Está en la página 1de 814

Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ENSAYISTAS
LATINOAMERICANAS
CONTEMPORÁNEAS

ANTOLOGÍA CRÍTICA

TOMO II

ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

MÉXICO, CARIBE Y AMÉRICA CENTRAL

MARCELA PRADO TRAVERSO


CONSUELO MEZA MÁRQUEZ
LAURA FEBRES AYALA
AÍDA TOLEDO ARÉVALO

1
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

© EDITORIAL PUNTÁNGELES

Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas


Antología Crítica
Tomo II
Época Contemporánea

Marcela Prado Traverso


Consuelo Meza Márquez
Laura Febres Ayala
Aída Toledo Arévalo

Inscripción Nº xxxxxxx
ISBN: xxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Corrección de textos:
Patricia Arancibia Manhey

Diseño de Portada:
Jesenia García Jorquera

Diseño de la Edición:
Osvaldo Moraga González

Derechos Reservados

Ediciones de la Editorial de la Universidad de Playa Ancha.


Avenida Playa Ancha 850, Valparaíso.
Casilla 34-V
Teléfono: 32-2500100
Valparaíso.

Se terminó de imprimir esta edición


en el mes de NOVIEMBRE de 2018

IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE

2
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ÍNDICE GENERAL

Introducción general
Dra. Marcela Prado Traverso ................................................... 9

I.- Ensayistas latinoamericanas contemporáneas:


México, Caribe y Centroamérica
Dra. Consuelo Meza Márquez ........................................... 17

1.- MÉXICO
Rosario Castellanos (1925-1974)
II. Intermedio. A propósito del método ........................ 33
Elena Poniatowska (1932)
La noche de Tlatelolco ................................................ 38
Marta Lamas (1947)
Cuerpo y política: la batalla por despenalizar
el aborto ..................................................................... 58
Marcela Lagarde (1948)
Las mujeres latinoamericanas en el umbral del
milenio: diversidad cultural y encrucijadas políticas... 85
Angeles Mastretta (1949)
La mujer es un misterio ............................................... 104
Francesca Gargallo (1956)
Utopía feminista latinoamericana .............................. 110

2.- CUBA
Luisa Campuzano (1943)
Ser cubana y no morir en el intento ............................ 128
Nara Araújo (1945-2009)
Repensando desde el feminismo los estudios
latinoamericanos ........................................................ 142
Marta Núñez (1946)
Un modelo “desde arriba” y “desde abajo”:
el empleo femenino y la ideología de género .............. 157
Mirta Yáñez (1947)
Y entonces la mujer de Lot miró… .............................. 181
Zaida Capote Cruz (1967)
El cuento cubano, panorama de su desarrollo
entre 1988 y 1998 ....................................................... 206

3
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

3.- PUERTO RICO


Concha Meléndez (1895-1983)
El cuento contemporáneo en Puerto Rico ................... 222
Rosario Ferré (1938-2016)
La cocina de la escritura ............................................ 234
Norma Valle (1948)
Las mujeres periodistas y la globalización .................. 249
Silvia Álvarez (1951)
Imágenes de lo puertorriqueño en la escena
mediática estadounidense ........................................... 257
Mara Negrón (1961-2012)
Otros géneros en ensayo ............................................. 261

4.- REPÚBLICA DOMINICANA


Camila Henríquez Ureña (1894-1973)
La mujer y la cultura .................................................. 275
Carmita Landestoy (1894-1988)
¿En qué leyes se apoya Trujillo para permanecer
en el Poder? ............................................................... 283
Carmen Durán (1949)
Género, etnia y clase. Una aproximación desde
la perspectiva de género. ............................................ 306
Rosa Inés Curiel Pichardo (1963)
Identidades esencialistas o construcción de
identidades políticas: El dilema de las
feministas negras ........................................................ 317

5.- COSTA RICA


Carmen Naranjo (1928-2012)
La aventura de los Dibujados ..................................... 337
Yadira Calvo (1941)
Mujeres es prisión ...................................................... 343
Emilia Macaya (1950)
De Pandora A Penélope: El Cuerpo Femenino
del Lenguaje ............................................................... 372
Magda Zavala (1951)
El Cuento Que Desafía. Las narradoras
costarricenses y el gesto de ruptura ........................... 382

4
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Montserrat Sagot (1959)


Los límites de las reformas: violencia contra las
mujeres y políticas públicas en América Latina .......... 401
Eugenia Rodríguez (1961)
Controlando y regulando el cuerpo, la sexualidad
y la maternidad de las mujeres centroamericanas
(siglo XIX e inicios del siglo XX). ................................ 421

6.- HONDURAS
Leticia De Oyuela (1935-2008)
El campo de la expresión ............................................ 450
Rina Villars (1958)
Los comienzos de la lucha sufragista en Honduras .... 457
Rocío Tabora (1964).
Democracia de género, una propuesta inclusiva ........ 471
Elvir Lazo (1966)
Poesía escrita por mujeres y el golpe de estado
en Honduras 2009 ...................................................... 478
Xiomara Mercedes Cacho Caballero (1968)
Derechos económicos, sociales y culturales de
la población garífuna isleña en Honduras ................. 490

7.- PANAMÁ
Gloria Guardia (1940)
Aspectos de creación en la novela centroamericana ... 500
Damaris E. Serrano (1959) ................................................. 512
Panamá: Desde el centro al mundo, en sintonía
(post) moderna. .......................................................... 513
Nuria Madrid (1965)
La mujer en la plástica panameña .............................. 532
Liliana Pinedo (1970)
¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto! ................................... 539
Eusebia Solís (1970) y
Ana Felicia Torre (Costa Rica) (1973)
Construcción de una agenda política de las mujeres
por el Movimiento de Mujeres Mesoamericanas en
Resistencias por una vida digna ................................. 550

5
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

II.- ENSAYISTAS LATINOAMERICANAS


CONTEMPORÁNEAS: GUATEMALA,
EL SALVADOR Y NICARAGUA
Dra. Aída Toledo Arévalo .................................................. 561

8.- GUATEMALA
Alaíde Foppa (1914)
¿Para qué sirve la familia? ......................................... 576
Las feministas y la manifestación del 2 de octubre ...... 579
Lo que escriben las mujeres ........................................ 579
El Feminismo y la izquierda ......................................... 582
Aura Marina Arriola (1937)
Las organizaciones indias guatemaltecas .................... 589
Tania Palencia (1956)
Las relaciones entre hombres y mujeres mayas
(un aporte para su comprensión) ................................ 602
¿De qué color es lo invisible? ..................................... 619
Irma Odilia Otzoy (1957)
Fantasía y desdén: Imágenes y contestación .............. 632
Rigoberta Menchú Tum (1959)
Construyendo la paz a través de las mujeres .............. 645
Emma Delfina Chirix García (1961)
¿Colonialismo en el feminismo blanco? ...................... 656

9.- EL SALVADOR
Prudencia Ayala (1895)
Inmortal. Amores de loca.
Sobre la libertad de imprenta ...................................... 667
Otros ........................................................................... 668
Matilde Elena López (1919-2010)
El método sociológico como instrumento crítico
(Alegato a favor de Masferrer) ................................... 674
Lilian Jiménez (1922)
El Salvador sus problemas socioeconómicos
(Introducción) ............................................................ 681
La guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras ...... 683

6
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Beatriz Cortez (1971)


Radiola: el lugar más pequeño ................................... 695
Botes que oscilan entre lo sagrado y lo profano ......... 698
Otros ........................................................................... 701
Alexandra Ortiz-Wallner (1974)
Viaje a Oriente. Peregrinaje e inscripción subjetiva
en Cartas de la India (1912-1914) de María Cruz ..... 706

10. NICARAGUA
Sofía Montenegro (1954) ................................................... 719
Nuestra sociedad civil es débil y ha sido debilitada .... 720
Helena Ramos (1960)
Escritoras nicaragüenses: un festín de marginalidad ..... 732
Yolanda Elizabeth Rossman (1961)
Una aproximación a la autonomía multicultural
desde la poesía de escritoras costeñas ....................... 756
Victoria González (1969)
Mujeres somocistas: “La pechuga” y el corazón
de la dictadura nicaragüense (19361979) ................. 771
Alicia Gariazzo (1948)
La revolución no da la solución. La mujer en la
Nicaragua sandinista .................................................. 790

7
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

8
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

INTRODUCCIÓN GENERAL

El Volumen I de Ensayistas hispanoamericanas. Antología crítica.


Época moderna fue el resultado del proyecto Fondecyt 107109, publicado
por el Sello editorial Puntángeles de la Universidad de Playa Ancha, Valparaí-
so, Chile, el año 2015. El presente tomo II, correspondiente a la época con-
temporánea y con la modificación en su título de “ensayistas latinoamerica-
nas”, debido, en parte, a la inclusión de Brasil, viene a completar la idea origi-
nal del proyecto: recuperar y divulgar la producción intelectual de mujeres
latinoamericanas a través del género ensayo.
Como sostuvimos en el primer tomo, este proyecto se enmarca en la
historia intelectual de América latina y pretende contribuir a la ampliación de
las corrientes de pensamiento que han marcado su historia y devenir.
Antes de entrar en la explicación del contexto al que se adscribe el cor-
pus recogido, conviene formularse nuevamente la pregunta por el género en-
sayo. Su condición fronteriza entre literatura y no literatura hace aun más
difícil su caracterización hoy. Esto porque el proceso de mutación permanente
que afecta a los tipos de discurso, parece haberse acentuado y acelerado en
las últimas décadas. Esta constatación no nos lleva, sin embargo, a poner en
duda la existencia del género ensayo, (a pesar de la exigencia de “cientifici-
dad” que acosa al discurso de las humanidades en la academia hoy, legitiman-
do el formato del “artículo académico”, como único válido en tanto expresión
de ideas y, eventualmente, generador de conocimiento) sino más bien a enten-
derlo como una formación discursiva en la historia; vale decir, como una es-
tructura dinámica sujeta a las concepciones del género, al gusto del público
lector y, por qué no, al formato relativamente autónomo que quiera darle su
autor/a, entre otros factores.
Sólo examinando el siglo XX podría decirse que hasta la década de los
años 60 se conserva su estructura formal sin grandes alteraciones y su autoría
fundamentalmente masculina. El escenario postestructuralista -fuertemente
deconstruccionista- interroga supuestos, desobedece convenciones y forma-
tos, e innova en variaciones de los géneros tradicionales. El ensayo se acerca
al artículo académico, a veces a la crónica etnográfica o al relato de ficción.
En el ensayo escrito por mujeres durante el siglo XIX y las primeras décadas
del XX, pueden observarse mutaciones genéricas y/o mezcla de formatos; en
general, como resultado de un aprendizaje menos formal del género; en parti-
cular, como una escritura que consciente o no busca una asimilación selectiva
del formato, esta última idea se expresa muy bien en el título del ensayo La
cocina de la escritura, de Rosario Ferré, porque lo que las mujeres han

9
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

hecho más que literatura ha sido escritura, es decir más que ingresar a un
sistema convencional que, entre otras cosas, reparte los textos en géneros,
toman la escritura como una práctica personal y significante que por ambos e
inseparables flancos, fondo y forma, crea -con la saludable libertad de una
aprendiz informal- particulares ideas, realidades y ficciones. Podemos tam-
bién agregar aquí la condición de un “género sin orillas” mencionado por Lilia-
na Weinberg, que afecta a toda la producción ensayística posterior a la déca-
da de los 60.
Nos hemos interesado por el género ensayo por estimarlo, precisamente
por sus características, como un formato propicio para el desarrollo de un
pensamiento exploratorio, tentativo, sobre alguna materia mayor o menor, sin
pretensiones totalizantes o conclusivas, con carácter dialógico, más cercano a
la conversación sobre un tema sobre el que se reflexiona que a la escritura de
tesis que concluye. El rasgo constante del género parece ser su carácter
exploratorio, argumentativo y persuasivo, con el objeto más que de disuadir a
un lector/a, de invitarlo/a a una reflexión sobre alguna materia.
Como no es el asunto de esta publicación entrar en una disquisición sobre
el género ensayo, terminamos esta necesaria reflexión sobre el mismo, con
dos citas fundamentales y lejanas en el tiempo, que parecen mantener, sin
embargo, lazos coincidentes:
Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda
clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en
estos ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo,
con mayor razón me sirvo de él, sondeando el vado desde
lejos; y luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi
estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no
poder ir más allá es un signo del valor del juicio, y de los de
mayor consideración. A veces imagino dar cuerpo a un asun-
to baladí e insignificante, buscando en qué apoyarlo y conso-
lidarlo; otras, mis reflexiones pasan a un asunto noble y dis-
cutido en el que nada nuevo puede hallarse, puesto que el
camino está tan trillado que no hay más recurso que seguir la
pista que otros recorrieron. En los primeros el juicio se en-
cuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se
le antoja, y entre mil senderos decide que éste o aquél son los
más convenientes. Elijo al azar el primer argumento. Todos
para mí son igualmente buenos y nunca me propongo agotar-
los, porque a ninguno contemplo por entero: no declaran otro
tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las
cosas. De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, es-
cojo uno, ya para acariciarlo, ya para desflorarlo y a veces

10
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

para penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no


con amplitud sino con toda la profundidad de que soy capaz,
y las más de las veces me gusta examinarlas por su aspecto
más inusitado. Me atrevería a tratar a fondo alguna materia
si me conociera menos y me engañara sobre mi impotencia.
Soltando aquí una frase, allá otra, como partes separadas del
conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no se espera de mí
que lo haga bien ni que me concentre en mí mismo. Varío
cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre,
y a mi manera habitual que es la ignorancia1.
Entender el fragmento no como el resto de un texto posible.
De este modo cada fragmentum no recuerda, no alude al
pasado, sino que al contrario, se estira, tanteándola hacia el
futuro. Por eso posiblemente, F. Schlegel decía que solo los
siglos futuros sabrán leer fragmentos que, desde Nietzsche
hasta hoy, se escriben no solo en el ensayo sino además, en
la nueva o en la llamada antipoesía.2
-De las fronteras a los umbrales. En los últimos años se
manifiesta también una alteración de las jerarquías tradicio-
nales en la relación del ensayo con otros tipos discursivos y
formas textuales: ficción, poesía, crónica, autobiografía. Buena
muestra de ello son los crecientes cruces entre ficción y en-
sayo (pensemos en Borges y Piglia), o, para tomar el ejemplo
de dos autores europeos que han tenido una gran recepción
en América Latina, las notables transformaciones que mues-
tra el género en la pluma de Claudio Magris y John Berger.
Por otra parte, la aproximación entre discurso filosófico y
discurso ensayístico, propiciada por zonas en común, tales
como un creciente interés por cuestiones éticas, se manifies-
ta de manera magistral en autores como el gran ensayista
hispano-mexicano Tomás Segovia. Son también llamativos
los cruces que se evidencian también en la exploración de
cuestiones límite entre literatura, plástica, música.3

1 De Montaigne Ensayo Nº 50 del libro primero titulado De Democritus et Heraclitus.


(José Luis Gómez Martínez. Teoría del ensayo. México: Universidad Autónoma de
México, 1992)
2 Martín Cerda. La palabra quebrada. Valparaíso: Ediciones universitarias de Valparaíso,
1982.
3 Liliana Weinberg. El ensayo latinoamericano entre la forma de la moral y la moral de la
forma. Cuadernos del CILHA - a. 8 n. 9 - 2007 (110-130). El ensayo completo se
encuentra al final de esta antología.

11
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Anunciado muy brevemente el problema del género trabajado en el pre-


sente proyecto, abordemos el escenario histórico en el que se enmarcan los
ensayos recogidos, haciendo un brevísimo recuento del siglo que lo precede y
le hereda problemáticas sociales que detonarán en el siglo XX, abriendo un
nuevo orden político y social.
Caracterizado el siglo XIX en América Latina por un campo cultural muy
estrecho y endogámico y, por consecuencia, por un capital simbólico pequeño
y de tendencia exógena, el grupo dirigente estaba constituido por varones
blancos, ilustrados, conservadores o liberales, citadinos y eurocéntricos. Las
mujeres estaban ausentes del espacio público y las que, excepcionalmente,
pudieron realizar algún ejercicio intelectual a través del género ensayo, fueron
mujeres de los sectores acomodados. No obstante ello, este acomodo social
no impidió que muchas de ellas manifestaran un pensamiento disidente de sus
propias clases de proveniencia objetiva. Su temprana conciencia de género,
su punto vital de hablada y su lugar de objetiva marginación, las hizo observar
y entender de forma distinta los grandes problemas de su época.
El siglo XX, no obstante sus avances en materias varias, demoró todavía
en reconocer los derechos de las mujeres. Aunque ellas sumaron fuerzas a los
movimientos sociales que llevarían a consolidar un orden democrático déca-
das más tarde, sus demandas fueron subsumidas por reivindicaciones que
todavía no visibilizaban la especificidad de la sujeción patriarcal de las mis-
mas.
El siglo XX se inicia con lo que podríamos llamar un “balance negativo de
la modernidad”. En efecto, las grandes promesas: libertad, fraternidad e igual-
dad, arrancadas del hito más visible y manifiesto de ese nuevo orden y con-
cepción de realidad, la Revolución Francesa, habían mostrado a comienzos de
siglo su fracaso. Varios estallidos en distintos puntos del globo evidenciaban la
crisis generalizada y el fin de un orden y un mundo, el moderno, con sus
férreas amarras, a pesar de las voluntades históricas antioligárquicas y anti-
clericales.
Nombradas desde nuestro continente, las guerras de independencia en
un primer momento, la Revolución Mexicana, un siglo más tarde; en la vieja
Europa, la Primera Guerra Mundial; en Asia, la Revolución China y la Revo-
lución Rusa; por todos lados estallaban volcanes que habían contenido por
largos siglos un orden de privilegios y privaciones que ya no se sostenía.
Las mujeres constituyen un sector de la población que por condiciones
históricas en formación, comienza a tomar conciencia de su estado. Se intere-
sa por obtener una instrucción y educación más integral, ingresar a la univer-
sidad, al campo laboral, ser profesionales, participar en el campo político, en-
tre muchas otras cosas.

12
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Pero el siglo XX es complejo, intenso y extenso en acontecimientos y


transformaciones. La segunda mitad, que no coincide exactamente con la
década de los 50 sino más bien de los 60 e incluso 70, mostrará nuevos esce-
narios y estará marcado por algunos logros de las luchas realizadas en las
décadas anteriores. En efecto, la década del 60 parece ser una década de
síntesis de dialécticas históricas de larga pugna. La revolución cubana puede
ser entendida como el fenómeno más evidente de desobediencia y superación
del estado colonial en el que todavía vive el continente. La Doctina Monroe,
asegura ser una alianza de protección para la America Latina, pero tiene
también su otra cara, la de un panamericanismo decidido y definido por los
EEUU, potencia y cultura que cuida su reparto en la nueva fase imperialista
que se inicia con el siglo, país de raíces e historia muy ajenas al carácter
hispano-mestizo y pluriétnico de la región latinoamericana.
La segunda mitad del siglo XX está marcada por avances sociales y
políticos importantes, así como por reconquistas oligárquicas en alianza con
las fuerzas armadas de varios países. En estos nuevos escenarios, muchas
mujeres de sectores medios y populares apoyan las causas antifascistas y se
suman a los movimientos democráticos al alero de partidos políticos o de
movimientos ciudadanos organizados.
Frente al autoritarismo político reinante, sus demandas específicas -que
habían empezado a visibilizarse en los 60 y parte de los 70- se subsumen
nuevamente en las demandas gruesas por la recuperación democrática. Las
mujeres no ocupan todavía puestos de liderazgo; es más, en los partidos polí-
ticos más progresistas las mujeres siguen cumpliendo roles administrativos o
de servicio.
La pregunta ¿qué pensaron las mujeres de los grandes temas de la cen-
turia? es una de las preguntas que nos hicimos en el primer tomo de este
proyecto. No obstante nos interesa recuperar su pensamiento sobre su propia
condición y sus explicaciones respecto de ello, los ensayos aquí reunidos tra-
tan de temas diversos desde su condición de mujeres, temas que marcaron el
siglo: la cuestión social, los estallidos armados, los avances democráticos, la
arremetida oligárquica, las dictaduras militares, la eclosión de las mujeres en
distintos campos, su concepción del arte, la política, la educación, el fenómeno
de la globalización, los postfeminismos, los feminismos de la diferencia, la
nuevas tecnologías de la información, el ecologismo, entre otros.
Nos parece pertinente que en el marco de esta introducción a la antolo-
gía, hagamos un breve recuento del siglo XX en lo que a la historia de las
mujeres se refiere, puesto que es el contexto desde el que escriben las auto-
ras. En este sentido, pueden distinguirse tres grandes momentos, los que ten-
tativamente vamos a llamar:

13
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Feminismos de la igualdad y estudios sobre la mujer


Estudios de género y aportes teóricos e investigativos al fenómeno
Feminismos de la diferencia y/o postfeminismos.
El primer momento puede datarse desde las primeras décadas del siglo
hasta los años 60 más o menos. Está adscrito al feminismo de la igualdad, vale
decir al esfuerzo histórico por ir logrando los derechos que sus pares varones
ya han ejercido por largo tiempo. Es un largo momento que coincide también
con los primeros estudios sistemáticos sobre las mujeres y su obra; un verda-
dero esfuerzo de rescate y recuperación de su legado intelectual y social.
El segundo momento que va más o menos desde la década de los 70
hasta el presente, y que coincide en parte con los regímenes autoritarios en
varios puntos del continente, se caracteriza por un gradual repliegue de su
carga política y callejera y su asentamiento en la academia. Esto trae consigo
una abundante producción teórica. Conviene entender este hecho no como un
signo negativo o de retroceso de un proceso sino de dialéctico avance de
eslabones prácticos y teóricos mutuamente imbricados. Surge entonces el
concepto de género como categoría analítica que complementa al objeto de
estudio hasta entonces investigado: la mujer. Así, los primeros estudios de
corte biográfico, descriptivista y de divulgación del primer momento, son se-
guidos por estudios interdisciplinarios, la mayor parte de ellos de autoría feme-
nina, alcanzando un espesor y complejidad explicativa del fenómeno sin pre-
cedentes en nuestra región latinoamericana.
El tercer momento pareciera ser el de un balance crítico de lo logrado. El
ingreso al sistema laboral, el derecho a voto y otros hitos fundamentales del
primer momento, son observados desde su revés, como un ingreso acrítico en
el sistema patriarcal, del que han resultado más concesiones que genuinos
logros. En este sentido, se levanta la pregunta de si queremos las mujeres
seguir haciendo las cosas como las ha pensado y hecho hasta ahora un orden
patriarcal, minando, con la pregunta, la lógica misma del patriarcado y su
alianza férrea con el capitalismo, desde la modernidad en adelante.
Surgen así los feminismos de la diferencia que, en explicación gruesa,
toman dos vertientes, una de carácter más conservador y esencialista apoya-
do en una supuesta esencia femenina, que es más bien ideológica que real.
Esta vertiente significa un evidente retroceso por cuanto no valora las reivin-
dicaciones históricas y neutraliza el trabajo en esa línea; otra, que amplía el
radio de explicación, aprovecha la investigación de cuño historicista y positi-
vista que se ha hecho y recoge las contribuciones de nuevas teorías como las
teorías de género que replantean conceptos fundamentales de las ciencias
sociales como sujeto, sexualidad y poder, utilizando nuevos enfoques metodo-

14
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

lógicos de carácter cualitativo que parten del concepto de experiencia como


categoría epistemológica recuperando con ello la subjetividad, en este caso,
de las mujeres, para la construcción de conocimiento científico. Interesante
nos parece observar cómo las obras de las autoras antologadas dan cuenta de
estos distintos momentos que significan grados de conciencia de su proceso
histórico como sujetos sociales.
Las últimas décadas han levantado y visibilizado problemáticas de larga
data pero de más reciente posicionamiento en la agenda pública. Nos referi-
mos a los problemas ecológicos, tecnológicos y de cambios de paradigmas, los
que han traído nuevas corrientes como el ecofeminismo, el ciberfeminismo, el
movimiento “queer” y lo que podríamos llamar la emergencia de “nuevas
espiritualidades”.Todas estas tendencias teóricas y de acción son elaboracio-
nes que las mujeres y otros actores sociales han levantado con mucha fuerza
en los últimos decenios, preocupados por abordar problemáticas interdiscipli-
narias de amplio espectro, como las políticas de género, el disciplinamiento de
los cuerpos, los daños medioambientales, el abuso de la naturaleza y los efec-
tos positivos y negativos de las nuevas tecnologías.
Esta antología crítica del ensayo producido por mujeres latinoamericanas
durante el siglo XX, es una muestra del pensamiento de la región, marcado
por la heterogeneidad étnica, cultural y etaria de la misma. Sin embargo, en-
contramos un denominador común en los ensayos: todos refieren de modo
más o menos directo a los problemas que las afectan como mujeres, posicio-
nándose en un punto de hablada crítico respecto de su condición histórica
como tales.
Las ensayistas del primer tramo; es decir nacidas en el primer tercio del
siglo, son portadoras de un discurso que recién manifiesta una conciencia de
género, a la luz de los movimientos sociales que comienzan a visibilizar de-
mandas históricas de larga postergación. Las nacidas en las décadas siguien-
tes, aunque no se llamen a si mismas feministas, participan activamente en el
llamado feminismo de la igualdad, del que se levantan las primeras demandas
como mujeres y en el que se produce un verdadero rescate del legado intelec-
tual de las congéneres hasta entonces.
Los dos grupos que abarcarían la segunda mitad del siglo XX se hacen
cargo de una rica producción teórica y crítica, así como de una reorganización
como grupo social específico y plural. Al objeto de estudio “mujer” de la
primera mitad del siglo, se le suma ahora la categoría de “género”, que viene
a problematizar estudios de corte meramente biográfico y naturalista, para
observar la construcción de lo “femenino” y “masculino” en nuestras socie-
dades latinoamericanas, fuertemente marcadas por el pensamiento católico y
el orden patriarcal.

15
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Por múltiples factores, no ha sido siempre posible contar con el número


de ensayos deseados por país, sumado a ello el tema de la autorización de las
publicaciones, las que no siempre pudieron conseguirse, teniendo que prescin-
dir de interesantísimos ensayos de distintos países. No obstante, las autoras
de la antología, situadas en distintos puntos de la región latinoamericana (México,
Guatemala, Venezuela y Chile) han intentado construir una muestra lo más
abarcadora de la producción ensayística de mujeres latinoamericanas. Res-
pecto de las bibliografías que acompañan a algunos ensayos, éstas han sido,
naturalmente, conservadas en sus formatos originales.
Durante el desarrollo de la investigación hemos podido constatar la exis-
tencia de circuitos editoriales que significan verdaderas fronteras culturales y
de acceso a la producción intelectual o artística de la región. México, Caribe
y Centro América conforman una suerte de anillo cultural, complejo por su
carácter pluriétnico y multilingüe; la parte norte de América del sur, es decir,
Colombia, Venezuela, Brasil hasta Ecuador, un segundo anillo, complejo como
el primero, agregando el factor geográfico oriental u occidental y, en los casos
de Ecuador y Perú, la escisión entre los mundos costero y serrano, que marca
la diferencia entre el mundo blanco mestizo o ladino y el mundo indígena. De
manera que esta antología viene a generar una suerte de anillos concéntricos
que alcanzan la región latinoamericana desde México a Chile, en un esfuerzo
de comunicación e integración cultural y política que sigue siendo un deseo
histórico de la región y de las autoras de esta antología.
Agradecemos a las editoriales y autoras que nos facilitaron sus obras; sin
ello, nuestro objetivo de difusión y divulgación del pensamiento de mujeres
latinoamericanas del siglo XX, no habría sido posible. Esta antología pretende
ser un aporte a la investigación sobre la historia del pensamiento latinoameri-
cano desde la perspectiva del mundo de las mujeres; el cual, a pesar de su
heterogeneidad, muestra confluencias de intereses y miradas, en una común
conciencia de su todavía estructural condición subordinada.

Dra. Marcela Prado Traverso


Universidad de Playa Ancha
Chile
Directora Proyecto

16
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

I. ENSAYISTAS LATINOAMERICANAS CONTEMPORÁNEAS:


MÉXICO, EL CARIBE Y CENTROAMÉRICA

Dra. Consuelo Meza Márquez


Cuerpo Académico de Estudios de Género
Departamento de Sociología
Universidad Autónoma de Aguascalientes,
México

El presente trabajo antológico pretende contribuir a la visibilización y sis-


tematización del ensayo de género en la historia literaria de México, los países
del Caribe y Centroamérica. Son ensayos escritos por mujeres a partir del
siglo XX, con la gran limitación de todo trabajo antológico, el de realizar una
selección para dar cuenta de la singularidad de las miradas de las ensayistas
en los procesos de desarrollo de sus países. Por ello se hace mención en un
primer momento del conjunto de ensayistas para después proceder a señalar
algunas características de los ensayos elegidos.

México
En México el ensayo de género se inicia con Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695) y su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691). En 1690, el
obispo de Puebla publica la obra de ensayo de Sor Juana denominada Carta
Athenagórica y añade una “Carta de Sor Filotea de la Cruz” en la que el
obispo, bajo ese pseudónimo, recomienda a Sor Juana que debería dedicarse a
la vida monástica acorde con su condición de mujer y monja y no a la reflexión
teológica, ejercicio reservado a los hombres. En su respuesta, Sor Juana rei-
vindica el derecho de las mujeres al aprendizaje y ante la afirmación de que el
estudio era cosa de la Inquisición y la prohibición de hacerlo, Sor Juana res-
ponde:
Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos natura-
les que he descubierto guisando? Veo que un huevo se une y
fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en
el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida
basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya
estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara
de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que
sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no.
Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por
daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa;
pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías

17
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede


filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas
cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera
escrito.1
Leticia Romero Chumacero es autora de una Bibliografía del ensayo
mexicano escrito por mujeres durante el siglo XX (2001) en la que recupe-
ra un universo de 186 autoras de ensayo y más de 1.150 títulos de obras.2 Una
importante parte de esa producción corresponde al ensayo de género y desta-
ca como ejemplo ocho obras publicadas en diferentes décadas Mujeres no-
tables mexicanas (1910) de Laureana Wright de Kleinhans; El movimiento
intelectual femenino (1937) de Amalia González Caballero; Mujeres de
México (1944) de Consuelo Colón; Mujeres que honran a la Patria (1958)
de Aurora Fernández; Perfil y pensamiento de la mujer mexicana (1965)
de Rosalía D’Chumacero; Ni diosa ni mártir, la mujer de hoy en su lucha
por su liberación (1971) de Marta Acevedo; Algunas mujeres en la histo-
ria de México (1980) de Griselda Álvarez; y Mujeres, mitos y diosas (1996)
de Martha Robles. Habría que agregar La mujer en la Revolución Mexica-
na (1961) de Ángeles Mendieta Alatorre.
La obra de Rosario Castellanos (1925-1974) inicia en México esa tradi-
ción escritural femenina que la crítica literaria feminista denomina escritura
de mujeres. Escribe Sobre cultura femenina como tesis para obtener el gra-
do de maestría en filosofía por la UNAM en 1950. Escrita entre los 24 y 25
años de edad, “es una reflexión filosófica en torno a la marginalidad de las
contribuciones literarias, artísticas y científicas de las mujeres a la cultura
occidental” (Gabriela Cano, 2012: 15). El ensayo que se incluye en esta anto-
logía “Intermedio a propósito del método” es el segundo capítulo de la tesis,
que señala que su interés radica en eso que la tradición filosófica masculina
denomina “cultura femenina”. Enajenación de la conciencia, una página en
blanco, un vacío que es necesario llenar con nuevas imágenes de mujer, cons-
truidas desde una subjetividad femenina y con una intencionalidad política. Es
esta preocupación sobre la desigualdad social y la marginación cultural de las
mujeres la que atraviesa el conjunto de su obra de ensayo, artículos periodís-
ticos, obras de teatro, narrativa y poesía. Rosario muere en 1974 como pro-
ducto de un desafortunado accidente doméstico, tiene 49 años y se encuentra
como embajadora de México en Israel.

1 biblioteca digital.tamaulipas.gob.mx/documentos/descargar/4131
2 http://www.academia.edu/8093230/_Exterior_forastera

18
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Elena Poniatowska nace en 1932 en Francia, su madre Paulette Amor es


mexicana. En 1941, la madre y sus dos hijas regresan a México a causa de la
Segunda Guerra Mundial. El padre, un noble de la casa real polaca es miem-
bro del ejército francés y la familia se vuelve a reunir en México al final de la
guerra. Elena empieza a trabajar como periodista en 1953, en el presente, es
una reconocida activista de movimientos políticos y de derechos humanos,
una persona profundamente comprometida con la visibilización de las mujeres
en la cultura, la política y la sociedad. Su obra se caracteriza por la hibridez
con otros géneros como la biografía, crónica, memorias, e incluso autobiogra-
fía. La noche de Tlatelolco (1971), recupera las voces de los participantes
en el movimiento estudiantil mexicano y la represión que algunos denominan
crimen de Estado que le puso fin, el dos de octubre es uno de los momentos
más dolorosos de la historia:
El periódico La Prensa señala en su reportaje del 3 de octubre lo siguien-
te: “dos helicópteros que mantenían vigilancia desde el aire sobre el desarrollo
del mitin estudiantil descendieron y sus tripulantes dispararon contra los tira-
dores que se encontraban en las azoteas de los edificios” (Poniatowska, 2012:
222). Una madre de familia señala:
Cuando me di cuenta de que el helicóptero bajaba peligrosa-
mente sobre la Plaza de las Tres Culturas y ametrallaba a la
gente –se veían rayas grises en el cielo- me quedé tan asom-
brada que dije: “No esto no es verdad, es una película; esto
sólo lo he visto en el cine. ¡No son balas de verdad!” Seguí
caminando como ida, como loca hasta que la gente me detu-
vo (Poniatowska, 2012: 222).
El doce de octubre inician las olimpiadas, por primera vez se da una
transmisión televisiva a nivel nacional, celebrando tan importante evento en
una actitud ante el mundo de “aquí no ha pasado nada”. Sin embargo, este
hecho ha quedado grabado en la memoria nacional y el hasta el presente,
cada dos de octubre se escucha la consigna El dos de octubre no se olvida.
Ángeles Mastretta estudió periodismo en la UNAM. Sus colaboraciones
han aparecido en los periódicos Excelsior, La Jornada, Unomásuno y Ova-
ciones. Es miembro del consejo editorial de la revista Nexos y en cada edi-
ción se incluye una contribución: ensayos breves, memorias, reflexiones, rela-
tos, esbozos de futuros cuentos. Varios de sus libros los reúnen como es el
caso de “La mujer es un misterio” del libro Puerto Libre (1993), que se
incluye en esta antología.
Marta Lamas (1947) ha desarrollado una importante labor en la acade-
mia como en el activismo político. Su contribución a la institucionalización de

19
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

los Estudios de Género es importante por la compilación de numerosos textos


propios y colectivos, además de ser la fundadora y directora de la Revista
Debate Feminista que se publica desde marzo de 1990 hasta el presente. En
el año 2000 funda el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir para formar
mujeres en la perspectiva de género.
Es fundadora, asimismo, en 1992 del Grupo de Información en Repro-
ducción Elegida, GIRE, que tendrá un importante papel en la lucha por la
despenalización del aborto. Marta Lamas fue impulsora de este movimiento
desde sus inicios y en el ensayo que se incluye relata “la batalla por despena-
lizar el aborto” que inicia en 1976 y culmina en el año 2007 con la despenali-
zación en el Distrito Federal, en el resto del país continúa la lucha hasta el
presente.
Marcela Lagarde (1948) es reconocida por otra de las grandes reivindi-
caciones, la de la lucha en contra la violencia de las mujeres. En 1993, se
conoce del asesinato y mutilación de los cuerpos de mujeres jóvenes en la
ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, Chihuahua. Son obreras de las fábricas
maquiladoras transnacionales, mujeres pobres que no han representado prio-
ridad de investigación, los asesinatos continúan y no han sido aclarados. Como
diputada del Congreso Federal en la legislatura del 2003-2006 por parte del
Partido de la Revolución Democrática, Lagarde realizó una importante labor
por los derechos de las mujeres. Destaca la inclusión en el código penal del
delito de “feminicidio” concepto que ella acuñó para referirse a los asesinatos
de las mujeres en Ciudad Juárez y fue impulsora de una comisión de investi-
gación en el Congreso para investigar ese abominable fenómeno. También
impulsó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violen-
cia, vigente en México desde el año 2007 y ratificada en los Estados en los
años subsiguientes. El ensayo que se incluye “Las mujeres latinoamericanas
en el umbral del milenio: diversidad cultural y encrucijadas políticas” repre-
senta un importante “ideario” para las mujeres latinoamericanas ante los nue-
vos retos que se enfrentan en el nuevo milenio en esa revolución simbólica
denominada feminismo.
La última ensayista es Francesca Gargallo, nacida en Italia, radica en
México desde 1979. Realizó sus estudios de maestría y doctorado en Estudios
Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. El ensa-
yo que se incluye “La utopía feminista latinoamericana” es el capítulo nueve
del libro Ideas feministas latinoamericanas (2006), que tiene como objetivo
recuperar una historia de las ideas feministas en América Latina.

20
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El Caribe Hispánico: Cuba, Puerto Rico y República Dominicana

Mujeres ensayistas del Caribe hispano. Hilvanando el silencio (2007)


es una obra compilada por Anne Freire Ashbaugh, Lourdes Rojas y Raquel
Romeu. Recuperan una producción ensayística que cubre desde finales del
siglo XIX hasta el presente para los tres países del Caribe hispano: Cuba,
Puerto Rico y República Dominicana. Las autoras definen el ensayo como “el
campo de expresión literaria de pensamientos y reflexiones que surgen en
torno al yo como sujeto de la escritura, y que a la vez se despliega desde un
nosotras como sujeto autorial del discurso” (Ashbaugh, Rojas y Romeu, 2007:
10). Lo anterior implica, como criterios de selección, la inclusión de la pers-
pectiva de género, y una continuidad en ese dialogo que establecen las ensa-
yistas para reflexionar sobre la condición de la mujer y ofrecer soluciones a
los problemas sociales de las que fueron testigos como mujeres y ciudadanas.
La iniciadora de esta tradición en el contexto cubano es María Mercedes
Santa Cruz y Montalvo (1789-1852), condesa de Merlín por matrimonio que
en sus libros de viaje como La Havane (Paris, 1844) muestra la presencia de
la mujer blanca, la negra libre y la negra esclava en relación con los usos y
costumbres de la sociedad cubana del siglo XIX (Romeu, 2007: 15). Le sigue
Gertrudis Gómez de Avellaneda que en 1860 publica su ensayo en tres emisio-
nes. Le dan continuidad Marta Abreu y Arencibia, María Luisa Dolz (1854-
1928) y María Corominas (1880-1958), Africa Fernández Iruela. Ensayistas
del siglo XX son Elena Inés Mederos y Cabañas, Mercedes García Tuduri,
Lydia Cabrera y dos ensayistas recientes, que darán continuidad a la preocu-
pación de Lydia respecto a la condición de la mujer negra, son Ileana Fuentes
y Madeline Cámara. Otras ensayistas son Rosario Rexach Berta Arocena y
Maria Luisa Guerrero.
Las ensayistas puertorriqueñas explican “desde la óptica femenina sus
ideas sobre la condición humana, la situación social, la opresión política y la
carencia económica (Freire, 2007: 135). Las ensayistas que se recuperan
escriben a lo largo del siglo XX: Luisa Capetillo, Antonia Sáez, María Teresa
Babín, Ethel Ríos de Betancourt, Magali García Ramís y Ana Lydia Vega.
Lourdes Rojas señala que la escritora dominicana ha participado en for-
ma constante en la creación de un discurso nacional de preocupaciones socia-
les, culturales, educativas y políticas. Son antologadas Camila Henríquez Ure-
ña, Andrea Checo, Carmen Durán Jourdain, Alejandra Liriano, Chiqui Vicio-
so, Ángela Hernández y Daisy Cocco de Filippis. A continuación, se profundi-
za para cada uno de estos países caribeños.

21
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Cuba
Catharina Vallejo en el ensayo “Vasos Comunicantes: persistencia, revi-
sión y el nuevo ensayo de mujeres cubanas, 1947-2007” desarrolla el ensayo
de género. Gertrudis Gómez de Avellaneda es “la madre del ensayo escrito
por mujeres en Cuba, al publicar ella ya en 1860 sus pensamientos sobre la
situación femenina de su época” (Vallejo, 2012: 525), le sigue Aurelia Castillo
de González, ambas publicaran en el siglo XIX artículos periodísticos. Vallejo
señala que en la década de 1930, “hubo un grupo de mujeres en Cuba que
abogaba por los derechos femeninos en conferencias, aulas universitarias,
páginas periódicas y tratados publicitarios: Mariblanca Sabas Alomá, Camila
Henríquez Ureña, Ofelia Rodríguez Acosta, Graciela Garbalosa y Dulce Ma-
ría Borrero de Luján son algunos de los nombres que se destacan” (Vallejo,
2012: 526). Destaca la importancia de Mirta Aguirre (1912-1980) que en 1947
escribe La Influencia de la mujer en Iberoamérica que recibió el premio de
ensayo en el concurso convocado por la Unión Femenina Iberoamericana de
México. En el presente, Mirta Yáñez, Marilyn Bobbes y Lady Fernández de
Juan han escrito los prólogos de obras literarias colectivas, menciona a las
historiadoras Ana Cairo y María del Carmen Barcia, a las críticas literarias
Fina García Marruz y Beatriz Maggi, y a la crítica de arte pictórico Adelaida
de Juan (Vallejo, 2012: 523).
El ensayo de Vallejo afirma que son cinco las ensayistas paradigmáticas
del periodo conocido como Rectificación: Graziella Pogolotti (1932), crítica de
arte; Luisa Campuzano (1943) y Nara Araújo (1945-2009), críticas literarias;
Margarita Mateo Palmer (1950), crítica literaria y cultural; y la crítica Zaida
Capote Cruz (1967). A mediados de los ochenta se da una toma de conciencia
como mujeres y como mujeres escritoras. Luisa Campuzano es la iniciadora
de este tipo particular de ensayo, uno de los ensayos más conocidos y re-
producidos de Luisa Campuzano es el que se dicta inicialmente como confe-
rencia, en 1990, con el título “Las muchachas de La Habana no tienen temor
de Dios” donde afirma: “En Cuba no ha habido crítica feminista: recién ahora
intentamos comenzar” y continua “Voy a hablar con el desafuero de los neó-
fitos” y retomando a Jean Franco señala “como una crítica de desagravio,
destinada a la doble tarea de la desmitificación de la ideología patriarcal y a la
arqueología literaria” (Campuzano, 2003: 65).
El ensayo que se incluye en la antología “Ser cubanas y no morir en el
intento” de Campuzano se publica en 1996 cuando era profesora de la Uni-
versidad de La Habana. Desarrolla la dinámica de la incorporación, los avan-
ces de las mujeres y su contribución en distintos momentos históricos como
son: el periodo inmediatamente posterior a la revolución, la caída del socialis-
mo y la desaparición de la Unión Soviética que llevó a Cuba en los inicios de

22
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la década de los noventa a una situación de emergencia económica, el recru-


decimiento del bloqueo norteamericano y la estrategia del gobierno cubano
para enfrentar la crisis o el “Periodo Especial”.
El ensayo de Mirta Yáñez (1947) que tiene como título “Y entonces la
mujer de Lot miró…” es un fragmento del prólogo de Estatuas de sal. Cuen-
tistas cubanas contemporáneas. Panorama crítico (1959-95), libro com-
pilado por ella y Marilyn Bobes. En éste caracteriza lo que es la narrativa de
las mujeres, el corpus que comprende y el poder de subversión a partir de las
desobediencias al discurso patriarcal en torno a la identidad femenina y a los
cánones literarios. En relación con el título de la antología señala que confor-
me a las historias bíblicas la primera desobediencia fue compartida por un
hombre y una mujer y se vieron expulsados del bienestar. El segundo castigo
lo recibió solo una mujer por el delito de la curiosidad, la Mujer de Lot se
atrevió a mirar y fue convertida en estatua de sal. El título alude a las desobe-
diencias en los cuentos.
Nara Araújo (1945-2009) en “Repensando desde el feminismo los estu-
dios latinoamericanos” señala que su intención es en primer lugar, revisar los
planteamientos fundamentales de la crítica literaria feminista no en los térmi-
nos de un inventario exhaustivo de títulos y autorías sino que, en una praxis
crítica destacar las acciones y autoras que han contribuido a refigurar los
tópicos de los estudios literarios latinoamericanos, ampliando sus referentes y
objetos de estudio así como sus puntos de vista. En segundo, insertar en ese
cambio, la acción desestabilizadora del libro Ella escribía poscrítica (1995)
de Margarita Mateo, publicado en el Período Especial.
En ese escenario de crisis, de cortes de electricidad, de escasez de pro-
ductos de consumo como alimentos y medicamentos, de la casi desaparición
de los medios de transporte, el libro de Mateo se inserta dentro de una estra-
tegia de sobrevivencia personal y colectiva, del esfuerzo individual de afanar-
se en la escritura, a pesar de las dificultades en la vida cotidiana, y la interpre-
tación del clima de lo posmoderno en el contexto cubano.
El ensayo de la socióloga Marta Núñez Sarmiento (1946) se inscribe
dentro de los estudios del trabajo. “Un modelo “desde arriba” y “desde abajo:
el empleo femenino y la ideología de género en Cuba en los últimos treinta
años” pretende explicar cómo la feminización de la fuerza laboral cubana y la
de las profesiones, han contribuido en transformar el significado de ser mujer
y ser hombre en Cuba. El nombre del ensayo propone que los programas para
promover la participación de la mujer han funcionado en dos niveles interrela-
cionados: el de las políticas generales elaboradas “desde arriba” y el de las
reacciones “desde abajo” con las que las mujeres responden a estas políticas.

23
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Zaida Capote Cruz (1967) en “El cuento cubano, panorama de su desa-


rrollo entre 1988 y 1998” realiza un recorrido por la trayectoria seguida por las
y los cuentistas jóvenes como una respuesta a las difíciles condiciones del
Período Especial. Señala Capote que la década de los noventa representó una
prueba para todos los jóvenes, un grupo social que quedó a expensas de sí
mismo, diseñando su respuesta a la crisis. Un espacio para ello fue el literario,
con la emergencia de temas y grupos emergentes que irrumpen como una de
las más ricas generaciones en la producción de narrativa: jóvenes y mujeres
que expresan el descontento con la realidad cubana, nuevos tratamientos de
la homosexualidad y el erotismo, transformando el imaginario cultural cubano.

Puerto Rico
Carmen Dolores Hernández en el artículo “Literatura femenina en Puer-
to Rico” ofrece un panorama de las escritoras a partir del siglo XIX. Respec-
to a las ensayistas, recupera a Luisa Capetillo a quien llama “ensayista con-
testaria”. Afirma que en el siglo XX la literatura femenina adquiere una fuer-
za arrolladora y que esto sucede, sobre todo, con investigadoras y ensayistas
que escribían sobre los cambios a los que la sociedad se enfrentó al convertir-
se en posesión de Estados Unidos, tras la guerra hispanoamericana.
En las primeras décadas del siglo XX surge un grupo de intelectuales
dedicadas al ensayo investigativo. Concha Meléndez (1895-1983) fue la pri-
mera mujer en obtener un doctorado en Filosofía y Letras en 1932 en la
Universidad Nacional Autónoma de México, fue pionera en los estudios de
literatura latinoamericana y puertorriqueña, con una extensa bibliografía. Aun-
que escribió poesía es reconocida por su labor ensayística. Margot Arce de
Vázquez (1904-1990) escribió crítica sobre la obra de Garcilaso de Vega y
ensayos sobre la situación del país. Sobre esta última temática escriben tam-
bién Carmen Gómez Tejera, Antonia Sáez, María Teresa Babin y Nilita Vien-
tós Gastón, quién escribía la columna periodística Índice Cultural que se
publicó de 1948 a 1986 en el periódico El Mundo. Nilita publicó durante 40
años la revista literaria Asonante que cambió después a Sin nombre y escri-
bió sus memorias bajo el título de El mundo de la infancia.
El primer ensayo que se incluye en esta antología es “El cuento contem-
poráneo en Puerto Rico” escrito por Concha Meléndez (1895-1983). El ensa-
yo se refiere a autores varones, solo una mujer es mencionada con gran admi-
ración y esperanza para el futuro de la producción de cuento. La cuentista es
Magali García Ramis. El cuento “Todos los domingos” se publica en la revista
Sin nombre (número 4, 1971), la única información referente a la autora es
que es puertorriqueña y trabaja en Nueva York. Se destaca en el ensayo la
importancia de la revista literaria Asonante que como se señaló líneas arriba

24
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

fue el primer nombre de la revista Sin nombre que Nilita Vientós fundara y
dirigiera durante cuarenta años.
En 1970 surge la figura de la narradora Rosario Ferré (1938). Publica
con Olga Nolla, su prima y novelista la revista Zona Carga y Descarga. En
1980, Ferré publica su primer libro de ensayos Sitio a Eros, del que proviene
el ensayo que esta antología incluye “La cocina de la escritura”. Pudiera
afirmarse que este libro es el primero que reúne las características temáticas
del ensayo de género.
El ensayo inicia con un epígrafe que anuncia un diálogo intertextual con
Sor Juana Inés de la Cruz: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera
escrito. Su ensayo termina como sigue: el secreto de la escritura, como el de
la buena cocina, no tiene absolutamente nada que ver con el sexo, sino con la
sabiduría con que se combinan los ingredientes (Ferré, 1986: 33). El texto es
una invitación a la transgresión, realiza una analogía entre el propio cuerpo y
el cuerpo del texto que se crea, el escribir como un acto de amor, el acto de
hacer el amor y el gozo, un gozo que se encuentra ausente en el logos mascu-
lino.
Norma Valle Ferrer es periodista, escritora y catedrática de Comunica-
ción en la Universidad de Puerto Rico. Su ensayo “Las mujeres periodistas y
la globalización” afirma que con el feminismo, las mujeres han subvertido ese
lugar que representa el hogar. Un espacio que para ellas ha sido su refugio y
esfera de poder pero también de su clausura y, frecuentemente, de violencia
en todas sus manifestaciones. La ensayista termina su ensayo invitando a las
periodistas y comunicadoras a utilizar los medios de comunicación a los que
tienen acceso para deconstruir ese hogar/lugar y reconstruirlo como un mejor
lugar para los seres humanos.
Mara Negrón Marrero (1961-2012) en “Otros géneros en ensayo” plan-
tea que el ensayo en Puerto Rico ha tenido como finalidad el construir un
sujeto nacional pero que a partir de la segunda mitad de la década de los
ochenta, las mujeres toman este género literario por asalto ensayando otras
formas del mismo, desestabilizando ese espacio discursivo para degustar, pro-
bar y degustar otros géneros en ensayo. Toma como pretexto el género litera-
rio escrito desde la óptica de la diferencia sexual centrándose en dos libros
que se publicaron en el año 2004: Femina Faber: letra, música, ley de Au-
rea María Sotomayor y El fin del reino de lo propio de María I. Quiñones,
referido al campo de la antropología. Señala Negrón la importancia de otras
ensayistas en el mismo afán de “ensayar”: Irma Rivera Nieves y su libro
Cambio de cielo. Viaje, sujeto y ley (1993); y Vanessa Vilches con De(s)
madres o el rastro materno en las escrituras del Yo (2003).

25
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Silvia Álvarez Curbelo en “Imágenes de lo puertorriqueño en la escena


mediática estadounidense” expresa una de las grandes preocupaciones de los
puertorriqueños por su relación con los Estados Unidos. Sitúa su artículo en el
terreno de la representación y prácticas de significación, “imaginarios mass
mediáticos con resistencias y apropiaciones subalternas”.3 Recupera la pelí-
cula West Side Story, la serie televisiva “Law and Order” y las figuras de la
música y cine como: Ricky Martin, Jennifer López, Marc Anthony, Chayanne
y Daddy Yankee.

República Dominicana
Camila Henríquez Ureña (1894-1973) escribe su texto “La mujer y la
cultura” para ser leído en un acta del Congreso Nacional Femenino celebrado
en Cuba el 9 de marzo de 1939. Camila es una ensayista reconocida en su
país y en Cuba donde vivió y desarrolló gran parte de su vida intelectual.
Camila afirma que antes de fines del siglo XIX no existía una cultura femeni-
na, se educaba a las mujeres para ser hijas, esposas, madres, hermanas o
esposa del Señor, recluida en un convento. Su condición era análoga a la de un
esclavo y no podía ser ella misma ni desarrollar una individualidad humana.
Esta situación se prolongó hasta los inicios del siglo XX y solamente las muje-
res excepcionales pudieron destacarse. Por ello, el verdadero desarrollo em-
pieza cuando las excepciones dejan de parecerlo. Para llegar a ese momento
se requiere una campaña de propagación de la cultura que brinde los conoci-
mientos que las mujeres necesitan para crear una verdadera cultura femenina
que permita enfrentar con seriedad su trabajo y la vida, una formación que
permita la toma de conciencia en torno a su responsabilidad colectiva.
Carmen Leonor Landestoy Felix (1894-1988), conocida como Carmita
Landestoy escribe ¡Yo también acuso! Rafael Leonidas Trujillo, tirano de
la República Dominicana, un libro que desde el título anuncia su intención.
De éste proviene el capítulo que se incluye en la antología: “¿En qué leyes se
apoya Trujillo para permanecer en el Poder?”. Inicia con el siguiente párrafo:
“Ninguna Ley escrita, ni ninguna Ley humana autoriza a Trujillo a quedarse
permanentemente en el Poder. Nuestra Constitución no dice que hombre al-
guno tiene derecho a ser Presidente vitalicio; y tampoco lo autoriza ninguna
humana, porque precisamente él las atropella todas”4.
“Género, etnia y clase. Una aproximación desde la perspectiva de géne-
ro” forma parte del libro Historia e ideología: mujeres dominicanas, 1880-

3 Revista Telos Núm. 70, Enero-Marzo 2007. https://telos.fundaciontelefonica.com/telos/


cuadernograbar.asp@iarticulo=6&rev=70.htm
4 http://es.calameo.com/read/0003452147332d0e899bc

26
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

1950 de la autoría de la historiadora feminista Carmen Durán. Señala que la


historiografía dominicana no ha centrado su atención en investigaciones que
recojan el problema del racismo y de la participación de la mujer como sujeto
histórico. El interés está puesto, en el siglo XX, en el hispanismo y antihaitia-
nismo y su identificación con el poder despótico de la dictadura de Trujillo,
ideologías utilizadas para legitimar la dictadura, la opresión colonial y el racis-
mo. Crítica a los ideólogos de la interpretación racista de la historia dominica-
na y la invisibilización de la mujer en los textos de historia.
Rosa Inés Curiel Pichardo (Ochy) es investigadora, activista del movi-
miento feminista, de mujeres negras y del movimiento lésbico latinoamericano
y caribeño. El ensayo que se incluye “Identidades esencialistas o construc-
ción de identidades políticas: El dilema de las feministas negras” pretende dar
respuesta a tres preguntas centrales desde su posición de activista: ¿Bajo qué
postulados, presupuestos y premisas políticas se sustenta la lucha contra el
racismo, el sexismo, el clasismo y el heterosexismo? ¿Cuál sería la estrategia,
que desmantele estos sistemas de opresión y exclusión, para su erradicación?
¿Cómo evitar la pérdida de estrategias y categorías conceptuales nacidas
como respuesta a las concepciones binarias del patriarcado y que se definen
por sus contenidos identitarios subversivos? ¿Cómo conciben las mujeres ne-
gras la identidad?

Centroamérica
La región centroamericana se dividió en dos grupos. Un primer grupo lo
constituyen los tres países que no tuvieron una guerra civil en el siglo XX,
como son Costa Rica, Honduras y Panamá. Un segundo grupo constituido por
Guatemala, El Salvador y Nicaragua que si sufrieron de estos procesos insu-
rreccionales.
Respecto a Costa Rica, Honduras y Panamá, el de mayor visibilidad y
tradición escritural es Costa Rica. Se identificaron alrededor de cuarenta en-
sayistas y, por lo menos veintidós corresponden a ensayos de género. En
Panamá se identificaron veinticinco ensayistas y catorce son de género. En
Honduras, se localizaron doce ensayistas y mayoritariamente corresponden al
ensayo de género.

Costa Rica
La primera ensayista que se incluye en esta antología es Carmen Naran-
jo (1930-2012), escritora con una amplia trayectoria en la narrativa y ensayo.
Los ensayos referidos a la mujer se publican a partir de 1977 con el libro
Mitos culturales de la mujer, le seguirán un libro que Naranjo compila, La

27
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

mujer y el desarrollo, la mujer y la cultura (1981), Mujer y Cultura (1989)


y Marina Jiménez de Bolandi: recordándola (2002).
“La aventura de los Dibujados” es un ensayo híbrido que incorpora el
estilo del cuento para realizar una irónica crítica sobre los “Dibujados”, esos
superhéroes de las revistas y televisión: desfilan entre otros Superman, Tar-
zán, Mandrake y el Hombre Nuclear, también la Mujer Maravilla y la Mujer
Biónica. La aventura es el pretexto para realizar la crítica de los roles feme-
ninos y masculinos y desdibujar los rasgos de las identidades genéricas.
“De Pandora a Penélope: El cuerpo femenino del lenguaje” es el discur-
so de ingreso de Emilia Macaya Trejos (1950) a la Academia Costarricense
de la Lengua en el año 2002. Su discurso inicia como sigue:
Cuando los dioses sabios quisieron castigar a la generación
de los mortales, enviaron a una mujer dotada de atributos
seductores y portadora de una pequeña caja de grandes ma-
les. Tal fue Pandora. Recurro a este episodio como arranque
de disertación porque siempre trato de ser fiel a mis amores,
y el mito grecolatino ha constituido uno de los enamoramien-
tos académicos más largos en la historia de mi vida. El otro
amor –porque no hay amor sin dos- un poco más reciente,
me acometió en la madurez, al modo de un torbellino irrefre-
nable que me lanzaba a conocer los vaivenes y desborda-
mientos de que se daba en llamar la escritura de las muje-
res.5
Yadira Calvo es una reconocida abogada feminista que ha concentrado
su actividad literaria al género de ensayo. Además de conferencias y artículos
periodísticos, ha publicado seis libros. El ensayo “Mujeres en prisión” es el
segundo capítulo del libro Las líneas torcidas del derecho (1993). Señala el
proceso histórico que sigue la institucionalización de las cárceles de mujeres,
las condiciones de vida, la educación y labores que se realizan al interior, la
visión que la prensa difunde de las mujeres y caracteriza ese doble estigma
del que son objeto, como mujeres que han violado las leyes y el estigma de la
feminidad.
Eugenia Rodríguez Sáenz (1961) es catedrática de la Escuela de Historia
e investigadora del Centro de Investigación en Estudios de la Mujer de la
Universidad de Costa Rica. Su actividad ha impulsado la institucionalización
de los estudios históricos en Centroamérica, desde la perspectiva de género.
El ensayo “Controlando y regulando el cuerpo, la sexualidad y la maternidad

5 http: //www.acl.ac.cr/d.php?emt

28
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de las mujeres centroamericanas (siglo XIX e inicios del siglo XX)” tiene
como objetivo analizar el impacto de las reformas liberales sobre las legisla-
ciones que regularon, controlaron y civilizaron el cuerpo y la sexualidad de las
mujeres en América Central. Las reformas legales que se introdujeron en el
siglo XIX resaltan el matrimonio, la separación y el divorcio civil, sin embargo
el ensayo destaca las referidas al control del cuerpo y la sexualidad de las
mujeres casadas, como son: el matrimonio como contrato civil, la eliminación
de la potestad marital, la regulación y control de la sexualidad y la maternidad,
y el ejercicio de la patria potestad compartida.
Montserrat Sagot, académica de la Universidad de Costa Rica, se des-
empeña en la Escuela de Sociología y en el Centro de Investigación en Estu-
dios de la Mujer. El ensayo “Los límites de las reformas: violencia contra las
mujeres y políticas públicas en América Latina” se publica en 2008 y analiza
las políticas públicas que se han desarrollado a partir de la década de los
noventa en América Latina para prevenir y combatir la violencia contra las
mujeres, como respuesta a la aprobación de la Convención para la Elimina-
ción de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Ana-
liza el desarrollo del movimiento feminista y sus aportes en la reconceptualiza-
ción de la violencia contra las mujeres, así como su influencia en la aprobación
de normas legales y políticas sobre la problemática. Finalmente, se discute
sobre la efectividad de las normas y políticas existentes y sobre las relaciones
con el Estado.
“El cuento que desafía: Las narradoras costarricenses y el gesto de rup-
tura” de Magda Zavala (1952) señala los esfuerzos realizados para la visibili-
zación de la producción cuentística de las narradoras del país. Destaca esa
búsqueda experimental que de manera contradiscursiva rompe con lo que
había sido el gesto dominante en los narradores, apegados al modelo clásico
del cuento latinoamericano, para deconstruir no solo los cánones estéticos
sino también, y sobre todo, con las ideas imperantes sobre la mujer en el orden
público y en el orden privado, esto es, en los terrenos de la vida afectiva,
doméstica y moral. Zavala caracteriza esos gestos de ruptura que generan
transformaciones en el proceso de auto representación y en la construcción
de las identidades de las protagonistas.

Honduras
Rina Villars es la autora del libro Para la casa más que para el mundo:
Sufragismo y feminismo en la historia de Honduras (2001). El texto “Los
comienzos de la lucha sufragista en Honduras” es un capítulo del mismo.
Señala el contexto de la democratización en los países de América Latina,

29
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cómo esta ola llega a Centroamérica y, particularmente a Honduras. Relata la


lucha y resistencia de las mujeres centroamericanas inmersas en gobiernos
represivos. Para el caso de Honduras, afirma que las primeras manifestacio-
nes de la lucha sufragista se dan después de la segunda guerra mundial, y
muestra la represión por parte del gobierno de Carías.
Leticia de Oyuela (1935-2008) en el texto “El campo de la expresión”
que forma parte del libro Mujer, familia y sociedad desarrolla el tránsito de
una mujer sumisa y temerosa de expresarse en los espacios externos al do-
méstico por temor a ser rechazada por el orden social dominante, a otra mujer
que decide incorporarse al proceso de producción de bienes y cultura. Señala
a la poeta Clementina Suárez como la primera que rompe el silencio en 1935,
y observa cómo, paulatinamente, las mujeres fueron cambiando su rol de “exis-
tentes silenciosas” a una algarabía bulliciosa para hacerse escuchar.
Rocío Tábora es una cuentista dedicada a la actividad política asumiendo
un profundo compromiso feminista, en ese sentido es su producción de ensa-
yo. “Feminismo y democracia de género en contextos de extrema pobreza ¿la
sobrevivencia como paradigma?” dialoga con la consigna feminista de lo per-
sonal es político y reflexiona sobre la necesidad de redefinir el concepto de
democracia de tal manera que considere el ámbito de la intimidad, la sexuali-
dad y otras dimensiones de la esfera privada como espacios centrales sobre
los cuales trabajar para garantizar los cambios requeridos en las sociedades
que no logran alcanzar niveles satisfactorios de desarrollo.
Xiomara Mercedes Cacho Caballero (1968) es una poeta garífuna com-
prometida en su escritura con los integrantes de su etnia, es la única mujer en
el contexto centroamericano que escribe poesía en garífuna. “Derechos Eco-
nómicos, sociales y culturales de la población garífuna isleña en Honduras” es
un ensayo que parte de la afirmación de que la historia de la población garífu-
na se ha caracterizado por la inequidad y discriminación económica, social y
cultural lo que no ha permitido que los ciudadanos garífunas se desarrollen
como miembros de la nación hondureña. Señala que se han violentado sus
derechos humanos y limitado el acceso a los derechos económicos, sociales y
culturales.
Lety Elvir (1966) es una autora feminista que escribe poesía y cuento.
“Estudio Introductorio: Poesía escrita por mujeres y el golpe de Estado en
Honduras, 2009” es el análisis que realiza para acompañar al libro compilado
por ella: Honduras: Golpe y Pluma. Antología de poesía resistente escrita
por mujeres (2009-2013). Empieza por relatar el golpe de Estado el 28 de
junio de 2009 al gobierno democrático de Manuel Zelaya Rosales que rompe
con las esperanzas de una nueva nación. Como respuesta nace el Frente
Nacional de Resistencia Popular. El Frente está integrado en su mayoría por

30
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mujeres que junto con los varones se volcaron a las calles bajo consignas
como ¡Ni golpes de Estado, ni golpes a las mujeres!, ¿No tenemos miedo,
afuera los golpistas!. El terror se implantó desde ese día y continúa hasta el
presente. Las poetas se expresaron en la resistencia, en las manifestaciones y
en la poesía: Jessica Isla, Diana Espinal, Mayra Oyuela, Amanda Castro,
Karla Lara, Blanca Guifarro, Wendy Avila, Ilse Ivania Velásquez, Isabel Ri-
vera, Iris Mencia, Esmeralda Olivera y Lety Elvir son las poetas que en su
obra muestran el horror de la represión, demandan el rescate de la nación y la
construcción de un Estado de Derecho que camine hacia la justicia social, la
distribución de la riqueza y la construcción de la ciudadanía.

Panamá
“Aspectos de creación en la novela centroamericana” de Gloria Guardia
es un testimonio de su propia actividad como novelista, partiendo de la premi-
sa de que lo más importante es penetrar hasta lo más profundo para descubrir
los aspectos de la creación literaria en Centroamérica y de los múltiples em-
bates de los novelistas ante la página en blanco cuando pretenden dar cuenta
de la realidad centroamericana. Esta ansiedad se agudiza en las mujeres es-
critoras frente a los ascendientes masculinos que representan la autoridad y
que, además, imponen en la escritura y la vida privada, los estereotipos con-
flictivos alrededor de las construcciones identitarias.
“Panamá: desde el centro al mundo, en sintonía (post)moderna” de Da-
maris E. Serrano, es un texto de crítica cultural y literaria que parte de la
afirmación de que las diferentes manifestaciones culturales surgieron bajo la
influencia de una modernidad europeizante que, en el contexto de la sociedad
panameña, dio lugar a una modernidad dislocada. Realiza un recorrido por los
diferentes géneros literarios para mostrar la manera en que este proceso sur-
gió: la poesía, la narrativa, la macrohistoria/microhistoria y voces marginales,
las narrativas de la memoria, las revistas y suplementos de periódicos. Se
centra también en las identidades genéricas y aquellas derivadas de los proce-
sos migratorios y como se expresan en las novelas, los temas importantes
como la exploración del género y la sexualidad. No es un ensayo centrado en
la escritura de mujeres pero si visibiliza la participación de las mujeres.
“La mujer en la plástica panameña” de Nuria Madrid desarrolla el con-
texto económico, político y cultural que permite el desarrollo de la plástica en
general y de la participación de las mujeres en lo particular: Olga Sánchez,
Yolanda Bech, y Estela Mejía Andrión en la década de los cincuenta. Cons-
tancia Calderón de Augrain en los sesenta, y en los 70 la antropóloga Reina
Torres de Araúz, Alicia Viteri, Sheila Lichacz, Berta Polo, Teresa Icaza, Ama-
lia Tapia, Gisela Quintero, Linda Maquivar, Olga Díaz, Olga Sinclair y Sandra

31
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Eleta. María Morales, Lylle Martin, Milantia Sierra de López y Gaby López
de Arango con la pintura “naif” en los ochentas. Recupera también a las
artistas jóvenes como Haydeé Victoria Suescum y Ana Elena Garuz.
El ensayo ¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto! de Liliana Pinedo inicia con el
siguiente párrafo que da cuenta del estar entre negras:
Hace algunos días, varias mujeres conversábamos sobre la
poderosa síntesis de música, danza y poesía en los rituales
afrocaribeños actuales. Éramos cinco negras de varios colo-
res: una garífuna de la costa nicaragüense, una limonense,
una bocatoreña exuberante, una de La Habana oscura y yo,
una mezcolanza blanqueada donde el cabello crespo y el tam-
bor de la sangre sacan a flote la veta africana de mi abuelo.6
El texto es una reflexión sobre la identidad afrocaribeña y se pregunta
por qué en pleno siglo XXI, en el auge de la globalización y de avances cien-
tíficos, técnicos y tecnológicos, interculturales y ambientales, se dan todavía
esas actitudes de rechazo, exclusión y demarcación cultural aún en personas
“educadas” del mismo grupo étnico. Su interés radica en la literatura escrita
por mujeres y el punto de partida es que para una aproximación “al concepto
de afrocaribeñidad desde el punto de vista de femenino será indispensable
considerar los contextos históricos y culturales que sostienen su quehacer
literario y traspasar el tamiz de construcción de un sistema ideológico que,
desde la Colonia, sigue manteniendo con fuerza el entramado cultural de dis-
criminación hacia la mujer”.7
“Construcción de una agenda política económica de las mujeres por el
Movimiento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Dig-
na”, ensayo escrito por Eusebia Solís Acevedo y Ana Felicia Torres, tiene
como objetivo mostrar la dinámica de la Escuela Mesoamericana de Mujeres
en Economía Feminista que a través de un proceso de formación colectivo y
participativo deconstruye, construye y produce conocimiento útil para las
mujeres. Un segundo objetivo es la identificación de iniciativas económicas de
resistencia que permita a las mujeres aplicarlas en la vida cotidiana. El Movi-
miento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna está
constituido por organizaciones feministas de El Salvador, Guatemala, Hondu-
ras, Costa Rica, Panamá y Chiapas, México.

6 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.pdf
7 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.pdf

32
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

MÉXICO

Rosario Castellanos (1925)

Nacida en México, fallece en 1974. Cursó estudios de letras en la


Universidad Nacional Autónoma de México. En Madrid complemen-
taría su formación con cursos de estética y estilística. Sus publicacio-
nes abarcan novelas, poesía, ensayo, cuentos y teatro. Entre sus obras
se encuentran Trayectoria del polvo (1948), Apuntes para una
declaración de fe (1948), Sobre cultura femenina (1950), Tablero
de damas, pieza en un acto (1952), Balún Canán (1957), Ciudad
real (1960), Oficio de tinieblas (1962), Los convidados de agosto
(1964), Álbum de familia (1971), El eterno femenino: Farsa (1975)
y Mujer de palabras: Artículos rescatados de Rosario Castella-
nos (2004).

II. Intermedio a Propósito del Método1


Desde el clásico discurso cartesiano hasta nuestros días, parece ser in-
dispensable, antes de emprender cualquier tarea, ponerse uno de acuerdo
consigo mismo acerca de cómo va a llevarla a cabo, explicar de antemano y
clara, irrevocablemente, por cuáles caminos se propone uno transitar para
alcanzar la meta. Y esto es para mí ligeramente extraño. ¿Cómo voy a esco-
ger primero el camino que la meta? ¿Cómo voy a condicionar ésta por aquel?
Necesito, antes que nada, esclarecer ante mis propios ojos qué es lo que
quiero saber y sólo entonces estaré en la posibilidad de determinar por cuáles
medios ese saber se me hará accesible.
Desde luego (y por motivos que no vienen al caso confesar) lo que me
interesa es el problema de la cultura femenina. Pero cuando digo cultura
femenina estoy a medias usando vocablos conocidos por mí. Estoy con un pie
en terreno más o menos firme pero con el otro en el vacío. Porque si alguien
me lo preguntara yo podría decir algo acerca de lo femenino.
Me han informado, aunque con cierta ferocidad y quién sabe si también
con mala intención, acerca del tema los autores cuyas opiniones están consig-
nadas en las páginas anteriores. Sé, por ellos, que la esencia de la feminidad
radica fundamentalmente en aspectos negativos: la debilidad del cuerpo, la
torpeza de la mente, en suma, la incapacidad para el trabajo. Las mujeres son
mujeres porque no pueden hacer ni esto ni aquello, ni lo de más allá. Y esto,

1 http://www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/sobrec1063.pdf

33
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

aquello y lo de más allá está envuelto en un término nebuloso y vago: el térmi-


no de cultura. Aquí, precisamente, es donde me doy cuenta de que mi pie
gravita en el vacío.
Pero volviendo a la tierra firme. En primer lugar de ésta vedada una
actitud: la de sentirme ofendida por los defectos que esos señores a quienes
he leído y citado, acumulan sobre el sexo al que pertenezco. Su sabiduría es
indiscutible, sus razones tienen que ser muy buenas y las fuentes de donde
procedan sus informaciones deber ser irreprochables. Y luego, por desgracia,
no soy lo suficientemente miope como para no advertir que esos defectos
existen. Los he advertido por experiencia propia.
Si compito en fuerza corporal con un hombre normalmente dotado (sien-
do yo una mujer también normalmente dotada) es indudable que me vence. Si
comparo mi inteligencia con la de un hombre normalmente dotado (siendo yo
una mujer normalmente dotada) es seguro que me superará en agudeza, en
agilidad, en volumen, en minuciosidad y sobre todo en el interés, en la pasión,
consagrados a los objetos que servirían de material a la prueba. Si planeo un
trabajo que para mí es el colmo de la ambición y lo someto al juicio de un
hombre éste lo calificará como una actividad sin importancia.
Desde su punto de vista yo (y así todas las mujeres) soy inferior. Desde
el mío, conformando tradicionalmente a través del suyo, también lo soy. Es un
hecho incontrovertible, allí está. Y puede ser que hasta esté bien. De cualquier
forma, no es ese el tema a discutir. El tema a discutir es que mi inferioridad
me cierra una puerta y otra y otra que ellos holgadamente atraviesan para
desembocar en un mundo luminoso, sereno, altísimo que yo ni siquiera sospe-
cho y del cual lo único que sé es que es indudablemente mejor que el que yo
habito, tenebroso, con su atmósfera casi irrespirable por su densidad, con su
suelo, en el que se avanza reptando, en contacto y al alcance de las más
groseras y repugnantes realidades.
El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus
habitantes son todos ellos del sexo masculino. Ellos se llaman a sí mismos
hombres y humanidad a su facultad de recibir en el mundo de la cultura y de
aclimatarse en él. Si le pregunto a uno de esos hombres qué es lo que hacen él
y todos sus demás compañeros en ese mundo me contestará que muchas
cosas: libros, cuadros, estatuas, sinfonías, aparatos, fórmulas, dioses. Si él
consiente en explicármelo y mostrármelo puedo llegar hasta a tener una idea
de lo que es cada una de esas cosas que ellos hacen aunque esta idea resulte
levemente confusa porque, incluso para él, no es muy clara. Ahora, si le pido
permiso para entrar, me lo negará. Ni yo ninguna mujer tenemos nada que
hacer allí. Nos aburriríamos mortalmente. Y eso sin contar con que redobla-
ríamos la diversión de los otros a costa de nuestro ridículo.

34
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Yo, ante estos argumentos tan convincentes, me retiraría con docilidad y


en silencio. Pero me quedaría pensando no en la justicia ni en la arbitrariedad
de esa exclusión aplicada a mí y a mis compañeras de sexo y de infortunio (en
verdad no deseaba tanto entrar, era una simple curiosidad) sino en que enton-
ces no entiendo de ninguna manera cómo es que existen libros firmados por
mujeres, cuadros pintados por mujeres, estatuas… (bueno, de eso y de lo
restante ya no estoy muy segura y no tengo tiempo bastante para documen-
tarme).
¿Cómo lograron introducir su contrabando en fronteras tan celosamente
vigiladas? Pero sobre todo ¿qué fue lo que las impulsó de modo tan irresistible
a arriesgarse a ser contrabandistas? Porque lo cierto es que la mayor parte de
las mujeres están muy tranquilas en sus casas y en sus límites sin organizar
bandas para burlar la ley. Aceptan la ley, la acatan, la respetan. La consideran
adecuada. ¿Por qué entonces ha de venir una mujer que se llama Safo, otra
que llaman Santa Teresa, otra a la que nombran Virginia Woolf, alguien (de
quien sé en forma positiva que no es un mito como podrían serlo las otras y lo
sé porque la he visto, la he oído hablar, he tocado su mano) que se ha bautiza-
do a sí misma y se hace reconocer como Gabriela Mistral, a violar la ley?
Estas mujeres y no las otras son el punto de discusión; ellas, no las demás, el
problema. Porque yo no quiero, como las y los feministas, defenderlas a todas
mencionando a unas pocas. No quiero defenderlas. (En todo caso mi defensa
sería ineficaz.) Porque el implacable Weininger2 probó en su Sexo y Carác-
ter que las mujeres célebres son más célebres que mujeres.
En efecto, estudiando su morfología, sus actitudes, sus preferencias, se
descubren en ellas rasgos marcadamente viriloides. Y de esto infiere que era
el hombre que había en ellas el que actuaba, el que se expresaba a través de
sus obras. Pero esta prueba, tan alarmante a primera vista, no es original.
Alude a ella, siglos atrás, Wolfang de Sajonia en su tratado De hermaphrodi-
tis y la recuerda Lord Chesterfield en uno de los trozos selectos de los que es
autor y que junto con otros escritos debidos a ajenas y también consagradas
plumas, recomienda a su hijo Stanhope como modelos de “invención, claridad
y elegancia”3.
2 Capítulo VI, “Las mujeres emancipadas”
3 “Confieso haber leído que algunas mujeres tales como Semíramis, Thalestris y otras,
hicieron ruido en el mundo por haberse distinguido en acciones heroícas y varoniles:
pero considerando la gran antigüedad de aquellas historias y lo muy mezcladas que se
hallan de fábulas, se mira una autorizado a dudar o de los hechos o del sexo. Además de
esto, el ingeniosísimo y erudito Wolfang de Sojonia ha probado, hasta la demostración,
en su tratado De hermaphroditis, que todas las famosas heroínas de la antigüedad fueron
del género epiceno, aunque por respeto y consideración a la modesta y bella parte de mis
lectores, no me atrevo a citar los diferentes hechos y raciocinios en que apoya esta
aserción.” (“Afectaciones de las mujeres). Trozos selectos de Lord Chesterfield” en el
volumen: Cartas completas a su hijo Stanhope, traducción de Luis Maneiro, editorial
Diana S.A. Avenida Chapultepec núm. 74, México, D.F., 1949.

35
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Acaso esta prueba también es deleznable ya que lo mismo podrá aducir-


se respecto a muchos hombres célebres cuya virilidad es discutible. Y con
idéntica falsedad declarar que es la mujer que había en ellos la que pugnaba
por manifestarse. Lo que yo quiero es intentar una justificación de estas po-
cas, excepcionales mujeres, comprenderlas, averiguar por qué se separaron
del resto del rebaño e invadieron un terreno prohibido y, más que ninguna otra
cosa, qué las hizo dirigirse a la realización de esta hazaña, de dónde extrajeron
la fuerza para modificar sus condiciones naturales y convertirse en seres
aptos para labores que, por lo menos, no les son habituales.
Pues bien: ahora que ya sé cuál es la meta debo empezar a escoger el
camino para alcanzarla. La lógica pone a mi disposición diversas vías a las
que denominan métodos. Varias lógicas como era de temerse. Pero yo no sólo
estoy acostumbrada a pensar conforme a ella y sus cánones (ni siquiera estoy
acostumbrada a pensar), no sólo mi mente femenina se siente por completo
fuera de su centro cuando trato de hacerla funcionar de acuerdo con ciertas
normas inventadas, practicadas por hombres y dedicadas a mentes masculi-
nas, sino que mi mente femenina está muy por debajo de esas normas y es
demasiado débil y escasa para elevarse y cubrir su nivel. No habrá más reme-
dio que tener en cuenta esta peculiaridad. ¿Pero hay un modo de pensar
específico de nosotras? Si es así, ¿cuál es? Los más venerables autores afir-
man que una intuición directa, oscura, inexplicable y, generalmente, acertada.
Pues bien, me dejaré guiar por mi intuición. Como es natural, no preten-
deré erigir esta experiencia mía, tal vez intransferible, en un modelo general al
que es forzoso copiar. Si no puedo anticipar nada con respecto a la bondad de
los resultados de mi investigación, muchísimo menos puedo comprometerme,
no ya asegurando la bondad, pero ni siquiera los resultados, en una investiga-
ción diferente intentada por otra persona. Pues bien, mi intuición directa, os-
cura, y deseo fervientemente que por esta única vez, acertada, me dice, que si
quiero justificar la actividad cultural de ciertas mujeres me es preciso, en
primer término, haber llegado a la formación de un concepto de lo que es la
cultura, llenando así ese vacío en que mi pie a continuado gravitando.
De la cultura sé, hasta este momento, que es un mundo distinto del
mundo en el que yo vegeto. En el mío me encontré de repente y para ser digna
de permanecer en él no se me exige ninguna cualidad especial y rara. Me
basta con ser y con estar. A mi lado y en mí suceden los acontecimientos sin
que yo los provoque, sin que yo los oriente. Todo está dado ya de antemano y
yo no tengo más que padecerlo.
En tanto que en el mundo de la cultura todo tiene que hacerse, que crear-
se y mantenerse por el esfuerzo. El esfuerzo ya sé que lo hacen los hombres
y que pueden hacerlo en virtud de aptitudes específicas que los convierten en

36
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

un ser superior al mío. Estas aptitudes, él lo proclama, no son anárquicas y


caprichosas sino que obedecen a reglas, se vierten en moldes determinados.
Sin embargo la conducta masculina (ellos la llaman humana) con todo y ser
inmediatamente accesible a mi observación seguirá pareciéndome un desplie-
gue de energía inútil, tonto y sin sentido, si ignoro cuáles son los fines que
persiguen y, sobre todo, qué móviles la empujan a perseguir esos fines.
Una vez resuelto este cuestionario (cuyas respuestas no las buscaré por-
que no las encontraría ni en mí ni en ninguna otra mujer sino en los hombres
que hacen cultura y saben lo que hacen) me será ya más fácil contestar a la
pregunta de por qué lo femenino no interviene en el proceso cultural, pregunta
que podría responderse con dos hipótesis: la ya examinada de la incapacidad
específica de la mujer (que deja sin aclarar por qué algunas mujeres excep-
cionales sí son capaces) y otra: la falta de atracción que la cultura ejerce
sobre lo femenino. Falta de atracción vigente en circunstancias comunes y
corrientes pero que, variando las circunstancias puede desaparecer y conver-
tirse entonces la cultura en una fuerza atractiva a la que la mujer resulta
susceptible de responder, como lo probarían los ejemplos aislados que, hasta
ahora, tanto nos preocupan.

37
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Elena Poniatowska (1932)

Francia, 1932. Estudió en México, hacia 1943, ambas niñas aprendie-


ron a pronunciar correctamente el castellano de su nana Magdalena
Castillo. Continuó sus estudios de primaria en el Windsor School y
estudió un año en el Liceo de México; mantiene su nivel de francés
por las clases que les imparte la profesora de la universidad Betie
Sauve y también aprende, junto a su hermana, piano y danza. Jan, el
hermano pequeño de Elena y Sofía, nace en 1947. En 1949, fue en-
viada a los Estados Unidos a estudiar, primero internada en un cole-
gio católico de Filadelfia, el Convento del Sagrado Corazón de Eden
Hall (Torresdale, Pensilvania), y después en el Manhattanville Colle-
ge de Nueva York. Ha incursionado en el teatro como en los cuentos,
novelas, crónicas y poesía. Entre sus publicaciones se encuentran
Lilus Kiks (1954), Palabras cruzadas. Crónicas (1961),Teleo.
Apuntes para una comedia (1956), Todo empezó el domingo
(1963), De noche vienes (1979), Querido Diego, te abraza Quie-
la (1978), El último guajolote (1982) y Rondas de la niña mala
(2008).

La Noche de Tlatelolco1

Segunda Parte

Es necesario dejar constancia de nuestro indignado asombro por esa no-


che de Tlatelolco que presidieron la barbarie, el primitivismo, el odio y los más
siniestros impulsos.
• Francisco Martínez de la Vega, “¿Hacia dónde va nuestro país?”, El
Día, 8 de octubre de 1968.

MEMORIAL DE TLATELOLCO
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche

1 https://profesorisaacgarciariosestuamigo.files.wordpress.com/2012/04/la-noche-de-
tlatelolco.pdf

38
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

para que nadie viera la mano que empuñaba


el arma, sino sólo su efecto de relámpago.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?


¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.


La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres que


todo se le ha dado como ofrenda a una diosa, a la
Devoradora de Excrementos.

No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.

Más he aquí que toco una Haga: es mi memoria.


Duele, luego es verdad. Sangre con sangre y si la
llamo mía traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se
siente entre nosotros.

39
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En su mayoría estos testimonios fueron recogidos en octubre y en no-


viembre de 1968. Los estudiantes presos dieron los suyos en el curso de los
dos años siguientes. Este relato les pertenece. Está hecho con sus palabras,
sus luchas, sus errores, su dolor y su asombro. Aparecen también sus “acele-
radas”, su ingenuidad, su confianza. Sobre todo les agradezco a las madres, a
los que perdieron al hijo, al hermano, el haber accedido a hablar. El dolor es un
acto absolutamente solitario. Hablar de él resulta casi intolerable; indagar,
horadar, tiene sabor de insolencia.
Este relato recuerda a una madre que durante días permaneció quieta,
endurecida bajo el golpe y, de repente, como animal herido —un animal a
quien le extraen las entrañas— dejó salir del centro de su vida, de la vida
misma que ella había dado, un ronco, un desgarrado grito. Un grito que daba
miedo, miedo por el mal absoluto que se le puede hacer a un ser humano; ese
grito distorsionado que todo lo rompe, el ay de la herida definitiva, la que no
podrá cicatrizar jamás, la de la muerte del hijo.
Aquí está el eco del grito de los que murieron y el grito de los que queda-
ron. Aquí está su indignación y su protesta. Es el grito mudo que se atoró en
miles de gargantas, en miles de ojos desorbitados por el espanto el 2 de octu-
bre de 1968, en la noche de Tlatelolco.
E.P.

Encabezados de los principales diarios de la capital el jueves 3 de octubre


de 1968
• EXCÉLSIOR: Recio Combate al Dispersar el Ejército un mitin de
Huelguistas. 20 Muertos, 75 Heridos, 400 Presos. Fernando M. Gar-
za, director de Prensa de la Presidencia de la República.
• NOVEDADES: Balacera entre Francotiradores y el Ejército en Ciu-
dad Tlatelolco. Datos obtenidos: 25 Muertos y 87 Lesionados: El
Gral. Hernández Toledo y 12 militares más están heridos.
• EL UNIVERSAL: Tlatelolco, Campo de Batalla. Durante Varias
Horas Terroristas y Soldados Sostuvieron Rudo Combate. 29 Muer-
tos y más de 80 Heridos en Ambos Bandos; 1000 Detenidos.
• LA PRENSA: Muchos Muertos y Heridos; habla García Barragán.
Balacera del Ejército con Estudiantes.
• EL DÍA: Criminal Provocación en el Mitin de Tlatelolco causó San-
griento Zafarrancho.

40
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Muertos y Heridos en Grave Choque con el Ejército de Tlatelolco:


Entre los heridos están el general Hernández Toledo y otros doce
militares. Un soldado falleció. El número de civiles que perdieron la
vida o resultaron lesionados es todavía impreciso.
• EL HERALDO: Sangriento encuentro en Tlatelolco. 26 Muertos y
71 Heridos. Francotiradores dispararon contra el Ejército: el General
Toledo lesionado.
• EL SOL DE MÉXICO (Matutino): Manos Extrañas se Empeñan en
Desprestigiar a México.
El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos.
Francotiradores Abrieron Fuego contra la Tropa en Tlatelolco.
Heridos un General y 11 Militares; 2 Soldados y más de 20 civiles
muertos en la peor refriega.
• EL NACIONAL: El Ejército tuvo que repeler a los Francotiradores:
García Barragán.
• OVACIONES: Sangriento Tiroteo en la Plaza de las 3 Culturas. De-
cenas de Francotiradores se enfrentaron a las Tropas. Perecieron
23 personas, 52 lesionados, mil detenidos y más vehículos quema-
dos.
• LA AFICIÓN: Nutrida Balacera provocó en Tlatelolco un Mitin Es-
tudiantil.
Todos los testimonios coinciden en que la repentina aparición de luces de
bengala en el cielo de la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad habitacional
Nonoalco-Tlatelolco desencadenó la balacera que convirtió el mitin estudiantil
del 2 de octubre en la tragedia de Tlatelolco.
A las cinco y media del miércoles 2 de octubre de 1968, aproximadamen-
te diez mil personas se congregaron en la explanada de la Plaza de las Tres.
Culturas para escuchar a los oradores estudiantiles del Consejo Nacional de
Huelga, los que desde el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua se
dirigían a la multitud compuesta en su gran mayoría por estudiantes, hombres
y mujeres, niños y ancianos sentados en el suelo, vendedores ambulantes,
amas de casa con niños en brazos, habitantes de la Unidad, transeúntes que
se detuvieron a curiosear, los habituales mirones y muchas personas que vi-
nieron a darse una “asomadita”. El ambiente era tranquilo a pesar de que la
policía, el ejército y los granaderos habían hecho un gran despliegue de fuer-
za. Muchachos y muchachas estudiantes repartían volantes, hacían colectas
en botes con las siglas CNH, vendían periódicos y carteles, y, en el tercer piso

41
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

del edificio, además de los periodistas que cubren las fuentes nacionales ha-
bía corresponsales y fotógrafos extranjeros enviados para informar sobre los
Juegos Olímpicos que habrían de iniciarse diez días más tarde.
Hablaron algunos estudiantes: un muchacho hacía las presentaciones,
otro de la UNAM, dijo: “El Movimiento va a seguir pesar de todo”, otro del
IPN: “...se ha despertado la conciencia cívica y se ha politizado a la familia
mexicana”; una muchacha, que impresionó por su extrema juventud, habló del
papel de las brigadas. Los oradores atacaron a los políticos, a algunos periódi-
cos, y propusieron el boicot contra el diario El Sol. Desde la rampa del tercer
piso vieron cómo hacía su entrada un grupo de trabajadores que portaba una
manta: “Los ferrocarrileros apoyamos el Movimiento y desconocemos las
pláticas Romero Flores-GDO.” Este contingente obrero fue recibido con aplau-
sos. El grupo de ferrocarrileros anunció paros escalonados desde “mañana 3
de octubre en apoyo del Movimiento Estudiantil”.
Cuando un estudiante apellidado Vega anunciaba que la marcha progra-
mada al Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional no se iba a
llevar a cabo, en vista del despliegue de fuerzas públicas y de la posible repre-
sión, surgieron en el cielo las luces de bengala que hicieron que los concurren-
tes dirigieran automáticamente su mirada hacia arriba. Se oyeron los primeros
disparos. La gente se alarmó. A pesar de que los líderes del CNH desde el
tercer piso del edificio Chihuahua, gritaban por el magna voz: “¡No corran
compañeros, no corran, son salvas! ... ¡No se vayan, no se vayan, calma!”, la
desbandada fue general. Todos huían despavoridos y muchos caían en la pla-
za, en las ruinas prehispánicas frente a la iglesia de Santiago Tlatelolco. Se oía
el fuego cerrado y el tableteo de ametralladoras. A partir de ese momento, la
Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno.
En su versión del jueves 3 de octubre de 1968 nos dice Excélsior: “Nadie
observó de dónde salieron los primeros disparos. Pero la gran mayoría de los
manifestantes aseguraron que los soldados, sin advertencia ni previo aviso
comenzaron a disparar. …Los disparos surgían por todos lados, lo mismo de
lo alto de un edificio de la Unidad Tlatelolco que de la calle donde las fuerzas
militares en tanques ligeros y vehículos blindados lanzaban ráfagas de ame-
tralladora casi ininterrumpidamente...” Novedades, El Universal, El Día, El
Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovacio-
nes, nos dicen que el ejército tuvo que repeler a tiros el fuego de francotirado-
res apostados en las azoteas de los edificios. Prueba de ello es que el general
José Hernández Toledo que dirigió la operación recibió un balazo en el tórax y
declaró a los periodistas al salir de la intervención quirúrgica que se le practi-
có: “Creo que si se quería derramamiento de sangre ya es más que suficiente
con la que yo ya he derramado.” (El Día, 3 de octubre de 1968.)

42
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Según Excélsior “se calcula que participaron unos 5 000 soldados y mu-
chos agentes policiacos, la mayoría vestidos de civil. Tenían como contraseña
un pañuelo envuelto en la mano derecha. Así se identificaban unos a otros, ya
que casi ninguno llevaba credencial por protección frente a los estudiantes.
“El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron pero
no acabaron.”
Los tiros salían de muchas direcciones y las ráfagas de las ametrallado-
ras zumbaban en todas partes y, como afirman varios periodistas, no fue difícil
que los soldados, además de los francotiradores, se mataran o hirieran entre
sí. “Muchos soldados debieron lesionarse entre sí, pues al cerrar el círculo los
proyectiles salieron por todas direcciones”, dice el reportero Félix Fuentes en
su relato del 3 de octubre en La Prensa. El ejército tomó la Plaza de las Tres
Culturas con un movimiento de pinzas, es decir llegó por los dos costados y 5
mil soldados avanzaron disparando armas automáticas contra los edificios,
añade Félix Fuentes. “En el cuarto piso de un edificio, desde donde tres ora-
dores habían arengado a la multitud contra el gobierno, se vieron fogonazos.
Al parecer, allí abrieron fuego agentes de la Dirección Federal de Seguridad y
de la Policía Judicial del Distrito.
“La gente trató de huir por el costado oriente de la Plaza de las Tres
Culturas y mucha lo logró pero cientos de personas se encontraron a colum-
nas de soldados que empuñaban sus armas a bayoneta calada y disparaban en
todos sentidos. Ante esta alternativa las asustadas personas empezaron a
refugiarse en los edificios pero las más corrieron por las callejuelas para salir
a Paseo de la Reforma cerca del Monumento a Cuitláhuac.
“Quien esto escribe fue arrollado por la multitud cerca del edificio de la
Secretaría de Relaciones Exteriores. No muy lejos se desplomó una mujer, no
se sabe si lesionada por algún proyectil o a causa de un desmayo. Algunos
jóvenes trataron de auxiliarla pero los soldados lo impidieron.”
El general José Hernández Toledo declaró después que para impedir
mayor derramamiento de sangre ordenó al ejército no utilizar las armas de
alto calibre que llevaba (El Día, 3 de octubre de 1968). (Hernández Toledo ya
ha dirigido acciones contra la Universidad de Michoacán, la de Sonora y la
Autónoma de México, y tiene a su mando hombres del cuerpo de paracaidis-
tas calificados como las tropas de asalto mejor entrenadas del país.) Sin em-
bargo, Jorge Aviles, redactor de El Universal escribe el 3 de octubre: “Vimos
al ejército en plena acción; utilizando toda clase de armamentos, las ametra-
lladoras pesadas empotradas en una veintena de yips, disparaban hacia todos
los sectores controlados por los francotiradores.” Excélsior reitera: “Unos
trescientos tanques, unidades de asalto, yips y transportes militares tenían
rodeada toda la zona, desde Insurgentes a Reforma, hasta Nonoalco y Ma-

43
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nuel González. No permitían salir ni entrar a nadie, salvo rigurosa identifica-


ción.” (“Se luchó a balazos en Ciudad Tlatelolco, hay un número aún no pre-
cisado de muertos y veintenas de heridos”, Excélsior, jueves 3 de octubre de
1968.) Miguel Ángel Martínez Agis reporta: “Un capitán del ejército usa el
teléfono. Llama a la Secretaría de la Defensa. Informa de lo que está suce-
diendo: ‘Estamos contestando con todo lo que tenemos...’ Allí se veían ame-
tralladoras, pistolas 45, calibre 38 y unas de 9 milímetros.” (“Edificio Chihu-
ahua, 18 hrs.”, Miguel Ángel Martínez Agis, Excélsior, 3 - de octubre de
1968.)
El general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacio-
nal declaró: “Al aproximarse el ejército a la Plaza de las Tres Culturas fue
recibido por francotiradores. Se generalizó un tiroteo que duró una hora aproxi-
madamente...
“Hay muertos y heridos tanto del Ejército como de los estudiantes: no
puedo precisar en estos momentos el número de ellos.
“— ¿Quién cree usted que sea la cabeza de este movimiento?
“—Ojalá y lo supiéramos.
[Indudablemente no tenía bases para inculpar a los estudiantes.]
“— ¿Hay estudiantes heridos en el Hospital Central Militar?
“—Los hay en el Hospital Central Militar, en la Cruz Verde, en la Cruz
Roja. Todos ellos están en calidad de detenidos y serán puestos a disposición
del Procurador General de la República. También hay detenidos en el Campo
Militar número 1, los que mañana serán puestos a disposición del General
Cueto, Jefe de la Policía del DF.
“— ¿Quién es el comandante responsable de la actuación del ejército?
“—El comandante responsable soy yo.” (Jesús M. Lozano, Excélsior, 3
de octubre de 1968, “La libertad seguirá imperando”. El Secretario de Defen-
sa hace un análisis de la situación.)
Por otra parte el jefe de la policía metropolitana negó que, como informó
el Secretario de la Defensa, hubiera pedido la intervención militar en Ciudad
Tlatelolco. En conferencia de prensa esta madrugada el general Luis Cueto
Ramírez dijo textualmente: “La policía informó a la Defensa Nacional en cuanto
tuvo conocimiento de que se escuchaban disparos en los edificios aledaños a
la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la Vocacional 7 en donde tiene
servicios permanentes. Explicó no tener conocimiento de la injerencia de agen-
tes extranjeros en el conflicto estudiantil que aquí se desarrolla desde julio
pasado. La mayoría de las armas confiscadas por la policía, son de fabrica-
ción europea y corresponden a modelos de los usados en el bloque socialista.
Cueto negó saber que políticos mexicanos promuevan en forma alguna esta
situación y afirmó no tener conocimiento de que ciudadanos estadunidenses

44
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

hayan sido aprehendidos. En cambio están prisioneros un guatemalteco, un


alemán y otro que por el momento no recuerdo.” (El Universal, El Nacio-
nal,3 de octubre de 1968.)
Los cuerpos de las víctimas que quedaron en la Plaza de las Tres Cultu-
ras no pudieron ser fotografiados debido a que los elementos del ejército lo
impidieron (“Hubo muchos muertos y lesionados anoche”, La Prensa, 3 de
octubre de 1968). El día 6 de octubre en un manifiesto “Al Pueblo de México”
publicado en El Día, el CNH declaró: “El saldo de la masacre de Tlatelolco
aún no acaba. Hasta el momento han muerto cerca de 100 personas de las
cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento; los heridos cuentan por
miles...” El mismo 6 de octubre el CNH, al anunciar que no realizaría nuevas
manifestaciones o mítines, declaró que las fuerzas represivas “causaron la
muerte con su acción a 150 civiles y 40 militares”. En Posdata, Octavio Paz
cita el número que el diario inglés The Guardian, tras una “investigación
cuidadosa”, considera como la más probable: 325 muertos.
Lo cierto es que en México no se ha logrado precisar hasta ahora el
número de muertos. El 3 de octubre la cifra declarada en los titulares y repor-
tajes de los periódicos oscila entre 20 y 28. El número de heridos es mucho
mayor y el de detenidos es de dos mil. A las cero horas aproximadamente
dejaron de escucharse disparos en el área de Tlatelolco. Por otra parte, los
edificios eran desalojados por la tropa y cerca de mil detenidos fueron condu-
cidos al Campo Militar número 1. Cerca de mil detenidos fueron llevados a la
cárcel de Santa Marta Acatitla, en esta ciudad. La zona de Tlatelolco siguió
rodeada por efectivos del ejército. Muchas familias abandonaron sus departa-
mentos con todas sus pertenencias después de ser sometidas a un riguroso
examen y registro por parte de los soldados. Grupos de soldados de once
hombres entraron a los edificios del conjunto urbano a registrar las viviendas.
Al parecer, tenían instrucciones de catear casa por casa.
Hasta ahora el número de presos que continúan en la cárcel de Lecum-
berri por los acontecimientos de 1968 es de 165.
Posiblemente no sepamos nunca cuál fue el mecanismo interno que des-
encadenó la masacre de Tlatelolco. ¿El miedo? ¿La inseguridad? ¿La cólera?
¿El terror a perder la fachada? ¿El despecho ante el joven que se empeña en
no guardar las apariencias delante de las visitas?... Posiblemente nos interro-
guemos siempre junto con Abel Quezada. ¿Por qué? La noche triste de Tlate-
lolco —a pesar de todas sus voces y testimonios— sigue siendo incomprensi-
ble. ¿Por qué? Tlatelolco es incoherente, contradictorio. Pero la muerte no lo
es. Ninguna crónica nos da una visión de conjunto. Todos —testigos y partici-
pantes— tuvieron que resguardarse de los balazos, muchos cayeron heridos.
Nos lo dice el periodista José Luis Mejías (“Mitin trágico”, Diario de la

45
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Tarde, México, 5 de octubre de 1968): “Los individuos enguantados sacaron


sus pistolas y empezaron a disparar a boca de jarro e indiscriminadamente
sobre mujeres, niños, estudiantes y granaderos... Simultáneamente, un heli-
cóptero dio al ejército la orden de avanzar por medio de una luz de bengala…
A los primeros disparos cayó el general Hernández Toledo, comandante de
los paracaidistas, y de ahí en adelante, con la embravecida tropa disparando
sus armas largas y cazando a los francotiradores en el interior de los edificios,
ya a nadie le fue posible obtener una visión de conjunto de los sangrientos
sucesos...” Pero la tragedia de Tlatelolco dañó a México mucho más profun-
damente de lo que lo lamenta El Heraldo, al señalar los graves perjuicios al
país en su crónica (“Sangriento encuentro en Tlatelolco”, 3 de octubre de
1968): “Pocos minutos después de que se iniciaron los combates en la zona de
Nonoalco, los corresponsales extranjeros y los periodistas que vinieron aquí
para cubrir los Juegos Olímpicos comenzaron a enviar notas a todo el mundo
para informar sobre los sucesos. Sus informaciones —algunas de ellas abul-
tadas— contuvieron comentarios que ponen en grave riesgo el prestigio de
México.”
Todavía fresca la herida, todavía bajo la impresión del mazazo en la cabe-
za, los mexicanos se interrogan atónitos. La sangre pisoteada de cientos de
estudiantes, hombres, mujeres, niños, soldados y ancianos se ha secado en la
tierra de Tlatelolco. Por ahora la sangre ha vuelto al lugar de su quietud. Más
tarde brotarán las flores entre las ruinas y entre los sepulcros.
E.P. Recorrimos un piso tras otro y en la sección central del Chihu-
ahua, no recuerdo en qué piso, sentí algo chicloso bajo mis pies. Volteo y veo
sangre, mucha sangre y le digo a mi marido: “¡Mira Carlos, cuánta sangre,
aquí hubo una matanza!” Entonces uno de los cabos me dice: “¡Ay, señora, se
nota que usted no conoce la sangre, porque por una poquita que ve, hace
usted tanto escándalo!” Pero había mucha, mucha sangre, a tal grado que yo
sentía en las manos lo viscoso de la sangre. También había sangre en las
paredes; creo que los muros de Tlatelolco tienen los poros llenos de sangre.
Tlatelolco entero respira sangre. Más de uno se desangró allí porque era
mucha sangre para una sola persona.
• Margarita Nolasco, antropóloga
El 2 de octubre murió de un balazo en la Plaza de las Tres Culturas el
profesor Leonardo Pérez González, maestro de Vocacional, miembro de la
Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro-Libertades De-
mocráticas.
• Abelardo Hurtado, profesor de la Escuela Nacional de Biología del
IPN

46
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El día de ayer, 2 de octubre, fui comisionado, poniendo bajo mi mando a


dos secciones de caballería compuestas de sesenta y cinco hombres, cada
una pertenecientes al 18 y 19 Regimiento de Caballería, para trasladarme a la
Unidad Tlatelolco, yendo todos vestidos de paisanos e identificados como
militares por medio de un guante blanco, y proteger las dos puertas de acceso
al edificio denominado Chihuahua de dicha Unidad, confundiéndose con los
ahí presentes que se habían reunido sin saber para qué motivo. Posteriormen-
te al lanzamiento de una luz de bengala, como señal previamente convenida,
deberíamos de apostarnos en ambas puertas e impedir que entrara o saliera
persona alguna.
• Ernesto Morales Soto, Capitán Primero de Caballería del 19 Regi-
miento, comisionado en el Batallón Olimpia, al mando del Coronel
Ernesto Gómez Tagle, acta n:<?54832/68 ante el Ministerio Público
Son cuerpos, señor...
• Un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día.
Yacían los cadáveres en el piso de concreto esperando a que se los lleva-
ran. Conté muchos desde la ventana, cerca de sesenta y ocho. Los iban amon-
tonando bajo la lluvia... Yo recordaba que Carlitos, mi hijo, llevaba una chama-
rra de pana verde y en cada cadáver creía reconocerla... Nunca olvidaré a un
infeliz chamaquito como de dieciséis años que llega arrastrándose por la es-
quina del edificio, saca su pálida cara y alza las dos manos con la V de la
victoria. Estaba totalmente ido; no sé lo que creería, tal vez pensó que quienes
disparaban eran también estudiantes. Entonces los del guante blanco le grita-
ron: “Lárgate de aquí, muchachito pendejo, lárgate, ¿qué no estás viendo?
Lárgate.” El muchacho se levantó y confiado se acercó a ellos. Le dispararon
a los pies pero el chamaco siguió avanzando. Seguramente no entendía lo que
pasaba y le dieron en una pierna, en el muslo. Todo lo que recuerdo es que en
vez de brotar a chorros, la sangre empezó a salir mansamente. Meche y yo
nos pusimos a gritarles como locas a los tipos: “¡No lo maten!... ¡No lo ma-
ten!... ¡No lo maten!” Cuando volteamos hacia el pasillo ya no estaba el
chamaco. No sé si corrió a pesar de la herida, no sé si se cayó, no sé qué fue
de él.
• Margarita Nolasco, antropóloga.
El helicóptero disparaba y empecé a oír tiros en el cielo. Tiraban a lo
bestia. Por eso se incendió el edificio Chihuahua, por los tiros que provenían
del helicóptero.
• Estrella Sámano, estudiante.
La Piaza de las Tres Culturas es una explanada situada en alto; se sube a
ella por varias escalinatas y, por un costado, está cortada a pico para dejar al

47
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

descubierto las ruinas prehispánicas recientemente restauradas. Sobre las ruinas


fue construida en el siglo XVI una pequeña iglesia: Santiago de Tlatelolco...
• Luis González de Alba, del CNH.
Desde la tribuna donde estábamos se veían las gorras azules de los ferro-
carrileros.
• Graciela Román Olivera, estudiante de la Facultad de Medicina de la
UNAM.
Yo estaba repartiendo propaganda y juntando dinero para el CNH cuan-
do las tres luces verdes salieron por detrás de la iglesia. Una señora que
buscaba suelto en su bolsa para darme se arrinconó. Le dije: “No se espante,
es una provocación, no se espante.” Varias personas pasaron corriendo y
también les grité: “No corran, son salvas, son salvas, no corran.” De pronto
pasó un compañero y le llamé la atención: “¿A dónde vas? Hay que calmar a
la gente para que no corra” y que se devuelve como un autómata y que se va
hacia el centro de la Plaza y me di cuenta que ya no regresó y dije: “Híjole,
éste ya no regresó.”
• José Ramiro Muñoz, estudiante de la F. SIME del IPN, tercer año de
la carrera de Ingeniería Mecánica.
Cuando me di cuenta de que el helicóptero bajaba peligrosamente sobre
la Plaza de las Tres Culturas y ametrallaba a la gente —se veían rayas grises
en el cielo— me quedé tan asombrada que dije: “No, esto no es verdad, es una
película, esto sólo lo he visto en el cine. ¡No son balas de verdad!” Seguí
caminando, como ida, como loca hasta que la gente me detuvo.
• Elvira B. de Concheiro, madre de familia.
Desde entonces no puedo ver un helicóptero sin que me tiemblen las
manos. Muchos meses después de haber visto —y eso, desde mi coche— al
helicóptero disparar sobre la multitud, no pude escribir a mano de tanto que
me temblaba...
• Marta Zamora Vértiz, secretaria.
Dos helicópteros que mantenían vigilancia desde el aire sobre el desarro-
llo del mitin estudiantil descendieron y sus tripulantes dispararon contra los
tiradores que se encontraban en las azoteas de los edificios. Se sabe que el
copiloto de una de esas naves resultó con un balazo en el brazo, cuando un
francotirador le hizo varios disparos desde el edificio Chihuahua. La nave se
alejó rumbo al Aeropuerto Internacional rápidamente.
• “Hubo muchos muertos y lesionados, anoche”, La Prensa, 3 de oc-
tubre de 1968.

48
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Podría reconocer al hombre que iba disparando desde el helicóptero de lo


cerca que pasó.
• Erna Bermejillo de Castellanos, madre de familia.
Cuando comenzó el tiroteo la gente se abalanzó por las escaleras de la
Plaza que están situadas precisamente enfrente del edificio Chihuahua gritan-
do: “El Consejo, el Consejo.” Se dirigían a las escaleras del edificio con el
único propósito de defender a los compañeros dirigentes. Allí, los grupos de
agentes secretos apostados en las columnas del edificio comenzaron a dispa-
rar contra la multitud, rechazándola a balazos.
• Raúl Álvarez Garín, del CNH.
Yo no entendía por qué la gente regresaba hacia donde estaban disparan-
do los tipos de guante blanco. Meche y yo —parapetadas detrás del pilar—
veíamos cómo la masa de gente venía gritando, ululando hacia nosotros, les
disparaban y se iban corriendo, y de pronto regresaban, se caían, se iban,
venían de nuevo y volvían a caer. Era imposible eso, ¿por qué? Era una masa
de gente que corría para acá y caía y se iba para allá y volvía a correr hacia
nosotros y volvía a caer. Pensé que la lógica más elemental era que se fueran
hacia donde no había balazos; sin embargo regresaban. Ahora sé que les
estaban disparando también de aquel lado.
• Margarita Nolasco, antropóloga.
Las unidades del ejército se desplegaron en torno a la multitud como
pinzas y en pocos minutos todas las salidas estuvieron cerradas. Desde el
tercer piso del edificio Chihuahua, lugar donde se había instalado la tribuna, no
podíamos ver estas maniobras y el pánico nos parecía inexplicable: los dos
helicópteros que sobrevolaban la Plaza casi desde el inicio del mitin habían
tomado una actitud hostil y provocadora volando a muy baja altura y en círcu-
los cada vez más cerrados, luego habían lanzado las bengalas, una verde y
otra roja; al caer la segunda se inició el pánico y los miembros del Consejo
tratamos de detenerlo: ninguno de nosotros veía que el ejército avanzaba bajo
la tribuna. La multitud frenó de golpe al encontrarse frente a las bayonetas y
retrocedió de inmediato: parecía una ola avanzando hacia el extremo opuesto
de la Plaza; pero también allí estaba el ejército; desde arriba vimos cómo la
ola humana empujaba hacia otro costado. Fue lo último: el tercer piso ya
estaba tomado por el Batallón Olimpia. Aún sin entender por qué corría y de
golpe retrocedía aquella multitud incontrolable, los últimos que quedábamos
junto al micrófono, al volver el rostro, encontramos los cañones de las ametra-
lladoras. El barandal fue ocupado por el Batallón Olimpia y a nosotros, con las
manos en alto y de cara a la pared, se nos prohibió estrictamente voltear hacia

49
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la Plaza; al menor movimiento recibíamos un culatazo en la cabeza o en las


costillas. Cerrada la trampa se inició el asesinato colectivo.
• Gilberto Guevara Niebla, del CNH.

ACTA NÚM. 54832/68

DECLARA UN LESIONADO. —EN LA CIUDAD DE MÉXICO,


DISTRITO FEDERAL, siendo las 21.30 veintiuna treinta del día Tres de
Octubre de 1968, mil novecientos sesenta y ocho, el personal que actúa se
trasladó y constituyó legalmente al Hospital Central Militar, Sala de Emergen-
cia, Cama 28, veintiocho en donde se tuvo a la vista al que en su estado
normal dijo llamarse ERNESTO MORALES SOTO, protestando y advertido
en los términos de ley, por sus generales manifestó llamarse como queda
escrito, ser de 35 treinta y cinco años de edad, Viudo, católico, con Instruc-
ción, Capitán Primero de Caballería del Ejército Mexicano, originario de Xico-
tepec de Juárez, Estado de Puebla y con domicilio en esta Ciudad en el Cam-
po Militar Número UNO y sobre los hechos que se investigan, DECLARÓ:
—Que el de la voz presta sus servicios como Capitán Primero de Caballería,
del 19 Regimiento, destacamentado en la Ciudad de Múzquiz, Estado de Coahui-
la, comisionado actualmente en esta Ciudad en el Batallón Olimpia al mando
del Coronel ERNESTO GÓMEZ TAGLE, con funciones específicas de pre-
servar el orden público durante el desarrollo de los Juegos Olímpicos, que el
día de ayer fue comisionado, poniendo bajo su mando dos secciones de Caba-
llería, compuesto de 65 sesenta y cinco hombres, pertenecientes al 18 y al 19
Regimiento de Caballería, para que se trasladaran a la Unidad Tlatelolco,
yendo todos vestidos de paisanos e identificados como militares por medio de
un guante blanco y protegieran las dos puertas de acceso al edificio denomi-
nado Chihuahua de dicha Unidad, confundiéndose con los ahí presentes, que
se habían reunido sin saber para qué motivo, que posteriormente al lanzamien-
to de una luz de bengala, como señal previamente convenida debería de apos-
tarse en ambas puertas e impedir que entrara o saliera persona alguna, que
después de lanzada la señal mencionada, empezaron a oírse gran cantidad de
disparos que provenían de la parte alta del edificio mencionado así como de
los ventanales y dirigidos hacia las personas que se encontraban reunidas, las
que trataban de protegerse junto a los muros del edificio y algunas de ellas
intentaban introducirse, que en cumplimiento a las órdenes recibidas, la gente
al mando del declarante disparó al aire para dispersar a la gente, hechos que
ocurrieron aproximadamente a las 16.40 diez y seis horas con cuarenta minu-
tos, que uno de los disparos que provenían de la parte alta del edificio, lesionó

50
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

al dicente en el brazo derecho, por lo que uno de sus elementos dio aviso a su
Superior, el cual ordenó que fuese trasladado el dicente al Hospital en que
actualmente se encuentra, ya que perdió el conocimiento, no dándose cuenta
qué haya ocurrido posteriormente, que debido a que el dicente desconoce el
nombre de las calles no le es posible precisar por qué calles se encuentren las
entradas al edificio Chihuahua e ignora quién haya disparado y cuántas perso-
nas hayan resultado lesionadas, que de momento es todo lo que tiene que
decir y previa lectura de lo actuado lo ratifica y estampa la huella digital de su
pulgar izquierdo para constancia, por encontrarse imposibilitado para firmar.—
FE DE LESIONES.—El personal que actúa e instituido nuevamente en la
cama 28 de la Sala de Emergencia del Hospital Central Militar en donde se
tuvo a la vista al que dijo llamarse ERNESTO MORALES SOTO, al que se
DA fe: que presenta las siguientes lesiones; Herida por proyectil de arma de
fuego en cara anterior de codo derecho de un centímetro de diámetro, irregu-
lar, orificio de salida con las mismas características de dos centímetros por
dentro del borde externo y sobre cara posterior del codo, lo que produce
probable fractura.—Lesiones que por su naturaleza no ponen en peligro la
vida y tardan en sanar más de quince días.—Previstas y sancionadas en la
parte SEGUNDA del artículo 289 del Código Penal Vigente.— No Hospital.
Mismas lesiones que se corroboran y describen en el certificado expedido por
el C. Médico ALFREDO NEME DAVID cuyo original se tiene a la vista y se
anexa a las presentes actuaciones... DAMOS FE… CÚMPLASE… SE CIE-
RRA Y AUTORIZA LO ACTUADO… DAMOS FE...

EL C. AGENTE DEL M.
PÚBLICO LIC. GERMÁN VALDEZ
MARTÍNEZ
T. DE A. ALBERTO
LÓPEZ ISLAS
T. DE A. LÁZARO RODRÍGUEZ
MORALES

Se inicia una descarga más intensa que cualesquiera de las otras, que se
prolonga más, más y más. Ésta es la representación del genocidio, en su justa,
dolorosa dimensión. Sesenta y dos minutos de fuego nutrido hasta que los
soldados no soportan el calor de los aceros enrojecidos.
• Leonardo Femat, “Cinta sonora que relata el drama”. La noche de
Tlatelolco, Siempre!, no. 799 16 de octubre de 1968.

51
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Yo salí de la Universidad con un grupo de compañeros. Llegamos a la


Plaza de las Tres Culturas y comenzó a lloviznar. Se formaron contingentes y
yo iba con una pancarta de mi escuela que decía: “Facultad de Derecho,
Presente.” Había otras: “La sangre de nuestros hermanos no habrá sido de-
rramada en vano.” Yo estaba sentada en las gradas frente al Chihuahua cuan-
do vi las luces de bengala y en unos cuantos segundos empecé a oír lo que
más tarde supe era el tableteo de las ametralladoras. El compañero en la
tribuna dijo: “¡No se muevan, calma, siéntense!” Y yo me senté con mi pan-
carta; no la solté. No creí o no me di cuenta de la gravedad de lo que estaba
pasando y seguí allí agarrando mi pancarta hasta que un compañero me gritó:
“¡Tira esa cosa!” porque con la pancarta era yo un blanco perfecto. La aven-
té y corrí junto con Tita. Corrimos hacia un costado de las banderas, las asta-
banderas en la Plaza de las Tres Culturas, sobre un lado de la Vocacional 7 y
allí nos agachamos Tita y yo tratando de protegernos. Oí entonces a una
muchacha que pedía ayuda: “Mamacita, mamacita, ayúdenme...” También oí
cosas como: “Mi bolsa, mi bolsa, ¿dónde está mi bolsa?” En un momento dado
brincamos esos muritos prehispánicos y caímos en unas especies de fosas. Yo
me caí y sobre de mí cayeron otras gentes. Se oían gritos, ayes de dolor,
lloridos y entonces me di cuenta que la balacera continuaba cada vez con más
intensidad. Tita y yo salimos corriendo hacia Manuel González y los soldados
nos gritaban: “¡Jálenle, jálenle!” En el momento en que salimos pasó un vo-
lkswagen blanco que ya iba lleno de estudiantes y nos gritaron: “¡Súbanse!”
No sé si nos llamaron por nuestros nombres: “¡Nacha! ¡Tita, súbanse!” y una
de las cosas cómicas es que tampoco sé cómo logramos entrar en ese carro
ya atestado de estudiantes. De allí fuimos todos por Paseo de la Reforma
hacia República de Cuba y allí Tita se bajó porque era muy conocida y fácil de
distinguir. Se lo decíamos. “Por tu volumen, te pueden reconocer a un kilóme-
tro de distancia.” Yo regresé en el mismo carro con dos compañeros de Físi-
co-Matemáticas del Poli, —pero no sé sus nombres— para ver si podíamos
encontrar a algunos compañeros que no sabíamos qué suerte habían corrido.
Los muchachos se estacionaron en la Avenida en que está Relaciones Exte-
riores, pero no sé su nombre porque yo no soy de aquí, soy de Taxco, Guerre-
ro; se bajaron: “Tú quédate en el coche” y yo me quedé sola esperándolos,
pero a medida que pasaba el tiempo me iba poniendo muy nerviosa; los tiros
no cesaban, al contrario, llegaban ambulancias con su horrible sirena, pasaban
más y más soldados, tanques, soldados armados hasta los dientes. Frente a mí
se estacionó una ambulancia y en ese momento subieron a un muchacho con
toda la cabeza ensangrentada; una masa sanguinolenta. Yo lo vi a uní distan-
cia de tres o cuatro metros y sentí un vuelco en el estómago. Después pasó un
tropel de gente que gritaba: “¡Se está quemando el edificio Chihuahua!” Le-

52
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

vanté la vista y vi humo. Se cayó un cable de alta tensión; toda la gente que
pasaba junto al volkswagen gritaba, entonces me dio miedo y salí del coche
como desesperada y me fui corriendo. Debo haber corrido mucho tiempo sin
notarlo porque cuando volteé ya estaba yo en el Sanborns de Lafragua. Allí
me detuvo un conocido y me dijo: “¿Qué te pasa?” Entonces me di cuenta que
había yo estado llorando porque tenía toda la cara manchada por el rímmel;
todo se me había corrido; bueno estaba yo mal, mal, mal. Allí me hicieron que
tomara un café: “cálmate, cálmate, cálmate, por favor”; me lo trajeron a la
puerta porque yo estaba temblando y a la puerta salieron varios muchachos
más. Lo único que pude decirles es: “Están matando a los estudiantes.” De
allí, ello; mismos me fueron a dejar a un departamento en la Avenida Co-
yoacán No. 1625 donde yo vivía con Tita y con otra amiga…
• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, del Comité de Lucha de la Facultad
de Leyes, UNAM.
Nunca pensamos que el 2 de octubre hubiera agresión por parte del go-
bierno porque días antes hubo un mitin en Tlatelolco y en la mañana varios del
CNH —los más inteligentes y los más preparados— yo nunca digo nombres
¿eh? fueron a la Casa del Lago a hablar con Caso y de la Vega y nosotros
pensamos que ya existía una especie de tregua tácita puesto que ya había
visos de que se llegaría a un acuerdo. Por lo tanto programamos el mitin y
desistimos de la marcha al Casco de Santo Tomás ocupado por el ejército
para que no se pensara en una provocación y esto se anunció casi inmediata-
mente en la tribuna!. No, yo no estaba en la tribuna; me quedé en la explanada
con Nacha… Pero pues nos resultó el tiro por la culata...
• Roberta Avendaño, Tita, delegada de la Facultad de Leya de la
UNAM, ante el CNH.
Había mucha sangre pisoteada, mucha sangre untada a la pared.
• Francisco Correa, físico, profesor del IPN.
Protegía mi nuca con las manos entrecruzadas; la mejilla y el estómago y
las piernas estampadas en el suelo de la habitación. Yo era el último de entre
las filas. Estaba casi pegado a la puerta de entrada al departamento. Los
estallidos de armas de todas clases me hicieron reaccionar y les pedí a los
compañeros de piso que se corrieran lo suficiente como para permitirme apro-
vechar la mínima protección que brindaba la pared lateral que dividía la prime-
ra parte del departamento donde nos encontrábamos. Escuchaba por la puer-
ta:
— ¡Aquí Batallón Olimpia, no disparen, aquí Olimpia!
Mis compañeros de suelo hicieron lo que les pedía y logré colarme hacia
la pared. Allí estuve no sé cuánto tiempo pensando, pensando, pensando:

53
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

“Hijos de puta, hijos de mala madre, perros asesinos.”


No hablábamos, sólo una que otra frase del mismo tipo que mis pensa-
mientos saltaba en el impresionante “silencio” lleno de balas que nos envolvía.
Había perdido mis anteojos.
Dos o tres sollozos de algún compañero o compañera se escucharon y
recuerdo haber oído – o tal vez lo imaginé-: “No llores, este momento no es
para llorar, no es para lágrimas: es para grabárselo a fuego en lo más profundo
del corazón y recordarlo para los momentos en que tenga que pagarlo quien
deba pagarlo.” Quizá lo soñé.
En algún momento la tormenta de balas amainó. A rastras nos recogi-
mos en dos habitaciones que tenía el departamento en su parte posterior. En el
trayecto había varios compañeros del CNH, tenían miradas extrañas. No era
terror, ni tan siquiera miedo; era un brillo de odio reconcentrado, unido al
suplicio de la impotencia. Nos introdujimos en el pequeño dormitorio.
Una vez dentro, se desató una nueva granizada de balas. Nuevamente
nos tendimos en el suelo, pero ahora estaba mojado, con una capa de agua, y
nos empapamos las ropas. Con el avance de la noche empezó a hacer frío.
Dentro del múltiple estallido de balas, se escuchó un disparo anormalmente
fuerte, enseguida empezó a llover. Nos preocupamos un poco más, con el
fuerte disparo se había cimbrado el edificio. Dos palabras lo dijeron todo:
“Una tanqueta”.
• Eduardo Valle Espinoza, Buho, del CNH.
¿Me está saliendo mucha sangre?
• Pablo Berlanga, a su madre Rafaela Cosme de Berlanga.
No era posible dejar de correr. Las balas nos pasaban por todos lados.
Corríamos dos o tres metros a cubierto y tres o cuatro al descubierto. Las
balas suenan muy parecido al despegue de un jet. No había manera de dejar
de correr. Oíamos cómo los vidrios de las tienditas de la planta baja del Chihu-
ahua explotaban y corrimos justo a la escalera donde nunca debimos haber-
nos parado nuevamente. Ya abajo, a pesar de que yo seguía diciendo majade-
rías me acordé de la gran cantidad de amigos y compañeros que había en el
mitin y tuve una contracción en el estómago. Recordé nombres, caras. Al
llegar a ese cubo de la escalera por donde antes subía y bajaba la gente del
CNH que estaba en la tribuna me encontré a Margarita y a Meche y me
dijeron desesperadas: “María Alicia, nuestros hijos están en el cuarto piso.”
Por primera vez sentí que podría hacer algo que valiera la pena entre tanta
confusión y tanto dolor, sentí una impotencia brutal y les dije: “Yo las acompa-
ño.” El muchacho que me salvó la vida al aventarse sobre mí y tirarme al
suelo de la tribuna cuando los primeros balazos, seguía como mi abrigo, como

54
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mi capa, como mi suéter. No sé quién es. Tengo una memoria fotográfica


pero no registré la cara de este muchacho... Intentamos las tres subir la esca-
lera y en el primer descanso apareció otro muchacho. Ya lo había visto en la
tribuna del tercer piso del Chihuahua hablar familiarmente con varios compa-
ñeros. Me impresionó porque tenía la muñeca izquierda herida y un pañuelo
blanco cubriéndole la mano y me dijo:
—Maestra, no se vaya, esto va a ser muy breve.
Yo iba a bajar porque vi a unas amigas en la explanada. Me tomó del
antebrazo y muy correctamente me ayudó a subir. Yo emocionada ante otro
estudiante héroe me dejé llevar. Entonces Mercedes gritó: “Señor, mis hijos
están allá arriba.” Margarita la secundó y yo me quedé viéndolo y pensando
que el heroísmo de los muchachos es a veces así, increíble. Muchas horas
después supe que era uno de los asesinos que habían copado la escalera para
que no escaparan los del CNH. Me reconoció. No nos dejó subir. Nos regre-
só. Recuerdo que una oleada de gente nos empujó y nos arrastró hasta la
mera punta del Chihuahua, mientras continuaban los disparos desde los edifi-
cios… Una muchacha gritaba: “¡Asesinos, asesinos!” La abracé, traté de
calmarla pero ella gritaba cada vez más fuerte, hasta que el muchacho que iba
detrás de mí la sacudió. En ese momento me di cuenta de que a ella le faltaba
todo el pabellón de la oreja y sangraba. La gente seguía amontonándose para
que le tocara un pedacito de techo, nos apretujábamos; yo sentía que estaba
en medio de una gran multitud o en una lata de conservas. Me fijé en la punta
del zapato café de una mujer. Una ráfaga de nietralla pasó rociando el lugar
en donde estábamos. Vi el impacto de una bala a unos cuantos centímetros
del zapato. La mujer dijo nada más “¡ay!” y otra voz le respondió: “Tienes que
hacer un esfuerzo. Camina porque es peor que te quedes herida aquí.” Todos
empezamos a caminar y vi un datsun rojo, manejado por una muchacha. A ella
le dio una bala; la vi caer sobre el volante y escuché el claxon que se quedó
pegado... El muchacho me repetía: “No veas, lio veas.” Seguimos corriendo
hacia uno de los edificios atrás del Chihuahua...
• María Alicia Martínez Medrano, directora de guarderías.
Entonces oí cosas como: “Guante blanco, guante blanco, no disparen.”
Después otros que gritaban: “Necesitamos aquí el radio, el radio, que no.
disparen para acá, avisen por radio.” Eran gritos desesperados. Los gritos
venían de abajo de nosotros o sea del tercer piso y de arriba, o sea del quinto
o sexto piso: “¡Batallón Olimpia!” y empezaron a sonar los silbatos esos, tiu,
tiu, tiu... “Batallón Olimpia, formados para acá.” Y luego oí nada más: “H 8 y
el 14”... “8 ¿están todos?”... “14 ¿quiénes faltan del 14?” Después gritaron:
“¿Qué ya salieron todos los del elevador?” y de nuevo los silbatitos tiu, tiu, tiu,

55
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tiu, “Batallón Olimpia, Batallón Olimpia, aquí, Batallón Olimpia, contesten.”


Siguieron durante mucho tiempo los gritos angustiosos de policías: “¡No tiren,
la mano blanca, son de la mano blanca!” Esto da una idea de que la cosa fue
absolutamente caótica por un lado y que por otro adquirió una magnitud que
rebasó totalmente el control de sus organizadores. Lo que sí puedo asegurar
es que obviamente todo estaba preparado, el gobierno sabía lo que iba a ha-
cer. Se trataba de impedir cualquier manifestación o brote estudiantil antes y
durante las Olimpiadas. Las luces de bengala fueron la orden de tirar y se
disparó de todas partes y los supuestos francotiradores —y te lo digo, porque
los que estuvimos allí y lo vimos podemos decirlo con toda conciencia sin
temor a equivocarnos— los francotiradores eran parte de la organización
gubernamental.
• Mercedes Olivera de Vázquez, antropóloga.
El gobierno dijo: “Acaben con esto, pero ya.” No contó con que los gra-
naderos, los soldados, los agentes, tienen iniciativa propia, y mucha.
• Roberta Ruiz García, maestra de primaria.
Hubo un agente a quien le entró el cuscús y disparó. Por eso se desató
todo.
• Luis Argüelles Peralta, estudiante de la ESIME, cuarto año de Geo-
logía.
Cientos de personas vieron que desde el tercer piso del Chihuahua, luego
de detener a los que ahí se encontraban, los agentes con guante blanco empe-
zaron a disparar sobre los asistentes al mitin y también contra la tropa que se
acercaba. Inmediatamente después, en cuanto los soldados respondieron al
fuego, los agentes se cubrieron tras el barandal de concreto de la tribuna
mientras encañonaban a los prisioneros que continuaban de pie y con las
manos en alto, totalmente descubiertos. Primero el tiro de los soldados daba
en el techo; pero conforme la tropa avanzaba sobre la plaza el tiro bajaba y las
esquirlas saltaban ya de la pared. Entonces se ordenó a los prisioneros que se
tiraran al suelo y cuando arreció el fuego sobre el Chihuahua, los individuos
del guate blanco, que esporádicamente se identificaban como Batallón Olim-
pia empezaron a gritar a coro para hacerse oír durante lo más nutrido del
tiroteo: “Batallón Olimpia, no disparen”. Como el fuego era cada vez mayor y
empezaban a oírse las descargas de los tanques y sus ametralladoras de alto
poder, iniciaron la búsqueda de un woki doki con verdadera desesperación.
El que al parecer iba al mando del batallón dio la orden de no disparar más Se
oían gritos de “Ya no dispare nadie, busquen un woki doki.” En los últimos
disparos había reconocido el estampido de los “fijadores”; bombas de bajo

56
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

poder arrojadas por los tanques para abrir muros y permitir los disparos de la
infantería. Con el guante o pañuelo blanco en la izquierda pasaban continua-
mente arrastrándose sobre los codos; no tenían al parecer manera de comuni-
carse con la tropa que abajo disparaba contra todo. A nosotros sólo nos extra-
ñaba el que se tardaran tanto en asesinarnos.
• Félix Lucio Hernández Gamundi, del CNH.
Perdimos de vista a Reyes y oí un grito de mi hermano: “¡No me suel-
tes!” Nos agarramos de la mano fuertemente. Me fui hacia la derecha, tra-
tando de llegar al jardín donde están las ruinas. Muchos estaban allí intentando
esconderse de la terrible balacera que venía de todas direcciones. El impacto
de los proyectiles se imponía sobre los otros sonidos y una lluvia de fragmen-
tos producidos por las piedras de las ruinas bajo el impacto de las balas se
batía sobre nuestras cabezas. Todavía tenía firmemente agarrada la mano de
mi hermano a pesar de que había personas que se habían interpuesto entre
nosotros y traté de jalarlo hacia mí. Algunos estudiantes entre nosotros habían
caído, unos muertos, otros heridos. A mi lado estaba una muchacha que había
sido tocada en la cara por una bala expansiva. ¡Qué horror! Todo el lado
izquierdo de su cara había sido volado.
Los gritos, los aullidos de dolor, los lloros, las plegarias y el continuo y
ensordecedor ruido de las armas, hacían de la Plaza de las Tres Culturas un
infierno de Dante.
• Diana Salmerón de Contreras.
¡Un médico, por favor, por piedad, por lo que usted más quiera! ¡Un
médico, por Dios!
• Olga Sánchez Cuevas, madre de familia.
¡No dejan entrar a las cruces! Llegaron aullando como locas. Las detu-
vieron; les pidieron que apagaran su sirena, su luz.
• Berta Cárdenas de Macías, habitante de la Unidad Nonoalco-Tlate-
lolco.
¡Les dije a todos que la plaza era una trampa, se los dije! ¡No hay salida!
¡Más claro lo querían ver! Les dije que no había ni por dónde escapar, que nos
quedaríamos todos encajonados allí, cercados como en un corral. ¡Se los dije
tantas veces, pero no!
• Mercedes Olivera de Vázquez, antropóloga.
Amo el amor.
• Botón hippie encontrado en la Plaza de las Tres Culturas.

57
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Marta Lamas (1947)

Nacida en México. Es antropóloga y catedrática de ciencias políticas


del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y profesora/
investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). En sus publicaciones se encuentran La Bella (in)diferencia
(1991), Para entender el concepto de género (1998), Ciudadanía
e feminismo (1999), Diversidad cultural y tolerancia (2000), Ciu-
dadanía y feminismo: compilación de ensayos aparecidos en
Debate feminista (2001) y Miradas feministas sobre las mexica-
nas del siglo XX (2007).

Cuerpo y política: la batalla por despenalizar al aborto1

Algo de historia
Heredero de la tradición gubernamental española, desde mediados del
siglo XIX México se esforzó por separar el Estado de la Iglesia católica. La
generación liberal, que según Carlos Monsiváis le impone a la nación “un
proyecto histórico y muy a medias un modelo de sociedad” (2008:14), se da a
la tarea de formular leyes que plasmen esa nueva visión. Entretejidas con las
reglamentaciones de la época se encontraban ideas sobre el honor de la mu-
jer, su vulnerabilidad biológica constitutiva y otros aspectos relacionados con
la diferencia sexual. Fernanda Núñez encuentra en el último tercio del siglo
XIX una “proliferación de artículos, tesis y ensayos médicos sobre el aborto”
en México (2008:135), muchos de ellos producto de la influencia del positivis-
mo francés y de las corrientes higienistas. Para esta historiadora ese es el
momento en que los médicos cobran conciencia de su papel en la sociedad y
de su gran ascendiente en las familias, por lo cual sus publicaciones tienen que
ver no sólo con la obstetricia y la medicina legal sino también con la moral.
Los documentos que estudia Núñez muestran un claro interés de los médicos
ante el dilema de los distintos tipos de aborto, los espontáneos y los provoca-
dos.2

1 http://pueg.unam.mx/images/textos_interes/cyp_lamas.pdf
2 La rigurosa investigación de Fernanda Núñez registra las distintas posturas de connotados
médicos en esa materia, que debaten durante la década de 1880 el tema, así como las
definiciones publicadas en el Diccionario de ciencias médicas (1872). Su trabajo toma
desde las ponencias del Primer Congreso Higiénico Pedagógico de 1882 hasta diversas
tesis de medicina, Cirugía y Obstetricia (Menocal 1869; Ochoa y Tapia 1881; Gómez
1885; Mendoza 1887; Ibarra 1898) así como artículos en la Gaceta Médica del Médico

58
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Hay que recordar que en 1871 se promulga lo que Eduardo Barraza


califica como el “primer código penal netamente liberal” (2003:21). En este
código, llamado Código Juárez, por primera vez el aborto se clasifica en un
apartado distinto al del homicidio y, para el Distrito y Territorios Federales, se
considera necesario cuando de no efectuarse corra peligro de muerte la mujer
(art. 570), no se castiga cuando el aborto es imprudencial o culposo (art. 572)
y el aborto intencional tiene atenuantes por cuestiones de honor: que la mujer
no tenga mala fama, que haya logrado ocultar su embarazo y que éste sea
fruto de una unión ilegítima (art. 573).
Barraza señala que el Código Juárez dominó por muchos años la legisla-
ción penal mexicana hasta que fue sustituido por el Código Penal para el
Distrito y Territorios Federales de 1931. Pese a que la Constitución de 1824
establecía el federalismo y, por lo tanto, que cada Estado redactara sus leyes
y reglamentos, la mayoría de las entidades federativas adoptó gran parte del
ordenamiento jurídico federal tal cual. La novedad fue no considerar punible
el aborto cuando el embarazo fuera resultado de una violación (art. 333). Esta
exculpación de responsabilidad penal introdujo una importante variable de éti-
ca laica (De la Barreda 1991:41), producto de la influencia de juristas de
tendencia socialista sobre el Código Penal de 1931.
Hay que recordar que, luego de concretar la primera revolución social
del siglo XX en 1910, en la esfera política de México campeaban los valores
socialistas. A lo largo de los años veinte y hasta mitad de los treinta hubo
violentos enfrentamientos por la prohibición de la existencia legal de la Iglesia
y la “guerra cristera” desembocó en un “acuerdo de caballeros” que permitía
la existencia de conventos, monasterios y escuelas religiosas mientras no se
exhibieran públicamente. Sin embargo, el discurso religioso estaba prohibido
en la esfera pública. Eso permitió la introducción de ciertos términos y trata-
mientos laicos en las legislaciones, como la no penalización cuando el embara-
zo sea producto de una violación. Pero como la mayoría de los abortos no se
llevaban a cabo por las razones aceptadas (por violación, cuando el aborto se
hubiera causado por imprudencia y cuando se realizara para salvar la vida de
la mujer) sino por una más básica y general (el deseo o la necesidad de las
mujeres de interrumpir un embarazo), esas causales de no penalización no
resolvían una práctica clandestina y riesgosa.
Esta situación hizo que, cinco años después de que se expidiera el Código
Penal de 1931, durante la Convención de Unificación Penal (1936), la doctora

(Soriano 1867; Alcorta 1882; Montaño 1916: Espinosa de los Reyes 1925), de la Escuela
Nacional de Medicina (Cruz 1897) y de la Facultad de Medicina de Puebla (Ibáñez
1882). Ver Núñez 2008.

59
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Ofelia Domínguez Navarro propusiera que se derogara la legislación penali-


zadora (Cano 1990). El texto, titulado “El aborto por causas sociales y econó-
micas”, tomaba como eje la injusticia social y concluía que el aborto era un
problema cuya reglamentación competía a la salubridad pública y no al dere-
cho penal. Las feministas de la época retomaron la argumentación y la lleva-
ron a otros foros. Por ejemplo, la doctora Matilde Rodríguez Cabo (la tercera
esposa del general Mújica) expuso la dimensión social del aborto ilegal ante el
Frente Socialista de Abogados, y repitió la argumentación de Domínguez Na-
varro: hay que despenalizar.
La reivindicación salió del debate político en la medida en que el Frente
Único Pro Derechos de la Mujer se concentraba en la consecución del sufra-
gio femenino y fue evitado, tanto en las discusiones jurídicas como en las
médicas. Hubo que esperar al resurgimiento feminista de los años setenta,3
cuando el activismo de los grupos que se unieron en la Coalición de Mujeres
Feministas se articuló en torno al reclamo del derecho sobre el propio cuerpo
(Lau, 1987; González, 2001; Lamas, 2001). Tres demandas concentraron los
reclamos: a favor de la maternidad voluntaria, contra la violencia sexual y por
el respeto a la libertad sexual. En 1976 las feministas acudieron a la sede de la
Cámara de Diputados de Donceles con el proyecto de ley sobre “Maternidad
Voluntaria”. Como ningún partido de izquierda tenía registro legal, se entregó
al representante del PRI, mismo que velozmente despachó al congelador.
Ese mismo año el Consejo Nacional de Población había convocado a un
Grupo Interdisciplinario para el estudio del Aborto (GIA), compuesto por más
de 80 especialistas, demógrafos, economistas, psicólogos, médicos, abogados,
antropólogos, filósofos, un sacerdote católico, un pastor protestante y un rabi-
no judío. El GIA culminó sus trabajos en la ciudad de Querétaro con la reco-
mendación de suprimir toda sanción penal cuando el aborto fuera voluntario y
expedir normas técnicas sanitarias pertinentes para ofrecer el servicio. Luis
Echeverría hizo caso omiso de tal pronunciamiento y además ordenó que no
se diera a conocer.
Las feministas continuaron su lucha: organizaron las Jornadas Naciona-
les sobre Aborto, dieron conferencias y realizaron marchas.4 En 1979 se crea
el Frente Nacional de Lucha por la Liberación y los Derechos de las Mujeres
(FNALIDM) que se suma al proceso de lucha por la despenalización del
aborto. A pesar de sus diferencias, la Coalición de Mujeres Feministas y el

3 En estas páginas sólo abordo lo relativo a la segunda ola del feminismo a partir de los
setenta. Pero desde los años treinta hay antecedentes de lucha feminista por despenalizar
el aborto. Ver Cano 1990.
4 Un recuento de las acciones en esos años se encuentra en Lamas 2001

60
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

FNALIDM reforman conjuntamente el proyecto de ley que las organizacio-


nes feministas habían presentado en 1976, el siguiente año lo llevan a la frac-
ción parlamentaria del Partido Comunista (que había ganado su registro en la
reforma política) para que ésta lo presentara, pero manteniendo el nombre de
“Maternidad Voluntaria” (González, 2001; Lamas, 2001). Esto desató una
feroz campaña de la derecha, con carteles con las fotos de los diputados y el
lema “Estos son los asesinos”. En 1983, durante el gobierno de De la Madrid,
la Procuraduría General de la República, la Procuraduría de Justicia del DF y
el Instituto Nacional de Ciencias Penales proponen una reforma al Código
Penal en materia de aborto, que es frenada por el escándalo que organiza la
Iglesia católica (Tarrés et al. 1991).
En 1989, durante el gobierno de Salinas de Gortari, unos agentes judicia-
les llegan a una clínica donde se practican abortos clandestinamente, detienen
a algunas mujeres que acaban de abortar y al personal médico y los llevan a
los separos policiacos de Tlaxcoaque. A los pocos días, una de las víctimas
decide denunciar y se genera una reacción social de indignación. El 5 de abril
las feministas publican un desplegado en Excélsior, La Jornada y El Día,
firmado por una pluralidad de mujeres: funcionarias gubernamentales, artistas
e intelectuales, políticas del PRD y del PRI, y feministas de variado signo. El
desplegado genera una ola de adhesiones externas y el Secretario de Salud
invita a algunas de las firmantes a una reunión que termina en un mero acto
ritual, donde se confirma el desinterés total del gobierno por abordar seria-
mente el problema.
En diciembre de 1990, la prensa nacional da a conocer que el Congreso
de Chiapas, con mayoría priísta, amplía las razones por las que el aborto no ha
de ser punible: si lo solicita una pareja con el fin de planificación familiar, o si
lo pide una madre soltera, o alguien por razones económicas. Además del
apoyo de intelectuales y científicos de primer nivel hay pronunciamientos in-
esperados a favor de la despenalización, como el del Congreso del Trabajo.
La Iglesia católica reacciona con una manifestación de protesta en Tuxtla
Gutiérrez y el obispo de Chiapas, Samuel Ruiz, preside la marcha y condena a
las feministas que “promovieron la ley”. El Congreso local “congela” la nueva
ley y la turna para dictamen a la Comisión Nacional de Derechos Humanos,
presidida por Jorge Carpizo, quien se niega a dictaminarla, pues considera que
su función es sólo defender los derechos de las personas ya nacidas.
Como respuesta a lo ocurrido en Chiapas, el 8 de enero de 1991 la Coordi-
nadora Feminista del Distrito Federal (DF) y 62 organizaciones sociales, sin-
dicales, femeninas, etc., fundan el Frente Nacional por la Maternidad Volun-
taria y la Despenalización del Aborto. El 13 de enero el Partido de la Revolu-

61
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción Democrática (PRD) toma por unanimidad una resolución favorable a la


despenalización del aborto. El 15 de enero se realiza el primer acto público del
Frente Nacional por la Maternidad Voluntaria y la Despenalización del Aborto
(FNMVDA): una marcha de protesta por la suspensión de las reformas chia-
panecas, con la consigna “Yo he abortado”. Las mujeres que llegan hasta la
sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y entregan un escrito en
el que, por primera vez en México, se reivindican los derechos reproductivos,
incluyendo el aborto, como derechos humanos de las mujeres.
El resto del año hubo mucha movilización: en mayo, el FNMVDA hace
un plantón en la sede de la representación del gobierno de Chiapas en el DF.
En junio se lleva a cabo el Primer Foro Nacional por la Maternidad Voluntaria
en Chiapas, organizado por el Frente Chiapaneco y el FNMVDA, con el
apoyo de Católicas por el Derecho a Decidir. El Foro concluyó con la firma de
un documento que se dio a conocer como Pacto Federal de Chiapas. En
agosto se realizó una jornada por la maternidad voluntaria que incluyó una
conferencia de prensa en la sede de la representación de Chiapas en el DF y
un acto en el monumento a la Madre en la Ciudad de México, donde se colocó
justo debajo de la placa con la leyenda: “A la que nos amó aún antes de
conocernos”, otra placa feminista que dice: “Porque su maternidad fue volun-
taria”.
Por otro lado, Carlos Salinas de Gortari reforma el artículo 130 de la
Constitución, que impedía la existencia jurídica de las iglesias. La medida,
argumentada como “moderna”, establece la libertad de creencias y da a las
iglesias la posibilidad de operar abiertamente. Un grupo de intelectuales, pre-
viendo los conflictos por venir, publica un llamamiento donde señala una serie
de cuestiones que también la Iglesia católica debería respetar, entre las cuales
se encontraba el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.5
Poco después, algunas feministas, preocupadas por las consecuencias
previsibles de esa reforma constitucional, deciden formar un grupo de inci-
dencia ciudadana para responder sistemáticamente con información seria al
discurso arcaico y amarillista del Vaticano y sus aliados nacionales, y nace el
Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).6 Para contar con

5 El Acuerdo de mutua tolerancia aparece en La Jornada el 26 de junio de 1991


6 Sus objetivos estaban alimentados por tres ideas: 1) Introducir un nuevo discurso sobre
aborto. Retomando el señalamiento de Saul Alinsky (1971), de tener objetivos radicales
pero métodos reformistas, GIRE se propone cambiar estratégicamente varios elementos
discursivos. Uno era dejar de hablar de legalización y en cambio hablar de despenalización.
Otro era pasar del tradicional “a favor o en contra” a formularse la pregunta de “¿quién
debe tomar la decisión de una interrupción del embarazo?” Un tercero era dar énfasis a
los problemas de justicia social, democracia y salud pública que provoca la penalización.

62
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

personalidad jurídica, se constituyen legalmente como una asociación sin fines


de lucro en abril de 1992. GIRE funciona como esa “minoría consistente” de
la que habla Serge Moscovici (1981)7 en Psicología de las minorías acti-
vas. Moscovici señala que las fuentes de influencia desencadenan procesos
cognitivos que tienen efectos transformadores sobre el proceder de los demás
miembros del grupo social, y que el estilo de comportamiento adoptado por las
partes al defender su punto de vista es más decisivo que su pertenencia a una
mayoría. Moscovici subraya la importancia de una conducta consistente como
factor de influencia eficaz. Y, al explicar que no está en juego simplemente un
intercambio de información sino también un intercambio de influencia y otras
cuestiones más inconscientes y elusivas, como el prestigio, abre un horizonte
nuevo para comprender la labor de advocacy.8 Desde esa concepción, GIRE
armó una red de apoyo de mujeres con prestigio social (intelectuales, científi-
cas, artistas, políticas y señoras de sociedad), y también promovió la participa-
ción de intelectuales, científicos y artistas hombres, para que expresaran pú-
blicamente su apoyo a un cambio legislativo relativo al aborto.9
GIRE subrayó que en el debate sobre la despenalización del aborto están
implicados principios democráticos fundamentales: la libertad de conciencia,
el laicismo y el derecho a la no intervención del Estado en cuestiones de la
intimidad y privacía. También se relacionó con organizaciones hermanas en
América Latina. En los encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe,
junto con el fortalecimiento de los lazos políticos de solidaridad regional, se
había planteado la conmemoración de fechas para articular acciones de ma-
nera conjunta. Así, en 1990, durante el V Encuentro en Argentina, se fijó el día
28 de septiembre como “Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de
América Latina y el Caribe”, siguiendo el esquema del 28 de mayo, Día Inter-

2) Ofrecer información rigurosa y confiable a tomadores de decisiones (funcionarios,


diputados), a transmisores de información (periodistas) y a los profesionistas más
involucrados (médicos y abogados). GIRE arma un centro de documentación especializado
y pronto se convierte en una referencia fundamental sobre el aborto. 3) Visibilizar a
otros grupos sociales que coinciden con la demanda de despenalizar el aborto.
7 Este psicólogo social planteó una nueva posición teórica referida a la concepción misma
de los procesos subyacentes a la influencia social que se desarrolla en una situación de
interacción social caracterizada, esencialmente, por la presencia de un conflicto social y
cognitivo que ha de ser negociado por cada una de las partes en conflicto. Ver Moscovici
1981.
8 Advocacy es un término que significa abogar, e implica tanto defender como promover
una causa.
9 Ese fue el sentido de varios desplegados donde se aboga por la despenalización. Por
ejemplo, el de abril de 1998 lo suscribieron Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena
Poniatowska y Carlos Monsiváis entre otros destacados intelectuales.

63
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nacional de Acción por la Salud de las Mujeres.10 El 28 de mayo de 1993


cerca de 20 organizaciones en la Ciudad de México se constituyeron en la
Red por la salud de las mujeres del Distrito Federal. Poco después, fue creada
la Coordinación Regional de la “Campaña 28 de septiembre por la despenali-
zación del aborto en América Latina y el Caribe”. Bajo los lemas “Las muje-
res deciden, la sociedad respeta y el Estado garantiza”11 y “Anticonceptivos
para no abortar. Aborto legal para no morir”, la Campaña 28 de septiembre ha
sido sostenida y alentada por siete redes regionales de mujeres y organizacio-
nes de 21 naciones. La coordinación de la Campaña es rotativa, y cuando le
correspondió a México, la organización que se hizo cargo fue GIRE (de 1994
a 1997). Desde dicha coordinación GIRE organizó, en 1997, el Primer En-
cuentro Latinoamericano de Periodistas sobre Derechos Sexuales y Repro-
ductivos.
Otro elemento que aprovecharon las feministas fueron las conferencias
de Naciones Unidas, la de Población y Desarrollo (El Cairo 1994) y la de la
Mujer (Beijing 1995), que representaron un escenario decisivo para legitimar
la discusión pública sobre el aborto. El Programa de Acción de Cairo preten-
día que se reconociera la gravedad del aborto realizado en condiciones ilega-
les. Esta pequeña declaración, que abarcó solamente uno o dos párrafos de
un documento de más de cien páginas que aboga por un desarrollo integral
dirigido a erradicar las desigualdades y que aborda cuestiones de salud, ali-
mentación, educación, protección de derechos y obligaciones de los países,
fue magnificado por el Vaticano como la imposición de una política criminal de
aborto legal. La campaña desplegada por el Vaticano en los medios de comu-
nicación fue intensa y terrorífica.12 Pero al final todos los países lograron un
consenso, excepto Irán y Malta. Así, El Vaticano perdía esa batalla: en el
párrafo 8.25 del Programa de Acción de la Conferencia Internacional de Po-
10 Las integrantes de la Red Mundial de Mujeres por los Derechos Reproductivos
(RMMDR) reunidas en el V Encuentro Internacional sobre la Salud de la Mujer, celebrado
en Costa Rica en mayo de 1987, fijaron el día 28 de mayo como fecha para el Llamado a
la Acción. Desde entonces, ese día las organizaciones que integran la Red llevan a cabo en
todo el mundo diversas actividades.
11 A ese slogan Católicas por el derecho a decidir, sumó “y la Iglesia no interviene”. Así, en
muchos países se dice “Las mujeres deciden, la sociedad respeta, el Estado garantiza y
la Iglesia no interviene”
12 El Vaticano incluso llegó a beatificar a Gianna Beretta, una pediatra embarazada de su
cuarto hijo y que padecía un cáncer uterino mortífero, pero que insistió en que se debería
sacrificar su vida a favor de su hijo por nacer. Obviamente ella murió después de dar a 17
En el DF se permitía el aborto cuando la vida de la mujer corriese peligro, cuando el
aborto fuese resultado de una imprudencia o el embarazo producto de una violación,
pero no estaba permitido por malformación fetal, riesgo para la salud de la mujer o
existencia de razones socioeconómicas graves.

64
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

blación y Desarrollo (Cairo 94) quedaba consignado que el aborto inseguro es


un grave problema de salud pública, y que donde es legal debe ser asequible y
seguro.
Entre los resolutivos de la Conferencia de Cairo: se planteaba la necesi-
dad de “Considerar la posibilidad de revisar las leyes que prevén medi-
das punitivas contra las mujeres que han tenido abortos ilegales”. Así,
en 1995, en vísperas de la IV Conferencia sobre la Mujer en Beijing, el Secre-
tario de Salud, Juan Ramón de la Fuente, declaró que el debate del aborto no
estaba cerrado, que era un serio problema de salud pública y que debía ser
revisado por el conjunto de la sociedad. El escándalo no se hizo esperar.
Norberto Rivera, arzobispo primado de México, declaró “equivocada” y “erró-
nea” la tendencia del gobierno mexicano de querer abrir una discusión en
torno a la despenalización del aborto, pues es un tema que “va a dividir y
confrontar a los mexicanos”. La derecha impulsó declaraciones apocalípticas
y marchas a la Basílica.
Para la Conferencia de Beijing, la jerarquía católica decidió pelear con
sus propias mujeres e impulsó la creación de varias organizaciones femeninas
que comulgaban (literal y metafóricamente) con ella. Éstas se enfrentaron a
las feministas en la Carpa de ONG en Huairou. Pero pese a todos los esfuer-
zos del Vaticano, la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial
sobre la Mujer (Beijing) reafirmó el contenido de El Cairo. Especialmente
importante fue el Párrafo 97: “Los abortos realizados en condiciones de ries-
go ponen en peligro la vida de muchas mujeres, lo cual representa un proble-
ma de salud pública grave. La mayoría de estas muertes, los problemas de
salud y las lesiones podrían prevenirse mediante un mayor y mejor acceso a
servicios adecuados de atención en salud, incluyendo métodos seguros y efec-
tivos de planificación familiar y atención obstétrica de urgencia...”. Además,
la Plataforma de Acción agregó la recomendación de que los países revisaran
las leyes que penalizan a las mujeres cuando se someten a abortos ilegales
(párrafo 106 K).
Al margen de otras consideraciones, el debate en torno a estas conferen-
cias de Naciones Unidas resultó muy positivo porque se obligó a los gobiernos
nacionales a tomar posiciones respecto de demandas nacionalmente acalla-
das, como el aborto. Y la influencia de las Conferencias ha sido muy amplia:
en 1999 los países integrantes de la CEPAL se comprometieron a formular
programas específicos para la salud de las mujeres, en el marco de los acuer-
dos de Cairo y Beijing, y hasta la fecha se revisa el cumplimiento de las
resoluciones establecidas en dichos acuerdos por parte de los gobiernos.
Para 1996, el discurso público sobre el aborto en México había cambia-
do. La Red por la salud de las mujeres del DF estaba activa, y organizaba

65
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

actos públicos para el 28 de mayo (Día Mundial por la salud de las mujeres) y
el 28 de septiembre (Día Latinoamericano por la despenalización del aborto).
GIRE hacía publicaciones y talleres para médicos, abogados, periodistas y
legisladores. Otras organizaciones ciudadanas difundían discursos desde di-
versas perspectivas sobre el derecho a decidir en materia de sexualidad y
reproducción. Es de resaltar que en una cultura donde la cúpula conservadora
del catolicismo pesa tanto, la labor crítica de Católicas por el Derecho a De-
cidir ha sido especialmente útil.
En 1997 las plataformas del PRD y del Partido del Trabajo (PT) incluyen
la despenalización del aborto como uno de los elementos de la “maternidad
voluntaria”. Además, en mayo de ese año, el candidato del PRD al gobierno
del DF, Cuauhtémoc Cárdenas, y las integrantes de la Red por la Salud de las
Mujeres del DF, una de las corrientes más activas del movimiento feminista
mexicano, sostienen una reunión donde Cárdenas firma la realización de una
consulta pública sobre la reforma de las leyes sobre el aborto en caso de
resultar electo. Cárdenas gana la gubernatura del Distrito Federal con cua-
renta y dos por ciento del voto, lo que le da al PRD una fuerte mayoría en la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF). Por primera vez se da un
contexto político tan favorecedor a un cambio en la legislación.

La articulación de alianzas en la izquierda


Con la llegada de Cárdenas, las organizaciones feministas se reúnen en
la “Campaña de Acceso a la Justicia para las Mujeres” (CAJM) para propo-
ner reformas en cinco áreas: derechos de las víctimas, violencia doméstica,
derechos de niñas, niños y jóvenes, derecho a la no discriminación, y el aborto
voluntario. Como parte de la CAJM, GIRE se ocupa específicamente del
tema del aborto y promueve un diálogo entre los legisladores del PRD y algu-
nos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), de cara a presentar una
propuesta de ley orientada a modernizar el Código Penal del DF La idea era
incluir las excepciones que ya existían en otras entidades federativas: malfor-
maciones del producto y salud de la mujer. Los legisladores de la ALDF te-
nían la responsabilidad de redactar un nuevo código penal para el Distrito
Federal, pues el vigente había sido redactado en 1931 y, aunque fue reforma-
do muchas veces, las cláusulas referentes al aborto habían permanecido in-
tactas. Por ello, la legislación sobre el aborto para el DF era más restrictiva
que la de las otras treinta y un entidades federativas.13 La tarea debía culmi-

13 En el DF se permitía el aborto cuando la vida de la mujer corriese peligro, cuando el


aborto fuese resultado de una imprudencia o el embarazo producto de una violación,
pero no estaba permitido por malformación fetal, riesgo para la salud de la mujer o
existencia de razones socioeconómicas graves.

66
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nar durante el período de tres años de dicha legislatura, que terminaría en


septiembre del año 2000.
El 22 de enero de 1999 Karol Wojtyla llega a México y con el gran des-
pliegue mediático promovido por los poderes fácticos hace proclamas contra
el aborto ante un auditorio de dos millones de personas en el Estadio Azteca
de la Ciudad de México: “¡Que ningún mexicano se atreva a vulnerar el don
precioso y sagrado de la vida en el vientre materno!”. Con la repercusión de
esta declaración en los medios de comunicación el PRD recordó el gran po-
der de la Iglesia católica y reflexionó sobre los riesgos políticos implícitos en
liberalizar la legislación sobre el aborto durante el crítico período previo a las
elecciones. Por eso decidió posponer los cambios sobre el aborto durante la
reforma del código penal y, con el fin de no afectar la discusión, los legislado-
res de la ALDF ni siquiera tocaron la propuesta feminista.
Preocupado por la negativa de los partidos a enfrentar el problema, GIRE
encarga una encuesta de opinión a ARCOP, compañía previamente contrata-
da por el PAN. Se elige la misma empresa con el fin de disminuir la posibilidad
de que ese partido cuestionara la validez de los resultados que, como era
previsible, fueron favorables al derecho al aborto: de aprobar las reformas, el
PRD contaría con el apoyo del 71 por ciento en el caso de malformaciones
fetales y 63 por ciento en el caso de riesgo para la salud de la mujer (GIRE/
ARCOP, 1999). Sin embargo el PRD no quiso acicatear la ira de un enemigo
político tan poderoso como la Iglesia católica meses antes de una elección
presidencial que tenía grandes esperanzas de ganar. Por eso no cumplió su
promesa de organizar una consulta pública sobre el aborto, optó por el silen-
cio, y las feministas asistieron consternadas a una nueva postergación del
debate público en torno al aborto.
Pero una serie de circunstancias volvieron a 2000 el año del debate sobre
aborto. Lo primero fue el caso Paulina,14 una adolescente de trece años,
violada en Mexicali, Baja California, quien dos horas después del suceso le-
vanta una demanda ante el Ministerio Público, acompañada de su madre y su
hermano. El acta consigna que había sido desflorada, y que presentaba himen
desgarrado por la violencia. Paulina queda embarazada y solicita, con el apo-
yo de su madre, el aborto legal al que tenía derecho. Treinta y cuatro días
después de la comisión del delito, el Ministerio Público gira orden al Hospital
General de Mexicali para que se realice el aborto. Dos y medio meses des-
pués de la violación, Paulina ingresa al Hospital General de Mexicali, donde se
le mantuvo durante toda una semana, mientras la administración del hospital

14 Sobre el caso Paulina, ver el libro de Elena Poniatowska (2002) así como dos cuadernos
publicados por GIRE (2000 y 2004).

67
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

realizaba maniobras dilatorias. En ese tiempo, Paulina recibió la visita de dos


mujeres que pretendían ser representantes del Sistema para el Desarrollo
Integral de la Familia (DIF), y que le mostraron el grotesco film de Pro-Vida,
“El grito silencioso”, haciéndola concentrarse después en una imagen de Cris-
to. Además, posteriormente el Procurador General del Estado de Baja Cali-
fornia llevó a Paulina y a su madre a visitar a un sacerdote, quien les explicó
que el aborto es un pecado y constituye un motivo de excomunión. Pero Pau-
lina y su madre siguieron insistiendo en su derecho al aborto legal. Minutos
antes de la intervención programada, el director del hospital llamó aparte a la
madre de Paulina y exageró los supuestos riesgos del aborto, diciéndole que
su hija podía morir a causa de la intervención y que ella sería responsable de
su muerte. Esto la atemorizó hasta el punto de desistir a que se le practicara el
aborto a Paulina.
El caso Paulina salta a la prensa en enero de 2000 y se mantiene a lo
largo de todo el año. GIRE, junto con el grupo Alaíde Foppa de Baja Califor-
nia, impulsan una campaña por la reparación del daño a Paulina, que culmina-
rá seis años después en un “acuerdo de solución amistosa” entre el Gobierno
Federal y Paulina, firmado ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en Washington.15
Además del caso Paulina, en 2000 hubo otros dos incidentes de impacto
mediático relativos al aborto: el intento panista de eliminar el aborto por viola-
ción en Guanajuato y las reformas en el DF conocidas como la Ley Robles.
Voy por partes. Un mes después de las elecciones presidenciales, la tarde del

15 En vista de que las autoridades no cumplían con la recomendación de la Procuraduría de


los Derechos Humanos y Protección Ciudadana del Estado de Baja California, ni con la
emitida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Paulina llevó su caso ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con miras de llevarlo a la
Corte Interamericana de Justicia. La Secretaría de Relaciones Exteriores medió entre el
gobierno de Baja California y Paulina, y logró establecer este acuerdo, que fue ratificado
en Washington. Entre los puntos que contiene el compromiso, destaca el Reconocimiento
Público de Responsabilidad que el gobierno de Baja California tuvo que publicar en la
prensa local y en el Diario Oficial, donde acepta haber obstaculizado el derecho de
Paulina. Junto este reconocimiento, dicho gobierno le otorga a ella y a la criatura que
nació de la violación un conjunto de servicios y acciones tendientes a reparar el daño
ocasionado: educación, salud y sostenimiento de la criatura producto de la violación. Lo
verdaderamente sustantivo es que Paulina pide como reparación del daño cambios relativos
a políticas públicas y leyes para que nunca otra mujer pase por lo que ella pasó. Así, el
Gobierno Federal se comprometió, por medio de la Secretaría de Salud, a elaborar un
comunicado para los Servicios Estatales de Salud explicando que las instituciones públicas
de salud tienen la obligación de prestar oportunamente los servicios de Interrupción
Legal del Embarazo (ILE) en los casos, términos y plazos permitidos de acuerdo con la
legislación aplicable en cada entidad federativa. Con fecha de 4 de abril del 2006 la

68
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

3 de agosto del 2000, los legisladores del PAN del Estado de Guanajuato
aprobaron16 una inédita enmienda al código penal, orientada a castigar el
aborto en casos de violación, con penas y multas para la mujer y la persona
que practicara el aborto, a quien también se le suspendería la licencia para la
práctica médica mientras estuviese en prisión. Dicha reforma debía entrar en
vigor el 1 de octubre, en cuanto la suscribiera el gobernador del Estado, quien
tenía diez días para tomar la decisión a partir de la fecha en la que la legisla-
tura le entregara el nuevo texto. Frente a la oposición de diversos voceros de
la sociedad guanajuatense, el gobernador interino de Guanajuato comisionó la
realización de una encuesta para conocer la opinión de la población. El 29 de
agosto anunció su veto a la reforma de ley.
También en agosto de 2000 el aborto fue tema central en el DF. Una vez
que se celebraron las elecciones presidenciales de julio del 2000, las feminis-
tas presionaron a favor de la liberalización del aborto con la gobernadora
interina del Distrito Federal, Rosario Robles. Ésta convocó a una sesión ex-
traordinaria de la ALDF para incorporar al código penal las causales de no
punibilidad del aborto, ya existentes en otros estados: la malformación fetal y
el riesgo para la salud de la mujer. El PRD, que había evitado el tema durante
la carrera por la presidencia, aceptó entonces promover la reforma, y la ma-
yoría perredista en la ALDF legisló a favor el 18 de agosto. Esta reforma,
conocida como la ley Robles, significó tres ampliaciones 1) de peligro de muerte
se pasó a grave riesgo a la salud de la mujer, 2) se estableció el aborto por

Secretaría de Salud envió a los Secretarios de Salud de cada entidad federativa el oficio
circular con los siete criterios de atención, entre los que destacan: 1. proporcionar
información objetiva, suficiente, oportuna y comprensible a la mujer que tenga derecho
a tener acceso a los servicios de ILE, sobre los procedimientos que se utilizan, sus
riesgos y consecuencias, con el propósito de que tome de manera libre y responsable la
decisión sobre si proceder o no a interrumpir su embarazo, mediante consentimiento
informado y sin inducir o retrasar la decisión de la mujer, ni buscar disuadirla con
información exagerada sobre los posibles riesgos y consecuencias del mismo; 2. contar
con personal de salud capacitado, actualizado, certificado y disponible para realizar
estos procedimientos de manera tal que siempre se garantice la prestación del servicio; 3.
agilizar los trámites administrativos necesarios para que el procedimiento de ILE se lleve
a cabo lo más tempranamente posible, dentro de las condiciones, los términos y plazos
previstos por los ordenamientos aplicables en la materia y sin recurrir a prácticas
dilatorias, ni involucrar a instancias que no estén explícitamente previstas en dichos
ordenamientos; 4. otorgar el servicio de ILE sin costo alguno para la usuaria. Ver GIRE
2008a.
16 El Congreso local se dividió casi por la mitad: quince legisladores del PAN, un antiguo
miembro del PRI y un legislador del Partido Alianza Social (PAS), es decir, diecisiete
legisladores, votaron a favor de la medida, frente a dieciséis legisladores que votaron en
contra: los del PRI, PRD, PT y Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

69
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

malformaciones del producto y 3) se planteó la invalidez de un embarazo por


una inseminación artificial no consentida. Además, se estableció en el código
de procedimientos penales que el Ministerio Público sería el encargado de
autorizar el aborto cuando éste fuera legal.
Como era de esperarse, el arzobispo de México y otros dirigentes de la
Iglesia católica hicieron declaraciones públicas en el sentido de que todas las
personas que estuviesen implicadas en la promoción del aborto serían exco-
mulgadas de manera sumaria. Poco después, el 25 de septiembre del 2000, 17
diputados del PAN y cinco del Verde Ecologista interpusieron un juicio de
inconstitucionalidad contra la llamada Ley Robles.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que no existía tal
inconstitucionalidad con una votación de 7 a 4, un año y cuatro meses des-
pués, por lo que la reforma fue ratificada. A partir de ese momento tanto la
Procuraduría General de Justicia del D.F. como la Secretaría de Salud del
D.F. emitieron diversas normas para regular los procedimientos, servicios y
obligaciones de los servidores públicos respecto a la realización de un aborto
legal. Así, en el 2002, la Ciudad de México se convirtió en la entidad con los
procedimientos más claros en materia de interrupción legal del embarazo.
La visión estratégica gradualista estaba dando frutos pero había que avan-
zar más. En diciembre del 2003, la Asamblea Legislativa votó nuevas refor-
mas en materia de aborto. Una diputada priísta había presentado una pro-
puesta para la “despenalización” del aborto en un arranque que más bien
parecía una provocación. ¿Por qué el PRI, que jamás se había interesado en
despenalizar el aborto en los congresos donde contaba con mayoría, estaba
proponiendo la despenalización justo donde era una minoría? Si el PRD acep-
taba la propuesta, tendría que pagar el costo político, por ser la mayoría que
haría posible la reforma; si no la aceptaba, quedaría patente su actitud evasiva
con el tema. La iniciativa de ley del PRI tenía serias fallas jurídicas y contra-
dicciones de fondo (como mantener el castigo para los médicos que realizaran
la interrupción).
Las organizaciones ciudadanas trabajamos para que el PRD hiciera otra
propuesta, que constaba de una combinación de elementos que iban desde
incrementar el castigo para quien hiciera abortar a una mujer sin su consenti-
miento hasta regular la objeción de conciencia de los médicos, de manera tal
que aunque se reconociera el derecho individual del médico, se garantizara el
servicio a la mujer que solicita un aborto legal. También se propuso modificar
la Ley de Salud, señalando que las instituciones públicas de salud debían, en
un plazo no mayor de 5 días y de manera gratuita, realizar la interrupción legal
del embarazo. Pero la reforma más importante, y que pasó totalmente des-
apercibida, fue que se eliminó el carácter de delito del aborto que se realiza en

70
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ciertas causales legales. Antes, la ley decía que no se castigaría el delito del
aborto si concurrían ciertas circunstancias: grave riesgo a la salud de la mujer,
violación, inseminación artificial no consentida, malformaciones graves del
producto e imprudencia de la mujer. La nueva reforma anulaba la condición
de delito al aborto en el Distrito Federal cuando su realización se sustentara
en alguna de las causas mencionadas. Tan técnica fue esta modificación de
los términos jurídicos (“se excluye la responsabilidad penal en el delito de
aborto”)17 que hasta los panistas, encantados con el reconocimiento a la obje-
ción de conciencia, votaron a favor de la ley el 26 de diciembre del 2003. La
ley entró en vigor, sin que la derecha planteara una acción de inconstituciona-
lidad, el 27 de enero del 2004. Con estas reformas y reglamentaciones, la
Ciudad de México se convirtió en la entidad federativa con las leyes más
avanzadas, donde de ser un delito que no se castiga en ciertas circunstancias,
el aborto deja de ser delito en esas causales. El matiz, aunque sutil, es crucial.
Sin embargo, muchas mujeres desconocían la legislación y recurrían a los
abortos ilegales y riesgosos. Una investigación realizada por Population Council
mostró que, en México, el 18% de los abortos “clandestinos” se realizan por
razones consideradas legales, como los embarazos producto de una violación
(Lara et al, 2003). Una encuesta hecha por la empresa Ulises Beltrán &
Asociados (UBA, 2003) en zonas de bajo nivel económico señaló que el 74
por ciento de los entrevistados desconocía que el aborto por violación en México
es legal. Por eso, en marzo de 2004 GIRE echó a andar la Campaña “El
aborto por violación es legal”. El objetivo de la Campaña era evitar abortos
clandestinos en los casos permitidos por la ley, informar a mujeres de niveles
socioeconómicos medio y bajo sobre el derecho a un aborto legal por violación
y acompañarlas a ejercer su derecho en caso de que se les atorara el proceso.
La Campaña arrancó con el apoyo de tres instancias del gobierno citadi-
no: el Instituto de las Mujeres del DF, la Procuraduría General de Justicia del
DF y la Secretaría de Salud del DF. Pronto se sumaron la Dirección de Salud
Reproductiva de la UNAM, el Instituto Nacional de Perinatología, la Comi-
sión de Derechos Humanos del Distrito Federal y dos asociaciones ciudada-
nas: Católicas por el Derecho a Decidir y Equidad de Género, Ciudadanía,
Trabajo y Familia. Se hicieron más de dos millones de folletos, que se repartie-
ron en instancias de gobierno: PGJDF, SSDF y en locales de instituciones
educativas, como las preparatorias de la UNAM, en la UAM, el IPN y el
Colegio de Bachilleres. Además, en el Metro, a donde concurren sectores

17 Antes el Código Penal del Distrito Federal decía: “No se sancionará cuando:” (Artículo
146)

71
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

socioeconómicos medio y bajo, se colocaron dovelas en los vagones y módu-


los de atención en las estaciones. También se colocaron carteles con el lema
“El aborto por violación es legal” en agencias del MP, baños de mujeres de
preparatorias (DF y UNAM), centros de salud del DF, universidades y dele-
gaciones de Inmujeres DF. GIRE abrió una línea telefónica, con atención
personalizada de 9 a 19 de lunes a viernes, más una contestadora que daba
información las 24 horas los 365 días del año. El objetivo de la Campaña –
reafirmar la existencia de la Interrupción Legal del Embarazo–, se cumplió
ampliamente, y documentó las actitudes de los ministerios públicos y de los
médicos.
La despenalización del aborto estuvo presente durante las campañas elec-
torales de 2006, especialmente en boca de la única mujer candidata a la pre-
sidencia: Patricia Mercado (Partido Alternativa Socialdemócrata). En la com-
petida elección presidencial el margen de diferencia entre Calderón (PAN) y
López Obrador (PRD) fue de 0.65% (según el dato oficial). La sombra del
fraude se extendió, y la negativa de Calderón a hacer un recuento de los votos
llevó al país a una brutal polarización. En ese marco, el 23 de noviembre de
2006, otra vez un diputado del PRI presentó en la ALDF una iniciativa de
reforma para despenalizar el aborto. Cinco días después dos diputados del
Partido Alternativa Socialdemócrata (Alternativa), a nombre de la Coalición
Parlamentaria Socialdemócrata, presentaron otra iniciativa de reforma sobre
el mismo tema. Ambas propuestas fueron turnadas a las Comisiones Unidas
de Administración y Procuración de Justicia, de Salud y Asistencia Social,
para su estudio y dictamen.
Desde que inició el periodo de sesiones en la ALDF el 15 de marzo de
2007, hubo un gran debate público sobre el tema. Organizaciones conserva-
doras y progresistas, así como expertos jurídicos y médicos, fueron invitados a
participar en foros organizados por la ALDF. La iniciativa del PRI proponía la
completa despenalización del aborto mediante la abolición de penas para las
mujeres que procuraran o consintieran un aborto y regulaba la interrupción
dentro de las primeras 12 semanas de gestación, pero tenía varias deficien-
cias;18 en cambio, la iniciativa de socialdemócrata, que también fijaba el plazo
de 12 semanas para despenalizar el aborto, conservaba las excluyentes de
responsabilidad penal y la regulación de la objeción de conciencia.

18 Eliminaba la objeción de conciencia de los médicos, creaba una Comisión de Valoración


encargada de la consejería y registro de los casos, derogaba las excluyentes de
responsabilidad que permitían a las mujeres abortar (avances obtenidos en las reformas
del 2000 y 2003), y sugería convocar a un referéndum para conocer la opinión de la
población.

72
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El 19 de abril del 2007, ambas iniciativas fueron dictaminadas por tres


Comisiones de la ALDF: Administración y Procuración de Justicia; Salud, y
Equidad de Género. Después de un arduo trabajo de análisis y discusión para
conciliar las dos iniciativas y tomando en cuenta el precedente de la Suprema
Corte en la materia, las Comisiones Unidas aprobaron, por mayoría de votos
de sus integrantes, el dictamen que planteaba la despenalización del aborto.19
Pese a las grandes presiones de los grupos conservadores y la jerarquía
católica que pedían un referéndum y argumentaban que la vida del producto
de la concepción debía prevalecer sobre los derechos humanos de las muje-
res, el 24 de abril de 2007, el pleno de la ALDF aprobó las reformas por
mayoría de 46 votos a favor (PRD, PT, Convergencia, Alternativa, PRI y del
Partido Nueva Alianza), 19 en contra (PAN y PVEM) y 1 abstención (PRI).
La ley fue publicada el 26 de abril de 2007 en la Gaceta Oficial del Distrito
Federal y entró en vigor al día siguiente.
Inmediatamente los hospitales de la Secretaría de Salud del Distrito Fe-
deral empezaron a dar el servicio. El entonces Secretario de Salud, Dr. Ma-
nuel Mondragón y Kalb, puso un ejemplo de compromiso con el tema y se
dedicó a visitar los hospitales para detectar los problemas que pudieran surgir.

19 A) La reformulación de la definición jurídica penal del aborto, quedando como sigue


“Aborto es la interrupción del embarazo después de la décimo segunda semana de
gestación”. Por lo tanto, el aborto únicamente puede penalizarse a partir de la semana 13
de gestación, siendo lícitos los abortos consentidos o procurados dentro de las primeras
12 semanas de gestación. (Artículo 144 CPDF). B) Se definió el embarazo, para efectos
del Código Penal, como “la parte del proceso de la reproducción humana que comienza
con la implantación del embrión en el endometrio”. Con esto se refrenda la legalidad de
los métodos anticonceptivos post-coitales, como la anticoncepción de emergencia.
(Artículo 144 CPDF).C) Se redujeron las sanciones para las mujeres que se practiquen
un aborto. Antes la pena era de 1 a 3 años de prisión y ahora se impone, a la mujer que
voluntariamente practique su aborto o consienta en que otro la haga abortar después de
las doce semanas de embarazo, de tres a seis meses de prisión o de 100 a 300 días de
trabajo en favor de la comunidad. (Artículo 145 CPDF). D) Para proteger la maternidad
libre y voluntaria de las mujeres que fueran obligadas a abortar, se estableció la figura del
aborto forzado que se define como “la interrupción del embarazo, en cualquier momento,
sin el consentimiento de la mujer embarazada”. La pena para quien realice un aborto
forzado es de cinco a ocho años de prisión. Si mediare violencia física o moral, se
impondrá de ocho a diez años de prisión. (Artículo 146 CPDF). E) Se reformó la Ley de
Salud del Distrito Federal señalando que la atención de la salud sexual y reproductiva es
de carácter prioritario y que los servicios en esta materia tienen como finalidad la
prevención de embarazos no deseados. Se estableció que el gobierno promoverá
permanentemente y de manera intensiva, políticas integrales tendientes a la promoción
de la salud sexual, los derechos reproductivos, así como la maternidad y la paternidad
responsables. Asimismo, se ofrecerán servicios de consejería (pre y post-aborto) y se
les dará información objetiva a las mujeres que soliciten la interrupción legal del embarazo.
(Artículo 16 bis 8 LSDF). Ver GIRE 2008b.

73
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Al mismo tiempo, el grupo ProVida empezó a convencer/atemorizar a los


médicos para que se declararan objetores de conciencia. Las tensiones deri-
vadas de dar un nuevo servicio, cargado de conflictos ideológicos, se dejaron
sentir. No obstante que se habían actualizado los Lineamientos de Operación
de los Servicios de Salud relacionados con la interrupción legal del embarazo
en el Distrito Federal20, que establecen reglas precisas para la prestación de
los servicios médicos de interrupción legal del embarazo, las presiones funda-
mentalistas lograron que en algunos hospitales el servicio se diera de manera
temerosa.
El 24 y 25 de mayo del 2007, la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH) y la Procuraduría General de la República (PGR) interpu-
sieron, respectivamente, una acción de inconstitucionalidad. La argumenta-
ción era más ideológica que jurídica y hacía gala de un total desconocimiento
de los derechos humanos de las mujeres, consideradas exclusivamente como
entes reproductores.
Como es de imaginar, el proceso de deliberación de la Suprema Corte
estuvo acompañado de expresiones a favor y en contra. Mientras la jerarquía
de la Iglesia católica profería amenazas de excomunión y salía a la calle con
estandartes que representaban a la Virgen de Guadalupe cargando unos fetos
y exclamando “¡Ya me mataron a un hijo! ¿Me van a matar más?”, en una de
las audiencias públicas un sacerdote dominico colaborador de Católicas por el
Derecho a Decidir hablaba a favor de la despenalización. Mientras los aboga-
dos católicos amenazaban con la debacle moral, Jesús Zamora Pierce, expre-
sidente de la Academia Mexicana de Derecho Penal, argumentaba pública-
mente por qué el aborto no puede ser considerado delito. Mientras las fuerzas
conservadoras hacían peregrinaciones, los intelectuales y los científicos del
país manifestaban su apoyo a la despenalización con inserciones pagadas en
la prensa.21
Después de un año y cuatro meses de intensa deliberación y con 6 au-
diencias públicas 22 sobre el tema, ocho de once magistrados de la Suprema

20 Vid. Acuerdo que reforma, adiciona y deroga diversos puntos de la circular/gdf-ssdf/01/


06 que contiene los lineamientos generales de organización y operación de los servicios
de salud relacionados con la interrupción legal del embarazo en el distrito federal. Gaceta
Oficial del Distrito Federal, 4 de mayo de 2007, p. 2-5.
21 El Colegio de Bioética, constituido por figuras de primer nivel (varios Premios Nacionales
de Ciencia y miembros del Colegio Nacional), publicó un desplegado en La Jornada y
Reforma el martes 17 de abril de 2007, con una elocuente explicación científica.
22 Las audiencias se realizaron del 10 de abril al 27 de junio del 2008. La resolución se hizo
pública el 27 de agosto del 2008. El PUEG de la UNAM publicó un libro con una
selección de las intervenciones a favor de la despenalización. Ver Enríquez y de Anda,
2008.

74
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Corte de Justicia resolvieron que la despenalización del aborto en el DF era


constitucional. Esto representó un parteaguas para todo el país, pues el con-
creto derecho a decidir de las mujeres quedó priorizado sobre un abstracto
derecho a la vida.

La estrategia de la derecha y la protesta de las ciudadanas


La despenalización puso a la Ciudad de México a la vanguardia del trata-
miento penal en relación al aborto, con argumentos que impactan profunda-
mente al imaginario colectivo y con una experiencia de organización ciudada-
na y alianzas políticas que puede ser llevada a otras latitudes. Hubo varios
elementos que confluyeron para la despenalización: el talante liberal de los
habitantes de la Ciudad; los cambios normativos anteriores a las leyes del
Distrito Federal en esta materia; los tratados internacionales ratificados por
México, que protegen derechos de las mujeres; al igual que las recomenda-
ciones de los Comités de Derechos Humanos realizadas al gobierno mexica-
no en esa materia.23 Sin duda fue fundamental la labor de las organizaciones
feministas y de derechos humanos, así como de intelectuales, científicos, ar-
tistas, jóvenes, académicos, analistas políticos y periodistas que se pronuncia-
ron a favor de este derecho de las mujeres y que presionaron por una reforma
congruente con el Estado laico. Fue notable el trabajo comprometido y de
gran impacto de los integrantes del Colegio de Bioética. Por otra parte, si bien
fueron el PRI y Alternativa quienes propusieron la reforma, lo que consiguió
su aprobación fue el compromiso de la mayoría perredista junto con el con-
sentimiento de Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del DF, pues habría podido
ejercer su derecho de veto.
Un factor decisivo para lograr estos cambios normativos fue la polariza-
ción post-electoral, ya que el clima político también contribuyó a que el PRD
se decidiera a subrayar así su proyecto de nación en contraposición con el
proyecto panista. Además, la integralidad de las reformas fue muy positiva,
pues las modificaciones legales no sólo proponían la despenalización del abor-
to sino una estrategia de prevención de embarazos no deseados y de presta-
ción de servicios de salud sexual y reproductiva. Esto ayudó a generar opinio-
nes favorables en el debate público. Por eso la brutal presión de los emisarios
de la jerarquía católica no frenó la aprobación de las reformas ni tampoco
impidió la muy favorable resolución de la SCJN.

23 Principalmente las recomendaciones emitidas por el Comité para Eliminar la


Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), como resultado del análisis de los informes
presentados por el Estado mexicano al Comité en diciembre de 2000 y en enero de 2006,
examinados en el 2002 y en agosto de 2006, respectivamente.

75
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Por su parte, la derecha no iba a quedarse con los brazos cruzados ante
tal resolución que indudablemente abría las puertas a los congresos locales
para que realizaran despenalizaciones similares en los estados. Apenas dos
meses después del fallo de la SCJN en Sonora, donde gobernaba el PRI, un
congreso de mayoría priísta reformó la Constitución estatal para “proteger la
vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”.
Es indiscutible que toda protección a la vida es loable y necesaria, pero se
trata de un valor que acepta excepciones (la legítima defensa, el aborto, la
eutanasia, la guerra, etc.) y no una argucia jurídica contra el derecho a inte-
rrumpir un embarazo. En esta reforma y las que siguieron, dicha “protección”
aparece como un eufemismo dirigido a impedir el aborto legal tal como existe
en el DF. O sea, la “protección de la vida” que va “hasta la muerte natural” no
está enfocada a proteger realmente a las embarazadas que desean tener sus
criaturas (mediante seguros de desempleo, apoyos en atención médica, etc.)
como tampoco a proteger a las personas de los accidentes de trabajo, de
tránsito, etc.
A partir de octubre de 2008 y a la entrega de este ensayo ya son diecisie-
te los estados que han seguido esos pasos en lo que parece querer ser un
“blindaje” en contra de la despenalización.24 Aunque las reformas son res-
ponsabilidad de los diputados que las votaron y de los gobernadores que no las
vetaron25 quienes han provocado no sólo un escándalo político sino una fuerte
movilización dentro de su propio partido son los diputados y gobernadores
priístas por traicionar su vieja tradición liberal. Tal vez ello sea lo único bueno
que estas reformas han provocado: sacudir conciencias, dentro y fuera del
PRI. Hubo, también, actos dignos, como el de Natividad González Parás,
gobernador priísta, que usó su facultad de veto para impedirla en Nuevo León.
Por otra parte, Beatriz Benavente una joven que viene del navismo, diputada
24 Para enero de 2010 el panorama, por orden cronológico (se toma la fecha de aprobación,
no de la publicación oficial y se señala qué partido estaba gobernando en ese momento)
de los estados es: 1) Sonora, gobierno del PRI (21 oct. 08); 2) Baja California, PAN (23
oct. 08); 3) Morelos, PAN (11 nov. 08); 4) Colima, PRI (17 feb 09); 5) Puebla, PRI (12
marzo 09); 6) Jalisco PAN (26 marzo 09); 7) Nayarit PRI (17 abril 09); 8) Quintana Roo
PRI (21 abril 09); 9) Campeche PRI (23 abril 09); 10) Guanajuato PAN (8 mayo 09); 11
Durango PRI (7 abril 09); 12) San Luis Potosí PAN (21 mayo 09); 13) Yucatán PRI (15
julio 09); 14) Querétaro PAN (1 sept 09); 15) Oaxaca PRI (9 sept. 09); 16) Veracruz PRI
(17 nov 09); 17) Chiapas PRD (18 dic 09) . El estado de Chihuahua reformó su
constitución el 1 de oct de 1994, bajo gobierno del PAN por lo cual no entra en el
cómputo de la oleada de reformas. Al cierre de este artículo existen iniciativas similares
en los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas,
Tlaxcala y Estado de México.
25 De los estados que aprobaron las reformas recientes 10 estaban gobernados por el PRI,
6 por el PAN y 1 por el PRD.

76
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

por el PRI y el Verde en San Luis Potosí, y que asumió el cargo de presidenta
de la Comisión de Derechos Humanos y Equidad de Género del Congreso del
Estado de San Luis Potosí, justo después de que la anterior legislatura había
votado la reforma, convenció a sus correligionarios priistas y a los diputados
del PRD, PT y Conciencia Popular (el partido local) de la importancia de
interponer –¡desde el Congreso!– una acción de inconstitucionalidad, y así
defender el Estado laico y preservar los Derechos Humanos de las mujeres.
Y la diputada priista Dalia Pérez Castañeda en Veracruz se negó a suscribir
esa iniciativa.
Algo novedoso es que las ciudadanas que se sienten afectadas negativa-
mente por las reformas han recurrido a instrumentos jurídicos nacionales e
internacionales: 650 mujeres de distintos estados se han amparado contra
ellas, y 860 ciudadanas de siete estados (43 en Colima, 120 en Morelos, 176
en Sonora, 27 en Quintana Roo, 57 en Guanajuato, 274 en Durango y 163 en
Puebla), todas ellas en edad reproductiva, demandaron a sus estados ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington por
afectación a sus derechos humanos argumentando que las reformas contra-
vienen la Convención Americana de Derechos Humanos, que garantizan “exis-
tencia digna para elegir el proyecto de vida, vida digna e integridad personal
por afectación del derecho a la salud, vida privada relacionada con las liberta-
des de conciencia y pensamiento e igual protección ante la ley sin discrimina-
ción alguna”. Actualmente, la CIDH está analizando las peticiones. Y aunque
éstas no prosperen legalmente, el mero hecho de que las mujeres se hayan
organizado es en sí alentador.
Además, el impacto de la oleada reaccionaria rebasó las fronteras de
México, y llegó a la reunión del Consejo de la Internacional Socialista (IS) en
República Dominicana. Un grupo de feministas asistió a la reunión del Conse-
jo de la IS para denunciar que el PRI, partido integrante de dicha asociación,
está aprobando leyes que atentan contra los derechos sexuales y reproducti-
vos de las mujeres.26 Justo después del llamado de atención de la Internacio-
nal Socialista la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, publicó en un artículo

26 El presidente de la I.S. Georgius Papandreou respaldó la necesidad de defender los


derechos reproductivos, en concreto el derecho al aborto, y la italiana Pía Locatelli, que
preside la Comisión de la Mujer de la Internacional Socialista, hizo un llamado recordando
la Declaración de Stuttgart (2007), en la que se reconoce el reto de garantizar el acceso a
servicios sanitarios y al aborto seguro. Delegados de varios países avalaron una declaración
donde se reprueba la elaboración o modificación de leyes que obliguen a las mujeres a
continuar con un embarazo no deseado y se repudia la criminalización de las mujeres y
el hecho de que sean encarceladas (particularmente mujeres pobres en América Latina y
el Caribe) por su decisión de interrumpir un embarazo no deseado.

77
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

editorial su postura a favor del derecho a decidir de las mujeres (El Univer-
sal, 30 noviembre, 2009).
La criminalización del aborto o su despenalización responden a visiones
del mundo, de la justicia social, de la salud pública y de la equidad entre muje-
res y hombres. Por eso los partidos políticos tienen posiciones públicas al
respecto, por más que algunos de sus integrantes difieran de ellas. Tal es el
caso del PAN, partido que consistentemente defiende el dogma católico, aun-
que muchos de sus militantes jóvenes estén por la despenalización. El PRI,
que se precia de ser socialdemócrata y de pertenecer a la Internacional So-
cialista, tiene gobernadores y diputados que hoy impulsan o se suman a estas
reformas de claro tufo clerical. Si bien ningún presidente de partido puede
imponer un mandato autoritario sobre los gobernadores y diputados locales, sí
puede establecer definiciones básicas de la línea política partidaria. Por eso la
tibia y tardía toma de posición pública de Beatriz Paredes fue objeto de duros
cuestionamientos.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación se deberá pronunciar ante las
acciones de inconstitucionalidad que han provocado estas reformas (además
de la del Congreso potosino, está la de la Comisión de Derechos Humanos de
Baja California y la del municipio de Uriangato en Guanajuato). Esto no exime
de un indispensable debate público sobre la despenalización del aborto y sobre
qué significa “proteger la vida desde el momento de la concepción”. Induda-
blemente, la vida es un valor que debe ser protegido siempre y desde su inicio.
Pero, aunque la vida es un valor a defender, dicha “protección” no debería
consistir en prohibiciones, sino en otorgar a las mujeres todo tipo de garantías
para que lleven a cabo la gestación: atención médica, alimentación adecuada,
etc. Las legislaciones avanzadas en el mundo aceptan determinadas excep-
ciones: la legítima defensa (personal y nacional), el aborto, el suicidio asistido
y la eutanasia. Es por ello que una valoración en abstracto de la importancia
de la vida no se contrapone a que una mujer interrumpa el proceso de gesta-
ción. Defender el valor de la vida y otorgarles a las mujeres las garantías para
que decidan si continúan con una gestación y en tal caso brindarles las condi-
ciones para que lo hagan de la mejor manera es una realidad en sociedades
democráticas que tienen despenalizado el aborto.
Sin embargo, en nuestro país la influencia católica se filtra en el accionar
de los funcionarios públicos. Por ejemplo, el Secretario de Salud federal, José
Ángel Córdova Villalobos, ha prohibido a los hospitales federales ubicados en
la Ciudad de México aceptar la normatividad de la despenalización del aborto.
No obstante que se encuentran obligados por la ley, los médicos en hospitales
federales ubicados en el DF no realizan la interrupción legal del embarazo.
Obedeciendo el lineamiento de Córdova Villalobos, tampoco las clínicas y

78
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

hospitales del Seguro Social y del ISSSTE de la Ciudad de México dan ese
servicio a sus aseguradas, que por ello acuden a los servicios del Gobierno del
DF. A esto se suma una creciente cerrazón de los médicos conservadores en
las instituciones públicas de salud de algunas entidades federativas, que se
niegan a colocar el dispositivo intrauterino a las mujeres que solicitan métodos
de planificación familiar. Además, en las escuelas de medicina de las univer-
sidades católicas hay una enseñanza en defensa del embrión, no obstante que
el embrión no tiene corteza cerebral, ni actividad neuronal ni sensaciones
placenteras o dolorosas. Inspiradas en el dogma católico de que hay alma
desde el momento de la concepción, quienes enseñan en estas escuelas se
resisten a aceptar que, ante el conflicto de dos derechos en competencia (el
de la mujer y el del embrión) el de la mujer tiene primacía.
El intervencionismo de la Iglesia católica se aferra a la cantinela de “de-
fensa de la vida” para atacar y amenazar a quienes no comparten sus creen-
cias. Es impresionante que el Estado no haga nada al respecto. Justamente
por esa cerrazón es que el aborto, una cuestión privada que atañe a la propia
conciencia, se ha partidizado. Decidir sobre el propio destino es una demanda
irreversible, que Roma no logrará frenar. Richard Hare (1982), un filósofo
inglés que trabajó sobre las valoraciones morales desde la racionalidad, hizo
una definición que se ajusta bien a los obispos católicos: fanatismo. Hare
describe al fanatismo como la actitud de quienes persiguen la afirmación de
los propios principios morales dejando que éstos prevalezcan sobre los intere-
ses reales de las personas de carne y hueso y señala que las personas fanáti-
cas permanecen indiferentes frente a los enormes daños que su actuación
ocasiona a millones de seres humanos.
Sí, el Vaticano y sus seguidores insisten en afirmar sus principios morales
por encima de la salud y la vida de millones de mujeres. Por suerte, las actitu-
des de los curas y monjas de organizaciones de base están lejos de esta pos-
tura. Sin negar que el aborto es un conflicto ético, subrayan que este tipo de
dilemas, cuando conciernen a los derechos de la persona que está llamada a
resolverlos, deben de ser dejados a su autodeterminación. Además, varios
sacerdotes jesuitas y dominicos, así como algunas monjas, comparten la sabi-
duría de quien fuera obispo auxiliar emérito de Madrid, monseñor Alberto
Iniesta. Este sacerdote deslindó lo moral de lo jurídico al decir que su concien-
cia rechazaba el aborto, pero no rechazaba la posibilidad de que la ley no lo
considerara un delito. Varias figuras católicas comparten esa postura y distin-
guen entre el carácter moral del aborto y su estatuto legal.27

27 Un ejemplo de esta postura lo dio en México Fray Julián Cruzalta durante las audiencias
de la SCJN. Ver Cruzalta, 2008.

79
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Mientras la cruzada vaticana por la “Vida” está provocando dramas per-


sonales, las feministas buscan formas novedosas de contrarrestar los obstá-
culos. La discriminación de facto que viven las mujeres que residen en las
entidades federativas donde no hay interrupción legal del embarazo, ha impul-
sado a un grupo de jóvenes feministas de la ONG Balance a crear María:
Fondo de aborto para la justicia social. El proyecto, que surge después de
la resolución de la SCJN, propone dar acompañamiento de diversos tipos
(económico, físico, emocional) a mujeres de la república que requieran abor-
tar. El Fondo María las trae a la Ciudad de México, las alimenta, las aloja y
las acompaña durante el proceso de interrupción legal del embarazo.28
La larga lucha de las mujeres sobre el aborto, reivindica que los gobier-
nos democráticos diseñan y legitiman un sistema de reglas donde, salvados los
derechos fundamentales, la gente decide conforme a una variedad de creen-
cias, pero a partir de su propio discernimiento. Lo que no pueden hacer los
funcionarios de un gobierno que se precie de ser democrático, es intentar
prohibir u obstaculizar leyes que sólo afectan a quienes se acogen a ellas. Tal
es el caso del divorcio y del aborto: a nadie afecta en sus derechos que el
vecino se divorcie o la vecina aborte.
Sin embargo, es evidente que en México es necesario abrir el debate.
Supuestamente, los legisladores tienen la responsabilidad de organizar su la-
bor defendiendo principios, socializando ideas, creando opinión política y pro-
piciando un aprendizaje cívico. ¿Pero si no hay debate público, qué posibilidad
existe de ampliar horizontes o cambiar perspectivas? ¿De qué sirve que uno o
dos partidos arrasen con “levantadedos”, de espaldas a la sociedad, si no hay
verdadera deliberación y real interés de ir al fondo de los problemas?
Para luchar contra la hipocresía y la doble moral urge discutir pública-
mente. Hace muchos años, a principios de los noventa, hubo varios progra-
mas en la televisión sobre la despenalización del aborto. Cuando la jerarquía
de la Iglesia católica se dio cuenta de que iba perdiendo el debate, presionó a
los grandes empresarios católicos, que amenazaron con retirar la publicidad
de sus productos si se continuaba transmitiendo esa polémica. El chantaje
tuvo efecto y la censura se dio. Hoy, ante las acciones concertadas de la
derecha, que se llevan a cabo sin debate público, de espaldas a la sociedad, es
imprescindible ventilar tanto las posturas legislativas como las discusiones
políticas. Debatir abiertamente vuelve más difícil la imposición de reformas
autoritarias y oscurantistas. El hecho de que nuestras televisoras no ofrezcan

28 Balance ofrece el teléfono 01800 8327311 y del DF 52 43 50 54. Ver www.redbalance.org/


maria Su correo: maria.balance@gmail.com

80
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

espacios de confrontación de posiciones sobre éste y otros temas abona a la


desinformación y al fanatismo.
No obstante estas deplorables reacciones, la despenalización en el DF se
sostiene en el imaginario ciudadano del país como un símbolo, por la voluntad
de abatir la mortalidad materna causada por el aborto inseguro y por el es-
fuerzo para contrarrestar la injusticia social que implica esta práctica cuando
es ilegal. Además de ser un importante reconocimiento a la libertad reproduc-
tiva de las mujeres y de sus derechos fundamentales a la vida, la salud y el
desarrollo de sus proyectos de vida, guarda concordancia con el carácter
laico del Estado mexicano, que respeta la diversidad ideológica y reconoce la
libertad de conciencia de las personas. Finalmente, estas reformas son con-
gruentes con la opinión de la sociedad mexicana respecto a la despenalización
del aborto, como lo reflejan diversas encuestas aparecidas en los principales
diarios del país.29
La apropiación de la ley por parte de la sociedad, especialmente de las
mujeres que se benefician con la prestación de dichos servicios médicos, es
digna de hacer notar. Al cierre de este artículo, a casi tres años de votada la
reforma, son casi 40 mil mujeres las que han interrumpido legalmente sus
embarazos en las clínicas del Gobierno del DF30. Dato elocuente: el 85 %
declara ser católica. Ahora bien, al margen de las dificultades inherentes a
este tipo de servicio, la cada vez mejor atención por parte de las instituciones
de salud del Gobierno del DF y la decisión de las mujeres de ejercer su dere-
cho a elegir, implican un signo de maravillosa vitalidad democrática.

Bibliografía:
Alinsky, Saul D., 1971, Rules for Radicals. A Pragmatic Primer for Realis-
tic Radicals. Vintage Books, New York
Barraza, Eduardo, 2003, Aborto y pena en México. Instituto Nacional de
Ciencias Penales, México.

29 Tanto las encuestas iniciales, como las más recientes, arrojan que más de dos terceras
partes de la ciudadanía ve con buenos ojos la despenalización: encuesta de María de las
Heras, “DF: 72% de las mujeres apoya la despenalización del aborto”, Milenio Diario,
20 de marzo de 2007; encuesta de Reforma: Aborto, “Avalan despenalización”, Reforma,
20 de marzo, página 5, 2007; y una encuesta hecha en 2009 por el Population Council
para medir la opinión de los habitantes del DF sobre las reformas legales (¡el 73%
aprueba y más del 80% dice que sería bueno que se extendieran a todo el país!
30 Las cifras oficiales de la Secretaría de Salud del DF al 25 de marzo del 2010 eran de 38
281 interrupciones legales realizadas. De estas 29 140 mujeres eran residentes del DF,
8058 venían del Estado de México y 1083 de otras entidades federativas. El número total
de menores de edad ascendía a 2137.

81
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Cano, Gabriela, 1990, “Una perspectiva del aborto en los años treinta: la pro-
puesta marxista”, en debate feminista núm. 2, sept. 1990. México.
Cruzalta Aguirre, Julián, 2008, “Ética y libertad de conciencia” en Despena-
lización del aborto en la ciudad de México. Argumentos para la reflexión,
Enríquez, Lourdes y Claudia de Anda, coordinadoras, Programa Universitario
de Estudios de Género, GIRE e IPAS, México.
De la Barreda, Luis, 1991, El delito de aborto. Una careta de buena con-
ciencia. Miguel Angel Porrúa e Instituto Nacional de Ciencias Penales, México.
Enríquez, Lourdes y Claudia de Anda (Coords.), 2008, Despenalización del
aborto en la ciudad de México. Argumentos para la reflexión, Programa
Universitario de Estudios de Género, GIRE e IPAS, México.
GIRE/ARCOP, 1999, “Estudio de opinión pública sobre aborto en el Distrito
Federal: abril 1999”. México.
GIRE, 2000, Paulina. En el nombre de la ley. Temas para el debate número
2. Cuadernos de GIRE. México.
GIRE, 2003, Leyes del aborto en México. Hoja informativa. México, no-
viembre 2003.
GIRE/Ulises Beltrán & Asociados, 2003, “El aborto por violación es legal:
evaluación de la campaña en medios en el DF”, México: BGC, marzo 2003
GIRE, 2004, Paulina. Cinco años después. Temas para el debate número 4.
Cuadernos de GIRE. México.
GIRE, 2004, Leyes sobre el Aborto. Los avances en la Ciudad de México.
Hoja informativa. México.
GIRE, 2008a, Paulina. Justicia por la vía internacional. Temas para el
debate número 6. Cuadernos de GIRE. México.
GIRE, 2008b, El proceso de despenalización del aborto en la Ciudad de
México. Temas para el debate número 7. Cuadernos de GIRE, México.
GIRE, 2009, Constitucionalidad de la despenalización del aborto en la
Ciudad de México. Temas para el debate 8. Cuadernos de GIRE, México.
González, Cristina, 2001, Autonomía y alianzas. El movimiento feminista
en la Ciudad de México 1976-1986. Colección Libros del PUEG. UNAM.
México.
Hare, Richard, 1982, Moral Thinking. Oxford University Press,

82
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Ibáñez, José Luis, 1993, La despenalización del aborto voluntario en el


ocaso del siglo XX, Siglo Veintiuno de España Editores, Madrid.
Kissling, Frances. 1994. “El Papa les dice a las mujeres: ¡feliz día de las
mártires!” en revista fem., número 140, octubre
Lamas, Marta, 2001, Política y reproducción. El aborto: la frontera del
derecho a decidir. Plaza y Janés, México.
Lamas, Marta, 2007, “Desigualdad, reproducción y derecho” en Los dere-
chos humanos económicos, sociales y culturales, Luis Orcí Gándara y
Víctor Manuel Martínez Bullé Goyri coordinadores, Comisión Nacional de los
Derechos Humanos, México.
Lamas, Marta, 2008, “El aborto en la agenda del desarrollo en América Lati-
na” en Perfiles Latinoamericanos núm. 31 (enero-junio), FLACSO, Méxi-
co.
Lara, Diana et al., 2003, “Women´s experiences with induced abortion in
Mexico”, s/l, s/e, s/f, citada en Lara, Diana et al. El aborto en México,
Population Council, México
Lau Jaiven, Ana. 1987. La nueva ola del feminismo en México. Planeta.
México
Leal, Luisa María (Coord.), 1980, El problema del aborto en México Mi-
guel Angel Porrúa, México.
Mateos Cándano, Manuel, 1980, “Aspectos médicos y de salud”, en El pro-
blema del aborto en México, Luisa María Leal coordinadora, Miguel Ángel
Porrúa, México.
Monsiváis, Carlos, 1991, “De cómo un día amaneció Pro Vida con la novedad
de vivir en una sociedad laica”, en debate feminista núm. 3, sept.
Monsiváis, Carlos, 2008, Las herencias ocultas de la Reforma liberal del
XIX. Random House Mondadori, México.
Moscovici, Serge, 1981, Psicología de las minorías activas. Ediciones Mo-
rata, Madrid.
Núñez, Fernanda, 2008, “Imaginario médico y práctica jurídica en torno al
aborto durante el último tercio del siglo XIX” en Curar, sanar y educar.
Enfermedad y sociedad en México Siglos XIX y XX, Claudia Agostoni coor-
dinadora, Universidad Nacional Autónoma de México y Benemérita Univer-
sidad Autónoma de Puebla, México.

83
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Paredes, Beatriz, 2009, “Precisiones”, en El Universal, 30 de noviembre.


Poniatowska, Elena, 2000, Las mil y una… La herida de Paulina. Plaza y
Janés, México.
Tarrés, María Luisa con G. Hita y A. Lozano, 1991, “Actitudes y estrategias
de los diversos agentes sociales y políticos que participan en el debate sobre el
aborto en la prensa mexicana 1976-1989”, Mimeo.

84
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Marcela Lagarde y de los Ríos (1948)

Nace en México. Es etnóloga y doctora en antropología. Profesora


de los posgrados de sociología y de antropología de la Universidad
Nacional Autónoma de México, así como del diplomado en estudios
feministas. Presidenta de la red por la vida y la libertad de las muje-
res. Presidenta de la comisión especial de feminicidio de la cámara
de diputados de México de la LIX Legislatura. Diputada promotora
de la ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violen-
cia. Autora de diversas obras feministas. Dentro de sus publicacio-
nes se encuentran Los cautiverios de las mujeres. Madresposas,
monjas, putas, presas y locas (1993), La multidimensionalidad de
la categoría de género y del feminismo (1996) y Género y femi-
nismo. Desarrollo humano y democracia. (1997).

Las mujeres latinoamericanas en el umbral del milenio: diversi-


dad cultural y encrucijadas políticas1

Quiénes somos
Las latinoamericanas de la era de la globalización, integradas o excluidas,
provenimos del surgimiento de sociedades conquistadas y colonizadas y de
Estados originados en procesos violentos y genocidas. Las malformaciones
sociales y políticas han cohabitado con ecos democráticos distorsionados y
utopías libertarias y humanistas. Donde los Estados fueron débiles mecanis-
mos subsidiarios y las estructuras sociales se solidificaron en estamentos ce-
rrados y comunidades marginadas, las mujeres quedaron más rezagadas.
En algunos países las mujeres han ido alcanzando como por oleadas algu-
nos de los derechos desde la primera mitad del siglo XIX y en otros aún no
ejercen los mínimos. Desde luego, las campesinas, las obreras, las asalaria-
das, las estudiantes han participado social y políticamente en un sinfín de
procesos históricos significativos pero lo hicieron las más de las veces sin
discurso específico de género.
En estas tierras habitamos mujeres cuya filogenia proviene de diversos
puntos del orbe. Latinoamérica ha sido un mundo contenido en el pasado
entre Río Bravo y el Cabo de Hornos. Hoy traspasa la frontera norte de
México a pesar de muros ignominiosos, como el que se levanta ya entre México

1 http://www.cotidianomujer.org.uy/sitio/pdf/ElFeminismoenmiVida.pdf

85
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

y Estados Unidos para evitar la migración, y de formas de explotación y dis-


criminación enajenantes, deportaciones y homicidios punitivos. Por los oríge-
nes de gran número de sus pobladores, Chicago, Los Ángeles, Miami y mu-
chas otras ciudades de ese país tienen signos latinoamericanos en tradiciones,
maneras, costumbres, símbolos y lenguajes, rituales y nostalgias amestizadas.
Sus barrios y ambientes evocan los aires de San salador, la mixteca rural
mexicana, Buenos Aires, La Habana, Managua, Haití.
Filiaciones, genealogías e identidades mito-históricas dan sentido a Lati-
noamérica como un mundo construido desde sus orígenes por seres que re-
montan sus lares atravesando estrechos congelados, que vinculan continentes
y mares en balsas prodigiosas. Migraciones y asentamientos, conquistas gue-
rreras, colonialismo y mestizaje, independencias truncadas y autonomías falli-
das, han dado lugar a las naciones, los pueblos y las culturas que nos cobijan y
nos dan sentido, aún por sus sinsentidos.
Ubicar a Latinoamérica es complicado, para quienes se enorgullecen de
autoctonismo el ubis está en el pasado preibérico y reniegan de otras filiacio-
nes. Sin embargo, tradiciones amarradas a las metrópolis europeas son refe-
rencia que nos coloca también, en Occidente. Nuestras tradiciones guardan
vestigios vivos de culturas anteriores, como lo hacen las capas de lava que
sepultaron en el 1200 adne. A la más antigua ciudad del continente que miro
desde la ventana de mi casa: Cuicuilco, guarecida por una burbuja de aire que
preservó sus restos y devastó la vida que en ella habitaba. ¿Cuántas Cuicuil-
cos culturales vividas en cientos de lenguas americanas, muchas de ellas ac-
tuales, se han preservado a lo largo de los siglos, entremezcladas con el cris-
tianismo, el alfabeto, la imprenta, la Ilustración y sus lenguas, el castellano, el
portugués, el francés, el inglés?
En este aspecto, a las latinoamericanas nos asemeja no solo con lo que
compartimos sino lo que nos hace diferentes: el castellano más andaluz se
habla en el Caribe, El Golfo de México, el norte de Sudamérica y las interme-
dias Islas Canarias, el cristianismo de Yemayá no es el mismo que se adivina
en la amalgama de la Guadalupe y la Tonantzin lunar, o en la permanencia de
la terrenal Pachamama, ni el que envuelve Tezcatlipocas centenarios tras el
Cristo Negro de Esquipulas: La mayoría somos hablantes de castellanos híbri-
dos, otras más hablan y sueñan en un portugués americano, papiamento, creo-
le, y millones ven el mundo desde una variedad de lenguas originarias de
América. La linguae franca de cantidad de modernas finiseculares latinoame-
ricanas va siendo el inglés también americano.
Las mujeres latinoamericanas tenemos esas huellas y mucho más. Nues-
tras identidades están marcadas por el sincretismo. Somos históricamente

86
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sincréticas porque nuestros mundos son síntesis, de entrecruces dramáticos


de pueblos sobrevivientes e intereses económicos expansionistas y devasta-
dores y de varias formas de dominación.
Nuestros mundos son invenciones del poder. Se aparecen, por sus cente-
narias estructuras patriarcales, por el machismo galopante y la exclusión de
las mujeres, por la pauperización y la eliminación de oportunidades para millo-
nes de personas y, de manera significativa, para las mujeres. El parecido de
nuestros países está también en que en ellos las mujeres son maltratadas y la
violencia cimienta conyugalidades respetables y vidas familiares armoniosas.
Al excluir y controlar de manera intimidatoria a las mujeres, la violencia fun-
damenta también la gobernabilidad y la política. Aquí, el mercado ha integrado
en sus niveles más bajos el trabajo de las mujeres y el espacio privado se ha
beneficiado siempre de la servidumbre de género impuesta a mujeres.
La organización patriarcal se refuerza con férreos estamentos que han
hecho casi imposible la identificación genérica entre mujeres de distintas eda-
des y generaciones, etnias y clases sociales, de oficios y profesiones varias,
de familias y comunidades diferentes, de corrientes políticas y religiones. Las
diferencias sociales y culturales están entreveradas con desigualdades vitales
instaladas en cada relación entre las mujeres. Por eso la diferencia en vivida
con el rechazo y es cuesta arriba la pluralidad.
Debido a la segregación y a la supremacía masculina, las mujeres están
limitadas y obligadas a ejercer su dominio (sexual, social, económico y político
de género) fundamentalmente sobre otras mujeres. Este hecho magnifica las
relaciones opresivas entre las mujeres, conduce al distanciamiento y obstacu-
liza la identificación de género. Las lealtades y adhesiones a las fuentes de los
poderes hacen las mujeres más independientes buscar el reconocimiento de
los hombres, adherirse a ellos y rechazar el encuentro genérico con las muje-
res.
En ese continente de género, las latinoamericanas del siglo XX empeza-
mos a encontrarnos por una voluntad explícita, son los afanes de género que
nos hacen saltar los obstáculos confrontantes, coincidir, apoyarnos, recorrer
esta geografía y sumar esfuerzos. Al emerger con voz, discurso y acciones
reivindicativas propias en cada país y en cada región, en las últimas décadas,
las mujeres hemos dibujado individual y colectivamente un perfil identitario
que no teníamos.
Los encuentros se han producido al percatarnos de que pensar el mundo
posicionadas en este lugar supone una historia compartida, necesidades simi-
lares, o más todavía, una conflictiva existencial semejante. Lo hemos hecho
también, al ver a las europeas, las asiáticas, las africanas, las norteamerica-
nas, las australianas, nombrarse y definirse en sus particularidades propias.

87
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En el intercambio hemos visto en nosotras, designadas como latinoameri-


canas, qué significados tiene serlo. Además de compartir historias reales y
míticas y de provenir de procesos similares, ser latinoamericanas significa
también el reconocimiento de nuestros hitos en los de otras semejantes y la
construcción desde nosotras y cada cual desde su terruño, del presente y de
un horizonte de futuro en esta tierra.

Estar y no ser
Los grandes discursos revolucionarios, de liberación nacional y emanci-
pación popular, y las utopías socialistas y alternativas, han sido cobijo ideológi-
co y político de millones de latinoamericanas desde el siglo XIX. En el inicio
del siglo que se acaba, en México, por ejemplo, las mujeres formaron parte de
ejércitos populares movilizados por causas revolucionarias; muchas de ellas
lucharon, otras fueron a la retaguardia. La revolución cubana fue apoyada por
millones de mujeres a lo largo del continente. Miles fueron víctimas de repre-
sión en Guatemala y los procesos democratizadores en Chile y revoluciona-
rios en Nicaragua y El Salvador, las guerrillas uruguayas, argentinas, perua-
nas, colombianas y mexicanas, han contado con una importante incorporación
de mujeres como bases de apoyo y como insurgentes.
Sin embargo, la marca más importante de la politicidad femenina en
América Latina ha sido la participación civil de las mujeres en la construcción
de la democracia. Los procesos políticos que buscan sentido social al desarro-
llo y la construcción de las democracias de Brasil, Venezuela, México, Pana-
má, Perú y el resto de los países han sido impulsados por las mujeres politiza-
das con ganas de cambiar el mundo.
En la visión androcéntrica del mundo que prevalece en esta región, las
mujeres no tenemos cabida como sujeto histórico. Es significativo que en
procesos de transformación social mujeres y hombres están dispuestos a re-
belarse a cambiarlo todo, a enfrentar restricciones y riesgos, represión o gue-
rra. Sin embargo, les parecen invivibles las exigencias y las dificultades rela-
tivas al avance y emancipación de las mujeres.
En cualquier vertiente, los aportes y la participación de las mujeres se
han dado desde la desigualdad genérica y la subordinación a hombres, organi-
zaciones e instituciones que no consideran importante eliminar la opresión y
las privaciones de género. En la confrontación política contra las mujeres se
consideran un avance que la causa ilegítima de género vaya quedando pen-
diente. No es el momento, es peligroso, n o es conveniente, ya se resolverá
más adelante.

88
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La paradoja política más dolorosa para las mujeres ha sido entrega, por
conciencia y búsqueda de justicia en el mundo y en su propia vida, a procesos
en que han apoyado la acumulación y la reproducción política patriarcal de los
hombres y el reforzamiento de escalafones y estructuras de opresión. A nom-
bre de metas colectivas o por intereses de grupos de quienes los reivindican,
se omite la causa oculta o visible de cada mujer. Esa causa íntima que estimu-
ló su búsqueda y su compromiso. Y, aún cuando se participa con relativa
fuerza, lo que queda de lo planteado por los movimientos y organizaciones de
mujeres, es siempre producto de negociaciones en desventaja.
En la mayoría de los procesos mencionados las mujeres se han sumado
desdibujadas, sin identidad política de género y subsumidas en categorías ex-
tragenéricas como el pueblo, la clase y los grupos reivindicativos de los hom-
bres. Los grandes discursos masculinos tuvieron en las mujeres escuchas,
testigas, apoyos solidarios y comprometidos hasta el despido, la cárcel, la
represión, el exilio y la muerte.
En gran medida, la participación de mujeres durante varias décadas fue
captada por organizaciones políticas que no las tomaban en cuenta y, en con-
trasentido, no hubiesen subsistido sin ellas. El cambio fue ideologizado como
solución de todos los problemas. Sin embargo, los militantes muy pronto des-
cubrieron la injusticia genérica.
Otras contemporáneas, han sido conservadoras. Millones de latinoameri-
canas desvalorizadas en su condición política y afines con visiones del mundo
conservadoras y con estructuras excluyentes, han sustentado durante todo el
siglo el poder autoritario en instituciones como la familia y las iglesias. Ahí han
defendido el poder estamentario, jerárquico y patriarcal, se han opuesto a
cambios benéficos y, desee luego, a las mujeres que los promueven. El racis-
mo y las diversas fórmulas sociales y culturales de exclusión han contado con
ellas para su reproducción y para legitimar el monopolio masculino sobre la
razón, la fe jerárquica y el poder de decidir sobre el sentido de la vida.
No es que no hayan participado. Han sido destinadas a la conservación
del mundo en los cautiverios para sus existencias.
El vacío de conciencia política de género en la mayoría de las mujeres
aunando al machismo político de los hombres y las acendradas creencias
dogmáticas y conservadoras del signo religioso, mantuvieron a gran cantidad
de mujeres marginadas de procesos secularizantes. Muchas de ellas han so-
brevivido como a-legales y a-políticas, convencidas o manipuladas. Aún muje-
res incorporadas a la escuela, al trabajo ya la acción social se han visto con-
frontadas entre su defensa del orden político del mundo y el descubrimiento
de la injusticia personal que les produce ese orden.

