemplo es el del «Messaggero di S. Antonio» que sobrepasa, y mucho, las
copias del Caballero polaco de anteguerra, pues se edita en 7 ediciones
distintas (2 en lingua italiana para Italia y los italianos en el estranjero, español,
portugués, francés, alemán, inglés): es la revista de mayor difusión en Italia
(Miles Inmaculatae 9 [1973] 264, 263-4, 279-80; Atlas Hierarchicus, Mödling 1968, p. 58;
Catalogo edizioni Messaggero, Padova 1974, especialmente p. 5-6, 47-8).
El hábito de la Orden, que otrora era pardo claro cinéreo o gris hasta la
revolución francesca - por esta razón a los frailes de Inglaterra se les llama
Grey Friars -, se cambió por el color negro, con túnica ceñida con cordón o
cíngulo de color blanco, capucha hasta los codos, zapatos, no sandalias como
las demás familias franciscanas. Por cierto está permitido el clergyman, y el
hábito civil en algunos países donde éste no está permitido por las autoridades
civiles.

VII. ACTIVIDADES
Cuando se quiere hablar de las actividades de los F. M. C., significa
querer expresar en palabras concretas lo De modo laborandi [Modo de trabar,
n.d.t.] del c. V de la Regla de s. Francisco. La Regla, a su vez, parece apuntar al
Ora et labora [Oración y trabajo, n.d.t.] de s. Benito de Norcia. En efecto, las
distintas iniciativas - pues tienen carácter universal como en los primeros siglos
franciscanos, - deben ser llevadas adelante «ita quod excluso otio animae
inimico, sanctae orationis ac devotionins spíritum non exstinguant» [de tal
manera que, evitando el ocio, que es enemigo del alma, no apaguen el espíritu de la santa
oración y devoción, n.d.t.]. Conservar el espíritu de oración y devoción es la
condición indispensable, pues de él arranca, como es comprensible, la rápida
reseña de la actividad de la Orden (Régula II, c. V; Régula s. Benedicti, c. XLVIII, ed. I.
Schuster, Alba 1945, p. 285, 290).

1. Actividad espiritual y devocional

Toda actividad encuentra su más alta significación en el ejercicio de las


virtudes en su grado heroico, es decir en la santidad. Muchos fueron los Santos
de los primeros siglos franciscanos, y sin duda alguna inclusive los más
grandes, juntamente con s. Francisco, s. Antonio, s. Buenaventura, S. Lodovico
de Anjú. Pero no faltaron, y algunos muy especiales también, en la nueva
época junto con el extrardinario penitente S. Pedro de Alcántara, muerto en
Arenas (España) bajo la obediencia C. (18-10-1562), iniciador de los
-»Alcantarinos; y con s. José de Copertino, el Santo de los vuelos y protector
de los estudiantes, muerto en Ósimo (Ancona) el 18-18-1663.

Entre los Beatos - muchos han sido proclamado recientemente – y uno


de ellos es de nuestros días, recordamos entre otros a: Buenaventura de Potenza
(†1711), Francisco Antonio Fasani (†1742) 46, Juan Francisco Burté (†1792),
Juan Bautista Triquerie (†1794): éstos dos últimos son mártires de la
revolución francesa, y beatificados en 1926 y 1955 respectivamente;
Maximiliano Kolbe47, el apóstol mariano de nuestro siglo, fundador de la
Milicia de la Inmaculada y de dos Ciudades de la Inmaculada que desarrollan
dos importantes obras editoriales y caritativo-social, martir de la caridad en
Oswiecim (14-8-1941), beatificado por Pablo VI el 17-10-1971.
Se cuentan, además, 8 Venerables: entre ellos, el alemán Bartolomé
Agrícola (†1622), el polaco Rafael Chylinsky (†1622), el obispo e historiador
Antonio Lucci (†1752)48, el escritor de espiritualidad y director de almas
Benvenuto Bambozzi (†1875); y añándase muchos otros religiosos muertos en
olor de santidad: los co-fundadores de la ‘Milícia de la Inmaculada’ Antonio
Glowinski (†1918), Antonio Mansi (†1918), Jerónimo Biasi (†1929), José
46
Beatificado por Pío XII el 15-4-1951; canonizado por Juan Pablo II el 13-4-1986 (n.d.t.).
47
Canonizado por Juan Pablo II, el 10-10-1982 (n.d.t.).
48
Beatificado por Juan Pablo II, el domingo18-6-1989 (n.d.t.).
Pedro Pal (†1947) (A. Ricciardi, B. M. Kolbe, Roma 1971, p. 58-62; Di Fonzo, Series:
Sancti, Beati, Venerabiles, p. 48-53).

Otras áreas que manifiestan cuál es la espiritualidad de la Orden, son


las manifestaciones de piedad y devoción promovidas entre sus religiosos y
feligreses. Mencionemos a las más antiguas: el Pesebre (1223), el Ángelus
Dómini (169), la Pasión y el Via Crucis, el Ssmo. Nombre de Jesús, el S.
Corazón, la Corona de las 7 alegrías de María o ‘Corona franciscana’ (1422);
y a partir del siglo XVI: la Corda Pia, práctica de penitencia cuaresmal que
evoca la pasión de Cristo y los estigmas de s. Francisco (1595 aprox.), y el
Tránsitus s. Francisci, que conmemora la muerte del Poverello. Estas
devociones aún hoy día son celebradas en las principales iglesias de la Orden, y
especialmente en Asís, donde la tradición musical de la basílica ha
acostumbrado a acompañarlas con armoniosas melodías.
Un culto muy vivo, que se practica en nuestras iglesias, es el de la
Inmaculada y de s. José, que desde 1719 y 1741 se han tornado,
respectivamente, patronos especiales de la Orden. La Inmaculada, comenzando
por sus más antiguos teólogos y, de manera especial, por Juan Duns Escoto
(†1308)49, había sido tenazmente sostenida por Sixto IV, el primero entre los
papas que se ocupó directa y positivamente de su culto y doctrina (Cum
praecelsa, 27-2-1477), y ha tenido a los C. de los siglos posteriores como
paladines de aquella doctrina y propagadores de su culto que, no muy
raramente, en Italia estaba reservado, casi con exclusividad, a sus iglesias. Esta
es la razón de las solemnes novenas que se celebran aún en muchas de sus
iglesias en ocasión de la fiesta de la Inmaculada, como, por ej. la novena en la
basílica de los Santos Apóstoles en Roma, presidida diráriamente por un
cardenal y, antes de 1870, se clausuraba con la presencia del papa.
El último grande apóstol mariano de nuestros días, s. Maximiliano
Kolbe (†1941) había hecho de la Inmaculada su ideal de vida y animadora de
todas sus obras que, como hemos visto, les están dedicadas: Milicia, Revistas,
Ciudades de la Inmaculada, con el intúito de «hacer conocer la Inmaculada a
todas las almas, las que existen, y las que existirán hasta el fin del mundo».
Esta espiritualidad mariana ha sido divulgada, también, a través de
escritos, no solamente por los exponentes de la santidad ya recordados, por ej.
el Lucci, Bambozzi, Kolbe, sino también por otros que les siguieron a lo largo
de los siglos. Aquí van algunos: el obispo Antonio Bonito de Cúccaro (†1510)
con su Elucidiarium Immaculatae Conceptionis (Nápoles 1507); el card.
Marcos Vigerio (†1516), De excellentia instrumentorum Passionis Christi
(Roma 1508); Trebazio Mariotti, Discorsi spirituali per la direzione delle
anime (Turin 1590); Tomás Vandini (†1629), Delle éstasi e rapimenti (Bolonia
1625); Santiago Montanari (†1631), Seminario delle virtù cristiane (Venecia
49
Beatificado por Juan Pablo II el 15.7.1997 (n.d.t.).
1630); Agustín Gamber (†1650 aprox.), Spéculum Seráphicae Religionis
(Würzburg 1644); el card. Lorenzo Brancati de Lauria (†1693), cuya De
oratione cristiana (Roma 1685), considerada obra clásica en su género, obtuvo
un merecido elogio de parte del card. Lambertini, futuro Benedicto XIV, que
en su De canonizatione Sanctorum (1. III, c. XVI, n. 8), afirmaba que no
conocía a nadie «qui materiam orationis clarius, subtilius et totius explicaverit»
[que tratara de la oración con más claridad, más profundiad y de manera tan exhaustiva, n.d.t].

Después de los ss. XVI y XVII, también los siglos posteriores prsentan
autores de espiritualidad: José Antonio -»Marcheselli (†1742), fundador de las
‘Hermanas Franciscanas Misioneras del Giglio’ 50, el cual editó una decena de
libros ascéticos, y 6 volúmenes eucarísticos, entre otros, repetidas veces
editados o reproducidos en reducción o compendios (Venecia 1740, los primeros 3,
ibid. 1766 los demás); Casimiro Tempesti (†1758) y su Esercizi spirituali giusta el
metodo e le dottrine di s. Bonaventura (2 vol., Venecia 1756); Francisco Antonio
Benoffi (†1786), aunque siendo esencialmente un historiador, escribió Lo spirito
della Regola commentato dalle Costituzioni Urbane OFMConv (Roma 1807).
Para el s. XIX y XX bastará recordar al ministro general Ángel Bigoni
(†1860) con su Elevazioni dell’anima a Dio, que alcanzó por lo menos 24
ediciones (la 22ª en Bolonia 1883); el ven. Benvenuto Bambozzi (†1875) cuyas
Riflessioni, Autobiografía spirituale, Trattatelli ascetico-mistici permanecen
inéditos; s. Maximiliano Kolbe (†1941): sus escritos, con carácter mariano en
su casi totalidad, han sido publicados sólo en parte, o en edición pro
manuscripto, sin embargo, como se ha dicho, lo más pronto serán editados en
11 volúmenes que recogerán artículos, diarios, cartas, apuntes de un tratado
sobre la Madre de Dios, conferencias (Sbarglia, II-IV; G. Franchini, Bibliografía di
scrittori Francescani Conventuali, Módena 1693; D. Sparacio, Frammenti bio-bibliografici di
scrittori Minori Conventuali, Asís 1931: Cfr. nombres alfabéticos en las tres obras; para los
escritos de Kolbe: E. Piacentini, Dottrina mariologica del p. M. Kolbe, Roma 1971, p. XIV-
XVII)

2. Doctrina jerárquica,
conciliar e inquistorial

El nuevo período del franciscanismo contó con 5 papas C.: Nicolás IV,
el Papa de las misiones, fue el primero (1288-92); Alejandro V, el «Papa
Pisano» (1409-10); Sixto IV, el Papa de la Inmaculada (1471-84), y, en el s.
XVI, el grande Sixto V (1585-90) el reorganizador de la Curia romana y
promotor de un plan vial y edilicio del cual la Roma moderna aún disfruta; y,
en el s. XVIII, Clemente XIV (1769-74), el Pontífice muy cuestionado por
motivo de la supresión de los jesuitas que le había sido solicitada
insistentemente por las potencias absolutistas de aquel tiempo: la supresión fue
50
Actualmente el Instituto se llama: Hermanas Franciscanas Misioneras de Asís (n.d.t.)
autorizada en vista de los intereses superiores y más generales de la Iglesia,
después de muchos años de intensa y persistente resistencia, cuando ya se
había tornado impostergable a raíz de las contínuas presiones y amenazas, y
también por la expulsión en acto de los interesados, muy beneméritos por
cierto, de los territorios nacionales y mundiales de aquellas potencias (R. Ritzler,
I Cardinali e i Papi OFMConv, en MiscFranc 71 [1971] 71-7).
En el pasado se acostumbraba contar también a Julio II (1503-13) entre
los papas C. Sin embargo, hoy día ha sido demostrado que él, «frater Julianus»,
solo había sido novicio por algún tiempo, entre 1458-61, en el convento de
Perusa, para el cual, cuando ya cardenal, mandó construir un grande
«calefactorium» recordando el frío que allí había sufrido (G. Abate, Julius II et
OFMConv, en MiscFranc 44 [1944] 227-30).
A los 26 cardenales que la Orden tuvo durante sus primeros tres siglos,
en esta segunda éspoca se añaden 9 más. Entre éstos: el grande teólogo
buenaventuriano-escotista Constanzo Torri (1586-95); el insigne teólogo y
escritor de espiritualidad, Lorenzo Brancati (1681-93); Antonio Francisco
Orioli (1838-52) que, en 1809, había acompañado a su general y al papa Pío
VII en el exílio de Francia y, en 1848, se tornó, por breve tiempo, Pro-
Secretario de Estado en tiempos de Pío IX; Antonio Panebianco (1861-85) el
cual, después de haber sido miembro integrante de la comisión central
cardenalicia (1865) para una posible convocación y programación del Vaticano
I, intervino activamente en aquel Concilio (1869-70), y tampoco le faltaron
votos para el papado en el conclave de 1878 de donde salió elegido León XIII
(E. Soderini, Leone XIII, vol. I, Milán 1932, p. 74, 218, 230; Di Fonzo, Series: Cardinales, p. 57-
8: Ritzler, I Cardinali e i Papi OFMConv, en MiscFranc 71 [1971] 55-70).
Los obispos habían sido 1062, en los primeros siglos franciscanos,
prescindiendo de los Observantes a partir de 1442. Ahora, por motivos
comprensibles, originados también por el multiplicarse de nuevas Ordens y
Congregaciones religiosas, bajan a 253 sin contar, por cierto, los numerosos
prefectos apostólicos y los vicarios patriarcales de Constantinopla que, a partir
del s. XVII, se turnaron en esta última sede (15) y en las misiones de Moldavia
y Valaquia en Rumania (61), y, en tiempos más recientes, en las misiones de
Zambia (3) y de China (4) donde el primero de ellos, mons. Giovanni Soggiu,
«sin que le faltara la gloria del mártir» como dijo Pío XI, fue matado
cruelmente el 12-11-1930 (Abate, Series Episcoporum OFMConv, en MiscFranc 31 [1931]
103-15, 161-9; 31 1932 18-23; L. Lemmens, Hierarchia latina orientis, en OrChrist [1923] 273-
6; B. Morariu, Series Praefectorum Apost., en ComFMConv 37 [1940] 183-7, 216-21, 249-55,
279-85; China-Zambia-Soggiu: Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 163-5).
La actividad conciliar de la Orden, en este nuevo período, fue
relevante. Ninguno de los anteriores concilios - que en verdad habían contado
con muchos Minoritas de extraordinaria capacidad, como Alejandro Hales en
el de Lyón I (1245), s. Buenaventura en el de Lyón II (1274), Gonzalo Hispano
en Vienne (1311-2), Ludovico de Pirano en Ferrara-Florencia (1438-9),
Mauricio O’Fiheley o de Puerto Hibérnico, primate de Irlanda, en el
Lateranense V (1512-7) - ninguno, repito, había podido contar con tan grande
cantidad de padres y teólogos C. como el Concilio de Trento durante sus tres
etapas (1545-7, 1551-2, 1562-3): eran 91, y entre ellos Cornelio Musso de
Piacenza llamado, con razón, por el Pallavacino «brazo derecho del Concilio».
Y ha habido bastantes también en el Vaticano I (1869-70) y Vaticano II (1962-
5), unos 15 entre padres, teólogos y peritos (N. Papini, Franciscani Conventuales in
Conciliis, ms. Archivo Gen. OFMConv, Santos Apóstoles, Roma, cad. 85, f. 49-54; Odoardi,
Serie Padri e Teologi Conc Trento, en MiscFranc 47 [1947] 321-411; Concilio Vaticano II, ibid.
63 [1963] 392-6, 573).
La actividad inquisitorial continuó a ser llevada delante, sin embargo
de manera más reducida que, en el pasado y bajo formas nuevas sugeridas por
la Inqusición romana que en 1542, había prácticamente substituido a la
Inquisición medieval. Uno de los Inquisidores más notables de la Orden en este
período, fue Félix Peretti, inquisidor en Venecia (1556-60), consultor de la
Inquisición en Roma (1560-85) a la cual dedicó mucha atención después de ser
elegido pontifice con el nombre de Sixto V, en la reorganización de la Curia,
poniéndola en el primer puesto entre las Congregaciones, pues la guardia de la
fe es el primer deber del Vicario de Cristo (Immensa Dei, 22-1-1588, en BullRom VIII,
p. 985-88; F. A. Benoffi, Cronología degl’Inquisitori OMin, ms. 698 de la Biblioteca Antoniana
de Padua).

3. Actividad litúrgica, pastoral


y de predicación varia

A lo largo de los primeros siglos franciscanos, la actividad litúrgica


había sido muy amplia y eficaz. La opción que s. Francisco había hecho en su
Regla: «Clérici faciunt divinum officium secundum ordinem Sanctae Romanae
Eclesiae» [Los clérigos cumplan con el oficio divino según la ordenación de la santa iglesia
romana, n. d. t] (Regla II, c. III) llevó a una siempre mayor difusión de los libros
litrúrgicos romanos, y cuando la Orden, a través de Aimón de Faversham
(1243-4) y de los capítulos y constituciones posteriores (1254, 1260), empezó
la revisión para uso de los frailes, vió con agrado que, en tiempo de Nicolás III
(1277-80), había sido adoptada por el clero de Roma y por la casi totalidad
cristiana.
En el s. XVI otro franciscano, el Observante Francisco Quiñónez, ya
ministro general (1523-7), y cardenal (1527-40), emprendió una revisión
similar (1529-34) pero no tuvo la misma suerte de la anterior. Entre los C., en
la nueva época, se destacaron en esta área Serfín Pagni (†1769) que tramitó o
retomó muchas causas de Santos; Antonio Azzoguidi (†1779), autor de los
oficios del Proprium OFMConv sobre s. Francisco. S. Antonio, s.
Buenaventura, s. Clara; Antonio Bradimarte (†1858), himnógrafo de la S.C. de
los Ritos; Jerónimo Mileta de Sebenico (†1947), autor de innumerables textos
litúrgicos; muchos consultordes de aquella Congregación, en la cual a partir de
Benedicto XIII (Ad sacrum, 7-8-1725), la Orden mantiene su cupo de manera
estable.
La actividad pastoral va incluída en la descripción de las numerosas
iglesias, parroquias, basílicas, santuarios oficiados desde hace siglos por la
Orden (Cfr. VI). Su misma importancia como centros de fe, cultura y arte, su
grandiosidad y ubicación en el corazón de la ciudad, el cuantioso número de
religiosos, el decoro de los oficios religiosos, las especiales devociones
franciscanas (Cfr. VII, 1), han sido siempre un aliciente para un número grande
de fieles y peregrinos, deseosos de cumplir allí sus deberes y prácticas
religosas y tomar parte en las distintas celebraciones litúrgicas. Significan algo,
y son indicativos en este sentido, las estadísticas anuales de la basílica del
Santo en Padua cuando presentan datos de un movimiento espiritual
verdaderamente grandioso. Los datos para el año 1972, por ej., registran 4.070
peregrinaciones organizadas, de los cuales 2.140 provenientres de las distintas
regiones italianas, y 1930 del exterior, y 24.250 Misas celebradas en la basílica
y 668.000 Comuniones repartidas (L. Forese, Movimento spirituale della Basílica del
Santo a Padova nel 1972, en Il Santo 13 [1973] 201-6).
Algo parecido - aunque de manera más reducida - se debe decir de la
basílica de S. Francisco en Asís, donde, tal como en Padua y demás basílicas,
santuarios, parroquias y iglesias sencillas ya mencionadas, se añade una de las
manifestaciones más importantes de la actividad pastoral: la predicación. La
Orden, a la que ya en sus comienzos Tiago de Vitry (1221-4 aprox.), llamaba
«religio vere páuperum Crucifixi et ordo praedicatorum» [religión de los
verdaderos pobres del Crucificado y Orden de predicadores, n.d.t.] es decir, en aquel
tiempo, no contaba con grandes predicadores de multitudes como s. Antonio de
Padua (†1231), Conrado de Sajonia (†1279), Juan de Werden con su popular y
precioso Dormi secure (1378 aprox.), s. Bernardino de Siena (†1444), Roberto
Carácciolo (†1495). Sin embargo, no le faltaron hombres bien preparados que
supieron inserir, en la predicación, las instancias de renovación que por doquier
se levantaban dentro de la Iglesia, los llamamientos concretos del Concilio de
Trento, y los elementos positivos contenido en el humanismo, en el
renacimiento y en la reforma protestante (Tiago de Vitry, Historia Orientalis, 1.2., c.
XXXII; L. Lemmens, Testimonia de sancto Francisco, Quaracchi 1926, p. 81; A. Murit, Pour
l’histoire de la prédication franciscaine au moyen âge, en MiscFranc 39 [1939] 438-48; B.
Belluco, De sacra praedicatione in OMin, Roma 1956).
Cabe destacar entre estos nuevos predicadores a: Cornelio Musso,
obispo de Bitonto (Pulla), el cual tuvo el honor de tener el discurso de abertura
del Concilio de Trento (13-12-1545), y fue llamado el «Crisóstomo de Italia»,
escribió y publicó varios volúmenes de prédicas reptidamente editadas y
traducidas en distintos idiomas (†1574); Francisco Visdómini, también padre
conciliar tridentino y autor de prédicas (†1573); Agustín Cassandri, autor de
Cuaresmales (†1624); el orador de la corte de Francia, Francisco Carrière
(†1665); el polaco Martín Kalowski (1765); el húngaro Serafín Bossànyi con
su Sermones mariani, Sermones fúnebres, Sermones in dies dominicos (†1776
aprox.); Luis Pungileoni que fue también literato e historiador (†1844); Vicente
Solíto que, a lo largo de 40 años, frecuentó muchos púlpitos de Italia (†1907);
Justino Figas en USA (†1959); Alfonso Orlini, ex ministro general de la Orden,
y por muchos años orador, conferencista y escritor (†1972). A éstos se suman
los anti-luteranos Tomás Murner (†1537) y Conrado Clinge (†1556) en
Alemania; el anti-calvinista Antonio de Sapienti o Savioz de Aosta, uno de los
firmantes de las Actas Tridentinas (†1566); el anti-jansenista Domingo
Antonio Baldassarri (†1791), opositor del Tamburini: algunos de éstos, como
el Murner, fueron ábiles y drásticos controversistas (A. Zawart, The history of
franciscan Preaching and francisan Preachers 1209-1927, Nueva York 1928).

4. Actividad misionera

Tampoco en el campo misionero hubo tantos misioneros famosos


como los tuvieron los primeros siglos franciscanos: Juan del Pian del Cárpine
(1245†1250), Juan de Montecorvino (1289†1338), el b. Odorico de Pordenone
(†1331), Juan de Marignolli (†1359). Sin embargo, los siglos de que tratamos
cuentan con misioneros de grande celo y dedicación, y realizaciones
importantes, muchas veces más exitosas de las de sus cohermanos del pasado,
porque más duraderas o no íntegramente arrasadas por el cambio de las
situaciones políticas y religiosas.
No se puede afirmar lo mismo de los intentos misioneros llevados a
cabo en tierras de América, Asia y Africa durante los ss. XVI-XVIII, porque la
obstrución de las potencias dominantes en contra de los C. condicionó su
presencia tan sólo para algunos casos esporádicos, personales y no duraderos.
Asimismo ellos tuvieron protagonistas ilustres como Santiago de Dacia, hijo
del rey Hans de Dinamarca y último provincial danés, que trabajó en México
(1542-67); Juan Bautista Lucarelli de Pésaro, conventual reformado, que
ejerció su apostolado en Filipinas (1578-85) y escribió el Viaje a Indias;
Francisco Antonio Frascella que, nombrado obispo de Mira y vicario
apostólico de China y Japón, e impedido de salir, tuvo que quedarse en Goa
(1637-53), pero allí mismo puso en marcha, a través de su «vicariato», la obra
de recuperación del mundo misionero por parte de Propaganda Fide sobre la
exclusividad de los patronatos portugueses y españoles; Bartolomé Stellin de
Malta, celante prefecto apostólico de Mesopotamia, cerca de Nínive, pero en
una misión también ella no duradera (1641-69); Bernardino Buttari de Ósimo,
misionero en Congo (1650 aprox.), director espiritual de s. José de Copertino
(Lucarelli: Sínica Franciscana, vol. II, Quaracchi 1933; vida p. 3-11; texto Viaggio, p. 12-92;
Frascella: MiscFranc 50 [1950] 498-514; 59 [1959] 346-51; 69 [1969] 427-9; 73 [1973] 143;
Buttari, Parisciani, S. Giuseppe da Copertino, p. 1038; Stellini: MiscFranc 46 [1946] 311-4).
Duraderas y con abundantes resultados fueron las misiones llevadas
adelante o retomadas en la antigua provincia de Oriente en Constantinopla y
Turquía europea, en Esmirna y Turquía asiática donde, en 1726, fue trucidado
Bonaventura Buffaldi, y en Tracia, Macedonia y Archipiélago grieco. Pero las
misiones más prósperas fueron las de Oriente europeo: Bulgaria, Transilvania,
Rusia, Lituania, y sobretodo la de Moldavia y Valaquia. Esta misión,
reactivada (1623) a raíz de la institución de Propaganda Fide (1622), hasta el
año 1650 dependía directamente del provincial de Oriente y vicario patriarcal
de Constantinopla, el cual, a partir de 1629, era también prefecto de la misión.
Posteriormente se independizó, y la humilde misión de 1623 fue elevada a
prefectura apostólica en 1629, y constituida vicariato en 1818, y
posteriormente, diócesis de Jassi en 1884, con una promisora provincia
religiosas a partir de 1895 (Abate, I F. M. C. a Costantinopoli nell’Arcipelago greco e in
Moldavia, en RassItalMedit 31 [1923] 11-2; G. Montico, La Provincia d’Oriente, Padua 1939, p.
25-8; V. Plackov, La Missione di Costantinopoli, en MiscFranc 55 [1955] 443-53; B. Morariu,
La missione dei F. M. C. in Moldavia e Valacchia, ibid. 62 [1962] 94-96; Odoardi. I C. e
Propaganda, ibid. 73 [1973] 141-4, 163-4).
Los vicarios patriarcales C. de Constantinopla, nombrados por
Propaganda Fide para los patriarcas titulares que permanecían en Occidente,
son 15 desde 1629 hasta 1880, y entre ellos los más ilustres: Ángel Patricca
(1638-9) que realizó la reconciliación, aunque efímera, entre el patriarca grieco
Cirilo Contaris y Roma, y escribió una colección notable de obras teológicas
con características reflexiones sobre la teología oriental; y Gaspar Gasparini
(1677-1705) que mucho se esmeró entre los Armenos y logró la unión del
Katholikós de Egmiadzin, Hacob IV, con Roma.
De los 61 prefetos apostólicos de Moldavia y Valaquia, sobresalieron:
Vito Piluzzi (1663-8, 1670-3), autor del primer Catecismo moldavo editado
con carácteres latinos (Roma 1677, tipografía de Propaganda); Antonio Zauli
(1695-1711, 1716-9) y Francisco D’Amelio (1719-21), autores de Sermones
dominicales en lengua moldava; Francisco Pesci (1736-9), muy estimado y
querido por el príncipe moldavo Ghika, que favoreció la acción misionera;
Juan Crisóstomo Di Giovanni (1760-3, 1766-8), de origen grieca y convertido
al catolicismo, se tornó arzobispo de Durazzo (1770) y consacrante en el
Colegio Grieco de Roma, donde falleció en 1795 (Morariu, Series Praefectorum, en
ComOFMConv 37 [1940+ 218-9, 250-3).
Añádanse los 9 obispos C. de Bacau de 1607 a 1818; los 9 visitadores
apostólicos de 1825 a 1884; los primeros 2 obispos de Jassi, Nicolás José
Camilli (1884-94) y Domingo Jaquet (1895-1915), que fue también destacado
autor de la Historia de la Iglesia, en 2 vol., Turín 1922-3 (Morariu, Series
Episcoporum, en ComOFMConv 37 [1940] 279-85; 38 [1941] 375-8; 39 [1942] 53-6, 88-91,
245-54).
Junto a la actuación de estos dignatarios, se hace mención de la obra
asidua y celante de centares de misioneros. Aquí van algunos nombres entre
otros: Gaspar de Noto, autor del Catecismo en lengua moldava, pero no editado
(1744); Bartolomé Bassetti, y su Spéculum Órdinis; Juan Bautista del Monte
que, en 1689, envió a Propaganda Fide un pormenorizado Status de la misión;
y más recientemente: Bonaventura Vineri, Jorge Antón, Antonio Bisoc que
hicieron la traducción de la S. Escritura en lengua rumana, la primera
traducción integral de los católicos de rito latino en Rumania, sin embargo fue
editada solo el NT.: Sabaoani 1916-25, 1935; Padua 1959, Roma 1965 (J. P: Pal,
Originea Catolicilor din Moldava si Franciscanii Pastorii lor de Veacuri, Sabaoani 1942;
Morariu, Il p. Giambattista del Monte, en MiscFranc 64 [1964] 128-37; P. Tocanel, Franciscanii
Minori C. si Limba Romana, en Buna Vestire 11 [1972] 9-44).
El área misionera estudiada hasta ahora no es muy amplia, es verdad.
Pero adquiere mayores proporciones en el s. XIX, cuando la Orden puede
establemente llegar al continente americano (1852) implantando las actuales 4
florecients provincias USA con prolongación en Canadá, Costa Rica, Brasil,
Honduras, Japón, Zambia; y en el s. XX, cuando la Orden llegó a China-Shensi
(1924-5), cuyo primer prefecto fue matado cruelmente en 1930; a Japón
(1930), por medio de s. Maximiliano Kolbe; a Rhodesia septentrional, hoy día
Zambia (1930); a Indonesia-Java (1937) y a muchas otras regiones misioneras
o no que les estaban vedadas durante siglos: Costa Rica (1946), Brasil (1947),
Honduras (1948), Argentina (1949), Uruguay (1950) Japón-Islas Ryu-Kyu o
Amami Oshima (1952), Australia (1954), Corea (1958), Indonesia-Sumatra
(1969), Bolivia, Ghana, Colombia, México (1976-7).
Para la formación de los misioneros, la Orden, que desde sus
primordios se había hecho partidaria de la urgencia de los colegios y de las
lenguas orientales promovida con grande tenacidad por Rugero Bacon (1267-8)
y Raimundo Lulio (13276, 1311), también en época moderna abrió colegios - y
mirando a aquel objetivo específico, sin descuidar el teológico - en Asís en
1612 y 1709 que fue el primero entre todos, según afirma Mondreganes; en
Roma en 1748; en Amelia, Roma, Espoleto, Brescia y en otras ciudades en
épocas más cercanas a nosotros y especialmente en los años ’20 y ’30 (Roma,
Opus tertium, ed. Brewer, Londres 1859, XXVI, p. 95; Bibl. de Tierra Santa, XIII, p. 14; Abate,
Collegio delle Missioni, en MiscFranc 29 [1929] 133-8; Pío de Mondreganes, Manuale di
Missiologia, Turín-Roma 1950, p. 25; Odoardi, I C. e Propaganda, en MiscFranc 73 [1973] 139-
63).

5. Actividad científica y artística

La actividad científica ha sido siempre amplia y sin reserva entre los C.


El estudio, que s. Francisco ya había permitido a s. Antonio: «Placet quod
sacram theologiam legas fratribus» [Me agrada que enseñes la sagrada teología a los
hermanos, n.d.t.], era considerado un instrumento eficaz de apostolado. Y ése fue
el espíritu de s. Buenaventura el cual, encontrando en la Regla el «officium
praedicandi» [oficio de la predicación, n.d.t.], saca las siguientes conclusiones: «Si
igitur praedicare non debent fábulas, sed verba divina; et haec scire non
possunt nisi legant; nec légere, nisi habeant scipta; planíssimum est, quod de
perfectione Régulae est libros habere, [légere], sicut et praedicare» [Es necesario
que no prediquen tonterías, sino la palabra de Dios; y ésta no pueden conocerla si no estudian;
tampoco podrán estudiar si les faltan libros; es evidente, pues, que es según el espíritu de la
Regla tener libros, (estudiar), tal como el predicar, n.d.t.] (Tomás de Celano, Vida 2 s.
Francisco, n. 163, en AnalFranc X, p. 225; Crónica 24 Generalium, ibid. III, p. 132; s.
Buenaventura, Epístola de tribus quaestionibus, n. 6, en Ópera omnia VIII, p. 332).
A los Estudios universitarios generales para el estudio de la teología y
la consecución de los grados académicos que la Orden había instituido desde
sus comienzos (París 1236, Oxford 1230-47 aprox., Cambridge 1250 aprox.), y
que se habían multiplicado a lo largo del siglo XIV (Tolosa, Padua, Bolonia,
Florencia, Perusa) y del s. XV cuando, en 1437, se contaban ya 16 (juntamente
a los ya mencionados: Roma, Nápoles, Génova, Milán, Salamanca, Lérida,
Montpellier, Colonia); en el s. XVI los colegios fueron sustituidos, pero
conservando sustancialmente los mismos derechos y deberes de los antiguos
Estudios: 8 de ellos fueron fijados en las constituciones Urbanas de 1628, 4
para Italia (Roma, Asís, Bolonia, Nápoles) y 4 para el exterior (Praga, Colonia,
Malta, Cracovia), y 8 Estudios habían sido instituidos por el capítulo general de
Forlí en 1421: Roma, Bolonia, Padua, Perusa; París, Oxford, Tolosa,
Cambridge (Felder, Storia degli Studi, Siena 1911, P. 184-93, 268-303; Brlek, De evolutione
studiorum, p. 44-7; Di Fonzo, Studi, en MiscFranc 44 [1944] 170-6; Constitutiones Urbanae,
c.V, t. 4, n. 221).

Había también la equiparación de los antiguos Estudios generales no


univesitarios o no incorporados a las universidades y, naturalmente, sin
derecho para conferir los grados académicos: ‘Estudios’ de teología, filosofía,
lógica, y quizás gramática; Estudios provinciales del mismo género; Estudios
C. o de sencillos conventos donde, para comodidad de los frailes allí
residentes, se estudiaba y se comentaba la S. Escritura. Se otorgaba, también, la
equiparación en los gimnasios que estaban afiliados a los colegios, y se
clasificaban como siendo de I, II y III nivel: hacían parte del I nivel los
gimnasios de teología: en 1628 había 10, de los caules 8 en Italia y 2 en el
exterior; del II nivel, los que se podrían llamar de filosofía-liceo o filosofía
metafísica con introducción a la teología: había 20, y 2 solamente en el
exterior; hacían parte del III nivel los colegios de filosofía-lógica: había 44,
repartidos por todas las provincias de la Orden, y 2 de ellos en la provincia de
Rusia. El sustituto del Lector de S. Escritura, en los distintos conventos era, ya
a partir de 1565 y también en 1596 y 1629, el Lector de teología moral o
«lector casuum conscientiae» (Estudios antiguos: Brlek, De evolutione studiorum, p. 25-
43; gimnasios: Constitutiones Urbanae, c. V, t. 4, nn. 22-5; Lector de moral: Constitutiones
Pianae, c. IX, Bolonia 1565, p. 39).
No cabe duda que las Constituciones Alejandrinas de 1500 hablan de
Colegios, pero éstos no pertenecían a la Orden; la Constituciones Pianas de
1565 hablan de Gimnasios, pero no de Niveles; los Decretos de reforma de los
estudios de 1595 hablan de Niveles; la Reformatio studiorum de 1620 habla de
Colegios, Gimnasios y Niveles correspondientes. Nuestro punto de referencia
han sido las Constituciones Urbanas de 1628 porque son más exactas a este
respecto y, además, definitivas y duraderas frente a las incertidumbres y a la
corta duración de las anteriores Constituciones y reformas (Const. Alexandrinae, c.
5, Roma 1501, f. 24v; Const. Pianae, c. V, p. 26; Decr. Riforma, p. 3; Reformatio, p. 78-9).
Las Constituciones Urbanas, que llegaron hasta 1932 en virtud de las
enmiendas y ‘aggiornamenti’ varios, contemplaban también cursos parecidos a
los humanistico-gimnasiales o de escuela media, que debían anteceder a los
cursos de Filosofía-Lógica, pero no los especifica porque eran comunes a los
demás cursos similares. Alguna información acerca de eso la encontramos en la
Reformatio de 1620, cuando recomienda que «emissa professione» [después de la
profesión, n.d.t.], es decir antes de comenzar el curso de Filosofía-Lógica,
«facultas dabitur rem grammaticam íterum repetendi et studio rethoricorum
vacandi… in professorio quod erit grammaticae, humanitatis et rethoricae»
[concédase la posibilidad de retomar la gramatica y dedicarse al estudio de la retórica… en la
cátedra de gramatica, humanidad y retórica, n.d.t.] (Const. Urbanae, c. 2, t.9, n. 1-2; t. 22, n. 2,
4; c. 5, t. 4, n. 4; Reformatio, p. 83, 125).
Las Constituciones Urbanas hablan de los estudios que siguen a los
humanístico-gimnasiales o medios, es decir los estudios de filosofía y lógica o
gimnasios de III nivel; de filosofía y metafísica con introducción a la teología
en los gimnasios de II nivel; de teología, casi institucional, en los gimnasios de
I nivel; de teología con exigencias más científica o universitaria en los
colegios. Todos los estudios tienen cursos trienales, aunque se den dispensas o
reducciones; y son cursados por alumnos internos y externos, en los distintos
niveles, llamados: iniciados, estudiantes, bachilleres, colegiales: los primeros
están bajo la responsabilidad de un regente o maestro, llamado también lector o
maestro de estudio; los segundos, bajo la rsponsabilidad de dos regentes y de
un maestro de artes y fiolosfía; y los otros por dos regentes y un bachiller del
convento, pero con excepciones como, por ej. es el caso de Roma, que contaba
con un solo regente. Los de los grados superiores eran nombrados por el
ministro general, mediante votación. Tan sólo en 1707 se concedió a los
ministros provinciales y sus respectivos capítulos la selección de los lectores
regentes de los estudios en sus propias provincias (Const. Urbanae, c. V, t. 4, nn. 2-7:
gimnasios y colegios; nn. 3, 16: alumnos; n. 10: autoridad y lectores; c. V, t. 5, n. 1; Benoffi,
Compendio, p. 307-8: designaciones; Reformatio 1629, p. 88).
A las distintas autoridades escolásticas, y también a los demás lectores
- como los de «S. Escritura», de «casos de conciencia», de «cánones», de
«ética» de Asistóteles (Respondens), de «idiomas» y, posteriormente, de
«historia eclesiástica» - está confiada la enseñanza, que abarca el área
filosófico-lógico, físico, metafísico, teológico-dogmático, moral,
controvertístico; jurídico o canonístico; lingüístico, de manera especial para los
idiomas de mayor utilidad para los estudios y las misiones: están expresamente
mencionados el grieco, el hebraico, el caldáico, el ilírico (Const. Urbanae, c. V, t. 4,
nn. 11-4: programas; n. 20: lenguas; Benoffi, Compendio, p. 301: historia eclesiástica).
La «lectio» no era todo; se practicaban también los tradicionales
ejercicios escolásticos de la «disputatio» [la discusión, n.d.t.] tres veces por
semana, la «praedicatio» [la predicación, n.d.t.] durante la Cuaresma, y la
«repetitio» cotidiana, echando suerte entre los alumnos, y no faltaban las
penalidades, que preveían también la expulsión del estudio. En los colegios y
gimnasios de I nivel se realizaban los certámenes científico-literarios mediante
los cuales los alumnos tenían la posibilidad de ejercitarse sobre temas de su
gusto. La orientación general de todas las manifestaciones escolásticas era
franciscana, de manera que la filosofía, por ej. era presentada partiendo de las
distintas obras de Aristóteles, pero «ad mentem Scoti» [según el pensamiento de
Escoto, n.d.t.]; la teología con base en las Sententiae de Pedro Lombardo pero,
éstas, también «ex Scoto, divo Bonaventura, Alexandro de Hales, Francisco
Mayronis, Ricardo» de Mediavilla [según el pensamiento de Escoto, de s. Buenaventura,
de Alejandro de Hales, de Francisco Mayrone, de Ricardo de Mediavilla, n.d.t.] (Constitutiones
Urbanae, c. V, t. 4, n. 19: disputas; n. 16: predicación; n. 17: repasos: c. V, t. 6, n. 1; certámenes;
c. V, t. 4, nn. 11-4: Lineamientos que la Reformatio de 1596, p. 12 exigía para la filosfía a las
Súmmulae de Pedro Hispano y a los Comentaria de Pedro Tartaret).

El más ilustre entre los colegios fue el de s. Buenaventura en Roma


que, fiel al estatuto de su fundador Sixto V, debía seguir el método teológico
buenaventuriano. Sin embargo, acabó por asimilar una orientación más
escotística, y la serie de sus regentes y alumnos dan fe de este cambio. Nunca
faltaron, es verdad, excelentes buenaventurianos, seguidores de la «Via...
Seraphici eximii Doctoris s. Bonaventurae» [Método del eximio doctor seráfico s.
Buenaventura, n.d.t] trazada por aquel Papa, pero la verdad es que, de aquel
Colegio, egresaron más escotistas que buenaventurianos, todos laureados en
sagrada teología, con especialización buenaventuriana o escotista, como en los
demás colegios de la Orden que los papas instituían «ad instar Collegii S.
Bonavneturae». La laurea ya estaba prevista en el breve Ut ampliores de Pío IV
(15-7-1561), que confirmaba a la Orden «in perpetuum, et auctoritae
apostólica» [de una vez para siempre, y con la autoridad apostólica, n.d.t.] la autorización
de conferir «lauream in artibus et teología... cum iisdem privilegiis et iúribus
Universitatum, praevio dumtaxat regulari studiorum currículo et rigorosis
examínibus in Collegiis Órdinis opportune designandis» [la laurea en las distintas
disciplinas y en teología con iguales privilegios y derechos de las demás Universidades, bajo
condición de un previo regular currículum de estudios y rigurosos exámenes que deberán ser
oportunamente establecidos en los Colegios de la Orden, n.d.t.]. Las constituciones de
1628 reconocían 8 colegios, es decir 4 en Italia y 4 en el Exterior, incluyendo
el de Roma; aquel mismo año se les añadió el de Leópoli, y luego el de Padua
(160), y el de Nápoles «Bonaiuto» (1633) y otro en Urbino 1701 (Sixto V,
Ineffabilis divinae, 18-12-1587; Cum nuper, 13-4-1589, en Collectio Bullarum Collegii S.
Bonaventurae, Roma 1780, p. 9- 41; Di Fonzo, Lo Studio del Dottore Seráfico nel Collegio di S.
Bonaventura, en MiscFranc 40 [1940] 153-86; Seraphicum-Annuarium Academicum 1973-74,
en Nota Historica [Roma 1973] 3-4).
Los colegios dejaron de existir a raíz de las supresiones de los ss.
XVIII-XIX. El colegio romano ambién fue suprimido en 1873. Sin embargo,
éste fue el único que, de alguna manera, logró renacer a través de la Facultad
Teológica, que fue devuelta a la Orden en 1905; y subsiste en el actual
Seraphicum-Pontificia Facultad Teológica de S. Buenaventura. El pluralismo
científico y teológico de nuestros días no permite crear un estilo propio, una
corriente específica como las ya indicadas de la «vía Scoti» o «vía S.
Bonaventurae» [corriente escotista, o corriente bonaventuriana, n.d.t.]; pero los estudios
C., aunque estén organizados como todos los demás, no actúan al margen de
sus maestros. En efecto, las últimas constituciones de la Orden (1969-75)
declaran que «en los estudios teológicos y demás disciplinas de carácter
científico los frailes lleven en cuenta las tradiciones doctrinales de la escuela
franciscana»; y los últimos estatutos de la Facultad (1973), después de
mencionar a su celestial patrono s. Buenaventura, y presentar su curso de
especialización cristocéntrica, afirman: «Facultas franciscanis traditionibus
inhaerens íntegram suam doctrinam disponit ita ut Christus sit eius centrum»
[La Facultad, adheriendo a las tradiciones franciscanas, ordena íntegramente su doctrina de tal
manera que Cristo ocupe el puesto central, n.d.t.] (Const. 1969-75; n. 60/1; para los distintos
estudios: nn. 31/3, 47/2-3, 51/1-2, 52/2, 53/2, 56-61/1-3, 150/1-3; Statuta Facultatis, art. 10,
55/1; organización, normas y programas, art. 1-88 de todos los estatutos; Nota historica, p. 3-7).
En el área científico-cultural, el conventualismo de nuestros tiempos
cuenta con hombres tan sobresalientes como los más destacados personajes de
la antigüedad franciscana. Los llamaban ‘nuestros maestros y doctores’ -
particularmente a Juan Duns Escoto, el «doctor noster» por excelencia – y
siguieron con fidelidad y pasión sus enseñanzas, destacándose también en las
distintas áreas del conocimiento humano y eclesiástico bien sea en las cátedras
de la Orden bien sea en las externas o en las universidades públicas donde, en
el oficio de «lectores publici» [profesores reconocidos, n.d.t.] hasta final de ‘700,
fueron los paladines del escotismo filosófico y teológico (Reformatio studiorum
1620, p. 81, 90, 102, 105, 127 Escoto; Const. Alexandrinae 1500, v. V, f. 26r; Const. Pianae
1565, c. V, p. 26; Decreti 1596, p. 15: lectores públicos; N. Papini, Lectores publici, en
MiscFranc 31 [1931] 95-102, 170-4, 259-60; 32 [1932] 33-6, 72-7 con la indicación de 35
universidades en Italia y en el Exterior, y 687 lectores, y otros no numerados ni especificados).
Entre los Filósofos y Teólogos mencionamos a: Mauricio Hibérnico
O’Fihely, primate de Irlanda (†1513), autores de ediciones y comentarios
filosóficos sobre Escoto (Venecia 1506, 1514, 1522); Antonio Trombetta
(†1517) y sus Questiones y Expositiones filosóficas y el Tractatus contra
Averroístas (Venecia 1498); Jorge Benigno Salviati Dragisic (†1520), defensor
de Savonarola y preceptor de Juan de Médici, futuro Léon X: Logica Scoti et b.
Thomae y De natura angélica (Florencia 1480,1499); Tomás Murner (†1537),
uno de los más eficaz opositores de Lutero: Von Doctor Martinus Luthers
Lehren und Predigten (Estrasburgo 1520), y el poema satírico Von dem
grossen Lutherischen Narren (ibid. 1523); Cornelio Musso (†1574), padre y
teólogo tridentino: De divina historia o el misterio trinitario (Venecia 1587);
Card. Constanzo Torri (†1595), promotor de la edición vaticana de s.
Buenaventura y autor de la Conciliatio entre s. Tomás y Escoto (Lyon 1577,
Quaracchi 1910); Marcos Antonio Capelli (†1625), hábil controversista en
defensa de la República de Venecia con su Controversias con Pablo V
(Venecia 1606) y en defensa de la Iglesia con su Adversus praetensum
Primatum ecclesiasticum Regis Angliae Jacobi I (Bolonia 1610) como ya
Enrique y Juan Standish (†1524 y 1558 prox.) habían escrito en contra de
Enrique VIII y en defensa de la unidad de la Iglesia en Inglaterra: De
matrimonio Catharinae non dissolvendo (Nápoles 1542) y De unitate ecclesiae
anglicae (Angliae 1556).
Los más grandes representantes del escotismo de ‘600 fueron: Ángel
Volpi (†1647), autor de la Summa scotística (12 vol. fol., Nápoles 1622-46),
Bartolomé Mastrio, «princpes scotistarum» (†1673) y Buenaventura Belluto
(†1676) autores del Cursus Philosophicus (5 vol. fol., Venecia 1678); Belluto
escribió también Disputaciones de Incarnatione (Catania 1645); Mauricio
Centini (†1641): De Incarnatione et de Sacramentis ad mentem Scoti (Messina
1637), y Mastrio: Disputationes in I-IV Sent. Scoti (4 vol. fol., Venecia 1675) y
Teología moralis ad mentem Seraphici et Subtilis (ibid. 1671); el card. Lorenzo
Brancati (†1693) autor de Commentaria in III et IV Sententiarum Scoti (8 vol.
fol., Roma 1653-82).
Los buenaventurianos de aquel siglo fueron: Pedro Capulio (†1625):
Commentaria in I et II Sent. divi Bonaventurae (Venecia 1623-4); Mateo
Ferchio o Fercic (†1669), aunque siendo fervoroso escotista, escribió De
Angelis ad mentem s. Bonaventurae (Padua 1658); Bonifacio de Augustinis
(†1698): la Summa bonaventuriana (Roma 1696).
En el siglo siguiente se destacaron los escotistas: Sebastián Dupasquier
(†1718): Summa Theologiae Scotisticae, editada varias veces (8 vol., Lyon
1695, Padua 1706, 1719-20, 1743); José Antonio Ferrari (†1775): Philosofia, y
Theologia ad mentem Scoti (respectivamente 3 vol., Venecia 1767, y 1760-8);
Lorenzo Altieri (†1796) y Andrés Sgambatti (†1805): ambos estuvieron menos
comprometidos con el escotismo, y Sgambatti adhirió más a s. Buenaventura,
sin embargo los dos eran escotistas, y por este motivo fueron estudiados en las
escuelas de las demás familias franciscanas: los Elementa philosophiae de
Altieri alcanzaron 12 ediciones (3 vol., Ferrara 1770 - Venecia 1795); y 14 vol. también
de De theologicis institutis de Sgambatti (Nápoles 1775-82).
El siglo XVIII presenta también a un buenaventuriano místico y a un
moralista innovador: Casimiro Liborio Tempesti (†1758): Mística theologia
secondo lo spirito e le sentenze di s. Bonaventura (2 vol., Lucca 1746);
Rainerio Sasserath (†1771): Cursus theologiae moralis (3 vol, Colonia 1760)
juntamente al controversista Bernardino Pianzola (†1803): Manualis
bibliotheca historico-ethico-polemica advesus omnium infidelium sectas, con
referencia especial al Oriente, según el ejemplo de sus destacados antecesores
en aquella área, Ángel Petricca (†1673) con su Turris David o De Ecclesia
(Roma 1647) y De Appellationibus (Ibid. 1649), y Egidio de Cesarò (†1680
aprox.) y sus Controversias (Messina 1664) y Apología (Venecia 1678).

El siglo XIX dio a luz a un grande filósofo y pedagogo, Gregorio


Girard (†1850), suizo, promotor de las escuelas populares y del método de
«escuela materna» o de la enseñanza recíproca entre los niños. Presentó su
metodología en distintas obras: De la valeur morale de l’enseignement mutuel
(Friburgo 1825), De l’enseignement régulier de la langue maternelle (París
1844), Méthodes et procédés d’éducation (Friburgo 1853); pero sobtretodo lo
llevó adelante a través de sus escuelas «Gerardinas», que fueron adoptadas
también en Inglaterra, Francia, Italia.

