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JAIME AROCHA
v10 enc1as:
.,
FERNANDO CUBIDES
1nc us1on
MYRIAM JIMENO
•
creciente
Facultad de Ciencias Humanas UN
Colección CES
© 1998. CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES, CES
Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de Colombia
Carrera 50 No. 27-70
Unidad Camilo Torres Bloques 5 y 6
Correo electrónico: ces@bacatausc.unal.edu.co
Primera edición:
Santafé de Bogotá, mayo de 1998
Portada
Paula Iriarte
Coordinación editorial
Daniel Ramos, Utópica Ediciones
www.utopica.com
Presentación
Marco Palacios .............. .
··································9
Introducción
Los editores ..,.
··············································26
Primera parte
Los PROTAGONISTAS
El ejército colombiano:
un actor más de la violencia
Andrés Dávila Ladrón de Guevara ....
··································· 92
Segunda parte
LÍMITES BORROSOS
Rebeldes y criminales
Mauricio Rubio ........... . ······ 121
7
La violencia política y las dificultades de la , ,, ,
construcción de lo público en Colombia: una
mirada de larga duracion
Fernán E. González ............................... "···············/'·········:··;· ..,.,.,;-.·.-............ 163
Tercera parte
GUERRA Y CASTIGO
8
Presentación
Marco Palacios
VITALIDAD Y MALESTAR
9
Marco Pa,lacios
LOS CONTEXTOS
LA DÉCADA DE 1960
1
Marco Palacios, Interpreting La Violencia in Colombia. University of Oxford,
St. Anthony's College. Oxford: 26 de Mayo de 1992 (inédito).
10
Presentación
11
Marco Pa 1acios
12
Presentación
13
1vfarco Pa!acios
14
Presentación
GOBERNABILIDAD
DEMOCRÁTICA Y RETROCESO ESTATAL
15
J'vlarco Palacios
16
Presentación
POR LA GEOGRAFÍA
17
J.\1arco Palacios
18
Presentación
PÚBLICO-PRIVADO
19
lviarco Palacios
20
Presentación
21
lvlarco Palacios
22
Presentación
23
Marco Palacios
24
Presentación
***
No voy a comentar el ensayo de mi colega y amigo Femán Gonzá-
lez. Aquí resume sus aportes a la historiografía y a la comprensión
de las violencias recientes en un ágil y claro comentario que reco-
25
Marco Palacios
26
Introducción
***
27
Los editores
28
Introcluccián
***
29
Los editores
***
30
Introducción
Los compiladores
31
PRIMERA PARTE
Los protagonistas
Evolución reciente del conflicto
armado en Colombia: la guerrilla
Camilo Echandía Castilla*
INTRODUCCIÓN
35
Camilo Echandía
CRECIMIENTO DE LA GUERRILLA
36
Evolución reciente del conflicto armado ...
1
Se tienen en cuenta 62 frentes de los cuales se conoce su ubicación y activi-
dad iirmada, a pesar de que se habla de que en 1996 existían ya 66. La ubica-
ción y el nivel de acción de los otros frentes (62,63,64 y 65) se desconoce.
2
Es de anotar que los nombres que reciben los frentes están asociados con la
historia y los nombres de los comandantes y fundadores de la organización,
sin que tengan mayor significado para el común de los colombianos.
37
Camilo Echandía
38
Evolución reciente del conflicto armado ...
80
60
40
20
o
78798081 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96
1 EPL ELN FARC 1
3
Andrés PEÑATE. Arauca: Politics and oil in a C~lombian Province. University of
Oxford, St. Anthony's College. Oxford: 1991.
4
Un frente guerrillero es«[ ... ] una instancia político-militar y de masas». Va-
rios frentes guerrilleros y regionales ( estructuras urbanas) «conforman un
frente de guerra, cuyas características están dadas por la actividad socioeco-
nómica de la región. [... ] Un frente de guerra es el conjunto de estructuras
urbanas y rurales que desarrollan la política de la organización en una gran
región del país y que por sus características exige un diseño estratégico espe-
cífico>). En: Marta HARNECKER. Unidad que multiplica. Quito: Ediciones Quime-
ra, 1988.
39
Camilo Echandía
debe confundir con el frente ( sin comillas) que hace referencia a un co~junto
de cuad1illas o "frentes" que operan en una región determinada.
6
La presencia de la guerrilla ha sido determinada en el monitoreo que a nivel
municipal realiza la oficina de Paz de la Presidencia de la República. Esta pre-
sencia no revela control territorial, sino que da cuenta de los municipios don-
(continúa en la página siguiente)
40
Evolución reciente del conflicto armado ..
Ciudades secundarias
Campesinado no cafetero
Estructura de colonización
-
Colonización Interna
Colonización de frontera
--·- -
Estructura rural atrasada
=
Minifundio litoral Caribe
Minifundio andino
41
Camilo Echandía
7
Camilo ECHANDÍA. Violencia y desarrollo en el municipio colombiano. Bogotá:
Dane, Boletín Estadístico No. 476, noviembre de 1992; Principales tendencias en
la expansión territorial de la guerrilla colombiana, (1985-1994). Bogotá: documen-
to presentado al Seminario Análisis de los Factores de Violencia en Colombia,
DNP, 1994; Evolución de la presencia municipal de la guerrilla en la última década,
(continúa en la página siguiente)
42
Evolución reciente del con:flicto armado ...
por parte de los estudiosos del tema. Para algunos, contrastar las
categorías de desarrollo municipal con la presencia guerrillera en
poco contribuye a explicar la razón de dicha presencia:
43
Camilo Echa':tdía
44
Evolución reciente del conflicto armado ..
CNG
M-19
CGSB
EPL
ELN
Farc
13
Eduardo PIZARRO, Insurgencia sin revolución (la g;uerrilla colombiana en una
perspectiva comparada). Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1996.
45
Camilo Echandía
46
Evolución reciente del conflicto armado ...
Secuestros de civiles
Asesinatos de civiles
Guerrilleros muertos
Actos de sabotaje
Hostigamientos
Emboscadas
Piratería terrestre
Ataques a instalaciones
Asaltos a entidades
Asa/tos a poblaciones'
47
Camilo Echandía
48
Evolución reciente del conflicto armado ..
49
Camilo Echandía
50
Evolución reciente del conflicto armado ..
Mapa 5. Municipios con elevado índice de homicidios cometidos por actores orga-
nizados (1993-1995).
51
Camilo Echandía
14
"Incidencia de la violencia en el ámbito rural (1990-1994)". En: INFORMES DE
PAZ, No. 6. Bogotá; marzo de 1997.
52
Evolución reciente del conflicto armado ...
53
Camilo Echandía
extorsión al sector minero con una participación del 53% en las fi-
nanzas del ELN. El secuestro, fuera de constituir una de las princi-
pales fuentes de financiamiento a la que acude la guerrilla, también
se utiliza para atemorizar y de esta forma abrir paso al cobro regu-
lar de la extorsión a ganaderos, agricultores, comerciantes, empre-
sarios y contratistas en las regiones donde incursiona por vez pri-
mera.
El avance de la guerrilla y el incremento inherente de las mani-
festaciones de violencia se tornan aún más graves con la prolifera-
ción de grupos armados ilegales de variada naturaleza y origen que
al actuar para neutralizar la acción de los primeros contribuyen de
manera significativa a intensificar la violencia. 15 Como se observa
en el mapa 5, las muertes violentas atribuidas a paramilitares, or-
ganizaciones de justicia privada y la guerrilla registran l9s índices
más elevados en los municipios de Casanare, Cesar, .Antioquia,
Guajira y Norte de Santander; en todos estos departamentos la
guerrilla ha incursionado con fuerza. En Caquetá, Meta, Arauca y
Santander, donde la presencia guerrillera tradicionalmente ha sido
elevada, las tasas de asesinato superan el promedio nacional. La
importancia estratégica que zonas corno el Urabá, el Magdalena
Medio o el Piedemontc casanareño representan para los diferentes
actores armados en competencia, ha hecho que en el afán por con-
solidar su dominio territorial, la población civil haya sido converti-
da en objetivo militar, dando una clara muestra del nivel de degra-
dación que alcanza el· conflicto interno en la actualidad.
Por otra parte, cuando se comparan los -municipios afectados
por el homicidio en general con los municipios críticos por el alto
índice de muertes causadas por los actores organizados, se descu-
bre una alta correspondencia en la geografía de ambos fenómenos,
lo que a su vez permite insistir en que los altos niveles de violencia
tienen una relación muy fuerte con la presencia de dichos actores.
Esta interpretación se basa en la comparación del mapa 5, donde
se presentan los municipios que registraron durante los mismos
periodos tasas de muertes cometidas por actores organizados que
superaron también en más del doble el promedio nacional, con el
15
La vigencia de estructuras armadas no guerrilleras con coberturamultirre-
gional, con un alto grado de coordinación y un mando aparentemente unifi-
cado, con una doctrina común de operaciones y con ambición de poder, es
cada vez más un hecho constatable en Colombia.
54
Evolución reciente del coriflicto armado ..
55
Camilo Echandía
INTIMIDACIÓN Y
PODER LOCAL DE LA GUERRILLA
Por otra parte, resulta bastante alta la convergencia entre las áreas
de influencia histórica de la guerrilla y las poblaciones que en el
presente manifiestan simpatía por los grupos alzados en armas. De
esta forma se estaría evidenciando que la fuerte expansión territo-
rial de la guerrilla registrada en los últimos años, no guarda rela-
ción con su potencial político ni electoral, y que incluso ha decaído
de manera ostensible en la zonas tradicionalmente bajo su influen-
na.
La expansión territorial de la guerrilla no se traduce en un ma-
yor poder de convocatoria, sino más bien en el incremento de su
capacidad de intimidación para así aumentar su influencia a nivel
local.
A través de la intimidación la guerrilla elige alcaldes y conceja-
les, determina a quiénes deben favorecer los, nombramientos, los
contratos, las inversiones físicas, los programas sociales, etc. La
presión de la guerrilla se manifiesta en asesinatos, secuestros y
amenazas que recaen en dirigentes políticos, candidatos, alcaldes,
concejales y funcionarios. Los municipios donde la guerrilla busca
ampliar su poder a través de la intimídación pertenecen a las zonas
donde la incursión guerrillera se ha producido en forma relativa-
mente reciente (de 1985 en adelante), y en su mayoría coinciden
con los patrones de expansión ya identificados.
Se vislumbra en este sentido la salvadorización del conflicto co-
lombiano, especialmente con la transformación creciente de los al-
caldes en objetivos militares como forma de consolidar el poder en
las zonas estratégicas, procedimiento que empezó en El Salvador a
56
Evolución reciente del conflicto armado ...
19
Jesús A. BEJARANO. Inseguridad y violencia: sus efectos en el sector agropecuario.
REVISTA NACIONAL DE AGRICULTURA de la SAC No. 914-915, 1996.
57
Camilo Echandía
20
La conceptualización de las organizaciones armadas como redes de poder que
imponen su control a través de la intimidación, fue expuesta por Daniel
Pécaut en el conversatorio El estado de las investigaciones sobre violencia en Co-
lombia org-.cmizado por el Cinep los días 15 y 16 de noviembre de 1996 en
Sasaima-Cundinamarca.
58
Evolución reciente del conflicto armado ...
59
Camilo Echandía
1.8
1.6
1.4
1.2
0.8
0.6
0.4
0.2
Fuente: REVISTA CRIMINALIDAD de la Policía Nacional {1991- 1995); Consejería Presidencial para
la Defensa y Seguridad Nacional; Los costos económicos del conflicto armado {1990-1995), DNP.
60
Evolución reciente del conflicto armado ...
21
Presidencia de la República, Seguridad para la gente, Segunda fase de la Es-
trategüfNacional contra la Violencia. Bogotá: 1993.
22
Universidad Exten1ado de Colombia-Fonade. Colombia: inseguridad, violencia
y desempeño económico en las áreas rurales. Bogotá: Universidad Externado de
Colombia-Fonade, 1997.
23
lbíd.
61
Camilo Echandia
70 450
400
60
350
50
300
40 250
30 200
150
20
100
10
50
o o
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Fuente: La serie con fas percepciones de los empresarios sobre la incidencia de la violencia en la
economía entre 1992-1996, se basa en la información presentada por el diario El Tiempo, en la
Encuesta de Opinión Económica, realizada con periodicidad trimestral; que como tal presenta
las tendencias, combinadas con indicadores cuantitativos y cualitativos. La intensidad de la acti-
vidad de la guerrilla corresponde al monitoreo que se realiza en e/ observatorio de violencia.
62
l!.,Volución reciente del conflicto armado ...
63
Camilo Echandía
CONCLUSIONES
24
Ibíd.
64
Evolución reciente del conflicto armado ..
65
De lo privado y de lo público en
la violencia colombiana: los
paramilitares
Fernando Cubides C.
66
De lo privado y de lo público..
LAS TRANSFORMACIONES
1
Ver respectivamente: EL TIEMPO, 30 de julio de 1987: «El libro El sentido de la
agresión de Konrad Laurens (sic), muestra cómo el ser viviente, sea racional de
o irracional, lleva eh lo más profundo de su sentimiento el instinto de la de-
fensa de su territorio. Nadie puede tocárselo. Por eso los animales, como el
hombre, fijan sus zonas para que el enemigo no las ocupe, y cuando lo hace
las defiende hasta la muerte. El bandolerismo está llegando a las zonas de los
campesinos, agricultores, hacendados de todas las categorías. Irrumpe en sus
terrenos. Lo que ha hecho el ejército es dotarlos de las armas necesarias para
detener esos abusos. No hacerlo sería ir contra los más elementales derechos
del individuo consagrados en las constituciones de todo el mundo», y EL
TIEMPO, 4 de diciembre de 1997: «Perversos cantos de sirena han escuchado
quienes, seducidos por la fortaleza de las organizaciones paramilitares y sus
ráfagas implacables, e indignados y adoloridos por la radicalización e intole-
rancia ciega de organizaciones subversivas, han creído que las masacres propi-
ciadas por los grupos paramilitares o de autodefensa son un camino apropia-
do para acabar el conflicto armado en Colombia».
67
Fernando Cubides
2
COMISIÓN DE ESTUDIOS SOllRE LA VIOLENCIA. Colombia: violencia y democracia.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1987. P. 20.
68
De lo privado y de lo público ..
69
Fernando Cubides
3
En otro de los ensayos de la misma obra se formula una prognosis fallida:
«Hasta ahora ( el paramilitarismo) ha sido eficaz en sus objetivos neutralizado-
res de la guerrilla y la organizaciün-popular. Pero su.futuro, por lo pronto, ya de-
pende del carácter internacional que va adquiriendo el conflicto colombiano, y por lo
tanto de la injerencia de los Estados Unidos», op. cit., pp. 101-102. Tal vez la única
injerencia positiva en que han incurrido los Estados Unidos respecto del con-
flicto colombiano, ha sido precisamente en contra del paramilitarismo.
(Recordar las intervenciones de Frechette y McCafrey en noviembre de 1997.
La cursiva es del autor).
70
De lo privado y de lo público ...
71
Fernando Cubides
DE LA CONSOLIDACIÓN A
LA EXPANSIÓN. LA RACIONALIDAD ECONÓMICA
72
De lo privado y de lo público ..