89
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Semejanzas
Más allá de las diferencias y semejanzas religiosas, políticas, de clase y
otras, tres características identitarias sobresalen en las mujeres latinoameri-
canas como verdaderas marcas de identidad: el sincretismo, la diversidad y la
transición.
El sincretismo de género plasma las variadas formulas en que cada mujer
es a la vez premoderna o tradicional y moderna, en un mundo como el latino-
americano, de por sí sincrético y ubicado a años luz de concreciones impres-
cindibles de la modernidad.
Cada latinoamericana sintetiza procesos de vida en que la condición mo-
derna de género. Las maneras en que esa amalgama ocurre tienen marcas
generacionales, de clase, étnicas. Pero el sincretismo marca la subjetividad, la
personalidad y el modo de vida de cada una. Define también el contenido de
los conflictos subjetivos internos y con los otros, la posición en el mundo y el
uso o desuso de los recursos, los espacios y las oportunidades.
El sincretismo genérico está presente en la sexualidad, el amor, la vida
doméstica y la vida pública, el trabajo y las maneras de participación.
Modernas y tradicionales a la vez, las latinoamericanas vivimos en un
cautiverio emancipadas, pensamos de manera binaria formal religiosa y má-
gicamente, desarrollamos también, pensamiento racional complejo dialéctico
y laico. La poligamia se abre paso en la sexualidad y la conyugalidad de más
y más mujeres con mentalidad de monógamas, la virginidad juvenil es despla-
zada y aumentan las maternidades adolescentes. Millones siguen entregando
su cuerpo y su sexualidad al hombre de su vida (por ese momento), sólo que
en actitud subversiva y temeraria. En ese sentido, el cuerpo-para-otros si-
gue condicionando la identidad de la mayoría de las mujeres, solo que en la era
del VIHS, de otros males y del tabú del condón, con un altísimo riesgo y un
altísimo costo.
La actualización ideológica patriarcal promueve el cuerpo-cosificado-
para-el-placer y el culto estético del cuerpo como experiencias valorizan-
tes de género, de avanzada, modernas, signo de emancipación, frente al cuer-
po-pro-creador, contradictoriamente vigente y complemento sincrético de
las nuevas identidades sexuales. En cualquier caso, la enajenación sexual,
corporal, es la más adaptativa y sobrevive a otros ámbitos de la condición de
la mujer resignificados a profundidad.
Las economías del Siglo XX trajeron a las latinoamericanas más trabajo
y no sólo liberador, a diferencia de las promesas de las ideologías del progreso,
en la realidad se amplió el abanico y no se eliminaron los trabajos enajenantes.
Hoy, tenemos no solo dobles y triples jornadas, trabajo visible e invisible, for-

90
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mal e informal, sino que trabajamos extra para ganar unos centavos más y ser
más apreciadas, o porque aún no podemos decir no a los reclamos del deber.
El sincretismo de género en condiciones neoliberales ha producido una
pauperización relativa y absoluta de las mujeres. A pesar de que capas im-
portantes e mujeres han mejorado en sus condiciones de vida y han ascendido
económicamente, la pobreza de género abarca a mujeres de todas las clases
y sustenta formas de sobrexplotación económica. Refuerza asimismo, el con-
trol económico de las mujeres y les impide acceso a oportunidades y a bienes,
entre otros, la tierra, la empresa, los bienes de consumo y los bienes simbóli-
cos que se adquieren con dinero.
El género femenino en su conjunto es la categoría social que más trabaja
en este lugar del mundo, se apropia de menor riqueza social a través de su
trabajo y sus aportes sociales, accede a menos servicios y tiene disminuidas
sus oportunidades de desarrollo y sus derechos en condiciones de enorme
riesgo vital. Desde luego, es el género conculcado de poder político.
Anhelantes de tiempo para descanso, la diversión o el estudio, muchísi-
mas latinoamericanas regalamos nuestro tiempo, como aristócratas, en volun-
tariados de todas las causas, aún mujeres pobres se sienten con el deber ser
se solidarias a costa de ellas mismas. La entrega como virtud va de la mano
de la sensación de que es correcto pedir, exigir o promover derechos. Entre
las redes de sobrevivencia y la caridad se mueven muchos esfuerzos vitales
de las mujeres y son sustraídos a la lucha civil y política para mejorar social-
mente sus condiciones de vida.
Las niñas que nacen en el inicio del milenio bajo cielos latinoamericanos
serán educadas como mujeres domésticas y públicas madresposas-semiciu-
dadanas, mientras las adultas definen su vida en torno a maternidades de
entrega y sin sustento social y, al mismo tiempo, luchan por su independencia
y su desarrollo y, por sacar a alguien adelante. El amor y las pasiones tradicio-
nales siguen intocadas en la mayoría de las conciencias y las afectividades,
son contenido de deseos y de enormes inversiones de energías vitales.
Los hombres siguen siendo los dueños de las tierras, los territorios y los
espacios latinoamericanos. Son el centro de la sociedad, del Estado y de cual-
quier círculo particular. Ellos hegemonizan la cultura. Están en el centro de la
vida de las mujeres, las familias y las comunidades aún cuando estén ausen-
tes. El cambio consiste en que para cada vez más mujeres ya no son sólo el
padre y el cónyuge tradicionales quienes las colonizan, a ellos se suman maes-
tros, jefes, colegas, dirigentes profesionales de la salud, abogados, clérigos
(aún los de la liberación).
Y para evidenciar que el orden político de géneros tiene dos escalofrian-
tes diferenciados, mujeres poderosas, están jerarquizadas en un segundo nivel

91
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

frente a los hombres y, reivindicadoras de una igualdad natural, reconocen en


los hombres superioridad, liderazgo, mando y dirección sobre sus vidas.
Herederas de Sor Juana, Gabriela Mistral y Rosario Castellanos, mujeres
ilustradas e insumisas, millones de latinoamericanas son hijas de la escuela y
encuentran obstáculos para avanzar en sus estudios. Muchas estudian contra
la voluntad de sus parientes y otras contra la de sus maestros. Las estudiantes
son sacrificadas por el Estado, la sociedad y sus familias en comadrazgos de
crianza de sus hermanos, en maternidades infantiles y adolescentes y en los
quehaceres domésticos en atención de personas adultas. La servidumbre
doméstica es una virtud de género. Otras más estudian y trabajan, hasta
ganan dinero, pero deben compartirlo y de todas maneras ocuparse de la casa
y la familia.
En la mayoría de los países de América Latina está materialmente prohi-
bida la educación para la sexualidad responsable y libre tanto en los medios
masivos de comunicación que hegemonizan una visión ultrajante, violenta e
irresponsable de la sexualidad, como en los sistemas educativos. Aunque pa-
rezca increíble, las mujeres y los hombres que pasan desde la educación bási-
ca hasta la universitaria no reciben en ningún nivel información y formación
ética sobre una de las dimensiones claves de la existencia.
Para las mujeres, además, este tabú es criminal porque en estos tiempos
son quienes se hacen cargo de las responsabilidades y truncan su camino o
incrementan su carga vital. En el umbral del milenio las latinoamericanas y los
latinoamericanos tenemos proscrito el desarrollo de una conciencia sexual
moderna. Debemos pertenecer premodernos en la era de la modernidad.
El control de las iglesias es fundamental en torno a la sexualidad y el
comportamiento de las mujeres. Es evidente que las iglesias se ocupan más y
más de contener los avances de las mujeres y de controlar sus vidas. La
contradicción más grave erigida desde esa visión para las mujeres es la que
coloca a su sexualidad en manos de las iglesias, subsume al Estado en su
dimensión secularizadora y es, por consiguiente, un dique contra la democra-
tización moderna.
Sin embargo, la clave más ultrajante está en que el poder patriarcal de las
iglesias y las religiones jerarquiza vitalmente a las mujeres en segundo plano
frente al producto de sus embarazos, los convierte en personas y despersona-
liza a las mujeres.
Debido también a la hegemonía religiosa que abarca a todos y no sólo a
los fieles, las latinoamericanas no somos sujetas en primera persona y no
alcanzamos nuestra condición de seres humanas. Por ellos, además, millones
de mujeres deben estar enmarcadas en las actividades religiosas domésticas
y comunitarias, deben ir a la iglesia o al templo, creer, rezar, y asumir un

92
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sobrepoder patriarcal divino sobre sus vidas y servir en fiestas y rituales


protagonizados mayoritariamente por hombres que les ordenan obediencia,
abnegación y entrega. El sincretismo de género se concreta a nivel valorativo
en poseer atributos modernos y ser objetos de valoraciones premodernas.
Nos hace ser consideradas ignorantes perpetuas porque nuestros saberes no
se reconocen en su calidad de conocimiento. Ni como recursos sociales. Se
nos margina de otros saberes que sí se usan para organizar el mundo. Se nos
coloca en el lugar simbólico y práctico de la ignorancia y la irracionalidad, se
supone lo femenino como inaprensible, desconocido y oculto. A través de las
ideologías patriarcales tiende un velo para que no podamos vernos.
Por segregación, pero también por el tabú político de género que prohíbe
pasar la experiencia entre mujeres para evitar la transmisión de descubri-
mientos y saberes que posibilitarán el desarrollo de una conciencia histórica
de género. Cada mujer desconoce aspectos indispensables para vivir y sobre
el mundo, a la vez que cultivan saberes que la valoran simbólicamente. Es
asombrosa la sobrevivencia de niñas, adolescentes, adultas y viejas en condi-
ciones de ignorancia existencial que incrementa la enorme vulnerabilidad y
riesgo con que enfrentan la cotidianidad. Cada cual desprovista de lo que
otras han descubierto y podría ayudarlas.
El sincretismo nos hace ser ciudadanas a medias sin derechos plenos,
semituteladas por los hombres, las instituciones sociales, el Estado y las igle-
sias y, desde luego, por otras mujeres. La mayoría de las latinoamericanas
está excluida de los procesos políticos de gobierno, de administración y pla-
neación. En cambio las mujeres están en los niveles del trabajo de ejecución,
organización y como portavoces de los otros. Siempre consideradas como
apoyo.
En la base de la pirámide y en los múltiples mundos subterráneos, en lo
más inmediato, emergen los liderazgos femeninos. Entre ellos se valoran más
los ligados al “poder local” o a las organizaciones de base civiles y populares.
En la ideología conservadora se considera que son más afines a la idiosin-
crasia femenina.
Cuando ocupamos otros niveles de la pirámide, las posiciones son subor-
dinadas y coronadas con el famoso techo de cristal y siempre, un escalón
más abajo que los hombres. Las poderosas mujeres oficialistas se ufanan de
no ser feministas y muchas de ellas rinden tributo a sus padrinos políticos o al
sistema que sin aceptar posturas radicales les da cobijo.
El sincretismo de género enmarcado en procesos latinoamericanos nos
hace invisibles como sujetas sociales. No existimos plenamente en la norma
jurídica ni en el pacto político como mujeres. Es decir, como lo único que nos

93
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

hace ser sujeto colectivo, reconocernos, asociarnos y politizar nuestras nece-


sidades y privaciones, así como nuestras aspiraciones de género.
La doble condición sincrética nos coloca en la condición de seres mi-
norizadas políticamente, representadas, conducidas o suplantadas por los hom-
bres y por las instituciones y sin la posibilidad de incorporar de lleno el género
en la política, el desarrollo y la democracia. Es más, se espera que aún quie-
nes son constructoras de alternativas en los movimientos sociales y políticos
asuman el orden que día a día contribuyen a desmontar.
Las latinoamericanas nos debatimos convocadas como modernas a par-
ticipar en sociedades que no acaban de hacer de las suya la democracia real
participativa. Somos condicionadas a participar como mujeres tradicionales
para el bienestar de los otros, de la naturaleza, la comunidad y cualquier ente,
a condición de no ocuparnos de los problemas específicos de las mujeres y del
género. Somos llamadas a sustentar consensual y activamente los poderes
establecidos.
La participación aceptada exige a las mujeres aceptar la inequidad con
los hombres como principio previo en lealtad al orden patriarcal. Se espera
una presencia subordinada con ceguera de género. Se nos exige aceptar la
prohibición de impulsar la democracia genérica y el desarrollo humano con
perspectiva de género.
El mayor tabú en los ámbitos sociales, en la política y en la vida de
muchas mujeres en el umbral del milenio en América Latina es el tabú del
feminismo.
Las cultura política de gran parte de los movimientos sociales, la acade-
mia, la investigación social, las humanidades, la filosofía, así como la que pro-
viene de los espacios políticos sindicales, partidistas y oenegéicos mixtos, es
profundamente antifeminista porque es esencialmente sexista, misógina y
machista.
La problemática de género de las mujeres latinoamericanas está profun-
damente cercada por el machismo militante legítimo, convertido en cultura
nacional, en ideologías, épica, crónica e historia, en el arte y en todo tipo de
narraciones literarias e imaginarias, se manifiesta obviamente en los deportes,
las confrontaciones armadas y en la política de diversas y hasta opuestas
organizaciones.
La dificultad política es también conceptual, no se reconoce que la socie-
dad y el Estado estén marcados por la organización social patriarcal y que,
además de clases sociales, grupos étnicos, grupos de edad, hay una impronta
de género en personas, relaciones y prácticas sociales, estructuras e institu-
ciones sociales y del Estado. Por lo tanto, no se asume que la eliminación de
las desigualdades, la opresión y la violencia de género contra las mujeres,

94
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

requiere acciones específicas tan importantes, como otras, porque, además su


prevalencia reproduce procesos y fenómenos que afectan además de las
mujeres, al desarrollo y a la democracia.

Disyuntivas
Producto del sincretismo, la escisión existencial es contenido y signo de
la subjetividad genérica de las latinoamericanas. Es una forma de escisión
política que resulta de colocar a las mujeres frente a disyuntivas desgarrado-
ras como la confrontación entre las necesidades, los intereses y el avance
propios, o los de los otros.
El conflicto identitario es vivido como antagonismo. Si las mujeres cam-
bian aunque sea para asumir más y más deberes, son evaluadas a partir de
mitos de subsunción como desapegadas, abandonadoras o irresponsables, como
si fuesen mujeres de un solo modo de vida.
Así, a pesar de los esfuerzos, las latinoamericanas estamos en deuda,
somos inadecuadas, somos malas. Si no cumplimos las expectativas perde-
mos valor simbólico. Y si tratamos de avanzar en nuestros derechos moder-
nos a la educación, al trabajo, a la movilidad social y a la participación, o en
nuestros poderes y libertades, las familias, las parejas, las comunidades y las
organizaciones, reaccionan como si hubiesen recibido un atentado.
Hoy se levantan nuevas acusaciones y culpas contra las mujeres. Se les
atribuye la causa de grandes problemas sociales y existenciales, de la crisis y
la pérdida de tejido social, de valores y de “la moral”. Se subraya que cual-
quier desapego de lo tradicional o muestra de emancipación es la causa unila-
teral de los problemas y atenta contra las tradiciones familiares, populares,
regionales, étnicas o nacionales (todas ellas sobrevaloradas acríticamente como
si fuesen positivas para las mujeres). A la par, no se analizan los hechos de los
hombres concretos, las normas injustas y las opresivas formas de vida, como
causa de viejos y nuevos problemas de las mujeres y de la sociedad.
La disyuntiva adquiere relevancia entre mujeres de comunidades secta-
rizadas. Tal es el caso, por ejemplo, de mujeres indígenas que asoman a la
conciencia de género y de inmediato quedan confrontadas entre la defensa y
reivindicación de la identidad de género y la identidad indígena; entre actuar
desde una perspectiva étnico-política o desde una perspectiva de género crí-
tica del patriarcalismo corporativo y de la situación opresiva de las mujeres
indígenas, también en sus comunidades.
Para avanzar, mujeres indígenas latinoamericanas han inventado una
disyuntiva práctica sincrética: avanzar un poquito en el género, sin incomo-
dar la cohesión del pueblo o la comunidad indígena, mantener forma de subor-
dinación dentro y actuar la igualdad mítica entre mujeres y hombres frente a

95
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la hostilidad externa, caminar un poquito con otras mujeres remarcando su


diferencia como virtud cultural y valor histórico universal que debe defender-
se en paquete, y asumir algunos de los avances que la causa política de las
mujeres, el feminismo y el género, pueden aportarles.
Un conflicto que produce sufrimiento a mujeres indígenas es desarrollar
la identificación con mujeres no indígenas vistas ideológicamente (por ellas,
por sus hombres y sus movimientos políticos) como enemigas históricas por la
dominación étnica y de clase, y como enemigas imaginarias actuales por ser
portadoras de cambios desestabilizadores. La disyuntiva, conduce a algunas
mujeres indígenas a buscar con conciencia de género la identificación con
mujeres no indígenas, franqueando los estamentos a partir de hechos de equi-
dad. Con el tiempo, se preguntan dónde quedaron la igualdad y la complemen-
tariedad mítica indígena entre mujeres y hombres y descubre a sus compañe-
ros en su amenazante dimensión patriarcal.

La doble vida y la transición


Las latinoamericanas sintetizan cada día una doble jornada que no es la
simple suma de dos tiempos de trabajo. Se trata de una doble vida configura-
da por dobles espacios, dobles tiempos intensificados, actividades simultáneas
y el sobreuso del tiempo.
Las normas y los códigos de comportamiento de cada espacio y de cada
relación son diferentes y contradictorios y conflictivos. Las actividades exi-
gen habilidades especializadas, lenguajes particulares y desfases entre pode-
res, deberes y prohibiciones. Innumerables conflictos surgen de esta simulta-
neidad.
La doble vida abarca actividades, normas, valores morales, lenguajes,
lenguas e idiomas distintos, puestos en juego al mismo tiempo. Cada mujer
debe desarrollar artes malabares para pasar de un ámbito a otro sin equivo-
carse de claves. Cada una requiere una subjetividad que le permita por ejem-
plo, vivir en un ámbito en el que realice actividades y funciones desvalorizadas
y no reconocidas, sin sitio propio, posicionada en un rango menor, subordinada
casi a todos, y transitar el mismo día a otro espacio, ocupar posiciones de
mando, asumir jerarquías (de segunda), cumplir con responsabilidades, ganar
dinero, tener algunos derechos sociales y ser evaluada en su desempeño indi-
vidual.
La doble vida implica para las mujeres, además de conflictos prácticos,
rupturas y dramas identitarios que dejan huella. Las ideologías neoliberales de
género descalifican la queja y la victimización y exigen éxito y disfrute en el
empeño. Las mujeres deben reaccionar bien ante identidades estereotipadas
y totales que no corresponden con lo que son.

96
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Las contradicciones y las expectativas se entrecruzan en conflictos in-


ternos de escisión que pueden ser desgarradores cuando las mujeres los in-
terpretan desde la cultura de la culpa como errores, incapacidades propias o
faltas. Se sienten fallidas por no ser perfectas o por no soportar la carga. En
el extremo, la sociedad, los otros o ellas mismas, consideran que están locas.
Sin embargo, cuando las mujeres avanzan en la resolución creativa de
conflictos o por el aprovechamiento de hitos, la doble vida y la escisión
sustentan innovaciones imaginativas de la existencia. En dichos hitos indivi-
duales y colectivos se dan grandes avances y formas de superación personal,
para el género y desde luego para la sociedad y la cultura.
La rebeldía, la audacia y la perseverancia en la consecución de los sue-
ños y las metas se asientan en la subjetividad de las mujeres como mecanis-
mos de autonomía.
Quienes están más definidas por una condición premoderna funcionan
como pilares del conservadurismo patriarcal y pueden ser atropelladas en el
camino, sucumbir en el intento o vivir una existencia gris y amarga. Quienes
para enfrentar los conflictos de la escisión se mueven a favor del éxito de
manera acrítica, apuntalan la modernidad individualista y modelos y relacio-
nes de género patriarcales actualizados.
La condición premoderna limita a las mujeres y las hace apéndices de
otros, seres satelitales y dependientes que corresponden con fórmulas de
sometimiento, subordinación e incluso con daño y violencia para mantenerlas
en cautiverio. La condición moderna individualista las aísla, las masculiniza o
feminiza como supremacistas de la opción que sigan y desde luego, las cubre
con el velo de la igualdad natural mítica o ideológica.
Mujeres modernas individualistas y patriarcales se ajustan a la exigencia
de perfección subordinada (estudio y trabajo, éxito y belleza, en la competiti-
vidad rival) sobrevaloran la inteligencia, la astucia y la capacidad de salir
adelante, pero persiste en ellas la entrega de pareja, familiar o a una causa
moderna (el trabajo, la política, la empresa). Asertividad y obediencia, coexis-
ten en este camino de género y las mujeres se adaptan como seres satelitales
elegidas por méritos propios, ligadas al éxito, la jerarquía y el ascenso en plena
identificación con la norma patriarcal.
Las latinoamericanas experimentamos el sincretismo muchas veces como
dualismo entre el yo y los hombres, yo y los otros, yo y la tradición, yo y la
revolución, yo y la causa (mis causas). Para superar los esquemas binarios,
algunas sincréticas modernas se desubican y disienten de ese destino, al
hacerlo, mueven al mundo. Su transformación trastoca espacios, costumbres,
relaciones, maneras de vivir y aspiraciones. La búsqueda de oportunidades y

97
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la conciencia de mismidad, las lleva a enfrentarse al orden para desmontar


poderes de dominio y para crear alternativas.
En las últimas décadas, como nunca antes, millones de latinoamericanas
en ruptura con el patriarcado. Se han esforzado en darle otro sentido a la vida
a través de experiencias inéditas para eliminar los cautiverios y profundizar
los avances de la modernidad. Han contribuido a cambios profundos en la
sociedad, las mentalidades, la cultura y la generación de poderes positivos y la
interacción al ocupar cada vez más espacios. Con el rechazo activo al patriar-
cado, las modernas disidentes han inaugurado una nueva era en América
Latina.

La diversidad
Como es evidente, más allá de enunciar una identidad entre las latinoa-
mericanas, lo que sobresale como rasgo propio es la diversidad entre las
mujeres y la diversidad de cada una consigo misma. Cada una es diferente
aún de sus más semejantes, y cada una es diferente de sí misma por sus
distintos trazos vitales en las fases de su experiencia vivida. La diversidad es
patente entre las mujeres concretas de carne y hueso y las representaciones
simbólicas y normativas que se les asignan.
La diversidad de las mujeres latinoamericanas de debe a las particulari-
dades nacionales, étnicas, raciales, de clase, de edad, de salud, religiosas,
políticas, ideológicas y culturales. Y, cada una de estas condiciones e identida-
des históricas define modos de vida, existencias y maneras de ser mujer y
enfrentar la cultura concreta permeada por la cultura de la feminidad.
Las latinoamericanas conformamos un mosaico diverso y plural, multiét-
nico y plurilingüe. Pero nuestra diversidad es mayor: abarca rangos entre la
riqueza y la pobreza extrema, vidas en bonanza y tierras arrasadas, creciente
expectativa de vida de algunas frente a la enfermedad cotidiana y problemas
corporales y subjetivos ligados a sexualidades precarias, creencias e ideolo-
gías extremas, ignorancia, conocimientos y formación, participación política y
anhelos encontrados.
Pero la diversidad tiene otro nivel más profundo definido por la comple-
jidad de la condición de genérica. Resulta de la conjugación de estereotipos de
ser mujer que cada una integra, repele, desarrolla y modifica a lo largo de su
biografía. Las normas tradicionales definen a las mujeres como seres-para-
otros: eros y maternidad cosificados, trabajo, creación y subjetividad enajena-
dos para dar vida, cuidar y sustentar a otros, la dependencia vital y la subor-
dinación definen el carácter corporativo impuesto a las mujeres.
La diversidad no sólo es comparativa como alteridad intragenérica,
sino en la vida de cada mujer al no cumplir con las expectativas y los manda-

98
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tos sino renovar, cambiar, y modificar la manera de vivir como mujer en un


mundo acelerado y cambiante, en momentos imprevisible. Las rupturas entre
lo supuesto de la feminidad y las maneras de vivir como mujeres son tan
sorprendentes que las grandes categorías son insuficientes para dar cuenta de
ellas.

Las semejanzas
Esta configuración que expropia a las mujeres la existencia autónoma,
sustenta la incompletud y la ilimitación de las mujeres, como seres cuyo
sentido de la vida y cuyos límites personales están más allá, están en los otros.
La inferioridad jerárquica respecto de los hombres es la segunda mar-
ca política de las latinoamericanas de ahí la subordinación, el sometimiento a
tutelaje, y desde luego la exclusión de espacios y oportunidades.
Por eso, la opresión patriarcal es la marca política de mayor semejanza
entre las latinoamericanas. Está presente en las relaciones sociales que nos
colocan bajo dominio a través de la configuración social y estatal y nos define
como seres de segunda (el segundo sexo). La postergación de las necesida-
des de las mujeres, la insensibilidad frente a la desigualdad y el cúmulo de
obstáculos levantados contra las mujeres marca profundamente la autoidenti-
dad y hace que la autoestima de las mujeres esté surcada por cicatrices de
minusvalía y daño.
Mujeres de distintos países, hablantes de lenguas diferentes que no nos
reconoceríamos en las historias nacionales y las marcas de las otras, com-
partimos formas muy parecidas de expropiación de nuestros cuerpos, nues-
tras sexualidades, nuestras criaturas, nuestro trabajo y los productos de la
creatividad, la inteligencia y el amor.
Estamos enmarcadas en relaciones de parentesco y conyugalidad, labo-
rales, sociales, políticas y religiosas de dependencia, subordinación, control
(violento) y tutelaje. Experimentamos humillación y vejaciones, marginación y
formas sutiles y brutales de discriminación. Desde luego, la explotación sexual,
económica y moral y la enajenación de género que nos rodean, envuelven o
definen, se deben a la específica condición de género en cautiverio.
La modernidad ha significado cambios profundos en la feminidad y la
vida cotidiana tradicional de las latinoamericanas al eliminar experiencias tra-
bas y oprobios patriarcales, independientemente de beneficios y perjuicios.
Son procesos de deculturación de género. Para muchas mujeres, han suce-
dido más allá de su voluntad y su conciencia e incluso contra su voluntad y su
sufrimiento se debe a la experiencia del mundo perdido y la lealtad a personas,
modos de vida, tradiciones, creencias y maneras de ser.

99
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Mujeres conservadoras en procesos de cambio o víctimas sociales cul-


pan a las mujeres identificadas con la modernidad de sus avatares y se con-
frontan con ellas como las peores enemigas. Con ello creen salvar el orden,
sus instituciones cerradas y sus hombres. Otras más, afanadas por ser más y
más modernas topan con los límites patriarcales: la coacción social, formas de
exclusión y rechazo, violencia o impedimentos para extender los beneficios
personales y sociales de la afirmación y el desarrollo de las mujeres.
No obstante la variedad de situaciones vitales, formas de sobrevivencia y
alternativas a los problemas y conflictos, la deculturación es siempre una
experiencia de modernidad. En el primer caso, proviene de fuera, de institu-
ciones y procesos sociales que tocan a las mujeres sin mediar su voluntad y,
en el segundo, es evidente un protagonismo de las mujeres por hacerse de la
modernidad de manera activa, participativa, aún contra el entorno.
En esta vertiente se encuentran los movimientos de mujeres y feministas
y las mujeres cuyo esfuerzo personal por ser modernas es político. Su afán es
complejo: lograr que la modernidad cumpla sus principios éticos a las mujeres
y que sus propias vidas y su mundo mediato e inmediato, sean modernos.

Identidades en transición
Las mujeres estamos en transición de género y de otras condiciones
sociales: transitamos entre edades, familias, regiones y países; cambiamos de
formación histórico social y de régimen político en nuestro propio país, pasa-
mos de una clase social a otra, o vamos de unos estratos de clase y culturales
a otros, varias veces en la vida; vivimos tránsitos sexuales (desde cambios en
la vivencia de la maternidad y el erotismo heterosexuales, hasta la notable
emergencia de bisexualidades y del lesbianismo visibles y crecientes), y en
dichas opciones, vamos de la monogamia a la poliandria o a la poliginia.
En esta región del mundo los tránsitos abarcan las creencias religiosas y
millones de mujeres en América Latina son conversas recientes o inauguran
formas exóticas de religiosidad sin cambiar de fe. Y, desde luego millones de
contemporáneas transitamos a formas de vida y experiencias ciudadanas.
A diferencia de mujeres de otros países organizados y más estables, las
identidades de las latinoamericanas están en movimiento y parecen estacio-
narse tanto, como fluir: amalgama de lo que se conserva y lo cambiante del
mundo y en nosotras.
De ahí que el movimiento vital sea constante. Dejamos actividades, posi-
ciones, funciones y actitudes o superponemos incompatibilidades, a la vez que
inventamos maneras inéditas de ser mujer. El mundo del umbral del milenio
conservador y convulso en sus innovaciones es efervescente. Y, si algo cam-

100
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

bia en él, es la existencia de las mujeres y, desde luego las mentalidades


femeninas.
Por eso las mujeres en América Latina (no sólo las nacidas aquí), com-
partimos la semejanza de experimentar identidades en transición, no siempre
maleables ni dúctiles, pero llevan la fuerza motriz de la innovación cultural.
Para las latinoamericanas el umbral del milenio es un Renacimiento, tanto por
la emergencia de las mujeres en cuerpo y vida propias, como por la vitaliza-
ción del mundo que éste renacer imprime tanto en la bonanza como en el
desastre.

Inaugurales
En otras latitudes la modernización ha simplificado la condición de géne-
ro de las mujeres con el traslado de algunas de sus partes al tejido social y al
Estado y con la eliminación de destinos atados a cuerpos procreadores.
En cambio, para las latinoamericanas enmarcadas en una modernidad
raquítica y subdesarrollada, ha significado la ampliación de la condición de
género con la superposición y suma de actividades, funciones, responsabili-
dades, espacios, formas de comportamiento, actitudes y lenguajes, capacida-
des subjetivas. Esta ampliación es una marca de semejanza entre las latinoa-
mericanas y, comparadas con mujeres de otros sitios, resulta una verdadera
marca de identidad.
La modernidad hace que en América Latina las mujeres del umbral del
milenio seamos. Pioneras. Compartimos vivencias inaugurales con mujeres
que vivieron cosas semejantes en otras latitudes hace ya mucho tiempo. Ape-
nas ahora espacios, antes masculinos, se tornan mixtos y las mujeres, antes
sólo reunidas por segregación patriarcal, fundamos espacios por voluntad de
agregación entre nosotras. La superación de formas de discriminación con-
mueve la cultura con la apropiación y desarrollo de saberes específicos y es
notable la capacidad de las mujeres de crear conocimientos complejos y pers-
pectivas de análisis sobre asuntos de lo más diversos del mundo.
Desde luego, trastocamos el orden de poderes establecidos: posicionadas
desde el género, desarrollamos formas de conciencia y de acción civil y polí-
tica. La ciudadanía relativa emerge como una elaboración de la amalgama de
género y las mujeres vemos ampliar nuestras responsabilidades a la vez que
participamos en la ruptura de prohibiciones segregantes y construimos dere-
chos universales. Experimentamos poderes individuales y colectivos inéditos
para vivir en la polis y gobernar nuestras vidas. Somos sus creadoras y de-
fensoras cada día.
La innovación de la vida marca las identidades modernas de una cantidad
creciente de mujeres latinoamericanas. Cada una ha sido pionera en alguno o

101
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

en varios ámbitos. Los nuevos contenidos y dimensiones aún incompletos y en


mixtura con los tradicionales que los neutralizan y los sobrecargan de obstá-
culos y dificultades, impactan profundamente la subjetividad de cada una y los
significantes identitarios.
Los ámbitos más cimbrados por la enculturación, es decir, por las inno-
vaciones que reformulan la condición de género y las experiencias vitales de
las mujeres son evidentes en la sexualidad (tanto en la maternidad como en el
erotismo), el trabajo y las actividades económicas.
Las relaciones con los hombres han sido modificadas sobre todo por la
emergencia de espacios mixtos como la escuela, el trabajo y la política en los
que se abren paso entre desigualdades, experiencias de ideología igualitaria
como el compañerismo y la amistad entre mujeres y hombres.
El aprendizaje de nuevas formas de convivencia o su deseo, se ha trasla-
dado al ámbito conyugal y familiar y las mujeres modernizadas hacen enor-
mes esfuerzos por llevar la igualdad a las relaciones conyugales (amor, erotis-
mo, convivencia) y la equidad a las relaciones familiares.
La participación social y política de las mujeres no es sólo una innovación
más. Sintetiza las variadas áreas y los contenidos de cambios sociales, econó-
micos, psicológicos, intelectuales que las latinoamericanas experimentamos.
Cada vez más latinoamericanas somos pioneras en considerar prioritario actuar
sobre las normas y los pactos políticos que definen la organización social.
Normar ahí la eliminación de la opresión y el establecimiento de normas de
igualdad, equidad y de oportunidades, ocupa a un sin número de mujeres que
en tiempos de desesperanza política reivindican la legalidad y la participación
política como si el desastre político fuese superable.
Un anhelo político marca cambios en las identidades de cada vez más
latinoamericanas: es el deseo de poder. Su emergencia en la subjetividad
femenina es ya una muestra del trastocamiento del orden patriarcal. La ma-
yor prohibición de género construida no sólo como identidad femenina sino
como ética virtuosa en las mujeres, es aspirar a poderes establecidos y cons-
truir poderes de emancipación y alternativos. La enajenación de las mujeres
debida al poder de dominio ha sido una constante correspondiente con la asi-
milación del poder a la identidad masculina y a la virilidad.
La participación de cada vez más mujeres rebasa en forma significativa
el servicio y la colaboración y se plantea como participación política no servil,
en busca del poder para tener poderes vitales. Este nuevo poder, redefini-
do desde el género en la práctica política de millones de mujeres durante
décadas, consiste en el poder de incidir, reorientar, transformar e inventar
formas de convivencia y acceder a satisfactores, bienes, recursos y oportuni-

102
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

dades vitales. Es el poder de preservación del mundo y creación de futuro


desde la perspectiva de la buena vida.
La novedosa irrupción política de las mujeres tiene por filosofía el respeto
a la vida, en primer término la propia, la seguridad, la búsqueda de equilibrios
en las acciones sobre el medio ambiente y la calidad de la vida. El aporte
refrescante de esta incursión política de las latinoamericanas está en la ruptu-
ra con el deber político de género de vivir en seguimiento de los hombres, de
sus liderazgos y su política de dominación. Pasa por asumir la política como
asunto propio para el género femenino y llevarla a un reconocimiento entre
nosotras para lograr pactos de participación y de acción por nuestra causa.
Pasa también, por establecer normas que obliguen a los hombres y las institu-
ciones, a respetar nuevas formas de convivencia, de ciudadanía y de partici-
pación política en condiciones igualdad. Asimismo implica romper con el pac-
to excluyente y violento, expropiatorio y jerárquico de la política masculina.
La innovación consiste en transformar la política en espacio de construc-
ción de pactos, normas y leyes medidas y acciones de inclusión, acceso y
reparto, y de mecanismos de equidad que buscan la igualdad. Las mujeres
feministas en América Latina somos pioneras al colocar como prioridad per-
sonal y social el avance de cada mujer, su investidura ciudadana y el acceso a
los recursos del desarrollo moderno para su propio desarrollo. En el umbral
del milenio nos afanamos por construir la libertad de las mujeres a través de
un cúmulo de libertades ya vividas y de otras imaginadas. Hemos aportado
insumos increíbles a los cambios de mentalidades y de sentido de la vida.
Las latinoamericanas que enuncian y sostienen los acuerdos de paz, los
derechos humanos para todos y los derechos de las humanas, los afanes por
abatir la pobreza, por lograr la reeducación para la salud, la redefinición teoló-
gica, o la ampliación de una educación adecuada a nuestras necesidades y
nuestro tiempo, es decir, quienes vivimos en la creación de alternativas posi-
bles aquí y ahora, compartimos otra marca de identidad: experimentamos la
política como el espacio de imaginación y acción colectivas para hacer vivi-
ble la vida. La ética, para nosotras, antecede a la política y la redefine en la
vida cotidiana y debe plasmarse en nuevas normas y en un gran acuerdo
social alternativo.

103
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Ángeles Mastretta (1949)

Nace en Puebla, México. Es periodista y escritora. Estudió en la Facul-


tad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Sus publicaciones contemplan novelas, cuentos, memorias, poesía.
Entre sus novelas se encuentran La pájara pinta (1978), Arráncame la vida
(1985), Mujeres de ojos grandes (1990); y de sus memorias, La emoción de
las cosas (2013).

La Mujer es un Misterio1
Hay una estampa que guarda el más importante archivo fotográfico de la
Revolución Mexicana, por la que camina hacia cualquier batalla un grupo de
revolucionarios montados a caballo. Altivos y solemnes, con sus dobles cana-
nas cruzándoles el pecho y sus imponentes sombreros cubriéndoles la luz que
les ciega los ojos y se les esconde al fotógrafo, parece como si todos llevaran
una venda negra a través de la cual creen saber a dónde van.
Junto a ellos caminan sus mujeres, cargados con canastos y trapos, par-
que y rebozos. Menos ensombrecidas que los hombres, marchan sin reticen-
cia a su mismo destino: los acompañan y los llevan, los cobijan y los cargan,
los apacientan y los padecen.
Muchas veces las mujeres mexicanas de hoy vemos esa foto con la pie-
dad avergonzada de quien está en el otro lado, pero muchas otras tenemos la
certidumbre de ser como esas mujeres. De que seguimos caminando tras los
hombres y sus ciegos proyectos con una docilidad que nos lastima y empe-
queñece. Sin embargo, hemos de aceptar que las cosas no son del todo igua-
les. Creo que con la prisa y la fiebre con que nos ha tocado participar, padecer
y gozar estos cambios, ni siquiera sabremos cuánto han cambiado algunas
ideas y muchos comportamientos.
Muchas de las mujeres que viven en las ciudades trabajan cada vez más
fuera de sus casas, dejan de necesitar que un hombre las mantenga, se bastan
a sí mismas, se entregan con pasión a la política y al arte, a las finanzas o a la
medicina. Viajan, hacen el amor sin remilgos y sin pedirle permiso a nadie, se
mezclan con los hombres en las cantinas a las que antes tenían prohibido la
entrada, deambulan por la calle a cualquier hora de la noche sin necesidad de
perro, guardián o marido que las proteja, no temen vivir solas, controlan sus

1 http://www.cimac.org.mx/cedoc/encuentros_feministas_por_pais/mexico/5_iii_congreso
feministadeyucatanmexicodf1994_carpeta2/5_23_lamujeresunmisterio_angelesmastre
tta.PDF

104
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

embarazos, cuidan y gustan de sus cuerpos, usan la ropa y los peinados que se
les antojan, piden con más fuerza que vergüenza la ayuda de sus parejas en el
cuidado de los hijos, se divorcian, vuelven a enamorarse, leen y disfrutan con
más avidez que los hombres, conversan y dirimen con la libertad de imagina-
ción y lengua que hubiera sido el sueño dorado de sus abuelas.
Estamos viviendo de una manera que muchas de nosotros ni siquiera
hubiéramos podido soñar hace veinticinco años. Comparo por ejemplo el modo
en que las mujeres de mi generación cumplíamos quince años, y el modo en
que los cumplen nuestras hijas.
Algunas de las mujeres jóvenes que viven en el campo también han em-
pezado a buscarse vidas distintas de las que les depararía el yugo que nues-
tros campesinos tienen sobre sus mujeres, mil veces como la consecuencia
feroz del yugo y la ignorancia de nuestra sociedad aún no ha podido evitarles
tampoco a los hombres del campo.
Muchas de ellas son capaces de emigrar sin más compañía que su imagi-
nación, y llegan a las ciudades con la esperanza como un fuego interno y el
miedo escondido bajo los zapatos que abandonan con su primer salario. Son
mujeres casi siempre muy jóvenes que están dispuestas a trabajar en cual-
quier sitio donde estén a salvo de la autoridad patriarcal y sus arbitrariedades.
Mujeres hartas de moler el maíz y hacer las tortillas, parir los hijos hasta
desgastarse y convivir con golpes y malos tratos a cambio de nada.
Mujeres que desean tan poco, que se alegraban con la libertad de pasear-
se los domingos en la Alameda y las tardes de abril por las banquetas más
cercanas a su trabajo. Mujeres que andan buscando un novio menos bruto
que los del pueblo, uno que no les pegue cuando paren niña en vez de niño, que
les cante una canción de Juan Gabriel y les diga mentiras por la ventana antes
de violentarlas sin hablar más y hacerles un hijo a los quince años.
En muchas mujeres estas nuevas maneras de comportarse tienen detrás
la reflexión y voluntad de vivir y convivir fuera de lo que hizo famoso a Méxi-
co por el alarde de sus machos y su la docilidad de sus hembras. Entre otras
cosas porque alguna de esta fama era injusta. Yo creo que mujeres briosas y
valientes han existido siempre en nuestro país, sólo que hace medio siglo parte
del valor consistía más en la rebelión en la paciencia y antes que en la libertad
en el deber de cuidar a otros.
Quizá uno de los trabajos más arduos de las mujeres mexicanas ha sido la
continua demanda de atención y cuidados que han ejercido sus parejas. Lo
que en los últimos tiempos ha hecho a los hombres más vulnerables, porque
como son bastante incapaces para manejar lo doméstico, basta con abando-

105
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

narlos a su suerte cuando se portan mal. Cosa que las mujeres han empezado
a hacer con menos culpa y más frecuencia.
Entre más aptas son, entre más acceso tienen a la educación y al trabajo,
más libres quedan para querer o detestar a los machos que sus brazos cobijan.
Otra muestra de preponderancia masculina en la vida familiar ha sido –
como en otros países, no sólo latinoamericanos sino europeos y norteamerica-
nos- la voluntad de tratar mujeres como animales domésticos a los que puede
castigarse con gritos y muchas veces con golpes. Eso también es algo que
cambia en nuestro país. Cada vez es mayor el número de mujeres que denun-
cian las arbitrariedades en su contra y no se quedan a soportarlas como lo
hicieron sus antepasadas.
Han transcurrido ochenta años desde el día en que se tomó la foto del
archivo y las mujeres mexicanas aún hacen la guerra de sus hombres, aún
arrastran y cuidan a sus heridos, aún mantienen a sus borrachos, atestiguan
sus borracheras, escuchan sus promesas y rememoran sus mentiras. Pero ya
no rigen sus vidas según el trote y la magnificencia de sus hombres. Aún
lloran sus infidelidades, sosiegan sus fidelidades, pero ya no los despiden y
albergan sólo según el antojo de las inescrutables batallas masculinas.
Quizás es este el cambio más significativo: las mujeres actuales tienen
sus propias batallas y, cada vez más, hay quienes caminan desatadas, lejos del
implacable designio de un ejército formado por hombres ciegos.
Las mujeres mexicanas del fin de siglo ya no quieren ni pueden delegar
su destino y sus guerras al imprevisible capricho de lo señores, ya ni siquiera
gastan las horas en dilucidad si padecen o no una sociedad denominada por el
machismo, ellas no pierden el tiempo, porque no quieren perder su guerra
audaz y apresurada, porque tienen mucho que andar, porque hace apenas
poco que han atisbado la realidad del sueño dormido en la cabeza de la mujer
que ilumina una vieja estampa con su cuerpo cargado de canastas y balas:
para tener un hombre no es necesario seguirlo a pie y sin replicar.
Suena bien ¿verdad? Sin embargo, llevar a la práctica tan sentencia no
siempre resulta fácil, agradable, feliz. Por varios motivos. Entre otros, porque
las mujeres que se proponen asumir esta sentencia no fueron educadas para
su nuevo destino y les pesa a veces incluso físicamente ir en su busca: se
deshicieron de una carga, pero han tomado algunas más arduas, por ejemplo
enfrentar todos los días la idea aún generalizada de que las mujeres deben
dedicarse a atender su chiquero, a hablar de sí mismas entre sí mismas, para
sí mismas, a llorar su dolor y su tormenta en el baño de sus casas, en la iglesia,
en el teléfono, a tararear en silencio la canción que les invade el cuerpo como
un fuego destinado a consumirse sin deslumbrar a nadie.

106
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Muchas veces esta idea aparece incluso dentro de sus adoloridas cabe-
zas, de su colon irritado, junto con su fiera gastritis cotidiana. O, peor aún,
deriva en repentinas depresiones a las que rige la culpa y el desasosiego que
produce la falta de asidero en quienes supieron desde niñas que no tendrían
sino asideros en la vida.
Sin ánimo de volver a hacernos las mártires, debemos aceptar cuánto
pesa buscarse un destino distinto al que se previó para nosotras, litigar, ahora
ya ni siquiera frontalmente, dado que los movimientos de liberación femenina
han sido aplacados porque se consideran que sus demandas ya fueron satisfe-
chas, con una sociedad que todavía no sabe asumir sin hostilidad y rencores a
quienes cambian.
Me preguntaba hace poco un periodista: ¿Por qué a pesar de todo lo
logrado, las mujeres hacen sentir que no han conquistado la igualdad? ¿Qué
falta?
Falta justamente la igualdad, le respondí. ¿Por qué si un hombre tiene un
romance extraconyugal es un afortunado y una mujer en la misma circunstan-
cia es una piruja? ¿El hombre un ser generoso al que le da el corazón para dos
fiebres y la mujer una cualquiera que no respeta a su marido? ¿Por qué no nos
parece aberrante un hombre de cincuenta años entre las piernas de una ado-
lescente y nos disgusta y repele la idea de una mujer de treinta y cinco con un
muchacho de veintiséis? ¿Por qué una mujer de cuarenta y cinco empieza a
envejecer y un hombre de cuarenta y cinco está en la edad más interesante de
su vida? ¿Por qué detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y detrás de
una gran mujer casi siempre hay un vacío provocado por el horror de los
hombres a que los vean menos? ¿Por qué los esposos de las mujeres jefes de
Estado no se hacen cargo de las instituciones dedicadas al cuidado de los
niños? ¿Por qué a nadie se le ocurre pedirle al esposo de una funcionaria de
alto nivel que se adscriba al voluntariado social? ¿Por qué las mujeres que ni
se pintan ni usan zapatos de tacón son consideradas por las propias mujeres
como unas viejas fodongas cuando todos los hombres andan en zapatos bajos
y de cara lavada sintiéndose muy guapos? ¿Por qué se consideran cualidades
masculinas la fuerza y la razón y cualidades femeninas la belleza y la intui-
ción? ¿Por qué si un hombre puede embarazar a tres distintas mujeres por
semana y una sólo puede embarazarse una vez cada diez meses, los anticon-
ceptivos están orientados en su mayoría hacia las mujeres?
Y puedo seguir: ¿por qué la hacerse de una profesión las mujeres tienen
que actuar como hombres para tener éxito? ¿Por qué los pretextos femeninos
–tengo la regla o mi hijo está enfermo, por ejemplo- no pueden ser usados
para fallas en el trabajo, y los pretextos masculinos –estoy crudo, perdonen

107
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ustedes pero vengo de un tibio lecho, por ejemplo- son siempre aceptados con
efecto y complicidad?
¿Por qué la libertad sexual a la que accedimos las mujeres ha tenido que
manejarse como la libertad sexual de la que hace siglos disfrutan los hom-
bres? ¿Por qué las mujeres nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando
cada vez seguía latente en nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravi-
lla? Y aceptamos sin más la respuesta de que los hombres se dieron tiempo
atrás y que a tantos desfalcos los ha conducido: “éste es un misterio, ponte a
hacerlo”.
Sólo los poetas han querido librarse de usa esta respuesta para responder
a las múltiples preguntas que los hombres responden con ella, pero los poetas,
como las mujeres, no gozan de mucho prestigio nacional. Prestigio tienen los
misterios, no quienes se empeñan en descifrarlos. Y los misterios, como casi
todo lo prestigioso, los inventaron los hombres. Con ese prestigio nos han
entendido mucho tiempo. Cuántas veces y desde cuándo nos hemos sentido
alagadas al oír la sentencia patria que dice: la mujer es un misterio.
Y ¿por qué no? La virgen de Guadalupe es un misterio, la Coatlicue es un
misterio, la muerte es un misterio, la mujer debe ser un misterio y las socieda-
des sensatas no hurgan en los misterios, sólo los mantienen perfecta y siste-
máticamente sitiados como tales. La virgen de Guadalupe en la basílica, la
Coatlicue en el Museo de Antropología y ¿las mujeres?
Las mujeres ya no quieren seguir a los hombres a pie y sin replicar.
Bueno y vaya, parece que se nos ha dicho. Y nos hemos subido a los caballos
y trabajamos el doble y hasta nos hemos puesto al frente de nuestras propias
batallas.
Por todo eso, incluso hemos encontrado prestigio y reconocimiento. Sin
embargo, aún no desciframos el misterio. Aún no sabemos bien a bien quiénes
somos, mucho menos sabemos quiénes y cómo son las otras mujeres mexica-
nas.
La última tarde que pasé en México, fui a una de las apresuradas com-
pras de zapatos que siempre doy en hacer antes de salir a un viaje. Volvía de
una elegante zona comercial encerrada en mi coche que olía bonito, cantu-
rreando una canción que cantaba en mi tocacintas la hermosa voz de Guada-
lupe Pinedo.
Estaba contenta. Conmigo, con mis amores, con la idea de viajar, con la
vida.
Entonces me detuvo en un semáforo el rostro espantoso de una mujer
que pedía limosna mientras cargaba un niño. Estamos acostumbrados a esos

108
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

encuentros. Sin embargo, la cara que cayó sobre mí esa tarde era inolvidable
de tan fea.
-Debe estar enferma –me dije-. Y no eres tú. Es ella, es otra mujer. Tú
eres una mujer que vive en otra parte, eres una escritora, una testigo. No la
subas a tu choche, no ensucies tu bien ganada dicha de hoy, no la cargues,
déjala en la esquina con su niño mosquiento y sus preguntas que tan poco
tienen que ver con las tuyas. Y corre a terminar tu conferencia sobre la situa-
ción actual de las mujeres mexicanas. Corre a ver si desde tu fortuna tocas
algún misterio.
Corrí. Y aquí estoy después de darle vueltas por dos horas, todavía con la
certidumbre de que no he tocado el misterio.

109
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Francesca Gargallo Celentani (1956)

Nacida en Italia. Es filósofa feminista, escritora mexicana y poeta.


Estudió filosofía en Italia en Universitá del Studi di Roma y después
en la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM). Garga-
llo vive en México desde 1979 y es ciudadana mexicana naturaliza-
da. Entre sus muchos libros de poesía y novelas se encuentran Calla
mi amor que vivo (1990), Estar en el mundo (1994), La decisión del
capitán (1997), Marcha seca (1999).

Utopía feminista latinoamericana1


En 1993 un grupo de feministas mexicanas y chilenas se identificó con la
idea central del feminismo de la diferencia; esto es, con la idea de que la
igualdad es el intento ideológico para someter a la mujer en niveles más eleva-
dos. Querían subrayar su diferencia con un feminismo que, consideraban, se
estaba transformando en un movimiento continental de organismos no guber-
namentales para la demanda de leyes, para alcanzar la igualdad, sin analizar
los efectos que tendría a largo plazo pedir, al mismo tiempo, protecciones
específicas para las mujeres por su situación de falta de igualdad alcanzada –
diferencia histórica- y por maternidad y lactancia –diferencia biológico-social.
Era la primera vez que se afirmaba la existencia no de uno, sino de varios
feminismos en América Latina. Como hemos visto, no era la primera vez que
se vivía esta situación. A lo largo de treinta años, las feministas tuvieron que
marcar sus diferencias y sus puntos de convergencias con las mujeres de las
organizaciones populares y de los partidos políticos, pero nunca habían dicho
“nuestra voz feminista es distinta de otras”2.

1 Francesca Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas, 2a ed. revisada y aumentada,


2006. Capítulo IX La utopía feminista latinoamericana.
2 Manifiesto de las Cómplices a sus compañeras de ruta. Este manifiesto firmado en
octubre de 1993 por Margarita Pisano, Ximena Bedregal, Francesca Gargallo, Amalia
Fischer, Edda Gabiola, Sandra Lidid y Rosa Rojas, fue presentado en el VI Encuentro
Feminista Latinoamericano y del Caribe, en Costa del Sol, El Salvador, en el mes de
noviembre, dando pie a una discusión que se prolongaría más allá del VII Encuentro
(1997), creando una falsa dicotomía entre las “institucionalizadas”, la versión
latinoamericana de las igualitarias europeas –con las cuales están en contacto- y las
“autónomas”. Las institucionalizadas mexicanas llamaron “utópicas” a las autónomas
en 1997, definiendo a la utopía como una falta de congruencia política. Esta dicotomía ha
llegado a la desacreditación violenta del grupo contrario. La agresiva editorial de Debate
feminista. La escritura de la vida y el sueño de la política, año 8, Vol. 15, México, abril
de 1997, p. xi, afirmaba, para descalificar las posiciones de las feministas autónomas,
que la utopía es el recurso de los débiles que, cuando no saben salir del paso, recurren a

110
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Las Cómplices, como se llamaron a sí mismas Margarita Pisano, Ximena


Bedregal, Amalia Fischer, Edda Gabiola, Sandra Lidid, Rosa Rojas y Frances-
ca Gargallo, no se remitían a ninguna idea francesa o italiana de autonomía
feminista. Individualmente habían leído los textos de la Librería de las Muje-
res de Milán, del grupo Diótima de filósofas de Verona y de la filósofa y
psicoanalista belga-francesa Luce Irigaray; pero pensaban y actuaban desde
otras definiciones de la diferencia sexual, perspectivas vislumbradas a partir
de la realidad del movimiento feminista latinoamericano, de la lectura de Julie-
ta Kirkwood y de las acciones efectuadas por el colectivo de La Morada y
por Radio Tierra durante la dictadura pinochetista, así como de las ideas de
autonomía de los pueblos indígenas ecuatorianos y mexicanos.
Una de las ideas fundamentales de Kirkwood, expresada poco antes de
morir, es que:
La historia femenina no diferenciada sumida en los procesos
sociales globales está, con apretada frecuencia, sesgada por
una visión general masculina y contiene ese sello; está ses-
gada por recuentos estadísticos realizados con perspectiva
ajena a su resolución, y fundamentalmente distorsionada en
cuanto ha sido contada como una serie de hazañas especta-
culares de mujeres individuales, con miras a la autoafirma-
ción de las mujeres en cumplimiento de su trayectoria con-
vencional. Por el contrario, la recuperación de la historia pro-
pia de opresión y contestación de todo un colectivo de muje-
res, permitirá satisfacer la necesidad de que las generacio-
nes presentes de mujeres conozcan su propio pasado real,
con vistas a que su inserción futura no tienda, nuevamente, a
la negación de sí mismas y a la reafirmación de su no identi-
dad3.

ella. “El exceso del discurso utópico -agregaba la editorial- liquida la posibilidad de amar
lo posible, y sin algo de adhesión a lo posible, la búsqueda de lo posible, no podemos
hacer de la política una dimensión humana”. Poco antes las autónomas habían expresado:
“Se ha tratado de hacernos aparecer descalificando a las mujeres que trabajan dentro del
feminismo institucionalizado. Lo que sostenemos es que estos lugares se autoproclaman
representantes de las mujeres y del movimiento feminista y se constituyen en los
expertos de las políticas sobre las mujeres. Sostenemos que estas instituciones no son
neutras, que pertenecen a un sistema y lo sostienen y que el dinero pasa entonces a ser
un instrumento político”. Permanencia voluntaria en la Utopía. El Feminismo Autónomo
en el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Chile 1996, La Correa
Feminista, México 1997, p.56. Todavía en 2001, las autónomas centroamericanas para
desacreditar a las filósofas igualitarias españolas Celia Amorós y Amelia Valcárcel, las
llamaban “neocolonizadoras” y a sus alumnas, “neocolonizadas”.
3 Julieta Kirkwood, Ser política en Chile, op.cit., p. 25

111
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Coherentemente con lo expresado por Kirkwood, Las Cómplices se de-


finían “amantes de la libertad” que rechazan “en todas sus expresiones la
cultura de dominación, separación y censura que llamamos
patriarcado”4. Reconocían que la palabra patriarcado estaba cruzada por un
sesgo occidental, no compartido por todas las culturas americanas; no obstan-
te, “lo llamamos así porque la palabra nos recuerda a la más autoritaria de las
figuras masculinas construidas por el sistema, la figura del padre que tiene
derecho de vida y de muerte sobre las hijas, hijos y esposa; la figura que
redacta las leyes y las reglas religiosas que nos menosprecian”.
Según Las Cómplices, el sistema patriarcal como sistema dominante ha
construido una lógica, una ética y una estética, que constantemente justifican
las relaciones desiguales entre los sexos, las relaciones de inferiorización de
las mujeres. A la vez, describe la libertad como fuga o como enfrentamiento a
los peligros y al desamparo. Esta idea patriarcal de libertad es la que permite
a los hombres el tráfico de mujeres y la guerra, mientras los atemoriza hasta
llevarlos a la construcción ideológica del complejo de Edipo, la envidia del
pene y el miedo a la castración, símbolos de la familia del patriarca, “propaga-
dores de su violencia y su opresión de las disidencias”.
Desde este rechazo al sistema patriarcal (un sistema de sistemas), plan-
teaban una estética feminista, necesariamente ligada a la ética y a la política y,
de alguna manera, anterior a una base epistemológica: “Neguémonos a consi-
derar hermoso lo que nos denigra o ningunea: no nos inspiran las musas de
Apolo. Rechacemos las catedrales de perfectas proporciones en las que el
culto masculino ensalza a una de nosotras para condenar la sexualidad de
todas, pero sobre todo no las construyamos nosotras como peaje para ser
aceptadas por los sacerdotes de la cultura patriarcal”5.
El repudio a los cánones patriarcales, por lo tanto, no debía servir para
dialogar con el mundo de los hombres ni para reclamarle algo, sino para re-
flexionar sobre la acción feminista, reconocer la diferencia entre mujeres como
algo que sustenta la libertad y no impone la desigualdad: un derecho y una
perspectiva política. Con esto socavaban una utopía feminista fundamental: la
identidad de las mujeres feministas, la posibilidad de mirarse una en el espejo
de la otra. Construían el derecho a la diferencia, primero desde una diferencia
con respecto al sistema de dominación patriarcal y, en un segundo momento,
ofrecían a las mujeres la legitimidad de sus individualidades y la posibilidad de
unirse alrededor de la construcción de un derecho sexuado que tomara en

4 Manifiesto de las Cómplices a sus compañeras de ruta, op. cit., p. 1.


5 Ibidem, p. 2

112
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cuenta las necesidades de ambos sexos, ninguno de los dos supeditado al otro;
una economía no financiera ni especulativa, sino de intercambios múltiples, de
colaboración con el medio ambiente y entre las personas y los pueblos; una
ética no normativa, de colaboración, un juego de libertades que se reconocen
y respetan y una organización política vocera y no instructora6.
El Manifiesto, que se leyó durante el VI Encuentro Latinoamericano y
del Caribe de Costa del Sol, en El Salvador, era una abierta manifestación de
rechazo al rumbo tomado por el feminismo “institucional”, es decir, la línea
mayoritaria que ya no marcaba sus diferencias con el movimiento de mujeres,
que no postulaba ninguna crítica a la política económica mundial posterior a la
caída del Muro de Berlín en 1989, y que no cuestionaba la procedencia de los
fondos que utilizaba en la red de Organizaciones No Gubernamentales en que
se había convertido. Las Cómplices afirmaban que las enseñanzas políticas
de los hombres estaban en crisis y no tenían “ninguna intención de curar sus
depresiones y enfermedades para que nos sigan impidiendo expresar nuestro
sentido de la existencia y de la relación interhumana”. En el marco de la
preparación compulsiva de la Conferencia de Beijing (1995), organizada por
la ONU, que las mayores ONG de mujeres peruanas, mexicanas, argentinas
y chilenas estaban llevando a cabo, el Manifiesto era una declaración de
deslindamiento, una primera posición contra lo que cinco años después ven-
dría a llamarse globalización.
En su libro, Gestos para una cultura tendenciosamente
diferente7, intentaron explicitar sus diferencias con el feminismo instituciona-
lizado, “para seguir sintiéndonos cómodas dentro del movimiento feminista y
para hacer política hacia el conjunto de la sociedad”. Demostraron con ello
que, a pesar de la existencia de varios feminismos, en América Latina nunca
hubo una escisión del movimiento, parecida a la declaración de que el feminis-
mo es una ideología a la que no querían sumarse las escritoras de la diferencia
sexual Hélène Cixous y Julia Kristeva en Francia, o a la arrogante posición de
la española Celia Amorós que tildó de no feministas a todas las involucradas
en el pensamiento de la diferencia sexual, pretendiendo que el feminismo es
una expresión de la modernidad y, por lo tanto, necesariamente, un movimien-
to reivindicativo de la igualdad.
Las Cómplices consideraban que el feminismo tiene distintas vertientes
de origen, provenientes de los cortes o conflictos con que se construye el
6 Ibidem, p. 3.
7 Ximena Bedregal, Amalia Fischer, Edda Gabiola, Francesca Gargallo, Margarita Pisano,
Feminismos cómplices. Gestos para una cultura tendenciosamente diferente, pre-libro
de La Correa Feminista, Coedición México-Santiago de Chile, 1993

113
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sistema cultural patriarcal: mujeres pobres, campesinas, profesionales, indias,


blancas, negras, heterosexuales, lesbianas, bisexuales, viejas, jóvenes, madu-
ras, adscritas a proyectos políticos socialistas, neoliberales, vinculadas a ideo-
logías religiosas. Todas igualmente mujeres, capaces de identificarse frente a
una agresión patriarcal, pero no dispuestas –o simple y grandiosamente inca-
paces- de construir una idea única de lo que debe ser el propio estar y actuar
en el mundo. Este vasto horizonte de mujeres les permitía una visión crítica de
un sistema que niega el derecho a la diferencia a las mujeres, por considerar-
las una amorfa masa de “otras”.
Elaboraron conceptualmente la diferencia como un aporte, una supera-
ción del corte/conflicto, y la posibilidad de reconocerse en un cuerpo de cono-
cimientos y saberes teóricos y prácticos, extraño y exterior a la crisis de la
razón masculina. Asimismo, como latinoamericanas reivindicaban su diferen-
cia con los modelos coloniales, esos países paradigmáticos en donde se origi-
nan y perpetúan las xenofobias y el modelo económico que exige la destruc-
ción ambiental, las transgresiones a los derechos humanos y la cultura del
dominio.
Esta crisis es la crisis de la razón y de la lógica del colectivo masculino
hegemónico. Las mujeres no hemos sido constructoras de esta crisis, no nos
pertenece. Asumirla y entenderla como nuestra es una manera de no ver
dónde hemos estado en la historia; es negar biografías propias. Ésta no es
nuestra cultura, aunque estemos colonizadas en ella y algunas gocen de cier-
tos privilegios. Hemos sido reproductoras de cultura. Hemos sido usadas y no
por nuestro gusto: se nos ha aplicado violencia.
No queremos acceder al poder que esta cultura construye, que supuesta-
mente nos otorga derechos. Las Cómplices no queremos esa complicidad. No
creemos ni en su justicia ni en algunos de sus paradigmas porque su dinámica
de dominio me hace cómplice de su perpetuación. Esa cultura es una utopía
negativa del ser humano, pues no apela a su libertad 8.
A raíz de su actuación en El Salvador y de esta publicación, a Las Cóm-
plices se acercaron muchas feministas que se definían autónomas con res-
pecto a la política tradicional y a las líneas de investigación y acción impuestas
por las financiadoras internacionales. Las feministas lesbianas autónomas se
sintieron atraídas por la política de la diferencia sexual y porque rechazaban el
uso de la categoría de género, que siempre remite a las mujeres a una relación
con los hombres, negándole su valor en sí y la construcción cultural de una

8 Ibid., p. 7

114
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sexualidad de y entre mujeres 9. Las feministas anarquistas bolivianas del gru-


po Mujeres Creando se identificaron con el rechazo a la cultura patriarcal y a
la política del “empoderamiento” de las mujeres, en sociedades cuya cultura
representativa formal rechazaban en bloque en nombre de su ser “margina-
les”: lesbianas, indias, pobres, artistas.
Muchas mujeres más coincidían con la crisis del feminismo instituciona-
lizado que Las Cómplices denunciaban, reconociendo que la política de pre-
sencia pública olvidaba realmente a las mujeres de carne y hueso en el femi-
nismo institucionalizado, cada vez más sofocado por los compromisos que las
financiadoras le exigían para sostener el funcionamiento de sus ONG: ecofe-
ministas, analistas de la ginecocracia, defensoras populares, literatas, grupos
de jóvenes, artistas feministas, feministas punks. No obstante, no lograron
atraer a las mujeres que habían intentado una vía feminista autónoma de ex-
presión creativa, como el colectivo de artistas mexicanas Polvo de Gallina
Negra, formado por Maris Bustamante y Mónica Mayer a principios de la
década de 1980, por ejemplo, que en su momento habían quedado decepcio-
nadas por el rechazo de la línea dominante del feminismo.
Esa decepción fue un hito doloroso de las relaciones entre artistas y ac-
tivistas, pero se tardó años en expresarse. Sólo en 2004, Mónica Mayer
publicó Rosa Chillante. Mujeres y performance en México10, el único libro
9 Para la historia del movimiento lésbico en América Latina y su relación con el feminismo,
véase Norma Mogrovejo, Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las
lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina,
Plaza y Valdés Editores, México 2000. Para un acercamiento a la teoría: Jules Falquet,
Algunas teorías lésbicas. Luchas y pensamientos de las lesbianas, s.p.i, 2002 (contacto:
juliosorro@yahoo.com); y Ochy Curiel, “Pour un féminisme qui articule race, classe,
sexe et sexualité”, en Nouvelles questions féministes, vol. 20, n. 3, 1999, pp. 49-62.
Acerca de una literatura lésbica y su relación con los derechos humanos de las lesbianas,
cfr: Consuelo Rivera Fuentes, “Auto-retrato de un cuerpo o la vida exterior: Lesbianas
en Acción, Hijas de la Luna y otras”, en Revista del Cesla, n. 3, op, cit., pp. 137-144.
En la actualidad, los movimientos lésbicos latinoamericanos comparten ciertas actuaciones
con los feministas, que acompañan y de los que, al mismo tiempo, se separan. Lesbiradas
(Colectivo de Lesbianas Liberadas) de Guatemala y Telemanitas (Colectivo de videoastas
lesbianas) en México, se relacionan con las feministas y los grupos de mujeres,
ofreciéndoles sus conocimientos y espacios, a la vez que hacen trabajo de defensa de los
derechos de las lesbianas y los gays, de manera bastante autónoma. Hay también lesbianas
en la política institucional (en México, Patria Jiménez y Enoé Uranga han utilizado una
plataforma lésbica para obtener sus diputaciones), publicaciones lésbicas (entre las más
importantes Labia en Perú y Les Voz en México) y colectivos en redes muy
institucionalizadas. Sus aportes al feminismo son fundamentales, pero muchas veces
para ser aceptados deben renunciar, esconder o moderar su radicalidad lésbica. Por ello,
para algunas, el feminismo es un movimiento ajeno a su horizonte reivindicativo y de
intereses.
10 Mónica Mayer, Rosa chillante. Mujeres y performance en México, CONACULTA-
Pinto mi Raya, México 2004.

115
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de crítica de arte feminista que recoge, en América latina, la enfermiza rela-


ción entre el feminismo sociologizante que se impuso a finales de la década de
1980 y el quehacer de las artistas que intentaron reivindicarse feministas, por
una motivación político-corporal. Es un libro generoso; sin embargo, denuncia
que la falta de libertad de las “perspectivas de género” impidió el diálogo con
las transformadoras presencias femeninas en la plástica. Gracias a la percep-
ción y acción de las artistas, escribe Mayer, y a pesar de la estereotipada idea
de feminismo que se pregonaba en la política pública mexicana, el cuerpo se
ha mantenido como el espacio físico, el soporte real, de las experiencias nece-
sariamente sexuadas de la vida, mismas que nutren la narración, el teatro, la
danza, la artesanía, las artes electrónicas hechas por mujeres. Menstruar,
embarazarse, tener vagina, vello púbico, tetas, sentir el viento del verano en la
piel frente a una ventana sobre un eje vial, trabajar ocho horas con una toalla
sanitaria empapada de sangre, manejar un taxi desembarazándose del sostén,
sentir el propio cuerpo recorrido por el doble temblor del miedo y del poder al
pasar de noche entre hombres en la calle, miedo por el permiso que la cultura
ha dado al cuerpo sexuado masculino de violentar a las mujeres y poder por
saberse ya en contacto con otras mujeres para enfrentarlos, soportar la baja
eroticidad del salario a fin de mes, manifestar en el propio cuerpo el dolor de
la pérdida amorosa, protagonizar rituales y ofrecerse, son elementos de nues-
tro hacer arte, son historia en femenino. En el presente, las artistas intervie-
nen contra la homogeneización que impulsa la globalización, eso es la fuerza
cultural centrípeta de los países poderosos. Les es obvio que el principal fin de
la globalización es la neo-imposición, la restauración del falo como modelo de
individualidad, del falo triste de la moral que mata tanto a la vagina de Afrodita
como a Príapo.
Mónica Mayer, para hacer la historia de las mujeres y el performance en
México, asumiendo la unidad feminista entre práctica y teoría, se remite a su
experiencia, a los malestares y los entusiasmos que, desde 1972, la llevarían a
ser una protagonista colectiva del arte y el feminismo mexicanos. En Rosa
chillante, un yo/nosotras relata cómo, de los grupos setenteros (Mónica perte-
neció a la Generación de los Grupos, esa que al rechazar el individualismo en
el arte redefinió lo político, rechazando los soportes tradicionales) empezaron
a surgir las setenteras: Magali Lara y sus dibujos inquietantes, agresivos; Pola
Weiss, pionera del videoarte en México; la polifacética fotógrafa pre-perfor-
mancera Lourdes Grobet; la entrañable e irónica Maris Bustamante, quien
“patentó” el taco, como acto performancero contra el neo-liberalismo.
Para el Año Internacional de la Mujer de la ONU, 1975, ya todas habían
establecido la tirante y emotiva relación que caracterizaría para siempre la

116
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

paralela pasión y falta de diálogo entre el feminismo mexicano y las artistas.


Con el MAS (Mujeres en Acción Solidaria, 1971), el MNM (Movimiento
Nacional de Mujeres, 1973) y el MLM (Movimiento de Liberación de las
Mujeres, 1974) no fueron capaces de enfrentar la mentalidad que llevó a los
organizadores de la exposición “La mujer como creadora y tema del arte” a
invitar más hombres que mujeres a exponer, por considerar, a pesar de Leo-
nora Carrington, Frida Kahlo, Marisole Worner Baz, María Lagunas y Geles
Cabrera, que las mujeres son más musas que artistas.
Con la abogada Mireya Toto y las antropólogas Silvia Pandolfi y Lourdes
Arizpe, Mónica Mayer empezó a dialogar y manifestar sus preocupaciones
políticas y artísticas. Trabajó de ayudante en la primera exposición de 80
pintoras, escultoras, grabadoras, tapiceras, fotógrafas y ceramistas en el Mu-
seo Carrillo Gil; se unió al Colectivo Cine Mujer para hablar de la violación
con Lillian Liberman, Beatriz Mira, Laura Rosetti y Ana Victoria Jiménez; se
definió como artista feminista en “Collage íntimo” junto a Rosalía Huerta y
Lucila Santiago, y de ahí se fue a estudiar en The Woman’s Building de Los
Ángeles, durante dos años, en un pequeño grupo y, a la vez, en el centro de un
ambiente estimulante.
Todas sus acciones, Mónica Mayer las emprende siempre acompañada
por Víctor Lerma. Es la única feminista que reivindica su parte masculina
como constitutiva de su ser desde la otra parte de su pareja, y la única artista
que yo conozco capaz de vivir con otro artista sin que uno de ellos se sienta
obligado a negarse: Víctor de ninguna manera es la Clarita Schumann de la
plástica mexicana.
El puente entre sus viajes y su espacio de proyección, que para ella siem-
pre fue México, lo tendió a través de volver, embarazarse, perder a su madre,
parir, pintar, organizar exposiciones de diálogo con artistas alemanas y estado-
unidenses, empezar a impartir en San Carlos el primer taller de arte feminista,
“La mujer en el arte”, y en 1983 integrar un grupo de arte feminista, Tlacuilas
y Retrateras. Este grupo, conformado por una fotógrafa, dos historiadoras,
seis pintoras y una promotora cultural, ha quedado en la memoria de cuantas
y cuantos lo conocimos, porque unió la investigación textual a los proyectos
visuales, involucrando comunidades, medios y artistas. Más aun, su obra
cumbre, La fiesta de quince años, marcó un hito en los proyectos visuales
mexicanos. Bajo un aguacero torrencial y en medio de un caos de gente que
se pisaba, amontonaba, gritaba, encontraba (dos mil personas), la Victoria de
Samotracia entró en San Carlos entre humos de hielo seco, inauguró el tradi-
cional baile con el vals Sopa Inglesa de Eric Zeolla, las damas de honor
vestían crinolinas y cinturones de castidad; veinte fotógrafas y pintoras expu-

117
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sieron sus obras acerca de los quince años; Carmen Boullosa presentó su
teatrito Cocinar hombres, Magali Tercero leyó poesía; el grupo Bio Arte, con
Nunik Sauret a la cabeza, presentó un performance sobre los cambios biológi-
cos que la vida de las mujeres ofrece a la experiencia sexuada de la humani-
dad, algo llamado Nacida entre mujeres, y que se concretó en unos vestidos
de plástico transparente, empacando debidamente cuerpos desnudos de quin-
ceañeras ofrecidas ritualmente al mercado matrimonial. Sólo la desnudez re-
pentina de una de ella desveló a la recién nacida, la todavía no vestida, la sí
misma, que sigue viva en cada mujer.
A raíz de ese acto kitsch y propositivo que las rebasó, Tlacuilas y Retra-
teras se desintegró, pero Mónica Mayer se encontró siempre más unida a
Maris Bustamante. De esta artista, Mayer dice que a principio de los años
setenta con su grupo, o más bien No Grupo, inició lo que después vendría a
llamarse performance, porque abrió los cauces no objetuales del arte en México.
Ambas tenían parejas heterosexuales con las que decidieron interactuar para
hablar y mostrar el sexo y la sexualidad desde acciones artísticas enfrentadas
a un público expectante. Eran ellas el Grupo Polvo de Gallina Negra, las que
hacían esos maravillosos conjuros para el mal de ojo contra los violadores que
varias feministas escritoras y teatreras llevamos a Guadalajara y a Colombia,
para poder gozar viendo en los ojos de los hombres nacer el terror mientras
leíamos la receta para que el mal de ojo los alcanzara, desde las aburridas
mesas de poetas que con voz monótona leían sus versos perfectos y a la que
habíamos sido invitadas por ese nuevo pudor del machismo, que se llama
cuotas de mujeres.
Pero Rosa Chillante no es sólo un libro maravilloso para aquellas que
con él podemos revivir el proceso que Mónica Mayer rescata de la “normali-
zación” del discurso feminista de las políticas públicas, la misma normaliza-
ción que denunciaban Las Cómplices. Es también el primer y muy serio com-
pendio de lo que sufren, viven y proponen las artistas plásticas que, gracias a
los caminos abiertos por las feministas de la década de 1970, hoy optan por un
arte no objetual, mixto, incidente en el inconsciente colectivo. La más impor-
tante reflexión feminista que he leído sobre lo que sucede con las mujeres
artistas desde la década de 1990 es ésta:
Lo primero que habría que subrayar es que hay una gran cantidad de
excelentes artistas jóvenes nacidas entre los sesentas y los setentas que em-
pezaron a destacar en la última década del siglo XX. Ellas nacieron durante el
surgimiento de un feminismo que muchas de sus mamás acogieron, sin em-
bargo su generación sigue soñando con ser Totalmente Palacio; nacieron
durante la revolución sexual, pero el SIDA las ha obligado a practicar el sexo
seguro. Su adolescencia se vio rodeada por la desilusión y el desengaño gene-

118
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rados por el derrumbe de las utopías. Su vida está marcada por […] el neoli-
beralismo y su Tratado de Libre Comercio con todo y la imitación de progra-
mas culturales estadounidenses, como el sistema de becas del Consejo Na-
cional para la Cultura y las Artes, al que ya se acostumbraron. No es difícil
pues, entender que su visión difiera de la de generaciones anteriores y que
parezca desordenada, desordenadora. Es como si la falta de límites de esta
sociedad medio abierta a golpes durante los últimos veinte años les impidiese
tomar posiciones más radicales, tanto en lo artístico como en lo político11.
Esta reflexión le sirve a Mónica Mayer para no condenar a aquellas que
afirman que ya no hay discriminación sexual, aunque esa actitud “la desespe-
re”, y lograr así entender que para las jóvenes el problema es la general
invisibilidad, la inexistencia en un mundo globalizado que se traga a todas y
todos, igualmente desechables. Por ello, el análisis de las artistas actuales es
atento a todos los detalles de rebelión, así como a la desmemoria feminista.
Las performanceras, a principios del siglo XXI, pueden vivir de becas,
tienen entre 20 y 40 años, parten plaza al llegar, abordan cuestiones de género
y analizan su sexo con la seguridad de tener a sus espaldas un pensamiento ya
aceptado. Pero no todas quieren ser reconocidas como feministas, aunque
transitaron del complejo de Iztaccihuatl (la inmovilidad hierática de quien es-
pera) al movimiento. Lorena Wollfer, así, ha pasado de mostrarse en esa
particular espera femenina de que alguien la rescate, a afirmarse en los ámbi-
tos urbanos con parodias feministas de una publicidad exitosa (Soy totalmen-
te de hierro) y a usar su cuerpo como metáfora del territorio mexicano. Pilar
Villela se tira al piso del Zócalo a esperar que alguien la toque, pero luego
camina raspándose las piernas por los arbustos de la plaza Río de Janeiro
gritando distintos nombres o se transmuta en la Llorona para jalar el público
hacia una instalación. Lorena Orozco desengaña sobre la debilidad femenina.
Andrea Ferreyra se ve a sí misma encarnada en Chuchita la boxeadora, la
mujer fuerte dirigida por un hombre. Katia Tirado vence los límites de la resis-
tencia, llegando a presentarnos desde el peligro inmediato la inminencia de la
muerte.
Como hace treinta años, el arte de las mujeres sigue necesitando rituales
para sacralizar su estar aquí en la realidad concreta. Los rituales personales
son creaciones que fascinan a Mónica Mayer, por ello reporta los de Elvira
Santamaría, Laura García, Katnira Bello, todos ellos ligados a la necesaria
memoria. Asimismo, los rituales se remiten a formas del arte y a usos de los
materiales populares, el papel picado y las piñatas de Adriana Amaya, el mambo
de Lorena Méndez quien explícitamente quiere borrar las fronteras entre arte
11 Ibidem, p. 45

119
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

culto y callejero, la pasión por la tecnología y el plástico, tan mortuoriamente


clasemedieros, de Doris Steinblichler.
Las artes visuales contemporáneas se caracterizan por un nuevo indivi-
dualismo, una ambigua pero feroz necesidad de enfrentarse personalmente
con la política y echar en cara al sistema imágenes y conceptos de crítica
social. Minerva Cuevas se enfrenta a la realidad desde todas las técnicas con
sus proyectos de larga duración, de espectáculo que se entremezcla con la
vida cotidiana. Patricia Pedroza desgrana ácidos monólogos sobre la corrup-
ción política y Emma Villanueva hilvana el enfrentamiento personal con lo
político de un modo diferente de como lo hicimos hace treinta años las que, al
hablar en primera persona, afirmábamos que lo personal es político. Villanue-
va vive en carne propia el rechazo de su generación a los personalismos y al
desgaste del desnudo, pero sigue manifestando su repudio al poder patriarcal.
En lo sexual, en esta pérdida de humor y eroticidad manifiesta en los
ejercicios de las sexualidades contemporáneas, el performance se mantiene
como una respuesta a la mentalidad sexualmente reprimida y represora de la
contrarrevolución cultural en acto. Tradicionalmente atado al masoquismo como
el de la Congelada de Uva, abierto al inconsciente como en Yolanda Segura,
disfrazando la fantasía del sadismo como en Niña Yared (1814), o releyendo
la prostitución como lo propone Iris Nava, el performance de principios de
siglo, en lo sexual, es menos divertido, más atenazado por las convenciones,
anclado a una política de construcción del terrorismo como enemigo que se
esconde en todas las disidencias, separado de un discurso rebelde del cuerpo,
que el feminismo interesado sólo en las políticas públicas intentó sepultar por
indisciplinable.
Como las artistas, Las Cómplices se sentían sofocar en el feminismo no
propositivo de las políticas públicas. En septiembre de 1994, organizaron en el
Claustro de Sor Juana de la Ciudad de México un “conversatorio” sobre ética
y feminismo12. En él se intentó invitar a feministas de todas las tendencias
para dialogar acerca de por qué era urgente pensar la ética desde el feminis-
mo. Se presentaron mujeres de diversos países que, de alguna manera, se
identificaban con una crítica al feminismo de las organizaciones en diálogo
con el Estado, los partidos, la ONU, la iglesia católica. Feministas autónomas
en el sentido más amplio: la anarquista colombiana Jimena Castilla, la cineasta
12 Para evitar las prácticas académicas poco amistosas y patriarcales de los congresos, los
simposios y los debates, algunas feministas sugirieron modos de reunión que remitieran
a la constante comunicación informal entre mujeres. El conversatorio, del verbo conversar,
implica una reunión para hablar familiarmente entre varias mujeres. La conversación no
admite ningún pedantismo, subraya la familiaridad entre discípulas, la cercanía con las
“maestras” y la posibilidad de plantearse un objeto de interés común.

120
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

brasileña Beatriz Mira, el comunicólogo feminista mexicano Salvador Men-


diola y su colectivo formado por Adela Hernández y Gloria Hernández Jimé-
nez, la filósofa italiana Paola Melchiori, la literata cubana Aralia López, la
psicoanalista argentina Mirta Bisecci, la poeta Elizabeth Álvarez Herrera y
Yolanda Aguilar, Carolina Cavarrús y Celeste Mena, todas ellas guatemalte-
cas. Acudieron también dos destacadas académicas, la historiadora Julia Tu-
ñón y la socióloga María Eugenia Tamés que, sin identificarse con las líneas
del feminismo “institucionalizado”, no podían compartir la crítica de Margarita
Pisano a las feministas encerradas en la academia, entendida como un espa-
cio de reproducción de los pensamientos y tecnologías patriarcales.
El conversatorio fue un éxito. Alcanzó el punto más elevado de posicio-
namiento latinoamericano de Las Cómplices, que se disgregarían poco a poco,
ya antes del VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe de Carta-
gena, en Chile. Ahí la violencia de las reacciones de las institucionalizadas
frente a un comité organizador, que marginaron y rechazaron desde la organi-
zación (al “encuentro de las autónomas” lograron que no le llegaran financia-
mientos), resultó en crisis individuales, conflictos grupales y en el repliegue de
algunas.
La violencia, además, se manifestó como un modo de relación viciada
entre las autónomas mismas. Pronto fueron incapaces de respetar las dife-
rencias que se manifestaban entre sus pensamientos y anhelos, cayendo así,
ellas también que tanto rechazaban cualquier pensamiento binario, en la cons-
trucción de una nueva dicotomía entre feministas de lo posible y feministas
utópicas. Reprodujeron actitudes de victimismo frente al poder económico de
las “institucionales”, con las cuales maquillaron a veces su propio estanca-
miento en la reflexión-acción, así como resentimientos de las que eran “fie-
les” a la idea originaria de Las Cómplices hacia las que manifestaron su auto-
nomía, aun de ese pensamiento organizado, y deseos de liderazgo. Con este
cúmulo de actitudes –que no llegaron a reconocer y analizar- ejercieron una
violencia subliminal que, en ocasiones, adquirió tintes de censura moral en los
espacios comunes del feminismo, con el intento de imponer qué era lo que las
feministas debían analizar y pensar. Aunque esta violencia fue infinitamente
menor a la descalificación, el ridículo y el menosprecio a la que las sometieron
el conjunto de las expertas que se vieron muy amenazadas por la denuncia de
las autónomas, las contradicciones entre la idea de presentar la propia dife-
rencia como un aporte libre y la actitud defensiva adoptada, llevaron al estalli-
do de su recién nacido movimiento en el primer Encuentro de Feminista Autó-
nomas, en Bolivia en 1997.
Sin embargo, en 1994, durante el conversatorio sobre Ética y Feminismo,
que duró cuatro días, Jimena Castilla definió al feminismo como una “ética

121
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

pura” del yo feminista sintiente y actuante, preocupado por el bienestar de los


demás. Como abogada, contraponía la ética feminista a la práctica de la co-
rrupción patriarcal 13. Mirta Bisecci se enfrentó a los conflictos internos que
la existencia de una ética sexuada, femenina y masculina, le creaba. Empa-
rentaba lo femenino con lo artista, con lo creador y aseguraba que las mujeres
vendrán (en futuro) a decir algo nuevo en el campo de la ética porque, por su
particular condición con relación al poder y el lenguaje, son depositarias sin
saberlo de voces y saberes que han sido enmudecidos en distintos momentos
de la historia. Su idea de ética se remitía al análisis postestructuralista de Julia
Kristeva cuando, al analizar a Lévi-Strauss, recordaba que las mujeres son el
objeto de intercambios constitutivos del poder, pero están ausentes de ese
ejercicio mismo14. Aralia López planteó que todo el discurso feminista es
logos y expresión de una ética explorada y configurada por las mujeres, una
ética que indaga la riqueza de una dimensión preedípica que pugna por ser
reconocida y nombrada, una dimensión de lo femenino, una ley de la madre:
El Feminismo, en su carácter explícito de Logos (razón y
lenguaje) femenino, lleva casi doscientos años constituyén-
dose como discurso intelectual y ético capaz de sospechar
de la “ideología” jurídica y moral de la Ley del Padre y, con-
comitantemente, de la “ideología” del amor y del matrimonio,
para reflexionar no sólo sobre las distorsiones de la categoría
de género sexual en cuanto eje de análisis de la organización
de la cultura y de la ética occidental, sino también con el
objetivo de buscar la verdad, o verdades, que permitan lograr
transformaciones en las mismas relaciones humanas, en la
cultura15.
Aunque todas arribaron a la relación entre ética y política, Margarita
Pisano y Paola Melchiori hicieron de esa relación el eje de su reflexión. Para
Pisano, el feminismo al reclamar el derecho al goce, al placer, y al plantear el
derecho de las mujeres sobre sus cuerpos, reivindica la libertad del ser huma-
no y ataca la moral vigente, la moral del grupo hegemónico masculino que
defiende una lógica del dominio que nace del íntimo convencimiento de que
unos son superiores a los otros, sea por raza, por sexo o por edad. Para hablar
de una nueva ética, según Pisano, es importante entender dónde, cuándo y
cómo se construye la dinámica del dominio y entender que todo está impreg-
nado de situaciones de dominio, de odio-amor, que no hay espacios neutros.

13 Ética y feminismo, op. cit., pp. 72-76.


14 Ibid, pp. 36-39.
15 Ibid., p. 34.

122
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Asimismo, es necesario denunciar, señalar al responsable. Este entendimiento


es en sí un acto de rebeldía, un acto de autonomía y de libertad e implica la
responsabilidad de asumir la búsqueda de una solución como un desafío pro-
pio, de elaborar estrategias para construir un orden moral realmente alternati-
vo al establecido16. Para Melchiori, simplemente, el tipo de práctica política
que hicieron las feministas, juntando lo personal con lo público, implica la
búsqueda de una ética, la búsqueda de una relación con el otro, de un “punto
de encuentro entre dos que respetan los diferentes puntos de vista”. En la
ética se resume el feminismo17.
Esta idea resulta bastante semejante a la expresada, seis años después,
por Eli Bartra, cuando define al feminismo como una conciencia crítica radi-
cal, la forma más elevada de la teoría de los derechos humanos, una política
de la idea18. Yo misma he escrito que los derechos humanos son “una ética de
la persona total”19, pues tienen que ver con la definición del ser humano e
“inciden en el proceso de transformación de la sociedad monosexuada, hacia
un sistema de autoridades legítimas bisexuadas, femeninas y masculinas, cuya
justificación sea el respeto a las personas, sus formas de convivencia, sus
derechos sociales y la paz. Sin el menor afán de exageración, puedo afirmar,
en mayo de 2000, que sólo las mujeres feministas hemos iniciado el camino
hacia semejante cultura de los derechos humanos” 20. Y Urania Ungo lo ha
subrayado: el feminismo se plantea “una desalienación, una visión teórica y
una práctica política nacida de la propia reflexión sobre las propias condicio-
nes” 21.
En efecto, las acciones positivas, la atención a las mujeres, la formula-
ción de demandas específicas, la construcción de espacios de refugio para las
mujeres golpeadas, violadas, víctimas de la injusticia, la construcción de guar-
derías, le corresponde a las instituciones del Estado y no al movimiento femi-
nista. La práctica feminista debe tender a la transformación de las mentalida-
des que permiten los abusos del poder de género (en el sentido de poder social
y simbólicamente asignado a los roles masculinos).

16 Ibid., pp. 3-10


17 Ibíd., pp. 11-22
18 “Tres décadas de neofeminismo en México”, op. cit., p. 56.
19 Francesca Gargallo, Tan derechas y tan humanas. Manual ético de los derechos humanos
de las mujeres, op. cit., p. 11.
20 Francesca Gargallo, “Hay que ser humana para tener derechos. Un acercamiento a la
historia jurídica de las mujeres”, en Los momentos y el parteaguas, Comisión Mexicana
de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C., México D.F., núm.3, verano
de 2000, p. 4.
21 Urania Ungo, Para cambiar la vida: política y pensamiento del feminismo en América
Latina, op. cit., p. 182.

123
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En los últimos cinco años, la certeza que siempre expresé de que el femi-
nismo es una idea actuante, una política y una “propuesta civilizatoria” 22, ha
desembocado en la crisis del feminismo institucional. Mucho más que las
críticas de las feministas autónomas, la evidencia de que la vieja estructura
patriarcal ha ido mutando, “desdibujando sus límites y posibilitando mucho
más la ejecución del poder para quienes lo controlan” 23, ha llevado a algunas
feministas del movimiento reivindicativo a cuestionarse sobre sus métodos y
sobre el rumbo que ha tomado su activismo político público.
Existe una real pobreza conceptual entre las mujeres encerradas en las
ONG asistencialistas que confunden el trabajo con la elaboración teórica y la
política de las mujeres, y una pobreza práctica entre la mayoría de las acadé-
micas. En 2004, con una ingenuidad absoluta, un colectivo de viejas feministas
colombiana, en Cali propuso la formación de una “Escuela política de Muje-
res”, en términos tan poco críticos, que reducía la crisis de la participación en
la vida pública y política a “la coyuntura de los últimos años donde la agudiza-
ción del conflicto armado ha colocado a las mujeres en una situación aún peor,
al convertirnos en las mayores víctimas de la guerra, del ultraje, la violación, el
desplazamiento y la miseria”. Que a las mujeres la política pública no le inte-
rese por otros motivos, entre ellos que no es un espacio de reflexión social y
civilizatoria, debido a la transformación de la política en un asunto de grupo
autosuficiente y autorreferente con poder que ha perdido toda relación con las
mujeres y los hombres que deberían ser su fin, ni siquiera las roza. Otras
feministas, más claras, de esa tendencia afirman que no han renunciado a la
autonomía de su pensamiento. La experta peruana Virginia Vargas en el Foro
Mundial Social de Porto Alegre en enero de 2001, no logró ya identificar la
presencia pública de algunas, su salida a los foros internacionales, su compa-
recencia en el escenario político, con el avance de la idea feminista en Amé-
rica Latina.
Asimismo, la identidad fija de las mujeres feministas, criticada por Las
Cómplices en 1993, ha sido cuestionada hoy incluso por una mujer que nunca
ha escondido su afán de “liderar” el movimiento institucional, como Marta
Lamas, quien afirma que es una “creencia” que a partir de un solo aspecto de
la propia identidad se puede armar todo un posicionamiento político: “La iden-
tidad está traspasada o cortada por varias líneas. Eres mujer, y además tienes
una identidad de clase, una identidad religiosa, una identidad política; y esta

22 El concepto es de Margarita Pisano, que lo viene utilizando desde principios de 1990.


23 Margarita Pisano, El triunfo de la masculinidad, op. cit.

124
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

identidad múltiple, multifacética, va a ir corriéndose de acuerdo a la coyuntura


en la que te mueves” 24.
La presencia en Estados Unidos y en ciertas corrientes latinoamericanas
del movimiento gay y lésbico de una teoría queer 25, que se plantea trabajar la
política sexual desde la libertad de un sujeto sin identidad fija, lleva a Lamas a
afirmar que las feministas deben estar conscientes de que, por mucho que ya
se hayan rebasado los roles y los estereotipos rígidos (¿los géneros?, me pre-
gunto yo), no todo es cambiable (nuevamente: ¿los géneros?). “Las identida-
des son fijas y flexibles al mismo tiempo, cambiables e incambiables. Nos
constituye la ambigüedad, la paradoja, y eso es algo que nos cuesta mucho
trabajo aceptar a los seres humanos. Tenemos que entender que la cuestión
de la identidad implica un trabajo político sobre nosotras mismas, un trabajo de
nuestra subjetividad. Y que aún así habrá rasgos que no podremos
cambiar”26. ¡Una postura sorprendentemente flexible para una defensora del
igualitarismo moderno, totalmente antiutópica pero “débil”!27
Ahora bien, a pesar de los avances legales logrados por el movimiento
feminista igualitario y las funcionarias con quienes pacta sus políticas, en México
ha quedado evidente, con la victoria electoral de un partido de la oposición
después de 72 años de gobierno del Partido Revolucionario Institucional (2 de
julio de 2000), que la política de demandas es siempre una apuesta para lograr
ser escuchadas por el poderoso, el mismo que es capaz de recuperar, funcio-
nalizar, absorber mediante un diálogo aparente, las necesidades de quienes
pueden convertirse en sus aliadas. Las demandas se dirigen, para bien o para
mal, a quien controla el poder. Y demandar implica pactar, reducir el propio
ideario, evitar la confrontación.

24 Dulce María López Vega, entrevista a Marta Lamas, “La política de la identidad y su faz
vengadora”, en Libido. Publicación lésbico gay y de diversidad sexual, núm. 2, México,
septiembre 2001, p. 16.
25 La teoría queer escapa voluntariamente a cualquier definición, pues se sustenta en lo
“raro”, lo que sale de la norma, lo que contradice una identidad sin fundar otra. Es una
teoría de las identidades (sexuales) múltiples así como de la no identidad. Nace en el
ámbito de reflexión homosexual, pero no se reduce a él, sale, vuelve a entrar, construye
puentes, revienta fronteras. Queer es una mujer transexual que se enamora de otra mujer,
un heterosexual no violento, una lesbiana con su mejor amigo, las y los bisexuales, una
niña enamorada, un anciano que reivindica su derecho a un cuerpo amado. Incluye la
promiscuidad y la castidad, el placer individual y grupal. Y un sinnúmero de etcéteras.
26 Ibidem, p. 19.
27 Uso aquí el adjetivo débil parafraseando a Gianni Vattimo cuando define el pensamiento
débil posterior a Nietzsche y Heidegger: un pensamiento que no admite una
fundamentación única, última, normativa. G. Vattimo y P.A. Rovatti, El pensamiento
débil, Cátedra, Madrid 1988, p.11.

125
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

A pesar de que Elena Tapia y su equipo, feministas de la alianza política


de mujeres “Diversa”, se presentaran -y ganaran- en listas de la oposición, las
más destacadas figuras del feminismo igualitario mexicano (tanto de ONG de
mujeres como de instituciones académicas) ni siquiera supusieron que el par-
tido oficial pudiera perder las elecciones: buscaron alianzas con sus represen-
tantes femeninas, dialogaron con sus sectores “pensantes”; en fin, apoyaron
sus candidatos para seguir demandándoles “mejoras” a la condición de las
mujeres en la sociedad (mejoras que, de obtenerse, les garantizarían cuotas
de poder político e intelectual). Al no denunciar la responsabilidad patriarcal
del sistema, la explotación global de las trabajadoras en las zonas libres de
impuestos, la omisión en la procuración de justicia, perdieron su nexo con la
transformación feminista de las mentalidades y fueron incapaces de defender
un espacio de autogestión.
En 2003 apenas se iban reponiendo de la pérdida de su referente de
poder conocido e intentan un acercamiento con las feministas “autónomas”
históricas, sin percatarse que también éstas habían sido rebasadas por los
acontecimientos y que hoy anhelan fortalecer un movimiento rebelde de mu-
jeres, más que inspirar a feministas de las que se separaron en el pasado. Sólo
algunas expertas con pasado feminista se enfrentan todavía al intento de una
nueva vía política, deslindándose apenas de la izquierda poscomunista ya tra-
dicional, que en 2004 ha demostrado su corruptibilidad. Antes de las eleccio-
nes de julio de 2003, con una renovada fuerza, criticaron los discursos libera-
les en economía y conservadores en el plano de la relación entre los ámbitos
públicos y privados de la nueva derecha; por ejemplo, las mujeres que se
reunieron alrededor de Patricia Mercado para la formación de un partido de
tintes feministas y ecologistas y de nombre populista: México Posible 28.
El horror de las prácticas represivas llevadas a cabo durante diez años
por el gobierno de Alberto Fujimori en Perú, aminoró en ese país la tendencia
descrita por el caso mexicano, porque todas las feministas tuvieron que de-
fender los derechos humanos de las mujeres y por lo tanto, no pudieron creer
en la retórica del desarrollo y la “nueva” condición de las mujeres. Hoy, las
peruanas pelean contra el neoliberalismo, junto al movimiento estudiantil y de

28 Este partido presentó en candidaturas populares a 14 representantes de la “diversidad”


sexual, gays y lesbianas, lo que le valió un enfrentamiento con los patriarcas de la
jerarquía católica que llamaron a sus feligreses a no votar por él. A la vez, fue el único
partido que utilizó la campaña por el voto para lanzar mensajes de carácter reflexivo
sobre la condición de las mujeres en México, así como de las y los homosexuales,
cristianos no católicos y discapacitados, todos sectores de la población que sufren de
marginación social debido a sus cuerpos, sexualidades o creencias.

126
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pobladores, relegando nuevamente las demandas acerca de su cuerpo; menos


los grupos lésbicos que, sin embargo, no son capaces de generar un discurso
desde su condición de peruanas o latinoamericanas y se relacionan con las
ideas del feminismo y el lesbianismo radical, muchas veces pugnando para
poder salir de su condición geo-política.
Esta tendencia es común al feminismo institucional en la mayoría de los
países latinoamericanos. Las repercusiones de la recesión económica y la
crisis política en la vida de las mujeres de Argentina, Brasil, México y Perú (y
de las hambrunas en Centroamérica), ponen en evidencia cada día más la
pobreza conceptual de una política de las identidades, dirigida exclusivamente
al sector público, para que se reconozca el liderazgo de algunas y deje de
hacerlas invisibles dentro del sistema.

127
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

CUBA

Luisa Campuzano (1943)

Nace en La Habana, Cuba. Es licenciada en Letras Clásicas y Doctora


en Filología. Instructora graduada (1966) y Profesora titular de la Facultad de
Artes y Letras y miembro del Consejo Científico de la Universidad de La
Habana desde 1977 hasta que se jubiló en 2000. Fundó y dirige desde 1994 el
Programa de Estudios de la Mujer de la Casa de las Américas, donde tuvo a
su cargo el Centro de Investigaciones Literarias y la coordinación del Premio
Literario Casa de las Américas de 1987 a 1994. Ha publicado Roma y las
letras latinas (1972), Selección de autores latinos (1982), Mujeres lati-
noamericanas: historia y cultura. Siglos XVI al XIX, 2 t. (1997), Yo con mi
viveza: textos de conquistadoras, monjas, brujas, poetas y otras mujeres
de la Colonia (en colaboración con Catherine Vallejo) (2003), Las mucha-
chas de La Habana no tienen perdón de Dios (2004), entre muchos otros.

Ser Cubanas y no Morir en el Intento1


Nacer en Cuba, dijo Lezama Lima, “es una fiesta innombrable”; pero ver
la luz y vivir junto a este “mar violeta [que] añora el nacimiento de los dio-
ses”2, siempre entraña riesgos y sobresaltos, porque es a la orilla del golfo que
nos ciñe, como recuerda Dulce María Loynaz, con una acotación muy propia
de la escritura de mujeres, “donde todos los años hacen su misterioso nido los
ciclones”3.
Haber nacido mujer en Cuba y poco antes de la mitad del siglo, es decir,
iniciar la adolescencia con el triunfo de la Revolución, fue una fiesta multitudi-
naria, callejera, bulliciosa; con bailes de trajes y figuras, donde encontramos
nuestros espacios, nuestros roles y nuestros propios cuerpos a pesar de las
ráfagas huracanadas y los vientos cicloneros que nos amenazaban, pero que
no pudieron apagar las músicas, ni la alegría de vivir y de hacer. Ahora, sin
embargo, una gran tormenta quiere aguarnos la fiesta...
Cuando el ejército de barbudos — con un pelotón de mujeres— bajó de
la Sierra Maestra en 1959, yo tenía quince años. Ahora tengo más de cincuen-

1 http://www.temas.cult.cu/sites/default/files/archivotemas/Temas05-ene-mar-1996.pdf
2 José Lezama Lima, “noche insular, jardínes invisibles” (Enemigo rumor, 1941), en:
Poesía completa, La Habana, Letras Cubanas, 1970:84.
3 Dulce María Loynaz, “poema CXXIV” (Poema sin nombre, 1953), en: Poesía completa,
La Habana, Letras Cubanas, 1993:143.

128
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ta. Mi ciclo fértil, mi largo y cálido verano, ha sido la Revolución, que hoy
enfrenta —como yo— un proceso, un cambio de vida que debemos conocer
para dominar, para conjurar con nuevas estrategias y encaminar con nuevas
prácticas. Pero para eso hace falta sobre todo intentar salirse de la embria-
guez, del aturdimiento de la gran fiesta y repensarse, reflexionar sobre noso-
tras mismas, para recuperar de algún modo en nuestro pasado, en lo que de él
salva y proyecta la selectiva memoria, un atisbo, una guía para el futuro: los
“recuerdos del porvenir”.
Puesto que la autoconciencia se reconoce como una de las marcas de la
crítica feminista, que suele mostrar la identidad de quien la ejerce e informar
acerca de los orígenes del trabajo que asume y el punto de vista desde el que
lo aborda, se ha hecho muy común, casi de rigor, comenzar con una anécdota
personal, práctica que no sólo encuentra justificación en la máxima de que “lo
personal es político”, sino también en la convicción muy compartida de que
hay que derribar las barreras académicas tradicionales que separan la expe-
riencia profesional de la personal4. Para entrar en materia, pues, comenzaré
narrando algunas de las estaciones de mi conversión, de mi camino de Da-
masco, tópico también frecuente en el discurso feminista.
Hace poco más de diez años, a comienzos de 1984, un novelista dado a la
producción de personajes femeninos, y dirigente de la Sección de literatura
(hoy Asociación de escritores) de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
me pidió que preparara un trabajo sobre la mujer en la narrativa de la Revolu-
ción para un gran congreso promocional que se celebraría en La Habana. Mi
corpulenta vanidad profesional me impidió descubrir los móviles obvios de
esta invitación, y me puse a laborar febrilmente en un campo virgen al que
nadie en veinticinco años le había dedicado ni siquiera una línea, y para el que
no me sentía especialmente vocada. Desprovista de sustentación teórica ac-
tualizada, puesto que eran los tiempos en que apenas comenzábamos a desan-
dar la etapa de nuestra “indigencia crítica” 5, me valí de Virginia Woolf y
ataqué mi tema desde la triple perspectiva con que ella intentara dar respues-
ta a una demanda similar 6. Me ocupé de la mujer en la narrativa escrita por
hombres, de la narrativa escrita por mujeres, y de la posición de la mujer en la
sociedad en que se producían esos textos; y el resultado fue un largo estudio
que llevaba como subtítulo el de “ponencia sobre una carencia”, con la evi-

4 C.f. Robyn R. Warhal y Diane Brice Herndl (eds.), “About Feminist”, en: Feminist,
New Brunswick, Rutgers University Press, 1993:IX
5 Esta información la acuñó Juan Marimello para referirse al vacío teórico en que cayó la
crítica cubana a fines de los sesenta y en los setenta
6 Virginia Woolf, Una habitación propia (1929), Barcelona, Seix Barral, 1967.

129
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

dente y cacofónica intención de subrayar desde el principio las aterradoras


conclusiones a las que había llegado: de acuerdo con lo que se leía en los
textos de narradores cubanos de ambos sexos, entre 1959 y 1984 en la Isla no
había pasado nada notable, contable, novelable, en la vida de las mujeres 7.
Pero lo que me decía mi experiencia personal; lo que argumentaban in-
formes, discursos y folletos; de lo que hablaban los libros de las escritoras de
otros países que habían venido a estudiar las transformaciones de la mujer
cubana8; lo que veía en el cine documental y en el cine de ficción; lo que se
representaba en el teatro, era otra cosa, que había pasado inadvertida por la
épica, ese gran género de las porras y los mandobles: las mujeres cubanas
habían recorrido ya un gran trecho en el camino de su liberación, lo que cons-
tituía, sin dudas, una de las grandes hazañas de la Revolución, y era también
un logro individual de cada una de ellas; pero esto no aparecía tematizado en
los textos narrativos del período ni daba muestras de haber sido concientizado
por las autoras y, mucho menos, por los autores.
Tanto el revuelo y la incomprensión que desató mi trabajo entre parte del
público del congreso y sus organizadores, como lo que creía haber constatado
en él, me llevaron a un estado que llamaría de “perplejidad cultural”, pidiéndo-
le prestado a Marlyse Meyer el término que ella creara para explicar la reac-
ción del investigador ante relaciones aparentemente incoherentes entre un
fenómeno cultural y el contexto en que se origina.9 Durante años me mantuve
alejada de la literatura escrita por mujeres, y cuando inducida por Jean Franco
—que en 1988 comprometió a la Casa de las Américas con la organización de
un congreso sobre este tema— y presionada por Elena Urrutia —que en 1990
nos ofreció el motivo para realizarlo— , volví a ella, fui a parar directamente al
siglo XVIII, no sólo como consecuencia de mi choque inicial con las peculia-
res condiciones de producción de las narradoras cubanas de los sesenta y los
setenta, sino con la intención de, partiendo del rescate de la marquesa Jústiz
de Santa Ana, nuestra primera escritora, casi totalmente desconocida, iniciar
una recuperación de la memoria y de modelos y ejemplos que nos permitieran
crearnos una nueva identidad y contribuyeran al mayor autoconocimiento y a
la autoestima de la mujer cubana; y, por otra parte, comenzar a construir las

7 Luisa Campuzano, “La mujer en la narrativa de la Revolución: ponencia sobre una


carencia”, en: Quiron o del ensayo y otros eventos, La Habana, Letras Cubanas, 1988.
8 C.f. Margaret Randall, La mujer cubana ahora,La Habana, Instituto Cubano del Libro,
1972; y Laurette Sejourné, La mujer cubana en el quehacer de la historia, México, D. F.,
Siglo XXI, 1980.
9 Marlyse Meyer, María Padilha e toda a sua quadrilha, Sao Paulo, Duas Cidades,
1993:20.

130
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

bases de una narrativa histórico-literaria en la cual las escritoras encontraran


la visibilidad que en los estudios de nuestra literatura se les ha negado10.
Pero aunque mi trabajo personal se inscribe en una exégesis feminista
perfilada “como una crítica de desagravio, destinada a la doble tarea de la
desmitificación de la ideología patriarcal y a la arqueología literaria”11, lo hace,
por supuesto, desde y para la contemporaneidad, y con un objetivo comple-
mentario al parecer, pero absolutamente fundamental, que se relaciona con mi
trabajo institucional en la Casa de las Américas: el de contribuir a la
(re)inserción de la producción literaria femenina cubana posterior a la Revo-
lución en el cuadro de la literatura escrita por mujeres en la América Latina,
puesto que, dadas las características únicas de la experiencia cubana, ellas
por lo regular han quedado fuera de los estudios generales realizados en el
Continente, o apenas han sido consideradas como precursoras o rezagadas en
relación con las demás escritoras latinoamericanas, según se las haya aborda-
do con una óptica predominantemente de clase o de género.
Esta aproximación a las literaturas de mujeres cubanas y latinoamerica-
nas ya ha contribuido, en primer lugar, al autoconocimiento de las escritoras
cubanas, mediante la dinámica tan enriquecedora del proceso conocer-para-
reconocerse, y al estudio de su producción textual; pero, además, podrá ayu-
dar a caracterizar mejor el desarrollo de la mujer cubana integrando esta
imprescindible dimensión cultural al análisis tradicional basado en información
cuantitativa, principalmente estadística y relativa a indicadores tales como
demografía, salud, educación, trabajo, legislación y participación sociopolítica.
Los objetivos, pues, de estas páginas, de mi trabajo profesional y mi impli-
cación institucional, así como los de mi vida, atrapada en el momento más
crítico de sus coordenadas privada y pública, biológica y espiritual, coinciden,
y consisten en tratar de esbozar, siquiera sumariamente, un barrunto de estra-
tegia que contribuya a sortear la tormenta y salvar todo lo salvable y, en
primer lugar, a las mujeres cubanas, ya no sólo fuerza reproductora, sino pro-
ductora —y de la más alta calidad— de la nación.
Como es conocido, la caída del Campo socialista y la desaparición de la
Unión Soviética, sus socios comerciales por cerca de tres décadas, llevó a
Cuba a comienzos de los noventa a una situación de emergencia económica
que ya dura más de un lustro, y que ha producido un grave deterioro en todas

10 Luisa Campusano, Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios, Río de


Janeiro CIEC, Universidad Federal del Río de Janeiro, 1991 (Serie Papéis Avulsos, 37)
hay otras ediciones.
11 Jean Franco, “Si me permiten hablar: la lucha por el poder interpretativo”, Casas de las
Américas, La Habana, 30 (171), noviembre-diciembre, 1988:88.

131
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

las instancias de la vida, llegando a evidenciarse un franco retroceso en sec-


tores prioritarios como la alimentación y el empleo, y poniendo en peligro la
salud y la educación, consideradas las dos grandes conquistas de la Revolu-
ción. Las medidas y esfuerzos dedicados a revertir esta situación y producir
una nueva reconversión de la economía cubana —ya hubo otra en los sesen-
ta—, pese a haber logrado a fines de 1993, de acuerdo con apreciaciones de
autoridades gubernamentales, detener la caída casi ininterrumpida desde 1990,
se han visto constantemente asediados por el recrudecimiento del bloqueo
norteamericano, destinado no sólo a hacer aún más difícil el acceso a puertos
cubanos del combustible y los insumos que su exigua capacidad de compra le
permite adquirir al país, sino también a intentar disuadir a los posibles interesa-
dos en comerciar con Cuba o invertir en la Isla.
Tanto esta situación de crisis como la estrategia definida por el Gobierno
para enfrentarla —el llamado “Período especial”—, producen y exigen res-
pectivamente, grandes sacrificios a la población, y en particular a las mujeres,
que dadas las características culturales patriarcales del país, son las respon-
sables de la atención, en todas sus demandas, de la familia.
Pero como dijera el poeta peruano Carlos Germán Belli, “en cada linaje /
el deterioro ejerce su dominio”; y pese a los indicios de recuperación econó-
mica que comienzan a advertirse a partir de 1994, el retroceso ya no sólo
atañe a aspectos tan concretos y mensurables como los antes mencionados,
sino que tiene dimensiones morales, políticas y sociales, en general, que resul-
tan aún más dolorosas porque pueden ser irreversibles en buena parte de los
casos, y tienen un grandísimo costo espiritual.
Menos conocido, y —colocado en este contexto de carencias y deterio-
ros— altamente paradójico, es el hecho de que también a comienzos de los 90
las mujeres cubanas continuaban mostrando, en relación con las restantes
latinoamericanas y, en general, con todo el Tercer Mundo, las más altas pro-
porciones de participación en rubros como la educación superior y el empleo,
con importantes índices no sólo cuantitativos, sino también cualitativos; que su
calidad de vida era comparativamente la más elevada; y que disfrutaban de
una legislación fuertemente antidiscriminatoria, que incluía los tan debatidos
derechos reproductivos.12
Paralelamente, desde los últimos años de la década de los 80, se había
evidenciado, dentro de la Federación de Mujeres Cubanas, una tendencia a
priorizar los esfuerzos por cambiar los patrones culturales que propician la
subordinación femenina, y, en especial, la doble jornada, con lo que la organi-

12 C.f. Mujeres latinoamericanas en cifras. Cuba, Santiago de Chile, Instituto de la Mujer


(España) y FLACSO, 1993, passim.

132
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

zación se hacía eco de las demandas de una membresía compuesta por un


número cada vez mayor de profesionales, técnicas y mujeres instruidas en
general, y por otra parte, daba los pasos necesarios para posibilitar el desarro-
llo de la línea jerarquizada por el III Congreso del Partido en febrero de 1986,
que estipulaba la creación de cuotas para la incorporación de jóvenes, negros
y mujeres a todas las instancias de dirección política y administrativa del país.
Pero esta línea fue abandonada poco a poco, después de que la sesión diferida
del propio Congreso, celebrada en diciembre de ese mismo año, estableciera
otras prioridades: el desmantelamiento del fracasado Sistema de Dirección de
la Economía y el inicio de la que se llamó “etapa de rectificación”.
En el IV Encuentro feminista latinoamericano y del Caribe, celebrado en
Taxco en 1987, adonde asistió por vez primera una delegación cubana, al
preguntársele a una representante de la Federación por qué seguía existiendo
un modelo cultural patriarcal en Cuba, esta dijo:
La cultura popular es tan machista en Cuba como en cual-
quier otro país latinoamericano. Nuestro discurso con res-
pecto a los problemas de la mujer está cambiando; estamos
avanzando y profundizando: tenemos que trabajar con la rea-
lidad y deshacernos de viejos esquemas para abrir nuevos
caminos. La Revolución cubana no es un proceso terminado,
como tampoco lo es el feminismo.13
En marzo de 1990 se celebró el V Congreso de la Federación de Mujeres
Cubanas, para el que la organización se había preparado con especial cuida-
do. Los temas desarrollados en los documentos que debía debatir y aprobar el
Congreso volvían a abordar, pero con mayor énfasis, formas sutiles de discri-
minación en el trabajo, como la de no promover mujeres a puestos de mayor
responsabilidad; o en la política, como la de no elevarlas a posiciones de pri-
mer rango; e insistían en señalar los obstáculos existentes para lograr la igual-
dad, particularmente los debidos a la doble jornada. Pero el Congreso no pudo
discutirlos porque otra vez había algo más importante, de mayor prioridad que
los problemas de la mujer: la defensa del país y la nueva estrategia económica
frente a la desaparición del Campo socialista y la evidente marcha de la Unión
Soviética hacia el mismo fin.
Meses más tarde, en discusiones preparatorias del IV Congreso del Par-
tido celebradas por las instancias provinciales de la organización política, se
produjeron severas críticas a la Federación, en las que se sugería su desapa-

13 Citada por Francesca Miller, Latin American Women and the Search for Social Justicie.
Hanover y Londres, University Press of New England, 1991:236 (mi traducción).

133
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

rición sobre la base de que duplicaba las funciones de otras organizaciones de


masas. Por otra parte, en el Congreso partidista, celebrado en octubre de
1991, y en las elecciones nacionales, provinciales y municipales de 1993, se
redujo el número de mujeres electas, aunque, pese a ello, seguían siendo las
cubanas las que, entre las latinoamericanas, tenían más representantes en el
parlamento.14
Intentar entender la dinámica de la incorporación y de los avances de la
mujer en Cuba al margen de las características excepcionales que ésta tiene
en el contexto latinoamericano, resulta poco menos que imposible. Digamos,
para simplificar, que donde en la historia latinoamericana se lee “la mujer
conquistó”, en la cubana posterior a 1959 podría leerse “la mujer recibió”; que
donde en la primera se dice que la mujer luchó por sus derechos o trabajó en
su beneficio, en la cubana se diría que la mujer se ha incorporado a la lucha y
ha trabajado en defensa de la Revolución. En Cuba, muy distintamente de lo
sucedido en otras partes, la progresiva transformación de la mujer se produjo
en el contexto de un cambio revolucionario que nunca tuvo como objetivo
prioritario a las mujeres, sino la modificación radical de la estructura política y
económica del país, a la que todo se subordinaba, y para la cual la categoría
operativa fundamental era la de clase y no de la de género; y las tácticas
inexcusables, la igualdad y la unión, no la diferencia.
En Cuba, muy distintamente de lo sucedido en otras partes, la progresiva
transformación de la mujer se produjo en el contexto de un cambio revolucio-
nario que nunca tuvo como objetivo prioritario a las mujeres, sino la modifica-
ción radical de la estructura política y económica del país, a la que todo se
subordinaba, y para la cual la categoría operativa fundamental era la de clase
y no de la de género; y las tácticas inexcusables, la igualdad y la unión, no la
diferencia.
Cuando las mujeres salieron de sus casas a las calles, las plazas o los
campos, en 1959, fue para asumir tareas de la Revolución en la salud, la
alfabetización, la defensa. Cuando realizaron trabajo voluntario, fue en susti-
tución de los hombres que se encontraban casi permanentemente moviliza-
dos. Cuando se integraron en un gran frente unitario en agosto de 1960, lo
hicieron bajo el lema “toda la fuerza de la mujer al servicio de la Revolución”;
y la organización surgida de esta integración, la Federación de Mujeres Cuba-
nas, se constituyó desde entonces en el vehículo de comunicación entre el
Gobierno revolucionario y las mujeres, cuyas tareas fundamentales dentro de
la organización fueron y siguen siendo las de apoyar cada medida o campo de

14 C.f. Mujeres latinoamericanas en cifras. Cuba, op. cit.:97, 99.

134
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

interés de la Revolución. El Gobierno revolucionario, por su parte, ha dictado


decenas leyes y creado innumerables planes que de modo directo y eficiente
han beneficiado a las mujeres y propiciado su incorporación al espacio públi-
co, que en Cuba no significa otra cosa que el espacio de la Revolución.
Existen distintos criterios entre los estudiosos de la historia de Cuba más
reciente, en torno a si la participación de la mujer en la fuerza de trabajo se
produjo como resultado de necesidades económicas, si el Estado se vio preci-
sado a ampliar la fuerza laboral; o si fue una concesión a las mujeres, una
medida de carácter político y no económico.15 Pero sea como fuere, a través
de su incorporación progresiva al trabajo y la dinámica de negociaciones do-
mésticas e intervención pública —mediante la promulgación de distintas leyes
destinadas a facilitarla—, la mujer encontró en el trabajo la posibilidad de
desarrollar su creatividad, de participar más activamente en la sociedad, de
pasar de la función meramente reproductiva a la productiva. Y así, a comien-
zos de los 90 casi el 40% de todos los trabajadores cubanos eran mujeres, y en
algunos sectores fundamentales no tradicionales este índice era mucho más
alto. Baste señalar que el 57.7% de los profesionales y técnicos y el 45% de
los profesores universitarios eran mujeres, situación no sólo excepcional en
relación con la de América Latina, sino también con la de España, por ejem-
plo, donde sólo el 30% del profesorado universitario está formado por muje-
res.16
Del mismo modo, el nivel educativo de la Población Económicamente
Activa femenina era también a comienzos de los 90 mucho más alto en Cuba
que el de la masculina, y esto podría mantenerse en los próximos años, porque
la estructura de la matrícula por niveles de enseñanza así lo hace prever,
particularmente en la educación superior, donde las mujeres han seguido sien-
do bastante más de la mitad —casi tres quintas partes— de todos los estu-
diantes universitarios.17
Pero ante la reducción progresiva de empleos, ante las dificultades de
todo tipo que cada día hacen de la vida de las trabajadoras cubanas una carre-
ra de obstáculos, muchos de ellos inesperados, imprevisibles, ¿el empleo fe-
menino se reducirá drásticamente como en los sesenta, cuando la primera
carestía devolvió a muchas mujeres a sus casas, o mantendrá, con ligeros
descensos, sus niveles actuales?

15 Cf. Marta Nuñez, Las mujeres de la carreta, Moscú, ed. mecan., 1993: 6-7.
16 Cf. Cruz Blanco, “Ciencia y técnica, también para ellas”, en: Mujeres (suplemento de el
País), Madrid, 29 de septiembre de 1994:14.
17 Informe de la República de Cuba a la XLIII Conferencia Internacional de Educación [de
la UNESCO], La Habana, Ministerio de Educación, 1992:44.

135
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Aunque no dispongo de cifras, hay razones que autorizan a pensar que lo


que se producirá es esto último: la mayoría de las mujeres trabajadoras no
abandonará sus empleos actuales o los cambiará —de acuerdo con disposi-
ciones tomadas a fin de aliviar las dificultades producidas por las deficiencias
en los medios de transporte- por otros más cercanos a sus casas; y de ser
dejadas fuera de sus trabajos -lo que ya ha sucedido por el cierre a menor o
mayor plazo de centros laborales, debido a la falta de materia prima, de com-
bustible o de piezas de repuesto para las maquinarias o los equipos, y seguirá
sucediendo pues se desarrolla una revisión de todas las plantillas- , recibirán
un generoso subsidio y serán posteriormente reubicadas, si no pasan a engro-
sar la creciente economía alternativa formada por los trabajadores por cuenta
propia, que en los últimos años han ido constituyendo un pequeño sector priva-
do que, en alguna medida, ha contribuido a paliar carestías en muchos órde-
nes. Esta hipótesis y las razones que nos inducen a optar por ella -lo que
significa mostrarnos optimistas, proyectar nuestros deseos-, las discutimos a
comienzos de 1993 en un encuentro con feministas norteamericanas en la
Casa de las Américas, y Marta Núñez, una socióloga cubana que se ocupa
desde hace muchos años del tema de mujer trabajadora, las formuló tan clara-
mente que a continuación me limito a glosar sus palabras:
Las mujeres cubanas no sólo permanecerán en la fuerza de
trabajo sino que continuarán siendo promovidas a empleos
más complejos y que requieren más conocimientos, en todas
las esferas de la economía y en todas las categorías ocupa-
cionales, porque desde hace años han llegado a ser la fuerza
de trabajo más calificada del país y el mayor número de estu-
diantes universitarios; porque una nación que busca cambiar
las estructuras de exportación con renglones de punta como
la biotecnología, no puede prescindir de quienes constituyen
más de la mitad del personal técnico y profesional en estas
ramas; porque casi la tercera parte de las trabajadoras son
jefas de hogar, y si dejan sus empleos, sus familias quedan
sin sustento; porque una buena parte de las trabajadoras más
jóvenes lo son de segunda generación y cuentan con un im-
portante patrón de madre trabajadora.18
Pero ahora, aunque podrá mantenerles algunas garantías de salud y edu-
cación, el Estado no tiene tanto que ofrecerles a las mujeres para que traba-
jen, como pudo hacer antes. Ya no hay, por ejemplo, la posibilidad inmediata
de construir más círculos o guarderías infantiles, o de socializar otras tareas
18 Marta Núñez, op.cit.:98-99

136
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

domésticas. Y, en cambio, a las más jóvenes -y ya no sólo residentes en cier-


tos medios urbanos, sino también emigrantes de las más apartadas zonas del
país-, el impacto del turismo -imprescindible para la supervivencia de la na-
ción-, así como el deseo de comer mejor, de vestir mejor, de pasear en autos
como los que aparecen en las películas, ha podido llevarlas a ejercer la pros-
titución en torno a hoteles y otros centros frecuentados por extranjeros; espa-
cios de gran visibilidad que amigos y enemigos de la Revolución, de dentro y
de fuera, magnifican con tanta vehemencia, que las “jineteras” han llegado a
convertirse en “símbolo supremo” y argumento irrefutable de la decadencia
de la sociedad cubana, que injustamente encarna por extensión -“la parte por
el todo”- en quienes soportan con mayor sacrificio la mayor carga en este
especialísimo período de crisis: las mujeres.19
Este fue, pues, el contexto en que distintas académicas, escritoras, artis-
tas y comunicadoras, por separado o en conjunto, con o sin apoyo institucio-
nal, nos fuimos convenciendo poco a poco de la necesidad de intervenir en
nuestra azarosa contemporaneidad para introducir en ella una conciencia de
género que ayudara principalmente a fortalecer la autoestima de las cubanas,
tan necesaria en estos momentos para defender sus avances, y que contribu-
yera a otorgarles mayor visibilidad a su historia y a sus realizaciones cultura-
les.
Así, en abril de 1990, la Casa de las Américas y el Programa Interdisci-
plinario de Estudios de la Mujer (PIEM) de El Colegio de México organizaron
el que sería el primer congreso celebrado en Cuba sobre literatura escrita por
mujeres. A fin de llegar a él en las mejores condiciones, realizamos previa-
mente en la Casa un taller de pensamiento y crítica literaria feministas, que
nos permitió actualizar -y en muchos casos adquirir- el bagaje teórico impres-
cindible para tener una participación decorosa y productiva en este encuentro,
al que logramos incorporar a una buena cantidad de ponentes cubanos. Once
de los trabajos presentados se publicaron en una amplia sección del número
183 de la revista Casa de las Américas 20 que, quizá por azar o tal vez por
esta razón, se agotó rápidamente. En marzo del año siguiente, viajamos una
docena de cubanos a México para celebrar en El Colegio nuestro segundo
congreso, que en esta ocasión se dedicó por entero a la obra de escritoras
cubanas, siendo así también este el primer encuentro consagrado a nuestra
19 En enero de 1995se celebró en la Casa de las Américas el coloquio “El impacto del
turismo en la condición de la mujer cubana”, y en él se discutió ampliamente el tema de
las “jineteras”. Cf. Sobre el resurgimiento de la prostitución en el “Período Especial”:
Rosa Miriam Elizalde, “¿Qué será de mí si la suerte me abandona?”, Contracorriente, 1
(2), La Habana, octubre-diciembre, 1995: 49-64.
20 Casa de las Américas, La Habana, 31 (183), abril-junio, 1991: 2-69.

137
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

literatura femenina. Como en el congreso anterior, en los meses previos a su


celebración desarrollamos en la Casa un taller, que esta vez trató de la litera-
tura escrita por cubanas. Cuatro de las participantes en estos encuentros
recibieron -tres de ellas con el apoyo de la Casa- becas del PIEM para cursar
la especialidad de posgrado en Estudios de la Mujer, convirtiéndose -a lo que
sé- en las primeras cubanas en adquirir esta calificación académica.
Algo muy personal, como mucho de lo que sucede entre mujeres, tam-
bién influyó en el rumbo que daríamos a lo que ya empezaba a perfilarse como
una línea de trabajo de la Casa. En la segunda mitad de 1991, Vicentina Antu-
ña, mi profesora y jefa, con quien llevaba trabajando treinta años, primero en
el Consejo Nacional de Cultura y después compartiendo la misma cátedra en
la Universidad, enfermó gravemente y me pidió que fuera cada tarde a su
casa a acompañarla, y en aquellas conversaciones en que yo hablaba más que
ella, y que al final fueron haciéndose meros murmullos, sonrisas, miradas im-
potentes, fuimos tejiendo y destejiendo proyectos y memorias de la lucha de
las feministas y otras organizaciones de mujeres cubanas por ocupar un espa-
cio de primer orden en la cultura y la historia del país, lucha en la que ella y
Camila Henríquez Ureña habían participado muy destacadamente y que cons-
tituía uno de los grandes orgullos de su vida.21
En el bienio siguiente, mediante la participación individual o institucional
en encuentros nacionales o internacionales, se fue ampliando el radio de rela-
ciones de la Casa de las Américas con especialistas y grupos de Estudios de
la Mujer o activistas de movimientos femeninos, que contribuyeron, por una
parte, a llevar nuestros intereses más allá de la literatura, y por otra, a que
nuestra biblioteca llegara a poseer una copiosa colección tanto de los libros y
revistas más recientes sobre este amplio dominio, como de clásicos que antes
no teníamos. A lo primero se debe que en ocasiones, como las anotadas en
párrafos anteriores, hayamos coauspiciado la celebración de encuentros so-
bre temas de carácter fundamentalmente social y económico. A lo segundo
obedece, por ejemplo, que en el año académico 1993-1994 se pudiera ofrecer
por primera vez en la Licenciatura en Letras de la Universidad de La Habana,
un curso sobre discurso literario femenino22.

21 Roberto Fernández Retamar me ha contando que fue porque Vicentina se lo dio a conocer,
que incluyó “feminismo” (1939), el excepcional texto de Camila sobre la condición y
lucha femeninas, en el número que Casa de las Américas dedicó al “Año Internacional de
la Mujer”. Cf. Casa de las Américas, La Habana, XV (88), enero-febrero, 1975: 29-42.
22 Este curso fue ofrecido por la Dra. Nara Araújo, quien desde su inicio ha participado en
este proyecto de la Casa –como Mirta Yáñez, que propició la celebración del primer
congreso Graziella Pocolotti, Denia García Ronda y Zaida Capote, entre otras.

138
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

De la acumulación de libros y experiencias, de las conversaciones con


amigas y colegas, fue imponiéndosele a la dirección de la Casa de las Améri-
cas la necesidad de crear un Programa de Estudios de la Mujer, a partir de
aquel núcleo original de trabajo sobre escritoras latinoamericanas que yo ha-
bía cobijado a la sombra del Centro de Investigaciones Literarias que enton-
ces dirigía. Teniendo en cuenta todo el trabajo realizado y la proyección que
queríamos darle en el futuro, decidimos lanzar nuestro Programa en 1994, año
del centenario del nacimiento de Camila Henríquez Ureña, y emplear para
ello el espacio más conocido de la Casa: su Premio Literario. Así pues, en
homenaje a la gran profesora y ensayista cubano-dominicana convocamos al
Premio Extraordinario de Ensayo sobre Estudios de la Mujer, al que concu-
rrieron más de cincuenta obras.23 Además, los jurados que debían otorgar los
premios en los distintos géneros y categorías que concursaban, fueron inte-
grados, por primera vez, mayoritariamente por escritoras. Una semana antes
del comienzo de sus actividades ofrecimos dos cursos de posgrado: sobre
teoría y praxis de la literatura femenina y sobre literatura femenina cubana, y
el programa del Premio concluyó con un congreso sobre literatura femenina
latinoamericana en el que participó medio centenar de ponentes de la Améri-
ca Latina, el Caribe, los Estados Unidos, Canadá y Europa.
Al concluir el congreso, nos reunimos un amplio grupo de participantes y
diseñamos conjuntamente las líneas de trabajo para los próximos años, desti-
nadas a propiciar, por una parte, una revisión de la historia y la cultura de las
mujeres latinoamericanas y caribeñas desde el siglo XVI hasta nuestros días,
y por otra parte, a rescatar y publicar la producción textual femenina -no
exclusivamente literaria- correspondiente a ese período. De acuerdo con este
plan, se han realizado ya los coloquios correspondientes a la Colonia y el Siglo
XIX, que han acumulado más de setenta trabajos 24 y han puesto en contacto
a igual número de especialistas en la historia y la cultura de las mujeres del
Continente; se ha empezado a evaluar y organizar para su publicación los
materiales recibidos para la antología de producción textual femenina de los
siglos XVI al XVIII; y se está solicitando los que deberán llenar los tres tomos
de la correspondiente al XIX, al tiempo que se ha comenzado a circular la
convocatoria del coloquio del año próximo, que se dedicará a las latinoameri-
canas y caribeñas del siglo XX. Para después también tenemos planes, pero
esa es otra historia..., historia hacia la que nos conducen no sólo los resultados

23 El premio se otorgó a Lucía Guerra, La mujer fragmentada: historia de un signo, La


Habana y Bogotá, Casa de las Américas y Colcultura, 1994.
24 Las Actas de estos coloquios, en preparación, serán coeditadas por la Casa de las
Américas y la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, de México.

139
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de esta especie de levantamiento general de fuerzas pasadas y presentes de


nuestras mujeres, y de quienes se dedican con rigor, pasión y compromiso
mucho más que académico a su estudio, sino también lo que está sucediendo
desde comienzos del año pasado en nuestro país.
Celebrado en marzo de 1995, el VI Congreso de la Federación de Muje-
res Cubanas replanteó una agenda en la que ocupó un espacio fundamental
todo lo derivado del reconocimiento de que en medio de las ásperas condicio-
nes con que se inició esta década, y tal vez por ello, se han producido impor-
tantes cambios en la conciencia que de sí mismas tiene la mayoría de nuestras
mujeres, quienes, por una parte, se ven cada vez más como productoras y no
solo como reproductoras, asumiendo plenamente su transformación de objeto
en sujeto de las medidas tomadas por la Revolución en su beneficio, las que
ahora tienen que defender y llevar hasta sus últimas consecuencias; y, por
otra parte, evalúan su incorporación al trabajo no ya como una mera forma de
emancipación económica, sino como fuente de satisfacción y realización per-
sonal y vía privilegiada de acceso a una mayor participación política y social.
Por ello, tanto en los documentos de trabajo como en las intervenciones de las
delegadas, se puso especial énfasis en arreciar el combate contra los patrones
culturales que conspiran contra la participación femenina en los niveles de
mayor responsabilidad y decisión, lo que aparece como una demanda sólida y
críticamente fundamentada en el texto elaborado por la comisión que se ocu-
pó del tema de la promoción de la mujer a cargos de dirección en el Estado y
el Partido 25, y se evidenció en el curso de los debates, cuando una de las
delegadas, por ejemplo, hizo llegar una nota al General de Ejército Raúl Cas-
tro, preguntándole por qué no hay generalas ni viceministras en las Fuerzas
Armadas Cubanas,26 a cuyas tropas regulares hoy están incorporadas dece-
nas de miles de mujeres y no un solo pelotón femenino, como en enero de
1959.
A partir de entonces la presencia de la Federación, y en general la de los
temas relativos a las mujeres, ha comenzado a hacerse mayor en la prensa, a
tomar mayor relieve. Así sucedió, por ejemplo, con las elecciones parciales
celebradas en julio de 1995, en las que se puso de manifiesto que comenzaba
realmente a remontarse la corriente. A diferencia de lo ocurrido en las elec-
ciones generales de 1993, cuando la Comisión Electoral y, en consecuencia,
los periódicos, la radio y la televisión -ocupados en destacar la participación

25 Cf. Federación de Mujeres Cubanas, XVI Congreso de la FMC. Memorias. La Habana,


FMC, 1995: 89, 101-114.
26 Cf. “última jornada de trabajo [del XVI de la FMC]”, Juventud Rebelde, La Habana, 4 de
marzo de 1995:8.

140
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

masiva en una consulta popular a la que los enemigos de la Revolución augu-


raban los peores resultados- no divulgaron la cantidad de mujeres electas,
ahora se daban a conocer estos resultados, que evidenciaban una notable
recuperación en el número de delegadas en relación con los comicios anterio-
res. Ese mismo mes se dedicó la gran fiesta de la Revolución, el aniversario
del asalto al Cuartel Moncada, a la mujer cubana, quien como reconociera el
Comandante en Jefe Fidel Castro en la clausura del congreso femenino, es la
que hoy lleva la parte más dura de los sacrificios.27
Pero la mujer cubana es también, pensamos, quien, dadas su preparación
y progresiva concientización, parece estar destinada a salir en mejores condi-
ciones de esta crisis, cuyo fin comenzamos a avizorar. Lo más importante, en
nuestro caso, ha sido saber que no partimos de la nada, sino todo lo contrario;
y conocer cuáles son nuestras peculiaridades y de qué modo podemos actuar,
tantear, rectificar, para ir alcanzando poco a poco resultados que conduzcan a
la plena realización de la mujer, y en nuestro caso -en el que las distancias
sociales son las más reducidas de la América Latina- eso quiere decir a una
realización de todas las mujeres.
En el medio feminista académico, tan variopinto en sus tendencias, quizá
la perspectiva reciente más importante es aquella que parte de reconocer que
no existe una realidad femenina única, que en este vasto campo tampoco hay
universales, sino múltiples realidades; y que hay que aprender acerca de todas
ellas y estar conscientes de todas ellas. Por eso, con nuestro trabajo en el
campo ilimitado, sin fronteras de la cultura, no sólo aspiramos a modificar
nuestra realidad, sino también a pensarla, a organizarla mentalmente y, algún
día, a contribuir con nuestra experiencia y con nuestra teorización propia,
latinoamericana y cubana, al pensamiento, a las doctrinas, al fundamento de
los estudios y de las prácticas en torno y para la mujer.

27 Ibid: 1

141
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Nara Araújo (1945- 2009)

Nacida en La Habana. Doctora en Ciencias Filológicas. Especialista


en Teoría y Crítica Literaria, defensora del feminismo y luchadora
contra la marginalidad de la mujer. Publicó Viajeras al Caribe (com-
pilación, prólogo y notas) (1983), El alfiler y la mariposa: Género,
voz y escritura en Cuba y el Caribe (1997), Visión romántica del
otro (1998), Textos de teorías y críticas literarias(2003).

Repensando desde el Feminismo los Estudios Latinoamericanos 1


A principios de los 80 en su libro Sobre la deconstrucción, Jonathan
Culler de manera rotunda afirmaba, sobre la crítica feminista, que esta ha
tenido consecuencias mucho mayores que cualquier otra corriente crítica y
que ha constituido una de las fuerzas de renovación más poderosas en la
crítica contemporánea (1984:30). La inserción de ese comentario en un libro
donde Culler se ocupa de la teoría crítica y en particular de la desconstruc-
ción, y el que uno de los capítulos esté dedicado al problema de la lectura, del
lector macho y el lector hembra, son indicadores de lo que la práctica de la
crítica feminista en las últimas décadas ha hecho evidente: su cercanía con
otros enfoques, entre ellos el descontructivista, ambos empeñados en una
desestabilización de los discursos hegemónicos y monológicos.
Pero mi interés no es rastrear las filiaciones del discurso crítico literario
feminista, sus encuentros o sus desencuentros, sino el pensar en qué medida
la afirmación del crítico estadounidense pudiera corresponder a la situación
de los estudios literarios latinoamericanos, de qué manera se les ha repensado
desde la perspectiva propuesta y desarrollada por el feminismo. Un balance
similar se hizo hace ya más de una década en un encuentro de LASA y en
aquella ocasión Jean Franco, una de las protagonistas de este proceso de
cambio afirmaba que en efecto esta había contribuido al estudio de la literatu-
ra latinoamericana, lo cual justificaba dedicar una sesión entera al análisis del
estado de la teoría y la crítica feministas (Franco 1986).
Mi intención entonces es, en primer lugar, revisar replanteos fundamen-
tales y una praxis crítica, no en los términos de simple y exhaustivo inventario,
de títulos y autorías, sino destacando acciones que han contribuido a refigurar
los tópicos de los estudios literarios latinoamericanos, tanto ampliando sus
referentes y objetos de estudio como sus puntos de vista. En segundo, insertar

1 http://ddd.uab.cat/pub/lectora/20309470n5-6/20309470n5-6p55.pdf

142
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

en ese cambio, la acción desestabilizadora del libro Ella escribía poscrítica


(1995), de la profesora e investigadora cubana Margarita Mateo.

I
En octubre de 1999 se celebró en Querétaro, México, un encuentro de la
Asociación de Literatura Femenina Hispánica. Una revisión de los tópicos del
programa muestra la recurrencia de aquellos referidos a identidades y sexua-
lidades, poder y género, política cultural de la diferencia, nación, género y
cultura, cuerpo y erotismo, genealogías y desterritorialización. El campo se-
mántico que estos términos conforman no ha sido ciertamente una invención
de la crítica feminista pues esos tópicos han entrado al discurso crítico, como
parte del cambio producido en los estudios literarios en su conjunto. Este
cambio ha implicado: la ampliación del concepto mismo de literatura, de la
literariedad y el borramiento de sus fronteras’ la indeterminación de los géne-
ros literarios y su contaminación; la crisis de crecimiento en la institución
académica y la interdisciplinariedad con la intervención en el análisis del texto
literario de diferentes disciplina —antropología psicoanálisis, filosofía; la irrup-
ción de los estudios culturales y postcoloniales, resultado y partícipes del mo-
vimiento anteriormente descrito, que han debido y querido dar respuesta a las
múltiples interrogantes que el cambio de paradigma en los estudios literarios
ha producido prestando atención a otros discursos y a otros sujetos, anterior-
mente considerados como marginales.
En el contexto de los estudios literarios latinoamericanos, a finales de los
años 80 ya podía constatarse cómo la desconfianza posmoderna a los relatos
totalizadores, la afirmación de la heterogeneidad como marca de la produc-
ción cultural de la América Latina, el interés por los géneros marginales (lite-
rarios y sexuales) implicaba una desestabilización de la tradición académica.
Parte de ese movimiento fue la crítica literaria feminista, a pesar de las reti-
ciencias iniciales ante discursos provenientes “de afuera”, del “Norte” (re-
vuelto y brutal), y la insistencia en la necesidad de no perder la especificidad
de la problemática latinoamericana (Franco, 1988); de tono reivindicativo pri-
mero, esta crítica se dedicó con empeño y buenos resultados a la labor de
arqueología literaria que aún está en curso.
Pero ya Franco en sus “Apuntes sobre la crítica feminista y la literatura
hispanoamericana” (1986), llamaba la atención sobre la necesidad de no per-
manecer en es encomiable tarea sino en plantearse, no tanto los (supuestos)
temas y estilo específicos de las escritoras, sino el problema del poder, expre-
sado en términos análogos a la estratificación de la diferencia sexual, la ma-
nera en que se constituyó la “autoridad textual”, lo que Franco denominó: la

143
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

“lucha por el poder interpretativo” (1988): la necesidad de particularizar el


problema de la mujer dentro de la cuestión más general de la subalternidad.
Dentro de esas coordenadas Franco estudió la vida de las monjas místi-
cas, el relato antropológico de las vidas subalternas y el testimonio de Ias
mujeres subalternas, las relaciones entre saber y poder, entre la escritura
femenina y Ia eIección de géneros discursivos no canónicos, —de aquellos
“que permiten hablar”— y como ha apuntado Walter Mignolo (1995), refi-
riéndose al libro de Franco Plotting Women (1988), las del canon en el cor-
pus. En “Beyond Ethnocentrism: Gender, Power, and the Thirld-World Intelli-
gentsia” (1988), Franco analiza la elaboración ficcional y no problemática, por
los escritores de los sesenta y los setenta (García Márquez et al), del tópico de
la madre y la maternidad, y la superación, de la concepción de la maternidad
asociada a la anatomía y a la naturaleza, por la praxis social de las Madres de
la Plaza de Mayo.
La acción de Franco dentro de los estudios literarios latinoamericanos, no
está interesada en construir, a la manera de una de las tendencias en la crítica
literaria feminista angloamericana, una tradición literaria femenina que sería
alternativa a la masculina –canon que de por sí, en el caso de la América
Latina nace bajo el signo de su hibridismo y diferencias problémicas—, ni
tampoco a la manera de las teóricas francesas, explorar las marcas de una
escritura regida por el cuerpo y el inconsciente. Más allá de su dedicación a
los textos escritos por mujeres como privilegiado objeto de estudio, a aquellos
que indican una apropiación del espacio público y una resignificación del es-
pacio privado, a la literatura testimonial como un género propiciador del dere-
cho a hablar del subalterno, o a los que desestabilizan el eje poder/conoci-
miento/masculino (Franco, 1995), lo que resulta decisivo en la contribución de
la autora de lntroducción a la literatura hispanoamericana y de La cultu-
ra moderna en América Latina, a la reconfiguración de los estudios Iitera-
rios Iatinoamericanos, es que desde el feminismo discute la problemática del
poder en su conjunto, a partir de la naturaleza socialmente construida de lo
sexual y por ende del etnocentrismo del saber/poder.
Recolocar la escritura de la mujer en las historias literarias nacionales,
distinguiendo entre aquellas que de alguna manera tuvieron cierto acceso a la
voz pública y las que permanecieron en el silencio o la oscuridad, problemati-
zando la exclusión del canon y los grados de esta exclusión, ha supuesto un
cuestionamiento de la establecida tradición literaria latinoamericana. El diálo-
go de las escritoras latinoamericanas con el discurso de la nación, como “out-
siders y mediadoras”, ha sido conflictual y ambiguo, su colocación dentro de
las tendencias de la literatura regionalista ha sido impugnada por las clasifica-
ciones literarias (Pratt, 1990).

144
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La revelación de estas tensiones y la recolocación de estos textos dentro


de una tipología establecida y en contraste con los textos-paradigmas mascu-
linos, la llamada de atención sobre aquellos discursos críticos/creativos, como
el de la problemática del bilingüismo/el mestizaje/la frontera, (Pratt, 1993), es
una de las acciones de este cuestionamiento. Otra, fundamental, ha sido reve-
lar “las tretas del débil” (Ludmer, 1984), la potencialidad de los “géneros me-
nores” o escritas del yo —diarios, cartas, autobiografías de mujeres—, como
un espacio privado que se resignifica al cambiar la valencia negativa que le
atribuye el binarismo par ser, en la enunciación y horizonte de expectativas de
las mujeres, punto de referencia y partida de los otros discursos. Y otras
acciones, no menos significativas, han sido el examen sostenido de la cons-
trucción de las comunidades imaginadas desde el espacio de la periferia, al
borde del debate oficial, sostenido por las voces masculinas (Masiello, 1993);
el análisis de las intersecciones entre género, etnicidad y nación en tiempos de
la transición a la Modernidad (Rodríguez, 1994); la propuesta de la crítica
literaria feminista, en el campo de los estudios literarios, de una epistemología
rehumanizada, a partir de la intersección de sus estrategias -política, personal,
teórica, textual y filosófica—, que hacen concurrir a la escena de la enuncia-
ción, las voces sin presencia en el discurso científico tradicional (Schmidt,
1994); o el reconocimiento de la voz materna, que el feminismo francés había
visto como don de la madre a la hija, como impulso en la obra de escritores
latinoamericanos (Vallejo, Arguedas), y la celebración de la acción feminista
en la transformación del Sujeto dialógico (Ortega, 1999).
Un aspecto de este movimiento y de su crecimiento es la autorreflexión
por parte de sus participantes, Para Amy Kaminsky, puede hablarse en gene-
ral de una crítica feminista latinoamericana vinculada, por su progresismo
político y su creencia en la importancia del análisis crítico académico para el
cambio social, con otras formas de análisis literario (1993:20). Pero para De-
bra Castillo, a pesar de la aparición tanto en Estados Unidos como en diferen-
tes países de la América Latina de obras con una inclinación feminista latinoa-
mericana, no podría hablarse de la aparición de una teoría innovadora, aunque
si de una práctica con la capacidad de dislocar los binarismos padre/autori-
dad/maestro/voz y madre/subordinada/estudiante/silencio (Castillo, 1992).
La aspiración de una teoría innovadora, adecuada a las realidades con-
textuales latinoamericanas, ha sido un viejo anhelo dentro de los estudios lati-
noamericanos desde la propuesta de Fernández Retamar para una teoría lite-
raria latinoamericana (1975). La existencia de enfoques propios a lo latino-
americano, presentes en textos no teóricos —novelas, poemas, artículos, en-
sayos/Paz, Vargas Llosa, Córtazar, Sarduy—, la formulación de lecturas de la
escena latinoamericana como la de la transculturación (Ortiz), lo real maravi-

145
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

lloso (Carpentier), la heterogeneidad (Cornejo Polar), Calibán (Fernández


Retamar), el entre-discurso (Silviano Santiago), el canibalismo (Haroldo de
Campos) y la hibridación (García Canclini), son articulaciones teóricas que se
han instrumentado a partir de lo que el cuerpo social y el texto latinoamerica-
no trazaban.
En cuanto a la lectura feminista de este cuerpo social y sus textos, la
evidencia de vastas textualidades mal leídas o no leídas, el problema del canon
—qué ha entrado y qué no ha entrado, y lo que ha entrado, como qué ha
entrado—, ha supuesto un conjunto de articulaciones y posicionamientos teó-
ricos, no unitarios, que instrumentalizan categorías pertenecientes al arsenal
teórico contemporáneo, como el poder y la diferencia, para hacer una lectura
contextualizada de esas textualidades. La misma Debra Castillo se adscribe
no a una “teoría pulida” sino que propone ciertas estrategias (la selección de
los géneros, su construcción, las matrices de las estructuras enunciativas, lo
ideológico, la función social y recepción de los textos el rol del crítico y del
teórico) (24-25), que se corresponden con las expectativas de un análisis apli-
cable a un texto de cualquier latitud y pertenencia cultural.
La categoría de diferencia, vocablo que desde la desconstrucción y la
teoría feminista francesa se expandió y extendió en el discurso teórico, ha
funcionado como un instrumento idóneo para el análisis de un espacio marca-
do por su singularidad. La diferencia es omnipresente, la pluralidad de esce-
narios, problemáticas, culturas, mundos, evidencia que nada es igual, que todo
es heterogéneo y que la identidad es una construcción discursiva en la que el
sujeto se empeña por alcanzarse, pues como reveló Rimbaud, yo es otro. Pero
la construcción discursiva del Occidente sobre sí mismo ha impuesto una
visión unitaria, la visión de la mismidad, que se define en la medida en que hay
un Otro diferente. La marca de lo latinoamericano, como parte de un todo, es
su diferencia, por su condición dependiente, periférica y marginal, similar a la
de otros espacios culturales con esa condición.
Nelly Richard ha homologado lo femenino con lo latinoamericano, lla-
mando la atención sobre el peligro de que permanecer acríticamente en la
aceptación de la diferencia como marca tanto genérica como cultural, dentro
de la construcción masculina occidental, podría implicar que lo femenino y lo
latinoamericano se convertirían en simples variantes del todo y por ende, per-
derían la posibilidad de su autoexpresión. De la misma manera que homologar
la diferencia de lo femenino con la de otros representantes de la posición del
otro, tendencia general dentro del posmodernismo, implica una reducción sec-
torial cuando la diferencia sexual —y este es un planteo medular dentro de las
propuestas teóricas de Richard—, en realidad atraviesa “transversalmente”,
toda la problemática de la identidad (1989:65).

146
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Interesada en una nueva práctica teórica, desde la periferia, la acción de


Richard, en el contexto de los estudios latinoamericanos, ha sido la de utilizar
lo femenino como “pivote contra-hegemónico de los discursos de autoridad”
(1990:51), alertando sobre los peligros de la “sobreprotección” de la produc-
ción de las mujeres, el desconocimiento de las posibles alianzas con otras
voces descanonizadoras y la reducción que esto conlleva (1993:37); y tejiendo
un alianza entre la crítica cultural, la desconstrucción y la teoría feminista
(1998: 145).
La renovación del discurso crítico, la formulación de estrategias teóricas
(los géneros que permiten hablar, la lucha por el poder interpretativo, las tretas
del débil, lo femenino/lo latinoamericano/la diferencia, lo femenino/juego de
posicionalidades), el levantamiento de un nuevo corpus, la ampliación y resig-
nificación del canon, el cambio de paradigmas, las alianzas con otros discur-
sos minoritarios, la indagación en torno a los vínculos entre el género, la raza
y la nación, la homologación entre lo femenino y lo latinoamericano, la desmi-
tificación de la ideología patriarcal, la reflexión sobre el rol de la madre y la
maternidad han sido y aún son, acciones movilizadoras, desde el feminismo,
de los estudios literarios y culturales latinoamericanos.

II
Esta renovación no siempre implica asumir una posición feminista explí-
cita, incluso puede ocurrir tomando cierta distancia del feminismo como ocu-
rre en uno de los acontecimientos editoriales del año 1995 en Cuba: el libro
Ella escribía poscrítica, de Margarita Mateo2. Publicado en pleno Periodo
Especial, en una editorial auspiciada por la Unión de Jóvenes Comunistas,
aparecía en un momento de crisis, de penurias y escaseces, luego de que la
economía cubana casi colapsa al perder la red de apoyo de los llamados Paí-
ses Socialistas, y en particular de la entonces Unión Soviética, y mantenerse
el bloqueo estadounidense a la isla mayor de las Antillas.
En ese escenario en el que los cortes de electricidad, la reducción dramá-
tica de vitales productos de consumo, la casi desaparición de los medios de
transporte, la poquedad de los medicamentos hicieron difíciles las condiciones
de vida, diversas reacciones respondieron a esta hecatombe. Una parte de la
población emigró, por vías, legales e ilegales, y la que permaneció se preparó
para resistir y sobrevivir.
El libro de Margarita Mateo se inserta dentro de una estrategia de sobre-
vivencia personal y colectiva. Escrito en tiempos de crisis, su texto da cuenta

2 Margarita Mateo, Ella escribía poscrítica, La Habana: Casa Editora Abril, 1995. Esta es
la edición citada.

147
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

del esfuerzo individual que supone afanarse en la escritura —a pesar de las


dificultades de la vida cotidiana—, y del estado de ciertos movimientos cultu-
rales, marginales, que indican de qué manera el contexto cubano manifestaba
e interpretaba el clima de lo posmoderno.
En estos nuevos años duros, los más jóvenes se las ingeniaban para con-
seguir textos de Barthes, Sarduy y Foucault, que leían con pasión dedicada en
círculos de estudios privados y hogareños. Otros, se expresaban en graffitis,
tatuajes o en piezas literarias, impublicables por aquel entonces, debido a la
escasez de papel y otras penurias. De ese fermento cultural habla el libro de
Margarita Mateo, que organiza su eje temático alrededor del problema de la
posmodernidad en los contextos culturales latinoamericano, caribeño y cuba-
no.
El propio tema de la posmodernidad llamaba al tópico de lo marginal y de
la diferencia, debido a su conocida inclinación a movilizar los discursos del
centro y hegemónicos. Por tanto, la selección del tema del libro lo inclinaba
hacia la ruptura. El libro en sí mismo, por su factura y punto de vista se
insertaba en esa posmodernidad de la cual el discurso académico —una de
las voces del libro— se ocupa. Fragmentado en dos líneas discursivas, una
académica, la otra ficcional, el libro de Mateo las combina pues el sujeto
protagónico de la segunda, es una profesora de literatura que se ocupa de los
tópicos que en la primera línea se discuten.
Pero incluso en la primera línea discursiva —primera, no en importancia,
sino porque comienza el libro—, se combina el ensayo puntual, sólido y bien
argumentado y citas pertinentes, con fragmentos de diversa naturaleza —una
carta a John Beverly, cartas a y del editor—, en los cuales tiene lugar un
proceso autorreferativo, que refuerza el discurso académico y al mismo tiem-
po, lo desacraliza; la pequeña historia del libro, su gestación y elaboración
crean otra zona discursiva dentro del discurso de “lo serio”.
El esfuerzo de desmontar los presupuestos totalitarios que paradójica-
mente el discurso de lo posmoderno ha construido sobre sí mismo, la defensa,
sin concesiones en lo estético, de la copia, lo marginal y lo periférico, de lo que
llega tarde, como valores estéticos e históricos, la argumentación de los ante-
cedentes literarios cubanos a lo posmoderno, el estudio de la producción na-
rrativa de los más jóvenes creadores cubanos (los llamados “novísimos”), el
análisis de textos inéditos —justificado por la autora por la existencia de una
distancia en este período en Cuba, entre la literatura escrita y la literatura
publicada—, es un esfuerzo de desestabilización, por su asunto, el punto de
vista y su inseminación por otra forma discursiva, del propio carácter acadé-
mico del libro.

148
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Si en esta zona discursiva de lo serio, la ruptura del canon de lo académi-


co ocurre para la ampliación de los tópicos tratados —de lo literario a los
graffitis el tatuaje—, y por la contaminación con lo autorreferativo, relativo al
proceso de gestación del Iibro, la crítica carnavaliza a la crítica cuando el
discurso ficcional la somete al embate de los sucesos de la cotidiana, de los
juegos intertextuales, de la yuxtaposición y contrapunto de textos culturales
de diverso origen, entre ellos, algunos anónimos y fragmento de entrevista de
los ejercicios paródicos, del choteo cubo, del juego escritural de los apócrifos,
de las vecindades (frases en latín junto a frases coloquiales, tópicos serios
Junto a ubicaciones degradadas), de las citas inventadas, de las bibliografías
inexistentes.
Por su acción lúdrica. Ella escribía poscrítica dialoga con una zona del
Iibro de ensayos sobre erotismo y literatura, la ciudad, y la pintura, Escrito
sobre un cuerpo (1967) de Severo Sarduy.2 En la Segunda Parte de este
libro, dedicada a Lezama Lima, el género ensayo se sale de su cauce cuando
se dialoga con otros escritores, incorporándolos al discurso fragmentado de
Sarduy. La inclusión de poemas y de prosa poemática del autor, en homenaje
a Lezama, las “notas falsas”, en las que el escritor hace explícita su estrategia
autorreferativa, la construcción de un dialogo entre personajes de ficción, y la
de un lector hipotético, el collage y la parodia son acciones que de manera
explícita pretenden suscitar, en palabras de Sarduy. La suave risa cubana
para romper el tono monocorde.
Pero este juego no tiene otras fronteras que las que el propio texto le
marca y su estrategia se limita a una zona del libro, a aquella relacionada con
lo cubano. El sujeto de la enunciación/Severo Sarduy es una unidad cuestio-
nada por las voces de la ficción y del lector hipotético, pero ese sujeto enun-
ciativo no vive el riesgo de la escisión identitaria, ni es elemento dinamizador,
desde el género sexual, de una discusión con un género literario canónico, ni
se proyecta más allá de la movilización parcial que pone en juego.
La acción del Iibro de Mateo, por el contrario, participa de la crisis de
crecimiento de los estudios Iiterarios al mover el paradigrna de la investiga-
ción académica, al cuestionar, desde la periferia, el modelo normativo de la
posmodernidad, modelo que de por sí, es antinormativo, pero que en última
instancia se presenta como un discurso, que desde el centro, pretende erigirse
como referente universal. Esa resistencia anticolonial de la periferia, esa bús-
queda en “el interior” de una marca diferencial frente al modelo del centro,
ese gesto paródico del discurso logocéntrico, supone un lugar de enunciación
que articula un contradiscurso resistente a la homogenización, que coloca en
la cultura la estrategia de supervivencia frente a la globalización; es una inter-

149
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

vención en el discurso ideológico de la modernidad que “trata de dar una


normalidad hegemónica al desarrollo desigual y a las diferenciales y desven-
tajadas historias de naciones, razas, comunidades y pueblos” (Bhabha 1994:
171).
Esta acción poscolonial que discute con el proceso de occidentalización,
marca su entrada y salida de este proceso mediante la producción creativa de
lugares diferenciales de enunciación y de estilos de pensar (Mignolo 1995:32).
La indagación en tomo a lo propio posmoderno en el contexto de la produc-
ción cultural periférica, tiene un carácter oposicional y reivindicativo en el
reclamo de lo local y de lo que lIega tarde. Pero en Ella escribía poscrítica,
la política de la localidad que se coloca frente a lo universal está atravesada
por el género, por el borde de lo femenino, y su posición diferencial.
Ya el título alude a la situación protagónica del sujeto femenino, que es un
sujeto de la crítica y de la etapa de lo post. Ubicación de género, temporal y
profesional, el título es referencia intertextual al fragmento de Tres tristes
tigres (1967) de Guillermo Cabrera Infante, “Ella cantaba boleros” y la irrup-
ción del sujeto femenino de una nueva escritura. La alusión intertextual antici-
pa el diseño del sujeto enunciativo del libro, por oposición. Si la fragmentación
que en “Los debutantes” (en 777) alterna dos espacios discursivos diferentes
y uno de ellos se coloca bajo el título de “ElIa cantaba boleros”, en también en
Ella escribía poscrítica se alternan fragmentos discursivos diferentes, y un
grupo de éstos se colocan bajo el epígrafe de “Ella escribía poscrítica”. Pero
la naturaleza discursiva diferente en el libro de Mateo, que establece un vín-
culo contaminador entre sus partes, y la homologación de epígrafes y título
marcan una distancia del texto, con el cual dialoga y evidencia la intencionali-
dad de focalizar al sujeto femenino. Aquí no me interesa tanto si Mateo, de
manera consciente discute con el texto canónico de la Iiteratura cubana -cuyo
análisis como antecedente de lo posmoderno cubano se hace por el discurso
académico de Ella escribía poscrítica—, sino las maneras en que en la no-
vela de Cabrera Infante y en el Iibro de ensayo/narrativa de Mateo se articu-
lan relaciones con la mujer como objeto, en la primera, y como sujeto, en el
segundo.
En lo que a la construcción de la imagen de la mujer se refiere, si el
personaje de la Estrella es esa masa corporal, indetenible en su flujo sonoro y
en su presencia estentórea, en su vulgaridad estridente y animal, y su nombre
alude a su condición profesional y su “fuerza cósmica”; el personaje de Sur-
ligneur-2 es un sujeto cuya caracterización privilegia la conciencia y no el
cuerpo (no se le describe físicamente), su ser plural está definido por su pen-
sar plural y sus variados nombres aluden a esa condición. Pero además, si
Estrella es el objeto dominado por las voces masculinas (la del fotógrafo y la

150
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

del locutor) y no tiene derecho a hablar, la voz dominante en el libro de Mateo


es la del sujeto crítico femenino, del discurso académico, y las voces del per-
sonaje femenino que se hacen escuchar a través de la mediación de una voz
enunciativa, que aunque desde la tercera persona, se coloca en el punto de
vista del personaje protagónico.
El protagonismo de ese sujeto femenino es central al libro pues en el
discurso serio y autorreferativo, en el de las cartas y el “postprólogo”, la
autora es Margarita Mateo, autora del Iibro; juego de dualidad autoral que se
combina con la plurivocidad del texto. Este sujeto femenino es espejo de la
visión fragmentada y contaminada que se construye en el Iibro del cual es
protagonista. Escindido en varias identidades, antagónicas o derivativas (Sur-
ligneur-2/Dulce Azucena/la Mitopoyética/La Abanderada Roja/La Feminista
desatada), pero esencialmente regidas por la oposición entre razón y emoción,
el sujeto femenino, que alude a la voz del discurso académico de manera
oblicua, vive la experiencia de esa Habana en crisis de los años del Periodo
Especial y no logra resolver el conflicto especular del libro; la vieja polémica
entre el Logos y el Pathos.
La ficción autobiográfica contamina al discurso académico —contami-
nado dentro de sí mismo—, cuando la experiencia de vida se matiza por la
intertextualidad paródica, por los personajes literarios, vivos y muertos, por la
interpolación alusiva y erudita de fragmentos Iiterarios latinoamericanos y por
enunciados de la narratología (“el que de Bremond”), por la vecindad bajtinia-
na del discurso elevado con el coloquial: “Nada lo de siempre: la transcultura-
ción, el ajiaco y la nación. Y ahora como para acabar de volvemos locos, la
isla y la diáspora (46)”, y la burla carnavalesca.
Si en el discurso de lo serio se combina la voz en tercera, propia a la
enunciación académica, con la primera de los fragmentos epistolares, en el
discurso ficcional se narra desde una tercera y desde el estilo indirecto libre,
que como en el fragmento anteriormente citado, permite una primera persona
del plural. Este relativo distanciamiento de la tercera persona, la construcción
de personajes ficcionales –por más autobiográficos que puedan ser- indican
estrategia narrativa que pareciera tener como superobjetivo una exploración
sobre la crítica y sobre el sujeto de la crítica y que aún no se entrega totalmen-
te a la experiencia de la ficción. Libro encabalgado entre dos géneros y al
mismo tiempo con un propósito que en temático es unificador (la posmoderni-
dad), revela sin embargo la pulsión de un discurso ficcional que pugna por
expresarse y definirse, ahora, discutiendo con lo académico.
Esta ambigüedad, este borramiento de las fronteras de los géneros litera-
rios –el ensayo y la narrativa: las cartas, la confesión y el testimonio, las citas
eruditas y las apócrifas—, esta contaminatio, esta crítica paródica de la crí-

151
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tica tiene una carga desestabilizadora que, de acuerdo con los marcos que el
libro establece —un sujeto femenino es portador de la transgresión de los
géneros—, tiene una indudable relación con la posicionalidad de lo femenino.
De lo femenino entendido, como lo entiende Damiela Eltit, “como aquello que
desde los bordes busca producir una modificación en el tramado monolítico
del quehacer literario”.3
El relato de la experiencia de vida de una mujer cubana en tiempos de
crisis, su lucha por la supervivencia, la tematización de su conflicto existen-
cial, la construcción discursiva de la relación madre-hijo (anunciada en la
dedicatoria del libro), la ficcionalización de la tensión neurótica entre el deber
y la emoción, el carácter problémico de la relación sentimental con el hombre,
el espacio vacío del placer corporal, son aspectos que en lo temático coloca-
rían este texto dentro de algunas de las tendencias de la escritura de las
mujeres.
Pero el hecho de que ese relato insemine penetrando al discurso acadé-
mico, que movilice el horizonte de expectativa de un texto de esta naturaleza
supone una acción de lo femenino que va más allá de la descripción de una
experiencia de vida, objetivo que para la ginocrítica sería fundamental —y
suficiente—, en los textos escritos por mujeres.
En uno de los fragmentos de la línea discursiva académica, en uno de sus
textos no canónicos (“Post-epístola ad editorem o lo que se quedó se quedó”),
la autora se excusa de no haber podido cubrir en este libro, lo que denomina
“una visión femenina”, el estudio del problema del género en textos tanto de
“varones” como de “hembras”, evitando lo que califica de “excesos feminis-
tas”. Aunque no era éste el momento de precisar qué entiende Mateo por
visión femenina y que, por excesos feministas, se establece una distancia de
“lo feminista”. Sin embargo, en su libro, hay una línea antipatriarcal, explícita-
mente antimachista (“Los falos erráticos están demasiados sujetos a la debi-
lidad de la carne para que siga teniendo vigencia la representación falocéntr-
ca y autoritaria del mundo” (86), y una línea reivindicativa, invocadora de
espíritus femeninos: las escritoras del Caribe, la figura de la Madre, las ori-
chas del panteón afrocubano y María Zambrano.
Por otra parte, el protagonismo del espacio de lo privado de la vida do-
méstica y familiar dialoga con el espacio de lo público que es el espacio de la
vida profesional y de la escritura. Esta afectación de lo público por lo privado,
resultado de la contaminación de las dos líneas discursivas, pero también de la
propia fragmentación del discurso de lo serio, por las cartas personales, es

3 Citado por Nelly Richard, “Teoría feminista y crítica de la representación”, La


estratificación de las márgenes. Santiago de Chile: Francisco Zegers, Editor, 1993, p. 36.

152
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

una acción desconstructiva —el todo es una forma de la parte, lo elevado es


una parte de lo bajo—, y feminista, al menos de una manera implícita.4
Esta acción va más allá de las propias fronteras en tensión del libro,
cuando en 1996, se presenta en La Habana, en acto público. Ese día concu-
rren críticos “serios” y la propia autora, disfrazada como un personaje inven-
tado, Inclita de Mamporro, portando peluca y de pendientes, las medallas
obtenidas como premio a la labor profesional. Esta performance, parte del
juego que Ella escribía poscrítica había iniciado, continuaba la transgresión
del canon de la crítica y de las instituciones culturales que promueven a la
crítica.
Tras una nueva máscara, Margarita Mateo asumía aquel día en el texto
“Ella escribía poscrítica”, la hermenéutica de su propio libro mediante la auto-
parodia, los juegos temporales e intertextuales, los apócrifos, las alusiones
ficcionales a sus colegas vivos allí presentes. Inclita de Mamporro/Margarita
Mateo invocaba de nuevo a María Zambrano, espíritu tutelar, para explicar la
génesis y el núcleo del libro: la transgresión de géneros y la lucha entre el
pensar y el sentir. Esa transgresión se duplicaba en el acto performativo de la
presentación del Iibro que movilizaba de nuevo a la institución literaria.

III
La crítica cubana ha aludido al esfuerzo agónico del libro de Mateo, al
proyecto posible de escribir poscrítica en Cuba (López, 1997), a su constante
subversión de los códigos que son sus modelos (Baujín, 1997), y de la estruc-
tura canónica del discurso académico (Morejón, 1997). No se ha intentado sin
embargo, la posibilidad de establecer un vínculo entre esa transgresión y lo
femenino, como discurso desde los bordes aunque existe en Cuba, desde fina-
les de los años 80, una crítica feminista de arqueología literaria, de estableci-
miento de un corpus femenino dentro de la literatura cubana, de discusión con
el canon y la institución literaria marcada por lo masculino. Es la profesora
italiana Alessandra Riccio, la que se aproxima a esa posible lectura, cuando
valora la acción de Mateo como un gesto audaz de una mujer que pone en
crisis su patrimonio intelectual (Riccio, 1999).
De acuerdo con mi (tardía) lectura, Ella escribía poscrítica pertene-
ce a la esfera de acción de aquellos textos de escritoras latinoamericanas,
cuyo objetivo (explícito o implícito), según Jean Franco, no es enfrentarse al

4 Para Gayatri Spivak, la desconstrucción de la oposición de lo privado y lo público


constituye un cierto programa, al menos implícito, en toda actividad feminista. Ver
“Explanation and Marginalia”, In Other Worlds Essays in Cultural Politics, Nueva York:
Routledge, 1987, p. 103.

153
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

patriarcado, asumiendo una nueva posición femenina, sino poner en entredi-


cho, mediante la parodia, el pastiche, la mezcla de géneros y la construcción
de mitologías subversivas, la asociación entre el poder, el conocimiento y lo
masculino (Franco 1996: 105).
Más allá de lo puramente temático, lo femenino actúa en lo estructural,
en la construcción discursiva, donde la parte, la diferencia, lo periférico, lo
marginal son asuntos del texto y al mismo tiempo, sus protagonistas. Lo feme-
nino, desde los bordes logra producir una modificación en el tramado del que-
hacer literario, en este caso en el terreno de las fronteras de los géneros
literarios y en el estatuto de los estudios literarios. La marca del género sexual
estaría en la visión fragmentada, plural, en la burla paródica de lo serio y en la
autoparodia de un sujeto femenino escindido.
Más allá de su argumentación poscolonial sobre el posmodernismo cuba-
no como la búsqueda de una nueva ética, de su no renuncia a la historia ni al
proyecto de emancipación, más allá de su creencia en la validez de la utopía,
de su confianza en el proyecto cultural cubano, más allá del patetismo humo-
rístico de la vida cotidiana en los años noventa que se (re)cuenta, en Ella
escribía poscrítica el sujeto femenino contamina el discursos serio de otro
sujeto femenino, apresado en la racionalidad de logos pero a su vez asumien-
do con voz propia posturas que no se dejan encasillar, ni encasillan fácilmente,
desde una posición antiautoritaria y por lo tanto, antipatriarcal y validando,
como María Zambrano, la importancia del sentir. Con esta acción, se inscribe
en la práctica discursiva y social de aquellos textos que desde el feminismo
(implícito o explícito) han marcado un cambio en los estudios literarios latinoa-
mericanos.

Bibliografía
1997 Baujm, José A. “Una recreación posmodema del topos del ensayismo”,
Revista Universidad de La Habana, núm. 247: 216-217.1968.
1994 Bhabha Homi K. “The Postcolonial and the Postrnodem. The Question
of Agency, The Location of Culture, Londres: Routledge, 171-197.
Cabrera Infante, Guillenno Tres tristes tigres, Barcelona: Seix Barral, 1968.
1992 Castillo, Debra A. Talking Back. Toward a Latin American Feminist
Literary Criticism, Ithaca: Comell University Press.
1984 Culler, Jonathan, Sobre la deconstrucción, Madrid: Cátedra.
1997 de Mamporro, IncIita, “Ella no escribía poscrítica”, Unión, num. 26,
enero-marzo: 91-92.

154
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

1975 Fernández Retamar, Roberto Para una teoría de la literatura hispa-


noamericana y otras aproximaciones, La Habana: Casa de las Américas.
1986 Franco, Jean, “Apuntes sobre la crítica feminista y la literatura hispano-
americana”, Hispamérica, año XV, núm. 45: 31-43.
1988 _________________________ “Si me permiten hablar: la lucha por
el poder interpretativo”, Casa de las Américas, año XXIX. num. 171: 88-96.
1988 __________________________ “Beyond Ethnocentrism: Gender,
Power and the Thirld-World Intelligentsia”, Marxism and the Interpretation
of Culture (ed. Cary Nelson y Lawrence Grossberg), Urbana y Chicago:
Universidad de Illinois, 503-515.
1996 ____________________________ “Invadir el espacio público: trans-
formar el espacio privado”, Marcar diferencias, cruzar fronteras, Santiago
de Chile: Cuarto Propio, 91-116.
1993 Kaminsky, Amy Reading the Body Politic. Feminist Criticism and
Latin American Women Writers, Minneapolis: Universidad de Minnesota.
1984 Ludmer, Josefina “Las tretas del débil”, La sartén por el mango, (comp.
Patricia Elena González y Eliana Ortega), San Juan: Ediciones Huracán, 47-
54.
1993 Masiello, Francine “Diálogo sobre la lengua: colonia, nación y genera
sexual en el siglo XIX”, Casa de las Américas, núm. 193, oct-dic.: 26-36.
1994-95 Mignolo, WaIter “Entre el canon y el corpus. Alternativa para los
estudios literarios y culturales en y sobre América Latina” Nuevo Texto Crí-
tico, núm. 14-15, año VII: 23-35.
1995 ———————————— “Occidentalización, Imperialismo, Glo-
balización: Herencias coloniales y teorías postcoloniales”, Revista Iberoame-
ricana, enero-junio, vol. LXL nums. 170-171: 26-39.
1997 Morejón, Idalia, “Ella escribía poscrítica: de los márgenes al centro de la
polémica”, Unión, ob. cit.: 87-90.
1999 Ortega, Julio, “Diálogos sobre género, diferencia y literatura”, El com-
bate de los ángeles. Literatura, género, diferencia (comp. Rocío Silva
Santiesteban), Lima: Universidad Católica del Perú, 15-25.
1990 Pratt, Mary Louise “Women, Literature and National Brotherhood”,
Women, Culture and Politics in Latin America, Seminar on Feminism and
Culture in Latin America, Berkeley: Universidad de California, 48-73.

155
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

1993 ________________ “Criticism in the Contact Zone”, Critical Theory,


Cultural Politics and Latin American Narrative (ed. Steven Bell, Albert
LeMay y Leonard Orr), Notre Dame y Londres: Universidad de Notre Dame,
83-102.
1999 Riccio, Alessandra “Maggie Mateo rinuncia al suo patrimonio”, Confi-
nI, diciembre: 45-48.
1989 Richard, Nelly “Teoría feminista y crítica de la representación”, La es-
tratificación de las márgenes, Santiago de Chile: Francisco Zeger Editor,
61-68.
1990_________________ “De la literatura de mujeres a la textualidad fe-
menina”,
Escribir en Los bordes (comp. Carmen Berenguer y Eliana Ortega), Santia-
go de Chile: Cuarto Propio, 39-52.
1993 ________________ “¿Tiene sexo la escritura?”, Masculino/Femeni-
no, Santiago de Chile: Francisco Zeger Editor, 31-45.
1998 ________________ “Antidisciplina, transdisciplina y redisciplinamien-
to del saber”, Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el
Chile de la transición), Santiago de Chile: Cuarto Propio.
1994 Rodríguez, Ileana House, Garden and Nation, Space, Gender and
Ethnicity in PostColonial Latin American Literature by Women, Durham y
Londres: Duke Universsity Press.
1967 Sarduy, Severa Escrito sobre un cuerpo, Buenos Aires, Editorial Sud-
americana.
1994 Schmidt Rita T. “Da ginolatria a genologia: sobre a funcao teórica e a
práctica feminista”, Trocando Idéias. Sobre a Mulher e a Literatura (comp.
Susana Borneo Funck), Florianópolis: Universidad Federal de Santa Catarina,
23-32.

156
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Marta Núñez Sarmiento (1946)

La Habana, 1946. Socióloga y profesora titular y consultante del Centro


de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana.
Dra. en Ciencias Económicas (URSS, 1983), Máster en Sociología (Chile,
1971) y Lic. en Sociología (Cuba, 1974).
Entre 1962 y 1966 trabajó en la Dirección Provincial de La Habana de la
Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Desde mediados de los ochenta
estudia, escribe y enseña sobre cómo se han transformado las cubanas desde
1959, concediéndole gran importancia al empleo femenino. Ha impartido do-
cencia especializada en Metodología de las Investigaciones Sociológicas y
Estudios de Género en Cuba en diversos centros educativos. Ha realizado
numerosas investigaciones sobre la mujer y el empleo, las relaciones de géne-
ro, la imagen de la mujer y de las relaciones de género en los medios, el
género y la emigración. En el libro Yo sola me presento (2012) se incluyen
algunas de sus investigaciones y ensayos.

Un modelo “desde arriba” y “desde abajo”: el empleo femenino y


la ideología de género en Cuba en los últimos treinta años1

Los nuevos valores y las necesidades que se han gestado en la ideología


de género de las mujeres y de los hombres cubanos a partir de 1959 han
enriquecido la identidad cultural nacional. En este trabajo me propongo expli-
car cómo la feminización de la fuerza laboral cubana y, en especial, la de las
profesiones, han influido en transformar lo que significa ser mujer y ser hom-
bre en mi país.2
Los fenómenos que acompañan a la creciente participación de las cuba-
nas en la fuerza laboral tienen muchos aspectos similares a lo que ocurre en
otros países de la región e incluso en Estados Unidos y Canadá. Sin embargo,
existen diferencias notorias que singularizan al fenómeno cubano y a ello de-
dico este artículo. Hay dos hipótesis que sirven de hilo conductor a mis re-
flexiones.

1 www.bibliotecadegenero.com/sites/default/files/06_MES_NSM_MAA.pdf
2 Estas reflexiones las he extraído de los estudios de caso que he realizado entre 1985 y
2005, de intercambios con alumnos y colegas cubanos, extranjeros que han incursionado
en estos temas y de mis experiencias personales como científica social que vive en Cuba
y que también ha sido sometida a las transformaciones que estudia. Sobre todo me baso
en las tres investigaciones más recientes que he publicado, en las que analizo a profesionales
cubanas y cubanos. Aparecen en la bibliografía.

157
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La primera propone que en Cuba los programas para promover la parti-


cipación de la mujer en la sociedad han funcionado en dos niveles muy inte-
rrelacionados: el de las políticas más generales elaboradas “desde arriba” y el
de las reacciones “desde abajo” a las que son sometidas estas políticas, que
las modifican constantemente, según las necesidades de las situaciones con-
cretas. En el caso del empleo femenino, éste ha sido un proceso muy interre-
lacionado, que se ha nutrido de experiencias y concepciones a lo largo de
cuatro décadas, y que ha estado condicionado y explicado por las estructuras
económicas, políticas e ideológicas por las que ha atravesado la sociedad
cubana en su historia más reciente.
La segunda hipótesis plantea que la feminización laboral ha provocado un
impacto sumamente contradictorio en las identidades de género de toda la
sociedad cubana, no sólo de las mujeres, con una evidente tendencia hacia la
no discriminación. Las mujeres han constituido el “motor” de estas transfor-
maciones.
En torno a estos dos “juicios previos” elaboro este trabajo.

Transformaciones genéricas en la sociedad cubana: un modelo


“desde arriba” y “desde abajo”
La participación de la mujer en la sociedad cubana ha formado parte de
los programas integrales para luchar contra todo tipo de discriminación y a
favor de la justicia social, mismos que comenzaron en los inicios de los años
sesenta. Este proceso ha sido sometido a críticas que han estado interesadas
en corregir los aspectos de los programas que no se corresponden con las
realidades que quieren transformar, bien porque han sido incapaces de inter-
pretarlas o porque han caducado. Esta suerte de conciencia crítica, que ha
operado en los niveles más altos de la jerarquía política, en la academia, entre
los intelectuales y los artistas, así como en la vida cotidiana de las mujeres y
de los hombres, se ha mantenido vigente desde 1959. Como todo pensamiento
crítico, estas preocupaciones han sido obstaculizadas en ocasiones por co-
rrientes patriarcales que persisten en Cuba y por posiciones dogmáticas.
En otros trabajos he denominado a este programa cubano para promover
el empleo femenino como un modelo “desde arriba” y “desde abajo”. Este
modelo está constituido por un conjunto de políticas sociales, de marcos lega-
les, de medidas económicas y de patrones culturales nuevos que han sido
concebidos e instrumentados por las instancias nacionales de la dirección po-
lítica del país, y que han estado perennemente sometidos a las modificaciones
que surgen cuando los aplican en el vivir cotidiano de las mujeres y de los
hombres a lo largo de cuatro décadas. Esta flexibilidad crítica, gestada por la

158
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

participación de muchas personas, ha sido uno de sus triunfos. Es difícil des-


lindar cuáles han sido las acciones propuestas “desde arriba” y cuáles las que
operan “desde abajo”, porque la forma en que funciona este modelo impide
distinguir unas estructuras acabadas y bien definidas en su interior, que pue-
dan ser calificadas como pertenecientes a uno u otro nivel. Sin embargo, al
escribir este artículo he tenido presente cómo operan estos dos ejes. Para ello
he escogido un conjunto de aspectos del empleo femenino y de la ideología de
género que le acompaña, y he analizado cómo en ellos se conjugan las medi-
das dictadas “desde arriba” con las reacciones que provocan “desde abajo”.
Antes de continuar, deseo explicar brevemente en qué consistieron las
condiciones económicas, políticas e ideológicas concretas que sucedieron en
lo que en Cuba llamamos “período especial”, ocurrido en la década de los
noventa del pasado siglo, porque fueron años que impactaron el empleo feme-
nino y la ideología de género. Fueron años de crisis en la sociedad cubana, que
resultaron de severas carencias económicas debidas a la desaparición de los
países socialistas de Europa Oriental, básicamente de la Unión Soviética, con
los que Cuba desarrollaba el 85% de sus relaciones económicas externas.
Influyó igualmente el recrudecimiento del bloqueo del gobierno de Estados
Unidos contra Cuba, con la introducción de la Ley Torricelli y del apéndice
conocido como Helms-Burton. En estos años se produjo un descenso sorpre-
sivo y enorme en las tasas de crecimiento de la economía y en la calidad de
vida de la población. Sólo pondré un ejemplo: durante treinta años Cuba com-
pró a precios preferenciales 12 millones de toneladas de petróleo anualmente,
por un tratado comercial con la Unión Soviética, que beneficiaba a las dos
partes. En 1991, al desaparecer la URSS, este tratado cesó y Cuba comenzó
a comprar el combustible en el mercado mundial. Ese año y los que siguieron
sólo pudimos adquirir alrededor de 4 millones de toneladas de petróleo cada
año. Con ello, la economía nacional prácticamente colapsó. Simultáneamente
comenzaron los reajustes en todas las esferas de la sociedad para salir de la
crisis, lo que comenzó a materializarse poco a poco desde 1995 hasta la ac-
tualidad.
Introduzco un dato que habla de la importancia política que se atribuye en
Cuba a la participación de la mujer en la sociedad. El 8 de marzo de 1990 Fidel
Castro anunció el inicio del “período especial”. Quince años más tarde, el 8 de
marzo de 2005, el presidente cubano explicó que comenzábamos a salir del
período especial. ¿Por qué escogió Fidel esta fecha para comunicar hechos
de tal trascendencia política? En 1990 sabía que contaba con el apoyo de las
mujeres para que generaran las estrategias de sobrevivencia que, entre otros
factores, permitieron a Cuba resistir los embates del derrumbe del campo

159
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

socialista, el endurecimiento del bloqueo de Estados Unidos y la imposibilidad


de concluir el proceso interno de rectificación de errores y tendencias negati-
vas, iniciado a fines de 1984 en Cuba, con el fin de atravesar los momentos de
crisis y de reajuste que tuvieron lugar en esos años. Y porque en 2005 quería
transmitir oficialmente y a viva voz a toda la población una circunstancia que
ya todos sentían se iba convirtiendo en realidad: la recuperación de la crisis
era un hecho.
Mencionaré las acciones generadas “desde arriba” en los últimos cua-
renta años, que mayor impacto ejercieron en el empleo femenino y en las
identidades de género.
• La Ley de maternidad se promulgó en 1974 dentro del Código Labo-
ral para regular la licencia de maternidad para las trabajadoras.
• El Código de la Familia (1975).
• La educación gratuita desde el nivel preescolar hasta el postgradua-
do (desde 1961).
• Los círculos infantiles para niños desde 45 días de nacidos hasta los
cinco años. (1961).
• Los comedores escolares en las escuelas primarias para las madres
trabajadoras.
• Las becas, en todos los niveles de enseñanza, para los estudiantes
que las requieran.
• La ubicación laboral asegurada por el Estado para quienes se gra-
dúen de técnicos medios o del nivel universitario.
• La exigencia a los padres a pagar una pensión alimenticia a sus hijos
una vez que se divorcian o separan de sus parejas.
• Poder disfrutar de un mes de vacaciones una vez al año.
• Un conjunto de servicios de la salud pública, que ha inculcado hábi-
tos en las trabajadoras y sus familias: planificación familiar; pruebas
citológicas y de cáncer de mama; vacunación; acceso a los distintos
niveles de los servicios de salud, desde el médico de la familia hasta
los hospitales e institutos especializados.
Expongo dos ejemplos de cómo estas medidas han sido modificadas para
ajustarse a las circunstancias cambiantes y de cómo los patrones culturales
han impuesto sus sellos en ellas. La licencia de maternidad se modificó ante
las dificultades del “período especial”. Originalmente se otorgaban a las muje-

160
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

res tres meses de licencia retribuida para atender al recién nacido, a la vez
que se les mantenía su puesto de trabajo. En 1993 se alargó a seis meses la
licencia y después a un año. Desde el 2000 se permite a los padres compartir
con las madres la licencia para cuidar al bebé en el primer año de vida. Sin
embargo, desde entonces sólo diecisiete padres se han acogido a ella en todo
el país. El segundo ejemplo tiene que ver con dos de los artículos del Código
de la Familia, que instan a ambos miembros de la pareja a compartir las tareas
del hogar, éstos se leen en el acto de matrimonio a quienes contraen nupcias.
Pero nadie los ha utilizado como causas de los muchos divorcios que han
existido en Cuba. Las mujeres y los hombres que se han beneficiado de estas
medidas las perciben de manera distinta de acuerdo a sus edades. En estudios
recientes con mujeres y hombres profesionales les pregunté cuánto se habían
beneficiado de ellas. Quienes tenían más de treinta y cinco años en el momen-
to en que les entrevisté, y experimentaron la movilidad social ascendente que
favoreció a las personas de más bajos ingresos entre 1960 y fines de los 80,
explicaron con detalles qué significó para ellas y ellos someterse a esas medi-
das. Las entrevistadas y entrevistados menores de treinta y cinco años prác-
ticamente no comentaron estas medidas, porque las disfrutan como algo que
les corresponde.

El empleo femenino en cifras: lo positivo y lo negativo


La proporción de las mujeres en la fuerza de trabajo total del país se
incrementó establemente entre 1959 (13%) (Núñez Sarmiento, M., 1988: 13)
y 1989 (38%) (ONE, 1996:116). Tomo este último año, porque marca el preám-
bulo del período especial. De 1989 a 2002 esta tendencia se detuvo y se creó
una especie de “meseta”, en la cual los índices de la participación femenina
en la fuerza de trabajo oscilaron e incluso fueron levemente inferiores que en
1989. En el año 2002 las mujeres representaban el 37,6% del total de trabaja-
dores del país. (ONE, 2002:53)
Desde 1977 las mujeres constituyen más de la mitad de los técnicos y
profesionales del país. Esta tendencia no se detuvo durante el período espe-
cial. En 2002 ellas constituían las dos terceras partes (65.5%) de los trabaja-
dores en esta categoría ocupacional, mientras que los hombres representaban
el 33.5%. (ONE, 2002: 53). En esta categoría se agrupan el 38% de las muje-
res ocupadas y sólo el 12% los hombres trabajadores. (ONE, 2002: 53)
A partir de 1978 la fuerza laboral femenina, en comparación con la mas-
culina, tiene niveles educacionales más altos: en 2002 el 19% de todas las
mujeres ocupadas había completado la educación superior, mientras que sólo
el 11% de los trabajadores hombres tenía este nivel vencido. El 48.4% de

161
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

todas las trabajadoras se había graduado del nivel medio superior, en contras-
te con el 36.9% del total de los hombres trabajadores. (ONE, 2002:52)
Las mujeres ocupan plazas en todos los sectores de la economía, tanto
los tradicionalmente femeninos como en los que no lo son, dentro de Cuba y
fuera del país. En el 2000, el 60% de los profesores de la educación superior
eran mujeres, al igual que el 52% de los científicos, el 52% de los médicos y el
50% de los abogados.
Estos cuatro hechos hablan de avances en el empleo femenino cubano.
Pero persisten desigualdades que constituyen cargas físicas y psicológicas
enormes para las trabajadoras.
En los noventa las mujeres se readaptaron a nuevas formas de empleo.
Al iniciarse el período especial, la casi totalidad de la fuerza de trabajo del país
pertenecía al sector estatal civil. Con la reestructuración económica iniciada
alrededor de 1995 que, entre otras cosas, abrió y/o amplió otros sectores no
estatales, muchas mujeres cambiaron su orientación ocupacional. Así, en el
sector privado, la participación femenina ascendió de un 15.1% en 1989 a un
22.9% en 1997. En el sector de empresas mixtas y sociedades mercantiles,
las mujeres representaron el 34.3% de todos los trabajadores en 1997. La
distribución al interior de las mujeres trabajadoras por sectores ocupacionales
en 1989 y 1997 confirma esta reorientación laboral femenina. Según datos del
Ministerio del Trabajo, del total de mujeres ocupadas en 1989, un 89% traba-
jaba en el sector estatal civil; en 1997 lo hizo un 81.3%, es decir, un 8%
menos. En el sector cooperativo trabajaba en 1989 un 0.8% de las ocupadas,
mientras que en 1997 lo hacía un 5.2% de ese total. Los índices para el sector
privado fueron de un 1.5% en 1989 y un 2.8% en 1997. El sector mixto no
existía en 1989; en 1997, del total de mujeres ocupadas, el 2.5% lo hacía en
este nuevo sector. La categoría “otros” se mantuvo estable: 8.7% en 1989 y
8% en 1997 3.
Esta readaptación de las mujeres al redimensionamiento de la economía
en la esfera del empleo tiene una lectura positiva en el sentido que las mujeres
flexibilizaron su ubicación en la estructura laboral. Pero aún falta por ver si, al
hacerlo, se incorporaron a actividades de menor calificación, y si existen ya o
se manifestarán en un futuro cercano signos discriminatorios hacia ellas en
los sectores privados (especialmente entre los trabajadores por cuenta pro-
pia), en el mixto (indirectamente beneficiado con las divisas) y en el coopera-
tivo.

3 Ver Marta Núñez Sarmiento, “Estrategias cubanas para el empleo femenino en los años
90: un estudio de caso con mujeres profesionales”, obra citada. Los datos fueron
suministrados por el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social.

162
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Una encuesta que la Oficina Nacional de Estadística lleva a cabo regu-


larmente demuestra que las asalariadas cubanas llevan el peso de la segunda
jornada: ellas dedican treinta y seis horas a la semana a las tareas del hogar y
los trabajadores hombres declaran que emplean doce horas cada semana en
este tipo de labores. Las mujeres pueden ser juezas, profesoras, científicas,
médicas u obreras, pero son las que planchan, cocinan y limpian. Los hombres
se dedican a comprar alimentos, pagar las cuentas y botar la basura. (ONE,
1999:148)
Hay muchas razones que explican el por qué de la permanencia de esta
distribución discriminatoria por género de las labores del hogar, pero deseo
detenerme en tres de ellas: dos tienen que ver con las carencias materiales
que persisten en Cuba y la tercera está relacionada con patrones de cultura
patriarcales.
En Cuba hay un déficit grande de viviendas que provoca que sea usual
que convivan bajo un mismo techo hasta tres y, en ocasiones, cuatro genera-
ciones. Por ello, hay muchas figuras femeninas en una casa, quienes se distri-
buyen las tareas domésticas. Aquí entra la razón que tiene que ver con la
cultura patriarcal: muchas veces son las mujeres, sobre todo cuando ejercen
sus papeles de madres, abuelas y tías, quienes no asignan a los niños y adoles-
centes trabajos en el hogar, porque estiman que ello iría en detrimento de su
“virilidad”. Y, por último, la otra razón material. Durante años en Cuba los
alimentos y los productos para la higiene personal y de la casa han estado
racionados y han sido escasos. Las mujeres están más entrenadas que los
hombres para manejar estos pocos recursos con sentido de ahorro, por el
sesgo machista que ellas mismas han introducido en la crianza de sus hijos.
Una entrevistada dijo: “Los hombres en la casa gastan mucho lo poco que
tenemos y ensucian todo. Por eso, yo prefiero hacer las cosas, aunque me
eche toda la carga encima.”
De estos argumentos no puede inferirse que culpo a las víctimas (las
mujeres) de su propia victimización. Intento argumentar con criterios marxis-
tas y feministas, que a nivel de toda la sociedad y en el ámbito más personal,
las ideologías que sustentan las discriminaciones sociales son las más difíciles
de cambiar, mucho más que las ideologías políticas. Una de las tantas razones
es que los oprimidos asumen como suyas las representaciones ideológicas
imperantes en las sociedades, que son las de las clases dominantes. La ideo-
logía patriarcal ha sustentado los patrones de poder en todas las formaciones
económico-sociales, hecho sociológico sólo comparable a la dominación por
la vía de ejercer el racismo. Incluso en las sociedades donde se han transfor-
mado las estructuras económicas y las instituciones políticas que sustentaban

163
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

patrones culturales viejos, éstos les sobreviven y prevalecen en lo más intrín-


seco de las mentalidades de las personas. Hay una extensísima literatura que
explica estos fenómenos, y que ha sido elaborada por científicos sociales de
países desarrollados y subdesarrollados. De los clásicos marxistas destaco las
tesis de hegemonía y cultura de Antonio Gramsci, las de subordinación feme-
nina de Inessa Armand y la de los problemas para la participación política de
las mujeres de Alexandra Kollontai. Más recientemente a esto se han referido
Mary García Castro, Sherril Lutjens, Carmen Diana Deere y Luisa Campuza-
no, entre otras.
Otro rasgo discriminatorio en el empleo femenino lo constituye el hecho
de que sólo el 33.7% de los dirigentes en el ámbito laboral son mujeres (ONE,
2002:54). Esta proporción se ha mantenido igual desde 1992, a pesar de que
las mujeres son las dos terceras partes de los profesionales y técnicos, que
deberían ser la cantera natural para ocupar los cargos de dirección. A este
aspecto de la dirigencia femenina dedicaré mayor atención en epígrafes que
siguen.

Por qué las cubanas se mantuvieron en la fuerza de trabajo duran-


te el “período especial”
Al comenzar la crisis en 1989-1990 las mujeres incorporadas al empleo
se habían beneficiado de las políticas para promover la participación de ellas
en la sociedad. Como parte de la población cubana habían vivido décadas de
crecimiento económico sostenido, durante los cuales todos, y en especial las
mujeres, habían tenido acceso a una distribución más equitativa del ingreso y
a niveles decorosos del desarrollo humano. Al comenzar la crisis, por tanto,
las reservas humanas, en cuanto a calidad de vida, eran superiores que las de
cualquier país del III Mundo.
Expongo varios argumentos que explican por qué la mujer cubana se
mantuvo empleada en esos años de crisis y reajustes iniciados en los noventa
y por qué se mantiene así hasta hoy.
Entre las asalariadas cubanas alrededor de una tercera parte son jefas
de hogar. Estas mujeres son la única fuente de ingreso de sus hogares, o son
las proveedoras más fuertes. Si a esta proporción agrego a las mujeres que
llevan a sus hijos de matrimonios anteriores a sus nuevas uniones maritales, el
número de trabajadoras que se mantienen a sí y a sus hijos aumentaría. Estas
trabajadoras suelen, por lo general, responsabilizarse con la manutención de
sus hijos.
Como dije antes, las mujeres son en la actualidad las dos terceras par-
tes de los profesionales y técnicos cubanos. En un país como Cuba, cuya

164
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

estrategia de desarrollo se basa en promover actividades económicas que


requieren de alta tecnología y eficiencia, la fuerza laboral altamente calificada
es imprescindible. Y, en ella, las mujeres son la mayoría.
En tanto las asalariadas cubanas se incrementaron sustancialmente en
la fuerza laboral total en los últimos treinta y cinco años, entonces puede
inducirse que ya hay una considerable proporción de trabajadoras, sobre todo
entre las más jóvenes, que son asalariadas de segunda generación por la vía
materna. El hecho de contar con referentes empíricos de trabajadoras en sus
familias es importante para explicar la permanencia.
El marco legal y político que propició la incorporación y permanencia
de las cubanas en la fuerza laboral se mantuvo y adecuó a las características
de la crisis y de los reajustes. Sólo menciono un ejemplo. En 1997 el Consejo
de Estado aprobó el “Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferen-
cia de Beijing”, un documento legal que recoge todas las recomendaciones
aprobadas en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer,
celebrada en la capital china en 1995. En él se resume la voluntad política del
Estado cubano y se ponen en vigor 90 artículos de un programa para seguir
propiciando el progreso de las mujeres cubanas, que son de obligatorio cum-
plimiento para todas las instituciones estatales cubanas. Su cumplimiento se
controla a través de seminarios que organiza la Federación de Mujeres Cuba-
nas, en los que rinden cuenta los representantes de los organismos estatales.
La vida en el barrio y en la comunidad ha tomado más relevancia en la
cotidianidad de todas las personas. Las entrevistadas reconocieron que en
estos años pasaron más tiempo que antes en estos entornos, porque acerca-
ron sus empleos a sus zonas de residencia; porque han buscado más el apoyo
de sus vecinos; porque parte de sus estrategias para buscar un segundo ingre-
so la han realizado con o a través de sus vecinos; porque se han acostumbra-
do a acudir al médico de la familia y a su policlínico, en vez de a los hospitales.
Durante las décadas del 60, 70 y 80 la movilidad social ascendente que
ocurrió en todo el territorio nacional, y que no se concentró sólo en la capital
del país ni en las capitales provinciales, generó en prácticamente toda la po-
blación niveles de instrucción, salud, alimentación y seguridad social más altos
que los que prevalecían en los cincuenta, y mucho más equitativos que los
existentes en otros países subdesarrollados. Esto constituyó un aspecto posi-
tivo, en el sentido en que contribuyó a que las mujeres entrevistadas tuvieran
ciertas “reservas” para enfrentar la crisis. Pero tuvo el lado negativo, que
ellas sintieron mucho más; cuánto habían perdido con la caída del nivel de vida
que sufrió toda la población.

165
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Las acciones y las ideas para enfrentar la discriminación de la mujer no


se detuvieron en los 90. Las mujeres jugaron un papel visible e imprescindible
para que sobreviviera su familia y la economía del país, y esto, estimo, elevó la
autoestima de las mujeres a nivel del país. La crisis, además, hizo más visible
tanto las desigualdades aún existentes entre mujeres y hombres, como las
potencialidades, fortalezas y capacidades de las mujeres cubanas para salir
de la crisis en lo individual, familiar, comunitario y del país. Considero que la
mujer ha salido de este proceso más fortalecida, como lo pronosticaron la
norteamericana Collette Harris en 1995 y Luisa Campuzano en 1996 (Harris,
C., 1995; Campuzano, L., 1996).
Estas mujeres tuvieron que construir sus estrategias viviendo en una so-
ciedad aún patriarcal en la cual ellas llevan el peso de la doble jornada, son los
hombres quienes predominan en los cargos de dirección; y la alta proporción
de divorcios y separaciones ha aumentado al número de jefas de hogar entre
las trabajadoras, lo que implica que cuentan principalmente con el ingreso que
ellas generen.

Tomar decisiones y ocupar cargos de dirección


La habilidad de las mujeres para tomar decisiones es uno de los cambios
más importantes en materia de ideología de género que ha ocurrido en Cuba
en los últimos cuarenta y seis años, y en ello ha influido notablemente la par-
ticipación de la mujer en el empleo. No se trata de afirmar que antes de la
Revolución o de la feminización del empleo las cubanas carecían de capaci-
dades para resolver lo que enfrentaban en sus vidas.
Lo que ha ocurrido con la participación femenina en el empleo es que las
asalariadas se han visto obligadas a distribuir conscientemente su escaso tiempo
entre la jornada laboral y la doméstica, desarrollando habilidades para simulta-
near tareas constantemente. Estas mujeres han elaborado estas “destrezas”
a partir de sus niveles educacionales altos, orientándose en una sociedad que
ha sido transformada desde sus cimientos, y donde ellas han experimentado
estos cambios, quizás más fuertemente que los hombres. Hay que elaborar un
tanto más cómo las mujeres cubanas que trabajan, ya sean profesionales o no,
han extraído destrezas cognoscitivas para dirigir, para tomar decisiones en
todos los aspectos de la vida, sobre todo en el ámbito laboral, a partir del papel
“tradicional” que continúan desempeñando en esta “división genérica” de las
tareas domésticas. Este análisis tiene que considerar que hay diferencias de
acuerdo a las generaciones de mujeres y hombres, ya que las más jóvenes
tienden a instar a que los hombres de sus familias asuman tareas domésticas.
Ejercer la toma de decisiones no sólo conforma en ellas el sentido del
poder como seres humanos, sino que les asegura su derecho a actuar inde-

166
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pendientemente. Este es un derecho ciudadano básico, que le había sido ne-


gado a la mujer cubana en toda su plenitud. Sin embargo, falta por construir la
figura social de la mujer dirigente, tanto en la práctica de las designaciones de
mujeres en cargos de dirección como en el imaginario social, que favorezca
que las mujeres aspiren a desempeñar estas posiciones.
Explicaré qué significa para mí tomar decisiones, pues es uno de los con-
ceptos claves que se han incorporado a la ideología de género.
Tomar decisiones es la habilidad que demuestran los individuos a la hora
de comprender determinados escenarios; esto es, la capacidad que tienen
para señalar los problemas principales, explicar sus causas y proponer solu-
ciones. Incluye también la capacidad para evaluar los logros y las pérdidas
que existen en cada situación y, de acuerdo al conocimiento adquirido sobre
ellos, ser capaces de determinar cuáles son las acciones para alcanzar los
propósitos. Excluyo de esta definición el concepto de liderazgo, que incluye
tanto la toma de decisiones como otros aspectos institucionales. Sin embargo,
ambos conceptos, liderazgo y toma de decisiones, están relacionados con el
llamado “empoderamiento”, que es un rasgo relevante en la ideología de gé-
nero.
En mis investigaciones sobre mujer y empleo en Cuba que he desarrolla-
do en los últimos 20 años, he intentado demostrar que los cambios en la ideo-
logía de género en Cuba, básicamente entre las mujeres trabajadoras, han
generado en ellas habilidades para tomar decisiones en todas las esferas de su
bregar diario en sus empleos, en sus hogares y con sus parejas. En mis estu-
dios más recientes, en los cuales incluí a hombres y a mujeres profesionales,
evidencié que las respuestas fueron bien diferentes de acuerdo a los géneros.
La mayoría de los hombres entrevistados ocupaba cargos de dirección
en el momento del estudio o lo había hecho anteriormente. Ellos manifestaron
que estarían dispuestos a ocuparlos. Por su parte, sólo una quinta parte de las
mujeres encuestadas se ha desempeñado como dirigentes en sus centros la-
borales, y no desearía ocupar esos puestos.
Como expuse anteriormente, en Cuba en 2002 sólo el 33.7% de todos los
dirigentes en centros de trabajo eran mujeres. De todas las mujeres trabaja-
doras, un 6.7% eran dirigentes. (ONE, 2002:53). Esta ha sido la tendencia
durante los últimos diez años, y es una proporción relativamente baja, si se
considera que las mujeres han incrementado su participación entre los profe-
sionales y técnicos. Ellas deberían ser la cantera natural de los dirigentes. En
el 2002, los hombres representaron el 66.3% de todos los dirigentes adminis-
trativos, aunque su representación entre los profesionales y técnicos disminu-
yó (ONE, 2002:53).

167
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Los hombres a quienes investigué que han sido dirigentes o que aspiran a
serlo, consideran que ellos están calificados para ocupar esos cargos o de-
sean recibir el entrenamiento necesario. Ellos “buscan” estos puestos. Por su
parte, las mujeres entrevistadas explicaron por qué no desean ser dirigentes.
Casi todas admitieron que “no están preparadas”; otras respondieron que les
“robaría mucho tiempo y se paga muy poco”; “sería una nueva carga para la
segunda jornada”; “prefiero continuar entrenándome en mi carrera como pro-
fesional y no comenzar a hacerlo como dirigente”. Todas estiman que ya
toman decisiones en sus campos profesionales.
No se puede inferir de estas respuestas, que estas mujeres profesionales
carecen de confianza en sí mismas. Lo que sucede es que ellas conocen lo
que quieren alcanzar en sus áreas de trabajo, y estiman que ser dirigentes
obstaculizaría este propósito.
Las pocas mujeres de la muestra que eran dirigentes, o lo habían sido,
declararon que no buscaron tales responsabilidades. Habían sido designadas
para ocupar esas responsabilidades. Algunas de ellas habían tenido experien-
cia como dirigentes sindicales en organizaciones de base. Reconocieron que
sus colegas de trabajo respetaban su autoridad; que ellas eran capaces de
resolver problemas; que, aunque no se sentían plenamente satisfechas cuan-
do ejercían sus actividades como dirigentes, lo hicieron con responsabilidad.
Ser mujeres dirigentes en la esfera laboral y desear serlo, es parte de la
ideología de género que no ha sido totalmente asumida por la mayoría de las
cubanas que tienen cualidades para serlo. Sin embargo, a nivel social existen
todas las condiciones para llegar a esta meta.
He elaborado cinco ideas, que explican la hipótesis de por qué no se ha
alcanzado la dirigencia femenina en los empleos en Cuba, y por qué este
objetivo sí se logrará en el mediano plazo.
• Las mujeres profesionales, quienes deberían ser la cantera natural
de los dirigentes, aparecieron en el escenario laboral cubano como
una figura social estable y pujante en los umbrales de la crisis de los
noventa. Durante esos años de crisis, las mujeres trabajadoras, y no
sólo las profesionales, tuvieron que mantenerse ocupadas a fin de
mantener sus salarios, y así contribuir a los presupuestos de sus fa-
milias, bien si estaban casadas o unidas o si eran las principales pro-
veedoras económicas de sus hogares. A medida que el valor real de
sus salarios en pesos descendía, tuvieron que asumir una segunda
ocupación, que les proveía ingresos adicionales. Desempeñarse como
dirigentes no les permitía ganar el dinero necesario, ni en aquellos
años ni hoy. Cuando los cargos gerenciales provean motivaciones

168
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

materiales a quienes los ocupen, entonces habrá más mujeres incli-


nadas a convertirse en dirigentes en sus empleos.
• La cultura cubana de dirección ha sido diseñada por los hombres y
para ellos, y hay que transformar esta realidad. Una prueba de que
estas “tradiciones” de liderazgo masculino pueden cambiarse está
en el hecho de que en el 2005 seis de los ministerios “duros” están
encabezados por mujeres: Inversiones Extranjeras, Finanzas, Audi-
toría, Industria Ligera, Comercio Interior e Industria Básica.
• Las mujeres profesionales tienen los requisitos para ser dirigentes.
Como parte de la fuerza de trabajo, están presentes en todos los
sectores de la economía; constituyen la mayoría de los profesionales
durante los últimos veinte años; tienen niveles educacionales altos;
realizan tareas complejas y pueden simultanear actividades; toman
decisiones cotidianamente en sus empleos y en sus hogares; tienen
una historia laboral relativamente extensa, que comienza en la base,
lo cual les permite que comprendan sus entornos laborales; cuentan
con todos los requisitos para ser entrenadas como dirigentes.
• Cuando florezcan en Cuba las condiciones para promover a las mu-
jeres a cargos de dirección, se producirá un proceso irreversible.
Una de las principales razones para esta aseveración es que las fu-
turas mujeres dirigentes, como es el caso de las actuales, han ascen-
dido desde la base de las estructuras laborales. Ellas, por tanto, co-
nocen los diferentes niveles de complejidad de los empleos que diri-
girán. Este ha sido y continuará siendo una suerte de proceso “natu-
ral” de constante aprendizaje y retroalimentación.
• El amplio acceso de las mujeres a los puestos de dirección no puede
esperar a que se transformen radicalmente los patrones de la cultura
patriarcal. Tiene que contribuir poderosamente a estos cambios. Este
fue el caso de la incorporación y permanencia de las mujeres a la
fuerza laboral en los sesenta y los setenta en Cuba, y ha sido amplia-
mente argumentado por el Partido Comunista, la Federación de
Mujeres Cubanas y el gobierno.

Ideología de género en el empleo


Las mujeres cubanas han generado más cambios en las relaciones de
género que los hombres, incluidas las nuevas actitudes que ellos han asumido.
Paradójicamente, ellas también reproducen los patrones machistas de la ideo-

169
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

logía de género que aún prevalecen en Cuba, cuando entrenan a sus hijos e
hijas para la vida y en muchas de sus actitudes en otros ámbitos de la cotidia-
nidad.
En la esfera de las ideologías de género referidas a la esfera laboral, las
mujeres y los hombres por igual conocen las complejidades que se les presen-
tan en sus trabajos. Sin embargo, las mujeres mostraron menos temor que los
hombres a la hora de reconocer aquellos aspectos de sus actividades que
desconocen. Las mujeres confesaron sus inseguridades en sus empleos, pero
ningún hombre lo hizo. Estas declaraciones por parte de las mujeres podrían
apoyar aquellas imágenes que presentan a las mujeres como seres que son
incapaces de asumir decisiones y que carecen de autoestima.
Estas suposiciones desmitifican las percepciones que manifestaron las
mujeres en el transcurso de las entrevistas, así como los datos sobre la situa-
ción de la mujer cubana. Las entrevistadas declararon que están dispuestas a
elevar sus niveles de conocimiento en asuntos relacionados con sus trabajos.
Sus niveles de entrenamiento profesional son superiores a los de los hombres
incluidos en la muestra. Por ejemplo, ellas tienen más grados científicos de
doctorados y maestrías que los hombres de la muestra; han aprobado más
cursos de postgrado y de idiomas que ellos, y han participado en un mayor
número de eventos científicos.
Las mujeres y los hombres entrevistados consideran que la presencia de
las mujeres en la fuerza de trabajo en Cuba ha alterado las actitudes de los
hombres en sus puestos de trabajo. Sin embargo, en sus respuestas a las
preguntas, las mujeres detallaron en qué consisten esas influencias con más
argumentos que los que ofrecieron los hombres.
Así, los hombres describieron sus nuevos comportamientos sin detenerse
a razonar en ellos, y respondieron con “slogans” socialmente aceptados. Las
mujeres estudiadas, por su parte, consideran que las mujeres profesionales
han aportado maneras más claras para aproximarse a las tareas que enfren-
tan en sus trabajos, bien si son a corto o a largo plazos. Son capaces de
vincular los objetivos generales con las acciones específicas necesarias para
cumplirlas. Ellas estiman que dedican más tiempo que los hombres a pensar
los planes de acción para ejecutar sus planes de trabajo. Asimismo, conside-
ran que rechazan más que sus compañeros de trabajo las improvisaciones y
las soluciones simples en cuestiones laborales. Una de las entrevistadas ex-
presó: “Por eso las mujeres son capaces de convertir las utopías en realidad”.
Las mujeres usan rasgos femeninos “tradicionales” para convencer a
sus colegas masculinos en cuestiones de trabajo. Son “delicadas”, “afectuo-
sas” y “encantadoras”. Les gusta escuchar a los demás. Intentan acercarse a

170
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sus compañeros de trabajo, hombres y mujeres, para intercambiar experien-


cias personales. Otra característica femenina es simultanear tareas en sus
puestos de trabajo. Por último, las mujeres consideran que se han vuelto “in-
dispensables” en sus puestos laborales.
Muchas de las entrevistadas consideran que los procesos de “reacomo-
do” de hombres y mujeres en los empleos han sido mayormente “negocia-
dos”, y no han sido el resultado de confrontaciones. Las mujeres estiman que
ellas han sido quienes han dirigido estas negociaciones.
Las entrevistadas estiman que las mujeres trabajadoras han influido indi-
rectamente en muchas de las actitudes de los hombres trabajadores. Cuando
sus esposas trabajan, los hombres desempeñan algunas de las tareas domés-
ticas, lo que, a su vez, modifica ciertas conductas de estos hombres en sus
empleos. Por ejemplo, los padres que llevan a sus hijos en edades preescola-
res a los círculos infantiles, deben despertarse más temprano para arribar a
tiempo a sus centros de trabajo. Algunos hombres compran alimentos y otros
artículos para sus hogares en tiendas cercanas a sus centros de trabajo.
En resumen, las miradas de las mujeres entrevistadas acerca de cuánto
ha influido el empleo femenino en las actitudes laborales de mujeres y hom-
bres son más ricas que las de sus colegas hombres. Esta diferencia podría
explicarse porque ellas irrumpieron de manera más reciente que los hombres
en el mercado laboral cubano y lo hicieron en medio de intensas transforma-
ciones en sus actitudes, que trascendían la esfera laboral. Por ejemplo, con
relación a sus madres tienen menos hijos, contraen más relaciones matrimo-
niales que ellas, y poseen niveles educacionales más elevados que aquellas;
muchas encabezan sus hogares y todas toman decisiones constantemente en
sus vidas cotidianas. Las experiencias tan ricas, tan nuevas y tan inacabadas
que las mujeres han vivido a lo largo de estos procesos, en períodos relativa-
mente cortos, podrían haber enriquecido sus capacidades de reflexionar sobre
ellas mismas, con vistas a orientar sus comportamientos en espacios poco
conocidos.
En sus respuestas los hombres no responsabilizaron expresamente a las
mujeres de sus problemas en el trabajo, en sus hogares y en sus relaciones
íntimas, pero de hecho les preocupan “tantos cambios” en ellas. Casi todos los
hombres entrevistados dijeron que esto no sucede, sin extenderse en explica-
ciones. Sólo dos consideraron que quienes coincidan con estas palabras son
“atrasados” o “machistas enmascarados”. Otros dos dijeron que sentimientos
de culpa como éstos tienen que ver con la competencia profesional, y nada
tiene que ver con las diferencias de género. Los hombres tienden a enmasca-
rar los temores reales que les provocan las mujeres trabajadoras, sobre todo

171
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

las profesionales que compiten con ellos, porque serían criticados por las re-
glas antidiscriminatorias que prevalecen en los espacios sociales.
Las mujeres estudiadas estiman que los hombres reaccionan paradójica-
mente hacia las mujeres trabajadoras, al menos en Cuba, porque se sienten
atraídos por ellas y amenazados por ellas a la vez. Temen competir con ellas
“diseñando los proyectos de trabajo y cumpliendo con sus responsabilidades
en la cama”. Piensan que a los hombres les atraen estos retos, porque pro-
mueven en ellos deseos de conquistar estas “presas difíciles”; pero que, si lo
logran, su ego masculino se elevaría. Las mujeres entrevistadas expresaron
que este “proceso de conquista” ocurre también en los empleos. Allí, los hom-
bres tienen que demostrar que están mejor preparados que sus colegas feme-
ninas; y están obligados a imponer su status de liderazgo, a fin de asegurar su
poder “oficial”.
Casi las dos terceras partes de las mujeres entrevistadas confesaron que
los hombres se sienten amenazados por las mujeres en sus empleos. Señala-
ron las razones siguientes:
• Las mujeres profesionales están mejor preparadas que los hombres
en materia de niveles educacionales.
• Las mujeres profesionales, que no se desempeñan como dirigentes,
dedican más tiempo a desarrollar sus especialidades, con lo que ad-
quieren más conocimientos en su campo que los hombres que las
dirigen.
• Esto podría conducir a que aparezcan conflictos entre las bien entre-
nadas mujeres profesionales subordinadas y los hombres que las di-
rigen, quienes dedican más tiempo a desempeñar tareas burocráti-
cas.
• Las mujeres profesionales pueden organizar sus horarios laborales
mejor, gracias a que tienen que simultanear actividades en el hogar y
en sus empleos.
• Los hombres temen que las mujeres les arrebaten los cargos de diri-
gentes.
• En las evaluaciones laborales anuales, las mujeres realizan más ta-
reas que los hombres.
• Los hombres subestiman las habilidades intelectuales de las mujeres,
aunque no lo manifiestan.
• Las mujeres dependen menos de los hombres.

172
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

• Los hombres se sienten amenazados por la independencia económi-


ca que las mujeres han adquirido, pero necesitan que ellas aporten al
presupuesto familiar.
Las reflexiones contenidas en este punto demuestran cuán paradójicos
son los patrones de género en esta esfera de la vida laboral. Sus orígenes
trascienden el mundo del trabajo y hay que buscarlos en los patrones cultura-
les socializadores de las identidades genéricas vigentes en Cuba.
Con el propósito de comprender los procesos socializadores que explican
los cambios ocurridos en la ideología de género, seleccioné algunos patrones
culturales que están vigentes en la sociedad cubana actual y que lo estuvieron
cuando las mujeres y los hombres profesionales que investigué en 2003 cre-
cían e iban formando sus actitudes. Pedí a quienes entrevisté que comentaran
sobre algunos de los patrones culturales imperantes en la sociedad cubana
durante su niñez, adolescencia y en su etapa de estudios universitarios, que
influyeron en ellos y ellas y en la sociedad en general en lo que significa ser
mujer y ser hombre. Sólo resumiré lo que comentaron sobre los patrones
sexistas en la niñez.
Les pregunté qué opinaban sobre la costumbre de vestir a las niñas de
rosado y a los niños de azul. Todos los hombres entrevistados dijeron que eso
es correcto, porque el rosado es “delicado”, “femenino”, “dulce”, y si los
varones se visten con él, se les considera homosexuales. Las mujeres enjui-
ciaron con más flexibilidad. Todas dijeron que esto es una tradición, que hay
quienes la aplican a sus hijos e hijas y otros no. Respondieron que las niñas
tienen la ventaja de vestirse de azul y rosado, sobre todo desde que se usa la
tela de “mezclilla”. Pero a los varones no se les permite usar el rosado.
En cuanto a los juegos diferentes para hembras y varones, hasta los en-
trevistados más jóvenes respondieron que sus padres les habían acostumbra-
do a que jugaran con personas de su sexo. Esta división por género en los
juegos es muy evidente cuando están en sus casas. Los varones juegan a la
pelota en la calle, o practican los deportes que más estén en boga en los
campeonatos del momento. Las niñas juegan con sus amiguitas a las muñecas
y a las casitas, a las escuelitas, a los yaquis dentro de las casas o en los
portales. En las aceras juegan al pon, saltan a la suiza, juegan a las estatuas.
En los círculos infantiles, instituciones estatales para los infantes hasta
los cinco años, a los que han asistido buena parte de los hijos e hijas de las
mujeres trabajadoras, se insta a que niños y niñas intercambien roles de géne-
ro en sus juegos; pero las divisiones genéricas se mantienen cuando juegan sin
la orientación de sus maestras. En la primaria, a la que asiste el 100% de los
infantes cubanos de 5 a 11 años, los estudiantes de ambos sexos participan

173
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

juntos en deportes, acampadas y en actividades culturales. Pero cuando jue-


gan en los recesos, se dividen por sexo, igual que lo hacían en el círculo
infantil.
La psicóloga cubana Patricia Arés, quien ha estudiado cómo se constru-
yen las identidades masculinas en Cuba, argumenta que a los hombres cuba-
nos no se les entrena en la niñez y en la adolescencia para ajustarse a los
cambios en la ideología de género, que emergen fundamentalmente de los
procesos que acompañan al desarrollo de la mujer. De niños se les prohíbe
llorar y se les insta no manifestar dolores, lo que conduce a que no sepan
expresar sus sentimientos. Tienen que “fajarse” con los niños que los agre-
den, aunque sean mayores que ellos, lo que genera conductas violentas. No
asumen tareas en sus hogares, lo que no les entrena para participar en la
segunda jornada. (Arés, P., 2002)
Las niñas tienen más oportunidades de actuar con menos dogmatismos
que los niños. Cuando logran que los varones, casi siempre más chiquitos que
ellas, asuman los roles de alumnos en sus “escuelitas”, ellas son las que man-
dan. Lloran todo lo que quieran, y se fajan si lo desean. En las aulas ellas
generan actitudes de competencia con los niños, para obtener mejores notas,
cosa que logran. Además, son las dirigentes por excelencia de las organiza-
ciones pioneriles.
De estas reflexiones y realidades infiero que los hombres de la muestra
están menos preparados que las mujeres para ser flexibles ante los retos de lo
que significa ser mujer y ser hombre en la vida cubana actual. Su ideología de
género parece ser más inflexible que la de las mujeres, porque han estado
sometidos a más dogmas que éstas en su niñez y adolescencia. Quizás sean
tan reprimidos como las mujeres o más que ellas. Lo mismo podría ocurrir con
el mito de la inseguridad femenina. Estas son sólo hipótesis para seguir inves-
tigando.

Ideología de género en las relaciones de pareja


La participación de la mujer en la fuerza de trabajo ha provocado cam-
bios en las actitudes de mujeres y hombres en el hogar y en las relaciones
íntimas.
En una de mis últimas investigaciones una socióloga dijo: “En el ámbito
de las relaciones personales, los hombres asumen comportamientos patriar-
cales, y lo hacen sin ponerse máscaras, porque en este escenario no tienen
que obedecer reglas sociales, que prohíben estas conductas y que sí prevale-
cen en las esferas laborales y en otras públicas. En los espacios personales e
íntimos, los hombres se conducen libremente como seres humanos superio-

174
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

res”. La visión sociológica de esta profesional me lleva a pensar que lo que


sucede en Cuba en el ámbito de las relaciones de pareja de las identidades
genéricas repite lo que sucede en otros países. Pero apunto varias especifici-
dades de la situación cubana.
Han transcurrido cuarenta y cinco años de transformaciones revolucio-
narias en Cuba y de programas ininterrumpidos para eliminar todo tipo de
discriminaciones. Luchar contra las discriminaciones de género ha sido uno
de los más exitosos. Incluso más que los dirigidos a romper con los tabús
raciales. Por tanto, los cambios “desde arriba” dedicados a la mujer han ac-
cionado en un marco social global de transformaciones revolucionarias. No
ha existido la “revolución detenida” (“stalledrevolution”) como explica la au-
tora norteamericana Arlie Hochschild que ha existido en Estados Unidos, donde
ocurrió una revolución de las mujeres, pero sin que existiera una transforma-
ción general de la sociedad que le acompañara (Hochshild, A., 1989:12). Por
tanto, las estructuras macrosociales para promover a la mujer existen.
Las cubanas y los cubanos, pero sobre todo las primeras, han tenido que
“sufrir” los cambios que les hacen seres más plenos en materia de género.
Estas angustias y gozos han sido muy patentes en los niveles más íntimos,
sobre todo en lo que tiene que ver con las relaciones de pareja. Aquí se ha
evidenciado con la crudeza de todos los días las luchas entre las estructuras
generales que persiguen la igualdad y las normas y valores patriarcales que
están enraizados en cada uno de nosotros.
Expondré algunos ejemplos de cómo transcurren estas contradicciones.
Las mujeres entrevistadas explicaron que sus maridos las celan porque se
visten bien y se arreglan para ir al trabajo, donde se relacionan con otros
hombres. Estos celos a veces aparecen bajo un velo y, en otras ocasiones,
simplemente se manifiestan agresivamente. Pero las mujeres siempre los per-
ciben. Se sienten permanentemente observadas y juzgadas por sus parejas.
Una de ellas expresó: “La gente dice que las mujeres son celosas, pero, de
hecho, los hombres nos sobrepasan, aunque algunos manifiestan sus celos de
formas sutiles”.
Las entrevistadas manifestaron que el hecho de ser trabajadoras obliga a
los hombres en sus casas, y no sólo a sus maridos, a involucrarse en tareas
domésticas. Además, estas mujeres se convierten en modelos de conducta
para que sus hijas las imiten, en el sentido que ellas también desean trabajar
cuando crezcan. Sus hijos crecen sabiendo que ellos compartirán en sus em-
pleos con colegas mujeres, y que probablemente se casarán con mujeres tra-
bajadoras, a quienes tendrán que “respetar”. Las entrevistadas reconocen
que siguen educando a sus hijos varones con patrones machistas. En cuanto a

175
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sus hijas, les enseñan a usar sus “libertades” con cuidado, pues viven en una
sociedad sumamente machista.
Las mujeres confiesan que ser trabajadoras les ha hecho más indepen-
dientes, no sólo en términos económicos, sino también en cuanto a tomar
decisiones, entre ellas no tener que “cargar” con maridos indeseados. Las
profesionales dijeron que no pueden encontrar parejas estables, sobre todo
entre los profesionales. Argumentaron algunas razones para ello. Compiten
con sus parejas en cuestiones profesionales. Esta competencia se torna peor
si ambos tienen carreras similares. Hay otras dos razones para que afloren las
confrontaciones: cuando las mujeres ganan salarios superiores a sus parejas
y, lo que resulta peor, cuando ellas son dirigentes y sus maridos no lo son. A las
mujeres profesionales menores de 35 años les cuesta trabajo hallar hombres
profesionales como sus parejas, como realmente quisieran. Esto es particular-
mente cierto en Cuba, porque durante los últimos veinte años las mujeres
profesionales han excedido a los hombres profesionales.
Las tasas de divorcio en Cuba son altas: en el 2003 era de 3.0 por cada
mil habitantes (CEPDE-ONE, 2003:161), mientras que la tasa de nupcialidad
era de 4.9 por cada mil habitantes (CEPDE-ONE, 2003:130). Los científicos
sociales cubanos han demostrado que esta tendencia ha persistido por varios
años. Entre las razones para esto se encuentran el empleo femenino; el hecho
de que divorciarse es un proceso judicial relativamente fácil y, además, la
tradición cubana de las uniones consensuales, enraizada desde la colonia. En
este último argumento se habla de que a los esclavos no se les casaba por la
Iglesia católica, y que, una vez libres, no requerían de este requisito formal.
Añádase el hecho de la gran afluencia de inmigrantes españoles en las prime-
ras décadas del siglo XX, quienes se unían a las cubanas sin formalizar sus
nexos.
Las mujeres y los hombres en la muestra consideran que las mujeres
trabajadoras paren menos. En Cuba la tasa de fecundidad general en el 2003
fue de 1.63 (CEPDE-ONE, 2003:41). Esta tasa ha tenido una tendencia de-
creciente en las últimas tres décadas. Los científicos sociales cubanos seña-
lan entre sus causas el empleo femenino y el amplio uso de políticas gratuitas
de planificación familiar, que se han extendido a todo el país desde 1964. El
sociólogo Juan Carlos Alfonso insiste en usar un enfoque de género cuando se
estudia la fecundidad cubana, para examinar cómo influyen los comporta-
mientos masculinos y no sólo los femeninos. Esta aproximación relacional
permitiría a los académicos comprender la fecundidad como algo que involu-
cra a los hombres y a las mujeres por igual, y no sólo a concentrarse en las
mujeres, como suelen hacer los demógrafos.