Completan esta breve reseña de ilustres filósofos, teólogos y


controversistas, un teólogo sacramentario, un mariólogo que fue también un
apóstolo mariano, un teólogo bonaventuriano y dantista y un grafólogo: Juan
Bautista Marrocu (†1867): De re sacramentaria (4 vol., Roma 1840); s.
Maximiliano Kolbe (†1941): Escritos marianos (Cfr. E. Piacentini, Dottrina
mariologica del P. Kolbe, Roma 1971); León Cicchito (†1972): Postille
bonaventuriano-dantesche (Roma 1940, Nápoles 1964-5); Jerónimo Moretti
(†1963): Análisis grafológicas, Grafología pedagógica y moral, y
especialmente el Tratato de grafología que ha llegado a la 11 edición (Padua
1972).

En el área de la historia ya han sido nombrados, con sus obras más


destacadas, los que en el s. XVIII conformaron la escuela histórica C., por
cierto sumamente preciada por Sabatier. Ellos son: el grande Juan Jacinto
Sbaraglia (†1764) entre otros, iniciador de la historiografía crítica franciscana
(Cfr. V, C, 2). Bastará recordar a algunos de sus antecesores y continuadores:
Pedro Ridolfi de Tossignano (†1607): Catalogus generalis scriptorum OMin
(Florencia 1578), el primero en su género, inspirador del Wadding, Juan de S.
Antonio, Sbaraglia; Historiarum Seraphicae Religionis libri tres (Venecia
1586), anteriores a Gonzaga y a las obras amplias de Wadding y de De
Gubernatis, de Annibaldi, de Benoffi aunque hubiesen sido precedidads por las
menos valiosas Crónicas de Marcos de Lisbona.
Antecede a la escuela del s. XVIII Juan Franchini (†1695), autor de De
antiquioritate franciscana Conventualibus adiudicata (Ronciglione 1682) y de
Bibliosofia y de Memórias literarias de escriptores Franc. C. después de 1585
(Módena 1693); le siguen Nicolás Papini (†1834): Etruria Francescana (Siena
1797), Storia di S. Francesco (2 vol., Foligno 1825, 1827); Luis Palomes (†1906):
Dei Frati Minori e delle loro denominazioni (Palermo 1897, 1897-98, 1901 en
francés), obra ligada a la Storia di s. Francesco d’Assisi que mereció 10
ediciones (Palermo 1873-83); Corrado Eubel (†1923), ya mencionado como
continuador del Bullarium Franciscanum de Sbaraglia y iniciador de
Hierarchia Católica (Cfr. V, E).
Los más cercanos a nosotros: Domingo Sparacio (†1928) y su trilogía
sobre S. Buenaventura (Roma 1922), S. Antonio (2 vol., Padua 1923), S. Francesco
(Città di Castello 1928), Frammenti bio-bibliografici di scrittori e autori
OFMConv fine ‘600-1930 (Asís 1931); Rafael Huber (†1963): A documented
History of the franciscan Order 1182-1517 (Milwaukee, Wis. 1944); José Abate
(†1969): ediciones de distintas fuentes franciscanas como constituciones
generales y provinciales, Regesta Órdinis, Memoriales-Estatutos y Actas de
capítulos, Secuencias, Legenda Neapolitana y Legenda 3 Sociorum b.
Francisci (MiscFranc 1921-4, 1929-39); La casa dove nacque s. Francesco (Gubbio 1941);
La Casa paterna di S. Chiara (Asís 1946); Il primo Breviario Francescano 1224-27 (Roma
1960); la «Vita Prima» de s. Antonio (Padua 1968).
Entre los cultores de ciencias que la Orden tuvo, después del
matemático Lucas Pacioli (†1517), autor de la Summa de aritmética (Venecia
1494) y de otra obra más destacada, De divina proportione, con ilustraciones
de su amigo Leonardo de Vinci (Milán 1497), se deberá hacer mención del
astrólogo Hilario Altobelli senior (†1637), descubridor de una nueva estrella
(9-10-1604), y que, a raíz de este descrubimiento, en un principio fue
impugnado por Keplero que afirmaba que dicha estrella había aparecido el día
después, y tuvo relación de amistad con Galileo Galilei, a quien, ya a partir de
3-11-1604, le enviaba informaciones sobre su descubrimniento. Altobelli
escribió De nova stella (sítio y fecha incierta), Nova doctrina contra
opinionem Aristótelis de generatione cometarum (Venecia 1627), Tábulae
regiae divisionum coeli (Macerata 1628). Otro científico muy conocido fue el
cosmógrafo de la República de Venecia Vincenzo Coronelli (†1718): ya lo
hemos mencionado juntamente a su grandiosa producción científica y cultural
(Cfr. V, C, 1).
Los letrados C. han sido poetas, pensadores, dantistas, y éstos últimos
se destacaron de manera especial. Dante Alighieri había estudiado en el
‘Estudio’ general de S. Corce en Florencia, y esto también le granjeó
admiradores ente los Franciscanos. Algunos de los antiguos dantistas: Acursio
Bonfantini (†1335), primer comentarista de Dante en el Duomo de Florencia,
luego de la muerte del poeta; Juan Bertoldi de Serravalle (†1445), que tradujo
al latin la Divina Comedia, tornándola accesible a los Padres no-italianos que
estaban presentes en el Concilio de Constanza (1418) y, por supuesto, a toda la
cristiandad: Translatio et commentum Dantis Aldigherii (Prato 1891).
Como poetas, tuvimos entre otros a: Francisco Mauri (†1572):
Francisciados poema (Florencia 1571); Francisco Moneti (†1713): Cortona
nuovamente convertita (Londres 1797, Arezzo 1930); Lorenzo Fusconi (†1814):
Poesie scelte (Milán 1820), y Versi sacri e morali (Pésaro 1833). Y, entre los más
cercanos a nosotros, dos dantistas famosos: Baldazar Lombardi (†1802),
comentarista de Dante en la basílica de los Santos Apóstoles en Roma y autor
de un destacado comentario que alcanzó 8 ediciones y mereció el elógio de
Vincenzo Monti y fue defendido por el mismo: Divina Commedia di Dante
Alighieri con note (vol. único, Roma 1791; 3 vol., Roma 1815s); Esteban Ignudi
(†1945): su Commento alla Divina Commedia es obra póstuma (3 vol., Padua
1948-9) que se suma a un sin número de opúsculos dantescos publicados
anteriormente. (Para los distintos nombres de filósofos, teólogos, controversistas,
historiadores, científicos, letrados: Cfr. Scriptores de Tossignano, Wadding, Sbaraglia;
Bibliosofía de Franchini; Frammenti bio-bibliográficos de Sparacio; y para los más recién
ComOFMConv, Cfr. los respectivos años de muerte).
Sobresaliente fue la actividad artística: en calidad de promotores, se
debe a los Franciscanos el hecho que en las iglesias franciscanas, de manera
especial en la basílica de Asís, construida sobre la tumba de s. Francisco, el
arte italiano nace y florece por intermedio de Cimabue, Giotto, Simone
Martini, los hermanos Lorenzetti; como ejecutores de obras de arte, entre los
antiguos: Fr. Elías de Asís y Felipe de Campello arquitectos, Iacopo Turriti
mosaicista, fray Martín de Asís pintor; en época moderna muchos miniaturistas
y vidrieros: Juan Giocondo (†1515), que trabajó junto con Rafaello y Sangallo,
en calidad de arquitecto, en la basílica de S. Pedro en Roma; los pintores José
Sacchi (†1690), hijo del conocido Andrés, y Pascual Sarullo (†1893); los
vidrieros Gabriel de Camerino (†1641 aprox.) y Tomás Rondoni (†1834), autor
de algunas vidrieras en Asís y en otras ciudades franciscanas (L. Bracaloni, L’arte
francescana, Todi 1924, p. 78-80, 154, 334, 366; Di Fonzo, I Francescani, p. 217-8, 273-4).
Los músicos y musicólogos, maestros de capela y organistas C. fueron
incontables: todos fundaron distintas escuelas en el área artístico musical, y
prestaron su obra en las iglesias y basílicas de la Orden y en muchas otras
iglesias y catedrales de Italia y del Exterior. Se calculan más de 300 maestros
C., y, muchos de ellos, sobresalientes. Entre los más insignes podemos
nombrar a: Rufino Bartolucci (†1550), iniciador del coro fraccionado,
modalidad característica del coro doble, ya atribuída a Adrián Willaert, pero
reivindicada por Casimiri a Bartolucci; Constanzo Porta (†1601), polifonista y
contrapuntista, renovador de la musica sacra juntamente con el Palestrina, autor
del famoso Trattato di contrappunto, compositor de misas, salmos, himnos,
letanías, motetes, madrigales editados entre 1555-1601, y recién en 25 vol. en
Padua (1964-70, 2.a ed. 1973); Jerónimo Diruta (†1622), organista,
compositor, teórico musical que, a través de su Transilvano (I parte, Venecia
1593; II p. ibid. 1609-10, juntamente con otras ediciones) lanzó un muy
precioso tratado de técnica organísitca. Entre los polifonistas y contrapuntistas
sobresalen: Francisco Ángeli, apodado el «Rivotorto» (†1697), Francisco
Antonio Callegari (†1742), maestro de Tartini y de Benedicto Marcello, el cual
publicó dos cartas «en las que se delinea la nueva teoría del bajo fundamental y
de los ‘rivolti’ (1724, 1726)»; Francisco Antonio Vallotti (†1780), autor del
Trattato della moderna musica (Padua 1779, 1950).
El más destacado, y muy apreciado en Italia y en el mundo:
Giambattista Martini (1784), compositor, historiador y teórico musical. A él se
debe: Historia de la música (3 vol., Bolonia 1757m 1770, 1781; rest. anastática, Graz
1967); Saggio fondamentale pratico di contrappunto (2 vol., Bolonia 1774, 1776);
Letanías y antífonas marianas (ibid. 1734), Sonatas para órgano y cémbalo
(Ámsterdam 1742), Dueto para cámara (Bolonia 1763); 52 Cánones (Venecia 1785); y
una gran cantidad de composiciones aún inéditas de música litúrgica (misas,
oficios divinos, motetes), música extralitúrgica (árias, cantatas, cánones,
duetos, tonadas, oratorios como Salomón, y S. Pedro, obras tatrales como Don
Quijote, El Maestro de música, La Dirindina), música instrumental (sinfonías,
conciertos, sonatas). A todo eso, añádase el muy amplo e interesante epistolario
de 6.000 cartas aproximadamente, dirigidas a los más ilustres músicos,
personajes y príncipes de su tiempo, y editadas apenas una reducida parte (136
cartas, Bolonia 1888); y también la abundantísima biblioteca musical que él
mismo organizó en el convento de S. Francisco en Bolonia con
«aproximadamente 18.000 piezas entre códigos antiguos, incunábulos,
manuscritos o cópias y obras impresas de grande finura», conservada
actualmente, grande parte, en el Conservatorio de la ciudad que, con razón,
lleva el nombre de Martini.
Discípulos y cohermanos de Martini fueron Luís Antonio Sabatini
(†1809), maestro de Capela en el Santo de Padua, compositor totalmente
inédito, y autor de distintas obras teóricas como el Tratato sobre las fugas
musicales (2 vol., Venecia 1802); y Estanislao Mattei (†1825), también compositor
y teórico musical, muy apreciado por su gran cantidad de composiciones
sagradas y profanas, la mayoría aún inéditas, su Práctica de acompañamiento
sobre bajos numerados (3 vol., Bolonia 1830), su enseñanza que le mereció tener
como estudiantes excepcionales a Rossini, Morlacchi y Donizetti.
Músicos contemporáneos: Alejandro Capanna (†1892), maestro en S.
Francisco de Bolonia, donde se guarda la mayor parte de su producción
musical: comprende muchas misas, salmos, antífonas marianas y franciscanas
– algunas ya editadas – y también dos tragedias líricas sobre Ludovico el Moro,
y Luchino Visconti; Alejandro Borroni (†1896), maestro de capela en Asís
donde están guardadas, casi todas inéditas, sus composiciones: una sóla fue
editada y muy conocida Tota Pulchra; Domingo Stella (†1956), también
maestro en Asís, compuso y publicó la Missa patriarcalis con más voces
(1948), y muchas antífonas, himnos y cánticos litúrgicos y franciscanos: el más
conocido es el Cántico de las criaturas (1926); Bernardino Rizzi (†1968),
autor de muchas misas, salmos, responsorios, himnos y también los poemas
sinfónicos Carnaro, y Polonia, el drama Misterio de S. Cecilia, el Tríptico
dantesco, los oratorios S. Francisco, y el Santo (Padua, Basílica del Santo 1931;
Teatro Verdi 1963), y Pablo de Tarso (Basílica del Santo 1968). (Para los distintos músicos:
S. Mattei, Serie dei Maestri di Capella OFMConv, ed. D. Stella, en MiscFranc 21 [1920] 42-8,
147-50; 22 [1921] 44-8, 134-8; 23 [1922] 122-41; D. Sparacio, Musicisti OFMConv, en
MiscFranc 25[1925] 13-29, 33-44, 81-112; Dizionario Ricordi della musica e dei musicisti,
Milán 1959, p. 110, 232, 341, 398, 720, 725, 1080).
En lo que a las artes se refiere, las actuales constituciones preven una
«técnica institutio» para todos, con la posibilidad de practicar y enseñar algun
ofício o disciplina que mejor responde a la índole de cada uno. Y,
efectivamente, hoy por hoy no faltan en la Orden buenos maestros de capela,
compositores, musicólogos, organistas, pintores (Const. 1969, nn. 56/1, 57/2, 143/2).

6. Actividad caritativo-social

Tras el ejemplo de s. Francisco y de sus primeros compañeros que se


habían volcado a la asistencia a los enfermos, y de manera especial a los
leprosos, y que habían ido por campos y ciudades con el fin de apaciguar los
ánimos y las facciones contrarias, habían ido al encuentro de los pobres y
desheredados para reconfortarlos y ayudarles en su pobreza y abandono, la
Orden muy pronto se tornó promotora de obras caritativo-social no sólo
circunstanciales sino también ámplias y duraderas (Tomás de Celano, Vita I, nn. 17,
23,65, 76, en AnalFranc X, p. 16, 20, 49, 56).
La decisión de ubicarse en las ciudades, y el abandono, por lo menos
parcial, de los primeros romitorios de periféria o de montaña, respondía a una
instancia apostólica de carácter social. Y eso lo recuerda expresamente s.
Buenaventura cuando, al contestar a un opositor que pensaba que el urbanarse
de los frailes representaría un comienzo hacia una vida más cómoda, le
recuerda que, al contrario, había sido deseo de la Iglesia y de la Orden que los
frailes estuviesen presentes en medio del pueblo, «inter hómines» - era la época
de la formación de las comunas - «propter eorum aedificationem, ut promptius
adsimus, quando requirunt a nobis poenitentiam, doctrinam ac salutis
consilium» [para su edificación, de manera que más prontamente podamos estar cerca de
ellos cuando nos solicitan por alguna penitencia, orientación o palabra de consuelo, n.d.t.]
(Determinationes super Regulam, q. 5, en Ópera omnia VIII, p. 340; L. Ganshof, Lo sviluppo
delle città, en Grande storia gen. Mondadori 4 Milán [1969] 456,466).
Las palabras de s. Buenaventura manifiestan el alto valor social de la
obra pastoral y formativa de la predicación, enseñanza, admoniciones, consejos
llevada a cabo por los Minorítas desde sus comienzos, en pro de los humildes y
sábios, de los débiles y poderosos, mediante la obra de los predicadores y
directores de almas, maestros y consejeros, legados papales como ya se ha
podido constatar y recordar.
Se introdujeron pronto nuevas modalidades de asistencia a través de la
fundación de hospitales y hospicios para expósitos, el ‘Hospicio de la caridad’
de fray Petruccio de Asís en Venecia (1335-46), entre otros, y después los
‘Montes de Pietà’ y los ‘Montes Frumentarios’ que, promocionados por los
Observantes, lograron, en los años 1458-62, llevar a cabo una actividad
verdaderamente beneficiosa en pro de los menos pudientes, y fue eficaz para
contrarrestar la usura (Rinascita Serafica: attività sociale, Roma 1951, p. 149-50).
Los siglos siguientes presentaron nuevas exigencias, y de esta manera
surgieron nuevas modalidades de caridad: los esclavos y presos cristianos, que
aumentaban siempre más a raíz de las embestidas de los Turcos en los siglos
XVI-XVII, llevó a emprender la obra «pro redemptione captivorum» [para el
rescate de los prisioneros, n.d.t.] donde los C. se destacaron: Francisco Visdomini
(†1573) orador y teólogo conciliar tridentino, amigo de s. Felipe Neri; pues con
las ofrendas recibidas por sus prédicas, rescató a 7.000 cristianos; el ven.
Francisco Zirano que, llegado a Argel con aquel mismo objetivo, encontró el
martirio (†1605); el grande Coronelli (†1718) que, a fin de rescatar a los
prisioneros cristianos de la República de Venecia, envió al Rey de Túniz
(1696) sus globos y los grandes volúmenes de su Atlante Veneto. Obra similar
a ésta fue realizada en Oriente europeo por el polaco Adalberto Debolewski a
través de una especial congregación (1625) que tenía como objetivo la
liberación de los esclavos que estaban en manos de los Tártaros (Benoffi,
Compendio, 261; C. Devilla, Il ven. F. Zirano, Sássari 1941; A. Sartori, Regesto coronelliano, en
MiscFranc 51 [1951] 97, 317).
Entre los apestados trabajaron: Aníbal Santucci (†1595), que introdujo
un estilo nuevo de caridad durante la peste de Milán de 1575; el convento de
Locarno, el cual recogía a muchos apestados durante la peste de la ciudad en
1576; lo mismo en Constantinopla por obra de Félix de Moravia y Antonio de
S. Genesio en 1695.
No faltaron apóstoles para los presos y condenados a muerte: Carlos
Sparavelli (†1591), Felipe de Ravena (†1598), s. Francisco Antonio Fasani
(1742), apodado el «†Fraile de la horca» (Acta S.C. de Propaganda Fide: Roma 1951,
p. 193-5).
En el área de la instrucción popular, sobresalió grandemente el
pedagogista Girard (†1850), ya mencionado, iniciador de la metodología de
«escuelas maternas» y de las s «Girardinas» cuyo valor social ha sido
claramente expresado por su ideador. A los adversarios, «partidarios del
oscurantismo», como les llama, que «predicaban la ignorancia», afirmando
«que las luces son un veleno para el pueblo», y temiendo que la instrucción de
la juventud pudiese romper el equilibrio entre las clases, hacer desaparecer la
clase trabajadora, y provocar una inversión en la sociedad civil, Girard argüiba
diciendo que su temor era «ciego y ridículo», porque «la dignidad del hombre,
el éxito de la agricultura y de las artes, la economía doméstica, el
mantenimiento del orden social, las buenas costumbres y la religión, son
sustentadas por la fuerza de la instrucción popular» (Raport à la Société économique,
5-11-1816, en L. Veuthey, Girard, Brescia 1946, 22-3).
A lo largo de estos siglos, tal como en la antigüedad franciscana, no
faltaron maestros y consejeros de príncipes, predicadores y confesores de
palacio, hombres de mucho prestigio por causa de su cultura y piedad que, ante
las autoridades políticas y religiosas que los estimaban y le brindaban su
amistad, supieron intervenir a favor de la Iglesia y de la sociedad. Se
recuerdan: Jorge Benigno Salviati Dragisic (†1520) y Urbano Bolzanio
(†1524), maestros de Juan de Médici, posteriormente León X; Trebazio
Mariotti (†1599) muy considerado en la corte del duque Carlos Emanuel I de
Saboya; José Porta consejero y limosnero de Enrique IV de Francia (1608);
Félix Franceschini, posteriormente Ministro General (1625-32), enviado de
Urbano VIII junto a la Granduquesa de Toscana, Cristina de Lorena, Regente
de Ferdinando II (1623) y junto al Duque de Urbino Francisco II Della Róvere
(1624) que, en aquellos años, entregaba sus Estados al Papa; Juan Bautista
Bonamonte músico del emperador Ferdinando II (1627); Francisco Pradiel
(†1650 aprox.) predicador en la corte de Luís XIII y XIV de Francia; Jerónimo
Franceschi (†1694 aprox.) y Juan Franchini (†1695), respectivamente muy
queridos por los Granduques de Toscana Ferdinando II y Cosme III, y por el
Duque de Módena Francisco II; Vincenzo Coronelli (†1718), y Juan Bautista
Martini (†1784) que mantenía contacto mediante correspondencia con casi
todos los Príncipes, Papas, hombres cultos de su tiempo; Gregorio Girard
(†1850) consejero y colaborador con el gobierno suizo y, de manera especial,
con el cantón de Friburgo y de Lucerna a través de sus Projets d’éducation
publique (Caratelli, Manuale, p. 325, 330, 335,336, 337, 340,342; Pablo V, Spirituali, 31-1-
1608: WaddingAnnMin, Reg. 1608, 44: vol. XXIV, p. 557; Urbano VIII, Mittimus 18-10-1623;
Docuit nobilitas 10-3-1624; Si Pontificiis, 2-8-1624; Alis por parte, 10-5-1627;WaddingAnnMin,
Reg. 1623, 7; 1624, 16; 1624, 29; 1627, 77: vol. XXV, p. 580, 588, 597,638-9; Sartori, Regesto
coronelliano: MiscFranc 51 [1951] 287-372; Zaccaria, Martini destinatari 6000 cartas, p. 334-
45; Veuthey, Girard, p. 18-27).
En tiempos más cercanos a nosotros, surgieron las siguientes
instituciones: Obra del pan de los pobres o Pan de S. Antonio, en Padua
(1887); en Loreto, la Pía casa de asilo Hermes que, en 1911, recibía los restos
de su fundador, el p. Luís Hermes, que había sido ‘penitenziere’ holandés en la
basílica loretana; en Arad, Transilvania, un Centro de trabajo dependiendo de
la tipografía de la revista Vasàrnap o El Domingo (1923); en Áscoli Piceno, el
Pío instituto del S. Corazón para huérfanos (1926); en Ancona, el Instituto
para hijos de marineros (1947); en Padua-Noventa Padovana, el Orfelinato
Antoniano (1949); en Aversa-Nápoles, Los Benjamínes de S. Francisco (1950);
el Instituto para parapléjicos de Konogai en Japón (1954); y se pueden añadir
los muchos orfelinatos, casas del niño, ciudad de los chicos, albergues,
patronatos, palestras, salas de cine y teatro, colonias y campamentos y demás
iniciativas que tomaron cuerpo en el posguerra: Comida para pobres, Mesón
del pobre, Armario del pobre, Cesta para los pobres; Instrucción profesional o
de recalificación de obreros, Escuela de servicios sociales y expertos del
trabajo, Escuelas populares, etc. (ComOFMConv según los distintos años; Rinascita
Seráfica: Arrività sociali, p. 149-59).
Llegando a nuestros días, aparte las distintas actividades mencionadas
en los números anteriores, calificadas de pastorales, misioneras, escolásticas y
culturales que especifican su aporte social; y aparte cuánto mencionado en este
número, y que fundamentalmente tiene vigencia, aunque cambiado y
‘aggiornato’ cuanto a nombres y cuanto a casos específicos; se hace referencia
a lo ya dicho, presentando la Situación actual de la Orden, haciendo mención,
aquí, de las más representativas actividades sociales actuales: Centros
editoriales de El Mensajero de S. Antonio en Padua, del Seibo no kishi o
Caballero de la Inmaculada en Nagasaki, Japón, de la Città di Vita en
Florencia, de Laurenziana en Nápoles: los dos primeros obtienen el primato;
las Ciudades de la Inmaculada de Italia, América, Japón, Polonia, donde, en
Niepokalanów, se erige, quizás, la más grande ciudad monástica católica con
314 religiosos, excelentes predicadores y escritores, habilidosos artesanos y
mecánicos, y también apreciados y amados bomberos de la región; la Ciudad
de los niños en Santo André-Sáo Paulo de Brasil; la Zeno shonen Bokuio o
Ciudad hacienda Fray Zeno en Notokara de Japón; los Estudios teológicos
para laicos, especialmente en Florencia y Padua; la asistencia espiritual en
muchas cárceles de Italia y del Exterior, en Roma, por ej. Regina Coeli y
Rebibbia (detalles y bibliografía: Cfr. VII).
Las Constituciones actuales de 1969-72, rumiando aquel texto de s.
Buenaventura, después de haber subrayado la tradicional variedad de
apostolado de la Orden, así hablan de las actividades sociales: «Los hermanos
se esforzarán por conocer la sociedad de los hombres en mediode los cuales
viven, a fin de cultivar la relación con ella y ofrecerle el ministerio pastoral (...)
Estarán siempre disponibles para servir a los pobres, los enfermos, los
prisioneros o encarcelados, los exilados y a los menesterosos de toda clase»
(Const. 1969-75, n. 124/1-4).

Bibliografía

I. Fuentes de la Orden.
1. Papales: BullFranc I-IV, a 1218-1303, ed. I. H. Sbarálea, Roma 1759- 68; V-VII, a.
1303-1431, ed. C., Eubel, ibid. 1898-1904; I-III, ns. a. 1431-84, ed. U. Hüntemann-J. Pou y
Martí Quaracchi 1929-49; Collectio Bullarum OFM Conv hasta 1750, recopiladas por J. H.
Sbarálea, pero sin ser editadas (Arch. gen. de Santos Apóstoles en Roma); Regestum Pontificium,
en WaddingAnnMin I-XXXII, a. 1182-1680 Quaracchi-Roma 1931-64; Minuta y texto crítico de
la bula Ite vos de León X en ArchIbAmer 18 (1958) 332-53; Decretos Pontifícios 1654-1713
acerca de OFMConv, ed. V. Coronelli, Venecia 1715, y ya en apr. Const. Urbanae, Venecia
1694 Roma 1702; Documentos papales desde 1713 en Collectio cit.; apénd. Const. Urbano-
Clementinae, París 1771, Roma 1894; Const. Pio-Urbanae, Roma 1823, Mechelen 1880;
Notitiae ex Curia y ComOFMConv 1904s.
2. Capitulares y generalicias: Constituciones: Alexandrinae, Roma 1501, Barcelona
1540, Bolonia 1587; Venetae, Venecia 1546; Assisienses, Venecia 1549; Pianae, Bolonia 1565,
Ancona 1566; Urbanae, ed. previa Roma 1626, ed. definitiva Roma 1628, Grenoble 1676,
Venecia 1694, Roma 1702, París 1711, Bolonia 1722, Maguncia 1736, Venecia 1741, Nápoles
1754, Venecia 1757, Asís 1803; Urbano-Clementinae, París 1771, Roma 1894; Pio-Urbanae,
Roma 1823, Mechelen 1880; Const. OFMConv 1932, Roma 1932; Const. Conv 1969-75, ibid.
1975; Regesta Órdinis desde 1488, un centenar de vol. (Arch. gen. Roma), editados sólo para
algunas provincias desde 1488-94, en MiscFranc (1921-4, 1932-8); Acta Capitulorum Gen.,
Acta Órdinis, Epistolae Min. Gen. en las fuentes ya indicadas y, para las más recientes, Notitiae
ex Curia y ComOFMConv 1940s).
3. Várias: Documentos en ap. F. A. Benoffi, Compendio di storia minorítica, Pésaro
1829, p. 341-54; Dei Procuratori Generali, Pésaro 1830, p. 46-51; L. Palomes, Dei F. M. e delle
loro denominazioni, Palermo 1879, ed. mejorada 1897, 50 doc. siguen vários cap., p. 60-82, 371-
441, 466-8.

II. Fuentes de las provincias


1. Papales: Inocencio X y la supresión de los pequeños conventos en Italia,
documentos en ap. a G. Franchini, Status Religionis Franciscanae, Roma 1682, p. 113-36;
Clemente XIV y la unión de las provincias Obs. con las C. de Francia, doc. en apr. a Const.
Urbano-Clementinae, Roma 1894, p. 3-57; Elenchus Romanorum Pont. Epistolarum S.
Conventus Assisiensis, ed. C. Eubel, en ArchFranHist 1 (1908) 601-16; 2 (1909) 108-22;
Bullarium Pont. S. Conventus, ed. L. Alessandri-F. Pennacchi, Quaracchi 1920, extracto de
ArchFrancHist (1915-20); Fuentes papales indicadas para la Orden.
2. Capitulares, generales y provinciales: Aparte las Acta Capitularia, Regesta o Acta
Provinciae, desgraciatamente no editadas en los distintos Arch. Prov. ; Regesta Órdinis, pero
editados sólo a partir de 1488-94 y para las prov. de Bolonia, Génova, Marcas, Milán, Padua,
Roma, Sicilia, Toscana y Umbría nomás: MiscFranc (1921-4, 1932-8); Documentos vários
anotados en las Historias de las Provincias; Estatutos Provinciales de la prov. Boloñese, Bolonia
1972; Lígure-Piamontese. Génova 1972; Marquigiana, Ancona 1971; Napolitana, Nápoles 1973;
Romana, Roma 1972; Cerdeña, Oristano 1972; de la Custodia del S. Convento, Asís 1968-72.
3. Varias: Regestum chartarum trium ordinum S. Francisci in Regno Neápolis, 184
doc. desde 1488 hasta 1633, ed. J. Ruocco, en MiscFranc 35 (1935) 144-57, 208-19; 313-21; 36
(1936) 196-205, 413-41; Acta Archivi conventus S. Francisci Bononiensis 1227-1308, 1221 doc.,
ed. B. Giordani, en AnalFranc 9 (1927) 1-588, 742-69; Necrologium conventus Mimatensis
OFMConv ab an. 1290 ad an. 1790 = Mende en Francia, en AnalFranc 6 (1917) 1-41, ed. C.
Brunel; Necrologium convetuum Brugensium Fratrum Minorum 1347-1807, ed. A, Heysse, en
AnalFranc 8 (1946) 1-80; Diario storico della Basílica y S. Convento di S. Francesco in Assisi
1220-1750, ed. Zaccaria, en MiscFranc 63 (1963) 75-120, 290-361, 495-536; 64 (1964) 165-210,
433-73; G. Bigoni, L’archivio conv. di S. Francesco di Cherso. Invent. 1387-1948, Florencia
1973.

III. Fuentes de las actividades.


1. Formativas: P. A. Camilli, Esame sui precetti della Regola, Milán 1574; S.
Bartolucci, Minorica Fratrum Min. Conv., Perusa 1615; Manuale dei F. M. C. repetidas veces
editado con aggiornamenti y añadiduras várias, por los Min. Gen., a parti de V. Coronelli,
Venecia 1701, hasta L. Caratelli, Roma 1897; otras ediciones: Asís 1711, Nápoles 1726, 1733,
Venecia 1758; A. Contarini, Breve istruzione sopra la Regola, Faenza 1780, también repetias
veces editada por los Min. Gen.: Roma 1791, Asís 1803, Foligno 1821, Roma 1829, Palermo
1846; F. A. Benoffi, Spirito della Regola, Roma 1807, póstuma, Prato 1839, Fano 1841; B. Hess,
Manuale de Regula et Constitutionibus OFMConv, Roma 1943.
2. Pastorales y misioneras: Statum pro collegio Missionum, 21-1-1710, en BullRom
Taur 21 (1871) 368-71 Statum pro Missionibus OFMConv, Roma 1941; G. B. Lucarelli, Viaggio
delle Indie (1578-85, escrito 1592), ed, A. Van den Wyngaert, en SinicaFranc 2 (Quaracchi
1933) 12-92; Documentos misión Moldavia-Valaquia 1623s, en B. Morariu, Series
Praefectorum y Series Espiscoporum (Città del Vaticano 1940-2) 23-36; 20-4; Lettere de A.
Petricca, vic. patriarc. Constantinopla, en A. De Sanctis, Un tentativo di unione (Asís 1966) 89-
129; Delle missioni dei F. M. C nel 1657, Informe para Propaganda, ed. B. Morariu, en
MiscFranc 46 (1946) 296-314; Documentos misiones más recientes: ComOFMConv 1924-31
para fundaciones, y años siguientes para informes.
3 Científicas y culturales: Chartularium Studii Bononiensis S. Francisci, ed. C. Piana,
en AnalFranc 11 (1970); Id., Ricerche sulle Università di Bologna e di Parma, en Spicilegium
Bonav. I-II (Quaracchi 1963, 1966); Collectio Bullarum Collegii S. Bonaventurae a Sixto V
fundati 1587, ed. G. De Petris, Roma 1780; Ph. Gesualdi, Min. Gen. De reformatione studiorum,
Padua 1596; I. Montanari, Min. Gen. Reformatio studiorum, Perusa 1620; Regolamento studi,
Roma 1937-8; Ratio generalis studiorum, ibid. 1963; Statutum pro Studiis Generalibus, en
ComOFMConv 36 (1939) 262-3; Statuta Pont. Fac. Teolo. S. Bonav.-Seraphicum.

IV. Bibliografia de la Orden


1. General:
P. Ridolfi de Tossignano, Historiarum Seraphicae Religionis libri tres, Venecia 1586;
G. Franchini, Status Relig. Franc. Min. C., Roma 1682; C. Biernacki, Spéculum Minorum,
Cracovia 1688; F. A. Benoffi, Compendio di storia minorítica, ed. póst. †1786, Pésaro 1829;
Hlzapfel; S. Brettle, Der Minoritenorden, Friburgo Suiza 1924; A. Gemelli, Il francescanesimo,
Milán 1932; F. de Sassavalle, Histoire genérale de l’Ordre de st. François, 2 vol., París 1935-7;
Hilarino de Milán, L’Ordine francescano, Milán 1938; P. Sevesi, L’Ordine dei Frati Min, 3 vol.,
Milán 1942-60: Cfr. L. Di Fonzo, en MiscFranc 44 (1944) 143-66; R. Huber, A documented
History of the Francsican Order, Milwaukee 1944; L. Di Fonzo, I Francescani, en Escobar 1
(1951) 157-344; G. Odoardi, S. Francesco e i Francescani, Asís 1951, 1961; L. De Aspurz,
Manual de Historia Franciscana, Madrid 1954; D. Cresi, S. Francesco e i suoi Ordini, Florencia
1955; J. Moorman, A. History of the Franciscan Order, Oxford 1968.
2. Específica:
a) Nombre y desarrollo: G. Franchini, De antiquioritate franciscana: sectio VI:
conventus, conventualis, Ronciglione 1682, p. 72-97; L. Palomes, Dei F. M e delle loro
denominazioni, Palermo 1897, ed.2 mejorada 1897-8; Gratien de París, Histoire de la fundation
et de l’évolution de l’Ordre des Frères Mineurs, París 1928; B. Mathis, Die Privilegien des
Franziskanerordens bis zum Konzil von Vienne (1311), Paderbon 1927; Burchard von
Wolfenschiessen, Franziskanisches Privilegienrech, en CollFranc 4 (1934) 337-62; H. Lippens,
Le droit nouveau des Mediants du Concile de Vienne à celui de Trente, en ArchFrancHist 47
(1954) 241-92; M. D. Lambert, Franciscan Poverty, Londres 1961; L. C. Landini, The Causes of
the Clericalization of the Order of Friars Minor: 1209-60, Chicago 1968; -»Conventualismo y
su bibliogr.
b) Constitución y organización: Marinus a Neukirchen, De Capitulo Gen. in primo
Ordine Seraphico, Roma 1952, Serie de capítulos, ministros generales, constituciones, en L. Di
Fonzo, Series quaedam historico-statísticae OFMConv 1209-1960, ibid. 1961; E. Wagner,
Historia Const. Generalium Ord. Fr. Min., ibid. 1954; F. A. Benoffi, Dei procuratori Generali,
Pésaro 1830; B. Koltner, De iuribus Ministri Provincialis, Roma 1961; R. A. Jara, De Custodis
officio, ibid. 1965; L. Simeone, Negotia a superioribus Franciscalibus ex suffragio su Consilii
peragenda, ibid. 1963; Bernardino de Siena, Il Card. Protettore, Florencia 1940; M. J.
Ziarkowski, De divisionibus territorialibus in OFMConv cum aliis Religionibus comparatis,
Roma 1965.
c) Sucesos varios: R. B. Brooke. Early Franciscan Government, Cambridge 1959; C.
Eubel, Die Avignonesische Obedienz im Franziskanerorden, en FranzStud 1 (1914) 165-92, 312-
27, 479-90; C. Schmitt, Un Pape réformateur Benoit XII et l’Ordre des Frères Mineurs,
Quaracchi 1959; L. Brengio, L’Osservanza Francescana in Italia nel secolo XIV, Roma 1963; J.
Garcia Oro, Cisneros y la reforma del Clero español, Madrid 1971; F. Delorme, Les actes de
l’Assemblée d’Amboise (1504), en FranceFranc 3 (1914) 90-113; L. Di Fonzo, La Bolla «Ite
vos», en MiscFranc 45 (1945) 164-71; J. Meseguer Franández, Impreso raro, documentos de
interés, en ArchIbAmer 9 (1949) 239-54; Id., La Bula «Ite vos» y la reforma cisneriana, ibid. 18
(1958) 257-361: exposic., minuta, texto crítico; E. D’Alençon, Come fu riformato il convento di
Tolosa (1522), en MiscFranc 19 (1918) 73-105; F. A. Benoffi, Memorie Minorítiche 1560-1776,
ibid. 33 (1933) 75-106, 337-58; G. Franchini, De antiquioritate franciscana, Ronciglione 1682;
Dispacci di Ferdinando III delle due Sicilie sulla precedenza dovuta al primo Ordine di S.
Francesco dei Minori C. (decreto 7-4-1781), Palermo 1797; I. M. Laracca, Il patrimonio degli
Ordini religiosi in Italia. Soppressioni 1848-73, Roma 1936; A. J. Reinnermann, The
Napoleonic Soppression of italian Religious Orders and Sale of their Property; Studies since
1960, en CathHistRev 57 (1971-2) 290-7; AA. Varios, Rinascita Serafica. I F. M. C. nell’ultimo
cinquantennio, Roma 1951, 1952.

V. Bibliografía de las Provincias.


1. General:
Historias de las Provincias, por orden alfabético:
Abruzos: E. Ricotti, Storia della Provincia di S. Bernardino, Roma 1938; Alemania: C.
Eubel, Geschichte der Obserduetschen Strassburger Minoriten Provinz, Würzburg 1886; Id.
Geschichte der Kölnischen Minoriten-Ordens-Provinz, Colonia 1906; B. Müller-V. Tschan,
Crónica Provinciae Argentinensis, ed. M. Sehi, Landshut 1964; America USA S. Antonio:
Golden Jubilee, Chicopee Mass. 1956; America USA S. Buenaventura: Silver Jubilee, Lake
Forest III. 1964; America-USA Inmaculada: Franciscans Conventual in the Americas, por S.
Weber, Syuracuse-NY 1952; L. Kulas, Pioneering a Province, en Interprovincial Conference.
Report of the III and IV annual Meeting (Carey-Ohio 1951) 29-49, 110-23; Asís-Custodia: Il S.
Convneto e la sua legislazione, Asís 1966; G. Di Mattia, Profilo storico-giuridico della basílica
Patriarcale e Cappella papale y del S. convento di S. Francesco, ibid. 1966; Id., La Basílica di
S. Francesco dal decreto Pépoli 1860 all’articolo 27 Concordato 1929, Perusa 1973; G. Fratini,
Storia della Basílica e del Convento di S. Francesco in Assisi, Prato 1882; Cerdeña: C. Devilla, I
Frati Min. Conv. in Sardegna, Sássari 1942, 1958; Dinamarca: J. Lindbaek, De Danske
Franziskanerklostre, Copenaguen 1914 (Cfr. Com. OFMConv 29 [1932] 252-60); J. Nybo
Rasmussan-J. Pinborg, Cronaca espulsione Minori Danesi, en ArchFranHist 58 (1965) 48-88;
Francia: B. Fleury, De statu F. M. C. in Gallia saeculis praeteritis, en MiscFranc 32 (1932) 141-
6; Escocia: W. Moir Bryce, The Scottish Grey Friars, 2 vol., Edimburgo-Londres 1909; España:
D. Sparacio, I Mn. Conv. e s. Pio V, Gubbio 1924; Hungría: F. Monay, De Prov. Hungarica,
Roma 1953 incluye un cap. sobre la Prov. de Transilvania, p. 90-105; y sobre todas las
provincias: F. A. Righini, Provinciales OFMConv, Roma 1771; Inglaterra: E. Hutton, The
Franciscans in England 1224-1538, Londres 1926; Irlanda: C. Mooney-F. Mattews, De
Provincia Hiberniae, en AnalHiber 6 (1934) 12-191; B. Millet, The Irish Franciscans, Roma
1964; Liguria-Piamonte: E. Brioso, Sintesi storica, Genova 1968; Lituania: V. Gidziunas, De
Fratribus Min. in Lituania, Roma 1950 y ArchFrancHist 63 (1970) 44-103; Marcas: F. A.
Benoffi, Memorie della Provincia delle Marche, en MiscFranc 1934-5, 1938, 1942; F. Dal
Monte-F. Balsimelli, La Provincia Loretana, Ósimo 1930; Anuario Prov. Marche, ibid. 1968;
Nápoles: Annuario Prov. di Nápoli, Nápoles 9171; Oriente-Tierra Santa: G. Montico, La Prov.
d’Oriente, Padua 1939; G. Odoardi, La Custodia di Terra Santa, en MiscFranc 43 (1943) 217-
56; M. Roncaglia, Storia della Prov. di T. S., en Bibl. di T. Santa, serie IV 7. 1 (Cairo 1954);
Padua o Véneto-Lombardía-America Latina: B. Bordin, Appunti di storia, Padua 1956; A.
Sartori, La Prov. del Santo, ibid. 1958; Países Bajos: M. Luppes, Schets van de Geschiedenis der
Minderbroeders Conventuelen in de Beide Nederlanden van 1220 tot 1953, Hoensbroek 1954;
Polonia: K. Kantak, Franciskanie Polscy (1237-1795), 2 vol., Gracovia 1937-8; Pulla: G.
Guastamacchia, I Franc. C. di Puglia, Bari 1963; Roma-Lazio: B. Teuli-A. Coccia, La Prov.
Romana, Roma 1967; Rumania: I. P. Pal, Originea Catolicilor din Moldava si Franciscanii
patorii lor de Veacuri, Sabaoani 1942; Sicilia: F. Cagliola, Siciliensis Prov. manifestationes,
Venecia 1644; F. Rotolo, Annuario Prov. Sicilia, Palermo 1952; Toscana: F. A. Benoffi,
Toscana seráfica, en MiscFranc (1933-8) ed. S. Mencherini; N. Papini, Etruria francescana,
Siena 1797; Umbría: G. Bastianini, Brevis conspectus Seraphicae Prov. Umbriae, Perusa 1964;
Yugloslavia: D. Mandic, Franjevacka Bosna = Bosnia Franciscana, ibid. 1968: Cfr. N. Rosic,
Integrazioni storiche sull’antica Prov. Sclavoniae, en MiscFranc 70 (1970) 403-19.

2. Específica:
a) Serie de los ministros provinciales: aparte las incluídas en las historias provinciales
ya indicadas, tenemos: D. Sparacio, Series Ministrorum Provincialium Prov. Bononiae, Roma
1925; F. Russo, Serie Ministri Prov. Calabria, en MiscFranc 36 (1936) 343-61; G. Abate, I F.
M. C. in Inghilterra: 1224-1929, ibid. 29 (1929) 97-114; Serie. P. 106-14; C. Mooney, Irish
Franciscan Provincials, en ArchFrancHist 56 (1963); Series Min. Prov. Marchiae, Fano 1843 y
Annuario Prov. Marche, Ósimo 1968; P: Sevesi, I Min. Prov. di Milano, en StudFranc 2-6
(1915-20) 136-56, 41-71; D. Sparacio, Siciliensis Prov. Ministri, Roma 1925; A. Tessier, I
Custodi di T. Santa, en MiscFranc 1 (1886) 61; G. Golubovic, Serie cron. dei Superiori di Terra
Santa, Jerusalem 1898; B. Bartolomasi, Series Min. Prov. Umbriae, Roma 1824 y MiscFranc 32
(1932) 201-26.
b) Sucesos varios: A. De Saldés, Informe del Dr. Matin de Azpilcueta Navarro al Rey
Felipe II sobre Conventuales y Tercersor en España, en EstFranc 26 (1921) II, 263-8; L.
Serrano, Primeras negociaciones de Felipe II y S. Pío V, en Hispania 1 (1940) 83-124; B.
Pandzic, Visitatio apostólica in Galliae Provinciis 1670-73, en ArchFrancHist 53 (1960) 307-20;
P. Chevalier, Les sources de l’histoire des Cordeliers français de 1766 à 1789, en EtFranc 11
(1961) 53-81; S. C. Borromeo Card. Prot dei Fr. Min. 1564-72, en ArchFrancHist 31 (1938) 73-
112.
c) Conventos: Para los conventos de Asís y Padua Cfr. Fratini y Sartori, y para las
demás iglesias y basílicas, Cfr. bibliogaría del arte; apuntamo, además: Unter Gottes Anspruch,
750 Jahre Franziskaner-Minoriten in Köln (1222-1972), Colonia 1972; G. Matteucci, Un
glorioso convento francescano sulle rive del Bósforo (Istambul-Constantinopla), Florencia 1967;
Minderbroeders Konventuelen Leuven 1873-1973; Lovaina 1973; R. Devy, Les Fils de st.
François á Narbonne du XIIIe au XXe siècle, Narbona 1968; G. Salierno-C. Bove, Il convento
S. Antonio in Nocera Inferiore, Nocera Inf. 1973; G. Bastianini, I F. M. C. a Roma, en Rivista
Diocesana di Roma (1969).

VI. Bibliografía de las Actividades.


1. Actividad espiritual y devocional: B. Sderci, L’apostolato di s. Francesco e dei
Francescani, Quaracchi 1909; L. Veuthey, Itinerario dell’anima francescana, Roma 1943; Vito
da Bussum, De spiritualitate fraciscana, ibid. 1949; M. Ciccarelli, I capisaldi della spiritualità
francescana, Monza 1955; A. Blasucci-O. de Veghel-L. Hardick, Frères Mineurs: Spiritualité
Franciscaine, en DS 5 (1964) 1315-1401; K. Esser, L’Ordre de st. François. Son esprit, sa
mission, París 1957; Id., Origini e valori autentici dell’Ordine dei F. M., Milán 1972. – Arturus a
Monasterio, Martyrologium Franciscanum, Lyón 1638, Roma 1939; A. R. Cizemski, Laurus
triumphalis Prov. Poloniae, Gracovia 1660; Léon de Clary, L’auréole séraphique, 4 vol., París
1883; ed. ital., 6 vol., Venecia 1951-4; acerca de los Santos y devociones en particular: Cfr. VII,
1.
2. Actividad jerárquica, conciliar, inquisitorial : C. Eubel-P. Gauchat-R. Ritzler-P.
Sefrin, Hierarchia cathólica, 7 vol., a. 1198-1846, Münster-Padua 1898-1968; L. Lemmens,
Hierarchia Orientis, en OrChrist 5 (1923) 273-6; G. Arcila Robledo, Los Papas franciscanos,
Bogotá 1946; U. Betti, I Card. dell’Ordine dei F. M., Roma 1963; R. Ritzler, I Card. e i Papi
OFMConv, en MiscFranc 71 (1971) 3-77; G. Abate, Series Episcoporum OFMConv 1541-1930,
ibid. 31 (1931) 103-15, 161-9; 32 (1932) 18-23. – G. Odoardi, Serie Padri e Teol. OFMConv al
Concilio de Trento, en MiscFranc 47 (1947) 321-411; R. Varesco, I F. M. al Concilio de Trento:
I Conventuali, en ArchFrancHist 42 (1949) 95-141, 144-58; L. Spaettling, Der Anteil der
Franziskaner an den Generalkonzilien, en Anton 36 (1961) 300-40. – F. A. Benoffi, Cronología
degl’Inquisitori dell’Ordine dei Min. (ms. 698, Bibl. Antoniana, Padua); Mariano d’Alatri, E
l’Inquisizione?, Roma 1959.
3. Actividad litúrgica, pastoral, predicación varia: S. J. Van Dijk-H. J. Walker, The
origins of the modern Roman Liturgy, Londres 1960: S. J. P. Van Dijk, Sources of the modern
Roman Liturgy, 2 vol., Leida 1963. – A Zawart, The history of franciscan Preaching 1209-1927,
Nueva York 1928; G. Cantini, I Francescani d’Italia di fronte alle dotrine luterna e calviniste
durante il ‘500, Roma, 1948; B. Belluco, De sacra praedicatione in Ordine Fr. Minorum, ibid.
1956.
4. Actividad misionera: aparte lo ya indicado en el n. VII, 4:
a) Formación: G. Abate, Cenni storici sul Collegio delle Missioni, en MiscFranc 29
(1929) 133-8, F. Hoffman, Pioner Theories of Missionology = L. Brancati, Washington 1960; L.
Di Fonzo, La Crociata Missionaria Francescana, en AA. Varios, P. A. Orlini, Padua 1969, p.
71-9.
b) Misiones: G. Hoffman, Il Vicariato Apostolico di Costantinopoli (1453-1830) Roma
1935; G. Odoardi, La Custodia Francescana di Terra Santa, en MiscFranc 43 (1943) 217-66: V.
Plackov, La missione di Costantinopoli, Florencia 1971; A. Meersman, The Friars Minor or
Franciscans in India 1291-1942, Karaki 1943; J. de Rachewiltz, Papal Envoys to the Great
Khans, Londres 1971, H. Koeler, L’Eglise chrétienne du Maroc et la Mission franciscaine 1221-
1790, París 1934; Fredegand d’Anvers, De propagatione fidei tempore explorationum saec. XV-
XVI, en CollFranc 5 (1935) 418-27; P. Borges, Primeras expediciones misioneras a América, en
ArchIbAmer 27 (1967) 121-33; P. Tocanel, Il Vicariato Apostolico e le Missioni dei F. M.
Conventuali in Moldavia, Padua 1960; B. Morariu, La Missione dei F. M. C. in Moldavia e
Valacchia, en MiscFranc 62 (1962) 16-103; P. Tocanel, Laboriosa organizzazione delle
Missioni in Bulgaria, Moldavia, Valacchia e Transilvania, en WeltMission 1-2 (1973) 239-73.
c) Misioneros: C. Guzzo, Il libro d’oro dei Francescani di Terra Santa, Venecia 1939;
G. Odoardi, Mons. G. Gasparini Vicario Patriarcale di Costantinopoli e gli Armeni Cattolici
d’Oriente, en Riv Armena (Venecia 1949); B. Morariu, A. Meersman, Mons F. A. Frascella Vic.
Apostolico di Cina e Giappone, en MiscFranc 50 (1950) 498-514; 59 (1959) 346-51; 69 (1969)
427-8; B. Morariu, Il p. G. Del Monte missionario in Moldavia e Valacchia, ibid. 64 (1964) 12-
37; A. Ricciardi, B. M. Kolbe, Roma 1971: misionero en Japón, p. 157-263.

