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y pasados traumáticos:
El Salvador
contemporáneo
Eduardo Rey Tristán y
Pilar Cagiao Vila (coords.)
323(728.4)”18/20”
Presentación .......................................................................................................7
Abreviaturas.....................................................................................................13
Resúmenes........................................................................................................15
Abstracts ..........................................................................................................21
____
PRIMERA PARTE. HISTORIA Y MEMORIA. AMÉRICA LATINA Y ESPAÑA 5
____
Historiografía y memorias (activas). Debates desde la historia inmediata
(medieval y contemporánea). Israel Sanmartín Barros ...........................................29
Memoria, política, violencia y presente en
América Latina. Eugenia Allier Montaño ..............................................................47
Luces y sombras de la larga transición chilena
(1990-2006). Maria Rosaria Stabili .......................................................................63
Conservación y olvido de los pasados incómodos en las sociedades
contemporáneas. Lourenzo Fernández Prieto.........................................................95
La gestión de la memoria socio-política a través de la experiencia de un
archivo sindical. Víctor Manuel Santidrián Arias...................................................121
____ Bibliografía.....................................................................................................295
6 Autores ...........................................................................................................321
____
Índice
Memoria, política, violencia y presente
en América Latina
Eugenia Allier Montaño
Universidad Nacional Autónoma de México
y extendiendo su alcance más allá de su referencia original” (HUYSSEN, 2001: 16)3. Por
otra parte, las discusiones sobre la represión militar de las décadas de 1970 y 1980
comenzaron a ser centrales en los espacios públicos de algunos países latinoameri-
canos (especialmente Argentina, Chile, Uruguay) (ALLIER MONTAÑO, 2010a; STABILI, 2007). Al
mismo tiempo, surgieron con fuerza las memorias sobre los ex regímenes socialistas
en Europa del Este. De esa forma, América Latina, África, Europa del Este y Medio
Oriente ingresaron a esta globalización de los discursos de la memoria. “En suma, la
memoria se ha convertido en una obsesión cultural de monumentales proporciones
en el mundo entero” (HUYSSEN, 2001: 20)4.
Se trata de una memoria que, en buena medida, se centra en pasados recientes
violentos y que tiene al testigo (la «víctima») como centro de la narración (TRAVERSO,
2005). Y es que en las últimas décadas se advierte como una constante que las memo-
rias del horror son las que se han transformado en dueñas del pasado reciente (CANDAU,
2001): lo festivo o alegre parece no encontrar su lugar en un mundo desesperanzado y
terrorífico, en el siglo XX que HOBSBAWM (1995) catalogó como la “era de los extremos”.
Si en buena medida este apogeo de la memoria se ha explicado por los procesos
de mundialización y por el sentimiento de carencia de identidades fuertes, por la sen-
sación de que nada debe perderse, de que todo recuerdo es importante para el futuro
____ (NORA, 2008), no se puede negar que la crisis en la transmisión del testimonio en las so-
48 ciedades contemporáneas (TRAVERSO, 2005), la aceleración de la historia, las necesidades
____ de expandir la naturaleza del debate público y de tratar de curar las heridas infligidas
en el pasado, el “nutrir y expandir el espacio habitable en lugar de destruirlo en aras
de alguna promesa futura” (HUYSSEN, 2001: 37), así como la necesidad de transmitir las ex-
periencias de pasados recientes violentos han jugado también un papel fundamental
en convertir a la memoria en una preocupación central de la cultura y de la política de
muchas sociedades occidentales contemporáneas.5 Y en ese sentido, ha sido entendida
en casi todos los casos como parte de las actuales transformaciones de la experiencia
3 En ese sentido, Annette WIEVIORKA ha señalado: “Si Auschwitz se ha transformado en la metonimia del mal
absoluto, la memoria de la Shoah se ha transformado, para bien o para mal, en el modelo de la construc-
ción de la memoria, el paradigma al cual se refiere aquí o allá, para analizar el ayer o intentar instalar en el
corazón mismo de un acontecimiento histórico que se desarrolla bajo nuestros ojos [...] y que aún no se
transforma en historia, las bases de la narración histórica futura. Esta referencia al genocidio de los judíos
es explícita o implícita. Utiliza las categorías o conceptos producidos al día siguiente de la Segunda Guerra
Mundial (crimen contra la humanidad, genocidio, etc.) para la evocación de un pasado más lejano [...],
o contemporáneo [...]. Utiliza en presente los vectores que la memoria del genocidio ha elaborado en el
curso de su larga historia de más de medio siglo” (1998: 15-16; traducción de la autora). Para HUYSSEN, el
Holocausto ha perdido su calidad de índice del acontecimiento histórico específico y ahora funciona como
metáfora de otras historias traumáticas y de su memoria. Y si bien la comparación con el Holocausto puede
activar discursos sobre la memoria, “también puede servir como recuerdo encubridor o bien bloquear sim-
plemente la reflexión sobre historias locales específicas” (2001: 17-18). No obstante, el ámbito político de
la memoria sigue siendo nacional, no posnacional o global.