176
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Las mujeres y los hombres estudiados estiman que el empleo femenino


ha afectado los comportamientos sexuales entre los cubanos. Apuntaron que
las políticas de planificación familiar, establecidas desde 1964 como parte del
sistema nacional de salud pública, permiten a las mujeres y a los hombres
practicar la sexualidad separándola de los embarazos indeseados. Agregaron
que los programas de educación sexual que se enseñan en el sistema educa-
cional cubano y aquellos dirigidos a los adultos desde fines de los setenta, han
otorgado a las mujeres la posibilidad de actuar sexualmente con un sentido
mayor de confianza y de libertad. Los entrevistados de ambos sexos conside-
ran que el hecho de que los abortos sean legales y que se practiquen sin costo
alguno en los servicios de salud pública, hace que muchas mujeres los usen
como métodos anticonceptivos, lo cual consideran incorrecto porque podrían
dañar sus aparatos reproductivos.
Los hombres en la muestra hablaron poco de la influencia que han ejerci-
do las mujeres trabajadoras en las relaciones de pareja. Una de las entrevista-
das expresó que ellos temen reconocer que actúan de una manera más ma-
chista en sus círculos privados que en las esferas públicas, como son los
centros de trabajo. Por tanto, los hombres respondieron con esquemas acep-
tados socialmente, igual que lo hicieron cuando reflexionaron sobre las in-
fluencias en el empleo. Así, dijeron que “los hombres deben sentirse orgullo-
sos de sus mujeres, capaces de trabajar en la calle y ocuparse de las tareas
domésticas”; que “todos deberían compartir las tareas domésticas con las
mujeres”. Sin embargo, las encuestas desarrolladas en Cuba desde los noven-
ta, a las que me referí anteriormente, demuestran que las mujeres trabajado-
ras triplican semanalmente el número de horas que dedican a las tareas en el
hogar, con relación a lo que declararon los hombres trabajadores. Fueron muy
pocos los hombres entrevistados que declararon que ellos desempeñan todas
las tareas de sus hogares, para permitir que sus mujeres se superen profesio-
nalmente. En esto influyen las tendencias sociales prevalecientes. Ocurrió.
Algunos de los hombres en mis muestras confesaron que ellos se sienten muy
atraídos por mujeres profesionales, pero, a la vez, les temen en la esfera
íntima. Estudios cubanos sobre sexualidad demuestran que los hombres se
sienten amenazados por mujeres “fuertes” en sus conductas sexuales. Para-
dójicamente, estos retos les obligan a mostrar su virilidad.
Las mujeres entrevistadas expresaron que, gracias a sus empleos, han
conocido a hombres interesantes (y a otros no tan interesantes); que ellas
demandan “igual placer” en sus relaciones sexuales; que les piden a los hom-
bres usen condones, para prevenir el SIDA y las enfermedades de transmi-
sión sexual, aunque muchos de ellos no quieren usarlos. Reconocen que les

177
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

resulta difícil hallar como sus parejas a hombres profesionales, y que esto les
ha traumatizado, porque se frustran en sus expectativas de buscar pareja.
Esto ha provocado que muchas de ellas se queden solas, esto es, sin parejas
estables.

Conclusiones
Los hombres cubanos manifiestan comportamientos más dogmáticos que
las mujeres en materia de ideología de género. Ello se explica porque han sido
sometidos desde la infancia a patrones más rígidos de los que la sociedad
impuso a las mujeres en sus procesos socializadores para llegar a integrar sus
identidades genéricas. Por su parte, las mujeres se manifiestan más flexibles
en sus actitudes con respecto al género, porque su proceso socializador fue
más flexible que el de los hombres; porque han vivido en una sociedad que
critica constantemente las dependencias de las mujeres hacia los hombres, y
han tenido que reaccionar en sus cotidianidades a estas posiciones, y, porque
al hacerlo, han tenido que idear y poner en práctica comportamientos muy
personales para “zafarse” de estas dependencias. Esto podría convertirse en
una hipótesis para futuras indagaciones.
Las experiencias cubanas para incorporar a las mujeres al empleo y ha-
cer que permanezcan en él con una calificación cada vez más elevada, que he
denominado “modelo desde arriba y desde abajo”, demuestran que con volun-
tad política, con enfoque de género y con pocas condiciones materiales, se
puede hacer mucho. Este fenómeno hay que continuar estudiándolo, por cien-
tíficos y científicas sociales de Cuba y de otros países. Entre los temas a
analizar están: en qué espacios, cómo y por qué –cultural y políticamente–
perseveran la ideología, las prácticas y los dispositivos machistas; qué impli-
caciones tendrá este fenómeno para el país hoy día y en el futuro; qué nuevas
medidas se necesitaría en materia de políticas públicas para apoyar a las
mujeres frente a todas estas implicaciones y para hacer efectivas las leyes y
condiciones que ya existen; cómo se podría imaginar –desde el poder público
y desde la familia– mediar y negociar posconflictos de género que surjan de
dicho fenómeno.
La baja representación de las mujeres en los cargos de dirección es una
de las carencias más importantes de la participación plena de las mujeres en
la sociedad. Debe continuarse designando a mujeres en puestos dirigentes en
las esferas laborales y de la política, pero sin imponerlas. Cuba experimentó
en 1986 asignar a mujeres, jóvenes y negros, a cargos de dirección, y los
resultados no fueron positivos. Es preferible continuar la línea que se ha se-
guido de escogerles de acuerdo a su idoneidad. Las mujeres, sobre todo las

178
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

profesionales, cumplen con este requisito. Habría que continuar profundizan-


do en las implicaciones en cuanto a las diferencias en el ejercicio de las jerar-
quías y de los mandos por parte de los hombres y de las mujeres y las implica-
ciones que ello conllevaría para las relaciones intergenéricas en el empleo, en
la familia y en las relaciones de pareja.
Es necesario continuar revisando los programas cubanos para promover
la participación de mujeres y hombres en las transformaciones de las relacio-
nes de género y en las ideologías que le acompañan. Ya no se trata sólo de
lograr la participación de las mujeres en la sociedad, sino de reconstruir las
relaciones entre mujeres y hombres, con énfasis en las dificultades que con-
frontan estos últimos.

Bibliografía
Arés, Patricia (2002), Intervención en la Comisión de Género, en XII Encuen-
tro de filósofos y científicos sociales de Cuba y los Estados Unidos, Universi-
dad de La Habana, junio.
Campuzano, Luisa (1996), “Ser cubana y no morir en el intento”, en revista
Temas, núm. 5, pp. 4-10.
Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE)-ONE (2004) Anua-
rio Demográfico de Cuba 2003, tabla V.1, p. 161.
Harris, Collette (1995), “Socialista Societies and the Emancipation of Women:
The Case of Cuba”, en Socialism and Democracy, vol. 9, núm. 1, primavera,
Nueva York, pp. 91-113.
Hochschild, Arlie (1989), The Second Shift, New York, Avon Books.
Núñez Sarmiento, Martha (2005), “Changes in Gender Ideology among Pro-
fessional Women and Men in Cuba Today”, en Cleveland State Law Review,
Vol 52, No. 1-2, p. 173.
______ (2004), “Ideología de género entre profesionales cubanos”, revista
Temas, No. 37-38/abril septiembre 2004, pp. 24-36.
______(2003), “Gender Studies in Cuba: Methodological Approaches (1974-
2002)”, en Gender & Society, Official Publication for Sociologists for Wo-
men in Society, Sage Publications, Thousand Oaks, London, New Delhi, volu-
me 17, Number 1, February 2003, pp. 7-31.

179
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

______ (2001), “Cuban Strategies for Women´s Employment in the Nineties:


a Case Study with Professional Women”, en Socialism and Democracy,
Vol.15, No.1, Spring-Summer 2001, New York, pp. 41-64.
______ (2001), “Estrategias cubanas para el empleo femenino en los noven-
ta: un estudio con mujeres profesionales”, en Papers Revista de Sociología,
Departamento de Sociología Universidad Autónoma de Barcelona, No. 63/64,
pp. 141-170
______(2000), “Estrategias cubanas de empleo femenino en los 90: Un estu-
dio de caso con mujeres profesionales”, en Revista Caminos, septiembre del
2000, Centro Martin Luther King Jr., La Habana, pp. 46-63
______(1988), La mujer cubana y el empleo en la Revolución cubana,
Equipo internacional de investigaciones comparadas sobre la mujer, octubre,
Editorial de la Mujer, La Habana.
Oficina Nacional de Estadísticas (ONE)(1997), Anuario Estadístico de Cuba
1996, tabla V.11, p.116.
______ (ONE) (2003) Cuba en Cifras 2002, tabla III.22, p. 53.
______ (ONE) (1999), Perfil estadístico de la mujer cubana en el umbral
del siglo XXI, La Habana, febrero, p. 148.

180
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Mirta Yáñez (1947)

Nacida en La Habana. Licenciatura en Letras por la Universidad de


La Habana. Doctorada en Filología (1992) por la citada universidad,
es especialista en literatura latinoamericana y cubana, así como en
estudios acerca del discurso literario femenino cubano. Ha publicado
Las visitas (1971), Serafín y sus aventuras con los caballitos (1979),
La Habana es una ciudad bien grande (1980), Yo soy Jack John-
son (1982), Las visitas y otros poemas (1986), Poemas (1987), El
mundo literario prehispánico (1986), La narrativa romántica en
Latinoamérica (1990), Cubanas a capítulo (2000), El Matadero:
un modelo para desarmar (2005), entre otros.

Y entonces la mujer de Lot miró…1

Y entonces la mujer de Lot miró atrás,


a espaldas de él y se volvió estatua de sal.
El Génesis

I
A veces, la rabia que produce la marginación cambia el rostro del mundo.
Pero ni la rabia, y ni siguiera la conciencia de la rabia, son capaces por sí solas
de producir novelas geniales o versos imperecederos. Las mujeres, dentro de
la historia de la humanidad, han estado siempre en desventaja – por llamar su
situación en forma algo eufemística- para entregarse por entero al acto de la
creación. Las razones, de origen económico y que después se desbordaron
hacia la moral, la religión, la familia y todas las esferas que envuelven la vida
material, impidieron el libre acceso de la mujer a la cultura. Por supuesto,
siempre hubo sus infractoras, sobre todo cuando la nobleza de cuna o la fortu-
na monetaria “ayudaban” a vulnerar los sólidos preceptos de la superioridad
masculina. Hasta fecha sorprendentemente cercana –dado el salvajismo de
la poscripción-, estaba prohibido que las mujeres entraran en las bibliotecas.

1 https://books.google.com.mx/books?id=Nplt2kEYhyMC&pg=PA11&lpg=PA11&dq=
%22Y+entonces+la+mujer+de+Lot+mir%C3%B3...%22,++Mirta&source=bl&ots=_
P O G LY 5 T n K & s i g = e L A X i 0 - 1 y 4 E U E y M k M Q R x N 9 S K d I k & h l = e s -
419&sa=X&ved=0ahUKEwiBgauvkbHJAhVB7iYKHe9aC8EQ6AEIGzAA#v=onepa
ge&q&f=false

181
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Esto se les impedía, de manera expresa, a aquellas damas que tuviesen, como
extrañeza, el don de la lectura. Y no sólo estaba vedado el uso de los libros,
sino además se les advertía que ni con sus pies podían atreverse a profanar el
sagrado recinto “sólo para hombres”. Así me contaron que ocurría en la Bi-
blioteca Stranov, una de las mejores en Europa durante la Edad Media. Sólo a
María Luisa de Habsburgo quien de su bolsillo ayudó a las reparaciones del
edificio, junto a otras dos damas de la realiza, la reina Cristina de Suecia y
Catalina la Grande, les fue permitido cruzar el umbral.
Sin libertades mínimas, a la mujer con inquietudes intelectuales se le in-
culcaba a la fuerza que las letras y la educación eran “cosas de hombres” y
que su lugar en la cultura, si lo había, por ley y tradición debía ser inferior.
La polémica abierta de algunos de estos temas en torno a la mujer –como
la existencia o no de un discurso artístico y literario específico-, sigue ponien-
do los pelos de punta no sólo a muchos hombres, sino también a algunas
mujeres. Sor Juana Inés de la Cruz censuraba a los “hombres necios”, mas
llegado el momento de hablar de necedad sin discriminación, vale el verso
sorjuanino tanto para algunos hombre como para aquellas mujeres que pro-
mueven pretextos que retardan el análisis o recurren al clásico “ojos que no
ven”.
Desde los tiempos de María Luisa de Habsburgo y de aquellos en que
Virginia Woolf era apenas tolerada en los académicos recintos del Viejo Mun-
do, la historia ha dado muchos tropezones. ¿A quién se le ocurriría impedir
hoy que una mujer pudiese elegir un libro y leerlo libremente? Pero, ¿qué ha
sucedido, y qué sigue sucediendo en buena medida, con la mujer en relación al
proceso mismo de a creación literaria? La respuesta continúa siendo pareci-
da: una situación de marginalidad.
Pero, de hecho, la mujer como grupo marginado es también generadora
de cultura, de una cultura específica, con sus códigos y sus propias resonan-
cias. De esta manera, la creación de la mujer es tanto un resultado de esa
marginación como, a la vez, productora de un ámbito que expone, a veces
intencionalmente, a veces no, en las obras literarias y artística, y que es fruto
–quiérase o no- de esa tradición de marginalidad.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda la discusión del papel de la
mujer en la cultura. Sin embargo, cuando este asunto sale a relucir fuera de
los tradicionales foros donde ya es aceptado, a veces suele tomarse con una
paternalismo condescendiente que esconde muchas veces la creencia –no
explícita, más obvia- de que “existen cosas más importantes de que ocupar-
se”. En el peor de los casos, el abordaje de estos temas es recibido con
indiferencia, con sarcasmo o con una demagogia blanda que defiende sus

182
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

posiciones esgrimiendo la menguada lista de aquellas pocas escritoras que


han logrado romper el cerco o-su reverso- se citan las “amplias posibilidades”
que ofrecerá el futuro, un futuro probable, pero que muchas de nuestras con-
temporáneas no alcanzarán a vivir.
Para mala fortuna de las letras y las escrituras, todavía quedan rescoldos
de actitudes semejantes a aquella que empujó a una celda de monja al pensa-
miento más sobresaliente del barroco americano; o parecidas a aquella que
daba una palmadita de elogio, en tanto miraba sobre el hombro –y con suspi-
cacia- a Virginia Woolf. Palmadita que empujaba irremediablemente al vacío,
al silencio, a la renuncia, al suicidio. Y algo más aún: palmaditas que no son de
elogio. ¿Exagerada esta imagen? Sólo en parte; en todo caso pienso que es
válida la hipérbole en apoyo de un mensaje que todavía suele causar encono.
No está de más recordar ahora que la problemática cultural –entre otras-
de las mujeres de países desarrollados no es ni remotamente parecida a la que
se presenta para una indígena latinoamericana o una habitante africana que
tiene muchas bocas que alimentar y ve morir a sus hijos, año tras año, de
enfermedades y falta de comida. A las segundas, todas estas disquisiciones
acerca de la emancipación de la mujer no les sonarán sino a burla y pedirán
que primero se les hable de cómo librarlas de los males que comparten con el
hombre. La tragedia de la pobreza, como conjunto, es ya tan desmesurada
que a su lado –sin falsarios jacobinismos- parecen nimias las hambres del
campo espiritual; pero esta apreciación de la justicia de las prioridades no es
excusa para dar libre tránsito a los prejuicios –de todas las épocas y colores-
que pretender recortar el alimento del espíritu.
Una de las más deslumbrantes escritoras de este siglo, Marguerite Your-
cenar, comentaba en sus memorias la lúcida verdad –aunque a veces des-
atendida- de que igualdad no quería decir similitud. Un falso igualitarismo
entre los sexos simplificaría hasta la caricatura el problema. Existen y existi-
rán diferencias, más ellas no pueden imponerse arbitrariamente ni provenir de
la primacía de un grupo social sobre otro. La mujer, dentro de un determinado
conglomerado humano, tanto familiar, como productivo, como intelectual, en
un contexto histórico dado, manifiesta rasgos particulares que provienen de
un sedimento de su evolución, así como por su naturaleza concreta. Negar la
perspectiva específica de la mujer y los rasgos que la signan en el terreno de
la creación literaria –aun cuando su registro se incorpore a la tendencia domi-
nante de una época- es ignorar que la literatura es reflejo de la vivencia singu-
lar que ha pasado por el cedazo de la imaginación.
La insistencia en inscribir una literatura dada en llamarse “femenina”
frente a otra que no se nombra, ha nacido como una manera de desmantelar

183
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la marginación dentro de la falsa generalización crítica que normaba a la su-


puesta literatura única bajo los mismos patrones y juicios machistas de la
sociedad. A diferencia de lo que sucede en otras manifestaciones artísticas, o
en la ciencia, donde serían de sobre sabido, a que la literatura es la más
cercana a la expresión directa de las ideas.
Los grupos oprimidos generan un discurso que, como expediente defen-
sivo de su identidad, asume cualidades y temas comunes, a veces exclusivos,
e incluso sectarios. Es su forma de respuesta al sentimiento de humillación y
alienación que ha traído aparejado esa marginación –sea del tipo que sea- o
rechazo injusto dentro de un conglomerado social, provocados a veces por
postulados morales que muy poco tienen que ver con juicios estéticos y que
han sido utilizados en todas las épocas con fines más bien repudiables. Mas es
ley que al desaparecer la causa que segrega a determinados grupos, paulati-
namente la réplica del sector marginado- y el modelo cultural que le sirva de
bandera- pierde beligerancia y languidece hasta desaparecer, al menos como
emblema. Sin embargo, no debe olvidarse que aun cuando se liquide el en-
frentamiento de identidades o las razones económicas de la discriminación,
han de pervivir- como debe ser- los rasgos peculiares que determinan la espe-
cificidad de su discurso.
Más de medio siglo atrás, la intelectual –mitad dominicana mitad cubana-
Camila Henríquez Ureña dictaba dos conferencias sobre la mujer en la cultu-
ra, cuyas ideas sobresaltan por su lucidez y fina percepción:
Si estamos de acuerdo en que cultura es el esfuerzo cons-
ciente mediante el cual la naturaleza moral o intelectual del
ser humano se refina e ilustra con un propósito de mejora-
miento colectiva, no es posible decir que antes del siglo XIX
una cultura femenina […] La llegada de la mujer, de la mi-
tad de la humanidad a la libertad y a la cultura es una de las
mayores revoluciones de nuestra época de revoluciones. Y
es un hecho indiscutible e indestructible.
Y más adelante añade:
La inferioridad mental de la mujer ha sido principalmente fal-
ta de libertad. Y la libertad no se conquista de pronto: es obra
prolongada, conquista cotidiana2.

2 Henríquez Ureña, Camila: “La mujer y la cultura” (conferencia leída en la Sociedad


Lyceum en el acto de propaganda por el Congreso Nacional Femenino el 9 de marzo de
1939) en Estudios y conferencias. Ciudad de la Habana: Ed. Letras Cubanas, 1982, p.
449, 451-452, 455.

184
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La visión de la lucha de la mujer como “colectiva” y parte de una lucha


mayor, junto a la difusión de su labor creadora, constituyen dos reflexiones
capitales de Camila Henríquez Ureña, quien en fecha tan temprana se atrevía
a denunciar que los problemas de la mujer no eran sólo como sexo, sino “como
clase social” 3. Camila Henríquez Ureña fue una adelantada en analizar cues-
tiones que ahora todavía siguen en el candelero, tales como la defensa de los
derechos de la mujer a su propio espacio, en la caracterización de una identi-
dad y en la definición, sin rabias, de la tipicidad de un discurso. Muchos de los
puntos analizados en las actuales corrientes afirmadoras del género y del
lenguaje femenino, tienen válido antecedente en los distintos textos de Camila
Henríquez Ureña y, a mi modo de ver, su enfoque eminentemente ético –que
cubre y penetra todos sus estudios, y en específico sobre el problema de la
mujer- le permite la denuncia serena de la persistencia de la marginalidad de
la mujer en la cultura, incluso en sus formas más sutiles, puesto que “el verda-
dero movimiento cultural femenino empieza cuando las excepciones dejas de
parecerlo” 4.
Una de las condenas actuales a las reivindicaciones de la mujer carga
la mano sobre la probable automarginación; pero, como ya es aceptado en
otros temas, para que exista una actitud de “automarginación”, como de “au-
tocensura”, ¿no es lógico que se produjese primero una marginación? Las
escritoras no pidieron andar en capítulo aparte, aunque así se les encuentra en
muchos textos dentro de minúsculos capitulillos de consuelo y como fuera de
la corriente del tiempo y de la estética 5.
Por otra parte, la marginalidad no es sólo un riesgo de la mujer, como
bien indica la también dominicana Ángela Hernández en un estudio sobre la
crítica y las creadoras cuando habla de:
La creación de mujeres y hombres en tanto ciudadanos de
un país donde por sí la literatura es marginal. Actividad mar-
ginal por las estrecheces económicas que acompañan regu-
larmente su ejercicio, Marginal por el analfabetismo. Margi-
nal por el empeño sobrevivencial de la mayoría de la pobla-

3 Henríquez Ureña, Camila: “La mujer …” en Estudios…, ob. cit., p. 455.


4 Henríquez Ureña, Camila: “La mujer …” en Estudios…, ob. cit., p. 451
5 De estos traspiés del pensamiento no se libran ni eminencias como el propio Pedro
Henríquez Ureña: “Y tampoco las mujeres vivían todas en ociosidad mental”, es su
comentario al habla de las primeras poetisas de América (nacidas por cierto en Santo
Domingo, de hecho el país americano donde se inicia la literatura femenina del Nuevo
Mundo), Doña Elvira de Mendoza y Doña Leonor de Ovando. Henríquez Ureña, Pedro:
Las corrientes literarias en la América Hispánica. Ed. Instituto Cubano del Libro, 1971,
p.56.

185
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción. Marginal también, preciso es decirlo, porque en los


modelos políticos alternativos es común que la creación y la
literatura sean instancias ignoradas, subordinadas o encajo-
nadas en imprecisos y helados esquemas6.
No fue simple premonición, ni pesimismo ligero lo que llevó a a Camila
Henríquez Ureña a una dura conclusión:
Cuando la mujer haya logrado su emancipación económica
verdadera; cuando haya desaparecido por completo la situa-
ción que la obliga a prostituirse en el matrimonio de interés o
en la venta pública de sus favores; cuando los prejuicios que
pesan sobre su conducta sexual hayan sido destruidos por la
decisión de cada mujer de manejar su vida; cuando las muje-
res se hayan acostumbrado al ejercicio de la libertad y los
varones hayan mejorado su detestable educación sexual;
cuando se vivan días de nueva libertad y de paz, y al través
de muchos tanteos se halle manera de fijar las nuevas bases
de unión entre el hombre y la mujer, entonces se dirán pala-
bras decisivas sobre esta compleja cuestión. Pero nosotros
no oiremos esas palabras. La época que nos toca vivir es la
de derribar barreras, de franquear obstáculos, de demoler
para que se construya luego, en todos los aspectos, las vida
de relación entre los seres humanos 7
Casi es un lugar común indicar lo adelantado del pensamiento de Camila
Henríquez Ureña: pero yo quisiera insistir en algo más cardinal y doloroso,
aunque resulte paradójico, y que es su vigencia, porque de alguna manera
tiene que resultar dramático que algunas ideas sobre la difícil situación de la
mujer, y de la mujer en la cultura, mantengan su vigencia casi sesenta años
después de haber sido dichas. En ese sentido de vigencia de la denuncia es
Camila Henríquez Ureña una marginal, como es marginal Gertrudis Gómez
de Avellaneda rechazada en la Academia Española de la Lengua, marginal
Delmira Agostini en su violenta muerte, y como seguimos siendo, de una u
otra manera, marginales todas, y a mucha honra.
Participar en la elaboración de la historia es también intervenir en la ela-
boración de la cultura. La lucha por la asimilación de estas ideas, por la
repercusión en la práctica, y por la eliminación completa de prejuicios, son el

6 Hernández Angela: “De críticos y creadoras”, en Antología de cuentos escritos por


mujeres dominicanas. Edición, recopilación y prólogos de Daisy Cocco de Filippis.
Santo Domingo: Ed. Librería Trinitaria e Instituto de Libro, 1992, p. 427.
7 Henríquez Ureña, Camila: “Feminismo”, en Estudios…, ob. cit., p. 570.

186
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

meollo de la relación entre la verdadera posición que ocupa la mujer en una


sociedad específica y la obra literaria que surge dentro de estos contextos.

II
Cuentan los historiadores que entre las tribus taínas del Caribe, la mujer
ocupaba un sitio distinguido. Las mujeres taínas poseían el derecho a reunirse
por separado y a la llegada de los españoles se abrogaron la facultad de
parlamentar de igual a igual junto con los hombres. La mujer taína, además,
desempeñaba un papel relevante en el terreno de las ceremonias religiosas y
no puede escapar a nadie la importancia de ello en una sociedad estrictamen-
te afirmada en torno a la adoración hacia esos dioses que decidían no sólo
sobre los miembros de la tribu, sino además –según ellos creían y les hacían
creer- sobre la naturaleza. Más la religión y otras prerrogativas de orden
matriarcal no eran las únicas entre los taínos. En el areíto, acto danzario que
tenía también bastante de rito y otro mucho de espectáculo didáctico, la mujer
taína ocupaba el puesto de líder, de hecho la más antigua preeminencia cultu-
ral de la mujer en la historia de nuestras artes.
No muy lejos de las tribus caribeñas, en el continente –antaño llamado
“tierra firme” – el imperial gobierno de los aztecas ya asentaba su poder
sobre la explotación social e, inevitablemente, dentro su patrón de dominio,
sometía a severos límites el rol de la mujer. En el recitado de la “Tecitl” –la
partera- se dejaba muy bien establecido el sitio de la mujer azteca: dentro de
la casa. Con más franqueza de la que suelen hacer gala las literaturas y
documentaciones de culturas más “civilizadas”, la conseja se encargaba de
que todas ellas se tuvieran muy bien aprendido que “en este lugar os entierra
vuestro señor”. Año más tarde, con la llegada de la conquista española, las
mujeres también solían ser enterradas en vida dentro de los conventos: cuan-
do alguna hija de familia osaba violentar las convenciones que establecía un
código elaborado por el hombre, era encerrada para siempre en el claustro y
se les advertía que de allí no saldrían ni muertas, pues incluso cuando La
Pelona llegara a buscarlas para llevárselas a mejor vida, serían inhumadas en
el propio patio del convente. De ahí esa frase que ha perdurado hasta hoy y
que sirve muy gráficamente para mostrar la invulnerabilidad de ciertos lími-
tes. Es difícil que en los predios del siglo XXI se pueda internar a una mujer
por querer decidir su propio destino a su manera, más lo cierto es que fue
mantenido con más suerte el espíritu de los “emparedadores” que el de aque-
llas taínas que poseían el derecho a la palabra.
En la literatura del romanticismo, la proyección de “lo femenino” como
algo inferior y dependiente, fue muy flagrante en la novelística, en donde los

187
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

personajes femeninos respondían de manera consecuente con la necesidad


social de una mujer como posesión exclusiva de un individuo que decidía so-
bre sus bienes, su cuerpo y su pensamiento. Cuando en la vida real la mujer se
lanzaba a escribir, en la mayoría de los casos reproducía esos modelos –
demasiado poderosos e integrados al sistema de ideas, incluso para pasar
inadvertidos como mecanismos de dominación y discriminación- que, como
tónica general, apuntaban a su situación como objeto del amor o reproducción
de la especie.
El romanticismo creó interesadamente el mito de “la Mujer destinada al
Amor”, la Mujer como tal deificada y el Amor como una jaula de oro inexpug-
nable y eficaz –tan eficaz que sobrevive, incluso hasta hoy-, y así remitió la
posibilidad de realización de la mujer sólo dentro del sentimiento amoroso, en
relación muy estrecha con la necesidad ideoeconómica de su reducción a la
esfera doméstica y al matrimonio convencional. El culto al amor virginal y
puro de los románticos, remedado en mucha de la poesía escrita por mujeres,
era la respuesta artística a las exigencias del gusto del pensamiento literal en
ascenso donde la mujer quedaba ceñida a ser la encarnación material de la
moral religiosa. Per amén de lo dicho anteriormente, en América Latina la
creación literaria del romanticismo tuvo un signo de identidad americana, rei-
vindicadora de su presente, sin baratijas exóticas y sí con una consecuente
ambición de asumir sus contextos. Con el ánimo bien dispuesto a establecer la
“emancipación mental” de que hablaran nuestros primeros teóricos latinoa-
mericanos, la literatura latinoamericana del siglo XIX no se confinó al lamento
amoroso, o a los gritos de auxilio del arrebato pasional; en lugar de ello, intentó
definir una coherente respuesta estética al principal quehacer generacional
que le impuso el devenir histórico: consolidar un lenguaje propio, auténtico,
que se correspondiera con la libertad –o con las ansias de ella- que suponía la
separación de la España colonizadora.
La imperiosidad de crear un mensaje unánime que colaborara en la esta-
bilización, flexibilizó la marginalidad y, por ende, las mujeres no quedaron ex-
cluidas de las inquietudes políticas y sociales de su tiempo. Aunque la deseada
“emancipación mental”, en su concepción más amplia y no únicamente políti-
ca, sólo llegase a dejarse sentir en voces desidentes del coro, como aquella
antepasadas del areíto, en unos sitios más que en otros, algunas hasta logra-
ron llevar la voz cantante, entre las que se cuenta, para nuestra gloria, la
cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien con su novela Sab rompió la
norma de su tiempo y abrió el camino a la narrativa social latinoamericana.
Con la entrada de los primeros años del siglo XX, la mujer latinoamerica-
na y dentro de ella, la cubana, empezó a desempeñar un papel creciente en las

188
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

luchas sociales. Ya Cuba había alcanzado su independencia del colonialismo


español, pero ahora se trasladaba la oposición a la penetración imperialista
norteamericana y a los diversos embates de una economía dependiente. La
tradición mambisa de la lucha de la mujer en la manigua, y aún en la tribuna
donde una camagüeyana llamada Ana Betancourt elevara –en la Asamblea
de Guáimaro celebrada en 1869 para dar a la República en armas su primera
Carta Constituyente-, su reclamo para plantear la problemática de los dere-
chos femeninos y convertirse en una de las precursoras del movimiento por la
liberación de la mujer en América Latina, se prolongó en la presencia de la
mujer cubana dentro de las batallas políticas y sociales del período republica-
no, bien llamado neocolonial.
En esas primeras décadas del siglo XX, aquella imagen de la mujer como
ángel inculto e inútil de la tradición patriarcal pugnaba aún por mantenerse
incólcume. El “sistema” –llamando con semejante tecnicismo a todo el com-
plejo de las relaciones sociales- aspiraba así a continuar relegando a la mujer
al papel secundario de madre, esposa o hija, aunque todo ello se tornaba cada
vez más complejo por la necesidad de incorporarla al sector productivo y, de
hecho, duplicar su esclavitud. Eva no podía seguir viviendo de Adán y estaba
obligada a aportar el sudor de su frente al pan precario de la familia.
Por su parte, los debates por los derechos de la mujer en Cuba no estu-
vieron separados –ni conceptualmente, ni de manera práctica-, de las pugnas
por el progreso social. Las mujeres intelectuales de la época defendieron el
ideario del feminismo, sin enajenarlo de la aspiración mayor hacia un mundo
sin opresores ni oprimidos. Esta proyección abonó la reflexión y la conducta
de la mujer cubana que, a diferencia de otros países, tenía una actitud más
combativa y menos sumisa, a pesar de los obstáculos que le imponían los
prejuicios. De ello da fe, por ejemplo, su persistencia en ocupar cátedras
dentro de las universidad e incluso de estudiar carreras vedadas para las
mujeres, cuando el alto centro docente todavía pretendía mantenerse como
coto exclusivo de varones.
Si en otras épocas y lugares las reivindicaciones femeninas exigidas por
grupos fuertemente marginados habían sido acompañadas por una enajena-
ción del análisis y crítica de la discriminación como conjunto resultante de una
opresión social más general, ello no sucedió en el proceso de las luchas de las
mujeres cubanas de la etapa republicana, lo cual se hizo extensivo al progra-
ma propuesto por las principales ideólogas de esta época en América Latina.
Las intelectuales cubanas de la primera mitad del siglo XX no estuvieron,
pues, ni mucho menos al margen de la problemática de su tiempo, y sus de-
mandas –tanto en el orden público, como en el orden del individuo- provenían

189
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de una reflexión penetrante ante su situación en la sociedad y de ésta como


conjunto. Según el grado de conciencia, de su concreta ubicación dentro de la
estructura económica, de su psicología, de su clarividencia, así resultarían los
diversos grados de proyección de sus ideas y de la intencionalidad de la obra
creadora.
La vieja aristocracia de los varones se había insertado en Cuba dentro de
un orden económico subdesarrollado y se fue asentando sobre peculiaridades
que caracterizaron la antigua sociedad cubana. Desde la llegada de los con-
quistadores españoles hasta el momento de los cambios socioestructurales
después de 1959, la población femenina ubicada mayoritariamente en las zo-
nas rurales donde dominaban –y subsisten aún hoy- hábitos patriarcales y
costumbres de la severa tradición hispánica. Junto a esto, la neocolonización
occidental con la avalancha propagandística acerca de la “eficacia” del alma
de casa y la imposición de cánones consumistas a favor de un mercado de la
moda, incrementó los tabúes acerca de la inferioridad física y mental de la
mujer para su eliminación competitiva como probable fuerza de trabajo en un
ambiente de creciente desempleo. Los prejuicios de raíz católica, acuñados
desde la etapa colonial española se sumaban con explosividad a los patrones
de conducta tribales y mitos heredados de la emigración negra esclava. Así se
conformó un modelo inconmovible que permeó todas las capas sociales, tanto
en la creación de una mentalidad masculina prepontente y subestimadora de
la condición femenina, como en una proyección sumisa y pasiva de ésta, mien-
tras se inculcaba desde la infancia que la carrera de la mujer es el matri-
monio. Toda vulneración de este axioma trascendía a veces de forma opro-
biosa sobre su imagen pública y privada. Por cierto, los hombres tampoco
escapaban a los daños inmanentes a la exasperación tropical del machismo
que actuaba compulsivamente sobre el complejo de “hombría” y, obligándolos
a su demostración constante, los colocaba tanto en situación de victimarios
como de secretas víctimas.
Estas realidades de la población cubana antes del año 1959 promovieron
un tipo de comportamiento entre los sexos de aguda influencia y peso en la
organización práctica de la vida y muy difícil de superar aún cuando se erra-
dicasen algunas de las causas que le habían dado lugar. Ha subsistido, sobre
todo, en el plano de la relación familiar o íntima de la pareja, en los prejuicios
acerca de la virginidad o en la diferente apreciación de la infidelidad conyugal,
en la distribución de las tareas domésticas, en la educación de los niños y,
también, en algunos planos de la vida laboral, profesional, política, social, in-
cluso de proyección masiva de divulgación. Recurrentemente, la televisión,
los noticieros cinematográficos, la publicidad comercial e incluso los videos

190
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

musicales, han acudido al close-up de las espaldas femeninas como casi el


único recurso expresivo para la emisión de mensajes tales como la alegría del
verano, la belleza de las playas o la hostilidad cubana.
Como fenómeno, esa perspectiva sexista no se circunscribe a un ámbito
específico ni tiene vínculo directo aparente con el grado de formación, origen,
profesión o región; esta problemática se matiza según esas coordenadas, mas
como realidad concreta corta longitudinalmente a la sociedad cubana. Ni los
decretos, ni las leyes bastan por sí solas. El propio hecho de su resistencia a
desaparecer debe ser motivo constante de crítica serena y del arrinconamien-
to a las filigranas de sus versiones indirectas.
Casi a la llegada del nuevo siglo, la tradicional marginalidad se ha despla-
zado hacia formas más alambicadas. Ya nadie se asombra de ver a una mujer
que trabaje como práctico de puerto, ni manejando un sofisticado equipo cien-
tífico; según la ley, son inaceptables las diferenciaciones laborales educacio-
nales, jurídicas. No obstante, sobreviven patrones que actúan con mucho im-
perio dentro del ámbito familiar, y también sobre el sistema de la estructura
profesional, ejecutiva y, por supuesto, cultural.
Con relación al hecho específico de la creación literaria no basta con la
condena “de dientes para afuera” a la mentalidad del pasado. Mientras exis-
tan vivitas y coleando las reglas patriarcales acerca de la imagen de la mujer,
tanto como objeto de la literatura, como sujeto de ella, para el acto de crear no
será suficientes ni la independencia económica, ni tan siquiera la privacidad
de la habitación personal tan reclamada en su época por Virginia Woolf. Cos-
tará todavía no poco esfuerzo eliminar los viejos criterios de discriminación y
su escamoteo bajo apariencias “inocentes” si no se logra también la erradica-
ción de una latente subestimación, inconfesada y en muchos casos incons-
ciente; y a la par, la aceptación de una colaboración pareja, espontánea, de la
mujer en los distintos niveles de la actividad literaria. Si dentro del campo
cultural no se termina para siempre con los prejuicios y el supuesto de “lo
femenino” como una determinación de inferioridad o limitante, si no se erradi-
ca la autocensura –alimentada durante demasiado tiempo como para que des-
aparezca de un plumazo- que inhibe al ejercicio literario de ciertos temas o
enfoques hasta ahora tácitamente proscritos por una moral hipócrita que se
erigía como dominante; si no se alcanza el respeto por una peculiar interpreta-
ción de la realidad desde el particular punto de vista de la mujer se replantean
los códigos de análisis heredados de la cultura de la marginación; si no se
presta una atención sistemática hacia su presencia en listados, jurados litera-
rios, antologías, eventos, congresos, recuentos y otros aconteceres; si no se
toma en cuenta todo lo anterior no bastará el salario seguro, ni el cuarto pro-

191
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

pio, ni todas las leyes a su favor, y algo se avanzará; pero lentamente y con
mucho sacrificio. De todas formas, la mujer ya sabe que tiene derecho a un
discurso propio. Y ya están pasando para siempre los tiempos en que a la
mujer que aspiraba a “literata” se le perdonaba cualquier cosa, excepto el
talento.

III
Y así, la frontera es una línea que se puede franquear o no, que estable-
ce extensiones y alcances. De ahí lo confinante y, por ende, lo confinado.
Visto desde este ángulo, no se trata de una argucia o de un simple juego de
palabras hablar de la frontera de la ficción en el proceso de la literatura escri-
ta por mujeres, y muy en especial de la narrativa como manifestación particu-
lar cuyas leyes de apropiación del mundo han sido más susceptibles de confi-
nación, expulsión y limitación. De hecho, la narrativa escrita por las mujeres y
la crítica que aborda estos temas bajo –todavía- un universo de supremacía
masculina y sexista, puede ser visualizada desde esa imagen tan gráfica de
“frontera” que implica, como ya dije, dos dimensiones con una línea divisoria
que jerarquiza subordina… y margina.
También es cierto que en los últimos tiempos se ha puesto en boa el sacar
provecho –tanto material como intelectualmente- de la marginalidad. Algunos
tratan de utilizarla como mercancía o como salvavidas, más, si se trata de
reflexionar con honestidad acerca de estas problemáticas, hay que cuidarse
tanto de este peligro como de la simpleza de aceptar la uniformidad posmo-
derna.
La literatura –la narrativa- escrita por mujeres comparte la misma sus-
tancia que la de los hombres, más con el empleo de su propio lenguaje. Así lo
deja bien claro Patricia M. Spacks:
Cuando leemos muchos de sus libros sentimos que las necesidades de las
mujeres son idénticas que las de los hombres. Quizás el equilibrio pueda ser
diferente, pero la sustancia es la misma: necesidad de trabajo y de amor; la
independencia y dependencia, de solidad y relación, de disfrutar de la comuni-
dad y valorar la propia singularidad.8
Sin embargo, a la hora de dar forma a esa sustancia, el campo ficcional
parece haberse dividido entre un presunto canon, y un formato típico de “lo
femenino”, de segundo rango. No poco trabajo ha costado llegar a probar que
si bien con su característico punto de vista y las particularidades de la pers-

8 Spacks, Patricia M.; La imaginación femenina. Ed. Debate de Madrid en colaboración


con Ed. Pluma, Colombia, 1980, p. 358.

192
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pectiva de género 9, el discurso femenino narrativo no puede ya colocarse


arbitrariamente del otro lado de una línea fronteriza, y mucho menos cuando
se ponen en juego otras categorías de índole más general como objetividad y
subjetividad, realismo o fantasía, estilo poético o no, tradición o experimenta-
lismo o, incluso, en la misma elección de temas o subgéneros literarios.
Por otra parte, no debe dejarse de lado que todavía mantiene un eficiente
ejercicio de poder la eterna inseguridad masculina, siempre con la urgencia de
probarse y salir triunfante, actitud que muchas veces se proyecta en una
misoginia cultural, a veces tapiñada, otras obvia, otras escudada en la broma,
que obliga a los estudiosos desprejuiciados o desenmascarar sus artilugios que
resultarían indignantes si no fueran, a esta altura, ridículos. Un buen ejemplo
de ello es esa insistencia en una identificación de “narrativa masculina” (SIC,
pues de esta manera insólita suelen responder algunos a los estudios de géne-
ro y a la ruptura del silencio de las escritoras) que aspira a extender las más-
caras y contradicciones de la vida cotidiana a la crítica literaria. La existencia
entre nosotros de un mundillo “naif”, a veces muy convencional, da pie a estas
actitudes que ya pasaron a la historia en otros lugares; no obstante, es imposi-
ble seguir eludiendo por más tiempo el análisis de la escritura femenina desde
estos puntos de vista, aun cuando implique el riesgo de cierta dosis de agre-
sión que a veces trae aparejada.
Para la mujer latinoamericana, escribir no ha sido sólo un modo de expre-
sión o comunicación. Como bien dice Helena Araújo:
Para ella [la latinoamericana] la escritura ha sido siempre un
síntoma de defensa contra la opresión […] Nadie ignora que

9 Los llamados “estudios de género” consisten en el abordaje de la mujer, tanto como


objeto y sujeto social, como en sus proyecciones culturales. Dentro de las ciencias
humanísticas, la crítica literaria feminista ha alcanzado un lugar predominante en los
últimos tiempos, en particular para demostrar la peculiaridad del discursos femenino sin
que ello implique limitaciones. Según Márgara Rusotto:
De allí la especificidad de sus intereses [de la crítica feminista] y de su comportamiento
crítico ampliamente conocidos: el rechazo de nociones esencialistas o “universales”
sobre la mujer (o sobre cualquier otro objeto de estudio), la revisión de códigos culturales
que guían la valoración del hecho estético, la reformulación de convenciones y
estereotipos –con sus cánones de jerarquía y excelencia- formadora del juicio, la atención
sostenida sobre las técnicas de representación artística vinculadas a las ideologías
imperantes y a las circunstancias epocales, la revalorización de la experiencia y, finalmente,
la arqueología legitimizadora de obras del pasado, de autoría femenina, para desconstruir
la serie de imitaciones, desvíos y oblicuidades, pactos y rebeliones, en la constitución –
real y simbólica- del sujeto femenino.
Rusotto, Márgara: “Identidad, espacio y otras afinidades culturales en la narrativa de
Margaret Atwood”, Revista “Casa de las Américas”, Ciudad de la Habana, julio-septiembre
de 1994, núm. 196, p. 24.

193
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

“la letrada” y “la poetisa” merecían hasta hace pocos años


una reputación equívoca y debían aliarse al poder masculino
para contrarrestar el peso de la censura social 10.
Tomando en cuenta lo anterior, ¿pudiera seguirse explicando la abundan-
cia de poetisas en comparación con el real poco número de las narradoras tan
sólo por las exigencias del género literario? ¿O por el tiempo que absorbe la
narrativa? ¿O con otra razón por el estilo? La colocación del mundo ficcional
femenino del otro lado de una frontera imaginaria, trajo como resultado, entre
otras cosas, que la narrativa escrita por mujeres haya sido no sólo “la Ceni-
cienta”, sino además “la Caperucita Roja” siempre obligada a atravesar un
enmarañado bosque donde la acechaba más de un lobo feroz. El hábito litera-
rio sexista- y su crítica- que trazaba tradicionalmente una línea divisoria entre
LA NARRATIVA y “la narrativa de las mujeres”, dio pie a una absurda para-
doja que ha signado esta raya ominosa: por una parte se ignoraba la existencia
de un discurso femenino y el rasero de estudio eran los valores del poder en
activo, y por otra parte se hablaba de una peculiar “narrativa femenina” que
se solía circunscribir a lo subjetivo, lo poético, lo íntimo confesional, concep-
tualizaciones que la mayor parte de las ocasiones escondían la intención de
calificarla como “trivial”, por decirlo ya en forma franca. En lenguaje popular,
habría que preguntarle a esa crítica hegemónica con la clásica frase –con
probabilidad muy acorde con lo que esa misma crítica considera como discur-
so “femenino”-, de ¿te peinas o te haces papelillos?”
A ese juicio que daba por descalificada dentro de la “gran literatura” a
los ejemplares de ficción intimista o subjetiva (hasta la propia Virginia Woolf
rechazaba esa perspectiva llamándola “egoísta”), se sumaba la ausencia de
paradigmas. Al mirar hacia atrás, la mujer escritora latinoamericana se en-
contraba con que la tradición implicaba, en gran medida, mutilación y pérdida
de la identidad. El desconocimiento, la invisibilidad o la ausencia de precurso-
res prominentes restaba seguridad a la hora de enfrentar la posibilidad de
hacer una obra creadora al costado de un discurso oficial. Si se observan los
antecedentes de la narrativa ficcional durante los siglos pasados, práctica-
mente ésta era una actividad poscrita, casi nula entre las escritoras latinoame-
ricanas. Abundaban, eso sí, las epístolas, los libros de viajes o las autobiogra-
fías, todo ese conjunto considerado, hasta hace muy poco, como de segunda
categoría. Algunas ensayistas que han abordado estos temas catalogan esta
selección como una forma de eludir la represión. Fuese como fuese, el ámbito

10 Araújo, Helena: “Narrativa femenina latinoamericana”, en Revista “Hispamérica”, año


XI, núm. 32, 1982, p. 28.

194
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de introspección confesional se fue conformando como el único accesible


para las escritoras y, en definitiva, como el lado de la frontera exclusivo para
la ficción femenina. El mundo objetivo y su contrapartida, la fantasía total,
parecían quedar dentro del terreno llamado “masculino”.
Junto a ello, cabe estar de acuerdo con Jean Franco cuando dice que
no hay UNA escritura femenina, pero sí un discurso “donde la mujer se en-
frenta con las exclusiones y las marginaciones del pasado”. Jean Franco es
aún más definitiva sobre estos asuntos cuando afirma:
No se trata de averiguar si las escritoras tienen temas espe-
cíficos o un estilo diferente a los hombres, sino de explorar
las relaciones del poder. Todo escritor, tanto hombre como
mujer, enfrenta el problema de la autoridad textual o de la
voz poética ya que, desde el momento en que empieza a es-
cribir, establece relaciones de afiliación o de diferencia para
con los “maestros” del pasado11.
Para cualquier escritor, enfrentarse con sus antepasados es, ante todo,
una cuestión de disyuntiva estética. Para las narradoras, esta mirada hacia
sus antecesores estaba fracturada de antemano por el rechazo a los patrones
hegemónicos del poder masculino, con un carácter que rebasaba lo puramen-
te estético.
No era nada sencillo conseguir el visado para ir al otro lado de la fron-
tera, pero las mujeres terminaban por violar los cotos. La “peor de todas”, Sor
Juana Inés de la Cruz, fue de las primeras en borrar los límites entre los
géneros considerados “menores”, entre lo literario “serio” y lo no literario o
“menor”, visto como lo único posible o como supuestamente preferido de la
literatura femenina. De hecho, siempre existió una corriente narrativa que se
proyectaba en forma paralela a la escritura oficial. Generalmente ignorados,
cuando algunos de estos textos lograban salir de la invisibilidad, se convertían
en esas obras que “asombraban” a los críticos por su audacia o por “partici-
par” del llamado cánon; en algunos casos eran presentadas como el “botón
muestra”, el llamado token, “que convenientemente se utiliza para represen-
tar los esfuerzos de las mujeres”12 en las generaciones y escuelas literarias,
ese nombre solitario en las antologías, o la referencia pasajera en las historias
de literatura. La explicación más fácil consistía en decir que era la clásica

11 Franco, Jean: “Apuntes sobre la crítica feminista y la literatura hispanoamericana”, en


Revista “Hispamérica” s/d, p. 41.
12 Cocco de Filippis, Daisy: “Prólogo” a Antología de cuentos escritos por mujeres
dominicanas”, ob. cit p. 37.

195
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

“excepción de la regla”. ¿Cómo explica entonces la crítica que la novela Sab


de Gertrudis Gómez de Avellaneda haya sido una de las fundadoras de la
narrativa social latinoamericana? Mejor era no explicarlo mucho y dar a co-
nocer sus “cartas de amor”. Todo esto sin entrar en pormenores de cómo
muchas de las grandes obras latinoamericanas del siglo XIX salidas de mano
masculina son más confesionales y subjetivas que las más empeñosas escri-
tas por nuestras literatas o de cómo otras narradoras continentales del siglo
pasado –como Clorinda Matto de Turner o Juana Manuela Gorriti-, realistas o
fantasiosas quebraron con sus textos el ámbito de la llamada literatura intimis-
ta.
La evolución de este discurso narrativo femenino en América Latina es
caracterizado, con mucha agudeza, en la sistematización en tres etapas que
propone la ensayista dominicana Daisy Cocco de Filippis cuando define que
en este difícil itinerario de la creación ficcional, las mujeres narradoras han
pasado de combatidas (bajo la autocensura) a combativas (con rabia) a com-
batientes (ganancia de la seguridad del propio ser que permite el abordaje de
la realidad con humor, ironía y accesibilidad al diálogo)13. Actitud que ya per-
mite incorporar de manera definitiva la confianza en la identidad, la defensa
equilibrada del espacio de creación y una óptica desacralizadora del sistema
dominante.
Por su parte, en su ensayo “De la intimidad a la acción”, Aralia López
resume este proceso, ya llegado el siglo XX:
En el orden temático, pues, la literatura narrativa escrita por
mujeres en América hispana presenta, a través de sus nom-
bres más representativos, una secuencia clara y lineal desde
la represión y opresión sexual en las narradoras de los prime-
ros momentos después de las vanguardias de la primera post-
guerra –Teresa de la Parra, María Luisa Bombal y Clara
Silva-, hasta la opresión por la reproducción y la crianza de
los hijos donde aparece ya la actitud de liberación, conforme
nos acercamos a nuestros días, en escritoras como Silvina
Bullrich y Albalucía Ángel.
Y más adelante añade:
[…] empezando por una concientización personal, y desde
esa concientización de sí mismas en “su lugar” y “en el mun-
do”, van ampliando sus perspectivas de identidad, afirmán-

13 Cocco de Filippis, Daisy: “Prólogo” a Antología de cuentos escritos por mujeres


dominicanas”, ob. cit p. 54

196
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

dose en lo individual, de ahí a lo nacional y luego se proyec-


tan a lo universal 14.
Los tiempos en que Virginia Woolf podía caracterizar a la narrativa fe-
menina únicamente como priorizadora de la realidad subjetiva han quedado ya
muy atrás. Pero primero las narradoras han tenido que enfrentar a los múlti-
ples jinetes del apocalipsis de la frontera entre los géneros: el cánon hegemó-
nico y su aparato crítico; la vulnerabilidad, el aislamiento, los roles sexuales, el
espacio tradicional, la censura del cuerpo, la falsa atribución de subjetividad y
la invisibilidad. Y el peor: la autocensura.
Es cierto que en la narrativa escrita por mujeres, las grandes figuras han
sido las excepciones. Y es que para rebasar aquella frontera y escapar a la
marginalidad había la obligación de ser contundente. Hay que agradecer a
esas fervientes antepasadas, algunas todavía vivas, que traspasaron, a todo
riesgo, la frontera.

IV
Nos enseñan las historias bíblicas, siempre con esa intención tan aleccio-
nadora, que la primera desobediencia de importancia fue compartida, y am-
bos, hombre y mujer, se vieron expulsados del bienestar. El segundo castigo lo
recibió sólo una mujer por el mero delito de la curiosidad. La Mujer de Lot (ni
quisiera conocemos su nombre) se atrevió a mirar, y por ello fue convertida en
estatua de sal.
La primera cubana que se aventuró a mirar fue la Condesa de Merlín.
María de la Merced Santa Cruz y Montalvo, conocida como la Condesa de
Merlín, yace enterrada en Pére Lachaise y aunque sus huesos no descansan
en su querida Habana, es la inauguradora de la prosa cubana escrita por
mujer.
Desde los lejanos tiempos en que la Condesa de Merlín escribía sus céle-
bres crónicas de viaje, mucha agua ha caído, lluvia de fuego también, y no son
pocas las estatuas de sal que han penado por infringir el ancestral decreto que
prohibía mirar, y por ende contar.
Mirar y contar, la sencilla fórmula de la narrativa… ¿será por aquella
vieja sanción bíblica que la narrativa ha sido poco frecuentada por las muje-
res? Fuese por las razones que fuese, también en Cuba, al igual que en otras
literaturas, las figuras de relevancia dentro de la narrativa han aparecido ais-

14 López González, Aralia: “De la intimidad a la acción, La narrativa de escritoras


latinoamericanas y su desarrollo”, en Cuadernos Universitarios 23, Dirección de Ciencias
Sociales y Humanidades, Departamento de Filosofía, Área de Literatura y Lingüística,
Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1985, p. 63 y 81.

197
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ladas, más su presencia cubre un amplio registro de propuestas temáticas y


estéticas. Desde Gertrudis Gómez de Avellaneda, nuestras antepasadas –
muchas de ellas todavía en activo- han ido fundando un corpus del discurso
femenino dentro del proceso literario cubano15.
Como tantas veces se ha dicho, el arte, la literatura, el lenguaje, no tienen
sexo, pero la experiencia vital sí, y quien la transmite también. La escritura de
las Antepasadas16 -uso este término para insistir en la herencia, el patrimonio,
la cuantía del legado- y buena parte de la narrativa más contemporánea, ha
expuesto una perspectiva desde la mujer. Aun cuando en algunos casos re-
produjeran los códigos del discurso hegemónico masculino, de alguna manera
u otra se puede rastrear indicios vulneradores, intencionales o no. Si bien en
las primeras décadas de este siglo existieron algunos pocos textos de cierto
enfoque “feminista”, sus ineficacias formales y su leve trascendencia dentro
del conjunto, hacen que apenas nos sirvan para armar esa “arqueología” de
que se habla, certificadora del quehacer continuado y de la representación
femenina. Esas autoras que tomaron a la mujer como asunto, insistiendo so-
bre todo en sus reivindicaciones sociales, fueron las golondrinas que no podían
hacer el verano17. Más la presencia femenina en nuestra narrativa es consi-
derable, y su huella transita por los momentos más significativos de la trayec-
toria literaria cubana, desde el criollismo de Dora Alonso al ámbito fantástico
y filosófico de Dulce María Loynaz, pasando por la recreación de la tradición
afrocubana de Lydia Cabrera.
Pero presencia femenina no es conciencia femenina. La conciencia del
ser femenino que intenta apropiarse del mundo de manera propia, con conoci-

15 En Cuba las narradoras no han sido tantas como las poetisas, y en eso se sigue la
corriente general, como tampoco la tradición crítica escapa de lo habitual en el uso de la
“escritora muestra”, hecho fácil de comprobar en el rastreo de las antologías, congresos
y panoramas literarios.
16 Además de la Condesa de Merlín y Gertrudis Gómez de Avellaneda, otras narradoras
importantes son: Lydia Cabrera, Renée Méndez Capote, Ofelia Rodríguez Acosta, Loló
de la Torriente, Aurora Villar Buceta, Dora Alonso, Loló Soldevilla, Dulce María Loynaz,
Iris Dávila, Mary Cruz e Hilda Perera. Todas ellas, fundamentalmente novelistas y
cuentistas, empezaron a publicar antes de 1959.
17 En La narrativa femenina cubana, su autora, la investigadora Susana A. Montero hace
un recuento de la narrativa escrita por mujeres hasta la fecha tope de 1958, tomando
como punto de partida para su investigación el año de 1923 en que se celebra el Primer
Congreso Nacional de Mujeres en Cuba. En su tesis, ella considera que sí puede hablarse
de una intencionalidad feminista en las autoras que estudia –lo cual diferencia de un
discurso femenino- que surgió como proyección de la acción de las mujeres dentro de las
luchas del movimiento social cubano.
A manera de curiosidad reproduzco su clasificación, aunque estimo que peca de alguna
elementalidad. Este período ella lo organiza así:

198
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

miento, sin cólera, ni sentimientos de inferioridad o de culpa, y de contar la


realidad o la fantasía sin cortapisas o linderos de “mundo exterior” y “mundo
interior”, es una conquista reciente.
Con los cambios socioestructurales que sucedieron en Cuba a partir de
1959, las generaciones que estaban ya maduras y con una obra asentada así
como los escritores que empezaban con sus primeros borradores, se vieron
ante el conflicto de congeniar las exigencias de un nuevo proyecto social y las
necesidades propias del acto de creación. Y aunque todo esto ha sido ya
bastante dicho y contradicho, una recapitulación me obliga a repetir que desde
entonces, y de forma más o menos general, la narrativa cubana se escindió
entre una tendencia experimentalista, subjetiva, hermética y entre otra repro-
ductora de un realismo, con distintos grados de complejidad. Esta antítesis no
era novedosa, de hecho se mantenía una trayectoria semejante a la de los
años anteriores y parecida a lo que estaba sucediendo en el resto del conti-
nente. Lo distinto consistía en la complejidad de las nuevas proposiciones
ideotemáticas de acuerdo con una reestructuración social que la mayor parte
de los creadores estaban dispuestos a compartir.
En la elección entre esos dos polos –que de una manera básica se pue-
den catalogar como “lo fantástico” y “lo real concreto”-, a veces los extremos
de esas opciones se llevaron a realización de una manera primitiva o ingenua,
incluso antinómica y exclusivista. Como se sabe, desde los años cincuenta se
había iniciado la reacción contra la tendencia a la imitación simplista de la
realidad. Autores como Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y
Ezequiel Vieta, entre otros, marcaron las pautas para la instalación de otro
imaginario. Por su parte, los nuevos “realistas”, impulsados a veces por moti-
vos extraliterarios (o paraliterarios), terminarían por quemar en una hoguera
(simbólica) todo lo que se saliera de sus rígidos preceptos.
La crítica parece ya estar de acuerdo en que aquella “estética” de la
década del cincuenta, con hallazgos notables, se prologaría todavía unos años

a) Narraciones de tendencia feminista con autoras como Lesbia Soravilla, Flora Díaz
Parrado, Irma Pedroso, Surama Ferrer (Premio “Hernández Catá” 1950), Graziela
Garbalosa y Ofelia Rodríguez Acosta. En este acápite incluye también a Dulce
María Loynaz.
b) Narraciones de tendencia a la crítica social con autoras como María Lafita Navarro,
Teré Casuso, y Dulce María Loynaz, románticas con Graziela Garbalosa de Cardiff,
narraciones infantiles con Carmela Nieto, Flora Basulto e Hilda Perera y narraciones
del folklore con Lydia Cabrera.
Montero, Susana A.: La narrativa femenina cubana 1923-1958. La Habana: Editorial
Academia, 1989.
Intencionalmente no voy a hacer yo ninguna clasificatoria que me recuerda tanto a las
exigencias de las tesis de grado y “ponencias”.

199
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

más, hasta un punto de giro que la mayoría de los estudiosos coincide en


ubicar en 1966, con la aparición de algunos libros que imprimirían la tónica
general de los tiempos que vendrían después, e incluso el nombre de toda una
corriente dentro de la narrativa: los años duros.
Entre las escritoras que habían publicado una obra sólida en la primera
parte del siglo, unas continuarían escribiendo, otras se inclinarían por géneros
como literatura para niños, otras optaron por el silencia. El cuento no había
sido entre ellas un género muy concurrido como sí lo fuera la poesía o el
ensayo. Pero con la irrupción de las primeras promociones de escritoras de
inmediato las jóvenes quisieron mirar… y contar.
Más, la abigarrada problemática social y estética trajo muchas conse-
cuencias, entre ellas la casi total exclusión de la voz narrativa femenina18.
Las autoras femeninas aspiraron a poner su pica en el Flandes de la narrativa
desde los mismos principios de los años sesenta, pero no sólo por razones de
“invisibilidad” sexista, sino por la propia inclinación salvaje de la balanza te-
mática hacia los temas de la “dureza”, las narradoras se convirtieron con
rapidez en estatuas de sal.
Dio comienzo así al desgarrador proceso de ruptura y continuidad, de
asimilación y superación, de acomodamientos y osadías, de endiosamientos
pasajeros y “ninguneos” notables. El “realismo”, a ultranza y ordenanza, fue
la divisa de la constatación del “cambio”, de ahí el énfasis sociologista de
buena parte de los textos. Paradójicamente el mayor desconcierto empeza-
rían por sufrirlo aquellos porfiados en una modelación estrechamente copista
que terminaron por asfixiar sus intenciones literarias o de otro tipo.
La búsqueda de una identidad, quizás el único rasgo unificador; señaló la
continuidad con la narrativa anterior a 1959, e imprimió el carácter inmanente
de la narrativa de las décadas siguientes, tanto de la escrita dentro de Cuba,
como la escrita en el exilio.
Según la generalidad de los críticos, el cuento, el relato corto ha constitui-
do el género más popular y representativo a lo largo de estas últimas casi

18 Basta con pasar revista a las antologías de aquellos tiempos. Y según pasan los años: a
los listados de jurados de narrativa, a los consejos de redacción de las revistas e
instituciones literarias, a los catálogos del las diversas editoriales, a los diversos textos
críticos y ensayísticos, a las memorias de congresos, ferias del libro, y otros juegos
florarles por el estilo. Por ejemplo, en el célebre grito de guerra de los primeros “caimanes”,
el “Nos pronunciamos” de su primer número, no aparece rubricado por ninguna mujer.
Y aunque algo se ha progresado, sin ir más lejos, en el Anuario de cuento 1994, editado
por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el mismo año en que se estaba terminando
este amplio Panorama, aparecen sólo cuatro nombres de narradoras contra ¡91 narradoras!

200
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cuatro décadas 19. Dentro de las espinosas coordenadas contextuales y el


agudo debate social que se generó, fue en la narrativa –y en la cuentística
sobre todo- donde primero y de forma más nítida se pusieron en carne viva las
contradicciones de una nueva ideología, sin que hubiesen desaparecido los
prejuicios y la moral de la anterior. Ello creó nuevos conflictos de oposición,
muchos repercutieron sobre la obra literaria, aunque no en el sentido de crear
textos imperecederos, sino en mutismos obligados y excomuniones editoria-
les, de los cuales, por supuesto, los grupos tradicionalmente marginados
–como los gays o las mujeres– llevaron el fardo más pesado, por decirlo de
una forma eufemística. Perdón no quiere decir olvido.
La actitud predominante en la cuentística –y, también claro, en otros gé-
neros– consistió en reproducir mecánicamente sucesos de la historia o del
acontecer diario que se identificaba con la circunstancia heroica, en exacer-
bar los atributos épicos con una romantización idílica del mundo, y así se
simplificó el lenguaje y se rehuyeron las complejidades tanto en el plano for-
mal como en el de las ideas.
Para las mujeres, sin mayores modelos, y enajenadas de la temática “dura”,
la circunstancia fue aún peor.
De todas formas, al costado de esta tendencia predominante, empezó a
mostrar sus armas la primera promoción que comienza a publicar después de
1959. Surgieron por breve tiempo algunos escritores y escritoras jóvenes que,
desde la esquina de lo experimental y fantástico, hicieron una obra que no fue
aceptada por los cánones preponderantes. Algunos publicaron sus libros en la
polémica editorial “El puente” o en arguciosos proyectos que se escapaban
por la tangente como la colección “Dragón”. El polo maldito del absurdo, del
humor negro, la aceptación de las influencias borgianas y cortazianas de in-
sertar lo irreal o la pesadilla en lo cotidiano, el existencialismo, tuvieron su voz
(aunque no su voto) entre las narradoras.
Como es de suponer, algunos trataron de ir contra el esquematismo impe-
rante, pero las tinturas más o menos comunes de esta etapa –en que el “rea-
lismo” se balanceaba entre la crónica de acción y la verificación crítica del
pasado en “cambio” –fueron la insistencia en la simplificación del habla (al
19 Numerosos críticos han abordado la narrativa cubana de esta etapa: Seymour Menton, J.
M. Caballero Bonald, liliane Hasson, entre otros del extranjero; junto a los muchos
cubanos Salvador Bueno, Rogelio Rodríguez Coronel, Salvador Arias, Madelín Cámara,
Leonardo Padura, Salvador Arias, Madelín Cámara, Leonardo Padura, Salvador Redonet
Cook, Francisco López Sacha, Arturo Arango, Gustavo Pérez Firmat, Eliana Rivero,
Sergio Chaple y, last but not least, Ambrosio Fornet, entre otros.
Hay, sin embargo, mucha tela todavía por donde cortar, como ésta que ahora queda en la
exposición acerca del discurso narrativo femenino o (lo que intuyo se pondrá a los cuatro
vientos) acerca de la emigración y la identidad de la literatura cubana escrita en el exterior.

201
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

punto que a veces parecen cuentos mal traducidos) y de las estructuras na-
rrativas: adopción del sincretismo de culturas como recurso identificativo (o
sustitutivo) de la cubanidad; recuperación de la tradición oral y el tema rural;
tendencia a no ir a las esencias, a la elusión de los conflictos y al encartona-
miento de los personajes; romantización ingenua del mundo; influencia poco
elaborada de la narrativa ruso-soviética, de los narradores latinoamericanos
(el mexicano Juan Rulfo principalmente); lenguaje hipercoloquial; ensayo (y
abuso) en la segunda persona; anécdotas muy visibles sin inquietudes filosófi-
cas; percances estilísticos de los cuales, por supuesto no se libraría las narra-
doras.
Del discurso de la “dureza”, y en general de buena parte de la proble-
mática en debate, la narrativa de la mujer quedó excluida del otro lado de la
frontera. Los asuntos preponderantes, basados, como se ha dicho, en la vio-
lencia, colocaron el discurso narrativo femenino en una situación preterida, no
sólo de la experiencia y de la anécdota sino del propio cuerpo narrativo hege-
mónico y prioritariamente publicado por el gusto oficial. Mas, contra ventole-
ras y marejadas, las cuentistas empezaron a hacer sentir su presencia con
libros, premios y publicaciones en las revistas.
A principios de los años, la oposición entre las tendencias se exaspera-
ría hasta extremos tales que llegarían a desencadenar, como es de sobra sabi-
do, crisis extraliterarias. Es el momento de mayor agudización de la lucha
ideológica y la sumidad que provocaron las dos actitudes polares –aquella
eminentemente reproductora de un realismo primario y la otra que reclamaba
el tratamiento de zonas más complejas de la realidad- se resolvió, como era de
suponer, a favor de la primera. Desaparecieron las antologías de cuentos
fantásticos, se borraron nombres de diccionarios y de cursos académicos, en
los talleres literarios se inculcaba a los educandos la “mejor manera de escri-
bir acerca de la realidad real”. Muchos de los adalides de estas cacerías de
brujas -¡y de brujos, por cierto!-, han desparecido de la vista. Lo asombroso
es que la búsqueda de literatura popular y “realista” creó la paradoja de un
“realismo” inverosímil. De entrada eras dos experiencias válidas por sí mis-
mas, más llevadas a sus extremos se volvían carenciales, sobre todo desde un
punto de vista estético. La gestión oficial amparó al primero de estos polos, lo
cual inclinó la balanza hacia la pobreza de la literatura publicada.
En estos años setenta salió a la luz mucho libro mediocre, de caricatu-
resco maniqueísmo, enrolado en un “realismo socialista” tropical que no logró
captar tantos adeptos como algunos hubiesen querido. Reiteración temática,
exceso de “leyenda”, explicitez y salgarismo, diálogos estereotipados, insis-
tencia en modelos “aceptados” por su eficacia o por su ortodoxia, fueron
muchos de los maleficios colectivos de la narrativa –naturalmente con sus

202
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

brillantes excepciones-. Algunos de sus teóricos y practicantes escudaban sus


incapacidades formales en el quehacer de una literatura para una supuesta
mayoría o en un falso didactismo. Se aferraron a la retórica que demostraba
tener éxito o fácil aceptación. El lector, que no se equivoca nunca, los ha
olvidado.
A finales de los años setenta fue apareciendo ya una segunda promo-
ción que continuaría con el énfasis en lo cotidiano y que irían transitando de
manera gradual desde un modo discursivo hacia una interpretación más re-
flexiva. No obstante, la confrontación latente entre los dos universos y la casi
general inmadurez para asumir nuevos modelos literarios, mantuvo todavía a
la mayoría dentro de las sujeciones de un realismo rasante que algunos justifi-
caban por lo difícil que resultaba la aprehensión de una realidad tan convulsa.
Alternando ya con otros asuntos y otras libertades estilísticas, siguieron apa-
reciendo narraciones que acudían más a lo externo anecdótico que a la inte-
riorización del mundo. Por otra parte, había desaparecido casi por completo el
afán de experimentación formal que, aunque a veces no haya cuajado, al
menos ventilaba la narrativa en la década de los sesenta.
Por estos tiempos, ha empezado a darse a conocer la literatura cubana
escrita ya en el exilio, con la otra cara de la moneda de la literatura del “cam-
bio” 20.
Poco tiempo más tarde, la segunda –y ya también la tercera promoción
de narradores, nacidos en la primera mitad de los años cincuenta-, iniciaron
una apertura hacia temas distintos, de los cuales algunos aparecían por prime-
ra vez en la narrativa cubana. Por ocuparse de la revelación de sucesos nue-
vos con una mirada subjetiva que se colocaba generalmente en un personaje
niño o adolescente, y también por adjudicarse recursos del llamado “realismo
mágico”, los críticos llaman a esta etapa “cuentística del deslumbramiento” 21.
Algunas narradoras publicaron en este momento sus primeros libros,
en algunos casos abriendo el espacio del “asombro”. Si bien todavía sin una

20 No quiero dejar de comentar la presencia de “la otra orilla” de la cuentística cubana,


puesto que los autores del exilio pertenecen a la literatura cubana, quiéranlo o no. En el
caso de las narradoras, la figura más deslumbrante es Lydia Cabrera. Otras autoras que se
marcharon jóvenes no siguieron publicando, más sus textos editados en Cuba pertenecen
a ese legado que conforma el actual discurso femenino cubano. Han surgido nuevos
nombres y el hecho, entre los más recientes autoras, de escribir en una lengua intermedia,
o llanamente en el idioma del país donde se han formado, en inglés. La dilucidación de
este complejo fenómeno sólo ha comenzado por ambas partes hace apenas muy poco.
21 Todavía es imposible hacer una revisión crítica de la nomenclatura de las distintas
manifestaciones: realistas, esteticistas, violentos, exquisitos, deslumbrados, tojosistas,
novísimos, del cambio, de adentro, de afuera, los duros, los blandos… Cabe esperar que
la sedimentación del tiempo reorganice este maremagnum.

203
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

conciencia clara del punto de vista femenino, estas sin una conciencia clara
del punto de vista femenino, estas narradoras comenzaron a conjugar proble-
mas colectivos con los particulares de su género femenino y –al igual que
algunos de los mejores entre sus colegas masculinos- desmantelaron los ex-
tremos en conflicto, sin asustarse por el hábito tradicional que se movía en la
vieja solicitud de heroísmo y épica.
La década de los ochenta fue otro momento llamativo de la narrativa
cubana contemporánea. Los antiguos conflictos se habían ido disolviendo en
la corrosión de los errores repetidos. Los nuevos narradores –y algunos que
recuperan su sendero después de algunas vacilaciones-, no tienen que buscar
intencionalmente un lenguaje popular o probar a toda costa que son “cosmo-
politas”.
La obligación primaria de propasar la frontera de la marginalidad y la
urgencia de romper con esquemas ajenos a la literatura, llevó a que las narra-
doras fuesen de las primeras en rebasar la visión maniqueísta y esforzarse en
el empeño de una complejización de la representación imaginal. Entre las
cuentistas, junto al “exteriorismo” propio de nuestra cuentística y los tópicos
que han reproducido con mayor o menor eficacia, se presenta un discurso –a
veces poético, a veces crudo- de recomposición de los valores y de las cos-
tumbres hasta ahora dadas como inamovibles, con develaciones del mundo
interior desacralizador de la vida personal, sin que duelan prendas a la hora de
hablar del cuerpo femenino (o masculino) y de la relaciones sexuales. Las
narradoras en sus cuentos –desafiando los jinetes del apocalipsis de la fronte-
ra entre los géneros y de entre ellos el peor, como ya se ha dicho, la autocen-
sura- abordaron ya temas “conflictivos” como la marginalidad o los desajus-
tes generacionales que rozan la crítica a la sociedad y a instituciones acepta-
das o sagradas, entre ellas la del matrimonio 22.
Con la irrupción de la parodia y la intertextualidad, el mayor interés en
las relaciones humanas y la recuperación por el entorno urbano en rechazo al
“tojosismo” imperante en las etapas anteriores, la cuentística cubana en gene-
ral –y en especial la escrita por mujeres- se fue alejando de la épica y de un
realismo con demasiadas riberas. Al salir de la estética de “los años duros”,
de hecho se estaban echando abajo los muros de la frontera entre la ficción
escrita por mujeres y “la otra”. Lo cual no quiere decir, insisto, en que esta
participación en la corriente estética de la época impida la representación
literaria específica femenina y de la conciencia de su ser.

22 Entre las escritoras cubanas de las últimas décadas, las poetisas fueron las primeras en
aportar un rigor formal y una penetración singular del mundo. Las cualidades
fundamentales son compartidas con las narradoras, muchas de ellas también poetisas.

204
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Debo hacer alusión en este recuento a la beneficiosa influencia de la


literatura latinoamericana –de autores de ambos sexos- y, por otro lado, agra-
decer al dique de contención del “nuevo periodismo” norteamericana, que
advirtió de los riesgos de la falsa mitificación y el abuso d “lo poético”. Las
mayores virtudes de esta última etapa que comenzó en los años ochenta y
todavía continúa, pueden identificarse como una ampliación del rango de la
realidad, la recuperación del sentido de eticidad, la personalización del conflic-
to y la integración cotidiana a la fantasía y el humor 23.
La cuentística cubana contemporánea –y el discurso narrativo femeni-
no como integrante sustancial de ese corpus- se ha movido en un ir y venir
entre la imagen y la historia, la utopía y el espacio concreto, lo mítico y el
realismo directo, del universo cosmopolita a la aldea criollista, de Virgilio a
Onelio, de Dora Alonso a Dulce María Loynaz 24. Las herencias aceptadas
de los juegos intelectuales de Lezama, la densidad temática de Alejo, la estili-
zación del lenguaje popular de Onelio, el desenfado en la anécdota de Virgilio,
y otros autores, sirven de pauta magistral para la producción cuentística de
estos tiempos finiseculares. Y aunque la prosa de Dulce María Loynaz o la de
Lydia Cabrera no han sido todavía suficientemente publicadas o divulgadas,
su lectura de trasmano dan prueba de que la reflexión filosófica, el dominio del
mundo objetivo, la recreación de los mitos o la fantasía no son “sólo para
hombres”, como antaño lo fuera el Teatro Alhambra.
La búsqueda de la identidad ha sido una inquietud y un desafío para
todos, y dentro de esos desvelos, las narradoras cubanas como la bíblica Mujer
de Lot, aun corriendo el riesgo de convertirse en estatuas de sal, han abierto
los ojos y miran… y cuentan.
Mirta Yáñez
La Habana, 1994

23 Por su parte, entre los más jóvenes muchachos y muchachas, todavía sin madurar
estéticamente aunque ya presentes en antologías de juvenilia, atraviesan por el sarampión
de querer romper a toda costa las estructuras con desmontajes a veces no justificados del
todo, uso reiterado de claves semiocultas, supercultismos y en muchos casos con un
tono de una brutalidad intencional que tiene mucho sabor todavía a adolescencia rebelde.
Pero, sin lugar a dudas, algunas de ellas tendrán asegurado su puesto en futuros panoramas.
24 En algunos estudios sobre la narrativa femenina de América Latina se menciona a algunas
escritoras cubanas que han alcanzado renombre fuera de Cuba, después de larga estancia
en otro país como Julieta Campos en México y Nivaria Tejera en Francia. Además, debe
mencionarse a Aralia López González, narradora y estudiosa del tema femenino radica
desde hace muchos años en México; Reneé Potts, autora de libros infantiles, buena parte
de cuya obra todavía está dispersa, y otras autoras de libros para niños que alguna vez
incursionaron en la narrativa de adultos; autoras de temas policíacos, o de ciencia ficción
que rebasan esta lista por ahora, novelistas que han alcanzado algún nombre como
Cristina García, así como aquellas que escriben en otra lengua que no sea el español y
todavía no tienen textos traducidos.

205
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Zaida Capote Cruz

La Habana-1967. Realizó sus estudios de la Mujer por El Colegio de


México y doctora en Ciencias Filológicas por la Universidad de La
Habana. Entre sus publicaciones están Contra el silencio. Otra lec-
tura de Dulce María Loynaz (Cuba, 2005), Con el lente oblicuo.
Aproximaciones cubanas a los estudios de género (Cuba, 1999),
Tres ensayos ajenos (Cuba, 1994), La nación íntima (Cuba, 2008),
también publicó una serie de artículos como Mentes libres, cuerpos
supliciados. Las mujeres de Ofelia Rodríguez Acosta, en Norma
Vasallo y Teresa Díaz Canals, coords., Mirar de otra manera. (Cuba,
2008), La gallega, de Masdeu, 80 años después, prólogo a La
gallega, de Jesús Masdeu (Madrid, 2008), Prólogo a La vida man-
da, de Ofelia Rodríguez Acosta (Cuba, 2008), Prólogo a Elena Po-
niatowska, Tinísima (Cuba, 2006), A manera de prólogo en Luisa
Pérez de Zambrana, Selección poética (Cuba, 2005), Un espacio
para las mujeres, en Julio César González Pagés, En busca de un
espacio. Historia de mujeres en Cuba (Cuba, 2005), Camila en la
geografía y en la historia, en colaboración con Sergio Guerra Vi-
laboy, en Camila Henríquez Ureña, Diarios y temas diversos. IV de
Obras y apuntes (Cuba, 2004), La mujer en la obra de Camila
Henríquez Ureña, en colaboración con Sergio Guerra Vilaboy, en
Camila Henríquez Ureña, La mujer, tomo II de Obras y apuntes (Cuba,
2004).

El cuento cubano, panorama de su desarrollo entre 1988 y 19981


Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana
La década de los noventa se inicia con el surgimiento, en las nuevas y
difíciles condiciones sociales, de una literatura que marca distancia con res-
pecto a sus predecesores. En 1988 había ganado el David –una vez más el
concurso para autores inéditos daba la sorpresa- Verónica Pérez Kónina (1968),
con su libro de cuentos Adolesciendo. Esa joven, nacida en Moscú veinte
años antes, inauguró lo que luego se conocería como cuento “friqui” , unos
relatos de jóvenes marginales (o casi), donde la violencia era el pan del día en
un mundo en el que las relaciones entre los personajes difícilmente podrían
clasificarse de amables. Violaciones, droga, maltrato y abandono de los pa-
dres era el catálogo demostrativo de cómo y dónde se ubicaba una parte de la
nueva generación. La poesía de la perspectiva adolescente de comienzos de

1 Este texto forma parte del tomo III (La Revolución) de la Historia de la literatura cubana
preparada en el Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana, cuyo tomo I (La
Colonia) se publicó en 2002.

206
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la década no servía para contar las vidas de los protagonistas de esos cuentos.
El desasimiento del proyecto social quedaba implícito en la falta de valores de
esa juventud que podía pasar días enteros escuchando música sin ninguna
inquietud por el futuro. La dureza de ese mundo se manifestaba también en el
desaliño formal de los cuentos. El estilo era tan imperfecto como su referen-
te, el descuido a nivel del lenguaje casaba con la imagen que el lector podía
hacerse de los personajes que poblaban los cuentos. Ese mismo año de 1988
y precisamente en aquella selección de los novísimos que publicara la revista
Letras Cubana, se incluía un cuento que marcaría otros rumbos: “¿Por qué
llora Leslie Caron?”, de Roberto Urías Hernández. La homosexualidad del
protagonista signaba la apertura a un nuevo “tipo” en las narraciones de los
próximos años. Desde entonces los “gays” poblarían la narrativa cubana. E
incluso, a manera de reciclaje, el tema elegido por el joven autor fue excelen-
temente aprovechado también por autores de la promoción anterior, como
Leonardo Padura en “El cazador”, o Senel Paz en “El lobo, el bosque y el
hombre nuevo”2. Pero la soledad de Leslie Caron marcó para siempre a los
personajes, homosexuales o no, de los más jóvenes narradores. Una soledad
que reflejaba, a su modo, el acceso siempre postergado de los jóvenes al
espacio público, incluido el literario.
He hablado aquí del libro de Pérez Kónina y del cuento de Urías, pero
aún habría que indagar cómo fue que se dio, y en qué contexto, el acceso de
los jóvenes al mundo literario nacional. A fines de los años ochenta, a causa
de la emblemática caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, las
relaciones económicas entre Cuba y el campo socialista, de las que dependía
el 85% del comercio exterior del país, quedaron poco menos que anuladas.
Con el desastre que ello significó, y la crisis que con el eufemístico nombre de
“período especial en tiempo de paz” pasó a ocupar la cotidianidad de la isla,
mermaron también las posibilidades editoriales. De modo que el panorama
cultural de los primeros años de la década, pleno de publicaciones y concur-
sos, se vio de repente restringido al mínimo. Muchas de las publicaciones
periódicas desaparecieron o disminuyeron tirada o extensión, y los concursos,
que siguieron existiendo, difícilmente podían asumir el compromiso de publi-
cación que casi siempre conllevaba el premio. En medio de esa crisis, econó-
mica y espiritual, salía al mundo literario –al precario mundo literario de ese
período- una generación peculiar. Jóvenes crecidos con la Revolución y que
son parte de la vida del país, participantes en movilizaciones al campo, el
servicio militar dentro o fuera de Cuba, estudios profesionales en la URSS y
otros países socialistas, cooperación internacionalista en Nicaragua o África,
etc. Educados en los principios del socialismo, como la solidaridad y el inter-
2 Como es sabido, la versión cinematográfica de este cuento, con guión del propio autor,
dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, se estrenó en 1997.

207
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nacionalismo, han debido enfrentar muchas veces la incongruencia de estas


enseñanzas con la nueva situación que vive el país. Los años noventa han
sido de prueba para todos en Cuba, y los jóvenes, como buena parte de la
sociedad que son, diseñaron sus respuestas a la crisis. El “Período Especial”
transformó raigalmente el modo de vida de las diferentes clases y grupos
sociales en Cuba, y destruyó la ilusión que los revolucionarios, desde Julio
Antonio Mella hasta hoy –y a contrapelo de las enseñanzas de Jorge Manri-
que-, habían mantenido: “Todo tiempo futuro tiene que ser mejor”. El choque
con la nueva realidad fue brutal, y todavía la sociedad cubana no se ha re-
puesto de ello. Por otro lado, mientras la atención a los jóvenes se establecía
como prioridad en el discurso de las organizaciones políticas, la realidad es
que una buena parte de ese grupo social quedó a expensas de sí misma3.
Volviendo al plano de la literatura, quedaría añadir que estos jóvenes han
vivido un proceso inverso al de la mayoría de las generaciones que les prece-
dieron. En lugar de formarse como grupo, esto es, de ser percibidos como tal
por la crítica, a partir de la publicación de libros aislados que fueran propo-
niendo y formando, paulatinamente, una imagen coherente, a posteriori, ellos
han debido afrontar el hecho de ser definidos como generación de antemano,
con apenas unos pocos cuentos publicados y, curiosamente, incluidos en anto-
logías4. Me explico: un grupo de jóvenes autores va perfilándose como tal a
medida que produce sus obras. Estos narradores no han tenido esa posibili-
dad. Incluso la crítica ha exigido en ellos una coherencia que están lejos de
suscribir. Como ha dicho Ronaldo Menéndez Plasencia, uno de los novísimos
(narrador y crítico, por demás), en el lenguaje cifrado que algunos de ellos

3 Dos investigadoras del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La


Habana han arribado a la conclusión de que el modelo propuesto por el discurso educativo
y de los medios de difusión se refería a jóvenes profesionales urbanos, con un nivel de
vida de clase media, trabajo satisfactorio, etc., que no solo no se correspondía con la
realidad cubana, sino que estimuló en los jóvenes aspiraciones que no concordaban ni
con el medio del que provenían (en el caso, por ejemplo, de los campesinos), ni con las
necesidades –y menos aún con las posibilidades- de la economía nacional. Véase María
I. Domínguez García y María Elena Ferrer Buch, Jóvenes cubanos. Expectativa en los
90. Ciencias Sociales, La Habana, 1996, 66.
4 El concepto mismo de antología varió con la nueva situación editorial. Si antes podía
seleccionarse un corpus amplio y, como ya dije, coherente, por estos años las antologías,
en lugar de muestra selecta fueron muestrarios que incluían la mayor cantidad posible de
textos capaces de incidir en una determinada imagen de grupo. “En la práctica, los
Novísimos vivieron un proceso inverso al de sus predecesores. En lugar de ir integrando
grupos, esto es, de ser percibidos como grupos por la crítica a partir de sus propios
libros […], debieron aceptar el hecho de ser definidos a priori como generación, con muy
pocos libros publicados y muchos cuentos aislados incluidos en “antologías”. En dos
palabras, para tener vida pública tuvieron que admitir que se les embutiera en el lecho de
Procusto de las compilaciones metamorfoseadas en antologías”. Ambrosio FORNET.
“La narrativa cubana del fin de siglo. Informe sobre la situación”. Cic 1, oct.-dic., 1998,
9.

208
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

suelen preferir: “clasificar autores en proceso de maduración es como entre-


garse a la búsqueda del gato negro en la habitación oscura”5. Y, sin embargo,
él mismo no ha resistido la tentación y ha ensayado una clasificación para los
cuentos de sus coetáneos. Y es que, ciertamente, las condiciones de la crea-
ción misma van camino, digamos, de “normalizarse”. Como en otros órdenes
de la vida cotidiana en Cuba, en el ámbito editorial la solidaridad internacional
y la parcial recuperación económica del país han comenzado a dar frutos.
Algunas de las publicaciones desaparecidas han vuelto a editarse y, amén de
los tradicionales concursos literarios (UNEAC, 13 de marzo, Casa de la Amé-
ricas), el panorama nacional se ha enriquecido, sobre todo, con la edición de
100 obras de autores noveles en la colección Pinos Nuevos, una iniciativa de
numerosas editoriales cubanas y “un grupo de argentinos memoriosos y agra-
decidos”, como ellos mismos se definen, cuya labor ha salvado de la invisibi-
lidad a la buena parte de la más joven narrativa cubana, que había sobrevivido
precariamente en aquellos años en plaquettes modestísimas.
En el enriquecido y enriquecedor espectro de la cuentística actual com-
parten sitio muchos de los representantes de la llamada Nueva Cuentística
Cubana6 con sus predecesores y los novísimos; proliferan entre los ya esta-
blecidos los premios internacionales – en los últimos años, por ejemplo, siete
autores cubanos (Senel Paz, Jesús Díaz, Miguel Mejides, Reinaldo González,
Arturo Arango, Reinaldo Montero y Ena Lucía Portela) han obtenido el pres-
tigioso Premio Juan Rulfo, convocado por Radio Francia Internacional-. Esa
generación ha aprovechado las nuevas tendencias de la narrativa y la ha
incorporado con gran acierto7. Dos muestras importantes son “Rumba Pala-
ce”, de Miguel Mejides, que mezcla la anécdota de lo actual con procedimien-
tos del realismo mágico y una poética búsqueda de lo cubano que reúne a
Martí y al Chori. Por vía de la hipérbole, también “Lista de espera”, de Arturo
Arango (1994), retoma enseñanzas del realismo mágico. Pero en una adapta-
ción muy cubana, donde lo hiperbólico no es otra cosa que una interminable
cola de guaguas interprovinciales. La cola crece, indeteniblemente, hasta
convertirse en un espejo de la actual sociedad cubana8. Ese texto se incluye
en el volumen La Habana elegante, que reúne solo tres cuentos, todos de
altísima calidad.
Por su parte, la narrativa de los novísimos, jóvenes nacidos entre 1959 y
1972, es tan variada como dispar. Como grupo, no pasan de ser “cuerpos
5 Ronaldo MENÉNDEZ PLASENCIA, “El pez que se alimenta de su sombra”, La Gaceta
de Cuba, mayo-junio de 1995, núm. 3, p. 55.
6 Francisco LÓPEZ SACHA, La nueva cuentista cubana, UNEAC, La Habana, 1994.
7 Textos como “Rumba Palace”, de Miguel MEJIDES, o “alguien tiene que llorar”, de
Marilyn BOBES, ilustrarían ese reciclaje en el cual, dicho sea de paso, no se pierde el
espíritu de la nueva literatura.
8 Hay versión cinematográfica, con guión de Arango y dirección de Juan Carlos Tabío.

209
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

rotos”, para decirlo con el título de un cuento de Rolando Sánchez Mejía


(1959) que resulta revelador. Fragmentario, dividido en cinco partes, el cuen-
to relata la historia de una infidelidad (o varias) y un suicidio, el de una mujer.
Frente a su cadáver conversan su amante y su esposo, lo hacen en un tono
impersonal, sin apasionamientos, sobre temas solo aparentemente alejados
del suicidio. Mientras esperan la llegada de la policía, cada uno regresa,
impávido, a lo suyo. El marido, un actor, fríe unos huevos, y el joven ingeniero
proyecta un puente. El alejamiento de lo sentimental, la deshumanización de
los personajes, son característicos de una parte importante de esa narrativa.
A la completud oponen lo fragmentario, a lo coloquial, la tecnificación de
las formas y del lenguaje, a las respuestas, enfrentan las preguntas. La pre-
gunta es tan importante para esta generación que ha devenido tema y estruc-
tura de algunos de sus cuentos. Harto ya de tener todas las respuestas, el
protagonista de “Mi reino por una pregunta”, de Alberto Rodríguez Tosca
(1962), enfrenta al viejo vendedor de respuestas para decirle “que los tiempos
han cambiado, que ya ese mecanismo de supervisar lo que deben responder
las grandes mayorías no funciona, y que no tiene sentido seguirlo defendiendo
frente a otro que más tarde o más temprano tendrá que imponerse”9. La
pregunta cobra sentido como elemento estructurador del relato en “Infórmese
por favor”, de Roberto Urías (1959), armado sobre preguntas y respuestas
aparentemente inconexas entre sí. En ocasiones las respuestas a las pregun-
tas no podían ser otras cosas que preguntas10. Como botón de muestra, baste
el fragmento final:
-¿Qué países le gustaría visitar?
-¿Usted ve? Esto sí que es difícil de responder porque el tiempo nunca
será suficiente y se termina por priorizar. Deberíamos llegar a ser mamíferos
sin prioridades establecidas, pero habría que ser inmortal. […] Con la pistola
en la sien, termino enumerando: El Quijote, de Cervantes; tiempos moder-
nos, de Chaplin; Vista de Toledo, por el Greco; La piedad, de Miguel Ángel;
una cantata de Bach…
-¿Estado de salud actual?
-¿Por qué la gente se lava la boca antes de desayunar y después de
hacerlo no?
¿Por qué usan relojes de pulsera que no funcionan? ¿Y los brazos de la
Venus de Milo? ¿Y la voz del David? ¿Y la batuta de Beethoven? ¿Y la sutil
9 Alberto RODRÍGUEZ TOSCA, “Mi reino por una pregunta”, en El submarino amarillo
(Cuento cubano 1966-1991), sel., pról.. y notas de Leonardo Padura. Ediciones Coyoacán
/ UNAM, 1993, 343-7.
10 La pregunta había sido ya utilizada por Reinaldo MONTERO en “Happiness is a warm
gun, Cary says” (1986), pero allí, el emplazamiento interrogador se diluía en la condicional
(todos los párrafos comienzan con la estructura: “Qué harías si…”), lo cual no impide
que lo podamos considerar un antecedente.

210
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

poesía de Engels? ¿Y el olor del sexo de Marilyn Monroe? Palabras, palabras,


palabras…
-¿Está dispuesto a servir para lo que sea y donde sea cuando las razones
o la necesidad lo exijan?
-¿No se ha preguntado por qué se suicidan en masa las ballenas?11
Otra línea está en la cesión del protagonismo al lenguaje. Artificios, de
Alberto Garrandés (1960), sería un buen ejemplo. Son relatos extraños al
mundo dominante en la narrativa cubana, con fábulas tan alejadas de la reali-
dad cotidiana que bien pudieran considerarse alegóricas12. El narrador de
estos artificios consigue textos de una gran belleza formal y una tremenda
densidad ideológica. La narrativa de Garrandés, una de las más personales
de su generación, ya había visto la luz en la plaquette Walkman (1990) y
consigue, con Salmos paganos (cuento, 1996) y Capricho habanero (nove-
la1997), mostrarse como el mundo autónomo y deslumbrante que es.
En cuanto a la presencia de lo testimonial, uno de los lugares fundamen-
tales lo ocupa la experiencia internacionalista, ya sea de los médicos (y ahí
está el realismo jovial de Dolly y otros cuentos africanos, de Adelaida Fer-
nández de Juan (1961), o de los soldados (como el realismo casi naturalista de
Mata, novela breve de Raúl Aguiar Álvarez (1962)). La primera, una visión
risueña ajena a la tragedia de la guerra, donde la entrada de la muerte es,
pudiera decirse, menos controlable (son casos de SIDA o suicidios, contra los
que la médico cubana no puede hacer nada), y lo que prima es la relación del
grupo de médicos con los pobladores del lugar, su asombro ante el descubri-
miento de cuán distintas son las condiciones de allá a las de aquí:
Su mayor entretenimiento era explicarnos los hechizos de los African
doctors, como llaman ellos a los que nosotros llamamos curanderos, y nos
descifraba el significado de las rayitas en la piel que se dejan hacer los enfer-
mos, en la cara por un motivo, en el tórax por otros, cómo distinguir si son
heridas recientes o hechas desde el nacimiento, y se divertía con nuestro
desconcierto porque muchos médicos graduados y hasta profesores también
tenían heriditas de esas, y no todas antiguas por cierto13.
El lenguaje coloquial se aviene perfectamente al tema de los relatos, que
recuerdan las cartas familiares de los internacionalistas. No en vano uno de
los cuentos del libro es una carta a la hermana que ha quedado en La Habana.

11 Roberto URÍAS HERNÁNDEZ, “Infórmese, por favor”, en Los últimos serán los
primeros, sel. y pról. de Salvador Redonet. Letras Cubanas, La Habana, 1993, 35-6.
12 La perfección de estos relatos recuerda aquellos textos de Miguel COLLAZO que lo
marcaron como un narrador sui generis: El viaje y Onoloria. Es en esa tradición donde
quiere ubicarse Garrandés.
13 Adelaida FERNÁNDEZ DE JUAN, Dolly y otros cuentos africanos. Letras Cubanas,
La Habana, 1994, 50.

211
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Coincidentemente, otro médico cooperante en África, Luis Marcelino


Gómez (1950), ha relatado experiencias similares en Donde el sol es más
rojo, pero la mayoría de sus relatos se centran en el descubrimiento, por
parte del protagonista de los cuentos, cercanos a los de Fernández de Juan
por sus reflejos autobiográficos, de una cultura diferente, de la pasividad ante
el miedo, el dolor o la muerde de esos seres dotados de una experiencia vital
muy diferente de la suya. La visión del mundo de los cooperantes internacio-
nalistas, con sus conflictos, es solo abordada en “Los asesinos”, un texto
donde, con economía de recursos, el autor deja ver el rechazo de su protago-
nista por quienes dirigen la misión. La inserción de términos kimbundo (anti-
gua lengua africana) aporta cierto realismo a los relatos que los acerca a la
visión testimonial de otros textos sobre el tema.
La visión de África tiene otra muestra importante en el cuento “Sur:
Latitud13”, de Ángel Santiesteban (1966), donde hay una cierta desautomati-
zación, digamos, de la violencia de la guerra con la inclusión del personaje del
Violinista. Al enfrentar la imaginación, la creatividad, al drama de la muerte
en tierra ajena, este cuento pone en solfa, como la breve novela de Aguiar, la
necesidad de la violencia. El libro al que pertenece el cuento, Sueño de un
día de verano, obtuvo el Premio Uneac de Cuento en 1995, y ofrece una
visión desgarradora de la vida de los soldados cubanos en la guerra de Ango-
la. Con un trabajo de investigación muy serio, que se adivina en los temas y
enfoques de cada relato, el conjunto nos lleva a cuestionar la naturaleza no ya
de esa guerra, sino de toda guerra, y el lugar de los que deben morir. La
humanización de los conflictos, la dificultad para aceptar un destino al que los
protagonistas son inapelablemente conminados por las circunstancias, son te-
mas recreados en cada uno de los cuentos con una dureza y una sensibilidad
excepcionales14.
Ese mismo afán de visos testimoniales permanecerá también los rela-
tos de José Manuel Prieto González (1962) en Nunca antes habías visto el
rojo, relatos sobre la vida de un estudiante cubano en la URSS que no desde-
ñan el humor, pero que tienen conexiones con los libros antes mencionados y
donde la intención documental se refuerza con reflexiones casi ensayísticas y
numerosas notas al pie, que abarcan desde la dedicatoria de una fotografía de
Juana Borrero a Carlos Pío Urhbach hata un amplio espectro literario que
incluye a Cortázar, Shólojov, Proust y Musil ente otros 15. Las notas a pie de
14 El cuento nos induce también a una reflexión sobre lo testimonial en la literatura. El
autor nunca estuvo en la guerra, sin embargo, sus relatos pueden ser leídos como episodios
de una diario de guerra, con una gran carga de verosimilitud.
15 Con dos novelas posteriores, Livadia y Enciclopedia de la vida en Rusia, estas
apropiaciones se hacen más notables aún. Prieto asume situaciones, anécdotas e incluso
un tono narrativo mucho más cercano a la tradición literaria rusa que el autor desde una
perspectiva crítica, pretende rescribir.

212
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

página enriquecen –pero también conducen al extrañamiento- textos de Atilio


Caballero y Ronaldo Menéndez, quien mereció, en 1997, el premio Casa de la
Américas por su libro El derecho al pataleo de los ahorcados, y que estilís-
ticamente puede asociarse con cierta narrativa objetual, que, como decía an-
tes refiriéndome a Sánchez Mejía, han elegido muchos de los jóvenes escrito-
res para enfrentar su propio desasosiego ante una realidad que los inquieta.
La línea de corte testimonial de la actual narrativa cubana incluye tam-
bién cuentos sobre rockeros, punkis, friquis, etc., entre los que valdría desta-
car “La horma” de Ricardo Arrieta (1967), un texto donde el devenir (ha
habido un festival de rock y la policía ha detenido a un grupo de jóvenes, entre
ellos al protagonista, quien reflexiona desde su celda) se narra sin apasiona-
miento, con la frialdad de quien está contando una historia repetida16.
El tema de los balseros, que se actualizó con los sucesos del verano de
1994, ha dado ya varias muestras interesantes en la joven narrativa. José A.
Martínez Coronel (1966) integra el tema a un monólogo en “Los coturnos del
tiempo” donde, amén de múltiples referencias clásicas, se cuenta, con gran
maestría, la tragedia de un joven balsero homosexual17. “Mientras se agoni-
za”, de Ronaldo Menéndez Plasencia (1970), comienza con una lista de las
provisiones necesarias para el viaje, desde aspirina hasta leche condensada.
El texto, cuyo inicio prometía un apego casi fotográfico a la realidad nos depa-
ra un final sorprendente, que reproduce la consabida imagen de la Virgen de
la Caridad del Cobre protegiendo a los tres Juanes. Esa última imagen revela
el sentido de todo el cuento. Allí, como en “La urna y el nombre (un cuento
jovial)”, de Ena Lucía Portela (1972), se recurre a la división del texto en
fragmentos semejantes a parlamentos teatrales, lo cual sugiere la idea de
representación, de falsedad de las acciones de los personajes, que se mueven
como actores repitiendo un texo ajeno. Esa distancia entre realidad y literatu-
ra marcará una buena parte de la producción de la década. Es paradigmática,
por ejemplo, la entrada del tema de la prostitución de nuevo tipo (el jineteris-
mo) en la literatura cubana de los años ochenta. Un joven periodista había
escrito un reportaje sobre el tema para una revista juvenil, y de ahí saldrían

16 En esa misma línea habría que incluir la historias de balseros, ya numerosas, con una
novela breve e intensa que se estructura, en lugar de por capítulos, por días pasados y
millas recorridas, a manera de diario, pues es la reflexión personal de un balsero durante
la travesía. Con citas numerosas –el balsero es un lector empedernido y ha decidido
llevar consigo una mochila cargada de libros- y cierto trabajo formal que se manifiesta
sobre todo tipográficamente, el relato va pasando del optimismo a la desesperanza y
hasta el vacío total. La milla noventa –es decir, la que supondría la llegada a las costas de
los Estados Unidos- es un espacio en blanco. Alejandro HERNÁNDEZ, La milla.
Letras Cubanas, La Habana, 1996.
17 José A. MARTÍNEZ CORONEL, Los hijos del silencio. Letras Cubanas, La Habana,
1996.

213
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

algunos de los relatos de un libro que ganaría tiempo después del premio Casa
de las Américas. El periodista era Luis Manuel García, el reportaje se llamó
“El caso Sandra”, y el libro premiado, Habanecer (1990). El libro no era solo
novedoso por los temas tratados, sino también porque llevaba al límite los
rejuegos formales que apasionaban a los autores del boom y que habían sido
usados en la década anterior. Como summa de la vida cubana de la nueva
época, recorre todos los recovecos de la sociedad actual.
Lo testimonial no se refiere únicamente a la experiencia vital en socie-
dad. Es significativo el número de cuentos que relatan, con minuciosidad,
historias ajenas, pertenecientes a amigos del autor. El testimonio de la amis-
tad toma forma en las citas de cartas del amigo (Atilio Caballero (1959), “Un
aire que bate”), o en la narración de un día de la vida del amigo (Jorge Domin-
go(1954), “La Cita”), o, sin desdeñar la herencia de la picaresca, con un
disfrutable humorismo, en las peripecias de un joven pícaro (“No llores por mí,
Argentina”, de Aldo Wladimir Busto Hernández (1962). Tal irrupción de lo
testimonial cotidiano –pues lo que se cuenta suelen ser anécdotas de la vida
diaria de los protagonistas- apuntaría a una suerte de agotamiento temático,
pero también implica una exaltación de lo tradicionalmente insignificante que
puede vincularse –por su insistencia en lo nimio- a un gesto hiperbólico de
reproducción de temas ya agotados por la generación anterior18, del mismo
modo que a la ruptura de fronteras entre los géneros discursivos establecidos.
La historia, reciente o lejana, es otro de los temas elegidos por los nuevos
autores, cuyas narraciones abarcan desde las guerras de Independencia o la
lucha contra Machado hasta la Conquista de América. Estos acercamientos,
con frecuencia, repiten modos profusamente utilizados ya por la literatura
cubana previa. Algunos relatos, sin embargo, como “La poza del ángel”, de
Gina Picart Baluja, lo hacen con un inusual acercamiento al realismo mágico
que, no sin cierta sutileza, varía la perspectiva hasta entonces dominante en
los relatos históricos19. El realismo mágico estará también en “Sonata para
un hijo estraviado”, de Emelicio Vásquez Tamayo (1946) un texto de gran
belleza. Del mismo modo, Magaly Sánchez Ochoa (1940), con su novela
breve Fabia Tabares asomada al espejo y Olga Fernández con La última
carga del capitán Montiel y Niña del arpa, dos colecciones donde la histo-
ria se cuenta desde lo minúsculo, desde los sueños, desde el ridículo, con un
eficaz tratamiento del lenguaje. Y es de notar la vuelta del realismo mágico
con esta promoción, que había tenido muestras tan significativas en la obra de
18 Un cuento típico de esa magnificación de lo cotidiano es “Dorado mundo”, de Francisco
LÓPEZ SACHA.
19 Gina PICART BALUJA, La poza del ángel. Letras Cubanas, La Habana, 1994. Lo
mismo sucede con los cuentos de Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (1963), en juegos
permitidos. Letras Cubanas, La Habana, 1994, donde hay un logradísimo ejercicio de
reescritura de la historia.

214
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Reinaldo Arenas, Pablo A. Fernández y José Lorenzo Fuentes. La resurrec-


ción de esos modos de contar en la nueva promoción ocurre, curiosamente, en
la obra de aquellos autores que ya pasan de los cuarenta años, aunque sus
procedimientos no son del todo ajenos a los más jóvenes.20 Otros autores de
esa generación publicaron nuevas colecciones durante la década, como Mirta
Yáñez (1947), con sus Narraciones desordenadas e incompletas, una re-
copilación de su obra anterior en la que solo se incluye un texto reciente –
”Fragmento”-, que continúa las líneas antes exploradas por ella. El humor, el
uso de un lenguaje coloquial que acerca sus cuentos a narraciones orales, con
un notable tono autobiográfico, reafirman la voluntad de estilo de esta autora.
El humorismo es una línea frecuente en la muestra narrativa aquí analiza-
da. Generalmente asociada a temas de crítica social, esta línea ha logrado
textos tan convincentes como “Sobre la caricatura personal”, de Enrisco (1967),
o el ya mencionado “No llores por mí, Argentina”, e incluso el disfrutable
“Hielo frito”, de Pedro Armando Lorenzo Ortiz (1956). El tratamiento de lo
fantástico –en “Bar de ida” y “El cocodrilo”, de Reinaldo Medina Hernández
(1961) o “Elevador” de Reinaldo López Hernández (1968) –cobra también
nueva fuerza. Y, en este aspecto, es sintomático de la apertura, ideológica del
canon, la vuelta al panorama literario de autoras como María Elena Llana
(1936) o Esther Díaz Llanillo (1934), después de algún tiempo sin publicar. El
rescate de la imaginación, vinculado en Llana a las religiones, supersticiones y
creencias mágicas más diversas y en Díaz Llanillo a la realidad oculta de los
sucesos visibles, es el centro de sus respectivos libros Castillos de naipes y
Cuentos antes y después del sueño. Ambas autoras dan fe del renacimien-
to de la narrativa femenina en Cuba durante la última década, a mediados de
la cual se publicó una compilación de textos de autoras cubana, fruto de la
colaboración de Mirta Yáñez y Marilyn Bobes: Estatuas de sal (1996), que
marcó la pujanza de ese renacimiento y que va ya por varias reimpresiones.
Bajo diversas variantes estilísticas, han visto la luz últimamente libros
muy atendibles continuando un boom que había comenzado con el otorga-
miento del prestigioso premio Casa de la Américas a dos autoras cubanas. En
1995, Marilyn Bobes (1955), con los relatos de Alguien tiene que llorar,
donde exploraba la experiencia femenina en diversos registros, desde la situa-
ción de las mujeres sometidas a relaciones desiguales de trabajo o sexuales,
hasta la visión del mundo de las jineteras, protagonistas también de esta con-
vulsa década de los noventa en la sociedad cubana. El libro, armado con una
sabiduría narrativa que nadie hubiera sospechado en la poetisa consagrada
que es Marilyn, se mueve con comodidad y maestría en ámbitos dispares de
expresión, tales como los de personajes de amplias referencias culturales o
20 Como, por ejemplo, Rogelio RIVERÓN MORALES, Subir al cielo y otras
equivocaciones. Letras Cubanas, La Habana, 1996.

215
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sus contrapartes, plenos de cultura popular. En 1997, Sonia Rivera-Valdés


(1937), con Las historias prohibidas de Marta Veneranda, hace un reco-
rrido profundo por la identidad de sus personajes, poniendo en juego temas
como la identidad sexual, la experiencia del exilio o la sabiduría erótica here-
dada o aprendida en historias unificadas como testimonios de vida recogidos
por una cubana aspirante a doctorarse en una universidad norteamericana.
Con este marco, el libro fluctúa entre el discurso académico y el relato de
chismes o historias personales secretas, centrándose así en experiencias lími-
tes en la vida de sus personajes. El habilidoso uso del lenguaje –donde pervi-
ven la contaminación y el humor- y la construcción de historias que mantienen
el tono testimonial cumplen su objetivo de trastrocar visiones del mundo ex-
cluyentes de modos alternativos no solo de expresión, sino de vida.
Con esas dos muestras, quizás las más visibles del despertar de la narra-
tiva femenina -que en los años ochenta era más escasa, a pesar de su cali-
dad- podría ejemplificarse la dimensión de una presencia cada vez más atra-
yente. En los últimos años han aparecido, entre otros, los siguientes. Tirar la
primera piedra (1997), de Nancy Alonso (1946), un libro de un realismo
cercano a lo testimonial, donde la apremiante crisis económica y espiritual de
los noventa está retratada en toda su crudeza por personajes que son espec-
tadores y partícipes de las mismas conductas que rechazan, presionados por
una realidad opresiva que no les permite mantenerse al margen. Otra visión
del ser mujer en la Cuba de los noventa la aporta Oh, vida, de Adelaida
Fernández de Juan (1961), un libro en el cual su autora demuestra haber
ampliado su mundo narrativo, con un énfasis en la condición de la mujer, en
sus temores, sus modos de asumir la libertad y las múltiples formas en que,
solidaridad mediante, puede enfrentarse a los esquemas sociales que la limi-
tan. Adelaida no elude un compromiso ético con la realidad cubana, y lo hace
desde una posición autocrítica (valga recordar su dramático texto “Esta no-
che”) pero risueña, pues el humor es un ingrediente importante de su narrati-
va. Destaca también aquí su dominio del lenguaje, con el cual puede asumir
registros diversos de modo convincente. Anhedonia, de Mylene Fernández
Pintado (1963), es una inmersión en modos de vivir la feminidad, desde la
adolescencia hasta la madurez, y un recorrido íntimo por la impalpable femini-
dad auténtica, que se enfrenta o sucumbe a las imposiciones sociales, reser-
vándose siempre una buena dosis de ironía en su mirada sobre los otros y
sobre sí misma.
Otros de los libros notables producidos en la década por autoras cubanas
son Ellas de noche (1989) y Espejismos (1998), de Aida Bahr (1958). Am-
bas colecciones caracterizan la amplitud de una narrativa que va desde un
realismo centrado en el estudio psicológico de personajes femeninos, en sus
motivaciones más profundas, en las encrucijadas en que ciertas situaciones

216
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ponen a las mujeres, hasta un desbordamiento de la fantasía, un regodeo en


los límites que bordean la relación entre los humanos y con los objetos de la
cotidianidad. Narrados casi siempre desde una perspectiva predominante-
mente femenina, los relatos de Aida Bahr no ignoran las contradicciones que
subyacen en la propia condición humana21.
Bad painting (1998), Premio David en 1997, y Catálogo de mascotas
(1999) son los primeros libros de Anna Lydia Vega Serova (1968). La autora,
con una experiencia vital específica, recuerda aquellos textos de Verónica
Pérez Kónina que abrieron la década. La asociación proviene de sus nom-
bres rusos, pero también de ciertos rasgos que sus obras comparten. Como
Pérez Kónina, Vega Serova dedica sus relatos a dejar testimonio de una rea-
lidad insatisfactoria. Como aquélla, sus protagonistas se limitan a drogarse o
a reírse de esa realidad que los oprime y el lenguaje usa del mismo desaliño en
la expresión de su desamparo. Un erotismo duro, casi animal, sin concesiones
al sentimentalismo, también caracteriza sus relatos.
Otro de los términos del renacer del cuento en la década recién concluida
se encuentra en la literatura del exilio22. Como ya he dicho, su presencia en
publicaciones cubanas es frecuente y permanente el incremento de su cali-
dad. Aunque por ahora este conocimiento de la obra de los autores del exilio
está bien lejos de ser total e incluso extenso, en esos atisbos de una narrativa
otra está el reconocimiento de la diversidad dentro del perfil literario de la
década que recién concluye. Quiero presentar aquí un breve panorama del
quehacer narrativo de los cuentistas del exilio, cuya labor no puede soslayarse
cuando de caracterizar la narrativa de los noventa se trate. Como ya he
dicho, su presencia en publicaciones cubanas es frecuente y el incremento
permanente de su calidad se manifiesta en las obras de autores como Carlos
Victoria, Julio Miranda, Sonia Rivera-Valdés y Fernando Villaverde, entre otros.
El tema del exilio, la expresión de los sentimientos encontrados que pro-
voca el sitio al que no se ha de volver, permean buena parte de la narrativa
escrita fuera de Cuba. Las reflexiones del narrador de los cuentos de Fer-
nando Villaverde sobre el viaje, lo que significa mudar de lugar, el modo como
los demás nos caracterizan solo por provenir de otra geografía, son todas
relativas al sentimiento permanente de no pertenencia, esencial a la mentali-
dad del emigrado. Este narrador, más o menos similar en todos los cuentos,
con preocupaciones culturales bien serias, quiere interpretar sus propias vi-
vencias, los espectáculos que ve, los hechos de los que participa, por lo que

21 La eclosión de la literatura femenina tiene otro ejemplo en el bien logrado libro de


Lourdes GONZÁLEZ HERRERO (1952) Papeles de un naufragio, que sorprende por
la calidad de los textos, a medio camino entre narrativa y poesía.
22 Bajo el título “El cuento cubano del exilio: panorama de la década del noventa”, publiqué
este último fragmento en Extramuros 3, jun.2000, 50-3.

217
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

resulta fácil equiparar el texto de ficción con otro confesional, autobiográfico.


Es esta una cualidad al parecer dominante en la literatura del exilio, en mu-
chos casos las narraciones tienen un alto contenido autobiográfico, un recur-
so, quizás el único posible, para mantener la propia identidad, el gran tema
recurrente de esta literatura.
La narrativa de Carlos Victoria tiene también un alto contenido testimo-
nial. De hecho, casi todos sus personajes llevan nombres reales –a menudo
coincidentes incluso con el del autor- y, atando cabos, podemos, a medida que
avanzamos en la lectura de sus textos, conocer un poco más de la que supo-
nemos biografía del autor. Sus libros El resbaloso y Sombras en la playa,
escritos desde lo más entrañable, recorren la historia cubana más reciente,
desde las experiencias de jóvenes aspirantes a creadores durante el “quinque-
nio gris” y el éxodo del Mariel, hasta las precarias condiciones de vida en La
Habana del llamado período especial y la adaptación a un modo de vida extra-
ño en los Estados Unidos. Victoria escribe como un testigo, queriendo dejar
constancia de la historia de una generación, y rara vez se permite alejarse de
sus temas dominantes. “La ambigüedad es un refugio cómodo, pero se paga
caro” parece decir con uno de sus personajes.
Los cuentos que reúne Julio Miranda en El guardián del museo, de
excelente factura, se centran en la intertexualidad y el humor, con un gran
dominio del estilo, que demuestra en la adaptación del habla popular venezola-
na, cuando la narración lo demanda.
Zoe Valdés, que ha logrado homenajes memorables a pilares de nuestra
tradición literaria –Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera In-
fante- conjugando el humor con una buena dosis de lenguaje popular, del que
hace uso en el límite mismo de lo vulgar, cuando no traspasa ese límite, ha
producido un buen número de novelas de calidad desigual, donde el reto ma-
yor para la crítica es, según creo, el estudio del cambio de registro que se da
en su obra a partir de su exilio. Ese cambio de registro, que puede percibirse
si comparamos su novela Sangre azul con el resto de su producción posterior,
parece deberse a su cambio de estatus político, generó una transformación
estilística radicar en su obra; lo cierto es que una termina preguntándose si el
cambio proviene de la experiencia del exilio o de una visión superficial de lo
cubano que sustenta una visión cuasi folklórica de la identidad de sus persona-
jes, al tiempo que los vinculan con otros, creados por autores como Reinaldo
Arenas.
Otros autores de interés, entre aquellos cuyas obras hemos podido con-
sultar –no debe olvidarse que el bloqueo es también cultural, y les niega a
muchos autores cubanos el intercambio con su “público natural”, para nom-
brarlo de algún modo- son: Andrés Jorge, quien trabaja, en su primer libro, A

218
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ciegas en el laberinto,23 temas relacionados con el exilio, la experiencia del


reencuentro y los actos de repudio de 1980 con un nivel que auguraba, cierta-
mente, la maestría narrativa que ha alcanzado en sus novelas posteriores.
Manuel Cachan, que en Ángeles con acento sureño recurre a la herencia
cubana de supersticiones, santería, boleros y espiritismo como medio de con-
trarrestar el racismo y el puritanismo dominantes en un pueblo del sur de los
Estados Unidos, con un opresivo clima espiritual que resulta, para los perso-
najes, asfixiante. Luis de la Paz, autor de Un verano incesante, un conjunto
de textos muy comprometidos con el exilio, en los que aflora una y otra vez la
necesidad de recordar, de apropiarse aun en sueños de un pasado que ya
parece no pertenecerle a sus protagonistas y que explora, desde el recuerdo,
una ciudad que ya no existe. Un paraíso bajo las estrellas, de Manuel C.
Díaz, es un libro donde conviven textos referentes a la experiencia del exilio,
la imposibilidad de recobrar sitios y sentimientos que quedaron atrás y la de-
nuncia de corrupción y violencia en la sociedad cubana actual.
Otro es el caso de Guillermo Cabrera Infante, autor de Delito por bailar
el chachachá, una breve colección que incluye dos versiones del cuento “En
el gran ecbó”24 y el cuento que da título al libro. Resaltan aquí los acostum-
brados juegos de palabras de Caín, cercano a uno de sus protagonistas, a
quien otro de los personajes, en un sabroso guiño intertextual, le espeta: “Tú el
mimo de siempre”, para luego confirmar: “Siempre con los mimo chiste, los
mimo jueguito epalabra, la mima attitú. ¿Quéspera pa cambiar?”. La madu-
rez de Cabrera Infante no está dada únicamente por su capacidad para reírse
de sí mismo. El trabajo con el idioma, con la palabra, denota la misma maes-
tría que le sigue ganando lectores a Tres tristes tigres. El humor, sabiamente
usado, sirve de contrapeso a la visión desgarradora que, en el último cuento,
se ofrece de una aventura editorial casi mítica: la aventura de Lunes de Re-
volución. Este autor, que apenas ha publicado cuentos en los últimos años,
consigue con Delito por bailar el chachachá un libro interesante que contri-
buye a la coherencia de la obra reciente con la obra previa de este autor.
Uno de los fenómenos más inesperados a los que se ha enfrentado la
literatura –como el resto de las artes- en la década precedente, es el de la
necesidad de comercialización del producto cultural. Y, por ello, hay cada vez
más libros de autores cubanos residentes en Cuba que aparecen bajo sellos
editoriales extranjeros, incluso antes de ser publicados aquí. Es por eso que,
amén de la literatura del exilio, a veces haya que pensar en el exilio de la
literatura. Muchos de estos libros, se vinculan a la literatura del exilio en
cuanto a perspectiva y temáticas, como Trilogía sucia de La Habana, de
23 Andrés JORGE presentó su libro en La Habana, en la sede de la UNEAC, en un gesto
que ojalá resultara precursor.
24 Perteneciente a Así en la paz como en la guerra (Ediciones R, 1960).

219
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Pedro Juan Gutiérrez, una serie de tres historias centradas en la descripción


de vidas casi subhumanas en La Habana del período especial, con una clara
herencia del realismo sucio norteamericano que, merced a la lograda visión
desolada y apocalíptica que ofrece, ha tenido una excelente recepción fuera
de Cuba.
He pospuesto una y otra vez la mención de Reinaldo Arenas para con-
cluir con ella este breve panorama de la literatura del exilio en los noventas.
Arenas creó, sin lugar a dudas, una de las poéticas más originales de la narra-
tiva cubana contemporánea. Su libro Adiós a mamá compendia muchos de
los motivos que asoman una y otra vez a lo largo de toda su obra, en especial,
la de los últimos años. Amén de algunos textos menores como “El cometa
Halley”, que no pasa de ser una boutade con mucho de imaginación, el volu-
men reúne textos excepcionales, entre los cuales me interesa destacar “Trai-
dor” y “La torre de cristal”, relatos muy interesantes que resultan inmersiones
de la naturaleza humana, pues su tema es la simulación, ambientados en dos
escenarios recurrentes en su narrativa: Cuba y Miami. Pero donde Arenas
logra deslumbrar es en los cuentos “Adiós a mamá” y “Final de un cuento”.
El primero, porque consigue un desgarrador e irónico relato sobre la muerte
de la madre, muerte que descubre situaciones ridículas de dependencia y
sacrificio vanos que, coherentemente con su concepción del mundo, podrían
leerse metafóricamente con una gran parodia de los deberes que impone esa
otra madre que es la patria. En la ceguera de las hijas, que conminan al
hermano a participar del sacrificio, está la clave de la mirada del autor sobre
los compromisos colectivos. La ironía que rezuma el texto, con fragmentos
poéticos muy bien elaborados, se consigue con la mirada distorsionada que las
amorosas y embobecidas hermanas del narrador echan sobre el cadáver puru-
lento de la madre:
El enjambre de moscas se cierne ahora sobre la boca de mamá. Boca
que al cabo de una semana de muerta se abre ya desmesuradamente, al igual
que sus ojos y las ventanas de la nariz, que sueltan un líquido gris. La lengua,
que también ha adquirido proporciones descomunales, se asoma detenida por
entre esa boca. –Las moscas, caprichosamente, han alzado el vuelo-. La
frente y el cuello también se han inflamado considerablemente, de manera
que el pelo parece encabritarse sobre ese territorio tenso que sigue expan-
diéndose.
Odilia se acerca y la contempla.
-¡Qué hermosa!
-Sí, digo.
Todos, mientras la rodeamos, comenzamos a admirarla25.
25 Reinaldo ARENAS, Adiós a mamá (De La Habana a Nueva York), pról.. de Mario
Vargas Llosa, Altera, Madrid, 1995, 63.

220
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Otro de los textos modélicos de Arenas es el que cierra el volumen, “Fi-


nal de un cuento”. Este monólogo de un hombre que va a depositar las ceni-
zas de un amigo en el mar, en el punto más cercano a Cuba, al sur de los
Estados Unidos, bastante susceptible de ser representado en escena, por la
maestría con que Arenas va de un sitio a otro, de un sentimiento a otro, del
dolor a la rabia a la coquetería y de vuelta al dolor, al dolor de saberse alejado
del único sitio donde hubiera querido vivir, es uno de los más desgarradores
relatos de la literatura del exilio en la última década del siglo. Esta suerte de
treno, donde se describe al amigo como “terco, empecinado, sentimental, hu-
mano” culmina con un ruego tan conmovedor como bien escrito, que cito:
Mar de los sargazos, mar tenebroso, divino mar, acepta mi tesoro; no
rechaces las cenizas de mi amigo; así como tantas veces allá abajo te roga-
mos los dos, desesperados y enfurecidos, que nos trajeses a este sitio, y lo
hiciste, llévatelo ahora a él a la otra orilla, deposítalo suavemente en el lugar
que tanto odió, donde tanto lo jodieron, de donde salió huyendo y lejos del cual
no pudo seguir viviendo.
He querido dejar para el final de este texto de Arenas porque retrata el
drama de todo emigrado. La ansiedad por regresar, el odio por las circunstan-
cias que lo alejaron de su tierra, la esperanza de construir otra vida y la impo-
sibilidad de olvidar son temas que recorren la narrativa cubana del exilio, una
de las aristas de mayor interés dentro del cuento cubano en la última década.
Como puede verse, después de este recorrido por las líneas dominantes
en el cuento cubano de los noventa, el signo de la década está en la emergen-
cia de temas o grupos antes relegados a lo excepcional. A pesar de que
muchos de los escritores en activo pertenecen a generaciones anteriores, son
los grupos emergentes en el plano literario lo que ha caracterizado la década
como una de las más ricas en la producción narrativa de los últimos años. Los
jóvenes y las mujeres son dos grupos de autores que toman una silueta defini-
da en la década, y temas como el exilio, el descontento con la realidad cubana
actual, la homosexualidad y su tratamiento en la sociedad, el erotismo, etc.
encuentra un espacio cada vez mayor en ese texto mayor que es el imaginario
cultural cubano de los últimos tiempos.

221
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

PUERTO RICO

Concha Meléndez (1895-1983)


Nace en Caguas, Puerto Rico, estudios superiores en la Universidad
de Puerto Rico, de donde egresó con el título de maestra de escuela
Normal. Su formación académica prosiguió en los Estados Unidos de
América, en la Universidad de Columbia (Nueva York) obtuvo, en
1926, el título de Maestra en Artes. Obtuvo su Doctorado en Filoso-
fía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México en
1932. Dentro de sus publicaciones se encuentran Figuración de
Puerto Rico y otros estudios (1958), José de Diego en mi memo-
ria (1966) Poetas hispanoamericanos diversos. Personas y li-
bros. Literatura de ficción en Puerto Rico: cuento y novela
(1970), Asomante (1970), Amado Nervo. La novela indianista
en Hispanoamérica (1832-1889) (1971), Moradas de poesía en
Alfonso Reyes (1973. Recibió la Medalla Hostos de Oro (concedida
como galardón a su ensayo titulado Hostos y la naturaleza en Améri-
ca), la Medalla de Literatura del Ateneo Puertorriqueño (que vino a
premiar su interesante muestra crítica y antológica publicada bajo el
título de El arte del cuento en Puerto Rico), y el Diploma de Honor
que le concedió la Academia Mexicana de la Lengua.

El cuento contemporáneo en Puerto Rico 1


He seguido en investigaciones repetidas la obra de nuestros cuentistas en
todos los tiempos hasta hoy, en tres libros 2. En ellos, dos autores de la gene-
ración del treinta se incorporan por la calidad de sus cuentos a la contempora-
neidad que este ensayo requiere; Tomás Blanco y Emilio S. Belaval.
Pasan estos cuentistas a la que llamé Edad de “Asomante” por haber
sido aquella revista, con los certámenes auspiciados por el Ateneo Puertorri-
queño, el estímulo más eficaz para los jóvenes cuentistas del cuarenta.
2. Describí la generación del treinta como la que mira < dos costas en su
mar y se pregunta lo que ha de perder en lo que deja atrás, y lo que puede
esperar de lo que tiene delante”. Porque los que pertenecen a ella, como
escribió Andrés González Blanco 3, “se formaron y educaron después del de-
rrumbamiento de nuestro imperio colonial y la ocupación de Puerto Rico por
las tropas norteamericanas”.
1 http://www.persee.fr/docAsPDF/carav_0008-0152_1972_num_18_1_1850.pdf
2 Antología de autores puertorriqueños III, El Cuento, San Juan, Ediciones del Gobierno
1957; El arte del cuento en Puerto Rico, San Juan, Editorial Cordillera, 1970 y Literatura
de Ficción en Puerto Rico : cuento g novela, Ed. cit., 1971.
3 Prólogo a la novela de José A. Balseiro El sueño de Manon (1922).

222
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Este dilema está en la raíz de muchos de nuestros cuentos, expresado en


los más recientes, con todos los recursos de técnica con que “la nueva narra-
tiva” está renovando maneras de narrar e inventando nuevas posibilidades de
estructura.
3. Tomás Blanco (1897) es una de las figuras más valiosas de la genera-
ción. La preocupación central de ella, es sustancia de su obra narrativa, que
se extiende al acontecer universal expresándose en ironía, humor o conmise-
ración ante el desvío de los valores auténticos y la angustia del ser en busca
de su identidad. Ahora él mismo nos facilita el examen del conjunto de sus
narraciones en un libro de título muy suyo dentro del humorismo y la gracia
expresiva de su estilo: Cuentos sin ton ni son 4.
Su inclinación al ensayo, presente en sus relatos, se acompaña de otra; la
capacidad para la poesía en prosa que se enlaza con lo regional y lo popular,
expresándose al fin en los poemas en prosa que llamó estampas, inspiradas
en el álbum Miserere de Georges Rouault.
Los Cuentos sin ton ni son muestran una rica diversidad de formas
narrativas, aunque no todos sean cuentos en el sentido que viene significando
esa palabra desde Edgard Alian Poe. Así, tras el hermoso cuento alegórico La
Dragontea, Cuento de Semana Santa, y el gracioso con mucho “son” que
moderniza la manera de la fábula antigua en Eleuterio, el coquí, sigue El
arcángel San Miguel se inventa un Habeas Corpus, vivificación de leyen-
das antiguas medievales y figuras traídas de mitografías remotas como Liria,
la nereida y la sirena Parthénope Thelsepeia que en el relato llama doña Sire.
En este juego de creaciones de erudición risueña se aproxima a Jorge Luis
Borges aunque en el argentino la travesura no está tan a la vista.
Naufragio y La hiel de los Caínes son cuentos construidos, el primero,
sobre la reacción contra los mecánicos modos de vida que invaden aun oficios
tan viejos como el del pescador, y el segundo, sobre un estudio sicológico de la
envidia; los dos dentro de la tradición realista.
El contrapunto hábilmente realizado de Cultura: tres pasos y un encuen-
tro, maravilla de técnica e intenciones, convive en este conjunto con Vida y
misterios de la Calle de la Tanca, tradición que sigue el cauce lineal de ese
género como lo concibió Ricardo Palma.
Pero Tomás Blanco no se detiene mucho en creaciones enteramente
realistas. Se mueve mejor en la conjunción de verdad y mentira, que transfor-
ma lo vivido desde la llamada realidad. En esta zona está situado Los motivos,
cuento que el autor describe como “rigurosamente falso”, y asegurando que
quizás no tenga otro interés que el no serlo. En el paréntesis que sigue, recur-
4 San Juan Bautista de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1971.

223
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

so frecuente en sus narraciones, contradice lo rigurosamente falso del título al


decirnos que se trata de un recuerdo en el cual fue uno de los protagonistas.
La pieza final del libro, La colaboración del tiempo, publicada en la Revis-
ta del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1966, se aproxima a la novela
con desvíos al ensayo en el largo paréntesis sobre el sentido de la palabra
vates en el habla puertorriqueña y en el que trata el tema de las vocaciones,
paréntesis que cumplen su función de dar tono y significado a los personajes.
El autor participa en conversaciones con los otros personajes o se hace
cargo él mismo de la narración sosteniendo los hilos estructurales con retros-
pecciones y con el original recurso remedo de la tragedia griega, que él mismo
llama en las notas las voces del coro: citas de Rubén Darío, Antonio Machado,
Góngora, Juan de la Encina y algunos versículos bíblicos que subrayan el tema
que los precede.
4. El primer libro importante de cuentos de Emilio S. Belaval, lleva el
signo de su generación: Los cuentos de la Universidad (1935). Presenta la
vida de los estudiantes de entonces; lo grotesco y lo irónico en desatado ba-
rroquismo lingüístico que se adapta con gracia a los episodios narrados.
En Cuentos para fomentar el turismo (1946) el tema unificador gene-
racional aparece en fondo campesino con el jíbaro como personaje. La ironía
de estos cuentos comienza con el título, indignada protesta que se resuelve a
veces en ternura, rebeldía o venganza en el acontecer narrativo. Después de
publicadas mis páginas sobre Belaval, apareció un libro que venía escribiendo
durante años: Cuentos de la Plaza Fuerte 5. Son reconstrucciones imagina-
rias de la vida en la Plaza Fuerte — San Juan de Puerto Rico — durante la
dominación española. El libro es una creación de gran interés por la habilidad
con que Belaval maneja diferentes maneras de narrar con riqueza lingüística:
leyenda, tradición, alegoría, conseja, esperpento y biografía. Cada relato tiene
como fondo una calle de la ciudad con su ambiente característico, enlazado
con el sentido del relato.
En estudios anteriores señale la casi ausencia del cuento fantástico en
nuestra narrativa. La ausencia desaparece en Leyenda, donde como en el
cuento Chac Moo 6 de Cortázar, un ídolo indio trastorna hasta la muerte a su
dueño.
La escultura en Leyenda se describe como un pequeño monstruo renco-
roso encontrado flotando en una balsa podrida sobre las aguas del Hauri. La
descripción nos envuelve en el realismo mágico de Miguel Ángel Asturias. El
ídolo, cuando lo alcanzaba un rayo de luz, era c como un cuerpo transparente

5 Barcelona, Ediciones Rumbos, 1963.


6 En Los días enmascarados. Núm. 2, México, Los Presentes, 1954.

224
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

que devolvía paisajes y colores, laureles lívidos, granates ahumados, escamas


de azufre ”. Belaval continúa su relato hechizado él mismo por la magia andi-
na. El capitán Calixto Solana, último descendiente de los Solana, —aventure-
ros y empresarios desde Talara a Arica, desde Valparaíso al Golfo de Pe-
nas— se refugia en la casona olvidada en la Calle del Sol de San Juan de
Puerto Rico, al cuidado de un indio traído también de las regiones andinas.
Allí, “donde el canto vivo de la selva americana estaba sepultado en el seno de
la tierra”, muere al querer buscar dentro del ídolo el secreto de su nocturno
lamento, con la sangre transformada en metal.
La tradición a la manera de Ricardo Palma, tiene como marco la Calle de
la Fortaleza y por motivo central el obligado luto y recato que debían observar
las viudas de los militares muertos en batalla. La joven y linda Salomonita
Urraola, muere junto a su cuarto marido el día de la boda, en un fuego miste-
rioso que esa noche destruyó su casa.
El estilo de la tradición, con su punto de vista único, el del narrador, se
conserva hasta el fin donde Belaval la define como “formas aladas de la
tragedia que no se resignan a plegar las alas en el regazo de la historia: viven
pegadas a nuestro ensueño como la flor de la calabaza al tuétano del buey”.
El cuento como alegoría tiene como fondo la Calle de la Cruz, “calle
nazarena petrificada por dos ángeles custodios”. Fernando de Almagro, el
protagonista de la alegoría, deja en España una niñez y adolescencia tortura-
das por la oscura historia de su nacimiento, para encontrar en la casa del tío
en la Calle de la Cruz, desamor y miseria. En alucinación fantástica, se equi-
voca de portal y recibe el auxilio de don Demetrio Martí y sus hijas Isabel y
Libertad.
Avergonzado de su pobreza huye y se convierte en mendigo; una noche
creyendo morir, cae en el humilladero de la calle donde lo auxilian los sirvien-
tes de la casa de Isabel. De ahí ella lo levanta y salva. La alegoría lo es
propiamente en esta escena. Fernando de Almagro abrió los ojos y “vio acer-
cándose a él una cruz de alabastro. Había sufrido lo suficiente para poder
abrazarse sin sonrojos a aquella cruz amorosa”.
El Esperpento de Belaval surge de la desorbitación de un procedimiento
jurídico al ser aplicado a una niña. El pecado de Pacita Soledad fue abandonar
a su madre en agonía para conversar en el portalillo con un pastor que tenía
una saeta atravesada en el pecho. Todo ocurre en la Calle de San Sebastián.
La exposición de culpas de la niña, acompañada por los tutores y la vieja —los
personajes esperpénticos— termina como el drama de Job: “Llegaron los
alguaciles de la audiencia con sus bigotes de estopa a entregar muebles y
joyas ”. Un sacerdote de la Iglesia de San José ha declarado inocente a
Pacita Soledad.

225
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En Conseja, Belaval revive el relato donde “lo más es fingido” como en


las patrañas de Timoneda. Toda la conseja se resume en la primera línea. “El
cuplé de la pulgita empezó a labrar la desgracia del buen hospedero”. La
mocita del cuplé desalojada del Corralón de la Caleta, se refugia en la Hospe-
dería del Francés. El dueño se casa con ella rodeándola de lujos y mimos.
Pero al fin, “ la huéspeda hermosa” desaparece con la arquilla de doblas de su
marido. Ni la policía, ni los cocheros y muleros de la ciudad, ni los guapos de
la Calle de la Luna, encontraron rastro de ella. El autor termina con este
comentario: “A nadie le ha debido extrañar que a lomo de pulga llegara hasta
un tembladero celeste la madamita del francés”.
La forma narrativa de Biografía entra en la descripción de tipos y ca-
racteres añadiendo elementos sobrenaturales. La biografiada es Cruz Men-
chaca” negra canela de pasa colorada y bemba de caracola, de mocedad
licenciosa, otoño de celestina y vejez de mendiga ”. Ocupa el primer término
del relato con el prestigio de “persona señalada por el dedo de Dios”. Su
muerte, dice el narrador, estremeció el último reducto de la picardía española
en América. Un coro de gachupines cantó el miserere. Unas mozas de man-
cebía la aderezaron. El cuento entra aquí en la zona inverosímil del milagro.
Crucita susurra un ruego en cuatro momentos a cuatro amigos. Primero, a
Simón: “Entra en la Capilla de San Francisco y pide al patrón de la barandilla
que no permita que los gusanos me coman”. La misma súplica oyen los otros
tres en repetida escena hasta la última, ante la Iglesia de San José. Cumplida
después de inútil argumento la petición de Crucita, lo que sigue es la glosa del
milagro. Al descender su cuerpo a la tierra, “ un arcángel oloroso a incienso y
guayaba bajó a decir con terrible acento”:
Por orden de los santos recurridos, el cuerpo de Cruz
Menchaca será respetado por todo gusano de tierra, mar
y aire.
La tumba empezó a dorarse por fuera. Siete pájaros azules con pies de
plata empezaron a horadar la lápida. Sonaron las campanas de San José. Y
Cruz Menchaca, “con pecho de alondra y boca de ítamo real, abandonó la
tumba, luciendo diadema de fantasmina”. El autor asegura que en vela con
Simón algunas madrugadas, la ha visto cruzar por la calle de sus amores.
5. El grupo de cuentistas que René Marqués reunió en una Antología 7
como la “promoción del cuarenta” señala un momento de actividad narrativa
de calidad que no ha sido igualada hasta hoy. Frente al libro el autor cita
palabras de Herbert Read en The Nature of Literature: “It is merely a lock of

7 Cuentos puertorriqueños de hoy, Talleres Gráficos Panamericanos, 1959.

226
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

intelligence to refuse the experience embodied in the past, but it shows even
greater lock of intelligence to refuse the experience embodied in the present”.
La crítica hispanoamericana ha llamado a los que escriben cuentos en la
década del cuarenta partiendo de experiencias del presente, neo-realistas,
pero aclarando que ese realismo está intensificado y transformado por símbo-
los, repeticiones, monólogos silenciosos, cambios del punto de vista, a veces
contrapunto en las escenas, atención a la estructura que ha de situar esos
recursos. Algunos cuentistas, como los norteamericanos de la misma década
— Mary Mc Carthy, Lionel Trilling, J.D. Salinger, tienden a expresar la ambi-
güedad moral.
Como dije en otro lugar, “el estado de alma colectivo encarnado en este
grupo humano, es la solidaridad con gentes que viven en zonas sociales aco-
sadas por la miseria o desenvolviéndose en trabajos humildes o fábricas pode-
rosas, aniquiladoras de la vida libre y el contacto con la naturaleza, esenciales
para el bienestar y equilibrio del hombre sobre la tierra”.
Para el primer libro de cuentos de René Marqués, Otro día nuestro escri-
bí unas páginas de introducción. Además del cuento inicial que da título al libro
— evocador de un episodio de la gestión nacionalista de Pedro Alzibu Cam-
pos — los tres cuentos que a mi ver muestran el progresivo avance de Mar-
qués en el género, son La muerte, La Sala y Tres hombres junto al río 8. En el
primero el tema parte de unas palabras de Heidegger: “No hay sólo un ser
para la muerte, sino una libertad para la muerte ”. Palabras hábilmente aso-
ciadas al personaje central, quien muere en un desfile de adolescentes nacio-
nalistas que está mirando como espectador y elige saltar a la ayuda de uno de
ellos, ya herido, que sostiene la bandera.
La Sala está realizado con más finura y profundidad. Un profesor nacio-
nalista universitario vuelve al hogar después de diez años de prisión, para
encontrar que su mujer, su hijo y él mismo son ahora tres extraños entre sí. El
autor eligió como lema del cuenta unos versos de T.S. Eliot. La palabra som-
bra es la laguna negra entre los extremos donde el hombre avanza en el
tiempo. Símbolos, retrospecciones, diálogos recordados del ayer, ironía, espa-
ciadas repeticiones de símiles, matizan y llenan de intención este cuento, uno
de los mejores del autor.
En Tres hombres junto al río, Marqués afronta el reto de todo cuento de
inspiración histórica, en este caso, resumiendo en la mente del personaje la
concepción india del mundo, de los dioses y del hombre blanco que hay que
vencer, ahogándolo en el río, para destruir la creencia en su divinidad. En este
segundo libro aparecen Purificación en la Calle del Cristo y El Niño en el
8 Los dos últimos recogidos en el segando libro de Marqués En una ciudad llamada San
Juan, Segunda edición, Rio Piedras, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1970.

227
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

árbol que han sido reescritos en forma de dramas y representados en los


Festivales de Teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Después de una pausa en su creación de ficciones narrativas dedicada a
la composición de obras de teatro, René Marqués vuelve a hacernos sentir
seguros de su maestría de cuentista en modalidad renovada en nuestro tiempo
por autores recientes: el cuento fantástico, en Ese mosaico fresco sobre
aquel mosaico antiguo. Es además un cuento en clave, como llamaron intér-
pretes literarios a las obras de ficción, donde hay personajes históricos que
pueden identificarse, aunque, como en este caso, aparezcan sólo aludidos.
A Marqués le preocupa el filosófico dilema: ¿Se es porque se piensa o
porque se siente? Europa, asegura, sigue pensando con René Descartes, an-
tes de sentir. América siente autes de pensar. Pero el cuentista augura que el
caos de América será el orden de Europa.
El título de este cuento es el alegórico tema sugerido por la demolición de
un hermoso palacio en la Avenida Ponce de León de San Juan de Puerto Rico,
para dar paso a las construcciones verticales de audaz altura que nos van
ocultando el cielo y auyentando los pájaros. En sus raíces está el mismo dile-
ma, agravado por el tiempo, de la generación del treinta.
Abelardo Díaz Alfaro (1926), lleva a cénit y poniente el cuento jíbaro en
el libro reeditado diez veces Terrazo (1947). De él se ha reproducido en
varias antologías El Josco, alegórica desesperanza en el dilema ya menciona-
do, no resuelto aún.
Después de Terrazo, Díaz Alfaro ha escrito Los perros 9 de sentido filo-
sófico a la vez que alegórico, “la noble y lo señero venciendo la jauría”, en la
interpretación de Ricardo Gullón.
En los cuentos de Edwin Figueroa (1925), encontramos dos modalidades,
la simbólica y el nuevo realismo. Raíz amarga se desenvuelve según procedi-
mientos simbólicos y el clima de poesía connatural en el autor, quien ha creado
en este cuento dos sicologías detenidas en el tiempo. Recurso difícil que Ka-
therine Mansfield usó en The Daughters of the Late Colonel 10.
El neo-realismo parte del tema en Lolo Manco: “Y el hombre se hizo
máquina y habitó entre los muertos”. Lírica gracia, intensidad, conocimiento
lingüístico que abarca todos los matices del español en Puerto Rico: lo culto, lo
jíbaro, lo negro, dan a Edwin Figueroa la capacidad evidente en sus bellas
ficciones narrativas que ha recogido en el libro En este suelo (1962).
En José Luis González (1926) la vocación del cuento asombra por la
excelencia con que se manifestó desde el primer libro. En un comentario

9 Recogido en El cuento. Ed. cit. pp. 196-203. Comentado en El Arte del cuento en Puerto
Rico, pp. 198-202.
10 Ver el análisis de este cuento en El arte del cuento en Puerto Rico, ed. cit. pp. 265-266.

228
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

anterior señalé la riqueza de temas desarrollados con percepción rara en un


principiante; el tono y la manera adecuadas en cada cuento. Mar, es excelen-
te en su movimiento rápido, la propiedad lingüística, la concentración de los
incidentes. Sus libros En la sombra (1943), 5 cuentos de sangre (1945), El
hombre en la calle (1948), En este lado (1954), muestran el camino de
perfeccionamiento que alcanza alta belleza en En el fondo del caño hay un
negrito, traducido al inglés en New World Writing 11.
Es cuentista también de esta “promoción” José Luis Vivas Maldonado
autor del libro Luces en sombra (1955) que estudié en Literatura de ficción en
Puerto Rico: cuento y novela 12. Escriben cuentos de seguro valor en ella,
Salvador M. de Jesús (1927), muerto cuando se afirmaba en creaciones como
Lágrimas de mangle y La otra hija de Jairo; Pedro Juan Soto (1928) y
Emilio Díaz Valcárcel (1929). En Pedro Juan Soto tenemos una de las inteli-
gencias más claras en las nuevas técnicas de narrar. Sus cuentos expresan
con objetividad sin trabas, el desconcierto que la humanidad que sufre, puerto-
rriqueña y universal, suscita en su conciencia un tanto huraña a la entrega y la
confidencia. Ha escrito también novelas; prefiero sus cuentos: Los inocentes
y Una antigua fragancia y los relatos de Spiks (1950) de neo-naturalismo
sin límites, exposición de la vida oscura, amarga, delirante a veces, de los
emigrados puertorriqueños en Nueva York.
Mi libro El arte del cuento en Puerto Rico en la primera edición (1961)
termina con el que era entonces el más joven de nuestros cuentistas: Emilio
Días Valcárcel (1929). En la colección de cuentos Proceso en diciembre
(1965) nos da sus experiencias de soldado en Corea que podemos asociar en
cercano parentesco, con los de la Antología de Charles Fenton, Short Stories
of World War II. Su mejor cuento aquí es El soldado Damián Sánchez. Ha
publicado también El Asedio (1958), conjunto de cuentos donde presenta
ambigüedad moral, los efectos de “ la guerra inútil ” y la perplejidad en el
cambiante mundo que nos tocó vivir. Ha usado con éxito una de las técnicas
frecuentes en los narradores contemporáneos: el monólogo, en los cuentos,
La calle termina aquí y Este no es mi nombre.
Le segunda edición del Arte del cuento en Puerto Rico añade otros
cuentistas: Luis Hernández Áquino con su bella evocación de la conquista
española en nuestra Isla, Aire de Guazábara; tres cuentos de Enrique La-
guerre, vocación de novelista vertida en una obra valiosa, única entre nosotros
por su persistencia; a Wilfredo Braschi que se reveló como cuentista en su
libro Metrópoli (1968)13. Para este libro escribí un prólogo que señala los
11 The New American Library of World Literature, 501 Madison Ave, New York.
12 Obras Completas XIII, Editorial Cordillera, 1971.
13 Para estudios sobre Wilfredo Braschi y José Rafael Sánchez, ver El cuento de ahora en
Puerto Rico en Palabras para oyentes, Obras Completas X, pp. 188-220.

229
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

valores tradicionales y los nuevos de esos cuentos, entre los cuales me pare-
ció muy contemporáneo en el sentido y la destreza narrativa, El Zepelín del
jorobado.
6. Luis Rafael Sánchez (1936) se incorpora por su excelencia a la pro-
moción del cuarenta aunque en realidad lo veo unido a los que empiezan a
llegar en la última década del sesenta, entre ellos, dos que lo hacen con méri-
tos que los señalan entre las producciones más recientes : Manuel Ramos
Otero y Magali García Ramis.
Luis Rafael Sánchez en sus cuentos — escribe también teatro — mues-
tra vivaz inteligencia en el uso de las técnicas actuales. Su obra puede juzgar-
se ya con fundamento al publicar el libro En cuerpo de camisa (1966) donde
no incluyó sus primeros intentos de estudiante.
El título, En cuerpo de camisa anuncia la manera libre, a veces en tono
lúdico, de estas creaciones pero no nos engañemos: no hay en estos cuentos
desarreglo ni descuido en Luis Rafael Sánchez. Sus personajes pueden apa-
recer en cuerpo de camisa y en sus asuntos, escoger temas en humildes,
oscuros niveles sociales, pero las palabras, la estructura, los recursos estilísti-
cos, están usados con intuitiva, muchas veces sabia propiedad.
Por la distorsión, y el tono por momentos humorístico La parentela se
aproxima al esperpento. Las entrelineas, sin embargo, revelan pobreza y ab-
surda superstición. Píramo y Tisbe se llaman en gracioso contraste los perso-
najes, sin morera y sin leona; Tisbe colando borras, Píramo, sueños, y ambos
atendiendo a revelaciones de la parentela — muertos que fueron sus parien-
tes — sobre las combinaciones del juego de los boliteros. De ahí esperan que
llegará la riqueza. La simetría de la conclusión mientras los dos se mecen en
sillones y sonríen hasta que dejan de mecerse, semeja una escena de teatro de
títeres con entrelineas de mutuo envenenamiento.
Nuestra revista Asomante y Cuadernos de París, premiaron al cuento
Memoria de un eclipse que me parece la más fina creación de En cuerpo
de camisa. Pero todo el libro está lleno de la problemática social puertorrique-
ña que es también universal: Que sabe a paraíso, cielo e infierno de los
adictos a drogas; La maroma, cuento picaresco que lejanamente recuerda la
picaresca española; Tiene la noche una raíz, cuento de prostituta de original
enfoque; La recién nacida sangre, notable en el doble efecto de narración
oral y poder sugeridor que en dos rasgos pinta un retrato: “Pepe Dolores tiene
ojos alicaídos y overol acribillado en Corea”.
7. Manuel Ramos Otero estudiaba en el Colegio de Ciencias Sociales de
la Universidad de Puerto Rico cuando su cuento, Concierto de metal para
un recuerdo fue premiado en el Certamen de Navidad del Ateneo Puertorri-
queño en 1967. En 1971 añadiendo el título “otras orgías de soledad” reunió

230
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

con ese cuento los trece que forman el libro14. En él se describen con aire de
juego que termina en sarcasmo, las tensiones estudiantiles en las universida-
des de hoy al describir la nuestra.
Sospecho que Ramos Otero siente a veces “La fatiga en el pecho y la
nostalgia y la soledad, y mirar la realidad y sentir miedo” como su personaje
de Hollywood memorabilia. Sus cuentos se escriben con todos los recursos
técnicos de los cuentistas más complicados de ahora: se han nombrado ya a
Borges, Bioy Casares y Cortázar a este respecto. Este último debe ser el
primero, desde Bestiario hasta Armas secretas y Final del juego.
En La casa clausurada de Ramos Otero no hay ruidos de espectros
como en Casa tomada de Cortázar, sino la posibilidad de ellos. Este cuento y
Noches de asma que lo precede, me parecen los más bellos del libro. Noches
de asma por la insinuada protesta ante el destino de Amelia, servidora fiel,
dada por entero a una familia sin más interés personal o pasión que la melan-
colía frecuente del cine mexicano. El narrador, que recibió sus cuidados cuan-
do niño, siguió teniéndolos como hombre joven para poder decir de ella: “Lloro
porque Amelia tiene el alma herida como un sueño de ser una flor atada a la
tierra”.
Sorprende en Ramos Otero la actividad creadora, acompañada de una
cultura literaria, filosófica, musical, pictórica, rara a su edad y además una
conciencia lúcida del mundo contemporáneo: su vertinigosa expansión técnica
destructora de los sentimientos, provocadora de cambios acelerados que en-
vuelven las almas en antítesis confusas del ser y el hacer; del tiempo como
angustia porque “no es inmóvil y es largo como todo lo interminable y triste y
que se asemeja a la muerte de las cosas”.
Absurdas fantasías, ambigüedad moral, despedidas sin adiós, frustracio-
nes oscurecidas por el tedio; vidas “ prisioneras de su leyenda ”, ironía, sar-
casmo, y súbitos arranques líricos, son la sustancia de estos cuentos escritos
en un estilo paradójico, un vaivén de pensamiento que afirma para negar, con
predominio del monólogo.
En Piel mulada, por ejemplo, el narrador en algunos pasajes, se vuelve
directamente a su protagonista y va descubriendo su más honda intimidad,
hasta que Ofelia, la actriz se identifica en la misma muerte, con Ophelia, la de
Hamlet.
El tema del preso político encarcelado por participación en una revuelta
del partido nacionalista de Puerto Rico, se reanuda en La hora de Van Gogh.
El tema reaparece con matices diferentes. El cuento es un magnífico retrato
de un hombre abrupto, desmesurado en palabras y acciones, lector de Alian
14 San Juan, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1971.

231
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Kardec, que tiene fe en el espíritu cuando le dice: “Genera toda tu fuerza,


Genaro ”. Se llama Genaro, el tío del narrador, quien describe la enorme
perturbación que el preso ha causado en toda la familia. Sus hijos no quieren
que vuelva a la casa, porque además, tiene un amorío secreto. Sus hermanas
no lo rechazan, pero se lamentan ante él de su conducta. Para el sobrino,
narrador del cuento la vulgaridad del tío le parece respetable a pesar de “ su
boca irrespetuosa ”. Muere preso. “ Vio las cosas de una forma distinta”.
8. Dejamos el laberinto con salida de Ramos Otero para entrar en un
mundo diferente. En la revista Sin Nombre (número 4, 1971) se publicó un
cuento: Todos los domingos. En las notas sobre los colaboradores sólo hay
ésta referente a la autora: Magali García Ramis, puertorriqueña. Trabaja en
Nueva York”.
El cuento es una pieza de tan alto valor, que parece escrita por un experto
en el género y no por una muchada de veintidós años, que es lo único que
sabemos con certeza acerca de ella. Todos los domingos es un relato dicho en
silencio, vuelto hacia adentro, en que la narradora admite: “Contesto, pero no
digo”.
El cuento empieza con una consulta a doña Amparo, la espiritista. La que
escucha es una adolescente a quien aburren los espíritus. Pero desde ese
momento su pensamiento habla en silencio de “su casa”. Piensa que el espíri-
tu de la muchacha de dieciocho años que según doña Amparo la acompaña,
es de “ mi casa ”. Guando le dice que tenga cuidado en su casa, piensa: “Ha
mirado dentro de mí”.
Queda planteado el centro de misterio y fantasía donde la niña vive su
vida esencial, en la casa abandonada en el bosque, sobre montañas, en la
finca campestre de sus padres. La otra vida, la visible, es la que vive con su
familia, la convencional y rutinaria, que va describiendo también “pensando
sin decirlo”.
Esa vida se mueve todos los domingos en la casa de campo donde se
reúne la familia: abuelos, padres, hermanos, tíos, primos. Todo es igual los
domingos: el acto unánime de la señal de la cruz en la pileta de la iglesia del
pueblo; la llegada a la casa de campo; las mismas conversaciones, los mismos
olores.
El estilo subraya el ritmo de lo mismo en concatenación eficaz: “Papi y
los tíos juegan al dominó. Los abuelos descansan y juegan con los recuerdos.
Los niños brincan y juegan con la risa”.
Ella espera salir sin ser notada en busca de su casa. Se deleita en los
sonidos del bosque; el movimiento de la luz filtrándose entre los árboles, el de
los bambúes movidos por la brisa. La casa no tiene techo, puertas ni ventanas,

232
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pero sí balcón y escalera, donde la “dueña” se sienta a soñar, piensa en la


familia fantástica que vivió en ella; en la hija de dieciocho años que se sentó
en el balcón como ella, y vio, como ella, a un hombre y una mujer haciéndose
el amor entre los bambúes. Allí descubrió que los domingos en el campo son
azul y verde o verde y gris.
En la casa se ha detenido el tiempo, pero fuera del arco de bambúes de
su entrada, el tiempo pasa, pasa la semana, llega el sábado, llega su primo
José Julián a quedarse con la familia, mientras sus padres viajan.
La escena de la llegada del primo, estudiante universitario un poco mayor
que ella, se repite al final del cuento. La adolescente de nombre que descono-
cemos, piensa las palabras de la tía Pura cambiando el “tu” por “mi”: “Es mi
primo mayor, algo como el favorito de la familia. Hace años cuando éramos
pequeños jugábamos juntos y nos íbamos a caminar por los montes”.
Fue el comienzo de una encantadora atracción donde ella y su primo van
mirándose cada vez con atención más intensa; donde ella le muestra “su casa”,
donde le regala la mitad de ella en un documento que redactan los dos acla-
rando el “título de propiedad” de la Casa Abandonada y enterrándolo “bajo un
roble enclenque donde nadie jamás mira”.
El final del cuento es una red de implicaciones insinuantes donde se repi-
te la escena de la primera llegada de José Julián. El primo ha vuelto. La tía
Pura anuncia que los tíos se vuelven a mudar a San Juan después de tanto
tiempo. “Ahora vendremos la familia completa de nuevo todos los domingos”.
La narradora repite en silencio: “Todos los domingos. Vendremos la fa-
milia completa de nuevo. El coquí marca el tiempo con su canto. Lo he notado
en una fracción de segundo mientras miro a José Julián”. La voz de la tía
Pura, como en la otra escena, le está diciendo jíbara porque no le da un beso
de bienvenida a su primo. La narradora se acerca. Lo besa. Y piensa —todo
es pensamiento silencioso en ella— “Afuera de nosotros la familia celebra.
Va a venir todos los domingos”. Y nos advierte todo lo que acontecerá al
recordar: “Y nos quedamos mirándonos. Mirándonos”.
Magali García Ramis ha escrito un cuento abierto para que lo termine el
lector. Un cuento que acusa sensibilidad de madurez insólita, expresada con
destreza técnica más insólita aún en escritora que se asoma a la creación
literaria, en apariencia sin antecedentes preparatorios, con fundamentos que
desconocemos. ¿Qué hace en la “vida de afuera” todos los domingos? Con
esta impresión de augurio afortunado para nosotros, termino este cuento so-
bre el cuento contemporáneo en Puerto Rico.

233
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Rosario Ferré (1938-2016)

Nacida en Puento Rico. Obtuvo un Bachelor of Arts en Inglés y


francés en el Manhattanville College. Se matriculó en la Universidad
de Puerto Rico donde obtuvo su maestría en español y estudios lati-
noamericanos. Adquirió un doctorado en la Universidad de Maryland.
Escribió poesía, novelas y ensayos. Entre sus publiciaciones se hallan
La muñeca menor (1976), Papeles de Pandora (1976), El cuento
envenenado (1976), y Antología Personal: 1992-1976 (1994),
Duelo del lenguaje/LanguageDuel (2003), Fisuras (2006).

La Cocina de la Escritura 1
Si Aristóteles hubiera guisado,
mucho más hubiera escrito.
Sor Juana
I
De Cómo Dejarse caer de la Sartén al Fuego
A lo largo del tiempo, las mujeres narradoras han escrito por múltiples
razones: Emily Brontë escribió para demostrar la naturaleza revolucionaria de
la pasión; Virginia Woolf para exorcizar su terror a la locura y a la muerte;
Joan Didion escribe para descubrir lo que piensa y cómo piensa; Clarisse
Lispector descubre en su escritura una razón para amar y ser amada. En mi
caso, escribir es una voluntad a la vez constructiva y destructiva; una posibi-
lidad de crecimiento y de cambio. Escribo para edificarme palabra a palabra;
para disipar mi terror a la inexistencia, como rostro humano que había. En
este sentido, la frase “lengua materna” ha cobrado para mí, en años recientes,
un significado especial. Este significado se le hizo evidente a un escritor judo
llamado Juan, hace casi dos mil años, cuando empezó su libro diciendo: “En el
principio fue el Verbo”. Como evangelista, Juan era ante todo escritor, y se
refería al verbo en un sentido literario, como principio creador, sean cuales
fuesen las interpretaciones que posteriormente le adjudicó la Teología a su
célebre frase. Este significado que Juan le reconoció al Verbo yo prefiero
atribuírselo a la lengua; más específicamente, a la palabra. El verbo-padre
puede ser transitivo o intransitivo, presente, pasado o futuro, pero la palabra-
madre nunca cambia, nunca muda de tiempo. Sabemos que si confiamos en
ella, nos tomará de la mano para que emprendamos nuestro propio camino.
En realidad, tengo mucho que agradecerle a la palabra. Es ella quien me
ha hecho posible una identidad propia, que no le debo a nadie sino a mi propio
1 http://www.biblioteca.org.ar/libros/1253.pdf

234
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

esfuerzo. Es por esto que tengo tanta confianza en ella, tanta o más que tuve
en mi madre natural. Cuando pienso que todo me falla, que la vida no es más
que un teatro absurdo sobre el viento armado, sé que la palabra siempre está
ahí dispuesta a devolverme la fe en mí misma y en el mundo. Esta necesidad
constructiva por la que escribo se encuentra íntimamente relacionada a mi
necesidad de amor: escribo para reinventarme y para reinventar el mundo,
para convencerme de que todo lo que amo es eterno.
Pero mi voluntad de escribir es también una voluntad destructiva, un in-
tento de aniquilarme y de aniquilar el mundo. La palabra, como la naturaleza
misma, es infinitamente sabia, y conoce cuándo debe asolar lo caduco y lo
corrompido para edificar la vida sobre cimientos nuevos. En la medida en la
que yo participo de la corrupción del mundo, revierto contra mí misma mi
propio instrumento. Escribo porque soy una disgustada de la realidad; porque
son, en el fondo, mis profundas decepciones las que han hecho brotar en mí la
necesidad de recrear la vida, de sustituirla por una realidad más compasiva y
habitable, por ese mundo y por esa persona utópicos que también llevo dentro.
Esta voluntad destructiva por la que escribo se encuentra directamente
relacionada a mi necesidad de odio y a mi necesidad de venganza; escribo
para vengarme de la realidad y de mí misma, para perpetuar lo que me hiere
tanto como lo que me seduce. Sólo las heridas, los agravios mas profundos (lo
que implica, después de todo, que amo apasionadamente el mundo) podrán
quizá engendrar en mi algún día toda la fuerza de la expresión humana.
Quisiera hablar ahora de esa voluntad constructiva y destructiva, en rela-
ción a mi obra. El día que me senté por fin frente a mi maquinilla con la
intención de escribir mi primer cuento, sabía ya por experiencia lo difícil que
era ganar acceso a esa habitación propia con pestillo en la puerta y a esas
metafóricas quinientas libras al año que me aseguraran mi independencia y mi
libertad. Me había divorciado y había sufrido muchas vicisitudes a causa del
amor, o de lo que entonces había creído que era el amor: el renunciamiento a
mi propio espacio intelectual y espiritual, en aras de la relación con el amado.
El empeño por llegar a ser la esposa perfecta fue quizá lo que me hizo volver-
me, en determinado momento, contra mí misma; a fuerza de tanto querer ser
como decían que debía ser, había dejado de existir, había renunciado a las
obligaciones privadas de mi alma.
Entre éstas, la más importante me había parecido siempre vivir intensa-
mente. No agradecía para nada la existencia protegida, exenta de todo peligro
pero también de responsabilidad, que hasta entonces había llevado en el seno
del hogar. Deseaba vivir: experimentar el conocimiento, el arte, la aventura, el
peligro, todo de primera mano y sin esperar a que me lo contaran. En realidad,
lo que quería era disipar mi miedo a la muerte. Todos le tenemos miedo a la
muerte, pero yo sentía por ella un terror especial, el terror de los que no han

235
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

conocido la vida. La vida nos desgarra, nos hace cómplices del gozo y del
terror, pero finalmente nos consuela, nos enseña a aceptar la muerte como su
fin necesario y natural. Pero verme obligada a enfrentar la muerte sin haber
conocido la vida, sin atravesar su aprendizaje, me parecía una crueldad imper-
donable. Era por eso, me decía, que los inocentes, los que mueren sin haber
vivido, sin tener que rendir cuentas por sus propios actos, todos van a parar al
Limbo. Me encontraba convencida de que el Paraíso era de los buenos y el
Infierno de los malos, de esos hombres que se habían ganado arduamente la
salvación o la condena, pero que en el Limbo sólo había mujeres y niños, que
ni siquiera sabíamos cómo habíamos llegado hasta allí.
El día de mi debut como escritora, permanecí largo rato sentada frente a
mi maquinilla, rumiando estos pensamientos. Escribir mi primer cuento signifi-
caba, inevitablemente, dar mi primer paso en dirección del Cielo o del Infier-
no, y aquella certidumbre me hacía vacilar entre un estado de euforia y de
depresión. Era casi como si me encontrara a punto de nacer, asomando tími-
damente la cabeza por las puertas del Limbo. Si la voz me suena falsa, me
dije, si la voluntad me falla, todos mis sacrificios habrían sido en vano. Habré
renunciado tontamente a esa protección que, no empece sus desventajas, me
proporcionaba el ser una buena esposa y ama de casa, y habré caído mereci-
damente de la sartén al fuego.
Virginia Woolf y Simone de Beauvoir eran para mí en aquellos tiempos
algo así como mis evangelistas de cabecera; quería que ellas me enseñaran a
escribir bien, o a lo menos a no escribir mal. Leía todo lo que habían escrito
como una persona sana que se toma todas las noches antes de acostarse
varias cucharadas de una pócima salutifera, que le imposibilitara morir de
toda aquella plaga de males de los cuales, según ellas, habían muerto la mayo-
ría de las escritoras que las habían precedido, y aun muchas de sus contempo-
ráneas. Tengo que reconocer que aquellas lecturas no hicieron mucho por
fortalecer mi aún recienacida y tierna identidad de escritora. El reflejo de mi
mano era todavía el de sostener pacientemente el sartén sobre el fuego, y no
el de blandir con agresividad la pluma a través de sus llamas, y tanto Simone
como Virginia, bien que reconociendo los logros que habían alcanzado hasta
entonces las escritoras, las criticaban bastante acerbamente. Simone opinaba
que las mujeres insistían con demasiada frecuencia en aquellos temas consi-
derados tradicionalmente femeninos, como por ejemplo la preocupación con
el amor, o la denuncia de una educación y de unas costumbres que habían
limitado irreparablemente su existencia. Justificados como estaban estos te-
mas, reducirse a ellos significaba que no se había internalizado adecuadamen-
te la capacidad para la libertad. “El arte, la literatura, la filosofía”, me decía
Simone, “son intentos de fundar el mundo sobre una nueva libertad humana: la

236
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

del creador individual, y para lograr esta ambición (la mujer) deberá antes que
nada asumir el estatus de un ser que posee la libertad”.
En su opinión, la mujer debería ser constructiva en su literatura, pero no
constructiva de realidades interiores sino de realidades exteriores, principal-
mente históricas y sociales. Para Simone la capacidad intuitiva, el contacto
con las fuerzas de lo irracional, la capacidad para la emoción, eran talentos
muy importantes, pero también en cierta forma eran talentos de segunda ca-
tegoría. El funcionamiento del mundo, el orden de los eventos políticos y so-
ciales que determinan el curso de nuestras vidas están en manos de quienes
toman sus decisiones a la luz del conocimiento y de la razón, me decía Simone,
y no de la intuición y de la emoción, y era de estos temas que la mujer debería
de ocuparse en adelante en su literatura.
Virginia Woolf, por otro lado, vivía obsesionada por una necesidad de
objetividad y de distancia que, en su opinión, se había dado muy pocas veces
en la escritura de las mujeres. De las escritoras del pasado, Virginia salvaba
sólo a Jane Austen y a Emily Brontë, porque sólo ellas habían logrado escribir,
como Shakespeare, “con todos los obstáculos quemados”. “Es funesto para
todo aquel que escribe pensar en su sexo, me decía Virginia, y es funesto para
una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abrogar, aun con justicia, una
causa, hablar, en fin, conscientemente como una mujer. En los libros de esas
escritoras que no logren librarse de la c6lera había deformaciones, desviacio-
nes. Escribirá alocadamente en lugar de escribir con sensatez. Hablará de sí
misma, en lugar de hablar de sus personajes. Está en guerra con su suerte.
¿Cómo podrá evitar morir joven, frustrada, contrariada?” Para Virginia, evi-
dentemente, la literatura femenina no debería de ser jamás destructiva o ira-
cunda, sino tan armoniosa y translúcida como la suya propia.
Había, pues, escogido mi tema: nada menos que el mundo; así como mi
estilo, nada menos que un lenguaje absolutamente neutro y, ecuánime, consa-
grado a hacer brotar la verosimilitud del tema, tal y como me lo habían acon-
sejado Simone y Virginia. Sólo faltaba ahora encontrar el cabo de mi hilo,
descubrir esa ventana personalísima, de entre las miles que dice Henry James
que tiene la ficción, por la cual lograría entrar en mi tema: la ventana de mi
anécdota. Pensé que lo mejor sería escoger una anécdota histórica; algo rela-
cionado, por ejemplo, a lo que significó para nuestra burguesía el cambio de
una sociedad agraria, basada en el monocultivo de la caña, a una sociedad
urbana o industrial; así como la pérdida de ciertos valores que aquel cambio
había conllevado a comienzos de siglo: el abandono de la tierra; el olvido de un
código de comportamiento patriarcal, basado en la explotación, pero también
a veces en ciertos principios de ética y de caridad cristiana sustituidos por un
nuevo código mercantil y utilitario que nos llegó del norte; el surgimiento de

237
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

una nueva clase profesional, con sede en los pueblos, que muy pronto despla-
zó a la antigua oligarquía cañera como clase dirigente.
Una anécdota basada en aquellas directrices me parecía excelente en
todos los sentidos: no había allí posibilidad alguna de que se me acusara de
construcciones ni de destrucciones inútiles, no había nada más alejado de los
latosos conflictos femeninos que un argumento como aquél. Escogido por fin
el contexto de mi trama, coloqué las manos sobre la maquinilla, dispuesta a
comenzar a escribir. Bajo mis dedos temblaban, prontas a saltar adelante, las
veintiséis letras del alfabeto latino, como las cuerdas de un poderoso instru-
mento. Pasó una hora, pasaron dos, pasaron tres, sin, que una sola idea cruza-
ra el horizonte pavorosamente límpido de mi mente. Había tantos datos, tantos
sucesos novelables en aquel momento de nuestro devenir histórico, que no
tenía la menor idea de por dónde debería empezar. Todo me parecía digno, no
ya de un cuento que indudablemente seria torpe y de principiante, sino de una
docena de novelas aún por escribir.
Decidí tener paciencia y no desesperar, pasarme toda la noche en vela si
fuere necesario. La madurez lo es todo, me dije, y aquí era, no debía olvidarlo,
mi primer cuento. Si me concentraba lo suficiente encontraría por fin el cabo
de mi anécdota. Comenzaba ya a amanecer, y el sol había teñido de púrpura la
ventana de mi estudio, cuando, rodeada de ceniceros que más bien parecían
depósitos de un crematorio de guerra, así como de tazas de café frío que
recordaban las almenas de una ciudad inútilmente sitiada, me quedé profun-
damente dormida sobre las teclas aún silenciosas de mi maquinilla. Aquella
Noche Triste me convenció de que jamás escribiría mi primer cuento. Afortu-
nadamente, la lección más compasiva que me ha enseñado la vida es que, no
importa los reveses a los que uno se ve obligado a enfrentarse, ella nos sigue
viviendo, y aquella derrota, después de todo nada tenía que ver con mi amor
por el cuento. Si no podía escribir un cuento, al menos podía escucharlos y en
la vida diaria he sido siempre ávida escucha de cuentos. Los cuentos orales,
los que me cuenta la gente en la calle, son siempre los que más me interesan,
y me maravilla el hecho de que quienes me los cuentan suelen estar ajenos a
que lo que me están contando es un cuento. Algo similar me sucedió, algunos
días más tarde, cuando me invitaron a almorzar en casa de mi tía.
Sentada a la cabecera de la mesa, mientras dejaba caer en su taza de té
una lenta cucharada de miel, escuché a mi tía comenzar a contar un cuento.
La historia había tomado lugar en una lejana hacienda de caña, a comienzos
de siglo, dijo, y su heroína era una parienta lejana suya que confeccionaba
muñecas rellenas de aquel líquido. La extraña señora había sido víctima de su
marido, un tarambana y borrachín que había dilapidado irremediablemente su
fortuna, para luego echarla de la casa y amancebarse con otra. La familia de
mi tía respetando las costumbres de entonces, le había ofrecido techo y sus-

238
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tento, a pesar de que para aquellos tiempos la hacienda de caña en que vivían
se encontraba al borde de la ruina. Había sido para corresponder a aquella
generosidad que se había dedicado a confeccionarle a las hijas de la familia
muñecas rellenas de miel.
Poco después de su llegada a la hacienda, la parienta, que aún era joven
y hermosa, había desarrollado un extraño padecimiento: la pierna derecha
había comenzado a hinchárselo sin motivo evidente, y sus familiares decidie-
ron mandar a buscar al médico del pueblo cercano para que la examinara. El
médico, un joven sin escrúpulos, recién graduado de una universidad extranje-
ra, enamoró primero a la joven, y diagnosticó luego falsamente que su mal era
incurable. Aplicándole emplastos de curandero, la condenó a vivir inválida en
un sillón, mientras la despojaba sin compasión del poco dinero que la desgra-
ciada había logrado salvar de su matrimonio. El comportamiento del médico
me pareció, por supuesto, deleznable, pero lo que más me conmovió de aque-
lla historia no fue su canallada, sino la resignación absoluta con la cual, en
nombre del amor, aquella mujer se había dejado explotar durante veinte años.
No voy a repetir aquí el resto de la historia que me hizo mi tía aquella
tarde, porque se encuentra recogida en “La muñeca menor”, mi primer cuen-
to. Claro, que no lo conté con las mismas palabras con las que me lo relató
ella, ni repitiendo su ingenuo panegírico de un mundo afortunadamente des-
aparecido, en que los jornaleros de la caña morían de inanición mientras las
hijas de los hacendados jugaban con muñecas rellenas de miel. Pero aquella
historia escuchada a grandes rasgos, cumplía con los requisitos que me había
impuesto: trataba de la ruina de una clase y de su sustitución por otra, de la
metamorfosis de un sistema de valores basados en el concepto de la familia,
por unos intereses de lucro y aprovechamiento personales, resultado de una
visión del mundo inescrupulosa y utilitaria.
Encendida la mecha, aquella misma tarde me encerré en mi estudio y no
me detuve hasta que aquella chispa que bailaba frente a mis ojos se detuvo
justo en el corazón de lo que quería decir. Terminado mi cuento, me recliné
sobre la silla para leerlo completo, segura de haber escrito un relato sobre un
tema objetivo, absolutamente depurado de conflictos femeninos y de alcance
trascendental, cuando me di cuenta de que todos mis cuidados habían sido en
vano. Aquella parienta extraña, víctima de un amor que la había sometido dos
veces a la explotación del amado, se había quedado con mi cuento, reinaba en
él como una vestal trágica e implacable. Mi tema, bien que encuadrado en el
contexto histórico y sociopolítico que me había propuesto, seguía siendo el
amor, la queja, y ¡ay! era necesario reconocerlo, hasta la venganza. La ima-
gen de aquella mujer, balconeándose años enteros frente al cañaveral con el
corazón roto, me había tocado en lo más profundo. Era ella quien me había
abierto por fin la ventana, antes tan herméticamente cerrada, de mi cuento.

239
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Había traicionado a Simone, escribiendo una vez más sobre la realidad


interior de la mujer, y había traicionado a Virginia, dejándome llevar por la ira,
por la cólera que me produjo aquella historia. Confieso que estuve a punto de
arrojar mi cuento al cesto de la basura, deshacerme de aquella evidencia que,
en la opinión de mis evangelistas de cabecera, me identificaba con todas las
escritoras que se habían malogrado trágicamente en el pasado y en el presen-
te. Por suerte no lo hice; lo guardé en un cajón de mi escritorio en espera de
mejores tiempos, de ese día en que quizá llegase a comprenderme mejor a mí
misma.
Han pasado diez años desde que escribí “La muñeca menor”, y he escri-
to muchos cuentos desde entonces; creo que ahora puedo objetivar con ma-
yor madurez las lecciones que aprendí aquel día. Me siento menos culpable
hacia Simone y hacia Virginia, porque he descubierto que, cuando uno intenta
escribir un cuento (o un poema, o una novela), detenerse a escuchar consejos,
aun de aquellos maestros que uno más admira, tiene casi siempre como resul-
tado la parálisis de la lengua y de la imaginación. Hoy sé por experiencia que
de nada vale escribir proponiéndose de antemano construir realidades exte-
riores, tratar sobre temas universales y objetivos, si uno no construye primero
su realidad interior; de nada vale intentar escribir en un estilo neutro, armonio-
so, distante, si uno no tiene primero el valor de destruir su realidad interior. Al
escribir sobre sus personajes, un escritor escribe siempre sobre sí mismo, o
sobre posibles vertientes de sí mismo, ya que, como a todo ser humano, ningu-
na virtud o pecado le es ajeno.
Al identificarme con la extraña parienta de “La muñeca menor”, yo ha-
bía hecho posible ambos procesos; por un lado había reconstruido, en su des-
ventura, mi propia desventura amorosa, y por otro lado, al darme cuenta de
cuales eran sus debilidades y sus fallas (su pasividad, su conformidad, su
aterradora resignación), la había destruido en mi nombre. Aunque es posible
que también la haya salvado. En cuentos posteriores, mis heroínas han logra-
do ser más valerosas y más libres, más enérgicas y positivas, quizá porque
nacieron de las cenizas de “La muñeca menor”. Su decepción fue, en todo
caso, lo que me hizo caer, de la sartén, al fuego de la literatura.

II
De Cómo Salvar Algunas Cosas En Medio Del Fuego
He contado aquí cómo fue que escribí mi primer cuento, y quisiera ahora
describir cuáles son las satisfacciones que descubro hoy en ese quehacer
cuya iniciación me fue, en un momento dado, tan dolorosa. La literatura es un
arte contradictorio, quizá el más contradictorio que existe: por un lado es el
resultado de una entrega absoluta de la energía, de la inteligencia, pero sobre

240
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

todo de la voluntad, a la tarea creativa, y por otro lado tiene muy poco que ver
con la voluntad, porque el escritor nunca escoge sus temas, sino que sus
temas lo escogen a él. Es entre estos dos polos o antípodas que se fecunda la
obra literaria, y en ellos tienen también su origen las satisfacciones del escri-
tor. En mi caso, éstas consisten de una voluntad de hacerme útil y de una
voluntad de gozo.
La primera (relaciona a mis temas, a mi intento de sustituir el mundo en
que vivo por ese mundo utópico que pienso) es una voluntad curiosa porque es
una voluntad a posteriori. La voluntad de hacerme útil, tanto en cuanto al
dilema femenino, como en cuanto a los problemas políticos y sociales que
también me atañen, me es absolutamente ajena cuando empiezo a escribir un
cuento, no obstante la claridad con que la percibo una vez terminada mi obra.
Tan imposible me resulta proponerme ser útil a tal o cuál causa, antes de
comenzar a escribir, como me resulta declarar mi adhesión a tal o cual credo
religioso, político o social. Pero el lenguaje creador es como la creciente pode-
rosa de un río, cuyas mareas laterales atrapan las lealtades y las convicciones,
y el escritor se ve siempre arrastrado por su verdad.
Es ineludible que mi visión del mundo tenga mucho que ver con la des-
igualdad que sufre todavía la mujer en nuestra edad moderna. Uno de los
problemas que más me preocupa sigue siendo la incapacidad que ha demos-
trado la sociedad para resolver eficazmente su dilema, los obstáculos que
continúa oponiéndole en su lucha por lograrse a sí misma, tanto en su vida
privada como en su vida pública. Quisiera tocar aquí someramente, entre la
enorme gama de tópicos posibles relacionados a este tema, el asunto de la
obscenidad en la literatura femenina.
Hace algunos meses, en la ocasión de un banquete en conmemoración
del centenario de Juan Ramón Jiménez, se me acercó un célebre crítico, de
cabellera ya plateada por los años, para hablarme, frente a un grupo nutrido
de personas, sobre mis libros. Con una sonrisa maliciosa, y guiñándome un ojo
que pretendía ser cómplice, me preguntó, en un tono titilante y cargado de
insinuación, si era cierto que yo escribía cuentos pornográficos y que, de ser
así, se los enviara, porque quería leerlos. Confieso que en aquel momento no
tuve, quizá por excesiva consideración a unas canas que a distancia se me
antojan verdes, el valor de mentarle respetuosamente a su padre, pero el
suceso me afectó profundamente. Regresé a mi casa deprimida, temerosa de
que se hubiese corrido el rumor, entre críticos insignes, de que mis escritos no
eran otra cosa que una transcripción más o menos artística de la Historia
de 0.
Por supuesto que no le envié al egregio crítico mis libros, pero pasada la
primera impresión desagradable, me dije que aquel asunto de la obscenidad en

241
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la literatura femenina merecía ser examinado más de cerca. Convencida de


que el anciano caballero no era sino un ejemplar de una raza ya casi extinta de
críticos abiertamente sexistas, que defienden la literatura como si ésta se
tratara de un feudo masculino y privado, decidí olvidarme del asunto, y volver
aquel pequeño agravio en mi provecho.
Comencé entonces a leer todo lo que caía en mis manos sobre el tema de
la obscenidad en la narrativa femenina. Gran parte de la crítica sobre la narra-
tiva femenina se encuentra hoy formulada por mujeres, y éstas suelen enfo-
car el problema de la mujer desde ángulos muy diversos; el marxista, el froi-
diano, o el ángulo de la revolución sexual. Pese a sus diversos enfoques, las
críticas femeninas, tanto Sandra Gilbert y Susan Gubart en The Madwoman
in the Attic, por ejemplo, como Mary Ellen Moers en Literary Women; como
Patricia Meyer Spacks en The Feminine Imagination o Erica Jong en sus
múltiples ensayos parecían estar de acuerdo en lo siguiente: la violencia, la ira,
la inconformidad ante su situación, había generado gran parte de la energía
que había hecho posible la narrativa femenina durante siglos. Comenzando
con la novela gótica del siglo XVIII cuya máxima exponente fue Mrs. Radcli-
ffe, y pasando por las novelas de las Brontë, por el Frankenstein de Mary
Shelley, por The Mill on the Floss de George Eliot, así como por las novelas
de Jean Rhys, Edith Wharton y hasta las de Virginia Woolf (y ¿qué otra cosa
es Mrs. Dalloway sino una interpretación sublimada, poética, pero no por eso
menos irónica y acusatoria de la frívola vida de la anfitriona social?), la narra-
tiva femenina se había caracterizado por un lenguaje a menudo agresivo y
delator. Iracundas y rebeldes habían sido todas, aunque alguna más irónica,
más sabia y veladamente que otras.
Una cosa, sin embargo, me llamó la atención de aquellas críticas: el silen-
cio absoluto que guardaban, en sus respectivos estudios, sobre el uso de la
obscenidad en la literatura contemporánea. Ninguna de ellas abordaba el tema,
pese al hecho de que el empleo de un lenguaje sexualmente proscrito en la
literatura femenina me parecía hoy uno de los resultados inevitables de una
corriente de violencia que había abarcado ya varios siglos. Y no era que las
escritoras no se hubiesen servido de él: entre las primeras novelistas que
emplearon un lenguaje obsceno, de las que publicaron sus novelas en los Es-
tados Unidos luego de levantados los edictos contra el Ulysses, en 1933, por
ejemplo, se encontraron Iris Murdoch, Doris Lessing y Carson McCullers,
quienes le dieron por primera vez un empleo desenvuelto y desinhibido al
verbo “joder”. Erica Jong, por otro lado, se había hecho famosa precisamente
por el uso de un vocabulario agresivamente impúdico en sus novelas, pero del
cual jamás hacía mención en sus bien educados y respetuosos ensayos sobre
la literatura femenina contemporánea.

242
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Entrar aquí a fondo en este tema, con todas sus implicaciones sociológi-
cas (y aún políticas), resultaría imposible y mi propósito al abordarlo no fue
sino dar un ejemplo de esa voluntad de hacerme útil como escritora, de la cual
me doy cuenta siempre a posteriori. Cuando el insigne crítico me abordó en
aquel banquete señalando mi fama como militante de la literatura pornográfi-
ca, nunca me había preguntado cuál era la meta que me proponía al emplear
un lenguaje obsceno en mis cuentos. Al darme cuenta de la persistencia con
que la crítica femenina contemporánea circunvalaba el escabroso tema, mi
intención se me hizo clara: mi propósito había sido precisamente el de volver
esa arma, la del insulto sexualmente humillante, y bochornoso, blandida duran-
te tantos siglos contra nosotras, contra esa misma sociedad, contra sus prejui-
cios ya caducos e inaceptables.
Si la obscenidad había sido tradicionalmente empleada para degradar y
humillar a la mujer, me dije, ésta debería de ser doblemente efectiva para
redimirla. Si en mi cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, o en
“De tu lado al Paraíso”, por ejemplo, el lenguaje obsceno ha servido para que
una sola persona se conmueva ante la injusticia que implica la exploración
sexual de la mujer, no me importa que me consideren una escritora pornográ-
fica. Me siento satisfecha porque habré cumplido cabalmente con mi voluntad
de hacerme útil.
Pero mi voluntad de hacerme útil así como mi voluntad constructiva y
destructiva, no son sino las dos caras de una misma moneda: ambas se en-
cuentran inseparablemente unidas por una tercera necesidad, que conforma
la pestaña resplandeciente de su borde: mi voluntad de gozo. Escribir es para
mi un conocimiento corporal, la prueba irrefutable de que mi forma humana
(individual y colectiva) existe y a la vez un conocimiento intelectual, el descu-
brimiento de una forma que me precede. Es sólo a través del gozo que logra-
mos dejar cifrado, en el testimonio de lo particular, la experiencia de lo gene-
ral, el testimonio de nuestra historia y de nuestro tiempo. Y a ese cuerpo del
texto, como bien sabía Neruda (para quien no existían las palabras púdicas ni
las impúdicas, las palabras obscenas, ni las gazmoñas, sino las palabras ama-
das) sólo puede dárselo forma a través del gozo, disolviendo la piel que separa
la palabra “piel” de la piel del cuerpo.
Esta condición álgida, ese gozo encandilado que se establece entre el
escritor (o la escritora) y la palabra, no se logra jamás al primer intento. El
deseo está ahí, pero el gozo es esquivo y nos elude, se nos escurre adherido a
los vellos de la palabra, se cuela por entre sus intersticios, se cierra a veces,
como el mori vivi, al menor contacto. Pero si al principio la palabra se muestra
fría, indiferente, ausente a los requerimientos del escritor, situación que inevi-
tablemente lo sume en la desesperación más negra, a fuerza de tajarla y

243
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

bajarla, amarla y maltratarla, ésta va poco a poco cobrando calor y movimien-


to, comienza a respirar y a palpitar bajo sus dedos, hasta que se apropia, ella a
su vez, de su deseo, de la implacable necesidad de ser colmada. La palabra se
vuelve entonces tirana, reina en cada sílaba y en cada pensamiento del escri-
tor, ocupa cada minuto de su día y de su noche, le prohíbe abandonarla hasta
que esa forma que ha despertado en ella y que ella, ahora, también intuye,
alcance a encarnar. El secreto del conocimiento corporal del texto se encuen-
tra, en fin, en la voluntad de gozo y es esa voluntad la que le hace posible al
autor cumplir con sus otras voluntades, con su voluntad de hacerse útil, o con
su voluntad de construir y de destruir el mundo.
El segundo conocimiento que implica para mí la inmediatez al cuerpo del
texto es un conocimiento intelectual, resultado directo de esa incandescencia
a la que me precipita el deseo del texto. En todo escritor o escritora, en todo
artista, existe un sexto sentido que le indica cuando ese cuerpo que ha venido
trabajando ha adquirido ya la forma definitiva que debería tener. Alcanzado
ese punto, una sola palabra de más (una sola nota, una sola línea), causaría
que esa chispa o estado de gracia, consecuencia de la amorosa lucha entre él
y su obra, se extinga irremediablemente. Ese momento es siempre un mo-
mento de asombro y de reverencia: Marguerite Yourcenar lo compara a ese
momento misterioso en que el panadero sabe que debe ya de dejar de amasar
su pan, Virginia Woolf lo define como el instante en que siente la sangre fluir
de punta a punta por el cuerpo de su texto. La satisfacción que me proporcio-
na ese conocimiento, cuando termino de escribir un cuento, es lo más valioso
que he logrado salvar del fuego de la literatura.

III
De cómo alimentar el fuego
Quisiera ahora hablar un poco de ese combustible misterioso que alimen-
ta toda literatura: el combustible de la imaginación. Me interesa este tema por
dos razones: por el curioso escepticismo que a menudo descubro, entre el
público en general, en cuanto a la existencia de la imaginación; y por la impor-
tancia que suele dárselo, entre legos y profesionales de la literatura, a la expe-
riencia autobiográfica del escritor. Una de las preguntas que más a menudo
me han hecho, tanto extraños como amigos, es cómo pude escribir sobre
Isabel la Negra, una famosa ramera de Ponce (el pueblo del cual soy oriunda)
sin haberla conocido nunca. La pregunta me resulta siempre sorprendente,
porque implica una dificultad bastante generalizada para establecer unos lími-
tes entre la realidad imaginada y la realidad vivencial, o quizá esta dificultad
no sea sino la de comprender cuál es la naturaleza intrínseca de la literatura.
A mí jamás se me hubiese ocurrido, por ejemplo, preguntarle a Mary Shelley

244
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

si, en sus pageos por los bucólicos senderos que rodean el lago de Ginebra, se
había topado alguna vez con un monstruo muerto-vivo de diez pies de altura,
pero quizá esto se debió a que, cuando leí por primera vez a Frankenstein, yo
era sólo una niña, y Mary Shelley llevaba ya muerta más de cien años. Al
principio pensé que aquella pregunta ingenua era comprensible en nuestra
isla, en un público poco acostumbrado a leer ficción, pero cuando varios críti-
cos me preguntaron si había llegado a conocer personalmente a Isabel la
Negra, o si alguna vez había visitado su prostíbulo (sugerencia que inevitable-
mente me hacía sonrojar con violencia), me dije que la dificultad para recono-
cer la existencia de la imaginación era un mal de mayor alcance.
Siempre me había parecido que la crítica contemporánea le daba dema-
siada importancia al estudio de la vida de los escritores, pero aquella insisten-
cia en la naturaleza impúdicamente autobiográfica de mis relatos me confirmó
en mis temores. La importancia que han cobrado hoy los estudios biográficos
parece basarse en la premisa de que la vida de los escritores hace de alguna
manera más comprensible sus obras, cuando en realidad es a la inversa. La
obra del escritor, una vez terminada, adquiere una independencia absoluta de
su creador, y sólo puede relacionarse con él en la medida en que le da un
sentido profundo o superficial a su vida. Pero este tipo de exégesis de la obra
literaria, bastante común hoy en los estudios de la literatura masculina, lo es
mucho más en los estudios sobre la literatura femenina. Los tomos que se han
publicado recientemente sobre la vida de las Brontë por ejemplo, o sobre la
vida de Virginia Woolf, exceden sin duda los tomos de las novelas de éstas.
Tengo la solapada sospecha de que este interés en los datos biográficos de las
escritoras tiene su origen en el convencimiento de que las mujeres son más
incapaces de la imaginación que los hombres, y de que sus obras ejercen por
lo tanto un pillaje más inescrupuloso de la realidad que la de sus compañeros
artistas.
La dificultad para reconocer la existencia de la imaginación tiene en el
fondo un origen social. La imaginación implica juego, irreverencia ante lo
establecido, el atreverse a inventar un posible orden, superior al existente, y
sin éste juego la literatura no existe. Es por esto que la imaginación (como la
obra literaria) es siempre subversiva. Como Octavio Paz, creo que existe algo
terriblemente soez en la mente moderna, que tolera “toda suerte de mentiras
indignas en la vida real, y toda suerte de realidades indignas”, pero no soporta
la existencia de la fábula. Esto se refleja en la manera en que la literatura es
enseñada en nuestras universidades. Existe hoy, como ha existido siempre, un
acercamiento principalmente analítico al quehacer literario. En nuestros cen-
tros docentes se analiza de mil maneras la obra escrita: según las reglas del
estructuralismo, de la sociología, de la estilística, semiótica y de muchas es-

245
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cuelas más. Cuando se ha terminado con ella, se la ha vuelto al derecho y al


revés, se la ha fragmentado hasta el punto de no quedar de ella otra cosa que
una nube de sememas y de morfemas que flotan a nuestro alrededor. Es
como si la obra literaria hubiera que dignificarla, desentrañándole, como a un
reloj cuyos mecanismos se desmontan, sus secretas arandelas y tuercas, cuando
lo importante no es tanto cómo ésta funciona sino cómo marca el tiempo. La
enseñanza de la literatura en nuestra sociedad es admisible sólo desde el
punto de vista del crítico; ser un especialista, un desmontador de la literatura,
es un estatus dignificante y remunerante. Ser un escritor, sin embargo, jugar
con la imaginación, con la posibilidad del cambio, es un quehacer subversivo,
no es ni dignificante ni remunerante. Es por esto que en nuestros centros
docentes se ofrecen tan pocos cursos de creación literaria, y es por esto que
los escritores se ven, en la mayoría de los casos, obligados a ganarse la vida
en otras profesiones, escribiendo literalmente “por amor al arte”.
Aprender a escribir (no a hacer crítica literaria) es un quehacer mágico,
pero también muy específico. También el conjuro tiene sus recetas, y los
encantadores miden con precisión y exactitud la medida exacta de hechizo
que es necesario añadir al caldero de sus palabras. Las reglas de cómo escri-
bir un cuento, una novela o un poema, reglas para nada secretas, están ahí,
salvadas para la eternidad en vasos cópticos por los críticos, pero de nada le
valen al escritor si éste no aprende a usarlas.
La primera lección que los estudiosos de literatura deberían de aprender
hoy en nuestras universidades es, no sólo que la imaginación existe, sino que
ésta es el combustible más poderoso que alimenta toda ficción. Es por medio
de la imaginación que el escritor transforma esa experiencia que constituye la
principal cantera de su obra, su experiencia autobiográfica, en materia de
arte.

IV
De cómo lograr la verdadera sabiduría de los guisos
Quisiera ahora tocar directamente el tema al cual le he estado dando
vueltas y más vueltas al fondo de mi cacerola desde el comienzo de este
ensayo. El tema es hoy sin duda un tema borbolleante y candente, razón por la
cual todavía no me había atrevido a ponerlo ante ustedes sobre la mesa. ¿Existe,
al fin y al cabo, una escritura femenina? ¿Existe una literatura de mujeres.
radicalmente diferente a la de los hombres? ¿Y si existe, ha de ser ésta apa-
sionada e intuitiva, fundamentada sobre las sensaciones y los sentimientos,
como quería Virginia, o racional y analítica, inspirada en el conocimiento histó-
rico social y político, como quería Simone? Las escritoras de hoy, ¿hemos de
ser defensoras de los valores femeninos en el sentido tradicional del término,

246
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

y cultivar una literatura armoniosa, poética, pulcra, exenta de obscenidades, o


hemos de ser defensoras de los valores femeninos en el sentido moderno,
cultivando una literatura combativa, acusatoria, incondicionalmente realista y
hasta obscena? ¿Hemos de ser, en fin, Cordelias,o Lady Macbeths? ¿Doro-
teas o Medeas?
Decía Virginia Woolf que su escritura era siempre femenina, que no po-
día ser otra cosa que femenina, pero que la dificultad estaba en definir el
término. A pesar de no estar de acuerdo con muchas de sus teorías, me en-
cuentro absolutamente de acuerdo con ella en esto. Creo que las escritoras de
hoy tenemos, ante todo, que escribir bien, y que esto se logra únicamente
dominando las técnicas de la escritura. Un soneto tiene sólo catorce líneas, un
número específico de sílabas y una rima y un metro determinados, y es por
ello una forma neutra, ni femenina ni masculina, y la mujer se encuentra tan
capacitada como el hombre para escribir un soneto perfecto. Una novela
perfecta, como dijo Rilke, ha de ser construida ladrillo a ladrillo, con infinita
paciencia, y por ello tampoco tiene sexo, y puede ser escrita tanto por una
mujer como por un hombre. Escribir bien, para la mujer, significa sin embargo
una lucha mucho más ardua que para el hombre: Flaubert re-escribió siete
veces los capítulos de Madame Bovary, pero Virginia Woolf re-escribió ca-
torce veces los capítulos de Las olas, sin duda el doble de veces que Flaubert
porque era una mujer, y sabía que la crítica sería doblemente dura con ella.
Lo que quiero decir con esto puede que huela a herejía, a cocimiento
pernicioso y mefítico, pero este ensayo trata, después de todo, de la cocina de
la escritura. Pese a mi metamorfosis de ama de casa en escritora, escribir y
cocinar a menudo se me confunden, y descubro unas correspondencias sor-
prendentes entre ambos términos. Sospecho que no existe una escritura fe-
menina diferente a la de los hombres. Insistir en que si existe implicaría para-
lelamente la existencia de una naturaleza femenina, distinta a la masculina,
cuando lo más lógico me parece insistir en la existencia de una experiencia
radicalmente diferente. Si existiera una naturaleza femenina o masculina, esto
implicaría unas capacidades distintas en la mujer y en el hombre, en cuanto a
la realización de una obra de arte, por ejemplo, cuando en realidad sus capa-
cidades son las mismas, porque éstas son ante todo fundamentalmente huma-
nas.
Una naturaleza femenina inmutable, una mente femenina definida petua-
mente por su sexo, justificaría la existencia de un estilo femenino inalterable,
caracterizado por ciertos rasgos de estructura y lenguaje que sería fácil reco-
nocer en el estudio de las obras escritas por las mujeres en el pasado y en el
presente. Pese a las teorías que hoy abundarían al respecto, creo que estos
rasgos son debatibles. Las novelas de Jane Austen, por ejemplo, eran novelas

247
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

racionales, estructuras meticulosamente cerradas y lúdcidas, diametralmente


opuestas a las novelas diabólicas, misteriosas y apasionadas de su contempo-
ráneo, Emily Brontë. Y las novelas de ambas no pueden ser más diferentes de
las novelas abiertas, fragmentadas y psicológicamente sutiles de escritoras
modernas como Clarisse Lispector o Elena Garro. Si el estilo es el hombre, el
estilo es también la mujer, y éste difiere profundamente no sólo de ser humano
a ser humano, sino también de obra a obra.
En lo que sí creo que se distingue la literatura femenina de la masculina
es en cuanto a los temas que la obseden. Las mujeres hemos tenido en el
pasado un acceso muy limitado al mundo de la política de la ciencia o de la
aventura, por ejemplo, aunque hoy esto esta cambiando. Nuestra literatura se
encuentra a menudo determinada por una relación inmediata a nuestros cuer-
pos: somos nosotras las que gestamos a los hijos y las que los damos a luz, las
que los alimentamos y nos ocupamos de su supervivencia. Este destino que
nos impone la naturaleza nos coarta la movilidad y nos crea unos problemas
muy serios en cuanto intentamos reconciliar nuestras necesidades emociona-
les con nuestras necesidades profesionales. Pero también nos pone en con-
tacto con las misteriosas fuerzas generadoras de la vida. Es por esto que la
literatura de las mujeres se ha ocupado en el pasado, mucho más que la de los
hombres, de experiencias interiores, que tienen poco que ver con lo histórico,
con lo social y con lo político. Es por esto también que su literatura es más
subversiva que la de los hombres, porque a menudo se atreve a bucear en
zonas prohibidas, vecinas a lo irracional, a la locura, al amor v a la muerte;
zonas que, en nuestra sociedad racional y utilitaria, resulta a veces peligros
reconocer que existen. Estos temas interesan a la mujer, sin embargo, no
porque ésta posea una naturaleza diferente, sino porque son el cosecho pa-
ciente y minucioso de su experiencia. Y esta experiencia, así como la del
hombre, hasta cierto punto puede cambiar; puede enriquecerse, ampliarse.
Sospecho, en fin, que el interminable debate sobre si la escritura femenina
existe o no existe es hoy un debate insubstancial y vano. Lo importante no es
determinar si las mujeres debemos escribir con una estructura abierta o con
una estructura cerrada, con un lenguaje poético o con un lenguaje obsceno,
con la cabeza o con el corazón. Lo importante es aplicar esa lección funda-
mental que aprendimos de nuestras madres, las primeras, después de todo, en
enseñarnos a bregar con fuego: el secreto de la escritura, como el de la buena
cocina, no tiene absolutamente nada que ver con el sexo, sino con la sabiduría
con que se combinan los ingredientes.

248
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Norma Valle Ferrer (1948)

Nace en 1948. Periodista, historiadora y conferenciante, pionera de


los cursos de periodismo, comunicación y género en la Universidad
de Puerto Rico, Escuela de Comunicación. Maestría en historia y
estudios puertorriqueños por el Centro de Estudios Avanzados de Puerto
Rico y el Caribe, así como un Doctorado en concentración en historia
de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, Puerto Rico, por el Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Entre sus publica-
ciones se hallan, El Abc de un periodismo no sexista, coautora con
las periodistas Berta Hiriart y Ana María Amado (1996), Luisa Ca-
petillo, historia de una mujer proscrita (1998), Luisa Capetillo,
obra completa, “Mi Patria es la Libertad”. Introducción, anota-
ciones y edición. (2008), Educación y feminismo en la obra de
Eugenio María de Hostos (2010). Espacio para la igualdad, Avan-
zan las mujeres en el periodismo (2014), El activismo político de
Luisa Capetillo (2014).

Las mujeres periodistas y la globalización 1


El tema es omnímodo, Las mujeres periodistas y la globalización... pero
no por eso deja de ser fascinante; y tal vez por esta razón primordial, y porque
me permite a mí, que soy una apasionada del periodismo y de la causa de las
mujeres, hacer una serie de disquisiciones sobre el tema, es que lo abordo
desde la perspectiva de las teorías de la comunicación. Espero explicarles
primero una problemática teórica, luego un cuerpo de datos inéditos que son
los hallazgos de una investigación que he realizado recientemente. Espero
ofrecerles más que conclusiones certeras, una serie de ideas que les inviten a
reflexionar y que se abran los laberintos de la comunicación y el periodismo
sexista para que nuevas alternativas ocupen su lugar. Es mi hipótesis que las
mujeres periodistas tienen la capacidad y el derecho de insertarse en el es-
pectro de la globalización -la imaginada y la real- para mediarla desde sus
propias perspectivas, apropiarla para realizar transformaciones e innovacio-
nes.

Globalización y comunicación
Para Néstor García Canclini, en su libro La globalización imaginada
(1999), la globalización no es un objeto de estudio claramente delimitado, ni un

1 Consultado el 2 de diciembre de 2015 en: http://www.nodo50.org/ameco/DocuNorma.htm

249
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

paradigma científico ni económico, político ni cultural, que pueda postularse


como modelo único de desarrollo. Debemos aceptar, continúa el teórico, que
existen múltiples narrativas sobre lo que significa globalizarse, pero en tanto
su rasgo central es intensificar las interconexiones entre sociedades no pode-
mos instalarnos en la variedad de relatos sin preocuparnos por su compatibili-
dad dentro de un saber relativamente universalizable.
Margarita Zires, por su parte, apunta que “las metáforas de las aldeas
globales, de lo global, de las totalidades mundiales concebidas como una en-
voltura son, en ese sentido, equívocas y reduccionistas”. De ahí que le parece
más conveniente a esta profesora de medios de comunicación hablar de ten-
dencias existentes de homogeneización y heterogeneización, así como de con-
vergencia cultural. Ya para la década de los setenta el conocido teórico de la
comunicación Marshall McLuhan se adelantaba hablando de que el mundo es
una aldea global, (the world is a global village), pero para los economistas y
políticos la euforia globalizadora ocurrió en los años ochenta. Se comenzaron
a formalizar pactos y proyecciones de globalización, negociaciones que se
aspiraban fueran de lo nacional a lo regional, y posteriormente a lo global. Se
popularizó entonces el slogan de “Think global, act local”, pues pronto descu-
brieron los propulsores de los mercados globales que para nutrir sus proyectos
necesitaban la proliferación de mercados locales muy definidos culturalmen-
te. (Posiblemente han visto en televisión un anuncio de una compañía de telé-
fonos que muestra personas de diferentes partes del mundo: una anciana de
Japón, un niñito de la China, un Maori de Australia, una mujer del Reino Uni-
do, una chica de Irlanda, un rockero de Panamá, todos parados sobre el globo,
unidos por la Internet.)
Las reacciones a un mundo globalizado, que incluyen la aprehensión por
una alegada pérdida de la nacionalidad o de la idiosincracia de pueblo, no han
dejado de ocurrir, llegando a veces hasta la violencia y el espanto con la
xenofobia, el racismo y el maltrato étnico. Es curioso, señala García Canclini,
y nosotras añadiríamos que irónico, que en estos tiempos de disputa de todos
contra todos, en los que quiebran fábricas, se pierden empleos y aumentan las
migraciones masivas y los enfrentamientos interétnicos, nacionales y regiona-
les, sea llamada globalización. Llama la atención que empresarios y políticos
interpreten la globalización como la convergencia de la humanidad hacia un
futuro solidario, y que muchos críticos de este proceso lean este pasaje desga-
rrado como el proceso por el cual todos acabaremos homogeneizados. Y sin
embargo, si se es muy crítico de la llamada globalización y de sus beneficios,
o se entiende que la única forma de lograrla es con la liberalización mercantil,
y más aún si se compara con la anteriormente llamada explotación imperialis-
ta, entonces se desdeña a ese crítico por nostálgico del nacionalismo, o hasta

250
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nostálgico de los años cuando se soñaba con las utopías de los trabajadores.
Como nadie sensato cree posible regresar a esos tiempos, se concluye que el
capitalismo es el único modelo posible para la interacción entre los hombres, y
la globalización su etapa superior inevitable. Parecería que para no sentirse
fuera de onda, marginadas de la corriente globalizadora, “in” como dirían mis
estudiantes, o estar en todo o estar en nada, asumiríamos la globalización
como la panacea, la utopía, en que todos seríamos iguales, homogéneos. Zires
apunta que “resulta falsa la oposición entre la homogeneización y la heteroge-
neización cultural, recurrente en los estudios culturales en América Latina y
más bien conviene estudiar la manera como ambas tendencias coexisten, se
entrecruzan y confluyen”. Es decir, que una tendencia ve en la globalización
la esperanza del futuro, otra vez un callejón sin salida; una tendencia ve la
homegeneización entre las sociedades, la gente del mundo, otra vez la hetero-
geneización, cada quien diferente, cada país a lo suyo. Podríamos identificar
por un lado los esfuerzos por organizar y plasmar tratados regionales como el
Mercosur, la Unión Europea, los Tigres de Asia, al mismo tiempo que se anida
la sospecha de unos contra otros... Por qué Estados Unidos apoya el tratado
con México, ¿para eliminar el Mercosur? ¿Competirá Europa con los países
asiáticos, a qué grupo se unirá Estados Unidos? Y mientras unos apoyan la
ONU y la OTAN, otros sospechan de su buena fe globalizadora...
En la preparación de esta ponencia casi sin darme cuenta comencé a
observar notas de prensa, escuchar reportajes y verlos, también anuncios
publicitarios, la palabra y el concepto de globalidad surgía a cada minuto... “A
global minute” de CNN, “Global fight against AIDs” decía un titular de t.v. El
mensaje que se envía es el siguiente: no hace falta que te muevas de tu casa,
de tu barrio, de tu ciudad, de tu país, es decir de tu lugar común, para estar
conectada al mundo, al globo terráqueo...

Las mujeres y la globalización


Creo que en este mundo globalizado, las mujeres siempre hemos tenido
un pie adelante. Veamos. En su ponencia ante el IX Encuentro Latinoameri-
cano de Facultades de Comunicación Social, dedicado a estudiar y discutir los
desafíos de la globalización, el estudioso Armand Mattelart terminó su ponen-
cia de la siguiente manera: “quisiera exhumar de la larga historia de las redes
sociales que se opusieron desde inicios del siglo 19 a las doctrinas industrialis-
tas y tecnicistas. La expresión “cosmopolitismo democrático” apareció en
1842, bajo la pluma de la pionera del feminismo Flora Tristán, que cinco años
antes del Manifiesto de Marx y Engels lanzó la idea de la necesaria interna-
cionalidad de los oprimidos.

251
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

El concepto de globalización no es nuevo para el movimiento de muje-


res aunque le nombráramos con otras palabras, populares del momento, ya
sea cosmopolitismo democrático o día internacional de la mujer. Creo que
nuestro movimiento organizado fue desde siempre global, pues no hay nada
más globalizado en este planeta, redondo como un globito, que el patriarcado,
con su consabido machismo. Ya en la primera etapa del feminismo (finales del
siglo 19, principios del 20), cuando las mujeres se organizan advienen a la
conciencia de que su problema no es único a su grupo local, nacional o regio-
nal, sino que la condición de la mujer, de subordinación e inferiorización, es
común a todas las mujeres del mundo. Creo que se veía al estado nación
como su opresor, como el representante del patriarcado, así es que se amplió
el espectro de la solidaridad. De hecho en 1908, la Conferencia de Mujeres
Socialistas, reunida en Copenhagen, Dinamarca, dirigida por Clara Zetkin,
declara el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Más no lo hacen
para conmemorar un evento europeo, sino norteamericano, de las mujeres
niuyorquinas obreras de la aguja. Cuando Luisa Capetillo en Puerto Rico es-
cribía su tesis feminista, publicada en 1909, fomentaba el internacionalismo,
citaba a las francesas, alemanas y a otras hermanas latinoamericanas. Y no
sólo era internacionalista el movimiento en sus ideas y en su práctica, sino que
además trasbasaba las diferencias de clase social, preferencia religiosa, étni-
ca, nacional, racial y hasta sexual.
En la segunda etapa del movimiento feminista también se profundiza en
el internacionalismo, en la solidaridad feminista internacional, que reconoce
más que todo lo fragmentado de su movimiento, porque no es un feminismo de
lo que hablamos, sino de los feminismos. Se realizan múltiples encuentros
nacionales, regionales e internacionales que aunan a las mujeres del mundo
contra ese muro frente al cual todas se miran, el muro del sexismo. El movi-
miento internacional de mujeres ha sido uno de los más efectivos en conseguir
cierta unidad, hasta el punto que la Organización de Naciones Unidas fomen-
tó esta internacionalización proclamando un Año Internacional de la Mujer, así
como la celebración de cuatro conferencias mundiales. El respeto solidario de
las mujeres con las mujeres, aún en el artificioso mundo de la diplomacia,
sienta ejemplos a seguir. (Es de rigor mencionar aquí que en el feminismo, y
hasta en las conferencias oficiales, las mujeres puertorriqueñas, nacionales de
una de las más antiguas colonias del globo, se ven representadas con respeto
e igualdad).
En 1968 se comenzó a concebir la creación y publicación de la antología
Sisterhood is global, que vio la luz editorial en 1984. Su editora, la conocida
poeta y periodista norteamericana Robin Morgan, explica como se concibió

252
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

este texto que recoge información relevante sobre la condición de las mujeres
en unos 70 países, que atraviesan todos los continentes y las regiones del
mundo.
Así las mujeres acuñábamos el concepto de que la hermandad y la soli-
daridad femenina y feminista es global desde siempre, y que desde siempre
reconoce los rasgos diferentes locales, nacionales y regionales de las mujeres,
así como su individualidad personal, y sus preferencias divergentes aún entre
los feminismos, algo que nos costó trabajo aceptar a muchas. En el ensayo
introductorio al libro, titulado “Planetary Feminism: the politics of the 21st.
Century”, Morgan apunta luego de describir que supuestamente el mundo en
el 1984 sería orwelliano, lo siguiente: “Pero hay un factor que ni Orwell ni Big
Brother anticiparon y tampoco se prepararon para combatirlo: las mujeres
como una fuerza política mundial”. Añade Morgan, que el ignorado y tal vez el
factor más importante del poder de las mujeres como fuerza política mundial
es la magnitud de su sufrimiento combinado con la enorme población femeni-
na: las mujeres constituyen no una minoría oprimida, sino una mayoría -de casi
todas las poblaciones nacionales y de toda la especie humana...- El grupo de
mujeres que colaboró en la antología “Sisterhood is global” casi conforma una
representación de nuestra hipótesis. Las autoras son periodistas, organizado-
ras feministas, parlamentarias, novelistas, científicas, guerrilleras, académi-
cas, poetas, ex jefas de estado, portavoces de grupos comunitarios, diplomáti-
cas y teóricas. Su ideología política va desde el feminismo radical, pasando
por el feminismo socialista hasta las reformistas moderadas. Un verdadero
mosaico de mujeres.

El concepto de lugar en la globalización


El teórico Jesús Martín Barbero se pregunta desde donde pensar la glo-
balización si es el sentido mismo del lugar el que con ella está cambiando. En
sus disquisiciones se plantea que, en últimas, de lo que habla la globalidad del
mundo es de una nueva manera de estar en el mundo. Mientras que en refe-
rencia a las tecnologías de la información apunta que tienen un papel crucial,
pues a la vez que intercomunican los lugares, transforman el sentido del lugar
en el mundo; y al mismo tiempo que hacen de la cultura el gran vehículo del
mercado, transforman al mundo... “La singularidad del mundo que habitamos
pasa por los espacios virtuales que en otros tiempos tejían los sueños y las
representaciones y ahora tejen también las redes de comunicación. Redes
que no son sólo técnicas sino sociales...”
Creo que las mujeres, y aquí no me refiero a la mujer-modelo transnacio-
nal, que nos presenta la publicidad de las compañías multinacionales, sino al

253
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

movimiento de mujeres, a los feminismos; repito que creo que nos hemos
insertado en la globalización de una manera subversiva. Hemos subvertido
nuestro lugar: el hogar. Es decir, que para nosotras las mujeres el hogar es el
lugar común del que hablan los teóricos, puesto que hay una relación de intimi-
dad de la mujer con su casa, con su hogar, que es a la vez local y global.
Unidas a través de la historia de la humanidad, las mujeres y sus casas, sus
hogares, han tenido tanto relaciones conflictivas como armoniosas. Por siglos
condenadas a su interior, a la esfera de lo privado, las mujeres se desenvolvie-
ron cuidando casas diseñadas las más de las veces para satisfacer las necesi-
dades de los otros. Más el hogar ha sido para la mujer, por un lado, su refugio
y el ámbito doméstico, su esfera de poder, y por el otro, su clausura, el lugar
que puede ser centro de torturas como la privación de la libertad, el incesto, la
violación, el maltrato conyugal, la opresión general en todos los ámbitos de su
ser: físico, psicológico, emocional y económico. Entiendo que las mujeres sub-
vertimos el sentido del lugar para hacerlo público y global. Uno de los slogans
más famosos de los feminismos latinoamericanos es “lo personal es político”,
pues creo que esto es lo que hemos hecho con nuestro lugar , trastocamos su
sentido, haciendo de lo personal lo político, del mundo privado, el mundo públi-
co. Proyectamos hacia afuera del hogar/lugar nuestros sueños, nuestros de-
seos, nuestras inquietudes, nuestras opiniones y nuestros problemas. Y hemos
ido más allá, hemos apropiado nuestro propio cuerpo, para convertirlo al igual
que el hogar/lugar en un espacio nuevo y diferente. De hecho nuestras escri-
toras latinoamericanas han contribuido a problematizar y a globalizar nuestro
lugar común en su obra. Basta mencionar una muestra: las mexicanas Laura
Esquivel (La Ley del Amor) y Sara Sefchovich (La Señora de los Sueños), la
peruana Mariella Sala (La Casa Invisible), la chilena Isabel Allende (La Casa
de los Espíritus), la nicaragüense Gioconda Belli (La mujer habitada) y la
puertorriqueña Rosario Ferré (La Casa de la Laguna) entrelazan las historias
de las mujeres con las de sus casas, su lugar en el mundo. Las mujeres reivin-
dican la casa, para convertirla en la esfera de sus sueños, en la materia de sus
vidas. Las protagonistas viven combinando lo interior y lo exterior, se eliminan
las fronteras de lo público y lo privado (Valle, 1997).
Tal como hemos estado hablando sobre la globalización, esta inserción de
las mujeres en ese espectro tiene sus aspectos de homogeneización y hetero-
geneización conviviendo, concluyendo, mediando. Vemos como muchos me-
dios sensibles, y por supuesto periodistas concientes, proyectan esa transfor-
mación del lugar común de las mujeres como uno positivo, esencial al Siglo 21.
Leyes que tipifican la violencia contra la mujer y permiten que el Estado y la
sociedad entren al hogar/lugar de las mujeres y expongan su interioridad, su

254
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

privacidad para mediar en conflictos de violencia; organizaciones no guberna-


mentales feministas y/o concientes que apoyan que el hogar/lugar sea trans-
formado para que se adopten principios de democracia y libertad. Sin embar-
go, “la identidad local es así conducida a convertirse en una representación de
la diferencia que la haga comercializable, esto es, sometida al torbellino de los
collages e hibridaciones que impone el mercado” (Martín Barbero). Así es
que también se ha comercializado el hogar/lugar a niveles insospechados en
un mercado orientado a ese mundo cambiante del lugar común de las mujeres
que parece no tener fin.
Ahora bien, parafraseando a Robin Morgan, podemos apuntar que con
todo el trabajo intenso de conformación de redes, estableciendo contactos a
través de todo tipo de actividades, las mujeres del mundo hemos construido
durante las últimas tres décadas una base sólida que sirve de apoyo a un
movimiento genuinamente global que tiene enorme poder político para crear
una transformación transnacional en el siglo que nos toca ahora vivir. Esa
transformación que cumpla el objetivo no de homogeneizar a todas las muje-
res y hombres del mundo en clones, sino una transformación, que respetando
las diferencias locales, tienda rutas para que se camine a la igualdad de una
vez y por todas. Transformar la casa para transformar el mundo. Transformar
el lugar/hogar para apropiarnos el proceso de globalización.

Pistas para alumbrar el camino


Este es el lugar y el momento para pensar cómo y en que vamos a cam-
biar el hogar/lugar, para enfrentar la globalización con sus aparatosos proce-
sos de desarrollo económico e hibridación cultural. Definitivamente queremos
el hogar/lugar como antes, ningún tipo de saudade, o de nostalgia nos puede
conducir a las mujeres de vuelta a ese hogar donde el padre podía de una
bofetada dejar a la hija próxima al matrimonio con tortícolis permanente.
Definitivamente, no queremos que Betty regrese y se conforme con las
rabietas de Don Hermes en su hogar/lugar. Y vimos con buenos ojos cuando
María Inés Domínguez, en la telenovela mexicana Mirada de Mujer, transfor-
mó su casa, al tiempo que cambiaba sus relaciones de pareja y aquellas entre
los miembros de su familia. De hecho, casi convirtió su casa en un lugar
público puesto que allí estableció el vivero de flores que le dio su libertad
económica.
Es en este espacio del proceso en el cual las periodistas y comunicadoras
de todo tipo debemos insertarnos. A través de los medios de comunicación
podemos contribuir a deconstruir el hogar/lugar y reconstruirlo como un lugar
común diferente y mejorado para los seres humanos. Ciertamente hay un lado

255
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

oscuro de los medios, confluyen en nuestro mundo aquellos medios y/o comu-
nicadores y comunicadoras que atrasan el desarrollo de una comunicación no
sexista. Pero también es cierto que la gota que va oradando la piedra, con el
tiempo, labra un espacio propio. Entiendo que hemos hecho mucho las perio-
distas feministas desde hace casi dos siglos. (Todavía recuerdo mis incursio-
nes en el mundo de los y las mayores en la Sociedad de Mujeres Periodistas
de Puerto Rico y en el sindicato de periodistas, UPAGRA.)

256
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Silvia Álvarez Curbelo (1951)

Nacida en Puerto Rico. Durante 2004-2005 obtuvo la Wilbur Marvin


Fellow en el David Rockefeller Center for Latin American Studies
de la Universidad de Harvard. Se especializa en historia cultural y en
el análisis de los discurso político y mediático. Entre sus publicacio-
nes se encuentran: Los arcos de la memoria: el ’98 de los pueblos
puertorriqueños (1999); Un país del porvenir: el afán de moder-
nidad en Puerto Rico (Siglo XIX), (2001); José Antonio Torres
Martino: Voz de Varios Registros. Con José Antonio Torres Marti-
nó, Myrna Báez (2006).