5. Actividad científica y artística:


a) Historia de los estudios: F. A. Benoffi, Degli studi nell’Ordine dei Minori, en
MiscFranc 31 (1931) 151-60, 257-9; 32 (1932) 23-7; I. Felder, Storia degli studi scientifici
nell’Ordine francescano sec. XIII, Siena 1911; M. Brlek, De evolutione iurídica studiorum,
Dubrovnik 1942; L. Di Fonzo, Studi, studenti e maestri nell’Ordine dei F. M. C, en MiscFranc
44 (1944) 167-95; L. Simeone, Exemptiones a Choro studiorum causa. Historia et ius, Roma
1962; AA.Varios, Il libro e le biblioteche, 2 vol., ibid. 1950.
b) Estudios, Colegios y Escuelas: C. Piana, Gli statuti per la riforma dello studio di
Parigi (1502) e Statuti posteriori, en ArchFrancHist 52 (1959) 43-122; Id., La Facoltà
Teologica dell’Università di Bologna nella prima metà del ‘500, ibid. 62 (1969) 196-266; Id.,
Chartularium studii Bononiensis S. Francisci, en Anal Franc XI, Quaracchi 1970; A. Sartori, Gli
studi al Santo di Padova, Padua 1966; B. Teuli, Triumphus seraphicus Collegii S. Bonaventurae
in Urbe, Velletri 1655; D. Sparacio, Synopsis historica Collegii S. Bonaventurae, Roma 1923; G.
Stano, Pontificia Facultas Theologica OFMConv, en MiscFranc 45 (1945) 1-28. Más estudios y
escuelas, en Rinascita Serafica (Roma 1951) 177-209; AA. Varios, Seraphicum (=Historia de los
Estudios generales, Colegio S. Buenaventura, Facultad Teologica actual) Roma 1964.
c) Teología y Filosofía: A. Bertoni, Le b. Jean Duns Scot, sa vie, sa doctrine, ses
disciples, Levanto 1917; D. Scaramuzzi, Il pensiero di G. Duns Escoto nel mezzogiorno d’Italia,
Roma 1927; Id., Lo Scotismo nelle Università e nei Collegi di Roma, ibid. 1939; L. Di Fonzo, Lo
studio del Dottore Seráfico nel Collegio di S. Bonaventura in Roma, en MiscFranc 40 (1940)
153-86; acerca de la producción teológica: Bibliographia Franciscana.
d) Literatura y ciencias: H. Senft, The influence of Franciscanism in Catholic English
Literature, en The Franciscan Educ. Conf. 22 (1940) 216-56; Craddock, Franciscan influences
on early English Drama, en FrancStud 10 (1950) 383-417; A. Fortini, La Lauda in Assisi e le
origini del teatro italiano, Asís 1961; Félix de Mareto, Bibliografía Dantesco-Francescana, en
CollFranc 36 (1966) 111-85; P. O. Kristeller, The contribution of Religious Orders to
Renaissance Thought and Learning, en AmBenRev 21 (1970) 1-55; J. M. Lenhart, Science in the
Franciscan Order, en The Franciscan Educ. Conf. 5 (1923) 49-88.
e) Arte y musica: L. Bracaloni, L’arte francescana nella vita e nella toria di 700 anni,
Todi 1924; H. B. Gutman, The rebirth of the Arts and franciscan Thougth, en FrancStud 5
(1945) 215-34; 6 (1946) 3-29; E. Giusto, Le vetrate di s. Francesco in Assisi, Milán 1911; B.
Kleinschmidt, Die Basilika S. Francesco in Assisi, vol. 1-3, Berlín 1915-26; AA. Varios, Giotto
e Giotteschi in Assisi, Roma 1969; A. Iacovelli, La Basílica di S. Francesco in Assisi, en S
Francesco Patrono d’Italia (1967-73); B. Gonzati, La Basílica di S. Antonio di Padova, vol. 1-2,
Padua 1852; G. Fiocco, Donatello al Santo, ibid. 1964; AA. Varios, Giotto e Giotteschi in S.
Croce, Florencia 1966; L. Garani, Il bel S. Francesco di Bologna, Bolonia 1948; F. Rotolo, La
Basílica di S. Francesco di Assisi in Palermo, Palermo 1952; A. Sartori, S. Maria gloriosa dei
Frari in Venezia, Padua 1947; V. Gamboso, La Basílica del Santo, ibid. 1955; G. Zanotti, La
Basílica di S. Francesco in Ferrara, Genova 1958, Milán 1973; E. Hosca, La Basílica dei SS.
Apostoli in Roma, Roma 1959. – Musica: S. Cleven, Musik und Musiker im Franziskanerorden,
en FranzStud 19 (1932) 173-94; Atti del Convengo nazionale Musica Sacra Fr. Min. Italia, en
StudFranc 23 (1951) 145-299; B. I. Belluco, Legislatio Órdinis Fr. Min. de musica sacra, Roma
1959; G. Gaspari, Catalogo della Biblioteca musicale G. B. Martini di Bologna, vol. 1-4,
Bolonia 1961; G. Zanotti, Biblioteca del convento di S. Francesco di Bologna: Catalogo Fondo
musicale, vol. 1-2, Bolonia 1970.
f) Personajes ilustres: Véanse las obras bibliográficas ya indicadas en los nn.VI, C, 1-2
y VIII, 5 del texto, a saber los Cataloghi de Ridolfi; los Scriptores de Wadding, Sbaraglia,
Rinaldi, Papini; la Bibliografia de Franchini; los Frammenti y las Necrologie de Sparacio, Abate,
Balsinelli; las Serie de los músicos de Mattei, Stella, Sparacio. Acerca de la bibliografía más
recien de 1929 a 1963: Bibliographia Franciscana, por escriptores Capuchinos de CollFranc I-
XII, y E. Frascadore-H. Ooms, Bibliografía delle bibliografie francescane, ed. en
ArchFrancHist (1964-67), y en volumen de Florencia-Quaracchi 1964-5 = 1967. Alguna obra
más contemporánea: V. Zaccaria, P. Giambatista Martini con il Catalogo di tutte le sue opere,
Padua 1969; B. Wiechens, Die Kompositions theorie P. Martins, Ratisbona 1968; B. Rizzi,
Polonia Poema sinfónico, por G. Luisetto, Padua 1971; C. Porta, Opera omnia, 25 vol. por S.
Cisilino-G. Luisetto, Padua 1964-70, 19732; F. Russo, Filippo Gesualdi da Castrovíllari,
Ministro Gen. OFMConv e Vescovo di Cerenzia-Cariati (1550-1618). Monografía storica, Roma
1972; M. Oreb, Zasluzni clanovi... Illustri della Provincia Croata OFMConv dal sec. XIII ai
nostri giorni, Spalato 1973; L. Di Fonzo, Il p. Giuseppe Abate OFMConv (1889-1969), Roma
1970; F. Costa, Il p. Bonaventura Belluto, OFMConv (1603-76), ibid. 1973: A. Ricciardi, B.
Massimiliano Kolbe, ibid. 1971; W. Lendemeijer, Maximilian Kolbe, Neeritter L. 1973; I. Gatti,
Vincenzo Coronelli. Generalto 1701-1707, vol. 1-2, Roma 1976.
6. Actividad caritativo-social: H. Holzapfel, Le origini dei Monti di Pietà (1462-1515,
Rocca S. Casiano 1904; A. Parsons, Economic significance of the Montes Pietatis, en FrancStud
1 (1941), n. 3, p. 3-28; A. Ghinato, Studi e documenti intorno ai primitivi Monti di Pietà, Roma
1959; Id., I primitivi Monti Frumentari di Fr. Andrea da Faenza, en Anton 33 (1958) 423-42; 34
(1959) 32-72; G. Odoardi, Attività sociali, caritative e assistenziali OFMConv, en Rinascita
Seráfica (Roma 1951) p. 149-60.
Para la bibliografía periódica sobre distintos eventos, institutos, personajes, aparte de la
Bibliografía Franciscana ya indicada (f): Cfr. las revistas MiscFranc 1886.s, ArchFrancHist
1908s, FranzStud 1914s, CollFranc 1931s; y para la bibl. OFMConv: Notitiae ex Curia-
ComOFMConv 1904s.
p. Giovanni Odoardi, OFMConv.
4.

CONVENTUALES REFORMADOS

En Italia y en Polonia 1557-1668

Para el significado general de esta denominación, véanse las voces -»


Conventual y -»Conventuales. En el contexto del presente estudio, se explica el
significado histórico y sus principales congregaciones o grupos de C. R. y sus
respectivas vicisitudes.

I. Nombre y su significado histórico – II. C. y Reformados de España, Portugal,


Francia y Alemania, más conocidos con otros nombres – III. C. Reformados de Italia y Polonia,
más conocido con este nombre.

I. NOMBRE Y SU SIGNIFICADO HISTÓRICO

Aquí no se habla directamente de la Orden de los Frailes Menores C.,


se habla de las congregaciones o grupos que han salido de ella, a través de sus
religiosos, y que estaban más o menos relacionados con ella mediante algunos
vínculos ideales, espirituales y jurídicos.
Los Frailes Menores C., así como las demás Ordenes religiosas, y la
propia Iglesia, en la que no faltaron épocas de crisis, se habían «reformados» o
renovados a lo largo de los siglos. Y por cierto, acerca de estos «reformados»,
en sentido general, ya se ha hablado bajo la voz Conventuales.
Los C. R. de quienes estamos hablando ahora, son tales en sentido
específico, en cuanto que, anhelando por una vida más austera de la Orden a la
que pertenecían, constituyeron distintas congregaciones o grupos, y en alguna
oportunidad verdaderas reformas, más o menos consistentes, aprobadas o
toleradas por las Orden y por la Iglesia. Se dividen en dos grandes
agrupaciones, con distintas congregaciones o grupos que se identifican también
con su propio país de origen. De manera que tenemos: los C. R. de España, de
Portugal, de Francia, de Alemania, más conocidos con otros nombres, como
veremos; C. R. de Italia y Polonia, más conocidos con este mismo nombre.
Todos fueron llamados C. R. porque, de una manera general, nacieron
dentro de la Orden de los Frailes Menores C.; y de esta misma Orden seguían
algunas instancias de apostolado y, muchas veces, de cultura también; de ella
recibían algunas dispensas y privilegios apostólicos; a ella, y no a la
Observancia Italiana (1368s) y Española (1387s), o Francesa (1388s) quisieron
encomendar su protección, permaneciendo, aunque con autonomía lo
suficientemente amplia de custodios, comisarios y visitadores, bajo la
dependencia de los ministros generales y de los provinciales C.

Esta clase de dependencias y reformas, fuera de la Observancia, ya


estaban previstas en la Supplicationibus personarum del Concilio de Constanza
(23-9-1415). En efecto, el Concilio autorizaba a los «fratres de Observantia»
franceses - aprox. 200 frailes de 11-12 conventos en 3 provincias – practicar,
con mayor austeridad, la Regla de S. Francisco bajo la obediencia de los
vicarios generales y provinciales, los cuales debían ser confirmados por los
ministros generales y provinciales de la Orden; y, al mismo tiempo, añade que,
mediante la presente concesión, no se quería impedir a los demás frailes y
conventos de la «Commúnitas Órdinis» o Comunidad conventual - que estaba
constituida por 35 provincias, 1100 conventos, aprox. 30.000 religiosos - seguir
aquella misma vida más austera, «strictam observantiam», pero permaneciendo
bajo la inmediata obediencia de los ministros generales y provinciales C.
(Supplicationibus personarum, en BullFranc VII, p. 494, 495; aquí se habla de «Ministri Órdinis
Minorum», pero la Omnipotens Deus los identifica con los ministros C.: «a tunc Ministris
Provinciarum Fratrum Conventualium»; WaddingAnnMin 1517, n. 30; Vol. XVI, p. 60).

Esa sumisión y reforma estaban reafirmadas en la Omnipotens Deus la


cual, lejos de dividir la Orden en dos bandos, frailes y conventos reformados u
Observantes, y frailes no-reformados o C. - como polémicamente había hecho
la Ite vos, 29-5-1517 - habla de los C., diciendo que, los que así lo quisiesen,
estarían autorizados a seguir «vitam reformatam» bajo sus propios superiores,
y «iuxta privilegia apostólica eis concessa» [según las dispensas apostólicas a ellos
concedidas, n.d.t.], siempre y cuando pudiesen distinguirse - y eso sub pena, es
decir recurriendo al brazo secular - «aliquo notabili signo» [mediante algún signo
evidente, n.d.t.] que, insólitamente, era el de calzar zapatos y no sandalias o
«calepódia», que eran algo reservado a los Observantes (Ite vos, 29-5-1517;
Omnipotens Deus, 12-6-1517; Instrumentum transactionis: Sciant universi, 19-7-1517 que, entre
otras, establece aquel «signum notabile», en WaddingAnnMin 1517, nn. 23, 30, 33: vol. XVI, p.
53, 61, 67).
Sin embargo, si los zapatos se tornaron signo de distinción de los C. R.
de los demás Reformados u Observantes, ellos tenían otras diferencias en
relación con la Orden de los Frailes Menores C.: vida más austera y
contemplativa que activa, renuncia a toda propiedad, conventos más pobres
ubicados fuera del poblado, apostolado menos variado y más popular, hábito
más tosco y algunas actitudes de humillación aparte lo de la pobreza.
Del encuentro de aquellas instancias e ideales, y de estas diferencias, se
originó el nombre y la realidad de los C. R. que, desde el comienzo del s. XVI,
aparecen en las fuentes pontificias y en las de la Orden:
León X (1515) llama C. R. a Juan de Guadalupe y sus seguidores -»
Guadalupenses; Pablo III (1540) a Juan Pascual y a sus -»Pascualitos; el
ministro general Julio Magnani (1556, 1557, 1559) a aquel mismo Pascual y a
s. -»Pedro de Alcántara y sus Descalzos o -»Alcantarinos; Pablo IV (1559) y
Pío IV (1563) también a Pedro de Alcántara y a los Descalzos o Alcantarinos;
Sixto V (1587) – cuando ya muchas congregaciones o grupos españoles habían
sido constituidos – a los C. R. de Italia. Los nombres más comunes eran:
«Órdinis Minorum Conventualium Reformatorum»; «Fratres Reformatae vitae
Órdinis Minorum Conventualium»; «Fratres Minores Conv. Reformati S.
Francisci» (Guadalupenses: BullOrdDisc I, p. 82; Holzapfel, p. 291; Pascualitos: Regesta
OFMConv 1556-59, a. 5, f. 21v, 22r, en Arch Gen. OFMConv, Roma Santos Apóstoles;
WaddingAnnMin 1541, nn. 27-8: Vol. XVIII, p. 17; Alcántara y Alcantarinos: Regesta citados y
WaddingAnnMin 1559, n. 121; 1563, n. 35: vol. XIX, p. 195, 671; C. R. Ital.: BullRom VIII, p.
934-8).
Estos nombres, y otros parecidos, identificaban a los dos grandes
grupos de C. R. ya recordados, es decir a los del exterior: español, portugués,
francés, alemán, pero más conocidos con otros nombres; y al de Italia, al que
posteriormente se unió el grupo polaco, más conocido con el nombre de C. R.

II. C. R. DE ESPAÑA, PORTUGAL, FRANCIA,


ALEMANIA, MÁS CONOCIDOS CON OTROS NOMBRES

Algunos de estos nombres ya los conocemos: Guadalupenses,


Pascualitos, Descalzos o Alcantarinos; sin embargo, estas no son todas las
congregaciones C. R. Hay otras más, y en distintos países, las cuales, sumadas
a las ya presentadas, ofrecen el siguiente cuadro cronológico:
-»Villacreciences de -»Pedro de Villacreces, oriundos de España
(1395-97, 1403), siguieron bajo la obediencia de los ministros C. hasta 1471,
cuando fueron absorbidos por la Observancia;
-»Coletanos, en Francia (1412), inspirados por la reforma de santa
-»Coleta: éstos, también, bajo los ministros C., pero después fueron sometidos
a los Observantes por León X en 1517;
-»Martinianos, en Alemania-Sajonia (1450), regidos por los estatutos
de Martino V de 1430 y sometidos a los ministros C. hasta el año 1517;
-»Guadalupenses de -»Juan de Guadalupe, en España y Portugal
(1496), y dependientes de los C. hasta el año 1517, cuando fueron unidos a los
Observantes;
-»Pascualitos de -»Juan Pascual, en la península ibérica (1517),
permanecieron sometidos a los C. hasta 1557;
Descalzos o -»Alcantarinos de s. Pedro de Alcántara, que sustituyeron
a Pascual y a los Pascualitos (1557) y permanecieron sometidos a los ministros
C. hasta 25-1-1563 - después de la muerte de Alcántara (18-10-1562)- cuando
Pío IV los sometió al ministro general de los Observantes (León X, Ite vos, 29-5-
1517: BullRom V, p. 692-8; WaddingAnnMin 1517, n. 23: Vol. XVI, p. 49-55; Ed. Crítica J.
Meseguer Fernández,en ArchIbAmer 18 [1958] 332-53; Pío IV, In suprema militantis, 23-1-
1563: WaddingAnnMin 1563, n. 35: Vol. XIX, p. 671-5; para las Reformas españolas: F. De
Lejarza-A. Uribe-L. Amorós y otros, en ArchIbAmer 22 [1962] 13-758).

Estos C. R., apoyados en España, Portugal, Francia y Alemania en los


siglos XV y XVI, y que deyaron de existir, como se ha dicho, por vía de fusión
o de absorbimiento o unión más o menos voluntaria con las demás familias
franciscanas, tienen sus voces a parte, con los nombres ya itados y con los
cuales son más conocidos. Mandando a aquellas voces, nos dedicamos a los C.
R. más conocidos con este nombre en Italia y en Polonia.

III. C. R. DE ITALIA Y DE POLONIA


MÁS CONOCIDOS CON ESTE NOMBRE

Los C.R. de Italia y de Polonia se originan y se desarrollan en los


siglos XVI y XVII, y aportan una grande contribución a la obra de reforma.
Sin embargo, no logran establecerse firmemente, y después de algunas
vicisitudes de supresión e intentos de nueva vida, acaban por desaparecer
definitivamente entre 1668-70.

1. Comienzos y normas de vida

La bula Apostolici múneris, mediante la cual el ya Conventual Sixto V


les había concedido la aprobación el 15-10-1587, les llama expresamente
«Fratres Minores Conventuales Reformati S. Francisci», y manda que así se les
llame bien sea donde han surgido y desarrollado bien sea «ubilibet... in
quibusvis mundi pártibus» [en cualquier parte del mundo, n.d.t.] (BullRom VIII p. 934-5,
1,3). Además los define como religiosos entregados, con especial, fervor al
servicio de Dios «sub strictiori Religionis iugo»; y, recordando el estilo más
austero de la vida franciscana, los define: «S. Francisci Régulam Institutumque
pium ac sanctum exactius sequi atque imitari » [seguidores e imitadores más estrictos
El hábito, confeccionado
de la Regla de S. Francisco y de su pío y santo Instituto, n.d.t.].
con saco o tela tosca de color tierra o gris, la capucha redonda separada del
hábito, y su proceder con pies descalzos o sandalias, deberían manifestar la
aspereza de su vida franciscana (p. 936,8).
No obstante la presencia de estos signos propios de su estilo de vida y
hábito, ellos deberán estar íntimamente unidos a los Hermanos Menores C., de
los cuales solamente, y no de otras Ordenes, podrán recibir candidatos –
aunque eso no les prohíba buscar sus propios novicios – (p. 936, 10); podrán
disfrutar de todos los derechos y privilegios de aquellos sin ninguna clase de
distinción, con excepción del espíritu de la propia reforma (p. 935-6,§7);
participarán en los capítulos provinciales, y tendrán su propia asamblea para la
elección del custodio reformado que los gobernará ad annum [por un año, n.d.t.],
juntamente con los superiores locales o guardianes (p. 935, §5); estarán bajo la
obediencia de los ministros generales y provinciales C., y, también, al card.
Protector y al procurador de la Orden. En efecto están puestos «sub obedientia
Protectoris et Superiorum Órdinis Fratrum Minorum Conventualium»; deberán
estar bajo dependencia «dicti Órdinis et Ministrorum Provincialium» (p. 934-5,
§1, 3).
La autoridad de su custodio, equiparada, en cierto sentido, a la del
ministro provincial, y con derecho para «visitar a sus súbditos, promoverlos,
corregirlos, deponerlos de su oficio, transferirlos, castigarlos», podría parecer
muy amplia, pero en realidad, estaba un poco restringida, a raíz de la sumisión
a la autoridad y a las concesiones del ministro provincial (p. 935, §6).
No cabe duda que esta autoridad era mucho menos amplia de la que
habían gozado los vicarios de la Observancia, o los custodios, comisarios y
visitadores de los C. R. de España, Portugal, Francia, Alemania, como los
Guadalupenses, los Pascualitos, los Coletanos, los Martinianos, cuya
dependencia de la Orden se refería solamente al ministro general. Esta clase de
dependencia la tenían también los C. R. de Italia, sin embargo, estaba
restringida sólo a los conventos de Roma y de Nápoles ( p. 935, §3).
En la Bula Sixtina se mencionan otras «casas, conventos, residencias»
presentes sobretodo «in provincia Marchiae Anconitanae, in Etruria ac in
Neapolitano et Siciliae Regnis» [en la provincia de la Marca de Ancona, en Toscana y en
el Napolitano y en el Reino de Sicilia, n.d.t.]. Sin embargo, no es posible ubicarlos
fácilmente, tampoco es posible afirmar si la lista presentada es cronológica o
tan sólo casual o, quizás sentimental en vista de que el Papa era oriundo de
aquella región de las Marcas. La única indicación cronológica de la bula está
en la frase, y por cierto muy general también, «annis iam plúribus retroactis»
[pasados ya muchos años, n.d.t.], con la que se indica el tiempo cuando los
destinatarios, ya seguidores de la Orden minorítica, «habían comenzado a
reformarse según la Regla de s. Francisco» (p. 934, §1). Pero eso vale también
para los demás grupos de C. R. de Italia, y. por lo tanto, no es una indicación
suficiente para establecer alguna cronología de precedencia. Es cierto que los
antiguos «espirituales» de las Marcas y de Toscana, en lo que a rigorismo se
refiere (1274-1318), y también alguna casa de Reformados anotada desde los
comienzos del s. XVI, podrían insinuar que también en este siglo hayan estado
a la vanguardia en la obra de reforma, sin embargo no hay pruebas de la
existencia de congregaciones o grupos organizados, y el orden anotado en la
bula tampoco permite sacar ninguna clase de conclusión.

Si los -»’Ermitaños de S. Francisco de Monte Pellegrino’, en Palermo,


aprobados por Julio III el 7-5-1559, y suprimidos por Pablo IV el 10-3-1562,
hubiesen sido C. R. desde su fundación (1545) por obra de Jerónimo -»Lanza,
entonces, según los datos que tenemos, ellos serían los primeros entre todos los
C.R. Sin embargo, no parece que lo hayan sido; más se tornaron C.R.
posteriormente, después de la supresión, y por este motivo pudieron ser
nombrados en la Bula Sixtina (p. 935, §4; Cagliola, Almae Siciliensis, p. 154). Por la
misma razón fueron llamados «Fratres Conventuales Reformati S. Francisci»
[Frailes Conventuales Reformados de S. Francisco, n.d.t.] en el Acta de Sumisión a la
Orden de los Frailes Menores C., que fue llevado a cabo (13-11-1587) por dos
destacados ex Ermitaños de s. Francisco, es decir: Fray Antonio de
Calascibetta y Buenaventura de Partanna (Arch. Gen. OFMConv, Roma Santos
Apóstoles, Pergaminos, sobre VI, n. 270; Cagliola, p. 154-5; Flaviano de Polizzi, Gli Eremiti di
S. Francesco, en ItalFranc 44 [1969] 402).
Pero no tiene mucha importancia saber si los Ermitaños sicilianos,
después que la mayoría de ellos se tornó C. R., hayan sido o no los primeros.
Ellos tuvieron el merecimiento de estrecharse más a la Orden que los protegía
y de obtener la Bula Apostolici múneris de Sixto V (15-19-1587), la cual
representa la magna charta de los C. R. de Italia (hay referencias a la Sicilia en la bula
y también en el Acta de sumisión: BullRom VIII, p. 934-5, 1, 4; Arc. Gen. OFMConv,
Pergaminos, sobre VI, n. 270; Cagliola, Almae Siciliensis, p. 154-5).

No hay sido demostrado, o, por lo menos, hay serias dudas de si las


primeras congregaciones o grupos de C. R. hayan surgido en las provincias de
las Marcas o de Toscana o de Sicilia. Pero es cierto que otra provincia, la de
Nápoles, presenta datos más históricos a ese respecto. En efecto, según afirma
Benoffi, «los pp. Francisco Pulsaferro de Montella, Pablo de Esteban de Nola,
Francisco Senisco de Pescopagano, y demás frailes de nuestra Provincia de
Nápoles, aspirando llevar vida más perfecta, fundaron el convento de S. Lucía
del Monte en Nápoles, y de esta manera, echaron los cimientos de una
congregación a la que llamaron de C. R., y eso se dio en 1557». Por cierto
Benoffi escribía estas cosas al rededor del año 1764, es decir atestiguaba
mucho tiempo después sobre un hecho del s. XVI.
Sin embargo, los documentos son los que dan fe a los acontecimientos.
Efectivamente, el acto de adquisición de parte de los C. de Nápoles, en 1557,
del sitio donde se levanta el convento de S. Lucía al Monte (A. Salvatore, S. Lucia
al Monte, Nápoles 1957, p. 13); y también la anotación que se encuentra en el
Regesta Órdinis de los «Fratres Reformati..., loci S. Luciae de Monte», en
fecha de 8-12-1566, que hablaba del vicario general apostólico OFMConv,
Félix Peretti, haciendo referencia a las letras legítimas de sus «antecesores» en
el gobierno de la Orden y confirmadas por la S. Sede, aceptaba aquel convento
«sub cura Generalis et eius Commissarii et Custodis», y exonerándolo, como
dirá después cuando será Papa en 1587, de los ministros provinciales y sus
oficiales (Regesta Órdinis, A, 8, f. 10, en Arch. Gen. OFMConv, Roma, Santos Apóstoles).
La referencia que hace de sus antecesores nos permite retroceder
algunos años atrás, confirmando, de esta manera, mediante el generalato de
Julio Magnani (1553-9), de Juan Antonio Muratori (1559), y Juan Antonio
Delfini (1559-61), y Antonio de Sapientibus (1562-6), el año 1557 tal como
está indicado en el acta de compra y en la anotación de Benoffi. La anotación
de la confirmación de la S. Sede, una vez más confirma la veracidad de Benoffi
que, después de haber escrito que la nueva congregación napolitana había sido
aprobada y favorecida mediante privilegios y dispensas por el general Delfín
en 1560, añade: «y enseguida fue confirmada por Pío IV en 1561, y Sixto V en
1587» (A, Benoffi, Compendio di storia monoritica, op. post., Pésaro 1829, p. 268).
La confirmación por parte de Pío IV se fija en 30-9-1561 (A. Brandimarte,
Plinio Seniore illustrato nella descrizione del Piceno, Roma 1815, p. 260); mientras que la
de Sixto V ha sido presentada en la Apostolici múneris de 15-10-1587, la cual
dice que la norma de vida de los C. R. de Nápoles, de Sicilia, Toscana y
Marcas – todas estas provincias están nombradas en aquella bula – es la
misma: reforma austera de penitencia y de pobreza, de oración y de
mortificación, de predicación sobretodo con el ejemplo (BullRom VIII. p. 934, §1).
Pero algo específico, aunque no exclusivo, los tornó populares en Nápoles, es
decir su barba, por lo cual a los C. R. de Nápoles se les llamó de Barbanti (G.
D’Andrea, I Frati Minori Napoletani, Nápoles 1967, p. 291).
La Bula Sixtina mencionaba otro documento papal, confirmándolo a su
vez: lo de Pío V que prohibía a los C. R. reclutar candidatos fuera de la Orden
de los Menores C. (BullRom VII, p. 936,10).

2. Desarrollo y conventos

Pese a las múltiples restricciones en su contra que acabamos de


notificar, los C. R. tuvieron un desarrollo bastante significativo en Italia y
Polonia. Presentamos, a continuación, la lista de las casas y conventos que ha
sido posible ubicar, a fin poder evaluar la magnitud del movimiento de la
reforma, aunque falte, todavía, un estudio completo, y tengamos tan solo pocos
datos por aquí y por allá y no siempre bien controlados.
Después del convento de S. Lucía al Monte que, por lo dicho
anteriormente, debería ser considerado el primero (1557), surgieron otros más
en Sicilia después de la supresión de los Ermitaños de s. Francisco (1562). La
protección que éstos tuvieron de parte de los C. de Palermo (1562s), y la
comprensión dispensada en Roma por el card. Félix Peretti (1570-85), a quien
los C. los habían recomendados, fueron las causas que los llevaron a unirse a
los C. y C. R: por esta razón el papa Peretti, Sixto V, y también la Orden en
1587, los consideran oficialmente insertados a estos últimos (Bula Sixtina y Acta
de sumisión cit. Cagliola, Almae Siciliensis, p. 154).
El documento de supresión de 1562 les aconsejaba a «ingresar y pedir
de ser aceptados entre los frailes de la congregación de los Capuchinos o entre
los frailes de la Observancia», sin embargo la mayoría se acercó a los C. R. y a
éstos entregaron también la ermita de Monte Pellegrino. Habían tenido otras
ermitas: en Caronia y en Castelluccio, cerca de Messina y de Siracusa, en
Raffadali cerca de Agrigento, en Mancosa a medio camino entre Partinico y
Carini cerca de Palermo. Sin embargo ya los habían abandonados porque el
número de los Ermitaños nunca había sido grande: Cagliola habla de 18, y por
cierto parece el más objetivo, mientras que Bonelli habla de 70 (Cagliola, Almae
Siciliensis. P. 154; Bonelli, en WaddingAnnMin 1573, n. 5: vol. XX, p. 429).
De toda manera, en 1586, en tres conventos de aquellos, había C. R.:
en Monte Pellegrino, en Castelluccio y en Mancosa. Lo atestigua también
Tossignano, el cual indica la fecha de cuando la Orden los asumió (1560,
1576), pero no especifica a partir de cuando los C. R. los tenían. Otros «loci»
[conventitos, n.d.t] que él visitó y que dice que estaban habitados por C. R. en
Sicilia son: Bauso (1570) y Rocca Musarra (1570) en la custodia de Messina;
y, después de hablar del convento de S. Francisco en Palermo, añade: «adsunt
quoque quaedam coenobia Reformatorum» [hay otros conventos de Reformados,
n.d.t.], sin embargo nombra uno solo: «ibi est Mons Peregrinus» (P. Ridolfi de
Tossignano, Historiarum Seráphicae Religionis libri tres, Venecia 1586, f. 280v, 281v; 280r,
280v; 281v).
Otro convento Reformado, en Palermo, nombrado por Cagliola, es el
de S. Lucía, fundado en 1583, según él dice, por los «Fratres Reformati e
Pellegrino Monte» [por los Frailes Reformados de Monte Pellegrino, n.d.t.]. Y añade -
dando noticias sobre el convento de Bauso y de Monte Pellegrino, del cual cita
a s. Rosalía como titular - otros «loci» de C. R. en Sicilia, notificando la fecha
en que los recibieron: Enna (1566), Marineo-Palermo (1570), Fiumedenisi-
Messina (1583), S. Cecilia en los suburbios de Messina (1586), San Secondo
de Caltagirone (1613), S. Espíritu de Catania extra muros (1619), S. María de
Jesús de Mussomeli-Caltanisetta, S. Bárbara de Vizzini-Catania. A éstos
conventos, con noticias recibidas de un anónimo de ‘700, se suman los de
Bronte y Randazzo-Catania después de1 1573 (Cagliola, Almae Siciliensis, p. 89-91,
105-7, 111, 129, con anónimo ‘700, folio ms. en ap. copia Seraphicum; D. Sparacio, Siciliensis
Provinciae conspectus historicus, Roma 1925, p. 10; F. Rótolo, Annuario della Provincia
OFMConv di Sicilia, Palermo 1952, p. 8, 15, 19, 20, 26, 28; ItalFranc 45 [1970] 376).
Tossignano y Cagliola hablan, también, de «loci» C. en Raffadali y en
Caronia, donde los ‘Ermitaños de s. Francisco’ habían estado, como se ha
dicho, pero no es posible establecer la identidad de aquellas residencias y
proveniencias (Historiarum, f. 283r; Almae Siciliensis, p. 89).
Fuera de Sicilia, los C. R. estaban presentes, también, en el Reino de
Nápoles: en Campania, había el convento de S. Lucia al Monte (1557, 1566) y
el de S. María de los Milagros en Nápoles; el de Anacapri, Atripalda-Avellino,
Grumo Nevano-Nápoles, Marcianise-Caserta; en Pulla: el convento de San
Giácomo de Lecce (1614), de Léquile, de Squinzano-Lecce (1623); en
Abruzos-Molise: el convento de S. María al Monte-Campobasso, 1640 aprox.
(Salvatore, S. Lucia al Monte, p. 13-5; D’Andrea, I Frati Minori Napoletani, 291-2;
WaddingAnnMin 1626, n. 3: vol. XXVI, p. 419-20; Guastamacchia, I Francescani di Puglia, p.
46-7, 94, 114, 130; y para el Abruzos-Molise, p. 47, 127).
En los Estados Pontificios, tuvieron conventos en Roma: el de Santa
Prisca, recibido de Sixto V (1587), el de S. María de los Milagros en Plaza del
Pópolo, el de S. Antonio en Capolese; en Lazio: el convento de S. María del
Giglio en Magliano-Rieti (1586), el de S. Sebastián en Ponzano-Viterbo
(1586,1605-21), el de S. Gregorio de Sassola-Tívoli; en Umbría: el convento
de Calvi-Terni, el de S. Lorenzo en Orvieto; en las Marcas: el convento de S.
María de Monterubbiano-Saltareccio, cerca de Fermo (1570), el de Caldarola-
Macerata; en Emilia-Romaña: el convento de Corregio: pero, en 1586,
Tossignano todavía no los menciona presentes en esta ciudad (Roma: Cagliola,
Almae Siciliensis, p. 1554; WaddingAnnMin 1667, n. 28: vol. XXXI, p. 327; G. Bastianini, I
Frati Minori Conventuali a Roma, en Riv. Dioces. di Roma 10 [1969] 573; Lazio: Tossignano,
Historiarum, f. 259v; B. Teuil-A. Coccia, La Provincia Romana, Roma 1967, 116-7, 4118-9;
Las Marcas: Tossignano, Historiarum, f. 257v; Brandimante, Plinio Seniore, p. 259-60; Umbría:
Salvatore, S. Lucia al Monte, p. 30; Emilia-Romaña: Tossignano, Historiarum, f. 267v).
En los demás Estados de Italia, están presentes en el gran ducado de
Toscana: en Castévoli y Carrara (1595-1600, 161-20); en la República de
Ligúria: en Albissola-Savona (1609) y en Quarto-Génova; en la República de
Venecia: en Este-Padua y en Monticello-Vicenza entre 1574-8 (Toscana: D.
Pullinari, Cronache dei Frati Minori della Provincia Toscana, Arezzo 1913, p. 544, 569-70;
Liguria: G. B. Spotorno, Storia del Santuario di S. María della Pace di Albisola Superiore,
Génova 1882, p. 171; A. Casini, Cento conventi, ibi. 1950, p- 450; LexCap, col. 1433; Véneto: S.
Sartori, La Provincia del Santo, Padua 1958, p. 28, 152).
Fuera de Italia, la Orden autorizó la fundación de conventos de C. R.
en España en 1590, bajo la responsabilidad de p. Juan de Arenas; sin embargo
no se conocen los resultados. En Polonia la cosa marchó mejor: comenzaron en
1619 y se afianzaron muy bien bajo la acción promotora del p. Adán Siecki de
Pyzdra y de otros cohermanos, Juan Caputo y Camilo Tacchetti. Su centro
principal era Gniezno, que fue también sede del Custodio que la Orden tuvo la
bondad de concedérselo, y sede de la especial custodia fundada el 31-5-1620.
El general Giácomo Montanari, cuando de su visita a Polonia en 1622, dejó un
reglamento de vida para los C. R. Polacos; tuvieron también estatutos
aprobados por Gregorio XV (Militantis Ecclesiae) en 2-4-1623, y otros
estatutos aprobados por Urbano VIII (Quae ad restituendas) en 18-7-1625. Y,
contando con el favor del rey de Polonia, Sigismundo, se multiplicaron de tal
manera que, en 1623, tenían ya 12 conventos (España: Regesta Órdinis, A. 20, f. 196;
Polonia: Urbano VIII, en WaddingAnnMin 1625, n. 13: vol. XXVI, p. 284-7; Regesta Órdinis,
1628, f. 177; C. Biernacki, Spéculum Minorum, Cracovia 1688, p. 58, 280-2; Benoffi,
Compendio, p. 287; Memorie Minorítiche, en MiscFranc 33 [1933] 103-4, 344-5, 352-3; K.
Kantak, Franciszkanie Polscy, 1237-1795, I-II Cracovia 1937-8; G. Guastamacchia, Il P.
Giovanni D. Caputo, en MiscFranc 58 [1958] 102-3).
Todos los C. R. obtuvieron estatutos de carácter general, promulgados
en el capítulo general de Orvieto de 1611: su principal compilador fue el futuro
cardenal de la Orden, Félix Centini: Costituzioni Generali dei Frati Riformati
dei Minori C. da osservarsi per tutta la Riforma, Roma 1611 – estas fueron las
únicas constituciones redactadas en italiano, por causa del grande número de
legos que había -; sin embargo ya empezaban a aparecer los primeros síntomas
de la decadencia de esta benemérita Reforma (Sparacio, Siciliensis, p. 12-3; L. Di
Fonzo, Series quaedam: Costitutiones, Roma 1961, p. 64).
Al final de aquel mismo siglo que la vio nacer, se hizo el intento de
reconducirla en el seno de donde había salido, porque era considerada ya como
algo superfluo e innecesario pues la Orden, en aquella época, había
emprendido una intensa vida de mayor disciplina y de regularidad, bajo la guía
de un verdadero hombre de Dios, el general Felipe Gesualdi de Castrovíllari,
del cual se dijo que «sanctíssime gubernasse» [regentó con grande espíritu de
santidad, n.d.t.] (1593-1602). Sin embargo, dicha incorporación no pudo llevarse
a cabo porque el papa Clemente VIII (6-7-1593) y Pablo V (1605-21), y
también la Comisión cardenalicia nombrada por Urbano VIII en 1624 tomaron
la defensa de los Reformados (F. Russo, Filippo Gesualdi, Roma 1972, p. 61-77; Benoffi,
Compendio, p. 269, 283; Holzapfel, p. 531-2; WaddingAnnMin 1605, n. 10: vol. XXIV, p. 516-
7).

3. Supresiones

Se presentaron nuevas dificultades: fue enviado un visitador apostólico


a los C. R. y enseguida, el 5-10-1624 llegó el primer decreto de supresión
(Sanctíssimus in Christo) firmado por el card. Bandini. Poco tiempo después,
sobrevino el breve papal Romanus Pontifex (6-2-1626), que confirmaba aquel
decreto, y exceptuando «pro nunc» [por ahora, n.d.t.] al convento de S. Lucia al
Monte, asimismo a éste se le vedaba aceptar novicios o sustituir a los frailes
difuntos; en otra carta se declaraba la supresión en Sicilia, para aquellos
Reformados que pensaban que las anteriores declaraciones no estaban dirigidas
a ellos (Postquam aequíssimus, 5-8-1626); una segunda bula aclaraba que la
concesión otorgada al convento de S. Lucía al Monte no se debía entender
otorgada también al de S. María de los Milagros, que también estaba en
Nápoles (Documentos Urbano VIII, en WaddingAnnMin 1624, n. 17; 1626, 2, 3: vol. XXVI, p.
179-81, 416-8, 419-20).

Lo que se ha dicho acerca de los C. R. de Sicilia y del segundo


convento de Nápoles, se aplicaba naturalmente a los C. R. y a sus conventos de
las ciudades de Campania y de Italia en general, así como de Polonia, y España
si los hubo. El decreto de 1624 «interdixit, prohibuit et abolevit... Fratrum
Conventualium Reformatorum institutiones, congregationes, conventus,
denominationes, nómina ac vocábula quaecumque [vedó, prohibió y suprimió... todas
las instituciones, congregaciones, conventos, denominaciones, nombres y palabras de los
Frailes Conventuales Reformados, n.d.t.]»; y el de 1626 determinó que fuesen
suprimidos y extinguidos. Por otro lado, los religiosos, dentro del plazo de dos
meses, debían incorporarse a los C. o unirse a los Capuchinos, o a los
Observantes Reformados o los Observantes; sus conventos y bienes debían ser
asignados por la S. Sede para las necesidades del culto o de la religión
(WaddingAnnMin cit.).
La mayoría optó por los C., especialmente los de Sicilia donde el
traspaso se dio en 1625-8; muy pocos conventos pasaron a otras Ordenes: el de
Albissola a los Agustinos Descalzos (1628), el de S. Lorenzo de Orvieto – pero
un poco más tarde - a los Observantes Reformados; los de Squinzano, de Rocca
Musarra, de Bronte, de Quarto, de S. María de los Milagros en Roma a los
Capuchinos, en 1626-9 (Cagliola, Almae Siciliensis, p. 89-91, 105-7, 111, 132, el cual
repite muchas veces, en el año 1624: «nunc Reformati cum Conventualibus permixti degunt
[actualmente están incorporados a los Conventuales, n.d.t.]» Guastamacchia, I Francescani
Conventuali di Puglia, p. 130; Bastianini, Conv. Roma, p. 573; Spotorno, Albissola, p. 171, 173;
WaddingAnnMin 1627, n. 44: vol. XXVI, p. 553; LexCap, col. 1433, 1485: Roma, Quarto).
Los C. R. de Polonia, a los cuales los estatutos de 1625 habían
otorgado algunas concesiones de privilegio acerca de los novicios y de los
oficios en relación con su misma provincia-madre, desaparecieron como grupo
más o menos autónomo y con su custodia de Gniezno; y eso no solo en virtud
de la supresión urbaniana de 1624-6, sino también en virtud de la
promulgación de las nuevas constituciones de la Orden, las constituciones
Urbanas. En efecto, estas constituciones abrogaban todos los estatutos
anteriores y constituciones (c. I, t. 3, n. 1) y recordaban expresamente, mediante
la bula de aprobación de Urbano VIII, Militantis Ecclesiae (15-5-1628), que se
debían considerar abrogados también los estatutos «pro reformatione Fratrum
dicti Órdinis Regni Poloniae [promulgados para la reforma de la Orden en el Reino de
Polonia, n.d.t.]». Todos estaban obligados a observar las constituciones que el
capítulo general de Roma de 1625 había redactado «pro feliciori ipsius Órdinis
eiusque Fratrum progressu ac disciplinae observantia [a fin de promover el progreso
y la observancia de la disciplina de la Orden y de los Frailes, n.d.t.]», y que habían tenido
ya una edición previa en Roma 1626 (estatutos 1625; WaddingAnnMin 1625, n. 13: vol.
XXVI, p. 286; Militantis Ecclesiae, en Constitutiones Urbanae, Roma 1628, p. XI).
Esta aspiración de una mayor unidad, uniformidad y regularidad de
toda la Orden derivó en parte, no cabe la menor duda, de las distintas
disposiciones que cayeron sobre los C. R. entre 1624-8; sin embargo, estas
mismas disposiciones tuvieron su parte de responsabilidad, aunque fueran
agravadas en aquel entorno de controversias y de luchas que se habían dado.
«Aequíssimae» [muy oportunas, n.d.t.] son llamadas las causas de la supresión
decretada por Urbano VIII en su tercera intervención de 1626, cuando mandó a
los C. R. de Sicilia de atenerse a las determinaciones tomadas. Las causas de
que se habla, se referían a las «controversiae et dissensiones» que se dieron
entre los C. R. y, también, entre éstos y las demás Ordenes aparte el C. del cual
dependían; se referían a las conclusiones de la visita apostólica que había
detectado la presencia de una gran cantidad de hermanos legos y, también, a la
dificultad de la falta de preparación para gobernar; a la constatación de que ya
no daban más los frutos espirituales deseados; y a otros motivos no
especificados, como podría ser, quizás, la «mala vita» y las «difformitates»
[deformidades, n.d.t.] - vida, hábito, régimen - que anteriormente habían sido
denunciadas en el capítulo de 1593 (documentos urbanianos de supresión:
WaddingAnnMin 1624, n. 17; 1626, nn. 2, 3: vol. XXVI, p. 179-81, 416-8, 419, 419-20; Capítulo
1593: Benoffi, Memorie Minorítiche, en MiscFranc 33 [1933] 87).
Sin embargo los motivos, sobre los cuales se hacía más hincapié, eran
los primeros, es decir las controversias y disensiones que los Decretos
preparatorios para la reforma de 1593 apuntan, invitando a los visitadores a
averiguar si han recibido candidatos de otras Ordenes o novicios sin el permiso
del general, y prohibir el uso del hábito si se parece al de los Capuchinos. Estos
detalles están remachados en los estatutos de Polonia de 1625, donde se lee:
«Reformati propagentur et observent constitutiones sibi concessas a Gregorio
XV... dimissis tamen sandalis, et aliquantisper caputio, et amoto Commissario
particulari, cum haec ad divisionem Religionis tendant » [Los Reformados se
multipliquen y observen las constituciones aprobadas por Gregorio XV... pero no deben usar
sandalias ni, por cierto tiempo, capucha, y tampoco deben tener más un Comisario propio
porque todas estas cosas propician la división de la Religión, n.d.t.] (Decreti 1593, en
MiscFranc 33 [1933] 85, 87, 89, n. 6; Statuti 1625, en WaddingAnnMin 1625, n. 13: vol. XXVI,
p. 286).
No faltó la contestación a la supresión papal por parte de algunos
interesados, especialmente de algunas autoridades civiles, en el momento de
dar su exequátur, como el virrey de Nápoles y el juez de la monarquía en
Sicilia, pero no dio resultados. La contestación sirvió solo para postergar
temporalmente la ejecución de las bulas papales y a limitar, por algún decenio,
el peso y la extinción definitiva (Flaviano de Polizzi, I C. R. di Monte Pellegrino, en
ItalFranc 45 [1970] 278-81 incluyendo algún documento de aquella oposición).
En 1628, tras el ejemplo del convento de S. Lucia al Monte, les fueron
concedidos más conventos, aparte los que los documentos de supresión querían
que fuese la Orden a fijarlos a fin de que los ex C.R. pudiesen seguir
practicando su austeridad. De estos conventos se hace mención en el breve de
Inocencio X, Exponi nobis de 27-2-1646, en el que, a raíz de un expuesto de
dos C.R., está fijado el número, el lugar, y los religiosos: 80 religiosos,
(anteriormente eran más de 400); 4 conventos: S. Lucía al Monte, ya entregado
a ellos por Urbano VIII, S. María de los Milagros, Grumo Nevano, San
Giácomo de Lecce, ocupados por ellos «auctoritate apostólica», bajo instancia
del virrey, mientras que las «melior pars» [el grupo más significativo, n.d.t.] había
adherido sin resistencias a las determinaciones papales (texto del breve, en
WaddingAnnMin 1646, n. 18: vol. XXIX, p. 323-4).
El objetivo del expuesto que fue presentado al papa parece haber sido
el de salvaguardar la Reforma, pero la respuesta, aunque fuese halagadora en
reconocer algunas prerrogativas y honores, a los que la Reforma no debería
haber dado mucho peso, quedó fundamentalmente ligada a las decisiones de
Urbano VIII (texto citado).
Más benévolo fue Alejandro VII (21-9-1657) y también Clemente IX
(26-9-1667) porque, tras petición de los requerientes, aprobaron unos
especiales Capitula, que habrían de asegurar la supervivencia de los C. R., les
autorizaba - siempre y cuando hubiesen obtenido las debidas autorizaciones y
controles por parte de los ministros generales y provinciales - a abrir la puerta a
los C. «que deseasen vivir en dicha Reforma», y volvian a concederles
confianza permitiéndoles nombrar superiores locales o guardianes de entre
ellos mismos (Alejandro VII y Clemente IX a través de la bula clementina Debitum pastoralis
officii (26-9-1667), que trata de aquellos Capítula: WaddingAnnMin 1667, n. 18: vol. XXXI, p.
317-8).
Sin embargo, el número de los que se afiliaron resultó ser muy
reducido debido a que la «perfecta vida en común» ya estaba siendo llevada en
acto en las provincias C. Eso se desprende del hecho que el 4-12-1668
Clemente IX, derogando expresamente a lo establecido el año anterior, otorgó
la casa-madre de los C. R. de Nápoles, es decir el convento de S. Lucía al
Monte, a otros ex C. R.: los Descalzos o Alcantarinos de s. Pedro de Alcántara.
Eso se llevó a cabo «stante consensu Ministri Generalis dicti Órdinis S.
Francisci Conventualium» [con la aprobación y consentimiento del Ministro General de
los Conventuales de la Orden de S. Francisco, n.d.t.], sugiriendo que los restantes C. R.
de S. Lucía, de Grumo Nevano, de Atripalda, de Lecce y de Caldarola se
incorporaran a los Descalzos o Alcantarinos o a otra Orden, o permanecer entre
los C. (Clemente IX, Ex iniuncti nobis, 4-1-21668: WaddingAnnMin 1668, n. 4: vol. XXXI, p.
344-6; situación prov. Conventuales, en MiscFranc 33 [1933] 106).
La bula papal no hablaba de supresión o extinción, como cuando
Urbano VIII escribió «supprimimus et extinguimus», pero el resultado fue lo
mismo, y esta vez, definitivo aunque hubiese sido necesario subrayarlo el año
siguiente, cuando los conventos de Grumo Nevano, Atripalda, Lecce y
Caldarola, reivindicados por los C., fueron asignados a éstos (breve de Clemente
IX, 9-3-1669); y también en otra oportunidad cuando en 1670, después de haber
demostrado que aquellos conventos gozaban del juspatronato, condescendiendo
a la voluntad de los dueños, fueron asignados otra vez por Clemente X, aunque
alguna reticencia, a los Descalzos o Alcantarinos, después de haber recordado
que su Antecesor «reformationem eorundem Fratrum Conventualium
extínxerat» [había suprimido la reforma de los Hermanos Conventuales, n.d.t.], y que los
C. R., por lo menos una parte de ellos, se había incorporado ya a los Descalzos
o Alcantarinos (Urbano VIII, Romanus Pontifex, 6-2-1626: WaddingAnnMin 1626, n. 2: vol.
XXXI, p. 417; Clemente IX, 9-3-1669: Brandimarte, Plinio Seniore, p. 260; Clemente X,
Apostolicae servitutis, 30-9-1670: WaddingAnnMin 1670, n. 16, vol. XXXI, p. 445-7, donde se
habla del breve de Clemente IX).
De esta manera, se ponía punto final a una benemérita congregación,
cuya influencia en la obra de reforma emprendida por la Iglesia pos-tridentina
no se puede ignorar, aunque no esté del todo demostrado. El sentimiento de los
religiosos que habían luchado tenazmente para llevar adelante su reforma, se
desprende de las palabras de un superior de ellos, Carlos de Finale, que
constataba que la congregación cada vez más se debilitaba a raíz de la
prohibición de aceptar o sustituir a los frailes difuntos a que estaba sometida a
partir de 1626. Una reciente estadística calcula que, durante el período más
floreciente de su expansión, la Reforma tenía un centenar de conventos y más
de mil religiosos. Podemoe admitir que el número de los conventos sea un poco
exagerado - aunque los 53 que nosotros señalamos, no incluyan a todos los que
tenían -, sin embargo la cantidad de religiosos, según los datos que nos vienen
del solo grupo napolitano-pugliese (400 aprox.), es muy verosímil (prohibiciones
y sentimientos: WaddingAnnMin 1626, n. 2: vol. XXVI, p. 417; 1668, n. 4: vol. XXXI, p. 344;
Guastamacchia, Francescani di Puglia, p. 46; D’Andrea, I Frati Minori Napoletani, p. 291).