4 Es en esta década, también, que la memoria se convertiría en un tema académico de creciente interés,
aunque los “estudios de la memoria” no se consagrarían mundialmente sino en el siguiente decenio.
5 Por supuesto, existen otras explicaciones sobre el fenómeno. Ver LAVABRE (2007), RUNIA (2007), POMIAN
(1999).
temporal (en relación a un futuro incierto y que provoca desconfianza), ya sea inter-
pretada como síntoma del presentismo (NORA, 2008; HARTOG, 2007) o como “giro hacia el
pasado” (HUYSSEN, 2001).
Y si bien raras son las palabras tan mancilladas como la de memoria, su impresio-
nante difusión contrasta con su entrada bastante tardía en las ciencias sociales (TRAVERSO,
2005). En los años sesenta y setena estaba prácticamente ausente del debate intelectual:
no figuró en la edición de 1968 de la International Encyclopedia of the Social Sciences
(David SILLS), ni en Faire l’histoire de 1974 (Jacques LE GOFF, Pierre NORA), ni en las
Keywords (Raymond WILLIAMS). No obstante, unos años más tarde, particularmente en
los años ochenta (una década después de que en Europa el tema fuera dominante en
los distintos espacios públicos nacionales), había penetrado fuertemente en el debate
historiográfico.
En el caso de América Latina, fue asimismo una década después de que la me-
moria empezara a imponerse en los diversos espacios públicos nacionales, que las
distintas ciencias sociales comenzaron a interesarse en la cuestión, a finales de los años
noventa y principios del siglo XXI (STABILI, 2007). Ello principalmente en el Cono Sur,
en donde Argentina ha tenido un papel decisivo en los estudios de la memoria. Otros
países de la región se han ido interesando paulatinamente en los años posteriores,
aunque también en buena medida dependiendo del interés público que se le ha dado ____
al tema. Por ejemplo en México, la memoria no ha hecho tanta referencia al pasado 49
reciente, sino que ha brotado a partir de la conmemoración del Bicentenario del Inicio ____
de la Independencia y del Centenario del Inicio de la Revolución. En Colombia, Perú
y Centroamérica, los estudiosos del tema arrancaron con el interés hace algunos años.
En cualquier caso, hoy, la investigación sobre la memoria se ha vuelto un fenómeno
casi global (HUYSSEN, 2001).
En ese sentido, distintas ciencias sociales han privilegiado el concepto de me-
moria colectiva para estudiar los procesos memoriales de grupos, colectividades o
naciones6. Sin embargo, consideramos que no es el más adecuado, por dos motivos.
En primer lugar, es un término polémico por sus efectos reduccionistas de lo social:
¿puede hablarse de memoria colectiva cuando se trata de un país o de grandes co-
lectivos? Parecería más indicado hablar de memorias grupales (múltiples y no una),
pero en ese caso debería ser un término exclusivo para los grupos más pequeños. En
segundo lugar, se trata de un concepto estático, que no da cuenta de la movilidad, del
dinamismo propio de las memorias.