Racionalidad desde
el punto de vista de los ingresos
4
Ver: Varios Autores, "Conflicto y Territorio en Colombia" en: Colonización
del bosque húmedo tropical. Bogotá: Corporacion Araracuara, 1989.
73
Fernando Cubides
5
Alejandro Reyes en su columna "El problema de la tierra y el dominio del
territorio" en: EL ESPECTADOR del 16 de Febrero de 1997.
6
Carlos Castaño en entrevista que le hiciera Germán Castro Cayccdo, publi-
cada en su libro En secreto. Santafé de Bogotá: Editorial Planeta, 1996, p. 201.
74
De lo privado y de lo público ...
75
Fernando Cubides
Racionalidad desde
el punto de vista del gasto
76
De lo privado y de lo público...
10
En la entrevista de Castro Caycedo En Secreto, op. cit., p. 162.
11
Ver: The history of Violence in America, A reporl to the national Comrnision on the
(continúa en la página siguiente)
77
Fernando Cvbides
78
De lo privado y de lo público ...
13
«Una, cosa dice uno públicamente y otra cosa dentro de su organización.
Mientras estemos en guerra todos los actores manejamos un lenguaje diferen-
te al que queremos. Sobre todo la guerrilla[ ... },. Carlos Castaño en la entre-
vista que le hiciera María Cristina Caballero en CAMBI016 COLOMBIA, diciem-
bre 15 de 1997.
14
«Una concepción puramente estratégica del cambio conduce a reducir a la
sociedad a las relaciones entre los actores y en particular a las relaciones de
(continúa en la página siguiente)
79
Fernando Gubides
80
De lo privado y de lo público...
81
Femando Cubides
15
En la historia que sobre un capítulo de la cuestión militar hace el norteame-
ricano Russell W. RAMSEY (Guerrilleros y soldados. Bogotá: Tercer Mundo, abril
de 1981) se destaca al Coronel Gustavo Sierra Ochoa <<como uno de los prime-
ros Comandantes que tuvo el Batallón Vargas, y tuvo la oportunidad de reco-
nocer que las tácticas y ejércitos convencionales no derrotan a las guerrillas,,
(p. 196) aun cuando el historiador norteamericano no hace hincapié en que
este pionero, llevado de la lógica de la guerra irregular, incurrió en toda clase
de excesos, y para la contraparte, los guerrilleros del llano, era la ejemplifica-
ción de que el ejército había tomado partido definitivo en la lucha partidista, y
lo hacía mediante una guerra sin cuartel, con la mayor ferocidad. De sus libros
(Diálogos militares. Manizales: Imprenta Departamental, 1951; y Las guerrillas de
los Llanos Orientales. Manizales: 1954; el segundo aparece en la literatura espe-
cializada como el que por primera vez adopta la noción del enemigo interno.
Sobre la forma en que los guerrilleros recibieron esas acciones ver los capítu-
los XIV (Parte I) y I y VIII (Parte II) del libro de Eduardo Franco Isaza, Las gue-
rrillas del Llano.
82
De lo privado y de lo público..
... mas no una ideología real»: tomamos prestada esa expresión del
historiador Marco Palacios en una de sus exposiciones recientes
sobre el problema, pues define adecuadamente el carácter artifi-
cioso y artificial de los comunicados y documentos que se le pue-
den atribuir a los pararuilitares, y a su recién formado organismo
de coordinación nacional. Aquí el analista no enfrenta ninguna di-
ficultad para distinguir entre textos canónicos y textos apócrifos, co-
mo ocurría en los primeros tiempos de la guerrilla en clandestini-
dad, pues los canales de distribución funcionan y, al igual que la
16
Ver EL TIEMPO, 19 de noviembre de 1997 bajo el título "Senadores visitan a
Carlos Castaño" se da cuenta del desplazamiento de la Comisión: «En la reu-
nión estuvieron, además de Castaño, los parlamentarios Julio César Guerra
Tulena, coordinador de esta comisión y Carlos Espinosa Faccio-Lince>>. En
cualquier otra latitud una visita de parlamentarios de ese nivel, quienes han
sido presidentes de sus respectivas corporaciones, es muestra fehaciente del
reconocimiento político. Aquí se llevó a cabo de modo casi subrepticio.
83
Femando Cubides
84
De lo privado y de lo público ...
En esta guerra cae mucha población civil y ¿ sabe por qué? Por-
que las dos terceras partes de la fuerza efectiva de la guerrilla no
17
tienen armas y están actuando como población civil.
85
Femando Oltbides
18
Carlos MEDINA GALLEGO. Autodefensa5,~ paramilitares y narcotráfico en Colom-
bia: el caso de Puerto Boyacá. Bogotá, Editorial Documentos Periodísticos, 1992.
86
De lo privado y de lo público ..
87
Fernando Cubides
88
De lo privado y de lo público ...
89
Fernando Cubides
19
La admiración de Castaño se expresa con naturalidad y vehemencia en va-
rios pasajes de sus entrevistas: «No podernos desconocer que ellos llevan trein-
ta y un años en guerra y que son los superverracos de la guerra,;: en Castro
Caycedo, op. cit. p. 190.
90
De lo privado y de lo público...
BIBLIOGRAFÍA
91
El ejército colombiano:
un actor más de la violencia
Andrés Dávila Ladrón de Guevara"
INTRODUCCIÓN
92
El ejército colombiano ..
93
Andrés Dávila
94
El ejército colombiano ...
95
Andrés Dávila
96
El ejército colombiano...
97
Andrés Dávila
98
El ejército colombiano...
FACTORES EXTERNOS E
INTERNOS DEL REPLIEGUE MILITAR
99
Andrés Dávila
100
El ejército colombiano ..
101
Andrés Dávila
6 Estos dos aspectos no han recibido la atención suficiente por parte de quie-
nes, desde la investigación académica, han trabajado el tema militar. Dentro
de los varios aspectos que con urgencia requieren ser incluidos en una amplia
agenda de investigación sobre las Fuerzas Armadas y, en particular, sobre el
Ejército, estos dos aspectos deben recibir la atención requerida. Sólo así se
podrá comenzar a superar la precariedad todavía existente en los estudios so-
bre las instituciones armadas en Colombia, especialmente en lo que atañe a
una cuidadosa y sistemática sociología militar.
102
El ejército colombiano ...
103
Andrés Dávila
104
El ejército colombiano ...
105
Andrés Dávila
106
El ejército colombiano...
107
Andrés Divila
108
El ejército colombiano ..
RECAPITULACIÓN Y PERSPECTIVAS
109
Andrés D.ivila
110
El ejército colombiano...
111
Andrés Dávila
BIBLIOGRAFÍA
Libros
112
El ejército colombiano...
BLAIR, Eisa. Las Fuerzas Armadas: una mirada civil. Bogotá: Cinep, 1993.
113
Andrés Dávila
MANW ARING, Max G. (editor). Gray A rea Phenomena: confronting the new
world disorder. Boulder-San Francisco-Oxford, Westview Press, 1993.
Capítulos de libros,
Artículos de revistas y otros
114
El ejército colombiano...
115
Andrés Dávila
Tesis de grado
116
El ejército colombiano...
Documentos
117
Andrés Dávila
,
I
118
SEGUNDA PARTE
Límites borrosos
/'
Rebeldes y criminales
Una crítica a la tradicional distinción
entre el delito político y el delito común
Mauricio Rubio*
121
Mauricio Rubio
Hood, al cual «se le atribuyen todos los valores morales positivos del pueblo y
todas sus modestas aspiraciones»; el Cangaceiro del Brasil, «que expresa sobre
todo la capacidad de la gente del pueblo, gente humilde, de atemorizar a los
más poderosos: es justiciero y vengador» y el tipoHaidukes de Turquía que
representa «un elemento permanente de resistencia campesina contra los se-
ñores y el Estado». Hobsbawm (1991) p . 63.
3
Ver Pizarro (1996).
4
Ibid, p. 42.
5
«Las formas dominantes de la violencia urbana en Colombia no son nego-
ciables, como sí lo es aquella generada por confrontaciones de aparatos ar-
mados en pugna por el control del Estado o el cambio del régimen político
vigente en Colombia». Comisión de Estudios sobre la Violencia (1995) p. 71.
«Lo que permite el diálogo es la consideració n de delincuentes políticos que
se les da a quienes se levantan en armas contra la nación en procura de obje-
tivos sociales y políticos. Eso establece un tipo de delincuente que es aquel
con e l cual, en determinadas circunstancias [... ] resulta viable conversar, nego-
ciar y llegar a acuerdos». Entrevista con Horacio Serpa, Consejero de Paz, LA
PRENSA, 16 de Febrero de 1992. Ver también Orozco (1992) p. 19.
6
En las Líneas del pensamiento de Radbruch, Orozco opina que «tanto la fun-
ción de castigar, como la de reeducar y aún la de amedrentar están fuera de
lugar respecto de un hombre que no tiene conciencia de culpa y que no es
susceptible, por ello, ni de arrependimiento ni de reeducación, y acaso de
amedrentamiento». Orozco (1992) p. 37.
7
«En lo que atañe a la función general preventiva dice el jurista alemán
[Radbruch] que tal función se deforma, en e l caso del delincuente por con vic-
ción, hasta el punto de que antes que amedrentamiento, produce mártires».
O rozco (1992) p. 37.
122
Rebeldes y criminales
8
Este supuesto es crítico para la consideración de la ineficacia de la penaliza-
ción aplicada a los rebeldes: «Por lo menos en épocas de cambio, es decir, de
falta de consenso social en torno a los valores fundamentales que deben in-
formar el orden sociopolítico, el escalamiento de la criminalización del en e-
migo interior produce el efecto jurídicamente perverso de heroizarlo, de ele-
varlo en su dignidad y prestigio social». Ibid. pp. 37-38.
9
«La búsqueda en Colombia de cualquiera de [las] opciones fundadas en una
salida militar tendría tal costo nacional que son simplemente impensables».
Comisión de Estudios sobre la Violencia ( 1995) p. 51.
10
«La confrontacióu entre el Estado y las guerrillas [ ... ] no puede ser pensada
sensatamente sino como una lucha entre actores colectivos». Orozco (1992).
11
En forma tangencial en dicho trabajo apenas se menciona la d ificultad de
clasificar los asaltos a entidades y los actos de piratería terrestre. No aparece la
discusión, que uno esperaría, del problema del secuestro de civiles. Poco con-
vincente es la racionalización ofrecida de que actuaciones como la vacuna y el
boleteo podrían llegar a considerarse - baj o la lógica de la guerra en la que se
toman las bienes del en emigo- como impuestos. Ibid. p. 86.
12 U · ., tan ng1' 'da equ1va
. Idna,
, en otro p1ano, a no reconocer 1a
na aprox1mac1on
posibilidad de corrupción, o de violación de los derechos humanos, por parte
de los funcionarios de las agencias de seguridad del Estado. En uno y otro ca-
so, parece inadecuado no considerar en forma explícita el problema de los in-
dividuos que, respaldados por su situació n armada, con la autoridad y el po-
(continúa en la página siguiente)
123
Mauricio Rubio
124
Rebeldes y criminales
15
adopción de políticas en materia de orden público en Colombia.
Es sorprendente el escaso esfuerzo investigativo que se le ha dedi-
cado en el país a la verificación de estos planteamientos.16 Algunas
encuestas recientes revelan que la realidad colombiana no encaja
17
muy bien dentro de los estereotipos de la violencia oficial.
Desde el punto de vista de lo que podría llamarse la filosofía de
la penalización, la sugerencia de la negociación como única alter-
nativa para enfrentar el delito político desconoce una función del
encarcelamiento que alguna literatura considera fundamental: la
de inhabilitar al infractor, o sea mantenerlo bajo supervisión de tal
manera que no pueda seguir atentando contra los derechos de ter-
ceros.18 Por otro lado, esa recomendación presupone una visión
15 Es por ejemplo un punto que, sin mayor discusión ni evidencia empírica, se
da por descontado en todas las discusione s sobre el otorgamiento de faculta-
des de policía j udicial al ejército.
16
Cuando la justicia penal aclara menos del 5% de los homicidios que se co-
meten uno se sorprende al enterarse que ciertas ONG manifiesten en sus in-
formes ser capaces de identificar a los autores de la violencia. (ver por ejem-
plo los trabajos citados en Nemogá [1996]). Parecería que para probar la auto-
ría de un incidente basta con que este encaj e en alguno de los guiones pre-
establecidos. Sorprende además la asimetría del argumento que tiende a con-
siderar como ilegítimas, o abiertamente criminales, las actuaciones de las or-
ganizaciones armadas que defienden unos intereses y simultáneamente tiende
a legitimar las de los grupos armados que defienden otros intereses. Lo que
este prejuicio refleja es la naturaleza esencialmente normativa de tales análisis
que parten de la premisa de que unos intereses son menos legítimos que
otros.
17
Sin desconocer la relevancia del problema de violación de los derechos·
humanos relevante para el país, algunos datos muestran que en Colombia no
es despreciable el porcentaje de hogares pobres que se sienten protegidos por
la Policía o por las Fuerzas Armadas. Además, parece ser mayor la desconfian-
za hacia los organismos de seguridad del Estado en los estratos de altos ingre-
sos. La incidencia ,d e ataques criminales con autoridades involucradas reporta-
dos por los hogares parece aumentar con el ingreso. Por otro lado, tanto los
guenilleros como los paramilitares se perciben como un factor de inseguri-
dad, aún en los estratos bajos. Tanto la consideració n de la guerrilla como la
principal amenaza como el acuerdo con las acciones revolucionarias, o con la
afirmación de que la principal prioi-idad del país en los próximos años es la
lucha antiguerrillera no parecen depender del nivel económico de los hogares.
Por el contra1io, el porcentaje de hogares que se manifiestan de acuerdo con el
statu-quo es casi 2.5 veces superior en el nivel con más bajos ingresos que en el
de mayores ingresos. Ver CUÉLLAR, María Mercedes (1997). Valores, institucio-
nes y capital social. Resultados preliminares publicados en la Revista ES-
TRATEGIA No. 268.
18
Ver por ejemplo T anry y Farrington (1995), p . 249.
125
Mauricio Rubio
126
Rebeldes y criminales
127
Mauricio Rubio
26
¿se desvirtúa así el carácter político del individuo que aisladamente delin-
quió o queda comprometida toda la organización, como actor colectivo? ¿Cuál
es el conjunto de normas penales que restringe el comportamiento de los in-
dividuos que militan en una organización que rechaza el ordenamiento legal?
¿Es ese conjunto de normas aplicable tanto a los líderes como a los subordi-
nados de esas organizaciones? ¿Quién define, para un guerrillero, lo que es un
delito?
27
Peñate (1998) seüala cómo, por ejemplo, la derrota militar del ELN en Ano-
rí en 1974 desencadenó un número importante de deserciones que redujeron
el grupo, en menos de un año, a casi una cuarta parte. Una encuesta realizada
a mediados de 1997 muestra que la opinión sobre el empate entre la guerrilla
y las Fuerzas Armadas colombianas está lejos de ser unánime: 4 7% de los en-
cuestados piensan que la guerrilla sí puede ser derrotada militarmente. Por
otro lado es mayor el porcentaje (37%) de quienes piensan que se debe mini-
mizar la guerrilla antes de negociar que el de aquellos que piensan exclusiva-
mente en la negociación. Por último únicame nte el 9% de los encuestados
opinan que la guerrilla no se ha podido derrotar por ser muy fuerte. Es mayor
el porcentaje de quienes opinan que ha sido por falta de voluntad política del
gobierno (32%), porque las Fuerzas Armadas no tienen apoyo popular (16%) o por
la falta de voluntad militar de las FF.AA. (13%). Ver EL TIEMPO, 31 de agosto de
1997, p . 6A.