4. Hombres ilustres

El primero fue Jerónimo -»Lanza, nacido en S. Marcos de Alunzio-


Messina, fundador de los -»Ermitaños de S. Francisco de Monte Pellegrino-
Palermo (año 1545 aprox.).
El más destacado por santidad fue s. Benito de San Fratello-Messina: la
hagiografía lo conoce como Benito el Moro o s. Benito de Palermo.
Inicialmente siguió las huellas de Jerónimo Lanza y de sus Ermitaños (1547
aprox.) y compartió las difíciles situaciones; posteriormente, pasó a los
Observantes, y acabó muriendo entre los Reformados u Observantes
Reformados el 1589. Cagliola, con fundamento sobre noticias recibidas de
Santoro de Messina, que en 1611 había sido custodio de los C. R. de Sicilia,
califica a Benito como C. R. Fue beatificado en 1743, canonizado en 1807 (B.
Bonibelli, quien escribía en los años 1590-1606, reportado por WaddingAnnMin 1573, nn. 1-28:
vol. XX, p. 428-36; Cagliola, Almae Siciliensis, p. 155; G. Morabito, Benedetto il Moro, en BSS
2 [1962] 1103-4).
El hombre más docto y emprendedor fue el siervo de Dios Juan
Bautista Lucarelli de Montevelecchie-Pésaro, nacido en 1540, Conventual en
1554, discípulo de Félix Peretti, el futuro Sixto V, consejero y confesor del
duque de Urbino, a quien acompañó en las guerras contra los Turcos. En 1566-
8 se encontraba en España, en tiempos de s. Pío V, y tuvo que vestir el hábito
de los Descalzos o Alcantarinos: fue el primero, acompañado con otros
hermanos Alcantarinos, a llegar a Filipinas (Manila 1578), siguió a China
(1579), y, de regreso a Italia (1582), fundó dos conventos para los Descalzos o
Alcantarinos en Génova y Roma; pero Sixto V (1585-90) traspasó estos
conventos a los C. R. . Y Lucarelli murió entre los C.R., en el convento de S.
Lucía al Monte de Nápoles el 1604. Él es benemérito de un extenso informe
sobre las peregrinaciones misioneras, Viaje a las Indias, escrito en 1592, y
publicado en Quaracchi en 1933 (G. B. Lucarelli, Viaggio dell’Indie, ed. A. Van den
Wyngaert, en SinicaFranc 2 [Quaracchi 1933] vida, p. 3-11; text, p. 12-92; Benoffi, Memorie
Minorítiche, en MiscFranc 33 [1933] 95).

Es oportuno nombrar a los promotores de la congregación de Nápoles,


de Sicilia y de Polonia ya mencionados; también a algunos promotores de
grupos menores: Inocencio de Castello Viturno (†1659), que desde el convento
de S. María del Monte (Campobasso) impulsó la reforma en Molise y Abruzos;
Carlos de Finale, ex Conventual en la ciudad de Ferrara (1639) y de Módena,
donde se había ordenado sacerdote (1645), se retiró entre los C. R., y para ellos
obtuvo el breve de Alejandro VII (1657) que debería haber fortalecido a la
debilitada reforma, y después (1668) pasó entre los Descalzos o Alcantarinos,
de los cuales fue uno de los promotores en el Reino de Nápoles (Benoffi,
Compendio, p. 268-9, 287; Brandimarte, Plinio Seniore, p. 260: entre los promotores napolitanos
apunta a Roberto d’Agnone; Cagliola, Almae Siciliensis, p. 89, 91, 153-55; Salvatore, S. Lucía al
Monte: Fiori di santità, entre ellos Carlos de Finale, p. 27-33). A éstos, se suma el obispo
Querubín Manzoni, en la diócesis de Lavello (1635-44) y en la de Térmoli
(1644-51).
Sin embargo las notas más sobresalientes de la historia de los C. R.
derivan de su actuación durante la peste de Nápoles y de Nola de 1656, cuando
estas comunidades, entregadas «sin límites» a la asistencia de los apestados,
quedaron literalmente diezmadas. Esta fue la razón de las concesiones
otorgadas por Alejandro VII y Clemente IX y que, infelizmente, no lograron
salvar a la ya suprimida y sufrida reforma (P. Gauchat, Hierarchia Cathólica, IV.
Münster 1935, p. 217, 334; G. Abate, Series Episcoporum OFMConv. en MiscFranc 32 [1932]
161; Casimiro de S. M. Magdalena, Cronaca della Provincia di S. Pietro d’Alcantara nel Regno
di Nápoli, III, Nápoles 1848, p. 130).

La búsqueda de los documentos sobre los C. R., aunque muy reciente, cuenta
con unas fuentes inéditas y otras ya editadas; en lo que a bibliografía se refiere, aparte
algún articulo o exposición más específica, no tenemos sino alguna referencia o
noticias presentes en obras generales.
1. Fuentes inéditas:
Roma Santos Apóstoles, Arch. Gen. OFMConv: Regesta Órdinis 1566-1670;
Pergaminos, sobre VI, nn. 260, 270, 274; VII, n. 355; Documentos varios, en Cod. C. 85; C. 108:
éstos últimos han sido recogidos por G. Franchini en 1688. Documentos para los años 1626-31
han sido encontrados en la Embajada de España cerca de la S. Sede, Roma, por el p. J. Pou, y
Martí, en ArchFrancHist 12 (1919) 578; útil también p. 271. Más rico es el Archivo Vaticano. –
Documentos sobre los C. R. de Nápoles 1562-1662 y su unión con los Descalzos o Alcantarinos
1668, en S. Lucía al Monte de Nápoles, Miscelánea I.

2. Fuentes editadas:
Para los años 1550-62, 1624-6: ItalFranc 44 (1969) 402-6; 45 (1970) 278-81, ed.
Flaviano da Polizzi. – Año 1587: Apostolici múneris de Sixto V, en BullRomTaur 8 (1863) 934-
8. – Documentos papales 1605-70: WaddingAnnMin 1605, n. 10: vol. XXIV, p. 516-7; 1624, nn.
17-8; 1625, n. 13; 1626, nn. 2-3; 1626, n. 67: vol. XXVI, p. 179-81, 284-7, 416-20, 473; 1646, n.
18: vol. XXIX, p. 323-4; 1667, nn. 16, 28; 1668, n. 4; 1670, n. 16: vol. XXXI, 315-7, 327-9m
344-6, 445-7. – Para el s. XVI: distintas noticias en P. Ridolfi de Tossignano, Historiarum
Seraphicae Religionis libri tres, Venecia 1586. – Para el s. XVII: F. Cagliola, Almae Siciliensis
Provinciae manifestationes novissimae, Venecia 1644. – También el Decreti preparatori
allariforma dell’Ordine Conventuale, Nápoles 1593 y MiscFranc 33 (1933) 88-9 pero solo el n.
6 atañe a los C. R.; y las Costituzioni dei Frati Riformati de’ Minori C., Roma 1611, referentes a
los C. R. nomás.

3. Artículos o exposiciones más específicas:


Flaviano de Polizzi, Gli Eremiti di S. Francesco, en ItalFranc 44 (1969) 396-406: Id., I
C. R. di Monte Pellegrino o di Santa Rosalía, ibid. 45 (1970) 375-81, F. A. Benoffi, Compendio
di storia minorítica, op. póstuma, Pésaro 1829, p. 268-9, 287; Id., Memorie minorítiche, en
MiscFranc 33 (193) 82, 85, 87, 89, 95, 103-4, 341-5; G. Guastamacchia, Il p. Giovanni Donato
Caputo, en MiscFranc 58 (1958) 94-107; A. Salvatore, S. Lucía al Monte: Fiori di Santità,
Nápoles 1957, p. 27-34.
4. Referencias y noticias varias:
Obras generales de historia franciscana de Holzapfel (1909), Sevesi (1942-60), Di
Fonzo (1951), De Aspurz (1954), Cresi (1955), Moorman (1968): para todos ellos Cfr. la voz
Conventuales. – Obras especiales de historia franciscana local: Sparacio (1925), Rótolo (1952)
para la Sicilia; Guastamacchia (1963) para Pulla y Molise; Salvatore (1957), D’Andrea (1967)
para Nápoles y Campania; Teuli-Coccia (1967), Bastianini (1969) para Roma y Lazio;
Brandimarte (1815) para las Marcas; Sartori (1958) para el Véneto; Biernacki (1688), Kantak
(1938) para Polonia; De Lejarza-Uribe-Amorós (1962), para éstos Cfr. el texto anterior,
especialmente bajo el n. 2.

p. Giovanni Odoardi, OFMConv


HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 447

5.

FRAILES MENORES

Sentido y uso histórico del Nombre


de 1209 hasta el presente

«Ordo Fratrum Minorum» [Orden de los Frailes Menores, n.d.t.]: este es el


nombre que s. Francisco dio al instituto que él fundó en 1208-9, es decir la
Primera Orden de los Menores.
Este es el nombre específicamente propio, característico y oficial
dentro de la Iglesia, y también en la historia, y desde hace más de 7 siglos,
ininterrupidamente hasta hoy, sigue designando genéricamente a todos los
Franciscanos, inclusive a los F. M. Conventuales y a los F. M. Capuchinos. Sin
embargo, a partir de 1897 se ha tornado nombre específico de la familia OFM o
de los «Frailes Menores», que en el pasado (a partir de 1415) tenían otra
denominación, la de F. M. Observantes: a esta familia fueron incorporados
jurídicamente, bajo un único ministro general, desde que surgieron a lo largo
de ‘500, las otras familias de F. M. -»Reformados (de la Estricta Observancia),
-»Alcantarinos o Descalzos, y -»Recoletos.

I. Asignación y valor del nombre (1209-23) – II. Uso del nombre, desde 1209 hasta 1517 – III. A
partir de 1517 hasta 1897 – IV. A partir de 1897 hasta el presente.

I. IMPOSICIÓN Y SIGNIFICADO DEL NOMBRE (1209-23)

Llama la atención el hecho que, entre las coincidencias que se


desprenden del mensaje espiritual de -»Joaquín de Fiore (†1202) y las
realizaciones del movimiento franciscano, los estudiosos hayan encontrado un
detalle bastante «sintomático», es decir que el abad cisterciense «muchas
veces, a los que él considera vere mónachi [reigiosos auténticos, n.d.t.] de la tercera
etapa [es decir, la etapa de la espera de la nueva Iglesia, reformada y espiritual]
les llame minores, apelativo con el cual s. Francisco pensó designar a los
miembros de su religio» (M. Níccoli, Francescanesimo, en EncItal 15 [1932] 842b, cuando
448 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

habla de la «hipótesis» de E. Buonaiuti acerca de los más estrechos contactos de origen entre
joaquimismo y franciscanismo).
Sin embargo, todo es pura coincidencia; y resulta bastante difícil
pensar que el s. Fundador de los Hermanos Menores estuviese al tanto de
aquella teoría y de las expresiones joaquimitas. Francisco seguramente
instituyó y designó, impulsado por inspiración evangélica propia, aquel nombre
a su instituto. En efecto los primeros biógrafos hablan explícitamente de la
circunstancia histórica de la designación de aquel nombre y también del grande
significado y valor asignado por s. Francisco.

1. Cuando aun se la pasaba entre la Porciúncula y Rivotorto, durante el


primer año (1208) de la institución y de la pasantía ascética y apostólica de sus
primeros Once Compañeros – pues ellos, en aquella región de Umbría, y a lo
largo y ancho de Italia, se hacían conocer con el nombre de «Viri
Poenitentiales de civitate Assisii» (un grupo de «Penitentes» de Asís, dice el
Anónimo de Perusa, 19; y L3 Compañeros, 37, que anota la exacta expresión
citada) -, el Santo, durante los primeros meses de 1209, quiso escribir, «para sí
y para sus Hermanos presentes y futuros», una breve «vitae formam et
régulam, sancti Evangelii praecípue sermónibus utens, ad cuius perfectionem
solúmmodo inhiabat» [una forma de vida y regla, sirviéndose, sobretodo de textos del santo
Evangelio, cuya perfección solamente deseaba, n.d.t.] (1Cel 32, en AnalFranc X; el Santo
añadía a los textos otras normas esenciales para la vida comunitaria, ibid; 1Cel fue escrita en
1228).
Este fue el «motivo» de la designación de aquel nombre a la primitiva
fraternidad. En efecto, cuando Francisco estaba escribiendo (o mejor dicho
dictando) en aquella Regla el texto específico de «et sint minores» [et súbditi
ómnibus qui in eadem domo sunt (sean menores y estén sujetos a todos los que se hallen
en la misma casa, n.d.t.), pues este mismo texto se encuentra en la Rnb, c. VII,2] al
pronunciar aquellas palabras, de inmediato exclamó: «Volo, inquit, ut Ordo
Fratrum Minorum fraternitas haec vocetur» [Quiero que esta fraternidad se llame
Orden de Hermanos Menores, n.d.t.] (1Cell, 38; Cfr. s. Buenaventura, LM, c. VI). Y se
presume que, al mismo tiempo, se originó la añadidura significativa de que en
la Orden «nullus vocetur prior, sed generaliter omnes vocentur fratres
minores» [nadie sea llamado prior, mas todos sin excepción llámense hermanos menores,
n.d.t.] (Rnb, c. VI). Esta expresión puede ser la directa o, por lo menos indirecta
motivación de la imposición del nombre. – Hay que llevar en cuenta que la
1Regla (o Rnb), tal como está en su redacción de 1221, fue compuesta,
efectivamente, con distintas prescripciones, entre 1209-21; y aunque no
tengamos el texto exacto y breve de la Regla primitiva de 1209 (llamada
también «Proto-Regla») sin embargo, los críticos opinan que los textos citados
la 1Regla (Rnb) estaban probablemente presentes en la Regla primitiva.
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 449

De todos modos, el hecho presentado por Celano y la motivación de la


«divina inspiración» para el Santo, que lo motivó a darle aquel nombre,
inspiración que puede explicarse como una iluminación exegético-ascética
recibida en el contexto de algunos trozos evangélicos, están confirmados y
detallados por los Tres Compañeros predilectos del Santo (fray León, fray
Rufino y fray Ángel). En efecto estos Compañeros, cuando escribieron sus
memorias en 1246, citaban, como fundamento de aquella inspiración, los textos
del «pusillus grex» [pequeño rebaño, n.d.t.] preferido por el Padre celestial (Lc.
12,32) y del «quod uni ex his minóribus [equivalente al «mínimis» del
evangelio] frátribus meis fecistis, mihi fecistis» [cuando lo hicieron con uno de estos
mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron, n.d.t.] (Mt 25,40): estos textos estaban
siempre presentes en la mente y en todo comentario oral del Santo (Cfr. también
Lc 22,26). De ahí el nombre impuesto de «religio Minorum Fratrum» e «ita scribi
fecit in prima Régula, cum portavit eam coram dómino papa Innocentio III»
[religión de los Hermanos Menores, y... así lo mandó escribir en la primera Regla que llevó al
señor Papa Inocencio III, n.d.t.] (Tres Compañeros, en Leyenda Perusina, 67, alias 98b).
Otros autores contemporáneos dan testimonio del uso y difusión de
aquel nombre referentes a los años 1207-26: Jacobo de Vitry, el cual, en 1216,
comentaba: «qui Fratres Minores vocabantur» [se llamaban Hermanos Menores,
n.d.t.] (Epist. I de 1216; Epist. VI de 1220, «religioni Minorum Fratrum» [a la religión de los
Hermanos Menores, n.d.t.] etc. en Lemmens, Testimonia minora saec. XIII de s. Francisco
Assisiense, Quaracchi 1926, p. 79-81; y también en las dos bulas de Honorio III, Cum dilecti de
11-6-1219 («frater Franciscus et socii eius de vita et religione Minorum Fratrum» [el hermano
Francisco y sus compañeros, vida y religión de los hermanos Menores, n.d.t.]), y Cum
secundum de 22-9-1220, a los «Prióribus (!) seu Custódibus Minorum
Fratrum» [a los Priores (¡!) o Custodios de los hermanos Menores, n.d.t.] (BullFranc I, p. 2b y
6a; son las dos primeras bulas que sabemos que hablan de la OMin). Y por último, el
nombre quedaba oficialmente confirmado en la Regla bulada de 1223, que
comienza así: «Régula et vita Minorum Fratrum haec est...» [La Regla y vida de los
Hermanos menores es ésta... n.d.t.] (c. I), y también en la propia bula papal Sólet
annúere de 29-11-1223, dirigida a «fratri Francisco et aliis frátribus de Ordine
Fratrum Minorum» [al hermano Francisco y demás hermanos de la Orden de los hermanos
Menores, n.d.t.] (BullFranc I, p. 15b).

2. El Santo, desde el comienzo, atribuía especial significación al


nombre Minorítico y, muy a menudo, sacaba enseñanzas prácticas: aquel
nombre le hablaba de la predilección especial del Señor para con su «pequeño
rebaño», y de la confianza de los religiosos en la divina Providencia (LP, l.c.;
2Cel, 71), de la humildad y sumisión a todo el mundo, bien sea a los co-
hermanos, y en sus relaciones de fraterna igualdad con sus superiores o
ministros (1R c.VI), bien sea a las personas externas, prelados eclesiásticos, clero
y seglares (ibid. c. VII, y pássim); además, el nombre era motivo de
450 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

apostolado, pues él acostumbraba exhortar a los hermanos a salir por limosna


por el mundo (la «mendicatio» o el limosnear) sin avergonzarse, y a residir, por
este mismo motivo, no sólo en la ciudad, «in civitátibus», sino también en los
eremitorios, «in eremis», para dar a todos los «elegidos» (los creyentes) la
oportunidad de practicar con los «hermanos Menores» el precepto evangélico
de la caridad en vista del premio eterno (2Cel 71, y Mt 25,40). Por último, entre
otras enseñanzas, la huída de toda clase de ambición de superioridad, bien sea
en el seno de la Orden (2Cel 145: el Santo quiso dar también a los superiores de
la Orden el nombre evangélico de «ministros»), bien sea frente a cualquier
lisonja de dignidades eclesiásticas, como por ej. el episcopado (ibid. 148).
Humildad de corazón ante el Señor y en el mundo, humildad de
posición y de vida con los demás co-hermanos y en la Iglesia: éste es - en
resumidas palabras – el sentido de la «minóritas» [minoridad, n.d.t.] franciscana,
de nombre y de hecho que el s. Fundador quiso como compromiso de vocación
y signo característico para sus frailes, «in statu conditionis eorum» [consérvenlos
en el estado de su vocación, n.d.t.] (ibid.).
El nombre ‘Menores’ iba unido y se complementaba con otro
calificativo y con el concepto de fraternidad, expresado con el término de
frater, es decir hermano en sentido medieval como lo entendía s. Francisco,
pues de esta manera tiene algo de originalidad y es propio de sus religiosos,
asumido y de cualquier manera común a las demás Ordenes mendicantes
contemporáneas y posteriores: todas eran Ordenes de «hermanos», distintas de
las demás denominaciones de las anteriores Órdenes de ‘ermitaños, monjes y
canónigos regulares’.

3. Es necesario complementar el sentido de aquel binomio con una


noticia complementar que nos viene de fuentes externas, confirmada por
cronistas contemporáneos externos que hablan de la época de Inocencio III,
entre 1207-16, como ya hemos dicho (por ej., Jacobo de Vitry, Rugiero de
Wendover OSB, el rector Boncompagno de Signa de Florencia, lector en
Bolonia en 1220 aproximadamente, etc. Cfr. nombres y texto en el cit.
Lemmens), pues es muy probable que el nombre «F. M.» se alternara, en los
comienzos, con otra expresión análoga como es la de Páuperes Minores [los
Pobres Menores, n.d.t.] como lo atestigua Burcard, abad premonstratense de
Ursperg (†1230). Este abad cuenta que había conocido en Roma (1210 aprox.)
a los famosos «Pobres de Lyón», que en aquel tiempo habían sido condenados
por Inocencio III y que éste, por otro lado, había aprobado «alios qui se
appellabant Páuperes Minores» [a otros que se llamaban Pobres Menores, n.d.t.] y que
eran verdaderamente pobres y apostólicos. Sin embargo, continúa Burcard en
su extensa exposición, éstos, a fin de evitar toda clase de ostentación y
vanagloria que podría esconderse tras aquel nombre, «et de nómine paupertatis,
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 451

cum multi eam frustra sustíneant, apud Deum vanius inde gloriantur, maluerunt
appellari Minores fratres, quam Minores Páuperes, apostólicae Sedi in
ómnibus obedientes» [y que pueden ser llevados a vangloriarse ante Dios por causa del
título de pobreza que muchos llevan sin fundamentoe, han optado por llamarse Hermanos
Menores antes que Pobres Menores, en todo obedientes a la Sede Apostólica, n.d.t.] (Burcard,
Chronicon, en MGH, Scriptores, t. XXIII, p. 376, y en Lemmens, o.c., p. 17-8). No cabe duda
que esta es una noticia un poco singular e incontrolable, susceptible de distintas
explicaciones si algo se puede retener como autentico; sin embargo, hay
motivos para dudar de su fundamento histórico, después de lo ya expuesto por
las demás fuentes concordes.

Se puede notar y afirmar que el nombre Minorítico, sí derivó de una


indiscutible inspiración evangélica. Además, consta que era muy deseado y
anhelado por el fundador para su Orden; sin embargo, en la sicología del Santo
no estaba ausente, en aquel entonces ni en el futuro, el recuerdo y también la
alegría y satisfacción por constatar cierta coincidencia de este nombre de sus
Hermanos con la idéntica designación de menores, muy común en aquel
entonces y muy conocida, de la clase popular de los ciudadanos de Asís y
demás ciudades de Italia (campesinos, artesanos, pequeños comerciantes y
burgueses), contrapuesta a los mayores, nobles y caballeros, ricos comerciantes
etc. Basta recordar que la larga guerra trabada entre Asís y Perusa, estallada en
1200-2 (en la cual participó y fue detenido Francisco, que en aquel entonces
tenía veinte años), se llevó adelante en distintas etapas, exactamente entre los
«Mayores y Menores» asisanos (aquellos, los Mayores desterrados de Asís que
se aliaron con Perusa) y se concluyó con un «pacto» de concordia cívica entre
las dos clases el 9-11-1210.

En aquel histórico «Pacto de Asís», pese a la opinión contraria de


algunos historiadores, el Santo no ejerció ninguna mediación. Sin embargo, el
nombre y las humildes condiciones de sus conciudadanos «Menores» deben
haberse grabado hondamente en la mente de Francisco, él nacido y crecido en
entre los «Mayores» de la ciudad. Y exactamente en aquellos años, cuando se
trababan las luchas cívicas, el Santo, después de haber echado mano a su nueva
vida, prefirió inserirse evangélica y socialmente, él y sus «F. M.», entre los
«menores« de la sociedad medieval.

II. USO DEL NOMBRE, A PARTIR DE 1209 HASTA 1517

El nombre «F. M.» quedó fijado como nombre propio y oficial para los
Franciscanos en la Iglesia y en la historia. Había distintas designaciones
452 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

populares e históricas, principalmente el de -»Cordelièrs, -»Grey Friars, -»


Minorítas, en Alemania también el de Barfüsser (que, en latín, se dice
«Nudípedes» [Descalzos, n.d.t.]) y, naturalmente, el de Franciscanos. Pero el de
«F. M.» fue el nombre usado en las bulas pontificias, a partir de la primera
Solet annúere de Honorio III de 29-11-1223: este es el tenor de la confirmación
de la Regla, dirigida «fratri Francisco et aliis fratribus de Ordine Fratrum
Minorum» [al hermano Francisco y demás hermanos de la Orden de los Hermanos Menores,
n.d.t.] (BullFanc I, p. 15b); y en las bulas, así como en los demás documentos la
fórmula, frecuentemente estaba abreviada con la de «Órdinis Minorum»
(OMin) [Orden de los Menores, n.d.t.].

Aquella designación abarcaba a todos los religiosos del único cuerpo


de la Orden en sus primeros tiempos, es decir desde los comienzos (1209) hasta
el 1415-30: en efecto, en este período había nacido en Italia (1368), y se iba
afirmando, la primera reforma estable de los F. M. Observantes, y otras
congregaciones afines como la de los Villacrecienses en España (1403), de los
Coletanos en Francia (1412), etc, contemporáneamente a los susodichos
Observantes en su respectivos países.
A partir de 1430, cuando a los religiosos del antiguo cuerpo o
«comunidad de la Orden» y a las antiguas Provincias y conventos y a su
originaria jerarquía de Ministros general y provinciales poco a poco, y siempre
con mayor frecuencia, se le añadió el apelativo de Conventuales – para
distinguirlos de los nuevos Frailes llamados «de Familia», o «fratres devoti» o
de la Regular Observancia, con propias nuevas provincias llamadas «Vicarías»
y propia jerarquía de «Vicarías» general y provinciales – el nombre
‘simpliciter’ de Hermanos Menores u OMin, quedó oficialmente restringido a
la familia Conventual hasta 1517.
Eso es lo que se deduce de los escritos de aquel tiempo, en los
documentos notariales y en los rótulos universitarios, y también en la mayoría
de la bulas pontificias (Para los documentos universitarios y notariales, Cfr. por ej.: Acta
graduum academicorum Gymnasii Patavini ab a.1406 ad a.1450, y ab a.1501ss, editado por C.
Zonta-I. Brotto, y por E. Martellozzo Forin, Padua 1922, y 1969-71; C. Piana, Chartularium
Studii Bononiensis S. Francisci, saec. XIII-XVI, en AnalFranc 11 [1970] pássim).
a) Para el OMin, en cuanto designación de los Hermanos Menores
Conventuales, véanse, por ej.:
la constitución Supplicationibus personarum del Concilio de
Constanza, 23-9-1415 (que trata de la aprobación canónica de la Regular
Observancia de Francia) en la cual se determina que los F.M. Observantes
franceses, cuando entran en las ciudades, «ad loca et conventus communitatis
Órdinis declinent, si voluerint», [deberán hospedarse en las casas y conventos de la
comunidad de la Orden, si les parece oportuno, n.d.t.], y sin embargo, regresen después a
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 453

sus propias casas (en aquel tiempo tenían apenas 12 conventos propios; en
BullFranc VII, p. 494b).
El cronista Observante Nicolás Glassberger (†1508), resumiendo en
pocas palabras aquel decreto conciliar, dice que la aprobación y el «modus
vivendi» [la manera de relacionarse, n.d.t.] con la jerarquía vicarial de los nuevos
religiosos se desarrolló pacíficamente, en base a una «ordinatio» puesta en obra
por el vicario general de la Orden, fr. Juan de la Rocca (en nombre del ministro
general Antonio Vinitti de Perèto que, por estar atendiendo a otras
incumbencias, no pudo estar presente en aquella circunstancia), «una cum
plúribus aliis magistris et discretis fratribus Órdinis Minorum Conventualium
ex una parte, et per fratres de Observantia provinciarum Franciae, Burgundiae
et Turoniae ex alia concordatam» [juntamente con muchos Hermanos maestros y
discretos de la Orden de los menores Conventuales de una parte, y por los hermanos de la
Observancia de las provincias de Francia, Borgoña y Turonia de otra parte, n.d.t.] (N.
Glassberger, Obs., en AnalFranc 2 [1887] 260).
Las bulas de Martino V, es decir la Amabiles fructus (01.11.1428), que
trataba de la restitución de los -»Síndicos apostólicos, y la Ad statum Órdinis
Fratrum Minorum (23-8-1430), que ratificaba el uso de los bienes inmuebles,
pasados y futuros, para la Comunidad minorítica, estaban dirigidas a los
ministros y miembros del «sacer Ordo Fratrum Minorum» sencillamente (Iª
bula citada) es decir, a la Comunidad de los F.M. Conventuales, con clara
exclusión de los Observantes, que habían nacido como reacción contra aquel
estilo de vida y uso de bienes de los Conventuales (las dos bulas, en BullFranc VII, p.
712 y 739).
Otrosí la Ad hoc nos (11-5-1429) se refería tan sólo a los «F.M.»
(Conventuales): mediante esta bula Martino V - tras petición de las 4 Ordenes
mendicantes OP, OSA, OCarm y OMin, nombrados en esta exacta sucesión -
protegía un antiguo privilegio (el «privilegium cannae» [privilegio de trato especial,
n.d.t.] frente a los nuevos religiosos reformados y «praesertim Órdinis Fratrum
Minorum profesores de Observantia nuncupati» [especialmente los religiosos de la
Orden de los Hermanos Menores llamados de la Observancia, n.d.t.], y mandaba que, para
la fundación de nuevas casas, éstas debían guardar una debida distancia (5
léguas o 15 millas) de los conventos e iglesias de las susodichas antiguas
Ordenes (ibid, p. 723-4).

Es oportuno tener presente, a fin de comprender mejor la cuestión, que


los frailes «Observantes», en su mayoría, habían surgido casi todos
contemporáneamente, entre final de 1300 y comienzos de ‘400, con análoga
idealidad y nombre dentro de todas las Ordenes antiguas (inclusive la OSM),
cuyos religiosos, frente a los «Observantes», eran también llamados
«conventuales». Pero este nombre genérico permaneció en la historia como
nombre específico de los Franciscanos Conventuales, porque los frailes
454 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

«Observantes» de ‘400 desaparecieron o se incorporaron a las demás antiguas


Ordenes (-»Observantes, Observancia).
Además, para cerciorarse acerca de la identificación de los «F.M.»
simplíciter dicti [sencillamente, sin otro apodo, n.d.t.] con los Conventuales en ‘400,
véanse, entre otras, las bulas de Calixto III:
- la Regímini (22-8-1455), que prohibía la ocupación de las casas «Fratrum
Minorum» por parte de los F. «praedicti Órdinis de Observantia nuncupatos»
[Franciscanos de la susodicha Orden llamados de la Observancia, n.d.t.] (BullFranc, ns. II, p.
30-2);
- y la otra Regímini (de 24-5-1458), que sometía la nueva Vicaría «fratrum
Órdinis Minorum de Observantia... regni Hungáriae» bajo la inmediata
jurisdicción «Generalis Ministri Órdinis Fratrum Minorum» (Conventuales),
antes que bajo el Vicario general OFMObs según había sido mandado en la
bula Eugeniana de 1446 (ibid. p. 230). Aunque el General fuese jurídicamente
superior «totíus Órdinis», los F. M., de los cuales hablan las bulas, son
evidentemente los Conventuales.
Lo mismo vale para casi todas las demás bulas de ‘400 dirigidas
exclusivamente a los «Ministros general, provinciales y custodios OMin», o a
cada una de las provincias, conventos y personas (obispos, inquisidores,
maestros de teología, etc.), es decir pertenecientes a la familia Conventual.
Para este fin, véanse los Tomos I-II-III del BullFranc, ns. referentes a
los años 1431-84 (Eugenio IV-Sixto IV) preparados por los pp. U. Hüntemann
y J. M. Pou y Martí, OFM: sin embargo en el «sumario» de introducción a las
bulas, en la gran mayoría de los casos, han indicado a los destinatarios con el
nombre OFM (que es la sigla con sentido moderno y específico, a partir de
1897, de la actual familia de los F. M., ex Observantes, Reformados, etc), antes
que designarlos con la exacta y conocida sigla de OMin u OFMConv, pues a
éstos precisamente pertenecen aquellos ministros, frailes y casas. (Véanse
especialmente las tres famosas bulas de «privilegios» confirmados por Sixto IV para los solos
Conventuales, pero designados siempre y sencillamente con el nombre de «Fratres Minores»:
Dum fructus úberes, 29-2-1472; Regímini, 31-8-1474; Sacri Praedicatorum et Minorum Ordines,
26-7-1479: en el BullFranc, n. III, p. 65-7, 266-76 y 603-7). Los Conventuales pp. I. H. Sbarálea
y C. Eubel, al contrario, habían hecho buen uso de la sigla OMin en los primeros 7 volúmenes
del mismo BullFranc, referentes a los años 1218-1431 (es decir, a partir de Honorio III hasta
Martino V).
Sin embargo, algunas de aquellas bulas, contenientes concesiones,
exenciones y privilegios espirituales, tenían vigencia o fueron extendidas,
posteriormente, también a los F. M. Observantes y demás Reformados. De esta
manera, vemos que los favores espirituales de la susodicha Regímini de 1474,
llamada también «mare magnun», fueron posteriormente aplicados a los
Observantes por Julio II, en la Sacrae Religionis de 15-11-1510 (en
WaddingAnnMin 1510, t. X V, p. 775-6); pero la concesión, por ej., de las
sucesiones hereditarias, otorgada a los Conventuales (bula Dum fructus úberes, de
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 455

1472), fue declarada no aplicable para los Observantes en virtud de su profesión


estricta: Sixto IV, Licet nos de 7-8-1475; Alejandro VI, Intelléximus de 27-7-1501, y Cum
intellexérimus de 5-4-1502 (en Wadding XIV, p. 641-2; XV, p. 700-1 y 709-10, dirigidas a los
Observantes).

b) Al mismo tiempo, juntamente con estas bulas y muchas otras que, a


partir de 1430 y cada vez con mayor frecuencia alrededor de 1500-17, estaban
dirigidas tan sólo a los Conventuales o tan sólo a los Observantes, o también a
los superiores de ambas familias en vista de intereses e interferencias comunes,
especifican muy bien, como debía de ser, a las familias y a los frailes haciendo
uso de los apelativos acostumbrados de «fratres Conventuales» y «fratres de
Observantia nuncupati» de la misma Orden. Veamos algunos ejemplos:
Martino V, en la Super gregem (28-2-1427), habla de los «fratres
Claustrales [= Conventuales] et de Observantia nuncupatos» de España
(BullFranc VII, p. 692-9: -»Claustrales); Eugenio IV, en su Super gregem (01-10-
1431), «non (fratrem) de Observantia huiúsmodi, sed Conventualem» [fraile no
de la Observancia, sino Conventual, n.d.t.] (ibid., ns. I, p. 21); en la Cum nobis (10-9-
1440): «locum Fratrum Minorum Conventualium dictae Civitatis» [Città di
Castello, en Umbría] [convento de los Hermanos Menores Conventuales de Città di
Castello, n.d.t.], donde el Papa, escribiendo a s. Bernardino de Siena, quería que
ellos fuesen sustituidos por «tuis de Regulari Observancia fratribus » [por tus
hermanos de la Regular Observantia, n.d.t.] (pero el Santo no lo logró; esta bula no
está presente en BullFranc, pero editada por B. Bughetti, en ArchFrancHist 29 [1936] 492,
doc. 9).
Véase también toda entera la bula Ut sacra (23-7-1446) para apreciar
la histórica concesión de la autonomía de los Observantes bajo el régimen
vicarial propio, para la confirmación de los Vicarios general y provinciales por
parte de los Ministros generales y provinciales «Órdinis Fratrum Minorum» (=
Conventuales), y para las relaciones de los Observantes con los «fratres
Conventuales» (BullFranc, ns. I, p. 497-500). También la Dum síngulos (1-5-1475)
de Sixto IV, a fin de proteger a los conventos y bienes de los «fratres
Conventuales nuncupati» [de los frailes Conventuales, n.d.t.] de la OMin, de la OP,
de la OSA y de la OCarm, anotados según esta misma secuencia, de las
invasiones de los «fratres dictorum Ordinum de Observantia nuncupatos»
[contra los frailes de aquellas Ordenes llamados de la Observancia, n.d.t.], (ibid. III, p. 320-2),
y la Humilibus súpplicum (23-5-1483) a favor del guardián y frailes «Órdinis
Fratrum Minorum» (Conv) del convento de S. Francisco de Rodez en Francia,
contra los frailes «eiusdem Órdinis de Observantia» (ibid., p. 877-8).
Muchísimas son las bulas que llevan este título y están dirigidas tan
sólo a los F.M. Observantes, pero siempre con esta explícita designación, en el
encabezamiento o en el texto, y también muchas las dirigidas a los solos
«Frailes Menores», es decir Conventuales (son las bulas anotadas en el sumario
456 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

de los editores del BullFranc, ns. I-III, con la sigla «OFM de observantia» y
además, como se ha dicho, respectivamente para los F.M. Conventuales con la
pura sigla ¡«OFM»!). Cfr, específicamente para los Observantes, ibid. I, p. 13-
4 y 17-8, las bulas de 1431; II, p. 365, 538, 822s, de 1444-53; III, p. 108s,
110s, 131, de 1472, etc.; Cfr. también en el Index personarum, III, p. 1050a
«Observantes», p. 1616b «Amadeus de Hispania» para los Amadeítas, p. 1017b
«Ángelus de Clarino» para los Clarenos, etc.

c) Y, finalmente, otras bulas son comunes para todos: Pablo II, Cum
sacer Ordo (28-2-1467): breve de concordia para toda la Orden, sin
encabezamiento (ibid., II, p. 704-6; el breve fue solicitado por el Conventual
Francisco De La Róvere cuando era ministro general «totíus Órdinis», y que
posteriormente se tornó papa Sixto IV); Alejandro VI, dos breves Super gregem (12-1-
1498) y 17-8-1499,en Wadding 1499, nn. 19-20 t. XV, p. 210-20).
Bulas dirigidas con doble encabezado: Julio II, en la Religio sancta
(13-6-1506): «Generálibus et Provincialibus Ministris ac Vicariis... Órdinis
Minorum, tam Conventualium, quam de Observantia nuncupatis» [a los Ministros
Generales y Provinciales y a los Vicarios... de la Orden de los Menores, bien sea Conventuales,
bien sea los llamados de la Observancia, n.d.t.] (ibid., 1506, n. 7, p. 361-4; los ministros
eran Conventuales, los vicarios eran Observantes); León X, Romanum
Pontificem (11-5-1516): indicción del Capítulo generalísimo de 1517, dirigida
a los Ministros general y provinciales «fratrum Minorum Conventualium» y,
respectivamente, a los Vicarios de los F. M. «de Familia seu de Observantia
nuncupatorum» [llamados de la Familia o de la Observancia, n.d.t.], convocados todos
juntos para aquel famoso capítulo (en WaddingAnnMin 1516, n. 49, t. XVI, p. 27-8).
Por otro lado, Julio II, en la Exponi nobis (de 18-4-1512): «Vicariis
generalibus et provincialibus et frátribus Órdinis Minorum de Observantia sive
de Familia nuncupatis» [a los Vicarios generales y provinciales y a los frailes de la orden
de los Menores o llamados de la Familia, n.d.t.], y se habla en el texto de los privilegios
otorgados «Ordini Fratrum Minorum» y a «alii Fratres Minores Conventuales
etiam sub Ministris reformati» [también a los Frailes Menores Conventuales reformados
que están bajo los Ministros, n.d.t.] (Wadding 1512, n. 23, p. 256-7).

Como se puede ver, la antigua Comunidad de la Orden, aunque


conservando, de 1415 a 1517, el nombre oficial, escueto y originario de ‘F. M.
(OMin)’, muy a menudo fue designada también con la ya específica
denominación de ‘Conventuales’, para distinguirlos de los F. M. ‘Observantes’
y demás reformados. Estos últimos, sin embargo, eran expresamente conocidos
y designados con el nombre específico ‘de Observancia’ a lo largo del ‘400 y
en los siglos siguientes, como veremos.
Todos los autores contemporáneos y los historiadores posteriores
(N.B.: los que aquí citamos son todos OFMObs: el b. Bernardino Aquilano
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 457

[†1503], Nicolás Glassberger [†1508], Mariano de Florencia [†1523], Marcos


de Lisboa [†1591], Francisco Gonzaga [†1620], el analista Lucas Wadding
[†1657], etc) todos hablan de la misma manera como lo han hecho los papas,
cuando hablan de la antigua Orden de los F. M. Observantes, Coletanos, etc.
Los F. M. Conventuales, en efecto, en aquel entonces y para siempre, han
conservado las primitivas provincias y conventos, la organización de sus
famosos Estudios universitarios y las bibliotecas, el oficio de la Inquisición
etc., como era costumbre en las demás Ordenes mendicantes antiguas.

Va aquí un ejemplo concreto: un muy conocido historiador Observante


de ‘600, al hablar del oficio inquisitorial y de los Inquisidores que la Orden
seráfica tenía, a partir de 1254 y siguientes, escribió así: «Hoc namque
negotium fidei totum ad Patres, qui antea MINORES, nunc autem cum
aditamento specificativo CONVENTUALES dicuntur, spectavit spectatque...»
[En efecto, este oficio de la fe, correspondió y aun le corresponde exclusivamente a los Padres
que anteriormente se llamaban MENORES, y que actualmente tienen el calificativo de
CONVENTUALES..., n.d.t.] (N.B.: la letra mayúscula se encuentra en el propio
texto: Antonius [Tognocchi] a Terrinca, OFMObs, Genealógicum et honoríficum
Theatrum Etrusco-Minoríticum, Florencia 1682, p. II, tit. 2, p. 137; Cfr. MiscFranc 44 [1944]
192, nota 20).
Y a lo que a estructura de la Orden se refiere, Wadding, copiando de fr.
Paulino de Venecia (1335) y de fr. Bartolomé de Pisa (13585-90) las largas
«Séries» de los conventos, custodias y provincias, anotaba que todas
pertenecían a los «Patres Conventuales, ad quos ferme omnia haec [coenobia]
spectant [a los Padres Conventuales, a los cuales generalmente todos estos conventos
pertenecen, n.d.t.] (Wadding 1399, n. 11, t. IX, p. 190; para las series de los conventos, ibid. pp.
191-222 y 254-300, cismontanos y ultramontanos respectivamente). Y Wadding,
refiriéndose al año 1406 como siendo año de la fundación del convento de s.
Bartolomé de Foligno, afirma: «Primam hanc domum aedificarunt Fratres ipsi
Regularis Observantiae in Italia; quas antea incolebant [a partir de 1368],
receperunt iam factas a Patribus Conventualibus» [Los Frailes de la Regular
Observancia construyeron esta su primera casa en Italia; y las que tenían anteriormente (a
partir de 1368) las habían recibido de los Padres Conventuales ya construidas, n.d.t.] (Wadding
1406, n. 110. t. IX, p. 396). Y, para confirmar lo dicho, el más grande historiador
moderno OFM afirma: «Hasta el año 1517 el Ministro general fue conventual,
porque también las antiguas provincias de la Orden y sus Ministros eran
Conventuales» (M. Bhil, s.v. Franziskaner, en LTK 4 [1932] 127; Cfr. MiscFranc 443 [1943]
300-1).

Para el uso variado y frecuente, popular y también en los documentos


notariales, a partir de 1250 y siguientes, del calificativo ‘Conventual’, y de la
expresión «F. M. Conventuales», Cfr. -»Conventualismo, y Conventuales
(documentos de 1277, 1327 etc. que apuntan a la Comunidad de la Orden y a la
458 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

mayoría de los frailes residentes en los «conventos». El nombre siguió


posteriormente y se afianzó específicamente entre ‘400-500 como propio de la
aquella familia para distinguirla de la nuevas reformas que surgieron).

III. DE 1517 HASTA 1897

En el Capítulo generalísimo de Roma de 1517, el Papa León X (que


anteriormente había sido alumno de los Conventuales en el convento de S.
Croce en Florencia, durante sus primeros estudios) incorporó a la familia
Observante todas las reformas menores de ‘400, pertenecientes a cualquier
clase de denominación - es decir los «Amadeítas, los Clarenos, los Coletanos,
los Guadalupenses, y cualquier otro grupo afín» - y, así unidas, las constituyó
como siendo una sola familia jurídicamente autónoma (el grupo de los
Observantes, prácticamente vivía autónomamente desde 1446), con ministro
general propio. Y, de esta manera, creó, de hecho y de derecho, su jerarquía
«ministerial» (es decir, ministros general y provinciales, según manda la
Regla), y los separó definitivamente de la anterior jerarquía y comunidad
Conventual.

Además, ¡este argumento es muy importante para el tema que


tratamos!, traspasó, también, a los Observantes y demás grupos a ellos
incorporados, el nombre de F. M., según la fórmula siguiente: «De cétero,
omissa diversitate nóminum praedictorum [=Observantes, Amadeítas,
Clarenos, etc.], Fratres Minores Sancti Francisci Regularis Observantiae vel
simul vel disiunctive nuncupentur, et nuncupati possint et debeant» [De manera
que, dejando de lado toda distinción de nombres, pueden y deberán llamarse ‘Frailes Menores
de S. Francisco de la Regular Observancia’ bien sea en conjunto bien sea por separado, n.d.t.].
El Papa sancionó eso en su famosa constitución Ite vos de 29-5-1517
(el texto se encuentra en Wadding 1517, n. 23, t. XVI, p. 49-55, y texto citado en p. 53) .
El
resultado de esta determinación fue que él invirtió las partes históricas, y
emanó también otras disposiciones para la relación de buena fraternidad entre
la nueva familia Observante y la antigua de los Conventuales: sus conventos, y
también los de las Clarisas y de los Terciarios «quae háctenus sub dicto
Ministro generali Fratrum Conventualium fúerant» [las casas que, hasta aquel
momento, habían estado sometidos al Ministro general de los Hermanos Conventuales, n.d.t.],
deberían permanecer inalteradas: «quae omnia ex nunc Magistro Generali
Conventualium immediate subiecta perpétuo sint et esse censeantur», como
eran, continúa el Papa, «ante celebrationem dicti Capítuli generalíssimi» [todo, a
partir de ahora, quedará para siempre bajo la inmediata jurisdicción el Maestro General de los
Conventuales y así será considerado... tal como era antes de la celebración del Capítulo
generalísimo, n.d.t.], etc. (bula de concordia Omnipotens Deus, 12-6-1518, en Wadding
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 459

1517. n. 30, p. 58-63, textos citados en la p. 60 y 61; para todo este asunto: -»Franciscanos y
-»Conventuales).

Muchas veces habían sido llamados «fratres Conventuales» OMin en


los documentos papales; ahora, los originarios y auténticos «F. Menores» del
pré-1517, a partir de aquella fecha asumieron, dentro de la Iglesia, el único
nombre oficial de F. M. Conventuales.
La determinación de León X, un hecho del todo singular y único en la
historia de las Ordenes religiosas porque, mediante una pura declaración
jurídica emanada por la Santa Sede, invirtió las partes entre los distintos grupos
y familias de la orden Minorítica, fue recordado posteriormente en otros
documentos pontificios, por ejemplo: el breve de Inocencio XI, Exponi nobis
(27-11-1679), con el cual, tras el expuesto de los Observantes, extendía a los
«Lectores jubilados» de esta familia todos los privilegios de los Maestros de
Artes y de sagrada Teología de los F. M. Conventuales, y de las demás
Ordenes regulares: «...statim atque dictus Ordo (S. Francisci de Observantium
nuncupatorum) ab Ordine Fratrum Minorum s. Francisci Conventualium
nuncupatorum auctoritate apostólica separatus fuit, Fratres Minores de
Observantia huiúsmodi...» [puesto que esta Orden (la Orden de s. Francisco llamada’ de la
Observancia’) fue separada de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales de s.
Francisco mediante autoridad apostólica, estos Hermanos Menores de la Observancia..., n.d.t.]
(Wadding a. 1679, t. XXXII, p. 716-8).

Cuanto al uso efectivo del nombre F. M., que acababa de ser asignado,
por un acto deliberativo, a esta familia seráfica aisladamente o, en alternativa,
con la añadidura «de la Regular Observancia», es necesario relevar que ese
nombre ‘escueto’, al comienzo no tuvo aplicación en el uso de la misma Orden
(es decir cuando se procesó la designación de sus provincias, casas, frailes y
también en sus documentos y escritos), y tampoco por parte de la Santa Sede
en los documentos oficiales como también en el uso popular, en los distintos
países. En efecto, a lo largo de este largo período (1517-1897), a raíz de la
inmediata fragmentación de la Observancia en otras tres grandes familias,
aunque estuviesen bajo el mismo ministro general, salidas de su seno (los Obs.,
y los F. M. Reformados, Alcantarinos, Recoletos; sin llevar en cuenta a los F.
M. Capuchinos de 1525-8, que salieron de los Observantes, pero
permanecieron independientes, bajo la jurisdicción de los Conventuales a partir
de 1529 hasta 1619: los Capuchinos en aquel entonces se regían por un Vicario
general»), de manera que, por doquier, prevalecieron sus peculiares y
características denominaciones: F. de la «Regular Observancia», F. de la
«Strictior Observantia» [Franciscanos de la Observancia más estricta, n.d.t.] o
Reformados, «Descalzos» o Alcantarinos, etc.
460 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

Las bulas pontificias, también, usaban la terminología propia de los


Observantes desde el propio año 1517 y, posteriormente, aplicada a las demás
familias: es posible leer estas bulas en los Annales de Wadding y de sus
continuadores (en realidad, han sido preparados los tomos 1-32
correspondientes hasta el año 1680, por ahora, de los cuales los primeros 17
tomos son del propio Wadding, hasta el año 1541) Pues bien, apenas ocho días
después de la Ite vos (29-5-1517), León X dirige una carta, la Cum in honorem
(6-6-1517), a fray Gabriel María (Gilberto Nicolai), comisario ultramontano
«Ministri generalis totíus Órdinis Minorum Regularis Obsevantiae» (Wadding
1517, n. 37, t. XVI, p. 70); y un mes después, entre otras, la Exponi nobis (29-7-
1517), dirigida al «Ministro provinciali Burgensi Órdinis Minorum Regularis
Observantiae» [al Ministro provincial de Burgos de la Orden de los Menores de la Regular
Observancia, n.d.t.] (ibid., p. 571); la Cum alias (7-8-1518), «universis Fratribus
Órdinis Minorum de Observantia... [a todos los Frailes dela Orden de los Menores de la
Observancia, n.d.t] (ibid., p. 577); el breve Accepimus síquidem (11-3-1519), mediante el
cual recuerda que él había determinado, en el capítulo de 1517, que los Frailes
reformados, que acababan de ser unificados, «sublata nóminis diversitate,
Fratres Minores sancti Francisci Regularis Obsevantiae appellari, necnon unus
frater reformatus dicti Órdinis Minister Generalis..., ac... Ministri provinciales
(de Observantia)... esse deberent» [dejando de lado cualquier distinción de nombres,
todos deberán llamarse Frailes Menores de la Regular Observancia de San Francisco, y que el
Ministro General y los Ministros provinciales (de la Observancia) deberán ser nombrados de
entre los frailes reformados de la misma Orden, n.d.t.] (ibid. 1519, n. 9, p. 96).