Dado que la memoria, tal y como ha surgido en las distintas arenas públicas na-
cionales, es recuerdo e intención por apropiarse de un pasado de interés general, he-
mos optado por incidir en la utilización del término memoria pública7. Este concepto
permite dar cuenta de las formas que adquieren el recuerdo y el olvido cuando atañen
a cuestiones de interés común para una colectividad mayor (un país, por ejemplo),
6 Ello especialmente en Francia. En el mundo anglosajón se prefiere hablar de social memory, y en Alema-
nia se privilegia la noción de Geschichtskultur. Ver LAVABRE (2007).
7 El término lo discutimos en ALLIER MONTAÑO (2009).
que son discutidas en el espacio público. No se trata, pues, simplemente de las memo-
rias de los protagonistas8 o de los simples recuerdos que un acontecimiento o proceso
haya podido generar en una colectividad o grupo.
En los años 1990, Claudia KOONZ (1994) definió la memoria pública como el
campo de batalla donde la memoria oficial y la memoria popular rivalizan por la he-
gemonía. Desde esa perspectiva, el concepto permite dar cuenta de las luchas por la
reconstrucción: no se trata de una sino de múltiples memorias, no es la sociedad la
que recuerda sino sus distintos grupos. Pero en la definición que proponemos no se
privilegia que se trata de memorias oficiales o populares, pues en ocasiones las luchas
por la memoria no funcionan desde esa lógica. Y aunque muchas veces se trata de
memorias grupales particulares que buscan transformarse en dominantes en la arena
pública, el término de memoria pública aludiría, asimismo, a marcos generales de
sentido, a cuadros temporales, que serían comunes, aunque el contenido difiera. Por
ello conviene definir lo público, que le otorga estos sentidos a la memoria y que nos
permite ir también más allá de las luchas memoriales.
El término público debe entenderse desde tres sentidos: como lo común y ge-
neral frente a lo individual y particular, como lo manifiesto frente a lo oculto, y como
lo abierto frente a lo cerrado. A partir de esta triple definición, que ha tenido diversas
____ articulaciones históricas, el espacio público hace referencia tanto “a los lugares co-
50 munes, compartidos o compartibles (plazas, calles, foros), como a aquellos donde
____ aparecen, se dramatizan o se ventilan, entre todos y para todos, cuestiones de interés
común”. Una forma de aproximación (a partir de estrategias metodológicas no siem-
pre provenientes de una única tradición) afirmaría que el espacio público podría ser
estudiado desde el “cómo se constituyen los temas, se moviliza la atención, se estimula
el juicio ciudadano y se manifiesta la pluralidad” (RABOTNIKOF, 2005: 10-11, 296).
Así, la memoria pública serían los ejercicios de memoria en el espacio público
(declaraciones, conmemoraciones abiertas, ceremonias). Considerada desde aquel tri-
ple sentido de lo público ya mencionado, es la que logra (vuelve efectiva la necesidad
de) que los temas vehiculados por ella aparezcan a la luz (pues se construyen sólo al
aparecer en público), generen lazos comunes (buscando ir más allá de los protagonis-
tas) y se abran (tengan accesibilidad), es decir que otros grupos (nuevas generaciones
u otros actores) puedan incluirse en dichas memorias, diferenciándose así de las me-
morias exclusivamente grupales o individuales. De esa manera, a lo público se une lo
político en estas luchas por la memoria.
8 Estas memorias individuales permitirían llevar a cabo, por ejemplo, un ejercicio de historia oral, que no
forzosamente tendría en cuenta los cambios y permanencias de las memorias, sino que tomaría al testi-
monio como un instrumento para obtener datos fácticos sobre el pasado. No se trataría de una historia o
sociología de la memoria. Sobre estas cuestiones, ver ALLIER MONTAÑO (2007).
9 Ver si no las conmemoraciones por las Independencias que han tenido lugar en 2010; o las reivindica-
ciones zapatistas por la violencia pasada y presente (HÉBERT, 2006).