Imágenes de lo puertorriqueño en la escena mediática estadouni-


dense 1
Así como la mirada de Charles Baudelaire descubrió en las fotografías
de un artista menor de mediados del siglo XIX la cifra íntima de la modernidad
–la yuxtaposición de lo eterno y de lo transitorio–, los tiempos que rebasan la
modernidad parecen aspectados también por lo paradójico. Arjun Appadurai
apunta hacia la simultaneidad tensionada de culturas de la homogeneización
con culturas de la heterogeneidad. Aunque admite la pujanza ordenadora y
simplificadora del capitalismo tardomoderno, prefiere entender la escena cul-
tural global como una serie de dimensiones solapadas, entreveradas, desco-
yuntadas, de diferencias 2. Como “objeto cultural no identificado” califica Néstor
García Canclini a la globalización, negándose también a definirla como proce-
so u orden único y sí como el “resultado de múltiples movimientos, en parte
contradictorios, con resultados abiertos” 3.
Este artículo se sitúa en uno esos terrenos minados de representación y
prácticas de significación en el que se cruzan lógicas de heterogeneidad y
homogeneidad; imaginarios mass mediáticos con resistencias y apropiacio-
nes subalternas, y en los que se instrumentaliza la producción de sentidos por
parte del capital, pero donde el subalterno complica y hasta se sirve de las
domesticaciones.

I Want to Live in America… Puerto Rico is in America


Recuerdo todavía la maraña de percepciones que me produjo ver West
Side Story (1961) de Robert Wise, la película basada en el musical de Leo-

1 https://telos.fundaciontelefonica.com/telos/articulocuaderno.asp@idarticulo=6&rev=
70.htm
2 Arjun Appadurai: La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la
globalización, Montevideo, Ediciones Trilce, 2001;págs. 26-41.
3 Néstor García Canclini: La globalización imaginada, México D. F., Paidós, 2000; pág. 47

257
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nard Bernstein, Stephen Sondheim y Jerome Robbins, a su vez basado en el


Romeo y Julieta de Shakespeare. Me conmoví por los amantes condenados,
pero me avergoncé por la banda de puertorriqueños con el agresivo nombre
de The Sharks (Los Tiburones) que se interponía en el amor interétnico. Me
encantaron las coreografías del personaje de Anita (le valió un Oscar a la
puertorriqueña Rita Moreno), pero no pude reconocerme en ella con su vesti-
do estridente mientras cantaba I want to live in America. Anita y The Shar-
ks eran otros, los hijos de la emigración puertorriqueña a Estados Unidos.
La memoria rota de la que habla Arcadio Díaz Quiñones 4, operación de
olvidos y extrañamientos respecto a la emigración, se activaba en mí para
construir un imaginario rudimentario y crudo del puertorriqueño de la diáspo-
ra. Como si fuera un personaje de un clan primigenio, el puertorriqueño apare-
cía con cuchilla en mano; era vociferante y desordenado –la expulsión del
paraíso tropical, a mi juicio, quedaba justificada–. La violencia tribal, virtuosa-
mente estetizada en West Side Story, fijó en muchos una iconografía del puer-
torriqueño y de lo puertorriqueño ligado a lo atávico y lo primitivo.
Hasta ese momento las representaciones mediáticas de lo latinoamerica-
no en Estados Unidos exhibían un repertorio que incluía una sexualidad con
giro andrógino (Rodolfo Valentino, Ramón Novarro en los albores del cine), la
infantilización tropical (a lo Carmen Miranda con su penacho de frutas tropi-
cales o Desi Arnaz, el cubano bongosero de la serie “Yo quiero a Lucy”), y
narrativas de revolución, somnolencia sombreruda o fiesta perpetua.
West Side Story presentó importantes modificaciones: lo hispano no es-
taba en otro lado, sino en la misma urbe; era tribal; también, era indomestica-
ble, sus protagonistas eran jóvenes, con hormonas activadas y muchos de
ellos violentos, a pesar de las redenciones melodramáticas que el referente
shakesperiano concedía.

Los intrusos en el parque


Cuarenta años después de West Side Story, y alertada por anticipos de
prensa y de la comunidad puertorriqueña que había infructuosamente tratado
de impedir su transmisión, veía en la televisión un episodio de la galardonada
serie “Law and Order”, producida por NBC. De pronto, entre West Side
Story y “Law and Order” el tiempo parecía quedar congelado 5.
Basado en los desórdenes que se desataron en el año 2000 en el Parque
Central de Nueva York en ocasión del Desfile Anual Puertorriqueño, el episo-
dio de “Law and Order” puede leerse como el triunfo de la civilización sobre

4 Arcadio Díaz Quiñones: La memoria rota, San Juan, Ediciones Huracán, 1993.
5 Silvia Álvarez Curbelo: “Comunicaciones híbridas”, Diálogo, San Juan, febrero de 2001.

258
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la barbarie 6. El sistema judicial norteamericano representado en el episodio


restauraba el equilibrio social trastornado por un asesinato en el parque; ase-
sinato que no hubo durante los incidentes, pero que se convertía en el eje de su
ficcionalización televisiva 7
La invocación a un reino del derecho que se enfrenta al tribalismo está
sugerida en el mismo nombre de la serie. “Law and Order”, un éxito de au-
diencia desde hace varios años, alude a la principal estrategia de lucha contra
el crimen en la ciudad de Nueva York. El binomio gestor de ley y orden ha
presidido sobre operativos de limpieza de los centros urbanos abandonados
por poblaciones blancas y ocupados por afroamericanos y más recientemente
por migraciones latinoamericanas y caribeñas. Tras el estandarte de “ley y
orden” se sistematiza la práctica de criminalizar a los sujetos con cierto perfil
étnico, una puesta al día de las decimonónicas teorías de Lombrosio que ata-
ban fisonomías con disposición criminal 8.
Entre la escena inicial del episodio, que mostraba los actos crudos de
hostigamiento contra mujeres perpetrados por una banda puertorriqueña ata-
viada con motivos nacionales puertorriqueños, y el veredicto de culpabilidad
por el asesinato, aparecía una lógica que imbricaba la diversidad cultural con
la muerte. Y la víctima fatal, una mujer blanca de Nueva Inglaterra, era, sin
lugar a dudas, metáfora de la nación misma de los padres fundadores asesina-
da por los “otros”. Todos los personajes puertorriqueños mentían o se acobar-
daban o participaban en los actos de hostigamiento: ninguno era capaz de un
acto de ciudadanía. The Sharks habían regresado, pero el sistema estaba allí
para vigilar y castigar.

J-Lo
Ahora bien, los mapas y perfiles de la migración han sufrido profundas
modificaciones desde el romantizado entre siglos XIX-XX (los migrantes atis-
bando desde los barcos la Estatua de la Libertad) o incluso desde los tiempos
6 Frances Aparicio plantea, desde teorías de lo poscolonial, la intensa racialización de la
que es objeto el Desfile Puertorriqueño por parte de los medios (televisión, prensa
escrita y electrónica, radio). Véase Frances Aparicio: “The Puerto Rican Parade Racialized:
Representations of Puerto Ricans in the United States”, Ponencia presentada en el
Simposio None of the Above: Puerto Rican Politics and Culture in the New Millenium,
Rutgers University, Abril 10-12, 2001.
7 Aparicio monta su argumentación en la noción de alegoría maniquea, que caracteriza al
mundo dividido en opuestos mutuamente excluyentes, y en la designación de turba
hecha tanto por los medios que cubrieron los incidentes como por los que elaboraron su
ficcionalización.
8 Los sonados casos de brutalidad policiaca que sacudieron Nueva York a fines del siglo
XX (Abner Louima, Amadou Diallo) se explican en gran medida por la carta franca a la
xenofobia autorizada por la administración del alcalde Rudolf Giuliani. Kimberly Hohman:
“Short Take: More NYPD Blues”. Obtenido el 2 de marzo de 2001 de http://relations.
aboutcom/newsissues/racerelations/htm.

259
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de la segunda posguerra, cuando un cuarto de millón de puertorriqueños emi-


graron como resultado de la modernización acelerada de Puerto Rico. Nue-
vos paisajes étnicos propuestos por los flujos poscoloniales obligan a otras
lecturas. ¿Qué imaginarios de la migración puertorriqueña emergen en mo-
mentos en que 38 millones de latinoamericanos y caribeños –sin contar a
varios millones de indocumentados– pueblan Estados Unidos? ¿Qué imagina-
rios de lo puertorriqueño se cuecen en los tiempos del reggeatón, Univisión y
los Grammy Latino? ¿Cómo cohabitan con las imágenes sin salida de West
Side Story, y con los rostros criminalizados de Law and Order que se reci-
clan en clave post 9/11?
Es desde las plataformas del consumo y el entretenimiento desde donde
la mass-mediación articula con mayor eficacia y rentabilidad la cultura de la
heterogeneidad migratoria. Su dispositivo ha sido, irónicamente, un artefacto
homogeneizador: el concepto pan-nacional de lo latino. Algunos de sus rostros
–símbolos Ricky Martin, Jennifer López, Marc Anthony, Chayanne, Daddy
Yankee– son puertorriqueños. Bajo la marca global de lo latino, lo puertorri-
queño se convierte en consumo cultural domesticado, a pesar de los terrores.
La globalización de lo puertorriqueño y su conversión en mercancía latina
aparentan cancelar los imaginarios incongruentes y vociferantes previos. Sin
embargo, la representación de la diferencia se monta precisamente sobre la
instrumentalización que realizan las industrias culturales de los atavismos y
desde la revaloración massmediática del desborde corporal y la hibridez.
En torno a “lo latino” se plantea hoy por hoy una compleja contienda
representacional en la cual se multiplican las agendas. Una de ellas es la del
capital, pero no es la única. La bandera puertorriqueña que tan prominente rol
jugó en la ropa de los alborotosos y vulgares puertorriqueños en el episodio de
Law and Order es la misma bandera puertorriqueña que la megaestrella
Jennifer López integra con todo éxito a piezas de ropa en su colección J-Lo,
un imperio global de marketing. La conversión de la bandera en un appliqué
pret-á-porter por parte de López es un truco barroco que aprovecha los
intersticios que abre el capital en su búsqueda imparable de nuevas mercan-
cías para exhibirse. Es una reapropiación por parte del subalterno de lo atávi-
co, de lo primitivo, de la diferencia, que desestabiliza el fatalismo necrofílico
que propone West Side Story o el carcelario que decreta “Law and Order”.
José Quiroga llama a lo latino “una identificación fluida y móvil en térmi-
nos de una praxis concreta” 9. Con la anuencia del capital y las industrias
culturales globales se opera a través del emporio de Jennifer López o la vida
loca de Ricky Martin, otro regreso de The Sharks. La banda primigenia se
adentra en las fronteras porosas del Imperio y se torna ahora en parte de un
descoyuntado engranaje hegemónico.
9 José Quiroga: Tropics of Desire. Interventions from Queer Latino America, New York
University Press, New York, 2000, pág. 203.

260
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Mara Negrón Marrero (1961-2012)

Obtuvo un bachillerato en francés en el Recinto de Río Piedras de la


Universidad de Puerto Rico y una maestría en Literatura Francesa
de Middlebury College en Francia. En 1990, le fue otorgado el doc-
torado en Nouveau Régime, Literatura Comparada y Estudios Fe-
meninos de la Universidad de París VIII, donde realizó su tesis bajo
la dirección de la teórica Hélène Cixous. Poeta y escritora, dentro de
sus obras se encuentran El porvenir de la profesión o la universi-
dad sin condición (Jacques Derrida), traducción, notas y prólogo.
(2002), Cartago (2005) y Las ciudades que (no) existen (2001).
De la animalidad no hay salida…: (ensayos sobre animalidad,
cuerpo y ciudad). (2010).

Otros géneros en ensayo1


Ensayemos pues. Experimentemos, probemos, degustemos otros géne-
ros en ensayo. Mi pretexto será el ensayo en tanto que género literario y sus
contigüidades con la diferencia sexual, pues, a mi vez, ensayo una lectura
sobre dos antologías escritas por mujeres en Puerto Rico en esta última déca-
da. Entenderé aquí la palabra ensayo, no sólo como aquel escrito en prosa que
trata desde el siglo XVI (desde Montaigne) sobre un tema sin agotarlo, preci-
sa el diccionario de la real academia, sino también en el sentido de probar, de
intentar algo por primera vez, la experiencia pues, pero también en su acep-
ción teatral e idiomática, aludiendo más bien al proceso del hacer, el del ensa-
yo sin carácter todavía fijo y acabado. Ensayar es tratar por primera vez.
Es la experiencia de la primera vez, inaugural.
Por lo tanto, reivindico a través de la palabra ensayo una cierta apertura,
una tentativa sin cierre, sin un límite definido de lo que se experimenta. Ahora
bien, estoy anunciando pautas que delimitan el tema de esta reflexión así
ensayo “escrito por mujeres”, “en Puerto Rico” y en “esta última década”. En
primera instancia una categoría que atañe a la “diferencia sexual”, en segun-
do a la de “lugar” y en tercero a la de tiempo. Tres categorías y/o límites que
aíslan un corpus. Como si no fuera suficiente me referiré específicamente a
dos textos: Femina Faber: letra, música, ley de Aurea María Sotomayor 2 y
El fin del reino de lo propio de María I. Quiñones3. No seré exhaustiva. (Sin

1 https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2098480.pdf
2 Femenina Faber, Letras, música, ley, Ediciones Callejón, San Juan: 2004.
3 El fin del reino de lo propio. Ensayos de antropología cultural. Siglo Veintiuno editores,
col. Pensamiento caribeño, Coyoacán: 2004.

261
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

embargo, había pensado inicialmente en un corpus más extenso. Volví a leer a


Irma Rivera Nieves, Cambio de cielo, viaje, sujeto y ley 4 y a Vanessa
Vilches, De(s)madres o el rastro materno en las escrituras del Yo 5. Am-
bas forman parte de esta coreografía que intentaré poner en escena aunque
por razones de tiempo las deje entre paréntesis. Como una coreografía expe-
rimental en la que no se borra la diferencia ni de cuerpos ni de voces, los
sujetos de la enunciación de estos textos se responden, se intercambian posi-
ciones.)
Estos ensayos se escriben aparentemente desde lugares distantes, al menos
desde el punto de vista de las disciplinas que practican las autoras. El objeto
de estudio de Aurea María Sotomayor proviene de la literatura, la pintura, la
danza y el de María I. Quiñones desde lo que habrá sido el campo de la
antropología. Esos dos lugares de la enunciación se distancian, pero también
se tocan como intentaré demostrar. ¿Qué ensayan estos textos escritos por
mujeres y qué podría ser inaugural? Veremos que las líneas disciplinarias se
borran al igual que el lugar de la enunciación –más bien híbrido, cercano a la
ficción– así como su relación con un Saber soberano y falologocéntrico.
¿Por qué título Otros géneros en ensayo sugiriendo con ello que en el
ensayo como género literario se ensayan otros géneros? A diferencia de otros
géneros literarios, el ensayo no posee una historia o trayectoria clara, aparte
de su momento inaugural con Michel de Montaigne. No existe tal cosa como
una historia de la ensayística latinoamericana. Si bien encontramos antologías
de poesía, de cuentos, historias de la literatura, es difícil encontrar una de
ensayo. Aclaro que se encuentran antologías de ensayos, pero no exploran
esa categoría en sí, no piensan la forma y el estilo ensayo como género.
¿Cuáles serían las particularidades de la prosa ensayística aparte de la defini-
ción escueta que se suele dar? Pues bien, el contenido pesa más que la forma.
Me parece que todo se juega entre una palabra que pesa –la palabra ensayo
viene de exagium, peso– en oposición a una palabra más leve como la de la
ficción o de la poesía. El ensayo se revela como un género sin género, el lugar
de una prosa indecisa que está determinada por su cercanía con la verdad o
su lejanía de la ficción. Sería el lugar de una palabra transparente y precisa-
mente soberana.
El género ensayo parece así desprovisto de género. Un género en el cual
las marcas de la singularidad desaparecen. Un género de todas y todos y para

4 Irma Rivera Nieves. Cambio de cielo. Viaje, sujeto y ley, Editorial Postdata, San Juan:
1999.
5 Vanessa Vilches Norast. De(s) madres o el rastro materno en las escrituras del Yo,
Editorial Cuarto Propio, Chile: 2003.

262
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

todos, la prosa funcionando como el lugar de un decir sin estilo. El sujeto de la


enunciación se sitúa, se posiciona… es el tiempo de una tesis, aunque no
exhaustiva. Las mujeres se han servido de él… Hay unos ensayos o confe-
rencias –uno duda con respecto a la designación– que han marcado los diver-
sos momentos de la historia del feminismo del siglo veinte: Un cuarto propio,
de Virginia Woolf, es un texto bastante híbrido, o la carta 6 de Sor Juana Inés,
para movernos hacia una geografía latinoamericana y acercarme al texto de
Aurea María Sotomayor. Se trata aquí una vez más de otro híbrido, de una
carta en su forma y estilo. La hibridez sería una de las características de la
ensayística contemporánea. Pienso en Entre l’écriture de Hélène Cixous 7,
publicado en 1976 como una de las propuestas más atrevidas en ese sentido;
un texto híbrido. No se trata de crítica literaria en el sentido convencional ni de
un ensayo teórico sencillamente porque ya la escritura tiene un carácter per-
formativo que disloca el lugar de la enunciación. Para poder pensar diferente
hay que escribir de otra manera, la escritura dice y hace. Ésa es la propuesta
que sustenta esa práctica diferente de la escritura. ¿Por qué la poesía, en
tanto que formalización estética del lenguaje, tendría que estar lejos de la
prosa reflexiva, por qué el poema no contaminaría la prosa? Por eso el título
de la antología anunciaba un ejercicio crítico entre la escritura, este “entre”
indicando una apertura. Por lo cual, me parece que la contaminación de géne-
ros literarios, de formas de escritura constituye una de las características de
una ensayística nueva, a partir de los ochenta, es decir, el momento en que los
conceptos de texto y de cuerpo se tornan ineludibles. La escritura es la expe-
riencia de esa dislocación del sujeto con su propio cuerpo. Por lo cual, pensar
nuevos géneros, nuevos sujetos, subjetividades supone escribir de otra mane-
ra.
¿Y en Puerto Rico? No existe tampoco una historia de la ensayística, a lo
sumo del periodismo. Si bien la historia política, el canon, ha estado muy ligado
a esa forma literaria. En Puerto Rico, la tradición ensayística remonta al siglo
XIX, y casi sin excepción es una prosa que se agota tratando de aclarar la
situación colonial. Desde Hostos, ver los trabajos de Irma Rivera Nieves,
pasando por Insularismo de Pedreira o El país de los cuatro pisos de José
Luis González, es desde esa forma en prosa, que le da primacía a la tesis y al
sujeto de la enunciación en posición de maestría, que se esgrimen las tesis
sobre qué es el ser puertorriqueño y el futuro de la isla. El ensayo se marca en

6 Sor Juana Inés de la Cruz. “Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la
Cruz”, en Obras selectas, editorial Vosgos, Barcelona: 1975.
7 Entre l’escriture, Éditions des femmes, Paris: 1986. Los ensayos recogidos en esta
colección datan de los setenta. La venue à l écriture (1976).

263
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Puerto Rico por sus ejes temáticos. Una de las novedades de la ensayística de
esta última década es que ha diversificado su temario. Si, por un lado, una
parte de su producción se ha dedicado a desmontar los discursos de la nación
y de la identidad 8 -prolongando esa tradición discursiva aunque sea de forma
negativa–, por otro, se han multiplicado los sujetos y complicado los espacios
de la enunciación. Al lado de esa prosa, a veces no muy lejos de ella, la crítica
literaria. Me parece, esto se abre a discusión, que la ensayística sigue muy
apegada aunque sea por negación a la problemática nacional, aunque sus
retóricas y estrategias sean otras. Y me atrevo a decir que es el lugar de un
sujeto masculino cuyo destinatario es una nación, aunque sea postmortem.
Me parece que hay una línea divisoria: el ensayo que se escribe desde la
literatura, que toma la literatura como su pretexto y texto, tiene interlocutores
más híbridos y voces más ambiguas. Eso es lo que creo que los trabajos que
voy a recorre aquí innovan. Ellas no hablan desde ahí. Su destinatario ya no es
“esa historia”. Aunque ellas no son las únicas, pues este “entre” no es un
propio de las mujeres.
Como decía, me sirvo aquí de la palabra ensayo en su doble acepción
tanto de género literario como de ensayo en el sentido de “probar, de recono-
cer una cosa antes de usarla”, como uno se prueba un vestido o un lápiz de
labio, pienso en María I. Quiñones. Volveré a una escena de este libro que
considero “ominosa” en tanto y en cuanto provoca una disfunción del sujeto
de la enunciación, lo transforma en personaje en un texto de antropología. Se
produce un extrañamiento con respecto a la disciplina antropológica y familia-
ridad con la ficción. Estos ensayos tienen la particularidad de ensayar algo, de
estrenar algo. Tanto Aurea María Sotomayor como María I. Quiñones ensa-
yan sus voces en escritura y se ensayan desde otros lugares del decir. Ningu-
na de las dos deja de lado la cuestión de la diferencia sexual, pero ésta tampo-
co se propone como una categoría excluyente. En verdad. Ellas no se dejan
coger o fijar un lugar. Aunque hablan como mujeres –femina faber, anuncia
desde su título el texto de Aurea María Sotomayor– y se toman como punto
de partida algunos de los lugares comunes del feminismo, esos sujetos no
enuncian ni verdades ni principios desde la transparencia de un saber. Es más,
es la afirmación de esa fragilidad, ese no poder decir, o ese buscar cómo decir
y desde dónde decirlo que caracteriza estos textos.
Desde luego, juego un juego, me fío de una categoría cuestionable, el
sexo biológico del autor con el propósito de constituir este corpus. Sí, es una
8 Ha sido necesario ese enorme desmonte del nacionalismo. Ver Nación Postmortem de
Carlos Pabón, ediciones Callejón, San Juan: 2002 y La ansiedad de ser puertorriqueño:
etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida de Arturo Torrecilla, ediciones
Vértigo, San Juan: 2004.

264
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

astucia, como una medusa que levanta su cabeza y se ríe, y me importa aquí
la risa, ese estado del alma. Juego y me río. “On va vous montrer nos sexes”,
decía un texto francés de los ochenta, osadamente mostrando un lugar entre
otros, el de la castración. Otro personaje mitológico, Baûbo se habría levanta-
do la falda para enseñar su sexo y también, al hacerlo, se ríe. Sí, a manera de
astucia me sirvo de esa categoría “mujer”, pero la uso como lo que ella misma
sugiere, una suerte de máscara que anuncia una escena de seducción, es
decir, un simulacro. Estoy en una escena de lectura y me dejo seducir por
esas mujeres que sutilmente se levantan la falda, no demasiado, no se trata ya
de escandalizar, pero sí, de inscribir una capacidad de acoger a los otros en los
espacios de la escritura. Me interesa insistir en las diferencias, y la sexual es
una de ellas. Recordemos que la biología no determina nada seguro, sino que
es desde ya una impronta, una marca de escritura que toda una vida no bas-
tará para descifrar… la biología ya es escritura, por lo tanto ya experiencia
del cuerpo y de la sexualidad como texto.
Ninguna de las escritoras que me apresto a comentar es asimilable. Las
voces en la escritura desdibujan rostros, figuras e identificaciones singulares
en cada caso. La diferencia sexual no es negada, más bien ya asumida. Ellas
se escriben desde otro lugar. Ese “otro lugar” que reclamaba Marta Traba en
Hipótesis de una escritura diferente 9 con el propósito de distanciarse de la
polémica que suscitó el manifiesto a favor de una “escritura femenina” de
Hélène Cixous. Imposible, decía Cixous, de definir tal cosa, imposible decía
Marta Traba, pero quizá podíamos tratar de escribir desde otro lugar. Pues
bien, me parece que los textos que me ocupan hoy ya hablan desde otro lugar,
y ensayan otros géneros dentro del género. Textos que producen su propia ley
de género. ¿Cuál es esa ley? Según Derrida en “La loi du genre” –lectura de
un texto de Blanchot–, la única ley de género es que no hay una ley o que todo
género produce al instante la ley de su género. Imposible de definir un noso-
tros como no sea produciendo las condiciones de posibilidad en que se pueda
articular un punto entre un yo y un nosotros. Ésta es la manera en que la
deconstrucción anunciaba e inscribía el problema de la singularidad de un
cuerpo y de la firma de un autor. Sin embargo, en algunas lecturas se mira en
dirección de la “mujer”. Así, en La folie du jour de Blanchot, la categoría
mujer es probada como posibilidad:
Les hommes voudraient échapper à la mort. […]
J’ai pourtant rencontré des êtres qui n’ont jamais dit à la vie,
tais-toi, et jamais à la mort, va-t-’en. Presque toujours des
9 Marta Traba. “Hipótesis de una escritura diferente”, en La sartén por el mango, Ediciones
huracán, Río Piedras: 1984.

265
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

femmes, de belles créatures. Les hommes, la terreur les as-


siège… (p. 279)
Los hombres quisieran escapar a la muerte […]
Sin embargo, he conocido seres que nunca han dicho a la
vida, cállate, ni nunca a la muerte, vete. Casi siempre muje-
res, bellas criaturas. A los hombres, el terror los cerca10…
Este enunciado no es totalizador “casi siempre mujeres”. El “casi” abre
la puerta y fisura de antemano cualquier pretensión de apropiación por parte
de la mujer. Por otro lado, se señala una postura ante la vida, una afirmación
a la vida que nada tiene que ver con la de la tesis soberana. Lo que “casi
siempre” marcaría a “la mujer” sería una actitud de afirmación, una apertura,
ese dar-decir sí, una posición ante la vida. Derrida inmediatamente descons-
truye pues todo sujeto que diga sí a la vida, y bello, ocupa esa posición: “il est
donc plus que probable que, pour autant que je dise oui, oui je sois femme, et
belle” (p. 280) (Es más que probable que, por que yo diga sí, sí, yo sea mujer,
y bella. Yo soy mujer, y bella). Si nos remitimos a su lectura del “soliloquio” de
Molly Bloom, y no “monólogo”, insiste Derrida, del último capítulo del Ulises
de Joyce,11 la mujer una vez más se encuentra asociada a la afirmación, al
“sí” trascendental, que sería la condición de posibilidad de todo preformativo,
un sí repetitivo, que también sabe contener al otro, escuchar al otro y que
marca la promesa y el compromiso. La mujer sería el lugar de una posición, es
una posición, un posicionamiento, condición de toda promesa, de toda palabra
dada al otro. En Coreografías entrevista que le hace una “maverik feminist”,
Emma Goldman, Derrida se pregunta si la diferencia sexual y la différance,
ese trazo olvidado en la archi-prehistoria no señalaría la localización atópica
de la inscripción de la diferencia: “¿Debe pensarse la ‘différance’ ‘antes’ de
la diferencia sexual o a partir de ella?” (p. 103)12. Por último mencionemos
Los estilos de Nietzsche, que se abre con un enunciado enigmático: “la fem-
me (la vérité) ne se laisse pas prendre”. Derrida analizaba los lugares de
huída, del juego de la escritura de Nietzsche. Curiosamente, a partir de los
enunciados misóginos del filósofo, en ese lugar de su texto, es decir, desde ese
lugar, inconquistable, Nietzsche afila sus espolones contra la filosofía metafí-

10 Jacques Derrida. “La loi du genre”, en Parages, editorial Galileé, Paris: 1986.
11 “he asked me would I yes to say yes my mountain flower and first I put my arms around
him yes and drew him down to me so he could feel my breasts all perfume yes…” (p.
125)
(Tomado de Jacques Derrida, Ulises Gramófono: el oui-dire de Joyce).
12 Jacques Derrida. “Chorégrafhies”. En Points de suspension, editorial Galilée, Paris:
1992. Ver artículo que Anne E. Berger le dedica a esta frase: “Sexing Differances” en A
Jorunal of Feminist Cultural Studies, Brown University, 16:3.

266
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sica. La mujer es el mejor arma de Nietzsche porque permanece a distancia,


seduce como la verdad pero no se deja conquistar. La mujer como concepto
es lo incaptable, una vez más un lugar inaprensible. En ese sentido, el estilo de
Nietzsche sería femenino. Hablar desde la diferencia sexual implica, enton-
ces, a la vez una afirmación, pero sobre todo una posición que desconcierta la
estabilidad del saber producido y de la enunciación. No es la afirmación de la
tesis soberana. No hay tesis sino posición. Con lo cual, no debemos olvidar el
estilo cuando de diferencia hablamos.

Los estilos de Aurea María Sotomayor y de María I. Quiñones


La pregunta entonces aquí no será la de Freud –”¿qué quieren las muje-
res?”–, sino ¿a quién le escriben las mujeres o todo aquél o aquélla que de
una manera de otra ha dislocado el lugar de la interlocución en nuestra ensa-
yística esta última década, que ya no le escribirían a esa “Nación” hetero-
sexual convencionalmente estructurada? Lo que no quiere decir que no se
escriba desde un lugar ni se deje de sentir interpelado por la memoria cultural
y la experiencia política de la isla. Si el cuerpo es la escritura, ella, el lugar de
esa experiencia finita del sujeto, entonces no hay un afuera de esa interrela-
ción. Aurea María Sotomayor ubica explícitamente el lugar desde el cual ella
escribe como un hacer de la mujer, de la escritora y un espacio literario en el
país: “Femina faber, como índica el título, es lo que hace la mujer; viene de
una reflexión sobre lo que es ser escritora, sobre mi ubicación en el espacio
teórico literario que me ofrece el país” (p. 13). Aunque estos anclajes se
supeditan al arte y al artista que se hacen desde lugares menos aparentes: “La
identidad del artista depende de su mejor acto, que es hacer arte” (p. 12). El
libro de María I. Quiñones está compuesto de cinco ensayos y un epílogo, de
los cuales sólo uno se sitúa en Puerto Rico: Los beauty parlos: el al(r)ma de
las mujeres. Mas cuando recontextualiza las problemáticas exploradas afir-
ma un anclaje en la herencia, en el archivo y un reconocimiento de la diferen-
cia sexual que, por el otro lado, parece negar. Es un libro “fuertemente ancla-
do” pero no es un libro sobre…: “Éste es un libro fuertemente anclado en el
mundo que me ha tocado vivir; un país, Puerto Rico, un imaginario cultural, el
caribeño, una tradición intelectual, la antropología. Aun así, no es un libro
sobre el Caribe, sobre las mujeres o de antropología caribeña” (p. 17). Des-
confiemos de las apariencias, este es el fin del reino de los propios, éste es un
libro que anuncia un final, el duelo de una disciplina, la antropología que perdió
su objeto de estudio cuando este objeto comenzó a hablar y transformó al
antropólogo a su vez en objeto de curiosidad. El que miraba se sintió mirado,
escrutado. No es un libro “sobre el Caribe, sobre las mujeres o de antropolo-

267
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

gía caribeña”, pero no es libro sin esa memoria. Lo que pasa es que ninguna
de esas tres figuras –Caribe, mujer, antropología– significan lo mismo. No son
reconocibles a partir de un concepto de herencia convencional. María I. Qui-
ñones lleva a la antropología a pasear a lugares que ella no había frecuentado.
La hibridez consiste en combinar una escritura más cercana al relato de viaje
novelesco, con intervenciones de la autora –que ya no quiere ser antropóloga,
que deja de serlo, se borra– con un bagaje teórico.
No se trata por tanto ni de no apelar a la memoria de la cultura, a la
herencia y a sus figuras desde los lugares comunes de la retórica que son el
“Caribe”, “la mujer”, pero no se promete redención de ningún tipo, y más que
destinatarios, estas metáforas de identidad son un punto de partida, de anclaje
para lanzarse hacia la escritura. En cuanto a las disciplinas, El fin del reino
de lo propio diversifica sus estrategias y los modos del relato mientras que en
Femina faber en la voz en escritura se confunden la poesía y el derecho. Hay
en Aurea María Sotomayor una interrogación constante sobre las estructuras
de la ley. Las innumerables figuras que constituyen este corpus de lectura
comparecen de una forma o de otra ante el fracaso de la justicia. Hay un grito
de justicia que recorre sus ensayos. La lectora de ese libro comienza a leer
instalando el escenario de una denuncia y su posible acto de justicia.
¿A quién le escriben ellas? ¿A quién ellas le dan el sí? ¿Cuáles son los
destinatarios de esa prosa híbrida para los cuales ellas deciden escribirse y
autorretratarse? ¿Cómo el sujeto de la enunciación se implica en el objeto
mirado o se deja mirar ocupando entonces el lugar del sujeto pasivo? La carta
como estructura me ha sido sugerida por el ensayo que Aurea María Sotoma-
yor le dedica a Sor Juana Inés de la Cruz: La réplica a las voces de los
padres, una lectura de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691) que es
“la réplica de Sor Juana a una “incitación al discurso” proveniente del […]
confesor […] Manuel Fernández de Santa Cruz, el obispo de puebla” (p. 35).
Como sabemos el confesor toma un pseudónimo, Filotea, para provocar la
respuesta de Sor Juana. Sor Juana Inés acalla escribiendo y hace alarde de su
no saber escribiendo. Son éstas las tretas del débil que Josefina Ludmer des-
cribe en su ensayo13. En segundo lugar, me propongo describir la estructura
del espejo que no es extraña al juego novedoso de estos textos. Este artefacto
en medio de un discurso antropológico interrumpe la narración y como en
Alicia in wonderland pasamos, sino del otro lado del espejo, al menos nos
revela el rostro de la que escribe. De suerte que, al hacer el retrato de los

13 Josefna Ludmer. “Tretas del débil”. En La sartén por el mango, Ediciones huracán, Río
Piedras: 1984.

268
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

otros, yo hago el mío propio. Principio que María I. Quiñones no olvida a lo


largo de sus cuatro ensayos poniendo al desnudo la posición de la antropóloga
que no puede ya ocupar una posición de objetivad ni de verdad para hablar de
un sujeto convertido en objeto de estudio. Dos estructuras entonces: la del
envío y la del espejo, la una para subrayar el trayecto del discurso y la segun-
da para dislocar la posición de maestría de la que escribe insistiendo más en
querer saber que en constatar lo que ya se sabe. Paradójicamente, un espejo
es el instrumento indispensable para terminar con el reino de lo propio. Po-
dríamos decir que tanto Sotomayor como Quiñones “están mirando tu pregun-
ta preferida” como dice un verso de José Lezama Lima que sirve de epígrafe
a Femina faber.

El travestismo de la cita latina


Todas las figuras que deambulan a través de Femina Faber, como si
fuera una inmensa ciudad, circulan en torno a una exigencia: la del derecho a
la justicia. La inscripción de la escena de la ley es muy poderosa en Aurea
María Sotomayor. Ésa es, diría yo, su pregunta preferida, un destinatario pri-
vilegiado de sus voces en escritura. No olvidemos el subtítulo del libro: Femi-
na Faber: letras, música, ley. ¿Por qué asociar el hacer de la mujer en la
letra y en la música al de la ley? ¿Puede la mujer encarar la ley, colocarse
frente a ella? En un trabajo anterior, había dado cuenta de la lectura del perso-
naje borgeano de Emma Zunz, al que se le dedican dos ensayos de la antolo-
gía. De hecho, la antología se abre con uno de estos ensayos dedicados al
personaje de Emma Zunz que se hace justicia a sí misma, toma la justicia en
sus propias manos, por medio de la fabricación de un relato aceptable para el
derecho que le permite esconder su crimen. Emma Zunz vela, al umbral del
texto de Aurea María Sotomayor, dándole una figura a un reclamo, a veces a
un grito de justicia. Tal cosa como la justicia sólo sería posible sugiere Femina
Faber retando los estatutos y escabulléndose a través de las fisuras del esta-
do de derecho. La más fértil de todas las tretas reside en la palabra, en la
maestría discursiva. La palabra es seductora, doble y confusa, sujeta a inter-
pretación. Es lo que no se deja captar, como la mujer. Una mujer ante la ley,
¿cómo se enfrenta ella, cuál sería su mejor escenario? Aurea María Sotoma-
yor declara en “La escritora y la verdad” (2000):
Con estas palabras he querido llamar la atención a una sensi-
bilidad quedé fe de mi relato inicial, equiparando a esa escri-
tora […] con cualquier mujer que sabe que el mejor escena-
rio de su verdad desgraciadamente no lo puede custodiar el
derecho. (p. 152)

269
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Entonces de lo que se trata es de la búsqueda de un escenario donde


hacerse justicia. Ante ella, uno no se devela, más bien uno disfraza su verdad.
No se trata de una comparación ante la ley, como en Kafka. No es una
confrontación, no hay un cara a cara ni tampoco una espera paciente. Emma
Zunz se venga fabricando un relato, mientras que Sor Juana en su carta se
sirve de las armas discursivas del poder, del padre para revindicar un lugar
para la mujer letrada. Las estrategias de Sor Juana serán una respuesta iróni-
ca al Obispo de Puebla que se había arrogado el derecho de publicar, sin su
consentimiento, la Carta Atenagórica. El obispo usa un pseudónimo, Sor
Filotea, para incitarla a responder. La carta es la respuesta de Sor Juana a Sor
Filotea. Travestismo o máscara del obispo al que Sor Juana responde saliendo
del silencio: “para que se entienda que al callar no es no saber qué decir sino
no caber en las voces lo mucho que hay que decir”. Salida del silencio y
entrada en la palabra que supondrá un travestismo más sutil con el propósito
de que el discurso tenga muchas más voces y más autoridad. Sor Juana a mi
manera de ver propone un travestismo a través de la cita, ella dice solapada-
mente con sus voces pseudonímicas lo que quiere decir. Sus voces son entre
otras: Santo Tomás, Alberto Magno, Moisés, Faraón, San Pablo, Falsos Após-
toles. ¿Quién habla, cuántas voces se dicen a través de la carta de Sor Juana?
La réplica a las voces de los padres: el caso de Sor Juana Inés de la
Cruz de Aurea María Sotomayor se centra en el uso del latín como estrategia
para desenmascarar al obispo. La pregunta que se hace es: “¿se cita con
reverencia o con ironía?”, poniendo de relieve el doblez de la palabra. Su
lectura en este sentido se aleja y completa la de Josefina Ludmer en las
“Tretas del débil” que insiste en la paradoja del acallar-diciendo. La ironía que
se deja sentir a través del empleo de las citas patrísticas en latín, a la vez que
se hace alarde de no saber, es un arma de doble filo. El sujeto que escribe
construiría según la lectura de Aurea María Sotomayor una identificación
discursiva con la figura de Cristo, la víctima, el mártir, en el sentido de que Sor
Juana ha sido vilipendiada por los falsos profetas que no saben leer las escri-
turas. La carta describe un escenario de inculpación. Sor Juana no niega su
deseo de saber y de leer. Pero, la cita en latín desenmascara al destinatario,
tal es una de las tesis insistentes de Sotomayor y para demostrarlo traduce
algunas de las citas latinas de la carta de Sor Juana: “Las buenas palabras no
buscan el secreto”; “Ocultarse es propio de la conciencia criminal”; “La acu-
sación no se sostiene si no la cuida la persona que la hizo” (p. 41). El uso del
latín le permite un decir en demasía, porque se pone en boca de otro que tiene
más autoridad, lo que no puede decir una mujer sin disfraz, cara a cara. La
cita viste las voces de Sor Juana. Desde su boca y su pluma la palabra de los

270
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

padres tiene otro sabor y más de un sexo, diría yo. Se jugaría aquí el arte de
bien citar, de bien hacer injertos del otro en uno. Esta carta apela toda una
teoría sobre el injerto, la greffe, como técnica que me permite “monstruosa-
mente” añadir pedazos de otro cuerpo al mío. El cuerpo de la carta de Sor
Juana sería a mi manera de ver hasta cierto punto masculino. Es decir que, si
por un lado Sor Juana desenmascara, ella a su vez juega a ponerse diversos
vestidos –voces masculinas– de suerte que ella le devuelve los textos sacros,
que ella sabe leer e interpretar, a la institución, irreconocibles. ¿A qué sexo
pertenece una mujer sabia en el siglo XVII en un convento? Así leo y continúo
yo la lectura de Aurea María Sotomayor. Todo se va a jugar entre los injertos
de las citas, la interpretación de las mismas, es decir, lo que uno le hace decir
a las citas del otro. Hay en particular una cita: “Mulierem in ecclesiis taceant”
“las mujeres en la iglesia callan” central a la discusión. Sotomayor comenta:
“Juana se apropia la palabra del Pater, la utiliza y la ridiculiza.
[…] Toma la lengua, así como toma el poder simbólico que ésta posee
[…] La extensa discusión e inversión del argumento misógino de la frase
paulina […] Surge en ella […] la antítesis mujer sabia vs. Hombre necio y
arrogante”. El recurso de la antítesis sirve a la interpretación de Sor Juana.
Ahora bien, me parece que la escritura hace más de lo que sospecha Juana
porque la carta fabrica más que un argumento antitético, sino también otro
género de voz heterogénea, otro cuerpo y otro lugar para el híbrido monstruo-
so que supone ser una mujer sabía en escrituras sacras. Sor Juana es una
hereje. Uno de los momentos claves de la carta consiste en la recontextuali-
zación histórica de esa cita que le signaba a la mujer el lugar del silencio. Ella
denuncia de que, al interpretar y/o traducir la frase paulina, no se tome en
cuenta la explicación histórica de Eusebio: “Y es que en la Iglesia primitiva se
ponían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos; y este
rumor confundía, cuando predicaban los apóstoles; y por eso se les mandó
callar” (p. 122). Sor Juana revindica el derecho a la educación privado para la
mujer y la carta está llena de referencias a mujeres célebres y doctas, ejem-
plos a imitar, pero cuyas palabras no aparecen citadas en su texto. Habla a
través de la cita la voz de la autoridad del Padre, traducida e interpretada por
Sor Juana. Para Aurea María Sotomayor Sor Juana hace un “ataque mordaz
a la lengua patriarcal de la que se ha mofado desde el principio” (p. 46),
después de lo cual entra en el silencio. Ese acto de libertad, de escritura, lleno
de ironía permanece como el testamento de Sor Juana y como figura y mode-
lo de un grito de justicia para Sotomayor.

271
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Mi espejo es el espejo del otro


El fin del reino de lo propio (ensayos de antropología cultural) de Ma-
ría I. Quiñones anuncia desde su título un final y por lo mismo una entrada en
un proceso de duelo. La antropología perdió su objeto de estudio, si es que
alguna vez lo tuvo, si es que alguna vez el viajero-antropólogo tuvo un objeto
real fuera de sí mismo. En el presente, debido a la imposibilidad de distinguir
con certeza entre un aquí y un allá, un civilizado y un salvaje, un sujeto de
saber y un sujeto pasivo que se deja estudiar, la antropología parece haber
descubierto la fragilidad de sus bases. Ése es el fin de un reino que se ocupó
de sí mismo. En el fondo, el antropólogo, como el escritor, no ha hecho más
que viajar en su propia interioridad a la vez que se desplazaba a lugares leja-
nos a recoger relatos, armarlos para darle existencia a una realidad que no
dejaba de estar mediada por sus fantasmas e identificaciones. A lo sumo, el
antropólogo no ha sido más que un traductor, que no es poca cosa, aunque
“raras veces ha puesto en duda su gestión como traductor de las culturas” (p.
28) dice Quiñones. Si Femina Faber gira en torno a un reclamo de justicia, El
fin del reino de lo propio pasa la página de lo que fue la antropología del
siglo XX y propone pensar la diferencia, no como exterior a nosotros, el otro
diferente, sino, de forma ominosa, me parece, puesto que la diferencia aquí es
aquella extranjeridad que nos habita. El antropólogo se vería “como el extran-
jero de los lugares que habita” (p. 30): “El reto es desarrollar una antropología
– y por ende, una sociología, una economía, una historia – que asuma el fin del
reino de lo ‘propio’” (p. 37).
En un punto Femina Faber y El fin del reino de lo propio se tocan: la
fabricación que supone mirar o leer al otro. Hélène Cixous dice: “C’est l’autre
qui fait mon portrait”. Yo no puedo hacer un retrato del otro que no sea el
mío propio e inversamente mi autorretrato será siempre el de los otros que me
habitan. La hibridez de El fin del reino de lo propio estriba, creo, en ese
autorretrato de la antropóloga que esboza cada uno de los relatos que ella
arma, y yo diría, ar(l)ma para jugar con el título del ensayo que comentaré.
Los relatos funcionan como un espejo, como una psique. Yo diría que el “per-
sonaje” del ensayo “Los beauty parlors: el al(r)ma de las mujeres”, el único
que se sitúa en Puerto Rico, es el espejo. Menciono de paso que el espejo es
un artefacto caro a la literatura, en particular a la realista. Recordemos el
célebre narrador de Sthendal, Le rouge et el noir, que entra en la escena
narrativa con un espejo. La novela debía de ser un espejo del mundo, reflejar-
lo. El narrador no hacía más que sostener ese espejo. ¿No es esta la tarea de
la antropóloga? En todo caso, El fin del reino de lo propio me hace pasar del
otro lado del espejo.

272
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El ensayo se abre con una cita de Lugo Fillipi, una mujer frente al espejo.
Pero, continuemos, hay varios espejos. Yo por mi parte me detuve en el que la
narradora se atribuye explícitamente, un momento de retrospección, vuelta a
la infancia, la antropóloga cuenta su escena de espejo, ésta es su prehistoria
antes de convertirse en antropóloga de la diferencia e ir a los beauty parlors
a escuchar el alma de las mujeres, y declarar ese lugar como un espacio de
socialización compleja en el que las ciencias humanas deben entrar. Esta aper-
tura, esta escena coloca el libro en un lugar indeciso desde el punto de vista de
la disciplina. Su hibridez no es pensable precisamente desde ningún propio
discursivo o disciplinario. Cito el fragmento titulado “La magia de un espejo”:
“El espejo nunca miente” murmuraba mami cada mañana al
tiempo que retocaba el color de los labios y acomodaba sus
medias nylon. Nunca estaba satisfecha con la imagen que le
devolvía el espejo, que si el color de traje no le quedaba, que
si las piernas lucían muy gordas. […] Nunca faltaba una vi-
sita al beauty parlor […]
Cuando se enfermó, decidió que nunca más se miraría al es-
pejo. Una tarde rebuscó los collares de fantasía que acomo-
daba en varios cofres y me los entregó. […] Ese día tuve la
certeza de la muerte de mi madre. […] Nunca había com-
partido los rituales de belleza con mami […] Salir desaliñada
era mi grito de guerra […] Esa noche sentada frente al espe-
jo me probé todos los collares y pantallas, me peiné de mil
maneras y me maquillé […] El espejo me devolvió una ima-
gen que no reconocí.” (p. 54)
Es una escena inaudita en un texto de antropología. Pero además, si
buscamos en los anales de la escritura autobiográfica de mujeres, la escena
que suele repetirse no ésta, sino la de la biblioteca dada por el padre. Aquí, a
diferencia, es la madre la que da algo, un espejo mágico y transformador que
devuelve imágenes irreconocibles. Éste sería la génesis de la mirada de la
antropóloga. Ella confiesa indirectamente que va a los beauty perseguida o
empujada por una escena e imitando a otro personaje: la madre. De ahí su
fascinación. A partir de ese momento, el texto hace del umbral su mejor lugar:
relato antropológico pero no sin espejo, entiéndase ficción autobiográfica. ¿Qué
se dice en “Los beauty parlors: el al(r)ma de las mujeres” una vez se nos
instala en ese nuevo teatro de la posmodernidad que es el salón de belleza?
María I. Quiñones abandona el feminismo que asocia “los rituales de belleza
con la objetivación sexual de las mujeres” (p. 49) demostrando que tanto
mujeres como hombres se subjetivan a través del consumo de la belleza, su-

273
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

perando también una moral que vendría a regular ese consumo por la necesi-
dad. Es que el fetichismo envuelto en el consumo supera toda moral, y más
bien coloca a los sujetos en el espacio de una perversión ligth. Las mujeres al
hacer alarde del artificio superan siglos de naturalización de la feminidad a la
vez que se construyen nuevos estereotipos de feminidad y masculinidad.
Curiosamente, el salón de belleza no es sólo un lugar de distensión, es
también el lugar de la incomodidad, por momentos la silla del estilista parece
un diván. Puesto que hay ideales de belleza, sigue habiendo un espejo trascen-
dental en el que se refleja una imagen perfecta. Como sabemos, el control
siempre se ha ejercido desde el cuerpo, desde la sexualidad. Por siglos, ese
control, ese bio-poder, operó por medio de la represión. Por eso, para el psi-
coanálisis freudiano, el cuerpo es un entramado de energías, pulsiones regula-
das económicamente por una instancia del yo que reprime e inhibe. Se trata
por tanto de una noción económica del cuerpo. Represión que nuestra psiquis
se encarga por medios alternos y oblicuos de burlar para liberar el inconscien-
te. A mi manera de ver, el capitalismo salvaje no prohíbe nada, el consumo no
censura ni se censura. Ahí estriba su perversión, en la ilusión de libertad indi-
vidual, de que todos podemos construirnos diferentes. En el fondo ya ni per-
versas ni perversos podemos ser. A mi manera de ver, ése es el reflejo que
recojo en el espejo que me tiende el ensayo de Quiñones al salir de salón de
belleza. Se trata según ella de prácticas que intentan hacer desaparecer las
diferencias cuando no son ya otra forma de domesticación, así “las mujeres
pasan de la prisión doméstica a la prisión estética”. Y su ensayo cierra con
una pregunta sin respuesta: “¿Será posible aceptar el sacramento de la iglesia
del consumo sin creer en la religión?” Si bien las prácticas estéticas ponen
punto final a la dictadura de la biología y de la naturaleza, no hacen más que
sustituir un esencialismo por otro; el cuerpo cual más allá de su apariencia
visible como espacio de verdad.

274
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

REPÚBLICA DOMINICANA

Camila Henríquez Ureña (1894-1973)

Nacida en Santo Domingo. Camila obtuvo su doctorado en Filosofía,


Letras y Educación en la Universidad de La Habana en 1917. Ade-
más estudió en las universidades de Minnesota y Columbia en los
Estados Unidos. Se desempeñó como catedrática de literatura del
departamento de Lenguas y Literaturas Hispánicas de la Universi-
dad de La Habana y de Vassar College, en los Estados Unidos. Entre
sus obras se encuentran: Curso de apreciación literaria (conferen-
cias, 1935), Feminismo (1939), La mujer y la cultura (1949), La
carta como forma de expresión literaria femenina (1951), Cer-
vantes (1963), El Renacimiento español (1963), Cantares de gesta
(1971), William Shakespeare (1972). Obras postumas son: Dante
Alighieri (1974) e Ideas pedagógicas de Eugenio María de Hos-
tos (2001).

La mujer y la cultura 1

Hace pocos días sostenía yo conversación con un ilustre educador cuba-


no. La nuestra, como casi toda conversación en esta época, tocó en un mo-
mento dado los problemas de la mujer, y mi distinguido interlocutor expresó
una idea que al llegar a mi mente sirvió de punto de partida a una serie de
reflexiones que hoy traigo ante vosotros, en un intento de síntesis:
Antes de que la mujer cubana [dijo] pisara con frecuencia habitual las
aulas universitarias, subiera a las cátedras y desempeñara los más altos minis-
terios en todos los órdenes profesionales, Cuba produjo varias extraordinarias
capacidades femeninas, como –por no citar más que dos– Gertrudis Gómez
de Avellaneda en el campo de las letras y María Luisa Dolz en el campo del

1 Leído en la Sociedad Lyceum, en el acto de propaganda por el Congreso Nacional


Femenino, el 9 de marzo de 1939. (N. del E.) Publicado en el libro Feminismo y otros
temas sobre la mujer en la sociedad, Santo Domingo, Editora Taller, C. por A., 1985,
pp. 61-71.
Consultado el 17 de Noviembre de 2015 en:
http://www.agn.gov.do/sites/default/files/libros/pdfs/vol%2095.%20Filosof%C3%83%C
2%ADa%20dominicana,%20pasado%20y%20presente.%20Tomo%20III.%20Lusitania
%20Francisca%20Mart%C3%83%C2%ADnez%20Jim%C3%83%C2%A9nez.pdf

275
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

magisterio. Realizaron esas mujeres, por sí solas, obra sólida, de valor perma-
nente. Hoy, las mujeres cubanas en general, sin diferencia de clases sociales,
estudian, se preparan para el oficio o la carrera, forman asociaciones cultura-
les, intervienen en los problemas políticos, tratan de influir en todos los órde-
nes de la cultura. Pero ¿dónde están, entre ellas, las personalidades extraordi-
narias? ¿Cuál está realizando la concienzuda, la fuerte labor literaria que pue-
da alcanzar un alto renombre, extensivo a todos los países de habla castellana,
como la Avellaneda? ¿Cuál se entrega a la obra educacional con la consagra-
ción creadora, con la devoción exaltada de María Luisa Dolz? La obra cultu-
ral de nuestras mujeres se ha atomizado al extenderse, ha descendido en
nivel. Es preciso que algunas de ustedes, mujeres jóvenes o en plena madurez,
se consagren a una labor de verdadera trascendencia en un campo determi-
nado, se esfuercen por alcanzar la excelencia individual en una actividad se-
ñalada. A la labor de animación e impulso general hay que sobreponer una
labor de especialización cultural. Necesitamos un Lyceum de especialistas.
Esta opinión, cargada de graves reparos, fue como un doble centro en
torno al cual giró en espiral mi pensamiento. Doble, a causa de su aspecto
positivo y de su aspecto negativo. ¿Por qué –me pregunté en primer término–
la cultura femenina en Cuba da a este hombre sabio la impresión de haberse
hecho cuantitativa en lugar de cualitativa, al evolucionar del siglo XIX acá?
¿Seremos capaces, las mujeres, de alcanzar un nivel medio de cultura, pero
incapaces de llevar a ésta una contribución nueva: invención, descubrimiento,
creación artística de valor imperecedero, labor sólida de investigación erudita,
fecunda gesta de magisterio ejemplar? ¿Tantos afanes nos conducirán ape-
nas a reforzar pobremente, con fútiles imitaciones, el trabajo que los hombres
pueden realizar por sí solos con suficiente perfección? ¿Los prejuicios contra
la capacidad intelectual femenina se comprobará que descansan sobre una
sólida base? Salvo alguna rarísima excepción, de rasgos mentales vigorosa-
mente masculinos (“¡Es mucho hombre esta mujer!”), la mitad femenina del
mundo, ¿no tiene ningún elemento esencial que aportar a la cultura universal?
Aun en ese caso, ¿por qué esos tipos de excepción desaparecen –según mi
interlocutor– (al menos en nuestro país) para ceder el puesto a una masa
femenina más o menos culta y activa, pero en la que no se destacan ejemplos
de suprema capacidad intelectual? ¿Será que hoy se producen con mayor
frecuencia tipos femeninos superiores, y constituyen por lo tanto excepciones
menos raras, como sucede entre los varones?
Estas y otras muchas interrogaciones empezaron a girar en mi mente, e
impulsándome a buscarles respuesta, me indujeron a entrar en terreno oscuro
y resbaladizo, donde apenas se traza camino que no se borre enseguida, como
en la superficie del mar, en ese campo de constante controversia entre la

276
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mujer y el hombre, que no han logrado aún (¿lo conseguirán algún día?) esta-
blecer sobre bases de comprensión sus relaciones espirituales.
Si estamos de acuerdo en que cultura es el esfuerzo consciente mediante
el cual la naturaleza moral e intelectual del ser humano se refina e ilustra con
un propósito de mejoramiento colectivo, no es posible decir que existiera antes
de fines del siglo XIX una cultura femenina. Lo que se cultivaba en la mujer
por medio de las artes de adorno y de las faenas caseras, y, sobre todo, por el
cuidadoso desarrollo en ella del espíritu de sumisión, era un ser cuya existen-
cia se concebía sólo en función correlativa cuyo término era el varón o era el
hijo. No importa cuál fuese la situación de la mujer –obrera obligada a ganar-
se el pan, dama (exquisita flor parasitaria), honesta ama de casa burguesa,
monja, criatura caída en el deshonor y por ello privada del derecho a la luz del
sol de acuerdo con leyes injustas y costumbres absurdas–, ella no podía desa-
rrollar su propia personalidad. Era hija, esposa, madre, hermana, esposa del
Señor recluida en un convento que representaba a veces, relativamente, una
liberación; pero no podía ser ella misma, una individualidad humana. Su condi-
ción era análoga a la del esclavo, que existe sólo en función de un amo. Se la
esclavizaba en nombre de su misión biológica. Quien estaba en la obligación
de dar anualmente al mundo un nuevo ser y, al mismo tiempo, de realizar una
complicada labor casera, no tenía posibilidades para mucho más. Era preciso
que se dejara alimentar y cobijar como útil bestia doméstica. Y las que, a
través del mundo, el demonio y la carne, se liberaban de esas cargas, tenían la
de servir de instrumento de placer venal, pues no poseían ni preparación para
otra actividad ni campo en que desenvolverse. Por eso el convento era una
liberación relativa. Valga el recuerdo de sor Juana Inés: al menos llevar a la
celda sus libros, su ciencia y su poesía, por un tiempo, antes de que, aun allí, la
organización social la persiguiera hasta arrancarle la vida.
Como esa situación, modificándose muy lentamente, se prolongó hasta
los albores de nuestro siglo, era de esperar que hasta ese momento sólo muje-
res de capacidad intelectual extraordinaria y de carácter sumamente vigoroso
pudieran destacarse. En tiempos de mis abuelas, en el seno de la sociedad
hispanoamericana a que pertenecieron, todavía se enseñaba a las señoritas a
leer, pero no a escribir, para que no produjeran cartas peligrosas (a menos que
no se las escribiera el señor cura, como en Campoamor). En tiempos de mi
madre, cuando ésta fundó la primera escuela secundaria para mujeres en su
país, en colaboración con el sabio maestro Eugenio María de Hostos, fue
duramente censurada por querer “sacar a la mujer del seno protector del
hogar […]” y de la ignorancia que le era impuesta como una virtud inherente
a su sexo.

277
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una gran rebelde, emancipada de


muchos prejuicios, una de las primeras feministas del mundo en el orden del
tiempo. María Luisa Dolz, que llegó más tarde y encontró la ruta más abierta,
consagró la vida a su obra, suprimiendo de la suya ciertos aspectos de la
existencia femenina para hacer total esa consagración. Otras mujeres, en
Cuba y en el resto de la América española, podríamos citar como represen-
tantes de un gigantesco esfuerzo individual hacia la cultura; pero seguiría
siendo imposible hablar de cultura femenina porque se pudieran citar una o
dos docenas de nombres de excepción, por regla general, nombres de damas
de posición económica desahogada.
El verdadero movimiento cultural femenino empieza cuan-do las excep-
ciones dejan de parecerlo. En los últimos cincuenta años, la cultura femenina
ha realizado un enorme progreso, que corre parejas con el de la liberación
económica, la de ciertos trabajos domésticos, y de las cargas excesivas ads-
critas a la misión biológica de la mujer. El progreso científico ha he-cho que
las labores domésticas se reduzcan notablemente, aun en las clases pobres;
de ese modo, la mujer ha podido salir a la vida pública a realizar trabajos que
el hombre desempeñaba antes exclusivamente. Esos trabajos, retribuidos, le
han dado, le están dando, progresivamente, la independencia económica. El
mismo proceso económico la obliga a reducir en número la familia que es
preciso mantener, y el avance científico que le permite lograr ese equilibrio le
da la seguridad, que antes no tenía, de que la mayoría de sus hijos vivirá. A
medida que va consiguiendo la liberación económica, la mujer va adquiriendo
la libertad moral e intelectual que consiste esencialmente en la posibilidad de
realizar su personalidad, su ser individual, con existencia posible independien-
temente del varón y del hijo. El ser humano femenino empieza a existir ahora.
Al llegar aquí, el problema se me escinde en dos partes. La primera no se
refiere al grado de capacidad intelectual que pueda tener la mujer, ni a si
traerá o no una contribución ori-ginal a la cultura mundial. Se refiere al hecho
en sí de que la mujer llega a la cultura: ese es el hecho esencial. La mujer es,
como el esclavo que llegó a hombre libre, como el plebeyo que obtuvo la
igualdad social y política, un ser que ha reclamado- y está obteniendo sus
derechos naturales. La mujer llega a la cultura cuando empieza a ser un hom-
bre (no digo varón); cuando puede repetir las palabras de Terencio: “Hombre
soy, y nada humano puede ser ajeno a mí”. La llegada de la mu-jer, de la mitad
de la humanidad, a la libertad y a la cultura es una de las mayores revolucio-
nes de nuestra época de revoluciones. Y es un hecho histórico indiscutible e
indestructible.
Las mujeres de excepción de los pasados siglos representaron, aislada-
mente, un progreso en sentido vertical. Fueron precursoras; a veces, sembra-

278
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ron ejemplo fructífero. Pero un movimiento cultural importante es siempre de


conjunto, y necesita propagarse en sentido horizontal. La mujer necesita de-
sarrollar su carácter, en el aspecto colectivo, para llevar a término una lucha
que está ahora en sus comienzos. Necesita hacer labor de propagación de la
cultura que ha podido alcanzar para seguir progresando. Y siempre que la
cultura tiene que extenderse, da la impresión de bajar de nivel. Se trata de una
ilusión óptica. Igual impresión se tuvo cuando empezó a aplicarse a la educa-
ción la teoría democrática. Porque aprendían los más y el mayor número
siempre es mediocre, hubo quien tuvo la impresión de que el nivel cultural del
mundo descendía. Impresión falsa. ¿Quién podría comparar al hombre bestia
que tiraba del carro del faraón, bajo el látigo, capaz de sufrir sólo físicamente,
con el obrero europeo hoy, que reclama derechos a ciencia y con-ciencia?
¿Quién podría comparar a la mujer medieval, golpeada, encerrada, y con fre-
cuencia asesinada por su padre o por su dueño, vendida al burdel o entregada
como oblata- al convento sin que ni ella ni otro osaran levantar una protesta-
que, por otra parte, nadie hubiera escuchado, con la joven de hoy que conoce
y discute los problemas de su vida, les hace frente para resolverlos y se da
cuenta de todo el camino que le queda por recorrer? Pero aquello no ha
impedido que el siglo nuestro produjera a Einstein, a Picasso, a Claudel. Esto
no impide que entre las mujeres de hoy existan una Virginia Woolf, una Irene
Joliet-Curie, una Gabriela Mistral.
Hoy es esencial seguir propagando la cultura femenina, y la mujer cuba-
na, que en esa obra marcha a la vanguardia de las mujeres hispanoamerica-
nas, tiene en ello una misión grave que cumplir. La mujer tiene todavía gran-
des luchas que librar para lograr la paridad con el hombre ante la ley y ante la
vida. Es preciso llegar, como lo ha expresado enérgicamente una escritora
cubana, “a una equilibrada concepción del sentido de la responsabilidad social
que eleve los valores esenciales de la feminidad a categoría superior”. Quizás
las mujeres cubanas por dedicarse con tanto entusiasmo a esa labor de propa-
gación no tengan ahora tiempo para la de concentración en el aislamiento que
implica la creación de una gran obra personal en el arte o en la ciencia; pero
están realizando una obra colectiva de inmensa trascendencia, en la que se
suman sus esfuerzos a los de todas las mujeres americanas, como los esfuer-
zos de arquitectos, escultores y pintores sin nombre ni número conocido se
sumaban en la magnífica realización de la catedral gótica, expresión viva de
una época del espíritu humano. Esa labor de la mujer cubana será perdurable
y su radio de influencia sobrepasará los límites del país. Si más de una capa-
cidad personal superior palidece o queda escondida en el esfuerzo de conjun-
to, no lo lamentemos demasiado, porque nos ha tocado establecer los cimien-
tos de un edificio indestructible.

279
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En su carácter de grupo humano recién admitido a la libertad, la mujer


tiene aún necesidad imperiosa de reclamar derechos imprescindibles de rom-
per definitivamente trabas absurdas que mantiene la costumbre; de llevar a
las compañeras de campos y aldeas los beneficios de la ciencia moderna; de
hacer comprender a todas y cada una de las mujeres lo que significa su digni-
dad como seres humanos; de capacitarlas, dentro de sus posibilidades, para la
apreciación de la belleza. Pero tiene la mujer otras razones urgentes para
trabajar por la cultura. No se trata ya de terminar con la situación de esclavi-
tud que le es particular, sino de hacer frente a los problemas generales que se
presentan hoy al hombre. Vivimos una crisis, en la que fuerzas agresivas
amenazan con destruir los valores sustanciales de la cultura, con el afán de
detener la evolución natural de la sociedad. En un momento de crisis no es
fácil determinar la ruta de la verdad; pero a la mujer corresponde aceptar en
esta lucha su responsabilidad. A quien siempre ha correspondido la misión de
proteger y guardar, le tocará llevar a cabo un gran esfuerzo por la defensa de
los valores culturales.
Y el problema se me presenta, al decir esto, en su segundo aspecto.
Aceptado ya el hecho incontestable del acceso de la mujer a la cultura, es
lícito preguntarnos: ¿cuál será el aporte específicamente femenino que la cul-
tura ha de recibir? Es demasiado pronto para que la mujer pueda determinar
la esencia de su misión espiritual; pero en nuestra época que, como dice Jung,
“padece de insuficiencia de nutrición psicológica”, creemos cierto que la mu-
jer tiene ante sí una formidable tarea cultural, que tal vez signifique, espiritual-
mente, el comienzo de una nueva época. La mujer busca una conciencia más
alta, un sentido y designación de su fin, una clara determinación de la relación
anímica entre los sexos. No sólo ha de hacer entrar en la cultura el sentido
maternal de la existencia, que es ya su contribución visible. Ahora que ha
abandonado la actitud de animosidad contra el varón (y de imitación de éste, a
la vez), que pasajeramente adoptó en los inicios de la lucha, podrá llevar a sus
realizaciones y a sus creaciones el sello de su espiritualidad, no menos fuerte
que la masculina, sino de intensidad- revestida de serenidad y profundamente
vinculada a la vida. La mujer es mucho más psicológica que el varón. Su
psicología es más inmediata y más rica. Se mueve fácilmente, con clara vi-
sión, en el mundo de la intuición, donde el varón se extravía. Tiene un sentido
vital de las relaciones anímicas, de donde está surgiendo un nuevo mundo
psicológico, y puede crearse mañana, por un último conocimiento de las leyes
del espíritu, la base de una nueva moral.
Será cuando hayan resuelto una gran parte de tan complejos problemas –
seguía yo pensando– cuando se conviertan las mujeres en grandes especialis-

280
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tas; será entonces cuando, espontáneamente, lleguen con mayor frecuencia


al genio creador. No antes. En el seno de la esclavitud no se produjeron hom-
bres de genio, salvo un fenómeno aislado como Epicteto, y aun ese varón
excepcional sólo consiguió dar a la luz una filosofía de prisionero valeroso, que
predica la conformidad con lo inevitable.
La inferioridad mental de la mujer ha sido principalmente falta de liber-
tad. Y la libertad no se conquista de pronto; es obra prolongada, conquista
cotidiana. Y pasarán siglos antes de que el goce de la libertad moral y del
trabajo gustoso y el desarrollo del hábito de la labor mental seria, creen el
clima dentro del cual pueda producirse, en la mitad femenina del mundo, un
genio universal: Shakespeare, Goethe o Dante, Leonardo, Beethoven o Martí.
Pero ese día no llegará nunca sin esta preparación penosa, sin este afán
nuestro, sin nuestra inconmovible decisión de que llegue. Y creo que en esta
lucha, en que hoy parecen dispersarse nuestras fuerzas, estamos haciendo
verdadera obra de concentración, de creación, que dará mañana cosecha
cuya magnitud no puede medirse.
La acción colectiva es, hoy por hoy, la mayor necesidad que sienten los
humanos. Las mujeres cubanas convocan ahora a un congreso específica-
mente femenino, conscientes de los muchos problemas que tiene que resolver
la mujer, yo no diría únicamente como sexo, yo diría como clase social. So-
mos, hemos sido, una forma de proletariado. Ese congreso abogará –entre los
numerosos asuntos que ha de abarcar– por el abaratamiento de los medios de
enseñanza, por el planteo y resolución de los problemas que confrontan en su
trabajo la mujer profesional y la artista; y sobre todo, por la popularización de
la cultura en Cuba.
Las mujeres conscientes saben que en el momento en que los hombres
vuelven a ser con violencia inusitada los feroces guerreros, brazo de la des-
trucción, la misión más grave de las mujeres tiene que ser tratar de salvar la
cultura para los hombres del futuro. Para ello, necesitan unirse.
Y lo necesitan también como grupo social, su no existencia, su nulidad
como seres humanos las había hecho hasta ahora un poco desconocerse y
odiarse. La mujer era siempre para la otra mujer la rival en esencia o en
potencia, puesto que ella sólo existía como correlativa del varón. Pero hoy
cada mujer está llegando, a ser para las otras, con exclusión de su papel en las
relaciones entre los sexos, una hermana en sufrimiento, en propósito, en de-
ber; un miembro de la humanidad con análogos problemas vitales.
La mujer que adquiere conciencia de la responsabilidad colectiva, sabe
que la unión es necesaria para lograr altos fines de interés humano. Por eso
resulta particularmente doloroso que pueda haber aquí entre las cubanas –que

281
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tan conscientemente están contribuyendo a la liberación progresiva del espíri-


tu y a la unificación de la voluntad de las mujeres– algunas que, aduciendo
como razón sus creencias religiosas, se presten a mantenerse fuera de esta
reunión en que el elemento femenino se organiza para luchar por causas jus-
tas. Esas mujeres no comprenden que no son los sentimientos religiosos los
que las desunen de sus compañeras; porque la religiosidad tiene su morada
inviolable en el recinto de la conciencia personal; sino que las apartan fuerzas
de reacción que, al servicio de propósitos políticos, se empeñan en mantener
aquel antiguo régimen, agonizante hoy, bajo el cual la mujer se hallaba en
estado de paridad con el siervo cuando no con el esclavo.
Esas mujeres son ejemplo del elemento que se aferra a la servidumbre
tradicional por ignorancia. Pero también padecen ignorancia de la esencia
misma del movimiento de liberación femenina esas otras mujeres que, cre-
yéndose nuevas y avanzadas, se complacen en ser míseras remedadoras del
vicio masculino, y al abusar del deporte, de la bebida, del tabaco y del sexo,
creen que se han libertado de una esclavitud porque han caído en otra, o se
juzgan profundas en experiencia porque han trasladado a otro campo la frivo-
lidad. La primera prueba de capacidad cultural que puede dar una mujer es la
seriedad en el trabajo y ante la vida. Y yo no doy a esa palabra, seriedad,
ningún sentido anticuado.
Para instruir a esas que ignoran, necesitamos la difusión de la cultura;
para difundirla, necesitamos que la escuela y la cátedra, y la tribuna, y las
exposiciones, y la prensa y la radio, y el teatro y el cine, nos sirvan para fines
más ennoblecedores que facilitar la aprobación de algunos exámenes o co-
rromper definitivamente el gusto literario y artístico. Se impone una campaña
de propagación cultural cuidadosamente organizada con un criterio de selec-
ción. Cuando decimos que es indispensable propagar la cultura, no debemos
dejar que el verbo nos haga olvidar el complemento sustantivo. Es la cultura lo
que tenemos que propagar. Y la cultura es cosa fuerte y profunda. Si lo olvida-
mos, corremos riesgo de agitarnos en vano, cuando no perjudicialmente.
El Congreso Femenino planteará para resolución estos y otros graves
problemas de la mujer en relación con la cultura. No pretende agotarlos, pues
son, por su esencia, inagotables; pero esperamos todas que las ponencias que
se presenten arrojarán luz en el camino y nos permitirán avanzar con mayor
seguridad. La mujer cubana que sabe cuál es su deber, acudirá a cumplirlo.

282
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Carmita Landestoy (1894- 1988)

Nacida en Baní, República Dominicana, muere en Nueva York. Es-


tudió en la facultad de filosofía de la Universidad de Santo Domingo,
así como estudios en la Universidad de Columbia de la ciudad de
Nueva York. Publicó Yo también acuso (1946).

¿En qué leyes se apoya Trujillo para permanecer en el Poder? 1


Ninguna Ley escrita, ni ninguna Ley humana autoriza a Trujillo a quedar-
se permanentemente en el Poder. Nuestra Constitución no dice que hombre
alguno tiene derecho a ser Presidente vitalicio; y tampoco lo autoriza ninguna
humana, porque precisamente él las atropella todas.
Se sabe que “La voz del pueblo es la voz de Dios”, y el pueblo no quiere
a Trujillo, todo lo que hace y dice en favor del decantado Benefactor es obli-
gado; porque si el pueblo pudiera expresar libremente su pensamiento, Trujillo
no estaría ni un día más en el Poder.
El pueblo está amordazado; todos sus actos controlados y cada individuo
espiado dentro y fuera del hogar. De modo que nadie tiene derecho a viajar de
un sitio a otro sin que sus pasos sean vigilados. Reducido a la impotencia y a
la miseria, ¿qué puede hacer el pueblo Dominicano…?
El otro día en la Librería del Congreso en Washington, mis ojos tropeza-
ron con un enorme retrato de Abraham Lincoln. Siempre me produce honda
emoción contemplarlo, mirar esa “faz que parece reflejar el sufrimiento por
todos los dolores del mundo”; y al pie de dicho retrato se leen las palabras que,
en la mañana del 19 de noviembre de 1863, pronunciara en Gettysburg en su
famoso discurso: “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, y
pensé: en mi país el lema es otro: “el gobierno de Trujillo, por Trujillo y para
Trujillo”.
Porque Trujillo se apoderó del Poder por la traición y por la fuerza, y ha
hecho del país un objeto de su propiedad, y usa las instituciones que han sido
creadas para defender la Patria, como armas contra ella, para atropellar al
pueblo, vejarlo y aterrorizarlo.
Curtis, el Ministro de los EE. UU. de A. en el país en esa época, pudo
constatar que Trujillo, además de traidor, traería funestas consecuencias al

1 http://www.agn.gov.do/sites/default/files/libros/pdfs/vol%20141.%20%C3%82%C2%A
1Yo%20tambi%C3%83%C2%A9n%20acuso%20!%20Rafael%20Leonidas%20Trujill
o%20tirano%20de%20la%20Rep%C3%83%C2%BAblica%20Dominicana.%20Carm
ita%20Landestoy.pdf

283
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

país en el futuro, eso se desprende del telegrama que en fecha 25 de febrero


de 1930, enviara a su Gobierno, y que publicamos textualmente a continua-
ción:
In spite of the solemn assurances given to my predecessor
and to the authorities, it is now absolutely clear that General
Trujillo, conspired with the revolutionary leaders and has re-
peatedly betrayed the Government. For this reason it appears
highly desirable that General Trujillo be not named on the list
of any party. It is furthermore necessary that General Trujillo
and Colonel Diaz, who has likewise been unfaithful, be re-
moved from the Army, but this will hardly be accomplished
without the assistence of the Legation.
Estos datos los hemos tomado en la página 704 del Foreign Relations of
the United States, volument II, 1930.
Trujillo proyectó todo con premeditación y alevosía, no reparando en
medios para llegar a fines, y así sorprendió al pueblo. Durante los primeros
tiempos a todos les parecía inverosímil que Chapita, cuyos malos anteceden-
tes eran de todos conocidos, entre ellos el de traidor a la Patria, ocupara la
primera magistratura del Estado.
El pueblo dominicano como los países del Continente, saben que Trujillo
se unió a las fuerzas interventoras norteamericanas, alistándose bajo la ban-
dera de los Estados Unidos de Norteamérica; sirviendo contra el pueblo, y
que además, sintiéndose protegido, cometió infinidad de atropellos contra los
dominicanos en general, así como infinidad de actos en particular contra de-
terminados individuos e instituciones, de tal modo que varias veces fue some-
tido a la justicia en distintas ciudades de la región del Este del país, y su récord
estaba en los archivos de la Procuraduría General.
Los dominicanos saben que lo primero que Trujillo hizo cuando se apode-
ró del Poder fue, hacer quemar el edificio de dicha procuraduría, que estaba
situado en la calle Padre Billini, donde estaban los récords criminales del país,
y lo hizo quemar, tanto para destruir las pruebas que existían contra él, como
de los vituperables actos cometidos durante la intervención norteamericana, y
a la vez el récord de sus familiares.
Si se sigue la trayectoria de la vida de Trujillo, y desinteresadamente, se
miran los hechos a la luz de la verdad, se comprobará que a todo lo que ha
llegado ha sido a base de engaños, hurtos, homicidios, y a un inhumano proce-
der en el cual, usando siempre la fuerza, ha atropellado todos los sentimientos
humanos y violado todas las leyes.
Nadie puede negar la evolución del hombre, y es de admirarse que una
persona humilde pueda llegar a ocupar sitios directivos, pero hay que saber

284
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

distinguir entre la humildad y la plebeyería. Trujillo fue plebeyo desde que


jovencito, en la finca Italia, hurtaba vacas poniéndoles zapatas viejos para que
se confundieran las huellas; traicionando después a Horacio Vásquez; enga-
ñando y cogiendo de pantalla [a] Estrella Ureña, e imponiendo desde un prin-
cipio hasta el presente, la sangrienta tiranía, que desde hace 17 años sufre el
pueblo dominicano.

Cómo se apoderó Trujillo del Poder


Trujillo se apoderó del Poder por traición, con premeditación y alevosía,
desarrollando el plan que se había trazado; y en el momento oportuno usó la
fuerza. Los rifles y las bayonetas del Ejército pusieron el toque final.
Primero se dedicó a cultivar la amistad y a ganarse la confianza de don
Horacio Vásquez, presidente de la República, usando todos los recursos ima-
ginables, hasta lograr hacerse tan íntimo y demostrarle tanto afecto, que Vás-
quez lo llamaba su hijo, y doña Trina, la esposa de éste, escribió unos versos
dedicados a Trujillo, llamándolo hijo por el mutuo afecto que se profesaban.
Trujillo es un gran artista en el disimulo y la hipocresía, todos los días iba
o mandaba a informarse de la salud de sus papás: don Horacio y doña Trina;
cada día se servía en la mesa algo enviado por él: frutas, dulces, etc.; siempre
algo raro y exquisito traído de distintos sitios del país o del extranjero. Yo
comía a menudo en la mesa presidencial y lo veía con mis propios ojos. En
verdad las personas honestas y sencillas creían de buena fe en el entrañable
afecto que Trujillo demostraba tenerle a Vásquez y a doña Trina.
Además, como Trujillo cree en barajitas y brujerías, mandaba a preparar
pañuelos para embrujar a Vásquez. Recuerdo que un día, alguien que ahora
es muy amigo de Trujillo, le dijo a Vásquez que tuviera mucho cuidado, porque
se sabía que Trujillo le estaba haciendo brujerías. Días más tarde, doña Trina
le dijo: “fíjate, Horacio, que cada vez que Trujillo viene aquí, saca un pañuelo
del bolsillo y lo sacude cerca de tu cara, mientras conversa contigo”. A lo que
Vásquez contestó: “tú estás viendo visiones, lo que él hacía era secarse el
sudor y agitaba el pañuelo porque tenía mucho calor”.
Era tanto el afecto y la fe que Vásquez tenía en Trujillo, que por más que
le decían que éste pasaba contrabandos en nombre del Ejército, que se estaba
haciendo de grandes sumas de dinero, reduciendo la cantidad y calidad de la
comida de los presos y los guardias rasos, y que además lo estaba traicionan-
do, Vásquez no lo creía y le decía a Trujillo: “me han dicho tal o cual cosa”, a
lo que éste contestaba riendo: “no haga caso, es que están celosos de nuestra
amistad, pídame lo que usted quiera, pues yo daría hasta mi vida por usted”.
En una oportunidad, el doctor Alejandro Cabral, estaba visitando a Vás-
quez y le había informado de los escandalosos manejos de Trujillo dentro del

285
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Ejército, que no solo se ganaba grandes sumas a costa de la salud de los


presos y guardias rasos, sino que se estaba haciendo ídolo de dicha institución
y que lo estaba traicionando; en esto llegó Trujillo y Vásquez le repitió lo que
acababa de decirle Cabral. Serenamente, Trujillo contestó: “eso no es verdad,
usted no puede probarlo delante de la Ley”. “No, no puedo probarlo delante
de la Ley –contestó Cabral–, porque usted es un pillo que todo lo hace al
amparo de las leyes”. Trujillo insultó a Cabral, quien le dijo: “usted y yo pode-
mos arreglar esto de hombre a hombre. Mañana lo espero en tal sitio”, pero
por más que esperó, Trujillo nunca fue a la cita, lo cual prueba cuán valiente
ha sido siempre este tirano.
Repetimos que Trujillo procedió con premeditación y alevosía; sirviendo
junto a las fuerzas invasoras norteamericanas, había atropellado al pueblo y
sabía todo lo que podía hacerse cuando se dispone de la fuerza; así que prime-
ro se ganó la confianza y el afecto Vásquez, haciéndose nombrar Jefe del
Ejército Nacional; ya he dicho como también logró ganar el afecto y la con-
fianza de dicha institución, a la cual fue disciplinado hasta hacer de ella un
arma poderosa y un perro fiel, atento a la voz del amo.
La habilidad y la astucia han sido siempre características de Trujillo. Sa-
bía que aun contando con el Ejército, esto no era suficiente para apoderarse
del Poder, porque el pueblo, que todavía disponía de algunas armas, no lo
hubiera tolerado; porque llevaba la rémora de traidor a la Patria y le decían
despectivamente: CHAPITA; así que para sus fines tenía que escoger, para
usarlo de pantalla, a alguien cuya hoja de servicios estuviera limpia, y escogió
al licenciado Rafael Estrella Ureña, quien era abogado, escritor, gran orador,
ídolo del Cibao y gozaba de gran simpatía en el país.
Se acercó amistosamente a Estrella Ureña poniendo en práctica el mis-
mo sistema que había usado para ganarse la confianza y el afecto de Vás-
quez, tanteando cautelosamente; sugiriendo que se necesitaba un presidente
joven, con ideas nuevas porque podían hacerse muchas cosas en el país; le
informó además, que él podía apoyar con el Ejército cualquier movimiento, y
como el quería tanto a Vásquez, respondía de antemano que no se derramaría
sangre ni se cometería ninguna clase de atropello.
Estrella Ureña era secretario de Relaciones Exteriores, quien en caso de
ausencia, renuncia o muerte del Presidente, ocuparía ipso facto la Presiden-
cia de la República; así es que, él era el hombre que Trujillo necesitaba.
Trujillo pintó a Estrella Ureña el panorama y cómo éste por su cultura y
dotes personales podía muy bien ocupar la Primera Magistratura del Estado, y
como gozando además, de tanta simpatía en el Cibao, podía combinarse con
líderes políticos de dicha región para que organizaran la revolución, cuyas

286
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

fuerzas marcharan sobre Santo Domingo, donde el Ejército se les juntaría,


tomando la ciudad por sorpresa y haciendo prisionero a Vásquez, sin necesi-
dad de derramar sangre.
Tal como se proyectó, resultó. La revolución fomentada en el Cibao,
marchó sobre la capital. Cuando estaban a poca distancia, el Ejército, traicio-
nando al Gobierno, se pronunció contra éste, e inmediatamente rodearon al
Palacio Presidencial, cuidando de que nadie saliera o entrara, haciendo prisio-
neros a Vásquez y a todas las personas que estaban en el Palacio.
Vásquez, con el Palacio por cárcel, quedó incomunicado, e inmediata-
mente se le envió el pliego de rigor, debidamente escrito para que firmara
espontáneamente, su renuncia a la Presidencia de la República, por causas de
salud. Naturalmente, Vásquez firmó con un revólver pegado al pecho y ro-
deado por un pelotón del Ejército, quien tenía órdenes de amedrentarlo, ha-
ciéndole ver que firmaba o moriría. Esa fue la leal prueba de afecto que dio
Trujillo a su querido “PAPÁ HORACIO”.
Pero la renuncia de Vásquez fue espontánea, como han sido espontá-
neas las manifestaciones del pueblo dominicano a través de la tiranía de Tru-
jillo; ese es su famoso sistema democrático, en el cual, aparentemente siem-
pre se hace ¡la voluntad del pueblo!.
Aunque el pueblo no tenía nada contra Vásquez, como se le había hecho
tanta propaganda de que quería reelegirse y que eso era inconstitucional, y
además que sería caer en una dictadura, etc., todo eso era parte del programa
de Trujillo, para atraer la atención del país hacia un candidato joven, inteligen-
te y decidor como era entonces Estrella Ureña, así cuando su nombre sonó
como candidato de los revolucionarios para futuro Presidente el pueblo se
alegró.
Tan pronto como renuncio Vásquez y Estrella Ureña se posesionó de la
Presidencia, continuando el desarrollo de su plan, Trujillo, siempre tan amigo y
tan afectuoso, como hermano de Estrella Ureña, le sugirió que renunciara
para que presentara inmediatamente su candidatura para la Presidencia de la
República en las próximas elecciones, y así hizo éste.
Al renunciar Estrella Ureña, tan pronto como estuvo desligado del Go-
bierno y sin derecho a inmiscuirse en nada oficial, inmediatamente Trujillo
presentó también su candidatura para la Presidencia, y de acuerdo con su
sistema de cubrir las apariencias, se hizo una amistosa llamada a los que
estaban en el exterior para que regresaran a presentar candidaturas y se
efectuaran unas elecciones completamente libres.
Ángel Morales quien era en aquella época embajador en Washington,
renunció, regresando al país con un grupo y presentando su candidatura; pero

287
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ya se sabe que cuando éstos trataron de viajar por el país, se les pusieron
emboscadas en las carreteras; lluvias de balas los recibieron en ciertos para-
jes, resultando algunos heridos y varios de sus partidarios que trataron de
organizarse para votar por él, aparecieron muertos. En resumen que Morales
y otros tuvieron que abandonar el país para no correr la misma suerte.
Los candidatos que se discutieron la Presidencia fueron Estrella Ureña y
Trujillo, y a pesar de emplear este último la fuerza, y de todos los atropellos
cometidos contra el pueblo, solamente ganó por muy pocos votos; y hábil
como siempre, magnánimo y generoso, para calmar y engañar al pueblo de-
signó como Vicepresidente a Estrella Ureña.
Pasaron algunos meses. Ya Trujillo había desarmado al pueblo, disemi-
nando el Ejército en todo el país. Tenía ya cierto control, y sobre todo, ya había
dado pruebas de todo cuanto era capaz de hacer a quien se opusiera a su
voluntad; se habían llevado a cabo homicidios, golpes, prisión, etc., y el pueblo
estaba atemorizado, así es que ya podía prescindir del Vicepresidente.
A Estrella Ureña se le aplicó entonces el consabido sistema para hacerle
miserable e imposible la vida. Se le fueron controlando las actividades oficia-
les, hasta reducirlo al ridículo y la impotencia, y dándose éste cuenta de que no
solamente no tenía voz ni voto, sino que también su vida peligraba, tuvo que
abandonar el país; pero naturalmente que también la renuncia de Estrella
Ureña a la Vicepresidencia de la República, se dijo espontánea, como fue la
de Vásquez, y tenía que ser así, ¡porque Trujillo es el hombre más respetuoso
en cuanto concierne a las leyes…!
¡Y así, sin Dios y sin Ley, apoyándose solo en la fuerza, y no reparando
en medios para llegar a fines, el decantado Benefactor ha convertido al país
en objeto de su propiedad, violando todas las leyes escritas y todas las leyes
humanas…!

El Partido Dominicano
El Partido Dominicano es el único partido político que existe en el país, y
como puede deducirse, es el partido de Trujillo, del cual es éste el Jefe Supre-
mo.
Sumamente astuto, Trujillo se dio cuenta de que tenía que crear una ins-
titución por medio de la cual pudiera disimuladamente controlar a los indivi-
duos, los hogares y a todos los sectores humanos.
Él sabía que se había apoderado de la Presidencia por la fuerza apoyado
en los rifles y las bayonetas del Ejército Nacional, sembrando el terror en el
pueblo, pero como todo tiene su límite, y el pueblo es además, el depositario de
esa sagrada fuerza que vela por la conservación de la Nación como valor
eterno y por tanto guardián de la libertad; Trujillo se dio cuenta de que tenía

288
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

que cambiar de táctica es decir, continuar el control pero cubriendo las apa-
riencias, y para esto creó el Partido Dominicano.
Son dignos de estudios los métodos que por intuición ha creado y puesto
en marcha Trujillo para controlar el país, a través de Juntas y Sub-Juntas,
organizadas sobre todo el territorio nacional, de este modo el Partido Domini-
cano imparte órdenes que se cumplen a la mayor brevedad posible y a un
mismo tiempo en toda la República.
Así que, hay dos hombres fuertes y temibles en el país: Trujillo, como
presidente de la República y jefe supremo del Partido Dominicano, y Virgilio
Álvarez Pina, como presidente vitalicio de dicho Partido, quien da órdenes,
controla y se entera de todo cuanto sucede en el país, informando a Trujillo.
La República Dominicana está dividida en 19 provincias, cada una de
estas tiene varias comunes, es decir, ciudades, las cuales suman en el país un
total de 87, y cada común tiene varias aldeas y secciones, con un total de más
de 8,000 en la República.
El Partido Dominicano tiene la oficina central en Santo Domingo, la ciu-
dad capital de la República; tiene una Junta Provincial en cada ciudad cabe-
cera de provincia; una Junta Comunal en cada comuna; una Junta Seccional
en cada sección o aldea, y una infinidad de Sub-Juntas en todos los barrios de
las comunes, según la población de éstas.
Las Juntas Provinciales tienen cierta vigilancia y son responsables de
todo lo que sucede en las ciudades que pertenecen a sus respectivas provin-
cias.
Las Juntas Comunales tienen una oficina con varios empleados que con-
trolan todas las actividades de dicha común, reciben los informes mensuales
de las secciones y aldeas y de las Sub-Juntas de los barrios, y tienen que
rendir un informe mensual a la Junta Superior Directiva.
Las Juntas Seccionales controlan e informan de todas las actividades de
su jurisdicción a sus respectivas Juntas Comunales.
Las Sub-Juntas de los barrios de cada ciudad del país, intervienen en
cuanto sucede en sus vecindarios e informan a las Juntas centrales de sus
respectivas comunes.
Las ciudades están divididas en barrios, tienen, mapas que señalan los
límites de cada barrio y por tanto cuales son las calles que están bajo el control
de cada Sub-Junta.
Cada una de estas Sub-Juntas tienen que rendir un informe mensual de
todo lo que sucede en sus respectivas jurisdicciones, esto es, tienen que estar
pendiente de todo movimiento, actividad en cualquier campo, político, cultural,
particular; así es que todo, absolutamente toda actividad colectiva o particular
está controlada y vigilada para informar a sus superiores.

289
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

De cuando en cuando se celebran reuniones de todos los presidentes de


Sub-Juntas, para cambiar impresiones y que todos opinen en qué forma puede
influirse para que todo hogar y cada persona se interese y trabaje con entu-
siasmo en los altos ideales del Partido Dominicano.
Es muy interesante oír las observaciones que hacen estos presidentes de
Subjuntas, casi siempre son muy atinadas y revelan inteligencia, espíritu de
observación y el celo con que cumplen su trabajo, y cómo se controla a cada
persona en particular y al barrio en general.
De manera que el Partido Dominicano es, bajo un discreto disfraz, una
Gestapo, mejor organizada que la de Hitler y la de Mussolini, y más rígida en
sus sistemas de premios y castigos. A veces por exceso de celo o por satisfa-
cer venganzas personales los encargados de rendir dichos informes, acusan a
individuos inocentes, y hay que ver las clases de investigaciones que proce-
den, y desde ese día todo acto de dicho individuo queda severamente sojuzga-
do y controlado.
El Partido Dominicano tiene unos estatutos muy rigurosos, con infinitas
reglas que observar para merecer el alto honor de ser un buen miembro de
dicha institución, es decir, un leal trujillista; hay tantos deberes que cumplir y
tantos beneficios que disfrutar; se exige tanta honestidad en el proceder y
tantos favores a recibir, que en verdad da la sensación de que pertenecer al
Partido Dominicano ¡es como recibir un título de nobleza, o más aún, estar
bajo la gracia de Dios…!
¡Y tan honorable es el Partido Dominicano, que uno de los actos que
siempre merecen altos premios es el hecho de matar, esa es la mayor demos-
tración de trujillismo…! Por ejemplo, en un pueblo alguien mata a otro dizque
porque estaba hablando mal del Gobierno, pues bien, inmediatamente se infor-
ma del hecho a la Junta Superior Directiva, y ésta lleva el informe al Jefe
Supremo, y ese individuo que ha asesinado, inmediatamente es nombrado
para un cargo de confianza, con un alto sueldo, aun cuando apenas sepa leer
y escribir.
Una de las características del Partido Dominicano es que los que matan,
naturalmente a una o dos personas, son empleados permanentes y gozan de
muchos privilegios. Hay también otra clase de empleados permanentes, éstos
son los espías de cierta categoría, los que viven sugiriendo que fulano es esto
o lo otro, o que hizo esto o aquello, en resumen los que para granjearse los
favores del amo, calumnian o acusan con o sin razón a su prójimo.
El acto de ingresar en el Partido Dominicano es muy ceremonioso, en
primer lugar, el solicitante tiene que ser presentado por un miembro prominen-
te, y como la oficina de la Junta ha sido avisada previamente, el Presidente

290
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

acompañado del Secretario, los reciben en la oficina del primero, y ante un


enorme retrato del Jefe Supremo, igual que se hace en los altos tribunales de
justicia de la República ante la figura de Cristo, se le toma juramento al que va
a ingresar de socio. Este tiene que levantar la mano, y cuando el Presidente
de la Junta le dice: “¿Jura usted ser fiel a los principios del Partido y leal al
Jefe Supremo?” El otro responde: “juro”. Entonces el Presidente le dice: “si
así lo hace, Dios se lo recompensará, de lo contrario, Él se lo tomará en
cuenta”.
Y, así, bajo tan solemne juramento, invocando osadamente el nombre de
Dios, amenazando con que Dios premiará o castigará, según la conducta que
se observe, ¡otro dominicano ha ingresado de socio en el glorioso Partido
Dominicano…! Y cuando alguno asesina, ya se sabe que tiene asegurado un
espléndido sueldo mientras Trujillo esté en el Poder, ¡porque el Jefe Supremo
sabe premiar la mano que por él quita la vida a un inocente…!
Todo varón desde los 17 a los 70 años de edad, tiene que pertenecer al
Partido Dominicano, porque sin el carnet de inscripción no se puede viajar, ni
inscribirse en ninguna institución, escuela, universidad, etc.; ni iniciar ningún
negocio, ni ninguna actividad cultural, comercial, o de cualquier índole. De
modo que dicha inscripción es de tanta importancia para la vida de toda perso-
na en el país, como el aire que se respira. ¡Y a esto se le llama democracia…!
Sin la inscripción en el Partido Dominicano nadie puede conseguir traba-
jo, no solamente del Gobierno, sino de ninguna de las instituciones nacionales
o extranjeras, pues más de una vez se han visto en apuros los dueños de
negocios y de corporaciones extranjeras, por haber empleado a alguno que no
portaba dicha inscripción, los han acusado de desleales al Jefe Supremo.
Se ha dicho con sobrada razón, que el Partido Dominicano no es respon-
sable de tantas adulaciones.
Álvarez Pina es responsable de estar deformando la conciencia nacional,
creando un complejo de inferioridad y destruyendo el espíritu creador.
La influencia del ambiente es tan poderosa, que muchas veces es difícil
determinar si ciertas cosas son heredadas o consecuencia del ambiente. Y el
Partido Dominicano ha creado un ambiente de servilismo y de terror.
Centenares de veces se lee el nombre del Benefactor, en cada periódico
dominicano, alabando la persona y la obra de Trujillo, y diciendo que todo
cuanto sucede y se hace en el país es por obra y gracia del Jefe Supremo.
Yo he oído decir a un niño de cuatro años: “tú sabes, yo tengo tres papás,
mi papá fulano, mi papá Dios y mi papá Trujillo”. Eso en boca de un niño de
esa edad, es la más elocuente prueba de hasta dónde llega la obra destructora
de la tiranía de Trujillo, y al mismo tiempo es la más cruel e imaginable blasfe-

291
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

mia. Tratar de desviar a un hombre del camino recto, es contrario a la más


elemental moral, pero deformar la conciencia del niño es un crimen que sólo
puede castigar la ira de Dios.
El vulgo dice: “cada uno da de lo que tiene”, y eso encierra una gran
filosofía, pues como está demostrado científicamente, hay distintos tipos hu-
manos, cada uno procede de acuerdo a su condición, y son sus hechos, sus
actuaciones en la vida los que definen a que clase pertenece.
Virgilio Álvarez Pina es un tipo político, sus actuaciones en la vida lo han
definido como un tipo estrictamente político, así que ha impreso esa misma
característica al Partido Dominicano, y hasta 1942 las actividades del Partido
habían sido estrictamente político-culturales, toda vez que sobre todo el terri-
torio nacional se pronunciaban discursos, conferencias, etc., que según la ca-
pacidad y cultura del autor, resultaban hermosos trabajos literarios, aunque
naturalmente tenían cuando menos que comenzar o terminar ensalzando la
persona y obra del Benefactor.
Este sistema ha ido perfeccionándose con el tiempo, al extremo de que
ahora, unas de las atribuciones de los presidentes de Juntas y Sub-Juntas,
obedeciendo órdenes superiores, es mandarle una carta indicándole el tema a
desarrollar, a la persona que deba hablar en público. Muchas personas habían
podido sustraerse a la vergüenza de decir lo que no sienten, pero a la fecha
han puesto en evidencia a todos, y resulta grotesco oír a diplomáticos o a
catedráticos de la universidad diciendo cosas fuera de toda lógica y de toda
ética, pero es que esa es otra forma de humillar y estrujar la conciencia nacio-
nal, pues, ¡ay del que se niegue…!
Como ya he dicho, una red de Juntas y Sub-Juntas sobre todo el territorio
nacional, controla a todos los individuos, así todas las clases sociales, desde el
catedrático hasta el cargador de muelles, desde el rico hacendado hasta el
más humilde trabajador, tienen que pronunciar discursos en los respectivos
ambientes en que se mueven, loando los beneficios que los de su clase reciben
del Benefactor. Es decir, que tienen que hacer literatura inventando mentiras.
Así en algunas manifestaciones de los campos, se han leído hasta 27
discursos que han sido escritos por otros, y que estos sencillos campesinos
que muchas veces apenas saben leer y escribir, han tenido que leer y releer
por varios días antes de la fecha señalada para el magno acontecimiento. En
esas como en muchas otras ocasiones se obsequia a la muchedumbre con
licores y abundante comida.
Por lo mismo que en todo sitio donde haya siquiera 30 habitantes tiene
que existir una Sub-Junta, todo está controlado, no hay sector humano ni clase
social que escape a la vigilancia del Partido, ni menos al acto de rendirle
homenaje al apócrifo Benefactor.

292
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Aunque la inscripción en el Partido es necesaria para todo, sin embargo


siempre alguno violaba tan sagrada obligación. Entonces para obligarlos a
cumplirlas, se votó una Ley que multa [con] 50.00 [cincuenta dólares], a todo
conductor de vehículo que admita a algún pasajero, hombre o mujer, sin la
cédula de identidad, y a la segunda vez que infrinja dicha Ley, se le aplica
multa y prisión conjuntamente. El lector puede imaginarse el celo que en el
cumplimiento de tal Ley despliegan todos los conductores, ya que muchas
veces no ganen esa suma al mes y además, que tienen que defender el pan de
su familia. Nadie puede escapar a la inscripción en el Partido.
Por lo mismo que existen diferentes tipos humanos, por más que una
persona ensaye y trate de acomodarse a ciertas circunstancias, siempre ha-
brá sectores de su alma y de su espíritu que no se dobleguen, porque precisa-
mente eso es lo que no cambia, son las características permanentes que por
voluntad de lo alto se trajo a la vida, para determinar su tipo y su vocación, por
tal motivo los que han resultado como presidentes del Partido Dominicano son
muy pocos, porque tienen que pertenecer al tipo politiquero, al elástico que se
doblega a todas las circunstancias. He ahí porque el único que resulta es
Virgilio Álvarez Pina (Cucho).
El presidente permanente del Partido Dominicano es Cucho, y en honor a
la verdad hay que quitarse el sombrero ante la habilidad y astucia de Álvarez
Pina. Él maneja a su antojo tanto al elemento culto o aristocrático como al
pueblo humilde y al campesino. Cucho se ha inventado también su filosofía y
es que: “todo lo hace el Jefe Supremo”, no permite que nadie diga que él hace
esto o lo otro, “no, yo no hago nada, eso agradézcaselo al Jefe”, pero es que
en esa forma conserva su puesto.
Con una sonrisa a flor de labios y una frase amable, queda siempre bien
con todos, haciéndoles creer que se interesa por sus asuntos particulares,
cuando en realidad tan pronto dan la espalda, se olvida hasta del nombre de la
persona. De lo que Cucho no olvida ni un detalle, es de los que no rinden un
aparatoso homenaje al Benefactor y humilla su persona, o de los que tienen
personalidad y se atreven a tener ideas propias, porque a Cucho le molesta la
mucha filosofía; esto es, la cultura, porque todavía en él vive el sentimiento
que hacía exclamar hace casi un siglo, al populacho contra los profesores de
la Universidad; “ahí va ese filorio”.
Cucho sirve la política de Trujillo con ese maravilloso celo acostumbrado
en él, que le hacía proceder lo mismo en el gobierno de Horacio Vásquez, y
cuando era el mejor amigo de Ángel Morales, Estrella Ureña y de los altos
empleados de tal gobierno.
Toda capacidad científica o humana es despreciable para Álvarez Pina,
todo lo que no sea doblegarse a sus caprichos no cuenta. De manera que ser

293
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

complaciente con él, es el único mérito que tiene una persona, pues si no
puede tomarla como instrumento para lo que él entiende que es política, es
completamente nula.
En la actualidad, después de Trujillo, Cucho es el hombre más temido y
más adulado en Santo Domingo. Como es el único que puede hablar diaria-
mente con el Jefe Supremo, es el hombre que puede hacer y deshacer, que
puede elevar o hundir en la miseria a los que hayan tenido la mala suerte de no
serle gratos.
Álvarez Pina es el hombre que recibe las informaciones de primera mano
de todo cuanto sucede en el país, así, que tiene el control de todo y puede
influir como nadie en los asuntos nacionales y particulares, según como y
cuando los presente al Benefactor.
Anteriormente Cucho sabía también cuanto sucedía en la Secretaría de
la Presidencia, pues él y el Secretario tenían sus combinaciones, dicho secre-
tario le informaba de todo, y en muchas ocasiones algunas cartas que llegaban
se las mandaba a Cucho y nunca llegaban a conocimiento de Trujillo; hasta
que un día algo se descubrió, pero todo recayó sobre el Secretario de la Pre-
sidencia, quien fue destituido.
Es sabido que el día que Trujillo amanece usando espejuelos oscuros es
porque está de mal humor; así es que ese día, Cucho, que lo conoce mucho, se
limita a cosas superficiales, marchándose cuanto antes de su lado; pero el día
que el Benefactor está, como se dice vulgarmente “de vena”, aquel le somete
los asuntos que quiere que apruebe, y consigue cuanto quiera, protegiendo o
condenando.
Es preciso advertir que Álvarez Pina se ha fabricado una oportuna filoso-
fía cuyos fines son congraciarse con el Jefe. Con este objeto jamás permite
que su propio nombre aparezca como iniciador de cualquier idea, sino que
hace énfasis en que toda obra o pensamiento es del llamado Benefactor, obli-
gando a la vez al pueblo a que lo repita. Y esta patraña la repiten a su vez los
otros presidentes de Juntas y de Sub-Juntas, porque todos saben que si al-
guien osa decir que es autor de una cosa, que fue su cerebro quien creó una
idea o puso en práctica un proyecto, se expone a las iras de Álvarez Pina y del
Tirano. Y tanto peligro corre el que tiene la mala suerte de señalar a otra
persona diciendo que tiene capacidad para algo, como la persona señalada.
Porque la verdad, triste y desoladora, es que en la República Dominicana
cada hombre tiene que anularse premeditadamente para no ofender la olímpi-
ca vanidad del Supremo Dictador, o de Álvarez Pina.
Yo he oído a Álvarez Pina, decirle a alguien que ha señalado a otro como
autor de tal o cual cosa: “repite lo que dijiste que no te he entendido bien”. Y
cuando la persona mencionada, ingenuamente lo ha repetido, contestarle, ai-

294
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rado como un dios ofendido: “recuerda que todo lo que se hace en el país es
obra del Jefe, que no se te olvide, porque puede costarte caro”.
Esos son algunos detalles de la filosofía de Álvarez Pina. Es una de sus
poses, pues también él tiene una gran sed de mando y de poder, y se mantiene
invocando deberes para con el Partido e invocando también el nombre del
Benefactor, para mantener atemorizados y bajo su personal control a todos
los demás ciudadanos.
La prueba es que Cucho es responsable de muchas cosas y desciende a
detalles que Trujillo ignora, y cuanta actividad inicia cualquier persona o insti-
tución inmediatamente se las apropia a las actividades del Partido, porque así,
ante el Benefactor, él aparece como autor. ¡No puede negarse que nuestro
gran Cucho es digno discípulo de su maestro…!
Así, disimulada y arteramente e invocando fidelidad para el Partido, Cu-
cho mantiene bajo su rígido puño a todo el mundo, y por lo mismo que es un
tipo estrictamente político, no tiene capacidad para apreciar la utilidad de los
otros, y casi siente desprecio por los que han pasado por Universidad.
Una de las múltiples facetas de la filosofía de Álvarez Pina es hacerse el
generoso ante el Benefactor, y cuando una persona se permite tener ideas
propias y el coraje de mostrarlas; poseer un espíritu creador y poner en mar-
cha ideales; o siquiera porque alguna de sus amiguitas, la haya acusado de
algo ridículamente baladí, aprovecha el día que el Jefe está de vena, para
decirle con aire misterioso e importante: “Jefe, no me pregunte la causa, pero
le sugiero que cambie de empleo a fulano. Es bueno y trabajador, pero no
conviene que siga donde está”. Y el Jefe lo interpreta como un acto de lealtad
hacia su persona y al mismo tiempo como un bondadoso gesto, ya que le
suplica que lo emplee en otra parte.
Pero es que Álvarez Pina sabe que, la persona destituida la dejarán largo
tiempo sin empleo, para que escarmiente; para que cuando la vuelvan a em-
plear sepa conducirse, es decir que no se permita tener ideas propias, y sepa
que su empleo es tributar alabanzas al Benefactor y ser particularmente com-
placiente con las amiguitas del presidente del Partido Dominicano.
Álvarez Pina es responsable en muy alto grado de ese disimulado control
sobre el individuo, que se traduce en la muerte de toda iniciativa propia, en el
fracaso de toda obra creadora y de todo esfuerzo personal.
Los mandatarios debían haber cuando menos pasado por la Facultad de
Filosofía, para que supieran hasta donde llega su responsabilidad para con el
país y con la humanidad, pues por satisfacer un placer momentáneo, un simple
acto de vanidad personal, nadie tiene derecho a destruir valiosos factores del
alma nacional.

295
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Cuando cierta clase de atropellos se comete sobre determinadas perso-


nas, a la larga no es a esas personas a quienes se perjudica, es al país en
general, porque cada persona es parte integrante de ese conglomerado que se
llama Nación.
Qué marcado contraste nos ofrece el hermoso país Norteamericano, donde
gracias a su sistema de gobierno democrático, todos tienen las mismas opor-
tunidades; porque como ellos dicen en su lenguaje práctico y sencillo: “todos
pueden exteriorizar lo que llevan dentro. Nada tiene que quedarse enterrado
por falta de oportunidad”.
Bajo la tiranía de Trujillo, es inútil –y más que inútil un crimen –expresar
una idea; hacer prevalecer la propia iniciativa; dar impulsos al sentimiento
creador. El civismo es castigado; el sacrificio impuesto por los estudios, nulo.
¿Pero qué sabe
Cucho, un ser asalariado, de esos grandes principios fundamentales en
que se basan la libertad y el progreso material y espiritual de la humanidad…?
¿Qué sabe él del mundo de los altos valores humanos?; ¿qué de las sublimes
borracheras espirituales en vuelo de altura a caza de sutiles materiales con
que vestir las ideas…?
¡Cucho sí sabe de borracheras, pero de otras categorías, él conoce sola-
mente las que produce el dinero, el poder, el alcohol y las jovencitas…!
Pero todo tiene su razón de ser, y las características de Álvarez Pina
corresponden a las del politiquero. Él no es maestro, ni pedagogo, ni filósofo
en el alto sentido de la expresión; ni menos un tipo social que siente la gloria de
dar, de dar sólo por el placer de dar, sin esperar recompensa alguna.
Es que Álvarez Pina en su afán de poder y de dominio invade campos
que no comprende ni le pertenecen, y ya se sabe, “zapatero a tu zapato”.
Bajo la tiranía de Trujillo y de Álvarez Pina, toda iniciativa tiene que
quedar constreñida, no se permite que nadie haga de su vocación el trabajo de
su vida, porque entonces se ejercita y desarrolla el espíritu creador; así, cons-
tantemente cambian a los jefes de departamentos, y teniendo una persona
capacidad para la agricultura la designan para maestro, y a los maestros, para
construir carreteras, etc. Es decir designan a los individuos para actividades
completamente ajenas a su ramo.
No se puede enfocar ningún principio fundamental, ni referirse a ningún
alto valor porque inmediatamente se creen aludidos y aplastan al osado.
No permiten que nadie adquiera notoriedad en el desarrollo de su perso-
nalidad en cualquier aspecto de la cultura o de las artes, porque confunden
eso y piensan que se está convirtiendo en líder.
En la tiranía de Trujillo nada ni nadie valor alguno, tiene solamente el
valor que este quiera concederle, así que una persona que en verdad es hono-

296
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rable, cuando ha caído en desgracia con el Benefactor, inmediatamente se


convierte en algo despreciable, por lo menos eso se cree Trujillo y así quiere
inculcarle a los dominicanos.
Cuando en el exterior se publica algún artículo o libro exponiendo algún
aspecto de la tiranía dominicana, o cuando alguno haya logrado escapar y huir
al exterior para que no lo desaparezcan, entonces se abren las cataratas de
las iras del Tirano y de Álvarez Pina, se mandan cartas circulares a todo el
país, ordenando manifestaciones de desagravio al hombredios, y se comien-
zan los mítines en cada barrio del país, y cada persona tiene que asistir como
actor o como espectador. La cosa es que a cada mente y a cada conciencia
hay que llevar inmediatamente la idea de que Trujillo es el salvador del pueblo
y todos deben respeto y sumisión al llamado Jefe Supremo y pedir a Dios por
su salud y porque lo conserve en el Poder ¡para felicidad de todos...!
El Partido Dominicano es sumamente rico y muy poderoso. El 10% de
los sueldos de los empleados públicos es para los fondos de dicha institución.
Además, como verán más adelante, después que la Sección Femenina de
dicho partido inició la labor de Asistencia Social de diez puntos, se han creado
varios impuestos que van a aumentar los fondos.
Se hacen muchas obras a nombre del Partido, porque Trujillo es el Parti-
do y el Partido es Trujillo; se pagan muchos sueldos, especies de pensiones a
personas jóvenes y saludables, pero que son espías o ayudan a sugestionar al
público de que la única salvación del país está en que Trujillo lo dirija.
En resumen que el Partido Dominicano es una rica y poderosa entidad
que hace milagros en todos los aspectos y a quien hay que temer y respetar.

Cédula de identidad personal del hombre


La cédula de identidad personal es uno de los pocos impuestos directos
que ha creado Trujillo, era necesario, pues por lo mismo que tiene necesidad
de controlar al individuo, este es el único y mejor medio de lograrlo y además
por ese concepto le entran varios millones de dólares anuales al Estado.
En cada ciudad hay una oficina especial, para expedir la cédula de iden-
tidad para hombres. Esta es un carnet con sus señas particulares y su fotogra-
fía.
En estas oficinas hay unos formularios especiales con innumerables casi-
llas que hay que llenar con los siguientes requisitos: nombre completo, edad,
lugar de nacimiento, educación, instituciones a que pertenece, bienes que po-
see, valor de los mismos y sitio donde están ubicados, etc. Además cada
persona tiene que llevar tres retratos, uno que le pegan a dicho carnet y dos
que se guardan en los archivos de tal oficina para poder localizar a cualquier
individuo en caso de necesidad.

297
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Todo varón desde los 17 a los 70 años de edad, tiene que portar dicha
cédula, porque de lo contrario lo multan o condenan a prisión, esta cédula y el
carnet de inscripción en el Partido Dominicano tienen que ir juntas, porque sin
éstos no se puede, como ya he dicho, iniciar nada ni menos conseguir trabajo
en ninguna parte; y se les considera además, personas poco gratas, en otras
palabras desleales al Gobierno.
El impuesto por concepto de la cédula es de 1.00 [un dólar], para los
pobres e indigentes, y de 2.00 [dos dólares], para arriba, a razón de 1.00 [un
dólar], por cada 1,000.00 [mil dólares], sobre el capital de cada persona pu-
diente. Así el que tiene por ejemplo 10,000.00 [diez mil dólares], aunque sea
solamente en alguna propiedad que no le produzca nada, como solares, de
todos modos tiene que pagar 10.00 [diez dólares], al año. Son varios millones
de dólares que produce de entrada este impuesto directo.
A veces hay personas sumamente pobres, que solamente ganan centa-
vos diarios que gastan en su manutención, por tanto no pueden economizar un
dólar, y causa pavor cuando la policía hace barridas por los vecindarios po-
bres, ver como conducen presos a multitudes sucias y casi desnudas, golpeán-
dolos cuando éstos osan rebelarse.
El que no paga la cédula con dinero la paga con cárcel, eso dicen pero es
que a los presos los ponen a trabajar vestidos de monos y con la cabeza
raspada. Usan el pretexto de que trabajan para el Estado, pero Trujillo y toda
su familia los usan como en el tiempo de la esclavitud, siempre mandan gru-
pos, vigilados por dos guardias armados que los vigilen, a desyerbar los patios
de las casas de la familia Trujillo y también los llevan a las fincas.
Pipí, un hermano del Tirano, tiene una gran finca cerca de la capital, y
mantiene de 50 a 60 presos trabajando diariamente, turnándolos cada uno o
dos meses, y nos les da alimento alguno, sino que los autoriza a que le quiten
un poco de todo lo que traen los campesinos a la ciudad, así si alguno trae
pollos, le quitan media docena, y así sucesivamente se abastecen de todo lo
que necesitan. Los obligan a cometer robos y sufren y padecen los pacíficos
campesinos, que cuando se van acercando a dicha finca, como no pueden ir
por otro camino, van rezando para que no los golpeen, pues a veces esos
desalmados presos, se permiten también, además de quitarles parte de lo que
llevan, golpearlos.
Esos mismos presos, salen de noche a recoger los animales que tienen en
los patios los habitantes de los alrededores. Los mismos campesinos que traen
los productos, permanecen uno o dos días en la ciudad, mientras venden éstos
y compran las chucherías que han de llevar para el sustento de sus familias,
pues bien, amarran las bestias de carga en los patios de donde están hospeda-

298
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

dos, y muchas veces no las encuentran al otro día. Y no pueden hacer nada,
porque los pueden desaparecer a ellos también. Yo he visto a muchos campe-
sinos llorando, porque ese era el único animal que tenían para venir a la ciudad
una vez por semana y de momento se encuentran impotentes, ¿en qué forma
van a regresar, cómo pueden llevar lo que han comprado…?
Como he dicho, no son solamente los impuestos directos e indirectos, ni
los monopolios sobre las riquezas naturales, los negocios y las industrias, no,
son los pequeños detalles, en que la numerosa familia de Trujillo explota y
vieja la persona humana, en los distintos sectores del pueblo, son los golpes y
angustias que hacen pasar diaria y constantemente a los infelices trabajado-
res y a las personas humildes.
Algo tiene que hacerse, los derechos humanos no son cuestión de un solo
país, ni de ningún desalmado tirano, es un asunto que el Continente tiene que
tomar en sus manos, es un problema que hay que resolver a la mayor breve-
dad posible.
Por ejemplo, tenemos el acueducto en la capital, pero después de las 11
p. m., no hay agua en toda la ciudad porque Trujillo la coge para regar sus
fincas, y resulta que se producen fuegos en esas horas y se queman cuadras
enteras porque no se puede apagar el fuego, y así sucesivamente usan en su
provecho personal las cosas por las cuales el pueblo paga cinco veces su
precio.

Cédula de identidad personal de mujeres


Hace once años le dije a Doris Stevens, entonces presidenta de la Comi-
sión Interamericana de Mujeres:
Trujillo le reconocerá los derechos políticos y civiles a la mujer
dominicana, cuando la necesite para que vote por él y para
agregar un elemento nuevo que una su voz a la del hombre
para los fines de propaganda y afianzarse más en el Poder.
Y así ha resultado.
Al ver los millones que anualmente le produce la cédula de hombre, Tru-
jillo pensó que también la mujer podía ser explotada en ese sentido, y siendo la
mujer la mitad de la población, podía producir tanto o quizás más que la cédula
de los hombres.
Pero como tenía que existir un motivo para que la mujer tuviera cédula,
había que reconocerle sus derechos políticos y civiles. La prueba en que la
organización de las oficinas en todo el país, formularios, etc., requiere tiempo,
y sin embargo, a los pocos días de reconocérseles dichos derechos a la mujer,
ya estaban abiertas y funcionando las oficinas para las cédulas en cuestión.

299
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Para proveerse de la cédula de mujeres, se llenan los mismos requisitos


que para las cédulas de los hombres. Hay que llevar tres fotografías y se llena
un formulario con los mismos detalles.
La única diferencia en el precio de la cédula de mujeres es que las que
sean pobres y sirvientas solamente pagan 50 centavos, pero las que tienen
bienes pagan lo mismo que los hombres, 1.00 [un dólar], por cada 1,000.00
[mil dólares], del capital que posean.
También la mujer al igual que el hombre, tiene que portar la cédula y la
inscripción en el Partido Dominicano, para todo, porque de lo contrario al igual
que el hombre, tampoco podría viajar, inscribirse en ninguna escuela o institu-
ción, etc., ni desarrollar ninguna actividad.
En los primeros tiempos de la cédula, muchas mujeres, sobre todo, las de
los barrios pobres y las campesinas, unas porque no se habían preocupado,
otras porque no habían podido por falta de recursos, lo cierto era que se daban
casos muy desagradables cuando los policías o los guardias tenían que llevar-
las presas para someterlas a la alcaldía de la localidad y multarlas. Entonces
para evitar estas repugnantes escenas, se descargó sobre los conductores de
vehículos de transporte, sobre los jefes de oficinas y sobre todas las personas
que en una o otra forma tuvieran que ver con el público femenino, es decir,
que no se las transportara, ni dieran empleos, ni cabida en ningún sitio si no
mostraban su cédula y su inscripción en el Partido Dominicano.

La Sección Femenina del Partido Dominicano


Trujillo se apoderó del Poder en el año 1930 y ya he dicho como, durante
ese lapso, ha ido controlando paso a paso al individuo en particular, al extremo
que ni siquiera se puede pensar, porque si no se manifiesta constantemente la
lealtad al Jefe Supremo con estruendosas apariencias, el que se muestre par-
co, cae entre los no trujillistas, de modo que se ha puesto freno hasta al pensa-
miento.
Nadie puede permanecer callado rumiando sus pensamiento, nadie pue-
de permanecer aislado en esas beneficiosas soledades espirituales en las cua-
les el hombre a solas consigo mismo vislumbra o encuentra muchas veces las
maravillosas escalas que conducen al mundo de los altos valores humanos,
para aprehenderlos, y a manera de abeja, transformarlos para ofrecerlos a los
demás.
Trujillo había logrado monopolizar a los hombres, pero todavía había un
sector del pueblo, es decir, la mitad de la población, que no estaban directa-
mente bajo su control: la mujer.
En el año 1942, le reconoció los derechos políticos y civiles a la mujer
para sus fines políticos, pues se supone que la voz de la mujer ha de ser la

300
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

expresión de sus ideas y sentimientos, y si piden que el Benefactor se quede


en el Poder, no le quedaría más remedio que quedarse, por “caballerosidad” y
gentileza, aunque contra su voluntad. Esa es la patraña urdida por el Tirano.
Resulta que antes, la mujer tenía libertad de expresar sus ideas y ahora,
cuando se les ha dizque reconocido los derechos civiles y políticos, no tiene
derecho a expresar ni a escribir nada acerca de ninguna verdad ni enfocar
ningún principio fundamental. ¿No es una extraña paradoja…?
Inmediatamente que a la mujer se le reconocieron los aludidos derechos,
se creó la Sección Femenina del Partido Dominicano, organizándose según
órdenes de Trujillo, políticamente igual que el Partido Dominicano, en las mis-
mas Juntas y Sub-Juntas, sobre todo el territorio de la República.
Todas, absolutamente todas las mujeres del país, en sus respectivas ciu-
dades, aldeas, barrios, y dentro de su condición social o económica, tienen
como el hombre, que tomar parte en todas las actividades políticas; pronun-
ciar discursos; dictar conferencias y hacer los mismos encendidos elogios del
Jefe Supremo y de la obra de su gobierno.
No solamente los sociólogos, sino toda persona que alguna vez haya pen-
sado en los problemas humanos, sabe que toda evolución, todo cambio brusco
trae desequilibrio en el material humano en que se produce. En mí país, cuan-
do ya los hombres se graduaban en la Primera Universidad del Nuevo Mundo,
a las mujeres no les permitía que aprendieran a leer y a escribir por tanto hay
mucha diferencia en la cultura de uno y otro sexo. Todavía están vivas casi
todas las primeras y que se graduaron de Maestras Normal.
Yo he sido de las primeras mujeres de mi país, que he expresado en
público que es una necesidad que la mujer disfrute de la misma protección que
los hombres ante las leyes. Pero a lo que me refiero es que la mujer debe
recibir y disfrutar de los derechos que le corresponden como ser humano
serenamente e ir poco a poco preparándose para que pueda desempeñar si
tiene necesidad y capacidad, puestos de responsabilidad.
Pero en mi país, Trujillo las ha hecho salir bruscamente de su estado y sus
costumbres para que se lancen a las calles a pronunciar discursos, y a hacer
política y les ha despertado las mismas pasiones por los altos puestos, disputa-
dos senadoras, etc. Se ha roto la tradicional armonía del antiguo hogar, y el
hogar es la piedra fundamental de las naciones, todos los países que son fuer-
tes, es porque sus hogares son instituciones sagradas.
A la mujer dominicana se le ha reconocido los derechos políticos y civiles,
pero una cosa es lo que dice la Constitución y otra la que Trujillo permite que
hagan. Porque él llena las formas, cubre las apariencias. Porque lo que ha
hecho es, agregar un nuevo y valioso elemento a la vida político-social del país

301
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

para fines de explotación y de propaganda de su tiranía y ha sido otro elemen-


to también que ha caído bajo el control de Virgilio Álvarez Pina.
En el 1934, en la Librería del Congreso en Washington, leí la descripción
que hace, en su famosa Sociología, Eugenio María de Hostos respecto al
politiquero latinoamericano, y desde entonces las causas por las cuales se
produce ese tipo, ha sido para mi motivo de preocupación.
En el año 1942, en la Agenda del Congreso Interamericano del Niño,
celebrado en Washington, figuró el siguiente tema: “¿Qué debe hacerse para
que se produzca el tipo social?”. Se refieren al tipo que ama al prójimo y que
ama hacer el bien por que sí.
He seguido leyendo y documentándome y próximamente publicaré un
libro que llevará por título: “Los diferentes tipos humanos”, y es mi opinión que
el tipo que conviene a la mujer, tanto para su felicidad personal, como para
seguridad del hogar y de la humanidad, es el tipo social. Y es mi opinión que,
Trujillo y Álvarez Pina, con ese afán de dominio sobre el individuo y de eterni-
zarse en el Poder, están haciendo, inconscientemente que se produzca el tipo
político en la mujer dominicana, en esa mujer, que todavía es modelo de todas
las virtudes y de todas las gracias, y todavía conserva como un raro y delicio-
so perfume el recato y las reposadas maneras heredadas de la raza española
de la cual descienden.
Precisamente el Programa de Asistencia Social de diez puntos desarro-
llado dentro de la Sección Femenina del Partido Dominicano, para ser dirigido
y ejecutado por la mujer, tiene por objeto que a través de él, se produzca
reposada y graciosamente, el tipo social en la mujer dominicana; para que a
través de esa labor objetiva se produzca otra de tipo subjetivo, de hondos
alcances espirituales, como es “el amor al prójimo”.
Pero Álvarez Pina, por mezquinos y mal fundados celos, no podía permi-
tir que la mujer creara algo en su ambiente delicado y femenino, y que tuviera
autonomía para dirigirlo también, y se ha convertido en director de la mujer y
en director de la Asistencia Social Femenina.
En primer lugar, Cucho ha invadido campos que no son de su dominio en
su condición de hombre; en segundo lugar, no está capacitado para entender
la delicada trama de ese programa de trabajo, porque él no es un tipo social,
sino político, que es completamente el extremo opuesto; y tercero, porque ese
programa de trabajo es la consecuencia de muchos años de observaciones en
países extranjeros, donde el Servicio Social está muy bien organizado; de
estudios ordenados en la Facultad de Filosofía de Santo Domingo, por tanto
está informado por un espíritu didáctico, por un orden pedagógico, conoci-
miento de nuestra psicología criolla, y por encima de todo es una creación; es

302
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

algo nuevo, por haber sido inspirado por el gran coordinador: ¡EL AMOR, el
amor al prójimo…! y el amor tiene recursos que la ciencia ignora.
Lo primero que hizo Álvarez Pina al hacerse cargo de la dirección de la
Sección Femenina del Partido Dominicano y de la Asistencia Social Femeni-
na, fue, enviar una carta-curricular prohibiendo que toda presidenta de Junta o
Sub-Junta, escribiera cartas o cualquiera comunicación. Su misión queda re-
ducida a ejecutar las órdenes que recibiera del Presidente de la Junta de los
hombres, de su dependencia, así que con eso le prohíbe a la mujer desarrollar
su espíritu creador.
Pero es que en el fondo, a ellos no les importa el mejoramiento del país ni
el desarrollo de ningún valor humano, lo único que interesa es que se haga
mucha propaganda para su gestionar al pueblo y que Trujillo continúe en el
Poder. Por tal motivo, casi ninguna actividad de la Tiranía de Trujillo, resiste
una crítica serena ni un análisis imparcial.
No hay que echar mano de recursos retóricos ni literarios, para demos-
trar que la prueba más evidente es el reconocimiento de los derechos a la
mujer, y ahora es cuando la mujer dominicana no tiene ningún derecho, y si no,
porque no opina acerca de la libertad, por qué no dice que lo humano es que
cada cuatro años hayan elecciones libres, porque así, cada cuatro años le
tocaría a un grupo distinto poner a prueba su capacidad.
A pesar de habérsele reconocido los derechos políticos y civiles y de
estar organizada como partido político, para lo único que la mujer dominicana
tiene autonomía es para pronunciar discursos y conferencias elogiando la po-
lítica salvadora del jefe Supremo.
En resumen, que la mujer no tiene libertad, que se ha hecho la farsa de
reconocerle los derechos políticos y civiles para lucirse ante el mundo, pero en
el fondo ha sido para explotarla, y se creó la consabida cédula para dedicar,
según ellos, los fondos para la protección a la maternidad y a la infancia. Pero
lo único que se ha hecho en ese sentido son las Estaciones de Leche para las
madres y los niños recién nacidos por determinado tiempo, y Trujillo tiene
oportunidad de vender la leche de sus fincas.
La labor de Asistencia Social la ejecuta gratuitamente la mujer en todo el
país, y dicha labor ha sido motivo para explotar al pueblo, pues se han creado
varios impuestos para dedicar a ella los fondos, pero como la Junta Superior
Directiva del Partido Dominicano es la depositaria de dichos fondos, éstos en
su mayor parte, se quedan en las arcas de la referida institución.
Como ya he dicho, hasta el 1942 las actividades del Partido habían sido
estrictamente político-culturales, así que Álvarez Pina tenía que apoderarse
de la dirección de dicha Asistencia Social, primero, para justificarse ante el

303
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Jefe Supremo haciendo creer que crea; y segundo, para controlar al elemento
femenino en la misma forma que ha controlado al masculino.
Además que dirigiendo dicha labor, tiene oportunidad de inventar otros
aspectos que, aunque completamente contraproducentes, dentro de ellos Tru-
jillo tiene oportunidad de vender mucha leche, y eso es lo esencial: otra prueba
de devoción al Jefe Supremo.
Y, digo contraproducentes, porque Álvarez Pina ha iniciado un reparto de
leche a los adultos pobres de los barrios altos de la ciudad, quienes emplean
casi la mitad del día en el viaje de ida y vuelta, y lo que debe darse a los adultos
es trabajo, oportunidad para que ganen el pan con el sudor de su frente, por-
que eso disciplina y ennoblece. Por lo menos si le dan leche a los pobres, que
la repartan en el barrio donde viven, pero no, tiene que ser en el centro de la
capital para hacer la exhibición.
Lo esencial sería que no hubieran creado tantos impuestos indirectos que
han reducido al pueblo a la más precaria miseria; que Trujillo y sus familiares
no monopolizaran todos los artículos de primera necesidad en la capital, ven-
diéndolos a precios tan altos que las clases pobres no los pueden consumir.
¿Por qué no dejan que los campesinos entren y vendan libremente los
productos? ¿Por qué no rebajan los precios de la carne, la leche, el pescado,
los víveres, las frutas y las legumbres? No, a Trujillo y Álvarez Pina no les
importa la salud ni la felicidad del pueblo, y se han inventado ese reparto de
leche es, primero para venderla, y segundo, para deslumbrar a nativos y a
extraños con ese “gesto de caridad”, que en resumen paga el pueblo. Ese
mismo pueblo a quien se le regala. ¡Qué ironía!
El Ropero Escolar, ya lo dice su nombre fue creado para suministrar ropa
a los niños en las escuelas y vestir, además, a los que estaban en edad escolar
para que pudieran inscribirse, pero como hay tantas mujeres casi desnudas en
los patios de las chozas, en los barrios altos de la ciudad, Álvarez Pina ordenó
la hechura de varios miles de vestidos, para que no se diera ese triste espec-
táculo y hacer exhibiciones de generosidad, haciendo además que cada una
de esas personas se sienta obligada al Benefactor.
Todos esos gastos, como ya he dicho, se hacen con el dinero que entra
por concepto de los impuestos, pero les dicen que es un regalo del Benefactor,
cuando en resumen ese mismo pueblo ha pagado cinco veces el precio.
Puede darse mayor hipocresía, mayor abuso y mayor burla: usar el nom-
bre de un concepto cristiano como la CARIDAD y engañar al pueblo, que-
riendo tapar el sol con un dedo, como si el pueblo fuera un rebaño de ovejos.
Cuando he visto el reparto de vestidos o de zapatos, y he visto a las
clases necesitadas correr desaforadamente por los barrios, y que siendo por

304
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ejemplo 500 pares de zapatos, han acudido como 7,000 personas, que no se
han matado atropellándose unas a otras, porque siempre en estos casos la
policía establece un cordón para que esto no suceda, he evocado las multitu-
des hambrientas que en Francia, en el reinado de Luis XVI, corrían despavo-
ridas por las calles al anuncio de que en tal o cual sitio se repartían víveres.
Es una desconsideración y una burla a ese sector del pueblo que siempre
tuvo lo necesario para cubrir sus necesidades, mientras que hoy lo degrada
obligándolo a correr por las calles como perros famélicos; y es una burla y una
desconsideración también a la otra parte del pueblo, a los cultos, a los pensa-
dores y escritores, quienes capacitados para seguir todos los actos como cau-
sas y que preveen sus consecuencias en el tiempo, reducidos a la impotencia,
no pueden siquiera alzar la voz para evitarlo.
No pueden siquiera alzar la voz para opinar lo que deba hacerse, pero
tampoco pueden hacer calladamente alguna labor práctica, porque a Álvarez
Pina le molesta que alguien esté capacitado para crear y laborar.
Pero es que a Trujillo y a Álvarez Pina no les importa el futuro moral ni
espiritual del país, ni menos su felicidad. Lo que les interesa es el momento las
ganancias fáciles y sostenerse en el Poder, cueste lo que cueste, para seguir
explotando a esa GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO: el pueblo domini-
cano.
Y ahora como ven, todos los dominicanos, absolutamente todos, hombres
y mujeres, tienen que estar inscritos en el Partido Dominicano, quiero que se
pregunten, ¿cómo puede nadie opinar acerca de nada que no sea la bondad y
beneficios que para el pueblo reporta dicho partido?; y quiero que se pregun-
ten, ¿cómo puede formarse otro partido político…? Según vive sugiriendo
Trujillo.

305
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Carmen Durán (1949)

Es Profesora de Ciencias Políticas y Decana de la Universi-


dad Autónoma de Santo Domingo. Ha escrito varios ensayos
sobre el tema de la mujer. Se le considera como una de las
voces más importantes sobre el tema de los estudios de la
mujer y el racismo. Ha publicado Historia e ideología: mu-
jeres dominicanas 1880-1950 (2010).

Género, etnia y clase. Una aproximación desde la perspectiva de


género1
De cara al siglo XXI estamos inmersos en la necesaria tarea de revalori-
zar el papel de las diferentes etnias, la situación de género en el marco de la
historia particular y común de los países del Caribe. En ese contexto es de
valorar la importancia de articular propuestas que contribuyan a superar toda
forma de prejuicio y discriminación racial y de género.
La historiografía dominicana cuenta con pocos trabajos de investigación
que recogen en forma sistemática el problema del racismo y de los aportes y
participación de la mujer como sujeto histórico. Correspondió al movimiento
feminista, en distintas etapas y desde sus diferentes corrientes, replantear los
estudios acerca de la mujer en las esferas del quehacer social, histórico y
cultural desde una perspectiva de género.
A la luz de este razonamiento podemos identificar el contenido patriarcal
y sexista de la interpretación histórica, el desconocimiento total y consciente
del papel de las mujeres y de los negros y negras en los procesos sociohistó-
ricos y culturales que construyen parte del universo social.
En el siglo XX el hispanismo y antihaitianismo, como corrientes de pensa-
miento, se identificaron con el ejercicio despótico del poder de la dictadura de
Rafael L. Trujillo. Estos elementos fueron utilizados como legitimadores del
régimen.
La idea de “blanquear la raza” era referencia obligada, y la interpreta-
ción racista se manejó en el terreno de la política oficial con la introducción de
contingentes humanos de origen caucásico, sobre todo a partir de los años 50
del siglo XX.
La presencia del darwinismo social, justificador de la opresión neocolo-
nial y del racismo; la época “dorada de la colonia”, la “estirpe hispánica”, la

1 http://es.calameo.com/read/000345214709bd25d1e00

306
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

condición de ser “el pueblo cristiano” el más antiguo de América, el culto “del
héroe”, conductor nacional; la presencia de las “masas incultas”, la necesidad
de la “élite intelectual” son todos mitos por desacralizar.
La investigación histórica, referida a una relectura y reinterpretación his-
toriográfica que reivindique y dimensione los aportes de las mujeres, puede
considerarse escasa. Se han abierto líneas importantes de rescate a partir de
nuevos aportes a esta problemática. La tarea no es sencilla, pues se trata de
desarticular la visión patriarcal, racista, sexista e hispanófila que ha caracteri-
zado la historiografía oficial y tradicional dominicana durante mucho tiempo.
Situar como eje de investigación el problema género, raza y etnicidad es
un reto que tenemos por delante. Siendo cada vez más imperativa la necesi-
dad de articular estudios comparativos desde la perspectiva caribeña latinoa-
mericana.

Los ideólogos de la interpretación racista de la historia dominicana


La interpretación histórica desde la visión racista cuenta con varios ideó-
logos. Durante el siglo XIX se definía como corriente de pensamientos desde
el punto de vista de una parte importante de la intelectualidad dominicana. La
elucidación del hecho histórico de la conformación del Estado-nación y de la
independencia formal lograda frente a Haití en 1844 pasa por la óptica racista
y pesimista sobre la nación dominicana. Cuando en 1861 nuestro país fue
anexado a España y convertido en una provincia española por el sector anexio-
nista, encabezado por Pedro Santana, apareció como un complejo de culpa el
“indigenismo tardío”. Expresada en la literatura, en la novela Enriquillo, de
Manuel de Jesús Galván, y en poetas civilistas (José Joaquín Pérez, Salomé
Ureña y otros intelectuales de la época) se recreó la corriente indigenista
La historiografía tradicional dominicana se basa en el antihaitianismo,
como elemento de fundamentación de la nación dominicana; el hispanismo,
como afirmación del ser nacional; el pesimismo histórico, como justificación
de la supuesta incapacidad del colectivo nacional; el providencialismo, como
expresión de las élites intelectuales, y el caudillismo como los únicos capaces
de conducir y gobernar la masa de incultos. En esas interpretaciones se sus-
tenta una visión racista y minusvalizadora de la historia dominicana.

Contexto histórico del mestizaje en República Dominicana


Resulta difícil un análisis de las categorías género, raza y etnia. Las fuen-
tes de información sistemática y los censos nacionales, hasta entrado el siglo
XX, contemplan pocos datos sobre la diversidad etnorracial. Otra limitación
es la carencia de investigaciones históricas desde la perspectiva de género.

307
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La participación de la mujer como sujeto social en las distintas etapas de


nuestra historia ha sido invisibilizada por la historiografía oficial e incluso por
la historiografía progresista. Correspondió al movimiento feminista desde sus
diversas interpretaciones y corrientes impulsar trabajos de rescate de la par-
ticipación de la mujer en los diferentes ámbitos del quehacer social. Cabe aquí
destacar la necesidad de profundizar los estudios e investigaciones históricas
desde la perspectiva de género, lo que contribuiría a descifrar y superar los
códigos de historiografía patriarca y sexista.

Distribución porcentual por sexo de menciones de personajes en textos


de historia dominicana, según autores
Menciones Menciones
Texto masculinas femeninas
Núm. % Núm. %
Frank Moya Pons 3,121 99.4 19 0.6
Valentina Peguero y Danilo
de los Santos 2,320 99.1 73 3.0
Roberto Cassá 1,804 99.3 73 0.7
Fuente: Margarita Paiewonsky, “Imagen de la mujer en los textos de historia dominicana”,
Género y Sociedad, Vol. I, Núm. 1, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC),
Santo Domingo, mayo-agosto de 1993.

La identidad nacional como proceso


La configuración étnica y cultural del pueblo dominicano es el resultado
del proceso de mestizaje iniciado en la colonia de la Española durante el siglo
XVI. La incorporación de la población autóctona dio origen al primer mestiza-
je entre españoles y taínas durante ese siglo. Este fenómeno fue poco signifi-
cativo por el etnocidio de la población taína, y porque la historia registra, como
una de las formas de la resistencia aborigen, los abortos que se provocaban
las mujeres taínas. El proceso de mestizaje fue la expresión violente de la
colonización y del sometimiento de que fue objeto dicha población.
En el siglo XVI se conoció un alto predominio de la población africana en
la colonia de La Española, lo que se explica por el cambio de modelo económi-
co al introducir España el sistema de la plantación azucarera, para lo cual
precisaba de mano de obra esclava. Ya en el año 1501 empezó la importación
de negros al Nuevo Mundo. Sin embargo, es posible que antes de terminar el
siglo XV los peninsulares introdujeran africanos en la isla, ya que abundaban

308
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

en Portugal y Andalucía, y zarpaban de Sevilla todas las naves destinadas al


Nuevo Mundo, en donde, probablemente, se llevaban negros para el servicio
de los castellanos en la isla.
La mujer tuvo un papel determinante en el proceso histórico colonial del
siglo XVI. Ella fue sin duda explotada en varias formas: como mercancía en
la trata negrera, como reproductora de la fuerza de trabajo para la plantación
y como objeto de satisfacción de las urgencias sexuales del amo. En esta
coyuntura se inició el verdadero proceso de mezcla etnorracial y cultural que
dio como resultado la primera población mulata del continente. El proceso de
mestizaje se aceleró durante la primera mitad del siglo XVII, siendo los mula-
tos altamente mayoritarios ya a fines de ese siglo, cuyo predominio se mantu-
vo en la estructura demográfica de la colonia española.
Uno de los factores históricos que actuó determinante fue el asentamien-
to de colonos franceses en la isla Tortuga a partir del siglo XVII, los cuales
sentaron las bases del sistema de plantación esclavista. El siglo XVIII fue de
amplio auge del comercio de esclavos africanos en la colonia de Saint-Domin-
gue francés, comercio recurrentemente por el alto grado de explotación inten-
siva de la población africana.
En la colonia española, durante el siglo XVIII, hubo un incremento de
blancos y negros a causa de la inmigración de canarios y la entrada desde
Saint-Domingue, pero la estructura demográfica de predominio mulato se
mantuvo, a pesar que desde el año 1527 se legisló en el sentido de que “los
negros solo se casasen con las negras” y de que se prohibía de forma expresa
a los blancos casarse con negras. Durante los primeros años de la coloniza-
ción se permitía y, en algunos casos, se fomentaban los enlaces de españoles
con indias de linaje para asegurar el poder, fenómeno ampliamente conocido
en toda América.
Cabe señalar que la estratificación socio-racial impuesta por la corona
española tenía un evidente contenido de discriminación racial expresado for-
malmente en ordenanzas, leyes y en la legislación que tomó forma en el Códi-
go Carolino Negro de 1874, dirigido a controlar todas las actividades de los
negros y negras, esclavos libres y de sus descendientes mezclados o no. De
acuerdo con el esquema sobre el proceso de mestizaje, la terminología clásica
durante la época colonial era la siguiente:

309
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

I. Terminología clásica (principio de la colonia)


Negro + Blanco = Blanco o pardo
Mulato + Blanco Tercerón
Tercerón + Blanco Cuarterón
Cuarterón + Blanco Mestizo
Mestizo + Blanco Blanco
Negro +Blanco Alcatraz
Indio + Blanco Zambo
Alcatraz Mulato +
Tercerón = Grifo
Zambo + Cuarterón
Tercerón
Cuarterón
Mulato + Negro = Saltapatrás
Mestizo
Zambo
Alcatraz
Tercerón
Alcatraz
Zambo + Cualquier clase
de cruce entre estas = Tente en el aire
Mestizo
Mulato
Cuarterón
Fuente: Fradique Lizardo, Cultura africana en Santo Domingo, Sociedad Industrial Domi-
nicana, Santo Domingo, 1979, p. 19.

II. Fines de la colonia (uso popular)


Mulato
Tercerón = Blanco de tierra
Cuarterón + Blanco
Fuente: F. Lizardo, Cultura africana…, p. 20.

En este sentido, histórico, el origen consensual de la familia dominicana


se define ya en la época colonial, pues como sabemos los amos no se casaban
con las esclavas, a lo sumo les otorgaban la libertad para de este modo propi-

310
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ciar que el hijo no naciera esclavo. La dinámica de estas relaciones consen-


suales a lo lardo de cinco siglos dio como resultado una sociedad mezclada,
cuya denominación de mulato y mulata no ha sido aún asimilada por la mayo-
ría de los dominicanos, entre otros factores por la influencia ideológica de la
hispanofilia. Otros elementos a considerar, al momento de establecer las ca-
racterísticas del proceso de formación de la nación y el problema etnorracial
dominicano, es la contraposición de identidades, la cual no se llevó a cabo
principalmente frente a los españoles peninsulares, sino frente a los vecinos
franceses de la colonia de Saint Domingue, establecida desde el siglo XVII en
la parte occidental de la isla. A España se le veía como la “garantizadora” de
la conservación del territorio dominicano frente a las pretensiones expansio-
nistas francesas. Esta visión se reafirmó con la cesión que, través del Tratado
de Basilea, hizo España de su colonia a la República francesa en el año 1975,
situación que alteró el proceso histórico y produjo, entre otros, afectos crucia-
les en materia social, demográfica y cultural, la emigración de los sectores
“superiores” de la sociedad colonial en el cual estaba afirmada la ideología
hispánica.

Composición étnica de Santo Domingo (1550-1821)


Años Blancos % Indios y mestizos % Mulatos % Negros %
1550 25 11 10 54
1550-1600 15 3 15 67
1600-1650 15 - 35 50
1650-1700 10 - 80 10
1700-1750 15 - 65 20
1750-1800 12 - 70 28
1819-1821 9 - 71 20
Fuente: Emilio Cordero Michel, Cátedra de Historia Social, Económica y Política (HIS-
111). Tema XX, UASD, 1970, p. 5 (mimeografida): Roberto Cassá, Historia Social y
económica de la República Dominicada, Vol. I, Santo Domingo, 1994, p. 112.

Género, etnia, raza y clase en la historia dominicana


En la República Dominicana se produjo en el siglo XIX una movilidad
etnorracial importante: la introducción de negros afroamericanos, auspiciada
por el gobierno de ocupación haitiano entre 1824 y 1825, así como otros movi-
mientos migratorios e afrocaribeños procedentes de las llamadas islas ingle-
sas, que conforman el mosaico de etnias que configuran el Estado-nación

311
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

dominicano. Los metodistas afroamericanos introducidos por el presidente


haitiano Boyer alcanzaban de 6 a 13 mil personas; se establecieron en las
principales ciudades dominicanas y crearon una importante base sincrético-
cultural y étnica en Samaná y Puerto Plata, fundamentalmente. Algunos de
esos inmigrantes regresaron a Estados unidos, pero los que se quedaron se
ocuparon especialmente de la enseñanza, muchos ingresaron a la Marina,
mientras que otros se desempeñaron como artesanos, enfermeras y otras
actividades y oficios.
Un dato interesante acerca de la influencia y relación de la población
afroamericana con los llamados cocolos fue la fundación de una sociedad de
auxilio que, aun cuando no se relacionaba exclusivamente con las actividades
laborales, se identificó propiamente con el trabajo, esa organización fue la
Black Star Line Filial, de la organización de descendientes de africanos Uni-
versal Negro Improvement and Conservative Association (UNIA), con sede
en Estados Unidos. Otra sociedad fundada con propósitos de reivindicar lo
africano como medio de afirmación de identidad fue la que funcionó en 1921
bajo la The African Blood Brotherhood, definida como entidad amistosa, so-
cial, humanitaria, caritativa, educativa y expansiva, dedicada a la “superación
de los negros del mundo, independientemente de nacionalidad o credo” 2.
Los judíos sefarditas, procedentes de Curazao, establecidos en el país
durante el siglo XIX, se dedicaban al comercio urbano, a la vida intelectual y
ocupaban cargos públicos y posiciones importantes en la vida política y finan-
ciera del país; constituyeron un grupo étnico importante.
Otros grupos importantes fueron: los canarios, cuyo número ascendía en
1898 a 10,000; los españoles peninsulares, que permanecieron en el país des-
pués de la Guerra de la Restauración sostenida frente a España (1861-1865);
los cubanos y puertorriqueños blancos, que migraron después de los gritos de
Yara y Lares, respectivamente; los haitianos; los inmigrantes caribeños de las
islas inglesas, holandesas y danesas; los árabes (sirios, libaneses y palestinos);
los italianos y los chinos, a los que se suman los judíos sefardíes que desde la
primera mitad del siglo XIX llegaron procedentes de Curazao.
Los elementos principales a considerar desde el punto de vista etnorra-
cial durante el siglo XIX están determinados por el problema de la definición
de la nación dominicana, en oposición a la dominación política impuesta por la
República de Haití entre 1822-1844. El hecho de la independencia nacional se
gestó y formuló frente a dicho país; lo que fomentó el prejuicio racial y nacio-

2 José del Castillo. “La emigración y su aporte a la cultura dominicana”, Eme Eme:
Estudios Dominicanos, Vol. VIII, Núm. 45, Santo Domingo, 1979.

312
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nal, y planteó la necesidad de diferenciar a los dominicanos de los haitianos,


en el proceso de construcción de nuestra identidad. El prejuicio racial ha sido
fomentado por la élite intelectual dominicana de los siglos XIX y XX, y ha
permeado la relación histórica entre ambos países. En el XIX se destaca una
intelectualidad antihaitiana y racista, cuya influencia llega hasta los intelectua-
les orgánicos del siglo XX, sobre todo Manuel Arturo Peña Batlle y Joaquín
Balaguer.
El segundo aspecto se define en el contexto de la Guerra de la Restau-
ración, acontecimiento de la historia nacional que constituye la verdadera guerra
de independencia, en cuyo desenlace se evidenció el prejuicio racial y el dis-
crimen por parte de la oficialidad española contra los dominicanos que derro-
taron el ejército colonial, cuyo liderazgo militar era negro y mulato.

El “indigenismo tardío” y la categorización etnorracial


El indigenismo, como movimiento tardío, expresado en la segunda mitad
del siglo XIX, pretende recrear el elemento indígena en la composición etno-
rracial de la nación dominicana. Poetas, literarios y políticos orquestan la ideo-
logía del “indigenismo tardío”, probablemente, como una respuesta al trauma
histórico que significó la Anexión a España.
El mestizaje problematizó la construcción de la autoimagen, ya que las
características y las expresiones étnicas están en una continua reafirmación-
negación en la cotidianidad de los dominicanos, y los códigos que responden a
la idea de los blanco como criterio de belleza.
El primer documento oficial que registra datos etnorraciales de la po-
blación dominicana en el siglo XX es el censo nacional, realizado en 1920,
durante la primera ocupación militar norteamericana al país. De acuerdo con
dicho censo la población de la República Dominicana era de 894,665 habitan-
tes, de los cuales el 16.6% correspondía a la población urbana. La proporción
de varones era de 49.9% y la de mujeres de 50.1% de la población total.
Las siguientes tablas ilustran cómo estaba distribuida la población por
provincias atendiendo a los parámetros de género, raza y nacionalidad.

313
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Razas por provincias


Provincia Blancos Mestizos Negros
Santo Domingo 32,985 58,023 55,644
San P. Macorís 8,141 14,839 15,629
El Seibo 14,791 27,416 16,513
Azua 21,503 47,895 31,746
Barahona 9,800 23,853 14,529
Samaná 3,000 8,307 5,608
Pacificador 25,092 38,570 14,554
La Vega 26,084 62,549 17,792
Espaillat 14,217 29,416 7,313
Santiago 41,825 62,665 18,550
Puerto Plata 13,106 37,750 8,067
Montecristi 12,600 33,484 20,989
Totales 223,144 444,587 226,984
Fuente: Primer censo nacional de República Dominicana, Colección Histórica y Sociedad,
Núm. 14, Santo Domingo, 1975, pp. 152-157.

Obsérvese que el término que identifica a la población etnorracial “mez-


clada” es el de mestizo, no se utilizan términos indio y mulato.
En el siglo XX es la población haitiana y de origen haitiano la que aporta
mayor número de inmigrantes. Esta circunstancia histórica particular, planea
que la problemática de género, las relaciones étnicas, culturales y de clase
estén mediadas en su análisis por las relaciones históricas con Haití.
En República Dominicana, como en muchos países de América Latina y
el Caribe, las variables etnia, género y clase social están estrechamente rela-
cionadas. Lo étnico-racial no se puede comprender sin las contradicciones
sociales. Etnia, género y clase no son categorías antagónicas.
La valoración de la “inferioridad” de la mujer es un hecho dado por la
ideología patriarcal y sexista y por los condicionantes de clases. La cuestión
etnorracial también es referencia obligada para comprender la condición so-
cial y racial de la mujer. La condición de ser negra o mulata, mujer y pobre
marca la cotidianidad.

314
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Cuadro de actividades realizadas por la mujer africana, negra o mulata


durante la Colonia

Condición social Connotación racial Renglón de actividades


Negra y mulata (la
referencia negra se - Siembra, cosecha,
da para la que llega vendedora, doméstica,
Esclava de tala
de África y para la manufacturera
criolla)

- Vendedora ambulante,
Esclava jornalera Negra y mulata siembra, cosecha,
manufacturera, etc.
Esclava doméstica Negra y mulata - Vendedora ambulante
- Lavandera, planchadora,
Esclava liberta Negra y mulata cocinera, nana, nodriza,
limpieza, otros.
- Vendedora, sedentaria y
ambulante de artículos
propios, tales como:
manufactura, alimentos
(vísceras), flores, frutos,
víveres, artesanías y
otros.-Vendedora con
Negra y mulata salario a pequeños y
grandes productores-
Doméstica con salario
en las diferentes mencio-
nes-Agricultora en
parcela propia-Jornalera
de pequeños y grandes
productores.

Fuente: Celsa Albert Batista. Mujer y esclavitud en Santo Domingo, Santo


Domingo, 1990.

315
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En la actualidad se pueden identificar como zonas de mayor concentra-


ción demográfica de población con características etnorraciales negra y mu-
lata: Santo Domingo, Los Mina, Villa Duarte, Vila Mella, San Cristóbal, Saba-
na Grande de Boyá, Maimón, Barahona y las provincias fronterizas con Haití.

III. Terminología contemporánea

Negro + negro = Indio Canela


Mulato + blanco = Grifo
Indio canela + negro = Jabao
Grifo + blanco = Indio claro lavado
Indio canela + blanco = Blanco
Indio claro o lavado + blanco = Indio oscuro

Fuente: C. Albert Batista, Mujer…

No es posible ignorar esta situación en una sociedad que como la domini-


cana cuenta en la actualidad con una población negra y mulata aproximada de
un 92% de la población total.
La “panacea” de la inmigración caucásica es uno de los factores a con-
siderar al momento de tratar el tema de los diferentes grupos étnicos y su
incidencia o relación en el proceso de formación del Estado-nación en la Re-
pública Dominicana, fenómeno que se define en la historia a partir del siglo
XX.
[…] Sin los extranjeros, la República Dominicana sería un
país primitivo. Entre los extranjeros había que incluir, desde
luego, las prostitutas alegres, jóvenes blancas, cultas y boni-
tas que con su esmeralda educación y su dominio de más de
un idioma habían llegado al país.3

3 Harry Hoetink, El pueblo dominicano: (1850-1900) apuntes para su sociología histórica,


Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), Santo Domingo, 1985.

316
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Rosa Inés Curiel Pichardo (1963)

Nacida en Republica Dominicana, obtuvo su Licenciatura en Trabajo


Social en la Pontificia Universidad Católica Madre y su maestría en
Especialización en Educación Superior, Mención Ciencias Sociales
por la Universidad Autónoma de Santo Domingo; y Maestría en An-
tropología Social, por la Universidad Nacional de Colombia en Bogo-
tá. Ha publicado Feminismos Disidentes de América Latina y El
Caribe (2005), El Patriarcado al Desnudo. Tres Feministas Ma-
terialistas, compiladora, (2005), De la Cama a la Calle. Perspecti-
vas teóricas lésbico-feministas, editora, (2006); La Crítica Posco-
lonial desde las Prácticas Políticas del Feminismo Antirracista
(2007), El lesbianismo feminista en América latina y El Caribe:
una propuesta política transformadora (2007); Superando la in-
terseccionalidad de categorías por la construcción de un pro-
yecto político feminista radical. Reflexiones en torno a las estra-
tegias políticas de las mujeres afrodescendientes (2008), “Las
políticas de las identidades y sus dilemas: esencialismo vs antiesen-
cialismo”, en: Derecho, interculturalidad y Resistencia Étnica
(2009), entre otros.

Identidades esencialistas o construcción de Identidades Políti-


cas: El dilema de las feministas negras1

Introducción
El movimiento de mujeres negras nace articulando “raza”2, género, clase
y sexualidad como categorías políticas para explicar las realidades de las
mujeres negras frente al racismo, sexismo, clasismo y el heterosexismo3. La

1 http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/22805/1/articulo2_4.pdf
2 De ninguna manera asumimos la existencia de la raza como característica biológica de
clasificación humana, más bien asumimos la concepción de “raza social”, entendida
como la construcción simbólica, cultural, y sobre todo política, que se ha hecho de lo
biológico, estrategia en que se donde se sustenta el racismo.
3 El tema del cuestionamiento a la heterosexualidad obligatoria como normativa ha sido
poco analizado y abordado por el movimiento de mujeres negras. No ha sido visto como
un problema que está ligado al racismo, a pesar de las muchas lesbianas existentes en este
movimiento. No obstante algunos grupos como el Grupo Criola y el Colectivo de
Lesbianas de Río de Janeiro, ambos en Brasil y algunas lesbianas independientes de
otros países han hecho intentos en abordarlo como otro sistema de dominación articulado
al racismo.

317
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

política de identidad ha sido una de las estrategias prioritarias de los grupos y


colectivos que se dedican a combatir estos sistemas de dominación. Consiste
en una serie de acciones que buscan reafirmar una subjetividad contextualiza-
da en los efectos de hechos históricos tales como la colonización y la esclavi-
tud que hacen que el “ser negra” sea una situación desvalorizada, desprecia-
da y muchas veces negada.
Esta subjetividad no solo se ha desarrollado de manera individual, sino
también colectiva en tanto la identificación de sí mismas se ha construido en
relación a otros y otras parecidas y otros y otras diferentes en términos racia-
les, de clase, de género y de sexualidad. Las acciones contenidas en la política
de identidad van desde recrear elementos de la cultura africana (culinaria,
estética, música, danza) hasta desarrollar espacios de reflexión donde esa
identidad “negra” sea reforzada y valorada positivamente con el propósito de
lograr una buena autoestima en las mujeres negras.
Esta política de identidad ha colocado a algunas mujeres negras en gran-
des dilemas ya que por un lado entienden que es importante reafirmar la
negritud como estrategia necesaria en la lucha política y por otro lado refuer-
za estereotipos y autoexclusiones, y sobre todo podría perder de vista las
causas reales del racismo.
En los últimos años, en mi activismo como feminista lesbiana afrodescen-
diente4, ciertas preocupaciones han estado rondando en mi cabeza y en mi
quehacer político y se sintetiza en tres preguntas: ¿Bajo qué postulados, pre-
supuestos y premisas políticas debe estar enmarcada nuestras luchas contra
el racismo, el sexismo, el clasismo y el heterosexismo?, ¿Cuál es la estrategia
más correcta que toque las bases de estos sistemas de opresión y exclusión
para erradicarlos? ¿Cuál es la estrategia más políticamente correcta que no
me lleve a caer en esencialismos, que desconstruya roles y estereotipos, posi-
ciones dicotómicas, binarias impuestas por el patriarcado y que al mismo tiempo
no me haga perder ciertas estrategias políticas y categorías conceptuales,
muchas veces transgresoras y que contienen en sí mismos elementos de iden-
tidad?
En este artículo me propongo aproximarme a dar respuesta a estas pre-
guntas, sin pretender llegar a posiciones conclusivas Se trata de reflexiones
que pueden aportar a ir descifrando puntos conflictivos cuando tratamos el
tema de las identidades.
4 En este texto aparecerán los términos afrodescendiente y negra a veces como sinónimo,
debido a que no todas las mujeres han pasado por procesos de reflexión en torno a esta
categoría y sus implicaciones políticas. Mi postura es asumir afrodescendiente porque
establece una relación con hechos históricos concretos como fueron la colonización y la
esclavitud.

318
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En un primer momento abordaré de manera sintética períodos importan-


tes del pensamiento feminista que nos arrojen elementos de contextualización
y nos ayude a visualizar cómo se concibieron las identidades.
En un segundo momento abordaré cuáles son los debates en torno el
tema de las identidades que se suscitan en el feminismo hoy día, en particular
los dilemas que enfrentan las feministas negras al asumirlas como política.
Han sido largas horas de discusiones con compañeras políticas feminis-
tas y lesbianas, muchas de ellas afrodescendientes y muchas lecturas de teo-
rías feministas para ir tejiendo mis propias conclusiones en torno a estas pre-
guntas.
Llegar a conclusiones en torno a estos aspectos no es tarea fácil sobre
todo cuando el tema de las identidades pasa por la subjetividad y también por
la acción política colectiva, pero fundamentalmente porque asumimos como
principio ético que nuestra práctica y nuestros presupuestos políticos deben
revisarse constantemente como una forma de avanzar en la construcción de
las utopías a las que aspiramos.
Mi perspectiva de análisis en este artículo será desde mi postura como
feminista afrodescendiente y lesbiana, pues son estas situaciones las que me
hacen tener un compromiso con el análisis teórico y la intervención política.

El pensamiento feminista y el abordaje de la identidad


Desde lo que se ha llamado la segunda ola del feminismo que se inicia en
los años 70tas han estado presentes una serie de debates que van conforman-
do el pensamiento feminista y que han tenido que ver con las prácticas políti-
cas de todas nosotras. Estas líneas de pensamiento no se manifiestan de for-
ma pura, sino que una y otra se entrelazan dependiendo de los contextos y
situaciones, de las alianzas y de las coyunturas, por tanto solo trataré de aproxi-
marme a los postulados generales que caracterizaron a uno y otro pensamien-
to.
El feminismo de la igualdad tiene sus raíces en la Ilustración que desarro-
lla el concepto de universalidad del sujeto. Se inicia al final del siglo XVIII
sobre la base de los principios de libertad, igualdad y la fraternidad redactaba
la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
El postulado fundamental del feminismo de la igualdad sostuvo que las
diferencias genéricas entre hombres y mujeres han sido construcciones so-
ciales que crean desigualdades y jerarquías sociales. Cuestionó el determinis-
mo biológico de esas diferencias genéricas. Así las diferencias estereotipadas
que son asignadas a mujeres y hombres no eran más que mecanismos del
patriarcado para justificarse y mantener a las mujeres fuera de los espacios

319
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de poder ejercido por los hombres, por tanto eran las bases fundamentales
para el sexismo. Las estrategias fundamentales del feminismo de la igualdad
fueron y aún lo son entrar a los espacios de poder público, la negociación, el
cambio de leyes, entrar a la normativa del mundo androcéntrico bajo el su-
puesto de que con ello se minimizarían las diferencias de género (Amorós
1990: 56).
Las feministas de la igualdad no han sido un grupo homogéneo. Encon-
tramos aquí a las feministas liberales, que se plantearon reformas reivindica-
tivas, las socialistas que intentaron combinar el análisis marxista de las clases
con el análisis de la opresión de la mujer, haciendo énfasis en el patriarcado;
hacen un aporte importante en colocar el concepto de división social del tra-
bajo como aquello que provocaría la desigualdad entre los sexos dando lugar
al nuevo concepto de “división sexual del trabajo”, destacando como la subor-
dinación de las mujeres en la esfera de la reproducción se traslada al mundo
de la producción; y las feministas materialistas que por su parte sostuvieron
que las mujeres constituyen una clase social, por tanto no un grupo natural que
tienen situaciones comunes sobre la base de la explotación y opresión, es
decir, son producto de una relación económica y de una construcción ideológi-
ca que refuerza ese sometimiento. Destacan el concepto de modo de produc-
ción doméstico para demostrar la explotación de la mujer en la esfera familiar.
(Delphy, 1985:19). Encontramos también a las feministas radicales quienes
asumen la política sexual como sus prioridades, destacando la violencia como
producto de la apropiación y explotación del cuerpo de las mujeres.
No obstante sus diversas estrategias políticas, el punto en común de to-
das esas corrientes fue desenmascarar el patriarcado como sistema a través
de demostrar la como biológicas y naturales.
Entre tanto surge el feminismo de la diferencia haciendo una crítica im-
portante al feminismo de la igualdad en haberle dado el triunfo al paradigma
masculino en tanto se rige bajo las mismas normas y reglas. Su postulado
fundamental lo fue la afirmación de la diferencia creando la cultura de la
“feminidad” (Sendón, 2002: 22). En ese orden reivindicaron las diferencias
genéricas, pues sostuvieron que asumir la igualdad como principio era negar
la diferencia sexual femenina en beneficio de un sujeto que se pretende uni-
versal: el masculino. Esto por tanto reproducía el sexismo más que abolirlo.
La estrategia principal del feminismo de la diferencia fue y sigue siendo
hacer un reconocimiento y una valorización de la feminidad en tanto aporta al
mundo elementos para la paz, cuidado y lo hace más humano. Sus estrategias
fundamentales han sido retomar la experiencia del cuerpo como una fuerza
de las mujeres y propugnar por la autonomía de las mujeres frente a los hom-

320
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

bres. Dentro del feminismo de la diferencia encontramos las feministas sepa-


ratistas que cuestionan de fondo entrar al mundo masculino por considerar
que se juega con las mismas reglas de ellos y crea espacios separados, solo de
mujeres.
Una de las críticas más contundentes que hace el feminismo de la igual-
dad al feminismo de la diferencia es el retorno al esencialismo biologicista y la
idealización de la feminidad de las mujeres.
¿Cómo manejaron el feminismo de la igualdad y el de la diferencia el
concepto de identidad?
Ambas parten de la “identidad de mujeres” como aquello que logra arti-
cularnos frente a un enemigo común: el patriarcado. Era lo que nos daba la
fuerza articuladora para hacer tambalear sus lógicas y sus normativas. Poste-
riormente se comienza a hablar del género como una categoría que permitió
entender la subordinación de las mujeres asumiéndose la “identidad genérica”
como elemento articulador de las mujeres.
El otro gran debate lo fue alrededor de la crítica que hacían lesbianas,
negras, latinas, a un feminismo que se hacía cada vez más excluyente. Se
legitimaba y reconocía la imagen de la mujer blanca, heterosexual y general-
mente de clase media o burguesa. Sustentaban que asumir “mujeres” como
una identidad homogénea limitaba las posibilidades de abordar el racismo, la
lesbofobia, el clasismo como sistemas de opresión y exclusión que tocaban a
muchas mujeres y que también se manifestaba al interior del mismo movi-
miento feminista, por tanto partía de una posición universalista de las mujeres.
En ese sentido la categoría “identidad de mujeres” y posteriormente la “iden-
tidad genérica” comienza a ponerse en entredicho.
Las lesbianas feministas comienzan a construir lo que se ha denominado
“el feminismo lésbico o lesbiano” explicitando la lesbofobia al interior del fe-
minismo al no querer explicar ni abordar en sus luchas políticas la crítica a la
heterosexualidad como obligatoriedad impuesta por el patriarcado. Plantea-
ban que se partía de representaciones de los hombres/mujeres como sujetos
universales manteniendo la heterosexualidad como normativa.
Uno de los aportes fundamentales en este sentido fue el de la norteame-
ricana Adrienne Rich quien planteó que la heterosexualidad es una norma
social que nos imponen como obligatoria y que invisibiliza al lesbianismo pro-
poniendo al mismo tiempo lo que denominó “el continum lesbiano”, una pro-
puesta política que une a todas las mujeres que salen del sistema heterosexual
y crean vínculos políticos y personales entre mujeres como una forma de
lucha contra el patriarcado. (Falquet, 2000:9). Este continum lesbiano no im-
plica necesariamente una experiencia sexual genital con otra mujer, sino la

321
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

creación de redes personales y políticas entre mujeres, donde la experiencia


sexual es una de sus formas.
De los aportes también importantes se destacan los análisis de la lesbiana
francesa Monique Wittig contenida en su famosa frase “Las lesbianas no son
Mujeres”. Desde una visión materialista considera a la heterosexualidad como
un sistema político que explota y apropia a las mujeres y que las lesbianas al
salirse de esta lógica no pueden considerarse mujeres desde la definición de
las categorías de sexo.
“El lesbianismo ofrece, de momento, la única forma social en
la cual podemos vivir libremente. Lesbiano es el único con-
cepto que conozco que está más allá de las categorías de
sexo (mujer y hombre), pues el sujeto designado (lesbiano)
nos es una mujer, ni económicamente, ni políticamente, ni
ideológicamente. Pues lo que hace una mujer es una relación
social específica con un hombre, una relación que hemos lla-
mado servidumbre, una relación que implica una obligación
personal y física y también económica (‘residencia forzosa’,
trabajos domésticos, deberes conyugales, producción ilimita-
da de hijos, etc.), una relación a la cual las lesbianas escapan
cuando rechazan volverse o seguir siendo heterosexuales.
Somos prófugas de nuestra clase, de la misma manera en
que los esclavos americanos fugitivos lo eran cuando se es-
capaban de la esclavitud y se liberaban. Para nosotras esta
es una necesidad absoluta; nuestra supervivencia exige que
contribuyamos con toda nuestra fuerza para destruir la clase
de las mujeres en la cual los hombres se apropian de las
mujeres. Esto puede ser alcanzado sólo por la destrucción de
la heterosexualidad como un sistema social basado en la opre-
sión de las mujeres por los hombres y que produce la doctri-
na de la diferencia entre los sexos para justificar esta opre-
sión.” (Wittig, 1980).
Judih Butler, lesbiana filósofa norteamericana en su libro “El Género en
Disputa” también cuestiona la categoría género por partir de un paradigma
identitario heterosexual y por no cuestionar la sexualidad normativa, por tanto
la política feminista estaba basada en falsas y tramposas categorías. Para
Butler el género es un “performance” no una identidad. Según Butler “Tener
un género significa haber establecido ya una relación heterosexual de
subordinación….la postura de que el género es performativo intentaba mos-
trar que lo que consideramos una esencia interna del género se fabrica me-

322
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

diante un conjunto sostenido de actos, postulados por medio de la estilización


del cuerpo basada en el género” (Butler, 2000:16).
Para esta autora el género no es más que atuendos, gestos, apariencia,
una especie de travestismo, una representación, que son productos de actos
repetitivos incorporados continuamente. En esto se basa la teoría Queer en la
que muchas lesbianas y gays se han adentrado en los últimos años.
El problema de la performatividad, si bien puede transgredir elementos
simbólicos del género no toma en cuenta las mujeres como clase social, ni
tampoco considera al género como una construcción cultural histórica, al con-
trario hay incluso un retorno al género (masculino o femenino) que los y las
Queer con el propósito de “jugar” con los géneros no los desconstruye, sino
que los reproduce. Esta es una de las críticas más contundentes a esta pro-
puesta.
La lesbiana británica Sheila Jeffreys define esta postura de Judith Butler
como liberal e idealista en su importante libro La Herejía Lesbiana señalando
que:
“La imagen de un varón con falda o de una mujer con corba-
ta no basta para liberar a una mujer de su relación hetero-
sexual, mientras el abandono de su opresión le pueda causar
un sufrimiento social, económico y probablemente hasta físi-
co, y en algunas ocasiones la pérdida de su vida” (Jeffreys,
1996: 156).
Las negras por su parte también comienzan a cuestionar el racismo den-
tro del feminismo al plantear que en los análisis y en las estrategias del movi-
miento no se consideraban realidades de muchas mujeres que además del
género, le atraviesa la “raza” y la clase.
La afroamericana Audre Lorde apuntaba al respecto:
“Estar juntas las mujeres no era suficiente, éramos distintas.
Estar juntas las mujeres gay no era suficiente, éramos distin-
tas. Estas juntas las mujeres negras no era suficiente, éra-
mos distintas. Estar juntas las mujeres lesbianas negras no
era suficiente, éramos distintas. Cada una de nosotras tenía-
mos sus propias necesidades y sus objetivos y alianzas muy
diversas. La supervivencia nos advertía a algunas de noso-
tras que no nos podíamos permitir definirnos a nosotras mis-
mas fácilmente, ni tampoco encerrarnos en una definición
estrecha... Ha hecho falta un cierto tiempo para darnos cuenta
de que nuestro lugar era precisamente la casa de la diferen-
cia, más que la seguridad de una diferencia en particular.”
(Lorde citada por D’Atri, 2002:1).

323
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En este proceso muchas mujeres afrodescendientes comienzan a gestar


sus propias maneras de ver el feminismo a partir de sus experiencias y reali-
dades al punto de crear lo que se ha denominado: el feminismo negro”. Sueli
Carneiro feminista brasileña apunta:
“Cuando hablamos del mito de la fragilidad femenina que jus-
tificó históricamente la protección paternalista de los hom-
bres sobre las mujeres, de qué mujeres se está hablando?
Nosotras -las mujeres negras- formamos parte de un contin-
gente de mujeres, probablemente mayoritario, que nunca re-
conocieron en sí mismas este mito, porque nunca fueron tra-
tadas como frágiles. Somos parte de un contingente de muje-
res que trabajaron durante siglos como esclavas labrando la
tierra o en las calles como vendedoras o prostitutas. Mujeres
que no entendían nada cuando las feministas decían que las
mujeres debían ganar las calles y trabajar. Somos parte de un
contingente de mujeres con identidad de objeto. Ayer, al ser-
vicio de frágiles señoritas y de nobles señores tarados. Hoy,
empleadas domésticas de las mujeres liberadas. Por lo tanto,
para nosotras se impone una perspectiva feminista donde el
género sea una variable teórica más… que no “puede ser
separada de otros ejes de opresión” y que no “es posible de
único análisis. Si el feminismo debe liberar a las mujeres,
debe enfrentar virtualmente todas las formas de opresión”.
Desde este punto de vista se podría decir que un feminismo
negro, construido en el contexto de sociedades multirracia-
les, pluriculturales y racistas-como son las sociedades lati-
noamericanas- tiene como principal eje articulador al racis-
mo y su impacto sobre las relaciones de género dado que él
determina la propia jerarquía de género de nuestras socieda-
des. (Carneiro, 2001:1).
A partir de la crítica a la “identidad de mujeres”, al “género” y la “identi-
dad genérica” y sus contenidos esencialistas y universalistas se crea una au-
tonomía entre las feministas creando grupos y colectivos a partir de la raza y
la sexualidad, y se refuerzan las alianzas con otros sectores sociales como los
gays y el movimiento negro mixto, entre otros.
Las diferencias alrededor de la raza y la sexualidad desde entonces se
convirtieron en una prioridad política para muchas feministas, todo ello suce-
día en un contexto del fortalecimiento de los llamados “nuevos movimientos
sociales” lesbianas, gays, indígenas, negras, en los años 8tas, donde en cada
movimiento traspasaba otro por las diferencias que lo contenían. La política

324
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

entonces pasó a ser lo que Nancy Fraser, feminista norteamericana llama “la
política del reconocimiento de las diferencias y de las identidades” (Fraser,
1997).

Las identidades y sus dilemas en la acción política


En el feminismo existen actualmente dos líneas de debate sobre las iden-
tidades. Por un lado las que consideran a todas las identidades como ficciones
represivas y por otro lado las que consideran a las identidades como dignas de
reconocimiento.
En lo que concierne a las identidades raciales las justificaciones de las
primeras se centran en tres elementos: la identidad trae consigo esencialis-
mos, trae consigo el etnocentrismo y no asume esas categorías como regula-
ciones sociales en tanto entramos en la lógica de cómo nos ha definido el
sistema racista en oposición a un “otro” blanco, único legitimado, además
encasilla a grupos sociales en generalidades y estereotipos.
Aquí encontramos muchas postmodernistas y también muchas feminis-
tas no postmodernas que asumen que las identidades son errores políticos en
tanto no desenmascara las verdaderas causas de la subordinación y la explo-
tación que se da a partir de hechos históricos.
Las segundas consideran las identidades son estrategias de sobreviven-
cia humana y política. Plantean que es necesario una reafirmación subjetiva
radical para poder hacer transformaciones sociales Estas posturas son gene-
ralmente sostenidas por muchas mujeres negras y por algunas lesbianas.
¿Cómo conciben las mujeres negras la identidad?
Antes de entrar a responder esta pregunta me aproximaré a definir el
concepto de “identidad” como punto de partida conceptual. La identidad es
algo complejo, entendiendo las dimensiones psicosociales en la que existe una
relación individual y social. Desde el punto de vista individual podríamos en-
tenderla como un proceso íntimo y subjetivo donde la persona, a través de su
propia experiencia, de representaciones, de referencias en la interrelación
con otros y otras se concibe y actúa consigo misma/o y con los otros y otras.
En el plano colectivo son referencias que rigen los interrelacionamientos de
los y las integrantes de la sociedad o de grupos diferenciados de la misma
Desde una visión sociológica la identidad se enmarca en una estructura de
hechos y conflictos sociales. En ese sentido no es estática, sino fluctuante y
cambiante de acuerdo a los procesos históricos (Larkin, 2002).
En este momento me encuentro realizando una investigación sobre las
estrategias políticas de tres grupos de mujeres negras en Honduras, Domini-
cana y Brasil y uno de los objetivos de la misma es entender y sistematizar las

325
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nociones de identidad racial y sus construcciones, ya que son una de las prio-
ridades por la que trabajan estos grupos5.
Merecería un análisis especial cada grupo de mujeres por separado, lo
cual no creo pertinente hacer en este articulo por cuestión de espacio y tiem-
po y porque aún me encuentro en el proceso de recolección de información
para la investigación, no obstante quisiera señalar algunos elementos impor-
tantes para contextualizarlos.
Uno de los grupos, unidad de análisis de la investigación es Enlace de
Mujeres Negras de Honduras (ENMUNEH) constituido por mujeres garífo-
nas6 de la costa atlántica de Honduras. Son alrededor de 40 mujeres negras
distribuidas en diversas comunidades de los Municipios de Tela y Trujillo. Las
comunidades son de las más pobres de Honduras. Este grupo trabaja el racis-
mo y el sexismo a través de la salud reproductiva, de las enfermedades de
transmisión sexual, sobre todo del SIDA, debido al alto índice de personas
afectadas con el virus del VIH en la zona. También trabaja con el tema de
derechos humanos de las mujeres y realiza actividades culturales garífonas.
Sólo algunas de las miembras de Enlace, en este caso la que poseen liderazgo
dentro de la organización, se asumen como feministas.
En Brasil trabajamos con el Grupo Criola en Río de Janeiro, constituido
por alrededor de 30 mujeres negras de Río de Janeiro, mujeres pobres y de
clase media. Trabaja el racismo y el sexismo a través del tema de los dere-
chos humanos de las mujeres, el rescate de la cultura negra mediante talleres
de autoestima y la valorización y reconocimiento de una estética negra, mo-
das afro. También aborda el tema de la salud y ha desarrollado proyectos

5 La investigación es un análisis de las estrategias políticas de grupos de mujeres negras


frente al racismo. Los ejes centrales investigados son nociones de identidad, visión sobre
racismo, impacto del financiamiento en sus procesos organizativos, estrategias contra el
racismo y la articulación regional. En este momento nos encontramos en la etapa final del
análisis de las informaciones. Pretendemos que los resultados salgan publicados al final
del año 2003. Es una producción de Casa por la Identidad de las Mujeres Afro en
República Dominicana.
6 En 1665 dos buques españoles naufragan en las costas de San Vicente, los esclavos que
eran transportados se refugian en las montanas de la isla. En poco tiempo los africanos
adoptan ciertas costumbres de los caribes, dentro de estas su lengua: igñeri. Los españoles
se establecieron también en la isla explotando las tierras trayendo mas esclavos africanos
para el trabajo agrícola, a pesar que los caribes ponían resistencia. Muchos africanos se
relacionaron con mujeres caribes y establecieron familias obteniendo como resultado un
mestizaje africano y caribe produciendo los garífonas; de la palabra original Garinagu.
Encontramos poblaciones garífonas en la costa norte de Honduras desde Masca,
Departamento de Cortés, hasta el Departamento de Gracias a Dios. También se encuentran
en seis centros urbanos de Belice, en una comunidad en Guatemala y en dos comunidades
de Nicaragua.

326
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

económicos promoviendo y apoyando a artesanas negras. Este grupo asume


como perspectiva política el feminismo negro.
En República Dominicana hemos analizado el Grupo Casa por la Identi-
dad de las Mujeres Afro, constituido por mujeres negras, la mayoría feminis-
tas de clase media. En esos momentos el grupo está en fase de reestructura-
ción, pero contó con 28 mujeres negras. El trabajo fundamental de este grupo
fue la visibilización del racismo en República Dominicana mediante la forma-
ción y capacitación a grupos de mujeres, estudiantes, maestros y maestras y
campañas de comunicación para concienciar a la población dominicana sobre
el tema. Este grupo también trabajó el rescate a la cultura negra mediante
actividades artísticas.
En el proceso de la investigación entrevistamos a otras mujeres afrodes-
cendientes que no formaban parte de estos grupos, pero que sus opiniones
eran importantes.
Los tres grupos nacen en la década de los 80tas en un contexto de desa-
rrollo de los llamados nuevos movimientos sociales y concretamente en el
proceso de conmemoración por parte de la Iglesia Católica y de los Estados
latinoamericanos y caribeños de los 500 años del mal llamado “Descubrimien-
to de América” momento que el movimiento cultural a escala continental tuvo
mucho impacto cuestionando tal conmemoración.
Los tres grupos desde su nacimiento se propusieron como objetivos: res-
catar y reforzar la “identidad negra o afro” como un reconocimiento de las
herencias de la cultura africana hasta ahora negada y por tanto invisibilizada,
y desarrollar una subjetividad donde la autoestima de las mujeres negras no
sea mutilada por los valores de una cultura blanca predominante en la estéti-
ca, en las expresiones culturales, en las representaciones y en las simbologías.
Nos parece importante señalar aquí las diferencias de autodefiniciones
que hacen sobre si mismas las mujeres entrevistadas. En el caso de Honduras
la mayoría de las entrevistadas se autodenominan garífunas, las dominicanas
y las brasileñas se denominan negras o afrodescendientes. Estas diferencias
reflejan diversas concepciones de autoidentidad no siempre consciente de su
significado. Las garífunas refieren a una cultura específica, las que se deno-
minan negras, refieren a un color de piel, como elemento simbólico sobre el
cual se basan los prejuicios que sobre ella se tiene y las que se denominan
afrodescendiente retoman la referencia con África como el continente que
fueron sacados sus antepasados y antepasadas como esclavos/as en los pro-
cesos de colonización. La utilización del término “Afro o Negra” muchas
veces es utilizado por muchas mujeres indistintamente pare decir la misma
cosa, en otros casos, si hay una postura política en sustituir “negra” por “afro-

327
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

descendiente” pues desenmascara hechos y procesos históricos ligados a la


esclavitud y la colonización.
Cuando en las entrevistas de profundidad preguntaba. ¿ qué es la identi-
dad, cómo la vives?, ¿es necesaria para la lucha contra el racismo? Las res-
puestas fueron en este sentido:
Esther Vargas, hondureña coordinadora de Coordinadora de Enmuneh
responde:
“Cuando salí de mi casa mi abuelita me dijo que me sacrifi-
cara y aprovechara lo que ella Mi abuela me decía que el que
se olvida de donde viene nada tiene que tener en esta vida….
Por eso sé y me asumo como una mujer garífona, muy capaz
y muy trabajadora. (Esther Vargas, 2002).
Berta Arzú, presidenta de Enmuneh por su parte nos dice:
“Tuve un momento de confusión, porque me crié en los cam-
pos. Yo me crié con indios, es decir los ladinos 7, me crié
comiendo tortillas, yo me di cuenta de que era negra cuando
vine a Tela y aquí todavía sentí confusión, porque yo vivía
aquí en la ciudad, En Tegucigalpa miran raras a la gente ne-
gra. Tuve que buscar mi identidad porque a pesar de que era
negra no me reconocía.” (Berta Arzú, 2002).
Aquí encontramos dos señalamientos interesantes. Lo primero se refiere
a la necesidad de retomar las enseñanzas familiares para lograr una reafirma-
ción desde su lugar de pertenencia, lo segundo es que por el efecto de la
discriminación que fue objeto por su color de piel Berta se reconoció negra.
Esto podría dar cuenta que retomar la historia de antepasados y antepasadas
que han sido víctimas del racismo y que han tenido que enfrentar los efectos
de la exclusión a través de la reafirmación positiva de “ser negra” y por otro
lado la necesidad de saberse y reconocerse “otra diferente” son dos elemen-
tos claves en la concepción de identidad en estas dos mujeres.
Epcy Cambell, de Costa Rica, del Grupo de Mujeres Afrocostarricense
considera importante abordar la identidad dentro de la lucha contra el racismo
y nos señala:
“Yo pienso que la identidad es importante porque es lo que le
permite a una autoafirmarse. Hay unos básicos que la gente
dice, que creo que es verdad, que cuando una se siente con-
vencida de que es alguien, te hace fortalecerte y te plantea

7 Nos dimos cuenta que en Honduras muchas personas hablan de “indios” y “ladinos”
como sinónimos.

328
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

una necesidad de una lucha política. En cuanto no tienes iden-


tidad, eres producto del mercado, eres una más de la gente
que transita en el mercado. Yo creo que es imprescindible
trabajar en la identidad pues sí logramos que más gente cons-
truya su identidad estamos más cerca de transformar las cosas,
porque si hay una cosa terrible a este tiempo que estamos
viviendo, le veo muchas cosas buenas, pero nos quitaron el
derecho de ser persona en el sentido estricto de la palabra,
de ser alguien que vino de algún lado, que viene, que transita
y que va para algún lugar y que es un tránsito este en el cual
tenemos una responsabilidad” (Epcy Cambell, 2001).
La autoafirmación aparece aquí como parte importante en tanto recono-
cimiento de una historia de subordinación, de vínculos históricos familiares y
grupales y de construcciones de las subjetividades, siendo estos elementos
constitutivos de la identidad.
La brasileña Neusa Santos Souza señala a su vez:
“Saberse negra es vivir la experiencia de haber sido masa-
crada en su identidad, confundida en sus expectativas, some-
tida a exigencias, compelida a expectativas alienadas. Pero
es también, y sobre todo, la experiencia a comprometerse a
rescatar su historia y recrearse en sus potencialidades” (San-
tos Souza, 83: 18).
Es importante destacar aquí que ninguna de estas mujeres citadas, y la
mayoría de las entrevistadas en el proceso de investigación no se refirieron al
color de piel de manera explícita como aquello que la definiría aunque de
hecho está implícito cuando se denominan “negra”. Eso no quiere decir nece-
sariamente que no haya sido considerado en otro momento de manera cons-
ciente o inconsciente, lo importante es subrayar, que más allá de ello la identi-
dad para muchas mujeres negras se concibe como una necesidad producto de
la experiencia y de la historia que las coloca en la urgencia de posicionarse
como persona individual y como grupo social.
Estas referencias son la base que hacen contrarrestar la idea de que
estamos hablando de posiciones esencialistas identitarias, sino de identidades
que se construyen a partir de relaciones y conflictos sociales, en la necesidad
de revelar hechos invisibilizados, la necesidad de autoafirmación ante la domi-
nación cultural blanca, la necesidad de crear conciencia de ser una “otra”, la
necesidad de re-simbolizar lo que el sistema racista considera negativo en
positivo, la necesidad de crear solidaridades en la lucha política y saberse
semejante a otro u otra parecida.

329
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Cuando una mujer se asume “orgullosamente negra” tambalea la escala


de valores negativos y no valorados que sobre ella se ha tenido durante años
por su condición racial. Es decir re-simboliza aquello negativo en positivo
aunque no necesariamente desconstruye las categorías. Apelar a la política
de la identidad para muchas mujeres negras es por tanto un acto político de
resistencia y muchas veces de transformación.
No obstante lo anterior y que parecería contradictorio, algunas mujeres
negras han explicitado las limitaciones que ha implicado tener la identidad
como objetivo político.
Sergia Galván activista negra y miembra de Casa por la identidad de la
Mujer Negra señala al respecto:
“El llamarse negra puede ser un elemento de fuerza en tér-
minos de visibilidad, pero no quiero quedarme en ser mujer
negra. El racismo va mas allá de ser negra. Es un reduccio-
nismo… El tema de la identidad nos alienó, la identidad lo
que hace es alienarte y no te permite una reflexión política
más profunda en torno al racismo. La identidad cuando ana-
lizamos el tema racial es casi el equivalente al género cuando
queremos analizar la subordinación de las mujeres. Te hacen
la reflexión potable, vendible, no transgresora. La identidad
no transgrede a nadie, porque ¿quien va a querer quitarle a
una “pobre gente” la identidad? No se profundiza en la sub-
ordinación racial, te folckloriza todo lo que tiene que ver con
el racismo. Nuestras movilizaciones han sido folcloristas…
(Sergia Galván, 2003.)
S. Galván apunta un elemento importante a analizar aquí: la folckloriza-
ción, que podría definirse como una exposición de elementos materiales, espi-
rituales y artísticos que dan cuenta de una parte importante de la cultura.
Estrategia que bastante ha utilizado el 108 movimiento negro mixto y de muje-
res para rescatar la herencia de la cultura africana y reforzar la “negritud”.
Los tres grupos investigados, tienen en sus actividades un alto porcentaje
de actividades culturales tales como festivales de música negra o afro, ferias
de comida de origen africano, cursos de peinados afro, exposición de ropa
afro. No podemos negar la importancia de esas acciones en tanto muestran
una parte de la cultura que es invisible, deslegitimada, muchas veces inexis-
tente Son elementos concretos y simbólicos que se constituyen en sí en estra-
tegias políticas. La pregunta es: ¿Acaba esto con el racismo?
A mi entender solo recrea la cultura pero no acaba con las desigualdades
económicas, sociales y políticas que son fruto del racismo y la explotación.
Acabar con el racismo implica, además de cambiar valores ideológicos sobre

330
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

grupos sociales significa terminar con la exclusión social que afecta gran
mayoría de la población afrodescendiente, que son de los grupos sociales más
pobres en la estructura económica de nuestros países, son los que no tienen
acceso suficiente a los servicios públicos: salud, educación, vivienda etc., y
esto es efecto del racismo unido al clasismo y son las mujeres las más perju-
dicadas de estas exclusiones.
Otro de los peligros de la identidad es que puede generar autosegrega-
ción, sectarismo y nacionalismos.
Cuando el significado de “lo negro” se percibe como categoría racial
biológicamente construida, se entiende fuera de su entorno político e histórico.
Cuando asumimos el color de piel y otros elementos fenotípicos como nues-
tros denominadores comunes le estamos sumando más elementos al racismo
que querremos erradicar y nos da pocas herramientas para la intervención
política. “Lo negro” forma parte de una representación, y la crítica en cómo
ha sido imaginado “lo negro” en nuestras sociedades racistas, permite enten-
der como hemos sido construidas y construidos. No enfrentar esa generaliza-
ción supondrá quedarnos entrampadas en los estereotipos que sobre nosotras
y nosotros se imponen.
Lo “negro” es asumido además como homogéneo sin poner atención a
las diferencias históricas de personas, grupos, países. ¿Qué es lo negro final-
mente? ¿Dónde está su límite en sociedades como las nuestras con un alto
nivel de mestizaje? El un artículo anterior (Curiel, 2002) explicaba cómo no es
lo mismo una mujer negra latinoamericana o caribeña que tiene en su historia
los efectos de la colonización y la esclavitud que una mujer africana que no le
tocó ese proceso. Su historia es diferente y las maneras de concebir el racis-
mo y enfrentarlo como sistema también lo será.
Por otro lado, asumimos muchas veces que “lo negro” es nuestra única
lucha por hacer como si no tuviéramos otras luchas, como si “lo negro” no
estuviera ligado a cuestiones de clase, o a la sexualidad cuando se trata de
lesbianas o gays negros. Si la lucha es reforzar la negritud, otras subordinacio-
nes quedarán de lado en la intervención política, si la lucha es contra el racis-
mo, tendremos que tomar en cuenta otros sistemas de opresión como la del
clasismo, el sexismo, la lesbofobia, y necesitamos hacer una lucha articulada.
Jurema Wernerk, del Grupo Criola de Brasil nos dice:
“La identidad es una estrategia, que tiene sus límites. Es el
primer paso de afirmación de una acción política, pero que
en la utopía, es una cosa que es fascista, como un nacionalis-
mo, contrario a lo que queremos, es como una transición, no
para siempre”. (Jurema Wernek, 2003).

331
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En esta cita encontramos una consideración que entendemos puede ser


algo exagerado y es considerar la identidad como fascista. No entraremos a
un análisis profundo sobre ello por entender que el fascismo un tema comple-
jo, sin embargo esto nos puede llevar a analizar el nacionalismo, que ha sido
también una estrategia en el movimiento negro mixto.
Se ha hecho explícito que el sueño de muchos negros y negras es crear la
“nación negra”. Esta idea de nación, con excepción de una experiencia en
Estados Unidos, no es en sí una idea concreta, sino más bien un sentimiento,
una referencia utópica que permita sentirse parte de algo común. Lo que se
ha llamado el nacionalismo negro, muchas veces se queda en una necesidad
de articulación, de autonomía de las y los afrodescendientes.
La feminista afroamericana Bell Hooks en este orden plantea:
“Como estrategia de supervivencia, el nacionalismo negro sale
a la superficie con más fuerza cuando la expropiación cultu-
ral blanca de la cultura negra amenaza con descontextuali-
zar, y, con ello, borrar el conocimiento del contexto histórico
y social específico de la experiencia de los negros a partir de
la cual surgen los productos culturales y estilos distintivos de
los negros. Sin embargo, la mayoría de los intelectuales blan-
cos que escribe críticas respecto a la cultura negra no ven
las dimensiones constructivas del nacionalismo negro y más
bien tienden a verlo como un esencialismo ingenuo, arraiga-
do en nociones de pureza étnica semejantes a las suposicio-
nes racistas de los blancos.. el nacionalismo negro es más
bien un gesto de impotencia que una señal de resistencia crí-
tica” ( Hooks, 96:27-31).
No obstante lo anterior apuntar a la idea de nacionalismo es seguir crean-
do fronteras entre seres humanos, conlleva limitar territorios geográficos, cul-
turales, y sociales. Es reproducir lo mismo que los sectores racistas y domi-
nantes han hecho con los y las afrodescendientes negándoles la posibilidad de
circulación, de negarse al mestizaje racial y cultural para crear y recrear
nuevas culturas.
Por otro lado, parte el movimiento Rastafari ha sostenido la idea de vol-
ver a Africa, “nuestra tierra madre”, una añoranza histórica por haber sacado
a nuestros antepasados y antepasadas forzosamente de ese continente.. La
pregunta es: ¿Qué impacto para el racismo tiene esta estrategia? Simplemen-
te nos mantendrá en la añoranza, nos mantendrá complacientes ante el siste-
ma capitalista neoliberal que tiene efectos desvastadores hoy y aquí en nues-
tro contexto, nos mantiene en la autosegregación negando las posibilidades de

332
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mestizajes culturales necesarios e imposibles de negar hoy día por el flujo de


las migraciones a gran escala, mestizajes que si es posible generar sin privile-
gios y sin victimizaciones.
Que “Lo negro” sea nuestra prioridad política también mantendrá el dua-
lismo, construyendo un Yo siempre en oposición a otro que es el blanco. La
construcción de sujetas y sujetos políticos implica salirse de esa lógica binaria
y entender los contextos históricos que si bien tienen que ser cuestionadores a
la supremacía blanca deben traspasar esa visión que permita ver las causas
estructurales del racismo como algo más complejo y que incide en todas las
instancias de la sociedad.
Nuestra lucha continua debe ser la “descolonización” que se oponga a la
imposición de la autenticidad, de la universalización, de la generalización y la
estatificación de la experiencia negra. Rechazar el esencialismo implicará
reconocer nuestras múltiples experiencias, las diferentes condiciones de vida
y también las diversas producciones culturales sino la identidades como dice
Yuderkys Espinosa, feminista dominicana serán:
“una camisa de fuerza para la expresión mayúscula y el res-
peto a la diversidad… Se convierte entonces esto de la so-
cialización y el proceso idílico de constitución de las identida-
des de género, raza, etnia, etc., en un verdadero ejercicio de
represión, de regulación y sujeción de los sujetos.” (Espino-
sa, 1998: 3).
El concepto que ha impulsado el movimiento negro mixto y de mujeres de
“afrodescendiente” es un avance en nuestro accionar político pues nos ayuda
a revelar la memoria histórica de la colonización y la esclavitud y los efectos
de esos hechos hoy día en nosotras y nosotros. Hace que nuestras luchas
políticas sean basadas en hechos y conflictos históricos. Pero no solo debe-
mos quedarnos en los conceptos, nuestras estrategias y acciones deben ser
definidas para contrarrestar las políticas neoliberales, el racismo estructural y
la dominación cultural.
Hasta aquí he demostrado la importancia que tiene apelar a las identida-
des y al mismo tiempo los peligros que implica asumirla como objetivos políti-
cos. Con ello quiero sostener que no se trata de de rechazar las identidades o
asumirlas del todo, porque en un mundo como el nuestro donde los sectores de
poder dominantes mantienen sus certezas de quienes son, es necesario mos-
trar ciertas certezas a la hora de definirnos y en ese sentido autoafirmarnos.
No es casual que sea a las negras y negros a quienes siempre nos señalen de
esencialistas y que quienes lo hagan son generalmente académicos y acadé-
micas blancas. Hay que partir de la experiencia negra para entender todas

333
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

estas implicaciones que tiene la identidad y la necesidad del reconocimiento y


de diferencia cultural. Identidades y diferencias que no solo deben ser anali-
zadas en el plano del discurso académico, sino que atraviesa nuestras emocio-
nes y nuestras aspiraciones.
Bell Hooks nos refuerza diciendo: “Dada la omnipotencia de una política
supremacista blanca, cuyo objetivo consiste en impedir la formación de una
subjetividad negra radical, no podemos menospreciar las políticas de identi-
dad” (Hooks, 1990:3)
Es por todo lo anterior que creo que cuando analizamos la política de la
identidad tenemos que hacer relativizaciones en función de entender que por
un lado abren la posibilidad de un reconocimiento de las experiencias de los
grupos sociales y permite la constitución de subjetividades radicales y por otro
lado nos lleva a esencialismos desviando nuestras luchas solo por la construc-
ción de sujetos psicosociales. El racismo no se da en el ámbito del pensamien-
to sicologizante. Si tiene efectos sobre nuestras vidas y nuestras emociones,
pero sus causas están fuera de esta esfera.
Por eso creo que el proceso de construcción de sujetas políticas debe ser
la reafirmación y al mismo tiempo la desconstrucción de identidades. La pro-
puesta es pues mantenernos alertas en dónde están sus limitaciones y sus
fortalezas, siempre viéndolas como estrategia coyuntural y de procesos, no
así como nuestro objetivo final de lucha.

Conclusión
El análisis de la política de la identidad debe partir de un entendimiento de
cómo se van elaborando los conflictos sociales y los discursos hegemónicos,
para poder visualizar sus profundas contradicciones. No debemos asumir una
posición simplista de rechazarlas o de asumirlas. Es un tema complejo en la
acción política, pues al tiempo que podemos pensar que estamos contrarres-
tando sistemas de dominación, podríamos estamos contribuyendo a su perpe-
tuación y viceversa.
Entender las identidades como productos sociales, cambiantes, fluctuan-
tes nos puede favorecer tanto para no caer en esencialismos como no acusar
de esencialistas a muchas posiciones políticas que asumen grupos sociales
que no son legitimados ni reconocidos. Entender que si nos quedamos atrapa-
das en las identidades supondrá un reduccionismo que perderá de vista nues-
tra historia y sus procesos y la forma en que el racismo se va expresando en
nuestras sociedades a través del tiempo.
En ese sentido para concluir propongo algunas estrategias que creo im-
portantes:

334
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

1. Debemos entender que la construcción y desconstrucción de identi-


dades implica un ir y venir en la lucha contra el racismo, el sexismo,
el clasismo y el heterosexismo según los contextos, hegemonías y
coyunturas políticas. Por tanto conlleva tanto elementos de reafir-
mación y de negación.
2. Creo para lograr una transformación social debemos tener una pro-
puesta política articuladora, es decir una utopía de sociedad que per-
mita concebir sistemas de opresión, exclusión y marginación como
sistemas de dominación articulados. La intervención política debe
contemplar entonces estrategias también articuladas.
3. Por lo anterior debemos en la lucha política priorizar alianzas con
aquellos sectores de mujeres que son atravesados por esos sistemas
de dominaciones: racismo, sexismo clasismo, heterosexismo y que
en ello se sustente una nueva práctica política feminista que no nos
siga atomizando en las especificidades de cada grupo social.
4. Y que pasa por nuestras subjetividades y emociones. Debemos re-
tarnos a la posibilidad de trabajar nuestro propio racismo, nuestras
propia lesbofobia y nuestro propio clasismo, pues si seguimos repro-
duciendo privilegios en nuestras relaciones interpersonales, las es-
tructuras sociales no son posibles de cambiar y viceversa, lo cual es
un viejo principio feminista, pero nunca está de más recordarlo de
nuevo ya que es la parte que más nos cuesta asumir.

Bibliografía:
Amorós, Celia (1990): Mujer: participación, cultura política y Estado;
Bs. As., Ediciones de la Flor.
Butter, Judith (1999): Los usos de la igualdad; México. Debate Feminista.
Año 10. Vol.19.
D´ Atri, Andrea (2002).El feminismo y la democracia radical... mente liberal;
Izquierda en Debate. (Internet)
Butter, Judith (2001): El género en disputa; México. Programa Universitario
de Estudios de Género. UNAM.
Carneiro, Sueli (2001): Ennegrecer al Feminismo; Brasil. Ponencia presenta-
da en el seminario. La situación de la Mujer negra en América Latina, desde
una perspectiva de género “.

335
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Curiel, Ochy. (2002): La lucha política desde las mujeres ante las nuevas
formas de recismo, Aproximación al análisis de estrategias.
Delphy, Chistine. (1985): Por un feminismo materialista; Barcelona. Cuader-
nos Inacabados 2 y 3.
Espinosa, Yuderkys (1999): Hasta dónde nos sirven las identidades?; Santo
Domingo. Casa por la Identidad de las Mujeres Afro.
Falquet, Jules (2000): Algunas teorías lésbicas. Lucha y pensamientos de las
lesbianas.
Fraser Nancy (1997): Iustitia Interrupta: Reflexiones críticas desde la posi-
ción” postsocialista; Bogotá. Siglo de Hombre Editores.
Hooks, Bell (1996): Devorar al Otro: deseo y resistencia; México. Debate
Feminista. Año 7. Vol.13.
——————— (1990): Race, Gender and Cultural Politics; Boston. South
End Press.
Larkin Nascimento, Elisa. (2002) O Sortilegio da Cor: identidad afrodescen-
diente no Brasil. Sao Paulo. Instituto de Psicología da Universidade de Sao
Paulo.
Mouffe, Chantal (1996): Por una Política de la identidad nómada; México.
Debate Feminista. Año 7. Vol.14.
Santos Souza, Neuza. (1983) Tornar-se Negro; Río de Janeiro. Ediciones
Graal.
Sendon de León, Victoria (2002). Marcar las Diferencias; Barcelona. Icaria
editorial.
Wittig, Monique (1980): Versión en español del artículo Nadie Nace Mujer del
texto El Pensamiento Straight. (Internet).

336
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

COSTA RICA

Carmen Naranjo (1928-2012)

Nacida en Cártago, Costa Rica, estudió la Licenciatura en Filología


en la Universidad de Costa Rica y cursó estudios de posgrado en la
Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad de
Iowa. Ha escrito novelas, ensayos, poesía, cuentos, libros de texto y
teatro. Entre sus obras se encuentran: América (1961), Canción de
la ternura (1962), Los perros no ladraron (1966), Camino al me-
diodía (1968), Memorias de un hombre palabra (1968), ¡Y así
empezó! (1969), Hoy es un largo día (1972), traducido al inglés con
el título Today is a long day en 2005; Por Israel y por las páginas
de la Biblia (1976), Mitos culturales de la mujer (1977), La voz
(1977), La mujer y el desarrollo, la mujer y la cultura (1981),
Ondina (1983), Nunca hubo alguna vez (1984), traducida al inglés
con el título There never was a once upon a time (EUA, 1989).
Mujer y cultura (1989).

La Aventura de los Dibujados1


Se le ocurrió a Mandrake, creo yo, porque de todos tenía la habilidad de
lograr que los demás vieran cosas inexistentes, aunque era el más débil en
fuerza, no se subía por las paredes ni golpeaba para noquear ni detenía las
balas ni volaba por los aires.
Y creo que los llamó por teléfono o lo hizo Lotario, porque Mandrake
tiene amigo y nunca anda solo, además Lotario pega duro y entre ellos existe
un trato de combatir a los malos. Deben estar viejos porque papá me dice que
cuando era muy chiquito los veía a los dos. Tal vez Mandrake nos ha hipnoti-
zado y lo vemos como de cuarenta con las entradas de pelo muy acentuadas
pero detenidas.
Creo que los encontró a todos, salvo al Fantasma que en el sagrado
oficio de recordar a sus antepasados ya no contesta el teléfono. Sólo Batman
se disculpó y lo mismo hizo Robin porque como son millonarios no pueden
dejar la casa sola, es grandísima su casa y tienen nada más que un empleado

1 http://www.google.com.mx/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=3&ved=0CC
kQFjACahUKEwiOn7yHqYvJAhUEHT4KHTifA7o&url=http%3A%2F%2Fwww.
revistas.una.ac.cr%2Findex.php%2Fletras%2Farticle%2Fdownload%2F4821%2F463
8&usg=AFQjCNFNFE9Thx2rr_7h-AMKNaZdYGpNeA

337
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

muy viejo que no puede con todo, los millonarios son muy miserables y se
pasan la vida cuidando lo que tienen.
Supermán llegaría tarde porque tenía que preparar un reportaje largo
sobre la lucha contra la mafia de Chicago.
Mandrake ordenó un té con bastantes galletas y unos helados, aunque él
con un gesto hipnótico los pudo haber creado, pero no le gustaba engañar y
utilizar sus habilidades para lo que no fuera vencer a la gente mala.
Llegó de primera, creo yo, la Mujer Maravilla con su traje de empleada,
aunque se nota a la legua que es la misma, sólo los miopes que trabajan con
ella en la tele no se dan cuenta. Después llegó el Hombre Araña, vestido de
araña, y no quiso sentarse, se agarró a la mitad de la pared y va a ser muy
difícil servirle el té, a lo mejor no come pues nunca tiene tiempo, siempre le
pasan grandes enredos. Después llegaron juntos el Hombre Nuclear y la Mujer
Biónica, Mandrake se estremeció al darles la mano porque son muy fríos, se
trata de dos muertos reconstruidos que en cada episodio deben explicar la
fuerza increíble que tienen y además se enferman mucho porque se les des-
componen las partes artificiales.
Después vino Tarzán y pegó tal grito de saludo, creo yo, que casi se
quiebran los vidrios. Se veía extraño con suéter, pues la tarde estaba muy fría.
La Maravilla, el Nuclear y la Biónica se sentaron juntos, pues estoy segu-
ro de que pensaban en una trampa y los tres trabajan para el mismo gobierno
y ven espías hasta en la sopa.
Yo pensé en esta reunión, dijo Mandrake muy ceremonioso, porque las
cosas se están poniendo color de hormiga, hay peligro de guerra en todas
partes y tantos malhechores que ya uno no da abasto. Yo quería que se cono-
cieran.
Entonces los invitados se levantaron, se dieron la mano y el ambiente
tanto gusto y el gusto es mío.
Me extrañó que no se conocieran, pero en este mundo el que es famoso
cuida su fama y está permanentemente inventa que inventa hazañas.
Mandrake declaró que cada uno podía resumir en cablegrama lo que
hacía. Yo dijo la Mujer Maravilla vengo de una isla en que la gente no enveje-
ce, poseo un cinturón y brazaletes de un mineral que da una fuerza increíble,
con sólo varias vueltas redondas me cambio de traje con bandera de Estados
Unidos y entonces sí que sí me la juego maravillosamente. El Hombre Nu-
clear contó lo de su accidente y lo de su reconstrucción, y como ahora trabaja
para el Departamento de Estado, pues tiene que pagar su costosísima resu-
rrección. La Mujer Biónica hizo lo mismo, pues casi era su hermana gemela,
creo yo. El Hombre Araña relató el accidente y empezó a tejer telarañas con

338
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

una velocidad desplomante. Tarzán explicó que era huérfano, lo había criado
una mona muy madre y habla el lenguaje de varios animales por lo que cuando
no trabaja en contra de los malos cuida su propio zoológico, y explica también
que llegó tarde porque a Jane no le gusta que vaya a donde vive mucha gente
y lo vean con ojos de cosa rara. Mandrake se declaró mago, por eso me visto
como si estuviera en el escenario, aunque cuando hace mucho calor lo pasó
muy mal y lo mismo me sucede cuando el frío se agudiza. Hago ver lo que no
existe y para muestra un botón, así de pronto creó una serpiente que asustó a
todos y me puso a sudar a mí, pero con otro ademán la desapareció.
A la Maravilla, a la Biónica y al Nuclear no les gustó el truco, pero Tarzán
se veía divertido, lo mismo que el Hombre Araña.
Bueno, prosiguió Mandrake, la invitación tiene un propósito, es el de pen-
sar en unirnos todos y acabar juntos con el crimen y la violencia. Para eso
dejaremos de tener zonas de influencias y seremos universales, nos concen-
traremos en los sitios en que más abunda el hampa o en los que impera la
injustica. Los lugares que nos necesitan con urgencia son aquellos en que el
mal detenta el poder. Si ustedes están de acuerdo con asociarnos, podemos
empezar en el pueblo más azotado por militares que desde el gobierno organi-
zan escuadrones para matar a los que piensan o se atreven a protestar.
Creo que hubo un silencio general y el primero en hablar fue Tarzán,
quien dijo que sólo sabía trabajar en la selva, en las ciudades tenía que tomar
taxis, elevadores para subir a los diferentes pisos, no podía andar descalzo
porque le preguntaban si sus pies estaban enfermos y no aguantaba los zapa-
tos. Sin embargo, en algo podía ayudar pues últimamente a la selva llegaban
todos los maleantes que ya eran detectados en las ciudades. El Hombre Ara-
ña señaló que él sólo era empleado de una empresa periodística y como no
cobraba por sus servicios contra el crimen, de perder su trabajo asalariado no
tendría con qué mantenerse y de aceptar asociarse habría que cargar con sus
gastos, además le gustaba eso de tener dos personalidades, y si lo querían
como Hombre Araña a tiempo completo se aburriría mucho y a lo mejor
perdería sus habilidades extraordinarias.
Las mujeres Maravilla y Biónica, así como el Hombre Nuclear, expresa-
ron que debería consultar al Departamento de Estado y lo más seguro era que
pudieran asociarse únicamente para trabajar en contra de los países enemigos
del suyo, pues si no podrían caer en la horrible figura de traidores a su patria.
Mandrake, creo yo, estaba atarantado con esas réplicas tan negativas y
limitantes, pero no se dio por vencido y pensó en que Supermán no había
llegado y sólo la unión con él le daría la fuerza de movimiento que necesitaba.
No quiso engañar a los presentes porque eran sus huéspedes y eso sería una

339
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

descortesía que un caballero como él no podía hacer, aunque le dieron la


impresión de ser muy egoístas.
Bueno, uno de los propósitos ya se ha cumplido, agregó Mandrake muy
seguro de sí, y es el de conocernos, también el de evitar trabajar en un mismo
asunto, como me pasó cuando tuve el primer encuentro con Supermán, quien
por cierto vendrá más tarde, yo ya tenía hipnotizados y desarmados a los
ladrones cuando él entró por la ventana con una soga en la mano. Los andu-
vimos buscando por diferentes caminos. Si en una de esas computadoras
reportamos todos en lo que estamos, cuando se presenta un caso hacemos
consultas y así no hay repeticiones de intervención.
Eso no se puede hacer, dijo la Mujer Biónica, porque lo que yo hago es
secreto de Estado. Lo mismo añadieron la Mujer Maravilla y el Hombre Nu-
clear. Yo tampoco puedo porque lo mío es un secreto personal, añadió el
Hombre Araña. Y yo me niego a revelar en lo que estoy, exclamó Tarzán,
porque si algo sale mal y se sabe me voy a desprestigiar. En la selva se pudren
con frecuencia los bejucos y en el momento menos pensado me caigo y quedó
atontado por muchos días y hasta quebraduras he padecido. Deben conside-
rar que soy el único entre ustedes que carece de poderes especiales, salvo el
de comunicarme con los animales, pero algunos de ellos, como pasa también
con los hombre, tienen serios problemas de comunicación.
Creo yo que a Mandrake sólo le quedó esperar pacientemente por Su-
permán, pero me equivoqué porque el Mago tenía sus recursos. Dijo: He oído
con mucho interés su argumentación, pero me parece extraño que haya se-
cretos en sus actividades cuando todos los caos que ustedes atienden se publi-
can en eso se llaman, creo yo, medios de comunicación masiva.
Claro que sí, contestó rápida la Mujer Biónica, mientras se oía el ruido
que salía de su oreja al escuchar el ruido que salía de su oreja al escuchar un
sodio sólo perceptible por su parte reconstruida, pero se nos presenta como
posibilidades de ser ciertos, meros personajes dibujados, que enseñan las his-
torias en que salen triunfantes, nunca se sabe cuando fracasamos. ¿No es
verdad? Y todos asintieron, mientras Mandrake conmovido por la sinceridad
tuvo que confesar: tienen razón, yo también fracaso cuando la gente mala no
es apta para hipnotizarla, no puedo hacerlo o me cogen antes, dada mi fama,
y me tapan los ojos, y a veces ni Lotario puede ayudarme porque se enferman
del estómago y se contagia de esos catarros que no tienen otro remedio que
encamarse.
Así es que no se sabía nada de sus fracasos, sólo de sus victorias, lo
mismo les pasaba a todos. Agregó Mandrake: Y si logramos que el centro del
computador lo manejen hombres de toda confianza. El Hombre Nuclear apuntó:

340
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

No hay hombres de confianza cada, uno de nosotros lo sabe por su propia


experiencia, en la mayoría de los casos los más inocentes siempre resultan los
culpables, además si lo del centro se sabe sería nuestro propio talón de Aqui-
les.
En ese momento se presentó Supermán, con su vestido de periodista y
sus anteojos, como cualquier hombre corriente. Como era muy conocido, no
necesitó presentación ni contar sus antecedentes. Se le resumió lo que se
había tratado y le pareció que los propósitos de Mandrake eran excelentes,
pero impracticables. No había por qué confundir los papeles y la mejor estra-
tegia era seguir cada uno con lo suyo pues triunfantes, siempre triunfantes,
resultaban una amenaza para aquellos que desafían las reglas del buen com-
portamiento. Paseamos un buen rato juntos y que lo demás siga su curso
como si estuviéramos ante una ventana abierta.
Creo yo que eran demasiado individualistas y a todos les gustaban los
malos remalos para tener desafíos y el trabajo de vencerlos, porque entonces
se sentían como los no dibujados cuando aplastan cucarachas.
Y Mandrake les obsequió el folleto de su última aventura, en la que ven-
ció a los hombres y a los toros que ellos habían entrenado para que corrieran
en manada embistiendo lo que encontraban, mientras tranquilos robaban los
bancos, la dificultad estribaba en que el mago no podía hipnotizar a los toros y
las bestias lo acosaban en una calle sin salida. Una aventura interesante, si no
fuera eso de que siempre gana.
Creo yo que todos estaban cansados de ganar o tal vez para ganar de
verdad buscaban y exigían casos situaciones cada vez más difíciles, situacio-
nes más complicadas y escabrosas.
Estaba pensando en eso cuando Tarzán empezó a subir la voz y se burla-
ba del Hombre Araña, porque le parecía ridículo que se mantuviera en pleno
acto, colgado de la pared, y le indicó que había regado el té en su espalda por
esa manía tan triste de no ser natural. Y si de naturales habla usted señor
Tarzán, replicó el hombre ya en pleno suelo, se puede saber ¿por qué camina
y habla como si estuviera siempre en la selva y no puede ni ser otra cosa que
un personaje de alaridos?
Tarzán se puso en posición de ataque y el hombre Araña se rio pues se
sintió tratado como un tigre de bengala. La Mujer Maravilla nerviosa se paró
entre los dos con un gesto de arreglo pacífico: calma, calma, aquí estamos en
plan de amigos.
Y creo que fue Supermán el que tuvo la idea de si inventáramos una
aventura en que todos estamos en contra de todos, envueltos en un conflicto
diabólico. Parecían fascinados y Mandrake confesó: un éxito, sería una forma

341
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

de renovarnos, de superarnos a nosotros, incluso una manera de morir valien-


temente porque algunos fracasaremos y sólo podrá haber uno que triunfe.
Francamente el que no participe será un cobarde, sujeto esclavo de lo que
quieren que hagamos, sin libertad de ser alguna vez lo que nos da la gana, lo
que podemos crear por nuestra propia iniciativa.
Y así como así se pusieron de acuerdo. Parecía que estaban borrachos.
Tarzán pidió que la trama se cumpliera en la selva, para equiparar las habilida-
des, y los demás accedieron.
La primera en morir fue la Mujer Maravilla, no tenía al menor conoci-
miento de los animales y apenas en el inicio de la aventura confundió un lobo
feroz con un perro gruñón, hasta perdió el cinturón y los brazaletes. La próxi-
ma víctima fue el Hombre Nuclear pues se metieron unas arenas movedizas
y todas las piezas reconstruidas se le llenaron de mugre y quedaron inutiliza-
das. Mandrake cayó en una trampa de elefantes en que el fondo era tan
oscuro que ahí daba lo mismo ser ciego y vidente, y no servía para nada el
poder de hipnotizar. El Hombre Araña cruzó un río poblado de pirañas, sólo
quedó su recuerdo. La Mujer Biónica iba a atacar a Supermán, quien parecía
distraído pero estaba alerta y la empujó hacia un precipicio por donde se fue
dejando aparatos y ruiditos de piezas que entre salto y salto se incendiaron. La
cosa estaba por decidirse entre Supermán y Tarzán, pero llegó Jane y se lo
llevó por las orejas con la prohibición expresa de que no se metiera en esa
aventura estúpida de aniquilarse uno al otro, como si fueran enemigos. Fue el
único que se salvó porque a Supermán se le ocurrió ponerse a escribir el
reportaje del desafío, y entretenido con la redacción no se dio cuenta de la boa
que se lo tragó junto con la máquina de escribir.
Y creo que los hombres no dibujados deben aprender esta lección, que
podría resumirse en lo peligroso que es jugar con fuego, pero ese sería un
pésimo resumen pues el peligro estriba siempre en descarrilarse y lo sucedido
fue un perfecto descarrilamiento.
Y creo que nadie aprenderá nada porque los hombres dibujados nunca
enseñan, salvo aquello de que las victorias se logran cuando las desventajas
aumentan.

342
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Yadira Calvo (1941)

Nacida en Costa Rica, es licenciada en Literatura y Ciencias


del Lenguaje. Ha publicado diversas obras de ensayo, entre
las cuales se encuentran Poesía en Jorge Debravo (1980),
La mujer víctima y cómplice (1981), Ángela Acuña, forja-
dora de estrellas (1989), A la mujer por la palabra (1990),
Las líneas torcidas del derecho (1993), De diosas a dra-
gonas (1995), La canción olvidada (2002), Éxtasis y orti-
gas (2004), Terminología feminista (2012).

Mujeres en Prisión1
“Si la ley civil mira a la mujer como un ser.
inferior al hombre moral e intelectualmente
considerada ¿por qué la ley criminal le impone iguales
penas cuando delinque? ¿Por qué para el Derecho es
mirada como inferior al hombre y ante el delito se la
tiene por igual a él? ¿Por qué no se la mira como al
niño que abra sin discernimiento o cuando menos
como al menor? Porqué la conciencia alza su voz
poderosa y se subleva ante la idea de que el sexo sea
un motivo de impunidad porque el absurdo de la
inferioridad moral de una mujer toma aquí tales
proporciones que la ven todos: porque el error llega a
uno de esos casos en que necesariamente tiene que
limitarse a sí mismo que transigir con la verdad y optar
por la contradicción. Es monstruosa la que resulta
entre la ley civil y la ley criminal; la una nos dice: “Eres
un ser imperfecto; no puedo concederte derechos”. La
otra: “Te considero igual al hombre y te impongo los
mismos deberes; si faltas a ellos incurrirás en idéntica
pena”... Es tal la fuerza de la costumbre que
saludamos todas esas injusticias con el nombre de
Derecho”. (Concepción Arenal, La mujer del porvenir).

1 http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan028742.pdf

343
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

1. Labores “propias del sexo”


“Ingreso a la oficina de la gobernadora de la cárcel de
mujeres y me vieneinmediatamente a la cabeza la clase
de trabajos manuales del colegio: almohadones tejidos
por aquí, tapetes preciosos hechos a mano en la mesa,
es decir la artesanía femenina en su despliegue total. (...)
¿Qué es lo que he visto y oído entre el correteo de las
entrevistas? Primero que todas, todas tejen y tejen. Tejen
maravillas (…) Todas andan con la lana y los palillos.
Algunas se sientan a conversar, a esperar a la abogada,
la sicóloga o la gobernadora, siempre tejiendo”.
(Virginia Ayllón Soria, La Paz, Bolivia, 1992)
Siendo opuestas más que diferentes las expectativas sociales sobre hom-
bres y mujeres, no puede esperarse que la cárcel ofrezca una mejor visión del
aprendizaje y el trabajo, como en efecto no la ofrece. A las mujeres se les
siguen impartiendo cursos y enseñanzas que la tradición ha entendido arbitra-
riamente como “propias de su sexo”, y que todas sabemos son propias más
bien de una concepción jerarquizada del saber y del trabajo, según la cual las
labores reservadas a las mujeres carecen de valor social y no confieren inde-
pendencia ni riquezas.
La justificación está en “la naturaleza”, descrita a partir de una visión
masculina. Estas distensiones, señala Evelyne Sullerot 2, aseguraban al hom-
bre “unas exclusividades que el otro sexo no hubiese podido disputarle sin
“violar el orden”. Al ser explicada por ‘su naturaleza’, la actividad de las
mujeres deja de ser libre, para convertirse un una función, igual que un árbol
que produce frutas, dice Sullerot.
Luchar contra una percepción androcéntrica en una sociedad patriarcal
es como querer cavar un túnel con una cuchara. Para que se aprecie lo difícil
de la tarea, nos detendremos un poco en observar la “evolución” de las con-
cepciones sobre el trabajo de las mujeres en El Buen Pastor de Costa Rica.
Dada la escasez de mano de obra, los trabajos forzados eran la pena
principal tanto para hombres como para mujeres, hasta las primeras décadas
del siglo XIX. En 1838, aparece una división en el trabajo forzado por sexos:
se mantiene a los hombres en obras públicas, y se destina a las mujeres a
labores de cocina, costura, lavado de ropas y atención de enfermos. En 1841
se da un paso más y se convierte a las reclusas en sirvientas forzadas de los

2 Evelyne Sullerot, Historia y sociología del trabajo femenino, 2a. ed., Barcelona, Ediciones
Península. 1988.

344
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

presidiarios, según un Código General en el que se establece que “(as mujeres


pueden ser destinadas a la asistencia de los presos en los presidios y cárceles,
pero no a trabajos impropios de su sexo”.3
En 1853, establecida la Casa de Reclusión para Mujeres en San José, su
reglamento prevé la exigencia del trabajo doméstico para toda reclusa: coci-
na, lavado, planchado, costura, bordado, tejido de medias y encajes, limpia o
cogida de café, fabricación de pan y tortillas. El supuesto es que esto les
procuraría un modo honroso de vivir después de la excarcelación.
Como en la Casa de Reclusión para Mujeres no se desarrollaban los
trabajos señalados, en 1874 un Ministro declara que “seria conveniente ocu-
par a las reclusas en trabajos propios de su sexo”. No obstante, la panadería
estaba dejando de ser “propia de su sexo” y ya en 1882, la participación
masculina en ese ramo había aumentado en un 40% con el establecimiento de
más de medio centenar de panaderías urbanas o semiurbanas”, con lo cual
tanto la elaboración como la venta casera del pan estaba dejando de ser, para
las mujeres, una forma honrosa de ganarse la vida.
Con la llegada de las religiosas, en 1921, la idea de los trabajos femeninos
no cambia; ni siquiera cambia, al parecer, el concepto de “modo honroso” de
ganarse la vida, puesto que monjas y laicos parecen entender por tal, el con-
venirse en buenas amas de casa. De modo que se les siguió entrenando en
labores de limpieza, cocina, costura y manualidades, para cumplir con el re-
glamento de La Casa del Buen Pastor, que estipulaba “enseñar a las reclusas
artes domésticas e industrias adecuadas al sexo”.
Retiradas las monjas, varía un poco el sistema. Ahora se les proporciona
trabajo a destajo para empresas como B-ticino, Demasa, Litografía Lehmann,
Fotolit, Fotorama y otras, con un salario muy por debajo del mínimo legal para
tareas similares, de modo que las que asisten a talleres lo hacen por una
necesidad económica extrema, para mantenerse fuera de la sección y no
tener problemas con compañeras, o para “quedar bien” con el Consejo de
Tratamiento al ser evaluadas.
Además, la interna debe realizar la limpieza que le corresponde dentro de
su sección antes de cumplir con cualquier otra labor, ya sea trabajo o curso,
con lo cual la perfecta casada sigue tan perfecta, aunque ya no tan casada
como quería Fray Luis de León, porque un fenómeno inherente a la prisión de
la mujer, es el abandono por parte del esposo, como veremos en un momento.