Este era, prácticamente, el tenor de todas las bulas de aquellos años y


de aquel siglo, y también de los tres siglos siguientes hasta 1897. (Las
principales bulas se encuentran en Wadding, en el texto referente a los años
correspondientes o en el «Regestum Pontificium» en apéndice a los distintos
nombres).
La costumbre, por parte de la Santa Sede, de usar el puro nombre de
«F. M.» es algo patente, y además vivamente subrayado por s. Pío X en el
breve Pauces ante diebus de 1909 (Cfr. n.IV). En efecto, después de recordar que
León X «facultatem quidem fecit, non necessitatem imposuit utendi eo mero
nómine» [dio, sí, la facultad, pero no obligó a usar aquel puro nombre, n.d.t.], el Papa
declara que esta había sido la costumbre de los sumos Pontífices, empezando
por León X en la bula de 6-6-1517 (Cfr. arriba) y continuando con Adriano VI,
Clemente VII, Pablo III, etc. y todos los demás papas de ‘500, y también de los
siglos siguientes: «réliqui factitarunt decessores Nostri usque ad promulgatam
Constitutionem Felicitate quadam [de 1897], qui fere, quum de his Minoritis
loquerentur, appellationem Regularis Observantiae usurparunt» [todos nuestros
antecesores casi siempre lo utilizaron hasta la promulgación de la constitución Felicitate
quadam de 1897, y cuando hablaban de estos Minorítas, hacían uso del nombre de ‘Regular
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 461

Y, continua Pío X, así hablaban cuando se referían bien sea a


Observancia’, n.d.t.].
la Orden en general [OFMObs], bien sea al moderador supremo, que
«saepísime Romani Pontífices non Ministrum Generalem totíus Órdinis
Fratrum Minorum, sed Ministrum Generalem Minorum de Observantia, vel
Regularis Observantiae, vel Órdinis beati Francisci Regularis Observantiae,
vel Órdinis Sancti Francisci de Observantia appellare sóliti sunt» [pues casi
siempre los Romanos Pontífices acostumbraban llamarlo no Ministro General de toda la Orden
de los Frailes Menores, sino Ministro General de los Menores de la Observancia, o de la
Regular Observancia, o de la Orden de la Regular Observancia del bienaventurado Francisco, o
de la Orden de la Observancia de San Francisco, n.d.t.] (texto en ActaOFM 29 [1910] 348-9, nn.
XIV-XVI).

Pese a todo eso, se puede afirmar que fue sobretodo la Orden y los
Frailes que, en el uso cotidiano, en sus capítulos y constituciones, en los
documentos oficiales y privados (Cfr. por ej. la portada de la mayoría de las
obras tipográficas) prefirieron aquel nombre específico, pues lo consideraban
cargado de grande valor histórico y afectivo («quin etiam huiusmodi appellatio
apud ipsos Fratres amore semper et in usu fuit» [pues este nombre lo usaron siempre
los Frailes, pues le tenían especial cariño, n.d.t.], afirma Pío X, l.c. 348b). La verdad es
que ellos, y también el pueblo en Italia y en el exterior en general, no
comprendían perfectamente el sentido del simple nombre «F.M.», porque
estaban acostumbrados con las denominaciones específicas. Ellos, y con razón,
entendían que aquel nombre era algo común bien sea para la familia
Observante y demás familias a ella unidas (Reformados, Alcantarinos,
Recoletos), bien sea para las familias independientes de los Conventuales y de
los Capuchinos. Esta consideración se ha de hacer, también, en lo que al
nombre genérico de Franciscanos se refiere, que es común para todos, y que,
aunque popularmente hoy día se le atribuye frecuentemente a los más
numerosos y conocidos «F.M.», sin embargo, en algunos países ha quedado
tenazmente arraigado y reservado, desde el comienzo, a los F.M. Conventuales:
Polonia y Lituania, a partir del siglo XIII (allí los Observantes o F. M. se
hicieron presentes solo a partir de 1453 hasta hoy, conocidos como
-»Bernardinos).

Resumiendo, el puro nombre «F.M.», asignado por León X a los


Observantes y demás grupos reformados, quedó jurídicamente válido pero,
prácticamente, sin uso. También quedaron sin aplicación otras disposiciones de
aquel Papa, disposiciones deberían haber integrado la unidad de vida y de
familia que él había soñado para la Orden de la «Regular Observancia» en
1517. «Dolendum est (y con toda la razón del mundo, según ha confirmado y
comentado un moderno historiador OFM) quod ordo titulum ‘regularis
observantiae’ ita adamavit, ut eam retineret ad annum usque 1897 loco
462 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

appellationis a s. Francisco ipso datae et a Pontífice [Leone X] expressis verbis


concessae» [Es una lástima que la Orden se haya aficionado al título ‘de la regular
observancia’ de tal manera que lo conservó hasta el año 1897, antes que encariñarse con el
nombre dado por s. Francisco y otorgado expresamente por el Pontífice, n.d.t.] (Holzapfel, p.
136; pero el recordado s. Pío X clasificó de «iniustam hanc querelam» [injusta queja, n.d.t.], y
otras afirmaciones de aquel historiador; Breve cit., l.c., p. 348-9, n. XIV).

IV. DE 1897 HASTA HOY

El año del Señor 1897 marca el final histórico de los distintos grupos
de las 4 familias, y sus respectivas denominaciones, de F. M. Observantes, de
Reformados, de Descalzos o Alcantarinos, y de Recoletos: el Papa León XIII
las quiso más firmemente unidas y aunadas en una única grande familia a fin
de inyectarle nuevo vigor, llevando en cuenta, también, los nuevos tiempos: en
efecto, el número de los religiosos de estas 4 familias, a raíz de las múltiples
supresiones ‘civiles’ del ‘700 y ‘800, había disminuido (los 76.900 del año
1762, bajaron a 14.798 el año 1889, es decir: Obs. 6.516, Ref. 5.803, Alc. 658 y
Rec. 1.621; Cfr. Estadística, en la pag. 62 del presente Libro).
Esta era la familia, única y cuádruple al mismo tiempo, a partir de 1517
hasta 1897, de aquellos F. M. «qui concessu Sedis Apostólicae [en 1517]
antecedunt loco et honore céteros» [que, por directa determinación de la Sede
Apostólica, tienen el lugar de honor sobre los demás, n.d.t.], es decir obtuvieron la
precedencia de honor sobre la familia de los F. M. Conventuales y de los F. M.
Capuchinos, que por el Papa fueron dejadas expresamente en su idéntica
situación anterior. De esta manera León XIII, a través de la constitución
apostólica Felicitate quadam de 4-10-1897 (fiesta de s. Francisco), previa
decisión capitular de los religiosos (1895, capítulo general de Asís), sancionó
la fusión de aquellas 4 familias históricas en una sola familia u Orden: a saber
unificó las varias estructuras de las distintas provincias y conventos, las
distintas constituciones, la multiplicidad de procuradores, comisarios y
postuladores generales, y la diversidad de color y forma del hábito, y mandó
que todos usaran el actual color «subniger» o marrón.
Este conjunto de realidades quedaba confirmado bajo una única
denominación común, a ellos impuesta, y expresa justamente al n. 1 de la
sección dispositiva de la bula: - «Is [Ordo], extinctis nomínibus Observantium,
Reformatorum, Excalceatorum seu Alcantarinorum, Recollectorum, ORDO
FRATRUM MINORUM Francisci Patris appelletur» [Esta Orden, abandonando el
nombre de Observantes, de Reformados, de Descalzos o Alcantarinos, de Recoletos, deberá
llamarse ORDEN DE LOS FRAILES MENORES del padre Francisco, n.d.t.] (bula en AAS 30
[1897] 225-32; y en ActaOFM 16 [1897] 164-8, texto cit. en p. 167b).
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 463

El Papa había llamado la atención (ibid. p. 167b) sobre aquel «Fratrum


Minorum merum nomen, a Leone X acceptum» [sobre el escueto nombre de ‘Frailes
Menores’ asignado por León X, n.d.t] y «recibido» por aquella familia; por lo menos,
se puede decir que fue recibido de derecho, después de lo dicho arriba (Cfr.
nuestro n. III); pero, en la práctica, solo fue usado en el título y en el sigilo del
«Minister generalis totíus Órdinis Fratrum Minorum» (el mismo título y sigilo
que anteriormente habían pertenecido al Ministro general de los Conventuales,
y que posteriormente, en 1517, pasó a los Observantes; Wadding, 1517, n. 25, t.
XVI, p. 56-7).

Queriendo establecer alguna analogía con la decisión de 1897 referente


a la familia OFM, recordamos que el León XIII, cuatro años antes (1893),
queriendo llevar a cabo la unificación de las 13 Congregaciones Benedictinas
que había en aquel entonces, instituyó una confederación (llamada -»
Confederación Benedictina), presidida por un -»Abad Primate, no obstante
hubiese dejado en su propia autonomía, como la tenían anteriormente, a los
Valleombrosianos, a los Camaldulenses, a los Silvestrinos y a los Olivetanos.

Frailes Menores: este fue el nombre propio asignado o confirmado, en


aquel entonces, para la primera de las tres actuales familias de la Primera
Orden franciscana y que, a partir del año 1897, empezó a ser usado por ella, a
todos los efectos, hasta el presente; Frailes Menores fue el nombre traducido
por aquella familia en su sigla moderna de OFM. Y desde aquella fecha,
desaparecieron para siempre, para los religiosos y sus obras, en los documentos
oficiales y privados etc. también las siglas y denominaciones particulares, es
decir no fueron usadas más: OFMObs, ni OFMRegObs, ni StricObs, ni
OFMRef, etc.
Esta unión de familias, llamada unión «Leoniana», concretamente fue
llevada a cabo no sin grande esfuerzo, a lo largo de la primera mitad del siglo
XX, entre el pontificado de s. Pío X y de Pío XII (en efecto, se dieron actos
exceptivos y abrogatorios por parte de s. Pío X, 1904-11, para algunas
provincias; y nuevas intervenciones por parte de Pío XII en favor de la plena
fusión, a lo largo de 1942-9: ActaOFM 24 [1905] 5-8; 29 [1910] 417-8; 30 [1911] 45-9,
229-36, 373-80, etc.; 61 [1942] 176-8, etc., hasta 68 [1949] 201-2).
Sin embargo, como complementación histórica hay que añadir que, en
lo que a denominación en cuestión se refiere, en ocasión del VII Centenario de
la fundación OMin (1209-1909), s. Pío X, en la Carta apostólica Séptimo iam
pleno saéculo, de 4-10-1909 (en AAS 1 [1909] 725-38; ActaOFM 29 [19010] 97-104),
recordando los grandes méritos de las tres familias de la Primera Orden
seráfica (OFM, OFMConv, OFMCap), hizo hincapié y confirmó, para la
primera de aquellas familias, el apelativo escueto de F. M.
464 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

Pero, a fin de evitar toda clase de equivocación o intento de


apropiación y comprensible confusión, pues aquel es un nombre común y
legítimo también de los F. M Conventuales y F. M. Capuchinos, determinó
que, en algunas oportunidades, fuese añadida, para la primera familia y la
primera denominación, la especificación de F. M. de la Unión Leoniana:
«Quoties igitur appellatio Órdinis Fratrum Minorum sine ullo apposito
ambiguitatem haberet, oportere hanc familiam de qua loquimur, eiusque
Moderatores et sodales, praesertim in actis públicis, propria peculiarique
adiecta nota designari, vocarique Ordinem Fratrum Minorum ab Unione
Leoniana, Moderatores et sodales Órdinis Fratrum Minorum ab Unione
Leoniana, statuimus et sancimus» [Cuando el apelativo de Orden de los Frailes Menores
sin otra especificación, causare confusión, es necesario que esta familia, de la que estamos
hablando, y también sus Moderadores y los religiosos, se identifiquen, especialmente en los
actos públicos, con su propia y específica característica, y que se llamen Orden de los hermanos
Menores de la Unión Leoniana, y también los Moderadores y sus religiosos de la Orden de los
Hermanos Menores de la Unión Leoniana, así decidimos, y así lo mandamos, n.d.t.] (en AAS cit.,
p. 732-3; ActaOFM cit., p. 101b, n. 11).

El Papa s. Pío X, tan sólo un mes después, explicó largamente y


confirmó esta determinación y otras del anterior documento, dando la razón del
apelativo «ab Unione Leoniana» a través de las actas de los dos papas León X
y León XIII (1517, 1897). Además, autorizó que aquel calificativo pudiera ser
cambiado por el otro que había sido usado hasta 1897, es decir el de
«Regularis Observantiae» si así lo quisiesen, pues el Papa lo habría permitido
de muy buena gana (breve Paucis ante diebus, 1-11-1909, en AAS 2 [1910] 705-13;
ActaOFM 29 [1910] 345-50, texto cit. p. 350, n. XIX ). En efecto, según el el Papa, los
dos nombres eran legítimos y gloriosos: «aut Unionis Leonianae, quae nota est
historica, aut Regularis Observantiae, quod est insigne Familiae [el de ‘Unión
Leoniana’ recuerda un hecho histórico, el de ‘Regular Observancia’, es distintivo de la Familia,
n.d.t.] (ibid. p. 349ª, n. XVI). Además, dejó instrucciones para el uso del «ab Unione
Leoniana» en algunos casos específicos, en los actos oficiales de la S. Sede
(Carta al Card. G. C. Vives, Prefecto de la Sagrada Congregación de los Religiosos, 15-12-1909,
en AAS 1 [1909] 831-4; ActaOFM 29 [1910] 138b).
En aquella época, el nombre distintivo de «Reg. Obs.» no fue puesto en
práctica; al contrario, a lo largo de más de veinte años, fue usados el de OFM
ab Un. Leoniana y el de OFM (pues así consta en los distintos actos y escritos,
en las revistas franciscanas hasta el año 1930, y también en las actas de la
Santa Sede, en tiempos del pontificado de s. Pío X: Cfr. por ej. La jerarquía católica,
1911, Roma 1911, p. 342: «F. M. de la Unión Leoniana»; y también en los posteriores
AnuarioPontificio 1912, 1913 y 1914 p. 374: «Ordenes Religiosos» ) prevaleció y así es
considerado aun hoy día por aquella familia franciscana el escueto título de F.
M. (OFM).
HISTORIA-EVOLUCIÓN-SUPRESIONES 465

Por cierto, la apropiación (como se diría en términos escolásticos) es


válida en sentido estricto o específico, es decir sin quitarle nada al valor y uso
del nombre, perteneciente y usado por los F. M. Conventuales y por los F. M.
Capuchinos, como declaraba s. Pío X, pues todos son «hijos gemelos del único
y mismisimo Padre santísimo» (Paucis, en ActaOFM 29 [1910] 350a): es decir hijos
de s. Francisco, el cual, antes que todo, asignó para todos sus hijos de la
Primera Orden, bien sea los contemporáneos y bien sea los que vendrían en los
siglos futuros, aquel nombre de humildad (y no de emulación): - «Volo, inquit,
ut Ordo Fratrum Minorum fraternitas haec vocetur» [Quiero, dijo, que esta
fraternidad se llame Orden de los Hermanos Menores, n.d.t.] (1Cel 38). Y eso vale también,
pues es lógico deducirlo, si aquella «fratérnitas» se haya multiplicada a lo largo
de los siglos en distintas familias, históricamente escalonadas, pero jurídica y
espiritualmente iguales y gemelas.
Síntesis. – «Hermanos Menores» es el nombre asignado por el Santo de
Asís a la Primera Orden, nombre cargado de significados virtuosos: de
fraternidad, de caridad e igualdad de vida, en familia; nombre cargado de
humildad, sumisión y sentido de servicio en la sociedad eclesial y civil.
Este fue el nombre usado por el único cuerpo de la Orden,
especialmente a lo largo de los dos primeros siglos (1209-1415), y de 1415 a
1517 por la comunidad Conventual, con o sin este calificativo que, a la larga,
prevaleció a fin de diferenciarla de los F. M. Observantes y demás reformas
menores de ‘400.
Por León X (29-5-1517) este nombre fue asignado jurídicamente a la
familia Observante y demás reformas unificadas; sin embargo, en la vida
práctica no era usado a raíz de la preferencia otorgada en las actas oficiales de
la S. Sede y también por la misma Orden a los apelativos específicos de
OFMObs, Ref, Desc, Rec, hasta 1897 [=OFMObservantes, Reformados,
Descalzos, Recoletos, n.d.t.].
Por último, aquel mismo año, el nombre ‘F.M.’ fue confirmado y
asignado por León XIII para aquella Orden, cuando se llevó a efecto la
unificación de las 4 familias históricas. Y de esta manera, la nueva familia
«unificada» de los F. M. lleva ese nombre a partir de 4-10-1897 hasta el
presente, disfrutando de la misma precedencia de honor (a partir de 1517)
sobre las demás dos familias iguales y autónomas de la Primera Orden seráfica,
es decir, la de los F. M. Conventuales y la de los F. M. Capuchinos.

La Bibliografía general acerca del uso del nombre, especialmente cuanto a los temas
tratados, y lógicamente relacionados con la historia franciscana, está constituida por las mismas
fuentes y manuales de historia de la Orden: -»Franciscanos (1209-1517), -»Frailes Menores
simpliciter dicti y Observantes (1517s), -»Conventuales (1517s).
466 4. CONVENTUALES REFORMADOS, 1557-1668

I. Antiguas Legendae o biografías de s. Francisco, citadas en AnalFranc y en las


demás ediciones especiales (-»Francisco de Asís). – Vito de Clusone, Quando ebbe nome
l’Ordine dei FF. Minori?, en ItalFranc 8 (1933) 561-7; K. Esser, Ordo Fratrum Minorum, en
FranzStud 42 (1960) 97s, p. 116-8. – Para el texto de la Proto-Regla de 1209, y distintas
reconstrucciones de los críticos: Gratien de París, Histoire de la fondation et de l’évolution des
Frères Mineurs au XIIIe siècle, París 1928, p. 36s, y bibl. p. 39 nota 9. – Para los «Mayores y
minores» y el «Pacto de Asís» de 9-11-1210: M. Faloci Pulignani, en MiscFranc 13 (1911-2) 95-
6, y 17 (1916) 127; Cfr. CollFran 5 (1935) 366-7; A. Fortín, Nova vita di s. Francesco, II, Asís
19592, p. 161-99; C. Giardina, I «buoni hómines» in Italia..., en Riv.Storia Dir. Ital. 5 (1932) 28-
98, 313-94.

II-III. Tienen importancia sobretodo los documentos papales anotados en el texto, y su


fuentes. Fuente oficial especialmente es BullFranc I-VII, a. 1218-1431, y también la
continuación en BullFranc, ns. I-III, a. 1431-1484. Las principales bulas, sobretodo a partir de
1484y siguientes: WaddingAnnMin XIV-XXXII, a. 1484-1680; acerca de la Bula Ite vos de 1517
y bibliografía, -»Franciscanos (1209-1517), bibl. IV, 9. – Las bulas modernas, citadas, se
encuentran en: ASS, AAS, ActaOFM y NotCurOFMConv.

IV. Cfr. las actas y documentos pontificios reportados en el texto; todos los textos y
actas de s. Pío X están coleccionados en el opúsculo oficial: Collectio actorum SS.D.N. Pii
Papae X Minoriticas familias respicientium Eiusdem jussu edita, Roma 1910 (en-4o, 49 p.).
Comentarios : sobre la Felicitate quadam (1897): Holzapfel, p. 336-9; A. Gemelli, Il
Francescanesimo, Milán 19363, p. 377 (y otras edic.); P. M. Perantoni, Enc. «Ut unum sint», nel
cinquantenario della «Felicitate quadam», texto latin de 4-10-1947 en ActaOFM 67 (1948) 7-
13; sobre la Séptimo iam pleno saéculo (1909): M. Faloci, Sulla denominazione dei F. M., en
MiscFranc 11 (1910) 161-73; Gratien de París, Histoire cit. 1928, introduc. p. IX-X. Sobre los
hechos de 1909-11, Cfr. G. Haselbeck, P. Dionysius Schuler... Generalminister des Ordens der
Minderbrüder..., Fulda 1956.
Sobre el final «histórico» de la familia Observante (juntamente con las demás que
salieron de la misma), como instituto distinto nacido bajo el mismo nombre entre 1368-1897: M.
Faloci, Il beato Paoluccio Trinci da Foligno e i Minori Osservanti, Foligno 19263, especialmente
pp. VI y 69-71, 97ss; L. Temperini, Genealogía e cronología degli Ordini e Famiglie
francescani, en AnalTOR 11 (1969) 344-51.

p. Lorenzo Di Fonzo, OFMConv.


6.

FRANCISCANISMO

El espíritu de S. Francisco y de sus Ordenes:


un aporte de renovación en la Iglesia y en la sociedad

‘Franciscanismo’ deriva el nombre de -»Francisco de Asís y de la


forma vitae [la forma de vida, n.d.t.] que él llevó y dejó a sus Ordenes. Sin
embargo, eso no quiere decir que no estuviesen presentes algunos ideales pré-
franciscanos que Francisco revivió y que elaboró imprimiéndoles su propia
huella espiritual (véase, por ejemplo, el fenómeno de las cruzadas y los
movimientos evangélicos de pobreza), y tampoco unas instancias pos-
franciscanas que derivan de Francisco y de sus ideales, renovándolos y
adaptándolos a las distintas exigencias de la Iglesia y de la sociedad.
El término es bastante reciente, así como son, en general, los términos
abstractos frente a los concretos. Y se lo hace derivar del Franciskanertum de
Thode, en su conocida obra Franz von Assisi und die Anfänge der Knrst der
Renaissance in Italien, Berlin, 1885. Los términos que lo antecedieron tratan
de los distintos aspectos del franciscanismo: vida franciscana, doctrina,
espiritualidad, apostolado pastoral y misionero, arte, literatura y actividad
social.
Hablar de f. es algo que se puede hacer porque, a lo largo del siglo XIII
y comienzos del XIV, se desarrolla, en la jóvenes instituciones franciscanas, un
estilo práctico de vida religiosa, se cultivan devociones, se perfila un
característico tipo de espiritualidad, una teología, un empeño misionero, un
comportamiento específico dentro de la sociedad civil y religiosa que, por
cierto, mostraban cierta independencia, e iban alejándose rotundamente de la
vida religiosa de aquella época, y presentaban ciertos aspectos positivos y
reflejaban el espíritu específico transmitido por Francisco a sus hijos.
En su esencia, el f. representa una especial forma vitae, cuyas
características principales se pueden detectar en la priopia -»vida evangélica y
apostólica, en la espiritualidad cristocéntrica y mariana, en el empeño artístico
236 5. FRAILES MENORES

y cultural que Francisco y sus seguidores encarnaron y adaptaron retomándolos


de la tradición monástica anterior; en la minóritas et paupértas [minoridad y
pobreza, n.d.t.], en la más ardiente adhesión a la Iglesia y al Papado, en el
apostolado de la predicación y de las misiones, en la visión optimista de la
vida, en la fraternidad universal de todos los hombres y de la creación: y, por
cierto, estas características están ligadas más específicamente a Francisco; en
las nuevas acentuaciones y adaptaciones y en las instancias aportadas por los
hijos de Francisco a lo largo de los siglos, como por ej. en la piedad popular (el
culto a la Inmaculada Concepción y el Via Crucis), en la actividad social (los
-»Montes de Piedad y los -»Montes Frumentarios), en la evangelización y
promoción humana, con destacado aporte en la organización civil de la
sociedad.
Por todo lo dicho, se puede ver la diferencia entre el f. medieval del
siglo de oro, resultado de la influencia directa de Francisco, y el f. medieval de
los siglos posteriores, aparte el moderno y contemporáneo, directamente bajo la
influencia de sus hijos. Sin embargo, el f. medieval del siglo de oro continúa
siendo el criterio y la medida del f. posterior, no como movimiento modelo que
respondía a las exigencias y problemas de aquel entonces, sino porque está
preñado del ejemplo que brinda, y es paradigma de la prontitud y capacidad
necesarias que se debe tener para tomar parte, a lo largo de los siglos, en la
vida de cada época y contribuir a partir de una bien definida perspectiva
religiosa, que fue la de Francisco y de sus instituciones. Es decir, los elementos
constitutivos del franciscanismo no fueron identificados con específicas
realizaciones y estructuras, sino que permanecieron como un espíritu, como un
ideal, una manera de ser rebosante de virtualidad que, en los siglos posteriores,
cuajó bajo formas y estructuras nuevas, acorde con las situaciones concretas en
las distintas épocas y regiones.
Sin embargo, eso no quiere decir que todo lo que los Franciscanos
promovieron en el área de la espiritualidad, de las devociones, de la teología,
predicación, misiones, actividad social, etc, deberá necesariamente llamarse
franciscano. Pero no cabe duda que es franciscano cuánto aparece conforme al
ideal dejado por Francisco, aunque fuera revivido según las exigencias de los
tiempos que cambian. Es necesario, pues, individuar y controlar cuánto, en los
distintos sectores de actuación arriba mencionados, manifiestan ese idedal, y
profundizar las calificaciones consideradas tradicionalmente como
«franciscanas» (voluntarista, existencial, cristocéntrico, pobre, etc.) a fin de
evitar inoportunas generalizaciones, y captar lo que de verdaderamente
franciscano hay en las manifestaciones concretas del f. dentro de la historia.
A seguir, nos limitaremos a presentar algunos elementos claves del f.,
llevando en cuenta la lectura hermenéutica y crítica de la que acabamos de
hablar.
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 237

I. El f., el cambio evangélico y la vida religiosa en los siglos XII-XIII.


II. El f. histórico en los distintos aspectos y sectores de la vida religiosa y social.
III. Influencia social y cultural del f.

I. EL F., EL CAMBIO EVANGÉLICO


Y LA VIDA REIGIOSA EN LOS SIGLOS XII-XIII

1. Los movimientos religiosos de los siglos XII-XIII. - Uno de los objetivos


propulsados por la reforma, llamada gregoriana (pero, concretamente empezó
mucho antes de Gregorio VII [1073-85] en -»Cluny, -»en Montecassino, et.,),
es el de la -»vida apostólica, que la antigüedad cristiana había identificado con
la vida monástica, y que ahora (es decir después del concilio de Roma de 1059,
c. 4) viene propuesta también a los clérigos. Entendido, inicialmente, como
-»vida en común, el concepto de vida apostólica se ampliará poco a poco a lo
largo de los siglos XI-XII. Las nuevas Ordenes (Certosinos, Cistercenses,
Premonstratenses, etc.), y los capítulos canonicales instituidos después del
concilio de Roma, impulsaron fuertemente el objetivo de la vida apostólica,
añadiéndole la práctica institucionalizada de la pobreza individual.

Pero, a lo largo del siglo XII, a raíz del impulso de algunos grupos de
cristianos que pensaban que la pobreza individual, así como estaba
institucionalizada las Ordenes y capítulos canonicales existentes, no era
suficiente, se llegó a definir que una pobreza más radical, es decir la pobreza
comunitaria (-»Esteban de Muret, fundador de la Orden de -»Grandmont, el
cual veía en el -»trabajo manual la expresión natural de aquella pobreza
absoluta individual y comunitaria), era más evangélica (es decir, más en
sintonía con el ejemplo de Jesucristo). Tras la acción del ermitaño -» Roberto
de Arbrissel (†1116-7), la vida apostólica se enriqueció ulteriormente, pues
englobaba también la misión de la predicación itinerante y pobre confiada por
Cristo a los apóstoles (Mt 10,7s). De esta manera, comenzó la larga sucesión de
los -»predicadores itinerantes que, en el siglo XII, se entregaron a la «vida
apostólica según el evangelio» viviendo en penitencia, en pobreza y paz, que
ellos predicaban trasladándose de un sitio a otro, y contribuyendo para la
consolidación y propagación del ideal de vida apostólica como ideal para todos
los creyentes, también laicos.

Sin embargo, muy pronto emerge entre los predicadores itinerantes, un


movimiento de general contestación en contra de la Iglesia rica. La «vida
apostólica según el evangelio» constituye, por lo menos inicialmente, la razón
de ser de estos movimientos; no obstante, es exactamente ese tipo de vida la
238 5. FRAILES MENORES

que lleva la contestación a caer en la diatriba política para reformar a la Iglesia


mundaneada (Arnaldo de Brescia, †1154?) y en actitudes, por lo menos
aparentemente, herético-cismáticas: la verdadera Iglesia -decían- es la que aún
tiene a los sucesores de los apóstoles, siempre y cuando estos sucesores
pudiesen ser reconocidos no por la (¿sola?) ordenación y la misión
ininterrumpida, sino (también) por su vida verdaderamente apostólica según el
evangelio, pues si faltara eso, no serían verdaderos sucesores de los apóstoles.
En efecto, estos sucesores, según dice el evangelio, se reconocen por la
predicación practicada en pobreza, mendicidad e itinerancia. Las alternas
vicisitudes de estos grupos llegaron al tope en 1184 (en el sínodo de Verona),
cuando los -»Cátaros, los Arnalditas, los -»Humillados, los -»Pobres de Lyón y
los -»Valdenses fueron excomulgados.
A final de siglo XII y comienzo del XIII, la actitud de la Iglesia, muy
poco condescendiente hasta aquel entonces con estos movimientos, fue
cambiando gradualmente hacia llegar al reconocimiento del pleno derecho a
existir dentro de la Iglesia de estos grupos de pobres que iban constituyéndose
por motivos evangélicos y que soñaban con una Iglesia pobre, donde la
práctica del evangelio, por parte de los comunes bautizados, fuese también
reconocida como obra del Espíritu, al igual que la obra de los ministros
ordenados, y que se le atribuyera una función dentro del cuadro de la misión
mediadora ministerial de la Iglesia total.
Fue Inocencio III, sobretodo, quien entendió que la predicación
católica del evangelio para contrarrestar al suceso de los herejes (Cátaros, etc.),
habría logrado el objetivo si los predicadores hubiesen enseñado la verdadera
fe a través de la pobreza encarnada, a imitación del evangelio del Cristo pobre
y de los apóstoles. En efecto, en 1201, el papa abrió los brazos a los
Humillados lombardos, y en 1208 a los -»Pobres católicos de -»Durand de
Huesca; asimismo, en 1209-10, dio su aprobación (no sin antes superar algunas
dificultades) al programa de vida evangélica y apostólica de los «penitentes de
Asís», congregados alrededor de la persona de Francisco, un joven de
veintisiete años, los cuales, impulsados por la lectura del Evangelio sobre la
misión de los apóstoles (Mt10,1s) - como dicen las fuentes biográficas -
decidieron vivir en común y pobremente, pasando de ciudad en ciudad para
predicar la penitencia, trabajando y, cuando había necesidad, recurrían a la
«mesa del Señor». El f., y también el movimiento dominicano contemporáneo
(aprobado en 1215), vive católicamente todo lo que había sido reivindicado por
los Cátaros, los Valdenses, los Humillados. Había una sola diferencia: mientras
que los grupos «heréticos» proponían la vida apostólica según el evangelio
como único criterio para reconocer a la verdadera Iglesia y al verdadero
ministerio, éstos, al contrario, la consideraban como un conjunto de valores
esenciales para el cristiano a fin de poder vivir y propagar el evangelio entre
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 239

los hombres, es decir a fin de colaborar, aun sin recibir el sacramento del
Orden, sino tan sólo a raíz de la dignidad de bautizados, a la actuación de la
misión de Cristo trasmitida a toda la Iglesia católica. El buen éxito logrado por
s. Francisco fue asombroso, porque los movimientos de la pobreza evangélica
para una vida apostólica extendida también a los laicos, que hasta aquel
entonces habían quedado marginados, encontraron en el f., aprobado por
Roma, la más perfecta respuesta a su ideal.

2. Peculiaridad del evangelismo franciscano y su inserción concreta


dentro de la nueva Orden. – A pesar de todo, el f. se diferenció de los
movimientos anteriores por causa de la intensidad de la importancia dada a la
vida vivida totalmente según el evangelio a imitación de Cristo, de manera que
la forma vitae estaba determinada no por la vida apostólica, sino por la «vida
según el evangelio», que abarca, naturalmente, todos aquellos elementos. La -»
perfección que se buscaba no estaba más ligada a la exigencia de la vida
apostólica, sino a la vida evangélica, en el sentido de una total imitación de la
vida de Cristo.
Si el f., sin polemizar con la Iglesia ni con los adversarios de ésta (los
emperadores y los «herejes»), se tornó el terreno seguro para dar anchas a las
grandes aspiraciones en vista de una Iglesia pobre, penetró en todas las clases
sociales (y quizás, principalmente, dentro de la clase burguesa que estaba
naciendo); sin embargo, la Iglesia y la sociedad, en su conjunto, no
comprendieron que Francisco no enarbolaba la pobreza como el ideal supremo
o un medio absoluto y único para vivir el evangelio, más bien como un
llamamiento fuerte a ponderar como esenciales tan sólo los valores que hacen
posible llevar a cabo el sentido profundo religioso de la existencia humana, tal
como nos viene revelado en la vida del mismo Cristo.
La originalidad de la interpretación franciscana de la pobreza consiste
en su práctico testimonio de que la riqueza del hombre es tan sólo aquella de la
cual él toma conciencia al reconocer su propia pobreza humana como
necesidad de Dios: esta riqueza humana ha sido revelada bajo apariencia de
Reino de amor, de fraternidad y de paz, y ha sido brindada por Dios a quienes
se reconocen pobres y necesitados, y que motiva a amar a los pobres
(«distribuirles sus propios bienes») y a imitar a Cristo, es decir a rechazar
riquezas y honores, y a mendigar totalmente abandonado en la divina
Providencia.
La pobreza evangélica, consecuencia de la metánoia para la realización
del Reino de Dios entre los hombres, parece haber encontrado, en la pobreza
franciscana, su más perfecta concretización dentro de la Iglesia. La aspiración
de los bienes futuros del Reino, que ya se realiza en este mundo en la caridad
de Dios y del prójimo, postula una pobreza que no sea solo pura y radical
240 5. FRAILES MENORES

renuncia a toda posesión personal a los bienes terrenales, sino que debe ser
llevada a cabo: -1) en pro de los pobres (Rnb, 2; Rb, 2) y, -2) debe ser también
colectiva. Esta era la única manera como la nueva sociedad que emergía del
feudalismo, no sólo no se habría deparado frente a una jerarquía eclesiástica y a
Ordenes monásticas pudientes, solidarias, a pesar de su organización social y
caritativa, con el desorden que era producto negativo del feudalismo, sino que
habría entendido claramente que el criterio para la jerarquización de los valores
no debe ser más la riqueza, sino la puesta en obra del futuro reino de Dios,
viviendo acorde con el evangelio, como apóstoles pobres, penitentes e
itinerantes.
El -»trabajo manual y la mendicidad (en casos especiales, cuando el
trabajo no es suficiente) se tornan, pues, puros medios de sustento de los
pobres voluntarios. Trabajar sin exigir nada como retribución (Rnb 7 y 8) es el
medio normal de sustento (Rb 7 y 9). Sin embargo, trabajo y mendicidad para
subsistir representan, en aquel exacto período histórico en que nació el f., el
aspecto característico de las clases más humildes y más pobres de la sociedad
comunal: los «menores». De manera que el f. los abraza porque, en aquel
preciso momento histórico, constituyen el recurso más idóneo para alimentar
en sí mismo el espíritu de pobreza, la pequeñez, la humildad, el olvido de sí a
fin de testimoniar el evangelio «sine glossa» [sin comentarios, n.d.t.], para poder
seguir totalmente a Cristo, el cual es pobre no por desprecio de los bienes
creados por el Padre, sino porque todo lo espera de Dios y todo ofrece a Dios
en adoración y acción de gracias.
A la luz del Cristo pobre, el f. vive y considera la pobreza mucho más
que un puro medio de liberación para tornarse disponible: la pobreza
comunitaria y personal adquiere una significación «misteriosa», se torna una
(no la única: y bajo este aspecto el f. toma distancia de los movimientos
pauperísticos que le precedieron) de las realidades terrenales, a través de las
cuales se perpetúa en cada individuo y grupos el culto santificante ofrecido por
Cristo al Padre bajo el aspecto de vida pobre, humillada, totalmente abierta a la
acción del Padre en la historia.
La pobreza franciscana, además, es vida coherente con el sentimiento
evangélico de anonadamiento, en el que consiste verdaderamente la grandeza
suprema del hombre ante el sentido total de la vida, ante su futuro, que es Dios.
Por tanto, es un vivir con los demás, pero como «fratres minores», hermanos
menores dentro de la grande familia humana y cristiana. Es un vivir dentro de
un grupo fraternal, donde todos son «menores» y, por este motivo, el
responsable del grupo no es «superior» sino «ministro y siervo de todos los
hermanos» (Rb 8); dentro de un grupo en el que todos renuncian a los honores, a
sus propios intereses, al apego al cargo (que puede serle quitado: Rb 8) y
también a la misma cultura que, según la terminología medieval, «podría
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 241

extinguir el espíritu de oración y devoción» (Rb 5). Y cuando Francisco piensa


en la vida franciscana sobretodo como pobreza, la manifestación de su pobreza
lo lleva a nos apropiarse ni siquiera de la pobreza, y por eso declara que le ha
sido inspirada por el Señor (Test 3).

3. Importancia del evangelismo franciscano para la Iglesia medieval. -


En primer lugar, como se puede constatar en la famosa disputa suscitada por
los maestros del clero secular en contra de los mendicantes a lo largo del siglo
XIII, los franciscanos y los dominicos presentaron una nueva concepción de
Iglesia local o, como se acostumbraba decir en aquel entonces, de la
jurisdicción de los obispos. El f. (sobretodo por obra de s. Buenaventura),
contribuyó para el retorno a la visión universalista de la Iglesia, y a la
reafirmación del poder del papa sobre los obispos, y, naturalmente, de la
directa sumisión de las nuevas Ordenes al Papa. Pero, más allá de las
formulaciones jurídicas, tras el reconocimiento pontificio de estas Ordenes y de
su misión a lo largo y ancho de la Iglesia, independientemente de las
estructuras diocesanas y respectivas instituciones, dentro de la Iglesia vuelve a
darse la primacía a los ministerios o carismas no ligados rígidamente a
estructuras locales e instituciones: ministerios que podían, por sí mismo,
favorecer, después de la ruptura feudal, la abertura de cada una de las Iglesias
hacia la Iglesia-Madre de Roma, como también de las Iglesias las particulares
entre sí.
En segundo lugar, el f. ha ayudado a reflexionar que la Iglesia total es
la depositaria del evangelio, y no solamente las estructuras oficialmente
reconocidas, a las que Francisco, no obstante todo, pidió y obtuvo lo de no
estar obligado a entrar (1Cel 33; s. Buenav. LM 3, 9). Con eso se afirmaba, también,
que si la Iglesia es depositaria del evangelio, el evangelio, pues, es superior a la
Iglesia, y no está condicionado por las estructuras y funciones de la Iglesia,
más bien la crea constantemente y la renueva. La insistencia de Francisco en
querer vivir según el Evangelio y en no querer aceptar ninguna forma de vida
ya institucionalizada dentro de la Iglesia feudal, es lo que más «franciscano»
tenemos y absolutamente imitable en el ejemplo dejado por él a sus hermanos.
A ese respecto, s. Buenaventura afirma que, en 1209-10 (cuando se
produjo la primera aprobación oral), algunos cardenales de la curia levantaron
serias dificultades en contra de la aprobación del grupo de los penitentes de
Asís, a raíz de la «novedad» de la solicitud de Francisco (LM 3, 9). Y el mismo
s. Buenaventura, la 1Celano (33) y Clareno (Historia de las siete tribulaciones: I.
Döllinger, Beiträge zur Sektengeschichte des Mittelalters, II, Mónaco 1890, 492s) hablan de
los intentos de la curia para convencer a Francisco a entrar en una Orden ya
aprobada. No se quiere, y tampoco se puede afirmar que el evangelismo o
«perfección evangélica» sea algo exclusivo del movimiento franciscano.
242 5. FRAILES MENORES

La profesión de la «perfección evangélica» es el objetivo de las


fórmulas de profesión religiosa también de las demás Ordenes anteriores (Cfr.
Regla de S. Esteban de Mureto, Prólogo: PL 204, 1136; Cfr. también la fórmula de los
Premonstratenses, en Liber de Ordine habitu et professione canonicorum Órdinis
Praemonstratensis, sermo 8, n. 2: PL 214, 445). Sin embargo, estas fórmulas
mencionan o presuponen claramente a alguna de las reglas ya aprobadas (la de
Benito o de Agustín), y también las constituciones propias de las nuevas
Ordenes (Cfr. J. Dubois, Les Ordres religieux au XIIe siècle selon la Curie romaine, en RevBén
78 [1968] 283-309).
La novedad franciscana consiste en la voluntad de profesar una vida
religiosa que derive inspiración tan sólo del evangelio, y no de una institución
preexistente dentro de la Iglesia. Franciscano es todo aquello que, en los
recodos de este movimiento, con el progresar de la historia, es deseado y
experimentado no porque así está mandado en la regla, en las constituciones,
en el código de la Iglesia o por los ejemplos dejados por la joven Orden
franciscana durante su primer siglo, sino porque, de esta manera, si puede
testimoniar, en las distintas épocas, el evangelio de Cristo «sine glossa » [sin
comentarios, n.d.t.]. La persistencia de este espíritu dentro del f. da razón de lo
positivo que es el continuo renacer dentro del ámbito francisco, de las
corrientes interpretativas, aunque de reformas y de ramificaciones, mediante
las cuales se busca revivir y encarnar este espíritu franciscano acorde con esta
o aquella preocupación que más motiva a quienes suscitan estas corrientes y
reformas.
En tercer lugar, el f., en cuanto movimiento cuyos miembros se
preocupan sobretodo de la trascendencia de la divina palabra del Evangelio en
relación con las instituciones en las que se intenta encarnarla (y fue
exactamente éste, prescindiendo de todo juicio teológico, el mensaje más
válido de los -»Espirituales del siglo XIV), reafirma firmemente la
trascendencia del vínculo de la caridad entre todos los que, aunque
insertándose en esta o aquella forma institucionalizada de vida cristiana, o en
este o aquel ministerio ordenado, o también permaneciendo fuera de eso (los
laicos), están todos regenerados por la Palabra evangélica. Y con eso el f. deja
patente que, no solamente la ministerialidad o diaconía apostólica trasciende
los límites de los ministerios institucionalizados y de los grupos ya aprobados
(los «regulares»), sino que subraya también la dimensión evangélica del
servicio o ministerio de quienes, dentro de la Iglesia, ejercen alguna autoridad.
Dentro del f., los jefes son «ministros», pues su autoridad no se identifica con
la persona (como se daba dentro del monaquismo anterior), y por eso, no es
perpetua como era la del «Padre abad», sino electiva y temporánea.
La posibilidad de trasladar y encontrar un carisma (el carisma
«religioso») también fuera del ámbito de los límites institucionalizados (como
eran las Ordenes ya aprobadas, con regla y todo también aprobado), esta
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 243

visión «diacónica» de la vida cristiana hizo posible el sorprendente florecer de


la Tercera Orden, es decir el inicial reconocimiento del laicado dentro de la
Iglesia, como premisa para reconocer (lo que siempre ha sido) que también los
laicos están llamados a la santidad, a vivir como laicos el Evangelio.

4. El f. y el retorno devocional y místico a Jesús en la edad media. -


La devoción característica del f. es la que se dirige a la humanidad de Cristo: el
Niño Dios en el pesebre, el Cristo sufriente y crucificado, la intensa vida
eucarística en sí misma y, como complemento necesario de la devoción a
Cristo Jesús, la devoción a María. No obstante, se debe decir lo mismo que fue
dicho acerca de la pobreza y la perfección evangélica. El f. no inventó estas
devociones. Ellas ya existían en algunos ambientes, especialmente en los
monasterios (recordemos a s. Bernardo, que propagó el culto eucarístico y el
culto a la humanidad de Jesús; a -»Guillermo de S. Thierry; a la espiritualidad
monástica bizantina que cultivaba la devoción al crucificado, al niño de
Nazaret y a María, espiritualidad que estaba presente en el monaquismo ítalo-
griego). Francisco y sus discípulos se identificaron con ellas, las asimilaron y
divulgaron, tornándolas extremadamente familiares. (-»Espiritualidad
franciscana).

5. Aspectos personales de la experiencia religiosa de Francisco. - La


originalidad fundamental de esta experiencia radica en la harmónica fusión de
los dos elementos esenciales preexistentes, y que Francisco renovó
profundamente: el cristocentrismo y el evangelismo.
En primer lugar, Francisco se deja acaparar por Jesucristo como vía
hacia el Padre (Rb 1,25; 1CtaF 11), como salvación. Este cristocentrismo
tradicional se torna para él tan puro que jamás pierde de vista al Padre, del cual
Jesús es la manifestación (ibid, 14ss). El Cristo de su devoción es el Cristo
mediador del agustinianismo medieval; esta medianidad de Cristo, juntamente
con la grandísima atención llevada por Francisco a su humanidad, lo pone en
un justo equilibrio frente a la trascendencia divina, a lo absoluto de Dios
(constantemente mencionado en los escritos de Francisco), a la exclusividad de
Dios (Deus meus et ómnia [Mi Dios y mi todo, n.d.t.]), aunque estuviera convencido
de que la única trascendencia que nosotros podemos conocer es aquella misma
manifestada en el rostro humano del hijo de María. Por este motivo, brotan las
alabanzas a la grandeza, a la alteza, a la bondad de Dios y, al mismo tiempo, a
su humildad y paciencia (Cfr. «Carta a fray León»).
En segundo lugar, el ideal sumo de Francisco es la puesta en practica
radical del Evangelio («odorífera verba Dómini» [las olorosas palabras del Señor,
n.d.t.]: 1Carta 97) a lo largo de toda la vida, en la que, pues, el evangelio de la
misión de los apóstoles (Mt 10,5s) tuvo un innegable valor programático y
244 5. FRAILES MENORES

decisivo desde el comienzo (en 1208, en la minúscula iglesia de la


Porciúncula).
Este cristocentrismo, y su inseparable evangelismo, constituyen la
originalidad de la experiencia religiosa y mística que diferencian a la fundación
franciscana de las demás. Todos sabemos que no puede haber vida monástica,
sobretodo cristiana, que no sea contemporáneamente evangélica y
cristocéntrica. Sin embargo, Francisco no quiere otra cosa sino solamente ésta:
«Régula et vita Fratrum Minorum haec est, scílicet evangelium Dómini nostri
Iesu Christi observare...» [La Regla y la vida de los hermanos menores es ésta: guardar el
santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo...n.d.t.] (Rb 1).

6. Misión histórica del f.


Desde el comienzo, los hijos de s. Francisco emplearon conceptos
escatológicos para comprender y representar a sí mismo y a los demás la
naturaleza y el rol del movimiento franciscano, que se encuentran en el
fundador. Francisco es para su Orden, y también para toda la humanidad, el
ejemplar prototipo dado, providencialmente, por Dios para renovar y
perfeccionar la vida evangélica a fin de preparar el apocalipsis final. En medio
del galopante mal de la ultima etapa de la historia, el f. debe «renovar» la
perfección enseñada y practicada por Jesús y los apóstoles, para que los
cristianos y no cristianos puedan, otra vez, conocer e imitar al modelo copiado
y encarnado «sine glossa» por s. Francisco y sus seguidores (Jacobo de Vitry,
Epístola prima, escrita en Génova en octubre de1216: Cfr. Lettres de Jacques de Vitry,
presentada por R. B. Huygens, Leida 1960, p. 75-6; Epístola sexta, primavera de 1220: ibid. p.
131-3; Historia orientalis y 1Celano 2,1: AnalFranc X, 68).
La conversión de Francisco a la penitencia está marcada por el rechazo
de los antiguos valores mundanos y de la adopción de una vida radicalmente
evangélica como preparación al fin, al Reino de Dios; y esta vida evangélica,
renovada de esta manera dentro del f., viene predicada a través del ejemplo y
palabras, a fin de que los demás puedan adherir a la pobreza y a la fraternidad
de los que están unidos por el amor evangélico.
No es fácil entender cómo, en la hora del encuentro de los franciscanos
con el joaquimismo, se produjo la inserción de este rol escatológico del f. en la
teología de la historia de la salvación. Según la opinión de algunos estudiosos,
el Hexaëmeron de Buenaventura diría que todos aquellos que, en la hora sexta
(la cual sería la penúltima), siguen a Francisco y observan la Regla, éstos
constituyen la Orden franciscana institucionalizada; los que, al contrario, hayan
o no profesado la regla de Francisco, siguen al Poverello en los admirables
ejemplos de su vida heroica y alcanzan, como él, la séptima etapa de la historia
de la salvación, es decir son «signados» por el Seráfico de Asís identificado
con el Cordero del sigilo del Apocalipsis, y constituyen el Ordo futurus
franciscano, no en el sentido de Orden institucionalizado (Ordo Minorum), sino en
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 245

el sentido de grupo espontáneamente entregado y llegado a un cierto estado de


vida.
Dicho con otras palabras, el f. institucional, a través de s.
Buenaventura, se identificaría con la fiel observancia de la Regla bulada de
Francisco, auténticamente interpretada por los Papas, mientras que la imitación
del heroísmo de Francisco estaría dejado al fervor personal de cada cual. Pero,
no importa cuál pueda ser la interpretación exacta del Hexaëmeron
buenaventuriano, y el fundamento histórico de la disidencia existente entre las
corrientes interpretativas del f. dentro de la Orden cuando Buenaventura
asumió el generalato (1257), pero es cierto que la preocupación por definir el
sentido de la misión del f. nació de la evidente penetración de la Orden en la
vida religiosa y en los fermentos culturales occidentales desde que empezó a
existir.
Lógicamente, se empezó a hablar de una espiritualidad franciscana, de
una escuela franciscana, de una predicación franciscana, de misiones y obras
evangelizadoras franciscanas, y también de literatura, ciencias, arte
franciscana, en la medida en que el f. se hacía presente en los distintos aspectos
de la vida social con su propia concepción de vida y de trabajo, de la dignidad
de la persona, de su manera de entender el mundo. En las páginas que siguen
presentaremos algunos aspectos de estas realizaciones franciscanas.