10 Como bien han señalado algunos autores (LAVABRE, 2001), cuando se pone el acento en las políticas de la
memoria se entiende la memoria como un efecto del presente sobre el pasado. Pero las relaciones tempo-
rales entre pasado, presente y futuro son múltiples: en ocasiones parece que el ayer dicta los recuerdos,
en otras son las encrucijadas del presente los que llevan a evocar o a olvidar el pasado poniendo el acento
en el futuro.
11 Entendidas como las formas y narraciones por medio de las cuales quienes fueron contemporáneos de
un periodo construyen el recuerdo de ese pasado político, narran sus experiencias, articulando pasado,
presente y futuro. Por supuesto, también se incluyen las imágenes de la política de quienes no fue-
ron contemporáneos, pero que construyen ese pasado a partir de testimonios, recuerdos, documentos
(RABOTNIKOF, 2007).
la izquierda y los movimientos sociales que recuerdan el horror y buscan justicia para
los atropellos cometidos, y la defensa de ese día como fecha heroica por parte de los
sectores pinochetistas (CANDINA, 2002).
Por otra parte, desde 1985, en Uruguay se han observado cuatro periodos en
estas batallas por la memoria del pasado reciente (ALLIER MONTAÑO, 2010a). En todos ellos,
las distintas organizaciones de defensa de los derechos humanos y los grupos de víc-
timas han luchado por el reconocimiento estatal de los daños cometidos durante la
dictadura cívico-militar, y con ello han movilizado una memoria del pasado reciente
que tiene como centro las distintas violaciones de derechos humanos ejecutadas antes
de 1985 (las desapariciones políticas, las destituciones laborales por motivos políticos,
el exilio, la prisión, los asesinatos políticos), resumidas en el concepto terrorismo de
Estado.
En el complejo caso de las memorias del enfrentamiento armado en Guatemala,
TORRES-RIVAS ha señalado que los guatemaltecos se encuentran divididos en dos seg-
mentos “que sólo se reconocen por su diversa relación” con el pasado (2006: XLIV). Por
una parte los verdugos, que prefieren interpretar el pasado como condición de olvido
(entendiendo que la historia es subversiva si sirve para remover rencores) y aquellos
que, como los familiares de las víctimas del conflicto o de los sobrevivientes, tienen
una urgencia por examinarlo todo y establecer la verdad del acontecimiento que les ____
duele (que esgrimen una memoria torturada que busca conocer algo elemental: ¿dón- 53
de están sepultados sus seres queridos?). ____
En Argentina, la memoria del pasado reciente se ha centrado en las desaparicio-
nes políticas. Como Emilio CRENZEL ha comprobado, el informe Nunca Más (elaborado
por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, creada en 1985 por el
gobierno de Raúl Alfonsín luego de la última dictadura militar) ha tenido un lugar de
privilegio como interpretación del pasado reciente, aunque sus sentidos han sido ob-
jeto de múltiples resignificaciones. En síntesis, CRENZEL muestra que el informe logró
conformar una memoria emblemática sobre la violencia política y las desapariciones,
que integró “ciertos principios generales de la democracia política, los postulados del
gobierno de Alfonsín para juzgar la violencia política y la narrativa humanitaria forja-
da durante la dictadura para denunciar sus crímenes” (2008: 24).
En México, el 2 de octubre de 1968, día en que el ejército reprimió violenta-
mente una manifestación estudiantil, se ha convertido en la imagen de la represión,
la no-clarificación del pasado y la impunidad en el pasado reciente. Ya desde los años
setenta, surgió en el espacio público una memoria asociada al 2 de octubre como
condensación del movimiento estudiantil y “cristalización de la represión guberna-
mental”. Desde entonces, las anteriores y posteriores represiones políticas han tenido
como referencia la conocida en 1968 (ALLIER MONTAÑO, 2009).
Para el caso paraguayo, GONZÁLEZ ha estudiado la conmemoración del 3 de no-
viembre, cumpleaños de Alfredo Stroessner. Ha mostrado que en 1989, primer festejo
sin el dictador en el poder, se registró un quiebre: sectores importantes de la sociedad
mostraron su repudio, denominando la fecha “día de la infamia nacional”. Si bien esta
15 Uno de los principales motivos para ello era que en la retórica revolucionaria se solía identificar los
derechos humanos con el sistema internacional que pretendía protegerlos, viendo en éste una forma de
extender el modelo político y social del capitalismo occidental (MARKARIAN, 2006).