128
Rebeldes y criminales
28
Una notable excepción en este sentido es el trabajo de Pizarro (1996) en
donde realmente se hace un esfuerzo por establecer, para la guerrilla, catego-
rías acordes con la realidad colombiana.
29
En el campo de la economía política, una de las ideas claves del pensamien-
to de Marx, frecuentemente ignorada por los análisis marxistas, es la de su es-
cepticismo, en contra de lo que proponían los economistas clásicos, sobre la
universalidad de las leyes económicas. Por el contrario, Marx señalaba la im-
portancia de la ideología en hacer aparecer ciertas relaciones económicas co-
rno naturales e inevitables.
129
Mauricio Rubio
30
Esta sección se concentra en las relaciones entre la delincuencia y la guerri-
lla básicamente por tratarse del actor del conflicto para el cual se dispone de
un mayor volumen de testimonios. El énfasis en las etapas iniciales de los gru-
pos se hace para reforzar el punto que, aun en los tiempos en que se ha reco-
nocido un mayor papel a las motivaciones políticas de la guerrilla, había inter-
ferencias entre la esfera pública y la privada. Cabe aclarar que los testimonios
se ofrecen más a título de contraejemplo de ciertas situaciones descritas por
las teorías que como evidencia de las situaciones contrarias.
31
De acuerdo con Nicolás Rodríguez Bautista, Cabina, no es descartable la
idea de que detrás del interés de Fabio Vásquez por organizar el ELN estaría el
deseo de vengar la muerte de su padre. Medina (1996) p. 27.
32
En el relato que Cabina responsable militar del ELN le hace a Medina
(1996) son recurrentes las referencias a los campesinos que se vincularon a
una guerrilla generalmente dirigida por los intelectuales, sin tener «el nivel
para entender lo que era la plenitud de la vida política» y que simplemente
ingresaron a una estructura vertical de mando. De la lectura de este relato
queda la impresión de que la definición del rebelde sería aplicable, entre los
guerrilleros colombianos, básicamente a los que antes de vincularse eran uni-
versitarios, sacerdotes, líderes sindicales o dirigentes campesinos. En las con-
versaciones con mis alumnos de la Universidad de los Andes que han tenido
contacto directo con la guerrilla es frecuente la alusión a la motivación basada
en la posición de respeto que se gana con las armas.
33
Tal es el caso de Melisa, una joven de clase media que ingresa a la guerrilla
básicamente para continuar los juegos con armas en los que la había iniciado
su padre. «El entrenamiento resultó muy aburrido. Por lo menos para mí, que
(continúa en La página siguiente)
130
Rebeldes y criminales
esperaba algo que tuviera que ver con la guerra, con las armas, con el valor,
con el misterio. Se trataba de correr por la orilla del camino durante toda la
mañana y después, ya sudados, de discutir lo que llamaban la situación concreta
de la coyuntura [... ] Para mí ese cuento era como de marcianos: ni entendía ni
me importaba [... ] Si no nos poníamos de acuerdo en cómo hacer un caldo,
mucho menos en qué andábamos buscando juntos [ ... ] Me ayudaba mucho
dar conferencias, porque me obligaba a pensar y repensar por qué luchába-
mos. A veces caía en crisis al ver que los pobres y los ricos luchaban por lo
mismo, por el dinero». Molano (1996) pp. 128, 169 y 172.
34
En efecto, el hecho de que la deserción se considere el delito más grave del
Código Guerrillero hace en la práctica inaplicable el criterio de convicción a
un miembro subordinado de la guerrilla. En Medina (1996) aparecen varios
casos de fusilamientos y ajusticiamientos de quienes desertaron, lo intentaron,
o despertaron sospechas en sus jefes que lo harían.
35
Al respecto, hay un pasaje revelador en el relato de Correa, exeleno, que
cuenta cómo su verdadero espíritu revolucionario sólo surgió como resultado
de un extraño proceso psicológico que se dio en él luego de que trató de de-
sertar, de que por tal razón fue juzgado y sentenciado a muerte y de que su
condena no fue ejecutada, ni revocada, sino simplemente suspendida y sujeta
a la posterior demostración de su voluntad sincera de superación. Correa ( 1997)
pp. 135 y 136. En .el testimonio de Gabino, quien anota que su espíritu revolu-
cionario se fue fortaleciendo en la guerrilla, también se hace alusión a un jui-
cio que se le hizo por divisionismo y a una condena de muerte que inexplica-
blemente no se ejecutó. i,De todas maneras, para mi vida esa fue una de las
experiencias más traumáticas que he tenido». Medina (1996) p. 177.
36
En particular se ha encontrado que la mentalidad de grupo que emerge se
ve magnificada por el peligro externo, que la solidaridad de gn1po la impone
la situación de ilegalidad y que las extremas presiones para obedecer son una
característica de la atmósfera interna del grupo. Normalmente, las dudas con
respecto a la legitimidad de los o~jetivos son intolerables, el abandono del
gTUpo es inaceptable y «la manera de deshacerse de las dudas es deshacerse de
quienes dudan,,. Jerrold Post, "Terrorist p!,ycho-logic: Terrorist behavior as a prod-
uct of psychologicalforces" en Reich (1990).
131
Mauricio Rubio
ran criminales, puesto que no les hacen daño sino que se perciben
4
°
como de utilidad pública. Con este criterio sería necesario reco-
nocer que en el país no todos los delincuentes políticos militan en
41
los grupos guerrilleros. El segundo componente del arraigo po-
pular -en el cual se hace particular énfasis- es el de los suminis-
tros necesarios para la supervivencia del rebelde, que le son trans-
feridos en forma voluntaria por la población campesina. Así, el
bandido social es no sólo un resultado inevitable de la injusticia del
tirano sino que, además, no roba sino que recibe bienes y ayuda de
la comunidad en la cual actúa.
37
Post, op cit. El testimonio de Gabino tiende a corroborar esta idea: «Las re-
flexiones se reducían al tratamiento de los conflictos internos de la guerrilla,
rara vez se iba más allá a tratar los problemas sociales, políticos». Medina
(1996)p.183.
38
Janis, I. Victims of Groupthinking, citado por Post en Reich (1990).
39
Ibid.
40
Es tal vez en ese sentido que las relaciones reales y concretas de los rebeldes
con la sociedad colombiana se diferencian más de las míticas e ideológicas que
contemplan las teorías.
41
Entrarían en ese grupo varios narcotraficantes considerados como verdade-
ros benefactores por sus comunidades -para las cuales la venta de droga al
exterior está lejos de ser una conducta reprobable-, algunos grupos paramili-
tares y las milicias que en los centros urbanos ofrecen protección y otra serie
de servicios a la comunidad. Ver por ejemplo Corporación Región (1997).
También vale la pena recordar que a la fecha no se sabe en el país del sepelio
de algún rebelde que haya sido tan concurrido por el pueblo como lo fue el
de Pablo Escobar.
132
Rebeldes y criminales
133
Mawicio Rubio
después de la muerte de Camilo Torres, se dieron las bases para una buena re-
lación del grupo con las comunidades campesinas. Según el mismo, esta rela-
ción fue fugaz y llevó, como reacción extrema a unos operativos militares en la
zona, a una completa desvinculación y desconfianza en los campesinos. Ver
Medina (1996).
48
«[...] acciones como la de la Caja Agraria de Simacota y la expropiación de
una nómina de Bucaramanga». Medina (1996), p. 102.
49
Son reveladores, por ejemplo, algunos pasajes del relato de Gabino sobre la
toma de Sin1acota a principios de 1965. «En medio de la multitud que está-
bamos deteniendo, se nos fue una señora de las detenidas. Esa señora dio avi-
so al sargento de la policía[ ... ] Fabio y Rovira fueron los encargados de asaltar
la Caja Agraria, de recuperar el dinero [... ] Todo el mundo amontonado en
una casita. Les hablábamos de la lucha, pero la gente sin entender. Pasó a ser
mayor el número de campesinos retenidos que de guerrilleros, y empezó a
generarnos eso una primera situación difícil». Ibid. p . 53.
50
Uno de los casos más extremos es el del Carmen de Chucurí, municipio si-
tuado en la región donde nació el ELN. El pueblo es tristemente célebre por
las minas quiebrapatas que dejaron mutilados a cerca de 300 campesinos y
que, según algunas versiones, fueron puestas por el ELN como represalia por
la decisión de los pobladores de rebelarse contra la guerrilla. Este extraño esce-
nario se complementa con acusaciones según las cuales los campesinos, y al-
gunos periodistas, son paramilitares y unas insólitas diligencias j udiciales en
donde, según algunos habitantes del pueblo, había guerrille ros actuando co-
rno policías. Ver por ejemplo Peña (1997).
51
Peñate (1998).
52
«La forma vertical en que se trazaban las orientaciones o se hacían llamados
al campesinado para que colaborara con la guerrilla, muchas veces infundía
más temor que respeto». Carlos Medina, Violencia y lucha armada. Citado por
(continúa en la página siguiente)
134
Rebeldes y criminales
Peñate (1998).
53
Es lo que Peñate ( 1998) denomina el clientelismo armado y Bejarano y otros
autores ( 1997) las «técnicas de la delincuencia de cuello blanco adoptadas por la
guerrilla».
54
Vásquez (1997) reporta, con sorpresa, el tratamiento radicalmente distinto
que, en el municipio de la Calera recibían por parte de las Farc, los habitantes
de las veredas y los del pueblo. Un indicador típicamente económico - pero
medible- de aceptación de la guerrilla podría ser la variación en el precio de
la tierra resultante de la en trada de un grupo a una zona. El mismo Vásquez
reporta cómo, en ciertas veredas de La Calera, los precios se reduj eron has ta
el 30% de lo observado anteriormente.
55
«Me parece importante reseñar que es a partir del 69 que la Organización
comienza a hacer retenciones con fines económicos [...] Esto ha sido muy
cuestionado sobre todo últimamente. Nosotros tenemos una argumentación
política que la hemos dado a conocer en varias ocasiones». Medina (1996) p .
103.
135
Mauricio Rubio
56
Ver por ejemplo Shavell, Steven. An Economic Analysis of Thre_ats and Their ll-
legality: Blackmai4 Extortion, and Robbery. University of Pennsylvania LAw
REVIEW, Vol 141, 1993.
57
«Existe una diferencia enu·e el secuestro y la retención que es preciso acla-
rar: el secuestro es un acto criminal realizado por la delincuencia común que
tiene por finalidad el interés personal de quienes cometen el delito; la reten-
ción fundamentalmente es una acción política, cuya finalidad está determina-
da por objetivos de bien estar colectivo, en el marco de un proyecto histórico
de transformación social liderado por una organización revolucionaria». Me-
dina (1996). p. 236. Esta cómoda definición no sólo es difícilmente verificable
sino que pone de presente, de nuevo, el gran componente normativo de tales
enfoques. En el fondo, el carácter político de los delitos está muy ligado a la
valoración de los objetivos del actor, bajo unos parámetros éticos que ese
mismo actor, o el analista, arbitrariamente define a su acomodo, a veces ex
post, y de acuerdo con su ideología.
58
«En el Código Guerrillero se contemplaba la deserción como una traición y,
(continúa en la página siguiente)
136
Rebeldes y criminales
por lo tanto, quien desertara debía ser fusilado [...] Desertar es un delito y al
que cae en este tipo de infracción grave se le aplica la pena máxima. Eso esta-
ba establecido, legítimamente definido en las normas internas». !bid. pp. 68 y
p. 90.
59
Que también es peculiar puesto que lo correcto depende fundamen talmen-
te de la naturaleza del actor «había un grupo ... no se sabe hasta dónde tuvie-
ran un entronque directo con el bandolerismo de ese tiempo, pero la tenden-
cia que mostraba era la de estructurarse con ese carácter, incluso, por esos dí-
as hicieron un asalto a un bus interrnunicipal, lo desvalijaron y robaron a los
pasajeros; Fabio y los ou·os compañeros aprovechando esta situación le dicen
a la gente de las veredas: Vea hombre, eso no es correcto, eso no se puede hacer».
Ibid. p . 3 1.
60
«El caso de Heriberto no se trató en el grupo, nadie sabe qué fue lo que pa-
só realmente. Lo sabía la dirección: Medina, Fabio, y Manuel, pero no se dio
ningún debate interno, siendo una situación grave[ ...] La dirección determina
que hay que fusilar a Heriberto. No sé qué contradicciones habria, pero el
grupo queda con la idea de que Heriberto se va a la ciudad a curarse, pero en
realidad la comisión que lo debe acompaña1· le asignan la misión de fusilarlo,
iy se le fusila sin hacerle juicio! [... ] El fusilamineto de Espitia fue un hecho
muy grave, e independientemente de que h aya o no motivos, la forma, el mé-
todo, la manera como se produce es completamente lesiva a la formación, a la
educación y a los principios políticos de una Organización». !bid. p. 91.
61
«Un grupo de cinco guerrilleros, con la orientación de Juan de Dios Aguile-
ra, ha asesinado a José Ayala [... ] Le preguntamos que cómo habían ocurrido
los hechos [... ] Juan de Dios inmediatamente reunió el personal y les echó un
discurso en el que dice que José Ayala es un corrompido, un sinvergüenza, un
mujeriego, un irresponsable, un militarista, que es un asesino, ibueno! un po-
co de cargos». !bid. p. 94.
62
«Manuel va generando, a través de su práctica y en la definición de sus de-
cisiones, u·ansformaciones sustanciales de algunas costumbres guerrilleras,
por ejemplo, oficialmente estaba prohibido en la Organización los matrimo-
nios dentro de esa concepción de que uno debía ser un asceta para entregarse
por entero al servicio de la revolución». !bid. p. 120.
63
«Por ahí algún compañero en una ocasión me preguntaba que si era cierto
que en la guerrilla había llegado a fusilarse alguien por comerse un pedazo de
panela, yo le decía, no exactamente por comerse el pedazo de panela sino por
(continúa en la pági,na siguiente)
137
Mauricio Rubio
138
Rebeldes y criminales
de 1998.
70
Según el mismo Molano (1997), los guerrilleros estarían en plan de formu-
lar un código para la población civil. Teniendo en cuenta los criterios con que
ellos juzgan se ha ido constituyendo un derecho consuetudinario muy ligado a
la vida campesina. Parece tener gran importancia la figura del conciliador, por
lo general escogido entre los viejos campesinos reconocidos por su autoridad
moral.
71
El término narcoguerrilla, acuñado en la primera mitad de los ochenta pare-
ce ser algo más q ue un artificio de la propaganda oficial y tener algo de reali-
dad, y relevancia. Las implicaciones de este fenómeno tendrían que ver con el
impuesto que la guerrilla cobra, el gramaje, con la protección que le ofrece a
los cultivos y labmatorios y con el tráfico de armas. La prensa extranjera ofre-
ce como evidencia de esta alianza los numerosos ataques contra las aeronaves
encargadas de la erradicación de los cultivos. De acuerdo con Molano (1997)
los guerrilleros reconocen que el narcotráfico es un delito pero, dada su gene-
ralización, se niegan a ser los policías del sistema. Actualmente parece haber
acuerdo en que si bien las guerrillas colombianas no constituyen w1 cartel de la
droga propiamente dicho si h an tenido y tienen vínculos de distinto tipo con
tales actividades. Un corto resumen del estado actual del debate se encuentra
en CORRAL, Hemando "Narcoguerrilla, ¿mito o realidad?" en LECTURAS
DOMTNJCALES, El Tiempo, 1 º de Febrero de 1998.