II. EL F. HISTÓRICO EN LOS DISTINTOS ASPECTOS Y


SECTORES DE LA VIDA RELIGIOSA Y SOCIAL DE LA
IGLESIA

1. Espiritualidad y santidad dentro del f. - Por espiritualidad


franciscana, entendemos el conjunto de las sucesivas expresiones doctrinales
espirituales que se remontan a las palabras y hechos de Francisco y a las
primeras fuentes autorizadas del franciscanismo, pero no para repetirlas al pie
de la letra, más bien para volver a expresar lo que se propusieron manifestar
acerca de la característica manera de vivir y de sentir el evangelio, que debe
animar a todos los seguidores de Francisco.
En el caso del f., la unidad de la espiritualidad franciscana no está
constituida solamente por una continuidad de relación entre las sucesivas
formulaciones doctrinales y la intencionalidad de las primeras fuentes
franciscanas. Por motivo de las sucesivas ramificaciones franciscanas (es decir
las distintas tendencias interpretativas del f. al comienzo, y las divisiones de las
distintas familias después), la unidad de la espiritualidad franciscana se
reconoce, también, por la presencia eficaz simultánea de la intencionalidad de
246 5. FRAILES MENORES

aquellas fuentes, interpretadas a la luz de la realidad franciscana del primer


siglo, dentro del pluralismo simultáneo de sus formulaciones doctrinales. Es
lógico que, a raíz de este pluralismo de interpretaciones y realizaciones, se
debe dar la primacía no a una consideración diacrónica sino a una exposición
sincrónica de los acontecimientos y actitudes, sin negar cierta utilidad en los
intentos de caracterizar a «la» espiritualidad franciscana de todos los tiempos y
lugares.
Es extremadamente importante, pues, para la formulación y
comprensión de la espiritualidad, conocer la vida santa de Francisco y de los
numerosos santos y santas franciscanas, pues aclara cuál era la intención
constante del fundador y de sus hijos: desde s. Francisco, a s. Antonio y s.
Buenaventura (OMin), s. Juan de Capistrano y s. Jaime de la Marca (Obs), s.
Félix de Cantalice y s. Lorenzo de Bríndisi (Cap), s. Pedro de Alcántara y los
Mártires de Nagasaki (Desc), s. Leonardo de Puerto Mauricio y s. Carlos de
Sezze (Ref), s. José de Cupertino y s. Maximiliano Kolbe (Conv); y también s.
Clara, s. Coleta, s. Verónica Giuliani (Clarisas), el b. Raimundo Lulio y el b.
Contardo Ferrini (OFS).
La espiritualidad se formula llevando en cuenta también lo propio que
la experiencia Franciscana ha aportado a la teología católica a lo largo de los
siglos, como momento teórico de la vida de fe en la Iglesia. A este respecto,
recordaremos que las principales características, de las cuales es costumbre
hablar, y que están perfectamente relacionadas entre sí, son la centralidad de
Cristo, el primado del amor y la carga mística. En efecto, el primado
cristocéntrico se manifiesta en la persistente consideración sobre los hechos de
la vida terrenal de Jesús, donde el f. percibe que el amor es la suprema
actividad religiosa humana (el primado franciscano del amor) porque, en la
escala de las realidades del mundo, él representa en Cristo la realidad donde el
mismo Amor de Dios, en sí, ha querido manifestarse realmente, aunque
veladamente («in misterio»), es decir que el Amor no es solamente principio de
la creación sino del mismo dinamismo trinitario ad intra (misticismo
franciscano).
La exaltación de la «sabiduría única», empezando por s. Buenaventura,
quien fue su tenaz defensor, es recurrente en el franciscanismo como búsqueda
de aquel conocimiento, al cual no falta, por cierto, el elemento intelectual, pero
que su principal cometido es sobretodo permitir que descubramos, en cada
realidad y en cada conocimiento de la realidad, esta presencia real y patente de
lo divino que nos viene de lo alto (Cfr. sobretodo el De reductione artium ad
theologíam, de s. Buenaventura [Acercamiento de la ciencia a la teología, n.d.t.]. Este amplio
contacto experimental sapiencial y amoroso con Dios en Jesucristo, presupone
una sólida preparación ascética frecuentemente identificada, a raíz de un
incomprensible y, a la vez, inaceptable equivocación, como el ideal del f.,
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 247

mientras que, también desde el punto de vista psicológico, esta pobreza es la


consecuencia lógica, refrenante y limitativa, soportada por el apetito de los
sentidos, cuando la vida se centra amorosamente hacia un significado
trascendente.
Así como la ausencia de toda clase de ascesis, y el apaciguamiento de
los sentidos nunca satisfechos es el resultado de una «desviación» (según
enseña Buenaventura en De misterio Trinitatis, 7, 2, ad 8: V, 109) derivada del hecho
que el hombre se ha contentado con lo que percibe con sus propios sentidos y
ha olvidado o quizás negado un sentido superior a la propia vida humana en el
mundo; de igual manera, la grande fascinación de la trascendencia, que se ha
manifestado (mediante la fe en la aceptación del evangelio) al hombre en el
mundo, conlleva, en la medida en que el hombre bajo la gracia se entrega, una
praxis ascética cada vez más radical. Por eso, el amor cristocéntrico
franciscano por Jesucristo se aleja de la tradición agustiniana y bernardiniana
(centrada sobre el Cristo humillado) como amor especial por el Cristo
crucificado y pobre; esta es la razón del puesto central que ocupa la Cruz, la
cual, en la mística franciscana, ilumina el pasado misterio de Cristo y su
perpetuación sacramental actual en la eucaristía. Eso explica cómo,
posteriormente, la espiritualidad franciscana haya provocado y recibido
influencia en relación a la doctrina espiritual de los místicos alemanes, belgas e
ingleses (Taulero, Ruusbroec, Herp, Canfield), y en relación a la «devoción
moderna».

(Para las distintas realizaciones históricas de la espiritualidad y santidad


franciscana, véanse: -»Espiritualidad franciscana, -»Capuchinos, -»
Conventuales, -» Franciscanos, -»Frailes Menores, -»Alcantarinos, etc.).

2. El f. y los estudios. - Francisco pensaba que los estudios podrían


tornarse un peligro para la piedad si tornan insensible el corazón y no hacen
crecer el amor. Por otro lado, él reverencía a los verdaderos teólogos: «y
debemos honrar y tener en consideración a todos los teólogos y a los que nos
administran las santísimas palabras divinas, como a quienes nos administran
espíritu y vida» (Test 13). El f., desde un principio, se dedicó instintivamente a
los estudios eclesiásticos. Alrededor del año 1250, la Orden ya contaba con
más de 50 ‘Estudios’. Los maestros franciscanos se tornaron pronto unos de los
más destacados. Ellos sabían muy bien que, después de haber elegido a Cristo
y a su Evangelio, el estudio es una verdadera ascesis hacia la paz del éxtasis,
porque se nutre y se acompaña con alegría, admiración y maravilla por causa
de la mística realidad del Dios veladamente presente en cada cosa y en todo
conocimiento (Cfr. todo el Prólogo del Itinerarium mentis in Deum de s. Buenaventura).
248 5. FRAILES MENORES

Determinante para el ingreso del f. en el mundo académico, fue la


institución de Estudios en propio en las más importantes universidades de
aquel entonces. Históricamente, la cronología de la escuela franciscana
presenta tres etapas, de las cuales la más importante es, sin lugar a duda, desde
un punto de vista del f., la de la antigua escuela franciscana, casi
contemporánea a s. Buenaventura y desarrollada en Bolonia, París y Oxford:
- en Bolonia, primer estudio franciscano (1223-4), s. Antonio de Padua (el
Doctor evangélicus), de formación agustiniana, introduce los franciscanos en el
agustinianismo;
- en París, Alejandro de Hales (1236-45) empezó a dar un carácter franciscano
a la tradición agustiniana, echó mano de algunos elementos aristotélicos y
formó a la primera generación de franciscanos: los maestros Juan de la
Rochelle (1238-45), Guillermo de Melitón (1245-53), s. Buenaventura (1253-7,
período de su enseñanza en París);
- en Oxford, Roberto Grossatesta (1229aprox.-35) formó a los regentes del
clero secular Roger de Wesham (1236-8) y Thomas de York (1238-47) y
sobretodo a Adam de Marsh (1247-50), el primer franciscano responsable de la
escuela de la Orden en Oxford, escuela que cultivó la filología y las ciencias, la
primera metafísica autónoma de la escolástica donde el agustinianismo no fue
sacrificado por los elementos provenientes del aristotelismo y del
neoplatonismo.
La escuela franciscana media comienza con Buenaventura (regente en
París en 1253-7), al que sucedió Gilberto de Tournai (1257-60). A lo largo de
este período, que va hasta Escoto, Buenaventura marcó el pensamiento
franciscano con su política escolástica como general de la Orden (1257-74)
pero sobretodo con su magistral síntesis franciscano-agustiniana a través de los
elementos doctrinales elaborados en la célebre compilación llamada Summa
halesiana, y también con su participación, indirecta y directamente, en las
disputas de aquel tiempo.
Por obra de Escoto, y su genial enseñanza universitaria, aunque por
corto tiempo (1303-8), comienza la época de la escuela franciscana reciente,
donde los maestros más destacados (Buenaventura y Mediavilla) son relegados
en segundo plano por el escotismo, el cual se tornó, poco a poco, la tradición
más fuerte y más amplia dentro del f. de los siglos siguientes. Ockham y su
escuela (sobretodo en Oxford, y también en París por algún tiempo, y en la
mayor parte de las universidades alemanas de nueva institución) contendio el
monopolio al escotismo; sin embargo, éste se afirmó también después de la
reforma protestante, cuando Escoto obtuvo el puesto de Doctor oficial dentro
de la Observancia (1597), mientas que s. Buenaventura continuó y tuvo un
revival «renacimiento», sobretodo a raíz de la reforma de los Capuchinos
(1526-8) y en el colegio de s. Buenaventura, instituido por Sixto V (1587) para
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 249

los Conventuales, que, afinal, ellos también acabaron dando la primacía a


Escoto.
En estos ultimos años, se oye hablar muy frecuentemente de la teología
franciscano-agustiniana, de su orientación mística y del acercamiento al hecho
salvífico. En lo que se refiere al problema de caracterizar esta teología,
actualmente se intenta afirmar que la teología de los franciscanos es
franciscana porque su estilo radica en la búsqueda de una consonancia entre
algunos rasgos fundamentales de s. Francisco y las concepciones altamente
desarrolladas por el agustinianismo, especialmente con sus síntesis
características en el área filosófica. No es, por tanto, la común profesión de una
cierta cantidad de tesis lo que constituye a la escuela franciscana, más bien este
espíritu.
Algunos aspectos típicos caracterizan a la teología franciscana de los
siglos XIII-XIV, y de alguna manera, a raíz de sus motivos inspiradores, a la
teología de los siglos siguientes hasta nuestros días:
a) la teología franciscana piensa según las categorías personalísticas (el
primado de la voluntad; el resaltar la voluntad de Dios, el primado del amor), y
por eso también bíblicas e histórico-salvíficas (concepto buenaventuriano de la
teología sapiencial como estudio de la S. Escritura, sirviéndose de la filosofía
como medio práctico más que especulativo, no solo como mediación sino
como vía para la salvación; la preferencia de Oxford por la exégesis; el hombre
ante Dios, para los franciscanos, es el hombre concreto-existencial, este
hombre pecador y redimido, no el hombre en sí; la especulación, en teología, es
explicitación del orden salvífico y de lo divino velada, pero realmente presente
en la creación y en la historia): en todo eso, s. Francisco se presenta orientado
hacia la imitación de Jesucristo, que anuncia tan sólo la perfecta observancia
del evangelio, y que no pone exigencias especiales, porque él se relaciona
solamente con la S. Escritura;
b) la teología franciscana ve a Dios sobretodo como Amor (la Trinidad,
considerada por s. Buenaventura a partir del Amor; según Escoto, no sólo el
Espíritu Santo, sino Dios es «formaliter cáritas», «dilectio per essentiam»
[esencialmente amor, el amor por esencia, n.d.t.]; el amor es el fundamento más
profundo de la actuación divina; la salvación es asociación amorosa del
hombre con el ser divino) y como Trascendencia (libertad divina:
incomprensibilidad divina y culta ignorancia del hombre; las criaturas son
buenas porque Dios las quiere; Dios es libre frente a lo que ha creado, sin
embargo actúa tan sólo por amor y tan sólo según su propia esencia, que es
amor). En esto también, trasluce la herencia de Francisco (el Cántico de las
criaturas: «Altísimo, omnipotente, buen Señor...»);
c) la creación es vista bajo la luz de una mirada positiva (ejemplarismo
y simbolismo buenaventuriano; la creación es considerada como el «libro» en
250 5. FRAILES MENORES

el que el pecador, iluminado otra vez por la S. Escritura, reconoce y puede


encontrar a Dios). Aquí, también, se refleja la actitud de Francisco que,
iluminado por la gracia, descubre la dulzura latente en las experiencias amargas
de la vida («Aquello que [ante de la conversión] me parecía amargo, se me
tornó en dulzura de alma y cuerpo» (Testamento de s. Francisco, 3), y empieza a
establecer una nueva relación con todas las criaturas, pues en ellas se puede
encontrar a Dios: todas son sus hermanos y hermanas;
d) el cristocentrismo ha encontrado, en la escuela franciscana, su
máxima exaltación: Cristo, no solamente como Verbo eterno, sino como Verbo
Encarnado, «tenens médium in ómnibus» [el eje de todas las cosas, n.d.t.] es, para
Buenaventura, centro, medio y mediador de todo conocimiento teológico, es
centro de la S. Escritura y del universo creado; esta centralidad se presenta
como doctrina de la predestinación absoluta de Jesucristo (doctrina que, en
Escoto, ha alcanzado una demostración culminante). También para Francisco,
fuera de Cristo no hay vida;
e) la humanidad de Cristo es respetada en toda su integridad y realidad
hasta los límites de lo posible en la teología franciscana y, en particular, por
Escoto (definición negativa de la personalidad humana; «duo esse existentiae»
[hay dos existencias, n.d.t.] en el Verbo Encarnado, y también «duae filiaciones»;
negación de la estricta infinidad de los merecimientos de Cristo a raíz de la
finitud de su naturaleza en la que el Verbo Encarnado ha padecido; culto de
María y defensa de su Inmaculada Concepción). Por cierto, todos conocemos el
culto especial que Francisco tributó a los misterios de la humanidad de Cristo
(Greccio 1223, Alvernia 1224).
Hoy día las preocupaciones hermenéuticas y críticas, presentes con
razón en la cultural actual, requieren una mayor exactitud de este tipo de
esquematización. En efecto, las preocupaciones hermenéuticas y críticas
tienden a considerar los constitutivos de la teología franciscana medieval (a la
que se refiere la posterior) como elementos en movimiento. De manera que, la
repetición servil o equivalente de las fórmulas y de las tesis de la teología
franciscana medieval resulta, hoy día, del todo imposible y sin sentido. Todo
eso realza aun más la dificultad (aunque se reconozca su utilidad) de construir,
en la actualidad, una teología llamada franciscana a la que, sin embargo, no le
faltan emotivas manifestaciones, como los escritos de los franciscanos Visen,
Soiron, Longpré, Veuthey, Gerken; y de los no-franciscanos Adam, Wilson,
Urs von Balthasar, Ratzinger.

3. La predicación franciscana. - La predicación fue entendida por s.


Francisco como la manera práctica a través de la cual Dios le pedía, a él simple
laico bautizado, meterse en el camino del seguimiento de Cristo y participar de
la misión que Él había encomendado a toda la Iglesia. La predicación
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 251

medieval, vista por Francisco en el contexto evangélico cuando Cristo envía a


los apóstoles a predicar, viene sometida, por obra del f., a una profunda
transformación. Francisco, de alguna manera, la separa de la liturgia (que era
casi siempre incompresible para el pueblo, en aquel entonces), la libera de los
esquemas de los profesionales, a fin de encarnar el evangelio en la vida
concreta de la comunidad cristiana y acercar a Jesús a las conciencias de cada
uno singularmente: Francisco predica la penitencia en vista del Reino de Dios.
Nace así la predicación dialógica, que él entabla con los cristianos que
encuentra por los caminos, después viene la anedóctica hecha de parábolas
dirigidas a los grupos (por ej. delante del papa y cardenales: Cfr. 1Cel 33), y
posteriormente, los medios de comunicación (idioma, mímica, expresiones
sentimentales, canciones, representaciones escénicas, etc.), que sintonizan con
la vida del auditorio y lo capacitan para comprender el mensaje evangélico,
descubriendo el sentido para la concreta existencia cotidiana.
Además, hay pobreza de contenido a fin de no hacer prevalecer la
sabiduría humana sobre la palabra evangélica y no permitir que el Espíritu, que
está presente en él y en los oyentes con toda su realidad de hombres del siglo
XIII, quede amordazado tras las sutilezas conceptuales e ideológicas y tras
estructuras formales. Fue, de verdad, una palabra nueva para la nueva sociedad
de aquel siglo. De allí surgió la predicación mendicante popular y en lengua
vulgar del Dos y Trescientos, que abarca no solo el área estrictamente
«sagrada», y a la cual contribuyeron también los doctos (especialmente
Buenaventura) a través de la predicación escolástica teológica, sino inspirada,
según el estilo franciscano, a considerar el amor, la vida y el futuro del hombre,
que tiene como paladines los numerosísimos predicadores populares
franciscanos (Antonio de Padua, Conrado de Sajonia, Hugo de Digne, etc.).
(Para más detalles: -»Franciscanos, y: -»Capuchinos, -»Conventuales, -»Frailes Menores).
Las dificultades actuales para la predicación franciscana son análogas a
las indicadas acerca de la teología franciscana.

4. Las misiones franciscanas. – Cualquiera que haya hecho propio el


mandamiento de Cristo, y que a eso subordina todo para dedicarle todas sus
energías y cada instante de su vida (1Cel 22), como hizo Francisco, ve que los
caminos del mundo se abren delante sí y que puede recorrerlos para anunciar el
evangelio.
Entre todos los demás fundadores, Francisco fue el primero a incluir en
su regla un capítulo específico sobre las misiones (Rnb XVI, de 1221; Rb XII, de
1223), y fue el primero, en la época de las cruzadas y, por cierto, en tiempo de
lucha armada, en querer una misión de paz y a dialogar con los Sarracenos y su
jefe, el sultán de Egipto. La ‘forma vitae’ franciscana de predicación, pobreza,
piedad, espíritu de fraternidad, fue transplantada, con algunas adaptaciones, en
252 5. FRAILES MENORES

tierras de misión. Este transplante tiene su evidente manifestación en las


innumerables iglesias y conventos dedicados a s. Francisco y demás santos
franciscanos, esparcidos por el mundo misionero, y en territorio americano en
aquellas ciudades que, antiguamente, habían sido base misionera con aquellos
nombres: Los Ángeles o S. María de los Ángeles, San Francisco, San Antonio,
Santa Clara, San Bernardino, San Diego, etc. (Para más detalles, Cfr. las voces:
-»Franciscanos y -»Frailes Peregrinantes).

III. INFLUENCIA SOCIAL Y CULTURAL DEL F.

El comportamiento concreto y cualquier otra manifestación religiosa


exterior, mediante los cuales se expresaba el evangelismo integral del f.
naciente (pobreza, trabajo y mendicación, «minóritas», itinerancia,
glorificación de la paternidad de Dios experimentada como fraternidad
universal con la humanidad y con toda la creación) se referían claramente a
experiencias humanas dolorosas de aquel siglo, y comportaban, como
condición, una visión radicalmente nueva y revolucionaria de todos los
aspectos de la vida. Este fue el motivo de las amplias resonancias de orden
social y político del f., el cual, aun siendo poseedor de la herencia mística y
ascética acumulada a lo largo de más de un siglo, y aún haciendo parte de los
movimientos evangélicos y pauperísticos de aquel tiempo, fue visto por sus
contemporáneos como algo totalmente novedoso, por dos motivos:
- en primer lugar porque, a diferencia de aquella herencia, el sentido dado por
el f. naciente y la manera concreta como la realizó, requerían y llevaban, casi
sin quererlo, a una profunda transformación de la sociedad en pro de las clases
más doloridas y oprimidas por las estructuras sociales y políticas de aquel
entonces: el proletariado ciudadano y el campesinado. La pobreza evangélica y
la humildad («frailes menores») no fueron propuestos por Francisco como ideal
para estas clases sociales. Él predicó la paz y la leticia, que son frutos
abundantes del amor de Dios y del prójimo, amor que, por cierto, estaba
maniatado por el apego a la riqueza y por la sed de poder, que constituyen el
origen de la crisis política y social y, naturalmente, de tantos sufrimientos para
el pueblo que acababa de liberarse de la esclavitud;
- en segundo lugar, el f. pareció a sus contemporáneos como algo nuevo
porque, a diferencia de los demás movimientos, alcanzó un real suceso debido
a que Francisco pensó que, aquel cambio purificador, no podía darse en contra
o fuera de la Iglesia, único puerto seguro de aquel evangelio y de aquel
gobierno que dirige y conserva, bajo el soplo invisible de Cristo, todo esfuerzo
cristiano de renovación de la vida humana a la luz de los requisitos del
evangelio: siempre respetuoso y sumiso a la Iglesia, Francisco reformó también
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 253

a la iglesia con su ejemplo y su palabra de paz, involucrándola en la renovación


de la sociedad a partir de los requisitos del evangelio.

1. El aporte personal de Francisco a la sociedad del siglo XIII. - Para


poder identificar mejor el carácter histórico de esta influencia, es necesario
remontar a la esencia de los dos sistemas sociales contrapuestos que existían en
el siglo XIII, es decir el feudalismo y la burguesía comunal, y averiguar
también cuál fue la influencia y la resonancia que esta lucha tuvo sobre los
distintos movimientos religiosos de aquella época. En efecto, el f. no pudo no
constatar, en sus propios presupuestos religiosos, un fragrante rechazo no
solamente de la absurdidad del sistema feudal, sino también, y quizás aun más,
del espíritu burgués de la sociedad comunal.
Todos los demás movimientos, nacidos como directa reacción contra
las condiciones y circunstancias sociales, se pusieron directamente en contra
también de la propia Iglesia, exactamente porque su ordenamiento y su vida
religiosa estaban estructurados según el sistema feudal que ellos mismos
contestaban.
Por otro lado, aquellos surgieron también como una consciente y clara
contestación de la nueva visión de la pobreza, que iba tomando cuerpo en
oposición a la corriente feudal: visión de la pobreza que, subordinando la
persona a los bienes (tal como, anteriormente, ella iba de brazos con la clase
social: la nobleza) y desembocando en la forma social burguesa, fuertemente
egoísta y materialista, ocasionaba graves problemas a la vida religiosa y a sus
presupuestos. Cuando Francisco, después de su conversión, entendió, a raíz de
la lectura del Evangelio (1Cel 22), que debía predicar el evangelio en pobreza y
oración, él, quizás sin darse cuenta, se unía a las ideas religiosas propugnadas
por estos movimientos religiosos. Pero, lo hacía partiendo únicamente del
evangelio y no de un propósito contestador y revolucionario. En efecto, en los
documentos históricos no hay ninguna huella de eso. Su conversión fue una
vuelta radical hacia Dios, y tuvo como consecuencia la relativización (hasta la
expropiación) del concepto de propiedad.
Si los demás movimientos ejercieron o no alguna influencia sobre él,
las fuentes históricas no lo dicen; sin embargo, el hecho que Francisco no se
puso en contra de la Iglesia y de la sociedad, ni mucho menos hizo propias las
ideas que alimentaban y justificaban las contestaciones anti-eclesiásticas de
aquellos movimientos, todo parece indicar, más bien, que Francisco quiso
evitar, intencionalmente, dejarse influenciar por ellos.

Los elementos principales, sobre los cuales Francisco más hizo


hincapié, resumidamente son los siguientes:
254 5. FRAILES MENORES

a) La pobreza. En un momento histórico, en que la sed de riqueza es


sentida por el proletariado urbano como causa de tanta miseria humana,
empujado por el evangelio hacia la absoluta imitación de Cristo, en Francisco
nace espontáneo el deseo de renuncia total a toda clase de posesión, hasta dar a
sus bienes y a su uso un valor totalmente condicionado al solo sustento de la
vida y al ejercicio de la mendicación (la limosna): el hombre total, proyectado
hacia el reino futuro de los cielos, no puede encontrar ningún fundamento de
seguridad en un contrato o en cualquier otro bien material. A partir de este
punto de vista, se excluye la condena maniquea de los bienes y de las
transacciones, y se adquiere una manera nueva de considerarlas: y eso, no
como consecuencia de una teoría socio-económica (Francisco jamás cuestionó
al problema ético de la licitud de la propiedad en sí misma), más bien de la
preocupación escatológica de un hombre que ve ya realizado, en Cristo pobre y
crucificado, el ideal que se deberá alcanzar al final de la vida temporal.
b) La persona humana. Para Francisco, el metro de la dignidad de la
persona humana no es la posesión de bienes o la clase social, a la que se
pertenece, sino la naturaleza humana y la hermandad universal, proclamadas
por Cristo en sus comportamientos sociales y en sus oraciones de glorificación
de Dios como Padre nuestro.
c) Relación con la autoridad. Además, estos ideales religiosos
postulan, como presupuesto y condición de una real imitación de Cristo y para
la edificación del Reino futuro, un nuevo modelo de relaciones entre los
miembros de la sociedad y la autoridad, una nueva apreciación del valor de la
humana fatiga dentro de la sociedad: la autoridad hace parte integrante de la
amplia noción de servicio (los superiores franciscanos son «ministros»). De
esta manera, Francisco, sin haber programado ninguna reforma de la sociedad
civil y eclesiástica de entonces, más bien a través de su integral adhesión al
Evangelio, encarnó en sí mismo, en su fraternidad y en la multitud de laicos
Terciarios un ideal de vida que contribuyó a resolver los difíciles problemas de
los sistemas sociales y religiosos del siglo XIII.

2. El aporte de la comunidad franciscana a la sociedad del siglo XIII. -


La comunidad franciscana, con el propósito de responder al impulso
evangélico recibido de Francisco, presentó, a través de su estilo de vida, una
concepción social que podríamos llamar «franciscana», y cuyos elementos
esenciales se manifestaron bajo cuatro características:
a) Nueva concepción de las instituciones. En primer lugar, en el f.
naciente las estructuras sobrevienen porque ellas sirven para asegurar al grupo,
que se formó espontáneamente por la comunión de afectos y de ideales, la
inserción en la misión de Cristo, que se efectúa dentro de la Iglesia.
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 255

La fraternidad, agrupada espontáneamente alrededor de Francisco,


como servicio en el amor, no nació como una abierta y premeditada oposición
al feudalismo y a la Iglesia de estilo feudal, sino movida por el evangelio de la
caridad, como respuesta religiosa a las exigencias altamente humanas. La
fraternidad franciscana, pues, se da a sí misma una estructura jerárquica, una
regla y también un esbozo de derecho penal, y solicita el reconocimiento
canónico por parte de la sociedad eclesiástica; sin embargo, ella no nace de
todas estas cosas. Por este motivo no se siente atada. Al contrario, examinando
los hechos, resulta que todos estos elementos aparecen en el f. como una señal
de la relevancia social o comunitaria del amor fraternal que, por causa del
evangelio, une a los discípulos de Francisco: un amor supuesto y requerido por
aquella señal que se llama institución. De esta manera, cada uno, dentro de la
comunidad, se siente a gusto como en su propia casa, en su propia familia, en
un ambiente maternal, como dice s. Francisco (Rb 6). Las instituciones, por sí
mismas, no engendran fraternidad, más bien la expresan. Si Francisco no quiso
aceptar, para la comunidad que acababa de constituirse, una forma de vida ya
codificada, y si posteriormente aceptó que ella misma se concediera unas
instituciones rudimentales y alguna norma, ciertamente lo hizo en nombre de
las exigencias evangélicas: pero, haciendo eso, él se oponía, sin saberlo, a las
concepciones de la sociedad, que empapaban al estado, a la iglesia y a las
Ordenes religiosas.

b) La minoridad. Una segunda característica de la primera fraternidad


franciscana es la «minóritas»: esta, también, fue asumida bajo el empuje
evangélico; sin embargo, sin quererlo, se tornó una crítica indirecta a la
división de clases de la sociedad de entonces, y a la visión exasperadamente
jurídica de la sociedad.

c) La pobreza. La comunidad franciscana es pobre, como pobres son


los hermanos a quienes el amor impele a convivir con ella. Y de esta manera, el
evangelio vivido por esta fraternidad indica a la sociedad que para la paz y la
tranquilidad humana, no solamente cada uno individualmente sino toda la
sociedad debe atribuir a las riquezas un valor relativo, a fin de no agotarse en
una ilimitada sed de ganancias y de consumos.

d) La libertad. Otro elemento esencial de la fraternidad franciscana


del Doscientos es la libertad, porque para quienes se aman, el sentido de la
comunidad reside en el recíproco reconocimiento público del propio hermano
aceptado y buscado por causa de su individualidad, singularidad y unicidad: la
fraternidad franciscana, a final, enseña a la sociedad que tan sólo cuando hay
amor hay libertad, y se realiza la humanidad.
256 5. FRAILES MENORES

Francisco no quiso que sus frailes opinaran en contra de la situación


social y religiosa de su tiempo (Rb 2 y 3). Sin embargo, él no se conformó con
ella, y brindó a los hombres de su tiempo una mentalidad que deriva de una
total entrega al evangelio, y de esta manera, contribuyó también al cambio de
los desajustes sociales causados por las estructuras feudales y por la naciente
burguesía. El rechazo de tierras, de diezmos, de rentas y prebendas es, por
cierto, rechazo sobretodo y tan sólo, de la tiranía y de la injusticia provocada
por el dinero: y este segundo rechazo vale más que el primero.

3. Influencia de s. Francisco y del f. en el arte y literatura. - Muchos


estudiosos y críticos del arte (Thode, Muht, Vaussard, Lafenestre, Mâle, Renan, que
llamó a s. Francisco «el padre del arte italiano»: François d’Assise, en Nouvelle
études religieues, París 1884, p. 337) han enaltecido la influencia de Francisco y del f.
en el campo de las artes figurativas. Eso deriva del hecho que Francisco,
dejándose penetrar totalmente, de manera nueva, por el evangelio y por el
cristianismo, presentó una nueva materia interior para ser expresada en las
obras de arte.
El grande salto que se dio en el arte italiano del Dos y Trescientos, fue
preparado por muchos factores, no cabe duda. Sin embargo, uno de ellos, y por
cierto entre los más importantes, fue la predicación nueva de s. Francisco a
través de su renovado amor por la naturaleza, manifestado líricamente en
dichos y hechos y en algunos aspectos y comportamientos característicos de su
vida, asumidos por la tradición. La mayoría de las veces, empezando por
Giotto y otros en los siglos siguientes, se percibe que, cuando se trata de
reproducir estos episodios o sentimientos de Francisco, el artista no se deja
llevar tan sólo por la belleza, sino por la voluntad de idealizar también el sueño
de amor, de belleza y de armonía que existe entre Dios, el hombre y la creación
que Francisco predicó a través de la palabra y con el ejemplo de su vida. (Para
más detalles sobre la arquitectura franciscana -»Mendicantes. Para el arte en general, Cfr. las
demás voces franciscanas).
Para la literatura, basta recordar que la historia de la literatura italiana
tiene en Francisco a su primer nuevo poeta de grande valía (el Cántico de las
Criaturas).

4. El f. y los tiempos modernos. - A partir de esta breve síntesis y de


los frecuentes reenvíos a la evolución posterior de los distintos aspectos del f.,
alguien podría pensar que, análogamente al amplio y complejo movimiento
religioso del medioevo, también el aspecto más creativo y característico del f.
haya agotado su historia más gloriosa en el lapso de tiempo que va desde el
siglo XIII hasta el siglo XIV. Sin embargo, muy a menudo se ha hecho
mención de los personajes eminentes y de las realizaciones históricas
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 257

notabilísimas de todo género, en las que renace y revive incesantemente la


profunda aspiración evangélica y popular que animó a Francisco y sus
primeros penitentes aun antes que la existencia de su movimiento hubiese sido
asegurada por las instituciones.
En efecto, este espíritu fue lo que preservó, por lo menos en parte, al f.
de caer en un cierto extrañamiento del «mundo» por parte de los religiosos, que
volvió a tener vigencia, aun con aspectos nuevos, a través del movimiento
«devoto» de la piedad (presente por aquí y por allá en el siglo XIV en los
Países Bajos y en las regiones renanas). Es verdad que también el f. no quedó
totalmente exento de este cambio de una sólida piedad medieval, que se
centraba sobre la contemplación de la historia como historia de la salvación
divina, hacia una nueva piedad que miraba a la «vida interior» del religioso,
entendida y practicada, cada vez más, como una contraposición al otro cambio
antropocéntrico, que una y otra vez era también atea y paganizante, y también a
la muy conocida y grave situación material, moral, espiritual, litúrgica en la
que se encontraba la cristiandad al umbral de los tiempos modernos.
El f., a pesar de todo, encontró en sí mismo el suficiente vigor
espiritual para tornarse actual también dentro del humanismo, y sobretodo, para
inserirse en la obra de saneamiento de aquella cristiandad desmoralizada (la
residencia aviñonense de los Papas, la guerra de los Cien años, la peste negra,
el grande cisma de Occidente, etc.). Tampoco faltó aquel vigor durante el
período de la Reforma y de las luchas jurisdiccionales, cuando los Franciscanos
se renovaron a sí mismos a través de nuevas familias (-»Reformados,
-»Alcantarinos, -»Recoletos) y de nuevas realizaciones. Después de las
supresiones de los siglos XVIII-XIX, el crecimiento franciscano fue
verdaderamente asombroso (por ej. las centenares de congregaciones religiosas
ligadas, de alguna manera al f.), de manera particular en el campo misionero y
pastoral, caritativo y asistencial, que fueron siempre privilegiados.
El intento de revivir, fusionándolos, los dos objetivos perseguidos por
s. Francisco y los franciscanos de las primeras generaciones, - es decir el
evangelismo y el apostolado – está presente también en las nuevas fundaciones,
que pretenden encarnar un ideal más austero del f. (-»Frailes Menores
Renovados, -»Frailes Menores Misioneros, -»Fraternidad franciscana «Paz y
Bien», etc). Este pluralismo, histórico y actual, fecundo también en sus
realizaciones, aunque no exento de aversiones, hoy día es reconocido «como
expresión de la vida exuberante y de la riqueza del ideal perseguido» (Carta de
los Ministros generales a los hermanos y hermanas de toda la Familia franciscana, 24-9-1976).

Es posible encontrar abundante bibliografía bajo las voces franciscanas ya nombradas a


lo largo de nuestra exposición. Es fundamental la Bibliogaphia franciscana, publicada
258 5. FRAILES MENORES

regularmente por el Instituto histórico capuchino (Roma). A seguir, apuntamos solamente


algunos temas específicos.
Sobre el franciscanismo en general: U. D’Alençon, L’âme franciscaine, París 19262
(traduc. italiana, Reggio Emilia 1928); H. Felder, Die Ideale des hl. Franziskus von Assisi,
Paderbon 1924 (traduc. italiana, Florencia 1925); F. van der Borne, De hl. Franciscus van Assisi
en de Minderbroedersorde, Weer 1926; A. Gemelli, Il Francescanesimo, Milán 1932 (varias
ediciones); L. Tremblay, Le franciscanisme, avec introduction du P. Bouillard, Montreal 1937.

I. – 1. Acerca del ambiente histórico en el que nace el f.: I. Döllinger, Beiträge zur
Sektengerschicthe des Mittelalters, 2 vol., Mónaco 1890; P. Mandonnet, Les origines de l’Ordo
Poenitentiae, Friburg 1897; Gratien de París, Histoire de la fondation et de l’évolution de
l’Ordre des Frères Mineurs au XIIIe siècle, París 1938; A. De Stefano, Riformatori ed eretici del
medioevo, Palermo 1938; L. Spätling, De apostolicis..., Mónaco 1947; R. Manselli, Studi sulle
eresie del sec. XII, Roma 1953, y 2ª edic. ampliada, ibid 1975; Hilarino de Milán, Le eresie
medievali, en Grande antología filosofica, IV, Milán 1953, p. 1599-1689: E. Werner, Páuperes
Christi. Studien zu sozialreligiösen Bewegungen im Zeitalter des Reformpapsttums, Lipsia 1956;
M. D. Chenu, La théologie au XIIe siècle, París 1957; K. Esser, Die religiösen Bewegungen des
Hochmittelalters und Franziskus von Assisi, en Galube und Geschichte, Festgabe J. Lortz, II,
Baden-Baden 1958, p. 287-315; A. Furgón, Arnaldo da Brescia nelle fonti del sec. XII, Roma
1956; H. Grundmann, Religiöse Bewegungen im Mittelalter, Hildesheim 19612 (traduc. Italiana,
Bolonia 1974); G. G. Meersemann, Dossier de l’Ordre de la Pénitence au XIIIe siècle, Friburg
(Suecia)1961; R. Morghen, Medioevo cristiano, Bari 1962; M. H. Vicaire, L’imitation des
apôtres, París 1963 (trad. italiana, Roma 1964); AA. VV., I laici nella «societas cristiana» dei
secoli XI-XII, Milán 1968; (a cargo de) J. Le Goff, Hérésies et societés dans l’Europe pré-
industrielle (XIe-XIIIe siècles), París 1968; Povertà e ricchezza nella spiritualità dei secoli XI-
XII, Todi 1969; G. Lunardi, L’ideale monástico nella polemica del sec. XII sulla vita religiosa,
Noci 1970; J. M. Lozano, De vita religiosa ut vita apostólica, en CommRel 53 [1972] 3-23, 124-
36: Id, De vita apostólica apud Patres et scriptores monásticos, ibid, 52 (1971) 97-120; apud
canónicos, ibid, p. 193-210; apus Ordines mendicantes, ibid, p. 300-13; L’Ordine della
penitenza di S. Francesco d’Assisi nel secolo XIII (con contribuciones de distintos autores),
Roma 1973; M. Mollat, ed., Etudes sur l’histoire de la pauvreté (Moyen-âge – XVIe siècle), 2
vol. París 1974.
Cfr. también la bibliografía bajo las voces: Pobres voluntarios, Pobreza, Predicadores
itinerantes, Valdenses.

2. Acerca del típico evangelismo franciscano: D. V. Lapsanski, Perfectio evangelica.


Eine BegriffsgeschichtlicheUntersuchung im Frühfranziskanischen Schrifttum, Mónaco-
Paderbon-Viena 1974 (con bibliogr.).

3. Importancia del evangelismo franciscano para la Iglesia medieval: E. Buonaiuti,


Origini cristiane e movimento francescano, en Ricerche Religiose 1 (1925) 139-255; H. Felder,
Der hl. Franz von Assisi und katholische Kirche, en Franz von Assisi, número único de Una
Sancta, Stuttgart 1926, p. 19-61; E. Benz, Ecclesia spiritualis. Kirchenideen und
Geschichtstheologie der franziskanischen Reformation, ibid, 1934 (rest. 1969); W. Schwer,
Stand und Ständeordnung im Weltbild des Mittelalters, Paderbon 19522; J. Ratzinger, Zum
Einfluss des Bettelordenstreits auf die Entwicklung der Primatslebre, en Das neue Volk Gottes,
n. 6 de los Cuaderni di spiritualità francescana, 1963; O. Sartorazzi, Esperienza spirituale del
laicato francescano, Trento 1970; K. V. Selge, Franz von Assisi und die römische Kurie, en
ZschTheoloK 67 (1970) 129-61).
USO DEL NOMBRE: DE 1209 HASTA HOY 259

4-5. El franciscanismo ante la vida espiritual y devocional del medioevo: E. Gebhart,


L’Italie mystique, París 1890; H. Hefele, Die bettelorden und das religiöse Volksleben Ober- und
Mittelitalines im XIII, Jahr-bundert, Pipsia 1910, Hildesheim 1972 (el cual opina que se debe
restringir la influencia del f. en la vida religiosa italiana del siglo XIII); G. Schreiber,
Gemeinschaften des Mitrewlalters. Recht und Varfassung. Kult und Frömmigkeit, Münster-
Regensburg 1948; J. Leclerq, Spiritualità medievale (edic. Italiana), Bolonia 1969.

6. Misión del f. y escatología medieval: L. Salvatorelli, Movimento francescano e


gioacchimismo. Francesco d’Assisi e il f. nel primo secolo dell’Ordine, en X Congreso
Internazionale di Scienze storiche, Roma 4-11 setiembre 1955, Informes, III, Florencia 1955, p.
403-48; AA. VV. L’attesa dell’età nuova nella spiritualità della fine del medioevo, Todi 1962;
Estanislao da Campagnola, L’angelo del sesto sigillo e l’alter Christus, Roma 1971.

II. Acerca de la espiritualidad: -»Espiritualidad (franciscana) y las demás voces


relacionadas con los Franciscanos.
Acerca de la teología franciscana, Cfr. el reciente estudio de P. C. Botte, L’uomo Cristo e
Dio nella teologia francescana, Roma 1976 (Studi di teologia francescana 1).

III. Influencia sobre la sociedad, arte y literatura: F. Prudenzano, Francesco d’Assisi e il


suo secolo considerato in relazione con la política, gli sconvolgimenti del pensiero e della civiltà ,
Nápoles 1857 (19043); Fr. Glaser, Die franziskanische Vewegung, Eine Beitrag zur Geschichte
sozialer Reformideen im Mittelalter, Stuttgart-Berlin 1903; H. Felder, Geschichte der
wissenschaftlichen Studien im Franziskanerorden bis um Mitte des 13. Jahrhunderts, Friburg 1904;
L. Lemmens, Geschichte der Franziskanermissionen, Münster i. W. 1929; B. Fedele, Missionari
francescani. Sinteis storica bio-bibliografica con sommario geografico-cronologico, L’Aquila
19622; A. Dollman, Bruder und Diener. Das Apostolat bei Lebensform des hl. Franziskus von
Assisi in irme Verhältnis zur feudelen und bürgerlichen Gesellschaft Italiens, Mechelen 1965
(bibliogr.).
H. Thode, Franz von Assisi und die Anfänge der Renaissance in Italien, Berlin 1885,
19344; B. Kleinschmidt. S. Franziskus von Assisi in Kunst und Legende, Mónaco 1911; L. Gillet,
Histoire artistique des Ordres mendiants, París 1912; L. Bracaloni, L’arte francescana nella vita e
nella storia di settecento anni, Todi 1924; F. Forkas, S. Francesco d’Assisi nella letteratura
italiana e nella pittura, Busapet 1935; A. G. Little, Franciscan History and Legend in English
Medieval Art, Manchester 1937; A. F. Ozanam, Poètes franciscains en Italie au XIIIe siècle, París
1854 (traduc. Italiana, Prato 1854); A. Fortini, La lauda in Assisi e le origini del teatro italiano,
Assisi, 1961; G. Getto, Letteratura religiosa dal Due al Novecento, Florencia 1967 (sobre s.
Francisco y el Cántico de las criaturas).
p. Alfonso Pompei, OFMConv
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 261

7.

CONVENTUALISMO

La vida de comunidad en el Franciscanismo


y en las demás Ordenes mendicantes

La palabra -»conventual, y también el término «c.» no se encuentra en


los grandes diccionarios y enciclopedias. Y la historia general y particular que
más están interesadas, dan apenas una explicación somera, y casi siempre en
sentido negativo. Falta, pues, un exhaustivo excursus [‘digresión libre’, n.d.t.]
histórico crítico que, poniendo en evidencia los distintos aspectos, permita
evaluar la exacta importancia como fenómeno determinante en la historia de la
Ordenes religiosas.
En efecto, todo el mundo conoció aquel fenómeno y lo vivenció,
aunque con matices distintos, en época monástico-canonical-mendicante, y
todas las congregaciones e institutos religiosos modernos han pasado por esta
realidad, aunque el período clásico del c. se sitúe en los siglos XIII-XIV:
resultó más positivo durante el siglo XIII y comienzos del XIV, y con abusos
graves, durante el resto del siglo XIV y XV.

1. Concepto y dimensión del término conventualismo.


2. Aspectos positivos.
3. Aspectos negativos.
4. Generalizaciones y realizaciones.
5. Causas internas y externas.
6. Conventualismo y Observancias.
7. Punto de encuentro.

1. Concepto y dimensión
del término «conventualismo

Derivado de -»convento y conventual, en su sentido más amplio, el


término c. indica un particular estilo de vida en los conventos, por causa de los
religiosos conventuales que allí residen, casi siempre dentro de la ciudad.
Comparado con el estilo de vida llevado en las ermitas o eremitorios, el c está
caracterizado por una interpretación menos rígida de la -»regla y de los ideales
262 6. FRANCISCANISMO

-»del fundador, por motivo de exigencias varias de apostolado a servicio de la


Iglesia y de la sociedad.
A esta clase de conventos, según el mencionado sentido más amplio
del término, se suman los monasterios, los cenobios y las abadías de monjes,
los prioratos, las preposituras, las colegiadas de los -»Canónigos regulares, los
conventos propiamente dichos de las -»Ordenes mendicantes; y a aquellos
religiosos conventuales, se suman los religiosos de las Ordenes monásticas,
canonicales y mendicantes que vivieron, como se ha dicho, la vida conventual
y el «c.».
Todos han pasado, sobretodo en sus comienzos y cuando aún vivía el
fundador, por un estilo de vida de mayor austeridad que se llevaba en las
ermitas o eremitorios, y dentro de la misma Orden había frailes que vivían en
conventos o conventuales, partidarios de una vida más mitigada, y frailes que
vivían en las ermitas o eremitorios, llamados ermitaños o eremitas, partidarios
de una vida más austera. La primera, se caracterizaba por ser de más iniciativas
y activa, la segunda por ser más meditativa y contemplativa; pero ambas
buscaban la perfección y eran ampliamente realizadoras; ambas justificadas por
las distintas exigencias y finalidad que no están en contra de la sustancia de los
ideales, y por ese motivo, aprobadas y apoyadas por la Iglesia porque
consideradas útiles para la sociedad cristiana.
En sintonía con santo -»Tomás se puede afirmar que «non est potior
religio ex hoc quod habet arctiores abservantias, sed ex hoc quod ex maiori
discretione sunt eius observantiae ordinate ad finem religionis» [una religión no es
más perfecta sólo porque profesa normas más estrictas, sino porque sus normas llevan, con
mayor discreción, a la consecución del objetivo de la religión, n.d.t.] (SumTh II-II, q. 188,art. 6,
ad 3).
En el intento de captar, por medio de dos testimonios modernos, el
significado del c. en el área franciscana donde, debido a distintas
circunstancias, adquirió aspectos totalmente especiales, podemos mencionar al
p. Melchor de Pobladura y el franciscanista Juan Moorman, obispo anglicano
de Ripon, que, respectivamente, en el DS y en A History of the Franciscan Order (Oxford
1968), afirman:
- «Le ‘conventualisme’ fut, au debut, une interprétation particulière qui
tendait à adapter l’ideál franciscain aux exigences historiques et sociales sans
renoncer à sa pureté et à son elévation [el ‘conventualismo’ dio, desde sus comienzos,
una interpretación particular que llevaba a adaptar el ideal franciscano a las exigencias
históricas y sociales, pero sin renunciar a su originalidad y elevación, n.d.t.] (Frères Mineurs:
Reformes, en DS 5 [1964] 1307);
- «The Community or, as they came to becalled, the Conventuals,
believed in progress and development. They realized that the Order had
changed a good deal since its foundation, but they regarded such change as
salutary, a sign that the Order was adapting itself to needs of the Church and of
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 263

the world. Such changes were sign non of decay but of progress. The Order
was becoming more serviceable, more dignified, more obedient to authority.
To the Conventuals the order was essentially a tool in the hands of the Church,
to be used as and where it was most needed » [la Comunidad, o como ellos prefieren
ser llamados, los Conventuales, han creído en el progreso y desarrollo. Ellos se dieron cuenta
de que la Orden había cambiado mucho desde su fundación, sin embargo han considerado
saludable ese cambio, como una señal de que la Orden estaba abriéndose a las necesidades de
la Iglesia y del mundo. Esos cambios han sido manifestaciones no de decaimiento sino de
crecimiento. La Orden estaba tornándose más servicial, más digna, más obediente a la
autoridad. La Orden de los Conventuales se tornó, pues, esencialmente un instrumento en las
manos de la Iglesia para ser utilizada cómo y adonde juzgara más necesario, n.d.t.] (A History,
p. 191)

Parece escuchar el eco de lo que s. Francisco manda en la Rb (c. XII):


«semper súbditi et subiecti pédibus sanctae romanae Eclesiae» [siempre sumisos y
sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, n.d.t.]; sin embargo, aquellos mismos
autores no dejan de anotar también los defectos y los abusos que el c. encontró,
aunque añadan que estos abusos, y la consecuente decadencia, atañía a «todo el
conjunto de los institutos religiosos» (DS l.c.).
Se ha dicho que el c. se afirmó en los siglos XIII-XV. Sin embargo,
hay que añadir que los primeros síntomas, en todas las Ordenes, están presentes
ya en los primerísimos años de su fundación, originados casi siempre por el
aumento más o menos extraordinario del numero de los religiosos, por el
multiplicarse de las actividades, por las nuevas exigencias que aumentan y que
imponen nuevas actividades, por el debilitarse del heroísmo inicial, que jamás
ha sido algo propio de la totalidad sino de unos pocos privilegiados cercanos o
lejanos imitadores del fundador.
Mortier, hablando de la «conventualité», hace relevar que este término
no se encuentra en los historiadores del siglo XIV, pero sí, está siempre
presente, además es frecuente, en el s. XV (III, p. 298); y Du Cange descubre el
término «conventuálitas» en algunas bulas papales, entre las cuales señala la
Ex supernae de Pablo III de 1537 (Glossarium ad scriptores mediae et ínfimae latinitatis,
II, París 1883-7, p. 546; BullRomTaur VI, p. 233-47); acerca de la «conventualité»
vuelve a escribir el Deshusses en 1949 (DDC 4 [1949] 556-62); sobre «c.» y
«conventualisme» escriben el p. Cresi y también el citado p. Melchor de
Pobladura en 1955, 1959, 1964 (Cresi, S. Francesco, p. 99-102; Discussioni, p. 103-5; p.
Melchor: DS V/1, col. 1307: Cfr. bibliogr.).
C. es, pues, un término moderno, que viene de una antigua realidad
histórica, ligado, como término, a los «conventuales fratres», a los «priores
conventuales», a las «domus conventuales» [frailes conventuales – superiores
conventuales - casas conventuales, n.d.t.], a las «ecclesiae conventuales» [iglesias
conventuales, n.d.t.] que anteceden a los siglos XIV y XV (-»Conventuales); y
como estilo de vida, ligado a una interpretación menos rígida de la regla y de
264 6. FRANCISCANISMO

los ideales de los fundadores, en vista de las variadas exigencias de vida y de


apostolado, y con el beneplácito de la Iglesia, cuyas intervenciones aclaratorias
y determinantes se tornaron uno de sus elementos constitutivos. En este
sentido, el c. puede considerarse patrimonio común de todas las Ordenes
religiosas: monjes Benedictinos, Canónigos regulares, mendicantes Dominicos
Franciscanos Agustinos Carmelitas y Servitas (Cresi, Discussioni, p. 105-7). Las
mismas Observancias, que surgieran de estas Ordenes que acabamos de
mencionar, y de otras con el objetivo de un retorno a interpretaciones menos
moderadas y más rígidas de la regla e ideales, no quedaron exentos de esta
influencia.
En lo que a la Orden franciscana se refiere, muchos creían firmemente
que se puede afirmar que «el estilo de vida» de los Observantes del siglo XV
«no presentaba mucha diferencia con la de los Conventuales» (Moorman, o.c., p.
506, 580). La razón de esta afirmación deriva del hecho que se llevaban en
cuenta distintos factores, que el Observante Brugman presenta en su Spéculum
imperfectionis del año 1456 cuando denuncia no pocos abusos, que
frecuentemente se atribuían a las Ordenes conventualizadas, y llegando a la
conclusión de que por causa de ellos «nostra Observantia minatur ruinam»
[nuestra Observancia corre peligro, n.d.t.] (Spéculum, nn. 1-2, en ArchFrancHist 2 [1909] 615;
Moorman, o.c., p. 509).