16 Son los grupos que buscan que la memoria del pasado perviva en la sociedad. Vale la pena decir que
existen diversos conceptos relacionados que buscan dar cuenta de esta situación. LAVABRE (2001) habla
de “emprendedores” (entrepreneurs). Así lo hace también Elizabeth JELIN (2002a), diferenciándose del
término empresario, que podría relacionarse, incorrectamente, con la noción de empresa y lucro privado.
Emprendedor, para JELIN, haría referencia a aquellos que se involucran personalmente en un proyecto, al
mismo tiempo que compromete a otros, generando una tarea organizada de carácter colectivo. Aquel que
genera nuevos proyectos, ideas y expresiones, quien crea más que repetir. Nosotros estamos de acuerdo
con lo señalado por JELIN, pero nos parece más pertinente llamarlos motores, pues son engendradores y
propagadores de la memoria; es decir, verdaderos motores de memorias.
tencias que se oponen a la rememoración, así como a la repetición estéril, para con-
quistar la elaboración de una narración plausible, soportable, aceptable. Pero lo que
no se encuentra ni en el trabajo de memoria, ni en el trabajo de duelo, si quieren ser
comparados con el deber de memoria, es el elemento imperativo que no está expresa-
mente presente ni en la noción de trabajo, ni en la de duelo, y que puede localizarse en
la idea de justicia, de memoria justa, con su triple connotación de preocupación por el
otro, de sentido de la deuda y de respeto por las víctimas (RICŒUR, 2002).
Confrontada a esta memoria, se observa la memoria de elogio del pasado recien-
te, pues la lucha en torno al recuerdo no es privativa de las asociaciones de defensa
de los derechos humanos (SZNAJDER Y RONIGER, 2007). Portadora de esta segunda han sido
los militares, los partidos y sectores políticos y económicos que acompañaron los re-
gímenes autoritarios o las dictaduras, los grupos paraestatales de violencia y algunos
gobiernos constitucionales. La tesis de este elogio parte de que en el pasado reciente
se vivía una confrontación (a través de guerras o por las movilizaciones sociales), por
lo que era necesario hacer frente al «terrorismo subversivo» puesto en marcha por
organizaciones armadas y movimientos sociales.
Se trata de un patrón que se reproduce en muchos países del área. En el caso
guatemalteco, los militares aún se siguen justificando aduciendo que lo hecho por
ellos no fueron crímenes, sino “acciones de campaña” en contra de la “subversión”, o ____
“defensa de la constitucionalidad” (TORRES-RIVAS, 2006: I). 55
En el caso uruguayo, cuando los militares hablan de guerra, de haber hecho fren- ____
te a la agresión del denominado terrorismo subversivo, realizan una interpretación de
la historia a través de la cual reivindican su accionar en el pasado, puesto que su obje-
tivo era “salvar a la nación” frente a la amenaza del “comunismo internacional” (ALLIER
MONTAÑO, 2010a). Esta memoria, como puede notarse, está muy ligada a la teoría de los
dos demonios. Una teoría utilizada tanto en Uruguay como en Argentina (véase CRENZEL,
2008), donde vio la luz, que reducía la explicación del golpe de Estado al accionar de
dos minorías radicalizadas (la guerrilla y las Fuerzas Armadas) que, enfrentados en
una lucha por el poder, habían hecho pagar a la sociedad por un conflicto que no era
suyo, liberando de esa manera de todo tipo de responsabilidad al resto de los sectores
de la sociedad, incluidos los políticos.
No obstante, es importante hacer notar que en muchos casos, los portadores de
esta memoria de elogio no son sólo los militares o los partidos políticos que los sostu-
vieron. Se trata de una memoria también puesta en acto por otros grupos. Es el caso de
Paraguay, en donde amplios sectores populares festejaban el cumpleaños del dictador,
aún con la vuelta de la democracia, a diferencia de conmemoraciones en Argentina
y Uruguay donde el elogio sólo proviene de los sectores militares o partidarios que
los apoyan. Ello en buena medida ha dependido de que, durante el régimen militar
paraguayo, se buscó que la población asociara el progreso y desarrollo del país con la
propia existencia de Stroessner (GONZÁLEZ, 2002).