3 Este y los demás datos sobre historia del Buen Pastor en Costa Rica. se han tomado de
Carmen Caamaño Morúa. Procesos de criminalización, estigmatización y deterioro
psicosocial en mujeres encarceladas. Tesis para optar por el grado de Licenciatura en
Psicología, Universidad de Costa Rica, 1990.

345
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Puesto que la prisión refleja y hasta amplifica las concepciones de mun-


do, ideologías y jerarquías entre sexos, las políticas penitenciarias diferencia-
das por sexo se suelen interpretar como medidas en “favor de las reclusas”, o
como privilegio para ellas, tal como lo hace el Dr. Eduardo Olivares, Director
Nacional de Establecimientos Penitenciarios de Bolivia.4 Pone por ejemplo la
condición física del Centro de Orientación Femenina (COF), en Bolivia, que
“es prácticamente una casa”, en contraste con la cárcel de varones de San
Pedro.
También algunas de las prisioneras entrevistadas en diferentes países,
parecen de acuerdo en que se las trata mejor que a los hombres. Muchas de
las reclusas peruanas declaran que para los ellos es más difícil “salir a flote”
después de la prisión, y que la sociedad es más comprensiva con las mujeres;
en otros casos, señalan más facilidades para ellas en el penal. Como mejor
alimentación y menos maltrato, pero no parece tan claro que esto sea así.
Comenzando por lo segunda, las “facilidades” sólo confirman la imagen
de fragilidad y minusvalía de las mujeres. Es el caso de la cortesía en la calle:
ceder la acera, ofrecer el brazo en el caño o el asiento en el bus, no suponen,
como se nos hace creer, una deferencia o pleitesía de que los varones nos
hacen objetas sino una confirmación de que nos ven, como “vaso más frágil”,
en palabras de Pablo de Tarso.
Los datos suministrados por las investigadoras de los países de América
Latina, incluida Bolivia, nos permiten detectar lo obvio: que en la prisión se
presenta una réplica de lo que ocurre en la calle, trazada sobre el mismo
molde que rige para toda la sociedad. Por esto se les ofrece a las reclusas en
general más posibilidad de acceso rápida a los servicios médicos de emergen-
cia, permisos de salida por muerte de familiares, y llamadas telefónicas. Para
los varones se reservan libertades más apreciables como el ejercicio de su
sexualidad, el acceso y frecuencia en la práctica de depones y el aprendizaje
y ejercicio de oficios rentables, todo lo cual significa, como señala Marcela
Lagarde 5 la presencia de “aspectos específicamente genéricos que hacen
más opresivo el hecho carcelario para las mujeres”.
Según Lagarde, aunque la prisión implica para unos y otras el desarraigo
y la separación de su mundo, tiene un significado más opresivo para ellas,
tanto por el abandono a que las someten sus parientes y en especial sus com-
pañeros sexuales, como por ser mayor el estigma con que se las señala.
4 Virginia Ayllón, entrevista en La Paz. 23 septiembre, 1991, ILANUD. (Todas las veces
que se hagan referencias al trabajo “Mujer y justicia penal”, se indicará únicamente con
el nombre de las autoras y las siglas ILANUD).
5 Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres. madresposas, monjas, putas, presas
y locas, México. Ciudad Universitaria, 1990, p. 15.

346
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En efecto, al menos las reclusas dominicanas señalan que aunque por el


hecho de estar presa no se pierde ni el pudor ni la vergüenza, y creen poder
reivindicarse mediante el estudio y la superación, y demostrar que ellas no son
como se las cree, todas reconocen estar marcadas ante la sociedad. Para
Marcela Lagarde, “en un mundo que construye a las mujeres como entes del
bien, y cuya maldad es imperdonable e irreparable”, la exconvicta queda es-
tigmatizada como mala, mientras que para los hombres puede hasta resultar
prestigioso el haber sido prisioneros 6.
En realidad, no parece tan seguro que las mujeres seamos socialmente
construidas “como entes del bien”, porque en el mundo patriarcal, bruja y
hada son las dos formas extremas por las que los hombres canalizan el temor
a las mujeres: se nos degrada o se nos angeliza en función de acallar el miedo.
Pero sí es lo cieno que ambas formas extremas tienen por efecto la condena
de las mujeres “malas”, que con Pandora y Lilit y Eva y Clitemnestra y Dalila
y las vampiresas y las hechiceras, y las prostitutas y las adúlteras y las abone-
ras y las demás que ya sabemos, adoquinan el “mal camino” de las mujeres
insurrectas que no acataron la Ley del Padre.
Añadido a esto el ínfimo valor social de las mujeres, presente en refra-
nes, frases célebres, libros sabios, pensadores profundos y gente vulgar, no es
para maravillarse que en cuanto la mujer se ve prisionera, el esposo, amante o
conviviente o como quiera que se le llame, encuentre fácil la sustituta. Al fin y
al cabo, desde Plauto y más recientemente con Oflo Weininger, “no es nece-
sario elegir entre las mujeres porque ninguna vale nada”.
Así pues, las perspectivas del futuro no son muy halagüeñas para las
prisioneras, pera a esto se añade la desventurada y antigua idea de los traba-
jos “propios del sexo”, que tiene su inmediata y lógica repercusión en los
programas educativos a que se las somete. Coherentes con ella, algunos fun-
cionarios brindan poco apoyo a los cursos de capacitación como los ofrecidos
en Costa Rica por el Instituto Nacional de Aprendizaje en su programa “Mu-
jer privada de libertad”, cuyo fin es capacitar vocacionalmente a las internas
en áreas no tradicionales. Y las mismas internas, urgidas por las necesidades
económicas inmediatas, y por el desánimo de su situación, con frecuencia
desertan. El Ministerio de Educación imparte además cursas de primaria y
secundaria, pero el tipo de enseñanza se relaciona escasamente con las nece-
sidades y prioridades de las reclusas, que ven muy remata la posibilidad de
obtener un título; aunque el Área Educativa del Centro prevé la educación
física y las actividades culturales, carece de un programa sistemático; se
mantienen además, otros cursos como los de manualidades, y labores propias
6 Ibíd., p. 650.

347
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

del sexo ni más ni menos que como las programadas a mediados del siglo
XIX.
Un panorama semejante se puede observar en todos los correccionales
de mujeres objeto de estudio. En Uruguay, donde las reclusas señalan que los
hombres están en peores condiciones de alimentación, local e higiene, el ám-
bito de las actividades que ellos pueden desarrollar dentro del penal es mayor
y facilita el aprendizaje de oficios que posibilitan el desempeño laboral luego
del egreso, además de que se les permite desarrollar una actividad física más
amplia. A las reclusas, en cambio se les dictan cursos de asistencia voluntaria
sobre corte y confección, tejida, manualidades, pintura y cocina junto a las
clases de educación primaria La asistencia es muy deficiente por cuanto ellas
carecen de recursos económicos hasta para comprar los materiales y porque
consideran que estas actividades no les permiten ingresar en el mercado labo-
ral, como en efecto ocurre, puesto que precisamente esa es la idea sobre la
que se fundan los trabajos “propias de mujeres”.
El resultado se ve en su participación laboral. El 53% de ellas desempe-
ñan tareas por contrato. El 63% trabajan para el establecimiento y el 22% no
trabajan. Los problemas inherentes a sus “funciones” son la insuficiencia de
los ingresos y el carácter temporario de sus labores, lo que las conduce a
pasar períodos sin ocupación, con lo cual se ven limitadas para mantener a sus
familias y a sus hijos, en especial cuando no cuentan con apoyo familiar o
medios económicos.
En Bolivia, el COF, está organizado baja la misma idea, puesto que ofre-
ce en sus instalaciones empleo remunerado de horneado y lavandería que sólo
capta a veintiún personas y se considera un premio para quienes cumplen
disciplinariamente; a pesar de que la política carcelaria considera el trabajo
como un medio de rehabilitación. El resto de los oficios (limpieza, jardines,
cocina) son impagos y obligatorios, como corresponde a la ideología del traba-
jo femenino.
En Guatemala, es obligatorio y remunerado el trabajo para los prisione-
ros, pero no para las prisioneras. Y es “lógico” dentro de la lógica del patriar-
cado, puesto que lo que ellas hacen son “tareas femeninas”, como limpiar,
cocinar, ordenar etc. y en algunos casas manualidades de difícil comercializa-
ción. La política carcelaria carece de programas educativos para mujeres. La
asistencia a la escuela es opcional, al contrario de las prisiones de hombres,
donde es obligatorio cursar como mínimo la escuela primaria completa y el
aprendizaje de un oficio o técnica.
A las reclusas, en este campo, se les enseñan manualidades convencio-
nales que no resuelven su carencia de ingresos: crochet, tricot, papel maché,

348
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cocina..., labores que no llenan los requisitos de cursos de capacitación, y no


les facilitarán en el futuro ni la posibilidad de un trabajo ni la de vida indepen-
diente. El COF no tiene un programa de estudio, capacitación, recreación, o
deportivo. Los prisioneros, en cambio, aprenden oficios o técnicas que les
permiten realizar “trabajos de hombres” como faenas agrícolas, manufactu-
ras, carpintería, plomería, etc.
Es un hecho que solo al parecer en Honduras, se ofrece a las internas,
entre otras cosas, por lo menos en el reglamento, tarea laboral de ocho horas
según el Código de Trabajo, e incapacidades y salario igual al del medio libre.
En los demás países que suministran datas, la discriminación parece muy
claramente ejercerse en sentido contraria a las mujeres.
En República Dominicana, las reclusas que quieran pueden participar de
los cursos de manualidades impartidos en las mañanas. El resta del día lo
pueden dedicar a la ociosidad, aunque algunas se ocupan en pequeñas activi-
dades económicas como ventas y rifas. También durante las mañanas pueden
salir al patio a hacer ejercicios, pero no hay ningún programa, ni un instructor
deportivo.
Y es que ¿quién se quita de encima como espantar una mosca milenios
de opresión? ¿quién elimina de un borronazo páginas y páginas de pensamien-
to autorizado?, ¿quién se atreve a zafar el hombro de las andas que sostienen
la sociedad patriarcal? Está visto que ni usted, ni usted, ni usted, ni yo, cada
una por separado, sino empujando todas a la vez, como los esclavos de los
faraones levantaban piedra a piedra las pirámides.
Y lo primero es conocer, porque no se puede combatir el peligro oculto. Y
en esta tarea de conocer, hay que trepar, por enojoso que resulte, por la cuesta
arriba del pensamiento patriarcal para desde ahí echarlo a rodar. No por nada
en los correccionales las mujeres siguen desempeñando labores “propias del
sexo” y recibiendo instrucción en función de esas tareas. Detrás de los basti-
dores con que bordan, de las agujas con que tejen, del hilo con que cosen, de
la escoba con que barren, sigue escuchándose la acre voz de los patriarcas.
Casi nadie la oye porque no sabe que hay un fantasma allí, pero sí se sienten
sus consecuencias y se sigue su mandato.
Seguimos obedeciendo a Mirabeau para quien la “delicada constitución”,
de las mujeres, útil sólo para perpetuar la especie, las “limita a las modestas
tareas de la casa y a la inclinación sedentaria que este jipo de trabajo requie-
re”; seguimos acatando a Fray Luis de León que manda hasta a las duquesas
y reinas a tratar del lino, y labrar la seda. dar tarea a sus damas y probarse
con ellas en estos oficios; seguimos sometiéndonos a los criterios de Luis
Vives que mandó a las mujeres traer en las manos, al mismo tiempo que las

349
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

letras, la lana y el lino, “dos artes “convenientísimas a la economía doméstica,


conservadoras de la fragilidad, de la cual conviene sobre manera que sean las
mujeres curiosas guardadoras”, seguimos sometiéndonos a los requerimien-
tos de Fénelon que veía para las mujeres “un gran papel” en la vida domésti-
ca. Seguimos, seguimos y seguimos bajo el imperio de la misma autoridad.
Hasta en los escasos ratos de buena voluntad con que cada muerte de
obispo se ha intentado deshilachar la correa. Ella se resiste y las cosas vuel-
ven a quedar igual. Ocurrió en los kibbutz, donde las mujeres eran sacadas de
cualquier cosa que estuvieran haciendo, con frecuencia contra su voluntad,
para destinarlas a los servicios.
Si esto es así, ¿qué se puede esperar del patriarcado para las delincuen-
tes? La vida de las reclusas y exconvictas se desarrolla como una larga cade-
na de causa y efecto cuyo último eslabón no se vislumbra. Aunque en algunos
países, como en Honduras y Perú, se supone la existencia de un tratamiento
penitenciario que las prepare para cuando abandonen el correccional, en la
realidad el enfrentamiento con la libertad no le resulta a la exconvicta menos
terrorífico que la reclusión.
Sometida en la cárcel a los mismos patrones sexistas de la sociedad que
le asigna trabajos obligatorios “de mujer”, relacionados con el fogón, la aguja
y el fregadero, la reclusa va a salir de allí para funcionar como ama de casa de
un hogar que ya no existe, donde lo más urgente es obtener dinero y lo más
grave es no saber cómo. Fuera de esto, tiene que volver a poner los pies en
una comunidad en donde todos le ven en la frente el rabo de burro como a la
niña mala del cuento.
Para más, por muy idealistas que queramos ser, la honestidad manda
reconocer que si el dinero no es todo, es gran parte del todo en la sociedad en
que vivimos. Las internas valoran más, ¿y cómo no?, aquellas actividades que
les permitan con más rapidez obtenerlo. Los programas de alfabetización, en
estas circunstancias, tienen poco valor. Así en países como Bolivia, donde
muchas de las internas han pasado toda su vida sin leer ni escribir, la urgencia
perentoria es el ingreso diario para paliar el hambre de los hijos, lo cual resulta
irresoluble cuando el trabajo del correccional no absorbe más que a una pe-
queña parte de la población. ¿Qué puede significar, para más de doscientas
internas, un empleo que ocupa a once personas en la lavandería, o diez en el
horno?
El estudio de Gladys Acosta sobre Perú, revela cómo, liberadas del siste-
ma penitenciario, las mujeres manifiestan un profundo sentimiento de margi-
nación social que involucra a otros familiares, pero sobre todo a los hijos.
Todavía cuatro, cinco u ocho años después, no se consideran integradas ni en
la familia ni en la sociedad.

350
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

2. Como cucaracha
“Todas ellas emanan tristeza, desesperación, pero
sobre todo esperanza, sueños, utopías, deseos.
Todo parece rondar en torno a la frase “cuando
salga....” (Virginia Ayllón Soria, La Paz, Bolivia,
1992).
La trabajadora social boliviana Martha Gutiérrez, añade a la lista de las
desventuras de las mujeres reclusas, la falta de valores a los cuales aferrarse,
y la sensación de que lo han perdido todo, de que ya no valen como personas.
No es extraño, por lo tanto, que la depresión y la desesperanza estén entre los
problemas más frecuentes de las internas, aunque por lo común no se les
ofrecen tratamientos psicológicos para neutralizar el sufrimiento del encierro,
ni programas de reinserción social que contrarresten el sentimiento de estar
marginadas. Esto se agrava cuando, como en Guatemala, se exige, para soli-
citar empleo, un certificado de antecedentes penales.
Entre las investigadoras, hay consenso en relacionar la autoimagen con
la sensación de impotencia, minusvalía y la baja autoestima originada en la
forma en que otros han percibido a la interna como “sucia, prostituta, delin-
cuente o no mujer”. No es extraño, entonces, que, como se constata en Costa
Rica, muchas de ellas sientan o hayan sentido que merecen ser golpeadas,
violadas, abandonadas o utilizadas, “viéndose a si mismas como marcadas
socialmente e indignas de cuidado y respeto”, de modo que buscan expiar su
culpa y vergüenza mediante el autocastigo. Además, la historia personal de
las internas suele ser una cadena de agresiones y violencia, rechazo y estig-
matización por parte de su familia. El 51.8% de las reclusas uruguayas han
sido víctimas de violencia doméstica; en Bolivia, un 95% de las prostitutas o
delincuentes han sido violadas en su primera infancia. Las internas ven el
maltrato con normalidad, y hasta lo atribuyen a cariño y amar cuando viene
del compañero.
Si esto es lo que se ha aprendido, esto es lo que se estará dispuesta a dar.
¿Cómo extrañarse, entonces, de que las reclusas no manifiesten las mejores
relaciones entre sí? Aunque hay también momentos de hermandad, reuniones
para festejar cumpleaños o leer la Biblia, o jugar o conversar, en los diferentes
países hispanoamericanos de que se disponen datos a excepción de Guatema-
la, se detectan problemas de entendimiento entre las reclusas: agresiones ver-
bales, tensiones y violencia, pequeños conflictos por “chismes” o sustracción
de prendas o alimentos en Honduras, dificultades para relacionarse en Costa
Rica, individualismo, falta de solidaridad y desconfianza en Uruguay y Perú;
relaciones difíciles en Bolivia.

351
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En este problema podría tener su parte la precariedad de la vida en algu-


nas cárceles. En Perú, el Penal de Chorrillos, que aloja a más del 50% de la
población femenina internada por delitos comunes, con una capacidad para
doscientas cincuenta mujeres, albergaba en 1991 a quinientas veinticinco, no
contaba con suficientes camas; la guardería solo funcionaba por las mañanas,
los servicios higiénicos estaban deteriorados, el agua y la luz racionadas. En
Bolivia hay hacinamiento a tal punto que algunas internas duermen en el sue-
lo. Su Centro de Orientación Femenina tiene consultorio médico, jurídico, psi-
cológico y social, área de producción, cocina, kinder y áreas administrativas y
de seguridad, pero en él hay hacinamiento, porque con una capacidad para
albergar a cien personas, cuenta con doscientas treinta y nueve internas y
cuarenta y siete niños. En cada piso hay un solo baño, y se carece de aulas
para el área educativa.
En Honduras, el Centro Femenino de Adaptación Social (CEFAS), ubi-
cado en un predio de varias hectáreas, ocupa un kilómetro cuadrado de edifi-
caciones separadas por zonas verdes; tiene canchas de basketball, y suficien-
te espacio, porque alberga a muchas menos internas de lo que permite su
capacidad. Sin embargo, su presupuesto no se ha modificado desde 1986, lo
que implica falta de mantenimiento de los edificios, de teléfono, a veces re-
ducción de personal, e inadecuada alimentación de las reclusas. En Uruguay,
ellas resienten la falta de espacios verdes, imposibilidad de abrir las ventanas,
y carencias básicas como la de utensilios de limpieza, mejor y más variada
alimentación.
La posibilidad de que este tipo de circunstancias se relacione con las
conductas hostiles entre las internas, se ve reforzada por el hecho de que no
se detectan este tipo de problemas en un reclusorio mejor dispuesto y equipa-
do, como lo es el Centro de Orientación Femenina de Guatemala, con áreas
verdes, en un lugar hermoso, constituido por casas acogedoras y bien arregla-
das. Aquí el trato entre internas es solidario y respetuoso, trabajan en colecti-
vidad, se distribuyen bien las tareas, y todas colaboran.
También, y según países, hay referencias al trato penitenciario. Las re-
clusas de Uruguay estiman que les falta formación psicológica y social para
comportarse más humanitariamente y darles tratamiento individualizado en el
que se las distinga por la condición legal, los antecedentes y el tipo de delito;
las de Perú encuentran violentas las requisas. Pero por lo general no parece
que el trato a las reclusas, por parte del personal penitenciario, sea abusivo o
grosero. Incluso en ocasiones, como ocurre en Guatemala, las internas consi-
deran amables y cariñosas a las empleadas y funcionarias, en quienes en-
cuentran solidaridad.

352
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El problema emocional de las reclusas se intensifica con la suspicacia


que genera cualquier relación cercana entre ellas. La amistad suele confun-
dirse con lesbianismo y este suele clasificarse entre las perversiones y con-
ceptuarse, por lo tanto, como antinatural, a partir de conceptos religiosos,
psiquiátricos, psicológicos y hasta legales. En Nicaragua, por ejemplo, la Ley
de Reformas al Código Penal, artículo 204, define la sodomía como “concúbi-
to entre personas del mismo sexo”, y la penaliza en ciertas circunstancias
como la de su “práctica escandalosa”. El grado en que cualquier conducta
escandalice, depende del puritanismo con el que se la juzgue, de modo que la
pasibilidad de penalizar la homosexualidad puede alcanzar la arbitrariedad que
se quiera.
Alda Facio y Rosalía Camacho, señalan para Costa Rica que “las con-
ductas más normales se vuelven amenazantes, por lo que algunas internas
rompen todo vínculo con sus compañeras para no salirse del marco de lo que
se define como “buen comportamiento”. Esto implica, como se explícita en
Uruguay, la prohibición tácita de entablar relaciones de amistad en el Centro.
Y cuando a pesar de todo, estas relaciones se establecen, las implicadas en
ellas son objeto de estricta vigilancia por parte de las autoridades.
La mayoría de las internas tiene pobres niveles de autoestima y creen
que el mundo las marginó; desean y temen la libertad, porque no saben cómo
enfrentar de nuevo el mundo. “Se desmoraliza uno aquí, se siente como cuca-
racha”, declara una interna entrevistada en Costa Rica por Carmen Caama-
ño.
Este sentimiento se agrava cuando se aproximan fechas en que supues-
tamente se debe estar feliz, como días festivos, Navidad y Año Nuevo. A
veces concurre a esto la frustración de que una visita esperada no llegue.
Caamaño encuentra relacionada la depresividad con algunos problemas:
el primero comienza con la relación delincuente-funcionario que se inicia cuando
las fuerzas policiales intimidan a las detenidas, las insultan, las amedrentan, les
roban sus pertenencias, y les exigen favores sexuales a cambio de la libertad.
El traslado que se realiza posteriormente en un vehículo o “cajón” del Orga-
nismo de Investigaciones Judiciales, aumenta su sensación de impotencia y
minusvalía, y sus sentimientos de autodesvalorización; el proceso continúa
con el procedimiento de admisión al penal, en el que la nueva interna o “bar-
co” pasa por una “requisa” por parte de una mujer uniformada que inspeccio-
na su ropa, su cuerpo y sus pertenencias; sigue en la Secretaría del penal,
cuando brinda sus datos personales, sin ninguna privacidad, a una funcionaria
o funcionario administrativo; y termina en la sección de “Diagnóstico” o “Con-
traventoras” cuando una “guía” o vigilante femenina, le asigna habitación y
cama.

353
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

El segundo problema relacionado con la depresión de las internas es la


falta de quehacer, porque las mujeres están acostumbradas a estar hacienda
algo, y en los correccionales femeninos, como se ha señalado, bajo la idea
patriarcal del menor interés económico de la mujer, no hay exigencias en este
sentido para con ellas.
El tercer aspecto relacionado con la depresividad de las internas, se rela-
ciona con la manera en que se socializa a las mujeres, para ser apoyo de otros,
función de la que se ven privadas al perder la libertad.
La lentitud de los procedimientos, ligada a la pobreza, constituye otro de
los componentes del problema de la depresión, principalmente en Bolivia, Uru-
guay, Honduras y Perú. La falta de dinero significa el desinterés de los defen-
sores públicos, que en este último país pasan períodos hasta de un año sin
visitar a “sus defendidas”, con lo que se incrementa la población penal y se
infringen derechos constitucionales y del Código de Ejecución Penal.
Si bien este tipo de situaciones afecta a hombres y mujeres, ellas las
sufren más intensamente por su menor capacidad económica y su falta de
experiencia en relación con los trámites burocráticos En Honduras, al 6 de
julio de 1991, de setenta y siete internas, solo siete estaban sentenciadas. El
resto eran procesadas, y la mayoría de los juicios permanecían detenidos.
Esto ocurre a pesar de que por ley, la prisión preventiva no debe exten-
derse más de seis días, término establecido para inquirir y dictar el auto de
prisión correspondiente cuando hay méritos para ello, caso en el cual se debe
dictar sentencia en contra y ordenar el auto de prisión. Esta debe cumplirse en
el CEFAS. Pero los plazos no se respetan, con lo cual muchas internas se
mantienen detenidas en las cárceles de hombres.
A juicio del director de Establecimientos Penales en Honduras, estas ano-
malías se deben a desconocimiento de los jueces en algunos casos, y en otros
a falta de medios económicos para trasladar a las reclusas desde las cárceles
departamentales.
En ese país, en el correccional se desarrollan diferentes tipos de trata-
mientos de acuerdo con el caso, se hace hincapié en la terapia grupal como
apoya a un proceso de ayuda mutua y de valoración personal, pero a muchas
de las internas no les gusta asistir a este tipo de reuniones para no “remover
su problemática”, y las de más edad manifiestan poca interés en actividades
que no generen dinero.
A juicio de la psicóloga del centro, la mayoría de las internas son hipocon-
dríacas y manipulan mucho con su enfermedad, (con frecuencia problemas
gastrointestinales, respiratorios, y alergias nerviosas) exigiendo que el Estado
debe curarlas. Expresa que les gusta estar cesadas y que algunas veces ella

354
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ha usado placebos y las mujeres han quedado tranquilas como si realmente


hubieran ingerido un sedante.
La psicóloga señala además, que muchas de estas mujeres están mejor
en el correccional que en su casa: tres tiempos de comida, trabajo suave, y
acceso a la atención médica. Se refiere a las internas como “una carga para
el Estada” y señala que la cura para ellas “es un hombre”. Y con ser tan
reduccionista este criterio, nos da la clave de lo que les pasa a las reclusas.
Porque, comprendiendo el régimen que les falta un hombre, las privan de él y
a cambio sólo les dejan a los hijos.

3. Hijos sí
La idea de la mujer como pura función biológica, tiene una larga historia.
Y es una historia de venganza, miedo y mezquindad. No pudiendo los patriar-
cas privarlas de su capacidad de dar a luz y del poder que en ello va implícito,
optaron por dejarlas fuera de juego. Y aquí también otra vez nos encontramos
el ardid predilecto: denigración o ensalzamiento. Si uno de los dos recursos
falla, siempre queda el otro. Y cualesquiera de los dos cumplen el mismo
propósito: sacar a las mujeres y ponerlas aparte.
El primer expediente ha sido más usado por los filósofos y pensadores, el
segundo por la gente de iglesia. El primero tiene por lo menos la ventaja de
que no se enmascara. Schopenhauer, Weininger. Nietzche y toda la corte de
detractores nos dieron la pastilla sin azúcar. Para ellos, la mujer es sólo el
vehículo para la propagación de la especie. (Por si no se ha entendido, la
especie son los varones).
No se vaya a creer que estamos inventando. No. Aguantemos sólo un
poquito: lo suficiente para oír, pegadas a la pared, algunas de las voces y
apenas de los dos últimos siglos: “Las mujeres son canales de conducción
cuyas repercusiones fisiológicas sólo son importantes en cuanto repercuten
en el bienestar del recién nacido”. (Es Birkenhead, un Lord inglés); “la mujer
se consume en la vida sexual, en la esfera de la cúpula y de la multiplicación,
es decir. en sus relaciones como mujer y como madre, y con esas relaciones
llena totalmente su existencia”. (Es Otto Weininger, el autor de una apología
de la misoginia); “la mujer es un gran mecanismo generador dotado de una
sensibilidad exquisita para reaccionar ante el ambiente, en provecho del fruto
de esa generación”. (Es Gregorio Marañón, el ensayista español); “(las muje-
res existen fundamentalmente sólo para la propagación de la especie, y no
están destinadas a nada más.” (Es Schopenhauer, el maestro de Nietzche);
“todo es enigmático en la mujer y todo enigma de la mujer tiene una respues-
ta- tener un hijo”. (Es Nietzche, discípulo de Schopenhauer). ¿Que ya es
suficiente?. De acuerdo. Pero de acuerdo también en que todo lo escuchado

355
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tras la pared en este párrafo ha sido y sigue siendo altamente riesgoso para
las mujeres aunque no se le haya puesto la etiqueta con dos fémures y una
calavera.
Estas ideas fueron pólvora y mecha con que durante la Revolución Fran-
cesa, los mismos que luchaban por los derechos del hombre, dinamitaron los
de las mujeres, con el cuento de que sus vidas sólo se justificaban para perpe-
tuar la especie. Así lo dijo Mirabeau, uno de los héroes revolucionarios: su
“delicada constitución”, “si bien perfectamente adaptada a la perpetuación de
la especie”, las “limita a las modestas tareas de la casa y a la inclinación
sedentaria que este tipo de trabajo requiere”.
Y cuando, por la misma época, los hombres no pudieron evitar la partici-
pación pública de las mujeres, ante el hecho consumado, se hizo necesario
torcer la interpretación. Así, durante esa misma época ellas formaron mayoría
y hasta constituyeron liderazgo entre las turbas que asaltaron la Bastilla y las
que se dirigieron a Versalles. Carlyle, que describe este último hecho, se cuida
muy bien de llamar a las mujeres patriotas, palabra de moda para actos como
aquellos en que ellas participaron. El nos habla de la Maternidad, y lo escribe
así, con mayúscula: “En una humilde buhardilla, un lunes por la mañana, la
Maternidad despierta para oír a los niños llorando por falta de pan. La Mater-
nidad se lanza a la calle.” Y todavía agrega: “Vuestra turba es un genuino
brote de la naturaleza; saliendo de, o comunicándose con. la más profunda
profundidad de la naturaleza”.
Este mismo discurso lo sostuvo la ¿ciencia? médica y psicoanalítica La
idea de cuerpo-de-mujer para-la-maternidad, llevó a Marie Bonaparte, discí-
pula de Freud, a pronunciarse por la extirpación del clítoris, al cual considera-
ba una reliquia inútil del falo. Pierre Hanry, especialista en erótica africana,
postuló, en un Congreso Internacional de Sexología Médica, que “la escisión
es una tentativa destinada a favorecer la integración de la mujer en función de
criterios estrictamente sociales” puesto que “la vocación de la mujer de Gui-
nea es la maternidad”. Se trata, a su juicio, de “suprimir un órgano de placer
estéril, por lo tanto asocial, para dejar subsistir, solamente, el órgano del placer
fecundo, es decir, social”. En un Tratado de ginecología, el médico español
Víctor Conill Montobio, en 1967, escribe que el aparato genital femenino,
“cuando ha llegado al fin de su destino se conviene no en un órgano pasivo
sino parásito, que interviene en el metabolismo de su portadora, en la que la
vida ha perdido su trascendencia generativa y por ende su máximo valor”7

7 Eva Gibeni, “Mujer, enfermedad y violencia en medicina”, en Eva Gibeni, Ana María
Fernández, (compiladoras), La mujer y la violencia invisible, Argentina, Editorial
Sudamericana, 1992.

356
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Vocera privilegiada de la cultura patriarcal, la Iglesia con mayor disimulo


proclama las mismas ideas. Tomemos, para menor fastidio, sólo una breve
muestra de cómo actúa. Juan Pablo II nos confirma, en la encíclica Laborem
Excercens, lo que en esta época nadie discute: que “el trabajo está en función
del hombre y no el hombre en función del trabajo”, al cual define como “par-
ticipación eficiente en el proceso moderno de producción. Y le atribuye algu-
nas virtudes, como permitir “al hombre” procurarse el pan cotidiano, contri-
buir al continuo progreso de las ciencias y la técnica, y “sobre todo a la ince-
sante elevación cultural y moral de la sociedad”.
Afirma, junto con eso, otra idea nada novedosa: la de que “el hombre en
función del trabajo es una posición esclavista, incompatible con la mentalidad
moderna de respeto a la libertad individual. Pera también, contradiciendo sus
postulados, o porque entiende que la mujer no es el hombre sobre el cual está
asentando sus principios, ofrece algunas “soluciones” para que ella pueda
“dedicarse al cuidado y la educación de los hijos”, y afirma que “el abandono
obligado de tales tareas, por una ganancia retribuida fuera de casa, es inco-
rrecto desde el punto de vista del bien de la sociedad y de la familia cuando
contradice o dificulta tales cometidos primarias de la función materna”. Las
opciones de Juan Pablo son el establecimiento del salario familiar dado al
hombre, al que se refiere como “cabeza de familia”, “para que la esposa no
tenga que asumir un trabajo remunerado fuera del hogar”, y subsidios familia-
res o ayudas a la madre que se dedique exclusivamente a esa función.
Obsérvese cómo se maneja el lenguaje, porque esto es lo que estoy cali-
ficando de disimulo: para él, el trabajo es “derecho” del ser humano, que
implica participar en el proceso productivo, contribuir al progreso de las cien-
cias y la técnica, elevar el nivel cultural y moral de la sociedad, “hacerse más
hombre”, y perfeccionar la vocación personal. Cuando se refiere a privar a
las mujeres de todas estas ventajas y derechos, nos presenta su privación
como una ganga’ le van a dar un salario familiar al marido, o un subsidia a ella,
para que no tenga que asumir un trabajo retribuido fuera de casa.
Suponiendo, aunque no parece entrar en la definición, que él estime como
trabajo ese “honor” de dedicarse sólo al cuidado de los hijos, nos pone ante un
problema, porque nos enfrentaríamos al caso del “hombre en función del tra-
bajo” y a esto él le llama posición esclavista. Una segunda posibilidad es que
estima que la mujer no es hombre en el sentido de ser humano, y entonces sí
nos la puso buena.
Son las contradicciones que enredan a los patriarcas en sus propios me-
cates. Pero por mucho que a esta manera abusiva de reducir a las mujeres a
una función, se le quiera poner adornos, como llamarla “honor” o “revaloriza-

357
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción social” o “verdadera promoción de la mujer”, como en la encíclica se le


llama, no se trata más que de cantas de sirena. Lo que el Papa está plantean-
do es, ni un pelo más ni un pelo menos, lo que ya nos habían dicho Rousseau,
Nietzche, Shopenhauer, Mirabeau, Weininger, y toda la turba de misóginos
que ya sabemos.
Y esta idea goza de tal arraigo, que hasta el infanticidio, conceptuado
como una forma extrema de maternidad, recibe el asentimiento de la ley. En
Bolivia, por ejemplo se tipifica como delito exclusivamente femenino. Si es el
padre el que mata al niño, su acción se considera asesinato, y se castiga, por
lo tanto, con una pena mucho mayor, que implica reclusión de hasta diez o
treinta años incluso.
El micromundo de la cárcel produce un efecto de lente de aumento que
hace crecer hasta la deformación las estrías, asperezas y granulaciones de la
vida social. Por eso ahí, el ideal femenino “mujer-sólo-madre” y “madre-ante-
todo” que prevalece en nuestra cultura, alcanza dimensiones de monstruosi-
dad, cuando, bajo esa visión se otorga a las reclusas el dudoso derecho de
conservar y tutelar a sus hijos menores con ellas, y con el mismo argumento
se las priva del derecho a la sexualidad.
En las cárceles de mujeres se prevén por ley guarderías de infantes pero
no se prevén espacios para la “visita conyugal”. Nada más volver la vista a
las cárceles de varones nos encontramos exactamente con la realidad inver-
sa: para ellos sexo libre y paternidad irresponsable.
En los códigos siempre se ha esperado que los padres paguen los platos
que sus hijos rompen, cosa que hasta cierto punto se puede entender; pero
que paguen los hijos los platos que rompen sus madres ya no pareciera tan
justo. No obstante, esto es lo que han establecido los sistemas de justicia para
América Latina. Los niños cuyas madres delinquen, en tanto no se trate de
actos terroristas, van a la cárcel con ellas, hasta el año según la ley y los años
según la práctica, (exclusivamente para los niños nacidos en la cárcel), en
República Dominicana; hasta los tres años en Honduras, Colombia y Perú;
hasta los cuatro en Costa Rica; hasta los siete en Guatemala y Bolivia.
Las cárceles de mujeres lo son también de niñas, y se diseñan con esa
finalidad, como el Centro Femenino de Adaptación Social (CEFAS) de Hon-
duras, que, para mujeres adultas, se construyó con una capacidad para cien a
ciento veinte reclusas y treinta niños.
A veces, como en Bolivia, faltan las condiciones necesarias para hacer
cumplir la previsión legal, pero más bien en casi todas estos países, la edad en
que los niños permanecen con sus madres en la prisión, supera la prevista por
la ley, sencillamente porque nuestra sociedad les pone a ellas sobre las espal-
das una carga que vamos a describir, para que mejor se vea el peso que se les

358
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

echa encima, con las palabras exactas de un escrito católico. “La vocación y
la dignidad toda de la mujer se resume en servir a la vida, recibirla, llevarla en
sí, nutrirla con la sangre de su propio corazón, darla a luz, velar por ella,
cuidarla y sanar sus heridas y dolencias con total abnegación” 8. Ahí está el
nudo del hilo. En ocasiones, el servicio a la especie adquiere tal magnitud, que,
como en Nicaragua el embarazo significa indulto.
Aunque la idea de la maternidad conceptuada como “deber cívico” de las
mujeres es muy antigua, quizás nunca había alcanzado la popularidad que
adquirió en Europa desde el siglo XVII. A ella contribuyeran el interés por la
demografía y el supuesto despoblamiento de la tierra, que por ese entonces
empezó a producir alarma. Más adelante pasó a terror, sobre todo cuando, a
finales del siglo, los niños adquirieran valor de mercancía al percibírselos como
una riqueza económica potencial. Entonces, la maternidad se impuso como un
deber, pero la propaganda la convirtió en la actividad más envidiable y más
dulce que se pudiera desempeñar.
Entre los argumentos utilizados en el siglo XVIII para que las mujeres
asumieran sus “deberes maternos”, se utilizó el de la naturaleza como norma,
con las hembras animales como modelos óptimos. En consecuencia se consi-
deró anormal o desnaturalizada y por lo tanto corrompida y viciosa, a la mujer
que evadiera esos deberes 9. Así, se exaltó el placer masoquista de la madre
que se somete a todas las privaciones, y desde la medicina se amenazó con
enfermedades y hasta con el peligro de muerte a las mujeres que no amaman-
taran a los hijos.
Con la aparición de El Emilio (libro V) en 1782, se pone de moda la idea
de que la formación de los hombres es un deber de las mujeres. Rousseau
carga bien el fardo cuando nos manda criarlos en su juventud, cuidarlos cuan-
do grandes, aconsejarlos y consolarlos. A partir de él, pedagogos, médicos,
estadistas y vulgo afirmaban .y siguen afirmando- que de las mujeres depende
la bonhomía de los hombres o sus errores.
Con el psicoanálisis, en el siglo XX, las responsabilidades maternales
empiezan a superar las de los siglos anteriores. Ya no sólo implicaban el cuida-
do del hijo hasta su autonomía física, su educación, su formación intelectual,
sino la de su inconsciente, sus deseos, y su felicidad. La maternidad y sus
atributos invadieron la vida total de las mujeres. Es como un caso de elefantia-
sis, como un miembro que crece a expensas del resto del cuerpo. El padre en

8 Hannes Schwenger, La política antisexual de las iglesias, México, Ediciones Roca,


1974, p. 17.
9 Elizabeth Badinter, ¿Existe el instinto maternal?, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica,
1984, p. 157.

359
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

esta historia es una pequeña ficha. Claro que sólo en esta historia. Porque al
empeñar a la mujer en el servicio de la especie, él asumió el de la cultura, que
es mucho más rentable en términos de dinero, figuración, posibilidades, com-
petencia y mando.
Pero la medalla tiene también otra cara: la “buena madre”, es decir, la
madre-sacrificioabnegación-entrega, creció tanto, se magnificó de tal mane-
ra, que impide pensar que la maternidad no siempre ni por ley natural se vive
como lo mejor que le pudo haber sucedido a una mujer. Coma observa Badin-
ter, el hecho de que cada vez más se hable de “oficio materno”, o “salario
maternal”, prueba que no se trata de una tarea espontánea. También lo prue-
ba la permanente propaganda pro lactancia materna y pro mujer en el hogar.
Y lo prueban las leyes que, como en Bolivia y en Colombia, castigan con
arresto el abandono del niño recién nacido por parte de la madre, aunque se
trate, como se especifica en la ley colombiana, de un hijo “fruto de acceso
carnal violento, abusivo o de inseminación artificial no consentida”10. La ley y
las costumbres- guardan silencio sobre el abandono por parte del padre, que
pasa por ser una picardía más, un asunto de poca monta, e inclusa una demos-
tración de arresto viril.
Por esta, si el padre va a la cárcel, la casa sigue funcionando igual. De
hecho, casi la mitad y a veces más de la mitad de los hogares latinoamerica-
nos funcionan sin padre, lo cual significa que ni siquiera su legendario papel de
proveedores es auténtico. Pero la mujer es otra cosa. Como nos advenía un
médico francés de comienzos del siglo XX, “cuando una gallina pone un hue-
vo, no pretende ser madre por tan poco. Poner no es nada... el mérito de la
gallina comienza cuando empolla a conciencia, privándose de su valiosa liber-
tad”11.
Para no ser madre por tan poco, en Bolivia las prisioneras sufragan los
gastos de útiles escolares, ropa y alimentación de sus hijos; para no ser ma-
dres por tan poco, los Códigos, coherentes con la cultura, protegen penalmen-
te a las mujeres con hijos, de sanciones como el aislamiento. Así ocurre en
Perú, donde también se exime a las embarazadas del trabajo obligatorio, de
correcciones disciplinarias qué puedan afectar la salud de la reclusa o la del
feto, medida que se extiende hasta el periodo de lactancia. Se las exime tam-
bién de otras modalidades de tratamiento incompatible con su estado mes y
medio antes y mes y medio después del parto, y se las releva, “mientras
permanezcan ocupándose del cuidado del hijo”, “de toda actividad incompati-
ble con la debida atención del niño”. En -realidad de las correcciones discipli-

10 María Aydee Gómez, Margarita Flores, Bogotá, ILANUD, 1991.


11 Citado por Elizabeth Badinter, op. cit., p. 155.

360
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

narias no se las exime: estas cuentan como antecedentes para efectos de la


calificación de conducta. Todos estos cuidados y exenciones, como se com-
prenderá, no van para la madre, van para la incubadora.
Como dice Badinter, fueron los hombres los mejores defensores de la
causa de las madres porque en realidad con ella abogaban en favor de sí
mismos. El ardid sigue funcionando. Y tanto, que prefieren que sus hijos va-
yan a prisión con la madre antes que hacerse cargo de ellos. La posición de
los hombres es diferente. Martha Gutiérrez, Trabajadora Social del COF en
Bolivia, señala cómo la reclusión de la mujer provoca de hecho la desintegra-
ción familiar. Hacia el tercer mes de recluida, el esposo la abandona a ella y a
sus hijos. En cambio, en las cárceles de varones la desintegración es más
difícil porque la mujer es consecuente en la visita al esposo y el mantenimiento
de la familia.
Bajo estas condiciones, la familia sufre más la reclusión que la propia
interna, porque ella tiene techa, comida, asistencia profesional, pero los hijos
menores de quince años son el grupo más vulnerable que está en abandono
social y económico. Como señala Virginia Ayllón, “ni el Estado asume la res-
ponsabilidad sobre este grupo”.
El “derecho” de la reclusa a mantener a sus hijos con ella es otro modo
de coaccionarla en un medio donde se cuestiona su condición de “buena ma-
dre”; se dificulta, por la situación emocional, satisfacer las demandas del niño,
se degrada su autonomía y autoridad ante los hijos al estar sometida ella a la
obediencia de otros con potestad para regañarla y humillarla; se le dirigen
mensajes ambiguos y contradictorios que por una parte le exigen educar a sus
hijos y disciplinarlos, y por otra la amenazan con despojarla de ellos cuando los
castigan o regañan; se diluyen los límites de cada grupo familiar ante otras
madres con sus hijos en situación de confinamiento; se confunde a los niños
ante la necesidad de la madre de evadir o negar ante él la razón del interna-
miento12; y lo que es más, los niños van adquiriendo poco a poco personalidad
de recluidos.
Pero al menos sabe dónde están. El caso de los niños que no van a la
cárcel no es menos difícil para ellos -y para sus madres. Cada país tiene, al
problema que representan los hijos de prisioneras, soluciones que no lo son
tanto. La primera previsión es la de colocarlos entre los parientes maternos; la
segunda es la de darles alojamiento en lugares previstos, tales como los hoga-
res de la Dirección Regional del Menor en Bolivia, las dependencias del Bien-
estar Familiar en Colombia, los hogares temporales de beneficencia social
dependientes de la Junta Nacional de Bienestar Social en Honduras, el Patro-
12 Carmen Caamaño, op. cit. p. 231

361
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nato Nacional de la Infancia en Costa Rica. A falta de la madre, tiene que


haber otra mujer que se encargue del niña, y a falta de otra mujer, tiene que
haber una institución, porque en las cárceles de hombres, no se puede ni se
quiere establecer guarderías. Lo que sí se puede, se quiere y se debe estable-
cer en ellas, son habitaciones para la visita conyugal. Lo de conyugal es un
eufemismo pero todo el mundo entiende de lo que se trata.

4. Sexo no
Se trata de proteger, y aquí sí en sentido estricto, los derechos ancestra-
les de los hombres. Las “revoluciones”, ya hemos señalado, no le han hecho
ni un rasguño a la epidermis patriarcal. En la Francia prerrevolucionaria, por
ejemplo, las investigaciones de paternidad eran admitidas libremente, bajo el
precepto de que “quien hace a un niño lo debe alimentar”, y la demanda podía
ser planteada tanto en nombre del hijo como en el de la madre.
Durante la Revolución, en 1793, se reglamenta la investigación de pater-
nidad exigiéndose pruebas. Claro que lo peor vino después, con el retroceso
que significó el advenimiento napoleónico, en cuyo Código Civil, artículo 340,
estas investigaciones se prohíben salva en caso de rapto, y siempre que la
época de la concepción coincida con él. No fue sino con la ley del 18 de
noviembre de 1912, sobre el Reconocimiento judicial de la paternidad natural,
cuando se eliminó tal interdicto, ampliándose las posibilidades de investigación
a los casos de niños producto de violaciones, seducción, concubinato notorio o
participación del padre en su mantenimiento y educación. Los hombres han
defendido muy bien sus fueros.
Cuando en la hoy desintegrada Unión Soviética, recién se había descu-
bierto la fórmula de una pócima política que cambiaría la lucha de clases en un
paraíso de los desheredados, una vez más las mujeres no estaban en la lista.
Un decreto oficial del Soviet de Saralof, en febrero de 1919, nos deja los ajos
como platos:
“A partir del 10 de marzo de 1919, queda abolida el derecho de poseer
mujeres en las edades comprendidas entre los 17 y los 32 años, (...) Los
anteriores poseedores de las mismas conservan el derecho de usarlas sin
esperar su turno. (...) En virtud del presente decreto no se puede considerar
ya a ninguna mujer como propiedad privada, y todas las mujeres se convienen
en propiedad de la nación. (...) Todas las mujeres puestas así a disposición de
la nación, deben, en los tres días siguientes a la publicación del presente de-
creto, presentarse personalmente en la dirección indicada. (...) Los ciudada-
nos no tienen derecho de utilizar a las mujeres con mayor frecuencia de la
prescrita, es decir, tres veces por semana y Por tres horas cada vez. (...)

362
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Cualquier hombre que desee hacer uso de una mujer nacionalizada debe tener
un certificado dado por el Consejo Administrativo.13
En 1918, el Soviet de Vladimir había decretado que los hombres podían
escoger a sus compañeras matrimoniales “independientemente del consenti-
miento de éstas”14. No obstante, las demandas de control natal de las cama-
radas en el seno del partido comunista inglés, le valieron a Stella Browne la
reprimenda de un atacante dentro de su partido, que le recuerda que “hay
otras cosas en la vida además del acto sexual”.
Esas cosas eran, para el camarada de esta historia, dedicarse a la ense-
ñanza de la ética marxista y terminar con el capitalismo. Es casi el mismo
mensaje implícito en las cárceles de mujeres. Hay otras cosas más de qué
ocuparse: las que ya hemos mencionado. Por eso su derecho a la visita con-
yugal no ha parecida tema de interés para las autoridades, quienes, ajenas. al
parecer, al hecho de que nunca preocupa tanto la sexualidad como en las
épocas y en los lugares donde está sometida a represión máxima, se mantie-
nen en la testarudez de negar a las reclusas el derecho a ejercerla.
La represión sexual de las mujeres es muy antigua, muy constante y muy
persistente en nuestra historia, y en cada época ha encontrado argumentos
nuevos para sostenerse, no importa lo contradictorios que sean. Mantenién-
dose el sistema, es indiferente sobre qué se sostenga. Por eso, igual se engan-
chó esta idea en la necesidad del pudor para compensar la natural lascivia de
que las mujeres eran objeto, como lo plantea Rousseau, que sobre la falta de
sentido de la sexualidad femenina por no tener las mujeres eyaculación, o del
ideal mariano de una maternidad sin sexo. En consecuencia, el orgasmo se
convirtió para las mujeres en una perversidad. y el ejercicio de su sexualidad
sólo aceptable, como lo dice un autor cristiano en “la misión de recibir la vida
por gracia de Dios y por obra del hombre”.
Prejuicios tan largamente sostenidos alcanzan, en prisión, el aumento su-
ficiente para conseguir ver las deformaciones que produce. Indiferentes al
hecho de que la sexualidad, como dice Van Ussel; “es una energía endógena
que jamás deja de plantear sus exigencias”, la previsión de este beneficio para
las mujeres sólo en años recientes ha empezado a tomarse en cuenta, y esto
en la ley. Porque en la práctica falta todavía la voluntad de proporcionar la
infraestructura necesaria para llevarla a cabo, tal como ocurre en Honduras,
Perú, Bolivia, y Uruguay. En estos dos últimos países, las reclusas pueden
visitar a sus parejas si se trata de cónyuges también encarcelados, lo cual

13 Amaury de Riencoun, La mujer y el poder en la historia, Argentina, Monte Ávila


editores, 1974, p. 882.
14 Ibíd., p. 882.

363
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

señala claramente que esta “posibilidad” no está pensada en beneficio de


ellas sino en el de los hombres con quienes conviven. En República Dominica-
na se priva en las reclusas del todo el ejercicio de su sexualidad.
Paralelamente, en algunos países, como Colombia, Honduras y Perú, al
parecer velando por su moral sexual, la ley prevé la visita conyugal en las
cárceles de mujeres, sólo con la pareja legal o permanente. Las colombianas
tienen que acreditar, por declaraciones extra juicio, la condición de “compañe-
ro permanente”, que implica una convivencia anterior mayor de dos años. En
las cárceles de hombres, no obstante, se admiten visitas hasta de prostitutas.
Tras de cuernos palos, porque ya es bastante con el hecho de que, encar-
celada una mujer, no pasan tres meses sin que aparezca quien la sustituya en
el lecho de su compañero. Ellos siempre han oída decir que las mujeres son
intercambiables. Aún en los países como Guatemala, donde se prevé lo nece-
sario para que la ley a este respecto se cumpla, hay una diferencia notable en
el tratamiento de hombres y mujeres encarcelados, puesta que ellos disponen
de tres días semanales para la visita conyugal, y las mujeres sólo de uno.
La historia es vieja, y comenzó probablemente cuando los correccionales
femeninos fueron puestos bajo la dirección de las religiosas del Buen Pastor
en varios países en América Latina, incluidos Costa Rica, Colombia, Guate-
mala, Honduras y Uruguay, en fechas que van aproximadamente desde prin-
cipios de la década de los veinte hasta bien entrados los ochenta.
Las monjas tenían más propósitos de ganarles el cielo a las internas que
prepararlas para la vida en la tierra, con la Virgen María como modelo encar-
nado por ellas, y la Magdalena como representación de las reclusas. De este
modo, la sexualidad, cualquier sexualidad, se proscribía como pecaminosa, y
la única posibilidad real de las internas, el lesbianismo, era penado con casti-
gos que iban desde el aislamiento afectivo por parte de las religiosas, que
dejaban de hablar a “la pecadora”, hasta el aislamiento físico completo. Las
monjas actuaban como si sus propios votos de castidad se extendieran hasta
las mujeres cuya penal regentaban.
El traslado del sistema a manos de laicos no implicó, durante muchos
años, un cambio de concepción, puesto que laicos y religiosos mantienen la
misma ideología. Por eso no es de extrañar que los penales de mujeres sigan
sometiendo a las reclusas a la obligación de guardar castidad.
Veamos de qué modo opera la discriminación de hecho aun contravinien-
do las disposiciones legales. En Honduras, por ejemplo, según la nueva Ley de
Rehabilitación del delincuente15, art. 74, los “reclusos casados o que estén

15 Aprobada mediante Decreto del Congreso Nacional número 173.84, del 15 de octubre de
1984, y que entró en vigencia el 13 de marzo de 1985.

364
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

unidos en matrimonio de hecho, podrán solicitar y obtener del director o admi-


nistrador del centro penal en el que se hallaren, la visita íntima de su cónyuge,
compañera o compañera de hogar, la que no será negada, sino por razones
higiénicas u otras circunstancias calificadas. Por el artículo 75 de esa misma
ley, se establece para el cónyuge o compañero de hogar que se encontrase
cumpliendo condena, el derecho a obtener el oportuno permiso por escrito, de
salida del establecimiento en que se hallare, así como el acceso al centro
penal en que se encuentre su respectivo consorte o compañero de hogar.
Para que este derecho se haga efectivo, se dispone mediante el artículo
78, que los establecimientos penales deberán contar con una dependencia
anexa construida de modo que permita a los cónyuges o compañeras de hogar
ingresar y salir de ella con la mayor discreción. El espacio para la visita con-
yugal a los reclusos, será reglamentado por el servicio médico del respectivo
establecimiento.
Por el artículo 72, se garantiza a las internas condenadas el derecho a
visitas íntimas de las personas con quienes se encuentren unidas en matrimo-
nio o mantengan una unión de hecho estable, impidiéndose la visita íntima “por
motivos de rehabilitación y valoración moral”, a aquellos matrimonios que se
hayan realizado al interior de otra prisión, salvo los que hayan sido censurados
por el Conseja Técnico del Centro”.
Ahora bien, según reportan las investigadoras, en la realidad este artículo
se cumple más que enteramente en los centros penitenciarios para hombres,
que hasta reciben servicios sexuales comprados. Pero no se cumple en ningu-
na de sus panes en el Centro Femenina de Adaptación Social (CEFAS), don-
de jamás se ha permitido la visita conyugal. La directora actual del Centro
explica este incumplimiento de la ley mediante algunas razones que no lo son
tanto, como que “se elevara el número de niños en el CEFAS y no se tendría
capacidad para atenderlos”; y que desde el principio la práctica determinó el
no ejercicio de este derecho ni lo exigen las internas.
Algo parecido se presenta en Perú, donde, contemplada por la legislación
la visita conyugal ocurre, primero, que no existe un lugar adecuado para que
se cumpla; y segundo, que su ejercicio queda a criterio de la autoridad. Si la
Dirección no lo autoriza, la visita no se cumple, aunque de todas maneras la
inaccesibilidad de los medios anticonceptivos, para las detenidas, ya de por sí
favorece su incumplimiento.
Las investigadoras señalan de qué modo, comparadas las actitudes de las
autoridades en cárceles masculinas y femeninas, se aprecia una diferencia
fundamental. La permisividad en cuanto al acceso de mujeres que visitan los
dormitorios de los hombres, marca la discriminación en la práctica. Aunque no

365
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

se hayan acondicionado los “venusterios” para la visita íntima, se dan condi-


ciones de mayor libertad para que los internos puedan relacionarse sexual-
mente con las mujeres que los visitan. Mientras en el caso del Penal de muje-
res, está prohibido el ingreso de la visita a los dormitorios. “En la práctica, se
traslada a la política carcelaria una costumbre social proveniente del régimen
represivo familiar que impide a las mujeres interactuar con mayor libertad en
sus relaciones afectivas personales”.
Las preguntas sobran, pero las respuestas faltan. Una de las ideas que
más parece predominar en el irrespeto del derecho a la sexualidad en las
reclusas, es el de la posibilidad del embarazo. Esta causa se expone concreta-
mente en Bolivia, en Honduras, en Perú, en República Dominicana, no obs-
tante que, paralelamente a la previsión legal de la visita, se ha o se debe haber
previsto la puesta en práctica de programas de control de la fertilidad. En
Bolivia, por ejemplo, a las reclusas se les suministran anticonceptivos para la
visita a sus mandos, y el ginecólogo determina la periodicidad de los encuen-
tros según los períodos infértiles de la mujer.
Las psicólogas Norah Paz y Ximena Rada, ven la promiscuidad como
consecuencia de esta situación, porque la abstinencia no permite discriminar
el objeto de deseo. Será bueno recordar, con Van Ussell16 que “nunca pre-
ocupa tanto la sexualidad como en las épocas y lugares donde está sometida
a represión máxima”; y sólo cuando nos emancipamos de la obsesión que esto
produce, el interés por lo sexual dejará de alojarse únicamente en la corteza
cerebral o en la conciencia, para alojarse también “en el corazón, los órganos,
la piel y la punta de los dedos”.

5. El regreso de Rocambole
La prensa escrita es hoy, como lo ven Virginia Ayllón y Fernando Machi-
cado, “una de las fichas primordiales en el juego del poder político y económi-
co de toda sociedad”17. Ella ayuda a construir sujetos sociales, y difunde
normas morales y concepciones de mundo. En este sentido, Ileana Ramírez y
Roxana Grillo”18 señalan que “la violencia informativa es una forma de ga-
rantizar que las mujeres no quebranten ni cuestionen el poder patriarcal”.
Mediante la noticia se justifica y legitima la violencia contra la mujer, se tiende
a exaltar la figura masculina del homicida o el agresor sexual de acuerdo con

16 Jos Van Usel, La represión sexual, México, Ediciones Roca, 1970, p. 57.
17 Ayllón Virginia y Machicado Fernando, Gritos sin eco (Violencia contra la mujer en la
prensa boliviana). La Paz, CIDEM, 1989, p. 1.
18 Ileana Ramírez y Roxana Grillo, “El tratamiento informativo de la violencia contra la
mujer en Costa Rica: el caso del crimen de Alajuelita y el del psicópata” (texto inédito).

366
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

una jerarquía entre sexos, con características positivas como inteligencia, ló-
gica, impecabilidad y precaución. Las colombianas Margarita Flores y María
Aydee Gómez señalan cómo, en contraste, en los noticieros se destacan los
atributos físicos de la mujer, a la que se describe como “hermosa”, “rubia”,
“morena”, “atractiva”, “sardina” (jovencita).
De igual modo, la mujer víctima es implícitamente censurada en las noti-
cias, cuando se supone que ha infringido alguna norma social, de modo que
está en el lugar “no apto”, o en un sitio “indecente”. Y así como en los Códigos
Penales resulta mejor para la víctima ser mujer honrada, los noticiarios tienen
su escala de valores para referirse a las mujeres según sean esposas, aman-
tes, amigas o concubinas19.
En un estudio que comprendió a Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Hondu-
ras, Perú y República Dominicana, con un mínima de tres periódicos en los
cuales se analizaron las secciones especiales para el reportaje de delitos, se
confirmó lo que ya sabemos: que la criminalidad masculina es mayor que la
femenina; que la delincuente rompe con los roles y estereotipos; que aceptar
y divulgar la delincuencia femenina es poner en entredicho la imagen de la
mujer madre, abnegada, paciente, fiel, pasiva; y que la delincuente ocupa,
como noticia, un lugar menos importante.
Esto último se pudo comprobar en Costa Rica en 1988, cuando una crisis
en el sistema penal, provocó desórdenes y confusión en El Buen Pastor, con
agresiones entre internas, y contra autoridades, amenazas de muerte, faltas
de respeto, intentos de fuga, tugas consumadas.... Todo esto ocupó un segun-
do plano en las noticias, donde se ponía el mayor énfasis en las cárceles de
varones “La Reforma” y “San Sebastián”20.
En el citado estudio de Ileana Ramírez y Roxana Grillo, se denuncian
algunas de las formas en que la mirada ideológica sobre mujer tiñe cuanto se
dice de ella, ya sea víctima, ya sea delincuente: se emplea como mercancía
noticiosa a la que ha sido violentada; se la cosifica reduciéndola a partes de un
cuerpo sin identidad; se usan eufemismos para referirse a sus genitales (“par-
tes nobles”, órganos íntimos”, “partes bajas”); se la despersonaliza al presen-
tada como reporte de lesiones, de pruebas que se encuentran en sus cuerpos,
despojándola de su identidad; se le quita apoyo justificando la agresión de la
que fue objeto, ya sea porque se lo buscó, porque en su clase social “eso es
común”, porque era su destino, porque ella irrumpió en el espacio del agresor,
o transitó por él.

19 Margarita Flores y María Aydee Gómez, ILANUD.


20 Carmen Caamaño, op. cit., Cap. VIII, p. 123, 124, 130.

367
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En un estudio hecho por Carmen Caamaño sobre el periódico costarri-


cense La Nación21, encontró que en ese diario se reproducen, mediante omi-
siones, los estereotipos que niegan a la mujer participación en la esfera públi-
ca, dado que, en dos años, solamente cuatro artículos, todos ellos reportajes,
se presentaron sobre la situación específica de la mujer que viola la norma.
Además, dos de ellos estaban colocados en secciones con características de
revista, menos importantes respecto a las otras. Esto -señala Carmen- pode-
mos relacionarlo con el hecho de que en ellos se trata de problemas que
denuncian las internas del Buen Pastor en relación a su situación de interna-
miento. En estos reportajes se logra una visión lastimera de la mujer que
delinque, fundamentalmente por su rol de madre, y se le estereotipa y asocia
también a los sectores marginados.
En cuanto a la mujer criminalizada, las investigadoras del proyecto “Mu-
jer y Justicia Penal” del ILANUD, al analizar los titulares y el contenido del
reportaje de diferentes diarios, encontraron que muchas veces lo que en ellos
se dice es una interpretación intencionalmente distorsionada de lo que en rea-
lidad se informa; muchas veces el titular es más grande que el propio texto, y
a veces incluye noticias de otra índole. Cuando se reportan acciones delicti-
vas, la burla es una constante, sobre todo en el caso de las mujeres criminali-
zadas. También lo es la inclusión de juicios de valor que de una vez ubican
“moralmente” a quien lee, antes de que proceda a leer el contenido.
Los titulares apelan también al “buen humor”, distorsionando, mediante
la burla, los verdaderos hechos, y transformando cualquier noticia en motivo
de risa, negándole así la verdadera carga social, e irrespetando a los seres
humanos involucrados en ella. Con este artificio, la violencia contra la mujer, o
aquella en la que la mujer actúa, se transforman en un suceso chistoso.
Aunque los ejemplos abundan, detengámonos en uno solo para exami-
narlo detenidamente: “Escogieron mal a su víctima: carreristas acaban de las
greñas al frustrarles trabajito un policía”. En esta noticia, aparecida en un
diario de Honduras, hay por lo menos dos implícitos: uno, que las actoras eran
unas zarrapastrosas, puesto que con “greñas” se alude a cabello mal com-
puesto; otro, que les faltó inteligencia porque escogieron mal a su víctima.
Aunque todas los delincuentes son estigmatizados, no se estigmatizan de
igual manera: en la mujer se cuestiona, mediante juicios de valor, el hecho que
haya incumplido los roles y estereotipos establecidos, o que se haya aprove-
chado, para cometer el delito, de algunas de las características que como
género se le atribuyen. Titulares como “Doméstica ganaba confianza de sus

21 lbid, p.147 ss.

368
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

patrones para cometer robo” (Bolivia), “Se acabó el amor de madre” (Colom-
bia), “En Choluteca: enloquecida por la cólera, suegra mata a su yerno de
cinco balazos” (Honduras), indican la intención del redactor al utilizar “cuali-
dades” relacionadas con las mujeres. El sólo hecho de llamarla “doméstica”
(y no simplemente mujer) ubica a la delincuente en un plano de inferioridad,
puesto que ese es uno de los trabajos menos valorados en todas las socieda-
des latinoamericanas. “Ganarse la confianza de los patrones”, hace referen-
cia a un “juego” supuestamente “típico” de las mujeres: el empleo de las
relaciones interpersonales para sacar provecho de ellas. La evocación al “amor
de madre” apela a los sentimientos más “sagrados” del o la lectora, provocan-
do la inmediata valoración negativa de la mujer criminalizada. En el último
ejemplo, con el empleo de la palabra “suegra”, de carga muy negativa, y
“enloquecida por la cólera” (otras dos palabras con su respectivo significado
muy ligadas a lo femenino), parece quererse trasmitir una imagen denigrante.
También se diferencian en el empleo de comillas los titulares referidos a
hombres y a mujeres. Con esto se tiende a agravar la discriminación cometida
contra la mujer: “Jueces abren causa en el caso de la mujer del “narcocalzón”
(Bolivia); “Una mamá “joyita” mató a la hija porque no le dio regalo” (Colom-
bia); “Peruana de “los mil rostros” sorprendió a turistas y alcaldes” (Perú).
Como se puede observar, los entrecomillados “narcocalzón”, “joyita”, y “los
mil rostros”, se utilizan con la mala intención de vincularlos con el mundo
femenino, al relacionarse respectivamente con una prenda intima de la mujer,
el rompimiento del estereotipo de madre, y la idea de que las mujeres no
somos confiables.
Otro rasgo encontrado por las investigadoras fue el uso de calificativos
denigrantes como una violencia extra contra las mujeres que han delinquido:
“doméstica”, “iracunda”, “descuartizadora”, “ciega de rabia”, “devoradora
de hombres”, “temible meretriz”, “mujeres salidas del infierno”, “degenera-
da”, “cegada por los celos”, “enloquecida por la cólera”, “prostituta”, “asea-
dora”, “ebria”, “borracha”, “alcohólica”, “parricida”, “chismosa”, “degenera-
da” son algunas de los adjetivos con que la prensa las califica. En Bolivia se
enriquece aún más el léxico con “chola” y “cholita”, que transforman en si-
tuaciones de “menor categoría”, los hechos en que participan.
Respecta del contenido, hay algunas constantes en todos los países in-
vestigados: se percibe la delincuencia femenina como un fenómeno nuevo,
impropio de mujeres, el cual ha sido atribuido por los periodistas a “(as distor-
siones que podría ocasionar la liberación femenina”, la “)alta de un hombre
que le ayude a sostener financieramente a la familia” y la “rebeldía producida
por aspectos socioeconómicos y psicológicos”; desnaturalización que condu-

369
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ce a conductas impulsivas, estados anímicos, afectividad, pasión, de las que


son víctimas como seres débiles. Paralelamente, se presenta el rol doméstico
de la mujer como una protección que le impide incurrir en actos delictivos.
La delincuencia masculina, en cambio, es considerada como parte de la
vida cotidiana y otra forma de expresión de la agresividad, fuerza, poder y
supremacía viril. Se atribuye a factores externos al hambre, como el alcohol o
las drogas, cuando se dan razones. En ellos se destaca “la sangre fría” con la
que actuó o lo muy planeado que tenía el crimen, o el hecho de que fue
“inducido” o “comprometido” a llevar a cabo el delito.
Según las noticias, las mujeres se enfrentan entre ellas a causa de sus
rivalidades y competencias, en tanto que los hombres se enfrentan entre ellos
generalmente en defensa de su honor, de su hombría; al reportar delitos como
abortos o parricidios, se incrementa la culpa en la mujer adjudicándole adjeti-
vos como desnaturalizada, desalmada, mala madre, etc.; en los hombres, si
bien se resalta el hecho que un delito sea cometido contra un familiar, normal-
mente lo que interesa es el vínculo entre víctima y victimario y en raras oca-
siones se califica al delincuente de desnaturalizado.
De igual forma, los delitos ocurridos en el espacio del hogar, si los come-
ten mujeres, se definen como “dramas familiares”, si los cometen hombres,
son una crónica en la que se destacan las acciones policiales más que las
implicaciones en el seno familiar; el hecho de que una delincuente actúe con
la astucia o la inteligencia necesarias para burlar o superar a los hombres, se
destaca como un hecho inaudito, “propio de un hambre”, aunque no se desta-
ca nunca la actuación de algún hombre como “propia de una mujer”.
El análisis de Ramírez y Grillo sobre el lenguaje de las noticias que en
Costa Rica dieron cuenta de dos famosos hechos delictivos cometidos contra
mujeres, muestra que se emplearon más sustantivos comunes (un 50.7%)
como “cuerpos”, “víctimas”, etc. para referirse a ellas y un mayor número de
nombres propios para referirse a los homicidas. Destacan además, las esca-
sas alusiones que se hicieron a la agresión sexual, aunque en ambos crímenes
la hubo. En los dos casos, además, la prensa describió a los agresores como
personas que actuaban bajo algún tipo de deformación social y psicológica
que los lleva a atacar, violar y asesinar mujeres, sin ninguna referencia a estos
hechos como problema social, político y cultural, “como un mecanismo a tra-
vés del cual la sociedad patriarcal ejerce su poder. El agresor, que “no es
anónimo como sus víctimas” es una persona con grandes calidades: “sigilo-
so”, “precavido”, “astuto”, “impecable en el vestir”, “bien peinado”, “adinera-
do”, “rápido”, “muy inteligente”, “muy sofisticado”, “lleva una vida normal”, y
“es muy sistemático”, “superior a Jack el Destripador”, con algo de super-

370
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

hombre porque “se supone que no es un adicto a las drogas o al menos es


inmune a sus efectos”, autor de crímenes al parecer “perfectos”.
En suma, tras la imagen de violadores y homicidas de mujeres, Rocam-
bole sigue proyectando su “heroica” sombra para hacer de ellos novelescos
personajes baja la pluma de los redactores de sucesos.

6. Al fin de cuentas
El texto de Concepción Arenal que sirve de epígrafe a este capítulo, fue
escrito en el siglo XIX; desde entonces, muchas de las injusticias de la ley
para con las mujeres, han venido a menos, pero no tanto que las dejemos de
sentir. Uno de los reclamos más frecuentes y dolidos de sus contemporáneas,
en cualquier parte del mundo occidental, era el derecho a la educación, que
con mil pretextos se les había vedado. Hoy ese derecho existe; sólo que el
pensamiento patriarcal cambia de forma, se sutiliza, se enmascara, se adelga-
za, para apretar de otro modo las clavijas del poder. Los hechos que en este
capítulo se comentan, dan fe de ello. Las discriminaciones se meten en la
cárcel para desde allí seguir rigiendo sobre la vida de las mujeres. Privadas
del ejercicio de la sexualidad, cargadas con los hijos y los deberes familiares,
mermadas sus posibilidades de capacitación y empleo digno, ridiculizadas y
disminuidas por la prensa, las mujeres marcadas por el delito tienen un doble
estigma: el de sus actos ilícitos, que comparten con los varones prisioneros; y
el de su feminidad, que comparten con todas las mujeres. Algunas de estas
discriminaciones no pasan por tales: aparecen como prerrogativas, trampas
con queso para capturar ratones. “En cuanto a los privilegios del sexo -decla-
ró la misma autora con que abrimos este capítulo- renuncio solemnemente a
ellos, por haber notado que cuestan más que valen”. Tal vez recordarlo cons-
tituya para todas nosotras una buena advertencia.

371
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Emilia Macaya Trejos (1950)

Nacida en San José, es licenciada en Filología por la Universidad de


Costa Rica y doctora en Literatura por la Universidad de Montreal.
Ha publicado La sombra en el espejo (cuento, 1986), Cuando esta-
lla el silencio: para una lectura femenina de textos hispánicos
(1992). Espíritu en carne altiva. Estudio de la obra de Yolanda
Oreamuno (1997) y Diez días de un fin de siglo (2007), entre otras.

De Pandora a Penélope: El Cuerpo Femenino del Lenguaje1


Cuando los dioses sabios quisieron castigar a la generación de los mor-
tales, enviaron a una mujer dotada de atributos seductores y portadora de una
pequeña caja de grandes males. Tal fue Pandora. Recurro a este episodio
como arranque de mi disertación porque siempre trato de ser fiel a mis amo-
res, y el mito grecolatino ha constituido uno de los enamoramientos académi-
cos más largos en la historia de mi vida. El otro amor — porque no hay amor
sin dos— un poco más reciente, me acometió en la madurez, al modo de un
torbellino irrefrenable que me lanzaba a conocer los vaivenes y desborda-
mientos de eso que se daba en llamar la escritura de las mujeres.
Recordando hace poco a Camilo José Cela, se anotaba que años atrás,
con motivo de su designación como académico, apareció en un reportaje pe-
riodístico cierta fotografía suya en la que tomaba una ducha ante indiscreta
cámara y —añadía la crónica— se mostraba al académico en ciernes enjabo-
nándose una barba tan larga y espesa que para sí la hubiera querido el mismí-
simo don Ramón Menéndez Pidal. Actitud bastante heterodoxa, sin duda, por
parte del niño díscolo que Cela nunca dejó de ser.
No osaría yo hacer lo mismo en esta oportunidad. Por fortuna, ni siquiera
tengo barbas. Pero sí me atrevo, en virtud del gesto mayúsculo de Cela, a
llevar a cabo una pequeña travesura, una leve ruptura del canon: es por eso
que voy a hablar de las mujeres. Pero, ¿de qué manera abordar a las féminas
en una circunstancia como la presente? ¿Cómo hablar de ellas sin hablar de
mí misma? Y esto en un momento –la sesión de hoy- en que la mínima noción
del protocolo aconseja, más bien, deslindar mi ser concreto de cualquier apre-
ciación en torno al tema que pretendo, objetivamente, desarrollar.
Como se ve, lo femenino es una determinación de múltiples modos pro-
blemática y no sólo por las razones personales o circunstanciales que acabo

1 http://www.acl.ac.cr/d.php?emt

372
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de invocar; también por el hecho más abarcador de que, con sólo nombrar a
“la mujer”, el molde que es la palabra me conduce, sin que pueda evitarlo, a
sacrificar la infinita red de formas particulares en las prácticas de la femini-
dad: toda modelación resulta inherentemente “reduccionista”. La situación se
complica en mayor grado cuando me pregunto, con más concreción, por “la
mujer que escribe”, y alcanza niveles casi demenciales al inquirir por “aque-
llo” –si es que lo hay- que escribe la mujer.
¿Qué es, en fin, lo que despliego sobre la mesa al referirme a una litera-
tura desde lo femenino? “Sin duda, cartas marcadas”, se apresurará a afir-
mar más de una persona. ¿Se apela con tales consideraciones —preguntará
otra— al sexo de las escritoras, o bien a su ubicación dentro de lo que una
sociedad construye como pautas vigentes en el ejercicio del “género”? ¿Es
entonces “la mujer que escribe” un condicionante natural o una construcción
social? Por el momento, y en vista de que cualquier intento de respuesta
parece conducirnos a un verdadero campo minado, me atrevo a formular que,
sea lo que sea que una fémina escriba o hable y piénsese de ella lo que se
piense, hay algo que ofrece pocas dudas puesto que se ancla en el terreno de
las evidencias más directas y fácilmente comprobables. Este hecho al que
aludo es que, durante siglos, lo que han hecho las mujeres se ha llevado a cabo
desde el reducto de la vida privada, o lo que es lo mismo, desde el encierro.
Más aún: la división entre lo público y lo privado no sólo está presente en todas
las culturas, sino que sus términos aparecen muy uniformemente ligados a dos
órdenes distintos: lo público, al orden superior de lo masculino en tanto gestor
de la cultura; lo privado, al de la femenina reclusión doméstica como entorno
de la perpetuación de la especie, más cercano a lo natural y por ello, conside-
rado de inferior rango. Lo atinente a la feminidad ha quedado así no sólo
devaluado durante siglos, sino también destinado al servicio del hombre quien,
desde siempre “hacedor privilegiado de la cultura”, le impone una relación de
mando en nada distinta a la tan conocida y, en otros ámbitos, tan combatida
relación de señorío y servidumbre.
Permítanme una rápida confesión, para la que solicito licencia y com-
prensión puesto que, ya lo dije, la corrección ceremonial aconseja evitar las
referencias a mi ser concreto, parlante ahora quizá más allá de toda cuenta.
Lo cierto es que conforme me iba planteando, a propósito de este discurso de
ingreso, las ideas que ahora hilvano, la sensación de una ingente reclusión
milenaria se apoderaba de mi endeble humanidad, cual si hiciera de mí la
infortunada e individual protagonista de siglos de historia colectiva. Sin em-
bargo, y para mi suerte, fui capaz de recordar, en relación con tales sensacio-
nes, el sano ejemplo de una compañera de lides, femeninas y literarias, que

373
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

muchas veces ha acudido en mi ayuda cuando he necesitado un consejo salu-


dable y salvador: la buena amiga doña Jorge —a la que a veces llamo también
señora Sand— experta en evadir encierros en pos de la libertad creadora,
viajera impenitente de quien, por cierto, una vez dijera Flaubert que había que
conocerla como él la había conocido “para saber todo lo que había de femeni-
no en ese gran hombre”.
Al igual que doña Jorge, en fin, andariega y cultivadora insigne de muje-
riles cartas y diarios de vida —reductos literarios de una creatividad femenina
“aceptable”— lo mismo que de crónicas de viaje a la manera de constancias
de sus sucesivas rupturas claustrales, hice maletas y emprendí la huida. En
efecto, dejé el encierro atrás para escribir mi crónica de viaje, tanto por la
geografía física como por la literaria e, igualmente, por los vericuetos de mi
propio ser. Ciertamente, para nosotras las mujeres, consideradas “lo otro” a
fin de apartarnos del peligroso ejercicio de la subjetividad en lo que éste tiene
de transformador, la otredad asumida y practicada como toma de distancia
estratégica puede erigirse en delicioso acto de rebeldía, esto es, en paradójico
ejercicio subjetivo. Es la enajenación que se protagoniza con el propósito de
alejarse de las habitualidades y los lugares comunes, en virtud de un desdobla-
miento capaz de ofrecer eso que, según se dice, tanto gusta hacer a las muje-
res: mirarse en los espejos y ser, a la vez, el yo y el otro.
Habida cuenta de todo lo anterior, decido poner rumbo hacia la ibérica
península y el intento, verdaderamente, para nada resulta en vano: en cuanto
toco tierra, el juego especular se instaura de modo curioso e irrefrenable. Es
Madrid la que me mira desde sus plazas y plazoletas, desde las callejuelas
antiguas y las amplias avenidas. Creo que la ciudad también se contempla
extasiada, entabla con ella misma un diálogo sostenido, más allá del espacio y
el tiempo, entre Austrias y Borbones, desde la Cruz de Puerta Cerrada y la
Plaza de Lavapiés, hasta el Palacio de Oriente o la Puerta de Alcalá. Pero un
poco más lejos, igualmente, como padres adustos vigilan los Trastámara, en
los claroscuros del Barrio Gótico barcelonés o los meandros a partir de los
cuales, desde el Tajo, se va elevando la ciudad de Toledo. Y yo, a mi vez,
también observo todo esto desde los ojos oscuros y el cabello que, indomable
como el suyo, dicen que me heredó La Biriteca. Miro y remiro a partir de la
fibra múltiple que es el estuario bravío de lo hispanoamericano, tierra a la vez
propia, ajena y compartida, asiento de enriquecedoras diversidades en perma-
nente movilidad e inevitable despliegue. Una real “catástrofe del ser” (quizás
así lo llamaría Kristeva) es lo que entonces me invade; transitorio naufragio
de las identidades que adivino o intuyo al cruzar, dentro del Barrio Gótico, la
llamada Plaza del Rey —donde la Reina Católica recibiera a Colón tras su

374
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

primer viaje— que provoca en mis venas, pulsadas de Iberoamérica, el latido


de un pendular incierto pues ya no logro dilucidar, cuando evoco la antigua
escena del retorno de Indias, si en aquel momento es que apenas llegábamos,
o es que acaso volvíamos.
Diario y crónica de viaje, formas literarias del trayecto, inscritas en lo que
constituye mi propio transitar. Mito y escritura femenina, dos temas signados
por los afectos, en buena parte del discurrir de mi vida. He aquí los intereses
inmediatos y la razón de que me encuentre ante ustedes, intentando responder
con amores al honor inmenso de ofrecerme un lugar en la Academia. Trato de
unir, de esta manera, propósitos y ocasión, temas y tránsitos, repliegues y
despliegues sucesivos, en la urdimbre de un discurso cuyos filamentos he de
recoger y anudar para, al igual que lo hiciera Penélope, tejer y destejer, según
sea el caso. Y en esta oportunidad poder decir que existe, al menos, un esbozo
de discurso femenino: el que tan laboriosamente ensayo ahora ante ustedes.
En la continuación de mi periplo geográfico, arribo a esa Atenas sorpren-
dida por la ventisca nevada de un enero que aparenta haber nacido díscolo.
Camino, hundiéndome a trechos hasta las rodillas en lo que simula ser una
alfombra de nata recién batida, desde las columnas del palacio de Adriano
hasta la base de la Acrópolis. Pienso que quizás nunca han sido más blancos
e imbatibles esos mármoles, solemnemente erguidos en lo inusitado del paisa-
je invernal, muy poco clásico en su desbordamiento de nieves. Al abrigo del
Areópago, cuya protección busco ante el viento que hiela hasta las más per-
severantes intenciones, aparto de mi mente a la viril Atenea y, no sé exacta-
mente por qué, mi humanidad femenina, apenas cincelada en la inmovilidad
del hielo, me remonta a Pandora, más humana, más cálida y quizás por ello,
más mía en ese momento. “Aquella mujer —nos cuenta Hesíodo— que había
recibido dones de todas las divinidades, a fin de que se convirtiera en daño de
los hombres que se alimentan de pan (...) levantando la tapa de un gran vaso
que tenía en sus manos, esparció las miserias horribles. Únicamente la Espe-
ranza quedó en el vaso, detenida en los bordes, y no echó a volar porque
Pandora había vuelto a cerrar la tapa por orden de Zeus tempestuoso que
amontona las nubes”.
Me gusta de Pandora su remisión a un algo que siempre espera, que
pende sobre nosotros cual hilo que es, al mismo tiempo, cuerda de equilibrista
sobre el vacío o soga de náufrago en mitad de la tempestad. Ya desde enton-
ces, los albores de Occidente, hemos sido las mujeres ese punto de indecisión,
ligero como un soplo, entre el castigo y la esperanza, el aniquilamiento y la
redención. Es el doble matiz del reducto que, encerrado por orden del padre
olímpico, asoma no obstante por los bordes y espera el mínimo desliz, el leve

375
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

toque de la femenil mano, para esparcirse de la misma manera en que otrora


fluyeran tantos males. Pese a la carga patriarcal del mito irrumpe entonces,
en el gesto dibujado en el aire, la posibilidad abierta de que la historia de
Pandora sea vista igualmente como la del nexo indisoluble que ata a las muje-
res con la esperanza, con la pervivencia del género humano más allá de todo
desasosiego y extravío, en virtud de ese sexo en femenino que obstinadamen-
te perpetúa, aún en épocas en que matar sigue siendo la práctica cotidiana.
Sin embargo, siempre continúa el empeño, en ocasiones difícil de atenuar,
en cuanto a una interpretación del relato en mayor grado convencional, más
ligada a la tradición de este Occidente nuestro que no ha sido, precisamente,
un mundo de herencias femeninas. Según esta vía, el mito de Pandora, aso-
ciado al simbolismo que se desprende de la figura de Prometeo —en cuyo
relato se encuentra inmerso— remite a la unívoca visión de la mujer como
castigo por la infracción humana ante el mandato del dios (desmesura de lo
contingente ante lo absoluto) y así, al igual que ocurre en el pensamiento
judeocristiano, entronca con la determinación de la existencia en tanto expia-
ción de la culpa adquirida: es la noción de la vida como un camino de perfec-
ción en el cual el dolor, los reveses y padecimientos, constituyen la forja de lo
humano, la permanente e indeclinable aspiración al mejoramiento que los males
desatados han puesto en entredicho. Sin embargo, nada de ello sería posible
sin la conformación de un “deber ser”, de un ideal rector de las acciones
humanas, al modo de punto de referencia constante que conduzca, veraz y
eficazmente, por la ruta establecida.
Ahora bien, es necesario contemplar que la construcción de un ideal cons-
tituye, ante todo, una proposición discursiva, un hecho de palabras. Porque, se
mire como se mire, ¿qué hay, que no tenga su cuerpo anclado en la palabra?
¿No es acaso el silencio un espacio en reserva, a la espera del término aún no
formulado? Caminamos sin fin y en permanente viaje tras los términos lingüís-
ticos, como el perrito que gira tras su cola: ese parece constituir nuestro baile
en la vida, la razón de ser de nuestro dinamismo y, por qué no, también de
nuestro juego existencial y nuestro gozo.
Esperanzas, palabras, perenne transitar de cuerpo y voz en movimiento
lúdico y gozoso. Vida, en fin, a la que bien puede agregarse ahora, ya cumpli-
do el ritual del viajar por el camino de las convenciones, de nuevo el término
omnipresente: mujeres. Y es que no en vano se ha dicho casi siempre —
porque esto sí se nos ha reconocido— que estamos asociadas a la generación
vital y cíclica, a la perenne renovación de la vida, aunque por ello se nos haya
mirado por igual como portadoras de ese otro polo inexcusable del existir, que
es la muerte. Se impone nuevamente, pues, aquella “otra” pregunta en torno a

376
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

las “palabras de mujer” ya que, bien lo sabemos, ha bastado una palabra


masculina —una sola— suficiente para fundamentar tanto la creación del
universo por el supremo Verbo paterno, como la legitimidad y la verdad rotun-
da que, en el ámbito de lo cotidiano, se resume a partir del juramento —
instituciones, ley, cultura— entendido y construido al modo de una “palabra de
hombre” por la cual se promete y se establece además todo aquello que im-
porta. Admito que estas cuestiones, pese a haber ocupado los últimos quince
años de mi vida, aún no se han traducido en respuestas acabadas. Quizás es
para fortuna mía que esto haya resultado así, ya que en ello está la constata-
ción de que permanezco viva, de que aún salto tras mi cola en el baile vital del
conocer, del definir y el nombrar.
Y voy aquí de nuevo: ¿un lenguaje de las mujeres? Apelo a la tranquilidad
ante las suspicacias que, invariablemente, la pregunta suscita, de modo que
otra vez pospongo el punto —diferir, posponer en el tiempo resulta casi siem-
pre estratégico— para indagar tan sólo, por ahora, alrededor de otras formas
más concretas, directas y evidentes —¿debo decir también “neutras”?— en
que se plasma ese lenguaje de los hechos comunicativos habituales, el lengua-
je que oímos o leemos en los lugares comunes y en el discurrir de las horas,
dentro de un día normal.
Una palmaria confirmación se desprende al considerar la existencia de
cierto lenguaje “simple”, muy distinto —necesario es decirlo— de la bien
ponderada “sencillez” a la que apela buena parte de la gran literatura y sus
creadores, al modo de un Juan Ramón o quizás un León Felipe, por citar tan
sólo dos nombres ilustres. Lo otro a lo que me refiero, el simplismo, apunta a
la desidia patente en el uso de un vocabulario en extremo reducido, o a la
manía (verdadera epidemia) de construcciones lingüísticas que quedan in-
completas —palabras, frases, oraciones— y ello no precisamente por estra-
tegia retórica o por vuelo imaginativo; remite igualmente a una casi nula, o del
todo ausente, tendencia a la matización —¿acaso no constituye el matizar uno
de los mayores poderes en nuestra capacidad parlante?— ausencia que re-
dunda en la marcada indiferencia ante las inmensas riquezas que el sistema
de la lengua deposita en nuestras manos.
Es aquí donde me pregunto si un discurso de las mujeres comprendido,
no como articulaciones o trazos necesariamente realizados por féminas sino,
más bien, como tónicas discursivas asociadas a ciertas experiencias que la
sociedad o la naturaleza han ligado al sexo femenino, no contribuiría entonces
al enriquecimiento tanto de nuestros usos verbales como de los mecanismos
para la comunicación, en general. Porque la matización, valga el caso, no es
algo que se circunscribe al lenguaje; antes bien, puesto que entronca con la

377
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

capacidad de búsqueda ante distintas opciones, de movilidad dentro del más


amplio espectro desplegado en el juego de interrelaciones que es la vida, tiene
que ver con la búsqueda de la libertad, en el ámbito de nuestras existencias.
Y si, volviendo a las mujeres, resulta muy fácil comprobar el hecho de
que la reclusión en lo privado junto a la imposición del silencio —incluido el
silencio literario— han sido dos situaciones que desde siempre constituyeron
el distintivo que la tradición depositó en la feminidad “deseable”, se torna más
que oportuno mencionar o mejor, recuperar, ese “discurso de las feminida-
des”. Dar voz a quienes no la han tenido sólo puede conducir a ampliar los
horizontes de lo que llamamos mundo, existencia o realidad. Y si, además, se
tiene en cuenta que esa realidad resulta, como todo, un edificio de palabras,
debe concluirse que es tanto desde el ejercicio de selección implicado en el
acto de nombrar, unido a las maneras según las cuales moldeamos lingüística-
mente nuestra visión de las cosas, como protagonizamos heroicamente, en
sus bases, la profesión humana de libertad. Una profesión, por cierto, que no
ha de mostrar exclusiones.
Las visiones del mundo que la realidad impone a los seres humanos como
vía para la utilización del entorno en beneficio propio —en esto radica el
proceso al que damos el nombre de cultura— visiones construidas como he-
chos del lenguaje, tienen mucho que ver con la manera en que asumimos el
tránsito (no en vano es la existencia un transitar), con la manera de viajar por
nuestras vidas o por la geografía, que es casi lo mismo.
Vuelvo entonces a la crónica de un viaje. Mallorca me llama desde lejos,
con murmullos de piano en cabalgata a lomo de ecos nocturnales. Es el prelu-
dio a la noche, la hora del crepúsculo y el instante de magia en que el atarde-
cer, tendido sobre la mar como un solícito amante, despliega sus estallidos en
destellos indescriptibles. Mientras tanto, en la embarcación que nos conduce
cual si volásemos sobre las aguas quietas del Mediterráneo —el vinoso ponto
de Homero— los pasajeros se ensimisman, duermen o miran la pantalla, cua-
dratura ubicua en la que se reiteran las sombras veleidosas de un cine intras-
cendente; en otros casos, cierran sus oídos con audífonos, al modo de cerrojos
que aseguren el bloqueo hacia el mundo exterior. Sólo unas cuantas personas,
tantas como cuatro entre ciento, observamos silenciosamente aquel iluminado
mar indefinible, el mismo que una vez se encrespara ante la nave de Odiseo o
tejiera contrapuntos de espuma con los fieros lamentos de Medea. Sin embar-
go, salvo por esos cuatro pares de ojos deleitosos, en lo que se refiere a todos
los demás es como si aquella mar y aquel atardecer jamás hubieran existido.
Para las generaciones actuales, según parece, la noción de viaje se redu-
ce a menudo al uso de un medio de locomoción en el cual, si no se conduce, se

378
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

lee, se ve una película o, más frecuente aún, se duerme. Allí, los nexos con el
mundo exterior se diluyen hasta casi desaparecer y no se establece relación
humana alguna, ni siquiera con la persona sentada a nuestro lado, salvo el “sí”,
“no”, “usted disculpe” o “con permiso”. Cuando el medio resulta ser un avión
—encierro decretado a nuestro pesar, cápsula de sonidos difusos, luces en
préstamo y comidas a destiempo— de no transformarse el tránsito en itinera-
rio interior, en viaje introspectivo, habrá de convertirse en tortura. Pero aun la
introspección —y más desde un claustro impuesto— termina por generar, en
el discurrir de unas horas en extremo dilatadas, bien el tedio o inclusive, la
angustia y el desasosiego. Sin embargo, lo más llamativo es que estas formas
actuales de protagonizar el viaje han provocado que la experiencia del despla-
zamiento se reduzca a un simple paso entre dos puntos, el de partida y el de
llegada. Se ha perdido el sentido del transitar, del “devenir” y, con ello, hemos
difuminado la posibilidad de establecer matices, de desplegar espectros, de
recorrer los maravillosos territorios de medianía desparramados entre el aquí
y el allá. Nos quedamos por lo tanto con los polos inertes de un arco iris que
casi nunca desdoblamos, objetos inmóviles que asimos y desechamos negán-
donos a la seducción del matizar, a la aventura del claroscuro, en suma, al
gozo del suceder en tanto deleite inigualable del recorrido viajero.
Aunque sé que soy susceptible al hechizo de lagos, ríos y demás acuosas
superficies, confieso que, literalmente, me rindo de gozo ante todo aquel trán-
sito que implique el abrazo protector de Madre Gea. Asocio fácilmente la
ventana de un tren, valga el caso, a la cuadratura abierta de esa valija de
mago que, casi siempre, una mano paterna depositaba en nuestras infancias:
caja china de asombros y sorpresas cambiantes, realidad irrefrenable en su-
cesiones y encadenamientos desaforados de espectros y matices sin fin, como
pañuelos de vivos colores múltiples que se anudan en una sucesión intermina-
ble. Terrestre y terrena, amo gravitar y, tal vez por esa razón, me perturban la
vacuidad y la ingravidez, en las cosas, en las personas y en las situaciones. La
ventana de un vehículo terrenal, en cambio, me sumerge en el espejo infinito
de las múltiples geografías, a la vez que me ata al regazo de la Diosa Buena.
Sin embargo, reconozco que esos deleites me sitúan en una curiosa situación,
contraria a los aires de mi época. Para el mundo de hoy, las comunicaciones y
los desplazamientos veloces y eficaces no sólo son un signo, sino una necesi-
dad: según comentaba hace un momento, cuando alguien sube a un medio de
locomoción es porque espera, en el menor tiempo posible, arribar al destino
señalado. Punto de partida, punto de llegada y en el medio... la intrascenden-
cia y la nada.

379
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

No puedo dejar de preguntarme acerca de las consecuencias de todo lo


anterior, tanto en nuestras visiones de la realidad, como en aquello que las
enmarca, las conforma y las hace posible: el tejido del lenguaje. En vista de
que nuestro viaje por los términos lingüísticos constituye, de mil maneras, la
danza de la vida y el lúdico dinamismo referente a lo humano —la palabra
genera, crea y transforma— el tránsito por el lenguaje ha de ser también
juego placentero y ejercicio gozoso. Oí hace poco, a propósito de la nueva
edición del Diccionario de la Real Academia Española, una serie de expli-
caciones acerca de las dos formas que toma el compendio: la versión en los
voluminosos tomos de imprenta omnipresentes en nuestro existir y en nues-
tras bibliotecas, y la versión electrónica, más ligada a los asombros con los
que nos sobresalta el futuro. En un caso, se planta frente a los ojos el objeto
aparentemente acabado, cerrado y empastado, escrito e inscrito con mayor o
menor lujo, de la a hasta la zeta. En la otra situación se despliega, merced a la
pantalla dispuesta a realizar el mágico conjuro, una red infinita de abiertas
transformaciones, un constante alimento de lo cambiante en alocada carrera
entre términos que fenecen por decreto del desuso, mientras otros se anun-
cian, nacen, crecen y se transforman, en una ebullición de vida por la cual,
nada está quieto y ninguna cosa es, en dos momentos, lo mismo. Maravillas de
la informática, sin duda. Por mi parte pienso, igualmente, en aquel mismo río
de siempre distintas aguas con que nos acicateaba Heráclito, tantos años
atrás. Y, por qué no, también en una distinta forma de entender la tela de
Penélope, en ese su destejer y tejer interminable.
El tejido del lenguaje, en efecto, se urde y se anuda en virtud de una
tensión: aquella que se da entre el precepto y el uso, entre lo que el sistema
prescribe y los hablantes protagonizan. Como un corazón que late al ritmo de
lo vital, los mandatos dictados por la lengua se repliegan y contraen en un
pálpito de nexos y junturas, para luego desplegarse en los anchos efectos del
sentido. De esta manera, mirado figurativamente y al modo de un cautivante
contragolpe, la conminación y obligatoriedad de la norma desata a su vez el
poder abierto de lo metafórico, instante supremo del juego y de la “ilogicidad”
por el cual, lo lógico preceptivo deviene en real locura. Rememoro a Jean
Cohen cuando, a propósito de las figuras y, entre éstas en lugar principalísimo,
la metáfora, las ubica a partir de la ruptura semántica, del quiebre de significa-
do que logran producir en el lenguaje de la habitualidad el cual, por el mágico
contacto, parece volverse loco. Pues bien: mi parte preferida del acontecer
lingüístico, debo decirlo, la constituye el demencial momento llamado figura
literaria, esa insensata de género gramatical femenino que hace estallar la
lógica y que, a estas alturas del discurrir, bien puede haberme contagiado el

380
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

discurso con sus gravosos males. Ciertamente, nada difícil resulta percatarse
de que mi imagen del lenguaje, en este punto del emprendido tránsito, ha ido
tomando una corporeidad peligrosamente femenina inclusive en su locura,
amenaza que trataré de paliar apelando de nuevo a la razón para intentar, al
menos, alguna justificación final ante tales desaguisados.
Y así concluyo. La aparente quietud de las mujeres —porque a sembrar
quietud en ellas es a lo que ha aspirado la tradición de occidente— en mucho
puede parecerse a la del diccionario, dentro de la vertiente dual que se ha
invocado: tras una superficie mansa al modo de portada limitante y protectora,
bulle en el interior el palpitar sin fin de un permanente proceso cíclico de
creación y recreación, juego genésico de todo lo que ha sido, ya es y aun, de
aquello que se anuncia, en el despliegue de gravidez gozosa que es la corpo-
reidad lingüística y el tejido de los discursos. Y si la norma establece fronteras,
si crea muros para “encerrar” y contener tanto estallido, siempre será posible
el roce de una metáfora, el vuelo de una figura que alcance a dislocar el
cuerdo andamiaje del sistema, a fin de garantizar la dosis de sabio lunatismo
que nos preserve un lugar en este mundo.

381
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Magda Zavala González (1951)

Nacida en Costa Rica, realizó su Licenciatura en la Universidad de


Costa Rica; la Maestría en Literatura en la Universidad de Lyon II,
Francia; y el Doctorado en Letras en la Universidad de Lovaina la
Nueva, Bélgica. Ha publicado Pautas para el estudio de la litera-
tura popular (1986). 500 años ¿Holocausto o descubrimiento?
en coautoría con Juan Rafael Quezada (1991) Desconciertos en un
jardín tropical (novela, 1999). Literaturas indígenas de Centro-
américa (2002) en coautoría con Seidy Araya. Silencioso rastro
(2004). Tríptico de las mujeres (poesía, 2010).

El Cuento Que Desafía1


Las narradoras costarricenses y el gesto de ruptura

Algunas consideraciones generales

Una antología de Willy Muñoz sobre narradoras costarricenses, especial-


mente sobre cuentistas 2, reúne a quienes el autor considera representativas –
porque sin duda ha habido algunas más que las ahí compiladas – de la tradi-
ción narrativa costarricense. Habiendo sido el producto de una larga investi-
gación, que tiene especialmente en cuenta el trabajo promovido antes por
Linda Berrón3, Muñoz aporta un buen punto de partida para todo estudio del
cuento producido por mujeres en el país.
Hay que decir que la historia literaria costarricense no ha sido especial-
mente justa ni dedicada en lo que respecta a detectar y reconocer el trabajo
de sus escritoras, hecho común en la cultura conocida como patriarcal, aun-
que poco justificable, porque este contexto ofrece un nutrido grupo de escrito-
ras. No es sino en las tres últimas décadas cuando un pequeño grupo com-

1 http://www.centroamericana.it/wp-content/uploads/2015/03/ZAVALA-A-00000243-
ebookb.pdf
2 W.O. MUÑOZ (comp.), Narradoras costarricenses. Antología de cuentos, EUNED,
San José 2006, pp. 328. Muñoz ha dedicado trabajos similares a todos los países
centroamericanos. Varias de las antologías ya han sido publicadas en casas editoras
locales.
3 L. BERRÓN (comp.), Relatos de Mujeres. Antología de narradoras de Costa Rica,
Editorial Mujeres, San José 1993, pp. 201 y Relatos del desamor, Editorial Mujeres,
San José 1998, pp. 136. Véase también: S. ARAYA SOLANO, Seis narradoras de
Centroamérica, EUNA, Heredia 2003, pp. 289.

382
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

puesto principalmente por críticas, entre las que destacan Seidy Araya, Nory
Molina (q.e.p.d) y Emilia Macaya, se ocupa en particular de esta producción
en el plano del análisis, de manera sistemática y continuada. En momentos
más recientes, Jorge Chen inicia un trabajo de revaloración de la obra de
varias narradoras y poetas 4. Fuera de Costa Rica, Consuelo Meza y Willy
Muñoz han mostrado y analizado esta producción en el contexto centroameri-
cano.
Según palabras de Carmen Naranjo, ineludible referencia de las letras de
mujeres en Costa Rica, la renovación de esta modalidad narrativa se ha debi-
do principalmente al trabajo de escritoras poco convencionales y no satisfe-
chas con el status quo de la literatura del país y de la cultura nacional. El
trabajo de Yolanda Oreamuno, Carmen Lyra, Victoria Urbano, Rima de Vall-
bona, Carmen Naranjo, Julieta Pinto, María Bonilla y Anacristina Rossi, en
novela y cuento, así lo confirma, aunque no todas elijan una perspectiva clara-
mente feminista. Aquí se tiene como referencia un grupo de las cuentistas que
han mostrado en distintas formas y con diferentes énfasis, una actitud de
resistencia y disposición a avanzar por sobre los límites.
El trabajo de tesis doctoral que Nory Molina dedica a las narradoras
populares recoge parte de la investigación realizada por la Escuela de Planifi-
cación y Promoción Social en la Universidad Nacional (editado en 1979 5 con
el título Autobiografías campesinas), para mostrar otro universo de relato-
ras, no documentado por la crítica académica.

La búsqueda experimental
Al contrario de lo que había sido el gesto dominante en los narradores,
bastante apegados al modelo clásico del cuento latinoamericano y a una pro-
puesta de sentido que se mantuvo fundamentalmente en la perspectiva de los
realismos, las narradoras han buscado la ruptura de las tradiciones cuentísti-
cas y de las ideas imperantes en el orden público, y lo que les es más propio,
en el orden privado, esto es, en los terrenos de la vida afectiva, doméstica y
moral.
Como es sabido, la ruptura literaria puede ocurrir en diversos planos: en
la elección y combinatoria de materiales lingüísticos que sirven de base a toda
creación en este campo, en la propuesta estilística, en el manejo de las con-
venciones del género y en el tratamiento de los temas, principalmente. Se

4 J. CHEN SHAM – I. CHIU-OLIVARES (eds.), De márgenes y adiciones. Novelistas


latinoamericanas de los 90, Ediciones Perro Azul, San José 2004, pp. 391.
5 Esta investigación produce un conjunto de tomos con el nombre Autobiografías
campesinas (E.U.N.A, Heredia 1979), cuyo material aún no es suficientemente estudiado.

383
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

entiende aquí por ruptura todo giro que se oponga a la convención aceptada,
sea para cuestionar lo usual, sea para proponer nuevos horizontes. En Costa
Rica fueron cuentistas de ruptura su iniciadora Rafaela Contreras Cañas,
esposa de Rubén Darío, al salirse del canon realista costumbrista que marcó
el fin del siglo XIX y el principio del XX en el país; Carmen Lyra con su fuerte
resistencia política, poco común para una mujer de su tiempo, cultura y sector
social; igualmente, Julieta Pinto en su trabajo de solidaridad con los sectores
marginados y su conciencia anticipada de género; y más recientemente, Emi-
lia Macaya, Dorelia Barahona y Anacristina Rossi, entre otras narradoras
nada apegadas al continuismo literario, en cuanto se atreven por sendas temá-
ticas poco transitadas.
En este caso, interesan especialmente las escritoras que han realizado
una ruptura frente a los convencionalismos de la relación género (sexo) 6, con
el propósito de remover los estereotipos y conductas que han mantenido a las
mujeres dentro de los márgenes restringidos previstos. Por cierto, no siempre
la ruptura ideológica de género implica necesariamente un esfuerzo similar en
el orden estético y, particularmente, frente a las pautas que supone cada gé-
nero literario.
Por otra parte, conviene tener presentes las tres fases en el desarrollo de
la conciencia de género (sexo), que se expresan en los productos de creación
artística: la literatura que muestra y lamenta el estado de injusticia contra las
mujeres, la literatura que llama a la lucha o la documenta y, por último, aquella
que ofrece un escenario de superación de los problemas, con mujeres auto-
rrealizadas y de firmes convicciones.

Yolanda Oreamuno (1916-1956), el placer y la altivez de la palabra


con reclamo de género
Se ha dicho que Yolanda Oreamuno marca un hito en la vida narrativa
nacional y se ha afirmado también, con cierta razón, que incluso respecto a la
literatura centroamericana, por su trabajo narrativo y de denuncia de género,
aunque esta última algo atenuada por prejuicios de la época y de clase social
que llegaron hasta su obra. Esta autora es coetánea del importante movimien-

6 Se siente aquí necesidad de aclarar cuando se habla de género en relación con sexo, puesto
que en crítica literaria, como bien es sabido, “género” refiere a los tipos o modelos que
distinguen los campos de producción de la literatura, por lo que el uso dado
contemporáneamente en teoría feminista requiere alguna especificación que evite
equívocos. No se desconoce con esto la crítica de esta última teoría a la inflexibilidad
inicial de la relación entre género y sexo, ampliada por la teoría “queer”. Se aclarará solo
cuando pueda haber ambigüedad de sentido.

384
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

to de renovación literaria identificado como Generación del Cuarenta (al que


pertenecen figuras tan conocidas como Fabián Dobles, Carlos Luis Fallas y
Joaquín Gutiérrez), pero sus preocupaciones fundamentales son muy distin-
tas. En primer lugar, la distingue una preocupación formal muy evidente, enri-
quecida con la lectura de los novelistas norteamericanos y europeos (princi-
palmente de Proust) de la primera mitad de siglo XX; rechaza tanto el cos-
tumbrismo como el realismo social, tendencias dominantes del momento, y
tiene un fuerte reclamo de género, rara avis en aquel entonces. En el texto La
casa paterna se dice que, sin embargo, hay proximidades con la Generación
del Cuarenta en su interés didáctico: “ejemplifica una tesis, en este caso, la del
dominio injusto del hombre sobre la mujer” 7. Esta afirmación no es muy ase-
guradora puesto que este rasgo, por sí solo, nada o poco indica, dado que la
literatura reivindicativa no necesariamente defiende una tesis y, si así fuera,
sería muy distinta a la de sus coetáneos. En realidad, el trabajo literario de
Oreamuno marca sobre todo distancias con aquel grupo: no inscribe sus obras
en el marco de contradicciones y prioridades políticas, se interesa aunque de
manera conflictiva en asuntos de género y prioriza la búsqueda estética 8.
Yolanda Oreamuno publicó una sola novela, La ruta de su evasión (1949),
aunque se sabe que escribió por lo menos una más, Por tierra firme, perdida
para la cultura. Sus cuentos, que aparecieron de modo disperso, indican sus
principales preocupaciones formales, sobre todo, justifican la valoración que
les ha dado la crítica al considerarlos de surrealistas, pues varios de sus cuen-
tos, que se mueven en espacios ambiguos entre la realidad y el sueño, son
decididamente productos de una estética poco usual y no muy prestigiada en
la Costa Rica de entonces. En este sentido, Oreamuno busca una ruptura con
las tendencias realistas y, sobre todo, con el costumbrismo y todo lo que refie-
re a folklore, tan importantes para quienes se proponían entonces la afirma-
ción de la nacionalidad. Por supuesto, tras ese propósito de la autora hay todo
una posición ideológica, estética y de clase social. Su propuesta apunta hacia
la búsqueda de estética de la distinción.
Una de las preocupaciones más básicas de esta escritora es el manejo
lingüístico. Se interesa por el abandono de lo consideraba formas burdas en
que habían caído el costumbrismo y algunas prácticas del realismo social,
sobre todo respecto de la lengua. Su gesto se orienta hacia el logro de un
cosmopolitismo letrado, más allá de pretendidas actualizaciones dialectales,

7 F. Ovares et al., La casa paterna, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José
1993, p. 267.
8 Y. OREAMUNO, A lo largo del corto camino, Editorial Costa Rica, San José 1961, p.
376.

385
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

en realidad, deformaciones lingüísticas a veces caricaturescas, de perspecti-


va folklorista. Esta preocupación ralla en ocasiones en cierto menosprecio, no
solo de los lastres coloniales y provincianos en las prácticas culturales, sino
hacia la nacionalidad misma, de la que es acérrima crítica. Sin embargo, cons-
tantemente, sus cuentos, estampas, breves crónicas de viajes y otros textos
evocan con nostalgia los paisajes de su tierra. La actitud crítica e insatisfecha
del medio social, en el contexto de una nacionalidad que buscaba afirmación y
de una sociedad conmovida por la lucha de clases (asunto que carece de
interés para ella), no podría sino traerle problemas, persecuciones y rechazos.
Escritoras de especial importancia, entre las que figuran Victoria Urbano
(quien la identifica como surrealista)9 y Rima de Vallbona han tenido un inte-
rés marcado en la obra de Oreamuno y han ofrecido ensayos críticos de
especial hondura y percepción respecto a la excepcionalidad de la autora.
Más recientemente, Emilia Macaya, también cuentista, se ocupó de la obra de
Oreamuno, particularmente en su dimensión de crítica patriarcal. Consuelo
Meza concuerda con esta visión:
La costarricense Yolanda Oreamuno (1916-1956) es una fi-
gura que impacta el conjunto de la narrativa centroamerica-
na. Se ha convertido ya en un clásico de la literatura latinoa-
mericana. Esta novela es la primera en el istmo centroameri-
cano que narra desde un cuerpo sexuado femenino la viven-
cia de ser mujer en una sociedad patriarcal y la resistencia a
los dispositivos simbólicos patriarcales en la familia y la so-
ciedad. Oreamuno visibiliza la intersección de la sexualidad y
el poder que permite relaciones de dominación-subordinación
entre los sexos Esos mismos mecanismos patriarcales son
los que invisibilizaron su obra puesto que revolucionaba no
sólo los estereotipos genéricos de la identidad sino, asimismo
proponía nuevas técnicas narrativas que rompían con los cá-
nones del realismo en la literatura 10.
La obra de Yolanda Oreamuno, sin embargo, permanece en un primer
nivel de percepción del problema, pues no logra mostrar la lucha reivindicativa
y, menos aún, imaginar un mundo en que las mujeres pudieran conseguir un
modo de vida alternativo al que determina la cultura. Se concentra en denun-
9 V. URBANO, Una escritora costarricense: Yolanda Oreamuno. Ensayo crítico, Ediciones
Castilla del Oro, Madrid 1968, pp. 246.
10 C. MEZA MÁRQUEZ, “Panorama de la narrativa de mujeres centroamericanas”,
ponencia para ser presentada en la mesa de “Historia y Literatura” en el VI Congreso
Centroamericano de Historia, Panamá, 22-26 de julio de 2002, http://www.denison.edu/
collaborations/istmo/- n04/proyectos/panorama.html.

386
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ciar con pesadumbre y agobio el sistema patriarcal, mostrando un cierto ma-


lestar doliente hacia la condición femenina. Justamente sus relatos muestran
esta contradicción. No dejan de mirar a las mujeres desde el sitial que ofreció
la cultura a los hombres.
Sus cuentos son escasos, algunos de expectativas modestas en el orden
estético o de propuestas de sentido, como su famoso “La lagartija de la panza
blanca”, reinterpretación para el contexto costarricense de un relato legenda-
rio colonial sobre el beato Pedro de Betancourt de Guatemala; otros, verdade-
ras piezas maestras. La adscripción surrealista de algunos cuentos, en parti-
cular el titulado “Insomnio” (1937), o la capacidad narrativa que muestra en
otro conocido relato llamado “Valle alto” (1946), donde se afirman las necesi-
dades de la sexualidad femenina, más allá de los límites institucionales, le
merecen un lugar especial entre quienes procuraron rupturas. Se atreve a
asumir el placer erótico desde una conciencia de mujer y pone a su personaje
en circunstancias de disfrutarlo si ajustes.
Existen muchos pendientes de la crítica respecto a esta autora. Se espe-
ra todavía aquella percepción que ya no la considere por su belleza o el drama
humano que vivió, o lleve su escritura hacia márgenes superiores intocables,
para terminar dándole un cierto carácter heroico o mítico, sino que perciba
sus aportaciones con una medida justa y certera, señalando también sus limi-
taciones.

Victoria Urbano (1926-1984): más allá de los dobleces


Ailyn Morera, quien estudia el trabajo dramatúrgico de Victoria Urbano,
la presenta de este modo:
...Victoria Urbano [fue], poeta, escritora de cuentos, de en-
sayos y dramaturga. Doctora en Filosofía y Letras de la
Universidad de Madrid, catedrática de Literatura y Lengua
Española en Lamar State College of Technology, Texas,
EE.UU, donde es premiada tres veces por sus ensayos de
crítica literaria. Fue distinguida con el título vitalicio de Pro-
fesora Regente en dicha universidad 11.

11 Añade Ailyn Morera: “Marta Castegnaro en la sección “Día Histórico” del periódico La
Nación, nos informa que además fue presidenta y fundadora de la Asociación de Literatura
Femenina Hispánica en Estados Unidos. También fue representante del Instituto de
Estudios Hispanoamericanos de la Universidad de Texas, y vicecónsul de Costa Rica en
Beaumont y Houston. Colaboradora en gran cantidad de revistas y diarios
estadounidenses, obtuvo el premio del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, en
1968; el premio León Felipe de Literatura de México, en 1969; y el premio Fray Luis de
León, de España, en 1970" (A. MORERA, http://www.redcultura.com – Consulta
8.5.08).

387
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Sin embargo, la presencia de Victoria Urbano en Costa Rica ha sido muy


poco visible y no ha contado con la reivindicación póstuma que lograron Yo-
landa Oreamuno y Eunice Odio. Alfonso Chase cita el libro de cuentos de
Victoria Urbano Y era otra vez, ganador del Primer Premio Internacional de
Literatura León Felipe en 1969 12. En ese texto figura un relato muy significa-
tivo de la carrera literaria de esta escritora, “El fornicador”, acre crítica a la
situación política del país en el momento que ocurre la transformación del
modelo agroexportador al industrial dependiente. Un texto con ese mismo
título aparece también estudiado como obra de teatro:
Su primer obra dramática, El fornicador, escrita a inicios de
los años de la década de los cincuenta, permite ver a través
del ojo y criterio crítico de los personajes femeninos (...),
‘ella’, nombre asignado para la madre y la hija, (...) la trans-
formación de San José como ciudad caótica que va perdien-
do la educación y cortesía de sus ciudadanos para dar campo
a la violencia y pachuquismo (...).
Efectivamente, los personajes femeninos, voces desde donde se narra
gran parte de la historia, establecen un paralelismo entre la práctica degrada-
da de la sexualidad y la actividad política del mismo cuño, traidora de los
mejores valores de la ciudadanía que había venido forjándose desde la Inde-
pendencia, según lo expresa el relato. “De esta manera El fornicador, en su
forma de cuento y como obra dramática, ataca problemas tales como la doble
moral costarricense, la politiquería mediocre y la represión sexual”13.
En la literatura de Victoria Urbano “se manifiesta una fuerte preocupa-
ción social, un cuestionamiento respecto a la identidad, una crítica aguda al
machismo y sistema patriarcal y, entre otros valiosos rasgos, una innovadora
estructura, bastante ingeniosa para la época”14.
12 A. CHASE, Narrativa contemporánea costarricense, Ministerio de Cultura, Juventud
y Deportes, Departemento de Publicaciones, San José 1975, p. 119.
13 Ibidem.
14 Dice Morera: “La obra fue llevada a escena en Costa Rica por la directora María Bonilla
en el año 1988, cuatro años después de la muerte de la autora en Houston, Texas. Sobre
la obra la directora expresó que se trata de un texto sorprendente para la época en que fue
escrita porque no es realista, y a la vez tiene un lenguaje absolutamente teatral y poético,
escrita en un tiempo donde lo que se presentaba en nuestro país eran las zarzuelas.
María Bonilla nos recuerda que a los autores costarricenses no se les pone en escena más
que a principios de siglo, cuando ella no había nacido. Y en los años 50 se crea el Teatro
Universitario pero lo que se trae básicamente son obras francesas contemporáneas del
momento, fecha que coincide con la partida de Victoria Urbano para Estados Unidos (...)
A Urbano, su primer obra, El fornicador, le salió de algún lugar del corazón producto de
su sentido crítico y audacia intelectual, con un lenguaje muy de avanzada. El fornicador
está profundamente arraigada en la historia y el ser costarricenses, ya que se trata de una
pieza de compleja estructura y como señala la directora de teatro María Bonilla en el

388
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La existencia de la obra de teatro15 hacia los primeros años de la década


de los cincuenta y el premio recibido por su libro de cuentos indicaría que la
versión narrativa fue posterior a la teatral; sin embargo, es posible que haya
sido también a la inversa, dado que el acto de publicación pocas veces es
simultáneo con la escritura del documento en Centroamérica, y estos proce-
sos son especialmente distantes en lo que se refiere a la obra dramática. En
todo caso, el trabajo narrativo se muestra sumamente novedoso para la épo-
ca, con alternancia de tiempos, focalizaciones variadas y distintos narradores.
Por medio ese cuento, la escritora se adelanta a su época de manera signifi-
cativa, mucho más allá de lo logrado por Yolanda Oreamuno y con mayor
sensibilidad para examinar su época.
Willy Muñoz menciona también el carácter pionero de Urbano en el abor-
daje de los temas relativos a sexualidades no convencionales. En “Cristina”
(1951), según señala el crítico16, se alude de manera poética a una opción
lésbica. La historia del cuento de mujeres en Costa Rica ha mostrado, sobre
todo en momentos posteriores al trabajo de Urbano, que las narradoras tien-
den a desbordar los límites de convención en materia sexual, para poner en
escena otras prácticas de la intimidad que la vida social no reconoce, lo que no
parece muy común en otros países de la región.

Julieta Pinto y la voz del silencio


Julieta Pinto es quizás, junto con Miriam Bustos, la cuentista costarricen-
se más dedicada a este género, aunque también trabaja con igual o parecido
interés la novela. Se puede decir de ella que ha hecho una carrera profesional
en los dos campos17.
Si se oyera el silencio (1967) es el título al la colección de cuentos que
Julieta Pinto dedica de manera directa a la condición de género. Lo hace
desde el reconocimiento doloroso y resistente de la mujer que decide repre-
sentar con energía y denuncia la subordinación de género. Algunas de las
protagonistas de este libro no se resignan al papel tradicional que les otorga la
programa de mano del montaje, la pieza es fundamental para los costarricenses porque
es “un espejo roto por el balazo de un político, donde nuestra verdadera imagen, la que
está detrás de nosotros mismos, puede empezar a dejar de ser clandestina”” (MORERA,
http://www.redcultura.com).
15 Ibidem.
16 MUÑOZ, Narradoras costarricenses, p. 15.
17 Cuentos de la tierra, 1963; Si se oyera el silencio, 1967; Los marginados, 1970; A la
vuelta de la esquina, 1975; El sermón de lo cotidiano, 1977; David, 1979; El eco de los
pasos, 1979; Abrir los ojos, 1982; La lagartija de la panza color musgo, 1986; Entre el
sol y la neblina, 1987; Historias de Navidad, 1988; Tierra de espejismo, 1993; Detrás
del espejo, 2000; El niño que vivía en dos casas, 2002; http://www.laace.org – Consulta
12.3.07.

389
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cultura en función de los prejuicios, y reclaman un sitio para sí mismas, para


sus vidas y proyectos personales, situados más allá de los papeles consabidos
de hija, esposa y madre. Estos temas reaparecen en sus novelas La estación
que sigue al verano (1969) y El lenguaje de la lluvia (2000).
Los cuentos de este libro avanzan desde la denuncia inicial del menos-
precio y explotación social del campesino en Cuentos de la tierra (1963), a la
conciencia de género en este segundo libro. Sorprende el hecho de que es de
las pocas escritoras, entre sus coetáneas en edición, que asume como un
hecho el papel subordinado de las mujeres, aunque no se trate de una pers-
pectiva feminista, pues no tenía la autora posiciones teóricas ni ideológicas en
este sentido. Sus denuncias partían más bien de una rebeldía vivencial basada
en su percepción crítica del mundo. En este sentido, precisa y amplía la línea
de ruptura con el orden patriarcal que había iniciado Yolanda Oreamuno, mien-
tras, por otra parte, continúa la visión solidaria hacia las clases marginadas,
siguiendo tradición de la obra de Carmen Lyra, aunque en esta última, su
sentido de solidaridad ocurre con una visión y opción desde estas clases.

Carmen Naranjo (1928): el placer de la experimentación y la rup-


tura integral
Carmen Naranjo posee una amplia y variada obra literaria. Es la autora
más versátil que ha dado el país en cuanto a la cantidad de géneros trabaja-
dos: teatro, cuento, novela18, ensayo, poesía...19 y la que de manera más
consciente y multifacéticamente ha trabajado el cuento.
18 Urbina y Palacios señalan como paradigmático de su obra la novela Los perros no
ladraron (1966), aunque su más reconocido y estudiado sea Diario de una multitud
(1972). Señala Consuelo Meza respecto a la primera novela citada: “El texto cuestiona
las estructuras de poder, entre ellas las genéricas, y los límites que imponen a la sociedad
centroamericana. Una característica de Naranjo que Palacios destaca, es que escribe su
obra teniendo como protagonistas a varones en lo que la investigadora denomina narradora
ventrílocua. Por este concepto se entiende la utilización de un narrador masculino en la
posición de autoridad y productor para hacer evidente la jerarquía masculina/femenina y
desafiar la hegemonía masculina del texto” (C. MEZA MÁRQUEZ, Narradoras
contemporáneas centroamericanas. Identidad y crítica socioliteraria feminista,
Universidad Autónoma Metropolitana, Aguascalientes, Tesis Doctoral, inédita). Hay
que destacar que algunas de estas categorías fueron producto de una crítica feminista
todavía lejana del afinamiento de sus instrumentos. Es claro que nunca se calificó de
ventrílocuo al escritor que narraba desde una conciencia femenina. Por lo tanto, la crítica
feminista se muestra prejuiciada al acuñar un término que descalifica a la narradora que
se atreve a narrar con una focalización masculina.
19 Cronología de sus obras: Hoy es un largo día (1972); Ondina (1983); Nunca hubo
alguna vez (1984); Estancias y días (1985); Otro rumbo para la rumba (1989); En
partes (1995); Los poetas también mueren (1999); Los girasoles perdidos (2003); http:/
/www.nacion.com/ln_ee/- ESPECIALES/raices/2004/julio/06/raices40.html.

390
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En la cuentística, Carmen Naranjo ha sido maestra indiscutible en los dos


sentidos del término20; por su maestría en el manejo del género literario y
porque ha enseñado a varias generaciones de narradores(as) en el país. Ha
escrito cinco colecciones de cuentos. Se le considera la narradora que mejor
observa la cultura de las clases medias, la mediocridad y tedio de sus vidas y
quien penetra en los ámbitos más obscuros de la psique humana.
En Ondina (1982) y Más allá del Parismina (1999) la denuncia de
género ocupa un papel preponderante entre sus preocupaciones, pero entre
mezclada profundamente con la observación y denuncia de los problemas de
las instituciones que norman la vida privada. Su mirada va más allá del asunto
de género, pues reflexiona sobre la condición humana como espacio de con-
flicto y violencia. Se ha dicho que los personajes de Carmen Naranjo son
antihéroes desilusionados, abatidos, violentos, crueles (la crueldad es una marca
indeleble en la mayoría), seres que practican el canibalismo, el abuso, la muti-
lación de los otros y la propia, con una perspectiva que los hace parecer
hechos comunes.
En realidad, la construcción de los personajes de esta autora rebasa la
lógica de oposiciones binarias a que estamos acostumbrados y muestran una
serie de matices y ambigüedades, desequilibrios y opacidades, espacios de
contradicción y conflicto interno, como nunca antes en la vida literaria nacio-
nal. Naranjo se destaca por su capacidad en el arte de encontrar las zonas
ocultas de la psicología humana y en sus construcciones culturales. Su pers-
pectiva renuncia al acomodo, a la visión idílica de la realidad, para mirar a
seres incomunicados, reducidos a la soledad, violentos, proclives a los juegos
de poder, a la maldad y a la degradación.
El trabajo cuentístico de Carmen Naranjo reúne varios propósitos de rup-
tura: por la tensión sobre las convenciones del género y la búsqueda de expe-
rimentación, por su profundidad al analizar las psicologías marcadas por el
género y la opción sexual, como por las determinaciones sociológicas y, final-
mente, por su fina observación de las contradicciones políticas.

20 Al respecto, se toma la siguiente cita de una entrevista a la autora por E. MUÑOZ


(Carmen Naranjo, “Creo en la literatura comprometida”, en Semanario UNIVERSIDAD,
www.semanario.ucr.ac.cr): “—¿A qué se debe el gran interés en escribir cuentos? —El
cuento es muy atractivo por lo difícil que es. Para librarnos un poco de todas las
tensiones que hay y toda esta materia de cortejo que se publique hemos creado una
editorial, que es de gran éxito económico. Es el género más difícil, en la novela puede usar
rellenos sin que se note, es un gran collage si se quiere. El cuento usted tiene que empezar
y terminar exactamente, es un bordado perfecto”.

391
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Rima de Vallbona (1931): constante voz frente a la situación de


género
Rima de Vallbona, cuentista y novelista21 de larga trayectoria, es una
ineludible presencia cuando se trata de la denuncia de género, que ella consi-
dera, sin embargo, fuera de las perspectivas del feminismo propiamente di-
cho. En realidad, su abundante obra narrativa tiene como núcleo temático
fundamental el triste retrato de la condición de la mujer, reducida por el papel
subordinado del género, lo mismo que por los lastres de una cultura inmoviliza-
da durante mucho tiempo por los prejuicios, convertidos en verdaderas tradi-
ciones culturales en la sociedad latinoamericana, que las había naturalizado.
El amplio repertorio de leyendas del folklore tradicional da cuenta de ello. Los
personajes de Rima de Vallbona muestran el peso y las heridas de esa situa-
ción.

21 Sobre la obra de Rima de Vallbona dice Gerardo Piña-Rosales en su texto “Anne Bradstreet,
Sor Juana Inés de la Cruz, Rima de Vallbona y la sociedad patriarcal: del soslayo a la
subversión”: “Como narradora, Rima de Vallbona ha publicado la novela Noche en vela
(1968), texto primerizo, tanteador, pero que mostraba ya a una novelista de talento. La
redacción de Noche en vela constituyó para la autora una verdadera experiencia catártica,
ya que, a lo largo de los cuetos y vericuetos de su escritura, perdida en el laberinto del
vacío existencial, consiguió vislumbrar al fin un rayo de esperanza en la presencia divina.
En esta novela “existencialista” (¿y qué novela no lo es?), se oyen ecos de la Biblia y
sobre todo los murmullos de Las Confesiones de San Agustín, reveladora religiosidad
que no le impide denunciar los abusos del clero, su hipocresía, sus bochornosas
debilidades. Pero, ya se sabe, la religión institucionalizada está en manos de los hombres,
criaturas de carne y hueso, sujetos por ende a la implacable tiranía de las pasiones. En su
aspecto formal, Noche en vela muestra ya un afán innovador, en parte impulsado por la
explosión de la novelística latinoamericana y en parte por la influencia de Jorge Luis
Borges. En su segundo libro, Polvo del camino (1971), Rima de Vallbona incursionó por
primera vez en ese género tan difícil, por su misma escueta y medida andadura, que es el
cuento. Y yo creo, sin desdeñar ni mucho menos sus novelas, que Rima de Vallbona es
una de las grandes cuentistas contemporáneas, pues en ese breve y tenso espacio escritural
es donde su voz encuentra su mejor eco. Siguieron los cuentos de Mujeres y agonías
(1982) y la novela Las sombras que perseguimos (1983), intento – según Juliette
Decreus – de “hacer una novela que (fuera) la suma de sus sueños y de sus esperanzas;
de la libertad de su infancia y de la estabilidad de su madurez; de su escepticismo y de su
sed de Dios; una novela que (fuera) para todos los seres en lo que ellos tienen de más
fuerte y más vulnerable, de más secreto, de más profundo”. (126) (sic). Tras la aparición
de dos cuentarios más, Baraja de soledades (1983), y El arcángel del perdón (1989),
Rima de Vallbona publicó en 1991 la novela que habría de tener tal vez mayor resonancia
entre las suyas: Mundo, demonio y mujer. En sus páginas, la lucha y la experiencia
colectivas, de significación íntima y privada – como ha señalado Jorge Chen Sham –
confieren al texto un carácter testimonial, en donde “la legitimidad misma de ciertas
estrategias discursivas, al recurrir frecuentemente al registro intimista de la autobiografía,
sólo se justifica... en cuanto ilustra la vida de todos”. http://coloquio.com/coloquioonline/
2006/0606pina.htm – Consulta 7.4.08.

392
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Entre las publicaciones de Rima de Vallbona se encuentran: Polvo del


camino (1971, sus primeros cuentos); posteriormente, La salamandra rosa-
da (1979, cuentos infantiles); Mujeres y agonías (1988); El arcángel del
perdón (1990) y Los infiernos de la mujer y algo más... (1992) que también
tiene una versión en inglés con el título Flowering Inferno Tales of Sunking
Hearts (1993) y, en 1997, en cuento para niños el texto Tormy, la gata
prodigiosa de Donaldito 22.
La mayoría de sus textos, varios de ellos con resonancias del mito clásico
grecorromano, pertenecen a la primera y segunda conciencia feminista. Son
cuentos y novelas dan cuenta de los sufrimientos, torturas y luchas de las
mujeres desde la marginalidad cultural que se determinó para el género en el
modelo social todavía hoy dominante, a pesar de los avances en esta materia
en el siglo XX.
El aspecto más destacado en la obra de esta cuentista es su permanente
abordaje, desde distintos ángulos, de los problemas de la relación hombre-
mujer y de la mujer sometida a violencia psicológica, verbal o física en ese
micro contexto. El cuento “Saturnalia”, por ejemplo, aunque narrado por una
voz masculina, muestra la desesperación de una mujer ante un marido evasi-
vo, de psicología ausente, que la considera un ser robotizado. El libro Los
infiernos de la mujer y algo más... varios de los relatos se refieren a esta
perspectiva, con títulos muy evocadores: “Libelo de repudio”, “El carro de la
rutina” y “La tejedora de palabras”.
Como sus principales antecesoras, Rima de Vallbona incursiona en te-
mas hasta hace poco vedados, sobre todo para las mujeres escritoras, o sos-
layados por ellas, en razón de los problemas consabidos que conlleva la auto-
ría, sobre todo para las mujeres, y por la búsqueda de un cierto ajuste a las
normas de la vida social. Piña-Rosales los presenta así:
Rima de Vallbona se ha atrevido a bucear en aguas no por
turbulentas, menos fascinantes, como el lesbianismo en su
relato “Caña hueca”; el incesto, en “La niña sin amor”; la
masturbación de la mujer en “Lo inconfesable”; la homose-
xualidad y el travestido en “Beto y Betina”23.
Aunque todavía no suficientemente conocida y valorada en su país de
origen, pues su vida profesional se ha desarrollado en los Estados Unidos,
Rima de Vallbona ha hecho un camino literario que tiene méritos específicos,
tanto como generosa crítica que rescata la obra de otras escritoras, como

22 http://www.inamu.go.cr/index.php.
23 PIÑA-ROSALES, “Anne Bradstreet, Sor Juana Inés de la Cruz, Rima de Vallbona...”.

393
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

narradora que ha hecho, tal vez incluso sin proponérselo, un trabajo por la
reivindicación de su género.

Emilia Macaya (1952): más allá de la jaula del género


Los cuentos de Emilia Macaya, aparecidos en La sombra en el espejo
(1986) y en varias antologías, muestran algunas constantes: un tono que se
inclina hacia el ensayo, uso del monólogo interior, denuncia de las infelicidades
que provoca el desencuentro en la pareja y una aguda referencia a la mitolo-
gía clásica, a donde ya se anunciaban, según parece insinuar la autora, desdi-
chas, los reclamos y las reivindicaciones del género.
El cuento “Alcestes” antologado en varias oportunidades, muestra a una
mujer aprisionada en su propia casa, convertida en sitio del acoso. También el
texto “Más allá de la frontera”, que aparece en Relatos del desamor plantea
la violencia sexual contra mujeres y niños, por medio de la construcción de un
personaje exhibicionista.
La liberación de la casa, como sitio reconquistado por las mujeres, es una
preocupación importante en la obra de esta autora.
Emilia Macaya, parte del grupo que ha llamado la crítica María Amoretti,
“escritoras doctas”, también ha trabajado de manera consecuente y profunda
para abonar al desarrollo de la crítica feminista en su libro Cuando estalla el
silencio. Para una lectura femenina de textos hispánicos (1992). También
ha dedicado una importante pare de su labor crítica al rescate e interpretación
de la obra de Yolanda Oreamuno. Este esfuerzo se recoge en el texto Espíri-
tu en carne altiva (1997).
Siendo el centro del debate sobre la existencia de características espe-
ciales en la literatura que escriben las mujeres y si, por ello, puede afirmarse
que hay una literatura privativa de género, su respuesta en una entrevista que
le hace el periódico “La Nación”, en 2002, es la siguiente:
El mensaje final es que sí existe... Me atreví a intentarlo y no
lo intentaría si no sospechara que es posible. Hay puntos para
pensarlo en un sentido, en otro, si es estratégico pensar en
una escritura femenina como un mundo aparte, o sumergir-
nos en una literatura sin más, que ya sabemos que durante la
mayor parte de la literatura de Occidente, nos consumió, nos
tragó, y a fin de cuentas no nos permitió “ser” como escrito-
ras. Los casos son incontables. Frente a ese no-lugar no po-
dés cerrar los ojos. Si nos vamos al extremo opuesto, tampo-
co habría una escritura masculina: solo la escritura de un
escritor en un momento dado. Deberíamos hablar de la es-
critura en cada obra, en cada página, en cada párrafo, así es

394
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de exclusivo e individual el fenómeno creativo. Pero en vista


de que no es posible vivir sin etiquetas, sin encajonamientos,
y ya que hemos tenido un inmenso cajón llamado literatura
sin más donde no cabíamos las mujeres, yo prefiero hablar
de un cajón llamado literatura femenina, por el cual trabajaré
para que cada vez sea más grande24.
Emilia Macaya publicó también la novela Diez días de un fin de siglo
(2007), donde se retoman las denuncias y cuestionamientos feministas.

Linda Berrón (1951) y los peligros de la condición femenina en un


mundo hostil
Linda Berrón, nacida en España, ha desarrollado su carrera de escritora
en Costa Rica, así como un amplio trabajo como promotora de actividades
editoriales con temática de género25, sobre todo en los años noventa. Sobre
su experiencia como cuentista, dice:
Así inicié mi carrera literaria en el taller de Carmen Naranjo.
El primer cuento que me tocó escribir fue, nada menos, so-
bre una violación. Me costó mucho leerlo en público, se me
secaba la boca, pero salí adelante. Carmen me dijo ese mis-
mo día que tenía muy buen ritmo narrativo para el cuento. A
su maestría le debo mucho26.
Su libro La última seducción inició una carrera prolija, donde el tema de
género ocupa por primera vez sus preocupaciones27. Su novela El expedien-
te, basada en el cuento del mismo nombre se dedica justamente a denunciar

24 http://www.nacion.com/ancora/2002/septiembre/22/ancora1.html.
25 Entre 1991 y 1992, fundó la Editorial Mujeres: “primera en Costa Rica y tercera en
América Latina, destinada a publicar textos escritos por mujeres. Fue una tarea llena de
alegrías y sinsabores, pero finalmente salió y tuvo mucho éxito. El primer título, que
publiqué en 1993, se llamó Relatos de mujeres, e incluía 33 relatos de 24 escritoras
costarricenses. Se encuentra en la sexta edición. Entre esos relatos se encontraba un
cuento largo, casi novela corta, que escribí hacia 1989”. Entrevista a Linda Berrón por
Edward Waters Hood, Ciberayllu, http://- www.andes.missouri.edu/andes/Cronicas/
EWH_LindaBerron.html. Todas las citas de l’autora se referieran a esta entrevista.
26 Ibidem.
27 Sobre ese libro dice la autora: “envié a la Editorial Costa Rica bajo el título La última
seducción. El jurado, compuesto por tres lectores, entre los que estaba el escritor Alberto
Cañas, que dijo cosas muy elogiosas de la colección, aprobaron la publicación. Con todo
y como suele pasar con las editoriales públicas, este libro permaneció cuatro años en la
Editorial Costa Rica, esperando ser publicado. Finalmente salió a finales del año l989,
aunque los cuentos incluidos en él corresponden, fundamentalmente, al período l983 a
l986. De alguna manera, ahí terminó una etapa más”.

395
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

con cierta ironía y humor las aventuras de un don Juan contemporáneo28. A


esa colección siguió La cigarra autista, en 199229. También con perspectiva
feminista escribió la obra de teatro Olimpia, en 1998, dedicada a la revolucio-
naria y luchadora por la causa de las mujeres Olimpia de Gouges, guillotinada
por Robespierre durante la Revolución Francesa30.
Los cuentos de La última seducción ofrecen una perspectiva del mundo
femenino en que aparece acechado por numerosos peligros, sean internos,
dada la inestabilidad de una conciencia que se lastima a sí misma, o externos,
por la posibilidad constante de una agresión. En el cuento “Aurora imposible”,
el temor a la agresión se concreta finalmente cuando la presencia de un hom-
bre desconocido le descubre a la protagonista su condición vulnerable de mujer.
La seducción del suicidio, así como la violencia potencial y real del hombre se
concretan de manera magistral en el cuento “La fotografía”, donde también
están presentes las preocupaciones sociales por el mundo violento de la mar-
ginalidad, que multiplica los peligros.
La obra de Linda Berrón, en su aspecto de práctica social, ha sido quizás
de las más coherentes y consecuentes, pues demuestra que una vida puede
corresponder con la perspectiva de su discurso y de su producción creativa.
Ella, como pocas escritoras, ofreció durante un tiempo considerable, espacios
para que otras mujeres tuvieran posibilidad de manifestarse literariamente.

Anacristina Rossi (1952): hombres y mujeres en la pareja


Ana Cristina Rossi sorprendió a los lectores del mundo literario costarri-
cense por la calidad y atrevimiento de su novela María la noche (1985), pero
recibió la respuesta usual que ofrece esta cultura a quienes desafían: indife-
rencia y silencio, a pesar del Premio nacional de novela que recibe ese año.

28 “Después empecé a escribir lo que inicialmente era un cuento sobre un don juan criollo,
un conquistador que, al llegar a los cuarenta y ver cómo se le ha ido la vida y las
numerosas conquistas, decide hacer en adelante un expediente de cada nueva mujer que
conquiste, para que al menos quede un testimonio, algo para siempre. Ese cuento se
convirtió, después de un año y medio de febril y alegre productividad, en una novela...
que fue publicada por EDUCA en 1989”.
29 Sobre este libro dice Linda Berrón: “(...) La cigarra autista. Mandé esta colección al
Premio Internacional de Narrativa de Mujeres, en España, y ganó el premio. En Madrid,
en la editorial Horas y Horas, salió publicada una selección en una antología titulada
Todo va de cuentos. En Costa Rica, me llamaron de la editorial de la Universidad Estatal
a Distancia para decirme que lo querían publicar. Así fue cómo La cigarra autista salió en
la colección Vieja y nueva narrativa costarricense, con el número 9, el año 1992”.
30 “(...) Relatos del desamor. En esa colección aparece un cuento mío cuyo tema de fondo
son las mafias que se dedican a la trata de blancas en Europa. Se titula “Corazón sin
Caribe”, que ha sido publicado en un suplemento cultural de Valencia y ha recibido muy
buenas críticas”.

396
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Realmente, la fábula resulta poco usual: amor triangular, celebración de una


sexualidad femenina que no se retiene ante convencionalismos y trabajo con
la estética de lo extraño, que mezcla magia y realidad.
Sus cuentos retoman en cierto modo algunos de estos temas y suman a
ellos la preocupación política – la autora es también una conocida ensayista,
que se pronuncia ante los asuntos claves de la vida social costarricense – y
buscan examinar con tono satírico los desencuentros de la vida de las parejas.
Varios cuentos de su libro Situaciones Conyugales 31 han sido traducidos al
inglés y al francés y aparecido en antologías y revistas de Estados Unidos,
Francia y América Central, región donde su trabajo se hace visible en las dos
últimas décadas, puesto que durante mucho tiempo radicó en Europa.
No hay en los cuentos de Anacristina Rossi una intención explícita y
detenida de perspectiva feminista. La búsqueda de libertad de la mujer es un
proceso que se implica en los conflictos planteados y en sus soluciones, como
es claro en el cuento titulado “Una historia corriente”, donde la insatisfacción
erótica de una mujer y su frigidez en el matrimonio encuentran cura en la
diestra disposición de un amante, al que la protagonista agradece y dice adiós,
por su falta de compromiso en otros órdenes.
Anacristina Rossi parece sentirse más cómoda en su papel de novelista
que de cuentista, si nos atenemos a la cantidad de producciones. En novela, a
María la noche, ha seguido La loca de Gandoca (1991), Limón Blues
(2002) y Limón Reggae (2007), las dos últimas de interés histórico y de rei-
vindicación del espacio geográfico y social de la costa Caribe centroamerica-
na, así como de la etnia afrodescendiente.

Dorelia Barahona (1959) y el trato irónico de las cuestiones de


género
La narrativa de Dorelia Barahona, sensible a los lenguajes de la teleno-
vela, la novela rosa y otros géneros populares, como la canción radial, ofrece
una mirada irónica y trata con cierto humor los asuntos de género. Este gesto
desproblematizado ante reivindicaciones de trascendencia parece ser común
a la última promoción de escritores costarricenses, si no centroamericanos,
bajo los influjos probablemente de la postmodernidad y de la cultura mediáti-
ca. El rechazo a la ubicación en una literatura de género, sea femenina o
feminista, es claro, en por ejemplo, Jacinta Escudos, una destacada escritora

31 Editorial REI (Red Editorial Iberoamericana), Costa Rica, San José 1993. Más sobre esta
autora en http://www.inamu.go.cr/nuestrasHuellas/GaleriaCultural/Novela/
Ana_Rossi.htm.

397
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

salvadoreña contemporánea, así como en varias de las poetas de las promo-


ciones más recientes.
Dorelia Barahona, además de novelista, es cuentista y poeta. Dos textos
publicados en Relatos de mujeres. Antología de narradoras de Costa Rica
dan cuenta de sus intenciones y propuestas en este campo. En el cuento
titulado “La señorita Florencia”, por ejemplo, describe una especie de pitoni-
sa, como la llama la voz narrativa, que es benefactora de los enfermos y
aparece revestida con todos los amaneramientos de un género femenino visto
con perspectiva convencional; finalmente, resulta ser un travesti, sólo descu-
bierto en su lecho de muerte.
El tema del travestismo lleva a sus extremos la reflexión sobre los pape-
les de género. Estas perspectivas ya no se atienen a la reivindicación de la
mujer como género subordinado, sino que muestran otras relegaciones y
marginalidades que cuestionan la existencia misma de los géneros, entendidos
como papeles fijos respecto a los sexos biológicos, en la lógica del cuestiona-
miento “queer”.
Por otra parte, en el cuento “Carro grande, hombre grande” la autora
echa una mirada sarcástica y denunciante sobre las marcas de masculinidad
que exige el mundo marcado por la lógica del capital, y la ética, valores y
pautas del mercado y del empresa: un hombre grande debe poseer muchas y
valiosas posesiones.
A pesar de lo dicho, esta autora ha publicado un libro cuentos en que ese
toma posición sobre asuntos de género, aunque bajo la mirada relativizadora
de la ironía: Noche de Bodas (1991), cuya aparición y temática es explicaba
en el contexto de esos años, sensibles a esta perspectiva. De este libro opina
Rodrigo Soto, también cuentista costarricense:
Incómodos. Inteligentes. Y pulidos como cristal de roca. Eso
es lo que digo de estos relatos. El sentimiento de incomodi-
dad que genera la lectura de “Noche de Bodas”, ha produci-
do, lo que llamaré a falta de mejores palabras, “ambigüedad
moral”.
A primera vista, se diría que en los relatos que integran este
volumen, las fronteras entre el bien y el mal no aparecen
claramente definidas. Luego, uno comprende que esto suce-
de simple y llanamente porque el bien, el Bien –ojalá, con
magníficas y relucientes mayúsculas–no aparece por ningu-
na parte.
En el mundo de los personajes que habitan este libro, todo
vale, todo está permitido: nadie duda de utilizar a los demás
para sus fines, de instrumentalizar a los otros, de juguetear

398
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

con ellos, como lo hace un gato con el ratón, antes de dar el


zarpazo definitivo. Es un mundo determinado casi exclusiva-
mente por relaciones de poder y sumisión, en el que el amor,
la amistad, la fraternidad y todas las cosas amables, nobles o
reconfortantes, se desdibujan o han desaparecido. De esta
forma, Dorelia nos obliga a ser cómplices de lunáticos, pede-
rastas y asesinos...32.

Dorelia Barahona ha publicado también otra colección de cuen-


tos, La Señorita Florencia (2003).
El trabajo de Dorelia Barahona como novelista le da un lugar destacado
entre las escritoras costarricenses contemporáneas, no sólo por sus abordajes
poco comunes, donde el humor y la ironía ocupan un espacio especial, y por su
abundante producción, sino porque se atreve a la experimentación formal,
busca nuevas estrategias de producción y desdibuja algunas sacralidades has-
ta hace no mucho intocables, sobre todo por manos de mujer. Entre sus nove-
las se encuentran: De qué manera te olvido (1989), Retrato de mujer en
terraza (1995), La Edad del Deseo (1996), Los Deseos del Mundo (2006)
y La ruta de las esferas (2008).

Conclusiones
De modo claramente pionero en el contexto centroamericano, un grupo
de narradoras costarricenses ha mostrado una clara disposición a la ruptura y
ha procurado, contra todos los riesgos, afirmar su intención de búsqueda más
allá de las convenciones, para lo cual ha tenido que vencer, en primer lugar, los
límites de lo que ha sido el papel subyugado de las mujeres, hecho que pasó
inadvertido a la gran mayoría de los pensadores consagrados por la tradición
androcéntrica hasta hace pocas décadas. Esta labor fue muy riesgosa para
las escritoras de la primera mitad del siglo XX, todavía difícil para las de la
segunda mitad y casi esperable y obligada para las de este siglo. En lo que
refiere a género (sexo) en el presente, cuando las direcciones del postfeminis-
mo y los giros neoconservadores atenúan las denuncias que se habían suscita-
do en las tres últimas décadas, la posibilidad de que las cuentistas más jóvenes
olviden esta historia de resistencia está latente y a veces, es manifiesta.
Las rupturas estéticas frente al género literario, no corresponden nece-
sariamente con posiciones novedosas en el orden de las ideas y los valores.
Puede ocurrir que la búsqueda experimental permita recubrir posiciones con-
32 R. SOTO, “La perversa moralista: un vistazo a los cuentos de Dorelia Barahona”, http:/
/www.doreliabarahona.com/html/libros_noche_bodas.html.

399
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

vencionales y hasta retardatarias. Un cierto aristocratismo sustenta a veces


estas prácticas. Existen también, y son las que marcan más la vida cultural,
las rupturas propositivas en varios sentidos. Entre las cuentistas costarricen-
ses se ha procurado en general más rupturas en el orden de los valores socia-
les de la moral asociada al género (sexo) que respecto al género literario.
Si partimos de las antologías y libros publicados, se diría que en Costa
Rica queda pendiente la recopilación y análisis del cuento testimonial de mu-
jeres (relatos de cárcel, de exilio, de represión...), importante en la alta Cen-
troamérica, esto es, en la zona norte del istmo, sobre todo en el período inme-
diatamente anterior, esto es, entre 1980 y el 2000, aproximadamente.
También se requiere que la crítica local se atreva a hablar sobre los desa-
fíos de estas autoras y logre valorarlos, como corresponda. Todo parece indi-
car que no existe en la crítica interna (al contrario de la internacional) el
atrevimiento y el valor necesarios para abordar esta cuentística de ruptura,
haciendo una labor semejante a la que procuran las narradoras: hablar de lo
silenciado, de lo prohibido, de lo no permitido en la palabra, aunque ocurra
todos los días en los ámbitos privados y públicos, de manera reiterada sin
consecuencias.
Un aspecto algo desdeñado del análisis literario en general y del cuento
en particular es la dimensión autobiográfica, más presente en unos que en
otros, pero siempre de interés para la construcción de las microhistorias so-
ciales y el lugar del texto en ellas. También hay una tendencia a circunscribir-
se a un canon selecto que olvida a narradoras de grupos sociales excluidos de
la tradición letrada.
Para concluir, un último comentario que merece más reflexión: en el con-
junto de textos de referencia de este estudio se observa que la búsqueda
reivindicativa de género se encuentra a veces limitada por la condición de
clase de la autora, puesto que en su mayoría las cuentistas provienen de los
sectores más favorecidos. Es de esperar, aunque no siempre ocurre, que ellas
puedan saltar por sobre las propias limitaciones de clase social, como lo hicie-
ron algunas de las escritoras del pasado, y avancen en la mostración de la
diversidad social, en todas sus complejidades, y de cuanto hace del ser huma-
no ir más allá de la condición de simple creyente o repetidor (a) de dogmas,
sean morales, literarios u otros, que constriñen la felicidad, perpetúan las des-
igualdades y limitan la imaginación.

400
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Monserrat Sagot Rodríguez (1959)

Nacida en Costa Rica, es Doctora en Sociología, con especialidad en


Sociología del Género de The American University, Washington DC,
Maestría en esta misma disciplina de la Universidad de Costa Rica y
egresada de la Licenciatura en Antropología de esta misma casa de
estudios. Entre sus libros se encuentran: Femicidio en Costa Rica
1990-1999 (2000), Ruta Crítica de las Mujeres Afectadas por la
Violencia Intrafamiliar en América Latina: Estudios de caso de
10 países (2000). Entre otros ensayos: El femicidio como necropolí-
tica en Centroamérica (2013).

Los Límites de las Reformas: Violencia contra las Mujeres y Po-


líticas Públicas en América Latina 1
Aunque las mujeres siempre se han resistido a la violencia sexista en
forma individual, e incluso se han atrevido a denunciarlo públicamente, (en
Costa Rica hay ejemplos de denuncias por violencia doméstica, incesto y
violación desde los siglos XVIII y XIX) 2 antes de 1970 eran muy pocos los
que hablaban de mujeres maltratadas, abusadas o víctimas de incesto. La
mayoría de las personas, tanto de la Sociedad Civil, como de la academia y de
los gobiernos, no pensaba que estas situaciones afectaran a un número signi-
ficativo de mujeres como para considerarlo un problema grave o digno de
atención. Sin embargo, en un proceso que originalmente fue de comunicación
personal de mujer a mujer, se empieza a hablar del asunto, a organizar los
primeros grupos y a hacer las primeras investigaciones.
Gracias a estas nuevas iniciativas la violencia contra las mujeres ha sido
reconocida durante las últimas décadas como un problema social de grandes
dimensiones. A pesar de los avances en la visibilización del problema, en la
provisión de servicios para las afectadas y en la aprobación de tratados inter-
nacionales, legislación nacional y políticas públicas, este tipo de violencia si-
gue causando más muertes y daños en las mujeres de 15 a 44 años que la
malaria, el sida o la guerra (Carcedo y Zamora, 1999; World Health Organiza-
tion, 2005).

1 http//:www.redalyc.org/articulo.ao?id=15312721004
2 Datos revelados en las investigaciones de la historiadora Eugenia Rodríguez (2006 y
2000), tales como Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica (1800-1950) e Hijas,
novias y esposas. Familia, matrimonio y violencia doméstica en el Valle Central de
Costa Rica (1750-1850).

401
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Diversos estudios han mostrado que la violencia contra las mujeres es un


problema social de gran magnitud, producto de una organización social es-
tructurada sobre la base de la desigualdad de género, que afecta sistemática-
mente a millones de mujeres en todo el mundo (Heise, Pitanguy y Germain,
1994; Ellsberg, et ál., 1996; Carcedo y Zamora, 1999; Kennedy, 1999, Sagot y
Carcedo, 2000; Johnson, et ál., 2008). Una forma endémica de este tipo de
violencia es el abuso de las mujeres por parte de su pareja. Según investiga-
ciones realizadas en América Latina, entre un cuarto y más de la mitad de las
mujeres reportan haber sido maltratadas en algún momento por sus parejas
(Heise, Pitanguy y Germain, 1994; Johns Hopkins University-CHANGE , 1999;
United Nations, 2000; Güezmes, Palomino y Ramos, 2002; Sagot, 2004). En
Costa Rica, los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia Contra las
Mujeres, mostraron que el 58% de las mujeres había experimentado, al me-
nos, un incidente de violencia física o sexual desde los 16 años y que, en la
mayoría de las ocasiones, esa violencia había sido ejercida por un hombre
cercano (Sagot, 2004).
La violencia contra las mujeres es un componente estructural del sistema
de opresión de género. El uso de la violencia es no sólo uno de los medios más
efectivos para controlar a las mujeres, sino también una de las expresiones
más brutales y explícitas de la dominación y la subordinación. La posición de
mujeres y hombres se organiza como una jerarquía en la que los hombres
tienen control sobre los principales recursos de la sociedad y sobre las muje-
res. Existen numerosos soportes ideológicos, morales, políticos, económicos y
legales para el ejercicio de la autoridad de los varones sobre las mujeres.
Aunque estos soportes varían histórica y culturalmente, el uso de la violencia
constituye una de las formas más predominantes y generalizadas que ayudan
al ejercicio de esa autoridad.
Como lo afirman Rebecca y Russell Dobash (1979), si bien el derecho
legal de los hombres a ejercer violencia contra las mujeres ya no es explícita-
mente reconocido en la mayoría de las sociedades occidentales, el legado de
leyes antiguas y de prácticas sociales abiertamente aprobadas continúan ge-
nerando las condiciones que permiten la existencia generalizada de este tipo
de violencia. Aunque las leyes ya no brindan un apoyo explícito a esta prácti-
ca, la inacción, la indiferencia, las políticas y procedimientos contradictorios
de las instituciones sociales continúan reflejando el ideal de la posición subor-
dinada de las mujeres y el derecho de los hombres a dominar y controlar,
hasta haciendo uso de la violencia. Asimismo, la histórica inacción estatal en
este terreno refleja la concepción de que ciertos aspectos de la vida social, en
particular los que se configuran dentro del hogar o en el ámbito denominado
“privado”, deben estar fuera del control del Estado.

402
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Lo anterior es el resultado de ancestrales concepciones que se remontan


a Aristóteles, cuya teoría de la justicia relegaba a las mujeres a la esfera del
hogar, un lugar ocupado por personas que no eran iguales a los hombres libres,
aquellos que podían participar activamente en la justicia política. De hecho
toda la teoría política occidental y consecuentemente la configuración de las
instituciones sociales ha estado influenciada por estas concepciones que con-
sideran a la mitad de la humanidad —o la cuasi-humanidad, es decir a las
mujeres— como encargadas de áreas de la vida definidas como fuera del
ámbito de la justicia (Moller Okin, 1989).
Por otra parte, en las sociedades occidentales las ideas de paz y seguri-
dad están fuertemente asociadas con la institución de la familia, tanto que
algunos pensadores conservadores, como Talcott Parsons (1976), le han lla-
mado “el paraíso en un mundo sin alma”. Como consecuencia, ha sido y es
todavía difícil aceptar el hecho de que la mayoría de las violaciones a los
derechos humanos de las mujeres tienen lugar dentro del hogar o en el con-
texto de las relaciones cercanas. Pero la verdad es que para las mujeres, la
familia es el grupo social más violento y el hogar el lugar más peligroso. De
hecho, la Encuesta Nacional de Violencia Contra las Mujeres de Costa Rica
demostró que los hombres con quienes las mujeres tienen relaciones familia-
res, de afinidad o convivencia cometen más del 65% de los actos de violencia.
Asimismo, se comprobó la peligrosidad del ámbito “privado” ya que es en el
hogar donde ocurren más del 80% de los incidentes de violencia, principal-
mente los perpetrados por compañeros íntimos, así como la mayoría de los
asesinatos de mujeres o femicidios (Sagot, 2004; Carcedo y Sagot, 2002; Pola,
2002).
Desde esa perspectiva, la violencia basada en la inequidad de género es
un elemento central que ayuda a comprender la condición social de las muje-
res. La presencia o amenaza real de violencia cotidiana ilustran cómo la opre-
sión y la desigualdad colocan a las mujeres en una posición de gran vulnerabi-
lidad. La violencia contra las mujeres es de hecho la piedra angular de la
dominación de género. Como lo plantea Lori Heise: “esta violencia no es
casual, el factor de riesgo es ser mujer. Las víctimas son elegidas por su
género. El mensaje es dominación: confórmate con tu lugar” (Heise, citada
por Bunch, 1991: 8).
Ha sido el movimiento de mujeres y en particular el movimiento feminis-
ta, el que, desde la década de los años 70, inició la visibilización de esta violen-
cia como un problema social y político. Existe una voluminosa producción
teórica y empírica que demuestra que la puesta en la agenda pública de esta
problemática y la consecuente aprobación de legislación y políticas públicas
para enfrentarla es el resultado directo de las acciones del movimiento femi-

403
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nista (Pleck, 1987; Gordon, 1988; Sullivan, 1994; Sagot y Carcedo, 2000; Car-
cedo y Molina, 2003; Lazarus-Black, 2003; Weldon, 2004; MacDowell San-
tos, 2004). Se inicia así un proceso para tratar de romper con el mito de que
esta forma de violencia es un asunto “privado” y hasta normal dentro de la
dinámica familiar y humana, por lo que debe mantenerse fuera de los alcan-
ces de la justicia y de la intervención del Estado. Por medio de argumentos,
presentación de testimonios y resultados de investigación, manifestaciones y
otras intervenciones expresivas, el movimiento feminista logró sacar el pro-
blema a la luz, con lo que contribuyó, además, a mostrar que la dicotomía
entre lo público y lo privado, y entre lo personal y lo político es artificial, y
consecuentemente, abrió el camino para que se plantearan demandas concre-
tas de intervención estatal.

Haciendo visible lo ignorado: los aportes del movimiento femi-


nista
La violencia contra las mujeres, como un problema de gran magnitud y
graves consecuencias, comenzó a ser puesto en la palestra pública y a ser
denunciado por el movimiento feminista en América Latina en la década de
los años 80. Durante toda la década, aunque con diferentes ritmos, las organi-
zaciones feministas de los distintos países de la región realizaron campañas de
denuncia y sensibilización, elaboraron propuestas de legislación y políticas
públicas e iniciaron la apertura de programas de atención3.
En los primeros años de la década de los 90 se crean, en casi todos los
países, redes nacionales contra la violencia hacia las mujeres, conformadas
principalmente por organizaciones feministas, organismos no gubernamenta-
les y mujeres independientes vinculadas a esta problemática. En aquellos paí-
ses en que no se han constituido redes, se han generado articulaciones espe-
cíficas para realizar acciones y conmemorar el 25 de noviembre, Día Interna-
cional de la No Violencia contra las Mujeres 4.
Estos hitos latinoamericanos tienen como antecedentes internacionales a
la segunda Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer (1980),
donde se adopta la resolución titulada “La mujer maltratada y la violencia en

3 El primer programa de esta naturaleza fue la Casa Protegida “Julia Burgos” abierta en
Puerto Rico en 1979.
4 La fecha fue elegida en conmemoración del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas
Mirabal (las Mariposas), activistas políticas de la República Dominicana, por orden del
dictador Rafael L. Trujillo (1930-1961). Siguiendo la conmemoración instaurada por el
movimiento feminista, en diciembre de 1999, la 54ª sesión de la Asamblea General de las
Naciones Unidas adoptó la Resolución 54/134 en la que declaró el 25 de noviembre Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

404
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la familia” y el proceso que llevó a la aprobación de la Convención para la


Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CE-
DAW), principal instrumento jurídico a escala internacional para promover la
igualdad de las mujeres.
En el ámbito gubernamental, la acción para erradicar la violencia contra
las mujeres era todavía incipiente en este período. Parte importante de los
países de la región se encontraba bajo dictaduras militares o situaciones de
conflictos armados o estaban apenas saliendo de ellas. Por esto, las oportuni-
dades que ofrecía el contexto político para incorporar este tema en las agen-
das de los gobiernos eran difíciles y, en algunos casos, claramente adversas.
Las primeras legislaciones en la materia fueron promulgadas en Puerto Rico
en 1988 y 1989 (Leyes sobre el hostigamiento sexual en el trabajo y sobre
violencia doméstica en la pareja). Asimismo, en Brasil, en 1988 se incluyó en
la Constitución Federal una provisión con la cual el Estado se comprometía a
crear mecanismos para cohibir la violencia en el ámbito de las relaciones
familiares. En este mismo país, desde 1985, se crearon las Delegaciones de la
Mujer, al igual que ocurrió en Perú y Argentina en 1988 (Isis Internacional,
2002; Debert, 2006).
Un elemento fundamental utilizado por el movimiento feminista en este
proceso fue la ubicación de la violencia contra las mujeres como un problema
de poder, es decir producto de un sistema estructural de opresión de género.
Si bien la relación entre violencia y poder ha sido planteada en diversas oca-
siones por las Ciencias Sociales, esta fue, quizá, la ocasión en que resultó más
difícil hacerlo ya que existían numerosos elementos que primero ocultaban y
después justificaban los comportamientos agresivos de los hombres hacia las
mujeres (causas innatas o biológicas, drogas, alcohol, pobreza, provocación
de las mujeres, masoquismo de las mujeres, etc.). Un hilo conductor de este
proceso fue el relacionar la violencia contra las mujeres con la subordinación
de género que existe en todas las sociedades. En ese sentido, desde el movi-
miento feminista se afirma que esta violencia no es casual ni coyuntural, y se
realiza un análisis de las diferentes instituciones y prácticas sociales como
reflejo de esta manifestación por excelencia de la dominación masculina. Como
lo expresa Ana Carcedo:
Hemos hablado de las leyes hechas por los hombres para
mantener su dominación de género; de la policía como guar-
diana de ese orden patriarcal; de las instituciones estatales
insensibles al dolor y las necesidades de las mujeres maltra-
tadas; de la educación que acuña hombres agresores y muje-
res desempoderadas; de las iglesias con sus discursos de

405
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

perdón; de la moral judeocristiana de culpa y renuncia a la


felicidad en este mundo... Y también de la estructura de pro-
piedad y crédito que coloca los recursos económicos en ma-
nos masculinas; de la estructura política formal que excluye
a las mujeres... y de las costumbres y tradiciones que son
prácticas estereotipadas, ritos de mantenimiento del orden
establecido entre géneros (Carcedo y Molina, 2003: 7).
El movimiento feminista también ha contribuido a comprender que si bien
la socialización de género fomenta y propicia la agresión contra las mujeres,
esta no es su causa de fondo ya este proceso no ocurre en el vacío. El tras-
fondo del proceso de socialización genérica es una estructura social de inequi-
dad y opresión. El objetivo central de la socialización es obligar a las personas
a adaptarse a las normas de su sociedad y, esta sociedad está estructurada
con base en la desigualdad y la opresión de género. En ese sentido, el proceso
de socialización de género reproduce y justifica en cada individuo esas jerar-
quías, principalmente la jerarquía entre los sexos, y los patrones de domina-
ción y opresión institucionalizada existentes, ya que la transmisión de la ideo-
logía de la opresión es el elemento central de la socialización (Sagot, 1994).
Por otra parte, el movimiento feminista latinoamericano también ha plan-
teado este problema como una negación de derechos ciudadanos, de seguri-
dad pública y de exclusión social. En ese sentido, la violencia contra las muje-
res ha sido concebida como un asunto de justicia. Es decir, no como un proble-
ma individual, privado, familiar o relacional, sino como un problema público,
estrechamente vinculado con la ciudadanía, esto es, con la distribución social
de los derechos y deberes, de las cargas y los beneficios, donde las mujeres,
en particular las abusadas, se encuentran en una situación de negación de sus
derechos y beneficios.
Las feministas han demandado de las instituciones sociales y políticas de
sus países una concepción amplia de justicia social que permita la construc-
ción de una sociedad que contenga y sustente las condiciones sociales nece-
sarias para que todos sus miembros, según su condición particular, desarrollen
y ejerzan sus capacidades, expresen sus experiencias y participen en la deter-
minación de sus condiciones de vida. No se hace referencia a un concepto de
justicia universalizante, sino a uno que tome en cuenta las particularidades y
las diferencias que las jerarquías sociales y sexuales producen en los indivi-
duos y que determinan su acceso diferenciado a los recursos materiales y
simbólicos de la sociedad. En ese sentido, se ha demandado una “generiza-
ción” del Estado (Lazarus-Black, 2003); es decir, un Estado que explícita-
mente reconozca que algunos ciudadanos son hombres y otras son mujeres, y

406
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

un cambio en las relaciones de poder para garantizar a las mujeres control


sobre los recursos materiales y simbólicos de la sociedad y sobre sus propios
cuerpos, lo que significa control sobre su propia vida.
El empoderamiento y la garantía de una ciudadanía activa para las muje-
res y todos los grupos excluidos son procesos íntimamente interconectados.
El empoderamiento se relaciona, antes que nada, con el cambio en las relacio-
nes de poder a favor de aquellos que tienen poco control sobre sus condicio-
nes de vida. La ciudadanía, a su vez, puede ser definida como el derecho
creciente a tener derechos universales y particulares. El proceso de empode-
ramiento implicaría entonces el derecho a tener control sobre los recursos
(económicos, físicos, intelectuales, etc.) y sobre el propio ser, y el derecho a
tener control y participación en los procesos ideológicos y políticos (produc-
ción del conocimiento, construcción de valores, toma de decisiones, etc.).
Desde la anterior perspectiva, según el pensamiento feminista, la violen-
cia contra las mujeres implica una negación de derechos ciudadanos para las
mujeres, lo que las coloca en una situación de desempoderamiento y exclusión
social. En ese sentido, la erradicación de la violencia implicaría un cambio en
las relaciones de poder que inciden tanto en lo personal como en lo colectivo.
Contrario entonces al discurso liberal, el feminismo argumenta que la violen-
cia contra las mujeres ilustra claramente cómo la construcción de ciudadanía
está estrechamente vinculada con el derecho a tener control sobre la vida
personal y el propio cuerpo, y no sólo con la garantía de derechos civiles,
económicos o sociales. No hay ciudadanía cuando no se tiene poder indivi-
dual, pero tampoco hay ciudadanía cuando como grupo social no se participa
en la toma de decisiones y la definición de los destinos de la sociedad.
Desde la reflexión feminista también se ha establecido la relación entre
los distintos tipos de violencia, desde la psicológica o emocional hasta la polí-
tica. Se ha planteado, además, la similitud en sus causas, es decir, un sistema
social estructurado sobre la base de las jerarquías, la desigualdad y la opre-
sión. Se ha demostrado cómo, hasta en las guerras, las mujeres siempre llevan
la peor parte, aunque no participen directamente en las batallas. En los con-
flictos bélicos, las mujeres, como civiles, tienen más posibilidades de morir que
los soldados. Con las nuevas tecnologías de guerra, cada vez más letales y
eficientes, la población civil corre mayor riesgo (Lorentzen y Turpin, 1998).
De hecho, las muertes de civiles en las guerras han ido aumentado, y
para los años 90, la población civil ya aportaba el 90% de las muertes en estos
conflictos. Las mujeres, las niñas y los niños constituyen la vasta mayoría de
las víctimas (United Nations, 2000). Asimismo, la violación contra las mujeres
es un arma usada sistemáticamente por los perpetradores de las masacres.

407
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Igualmente, las mujeres son violadas en los campamentos de refugiados o en


los procesos de desplazamiento y son sometidas a la explotación sexual y
otras formas de abuso en los períodos bélicos.
Dadas las situaciones de conflicto social y político de gran envergadura y
de violación sistemática a los Derechos Humanos que se vivieron en la región,
algunas organizaciones del movimiento feminista de Centroamérica desarro-
llaron su planteamiento de que los procesos de paz y democratización necesi-
tan garantizar una vida libre de violencia y abuso de poder a toda la población,
sin importar el espacio donde se ejerza esa violencia o quienes sean los perpe-
tradores. Como lo han expresado algunas feministas, fundadoras del movi-
miento por la no violencia contra las mujeres, era importante posicionar esa
concepción:
Máxime cuando en la vida cotidiana todas las formas de vio-
lencia están profundamente entrelazadas, siendo en ocasio-
nes los mismos agresores, en el ejercicio de los diversos po-
deres que administran, quienes practican esas diversas for-
mas de violencia (Carcedo y Verbaken, 1992: 12).
De esta manera, frente a las propuestas y firmas de acuerdos de paz en
Centroamérica las organizaciones feministas plantearon que no podía haber
paz si esta no comenzaba en casa. Un lema similar ya había sido usado por las
chilenas cuando, en su lucha contra la dictadura de Pinochet, demandaron
“democracia en la calle y en la casa”.
En la década de los años 90 el movimiento feminista consiguió algunas de
sus más relevantes conquistas, ya que logró colocar la violencia contra las
mujeres en la agenda mundial y trasladó parte de sus concepciones a declara-
ciones internacionales. Después de varias resoluciones de las Naciones Uni-
das y de la Organización de Estados Americanos, en la Conferencia Mundial
de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos (Viena, 1993) se logró crista-
lizar un consenso político de que las diversas formas de violencia contra las
mujeres, tanto las que ocurrían en el marco de conflictos armados y otros
escenarios públicos, como las que ocurrían en la vida privada, debían ser
conceptualizadas como violaciones flagrantes a los derechos humanos (Sulli-
van, 1994).
En nuestro continente, como resultado también de la acción feminista, en
1993 la Organización Panamericana de la Salud declaró la violencia contra las
mujeres como un problema de salud pública y en 1994 la Organización de
Estados Americanos aprobó la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Convención de Belém
do Pará), la que tiene un carácter vinculante para los Estados parte. Asimis-

408
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mo, en la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer (Beijing,


1995), a raíz de la propuesta de las latinoamericanas, se incluyó la violencia
contra las mujeres como uno de los doce puntos de la Plataforma de Acción.
Estos instrumentos y declaraciones internacionales le han sido de gran
utilidad al movimiento feminista para demandar acciones particulares en cada
país, argumentando la responsabilidad que le compete a los Estados, tanto por
acción como por omisión (Isis Internacional, 2002). Como consecuencia, en la
década de los años 90 todos los países del continente, a excepción de Estados
Unidos, ratificaron la Convención de Belém do Pará y aprobaron legislación y
políticas públicas relativas a algunas formas de violencia, en particular la in-
trafamiliar. También se han desarrollado planes nacionales para abordar la
violencia, proyectos de investigación, programas académicos y programas de
capacitación para personal de las instituciones públicas y privadas. Asimismo,
se han multiplicado las propuestas de atención, así como la creación de comi-
sarías de la mujer y albergues para mujeres maltratadas, en algunos países.
Se ha producido también un avance significativo en términos de la conceptua-
lización y aclaración de lo que se entiende por violencia contra las mujeres, así
como en la tipificación de los actos violentos, dejando cada vez menos margen
a la interpretación subjetiva (Isis Internacional, 2002).
Como parte de los nuevos instrumentos desarrollados desde el feminis-
mo, se han planteado, además, algunos parámetros para valorar las leyes y
políticas en materia de violencia contra las mujeres. Algunos de estos pará-
metros son:
• La violencia debe ser abordada y conceptualizada como una mani-
festación de las relaciones desiguales de poder entre mujeres y hom-
bres.
• Las leyes, políticas y programas deben servir para empoderar a las
mujeres individual y colectivamente, y nunca para revictimizarlas.
• Las normas deben ser efectivas para enfrentar en la práctica la na-
turaleza y magnitud del problema, así como sus diversas manifesta-
ciones.
• En conjunto, las leyes y políticas deben contemplar todas las dimen-
siones señaladas por la Convención de Belém do Pará: la preven-
ción, la protección, la sanción y la reparación integral del daño (CE-
FEMINA, 2003).
Principales logros del movimiento feminista
En los últimos 20 años se ha experimentado un avance importante en
todos los países de la región. En términos de la legislación sobre violencia

409
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

contra las mujeres, a fines de los años ochenta sólo un país, Puerto Rico, había
legislado sobre esta materia. Para la mitad de la presente década, la mayor
parte de los países ha abordado la problemática de alguna manera, por medio
de la aprobación de normas específicas o modificando legislaciones anterio-
res. De hecho, varios países han adoptado también disposiciones constitucio-
nales relacionadas con el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia,
lo que reviste especial importancia si se considera que este es el instrumento
jurídico que enmarca el resto de la legislación nacional.
En relación con las normas específicas sobre violencia contra las muje-
res, según se planteó, estas revisten básicamente dos modalidades: leyes es-
peciales sobre la materia y modificación de los códigos penales. Las leyes
aprobadas son de dos tipos: las que establecen medidas de protección y las
que sancionan; es decir, que establecen procedimientos que pueden terminar
en la sanción del agresor. Por otra parte, en varios países se han modificado
los códigos penales para que expresamente se considere y sancione las diver-
sas manifestaciones de la violencia contra las mujeres.
Muchos de los países de la región han realizado también modificaciones
tendientes a normar, tipificar y sancionar la violencia sexual. De acuerdo con
Tamayo (2000), las modificaciones en este sentido han logrado que los delitos
sexuales dejen de ser tipificados como delitos contra el honor y las buenas
costumbres, y pasen a ser considerados como “delitos contra la integridad o la
libertad sexual”. Sin embargo, en algunos países, se conservan todavía nor-
mas legales que mantienen términos referidos a la honestidad de la mujer o
que establecen disposiciones para eximir de la pena al agresor si contrae
matrimonio con la víctima (Brasil, Nicaragua, Panamá y Uruguay).
Otra manifestación de la violencia sexual que ha sido incorporada en la
normativa de algunos países es el hostigamiento o acoso sexual. Algunas de
las modificaciones señaladas arriba incluyen y tipifican esta figura, tal es el
caso de República Dominicana, Honduras, Ecuador, Paraguay y El Salvador.
En cuanto a normativas específicas, Argentina sancionó en 1993 un Decreto
sobre acoso sexual en la Administración Pública y Costa Rica aprobó la Ley
contra el hostigamiento sexual en el empleo y la docencia (1995). A pesar de
estos importantes avances, es necesario destacar que esta figura no está
tipificada en muchos de los países de la región, lo que constituye un vacío legal
importante.
Así como existe un avance importante en términos normativos, también
lo hay en la elaboración e implementación de políticas públicas dirigidas a
abordar la problemática. La existencia de estas políticas se debe, en parte
importante, a la instalación de mecanismos nacionales para la protección y
ampliación de los derechos de las mujeres (ministerios, oficinas o institutos de

410
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la mujer), desde los que se ha impulsado la elaboración de políticas públicas,


tanto nacionales como sectoriales. En ese sentido, la mayor parte de los paí-
ses cuenta con alguna política, plan o programa nacional para hacer frente a
esta manifestación de la violencia. Además de las políticas nacionales señala-
das, en los distintos países de la región se han generado también algunas
políticas sectoriales, principalmente en el sector salud.
Estas políticas usualmente se ejecutan por medio de acciones conjuntas
entre los organismos coordinadores y las comisiones nacionales o sectoriales
creadas para tal efecto. En estas comisiones participan instituciones estata-
les, académicas y, en muchos casos, organizaciones de la sociedad civil, lo
que ha resultado en un interesante ejercicio de articulación de esfuerzos y
generación de estrategias de cogestión entre el Estado y la sociedad civil.
Esta articulación de esfuerzos ha generado también servicios de apoyo espe-
cíficos para las personas afectadas por la violencia, tales como las Comisarías
de la Mujer y centros de atención psicológica y legal. En unos pocos países se
han creado también albergues y casas refugio para mujeres maltratadas (Bo-
livia, Brasil, Ecuador, Panamá, Costa Rica). En el marco de estas políticas,
además de los servicios señalados, se han generado campañas de prevención
y sensibilización a la opinión pública, así como importantes acciones de capa-
citación a funcionarios y funcionarias públicas.
Por su parte, desde las organizaciones feministas y del movimiento de
mujeres en general se han llevado a cabo diversas campañas de sensibiliza-
ción frente a la problemática. Estas se han realizado principalmente alrededor
del día 25 de noviembre, utilizando distintos lemas y abordando aquellos te-
mas que surgen como relevantes para los países en determinados momentos.
En el caso de Costa Rica, durante varios años se utilizó esta fecha para de-
nunciar los asesinatos de mujeres y para demandar a la Asamblea Legislativa
la aprobación de la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres.
Estas campañas tienen diversos objetivos, como visibilizar y sensibilizar
frente a la violencia contra las mujeres, hacer interlocución con el Estado,
fiscalizar el cumplimiento de los compromisos nacionales e internacionales y
denunciar ante la comunidad local, nacional e internacional las violaciones a
los derechos humanos de las mujeres. De acuerdo con la evaluación de las
integrantes de la Red Latinoamericana y del Caribe contra la Violencia Do-
méstica y Sexual, los mayores éxitos de las campañas han sido la sensibiliza-
ción y visibilización de la problemática 5. Así, para el feminismo y el movi-
miento social de mujeres un importante avance en la última década fue la

5 Relatoría Taller de la Red Feminista Latinoamericana y del Caribe contra la violencia


doméstica y sexual. Propuestas para la Acción. Cancún, 8 de junio, 2001.

411
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

articulación de esfuerzos, tanto al interior de los países como en la región en


su conjunto, por medio de las campañas lideradas por las redes nacionales y
regionales, lo que permitió potenciar las acciones e incidir exitosamente en el
ámbito público.
Por otra parte, a partir de las reflexiones y acciones de las feministas en
la región se produjo también un avance teórico y político importante, así como
el desarrollo de metodologías y modelos de intervención integral, que conside-
ran las jerarquías y los factores económicos, sociales, culturales, legales y
psicológicos que están detrás de esta problemática. Se han realizado también
acciones de seguimiento, auditoría y evaluación de las normas legales aproba-
das y de las políticas ejecutadas, lo que ha permitido plantear modificaciones
y mejoras a las acciones llevadas a cabo desde el Estado. La producción de
conocimientos en la temática de la violencia sexista ha sido uno de los aportes
más relevantes de las feministas, facilitando la reflexión y las acciones que
permitieron posicionar esta problemática como una violación a los derechos
humanos y como un asunto de justicia. Asimismo, se ha avanzado en visibili-
zar otras dimensiones de la violencia, como el hostigamiento sexual, la situa-
ción de las mujeres bajo conflictos armados y recientemente los asesinatos de
mujeres o femicidios.
De esta forma, el movimiento feminista de la región se convirtió en un
vehículo para la ampliación de la democracia y produjo algunas rupturas en el
sistema de dominación patriarcal al permitir que las voces de las mujeres más
excluidas (las abusadas y violentadas) pudieran ser un instrumento de inspira-
ción y propuesta de reformas a los programas académicos, a las leyes y a las
políticas estatales. Es decir, como lo han planteado algunas autoras, la proble-
mática de la violencia contra las mujeres generó un discurso contra-hegemó-
nico que diseminó nuevos conceptos e ideas en la esfera pública y promovió
cambios y reformas en la agenda estatal (Marion, 2000; Weldon, 2004). En
ese sentido, más que otros discursos propios del repertorio feminista, el dis-
curso sobre la violencia contra las mujeres ha jugado un papel fundamental en
los esfuerzos por “politizar” el ámbito de lo privado.
Lo anterior fue posible porque el Estado no es un ente monolítico e instru-
mental, sino un conjunto diferenciado de instituciones, un territorio en disputa
que posee una autonomía relativa para la representación y reconstrucción de
las relaciones de género (MacDowell, 2004; Schild, 1998). La relación entre
el movimiento feminista y el Estado es dinámica, contradictoria y está deter-
minada por la coyuntura política e histórica (MacDowell, 2004; Molineaux,
2000). Es decir, como cualquier movimiento social que intenta introducir cam-
bios en la configuración del Estado y en la sociedad en su conjunto, el movi-
miento feminista tiene más posibilidades de incidir en los períodos y lugares

412
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

más progresistas y de mayor apertura democrática. En ese sentido, las opor-


tunidades para la incidencia feminista oscilan entre los momentos de cambio
liberador y receptividad por un lado, y los momentos de mayor conservaduris-
mo y represión, por otro (Lengermann y Brantley, 2000). Existe, además, una
tensión permanente entre las propuestas y visiones del movimiento feminista
y su capacidad de incidencia en los poderes establecidos. En otras palabras,
en el terreno de las transformaciones sociales relativas a la violencia contra
las mujeres, “no hay conquista definitiva ni avance sin contradicción” (Carce-
do, 2003).

Los retos, los peligros y las perspectivas futuras


La reconceptualización y posicionamiento de la violencia contra las mu-
jeres como un asunto de justicia, ciudadanía y de derechos humanos por parte
del movimiento feminista ha implicado importantes avances sociales. Sin em-
bargo, como ya se planteó, hay una tensión permanente entre los plantea-
mientos de cualquier movimiento social transformador y su incidencia en la
agenda pública. En otras palabras, a medida que las propuestas del movimien-
to feminista ganan aceptación social, corren el riesgo de perder su carácter
profundamente subversivo y transformador. De esta forma, las instituciones
empiezan a apropiarse del discurso y planteamientos feministas, pero a aco-
modarlos a su lógica e intereses (CEFEMINA, 2003; Carcedo, 2003).
Por otra parte, la aprobación de las normas y leyes en América Latina no
ha estado en consonancia con lo establecido en la Convención de Belém do
Pará; es decir, no se ha aprobado legislación específica de violencia contra las
mujeres, sino que se han aprobado leyes, normas y políticas relativas a la
violencia doméstica o intrafamiliar, donde el bien protegido es la familia en
abstracto y no sus integrantes, como personas con cuerpos específicos6. Ade-
más, el principal ámbito de acción de la nueva normativa es la prevención y la
atención; es decir, no todas las leyes tienen un carácter sancionador, lo que
implica la impunidad de la violencia y de quienes la ejercen. En general, la
penalización de la violencia contra las mujeres se contempla o aplica sólo
cuando la conducta violenta es de cierta gravedad y constituye un delito tipifi-
cado en los códigos penales.
Asimismo, las normas desconocen la especificidad de la violencia contra
las mujeres y las relaciones de poder desiguales entre los géneros que se
encuentran a la base del problema. Al ser planteadas como neutrales al géne-
ro, esta normativa no sólo oscurece las particularidades de la violencia contra

6 La excepción la representa Costa Rica al aprobar, en abril del 2007, la Ley de penalización
de la violencia contra las mujeres adultas (Ley 13874)

413
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

las mujeres, sino que, cada vez más, se revierten en contra de las propias
afectadas al ser usadas por los agresores como un instrumento más de mal-
trato7 y por las instituciones como un mecanismo de revictimización (CEFE-
MINA, 2003). En ese sentido, a pesar de lo reciente de estas legislaciones y
políticas, su aplicación ya ha demostrado sus deficiencias y carencias.
La resistencia de los estados y de las instituciones sociales para abordar
el problema específico de la violencia contra las mujeres se ve reflejada no
sólo en la naturaleza de las leyes y políticas aprobadas, sino también en la
forma en que operan las diferentes instancias encargadas de ofrecer servi-
cios. La mayoría de las instituciones estatales tiene un enfoque básicamente
asistencialista, desprovisto de una perspectiva de derechos y de una visión
articulada de proceso cuya meta sea la erradicación de la violencia. En estos
servicios se trata a las mujeres como “beneficiarias” o “necesitadas de ayu-
da” o “víctimas” a las que hay que atender o soportar como un favor y no
como ciudadanas con derechos, en particular a la protección, al debido proce-
so, a la integridad, a la justicia y a vivir libres de violencia.
La información recopilada en los distintos países apunta a que durante la
tramitación de procesos, los funcionarios y operadores de justicia incurren
con frecuencia en desempeños discriminatorios y sexistas, aplicando estereo-
tipos basados en el género y funcionando bajo concepciones tradicionales,
muchas veces, hasta forzando la conciliación entre las partes por encima de la
protección de los derechos humanos de las mujeres. Lo anterior se constituye
en un factor importante que causa severos problemas a las mujeres que inten-
tan acceder a la justicia ya que la misma legislación de varios países ha privi-
legiado los mecanismos de conciliación (Brasil, Chile, El Salvador, Honduras,
Perú, Ecuador y Venezuela), incluso fuera del ámbito judicial y sin considerar
las relaciones desiguales de poder.
Lo anterior se convierte, en la práctica, en una forma de descriminiliza-
ción de la violencia contra las mujeres y de desjudicialización de “asuntos”
que no se consideran lo suficientemente importantes como para ser tratados
directamente en el ámbito público de la justicia (Isis Internacional, 2002).
Como lo plantean investigadoras feministas de Ecuador, que han visto las
consecuencias de los procesos de conciliación:

7 Por ejemplo, se ha presentado el caso de agresores que, antes de que una mujer solicite
medidas de protección contra ellos, según lo establece la Ley de Violencia Doméstica de
Costa Rica, se adelantan y presentan una denuncia contra la mujer, utilizando la misma
ley. O de abusadores sexuales de niñas o niños que denuncian por violencia doméstica a
su compañera y solicitan medidas de protección en su contra, por lo que ella es la que
debe dejar la casa.

414
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Las salidas negociadas frente a la violencia debilitan la posi-


ción de las mujeres, quienes se ven forzadas a aceptar la
impunidad como punto de partida y posteriormente deben ol-
vidar y perdonar y, en ocasiones, incluso mantener el respeto
por el agresor (Organización Panamericana de la Salud, 1997:
90).
Asimismo, en muchos de los países de la región, persiste una tendencia a
minimizar los daños causados a las mujeres y a definir la conducta de los
agresores como una falta menor, o a proponer el tratamiento psicológico como
una pena alternativa.
Estas prácticas y concepciones institucionales ponen a las mujeres en
una situación de gran desventaja frente a los proveedores de los servicios, lo
que fomenta la impunidad y su revictimización por medio de la indiferencia, la
trivialización, los cuestionamientos y hasta la burla de la que muchas veces
son objeto (Sagot y Carcedo, 2000).
Adicionalmente, las leyes y políticas no han reconocido la diversidad de
mujeres y la multiplicidad de formas en que se manifiesta la violencia. En ese
sentido, las manifestaciones específicas con que la violencia afecta a las mu-
jeres de las diferentes clases sociales, edades, etnias, religiones, capacidades
u orientaciones sexuales no se ven reflejadas en los instrumentos legales exis-
tentes. Por ejemplo, la normativa que se dirige a la niñez y la adolescencia no
aborda la especificidad de género y existe una gran carencia de legislación y
programas para prevenir y atender la violencia sexual o el tráfico y la trata
con fines de explotación sexual (Claramunt, 2003). A la vez, en muchos países
de la región permanecen vigentes normas, como las que penalizan la interrup-
ción voluntaria del embarazo, que representan formas abiertas de violencia
contra las mujeres y contra su derecho a la autonomía y la autodeterminación.
Respecto a la violencia sexual, se observa que en la región no se han
tipificado sistemáticamente como delitos la violación conyugal o los ataques
sexuales violentos dentro del hogar. En muchos casos, el ataque sexual sigue
considerándose como un delito contra la moral y no como un delito violento
que atenta contra la integridad personal de la víctima. Asimismo, en la mayo-
ría de los ordenamientos jurídicos aún no se han tipificado como delitos los
hechos de violencia sexual en contextos específicos, como es el caso del
acoso sexual laboral, la violencia sexual en los espacios educativos, en los
establecimientos de salud o en centros penitenciarios.
Por su parte, las políticas públicas relativas a la violencia ocupan un lugar
marginal dentro de la política nacional. Estas políticas ni siquiera han sido
incorporadas en los planes nacionales de desarrollo, ni se asumen como polí-

415
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ticas de Estado; en ese sentido, tienen un carácter coyuntural y no represen-


tan compromisos nacionales de largo plazo. Por otra parte, estos planes tam-
poco cuentan con una adecuada asignación de recursos, ni con mecanismos
de monitoreo y evaluación que permitan medir si de verdad los países avanzan
hacia la meta de construir una sociedad que le garantice a las mujeres una
vida libre de violencia. Desde esa perspectiva, la capacidad de atención, la
cobertura y el número de servicios implementados, tanto desde la administra-
ción central como desde la local, son reducidos, no responden a la magnitud
del problema o a las necesidades reales de las mujeres afectadas, y muchas
veces dependen de la cooperación internacional. Lo anterior se traduce en
una relación de dependencia de los gobiernos, quienes aprovechan la tem-
poralidad del financiamiento para no dar seguimiento a las políticas y progra-
mas, y para no establecer compromisos de largo plazo.
Otra dificultad se relaciona con las limitaciones de financiamiento por las
que atraviesan las organizaciones de mujeres, particularmente aquellas de los
países en que se ha retirado gran parte de la cooperación internacional, como
Costa Rica, y donde una difícil relación con el Estado hace aún más compleja
la sustentabilidad de los programas existentes. Asimismo, en algunos países
(El Salvador, Nicaragua y Honduras), los fondos que antes se dirigían a la
atención de las mujeres ahora se están reasignando al tratamiento de agreso-
res, con lo que se sacrifica la seguridad de las mujeres en función de un
mecanismo que está lejos de demostrar su efectividad y que, más bien, tiende
a fomentar la impunidad y a presentar a los agresores como víctimas de una
violencia similar a la que sufren las mujeres.
La dinámica actual se da en un clima social mucho más conservador,
caracterizado por el surgimiento de grupos organizados, tanto de carácter
religioso como político, que intentan frenar los avances e incluso revertir los
logros alcanzados por el movimiento feminista en la ampliación de la ciudada-
nía de las mujeres. Desde esa perspectiva, la situación actual de las organiza-
ciones que luchan por enfrentar la violencia contra las mujeres puede ser leída
como un símbolo de las nuevas condiciones en las que las feministas tratan de
llevar adelante su agenda de transformación, pero se enfrentan a un Estado y
a una sociedad menos receptiva, influenciada cada vez más por el discurso y
la reacción organizada de grupos tradicionalistas que evocan el mantenimien-
to del orden de género (Sagot, 2006).
Desde la anterior perspectiva, es posible concluir que las relaciones del
movimiento feminista con la sociedad en este terreno son problemáticas y
están plagadas de contradicciones. Por un lado, se avanza en la incorporación
de las demandas del movimiento en la agenda estatal y social, pero por otro,

416
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

las propuestas feministas son vaciadas de su más importante aporte e instru-


mento de análisis: la concepción de la violencia contra las mujeres como un
asunto de poder, producto de una sociedad estructurada sobre la base de la
desigualdad y la opresión de género. De esta manera, los planteamientos radi-
cales y transformadores del movimiento feminista se “reciclan” en el Estado
y en las instituciones, y le son devueltos a la sociedad bajo la forma de leyes,
políticas o programas socialmente aceptables y no amenazantes para el orden
establecido. Muchas veces, entonces, en lugar de provocar transformaciones
sociales y culturales, los procesos de institucionalización de las demandas
feministas fomentan la cooptación de las propuestas y hasta del propio movi-
miento.
A pesar de lo anterior, la mayoría de las feministas y sus organizaciones
creen que es importante seguir luchando por la aprobación de programas,
leyes y políticas ya que son recursos que han abierto opciones para las muje-
res maltratadas, ampliado sus derechos ciudadanos, salvado muchas vidas y
contribuido a que se produzcan menos narraciones y representaciones falsifi-
cadas, parciales y perversas sobre la realidad social y las relaciones entre los
sexos (Carcedo y Molina, 2003; CEFEMINA, 2003; Sagot, 2002). Es impor-
tante reconocer, además, que a pesar de los problemas y contradicciones, de
los avances y retrocesos, los procesos de transformación social generalmente
se van construyendo día a día y estos cambios promovidos desde el movi-
miento feminista ya empiezan a configurar una nueva concepción y práctica
social sobre la violencia contra las mujeres, situación inimaginable hace 25
años.
Sin embargo, el objetivo del movimiento feminista no es y no puede ser
simplemente el luchar por mejores programas de atención, políticas o leyes. El
objetivo debe ser continuar con la lucha iniciada hace más de 200 años por la
construcción de una sociedad que les garantice a las mujeres su autonomía, su
bienestar y su integridad. Es decir, aun cuando de forma cotidiana se luche
por la aprobación de una ley, de una política estatal o de mayores recursos
para los programas de mujeres, nunca se debe perder el norte de la utopía que
orienta al feminismo. Nunca se debe abandonar el instrumento analítico de las
relaciones de poder, y sobre todo, en esta época de pragmatismo e individua-
lismo exacerbado, nunca se debe olvidar la fuerza de las acciones colectivas
progresistas y su efecto histórico en el destino de las sociedades. Esas accio-
nes colectivas deberían dirigirse a hacer realidad la vieja aspiración feminista
de construir una sociedad libre de todas las formas de violencia.

417
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Bibliografía:

Carcedo, Ana y Karin Verbaken. La violencia contra las mujeres en Cen-


troamérica y la Cooperación Holandesa. Costa Rica: CEFEMINA, 1992.
Carcedo, Ana y Alicia Zamora. Ruta crítica de las mujeres afectadas por
la violencia intrafamiliar en Costa Rica. Costa Rica: Organización Pana-
mericana de la Salud,1999.
Carcedo, Ana y Montserrat Sagot. Femicidio en Costa Rica, 1990-1999.
Costa Rica: INAMU-Organización Panamericana de la Salud, 2002.
Carcedo, Ana y Giselle Molina. Mujeres contra la violencia, una rebelión
radical. Costa Rica: Embajada Real de los Países Bajos-CEFEMINA, 2003.
CEFEMINA. Políticas públicas sobre violencia contra las mujeres: un
balance desde las organizaciones de mujeres. Costa Rica: CEFEMINA,
2003.
Claramunt, María Cecilia. Situación de los servicios médico-legales y de
salud para víctimas de violencia sexual en Centroamérica. Costa Rica:
Unidad Género y Salud, Organización Panamericana de la Salud, 2003.
Debert, Guita Grin. “As Delegacias de Defesa da Mulher: judicializaçao das
relaçoes sociais ou politizaçao da justiça?”. Mariza Corrêa e Érica Renata de
Souza (editoras). Vida em familia: uma perspectiva comparativa sobre
“crimes de honra”. Brasil: Núcleo de Estudos de Gênero-UNICAMP, 2006.
Dobash, Rebecca E. y Russell P. Dobash. Violence Against Wives: a case
against Patriarchy. New York: The Free Press, 1979.
_______ Women, violence and social change. London: Routledge, 1992.
Ellsberg, Mary C. et ál. Confites en el infierno. Prevalencia y caracterís-
ticas de la violencia conyugal hacia las mujeres en Nicaragua. Nicara-
gua: Departamento de Medicina Preventiva, UNAM-León, 1996.
Gordon, Linda. Heroes of their own lives: the politics and history of fami-
ly violence. New York: Penguin Books, 1988.
Güezmes, Ana, N. Palomino y M. Ramos. Violencia sexual y física contra
las mujeres en el Perú. Perú: Flora Tristán-Organización Mundial de la Sa-
lud-Universidad Peruana Cayetano Heredia, 2002.
Heise, Lori, J. Pitanguy y A. Germain. Violencia contra la mujer: la carga
oculta sobre la salud. Washington, DC: World Bank,1994.
Isis Internacional. Violencia contra las mujeres en América Latina y el
Caribe español 1990-2000: balance de una década. Santiago de Chile:
Isis internacional-UNIFEM, 2002.

418
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Johnson, Holly, N. Ollus and S. Nevala. Violence Against Women. An Inter-


national Perspective. The United States: Springer, 2008.
Johns Hopkins University-CHANGE. Population reports: para acabar la
violencia contra la mujer XXVII (4). Baltimore, MD: Johns Hopkins Uni-
versity, 1999.
Kennedy, Mirta. Violencia intrafamiliar. Ruta crítica de las mujeres afec-
tadas en Honduras. Honduras: Organización Panamericana de la Salud, 1999.
Lazarus-Black, Mindie. The (heterosexual) regendering of a modern sta-
te: criminalizing and implementing domestic violence law in Trinidad.
United States: American Bar Foundation, 2003.
Lengermann, Patricia M. y Jill N. Brantley. “Teoría feminista contemporá-
nea”. Teoría Sociológica Contemporánea. México: McGraw-Hill, 2003.
Lorentzen, Lois Ann y Jennifer Turpin. The Women and War Reader. New
York: New York University Press, 1998.
MacDowell Santos, Cecília. “En-gendering the police: women’s police statio-
ns and feminism in Sao Paulo”. Latin American Research Review 39 (3).
2004.
Marion Young, Iris. La justicia y la política de la diferencia. España: Edi-
ciones Cátedra, 2000.
Moller Okin, Susan. Justice, gender and the family. United States: Basic
Books, 1989.
Molyneaux, Maxine. “Twentieth-Century state formations in Latin America”.
Elizabeth Dore y Maxine Molineaux (editoras). Hidden Histories of Gender
and the State in Latin America. Durham: Duke University Press, 2000.
Organización Panamericana de la Salud. Mujeres caminando, construyen-
do rutas para resolver la violencia intrafamiliar (Informe de Ecuador).
Ecuador: CEPAM-SENDAS-OPS, 1977.
Parsons, Talcott. Ensayos sobre teoría sociológica. México: Amorrortu,
1976.
Pleck, Elizabeth. Domestic tyranny: the making of social policy against
family violence from colonial times to the present. New York: Oxford Uni-
versity Press, 1987.
Pola, M. J. Feminicido en República Dominicana. República Dominicana:
Profamilia, 2002.
Rodríguez Saenz, Eugenia. Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica
(1800-1950). Costa Rica: EUNA, 2006.

419
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

_________. Hijas, novias y esposas. Familia, matrimonio y violencia


doméstica en el Valle Central de Costa Rica (1750-1850).Costa Rica:
EUNA, 2000.
Sagot, Montserrat. “Marxismo, Interaccionismo Simbólico y la Opresión de la
Mujer”. Revista de Ciencias Sociales 63. Costa Rica, 1994.
_________. Resultados de la Encuesta Nacional de Violencia Contra
las Mujeres. CostaRica: Centro de Investigación en Estudios de la Mujer,
Universidad de Costa Rica, 2004.
_________. “La paz comienza en casa: las luchas de las mujeres contra la
violencia y acción estatal en Costa Rica”. Natalie Lebon y Elizabeth Maier
(editoras). De lo privado a lo público. 30 años de lucha ciudadana de las
mujeres en América Latina. México: Siglo XXI Editores-LASA-UNIFEM,
2006.
Sagot, Montserrat y Ana Carcedo. Ruta crítica de las mujeres afectadas
por la violencia intrafamiliar en América Latina. Costa Rica: Organiza-
ción Panamericana de la Salud, 2000.
Schild, Verónica. “New subjects of rights? Women’s movements and the con-
truction of citizentiship in the “new democracies”. Sonia E. Alvarez, Evelina
Dagnino y Arturo Escobar (editors). Cultures of politics/Politics of culture:
revisioning Latin American social movements. Boulder, CO: Westview Press,
1998.
Sullivan, Donna J. “Women’s Human Rights and the 1993 World Conference
on Human Rights”. The American Journal of International Law 88 (1).
1994.
Tamayo, Giulia. Balance regional y desafíos sobre el derecho de las muje-
res a una vida libre de violencia. Perú: CLADEM-OXFAM, 2000.
United Nations. The world’s women. Trends and statistics. New York: Uni-
ted Nations, 2000.
Weldon, Laurel, S. “The dimensions and policy impact of feminist civil socie-
ty”. International Feminist Journal of Politics 6 (1). 2004.
World Health Organization. Multi-country study on women’s health and
domestic violence against women. Initial results on prevalence, health
outcomes and women’s responses. Switzerland: WHO, 2005.

420
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Eugenia Rodríguez Sáenz (1961)

Nacida en Costa Rica, Doctora en Historia por Indiana University


(Bloomington). Maestría de Ceincias en Historia por la Universidad
de Costa Rica. Ha publicado Hijas, novias y esposas. Familia,
matrimonio y violencia doméstica en el Valle Central de Costa
Rica (1750-1850) (2000); Abuso sexual y prostitución infantil y
juvenil en Costa Rica durante los siglos XIX y XX (2005), Divor-
cio y violencia de pareja en Costa Rica (1800-1950) (2006); y
Campaña Nacional, crisis económica y capitalismo. Costa Rica
en la época de Juan Rafael Mora (1850- 1860) (2014).

Controlando y regulando el cuerpo, la sexualidad y la maternidad


de las mujeres centroamericanas (siglo XIX e inicios del siglo XX)1

Introducción
El principal objetivo de este artículo es analizar el impacto que tuvieron
las reformas liberales sobre las legislaciones que regularon, controlaron y civi-
lizaron el cuerpo y la sexualidad de las mujeres en América Central, en parti-
cular de las mujeres casadas, durante el siglo XIX y las primeras décadas del
siglo XX. En este sentido, Silvia Arrom apunta que:
La ley ofrece un marco esencial para la comprensión de la vida de las
mujeres. Si bien el sistema legal […] distinguía a las personas con base en
muchos factores […], el sexo atravesaba todas [las] categorías legales. Por
eso, la distinta situación jurídica de las mujeres es un fuerte argumento para
estudiarlas como grupo separado […], [y a la vez] distinguir entre las leyes
que se aplicaban a todas las mujeres y las que solo se aplicaban a las esposas.
La ley española concedía considerablemente más derechos a las mujeres
solteras y viudas que a las casadas, aunque menos que a los hombres de
equivalente estado civil (Arrom, 1988, 70 y 72).

1 Este artículo constituye un aporte parcial de un proyecto más amplio sobre los derechos
civiles de las mujeres centroamericanas durante el siglo XIX e inicios del siglo XX,
financiado por la Vicerrectoría de Investigación y auspiciado por la Escuela de Historia
y el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA) de la
Universidad de Costa Rica (UCR).
http://www.bibliotecafragmentada.org/wp-content/uploads/2015/06/Controlando-y-
regulando-el-cuerpo-la-sexualidad-y-la-maternidad-de-las-mujeres-centroamericanas-
siglo-XIX-e-inicios-del-siglo-XX.pdf

421
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En efecto, la implementación de las reformas liberales durante el siglo


XIX y el desarrollo e institucionalización de diversas instituciones represivas,
punitivas de la moral sexual y doméstica, se expresó en particular en el con-
trol, la regulación y criminalización de los cuerpos y la sexualidad de las muje-
res, y la represión de aquellas conductas que eran consideradas transgresoras
del “orden” patriarcal y heterosexual.
Aunque entre las reformas legales que se introdujeron en el siglo XIX
resaltan el matrimonio, la separación y el divorcio civil, este trabajo se centra-
rá en el análisis de otras reformas importantes que redefinieron el control y la
regulación del cuerpo, la sexualidad y la maternidad de las mujeres casadas.
Entre estas reformas, cabe mencionar: a) el matrimonio como contrato civil;
b) la eliminación de la potestad marital; c) la regulación y control de la sexua-
lidad y de la maternidad; y d) el ejercicio de la patria potestad compartida.
El principal argumento es que estas reformas, sin duda, marcaron un hito
porque debilitaron tanto como fortalecieron los derechos civiles de las muje-
res, y más que “modernizar”, contribuyeron a la vez a redefinir las relaciones
y las identidades de género, y a reforzarlas bajo los mandatos del “orden”
patriarcal y heterosexual. Es decir, la construcción identitaria de la mujer como
esposa y madre recluida en el ámbito doméstico, sumisa, dependiente, obe-
diente y dedicada a la crianza y educación de los hijos. Además, la construc-
ción identitaria del hombre como jefe del hogar y principal proveedor, trabaja-
dor y sin vicios.
Las investigaciones sobre historia de las mujeres en América Central, se
han concentrado en la temática de los derechos políticos y, particularmente,
en el estudio sobre el sufragio femenino y los movimientos feministas durante
la primera mitad del siglo XX (Rodríguez, 2002, 2005a, 2014). Aunque para
América Latina y en particular para América Central hay algunos trabajos
realizados, estos se concentran en el período del siglo XIX o el período poste-
rior a la década de 1970. Entre estos estudios cabe mencionar los de Silvia
Arrom (1985 y 1988) y de Ana Lidia García (2006) sobre la legislación de
familia y las mujeres mexicanas durante el siglo XIX, y el de la que esto
escribe sobre el divorcio y la violencia de pareja en Costa Rica en el período
de 1800-1950. También se debe destacar el artículo pionero de Alda Facio
(1989) sobre la igualdad de género y las relaciones familiares en la legislación
centroamericana, con énfasis en la década de 1980.
También destacan el libro y los artículos recientes de Carmen Diana Deere
y Magdalena León (2000, 2005, 2006), sobre las mujeres latinoamericanas y
su acceso a la tierra durante los siglos XIX y XX, y el divorcio y el matrimonio
civil en América Latina en el siglo XIX. A esto hay que agregar, algunos
estudios en los cuales se mencionan varias de las principales tendencias en las

422
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

condiciones y los derechos civiles de las mujeres en Costa Rica durante el


siglo XIX y la primera mitad del siglo XX (Rodríguez, 2001, 2005b, 2006 y
2008).
Para el período reciente, también cabe citar algunos trabajos que compi-
lan diversas legislaciones sobre los derechos socio-políticos de las mujeres
costarricenses (Salvatierra et al., 1978-1980; INAMU, 2009), y los estudios
que enfatizan el análisis de los derechos políticos y de los movimientos de
mujeres, y feministas en Centroamérica durante las décadas de 1980 y 1990
(Aguilar et al., 1997; García, 1999). Conviene indicar que en estos trabajos
también predomina un enfoque presentista y ahistórico, por lo que carecen de
una perspectiva histórica que nos permita contextualizar más adecuadamente
cuáles han sido las características de los procesos previos de reforma de los
derechos de las mujeres durante el siglo XIX y primeras décadas del siglo
XX.
Este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre los dere-
chos civiles de las mujeres centroamericanas. Las principales fuentes en que
se basó son los diversos códigos civiles (13 en total), y otras fuentes comple-
mentarias, como la bibliografía, las legislaciones y las discusiones disponibles
de los países de América Central (véase Cuadro 1)2. Por lo tanto, este artícu-
lo es un punto de partida para la realización de investigaciones futuras más
profundas, que nos permitan comprender mejor el impacto que tuvieron di-
chas reformas en las identidades y las relaciones de género 3.
Para los efectos de este artículo, se analizará el impacto que tuvieron las
reformas liberales sobre las legislaciones que regularon, controlaron y civiliza-
ron el cuerpo y la sexualidad de las mujeres casadas en América Central,
durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, iniciando con una
breve contextualización sobre el desarrollo de las reformas liberales. Entre las
reformas que se analizarán, destacan: 1) la reconceptualización del matrimo-
nio de un contrato sagrado e indisoluble a un contrato civil, secular y temporal;
2) la eliminación de la potestad marital; 3) las legislaciones que controlaron y
regularon la sexualidad y la maternidad; y 4) la patria potestad compartida.

2 Mediante un largo proceso, en el marco de varios proyectos de investigación realizados


por la suscrita (1992-2012), fue posible recopilar estas fuentes en distintas bibliotecas
de Costa Rica (Biblioteca Nacional, Biblioteca de la Corte Suprema de Justicia y Biblioteca
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica); y de los Estados Unidos
(entre otras, The Library of Congress, Indiana University, Tulane University y University
of California at Berkeley).
3 En general, en los países centroamericanos hay pocas investigaciones históricas al
respecto, para el caso de Costa Rica se dispone de una mayor producción, véase al
respecto: Rodríguez, 2002, 2005a, 2014.

423
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

El contexto de las reformas liberales


La contextualización histórica es importante para poder comprender mejor
el impacto que tuvieron las reformas liberales, en la evolución de los derechos
y las condiciones de las mujeres centroamericanas, entre el siglo XIX y las
primeras décadas del siglo XX.
Cuadro 1. Códigos civiles de América Central (siglos XIX y XX)
País Códigos civiles siglo XIX Códigos civiles siglo XX
Costa Rica 1841, 1888 1974 4
El Salvador 1860 ———
Guatemala 1877 1926, 1933
Honduras 1880, 1898 1906
Nicaragua 1871 1904
Panamá 5 ——— 1917

Fuentes: María G. Leret de Matheus, La mujer: una incapaz como el demen-


te y el niño. (Según las leyes latinoamericanas), México, Costa-Amic Edi-
tor, 1975, pp. 51, 112, 131, 194 y 276; Carmen Diana Deere y Magdalena
León. El liberalismo y los derechos de propiedad de las mujeres casadas en
el siglo XIX en América Latina. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez.
(Eds.). ¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina
del siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005), 40-41, 47-49, 71 y
92-103; Carmen Diana Deere y Magdalena León. Matrimonio y divorcio
civil en América Latina durante el siglo XIX. En XI Cátedra Anual de Histo-
ria Ernesto Restrepo Tirado. (Ed.). Mujer, nación, identidad y ciudadanía:
siglos XIX y XX (Bogotá, MinCultura Memorias, 2006), 78-101; Eugenia
Rodríguez, Las esposas y sus derechos de acceso a la propiedad en Costa
Rica durante el siglo XIX. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez. (Eds.).
¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina del
siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005a), 183-232.Costa Rica:
Código General de Costa Rica (1841) (Nueva York: Imprenta de Wynkoop,
Hallenbeck y Thomas, 1858); Código Civil 1888 (San José: Tipografía Na-
cional, 2ª ed., 1910).El Salvador: Código Civil de la República del Salvador
en Centroamérica (Nueva York: Imprenta de Eduardo C. Jenkins, 26 Calle de

4 Se refiere a: Costa Rica, Código de Familia (San José, Tipografía Nacional, 1974).
5 Panamá se independizó de Colombia por lo que antes del Código Civil de Panamá de
1917 estuvo vigente el Código Civil de Colombia (Código Civil de la República de
Panamá, 1960, 1).

424
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Frankfurt, 1860); Código Civil de la República del Salvador. Quinta edición


en la que se han intercalado todas las reformas posteriores hasta el año de
mil novecientos doce. Editores y propietarios Dutriz Hermanos (San Salva-
dor, El Salvador: Tipografía “La Unión”, 1912). El Salvador no tiene Código
Civil en el siglo XX, pero sí diversas ediciones revisadas en: 1880, 1893,
1904, 1912 y 1926 (Véase: Napoleón Rodríguez. El proceso histórico del
Código Civil, Código Civil de la República del Salvador en Centroamérica.
(Estudios y conferencias sobre el Código Civil de 1860), 2ª ed. (San Salva-
dor, El Salvador, C.A.: Editorial Universitaria “José B. Cisneros”, 13 de julio,
1960, 57).Guatemala: Código Civil de la República de Guatemala, 1877 (Ciu-
dad de Guatemala: Imprenta El Progreso, 1877); Código Civil de la Repúbli-
ca de Guatemala, 1926 (Ciudad de Guatemala: Tipografía Nacional, Guate-
mala, C.A., 1927); Código Civil de la República de Guatemala, 1937 (Guate-
mala: Tipografía Nacional, 1937).Honduras: Código Civil de la República de
Honduras 1880 (Tegucigalpa: Tipografía Nacional, Calle de la Estación,
1880); Código Civil de 1898 (Tegucigalpa: Tipografía Nacional, Tercera Av.
Este, No. 42, 1898); Código Civil 1906 (Tegucigalpa, Honduras: Tipografía
Nacional, 1906).Nicaragua: Código Civil de la República de Nicaragua apro-
bado 25 enero 1867 (Managua, Nicaragua: Imprenta de El Centro-America-
no, 1871, vigente a partir de 1871); José Santos Zelaya y Fernando Abaun-
za, Código Civil de la República de Nicaragua elaborado de orden del Señor
Presidente General Don J. Santos Zelaya y su Ministro de Justicia Don
Fernando Abaunza, por la Comisión Oficial de Códigos compuesta de los
Abogados Bruno H. Buitrago, José Francisco Aguilar y Francisco Pania-
gua Prado (Managua, Nicaragua: Tipografía Nacional, 1903, vigente a par-
tir de 1904); Código Civil de la República de Nicaragua. Revisado definiti-
vamente por la Comisión Legislativa compuesta de los Diputados Doctor
don Leonardo Rodríguez y don Santiago López y de los Abogados Bruno
H. Buitrago, J. F. Aguilar y F. Paniagua Prado. Tercera Edición Oficial. Ano-
tada y concordada por los doctores Carlos A. Morales, Joaquín Cuadra
Zavala y Mariano Argüello (Managua, Nicaragua: Casa Editorial Carlos
Heuberger y Co., 3ª ed. oficial, 1931).Panamá: Panamá no tiene Código Civil
en el siglo XIX, debido a que se independizó de Colombia en 1903, por lo
que estuvo vigente el Código Civil Colombiano (Código Civil de la Repú-
blica de Panamá, 1960: 1). Código Civil de la República de Panamá. Edición
conmemorativa del XXV aniversario (Panamá: Universidad de Panamá, 1960).
Esta edición es una versión revisada del Código Civil de 1917, el cual estu-
vo vigente a partir de noviembre de 1917; Alfonso Correa García, Código
Civil de la República de Panamá. Anotaciones (Panamá: Imprenta Nacional,
1927).

425
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En efecto, al independizarse los países centroamericanos de España en


1821, se inició un complejo proceso de transición de la era colonial al período
de construcción del Estado-nación, acompañado por una gran inestabilidad
socio-política generada por la Federación Centroamericana (1824-1839) y las
luchas entre liberales y conservadores por acceder, y mantenerse en el poder.
Sin embargo, a diferencia del resto de los países centroamericanos, en
Costa Rica el proyecto político liberal y las reformas liberales sí lograron
consolidarse en forma temprana, gradual y exitosa durante el siglo XIX e
inicios del siglo XX (Pérez, 1989, 79-106; Mahoney, 2002, 133-166). Se debe
tener en consideración, que el caso de Panamá tiene la especificidad de que
pasó por otro proceso al independizarse de Colombia en 1903, la primera
constitución política se aprobó recién en 1904, y se incluyeron las reformas a
la legislación de familia en el primer Código Civil, que empezó a regir en
1917 6.
Durante el siglo XIX e inicios del siglo XX, diversos gobiernos de orienta-
ción liberal fueron ejecutando paulatinamente una serie de reformas a la legis-
lación familiar, junto con otras reformas anticlericales. Estas reformas busca-
ban secularizar la sociedad, consolidar un modelo hegemónico liberal y escin-
dir, y redefinir con claridad los campos de acción socio-política de la Iglesia y
del Estado, todo con el propósito de delimitar el poder de la Iglesia (Molina y
Palmer, 1998, 54-56). En este proceso, también adquiere gran relevancia la
discusión sobre la regulación de la moral doméstica y las funciones sociales
del matrimonio, la familia y las mujeres, ya que estas se consideraban los
principales pilares garantes del orden, el progreso, la armonía, la educación y
la civilización de los futuros ciudadanos.
Sin duda, las reformas sobre la legislación de familia, en particular el
matrimonio, la separación y el divorcio civil, junto con otras reformas anticle-
ricales en América Central, propiciaron un clima de creciente y abierto en-
frentamiento socio-político entre la Iglesia católica, los sectores conservado-
res y liberales, y el Estado, cuyo balance de fuerzas fue uno de los factores
clave que explica cuándo, cómo y por qué se vieron obstaculizadas, posterga-
das o aprobadas dichas reformas (Rodríguez, 2006, 45-68).
En el caso de Costa Rica, en particular, las reformas anticlericales de
1884 y 1886 7, permitieron a los liberales consolidar la secularización de diver-
6 Fábrega, 1969; Correa, 1927; Código Civil de la República de Panamá, ed. 1960. Esta
edición de 1960 es una versión revisada del Código Civil de 1917, el cual estuvo vigente
a partir de noviembre de 1917. Antes de este código estuvo vigente el Código Civil de
Colombia (Código Civil de la República de Panamá, 1960, 1).
7 Las medidas anticlericales adoptadas en 1884 incluyeron: 1) la expulsión del Obispo
Thiel y de la Compañía de Jesús por trastornar el orden público; 2) la secularización de

426
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sos servicios y ámbitos claves controlados anteriormente por la Iglesia, como


los cementerios y la educación (1886), derogar el Concordato, eliminar una
serie de privilegios y beneficios que la Iglesia recibía del Estado, y más tarde,
crear el Registro Civil para controlar el registro de natalidad, nupcialidad y
mortalidad.
Por lo tanto, se puede argumentar que al igual que en otras partes de
América Latina, en los países centroamericanos las reformas liberales no
implicaron rupturas drásticas con respecto a la época colonial, sino que intro-
dujeron cambios graduales los cuales contribuyeron a redefinir y secularizar
las funciones de la familia y el matrimonio, las relaciones de género y los
derechos de las mujeres (Rodríguez, 2005, 192, 185). También, las reformas
liberales tuvieron como resultado, por un lado, cambios progresistas de género
o un avance hacia una igualdad formal ante la ley; y por otro, el mantenimien-
to –aunque mitigado– de las condiciones de desigualdad en los derechos rea-
les de las mujeres, las cuales se materializan en las prácticas y procedimientos
legales así como en los usos y costumbres (Deere y León 2000, 1, 45-82, 405;
Deere y León, 2005, 30-31).
Es importante destacar que la introducción de las reformas liberales en
los códigos civiles centroamericanos, se dio en un contexto en el cual adquiere
gran importancia el debate sobre el papel de las mujeres en la sociedad; ade-
más, los sectores liberales muestran un creciente interés por desarrollar legis-
laciones que fortalecieran los derechos femeninos y por promover una serie
de políticas sociales que mejoraran las condiciones sociales, morales y educa-
tivas de las mujeres.
Otro aspecto que es necesario resaltar, es que en estos debates en Amé-
rica Central no figuraron los movimientos obrero y femenino, ya que estos
tuvieron su mayor ímpetu en un período posterior a dichas reformas: el movi-
miento obrero a partir de las primeras décadas del siglo XX, y el movimiento
femenino a partir del decenio de 1920. En este artículo, lamentablemente, no
nos será posible profundizar más en estos debates, ya que tal problemática
rebasa los objetivos de este trabajo, y porque solo se dispone de estudios
detallados para el caso costarricense (Rodríguez, 2006).

los cementerios; 3) la prohibición de ingreso de órdenes monásticas al territorio nacional;


4) la derogación del Concordato; 5) la prohibición de colecta de limosna u otros trámites
por parte del clero; 6) la prohibición de las procesiones, salvo las de Semana Santa,
Corpus Christi y el Santo del lugar. La principal reforma de 1886 consistió en la
secularización de la educación, la cual supuso la prohibición de incluir la educación
religiosa en los programas de enseñanza aunada a la previa prohibición al clero de que
impartiera lecciones en los establecimientos educativos públicos (Vargas, 1991, 141,
145, 170-175).

427
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Matrimonio, familia e identidades de género


Para comprender el papel de algunas de estas normativas legales que
redefinieron el control, regulación y sometimiento de las mujeres casadas bajo
el dominio masculino es necesario empezar por la institución del matrimonio y
la familia, que también se constituyen en los principales pilares sobre los cua-
les se reproducen las relaciones patriarcales.
Al igual que en otros de los países de América Latina, en los códigos
civiles centroamericanos se normatiza y redefine el papel del matrimonio y de
la familia, entre el siglo XIX e inicios del siglo XX. Entre estas reformas
destacan el matrimonio, la separación y el divorcio civil, a partir de las cuales
el matrimonio se reconceptualizó de un contrato sagrado e indisoluble a un
contrato secular y temporal, y los derechos de las mujeres a la vez se fortale-
cieron y debilitaron.
Excepto en el Código Civil de Panamá (1917), en los primeros códigos
civiles de los países centroamericanos, la Iglesia católica mantuvo la autori-
dad para establecer los impedimentos y autorizar el matrimonio y la separa-
ción, al igual que en la legislación colonial. También, se mantuvo intacta la
concepción de que el matrimonio era “perpetuo”, un sacramento, de carácter
indisoluble y por mutuo consentimiento, y que sus principales fines eran la
fidelidad, la procreación y el mutuo auxilio 8. Así, por ejemplo, se establecía en
el Código Civil de Nicaragua de 1871, que:
Artículo 103. El matrimonio es un contrato solemne por el
cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemen-
te, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y
de auxiliarse mutuamente.
Artículo 104. Toca a la autoridad eclesiástica decidir sobre la
validez del matrimonio que se trata de contraer o se ha con-
traído.