Las mitigaciones que están presentes en el c. no apuntan al óptimum,


es verdad [es decir, a lo más perfecto, n.d.t.], sin embargo, ellas también buscan la
perfección, una perfección religiosa al alcance de la mayoría, razonablemente
adaptada u «ordenada», como dice el Angélico santo Tomás, a las exigencias
de la de vida y a los objetivos de la Orden (SumTh II-II, q. 188, art. 6, ad 3). Se trata,
como se puede ver, de un c. positivo, de sentido común, de equilibrio y
moderación, aunque no siempre heroico ni sin defectos y abusos.
Por lo tanto, no es correcto hablar del c. como si fuera un fenómeno de
decaimiento o sinónimo de relajación; tampoco es justo callar sus aspectos
positivos, que no son pocos y que fueron también muy eficaces para la vida de
la Iglesia y de la sociedad. Como un fenómeno de relajación los consideraron
los -»Espirituales y con ellos Ubertino de Casale que, no obstante fuera un
hombre iluminado y genial, creyó sediciosamente que podía hablar de
«relaxaciones» y de «laxationum amatores et nutritores» [de raljaciones y de
simpatizantes y promotores de relajaciones, n.d.t.] (Responsio f. Ubertini circa quaestionem de
paupertate Christi, en Denifle-Ehrle 2 [1886] 379, 380). A Ubertino le siguió Brugman,
el cual recordaba, con alguna atenuación, los «latae vitae fratres» [los frailes de
vida acomodada, n.d.t.] de los cuales anteriormente había sido miembro (Solutiones
de 1460, en ArchFrancHist 64 [1971] 349).
En el siglo XVI el filólogo benedictino Vicente Borghini hacía suya
esta interpretación, distinguiendo entre el antes y después del término, es decir
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 265

cuando significaba vivir «juntos la vida reglamentada», y cuando, al contrario,


«comenzó a significar estar fuera de la regla y de la observancia» (Trattato Chiesa
e véscovi fiorentini, Florencia 1584, p. 5, 19; N. Tommaseo-B. Bellini, Dizionario della lingua
italiana, 1 / 2, p. 1707).
En nuestros días, no ha faltado quien ha creído poder volver a las
posiciones drásticas del pasado (Cfr. ArchIbAmer 20 [1960] 276-8), sin embargo, se
le ha hecho notar, a través de otras consideraciones de carácter general, que
«conventualismus» non est synonymon vitae relaxatae » [conventualismo no es
sinónimo de vida relajada, n.d.t.] (CollFranc 31 [1961] 114-6).

2. Aspectos positivos

Siguiendo un orden lógico y cronológico, podemos mencionar


principalmente, entre otros aspectos, la transferencia desde las casas solitarias o
eremitorios a los conventos e iglesias en el centro de la ciudad; esta
transferencia conllevaba un literal conventualizarse, y al mismo tiempo,
constituía uno de los elementos más positivos del c.: el ir al encuentro de las
necesidades pastorales del pueblo y de su formación cristiana y civil. Lo
recuerda s. -»Buenaventura, a quien Ehrle elogia como a digno representante
de la comunidad conventual «en su objetivo más noble y más auténtico»
(Denifle-Ehrle 3 [1887] 591).
A un opositor, que había imaginado que el inurbanarse de los frailes
podría significar el deseo de querer llevar vida confortable, el Seráfico Doctor
le hacía notar que, al contrario, el que los frailes vivieran «Inter hómines...
propter eorum aedificationem, ut promptius eis adsimus, quando requirunt a
nobis poenitentiam, doctrinam et salutis consilium » [que vivieran ‘entre los hombres
para su edificación, a fin de que más prontamente pudiéramos estar cerca de ellos cuando
solicitan nuestra penitencia, doctrina y consejo espiritual’, n.d.t.] había sido una decisión
de la Orden y de la Iglesia (Determinationes super Regulam, q. 5: vol. VIII, p. 340).
Codo a codo con aquel pueblo, que la expansión demográfica de los siglos XII
y XIII había llevado a las ciudades donde las oportunidades de trabajo eran, por
cierto, más numerosas, y era más seguro y más digno el estado jurídico de que
gozaban (L. Ganshof, Lo sviluppo delle città, en Grande storia generale. Mondadori, 5 [Milán
1969] 456, 466).
Otro elemento característico del c. está constituido por los grandes
conventos y grandes iglesias: casi siempre artísticas y monumentales éstas, y
aquéllos, centros muy frecuentados por actividades y manifestaciones
pastorales litúrgicas devocionales, de la vida civil y social. Aparte las
maravillosas e imponentes abadías y colegiatas monásticas y canónigas, hay
que mirar a las espléndidas iglesias y basílicas dominicanas de S. Domingo en
Bolonia, S. María Novella en Florencia, S. Zanípolo en Venecia, y a las
266 6. FRANCISCANISMO

franciscanas de S. Francisco en Asís, S. Antonio en Padua, S. María Gloriosa


de’ Frari en Venecia, S. Francisco en Bolonia, Santa Croce en Florencia. Estas
iglesias y basílicas, y también los conventos, encontraron plena justificación
entre los Dominicos, que las consideraron útiles y sumamente necesarias «ad
divina celebranda» [para la celebración de los divinos misterios, n.d.t.], y más aun «ad
capiendos hómines in praedicationibus» [para acoger a los hombres durante la
predicación, n.d.t.] (Lettera 1243: G. G. Meersseman, Architecture OP, en AnlFrPraed 16
[1946] 159).
Fueron justificadas, también, por los Franciscanos que, en sintonía con
s. Buenaventura, consideraban «mayor devotio... ordinatior vita... officium
divinum pulchrius... novitii melius informati... studium theologiae» [veían la
opoerunidad para una mayor devoción ... una vida más reglamentada... el oficio divino mejor
realizado... los novicios mejor formados... en el estudio de la teología, n.d.t.] (Determinationes,
II, q. 15: vol. VIII, p. 367). Sin embargo éstos y aquellos no se concedían ninguna
«superfluitates notabiles» (Meersseman, ibid. P. 175), y no se puede negar que,
aunque espléndidas en sus líneas arquitectónicas y en su preciosidad pictórica,
ellas son sobrias y al mismo tiempo austeras, en comparación con el gótico más
vistoso y floreado de las demás iglesias de aquella época.
Una más sólida formación de los jóvenes, y un más profundo estudio
de la teología y demás ciencias sagradas fueron promovidos por el c. en
aquellas grandes casas o conventos – habría sido difícil y casi imposible
lograrlo en los eremitorios - y eso fue otro elemento característico de las
Ordenes conventualizadas. Se determinó que, a la predicación puramente
penitencial y moral, los frailes añadieran la doctrinal, que es también
importante y más sólidamente formativa (Mortier I, p. 222-53, 497-517; H. Felder,
Storia degli studi scientifici nell’Ordine francescano, trad. italiana, Siena 1911, p. 39-63, 105-
29).
Juntamente con los estudios teológicos ordinarios, el c. promovió
también los estudios teológicos universitarios y los grados académicos,
abriendo, para ese fin, casas cercanas a las más grandes y famosas
universidades: París, Oxford, Cambridge, Bolonia, Montpellier, Salamanca,
Colonia, Erfurt, Padua, Florencia, Perusa, Roma, Nápoles (Mortier I, p. 222-53, 544-
67; Felder, o.c. p. 131-66, 167-217, 263-85; M. Brlek, De evolutione iurídica studiorum in
Ordine Minorum, Ragusa 1942, p. 43-56; Di Fonzo, Studi, studenti e maestri nell’Ordine dei
Francescani Conventuali: 1223-1517, en MiscFanc 44 [1944] 167-95).
Muchos de entre los mejores hombres de las distintas Ordenes, y
especialmente de las Ordenes llamadas magistrales, por causa del magisterio
teológico y maestros de teología que ellas tenían, se formaron en estos
estudios: Dominicos, Franciscanos-Conventuales, Agustinos-Ermitaños,
Carmelitas de la antigua observancia, Servítas, cuyo c. se manifestó también en
la enseñanza de las cátedras universitarias que se tornaron famosas por causa
de religiosos del calibre de s. Alberto Magno, s. Tomás, Erveo Natale (OP); s.
Buenaventura, Roger Bacon, Duns Escoto (OMin); Gil de Roma, Jaime de
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 267

Viterbo (OESA); Gerardo de Bolonia (OCarm); Lorenzo Opimo (OSM), para


mencionar solamente a los más geniales o más ilustres de las distintas Ordenes
(Cfr. Glorieux, Répertoire, I, nn. 6, 14, 21; II, 305, 312, 344, 400, 401, 420; A. Rossi, Manuale
di storia dell’Ordine dei Servi de Maria [1233-1954], Roma 1956, p. 543).

El servicio a la Iglesia en los grados jerárquicos más altos, fue otro


elemento que caracterizó a las Ordenes conventualizadas, a raíz de las
continuas solicitudes de los papas, y superando las incertidumbres y
perplejidades de los fundadores a ese respecto. Se puede mencionar a los papas
benedictinos, dominicos, franciscanos, y a los numerosos cardenales de éstos y
demás Ordenes, a los numerosísimos obispos, a los legados papales, y a los
inquisidores (Cfr. Eubel-Van Gulik-Gauchat-Ritzler-Sefrin, Hierarchia catholica, I-VII
(1198-1846), Münster-Padua 1898-1968).
Empezó la actividad pastoral en las iglesias que el papado había
declarado conventuales; una fuerte oposición se había levantado por parte del
clero por causa de estas concesiones; sin embargo, para bien de la Iglesia los
papas se excedieron, y concedieron a las Ordenes religiosas la exención de los
obispos, confiándoles cada vez más nuevos oficios y actividades en el área
jerárquica, pastoral, misionera, legadícia, inquisitorial, escolástica, caritativo-
social (actividad pastoral y exención: BullPraed I, p. 4, 6, 19, 24; BullFranc I, p. 20, 23, 41, 58,
74, 77, 235; iglesias conventuales: BullPraed I, p. 28; BullFranc I, p. 538, 622; misiones:
BullPraed I, p. 33, 34; BullFranc I, p. 24-36; inquisición: BullPraed I, p. 37, 38, 39, 47;
BullFranc I, p. 119, 192-4; 721, 740-2; universidades: BullPraed I, p. 276; Chartularium Univ.
Par. I, p. 300, 304, 305, 307-9; BullFranc II, p. 244).

Un apostolado tan amplio y diferenciado no habría sido posible llevarlo


a cabo sin un abierto espíritu de adaptación y una sólida organización y
clericalización: y eso también lo promovió el c. en las Ordenes donde el
fenómeno se produjo, y con los cuales acabó por identificarse. ‘Comunidad de
la Orden’ y ‘comunidad conventual’, como ha dicho Ehrle y Moorman, fue una
sola realidad (-»Conventual; Denifle-Ehrle III, p. 191; Willibrord de París, Frères Mineurs, en
Cathol 4 [1956] 1610; Moorman, o.c., p. 191). Mortier también lo había relevado
afirmando que «dans le principe, les Mineurs étaint tous conventuels» [al
comienzo, todos los Menores eran conventuales, n.d.t.] (III, p. 298); y Cresi, más cercano a
nosotros, escribe que «toda la Orden se desarrolló conventualisticamente»; que
«en el siglo XV el c. había alcanzado su mayor desarrollo en todas las Ordenes
mendicantes» (S. Francesco, p. 102); que el c. marcó «el paso de la infancia y de la
primera juventud hacia la realidad de la vida de lucha contra las potencias del
mal; lucha que no puede ser coronada con el suceso cuando la libre iniciativa
individual no está coordenada y también sacrificada en vista de las
inderogables necesidades organizativas y unitarias» (Discusiones, p. 104-5).
268 6. FRANCISCANISMO

3. Aspectos negativos

Sin embargo, juntamente con los aspectos positivos del c., u Ordenes
conventualizadas, es necesario mencionar también los negativos, leves o graves
que hayan sido, evitando, por cierto, toda clase de generalización que no
corresponda a la realidad histórica. El lector deberá evitar cualquier
equivocación que podría derivar de la continua referencia a las fuentes de una u
otra Orden, llevando en cuenta que los abusos que aquellas referencias
denuncian, no son exclusivos y mucho menos están enraizados en aquellas
Ordenes cuyas fuentes son analizadas. En efecto, los abusos fueron bastante
generales, y ubicarlos en una u otra Orden, obedece sólo a la necesidad de
presentar ejemplos.
Comenzamos con relevar que las mitigaciones que caracterizaron al c.,
a raíz de las declaraciones papales sobre la regla y los ideales más heroicos de
los fundadores, acabaron produciendo abusos porque iban leve o grandemente
multiplicándose, y no siempre por verdaderos motivos de apostolado. Según el
pensamiento de s. Buenaventura y de santo Tomás, las mitigaciones debían
constituir, para la mayoría, una razonable adaptación a una vida de mayor
regularidad, estabilidad y actividad a servicio de la Iglesia, pero eso no siempre
se dio. Es comprensible, pues, que la -»Carta caritatis de los Cistercienses y el
Testamento de s. Francisco alertaban contra ciertos privilegios: «procul
privilegia contra Órdinis statuta» (Carta, n. 3: PL 166, 1379); «et non audeant
pétere litteram in Curia romana» [no se atrevan a pedir en la Curia romana ningún
documento, n.d.t.] (Test 25).
Lo mismo se puede afirmar de las grandes casas o conventos donde,
una u otra vez, se tuvo que lamentar cuánto sospechó aquel opositor de s.
Buenaventura, es decir una vida más placentera o menos tranquila y devota, o
una vida demasiado comprometida en campo político y militar, como en
algunos monasterios benedictinos de Francia, Italia y Alemania con abadías
imperiales y abades-príncipes del Imperio (F. Delaruelle, en StorChiesa, ed. italiana,
XIV/3, p. 1301-2).
Abusos también por causa de los estudios, y especialmente por causa
de los grados académicos que, en las distintas Ordenes, llevaron a no pocas
dispensas y privilegios, algunos de los cuales, aunque no fuesen abusos en sí
mismos, y especialmente para los que los merecían, lo fueron frecuentemente
para quienes no los merecían, faltando a la disciplina, a la justicia, a la
modestia y a la fraternidad. Se trata de lo que se llamaban «gratiae
magisteriales» o «lectorales» que se acostumbraba conceder a los maestros y
lectores a fin de ayudarles, de alguna manera, en su asiduo y comprometedor
trabajo escolar, pero no faltaron las exageraciones. Inicialmente, se acostumbró
concederles un «socius» [un compañero, n.d.t.] y posteriormente también un
«fámulus» [un criado, n.d.t.] o los «garciones et scutíferi», como eran llamados en
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 269

un Capítulo dominicano de 1288, y contemporáneamente entre los Menores,


Ubertino de Casale denunciaba el «uno socio habito servitore» [un compañero
dado como servidor, n.d.t.] (Mortier II, p. 175 nota 2; I, p. 548; Ubertino de Casale, Sanctitas, en
ArchFrancHist 9 [1916] 30). Fue concedido el uso de las «camerae occlusae a
dormitorio sequestratae» [cuartos cerrado separados del dormitorio, n.d.t.], y
posteriormente los «hórtuli» [veranda, n.d.t.], y de esta manera lo que había sido
permitido para favorecer una más tranquila y eficaz vida de estudio, se tornó,
para algunos, lugar de encuentros para «allocutiones, commessationes,
potationes» [para tertuliar, comer y beber, n.d.t.] (Const. Narb. 1260, IV, 16, ibid. 34 [1941];
Ord. Benedict. 1336, XXVI, 3, ibid. 30 [1937] 378-9; Mortier I, p. 548, 601 nota 4).

La exención del coro, con excepción de Vísperas y Completa, llevó a


otras dispensas, como la de no participar en la mesa común, a la dispensa de la
abstinencia y del ayuno. Sin embargo, son algo exagerados y seguramente
generalizados los «convivia lauta et abunda» de que habla Ubertino (1310), y
que los copiadores de los Quaerimoniae de 1440 transcribieron como «cibaria
delicata» y «convivia splendida» [viandas delicadas y banquetes magníficos, n.d.t.]. En
efecto, Salimbene en contra de él, aunque con alguna exageración, atestigua
(1282-88) que después de la primera abundante cena servida como bienvenida
el día de su ingreso en la Orden, posteriormente «dederunt mihi caules, quibus
oportuit me uti ómnibus diebus vitae meae» [me servían coles, a los que fue necesario
acostumbrarme por toda la vida, n.d.t.].
Un documento del año 1433 presenta una lista de 9 «gratiae
magisteriales» recibidas, y entre ellas, las que ya mencionamos; pero hay otras
que merecen una consideración positiva, como es la concesión de la
«predicatio ubique» [autorización de predicar por dondequiera, n.d.t.] (coro: Mortier I, p.
548; Const. Narb. 1260, VI, 18, en ArchFrancHist 34 [1941] 58; Const. Assis. 1279, IV, 68; VI,
101, en MiscFranc 35 [1935] 74, 78 nota 6; Const. Paris. 1292 VI, 20d, en ArchFrancHist 34
[1941] 79; banquetes, ibid. [1916] 28, 40; Salimbene de Parma, Crónica, ad annum 1238, 1248,
edic. Holder-Egger, en MGH, Sciptores, XXXII, p. 99, 224-5; «gratiae», en ArchFrancHist 47
[1954] 324; Mortier IV, p. 126-7).
Los grados académicos, también, fueron motivo de carrera en busca de
oficios curiales o de servicios a cardenales, obispos y príncipes, y así se
produjo el fenómeno de los «fratres de curia» o «palatini fratres» [frailes de curia
o frailes palaciegos, n.d.t.] como ya decía Tomás de Celano en 1246 (2Cel. 120, en
AnalFranc 10 [1926-41] 201; Mortier II, p. 547; Delaruelle, o.c. p. 1360) . Los compromisos
provenientes de estos oficios, comprometieron seriamente la vida de
comunidad, que era ya evanescente, según denuncias de ausencia del coro y de
la mesa común, para las cuales los estatutos de 1354 y 1360 habían autorizado
sólo ausencias de un día, y hasta de 2 ó 3 días por semana, mientras que los de
1370 habían sido más condescendientes, pues concedían una presencia
semanal. Estos son los abusos que llevaron a Mortier a afirmar, no sin
exageración, que « la conventualité avait pour base principale la vie privée» [la
270 6. FRANCISCANISMO

conventualidad estaba fundamentada principalmente sobre la vida privada, n.d.t.] (Mortier III,
p. 299, 308; Const. Tusciae 1360, n. 22, en MiscFranc 33 [1933] 326).
Las cosas empeoraron cuando los grados y privilegios empezaron a ser
otorgados, debido a ingerencias externas, a «ydiotae et extraordinarii
bachalarii, lectores extravagantes et ásini lectorati» [a ignorantes y bachilleres raros,
a lectores extravagantes y a burros que ostentaban título de lector, n.d.t.], que acababan
después abandonando la Orden (Monum. hist. Carmelit., I, p. 239; Melchor de Ste-Marie,
Carmel, en DHGE 11 [1949] 1084; Mortier II, p. 127).
Otros inconvenientes fueron consecuencia de la organización y
clericalización que llevaron a nuevas formas de gobierno, generalmente más
centralizados, donde, p. ej., los monasterios benedictinos perdieron, aunque ad
tempus y con la exitosa eliminación de abusos seculares feudales, su tradicional
régimen de autonomía, a favor de un régimen unitario; por otro lado, los
conversos o hermanos legos, que actualmente son justamente valorizados en
las nuevas constituciones post-conciliares, quedaron excluidos de toda voz
activa y pasiva también en las Ordenes mendicantes (Ph. Schmitz, Bénédictins, en
DHGE [1934] 1076, 1096; T. Leccisotti, Benedettini, en Escobar I, p. 50-2; Mortier I, p. 610,
629, 640; Jordán de Giano, Chrónica, n. 65, en AnalFranc 1 [1885] 57-8; Salimbene de Adam,
edic. cit., p. 101; Tomás de Eccleston, De adventu Fratrum Minorum in Angliam, en AnalFranc
1 [1885] 242; Arnaldo de Sarrant, Chrónica 24 Generalium OMin, III, p. 251; L. C. Landini, The
Causes of the Clericalization of the Order of Friars Minor: 1209-1260, Chicago 1968, p. 35-76).

A eso añádase el abuso de los religiosos vagos, ya denunciado por


Casiano y s. Benito (Col XVIII, c. 4: PL 49, 1093-4; Régula, Holste c. I, en II, p. 11; Mortier
II, p. 178; Ubertino, Sánctitas, en ArchFrancHist 9 [1916] 30), y los abusos de los
Fraticelli, los cuales, mientras continuaban declarando que querían reaccionar a
los males del c., persistían, como los Espirituales, en la rebelión a la Iglesia y a
la Orden, y oponiéndose a los llamados de Benedicto XII acerca de la
uniformidad del hábito (1336), ostentaban orgullosamente un hábito corto,
ajustado y remendado, dispuestos a simplificarlo aun más, porque lo
consideraban señal auténtica de pobreza y de humildad (Decálogus evangélicae
paupertatis, en ArchFrancHist 32 [1939] 280).
No pocos abusos se dieron también acerca de los votos religiosos por
insubordinación, vida licenciosa, uso indiscriminado del dinero, limosna y
donaciones; monjes que, viviendo en monasterios de muchos recursos, no se
mostraban muy sensibles con el compromiso personal de pobreza, y con el
llamado de sus legisladores acerca de la pecunia: «pecunia radix omnium
malorum» [el dinero es el origen de todos los males, n.d.t.], o del «proprium habere...
vitium radicitus amputandum» [tener algo como propio... es un vicio que deberá ser
cortado desde la raíz, n.d.t.]; religiosos que, a pesar de estar comprometidos con la
pobreza no sólo individual sino también comunitaria, parecían «viventes
propretarii» [se portaban como verdaderos propietarios, n.d.t] o que «pecunias recipiunt
vel récipi faciunt» [que reciben dinero y permiten recibirlo, n.d.t.] (Casiano, Institutiones, c.
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 271

XI: PL 49, 300; s. Benito, Régula, c. XXIII: Holste p. 206; Moirtier, III, p. 312, 549;
ArchFrancHist 47 [1954] 353; 48 [1955] 113; BullFranc ns I, p. 153; Ch. Dereine, Chanoines,
en DHGE 12 [1953] 374; Delaruelle, o.c., p. 1336).

La pobreza absoluta de los comienzos, que no fue algo específico de


los Minorítas, poco a poco fue reemplazada por la pobreza relativa, la cual,
excluyendo toda propiedad privada del religioso, permitía o toleraba la
propiedad en común del convento. Esta substitución no había levantado serias
dificultades entre los Dominicos que, con santo Tomás, consideraban la
pobreza no como una «perfectio», sino como un «perfectionis instrumentum...
et mínimum» [no una perfección, sino un instrumento de perfección, y por cierto el más
pequeño, n.d.t.] entre los tres votos, aplicando a ella aquel principio: «tanto erit
unaquaeque religio secundum paupertatem perfectior, quanto habet
paupertatem magis proportionatam proprio fini» [una religión es tanto más perfecta
desde el punto de vista de la pobreza, cuanto más su pobreza esté proporcionada a su fin, n.d.t.]
(SumTh II-II, q. 188, art. 7, ad 1).
Pero, sí creó problemas, y con disputas muy vivaces e interminables
entre los Franciscanos, que consideraban la pobreza absoluta no sólo un
instrumento de perfección superior, sino la más grande característica de la
Orden.
Llegaron quejas de parte de las demás Ordenes cuando, a aquella
substitución, cada vez más generalizada y ya tolerada o reconocida por la
Iglesia, se añadieron, en los siglos XIV y XV y también en algunas Ordenes
que aún no habían conocido aquella substitución, nuevos abusos como el de los
abades comendatarios, que se tornaban dueños del monasterio; abades y
monjes que se repartían las rentas de la abadía: p. ej. en Alemania 1/3 para el
abad, 2/3 para los monjes; obligaciones y oficios monásticos que son
transformados en prebendas o beneficios con monjes prebendarios o
beneficiarios que disfrutaban personalmente de las rentas (Schmitz, o.c., col. 1103;
Delaruelle, o.c., 1303; Mähler, Bénédictins, en DS 1 [1937] 1426).
Usurpaciones y repartición de bienes eclesiásticos; Religiosos
«beneficiarios y proprietarios» y abusos de beneficios, son mencionados
también en la Orden canonical, a la que el Lateranense II (1139) ya había
amonestado y también a la Orden monástica, porque «leges temporales et
medicinam gratia lucri temporalis addiscunt. Avaritiae flammis accensi se
patronos causarum faciunt... pro detestanda pecunia sanitatem pollicentes»
[aprenden las leyes temporales y la medicina en vista de un lucro temporal. Excitados por la
llama de la avaricia se tornan dueños de las causas... ofreciendo la sanación en cambio del vil
dinero, n.d.t.], y el Lateranense III (1179) había condenado el «peculio» de los
monjes, y el Lateranense IV (1215) la «simoníaca culpa» de las monjas que
«vix aliqua sine praetio recipiant in sorores, paupetatis praetestu» [no reciben a
ninguna hermana que no tenga dinero, so pretexto de pobreza, n.d.t.] (respectivamente c. 9, 10
272 6. FRANCISCANISMO

y const. 64, en ConcOecDecr, p. 198, 217, 264; C. Egger, Canonici regolari di s. Agostino, en
Escobar I, p. 7, 10; Dereine, o.c., col. 377, 397).

Abusos parecidos a estos se dieron también en las Ordenes


mendicantes, donde no faltaron superiores que se gloriaban de sus reservas
áureas o que extorcionaban dinero; conventos que, disponiendo de una «dieta
conventual» o de alguna circunscripción pastoral «ad praedicandum et ad
petendum» [donde predicar y recolectar, n.d.t.], ponían a la venta, anualmente -
«síngulis annis vendantur» - las distintas áreas de apostolado, de predicación y
colectas, llamadas «términos», concediéndolas a los mejores postores de entre
los maestros, bachilleres y predicadores, llamados «terminarii», «mansionarii
terrarii», «terminiren», «quaestors», «limitors»; además, estos últimos
buscaban los términos más rentables a fin de recuperar los gastos sostenidos y
para llevar una vida más tranquila durante los 6 meses restantes que quedaban
del contrato; otros ‘terminarios’ que, en vista de oficios más honoríficos y
rentables para la enseñanza, entregaban en parte o totalmente el término que
habían obtenido, y de esta manera, se iba instituyendo la clase de los
«subterminarios»; y todos, indistintamente, estaban obligados a pagar una parte
de las rentas «tam in blado, vino, pecuniis, quam aliis » [con trigo, vino, dinero o con
cualquiera otra cosa, n.d.t.] al convento que se las había concedido y que se
consideraba propietario de la «dieta» o «praedicatio», como era llamada, con
los distintos «términos» «grandes» o «pequeños» que fueran (Acta Cap. OP, 1249,
1258, 1348, I, p. 46, 92; II, p. 323; Mortier, I, p. 501; III, p. 300-3; IV, p. 126-8; Defin. Narbon.
1260, n. 12, en S. Bonaventurae ópera VIII, p. 465; Const. Par, 1292, V, 11b, 11d, en
ArchFrancHist 34 [1941] 67; Brugman, Solutiones, ibid. 64 [1971] 357; Delaruelle, o.c., p.
1335-7; Moorman, A History, p. 354-7).
Otra compraventa que se hacía era la de las celdas, que los frailes
mandaban construir y equipar con dinero propio, y que el convento heredaba
después de su muerte, entregándoselas a nuevos oferentes y solicitantes: este es
el período en que se afirma la «greater privacy» [la total privacidad, n.d.t.] como
dice Moorman, y que se remontaba a la lejana «celda separada» que la Régula
ad mónachos de Ferreolo (†591) permitía tan sólo al abad, mientras que ahora
se le concede a los maestros y lectores universitarios, a los maestros no
lectores, a otros beneméritos, favorecidos también generosamente por los
papas, como es el caso de Roberto de Inglaterra, al cual el benedictino
Clemente VI mandó asignar en 1343 «cámeram decentem cum necessitatibus
opportunis, unum socium... cum uno clerico et duobus fámulis qui tibi
serviant» [una habitación decente con las necesarias comodidades, y un compañero... y un
clérigo y dos servidores que estarán siempre a su disposición, n.d.t.] (Ferreolo, Régula, c. XVI,
en Holste II, p. 128: Acta Cap. OP, 1256,1353, I, p. 81; II, p. 353; Mortier I, p. 548, 601 nota 4;
III, p. 304-6: Const. Narb. 1260, IV, 16, en ArchFrancHist 34 [1941] 57; Ord. Benedict. 1336,
XXVI, 3 ibid. 30 [1937] 378-9; BullFranc VI, p. 105-6; Delaruelle, o.c., p. 1340, 1359).
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 273

Más abusos se dieron acerca de la pobreza cuando se desencadenó la


búsqueda de capellanías, prebendas o beneficios, y cuando aparecieron los
frailes «beneficiarios» que debían ser convocados para entregar sus
«emolumenta» o «rédditus» [sus ganancias o rentas, n.d.t.] al convento; y cuando
entró el uso del dinero, limosnas, legados, bienes muebles e inmuebles, no sólo
para las necesidades de la vida y del apostolado presentes, sino también para
las futuras, y «pro cómmodis fratrum» [para bienestar de los frailes, n.d.t.] como
había aclarado Inocencio IV en ocasión de una concesión de 1245, aunque
supiera cuánto puede ser elástica su fórmula, no obstante alguna oposición
inicial de los interesados (Delaruelle, o.c., p. 1337, 1361, AnalOP 22 [1952] 346-80;
ArchFrancHist 16 [1923] 133, 138-9; 48 [1955] 113; BullFranc I, p. 400; Sevesi, I, p. 10;
Melchor de S. María, Carmelitani, en Escobar I, p. 474).

4. Generalizaciones y realizaciones

Después de haber considerado todos estos hechos, no hay que exagerar


ni generalizar estos abusos que, frecuentemente, eran específicos de
determinados lugares y períodos, de individuos y comunidades, más que de las
mismas Ordenes en su conjunto. En lo que a los Franciscanos se refiere, ya s.
Buenaventura lo mencionaba en sus encíclicas o cartas oficiales «reconociendo
la relajación de algunos frailes singularmente, pero defendiendo la
«commúnitas», que pretende seguir viviendo según el deseo de s. Francisco»
(StudFranc 55 [1958] 309; Espist. Off. I, nn. 2-3, en Ópera ómnia VIII, p. 468-9).
La Ordenes religiosas, en su conjunto, continuaron llenos de vitalidad y
siempre operosas, también durante el período más crucial de la crisis que cayó
sobre la Iglesia y sus instituciones. Lo recuerdan muy bien, y al unísono, los
historiadores de aquellas Ordenes, e invitando a evitar las generalizaciones
(Schmitz, o.c., col. 1109; Dereine, o.c., col. 397; Egger, Leccisotti, Hermans, Di Fonzo y
D’Amato, en Escobar I, p. 10, 73, 99, 177, 402-3; T. Brandma, Carmes, en DS II, 1 [1953] 1665;
Delaruelle, o.c., 1358; Cresi, Discussioni, p. 105). Esta vitalidad consta por la presencia
de grande cantidad de santos, papas, cardenales, obispos, filósofos, teólogos,
escritores, grandes misioneros y apóstoles de la caridad que ellas dieron a la
Iglesia a lo largo de los siglos XIV y XV; y está confirmada también por el
florecer de las Observancias que surgieron de ellas y que se desarrollaron para
su propia renovación y la renovación de la Iglesia y de la sociedad
(-»Observancia).
Señalamos algunos nombres: santos: Vicente Ferrer y Catalina de
Siena (OP), Nicolás Tavilic y Bernardino de Siena (OMin), pedro Thomas y
Andrés Corsini (Ocarm), Alesio Falconieri y Pellegrino Laziosi (OSM); papas:
Benedicto XII (OCist), Clemente VI y el b. Urbano V (OSB); doctos: aparte
los ya nombrados cuando hemos hablado de las universidades, Eckart, Tauler,
274 6. FRANCISCANISMO

Susone, Cavalca (OP); Ockam, Nicolás de Lyra, Francisco de Meyronnes,


Pedro Filargo, posteriormente, Papa pisano Alejandro V (OMin), Juan Gersen,
Nicolás Tedeschi (OSB), Ambrosio Traversari (BCam), Juan Baconthorp y
Miguel de Bolonia (OCarm); Agustín Trionfo y Gregorio de Rímini (OESA);
misioneros y apóstoles de la caridad: Juan de Montecorvino, b. Oderico de
Pordenone, Juan de Marignolli, Pedro de la Piedad (OMin).
En lo que a dignidades jerárquicas se refiere, bastará recordar que tan
sólo los Franciscanos, en tiempo de Benedicto XII (1334-42), contaban con 65
obispos y arzobispos en las más distintas y lejanas regiones de la cristiandad,
como los Dominicos que contaban más de 80 durante el pontificado de
Clemente VI e Inocencio VI (1343-65); en el área universitaria, en el año 1377,
tan sólo la universidad de Oxford contaba con 103 OMin, 70 OP, 57 OCarm,
49 OESA (Delaruelle, o.c., p. 1360 nota 78; Schmitt, Benôit XII, p. 295-310; Mortier II, p.
237, 253).
En este contexto se dan los más amplios elogios de papas y de
concilios a las Ordenes más grandes, en aquella época conventualizadas. El
concilio de Lyon II (1274) reconocía en los Dominicos y Franciscanos
«evidens ex eis utílitas Ecclesiae univesali » [su indiscutible utilidad dentro de la
Iglesia, n.d.t.]. Juan XXII hablaba así a los Dominicos (1325): «In Ecclesiae
firmamento vester Ordo, inter alios caelesti splendore corruscans, universam
gregis domínici aulam illuminat» [en el firmamento de la Iglesia, vuestra Orden,
brillando de celestial resplandor entre las demás, ilumina a toda la corte de la grey del Señor,
n.d.t.], y Clemente VI recordaba (1347) los «fructus honoris et honestitatis quos
a sui exordio pro refectione spirituali catholici pópuli prodúcere non déstitit»
[los frutos de estima y de honestidad que, desde sus exordios, no ha cesado de producir para
aliento espiritual del pueblo cristiano, n.d.t.]; Gregorio XI en la Ordinem vestrum y en
la Cunctos Christi fideles (1373), elogiaba a la Orden Minorítica «grándibus
méritis, dono scientiae et spirituali fructu in Dei Ecclesia radiantem» [reluciente
de grandes méritos, del carisma del conocimiento y de frutos espirituales en la Iglesia de Dios ,
n.d.t.] auspiciando una fructuosa renovación; y a sus frailes «in Dei Ecclesia
multiplícibus splendóribus radiantes, quórum sonus praedicationis et sanctitatis
ópera, prae céteris religionum professoribus, usque ad extremum térrae
nóscitur exivisse» [radiantes de múltiples esplendores en la Iglesia de Dios, su palabra por
medio de la predicación y santidad, delante de todos los profesos de las demás religiones,
sabemos que ha llegado hasta los confines del mundo, n.d.t.].
El Observante Brugman, ex Conventual, con un poco de aprecio hacia
su ex familia franciscana, reconocía (1456): «quod sicut nobis salus ex
Conventualibus fratribus provenit in Observantia, máxime qui bono spíritu ad
nos declinant, sic etiam mors est in olla, praesertim ab his qui sinistro spíritu ad
nos declinant» [como la vida en la Observancia nos ha llegado de los frailes Conventuales,
sobretodo los que se acercan a nosotros con buen espíritu, así también la muerte está en la olla,
especialmente la muerte de aquellos que, con malo espíritu, se acercan a nosotros , n.d.t.]
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 275

(Concilio de Lyon II, const. 23, en ConcOecDecr, p. 327; BullPraed II, p. 167; Mortier, III, p.
17, 218-9; BullFranc VI, p. 503, 505; I. Brugman, Spéculum, en ArchFrancHist 2 [1909] 616).
Este cuadro de esta situación ha hecho posible definir al c., no obstante
sus defectos y abusos, como «un fenómeno en sí mismo bueno: bueno en la
intención de los frailes que lo promovieron y de los papas que lo aprobaron,
bueno por los frutos que dio a la Iglesia y a la sociedad». Este realismo ha
llevado a censurar a uno de los más fuertes opositores de aquel fenómeno en el
área franciscana: fray León (†1271) el cual «no supo entender y aceptar las
adaptaciones que eran necesarias para una Orden en continuo desarrollo de
crecimiento y de madurez» (I.Cambell, en Frate Francesco 39 [1972] 20; juicio anter.:
Cresi, S. Francesco, p. 102).

5. Causas internas y externas

Cuando se habla de las causas del c. en sus aspectos positivos y


negativos, es necesario distinguir entre causas internas y causas externas.
Las primeras, en función de la evolución positiva, se podrían ubicar en
la misma voluntad de los fundadores y sus seguidores más o menos inmediatos,
que amenizaron algunas normas o praxis de los comienzos en vista de una más
rápida y eficaz consecución de los objetivos de la Orden; más frecuentemente
nacen en seno de la misma comunidad deseosa de una vida más activa, de un
apostolado más amplio y más variado a servicio de la Iglesia y de la sociedad,
de una adaptación a las nuevas circunstancias y a las necesidades originadas
por el crecimiento cuantitativo y calificativo de la Orden.
Las causas externas, siempre en función del desarrollo positivo,
derivan de la demanda de la Iglesia y de la sociedad, y de las concesiones más
o menos amplias de aquella o de ésta, especialmente las concesiones
pontificias, con el fin de dar más brillo y hacer más fecundo el trabajo
apostólico y social de los religiosos.
Las causas internas, en vista de los aspectos negativos, surgen del
enfriamiento del espíritu moderado del c. de los comienzos; de las normas y
praxis cada vez más mitigantes que fueron tomando cuerpo, o también de la
falta de respeto de las observancias tradicionales; de las disidencias y luchas
internas provocadas por estas situaciones.
Las causas externas, siempre en relación con los aspectos negativos,
que eran muchos más preponderantes, están representadas por la crisis general
de la Iglesia de los siglos XIV y XV; por la peste negra (1348-9) que vació los
conventos y llevó a un reclutamiento sin selección; por el grande cisma de
Occidente (1378-1417) que, fracturando las Ordenes religiosas, como acontecía
en la Iglesia, en dos o tres obediencias, llevó inevitablemente a la
multiplicación de dispensas y privilegios, que tenían como objetivo captar
nuevos seguidores, y eso promocionaba muchos de los abusos mencionados.
276 6. FRANCISCANISMO

Lo mismo se debe decir acerca de las guerras que enlutaron a Europa en


aquella época, y del espíritu renovador e innovador del humanismo y del
renacimiento.

6. Conventualismo y Observancia

Es cierto que los abusos tuvieron sus opositores. En contra de ellos, se


levantaron los papas y los superiores generales, los capítulos y constituciones,
los distintos reformadores y las Observancias que ellos causaron. Las
Observancias, así como el c., surgieron en todas las Ordenes religiosas, y en
todas las Ordenes asumieron denominaciones comunes. Inicialmente estas
denominaciones eran un poco genéricas, pero en un segundo momento, es decir
durante el período en cuestión, se tornaron más específicas.
Así pasó entre los monjes Benedictinos: las reformas de -»Benito
d’Anaine (sig. VIII-IX, †821) y de Cluny (sig. X-XI) provienen de las
«observantiae benedictinae» y de las «observantiae cluniacenses» (Schmitz, a.c.,
col. 1075, 1078), y los monasterios de las Congregaciones reformadas de Kastl,
Melk, Bursfeld, Chezal-Benôit, Valladolid, Padua-Santa Justina de los siglos
XIV-XV, son llamadas «Observancias» u «Observancia de Melk»,
«Observancia de Chezal-Benôit», «Congregatio Casinensis alias de S. Iustina
seu de Observantia» etc. (Schmitz, a.c. col. 1111, 1114, 1119).
Y entre los monjes, precisamente entre los Cistercienses, se da la
«Observantia regularis sancti Bernardi», nacida en España en 1425 (V. Hermans,
I Cistercensi, en Escobar I, p. 100; J.-M. Canivez, Cîteaux [Ordre], en DHGE 12 [1953] 970;
Delaruelle, o.c., p. 1328); y entre los Canónigos regulares la «vita arctior» y la
«districtior religio» [la vida más estricta y la religión más rigurosa, n.d.t.] de los siglos
X y XI, que posteriormente vuelven a tener vigencia en el período de las
Observancias (siglos XIV-XV) en las Congregaciones de Windesheim, Renana
y Lataranense (Dereine, a.c., col. 372, 396).
Por cierto, las Observancias se dan también en las Ordenes
mendicantes. En efecto, entre los Dominicos encontramos (1380-1400) al b.
Raimundo de Cápua, «primus Órdinis reformator», el cual queriendo «llevar en
obras las observancias de la Orden, según manda la regla y las constituciones»,
promueve o «funda la Observancia»; organiza, no obstante las acusaciones de
división y ruptura, los «conventos de Observancia», y las «bellas brigadas» de
religiosos promovidas por santa Catalina de Siena; va formando, con la
colaboración de otros celantes reformadores – como Domínici, Savonarola,
Antonino de Florencia, al que sus escritos presentan como perteneciendo a «de
regulari observantia» - a los no pocos «fratres desiderantes observantiam
regularem, o «statum regularis observantiae», y a los «patres observantiae» que
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 277

llevarán adelante las operosas Congregaciones lombarda y florentina de San


Marcos (BullPraed II, p. 363; Mortier, III, p. 500, 521, 531-2, 573, 578; S. A. Axters, Frères
Prêcheurs, en DS 5 [1964] 1443-4: Delaruelle, o.c., p. 1294, 1346; Cenci, Ms. Biblioteca
nazionale di Napoli, I, p. 120-1).
Entre los franciscanos surgen reformadores en Italia, Francia, España
(Paoluccio Trinci, Pedro de Villacreces, Enrique de Baume, santa Coleta); en
1415, mediante la «Supplicationibus personarum» del Concilio de Constanza,
se produjo la «magna charta» y también el nombre de la «regularis
observantia» - «fratres dictae observantiae, «loca fratrum in observantia»
[regular observancia, frailes de la observancia, casas de los frailes que viven en la observancia,
n.d.t.] – no obstante que estas fórmulas, igual que otras de la constitución
conciliar, sean más genéricas que específicas (BullFranc VII, p. 493-5).
Y también las congregaciones reformadas de los Agustinos
constituyeron la «observancia regular», con «conventos de observancia»
propios (M.-T. Disdier, Augustin [Ordre], en DHGE 5 [1931] 539, 550); la nueva
Observancia de los Carmelitas descalzos o reformados, llamados «fratres
primitivae observantiae», por motivo de su retorno a los orígenes, en oposición
a la «antigua Observancia» de los Carmelitas sencillamente dichos (A.
Grammatico, Carmelitani, en EC 3 [1949] 894, 896); los «Siervos de María hijos de la
Observancia» y otras «Observancias» o «congregaciones de la Observancia»,
entre los Servitas, cuyos Observantes fueron mencionados por Eugenio IV
(1431) como «qui de Observantia sunt» (Annales OSM, I, p. 417; Rossi, Manuale..., p.
71, 308, 325).
Las denominaciones, y también las características de las distintas
Observancias son substancialmente idénticas en todas es decir, retorno a los
ideales o también al heroísmo de los comienzos; rechazo o uso muy parco de
las mitigaciones aunque fuesen mitigaciones pontificias; preferencia por las
iglesias y conventos pequeños y solitarios, hábitos pobres y sencillos,
alimentación frugal; vida de oración y de contemplación más intensa en
algunas, más actividad apostólica y pastoral en otras, pero siempre ejerciendo
una predicación más popular que culta; el estudio, que al comienzo no era muy
apreciado, como había pasado en las más antiguas reformas monásticas hasta la
de Cluny, pero posteriormente fue asumido con vivo interés y provecho,
derrumbando los recelos largamente cultivados en relación a los estudios
universitarios y grados académicos.
En lo que a los Franciscanos se refiere, Wadding, p.ej., escribía, para el
año 1456: «Observantes in húmili statu a serio litterarum studio ut plúrimum
abhorrentes» [los Observantes, vivían en un estado de humildad, y tenían muy grande
aversión a los estudios formales de las letras, n.d.t.]. Sin embargo, exactamente en
aquellos años, tuvieron ellos a san Juan de Capistrano y a san Jacobo de la
Marca y, en el siglo siguiente, a los teólogos tridentinos Vega y Castro
278 6. FRANCISCANISMO

(WaddingAnnMin 1456, 226; XII, p. 555; Brlek, De evolutione..., p. 87; Di Fonzo, Studi..., en
MiscFranc 44 [1944] 168-70; Mortier III, p. 502-3; Delaruelle, o.c., p. 1350-1).
Esta limitada preparación cultural inicial mantuvo a las Observancias y
a los Observantes alejados de algunas actividades, como p. ej. las actividades
científicas y universitarias, y de algunos oficios jerárquicos y de representación
dentro de la Iglesia y de la Orden. Sin embargo, no tardaron en empeñarse en
estas áreas, y empezaron a competir con los religiosos conventualizados,
superándoles muchas veces, también en algunas manifestaciones de actividad
apostólica en medio del pueblo.
Al mismo tiempo las nuevas y más amplias y distintas actividades iban
creando nuevas exigencias de vida, y de esta manera, iba formándose también
entre ellos, un cierto c. aunque tuviese un carácter más austero: habían nacido
para combatir los abusos de las Ordenes conventualizadas; habían combatido y
mirado con difidencia a los mismos aspectos positivos del c.; pero la realidad
acababa por imponerse también entre ellos, y a los heroísmos y austeridades de
los comienzos, se añadían las mismas atenuaciones propias de las Ordenes en
crecimiento o en pleno desarrollo cuantitativo y cualitativo.
A las «regulares observancias», siguieron las «observancias más
estrictas» - eso pasó con los Cistercienses en relación con los Trapenses, y con
los Franciscanos en relación con los Reformados. Sin embargo, también entre
éstos cundió el realismo conventualístico, y de esta manera nuevas familias y
nuevas congregaciones aun más austeras nacen con vocación de retorno a los
orígenes en las distintas Ordenes. Fueron llamadas «austerísima observancia»,
como p.ej., la «commúnitas observantíssima» de Bourges de los Agustinos
descalzos, las comunidades de los Recoletos, de los Descalzos-Alcantarinos, de
la ‘Riformella’, entre los Franciscanos (Hermans, Di Fonzo, Mariani, en Escobar I, p.
102, 221-3, 524-3).
Algunas de estas reformas dejaron de existir por su propia natural
extinción (es el caso de los prioratos, de lo monasterios y conventos
reformados); otras dejaron de existir por causa de las supresiones (p. ej. las
Observancias de los Servítas «cum parum vel nihil differre videantur ab
Ordine» [porque poco o nada se diferenciaban de la Orden, n.d.t.] (san Pío V en 1570, en
BullRomTaur VII, p. 817-9; Rossi Manuale..., p. 310-1 nota 75); otras por causa de la
secularización (p.ej. la Congregación de Bursfeld, en 1803); otras se
incorporaron o fueron incorporadas a las Observancias más grandes (p. ej. los
Clarenos, los Amadeítas, los Coletanos, incorporados a los Observantes
franciscanos en 1517), o con otra denominación (Observantes, Reformados,
Descalzos-Alcantarinos, Recoletos franciscanos, incorporados a los actuales
Frailes Menores en 1897); otras reformas, en fin, han sobrevivido y han llegado
hasta nuestros días totalmente autónomas e independientes en relación con las
Ordenes originarias que las habían producido (Cistercienses, Trapenses,
Capuchinos, Agustinos descalzos, Trinitarios descalzos - actualmente llamados
VALOR-VIDA RELIGIOSA-INFLUENCIA 279

Trinitarios nomás, después de la extinción de los Trinitarios calzados en 1894,


y la unión con la Congregación española en 1900: la única entre las Ordenes
medievales, en el cual sólo la Observancia ha sobrevivido frente a los
Conventuales).
Por último, la Observancia franciscana ha sido la única en obtener, no
sólo la plena autonomía e independencia, sino también el ‘primado jurídico’
sobre la antigua Orden, Orden esta que los documentos de concesión de León
X mencionan con las frases «loca de obedientia y de capítulis Fratrum
Conventualium» [conventos de obediencia y de capítulos de los Frailes Conventuales, n.d.t]
pré-existentes, y con el «minister generalis tunc Fratrum Conventualium» o las
frases «a tunc ministris provinciarum Fratrum Conventualium » [el anterior
ministro general de los Frailes Conventuales... - o por los antiguos ministros de las provincias
de los Frailes Conventuales, n.d.t.] que, hasta aquel momento (29-5-1517), habían
confirmado a los vicarios generales y provinciales de la Observancia (Ite vos y
Omnipotens Deus: BullRomTaur V, p. 697; WaddingAnnMin 1517, nn. 23, 30: vol. XVI, p. 54,
60).
De todas estas Observancias, hoy día solamente una ostenta este título
que, en tiempos pasados, era muy ambicionado por todas: es la Observancia de
los Trapenses u «Ordo Cistercensis Reformatorum seu Strictioris
Observantiae» [Orden Cisterciense de los Reformados o de la Más Estricta Observancia,
n.d.t.]. Otras conservan un título equivalente: «Carmelitas descalzos»,
«Agustinos Recolectos», «Agustinos descalzos»; otra Orden conserva en el
nombre no oficial el recuerdo de la observancia, pero sin pertenecer más a la
Observancia: es la Orden de los «Carmelitas de la Antigua Observancia»; y tan
sólo una Orden se define expresamente conventual: es la Orden de los Frailes
Menores Conventuales (AnnPont 1977, p. 1196,1200).

7. Punto de encuentro

A lo largo de los siglos XIV y XV todas las Ordenes experimentaron


en carne propia el fenómeno del c. y de la Observancia, bien sea los
Conventuales bien sea los Observantes. Este fenómeno perduró también en los
siglos siguientes. Sin embargo, se llegó a un punto de encuentro entre los dos
fuertes movimientos, porque ambos estaban a servicio de la Iglesia y por ella
aprobados y sostenidos, de manera que del c. y de la Observancia quedó tan
sólo el recuerdo en algunas denominaciones de Ordenes, y el contenido
sustancial de perfección, más o menos austero, más o menos heroico, en la
realidad viva y activa de todas las Ordenes.