Pero esta memoria no ha sido vehiculizada en todos los casos sólo por militares,
partidos y sectores políticos y económicos que acompañaron los regímenes autori-
pero llega”, señala TORRES-RIVAS (2006: II) para el caso guatemalteco. De esa manera,
aunque existen los tiempos de la memoria, no deben desdeñarse las condiciones polí-
ticas, sociales y económicas, los sucesivos presentes de cada país, pues ellos determi-
nan también estos tiempos.
BARAHONA (2002) ha mostrado que en Brasil la política oficial de enfrentamiento
con la violencia en el pasado reciente no ha tenido el mismo desarrollo, ni el mismo
impacto público que en otros países del área. Aduce que ello ha dependido en buena
medida de cuatro razones. En primer lugar, que las violaciones de derechos humanos
continúan tan extendidas en la actualidad que la importancia del pasado palidece
frente a la impunidad contemporánea. En segundo término, los grupos que buscan la
verdad no han recibido un apoyo sustancial y no han contado con un poder suficiente
para presionar al gobierno. Por otra parte, los represores no han sido objeto de esfuer-
zos transnacionales de procesamiento. En ese sentido, la lucha de los familiares se ha
centrado en la búsqueda de la verdad más que en el castigo o en el reconocimiento por
parte del Estado de la responsabilidad.
Lo referido por BARAHONA puede ser pensado para otros casos. México, como Bra-
sil, es un país grande, con múltiples problemáticas contemporáneas, que conoce gran-
des inequidades económicas y sociales, con un número relativamente bajo de represa-
____ liados (aunque por supuesto la cifra es un dato no cualitativo) en el pasado reciente,
58 donde la represión política violenta continúa (se siguen registrando desapariciones
____ políticas, detenciones arbitrarias) y donde los motores de memoria no han obtenido
el eco público necesario para convencer y movilizar a otros sectores importantes, con
el fin de asociarlos a las protestas. Estas explicaciones podrían echar luz sobre otros
casos nacionales en los que la memoria, la verdad y la justicia no parecen generar la
misma centralidad pública que en los casos del Cono Sur, como Centroamérica, Co-
lombia, Paraguay. TORRES-RIVAS (2006) ha señalado que el autoritarismo está presente
en los hábitos, los valores y la conducta de los grupos dominantes en Guatemala, lo
cual permitiría pensar que la democracia tiene dificultades para surgir y con ello la
posibilidad de un debate pluralista sobre el pasado.
Por su parte, SIEDER (2002) ha mostrado cómo en Honduras, Guatemala y El Sal-
vador, las políticas de la memoria han tenido distintos desarrollos. Mientras en Hon-
duras, el gobierno apoyó las solicitudes de reparación y las sanciones legales contra
responsables de violaciones de derechos humanos (aunque no se lograron muchas
condenas), en Guatemala se indemnizó pero no se juzgó, pese a la alta movilización
popular. En El Salvador, las políticas de la memoria conllevaron la desmovilización
de la sociedad civil, y no ha habido ni compensaciones ni juicios. Para SIEDER, estas
diferencias han dependido de varios factores: “el impacto de la violencia y del conflic-
to armado en la sociedad política y civil; las particularidades de la propia transición
[desde la guerra a la paz] y el papel que hayan tenido las organizaciones de defensa de
los derechos humanos locales e internacionales” (2002: 282).
A todas estas causas, habría que agregar dos cosas. Primero, la voluntad guber-
namental. CRENZEL (2008) ha mostrado cómo el apoyo que Raúl Alfonsín dio, al inicio
19 La política encarada por Alfonsín en Argentina, al menos al inicio de su gobierno, fue de memoria,
oponiéndose a la de olvido ejercida por Sanguinetti.