72
Bejarano et. al. (1997) p. 50.
73
«[ ... ] hice una retención económica [ ...] logramos recibir por él un rescate
de dos millones de pesos, que en ese entonces [1974] era una bu ena cantidad
de dinero, pero que no pudimos utilizarlo porque dos desertores se lo roba-
ron». Medina (1996) p. 130.
139
Mauricio Rubio
74
un grupo. Un punto que vale la pena destacar es el del reconoci-
miento por parte de los mismos guerrilleros de los riesgos que pa-
ra el grupo representan las tentaciones económicas de los agentes
75
individuales. Así, el rebelde real reconoce algo que los teóricos de
los rebeldes pretenden ignorar.
Tanto los criterios sugeridos por Radruch y reportados por
Orozco (1992) como los propuestos por este último para la defini-
ción del rebelde dependen de manera crítica de información que
está sólo al alcance de los rebeldes y que puede ser fácilmente
ocultada, distorsionada o manipulada. 76 Es notoria la idealización
que en estas teorías se hace de los sistemas estatales de investiga-
ción criminal, sobre todo en lo relativo a su efectividad77 y a su in-
74
Tal sería el caso de Lara Parada, mujeriego empedernido que ,«para tapar
sus desviaciones comienza a impulsar a compañeros a que busquen compañe-
ras de otros, esto genera una situación muy difícil en el interior del grupo y
también con la base campesina» o el del grupo de René, que «cae en unas acti-
tudes muy similares a las del grupo de Ricardo Lara, las mismas cosas, maltra-
to a los campesinos, acostarse con sus mujeres, es decir prácticas cuatreras
que realizan aprovechando la situación de guerrilleros». Ibid. pp. 115 y 132.
75
Los recursos económicos adquiridos por impuestos a las petroleras «si bien
nos ayudaban a consolidarnos, eran un componente peligroso para la des-
composición si no se administraban bien». lbid. p. 215.
76
Un caso diciente sobre las variadas posibilidades de manipulación de in-
formación, reportado por Cabina, tiene que ver con el secuestro de Jaime Be-
tancur por parte del Grupo 16 de Marzo. «El grupo de compañeros, estaba
planteando retener a un dirigente político de reconocimiento nacional al que
la población le tuviese credibilidad y afecto, eliminar ese personaje y Juego ha-
cer aparecer ese hecho ante el pueblo como una acción realizada por la dere-
cha porque consideraba esa persona peligrosa por sus inclinaciones a favore-
cer a los sectores más desprotegidos». Medina (1996) p . 149. Es sensata y rea-
lista al respecto la reflexión de una guerrillera: «En la guerra la información
secreta sirve más para manejar a los amigos que para luchar contra los enemi-
gos, al punto que a la larga todo se confunde. La gana de mandar no es una
causa sino un modo». Molano (1996). p. 178.
77
Parece haber consenso en la actualidad en que la principal debilidad de la
justicia penal colombiana tiene que ver con su baja capacidad para aclarar los
delitos e identificar a los infractores. Ver Rubio (1996). El aumento en la ca-
pacidad estatal para recoger evidencia parece haber sido fundamental en el
desarrollo de los sistemas penales modernos. Contrariando postulados de
Foucault, en el sentido de que las exigencias políticas fueron la principal causa
de la transformación en los procedimientos penales, algunos historiadores
han sugerido recientemente que, por ejemplo, el abandono de la tortura fue
más el resultado del desarrollo de los sistemas de investigación criminal -que
la volvieron innecesaria- que el temor a los levantamientos, corno propone
Foucault. Ver Langbein, Torture and the law of Proof, citado por Garland
(continúa en la página siguiente)
140
Rebeldes y criminales
(1990), p. 158.
78
Sería ingenuo desconocer que en algunas zonas del país la presencia de ac-
tores armados ha afectado incluso los mecanismos tradicionales de recolec-
ción de información oficial -registros, encuesLas, censos-. Lo más preocupan-
te es que la interferencia en los flujos de información es ya corriente aún en
asuntos que uno pensaría son ajenos al conflicto. Las firmas encuestadoras
con las q ue he discutido este tema dan por descontadas tres cosas: l. Que en
buena parte del territorio nacional hay que pedir permisos no oficiales para
realizar encuestas y que es necesario tener contactos para obtenerlos; 2. Que
hay ciertos temas que es mejor no tratar en las encuestas; y 3. Que en algunas
zonas sencillamente no se pueden emprender tales tareas. Un caso diciente de
la gran desinformación asociada con la presencia de los actores armados es el
de los tres ingenieros agrónomos que realizaban una encuesta para el Dane,
fueron retenidos por la guerrilla enjulio de 1997 y cuyos restos, al parecer, fue-
ron hallados varios meses después. El caso es diciente por tres razones: la en-
cuesta era para el Sistema de Información del Sector Agropecuario. cuando se
hallaron unos restos descompuestos los familiares aún no sabían si correspon-
dían a los ingenieros secuestrados y en un Foro de Derechos Humanos y el
lanzamiento del Mandato por la Paz en Montería se criticaba la negligencia y
falta de solidaridad del Dane. Ver EL TuMPO, 24 de septiembre de 1997, p.
6A.
79
Un comunicado del Estado Mayor de las Farc a los periodistas como res-
puesta a la difusión de las opiniones del comandante de la FF.AA. no deja mu-
chas dudas al respecto: «No creemos, ni queremos periodistas que ingenua-
mente sean apologistas del militarismo, necesariamente debemos advertirles
que declaramos objetivos militares a quienes así obren». LA PRENSA, 4 de abril
de 1993. P. 25.
80
Haciendo referencia a un cuatrero que, en la región de Guayabito a finales
(continúa en la página siguiente)
141
Mauricio Rubio
de los sesenta abandona la zona cuando llegan las Farc, Gabino afirma que «la
guerrilla, donde llegaba, limpiaba la zona de delincuentes y creaba, de alguna
medida, una atmósfera de seguridad». Medina (1996) p. 102.
81
Al respecto es interesante el relato de Gabino sobre la toma de Sirnacota en
1965. «A la cárcel fue un comando con la intención de liberar a los presos; esa
era otra tarea. Tal vez desentonaba un poquito con el carácter de ese pueblo,
pero la idea era hacer justicia. Los compañeros van y los presos no quieren sa-
lir. De todas maneras los soltaron al otro día porque no había guardianes, ni
armas, ni nada.» Ibid. p. 54.
82
Tal como ocurre en las historias relatadas por seis guerrilleros amnistiados
del EPL que operaban en Dabeiba, lugar en donde aparecen miembros de las
Farc que hacen de jueces como una extraña mezcla de dictador, consultorio
jurídico y doctora corazón. «Los domingos se ven las oficinas que denominan
Casa del Pueblo llenas de campesinos citados verbalmente o por boletas para
dirimir pleitos entre vecinos o entre marido y mujer. Los servicios son pagos.
Muchos de los pobladores se preguntan por qué las autoridades permiten es-
to. Nos acordamos de un parcelero en la vereda Cadillal del municipio de
Uramita, que en 1989 tenía un problema de linderos con su vecino[... ] Oímos
cuando le decían que cuánto iba a dar para arreglar el problema. Y d que más
dio, ganó y al otro lo pelaron porque no quiso dar más plata ni salirse de la '
finca. En noviembre del año pasado se presentó allí [en San José de Urama]
otro caso que chocó mucho a la gente pero nadie pudo decir nada por la ley
del silencio: el asesinato de una señora porque era muy chismosa». LA PRENSA,
26 de mayo de 1992, p. 8.
142
Rebeldes y criminales
143
Mauricio Rubio
87
Probablemente el caso más extremo de arbitrariedad y de comportamiento
criminal de un rebelde fue el de las matanzas de Tacueyó en donde cerca de
un centenar de guerrilleros fueron abatidos por su jefe, Delgado, que «en una
época fue el consentido de Jacobo. Le gustaba la plata y con ella lo compra-
ron: le gustaba el poder y con él lo conquistaron. Tan pronto vio la papaya de
tomarse el mando lo hizo. Plata y poder. Vendió a todos sus amigos y traicio-
nó al resto. Se envició a la sangre, que es la medio hermana del dinero y del
poder, y cuando vio que no le resultaban sus planes se enloqueció. Comenzó a
matar a sus enemigos y luego el círculo se le amplió hasta que abarcó a sus
amigos, uno por uno. Pero tanto muerto coge fuerza y para vencerla se nece-
sitan más muertos y más muertos. Así hasta que acabó con medio movimien-
to». Molano (1996) p. 188.
144
Rebeldes y criminales
AGENTES ARMADOS Y
89
DELINCUENCIA: LOS DATOS DISPONIBLES
88 Ad ·
quiere as1' p1ena VIgencia,
· . en termmos
' . d e este nuevo pod er, 1o que O roz-
co (1992) denomina el correlato necesario entre criminalidad y criminaliza-
ción, que convierte «la relación entre el hombre de bien y el hombre desvia-
do, en un verdadero juego de espejos». Orozco (1992), p. 45. Hay un relato
interesante de un consejo de guerra que se le siguió a una guerrillera y al jefe
de su grupo que trató de violarla y recibió un disparo de ella al defenderse.
«Lo que no podían aceptar, con o sin intención, era que yo o cualquiera de las
mujeres tratara de volver a repetirlo y a generalizarse. Si cada vez que alguien
se lo pide a una compañera ella saca el fierro, las cosas se ponen delicadas en
una guerrilla». Molano (1996) p . 148.
89 B uena parte d e 1os puntos tratad os en esta secc1on
. , se encuentran expuestos
en forma más detallada en Rubio (1997) y Rubio (1997a).
145
Mauricio Rubio
90
Ver un esfuerzo preliminar en estas líneas, realizado con los datos de la En-
cuesta de Hogares del 95, en Santís (1998).
91
Ver más adelante los resultados obtenidos con la información judicial por
municipios.
92
En particular, la información policial sobre delincuencia parece haberse
contaminado por uno de los grandes vicios del sistema judicial colombiano: el
desinterés por los incidentes sin sindicado conocido. Esta sería una de las po-
sibles explicaciones para la incompatibilidad que se observa entre las cifras
sobre denuncias de la Policía Nacional y lo reportado por los hogares en las
encuestas de 1985, 1991 y 1995. El descenso en la criminalidad que muestran
las primeras es no sólo inconsistente con la tendencia creciente que reflejan
las segundas sino que, además, está sospechosamente correlacionado con la
evolución de los aprehendidos que lleva la misma Policía. Ver un desarrollo
de este argumento en Rubio (1998).
93
La proporción de homicidios que se llevan a juicio, que en los sesentas al-
(continúa en la página siguiente)
146
Rebeldes y criminales
147
Mauricio Rubio
148
Rebeldes y criminales
149
Mauricio Rubio
150
Rebeldes y criminales
103
«La única y verdadera medida de los delitos es el daño hecho a la nación, y
por eso han errado los que creyeron que lo era la intención del que los come-
te. Esta depende de la impresión actual de los objetos y de la interior disposi-
ción de la mente, que varían en todos los hombres y en cada uno de ellos con
la velocísima sucesión de las ideas, de las pasiones y de las circunstancias. Se-
ría, pues, necesario formar, no solo un códice particular para cada ciudadano,
sino una nueva ley para cada delito». Beccaria (1994), p. 36.
151
Mauricio Rubio
152
Rebeldes y criminales
153
Mauricio Rubio
107
En la terminología de North (1990) las instituciones se asimilan a las reglas
del juego y las organizaciones a los jugadores. Uno de los planteamientos básicos
de North es el de la endogeneidad de las instituciones: en un proceso evoluti-
vo, las organizaciones más exitosas bajo ciertas reglas del juego las amoldan a
sus intereses, para ser así cada vez más poderosas.
108
Para las reflexiones de los economistas sobre estos temas ver, por ej emplo,
los trabajos de Ronald Coase, o de Oliver Williamson.
109
Es necesario reconocer que los modelos disponibles sobre los determinan-
tes del comportamiento de los agentes son más adecuados, y han recibido un
mayor respaldo empírico, que los que se tienen sobre los principales. Para es-
tos últimos se dispone de alguna teoría cuando ellos mismos son, a su vez,
agentes de instancias superiores o participan en un juego, económico o p olíti-
co, muy competido. El conocimiento -y la capacidad de predicción- que, por
ejemplo, la teoría económica tiene sobre la conducta de los empleados asala-
riados es mayor que aquel sobre la cond ucta de los empresarios, que a su vez
parece ser inversamente proporcional al tamaño y al poder de mercado de sus
empresas. Con relación a las burocracias estatales dos cosas parecen claras. La
primera es que el modelo de compor tamiento de los actores individuales es
más precario que en la esfera privada. Es claro que para el grueso de los fun-
cionarios públicos, aún en sociedades corruptas, los incentivos económicos
particulares constituyen tan sólo una parte de los determinantes de sus con-
ductas. No existen, por ejemplo, modelos razonables de comportamiento de
(continúa en la página siguiente)
154
Rebeldes y criminales
los j ueces, o los policías, o los militares. El segundo aspecto es q ue, de nuevo,
la conducta de los funcionarios subalternos es más explicable y predecible que
la de sus superiores y que, entre estos últimos, la capacidad de comprender o
anticipar sus accion es es inversamente proporcional a su poder dentro del
aparato estatal.
l lO Ver por ejemplo las declaraciones de Carlos Castaño sob re las escalas sala-
riales en los grupos paramilitares en El T iempo, 28 de septiembre de 1997.
111
En el fondo, la llamada Teoría Económica del Crimen, no es más que la
extensión de los modelos de decisión ocupacional de la economía laboral apli-
cados a situaciones en donde no todas las variables son monetizables. Ver al
respecto los trabajos de Gary Becker, o de Isaac Ehrlich.
112
En los orígenes de las Farc, «Marulanda fue muy claro desde un principio
en advertir que nadie podía retirar ni una pistola ni un fusil ni una carabina
una vez que la pusiera a disposición del movimiento. Tampoco aceptaba que
las armas ganadas en combate fueran de quien les echaba mano ... Es más: las
armas tampoco eran del jefe de los alzados, porque así como había sido elegi-
do podía ser destituido cuando la tropa quisiera; la garantía era, de lógica, que
las armas fueran de todos». Molano (1996) p . 66.
113
El relato de Correa (1997) hace mucho énfasis en este punto.
114
En el testimonio de Cabina, en Medina (1996), son recurrentes las alusio-
nes a la posición privilegiada que dentro del grupo siempre tuvieron los inte-
lectuales, los ciudadanos, frente a los campesinos. También es claro que los
Vásquez Castaño, hermanos del líder, entraron a la guerrilla con posiciones
de liderazgo.