Conclusión. Es significativo relevar como, en la crisis actual de las


Ordenes religiosas, cuando un destacado personaje propuso a toda la asamblea
un retorno a las «comunidades distintas» en las que –afirmaba él- «la
280 6. FRANCISCANISMO

experiencia demostrará si las vocaciones resultarán más numerosas en las casas


de estricta observancia o en aquellas donde la observancia es más descuidada »
(Vita Minorum 43 [1972] 450), la Asamblea de todos los superiores generales en
pleno contestó que se trataba de una solución de división y de ruptura...
contraria, por cierto, a la voluntad expresa unánimemente... por los
representantes de las 130 Conferencias nacionales de los Religiosos y de las
Religiosas, así como de la Unión de los superiores generales» (Vita Minorum, ibid.
p. 451).
Esta es una respuesta de grande interés por todo lo que aquí se ha
dicho, porque parece haber sido dada a la luz de aquel justo punto de encuentro
entre c. y observantismo, que supera las seculares divergencias y los
respectivos puntos débiles, y recoge, además, los aspectos positivos bien sea de
éste bien sea de aquéllo, sin exclusiones de heroísmos y mitigaciones, aptos los
dos, para llevar a la perfección y a Dios.
Ya lo había escrito, en el siglo XI, el monje ya benedictino cluniacense
y ahora cisterciense Nicolás de Clairvaux a su antiguo abad: «vos enim
elegistis vitam dulciorem, nos fortiorem: at útraque Deum quaerit, útraque
Deum ínvenit, cum utriusque auctor sit Deus» [Uds. prefieren la vida más mitigada,
nosotros la más dura: sin embargo, una y otra buscan a Dios, una y otra encuentran a Dios,
porque Dios es la razón de ambas, n.d.t.] (Ep. 40: PL 196, 1639).
Lo ha declarado también, en teimpo más cercano a nosotros, el papa s.
Pío X según el cual, como afirma Holzapfel, «los Frailes Conventuales, a pesar
de hacer uso de dinero y disfrutar de otras dispensas, observan la Regla tan
bien como los Frailes Observantes» (Vita Minorum 38 [1957] 90).

No hay una específica bibliografía sobre el c. en su conjunto. Por este motivo,


apuntamos sólo algunas fuentes y estudios más importantes, y remitimos a las otras voces
específicas de las distintas Ordenes involucradas.
BullPrae; MonOPHist 1 (1896); AnalOP 1-4 (1893-6); Acta Cap. Prov. OP, Tolosa 1894;
BullFranc I-IV, V-VIII, ns. I-III; AnalFranc 10 (1926-41); M. Bhil, edic. Const. Narbonenses,
Assisienses, Parisienses, en ArchFrancHist 34 (1941) 13-94, 284-358; Id., edic. Ord.
benedictinae, ibid. 30 (1938) 309-90; G. Abate, edic. Memoriali, statuti, atti Cap. Gen. OMin
sec. XIII-XIV, en MiscFranc 33 (1933) 15-45, 320- 36; 34 (1934) 248-53; 35 (1935) 101-6, 232-
9.
Mortier III: La Conventualité, París 1907, p. 289-319 (habla sobretodo del aspecto negativo); J.
Deshusses, Conventualité, en DDC 4 (1949) 556-62 (son datos más jurídicos que históricos);
Melchor de Pobladura, Conventualisme, en DS V, 1 (1964) 1307 (presentación breve inserida
bajo la voz Frères Mineurs y referente sólo al franciscanismo); D. Cresi, S. Francesco e i suoi
Órdini, Florencia 1955, p. 99-102: Formazione del c. (incluye anotaciones sobre los aspectos
positivos); Id., Discussioni e documenti di storia francescana, ibid. 1959, p. 103-5 (con
referencias a otras Ordenes).
p. Giovanni Odoardi, OFMConv.
CARACTERÍSTICAS-LOGROS-C. Y OBSERVANCIAS 281

8.

CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv.

(1239-1975)

Las Constituciones más importantes están escritas en MAYÚSCULO;


las demás (en cursivo) son las nuevas redacciones de textos anteriores o
también Estatutos transitorios de reforma.
Siglas para las Ediciones señaladas a continuación:

AFH = Archivum Franciscanum Historicum (Ad Claras Aquas 1908 s)


BF = Bullarium Franciscanum (Roma 1759 s)
BR = Bullarium Romanum, edit. Tuarinensis (August. Taurinorum, 1857 ss)
MF = Miscellanea Francescana (Foligno-Roma 1886 s

1 Antiquae (Romanae), 1239: redactadas en el Capítulo de Roma 1239, General Alberto de


Pisa. Perdidas. Sin embargo el texto fue incluido en las sucesivas CC. Narbonenses.

2 NARBONENSES, 1260, en 12 rúbricas o capítulos, General san Buenaventura, en el


Capítulo de Narbona. Son fundamentales. – Ediciones: S. Buenav., Ópera omnia VIII (1898)
449-64; en AFH 34 (1941) 37-94, 284-319, ed. crít. y añadidura, para cada capítulo, de los
cambios y complementos de las CC. Asisienses. 1279 y de París 1292.

3 Assisienses I, 1279: 12 cc., II redacción de las Narbonenses, General Bonagracia, en el


Capítulo de Asís 1279. – Edición integral en MF 35 (1935) 65-100; ed. compendiosa, Cfr.
Narbonenses.

4 Parisienses, 1292: 12 cc., III redacción de las Narbonenses, Gen. Raimundo Gaufredi, en el
Capítulo de París 1292. – Edición compendiosa, Cfr. Narbonenses.

5 ASSISIENSES II, 1316. 132 cc., revisión y nueva compilación, Gen. Miguel Fuschi y
Comisión capitular (de Nápoles) en Asís 1316. – Edición: AFH 4 (1911) 276-302, 508-26;
Cfr. MF 31 (1931) 195.

6 Lugdunenses I, 1325: 10 cc., revisión de las Assisien., Gen Fuschi, en el Capítulo de Lyón
1325. – Edición: AFH 4 (1011) 527-36, tan sólo algunas variaciones.
282 7. CONVENTUALISMO

7 PERPINIANENSES, 1331: 21 cc., revisión de las Assisien: orden y textos nuevos, Gen.
Geraldo Oddon, en el Capítulo de Perpignano 1331. - Edición: AFH 2 (1909) 276-92, 412-30,
575-98.

8 STATUTA BENEDICTINA, 1336: 30 cc., nuevas leyes y varios usos monásticos, texto
sustancialmente válido, compuesto por una Comisión papal de prelados y varios Ministros
provinciales, impuesto por el Papa Benedicto XII, O. Cist. – Ediciones: BF VI 25-42; BR IV,
391-415; AFH 30 (1937) 332-86.

9 CATURCENSES, 1337: 16 cc.: integración «seráfica» de los anteriores «Statuta», Gen.


Geraldo Oddon, en el Capítulo de Cahors 1337. – Edición AFH 30 (1937) 128-57 (sólo las
variaciones referentes a las varias CC. anteriores, 1260ss).

10 Assisienses III, 1340: 12 cc., nueva compilación sacada de las CC. De 1316, 1331, y 1337;
Gen. Geraldo Oddon, en el Capítulo de Asís 1340. – Edición AFH 6 (1013) 258-66
(variaciones).

11 Massilienses, 1343: 12 cc., texto de 1260 y nuevas normas; Gen. Fortunerio Vasalli, en el
Capítulo de Marsella 1343. – Texto perdido, Cfr. AFH 30 ( 1937) 74 y 118-9.

- - Vénetae, 1346: suplemento de 6 cc., (64 artículos) a las anteriores CC. «Massilienses»; Gen.
Vasalli, en el Capítulo de Venecia 1346. – Edición AFH 5 (1912) 699-708; Cfr. ibid 30
(1937) 74-5.

- - Veronenses, 1348: suplementos a las CC. anteriores, General Farinier, en el Capítulo de


Verona 1348.- Texto perdido; Cfr. AFH 30 (1937) 74-5. 169; y 35 (1942) 41-3.

12 Lugdunenses II, 1351: 14 cc., partes nuevas (cc. 1-6) y partes copiadas de las CC.
Caturcenses 1337 (cc. 7-14); Gen. Farinier, en el Capítulo de Lyón 1351. – Edición AFH 30
(1937) 158-69, variaciones.

13 FARINERIAE. 1354: 12 cc. Óptimo texto, después de las Narbonenses, inspirado en las
Caturcenses, 1337 y Lugdunenses 1351; Gen. Guillermo Farinier, en el Capítulo de Asís
1354; a partir de este año tuvieron vigencia las Farinerias y los Estatutos benedictinos de
1336. – Ediciones BF VI, 639-55; AFH 35 (1932) 82-112, 177-221 (contiene tablas
sinópticas de las CC. de 1260-1354).

14 Martinianae, 1430: 12 cc., preparadas en el Capítulo de Asís por san Juan de Capistrano y
por el Gen. Guillermo de Casale para una más estrecha unión de los Observantes con los
Conventuales; aprobadas por Martino V, pero luego revocadas por el mismo para los
Conventuales (27-7-1430); permanecieron en vigencia para los Observantes cismontanos.
Para los Conventuales tuvieron vigencia los Estatutos de 1336 y las CC. Farinerias, ambas
solicitadas en el Capítulo de Montpellier 1446. – Ediciones BF, ns. I, 3-12, n. 4; BR IV 732-
44; Wadding, 1430, nn. 10-22 (t. X 178-87).

15 STATUTA SIXTINA, 1469: 19 cc. Estatutos de reforma y complementarios de las CC.


Benedictinas y Farinerias (siempre vigentes); fueron preparadas por el Gen. Francisco Della
Róvere y promulgadas por su sucesor Zanetto de Údine, en el Capítulo de Venecia 1469,
confirmadas por el mismo Della Róvere cuando se tornó Papa Sixto IV ( 1471, 184).
Estatutos retomados en los Capítulos de Roma 1506 y 1517. – Ediciones: texto original de
CARACTERÍSTICAS-LOGROS-C. Y OBSERVANCIAS 283

1469 en MF 45 (1945) 112-27; con variaciones posteriores, Roma 1517, Barcelona 1540.

16 ALEXANDRINAE, 1500: 19 cc., texto largo retomado de los Estatutos de 1336 y CC.
posteriores, varios Estatutos capitulares, Gen. Delfini, en el Capítulo de Terni de 1500,
aprobadas por Alejandro V el 7-4-1501 y confirmadas por Clemente VII el 24-9-1524;
vigentes a lo largo de ‘500. – Ediciones: Roma 1501, Barcelona 1540 (juntamente con los
Estatutos Sixtinos), Bolonia 1587.

17 Statuta Iuliana, 1508: 12 cc.; normas tratadas en el Capítulo gen. de Roma 1506 con el Gen.
Graziani, y compiladas entre 1506-08 por el coletano Bonifacio de Ceva y otros y aprobadas
por Julio II; no fueron aceptadas por la Orden, y revocadas por el Papa en 1510 y, revisadas
por fr. Bonifacio, fueron aceptadas por los Coletanos de Francia. – Ediciones: Lubeca 1509,
Buscoduci 1509; redación Bonifaciana en «Firmamenta», París 1512, P. III, ff. 1-47.

18 Constitutiones (Vénetae II), 1546: 15 cc., Gen. Fauni-Pío, en el Capítulo de Venecia 1546
(texto ya aprobado para las provincias de Venecia, Bolonia y Umbría en el Capítulo de
Spoleto 1544). – Edición: Venecia 1546 (in 8º, ff. 16 n.n.).

- - Constitutiones (Assisienses IV), 1549: 25 cc., Gen. Pásseri, en el Capítulo de Asís 1549;
nueva redacción de las anteriores pero con distinta disposición de los cc. – Edición [Venecia]
1549 (8º, ff. 8 n.n.).

19 PIAE (= PIANAE), 1565: 12 cc., Gen. Antonio de Sapientibus, en el Capítulo de Florencia


1565, aprobadas por Pío IV el 17-9-1565. – Ediciones: Bolonia 1565, Ancona 1566; BR VII,
401-18.

- - Constitutiones Apostolicae pro Patribus Citramontanis [=Galliae] (Francia, n.d.t], 1584:


promulgadas por el p. Gabriel Châtaigne (Castanea) de Aviñón, visitador apostólico de las
Provincias de Francia, por mandado de Gregorio XIII. – Edición: Aviñón 1584 (8º, pp. 88,
texto pp. 9-48).

20 Constitutiones Conventualium-Reformatorum, 1611: preparadas en el Capítulo de Orvieto


1611 por el Gen. Hugues para la Congregación de los Conventuales Reformados (1557-
1668). – Edición: «Constituioni generali de’ Frati Riformati de’ Minori Conventuali da
osservarsi per tutta la Riforma», Roma 1611 (texto ital., primera y única vez).

21 URBANAE, 1628: 12 cc. y 168 títulos, compiladas en los Capítulos de Roma 1617, 1623,
1625, bajo los Generales Montanari, Misserotti y Franceschini, y por éstos promulgadas en el
Capítulo de Roma 1628, aprobadas por Urbano VIII el 15-5-1628. Texto excelente para la
legislación. – Ediciones: «Constitutiones urbanae Fr(atr)um Ord. Min. Conv. S. Francisci»,
Roma 1628, y varias otras ediciones hasta Asís 1803.

22 Urbano-Clementinae, 1771: «ad breviorem methodum redactae» redactadas en tiempos del


Gen. Marzoni, aprobadas por Clemente XIV el 9-8-1771 para las Provincias de Francia
después de la unión de los Observantes con los Conventuales. – Ediciones: París 1771; Roma
1894 (nueva impresión para toda la Orden).

23 Pio-Urbanae, 1823: son las Urbanas «explicadas», es decir abreviadas y adaptadas,en


tiempos del Gen. De Bonis, aprobadas por Pío VII el 10-1-1823. – Ediciones: Roma 1823;
Mechliniae 1880.
284 7. CONVENTUALISMO

24 CONSTITUTIONES Ord. Fr. Min. S.P.F. Conventualium ad Códicem Iuris Canónici


conformatae, 1932; con 12 cc., compiladas en el Capítulo de Asís 1930 y confirmadas por
Pío XI, decr. S. C. Religiosis 14-7-1932. – Edición: Roma 1932; y posteriormente varias
traducciones y compendios.

25 CONSTITUTIONES ORD. FR. MIN. S.P.F. CONV., 1975: con 6 cc., aprobadas por el
Capítulo de Roma 1969, revisadas en los posteriores Capítulos de Asís 1972 y 1975,
Generales B. M. Heiser y V. M. Bommarco. – Edición:
Roma 1975 (= Padua 1976), pro-ms. (8º peq., pp. 171, texto pp. 23-117).

(L.D.)
8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv 285

9.

MINISTROS GENERALES OFMConv

(1209 – 1978)

Capítulo Años
Electivo
S. FRANCISCO DE ASÍS, Fundador y
primer Ministro general 1209-26 ,3.10†

Vicarios: b. Pedro Catani de Asís 1220-21 y


Fr. Elías de Asís (Buonbarone), 1221-27

1. b. Juan Parenti de Florencia, Toscanai Asís 1227-32


2. Elías de Asís (Buonbarone), Umbría Rieti 1232-39
3. b. Alberto de Pisa, Toscana Roma 1239-40 ,23.1†
4. Aimón de Faversham, Inglaterra Anagni 1.11.1240-44 †
5. Crecencio Grizi de Iesi, Marcas Génova 4.10.1244-47 ,obisp.
6. B. Juan Buralli de Parma, Bolonia Lyón 13.7.1247-57
7. S. Buenaventura de Balneoregio, Romana Roma 2.2.1257-74 ,card.
8. Jerónimo Masci de Áscoli Piceno, Marcas
(card. 1278, Pp. Nicolás IV 1288-92) Lyón 1274-79 ,card.
9. b. Bonagracia Tielci de S. Giovanni en
Persiceto, Bolonia Asís 1270-83 ,3.10†
10. Arlotto de Prato, Toscana Milán 1265-86 †

Vic. gen.: Guillermo de Falegar, Aquitania,


1286-87

11 Mateo (Bentivegna) de Acquasparta, Umbría Montpellier 1286-89 ,card.


12. Raimundo Gaufredi (Geoffroy) de Marsella,
Provenza Rieti 1289-95 ,29.9
13. Juan Minio de Morrovalle, Marcas Anagni 1296-1304 ,card.
14. b. Gonzalo Hispanus (de Galicia), Santiago Asís 1304-13 ,13.4†
15. Alejandro Bonini de Alejandría, Génova Barcelona 1313-14 ,5.10†
16. Miguel Fuschi de Cesena, Bolonia Nápoles 1316-28 ,13.6

Vic. gen.: card. Bertrand de La Tour de


Figeac, Aquitania, 1328-29
286 8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv

17. Gerardo Oddon (Guiral) de Figeac, Aquitania París 1329-42 patriar


18. Fortanerio Vasalli (de Vassal), Aquitania
(después arzob., patriarca y card. 1361†) Marsella 1343-48 ,arzob
19. Guillermo Farinier, Aquitania Verona 1348-57 ,card.
20. Juan Bouchier (Buch), Aquitania Barcelona 1357-58 ,28.5†

Vic. gen.: card. Guillermo Farinier, 1358-59

21. Marcos de Viterbo, Romana Génova 1359-66 ,card


22. Tomás de Frignano, Bolonia (patr.1372, y
card. 1378-81†) Asís 1367-72 patriar
23. Leonardo Rossi de Giffoni (Giffoni Valle
Piana), Napolitana Tolosa 1373-78 (card)
24. Ludovico Donati (Donà) de Venecia,
Padovanaii Esztergom 1379-81 ,card.
25. Pedro de Canzano, Abruzos Ferrara 1382-83 ,10.7†
26. Martino Sangiorgi de Rivarolo (Rivarolo
Canavese), Génova Padua 1384-87 ,13.2†
27. b. Enrique Alfieri de Asti, Génova Faenza 1387-1405 †
28. Antonio Vinitti de Perèto, Abruzos Mónaco 1405-08

Vic. gen.:Ángel Salvetti de Siena, 20.11.1408-


09 (después Gen. 30); otro Vic. gen.: Antonio
de Cascia, secr.7.1.1410

29. Antonio de Cascia, Umbría, Breve apostólico --- 14.2.1410-15 ,obisp


29ª. Antonio Vinitti de Perèto (n. 28), General
Pisano 1409-15 (v. nota 2), confirmado en el
Concílio de Constanza y por Martino Viii --- 1415-20 †
30. Ángel Salvetti de Siena, Toscana Forlí 1421-23 ,6.10†
31. Antonio de Massa Marítima, Toscana Ferrara 1424-30 ,obisp
32. Guillermo (Robazoglio) de Casale
Monferrato, Génova Asís 1430-42 ,3.2. †

Vic. gen.: Alberto (Berdini) de Sarteano


(OFMObs), Breve Eugenio IV, 18.7.1442-43

33. Antonio Rusconi de Como, Lombardíaiv Padua 1443-49 ,10.8†


34. Ángel Ctristófori (del Toscano) de Perusa,
Umbría Roma 1450-53 ,20.8†
35. Jacobo Bassolini de Mozanica, Lombardía Bolonia 1454-57 ,9.7†
36. Jacono Zarzuela, catalano, Aragón Roma 1458-64
37. Francisco Della Róvere de Savona, Génova
(card. 1467, Pp. Sixto IV 1471-84) Perusa 1464-69 ,card.
38. Zanetto de Údine (Juan Baut. Giovannini,
Patavina Venecia 1469-75 ,arzob
39. Francisco Sansón de Siena, Toscana Urbino 1475-99 ,27.10†
40. Gil Delfini de Amelia, Umbría Terni 3.10.1500-06
41. Reinaldo Graziani de Cotignola, Bolonia Rom,SApóst 1506-10 ,arzob
42. Felipe Porcacci de Bagnacavallo, Bolonia Roma 1510-11 ,13.9†
8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv 287

Vicarios gen.: Gomez de Lisboa, 1511.12,


arzob.; y Bernardino Prati, secr.

43. Bernardino Prati de Chieri, Génova Asís 1513-17 ,arzob


44. Antonio Marcello de Petris de Cherso,
Dalmacia Roma 1517-20 ,arzob
45. Antonio Sassolini de Florencia, Toscana Bolonia 1520-25 ,obisp

Vic. gen.: Juan Vigerio secr., 1525-29

46. Juan Vigerio de Génova, Génova


(obisp.1534-51†) Espoleto 1529-30 (obisp)

Vic. gen.:Jacono Antonio Ferduzzi secr.,


1530-34

47. Jacobo Antonio Ferduzzi de Ancona, Marcas Milán 1534-37 ,obisp


48. Lorenzo Spada de Bolonia, Bolonia Roma 1537-43 ,obisp
49. Buenaventura Fáuni-Pío de Costacciaro,
Umbría Ancona 1543-49 ,obisp
50. Juan Jacobo Pásseri de Montefalco, Umbría Asís 1549-51 †

Vic. gen,: Julio Magnani secr. 3.10.1551-53

51. Julio Magnani de Piacenza, Bolonia Génova 1553-59 ,obisp


52. Juan Antonio Muratori de Cervia, Bolonia Asís 1559,13.-24 ,7†

Vicarios gen.: Juan Antonio Delfini de


Pomponesco, Bolonia 25.7.1559-5.9.1561-
63†; y Antonio de Sapienti secr., 10.9.1561-62

53. Antonio de Sapienti (Savioz) de Aosta,


Lombardía Milán 1562-66 ,6.1†

Vic. gen.: Félix Peretti de Montefalco,


Marcas, 14.1.1566-68 (obisp. 1566, card.
1570, Pp. Sixto V 1585-90)

54. Juan Tancredi del Colle Val d'Elsa, Toscana Roma 1568,6.6- ,3.10†

Vic. gen.: Juan Pico secr., 6.10.1568-71

55. Juan Pico de Serrapetrona, Marcas Camerino 1571-74 †


56. Pedro Antonio Camilli de Nocera Umbra,
Umbría Siena 1574-80 ,12.8†
57. Antonio Fera de Piancastagnaio, Toscana Perusa 1581-84 ,obsp.
58. Clemente Bontadosi de Montefalco, Umbría Bolonia 1584-86 ,obisp

Vic. gen.: Evangelista Pellei secr., 1586-87


288 8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv

59. Evangelista Pellei de Force, Marcas Áscoli 1587-90 ,obisp


60. Julián Causi de Mogliano, Marcas Piceno 1590,9-12 .6†
61. Francisco Bonfigli de Gualdo Tadino,
Umbría. - (Vic. gen.: Ludovico Albuzzi de Roma 24.7.1590-91
Saronno, Milán, 29.5.1591-28.4.1492) Roma y 1592-93 ,obisp
62. S. D. Felipe Gesualdi de Castrovíllari,
Calabria Roma 1593-1602 ,obisp
63. José Pisculli de Melfi, Pulla Roma 1602-07 ,obisp
64. Guillermo Ugone (Hugues) de Aviñón,
Provenza -S. Ludovico Asís 1608-12 ,obisp

Vic. gen.: Jacobo Montanari secr., 1612-17

65. S. D. Jacobo Montanari de Bagnacavallo,


Bolonia Roma 1617-23
66. Miguel Misserotti de Bolonia, Bolonia:
nombrado con breve apostólico en Capítulo Roma 2.6.1623-24 ,obisp
67. Félix Franceschini de Cascia, Umbría Roma 1625-32 ,obisp.

Vic. gen.: Juan Bautista Berardicelli secr.


1632-35

68. Juan Bautista Berardicelli de Larino, Prov.


Santo Ángel Roma 1635-47
69. Miguel Ángel Catalani de San Mauro Forte,
Pulla Roma 1647-53 ,obisp
70. Félix Gabrieli de Capradosso, Marcas Roma 1653-59 ,obisp
71. Jacobo Fabretti de Ravena, Bolonia, Breve
apost. 6.12.1658, pero comenzó el gobierno en
mayo 1659 --- 1659-65
72. Andrés Bini de Spello, Umbría Roma 1665-70 †
73. Marcial Pellegrini de Castroviílari, iunior,
Calabria: Breve apostólico --- 24.9.1670-77 ,arzob.
74. José Amati de Massafra, Pulla Roma 1677-83
75. Antonio Aversani de Avesa, Nápoles Roma 1683-89
76. José María Bottari de Venecia, Patavina Roma 1689-95 ,obisp.
77. Félix Rotondi de Monteleone, Umbría Roma 1695-1701
78. Vicente María Coronelli de Venecia, Patavina
(gobierno efectivo 1701-04) Roma 1701-07

Vic. gen.: Carlos Baciocchi de Cortona,


Toscana, 17.11.1704-07

79. S. D. Bernardino Ángel Carucci de


Castelsantángelo (Visso, Macerata), prov.
Umbría Asís 1707-13
80. Domingo Andrés Borghesi de Pésaro, Marcas,
Breve apost.13.2.1713 e inicio de gobierno en - - - 2.6.1713-18 ,24.5†
8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv 289

Vic. gen.: José María Baldrati, 27.5.1718-9

81. Carlos Jacobo Romili de Bérgamo, Roma 1719-25


82. Lombardía Roma 23.5.1725-31
83. José María Baldrati de Ravena, Bolonia Roma 1731-38 ,21.11
Vicente Conti de Bérgamo, Lombardía

Vic. gen.: Félix Ángel Sidori de Spello,


Umbría, 1738-41
84. Roma 1741-47 ,obisp
85. Juan Bautista Minucci de Cittareale, Umbría Roma 1747-53
86. Carlos Antonio Calvi de Bolonia, Bolonia
Juan Bautista Costanzo de Biella, del Sacro Roma 1753-59
87. Convento de Asís
Juan Bautista Colombini de Brescia, Roma 1759-64 ,arzob
Lombardía (arzob. 19.12.1763)

Vic. gen.: Dom. A. Rossi secr., 25.1.1764-65


88. Roma 1765-71
89. Domingo Andrés Rossi de Pésaro, Marcas Roma 1771-77
90. Luis María Marzoni de Vimercate, Lombardía Roma 1777-83
91. Juan Carlos Vípera de Viterbo, Roma
Federico Lauro Barbarigo de Venecia, Roma 1783-89
92. Patavina Roma 1789-95
93. José María Médici de Gubbio, Umbría
Buenaventura Bártoli de Terni, Umbría; Breve --- 1795-1803
94. apostól.
Nicolás Papini de San Giovanni d'Asso, --- 1803-09
95. Toscana: Breve ap.
José María De Bonis de Roma, Romana: --- 1809-24
96. Breve apostól. Asís 7.10.1824-30
97. Luis Battistini de Pésaro, Marcas Roma 1830-32 ,obisp
Domingo Secondi de Montefalco, Umbría

Vic. gen.: Francisco Antonio Orióli de


Bagnacavallo, Bolonia, 4.9.1832-33 (obisp.
1833, card. 1838-52†)
98. Roma 1833-39
99. Antonio Pablo Barbetti de Rímini, Bolonia Roma 1839-45
100 S. D. Ángel Bigoni de Corfù (Lodi), Patavina
José Carlos Magni de Verzimo-Varallo Roma 1845-51
101 (Piamonte) Romana
Jacinto Gualerni de Chiaravalle (Ancona), Roma 1851-57
102 Marcas Roma 1857-64 ,4.10†
Salvador Calí de Catania, Sicilia

Vic. gen.: Ludovico Marangoni secr.


22.19.1864-66
103
Ludovico Marangoni de Vicenza, Dálmata- Roma 1866-72 (obisp)
290 8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv

104 Patavina (obisp. 1874-1908†)


Antonio María Adragna de Trápani, Sicilia: --- 14.5.1872-79
105 Breve apostólico
Buenaventura María Soldatic' de Cherso,
Dálmata-Patavina: Breve apostól. (arzob. --- 9.7.1879-91 (arzob)
106 1895†) Roma 16.9.1891904
107 Lorenzo Caratelli de Segni, Romana
Domingo Reuter de Oxel (Alemania), Roma 12.10.1904-10
108 Inmaculada Concep. USA
Victor María Sottaz de Guin (Suiza), Patavina Roma 24.8.1910-19
(su gobierno efectivo 1910-12)

Vic. gen. apostól.: Francisco Dall'Olio de


Valdobbiáden, Patavina, 17.12.1912-13; Vic. Roma 8.10.1913-19
elegido por la Orden: D.M.Tavani
109
Domingo María Tavani de Fara San Martino Roma 1919-24
110 (Chieti), Abruzos Roma 1924-30
111 Alfonso Orlich (Orlini) de Cherso, Patavina Asís 1930-36
112 Domingo María Tavani, Abruzos: 2ª vez
Beda María Hess de Rome, N.Y., Inmac. Roma 1936-48
Conc. USA (elegido en el Capítulo de Roma Roma 1948-53
1936 y 1948) ,8.8†

Vic. gen.: Buenaventura Mansi de Ravello,


Napolitana,1953-54
113
Victorio María Costantini de Gubbio, Umbría Roma 6.2.1954-60 (obisp)
114 (Obisp. 1962)
Basílio María Heiser de Terre Haute, Indiana, Roma 1960-66
Consol.Aflig. USA (eleg. en los Capítulos de Roma 1966-72
115 Roma 1960 y 1966) Asís 1972-78
Vitale María Bommarco de Cherso, Patavina Asís 1978-83
116 (eleg. en los Capítulos de Asís 1972 y 1978) Asís 1983-89
Lanfranco María Serrini de Ósimo, Marcas Asís 1989-95
117 (eleg. en los Capítulos de Asís1983 y 1995)
Agostino María Gardin de San Polo del Piave, Asís 1995-2001
118 Patavina
Joaquin Giermek de Buffalo N.Y., S. Antonio Ariccia 2001-...
B.- USA (L.D.)
8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv 291
292 9. MINISTROS GENERALES OFMConv

10.

CAPÍTULOS GENERALES

(1217-2001)
9. MINISTROS GENERALES OFMConv 293

Año Lugar Ministro gen. elegido Pontífice

1. 1216 Asís 1 (San, Francisco, Fundador) Honorio III


2. 1218 Asís 2
3. 1219 Asís 3
4. 1220,29,9 Asís 4 (Vic.: Pedro Catani)
5. 1221 Asís 5 (Vic.: Elías de Asís)
6. 1222 Asís 6
7. 1223 Asís 7
8. 1223 Asís 8
9. 1227[v] Asís 9 Juan Parenti Gregorio IX
10. 1230 Asís 10
11. 1232 Rieti 1
12. 1233,6.7 ¿Roma? 1 Elías de Asís
13. 1239 Roma 2 Alberto de Pisa Papa preside
14. 1240,1.11 Anagni 1 Aimón de Faversham Papa preside
15. 1242 Bolonia 1
16. 1244,4.10? Génova 1 Crecencio de Iesi Joncenc IV, ¿preside?
17. 1247,13.7 Lyón 1 b. Juan de Parma Papa. preside
18. 1251 Génova 2
19. 1254 Metz
20. 1257,2.2 Roma 3 S. Buenaventura Alejandro IV, pres.
21. 1260 Narbona
22. 1263 Pisa Urbano IV
23. 1266 París 1 Clemente IV
24. 1269 Asís 11 Sede vacante
25. 1272 Lyón 2 B. Gregorio X
26. 1274 Lyón 3 Jerónimo Masci
27. 1276 Padua 1 B. Inocencio V
28. 1279 Asís 12 Bonagracia de Persiceto Nicolás III
29. 1282 Estrasburgo 1 Martino IV
30. 1285 Milán 1 Arloto de Prato Honorio IV
31. 1287 Montpellier 1 Mateo de Acquasparta Sede vacante
32. 1289 Rieti 2 Raimundo Gaufredi NicolásIV,OMin,pres
33. 1292 París 2 Sede vacante
34. 1295 Asís 13 Bonifacio VIII
35. 1296 Anagni 2 Juan Minio Papa preside
36. 1299 Lyón 4
37. 1302 Génova 3
38. 1304 Asís 14 Gonzalvo Hispano Benedicto XI
39. 1307 Tolosa Clemente V
40. 1310 Padua 2
41. 1313 Barcelona 1 Alejandro Bonini
42. 1316 Nápoles 1 Miguel de Cesena Sede vacante
43. 1319 Marsella 1 Juan XXII
44. 1322 Perusa 1
45. 1325 Lyón 5
46. 1328 Bolonia 2
47. 1329 París 3 Geraldo Oddón
48. 1331 Perpignano
294 9. MINISTROS GENERALES OFMConv

49. 1334 Asís 15


50. 1337 Chaors Benedicto XII
51. 1340 Asís 16
52. 1343 Marsella 2 Fortanerio Vasalli Clemente VI
53. 1346 Venecia 1
54. 1348 Verona Guillermo Farinier
55. 1351 Lyón 6
56. 1354 Asís 17 Inocencio VI
57. 1357 Barcelona 2 Juan Bouchier
58. 1359 Génova 4 Marcos de Viterbo
59. 1362 Estrasburgo 2
60. 1365 Florencia 1 B. Urbano V
61. 1367 Asís 18 Tomás de Frignano
62. 1370 Nápoles 2
63. 1373 Tolosa 2 Leonardo Rossi Gregorio XI
64. 1376 L’Aquila 1
65. 1379vi Esztergom Ludovico Donati Urbano VI
66. 1382 Ferrara 1 Pedro de Catanzano
67. 1394 Padua 3 Martino Sangiorgi
68. 1387 Faezna b. Enrique Alfieri
69. 1390 Mántova 1 Bonifacio IX
70. 1393 Colonia
71. 1396 Rímini
72. 1399.2.8 Asís 19
73. 1402 Génova 5
74. 1405 Mónaco Antonio Vinitti Inocencio VII
75. 1408 L’Áquila 2 Gregorio XII
--- --- Antonio de Cascia, 1410
76. 1411 Gaeta 1
77. 1414 Gaeta 2
78. 1418 Mántova 2 Antonio Vinitti, 1415 Martino V
79. 1421 Forlí Ángel Salvetti
80. 1424 Ferrara 2 Antonio de Massa
81. 1427 Casale Monferr. 1
82. 1430*vii11.6 Asís 20 Guillermo de Casale
83. 1434 Bolonia 3 Eugenio IV
84. 1437 Tolosa3
85. 1440 Génova 6
86. 1443*[viii] Padua 4 Antonio Rusoni
87. 1446 Montpellier 2
88. 1449 Florencia 2 Nicolás IV
89. 1450 Roma 4 Ángel Cristofori Papa preside
90. 1453 Perusa 2
91. 1454 Bolonia 4 Jacobo Bassolini
-- 1455*,1.11 Asís - - Calixto III
92. 1457* Milán 2
93. 1458* Roma 5 Jacobo Zarzuela Papa preside
94. 1461 Dijón Pío II
95. 1464 Perusa 3 Francisco Della Róvere
96. 1467 Florencia 3 Pablo II
9. MINISTROS GENERALES OFMConv 295

97. 1469 Venecia 2 Zanetto de Údine


98. 1472 Ferrara Sixto IV, OFMConv
99. 1475 Urbino Francisco Sansón
100. 1479 Roma 6 Papa preside
101. 1482 Brescia 1
102. 1485 Casal Monferr. 1 Inocencio VIII
103. 1488 Cremona 1
104. 1491 Asís 21
105. 1494 Bolonia 5 Alejandro VI
106. 1498 Milán 3
107. 1500,3.10 Terni Gil Delfini
108. 1504 Troyes Julio II
109. 1506* Roma 7 Rainaldo Graziani
110. 1510 Roma 8 Felipe Porcacci
111. 1513 Asís 22 Bernardino Prati León X
112. 1516 Chieri
113. 1517* Roma 9 Antonio Marcello
114. 1520 Bolonia 6 Antonio Sassolini
115. 1524 Asís 23 Clemente VII
116. 1529 Spoleto Juan Vigerio
117. 1534 Milán 4 Jacobo Antonio Ferduzzi
118. 1537 Roma 10 Lorenzo Spada Pablo III
119. 1540 Cremona 2
120. 1543 Ancona Buenaventura Fauni-Pío
121. 1546 Venecia 3
122. 1549 Asís 24 Juan Jacobo Pásseri
123. 1553 Génova 7 Julio Magnani Julio III
124. 1566 Brescia 2 Pablo IV
125. 1599 Asís 25 Juan Antonio Muratori
126. 1562 Milán 5 Antonio de Sapienti Pío IV
127. 1565 Florencia 4 (Vic.: F. Peretti 1566-68)
128. 1568 Roma 11 Juan Tancredi S. Pío V
129. 1571 Camerino Juan Pico
130. 1574 Siena Pedro Antonio Camilli Gregorio XIII
131. 1578 Asís 26
132. 1581 Perusa 4 Antonio Fera
133. 1584 Bolonia 7 Clemente Bontadosi
134. 1587 Áscoli Piceno Evengelista Pellei Sixto V, OFMConv
135. 1590 Roma 12 (9.6: Julián Causi†
(24.6: Francisco Bonfigli)
136. 1593 Roma 13 Felipe Gesualdi Clemente VIII
137. 1596 Viterbo
138. 1599 Asís 27
139. 1602 Roma 14 José Pisculli
140. 1605 Asís 28 Pablo V
141. 1608 Roma 15 Guillermo Hugues
142. 1611 Orvieto
143. 1617ix Roma 16 Jacobo Montanari Gregorio XV
144. 1623 Roma 17 Miguel Misserotti Urbano VIII
145. 1625 Roma 18 Félix Franceschini
296 9. MINISTROS GENERALES OFMConv

146. 1635 Roma 19 Juan Bautista Berardicelli


147. 1647 Roma 29 Miguelangel Catalano Inocencio X
148. 1653 Roma 21 Félix Gabrielli
--- --- Jacobo Fabretti, 1659 Alejandro VII
149. 1665 Roma 22 Andrés Bini
--- --- Marciano Pellegrini, 1670 Clemente X
150. 1677 Roma 23 José Amati B. Inocencio XI
151. 1683 Roma 24 Antonio Aversani
152. 1689 Roma 25 José María Bottàri
153. 1695 Roma 26 Félix Rotondi Inocencio XII
154. 1701 Roma 27 Vicente María Coronelli Clemente XI
155. 1707 Asís 29 Bernardo Ángel Carucci
--- --- Domingo Borghesi, 1713
156. 1719 Roma 28 Calos José Romili
157. 1725 Roma 29 José María Baldrati Benedicto XIII, pres
158. 1731 Roma 30 Vicente Conti Clemente XII
159. 1741 Roma 31 Juan Bautista Minucci Benedicto XIV, pres
160. 1747 Roma 32 Carlos Antonio Calvi Papa preside
161. 1753 Roma 33 Juan Bautista Costanzo Papa preside
162. 1759 Roma 34 Juan Bautista Colombini Clemente XIII, pres
163. 1765 Roma 35 Domingo Antonio Rossi Papa preside
164. 1771 Roma 36 Luis María Marzoni Clemente XIV,
OFMConv, pres.
165. 1777 Roma 37 Juan Carlos Vípera Pío VI
166. 1783 Roma 38 Federico L. Barbarigo
167. 1789 Roma 39 José María Médici
--- --- Buenavent. Bártoli, 1795
--- --- Nicolás Papini, 1803 Pío VII
--- --- José María de Bonis, 1809
168. 1824,5.10 Asís 30 Luis Battistini León XII
169. 1830 Roma 40 Domingo Secondi Pío VIII
170. 1833 Roma 41 Antonio P. Barbetti Gregorio XVI
171. 1839 Roma 42 Ángel María Bigoni
172. 1845 Roma 43 José Carlos Magni
173. 1851 Roma 44 Jacinto Gualerni Pío IX
174. 1857 Roma 45 Slavador Calí
175. 1866 Roma 46 Ludovico Marangoni
--- --- Antonio M. Adragna 1872
--- --- Buenav. M. Soldatic, 1879 León XIII
176. 1891,16.9 Roma 47,s.N.T Lorenzo Caratelli
177. 1904,12.10 Roma 48,s.Teod. Domingo María Reuter San Pío X
178. 1910.24.8 Roma 49,s.Teod. Victor María Sottaz
Vic.: Francisco Dall’Olio 1912-13
--- (1913 Roma, Congr.ge) Vic.: Dom. M. Tavani 1913-19
179. 1919 Roma 50,s. Teod Domingo María Tavani Benedicto XV
180. 1924 Roma 51,s. Teod Alfonso Orlich Pío XI
181. 1930 Asís 31, s.Conv. Domingo María Tavani
182. 1936 Roma 52,ssApóst Beda María Hess
183. 1948 Roma 53,s.Teod. Beda María Hess Pío XII
184. 1954,6.2 Roma 54,ssApóst Victorio María Costantini
9. MINISTROS GENERALES OFMConv 297

185. 1960 Roma 55,ssApóst Basilio María Heiser Juan XXIII


186. 1966,22.6 Roma 56, Seráph Idem Pablo VI
187. 1969◊ [x] Roma 57, Seráph.
188. 1972 Asís 32, s. Conv. Vitale María Bommarco
189. 1975◊,26.5 Asís 33, s. Conv.
190. 1978 Asís 34, s. Conv. Idem
191. 1983 Asís 35, s. Conv. Lanfranco María Serrini Juan Pablo II
192. 1986◊ Roma 58
193. 1989 Asís 36, s. Conv. Idem
194. 1992◊ México
195. 1995 Asís 36, s. Conv. Agustino María Gardin
196. 1998◊ Ariccia 1 (L.D.)
197. 2001 Ariccia 2 Joaquin María Giermek
10. CAPÍTULOS GENERALES OFMConv 299

INDICE

Cap. 1. SAN FRANCISCO DE ASÍS (1182-1226) – (p.Lorenzo Di Fonzo, OFMConv) 11


I. DATOS SUMARIOS .......................................................................................... 11
II. SÍNTESIS BIOGRÁFICA .................................................................................. 12

Cap. 2. FRANCISCANOS – (p. Lorenzo Di Fonzo, OFMConv) ........................................... 31


I. FUNDACIÓN Y 31
GENERALIDADES ........................................................... ...... 34
II. FINALIDADES Y 37
ORGANIZACIÓN .................................................................. 39
III. ESPIRITUALIDAD ........................................................................................ 39
.... 43
IV. HISTORIA Y EVOLUCIÓN INTERNA (1209- 48
1517) ............................................ 51
Comienzos y primera organización (1209-1226) ............................................ 55
Evolución de la vida comunitaria .................................................................... 58
Comunidad conventual, Espirituales ............................................................... 62
Los Frailes Menores Observantes ................................................................... 63
Relación entre Conventuales ........................................................................... 65
Grandes dificultades ........................................................................................ 66
Cuadro geográfico-estadístico ......................................................................... 67
Cuadro geográfico-estadístico OMin .............................................................. 68
V. EXPANSIÓN Y APOSTOLADO (1209- 71
1517) ........ ............................................. 75
1. Santidad y 81
piedad .................................................................................... 82
2. Oficios
eclesiásticos ................................................................................. 89
3. Actividad religiosa y 89
social........................................................................ 90
4. Apostolado 92
misionero ............................................................................... 94
5. Actividad escolástica y 95
variada ................................................................ 96
Evolución de la Orden hasta nuestros días (cuadro) ................................ 97
Estadística de los religiosos de la Orden minorítica (cuadro)................... 100
105
Cap. 3. FRAILES MENORES CONVENTUALES (p. Giovanni Odoardi, OFMConv) 126
I. NOMBRE Y SU 131
SIGNIFICACIÓN ........................................................................... 158
Origen y evolución desde ‘200 hasta 1517 .............................................. 163
1. Nombre ................................................................................................. 167
2. Significado ...................................................................................................... 167
II. ORIGEN Y 170
APROBACIÓN ..................................................................................... 171
Status Ordinis a lo largo de los siglos ...................................................... 173
Basílicas franciscanas oficiadas por los Min. Conv. ................................ 176
III. FINALIDAD Y 186
300 10. CAPÍTULOS GENERALES OFMConv

ESPIRITUALIDAD ......................................................................
IV. EVOLUCIÓN CONVENTUAL HASTA 197
1517 ........................................................ 197
Hechos históricos desde 1517 hasta nuestros días .................................. 197
Provincias de la Orden a lo largo de los siglos (cuadro).......................... 199
V. ESTADO ACTUAL DE LA ORDEN (cuadro) ............................................. 200
Institutos Agregados a los Frailes Menores Conventuales ....................... 201
VI. APOSTOLADO Actividades.............................................................................. 203
1. Apostolado espiritual y 206
devocional ...................................................... 210
2. Doctrina
jerárquica ............................................................................... 215
3. Apostolado litúrgico, 215
pastoral .............................................................. 215
4. Apostolado 219
misionero .......................................................................... 226
5. Actividad científica y 230
artística ..............................................................
6. Apostolado caritativo- 235
social .................................................................. 235
237
Cap. 4. CONVENTUALES REFORMADOS – (p. Giovanni Odoardi, OFMConv) ....... 245
En Italia y en Polonia 1557-1668 ................................................................. 252
I. NOMBRE Y SU SIGNIFICACIÓN HISTÓRICA ...........................................
II. C. R. DE ESPAÑA, PORTUGAL, FRANCIA, ALEMANIA ........................... 261
III. C. R. DE ITALIA Y DE POLONIA............................................................... 261
1. Comienzos y normas de 261
vida ............................................................... 265
2. Evolución y 268
conventos ......................................................................... 273
3. Supresiones ........................................................................................... 275
4. Hombres ilustres ................................................................................... 276
279
Cap. 5. FRAILES MENORES – (p. Lorenzo Di Fonzo, OFMConv) ..................................
I. IMPOSICIÓN Y SIGNIFICADIO DEL NOMBRE (1202-23) ...................................... 281
Uso histórico del nombre a partir de 1202 hasta el presente ................................
II. USO DEL NOMBRE, A PARTIR DE 1202 HASTA 285
1517 ......................................
III. DE 1517 HASTA 292
1897 ........................................................................................
IV. DE 1897 HSTA
HOY ..........................................................................................

Cap. 6. FRANCISCANISMO - (p. Alfonso Pompei, OFMConv.) ......................................


Un aporte de renovación en la Iglesia y en la sociedad ..........................................
I. EL F., CAMBIO EVANGÉLICO DE LOS ss. XII-XIII ............................................
II.EL F. HISTÓRICO DENTRO DE LA IGLESIA Y DE LA SOCIEDAD ...................
III. INFLUENCIA SOCIAL Y CULTURAL DEL F .....................................................

Cap. 7. CONVENTUALISMO – (P. Giovanni Odoardi, OFMConv.) ...................................


10. CAPÍTULOS GENERALES OFMConv 301

La vida de comunidad en el Franciscanismo y Mendicantes ..................................


1. Concepto y dimensión del ‘conventualismo’ ................................................
2. Aspectos positivos ........................................................................................
3. Aspectos negativos ........................................................................................
4. Generalizaciones y realizaciones ..................................................................
5. Causas internas y externas ...........................................................................
6. Conventualismo y Observancias ..................................................................
7. Punto de encuentro ........................................................................................

Cap. 8. CONSTITUCIONES GENERALES OFMConv (1239-1975) ....................

Cap. 9. MINISTROS GENERALES OFMConv (1239-1975) .............................

Cap. 10. CAPÍTULOS GENERALES OFMConv (1217-2001) ..........................

IN NÓMINE DÓMINI VIRGINISQUE MATRIS


i
()Esta es la manera como están indicadas las Provincias religiosas a la que perteneció el General, aunque haya nacido en otra
región. Se enumeran también en la serie a distintos Vicarios generales (apostólicos), pero no todos.

ii
() Ministros generales Aviñoneneses y Pisanos, durante el Cisma papal 1378-1417:
Generales Aviñonenses
1. Ángel de Spoleto, senior, Umbría
2. Juan de Chevegneyo, iunior, Borgoña:
Breve de Clemente VII
3. Juan Amici, Turonia (¿General?)
4. Juan Bartolini (Bartholin)

General Pisano: Antonio Vinitti de Perèto, Abruzos, nombrado por Alejandro V


Nápoles

---
---
Aviñón

---
1.10.1379-90†

8.5.1391-1400†
aprx.1400-03.7, obisp.
9.1403-17,26.7

1409-15,4.7
iii
() Se le asigna el n. 29ª para el II Generalado (de hecho no resulta en los antiguos cronistas), a fin de salvaguardaqr la serie
numérica tradicional de los Generales; en lugar del dudoso Guillermo Giannetti(ni) de Suvereto, Toscana (¿Vic gen.?
1409†1414), ha sido ocupado por el verdadero Gen. 29: Antonio de Cascia. (Para los antiguos: 28. Vinitti 1405-08. Giannetti
1408-09; - Vinitti 1409-20; 30. Salvetti 1421-23).
iv
() Durante el Cisma de Basilea y bajo el antipapa Félix V: ps. General para Alemania y Suiza era el p. Matías Doering
(provincial de Sajonia, 1427-61), elegido en el pseudo Capítulo de Berna y confirmado en el Conciliábulo de Basilea: General
1443 (†1469).
v

() Capítulos trienales, según manda la Regla (c. 8), y posteriormente según mandan las Constituciones (1239 y 1260), hasta 1617. Para los pocos
Capítulos celebrados fuera de Pentecostés, al año se le añade la fecha especial.
vi
() Los Capítulos de las Obediencias Aviñonense y Pisana, durante el Cisma papal (1378-1417) son:
Obediencia Aviñonense (1378-1417):

1.
2
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.1379, 1.10

1394
1397
1400
1403, c.9
1406
1409
1412
1415
1416Nápoles
París
Ginebra
Perpignan
Montpellier
¿Narbona? 1
¿?
¿?
Aviñón
Narbona 2
Narbona 3
Burgos
Pamplona
ZaragozaÁngel de Spoleto

Juan de Chevegneyo

¿Juan Amici?
Juan Bartholin

Clemente VII

Breve 8.5.1391

Benedicto XIII

Obediencia Pisana (1409-1517)1.


2.1411, 17.9
16.10Roma
LausanaAntonio Vinitti
(Gen. 1409-15)Juan XXIII
vii
() Los Capítulos marcados con *, es decir Asís 1430, Padua 1443, (AsÍ 1455, congregación), Milán 1457, Roma 1458, 1596 y 1517 fueron
llamados generalísimos porque, por mandado del papa, juntamente a los Conventuales fueron convocados los delegados de los Observantes y
demás reformas a votar y tratar sobre las constituciones y problemas de la unión. En efecto, eso se dio tan sólo en Asís 1430 y en Roma 1506.
Los Frailes Menores Obs (OFM), a partir de 11415 en Francia y de 1446 en Italia y en el exterior celebrabron cada trienio sus propios Capítulos
generales, por separados los Cismontanos y los Ultramontanos, pues estaban regidos por dos Vicarios generales independientes. Cfr. las dos
Series de Capítulos gen. OFMObs, 1415-1517, en Wadding y demás fuentes, y en Holzapfel (1909), pp. 624-5.
viii

() Durante el Cisma de Basilea (1439-49), Capítulo germano-suizo:


1- 1443BernaMatías DöringFélix V
ix
() A partir de 1617 los Capítulos sexenales (electivos del Min. general), intercalados por la Congregación general intermedia, para la elección
de los Asistentes generales y la averiguación de la economía. Estaclase de Congregaciones intermedias, sobretodo con la participación de los
solos Provinciales italianos, se celebraron a partir de 1620 (la 1ª en Todi, 1620) hasta 1922 (la última, se celebró en Roma).
x
() Son Capítulos especiales o extraordinarios (◊), para el aggiormaneto de las Constituciones y la solución de los problemas de la Orden.

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