20 Sobre el olvido del exilio en el caso uruguayo, ver nuestro trabajo anterior: ALLIER MONTAÑO (2008a).
Sobre el caso chileno, ver REBOLLEDO (2001).
En los países del Cono Sur, pero no sólo ahí, el debate público se ha centrado en
los últimos años particularmente en los desaparecidos políticos. El tema de los desa-
parecidos ha quedado como la imagen del pasado reciente en Uruguay (ALLIER MONTAÑO,
2010b), Argentina (CRENZEL, 2008) y Chile (GROPPO Y FLIER, 2001). Así, a pesar de las diferencias
en la represión en estos países (la desaparición masiva en Argentina, las caravanas de
la muerte en Chile y la prisión prolongada en Uruguay), los desaparecidos focalizan
la discusión.
Los olvidos y reapariciones de ciertos temas en el espacio público seguramente
están influidos por la selectividad de la memoria. Este aspecto ha sido ampliamente
trabajado desde las diferentes teorías de la memoria realizadas por historiadores, so-
ciólogos y antropólogos (HALBWACHS, 2005; CANDAU, 2001; LE GOFF, 1988). Pero ello no explica
en sí el porqué de esta elección. ¿Cómo justificar entonces que el debate público se
centre en ciertos derechos humanos? Para comprender este fenómeno, no debe per-
derse de vista que la memoria del pasado está indisociablemente ligada al presente, en
particular a sus encrucijadas.
En ese sentido, al porqué de los desaparecidos como tema central de muchas de
las discusiones en el espacio público de distintos países en América Latina se enfren-
tarían múltiples motivos: porque no ha habido una respuesta y un esclarecimiento
sobre su suerte; porque el delito de la desaparición forzada es permanente y continúa ____
mientras el destino de la persona no sea conocido; por la importancia de la legislación 61
internacional; por lo ominoso que marca las desapariciones y que impregna a amplios ____
sectores de la sociedad; por la imposibilidad de hacer un duelo cuando hay una tumba
ausente (ALLIER MONTAÑO, 2010b).
A todos estos motivos, habría que agregar uno que ha señalado CRENZEL (2008):
la figura de los desaparecidos como víctimas inocentes, surgida del discurso humani-
tario resultado de los años 1980. La entrada en la llamada “era del testigo” (WIEVIORKA,
1998) ha llevado a poner a éste en un pedestal, como encarnación de un pasado cuyo
recuerdo está prescrito como un deber cívico. Como sugiere TRAVERSO (2005), se trata
de otro signo de época: el testigo es cada vez más identificado con la víctima, muta-
ción que se une a su transformación en icono viviente. “Están fijados en una postura
que no habían elegido y que no corresponde siempre a su necesidad de transmitir la
experiencia vivida” (TRAVERSO, 2005: 16). En Europa, otros testigos, antes mostrados como
héroes, como quienes participaron en la Resistencia a los alemanes, han sido opacados
por las víctimas del genocidio. La memoria de estos testigos no interesa a nadie, en
una época de humanitarismo donde no hay más vencidos sino solamente víctimas.
“Esta disimetría del recuerdo –la sacralización de las víctimas antes ignoradas y el
olvido de los héroes antes idealizados– indica el anclaje profundo de la memoria co-
lectiva en el presente, con sus mutaciones y sus vuelcos paradojales” (TRAVERSO, 2005:
16). Y es que, efectivamente, al término de la Segunda Guerra Mundial, el bagaje de
recuerdos de los vencidos fue cubierto por un manto de silencio y olvido. Luego de
un largo periodo en el que la palabra estuvo monopolizada por los vencedores, las
víctimas comenzaron a alzar la voz. Hoy son tan fuertes, que la antigua división entre
21 La ley n° 15.848, de diciembre de 1986, puso fin a los procesos en curso y al ejercicio de la pretensión
punitiva del Estado frente a los militares y policías acusados de haber cometido actos delictuosos antes
del primero de marzo de 1985. En 1989, se llevó a cabo un primer referéndum para anularla, cuyos
resultados la mantuvieron vigente.
22 Crítica que ya realizara VALENSI (1995) a la obra monumental de Pierre NORA (2001).