115
En Peñate (1998) se señala la influencia que tuvieron sobre la estructura
interna, y la definición de la estrategia, del ELN tanto los antiguos miembros
de Fecode que se vincularon en 1975 - grupo de presión- como el acierto
económico del frente Domingo Laín al ordeñar al sector petrolero - golpe de
(continúa en la página sigu.ienle)
155
Mauricio Rubio
suerte- .
116
Ver en particular North (1990).
117
El mejor ejemplo en este sentido sería el de rebeldes que, como Galán del
ELN, parecen seguir despachando sus asuntos normales desde la cárcel, con
protección oficial, con gran despliegue de medios y con contacto permanente
con la clase dirigente.
118
En el área del suministro de bienes y servicios esta redcfinición ha llevado
a la privatización de actividades que hasta hace poco tiempo se consideraban
de resorte exclusivo del Estado. En la actualidad, es un hecho que empresarios
privados toman ciertas decisiones que es difícil no considerar como cuestiones
públicas. Por otro lado, la generalización del fenómeno de la corrupción de
los funcionarios del Estado h a puesto en evidencia la realidad d e unos actores
que, apartándose de los objetivos explícitos y manifiestos de las organizacio-
nes a las que pertenecen, actúan desd e el secto r público com o dice la teo1ia
económica que actúa cualquier empresario privado: buscando el lucro perso-
nal.
156
Rebeldes y criminales
119
Block (1994).
120
Ver Daniel Pécaut. Présent, passé et futur de la violence. Mimeo, 1996. Citado
por Bejarano et.al. ( 1997) pág. 44.
157
Mauricio Rubio
121
Un gran paso en esa dirección se daría, simplemente, si se aplicaran crite-
rios uniformes de rigurosidad, y escepticismo, a todos los actores del conflic-
to. De la misma manera que, en los últimos a11os, se ha avanzado en el reco-
nocimiento de que en los organismos de seguridad del Estado hay serias in-
consistencias entre las conductas de algunos individuos y los objetivos explíci-
tos de las organizaciones a las que pertenecen, parece inapropiado no aceptar
un escenario similar para las organizaciones que actúan al margen de la ley.
158
Rebeldes y criminales
159
Mauricio Rubio
atado al desarrollo del control, por parte del Estado, de los impul-
sos individuales -que podían ser violentos-. Este proceso se facili-
tó por «la transformación de la nobleza de una clase de caballeros
armados (knights), en una clase de cortesanos» 125 y por el hecho de
que los comportamientos impulsivos y violentos lentamente fueron
controlados por los tribunales de los siglos XVI y XVII. Los señores
de la guerra no abandonaron voluntariamente las armas, fueron
sometidos por la justicia.
BIBLIOGRAFÍA
160
Rebeldes y criminales
MEDINA, Carlos. ELN : una historia contada a dos voces. Entrevista con el cura
Manuel Pérez y Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino. Bogotá: Rodríguez
Quito Editores, 1996.
16 1
Mauricio Rubio
V ANBERG, Viktor. Rules & Choice in Economics, New York: Routledge, 1994
162
La violencia política y las
dificultades de la construcción de
lo público en Colombia: una
mirada de larga duracion1
Fernán E. González*
2
En una ponencia para el VI Congreso de Antropología que reco-
gía las líneas generales de una investigación interdisciplinaria reali-
3
zada por el equipo Conflicto social y violencia del Cinep, señalaba
cómo la tendencia a la solución privada y violenta de los conflictos
podía mirarse como la contrapartida de la inexistencia o precarie-
dad de un ámbito público de solución d e las tensiones sociales. Así,
se decía que las d iferentes violencias tenían siempre un referente
político común: la no aceptación del Estado como detentador del
monopolio de la fuerza, como tercero en discordia en medio de los
conflictos de la sociedad. Esto implicaba que los límites entre lo
privado y lo público se hacían muy difusos, pues acudir a formas
1
Una versión preliminar de este artículo se publicó en Carlos FICUEROA
! BARRA (compilador), América L atina. Violencia y miseria en el crepúsculo del siglo.
México: Universidad Autónoma de Puebla y Asociación Latinoamericana d e
Sociología, Alas, 1996 .
• H istoriador político y politólogo, subdirector del Cinep y profesor d e la
Universidad de los Andes.
2 "Espacio p úblico y violencias privadas", en MyriamJIMENO (comp), Conflicto
social y violencia. Notas para una discusión, Memorias del VI Congreso de An-
tropología. Bogotá: Ican-Ifea, 1993.
3
Colombia: conflicto social y violencia, 1980-1988. Temas para una investigación,
DOCUMENTOS OCASIONALES No. 48. Bogotá: Cinep, 1988.
163
Fernán E. González
HACIA LA SEPARACIÓN
PÚBLICO-PRIVADO Y EL AUTOCONTROL
4
Norbert ELIAS, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psico-
genéticas (México: Fondo de Cultura económico, 1987) y La sociedad de los indi-
viduos (Barcelona: Ed. Península, 1990).
164
La violencia política y las dificultades ...
165
Femán E. González
5
Obviamente, como señala Nora Rabonikof, la apelación a la
dimensión pública d ista mucho de ser unívoca: inicialmente, la es-
cisión entre la d imensión pública y privada aparece vinculada a la
construcción del Estado moderno y la aparición del mercado,
cuando el poder público se consolida como algo separado de la so-
ciedad, encarnado en el Estado. Luego, gradualmente se va p asan-
do a entender lo público como lo social entendido como el conj un-
to de los individuos, que se enfrenta a los Estados autocráticos. En
la actual coyuntura de América Latina, la invocación a la esfera pú-
blica parece estar asociada con el agotamiento del modelo estado-
céntrico y la conciencia de la ingenuidad de un llamado abstracto a
la sociedad civil para buscar la creación de una esfera autónoma, es-
cenario de la participación ciudadana: allí, algunos se refieren a la
integración societal frente a la atomización producida p?r la mo-
dernización, que expresaría la necesidad de afirmar una identidad
colectiva que integre las individualidades en un movimiento ciuda-
dano a través del reconocimiento recíproco de las diferencias.
Pero tanto estas precisiones sobre la apelación a lo público co-
mo sus expresiones en la vida cotidiana nos muestran la necesidad
de un análisis concreto de las relaciones entre sociedad colombiana
y Estado: una sociedad donde no se pasa a las solidaridades abs-
t ractas, basadas en la ciudadanía, ni se introyectan formas de auto-
control, ni se dan referencias a una normatividad impersonal, y
donde la solución de la mayoría de los problemas no pasa por el
Estado. Todo ello nos obliga a acercarnos a la particularidad del
proceso colombiano de construcción del Estado, más allá de los
modelos teóricos establecidos.
EL DOMINIO
INDIRECTO DEL ESTADO COLONIAL
6
En varias de sus obras, Charles Tilly ha venido planteando la nece-
sidad de un acercamiento diferenciado a los procesos de construc-
5 Nora R.\BONIKOF, "La noción de lo público y sus problemas: notas para una
reconsideración", en REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA POLÍTICA, No. 2,
noviembre de 1993.
6 Charles T ILLY, "Cambio social y Revolución en Eu ropa, 1492-1990", en
HISTORIA SOCIAL, No.15, 1993. Para una visión más amplia del pensamien to de
T illy, cfr., Coerción, capital y Estados europeos, 990-1990. Madrid: Alianza edito-
rial, 1992.
166
La violencia política y las dificultades...
ción del Estado al mostrar que los modelos teóricos del Estado su-
puestamente moderno no son sino una abstracción de algunos de-
sarrollos históricos concretos, en particular de Francia e Inglaterra.
El proceso de estos países dio lugar a lo que Tilly denomina un Es-
tado consolidado, muy distinto de los desarrollos h istóricos de Espa-
ña y Portugal, heredados de alguna manera por Iberoamérica. No
se trataría entonces, como decíamos entonces, de que Colombia
hubiera vivido un proceso incompleto de formación de Estado-
nación sino que su evolución refleja más bien un caso particular de
dicha formación.
En los Estados plenamente consolidados, de acuerdo con este
autor, el Estado posee un dominio directo de la sociedad, a la que
controla a través de un aparato burocrático de funcionarios direc-
tamente pagados por él, un aparato de justicia impersonal y un
ejército profesional con pleno monopolio de la fuerza. Esto implica
una separación entre Estado y sociedad civil, junto con una clara
delimitación entre los ámbitos público y privado de la existencia.
En cambio, el Estado español controlaba las sociedades coloniales
indirectamente a través de la estructura de poder local y regional:
cabildos de notables locales, de hacendados, mineros y comercian-
tes, ej ercían el poder local y administraban la justicia en primera
instancia, en nombre del poder de hecho que poseían de antema-
no. Solo en una segunda instancia, la administración de justicia pa-
saba a la Real Audiencia. Tampoco había un ejército colonial en
sentido estricto, fuera de las guarniciones de Cartagena y Panamá y
la pequeña guardia virreinal, sino que el poder militar era ejercido
principalmente por milicias ciudadanas, generalmente bajo el
mando de los notables locales.7
Pero, además, desde los tiempos coloniales, las ciudades, ha-
ciendas, encomiendas y resguardos, integradas a la sociedad mayor
y al Estado colonial, coexistieron con espacios vacíos, de tierras in-
salubres y aisladas, donde el imperio español y el clero católico te-
nían una escasa presencia. Algunas de estas zonas, como las selvas
del Darién o los desiertos de la Guajira, estaban pobladas por indí-
genas bastante reacios a la soberanía española y poco dispuestos a
7
_ Sobre estos aspectos, especialmente lo relativo al fracaso de las reformas mi-
litares del período borbónico en la Nueva Granada, cfr. Allan KUETHE, Military
Reform. and Society in New Granada, 1773-1808, University of Florida Press,
1978. Existe traducción española, publicada por el Banco de la República, Bo-
gotá, 1993.
167
Fernán E. González
8
Cfr. Fernán GONZÁLEZ, "Espacios vacíos y control social a fines de la Colo-
nia", en Análisis. Conflicto social y violencia en Colombia . No. 4, DOCUMENTOS
OCASIONALES# 60. Bogotá: Cinep, 1990.
9 Fabio ZAMBRANO, "Ocupación del territorio y conflictos sociales en Colom-
bia" y José Jairo GONZÁLEZ, "Caminos de Orienle: aspectos de la colonización
contemporánea del Oriente colombiano", en Un país en construcción. Pobla-
miento, problema agrario y conflicto social, CONTROVERSIA No. 151-152. Bogotá:
Cinep, 1989.
JO Cfr. Basilio DE ÜVIEDO, Cualidades y riquezas del Nuevo R eino de Granada. Bo-
gotá: Biblioteca de Historia Nacional, 1930, págs. 255-257, y Virginia Gu-
TIÉRREZ DE PINEDA, La fam ilia en Colombia. Trasfondo histórico, vol. I. Bogotá:
Universidad Nacional, 1963. Págs.340-343. Las consecuencias políticas de estas
tendencias han sido señaladas en mi artículo "Reflexiones sobre las relaciones
entre identidad nacional, bipartidismo e Iglesia católica", V Congreso de An-
(continúa en la pági,na siguiente)
168
La violencia política y las dificultades...
tropología, 1990.
11
Francisco Antonio MORENO Y EsCANDÓN, Indios y mestizos de la Nueva Gra-
nada a finales del siglo XVIII. Bogotá: Banco Popular, 1985.
12
La existencia de si_tuaciones semajantes en otras zonas del país está corro-
borada por los informes de Mon y Velarde para Antioquia, De Mier para la
región del Bajo Magdalena y el franciscano Palacios de la Vega para las Saba-
nas de Sucre y Córdoba. Lo mismo que por estudios más recientes como los
de Osear Almario y Eduardo Mejía sobre los orígenes del campesinado valle-
caucano y los de Francisco Zuluaga sobre clientelismo, guerrilla y bandoleris-
mo social en el valle del Patía.
13
Femán GONZÁLEZ, Claves de aproximación a la historia política colombiana
(mecanografiado, inédito).
14
Cfr. Femando GUTLLÉN MARTÍN"EZ. El poder político en Colombia (Bogotá: Ed.
Punta de Lanza, 1979) y Femán GONZÁLEZ, "Poblamiento y conflicto social en
la historia colombiana", en Territorios, regiones, sociedades (Bogotá: Univalle-
Cerec, 1994).
169
Femán E. González
15
Para las relaciones entre hacienda y adscripción bipartidista, se puede con-
sultar a Fernando GUlLLÉN MARTÍNEZ, El poder político en Colombia. Bogotá: Ed.
Planeta Colombiana,l 996.
170
La violencia política y las dificultades ...
171
Fernán E. González
172
La violencia política y las dificultades.. .
19
Cfr. Fernán GONZÁLEZ. Claves de aproximación a la historia política (inédito).
173
Femán E. González
174
La violencia política y las dificultades...
Este estilo de presencia indirecta permitía que este Estado fuera re-
lativamente barato, y que respondiera bastante bien a la escasez de
recursos fiscales del país, que nunca tuvo una gran articulación al
mercado mundial, ni grandes booms de exportaciones, que pudie-
ran configurarlo como un Estado rentista: nunca hubo demasiado
oro ni plata, ni guano, cobre, petróleo, trigo o carne de exporta-
ción, así que la debilidad del Estado respondía a su pobreza fiscal.
Por otra parte, el Estado colombiano tampoco tuvo que afrontar
las grandes movilizaciones de corte populista, ni grandes migracio-
nes europeas, ni poderosos movimientos sindicales de corte anar-
quista, ni la ampliación de las capas medias, que caracterizaron a
otros países.
Por ello, no se produce una masiva ampliación de la ciudadanía,
ni grandes presiones de las masas populares y de las clases medias
sobre el gasto público, lo que permite un manejo bastante ortodo-
xo de la economía, sin grandes presiones inflacionarias. Además, la
falta de un movimiento populista de carácter inclusionario hizo in-
necesarias las intervenciones militares en la vida política: la vida po-
lítica colombiana se caracteriza por la casi total ausencia de dicta-
175
Femán E. González
21
Daniel Pécaut. Crónica de dos décadas de política colombiana, 1968-1 988. Bogo-
tá: Ed. Siglo XXI, 1988. Págs. 22-23.
176
La violencia política y las dificultades...
LA DIFICULTAD DE
EXPRESAR NUEVOS GRUPOS Y PODERES
22
Gonzalo SANCHEZ. "Rehabilitación y Violencia bajo el Frente Nacional", e n
ANÁLISIS POLÍTICO, No. 4, mayo-agosto de 1988.
23
Alfredo MOLANO. "Vida del capitán Bernardo Giraldo" , en Siguiendo el Cor-
te. Relatos de guerras y tierras. Bogotá: El Áncora editores, 1989. Págs. 111-113.
24
José Jairo GONZÁLEZ. El estigma de las Repúblicas Independientes, 1955-1965.
(continúa en la página siguiente)
177
Femán E. Conzález
178
La violencia política y las dificultades...
28
Fabio LóPEZ DE LA Rocm:. Izquierdas y cultura política. Wposición alternativa?
Bogotá: Cinep, 1994.
179
Fernán E. González
29
Alejo VARGAS. Colonización y conflicto armado . El Magdalena Medio santande-
reano. Bogotá: Cinep, 1992.