8 Código General de Costa Rica 1841 (Libro I, Arts. 89, 100 y 143); Código Civil de Costa
Rica 1888 (Libro I, Arts. 50 y 53); Código Civil de la República del Salvador 1860 (Libro
I, Tit. 4, Arts. 104-105 ;Tit. 6. Cap. 1, Arts. 133, 147 y 150); Código Civil de la
República del Salvador 1912, 5ª ed. (Libro I, Tit. IV, Cap. I, Arts. 97-98; Tit. VI, Arts.
182-184); Código Civil de la República de Guatemala, 1877 (Libro I, Arts. 119, 148-
152); Código Civil de la República de Guatemala, 1926 (Libro I, Arts. 118, 148-150,
152-154); Código Civil de la República de Guatemala, 1937 (Libro I, Arts. 82-83, 97 y
99); Código Civil de la República de Honduras 1880 (Libro I, Arts. 108, 110, 171);
Código Civil de 1898 (Libro I, Arts. 33-34, 62-63); Código Civil 1906 (Libro I, Arts.
167-168); Código Civil de la República de Nicaragua 1871 (Libro I, Arts. 103-104, 132-
136); Código Civil de la República de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 94-95, 151-152);
Código Civil de la República de Panamá 1917, ed. 1960 (Libro I, Arts. 88-89, 110-112a);
Correa (1927) (Libro I, Arts. 88-89, 110-112).

428
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La ley civil reconoce como impedimentos para el matrimonio


los que han sido declarados tales por la Iglesia Católica; y
toca a la autoridad eclesiástica decidir sobre su existencia y
conceder dispensa de ellos 9.
Por otra parte, tales normativas reforzaron el modelo del matrimonio hetero-
sexual y el carácter patriarcal de las identidades y de las relaciones de géne-
ro. Así, las mujeres casadas quedaban en una posición subordinada y depen-
diente del esposo, sujeta al ámbito doméstico, y encargada tanto de la crianza
como de la educación de los hijos y del cuidado de su marido. A los hombres,
se les otorgaba el poder sobre su esposa e hijos, como jefe de la familia y
principal proveedor. En este sentido, se establecía en el Código Civil de Gua-
temala de 1926, que:
Artículo 148. –Los cónyuges están obligados a guardarse fi-
delidad, a prestarse asistencia y mutuo auxilio.
El marido es el jefe y representante de la familia y en su
defecto la mujer […].
Artículo 150. –Los esposos están obligados a hacer vida en
común y la mujer debe seguir a su marido […].
Artículo 153. –La mujer tendrá el derecho y la obligación de dirigir los
quehaceres del hogar. En la esfera de su acción doméstica, tendrá el derecho
y el deber de cuidar los asuntos del marido. Los actos jurídicos que realice
dentro de estos límites, se reputan autorizados por el marido, a no ser que de
las circunstancias resulte claramente lo contrario10.
Destaca, además, que en ciertos códigos civiles la sujeción de la esposa
incluía también el agregar (Guatemala) o adoptar el apellido del marido (El
Salvador), prácticas socioculturales que todavía parecen mantenerse. En este
sentido, en los códigos civiles guatemaltecos se ordenaba que la esposa agre-
gara a su apellido el de su marido. Esta normativa, aparte de evidenciar cierto
trasfondo social, sin duda implicaba que la mujer casada se convertía en obje-
to de pertenencia y sometida al dominio de su esposo. A este respecto se
indicaba en el Código Civil de Guatemala de 1926, que:
Artículo 151. –Por el matrimonio la mujer agrega a su propio
apellido el de su cónyuge, y conserva su nacionalidad, a me-
nos que quiera adoptar la del marido11.

9 Código Civil de Nicaragua 1871, Libro I, Arts. 103-104.


10 Código Civil de Guatemala 1926, Libro I, Tit. IV, Par. IV, Arts. 148-150 y 153.
11 Código Civil de Guatemala 1926, Libro I, Tit. IV, Par. IV, Art. 151.

429
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La potestad marital: la esposa objeto y sujeto del dominio mascu-


lino
Otra normativa tendiente a controlar y someter a las mujeres casadas
bajo el dominio masculino, es la denominada potestad marital. Al igual que en
la legislación colonial y eclesiástica en los primeros códigos civiles –excepto
el de Panamá–, se mantuvo la normativa de la potestad marital sobre las
esposas, la cual aseguraba el dominio de los maridos sobre su persona y bie-
nes12.
En el Código Civil de Nicaragua 1871, se definía que “corresponde al
varón la potestad marital que es el conjunto de derechos que las leyes le
conceden sobre la persona y bienes de la mujer”13.
Al estar las esposas sometidas a la potestad marital, con excepción de su
libertad para testar, el marido podía obligarla a habitar con él, a obedecerle y a
seguirle a donde quiera que traslade su residencia. A la vez, el marido tenía la
potestad para administrar todos sus bienes e ingresos, y ellas le debían solici-
tar autorización para comparecer a juicio o para dar, enajenar, hipotecar o
adquirir algún bien. Por lo tanto, las mujeres al casarse pasaban de estar
sujetas a la autoridad del padre a estar sujetas a la potestad marital, bajo la
cual prácticamente perdían su derecho a decidir sobre sus bienes, lugar dere-
sidencia, movilidad y ejercicio de alguna profesión. Por lo tanto, la potestad
marital se inspiraba en la creencia, de que:
El matrimonio era un contrato dentro del cual las mujeres
acordaban obedecer a sus esposos a cambio de protección
[…]. La ley les daba a ellos el control de facto sobre los
servicios y propiedades de sus esposas, y ultimadamente tam-
bién sobre su persona (Abrams, 1999, 120-121).
El Código Civil de Guatemala de 1877 establecía con respecto a la potes-
tad marital lo siguiente:
150. El marido debe proteger a la mujer, y la mujer obedecer
al marido.
151. La mujer está obligada a habitar con el marido y a se-
guirlo donde él tenga por conveniente residir […].
153. La mujer no puede presentarse en juicio sin la autoriza-
ción de su marido, pero no la necesita cuando es acusada en

12 Código Civil Guatemala 1877, Libro I, Arts. 153-156; Código Civil El Salvador 1860,
Libro I, Arts. 134-135, 137-141, 147, 150, 153-154; Código Civil Honduras 1880, Libro
I, Arts. 172-179; Código Civil Nicaragua 1871, Libro I, Arts. 133-137, 139-145, 150;
Código General de Costa Rica 1841, Libro I, Arts. 53, 132-133, 135-136, 142.
13 Código Civil de Nicaragua 1871, Libro I, Art. 133.

430
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

causa criminal, ni para demandar o defenderse en los pleitos


con su marido.
154. La mujer no puede dar, enajenar, hipotecar, ni adquirir a
título gratuito u oneroso, sin intervención del marido, o sin su
consentimiento por escrito.
155. Puede no obstante, sin la autorización del marido:
1º Testar.
2º Suceder por testamento o ab intestato con beneficio de
inventario.
156. La autorización del marido podrá ser suplida por el Juez
con conocimiento de causa, cuando el marido se la negare
sin justo motivo y de ello se siga perjuicio a la mujer 14.
Además, al estar la esposa sujeta a la potestad marital, debía solicitar
autorización de su marido para ejercer una profesión o industria. Así, el mari-
do se aseguraba el control de la persona, la movilidad, los ingresos y el some-
timiento de la esposa al ámbito doméstico, y de paso, reafirmar el poder mas-
culino sobre la familia y como principal proveedor. A excepción de Costa
Rica, esta legislación se mantuvo vigente en los primeros códigos civiles de
Nicaragua (1871), Guatemala (1877), El Salvador (1860) y Honduras (1880)
(véase Cuadro 2)15. En este sentido se indicaba en el Código Civil de Guate-
mala de 1877, que:
160. Si la mujer casada ejerce públicamente una profesión o
industria cualquiera, como la Directora de Colegio, maestra
de escuela, actriz, obstetriz, posadera, nodriza, se presume la
autorización general del marido para todos los actos y con-
tratos concernientes a su profesión o industria, mientras no
intervenga reclamación o protesta de su marido notificada de
antemano al público o especialmente al que contratare con la
mujer.
161. La mujer casada, mercadera, está sujeta a las reglas
especiales determinadas en el Código de comercio16.
Sin embargo, como se puede apreciar en el Cuadro 2, entre fines del siglo
XIX e inicios del XX, se eliminó la potestad marital en los países de América
14 Código Civil Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 153-156).
15 Código Civil Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 160-161; Código Civil El Salvador 1860,
Libro I, Arts. 153-154); Código Civil Honduras 1880 (Libro I, Arts. 191-192); Código
Civil Nicaragua 1871 (Libro I, Arts. 153-154).
16 Código Civil Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 160-161).

431
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Central. La base de esta reforma se inspira en el principio de la libertad civil


individual, con la cual a las mujeres se les reconoció su capacidad jurídica en
igualdad de condiciones que los hombres. Además, esta reforma, sin duda,
implicó un avance particularmente importante en cuanto a los derechos de
acceso de las mujeres casadas a la propiedad, al poder administrar sus bienes
y propiedades independientemente, y sin el permiso de sus maridos (Deere y
León, 2005, 51-52).

Cuadro 2. Potestad marital en América Central (siglos XIX y XX)


País Potestad marital17 Eliminación de la potestad marital 18
Costa Rica 1841 1888
El Salvador 1860 1902
Nicaragua 1871 1904
Honduras 1880/1898 1906
Panamá ——— 1917
Guatemala 1877 1926

Fuentes: María G. Leret de Matheus, La mujer: una incapaz como el demen-


te y el niño. (Según las leyes latinoamericanas), México, Costa-Amic Edi-
tor, 1975, 51, 112, 131, 194 y 276; Carmen Diana Deere y Magdalena León, El
liberalismo y los derechos de propiedad de las mujeres casadas en el siglo
XIX en América Latina. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez. (Eds.).
¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina del
siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005), 40-41, 47-49, 71 y 92-
103; Carmen Diana Deere y Magdalena León. Matrimonio y divorcio civil
en América Latina durante el siglo XIX. En XI Cátedra Anual de Historia
Ernesto Restrepo Tirado. (Ed.). Mujer, nación, identidad y ciudadanía: si-
glos XIX y XX (Bogotá, MinCultura Memorias, 2006), 78-101; Eugenia
Rodríguez. Las esposas y sus derechos de acceso a la propiedad en Costa
Rica durante el siglo XIX. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez. (Eds.).
¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina del
siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005a), 183-232.

17 Potestad marital: Código Civil Guatemala 1877, Libro I, Arts. 153-156; Código Civil El
Salvador 1860, Libro I, Arts. 134-135, 137-141, 147, 150, 153-154; Código Civil
Honduras 1880, Libro I, Arts. 172-179; Código Civil Nicaragua 1871, Libro I, Arts. 133-
137, 139-145, 150; Código General de Costa Rica 1841, Libro I, Arts. 53, 132-133, 135-
136, 142.
18 Administración propia de bienes/eliminación de la potestad marital: “se refiere a cuando
la esposa podía hacer contratos y entrar en juicios sin el permiso del marido” (Deere y
León, 2005a: 71).Véase: Código Civil de Guatemala de 1926 (Libro I, Art. 166); Código
Civil de El Salvador de 1860 (Libro I, Art. 189, ed. 1912); Código Civil de Honduras de

432
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Según el Cuadro 2, Costa Rica fue el primer país de América Central en


eliminar la potestad marital en 1888, mientras el resto de los países lo hicieron
a inicios del siglo XX (entre 1902 y 1926). En este sentido, el artículo 78 del
Código Civil de Costa Rica de 1888 determinaba que:
Artículo 78. Es permitida la contratación entre los cónyuges,
y la mujer no necesita autorización del marido, ni del juez
para contratar ni para comparecer en juicio. Esta disposición
se extiende a los matrimonios contraídos bajo la legislación
anterior19.
Esta reforma que eliminaba la potestad marital, se dio en un contexto de
gran debate en la Comisión Codificadora y el Colegio de Abogados de Costa
Rica, los cuales la aprobaron en 1884 y estuvo vigente a partir de 1888. En
este sentido, un autor desconocido afirmaba en el artículo “La sociedad con-
yugal y la separación de bienes”, publicado en la revista El Foro el 5 de julio de
1884, que esta reforma fue aprobada por unanimidad por el Colegio de Abo-
gados y no mermaba el papel del hombre como jefe de familia, ya que:
La mujer es capaz de administrar sus bienes y de enajenarlos
debidamente, y la ley no la debe privar del ejercicio de esta
capacidad […]. El Colegio de Abogados no priva al marido
de la calidad de jefe de familia, ni le arrebata la patria potes-
tad sobre sus hijos. Se limita a que la mujer pueda adminis-
trar y enajenar lo que heredó de sus padres, lo que a ella sola
se lega o se dona. Esta facultad continuará elevando su inte-
ligencia y perfeccionando su educación. La reforma es tan
importante que el Colegio de Abogados, a solicitud de su Pre-
sidente, el Señor Licenciado Volio, la aprobó por aclamación
y batiendo palmas20.
Posteriormente, Alberto Brenes Córdoba afirmaba en un artículo publi-
cado en 1888, que esta reforma que eliminaba la potestad marital se podía
considerar un verdadero hito, ya que contribuyó a:
Establecer la igualdad entre los cónyuges [...]. Falsas opinio-
nes acerca de la incapacidad de la mujer y de la autoridad
marital dieron por resultado el que las antiguas legislaciones

1898 (Libro I, Arts. 65-69); Código Civil de Honduras de 1906 (Libro I, Art. 173, ed.
1997); Código Civil de Nicaragua de 1904 (Libro I, Art. 157); Código Civil de Costa Rica
de 1888 (Libro I, Art. 78); Panamá, Ley 29/12/1914 (Arts. 3, 11, 13); Código Civil de
Panamá de 1917 (Libro IV, Tit. III, Art. 1167).
19 Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Art. 78).
20 El Foro, Tomo II, No. 28, 5/7/1884, 31.

433
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

establecieran la preponderancia del marido. Más un concep-


to racional y justo ha venido en nuestro tiempo a destruir
esas arraigadas preocupaciones y a colocar las cosas en su
verdadero punto21.
Falta investigar más detalladamente esta problemática para establecer
las razones de la especificidad costarricense, pero se debe indicar que, por la
época en que esta reforma se aprobó, la matrícula de niñas en la escuela
primaria había experimentado avances importantes, con una disminución signifi-
cativa de la brecha que separaba a niños y niñas. También había habido un
aumento de la inscripción de jóvenes en la enseñanza secundaria, proceso que
se consolidaría a partir de 1888 con la fundación del Colegio Superior de
Señoritas. Por último, hacia la década de 1880, la proporción de mujeres como
maestras, igualmente, se había elevado, y en el decenio de 1890 dominarían
ya esa ocupación docente (Molina y Palmer, 2004, 169-207; Muñoz, 2002;
Palmer y Rojas, 2000, 57-102; Molina, 2000).
No obstante, cabe mencionar que en las denuncias por violencia de pare-
ja se evidencia que, actualmente, se encuentra bastante arraigada la repre-
sentación de masculinidad hegemónica, en la cual el hombre debe mantener el
control de la familia, los bienes, afectos y movilidad de su pareja, ejerciendo la
violencia patrimonial, emocional y física (INAMU, 2009).

Sexo antes y fuera del matrimonio: pecado, deshonra y delito


Antes, durante y después del matrimonio, el cuerpo, la sexualidad y la
maternidad de las mujeres eran objeto del dominio patriarcal, pero un cambio
importante es que también la sexualidad femenina fue objeto de creciente
criminilización durante el siglo XIX. Aunque falta realizar muchos estudios
para los países centroamericanos, se ha demostrado ampliamente en el caso
costarricense, que con el proceso de codificación, la constitución de un apara-
to punitivo y de una red de tribunales civiles durante los siglos XIX y XX, se
transitó de considerar pecado a delito el rapto, el abuso sexual y la violación,
con penas de cárcel y de reclusión que incluso podían cubrir a la víctima.
Además, la sospecha de deshonra por el “uso del cuerpo femenino” de sus
“propiedades preciosas”, implicaba y continúa implicando la “deshonra” de la
familia y de la comunidad, por lo que era frecuente que una figura masculina
se presentara para salvaguardarlo y exigir su restitución (Rodríguez, 1994,
2000, 2005c, 2006). De igual forma, cabe destacar que dentro de las políticas
de salubrización y regulación de la moral sexual, se empezó a regular y perse-

21 El Foro, Tomo IV, No. 111, 2/12/1888, 124-125.

434
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

guir el ejercicio de la prostitución femenina, desde mediados del siglo XIX


(Marín, 2005, 2007).
En el caso específico de las reformas legales que implicaron cambios
importantes sobre el control y la regulación del cuerpo, la sexualidad y la
maternidad de las mujeres casadas, el análisis de las causales de divorcio civil
también nos permite dar otras miradas. En términos generales en los códigos
civiles centroamericanos de los siglos XIX e inicios del siglo XX, se incluían
entre las principales doce causales de divorcio civil, las siguientes:
1. El adulterio de la mujer.
2. Preñez de la mujer por relaciones ilícitas.
3. El concubinato escandaloso del marido.
4. La sevicia y ofensas graves.
5. El atentado contra la vida del otro cónyuge.
6. El abandono voluntario y malicioso que uno de los cónyuges haga del
otro.
7. La tentativa del marido de prostituir a su mujer; y la del marido o la
mujer para corromper a sus hijos.
8. La negativa del marido de cumplir con la obligación de dar alimento
a su mujer e hijos.
9. La negativa sin justificación de la mujer de seguir a su marido.
10. El absoluto abandono en la mujer de los deberes de esposa y madre,
y el absoluto abandono del marido en el cumplimiento de los deberes
de esposo y padre.
11. Que el marido se encuentre sometido a la embriaguez habitual y
escandalosa.
12. La condena de uno de los cónyuges a pena infamante22.
Entre estas causales destacan en particular la de adulterio y preñez de la
esposa y el concubinato escandaloso del marido. Es importante enfatizar que
la causal de preñez de la esposa solo era contemplada en el Código Civil de
Honduras (1906) y el Código Civil de Nicaragua (1904 y 1931). No obstante,
en la práctica, el hecho de que la esposa o compañera quedara embarazada
de otra pareja, sin duda, implicaba aparte de ser objeto de deshonra y rechazo,
con mucha frecuencia podía ser un motivo de separación y, eventualmente,
podía terminar con el desenlace fatal de un femicidio.

22 Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 80-82, 91-95, Art. 91, Inc. 5º y 92)
(causal mutuo consentimiento).

435
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

A diferencia del derecho canónico que incluía entre sus causales de se-
paración eclesiástica el adulterio de ambos cónyuges, en la legislación civil se
privilegió un sesgo de género, en donde el adulterio femenino y no el masculi-
no era contemplado como causal de divorcio. En el caso de los maridos, se
consideraba causal el concubinato público y escandaloso, incluso acompaña-
do del abandono o menosprecio de su esposa en el Código Civil de Honduras
(1906). En el Código Civil de Nicaragua (1904 y 1931), la esposa tenía incluso
que soportar y demostrar el concubinato del marido, quien lleve a la “concubi-
na” a vivir a su casa o en otro sitio notorio, resultando una injuria grave para la
mujer23.
A esto hay que agregar que, en los códigos penales, se consideraba un
delito el adulterio femenino y el marido se salvaba de una pena de cárcel, en
caso de que cometiera homicidio/feminicidio, cuando encontrara a su esposa
teniendo relaciones sexuales con otra pareja. En efecto, en Costa Rica fue
hasta en el Código Penal de 1941 que se eliminaron como delitos “contra la
honestidad” el adulterio femenino y el concubinato escandaloso24.
El análisis de las causales de divorcio civil también revela una influencia
importante del ideal del matrimonio afectuoso, armónico y por compañerismo,
y un mayor énfasis en la regulación de la conducta del marido conforme al
ideal de jefe de familia y de principal proveedor. Es decir, en cuanto a su deber
de proveer económicamente las necesidades de la familia y tener una con-
ducta honorable, para lo cual era fundamental no tener vicios como el alcoho-
lismo, el juego y los narcóticos, ni provocar escándalos públicos que atentaran
contra la estabilidad y la honorabilidad de la familia (como por ejemplo el
concubinato escandaloso). Esta tendencia se evidencia, en el hecho de que en
los códigos civiles del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX, se
admitían como causales de divorcio: el adulterio de la mujer; que el marido le
negara los alimentos a su mujer e hijos (aunque el derecho canónico no lo
aceptaba); el exceso, la sevicia o injurias graves recíprocas y la condena de
uno de los cónyuges a pena infamante25.

23 Código Civil de Honduras 1906 (Libro I, Arts. 167-168); Código Civil de la República de
Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 94-95, 161-164, 174); Código Civil de la República de
Nicaragua, 3ª ed. oficial, 1931, (Libro I, Art. 174).
24 En el Código Penal de la República de Costa Rica. Año de 1924 se consideraban delitos
el adulterio femenino y el concubinato escandaloso (Arts. 292-299); sin embargo, fueron
eliminados en el Código Penal de 1941 (Arts. 216-234). Para un análisis más detallado,
véase: Rodríguez, 2006, 186-188.
25 Código Civil de la República de Guatemala, 1926 (Libro I, Arts. 118, 148-150, 152-154);
Código Civil de El Salvador, ed. 1904 (Libro I, Art. 98) (Súarez, 1949: 56-57); Código
Civil de la República del Salvador 1912, 5ª ed. (Libro I, Tit. IV, Arts. 97-98, 117, 132,

436
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Patria potestad compartida entre el padre y la madre


En el marco de altas tasas de mortalidad durante el siglo XIX, la etapa de
matrimonio se encontraba por lo general interrumpida por la muerte de uno de
los cónyuges, y principalmente del esposo. Por lo tanto, se dio un predominio
de las viudas sobre los viudos, y de acuerdo a Arrom, las mujeres tenían
bastantes “probabilidades de ser viuda[s] durante la mitad de su vida adulta”
(Arrom, 1988, 145).
De manera que, con la muerte del cónyuge, la viuda y sus hijos debían
afrontar la situación de cómo subsistir y mantener el acceso a los bienes, así
como el usufructo de estos. Aunque la manutención de la esposa e hijos se
incluía dentro de la normativa, las posibles deudas y demandas podían implicar
condiciones difíciles para la familia doliente. A esto hay que agregar que, en
los primeros códigos civiles de El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, a la
madre no se le daba el derecho en primer lugar a ejercer la patria potestad
una vez fallecido el esposo26.
En efecto, las primeras normativas indicaban que la patria potestad sólo
se adjudicaba al padre o a la madre en caso de que el marido lo autorizara,
pero este también, en su condición de padre, podía escoger a otro hombre
para ejercerla una vez que faltara; y, si ambos padres habían muerto y no se
había elegido a un tutor se debía dar preferencia al abuelo paterno. A este
respecto se indicaba en el Código Civil de Nicaragua de 1871, que:
Artículo 243. La Patria potestad es el conjunto de derechos
que la ley da al padre legítimo sobre sus hijos no emancipa-
dos. –Estos derechos no pertenecen a la madre.
Los hijos de cualquiera edad, no emancipados, se llaman hi-
jos de la familia, y el padre, con relación a ellos, padre de
familia27.
Sin embargo, se dieron importantes cambios graduales en el ejercicio de
la patria potestad en los primeros códigos civiles de Honduras y Guatemala, al
establecerse la patria potestad compartida entre el padre y la madre, y a falta

144-145, 182-184); Código Civil de Honduras de 1880 (Libro I, Arts. 129, 143-150);
Código Civil de Honduras de 1898 (Libro I, Arts. 33-34, 58, 75-78); Código Civil 1906
(Libro I, Arts. 167-168); Código Civil de la República de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts.
94-95, 161-164, 174). También, Deere y León, 2005: 40-41; Código Civil de la República
de Nicaragua, 3ª ed. oficial, 1931 (Libro I, Art. 174); Código Civil de Costa Rica 1888
(Libro I, Arts. 80-82, 91-95); Código Civil de Panamá 1917, 1960: 10-11, (Libro I, Arts.
88, 91ª, 114 Inc. 11º, 119 123).
26 Código Civil El Salvador 1860 (Libro I, Art. 244); Código Civil Nicaragua 1871 (Libro I,
Art. 243); Código General de Costa Rica 1841 (Libro I, Arts. 194-195, 199 y 208).
27 Código Civil Nicaragua 1871 (Libro I, Art. 243). El subrayado es del original.

437
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

del padre se le autorizaba a la madre a ejercer la tutela sobre sus hijos, con lo
cual se reforzó la capacidad legal de las esposas28.
De acuerdo con el Cuadro 3, Guatemala (1877) fue el primer país de
América Central en donde se estableció la normativa de la patria potestad
compartida, seguido en la década de 1880 por Honduras, El Salvador y Costa
Rica, y a inicios del siglo XX por Nicaragua y Panamá.

Cuadro 3. Patria potestad en América Central (siglos XIX y XX)


País Patria potestad del padre29 Patria potestad compartida30
Costa Rica 1841 1888
El Salvador 1860 1880/1902
Nicaragua 1871 1904
Guatemala ——— 1877
Honduras ——— 1880
Panamá ——— 1917

Fuentes: María G. Leret de Matheus, La mujer: una incapaz como el demen-


te y el niño. (Según las leyes latinoamericanas), México, Costa-Amic Edi-
tor, 1975, 51, 112, 131, 194 y 276; Carmen Diana Deere y Magdalena León. El
liberalismo y los derechos de propiedad de las mujeres casadas en el siglo
XIX en América Latina. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez. (Eds.).
¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina del
siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005), 40-41, 47-49, 71 y 92-
103; Carmen Diana Deere y Magdalena León, Matrimonio y divorcio civil
en América Latina durante el siglo XIX.En XI Cátedra Anual de Historia
Ernesto Restrepo Tirado. (Ed.). Mujer, nación, identidad y ciudadanía: si-
glos XIX y XX (Bogotá, MinCultura Memorias, 2006), 78-101; Eugenia
Rodríguez, Las esposas y sus derechos de acceso a la propiedad en Costa
Rica durante el siglo XIX. En Magdalena León y Eugenia Rodríguez. (Eds.).
¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la América Latina del
siglo XIX (Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2005a), 183-232.

28 Código Civil Honduras 1880 (Libro I, Arts. 272-273); Código Civil Guatemala 1877
(Libro I, Arts. 285-286, 290).
29 Patria potestad del padre: Código Civil El Salvador 1860 (Libro I, Art. 244); Código
Civil Nicaragua 1871, (Libro I, Art. 243); Código General de Costa Rica 1841 (Libro I,
Arts. 93, 188-190, 192, 194-195, 199 y 208).
30 Patria potestad compartida: Código Civil de Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 285-286,
290); Código Civil de El Salvador 1860 ed. 1912 (Libro I, Arts. 252-256); Código Civil
de Honduras 1880 (Libro I, Art. 272-273); Código Civil de Honduras 1898 (Libro I,
Arts. 131-141); Código Civil de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 244-249, 260-261);
Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 129,132, 138-143); Código Civil de
Panamá de 1917 (Libro I, Arts. 187-192).

438
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

De acuerdo con el Código Civil de Guatemala de 1877, se establecía la


patria potestad y su ejercicio compartido por el padre y la madre, aunque solo
el padre estaba autorizado para ejercerla en caso de que el hijo fuera mayor
de 16 años o habilitado por la edad. A este respecto, el código guatemalteco
determinaba que:
Artículo 285. Patria potestad es la autoridad que las leyes
reconocen en los padres sobre la persona y bienes de sus
hijos.
Artículo 286. Los hijos legítimos, legitimados, ilegítimos reco-
nocidos y adoptivos, están sujetos a la autoridad del padre, y
en su defecto a la de la madre […].
290. Los derechos concedidos al padre […] se extienden, en
ausencia, inhabilidad o muerte suya a la madre, o a cualquie-
ra otra persona a quien corresponda el cuidado personal del
hijo, pero solo el padre podrá ejercerlos sobre el hijo mayor
de diez y seis años o habilitado de edad31.
La introducción de la patria potestad constituye una importante innova-
ción que generó debates relevantes. A este respecto es ilustrativo el artículo
de Francisco V. Sáenz, quien consideraba que los miembros de la Comisión
Codificadora del Código Civil de Costa Rica (1888), habían implementado
dicha normativa con el fin de brindarle a la madre un derecho legítimo, acorde
con la civilización y las corrientes progresistas, y con:
Las exigencias de la sociedad en que vivimos, que no puede
menos que mirar con desprecio las instituciones antiguas que
en tan poca estima tenían a la mujer […]. Que en el tiempo
en que fue emitido nuestro Código General se dejara sin in-
cluir tal derecho en el cuerpo de sus disposiciones, no es de
extrañar. Acostumbrados, como lo estábamos, a regirnos
durante mucho tiempo por las leyes españolas tan parcas en
la parte referente a derechos mujeriles, no es raro, y aun
parece natural, que habiéndose promulgado aquel Código
pocos años después de nuestra independencia política, cuan-
do aún estaban profundamente arraigadas en nuestros hom-
bres de estado tradicionales preocupaciones, no se conce-
diera a las madres un derecho tan legítimo32.

31 Código Civil Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 285-286, 290).


32 Francisco V. Sáenz, El Foro, Tomo IV, No. 126, 26/3/1890, 339-340.

439
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Sin embargo, el ejercicio real de la patria potestad por parte de las muje-
res se encontraba sometido a ciertas limitaciones. Por ejemplo, en el caso
mexicano Carmen Ramos señala la existencia de una ley que habilitaba al
esposo a que nombrara consejeros en su testamento, a los cuales la madre
debía obedecer, o en caso contrario ella podía perder la patria potestad. En
caso de divorcio, la patria potestad quedaba en manos del cónyuge inocente, o
sea que el culpable la perdía; sin embargo, en caso de culpabilidad de la ma-
dre, esta podría ejercerla sobre sus hijos menores de cinco años (Ramos 2005,
127-139).
A esto hay que agregar, que en los códigos civiles centroamericanos la
legislación contemplaba que si la madre o la viuda, había sido sentenciada por
causa criminal, o se volvía a casar perdía la patria potestad y la administración
de los bienes del hijo menor33. Por lo tanto, aún después de haber fallecido el
padre este mantenía el control sobre los bienes de los hijos al nombrar conse-
jeros por su línea (abuelo por línea paterna), con lo cual se buscaba garantizar
que las propiedades y bienes fueran transmitidos preferentemente por vía
paterna. De esta manera, podría afirmarse que esta es otra práctica que ex-
plica en parte por qué los hombres podían verse más beneficiados en cuanto
al control y acceso a la propiedad en comparación con las mujeres.
No obstante, debemos tener en consideración que este cambio en cuanto
al ejercicio de la patria potestad por parte de las mujeres, aunque limitado y en
un contexto que favorecía el ejercicio de la autoridad del hombre como cabe-
za de familia, tendía a fortalecer el papel de las mujeres en cuanto al ejercicio
de su autoridad sobre sus hijos y a redefinir las relaciones de poder en la
pareja. Este cambio puede explicarse en parte, por el auge del ideal de la
maternidad de fines del siglo XIX, el cual exaltaba las funciones tradicionales
de las mujeres como esposas y madres garantes de la crianza de los hijos
conforme a los patrones liberales del orden, el progreso y la civilización (Ro-
dríguez 1998, 33-42; Rodríguez 1999, 85-122; Mora 2003, 181-199).

Epílogo: entre cambios progresivos y regresivos


La evidencia precedente ha demostrado que la implementación de las
reformas liberales entre el siglo XIX e inicios del siglo XX, no implicaron

33 Código Civil de Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 285-286, 290); Código Civil de El
Salvador 1860 ed. 1912 (Libro I, Arts. 252-256); Código Civil de Honduras 1880 (Libro
I, Arts. 275-276); Código Civil de Honduras 1898 (Libro I, Arts. 145-146); Código Civil
de Honduras 1906 (Libro I, Arts. 242); Código Civil de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts.
244-249, 260-261); Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 129, 132, 138-143);
Código Civil de Panamá 1917 (Libro I, Arts. 187-192).

440
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rupturas drásticas con respecto a la época colonial, sino que introdujeron cam-
bios graduales los cuales contribuyeron a redefinir y secularizar las funciones
de la familia y el matrimonio, las relaciones de género y los derechos de las
mujeres centroamericanas. Además, la introducción de dichas reformas im-
plicaron la redefinición legal y la secularización del matrimonio como “contra-
to soluble” versus el matrimonio católico como un “contrato indisoluble”.
Estas reformas, sin duda, marcaron un hito porque debilitaron tanto como
fortalecieron los derechos civiles de las mujeres –en particular de las mujeres
casadas–, y más que “modernizar”, contribuyeron a la vez a redefinir las
relaciones y las identidades de género, y a reforzarlas bajo los mandatos del
“orden” patriarcal y heterosexual. Es decir, la construcción identitaria de la
mujer como esposa y madre recluida en el ámbito doméstico, sumisa, depen-
diente, obediente y dedicada a la crianza y a la educación de los hijos. Ade-
más, la construcción identitaria del hombre como jefe del hogar y principal
proveedor, trabajador y sin vicios.
Las reformas liberales, durante el siglo XIX e inicios del siglo XX, se
vieron acompañadas del desarrollo e institucionalización de diversas institu-
ciones represivas, punitivas de la moral sexual y doméstica, lo cual se expresó
en particular en el control, la regulación y criminalización de los cuerpos y la
sexualidad de las mujeres, y la represión de aquellas conductas que eran con-
sideradas transgresoras del “orden” patriarcal y heterosexual. En este senti-
do, y en relación con las mujeres casadas, destaca la introducción de las
siguientes reformas que redefinieron el control y la regulación del cuerpo, la
sexualidad y la maternidad: a) el matrimonio como contrato civil; b) la elimina-
ción de la potestad marital; c) la regulación y control de la sexualidad y de la
maternidad; y d) el ejercicio de la patria potestad compartida.
Este artículo nos permite dar otras miradas al papel de las legislaciones
en la construcción y transformación de las identidades de género, y a la vez
nos permitirá contextualizar y comprender mejor los procesos posteriores de
movilización, organización y luchas de las mujeres por democratizar la región
centroamericana, y también por ampliar sus derechos durante los siglos XX y
XXI.
Como este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre los
derechos civiles de las mujeres centroamericanas, es también un punto de
partida para la realización de investigaciones futuras más profundas, que nos
permitan comprender mejor el impacto que tuvieron dichas reformas en las
identidades y las relaciones de género.

441
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Fuentes Primarias
Costa Rica:
Costa Rica. (1858). Código General de Costa Rica (1841). Nueva York:
Imprenta de Wynkoop, Hallenbeck y Thomas.
Costa Rica. (1910). Código Civil 1888, 2ª ed. San José: Tipografía Nacional.
Costa Rica. (1924). Código Penal de la República de Costa Rica. Año de
1924. San José: Imprenta María V. De Lines.
Costa Rica. (30 de agosto de 1941). Código Penal de 1941. En Alcance La
Gaceta, 192. San José: Imprenta Nacional.
Costa Rica. (1974). Código de Familia. San José: Tipografía Nacional.
Costa Rica. (12 de junio de 1884). El Foro, 25, 8.
Costa Rica. (20 de abril de 1886). El Foro, 74-76, 206.
Orozco, Rafael. (6 de abril de 1884). Decreto de aprobación del matrimonio
civil. El Foro, 24, 6.
Sáenz, Francisco V. (26 de marzo de 1890). El Foro, 126, 339-340.

El Salvador:
El Salvador. (1860). Código Civil de la República del Salvador en Centro-
américa. Nueva York: Imprenta de Eduardo C. Jenkins.
El Salvador. (1893). Código Civil de la República del Salvador. Tercera
edición en la que se han intercalado las reformas posteriores hasta el
año de 1890. San Salvador: Tipografía “La Luz”.
El Salvador. (1912). Código Civil de la República del Salvador. Quinta
edición en la que se han intercalado todas las reformas posteriores has-
ta el año de mil novecientos doce. Editores y propietarios Dutriz Herma-
nos. San Salvador: Tipografía “La Unión”.
El Salvador. (1960). Código Civil de la República del Salvador en Centro-
américa. (Estudios y conferencias sobre el Código Civil de 1860), 2ª ed.
San Salvador: Editorial Universitaria “José B. Cisneros”, 13 de julio.
Guzmán, Mauricio. (1959). Código Civil de El Salvador. Estudio prelimi-
nar de D. Mauricio Guzmán Doctor en Derecho. Madrid: Instituto de Cul-
tura Hispánica.
Lindo, Hugo. (1959). El divorcio en El Salvador. Historia legislativa, ju-
risprudencia, anotaciones críticas (2ª ed). Colección Tesis Escogidas, Vol.
2. San Salvador: Editorial Universitaria “José B. Cisneros”.

442
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Súarez, Berlamino. (1949). El Código Civil del año de 1860 con sus modi-
ficaciones 1860-1948. Tomo I. San Salvador: Imprenta La Idea.

Guatemala:
Guatemala. (1877). Código Civil de la República de Guatemala, 1877.
Ciudad de Guatemala: Imprenta El Progreso.
Guatemala. (1881). Recopilación de las leyes emitidas por el gobierno
democrático de la República de Guatemala desde el 3 de junio de 1871
hasta 30 junio 1881. Tomo I. Ciudad de Guatemala: Tipografía El Progreso.
Guatemala. (1882). Ley de reforma al Código Civil 1882. Justo Rufino
Barrios. Guatemala: Tipografía Nacional.
Guatemala. (1883). Recopilación de las leyes emitidas por el gobierno
democrático de la República de Guatemala desde el 1 de julio de 1881
hasta 30 junio 1883. Tomo III. Ciudad de Guatemala: Tipografía El Progre-
so.
Guatemala. (1883). Iniciativa de algunos Diputados a la Asamblea Na-
cional Legislativa sobre el Divorcio. Guatemala: Oficina Tipográfica El
Progreso.
Guatemala. (1923). Leyes que reglamentan la celebración del matrimonio
civil. Ciudad de Guatemala: Tipografía Nacional.
Guatemala. (1927). Código Civil de la República de Guatemala, 1926.
Ciudad de Guatemala: Tipografía Nacional.
Guatemala. (1937). Código Civil de la República de Guatemala, 1937.
Guatemala: Tipografía Nacional.
Cruz, Fernando. (1882). Instituciones de derecho civil patrio, escritas por
Fernando Cruz. Tomo 1. Guatemala: Tipografía el Progreso.
Pineda de Mont, Manuel. (1872). Recopilación de las leyes de la Repúbli-
ca de Guatemala compuesta y arreglada por Don Manuel Pineda de
Mont. Tomo 3. Guatemala: Imprenta de La Paz.

Honduras:
Honduras. (1881). Lei de Matrimonio Civil de la República de Honduras
emitida el 15 de julio de 1880. Marco Aurelio Soto, Presidente Constitu-
cional de la República de Honduras, decreto del 25 de octubre de 1880,
Lei de Matrimonio Civil. Tegucigalpa: Tipografía Nacional.
Honduras. (1880). Código Civil de la República de Honduras 1880. Te-
gucigalpa: Tipografía Nacional.

443
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Honduras. (1898). Código Civil de 1898. Tegucigalpa: Tipografía Nacional.


Honduras. (1906). Código Civil 1906. Tegucigalpa: Tipografía Nacional.
Honduras. (1997). Código Civil 1906. Tegucigalpa: Scancolor.

Nicaragua:
Nicaragua. (1871). Código Civil de la República de Nicaragua aprobado
25 enero 1867. Managua: Imprenta de El Centro-Americano.
Nicaragua. (1903). Código Civil de la República de Nicaragua elabora-
do de orden del Señor Presidente General Don J. Santos Zelaya y su
Ministro de Justicia Don Fernando Abaunza, por la Comisión Oficial de
Códigos compuesta de los Abogados Bruno H. Buitrago, José Francisco
Aguilar y Francisco Paniagua Prado. Managua: Tipografía Nacional (vi-
gente a partir de 1904).
Nicaragua. (1931). Código Civil de la República de Nicaragua. Revisado
definitivamente por la Comisión Legislativa compuesta de los Diputados
Doctor don Leonardo Rodríguez y don Santiago López y de los Aboga-
dos Bruno H. Buitrago, J. F. Aguilar y F. Paniagua Prado. Tercera Edi-
ción Oficial. Anotada y concordada por los doctores Carlos A. Morales,
Joaquín Cuadra Zavala y Mariano Argüello (3ª ed. oficial). Managua:
Casa Editorial Carlos Heuberger y Co.
Bonilla, T. G. (1894). El matrimonio en el Código de la Familia y sus efec-
tos civiles. Managua: Tipografía Nacional.

Panamá:
Panamá. (1960). Código Civil de la República de Panamá. Edición con-
memorativa del XXV aniversario.Panamá: Universidad de Panamá 34.
Correa, Alfonso. (1927). Código Civil de la República de Panamá. Anota-
ciones. Panamá: Imprenta Nacional.
Fábrega, Ramón E. (1969). Constituciones de la República de Panamá de
(1904–1941–1946). Edición preparada por Ramón E. Fábrega F. Panamá:
s.ed.

34 Esta edición es una versión revisada del Código Civil de 1917, el cual estuvo vigente a
partir de noviembre de 1917. Antes de este código estuvo vigente el Código Civil
Colombiano (Código Civil de la República de Panamá, 1960, 1).

444
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Bibliografía:
Abrams, Lynn. (1999). Crime Against Marriage? Wife-beating, Divorce and
the Law in Nineteenth-Century Hamburg. En Arnot, Margaret L. y Usborne,
Cornelie. (Eds.). Gender and Crime in Modern Europe. London: UCL Press
& Taylor Group, 118-136.
Aguilar, Ana Leticia. (Ed.). (1997). Movimiento de Mujeres en Centroaméri-
ca. Managua: Programa Regional La Corriente.
Arrom, Silvia. (1985). Changes in Mexican Family Law in the Nineteenth
Century: The Civil Codes of 1870 and 1884. Journal of Family History, 10(3),
305-317.
Arrom, Silvia. (1988). Las mujeres en la ciudad de México, 1790-1857. Méxi-
co: Siglo XXI Editores.
Beeche, Héctor y Fournier, Fabio. (1962). Código Civil de Costa Rica. Estu-
dio preliminar, Compendio y Concordancias a cargo de los Licenciados Héc-
tor Beeche Luján y Fabio Fournier Jiménez. Madrid, España: Instituto de
Cultura Hispánica.
Bonilla, T. G. (1894). El matrimonio en el Código de la Familia y sus efectos
civiles. Managua: Tipografía Nacional.
Brenes, Alberto. (1974). Tratado de las personas. Notas y comentario de
Eladio Vargas. San José: Editorial Costa Rica.
Deere, Carmen Diana & León, Magdalena. (2000). Género, propiedad y
empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina. Bogotá: Ter-
cer Mundo Editores.
Deere, Carmen Diana & León, Magdalena. (2005). El liberalismo y los dere-
chos de propiedad de las mujeres casadas en el siglo XIX en América Latina.
En León, Magdalena y Rodríguez, Eugenia. (Eds.) ¿Ruptura de la inequidad?
Propiedad y género en la América Latina del siglo XIX. Bogotá: Siglo del
Hombre Editores.
Deere, Carmen Diana & León, Magdalena. (2006). Matrimonio y divorcio
civil en América Latina durante el siglo XIX. En XI Cátedra Anual de Historia
Ernesto Restrepo Tirado. (Ed.). Mujer, nación, identidad y ciudadanía: siglos
XIX y XX. Bogotá, MinCultura Memorias.
Donoso, Justo. (1844). Manual del Párroco Americano. Santiago: Imprenta
del Progreso.

445
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Facio, Alda. (1989). La igualdad entre hombres y mujeres y las relaciones


familiares en la legislación centroamericana. Estudios Sociales Centroameri-
canos, 50(2).
Foucault, Michel. (1989). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México:
Siglo XXI Editores.
Foucault. Michel. (2012). Historia de la sexualidad. I, la voluntad de saber.
Madrid: Siglo XXI Editores.
García, Ana Isabel. (1999). Mujeres, participación política y ciudadanía. Un
ejemplo de la aplicabilidad del sistema de cuotas: Costa Rica. En García, Ana
Isabel. (Ed.). La situación de las mujeres en Centroamérica: una evaluación
en el umbral del siglo XXI. San José: Fundación Género y Sociedad, Diálogo
Interamericano.
García, Ana Lidia. (2006). El fracaso del amor. Género e individualismo en el
siglo XIX mexicano. Distrito Federal: El Colegio de México-Universidad Au-
tónoma del Estado de México.
INAMU. (2009). Los derechos humanos políticos de las mujeres: normativa,
doctrina y jurisprudencia. Compendio 2006. San José: Instituto Nacional de
las Mujeres, Colección Legislación, No.16.
Lamas, Marta. (1996). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría ‘gé-
nero’. En Lamas, Marta. (Comp.). El género: la construcción cultural de la
diferencia sexual. México: Grupo Editorial Miguel Angel Porrúa.
Lavrin, Asunción. (1995). Women, Feminism, and Social Change in Argenti-
na, Chile and Uruguay, 1890-1940. Lincoln and London: University of Ne-
braska Press.
Lavrin, Asunción. (1997). Género e Historia: Una conjunción a finales del
siglo XX. En Memorias 49º Congreso Internacional de Americanistas, Colec-
ción 49º ICA, No. 1. Quito: Ediciones Abya-Yala.
Leret, María G. (1975). La mujer: una incapaz como el demente y el niño.
(Según las leyes latinoamericanas). Distrito Federal: B. Costa-Amic Editor.
Mahoney, James. (2002). Los patrones de dependencia en los cambios de
régimen: América Central en perspectiva comparada. Araucaria. Revista Ibe-
roamericana de Filosofía Política y Humanidades, 4(7), 133-166.
Marín, Juan José. (2005). Prostitución y explotación sexual infantil y juvenil
en Costa Rica (1860-1949). En Rodríguez, Eugenia. (Ed.). Abuso sexual y

446
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

prostitución infantil y juvenil en Costa Rica durante los siglos XIX y XX. San
José: Plumsock Mesoamerican Studies, 127-161.
Marín, Juan José. (2007). Prostitución, honor y cambio cultural en la provincia
de San José de Costa Rica: 1860-1949. San José: Editorial Universidad de
Costa Rica.
Mendoza Orantes, Ricardo. (Ed.). (1994). República de El Salvador Código
de Familia y Reformas al Código Civil. San Salvador: s.ed.
Miguelez Lorenzo, Alonso, Sabino y Cabreros, Marcelino. (1947). Código de
Derecho Canónico y Legislación Complementaria. Texto Latino y Versión
Castellana, 2a ed. Ampliada. Madrid: La Editorial Católica.
Molina, Iván y Palmer, Steven. (1998). Historia de Costa Rica. Breve, actua-
lizada y con ilustraciones. San José: Editorial Universidad de Costa Rica.
Molina, Iván y Palmer, Steven. (2003). Educando a Costa Rica. Alfabetiza-
ción popular, formación docente y género (1880-1950). San José: Editorial
Universidad Estatal a Distancia.
Molina, Iván y Palmer, Steven. (2003). Desertores e invasoras. La feminiza-
ción de la ocupación docente en Costa Rica a comienzos del siglo XX. En
Molina, Iván y Palmer, Steven. Educando a Costa Rica. Alfabetización popu-
lar, formación docente y género. San José: Editorial Universidad Estatal a
Distancia.
Molina, Iván y Palmer, Steven. (2004). Popular Literacy in a Tropical Demo-
cracy: Costa Rica 1850-1950. Past and Present, 184(3), 169-207.
Mora, Virginia. (2003). Rompiendo mitos y forjando historia. Mujeres urbanas
y relaciones de género en el San José de los años veinte. Alajuela: Museo
Histórico Cultural Juan Santamaría.
Muñoz, Ileana. (2002). Educación y régimen municipal en Costa Rica (1821-
1882). San José: Editorial Universidad de Costa Rica.
Palmer, Steven. (1999). Adiós Laissez-faire: la política social en Costa Rica
(1880-1940). Revista de Historia de América, 124(1), 99-117.
Palmer, Steven y Rojas, Gladys. (2003). Educando a las señoritas: formación
docente, movilidad social y nacimiento del feminismo en Costa Rica (1885-
1925). En Molina, Iván y Palmer, Steven. Educando a Costa Rica.
Alfabetización popular, formación docente y género. San José: Editorial Uni-
versidad Estatal a Distancia.

447
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Pérez, Héctor. (1989). Breve historia de Centroamérica, 2ª ed. México: Alianza


Editorial Mexicana.
Ramos, Carmen. (2005). Entre la ley y el cariño. Normatividad jurídica y
disputas familiares sobre la patria potestad en México (1873-1896). En Po-
tthast, Bárbara y Carreras, Sandra. (Eds.). Entre la familia, la sociedad y el
Estado. Niños y jóvenes en América Latina (siglos XIX-XX). Madrid: Ibero-
americana, Vervuert.
Rodríguez, Eugenia. (1994). ‘Tiyitabea lo que me han hecho’. Estupro e in-
cesto en Costa Rica (1800-1850). En Molina, Iván y Palmer, Steven. (Eds.).
El paso del cometa. Estado, políticas sociales y culturas populares en Costa
Rica, 1800-1950. San José: Editorial Porvenir, Plumsock Mesoamerican Stu-
dies.
Rodríguez, Eugenia. (1998). Inventando el Día de la Madre en Costa Rica
(1910-1932). Revista Reflexiones, (75), 33-42.
Rodríguez, Eugenia. (1999). “Nicolasa, ¿Hábrase visto cosa igual?...” Los
discursos sobre la participación de las mujeres en la política en Costa Rica
(1900-1950). Revista Parlamentaria, 7(1), 85-122.
Rodríguez, Eugenia. (2000). Hijas, novias y esposas. Familia, matrimonio y
violencia domestica en el Valle Central de Costa Rica (1750-1850). Heredia:
Editorial de la Universidad Nacional-Plumsock Mesoamerican Studies.
Rodríguez, Eugenia. (2001). Construyendo la Identidad Nacional. Redefinien-
do la Familia y las Relaciones de Género en Costa Rica (1890-1950). Instituto
Panamericano de Geografía e Historia. (Ed.). Memoria del IV Simposio Pa-
namericano de Historia. México: IPGH, 211-255.
Rodríguez, Eugenia. (2002). Conclusión. Género e historia en América Cen-
tral: un balance (1957-2001). En Rodríguez, Eugenia. (Ed.). Mujeres, Género
e Historia en América Central (1700-2000). San José: UNIFEM Oficina Re-
gional de México, Centroamérica, Cuba y República Dominicana-Plumsock
Mesoamerican Studies.
Rodríguez, Eugenia. (2005a). Women’s History and Gender History in Cen-
tral America: An Introductory Balance. En The International Federation for
Research in Women’s History (IFRW), “Women’s History Revisited: Histo-
riographical Reflections on Women and Gender in a Global Context”, 20th
International Congress on Historical Sciences. Sydney, Australia: University
of New South Wales, 8-9 July. Recuperado de www.historians.ie/women/
Art.E.Rodriguez.IFRW.Sydney.pdf

448
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Rodríguez, Eugenia. (2005b). Las esposas y sus derechos de acceso a la


propiedad en Costa Rica durante el siglo XIX. En León, Magdalena y Rodrí-
guez, Eugenia. (Eds.). ¿Ruptura de la inequidad? Propiedad y género en la
América Latina del siglo XIX. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 183-232.
Rodríguez, Eugenia. (2005c). ‘Víctimas inocentes/amenazas corruptoras’.
Niñez, ‘invención’ del crimen juvenil y abuso sexual en Costa Rica (1800-
1850 y 1900-1950). En Rodríguez, Eugenia. (Ed.). Abuso Sexual y Prostitu-
ción Infantil y Juvenil en Costa Rica: Rompiendo con Dos Siglos de Mitos.
San José: Plumsock Mesoamerican Studies, 57-94.
Rodríguez, Eugenia. (2006). Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica
(1800-1950). Heredia: Editorial Universidad Nacional.
Rodríguez, Eugenia. (2008). Ciudadanía y derechos civiles y políticos de las
mujeres en Costa Rica (siglos XIX y XX). En Santana, Adalberto. (Ed.).
Costa Rica Contemporánea. Distrito Federal: Centro de Investigaciones so-
bre América Latina y el Caribe, Universidad Nacional Autónoma de México.
Rodríguez, Eugenia. (2014). Historia de las mujeres y de género en Costa
Rica: avances y desafíos. En Díaz, David; Molina, Iván y Viales, Ronny. (Eds.).
La historiografía costarricense en la primera década del siglo XXI: tenden-
cias, avances e innovaciones. San José: Editorial Universidad de Costa Rica.
Salvatierra, Leda; Suñol, Amira y Trejos, Ana María. (1978-1980). Realidad
jurídico-social de la mujer costarricense. San José: Comisión Interamericana
de Mujeres.
Scott, Joan W. (1988) Gender and the Politics of History. New York: Colum-
bia University Press.
Scott, Joan W. (Ed.) (1996) Feminism and History. Oxford: Oxford University
Press.
Trejos, Gerardo y Ramírez, Marina. (1999) Derecho de familia costarricense.
Tomo I. San José: Editorial Juricentro.
Vargas, Claudio. (1991). El liberalismo, la Iglesia y el Estado en Costa Rica.
San José: Ediciones Guayacán.
Vázquez, Francisco. (2013). Hipótesis represiva e hipótesis productiva. El
contexto historiográfico de La voluntad de saber. Del Val, María Isabel y
Gallego, Henar. (Eds.). Las huellas de Foucault en la historiografía. Barcelo-
na: Icaria Editorial, Colección Historia y Feminismo.

449
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

HONDURAS

Leticia de Oyuela (1935-2008)

Nacida en Tegucigalpa, cursó estudios en Ciencias Jurídicas y Socia-


les en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, con estudios
de postgrado en Estética en el Instituto Antonio Gramsci de Roma.
Así como estudios en historia en España, Italia y México. Entre sus
publicaciones se encuentran Notas sobre Ramón Rosa (1968), en
colaboración con Ramón Oquelí. Notas sobre la evolución históri-
ca de la mujer en Honduras (1989). Historia mínima de Teguci-
galpa vista a través de las fiestas del patrono San Miguel a par-
tir de 1680 hasta finales del siglo XIX (1989). Fe, riqueza y po-
der. Antología crítica de documentos para la historia de Hondu-
ras (1992). José Manuel Gómes, pintor criollo (1992). Mujer, fa-
milia y sociedad: una aproximación histórica (1993). Ramón Rosa:
plenitudes y desengaños (1994). Religiosidad popular. Raíz de la
identidad hondureña (1996). Dos siglos de amor (1998). De san-
tos y pecadores. Un aporte para la historia de las mentalidades
(1999). De la corona a la libertad (2000). La Virgen María en la
plástica hondureña (2000).

El Campo de la Expresión1
La expresión en Honduras ha sido pobre por dos razones fundamentales:
la primera porque, en la etapa de poblamiento, la Iglesia prohibió la importa-
ción desde la metrópoli de novelas, romances, hazañas y “todas aquellas lec-
turas que afirmaban con su fantasía las mentes de los hombres”; a ello cola-
boró la falta de escuelas que no fueran religiosas, impidiendo de esta manera
la formación de los grupos masculinos. Paralelamente se prohíben, desde el
siglo XVI, los conventos y los beateríos, con lo que se marginó a las mujeres
del campo de la cultura. La segunda razón es que la República carece, duran-
te todo el periodo postidependiente, de una estabilidad política que formule un
espacio seguro y firme para la educación; de ahí que, en 1930, el país tuviera
un índice de analfabetismo que excedía el 64%.
La expresión literaria se centró en una cultura oral de la que nace una
cultura popular, poblada de un imaginario riquísimo, que se expresó en leyen-

1 Oyuela, Leticia. Mujer, Familia y Sociedad. Segunda edición actualizada hasta el 2000.
Tegucigalpa, 2001.

450
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

das, consejas e, inclusive, en versos rimados, donde la poesía se convierte en


un elemento eventual.
Para el conglomerado masculino resultó difícil buscar las formas de ex-
presión que fueran más allá del campo político. Al respecto, es importante
denotar que la literatura hondureña del período republicano está compuesta,
en su mayoría, por una enorme cantidad de discursos, decretos e informes,
que únicamente profundizan el mito de la libertad y de unos cuantos valores
republicanos inmersos en el campo del neoclasicismo. Para el caso, llamas
“Marte” a la guerra y aludir a una profusión de musas, diosas paganas y
ninfas con un cargado valor simbólico, que fue el caldo de cultivo propicio
para transmutar conceptos básicos en alambicados eufemismos.
La Reforma Liberal, tal como se ha dicho anteriormente, creó un “culto”
a lo que se llamó las bellas letras, y que se manejó en el sector masculino
como símbolo de prestigio, de donde surge la imagen del “intelectual”, utilizán-
dose el apelativo de poeta para privilegiar las figuras que ascendían al poder.
El Modernismo surge a partir de la influencia de Rubén Darío y de sus
seguidores cubanos y peruanos, así como de una suerte de corriente interna-
cional que impregnó a la sociedad hondureña hasta el tránsito del siglo XX.
Esta influencia creó una especia de aureola, casi mística, en la imagen del
poeta, del intelectual, abarcando con su influencia las imágenes femeninas;
los círculos literarios de moda fueron muy influenciados por las corrientes del
romanticismo francés y español, que impregnaron además las escuelas, cole-
gios y universidades. Las fórmulas del liberalismo postcomteano, que persis-
tieron hasta bien entrado el siglo XX, dejaron una secuela que, si bien es cierto
es un tanto pedantesca entre las mujeres de letras, generó una especia de
respeto social que oscila entre el reconocimiento público oficial y una especia
de temor hacia el ridículo, ya que la mayoría de las mujeres cultas se les
bautizó con el mote de “varonas” o “bachilleras”.
Este contrasentido prevalece, sobre todo en el aspecto social, de donde
parte el mito de que las mujeres inteligentes no se casan y que los caballeros
las prefieren “tontas”. Así se fue creando ese muro de silencio en derredor de
la expresión femenina. Las mujeres tienen miedo a hacerse denotar. Para
colmo de los males, tanto la actitud oficial del Estado como la de la iglesia,
auspiciaron un modelo femenino paradigmático, en el que se confunde la pru-
dencia con la obediencia no deliberante.
Es muy probable que una de las primeras mujeres en romper el silencio
haya sido Clementina Suárez, una joven procedente de una antigua familia
incrustada en la tradición olanchana quien, en 1935, escandalizó a la sociedad
tegucigalpense en un abierto reclamo por su humanidad, publicando un libro

451
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

que fue el detonante necesario y que ella tituló Corazón Sangrante. Sin
embargo, en Clementina no hubo una clara definición de una opción de géne-
ro, sino tal vez hasta en los días posteriores a su madurez (1967). Como todas
las mujeres de gran sentido creativo, su creatividad la condujo por el mundo,
explicándose en lenguaje poético, hasta convertirse en la gran promotora del
arte, con la que ella pretendía basar una cultura para su país y para Centro
América, en los días gloriosos cuando los centroamericanos se encontraban
muy sumergidos en los “ismos” que poblaban los diversos lenguajes de la
cultura. Clementina hizo de su vida un testimonio donde cabe ubicar valores
de carácter más internacional y humano, a manera de espacios conductores y
fundamentales como la solidaridad, el respeto ala vida, la libertad de amar y
de morir, así como el ideal revolucionario, visto desde la óptica de la necesaria
construcción de una nueva sociedad, más permeable y decididamente de es-
paldas a una moral hipócrita y burguesa.
Después de la segunda mitad del siglo XX, las políticas de desarrollo y la
posición hegemónica de los Estados Unidos en el concierto mundial, llevó a la
mujer a integrarse en forma decidida en la producción.
La mujer del campo empezó a clarificar y a manifestar su inconformidad
frente a un estatus quo, que era la única oferta que recibía de la antigua
cultura tradicional; es posiblemente ahí donde se vio con más claridad la nos-
talgia por un cambio de situación, frente al surgimiento de una aculturización
de las grandes masas campesinas, en la cual el hombre perdía el sentido de la
responsabilidad y el espacio de las antiguas ideas “mujeristas” de jefe de
familia, responsable y protector de la mujer y la progenie.
El desempleo encubierto en la agricultura, la ausencia de tierras fértiles,
junto con una subcultura machista, fue la conjunción que causó, lentamente, el
sentimiento de compasión hacia las mujeres del campo y haciendo que cada
día se consumiera más el espacio del antiguo paternalismo. Éste, venturosa-
mente, se llenó en parte con una labor que surgió de las capas medias urba-
nas: los clubes de amas de casa, que surgieron inmediatamente después del
movimiento de las escuelas radiofónicas, patrocinadas por la Iglesia Católica
y que abonaron a una toma de conciencia de las mujeres del campo, en vista
de una filosofía clara, incorporada en la tradición.
Este movimiento fue el más atinado en el sentido de la capacidad de
animación que formuló en grupos de mujeres deprimidas por el Estado nacio-
nal, y que incorporaba, además, a los hijos y compañeros, por medio de agru-
paciones manejadas a través de la radio.
Muchas organizaciones privadas de desarrollo fueron surgiendo en los
últimos treinta años del siglo y fueron el caldo de cultivo necesario para trazar

452
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

el camino de todos aquellos derechos conculcados, que afectaban en forma


directa a la mujer, a la niñez y a la familia.
En este periodo la sociedad hondureña se enfrentó con la aparición de la
revolución tecnológica, el fenómeno económico de la globalización y los con-
ceptos del neoliberalismo. A todo esto hay que añadir la idea excelentemente
difundida del concepto de “postmodernidad”, que ha venido impregnando las
zonas urbanas en un debate snob, que afecta directamente la creación artís-
tica y, sobre todo, las formas de comunicación masiva. Así, la televisión se
convierte en un importante eje conductor de un cúmulo de ideas foráneas que,
definitivamente, crean un sentido de desconcierto y son las principales causas
de la reformulación de una cultura híbrida que anula toda posibilidad de crea-
ción original y propia.
Esta hibridización de las formulas culturales se hace patente en todos los
campos de la cotidianeidad; con su impulso (sobre todo, dentro del concepto
de la llamada “ aldea global”) marca una generación en la que las mujeres han
dejado de lado las luchas específicas por precisar una filosofía de sí mismas,
cuyo modelo básico se centra en la necesidad de una internacionalización.
Así es como las mujeres cambiaron su rol de “existentes silenciosas”,
transformando su papel hacia la colectivización de una algarabía, bulliciosa,
en el terno prurito de hacerse oír; el discurso se limita a la exigencia del
reconocimiento de sus derechos, en el olvido total de que la situación femeni-
na está limitada a las circunstancias que genera el subdesarrollo, y de que las
fronteras de su acción están inveteradamente definidas por su realidad nacio-
nal.
Sin embargo, ellas hacen, participan, construyen o destruyen. Sus vidas
oscilantes siguen desangrándose en la cárcel de su emotividad, culpando a las
leyes de los fracasos que cotidianamente las convierten en víctimas de una
cultura que se niega a verlas, admitirlas y aceptarlas dentro de las convencio-
nes del diario vivir.
Pese a todo, ahora se expresan con más fluidez que antes, provistas de
gran fortaleza; aparentemente, han perdido el antiguo sentido de su invisibili-
dad. Están allí y trabajan en todos los campos, estudian, se informan, son
importantes no sólo en las líneas productivas, sino que son el elemento básico
del contrapunto necesario para la libertad del mercado: el consumismo. Las
mujeres compran, pero no acumulan. Como en la antigua fábula, siguen sien-
do las sirenas que no clarifican lo que es la industria de la moda y el rigor de la
necesidad. Es muy probable que alguien se encargue de hacer un estudio
indicativo de lo que compran las mujeres, que sirva en el futuro para detectar

453
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

el porcentaje de viernes necesarios, así como el porcentaje de mujeres que


son producto de la virtualidad de la imagen.
Si bien es cierto los espacios que han “ganado” las mujeres están en
todos los órdenes, surgiendo para ellas nuevas carreras que van desde pre-
sentadoras de televisión, como Yadira Bendaña, al periodismo como Thelma
Mejía, Roxana Guevara, Indira Murillo o Mayra Navarro. Sus cargos son casi
siempre, si no secundarios, “complementarios”, demostrando que la tradición
estética de ver a la mujer como adorno necesario, sigue prevaleciendo.
Actualmente, el país cuenta con mujeres conspicuas en el Poder Judicial.
Pareciera que la mayoría de jueces son mujeres y, hasta el momento de escri-
bir esta nota, el Gobierno Central ha nombrado a más de cuatro mujeres en
cargos de gran responsabilidad dentro de la administración pública, con rango
ministerial.
En la actualidad, también se cuenta con tres mujeres que han llegado a la
rectoría de tres importantes centros de educación superior: la Dra. Ana Belén
Castillo, Rectora de la UNAH; la Ing. Irma Acosta de Fortín, Rectora de la
Universidad Privada José Cecilio del Valle; y la Licda. Leticia Ma-Tay, Rec-
tora de la UNITEC. Esto no es para asombrarse porque ya dijimos que, desde
el periodo de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa (1876-80), se consideró en
las líneas generales dela educación nacional como una especie de ministerio
femenino.
En el campo de las letras, se presenta una generación finisecular con
obras de mucha importancia; en ese sentido, vale la pena registrar a aquellas
que incluye Ada Luz Pineda en su reciente libro titulado Honduras: Mujer y
Poesía. Antología de Poesía Hondureña Escrita por Mujeres 81865-
1998) (Edit. Guardabarranco, Tegucigalpa, 1998). Esta obra se constituye en
un trabajo historiográfico de gran valor, que le permitirá a otras generaciones,
más críticas, identificar con mayor propiedad el rol que la mujer ha ocupado
en las letras hondureñas, enfatizando –más allá de esta simple crónica- los
aportes definitivos que esta última generación ha realizado.
Desgraciadamente, las corrientes internacionales han influido de tal ma-
nera en el panorama de las letras que, actualmente, se habla de una “literatura
femenina”, concepto con el que no estoy de acuerdo, por las razones que ya
expresé en mi ponencia ante el Círculo Latino Americano e Letras, realizado
en Munich, en otoño de 1997, que cito a propósito: “la literatura, hasta el día de
hoy, sigue siendo una sola y no se inserta, por su propia grandeza, en especi-
ficaciones genéricas: la literatura es o no es.”
Una dicotomía muy profunda caracteriza al movimiento finisecular fe-
menino, que puede ser producto del deslumbramiento frente a ese espacio

454
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

súbito de la libertad tan ansiada y tan inesperadamente encontrada. Pero esto


también hace que otros grupos se integren en espacio es de mayor serenidad
y reflexión, como se puede ver en las mujeres que han llenado el vacío de
acciones culturales tan necesarias, como las del campo editorial, donde se
destacan los esfuerzos realizados por Isolda Arita, desde Editorial Guaymuras
y María Eugenia Ramos, en Editorial Guardabarranco.
También vale la pena destacar algunas mujeres que se distinguen en el
campo de la investigación. Es el caso de Helen Umaña, quien va más allá de
la historiografía, incursionando en el campo crítico sobre narrativa, cuento y
poesía; ha realizado, además, aportes conductores como el rescate de la bi-
bliografía sobre el tema morazánico, de gran importancia por la reformulación
de hitos que inciden fundamentalmente en la axiología del país y de la región
centroamericana.
En el campo e la música vale la pena mencionar a Jimena Andonie, quien
además de demostrar sus dotes administrativas en el campo musical, es crea-
dora de algunas partituras, en las que ha recogido la inspiración y la función de
la percusión, evocando antiguas raíces africanas insertas en el poblamiento de
nuestro país.
En el campo de la escultura cabe mencionar cabe mencionar la obra de
Regina Aguilar Paz Pinel; además de ser significativa como búsqueda propia,
extiende sus méritos en el campo de la promoción artística y el desarrollo de la
población minera se San Juancito, cercana a la capital.
No se puede dejar de considerar el trabajo de la Unidad de Apoyo y
Servicios a la Mujer (UNISA), que durante varios años ha dirigido Melba
Zúniga Mayorga, quien ha creado, bajo el sistema de cooperativas, organis-
mos de autogestión para madres solteras, integradas en unidades llamadas
“famicentros”. Éstas son unidades especializadas para el desarrollo de ma-
dres y niños, de relaciones monoparentales, productoras de bienes y servicios
en talleres que van desde las artesanías hasta la producción culinaria.
En las artes escénicas también es importante destacar la participación de
teatristas de la categoría de Sandra Herrera y la directora de la carrera de
Arte de la UNAH, Alma Caballero, quien ha puesto su definitivo aporte en la
investigación del teatro tradicional hondureño.
En la plástica, la mayoría de las mujeres se desenvuelven desde una
óptica más avanzada como ser la de los talleres colectivos, que cuentan con el
apoyo de organizaciones privadas. En el caso de las Mujeres en las Artes
cuyas actividades han dado origen, últimamente, al surgimiento de un grupo
mixto llamado Artería. En el trabajo individual se perfilan las propuestas de
Xenia Mejía, Celsa Flores y Sandra Pendrey, así como algunas muy jóvenes
como Johana Montero.

455
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En la mayoría de los espacios de la expresión, las mujeres se han dejado


deslumbrar por la detección de su propio yo, generando una corriente intimis-
ta, que privilegia un imaginario de autovictimización y rebeldía, con la evidente
proclamación de sus propias voces, yendo de lo erótico al protagonismo e
unas relaciones e convivencia en el auge de un martirologio. Lo anterior pue-
de devenir en un deslizamiento perjudicial o peligroso, por ser tan elusivo de la
creación de un discurso colectivo y por inhibir la participación social a que
están obligadas por la precariedad de las condiciones que demanda el país.
Aparte de estas tendencias en el movimiento feminista hondureño, pode-
mos aducir que la debilidad se manifiesta por la falta de una filosofía que
inspire al movimiento en sí mismo, a fin de poder obtener una capacidad de
circulación que sea eficaz e integradora de la gran diversidad de los elemen-
tos que lo integran. Este discurso filosófico tendría que surgir sumamente
integrado con elementos detectados de la realidad nacional, así como de los
hitos de la propia historia.

456
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Rina Villars (1958)

San Francisco de la Paz, Olancho. Cursó un doctorado en lingüística


hispánica por la Universidad de Navarra, España, una maestría en
lingüística por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en
México, y una licenciatura en lingüística en la Universidad Nacional
Autónoma de Honduras. Entre sus publicaciones se encuentran Por-
que quiero seguir viviendo: Habla Graciela García (1991). Para
la casa más que para el mundo. Feminismo y sufragismo en la
historia de Honduras (2001).

Los Comienzos de la Lucha Sufragista en Honduras1

Introducción
Las primeras manifestaciones de una lucha sufragista, con trascenden-
cia social, se dan en Honduras hasta mediados de la década de los cuarenta,
en el contexto de un orden internacional y de una situación política interna
favorables a las demandas sufragistas. El fin de la segunda guerra mundial
(1945) trajo entre otras consecuencias la emergencia de la democracia como
fuerza o “símbolo casi universal”. En América Latina hubo en este periodo un
proceso de liberalización política que se manifestó, en la mayoría de los países
de la región, en aperturas democráticas, movilización política de fuerzas sub-
alternas en demanda de conquistas específicas, auge de los partidos comunis-
tas, surgimiento de partidos de oposición. Detrás de este clima político demo-
crático subyació la victoria de los Países Aliados y la derrota del fascismo
entre 1944 y 1946. Para diciembre de 1941, todos los países de América
Latina, a excepción de Chile y Argentina, se habían alineado a los estados
Unidos y cortado relaciones con los países del Eje (Japón, Alemania e Italia).
Los países latinoamericanos se habían colocado pues, al menos formalmente,
al lado de la democracia2.
Este contexto internacional de “avance democrático” favoreció la de-
manda del voto femenino por cuanto la expansión del sufragio fue vista como
una forma de extender la democracia formal; por consiguiente, la privación de
los derechos políticos femeninos fue considerada una negación al “ideal de

1 Villars, Rina. Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la
Historia de Honduras. Tegucigalpa, Editorial Guaymuras, 2001.
2 Véase, Leslie Bethell, Ian Roxborough, “Latin America between the Second World War
and the Col War: Some Reflections on the 1945-48 Conjuncture”, en Journal of Latin
American Studies, Vol. 20, 1988, pp.168-171.

457
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

democratización universal”. Como bien lo expresó un senador chileno cuando


se discutía en Chile, entre 1945 y 1946, el proyecto del sufragio universal:
No se puede entrar ya en las antiguas discusiones respecto a
si la mujer tiene o no capacidad para el voto político o si es o
no merecedora de él. El solo hecho de que ahora lo tienen, en
distintos países civilizados del mundo, demuestra que lo me-
rece y que debe tenerlo en el nuestro3.
Muchos de los países latinoamericanos eran además, para entonces,
signatarios de los convenios internacionales sobre la igualdad jurídica de la
mujer. Todos estos factores contribuyeron al resurgimiento de los movimien-
tos sufragistas en algunos países latinoamericanos, mientras otros, como es el
caso de Honduras, surgieron por vez primera. Como se muestra en la siguien-
te gráfica, en la mayoría de los países latinoamericanos el voto femenino fue
constitucionalmente aprobado después de 1944, en el contexto de democrati-
zación internacional antes esbozado.

CUADRO 4.1
INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SUFRAGIO FEMENINO
EN AMÉRICA LATINA
Antes de 1944 Después de 1944
Ecuador 1929 Costa Rica 1945
Brasil 1932 Panamá 1945
Uruguay 1932 Guatemala 1945
Cuba 1934 Venezuela 1947
El Salvador 1939 Argentina 1947
República Dominicana 1942 Chile 1949
Haití 1950
Bolivia 1952
México 1953
Colombia 1954*
Honduras 1955
Nicaragua 1955
Perú 1955
Paraguay 1961
Fuente: Miller, “The Suffrage Movement in Latin America”, p. 168, y La-
vrin, “Suffrage in South America”, p. 184. *En Colombia, el voto femenino
fue constitucionalmente instituido en 1954, pero debido a la ruptura del
orden constitucional las mujeres votaron, por primera vez, hasta en 1958.

3 Gaviola A., Giles M. y otras, Queremos Votar, p. 69.

458
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Esta “ola de democratización” que se vivía en el continente llegó también


a Centro América. En 1944, el reino de las dictaduras comenzó a derrumbar-
se en el istmo bajo el influjo del espíritu de la lucha antifascista que prevalecía
en el mundo. El 9 de mayo de 1944, un “estallido popular” hizo caer en El
Salvador a Maximiliano Hernández Martínez, el dictador que, en 1932, ordenó
el asesinato de millares de campesinos para aplastar así “la primera insurrec-
ción comunista de América”. El 1 de julio de 1944, Jorge Ubico, considerado
uno de los más fuertes dictadores de América, capituló ante el movimiento de
protesta de diferentes fuerzas sociales guatemaltecas.
En Honduras, Tiburcio Carías Andino quien, en octubre de 1932, había
resultado triunfador en unas elecciones presidenciales tildadas de fraudulen-
tas por sus adversarios políticos, se convirtió en dictador cuando en 1936, una
Asamblea Constituyente prolongó su periodo presidencial por seis años más
mediante una modificación de la Constitución Política vigente. En 1939, el
congreso Nacional prolongó nuevamente la ´permanencia de Carías en el
Poder ejecutivo hasta el 1 de enero de 1949. La justificación presentada en-
tonces, en un decreto emitido por el Congreso Nacional, fue que era “un
deber patriótico velar por el indefinido mantenimiento de la paz que ha logrado
implantar el actual gobierno presidido por el Dr. Tiburcio Carías Andino, como
medio más eficaz para obtener la feliz realización de los destinos naciona-
les” 4.
Este “idefinido mantenimiento de la paz”, al que se hizo referencia en el
decreto mencionado, tuvo su manifestación más visible en la eliminación de
las “revoluciones” o “guerras civiles” de las que mucho se ha hablado en este
libro. El régimen caristia había logrado mantener la “paz” por medio del des-
pliegue de una represión sistemática, la cual se tradujo en el control absoluto
de todas las instancias estatales, en la clausura o censura de la prensa, en la
eliminación de organizaciones populares, partidos de oposición y opositores a
su régimen. Esta labor e “exterminación de la oposición” se realizó mediante
una fórmula denominada por los críticos de la dictadura “encierro, destierro, y
entierro”. Como señala Ramón Oquelí, “Carías logró poner fin a las guerras
civiles, mal endémico del país [pero la] paz resultante fue producto del terror
que en todo el país ejercían los comandantes de armas” 5.
Las manifestaciones públicas después de la caída de Maximiliano Her-
nández en El Salvador y de los actos de protesta del pueblo guatemalteco

4 Decreto No.16, diciembre de 1939, en UNAH, Recopilación de las Constituciones de


Honduras, op. cit. p. 463.
5 Ramón Oquelí, “Gobiernos hondureños en el presente siglo”, citado por Posas y del
Cid, la Construcción del Sector, op. cit. p. 109.

459
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

contra Jorge Ubico. Como lo señalara la escritora Graciela Bográn, en Hon-


duras ya “no era posible permanecer indiferente al movimiento libertario”
promovido en estos dos países; “algo había que hacer. El momento había
llegado y la pasividad habría sido una vergonzosa claudicación”6. En ese con-
texto, fueron las mujeres liberales quienes primero se “levantaron con la indig-
nación del dolor” por los “desmanes del poder” del cariato7. El 29 de mayo de
1944, Emma de Bonilla, Visitación Padilla, Argentina Díaz Lozano y doña
Carlota de Valladares, dirigieron una manifestación pública a la cual se unie-
ron mujeres de todas las clases sociales. Las manifestantes se reunieron en la
catedral de Tegucigalpa y de allí salieron portando una manta con una leyenda
que decía: “Pedimos la libertad de los presos políticos”8. Al día siguiente, la
Comandancia de Armas de Tegucigalpa y la Dirección General de Policía
emitieron sendos comunicados en los que se prohibía “toda clase de reuniones
públicas y privadas y cualquier otra clase de agrupaciones de carácter sedi-
cioso”. Al final se aclaraba que cualquier acto contrario a la disposición sería
“castigado de conformidad a la ley, sin distinción de ninguna clase”9.
A pesar de los comunicados policiales y de la tensión política reinante en
el ambiente, las mujeres liberales decidieron continuar con su lucha contra la
dictadura; el 3 de junio se reunieron en la casa de Emma de Bonilla para
planificar futuras actividades de protesta y posteriormente formalizaron una
organizaciones ala que denominaron Comité Pro-Liberación de Presos Políti-
cos. Este Comité organizó una multitudinaria manifestación, el 4 de julio, en la
que hombres y mujeres pidieron en las calles libertad para los presos políticos
y convocatoria inmediata a elecciones presidenciales. Una de las consecuen-
cias de esta manifestación fue el encarcelamiento de muchos manifestantes,
sin distinción de sexo, y la conversión de los hogares en cárceles, de las más
connotadas dirigentes de los actos de protesta. Éstas fueron incomunicadas y
privadas de servicios públicos como agua, luz y teléfono10. Una manifesta-
ción anticariísta silenciosa realizada en San Pedro Sula, el 6 de julio del mismo
año, fue disuelta con balas y, como consecuencia, murieron varias mujeres,
hombres y niños11.

6 Véase, Comité Liberal Demócrata de Honduras en México (CLDHM), Homenaje a las


Víctimas de San Padre Sula (México, D.F.: Comité Liberal Demócrata de Honduras en
México, 1945), pp. 6-7.
7 Palabras dichas por visitación Padilla en una crónica escrita con el seudónimo de Beatriz
Galindo. Véase, Villars, Porque Quiero, p.176.
8 Véase, Villars, Porque Quiero, pp. 175-176.
9 La Época, 30 de mayo de 1944, p.1.
10 Véase CLDHM, Homenaje a las Víctimas, pp. 47, 60-61.
11 Véase CLDHM, Homenaje a las Víctimas, pp. 6-10.

460
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En el marco de las manifestaciones de oposición contra la dictadura ca-


ristia se fundó, en 1946, el Partido Democrático Revolucionario Hondureño,
agrupación compuesta por algunos sectores de la pequeña burguesía urbana y
obreros organizados clandestinamente12. Este partido demandó, en su decla-
ración de principios, la democratización del país y fue, como se verá luego, el
primer partido en la historia e Honduras en incorporar en su plataforma políti-
ca la reivindicación de los derechos políticos y sociales de la mujer.
Las demandas de democratización política de la sociedad hondureña fue-
ron, sin duda, impulsadas bajo la influencia del ideal de democratización del
continente que prevalecía en el orden internacional. Como lo dijera Gabriela
Bográn, los opositores al régimen caristia simplemente querían que Honduras
formara “parte de la inmensa familia de las naciones democráticas”13. En
este contexto, en el que la democracia era un ideal “universal” y en una época
en que aproximadamente en la mitad de los países latinoamericanos se había
instituido el sufragio femenino, apareció en la escena pública hondureña la
demanda del voto. Algunas de las mujeres intelectuales que en la década
precedente se habían declarado antisufragistas fueron ahora impulsoras deci-
didas de esta demanda.

Las primeras organizaciones y demandas sufragistas


A inicios de los años cuarenta se organizaron en Honduras los primeros
grupos de mujeres con la finalidad de abogar por los derechos políticos y la
superación de la mujer. La mayoría de estos grupos fueron enlaces de organi-
zaciones internacionales prosufragistas tales como la comisión Interamerica-
na de Mujeres y la Mesa Redonda Panamericana. Una sección de esta orga-
nización se fundó en Honduras en 1942. Cuatro años más tarde, el 2 de febre-
ro de 1946, se organizó la Sociedad Femenina Panamericana. Aunque esta
organización no hizo explícito ningún fin prosufragista, sí se planteó “luchar
con denuedo hasta lograr el mejoramiento integral de la mujer en todos los
aspectos de la vida”14, y a través de la revista Pan-América divulgó y promo-
vió posiciones prosufragistas. La presidenta de esa organización de ideología
panamericanista fue Olimpia Varela y Varela; otras mujeres intelectuales como
Lucila Gamero de Medina, Argentina Díaz Lozano y Paca Navas de Miralda
estuvieron ligadas a ella15. El 5 de marzo de 1947 se fundó el Comité Feme-

12 Posas y del Cid, la Construcción del Sector, p.113.


13 CLDHM, Homenaje a las Víctimas, p.7
14 Pan-América. Año II, No. 20, marzo de 1946, p. 40.
15 Pan-América. Año II, No. 18 y 19, enero y febrero de 1946, p.36.

461
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nino Hondureño (ligado a la Comisión Interamericana de Mujeres), con el fin


primero de luchar por la obtención de los derechos políticos de la mujer. La
directiva de esta Comité organizó, según una publicación de la revista Mujer
Americana, órgano de divulgación de esta organización, varios comités auxi-
liares en diferentes lugares del país16.
Las primeras demandas sufragistas fueron canalizadas a través de las
cuatro revistas femeninas que circulaban en Honduras en los años cuarenta.
Estas revistas eran: La Voz de Atlántida, dirigida por Paca Navas de Miral-
da, fundada en La Ceiba en 1936; Atenea, dirigida por Cristina Hernández de
Gómez, fundada en El Progreso en 1944; Pan-América, dirigida por Olimpia
Varela y Varela, fundada en Tegucigalpa en 1944 y Mujer Americana dirigi-
da por María Trinidad del Cid, fundada en Tegucigalpa en 1947. Estas revistas
publicaban artículos prosufragistas y divulgaban los avances en la lucha por el
voto en América Latina.
Como puede verse, fueron las mujeres intelectuales quienes impulsaron
en Honduras la lucha por la conquista del voto. Algunas de estas mujeres
fueron también decididas opositoras al régimen de Carías; las escritoras Ar-
gentina Díaz Lozano y paca Navas de Miralda son un ejemplo. Ésta participó,
representando a la Unión Democrática Femenina Hondureña, en el Primer
Congreso Interamericano de Mujeres, realizado en agosto de 1947 en la Ciu-
dad de Guatemala. Este congreso fue convocado por la Liga Internacional de
Mujeres de la Paz y Libertad y en él participaron mujeres de diecinueve paí-
ses del hemisferio, representando organizaciones femeninas de diferente com-
posición social. Las participantes en el congreso no solo reclamaron la igual-
dad política y social de la mujer, sino que abordaron una serie de temas rela-
cionados con la paz del hemisferio, la justicia social y la democracia de sus
naciones17.Paca Navas de Miralda introdujo en este congreso el tema de los
prisioneros y exiliados políticos en América Latina y denunció que, durante los
catorce años de la dictadura caristia cientos de hondureños habían sido obli-
gados a salir del país por razones políticas. Finalmente pidió a la Asamblea
que enviara un cable a la Conferencia Interamericana de Ministros en Río de
Janeiro, solicitando su intercesión a favor de los prisioneros políticos en Hon-
duras y de la declaración de una amnistía general que permitiera el retorno de
los exiliados al país18.

16 Mujer Americana, No. I, marzo de 1947, p.31.


17 Miller, Latin American Women, op. cit. pp.125-130.
18 Ibid. Pp. 129-130.

462
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La adhesión de Partido Democrático Revolucionario Hondureño


a la causa sufragista
Uno de los primeros grupos que se adhirió a las demandas de las mujeres
sufragistas fue el Partido Democrático Hondureño, el que luego se denominó
Partido Democrático Revolucionario Hondureño (PDRH)19. Este partido fue
organizado en 1946 por un grupo de opositores al régimen caristia, bajo el
espíritu de lucha por la democratización política que se vivía en Centroaméri-
ca y en el país. La “primera y fundamental aspiración” del PDRH fue “lograr
la conciliación de todos los hondureños”, la construcción de una “patria me-
jor” y la “liquidación del caudillismo político”20. En su declaración de princi-
pios el PDRH incorporó la demanda del voto femenino, afirmando que “lu-
chará por hacer efectivos los derechos que protegen a la mujer hondureña y
por otorgarles el derecho de elegir y ser electas a aquellas hondureñas que
sean capacitadas, mediante una reforma constitucional”21.
La incorporación de la demanda del voto femenino en la plataforma polí-
tica del PDRH tuvo como motivación principal utilizar el potencial caudal
político de la mujer para ensanchar su base política. Esta tendencia fue común
entre muchos partidos de progresistas y de oposición latinoamericanos los
cuales, desde las primeras décadas del siglo XX, apoyaron con el fin señalado
la lucha de la mujer por el derecho al sufragio. El PDRH hizo explícita esta
finalidad de llamar a las mujeres hondureñas, apelando a su “abnegación” y a
su función de madres, esposas y hermanas, a incorporarse a las filas del
partido para luchas porque la “armonía y la justicia sociales” reinaran en Hon-
duras. Sin el concurso del pueblo hondureño y el de “todas vosotras” sería
imposible alcanzar esta meta, afirmó dicho partido, “porque vuestro entusias-
mo, sinceridad y estímulo lo necesitamos hoy más que nunca”22.
Pero, además, el PDRH se autodenominó, desde su origen, el represen-
tante en la escena política nacional de la “tendencia democrática”, en oposi-
ción a la “tendencia reaccionaria” o “semifeudal” en el poder. Como tal, uno
de sus fines fue “incorporar todas las conquistas sociales alcanzadas por los
países civilizados”, entre las cuales se encontraban los derechos políticos de

19 El término Partido Democrático Revolucionario Hondureño (PDRH) será usado también,


a partir de ahora, al hacer referencia al partido en su primera etapa (Partido Democrático
Revolucionario- PDH). No obstante, en las citas bibliográficas se usa uno u otro nombre
de acuerdo a sus fuentes primarias. Vanguardia, órgano de divulgación del PDH se
transformó en PDRH.
20 “Declaración de Principios y Objetivos del Partido Democrático Hondureño”, Vanguardia.
Año I, No. 1, junio 8, 1946, p. 2.
21 Vanguardia. Año I, No. 2, junio 17, 1946, p. 2.
22 Vanguardia. Año I, No 4, julio 5, 1946, p. 2.

463
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la mujer. El sistema político vigente en Honduras, “anacrónico e irracional”,


denunció el PDRH ha privado a la mujer de “derechos que ella nadie discute
en los demás países del mundo civilizado”. Esta negación institucional de los
derechos políticos de la mujer la explicó ese partido no sólo en términos de
carácter reaccionario o conservador del sistema político vigente, sino también
en términos de atraso económico de la sociedad hondureña. De ahí que el
desarrollo de una economía que pudiera “garantizar la autonomía nacional” y
la “vigencia plena de una auténtica justicia social”, eran condiciones necesa-
rias para otorgarle a la mujer el derecho de “elegir y ser electa… así como su
acceso a todas las profesiones en igualdad de circunstancias con el hom-
bre”23.
Este último planteamiento del PDRH, la exclusión de las mujeres hon-
dureñas de cierto tipo de profesiones, revela una contradicción del sistema de
educación universitaria de la época, relacionado con la negación de los dere-
chos políticos femeninos. Formalmente, a la mujer no se le negaba el acceso
a ningún tipo de profesión universitaria; sin embargo, su privación del derecho
de ciudadanía le impedía el ejercicio de cierto tipo de profesiones como la del
Derecho. Así, en 1946, Alba Alonso de Quezada, la primera mujer que obtuvo
el título de licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad Na-
cional Autónoma de Honduras, se enfrentó a la paradoja de no poder ejercer
integralmente su carrera, debido a que no gozaba del derecho de ciudada-
nía24.

El debate sobre feminismo y sufragismo en los años cuarenta


El escritor comunista Ramón Amaya Amador, al referirse a la labor rea-
lizada a favor de la mujer en una de las revistas femeninas hondureñas, seña-
laba en 1946: “Estamos observando la loable inquietud que agita los núcleos
femeninos de avanzada en nuestra patria, lo cual significa que un gran movi-
miento renovativo se está iniciando”25. Este “movimiento renovativo” del que
hablaba Amaya Amador era también denominado movimiento feminista entre
los círculos intelectuales, el cual se definía como la lucha por la conquista de
los derechos políticos y sociales de la mujer. En agosto de 1946, el señor

23 “Los Derechos de la mujer Hondureña”, Vanguardia. Año I, No. 29, 13 de enero de


1947, pp. 1-4.
24 Véase, Gohia Isabel López, “La paz”, en Pan-América. Año II, No. 17, diciembre de
1945, p. 4. No fue sino hasta en 1952 cuando el Congreso Nacional autorizó a las
mujeres profesionales en el ramo del Derecho a ejercer la abogacía y procuración.
25 Ramón Amaya Amador, “Doña Olimpia Varela y Varela”, Pan-América. Año III, Nos.
18 y 19, enero y febrero de 1946, pp. 3-6.

464
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Francisco Varela M. formuló, a manera de encuesta, en la revista Pan-Amé-


rica, la siguiente pregunta:
¿Qué preferiría ella ser: una autora famosa de obras litera-
rias, científicas, o progenitora de una generación distinguida
por su talento, carácter y virtudes de orden superior?26
La intención del autor fue despertar un debate entre las mujeres en
torno al feminismo el cual, según él, “al proclamar para las mujeres los mis-
mos derechos políticos que el hombre” contrariaba el derecho “natural e in-
eludible” de la mujer de perpetuar la especie y de “moldear” y “cultivar” el
“alma de la prole”. Pero el planteamiento del señor Varela fue más allá; según
él, la mujer estaba incapacitada para ejercer con “acierto” los derechos polí-
ticos debido a las “facultades anímicas” propias de su sexo, y a (lo que esbozó
en forma ambigua) su inferioridad intelectual. Finalmente, el señor Varela
afirmó que la extensión de los derechos a la mujer en el terreno político, tal
como lo abogaban “los corifeos de la doctrina feminista”, significaría restarle
a aquélla “prestigio respeto y señorío” y exponerla a la “amenaza constante
de una degradación moral”27.
Los planteamientos del señor Francisco Varela fueron rechazados por
las mujeres intelectuales, quienes negaron la supuesta incompatibilidad de la
maternidad con la actividad intelectual y política. Esta interpelación, contestó
Cristina Hernández de Gómez, directora de la revista Atenea, circunscribe a
la mujer “a dos de las actividades de su vida: o sólo progenitora o sólo intelec-
tual… La mujer puede llenar ambas funciones porque no están reñidas, por el
contrario, se complementan maravillosamente. La mujer puede llenar todas
las funciones éticas, mentales y espirituales y muchas de las físicas que se
reconocen como exclusivo privilegio de hombre”28.
Olimpia Varela y Varela, en un artículo titulado “En defensa de nues-
tros ideales”, rechazó los planteamientos del señor Francisco Varela y cuales-
quier otro sustentador de la reducción de la mujer “en el estrecho círculo del
hogar durante toda su vida”.
Más, serán las últimas voces apagadas de los fanáticos de la
reclusión en la vida doméstica para la mujer. La evolución de
las ideas, en su incontrastable fuerza, nos está envolviendo
con arrollador afán, y el acceso de la mujer a las esferas de

26 Francisco Varela M., “Interesante Encuesta de la Revista Pan-América, El Feminismo”,


en Pan-América. Año II, No. 29, octubre de 1946, pp. 6-7.
27 Ibid. P. 7.
28 Véase, Editorial, “Contestemos a una encuesta feminista”, en Atenea. Año III, No. 25,
diciembre de 1946, p. 1-3.

465
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la vida pública y científica, está siendo estatuida en los países


más a la altura, en esta nueva era… No aceptamos por tanto
que la preparación general de la mujer para orientadora del
hogar, modeladora del alma de la prole, responsable de la
vida doméstica, baste para llenar las aspiraciones de un espí-
ritu ávido de superación… Tampoco estamos de acuerdo en
que la concesión de derechos políticos resten a la mujer “pres-
tigio, respeto y señorío29.
Como puede verse, las mujeres rechazaron la tradicional concepción
de que la educación femenina debía ser sólo un medio para preparar a la
mujer como madre y ama de casa: “Para aquellos hombres que no conceden
a la mujer ninguna otra función que la de procrear hijo, afirmó la sufragista,
toda preparación femenina, si es que alguna puede dársele, debe atender siem-
pre a que la mujer sea docta en la crianza de los hijos y en los cuidados del
hogar”30. Según la opinión de las feministas, la educación debía ser un medio,
como lo señaló Alba Alonso de Quezada, para que la mujer conquistara su
independencia intelectual y política y su derecho a pensar y a hablar31; o
como apuntó Margarita de Vidal, para que lograra su igualdad con el hom-
bre32. “Las mujeres todas, se afirmaba en la revista Atenea, debemos pensar
seriamente en luchar… para escalar las puertas del saber que ha de preparar-
nos cívicamente para reclamar el derecho de votar y ser votadas, para enton-
ces ocupar puestos públicos donde poder defender nuestros derechos tan
burlados hasta hoy por las tinterilladas de quienes siendo igualmente inmora-
les y egoístas, se arropan con la misma cobija”33.

29 Olimpia Varela y Varela, “En Defensa de Nuestros Ideales”, Pan-América. Año II, No.
29, octubre de 1946, pp. 8-9.
30 Véase, Editorial, “Contestamos una encuesta feminista”, en Atenea, pp. 2-3. Esta
concepción sobre la educación femenina como medio para mejorar el papel de madre y
esposa de la mujer fue también rechazada en los años cuarenta por algunos hombres que
simpatizaban con la causa feminista. Ramón Amaya Amador, por ejemplo, afirmaba en
1944 que el marginamiento de la mujer “de los movimientos políticos, sociales y culturales”
se debía en gran parte al “reaccionario principio” que en el pasado, y aún en el presente,
sostenía que “el sexo femenino no necesitaba más educación que la rudimentaria para los
oficios domésticos. Según el autor, esta concepción había relegado a la mujer en el hogar
y había hecho de ella “una cosa, un objeto, para recrear, servir y satisfacer al sexo
opuesto”. Véase, Ramón Amaya Amador, “Educación Feminista”, en La voz de Atlántida.
Año 10, No. 416, septiembre de 1945, p. 9.
31 Alba Alonso de Quezada, “Actual Situación Jurídica de la Mujer de Honduras”, Mujer
Americana, Tomo I, No. 1, marzo de 1947, p. 13.
32 Véase, Margarita Vidal, “Contestando a una excitativa feminista” en Revista Atenea. Año
III, No. 29, abril de 1947, p. 10.
33 “Mujer Americana”, Atenea. Año III, No. 29, abril de 1947, p. 4.

466
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Las mujeres que respondieron al artículo del señor Varela rechazaron


también el supuesto de que la mujer estaba intelectual y psicológicamente
inhabilitada para ejercer sus derechos políticos, coincidiendo además en afir-
mar que cualquier signo de inferioridad que ella mostrara con relación al hom-
bre era producto de su confinamiento doméstico y de la falta de acceso a la
educación.
Lo que la mujer necesita para desenvolverse y perfeccionar-
se integralmente, es el entrenamiento debido, el estímulo crea-
dor, la disciplina de sus facultades, [ya que] sus capacidades
han sido largamente, eternamente contenidas por la opresión,
la inactividad y el abatimiento34.
La respuesta de las mujeres para poner fin a su opresión debía ser
entonces su unión, como lo expresó Margarita Vidal:
Si la mujer aparece inferior al hombre es porque no se la ha
dado oportunidad para que sobresalga, ni se le ha prestado
como al hombre apoyo necesario… [la mujer] está dotada
de las mismas capacidades que [el hombre]… somos pues
iguales, y por lo tanto nuestros deberes y derechos deben ser
iguales… y si todas nos unimos para luchar por nuestra re-
dención, no está lejano el día en que la mujer ocupará su
verdadero lugar al nivel del hombre35.
Cuestiones al sistema jerárquico de género en el discurso prosufragista
de las mujeres hondureñas
El discurso sufragista de las mujeres hondureñas de los años cuarenta
fue un discurso contra-hegemónico por cuanto cuestionó las representaciones
socioculturales dominantes en el discurso patriarcal sobre la identidad y rol
social de la mujer. Así, la extendida asunción de que la maternidad era la
misión suprema de la mujer y que era, además, incompatible con el quehacer
político fue desafiada por las sufragistas. Ellas resemantizaron el concepto de
maternidad, pilar fundamental en la definición de la identidad femenina, al
rechazar la asunción de que la vida de la mujer debía girar en torno a su
función reproductora. Por otra parte, la maternidad, lejos de ser vista como un
obstáculo para participar en la vida política como ciudadana, tal como se argu-
mentaba, fue vista como una ventaja; como un atributo de la mujer que haría
del ejercicio político una actividad socialmente moralizadora y benéfica. “Las
mujeres, por nuestros propios dolores y por nuestra condición de madres, se

34 Ibid. P. 10.
35 Vidal, “Contestando a una excitativa”, p. 1.

467
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

afirmaba en un editorial de la revista Atenea, en un tribunal de Ley, aplicaría-


mos las disposiciones legales con una muy buena dosis de moralidad, capaci-
dad y responsabilidad social e histórica36. En tal sentido, las sufragistas dina-
mizaron o politizaron la noción de la maternidad al proyectar sus límites más
allá de la estructura familiar. No obstante, un aspecto tal vez digno de mencio-
narse aquí es que las sufragistas hondureñas no hicieron del atributo de la
maternidad una estrategia discursiva central para abogar por el acceso de la
mujer al poder político como si lo hicieran las sufragistas de otros países lati-
noamericanos37. En tal sentido, ellas reclamaron sus derechos ciudadanos
apelando no a su condición de madres sino a su condición de seres humanos
merecedoras de los mismos derechos que disfrutaba el hombre.
Por otra parte, las sufragistas hondureñas cuestionaron enérgicamente
el sistema de estratificación de género que relegaba a la mujer a “los aparta-
dos rincones de la pasividad [doméstica], como objeto de lujo o adorno”, como
lo afirmó Paca Navas de Miralda, quién además señaló que tal confinamiento
estaba “afianzado por los códigos”, rechazando así la idea de que la casa era
el único espacio o el “destino natural” de la mujer38.
Las sufragistas no sólo demandaron su acceso al poder político –en el
que el hombre mantenía su monopolio “para favorecer siempre a los de su
sexo y no a las mujeres”39– sino el acceso a otros recursos sociales vitales
como la educación. En un editorial de la revista Atenea se planteaba, por
ejemplo, que las mujeres han sido “victimas hasta hoy de la ignorancia” debi-
do al “egoísmo, vicios y maldad de los hombres”. Éstos, se acusaba, “siempre
se han valido de mil ardides para retenernos en calidad de ‘cosa en el hogar’,
y “subterránea o abiertamente, nos han detenido y detienen el paso para que

36 “Mujer Americana” (editorial), Revista Atenea. Año III, No. 29, abril de 1974, p.4.
Planteamientos como el anterior fueron hechos por doquier en América Latina. En Chile,
por ejemplo, la Unión Femenina Chilena proclamó en su lucha por la consecución del
voto, que las mujeres serían “capaces de contribuir mucho a la legislación social” basadas
en su experiencia como madres. Igual planteamiento hizo una sufragista colombiana al
afirmar que: “Las mujeres legislarán sobre las mujeres como madres, sobre niños, y sobre
todo lo que los hombres han olvidado por su egoísmo ancestral”. Véase, Lavrin, “Suffrage
in South America”, p. 198.
37 Al hacer referencia al caso de las sufragistas cubanas, Lynn Stoner afirma que éstas no
solo enfatizaron l importancia de la maternidad, sino que vieron en ella el “único camino
al poder”, el derecho “divino” que podía justificar ante los ojos de la sociedad el ejercicio
de autoridad política de la mujer en la Cuba nacionalista. Véase, Stoner, FromtheHouse,
pp. 6, 10.
38 Paca Navas de Miralda, “La misión del feminismo interpretada erróneamente”, en La
Voz de Atlántida”. Año, XV,No. 471, febrero de 1951, p. 1.
39 “Mujer Americana” (editorial), Revista Atenea, No. 29, (op. cit), p. 4.

468
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

no lleguemos a conquistar la preparación y cultura que nos dé derecho a


combatir su actitud de acusador y juez”40.
En síntesis, las sufragistas hondureñas vieron la exclusión de la mujer
en la vida política, y su consiguiente reclusión en el hogar, como producto de
un sistema patriarcal que privilegiaba al hombre y subordinaba a la mujer. Por
otra parte, ellas no percibieron el ejercicio de los derechos ciudadanos como
una simple extensión del rol tradicional de la mujer en la esfera política, sino
como un medio para romper con la opresión femenina. El arma con la que las
mujeres podían lograr su “redención” era, según las sufragistas, el feminismo,
el cual “refiere al reconocimiento de los derechos naturales y positivos para la
mujer, con la misma fuerza e igualdad que sin restricciones le corresponden al
hombre”41.
En 1947, la revista Atenea planteaba que en el país se estaba iniciando
lentamente un movimiento feminista y se llamaba a aquellas personas identifi-
cadas con los intereses de la mujer a sumarse a la “campaña de redención
femenina” con la cual la revista estaba comprometida42. Paca Navas de Mi-
ralda conceptualizaba el feminismo, en 1944, como una “bandera de defensa
para la mujer, a la cual no se hace mucho tiempo se le juzgó completamente
inhábil para todo lo que no fuera procrear hijos y atender la mecánicas entre-
tenciones del ama de casa”43. Por eso, afirmaba, “el feminismo como doctri-
na de liberación para la mujer, hubo de ser para ésta como el despertar a una
nueva conciencia dentro del espeso mundo de prejuicios en el cual vivió en-
claustrada por varios siglos a través de varias generaciones”44.

Conclusiones
El surgimiento de la lucha sufragista en Honduras, a comienzos de los
años cuarenta, se da en un momento en que ha desaparecido la violencia
caudillista en el país gracias a la “imposición de la paz” por el gobierno dicta-
torial de Tiburcio Carías Andino. Este hecho contribuyó, sin duda, a que las
mujeres intelectuales borraran la vieja percepción de que la causa sufragista
carecía de “actualidad histórica” en un ambiente tan preñado de violencia
política como el hondureño. Otro factor determinante en el cambio de posi-
ción de las mujeres fue el auge de la lucha sufragista en el continente, produc-

40 Idem.
41 Véase, Editorial, “Contestamos a una encuesta feminista”, en Atenea,op. Cit. p. 1.
42 “Mujer Americana”, Atenea. Año III, No. 29, abril de 1947, p. 4.
43 Véase, “Feminismo en Acción” (editorial), en LA Voz de Atlántida. Año 9, No. 413, julio
de 1944, p. 1.
44 Paca Navas de Miralda, “LA mujer hondureña frente a la Cámara”, (op. cit.), p. 1.

469
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

to, en gran medida, de la presión internacional por la democratización” llegó


también a Honduras, la que se manifestó principalmente en actos de protesta
contra la dictadura cariísta y en la formación del Partido Democrático Revo-
lucionario Hondureño, partido que se adhirió a la causa del sufragismo feme-
nino por considerar que no podía existir la democracia en Honduras si a las
mujeres se le privaba de sus derechos políticos.
Bajo la “influencia revolucionaria de la época” las mujeres intelectua-
les hondureñas establecieron y profundizaron sus vínculos con el movimiento
sufragista internacional y demandaron por primera vez sus derechos ciudada-
nos. Las demandas de las sufragistas, aisladas y asistemáticas en un comien-
zo, se expanden y fortalecen a finales de la década de los años cincuenta,
cundo la causa sufragista ha ganado una legitimidad incuestionable en todo el
continente y cuando, a nivel interno, la dictadura cariísta ha dado paso a un
gobierno que pone en boga el ideal de la “renovación política”. Como se verá
en el siguiente capítulo, estos factores juegan también un papel determinante
en el apoyo que gana la causa sufragista entre varios sectores de la sociedad
hondureña y entre algunos miembros de la elite política masculina quienes,
desde la Cámara Legislativa, abogan por la institución del sufragio femenino.

470
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Rocío Tabora (1964)

Nacida en Santa Rosa de Copán. Cursó Licenciada en Psicología,


Maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Academia de Hu-
manismo Cristiano de Santiago de Chile. Diplomado en Teoría Políti-
ca y Postítu-lo en Relaciones de Género, Educación y Desarrollo.
Entre sus publicaciones se encuentran Educación y política en
América Latina: tensiones y afirmaciones emergentes para una
refundamentación de la educación popular (Chile, 1994). Pro-
ducción de conocimiento en la educación popular (Chile, 1994).
Masculinidad y violencia en la cultura política hondureña (Hon-
duras, 1995). Cultura desnuda: apuntes sobre género, subjetivi-
dad y política (1999). Guardarropa (1999). Cosas que rozan (2001).
Desde nuestros cuerpos: hacia una nueva lectura de la política,
la democracia y la sexualidad en Centroamérica (2001). El im-
pacto de “Educatodos” en la vida de las mujeres: una lectura
cualitativa desde la perspectiva de género (2002). Antología de
cuentistas hondureñas. Compilador Willy O. Muñoz (2003). Inclu-
ye los cuentos “Punto y se-guido” y “Volver a verte”. Antología de
cuentistas hondureñas. Compiladora Jessica Sánchez (2005). In-
cluye los cuentos “Las invi-tadas” y “Alta costura”. Tiempo de na-
rrar. Cuentos centroamericanos. Compilador Francisco Alejandro
Méndez (2007). Incluye el cuento “Toque… de queda”.

Feminismo y democracia de género en contextos de extrema po-


breza ¿la sobrevivencia como paradigma?1
Quisiera empezar sumándome a una serie de voces que intentan irrumpir
desde una perspectiva feminista sobre las ideas de la política y especialmente
sobre la Democracia, considerando que el ámbito de la intimidad, la sexuali-
dad y demás dimensiones ubicadas en la “esfera privada” son espacios cen-
trales en la construcción democrática. Asimismo, considero importante asu-
mir las insuficiencias de la Democracia Liberal no solo en torno a la concep-
ción individualista de la igualdad entre los géneros y la reducción de la ciuda-
danía a un asunto meramente legal, entre otras restricciones.

1 Consultado el 2 de diciembre de 2015 en: https://mx.boell.org/sites/default/files/


no18_democraciadegenero.pdf

471
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Por otra parte, asumir la diferenciación al hablar de Democracia y sobre


género en países “centrales” y “periféricos”, industrializados y subdesarrolla-
dos ó como queramos llamarlos en el marco del Nuevo Orden Mundial.
En este marco, si bien es cierto, en las últimas décadas a nivel mundial se
han dado profundos cambios socioculturales en la vida de las familias y espe-
cialmente en la vida de las mujeres, estos cambios no se dan de igual forma en
todos los países ni al interior de cada país.
Es así como es evidente que la última década en Centroamérica está
marcada por cambios importantes en la vida de las mujeres, ya sea como
resultado de la ampliación de la cobertura de matrícula educativa, incremento
de la PEA en condiciones poco favorables, el impacto de la guerra revolucio-
naria, cambios en los marcos legislativos y de políticas públicas así como en la
agenda pública a favor de la equidad de género, etc. Pero También es eviden-
te un retroceso en materia de derechos sociales y económicos. Todos estos
cambios han afectado de forma diversa cada país, al interior de cada país, y a
cada mujer según las características del territorio que habite o si es niña, de
tercera edad o si es misquita, lenca o garífuna.
Por ejemplo, en Honduras se dan situaciones como las siguientes: depar-
tamentos en los cuales en ésta década la pobreza de las mujeres aumentó2
hasta en 10% en relación a un 3% de la pobreza de los hombres, como es el
caso de Lempira; ó mientras en el Departamento de Cortés la PEA femenina
es de 55.7 (sin ahondar en la calidad o impacto de esta inserción precaria aun
en el mercado laboral) en Lempira sigue siendo de 24.4%, ó contextos donde
las tasas de fecundidad siguen siendo de 7.25 y 7.04 como son los casos de
Intibuca y Lempira, sin detenernos a hablar de la tendencia hacia la feminiza-
ción de la epidemia de VIH/SIDA y el incremento de la violencia doméstica
sobre todo en los centros urbanos y sin pasar a mas análisis de la precaria
participación dentro de los partidos políticos, no obstante el notable aumento
de capacidades educativas de las mujeres hondureñas. Lo que quiero decir
con esto es que nuestra aproximación a la problemática de género y democra-
cia la hacemos desde un país donde las cifras oficiales3 manifiestan que viven
bajo la línea de pobreza, a nivel urbano el 57.3% de la población y a nivel rural
74.6, y de estos viven en indigencia 36.5% y el 61% respectivamente.
En este contexto brutal, en donde como mencionaba al inicio, la situación
de las mujeres es aún más grave por su condición de género, muy lejos esta-
mos en Honduras del estancamiento de las políticas de igualdad de Alemania

2 Informe Nacional de Desarrollo Humano 2000, PNUD- Honduras.


3 Estrategia para la Reducción de la Pobreza (Versión presentada a la Sociedad civil)
Gobierno de la República de Honduras, abril, 2001.

472
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

y también muy lejos de pensar que la necesidad de la promoción de la mujer y


el compromiso feminista debe llegar a su fin; sino, más bien, esas políticas
específicas deben ser reforzadas, porque de ello depende la sobrevivencia de
las mujeres como las habitantes de Lempira, o de ello depende la posibilidad
más cercana de que más mujeres sigan contrayendo el VIH en sus propias
casas.
No obstante, los diversos planteamientos agrupados en el marco de la
propuesta de la Democracia de Género si tienen mucho sentido para leer y
actuar en un contexto como el nuestro- de pobreza extrema-, pero obviamen-
te este contexto marca fuertemente nuestras búsquedas teóricas y prácticas,
en las que difícilmente calzamos en los paradigmas actuales o emergentes
desde los grandes núcleos de producción de conocimiento.
Uno de los puntos de coincidencia con los planteamientos de democracia
de género que a mi juicio merece ser profundizado desde nuestro contexto es
la importancia del trabajo en torno a la masculinidad, ya no en un contexto de
inicio del “derrumbe del patriarcado”, sino más bien en contextos de patriar-
cados brutales y de violencia contra la mujer. Hoy día, es fundamental cons-
truir una visión estratégica de largo plazo, desde una perspectiva feminista
que articule sabiamente las acciones de promoción, construcción de ciudada-
nía, y empoderamiento de las mujeres y que al mismo tiempo contemple y
asuma el desafío de “proponer cambios para el conjunto de las sociedades y
para la construcción de una institucionalidad política”4, en los dos sentidos que
implica tal afirmación: i) en que las transformaciones de las relaciones de
género no pueden darse si los hombres no cambian también5 y que además, ii)
la equidad de género implica un cambio en la institucionalidad política, es más,
insisto, implica la transformación de las culturas políticas androcéntricas, lo
que implica cambios en las subjetividades, creencias, afectos, cogniciones,
etc. tanto de hombres como de mujeres.
En este sentido, no comparto la aplicación de una lógica ó dinámica
lineal en la que se contrapongan de forma binaria y en orden de tiempo, la
construcción de una plataforma de mujeres y el abordaje al conjunto de la
sociedad. O a la inversa la priorización de una estrategia que relegue a un
segundo nivel el trabajo específico con las mujeres, no para Centroamérica, al
menos.
Hoy más que nunca considero fundamental para la mayoría de países
de Centroamérica (especialmente Honduras y Guatemala), el trabajar estra-

4 Gomáriz, Meentzen “Sobre la Propuesta la propuesta de la Democracia de género” 2000


(Documento para la Discusión).
5 Astelarra en Op. Cit

473
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tegias para el avance de la mujer, cuyo eje sea el empoderamiento económi-


co; paralelamente (esperando resultados sustantivos en mediano y largo pla-
zo) estrategias para la construcción de nuevas masculinidades, y la transfor-
mación de la institucionalidad y de la cultura política en la perspectiva de
construir una democracia de género.
¿Porque este orden de prioridad (no lineal)? Está demostrado que el
ampliar las oportunidades para las mujeres: el acceso a educación, trabajo, y
la reflexión sobre lo posible que es cambiar su realidad; estas ganan poder
para transformar su vidas, al menos parcialmente. En el caso de mujeres
viviendo en extrema pobreza, violencia y en zonas de alta incidencia de VIH/
SIDA, el trabajo específico y el empoderamiento de las mujeres es un asunto
de sobrevivencia.
En ese sentido, no podemos desconocer las lecciones aprendidas en los
países con mayores avances en materia de equidad. En general, en estos
procesos hacia la equidad se observan algunas pre-condiciones básicas
para que este proceso se dé:
1. Exigencias del cambio de la realidad en especial de la demanda de
mano de obra.
2. Reivindicaciones de igualdad planteadas por el movimiento feminis-
ta.
3. La voluntad política (partidos políticos, funcionarios, ciudadanía en
su conjunto) de crear una sociedad justa y democrática. Esto último
implica que la democracia y la equidad sean un valor en la sociedad,
tanto para hombres como para mujeres.
Las lecciones aprendidas también destacan la importancia de actores
claves
1. El movimiento feminista, que ha tenido un fuerte, sistemático y per-
sistente trabajo.
2. La creciente investigación sobre la situación de la mujer y sobre las
relaciones de género como fuerzas motrices y condiciones para el
desarrollo.
3. La participación creciente del hombre en el trabajo por la labor igua-
litaria6.

6 Esto es particularmente notable en la experiencia Sueca. Ver Fürst Gunilla Igualdad a la


Sueca. SI, Suecia, 1999.

474
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Masculinidad y cultura política


En este contexto y marco de análisis, quiero referirme específicamente a
dos aspectos claves propuestos desde el enfoque de democracia de género:
- El trabajo con hombres7
- El poder y la política como fuente de autoafirmación masculina
Como planteara anteriormente considero de suma importancia el desa-
rrollar estrategias para la construcción de nuevas masculinidades, ya Víctor
Valdivieso muestra cómo es posible hacer un abordaje con los hombres, no
desde la perspectiva de la culpabilización como agresores y dominadores, sino
como hombres en proceso de cambio: aprendiendo a poner pañales, lavar,
cocinar, hervir frijoles, etc.; al contarnos su experiencia de trabajo con hom-
bres populares en Nicaragua. También hay algunas experiencias que nos
muestran la relativa viabilidad de una estrategia de género inclusiva, que in-
cluso ya en su aplicación demuestran los grandes núcleos de resistencia a
nivel de los comportamientos, creencias, ideologías, símbolos e identidades
propias de culturas androcéntricas, lo cual nos remite de nuevo a la necesidad
de un fuerte trabajo específico con ambos sexos, pero aún más con las muje-
res. Ejemplo de esto son algunos casos de intentos de líderes varones locales
hondureños, en la aplicación de las cuotas contempladas en la ley de equidad
de género tanto al interior de algunas organizaciones campesinas como de
partidos políticos donde se observa que mujeres (debido a condiciones objeti-
vas y subjetivas de género) se niegan a aceptar el cargo al que son propues-
tas.
Experiencias de reflexión sobre los derechos de las mujeres con los Ce-
lebradores de la Palabra8 en Choluteca y en Santa Bárbara han dado resulta-
dos importantes en cuanto a su “aceptación” y colaboración para que sus
compañeras participen en espacios públicos de la comunidad a nivel de las
actividades políticas, religiosas de la comunidad. Lo que nos demuestra que el
trabajo con hombres es viable y va mostrando resultados poco a poco, pero
eso va a depender de con qué tipo de hombres se esté trabajando. No se
puede desconocer el hecho que en muchas comunidades rurales y en las
ciudades existe un numeroso grupo de hombres (sin mencionar a los agreso-
res) que son fuertemente resistentes a abordar el problema. No obstante, es
un trabajo que habrá que incrementarlo, así como incluirlo como eje central a
nivel educativo, pero sabiendo de antemano que los resultados en corto plazo
será contener una reacción violenta de mayor gravedad, abrir espacios para

7 Abordado por Enrique Gomáriz y Víctor Valdivieso en el seminario Internacional


Democracia de Género (julio 2000);
8 Movimiento religioso de la Iglesia Católica

475
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

hablar del asunto, y en el mejor de los casos, sumar aliados estratégicos y


hasta comprometidos en este proceso de cambio, hasta lograr un lento proce-
so de construcción de nuevas identidades masculinas. Porque para ellos se
trata de “ceder” poder, cambiar aspectos que constituyen su “seguridad” indi-
vidual y gremial y que las ganancias de esta transformación para los hombres
no es tan claramente beneficiosa, como lo es para nosotras que el cambio
abarque a su sociedad en su conjunto. Quizá el nudo más complicado de
abordar es el ejercicio de la sexualidad como forma de dominación masculina.
La reconstrucción de la sexualidad como de la política son retos cruciales en
la construcción de la democracia en sí misma.
Si bien es cierto, los cambios en las identidades femeninas tampoco son
asunto de un día, son procesos complejos, pero cuando una mujer entra en
proceso de transformación, la mayoría de las veces no solo son procesos
irreversibles, sino que adopta conductas en el corto plazo, porque estos cam-
bios le permiten sobrevivir, acceso a necesidades básicas, y el inicio de un
sentimiento de bienestar, gratificación y mayor autoestima, en la mayoría de
los casos. En resumen, el trabajo con hombres es importante y hay que hacer-
lo, pero el trabajo con mujeres es asunto de vida o muerte y aunque los resul-
tados fueran más lentos que en el trabajo con hombres, si ella no da el salto
cualitativo, su situación de desventaja permanecerá. Lógicamente que el cambio
se de en el conjunto de la sociedad requiere de múltiples estrategias de corto,
mediano y largo plazo.
Por otra parte, en cuanto al poder como fuente de autoafirmación mas-
culina, Enrique Gomáriz plantea que el poder y éxito son fuente de autoafir-
mación masculina, diríamos fuente central, ya que como el mismo describe,
mientras el abanico de fuentes identitarias se amplió para las mujeres, sin
abandonar la maternidad; los hombres por el contrario no asumieron la pater-
nidad, ni los roles y valores del mundo familiar como parte de su identidad, no
obstante la primacía que dicen dar a la familia en sus vidas. Pero, el punto
clave que quiero abordar es que no solo el poder es fuente de identidad mas-
culina, sino que la vivencia del poder es masculina, en ese sentido, un enfoque
de democracia de género debería llevarnos a la desconstrucción del poder y
especialmente de la política como fuente de reforzamiento de la identidad
masculina y al mismo tiempo desconstruir la identidad masculina como refe-
rente de la cultura política.
- En ese sentido, la modernización de nuestras culturas políticas, pasará
por la construcción de la democracia de género (o viceversa), lo que implica
cambios simbólicos en lo que a la relación-continuidad de lo femenino y lo
masculino se refiere, en el campo de la política.

476
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Dicho de otra forma, es fundamental develar los códigos de la política


androcéntrica y la lógica bélica que la sostiene, fundada en la búsqueda de
autoafirmación masculina.
Al ser el poder y el poder político específicamente fuente de identidad
masculina, queda al descubierto el hilo masculinidad hegemónica-política-vio-
lencia y exclusión femenina. Y es aquí cuando realmente tocamos fondo: el
cambio hacia la equidad de género en el conjunto de la sociedad (tanto en el
plano formal, como de la cultura) ya no solo es un asunto de sobrevivencia de
las mujeres, sino de la humanidad en su conjunto y en su diversidad.

477
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Lety Elvir Lazo (1966)

Nace en San Pedro Sula. Realizó estudios de Letras en la Universi-


dad Nacional Autó-noma de Honduras (UNAH), con especialidad
en Literatura. Diplomado en Lengua y Literatura Española. Egresa-
da del Doctorado Interdisciplinario en Artes y Letras en América
Central de la Universidad Nacional de Costa Rica. Entre sus publica-
ciones se encuentran, Honduras: mujer y poesía. Antología de
poesía hondureña escri-ta por mujeres 1865-1998. Compiladora
Adaluz Pineda de Gálvez (1998), poesía Luna que no cesa (1998),
Mujer entre perro y lobo (2001). Antología A bilingual anthology
of poetry by contemporary honduran wo-men, compiladora Aman-
da Castro (EUA, 2002), Sublimes y perversos (cuento, 2005), Anto-
logía de cuentistas hondureñas. Compiladora Jessica Sánchez
(2005), incluye el cuento “Diario de guerra: diario de Rebeca”.

Estudio Introductorio

Poesía escrita por mujeres y el golpe de Estado en Honduras 2009 1

“Nosotras somos esa –a la que nos vende (…) ¡somos patria!


Yo siempre he pensado que Honduras tiene nombre de Mujer”.
Juana Pavón 2

Honduras: 28 de junio de 2009, un Golpe de Estado militar-oligárquico,


surgido de la conspiración genocida transnacional, da al traste con la incipien-
te democracia que se perfilaba en el gobierno del presidente Manuel Zelaya
Rosales y con la esperanza de una sociedad que caminaba hacia mejores
derroteros.

1 Esta ponencia fue presentada en el III Congreso Centroamericano de estudios Culturales,


en California State University, Northridge, en Los Ángeles, 2-5 de junio de 2011; antes,
se había leído un primer borrador en el II Encuentro de Escritoras Centroamericanas,
celebrado en Managua el 17 y 18 de noviembre de 2010.
2 Juana Pavón (Honduras, 1945), autora del poemario Yo soy esa sujeto, San Pedro Sula:
Editorial Capiro, 1944, al cual pertenece el poema “Nosotras, esas sujetos” y de donde
se tomaron los versos del epígrafe, está fechado en 1986, cuando Centroamérica se
desangraba en plena guerra civil. En Honduras los movimientos sociales y políticos
exigían la clausura de la base militar estadounidense en su suelo patrio, y este poema se
volvió símbolo, parte ineludible en las movilizaciones de protestas antiimperialistas, en
los mítines de las plazas de la Capital y otras ciudades hondureñas.

478
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

No obstante, con el Golpe de estado también nace lo que ahora se cono-


ce como el Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP, (inicialmente lla-
mado Frente Nacional en Resistencia contra el Golpe de Estado) instancia del
movimiento social y político jamás visto en Honduras, quizá el referente más
cercano sea la gran Huelga Bananera del 54, que aglutina a los sectores más
democráticos y antimilitaristas del país, donde la mayoría de sus integrantes
está conformada por mujeres. Mujeres que junto a los hombres se volcaron a
las calles para construir nuevas esperanzas y una nueva nación; mujeres y
hombres que bajo consignas como ¡Ni golpes de Estado, ni golpes a las muje-
res!, ¡No tenemos miedo, afuera los golpistas!, salieron a repudiar el golpe y a
resistir el estado de terror que se implantó desde ese mismo día.
Inicia así una nueva fase en la historia de un país de la Centroamérica
fragmentada por intereses mezquinos. Un país cuyo nombre se mantenía asocia-
do a tramas y golpes de estado en contra de países hermanos y sus democra-
cias; llamado “patio trasero”, el portaaviones de Estados Unidos en Centro-
américa, Banana Republic; territorio ocupado militarmente por cuatro ejérci-
tos extranjeros en la década de los años ochentas: la Contrarrevolución nica-
ragüense, el ejército de El Salvador, el ejército de los Estados Unidos, con su
base militar en Palmerola (esta base militar fue usada como centro de opera-
ciones para el Golpe), y el ejército hondureño que no es tan de Honduras, sino
al servicio de potencias imperialistas y grupos locales de poder fáctico.
Un país con un pueblo que ha cargado el mote de cobarde, sumiso,
conservador, olvidadizo, haragán, apenas seres humanos con taparra-
bos, porque así necesitaban los señores que se han adueñado de Honduras y
Centroamérica que nos conocieran en el mundo, así lo aseguraban sus estu-
dios psicológicos, culturales y antropológicos sobre nuestro modo de ser, así lo
confirmaban sus ciencias y científicos, y había que creérselos porque ellos lo
decían; así lo repetían los “especialistas”, a pesar de la rebeldía histórica del
pueblo hondureño, a pesar de las personas desaparecidas, encarceladas, ase-
sinadas, torturadas, perseguidas, desterradas y victimizadas por las dictaduras
de turno, que no perdonaban ni perdonan el delito de disentir y hacer oposi-
ción.
Cabe aquí preguntar ¿Si Honduras es un país pequeño y empobrecido, un
país de apenas 112,492 km2 y aproximadamente ocho millones de habitantes,
por qué o para qué asestarle un golpe de estado en pleno siglo XXI? Sencilla-
mente porque su ubicación geográfica está dentro de una zona que es consi-
derada estratégica en geopolítica militar internacional, así como estratégica lo
es también para el Neoliberalismo globalizado; Honduras es un voto más en
los organismos internacionales de las naciones para favorecer invasiones y

479
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

guerras imperialistas, para impedir la liberación de otros países, para asaltar


riquezas y las mentes de los pueblos del mundo.
No es casual, por eso, que inmediatamente después del golpe de estado,
el congreso Nacional de Honduras haya aprobado y esté aprobando tratados
y leyes que permiten la instalación de más bases militares yanquis en territorio
hondureño, además de la ampliación de la base militar de Palmerola. Por
ejemplo, una nueva base está en la Mosquita hondureña, frontera con Nicara-
gua, otra más en las Islas de la Bahía, en el Caribe hondureño, y no son las
únicas.
No es casual que hayan derogado leyes y promovido otras que niegan los
derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, su salud y reproducción
sexual, por iniciativa de grupos religiosos fundamentalistas, intrincados con el
poder y en el poder institucional y fáctico.
No es causal que en medio de las protestas de la ciudadanía y en medio
de una represión desmedida y una campaña de terror contra la población, los
golpistas hayan realizado en noviembre de 2009 un proceso electoral con
miras de legitimar y consolidar su Golpe y exportar la idea que en Honduras
todo se había arreglado; mientras tanto, el presidente derrocado, Manuel Ze-
laya Rosales, se encontraba refugiado en la embajada de Brasil en Tegucigal-
pa desde el 21 de septiembre del mismo año, después de haber ingresado
clandestinamente al país en búsqueda de un dialogo para su restitución y el
restablecimiento del orden constitucional.
Por supuesto, no hubo restitución, sino más represión, y el Presidente
Zelaya no pudo salir de la Embajada de Brasil, sino directo al exilio hasta que
los golpistas se lo permitieron el 27 de enero de 2010, día en que tomó pose-
sión del país el nuevo gobierno, continuador del golpe de estado, resultado de
las elecciones espurias de noviembre de 2009.
No es casual que a partir del golpe de estado se estén aprobando leyes
que permitan la usurpación de los ríos para represas hidroeléctricas; leyes que
permitan el alquiler, la venta y concesiones de grandes extensiones del territo-
rio hondureño para instalar enclaves maquileros y zonas libres de cualquier
control por parte del estado hondureño, o leyes que permitan enclaves de
empresas petroleras y mineras que no pagarán impuestos ni el verdadero
valor nuestro del petrolero, oro, plata y otros metales importantes y piedra
preciosas, mucho menos la fuerza de trabajo de un pueblo desempleado que
ha quedado sin derechos ni instancias que lo protejan porque las leyes que le
favorecían han sido derogadas e incumplidas después del golpe de estado.
No es casual, entonces, la guerra mediática internacional, que ha desin-
formado y engañado a su audiencia, a sus respectivas poblaciones, llevándo-

480
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

los de esta manera al casi abandono de la denuncia y solidaridad internacional


para el pueblo hondureño que sufre indefensión, impunidad y represión, al
grado de ser considerado por Naciones Unidas como el país más violente del
mundo, con una tasa de 86.5 muertes violentes por cada 100 mil habitantes, en
el 2011.
Por tanto, tampoco es casual que la producción estética en honduras esté
impregnada de este momento histórico y del rol o posicionamiento compro-
metido en pro de la refundación de la nación, asumido por la inmensa mayoría
de los escritores y las escritoras y artistas en general.
Es en ese contexto que las mujeres escritoras se convierten en las cro-
nistas, las cantoras, cantautoras y juglares de esta época; son las poetas, ellas
mismas, las testigos, las protagonistas de este momento histórico y en medio
de gases venenosos, garrotes, balas, violaciones, muerte y nuevas esperan-
zas, construyen un mundo mejor desde la militancia en la resistencia popular,
desde sus cuerpos y su escritura.
Mi escrito quiere ubicarse, entonces, en las mujeres y su producción poé-
tica a partir del golpe de estado, en el que pretendo recopilar y divulgar el
testimonio de las poetas hondureñas,3 sacado a versos, a muchas voces, a
jirones, de la experiencia personal y no personal, del sufrimiento y la alegría de
la lucha contra el régimen dictatorial por conquistar la dignidad. También pre-
tendo hacer una lectura del papel de la poesía como “arma de combate contra
la autoridad y la historia oficial”,4 trinchera y bandera en tiempos de guerra
contra un pueblo indefenso y desarmado, en tiempos de esta lucha donde la
marca de las y los artistas en resistencia es evidentemente profunda.
De manera particular, me interesa leer y compartir lo que están sintiendo,
viviendo y diciendo las mujeres poetas acerca de esta crisis generada a partir
del golpe de estado; cómo lo han dicho y lo están diciendo. De hecho, los
poemas responden a esas y más preguntas por sí mismos; por eso, considero
que lo más importante es compartirlos, visibilizarlos a ellos y a su autoras,
publicar estas historias en versos.
Este no es un ensayo de crítica literaria exactamente, es un escrito que
quiere ayudar a romper el silencio, es un pedacito de la historia que no será
3 Las poetas y poemas que hace referencia esta disertación es sólo una pequeña muestra
de la producción poética inédita y de emergencia, surgida a partir del 28 de junio de 2009.
Tal producción literaria no ha sido posible recopilar en su totalidad, debido, entre otras
causas, al anonimato e muchas mujeres que hicieron y hacen poesía, y a la forma oral en
que regularmente dieron a conocer sus poemas a través de las emisoras radiales
alternativas, las únicas que permitían hablar del golpe de estado.
4 Marie-Louise Ollé, “Testimonio y estética o cómo (re) presentar el horror”, en Voces del
silencio. Literatura y Testimonio en Centroamérica. Carrillo, José Domingo y Lucrecia
Méndez de Penedo (Comps.) México, 2006. pp 397-416

481
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

escrita ni contada por los dueños de los Mass media, que son los mismos
golpistas y dueños de este país.
Van aquí los poemas5, tal como fueron llegados a mi dirección electróni-
ca o como los iba encontrando en publicaciones virtuales de redes sociales o
en blogs de medios alternativos y de la Resistencia web. Están aquí, los poe-
mas, sin ninguna intención de mi parte de juzgarles en cuanto a calidad estéti-
ca, ni nada por el estilo. Me importan los poemas, ante todo, en tanto produc-
tos o constructos históricos, me importan porque son discursos literarios, tes-
tigos hablantes de una praxis social. Veamos:
Jessica Isla (1974), en su poema “Presentación” nos habla, entre otros
temas, del cuerpo individual golpeado y a la vez identificado con el cuerpo
colectivo de la multitud disidente que se vuelve un solo cuerpo, el de todas y
todos, u solo cuerpo que camina pacíficamente entonando sus consignas por
las calles de los caseríos y ciudades, un solo cuerpo que corre y huye de los
militares y de la Policía militarizada que les golpea, persigue y dispara balas
asesinas; un solo cuerpo hecho de muchos cuerpos capaces de pintar mantas
o paredes y bailar en medio del terror desatado por los de uniforme verde
olivo. Un cuerpo que resiste y se autopresenta porque desea. Desea revolu-
ción.

Presentación
Soy este cuerpo dibujado a golpes
Que camina día tras día bajo el sol,
bajo este cielo incierto de máquinas aladas,
en medio de ráfagas de humo y
el sonido de fusiles
Soy infinidad de rostros:
(…)
Que se enfrentan de a pedazos o en conjunto
A las murallas verde olivo cargadas de violencia

Puedo decir que de mi cuerpo salen muchos olores


El de la montuca fresca
El de la tortilla y los frijoles (…)
el olor de sangre derramada (…)
Yo soy la resistencia

5 Para la presente antología, este escrito muestra y hace referencia solamente a fragmentos
de los poemas recopilados a octubre de 2010 y/o mayo de 2011. Después, en la sección
antológica en sí, estos poemas y los llegados posteriormente aparecerán completos.

482
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Diana Espinal (1964). En “Lázaro se levanta”, encontramos la versión


de Diana sobre lo que acontece en Honduras a partir del golpe de Estado:
militarización de la sociedad hondureña versus un pueblo que a pesar del
miedo que provoca esa militarización, al igual que el Lázaro bíblico se despier-
ta o resucita, se levanta frente a “un estado inaceptable”:

Lázaro se Levanta
(…)
Enjambres de botas y un estado inaceptable de trombas
ofrendan trombas al viento (…)
Hoy pide ser amamantado el siglo XXI
se levantó Lázaro con su ropaje de hormigas
alguien saca sus viejas cuentas de vidrio molido
alguien coagula chillidos de bisagra

En la despensa del miedo


hay hemorragias que violan sueños.

Mayra Oyuela (1982). Su poesía después del golpe de estado se ha


instalado cada vez más en una profunda reflexión social y estética, que coloca
cada palabra en el lugar de la evidencia, en el lugar de la herida, donde no
puede faltar la ironía, la transparencia y el compromiso con la patria y su
pueblo, como en el poema “Nos compromete el grito (o panfleto descarado)”
por ejemplo, con el que denuncia ante el mundo lo acontecido el 28 de junio de
2009 y, además, levanta su brazo y con el dedo índice apunta hacia un lugar
también símbolo del imperio y el dios del dinero, New York, con su Wall Street
y su metro lleno de ratas; la Estatua de la Libertad y la Zona Cero, donde
antes estaban las Torres Gemelas del 9-11.

Nos compromete el grito (o panfleto descarado)


Buenos días sindicatos, buenos días socialistas, (…)
Bienvenidas ratas, bienvenido sol,
bienvenida piedra, zanates, seudo derechos humanos
garrotes e infiltrados:
Estamos reunidos hoy aquí
porque en casa presidencial
amaneció gobernando una cucaracha.
Camaradas puristas del lenguaje,
no pediré panfleto

483
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

porque desde los estercoleros de New York


se promueve la sangre, (…)
No doblaremos las rodillas,
no es tiempo de orar.
No esperaremos que crucifiquen nuestra opinión
para que resuciten nuevas democracias, (…)
Los que custodiamos los sueños en las noches baldías
no instigaremos en el llanto de las madres que hacen patria
con los nombres de sus hijos muertos.

Amanda Castro (1962-2010). Una poeta que sabía de la de importancia


de las palabras, que denunció en sus versos lo violento de nuestra historia de
pueblos latinoamericanos, una mujer sin miedos de plasmar en su literatura
sus posiciones políticas e ideológicas, sus preferencias sexuales, su compro-
miso con el feminismo y la producción literaria de las mujeres. Trabajadora e
la palabra, una gran luchadora que aferrándose a un tanque de oxígeno se
aferraba a la vida, y eso no le impidió participar en una huelga de hambre y en
muchas otras protestas contra el golpe de estado. Amanda luchó con palabras
y cuerpo contra el régimen golpista, hasta sus últimos días de vida.

Sirven las palabras…


De qué sirven/ éstas estúpidas palabras/ que murmuran desde la oque-
dad/ Profunda/ de (…) pasarse todo el día entero escaneando información/
verificándola/ para ponerla en un blog/ que sólo leerán apenas 3 personas/ en
todo el mundo/ ¿de qué sirve?/ me pregunto/ (…)
Sirven las palabras/ para re/ conocernos/ e identi/ficarnos/ y sabemos/
hermanos y hermanas/ kompas en lucha/ -porque el sentarse en silencia/ tam-
bién es lucha-/ y ver cómo nos vamos de hallando/ en las redes que ni siquiera
existen/ (…) que marchan/ de prisa/ mientras cruzan las balas/ el fondo sa-
grado/ y el pálido Azul/ (…)

Sirven/ las palabra/ sirven/ apenas para mencionar la Hondura/ que yace/
herida y sangrienta/esperando/ esperándote a vos/

28 de julio de 2009. Un mes en resistencia.

Karla Lara (1968). Es más conocida desde la década de los años ochen-
ta como cantante, poseedora de una voz privilegiada, la que presta poemas
que otros y otras han escrito; sin embargo, Karla Lara, al igual que la inmensa

484
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mayoría de las escritoras y artistas, está en resistencia contra el régimen


golpista y el continuador del Golpe. En su poema “A Manuel” describe con
ternura a Manuel Flores, un maestro que también escribía y luchaba contra el
golpe de estado y el sistema capitalista, y estos no le perdonaron tan atrevi-
miento disidente, sicarios lo asesinaron el 23 de marzo de 2010.

A Manuel
(Manuel Flores, profesor asesinado frente a sus alumnas y alumnos en el
Instituto en el que trabajaba, miembro del Partido Socialista Centroamerica-
no)

Caminabas calles,
regabas ideas, Manuel
el pañuelo al cuello
el morral al hombre, Manuel (…)
Tu figura grande
y corazón izquierdo, Manuel
parecías hippie
o como un buen Cristo, Manuel

En las calles gritan


tu nombre es consigna, Manuel
y en la escuela, el barrio
se te extraña tanto, Manuel.

Karla Lara 2010.

Blanca Guifarro (1946). Socióloga, escritora y feminista comprometida


con las luchas populares desde temprana edad, fundó la Cátedra de Estudios
de la Mujer, en la UNAH. Desde el 28 de junio sus poemas fueron de los
primeros en circular de mano en mano entre las movilizaciones de protesta, en
los mítines y las librerías; ha escrito poemas a varias de las personas de la
Resistencia que han sido asesinadas: Isis Obed Murillo, un chico de 19 años
de edad, considerado el primer mártir de la Resistencia, fue asesinado por una
bala de un franco tirador e las Fuerzas Armadas, el 5 de julio de 2009 en el
aeropuerto Toncotín mientras era parte de la multitud que esperaba el retorno
del derrocado Presidente Manuel Zelaya Rosales, a quien no le permitieron
aterrizar en el aeropuerto.

485
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

También a Wendy Ávila, estudiante universitaria muerta en el 2010


por intoxicación de los gases lacrimógenos; a la profesora Ilse Ivania Velás-
quez, muerta por golpes contusos de una granada que le impactó en el rostro
e intoxicación por gas lacrimógeno, previo a ser arrollada por un vehículo,
cuyo conductor huía de la represión policial en medio de una enceguecedora
masa de gas lacrimógeno, el jueves 17 de marzo de 2011 durante una protesta
del magisterio.
El poema de Blanca que va en esta muestra poética es “Caza blanca
en tres actos”, en clara alusión a un símbolo imperialista: la Casa Blanca, la
casa de los presidentes de Estados Unidos, donde se habla no sólo de cuentos
infantiles y canciones de cuna o abrigos de practicantes universitarias, sino de
golpes de estado y otros temas militares, para compararla con la cacería que
hace un animal con garras, que rompe la vida y destruye pueblos.

Caza blanca en tres actos


I acto

he visto recorrer
la tristeza
en cada cuerpo sin cuerpo
esqueletos (…)

II acto
no logras detener
tu afán expansivo (…)

III acto
eres camaleón experimentado
te metes
donde no te llaman (…)

Isabel Rivera. Seudónimo con el que nos pidió ser presentada una poe-
ta hondureña que teme sufrir represalias se conoce de su posicionamiento
político. Isabel se lo dedica al periodista Jorge Orellana, más conocido como
Georgino, asesinado e un balazo en la cabeza al salir de su programa televisi-
vo, una noche de abril de 2010.6

6 Jorge Orellana es uno de los doce periodistas asesinados a la fecha de hoy (31 de octubre
2010), después del golpe de estado, el décimo bajo el régimen de Porfirio Lobo Sosa.
Ninguno de los asesinados ha sido debidamente investigado; todos han quedado en la
impunidad.

486
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El día que mataron a Georgino


(Dedicado al periodista Jorge Orellana)

Bajo el arbusto de la impunidad


un golpe a las ideas
una bala dispara por la ambición
no era de goma.

Un golpe al corazón
astillaron la utopía de un país más justo
una familia rota.
(…)
Los pesares muchas veces son infinitos.

Isabel Rivera, 2010.

Iris Mencía (1959)Iris Mencía se inscribe en esta muestra de poesía


contra el golpe de estado con su poema “esperanza”, en el que plantea las
raíces antiguas de la rebeldía de nuestro pueblo, sin mencionar nombres alude
a la gesta encabezada por Lempia y otros indígenas que opusieron resistencia
a la colonización española. Retomando la sabiduría y ritual ancestral, Iris ha-
bla de la esperanza renovada por el renacer de la lucha de un pueblo empo-
brecido que ahora también se sueña y se rebela.

Esperanzas
Renace (…)
la constancia
desde una antigua estirpe (…)
sin vértigo penetra en las ciudades
las voces arden
como copal y candelas (…)
la esperanza atrapa
hasta los pies descalzos.

Septiembre de 2010

Esmeralda Olivera: Seudónimo usado por una poeta que goza de re-
conocimiento literario en el país, pero por razones de resguardar su seguridad
personal, al menos mientras esté dentro del territorio hondureño, ha tenido que
publicar por internet sus poemas, firmándolos con dicho nombre. En éste se

487
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

denuncia y fustiga el papel que han cumplido diferentes instituciones, como la


Iglesia, el Congreso, versus el despertar del pueblo hondureño que identifica
muy bien a sus enemigos y se erige en el dueño de su propio destino.

El pueblo
(…)
Los buitres rodean el Congreso mustio y cercenado (…)
Las iglesias del Medievo han vuelto
Son frías, macabras, más peligrosas,
sicarias a sueldo.
A nadie llevan a la hoguera,
pero la sangre la cocinan a punta de rifles, (…)
Pero hoy tenemos
La voz cantante (…)
Nadie volverá a cantar para entretener al amo,
Somos el amo.
(de Esmeralda Olivera, el jueves, 31 de marzo de 2011 a las 20:57, http:/
/voselsoberano.com)

Lety Elvir (1966)


Una fecha fatídica en la historia de la siempre endeble democracia hon-
dureña, le constituye el 21 de octubre de 1956 cuando las Fuerzas Armadas
dieron un Golpe de Estado, con el cual aseguraron la posterior autonomía de
esa institución y la toma del control directo del Estado; también, se aseguraron
que esa fecha fuera incluida en el calendario de las celebraciones y feriados
nacionales. El 21 de octubre de 2009, en pleno desarrollo de otro golpe de
Estado, promovido por los mismos intereses y similares actores, nace este
poema que lo denuncia con sus polarizaciones, horrores y esperanzas.

Algunas íes sobre el Golpe de Estado


Estos muertos, estas muertas, ya han huido de la muerte
Los asesinos jamás podrán huir de sus víctimas aunque
Desconozcan del remordimiento y las culpas.

Y de las cavernas salieron


con decretos y metrallas
con dictámenes y palos
con perros y cadenas
con cinismos y mentiras
con gases y tanquetas

488
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

y vinieron hasta aquí (…)


Y a pesar de tanta sangre derramada (…)
este pueblo se levanta, camina y marcha
sobre el siglo XXI
resiste, se enoja y canta
rescata a Honduras
y renueva el mundo
(21 de octubre, 2009)

A MANERA DE CONCLUSIÓN
Hubo un Golpe de Estado en contra del pueblo hondureño, desde enton-
ces vivimos permanentemente en un estado de Golpes de Estado. También
hubo y hay resistencia del pueblo; resistencia que se manifiesta en todas sus
dimensiones y formas, través de la palabra, la poesía, el ensayo, las consignas,
la pintura, la música, el disfraz, el espray, los grafitis, las pintas, las mantas, la
fotografías, los murales, las hondas, el cine, el teatro, etc. En fin, una primave-
ra artística que denuncia, que señala, que no se calla, que se burla de los
golpistas, y que hay aportado de manera importante en el desarrollo de la
consciencia de clase social, que deja al descubierto que este Golpe de Estado
ha sido para adueñarse aún más de nuestros recursos y de todo lo que provo-
que esa sensación de ternura que produce el dinero, como dice un poema
del poeta Roberto Sosa7.
Esta muestra poética escrita por mujeres hondureñas es solo un atisbo en
el océano de todo lo provocado y producido a partir del golpe de estado. La
gente en honduras, las mentalidades, las artes, la política y la Historia han
cambiado desde entonces; algo se rompió para siempre y para bien. La poesía
escrita por las mujeres en esta coyuntura, en su generalidad, se posiciona
rotundamente contra este sistema económico, criminal, patriarcal, excluyente
y militarista, y propone (y actúa y participa y decide) la refundación del país,
rescatar la nación y construir un Estado de Derecho, que avance hacia la
justicia social, hacia una justa distribución de la riqueza, hacia la construcción
de la felicidad de su ciudadanía. Y esta poesía y sus autoras saben que no es
una utopía, saben que amanecerá.
Tegucigalpa, 31 de octubre de 2010
Tegucigalpa, 31 de mayo de 2011

7 El poeta Roberto Sosa (Honduras, 1930-2011).

489
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Xiomara Cacho Caballero (1968)

Nacida en Punta Gorda, Roatán, es maestra de educación primaria y


licenciada en la Enseñanza del Idioma Inglés. Obtuvo un diplomado
pedagógico en Educación Superior y en Educación Especial, y tiene
una maestría en Educación en Derechos Humanos. Domina cuatro
idiomas y es la representante de la comunidad garífuna en el Progra-
ma Nacional de Educación Bilingüe Intercultural. Es la única escrito-
ra en el ámbito centroamericano que escribe en idioma garífuna.
Publicó La voz del corazón (1998); al respecto, la crítica Helen
Umaña en la obra La palabra iluminada. El discurso poético en Hon-
duras (2006), señala que la autora ha vivido en un lugar donde conflu-
yen tres culturas y que, por ello, el título y los poemas están escritos
en garífuna, español e inglés.

Derechos económicos, sociales y culturales de la población garí-


funa isleña en Honduras1

1. Introducción
Honduras, como estado nacional, tiene una extensión territorial de 112,
492 Km2, con una geografía y un relieve montañoso. Su clima costero es
cálido y húmedo llegando a tener una temperatura de 31ºc; las ciudades más
importantes son: Tegucigalpa, ciudad capital y San Pedro Sula, las cuales
concentran el 20.4% de la población hondureña; aproximadamente 2, 000,000
de hondureños residen en las 3,716 aldeas y los 27, 425 caseríos que tiene el
país2.
Según la Secretaría de Educación Pública, DIGEPLANE, en su docu-
mento de formulación del proyecto mejoramiento de la calidad, de los 5.3
millones de habitantes, el 12.8% corresponde a población indígena y afroanti-
llana, distribuida en 12 de los 18 departamentos que tiene el país (Gracias a
Dios, Colón, Islas de la Bahía, Cortés, Olancho, Yoro, Francisco Morazán, La
Paz, Intibucá, Lempira, Copán y Santa Bárbara).
Los pueblos y las comunidades garífunas son parte del fundamento de la
historia y cultura de la verdadera personalidad nacional. Las etnias actuales

1 http://www.corteidh.or.cr/tablas/R23006.pdf
2 Secretaría de Educación Pública, DIGEPLANE, Formulación del proyecto mejoramiento
de la calidad de la educación, 1995-1998, Tegucigalpa, Honduras, Ediciones Secretaría
de Educación, Comayagüela, Honduras, Pág. 4.

490
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de Honduras, se remiten a raíces mesoamericanas, como en el caso de los


Lencas y Chortís y a raíces antillanas o de la llamada área circuncaribe o área
intermedia, como en el caso de los misquitos, sumos o tawahkas, pech, tolupa-
nes. El mestizaje en el país comenzó en el siglo XVII; de allí que el peso
histórico de las etnias y su peso poblacional es importante ya que constituyen
el 12.8% de la población nacional.
Los estudios antropológicos y etnográficos localizan a los pueblos garífu-
nas hondureños en los departamentos de Cortés, Atlántida, Colón, Gracias a
Dios e Islas de la Bahía, con una población de 250,000 miembros concentra-
dos en 53 comunidades3.
Por considerar la determinación y la protección de los derechos del pue-
blo garífuna parte fundamental de los derechos humanos y una legítima pre-
ocupación de la comunidad internacional, en el presente documento me ocupo
sobre el tema de los derechos económicos, sociales y culturales de la pobla-
ción garífuna en Honduras, pueblo étnico que ha conservado características
que son manifiestamente distintas de las demás culturas de la población na-
cional, luchando por obtener el reconocimiento de su identidad y de su forma
de vida.
El presente artículo, permitirá que la población garífuna hondureña pueda
establecer y aplicar normas para la supervivencia y el bienestar, destinadas a
garantizar el respeto, comprender los derechos humanos; y promover y prote-
ger los mismos, haciendo uso de los diversos procedimientos e instrumentos
nacionales e internacionales existentes para presentar comunicaciones y de-
nuncias.

2. Antecedentes
Los negros caribes, más conocidos como garífunas, llegaron a Islas de la
Bahía, Honduras, en abril de 1797, deportados de la isla caribeña de San
Vicente, por la corona inglesa. Pueblo étnico con un proceso histórico plagado
de con_ ictos con los ingleses y con asentamiento de_ nitivo en Honduras.
Las comunidades garífunas actuales de Honduras están diseminadas a lo lar-
go de la estrecha franja costera del Atlántico 4.
En 1655 naufragaron frente a las costas de San Vicente dos buques es-
pañoles que transportaban esclavos desde África. Los africanos náufragos se

3 SECPLAN, Políticas de población, pobreza y empleo de los niveles de pobreza,


Tegucigalpa, septiembre 1992. Ediciones Secretaría de Educación, Comayagüela,
Honduras, Pág. 26.
4 Herranz, Atanasio. Estado, sociedad y lenguaje, la política lingüística en Honduras.
Editorial. Guaymuras, Tegucigalpa, M.D.C. Honduras, agosto 1996, Pág. 345.

491
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

refugiaron en el terreno montañoso de la isla. Otro buque naufragó en 1675,


integrando la sociedad con los caribes, adoptando sus costumbres, estructuras
familiares y su lenguaje; muchos de los africanos adoptaron la forma local de
vida, tomaron mujeres caribes por esposas y establecieron sus propias fami-
lias. Como producto de esta unión se originó una población nueva, que actual-
mente en Honduras, Guatemala y Belice, se le conoce como garífuna.
En abril de 1797, fueron expulsados de San Vicente 5,080 hombres, mu-
jeres y niños garífunas y conducidos en un buque británico hacia la isla de
Roatán y, posteriormente, al puerto de Trujillo, donde arribaron el 12 de abril5.
Entender la historia de un pueblo, es entender la historia de su idioma.
Los tres grupos que se unieron para formar el pueblo garífuna son los africa-
nos, los indios caribes y los indios arawakos que vivían en la isla de San
Vicente cuando llegaron de Suramérica los indios caribes en el siglo XV6.

3. Las razones encontradas


Suele haber notables semejanzas entre los escritores, al plantear el ori-
gen y procedencia de la población garífuna, llegando siempre a la misma con-
clusión que fueron múltiples las razones que causaron la deportación del garí-
funa de San Vicente; desde mi punto de vista y con base a los análisis realiza-
dos, puedo mencionar entre otras, las siguientes razones: políticas, persecu-
ción, ideología, guerras, ansias de libertad, y por qué no, la miseria.
Encamino estas razones estructurales en diferentes vivencias personales
y tal como lo evidencian algunas entrevistas. Como consecuencia de esto se
debe re conocer que grandes cantidades de tierras garífunas han sido acapa-
radas por empresarios nacionales y extranjeros, militares y políticos, agraván-
dose el problema con la venta irregular de tierras por parte de los miembros
de las propias comunidades garífunas, situación que actúa negativamente en
la lucha por la reivindicación de los derechos históricos, justos y legalmente
reclamados. El mismo Estado hondureño, en muchos de los casos, también
desempeña un papel cómplice en el despojo de las tierras comunitarias, ya
que procede a inscribir propiedades a favor de terceras personas naturales y
jurídicas, sabiendo que son tierras comunales.
Las Naciones Unidas denomina al pueblo garífuna como pueblo aborigen
porque estaban viviendo en sus tierras antes que vinieran los colonizadores de
otros lugares y por su descendencia de los arawahkos.

5 Rivas D., Ramón. Pueblos indígenas y garífunas de Honduras. Editorial Guaymuras.


Tegucigalpa, Honduras, noviembre de 1993, Págs. 257-270.
6 Bertilson, Kathryn. Introducción al idioma garífuna. Tegucigalpa, M.D.C. Honduras,
C.A. 1989, Pág. 10.

492
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

IV. La oblación garífuna y el respeto de los derechos humanos


El problema del respeto de los derechos humanos que enfrenta la comu-
nidad garífuna hondureña comienza básicamente con el problema de la discri-
minación, el cual poco ha alentado el diálogo entre el gobierno y los represen-
tantes de las organizaciones garífunas para examinar los acontecimientos na-
cionales relativos a la promoción y protección de los derechos humanos y las
libertades fundamentales de la población garífuna.
Entre los derechos y libertades del pueblo garífuna que deberían ser exa-
minados puedo incluir: el mantenimiento y desarrollo de características e iden-
tidad; la protección contra el etnocidio; los derechos relativos a la lengua y las
instituciones educacionales; la propiedad, posesión y uso de la tierra; los re-
cursos naturales; el mantenimiento de las estructuras económicas, la pesca, la
explotación forestal, la protección del medio ambiente; la participación en la
vida política, económica, y social del país.
Los problemas esenciales de la educación en las comunidades garífunas
parten de que la educación regular desconoce el carácter pluriétnico, plurilin-
güístico del país, y esto no ha dado cabida a la participación de las organiza-
ciones étnicas comunitarias, regionales o nacionales en el hecho educativo;
por lo que la propuesta curricular educativa no prepara a los niños y jóvenes
de las etnias para resolver los problemas sociales estratégicos, relacionados
con la supervivencia y la calidad de vida de las mismas etnias.
La educación regular no parte de las especificaciones lingüísticas y cul-
turales del pueblo garífuna y por el contrario homogeneiza la cultura ladina,
haciendo uso exclusivo del español como lengua de instrucción y objeto de
estudio, por consiguiente, las escuelas normales del país no han incluido as-
pectos relativos a la pluralidad lingüístico-cultural del país en su currícula,
orientados a la formación general de maestros de educación primaria, así
como tampoco han modificado su currícula para ofrecer alternativas a la for-
mación regular de maestros bilingües primarios.
Los procesos de formación de los maestros, los textos escolares y otros
materiales educativos, las metodologías y otros recursos pedagógicos no to-
man en cuenta ni las lenguas, ni las culturas indígenas, ni las demandas de las
etnias; sumado a esto, la infraestructura escolar es insuficiente, inadecuada e
incluso inexistente, debiendo los padres de familia y las organizaciones étnicas
comunitarias aportar de sus escasos recursos para la dotación o mejoramien-
to.
En Honduras puede percibirse que el niño garífuna está constantemente
expuesto a valoraciones negativas sobre su etnicidad y su cultura, porque el
sistema educativo regular no permite que el educando étnico se aproveche de
la potencialidad de los recursos de su lengua y cultura para consolidar lo

493
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

propio y para emprender nuevos conocimientos, destrezas, habilidades y valo-


raciones; y como consecuencia no le permite desarrollar el pensamiento lógi-
co, la intuición y la creatividad.
Las comunidades garífunas hondureñas tienen también innumerables pro-
blemas en lo que a la tierra se refiere, por lo que hasta el año 1992, todas, a
excepción de Trujillo, tenían título de ocupación de las tierras en que se hayan
asentadas. Lo que estimuló que para ese mismo año el Gobierno de la Repú-
blica emitió la Ley para la Modernización y Desarrollo del Sector Agrícola,
bajo el Decreto 31-92; con esta acción se legalizó el proceso de privatización
de las tierras, para favorecer la inversión, principalmente la extranjera.
Al carecer de títulos definitivos de propiedad sobre sus tierras, los garífu-
nas se vieron acosados por empresarios nacionales y extranjeros, militares y
políticos, al ser declaradas zonas estratégicas para el desarrollo de la industria
del turismo.
Según los informes de la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario,
entre los años 1993 y 1995 se obtuvieron 14 títulos definitivos de propiedad
para igual número de comunidades garífunas, con la desventaja que estos
“títulos” no contemplan el territorio histórico de las comunidades, es decir,
fueron reducidos drásticamente; además, todos los cascos urbanos o sea el
lugar en donde están construidas las casas de los habitantes, no fueron inclui-
dos en el título al ser considerada área exclusiva para el turismo y por tanto
propiedad del Estado.

V. Los logros alcanzados


En el año 1999 se marca el comienzo del proceso de ampliación, favore-
ciendo a las comunidades del departamento de Colón, obviamente por ser uno
de los departamentos con más tierras nacionales, especialmente las ubicadas
en el municipio de Iriona.
La cantidad de tierra lograda en el proceso primario de ampliación: en el
año 2000 hubo dos actos de entrega de títulos; en el primero, se le hizo entrega
a las comunidades del municipio de Esparta (Cayo Venado, Nueva Go y La
Rosita), que en aquella ocasión recibieron el título de dominio pleno, quedando
sin valor los títulos provisionales otorgados por el Instituto Nacional Agrario
–INA–. Es preciso mencionar que la comunidad de Río Esteban tenía más de
20 años de haber solicitado la titulación de sus tierras, empero, dicha solicitud
no fue resuelta sino hasta la intervención de organizaciones garífunas en las
negociaciones y cabildeo político frente al INA.
El total de títulos obtenidos hasta la fecha son 43, de los cuales 36 son
para beneficiar a 39 comunidades y los títulos restantes fueron otorgados a

494
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

empresas asociativas campesinas garífunas ubicadas en Vallecito, municipio


de Limón, Colón.
Las organizaciones garífunas, acompañan y realizan gestiones tendientes
a impulsar el desarrollo integral de la comunidad afrohondureña contando
para ello con el siguiente equipo de trabajo permanente:
• Asamblea general.
• Junta directiva central.
• Dirección ejecutiva.
• Departamento de proyectos.
• Departamento de contabilidad.
• Asesoría legal.
• Promotores locales y sectoriales.
• Afiliados (as).
• Coordinación y equipo de voluntarios en las 53 comunidades garífu-
nas de honduras.
• Egresados (as) de la escuela de formación de líderes afrodescen-
dientes en derechos humanos.
• Red de procuradores comunitarios para la autodefensa de los dere-
chos humanos.
• Amigos y amigas en todas las ciudades de marcada influencia afro-
descendiente y en otras partes del territorio nacional, centroameri-
cano e internacional.
• Organizaciones fraternas en los ámbitos nacional, centroamericano
e internacional.
• Organizaciones hermanas integrantes de la Organización Negra Cen-
troamericana, –ONECA–.
• Las organizaciones garífunas no venden servicios; acompañan a las
comunidades en su proceso de reivindicación de derechos y desa-
rrollo integral comunitario.
• La ampliación de las tierras comunitarias se hace con base en lo que
cada comunidad determine en reunión de asamblea comunitaria, ade-
más deben nombrar un apoderado legal que los represente en las
diferentes diligencias y trámites a realizar ante el INA.

495
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Tal como lo ha afirmado la Organización de Desarrollo Étnico Comunita-


rio en sus informes, los juicios de saneamiento podrán iniciarse siempre que la
comunidad esté internamente unida y preparada para afrontar algunas cargas
procesales, entre ellas la presentación de pruebas ante los tribunales compe-
tentes; así como la voluntad política del Estado hondureño, para ejercer auto-
ridad orientada a la expropiación de los bienes arrebatados irregularmente a
las comunidades garífunas, como también hacerse cargo del pago de las me-
joras introducidas por terceros en las tierras y territorios de las comunidades.
En síntesis, todas las comunidades deberán ser objeto de ampliaciones en
sus tierras debido a razones diversas, como por ejemplo: acelerado crecimien-
to demográfico, por disminución de zonas de cultivos artesanales o de subsis-
tencia, implementación de sistemas agrícolas tecnificados, por la exclusión de
áreas ocupadas ancestralmente, etcétera.
Los títulos definitivos de propiedad logrados hasta ahora, son el resultado
de la lucha organizada de las comunidades y organizaciones afrohondureñas,
quienes han tenido un papel visible en todo el proceso, por medio de moviliza-
ciones locales, regionales y nacionales, así como acciones de incidencia polí-
tica nacional, centroamericana e internacional.
La problemática de la tierra es compleja, sus ejes principales son:
• Titulación.
• Ampliación.
• Saneamiento.
De igual manera es importante la aprobación de las reformas a la Ley de
Propiedad, en su capítulo número 3: “Tierras Indígenas y Afrohondureñas”;
así como aplicar y observar el Convenio 169 de la Organización Internacional
del Trabajo, –OIT–.
El Estado hondureño, debe presupuestar y poner especial empeño en el
desarrollo económico, integral y sostenible de las comunidades afrohondure-
ñas, es decir, al mismo tiempo que entrega los títulos definitivos de propiedad,
debe dar las capacidades técnicas y económicas para que éstas ejecuten
proyectos mediante los cuales no sólo aseguren la propiedad de la tierra, sino
también su bienestar económico y social a corto, mediano y largo plazos.
El 25 de enero de 2002, el Instituto Nacional Agrario, –INA–, entregó a
las comunidades garífunas de Cayo Chachahuate, Cayo Eastend y Cayo Bo-
laños, ubicadas en los Cayos Cochinos, Islas de la Bahía, sus títulos definitivos
de propiedad, sin embargo, fueron las acciones de incidencia política ante el
Estado hondureño, las que hicieron posible la inscripción de dichos títulos en el
Registro de la Propiedad de Roatán, en las siguientes fechas:

496
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

• Cayo Chachahuate, 14 de diciembre de 2006.


• Cayo Eastend, 14 de diciembre de 2006.
• Cayo Bolaños, 31 de mayo de 2007.
Las organizaciones garífunas han actuado y actúan de manera indepen-
diente, combativa y propositiva en la problemática nacional, principalmente la
relacionada con las personas, poblaciones y comunidades afrodescendientes
en cuanto a desarrollo político, económico, social, cultural y ambiental.
La misión más importante de las organizaciones garífunas es: reducir la
violación de los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y la exclu-
sión estatal hacia las comunidades y población afrohondureñas; la incidencia
política, sensibilización, concientización, capacitación y la defensa de los dere-
chos humanos.
Los valores que impulsan a las organizaciones garífunas de Honduras
son:
• Equidad: igualdad en la participación de hombres y mujeres en todo
el proceso de trabajo.
• Transparencia: es la capacidad institucional de manejar con honra-
dez y honestidad todos los asuntos que se le encomiendan, satisfa-
ciendo las exigencias de las contrapartes, los estatutos y las leyes del
país.
• Solidaridad: es un acto que va más allá del apoyo mutuo, ya que
siempre estamos presentes y no esperamos nada a cambio, nos en-
tregamos para ayudar a la comunidad afrohondureña con la única
satisfacción de generar un cambio positivo en ella y su entorno.
• Compromiso con las comunidades y población afrohondureñas: es la
base fundamental para lograr un objetivo, porque de ella adquirimos
el alto índice de conciencia, responsabilidad y confianza para brindar
una mejor calidad de trabajo, en beneficio de las mujeres y los hom-
bres afrohondureños.
Los objetivos estratégicos son:
1. Desarrollo de capacidades locales.
2. Incidencia y empoderamiento de la población afrohondureña.
3. Desarrollo, fortalecimiento y eficiencia institucional.
El trabajo de incidencia política que realizan las organizaciones garífunas
de Honduras, en acompañamiento con las comunidades afrohondureñas, ha
producido importantes resultados tangibles e intangibles de beneficio colecti-

497
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

vo, muchos de los cuales han surgido como consecuencia del compromiso de
la campaña presidencial, modalidad iniciada en el año 2001 y continuada en el
2005 con el Presidente de la República José Manuel Zelaya Rosales.
El 30 de abril del año 2007, con motivo de la clausura del “Mes de la
Herencia Africana” en Honduras, se logró que el Presidente Zelaya Rosales,
convocara a Consejo de Ministros para revisar las políticas del Estado con
relación a las comunidades afrohondureñas, un hecho sin precedentes en la
historia nacional; como resultado se emitió el Decreto Ejecutivo 09-2007, orien-
tado a impulsar el desarrollo económico y otros derechos de las comunidades
afrodescendientes.
Las organizaciones garífunas se esfuerzan en crear su propia institucio-
nalidad, para tener posibilidad real de acompañar a las comunidades afrodes-
cendientes en sus grandes desafíos, partiendo de que nada se puede lograr
sin la voluntad de las personas, pero nada se mantiene sin el impulso de
las instituciones.
Para concluir debo decir que, las organizaciones garífunas hondureñas,
no reciben impuestos, no sustituyen al Estado, ni a las municipalidades del
país; únicamente luchan por una sociedad incluyente, participativa, justa, libre
de racismo y con igualdad de oportunidades para todas y todas.
El Estado hondureño, está llamado a corregir las inequidades histórica-
mente producidas, dado que las comunidades deben ser y son sujetas de las
decisiones y de los cambios.
Finalmente, es preciso destacar las sabias palabras de re_ exión que el
garífuna Raimundo Leonel Soliz pronunciaba: “El negro hondureño, frente a
los altos retos de la nueva centuria, sin perder sus rasgos culturales, debe
seguir incidiendo en la búsqueda del fortalecimiento de su nivel educativo, su
participación política, y su inmersión en el proceso económico y social del
país”.7

VI. Referencias
A. Bibliográficas
1. Bertilson, Kathryn. Introducción al idioma garífuna, Tegucigal-
pa. M.D.C. Honduras, C.A. 1989.
2. Herranz, Atanasio. Estado, sociedad y lenguaje, la política lin-
güística en Honduras. Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, M.D.C.
Honduras. 1996.

7 Expresión oral del licenciado Raimundo Leonel Soliz, en varias disertaciones nacionales,
la última en Radio Católica, abril 2000, Tegucigalpa, Honduras.

498
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

3. Organización de las Naciones Unidas. “Los derechos de los pueblos


indígenas, campaña mundial pro derechos humanos”. Informe so-
bre reuniones de poblaciones indígenas, Boletín informativo.
Ginebra. 1989.
4. Rivas D., Ramón. Pueblos indígenas y garífunas de Honduras.
Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, Honduras. 1993.
5. SECPLAN. Políticas de población, pobreza y empleo de los ni-
veles de pobreza. Tegucigalpa. Ediciones Secretaría de Educación,
Comayagüela, Honduras. 1992.
6. Secretaría de Educación Pública, DIGEPLANE. Proyecto Mejo-
ramiento de la Calidad de la Educación, 1995-1998, Tegucigal-
pa, Honduras, Ediciones Secretaría de Educación, Comayagüela,
Honduras. 1998.

B. Varias
7. Expresión oral del Licenciado Raimundo Leonel Soliz, en varias di-
sertaciones nacionales, la última en Radio Católica, abril 2000, Tegu-
cigalpa, Honduras.

499
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

PANAMÁ

Gloria Guardia Zeledón (1940)


Nacida en Panamá, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Com-
plutense de Madrid. Literatura Española e Iberoamericana en el Ins-
tituto de Cultura Hispánica de Madrid. Licenciada en Artes Cum
Laude de Vassar College en Poughkeepsie, New York. Maestría en
Artes en la Universidad de Columbia, Nueva York. Realizó estudios
de doctorado en esa misma universidad. Ha publicado novelas, cuen-
tos y ensayos entre las cuales se encuentran Tiniebla blanca (1961),
El último juego (1977), traducida al ruso. Cartas apócrifas (1997),
La carta (1997), Estudio sobre el pensamiento poético de Pablo
Antonio Cuadra (1971), Con Ernesto Cardenal (1974), Rogelio
Sinán: una revisión de la vanguardia en Panamá (1975), La mu-
jer en la academia (1989), entre otros.

Aspectos de creación en la novela centroamericana1


Cuando un novelista opta por entablar un diálogo con el público lector en
torno a las intimidades de su oficio, desea, en la mayoría de los casos llevar a
cabo una profunda confesión de sus problemas y quehaceres, no tanto una
disertación de índole académica. El o ella sabe que esto le corresponde a los
críticos, aunque en la mayoría de los casos, si es consciente de la dimensión
de su oficio- como en efecto debe serlo- reconoce no sólo lo mucho que les
adeuda, sino también comprende que en la concepción y puesta en práctica
de su obra se conjugan estrechamente la cuestión de la forma y de la crítica.
Tal como lo dijo el poeta Eliot, “crear implica en todo momento tamizar, com-
binar, corregir, ensayar, de modo que la autocrítica puede considerarse, acaso,
como la categoría más elevada de la crítica”2.
Además, dentro de la nueva poética que surge a raíz del romanticismo,
cuando se rechaza por determinista la herencia de Aristóteles, significa coin-
cidir con Coleridge, Poe, Baudelaire, Heidegger y Gadamer cuando afirman
que, al universo de la obra, le es consustancial su propia crítica y teoría. De
ahí que, a partir del siglo XIX, el autor comprometido sea al mismo tiempo
crítico, teórico, poeta, novelista, porque, en nombre de la identidad misma de

1 http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=36350902. P. 1-13
2 T. S. Elliot. The Function of Criticism: Selected Essays, 1921-1932 (New York: Harcourt,
Braqce and Companu), p. 18.

500
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la literatura, “mezcla y funda conjuntamente poesía y prosa, creación y críti-


ca” 3.
En mi caso, debo admitir que durante más de tres décadas no he hecho
prácticamente otra cosa que sumergirme, a diario, en la piel de autores de
diversas zonas y regiones y, así sintiéndolos, reflexionando sobre ellos, desme-
nuzándolos en la mesa de trabajo y amándolos, de paso, he aprendido casi
todo lo que hoy se acerca del por qué y cómo de esta ocupación absorbente
que viene a ser la elaboración del texto literario.
Valga esto, pues, para afirmar que cuando decidí dejar un testimonio de
mi oficio, partí de la premisa de que acaso lo más importante fuera penetrar
hasta lo más profundo para descubrir los aspectos propios del quehacer litera-
rio en América Central. Es por eso que hoy intento dialogar sobre los múltiples
y espinosos embates que tiene que librar todo aquél que cultiva la novela en la
región, internándose necesariamente en ese desierto que significa la página
en blanco, donde el escritor tal, como nos confiesa Ernesto Sábato, “debe dar,
en una obra finita, una realidad que es fatalmente infinita”4.
Al intentar un orden a lo que he de decir, se me ocurre, tal vez, que sería
prudente partir de las preguntas en torno a cuándo y cómo se inicia la vaca-
ción del novelista. Este, he observado, suele ser el cuestionario constante en
boca de entrevistadores porque creen - y no deja de haber alguna fuente de
verdad en ello- que con las respuestas pueden penetrar hasta el mediodía del
por qué de la afición del literato.
Ahora bien, un auténtico novelista, diría yo, es aquél que escribe porque
reconoce que las operaciones retóricas adquieren a través de él una dimen-
sión ontológica fundacional, porque desea apresar “el ser” de los “entes”,
incluyendo el suyo propio, y porque está dispuesto a comprobar el hecho de
que ya no hay nunca una comunicación directa con la realidad, la novela –o,
más bien, la literatura- representa un medio eficaz para formular metafórica-
mente el problema del conocimiento que se ha planteado el hombre a través
de los siglos. De ahí, pues, que la inclinación hacia este oficio no se inicie

3 Samuel Coleridge, Biografía Lietaratia (Oxford: Oxford University Press, Revised edition,
1950) ed. J. Shawcross, vol. 2. Edgar Allan Poe, “The Poetic Principle”, en Kenneth
Silvermann’s Edgar Allan Poe: Mounful and Never Ending Remembrance (New York:
Harper Collins, 1992). P. Ricocur, La Métaphore Vive (París: Seuil, 1975). Martin
Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía (Barcelona: Anthropos, 1989), edición,
traducción, comentarios y prólogo de Juan David García Bacca. Han-Goerg Gadamer,
Verdad y método (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1996), 2 vols. Ph. Lacoue-Labarthe y
J. I. Nancy, Le sujet de la philosophie (París: Aubier-Flammarion, 1979), p. 384.
4 Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas (Buenos Aires: Aguilar Argentina, cuarta
edición, 1971), p. 260.

501
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cuando surge en el ser humano la tentación juvenil de juntar palabras hermo-


sas, ni menos aún cuando, en un exceso de vanidad o egolatría, él o ella se ve
precisado a expresar su ingenio, describiendo intrigas superficiales. No. Esta
se va dando, más bien, durante un largo y moroso proceso, o sea, a medida
que el novelista en ciernes va naciendo a su verbo y, de paso, apasionándose
por descubrir y, luego, plasmar y recrear con la palabra auténtica el enigma de
ser en el tiempo. En suma diría, pues, que la vocación de él o ella se sella en el
momento mismo cuando llega a la conclusión de que no hay nada, absoluta-
mente nada, que le entusiasme más que rastrear, describir y alterar, tal vez, su
luminosa, larga y misteriosa “condición de viviente”, como ha dicho María
Zambrano5.
Así, pues, de este instante y de este afán de reconocimiento en adelante,
si el escritor es lo suficientemente pertinaz, apasionado y firme como para
dedicar su existencia a esta tarea, a sabiendas de que habrá de tropezar con
un sinnúmero de obstáculos y contratiempos, quizá él o ella habrá llegado al
primer estadio de un planteamiento propio, de un modo de percibir y describir
la vida que supere la mera representación fenoménica de las cosas y que, al
alzarse hasta lo metafórico, logre también abordar los temas y problemas
fundamentales del Otro y reconocer la dimensión de esa alteridad que es
fuente de reconocimiento y uno de los elementos fundamentales en el engen-
dramiento de toda sociedad. Es que un “arte”, como ha dicho Eugenio Trías,
“que no se eleva hasta el límite ni se alza hasta lo simbólico no se produce
como arte… Una literatura que no se construye desde las raíces simbólicas…
decae en puro narrativismo… cuando no en trivialidad encanallada y periodís-
tica” 6.
El novelista, pues, no nace, sino se hace, observando en todo momento,
reflexionando sobre su triple relación vital con el misterio del ser, con el mun-
do y las cosas7 y con los demás hombres, leyendo mucho y selectivamente,
escribiendo a diario, y no permitiendo que nada ni nadie lo distraiga de esa
necesidad obsesiva de descubrir y testimoniar su drama, su soledad intrínseca
y su voluntad de diálogo. Los seres humanos somos eso, “palabra-endiálogo”,
como afirmara Hölderlin y reiterara Heidegger8. Por eso, si estas experien-
cias brotan de una raíz auténtica, si el novelista reconoce ese instante cuando

5 María Zambrano, Por qué se escribe. Hacia un saber sobre el alma (Madrid: Alianza
Tres, 1993).
6 E. Trías, Lógica del límite (Barcelona: Destino, 1991), p. 219-220.
7 Martin Buber, ¿Qué es el hombre? (México: Fondo de Cultura Económica, tercera
reimprensión, 1994), p.107.
8 Martin Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía (Barcelona: Anthropos, 1989),
edición, traducción, comentarios y prólogo de Juan David García Bacca.

502
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

el tiempo “se abre en sus dimensiones para ser, en sí mismo, presente, preté-
rito y porvenir”9, entonces la escritura que surja como resultado de esta bús-
queda superará las fronteras de una expresión meramente personal y cobra-
ra, inevitablemente, un interés general. Sin embargo, esta profunda explora-
ción de las simas del corazón humano, unida a la preocupación constante del
escritor por lograr una identidad que le permita difundirse en el tiempo, resulta
una tarea agobiante ya que exige de él o de ella un grado vertical de concen-
tración, además de una habilidad bien cultivada para reconocer y usurpar, de
paso, el centro de gravedad de su espiritualidad y de las circunstancias que lo
rodean, sin que por eso caiga en el egocentrismo ni en la tentación de dejarse
atrapar por lo folclórico que, en vez de enriquecerlo, lo limitará.
Es preciso subrayar que el novelista centroamericano irrumpe, de hecho,
en un escenario que se caracteriza por una serie de circunstancias que resul-
tan ominosas para su oficio, como son un pasado cultural desposeído y débil,
una carencia de estímulos literarios y una falta de tradición en lo que concier-
ne a la libertad de expresión. Esto se traduce, por supuesto, en un aislamiento
que da pie a una escritura excesivamente localista dentro del contexto plane-
tario, así como también al fomento, como ha dicho Vargas Llosa, de “la impro-
visación, la indisciplina mental, la estúpida arrogancia que da la semi-cultura,
la chabacanería y el espíritu provinciano”10.
Para vencer estos obstáculos, no es raro, por eso, que el intelectual de
esta región recurra al exilio voluntario o involuntario, marchándose, así, a paí-
ses que con frecuencia guardan muy poca relación con su ser y estar cultural.
Este exilio, mal que bien, lo aparta de aquello que lo define; o sea, de lo que
Heidegger ha denominado su dimensión ontológica fundacional.
De una forma u otra, lo cierto es que el cuadro resulta, con frecuencia,
poco alentador: o el escritor se localiza, limitándose a llevar a cabo una burda
y lineal mimetización de su entorno, sin realizar ningún tipo de simbolización o
enunciación lingüística; o se extranjeriza, dando pie a una literatura que es
reflejo de una falta de compromiso consigo mismo, con su cultura, con su
historia y con su palabra auténtica. Cómo derrotar estos obstáculos ha sido y
sigue siendo el problema básico que todo escritor del área tiene que superar si
es que aspira a que su obra sea una metáfora literaria de su identidad personal
y nacional.
Hace veinte años, cuando la novela latinoamericana comenzaba a ser
reconocida y aplaudida por la crítica internacional, La Presa Literaria Cen-

9 Ibíd
10 Mario Vargas Llosa, García Márquez: Historia de un deicidio (Barcelona, Caracas:
Monte Avila Editores, C.A., 1971), p. 208.

503
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

troamericana, dirigida a la sazón por la nicaragüense Pablo Antonio Cuadra


realizó una encuesta entre cinco narradores regionales, profesionales del ofi-
cio, que habían logrado, a ese momento, cierto compromiso con su lugar y
tiempo y alcanzado, a la vez, un moderado reconocimiento fuera de los linde-
ros nacionales. La razón del interrogatorio era averiguar quiénes eran los
autores y cuáles los libros que estos representantes de la narrativa regional
consideraban como influyentes en su formación literaria. Tal como era de
esperarse, la indagación arrojó valiosas luces, a saber: 1) que los autores
seleccionados por la mayoría fueron Proust, Joyce, Faulkner, Mann, Camus,
Hemingway, Kafka, García Márquez, Rulfo y Guimaraes Rosa –o sea, cinco
europeos, dos norteamericanos y tres latinoamericanos-, 2) que la tradición
literaria centroamericana, propiamente la de la novela, resultó ausente, por lo
tanto carente de influencia dentro del contexto general de la encuesta; por
último, 3) que si bien los escritores elegidos para el interrogatorio se caracte-
rizaban por la autenticidad de su labor creativa, era evidente que lo regional
había servido para ellos como base o punto de partida para reconocer a otra
luz su estar local y fortalecer, también, su condición existencial u óntica, como
denominara Heidegger.
Asimismo, y siguiendo este método de análisis, la mencionada encuesta
puso en evidencia el hecho de que, si bien la falta de una tradición literaria
propia resultaba un factor limitante, también era cierto que, una vez que el
escritor de la región lograba consolidar su conciencia de lo nacional lo sufi-
cientemente como para deslindar lo autóctono de lo ajeno, entonces era capaz
de dar con una escritura conciliadora de extremos, como la calificó el crítico y
narrador Miguel Donoso Pareja.
Llegar al equilibrio aludido por el autor ecuatoriano es, sin embargo,
una difícil faena, sobre todo, si se toma en cuenta ese otro impedimento que
ha surgido como una constante en la historia y en la literatura centroamerica-
na. Me refiero a la falta de libertad de pensamiento y, por ende, de expresión
de que hemos sido víctimas hasta una fecha reciente. No es secreto para
nadie que esta región, en su mayoría, ha sido gobernada, desde tiempo inme-
morial, por regímenes dictatoriales que han prohibido, por su condición misma,
el intercambio articulado de ideas. Esta censura constante ha producido, como
señalara una vez el novelista español Juan Goytisolo, un verdadero genocidio
moral11. Es que cuando un pueblo se ve precisado a vivir, día a día, en una
situación que exige silencio y disimulo, esto da pie ya sea al abandono de los
principios éticos y políticos, ya que la resignación castradora, ya a la actitud

11 Juan Goytisolo, “In Memorian: F.F.B.”, La Prensa Literaria Centroamericana vol. I


(No. 12, primera época):12.

504
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cínica y desengañada. No es extraño, en tal caso, que la producción literaria


de América Central se haya visto intrínsecamente afectada durante tanto
tiempo en la calidad misma de la creación, porque en pueblos atrapados por el
odio y el pánico no puede nunca florecer el ejercicio de una genuina reflexión
ontológica. Es más para volver sobre las palabras del autor de Señas de
identidad, hubo algo todavía más grave que surgió como derivado de los
regímenes que se han mantenido en el poder basándose en listas negras y
consignas de silencio. Me refiero a la autocensura. Porque “un sistema de
autocensura y atrofia espiritual, tal como apuntó en su hora Goytisolo (conde-
na a un pueblo) al arte sinuoso de escribir y leer entre líneas, a tener siempre
presente la existencia de un censor investido de la monstruosa facultad de
mutilar(nos). La libertad de expresión no es algo que se adquiere fácilmente.
Por experiencia sé que me fueron precisos grandes esfuerzos para eliminar
de mi fuero interior un huésped inoportuno: el policía que se había colocado
dentro sin que aparentemente nadie le hubiera invitado a ello… Lucha exte-
rior si no interna contra el modelo de censura intrínseca, de censura incluida
en el ‘mecanismo del alma’. Según la conocida expresión de Freud”12.
La liberación, cuando se ha dado, pues, en nuestros países –si es que
hasta se ha dado realmente- ha venido a ser un fenómeno tardío debido al
hecho de que, en la mayoría de los casos, los pueblos centroamericanos se
han hecho a una trágica tradición de marginalidad, dependencia mental y si-
lencio. Estos factores operan en un plano doble que afecta al ciudadano y al
escritor impidiéndole, al uno, la práctica de los más elementales derechos
morales y sociales y, al otro, el reconocimiento de su profesión y obra. Ahora,
si se parte del hecho de que la toma de conciencia de una actitud reflexiva y
crítica supone el ejercicio constante de esa presencia constitucional democrá-
tica, entonces no puede sorprendernos que, a la fecha, entre nosotros no haya
echado raíces esa libertad interior que permite una profunda reflexión sobre el
drama y las pasiones que emergen de nuestra transitoriedad. Este tema, a su
vez, resulta intrínseco en la concepción de una novela que aspire a ser algo
más que una buena artesanía narrativa, o un ejercicio virtuoso o costumbrista,
o un producto de consumo que da gusto al receptor masivo que ese producto
exige.
El panorama, sin embargo, no es en verdad tan oscuro como pueda, tal
vez, aparentar. Quisiera, por eso, aunque sea sólo brevemente, referirme a
algunas excepciones a la regla de lo que hasta ahora he señalado. Apunto el
caso concreto de tres novelistas de la región, dos guatemaltecos, Miguel An-
gel Asturias y Arturo arias, y un nicaragüense, Sergio Ramírez. Ellos han
12 Ibíd.

505
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

logrado traspasar la barrera del silencio donde comúnmente hemos quedado


atrapados los centroamericanos.
En el caso de Asturias y Arias, es cierto que ambos se vieron obligados,
cada cual en su hora, a comprar su libertad creadora con la dura moneda del
exilio. Sin embargo, una vez en el exterior –Asturias en París y Arias en San
Francisco de California- los dos concibieron (como estudiosos del legado uni-
versal de la novela, como seres reflexivos, como finos conocedores de las
tradiciones indígenas de su país) un discurso literario propiamente centroame-
ricano y universal al mismo tiempo, donde lograron romper con las teorías
miméticas de la novela occidental, sustituyendo todo ordenamiento físico por
un ordenamiento cultural.
Las novelas El señor presidente (1946), Hombres de maíz (1949), El
papa verde (1954) y Mulata de tal (1963)13, de Miguel Angel Asturias, ten-
drán siempre vigencia porque a través de una y otra se capta la presencia de
un hombre libre que sobrepasó los límites del folletín pintoresco y que plasmó
–en una visión integral e integradora- aquello que nos es común a los seres
humanos: el drama del obligado fin al que estamos sometidos, presentando
con suprema claridad los sentimientos y las pasiones que esta caducidad oca-
siona: la mezquindad, la soledad, el desengaño, el ansia y abuso del poder, el
terror a la muerte, la rebeldía ante el absurdo y el anhelo de lo absoluto y de la
eternidad.
En las novelas Después de las bombas (1975), La casa de la lagartija
(1979) e Itzam Na (1981)14, de Arturo Arias, se percibe el diestro manejo de
novedosos recursos estilísticos y la invención de un lenguaje que rompe con la
gramática. Dichas novelas son un verdadero testimonio de denuncia de los
fundamentos donde descansó esa sociedad logocéntrica que se mantuvo en
vigencia hasta la primera mitad del siglo XX. Se puede decir, sin temor a la
exageración, que la suma de la producción literaria de Arias apunta hacia un
escritor que ha aceptado el discurso literario a partir de sus exigencias ficti-
cias no verificativas.
Sergio Ramírez presenta, sin embargo, un perfil distinto al de los dos
autores ya citados. Político e ideólogo del sandinismo nicaragüense, se exilia
durante los últimos años de la dictadura somocista para regresar a su patria
cuando la revolución entra triunfante en julio de 1979 y se convierte en el
vicepresidente del gobierno que preside el comandante Daniel Ortega.
13 Enrique Anderson Imbert, Historia de la Literatura Hispanoamericana (México: Fondo
de Cultura Económica, 1987), vol. II, Epoca Contemporánea, p. 215-228.
14 Arturo Arias, Después de las bombas (La Habana: Casa de las Américas, 1979). La casa
de la lagartija (La Habana: Casa de las Américas, 1979). Itzam Na (La Habana: Casa de
las Américas, 1981).

506
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Lo interesante y digno de destacar en Ramírez es el hecho de que él se


considera ante todo no un político, sino más bien un intelectual y un escritor
comprometido con el ideario que sustenta. En 1988, siendo aún vicepresidente
del país, publica la novela Castiga divino15 que le merece el Premio Ham-
mett Internacional, otorgado en Alemania. Ya alejado del gobierno, pero sin
renunciar a la política como jefe de la Bancada Sandinista en el Parlamento
de Nicaragua, concibe y redacta los libros Clave de sol (1992)16 y Un baile
de máscaras (1995)17. En enero de 1998 recibe el prestigioso Premio Alfa-
guara de Novela, conjuntamente con el cubano Elíseo Alberto.
El galardón otorgado a Ramírez por Margarita está linda la mar 18 vie-
ne a ser, hay que admitirlo, un reconocimiento no sólo al autor nicaragüense,
sino también a la novela centroamericana. Es así como ésta salta a primera
plana en la consideración de los críticos y de los lectores de todos los países
de habla hispana.
Margarita está linda la mar evoca, desde el título mismo, a la figura de
Rubén Darío, máximo exponente de las letras centroamericanas y reconocida
paladín del primer movimiento lírico propiamente americano: el Modernismo.
Este juego de metáforas concebido hábilmente por Ramírez resume, a su vez,
la historia nicaragüense de este siglo. Es más, al elegir el novelista como título
de su obra una estrofa de un poema archiconocido de Rubén, él no sólo trae
ante nosotros al poeta, a su obra y a su época, sino también lo enlaza magis-
tralmente con el otro tema central de la novela: la conspiración y el asesinato
de dictador Anastasio Somoza García, perpetrado en la ciudad de León en
septiembre de 1956. El punto de unión entre ambos mundos es precisamente
este poema, dedicado a Margarita Debayle, hermana de quien años más tarde
se convertiría en la esposa del tirano y la madre fundadora de la dinastía
política.
Ahora, lo que considero digno de destacar en la obra de Ramírez es el
hecho de que aquí el autor rebasa los límites sociales e institucionales de la
novela como género y une los más diversos temas y actitudes narrativas.
Porque en Margarita está linda la mar, Ramírez es popular, sentimental y
hasta romántico y transgrede los límites entre lo maravilloso y lo verosímil,
entre lo real y lo mítico, entre el mundo burgués y el del boudoir, sin olvidar,
claro está, el de la política. Con esta obra entran por primera vez en conjun-
ción, en la narrativa centroamericana, esos reinos que durante mucho tiempo
15 Sergio Ramírez, Castigo divino (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1988).
16 —————————— Clave del sol (San José: alfaguara, 1992).
17 —————————— Un baile de máscaras (San José: Alfaguara, 1995).
18 —————————— Margarita está linda la mar (Madrid: Grupo Santillana de
Ediciones, S.A., 1998), Premio Alfaguara de Novela, 1998.

507
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

se designaron como de los cuentos de horror, de misterio y, paradójicamente,


de hadas también. Sergio Ramírez es, por lo tanto, con Margarita está linda
la mar, el novelista posmoderno por antonomasia. Es el “doble agente”, por
así decirlo, que se mueve a sus anchas lo mismo en la llamada realidad que en
la esfera del milagro y que se encuentra, sobre todo, presto a incursionar tanto
en la jungla del mito como en las dimensiones de lo erótico, sin inquietud
ninguna.
En pocas palabras, en esta novela, Ramírez logra el más variado acopla-
miento pluralista de temas, caracteres, tramas, estilos, niveles de cultura, tra-
diciones, formas, épocas y géneros. Es precisamente este carácter híbrido
generalizado lo que hace de Margarita está linda la mar una narración ple-
namente contemporánea.
Todo lo que he dicho hasta ahora ha sido, pues, para poner en evidencia
un hecho concreto: que la voluntad de Asturias y, sobre todo, de Arias y Ramí-
rez de crear una novela abierta a esa visión crítica del logocentrismo y de la
metafísica de la presencia que caracteriza a la segunda mitad del siglo XX ha
dado como resultado una nueva forma de escribir en Centroamérica que por
primera vez resulta contemporánea con la de los demás novelistas de Occi-
dente. A estos autores se les debe el hallazgo, también, de haber acabado con
el estereotipo de los escritores locales que aún pregonaban las ideas del Natu-
ralismo y del Realismo decimonónico que sostenían la teoría enunciada por
Balzac de que la novela debía ser “un espejo pasado a lo largo del camino”.
Ya que he abordado los temas aludidos, quisiera referirme, antes de con-
cluir esta charla, a los problemas que mortifican a la mujer centroamericana;
propiamente, a la escritora de nuestra región. Aquí me viene a la mente un
ensayo escrito, poco antes de su muerte, por Angel Rama. Decía el crítico
uruguayo que la cultura latinoamericana ha sido rigurosamente masculina desde
sus orígenes y que a la literatura corresponde “una tarea urgente en la adap-
tación ideológica al cambio entablado para convertirla en una cultura íntegra-
mente humana”19. Cuando leí el trabajo interpreté estas palabras del crítico
que me otorgara el Premio Centroamericano de Novela EDUCA en 1976
como un deseo de apertura, como una “concesión” a lo femenino, sobre todo
en una sociedad donde la displicencia y la indiferencia parecen rodear siem-
pre la publicación de libros escritos por mujeres. Y es que, si la situación ha
sido dura para el novelista de la región, ésta ha sido aflictiva para la mujer que
se arriesga a incurrir en estos menesteres. Hoy como ayer, la mujer que
escribe en Centroamérica corre muchos riesgos. A su urgencia de ser reco-

19 Angel Rama, La novela latinoamericana 1920-1980 (Bogotá: Procultura-Colcultura,


Editores, ABC, 1983), p. 468.

508
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nocida se suma el temor a la censura externa e interna, causado por un acon-


dicionamiento cultural en que la “inferioridad” se plasma en la “definición
artística”.
No hay duda: el funcionamiento de una simbólica cultura femenina se
relaciona en nuestra región con lo reprimido, especialmente dentro de los
cánones de una sociedad donde la tradición, los hábitos cotidianos y familia-
res, la religión y la legislación son aún ineludiblemente machistas. No está por
demás aludir al hecho que, por lo general, a la mujer centroamericana no se la
educa de acuerdo a las exigencias contemporáneas de su género, sino que se
la prepara casi exclusivamente para la procreación y, tal vez, para el matrimo-
nio. Es que, en América Central, la mujer que piensa, lee, reflexiona y escribe
suele ser todavía amenazada por el orden establecido. De ahí que, en muchos
casos, se la califique de sabelotodo y, en esa línea, se la convierta en un ser
socialmente proscrito por lo pedante o por lo peligroso. Aislarla es, en muchos
de nuestros países, todavía la consigna20, como lo fue también durante los
siglos pasados cuando la mujer tuvo que ingresar al convento para dedicarse
a las letras o para atreverse a anotar “cosas blandas sobre papeles suaves
como sábanas”, como ha dicho –con saber de ironía- la colombiana Anabel
Torres21. Por eso no es de extrañarse que en la escritora de la región preva-
lezca una “ansiedad de modelo” ante las precursoras místicas o livianas y
ante los ascendientes masculinos que no sólo encarnan la autoridad, sino que
imponen estereotipos que suscitan en ellas conflictos respecto al sentido pro-
pio de su género, o sea, en lo concerniente a la subjetividad, a la autonomía y
a la creatividad, tal como han apuntado con perspicacia M. Sandra Gilbert y
Susan Gubar, en su obra Ther Madwoman ni the Attic22.
Se puede decir, por lo tanto, que en el caso de la novelista centroame-
ricana, la lucha se establece a niveles interiores y exteriores. Para ella resulta
muy difícil, es cierto, incursionar libremente en el mundo subjetivo, donde se
encuentran las claves de la personalidad y del proceso creador. Además, en el
campo del lenguaje, ella todavía tiene que crear y asumir el propio que no es,
tal como se ha creído hasta ahora, ni el falazmente llamado “masculino” y
objetivo, ni ese “registro dulce y velado” al que nos tenían acostumbradas
nuestras predecesoras. Nuestro lenguaje, el lenguaje de la narradora centro-
americana, debe tener, se me ocurre, cuando verdaderamente lo tenga, una
mayor relación, un vínculo más directo con aquel juego verbal tan metafórico

20 M. Sandra Gilbert y Susan Gubar, The Madwoman in the in the Attic (New Haven: Yale
University Press, 1979), p. 50.
21 Anabel Torres, Las bocas del amor (Bogotá: Ediciones árbol de Papel, 1982), p.35.
22 Ver nota 19, p. 48.

509
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

como meditativo, bien articulado y sensual23 que Calice Lispector reveló en


esa obra inolvidable suya Un aprendizaje o El libro de los placeres, publica-
da en español por Ediciones Siruela en 199024.
Quisiera recapitular este diálogo, apuntalando el hecho de que la nove-
la, como género, es válida en la medida en que se ofrece como cifra de una
conciencia, donde lo humano y la palabra sean el centro de sus preocupacio-
nes y donde se debe tener por propia la reflexión del discurso en su misma
forma.
Los novelistas centroamericanos debemos empezar a marchar con paso
recio en una sociedad que exige nuestra presencia, no como un lujo, tal como
han sugerido muchos, ofuscados por las condiciones precarias de nuestra
disposición social, sino como testigos y voceros del drama histórico, cultural y
genérico que representa nuestro atraso y nuestra sumisión a cánones de crea-
ción ya superados. Los novelistas, no lo olvidemos, somos los llamados a
testimoniar nuestro drama y a nombrar esa cultura que es expresión de la
voluntad legítima del centroamericano de ser dueño y señor de la tierra que
pisa y de los sueños que engendra.
Digámoslo de una vez: un pueblo sin novelistas es un pueblo sin historia,
sin conciencia y sin anhelos. Es más, lo que en un principio parece darse
exclusivamente en lo literario, al cabo de un tiempo, si es legítimo, se vuelve
tradición y mito porque es metáfora cultural y política, enriquecida por una
sabiduría conquistada, ya, dentro y más allá de nuestra propia vida. Ahora
bien, la presencia de este instaurador del drama, de este fundador de sueños,
de este portavoz de la utopía que incorpora a su discurso la imaginación, la
magia y la esperanza y que abre caminos a una concepción inédita del mundo,
no se da gratuitamente, menos aún descalificándosele tajantemente, tal como
ha señalado, muy certeramente, el nicaragüense Sergio Ramírez, al encerrár-
sele “en el mísero cuartito del fondo como las familias pudientes solían hacer-
lo con los tísicos y los lunáticos”25.
Démosle, así, a nuestros narradores centroamericanos “su habitación
propia” tal como sugiriera Virginia Woolf, en un grito alentador desde Inglate-
rra26. Pongámoslos en contacto con el mundo libre a través de buenas biblio-
tecas, para que leyendo despierten bruscamente a la necesidad de formarse
una conciencia y un delirio propio y de tener, también, un conocimiento del que
23 George Steiner, Aprés Babel (París: Albin Michel, 1978) p. 51.
24 Clarice Lispector, Un aprendizaje o El libro de los placeres (Madrid: Ediciones Siruela,
1990).
25 Sergio Ramírez, Seis falsos golpes mortales contra la literatura centroamericana
(Guatemala: Alero, No. 12, tercera época), p. 86.
26 Virginia Woolf, A Room of One’s Own (London: Hogarth Press, 1964).

510
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

significa la validez humana. Ofrezcámosles el estímulo apropiado –el tiempo,


las remuneraciones económicas y las editoriales adecuadas- y todo esto re-
dundará, no en el ocio, sino en la promoción de una reflexión y un pensamiento
que dará como fruto la escritura de una novela valiosa por lo original de sus
meditaciones, por lo perdurable de sus sueños y por la constancia de sus
interpelaciones.

511
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Damaris E. Serrano Guerra (1959)

David, Provincia de Chiriquí. Doctora en estudios culturales hispáni-


cos (2005) y magistra en literatura comparada, por Michigan State
University (1998). Es profesora de segunda enseñanza con especia-
lización en español por la Universidad de Panamá y Bachiller en le-
tras por el Colegio Félix Olivares Contreras.
Recibió el Premio Ricardo Miró en Ensayo Literario en el 2013 con
Panamá” (re)cuentos de la nación en diáspora; también en el
2005 en la sección Ensayo Literario con la obra Literatura paname-
ña: historia, nación, sociedad: (Amor, cultura y conflictos en la
segunda mitad del siglo XX) (INAC, 2006). Ostenta menciones de
honor en ensayo sociológico en el concurso nacional de literatura de
Panamá; en dos ocasiones, en el 2000 con La celda del caracol:
cuatro ensayos de sociología literaria (INAC, 2002) y en el 2004
con La nación panameña en sus espacios: cultura popular, re-
sistencia y globalización (INAC, 2006). Ha publicado además Pa-
blo Menacho: Un corazón de poeta (U.T.P., 2001) y El Hilo de
Ariadna (Premio Nacional Signos Rodrigo Miró Grimaldo 2000, (Sig-
nos 2002), así como ensayos múltiples. Ha recibido el premio de la
oficina de “Amigos Latinos” en Wright State, Dayton, Ohio por su
contribución a programas académicos. Obtuvo el “Gil-ChimLi-
mAward” 2006 a la Tesis Doctoral Sobresaliente en Estudios Globa-
les (Michigan State University);el “Presidential Award for Faculty
Excellence: “Early Career Achievement” (2007). Fue homenajeada
en el Mes de la Herencia Hispana por la Asociación Latinoamerica-
na de Dayton, en Ohio, Estados Unidos (2006). Recientemente fue
distinguida con la beca “Creativity and Research Grant” de la Facul-
tad de Humanidades de Wright State University y con un año de
investigación. Pertenece al equipo centroamericano de especialistas
que publicó el Diccionario de de Autores Literarios de América
Central (2008) y Voces y silencios de la crítica y la historiografía
Literaria Centroamericana (2010). Forma parte del Comité Asesor
Internacional de la Revista Ístmica (Universidad Nacional de Costa
Rica). Actualmente trabaja en los Estados Unidos como profesora
universitaria en Wight State University.

512
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Panamá: Desde el centro al mundo, en sintonía (post)moderna1


En la comedia La dama boba, de Lope de Vega, se recoge la imagen
que signó al Istmo de Panamá desde los albores de la colonia:
Amor, cansado de ver
tanto interés en las damas,
y que, por desnudo y pobre,
ninguna favor le daba,
pasóse a las Indias,

Trató en las Indias Amor,
no en joyas, seda y holandas
sino en ser sutil tercero
de billetes y de cartas.
Volvió de las Indias
Con oro y plata;

De dó viene, de dó viene?
Viene de Panamá

(Travesía literaria por el Canal de Panamá, 28, énfasis)

Tenida como tierra de paso, de comercio y picardías, Panamá, la franja


más estrecha del Istmo centroamericano, quedó signada por todos los males y
las venturas de una globalización temprana que retardó, a lo largo de cinco
siglos, el proceso real de descolonización (Walter Mignolo). El arte, la histo-
ria, la geografía, la literatura y, en fin, las manifestaciones culturales, fueron
catalogadas bajo el prisma de una Modernidad europeizante, la cual creó es-
quemas inamovibles y posiciones estereotípicas. Con este marco panorámico
–y a pesar de él— los diferentes tipos de discurso –vistos en contrapunto y en
el continuun histórico–, responden a vivencias multiculturales, profundas y
diversas, que se desprenden de lugares comunes en torno a Panamá, tales
como: “Panamá, Puente del Mundo, Corazón del Universo”, y los matizan,
revelando “las (per) versiones de la Modernidad”.

Los implantes exógenos: una Modernidad dislocada


Los procesos culturales de la segunda mitad del siglo XX y los albores del
tercer milenio comenzaron a gestarse ya en el período colonial. La imposición
de una economía feudal y del sistema de encomiendas degeneró en un siste-
1 http://istmo.denison.edu/n14/proyectos/panama.html

513
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ma transitista y de servicio que privilegió, primero, el tráfago de mulas y ca-


noas por Nombre de Dios (“nombre bueno, tierra mala”) y el río Chagres, y
luego, a partir de 1855, por el ferrocarril transístmico, y ya en 1914 por el
Canal de Panamá. La ciudad letrada (Rama) y amurallada de la colonia se
convirtió en el siglo XX en la ciudad estallada (Martín Barbero) de la globa-
lización, debido a los procesos migratorios ocasionados por la expansión eco-
nómica de la II postguerra. En los años 40 del siglo XX, hubo un movimiento
creciente de la masa campesina hacia los centros urbanos, la cual trajo consi-
go sus rituales, su folclore y su música, e inscribió un proceso paralelo de
ruralización de los suburbios. Géneros tradicionales como la décima y eventos
culturales como las cantaderas2 (que además cuentan con el apoyo de los
medios de comunicación –televisión y radio–) se fueron transformando en
manifestaciones de masa en este siglo XXI.
En contrapunto, en la muy “noble ciudad de Panamá”, la novela “canale-
ra” —que acusó la pugna de la Guerra Fría—, el cuento de resortes freudia-
nos y la poesía en plena vanguardia, fueron la vertiente de la ‘alta cultura’
privilegiada hasta los años 70 del siglo XX. Sin embargo, –y en forma parale-
la– fue la negociación de espacios generada por la poesía surgida en el año de
1958,3 la que develó la conexión entre la “alta” y la “baja” cultura: entre los
intelectuales de formación “europeizante” y los cantautores, escritores y ar-
tistas imbuidos en los principios del materialismo dialéctico. Estos últimos,
inspirados por ‘héroes’ reales —del Che a Allende, de Malcom X a Sandino,
de Mao a Fanon—, se posicionaron al lado del pueblo. Algunos de ellos, sali-
dos de las mismas filas populares, empezaron a tejer la resistencia histórica
frente a al Imperio del Norte y su directrices económicas, políticas y cultura-
les.
En este camino, uno de los puntos culminantes fue la década de los 80,
cuando la solidaridad de la región centroamericana se evidenció en la partici-
pación de los escritores en los procesos revolucionarios: ya fuera en apoyo del
Movimiento Sandinista o de la Guerrilla Salvadoreña. En Reflexiones junto a
tu piel: (Poemas del exilio) (1982), Diana Morán se solidariza desde el exilio
con las otras luchas, porque “los dolores pequeños / solitarios / nada significan

2 Certámenes donde los cantadores de décimas cantan ante el público –previo a los bailes
populares– en una justa de ingenio y conocimiento. El instrumento típico panameño es
la mejoranera. Actualmente, incluso el Ministerio de Educación promueve concursos de
décima en los colegios secundarios. Estos certámenes son transmitidos por televisión.
3 El 19 de mayo de 1958 se empapeló la ciudad de Panamá con las 30,000 volantes del
poema “Canto a un Día Cualquiera, a Una Mañana Inmensa”, firmado por Marco
Pueblo (seudónimo de Pedro Rivera). Se abre la Postmodernidad panameña con una
literatura que se une el texto y la acción política, con la mediación de la cultura.

514
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

/ en esta suma cotidiana / de los guerrilleros dolores inmensos / que en El


Salvador y Guatemala / construyen barricadas con los huesos” (“¡Nada re-
chazamos!”, Poesía, 163). En Panamá se organizaron expediciones y recita-
les de poesía para apoyar las causas de Nicaragua y El Salvador. “Coman-
dante 2” de Bertalicia Peralta y Los muertos dolerán de otra manera (1979),
de Manuel Orestes Nieto, o Hacer la guerra es ir con todo (1979), de Mo-
ravia Ochoa, son testimonios de este momento.

Macrohistoria / microhistoria y voces ‘marginales’


Hoy, cuando la novela histórica ha recuperado terreno, la literatura pana-
meña presenta textos en los que la historia personal, las microhistorias de los
grupos marginales, subalternos y sin voz, se constituyen en la pieza faltante
del rompecabezas de la macrohistoria. En este paso de la Modernidad mono-
lítica a la Postmodernidad rasgada, se recupera un concepto de nación que
resuelve los destiempos de la historia y encuentra un sitio de enunciación
móvil, excéntrico al canon. Se desarrolla una literatura sobre los grupos indí-
genas (Machí, un kuna en la ciudad, de Raúl Leis) así como una escrita por
ellos (Arysteides Turpana: Kualuleketi y Lalorkko: poema y cuento ku-
nas);4 se describen los rituales y se relata la participación histórica de los
negros congos (Mundunción –teatro, 1988—, de Raúl Leis o Crónica de
caracoles —novela, 2005— de Mireya Hernández). La investigación históri-
ca y el rescate de las lenguas indígenas encuentra el puente de convivencia
con los centros de poder, pero también marca la diversidad: Stories, Myths,
chants and songs of the Kuna Indians, libro de Joel Sherzer (U of Texas
Press, 2004), recupera las tradiciones orales y costumbres de este grupo.
Ilustrado por el pintor kuna Armando Díaz Ologuagdi —el mismo que hiciera
un cómic sobre Pedro Prestán5 o que asesorara un proyecto de molas que
recrean las pinturas de Picasso—es un ejemplo de la difusión de las culturales
populares dentro de la globalización.
La desestabilización del concepto de macrohistoria, privilegiando a la eli-
te como parte protagónica se da, por ejemplo, desde los cuentos de Allen
Patiño (“Las cartas del general”, La niña de mis ojos, Premio Miró en cuen-
to, 2003). Allí se recrea la figura del general hondureño Francisco Morazán,
último presidente de la República Federal de las Provincias Unidas del Centro
de América, en ocasión de su visita a la Provincia de Chiriquí. Con una posi-

4 2a. ed. Panamá: Ediciones del Ministerio de Educación, 1966.


5 Héroe negro panameño del siglo XIX, nacido en Cartagena y ahorcado por la Compañía
del Ferrocarril en agosto de 1885. Pedro Prestán: bajo el furor de las tormentas…

515
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción contestataria, la descripción ocurre desde los ojos de la hija de una sir-
vienta del señor De Obaldía.6 La estrategia muestra una problematización de
las versiones oficiales de la historia y del comportamiento de las clases domi-
nantes, desde el subalterno.

Las narrativas de la memoria


Los discursos panameños de distinta índole están marcados por simbolis-
mos de lucha y resistencia. Por ejemplo, la sangre aparece como la imagen
móvil de la amapola que va tiñendo lentamente la camisa del mártir, casi niño,
mientras que las lágrimas cubren el rostro de las madres, tanto como el suelo
de la patria-niña. Los hechos del 9 de enero de 19647 aglutinan este dolor que
se resiste al olvido.
Este de 1964, y el otro trauma histórico, el de la Invasión de los Estados
Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989, han producido una cadena –aún
actuante— de textos de todo tipo: desde poemas donde las luces siegan la
vida (Invasión USA 1989, de Bertalicia Peralta), hasta el relato angustioso
del habitante del barrio más pobre de la ciudad, El Chorrillo, cuando ve derre-
tirse —literalmente— a su vecino en los balcones bombardeados por sofisti-
cadas armas (Héctor Collado, Entre mártires y poetas, 2000). Otros textos
dan cuenta de las repercusiones en las áreas del “Interior” de la República, en
el homicidio del maestro interiorano (“Vagabundo de la muerte” El cazador
de alforja, Eustorgio Chong Ruiz, 2001) o de la estupefacción del capitalino
que decide hacer “jogging” por la Calzada de Amador (área revertida) y lo
sorprenden las tanquetas y las bombas (“Llegar a la meta”, Piel adentro,
1995, Griselda López).
En este amplio espectro de situaciones vivenciales y sociales, las escritu-
ras testimoniales (El largo día después de la Invasión, Pedro Rivera, Pana-
má: Formato Dieciséis, 2000) y las narrativas de la memoria revelan la secue-
la de las bombas en la intimidad de los individuos.
El olvido –y su contraparte la memoria personal y colectiva—así como el
duelo, socavan el sistema logocéntrico de la Modernidad. Ahora, los discursos
acuden a la cotidianidad, a los hechos comunes, para decantar la significación
de la figura del padre, en la muerte. El dolor ante la muerte es como un nervio

6 Don José Domingo De Obaldía, chiricano, gobernador de la Provincia de Panamá en los


tiempos de anexión a Colombia y luego presidente de Panamá.
7 Ese día el ejército estadounidense repelió con armas de fuego y mató a 21 civiles
panameños, cuando los estudiantes del Instituto Nacional quisieron izar la bandera
frente a Balboa High School, en la Zona del Canal, para hacer cumplir el acuerdo de que
ambas benaderas debían ondear en la Zona del Canal. El saldo de heridos superó los 400.

516
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tenso (Leit motiv, Bertalicia Peralta, 1999) donde las lágrimas se vuelven
alas. Pero esa muerte real, a traición, inesperada y secreta, lleva al sujeto a un
recorrido por la historia personal, la cual responde a la historia colectiva: la
historia de todos en un país (“un Reino”) “donde los muertos no descansan /
un país sin flor ni cielo” (José Carr, Reino Adentro (Más allá de la Rosa),
Premio Miró 2006).
Con textos así, la historiografía se construye, cada vez más, con las ver-
dades contingentes del hombre. La historia deja de ser unidireccional.

De la lucha política al movimiento cultural


La cultura panameña, frente de resistencia e identidad para América
Latina –por las especiales condiciones de haber albergado una quinta fronte-
ra— se rige por la égida gramsciana de encontrar un lugar y una voz gracias
a la lucha política y cultural librada entre las clases hegemónicas y el subalter-
no.
A partir del año 1958 —en contrapunto con las luchas sociales y el sub-
siguiente enfrentamiento de las clases nacionalistas (estudiantes, obreros, in-
telectuales) con las fuerzas del imperio que ocupaba la Zona del Canal— se
inicia un movimiento cultural totalizador que generará los más firmes proyec-
tos editoriales, literarios o cinematográficos que cubrirán la segunda mitad del
siglo XX: los periódicos culturales Columna, El pez original (años 60); la
creación de GECU —Grupo Experimental de Cine Universitario— (desde
1972) y del plegable Temas de Nuestra América, (desde 1981), dirigidos
ambos por Pedro Rivera; la publicación de la revista de cine y medios de
comunicación Formato 16 (1976 a 1984), la promoción de ideas y de literatu-
ra ‘joven’ a través de La otra columna (1980-1988, GECU-Universidad de
Panamá); la Editorial Formato 16 (GECU, Universidad de Panamá) han sido,
en conjunto, el medio donde se aglutinaron músicos, artistas, poetas y promo-
tores de la cultura que luego trazarían las nuevas formas de difusión cultural
de hoy; por ejemplo, Consuelo Tomás en la Asociación Cultural Alter Arte o
José Carr, como editor de la revista cultural Tragaluz (<tragaluzpanama.com>).
Tragaluz fue suplemento del periódico El Universal (1998-2002) y ahora se
erige como una red virtual de difusión y crítica con más de 30,000 lectores y
con catalogación en el Worldcat.
El circuito de producción-distribución y consumo de la cultura, en el me-
dio “oficial” está a cargo del Instituto Nacional de Cultura (INAC). La Edito-
rial Mariano Arosemena es la encargada de la publicación del Premio Nacio-
nal de Literatura Ricardo Miró (fundado en 1942) y de otros concursos anua-
les que son un incentivo para la producción del libro nacional: Concurso de

517
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Poesía Gustavo Batista Cedeño, Concurso de Cuento Infantil Medio Pollito,


entre otros. Por su parte, la Universidad Tecnológica de Panamá promueve el
Premio Centroamericano Rogelio Sinán, el Premio Nacional de Cuento José
María Sánchez y el Premio Signos Rodrigo Miró Grimaldo en ensayo, entre
otros premios de menor alcance. Esta universidad ampara la Editorial Signos
y la publicación de la Revista Maga. Con la colección “Cuadernos margina-
les” (cuyo editor es Enrique Jaramillo Levy) se publican obras en pequeño
formato. En el año 2006 inició publicaciones bajo el sello “9 Signos”.
Existen redes y alianzas editoriales, literarias e intelectuales entre los
pintores (Mario Calvit, Armando Díaz Ologuagdi, Ricaurte Martínez, Carlos
Alberto González Palomino) y los escritores y músicos. Muchos de los textos
panameños están ilustrados por la mano de estos pintores. A través de la
Asociación de Artistas Plásticos de Centroamérica, los artesanos panameños
han realizado intercambios con Costa Rica (un poco en la tónica de lo que
consigna Néstor García Canclini en Culturas Híbridas). Así mismo, al des-
puntar el Centenario de la República de Panamá (2003), muchos de los luga-
res de memoria se conmemoraron en esculturas de Palomino y Martínez que
recrean el duelo o la memoria histórica y que están basados en escenas dolo-
rosas del devenir panameño. Un ejemplo icónico es el momento en que los
estudiantes del Instituto Nacional intentaron izar la bandera en un asta de la
cerca limítrofe en el año de 1964. La misma escena está en soporte fílmico,
fotográfico, en poemas, en cuentos.
Textos poéticos de Pedro Rivera han sido musicalizados por Rubén Bla-
des (en La rosa de los vientos, 1996) y la canción de Consuelo Tomás “Hay
un supermercado en el semáforo” aparece en este mismo CD y también en
Herencia, 2000 (de Rómulo Castro). La leyenda hispánica de La Tulivieja
(La Tepesa, La Llorona) se recrea en el un video (Consurso de video Maxell,
1986) con música de Luis Franco.
Los poetas panameños están conectados a la región centroamericana a
través de la poesía con publicaciones como Ixok amar-go: poesía de muje-
res centroamericanas por la paz (Zöe Anglesey, Ed.), donde aparecen
Moravia Ochoa, Consuelo Tomás, Bertalicia Peralta y Bessy Reyna, así como
en la colección de Alfonso Chase Las Armas de la luz: antología de la
poesía contemporánea de la América Central (1985). Escritores paname-
ños aparecen en la Antología Poética Centroamericana (1974); o Cuentos
centroamericanos (Poli Délano y Arturo Arias, Comps., 2000); o bien, en
proyectos de literatura infantil (Pitty y Collado): Antología de poesía infantil
iberoamericana (1999). Los autores y artistas panameños están conscientes

518
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de que sólo por la solidaridad en el movimiento cultural se puede impedir la


homogenización causada por las nuevas formas de colonización.8

Naturaleza y urbe: espacios transferibles y en contrapunto


La negociación de los espacios urbanos se cumple en la cultura paname-
ña a través de desplazamientos nacionales e internacionales. Los autores cum-
plen un viaje emocional desde el paisaje del terruño, desde la vida campesina
o desde la sensual diversidad étnica de las zonas costeras a la ciudad de los
balcones: a la ciudad de mar y lluvia, Panamá. De ese espacio del barrio
señorial de San Felipe o de las barracas construidas para los inmigrantes
antillanos –o de otras latitudes– venidos a construir el Canal, se pasa a la
expansión de las zonas periféricas (Río Abajo). Obras icónicas lo atestiguan,
porque sus mismos autores son identidades en desplazamiento o producto de
ellas: Estación de navegantes, 1974, de Dimas Lidio Pitty; Cuentos rotos,
1991, de Consuelo Tomás; Las huellas de mis pasos, 1993, de Pedro Rivera.
En algunos casos, las identidades en desplazamiento no tuvieron esperanza de
retorno: el suicidio de chinos (en el siglo XIX) a lo largo de la primera vía
férrea transcontinental (1850-55) fue un ejemplo de identidad en conflicto.
Esta ‘clásica’ escena está recreada en un sinfín de obras panameñas que
llegan a nuestros días (Crónica de caracoles, 2005, de Mireya Hernández).
Los nichos territoriales de los trabajadores antillanos (o de otras etnias)
están recreados constantemente. La novela Los pueblos perdidos (Gil Blas
Tejeira, 1962) se refiere a las poblaciones que fueron quedando sumergidas a
lo largo de la línea, desde la construcción del Canal Francés y, sobre todo,
cuando las aguas del Lago Gatún inundaron, finalmente, la zanja del Canal de
Panamá. Carta a Edmond Bertrand (de Pablo Menacho, 2004) explora las
conexiones de los ciudadanos franceses que pusieron sus esperanzas en el
proyecto del Canal –el crac de Panamá— y que luego quedarían sumergidas.
Al partir de la alusión de Blaise Cendrars (Panamá o las aventuras de mis
siete tíos), el poemario conecta épocas y continentes en un solo destino. En la
novela Recuerdo Panamá (Luis Pulido Ritter, 1998) se describe un lugar de
memoria: La Casa Miller, edificación de madera cuya arquitectura imitaba los
barcos del río Mississippi.

8 En el actual movimiento cultural, se llevan a cabo montajes de danza moderna con


poemas panameños (Diguar Sapi y Milvia Martínez). Canal 11 (SerTV), la televisión
educativa de Panamá, tiene un programa llamado Letra Viva, a cargo de Emma Gómez de
Blanco, en el cual se presenta la trayectoria de los escritores de Panamá y sus conexiones
con un mundo literario que traspasa las fronteras. También en este canal se ha organizado
para el mes de noviembre una propuesta palabra-imagen sobre figuras claves de la poesía
panameña (a cargo de Consuelo Tomás y Anselmo Mantovani).

519
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La migración extranjera9 al Istmo crea una situación de desplazamien-


to. Con el correr el tiempo, los antillanos pasan a vivir a la Zona del Canal y se
aclimatan a la segregación del Siver Roll10 (que de todas maneras era un
sistema de privilegios económicos comparado con el modus vivendi de los
habitantes de la República de Panamá). Por su parte, los estadounidenses
nacidos en la Zona del Canal —zonians— se convertirán en otra identidad
conflictiva ya que su doble ciudadanía (panameña y estadounidense) los inca-
pacitó para vivir o en Panamá o en los Estados Unidos, una vez cerrado el
enclave colonial.11 Incluso para los ciudadanos en los Estados Unidos, La
Zona era un paraíso artificial, una burbuja económica de privilegios (“unas
calles que nadie habita” Manuel Orestes Nieto), donde todo era perfecto,
gratis y controlado, pero al mismo diferente al territorio estadounidense. Para
los panameños, y para América Latina, fue la larga lucha por la soberanía
nacional.
Otra forma de identidad negativa “in between” es la de los hijos de pana-
meña y estadounidense (Enemigo común, Manuel Orestes Nieto) o la de las
panameñas que, al haberse casado con un soldado, pasaron a ser viudas de
veteranos de Vietnam. Despojadas del terruño, pero subordinadas al comfort
prestado, estas mujeres languidecían, poco a poco, en apartamentos refrige-
rados12 en la Zona del Canal (Cuentos rotos, Consuelo Tomás).
Con el correr del tiempo, sin embargo, las comunidades de panameños
enclavados en ciertas áreas de los Estados Unidos, tratan de mantener víncu-
los con ‘la patria’ y de conservar las costumbres. Cuando se instaura la nos-
talgia es el momento de rescatar las costumbres en la comida y en la música
–del calypso a la música típica—. La literatura crea el puente: “La duda”,
Inauguración de la Fe, Consuelo Tomás (1995).
Otras formas de identidades en desplazamiento se produjeron por la diás-
pora de la postguerra española. El proceso del escape, la aclimatación en la

9 Este término es de cuidado en el contexto de la diversidad de la nación panameña, porque


el Istmo –como espacio liminal de enunciación— albergó desde la colonia a personas de
distintas latitudes, quienes hicieron suyo este espacio imaginado y multicultural: “pedazos
de corazón formaron tu suelo” (“Puente del mundo”, Rubén Blades).
10 Los ciudadanos estadounidenses eran pagados bajo el “Gold Roll”, lo que implicaba
privilegios salariales y también un uso segregado de los espacios de vida y de convivencia
social (barrios, almacenes, comisariatos, cines, etc.).
11 Existen sitios de internet donde los zonians aún mantienen un debate sobre la transferencia
del Canal de Panamá. Se advierte el vacío identitario que esto les creó.
12 En el clima tropical húmedo donde la malaria y la fiebre amarilla habían sido un obstáculo
tan grande como la cordillera, los habitantes de La Zona escapaban de los mosquitos
(sombreros móviles en las cabezas de los gringos –Mireya Hernández–) en casas con aire
acondicionado.