3
° Claudia STElNER y Gerard Mt\RTIN. "El EPL: reinserción política y social" , en
CUADERNOS PARA LA DEMOCRACIA, No. 3 , julio de 1991, y María Victoria URIBE,
"Apuntes para una sociología del proceso de reinserción del EPL" en La paz:
más allá de la guerra, DOCUMENTOS OCASIONALES # 68. Bogotá: Cinep, septiem-
bre de 1991 y Ni canto de gloria ni canto fúnebre. El regreso del EPL a la vida civil,
COLECCIÓN PAPELES DE PAZ, Cinep, 1994.
31
Mauricio ROMERO, Poblamiento, conflicto Social y violencia política en el Caribe
colombiano, 1950~1986. Estudio de caso sobre el departamento de Córdoba (inédito,
copia mecanografiada).
180
La violencia política y las dificultades...
32
Cfr. los diversos libros sobre zonas de colonización de Alfredo MOLANO.
33
_Daniel PF.CAUT, Present, passé, futur de la violence (mecanografiado).
34
Daniel PF.CAUT, "De la Vio lencia banalizada al terrorismo", en prensa
(próximo a aparecer en la revista CONTROVERSIA).
35
Cfr. los testimonios de los desplazados en Urabá, recogidos por Carlos Al-
berto G !RALDO, Urabá, acaban de sentenciar tu destierro. Conflicto armado y despla-
zados en Colombia. Bogotá: Cinep, 1997.
181
Femán E. González
LA MIGRACIÓN
ALUVIONAL A LAS CIUDADES I '
36
Alfonso TORRES. La ciudad en la sombra. Barrios y luchas populares en Bogotá,
1950-1977. Bogotá: Cinep, 1993.
182
La violencia política y las dificultades ...
37
El caso de Medellín ha sido estudiado e n varios trabajos por Alonso
SALAZAR y Ana MaríajARAMILLO, d e la corporación Región. El Cinep ha publi-
cado el libro de ambos, Las subculturas del narcotráfico. Medellín y Bogotá: Ci-
n ep, 1992.
38
Carlos ROJAS. La violencia llamada limpieza social. Bogotá: Cinep, 1994 .
183
Fernán E. González
39
Francisco Thoumi, Economía política y narcotráfico. Bogotá: Tercer Mundo
editores, 1994, especialmente las pp. 177-179 y 259-260.
40
Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas..., op. cit., págs. 32-33.
18 4
La violencia política y las dificultades...
185
¿Ciudadanos en armas?
Francisco Gutiérrez Sanín •
186
¿Ciudadanos en armas?
1
María Eugenia Querubín lo plantea en estos términos: «Si entendemos ciu-
dadanía como la capacidad que tiene una persona de construir, con otros, el
orden social que él mismo quiere vivir, cumplir y proteger parn la dignidad de
todos, es claro que ni el proyecto de nación, ni el de productividad ni el de
ciudadanía pueden desligarse del proyecto de convivencia social» (en Sanín,
Díaz y Borda, 1997, p. 159).
2
Y a esto hace alusión el epígrafe de don Epifanio Mejía.
187
.Francisco Gutiérrez
188
¿ciudadanos en armas?
Quien crea que tales discursos implican una buena dosis de ci-
nismo, e1 silenciamiento de la voz de las víctimas o una pastoraliza-
ción de las prácticas violentas, con seguridad tiene razón. Pero, a
menos de que esté cegado por el horror (sentimiento legítimo, si lo
hay) no dejará de notar esta inflexión de (f,roto)ciudadanos y pedago-
gos en armas, que quisiera mirarse a sí misma parcial o principal-
mente como una policía cívica. «Nos otros vinimos en plan de segu-
ridad y trabajo social)), afirma un miliciano de Cali, y éste enuncia-
do es un excelente resumen de múltiples prácticas armadas dentro
del Estado (los frentes de seguridad propiciados por la policía en
las grandes ciudades, por ejemplo) y fuera de él.
En este artículo, exploraré brevemente -apoyándome ante todo
en entrevistas a profundidad a milicianos y guerrilleros de Bogotá,
Medellín y Cali, y en el registro de eventos como juicios, debates y
conciliaciones protagonizados por tales actores- algunos de los
perfiles de esta eventual (proto)ciudadanía en armas. No pretendo
que las prácticas y discursos descritos aquí sean únicos ni que estén
generalizados, a pesar de que parece haber evidencias de que sí lo
están; me basta con mostrar que la violencia extra y paraestatal
189
Francisco Gutiérrez
190
¿Ciudadanos en armas?
191
Francisco Gutiérrez
5
Un punto de inflexión en el "registro público" (Scott, 1985) colombiano ha
sido el creciente espíritu crítico de altos oficiales del Ejército con respecto del
bipartidismo tradicional, apenas velado en generales como Bonnet y Bedoya.
Un buen ejemplo se encuentra en Lara y Morales, 1997. De manera más capi-
lar, en las campañas de seguridad local de la policía en Bogotá la política (éste
no es necesariamente un efecto consciente) se convierte en el fundador de to-
dos los males, al haber provocado la migración, la contaminación violenta y el
maleamiento (por ejemplo, a través de la corrupción) de los poblado1-es.
192
¿ciudadanos en armas?
6
Como he tenido ocasión de establecer escuchando decenas de reuniones y
entrevistas estructuradas y abiertas de líderes comunita1ios y políticos de Bo-
gotá. El egoísmo es uno de los valores más severamente castigados y despre-
ciados, al menos en amplios sectores sociales de las grandes ciudades del país.
Tengo la impresión de que Waldman ha confundido individualismo con inca-
pacidad de resolver adecuadamente dilemas sociales a través de la mutua coo-
peración, dos cosas que no necesariamente tienen que verse como equivalen-
tes. Nótese, a propósito, la similaridad de los esquemas interpretativos del
"individualismo desconsiderado" y el "hobbesianismo tropical".
7
Nuestros entrevistados estuvieron expuestos en su gran mayoría al marxismo
de manual, del que recordaban más bien poco, pero a medida que se desideo-
logizaban muchos bascularon hacia autores como Kalil Gibran y Deepak Cho-
pra, cuyos libros describían como un descubrimiento espiritual.
193
Francisco Gutiérrez
194
¿Ciudadanos en armas?
195
Francisco Gutiérrez
12
La lectura preferida de Tiroftjo, según la biografía que hace de él Alape
(1989).
13
Matar violadores y delincuentes sexuales se presenta como un acto legitima-
dor por excelencia. «Hasta el cura nos apoyó», dice un miliciano. Un caso ex-
tremo: una persona que migró de Medellín a Cali y que se reconoce malo, de-
lincuente y no presenta ninguna motivación política, sin embargo expli ca que
se granjeó un amplio apoyo en el barrio de Cali donde operaba porque
«empezamos a matar incluso gratis a los violadores del barrio».
196
¿Ciudadanos en armas?
14
En un primer momento heroico, los particularismos territoriales se constru-
yen en permanente combate contra otros actores armados. Al producirse una
relativa estabilización, los enfrentamientos caen en picada y el énfasis se pone
en el control sobre los civiles.
197
Francisco Gutiérrez
TOPOLOGÍAS DE LA
EXCLUSIÓN Y LA INCORPORACIÓN
15
Debo esta idea a Carlos Mario Perea.
198
¿ciudadanos en annas?
16
Un ejemplo reciente (y atroz) del uso de este mecanismo lo ofrecen las ma-
sacres de los paramilitares, cometidas supuestamente para que se les recono-
ciera como actor político.
17
Se puede comprobar con relativa facilidad que la gran metonimia es un re-
curso argumental utilizado prolíficamente por muchos actores, no sólo el nar-
cotráfico o los grupos armados (Gutiérrez, en preparación).
199
Francisco Gutiérrez
CONCLUSIONES
200
¿Ciudadanos en armas?
REFERENCIAS CITADAS
ALAPE, Arturo [1989]: Las vidas de Pedro Antonio Marín Manuel Marulanda
Vélez Tirofijo. Planeta, Bogotá.
201
Francisco Gutiérrez
MARTINES, Lau ro [1980]: Power and imagi,nation, Vin tage Books, New York
202
TERCERA PARTE
Guerra y castigo
I
I '
/
Etnia y guerra: relación ausente
en los estudios sobre las
violencias colombianas
Jaime Arocha Rodríguez•
ETNICIDAD Y DISCRIMINACIÓN
SOCIAL, DIMENSIONES INVISIBILIZADAS
205
Jaime A rocha
206
Etnia y guerra ...
207
Jairne Arocha
208
Etnia y guerra...
FUNDAMENTALISMO CULTURAL
1
Héctor Díaz Polanco se vale de la noción de cuartomundis1no para hacer la
crítica del indianismo excluyente en América Latina (Durand 1987).
209
Jaime Arocha
2
Esta investigación tuvo sus orígenes en dos expediciones etnográficas al alto
Baudó que se llevaron a cabo en 1992 con el auspicio de la Asociación Campe-
sina del Baudó (Acaba), Codechocó y la Facultad de Ciencias Humanas de la
Universidad Nacional de Colombia. A partir de enero de 1995, comenzó el
trabajo investigativo con apoyos de Colciencias, el Centro Norte Sur de la
Universidad de Miami, Unesco y el Cindec de la Universidad Nacional de Co-
lombia. Además de la coinvestigadora principal, la historiadora Adriana Maya,
el equipo contó con los etnógrafos Javier Moreno y José Fernando Serrano,
los historiadores OriánJiménez y Sergio Mosquera, y la bióloga Stella Suárez.
210
Etnia y guerra ...
Litoral Pacífico
Colombia
BAHIA SOLANO
-OCEANO PACIFICO
---·----
Tomado de: Friedemann, Nina S. de. Criele, crie/e son: del Pacífico negro. Bogotá: Plane-
ta editorial (Espejo de Colombia), 1989, p. 183.
211
Jaime A rocha
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D ibujo de D olly Ramírez L.
212
Etnia y guen·a...
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Jaime A rocha
214
Etnia y guerra...
4
«Artículo 286. Son entidades territo riales, los departamentos, los distritos, los
municipios y los territorios indígenas. La ley podrá darles el carácter de enti-
dades ter ritoriales a las regiones y provincias que se constituyan en los térmi•
nos de la Constitució n y de la Ley» (República de Colombia 1991: 108).
5
«Artículo 287. Las entidades territoriales gozan de autonomía para la gestión
de sus intereses, y dentro de los límites de la Constitución y la Ley. En tal vir-
tud tendrán los siguientes derechos:
1. Gobe rnarse por autoridades propias.
2. Ejercer las competencias q ue les correspondan.
3. Administrar los recursos y establecer los tributos necesarios para el
cumplimiento de sus funciones.
4. Participar en las rentas nacionales» (ibid.: 109).
6
«Artículo 55 transitorio. Dentro de los dos años sig uientes a la entrada en vi-
gencia de la presente constitución [4 de julio de 1991), el Congreso expedirá,
previo estudio por parte de una comisión especial que el gobierno creará para
tal efecto, una ley que le recon ozca a las comunidades negras que han venido
ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas d e los ríos de la Cuen-
ca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción el
derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que ha de demarcar la misma
ley[ ... ]» (ibid.: 166).
215
Jaime A rocha
(1995: 105-133), Pacificar la paz tan sólo lo hace para los amerindios.
Áreas de confluencia étnica como la zona plana del norte del Cau-
ca (Comisión de Superación de la Violencia 1992: 83-92; 195-212),
el Chocó biogeográfico risaraldense (ibid.: 66-75; 217-224), Urabá
(ibid.: 32-43; 233-244) y secciones de la llanura Caribe (ibid.: 21-31;
212-217) figuran sin que sus pueblos ancestrales de afrodescen-
dientes sean denominados siquiera como negros, gente negra o co-
munidades negras. El problema no radica tan sólo en el ocultamien-
to de la identidad de esos pueblos, sino en el velo que el informe
de esa Comisión tiende sobre: (i) Historias de construcción territo-
rial protagonizadas por los afrodescendientes, las cuales habían si-
do identificadas en Colombia: violencia y democracia ( 1995: 116, 119-
120; 121-123; 123-124); (ii) los mecanismos de coexistencia no vio-
lenta que desarrollaron en su interacción con los irtdígenas
(Arocha 1989, 1990; Sánchez et al. 1993: 183 ), y (iii) las franjas terri-
toriales biétnicas que como consecuencia de esa interacción pacífi-
ca habían constituido (ibid.).
En reemplazo de una complejidad trazable con la información
disponible entre 1991 y 1992, Pacificar la paz subsume a los afro-
descendientes en las categorías genéricas de campesinos y colonos.
Esta última es una denominación problemática que, o no ha debi-
do de emplearse, o hubiera podido aplicarse con cautela. Cuando
apareció la obra que comento, ya estaba en vigencia el artículo
transitorio 55 citado antes. Así, los paisajes creados por los afro-
descendientes no podían tratarse como invasiones por parte de co-
lonos, ya fuera de tierras de la nación o de resguardos indígenas,
susceptibles del llamado "saneamiento". Para entonces, ya se había
hecho el debido reconocimientos de la profundidad histórica de
las formaciones territoriales afrocolombianas y, por lo tanto, dado
pie para que sus creadores demostraran su carácter ancestral. De
ellas, destaco dos: primero, las que se remontan al cimarronaje
protagonizado en la llanura Caribe desde m ediados del siglo XVI
por los cautivos recién desembarcados de África y el cual se exten-
dió por los valles del Cauca y del Magdalena y el litoral Pacífico du-
rante cien años más (Comisión de Estudios sobre la Violencia en
Colombia 1995: 119, 120; Friedemann y Arocha 1995: 54-56). Se-
gundo, las que nacen desde los finales del siglo XVII, cuando au-
menta el número de esclavizados que compra de sus amos cartas
de libertad y emigran desde las minas de los distritos auríferos de
Nóvita, Citará y Barbacoas hacia refugios exentos de esclavistas
(Arocha 1998: 341-348; Friedemann y Arocha 1995: 58-62).
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Etnia y guerra...
HÁBITOS EXCLUYENTES
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.Jaime Arocha
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Etnia y guerra ..
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Jaime Arocha
1'000.
o
ALTO DE ANDAGUEDA 1 i
sidad nacida de la interacción entre historia, cultura y c_óntexto
ambiental.
De haber sido de otro modo, no estaríamos ante conflictos co-
mo el del Alto Andágueda. Según informaciones del Procurador
para Asuntos Agrarios y Ambientales del Chocó, el resguardo fue
constituido a finales de los años 70 con tres pueblos afrochocoanos
metidos en sus entrañas. Hoy sus habitantes llegan a las 5.000 al-
mas, superando así el número de indígenas del resguardo. 8
Precisé el sentido de las palabras del Procurador, examinando la
resolución N' 185, mediante la cual en 1979 el Incora dio vida al
resguardo. El documento muestra cómo los peritos que visitaron el
área sí tomaron nota de la existencia de los pueblos afrochocoanos
de Piedra Honda, San Marino y Churima. Sin embargo, no los des-
cribieron mediante la batería de técnicas etnohistóricas, demográ-
ficas y etnográficas de las cuales se valieron para realizar el estudio
socioeconómico sobre los indígenas que figura en la resolución. En
consecuencia, no dicen cuántos campesinos o mineros afrocho-
coanos había, ni cómo ni cuándo habían sido introducidos para
explotar las minas de oro. Se limitaron a afirmar que allá confluía
« [ ... J una importante población negra dedicada a la minería rudi-
mentaria[ ... ]».
8
Mis entrevistas con el doctor Julio César Vásquez tuvieron lugar el 15 de
agosto de 1995 y el 23 de enero de 1997. Se refirieron a los casos del resguar-
do que intenta constituir el Incora sobre la carretera Pananiericana, cerca a
Chachajo, en el Alto Baudó, al de Juradó y al del Alto Andágueda, así como al
otorgamiento de títulos colectivos a comunidades negras que entonces sean-
ticipaba para marzo de 1997, en la región de Domingodó, sobre el bajo Atra-
to, donde el orden público se hacía cada vez más complicado.
220
Etnia y guerra ..
OCULTAMIENTO Y
9
"SANEAMIENTO" DE RESGUARDOS
9
El uso de comillas cada vez que aparezca este término obedece a mi desa-
cuerdo con su permanencia en la jerga legal. Ya han pasado ocho años desde
que la Comisión de Estudios sobre la Violencia en Colombia (1995: 132) de-
mostró que muchas de las personas calificadas de invasores de resguardos de
indios no habían procedido con intensiones perversas, sino que por lo general
se desplazaban a esas tierras huyendo de la violencia que los expulsaba de las
propias. Entonces, resulta aberrante mantener una palabra que asocia a estas
víctimas de la guerra con lo anormal y malsano. Las intervenciones que han
hecho diferentes adalides afrocolombianos en diversos foros coinciden en la
condena a la designación que critico.
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Jaime Arocha
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Etnia y guerra...
LOS PRIMEROS
POBLADORES: HISTORIA INTERROGADA
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Etnia y guerra ...
13
Etnónimo chocoano para referirse a las poblaciones triétnicas provenientes
del departamento de Córdoba.
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EL MAÑANA
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Etnia y guerra ...
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Jaime Arocha
Wolf (1994: 1) identificó del siguiente modo:«[ ... ] Ahora una de las
maneras de manifestar la etnicidad consiste en vestir uniforme de
fatiga y portar un K-4 7 ».
El surgimiento de guerrillas indianistas, como la Farip en el
Baudó, y negristas, como la del Benkos Biojó, en el San Juan y lue-
go en el Baudó, podrían darle la razón a Wolf. Sin embargo, la
irrupcióu de los paramilitares representa un cambio profundo. La
reacción de los afrodescendientes parece concentrarse en la emi-
gración hacia las grandes urbes, donde han demostrado adaptacio-
nes exitosas. La de los indígenas, de permanecer en sus territorios,
meta para la cual el mismo fundamentalismo cultural -vía Inter-
net- creará una opinión internacional que sí percibirá la usurpa-
ción de sus territorios como una violación de los derechos huma-
nos.
REFERENCIAS CITADAS
230
Etnia y guerra ..
-. "Desarrollo, pero con los grupos negros". CIEN DÍAS VISTOS POR CINEP,
vol. 3 Nº 11, septiembre 1990, pp. 24, 25.
BATESON, Gregory. Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Edi-
ciones Carlos Lohlé-Planeta Editorial, 1991 ( original 1972).
EFE. 970218. "El BID avanza por la carretera del Darién". EL ESPECTADOR:
2B.
231
Jaime Arocha
JALATA, Asafa. "E'thnonationalism o_f Indigenous People and the Global Mod-
ernizing Project". Convergencia: Cuarto Congreso 1'Iundial de Investi-
gación, Acción y Aprendizaje, Octavo Congreso Mundial de Investiga-
ción-Acción Participativa, Movimientos Sociales y Culturales. Cartage-
na: 1997,junio 1-5.
232
Etnia y guerra ..
LATHRAP, Donald. "Our Father the Cayman, our Mother the Gourd: Spinden
Revisiled, ar a Unitary Modelfor the Emergence aj Agricultu're in the New
World". En REED, Charles A. (ed) Origins of Agriculture. Nueva York:
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-. "Les saints et la foret". Bruselas: Universidad Libre, tesis para optar por
el doctorado en ciencias sociales, 1991-1992.
lvIACHADO, J'vfartha Luz. "La F1or del Mangle: el caso de la gente de los
manglares de Tumaco". Tesis para optar el título de Maestría en Co-
municación Social. Santafé de Bogotá: Pontificia Universidad Javeria-
na, 1996.
233
Jaime Arocha
234
Etnia y guerra...
TAUSSIG, Michael. Shamanism, Colonialism and the Wild Man: a Study in Ter-
ror and Healing. Chicago: University of Chicago Press, 1991.
VARGAS, Patricia. Los emberá y los cuna: impacto y reacción ante la ocupación
española, siglos XVI y XVII. Santafé de Bogotá: Cerec, Instituto Colom-
biano de Antropología, 1993.
235
Víctimas y sobrevivientes de la
guerra: tres miradas de género 1
Donny Meertens •
,!
INTRODUCCIÓN
1
Este artículo se basa en dos investigaciones realizadas en 1994 (Donny Meer-
tens, patrocinada por el Programa por la Paz de la Compañía de Jesús) y 1995-
1996 (Nora Segura Escobar en asocio con Donny Meertens, patrocinada por la
Embajada de Holanda, la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos
y la Universidad Nacional de Colombia). Se recogieron entrevistas, testimo-
nios e historias de vida en Córdoba, Sucre, Santander, Meta, Caquetá y Quin-
dío a hombres y mujeres afectadas por la violencia.
* Antropóloga de la Universidad de Amsterdam; Doctora en Ciencias Sociales
de la Universidad de Nijmegen, Holanda. Docente de la Universidad de Ams-
terdam, Departamento de Geografía Humana, 1989-1993. Desde 1994 profe-
sora e investigadora de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad
Nacional de Colombia y asesora por la cooperación holandesa del Programa
de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo de la misma Facultad. Co-autora
(con Gonzalo Sánchez) del libro Bandoleros, Gamonales y Campesinos, el caso de
la Violencia en Colombia (Bogotá, primera edición 1983 ); autora del libro Tie-
rra, Violencia y Género (Nijmegen, Holanda 1997) y con Nora Segura Escobar,
de varios artículos en inglés y español sobre el tema de género y desplaza-
miento forzado por la violencia.
2
Seguimos aquí en grandes rasgos la definición de género elaborada por la
(continúa en la página siguiente)
236
Víctimas y sobrevivientes de la guerra...
237
Donny l\/Ieertem
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Victimas y sobrevivientes de la guerra ..
Las torturas más comunes eran amarrar a las víctimas con los
brazos por detrás y violar a las mujeres de la casa delante de los
hombres ( ... ) El útero se vió afectado por un corte que se practicaba
con las mujeres embarazadas, por medio del cual se .extraía el feto y
se localizaba por fuera, sobre el vientre de la madre.ti
5
Entrevista a mujer tolimense en Armenia (Quindío), 15 de junio de 1994.
6
Uribc 1990:167,175.
7
Guzmán Campos,Fals Borda y Umaña Luna, 1977 (8a edición), Tomo
I:340,344; Tomo II:226-234.
239
Donny J'vfeertens
8
El corte de franela consistía en cortar la cabeza y colocar un miembro en la
apertura del cuelJo. Sumario -Asociación para Delinquir , , Radicación no. 26,
iniciado en los municipios de Obando, La Victoria y Cartago, 1960 y 1961, fo-
lios 6 y 99.
9
Citado en Hobsbawm, 1981:135.
240
Víctimas y sobrevivientes de la guerra...
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Donny lYieertens
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Víctimas y sobrevivientes de la guerra ..
SEGUNDA MIRADA:
LAS VÍCTIMAS DIRECTAS DE LA VIOLENCIA
243
Donny Meerlens
15
Con;;_o todas las estadísticas de violencia, éste y los siguientes cuadros no re-
gistran sino una parte de la realidad: la que ha sido denunciada públicamente.
Para efectos de este estudio, nos interesan no tanto las cifras absolutas sino la
participación porcentual de mujeres y hombres.
244
Víctimas y sobrevivientes de la guerra...
245
Donny Jvleertens
Presuntos
autores Víctimas de acciones violentas'
E1.J.e.o.re: elaborado con base en Comisión Colombiana de Juristas 1997, cuadro 2, p.6.
~Comprenden: homicidios políticos y ejecuciones extrajudiciales; desapariciones; homicidios
contra marginados sociales y muertos en acciones bélicas.
#- Porcentaje de mujeres sobre el total de víctimas por categoría de presunto autor.
sostenido.
En cuanto a las modalidades de acnon. la gran mayoría (el
77.2%) de las muertes femeninas se producen por homicidios polí-
ticos y ejecuciones extrajudiciales, mientras que en el caso de los
hombres, éstas se reparten predominantemente entre los homici-
dios políticos y las muertes en acciones bélicas. Aparentemente, la
creciente participación femenina, desde la década pasada, en las fi-
las de los grupos armados, 16 no ha significado igual incorporación
en el combate y las acciones de alto riesgo.
246
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
17
Comisión Colombiana de Juristas, 1997, p. 5 y 7.
18
Según la misma fuente, casi 9 hombres (8.7) mueren diariamente por la
misma causa.
247
Donny 1'vfeertem
19
Ibídem, p.23,24.
20
Ibídem. p.57.
21
Algunas partes del texto de este capítulo han sido tomadas de publicaciones
anteriores con Nora Segura Escobar.
22
Conferencia Episcopal 1995.
248
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
23
Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y Codhes.
24
Conferencia Episcopal 1995:43 y Consejería para los Derechos Humanos y
el Desplazamiento, Codhes, 1995. La subestimación puede tener relación con
los temores de las mujeres de quedar registradas como jefes de hogar y ma-
dres solteras, lo cual, en las zonas rurales, todavía representa un estigma social
propagado por la Iglesia (los datos de la Conferencia Episcopal fueron recogi-
dos a través de las parroquias), o el temor a ser registradas como viudas de
subversivos, lo cual tampoco les convenía en medio del clima de zozobra rei-
nante.
25
Jorge Roj as, ponencia presentada al Seminario sobre Desplazamiento For-
zado y Conflicto Social en Colombia, Universidad Nacional de Colombia, no-
viembre de 1997. La cifra más alta de jefatura femenina del hogar, 49%, ha si-
do proporcionada por un estudio de familias desplazadas en Cali (Comisión
Vida,Justicia y Paz y Arquidiócesis de Cali, 1977: 42).
249
Donny Meertens
26
Arquidiócesis de Bogotá y Codhes 1997:39.
27
Entrevista a mujeres de la Organización Femenina Popular.
250
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
28
Según lo planteado en un artículo anterior (Meertens y Segura 1997), el es-
fuerzo por establecer continuidades y rupturas en el examen de los hogares
desplazados según su jefatura y mediante el análisis comparativo del antes
(destrucción) y el después (reconstrucción) plantea una distancia respecto de
los análisis convencionales sobre jefatura femenina. Estos, asociados al postu-
lado de la feminización de la pobreza, proceden del análisis de tendencias estruc-
turales a la exclusión económica y social de amplias masas de la población,
que en virtud del género actúan selectivamente sobre las mujeres y sus hoga-
res monoparentales. En el caso del desplazamiento se trata de condiciones co-
yunturales de violencia, que eventualmente conducen a las mujeres cabeza de
familia y a sus hogares a la exclusión, pero por vías propias inherentes a la vio-
lencia y al desarraigo.
29
El estudio trabaja con una muestra nacional de 796 hogares y fue realizado
por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, Codhes,
con miras a la creación de un Sistema de Información de Hogares Desplaza-
dos por la Violencia-Sisdes I. Cubre un período de 15 meses, entre julio de
1994 y octubre de 1995 y pretende ser una puesta al día del estudio de la Con-
ferencia Episcopal anteriormente mencionado.
251
Donny lvfeertens
Cuadro No. 4. Hogares desplazados segun sexo y edad del/la jefe (%). 1994-1995
Fuente: Codhes-Sisdes-1.
jefes de hogar menores ele 20 años donde las mujeres jefes tienen
mayor presencia. Esa información nos remite a la existencia de un
grupo extremadamente vulnerable, la de madres adolescentes des-
plazadas por violencia.
Desde el momento de la destrucción y del desarraigo) se encuen-
tran elementos diferenciales entre, por ejemplo, los motivos que
han llevado a hombres y mujeres jefes ele hogar a huir ele su re-
gión. Los hombres aducen las amenazas como la razón determi-
nante del desplazamiento. Al mismo tiempo, las mujeres mencio-
nan el asesinato como la causa primordial ele huida. Así se identifi-
ca una ele las fuentes que alimenta la jefatura femenina del hogar:
la viudez.
«A mi esposo lo llevaron a matarlo y me dieron tres horas para
desocupar. .. llegamos a la carretera sin saber para adónde íbamos a
llegar. .. yo recuerdo ahora que en el momento yo veía oscuro, no
veía claro, era que estábamos con una linterna y yo no veía claro ...
yo le pedía a mi Dios que me mostrara claro el camino donde iba y
que encontrara personas que me ayudaran ... cuando abrimos los
ojos, que llevábamos como cinco minutos de estar parados, ahí vi-
mos como un campero ... vea seüor, y me puse a contarle a él, y le
salían las lágrimas de lo que yo le estaba contando y ahí... nos su-
bieron al carro)> (Entrevista a mujer desplazada en Montería, Cór-
doba, mayo de 1994).
252
Víclirnas y sobrevivientes de la guerra ..
253
Donny l11eertens
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Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
32
Al menos espontáneamente; para las ONG que trabajan con mujeres des-
plazadas, esta actitud es un obstáculo para la organización y requiere una
labor psicológica previa.
255
Donny Meertem
Cuadro S. Ocupación de los jefes de hogar según sexo, antes y después del desplaza-
miento. (N de hogares = 796)
Fuente: Elaborada con base en cifras de la Consejería para los Derechos Humanos y el Desplaza-
miento, Codhes, 1995.33
33
Publicado por primera vez en Meertens y Segura 1996.
256
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
«Nos tocó de pronto del totazo empezar a trabajar en cosas tan mí-
nimas, o sea como nosotros llegamos que no sabíamos qué hacer
uno, y mi mamá no h acía sino llorar y desesperarse porque la si-
tuación cómo la iba a resolver, entonces yo me fui a una tienda... y
entré a la tienda y dije que me fiaran, que me fiaran unas cositas
para yo empezar a trabajar, y me fiaron el arroz, el aceite, entonces
empezamos a tener una mesa de fritos, a vender patacones, empa-
nadas, quesos, de pronto también chicharrones, esas cosas, en una
esquina» (Entrevista a mujer líder de barrio de desplazadas en
Montería, Córdoba, mayo de 1994).
257
Donny Meertens
1
En el Informe de Investigación, Segura y Meertens 1996:46.
258
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ..
las que tenían alguna trayectoria de líder y las que nunca salieron
del solar de su casa. 35
Son las mujeres las que más se sienten afectadas en su diario
quehacer de la supervivencia, por la imagen que la sociedad pro-
yecta de sus familias como subversivas y culpables de su propia
desgracia, aumentándose así la confusión sobre su propio ser social
y, dada la repetición de hechos violentos y la impunidad de los mis-
mos, sobre el camino a seguir para construir un nuevo proyecto de
vida. Al respecto dice Bertha Lucía Castaño, psiquiatra especializa-
da en asistencia a las víctimas de la violencia: «Como resultado en-
contramos que la mujer desplazada presenta alteraciones mentales
con mayor frecuencia que el hombre, quien con frecuencia en-
cuentra una mujer que lo apoya afectiva y económicarnente». 36
También el desconocimiento del trabajo cívico o político que había
desarrollado su marido o compañero ha influido en la adopción de
actitudes negativas y de miedo frente a las posibilidades de organi-
zación en su sitio de llegada:
35
Entrevistas a mujeres desplazadas en Montería, Barrancabermeja y Floren-
cia, abril-mayo de 1994.