520
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Isla de Cuba y la búsqueda de fortuna en nuevos rumbos, va a producir un tipo


de panameño que se adapta a este suelo y asume su identidad. En la novela El
olor de la tierra o la increíble historia de Lidio Gutiérrez Rodríguez (2000),
de Álvaro López Blanco, se revisa la historia desde el momento de la diáspora
ante el peligro franquista hasta el bombardeo de la Ciudad de Panamá durante
la Invasión, en 1989.
En otra vertiente del mismo fenómeno del conflicto español, el libro de
testimonios Travesías (2002-3), recoge la experiencia de la literatura trans-
nacional en conjunción con la música (“world music”). El proyecto de narra-
ciones de hijos de inmigrantes españoles exiliados a causa de la guerra, regis-
tra las experiencias de ida y vuelta y ese desplazamiento de identidades ‘híbri-
das’, siempre móviles, que sólo se completan con los rasgos de cada continen-
te, sin excluir una u otra identidad. La editora del libro de testimonios, María
Ángeles Sallé (panameña) y el responsable del CD, Rómulo Castro (nacido
en México, criado en Cuba y panameño por decisión), recogen experiencias y
ritmos de todo el continente americano. En el corpus panameño, la música
popular es el único género en donde la hibridación es un recurso identitario
que impide la homogenización impuesta por los fenómenos globales.
La literatura del exilio y de la cárcel acomete una revisión de la memoria
histórica y del fortalecimiento de la identidad. Como en otras partes del Con-
tinente, la represión militar ocasionará el destierro de la “inteligentsia” pana-
meña a finales de la década del 60 y durante los años 70. Pero a diferencia de
los exilios ocasionados hoy por el empobrecimiento de las masas de población
debido a la políticas del mercado —cuando se produce un desarraigo muchas
veces sin retorno— la literatura del exilio panameño fortaleció los vínculos
con la patria y promovió, desde afuera, una revisión de la cultura, como una
forma de reescribir la nación y de conectarse con los otros espacios en des-
arraigo del continente: Reflexiones junto a tu piel (1972-1979): (Poemas
del exilio), de Diana Morán, Crónica Prohibida (1979) de Dimas Lidio Pitty
y Cuerpo en exilio (1972), de Ramón Oviero, rezuman esa fuerza que, desde
el destierro, fortalece la identidad.
Ontológicamente hablando, el espacio de la cárcel con sus torturas reve-
la el estoicismo del ser-en-situación-límite. Pero existencialmente hablando, la
figura del prisionero, de los ejecutados en sus horas previas, descubre las
características de heroicidad y los móviles de nobleza. La presión sicológica
del preso se recrea siempre en contrapunto con la variada problemática so-
cioeconómica e histórica que lo trajo al encierro. La escena del cadalso se
constituye en espacio de memoria y resistencia (Prestán, Victoriano Loren-
zo).

521
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Globalización y neocolonialismo del consumo


El empuje de las políticas de la globalización, de la entidades financieras,
de los amos sin rostro no alineados en ejércitos, sino en compañías transnacio-
nales que malogran los recursos naturales de los territorios de Nuestra Amé-
rica, son la nueva amenaza del milenio. Panamá, ciudad de balcones, que
moría en la cerca limítrofe, es ahora la ciudad de edificios monolíticos cons-
truidos para ser habitados por millonarios de otras latitudes. En este milenio,
los rascacielos que tapan la Bahía de Panamá (El barrio de la Fe, Consuelo
Tomás) dan sombra a todos los “piedreros”13 –llámense Pichi (“Un día como
otro día”, En nombre del siglo, 2004, de Ariel Barría Alvarado)— o sean
simples ‘locos’ como Sebastián (“Sebastián”, Mundo, 2002, Rubén Blades).
La desterritorialización económica que propicia el desempleo –también
transnacional— congrega en los semáforos las nacionalidades de toda Amé-
rica. De celulares a frutas, todo se vende en esas intersecciones, donde sólo
los inmigrantes logran –dice García Canclini— conciliar por los segundos en
que la luz cambia, la separación entre los imaginarios urbanos. De la canción
popular (“En el semáforo”, 1996, Blades), hasta bordear el tercer milenio, la
novela y el cuento acusan el miedo, la indefensión y la total desesperanza de
esos desarraigados que cruzan la selva del Darién, por la amenaza de la FARC.
Nada pueden hacer los sin-hogar –y pareciera que tampoco el gobierno—
ante la sofisticación satelital de los recursos desplegados por los carteles (La
loma de cristal, novela, 2001, Ariel Barría Alvarado); si acaso, asumir la
desolación y bregar por la supervivencia en “El Nuevo Milenio” (27) (En
nombre del siglo, Ariel Barría A.). El dramatismo de esta ‘perversión’ trans-
nacional se cumple cuando los consorcios destruyen la faz de las ciudades,
acabando con las tradiciones (y borrando, de paso, a “la tercera edad”), para
construir centros comerciales y condominios. Es lo que denuncia el cuento “El
suicidio de las rosas”, 1999, de Rogelio Guerra Ávila.
Por otro lado, la ciudad es escenario múltiple cuyos imaginarios super-
puestos y sus territorios vividos interactúan y se rozan por la acción de los
individuos. Estos espacios son el contexto de resistencia ante la invisibilidad,
la homogenización y a la anomia. Los buhoneros del mercado (En la trampa
y otras versiones inéditas (1997, de Moravia Ochoa López); las campesinas
guatemaltecas (Zona de silencio, 1986, Bertalicia Peralta) o los indígenas
Ngobe (“El olor de la montaña”, de Dimas Lidio Pitty) ahora tienen voz.
Y también la tienen los seres marginales, considerados invisibles porque
no se ajustan a la imagen massmediática hollywoodense: el enano, la puta, el

13 Se llama así a los drogadictos y –por tanto– locos que pululan por la urbe, víctimas de los
carteles de la droga, el más organizado.

522
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

homosexual, el gordo… La diatriba de la literatura cubre desde la crítica a los


concursos de belleza y la falta de educación y justicia social (Libro de las
fábulas, 1976, Bertalicia Peralta), hasta la hipocresía moral (Las preguntas
indeseables, 1985, Consuelo Tomás), tratando de crear espacios de convi-
vencia.
Como una consecuencia directa de la tecnología, las narrativas que se
insertan en el tercer milenio exploran los intersticios de una subjetividad para-
dójica: por un lado, el protagonista es el / la cibernauta que tiene acceso al
conocimiento ilimitado del mundo al alcance de Internet (Miel de luna, 1993,
Félix Armando Quirós Tejeira), pero por el otro, la persona se constriñe en el
aislamiento social que demanda la pantalla y hasta termina siendo controlada
por dicha tecnología —los cuentos en torno a teléfonos celulares, como
“Nokia 5125i” (2003, de Humberto Urroz), o relacionados con las
veleidades de las computadoras, son cada vez más frecuentes en la literatura
panameña—.14

Cuerpo y palabra
En la literatura panameña se da un retorno de la mirada, una exploración
de género y de la sexualidad que abarca tanto al hombre como a la mujer. El
abuso del cuerpo, la marginación a la que ha sido sometida la mujer, encuentra
en los textos una nueva interpretación del amor erótico, de la intimidad, de la
convivencia entre hombre y mujer o de la manifestación del amor en pareja.
La literatura de género presenta una amplia gama: desde la denuncia al mal-
trato familiar (“Sepultado en helado”15 2000, Francisco Berguido) hasta la
nueva forma de “familia” (“Las dos Marías”, El suicidio de las rosas, 1998,
Rogelio Guerra Ávila).16
En una parte del corpus de la literatura panameña que evoluciona hacia
el milenio, se da una desesperanza y una incertidumbre ante los problemas
que el gobierno no resuelve, que la religión no palia, que la convivencia social
sólo agrava: es la literatura con espíritu milenarista, finisecular. Las obras

14 Cabe acotar que dentro del mercado del libro, algunos autores ya se han adscrito al
soporte técnico de difusión de los e-libros: Manuel Orestes Nieto y Giovanna Benedetti
(Premio Miró en poesía 2005), son sólo dos de esos casos.
15 Un niño sufre las burlas por su gordura, pero su único refugio son las cinco horas de
televisión y el galón de helado que ingiere, para paliar el abuso sexual de un padre
borracho, quien además golpea a la madre. La complicidad de la madre, presa del terror
y la culpa, ahonda el desamparo social.
16 Dos guapas mujeres deciden tener un hijo por inseminación artificial (y conformar así su
propia familia) y para ello intenta hacer partícipe de su proyecto al enamorado admirador
de una de las dos. El texto reta la estructura familiar tradicional y aborda el problema de
género, así como el velo de discriminación que lo cubre.

523
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

buscan salidas a lo que parece irremediable a través de lo sobrenatural: ma-


gos, brujas, adivinos, charlatanes. La interventora de sueños, 2000, Francis-
co J. Berguido muestra esa angustia. En un ángulo opuesto, La gracia del
arcángel, poesía, 2005 (de Moravia Ochoa López), vuelve a una espirituali-
dad esencial, de visos místicos. En medio, como una respuesta a una lógica
del poder de la acción humana positiva, se yergue, siempre, la poesía de amor:
desde la que cuestiona la unidad biogenética hombre / mujer (La mirada de
Ícaro, 2001, Pedro Rivera), hasta la que rescata una esperanza para el ma-
croambiente donde cohabitan esos mismos seres vivos (Aguaspiedras, poe-
sía 2004, Katia Chiari). También aparece la que retoma un existencialismo de
la cotidianidad (Traganíquel, poesía, 2004, Moisés Pascual) o lucubra sobre
los temas trascendentes, desde un ludismo desintegrador de mitos (Artefac-
tos, poesía, 2004, Héctor Collado).
Un caso especial de literatura que trasciende géneros y fronteras es la
obra de Bessy Reyna, cubano-panameña que reside en Estados Unidos y que
ha fungido como editora e ilustradora de poemarios de Bertalicia Peralta:
Ragul, Zona de silencio. Sus poemas y cuentos han sido incluidos en varias
antologías y en revistas literarias en los Estados Unidos y América Latina: El
Coro: A Chorus of Latino and Latina Poetry (M. Espada, Ed. UMass Press,
1997); también en In Other Words: Latina writers in the US (Roberta Fer-
nández, Ed. Arte Público Press, 1994). Ha publicado el poemario bilingüe She
remembers (1997) y aparece en Four Central American Women Poets
(Blanco, Yolanda; Reyna, Bessy y otras. Cambridge, Mass.: Woodberry Poe-
try Room, 1986. Grabación).
Otro ejemplo de este desborde de lo nacional hacia lo multinacional es la
obra de Edgar Soberón Torchía, escritor, dramaturgo, cineasta y director de
CIMAS (Centro de Imagen y Sonido, Universidad de Panamá). Desde Pepi-
ta de marañón: (Es más, el día de la lata, teatro, 1979) hasta Hijo de
Ochún (cuentos, Puerto Rico, 1999) muestra la conjunción entre lo culto y lo
popular, los viajes intemporales entre la tradición y la postmodernidad global;
la conexión con el misterio. Fue el guionista de la teleserie de investigación
documental El abuelo de mi abuela, realizada con motivo del Centenario de
la República de Panamá, en 2003, y donde se recupera la tradición oral en la
figura del cuentacuentos, ambientado en los contextos geográficos de las dis-
tintas etnias de la nación panameña.
Hay un grupo de obras que son el corolario de la liberación del cuerpo en
el texto. El cuerpo –ahora más que nunca espacio del placer– es descrito con
sus nombres, en giros estéticos enervantes, mediante el uso de un lenguaje
que invierte los estereotipos, sin caer en prosaísmos, pero tampoco en eufe-

524
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mismos. Es el caso de El Cuarto Edén y Agonía de la reina (ambos de


1995), de Consuelo Tomás. Otro texto, casi contestatario, es En tu cuerpo
cubierto de flores, 1985, de Bertalicia Peralta. La voz considera el cuerpo
como medio de liberación y resistencia y, tanto el título (un verso del himno
nacional de Panamá) como los dibujos –casi andróginos—, así como la inver-
sión del lenguaje, son un retorno de la mirada.

La música popular y la poesía como elementos de apropiación del


espacio nacional
Dentro de las propuestas de la cultura, la de la música popular es una de
las que ofrece una acertada visión crítica, objetiva y de tonos esperanzadores.
Con los ritmos del mundo, y no sólo los de América Latina, enfrenta el avasa-
llamiento y la invisibilización. En un proceso autorreferencial, los poetas le
hacen un guiño de connivencia al lector-escucha a través de los títulos, los
coros, los pregones o las estrofas que todos conocemos. Siendo el bagaje
cultural común, el circuito de la comunicación lectora se completa en la me-
moria colectiva y, al cantar la canción o leer el poema, el latinoamericano
promedio ‘entiende’ las inversiones el significado, las sutilezas escondidas, los
mensajes subliminales. Sólo así puede crear redes de apoyo y solidaridad,
autorreconocerse identitariamente en su receptor.
De este modo, la ciudad de los “Sicarios” (Tiempos, 1999, Rubén Bla-
des) que en este milenio enfrentamos, se va transformando en una ciudad de
la esperanza (“Aguaceros”, Tiempos, Blades). La música y la poesía en-
cuentran sendas de recuperación ante los ajusticiamientos y las violencias,
ante los niños sin casa, frente a los recuerdos de los desaparecidos (Buscan-
do América, 1984) y por los exiliados. “Este amarte, padre”, poema de Diana
Morán, usa los famosos versos de Sombras, bolero de Rosario Sonsores. Los
poetas denuncian las guerras de napalm (bajo el recuerdo de Pacho Alonso),
los prejuicios sexuales y la discriminación (al ritmo de “El caballo pelotero”,
de El Gran Combo), y giran la vista allende el mar, cuando los hijos de los
inmigrantes retornan buscando la fantasía amada de sus padres. Cuando la
nostalgia (de ambas patrias) se instaura, se escapa al ritmo del reggae, del hip
hop, del bandoneón o de un paso doble (Travesías, 2002-3, Castro y Sallé).
La saloma panameña se conecta con “the world music” (Mundo, 2002, Rubén
Blades).
La solidaridad y la esperanza implícita en las canciones y en los poemas,
llegan hasta los temas de la política mundial, donde la intolerancia y, más que
nada, el ansia de poder diezman a inocentes civiles (como en el cuento “El
redoble y el sable”, de Ariel Barría, basado en la violencia en la franja de Gaza
y las relaciones de amor “interraciales”). La literatura se solidariza con las

525
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

víctimas del terrorismo de Estado, el cual retorna como un bumerang y le


estalla a los inocentes habitantes del Imperio que lo promueve: Cartas en
tiempos de guerra, 2004, de Salvador Medina Barahona; o “Danny Boy”
(Mundo, 2002, Blades); y también se estremece por la barbarie desatada sin
control: “Los hijos de todos”, poema, 2004, Dimas Lidio Pitty (sobre la ma-
sacre de los niños de Beslán).

La nación panameña, en sintonía


El estribillo en la comedia de Lope de Vega –La dama boba– dejaba
sentado que “venir de Panamá” implicaba un regreso de la tierra donde las
picardías se premiaban con renombre y prestigio. Panamá era la puerta, el
rito de paso para la (a)ventura.
Las prácticas económicas que se insertaron en el Istmo impusieron un
destiempo en la vida de los habitantes de la nación. Hijos de una patria (ma-
dre-mujer-territorio) adoptada en el corazón, quedaban siempre a merced de
las políticas de un Estado (aceptado, impuesto o mediatizado) que no coincidía
con los límites de esa comunidad multicultural, diversa y heterogénea.
El concepto de nación heredado de la Modernidad, cuyos límites imitan la
tensión superficial de la gota de agua, vino en las carabelas, pero no es el
concepto aplicable al Istmo. Panamá, conglomerado espiritual y diverso, fue a
la vez zona de choque y convivencia de etnias. En su papel de Estado, accedió
a participar en la coalición del Istmo centroamericano o a anexarse a la Nue-
va Granada para cumplir el sueño bolivariano de la Gran Colombia. Sin em-
bargo, muy poco después de 1821,17 quedó claro que los modos de disconti-
nuidad y destiempo de la nación eran producto de las economías trazadas por
los imperios sucesivos y su injerencia, no sólo en Panamá, sino en todo Cen-
troamérica.
Al final, sólo por la cultura y la negociación de los espacios de represen-
tación de las artes, la música y la literatura la nación se sintoniza y se conecta
con sus miembros.
Y esa es la distinción y especificidad de la nación panameña: no rendirse,
optar por la denuncia y la acción comunitaria. Ante la invisibilización promovi-
da por el neocolonialismo del consumo global, no se deja borrar ni hibridar.
Ante la manipulación de las conciencias, abre sus fronteras hacia la diversi-
dad.
Las distintas manifestaciones de la cultura vinculan los elementos de esta
comunidad espiritual alentada por los integrantes de la nación, una nación que
al vivir en disyuntiva, siempre ha estado consciente de que “/ O somos fami-
17 Independencia de Panamá de España: 28 de noviembre de 1821.

526
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

lia rota, o somos Nación salvada” (“Encrucijada, Tiempos, Blades). Por


eso, con una energía endógena que surge de las auténticas vertientes de nues-
tra cultura, el Istmo, todo, enfrenta diverso, pero unido, las (per)versiones que
una vez impuso la Modernidad.

Bibliografía:
Barría Alvarado, Ariel. En nombre del siglo. Panamá: Editora Géminis, 2004.
—. La loma de cristal. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2001.
Berguido, Francisco J. La interventora de sueños: y otros cuentos. Pana-
má, Fundación Cultural Signos, 2000.
—. La costra roja. Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá, 2006.
Bethancourt Arosemena, Rómulo y Armando Díaz Ologuadi. Pedro Prestán
bajo el furor de las tormentas… Panamá: Formato 16, 1986.
Blades, Rubén. La rosa de los vientos. Miami, FL.: Sony, 1996.
—. Mundo. New York: Sony Music, 2002.
—. Tiempos. México: Sony, 1999.
Carr, José A. Reino Adentro (Más allá de la Rosa). Ts. Premio Miró en
poesía 2006.
Castro, Rómulo y el Grupo Tuira. Herencia. Panamá: La Naranja Mecánica,
2000.
—. Travesías. Panamá-Madrid: TRANSVÍA EuroAmérica, 2002-3.
Collado, Héctor. Artefactos. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2005.
—. Entre mártires y poetas. Panamá: Editorial Portobelo, 2000.
Chiari, Katia. Aguaspiedras. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2003.
—. Lagartijas y estrellas. Editorial Mariano Arosemena, 2000.
Chong Ruiz, Eustorgio. El cazador de alforja. Panamá: Editorial Mariano
Arosemena, INAC, 2001.
Gólcher, Ileana. Travesía literaria por el Canal de Panamá. Organización
de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. César
Picón, Juan Antonio Gómez, Raúl Leis, Ileana Gólcher. Eds. Panamá: Sibaus-
te, 1997.

527
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Guerra Ávila, Rogelio. El largo camino de regreso. Panamá: Editorial Ma-


riano Arosemena, 2003.
—. El suicidio de las rosas. Panamá: Fundación Cultural Signos, Universi-
dad Tecnológica de Panamá, 1998.
Hernández, Mireya. Crónica de caracoles. Panamá: Editorial Mariano Aro-
semena (INAC), 2006.
Leis, Raúl. “La ciudad imaginada: las aristas del poder.” Revista Cultural
Lotería No. 427 (nov.-dic. 1999): 31-44.
—. Machí: un Kuna en la ciudad. (Ilustraciones de Ologuagdi). Panamá:
CEASPA, 1992.
—. Mundunción. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 1992.
—. Panamá: luces y sombras hacia el siglo XXI. Panamá: Editorial Maria-
no
Arosemena, INAC, 1997.
—. Viaje alrededor del patio (Cuentos de vecindario). Panamá: Signos,
1987.
López, Griselda. Piel adentro. 2ª ed. Panamá: Centro de Impresión Educati-
va, 1995.
Martín Barbero, Jesús. Al sur de la modernidad: comunicación, globali-
zación y multiculturalidad. Pittsburgh, PA.: Instituto Internacional de Lite-
ratura Iberoamericana, 2001.
—. De los medios a las mediaciones: Comunicación cultura y hegemo-
nía.
México: Ediciones Gustavo Gili, 1987.
Martín Barbero, Jesús; Fabio López de la Roche y Ángela Robledo. (eds.).
Cultura y religión. Medellín: Programa internacional Interdisciplinario de
Estudios Culturales sobre América Latina, Universidad Nacional de Colom-
bia, 2000.
Medina Barahona, Salvador. Cartas en tiempos de guerra. Panamá: Im-
prenta Alvarado, 2002.
Menacho, Pablo. Carta a Edmond Bertrand. Panamá: Universidad Tecnoló-
gica de Panamá, 2004.

528
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Mignolo, Walter. “Colonialidad del poder y subalternidad”, en: Convergencia


de tiempos. Ileana Rodríguez. (ed.) Amsterdam-Atlanta, GA.: Rodopi: 2001.
Morán, Diana. Gaviotas de cruz abierta. Panamá: Editorial Mariano Arose-
mena del Instituto Nacional de Cultura, 1992.
—. Poesía. Antología de la Fundación Omar Torrijos con prólogo de José de
Jesús Martínez. San José, C.R.: Imprenta y Litografía Varitec S.A., 1990.
—. Reflexiones junto a tu piel: (Poemas del exilio) (México, D.F.: Editorial
Signos, 1982); Poesía (Cuba: Casa de las Américas, 1989).
Nieto, Manuel Orestes. Rendición de cuentas (Antología personal). La
Habana: Editorial Arte y Literatura, 1991.
Ochoa López, Moravia. Círculos y planetas. Panamá: Ediciones del Poder
Popular, 1977.
—. Contar desnuda. Panamá: Editorial Universitaria “Carlos Manuel Gas-
teazoro”, 2000.
—. Las esferas del viaje: cuentos escogidos (1962- 2004). Panamá: Uni-
versidad Tecnológica de Panamá, 2005.
—. El espejo. Panamá: Imprenta Nacional, 1968.
—. En la trampa y otras versiones inéditas. Panamá: Instituto Nacional de
Cultura, Editorial Mariano Arosemena, 1997.
—. Ganas de estar un poco vivos, 1965-1975 [poemas]. Panamá: Instituto
Nacional de Cultura, 1975.
—. Hacer la guerra es ir con todo. Panamá: Imprenta La Nación, 1979.
—. Juan Garzón se va a la Guerra. Panamá, 1992.
—. Me ensayo para ser una mujer. Panamá: Ediciones Formato Dieciséis,
1983.
—. Nunca menos que el singular milagro: La gracia del arcángel (poe-
sías, 2005).
Oviero, Ramón. (ed.) La voz aún no quemada: Antología de la Invasión.
Panamá, 1990.
Pascual, Moisés. En el país de los pájaros aburridos. Panamá: Editorial
Mariano Arosemena, INAC 2006.
—. Traganíquel. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 2004.

529
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Patiño, Allen. La niña de mis ojos. Panamá: Editorial Mariano Arosemena,


2004.
Peralta, Bertalicia. Casa flotante. Panamá: Litho-Impresora Panamá, 1979.
—. Cuando seas mayor, padre. Villa constitución, República Argentina: Edi-
ciones Miljevic, 1974.
—. Dos poemas. Panamá, 1964.
—. Himno a la alegría. Panamá: Imprenta Universitaria, 1973.
—. Invasión U.S.A., 1989: crónica de una memoria. Panamá: Ediciones
Hamaca, 1990.
—. Leit-motiv. Panamá: Tierra Firme, 1999.
—. Libro de las fábulas. Panamá: Editorial La Nación, 1976.
—. Puros cuentos. Panamá: Hamaca, 1988.
—. Zona de silencio. Panamá: Ediciones Hamaca, 1986. (Ilustraciones Bes-
sy Reyna).
Pitty, Dimas Lidio. Crónica prohibida. Panamá: INAC, 1979.
—. El olor de la montaña. Ts. Biblioteca Personal del Autor, Potrerillos,
Chiriquí, República de Panamá.
—. Estación de navegantes. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, INAC,
1975. 2ª. ed. Extemporáneos, México, 1976; 3ª. ed. Biblioteca de la Naciona-
lidad, Panamá, 1999.
—. “Los hijos de todos”, en: Mosaico 101, La Prensa Sept. 2004: 34.
Pulido Ritter, Luis. Recuerdo Panamá. Madrid: Olalla Ediciones, 1998. 2a.
ed. Panamá: Editorial Manfer, 2005.
Quirós Tejeira, Félix Armando. Miel de luna. Panamá: Editorial Universita-
ria, 1993.
Rivera, Pedro. El largo día después de la invasión. Panamá: Editorial For-
mato Dieciséis, 2000.
—. La mirada de Ícaro. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, INAC, 2001
—. Las huellas de mis pasos. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, INAC,
1994.

530
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Sherzer, Joel. Stories, Myths, chants and songs of the Kuna Indians. The
university of Texas Press, 2004.
Soberón Torchía, Edgar. Hijo de Ochún, cuentos, Puerto Rico, 1999.
—. Pepita de marañón: (Es más, el día de la lata), Panamá; INAC, 1979.
Tomás, Consuelo. Cuentos rotos. Panamá: Editorial Mariano Arosemena,
1991.
—. Inauguración de La Fe. Panamá: Editorial Mariano Arosemena, 1995.
—. Las preguntas indeseables. Panamá: Formato 16, 1985.
—. Libro de las propensiones (Colección de poemas armables). Panamá:
Imprenta Boski, 2000. s.p.
—. Motivos generales. Panamá: CELA, 1992.
Turpana, Arysteides. Kualuleketi y Lalorkko: poema y cuento Kunas. 2a.
ed. Panamá: Ediciones del Ministerio de Educación, 1966.

531
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Nuria Madrid Villanueva (1965)

Entre sus publicaciones se encuentra las obras de ensayo Las muje-


res y el arte en Panamá: aproximación a cien años de historia
(Panamá, 2002) y Visión de la escultura panameña: 100 años
(Panamá, 2003).

La mujer en la plástica panameña1


La pintura femenina contemporánea
Panameña se caracteriza por la diversidad
de tendencias de técnicas y contenidos,
que corroboran la búsqueda incesante
de un lenguaje plástico, propio
de cada una de sus protagonistas.2

Las mujeres panameñas comenzaron a tener relevancia en la historia


del arte a mediados del siglo XX, en contraste con el modernismo europeo o
norteamericano en el que muchas mujeres tuvieron un papel destacado, posi-
blemente debido a que las décadas del 50 y 60 fueron períodos de grandes
cambios, no sólo desde el punto de vista político, económico y social, sino
también cultural.
En el caso de Latinoamérica, los más importantes agentes de cambios
fueron las nuevas circunstancias políticas y económicas que impregnaron a la
región una cierta prosperidad al expandir sus economías para solucionar una
demanda mundial de alimentos y materias primas a una Europa deteriorada y
debilitada, debido a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, a las que se
sumaron las nuevas industrias que hicieron florecer una clase media; que a su
vez proporcionaron a los artistas un mercado más amplio y con menos predis-
posición por lo ideológico para sus obras.
Durante la década de los 60, el panorama se ensombreció. Los países
por gobiernos militares, totalitarios faltos de todo respeto hacia el ser humano.
Los nuevos artistas estaban desanimados y todos coincidían en el rechazo de
la situación política existente. En el aspecto cultural, desde la década del 50,
las Bienales se venían implementando tanto en Europa como en Latinoaméri-
ca, como el caso de Brasil, con la Bienal de Sao Paulo; así como la creación
de Museos de Arte contemporáneo los cuales permitieron a cada país colec-

1 http://bdigital.binal.ac.pa/bdp/lasmujeresyelarte1.pdf, p. 35-49.
2 Se conserva el margen original

532
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cionar su propio arte, que en la mayoría de los casos, era nacional antes que
internacional. Los artistas latinoamericanos, gracias al avance tecnológico y
de las comunicaciones estaban cada vez mejor informados de los progresos
en otros polos artísticos tan importantes como Nueva York y París. En esa
época se había iniciado la impresión de libros y revistas de arte convirtiéndose
en la vía principal de información acerca de los progresos artísticos. En el
aspecto social y hablando específicamente de los años 60, se dio la revolución
femenina acompañada de un desafío a los patrones establecidos, el amor
libre, la lucha contra el racismo, el movimiento hippie, el uso indiscriminado de
la droga, el escapismo, las protestas contra la guerra de Vietman, entre otros,
que permitieron a un gran número de mujeres romper con la dominación mas-
culina sobresaliendo en sus profesiones, en los deportes y las artes.
En el caso particular de Panamá el ambiente artístico y cultural de los
años cincuenta y sesenta está en efervescencia como lo evidencia la apari-
ción de nuevos estilos, técnicas, creaciones de carácter más individual, res-
paldo institucional a través de la creación del Premio Miró y privado, con la
creación del Instituto Panameño de Arte, fundado en 1962. Posteriormente se
convertiría en la década de los 80 en el Museo de Arte Contemporáneo de
Panamá.
El apoyo internacional se hizo sentir a través de las multinacionales como
la Esso y la Compañía Xerox que patrocinan las artes plásticas, promoviendo
concursos de pintura. La banca promociona también las artes comprando
obras y permitiendo a los artistas exhibir en sus instalaciones físicas exposi-
ciones de sus trabajos. En el resto de Latinoamérica se vigoriza una clase
media formada en su mayoría por profesionales en busca de aceptación y
status. Comienzan a coleccionar obras de arte contribuyendo a fomentar la
creación. Hasta mediados de la década de los cincuenta las artes plásticas
están dominadas por el género masculino, pintores con ideales perfeccionistas
en busca de su propio lenguaje plástico. Y es, en medio de este panorama que
aparecen las primeras pintoras panameñas con estilos muy propios, influen-
ciadas con las últimas vanguardias estilísticas destacándose en primer lugar,
Olga Sánchez quien en 1953 decide viajar por Europa y estudiar pintura en
Barcelona, España donde vivirá por veinte años volviendo en la década de los
70. Se caracteriza Sánchez por una pincelada nerviosa, expresiva, impregna-
da de mucho color delineado la figura humana específicamente el desnudo
femenino, con mucha fuerza llegando a ser grandes masas deformes que
ocupan todo el espacio plástico de la obra.
La otra artista que sobresale, aunque un poco desconocida en nuestro
medio es Yolanda Bech quien pasa por varios momentos hasta descubrir el

533
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

abstraccionismo, a través de grandes manchas de color de gran efecto utili-


zando figuras geométricas con superficies espesas con mucha textura, utili-
zando el óleo como medio de expresión.
A principios del año 1953 aparece un grupo de jóvenes pintores, conoci-
dos como el “grupo de los independientes”, que exponen colectivamente sus
obras con propuestas diferentes y tendencias estilísticas tales como el abs-
traccionismo, neo-cubismo e impresionismo. En ese grupo expone una joven
pintora Estela Mejía Andrión la única representante del sexo femenino.
Además, de estas tres artistas aparecen en el panorama plástico tres
pintoras extranjeras casadas con panameños que se instalan en nuestro país y
aportan su óbolo en el desarrollo de las artes visuales en Panamá. La primera
de ellas es Roser Montañola de Oduber, española de nacimiento casada con
el pinto Ciro Oduber. Estudió en España y luego en la Argentina. Además, de
la pintura de caballete, y conocedora de las artes gráficas, Roser Montañola
fue una de las primeras artistas femeninas en realizar una pintura mural en
nuestro país. En el mismo período llega a Panamá, la artista argentina Carmi-
na de Jeanine, que al igual que Roser Montañola participa en la elaboración
del mural del Instituto Justo Arosemena, en Paitilla junto con su esposo, el
pintor panameño Juan Bautista Jeanine. Según J. Arango, la obra de Camina
“desde el punto de vista figurativo mantiene una especial inclinación por la
descomposición de las formas, en busca de una simplificación abstracta del
conjunto”. Por último, tenemos a Beatriz “Trixie” Briceño. Nacida en Lon-
dres en 1911. Se convierte desde su llegada a nuestro país en una de las
pintoras más representativas de la corriente surrealista así como de lo mágico
social. Estudio en Inglaterra, Brasil y en Panamá, bajo la orientación de Juan
Manuel Cedeño. Expone por primera vez en Rio de Janeiro, en 1959. Muere
en nuestro país en 1985.
En la década de los 60 destaca por su excelencia Constancia Calderón
de Augrain (1937) quien obtiene su especialización en pintura en la Grande
Chaumiére y L Académie Sain Julien, París, trasladándose en 1963 a la ciudad
de New York donde vivirá hasta 1968 conviviendo con las vanguardias artís-
ticas del momento, forjando lo que sería su espíritu de búsqueda y renovación
dentro de su producción artística. En la obra de Coqui se presentan varios
momentos siendo la primera, la fase de experimentación que va de 1960-1962
con fuerte tendencia expresionista, producto de sus estudios en París, luego la
fase abstracta que durará hasta 1965 en donde la artista se expresa a través
del óleo, acuarela y collage por medio de composiciones geométricas. Expone
en Panamá por primera vez en 1961. Coqui tiene un papel relevante en la
divulgación de las Artes Visuales en Panamá por su lucha en la creación del

534
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Instituto Panameño de Arte en 1962. A finales de los 60 se inicia la fase


cinética, obras de gran movimiento en las que utiliza como tema, manos y
caras para expresar su preocupación social, ante un mundo cambiante, perío-
do que se extenderá hasta el años de 1979.
Para la década de los 70, Panamá al igual que otros países de Latinoamé-
rica se encuentra viviendo bajo regímenes militares. Es un período de grandes
convulsiones, contradicciones y de mucha prosperidad. En nuestro país el
aspecto cultural se revitaliza con la creación del Instituto Nacional de Cultura
teniendo como eje central la figura de la antropóloga Reina Torres de Araúz,
quien inicia una gran campaña por el fortalecimiento de nuestros valores artís-
ticos y culturales a través de la creación de Museos tanto en la capital como
en el interior del país.
La creación de la Galería DEXA de la Universidad de Panamá permite
que un número mayor de jóvenes se expresen con libertad. Se otorgan becas
a una gran cantidad de jóvenes deseosos de estudiar artes pláticas. La empre-
sa privada continúa apoyando las artes, y se establece en el medio las prime-
ras galerías de arte comerciales del país. La banca oficial patrocina exhibicio-
nes individuales y colectivas, adquirir obras de arte. Finaliza la década con la
firma de los nuevos Tratados del Canal de Panamá, en 1977. Es en este
ambiente donde aparece colombiana Alicia Viteri pionera de la divulgación del
grabado en nuestro país. Viteri es contratada por la Universidad de Panamá
para dictar el curso de grado en la Facultad de Arquitectura que sería la
semilla para la valoración de la artes gráficas en nuestro país. Alicia Viteri ha
realizado innúmeras exposiciones dentro y fuera del Panamá.
Además de Viteri sobresale en el medio Sheila Lichacz, una pintora arrai-
gadamente panameña por la utilización de la temática vernacular teniendo
como punto central de sus composiciones la tinaja panameña. Oriunda de la
provincia de Herrera, Lichacz consigue estudiar en el Canal Zone Collage,
dibujo y pintura. Sus obras se encuentran en gran parte en colecciones priva-
das en los Estados Unidos.
Berta Polo es otra de las artistas que opta por una pintura con referencia
a lo nuestro, con estudios en París donde obtiene el doctorado en Artes Plás-
ticas. Vuelve a nuestro país, expone local e internacionalmente y se dedica a
la enseñanza de las artes en la Universidad de Panamá, Facultad de Arquitec-
tura, donde trabaja actualmente. Las artistas Teresa Icaza y Amalia Tapia son
autodidactas de la pintura. Amalia Tapia es egresada de la Facultad de Arqui-
tectura, iniciándose en la pintura con la técnica de la acuarela, collage y el
óleo. Tapia es una excelente dibujante que organiza sus composiciones con
elementos y objetos que parecen salir del cuadro, con un lenguaje estilizado,
simbólico de connotaciones surrealistas. Teresa Icaza se inicia con la pintura

535
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

abstracta con figuras geométricas, centradas en el espacio plástico con la


técnica del óleo y el collage. Su trabajo evoluciona en la década de los ochen-
ta hacia el paisaje con brillantes matices, en especial, tonalidades verdes,
amarillas, azules y anaranjados del trópico. En sus obras Icaza incorpora el
collage en papel de seda. Realmente Teresa Icaza es una de las pintoras más
disciplinadas y perseverantes en su producción artística. Otra de las artistas
que sobresalen en la época es Tity Chambonet, quien estudia en Venecia,
Italia en la década de los 60 y retorna en su país en 1971. Su estilo figurativo
se concentra en la figura humana trabajando en las técnicas del óleo y acríli-
co. En 1980 obtiene el segundo lugar del Concurso de Pintura del INAC.
Entre los años 1970 y 1976, Gisela Quintero y Linda Maquivar exponen
sus trabajos artísticos siendo la primavera una artista joven que utiliza en sus
obras tonalidades frías y una aparente economía de recursos, mientras que
Maquivar se inclina por la representación de animales tales como el gato con
miras a establecer una representación individual. El tema de la naturaleza y el
paisaje es tratado por Olga Díaz de una manera peculiar al buscar a través de
los contrastes de tonos una recreación diferente de nuestro hábitat. Olga es-
tudia en la Real Academia de San Fernando de Madrid y expone desde 1976.
Además, de su pintura actualmente la artista se dedica a la enseñanza de las
artes en un colegio privado.
Olga Sinclair se inicia como pintora bajo la tutela de su padre Alfredo
Sinclair. En el año de 1971 participa en el Concurso de Arte Pictórico Xerox
de Panamá y en 1975 expone individualmente en la Galería Etcétera. Poste-
riormente viaja a Madrid ingresando a la Escuela de Artes Aplicadas y oficios
artísticos en Madrid. Olguita se encuentra actualmente en una nueva fase
artística al centrar su atención hacia la representación de la figura masculina.
Ha expuesto individual y colectivamente tanto en Panamá como en el exte-
rior. Otra figura femenina que merece toda nuestra atención, aunque salga-
mos un momento del tema es Sandra Eleta, fotógrafa profesional que desde
los 70 expone sus trabajos en prestigiosas galerías y museos a nivel interna-
cional. En Portobelo en los años 1980 ayuda a la creación de una cooperativa
de mujeres dedicada a la exploración de expresiones artísticas. En 1998 par-
ticipa en la Bienal de Sao Paulo y en 1999 coopera en la fundación de un taller
de pintura que promueve el intercambio de estudiantes y aristas.
En la década de los ochenta, la dictadura se afianza y surgen la figura del
General Manuel Antonio Noriega como figura fuerte del régimen militar que
desembocará a finales de los ochenta en una verdadera lucha por el poder
posteriormente con su salida del país por las tropas norteamericanas quienes
invaden Panamá en 1989.

536
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En el aspecto artístico cultural, el boom de las galerías continúa, se crean


nuevos concursos como el de Arte Gulf y el Concurso Panarte que posterior-
mente se transforma en la Bienal de Panamá. Todo esto permitió la prolifera-
ción de nuevas artistas como María Morales quien estudio arte en San Juan
Puerto Rico con el maestro acuarelista Guillermo Sureda. Expuso por primera
vez en 1983 en la Galería San Juan, Puerto Rico en un concurso de acuarela
obteniendo el primer premio. Morales utiliza como medio expresivo la acuare-
la para deleitarnos visualmente con paisajes de nuestro Casco Viejo en donde
la luz y el color son puntuales para mostranos la sensibilidad de la artista. Otra
de las jóvenes artistas que surge a mediados de la década del 80 es Lylle
Martin quien realiza sus estudios de arte en Virginia, Estados Unidos. Expone
individualmente desde 1988. Martin representa en sus telas la fauna y la flora,
así como temas de la mitología Kuna Yala.
Milantia Sierra de López realiza sus estudios en el Instituto de Artes y
Oficios Artísticos de Madrid, en la Universidad de San Francisco en Viena,
Italia y en el Círculo de Bellas Artes y la Real Academia de San Fernando en
Madrid. Expone localmente desde 1980. Milantia es una magnifica dibujante
y sus pinturas de esta época son figurativas de género costumbrista.
En este período aparece la pintura “naif” representada en la figura de
Gaby López de Arango artista autodidacta que refleja en sus trabajos el amor
hacia el interior del país recogiendo de esa forma costumbres del Valle de
Antón, Natá, Penonomé y Taboga. Expone por primera vez en 1980 en la
prestigiosa Galería Arteconsult.
La escultura se hace presente en esta época con Susie Arias cuando
expone en el Museo de Arte Contemporáneo y en las salas de la Galería Arte
Consult una obra poco convencional para nuestro medio en el que experimen-
taba con materiales diversos creando verdaderas innovaciones de arte. Ac-
tualmente vive en California y es reconocida en aquel medio por sus innova-
doras esculturas. En el año de 1985 se inaugura en la Galería Arteconsult la
exposición de Isabel de Obaldía obras de grandes formatos donde nos mos-
traba la exuberante vegetación de nuestro país, una pintura de fuertes y mar-
cadas pinceladas con tendencias neoexpresionistas. Ya para el año 1989, De
Obaldía nos brindaba una nueva faceta en su pintura con connotaciones polí-
ticas al utilizar la temática del desnudo como denuncia de las atrocidades que
se verificaban política y socialmente en nuestro país. De Obaldía obtiene su
licenciatura en Bellas Artes con especialización en Diseño Gráfico y cinema-
tografía en el Rhode Island School of Design en 1979.
Luly Tribaldos estudio diseño de interiores en el Beverly College, en
Massachusets, Estados Unidos. Su primera exposición en Panamá la realizó

537
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

en 1980 en la Galería Habitante y luego en 1985 en el Museo de Arte Contem-


poráneo. Sus obras tratan del ser humano y se caracterizan por un gran colo-
rido que para la artista representa la vitalidad de los hombres y la búsqueda de
si mismos.
En los 90 el panorama artístico se renueva. La Cervecería Nacional pro-
mueve las artes visuales con la instauración de la Bienal de Arte de Panamá
la cual ha permitido tener una idea más clara. Del arte contemporáneo en
Panamá. Algunas galerías desaparecen y otras se mantienen. En 1994, apa-
recen nuevas instituciones, decididas a fortalecer las enseñanzas de las artes,
una de ellas es la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Panamá, así
como GANEXA, empresa privada no sólo dedicada a las artes plásticas sino
a la fotografía, gráfica y otros.
Una artista joven dentro de esta nueva generación es Haydeé Victoria
Suescum que en 1986 expone por primera vez en el Museo de Arte Contem-
poráneo. En 1989 se radica en los Estados Unidos y su arte se modifica
radicalmente volviéndose su pintura monocroma y semi-abstracta para luego,
en los 90, tornarse en una pintura simbólica a través de la utilización de iconos
recogidos de nuestra cultura popular.
Una vez más aparece Isabel de Obaldía ya no como pintora sino como
escultora utilizando el vidrio como medio de expresión el que continúa experi-
mentando en la actualidad. En 1995, la joven pintora Ana Elena Garuz obtiene
en New York University, un Master in art. En ese mismo año regresa a su país
y se hace acreedora del Primer Premio del Concurso Nacional Ron Bacardi
de Pintura joven. El 1998 otro premio otorgado por el Club de Mujeres de
Negocios y profesionales, El Dorado Panamá. Ha expuesto tanto individual,
como colectivamente en nuestro país y el exterior. Según Amable López
Meléndez, en la pintura de Ana Elena hay una especial preocupación por la
“sutileza de sus texturas, la economía de signos y discreción de su temperatu-
ra cromática.”
Con esta breve reseña espero dejar un panorama de la pintura femenina
contemporánea panameña caracterizada por la diversidad de tendencias, de
técnicas y contenidos, que corroboran la búsqueda incesante de un lenguaje
plástico propio de cada una de ellas.

538
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Liliana Pinedo (1970)

David, Provincia de Chiriquí. Licenciada en Humanidades con Espe-


cialización en Español por la Universidad de Panamá. Profesora de
Segunda Enseñanza con Especialización en Español (1992) por la
Universidad de Panamá. Ha publicado la obra de ensayo La cohe-
rencia textual en Los caballos estornudan en la lluvia de Dimas
Lidio Pitty (1995).

¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto! 1


Introducción
Entre negras…
Hace algunos días, varias mujeres conversábamos sobre la poderosa sín-
tesis de música, danza y poesía en los rituales afrocaribeños actuales. Éramos
cinco negras de varios colores: una garífuna de la costa nicaragüense, una
limonense, una bocatoreña exuberante, una de La Habana oscura y yo, una
mezcolanza blanqueada donde el cabello crespo y el tambor en la sangre
sacan a flote la veta africana de mi abuelo.
Nos expresábamos libremente, cada una en su tono y léxico, de diferen-
tes maneras pero con la misma adhesión a sus modelos tradicionales de len-
gua, religiosidad y cultura. Paulatinamente, mientras hilábamos la conversa-
ción, observé que después de mis intervenciones un aire diferente, cada vez
más evidente, soplaba con mayor fuerza en el ambiente… y, cuando creía
claro y convincente mi discurso solidario a favor de la participación femenina
en la vida cultural e intelectual, de pronto una de ellas, sin aparente intención
malévola, me espetó: Pero, ¿acaso te consideras afrocaribeña? Claro que
sí, a mucha honra, —le respondí. No, tú no eres negra,— me ripostó, refi-
riéndose a mi piel. Otra, de más edad, tratando de defenderme, le recuerda la
primera que tampoco lo era totalmente, porque no hablaba inglés, … y así,
unas a otras, señalaban imperfecciones o deficiencias en cuanto a las carac-
terísticas que consideraban privativas de la afrocaribeñidad femenina: por-
que ésta no sabía bailar congo o porque aquélla no conocía el culto a Oc-
hún…
Sorprendida porque tales expresiones vinieran de mujeres muy cultas e
inteligentes, dije (un poco para cambiar la dirección del impacto y bajar la
“temperatura”) que si para ser afrocaribeña se debe tener un color determi-

1 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.
pdf Pp. 23-

539
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nado, entonces las moscas, en apariencia de color negro, serían las más afro-
caribeñas del mundo... Las carcajadas disiparon por completo las nubes que
avizoraban una tormenta sin fin. La conversación se extendió hacia puntos de
encuentro y desencuentro simultáneos.
En pleno siglo XXI, en el auge de la globalización y de la compleja red de
avances en los estudios científicos, técnicos y tecnológicos, interculturales y
ambientales, ¿de dónde surgían esas actitudes de menosprecio y autoexclu-
sión, de rechazo y demarcación sociocultural? ¿Por qué esas manifestaciones
se repetían en diversos estratos de la vida en una sociedad intercultural? ¿Por
qué estas separaciones o ¯etiquetas entre una negra y otra? ¿Acaso existen
diferencias insalvables entre las sociedades afrocaribeñas? la anuencia y par-
ticipación de la mujer, ¿por qué se fortalecen enfoques negativos y morbosos
que destruyen las redes externas y externas de la interacción social?¿Cómo
se proyecta en la producción literaria afrocaribeña femenina?
Aquel encuentro fue muy agradable… y productivo, ya que facilitó el
punto de partida que articulará este ensayo y que fundamento en la siguiente
premisa: para una aproximación integral al concepto de la afrocaribeñidad
desde el punto de vista femenino será indispensable considerar los contextos
históricos y culturales que sostienen su quehacer literario y traspasar el tamiz
de construcción de un sistema ideológico que, desde la Colonia, sigue mante-
niendo con fuerza el entramado cultural de discriminación y automarginación
hacia la mujer.
Si esta es la realidad que circunda y todavía organiza la construcción
identitaria del espacio cultural, entonces la Literatura en el Caribe expresará
de determinada manera los elementos y factores que inciden y se proyectan
desde esa situación. Cómo lo articula el quehacer literario femenino, será la
preocupación de una tesis muy abarcadora y fascinante. Por ahora, nos con-
centraremos en descubrir el origen histórico de esos factores de índole social,
cultural y ambiental que inciden en la conformación de la realidad a través de
una mirada rápida sobre los sustratos históricos y culturales que fomentan la
circunscripción del quehacer cultural afrocaribeño femenino.
Desarrollo América, Indoamérica, Afroamérica, Afrocaribe, Caribe, cul-
tura afrocaribeña. Los nombres son construcciones de la especie humana que
imagina, adapta o recrea la realidad, campos minados de significados y resig-
nificaciones dúctiles y fluidas. LasIndias fue el nombre que asignó Colón a
las nuevas tierras que vio por primera vez, América implicó que la tierra en-
contrada no coincidía con aquella que se buscaba o estaba en los libros. Antes
de la llegada de Colón, estas tierras eran espacios de extraordinaria riqueza
étnica y cultural con sociedades dinámicas y muy organizadas. Los primeros

540
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

americanos distribuyeron sus civilizaciones por tierras inmensas y se desarro-


llaron de forma dispersa en comunidades aisladas.
Esas migraciones favorecieron la actitud de apertura que muchos indíge-
nas mostraron frente a los españoles: de allí que algunos historiadores, como
Hernán Neira, señalen que América posee como “uno de sus rasgos funda-
mentales la apertura, la capacidad de incorporar lo proveniente desde
lugares muy apartados geográfica y temporalmente”. (Neira, 2001: 27).
Desde el principio, el Caribe ahijó a todos los extraños, incluso aquéllos a los
que masacraron la población nativa e impusieron el sistema de la esclavitud.
Las diferentes oleadas migratorias introdujeron la mano de obra negra
esclava en las plantaciones de banano y de caña de azúcar y produjo no solo
el sincretismo étnico y cultural entre blancos, negros —mulatos, zambos, afro-
mestizos e indígenas—, quienes tuvieron que adaptarse a la realidad, integrar-
se o morir, sino también permitió el inicio de un proceso migratorio circular
“de las islas caribeñas hacia el Istmo centroamericano a través de Puer-
to Limón (Costa Rica), la Zona del Canal y Colón (Panamá), Bluefields
(Nicaragua), Jamaica, Trinidad y Tobago, y diferentes sitios de Estados
Unidos.”Putnam, 2001: 37).
Si bien la migración desde las islas del Caribe de finales del siglo XIX,
para trabajar en el Ferrocarril y el Canal fue extraordinaria, no menos impor-
tante fueron las anteriores incursiones como la de los garífunas que, desde el
siglo XVIII, se asentaron en tierras de las actuales Belice, Honduras y Nica-
ragua. Muy temprano se configuró el carácter translocal y transnacional de
una cultura afrocaribeña que conllevaba el peso de las culturas y religiones
tanto del África como de la herencia inglesa, francesa y portuguesa.

Caos y migración: transnacionalización de las diferencias


¿Cómo aproximarnos a una concepción de la caribeñidad femenina desde
el enfoque de la propia mujer? ¿Qué expectativas ofrece el aporte femenino
para cimentar una concepción que no se reduzca a términos geográficos ni a
prejuicios que menoscaben la realidad o se pierden en un mar de palabras
vacías? ¿Cómo elaborar una construcción racional clara y precisa sobre el
concepto Caribe que, desde la mirada femenina, no desluzca su insólita diver-
sidad lingüística, social, étnica, hacia afuera y al interior de la región? Muchos
investigadores han concentrado sus esfuerzos y han construido definiciones
muy agudas y creativas, pero extrañas, ajenas a la visión femenina.
El Caribe aparece en La isla que se repite como un mar histórico-
económico principal y, además, un meta archipiélago cultural sin centro
y sin límites, un caos dentro del cual hay una isla que se repite incesan-
temente -cada copia distinta-, fundiendo y refundiendo materiales etno-

541
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

lógico como lo hace una nube con el vapor del agua” (Benítez Rojo,
2011; 7). Ratifica la caribeñidad como un asunto de múltiples diferencias, de
formas y sentidos, de innovaciones muy antiguas, de constantes cambios que
repite la realidad con matices diferentes, magia permanente de la memoria y
el olvido…
La definición metafórica del investigador cubano concretiza la imagen de
la máquina del Caribe como parábola histórica de las plantaciones banane-
ras que se establecieron desde finales del siglo XIX en Centroamérica. Estas
estructuras repiten el esquema de las plantaciones esclavas, junto con sus
enclaves bananeros, que transformaron la vida sociocultural de la región cen-
troamericana. Es la maquinaria que ha participado en la construcción imagi-
naria de la identidad y de la nación de los países del Istmo: se trasluce en la
narrativa bananera (Flor de banana y Luna verde, de Joaquín Beleño;
Trópico, de Marcos Carías Reyes; Aquel año rojo de Argentina Díaz
Lozano; Bananos y hombres de Carmen Lyra) y se potencia en la construc-
ción de un imaginario más de denuncia y descontento que de espíritu concilia-
torio, pues los ciclos migratorios que arrastran las plantaciones bananeras, o la
construcción del Ferrocarril y del Canal de Panamá, convierten en puentes de
encuentro y desencuentro puertos y ciudades del Caribe centroamericano.
Ese carácter migratorio, más allá de las fronteras locales y nacionales,
plantea las fronteras de la discriminación del negro frente al mestizaje indíge-
na europeo. Como lo explica el autor de Panamá es un sancocho, la frase
panameña de crisol de razas promueve el mestizaje (indígenaeuropeo)
como recurso para fortalecer la exclusión del negro de la representa-
ción de la nación y, especialmente, del negro caribeño que entró al país
para la construcción del Ferrocarril, primero, y después para la cons-
trucción del Canal. (Pulido Ritter, 2009: 6). La migración abre las puertas a
la transnacionalidad creando espacios contradictorios frente al constructo de
nación basado en una sola lengua, etnia y religión, y la realidad pluricultural,
fortaleciendo de manera paradójica una red de diferencias única.
La percepción excluyente del negro caracterizado como esclavo sospe-
choso y desleal, de sexualidad instintiva, reforzado en la literatura por las
marcas de antipatriotismo (por trabajar en la Zona del Canal), por su
calidad de extranjero a la cultura nacional (por ser protestante y hablar
inglés) y por ser perezoso y sumiso” (Pulido Ritter, 2009: 8) valida una
dinámica simultánea y permanente de marginación, asimilación y autoexclu-
sión interna y desde afuera, con una clara tendencia hacia el blanqueamien-
to racial y social.
La neomaquinaria subsistente en la memoria de las plantaciones que aca-
rrean las migraciones cíclicas, diáspora de diásporas, el asentamiento volunta-

542
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rio u obligatorio, la transnacionalidad, entre otros factores, siguen configuran-


do la influencia del negro afrocaribeño inserto en la diversidad cultural, étnica,
lingüística, religiosa de los pueblos en los cuales se integra. Esta presencia va
mucho más allá de la segregación asignada por los grupos dominantes, gra-
cias a la música, el baile, el goce de los cuerpos, los colores brillantes, el saril
(bebida); las frescas casas de madera con ventanas, los nombres y/o apellidos
ingleses o franceses, la memoria de la abuela.
La mayor participación de la mujer en los quehaceres literarios e intelec-
tuales, los cambios de actitud y de mentalidad que ello implica, el fortaleci-
miento de una sensibilidad más comprometida con su entorno sociocultural y
ambiental, su presencia en la toma de decisiones con voces claras… mani-
fiestan una presencia inobjetable del pensamiento afrocaribeño en un mundo
cada vez más globalizado. La historia literaria resalta las versiones del negro
violador, o como objeto de placer corporal y punto de encuentro sensual/sexual
en Gamboa Road Gang, de Joaquín Beleño; El génesis en Santa Cariba
(2009)de Julio Escoto; la antología Caribbean Erotic: Poetry, Prose&Essay
(2010)reseñada por Francisco Cabanilla…Resurgen estudios que experimen-
tan desde afuera la caribeñidadcomoColumpio al aire (1999), de Lizandro
Chávez Alfaro; Vuelo de cuervos (1997) de Erick Blandón, o el ensayo sobre
Débora Singer, de Tatiana Lobo; Cocorí, de Joaquín Gutiérrez, y otros textos.
Los últimos diez años son testigos de la búsqueda de respuestas al tema
caribeño de parte de investigadores como Franklin Perry, Erick Blandón, Willy
Muñoz, Julie Marchio, Héctor Leyva, Peter Szok, para mencionar solo algu-
nos. Con ellos, es de particular importancia el trabajo de Luis Pulido Ritter,
investigador incisivo y escritor, quien da luces en el proceso de identificación
cultura-nación panameño a través de Modernidad en movimiento: transi-
tismo, cosmopolitismo y transnacionalidad en la ciudad letrada pana-
meña… y la entrevista, junto con Sonja Watson, a Carlos Russell, a través de
la cual nos transfiere una perspectiva del afrodescendiente canalero que vive
en otras latitudes.
Estos investigadores ratifican al Caribe como signo de diversidad poten-
ciada: multirracial, pluriétnica, multicultural e intercultural, multilingüística, plu-
ralista, polifacética… un abanico muy complejo de posibilidades. A la par, son
numerosos los estudios sociohistóricos y geoeconómicos sobre la afrocaribe-
ñidad que no olvidan centrar en ¯las minorías afrodescendientes factores de
mayor vulnerabilidad sociocultural y económica, índices más altos de pobreza,
riesgos y peligros socioambientales más importantes, y rescatan en primer
lugar cómo se experimentan y proyectan los rasgos remanentes que la pobla-
ción afrodescendiente en el Caribe ha tenido que contrarrestar en los espa-
cios de la cultura predominante. Las investigaciones parecen determinadas

543
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

por la trayectoria de más de cinco siglos de opresión, de lucha constante en la


búsqueda de un espacio propio en la cultura dominante, con enfoques en los
que pareciera prevalecer una mirada condescendiente sobre quien solo se
defiende en una batalla perdida.
Resulta más interesante y revelador reformular la identidad del afrocari-
beño en el Caribe con toda su riqueza y extraordinaria capacidad de transfor-
mación de sí mismo y de sus entornos, liberando las aguas de sus diversos
caudal es identitarios hacia el exigente panorama actual. Será beneficioso
para todos armar un nuevo rompecabezas que revitalice un sistema de cons-
trucción racional acerca del ser humano y el mundo en el que se construye.
El Caribe no es solo el Caribe histórico que parte de la visión con base en
el predominio de la economía de la plantación. Ni siguiera se puede circuns-
cribir su definición al desenvolvimiento migratorio de los afrodescendientes.
Tampoco es solo hispánico y sajón. Desde el punto de vista geográfico, no lo
podemos identificar de manera exclusiva como cuenca hidrográfica o Gran
Cuenca del Caribe, o por el criterio oceanográfico de la formación de un mar
interior. Ni podemos etiquetarla como una gran región de cultura afro-latinoa-
mericana o como área de distribución del caribeño o de su cultura. El Caribe
integra estos elementos y muchos más. Alcanza un imaginario individual, so-
cial y ambiental que rompe las barreras del tiempo y del espacio porque plan-
tea formas de gestionar las coordinadas de la vida con características muy
peculiares. Es construcción mental, subjetiva, de vivencia e identidad; es es-
pacio de referencia, de realidad vivida en paradojas porque simultáneamente
fluye y se enraizada en todos.
Caribe es metáfora hermosa de tierra y mar, por su exuberancia y fuerza
creadora. Es paradoja recurrente de aislamiento y apertura, de amor sin ape-
gos, entre el alba y la penumbra, llanto a carcajadas, libertad infinita ganada a
la muerte y a la vida,… Caribe es unión sin mezcla, igual en sus diferencias.
Aunque sus pueblos caminan el mismo sendero múltiple y potenciador, cada
uno de ellos selecciona el alcance y el sentido de sus pasos.

La voz femenina del Caribe


Muchos reconstruyen el significado profundo del concepto Caribe des-
cribiendo los pasos originarios que exploran la realidad actual, sin incorporar
los nuevos elementos que transfieren su poder de cambio a todo y a todos, no
sólo a la trayectoria histórica y cultural, sino también a la conformación de una
visión cada vez más compleja, en un mundo globalizado que allana los signifi-
cados de la cultura desde sus cimientos. Uno de los puentes que nos comuni-
can con mayor certeza hacia la construcción del concepto afrocaribe, desde

544
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

la arista femenina, lo manifiesta la experiencia estética o el aporte del queha-


cer literario de la mujer afrocaribeña.
La obra literaria de una mujer afrocaribeña es producto exótico de otro
producto exótico2, me dijo una negra bocatoreña. En tiempos de la Colonia,
este fue el atractivo que apasionó a los europeos: la belleza de la negra, su
exuberancia y fortaleza natural; pero no fue suficiente para evitar el hecho de
que, en algunas comunidades del Caribe, discriminaran contra la mujer en la
religión al no permitirle tocar los materiales sagrados ni participar en los ritos
salvo para ser sacrificadas. (Moore, 2006; 37).
La educación y la vida entera de la mujer afrodescendiente fueron orien-
tadas hacia la maternidad, fragilidad, sumisión, espíritu de sacrificio, valores
eternos y que a lo largo de los siglos se promueven y se reinstauran bajo
diversos mecanismos sociales coercitivos: durante la Colonia hasta bien avan-
zado el siglo XIX, la mujer de color experimentó el abuso sexual de sus
amos; se aplicó el derecho de pernada (…) la facultad para poseer sexual-
mente a los miembros de su servidumbre. (Molina Castillo, 2012:79).
La falta de libertad, el espacio reducido al trabajo forzado y mal remune-
rado, la discriminación y la invisibilización social que sufren los afrodescen-
dientes, se redoblan con gran fuerza sobre la mujer afrocaribeña que debió
sobrevivir en un ámbito marginal, cerrado, y que solo manifestaba su partici-
pación en los rituales religiosos, en los bailes y cantos que rememoraban el
África ancestral, y que todavía existen a través del calipso y el soul, del siste-
ma de creencias Bantú, la regla de arará, vudú, la regla de Palo de Monte, el
Odún, y el sincretismo cristiano-lucumí y el oráculo Ifá...
La sociedad colonial, androcéntrica por excelencia, ubica a la mujer ne-
gra primero como esclava dentro y fuera de la casa del amo: como trabajado-
ra en las tareas domésticas o del campo, como objeto sexual, de intercambio
económico, o como recurso para aumentar en cada parto la cantidad de es-
clavos. Muy pocas alcanzaron el cuidado de un hogar propio y de sus hijos,
aunque hubo algunas, muy importante, que se convirtieron en salvaguarda de
la memoria colectiva (por ejemplo, en la cultura bantú, ya sea como muloi o
baloi, hechicera malvada, o gnanga).
La producción literaria de la mujer afrocaribeña es un espacio casi inex-
plorado por los investigadores, a no ser por su interés en la descripción onírica
de su innegable erotismo y poder evocador. El acercamiento a la literatura
afrocaribeña femenina exige estudios que expliquen el quehacer femenino y
desgarren los hilos que aprisionan u ocultan su participación activa en el Cari-

2 Negra bocatoreña, mujer afrodescendiente de Bocas del Toro, una de las provincias de
Panamá en la costa caribeña.

545
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

be y el mundo actual. La dificultad mayor consiste en que son muy pocas


autoras que se conocen y, entre ellas, solo algunas tienen sus obras disponi-
bles en el mercado literario o virtual más allá del alcance local y nacional.
Por su fuerza expresiva y capacidad condensada de simbolización, salen
al encuentro algunos nombres y obras indispensables. Las obras cubanas:
Looking Within/Mirar adentro (2003), Paisaje célebre (1993) y Carbones
Silvestres (2006), de Nancy Morejón; Santa Lujuria (2000) y El harén de
Oviedo(2003), de Marta Rojas; Grande es el tiempo(1989) y Gustadas sen-
saciones (1996), de Georgina Herrera, resultan en grado sumo relevantes
para reconocer el caudal de la afrocaribeña insular. Se unen a este grupo
selecto las obras del afrocaribe costarricense comoCiénaga, MyBlank King,
Ritmohéroe, de Eulalia Bernard Little; Rotundamente negra y El cabello de
Illary, de Shirley Campbell. La haitiana Edwidge Danticat nos revela en las
obras Anacaona: Golden Flower, Haití 1490 (2005) y Brother, Imdying
(2007), imágenes claras y perturbadoras de la mujer afrocaribeña en la
diáspora.Otros textos hacen referencia a la afrocaribeñidad panameña como
los de Consuelo Tomás, autora de Pa‘na‘má quererte (2007) y Lágrima de
dragón (2010), y Rosa María Crespo de Britton, con Historias de mujeres
crueles (2010) y La nariz invisible y otros misterios, que hacen honor a los
matices transitistas predominantes.
El análisis exhaustivo de cada obra y su contexto, del descubrimiento de
los enlaces (o desenlaces) culturales que las interrelacionan o separan, plan-
tea la posibilidad de una nueva versión estética del quehacer literario afroca-
ribeño femenino. Una sensibilidad nueva aflora con un poderoso uso del len-
guaje metafórico y el conocimiento claro y profundo de la experiencia creado-
ra vinculada sin rodeos en la búsqueda de la equidad social, económica, cultu-
ral y ambiental. El contenido de esta expresión literaria se orienta hacia el
respeto a la población afrodescendiente y a sus espacios de construcción
cultural y se proyecta en defensa de sus lenguas, tradiciones, costumbres,
territorios y espacios de vida. Predomina el enuncian cómo en aras del pro-
greso se soslayan propuestas para el desarrollo sostenible como acceso a
todos los niveles de educación y participación económica, técnica y tecnológi-
ca), contrasta con la literatura producida hasta la última década del siglo XX,
muchas veces matizada con el florilegio de cierta mirada aérea, intimista e
idealista. La literatura de la mujer afrocaribeña de los últimos veinte años se
abre a plenitud y desgarra con pasión sensibilidades mediatizadas por la doble
moral y el irrespeto a la vida que prevalecen con mayor fuerza y alcance en el
tramado cultural actual.

546
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Conclusiones
Aunque permanecen algunas huellas postcoloniales, la apertura cultural
y el desarrollo de las tecnologías de la comunicación del siglo XXI ha favore-
cido a las escritoras afrodescendientes 29 del Caribe para cultivar los géneros
literarios que permiten (o han aprovechado para) investigar y profundizar su
devenir histórico-cultural y, muy importante, configurar la identidad propia,
que, por mucho tiempo, le fuera negada.
El quehacer de una escritora afrodescendiente no se contenta con refu-
giarse en lo íntimo: trasciende las vallas impuestas (y autoimpuestas) por el
entorno social que la enmarcó como rara, extraña, anormal, negra, no solo
por el color, el género o la clase social, sino por su cultura.
El Caribe discurre entre las exploraciones y el acercamiento a un espacio
cultural múltiple, no de culturas que se superponen entre sí, sino en espacios
simultáneos que transforman las realidades en contacto. La perspectiva del
afrocaribe femenino desde el quehacer y el prisma de la femineidad, continúa
a la espera. Hablar de afrocaribeñidad, desde la literatura escrita por la mujer
afrodescendiente, significa que será indispensable profundizar mucho más en
los fenómenos sociales, psicológicos y lingüísticos que la rodean ahora, en una
encrucijada espaciotemporal donde imperan avances científicos y tecnológi-
cos, se promueven nuevos espacios de construcción cultural, nuevas formas y
relaciones de poder, reflexiones sobreel cambio climático y todos sus efectos,
la diversidad cultural en el marco de propuestas mundiales de desarrollo sos-
tenible…

Conversación en suspenso
El Caribe geográfico y cultural se proyecta en todos sus pueblos como un
arco iris de fuerzas y elementos entramados en la nueva sociedad atomizado-
ra del siglo XXI. En ese contexto, muchas hijas del Caribe, negras de todos los
colores y quehaceres, son agentes y víctimas simultáneas de una realidad
alienante que intenta allanar o remarcar las diferencias, únicas y totalizadoras
en la diversidad cultural afrocaribeña.
Las actuaciones de mis amigas afrocaribeñas manifiestan trasfondos de
automarginación y exclusión como resabios del sistema postcolonial potencia-
dos por la globalización fruto de un postneocapitalismo sin límites: sus expre-
siones denotan auto-representaciones socioculturales contradictorias, imáge-
nes distorsionadas que surgen de un espejo desde su origen fragmentado.
Resulta indispensable entresacar los hilos que articulan y vitalizan el teji-
do sociocultural que sustenta el quehacer literario de la mujer afrocaribeña
con el propósito de develar los elementos que, una y otra vez, transforman su

547
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

escenario socioambiental y su identidad. Los nuevos retos que nos plantea la


mundialización de la cultura nos exigen codificar un concepto mucho más
claro y profundo de ese Caribe que se desliza entre negritudes conversadas al
desgaire.
No será fácil patentizar los trazos particulares que esconden la imagen
universal de la afrocaribeñidad femenina. La conversación inicial se transfor-
mará en diálogo interdisciplinario y exploración de un enigma que requiere la
última palabra en suspenso.

Referencias
Benítez Rojo, A. (15 de mayo de 2011). Literatura.us. Recuperado el 7 de
junio de 2012, de La isla que se repite: http://www.literatura.us/rojo/isla.html
Berger, J. (30 de mayo de 2012). Para salvar el momento presente. Para
salvar el momento presente. Panamá.
García, R. (s.f.). Interdisciplinariedad y sistemas complejos. Recuperado el 2
de mayo de 2012, de www.ambiente.gov.ar/infotecaea/descargas/garcia01.pdf
Geertz, C. (2007). La interpretación de la cultura. México: Editorial Cedisa.
Gramsci, A. (2005). Oprimidos y opresores. Antología de la Biblioteca del
pensamiento socialista. (2005 ed.). (S. Sacristán, Trad.) México: Siglo XXI
Editores.
Gramsci, A. (2008). La formación de intelectuales. México: Siglo XXI Edito-
res.
Grinberg-Pla, V. (2012). Las culturas afrocaribeñas centroamericana. Recu-
perado el 27 de mayo de 2012, de Revist ISTMO #21: http://istmo.denison.edu/
n21/articulos/0- grinberg_pla_valeria_introduccion_form.pdf
Leach, E. (2010). Culture and Comunication: The Logic by Which Simbols
are Connected. Cambridge.1976. Cambridge.
Molina Castillo, M. (2012). La tragedia del color en en Panamá colonial 1501-
1821. Panamá, Chiriquí, Panamá: Impresos Modernos.
Moore, C. B. (2006). Revista de filología y lingüística XXXII (2). Recuperado
el 29 de mayo de 2012, de La imagen variable de la mujer en las crónicas de
la exploración y conquista españolas del sureste de Norteamérica, 1513-1600.
Neira, H. (2001). Latinoamérica, Iberoamérica, Indoamérica. Chile.
Porras, A. E. (2009). Cultura de la Interoceanidad. Narrativas de Identidad
Nacional de Panamá (1990-2002). Panamá: Universidad de Panamá, Institu-
to de Estudio Nacionales.

548
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Porras, A. E. (2011). Cultura de la interoceanidad. Narrativas de Identidad


nacional. Panamá.
Putnam, L. (2001). Los migrantes y las políticas de géneros en el Caribe de
Costa Rica, 1970- 1960.
UNESCO. (1982). Declaración de México sobre las políticas culturales.
Wallerstein, I. (3 de junio de 2012). La lucha de mundial de clases: la geogra-
fía de la protesta. La Jornada.

Internet
Benitez Rojo, A. (15 de mayo de 2011). Literatura.us. Recuperado el 7 de
junio de 2012, de La isla que se repite: http://www.literatura.us/rojo/isla.html
García, R. (s.f.). Interdisciplinariedad y sistemas complejos. Recuperado el 2
de mayo de 2012, de www.ambiente.gov.ar/infotecaea/descargas/garcia01.pdf
Grinberg-Pla, V. (2012). Las culturas afrocaribeñas centroamericana. Recu-
perado el 27 de mayo de 2012, de Revist ISTMO #21: http://istmo.denison.edu/
n21/articulos/0- grinberg_pla_valeria_introduccion_form.pdf
Pulido Ritter, L. (enero- junio de 2009). Carlos E. Russell: Memoria diaspóri-
ca nacional y crítica de la nación panameña. Recuperado el 29 de mayo de
2012, de Istmo Revista virtual de estudios literarios y culturales centroameri-
canos: http://istmo.denison.edu/n18/articulos/pulido.html.
Pulido Ritter, L. (julio de 2011). “Panamá es un sancocho”: Armando Fortune
y el mestizaje en la identidad cultural panameña. Recuperado el 29 de mayo
de 2012, de Istmo Revista virtual de estudios literarios y culturales centro-
americanos: http://istmo.denison.edu/n23/articulos/21_pulido_luis_form.pdf.
UNESCO. (2005). Informe Mundial para la inversión en la diversidad cultural
y el diálogo intercultural. Obtenido de es.scribd.com/doc/58714706/Invertir-
en-la-diversidad-cultural.
www.rae.es
http://correo.aecid.es/sircgi/sirwetb.exe?-FUNC=SWF-RESU&-LANG=4&-
USER=WEB6&- AKEY=222&-VIEW=W01BMON&-NLAB=01&-
DISP=ETIQ&-LA01=ISBN&- VA01=%2284-460-1863-2%22.
http://www.bibliodar.mppeu.gob.ve/?q=node/208754.
http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_alphabetic&lng=en&nrm=iso.
http://web.unfpa.org/spanish/about/index.htm.
http://www.unesco.org/new/en/
http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=103.

549
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Eusebia Solís Acevedo (1970)

Psicóloga, especialista en estudios de la Mujer y Género. Consultora


independiente, educadora popular feminista. Coordinadora Pedagó-
gica de la escuela de economía feminista Panamá. Presidenta de
espacio de Encuentro de Mujeres. Movimiento de Mujeres Mesoame-
ricanas en resistencia por una vida digna. Consultora en temas rela-
cionados con estudios de la mujer y género, desde una ética y prácti-
ca feminista. Formadora en temas de economía feminista. Ha sido
coordinadora de la escuela de Economía Feminista en Panamá. Mo-
vimiento de Mesoamericana en Resistencia por una Vida
Digna. Educadora popular, con amplia experiencia en el desarrollo
de metodologías participativas para el trabajo a nivel local y comuni-
tario, principalmente con mujeres en situación vulnerable. Ceramista
que trabaja desde el arte con las mujeres para abordar la atención y
prevención de la violencia basada en género. Actualmente trabaja
como consultora en temas de género: transvelización de género en
los proyecto de agua y saneamiento en cinco comarcas indígenas en
Panamá. Dirección de Agua Potable y Saneamiento del Ministerio
de Salud en Panamá.

Ana Felicia Torres (1973)

Antropóloga social y teóloga costarricense. Educadora Popular Fe-


minista desde hace 30 años. Integrante del Espacio Nacional de las
Mesoamericanas en Resistencia de Costa Rica. Responsable de
formación y producción de conocimiento de las mesoamericanas en
resistencia a nivel mesoamericano. Activista feminista desde hace
30 años. Con publicaciones sobre educación popular, sistematiza-
ción de experiencias de mujeres y economía feminista.

Construcción de una agenda política económica de las mujeres


por el Movimiento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por
una Vida Digna1

1. Introducción
La presente comunicación intentará reflejar de manera resumida la ex-
periencia del Movimiento de Mujeres Mesoamericana en Resistencia por una
Vida Digna. Partimos de contextualizar el nacimiento de este movimiento en
3 http://riemann.upo.es/personal-wp/congreso-economia-feminista/files/2013/02/
Mesoamericanas.pdf

550
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Mesoamérica, cuáles fueron las razones que nos llevaron a encontrarnos y


decidiéramos hacer este camino juntas desde un cuarto propio donde las mu-
jeres mesoamericanas pudiésemos plantear nuestras posturas y demandas
frente al sistema capitalista neoliberal y patriarcal que estaba perfeccionando
sus políticas en la región.
Desde muy temprano las meso entendimos que la formación política de
mujeres en economía feminista era necesaria para lograr construir ese pro-
yecto político emancipador, en esta comunicación hacemos un breve repaso
de los contenidos de los módulos que se desarrollan dentro de las Escuelas de
Economía Feminista en toda Mesoamérica.
Terminamos planteado la mirada de las mesoamericanas sobre las inicia-
tivas económicas de resistencias desde las mujeres.

2. Antecedentes de las Mujeres Mesoamericana en Resistencia


por una Vida Digna
En el año 2003 fue el momento cronológico del encuentro de quiénes más
tarde formaríamos las Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna,
en torno a la lucha contra el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica,
República Dominicana y Estados Unidos y contra el Plan Puebla Panamá.
Apenas saliendo de los estragos provocados por el paso del Huracán
Mitch por Centroamérica, una de las regiones con mayor vulnerabilidad so-
cioambiental a nivel mundial, ya los grupos empresariales nativos y foráneos,
en alianza con sus representantes en los gobiernos nacionales, habían logrado
articular una propuesta para profundizar las raíces del capitalismo neoliberal,
bajo la forma de la globalización en esta zona del planeta.
Esta propuesta era el Plan Puebla Panamá: un conjunto de planes vincu-
lados particularmente a la construcción de infraestructura para agilizar la cir-
culación de mercancías a través de estos países. Entre ellas destacan un
corredor mesoamericano de carreteras, corredores para la producción y ven-
ta de energía eléctrica y una fibra óptica, para facilitar las comunicaciones
electrónicas y digitales. Además del fortalecimiento y modernización de los
puertos marítimos y aeropuertos.
El Plan Puebla Panamá (PPP), desde el lugar del saqueo, del interés de
lucro y de los negocios, visualiza las potencialidades humanas y naturales de
esta región, articulando el sureste mexicano a Centroamérica y Panamá.
El Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, República Domini-
cana y Centroamérica (TLC CA-RD-USA) se encontraba en discusión en
todos los países de la región y al igual que el Plan Puebla Panamá logran
despertar una gran oposición y movilización social.
Es en este contexto, que la mayor parte de las organizaciones que más
tarde formarían parte de las Mesoamericanas en Resistencia se suman a la

551
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

lucha contra estos dos instrumentos del capitalismo neoliberal y se encuentran


en el IV Foro Mesoamericano por la Autodeterminación de los Pueblos, rea-
lizado en 2003 en Honduras.
El IV Foro Mesoamericano de los Pueblos en 2003, y particularmente la
Mesa Mujeres, fueron el lugar propicio para conectarse con la posibilidad y
necesidad de contar con un espacio propio. La Mesa de Mujeres fue el caldo
de cultivo para experimentar las dificultades para las alianzas entre mujeres
diversas. Pero nos dio también la oportunidad de visualizar las carencias e
insuficiencias en la incorporación de la perspectiva de género de manera trans-
versal en el Foro Mesoamericano. Haciendo que más que una acción afirma-
tiva a favor de las mujeres, la Mesa de Mujeres fuera casi como un espacio
de aislamiento.
La lucha contra el capitalismo neoliberal se mostraba ya bastante neutra
e indiferente a la lucha contra el patriarcado. A pesar de que rápidamente el
Foro Mesoamericano por la Autodeterminación de los Pueblos se asumió
discursivamente como un espacio antipatriarcal. Sin embargo estaba lejos de
poder concretar esta intencionalidad en su visión ética y política y en sus
propuestas. “Agregar mujeres y batir” parecía ser una propuesta insuficiente.
La necesidad de un cambio en “la receta” se empezaba a visualizar.
Luego del IV Foro Mesoamericano de los Pueblos, en El Salvador, se
reúnen tres representantes de cada país para empezar a dar forma a la idea
de un “cuarto propio”: las Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Dig-
na. Se realiza ahí una primera proyección de posibles actividades conjuntas de
cara a la siguiente estación en la hoja de ruta: el I Encuentro Mesoamericano
de Mujeres – Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna en el año
2004.
Desde el principio empezó a crecer el gusto por estar juntas, pero a la
par, el disgusto por las invisibilizaciones y por los gestos patriarcales dentro de
los movimientos mixtos. Y empieza a asomarse la convicción de que la oposi-
ción al capitalismo neoliberal no implica necesariamente la oposición a otras
formas de opresión como las de género y el racismo, es en este contexto es
donde nace la Red de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida
Digna. Después de este recorrido juntas durante estos años nos definimos
hoy como un movimiento social mesoamericano.

3. Proceso de formación político metodológica en economía femi-


nista
3.1. Naturaleza del proceso de formación
Las Mesoamericanas estuvimos en las marchas y movilizaciones en las
calles durante años contra los TLC y el PPP, la dinámica del capitalismo
neoliberal y su expansión voraz en Mesoamérica, desplaza nuestras luchas

552
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

hacia los territorios. Es en esos territorios donde se libra la resistencia por la


defensa del agua, de la biodiversidad, de los minerales, de las semillas nativas,
de los pueblos y de las culturas.
Es así como empieza a posicionarse cada vez con más fuerza al interior
de las Mesoamericanas en Resistencia la perspectiva de los territorios como
espacios estratégicos para la resistencia al capitalismo neoliberal y al patriar-
cado y para la construcción de la sujeta política mesoamericana desde las
alianzas entre mujeres diversas.
El año 2009 se vio concretarse el sueño de un proceso regional-mesoame-
ricano de formación en economía feminista. Poco tiempo antes del golpe de
Estado en Honduras, las Mesoamericanas en Resistencia inaugurábamos el
proceso de formación en El Salvador. Dos meses más tarde, se continuaba en
Guatemala.
En el año 2009 en Costa Rica se ponía en escena la propuesta de forma-
ción en economía feminista que se había perfilado ya desde el 2008, se conti-
núa con este proceso durante el resto del año 2009 y se retoma en el año
2010, en ese mismo año Guatemala realiza réplicas de este proceso formati-
vo.
Se inicia así una sinergia en el proceso de construcción de alianzas políti-
cas entre mujeres diversas y de la sujeta política mesoamericana, que carac-
teriza y le da personalidad a este espacio hasta el presente: la formación y
producción de conocimiento propio y autónomo.
Los objetivos estratégicos del proceso de formación en economía femi-
nista impulsado por las Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna
son:
a. Propiciar un espacio de formación, interaprendizaje y reflexión críti-
ca sobre la dimensión económica de la vida de las mujeres y princi-
pales factores que la están condicionando en esta fase de crisis del
capitalismo neoliberal.
b. Nutrir y sustentar la resistencia personal y colectiva de las mujeres
mesoamericanas en contra del capitalismo neoliberal, el patriarcado,
el racismo, la lesbofobia y la xenofobia.
c. Transitar colectivamente por un proceso de búsqueda de alternati-
vas sistémicas que pongan como centro el cuidado de la vida en
todas sus formas y especialmente la vida de las mujeres.
Los módulos del proceso de formación política de mujeres en economía
feminista corresponden a un esfuerzo formativo y de producción de conoci-
miento desarrollado por las Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida
Digna y que expresa la acumulación y sedimentación de experiencias forma-

553
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tivas desarrolladas desde el año 2008 en El Salvador, Costa Rica, Guatemala,


Honduras, Chiapas, Panamá y de espacios regionales de formación de carác-
ter mesoamericano.
No se trata de una formación temática en economía feminista, sino de
una formación político metodológica orientada hacia mujeres con liderazgos y
capacidades diversas en lo educativo, lo organizativo, la incidencia política y
en el impulso de iniciativas de generación de ingresos, cuyo común denomina-
dor es formar parte de organizaciones y espacios de mujeres de carácter
territorial y local, orgánicamente vinculados a las Mesoamericanas en Resis-
tencia por una Vida Digna.
En otras palabras, el conjunto de módulos de la escuela permite generar
procesos de reflexión y construcción colectiva de conocimiento que tienen la
economía feminista como marco de análisis teórico y político y una educación
popular con perspectiva ética y política feminista como apuesta político meto-
dológica y pedagógica.
La opción por la economía feminista para la sustentabilidad de la vida,
como abordaje teórico, corresponde a la apuesta estratégica de las Mesoame-
ricanas en Resistencia por una Vida Digna de despertar y desarrollar la re-
sistencia personal y colectiva de las mujeres ante el capitalismo neoliberal y el
patriarcado, desde la dimensión económica de la vida.
Los contenidos de la economía feminista para la sustentabilidad de la
vida se van desarrollando y profundizando a lo largo de todo el proceso forma-
tivo, en la medida en que la reflexión crítica sobre la vida de las mujeres lo va
permitiendo.

3.1.1. Enfoques político-metodológicos de los procesos de forma-


ción
Los procesos de formación política de mujeres en sentido amplio, que
realizan las
Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna se desarrollan como
procesos de educación popular. Esto en virtud de que se considera que la
producción colectiva de conocimientos sólo es posible en el marco de proce-
sos participativos. Pero especialmente de procesos que permitan la produc-
ción de conocimiento a partir de la práctica personal y colectiva.
De tal forma que los procesos de formación política en economía femi-
nista tienen como punto de partida y de estancia desde el punto de vista meto-
dológico, la práctica de las mujeres, con un particular énfasis en la dimensión
económica de la vida. La economía feminista para la sustentabilidad de la vida
permite colocar toda la vida de las mujeres, como dimensión económica. Pre-
cisamente a partir de la reconceptualización de lo económico.

554
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Es por eso que no se trata de formación temática en economía feminista


ni en economía del género. La economía feminista para la sustentabilidad de
la vida es uno de los enfoques sustantivos del proceso de formación. Esta
formación tiene la vida de las mujeres como lugar central de reflexión y pro-
ducción de conocimiento. La economía feminista para la sustentabilidad de la
vida alimenta la perspectiva anticapitalista y antineoliberal de los procesos
formativos. Se deconstruyen la subjetividad patriarcal, capitalista y neoliberal
desde la vida cotidiana de las mujeres.
El abordaje desde los feminismos constituye el otro enfoque político sus-
tantivo que coloca los procesos formativos y de producción de conocimiento
como espacios de resistencia al patriarcado y a la subordinación de las muje-
res como colectivo. Se trata entonces de procesos de formación y producción
colectiva de conocimiento orientados a nutrir las capacidades personales y
colectivas para impugnar y subvertir el orden patriarcal de dominación que
gobierna la vida de las mujeres.
Economía feminista para la sustentabilidad de la vida y la crítica feminis-
ta a la organización social, política y económica, constituyen entonces las dos
bisagras para desarrollar una propuesta formativa anticapitalista, antineolibe-
ral y antipatriarcal.
Una tercera bisagra, la constituye la apuesta política por lo territorial
como lugar en el cuál se están desarrollando, de manera localizada y territo-
rializada, las principales dinámicas y contradicciones neoliberales y capitalis-
tas y dónde se tejen las alianzas más perversas entre capitalismo y patriarca-
do.
En virtud de lo anterior, el proceso formativo en economía feminista, que
consta de cinco módulos ó momentos presenciales de formación, está enca-
denado y armonizado en un caminar teórico metodológico acumulativo y que
va enriqueciendo el análisis crítico de la vida de las mujeres, desde distintos
puntos de entrada. A lo largo de todo el proceso se va completando el diagnós-
tico y el análisis crítico de la vida de las mujeres, de su trabajo, de su capaci-
dad de cuidado y de su aporte a la reproducción de la vida en todas sus
formas.
En la actualidad las Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna
contamos con una propuesta articulada y estructurada de formación política
de mujeres en economía feminista con identidad política, metodológica y pe-
dagógica inédita, propia y autónoma. Con sello y personalidad propia.
Se trata de una propuesta que se diferencia sustantivamente de otras
inscritas en la perspectiva de la economía del género y de la transversalidad
de género en la economía. No se trata de una propuesta con perspectiva de

555
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

género sino de una propuesta formativa con perspectiva ética y política femi-
nista.

3.1.2 Módulos, temas y énfasis


a) Primer Módulo: Patriarcado, división sexual del trabajo y eco-
nomía feminista
Este primer módulo pone las condiciones de enfoque y metodológicas
para el desarrollo del resto de los módulos. En términos temáticos, partiendo
de la experiencia de las mujeres, se introducen los conceptos de patriarcado,
división sexual del trabajo y se hace un primer acercamiento a la economía
feminista, posicionando los conceptos de trabajo y cuidado desde esta pers-
pectiva.
Para transitar por el proceso de formación en su conjunto, más que saber
sobre economía, se requiere que las mujeres comprendan conceptos centra-
les del feminismo como patriarcado y división sexual del trabajo. De ahí que
este módulo sea central para colocar los fundamentos teóricos indispensables
para el desarrollo del proceso en su conjunto.

b) Segundo módulo: El neoliberalismo en la vida de las mujere


Tomando como base el punto de partida elaborado en colectivo durante
el primer módulo, en el segundo módulo se hace una primera aproximación al
neoliberalismo y su impacto en la vida de las mujeres. Con un abordaje meto-
dológico y pedagógico especialmente diseñado, se transparenta el vínculo vi-
tal de las mujeres con el neoliberalismo desde la esfera del consumo. Se
deconstruye asimismo el concepto de producción, que reduce esta práctica a
la generación de valor en la esfera mercantil. Para caminar hacia una com-
prensión de las mujeres como productoras de bienes y servicios en la esfera
del trabajo no pagado, doméstico y de cuidado.
Conceptos como la reforma del Estado, las políticas privatizadoras, los
programas de ajuste estructural, la apertura comercial y el libre comercio y
todas las expresiones más recientes de las políticas neoliberales que entraron
en vigencia en Centroamérica a partir de la década de los ochenta, son traba-
jados estableciendo el vínculo con la vida cotidiana de las mujeres y sus fami-
lias.

c) Tercer módulo: Iniciativas de Generación de Ingresos de las


Mujeres
El tercer módulo enfatiza la reflexión en torno a la experiencia individual
y colectiva de las mujeres como productoras de bienes y servicios para colo-
car en el mercado.

556
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En este módulo se va elaborando un primer nivel de teoría a partir del


análisis crítico de estas experiencias y se llega a conceptualizarlas como ini-
ciativas de generación de ingresos de las mujeres que tienen cómo primera
finalidad coadyuvar a garantizar la sobrevivencia y la calidad de vida de las
familias; pero que no necesariamente contribuyen a cambiar la situación de
las mujeres en las relaciones de poder en la familia, en la pareja y mucho
menos en la sociedad.

d) Cuarto Módulo: Experiencias Económicas de Resistencia des-


de las Mujeres
Una vez que se ha logrado contar con herramientas de análisis de las
iniciativas de generación de ingresos de las mujeres, se procede a generar
reflexión y conocimiento en torno a lo que podrían ser experiencias económi-
cas de resistencia desde las mujeres. Se trata en este módulo, de realizar el
análisis crítico de experiencias concretas de mujeres, que tienen la pretensión
de ser de resistencia y, en alguna medida, alternativas y antisistémicas.
El concepto de lo económico colocado para definir y analizar dichas ex-
periencias, ya no sólo incorpora el trabajo pagado y la producción de bienes y
servicios para el mercado, sino el trabajo no pagado, doméstico y particular-
mente el cuidado, los afectos y los poderes. Elementos todos que generan
valor, que se producen y son susceptibles de ser transados y reproducidos en
estas experiencias.

e) Quinto Módulo: Alternativas Sistémicas de Resistencia Anti-


capitalista y Antipatriarcal
Partiendo de la afirmación de que no es responsabilidad ni es posible para
las mujeres organizadas construir solas una alternativa anticapitalista, anti-
neoliberal y antipatriarcal, este módulo se dedica a la reflexión crítica de pro-
puestas globales y sectoriales que tienen estas pretensiones. Entre ellas se
encuentran por ejemplo las de Vía Campesina, el proceso del Foro Social
Mundial, el Movimiento Sin Tierra de Brasil, el ecologismo y la ecología social
y algunas iniciativas del movimiento de mujeres y de organizaciones de muje-
res en lo sectorial. Particularmente en el mundo campesino y rural.
En este quinto módulo nos introducimos en la propuesta del Buen Vivir
como un ejemplo de propuesta antisistémica, antineoliberal y antipatriarcal.

4. Alternativas Económicas para las Mujeres


Desde los procesos de formación y producción de conocimiento pode-
mos nombrar las iniciativas de generación de ingresos de las mujeres y las
experiencias económicas de resistencia desde las mujeres.

557
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Las Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna, reconocemos


a partir de nuestra práctica de relación política entre mujeres, que las alterna-
tivas económicas para las mujeres son campos de conflicto, de disputa y de
tensión. Por un lado se reconoce y se respeta la necesidad de las mujeres de
generar ingresos para la reproducción de su vida y la de sus familias. Pero por
otro, reconocemos que esto nos mantiene cautivas y fortaleciendo los circui-
tos y las lógicas del capital y sus expresiones ideológicas en el individualismo
y el consumismo.
Inicialmente entendimos de manera bastante ingenua, que las alternati-
vas económicas para las mujeres eran todas las acciones relacionadas con lo
económico, es decir con la generación de ingresos. Y se las denominaba como
alternativas no porque fueran ni parcial ni totalmente diferentes al sistema
imperante, sino en virtud de quiénes la impulsaban: mujeres organizadas y con
algún nivel de conciencia.
Hoy en día, con una mirada remozada desde la economía feminista, po-
demos entender que estas alternativas económicas de las mujeres, hay nive-
les de resistencia como son la resistencia a la exclusión, a ser población “so-
brante”, a que se nos mueran de hambre las familias y a truncar proyectos de
vida. Gestionar la vida cotidiana es también parte de la resistencia.
También comprendemos que para las mujeres en condiciones de pobre-
za, todo aquello que les genere ingresos lo consideran alternativo. De ahí el
éxito de los programas de transferencias condicionadas, en los que las muje-
res se sienten privilegiadas por recibir un subsidio para sus familias.
En las Mesoamericanas en Resistencia vamos afirmando que las alter-
nativas económicas de las mujeres, son propuestas que apunten a la sostenibi-
lidad de la vida de las mujeres y su buenvivir. Retomando saberes ancestrales
en conexión con la naturaleza. Son expresiones organizadas que visibilizan las
actividades que realizamos las mujeres en las comunidades. De alguna mane-
ra en los procesos de formación y producción de conocimiento estas alterna-
tivas económicas de las mujeres son conceptualizadas como iniciativas de
generación de ingresos.
Esto que nombramos como alternativas económicas, son prácticas alter-
nativas en el sentido que no están en el circuito formal del mercado capitalis-
ta. Son otro tipo de trabajo y otra forma de generar ingresos. Indiscutiblemen-
te, tienen una funcionalidad de cara al sistema capitalista neoliberal e implican
altos niveles de autoexplotación del trabajo…pero por lo menos las mujeres
no están en la maquila…
De alguna manera se insinúa aquí una resistencia que consiste en estar
en actividades marginales al sistema capitalista neoliberal. Intuyendo que las
actividades centrales son peligrosas en términos de explotación del trabajo y

558
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de la vida. Y por lo menos en las Mesoamericanas en Resistencia por Una


Vida Digna que están en este tipo de experiencias, reconocen que son funcio-
nales al sistema capitalista neoliberal y lo hacen en defensa de sus vidas y las
de sus familias. Ahí hay una resistencia ética. Y eso hay que reconocerlo y
comprender que con eso no se cambia la vida de las mujeres ni el sistema
capitalista neoliberal y patriarcal. Pero para eso tenemos otras búsquedas.
Vamos transitando hacia una comprensión de que las alternativas de re-
sistencia económica, encarnadas en una visión renovada de la economía como
la gestión de la “casa grande” –la Madre Tierra- están en las luchas por la
defensa del agua, de los minerales, de la biodiversidad, del aire.
Las alternativas de resistencia económica van teniendo más una mirada
de defensa y recuperación del territorio. Esto nos encamina más en la direc-
ción de otro modelo de sociedad y no de otro modelo económico. Las alterna-
tivas de resistencia económica, tal como las vamos entendiendo tienen que
modificar las relaciones de poder, reconocer y valorar el trabajo de las muje-
res y de la Madre Tierra y fortalecer la construcción de la sujeta política
mesoamericana.
Las alternativas de resistencia económica si se quedan en los márgenes
del sistema capitalista, neoliberal, patriarcal y colonialista difícilmente nos en-
rumbarán hacia el proyecto político emancipador.

Conclusiones
- Para construir un proyecto político emancipador es necesario la for-
mación política de las mujeres, las Mesoamericanas hemos optado
por la formación política en economía feminista.
- El movimiento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una
Vida Digna ha logrado desarrollar un proceso de formación propio y
autónomo.
- La resistencia se hace desde los territorios desde la vida cotidiana de
las mujeres, allí se lucha y se crea conciencia.
- Para nosotras las Meosoamericanas el cambio es posible ya y ese
cambio comienza con nosotras mismas.

559
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

560
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

II. ENSAYISTAS HISPANOAMERICANAS


CONTEMPORÁNEAS: GUATEMALA, EL SALVADOR Y
NICARAGUA

Dra. Aída Toledo Arévalo


Centro de Pensamiento Crítico “Antonio Gallo”
ILI- Instituto de investigación sobre diversidad
sociocultural e interculturalidad
Universidad Rafael Landívar
Guatemala

La literatura centroamericana es una de las literaturas de la región lati-


noamericana poco conocida y reconocida, debido a distintas razones de ca-
rácter principalmente histórico.1 Se trata de una región que une a México con
América del Sur. Y en ese sentido asume una posición de corredor de paso, de
viaje, de transporte de mercancías de distinto tipo, inclusive de bienes cultura-
les a veces intercambiables.
Esta manera de desconocer una literatura viva, con una fuerte tradición
multicultural, hace que en este volumen sobre escritoras en el género del
ensayo, aparezca un corpus de autoras que dentro de las limitaciones que les
ha permitido la ausencia de una modernidad pujante y existente, desarrollen
una obra ensayística y creativa, que tiene características periféricas, por ser
construida en un medio y un territorio que se ha visto conquistado y explotado
a lo largo de más de 500 años por distintos centros de poder económico y
cultural y algunas de sus periferias más cercanas, sobre los que ellas mismas
y sus relaciones políticas han hablado en algunos de sus escritos.2
Las autoras de los países que se trabajan en este apartado (Guatemala,
El Salvador y Nicaragua), nacen y algunas fallecen en el mismo lugar de
origen, otras salen de sus países para morir en el extranjero o vuelven para
fallecer dentro de su territorio. Está el caso de las que siguen escribiendo
desde sus países de origen a la altura del nuevo siglo. Los casos son variados,
pero algunas de ellas en su momento, lograron publicar sus ensayos y hacerse

1 Meza y Zavala comentan en la introducción de este libro, cómo la literatura producida en


territorios marginados por una historia racista que no ha concluido, define de alguna
manera a la escritura de mujeres centroamericanas. Consuelo Meza Márquez y Magda
Zavala. Mujeres en las literaturas indígenas y afrodescendientes en América Central.
Introducción. Aguascalientes: Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2015, 13.
2 Hacen ver las autoras del libro que esta historia de exclusión e invisibilización, a la que
ellas denominan condición, data desde la conquista, pero no únicamente en Centroamérica,
sino también en la costa caribe del istmo. Meza y Zavala, 13.

561
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

visibles como activistas sociales o escritoras reconocidas, apoyadas en alguna


coyuntura política, como se podrá inducir o saber en sus ensayos incluidos en
este libro y en sus notas biográficas.
Por otro lado, uno de los factores que hace semejantes a estos tres países
centroamericanos es de carácter histórico, se trata de tres espacios geográfi-
cos en donde se han desarrollado guerras civiles en periodos en los cuales,
otras partes de la región latinoamericana, también vivían tiempos de guerra,
exilio y muerte.3 No es posible entender el decurso del género del ensayo en
Centroamérica durante la segunda mitad del siglo XX, sin tomar en cuenta
este factor que va a determinar las relaciones económicas y políticas con
otros lugares de Latinoamérica, pero también las relaciones que no se enta-
blan o se entablan con los centros de poder económico, a través de las perife-
rias de la periferia4, que sirven de intermediarias para los proyectos de desa-
rrollo que Centroamérica vivió durante la modernidad latinoamericana.5
Los conflictos internos o guerras civiles sucedidas en cada uno de estos
países aparecen localizados en sus inicios, entre las décadas del 60 y 70, o sea
se trata de la alta modernidad latinoamericana y el inicio de una nueva sensi-
bilidad en el campo y desarrollo del pensamiento filosófico, político y cultural
de la región, lo que la crítica tanto extranjera como regional llama, sensibilidad
postmoderna.6 Es en este contexto donde ubicamos la mayoría de ensayos
incluidos en este apartado. Por eso tenemos la certeza de que el género del
ensayo escrito por mujeres, se desarrollará más ampliamente y se difundirá
durante el periodo de los conflictos armados y tendrá reconocimiento en el

3 La guerra civil en Guatemala inicia en 1960 y firman la paz en 1996; la guerra civil en El
Salvador, tiene una periodización histórica de 1980 a 1992, aunque el Frente Farabundo
Martí, se funda en 1970; y la de Nicaragua, está ubicada entre 1979 y 1990, pero las
luchas en contra de los Somoza se remontan a 1950. Lo que significa es que los tres
países venían convulsionando políticamente a partir de la instauración de la guerra fría.
4 Hugo Achúgar, el crítico uruguayo, señala esta noción a partir de pensar el lugar desde
donde se enuncia, desde donde se habla. La noción de periferia de la periferia aparece en
su discusión asociada a la idea que nosotros, el Otro, somos plurales, heterogéneos y
estamos atravesados por conflictos similares aunque no idénticos a los del centro. Nos
dice que “también hay periferias de la periferia”, en ese sentido utilizaremos la noción en
este trabajo. La biblioteca en ruinas: reflexiones culturales desde la periferia. Montevideo;
Ediciones Trilce, 1994, 27.
5 La periodización de este apartado se considera entre finales del siglo XIX y de la década
del 60 del siglo XX.
6 Entendemos de forma general, la sensibilidad postmoderna como el agotamiento del
pensar moderno. Lo que han llamado los críticos, el crepúsculo de las ideologías, el fin de
las utopías, etc. Para este tema ver: José Luis del Barco. “La sensibilidad postmoderna”.
Recuperado el 7.10.15. http://dspace.usc.es/biststream/10347/1003/1/pg 121-134
agora11-1.pdf

562
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

corpus de ensayistas latinoamericanas, años más tarde, cuando las guerras


civiles finalizan y se abren espacios o fisuras de género7, donde aparecen
otras minorías, de las cuales damos noticia en este trabajo.
Lo cierto es que históricamente, los tres países tienen en común una
constante lucha política desde fines del siglo XIX que viene asociada al en-
frentamiento entre conservadores y liberales del mismo periodo, y luego el
impacto que tuvo en las políticas de inicios del siglo XX, en donde se producen
una sucesión de regímenes militares impuestos, que se encuentran al servicio
de los terratenientes de los países, protegiendo los nuevos derechos sobre las
tierras, que en distintos momentos les han sido expropiadas a las comunidades
campesinas e indígenas en los distintos territorios centroamericanos.8 Estos
hechos van a dejar huella en el desarrollo del género ensayístico en los tres
territorios, dado que los escritores y escritoras de estos espacios geográficos,
desarrollan hacia un registro escritural caracterizado por la división política e
ideológica, que aparecerá desde inicios del siglo XX. Estos años estarán me-
diados por la primera guerra mundial, y luego se recrudecerán durante y des-
pués de la segunda guerra, marcando este periodo en cuanto al pensamiento,
por la dicotomía entre izquierdas y derechas, que en Centroamérica, pero
específicamente en los países que se trabajan en este apartado, tendrá una
repercusión muy fuerte que los llevará, en la alta modernidad latinoamericana,
hacia los conflictos internos o guerras civiles que se prolongarán en forma
desmedida y de las que saldrán hasta la década del 90, casi a fines del siglo
XX.
Las autoras que aparecen publicando sus escritos en cada uno de estos
tres países centroamericanos, en las primeras tres décadas del siglo XX, es-
7 Es en la década del 80 cuando el movimiento social de mujeres en Centroamérica empezó
a dibujarse, en medio de un contexto económico asfixiante, derivado de la cada vez más
fuerte dependencia de economías extranjeras, la agudización de la pobreza y la desigualdad
social, se trataba de una crisis generalizada de gobernabilidad y el surgimiento de nuevos
actores y movimientos sociales. Ana Leticia Aguilar T., Blanca Estela Dole y otras.
Movimiento de mujeres en Centroamérica. Managua, Nicaragua: Programa Regional La
corriente, 3.
8 Sabemos hoy que los escenarios políticos en toda Centroamérica fueron similares. En el
caso de los tres países en los cuales basamos este trabajo, sabemos que a la altura de
inicios de siglo los regímenes militares impuestos, provocaron problemas iguales. Hubo
un deterioro del nivel de vida a causa de la depresión económica por un lado, y por el otro
el descenso en los salarios, la crisis del libre comercio, y la explotación desmedida y
abusiva de los terratenientes, a través de las fuerzas de los Estados dieron lugar a luchas
nacionales que provocaron mayor inestabilidad económica y política. Carlos A. Abarca
Vásquez. “Centroamérica: rebelión, ascenso y derrota del movimiento obrero (1930-
1955). El Socialista Centroamericano. 21.10.2014. Recuperado el 23.12.15. http://
elsoca.org/index.php/america-central/movimiento-obrero-socialismo-en-centroamerica/
3227-centroamerica-rebelion-ascenso-y-derrota-del-movimiento-obrero-1930-1955

563
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tán vinculadas a las reflexiones latinoamericanas de otros territorios, en dos


ejes: modernidad e identidad 9, con sus repercusiones sociales y políticas. En
nuestro corpus solamente se pudo localizar a una autora, en la obra de Cle-
mencia Ayala de El Salvador. Las autoras de Guatemala y Nicaragua que se
incluyen aquí, aparecen bastante más tarde en la escena ensayística de cada
país. En la parte sobre El Salvador se comentará más ampliamente, la impor-
tancia de la obra y la biografía de Ayala.

Guatemala
Sabemos a manera de antecedente que en Guatemala se hace visible una
sociedad llamada, en ese momento, Gabriela Mistral, en la cual destacan va-
rias mujeres que se consideran hoy vinculadas al pensamiento teosófico.10 La
sociedad Gabriela Mistral estuvo compuesta por mujeres que se dedicaron al
activismo político, fueron sufragistas algunas de ellas.11 Otras se dedicaron al
periodismo y desde allí desarrollaron una obra vinculada a los feminismos de
inicio de siglo XX. En sus escritos de la década del 20 podemos observar las
preocupaciones por el papel de la mujer al inicio del siglo en relación a sus
oportunidades políticas y sociales. Acerca de esto Marta Casaús dice lo si-

9 Se señala que existe en la historia del ensayo dos tendencias que traemos aquí a colación.
Por un lado se identifica un ensayo que Marie-LouisePratt llama de género, y el segundo
de identidad. El ensayo de identidad ha sido desarrollado por varones latinoamericanos
pertenecientes a las élites euroamericanas, donde abordan la identidad latinoamericana.
Marie-LouisePratt. “No me interrumpas: las mujeres y el ensayo latinoamericano”.
Debate feminista, año 11. Vol. 21, abril de 2000, 74.
10 Esta red social de mujeres está notablemente influida por el pensamiento teosófico de la
época y muchas de ellas pertenecen a clubes y asociaciones vinculadas a estas
tendencias,siendo éste uno de los factores que les genera mayores espacios de sociabilidad
y que les va a permitir relacionarse y legitimarse a nivel local e internacional. Las
corrientes teosóficas que más van a influir en esta red de mujeres serán las sociedades de
Madam Blavatsky y Annie Besant y el pensamiento orientalista de Krishna Murti.
Marta Elena Casaús Arzú. “La influencia de la teosofía en la emancipación de las mujeres
guatemaltecas: la sociedad Gabriela Mistral”. Anuario de Estudios Centroamericanos,
Universidad de Costa Rica, 27(1): 31-58, 2001, 31-32. y que les va a permitir relacionarse
y legitimarse a nivel local e internacional. Las corrientes teosóficas que más van a influir
en esta red de mujeres serán las sociedades teosóficas de Madam Blavatsky y Annie
Besant y el pensamiento orientalista de Krishna Murti.Marta Elena Casaús Arzú. “La
influencia de la teosofía en la emancipación de las mujeres guatemaltecas: la sociedad
Gabriela Mistral”. Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica,
27(1): 31-58, 2001, 31-32.
11 La sociedad Gabriela Mistral formó parte de la generación del 20, grupo de escritores de
inicios del siglo XX, que estuvieron influenciados por el positivismo de la época y las
teorías raciales en boga. Poseían un afán regeneracionista y una exaltación de la patria, la
libertad y los valores ciudadanos como ejes fundamentales de la formación centroamericana
y de las repúblicas en particular. Casaús, 34.

564
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

guiente: “Resulta novedoso para la historia de las mujeres guatemaltecas des-


cubrir que nuestras antepasadas formaron un consistente movimiento social
feminista y que lo lideraron mujeres ilustres, poetisas, escritoras, políticas,…”12,
publicaron en el diario El Imparcial, pero principalmente fundaron una revista
a la que titularon Vida13, en la cual desarrollaron el género ensayístico y
desde donde todavía podemos leer las preocupaciones políticas, económicas,
culturales, ideológicas y ciudadanas en las cuales habían incursionado. Todas
estas mujeres eran de origen mestizo, aparecieron en el panorama apoyadas
por algunos de los escritores con los cuales tenían relaciones de parentesco y
con quienes las unía precisamente un interés por la modernidad, vista desde la
óptica de las mujeres y sus oportunidades de desarrollo, sin embargo observa-
mos en sus escritos el desarrollo de un pensamiento identitario, que hoy sería
el antecedente de las corrientes feministas de los 70 en la escritura de muje-
res guatemaltecas, durante el periodo moderno de la cultura de este país.
Entre los nombres de la sociedad Gabriela Mistral, destacan los de Josefina
Saravia, Rosa y Graciela Rodríguez López, Isaura Menéndez, Magda Maba-
rak y Matilde Rivera Cabezas, todas pertenecían a sociedades teosóficas
vinculadas a las redes latinoamericanas y mantenían un debate permanente
con hombres de su generación. Fueron capaces como ensayistas y comunica-
doras de crear opinión pública en la población de inicios de siglo y causaron
gran impacto con sus ideas, en particular sobre el pensamiento de las mujeres,
en su necesidad de problematizar desde distintos espacios tanto domésticos
como públicos, los derechos al trabajo, a la maternidad libre, el acceso a la
cultura, el voto femenino, etc. Otro factor muy importante para la difusión de
sus ideas respecto al papel de las mujeres en la sociedad de inicios de siglo
XX, es el de haber conseguido espacios desde donde debatir los derechos de
género y conseguir con su activismo los derechos de ciudadanía. Cada una de
ellas tenía al menos una columna fija en las revistas y periódicos de ese mo-
mento.14
Es en este contexto donde aparecen los nombres de las ensayistas guate-
maltecas de origen mestizo o ladino del corpus de este libro. La historia del
ensayo en Guatemala es prolífico, se expande, se fortalece y se diversifica
todavía más, cuando entra en juego el desarrollo de las intelectuales indígenas,
a las que llamaremos mayas, en este trabajo. Sin embargo el ensayo como ya
12 Casaús, 35.
13 La revista Vida tiene una existencia efímera, dos años, del 12 de septiembre de 1925 al 15
de junio de 1927. Publican 48 números y cambian tres veces de director.
14 Algunos de los medios de difusión de ese entonces y en donde aparecen ensayos
periodísticos de estas autoras son: Studium, Vida, Tiempos Nuevos, Nosotras, El Diario
de Centroamérica, Nuestro Diario. Casaús, 31.

565
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

se ha advertido, tiene un largo aliento en Guatemala, lo desarrollan las inte-


grantes de la sociedad Mistral a inicios del XX, y a partir de allí aparecerán
otras escritoras, sobre todo afiliadas al periodismo y los medios de comunica-
ción, desde donde emitirán opinión.
La lista de nombres es larga y se encuentra mediada por las relaciones
políticas de estas escritoras en el periodo donde desarrollan su obra. Pero
sabemos que durante la revolución del 44, y los gobiernos de Juan José Aré-
valo y Jacobo Arbenz había bajado la visibilidad de las mujeres ensayistas.
Durante la dictadura de Jorge Ubico que duró 14 años y el periodo que va
hacia la revolución del 44-54, las escritoras se dedicarán en los periódicos a
no emitir opinión, que no sea respecto a actividades como la maternidad, la
moda, la cocina y la educación. Luego durante el periodo democrático, las
mujeres activistas aparecerán en escena de nuevo tal y como lo discuten los
trabajos sobre lo que han llamado “la primavera democrática”15, con lo cual
tomará nuevo impulso el género del ensayo. Se sabe que las dos primeras
damas de los dos periodos democráticos, Elisa Martínez y María Vilanova, se
dedicaron a obras asistenciales, pero la segunda finalmente, escribe sus pro-
pias memorias y allí relata como ella y otras mujeres durante el gobierno de
Arévalo, se adhirieron a un grupo de mujeres que denominaron “Trabajo fe-
menino” donde realizaron un trabajo de consciencia de género.16
Al gobierno de Arévalo le sucede el de Arbenz Guzmán, esposo de Vila-
nova, y a la caída de su gobierno, mediante la intervención norteamericana en
1954, se inicia un nuevo momento para el desarrollo del ensayo, que en buena
medida, se hará en el exilio. Y este factor dotará al ensayo de mujeres princi-
palmente ladinas, de otras posibilidades. Se trata de una escritura mucho más
vinculada con el compromiso político, tanto en posicionalidad de género, como
en cuanto a los compromisos ideológicos de las izquierdas guatemaltecas.
Nos parece que Alaide Foppa, cuyos ensayos son publicados en la revista
mexicana Fem, y se incluyen en esta antología, es un ejemplo claro de lo que
el ensayo hará en cuanto a posicionamiento de género, pero al mismo tiempo,
la autora participará de las actividades clandestinas de la izquierda en el exilio.
Al mismo tiempo, Aura Marina Arriola militará en la izquierda y Tania Palen-

15 Durante los gobiernos revolucionarios del doctor Juan José Arévalo (1945-1951) y del
coronel Jacobo Arbenz (1951-1954), las mujeres siguieron participando en
manifestaciones y mítines, en particular de trabajadores; algunas empezaron a destacar
como dirigentes y oradoras. Guadalupe Rodríguez de Ita. “Participación política de las
mujeres en la primavera democrática (1944-1954)”.S/P. Recuperado 27.3.16. http://
historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-genero/2parte/CAP8Guadalupe.htm
16 Rodriguez de Ita. S/P. Recuperado 27.3.16.http://historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-
genero/2parte/CAP8Guadalupe.htm

566
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cia también estará inscrita en las discusiones y el destino de las mujeres gua-
temaltecas que militaron de distintas maneras en los movimientos de izquierda
en época postmoderna. Los ensayos de las tres autoras ladinas incluidas en
esta antología manejan esa ideología, y sus ensayos poseen un perfil que las
ubica allí en esos espacios políticos.
Por supuesto la inclusión de las ensayistas mayas, Rigoberta Menchú,
Irma Otzoy y Emma Chirix, de alguna manera ayuda a comprender dos mo-
mentos de la escritura del ensayo de intelectuales mayas donde se descoloni-
zan los saberes ladinos. Los tres ensayos están publicados en el siglo XXI,
pero cada una de estas autoras, inicia en el desarrollo del género del ensayo
en las dos últimas décadas del siglo XX. De ellas es mayormente conocida en
el extranjero, Rigoberta Menchú, que se mueve en el campo de lo político y el
activismo por los derechos indígenas. En tanto Emma Chirix abordará desde
el campo del género, la subjetividad de las mujeres mayas, asunto que la hace
entablar diálogos con el ensayo de Tania Palencia, que ha trabajado por mu-
cho tiempo con retornados, antes y después del exilio, y con diferentes institu-
ciones donde ha abordado desde su ladinidad, lo étnico en asuntos de género.
El ensayo de Irma Otzoy discute ampliamente el racismo en Guatemala, y la
transformación que fueron sufriendo los apelativos para nombrar y dar exis-
tencia a sujetos sociales que formaban más del 50% de la población en el país.
En este sentido el ensayo de Irma aborda una problemática bastante más
amplia sobre el racismo, ya que discute los estereotipos vistos desde afuera
por los extranjeros, pero al mismo tiempo toca las huellas deformadoras que
dejó la colonia, en el imaginario de las comunidades indígenas.

El Salvador
En El Salvador el inicio de siglo fue similar. Desde la escritura tanto
creativa como periodística las mujeres salvadoreñas se situaron al inicio de
siglo, para desarrollar su pensamiento hacia una consciencia del papel de las
mujeres en el seno de la familia y el espacio doméstico, pero también expresa-
ron sus necesidades de emancipación intelectual. Los trabajos elaborados
sobre el género del ensayo de parte de las escritoras las vincula casi todo el
tiempo, con la escritura creativa. La mayoría de ellas, que aparecen mencio-
nadas en estudios consultados para la escritura de este trabajo, escribían poe-
sía, cuando dedicarse a la escritura creativa era una actividad vista de menos
por las sociedades centroamericanas. Sabemos hoy que a inicio del siglo XX,
un grupo de mujeres escritoras desafiaron a su propia sociedad al plantearse
como escritoras natas. Uno de sus argumentos fue precisamente la concien-

567
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cia plena de que habían nacido para escribir y que lo que las separaba de esta
actividad artística, no era necesariamente su papel de madres, dado que la
escritura se les aparecía como una especie de necesidad ligada con la mater-
nidad. Esos serían casos como el de Claudia Lars, quien es en el corpus de
escritoras salvadoreñas que incursionaron en el ensayo, una de las apadrina-
das por escritores importantes, que su clase social proveía. Llamada de otro
modo, asumirá su identidad como Claudia Lars, para poder escribir y publicar.
Al paso del tiempo, Lars dejará el matrimonio que su padre había arreglado
para ella con un hombre extranjero, dedicándose a la escritura poética y a sus
publicaciones, además se convertirá en editora y escritora de ensayos de la
revista Cultura de El Salvador. Mantendrá una relación epistolar y amistosa
con Gabriela Mistral, con quien compartió sus escritos durante una época
crucial para el desarrollo de su identidad femenina.17 Los nombres de casi
todas estas escritoras de inicios de siglo ya han sido rescatados del anonimato
por algunos críticos contemporáneos, mucho más que en el caso de las guate-
maltecas, con las que todavía hay bastante por hacer.
Existen dos casos en El Salvador que se salen del perfil del corpus de
autoras de Guatemala o de Nicaragua de inicios del siglo XX. El factor que los
explica es un asunto de origen. Tanto Clemencia Ayala como Amparo Ca-
samalhuapa, no provenían de capas adineradas o con recursos económicos,
de la sociedad salvadoreña de inicios de siglo. Ambas ofrecen a través de la
escritura creativa una manera otra de resistir discursivamente sus ideas femi-
nistas. Casamalhuapa hará activismo feminista desde su posición de forma-
dora o educadora, en tanto Ayala que venía ya de una familia con ideas pro-
gresistas en medio de la precariedad de la existencia, combate las desigualda-
des de clase y de género desde el desarrollo del pensamiento contra religioso,
apoyada en su empoderamiento como visionaria. Una autora más que ya ha
sido estudiada por la crítica centroamericanista, es María Loucel, que igual
que Lars, desde la escritura poética, emplaza y expande sus ideas feministas,
tratando el tema de la identidad, y resistiendo los embates de los varones de
ese momento que la veían mal fuera de su papel de ama de casa, dedicándose
a la escritura poética y saliendo al espacio público como parte de sus dere-
chos de emancipación. De hecho, de todas estas escritoras, es Loucel quién
será reconocida en los años cuarenta como una de las feministas salvadore-
ñas, más importantes.

17 Sobre Claudia Lars ver “Las escritoras salvadoreñas a principios del siglo XX” de Sonia
Priscila Ticas en http://historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-genero/3parte/CAP19Sonia.htm

568
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El grupo de autoras salvadoreñas que forma parte del corpus de este


trabajo está constituido por Prudencia Ayala, Lilian Jiménez, Matilde Elena
López y Beatriz Cortez y Alejandra Ortiz-Wallner. Como ya habíamos señala-
do, Ayala resulta ser un caso único a inicios de siglo en su país. De origen
indígena, la autora salvadoreña se ha preparado en la casa materna, siguiendo
el ejemplo de su madre. Como lo ha señalado la crítica salvadoreñista, es una
escritora que persigue fines políticos muy puntuales para su época. Y lo que la
distingue es que existe una persistencia de carácter, digámoslo así, divino,
para legitimarse como mujer en la polis.18 Otro de los elementos que distingue
sus discursos es el carácter profético que maneja como escritora. Explora
espacios que les han sido vedados a las mujeres en el cristianismo a través de
las profecías. Y aunque nunca se declaró en contra de la iglesia, con solo
apoyarse en las profecías, subvierte el orden cristiano que está relacionado
con la filosofía de aceptar las adversidades de la vida con una actitud religio-
sa. En ese sentido podríamos verla y estudiarla ligada a las corrientes donde
se vieron inmersas las mujeres guatemaltecas de la sociedad Mistral. Lo inte-
resante de su postura en ese momento, y aún hoy al estudiar sus ensayos y
leer algunas de sus obras de ese periodo, es la forma cómo cuestiona el siste-
ma social y político corrupto, y la serie de injusticias perpetradas en contra de
las mujeres.19 Sus discursos han sido señalados como aquellos donde la escri-
tura de mujeres explora los males sociales que se interponen en el progreso de
su patria pero también en el proyecto unionista centroamericano en el que ella
creía fielmente. Es innegable que estas escritoras salvadoreñas de inicios del
siglo XX tenían una consciencia mucho más lúcida sobre la discriminación
social y cultural de la mujer al momento en que aparecen sus escritos que
están localizados en la segunda década del siglo XX. Los escritos de Lilian
Jiménez van a situarse en relación a los proyectos de la izquierda centroame-
ricana.
Casada con Raúl Leiva, escritor guatemalteco de la generación del 40,
vivirá en Guatemala y saldrá al exilio con su esposo e hijos, sin abandonar
jamás su trabajo social en favor de los problemas políticos salvadoreños. En
su obra ensayística también se comprueba el papel que jugaron las poetas en
el desarrollo del ensayo centroamericano. El trabajo que se incluye aquí en
esta antología, gana un importante premio en Casa de las Américas, por lo que
pensamos que Jiménez viene de la formación que las mujeres centroamerica-
nas recibieron durante los dos periodos de la primavera democrática en Gua-

18 Sonia Priscila Ticas, 10.


19 Ticas, 10.

569
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

temala.20 Ya que la autora estuvo viviendo y trabajando en el país de su mari-


do, durante ese periodo histórico, del cual ya hemos dado noticia en el caso de
Guatemala. Matilde Elena López aparece en el escenario del ensayo salvado-
reño de la misma forma que Jiménez, desde la escritura creativa, pero abre
otro espacio en la preparación académica de las escritoras de la región, dado
que realiza estudios de postgrado sobre sociología y literatura, dedicándose
profesionalmente a la investigación histórico-literaria-cultural ya en la alta
modernidad latinoamericana. De gran capacidad para la escritura del ensayo,
López trabaja en este género con mucha versatilidad en los temas, y hace a
nuestro juicio, verdaderos aportes a la historiografía de la literatura salvadore-
ña y por ende centroamericana, además de poner en discusión asuntos teóri-
cos que eran principalmente trabajados por los varones en el género del ensa-
yo.21 No tenemos la menor duda que con Beatriz Cortez y Alejandra Ortiz
Wallner se inaugura otro momento en el desarrollo del ensayo salvadoreño.
Pertenecen las dos autoras a un grupo de jóvenes académicas que desarrollan
su investigación sobre el área centroamericana, haciendo valiosos aportes
sobre la obra de escritores y escritoras de distintos países de la región. Perte-
necen a una nueva generación de críticas que ya de manera sistemática se
dedican a la escritura académica, cambiando para su país, el paradigma, de
que el género del ensayo se desarrolla únicamente entre las poetas. Los tra-
bajos incluidos en esta antología permiten observar la capacidad de síntesis
que el ensayo salvadoreño escrito por mujeres alcanza en su desarrollo hacia
la postmodernidad. En el caso de Cortez sabemos que ha publicado varios
libros teóricos y que se dedica profesionalmente a la investigación en el cam-
po de la literatura y los estudios culturales. Los ensayos incluidos en este
volumen discuten asuntos despojados de las preocupaciones de género, que

20 Durante la década primaveral algunas organizaciones políticas de mujeres alcanzaron


cierta solidez, en este sentido la más destaca fue Alianza Femenina Guatemalteca (AFG)
(Carrillo 1995: 112; García y Gomariz 1989: 203). En ella participaron inicialmente:
Concepción Castro, María Saucedo, Dolores Montenegro, Dora Franco, Laura Pineda,
Leonor Paz y Paz, Esther de Urrutia e Irma Chávez (Monzón 2002: 103). Según algunas
fuentes, esta organización tuvo el apoyo moral y político decidido de María Vilanova y
gozó de financiamiento estatal (Comisión permanente...s.a.: 22-23). Sea como fuere, la
AFG logró tener presencia en varios departamentos debido al trabajo de algunas activistas.
Norma Stolz Chinchilla. Nuestras utopías. Mujeres guatemaltecas del siglo XX.
Guatemala: Tierra viva/Agrupación de Mujeres, 1999: 54-55.
21 Matilde Elena López hizo importantes aportes teóricos a las metodologías de investigación
sociológica, pero escribió varios ensayos sobre la figura de Alberto Masferrer, cuyas
ideas son mucho más expandidas a través de sus ensayos publicados en la Revista
Cultura en la década del 60. Sobre estas aportaciones ver: “Homenaje a don Alberto
Masferrer”. Cultura. Revista del Ministerio de Educación. Vol 47. San Salvador, El
Salvador. Enero-febrero-marzo, 1968, 32-37.

570
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tanto les dieron material a sus antecesoras, y se refieren tanto a discusiones


sobre arte como sobre literatura, pero principalmente, analiza y capta en su
tratamiento, las líneas de desarrollo que ha sufrido el género del ensayo en su
país. Por otro lado Alejandra Ortiz Wallner también ha desarrollado una obra
ensayística e investigativa sobre la narrativa regional, y en el campo del géne-
ro ha hecho importantes aportes en los estudios sobre las escritoras del siglo
XX como se puede observar en el ensayo incluido en esta antología sobre
María Cruz.

Nicaragua
Respecto a la escritura ensayística de las nicaragüenses y su trayectoria
durante el siglo XX, el escenario es similar. Se localizan las primeras ensayis-
tas ligadas también con el aparecimiento y visualización de las primeras escri-
toras, tanto poetas como narradoras, algunas de ellas también periodistas en
funciones, como en el caso de las guatemaltecas de la Sociedad Gabriela
Mistral. Y si en Guatemala y El Salvador la falta de sistematización de la
historia de la literatura ha invisibilizado a las escritoras, en Nicaragua el pro-
ceso ha sido todavía mucho más severo. Al punto que no se ha recogido en
ningún formato la obra de las ensayistas, no se dan tampoco noticias a través
de otros canales como el periodismo, de lo acontecido en el género en las
primeras décadas del siglo XX, y no se conoce a cabalidad la obra de las
pioneras, ya que se tiene muy poco conocimiento desde los estudios literarios
sobre su existencia real, que repercute en el corpus de ensayistas incluido en
esta selección por país.22 Creemos, después de revisar los tres casos, que un
factor que está incidiendo en este fenómeno de ausencias de un corpus esta-
blecido y de antologías que den fe de la existencia de una escritura ensayística
entre las escritoras de inicios de siglo, está dependiendo de las oportunidades
de las mujeres en el acceso a la educación. En tanto en Guatemala, la socie-
dad Gabriela Mistral, se agrupa para buscar el derecho de entrada de las
mujeres en las universidades, en Nicaragua a principios de siglo, las mujeres
todavía no eran consideradas ciudadanas, sino simplemente “habitantes”, por
supuesto no podían acceder a la educación media, ni pensar en la educación
universitaria, era un mandato cultural el que persistía en ese momento de

22 Helena Ramos considera que en general las escritoras nicaragüenses que quedaron adscritas
a movimientos como el modernismo y el periodo subsiguiente conocido como
“posmodernismo” han quedado al margen de las investigaciones y de la mayoría de
antologías. Además fueron condenadas al olvido. Helena Ramos. “La mujer en la literatura
nicaragüense”. Asociación Nicaragüense de Escritoras ANIDE. Consultado 5 de febrero
2016. http://www.escritorasnicaragua.org/criticas/23.

571
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

considerarlas menos que humanas.23 La historia de la literatura nicaragüense


ha ido sacando del olvido nombres de escritoras poetas, género muy desarro-
llado en Nicaragua. Entre ellas aparece el nombre de Rosa Umaña Espinosa
(1872-1924), a quien consideraron también crítica literaria, y de esa cuenta
podemos asumir que se inició con ella, la escritura del ensayo. De ascenden-
cia humilde, llamada mengala por ser de origen indígena y pobre, Umaña pudo
publicar algunos escritos hacia los inicios del siglo XX, donde incluyó tanto
poesía como juicios críticos. El libro se titula Luz del ocaso y fue publicado en
1916, donde la primera parte correspondía al género del ensayo. Sin embargo
por su atrevimiento y osadía poética, vivió el malditismo finisecular del mo-
mento, y se le borró y anuló como uno de los antecedentes de la escritura del
ensayo entre el corpus de mujeres nicaragüenses, no valorándose dentro de la
historia de la literatura, al punto que Jorge Eduardo Arellano, uno de los más
influyentes críticos literarios, aún vivo en la actualidad, le incluye un solo poe-
ma en una de sus antologías de poesía nicaragüense, y de esa cuenta tenemos
noticia de su existencia y presencia en la escritura de inicios de siglo. Pero
más adelante no la incluirán en ninguna de las antologías, ni en la de Daisy
Zamora: La mujer nicaragüense en la poesía 24, volumen ambicioso que da
noticias de la trayectoria de la escritura femenina en el país, como producto
de la época sandinista.
El otro nombre importante a nivel de antecedentes es el de Josefa Toledo
de Aguerri (1866-1962), cuya presencia y mención es importante. Fue lo que
la crítica llama una autora fecunda, pero cuya obra les aparece desigual.
Algunos de sus mejores ensayos fueron escritos entre las décadas del 10, 20
y 30 del siglo XX. Recibió un primer lugar en la rama del ensayo en 1918 en
los Juegos Florales realizados en Managua. Llegaron a creer que no era la
autora del texto, ya que en ella se da el fenómeno de mostrar un estilo que era
característico en ese momento solo de los varones, por lo cual la tratan de
descalificar, sin lograrlo. Gozó de fama en el país como arquetipo de la maes-
tra modelo, pero los últimos estudios sobre su obra, los más recientes y espe-
cializados, demuestran que es una de las figuras fundacionales del feminismo
en Nicaragua.25 Sin embargo se sabe que sus obras no han sido reeditadas
desde los años 30, a pesar de ser considerada como una de las más importan-

23 Helena Ramos, 23.


24 Daisy Zamora. La Mujer Nicaragüense en la Poesía. Managua, Nicaragua: Editorial
Nueva Nicaragua, 1992.
25 Victoria González Rivera. “Josefa Toledo de Aguerri: Her Life and Her Legacy”.
Recuperado 5.2.15. http://historia.fcs.ucer.ac.cr/articulos/esp-genero/2parte/
CAP12Vicky.htm

572
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tes escritoras del ensayo en el país. Un tercer nombre como antecedente es el


de Aura Rostand (1905-1959), cuyo nombre real era María de la Selva Esco-
to, de famiia de escritores. Poeta y periodista desarrolló su carrera en Méxi-
co, donde escribió ensayos feministas en la revista Hoy. Se trata de una figura
que descolló en el extranjero, y aunque de salud frágil, fue reconocida en
México y a su tertulia asistían personajes del mundo del arte. Las investiga-
ciones de la Revista ANIDE, también recogen el nombre de María Cristina
Zapata Malais (1898-1970), en este caso se trataba de una escritora de narra-
tiva que era principalmente ensayista. Se dedicó al periodismo y escribió poe-
sía, y estuvo afiliada a los liberales. Dirigió un periódico “La voz del pueblo”,
que editaba en su imprenta personal y distribuía gratuitamente. Se cuenta que
mantenía relaciones epistolares con Augusto César Sandino (1895-1934). Es
una de las novelistas reconocidas de este inicio de siglo, pero sin difusión en la
actualidad. Una de las ensayistas que cuenta con un importante ensayo en
ese momento es Margarita Debayle Sacasa de Pallais (1900-1983), destina-
taria del famoso poema de Rubén Darío, “Margarita está linda la mar”. El
ensayo se titula: “El panamericanismo a través de Roosevelt y Darío”, posi-
blemente escrito en 1943, del cual poco se sabe y no se ha difundido en libros
o redes digitales.26 El otro nombre recogido por las escritoras de ANIDE es
el de Margarita Gómez Espinosa (1915-1997), también narradora y ensayista.
Fue agregada cultural de la Embajada de Nicaragua en España y tuvo otros
reconocimientos en el extranjero. Vivió en Guatemala donde realizó su labor
periodística, que habría que recoger para hacer un estudio sobre sus ensayos.
En este país fue docente y volvió a Nicaragua en la década del 90. Falleció en
su país de origen.
Una de las reflexiones sobre el corpus de ensayistas en el apartado de
Nicaragua nos hace pensar lo siguiente. Creemos que el género del ensayo
escrito por mujeres en este país centroamericano es mucho más difuso que en
los otros países. La bibliografía sobre ensayistas nicaragüenses no se encuen-
tra sistematizada, dado que en este territorio, las redes académicas no han
tenido el mismo trabajo que en otros lugares de la región. Nicaragua es un
país reconocido como un espacio geográfico, donde la poesía se ha desarro-
llado de manera explosiva. Los narradores son menos conocidos y son mucho
más famosos algunos nombres de novelistas, entre quienes aparece la figura
de Gioconda Belli, en el mismo espacio que Sergio Ramírez Mercado, por
ejemplo. Y quizás por esto el corpus de autoras no tiene el mismo perfil que el
de los otros dos países. Hace falta mucha más investigación sobre el desarro-

26 Helena Ramos. “La mujer en la literatura nicaragüense”. Asociación Nicaragüense de


Escritoras ANIDE, 9. http://www.escritorasnicaragua.org/criticas/23

573
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

llo del género escrito por mujeres, y además creemos que en Nicaragua, las
ensayistas están mucho más ligadas al campo de la comunicación, tal y como
lo demuestra la inclusión de Sofía Montenegro, quién se mueve en una red
centroamericana de feministas, y de quien hemos localizado varios ensayos
sobre el tema de género, altamente críticos y de los cuales se incluye uno, que
dialoga con la postura de las escritoras guatemaltecas como Emma Chirix y
otras intelectuales mayas que no aparecen incluidas en esta antología de en-
sayos. La obra de Victoria González Rivera, maneja las preocupaciones polí-
ticas de la historia nicaragüense durante la modernidad centroamericana. Se
discute el papel de las mujeres en el contexto de la época somocista y su
participación política, que encontramos muy relacionada con las visiones de
Lilian Jiménez de El Salvador, de Rigoberta Menchú Tun de Guatemala, de
Alaide Foppa y Aura Marina Arriola, también de Guatemala. El ensayo de
Helena Ramos es fundacional sobre la escritura de mujeres nicaragüenses.
Ramos es de origen ruso, pero se ha compenetrado y comprometido con la
cultura y la literatura nicaragüense escrita por mujeres, desde hace muchos
años, quedándose a vivir permanentemente en el país. Su ensayo se caracte-
riza por ser uno de los trabajos donde hay una mezcla entre escritura nicara-
güense y su invisibilización en el corpus nacional; y la historia de esta posibili-
dad de existencia en un corpus que se ha estudiado mucho, pero no desde una
perspectiva de género. Este ensayo está problematizando un asunto crucial
en la historia de las literaturas centroamericanas escritas por mujeres, no se
trata solo del caso de Nicaragua, porque al mismo tiempo es una radiografía
de la historia literaria de un siglo de escritura de parte de las mujeres, que ha
ido quedando oculta. Por otro lado el ensayo de Alicia Gariazzo toca un punto
bastante sensible de la historia política de Nicaragua, ya que discute los avan-
ces de los derechos de las mujeres en un contexto revolucionario centroame-
ricano. Gariazzo pone en la mesa de discusión, ofreciendo datos y valores, los
avances en el desarrollo de los derechos de las mujeres durante la revolución
sandinista.
A la altura en que escribe el ensayo, de acuerdo a sus reflexiones, el
sandinismo teorizó sobre la igualdad de derechos y oportunidades para las
mujeres, pero lamentablemente, Nicaragua es uno de los países del área, don-
de las desigualdades, el nivel de analfabetismo, la irresponsabilidad paterna y
el excesivo y absurdo machismo, está remarcado e hizo difícil, en un contexto
revolucionario, cambios verdaderamente profundos en las estructuras patriar-
cales de la revolución. Y aunque en algún nivel, las cosas cambiaron, las
mujeres que participaron activamente en el frente sandinista, de todos modos
no lograron al paso del tiempo conseguir derechos básicos, como los del abor-

574
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

to, el empleo y la oportunidad de estudios. El ensayo de Gariazzo explica con


claridad y pone en nueva discusión, uno de los fracasos sociales y políticos de
la revolución sandinista, cayendo en la cuenta que en medio de una revolu-
ción, la vida de las mujeres no necesariamente iba a mejorar, ni tampoco
lograron adquirir los derechos que no habían podido obtener en otros contex-
tos políticos. Nos parece que en este sentido su ensayo dialoga con las postu-
ras descoloniales de las ensayistas mayas, que proponen desde su propia ex-
periencia en Guatemala, el fracaso de la guerra en la adquisición de derechos
para las mujeres mayas, y tampoco cambia notablemente la situación dentro
del contexto de la firma de la paz de 1996. El ensayo que se incluye de Yolan-
da Rossman, es un aporte a los estudios de poetas creoles nicaragüenses.
Donde se busca documentar y difundir la producción literaria de las mujeres
costeñas de este país, así como poner en evidencia su contribución a la socie-
dad multicultural de Nicaragua.27
En general creemos que las problemáticas tratadas por las escritoras de
los distintos países, tienen un fuerte componente de género, todas abordan
una discusión sobre el canon centroamericano, denuncian en algunas ocasio-
nes, las desigualdades en los acercamientos críticos, de un siglo de escritura y
activismo político y cultural, de parte de las mujeres de los distintos países que
aquí se trabajan, y que se puede extender como característica, para los otros
países centroamericanos.
No nos queda la menor duda que las diferencias entre los ensayos escri-
tos a inicios, mediados y finales de siglo, señalan una evolución en el pensa-
miento crítico del área centroamericana, visto desde la perspectiva de la es-
critura de las mujeres. Evidencian las problemáticas políticas, económicas y
culturales por las cuales ha atravesado el área, y la forma en que las autoras
han abordado estos temas, dejando, en medio de una profunda exclusión de
distintos tipos y maneras, testimonio de su participación ideológica y política,
en el tipo de abordamientos discursivos que han legado a la posteridad.

27 Meza Márquez, Consuelo y Magda Zavala Ed. Mujeres en las literaturas indígenas y
afrodescendientes en América Central. Aguascalientes, México: Universidad de
Aguascalientes, 2015, 19.

575
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

GUATEMALA

Alaíde Foppa (1914-1980)

Barcelona, España 1914- Desaparecida en la ciudad de Guatemala


el 19 de diciembre de 1980. Crítica de arte, ensayista, docente y
poeta.
Vivió su adolescencia en Italia y ahí se graduó de licenciada en histo-
ria de arte y letras. Llega a Guatemala en 1945, momento en el que
se casa con Alfonso Solórzano y se nacionaliza guatemalteca. Se
trasladó con la familia a la ciudad de México D.F. en donde se dedicó
a la docencia en la UNAM. En esta casa de estudios fue titular de la
cátedra de Literatura italiana en la facultad de filosofía y letras. En
México colaboró con la revista FEM, desde el año 1976, que fue la
primera revista semanal feminista de México. Incursionó como críti-
ca de arte en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Colaboró en el
Foro de la Mujer, que era un programa radiofónico transmitido por
Radio Universidad en México. Por otra parte, cuando residió en Gua-
temala fue catedrática de humanidades de la Universidad de San
Carlos de Guatemala, ahí trabajó también por la igualdad de género
en todos los niveles.
Ensayos publicados: ¿Salario para el trabajo doméstico? (1977),
El congreso feminista de Yucatán de 1961, Hijas-madres-hijas-
madres-hijas (1978), Madres e hijas en dos películas recientes
(1978), Lo que escriben las mujeres. (1979), Manya de vuelve
Marie Curie.Fem, México (1980), De yerbas y yerberas (1980),
Lo que dice el diccionario. (1990).

¿Para qué sirve la familia?1


Varios artículos informan, en este número de fem, sobre las condiciones
actuales de la familia, sobre los diferentes tipos de familia que han existido y
existen, sobre el papel de la mujer en la familia; todo ello relacionado con algo
de lo que se habla mucho en nuestros días: la llamada crisis de la familia. La
expresión parecería indicar que antes la familia funcionaba muy bien y ahora
ya no funciona; o, si nos atenemos al significado más específico de la palabra,
que algo está cambiando profundamente.

1 Fem. Publicación feminista trimestral. Vol. II. No. 7. México, D.F., 1978, 41-43.

576
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Los jóvenes se rebelan contra la familia: los hijos apenas pueden, aban-
donan la casa paterna; las parejas conviven sin casarse y se disuelven pronto
para formar otras efímeras parejas; algunos grupos hacen la experiencia de
una vida comunitaria. Es claro el deseo de romper con las antiguas normas y
de buscar modalidades de convivencia más gratificantes que las tradicionales.
Lo que parece, sin embargo, inevitable, o por lo menos sigue siendo deseable
para los humanos, es la convivencia. Hombres y mujeres nos necesitamos; los
niños, los enfermos, los ancianos no son autosuficientes desde un punto de
vista físico; y en un sentido afectivo, nadie se basta a sí mismo. La soledad es
un mal del que todos tratan de huir. Rara vez es una elección, y sólo entonces
es deseable.
La familia, en sus muy diversas formas, ha sido milenariamente la res-
puesta a las necesidades más inmediatas y a las carencias más profundas de
los seres humanos. Pero, ¿por qué funciona mal una familia? El pensamiento
socialista denunció desde el siglo pasado la explotación y la subordinación de
la mujer en la familia en beneficio del sistema capitalista. Engels ve incluso el
modelo de la explotación social en la explotación de la mujer por el hombre.
No hay que olvidar, sin embargo, que si desde un punto de vista económico, el
trabajo no remunerado de las mujeres sirve al sistema, desde un punto de vista
estrictamente familiar, existe entre la pareja cierta distribución de deberes y
tareas: el hombre aporta el dinero para el sostenimiento de la familia y la
mujer aporta el trabajo que la mantiene. El resultado de esta distribución pro-
duce la injusticia; porque el dinero, la propiedad, la posesión son los elementos
de los que deriva la autoridad, y la autoridad genera, por un lado, abuso; y por
el otro, resignada subordinación. (Más injusta aún es la situación cuando la
mujer trabaja también fuera del hogar; sin dejar por ello de desempeñar las
labores de ama de casa; dándose así la llamada doble jornada).
Los que proclaman las excelencias del modelo tradicional de familia ba-
sada en la autoridad del varón –la familia patriarcal- son los mismos que creen
que la sociedad está bien como está: hay ricos y pobres, y los pobres depen-
den de lo que los ricos quieren darles. Son los que no ven ninguna necesidad
de cambio en la distribución de las riquezas y los que se escandalizan ante
cualquier demanda de socialización de los servicios. Son los que dicen: ¿Va-
mos a acabar con la sagrada misión de las madres? ¿Vamos a privar a los
niños del amor materno, confiándolos a manos mercenarias y administración
burocrática? Por su parte, los psicólogos insisten en la necesidad que tiene el
niño de amor. Así sin otros atributos. ¿Pueden las guarderías, junto a la higie-
ne, la vigilancia y el alimento, proporcionar la dosis de amor necesaria?
Enfocar el problema de la familia desde un punto de vista puramente
económico, es sin duda un error, aunque sus males tengan, en gran medida, un

577
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

punto de partida económico. Y dirigirse solamente al Estado o a las empresas


para resolver el problema, es el error consiguiente. Hay un personaje que se
menciona poco, al plantear los conflictos de la familia y e las mujeres: el
padre. ¿Qué pasa con el amor paterno? ¿Por qué al referirse a las guarderías
sólo se habla de suplir a la madre? Es evidente: porque el padre nunca se ha
ocupado de los niños.
Otro de los planteamientos de feminismo es la necesidad de que el hom-
bre participe activamente en la vida domestica: tanto en los trabajos de la
casa, como en el cuidado de los niños. Aunque existan servicios públicos de
comida y de limpieza, aunque haya guarderías, siempre habrá camas que
hacer, polvo que quitar, algo que adquirir o reparar; y los niños necesitan estar
en algún momento con sus padres, (o quien haga las veces de ellos, no sólo
con su madre). De ahí que solamente con la participación del hombre en el
hogar (tal como la plantea, por ejemplo, el nuevo Código de la Familia en
Cuba), puede haber una base de armonía y de justa convivencia, en donde
tanto el hombre como la mujer tengan tiempo para sus individuales activida-
des retribuidas (es importante que también la mujer gane dinero) y, como una
de las consecuencias, puedan convivir sin resentimientos ni recriminaciones.
Al referirse a la crisis de la familia se suele olvidar que, si la familia
funciona mal, tampoco es una solución la abolición de la familia; con otras
palabras, también es mala la falta de familia. En México este caso se da con
patética frecuencia, determinado por la ausencia del padre. El 40 por ciento
de madres solteras que denuncian las estadísticas, no se refiere a mujeres que
quieren ser independientes, sino, en su gran mayoría, a mujeres abandona-
das. Estas madres, en general poco preparadas para ganarse la vida y que no
logran colocarse con los hijos pequeños, son las que determinan la persisten-
te cadena de abuelas, madres y hermanitas como únicas responsables de los
niños, ya que el hombre está ausente: una forma de matriarcado en verdad no
deseable. En este nivel, se plantea claramente la necesidad de una familia en
donde las responsabilidades estén divididas entre los dos sexos.
No es posible, pues, hablar de crisis de la familia sin especificar a que
estrato social nos referimos. Son malas diferentes los que afectan a la familia
burguesa, a las de clases intermedias, a la familia campesina o a la desintegra-
da familia de una extensa población urbana y suburbana más o menos margi-
nada. No parece, en todo caso, que la abolición de la familia sea por de pronto
el remedio. La familia sigue siendo el refugio insuficiente de la soledad huma-
no; pero mucho puede hacerse para volver más aceptable la manera de con-
vivir entre los hombres.
Algunas medidas de carácter socioeconómico ayudarían, sin duda, a ali-
viar los conflictos familiares, al mejorar la condición de la mujer dentro de la

578
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

familia; pero es necesario también un cambio fundamental en la manera de


pensar de los hombres y mujeres, aún para saber aceptar y emplear esas
medidas. Es necesario un cambio en los papeles tradicionalmente asignados a
unos y otras, un acercamiento entre los seres humanos en donde las tareas,
por decirlo así, de sobrevivencia estén justamente repartidas y permitan a
hombres y mujeres la elección de fecundas tareas creativas; un acercamiento
en donde la libertad favorezca y fortalezca los lazos afectivos.

Las feministas y la manifestación del 2 de octubre


Tres grupos feministas marcharon en la manifestación del 26 de julio.
Dos meses más tarde en la gran marcha del 2 de octubre, los seis grupos
feministas unidos en la Coalición de Mujeres Feministas marchan juntos. Con
pancartas y mantas alusivas a la represión sexista y a la participación política
de la mujer participaron los grupos: Movimiento Feminista Mexicano, Colecti-
vo La Revuelta, Movimiento de Liberación de la Mujer, Colectivo de Mujeres,
Grupo Lucha Feminista y Movimiento Nacional de Mujeres. Cuando se anun-
ció el nombre de la Coalición de Mujeres Feministas, al entrar a la Plaza de las
Tres Culturas, las mujeres recibieron el aplauso y el reconocimiento de los
miles de manifestantes.

Lo que escriben las mujeres2


En el curso de los últimos quince años las mujeres han escrito más que en
toda la historia de la humanidad. Han publicado más libros, en primer lugar,
pero han fundado también un número impresionante de revistas escritas por
mujeres (algunas efímeras, pero muchas permanentes desde hace cuatro,
cinco, seis años), y han estado más presentes que nunca en el periodismo
cotidiano: el personaje de “la reportera” se ha vuelto muy frecuente, y la
carrera de Ciencias de la Comunicación está entre las más preferidas por las
muchachas. No es un hecho casual, puesto que se da paralelamente al cre-
ciente acceso de las mujeres a la educación –en particular a la educación
superior– y a su mayor injerencia en todos los campos de la vida social; pero,
por ser la palabra la manera por excelencia de expresarse, vale la pena tratar
de ver lo que expresan las mujeres en este campo. Lejos estamos todavía de
la famosa igualdad (ya no hace falta decir en qué y con quién), mas si en algo
se nota el cambio es en el hecho de que la mujer que escribe es vista cada día
menos como excepción. De ahí que ya no se acostumbre a decir –en su
elogio, por supuesto– que tal buena periodista “escribe como un hombre”.

2 Fem. Publicación feminista trimestral. Octubre 1979. Vol. III. No. 10, México, D.F., 5-
7.

579
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Por otra parte, dentro de la escasa participación de las mujeres en el


quehacer del mundo, es precisamente a través de la escritura como algunas
empezaron a manifestarse desde épocas lejanas. Esa famosa “habitación pro-
pia” de la que habla Virgina Wolf –condición mínima para escribir, negada a la
imaginaria hermana de Shakespeare- la tuvieron algunas privilegiadas desde
antes del Renacimiento (y supongo que también Safo la tenía cuando lloraba
su soledad); y el privilegio, vinculado al de una educación excepcional, ofreció
la manera de llenar ocios aristocráticos, sin salir del encierro doméstico.
Lo primero que escribieron las mujeres fueron poemas de amor y, sobre
todo, poemas de soledad y añoranza. Esa habitación propia, sin tener con
quien compartirla, tampoco la sintieron como un privilegio las poetisas dolien-
tes: Marie de France, Beatrice de Die, lloran ausencias, como las llorará, dos
siglos más tarde, Cristina Pisano, y un poco después la desdichada María
Estuardo, que escribió versos franceses según los modelos de Ronsard y Du
Bellay. También las italianas del Renacimiento escriben poesías amorosas y
dolientes: Gaspara Stampa sueña aquella “noche más clara que el más claro
día” vivida con el amado, y la severa Vittoria Colonna no deja de añorar al
marqués que la dejó viuda, sorda al platónico amor de Miguel Angel. Es una
excepción entre las poetisas aristócratas Margarita, reina de Navarra y her-
mana de Francisco I de Francia, que no se limitó a la poesía amorosa, sino que
escribió un libro de cuentos inspirado en el modelo de Boccaccio, el Hepta-
merón (editado recientemente también en español), una comedia y varias
obras de carácter religioso que, en esa primera mitad del siglo XVI cuando se
plantea la dramática opción entre catolicismo y reforma, hablan de libres sen-
timientos religiosos.
No voy a hacer, por supuesto, “una galería de escritoras célebres a tra-
vés de los siglos”; sólo intento, al recordad algunos nombres, señalar por qué
escribían esas mujeres, por qué ellas y no otras, y qué escribían. La más
inmediata y obvia explicación a lo primero sería: escribían porque sabían es-
cribir. Esa condición no la llenaban a fines de las Edad Media y en el Renaci-
miento ni el veinte por ciento de las mujeres (el analfabetismo existía también
entre los hombres, pero, en proporción mucho menor). La formación científi-
ca, filosófica, humanista, era, naturalmente, aún más limitada; de manera que
las pocas que escribían y querían decir algo, eran sus penas y sus abandonos
lo más inmediato que podían expresar.
En ambientes aristocráticos y cerrados empiezan a escribir también las
francesas del culto siglo XVII. Y ya no poesía; y por lo menos, no sólo poesía:
muchas cartas, pulidas, elegantes, ingeniosas, llenas de jugosos chismes y de
tiernas efusiones, como las de Madame de Sévigné. (Por lo demás, el género
epistolar parece convenir especialmente a las mujeres, que suelen ser más

580
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

inmediatas y ágiles, menos convencionales que los hombres en el diálogo es-


crito). Y también escriben las mujeres largas novelas sentimentales y amoro-
sas: las de Mademoiselle de Scudéry, por ejemplo (Clelia, escritora entre
1656 y 1660, comprende diez tomos), dentro de este mundo mundano-intelec-
tual que vive en torno a las preciosas, las marisabidillas, las pedantes, las
sabiondas, tan agudamente criticadas por Molière, no sin justicia. Lo que le
parecía ridículo al gran comediógrafo –y en alguna medida lo era- no dejaba
de ser el despertar de un grupo de mujeres que preferían las letras a la costu-
ra, y que se atrevían a considerar el matrimonio como algo aburrido y prosaico
en comparación con las aventuras literarias. La vida de salón, centrada en la
conversación brillante, ingeniosa, inteligente, y alimentada por la presencia de
mujeres que tienen esas cualidades, nace en el Hotel de Rambouillet y su eco
llega hasta la obra de Proust.
Vuelvo a subrayar que las mujeres escriben, leen, conversan espiritual-
mente, con mayor o menor ingenio, sólo en los medios privilegiados; y por lo
tanto en las sociedades más desarrolladas. Que alguien escriba singularmente
bien no deja de ser un hecho misterioso, se trate de mujeres o de hombres.
Sor Juana, en el México colonial y barroco, confirma la regla del cuarto
propio, que en su caso fue más cerrado que otros, pero menos propio: la celda.
Y en la misma época no hay en España mujer que se le compare. Aunque le
baste a España haber tenido, un siglo antes, a Teresa de Avila. La compara-
ción entre las dos monjas pone en evidencia más diferencias que semejanzas
(Sor Juana, tan culta y culterana, y santa Teresa, tan inmediata e inspirada);
sin embargo, las une un elemento común: las dos tuvieron que luchar contra la
burocracia eclesiástica. Por otra parte, ellas, como monjas, también se inte-
gran al coro de las solitarias que cantan por amor.
¿Qué pasa en nuestra América española después de Sor Juana? Tene-
mos, claro, poetisas románticas: algunas conocidas y reconocidas; muchas
anónimas. La poesía, en el siglo XIX, es para las mujeres –como la pintura a
la acuarela y las flores bordadas a “petit point”- un amable entretenimiento y
un desahogo permitido. También son poetisas, las primeras mujeres que se
destacan en nuestro siglo: Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Juana de Ibar-
bourou, Gabriela Mistral… (Y, entre ellas, la primera mujer que recibe un
Premio Nobel). Mujeres marcadas, en mayor o menor medida, por la soledad;
y en un caso –Alfonsina Storni- por el suicidio; en otro –Delmira Agustini- por
ser víctima de un asesinato pasional (el marido se suicidó después de haberla
matado). Romanticismo tardío llevado hasta sus últimas consecuencias.
Me estoy refiriendo a historia –a historias- sólo del ayer: Juana de Ibar-
bourou, acaba de morir, y las otras, podrán vivir aún los últimos años de una
larga vida, si la propia no hubiese sido tan intensamente breve, y mutilada. Lo

581
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

que resulta evidente es que entre ese ayer tan próximo y el de hoy que empie-
za hace quince años, el cambio es radical. Demasiado pronto aún para hacer
el balance de lo que han escrito las mujeres, en todas partes, en este breve
periodo: varios libros llenaría la crítica, o l simple reseña, de novelas, poesía,
ensayo sociológico y antropológico, crítica literaria, reportajes, etc., que han
escrito las mujeres. Pero, además de la cantidad, quizás sea importante seña-
lar algo nuevo: por vez primera, las mujeres hablan de sí mismas, no sólo para
llorar soledades y abandonos, no sólo para lamentar las injusticias sufridas (en
el pasado y en el presente), no sólo para analizar las leyes, las costumbres, los
prejuicios vigentes en el mundo de los hombres, sino para afirmarse, para
valorizarse en cuanto mujeres. Ya no: “somos iguales, queremos ser iguales”,
sino: “somos diferentes y nos gustar ser diferentes”. Y no sólo se rechaza el
supuesto elogio de “escribir como un hombre”, sino se pretende “escribir como
mujer”.
Sobre toda la gama de igualdades y diferencias, mucho se ha dicho y tal
vez falte mucho por decir. Precisamente el tema de la escritura femenina
como tal es uno de los más debatidos actualmente (de ello se trata en este
mismo número, respecto a escritoras francesas e italianas). Y también se ha
hablado de un arte femenino, de una pintura feminista, etc. Reivindicación de
lo femenino que, como casi todas las reivindicaciones, puede llevar a excesos,
pero que tiene sus razones. Creo que el pensamiento y la creatividad artística
son aptitudes esencialmente humanas, que no admiten la diferenciación del
sexo. Pero eso no excluye que la mujer, como alguien que viene de otro con-
tinente –el de la oscuridad y el olvido- puede tener algo propio que decir.
Muchos piensan también que las mujeres ya estamos diciendo demasia-
do, o escribiendo, o hablando demasiado. Es un viejo reproche, por lo demás,
que se aplicaba a las inocuas “charlas de mujeres”, pero que es estos últimos
años hasta podría estar justificado… Debe entenderse, sin embargo, que es
muy explicable el deseo de hablar, y hasta el exceso de palabras, en quien
mantuvo –salvo breves intermitencias- un silencio milenario.

El feminismo y la izquierda 3
Se ha planteado ya en este ciclo las contradicciones que existen entre
feminismo y socialismo, entre liberación de la mujer y lucha de clases, entre la
problemática femenina y los programas de izquierda en sus partidos. Las

3 Este texto nos llegó cuando el número ya estaba impreso. La madre de Alaíde mandó los
papeles que ella estaba trabajando en Guatemala la semana de su secuestro. Es la ponencia
que dio en el CAS. Tal vez ella le hubiera hecho algunas correcciones, pero preferimos
dejar el borrador tal cual.

582
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

contradicciones, en el terreno teórico, quizá no tengan una solución total y


satisfactoria, ya que la principal contradicción deriva del hecho incuestionable
de que las mujeres no constituimos una clase, mientras que la condición de
mujer hermana de alguna manera a las mujeres de todas las clases. Un movi-
miento feminista que no tome en cuenta esta contradicción de base está des-
tinado a enfrentarse con las continuas objeciones de la izquierda. Recuerdo
que Betty Friedan, en una de sus intervenciones en la Tribuna del Año Inter-
nacional de la Mujer invitó a la unión y solidaridad entre las mujeres, “por
encima de clases, ideas políticas, religión” y no sé que más. Dijo, por ejemplo
“ricas y pobres”, “católicas y comunistas”, “blancas y negras”. Por supuesto,
las objeciones entre las mujeres del público fueron muchas: ¿Qué une a la
sirvienta con su patrona? ¿Qué une a la obrera con la esposa del dueño de la
fábrica? Yo he señalado alguna vez que si, para la mujer del gerente de una
empresa su “feminismo” puede consistir en aspirar a ser ella gerente de otra
empresa (o hasta de la misma…), además de compartir con el marido el
trabajo doméstico, el cuidado de los niños y tomar la iniciativa en el terreno
sexual, no hay duda alguna de que a la hora de que sus obreras le hagan una
huelga, su solidaridad feminista de ninguna manera le va a impedir ponerse en
contra de ellas. Un “mujeres del mundo uníos”, paralelo a “Proletarios de
todos los países”, no tendría la misma eficacia: los proletarios, en todos los
países del mundo, viven en condiciones similares y se enfrentan con iguales
conflictos; las mujeres, según la clase a la que pertenezcan sufren diferentes
limitaciones y opresiones; o, por lo menos, sus problemas no tienen la misma
dimensión.
Esto que, me parece, es muy claro, no ha sido sin embargo, suficiente-
mente debatido en la teoría del feminismo, y por lo tanto, como lo dijo el otro
día Teresita De Barbieri, no existe “un cuerpo teórico que explique la des-
igualdad de la mujer y de su especificidad. No se ha creado aún una teoría
totalizadora, coherente, global de la cuestión femenina en las sociedades capi-
talistas –ni para el capitalismo avanzado ni para el tardío, tal como se presenta
en América latina. No tenemos aún una teoría que nos permita conocer la
realidad para transformarla”.
Por otra parte, la discriminación y opresión de la mujer –que se verifica
particularmente y casi sin excepción en lo doméstico, o parte de lo doméstico-
se da en el seno de familias, que podríamos llamar de izquierda; y las mujeres
en el interior mismo de los partidos de izquierda, se han sentido relegadas o
desplazadas por el solo hecho “de ser mujeres”. No es casual que muchas de
las iniciadoras de los Movimientos de Liberación de los 60 en los Estados
Unidos, eran miembros decepcionados de la New Left, o de otras agrupacio-

583
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nes liberales, en donde sintieron que sus compañeros sólo las tomaban en
cuenta para servir el café, escribir a máquina y ser fugaces o permanentes
compañeras de cama. (ver cita en Las Mujeres).
Para encaminar una argumentación, cabría preguntarse: ¿El feminismo
es un movimiento de izquierda? ¿Responde a un pensamiento al menos gené-
ricamente considerado como “de izquierda”? Y finalmente, para situarnos en
la historia: ¿Nació el feminismo dentro de la izquierda y ha tenido una trayec-
toria de izquierda?
Empecemos por lo último, cuya eventual respuestas, lo sería también en
parte para las primeras preguntas. No voy a hacer, por supuesto, la historia
del feminismo, pero el recordar algunas fechas y algunas circunstancias pue-
de ayudar a esclarecer un poco la cuestión.
El feminismo nace con la Revolución Francesa y creo que es su más
lógico nacimiento: tanto hablar de libertad, de igualdad, de fraternidad, debía
despertar en algunas mujeres la pretensión de que el lema en algo habría de
servirles a ellas también. Por lo demás, las mujeres en Francia están más
capacitadas que en otras partes del mundo para manejar ideas; su formación
intelectual, en las clases privilegiadas, les permite compartir –y aún estimular-
las preocupaciones políticas de sus maridos y amigos. Y a nivel popular, sabe-
mos que las mujeres participaron activamente en la revolución, mientras que
algunas burguesas la alimentaban en sus salones. Las mujeres estuvieron en
la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789; Théroigne de Méricourt, entre
ellas, quien estuvo también en la insurrección del 10 de agosto 92 que proce-
dió la caída de la monarquía; la actriz Rose Lacombe, quien fue la condecora-
da por el valor demostrado en la toma de las Tullerías, y Olympia de Gouges
quien nos deja el primer manifiesto del feminismo; que pretendió ser el para-
lelo a la Proclamación de los Derechos del hombre, emitida por la Asamblea
Constituyente en agosto de 1789, declaración que, evidentemente, no com-
prendía a la mujer dentro del concepto de hombre. De ahí que Olympia de
Gouges sintiera la necesidad de publicar (septiembre del ´91) –aún antes de
que el rey firmara esa primera constitución “reformista” que la revolución le
había arrancado- su folleto titulado Los derechos de la mujer y de la ciuda-
dana. Ella es autora también de una frase célebre: “Si a las mujeres se nos ha
dado el derecho de subir al cadalso, que no se nos niegue el de subir a la
tribuna”. Ella misma, por lo demás, subió al cadalso… Su cabeza cayó, por
orden de Robespierre, dos años después de haber publicado su manifiesto,
cuando, por lo demás, estaba cerca también el final de Robespierre. Olympia
de Gouges no fue condenada, sin embargo, por su feminismo, sino por sus
simpatías monárquicas: en política, no era radical. Por razones opuestas, es

584
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

decir, por su extremismo revolucionario, el Comité de Salud Pública, o sea


Robespierre, a fines también del 93, decide la clausura de todos los clubes
femeninos, medida dirigida en particular contra la Sociedad de Republicanas
Revolucionarias.
La aparición del feminismo en la Revolución Francesa, o la presencia de
las mujeres en la lucha (no todas fueron específicamente feministas) puede
significar que el feminismo es revolucionario, o nace revolucionario. Pero
también podemos ver que las mujeres se sitúan tanto en el ala izquierda como
en el ala derecha de la revolución. Rose Lacombe, a la hora en que su grupo
es perseguido por escandaloso y extremista (entre otras cosas porque en una
manifestación contra los Girondinos, las mujeres llevan pantalón y pistola)
exclama resentida ante la Asamblea “Ah, nosotras somos más generosas que
los hombres. Nuestro sexo sólo ha producido un monstruo (Carlota Coday),
mientras desde hace cuatro años somos traicionadas, asesinadas, por los in-
numerables monstruos que ha producido el sexo masculino. Nuestros dere-
chos son los del pueblo y si se nos oprime sabremos oponer la resistencia a la
opresión”. (este “escándalo” es el que decide la clausura de la Sociedad de
Revolucionarias Republicanas)
Lo que pasa en esos cuatro años de revolución —89-93— en lo que
concierne la lucha de las mujeres merece un análisis más agudo de los que
hasta ahora se han hecho: los franceses, desde Michelet para acá acentúan lo
anecdótico; los extranjeros, como Clara Zetkin, exaltan genéricamente el va-
lor de esas mujeres. Las diferencias de pensamiento, las diferentes motiva-
ciones, las contradicciones y los malentendidos, no han sido suficientemente
analizados.
Lo que importa señalar, en todo caso, para la historia del pensamiento
feminista, es que de la Revolución Francesa parte la corriente del feminismo
liberal que se enfrentará después al feminismo socialista.
Como es bien sabido, en el periodo napoleónico las conquistas obtenidas
por las mujeres durante la revolución se pierden una a una: las ciudadanas
dejan de serlo, el divorcio es abolido y la mujer vuelve en todos los aspectos
jurídicos a su condición de menor de edad. Pero las ideas de la revolución
caminan. Estados Unidos, antes Francia aunque no ajeno al pensamiento fran-
cés, también había hecho su revolución, y, como Olympia de Gouges se inspi-
ró en la declaración de los derechos el hombre para sus Derechos de la mujer
y de la ciudadana, las primeras norteamericanas que se reúnen –precisamen-
te en julio de 1848 en Seneca Falls, Nueva York- para iniciar su campaña por
la emancipación de la mujer, reproducen la Declaración de Independencia
ante Inglaterra, refiriéndola al hombre opresor. Si bien el pensamiento femi-

585
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nista nació con la revolución francesa, puede decirse que la primera organiza-
ción feminista nace en Seneca Falls (los clubes de las revolucionarias france-
sas fueron efímeros y además no eran específicamente feministas).
El feminismo en Seneca Falls (por los derechos de la mujer), como el
feminismo inglés, que surgirá un poco más tarde, es típicamente liberal: habla
de derechos civiles, de igualdad jurídica con el hombre y como resumen de
todo esto, se centra en la lucha por el sufragio. (Setenta y dos años les costó
a las norteamericanas conseguirlo, y fueron de las primeras.)… Se habla
mucho de injusticia, de opresión, incluso de esclavitud (como en el famoso
ensayo de Stuart Mill que equipara la condición de la mujer a la del esclavo),
ya que el tema de la liberación de los esclavos es de actualidad; pero no se
habla de explotación, ni de derechos laborales, y mucho menos, de sexualidad.
¿Camina así el feminismo con el pensamiento revolucionario? Seguramente
no; y si fuera necesario confirmarlo, basta ver que los socialistas lo definen
como “feminismo burgués”. Con los cambios inherentes a la época, puede
decirse que la misma línea sigue el feminismo de NOW (NationalOrganizatio-
nWomen), que encabezó Betty Friedman desde 1966: no se trata de cambiar
la estructura social, sino de darles a las mujeres un mejor lugar dentro de esa
estructura.
Ya en la época de Seneca Falls existía sin embargo otro feminismo: no
tan combatiente como el de la Revolución Francesa, pero mucho más audaz
en sus planteamientos. Me refiero a las concepciones de algunos socialistas
utópicos. Mientras Napoleón pensaba acabar con “la novela de la revolu-
ción”, y premiaba a las mujeres mártires que habían resistido a tantos horro-
res, mientras renacía el culto a la belleza, la dulzura y demás encantos feme-
ninos (en armonía, por lo demás, con el ideal romántico de la época), algunos
pensadores anticipaban en su fantasía el curso de la historia e incluían en las
imaginarias transformaciones a la mujer. Fourier (1772-1837) le da un lugar
de igual en sus falansterios, se atreve a concederle el pleno goce de su sexua-
lidad y hasta habla de la “inutilidad de las virtudes maternas” (enfrentándose
directamente a Rousseau, que casi las había inventado). Saint Simon (1760-
1825), pero sobre todos sus discípulos Enfantin (1796-1849) y Considerant
(1808-1871), declaran la igualdad de los sexos y –los saintsimonianos, esta-
blecen una secta que requiere la presencia de una madre (y no sólo de un
padre). Robert Owen (1771-1859) y William Thomson (1783-1833) su discí-
pulo en Inglaterra, no sólo incluyen a la mujer dentro de la teoría de “la felici-
dad para el mayor número” (utilitarismo de Bentham), sino que –en el caso de
Thomson- insurgen contra las injusticias de las que las mujeres son víctimas.
Y finalmente, Flora Tristan (1803-1844) que parte también del saintsimonismo

586
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

–sin olvidar lo que importa en su experiencia personal- va más allá que todos
al asociar por primera vez la condición de las mujeres a la condición de los
obreros y aliar el feminismo al socialismo activo. Algunas afirmaciones suyas
–y posiciones- se anticipan a Marx y Engels. “El más oprimido de los hombres
–escribe- puede oprimir todavía a otro a ser, su esposa. Ella es la proletaria
del proletario”. Por otra parte, al organizar la Unión Obrera concibe clara-
mente, cuatro años antes del manifiesto feminista, el “Proletarios del mundo,
uníos”.
“Obreros, ya lo veis, si quereis salvaros, no hay más que un medio, teneis
que UNIROS”. Así escribe en la Unión Obrera, en 1843. Y así iba diciendo
en esa gira por las ciudades francesas, que fue interrumpida por su muerte.
Pero no todos los socialistas utópicos fueron feministas. Sabemos que
Proudhon (1809-1865), fue precisamente un antifeminista declarado. Simone
de Beauvoir dice que él “rompe la alianza entre el feminismo y el socialismo.”
Cabe preguntarse si esa alianza realmente existía o hasta qué punto fue
explícita (tampoco en todos los socialistas utópicos es consciente la situación
de la clase obrera). Lo que sí puede deducirse es que un principio de justicia
como el que anima el socialismo no podía ignorar la condición injusta en que
vivían las mujeres. Marx, desde la época de los Manuscritos, se conmueve
ante la situación de las obreras en Inglaterra, que es peor que la de los obre-
ros, y en el Manifiesto se alude al trabajo de las mujeres y los niños. Pero
quien plantea claramente el estado de opresión de las mujeres es Engels en
“El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”: “El primer antago-
nismo de clases que aparece en la historia coincide con el antagonismo entre
el hombre y la mujer en la monogamia: y la primera opresión de clases en la
del sexo femenino oprimido por el masculino”. Y curiosamente, Engels les da
a las mujeres la condición de clase…
Esto se dijo hace casi un siglo. Un desarrollo coherente de los plantea-
mientos de Engels no se ha dado. El marxismo ha empezado a analizar algu-
nos aspectos de la condición femenina (el trabajo doméstico, por ejemplo, del
que se revela el carácter indirectamente productivo), pero muchos aspectos
culturales escapan obviamente a un análisis economicista.
Algunos piensan todavía que el feminismo está implícito en el socialismo
y por lo tanto, que con el triunfo de la revolución, la problemática femenina se
resolverá automáticamente. Son los que piensan que el feminismo es una
desviación de la lucha de clases. El mismo Lenin no se mostraba muy inclina-
do a considerar el feminismo como un capítulo aparte: de ahí sus divergencias
con Alejandra Kollontay, con Inés Armand, con Clara Zetkin, a quien repro-

587
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

chaba su excesivo interés por la cuestión femenina, desde el momento que


“todo estaba ya dicho por Bebel”.
En cuanto a nuestro siglo, no puede negarse que la condición de las mu-
jeres ha cambiado más en el curso de estos decenios –y quizá en los últimos
sesenta años- que en toda la historia de la humanidad ¿Ha seguido el feminis-
mo el mismo camino de la izquierda? Creo que no. El feminismo ha seguido
caminando en dos corrientes, que a veces se han encontrado. El movimiento
sufragista, que parte de Seneca Falls, no está vinculado con el socialismo. Eso
no excluye que las batallas de las sufragistas, que hasta pueden parecernos
desproporcionadas con su objetivo, manifiestas hoy su importancia histórica;
también las mujeres socialistas incluyeron el voto entre sus demandas, y la
constitución soviética del 17, naturalmente, lo concede. En cuanto a la última
ola del feminismo, que nace en los Estados Unidos en los 60, no ignora a
Engels pero se apoya sobre todo en Marcuse y en W. Reich (Revolución
sexual), y los movimientos de liberación han sido vistos con sospecha y des-
confianza por parte de las izquierdas tradicionales: el hecho de incluir en lo
político, lo personal, como se ha dicho, el hecho de encontrar la opresión y la
explotación no sólo en el sistema de propiedad y en los bajos salarios sino en
la cama y en la cocina, desconcierta sin duda a los teóricos tradicionales del
marxismo.
Por otra parte, la presencia de las mujeres es cada vez más visible en las
luchas populares. Que se definan o no feministas, las mujeres están en la
resistencia y en la insurgencia: la revolución de Nicaragua, las guerrillas de
Guatemala y El Salvador; la resistencia de las argentinas, de las uruguayas, de
las chilenas, con modalidades diferentes, lo demuestran claramente. Así como
en la guerra del 14-18 las mujeres se ganaron el voto, es presumible que se
están ganando ahora un lugar más justo en la sociedad futura, aunque nos
falte teoría adecuada para explicarlo.

588
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Aura Marina Arriola (1937- 2007)

Guatemala 1937- México D.F. 2007. Graduada de licenciada en an-


tropología con un master en etnología de la Escuela Nacional de An-
tropología e Historia de México. Era una activista intelectual y aca-
démica, quien se dedicó a la investigación antropológica residiendo
en México D.F., específicamente en la Dirección de Etnología y An-
tropología Social (DEAS) del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH). También participó como investigadora de la Direc-
ción General de Educación Indígena, Secretaría de educación públi-
ca.
Entre sus obras se encuentran: La religiosidad popular en la fron-
tera sur de México (2003); Identidad y racismo en este fin de
siglo (2001). Ese obstinado sobrevivir: autoetnografía de una
mujer guatemalteca. (2000); Tapachula, “la perla del Soconus-
co”: ciudad estratégica para la redefinición de las fronteras.
(1995).
También participó en proyectos conjuntos, por ejemplo en: Guatema-
la: la via dellaguerriglia (1969). En el campo político–académico
en el año 1982 colaboró en la elaboración del Documento de marzo;
en la publicación de La resistencia y las luchas de los indígenas de
Guatemala.

Las organizaciones indias guatemaltecas (2002)


La resistencia de los pueblos indios guatemaltecos por afirmar su identi-
dad viene desde la conquista. Son innumerables las rebeliones indígenas du-
rante la época colonial. En 1820, un año antes de la declaración de la indepen-
dencia de España, se produjo la rebelión de Totonicapán, que responde a
circunstancias muy peculiares, propias del momento en que el régimen colo-
nial entraba en su crisis definitiva.1 La última que se conoce en Guatemala es
la rebelión de Patzicía, realizada dos días después del triunfo de la revolución
democrática del 20 de octubre de 1994. Frente al racismo de la sociedad -que
ha cosificado al indio y ha llegado a plantear que la única solución en Guate-
mala es su exterminio-, los indígenas (con formas muy diversas de lucha) han
resistido conservando su cultura y la fuerza de su identidad.
Durante la década 1944-1954- y sobre todo durante el gobierno de Jaco-
bo Arbenz, se trató de estructurar un movimiento campesino (indígena en su
mayoría) que respaldase las estrategias de transformación de la estructura
1 Martínez Peláez, 1976, p 80.

589
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

agraria del país. Las Ligas Campesinas fueron la mayor manifestación en el


área rural de dichas estrategias. Sin embargo, las Ligas fracasaron, pues no
lograron hacer que los aspectos económicos, políticos y sociales correspon-
dieran con las reivindicaciones étnicas. A pesar de ello, en esa época produje-
ron un profundo efecto en la conciencia campesina indígena, los Comités
Agrarios, las cooperativas de las 44 fincas nacionales expropiadas (particu-
larmente en Alta Verapaz) y la organización de filiales de los partidos de la
época, que introdujeron el contenido de clase en las luchas agrarias.
Con la contrarrevolución de 1954, todos esos avances democráticos fue-
ron destruidos; sin embargo, pronto la lucha se reinició en distintas formas. La
politización y la irrupción del campesinado indio a incipientes formas contem-
poráneas de contienda social se iniciaron durante la década de los sesenta y
se propagó en la siguiente. Para 1965el achí 2 Emilio Román López Pascual,
de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), comandó en Rabinal, Baja Vera-
paz, un contingente de achi’s, cuya aceptación política se extendió en toda la
región de las Verapaces. Sin embargo, la guerrilla sufrió una seria derrota que
inició en 1966, lo que hizo necesario el repliegue y el estudio de nuevos esce-
narios estratégicos. En esa época, desempeñaron un papel muy importante
los movimientos de base de la Iglesia católica (Acción Católica) que, actuan-
do en función de la recién asumida opción de los pobres, se dieron a la tarea
de organizar alas comunidades indígenas del occidente en Guatemala, con el
objeto de lograr objetivos precisos como la obtención de tierra y la reivindica-
ción de algunos derechos muy concretos. Es la llamada “segunda reforma
agraria”, pues los campesinos se dirigieron a regiones selváticas como la del
Ixcán, a organizar cooperativas, que pronto fueron vistas como “subversivas”
por el ejército. Se fundaron también las Ligas campesinas social-cristianas.
De esa primera época data la extensa acción social de los padres Maryk-
noll, en los departamentos de Huehuetenango y Quetzaltenango, que condujo
a una colaboración en el trabajo social de religiosos y estudiantes y el trabajo
político de guerrilleros.
En los años setenta, se manifiesta como resultado de la autocrítica de la
guerrilla el proceso de incorporación masiva de indígenas achi’s, quichés,
cakchiqueles, ixiles, principalmente, a las unidades guerrilleras del Ejército
Guerrillero de los Pobres (EGP)y de la Organización del Pueblo en Armas
2 Guatemala se divide en cuatro grupos étnicos: los mayas, los ladinos (mestizos), los
garífunas (caribes negros) y los xincas (indígenas no mayas). Las organizaciones indias
sobre las que se habla en este trabajo son de indígenas mayas. Las lenguas mayas más
importantes son el quiché, mam, cakchiquel, achí, kekchí, aguacateco, chortí, chuj, ixil,
jacalteco, kanjobal, pocomam central, pocomam oriental, tzutujil, uspanteco, sacapulteco,
teco, pocomchí, mopán, lacandón chol, yucateco, itzá, lacandón del norte.

590
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

(ORPA), que en ese momento iniciaban su lucha en el Occidente del


país, el corazón indígena de Guatemala, cuando antes habían actuado en el
Oriente, principalmente mestizo (aunque más bien la reiniciaban, pues sus
dirigentes tenían la experiencia, analizada críticamente, de la década anterior
y plantearon en sus análisis teóricos también el de la cuestión étnico-nacio-
nal).
Paralelamente, se dio en la Universidad de San Carlos un debate acadé-
mico en el cual por primera vez se polemizó sobre la problemática étnico-
nacional y la cuestión del racismo en Guatemala. Este debate se polarizó. Una
de las posiciones fue la marxista ortodoxa de Severo Martínez Peláez, con su
libro La patria del criollo, y la segunda, radicalmente etnicista, de Guatemala,
una interpretación histórica, de Carlos Guzmán Bockler y Jean Loup Herbert.
Todo aquel fermento -combinado con el mínimo margen de maniobra que el
Estado contrainsurgente había concedido a los sectores populares en su afán
de crearse una base de apoyo y abrir para sus propios intereses la Franja
Transversal del Norte, zona selvática de los departamentos de Izabal, Alta
Verapaz, el Quiché y una parte menor de Huehuetenango- creó un espacio
que los líderes indígenas más conscientes (empapados de la experiencia desa-
rrollista de la Iglesia, porun lado, y del debate académico, por el otro) empeza-
ron a aprovechar.
El incipiente trabajo de organización se había iniciado, muy lentamente,
desde 1970, con pasos muy titubeantes que se concentraron en toda una cam-
paña de alfabetización durante tres o cuatro años consecutivos a partir de
1972, año en que se hizo la primera prueba formal de impulsar dicha empresa.
Un dato interesante a este respecto es el hecho de que la mayoría de los
alfabetizadores había participado, años atrás, en las experiencias de catequi-
zación impulsadas por los organismos cristianos durante el apogeo del desa-
rrollismo de los sesenta (en la Acción Católica Rural Obrera, JACRO), Aso-
ciación Indígena pro Cultura Maya Quiché. Se trataba de una organización
con reivindicaciones eminentemente indias, que centraba su accionar en el
plano cultural, a manera de minar la opresión y discriminación resultantes de
su condición de explotados y acelerar la concientización de la identidad étni-
ca.
El otro elemento que aparece hacia la misma época es el trabajo impulsa-
do por la Pastoral Indígena, el cual -además de sus propias campañas de
alfabetización- se fijaba como ideal retomar la conciencia de los valores indí-
genas. Este trabajo era la última etapa de Acción Católica en su propia evolu-
ción hacia el compromiso con los explotados.3 Asimismo, el otro elemento de
3 Arias, 1985, p.77.

591
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

índole nacional que hizo su aparición en este mismo periodo fue la realización
de los Seminarios Indígenas que se iniciaron en1972, en donde se trató la
situación social, cultural, económica y política del pueblo indio; de ellos surgie-
ron tanto cuadros del movimiento revolucionario como de la burguesía indíge-
na en formación.
Dos factores son decisivos en este despertar indígena, en este “hervor de
la conciencia”: por una parte, el largo camino recorrido por Acción Católica a
lo largo de la década anterior; por otra, el acceso de una gran cantidad de
indígenas a la educación media, y hasta la superior, que volvían a sus comuni-
dades empapados del entusiasmo y las ideas que sacudían el ambiente indíge-
na de aquella época.4 Por efecto de la concientización masiva que produjo el
terremoto de 1976 -conocido como el “terremoto de clase” porque afectó
sobre todo a los sectores populares-, algunas Ligas campesinas y cooperati-
vas unieron sus esfuerzos y fundaron una nueva organización que aglutinó a
indígenas y ladinos pobres del país: el Comité de Unidad Campesina(CUC),
una organización de los campesinos a niveles supracomunitarios y supra étni-
cos que funcionó de una manera muy similar a como lo hacen muchas aldeas
indígenas en la vida comunitaria. Ello resultó, en esos momentos, verdadera-
mente revolucionario, ya que se combinaron una toma de conciencia de la
división de clases y otra de las necesidades étnicas.
El CUC tuvo su primera manifestación pública el 1º de mayo de 1978.
Por primera vez en la historia del país se vio desfilar, junto con los demás
miembros de las organizaciones populares a centenares de indígenas, hom-
bres, mujeres y niños, que no sólo iban vestidos con sus trajes tradicionales,
sino que presentaban sus reivindicaciones como miembros de una nueva or-
ganización cuyo lema era “Cabeza clara, corazón solidario y puño combativo
de todos los trabajadores del campo”. La participación en esta manifestación
del CUC demostró que era un instrumento organizativo para forjar lazos de
solidaridad entre la población indígena y el movimiento obrero que en la déca-
da de los setenta se hallaba en pleno auge. El CUC pretendía también unir a
los campesinos indígenas del Altiplano y los trabajadores ladinos de las planta-
ciones.
A finales de la década de los setenta surgieron varios grupos etnicistas,
que periódicamente celebraban reuniones en la ciudad de Quetzaltenango, y
que adoptaron los más variados nombres: Chilam Balam, Federación de Indí-
genas de Guatemala, Ixim, Tojiles, Nuestro Movimiento, Cabracán, etcétera.
Entre sus ideólogos se contaban distinguidas figuras de la burguesía indígena,
tales como Miguel Alvarado de Cantel y el padre José Serech.
4 Ibid, p.78.

592
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El documento más importante es el elaborado por el grupo Maya5, que


recoge las soluciones indianistas a la cuestión de las nacionalidades en Guate-
mala: o bien la reivindicación del separatismo total, la secesión de la “nación
maya” en virtud del derecho a la autodeterminación y a la independencia que
asiste a las etnias indias (Constitución de una República Maya independien-
te). O bien la reivindicación del derecho al ejercicio absoluto del poder en el
actual “Estado nacional” guatemalteco, en virtud de los derechos históricos
del pueblo indio sobre estas tierras, y en virtud de la “extranjeridad” y reciente
advenimiento de los ladinos (reaproximación de la República guatemalteca
actual). O bien la reivindicación del derecho a constituirse y ser reconocidas
como regiones delimitadas geográficamente sobre base lingüística dentro del
actual territorio estatal guatemalteco, en virtud de las características lingüísti-
co-culturales que los diferencian de la comunidad ladina (Constitución de re-
giones indias semi-autónomas o autónomas).
Como resultado de las masacres que el ejército llevó a cabo -y que fue-
ron actos de infame etnocidio y genocidio- a mediados de los ochenta comien-
zan a aparecer nuevas modalidades de organización en los sectores damnifi-
cados por la represión y la impunidad, a saber el Grupo de Apoyo Mutuo
(GAM), la Coordinadora Nacional Viudas de Guatemala (Conavigua), el Con-
sejo de Comunidades étnicas Runujerl Junam (CERJ),el Consejo Nacional de
Desplazados de Guatemala (Condeg), las Comunidades de Población en Re-
sistencia del Ixcán (CPR), las Comisiones Permanentes de Representantes
de Refugiados (CCPP), la Organización de Mujeres Refugiadas “Mamá
Maquín” y varias más.
Estas organizaciones surgen, todas ellas, como producto de la guerra y
de sus consecuencias inmediatas: contrainsurgencia, etnocidio, desplazamien-
to de población, muerte, dolor. Algunas son organizaciones netamente indíge-
nas que postulan reivindicaciones étnicas; otras cuentan con mayoría de indí-
genas en su composición, aunque no expresan reivindicaciones étnicas, y en
otras más se recogen reivindicaciones de los indígenas en tanto víctimas de la
violencia.6 Por ejemplo, el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), fue fundado el 4
de junio de 1984 por aproximadamente 25 familiares de guatemaltecos ladinos
secuestrados, con el objetivo de denunciar las constantes violaciones a los
derechos humanos. El 80% estaba integrado por esposas y madres de estu-
diantes, profesionales, campesinos, obreros y ciudadanos en general que ha-
bían sido detenidos y desaparecidos por el gobierno.

5 "Guatemala: de la República...!, (mimeo).


6 Rivera Rivera, 1992.

593
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Tanto ladinos como indígenas formaron parte del GAM. Conscientes de


ser muy pocos comenzaron a poner anuncios en prensa y cuñas radiales con
llamados a familiares de desaparecidos para unir sus esfuerzos. Poco a poco
fueron llegando hombres y mujeres, entre los que destacaban, con su fuerza
silenciosa, indígenas del altiplano, sobre todo de El Quiché. Desde que empe-
zó la presión al gobierno exigiendo la aparición de los desaparecidos, el GAM,
consistió en una fuerza variada y multiétnica que, liderada por mujeres capita-
linas, arrastraba gran cantidad de indígenas. Por este origen y particular ma-
nera de conformarse, en el GAM podemos hablar de dos tipos de implantacio-
nes: una urbana, no indígena proveniente de medios universitarios y sindica-
les; y otra del interior, fundamentalmente indígena, pero también de departa-
mentos del Oriente (ladino). Con el paso del tiempo el componente de indíge-
nas fue tomando cada vez más importancia. Además de esta dedicación a los
desaparecidos, casi desde su inicio -y ante la inexistencia de otras organiza-
ciones-, el GAM se convirtió en una oficina de denuncia de la violación de los
derechos humanos en Guatemala.7 En septiembre de 1988 se creó la Coordi-
nadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), que reunió sobre todo
a las viudas víctimas de la represión del ejército; pero también formaron parte
de la organización mujeres casadas y solteras, ladinas e indígenas, del campo
y de la ciudad, católicas y protestantes que luchaban por los derechos a la
vida, a la asociación y al trabajo. Además, luchaban por poner fin a la impuni-
dad, anular todos los mecanismos de control militar y porque el gobierno las
indemnizara y les diera tierras para poder subsistir. Fue un grupo que se defi-
nió específicamente por la problemática de la mujer y por la lucha por los
derechos de los niños. Se constituyó en un grupo de presión que simbolizó a
una población olvidada y precaria: mujeres y niños campesinos e indígenas.
Una de sus primeras apariciones públicas fue una manifestación en Zacualpa,
departamento del Quiché, contra los malos manejos del alcalde en la distribu-
ción de viviendas donadas por la Comunidad Europea y la sustracción de
alimentos para las viudas y huérfanos (1989).
Tanto el GAM como el Conavigua, el Consejo de Comunidades étnicas
(CERJ), el Consejo Nacional de Desplazados de Guatemala (Condeg), for-
maron parte de la Unidad de Acción Sindical y Popular (UASP), que agrupó
a los sectores populares que llevaron la lucha reivindicativa a nivel nacional.
El Consejo de Comunidades étnicas Runujel Junam (CERJ), creado en
agosto de 1988, fue una de las organizaciones indígenas más beligerantes en
Guatemala. Sus acciones reivindicativas se centralizaron sobre todo en exi-
gencias para que las comunidades indígenas fueran tomadas en cuenta en el
7 Bastos y Camus, 1993.

594
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

proceso de desarrollo productivo del país y no se les siguiera asignando tareas


y obligaciones discriminatorias, como formar parte de las Patrullas de Auto-
defensa Civil.8 (Las Patrullas de Autodefensa Civil, PAC, fueron creadas a
principios de los años 80 y fortalecidas durante el gobierno del Efraín Ríos
Montt -1982-83- con el objetivo de que fueran el respaldo civil para combatir
a la guerrilla. Según el informe Recuperación de la Memoria histórica, Rehmi,
“la obligación de participar en las PAC desestructuró la vida
comunitaria”).Característica del CERJ fue su actitud de denuncia respecto
de lo que considera ha sido un proceso de irrespeto ala identidad cultural
indígena, mediante “mecanismos utilizados por el Estado de la clase hegemó-
nica, tales como el sistema educativo, que no está en correspondencia con los
intereses y necesidades de la población indígena”.9 El Consejo Nacional de
Desplazados de Guatemala (Condeg) fue una organización indígena que aglu-
tinó a representantes de miles de desplazados internos víctimas de la guerra
de contrainsurgencia que se ubicaron en los centros urbanos del país o en las
fincas de la Costa Sur. Dispersos, confundidos, “extraños en su propio país”,
solos, tuvieron quehacer frente a años de persecución, al silencio, al olvido.
Los primeros contactos entre los desplazados se produjeron por medio de la
Iglesia católica y un núcleo evangélico.
Una parroquia de la periferia de la ciudad de Guatemala dio en 1988
espacio para que uno de ellos expresara su testimonio en la misa. El 3 de
marzo de 1989, se realizó el primer encuentro entre grupos, llegando 100
representantes. Con el apoyo de la Iglesia, delegaciones del cuerpo diplomá-
tico y diputados del Congreso, salieron a la luz pública en la ciudad de Guate-
mala el 3 de septiembre de 1989 con el objeto de apoyar y promover el desa-
rrollo de los desplazados internos. Condeg, antes de la firma de la paz en
enero de 1996, tenía una cobertura aproximada de 7 000 familias.10 Las Co-
munidades de población en Resistencia (CPR) estaban constituidas por la
población indígena que, huyendo de las masacres realizadas por el ejército en
los años ochenta, se refugiaron en las selvas del norte de Guatemala. Era una
población india que resistió en condiciones sumamente difíciles a base del
trabajo colectivo y comunitario, el cual les permitió planificar y ejecutar la
autodefensa, organizar la producción, recolección, conservación y distribu-
ción de los alimentos, así como resolver los problemas educativos, sanitarios y
religiosos de esas comunidades constituidas por miembros de distintas etnias
y hablantes de distintos idiomas. La población vivía huyendo de la acción

8 "Consejo de Comunidades...”, 1991. Veáse Rivera Rivera, op.cit., pp.34-35.


9 Ibidem.
10 Ibid., pp.35-37.

595
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

represiva del ejército, que en la última época de la guerra -desde noviembre


de1992- bombardeó continuamente sus lugares de ubicación. En la década de
los noventa comenzaron a hacer llamados a la comunidad nacional e interna-
cional para que se les reconociera como población civil desplazada no belige-
rante y se les otorgara una serie de garantías civiles para poder retornar a sus
lugares de origen. Las Comisiones Permanentes de Refugiados (CCPP) eran
las instancias representativas de los 45 000 oficiales en México.
En agosto de 1987, los presidentes centroamericanos firmaron los acuer-
dos de Esquipulas II, donde por primera vez se trató el problema de los refu-
giados y desplazados en la región. A raíz de esos acuerdos, el gobierno guate-
malteco creó el 5de septiembre de 1987 la Comisión Nacional de Reconcilia-
ción (CNR), integrada por representantes del gobierno, los partidos políticos y
personalidades notables, para impulsar el llamado “diálogo nacional”.
Los refugiados de los campamentos aprovecharon este espacio y crea-
ron a su vez las Comisiones de Representantes de Refugiados (CCPP), que
entraron en contacto con la CNR para llevar sus propuestas de manera unifi-
cada al diálogo nacional. Para integrarlas CCPP, cada comunidad nombró a
un representante y se convocó a una asamblea general de refugiados a la que
llegaron cerca de mil representantes. La primera delegación de las CCPP,
estaba integrada por 72 refugiados. Luego, cada estado mexicano con pobla-
ción refugiada reconocida (Chiapas, Quintana Roo y Campeche) tenía su
comisión. Las CCPP, constituidas mayoritariamente por indígenas, represen-
taron a los refugiados principalmente en las negociaciones para el retorno a
Guatemala.11 Finalmente, la Asociación de Refugiados Dispersos de Guate-
mala (Ardigua) surgió en Motozintla, Chiapas, en abril de 1992, y buscó la
organización de la población guatemalteca que huyó a México víctima de la
represión selectiva del ejército y que no fue reconocida por el gobierno de
México ni por las instituciones internacionales. Su objetivo fue luchar por un
retorno colectivo, organizado, lúcido, sobre las condiciones que presentaba la
realidad guatemalteca. Sus miembros estaban organizados en comités (tenía
32). En cada región (El Soconusco y Motozintla, principalmente) tenían una
directiva regional que agrupaba a los comités locales. Por medio de asam-
bleas nombraban al equipo coordinador que dirigía a la asociación. En función
del trabajo concreto tenían distintas Secretarías. En su mayoría eran indíge-
nas, aunque señalaron que había un 6% de ladinos (mestizos) pobres en la
asociación. Como dato importante, hacían un trabajo para recuperar la histo-
ria de Guatemala, la historia de sus comunidades vista por los protagonistas
(mujeres, hombres, jóvenes y ancianos), aunque señalaron que un hecho pre-
11 Arriola Pinágel, 1993, pp.3-4.

596
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ocupante era que los jóvenes estaban perdiendo su identidad de indígenas y de


guatemaltecos.
Mención aparte merece la conformación de la Coordinadora de Mujeres
de Guatemala (Coamugua), actor de la sociedad civil en los procesos de paz,
que venía consolidándose desde los años ochenta, y que representa sólo un
aspecto de la multiplicidad de luchas con las que se ha expresado la mujer en
la lucha de la sociedad guatemalteca por lograr una vida diferente a la que se
ha tenido, con excepción de los diez años de vida democrática (1944-54) en el
país de la “eterna dictadura”.
Por otra parte, la Campaña Continental 500 Años de Resistencia Maya,
Garífuna y Popular en Guatemala vino a configurar una nueva modalidad de
organización indígena y a dinamizar estructuras organizativas ya existentes.
Uno de los sectores más dinámicos y participativos dentro de los múltiples
campos de acción de la campaña local fue el que se desenvolvió en torno al
“rescate de la religiosidad maya”. En septiembre de 1990 se conformó la
“Comisión de Celebraciones Mayas Majawil Q’Ij (“nueva aurora” en mam),
que llevó a cabo desde esa época una serie de actividades y celebraciones
religiosas mayas.
El 12 de octubre, convocados por la organización Majawil Q’Ij, se re-
unieron en Iximché200 sacerdotes mayas de varios departamentos de occi-
dente y 6 000 campesinos indígenas, como un acto de la campaña indígena
sobre los 500 años de la Conquista de América. En ella se planteó la unidad, la
resistencia y la hermandad de los indios frente al V Centenario de la Conquis-
ta y se determinó que no se podía celebrar esta fecha como fiesta, pues en
América latina se iban a cumplir 500 años de etnocidio, genocidio y ecocidio.
Más bien se reafirmó la voluntad de demostrar que los indios existen, tienen
fuerza para conquistar sus derechos y su identidad como pueblo y hoy más
que nunca necesitan unirse para defender esa identidad. Sus organizadores
consideran esta ceremonia como “la primera actividad étnica de mayor parti-
cipación en la historia del país”.12 En otro nivel de organización, dentro de la
Campaña Nacional había grupos que han desarrollado actividades preponde-
rantemente políticas y sociales, como el Consejo de Organizaciones Mayas
(Comg) y la Academia de Lenguas Mayas (Almg). Ambas organizaciones
integraron hasta finales de 1991 la Campaña Nacional y durante el II Encuen-
tro Nacional coordinaron a una serie de ONG’s que trabajaban con indígenas
en toda la república. Según Manuel Rivera13, el Consejo aglutinó a proxima-
damente a 40 asociaciones u organizaciones “mayas”, es decir, no hubo una

12 Coordinación Maya, 1991.


13 Rivera Rivera, op. cit., p.60.

597
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

participación de no indígenas a su interior, si bien podían apoyar desde fuera.


Como ejemplo de algunas líneas del trabajo de las organizaciones del COMG
tenemos las que se enfocan hacia la mujer, hacia los jóvenes y hacia la reli-
gión. Los programas dirigidos a la mujer no la conciben individualmente, sino
como parte de una familia, como una integrante más de la misma como el
hombre, los niños. Por otro lado, el COMG integra una organización específi-
ca de mujeres, el Consejo de Mujeres Mayas de Guatemala. El trabajo hacia
los jóvenes busca capacitarlos o profesionalizarlos, crear cuadros medios con
una educación no formal dentro de su línea mayista. En cuanto a la religión
maya piensan que hay que revitalizar y fortalecerla puesto que “la cultura
maya es un estilo de vida”, a modo de darla a conocer organizando talleres,
investigándola, apoyando la formación de cuadros dirigenciales de la misma,
siempre dentro de la tolerancia religiosa. La implantación y trabajo del COMG
se enfoca hacia las comunidades del altiplano. Busca “fortalecer los procesos
organizativos de la población y establecer una entidad de coordinación, análi-
sis y reflexión de la problemática del Pueblo Maya”. Y por las características
de algunas de sus organizaciones miembros, consigue moverse en un espacio
amplio.14 Un importante aspecto de ambas organizaciones ha sido su plantea-
miento sobre los derechos de los pueblos mayas. Representan una tendencia
radicalmente etnicista, teorizada principalmente por el doctor Demetrio Cojtí
en su libro publicado por la Asociación de Escritores Mayances de Guatema-
la, La configuración del pensamiento político del pueblo maya.15 El doctor
Cojtí señala endicha obra que Guatemala es una sociedad multinacional admi-
nistrada por un Estado controlado por una única comunidad que es la comuni-
dad ladina, y que lo utiliza para sofocar la supervivencia y el desarrollo de las
naciones subordinadas, es decir, de las naciones indígenas. Por consiguiente,
el guatemalteco es un Estado colonial, porque no favorece el desarrollo de
todas las comunidades nacionales que se encuentran en su territorio de juris-
dicción. Afirma que hay un fracaso completo de las políticas asimilacionistas.
Que muy probablemente los indígenas frustrarán los sueños de los que buscan
“construir su nación” sobre el cadáver de las naciones mayas y de aquellos
que buscan borrar a los mayas de la historia de la humanidad y del concierto
mundial de naciones. Plantea como solución el que Guatemala se convierta en
una federación de naciones. Es decir, que cada nación tenga su propio gobier-
no, su territorio delimitado, sus mecanismos para desarrollar su cultura, su
idioma, sus leyes, etcétera. Cree que el Estado de Guatemala debe de estar
constituido por los representantes de los diversos gobiernos nacionales que

14 Bastos y Camus, op. cit, p.109.


15 Cojtí Cuxil, 1991.

598
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

consientan federarse en él. Es decir, que esta solución significa el otorgamien-


to progresivo de las autonomías nacionales a que tienen derecho las naciona-
lidades mayas. Podemos ver así que en Guatemala ha habido toda una serie
de organizaciones indígenas con un abanico de posiciones que van desde aque-
llas en las que trabajan igualitariamente indígenas y ladinos quienes luchas por
reivindicaciones étnicas, hasta aquéllas en donde se manifiesta hacia el mes-
tizo una profunda desconfianza, que en los casos extremos se vuelve rechazo,
odio y voluntad de separación.
Estas diferencias se expresaron en la discusión del acuerdo “Identidad y
Derechos delos Pueblos Indígenas” de los “Acuerdos de Paz”, en el que se
manifestó 16que era necesario tratar este tema en el proceso de negociación
porque el sistema de dominación que se ha desarrollado en el Estado guate-
malteco impide el respeto de los derechos políticos, sociales, económicos,
territoriales y culturales del Pueblo Maya.
Pero a la vez se hace una aclaración fundamental: si bien es necesario
solventar esta situación de relaciones de dominación, ello no significa “resol-
ver el problema por inversión” (que el pueblo maya ejerza dominación sobre
los “otros pueblos”), sino redefinir la naturaleza del Estado y las relaciones
entre los miembros de la sociedad.
De ahí que se plantee la consolidación de un “nuevo proyecto político de
nación”, que llevaría implícito:
Ser un proyecto de unidad nacional. El reconocimiento de la nación gua-
temalteca, como nación pluricultural y plurilingüe. Un marco jurídico como
nuevo acuerdo social. Satisfacer las necesidades de todos los pueblos que
coexisten en Guatemala. La transformación del Estado actual.
El resultado fue: Capítulo IV del Acuerdo sobre Derechos e Identidad de
los Pueblos Indígenas:
Marco Constitucional: “El Gobierno de la República se compromete a
promover una reforma de la Constitución Política de la República que defina
y caracterice a la Nación Guatemalteca como de unidad nacional, multiétnica,
pluricultural y multilingüe.”
Los 12 acuerdos de paz que pusieron fin a 36 años de conflicto armado
en Guatemala fueron el resultado de un proceso de negociación que inició
formalmente en 1990, pero fue con la firma del Acuerdo de Paz Firme y
Duradera, suscrito el 29 de diciembre de 1996 por el gobierno de la República
y la Unidad Revolucionaria nacional Guatemalteca (URNG), cuando cobra-
ron vigencia. En su conjunto, representan una agenda integral orientada a
superar las causas del enfrentamiento armado, y sentar las bases de un nuevo
16 Ponciano Castellanos, 1996, pp.111-112.

599
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

desarrollo. Expresan consensos de carácter nacional. Han sido avalados por


los diferentes sectores representados en la Asamblea de la Sociedad Civil y
fuera de ella. Sin embargo, la situación no ha cambiado desde la firma de la
paz. La violencia, la impunidad, la corrupción, la miseria extrema (ha habido
casos de muerte por inanición en Jocotán y Camotán, pueblos del Oriente
guatemalteco), la confrontación étnica y social, la acción impune del ejército
siguen imperando en todo el país. Es necesario por ello pelear desesperada-
mente porque la sociedad se destruye, hay un capital de esperanza que se
destruye día a día. Es importante por lo tanto quelas organizaciones de la
sociedad guatemalteca vuelvan a unirse y actuar buscando nuevas solucio-
nes, a fin de lograr que un día haya patria para todos, una patria multiétnica,
pluricultural, de múltiples identidades, que vaya más allá de los confines del
nacionalismo y de la “otredad”, que sea un movimiento hacia el diálogo y
hacia la convivencia respetuosa de la diversidad, hacia la reapropiación de la
historia por los marginados, por las víctimas de la guerra sucia y el terrorismo
de Estado, que en Guatemala han realizado una lucha heroica y anónima por
su derecho a vivir.

Bibliografía:
ARIAS, Arturo, “El movimiento indígena en Guatemala: 1970-1983”, en Da-
nielCamacho y Rafael Menjívar (coord..), Movimientos populares en Centro-
américa, San
José de Costa Rica, Ed. Universitaria (Educa), 1985.
ARRIOLA PINÁGEL, Aura Marina: “El primer retorno colectivo de los re-
fugiados guatemaltecos”, Seminario Permanente de Estudios Chicanos y de
Fronteras, Serie:
Documentos para la discusión, núm.3, abril 1993 (mimeografiado).
ARRIOLA PINÁGEL, Aura Marina, “La política indigenista y las organiza-
ciones indias en Guatemala”, en Raquel Barceló, María Ana Portal, Martha
Judith Sánchez, coordinadoras, Diversidad étnica y conflicto en América La-
tina, vol.1, Organizaciones indígenas y políticas estatales, Plaza y Valdés, S.A.
de C.V, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., mayo de
1995.
BASTOS, Santiago, CAMUS, Manuela, Quebrando el silencio, FLACSO-
Guatemala, Guatemala, 1993.
Centro de Estudios Integrados de Desarrollo Comunal (CEIDEC), Guatema-
la: polos de desarrollo. El caso de la destrucción de las comunidades indíge-
nas, vol.1, México (Ceidec), 1988.

600
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

COJTí CUXIL, Demetrio, La configuración del pensamiento político maya,


Quetzaltenango, Guatemala, Asociación de Escritores Mayances de Guate-
mala, 1991.
Consejo de Comunidades étnicas Runujel Junam (CERJ), “Consejo de Comu-
nidades étnicas Runujel Junam (CERJ)”, ponencia presentada en la I Confe-
rencia de los Grupos Afectados por la Violencia y la Represión, Guatemala,
julio 18 y 19, 1991.
COORDINACIóN MAYA, MAJAWIL Q’Ij (El Nuevo Amanecer), Guate-
mala, boletín núm. 1,septiembre, 1991.
Guzmán Böckler, Carlos y Jean Loup, Herbert, Guatemala: una interpretación
Histórico Araucaria.Año 4, Nº 8 Segundo semestre de 2002Social, Editorial
Siglo XXI, México D.F., 1970.
MOVIMIENTO DE AYUDA Y ACCIÓN SOLIDARIA, “Guatemala: de la
República burguesa centralista a la República Popular Federal”, (Mimeo.) y
publicado en Centro de Estudios Integrados de Desarrollo Comunal (CEI-
DEC), Guatemala. Seminario sobre larealidad étnica, Vol.II, Editorial Práxis,
México, 1990.
Nuevas modalidades de organización indígena, tesis de licenciatura en Socio-
logía, Universidad de San Carlos de Guatemala, Escuela de Ciencia Política,
Guatemala, 1992.
OFICINA DE DERECHOS HUMANOS DEL ARZOBISPADO DE GUA-
TEMALA, Guatemala Nunca Más, Informe Proyecto Interdiocesano de Re-
cuperación de la Memoria Histórica,(Versión resumida), Donostia, País Vas-
co, 1998.
PONCIANO CASTELLANOS, Karen, El rol de la Sociedad Civil en Guate-
mala y El Salvador. Procesos de negociación comparados, Instituto Centro-
americano de EstudiosPolíticos, Incep, Panorama Centroamericano, Temas y
documentos de Debate No.4/96,Guatemala, julio-agosto, 1996.
MARTíNEZ PELáEZ, Severo, Motines de indios. La violencia colonial en
Centro América y Chiapas, Cuadernos de la Casa Presno, Universidad Autó-
noma de Puebla, Puebla, Pue., México, 1976.
Martínez Peláez, Severo, La patria del criollo, Editorial Centroamericana,
EDUCA, 1979,(sexta edición. La primera edición es de 1970). También fue
publicado por el Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1998.
RIVERA RIVERA, Manuel Cupertino, Organización y desarrollo indígena en
Guatemala.

601
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Tania Palencia Prado (1956)

Guatemala, 1956. Ensayista, columnista de opinión, analista política y


poeta. Editora de la revista semanal Inforpress Centroamericana en
Guatemala. Ha colaborado con diversos periódicos y revistas lati-
noamericanas con ensayos literarios, antropológicos y políticos. Tam-
bién ha sido consultora para varias instituiciones internacionales de
desarrollo y cuenta con una sólida experiencia y formación académi-
ca en problemas referidos a derechos humanos. Entre sus obras se
encuentran: Género y cosmovisión maya (1999); El ser guatemal-
teco en la obra de Luis Cardoza y Aragón (2002); Adentro/desde
la cueva (poesía 2006); Barriga llena no cree en hambre ajena.
La maquila textil en Guatemala (2010); Ginocidio de mujeres in-
dígenas (2013); Cero punto cero. Derechos indígenas a veinte
años de la paz (2016); Zoocomio (poesía 2016).

Las relaciones entre hombres y mujeres mayas (un aporte para


su comprensión) 1

I. ¿Qué es complementariedad?
Podría decirse que, en general, en el discurso de mujeres y hombres
mayas existe una explicación ambigua sobre las relaciones que establecen
entre sí. Es ambigua porque al mismo tiempo que admiten y hablan sobre la
jerarquía del hombre, a su vez relatan y señalan la existencia de fuertes con-
sensos entre éste y la mujer.
Durante la presente investigación, muchas mujeres entrevistadas advir-
tieron fuertes relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, pero siem-
pre incluyeron hechos e imágenes de complementariedad entre ambos. Por
su parte, la mayoría de hombres mayas que opinaron en los medios de prensa
a lo largo del estudio, enfatizaron más en la débil recurrencia de conflictos
entre mujeres y hombres e hicieron uso del término complementariedad para
referirse a la mujer como complemento del hombre. Uno de ellos dijo “que la
mujer maya aún está despertando a la contemporaneidad, por lo que a criterio
de él, además de asumir los derechos que le corresponden como mujer, debe-
rá asumir un papel preponderante en la definición de sus características que la

1 Tania Palencia. Ensayos sobre género y cultura maya. Guatemala: Prodesa, Proyecto de
desarrollo Santiago, 1999, 78-95.

602
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

determinan en la cultura maya, en donde no es considerada como oposición al


hombre, sino su (subrayado nuestro) complemento.” (Revista Iximulew: 7)
El incipiente debate que existe entre hombres y mujeres mayas intelec-
tuales en torno a las relaciones de género concede bastante importancia a la
palabra complementariedad para caracterizar los lazos principales entre hom-
bres y mujeres. También se menciona este término muy comúnmente porque
existe una idea elite generalizada acerca de que la complementariedad es un
eje fundamental de la cosmovisión maya.
Sin embargo, el debate todavía no se ha profundizado hacia la compren-
sión de qué es lo que se entiende por complementariedad. Cuando se utiliza
esta palabra en el debate informal sobre las relaciones de género entre hom-
bres y mujeres mayas, se toma por un hecho o por un deber ser sin analizar en
qué consiste. No obstante, existe un sentido común acerca de que la comple-
mentariedad es igualdad y armonía entre dos.
Entre algunos intelectuales mayas, hombres y mujeres, se coincide en
interpretar la complementariedad como equilibrio de la dualidad y suele con-
vertirse en normativa o valor en sus relaciones de género. En el No. 8 de la
Revista Iximulew del 9 de agosto de 1996, dedicado a las mujeres mayas, la
mayoría de hombres que opinaron hicieron alusión a la complementariedad
como una cualidad de la cultura maya contemporánea que viven hombres y
mujeres.
En la mayoría de los estudios sobre cosmovisión maya, efectivamente, se
advierte acerca de la existencia de conceptos y símbolos sobre el movimiento
interdinámico de dos fuerzas, como la vida y la muerte, el tiempo y el espacio.
El Pop Wuj es un escenario abierto a las relaciones complementarias, como
los códices y las estelas. En ellos se observa una percepción acerca de la
importancia y necesidad de la interdependencia entre lo que existe. No sola-
mente entre los seres humanos, sino entre las cosas y los seres de las cosas.
La complementariedad en la cosmovisión de la civilización maya puede
ser entendida como completud entre yo y los otros y los otros en mí. Este
concepto ofrece perspectivas para interpretar el mundo a través de encuen-
tros “de las interacciones de fuerzas de todas las vertientes del universo”
(Matul:26). La cosmovisión maya estudiada en documentos prehispánicos
aporta a la visión de la unidad de lo diverso y su creencia de las relaciones no
se basa en unidades cerradas, partidas a la mitad y opuestas.
El equilibrio y la armonía entre las fuerzas o energías duales no sólo es en
sí mismo, sino en relación a lo demás. Pero el hecho de que haya dos fuerzas
construyendo una unidad, no necesariamente las hace a ambas iguales. Por
ejemplo, las cualidades de las fuerzas del universo que hacían pareja no eran
necesariamente las mismas.

603
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En la antigua cosmovisión maya no existía antagonismo pero tampoco


igualdad entre tiempo y espacio ni una separación tajante entre razón, mito y
sentimiento. Más bien los estudios sobre la cosmovisión maya enfatizan acer-
ca de que ésta ofrece una perspectiva de la interdependencia de las diversas
partes que conforman un todo; su concepción del tiempo constituye una ecua-
ción de esta interdependencia (Matul: 47-49).
Siendo así, una coherente interpretación de la antigua percepción de com-
plementariedad, con el propósito de comprender más el actual proceso de
reconstrucción de la identidad del pueblo maya, podría ser relativa a un siste-
ma de relaciones simbólicas sobre la existencia: las asociaciones múltiples del
ser humano con la naturaleza y el movimiento cósmico. En ese gran contexto,
las fuerzas o energías pares interactúan, no sólo de dos en dos, sino entre sí
(ver ensayo Acercamiento a la cosmovisión maya).
Ahora bien, la idea de complementariedad aplicada a las relaciones de
género debería ser re-conocida, primero, con relación al símbolo y luego, res-
pecto a la historia. En el período clásico se cultivaban y valoraban imágenes y
símbolos que expresaban los poderes de las grandes mujeres mayas, como
Ixmucané e Ixquic, como las energías o diosas del maíz, la muerte y el agua,
equiparadas a los hombres y en relación de completud con ellos. Pero esta
simbología mítica no regulaba ni expresaba las relaciones cotidianas entre
hombres y mujeres. Desde aquellos siglos existía una disociación entre el
valor y la relación entre los géneros.
¿Cómo se vive la interdependencia entre hombres y mujeres mayas?,
¿Tal vivencia coincide con la idea de equilibrio y armonía entre dos? Estas son
preguntas importantes para conocer las actuales relaciones entre hombres y
mujeres mayas. Implican respuestas más abiertas y complejas que la simple
prescripción sobre que las relaciones entre hombres y mujeres deben ser
complementarias, como si este concepto incluyera la igualdad o equidad entre
los dos.
Por otra parte, el término complementariedad ha sido utilizado en la an-
tropología desde los años treinta. Varios investigadores lo han utilizado para
explicarse los fenómenos sociales divididos en mitades, las relaciones de pa-
rentesco, la organización de los clanes; las relaciones entre las clases, las
edades o las castas.
En la antropología contemporánea existen diversos estudios que precisa-
mente analizan cómo se muestran las relaciones de complementariedad entre
hombres y mujeres de comunidades indígenas. Estos estudios coinciden en
señalar que la complementariedad es el acto y a la vez el proceso de los
aportes mutuos entre hombres y mujeres, los cuales no tienen que ser ni todos
simétricos ni todos asimétricos.

604
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Este concepto, incorporado a la antropología de género, tendría mayor


coincidencia con las relaciones entre los seres percibidas por la cosmovisión
de la civilización maya, en tanto que mostraría el estado de las relaciones de
interdependencia.
La antropología de género entiende por complementariedad el modo de
ser interconectados o interdependientes y no la igualdad entre los géneros. La
complementariedad es un concepto que interpreta una relación interdinámica
e interdependiente; no es una normativa social. Algunos especialistas también
advierten que “‘La complementariedad debería ser vista como un aspecto de
las relaciones de género, y no como un modelo general para analizar las rela-
ciones multidimensionales entre mujeres y hombres’ (Mader)” (Perrin, M. y
Perruchon, M.:12).
En este ensayo entenderemos por complementariedad las relaciones de
interdependencia entre hombres y mujeres mayas, especialmente en dos es-
pacios amplios de las relaciones entre ambos: sus roles domésticos y sus
valoraciones mutuas.
La interpretación se basa en 120 encuestas, sesenta hombres y sesenta
mujeres. Cien de las cuales fueron pasadas a hombres y mujeres indígenas de
comunidades de los departamentos de Quiché, Baja Verapaz, Huehuetenango
y Quezaltenango; y las otras 20 a hombres y mujeres indígenas que viven en
la capital o tienen contacto directo con ella y su nivel de instrucción es diver-
sificado y universitario. La mayoría de encuestados pertenecen a los pueblos
Mam, K’iche, Kaqchikel, Q’eqchí, Poqomchí, Popti’, Q’anjob’al y Sacapulte-
co. El criterio de selección fue al azar.
Es un universo muy pequeño como para extraer proposiciones universa-
les de las relaciones de género entre hombres y mujeres mayas, y aún más
pequeño si advertimos acerca de las variadas expresiones de géneros no sólo
entre diversos grupos etnolingüísticos, sino entre comunidades geográficas.
Pero tampoco sería el propósito de este ensayo universalizar lo encontrado.
Es sólo un aporte, más empírico que académico, a la comprensión de las
relaciones de género en aspectos específicos.
Las encuestas abordaron dos temas generales: 1) los roles en la econo-
mía doméstica (los aportes mutuos) y 2) la percepción del otro y de sí mismo,
incluyendo zonas conflictivas de la relación. Fueron realizados también cuatro
talleres con hombres y mujeres indígenas de los departamentos de Huehuete-
nango, Alta Verapaz, Quezaltenango, y la capital, más un taller exclusivamen-
te con 30 mujeres indígenas en San Marcos, con el fin de conversar sobre
estos dos temas.
De una interpretación de los resultados y de la comunicación realizada se
infiere que, entre los hombres y mujeres entrevistados, existe una difusa fron-

605
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tera en el ejercicio de algunos roles prácticos y cotidianos, especialmente en


lo que respecta a asegurar la reproducción de la familia, pero simultáneamen-
te existe una asimétrica valoración de las tareas y funciones respecto a sí y al
otro (a). Las relaciones de complementariedad en el grupo entrevistado son
relaciones desiguales y esta ausencia de equidad no está desvinculada de su
experiencia cultural, sino es expresión misma de la cultura.

II. Las esferas compartidas


Para nombrar las relaciones entre personas muchos de los idiomas del
pueblo maya tienen palabras que en ellas mismas se contienen ambos géneros
y otras que podríamos llamar interactivas, lo que no es común en el idioma
español. Por ejemplo, el vocablo k’ichee’ “Wachalal” significa “yo soy
tú y tú eres yo” (Matul: 41).
Como mencionamos en uno de los ensayos de esta investigación, tam-
bién existe el término k’ichee’ “aj in tz’aqat” que significa “sin usted yo no
estoy completo” y al mismo tiempo “sin mí, usted no está completo” (Lima
Soto:50). Los artículos masculino y femenino conocidos en la gramática espa-
ñola suelen no existir en varios idiomas de los pueblos mayas. En el lenguaje,
por lo tanto, hay signos que muestran formas de interacción e integración
entre lo masculino y femenino.
Se observa que en la cultura maya existe un ideal (no necesariamente
una práctica) de orden social que se fundamenta en las ideas de reciprocidad,
respeto mutuo y responsabilidad. Estos son valores constantes registrados
tanto en las encuestas, como en los talleres y entrevistas, y estuvieron asocia-
dos siempre a una concepción de lo que debe ser una relación colectiva, sin
reducirlo a la relación hombre-mujer.
La familia maya viene a ser la principal unidad social en donde se trans-
miten tales valores. Durante varias entrevistas se conocieron diversos relatos
que aluden a la costumbre de pasar noches enteras discutiendo en la búsque-
da de consensos entre padres y madres, entre líderes o entre la gente de la
misma comunidad.
El trabajo compartido para satisfacer las necesidades de la familia es
también un valor ideal. La familia misma sigue siendo el núcleo fundamental
de la reproducción de la población maya, más aún si se toma en cuenta la alta
marginación social en que vive respecto al resto de la sociedad guatemalteca.
Así, el matrimonio suele concebirse como una prestación mutua de servicios
entre el hombre y la mujer para reproducir esta unidad colectiva básica.
Anteriormente era más común que dicho intercambio de servicios se
hiciera mediante el llamado servicio de la novia, a través del cual el hombre

606
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

debía invertir en trabajo para su suegro como pago por la esposa. En el 77%
(93) de las personas encuestadas, la mayoría mujeres (62), dijeron que esta
antigua práctica no les gustaba porque los padres tomaban decisiones que sus
hijos podían ejecutar sin problema alguno.
No obstante este desacuerdo con una práctica tradicional, la mayoría de
los encuestados se inclinaron por seleccionar el calificativo de “trabajador
(a)” para identificar el mejor rasgo de un hombre y una mujer en el matrimo-
nio. Entre las cualidades ideales que deben tener un buen marido y una buena
esposa, el 77% (93) de los encuestados usó los calificativos de “trabajador
(a)”, “responsable”, “cariñoso (a)” y “comprensivo (a)”, en ese orden. Por
oposición, el peor defecto encontrado, tanto por hombres como por mujeres
(95%), fue el de quien es irresponsable con sus respectivas obligaciones.
En el trabajo doméstico de las personas entrevistadas se detectaron es-
feras de tareas compartidas entre hombres y mujeres que muestran que am-
bos tienen acceso a recursos estratégicos de la economía familiar, concedién-
doles mutuo poder. De las tareas principales directamente vinculadas con la
reproducción familiar, no se deduce una jerarquía del hombre respecto a la
mujer.
Se vive una mutua dependencia económica y la vida cotidiana se entien-
de como un conjunto de contribuciones mutuas. Estas relaciones compartidas
son esferas de negociación y de conflicto, donde existe un entendimiento de la
cooperación. Tal interdependencia entre hombres y mujeres está relacionada
también con la sobrevivencia básica propia del funcionamiento de las econo-
mías domésticas campesinas.
Tareas propias y compartidas entre hombres y mujeres mayas
Actividad
Masculina
Femenina
Término
Medio
- desgranar maíz
- hacer la masa
- tortear
- cocinar
- lavar ropa
- lavar platos
- limpieza

607
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

- cuidar niños
- traer leña
- traer agua
- cuidar animales
- limpieza del campo
- sembrar
- cuidar la cosecha
- cosechar
- tejer
X
X
El 54% (65) de las mujeres entrevistadas proveen, junto con el esposo, el
dinero para gastos familiares, especialmente a través del tejido, la venta de
animales y de hortalizas. El dinero obtenido por las mujeres es administrado
por ellas y se destina especialmente para alimentos, utensilios domésticos y
vestuario. Las mujeres solteras también aportan a algunos gastos familiares y
suelen ayudar a su madre y a algunas hermanas.
El dinero obtenido por los hombres es en un 66% (79) administrado por
los mismos hombres. En la mayoría de los casos en los que el hombre se
convierte en el principal proveedor de dinero, es él quien toma las decisiones
con respecto a su administración. El aporte masculino se destina en mayor
proporción para alimentos y para reinvertir en la siembra y/o en el negocio.
Los hombres solteros también aportan al gasto familiar. La mayoría de hom-
bres respondieron que su principal aporte es para los gastos de su propia
familia, aunque el 19% (23) dijeron apoyar a hermanas y padres.
Es posible que la participación conjunta de hombres y mujeres en la so-
brevivencia cotidiana genere espacios ideológicos que alimentan valores rela-
cionados con el mutuo acuerdo. Por ejemplo, hay una comprensión de la mu-
jer como dueña de las fuerzas naturales de la reproducción, equiparada a la
tierra. Así, existe una alta valoración de la mujer como madre que es transmi-
tida explícitamente.
Todas las mujeres encuestadas afirmaron que, durante la maternidad,
cuentan con el apoyo del esposo en tareas como “cocina y cuida a los demás
hijos”; “entra el agua, ayuda en la limpieza de la casa y baña a los hijos”;
“hace los trabajos de la casa” o “me cuida”. Hubo también mujeres (17) que
indicaron que, durante la maternidad, el esposo apoya “sólo dándome dinero”.
Las respuestas de los hombres fueron, entre otras, “cambiar pañales”, “ayu-
darla en la cocina”, “ayudarla a cuidar al hijo”.