36
Castaño, 1994:62.
37
Entre otras, la Corporación María Cano en Montería y la Organización Fe-
menina Popular en Barrancabermeja.
259
Donny kieertens
38
El retorno se incorporó como primera alternativa en los objetivos de lapo-
lítica oficial: «Atender de manera integral a la población desplazada por la vio-
lencia para que, en el marco del retorno voluntario o el reasentamiento, logre
su incorporación a la sociedad» (Departamento Nacional de Planeación-
Ministerio del Interior, 1995:13.
260
Víctimas y sobrevivientes de la guerra ...
DE VÍCTIMAS Y SOBREVIVIENTES
A LA CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO
261
Donny lvleertens
BIBLIOGRAFÍA
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Víctimas y sobrevivientes de la guerra ..
263
Donny Nlentens
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265
Diario de una militancia
María Eugenia Vásquez p_'
INTRODUCCIÓN
' María Eugenia Vásquez Perdomo ha hecho parte de los equipos de trabajo
comunitario que la Fundación Social ha auspiciado en ciudad Bolívar. Tam-
bién ha tomado parte en los programas de reinsersión y paz de la misma Fun-
dación, de la cual hoy es profesional operativa.
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Diario de una militancia
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María Eugenia Vásquez
NARRACIÓN AUTOBIOGRÁFICA
Y SENTIDO DE VIDA
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Diario de una militancia
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María Eugenia Vásquez
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Diario de una militancia
risa cuando noté que lo habían amortajado con un hábito de fraile y pensé
que su alma de guerrero no estaría a gusto en esa funda de santo.
Me impresionaron sus manos. Su esencia estaba aprisionada en ellas,
no sólo porque sostenían el colmillo de jaguar, el cuarzo, una rosa y las es-
puelas de carey que le llevé para sus riñas de gallos en el cielo, sino porque
siempre habían acompañado la magia de sus palabras con una gesticula-
ción incansable. Y ahora reposaban inmóviles sobre el pecho como signo
inequívoco de su muerte.
Solo me retiré cuando llegaron los mariachis. Le gustaba tanto la mú-
sica a mi viejo, que sembró en su hija una voz de jilguero y la memoria de
sus canciones. Milay cantaba en el velorio de su padre para complacerlo
antes de que se Juera del todo.
Durante las noches del velorio, en tomo a una fogata, cantábamos,
contábamos cuentos y anécdotas. Nos juntamos los viejos amigos, la Jam i-
lia, los paisanos, sus mujeres y las amigas, para acompañarlo hasta que se
nos pasara a todos, incluído é~ el asombro de su muerte y la aceptáramos.
Entonces, Afranio podría irse tranquilo más allá de la vida.
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María Eugenia Vásquez
EL DIARIO INTENSIVO
COMO RECURSO ETNOGRAFICO
Una propuesta del profesor Jaime Arocha (1989) integra los apor-
tes del antropólogo británico Gregory Bateson con el recurso del
Diario intensivo de Progoff. Los planteamientos de Bateson, a la vez
que enriquecen el método etnográfico con su aproximación a teo-
rías del discurso sobre la comunicación no verbal, buscan
272
Diario de una militancia
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María Eugenia Vásquez
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Diario de una militancia
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Nlaría Eugenia Vásquez
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Diario de una militancia
aserrada, todo era acogedor. Observaba los insectos e imaginaba que yo era
uno de ellos... hilaba historias, me iba tras el mundo de la fantasía. La
niebla me gustaba muchísimo, fijaba mis ojos en ella, tnientras pasaba
frente a mí y veía jig1tras, como si fueran nubes. Pasaba largo rato... Un
día hice lo mismo mientras estaba de guardia en un páramo, cuando en-
trenábamos con lván l\lfarino. Tuvieron que venir a buscarme, mi turno se
pasó sin darme cuenta, por estar jugando. Fue en una de mis primeras
prácticm~ como en 19 71.
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María Eugenia Vásquez
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Diario de una militancia
DESPUÉS, EL TIEMPO
Un día, casi por azar, encontré que el tiempo podía ser un eje or-
denador de la información. Sucedió cuando me vi obligada a con-
valecer durante veinte días en mi apartamento. El aislamiento y el
encierro suscitaron los recuerdos que creía más perdidos, los de la
cárcel. La narración cron ológica, la secuencia temporal, no sólo fa-
cilitaba la labor, sino que permitía la construcción de un relato con
sentido, es decir, en él, yo podía re-construirme en la medida en
que contaba mi historia.
279
María Eugenia Vásquez
2
Según Michael ANGROSrNO, la autobiografía es un recuento narrativo de la
vida de una persona, que él o ella, ha descrito o grabado personalmente. En:
Docurnents of lnteraction: Biography, Autobiography, and Lije History in Social Sci-
ence Perspective. Gainesville: University ofFlorida Press,, 1989.
280
Diario de una militancia
LA MEMORIA
COMO ARTEFACTO CULTURAL
281
María Eugenia Vásquez
282
Diario de una militancia
3
Pilar RlAÑO. "Modelando recuerdos y olvidos". En la revista REOJO No. 3.
Colcultura, Diciembre 1996.
4
Gabriel GARCÍA MARQUEZ, Cien Años de Soledad. Bogotá: Editorial Oveja
Negra, 18a. edición colombiana, diciembre de 1989. Pp. 325.
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María Eugenia Vásquez
EL FINAL
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Diario de una militancia
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El castigo a través
de los ojos de los niños
Xi mena Tabares *
,
f
DOLOR Y CASTIGO
*
Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Asesora del Convenio
Unicef-Defensoria del Pueblo para la elaboración de un sistema de seguimien-
to y vigilancia de los derechos de la niñez.
1
Un ejemplo claro de las creencias que demandan dolor es el Palacio de la
Inquisición en Cartagena: el infierno era asumido como una realidad, y los sa-
cerdotes buenos en su deseo por rescatar almas impartían el dolor con u n pro-
pósito preventivo (Nills, 1984).
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CASTIGO VIOLENTO
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j. FETNBERG. Legal philosophy. Dickenson. Encino. 1975; citado por BETEGO,
(1992:70-7lp).
3
Las manifestaciones concretas de la restricción de los derechos sociales im-
puestas al ofensor corresponden a las diferentes modalidades de imposición
de dolor (Nills, 1984).
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Bradley en su texto Ethical studíes ( citado por Betegon, 1992 :99p) establece
un quantum equivalente de dolor y culpa moral, de modo que se pueda en-
tender que la comisión de la infracción reportó, a la víctima del mismo, idén-
tico valor al que con la imposición del castigo sufre su autor. Señala entonces
la necesidad de los colectivos sociales de establecer un orden de prioridades
respecto de los valores sociales comunes: los actos más severos de violación a
estos valores recibirán en concordancia castigos más severos, igual que si son
cometidos intencionalmente o con conciencia de su carácter transgresor. El
castigo cumple así la función de declaración moral.
5
«El tratamiento de la violencia que hacen los antropólogos tiene que cen-
trarse en la manera en que, en la sociedad en general, su práctica se encuentra
mediatizada por las constricciones y valores sociales ... Tras la perspectiva de
los antropólogos se encuentra el supuesto de que los actos sociales tienen la
intención de causar impacto sobre el ámbito social más amplio y que cierto
grado de acuerdo compartido entre el ejecutor del acto y sus receptores y tes-
tigos es una condición previa del efecto intencionado del acto que se produce.
Los valores sociales soportan de forma importante ese acuerdo compartido»
(Riches, l 988:33p).
6
Riches (1988) menciona un caso ilustrativo del carácter polisémico de la vio-
lencia tomado de Leach al hablar de la violencia de los terroristas: «Leach en-
cuentra un notable paralelo entre los terroristas dentro de una sociedad y los
líderes (autoridades) de dicha sociedad, señalando que en un sentido extremo
ambos pueden considerarse como intrusos que compiten para imponer su vo-
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'Figura 4
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DE LOS OJOS DE LOS NIÑOS
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El castigo es: «Una cosa fea», «malo», «algo horrible que da ra-
bia», «terrible», «es una cosa así como si fuera una persona inhu-
mana, lo castigan a uno muy mal».
LOS GRUPOS Y
LOS CASTIGOS DIFERENCIADOS
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La pringamosa, según la explicación de un niño del grupo 2, es «una hoja
larga que tiene muchos chuzos y si eso lo toca a uno se le encona».
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ños afirmaron sentirse solos y rechazados por razones como las si-
guientes:
«Si me mandan una nota para mi papá porque no hice las ta-
reas, después no me dejan jugar fútbol sino que me ponen a esn.i- .
diar».
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CASTIGO Y VIOLENCIA
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«Mi papá nos odia, solo deja lo mejor para él y nada para noso-
tros, por ejemplo él se come todo nuestro almuerzo y sólo nos deja
el arroz; también le gusta pegarnos cuando quiere, así nosotras es-
temos juiciosas».
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«No volver a hacer males», «no coger malas mañas», «no gami-
near», «no portarse mal», «no ser así».
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CONCLUSIONES
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BIBLIOGRAFÍA
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Nru.s, Christie. Los límites del dolor. México: Ed. Fondo de Cultura
Económica, 1984.
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Corrección y respeto, amor y
miedo en las experiencias de
violencia
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Myriam Ji meno
LA HISTORIA DE LA
MONJA BUDISTA Y LAS VIOLENCIAS
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y contraste, porque otros viajan por una vía y a una velocidad dife-
rente a la nuestra, sino justamente por lo contrario, porque esta-
mos tan involucrados que la cercanía nos impide encuadrar la mi-
rada. Si nos alejamos de los estereotipos más corrientes que expli-
can la violencia en Colombia como una patología social, para algu-
nas atávica, originada en la historia o en otros rasgos de nuestra
configuración, y si tomamos distancia sobre una cierta fascinación
por reiterarnos como país violento, el más violento, podremos
avanzar en la comprensión de la violencia que efectivamente nos
golpea a diario.
1
LA VIOLENCIA COMO EXPERIENCIA
Entre 1993 y 1994 se llevó a cabo una indagación sobre los hechos
considerados experiencias de violencia por personas de sectores po-
pulares de Bogotá y la manera como ellos los explicaban. Se trató
de entender su dinámica de ocurrencia, las relaciones interperso-
nales presentes, los puntos de referencia psicoculturales y su rela-
ción con determinadas configuraciones institucionales. La metodo-
logía apuntó a comprender la significación psicocultural de las ex-
periencias de violencia para la población urbana de bajos ingresos
y no tan sólo la de los extremos violentos.
Se entendió la violencia como un hecho social que discrimina
escenarios, cadenas de situaciones, relaciones, actores y aprendiza-
jes culturales. Existen así, personas, creencias, valores, expectativas,
formas de comunicarse, acciones individuales e institucionales, es-
pecialmente asociadas a la violencia. La violencia no es, entonces,
un Jatum inexorable que nos persigue desde siempre; es posible
conocer sus expresiones, ubicar campos críticos, actores críticos,
percepciones y relaciones críticas y eventualmente actuar sobre
ellos. Si la violencia es una forma particular de interacción entre
personas y grupos humanos en un contexto ambiental específico,
determinada por la intención de hacer daño a otros, podemos re-
1
Este texto resume los resultados del Estudio exploratorio de comportamientos
asociados a la violencia, realizado conjuntamente con los docrores Ismael Rol-
dán (médico psiquiatra), David Ospina (Ph.D. en Estadística), Luis Eduardo
Jaramillo (médico ps iquialra),José Manuel Calvo (médico psiquiatra), profe-
sores de la Universidad Nacional de Colombia, y Sonia Chaparro, antropl>lo-
ga. La investigación contó con el apoyo d e la Universidad Nacional, Colcien-
cias y la Asociación Colombiana para el Apoyo de la Ciencia, Acac.
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SITUACIONES DE VIOLENCIA
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sos y el alto desempleo que sufren. De cada cinco personas, cuatro
han vivido en varios barrios de la ciudad y casi la mitad carece de
vivienda propia. Una tercera parte son trabajadores independientes
no profesionales y la mayoría no tienen salario ftjo ni tampoco se-
guridad social. Un 80% no alcanzó a concluir la educación media.
En cuanto a lo que ocurre en el hogar, la mitad de los hombres
y el 44% de las mujeres, dijeron haber sufrido maltrato en su hogar
de origen y, entre los maltratados, el 13% narró castigos brutales.
En más del 76% de los casos de maltrato, los hijos fueron las vícti-
mas. Las personas adujeron diferentes desencadenantes circuns-
tanciales de la violencia sufrida, pero llama especialmente la aten-
ción que en el 37% de los casos, no encontraron motivo claro al-
guno; «No sé», «no me explico», «por nada». La desobediencia y la
incapacidad de cumplir con las labores asignadas le siguieron en
importancia; estos tres factores aunados cubren el 80% de las res-
puestas. Otras causan tes circunstanciales fueron el frecuentar amis-
tades y novios prohibidos, salir de la casa sin permiso, el consumo
de licor por el mal tratante y su descontrol, ebrio o sobrio.
En cuanto a las razones posibles del comportamiento del agre-
sor, principalmente lo relacionaban con que éste había sufrido
maltrato, era irascible o enfermo (22%) y por su ignorancia y envi-
dia (21 %), o porque «era el estilo de corregir en ese tiempo» (16%).
El 72% de las mujeres casadas manifestaron haber sido víctimas
de maltrato por parte de su cónyuge. Para el 83% de los hombres
entre 18 y 49 años las experiencias más significativas de violencia
habían ocurrido fuera del hogar, mientras para las mujeres del
mismo grupo etáreo fue el hogar el principal sitio de la agresión
(55%). A pesar de ser conocido el causante de la agresión, para el
48% de los hombres y 63% de las mujeres víctimas, sólo el 38% en
el caso de los hombres y el 4 7% en el caso de las mujeres, recurrie-
ron a la policía.
El porcentaje de adultos atracados al menos una vez alcanzó el
crítico valor del 48%, que llegó al 57% en los hombres. El 18% de
ellos consideraron los atracos como el hecho de violencia más im-
portante ocurrido por fuera del hogar. Sin embargo, es notorio
3
Oscilaban entre uno y tres salarios mínimos como ingreso familiar; el salario
mínimo en 1996 es de US$150.
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EXPERIENCIAS,
SITUACIONES, REPRESENTACIONES
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Ver una interpretación diferente, usando un modelo psicocultural y psicodi-
námico, en Ross, 1995.
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LAS EXPERIENCIAS
DE VIOLENCIA, CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA
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Myriamjimeno
J IMENO, Myriam (comp). Conflicto social y violencia, notas para una discusión.
Memorias del Simposio Conflicto Social en América Latina, VI
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ÜRTIZ, Carlos Miguel. Los estudios sobre la violencia en las tres últimas
décadas. En: BOLETÍN SOCIOECONÓMICO. Cidse. No. 24-25, agosto-
diciembre de 1992, pp. 45-76.
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