608
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Estas esferas compartidas también reflejan la existencia de espacios que


conceden niveles de autonomía o instrumentos fuertes de negociación a la
mujer. Tal es el caso del acceso directo de las mujeres en la siembra y prepa-
ración del maíz. A través de su papel como alimentadora y madre, la mujer
tiene espacios de poder y negociación.
Decidirse a “no hacer la comida” resulta un arma durante los conflictos o
bien puede ser el origen de conflictos de pareja. Por el contrario, aunque los
hombres también suelen cocinar, su mayor involucramiento en una esfera
considerada típicamente femenina, como limpiar y tortear, suele ocurrir tran-
sitoriamente y, en especial, durante los primeros meses de la maternidad.
Ahora bien, fuera de los espacios complementarios o interdependientes
de la vida doméstica familiar, como ayudarse en la siembra, en el gasto y en la
alimentación, se encuentran formas de relación entre hombres y mujeres que
son jerárquicas, asimétricas o desiguales.

III. El poder de la decisión


Aunque los hombres y las mujeres encuestados indicaron compartir algu-
nos espacios de trabajo doméstico, no por ello mostraron tener la misma con-
dición. Al contrario, los deberes del hombre y de la mujer, de uno para el otro,
fueron claramente diferenciados. La mayoría de respuestas de las mujeres a
la pregunta “cómo le enseñaron a comportarse como mujer ante un hombre?
ilustraron una condición de subordinación de la mujer.2
Por su parte, la respuesta más común entre los hombres fue la de “respe-
to” y aquellas relacionadas con “no hacerle daño” a la mujer. Ningún hombre
asoció sus respuestas con la idea de servir y obedecer a la mujer, a no ser en
la pregunta sobre las obligaciones de un hijo para con su madre.
Por lo tanto, podríamos decir que, a pesar de la existencia de esferas
compartidas entre hombres y mujeres, con sus correspondientes ideas de apoyo
mutuo; existe otro sistema de ideas, más arraigado y socialmente más activo,
en el cual la mujer es concebida como servidora del hombre. El hombre es
formado como el que ejecuta las decisiones trascendentales y el que sale al
mundo caxlán (castellano, ladino) para asegurar la pervivencia familiar, aun-
que en la vida cotidiana la mujer aporte igual o mayor cantidad de trabajo.
Estas funciones del hombre son altamente valoradas y, comparativamente,
consideradas más importantes que las que realiza la mujer.
2 Entre las respuestas más comunes se encontraron: “Escuchar al hombre con mucha
atención y comprenderlo”,”cuidar su ropa”, “respetuosa”, “atenderlos”, “obedecerlo”,
“respetar sus decisiones”, “hacer lo que diga”, “las mujeres son de la casa”, “no ser
coqueta”, “no reírse delante de los hombres”, “no desvestirse ante un hombre”, “no
hablar cosas de mujeres con ellos”, “no salir en las noches”.

609
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Hombres y mujeres encuestados mostraron cómo esta marcada diferen-


cia de roles es transmitida entre los mismos familiares, a pesar de que no se
sienten a gusto con esas valoraciones. El eje fundamental de esta diferencia
en la visión de los roles femenino y masculino se debe al amplio campo de
poder de decisión del hombre. En la encuesta y en los talleres realizados se
observó tal diferenciación. En las tareas referidas a la vida doméstica cotidia-
na (gasto en el mercado, vender animales, compra de alimentos, etc.) el 71%
(86) de las personas encuestadas dijo que ambos, hombres y mujeres, toman
las decisiones. Sin embargo, en aquellas decisiones que se salen del espacio
de la casa, de lo doméstico, es el hombre quien finalmente decide, así lo mani-
festó el 85% (102) de personas encuestadas.3
Las decisiones tomadas comúnmente por hombres están en relación di-
recta con la alta valoración que se tiene de él para enfrentar el mundo exterior
y responsabilizarse de los intereses comunitarios. En las diversas entrevistas
realizadas fue muy recurrente mencionar esferas estrictamente masculinas
como aquellas relacionadas con la protección, el liderazgo social, los cargos
políticos y las funciones religiosas. Existe, entonces una simbología y un siste-
ma de conocimiento que refleja la existencia de un estatus superior del hom-
bre, así como un poder de acción al cual la mujer no tiene acceso:
“En mi región, el hombre siempre va adelante. Esto tiene sus razones.
Dentro de nosotros el hombre es el que abre el camino para que la mujer no
tenga problema, no tenga dificultad en dar los pasos. Vamos caminando, igual.
En las veredas va el hombre primero, si encuentra una culebra, un animal, es
el primero en enfrentarse a él” (comentario de un participante en el taller
sobre “Género y Cosmovisión Maya).
Esto no quiere decir que las mujeres no puedan ser reconocidas como
poseedoras de poder o autoridad y menos que no existan espacios para que
las mujeres influyan en las decisiones de los hombres, pero lo que aquí se
advierte es la existencia de relaciones de sumisión de la mujer, socialmente
aceptadas como normales. La mayoría de entrevistados aseguraron que las
mayores funciones sociales de los hombres eran así, naturales:
“El hombre tiene cierta fuerza energética, que hace que la mujer no ten-
ga dificultad en diversas actividades. Por ejemplo, por qué la mujer no puede
danzar el baile del venado o del tigre. Es que ese es un ritual, tiene su nahual,

3 ¿Quién decide sobre estos asuntos? Decisiones. Ambos/ Hombre/ Mujer: - Lo que se
compra en el mercado, - Venta de animales, - Gasto de la ropa, - Qué hacer con las
hortalizas cultivadas, - A quién le dan herencia, - Salir a trabajar, - Dónde trabajar, - Salir
de la casa, - Ir a la escuela, - Permiso a los hijos, - Trabajo de los hijo, - Tener novio (a)
- Participar en la comunidad

610
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

y el nahual no puede conjugarse con la mujer, cómo dijera, es para el hombre”


(comentario de un participante en el taller sobre “Género y Cosmovisión Maya).
Un sacerdote participante del taller sobre Género y Cultura Maya expre-
só con mucha claridad esta separación de esferas de poder en las cuales
hombre y mujer aparecen en relaciones complementarias asimétricas o de
desigualdad, sin que se conciban como tales,
“Hay un compartimiento e intercambio de funciones en casos especiales.
La normativa de la cultura lo establece. En la cofradía, si el hombre muere, la
mujer sigue su función como mayordomo, pero si tiene hijos varones mayores,
posiblemente puedan ocupar el lugar del padre, pero no superan a la madre.
Ella dirige desde su lugar, no puede ocupar el lugar del esposo. Lo mismo si
falleciera la esposa, el hombre hace las funciones de la esposa, pero desde
donde le corresponde.” (comentario de un participante en el taller sobre “Gé-
nero y Cosmovisión Maya)
Si bien esta estructura de relaciones no fue interpretada por la mayoría
de encuestados como relaciones de desigualdad, cuando se les preguntó qué
es lo que no le gusta del esposo, del padre o del hermano, las respuestas más
comunes fueron: “me regaña”; “no me deja salir”; “piensan que nuestro tra-
bajo es sólo ayuda”; “es muy celoso”; “se emborracha y gasta el dinero”; “me
pega” y “hay que servirles por ley y fuerza”. El 37% (45) de las mujeres
entrevistadas afirmó que los hombres les pegaban o ejercían maltrato contra
ellas cuando estaban borrachos o cuando la comida no estaba lista. De las 45
mujeres, quince aseguraron que el marido antes les pegaba y que ahora sólo
se enojaba si no preparaban la comida a tiempo.
Durante el taller sobre Género y Cultura Maya las mujeres participantes
sí hicieron alusión a la existencia de relaciones desiguales, desde esta pers-
pectiva,
“Las comadronas van a todos lados, de noche o de día, pero esta partici-
pación se da a través de la compañía del esposo de ella. Si es posible compar-
tir esa responsabilidad en ese momento, por qué no se puede dar en otras
ocasiones. Tener cierta igualdad, de hombre a mujer y no sólo de mujer a
hombre, porque las mujeres aportamos nuestra parte, pero no vemos la reci-
procidad.” (comentario de un participante en el taller sobre “Género y Cos-
movisión Maya)
Y también desde estos puntos de vista:
“Lo que los compañeros han señalado anteriormente, es que existe esa
complementariedad para ellos, es decir, las mujeres para con los hombres.
Pero cómo nos sentimos las mujeres, será que los sentimos a ellos como
nuestro complemento? Esto corresponde a lo que se les ha inculcado, es decir,

611
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

trabajo en el campo, en la calle, pero ya estando en la casa cuál es el nivel de


complementariedad que puede existir? por qué sólo en ciertos niveles puede
haber complementariedad? cómo podría manifestarse esa complementarie-
dad del hombre a la mujer?.” (comentario de un participante en el taller sobre
“Género y Cosmovisión Maya)
“Por ejemplo, los papás dicen en las comunidades: si es mi hijo, que estu-
die su primaria, después mejor si va al básico. Pero si es una niña, mejor saca
tercero de primaria o sexto, porque es mujer.” (comentario de un participante
en el taller sobre “Género y Cosmovisión Maya)
Las mujeres madres transmiten la valoración acerca de que el hombre
merece mayor poder de decisión que la mujer porque es el protector de la
familia. En general, se enseña a las hijas a aceptar que el hombre sea servido
por la mujer, tome más alimentos, salga a la calle, vaya a la escuela y se
mueva con más libertad en el mundo externo a la familia. Durante el taller
realizado en San Marcos, donde participaron mujeres mayas de diversas eda-
des, se confirmó esta tendencia: sin excepción, las mujeres afirmaron que
cuando nace un niño hay más festejo en la familia que cuando nace una niña.

IV. Los escenarios de la desigualdad


La pobreza constituye una causa poderosa que favorece la reproducción
de las formas de desigualdad observadas. Sin embargo, no es la causa que da
origen a este comportamiento. Entre los hombres y mujeres mayas de clase
media entrevistados, con instrucción diversificada o superior, se observó que
también existía una desigual valoración de los roles masculino y femenino en
la toma de decisiones y una marcada separación de los espacios propios.
En este grupo, cuya condición social no es afectada por la pobreza, fue-
ron más explícitos los comentarios de los hombres respecto a que el espacio
propio de la mujer es la casa y que su función fundamental es la maternidad.
Uno de los encuestados afirmó que el principal conflicto que tenía con su
esposa se originaba en que ella “no comprendía las necesidades de libertad
del hombre”.
La pobreza, más exactamente, es una causa agravante de esta manera
desigual de relacionarse que existe al interior de las familias entrevistadas.
Agrava la desigualdad porque atrofia o deteriora los espacios de complemen-
tariedad donde hombres y mujeres se ofrecen ayuda mutua. La pobreza esti-
mula la violencia intrafamiliar, pone en tensión los aportes de cada quien exi-
giéndoles el máximo consumo de esfuerzos y energías.
Además, en medio de la escasez de bienes y recursos y a causa de la
existencia de un régimen económico opresivo, se fomenta una cultura de la

612
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pobreza en la cual hombres y mujeres se someten a ritmos intensos de sobre-


vivencia y no encuentran oportunidades para mejorar sus condiciones de vida.
Esta cultura de la pobreza los obliga a reforzar los roles femeninos y mascu-
linos desiguales que se reproducen en toda la sociedad guatemalteca. El rasgo
más característico de esta condición es que se recarga el trabajo de reproduc-
ción de la vida doméstica familiar, donde la mujer realiza la mayor parte de
tareas.
Las mujeres mayas deben realizar tareas de cuidado familiar que, en el
contexto urbano y mayormente ladino, han correspondido al Estado. Ejemplo
de estas sobre jornadas de trabajo son la educación de los hijos, el cuidado de
la salud de los familiares (marido, hijos, tíos y padres de la pareja), el cuidado
de la salud propia, el cuidado de la propia maternidad y el acceso a los servi-
cios de saneamiento.
Casi la totalidad de los entrevistados (82) afirmó que “antes” había más
ayuda mutua entre hombres y mujeres y señalaron que “ahora” es más difícil
ganarse la vida. También coincidieron en advertir que las esferas más comu-
nes de conflicto y violencia física y psicológica entre hombres y mujeres eran
aquellas derivadas de la “escasez del gasto” para mantener a la familia. Estos
hechos no implican que sólo las mujeres mayas se encuentren en tal condi-
ción.
De modo que puede asegurarse que existen diversos escenarios que ali-
mentan esta desigualdad: uno de ellos es cultural, donde se reproducen valo-
res que conceden al hombre mayor supremacía en la toma de decisiones.
Otro escenario es el medio político, económico y social guatemalteco, en el
cual la pobreza margina de oportunidades, derechos y poder a la mayoría de
hombres y mujeres mayas, con lo cual se acentúan sus roles diferenciados.
Un tercer escenario es también propio de la sociedad guatemalteca: la mujer,
en general, es considerada como sujeto de menores derechos con relación al
hombre.
El mercado de trabajo es un ejemplo adecuado de este último escenario:
las mujeres y, en particular, las mujeres mayas reciben menores salarios por
igual trabajo, tienen vedado el acceso a ciertos puestos laborales, difícilmente
asumen cargos de dirección y cargos públicos o se les arrincona a trabajos de
servidumbre, como el llamado oficio doméstico.
Un cuarto escenario de relaciones desiguales se impone sobre hombres y
mujeres mayas. Se trata de la discriminación étnica. La cultura ladinocéntrica
que existe en Guatemala reproduce una escala de valores en la cual la condi-
ción de hombre y mujer maya se convierte en condición de inferioridad res-
pecto al ser hombre y mujer ladinos. En el espacio de dominación étnica no

613
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

suelen expresarse alianzas entre hombres o bien entre mujeres, independien-


temente de su identidad étnico cultural.
Las mujeres mayas entrevistadas mostraron que son éstas las más afec-
tadas por tal discriminación. También se detectó que, en general, la mujer
ladina discrimina o muestra su superioridad sobre hombres y mujeres mayas.
Las mujeres entrevistadas dijeron tener experiencias donde mujeres ladinas
creen que la mujer maya “aguanta todo”, “nos insultan y nos dicen indias
coches”; “nos mandan a hacer cosas no adecuadas a nuestro puesto”; “algu-
nas piensan que no sentimos dolor”; “en los centros de salud, algunas enfer-
meras no nos atienden”.
Dada esta sobreposición de escenarios que alimentan la desigualdad en-
tre hombres y mujeres mayas, no se puede deducir que el sistema cosmovisi-
vo maya sea el factor principal de la ausencia de equidad entre los géneros.
De la cosmovisión de la civilización maya se hereda un mito de alta valoración
de la mujer como madre-tierra. El mito “es un hecho humano cultural, una
creación del espíritu, destinado a re-velar por medio de símbolos una realidad
codificada en espacios pequeños; preferentemente es una obra verbal.” (Ma-
tul:43). El mito “es un relato que transmite el acontecimiento primordial, sa-
grado, significativo y ejemplar” (Matul:42).
Pero simultáneamente se han heredado patrones de conducta, comporta-
mientos culturales, en los cuales aquella alta valoración convive con prácticas
y valores desiguales entre hombres y mujeres. Este complejo sistema se in-
serta en una sociedad altamente discriminadora en las relaciones étnicas, so-
cioeconómicas y, por supuesto, de género. De esa totalidad, integrada por la
vida familiar maya y la sociedad guatemalteca, las mujeres mayas son posee-
doras de los espacios más reducidos.
Si la idea de madre-tierra se arraiga en la cosmovisión maya, esta per-
cepción carece de replica en la vida social realmente existente y se contradi-
ce con la vivencia cotidiana de las mujeres. Se trata de una idea infuncional
que no tiene fuerza de regulación de las relaciones entre hombres y mujeres,
salvo en las esferas de complementariedad ya señaladas. La mujer maya
carece de espacios equitativos de decisión y de acción respecto a los hom-
bres. El deber ser entre hombres y mujeres mayas tiene, en general, el mismo
substrato patriarcal que se observa en la cultura occidental.
Es un hecho cultural aparentemente antiguo o existente desde antes de la
invasión española, la reproducción de patrones de conducta social a través de
los cuales el hombre tiene más acceso a espacios de poder, ejerce mayor
autoridad en la familia y en la comunidad y cuenta con más oportunidades de
decisión y de acción que las mujeres. Estos patrones son alimentados desde

614
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

adentro de la familia maya, es decir, se encuentran tanto en el imaginario


como en la vida práctica cotidiana ya sea en la familia como en sus formas de
organización extrafamiliar, al menos en las personas entrevistadas.
Este estudio, considerándose pionero, exhortaría a la realización de nue-
vas investigaciones para comprender más profundamente cómo operan las
relaciones de género entre la población maya, en sus diferentes pueblos e
incluso en muchas comunidades.

V. ¿Es necesario el “trabajo de género”?


Cualquier esfuerzo por crear condiciones de equidad entre hombres y
mujeres, independientemente de su procedencia étnica, contribuye a la cons-
trucción de relaciones sociales no autoritarias, que no estén basadas en la
subordinación de un ser ante otro. Esta búsqueda de equidad también aporta a
la realización práctica de varios de los conceptos que fundamentan la cosmo-
visión maya como son la solidaridad, el respeto mutuo y la unidad de lo diver-
so.
El reconocimiento de la existencia de relaciones desiguales entre hom-
bres y mujeres mayas debe concebirse como un proceso de cambio donde los
protagonistas, hombres y mujeres mayas, vayan observando, con los y las
educadoras de género, los espacios propios donde sienten las desigualdades.
No es a partir de modelos conceptuales, sino de espacios de intercambio
vivencial (entre hombres y mujeres) como se podrá adquirir conciencia o
noción de las causas sociales y no naturales de la subordinación de la mujer
respecto al hombre. En cualquiera de estos momentos, en la vida cotidiana, la
iniciativa de muchas mujeres para tratar de resolver problemas básicos de sus
comunidades, como la obtención de agua potable o alcantarillado, o bien de
organizarse en sus trabajos para resolver problemas laborales, les ofrece ex-
periencias múltiples para reconocer y transformar su identidad femenina (Ál-
varez: “Trabajo y organización de mujeres”:1995).
Si las organizaciones sociales quieren ayudar a fortalecer estas experien-
cias propias, el primer paso es percatarse, re-visar, ver cómo nos han enseña-
do a ser mujeres y hombres. De ningún modo debe suponer la adopción de
esquemas de comportamiento basados en patrones femeninos y masculinos
procedentes de otras culturas, pero sí implica abrirse a la comprensión y cam-
bio de conductas culturales propias que estimulan la subordinación de la mu-
jer.
No se trata, por ejemplo, que en la búsqueda de equidad entre hombres y
mujeres mayas se viva el mismo proceso llevado por diferentes corrientes
feministas anglosajonas u occidentales que, en algunas fases de su configura-

615
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción, adoptaron acciones radicalmente anti masculinas similares a las que


muchos hombres ejercían contra las mujeres; llamaron a alianza de las muje-
res contra los hombres negando la posibilidad del cambio a partir de nuevos
consensos mutuos, o convocaron a la liberación femenina rechazando los va-
lores del mutuo acuerdo en la pareja, en el matrimonio o en la familia.
Reconocer las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres ma-
yas no quiere decir destruir y fragmentar más estas relaciones, destruir la
identidad étnico cultural y, mucho menos, como se dice popularmente, “darle
vuelta a la tortilla”.
Una de los principales descubrimientos de esta investigación fue encon-
trar voces de mujeres mayas, estudiosas de las relaciones de género, que
precisamente apelaban o demandaban mayor coherencia con valores de la
cosmovisión que fortalecen las relaciones de equidad y armonía. La compren-
sión de las relaciones entre los géneros debe, por lo tanto, estar dirigida a
mejorar estas relaciones, no a destruirlas.
Esta comprensión debe incluir el conocimiento de los múltiples escena-
rios sociales donde hombres y mujeres mayas se desenvuelven: las ideas, los
valores, los sentimientos, la familia, la comunidad y la sociedad en su conjunto.
Se trata de aprender a combatir la subordinación de la mujer en los distintos
escenarios donde ésta se manifieste.
Ahora bien, el llamado trabajo de género entre la población maya ha
nacido en Guatemala principalmente como resultado de la introducción de
este enfoque por parte de las agencias de cooperación internacional. Así, es
común encontrarse con una serie de proyectos con componente de género
ejecutados por organizaciones no gubernamentales que tienen estas caracte-
rísticas:
- desconocen la teoría de género y funcionan con una estructura insti-
tucional interna que no ofrece igualdad de oportunidades de trabajo a
hombres y mujeres;
- desconocen la cultura maya y los aportes que ésta puede ofrecer
para fortalecer relaciones de equidad entre hombres y mujeres;
- promueven procesos educativos que no toman en cuenta las esferas
de complementariedad que existen entre hombres y mujeres mayas
e ideologizan el concepto de género asumiendo que todas las mani-
festaciones de la relación entre hombres y mujeres mayas son rela-
ciones desiguales;
- separan a los actores en el reconocimiento de sus identidades de
género. Se tiende a trabajar sólo con mujeres ofreciéndoles espe-

616
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cialmente talleres educativos en los cuales se refuerza teóricamente


la desigualdad sin entrar a considerar alternativas de comunicación,
negociación y relación donde se generen procesos de construcción
conjunta de equidades;
- descuidan el análisis y la elaboración de propuestas para cambiar
aquellos escenarios de desigualdad entre los géneros, que nacen de
la opresión étnica y de la existencia de un sistema político y econó-
mico de poder que excluye a la mujer en general y, en particular, a la
mujer maya.
- descuidan las alianzas entre hombres y mujeres mayas para ejercer
plenamente su identidad cultural.
De esa suerte, el llamado trabajo de género se convierte en un cuerpo de
ideas extrañas y situadas por encima no sólo de la vida cotidiana sino, funda-
mentalmente, por encima de sus maneras propias de percibirse como hom-
bres y mujeres. El trabajo de género entre la población maya tampoco suele
acompañarse con ideas de cambio de las políticas de Estado, ni se vincula con
el período político actual donde las organizaciones mayas luchan por el reco-
nocimiento pleno de los derechos ciudadanos y culturales de la población que
dicen representar.
Siendo así, parecería que el interés de construir relaciones de equidad
entre hombres y mujeres mayas fuera antagónico con el interés de construir
los espacios necesarios para ejercer la plena identidad cultural del pueblo
maya.
Este temor existe entre muchos líderes políticos, dirigentes y funcionarios
de organismos no gubernamentales mayas, quienes suelen resistirse a reco-
nocer las formas de desigualdad en que se mueven hombres y mujeres ma-
yas, mientras al mismo tiempo no abren o estimulan espacios equitativos para
el liderazgo y la toma de decisión de las mujeres (Álvarez: Prensa Libre 29/
12/97:30).
La educación sobre las identidades de género contribuye a transformar
las formas de poder en que se organiza la familia, a través de las cuales se
sitúa a la mujer como un ser subordinado. Esta educación debe ser comparti-
da por hombres y mujeres, por la familia.
Se sugiere a las organizaciones que realizan este tipo de trabajo, impulsar
un proceso interno de cambios institucionales para aplicar en la práctica mis-
ma la igualdad de oportunidades de desempeño laboral a hombres y mujeres,
así como la construcción de un trabajo profesional en el que educadoras y
educadores se formen en el conocimiento de la teoría de género, así como en
los fundamentos de la llamada cosmovisión maya.

617
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Se recomienda la construcción de metodologías y procedimientos para el


reconocimiento de la identidad de género masculina, para que los hombres
tanto como las mujeres hablen acerca de sus funciones, valores y relaciones
entre sí. También se sugiere tomar en cuenta acciones de incidencia familiar,
comunitaria, municipal, etc. para propiciar espacios sociales que disminuyan
la exclusión de las mujeres. Los proyectos conjuntos, ejecutados por hombres
y mujeres, donde las mujeres ocupen espacios reales de decisión, podrían
generar nuevas experiencias para estimular la conciencia de género.
Los autodiagnósticos de los roles desempeñados constituyen un método
que vincula a hombres y mujeres para verse en esa desigualdad y desear
cambiarla. Pero esta educación debe incluir todos los escenarios donde la
subordinación de la mujer se reproduce y manifiesta. Así, la equidad femenina
y masculina debe cobrar importancia en sí misma y dejar de ser considerada
como un apéndice de los llamados proyectos productivos y de desarrollo.

Referencia bibliográfica
Alvarez, F. et al, “Trabajo y organización de mujeres”. Textos para Debate
No. 10, AVANCSO, Guatemala, 1995.
Alvarez, F., “Fenómenos de opresión afectan a mujer indígena”, Prensa Li-
bre, 29/12/97 pág. 30.
Hernández, T. y Murguialday, C., “Mujeres indígenas ayer y hoy”. Editorial
Puntos de Encuentro, Nicaragua, 1993.
Iximulew, Suplemento trimestral del Centro de Estudios Mayas (CECMA), el
Centro Educativo y Cultural Maya (Cholsamaj) y el diario Siglo XXI No. 8,
Guatemala, 9 de agosto de 1996.
Facio, A., “Cuando el género suena cambios trae/Metodología para el análisis
de género del fenómeno legal”. ILANUD, San José, Costa Rica, 1992.
Perrin, M. y Perruchon, M. et al, “Complementariedad entre hombre y mujer/
Relaciones de género desde la perspectiva amerindia”. Ediciones Abya-Yala,
Quito, Ecuador, 1997.
Matul, D. y Sandoval F., “La cosmovisión maya en la construcción de una
nueva Guatemala”. Liga Maya de Guatemala, Guatemala, 1997.
Moser, C., “Planificación de género y desarrollo/Teoría, practica & Capacita-
ción”. Entre Mujeres/diálogo sur-norte y Flora Tristán/centro de la mujer pe-
ruana. Flora Tristánediciones, Lima, Perú, 1995.

618
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

¿De qué color es lo invisible? 4


Un rasgo sustantivo de las culturas y civilizaciones primigenias fue la
construcción de percepciones míticas de la vida y del mundo. El mito es un
mecanismo de comprensión que, propiamente, no pertenece al orden pragmá-
tico ni al cognoscitivo, puesto que ambos órdenes no están en él disociados; es
ante todo un relato, una narración de acontecimientos cargada de simbolismos
y de fuerza ética ejemplar. Su lenguaje, de carácter prelógico y ritual, se
expresa alegóricamente, es decir, mediante metáforas y analogías que borran
lo literal y muestran sentidos ocultos detrás de la mera narración. Todo mito,
sin embargo, alude a un sistema de conceptos y a hechos cobijados en la
realidad social misma, la cual lo nutre. Su naturaleza es holística, religiosa,
porque re-liga, vincula, entreteje. Por lo tanto, el mito posee fuerza vital, es
portador de gran poder ideológico, forjador de raíces de conducta y de pensa-
miento.
La civilización maya generó precisamente un sistema de mitos caudalo-
sos que registraron su percepción del mundo. La medición científica del tiem-
po, que llegó a contemplar con precisión diversos movimientos estelares inclu-
yendo la gran cuenta larga de la Tierra en la galaxia, se acompañó siempre de
percepciones simbólicas cargadas de estupor y religiosidad. De esta profunda
y todavía no valorada abstracción matemática fue en gran medida constru-
yéndose una cosmovisión no antropocéntrica, donde se reconocía la múltiple
interdependencia entre los seres y las cosas.
Para los mayas todo en el cosmos estaba relacionado. El cosmos era
energía fluyente, cíclica, transformadora; un universo caótico, generador de
vida y de muerte, pero posible en su regularidad, en su constancia, en su
orden. Vida, seres humanos y naturaleza se pertenecían y participaban de la
misma esencia cósmica: Ajaw, dotada de fuerzas diversas; afines unas, otras
opuestas, pero entre sí complementarias e interdependientes. Esas fuerzas
cósmicas estaban relacionadas con el agua, el viento, la luna, el sol, la agricul-
tura, la caza, el maíz, la muerte, el nacimiento, etcétera. Ajaw era creación y
formación, a la vez padre y madre; tiempo y presencia, energía latente en el
corazón de todos los fenómenos y de todos los seres. Por eso sagrada y
venerable.
Aunque su estudio todavía es pionero, se ha hecho evidente que en códi-
ces y estelas, en los relatos orales y en las estructuras astrológicas del calen-
dario, la concepción de la interdependencia y la complementariedad era indis-
pensable para forjar y cultivar equilibrio y armonía. La paridad, no sólo como

4 Primer Encuentro Mesoamericano de Estudios de Género, Antigua Guatemala, agosto


2001.

619
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

unidad de contrarios sino como movimiento de complementos —en parejas


que incluso se duplican—, atraviesa toda la visión del mundo maya prehispá-
nico, visión que incluyó tanto a la naturaleza como a los seres humanos, así
como a la interacción entre ambos. Pero la expresión más cotidiana y arraiga-
da acerca de la paridad, complementariedad y la interdependencia, se mani-
fiesta en conceptos acerca de las relaciones entre hombres y mujeres.
Hombre y mujer eran concebidos como dos en uno, como el día y la
noche, como el cielo y la tierra, como nacer y morir. El Pop Wuj contiene
ilustraciones de parejas formadoras de la descendencia maya, como Tepeu –
Gucumatz (creador y formador); Alom – Qaholom (el padre y la madre);
Ixpiyacoc e Ixmucané (el viejo y la vieja), etc. De igual manera, en los códi-
ces y estelas, y en el mismo panteón maya, se observa la existencia de mu-
chas parejas sagradas o fuerzas complementarias del Ajaw: el señor y la
señora del maíz; la señora y el señor de la muerte; la diosa y el dios del agua;
la diosa joven lunar y el dios joven solar; la diosa y el dios del nacimiento y de
la agricultura, etc. Es indudable que este sistema de símbolos nutrió la vida
social y cultural maya, fue fuente de apreciación astrológica (lo cual implicó
inducción de la vida cotidiana y presunción del destino) y fundó estructuras
lingüísticas y de pensamiento de raíces milenarias.
No obstante, como sucede con toda ideología, el mito es capaz de sobre-
vivir aún si han dejado de existir las condiciones sociales y culturales que le
dieron origen. Las ideas míticas sobre la complementariedad y la interdepen-
dencia entre hombres y mujeres tuvieron seguramente tal evolución. Sobrevi-
vieron a sus tiempos históricos sociales hasta expresarse sincréticamente jun-
to a nuevos mitos, ideas y valores. Como tal enjambre de relatos orales, el Pop
Wuh es un excelente ejemplo de estas cosmovisiones míticas yuxtapuestas y
mestizadas.
Fuerzas femeninas y masculinas hacen presencia en las páginas relativas
a la creación. Fuerzas que se complementan y son interdependientes. Existen
escenas múltiples que dan cuenta de poderes similares entre hombres y muje-
res, ambos habitantes del mundo premaya, sagrado, semidivino. Son los abue-
los, Ixmucané e Ixpiyacoc, los artesanos de la vida. Hombres y mujeres fue-
ron creados y formados de la misma manera y con el mismo material: las
nueve bebidas hechas por la abuela Ixmucané a base de maíz amarillo y maíz
blanco, y gracias a la selección que hicieron animales muy listos entre la gran
abundancia de la tierra. Por fin las energías de la creación y la formación,
caóticas e inevitables, no se equivocaron. Allí estaban los primeros seres hu-
manos, los primeros padres y madres, con vaho entre sus ojos.
Las historias fantásticas nos llevan a Ixquic, de Xibalbá —el mundo de
los seres que se ocultan—, pero también el mundo del peligro, de la defensa,

620
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

del territorio. Ixquic lleva en su vientre al otro, al de la sangre de los que


juegan el juego de la pelota, al adversario. Ixquic integra, une y crea, como la
abuela Ixmucané. Ambas son tierra, vientre, semilla y cosecha: vida. Madre
tierra, en armonía, en estado de presencia y complemento con las cosas.
Cultivan, lo cual es decir además que tienen poder. Poder de decisión sobre
ellas y en lucha de igualdad frente a otros (los hombres de Xibalbá, el abuelo,
Hun Hunahpú). Poder, vida y fecundidad están allí entrelazados.
Ahora bien, en las fascinantes secciones históricas del Pop Wuj se obser-
va que la mujer no tiene la misma simbología ni los mismos valores que poseen
estas dos mujeres. Desde la creación de las primeras cuatro parejas de hom-
bres de maíz, las mujeres comienzan a ocupar un papel secundario, se quedan
sin nombre. Son los hombres quienes ejercen el poder, tienen las armas y
toman las decisiones. El héroe entonces nace y cuenta su historia, sus pose-
siones, su vasallaje y su descendencia. Se forman los pueblos con sus nuevos
símbolos de propiedad y de herencia.
En muchos estudios realizados sobre los períodos clásicos y postclásicos
también se puede observar esa sobrevivencia de las ideas míticas sobre inter-
dependencia y complementariedad entre hombres y mujeres, mientras las
condiciones sociales y económicas ya no las engendran y, por el contrario,
niegan los presupuestos originarios del mito. Así, la complementariedad deja
de ser un relato vital, un acontecimiento intrínseco del pasado-presente-futu-
ro. Se enajena de su condición mítica y se disocia de su ejemplaridad. Se
coloca por encima del mundo y se convierte en dogma, en un deber ser que
estatiza el movimiento y deja de nutrirse de la vivencia misma. El poder polí-
tico patriarcal posibilitó esos vericuetos de las ideas y los símbolos: en el mun-
do de la reproducción de ideas y valores la mujer es madre, tierra, comple-
mento: es natural.
Pero la realidad era otra. Las investigaciones acerca de los períodos
clásicos y postclásico maya han demostrado la existencia de sociedades con
estructuras políticas estratificadas en castas y dirigidas por hombres. Las
mujeres en general poseían un estatus social inferior al del hombre y sus
oportunidades estaban determinadas por la casta o grupo al que pertenecían.
Entre tanto, el sistema ideológico de esa época reproducía imágenes de gran
prestigio sobre la mujer, estaba altamente nutrido por deidades mujeres y pro-
movía un fuerte culto a la fecundidad. El mito ya estaba expropiado de su
contenido vital.
Los códices son la mejor fuente que ilustra el acceso abierto que las
mujeres de la nobleza tuvieron en el período clásico para formarse como
médicas, astrólogas, escribas, sacerdotisas y pintoras, pero no ejercían el po-
der. Las mujeres del pueblo se dedicaban al 5 trabajo doméstico propio o para

621
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

otros; eran también alfareras, tejedoras, hilanderas; hacían trabajos con plu-
mas y joyas y criaban animales. Sin embargo, la vida de las mujeres, en gene-
ral, “giraba alrededor de la reproducción material y cultural de su unidad do-
méstica y de su grupo.” (Hernández y Murguialday: 20).
Es cierto que la cultura clásica todavía recogió valores provenientes del
pasado social precedente. De allí se explica que algunas medidas penales
fueran aplicadas con igual rigor a hombres y mujeres. Esto sucedía en casos
como el adulterio o las relaciones sexuales prematrimoniales. La poligamia,
sin embargo, también exigía esas normas, además de que implicó la compe-
tencia entre hombres por las mujeres y, con ello, el establecimiento de patro-
nes de conducta, a veces muy rigurosos, que controlaban la reproducción de
las mujeres.
El modelo pragmático de ser mujer, basado en la castidad y la honradez,
estaba sincréticamente vinculado con el mito mujer-madre-tierra ahora deca-
dente. El nuevo imaginario impuso otra moral: La mujer debía ser además de
mujer para la maternidad, mujer casta y honrada para el hombre. La hembra
casta tenía que diferenciarse de las mujeres “carnales” (prostitutas); aquélla
debía mantener la cabeza inclinada ante los hombres, con la boca cerrada, sin
exagerados adornos y sin mostrar vergüenza (Garza: 77). Las mujeres solte-
ras no debían sentarse en la mesa con sus hermanos “o con ningún hombre
hasta que se casaran” (Ibid: 78). El silencio era su virtud. El espacio era del
hombre; la mujer se hacía invisible.
En el período postclásico, al dar paso a las formas tributarias esclavistas
(que se basaron en guerras intestinas especialmente dirigidas por autoridades
masculinas religiosomilitares), las mujeres perdieron mayor autonomía, dismi-
nuyeron sus oportunidades de desenvolvimiento social y se acentuó su valor
como objetos de intercambio comercial entre las familias, a través de la gene-
ralización de la institución matrimonial, la cual era directamente organizada
por los padres fijando precio por las habilidades y hermosuras de la hija. “El
esposo podía venderla si al cabo del tiempo no tenían hijos, salvo que el padre
le devolviera lo pagado.” (Hernández y Murgialday: 63).
La complementariedad e interdependencia entre hombres y mujeres se
expresaba, en la vida cotidiana, como unidad de desiguales. El complemento
no derivaba de un aporte y reconocimiento mutuamente equitativo, ya que los
hombres y las mujeres realizaban trabajos desigualmente valorados: la activi-
dad del guerrero y del agricultor comenzó a ser más apreciada que la mater-
nidad y las tareas domésticas desempeñadas por las mujeres.
Pero el imaginario de la mujer-madre-tierra-vida-sagrada se mantuvo
brillando.

622
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

II En la Guatemala formada a lo largo de la vida colonial e independiente,


aquel imaginario indígena se fue fundiendo con símbolos occidentales herede-
ros de la potencia cristiana mujer-madre-vida. De esa simbiosis se han es-
tructurado representaciones simbólicas dominantes con una circularidad ideo-
lógica total: la mujer es madre, la maternidad es la condición de la mujer.
Aunque este dogma se ha forjado como precepto común a todas las culturas
patriarcales, en este país ha llegado a expresarse con imponente fuerza de
vasallaje.
Las raíces simbólicas de la cultura maya y de la cultura criolla coincidie-
ron temerariamente en la conformación de representaciones ideológicas uni-
formizantes que ponderaron la opresión de la mujer amparándose en rígidos
valores morales dirigidos a justificar su encierro en su propio vientre. Durante
muchos siglos en Guatemala se ha cultivado la imagen acerca de que más allá
de la maternidad no existen caminos ni mundos para el ser mujer; sólo el mal,
la depravación y el pecado. En este país se ha cultivado una herencia simbó-
lico-moral, criolla e indígena, que fomenta el encierro, el castigo sobre el cuer-
po, la docilidad y servidumbre de la mujer, construyendo consigo una doble
moral (sexista) que facilita la retroalimentación de dicha herencia.
Tal mestizaje simbólico se fue convirtiendo en un imaginario instituciona-
lizado y dominante, urbano y rural. La iglesia católica, primero, y la iglesia en
general después; las cofradías, la organización local indígena y la tradición
familiar campesina, constituyen las fuentes principales para el arraigo de ideas
y normas de conductas que silenciaron lapidariamente a la mujer, indepen-
dientemente de su origen étnico. Por supuesto que tales representaciones han
sido especialmente alimentadas a través de todas las instituciones de repro-
ducción ideológica, como los centros de trabajo, los lugares públicos, las fies-
tas religiosas, las costumbres, la radio, las escuelas, las estructuras de partici-
pación política y también el arte.
La historia de la novela guatemalteca muestra incluso cómo el arte mis-
mo se inició tal un reflejo de aquellas representaciones patriarcales que fun-
dían al viejo y al nuevo mundo. Para empezar por los temas: las mujeres,
fuerzas peligrosas, llevan a los hombres a la perdición; o las mujeres son
naturaleza y su heroica misión es seguir siendo y guardando la naturaleza. Ése
es uno de los nuevos mitos con que nace la modernidad y ése es el mensaje
dominante de la primera narrativa. Si bien la carga moralista disminuye con la
visión cosmopolita que el modernismo estimuló desde las primeras décadas
del siglo XX, la novela siguió abrigando escenarios donde es el hombre el que
aparece como sujeto universal, como un genérico representativo de la huma-
nidad.

623
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Escritas casi todas por hombres, en las novelas publicadas hasta antes de
la década de los años setenta, con escasas excepciones, la mujer aparece
dibujada desde perspectivas masculinas que la estereotipan, la convierten fá-
cilmente en un clisé: la mujer-bella-maldita, la puta-amante, la mujer-esposa,
la esposa-madre, la apasionadasensual... la india-fea, la india-sufrida, la sir-
vienta. Es la fatalidad más que su voz y conciencia quien la determina. Suelen
encontrarse más mujeres con universos pequeños y secundarios con respecto
al de los hombres y su devenir literario está fulminantemente determinado
porque concurren las acciones de otros, más que las suyas propias. Como
sujeto individual su voz no predomina (suele decirse de ella, ella casi no dice);
muy pocas veces es actora principal. Es dirigida, es protegida, es deseada y
es víctima.
El hombre no. El hombre en la literatura de esa época y el hombre en la
literatura en general han existido como sujeto universal y sujeto individual.
Como sujeto universal es símbolo de la especie humana, el principal canal de
las reflexiones filosóficas y de sentido del autor y el medio más común de la
ejemplaridad. Como sujeto individual habla, tiene voz, tiene nombre y tiene
historia, es uno en sus múltiples actos y cambia. El hombre como sujeto indi-
vidual es actor de su propia acción.
La mujer indígena en la novela anterior a los setenta aparece invisible en
el color de la campiña y el paisaje. Es además un universal latente de dolor,
sacrificio y trabajo. La india es pobre y es sufrida, guardiana de la tierra;
valiente y aguantadora frente al mundo caxlán. La mujer india es, por antono-
masia, víctima ausente. Curiosamente la mujer india habita en la literatura en
voz baja si se compara con el personaje hombre indígena. En efecto, la novela
indigenista, profusa desde 1920 hasta principios de los años setenta, reacciona
con la fuerza contracultural propia de escritores ladinos políticamente progre-
sistas frente a la sórdida dominación criolla, pero su apelación nace y muere
con afanes integracionistas o asimilacionistas. El indio debe involucrase a la
sociedad, al progreso, a la ciudadanía. Por extensión anónima la india debe
vivir el mismo destino. Es cierto que en grandes novelas, como las escritas por
Miguel Angel Asturias, se recrea un imaginario simbólico (construido con re-
cursos panteístas y oníricos) cuyas imágenes y ritmos evocan la fuerza mítica
de la cosmovisión maya prehispánica. En Asturias podemos sentir aleatorie-
dad. Pero esa fantasía maravillosa no libera los roles femeninos y masculinos
del imaginario patriarcal de su época.
En medio de tal dogmatismo simbólico que refuncionaliza los mitos arcai-
cos, bien podría preguntarse si el humor en la literatura ha sido generador de
alguna ventana abierta a símbolos menos opresores entre hombres y mujeres.

624
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La respuesta en Guatemala es extraordinariamente ambigua. Es cierto que el


humor en los relatos orales, muy queridos y comunes en nuestro país, suele
permitirse fugas a través de las 9 cuales la mujer se desprende de sus cade-
nas y en ese desnudarse aparece la risa, pero el castigo no tarda en llegarle.
También es cierto que el sarcasmo y la ironía han sido recursos estimados por
las primeras mujeres poetas que lanzaron sus críticas al cachurequismo y
conservadurismo dominante. Pero desafortunadamente el humor que preva-
lece (el más común) en la novelística es sexista, tal cual ha sido un rasgo del
humor chapín.
Se encuentra en el florido lenguaje popular con que se expresan la mayor
parte de las relaciones entre los personajes hombres y mujeres. Es un lengua-
je metafórico, vitalista y cómico. Invita a burlarse de la sofocante ortodoxia
del “espíritu chapín” con un bagaje retórico sobre la sexualidad, y desde una
perspectiva masculina educada en el mito que edifica al hombre como un ser
conquistador. Es un lenguaje sencillo y de tonos inconscientes cuya audacia y
perspicacia causa risa, cae en gracia y gusta al lector común. Quizá la escena
más repetitiva es la intención de darle voz a la puta. La puta como servidora y
amiga de los hombres. La puta es una institución en la narrativa. Siempre está
allí... en todos los sentidos (las historias abundan).
El chiste es un lado de la moneda; en el otro está la moral que lo condena.
Por eso este juego de humor parece que libera, porque de un lado sanciona y,
de otro, posibilita. Abundan las frases alusivas: da risa hablar del sexo. Hemos
aprendido a que nos dé risa. Pero ese otro sexo, comúnmente está y no está
allí; su cuerpo aplasta su voz. Su cuerpo es su voz, incluso la voz que le hace
el juego a la parodia creada. Y el listado de alusiones puede volverse extenso:
“inmensa bola de gelatina”; “se la cogió sin más dejándola tirada”; “más puta
que las gallinas”, “las putas sí son hembras”, “la que es puta vuelve”, “esplén-
didas líneas”, “mujer fatal”, “la mujer es como una camioneta...”, “atravesar-
la a golpes de verga”, “pipe parado no cree en dios”, “qué tal está el culito”,
“pisto en mano culo en tierra”. Las imágenes también son profusas.
Por el fuerte influjo del realismo en la literatura guatemalteca bien podría
argumentarse que la mayoría de novelas sólo refleja tal cual es la realidad
simbólica social de este país. Por ejemplo, los roles femeninos y masculinos se
reproducen casi exactos : “los 10 hombres no lloran”, “esa cabecita no debe
pensar” (refiriéndose a la mujer), “nació para ser madre”, “él era el mayor y
debía mantenerlos”, “se había hecho un hombre”. Otro ejemplo: las lecturas
nos llevan a pasajes agresivos en casi todas las relaciones: entre hombres y
mujeres, entre hombres y hombres y entre mujeres y mujeres. Predomina la
confrontación, la competencia, la conquista, el conflicto, la venganza, la envi-

625
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

dia, la dominación. María del Carmen Escobar, una de las pocas novelistas
mujeres de la época contemporánea, ofrece en sus novelas un vivo panorama
de tal realismo: envidias y competencias entre mujeres urbanas pobres que
aspiran a ser valoradas por el hombre y el dinero, desde la mujer aristócrata
caída en desgracia hasta la india pobre y madre soltera que se encuentra en la
escala más baja del mundo femenino.
Pero el realismo no hace ni justifica el sentido. Bien se puede o no ser
realista y dejar suelto un sentido de no opresión. En la novelística guatemalte-
ca el sentido de una relativa equidad entre las mujeres y los hombres o el
sentido construido a partir de darle voz e individuación a las mujeres comienza
a hacerse francamente visible a partir de la década de los setenta. Antes de
esa época la narrativa reboza de identidades escindidas en su condición gené-
rica, que no saben sobre sí: la cultura del alcoholismo es el gran paraguas
donde hombres y mujeres se desvanecen como géneros para mostrar la so-
ciedad como conjunto.
A partir de la década de los setenta la nueva narrativa, sin prescindir del
todo de los enfoques sexistas, da voz más definida y perfilada a la mujer.
Además, mujeres y hombres ya no están subsumidos en viejos afanes antro-
pológicos literarios que buscan recaracterizar lo nacional. La nueva narrativa
es más existencial y su inevitable sentido político ya no impone lo social al
individuo, es al contrario. Hay un nuevo enfoque en las relaciones entre el ser
individual y el ser social. La reflexión y el cuestionamiento sobre el poder es el
sustrato argumental profundo, un pathos. La fuente principal de las imágenes
y de las narraciones argumentales es el poder político, el abuso de poder en la
historia de Guatemala (el ejército es el símbolo del máximo poder y del poder
de la destrucción). El principal sentido es criticar el abuso de poder.
En medio de esta nueva tendencia de sentido los nuevos escritores —no
todos, por supuesto— comienzan a describir, a dar espacio a perspectivas
femeninas: lo que ellas quieren, lo que buscan, lo que no quieren; su ser es
más autónomo del suceso masculino. Son más frecuentes las mujeres prota-
gonistas y sus voces se hacen visibles. Aunque de modo insinuado y paradó-
jico algunas novelas ceden a las mujeres, si no un personaje, por lo menos un
espacio en la historia: María Chinchilla, la Malinche, la mujer guerrillera, las
mujeres afectadas por la guerra, la mujer que reflexiona sobre su sumisión,
etc.
Resulta, entonces, que en estos años está ocurriendo en la novelística un
fenómeno similar al que le ocurrió en los años veinte cuando se separó de las
instituciones simbólicas dominantes criollas respecto al indígena: ahora la na-
rrativa se está separando de las instituciones simbólicas dominantes acerca

626
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de las relaciones entre los géneros. Afortunadamente tal fenómeno no está


ocurriendo mediante operativos ideologizantes feministas, simplemente se
encuentra un mayor equilibrio entre las perspectivas masculinas y femeninas,
aunque todavía dominen las primeras.
Quizás un elemento novedoso es el erotismo. En el nuevo conjunto de
novelas hay un mayor número de escenas y enfoques sensuales y eróticos
que la narrativa de la primera mitad de este siglo no desarrolló. Las mujeres-
personajes y los hombrespersonajes se acercan más, están en mayor comuni-
cación sensual; los cuerpos de estas novelas se humedecen de placeres. Pla-
ceres masculinos, placeres machistas, placeres lesbianos, placeres homosexua-
les. La mujer siente y habla de sus placeres.
En el mejor de los casos, como sucede con las obras de María Odette
Canivel Arzú, Irina Darlee, Mario Roberto Morales, Juan Fernando Cifuen-
tes, Carlos René García Escobar, Gerardo Guinea, Rodrigo Rey Rosa, Adolfo
Méndez Vides y Arturo Arias, entre otros, las mujeres crean escenas y relatos
de auto reflexión genérica, es decir, se piensan y se ven a sí mismas en tanto
mujeres, en su relación frente a sí, frente a los otros y frente al otro-hombre.
Una apertura mayor a estos nuevos simbolismos se encuentra en el cuento,
especialmente de escritoras mujeres.
¿Ayudará la reciente creación novelística a generar nuevos imaginarios
de las relaciones entre los géneros? ¿Propiciará la narrativa contemporánea
lecturas críticas acerca del ser mujer y del ser hombre? La respuesta teórica
rotunda es sí. Pero otra de las paradojas de Guatemala es que muy pocas
personas leen, además de que —en promedio— el tiraje de las obras no supe-
ra los mil ejemplares. En las escuelas primarias y secundarias no se pasa de
La tentativa del león y el éxito de su empresa y se sigue reduciendo la oferta
a escritores del siglo XIX y a fragmentos de dos o tres autores guatemaltecos
del siglo XX. Mientras tanto, la carga de símbolos sexistas que emerge de los
medios masivos de comunicación, abona a la revalorización de los viejos ro-
les. Con tal decadencia cultural poco pueden hacer muchas de las nuevas
novelas para escarbar las raíces del imaginario patriarcal.
En la década de los años setenta surge también otro interesante fenóme-
no simbólico: escritores indígenas comienzan a escribir novelas. En realidad al
finalizar la década de los setenta y en los años últimos del siglo XX ha apare-
cido una nueva narrativa sobre “lo indígena”, escrita por indígenas y ladinos,
que diferenciándose del indigenismo nacido con la Generación del Veinte, ya
no reduce o circunscribe su visión a la exclusión socioeconómica del indio;
sino busca mostrar su cultura, incluso sus orígenes culturales, alejándose del
anterior operativo ideológico asimilacionista y construyendo otro interesado

627
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

en mostrar la identidad cultural, la posesión cultural indígena y, en el menor de


los casos, las diferencias culturales entre indígenas y ladinos.
Poco interesa juzgar si la representación imaginaria que hacen los auto-
res es representativa, lo cierto es que es representación imaginaria. Es el
imaginario, entonces, lo que interesa conocer. Y aquí se encuentran sorpresas
mayores. La mayoría de novelas sobre el mundo indígena, aparecidas en esta
época y escritas por indígenas y ladinos, muestran operativos ideológicos esen-
cialistas, es decir, que se 13 esfuerzan por dar rango de esencial, de natural, a
fenómenos culturales cuya naturaleza es histórica y, por lo tanto, cambia y
depende de las circunstancias.
En el afán de ponderar un hecho que en Guatemala todavía no se acepta
en la simbología social dominante, como es la histórica opresión —ya no sólo
socioeconómica— sino cultural indígena; en el afán de mostrar una identidad
que no ha sido respetada, la mayoría de estas novelas convierten la cultura
indígena en un saco de costumbres acríticas, donde se valoran positivamente
los estereotipos de relación entre hombres y mujeres.
En las novelas La otra cara (la vida de un maya) y El retorno de los
mayas, de Gaspar Pedro González -escritor maya-, se puede observar este
fenómeno. Si bien ambas novelas debieran ser ampliamente conocidas desde
el nivel primario de educación dado que muestran universos de opresión del
indígena invisibilizados en este país, su enfoque o su sentido es extraordinaria-
mente acrítico hacia las costumbres que allí se consideran fundantes de la
cultura maya. La descripción de los roles del hombre y la mujer indígena son
un buen ejemplo. Gracias a la estructura de estampas y escenas costumbris-
tas, estas novelas ilustran precisamente esa confusión que ahora existe entre
la inteligencia maya y que consiste en decir que es bueno todo aquello que es
cultivado y heredado por los abuelos de los abuelos. Así, con tonos didactistas,
las páginas ilustran: el culto al nacimiento del niño-varón; la diferenciación de
los roles masculinos y femeninos (el machete, el hacha, el azadón como los
instrumentos del niño; el tejido y los utensilios de comida para la mujer); el
rechazo al control de la natalidad; el llanto de la mujer por el marido que
chupa; el enojo de los padres porque las jóvenes están solas hablando con sus
amigos; el dejar al criterio de los padres la elección del esposo; el pago a los
padres de la novia por sus sacrificios en educarla, etc..
Es interesante observar cómo en las nuevas novelas sobre el mundo
indígena escritas por ladinos, si bien el tono didáctico y sociológico se mantie-
ne, hay más libertad en la caracterización de los personajes mujeres, como
sucede en 3 – Cabán, de Mauricio del Pinal, en Los caminos de Paxil, de
Arturo Arias; y en El valle de la culebra, de Carlos René García Escobar. Sin

628
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

excepción los protagonistas son hombres, pero las mujeres tienen un perfil e
intereses más definidos e influyen en los acontecimientos novelados. No obs-
tante, también en estas obras se recrea un imaginario donde la masculinidad
indígena es el eje generador de la historia, a través de costumbres dibujadas
en escenas secundarias donde la mujer es “madre” (alimenta, cuida) y a la
vez “hija” del héroe (se libera y libera a partir de).
Otras novelas sobre las identidades, como las de Dante Liano (El lugar
de su quietud y El misterio de San Andrés), que aportan mucho en mostrar la
profunda tensión de las relaciones interétnicas y muestran novedosamente un
fenómeno cultural poco abordado en la novelística como es la ladinidad o el
mestizaje, tampoco se detienen en la vida femenina; lo humano ladino y lo
humano indígena son masculinos, sin excepción. En estas novelas las mujeres
no tienen nombre.
Pero una de las más grandes novelas guatemaltecas, El tiempo principia
en Xibalbá, del maestro indígena Luis de Lión, es el contrapunto de toda esta
narrativa. El tiempo principia en Xibalbá, no sólo es una obra obligatoria desde
el punto de vista estético, sino indispensable como fuente de reflexión y deba-
te acerca del estrecho entreveramiento entre las relaciones genéricas y las
relaciones interétnicas. Como bien dice Sagrario Castellanos, la mujer reina
en esta novela. Pero su reinado es el de la disociación. Lejos se encuentra
esta obra de idealizar al mundo indígena; lejos también de condenar o esque-
matizar al mundo ladino. Aquí las voces poéticas operan desde una fuerza
psíquica que, al derrumbar ismos, libera caóticamente los estereotipos que
habitan en el alma colectiva mostrando a los ojos del lector facetas de nuestro
ser ladino (mestizo) o indígena, del ser guatemalteco.
En el Tiempo principia en Xibalbá el ser es instinto; es primordial. Visce-
ral. El hecho existencial es un acontecimiento erótico, sensual, caliente. Los
seres tienen sexo vital, son sexo vital. Se sienten los húmedos olores; olores
de hembra y de macho. Pero ese estado del ser se encuentra disociado. Se
quiere lo que no se puede tener: tragedia 15 india. (Color invisible que también
sienten los ladinos respecto a otros referentes). Heridas del alma se abren en
las mujeres y en los hombres indígenas de este pueblo debido a la sexualidad.
El placer no es libre. Los seres de este pueblo de liran su búsqueda de realiza-
ción erótica y sexual. No es cualquier búsqueda.
Las cadenas invisibles que inhiben al ser están tejidas de ideas, valores y
creencias. “- ¿Sabés una cosa? Yo me he fijado en eso: en la ciudá los hom-
bres de aquí buscan en las ladinas la cara de la Virgen, aquí buscan en la
Virgen la cara de las ladinas. Por eso la Virgen es la Reina y ellas la niña tal,
la Seño tal. En cambio, nosotras somos la Juana, la Concha, la Venancia. ¡Las

629
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

gallinas del patio!...)” (de Lión: 80-81). Eso dicen ellas mientras los hombres
sueñan, se masturban por cogerse a la Virgen de Concepción, con el privilegio
—para ellos— de contar en el pueblo con la presencia de una Virgen de
Concepción puta; puta por caliente y puta, y virgen por apodo, por tener: “el
mismo pelo, la misma cara, los mismos ojos, las mismas pestañas, las mismas
cejas, la misma nariz, la misma boca y hasta el mismo tamaño, con la diferen-
cia nada más de que era morena, que tenía chiches, que era de carne y hueso
y que, además, era puta.” (De Lión: 10). Pero el deseo no se satisface, no se
puede: ni lo que ellas quieren ni lo que ellos quieren. El cura del pueblo, final-
mente, se encarga de condenar cualquier deseo, aplastando con sus diatribas
por añadidura a la Virgen puta.
La mujer-sexo es el símbolo de la disputa y el de la disociación. Las
voces oscuras de la posesión-apropiación de la hembra emergen de todas las
páginas. El indio no puede tener a una ladina y menos una ladina encumbrada.
La india que se calle y que se aguante: aunque se enoje, el hombre se da sus
placeres, por lo menos con la puta que se parece a la virgen. La mujer ladina
invisible pero latente es mala, pero deseable, causa locura en el indio. El hom-
bre es coche, voraz; la mujer es encierro aunque caliente. Los indios, hombres
y mujeres, no se quieren como son. Ellos y ellas no pueden comprenderse a
través del prisma de la complementariedad, en estos tiempos altamente idea-
lizado.
Un actante denso e invisible los aplasta: el poderoso mundo caxlán. En el
Tiempo principia en Xibalbá se pueden sentir las miradas racistas de los ladi-
nos, hombres y mujeres. La propia Virgen, la santa y de madera, le habla a su
pueblo: “¿Que de puritita verdad la perdonaran? ¿De de veras de veras? A
vaya. Pues les haría todos los milagros que quisieran. Pero que eso sí, si con
él se había metido había sido por pura casuanecesidad. Que no fueran a pen-
sar que con todos sería igual. Que recordaran que eran inditos. Que otra vez
gracias por ponerla nuevamente en su camarín. ¡Gracias, inditos por su buen
corazón!” (De Lión: 72).
Podría decirse, en conclusión, que aunque todavía escasa contamos con
literatura propicia para la reflexión sobre las relaciones entre los géneros.
Toda literatura es propicia para tal detenimiento, pero el caso es que la narra-
tiva, la novela y aún más el cuento contemporáneo, están abriéndose a nuevas
expresiones simbólicas que no reproducen y que toman distancia del imagina-
rio dominante en cuyo escenario ni siquiera se cuestiona cómo nos vemos y
cómo vivimos hombres y mujeres. Estas expresiones simbólicas interesan
tanto a la cultura ladina como a la indígena y, más exactamente, interesan a
ese indefinido espíritu del ser guatemalteco. Le han dado color a lo histórica-

630
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mente invisible aunque su impacto todavía sea marginal respecto a las repre-
sentaciones simbólicas que se difunden en todas las instituciones de poder.
Se vive una época en la que las voces indígenas comienzan a mostrar
autonomía política para reconocer, fortalecer y reproducir valores y condicio-
nes de su identidad cultural. En esa difícil defensa, dado el imaginario y es-
tructuras de poder racistas de Guatemala, la defensa política e ideológica de
los derechos étnico culturales puede correr el riesgo de cerrar los ojos ante
manifestaciones culturales que efectivamente forman parte de una manera
de ser, de una identidad, pero que reflejan relaciones de opresión y de no
equidad entre hombres y mujeres. Así, lo peor que pueda ocurrir es estimular
una defensa ciega a una cultura que cobija paradójicamente la destrucción de
sus valores míticos originarios.
La complementariedad y la interdependencia, como paradigmas filosófi-
cos o cosmovisivos albergados históricamente en algún punto de la larga his-
toria hacia la conformación de la civilización maya, están en decadencia. La
cultura occidental, la ladinidad, podría escarbar paradigmas similares entre el
antiguo pensamiento presocrático, pero impregnada más como está del pen-
samiento positivista y racionalista, encontraría mejores fuentes en las nuevas
maneras de ver el mundo que aparecen en la teoría de género, el ecologismo
y la física cuántica, por ejemplo. En general, ladinos e indígenas albergamos
símbolos de opresión ante los cuales ni siquiera estamos conscientes. El sólo
hecho de detenerse en ubicar y comprender esos símbolos es un paso decisi-
vo para reconstruir nuevos imaginarios.

631
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Irma Odilia Otzoy Colaj (1957)1

Académica maya kaqchikel, quien fue una de las primeras mujeres


mayas graduadas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Obtuvo su maestría en antropología cultural en la Universidad de
Iowa y su doctorado de la Universidad Davis en California. Junto a
su esposo Luis Enrique Sam Colop (QEPD) crearon un programa
para becas dirigido a estudiantes universitarios indígenas. Entre sus
publicaciones se encuentran los libros: Maya´b´anikil,
maya´tzyaqb´al: Identidad y vestuario maya. Guatemala: Editorial
Cholsamaj, 1996; Imágenes del indio generación y regeneración.
Los Ángeles, California: 1992; y en colaboración: Aspectos étnicos
y religiosos. La Antigua Guatemala: Centro de Investigaciones Re-
gionales de Mesoamérica (CIRMA) 1997. Ha publicado artículos
como: “Indigenous Law and Gender Dialogues, en Human rights in
the Maya región: global politics, cultural contentions, and moral enga-
gements”. Durham: Duke University Press, 2008, p.171-185; “Fan-
tasía y desdén. Imágenes y contestación”. Mesoamérica, 1997; “Iden-
tidad y trajes mayas”. Guatemala: Centro de investigaciones Regio-
nales de Mesoamérica, 1992; y en colaboración: “Identidad étnica y
modernización entre los mayas de Guatemala”. Guatemala: Centro
de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, 1990.

Fantasía y desdén: Imágenes y contestación


Una amiga de raza blanca admiraba en los Estados Unidos el traje exqui-
sito de una mujer maya2 retratada en una foto. De pronto, algo en la foto
pareció haberla decepcionado un poco: ¡los lentes! Con cierta burla, preguntó:
¿Son los lentes típicos de la cultura maya también? No. Sólo los lentes de
contacto —le dije. Reímos en ese momento, pero creo que hasta la fecha ella
tampoco lo ha olvidado. ¿Por qué se le habrá arruinado el cuadro “cultural”?
Si en la imagen tradicional colonialista los mayas en tanto nativos, no tienen
cultura o bien tienen “poca” cultura en relación con los no-nativos. ¿Qué está

1 Irma Otzoy es guatemalteca, obtuvo su maestría en antropología sociocultural en la


University of Iowa y se encuentra preparando su doctorado en antropología sociocultural
en la University of California-Davis. Actualmente realiza investigaciones en el área
etno-histórica con enfoque en temas de nacionalismo, mestizaje y resistencia cultural.
Una versión preliminar de este estudio fue presentada en el XVII Congreso internacional
de la Latín American Studies Association, que se llevó a cabo del 24 al 27 de septiembre
de 1992, en Los Angeles, California.
2 Los términos “maya” o “indio” serán utilizados aquí alternativa o simultáneamente.

632
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pasando últimamente? Paradójicamente, la dicotomía cultura versus no-cul-


tura parece haberse transformado en una nueva: cultura versus civilización.
¿Por qué esta inversión de imágenes? y ¿cuáles son sus consecuencias? ¿Hay
alguna posibilidad de que este cambio de imágenes esté relacionado con un
nuevo significado de las mismas? Estas son algunas de las preguntas que
exploraré al examinar esta vez las “imágenes del indio” antepuestas a la gente
maya.3
Por imagen se entiende aquí el conjunto de ideas casi espontáneas que se
asocian con algo o alguien a quien generalmente se llega a conocer en apa-
riencia o bien por referencias de terceros. Estos fenómenos tienen, no obstan-
te, algún peso (académico o científico} y poder (social y político) capaces de
penetrar hasta la “conciencia” de sus adeptos, obstruyendo así otras posibles
perspectivas y alternativas.
En el caso específico de la gente maya, estas imágenes corresponden a
una especie de “indios mitológicos” que en unas épocas más que en otras se
han cristalizado en la mente de individuos, sectores e incluso poblaciones.
Hablaremos primero del panorama mitológico y de cómo éste constituye un
muro que impide reconocer la humanidad de los indios mayas actuales. Final-
mente, como una limitante más a lo humano, veremos cómo el poder sociopo-
lítico del conocimiento, tiende a insinuar el conocimiento universal como “su
propiedad”, generando así la inclusión de unos (occidentales) y la exclusión de
otros (no-occidentales) en el proceso.
Prácticamente hay una diversidad de “indios mitológicos” según la hete-
rogeneidad de gustos. Aunque algunas de estas imágenes han emanado local-
mente, muchas de ellas no son sino réplicas o vestigios fantasmagóricos de
engendros externos.4 No siendo mi intención hacer una revisión exhaustiva
de este tipo de imágenes, voy a limitarme a aquellas imágenes de indios mito-

3 Voy a referirme al caso de los mayas de Guatemala, excepto si señalo lo contrario. Dejo
de lado el caso de los ‘mayas clásicos”, con la salvedad de que la imagen pacífica de ellos
ha sido reemplazada por b bárbara, sangrienta y guerrerista, cuya acogida comienza a
verse en publicaciones como en el National Catholic Reporter (septiembre 1986) y en los
anuncios de “Nike” en la revista Sports llustrated del 30 de marzo de 1992, pág. 11 y la
del 6 de abril de 1992, pág., 11.
4 Para las imágenes del indio en las mentes de los anglosajones específicamente, véase
Stephen Benz, “Anglo-American Images of Indigenous Guatemalans”, presentado en la
40va Conferencia Anual del South Eastern Council on Latin American Studies, en La
Antigua Guatemala, febrero 18-20 de 1993. El autor nos proporciona un panorama del
asunto que abarca desde la literatura turística al discurso de connotadas figuras como
Thomas Gage, John Lloyd Stephens hasta la jerga liberal de escritores anglosajones. Los
estereotipos y la xenofobia hacia los mayas, así como la fuerte convicción de una “misión”
de expansión mundial anglosajona construyen la imagen del indio en este escenario.

633
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

lógicos que han “hecho eco” en el ámbito guatemalteco. Entre las imágenes
cristalizadas del indio están la del “indio colonial”, del “indio heroico”, del
“indio retrógrado”, del “indio verdadero, digno de mi respeto” (tipo 1 y tipo II)
y del “indio ideal”. Cada uno de estos “indios mitológicos”, se basan en la
construcción de un indio imaginario, congelado y perdido en un pasado colo-
nial, en un espacio mental o en uno literario. Subyacente en la mayoría de
estas imágenes, sin embargo, pueden discernirse algunos dilemas que acosan
a sus impulsores, como lo veremos en el transcurso de este ensayo.5
La imagen del indio colonial surgió en gran parte a partir de un postulado
económico “liberador” para el país. En este marco, se explica que tanto el
“indio” como “su mundo” nacieron de la crueldad histórica de la conquista,
que lo convirtió desde entonces en dócil víctima de “sus problemas” socioeco-
nómicos y seudo-culturales.6 Así, esta doctrina establece la necesidad de “li-
berar” al indio de “sus problemas”. Si el indio fuese únicamente un pobre
resultado histórico colonial, ¿por qué entonces bajo cualquier régimen militar,
socialista, reformista o civil siguen existiendo indios? Obviamente, la concep-
ción colonial omite y evita discutir el papel que juega el Estado, las institucio-
nes y el ladino actual (“no colonialista”) con respecto al indio. En breve pues,
el indio colonial que nos pintan aquí, posee un carácter episódico-incidental y
no procesal y tiene más cabida conceptual que real.
La imagen del indio heroico, por otra parte, ha sido construida dentro de
un marco romanticista y de apropiación de “lo bueno” del indio histórico.
Tecun Uman es aquí el ejemplo por excelencia. ¿Por qué habría de exaltarse
a Tecun Uman, si después de todo fue un indio k’iche’ “vencido por el cruel
conquistador”? Poca utilidad le traería al vencedor vanagloriarse del vencido
si lo mantuviere oculto. Y, ¿por qué convertirlo en “héroe nacional”? ¿A qué
se debe que si hay algo bueno en el indio se proclame “es nuestro”, es “nacio-
nal”,7 mientras que lo malo que hay en cada “nacional” y en cada indio es

5 Pese a que en el transcurso de los estudios universitarios se repite de continuo la


convención académica de que “no se critica al autor sino a sus trabajos”, de hecho ésto no
se cumple en todos los casos. Desde luego no cuando se habla de algunos autores
“nativos”, en términos académicos, y se menciona incluso su edad (sin propósitos
biográficos) y hasta su ¡forma de caminar! Este ensayo, algunas veces, no será consecuente
en un 100 por ciento con dicha convención ética.
6 Véase Severo Martínez Peláez, La patria del criollo: ensayo de interpretación de la
realidad colonial guatemalteca (Guatemala: Editorial Universitaria, 1970) y, del mismo
autor, “Los pueblos indígenas y el proceso revolucionario”, en Polémica 3 (1982), pp.
47-56.
7 Véase Carol Hendrickson, “Images of the Indian in Guatemala: the Role of the Indian
Dress in Indian and Ladino Constructions”, en Nation States and Indians in Latin America,
Greg Urban, editor (Austin: University of Texas Press, 1991), pp. 286-306.

634
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

típicamente indio?8 Como en el caso de Tecun Uman, también se exalta la


nobleza de otros personajes históricos mayas y se les adopta en tiempos y
lugares convenientes. A fin de cuentas, los “indios heroicos” son “indios muer-
tos”.
La imagen del indio retrógrado nace de un pensamiento reaccionario
que se vale del racismo hacia los indios para justificar la condición tercermun-
dista del país. El racismo hacia los indios permite descargar las frustraciones
por los fracasos de los denominados “creadores y gestores de la economía
nacional”.9 En este contexto la gente india se describe como “en ellos [los
indios] se manifiesta nuestro desarrollo”10 “núcleos retrógrados perdidos allá
en las montañas... [de] la edad de piedra”;11 “sector atrasado”;12 o como
“[l]os indígenas son exiguas minorías que no saben usar el idioma español y
viven aislados en las montañas”.13 Esto implica que los indios “no cambian” y
no hacen nada por sostener la economía de Guatemala, porque no son indios
los que sí trabajan por la economía del país. No obstante, ante el impasse
socioeconómico del país, los exponentes de esta cómoda postura, necesitan
recurrir al indio y crear en él al “indio retrógrado”, para poder redimir las
maniobras propias de otros. La imagen del “indio retrógrado” es una cons-
trucción que funciona más para cubrir las ineptitudes no-indias, que una ase-
veración de la vivencia de los indios mayas en Guatemala.
Sin embargo, los propagandistas de la imagen del “indio retrógrado” ima-
ginan también la “solución” para que el país “progrese”. Esta consiste básica-
mente en que el indio deje de ser indio, aprenda el español y se “eduque”.
Pero esto no se queda aquí. Incluso esta supuesta solución conlleva otros
problemas más para los exponentes del “indio retrógrado”, no sólo porque los
enfrenta a un dilema, sino también porque resulta ser falsa. El dilema es esen-
cialmente anti-indio. Por una parte, si el indio no se asimila no se integra y, si
no se integra, el país no cambia. Por otra parte, si el indio decide aprender el
español y se escolariza, tampoco está bien porque no resulta como “debería
ser”. En 1945, en el editorial de un periódico de Guatemala, un terrateniente y
agro-industrial escribía:
8 Véase, por ejemplo, el análisis del discurso ladino sobre los indios; en particular, sus
clichés de “indio”, “no seas indio”, “se te salió lo indio”, en Tímothy B. Jafek, “Looking
At and Speakíng About; Non-Indian Discourses on indians in Guatemala, 1940-1990’s”
(tesis de licenciatura del departamento de Sociología y Antropología, Swarthmore College,
1992).
9 Véase Prensa Libre (23 de septiembre de 1991), pág. 12.
10 Jafek, “Looking At and Speaking About”, pág. 59.
11 Prensa Libre (25 de agosto de 1982), pág. 10.
12 Prensa Libre (23 de septiembre de 1991), pág. 12.
13 Véase Crónica (10 de abril de 1992), pág. 69.

635
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

¿Qué beneficio traería a los indios y al país que supieran leer


o escribir? ¿Pueden comprar periódicos y revistas? Claro que
no...Utilizan su superioridad como alfabetos para convertirse
en jefes de otros indios y crear toda ciase de dificultades al
propietario de la finca… El indio debido a su atavismo prefie-
re la vida primitiva... Si muestra aparente interés en cual-
quier sugestión de que se civilice, es porque cree en la posi-
bilidad de obtener una ventaja material y no espiritual en ello.14
La “solución” anti-india es también engañosa e irresponsable. Si con ha-
blar el español y escolarizarse cambiara automáticamente la situación del
país, ¿cómo se explica la existencia de tantos compatriotas pobres y de tantos
maestros e hispanohablantes desempleados? Como se aprecia, la condición
tercermundista del país persiste.
Valga hacer aquí una disgresión para señalar que ciertos tipos de cam-
bios en los indios parecen inquietar no sólo a “opresores” sino también a
ciertos “libertadores” del país. Para los primeros, la “utilidad” del analfabetis-
mo de los indios se justifica (como en la cita anterior), prescribiendo “la opre-
sión del indio por el indio”. Es decir, se predetermina el producto de la escola-
rización de los indios y, con base en ello, se les prefiere analfabetas. Para los
segundos, el mejoramiento económico de los indios es condenable por otros,
en cuanto presuponen que conllevaría una “explotación del indio por el indio”.
Aquí el prejuicio no se da sólo con respecto al resultado del mejoramiento
económico de los indios —convertidos en “burgueses explotadores’’—, sino
que también incluye el origen de éste —”explotando a otros indios”. No por
nada se insiste y se exhorta a estudiar más, al derecho y al revés, a los in-
dios.15 Ambas concepciones tienen la función de delimitar el rol de los indios
y, a la vez, de salvaguardar agendas ideológicas exclusivas.
La imagen del “indio verdadero” o el “verdadero indio” es probablemen-
te la imagen de un indio mitológico en que mejor se manifiesta el dilema reso-
lutivo de dos clases y dos corrientes ideológicas acerca de los mayas. Una
corriente favorece la inmutabilidad del indio (tipo I); la otra le dicta un cambio
(tipo II). En cada una de estas corrientes hay una creación interna del “indio
digno de mi respeto” o del “indio que yo reconozco”. Una de estas corrientes
se aferra a la figura del “indio puro” o “indio auténtico”; es decir, al que no
14 El Imparcial, página editorial del 25 de julio de 1945, citada por Luis Cardoza y Aragón
en Guatemala las líneas de su mano (La Habana: Casa de las Américas, 1968), pág. 395.
15 Véanse Mario Solórzano Foppa, “El nacionalismo indígena; una ideología burguesa”, en
Polémica 3 (1982), pág. 45; y Arturo Arias, “Changing Indian Identity; Guatemala’s
Violent Transition to Modernity”, en Guatemalan Indians and the State, 1540 to 1988,
Carol A. Smith, editora (Austin: University of Texas Press, 1990), pág. 237.

636
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tenga nada de lo que yo materialmente tenga, que no sepa nada de lo que yo


sé (salvo ciertas dosis en oportunas excepciones), el que esté lejos de lo que
es mío y que cuando esté a mi vista demuestre lo que se supone debe ser,
saber y hacer. No es sorprendente que, a mediados de la década de 1980, un
ciudadano guatemalteco indignado condenara las protestas públicas de un
ciudadano maya quien, a su criterio, no era un “verdadero indio”, porque ya no
actuaba con “humildad”. Es similar el incidente que cuenta una maya k’iche’,
estudiante de pedagogía, ocurrido en 1990 en una galería que exhibía pinturas
del “arte indígena” en la ciudad de Guatemala:
Yo estaba viendo un cuadro de unos cofrades, cuando se me
acercó un hombre que seguro era alguien importante, porque
llevaba muchos guardaespaldas. Yo, como no conozco a esos
señores, no sé quien era. [El señor] vio el cuadro, me vio y
me dijo: “Estos indios [los retratados en el cuadro] sí son
dignos. Ante éstos sí me quito el sombrero. No como vos,
¡guerrillera!16
Por una parte, la “autenticidad del indio en este caso y, por lo tanto su
dignidad, están determinados por un carácter peculiar y distante. Por otra
parte, el nombre de “guerrillera” encierra otras connotaciones. Una de ellas
está ligada a la vieja y latente idea de que “los indios se levantarán un día a
matar a todos los ladinos”, lo que ha sido más una amenaza para los indios que
una realidad para los “asustados” individuos. Por otro lado, el nombre de
guerrillera, como en el ejemplo anterior, es una acusación injusta que indica y
provoca una represalia militar directa contra víctimas inocentes. No eran fu-
siles, sino cuadernos, los que portaba la mujer k’iche’ que asistía a la exhibi-
ción pública de pinturas del “arte indígena”.
En forma inversa, para la otra corriente, la dignidad del indio no estriba en
su “pureza” (colonial, primitiva y “de montaña”), sino en su presencia en las
montañas donde cumple con su misión. Aquí la liberación del indio en tanto
que indio es necesaria, porque del indio se dice:
Sospecho que ser indio estriba en la opresión y el despojo, en
la inalteración, en la fijeza de su hábitat, de usos y costum-
bres y tradiciones... La falta de evolución no los ha liquidado
pero sí los ha esclavizado. La constancia en su rutina es ines-
timable para su explotación despiadada.17

16 Comunicación personal, ciudad de Guatemala, junio de 1981.


17 Luis Cardoza y Aragón, “Los indios de Guatemala”, en 1492-1992, la interminable
conquista, Heinz Dieterich, coordinador (México, D.F.: Planeta, Horas de Latinoamérica,
1990), pág. 20.

637
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Lo que esto implica es que el indio es el responsable de su propia explo-


tación, de la cual se debe liberar. Un intelectual que, según Cardoza y Aragón,
“[n]o se inclina con los ojos entrecerrados hacia la desindianización”18 y ma-
nifiesta que:
[n]o es el indígena con mentalidad de ayer el que está com-
batiendo en Guatemala, el que está resistiendo consciente-
mente; es el indígena de hoy que ve el mañana... La evolu-
ción de su cultura les dona conciencia que les hace ver y
entender los mecanismos de la dominación y de la libera-
ción.19
Así, la misión liberadora del indio llega a ser librarse primero de sí mismo
y, luego, luchar por liberarse como los demás: misión que de hecho -y entre
muchas consecuencias más- ha cobrado ya muchas vidas indias. (Es justo
recordar que, así como no toda vida “cobrada” pertenecía a miembros de la
resistencia armada —durante la destrucción y masacre de pueblos enteros,
por ejemplo-, tampoco todo proletario guatemalteco -indio o ladino- resiste en
esa forma.)
Esta ideología de liberación conlleva por lo menos tres elementos medu-
lares que atentan contra la persona de los indios. En primer término, aquí el
indio no sólo puede cambiar sino que debe cambiar. No obstante, este cambio
tiene una forma y un horizonte predeterminados. En segundo lugar, este tipo
de ideología liberadora subestima en gran medida la capacidad de decisión, los
motivos y la conciencia propia de los indios que con dignidad se solidarizan,
aportan y luchan por sus derechos. En tercer lugar, con tales restricciones, es
inconcebible que los indios puedan o deban abrir nuevos espacios o crear
otras alternativas. De manera análoga al caso de los indios mayas, las accio-
nes “no armadas” de otros indios mesoamericanos contemporáneos tampoco
parece pasar las pruebas de aprobación de algunos intérpretes. La objeción
implícita es que, después de todo, ¿cómo podría un indio explicarse asimismo
sin distorsión? Para eso hay “expertos en indios”. La liberación legítima y
positiva de los indios debería consistir en que los indios se sumergieran en las
luchas sociales con los demás aunque, lamentablemente hasta ahora, esto
haya implicado poner en riesgo sus vidas.20
Por último, nos encontramos con la imagen del “indio ideal”. Esta es una
imagen más “humanitaria” del indio porque aquí no se le aniquila, sino que se

18 Cardoza y Aragón, “Los indios de Guatemala”, pág. 19.


19 Cardoza y Aragón, “Los indios de Guatemala”, pág. 15.
20 Véase Claudio Lomnitz Adler, Exits from the Labyrinth: Culture and Ideology in the
Mexican National Space (Berkeley: University of California Press, 1992), pp. 240- 241.

638
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

le abstrae, se le busca como indio prototípico. Es una imagen del indio como
super agente en cuanto se le adjudican múltiples obligaciones unilaterales.21
Desde esta perspectiva, se espera que el indio sea un ser de múltiples balan-
ces: que no se sitúe ni tan a la izquierda ni tan a la derecha; que no sea ni tan
rico ni tan pobre, ni tan pro-indio ni tan pro-ladino, ni tan “educado” ni sin
“educación”, ni tan “tradicional”, ni tan “moderno”. Esta imagen del indio es
sin duda encantadora, imaginativa, fuente de inspiración literaria, pero carece
de persona. Buscar perfecciones en los indios vivos es tan turbio como idea-
lizar todo lo que los rodea.22 La imagen del “indio ideal” es también un indio
mitológico.
¿Qué efecto tienen las imágenes de estos “indios mitológicos”? y ¿qué
consecuencias se derivan de esto? El hecho es que, debido a cierto respaldo
político-intelectual, los “indios mitológicos” crean “un indio”, cuya imagen es
distante, abstracta y estereotipada. Así, estas imágenes ni quieren ni dejan ver
a los indios como gente y personas que deciden, crean y protagonizan su
propia humanidad. La naturalización de los indios mitológicos por encima de
los indios vivientes es una hegemonía intelectual. Por lo tanto, cuando los
indios de carne y hueso no se ajustan a los indios mitológicos, se opta por
buscar en ellos la distorsión para no “descomponer” las interpretaciones. Se
dice entonces, con toda la comodidad y simpleza, que los indios de hoy no son
verdaderos indios, porque ya no son como los que yo concibo. Los indios de
hoy tienen una “cultura sincrética” o son indios “aculturados”. Como si en La
faz de la tierra existiera algún pueblo que, manteniendo su identidad como tal,
no se hubiera aculturado en diversos grados y aspectos. ¡Ni antes de Colón
estaban los mayas en estado prístino! Un proceso de vitalización intercultural
ha mantenido en vida a las sociedades del mundo y los mayas no son la excep-
ción. Este es un proceso constante y dinámico en el que la permeabilidad
intercultural coincide con la preservación intracultural vivificante de cada po-
blación. La divergencia se da porque, mientras este proceso se considera

21 Vale la pena mencionar aquí la nueva corriente ideológica de estar “entre uno y otro” (en
un estado de “ni aquí ni allá”) respecto a dos o más grupos de población en conflicto.
Esto sucede a pesar de lo que se sabe de la subyugación histórica de ciertos pueblos en
comparación con otros. Por ejemplo, en ocasiones en 13.5 que los indígenas hablan de
sus culturas, algunos oyentes suelen pedirles que establezcan una relación “fraternal”
con los mestizos o ladinos, mientras que sólo muy rara vez se le pide lo mismo a alguno
de estos dos grupos. Quizás esto se deba a que 1) casi nunca se habla de algo como “la
cultura ladina”. Hasta los propios ladinos tienden a hablar de y por los otros grupos (en
el caso de Guatemala, de los indios y los garífunas) o 2) se les considera “solventes” en
términos culturales.
22 Véase Carlos Guzmán Bockler y Jean-Loup Herbert, Guatemala: una interpretación
histórico-social. (México, D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1970).

639
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

como una cualidad de lo más normal y natural de las sociedades no-nativas, el


mismo proceso se ve con repudio, rechazo y condena y hasta se percibe como
un crimen cuando se da en las sociedades nativas. Antes de continuar, vale
notar que no sólo los cambios impuestos, sino también el deplorar, proscribir y
sancionar los cambios que los indios mismos realizamos coartan nuestra hu-
manidad y nuestra capacidad de actuar, de pensar y de cometer errores.
No obstante, mantengo objeción por el término sincretismo, no sin antes
rozar sus espinas. Dennis Tedlock afirma que:
el sincretismo conlleva connotaciones negativas que vienen
desde la antigüedad del Viejo Mundo y que estaban muy vi-
gentes cuando los antropólogos tomaron prestado el término
del vocabulario de los modernos historiadores de la religión.23
Primera objeción: el uso del término discrimina a los nativos, sin reparar
un segundo en que, a lo largo de su existencia, el mundo entero, nativo o no, ha
recurrido a “préstamos extra-culturales”. Si así no fuera, ¿cómo podrían exis-
tir el idioma inglés y la pizza, por ejemplo, sin la asistencia de elementos “exo-
culturales” que les proporcionan tanta “riqueza”?24 Un día, sin embargo, se
creó un orden sociocultural jerárquico que estableció “lo híbrido” o “lo sincré-
tico” como derecho exclusivo de las sociedades no-nativas. En cambio, para
las sociedades nativas se ha construido un cuadro de pureza cultural exótica
que no se debe “dañar” extra-culturalmente. La interrogante que se plantea
entonces es: ¿hasta qué punto la idea de la “pérdida” de esta “pureza” no es
sino una nostalgia imperialista también?
Esta interrogante abarca las siguientes objeciones al término en discu-
sión. Es preciso cuestionar el término sincretismo porque, desde una perspec-
tiva naturalista, se considera al indio como ente pasivo y como parte de la
naturaleza. Se da por hecho así que los indios son incapaces de seleccionar,
reinterpretar y alimentarse de otros elementos culturales y, a la vez, poder
seguir siendo indios. A tal extremo llega la noción de la incapacidad de los
indios que, como dice Tedlock, “¡hasta el sincretismo tuvo que ser inventado
por los europeos!”25 Más aún, la connotación negativa del término sincretis-
mo perpetúa y galvaniza la expectativa nostálgica del indio 100 por ciento
puro culturalmente. Al cuestionar ésto, Tedock agrega:

23 Dennis Tedlock, The Spoken Word and the Work of Interpretation (Philadelphia:
University of Pennsylvania, 1983), pág. 262.
24 Para mayor información sobre los préstamos culturales, consúltese el artículo de Ralph
Linton, “One Hundred Percent American”, en The American Mercury 40 (1937), pp.
427-429.
25 Tedlock, The Spoken Word, pág. 263.

640
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

al antropólogo cultural le gusta ver que los nativos quemen


copal pero, al menos en su fuero interno, se siente desilusio-
nado cuando los ve persignarse antes de hacerlo.26
No es sorprendente entonces que algunos sientan decepción, angustia y
contrariedad cuando los indios vivientes no responden a sus expectativas.
Así, en el discurso que se autoriza a sí mismo para definir al indio, se da
una constante negación de los indios reales a cambio de una creación de
indios mitológicos. Esto explica por qué el apego a esos caracteres mitológi-
cos conduce a abstracciones intelectuales como la “doble personalidad” y la
“crisis de identidad” que se atribuyen a los indios de carne y hueso. No obs-
tante, esta descalificación étnica suele provenir de individuos que rara vez se
identifican a sí mismos con algún referente étnico; es decir, que se ven como
individuos “sin marca étnica” o “aétnico”.27
Los mayas hemos vivido como gente común. Nuestra existencia ha sido
más que sobrevivir biológicamente. Hemos vivido múltiples experiencias cul-
turales y pasado por difíciles situaciones sociales, económicas, políticas y mi-
litares. Como toda cultura, hemos sabido crear, cambiar, seleccionar, modifi-
car o conservar, en la medida de nuestras posibilidades, lo que hemos podido
y lo que consideramos tiene algún efecto en nuestras vidas. En ciertas mentes
y en cierta literatura, sin embargo, nuestras vidas son paralíticas. Como indivi-
duos también hemos vivido una multiplicidad de experiencias y circunstancias
positivas, negativas y neutras. No hay indios retrógrados; los hay marginados
económica, geográfica, política y socialmente. No hay indios mitológicos colo-
niales; los hay contemporáneos en condiciones de opresión colonial interna y
externa. Como en el pasado, en épocas más recientes ha habido y hay indios
heroicos, con la diferencia de que estos últimos son desconocidos. Los indios
de óleo no son indios verdaderos. Entre otros, son tan indios las mujeres y los
hombres mayas (de toda edad) que son campesinos, texeles o cofrades, ajq´ij,
comerciantes, viudas, estudiantes, “sirvientas”, refugiados y tejedores, como
los que participan en diferentes formas de acción política directa. No hay
indios ideales, sólo indios vivos, es decir, seres humanos con defectos y virtu-
des. Hay indios monolingües y multilingües, muchos indios analfabetas y otros
letrados, indios que resisten en silencio, otros que lo hacen en ámbitos y for-
mas diversas. Hay muchos indios pobres y pocos con algunos o más recursos
económicos. Muchos indios viven y se refugian en áreas rurales, otros en
áreas urbanas dentro o fuera del país.
26 Tedlock, The Spoken Word, pág. 262.
27 Situación difícil de comprender, pues eso simple y literalmente sería decir “individuos
sin pueblo”.

641
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En breve, como gente y como individuos, los indios somos también seres
pensantes, actuantes y diversos. Sólo reconociendo a la humanidad completa
de los indios podrá entenderse la complejidad de las cosas y del tiempo en
torno a los indios y sus vidas. No todos en el mundo vemos las cosas en una
sola dimensión y en términos de oposición. Esto quizá resulte útil para sopor-
tar y comprender la vida, sobre todo cuando vemos que las acciones de los
seres humanos no coinciden con nuestras expectativas respecto a ellos. ¿Por
qué habría de pensarse que para que los indios puedan seguir siendo indios
tienen que ser inmutables? Del mismo modo, ¿por qué se ha otorgado tan
generosamente “el poder de informar” a los indios, mientras que, para algu-
nos, las voces de los propios indios parecen representar un gran dilema?
El dilema respecto a la voz de los indios es que, si éstos no hablan, surge
la pregunta “¿por qué no hablan?”28 y la respuesta “porque son indios des-
confiados”.29 Y si los indios articulan sus derechos humanos, entonces uno se
pregunta ¿por qué hablan si no pueden explicar su cultura más que en forma
distorsionada?; o bien se dice que los que hablan no son representantes legíti-
mos de su cultura, es decir, “verdaderos indios”, porque no son como los de
óleo ni son de abajo, de acuerdo con el lenguaje de algunos postmodernistas.
¿Sucede acaso que con el adjetivo “burgués” se intenta descalificar y deslegi-
timar a los indios que hablan? ¿Qué es lo que se teme? Dicho sea de paso,
nunca he conocido a ningún académico proletario. Si existiera, tendría curiosi-
dad de conocer su truco.
Es relevante aquí la discusión respecto al continuum de cultura-civiliza-
ción y a “la mirada del nativo” versus “la mirada del etnógrafo” que plantea
Renato Rosaldo en su estudio de las sociedades de México y de Las Filipinas.
Rosaldo señala que la ciudadanía y la visibilidad cultural parecen estar rela-
cionadas en forma inversa: en tanto los términos cultura y cultural se asocian
con gente nativa, indios y otras minorías, los términos ciudadanía, racional y
civilizado están vinculados con gente metropolitana (ladinos y gente de las
tierras bajas). Rosaldo agrega que:
A los ojos del etnógrafo, la gente “civilizada” parece dema-
siado transparente para ser estudiada; se ve igual que “noso-
tros”: materialista, ambiciosa, con prejuicios. Como sus mun-
dos son tan sencillos y prácticos, nuestras categorías de sen-

28 “EI silencio del indio es lo que duele...”, escribe el poeta guatemalteco Luis Alfredo
Arango, en su libro Archivador de Pueblos (Guatemala: Editorial Universitaria, 1977),
pág. 183.
29 Véase, por ejemplo, Arias, “Changing Indian Identity”, en Guatemalan Indians and the
State, Smith, editora, pág. 248.

642
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tido común parecen más que suficientes para entender sus


vidas.30
A este respecto, en su estudio de los ladinos de Guatemala, Jafek plantea
que:
En el caso específico de Guatemala, parecería que tanto los
ladinos ricos de la ciudad como los antropólogos estadouni-
denses ven a los indios como portadores de cultura y a los
ladinos, como postculturales y transparentes al análisis so-
cial.31
Citando a Rosaldo, Jafek señala que la relación cultura-civilización es-
conde un “lado obscuro”, así:
mientras más poder se tiene, con menos cultura se cuenta y,
mientras más cultura se tiene, de menos poder se goza. Si
ellos tienen un monopolio explícito de la cultura auténtica, a
nosotros nos corresponde un monopolio tácito del poder ins-
titucional... En el caso de Guatemala, ellos puede leerse como
“indios”, mientras que el nosotros incluye tanto a los científi-
cos sociales de Estados Unidos como a los ladinos ricos. La
conexión más insidiosa entre cultura y poder en este caso se
da con el indigenismo en cuanto los ladinos y los antropólo-
gos aseveran que ellos tienen una especial capacidad de per-
cepción de la cultura india y usan su poder para minar la
cultura india, supuestamente por su propio bien y el de su
nación.32]
A diferencia de la participación académica de nuestros compatriotas (no-
nativos), las “voces” de los indios pasan por muchas instancias de escrutinio.
¿Acaso se espera que para que la voz de los indios y, en general, la de los
nativos del Tercer Mundo sean reconocidas como voces legítimas, los indios
debemos: 1) hablar siempre a través de no-indios y 2) no emplear el “lenguaje
científico del occidental”, porque no nos pertenece?33 ¿Y resulta por lo tanto

30 Renato Rosaldo, Culture and Truth: The Remaking of Social Analysis (Boston: Beacon
Press, 1989), pág. 199. El énfasis es de la autora.
31 Jafek, “Looking At and Speaking About”, pág. 60.
32 Jafek, “Looking At and Speaking About”, pág. 60. El énfasis es de la autora.
33 La conglobación de “indianés” y “negritud” hecha por Michael F. Brown en “Facing the
State, Facing the World: Amazonia’s Native Leaders and the New Politics of Identity”,
en l’Homme, número especial titulado “Anthropologie et histoire des sociétés
amazoniennes”, Philippe Dascola y Anne-Christine Taylor, editores (1993), pág. 20, es
un ejemplo a mano.

643
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

que, si queremos decirle algo al resto del mundo, como nativos deberíamos
irrumpir radicalmente con una ciencia y un lenguaje diferentes y naturalmente
esotéricos, misteriosos y exóticos? Lo implícito en la mente de los no nativos
es entonces que, de no ser así, ¿con qué derecho algunos nativos hablan
nuestro lenguaje y pisan nuestros territorios?
Los mayas contemporáneos somos seres humanos y, como tales, segui-
remos actuando desde y como nos sea posible. A quinientos años de distancia,
los campos que “no son nuestros” podrían sernos vedados, pero estos suelos
también son tierras nativas. No soy la voz maya;34 soy una persona maya que
habla aquí y ahora y por esto no debo disculpa alguna.

34 Tampoco hay ningún “vocero” maya.

644
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Rigoberta Menchú Tum (1959)

Chimel, Uspantán, Guatemala, 1959, activista de los derechos huma-


nos, intelectual indígena, maya-quiché. En el año 1983 inicia su exilio
en México, momento en el que ofrece su relato oral, Me llamo Rigo-
berta Menchú y así me nació la conciencia, a Elisabeth Burgos-
Debray. Reconocido hoy como paradigma del género testimonial con
intermediario. El libro se publica enMéxico a través de la editorial
Siglo Veintiuno Editores, en 1985. En el año 1992 se le otorga el Pre-
mio Nobel de la Paz, y su discurso es publicado en Tegucigalpa por la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en 1993. Más adelan-
te publicará: Rigoberta Menchú: esperanza de paz. (1992). Otra
de sus publicaciones importantes es el libro autobiográfico, Rigober-
ta, la nieta de los mayas. (1998). Ha publicado también: El clamor
de la tierra: luchas campesinas en la historia reciente de Guate-
mala (1992); Trenzando el futuro: luchas campesinas en la histo-
ria reciente de Guatemala (1992); LiM´in, una niña de Chimel.
(2001); Hacia una cultura de paz (2002); El vaso de miel (2003;
Agua y humanidad: una existencia recíproca (2008).

Construyendo la paz a través de las mujeres1


¡Muchas gracias! Primero quiero agradecer una vez, dos veces, tres ve-
ces y cuatrocientas veces a nuestros ancestros que nos tienen aquí el día de
hoy. Hoy según nuestro sagrado calendario maya es seis energías del Ajaw
Ajmaq nos recuerda que hace millones de años, cada uno de nosotros, de
ustedes, cada uno de nuestra especie humana se generó a través de un código
de vida y hemos sido custodias de esa vida de generación en generación y hoy
somos guardianes de esa vida y de esa memoria. Y por eso los Ajmaq es la
construcción de nuestros ancestros en el tiempo, gracias a ellos que hoy hom-
bres y mujeres habitan el planeta que es nuestra especie, nuestra especie
humana, por eso también recordamos hoy el ser humano, el ser humano com-
pleto, el ser humano integral, el ser humano grandioso, el ser humano mágico,
¿verdad? En el tiempo, así que el día de hoy también nuestros abuelos y
1 Rigoberta Menchú. “Construyendo la paz a través de las mujeres”. Conferencia dictada
por la autora para conmemorar “El día internacional de la no violencia contra las mujeres”.
Aguascalientes, México, 27 noviembre , 2012. Grabación realizada por Consuelo Meza
Márquez del Cuerpo de Estudios de Género de la Universidad de Aguascalientes. Primera
transcripción del audio por auxiliares de la UAC. Segunda transcripción y revisión de
Aida Toledo y revisión del k’ikche’ de Ajpub Pablo García Ixmata, ILI, URL.

645
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

abuelas nos enseñaron que el tiempo evoluciona a través también de la cons-


trucción. Hoy rendimos homenaje a las grandes energías de los sabios, los
ancestros que construyeron en el tiempo, los ancestros que nos han dejado lo
mejor del ser humano para que florezca y que llegue a ser vida plena, y que
llegue a disfrutar, a vivir su vida plena, el día de hoy es también para pedir
perdón porque nosotros y nosotras, muchas veces perdemos la conciencia de
dónde venimos, ¿dónde?, ¿en qué parte de la historia venimos? Si nosotros
intentamos responder de dónde venimos, nos damos cuenta que el ser huma-
no es un ser trascendental, porque trasciende en el tiempo, porque hoy somos
una fuerza espiritual, somos una fuerza social y somos una fuerza material
también, porque eso sí que el ser humano nace cubriéndose del frio, teniendo
los cuidados de los demás, de lo contrario también es un ser muy vulnerable.
Entonces es pedir perdón porque el acto de perdón es acto de humildad, dicen
nuestros ancestros. El que sabe que comete errores es una persona que crece
todo el tiempo, el que no pide perdón nunca va a conocer las fuerzas de todas
las sociedades que están alrededor empezando por el aire, el oxigeno, las
vidas, todo lo que atropellamos en algún momento en aras de salir adelante. Y
también, dar gracias porque las gracias es un acto de reconocimiento, es de
decir, bueno es un acto de reconocimiento. Gracias una vez y otra vez dicen
nuestros abuelos. También pedir abundancia, la abundancia ¿en qué? Pues en
esencia de lo que vivimos, si no es el tamaño de la vida que tenemos, si no es
la esencia de la vida que vivimos, entonces es una enseñanza muy grande de
saber que podemos tener muchas cosas pero eso no nos hace, no nos convier-
te en una fortuna y la fortuna es precisamente la esencia de todo, por lo tanto
pues, nuestros abuelos dicen “agarra lo que quepa en tu mano y si no es de
otros” ¿verdad? A los otros les toca esa otra parte que a ti, no lo necesitas,
¿verdad? Y esto es un poco de invitación que tenemos el día de hoy, yo nor-
malmente platico con ustedes, con los jóvenes, con la gente, con las autorida-
des, con los amigos, bajo algunos principios, uno es que busco aliados ¿ver-
dad?, el ser humano a lo largo de todo el tiempo, siempre practicó un código
de alianzas, si nosotros nos aliamos, seguramente hacemos más, cosas gran-
des y si nos desunimos y nos quedamos solitos, pues vamos a vivir otras
miserias, que es la miseria humana, muchas veces la intolerancia, el odio, el
racismo, la inconformidad, el enojo por enojo, porque hay cosas que nos enoja
porque de verdad nos tocan nuestra dignidad, es decir, esto no puede ser
porque a mí me lastima mi profundo ser, pero hay otras veces que no, ¿ver-
dad? -¿Por qué estás enojado? –No sé ¿verdad? Pero sí estoy enojado. En-
tonces esa parte del ser humano, realmente se produce muchas cosas si noso-
tros no tenemos conciencia de la forma en que vivimos, entonces cambiar

646
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nuestra forma de vida pasa por un código que es de respeto, y respeto mutuo
¿verdad? si practicamos el respeto mutuo vale la pena que seamos aliados por
donde quiera que estemos y que unifiquemos nuestras energías positivas para
hacer las transformaciones. Porque no es posible la transformación si solo
espero que el otro transforme las cosas, sino, qué hago yo para transformas
algo de la situación en que vivo, ¿verdad? Entonces por eso va junto con
nuestra misión, todos nosotros nacimos con una energía extraordinariamente
propia ¿Por qué? Porque la luna es majestuosa, nos hace, nos forma, las
madres concebimos hijos gracias a las fuerzas de la luna, nos prepara la luna
para estar preparadas para concebir un ser, y ese ser nace 260 días en el
vientre de mamá según el calendario maya para nacer, y cuando nace, nace
absolutamente completo, incluso las dimensiones que tenemos como seres
humanos es incalculable, y nacemos así, pero gracias al útero de la tierra es
que nos toca respirar el primer oxígeno, y cuando respiramos el primer oxíge-
no, entonces, nos implantamos en el útero de la tierra. Cuando la gente dice “-
Quiero ir lejos” “-¿Dónde?” “-Lejos” Si al lado de su casa tiene un cerro, si al
lado de su pueblo hay un nacimiento de agua, bueno, Aguascalientes ¿verdad?
Hay lugares sagrados en las que el ser humano puede volver a respirarse, a
reciclar y tratar de encontrar una vida óptima para vivir plenamente. Enton-
ces, yo parto un poco mis conferencias de la fuerza del día, porque estoy
segura que los bebecitos que nacieron hoy van a tener cargado consigo mis-
mo esas fuerzas de la energía de hoy y tal vez nunca los voy a conocer, como
pasó cuando me dieron el Premio Nobel de la Paz, pues muchos de ustedes
jóvenes aún no habían nacido, y se preguntarán ¿Por qué le dieron a esa
señora el Premio Nobel de la Paz? ¿Cómo se hace para ganar un Premio
Nobel? Eso me preguntan los jóvenes de los colegios, de las universidades, y
yo les decía “si ustedes se ponen a pensar que van a tener un Premio Nobel
nunca lo van a tener, mejor pónganse a trabajar” ¿verdad? Y trabajen, y tra-
bajen, y trabajen, y más, y tarde o temprano ese su trabajo va a ser una gota
de agua que hace historia en el tiempo, y nosotros, digo nosotros porque el
Premio Nobel no se dio a Rigoberta Menchú, se dio a los más de 500 millones
de pueblos originarios, de pueblos indígenas en el planeta, pero especialmente
en nuestro continente, que se llaman pueblos indígenas, que dijeron “señores
ya basta de discriminación, ya basta de marginación, ya no más silencio, nos
hemos rebelado contra el silencio, no mas imposiciones, no más estudios, no
somos un bicho raro, somos una especie igual que ustedes” ¿verdad? “y que-
remos un trato digno y un trato respetuoso” y nosotros que hemos vivido el
racismo y la discriminación, y véanlo nosotros no somos racistas, quiere decir
que nuestros ancestros nos enseñaron que cada energía por sí mismo es una

647
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

fuerza, por lo tanto somos diversos y somos plurales. Y así levantamos la


bandera en el continente, éramos jóvenes igual que ustedes, teníamos en aque-
llos años, veinte, treinta años ¿verdad? Y levantamos muchos movimientos.
Pero también coincidió que en la primera década de las mujeres se cele-
bró en Kenia en el año de 1985, fue la primera conferencia donde yo fui, no fui
a impartir una conferencia, me llevé, me dieron una invitación y ya era para mí
suficiente, feliz de la vida, pero también me llevé collares, me llevé pulseras,
me llevé, no sé, cuanta cosa encontré en Tepito ¿verdad? Para llevarlo a la
conferencia, y lo vendí a las mujeres ¿verdad? Y les dije “miren cómprenme
esto porque no tengo dinero para regresar, sólo me pagaron para venir”. Pero
bueno, me toca como los músicos ¿verdad? Les ponen transporte cuando
llegan, después de tocar pues que se vayan a pie ¿verdad? Entonces, en ese
entonces, participé en el primer decenio de las mujeres. Y vieran que impre-
sionante lo que ha cambiado desde la conferencia de Kenia hasta la fecha,
pues hay más códigos, hay leyes, hay normas, hay guías, o sea ya sabemos
qué es, incluso hemos tipificado los delitos más graves contra las mujeres,
como es el llamado “feminicidio”, ese delito ofende a toda la humanidad.
Entonces ¿qué quiero decir con eso? Si usted mujer, jovencita, espera
que venga la prosperidad y le dé la oportunidad, tenga por seguro que nunca le
va a llegar, busque la oportunidad, luche por la oportunidad, haga saber que
usted sabe participar, es entusiasta. Yo si hubiera cargado mi dolor como
víctima tal vez no hubiera durado poco, porque en mi época los mexicanos, los
latinoamericanos y la humanidad en general todavía se impactaba por la vio-
lencia, lloraban conmigo, decían “qué barbaridad, cómo es posible que tú aguan-
tas que tu madre fue torturada, fue humillada, fue ultrajada y ni siquiera tenés
esperanza que algún día la vas a enterrar” ¿verdad? “no sabes dónde queda-
ron los restos de ella y cómo es posible que tú has visto a tu padre quemar vivo
junto con 39 personas”, sí, se rompió relación de España con Guatemala pero
duró pocos años y de nuevo se reanudaron ¿Por qué? Por el negocio, por el
comercio, o sea dos países tenían que poner a prueba por unos meses su
relación por la crítica mundial pero después de pasado eso, borrón y cuenta
nueva. Y yo decía pues un día mi objetivo es nunca aceptar una impunidad, es
mejorar la justicia, es hacer que las víctimas sean escuchadas y compensadas
por la justicia, y así es como trabajamos ¿no? Y la gente decía pero si yo solo
me hubiera quedado en el área de las víctimas, estoy segura que quién sabe
que estaría haciendo, es decir, porque habría quedado también en la total
soledad, porque hoy en día los humanos ya no se impactan por la violencia,
vemos, y más bien, nos volvemos curiosos, lo he visto en cualquier carretera
del mundo, si hay un accidente todos nos paramos a ver si hay un difunto

648
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

¿verdad? Pero no porque nos impacta, sino por curiosos. Entonces hay mu-
chos valores que se han perdido desde aquellos años que yo tenía 22 años que
tuve que salir al exilio y tuve la suerte de encontrar gente buena, pero digo
esto porque creo que nos dignifica primero el trabajo, si uno es cumplido con
lo que se propone hacer tiene muchos éxitos, segundo, la convicción de lo que
hacés requiere esfuerzo personal, no solo esfuerzo colectivo, sino tu esfuerzo
personal, porque también caemos en una época del colectivismo, de decir yo
como soy parte del pueblo, entonces, que me respondan, que me lo den, ellos
tienen la obligación de servirme como yo soy parte del pueblo, y como soy
pobre entonces los que no son me tienen que servir ¿verdad? Entonces esta-
mos como despojándonos nosotros mismos de nuestras grandes fortalezas,
iniciativas, creatividades, poner a prueba nuestras ideas, poner a prueba tam-
bién nuestros errores, qué lindo decir “yo cometí un error, ah pero lo hice
bien” ¿verdad? Porque lo había pensado bien, sí y disfrutar los resultados de
ese error porque uno dice “sí, sí, sí yo lo sabía” ¿verdad? N´ombre que pena,
pero la próxima vez voy a pensarlo mejor. Entonces, pero poner a prueba lo
que uno es, es muy importante y lo digo más para la juventud, porque la
juventud no puede estar esperando, luego la participación, claro a mí me tocó
el final de la guerra fría, jóvenes, esa guerra fría que mató mucha gente, que
causó mucho ultraje, que causó mucha violencia, guerras ajenas, pero nos
tocó a nosotros pagar las consecuencias de esas guerras, esas utopías que
algún día íbamos a liberar nuestros pueblos y dábamos la vida por nuestros
pueblos, yo, no sé yo, por dar la vida de mi pueblo voy a hacer un trabajo de
voluntariado, bueno si me dan de comer agradezco mucho y si no voy a bus-
car un convento para ir a comer en la casa de las hermanas monjas, eso hice
yo en la Ciudad de México, ¿verdad? Y siempre tuve un espacio donde me
han querido ¿verdad?, ahora, no se necesita vivir en emergencia para deter-
minar una plena activa y propositiva participación, y eso va para las mujeres,
las mujeres tenemos el chance de verdad de participar con plena conciencia,
y bueno yo pienso que los tiempos pasados nos tocó a nosotros sobrevivir,
quizá lo que nos toca ahora es optimizar, cuáles son los retos que tenemos en
frente y cómo nosotros vamos a optimizar nuestros logros y cómo ir creando
una energía positiva.
Pero antes que continúe, pues quiero saludar al señor Gobernador, es un
honor para mí estar aquí en el Estado de Aguascalientes, también quiero salu-
dar a Doña Blanca, que pues que ya escuché muchísimo de ella en este poco
tiempo que estoy acá y también saludar a todos los organizadores de este
encuentro, de esta conmemoración de la no violencia contra las mujeres.
Nuestro sueño es que haya un espacio donde las mujeres nunca sean agredi-

649
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

das, ¿verdad?, que vivamos plenamente como debe ser, pero tampoco ese
mundo ideal va a llegar si no tenemos un compromiso para construir ese
mundo ideal, y para hacerlo bueno, tenemos muchas tareas, empezando por
nuestros hijitos.
En el calendario maya nos indican que cuando fue gestado el bebé tiene
mucho que ver con la fuerza de la luna, la tierra y la mamá. Entonces esas
energías, lo trae desde su código de vida, desde su primer crecimiento de vida.
Luego que nace también tiene que ver con las fuerzas del día que nace, enton-
ces ¿qué pasa con la humanidad ahora?, como no conoce esa ciencia natural,
entonces quiere moldear a los niños con golpes, haz que mi hijo no sea travie-
so, mi hijo no ve el peligro, mi hijo no hace esto, y le decimos “no, no, no, no”
a los niñitos, ¿cómo vamos a querer un hombre libre, una mujer libre si le
impedimos hasta su propio crecimiento? Viera que hay niñitos que yo he en-
contrado, que hasta los zapatitos le ponen un número menos, ¿verdad? ya no
es solo el impedimento total de sus derechos, entonces nacimos en un tiempo
donde la humanidad está un poco desorientado de su propia naturaleza, ¿ver-
dad? su ritmo natural. Entonces tenemos que hacer un buen trabajo para
recuperar el sentido común, que llamo yo que en realidad tal vez nadie define
qué es el sentido común, pero fíjese que cuando a uno le duele algo, busca
algo para curarse, lo único es que el dolor de la humanidad no es dolor, es
sufrimiento, tenemos que separar el sufrimiento con el dolor. El dolor pues
busquemos un calmante, y hoy hay muchos calmantes en el mundo ¿verdad?
Pero el sufrimiento es espiritual, y si nosotros no incrementamos nuestra espi-
ritualidad entonces nos convertimos también en una víctima y nos caemos en
el pesimismo. Yo digo, porque yo atiendo a muchas personas también que
llegan “oiga, no tiene sentido la vida” y “oiga, intenté, no me escuchan, no sé
nada” y todo lo demás y yo les digo, bueno, si usted ya no tiene nada que
hacer use su oído, vaya a un cerro y escuche y va a ver como saludan los
pajaritos en la mañana cuando sale el sol, haga usted lo mismo, salude al sol y
va a ver que va a incrementar sus energías, y de verdad los que pueden hacer,
después me dicen “que increíble, yo no reconocía todas estas fuerzas que me
da vida” ¿verdad? “gracias por el consejo”. ¿Qué es lo que uno está hacien-
do? Transmitiendo un consejo, es decir, si tú tienes un consejo para los demás
es mejor decírselos, ya si lo hace o no pues eso ya es la forma de vida perso-
nal.
Hablamos de las mujeres, ¡ay! nosotros en Guatemala nos ha tocado
palpar de cerca lo que sería el feminicidio, es doloroso, es ultraje, son violen-
cias sin límites y sobre todo si nosotros hemos tenido que hacer 225 exhuma-
ciones de fosas comunes donde vamos a buscar treinta personas osamentas
de treinta personas y terminamos con 200, con 300, con 400, y tú dices “¡Qué

650
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

increíble!” ¿Por qué la gente llegó a despreciar tanto el otro ser? ¿Verdad?
como algo tan ajeno a sí mismo y sobre todo lo que cuestiona más es por qué
los hombres golpean una mujer. Yo quiero que manden un tuitazo jóvenes,
hoy, preguntando eso, ¿verdad? ¿Por qué un hombre golpea una mujer? Gol-
pear una mujer por un hombre es golpearse a sí mismo, ¿Quién hombre no
nació de una mujer? ¿Quién de nosotros no somos producto de una vida so-
lemne? ¿Verdad? Y entonces tratemos de responder y cuando respondamos
nos damos cuenta en qué lado estoy yo, y eso es muy importante, algunos
dicen “mire, esto es una época, esto es una década perdida”. Bueno, perdida
para ti, pero para mí no, ¿por qué? Porque yo sí trabajé durante la década,
¿verdad? si alguien no hizo nada pues qué pena, pero yo sí trabajé, yo sí tuve
éxito, yo sí salí adelante ¿verdad? entonces yo quiero que todos los demás
hagamos lo mismo y festejemos nuestro éxito, es decir, responder la violencia
es responder con un compromiso, una misión por una cultura, una cultura de
paz, una cultura que nazca de la armonía, no una cultura que nazca de la
guerra, porque también los humanos nos hicimos bola en el tiempo, fíjense
ustedes, que ninguna religión he encontrado yo en el mundo que define la paz
como producto de la violencia, digo, antes, después de las colonizaciones usa-
ron la religión para la guerra, pero el original, el concepto original de paz
siempre fue vida plena, siempre fue armonía, siempre fue espiritualidad pro-
funda, siempre fue calidad de vida. ¿Dónde nos perdimos los humanos y le
disfrazamos paz con guerra? Pues es culpa de las legislaciones también, por-
que entonces “acuerdos de paz”, “acuerdos de paz” y vulneramos el concep-
to paz. Pero para los Mayas Quichés ¿Qué es la paz? Raxalaj k’aslemal se
dice, “Plenitud de la vida” “Productividad y fertilidad profunda de la
vida” ¿verdad? relaciones profundas de respeto y de respeto y de gratitud.
Entonces la paz no siempre en la humanidad fue resultado de la guerra, por lo
tanto, volvamos a rescatar un concepto de paz que nos permita elevar nuestra
autoestima, eso les iba a decir, mi madre y yo, siempre lo digo y nunca me voy
a cansar de decirlo mientras viva, siempre dijo “mija, si estás bien vas a ayu-
dar a alguien que está mal, pero si tú no estás bien, busque a alguien que esté
bien para que te ayude, porque si estás mal, nunca vas a poder ayudar a
alguien que está mal”. Entonces esa salud, salud mental, salud espiritual, salud
social, esa, esa bienestar propio se transmite en un colectivo, pero si el colec-
tivo es para desahogar nuestras penas, entonces ahí estamos ampliando la
epidemia del pesimismo, ¿verdad? entonces nos borramos de todo tipo de
optimismo.
Entonces yo he venido aquí también para decirles: por favor, no caigan en
esos elementos que yo muchas veces de mi vida lo he vivido. Hay momentos
donde yo digo “pero y por qué yo tengo que trabajar tanto ¿verdad? si los

651
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

demás ni saben que trabajo, ¿verdad? y ni les importa” y además cada vez
que la gente dice “¿y por qué no resolviste el caso de las mujeres de Atenco?
y ¿Por qué no estabas allá en Ciudad Juárez? ¿Y por qué no estabas allá?, y
¿por qué no está ahí?” Y yo les digo bueno, momento, ¿y usted dónde estaba?
Entonces, el compromiso de no esperar que el otro nos cambie la vida,
sino el compromiso de que uno mismo, cada día intenta cambiar su vida y la
vida de los demás, intenta ver si hay un funcionario medio aburrido, intolerante
que ya ni mira a los ojos de la gente que tiene una necesidad, porque eso
también pasa, hablando por el twitter y mientras tanto la otra persona está
pues con toda ilusión de compartir sus iniciativas y nadie lo atiende, bueno,
momento, hay que contar historias buenas para que se ría, y fíjense que la risa
nos da una comunicación inmediata, ¿verdad?, la buena actitud se proyecta.
Hay algunos que ni con eso se proyecta nada, pero hay que intentarlo ¿ver-
dad?, más vale decir “yo intenté” bueno, si ya no quiere, pues ni modo. Mi
conclusión es que este señor necesita una terapia más seguida, ¿verdad? o
esta señora, porque tampoco las mujeres estando en el poder es que resolve-
mos los problemas, depende, cuál es nuestra voluntad, nuestra formación,
cuál es nuestra forma de resolver los problemas para ver si somos de verdad
una lideresa, que una lideresa, que significa un ánimo para los demás o una
lideresa que consume el ánimo de los demás para poder sobrevivir porque
también eso hay.
Bueno yo quiero decirles que la violencia contra las mujeres ya está cuan-
tificada, ya está en datos estadísticos, ustedes niñas, jóvenes, ya nada más
para que enciendan la computadora y saben cuánto está pasando en el mun-
do, cuantas características de violencia hay, y yo no venía a hablar de eso,
más bien venía a dar un ejemplo de cosas buenas que a mí me impactan. Por
ejemplo, acabo de ver una encuesta que dice que el 47 punto y tanto por
ciento de los mexicanos son felices, ¡ah! dije yo, eso está bien ¿verdad? eso
está bien, si esa encuesta es realista o no, el mensaje que transmitió hasta a mí
me contagió, ¿verdad? eso está muy bien, sería triste que dijeran “miren el
47% de los mexicanos están a punto de suicidarse porque son infelices”, ¡no!
¿Verdad? eso sí me preocuparía y vendría rápido para ver en qué puedo
ayudar ¿verdad? pero lo más importante es eso, que se tengan objetivos,
metas, salir un poco de los esquemas, solamente esquemas formales.
Nosotros estamos teorizando demasiado la vida, concepto, vamos a con-
ceptualizar la vida, vamos a conceptualizar la comida, vamos a teorizar todo, y
vemos que nos vamos a quedar con bastante filosofía y con bastante teoría y
cada vez más nos quedamos con una práctica menos responsable, entonces la
responsabilidad se practica desde uno mismo ¿verdad? Entonces no es malo y

652
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

en honor a nuestros ancestros que fueron, que observaron el tiempo millones


y millones de años para luego poner en práctica un sagrado calendario que
hasta el día de hoy nos guía en nuestra vida diaria, si yo sé que mañana es
No’j el día, pues yo voy a dedicar mi vida en más o menos dos direcciones, no
tengo que confundir la sabiduría con el conocimiento. “¡Ay! Yo voy a saber
todos los datos estadísticos de los conceptos y si puedo leer muchos libros
también porque eso me abunda en mi conocimiento”, pero hay una escuela de
la vida que a mí me va a enseñar algo de lo que yo aprendí de mí mismo y de
mis errores o de mis decisiones, pero le voy a dar lugar también las experien-
cia propias, entonces, y así hacen nuestra gente y por eso vive, yo creo que los
pueblos indígenas y los Mayas somos los más exitosos, ¿saben por qué? Por-
que hemos sobrevivido más de 500 años aun no teniendo un Estado oficial, no
teniendo un Estado oficial, un idioma oficial, una espiritualidad oficial, un terri-
torio oficial, ¡n´ombre! Estamos allí, ¿saben por qué estamos? Porque hemos
construido alianzas, por eso es que aquí, ojalá que nunca más, pues nos vamos
solos por la vida, sino tratemos de hacer una misión siempre social, ¿verdad?
Entonces yo he venido para eso, para animarles, para que se motiven, para
que sean creativos, para que no les solamente les impacta un sufrimiento
personal también, porque eso tiene su lugar ¿verdad? pero traten siempre
aprender de otros. Entonces nadie puede sobrevivir solo más que juntos y aquí
debo rendir un homenaje a los medios de comunicación, sin los medios de
comunicaciones no proyectan la voz de ustedes, las imágenes, el reconoci-
miento del otro, las historias de las comunidades, de la gente, cuánta memo-
rias reposan en cada una de nuestros pueblos, sino proyectan eso pues vaya-
mos a buscarlo como hace la Doctora Elsa, la Doctora Elsa hoy me levantó a
las cuatro de la mañana para estar ahí peregrinando con los medios, y qué
lindo porque entonces tuvimos una oportunidad de llegar quizá a los hogares
de los inmigrantes allá en Estados Unidos, tal vez en Canadá, tal vez en la
Ciudad de México, tal vez allá en Centroamérica, tal vez, ya nos dieron un
mensaje “allá en Aguascalientes se está reflexionando sobre la violencia que
viven las mujeres, pero sobre todo se está valorando la fortaleza de las muje-
res para salir adelante”. O sea, ya pusimos un mensaje en el corazón de
muchos otros, por eso les hablaba de twitter, manden una fotito, ya que uste-
des se están conectando en el mundo entero, entonces esos son los valores
que construyen paz, ¿verdad? pero si ustedes lo que dicen es que “bueno a
pesar de la conferencia de la señora yo si ahora no quiero nada del mundo”
entonces estamos inyectando un mensaje negativo ¿verdad?, entonces la co-
municación, hoy, lo tenemos a favor nuestro, la conectividad, usemos la co-
nectividad para cosas buenas, pongamos una pintura en la conectividad, pon-

653
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

gamos un mensaje que no necesariamente para decir que soy una víctima,
sino que soy una heroína ¿verdad?, heroína no porque lo digo sino porque lo
que hago realmente está ayudando a otros ¿verdad?, porque sí, eso de alzarse
uno mismo tampoco ¿verdad?.
¡Gracias! Y de nuevo al Instituto de las Mujeres de Aguascalientes que
está dirigido por la Doctora Elsa, de nuevo al señor Gobernador, de nuevo a
Doña Blanca que está aquí presente, de nuevo a todos ustedes mi cariño.
Hace veinte años recibimos acá el Premio Nobel de la Paz, y decía que se dio
por muchos motivos, muchos de nosotros en Guatemala dijimos “ya no más
guerra” “queremos que se termine la guerra”. Es una guerra que nos lastimó
tanto, miles y miles de gente, 55 mil desaparecidos, 200 mil víctimas, en un
país tan pequeño, tan noble, tan bueno y tan heredado por tanta sabiduría
ancestral, y dijimos “no más guerra, no más refugio, no más exilio, no más
racismo, no más discriminación, no más fascismo, queremos ser libres” ¿ver-
dad? “no nuevas colonizaciones que ultrajen a la gente, queremos libertades
fundamentales”. Si solo hubiéramos dicho que queremos, sin arriesgarnos un
día de nuestra vida para lograrlo, yo estoy segura que habríamos avanzado
muy poco, pero hoy no es que vivamos en paz, hay otros elementos donde se
reproduce la violencia que también ustedes lo saben muy bien, el crimen orga-
nizado, la corrupción, el narcotráfico son hoy nuestros enemigos ¿verdad?,
que reproducen la violencia, que reproducen la tortura, la desaparición forza-
da, y que reproducen el ultraje también a las mujeres, a los jóvenes y a las
jóvenes. Entonces, pues nuestra lucha entonces, no se ha terminado ¿pero
hemos hecho bastante? Yo creo que sí, entonces por qué no vamos a dar un
lugar especial a todo lo que hemos avanzado.
Pero antes de terminar también, quiero presentarles un hombre que a mí
me ha acompañado, sobre todo para los que leyeron mi libro “Me llamo
Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia” hay una parte y como
estuve aquí hace diez años, no, hace mucho, hay una parte que dice en el libro
“nunca me voy a casar” ¿verdad? y “nunca tendré hijos”, y ya cuando conocí
a Ángel, me cambié de opinión, por lo que quiero presentarles a Ángel Canil,
es mi esposo, es el hombre que es mi complemento, el hombre que ha aguan-
tado conmigo desafíos, tiempos muy amargos, como tiempos buenísimos, bue-
nísimos como el día de hoy. Miren cómo no me siento feliz si veo aquí tantísi-
ma, tantísima gente que está por un mismo objetivo, porque si no tuviéramos el
mismo objetivo no estaríamos aquí ¿verdad? yo no creo que ustedes hayan
venido por curiosidad ¿verdad? Sino, hemos venido por un ideal, por un pensa-
miento, por un compromiso y por eso estamos aquí. Entonces igual mi esposo
es quien me ha cuidado en tiempos que yo me enfermo, pero sobre todo ha

654
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sido mi complemento para hacer crecer nuestro hijo Max Nawal ja que tiene
18 años, se imaginan ustedes, tiene 18 años como muchos de ustedes. Enton-
ces él ha cuidado nuestro hijo, que bonito es cuando uno tiene un compañero
de vida, que pueden hacer un proyecto de vida propia pero también de gene-
raciones nuevas juntos, y les digo, no es porque no tengamos problemas, noso-
tros nos regañamos, nosotros nos peleamos, como normal ¿verdad?, pero nos
reconciliamos y que bueno que es así, es lo más importante, la vida es normal.
Muchos piensan que la vida viene solo, jóvenes nunca piensen que hay que ir
lejos para ser feliz, siempre me dicen a mí ¿qué hago yo para ir lejos señora?
Y yo les digo, ¿Qué tan lejos quiere ir usted, que vive mucho en el cerro?
¿Verdad? porque la vida es más natural de lo que queremos proyectar en una
fantasía, entonces mejor seamos realistas, muy realistas, humildes, sencillos y
eso nos da una calidad de vida distinta.
¡Gracias Aguascalientes!, gracias jóvenes, gracias a los músicos, gracias
a todos, muchas bendiciones, gracias a los diputados que están aquí, a las
diputadas, presidentes municipales, directores de colegios, estudiantes, maes-
tros, gracias, gracias a todos, autoridades, los quiero mucho y yo espero vol-
ver acá, espero quedarme aquí, ¡gracias!
Las demandas de democratización política de la sociedad hondureña fue-
ron, sin duda, impulsadas bajo la influencia del ideal de democratización del
continente que prevalecía en el orden internacional. Como lo dijera Gabriela
Bográn, los opositores al régimen caristia simplemente querían que Honduras
formara “parte de la inmensa familia de las naciones democráticas”2. En este
contexto, en el que la democracia era un ideal “universal” y en una época en
que aproximadamente en la mitad de los países latinoamericanos se había
instituido el sufragio femenino, apareció en la escena pública hondureña la
demanda del voto. Algunas de las mujeres intelectuales que en la década
precedente se habían declarado antisufragistas fueron ahora impulsoras deci-
didas de esta demanda.

2 CLDHM, Homenaje a las Víctimas, p.7

655
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Emma Delfina Chirix García (1961)

Comalapa, Chimaltenango, 1961, escritora indígena kaqchikel. Maestra


de educación primaria urbana. Se graduó de licenciada en sociología
con un master en ciencias sociales, como becaria de Flacso Guate-
mala. A través de las becas Ford-Cirma, obtuvo el título de doctora
en ciencias sociales con especialidad de antropología social e historia
en CIESAS Guadalajara. Su interés de investigación se ha centrado
en la sexualidad, la visión indígena y la vivencia sexual en la actuali-
dad, tanto de hombres como mujeres y de adolescentes o adultos.
Entre sus obras se cuenta: Cuerpos, poderes y políticas: mujeres
mayas en un internado católico, Ch´akulal, chuq´aib´ilchuqab´
anobal. (2013); Los deseos de nuestro cuerpo/ Ru
rayb´alriqach´akul. (2010); Una aproximación sociológica a la
sexualidad kaqchikel de hoy. (2008); Alas y raíces, afectividad
entre mujeres mayas. Rik´inruxik´yrux´ilRonojelkajowab´lruma
yab´ taqixoq´, (2003); Identidad masculina entre los Kaqchikeles
(1997). ¿Colonialismo en el feminismo blanco? (2015).

¿Colonialismo en el feminismo blanco?1

Introducción
Contexto
Los problemas históricos y estructurales siguen golpeando de manera
brutal a los pueblos y sectores más pobres de Guatemala, mientras los coloni-
zadores y capitalistas continúan gozando de privilegios. Las luchas históricas
y actuales siguen siendo contra el despojo de nuestros territorios, contra la
mentalidad y políticas extractivas de los conocimientos mayas y recursos na-
turales, la violencia contra las mujeres, el feminicidio, el hambre, la pobreza y
el militarismo. Las transnacionales y los sectores económicos, poderosos a
nivel nacional continúan imponiendo los monocultivos y meganegocios. A pe-

1 www.toltecayotl.org/.../8063-colonialismo-en-el-feminismo-blanco-emma-chirix
Mujer maya-kaqchikel, miembra de la Comunidad de Estudios Mayas de Guatemala.
Este artículo fue resultado de la ponencia presentada en el 13 Encuentro Feminista
Latinoamericano y del Caribe en Lima, Perú, en la mesa de: Feminismos y mujeres
indígenas, construyendo diálogos y alianzas. Estoy muy agradecida con las mujeres
indígenas organizadas en ECMIA y CHIRAPAQ por la invitación a participar en el
encuentro y también, doy gracias a Aura Cúmes, Gladys Tzul, Edgar Esquit y Marco
Chivalán por sus comentarios y observaciones.

656
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sar de estas imposiciones y de las políticas de despojo y de exterminio, segui-


mos luchando para lograr el bienestar –el UTZ KASLEMAL (la buena vida)
– de los pueblos y de la madre tierra.

Colonización del feminismo


Mi interés en este artículo es analizar cómo se reactiva el colonialismo en
el feminismo blanco, urbano, de clase alta y media y como efecto del poder
tiende a institucionalizarse porque no sólo tiene las condiciones materiales y
simbólicas para funcionar como institución sino que parte de una estructura
colonial histórica y racial. Mis reflexiones se centrarán en los mecanismos
que sustentan y reproducen el establecimiento de esta forma de dominación.
Y de manera indirecta, intentaré mostrar el lugar que ocupan las mujeres
indígenas en el feminismo blanco.
El feminismo nace en un contexto colonial y, es hija de la modernidad.
Según Liliana Suárez continua “reproduciendo una característica de adminis-
tración del pensamiento y sustentando un sistema de extracción de la mayoría
de la población” (2008:31) La colonización permanece viva en el imaginario
social y se materializa en las políticas y proyectos hacia los pueblos indígenas
para mantener intactas las relaciones de dominación. Para disciplinar los cuer-
pos indígenas, el dominador se valió de la ideología racial. Se desarrolló la idea
y el sentimiento de la superioridad natural del invasor frente a la sumisión
natural de los indígenas. Para “humanizar” a los indios se impuso la esclavitud
a través del trabajo forzoso y para lograr la misión civilizadora era importante
cristianizarlos. Se impuso una distribución racial-social-sexual del trabajo y
formas de explotación colonial. La división racial del trabajo creó cuerpos
esclavizados, mano de obra barata para los peninsulares y los criollos. El
feminismo colonizado se convierte en feminismo hegemónico, que abraza la
modernidad y es producto de la colonización, del proceso de civilización, la
blancura y el eurocentrismo.2 Estas características forman parte del sistema
cultural e ideológico de Occidente que jerarquiza, segrega y explota a mujeres
indígenas.

1. Hablar sobre la colonización del feminismo es hablar de la blan-


cura
La blancura es un código de lo humano y se ha nutrido a través del paisa-
je colonial. Vino durante la colonización, pasó a formar parte del sistema de

2 Tendencia que consiste en considerar los conocimientos y valores culturales, económicos


y políticos europeos como modelos universales y superiores respecto a los demás
conocimientos.

657
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

dominación y de la mentalidad hegemónica del país y ha sido una herramienta


etnocéntrica que ha servido para justificar la “pureza de sangre” de los penin-
sulares y criollos, frente a los indígenas y ladinos, pero también, ha servido
para argumentar sobre “cómo mejorar la raza” entre las y los ladinos frente a
los/las indígenas. El blanqueamiento ha sido fuente para la reproducción del
racismo estructural, institucional y cotidiano. El racismo ha sido el principal
recurso para mantener los privilegios de aquellos que se consideran blancos y
blancas. La blancura no es solamente el color de la piel que identifica a un
segmento de una sociedad pigmentocrática, “es el poder de decidir e imponer
los criterios que humanizan a los hombres y a las mujeres en el planeta”
(Ramón Gonzáles s.p.i:6) concretamente a las personas que viven en el cam-
po y a las mujeres, de esta manera se creó la idea de que los blancos son
humanos y civilizados y los indios se les identificó no humanos e incivilizados.
En la sociedad guatemalteca se ha creado la idea que la blancura y cultu-
ra occidental ha sido el modelo ideal que deben seguir los indígenas, las muje-
res y los pobres, “por ello el etnocentrismo y el eurocentrismo, han ido casi
siempre unidos y se han manifestado en todos los ámbitos, especialmente en
las ciencias sociales” (ibíd. 252) en la construcción de la nación y en el femi-
nismo. Es importante recordar que el etnocentrismo3 y el eurocentrismo son
conceptos que nacen en distintos momentos de la historia que han impuesto
poder y realidades raciales y desiguales, por eso es común que criollos, ladi-
nas y ladinos hagan uso de estos conceptos en sus discursos y actitudes para
confirmar constantemente su superioridad y privilegios frente a los indígenas.
El pensamiento etnocéntrico está presente “a través de las distintas teorías de
las ciencias sociales y prácticas políticas como: la integración, la ladinización,
la aculturación y el indigenismo” (ibíd. 253).
Las dicotomías de lo blanco y lo moreno, de lo limpio y lo sucio han
servido para justificar la segregación racial y el lugar que deben ocupar los
indígenas en la sociedad y en los espacios sociales, es decir, los trabajos su-
cios deberán hacerlo las y los indios, por eso es tan “natural, normal y cotidia-
no” que una indígena se encargue de limpiar los baños de las familias criollas
y ladinas y no que una ladina limpie los baños de una indígena. La mayoría de
ladinos y ladinas (pobres, de clase media y alta) apoya la ideología del blan-
queamiento y cotidianamente marcan su diferencia racial con los indígenas.
Para someter se valen del mal trato, el desprecio, las humillaciones, hasta la
criminalización de las luchas de los pueblos indígenas.

3 Tendencia que sostiene que lo criollo y lo ladino son superiores a otras culturas. Tal
actitud va asociada al desprecio de lo indígena.

658
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Existe un feminismo blanco que goza de privilegios, genera violencia ra-


cial y de clase hacia mujeres indígenas. Reconozco la existencia de un pa-
triarcado maya y relaciones de poder entre nosotras, las mujeres indígenas,
pero no es mi objetivo en este momento entrar a considerar las diferencias
con el patriarcado de Occidente, porque “no existe un marco patriarcal
universal”(Talpade Mohanty 2010: 234) El objetivo de este artículo es discutir
el mantenimiento de ese feminismo blanco, ladino-mestizo sin conciencia de la
dominación colonial, del origen del mestizaje y de la imposición de la dicotomía
indio-ladino.
Varias autoras feministas indígenas se han atrevido a “cuestionar visio-
nes feministas etnocéntricas”, entre ellas Aura Cumes. También es importan-
te mencionar el aporte de las feministas que escribieron el libro Descolonizan-
do el feminismo, el abordaje de Francesca Gargallo sobre el feminismo blanco
y no puedo dejar de un lado los aportes de feministas afroamericanas y cari-
beñas que han alimentado nuestras visiones y luchas. Para abordar la coloni-
zación me parece importante profundizar sobre los privilegios. Francesca
Gargallo afirma: “Los privilegios que las blancas gozan en una sociedad racia-
lizada, no son universales. El sistema de privilegios que favorece a las blancas
puede negar, los derechos de las demás, para seguir gozando de estos
derechos”4 (Gargallo: 19) y acomodarse. Las mujeres pertenecientes a la
oligarquía, de familias criollas, de clase alta y media, o de la burguesía, están
conscientes de la clase y de las familias a que pertenecen y la manera en que
reproducen la blancura. Por ser blancas han gozado de facilidades y oportuni-
dades. Pero las ladinas pobres también reproducen el blanqueamiento cuando
asumen que son pobres pero no indias, se sienten con el derecho de marginar
y de mandar, en sus discursos y comportamientos cotidianos, a pesar de que
tienen dificultad para construir su identidad o negarla, reafirman constante-
mente los imaginarios de superioridad para colocarse en su lugar de
privilegio. El estereotipo de los colores, la pigmentación continúan siendo los
rasgos diferenciadores en la sociedad guatemalteca (Casaús 1994: 205). En
este sentido, las relaciones de poder se sustentan en valores biológicos pero
también bajo perspectivas etnocéntricas.

4 Ladino es un concepto impuesto en la época colonial y ha tenido sus transformaciones.


Actualmente, en el marco de la construcción de la identidad nacional y en la dicotomía de
indio-ladino, la autoidentificación ladina está en función de su rechazo de lo indio y su
valoración al blanqueamiento. Algunos rechazan el término ladino por considerarlo un
insulto y prefieren identificarse como mestizos/mestizas.

659
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

2. El feminismo colonizador reproduce el proceso de civilización


y el etnocentrismo
El feminismo occidental ha estado acompañado por procesos de civiliza-
ción y/omodernización cuando insisten en resaltar los binomios tales como
civilización/incivilización, moderno/atrasado, limpio/sucio, ladino/indígena o
cuando utilizan argumentos como el siguiente: “el actual contexto de crisis
civilizatoria…”.5 Precisamente con esta frase se afirma que el feminismo es
parte de ese proceso civilizatorio, que se ajusta la idea de lo avanzado, lo que
va adelante, que puede significar desarrollo y progreso, y al no estar en este
proceso se identifica como atraso. Los binomios civilizatorios son abrazados
por ese feminismo blanco que insiste en convencernos de la idea de la “supe-
rioridad europea” y la “inferioridad de las indígenas”. Para los pueblos indíge-
nas y mujeres indígenas, el proceso de civilización, por la manera en que se
impuso, ha significado penetración, genocidio, despojo de territorio y medios
de vida, esclavitud, servidumbre, educación oficial, imposición del idioma es-
pañol y religiones occidentales. También ha significado desarrollo como pro-
puesta de progreso.
Los efectos de la civilización siguen latentes, pareciera que no hay nada
que no pueda hacerse de una forma “civilizada” y de una forma “incivilizada”
(Elías 1987: 57). En Guatemala se plantea la idea o los estereotipos de que las
personas “civilizadas” son quienes tienen acceso a la educación, al desarrollo,
pertenecen a cierta clase social, viven en las ciudades, son blancos o ladinos,
son ciudadanos, son constructores de nacionalismo, son modernos, mientras
los incivilizados son los analfabetos, los primitivos, los tradicionalistas, los po-
bres, los sucios, los indios. Para los etnocéntricos es más incivilizada la mujer
indígena por ser monolingüe y analfabeta. El etnocentrismo aborda, escribe y
analiza la experiencia de las mujeres occidentales como la experiencia de las
mujeres en general. Es decir, en esa jerarquía racial se espera que las indíge-
nas deban ajustarse a ese ascenso, a un mejoramiento, lograr un estatus. La
idea dominante es que los “inferiores” deben seguir esa ruta que les permite
llegar a la civilización. Es importante analizar y vincular el contexto hegemó-
nico para desentrañar de dónde parte y cómo se alimenta el etnocentrismo
para develar como se produce el “universalismo etnocéntrico en ciertos aná-
lisis” (Talpade Mohanty 2010: 239) en los discursos, en las actitudes y en las
políticas inter y multiculturales.
Las feministas coloniales asumen una mentalidad extractiva, oportunista
y racista. Es cierto, reconocen a las mujeres indígenas, tienen capacidad de

5 Manifiesto político, Por la liberación de nuestros cuerpos, 13 encuentro feminista,


2014.

660
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

escribir y hacer investigaciones por las “otras”, “podemos escribir nosotras de


las mujeres mayas porque es un derecho hacerlo y nadie nos impide”6. En
varias organizaciones de mujeres se implementa una estructura organizativa
con jerarquía racial, las mujeres ladinas se ubican en puestos de poder y las
mayas en puestos de no poder. Las ladinas elaboran proyectos para captar
dinero en nombre de las indígenas y cuando hay crisis financiera, las primeras
en salir de la organización son las mujeres mayas. También se apropian de los
conocimientos mayas, muchas de ellas se identifican con el machismo, mar-
can su indiferencia con el racismo o se convierten en cómplices en actos
racistas. Niegan la existencia de mujeres mayas feministas, diciendo: “no hay
mujeres mayas que entiendan el feminismo, hay algunas, pero están en paña-
les”, “nosotras escribimos mejor que las indígenas”. Con la autoidentificación
de expertas de pueblos, de mujeres indígenas o ecologistas se colocan en
puestos de poder de proyectos indígenas. Las feministas colonizadoras utili-
zan el discurso de la igualdad pero en la práctica no nos tratan como sus
iguales y cuando les sale el racismo expresan estas frases: “mirá mija, firmá
aquí”; “parecés india” “con ellas no se puede, son tercas, no entienden” o en
sus discursos y escritos reiteran sobre la violencia contra la mujer, es decir,
manifiestan la violencia genérica pero no la violencia racial.
Las feministas coloniales, los letrados criollos y ladinos7 continúan con
sus discursos de civilización, colonización y racismo, y cuando expresan su
odio nos catalogan de: “irresponsables por nuestra tradición reproductiva”,
“atrasados porque no logramos el desarrollo y la prosperidad”, somos “res-
ponsables de barbarie demográfica”, “los hombres indígenas son bolos y ha-
raganes”, “que no sabemos acomodarnos a las leyes del mercado”, y final-
mente nos señalan que somos el problema. El odio y la ignorancia de letrados
racistas retoman la agresión, los estereotipos racistas y su nivel de análisis lo
reducen a que el indígena es el problema, sin develar los problemas estructu-
rales que ocasionan la desigual distribución de la tierra y el genocidio. Ade-
más, no se dan cuenta que los alimentos que comen no le caen como maná del
cielo, sino esos alimentos seguramente han sido cultivados por manos indíge-
nas. ¿Cuál ha sido el papel que han jugado las feministas contra los letrados,
empresarios y oligarcas racistas en nuestros países? El silencio, la indiferen-
cia, y su complicidad en discursos y actos racistas.

6 Frase de una feminista guatemalteca en una conversación personal


7 Las frases que retomo son las que utiliza Martín Banus, letrado masculino racista de
Guatemala que escribió el artículo titulado El Indígena Feo, en el diario La Hora,
Guatemala, 2014.

661
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

3. Mejorar la raza es una idea colonizadora del feminismo blanco


Guatemala será un país colonial mientras la idea de mejorar la raza siga
siendo un proyecto de nación. Mientras su clase dominante y las instituciones
hegemónicas (Estado, Iglesia, Escuela y familia) sigan siendo colonizadores y
con mentalidad extractiva., mientras sus sectores mestizos/ladinos ilustrados
no asuman con orgullo su propia diferencia cultural y dialoguen de igual a igual
con todos los pueblos y culturas que habitan el territorio nacional y abandonen
de una vez, sus políticas de saqueo, de explotación y de racismo. .
La colonización y el racismo no solo han generado segregación racial y
división racial del trabajo sino también la negación o la no definición de su
identidad étnico/racial, algunas hablan del mestizaje, otras afirman ser ladinas,
lo cierto es que la discusión entre las feministas ha quedado pendiente. Pero
esta discusión tampoco lo ha asumido el Estado, ni la academia en la cons-
trucción de las naciones y de las identidades. Las expresiones de la negación
de la condición mestiza continua pero también, la autoinferiorización de los
ladinos en relación al universo de lo blanco y en su desprecio a los indígenas.
En la sociedad guatemalteca se mantiene y se reproduce la dicotomía indio-
ladino y de manera contradictoria se ha construido la categoría “del NO indí-
gena” ¿por qué se insiste en la negación? ¿Por qué no se profundiza en el
origen del mestizaje? ¿Por qué es importante saber el lugar que ocupamos en
las sociedades?
El Estado y los grupos dominantes crearon la dicotomía indio-ladino en la
jerarquía racial para mantener una división racial y social del trabajo, para
generar contradicciones entre indios y ladinos, para no profundizar el origen
del mestizaje y para vivir ambivalencias. Por eso, no es casual que algunas
ladinas afirmen “si vivo los privilegios pero NO TENGO identidad” y prefie-
ren ubicarse en el NO Indígena. Las ladinas afirman que han tenido dificultad
para reconocer el privilegio, se saben ladinas pero no quieren reconocer sus
orígenes. Se ha impuesto un proceso de desmemoria porque es parte de la
reproducción del racismo. La manera en que roban la historia y la negación de
la identidad es también racismo. No se termina de procesar el racismo porque
se insiste en su naturalización, se enseña a desconocer y negar la identidad, a
“afirmar que el racismo es tema y discusión de “otros”.
La idea de “mejorar la raza” como proyecto de nación ha sido aprendido
y reproducido en las familias que han internalizado el racismo, es un concepto
que continua en la memoria, que orienta los pensamientos y actitudes racistas.
Han aprendido a despreciar lo indígena, manejan ideas de superioridad frente
a mujeres indígenas y naturalizan relaciones de servidumbre. En la construc-
ción de las identidades se trastocan emociones y sentimientos; y en esta cons-

662
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

trucción de la subjetividad, algunas ladinas sienten vergüenza de sus pensa-


mientos y actitudes racistas, les provoca vergüenza decir que son racistas, de
ahí que muy pocas son conscientes de su posición en la reproducción del
racismo. En esta dificultad para hablar y aclarar qué es el mestizaje prefieren
valorar lo ladino, que significa también valorar lo urbano porque estas son las
categorías para medir y decir quién está más civilizada o atrasada, quién es
superior e inferior en las relaciones personales.
Sienten miedo de lo que son, “el miedo de saber de dónde venimos”,
miedo en conectarse con esa violencia sexual colonial que fue cimiento de la
división racial y sexual del trabajo y de las jerarquías de género y raza. Tienen
miedo a ser juzgadas por sus ideas, discursos y prácticas racistas y como
mecanismo de defensa utilizan estrategias colonizantes y civilizatorias.
¿Hay una discusión no resuelta sobre cómo trabajar el racismo desde las
entrañas? El racismo está en el ser, está impregnado en los cuerpos, en la piel
y provoca dolor. Les duele llamarse ladinas, desprecian lo que son, desprecian
lo indígena, por eso es más fácil hablar de las OTRAS pero no de ellas mis-
mas. Expresan que son producto de la violación sexual pero rechazan hablar
sobre la violación. Afirman que han construido sus historias a través de silen-
cios y la victimización, porque a pesar de que tienen privilegios, muchas veces
utilizan la victimización para evitar ser agredidas.
El insulto y la agresión es a nivel interno o hacia otras ladinas, se conec-
tan con frases y pensamientos que se relacionan con “no seas india” “sí vos
sucia” son expresiones que a veces salen en palabras, otras veces, se queda
en el pensamiento. Constantemente se miden quien es más india entre las
ladinas, pero entonces, ¿Cómo pueden reencontrarse con lo indígena y con las
indígenas si se reproducen las agresiones, los insultos a nivel de ellas mismas
y contra las indígenas? ¿Cómo construir un mestizaje desde las pérdidas, des-
de la negación y desmemorización? Algunas han tocado fondo, han reconoci-
do su malestar, han expresado sus sentimientos; otras definitivamente se nie-
gan a profundizar, prefieren seguir caminando con sus carencias, “les provoca
pereza discutir el racismo”. Generalmente promueven juntarse para realizar
actividades que están a favor de las mujeres pero se niegan a realizar proce-
sos de transformación personal. Otras manejan su indiferencia, afirman que
no les suena, no les preocupan temas que se relacionan con el mestizaje, el
racismo, las relaciones con mujeres indígenas; lo que les interesa es estar
económicamente bien, tienen trabajo asegurado y eso es lo que cuenta. Y
otras idealizan que “Lo ladino no se tiene que nombrar, somos el centro del
universo” y eso es suficiente. Obviamente, el discurso y la práctica política
feminista de Occidente está internalizado en la vida de las mujeres ladinas, los

663
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

discursos son diversos pero los efectos de poder en analizar a las “Otras” es
igual porque codifican a las “Otras” desde una relación de poder de superio-
ridad e inferioridad.

4. ¿Cómo se tejen las relaciones de poder entre mujeres blancas


e indígenas?
Verónica Sajbin (2007:127) ha analizado las tensiones entre mujeres ladi-
nas e indígenas. Sajbin indaga las tensiones existentes entre las organizacio-
nes de mujeres y la manifestación del etnocentrismo de las mujeres ladinas.
Tomando en cuenta que ellas abrieron estas ventanas del conocimiento, si me
permiten por esta vez entraré para abordar la subordinación con clave feme-
nina.
Estas relaciones de poder han sido naturalizadas y reproducidas en los
diversos espacios sociales. Las mujeres blancas ladinas y feministas asumen
el rol de patronas y con derecho a mandar y las mujeres indígenas a obedecer.
Este tipo de relaciones de dominación es común verlas en Guatemala, las
relaciones de servidumbre han sido históricas y naturalizadas, por eso, mu-
chas veces no despierta la indignación.
Es común observar cómo muchas ladinas al ver una indígena asumen
automáticamente el rol de patronas y se aprovechan de la fuerza de trabajo de
las indígenas, sometiéndolas a realizar los oficios domésticos o hacer el traba-
jo de segunda categoría; por eso es común que varias mujeres indígenas asu-
man el rol de asistentes y sirvientas. Estas relaciones de servidumbre que han
sido reproducidas en el marco patriarcal, únicamente persiguenreproducir el
estereotipo racial que afirma que las indígenas sirven únicamente para ser
sirvientas porque este debe ser el lugar de las indígenas en las sociedades
racializadas.
En varias organizaciones y en instituciones académicas, algunas mujeres
blancas, ladinas y feministas en los últimos años, han negado la participación
de las mujeres indígenas, a pesar de que en sus planteamientos o estrategias
promuevan el multiculturalismo, la interculturalidad, la etnicidad, la diversidad,
la democracia, los derechos humanos y la participación de las mujeres indíge-
nas. Ellas no solo logran acceder a puestos de poder sino se benefician econó-
micamente en nombre de instituciones que velan por pueblos indígenas o a
favor de la mujer. Otras académicas nos han robado nuestros conocimientos
porque creen ser las expertas en asuntos indígenas. El robo también se con-
creta cuando se aprovechan de nuestro trabajo intelectual, al negar nuestra
contribución intelectual pero también nuestra contribución para financiar la
impresión de nuestros libros. Los contratos editoriales en el país siguen carga-

664
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

dos de injusticia hacia autoras indígenas y mestizas. Y cuando cuestionamos


las actitudes racistas es común que nos respondan de esta manera: “agrade-
cidas deben estar porque las incluimos” y cuando no responden a contratos
justos expresan “nosotras actuamos de buena fe”.
En estas relaciones de poder se construyen relaciones humanas utilitaris-
tas, con perspectiva tutelar y proteccionista. Se reproduce la idea que las
blancas y ladinas deben pensar por las indígenas porque estas últimas son
incapaces de gobernarse por sí mismas, de administrar fondos y de elaborar
proyectos. En la academia generalmente las ladinas utilizan una metodología
extractiva y continúan desconociendo nuestros aportes teóricos y económi-
cos. Nuestra contribución teórica todavía no ha sido tejida con colores en los
feminismos, en otras palabras, nuestros conocimientos y pensamientos no
ocupan todavía un lugar teórico en Abya Yala.
Es importante iniciar el proceso de descolonización reconociendo cómo
opera la hegemonía, cómo se sostienen las desigualdades, las ideologías y las
estrategias de dominación hacia el ser y cuerpos de las mujeres indígenas.
Me uno a las voces y propuestas de mujeres que promueven la idea de
desestabilizar la teoría, de cuestionar o descolonizar los conceptos tales como:
el género, la mujer, el cuerpo, la opresión de la mujer, porque estos conceptos
universales siguen siendo homogeneizadores y blancos. La centralización del
género sigue insistiendo en el binomio hombre-mujer y no toma en cuenta la
diversidad sexual y menos la interseccionalidad de las identidades y/opresio-
nes. Es cierto, en un momento histórico el género enriqueció el conocimiento
e invitó a una práctica social distinta en las relaciones entre mujeres y hom-
bres y permitió profundizar el concepto de “el sujeto” pero ha tenido sus
debilidades porque reduce o niega otras identidades, naturaliza las relaciones
heterosexuales, no da explicaciones completas de nuestras realidades y opre-
siones, y todavía no reta la hegemonía de lo blanco, por eso refuerza la jerar-
quía racial y las desigualdades coloniales. Es importante recordar que noso-
mos un grupo singular sobre la base de una opresión común, y que nos identi-
fiquen siempre como víctimas, atrasadas y que nos tenemos salida para nues-
tra liberación. No somos objetos, somos sujetos y con derechos. Basta ya de
reproducir el feminismo blanco, la objetivación, la inferiorización y la victimi-
zación porque no nos permite liberarnos.

665
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Bibliografía:
Curiel, Ochy et al. Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe.
Ediciones fem-e libros, www.creatividadfeminista.org.
Cumes, Aura. “Multiculturalismo, género y feminismos: Mujeres diversas, lu-
chas complejas”. Artículo publicado en Área de Estudios de Género FLAC-
SO-Ecuador, Noviembre, 2008.
Chirix, Emma. Ch’akulal, chuq’aibil chuqa b’anobäl: mayab’ ixoq’i chi
ru pam jun kaxlan t’zapatäl tijonik Cuerpo, poder y políticas: Mujeres mayas
en un internado católico. Guatemala, 2013.
Elias, Norbert. El proceso de la civilización, investigaciones sociogenéti-
cas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica, México. 1987.
Gargallo, Francesca. Feminismos desde Abya Yala: Ideas y proposiciones
de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América. Ciudad de México
2014, http://francescagargallo.wordpress.com/
González-Ponciano, Jorge Ramón. “Esas sangres no están limpias”, El ra-
cismo, el Estado y la Nación en Guatemala (1944-1997). Talleres Gráfi-
cos del Estado, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. 1998.
Sajbin Velásquez, María Verónica. “Mujeres mayas y ladinas: Algunas tensio-
nes que identifican las mujeres mayas” en Reflexionando y actuando: mu-
jeres mayas y participación política. IDEI, Guatemala 2007.
Suárez, Liliana. “Colonialismo, gobernabilidad y feminismos poscoloniales”
en Descolonizando el feminismo. Ediciones Cátedra, Madrid, 2008.
Suárez Navaz, Liliana y Rosalva Aída Hernández (eds.). Descolonizando el
feminismo, Teorías y prácticas desde los márgenes. Ediciones Cátedra,
Madrid, 2008.
Manifiesto político. Por la Liberación de nuestros cuerpos, 13 Encuentro
feminista Latinoamericano y del Caribe.

666
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

EL SALVADOR

Prudencia Ayala (1895-1936)

Sonsonate, El Salvador. De origen indígena, transgresora y activista,


fue la precursora de los derechos femeninos en El Salvador. Desde
muy joven se traslada a Santa Ana y ahí empieza a ser reconocida
socialmente, le llamaban la Sibila Santaneca, estudió hasta segundo
grado de primaria y su oficio era costurera. Escribe en el Diario de
Occidente bajo el seudónimo de Esperanza de la Espiga, en donde
presenta críticas al alcalde de Atiquizaya. Por esta y otras acusacio-
nes y denuncias es puesta presa tanto en El Salvador como en Gua-
temala. Funda el periódico Redención femenina, en el que quedan
inscritos sus ideales feministas, del cual se conocen tres ediciones.
Participó como candidata a la presidencia de El Salvador en las elec-
ciones de 1930 por parte del Partido Unionista. Su proyecto político
estaba orientado a la defensa de los derechos de las mujeres, apoyo
a los sindicatos, promoción de honradez en la administración pública,
regular la distribución y consumo del aguardiente, respeto a la liber-
tad de cultos y el reconocimiento de hijos fuera de matrimonio.
Su obra: Inmortal, amores de loca (1925); Payaso literario en comba-
te (1928).

Inmortal. Amores de loca 1

Sobre la Libertad de Imprenta (Fragmento)


Criterio de un Juez Mexicano
El director de El Demócrata Sanaloense, de Mazatlán fue acusado por el
abogado consultor del Ayuntamiento mazatleco, Licenciado Román R. Milián,
por haber censurado aquel Diario que se pagara a Milian con fondos munici-
pales, la defensa que hace el presidente Municipal, que se halla procesado por
un delito común.
El juez respectivo, Licenciado Jesús Inzunza, al examinar el asunto, refi-
riéndose a la libertad de imprenta, ha asentado: “Esto que ha dicho si se tiene
presente que el periódico ha tachado de indebidos los actos del Cuerpo Edili-
cio de esta ciudad, asegurando que se dilapidan lamentablemente los dineros

1 El Salvador: Imprenta Arévalo, 1925.

667
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

del pueblo, tiende a demostrar y demuestra indiscutiblemente que el referido


periódico “El Demócrata Sinaloense” al discutir o mejor dicho censurar la
conducta administrativa del Cuerpo de que se viene hablando, ha obrado líci-
tamente, dentro del derecho que le otorga nuestra Ley Suprema en su artículo
70 que dice: “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre
cualquier materia. Ninguna Ley ni autoridad puede establecer la previa cen-
sura ni exijir fianza a los autores o impresos. Ni coartar la libertad de impren-
ta, que no tiene más límites que el respecto a la vida privada a la moral y a la
paz pública……………..”
Ahora bien: imponiendo el artículo constitucional como límites únicos a la
libertad de escribir y de publicar escritos, la vida privada, la moral y la paz
pública, consignó la extensión absoluta de esta liberad, que bajo ningún pretes-
to puede ser restringida, pues como dice el Licenciado don Eduardo Rutz, en
su obra “Derecho constitucional, página 62, la libertad de imprenta en su efec-
to de suma importancia política, pudiendo considerarla como el complemento
de la soberanía del pueblo: ella pone al ciudadano en capacidad de traer a todo
hombre público, a toda autoridad a toda corporación, al Gobierno mismo en
todos sus departamentos, ante la barra de la opinión pública; los somete a un
examen y crítica de su conducta a la faz del mundo entero con el ánimo de
corregir o de evitar los males públicos; ella desenmascara al despotismo y se
opone a sus arbitrariedades; es el denunciante eterno de los crímenes del
fanatismo, ella en fin, prepara la opinión para las buenas leyes y descubre los
defectos de las malas.
Reproducido en el “Diario de Occidente”,
De donde saqué el recorte.

El Periodista
El periodista es el primer representante como defensor de la patria, es el
vocero alerta al bien de la nación; él es el que forma el concepto en las causas
nacionales, cuya alta misión desempeña ecuánime en lo que expone.
El buen periodista es el arma más formidable en la defensa nacional, es
la fortificación del ejército en la batalla.
Aquí en El Salvador tenemos buenos periodistas, donde se alza la bue-
na figura como notable e ilustrado periodista del don Miguel Pinto, Director y
periodista de don Miguel Pinto, Director y propietario del Diario Latino que
imparcialmente y a satisfacción general desempeña los intereses de la socie-
dad salvadoreña.

668
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El nombre de un General Brigader


Americano en las páginas del Diario Latino (página 124)
En el número 16.369 del Diario Latino, está reproducida la información
que hizo el General Brigadier W. Mitchell, a causa de los desastres del dirijible
homandoay y del hidroplano P. N. 91 según él por negligencia de los funciona-
rios.
Cuyo general, por su valor cívico, merece el justo aplauso de aquel go-
bernante, por haber dado enseñanza de moralidad en la atención del deber a
aquellos que desempeñan el Ministerio de los departamentos de Guerra y
Marina de la gran Nación; si es que el gobernante está a la altura de compren-
der lo que vale el militar por el prestigio cívico en honor de la nación, la amplia
inteligencia de hombres en el cumplimiento de sus deberes en las funciones
que desempeñan.
La actitud del gran militar, demuestra la libertad y garantías que gozan en
su derecho los ciudadanos de la nación gigante.
San Salvador, 6 de octubre de 1925.

Gloria Francesa
Hombres y mujeres célebres (página 125)
Danton, Madama Roland, son el alma de los grandes hombres de la gloria
en la revolución francesa. Admiro y amo lo raro, lo que no es común en el
desarrollo de las grandes facultades sensibles y mentales de los espíritus su-
periores sobre la vulgaridad y flaqueza de la muchedumbre. Los grandes sen-
timientos de justicia en el corazón de un hombre, representa todo el poder de
un pueblo; y estos son el alma, los representantes de los trascendentales suce-
sos de la evolución nacional, en todas las naciones.
El genio camina maquinalmente impulsado por la eterna sabiduría en el
cumplimiento de su misión, en defensa de una buena causa hasta llegar al
sacrificio. Y en el combate de las grandes luchas, se ha distinguido la mujer en
el sacrificio. Y en el combate de las grandes luchas, se ha distinguido la mujer
en el sacrificio de una causa, Madama Roland, con otras mujeres, viven en la
historia, en compañía de hombres célebres por su heroísmo. No olvidar a
Madama Roland, hermosa aurora de la democracia francesa.
Ciudadanos: concedednos el sufragio y que sea forzoso para la igualdad
de ambos sexos en desarrollo mutuo de nuestras facultades.
Los ciudadanos centroamericanos, no olvidarán que el sufragio lo pedí en
una de las mociones que presenté en la convención unionista que se celebró
en el recinto del Teatro Nacional del Departamento de Santa Ana el diez de
febrero de 1921, cuando fui como Delegado representante del Consejo del
comicio de San Miguelito.

669
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Saben los ciudadanos, la esperanza que alimentó la idea porque lucho, a


favor de la unión de la familia centroamericana.

Carta abierta al ex – presidente de


Nicaragua señor Martínez (página 126)
Señor don Bartolomé Martínez, ex – Presidente de Nicaragua.
Apreciable señor: Reciba la expresión de mi simpatía con la que lo distin-
go por su buena actuación política con que ha sabido dirijir al pueblo nicara-
güense. Y que esa buena actuación influya para que el Gobierno norteameri-
cano retire los marinos del territorio. El buen orden en ese país contra la
humillación a que estaban sometidos bajo las armas de Estados Unidos, que
constituye un escándalo político internacional de todo el continente hispano
americano. El actual Gobierno de Estados Unidos, colocado en la altura de su
deber, respeta el derecho de soberanía de las naciones, porque comprende
que no debe violar las leyes del derecho ageno, para equilibrar así la simpatía
y leyes internacionales, que se establecen a favor de la paz y tratados en la
práctica de la justicia que es la única que sostiene la armonía que debe perdu-
rar en la diplomacia interna en el corazón de todas las naciones.
Señor Martínez: Ud. ha sabido inspirar la confianza que solo se les
guarda a los grandes patriotas que se sacrifican por el amor al bien de la
Nación. Ud se ha captado las simpatías de los centroamericanos que, como
tal adjunto la de ellos, la de esta humilde amiga y obsecuente segura servidora
que se interesa por el bien de los centroamericanos.
Prudencia Ayala
Enero 1925.

Profecías (página 129)


El Kaiser de Alemania, caerá de su pedestal y todos los imperios tendrán
que caer. Norte América se lanzará a la guerra y después de triunfos efíme-
ros, tendrá que se aplastada por una serie de ataques que se le desarrollarán
en todo el rededor de su continente. Centro América se unirá y tendrá que
proclamar su libertad quedando unida y libre. – Santa Ana, 6 de febrero 1916.
POST DATA:
Los estadistas internacionales, saben en qué fecha, cayó el Kaiser de
Alemania; y cuando se lanzó Norte América a la guerra de Europa y cuando
en lo presente se desarrolló el movimiento unionista en Centro América. La
profecía tendrá que cumplirse en toda su excepción
Si no que lo diga el escritor Omega, otra vez en el Diario Latino, tal cual
lo he pronosticado y no como él dijo en un artículo titulado “Lo que pasa en

670
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Santa Ana” en que me ridiculizaba como una loca y perdono al señor Omega,
porque es miope.
En Norte América, sucederá gran sensación internacional. Todo por inte-
rés del dólar.
Un cambio ventajosamente favorable en la transformación de la diplo-
macia nacional, se espera en la situación futura de la política de México.
Cambio bonancible sucederá en la situación de Europa en la paz que
asegura los intereses de las decrépitas naciones, temerosas a los sumos peli-
gros en sus finanzas que están cruzando dolorosamente, por lo cual tendrán
que resolver darse las manos en mutuo consentimiento en razón a la armonía
de las relaciones diplomáticas que debe guardar con equilibrio la verdadera
política de hombres sabios en el deber moral en la sociedad para la existencia
de la vida de las naciones.
En España se desmoralizan los pueblos contra el estado monárquico y de
la formidable rebelión sucederá al presente el sistema democrático en los
sucesos nacionales.
Las monarquías dejarán de ser en la futura igualdad política, en la gene-
ración moderna de la actividad individual, en diferencia a los ilotas.
¿En Centro América? ……….. Emblema de felices resultados, por un
fenómeno político social que mejorará el ambiente de todo Centroamérica.-
Santa Ana 1923.
México brillará en todo esplendor, por los abundantes minerales que sur-
girán del fondo de su suelo. Un cúmulo de riqueza se desarrolla en aquel país.
México será glorioso en el buen curso que precederá su historia en el
futuro, y por la industria y artes que desarrollarán los pueblos. Mostrará a la
vista de las grandes naciones, su influjo político social, su riqueza industrial y
comercial.
El trabajo, la justicia y la honradez es la mejor política del hombre que
ama el progreso de la patria como el del hogar, es la mejor política social.
México es grande por su soberanía y grande por la vida propia que goza-
rán sus pueblos.
Todas las profecías de esta luz, se verán cumplidas en su tiempo.
Santa Ana, 7 de octubre de 1922.
Gran asombro y temor causará en toda la humanidad, al ver aparecer en
el firmamento tres planetas no conocidos por los científicos astrónomos. Uno
de los planetas se verá en forma de una bola negra, de la cual dependerá una
línea perpendicular de arriba abajo. El otro será una estrella notablemente
luminosa derramando exhalaciones, la que al ocultarse el sol quedará alum-
brando con una luz brillante casi como la de la luna. El tercero se verá en

671
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

forma de una bola blanca con rayos luminosos, de la cual dependerá una línea
recta de Oriente a Occidente.
Este fenómeno astral causará sensación en todos los moradores terres-
tres; pues sobre esos planetas se verá la figura del Divino Redentor rodeado
de ángeles. Más esta visión será de pocos minutos. Después de haber des-
aparecido estos cuerpos celestes, habrá en unas partes excesivo calor y en
otras mucha helada, de lo cual morirán en mayor parte personas de más edad;
siento raro en los estragosos efectos que deja la aparición del fenómeno.-
Santa Ana, 1921.

La serpiente morirá (página 132)


Centro América: la serpiente política se arrastra de polo a polo, envene-
nando los sentimientos del hombre, destruyendo en la tranquilidad haciendo de
esta manera el hartazgo de vidas humanas para cortar el parásito de la co-
rrupción del hombre en el árbol de la vida moral.
La justicia está luchando contra la injusticia de esta serpiente, la que será
atacada por un ejército de niños que componen y simbolizan la fraternidad.
La serpiente muere en el combate.
Santa Ana, 26 de diciembre de 1918.
Apóstrofe a Norte América
No hay que temer queridos hermanos a la influencia de la política norte-
americana, en nuestras pequeñas Repúblicas de toda la América Latino Es-
pañola. ¡Oh, veo alrededor general de todo Norte América, los grandes peli-
gros de su poder soberano sobre todo el mundo; y el poder que vencerá todas
esas dificultades belicosas en el mundo de los hombres, es la justicia de la
divina gracia que emana de la providencia oculta. ¡No temais! Que esta
es la mano que todo está moviendo, en su debido orden, para una nueva
vida de regeneración moral ¡Oh Águila del Norte! Vuela, vuela, hasta don-
de puedas y alcance tu destino, ¡Ay pero mañana, será dura tu decepción, al
golpe rudo al descender! ¡Oh Norte América! No pretendas quitar al César
su derecho; porque la vara de la justicia está midiendo tus pasos.
Apoya al mundo entero como hermano y no le quites su poder para humi-
llarlo. Que la justicia sea tu guía, y así alcanzareis eterna salvación.
Santa Ana 19 de septiembre de 1918.
He reproducido la colección de profecías algunas publicadas en el Dia-
rio Occidente en las fechas inscritas, para que se fijen los lectores en las que
se han realizado y en las que esperamos ver.

672
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Preguntas
¿Qué dirá el señor Presidente Wilson de la mujer Centroamericana? Qué
dirá de los comentarios que hace de sus palabras ante la situación europea y
de la violación de los derechos de nuestra queda Centro América? Compren-
derá que el ciudadano centro americano, cuenta con una mujer, no solamente
para el ejercicio del hogar, sino también para ayudarle a preocuparse en el
momento histórico presente de lo interesante de la patria? Comprenderá que
en el corazón de la mujer centroamericana, está prendido en ese fuego del
más leal y acendrado patriotismo como lo prueban los hechos, la vida de la
heroica y valiente y Lucila Matamoros, que dio pruebas de su amor y lealtad
a la patria y a la libertad? Comprenderá que así como hay hombres que ven-
den su honor para cubrir de vergüenza el rostro, hay también hombres de
carácter concienzudo que saben estimar y defender las leyes y sacrificarse
en derecho en aras de la justicia con patriotismo espartano.
Antes la fuerza brutal, talvez seremos vencidos, pero ante la fuerza
moral del civismo, rechazamos toda imposición. En fin: tengo fe en el cono-
cimiento del deber de los cultos presidentes de los Estados Unidos de Norte
América, en respetar el derecho ageno para tener la honrosa gloria de liber-
tarnos por el medio de la justicia. Porque a ellos no les gustaría que otro poder
les cuartara su derecho en los principios constitucionales. Siendo como son
rigurosos en el orden, no pueden contra el deber, atropellar derechos agenos.
Antes bien serán justos para la estabilidad de la simpatía en la armonía inter-
nacional del mundo entero. – Santa Ana, 28 de junio de 1918.
(Publicado en el Diario de Occidente)

673
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Matilde Elena López (1919-2010)

Ensayista, poeta, cuentista, dramaturga y docente. Intelectual y acti-


vista política, perteneció a la Generación del 44 en El Salvador, que
presentaron la lucha cívica antifascista y democrática. De esa cuen-
ta, se exilió en Guatemala, en donde realizó sus estudios de letras en
la Universidad de San Carlos de Guatemala. Publica su primer libro
en 1954, Masferrer, alto pensador de Centro América. Tras el gol-
pe de estado a Jacobo Arbenz Guzmán, sale nuevamente al exilio y
se dirige a Ecuador, ahí termina sus estudios de doctorado en filosofía
y letras. Tras una apertura política regresa a El Salvador y se incor-
pora a la Universidad Autónoma de El Salvador como docente e in-
vestigadora. También laboró en la Universidad Centroamericana “José
Simeón Cañas” (UCA) y en la Universidad Nueva de San Salvador,
ocupando puestos importantes como el decanato. Fue miembro de la
Academia Salvadoreña de la Lengua.
Sus obras: El mito indígena en la raíz de nuestra cultura. Teguci-
galpa: Secretaría de Cultura y Turismo, UNESCO, 1985; Cinco gran-
des mitos del arte en la edad moderna: Hamlet, Don Quijote,
Don Juan, Segismundo y Fausto. San Salvador: Editorial Clásicos
Roxsil, 1985; Estudio-prólogo a las Obras escogidas de Claudia Lars.
San Salvador, 1973; Pensamiento social de Masferrer. El Salvador,
1984; Estudio-prólogo a las Obras escogidas de Alberto Masferrer.
San Salvador, 1971; Goethe y su profunda concepción del univer-
so. El Salvador: Concultura N53, jul-sep p.28-39, 1969; El método
sociológico en la crítica estilística. Bucarest, 1967; Interpreta-
ción social del arte. San Salvador, 1965; Dante, poeta y ciudada-
no del futuro. San Salvador, 1965; Masferrer, alto pensador de
Centroamérica. Guatemala, 1954.

El Método Sociológico como Instrumento Crítico. Alegato a fa-


vor de Masferrer (Fragmentos)
Sin duda alguna, la mejor forma de celebrar el Primer Centenario de
Masferrer, es abrir un debate universitario en torno a su doctrina social.
Erróneo es suponer una validez permanente al pensamiento masferreria-
no y otorgar categoría de verdad eterna a su criterio político, porque ya es
sabido que las circunstancias históricas cambian las perspectivas en la lucha.
Hay que entender a Masferrer dentro del juego de las fuerzas históricas.

674
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Masferrer surge en el momento preciso en que las fuerzas sociales de El


Salvador se desplazan históricamente. En el instante en que se abre paso el
capitalismo sobre los mismos escombros feudales y cuando todavía sobrevi-
ven algunos de sus elementos más agresivos. Ese proceso especial que co-
rresponde al desarrollo capitalista en El Salvador, que se deriva esencialmente
de las transformaciones operadas en la propiedad agrícola- reparto de tierras
a los campesinos en la época de Barrios y Menéndez, y centralización violen-
ta debida al juego de las fuerzas económicas- es el que logra captar la fina
sensibilidad social de Masferrer
Hagamos un poco de luz sobre estos hechos, antes de pasar adelante. En
el período de la Colonia y en las décadas que siguieron a la Independencia de
Centro América- 1821- la economía de El Salvador giraba alrededor de los
cultivos del añil o jiquilite y bálsamo. El comercio se realizaba especialmente
con Francia- después de la Independencia- y era signo distinguido usar las
ricas telas y las modas francesas. A Francia se enviaba la mayor parte del
añil, utilizado para teñir hilos y telas.
Con los adelantos de la química, se descubrieron materiales colorantes
derivados del carbón, que vinieron a sustituir los productos que se habían
obtenido de plantas como el añil, produciéndose en El Salvador, por esta cau-
sa, una espantosa crisis económica que llevó a los plantadores de jiquilite y a
los comerciantes de añil, a la ruina.
A consecuencia de esto, el general Gerardo Barrios pensó en la incre-
mentación del cultivo del café, y entregó las tierras en pequeñas parcelas, a la
mayoría de la población india y ladina, y les suministró al mismo tiempo, semi-
lla de café para extender lo más que fuera posible, dicho cultivo. Más tarde, el
general Francisco Menéndez continuó esta política de amplia distribución de
tierras nacionales.
Por el año 1900 (Masferrer tenía entonces 32 años) la producción de
café en El Salvador, en un 60% estaba en manos de pequeños propietarios
indios; como consecuencia de los cambios efectuados en la economía mundial
del café y de las transformaciones que se verifican dentro de la economía
capitalista mundial, la absoluta mayoría de estos pequeños propietarios indios
fue perdiendo sus pequeñas parcelas y la propiedad se fue centralizando de
tal manera, que en la actualidad, la producción total del café, está en manos de
unos pocos grandes dueños de fincas en su mayor porcentaje, y el resto en
manos de pequeños propietarios, entre los cuales casi no hay indios.
La amplia distribución de tierras a que nos hemos venido refiriendo (rea-
lizada en 1880), abrió las puertas al capitalismo en El Salvador, es decir, a las
formas capitalistas de producción, y no sólo liquidó los restos de esclavitud

675
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

heredados de la Colonia, en algunas regiones del país, sino que, lo que es más
importante, dio un golpe serio al sistema de servidumbre feudal que quedó
relegado a las regiones orientales del país, donde nació precisamente, Masfe-
rrer.
Luego, en las décadas de 1910 a 1930, en que se efectúa la centraliza-
ción violenta de la propiedad territorial, y en que se realiza la acumulación
primitiva del capital, y la expropiación de la absoluta mayoría de las pequeñas
propiedades, gran parte de la población del país sufrió un desplazamiento ge-
neral del campo hacia los pueblos y aldeas, y así se da el caso de que aquella
mayoría que antes poseía su pequeña parcela familiar, es desposeída violenta-
mente, proletarizándose una fuerte masa de la ciudad y del campo.
Si estudiamos la obra de Masferrer cuidadosamente, descubriremos en
ella, como un reflejo veraz y realista, ese profundo movimiento social que ha
caracterizado una etapa importante de la historia salvadoreña. Debemos te-
ner presente las circunstancias en que se desenvuelve ese período para com-
prender cabalmente el contenido de la obra social de Masferrer, su labor de
ensayista, su doctrina reformista con ciertos tintes de socialismo utópico en la
crítica social, y la tarea revolucionaria que su tiempo exigía.
Notemos que al mismo tiempo que Masferrer se pronuncia contra el
terraje- supervivencia feudal que él observó muy de cerca en el oriente de la
República- también clama vigorosamente contra la voracidad capitalista que
surgía arrogante y arrolladora en El Salvador.
Salvemos a Masferrer de limitarlo en tal corriente o tendencia social,
porque si bien vientos huracanados de revolución salían a su encuentro, y se
hicieron más poderosas a su vuelta de Chile, lo cierto es que se penetraba en
él a través de un tamiz demasiado fino, en un cañamazo entretejido por filoso-
fías orientales, y por ello dejaba pasar lo asimilable, y rechazaba lo demás con
el tranquilo desdén de quien no admite imposición de credos, de quien tampo-
co está seguro de sus propios caminos.
Más parece saintsimoniano, cuando ve venir el huracán de la Revolu-
ción- al igual que el noble francés- y busca una doctrina para detener su
fuerza avasalladora: el mínimunvitalismo. Saint simón construye igualmente
una teoría social que detenga el impulso de las masas europeas, y su discípulo
Comte, desviándose del socialismo utópico de aquél, construirá su positivismo,
el Curso de Filosofía Positiva, que es caracterizado por Marx como “misera-
ble revoltijo, despreciable partido del centro en filosofía, que trata de colocar-
se por encima del materialismo y del idealismo, “conciliar” y reducir a “sínte-
sis”, estas dos tendencias opuestas. Los esfuerzos vanos de Comte conducen
a la charlatanería conciliadora”.

676
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Masferrer, sin embargo, era más bien, un humanista sensible a los cam-
bios de su tiempo, alerta a sus signos.
Detrás del vigoroso escritor, vibraba el poeta, y así es el extraordinario
artista el que pinta magistralmente el horror de la vida campesina. Asiste a la
quiebra de los campesinos que pierden sus parcelas familiares en pleitos que
son verdaderos robos legalizados, viles usurpaciones en las que se aprovecha
la necesidad, el dolor, la ignorancia del pobre. Con ojos espantados presencia
la proletarización en masas del campesinado salvadoreño y la describe en
páginas inmortales (¿Grano de oro o de sangre?). Pero no es sólo el patético
realismo captado en forma magistral lo que caracteriza la obra masferreriana,
que por tal hecho estaría a la altura de Balzac; es porque Masferrer quiso
prevenir los males de una situación tremenda, próxima a estallar violentamen-
te y en sus ensayos, en la tribuna y en la prensa- desde PATRIA- señaló sus
peligros con palabras proféticas y dio el aviso para que fueran conjurados por
las vías pacíficas de las cristianas concesiones tolstoianas al pueblo. El veía
alzarse la crisis amenazadora, los problemas agudos, de suyo complejos, y
levantó como un faro la señal de peligro…
Si Masferrer se lanzó al campo con su azul bandera vitalista en la que un
sol amanecía, y exaltó con ella la rebeldía que se gestaba en el pueblo agobia-
do por la crisis, es porque existían factores objetivos propicios, porque se veía
venir la tormenta y él quiso conjurarla. Pero se necesitaba un héroe capaza de
conducir al pueblo cuando se rompía el equilibrio de las fuerzas sociales en
aquel fuego fatal de las fuerzas históricas. Masferrer no pudo llegar a la difícil
altura del héroe para lo cual se requiere un temple especial y un recio empuje
revolucionario. Se necesita estar armado por científicas doctrinas sociales
que descubren la tarea central y la dimensión de la tarea planteada, entre el
cúmulo de acontecimientos.
Don Alberto sólo pudo ser un mártir subyugante nimbado de trágica be-
lleza.
Para Masferrer el trabajo no es sino “una palabra que expresa breve-
mente este hecho complicado, trascendental e inconmensurable: dar uno, la
vida acumulada en sí. Trabajador, significa, pues, uno que da, en proporción
mayor de lo que se le da; es uno que, además de retribuir, recompensa”. Y
luego dice convencido: “Cuando yo trabajo una hora, doy un valor que no
puede ser ni sustituido ni atenuado; porque esa hora de trabajo, es una hora de
mi vida; no de una vida sin término o de inmensurable duración, sino de una
vida de cincuenta, sesenta, setenta años; es decir, una fracción grande sus-
traída a una suma pequeña en el mejor de los casos, pues si no vivo más allá
de treinta años, resultará una fracción enorme de mi tiempo, sustraída a una

677
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

cantidad mínima. Una hora de mi trabajo, de mi tiempo, es un valor absoluto,


arrojado por siempre al abismo de la eternidad: con nada lo puedo sustituir,
con nada lo puedo compensar”. “Tiempo, corazón, pensamiento, músculos y
nervios, huesos y tendones, sangre y sudor, todo se quema en el trabajo; el ser
entero se trasfunde en la obra realizada”.
En LAS CARTAS A UN OBRERO nos dice que el “derecho de los
obreros, como clase social, a intervenir en el manejo de la comunidad, no
puede ser discutido. No forman una clase inferior; no son una masa, un gre-
mio condenado siempre a tutela, a ser gobernado eternamente por los intelec-
tuales”. “Así nosotros- y por encima de nosotros-, centenares de hombres de
letras y de ciencias; millares de obreros, los más conscientes y buenos entre
todos- sostenemos que la sociedad actual es un organismo viejo, gastado,
enfermo, próximo a la descomposición. Una manera de ser en que nadie,
salvo los mentecatos, los perversos y los santos, encuentran elementos de
felicidad; un sistema de vida en que los goces accesibles a la mayoría de los
hombres y los elementos de bienestar adquiridos ya por la humanidad, no
guardan ninguna proporción; un estado, en fin en que la miseria, la ignorancia,
la opresión y el vicio reinan casi soberanamente, cuando sabemos con toda
certeza que la humanidad tiene sobradas conquistas materiales y espirituales
para vivir en la paz, en la holgura, en la libertad y en la luz”.
Masferrer sabe que todo cambia y se transforma y que la vida y la socie-
dad están en perenne movimiento. Sabe que lo que se estanca está condena-
do a perecer y que la vida ha de desarrollarse libremente. Así pues, hay que
renovar las ideas, cuando ya no sustentan notablemente la vida y hay que
renovar las diversas formas de la existencia, cuando ya no corresponden a las
ansias y a los ideales de la humanidad. Sabe también que hay que derribar las
estructuras, renovarlas, porque sobre las transformaciones sociales se erigen
las superestructuras ideológicas. Y como todo evoluciona, la moral de los
hombres no puede quedarse atrás… “La moral- nos dice-, evoluciona cons-
tantemente; según avanzan el individuo o la colectividad, su conciencia va
siendo cada vez más delicada, más ilustrada, más severa, y encuentra nuevas
aplicaciones a la ley general de la conducta. Actos que fueron indiferentes,
son ahora criminosos; acciones que fueron malas, han perdido su carácter de
maldad y vuéltose inocentes; hechos que un hombre juzga infames, otro los
juzga indiferentes o levemente malos”. “Tal señora va de paseo, cuajada de
diamantes las manos, y el sombrero desbordando plumas de aves raras; va
muy tranquila, sin sospechar que tras ella camina alguien que sabe que los
diamantes, el oro, las plumas y las pieles finas, no se obtienen sino sacrifican-
do vidas de hombres y de animales”.

678
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Su respeto y su admiración por el proletariado conmovedores. Ensalza el


trabajo manual al mismo nivel del intelectual, porque si no hubiesen hombres
que laboran incansablemente para vestirnos, alimentarnos, abrigarnos bajo un
techo y darnos todo lo que exige la vida material, no podríamos dedicarnos a
las altas disciplinas de la ciencia, la filosofía y el arte. Y quiere que la cultura
descienda al pueblo en sus diversas manifestaciones, que las horas de trabajo
disminuyan para que los obreros puedan dedicar parte de su tiempo al estudio
de su predilección. Y ¿por qué no? coronar una carrera profesional. Masfe-
rrer afirma que los conocimientos que abarcan las profesiones conocidas,
pueden sintetizarse en breves estudios y que pueden los obreros iniciarse en la
ciencia y seguir su vocación. “Si en condiciones tan desventajosas pueden los
obreros cultivar su inteligencia con tal éxito, ya puede suponerse lo que harían
encontrándose con las ventajas de una buena alimentación, casa higiénica,
vestido adecuado y tiempo libre suficiente para dedicar al estudio”.
“Y verdaderamente- reflexiona- si se pidiera a los médicos más sabios
que encerraran en un libro todo lo que positiva e indiscutiblemente saben y
tiene eficacia en la práctica, ¿puede suponerse que escribirían muchos volú-
menes? Sin duda que no. Hasta nos atrevemos a pensar que si se trata de
hacer otro tanto con los conocimientos humanos que llevan el nombre de
científicos; si se consignara en una obra únicamente lo que se sabe ya de
manera evidente, y cuyo conocimiento fuera considerado por todos de indis-
cutible utilidad; nos atrevemos a pensar, decíamos, que semejante obra resul-
taría accesible a todas las inteligencias normales”.
La ciencia- piensa- es un monopolio de las clases dirigentes. Y lo saben
bien quien halló inaccesible las puertas de la Universidad, y que como Shakes-
peare, le echó dos ojeadas a la vida y una a los libros. Pedía Masferrer una
nueva orientación de la ciencia, indispensable para realizar y mantener una
organización social en “que los goces y los sufrimientos se hallen más equita-
tivamente repartidos; una organización que haga de los hombres, si no herma-
nos, al menos compañeros de peregrinación y no como ahora, adversarios
cuyo triunfo consiste en deprimir, oprimir y abatir a sus semejantes”. También
aconseja a los obreros y a cuantos deseen instruirse con miras elevadas, que
no deben adquirir el “bagaje pesado, confuso y atestado de mentiras de la
Ciencia Oficial, sino en primer lugar, adquirir los conocimientos fundamenta-
les que servirán de base a una instrucción racional y humanitaria; en segundo
lugar, esforzarse por difundir esos conocimientos entre el mayor número de
hombres, y en tercer lugar, empeñarse todos juntos en dar a la ciencia y a la
vida una nueva orientación, haciendo de la Verdad Científica un instrumento
de concordia, de auxilio mutuo, de amor entre todos los hombres, en vez de un
medio de opresión, de engaño, y de explotación como es ahora”.

679
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

“Lo hacemos todo entre todos: ésta es la única, la honrada y sencilla


verdad, y sólo cuando la conozcamos y la sintamos en toda su evidencia-
piensa Masferrer-, en toda su fuerza, en toda su santidad, hallaremos para
construir el orden social una forma cristiana, humana, digna de hombres, de
seres que ya no quieren vivir como fieras. Lo hacemos todo entre todos; cada
uno- en forma diversa pero necesaria, inseparable del conjunto- pone en la
obra común su trabajo, es decir, su vida. Y puesto que deja ahí su vida en
forma de trabajo, justo y natural es que reporte del provecho común aquella
parte mínima que necesita para continuar trabajando”… Socialismo o mensa-
je que llega del Sermón de la Montaña, esta vez pronunciando ante las masas
obreras y campesinas también harapientas y desnutridas, ante el pueblo mes-
tizo y rebelde que lleva la sangre ardiente e indomable de los pipiles. Despren-
demos de esto una conclusión: el proletariado salvadoreño y el campesino que
siguió a la tumba silenciosamente a su Maestro, deben honrar la memoria de
Alberto Masferrer y atesorarla con respeto. Porque Masferrer no abdicó de
sus ideas, no traicionó jamás su destino. El mismo lo dejó escrito en El Libro
de la Vida: “No he cambiado ni una palabra de este libro, todo él fue sentido,
pensado y escrito con sangre. Cada palabra de estas páginas es palabra que
merece aplicarle en verdad, el aforismo trágico de que sólo merecen recor-
darse los libros que fueron escritos con sangre. Este lo fue como ninguno; no
sólo porque todo surgió de mi dolor, sino que esta hora triste, inocentes paga-
ron con la vida el crimen de haber creído en mí. Los sacrificaron porque
amaban y esperaban, porque mi palabra se les asemejaba a un amanecer.
Pues bien, no cambio ni cambiaré una palabra y mi destino me hallará aperci-
bido en todo momento. Surge una vida nueva y no soy yo quien vuelva la
espalda a sus resplandores, por el vil deseo de alargar los goces de una vida
que se ha hecho tan opaca y tan sorda. Haber escrito este libro es un pacto: el
de los libros escritos con sangre, es decir con espíritu”…

680
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Lilian Jiménez (1922- 2007)

Santa Ana, El Salvador 1922– Playa del Carmen, México 2007. En-
sayista, poeta y periodista.
Estudió filosofía y letras en la Facultad de Humanidades de la Uni-
versidad de San Carlos de Guatemala. Por lo que vivió en Guatemala
de 1945 a 1954. Perteneció el grupo Saker-ti. Se casó con Raúl Lei-
va, el escritor guatemalteco de la Generación del 40. En 1954 publicó
su primer libro de poesía. En este año se refugió en la embajada de
Ecuador en Guatemala, tras el golpe de estado al presidente Jacobo
Arbenz Guzmán. Desde 1960, se radicó en México hasta su muerte.
Ahí, colaboró como corresponsal de la Agencia NOTISAL, durante
el conflicto armado, en donde denunció la represión y la intervención
extranjera en su país. Publica en periódicos como El Nacional, Uno
Más Uno, La Jornada, Excélsior y Plural.
Sus ensayos son: “Prefacio” (de Sinfonía popular), en Norma Herre-
ra, La mujer en la revolución salvadoreña. Claves Latinoamerica-
nas 1983, pp. 95-105; El Salvador, un proceso de lucha irreversi-
ble. Casa de Chile 1982; El Salvador: Sus problemas Socio-eco-
nómicos. Cuba: Casa de las Américas, 1980; Imagen sociopolítica
de El Salvador. Carranza, 1966; Condiciones de la mujer en El
Salvador. Muñoz, 1962.
Hemerografía, ensayo: Las chilenas desde México. El Día, 20 mar-
zo 1988; Un poco de historia. El Salvador. El Día, 7 marzo 1977;
La mujer salvadoreña. Casa de las Américas, 5, mar-abr, 1961, pp
68-73; Cosas de niños. Mujeres del Mundo Entero, 6, Berlín, 1959;
La situación de la mujer en Centroamérica. Nuestro Diario, Gua-
temala 13 de enero 1953.

El Salvador sus problemas socioeconómicos

Introducción1
I
La República de El Salvador está situada en la cintura del Istmo centro-
americano. Posee características propias, además de las expresiones genera-
les que corresponde a la América Latina.

1 Lilian Jiménez. El Salvador sus problemas socioeconómicos. Introducción. Colección


Nuestros Países. Serie Estudios. Cuba: Casa de Las Américas: 1980, 13-15.

681
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Sobre El Salvador poco se conoce en la actualidad. El espíritu del pueblo,


su dinamismo, sus fuerzas secretas y su constante afán de libertad, son igno-
rados por los pueblos del continente y del mundo. La oligarquía salvadoreña
se propuso tergiversar la verdad, desvirtuó la legítima lucha del pueblo y nos
dio una distinta versión de su historia.
Se convierte en un deber escribir cuando se sabe que existe necesidad de
dilucidar la realidad y expresar la verdad y, cuando se vive en América Latina
un despertar de los pueblos, de fuerzas que en el mundo luchan tesoneramen-
te por querer darnos el alumbramiento.
Vivimos una época de transiciones históricas. Asia y África buscan, como
América Latina, los caminos propios para terminar con la opresión y el colo-
nialismo. Todos los pueblos tienen su epopeya, su lucha cruenta por sobrevivir
y por ser sujetos y objetos de la Historia. Y es la lucha de las clases sociales la
que determina el rumbo de esta Historia, pues todo hombre es producto de
determinado régimen socio-económico en el cual nace, crece y se desenvuel-
ve.
Al emprender el presente ensayo, lo hago con el deseo de encontrar las
huellas sensibles de mi pueblo. Quisiera poder expresar con mis palabras la
vida del hombre que transforma con sus manos todas las cosas; pero no hay
nada tan difícil como intentar recoger el colectivo anhelo y describir las cau-
sas de los problemas comunes

II
En toda obra que se escribe con pasión se vierte sangre. He depositado
mis ansias, desvelos y lágrimas en estas páginas. Dejo en ellas un poco de mí
misma. Penetrar en la carne del pueblo en sus huesos y en su sangre; convivir
los pasos de su lucha, profundizar en su vida, introducirse en su historia, en su
cultura, es un deber de todo escritor conciente.
Este modesto ensayo no ha sido escrito para sociólogos, ni para econo-
mistas. Estoy muy distante del espíritu del universitario que cree ser un espe-
cialista, magistral y profesoral en la materia.
Escribo para mi pueblo sencillo y trabajador, para quienes deseen infor-
marse sobre las acciones de nuestros pueblos que palpitan en la zona llamada
del tercer mundo. Esta obra es una reflexión sobre los problemas económicos,
sociales y políticos de mi patria. Surgió como un deber de mi agitada concien-
cia. Soy una mujer que vive y padece dentro de este status semicolonial, en el
cual es muy duro el oficio de escribir. Trato simplemente de servir con mi
instrumento; la palabra.
Cada uno de mis poros se llena de dolor, cuando las represiones en el
interior de mi país se desatan como golpes mecánicos, cuyas repercusiones

682
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

no llegan a los oídos de los inconcientes. He intentado posesionarme de la


verdad dentro de la unidad de contradicciones. Me doy cuenta de la nueva
concepción del hombre, de sus relaciones y de la urgente necesidad de hacer
cambiar la estructura social.
Mi ensayo es discutible. No puede ser absoluto. Acepto la crítica, por que
ésta contribuye a la creación. Me refiero, desde luego, a la crítica de altura.
La crítica para que tenga validez tiene que ser idónea y con conocimiento de
lo que enjuicia. No cabe duda que la crítica también es arte.
Sin embargo, será el tiempo- este inmenso reloj inabarcable que marca
los cambios- el que justifique este ensayo o niegue mis palabras.

III
Mi padre me dio su rostro de indio de piedra, su piel oscura, sus sensitivos
labios y sus ojos tristes. Me entregó su fuerza, la pasión de su sangre y su
voluntad de hierro. En su boca escuché la primera palabra que iluminó mis
sueños. Puso libros en mis manos que me mostraron el milagro. Así fue cómo
mi pensamiento, desde muy niña, inició la búsqueda por un camino intermina-
ble. Y aquella muchacha inquieta, que observaba alerta la vida, permaneció
por siempre en mi conciencia.
Fue mi padre un hombre pobre y descalzo, enrolado en el campo y lleva-
do como recluta a los cuarteles. Primero fue asistente, destinado a servir de
criado a unos oficiales. Más tarde, fue cabo, teniente, capitán, mayor: un
militar de fila.
Cuando yo era una adolescente, quiso mi padre llevarme entre la tropa
con los batallones que él mandaba. Aprendí a tirar al blanco, monté a caballo,
nadé en los ríos y marché como un soldado. El copioso sudor lo vertí junto a
aquellos hombres sencillos, arrancados del medio rural como tiernas raíces de
la tierra húmeda.
Cayó la luz del sol ardiente, el aire fresco, el agua del mar, el color verde-
oscuro de los árboles, sobre mi tibia piel y mis impulsos fuertes. Cayó todo el
aliento de la tierra sobre mi cuerpo. Se abrieron como rosas mis sentidos. La
patria cupo en mi conciencia y, hoy, su mapa puede verse y tocarse en las
líneas de mis manos. Aquel pasado irreversible, aquellos múltiples sueños,
iniciaron la intensidad de este sentimiento que me embarga y, que, unido ahora
a la razón formada, me obliga a dibujar con las palabras, el enorme lienzo en el
cual se mueve la dolorosa historia de mi pueblo.
El mestizaje de la sangre lo heredé en el vientre de mi madre y me quedé
sellada para siempre. De este modo, escucho en mis venas las voces de los
oprimidos, de los que murieron por la justicia en el transcurso de los siglos y
cayeron como hojas en otoño; de los que lucharon por la independencia y que,

683
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

al ser derrotados, dejaron sus huesos bajo el polvo; de los perseguidos, tortu-
rados y asesinados de ahora, quienes han descubierto la existencia de una
esperanza cierta.

IV
Así es mi patria: pequeña como una nuez, minúsculo pájaro sobrecogido
en el enorme mapa; de luz tensa que embriaga los sentidos, de desatados
lagos y de volcanes altos, de exuberantes verdes. Es el lago de Güija que me
vio muy niña, con sus ojos grandes, azules, transparentes. Es el mar con sus
gigantes olas. Es el volcán de Izalco- con su cráter de fuego- que me grita y
me llama cada vez que su boca quiere encender la lumbre. Es la tierra del
maquilishuat en flor, del árbol de fuego con su eclosión de sangre. Es el sen-
zontle con su canto de pequeño violín entre los árboles. Es el maíz, el frijol y el
maicillo que significan la colosal comida de una clase pobre.
He aquí a mi pueblo con sus manos rudas y callosas, atormentadas por la
dureza del trabajo con sus ojos agónicos en el hambre. Masas explotadas y
analfabetas: estatuas móviles, oscuras y silenciosas.
Éste es mi pueblo: campesinos descalzos que se inclinan sobre la tierra
bajo la mirada vigilante de la muerte. Obreros sudorosos que por patrimonio
heredaron la angustia. Trabajadores incorruptibles, héroes múltiples, que olvi-
daron sus nombres en la historia. Labios sellados, bocas sin canciones; seres
humanos que conocen la hondura de las lágrimas. Para ellos es este libro que
guarda una esperanza.

La guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras2


A los 62 años de haberse celebrado el Congreso Centroamericano en
que las cinco fracciones del Istmo se comprometieron a no declararse la
guerra; El Salvador, en julio de 1969, invadió con su ejército sorpresivamente
a Honduras. Este conflicto armado dejó más de cinco mil muertos en las
fronteras de ambos países.
Los periódicos burgueses del mundo llamaron a este conflicto, de una
manera simplista y superficial: “la guerra del fútbol”, Y esta victoria pírrica del
ejército de El Salvador contra el de Honduras, creó lamentablemente, renco-
res y odios entre dos pueblos hermanos.
La guerra fue llevada a cabo por las oligarquías en pugna de cada país,
en donde jugaba un papel preponderante el Mercado Común Centroamerica-
no. En el fondo del problema se hallaban los intereses en choque de ambos

2 Ensayo tomado del libro: Lilian Jiménez. El Salvador sus problemas socioeconómicos.
Colección Nuestros Países. Serie Estudios. Cuba: Casa de Las Américas: 1980,143-152.

684
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

regímenes de opresión para con sus respectivos pueblos. Al gobierno de El


Salvador le interesaba la guerra y, siendo los dos países centroamericanos
dependientes con respecto al capital monopolista de los Estados Unidos, éste
tendría que apoyar al país en donde más intereses económicos tuviera.
Pero en el área centroamericana nada se mueve sin el conocimiento y
consentimiento de los Estados Unidos. Las misiones militares y diplomáticas
norteamericanas y la CIA, tenían conocimiento cabal de lo que estaba ocu-
rriendo en los ejércitos y la política de ambos países: aun suponiendo que
hubieran estado desprevenidos, los acontecimientos que se iniciaron con el
segundo partido de fútbol, eran más que suficientes para ponerlos sobreaviso.
¿Que los Estados Unidos temían ser criticados? Pues, el caso de la República
Dominicana demuestra que muy poco les importaba la opinión pública latinoa-
mericana o mundial, cuando creen ver sus intereses amenazados por el “co-
munismo”. Conociendo la situación, los instrumentos de que disponen los Es-
tados Unidos para hacer entrar en cordura a los gobiernos dependientes, como
los que rigen en Honduras y El Salvador, son variados y poderosos: van desde
la amenaza de suspensión de préstamos, cuotas, dádivas, hasta la de prestar
ayuda militar al país que se muestre más consecuente con sus intereses. Si los
Estados Unidos tienen intereses económicos y políticos iguales en ambos paí-
ses y una guerra pondría en peligro la estabilidad política y al Mercado Mun-
dial Centroamericano, ¿por qué iban a permitir y estimular la agresión de una
nación contra la otra? 3
Tanto en El Salvador como en Honduras, los ejércitos tienen asesores
norteamericanos y en ambos países la CIA opera con gran libertad. El emba-
jador de los Estados Unidos en la OEA, quienfue embajador de su país en
Honduras, es accionista y con grandes intereses económicos en esta Repúbli-
ca.
Los imperialistas norteamericanos, en un principio, se manifestaban en
contra de la guerra. Las misiones militares en ambos países se mostraban
frías ante los hechos que se avecinaban. La idea de la guerra no surgió del
imperialismo; éste tuvo el tiempo suficiente para preguntarse si detenía la
guerra o no. Pero cuando vio que le convenía la dejó hacer.
La iniciativa del conflicto partió de Honduras. Y la guerra la desató El
Salvador. Pero ninguna de las dos oligarquías en pugna se hubieran hecho la
guerra, si los ejércitos no hubieran estado de acuerdo. El coronel Padilla,
quien a la vez es gran terrateniente en Honduras, estaba interesado en sacar
de Honduras a todos los salvadoreños, aún a aquellos con capital privado. Y

3 Marco Virgilio Carias: La guerra inútil, p. 80.

685
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

para El Salvador, la república de Honduras representaba una válvula de esca-


pe, tanto en el material humano como en el comercial, por ser receptora de
hombres y de mercancías.
La república de Honduras que es más extensa (cinco veces más), que la
república de El Salvador, es poco poblada y, a la vez, el país menos desarrolla-
do económicamente de todo Centroamérica. En el siglo XIX, se inició en el
litoral Norte de este país el cultivo del banano. Las grandes empresas banane-
ras de Estados Unidos como la United Fruit Company, se apropiaron de férti-
les y grandes extensiones territoriales, y deformaron la agricultura y la econo-
mía de Honduras. Su industria es predominantemente artesanal. El 80% de su
producción es agrícola. Desde hace muchos años los campos bananeros han
sido testigos de grandes luchas y huelgas de los trabajadores por mejorar sus
condiciones. En 1954, más de 35 mil trabajadores conquistaron el derecho a la
organización sindical. La United Fruit Company ha realizado despidos en masa
y ha puesto a su antojo a los presidentes del país, quienes se comprometen a
mantener intocables los intereses de las compañías bananeras. De esta ma-
nera, la United, la Standard y la Tela Railroad Company han colonizado a
Honduras.
La situación ha sido agravada por los algodoneros salvadoreños, quienes
usando inclusive préstamos del Banco Nacional de Fomento, compraban o
alquilaban tierras aptas para el algodón y el tabaco en los valles de Jamastrán,
Valle, Choluteca, etc., trayendo anualmente, en gran número, de El Salvador
todos los peones agrícolas que necesitaban, quienes después se desplazaban a
otras regiones en donde sus perspectivas de salarios o tierras eran mejores.
Mediante este proceso un gran número de campesinos hondureños han que-
dado sin formas de ganarse la vida, sin más alternativa que ir a engrosar el
lumpen de las ciudades, emigrar hacia otras regiones o invadir las tierras
antes trabajadas por ellos, las tierras ociosas y aún las que están cultivadas.
Los conflictos agrarios se originan al tratar, los terratenientes, de expulsar a
los campesinos de las tierras que ocupan ilegalmente o de tierras reservadas
para lotes familiares o nacionales, de lasque el terrateniente se ha apropiado
arbitrariamente, o al realizar despojos por diversos medios, algunos de ellos
legales; pero más frecuentemente mediante la persecución, por parte de auto-
ridades militares o de gavillas armadas ex profeso, destruyendo las siembras,
quemando las viviendas, asesinando dirigentes campesinos, sobornando jue-
ces. Es muy importante observar que los dos terratenientes más grandes del
país, las compañías bananeras, no han sido afectadas por esta lucha, lo que se
debe a que en todo tiempo han dispuesto, igual que los terratenientes salvado-
reños de su país, de la fuerza suficiente para evitar que los campesinos recla-

686
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

men tierras detentadas por ellos. Las compañías tienen un cuerpo de “guarda
bosques” y otros empleados armados para repeler o detectar cualquier tras-
paso de sus propiedades.4
El Salvador, que es una caldera social, ha mantenido, desde hace más de
45 años, un éxodo continuo de población hacia la vecina república de Hondu-
ras. Debido a las condiciones de miseria, a la falta de fuentes de trabajo, al
alto crecimiento demográfico, a las represiones, etcétera, los salvadoreños se
fueron a poblar, principalmente, la costa norte de Honduras. Otros, marcha-
ron a establecerse a las llamadas montañas de nadie (montañas de Olancho),
formadas por tierras poco fértiles, en donde hicieron una economía natural,
poco mercantil. Además, muchos salvadoreños penetraron a Honduras en
forma ilegal (y como el gobierno de Honduras se negó a legalizar esta situa-
ción), se vieron en la necesidad de vender su mano de obra muy barata,
desplazando con ello al trabajador hondureño. Los beneficiados fueron los
terratenientes de Honduras, que aprovechándose de esta situación, explota-
ban más al trabajador salvadoreño. Independiente de la voluntad de proleta-
rios salvadoreños y hondureños,se creó entre ellos cierta competencia en la
ciudad y en el campo.
El gobierno de López Arellano en Honduras, quien llegó al poder por
medio de un golpe de Estado,tuvo que afrontar una oposición política en el-
transcurso de su gobierno, que fue acrecentándose en fuerza y organización.
En septiembre de 1968, hubo una huelga en la Costa Norte, la cual fue repri-
mida con brutalidad. A partir de 1960,en Honduras, se vino agudizando el
problema dela tierra.
Mientras tanto en Honduras, el Instituto Nacional Agrario (INA), co-
mienza el desalojo de campesinos salvadoreños invasores y anuncia “una po-
lítica de trabajo estrictamente nacionalista en aplicación de la ley de Reforma
Agraria” (abril-mayo de 1969). El 13 de junio,el Ministro de Gobernación
decide apoyar al INA “en actos de legítima soberanía”.5
Por la significación e importancia que tiene, voy a reproducir un frag-
mento de la carta que la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de
Honduras envió al presidente de la repúblicade este país:
“La Federación condena la invasión y usurpación de tierras, estimando
que tal sistema de ninguna manera es base de una auténtica Reforma Agra-
ria. Por el contrario introduce la anarquía y retrasa la misma reforma, pues,
por una parte destruye unidades agrícolas en producción y se atenta contra
derechos protegidos por nuestras leyes. A este respecto, la Federación cree

4 Marco Virgilio Carias: La guerra inútil, pp. 44 y 45.


5 Marco Virgilio Carias: Op. Cit.

687
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

que debe iniciarse la dotación de tierras a productores del campo,con tierras


nacionales incultas. Consideramos que, para iniciar la dotación de tierras, el
instituto Nacional Agrario debe obtener del Ejecutivo el correspondiente acuer-
do. Este problema de la invasión de tierras y de las futuras dotaciones, obliga
a la Federación a denunciar ante el señor Presidentede la República que, en
número considerable, son extranjeros los que usurpan las propiedades rurales,
especialmente de nacionalidad salvadoreña. Por lo anterior, la Federación pide
que el Estado garantice la propiedad, que se restituya a sus legítimos dueños o
usufructuarios tas tierras invadidas; y que las dotaciones que se hagan se
ajusten a los preceptos del Art. 68, letra a de la ley de Reforma Agraria, es
decir, a hondureños”.59
La clase adinerada de Honduras, como son los ganaderos y agricultores
terratenientes, aconsejaron al gobierno que la Reforma Agraria podía reali-
zarse sin objeciones de parte de ellos, toda vez, se entregara al campesino
hondureño las tierras nacionales incultas ocupadas por “extranjeros salvado-
reños”. Pero se guardaron muy bien de no hacer mención de los grandes
latifundios que ellos poseen, ni tampoco de las enormes extensiones fértiles
(más de 200 000 hectáreas), en poder de dos compañías bananeras, realmen-
te extranjeras y dueñas de gran parte del territorio nacional de Honduras.
El Mercado Común Centroamericano creó también problemas serios para
Honduras, ya que El Salvador, Guatemala y Costa Rica se convirtieron en
centros industriales, mientras que Honduras y Nicaragua quedaban destina-
dos como países agrícolas: Honduras se mantenía con una situación deficita-
ria en su comercio con El Salvador. Por otra parte, la oligarquía salvadoreña
compró tierras en los departamentos fronterizos con Honduras, para el cultivo
del algodón. Esta oligarquía ha mantenido el deseo de querer hacer conquistas
territoriales en Honduras y se ha opuesto a delimitar la frontera con la vecina
república. La manufactura salvadoreña se ha desarrollado apoyada, funda-
mentalmente, en el capital monopolista de los Estados Unidos. Así, la incipien-
te industria hondureña se sentía resentida por la competencia. Las empresas
establecidas en Honduras iniciaron una campaña antisalvadoreña entre el pueblo
para vender sus productos. Sus impresos de propaganda decían:
Señor consumidor: al consumir los productos nacionales está protegiendo
el empleo de sus compatriotas. Por eso usted debe consumir los productos
nacionales y proteger a la industria nacional. Compatriota, únete al boicot: no
consumas productos hechos en El Salvador.

6 Carta dirigida al Presidente de la República, por la Federación Nacional de Agricultores


y Ganaderos de Honduras, 24 de noviembre de 1967, Apéndice núm. 3 de La guerra
inútil, p. 128.

688
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Así las cosas, en Honduras estallaron una serie de huelgas que pusieron
en peligro la estabilidad del régimen. López Arellano levantó la consigna del
antisalvadoreñismo, el cual era resultado de la inconformidad de los capitalis-
tas de su país con las desventajas del Mercado Común Centroamericano. A
los capitalistas salvadoreños, en cambio, les convenía mantener el Mercado
Común.
El Partido Liberal de. Honduras lanzó la idea deformar un frente único de
oposición al régimen, incluyendo sindicatos, organizaciones estudiantiles y
agrupaciones sociales y políticas. López Arellano vio venir la tormenta.
El 8 de junio se realizó en Tegucigalpa (capital de Honduras), el primer
partido de fútbol entre Honduras y El Salvador. Se desató una campaña con-
tra los salvadoreños en la prensa reaccionaria, especialmente en el periódico
El Cronista. Esto caldeó los ánimos. Y en El Salvador se inició una campaña
contra Honduras, por medio de la prensa hablada y escrita.
El 11 de junio, el seleccionado hondureño jugó en San Salvador. Los miem-
bros del equipo fueron ultrajados por los salvadoreños en las puertas del hotel
en donde se hospedaban.
En Honduras:
Los hondureños que regresan y los medios de difusión, prensa y radio,
rápidamente dan cuenta de los incidentes, con lo que se inicia una cadena de
represalias, que abarca casi todo el país, en contra de los salvadoreños. El
INA intensifica la expulsión de campesinos salvadoreños. Si hasta ahora los
desalojos y expulsiones han sido insignificantes, de diez a cincuenta campesi-
nos salvadoreños como máximo, ahora es masiva, pues ya no son únicamente
los organismos oficiales sino grandes sectores de la población que toman par-
te en la localización y expulsión de indocumentados...7
En Honduras se operó un vandalismo contra miles de hombres, mujeres y
niños salvadoreños que vivían en dicho territorio. La gran masa de salvadore-
ños de extracción social proletaria, en su gran mayoría, o de pequeños propie-
tarios del campo, fueron no sólo despojados de lo poco que poseían, sino
también golpeados y torturados. El gobierno de Honduras, que se hallaba en
esos precisos momentos, frente a una huelga de maestros, la cual cobraba
cada día más empuje, le interesó hacer demagogia frente a su pueblo conuna
supuesta reforma agraria y expulsó del país a más de 20 mil salvadoreños
(estadísticas dadas por los periódicos). Pero el gobierno de Honduras no ex-
propió a la United Fruit Company, que desde hace varios años mantiene en su
poder gran parte del territorio nacional. Nada más fácil para este gobierno
que expropiar y sancionar a los salvadoreños, y no a una compañía norteame-
7 Marco Virgilio Carias: Op. Cit., pp. 76 y 77.

689
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ricana que se lleva la riqueza nacional del país. Esta criminal política del go-
bierno de Honduras tuvo sus motivaciones en las contradicciones económicas
y políticas de su régimen. Dio así los iniciales pasos para que se desencadena-
ra la injusta guerra.
Un nacionalismo exacerbado y un patrioterismo absurdo se despertó en
ambos países atrasados. Las masas populares fueron desorientadas por la
campaña propagandística de ambos gobiernos opresores para con sus res-
pectivos pueblos. Porla radio, prensa y televisión se creó en El Salvador un
odio que justificaba la guerra.
El gobierno militarista de El Salvador, nunca estuvo interesado realmente
en defender los intereses del pueblo salvadoreño que se ve obligado a buscar
la sobrevivencia fuera de las fronteras patrias. El éxodo de salvadoreños no
se ha operado únicamente hacia Honduras. En la costa sur de Guatemala,
donde se cultiva el algodón, hay más de 100 000 salvadoreños. La dignidad de
un pueblo no se defiende levantando un ejército para ir a masacrar al pueblo
vecino. Si el gobierno de El Salvador se sintió ofendido por la expulsión
de tanto compatriota, debió entregarles pan, fuentes de trabajo, educación,
cultura, salud y libertad. Ello no fue más que un pretexto. En el fondo, la
realidad era otra.
El coronel Fidel Sánchez Hernández, en los momentos de este conflicto,
tenía serios problemas en el interior de El Salvador. Parte del ejército y del
Partido oficial (PCN) estaban inconformes. El grupo de Medrano, agente de
la CIA, quien había sido su sostén en los años anteriores, se declaró en contra
del gobierno. El clero progresista lo atacaba, a la vez que existía una lucha
popular fuerte. Era entonces, un gobierno débil. Hacer la guerra y explotar los
sentimientos del pueblo, unificaba fuerzas en torno a su gobierno y satisfacía
a terratenientes e industriales.
Después del 16 de junio, Honduras expulsó masivamente a los salvadore-
ños. Llegaron a El Salvador, mujeres violadas, niños asesinados en brazos de
sus padres, hombres mutilados y torturados. Muchos de ellos anduvieron per-
didos con hambre y angustia por las montañas de Honduras.El Salvador acu-
só de genocida a Honduras.
El gobierno de El Salvador, a través de la Cruz Roja y con la ayuda
efectiva de todo el pueblo, ofrece a esos refugiados una ayuda inmediata: se
les da comida y asistencia porunos días y luego se les dispersa por todoel país,
con el pretexto de llevarlos a sus cantones de origen, donde tengan algún
familiar. Obviamente en esos lugares no tienen seguridad de trabajo, ni pan,
como lo proclamaba el gobierno, pero la dispersión,al evitar tenerlos concen-
trados, evita el afloramiento de protestas o de obligar al gobierno a cumplir
con lo prometido. Si se ha sido incapaz de solucionar el problema de estas

690
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

diecisiete mil personas que fueron prácticamente abandonadas por todo el


país,¿qué soluciones podría ofrecerse ante la vuelta de esos cien o doscientos
mil salvadoreños? Se planean algunas obras públicas para dar trabajo a esta
gente, pero en la realidad se ofrecen muy pocas posibilidades. No faltan, claro
está “damas de la sociedad”, que llevan comida o ayuda a los refugiados.
Aparecen incluso algunos apellidos ilustres haciendo donativos. Sin embargo,
aun esta filantropía muestra el sello oligárquico: por ejemplo la familia Dueñas
(una de las catorce) dona alrededor de trescientas manzanas de tierra para
que se asienten las personas expulsadas, pero resultó que se trataba de pedre-
gales y playas, es decir, tierras imposible de utilizar.8
El 14 de julio, sin previa declaración de guerra, El Salvador con su ejérci-
to invadió a Honduras, bajo el pretexto de defender a sus conciudadanos y
porque se sabía que Honduras ya tenía preparado el ataque sorpresivo.
La radio y la televisión hicieron impacto en la conciencia de los campesi-
nos salvadoreños, pues el hecho sensible y objetivo era que sus compañeros
en la miseria habían sido afectados por el gobierno de Honduras. Las fuerzas
democráticas de El Salvador, no lograron esclarecer ni controlar en el campo
una situación tan compleja. Y la guerra contra Honduras tuvo apoyo básico
departe de los campesinos salvadoreños. El gobierno logró crear un entusias-
mo militar por la guerra. Los oligarcas, contentos, querían una salida hacia el
Atlántico. El ejército de El Salvador mató a miles de hondureños. Se cometie-
ron crímenes, incendios y saqueos. El ejército se apoderó demás de 1 600
kilómetros cuadrados de Honduras.La batalla decisiva se dio en Nacaome
(territorio hondureño) y se volaron puentes en Nuevo Ocotepeque. También
hubo un momento en que los salvadoreños se hallaron entre dos fuegos. A la
vejación del gobierno de Honduras contra los salvadoreños, se respondió con
la tropelía del ejército de El Salvador contra los hondureños. Los muertos no
fueron personas de las oligarquías respectivas, sino gentes de ambos pueblos.
El ejército salvadoreño está mejor equipado y organizado: tanto en armas
como en artillería, como en disciplina. La aviación hondureña tenía mucha
fama y era superior ala salvadoreña, pero antes de la guerra, este país compró
aviones en Canadá (también lo hizo en la semana del alto al fuego). En El
Salvador se comparaba a este país con Israel y se hablaba de la “guerra de las
cien horas”; se le atribuía al general Medrano frases enque decía que en
cuarenta y ocho horas estaría en Tegucigalpa y la aviación salvadoreña quiso
cumplir igual papel que la de Israel, bombardeando en tierra y por sorpresa a
la aviación hondureña. Esto ocurrió el mismo lunes y se dañaron seriamente
varios aeródromos de Honduras. El Salvador estuvo llamando constantemen-
8 Luis Fuentes Rivera: El conflicto Hoduras-El Salvador,p. 308.

691
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

te a los salvadoreños residentes en Honduras a que cumplan su deber, es


decir, que hagan sabotaje y que ayuden a las tropas salvadoreñas; incluso una
radio instalada en Honduras (supuestamente manejada por salvadoreños), hacía
tales llamamientos; un llamamiento de este tipo enuna situación de guerra, no
era más que invitar a los hondureños a redoblar la persecución y venganza
sobre los salvadoreños residentes allí, un llamamiento a la eliminación de es-
tos. Si la guerra se hacía con el objeto de defender la vida y la propiedad de los
salvadoreños, ¿cómo se entiende este llamado a la autodestrucción? ¿Cómo
podría esa población civil indefensa luchar contra el ejército de Honduras?
¿No será que el objetivo verdadero es impedir que esos salvadoreños vuelvan
a su país, que permanezcan allí, o que mueran: pero nunca que regresen? 9
Después de la guerra, siguieron llegando a El Salvador miles de salvado-
reños (se calcularon unos 100.000), quienes venían huyendo de Honduras.
Algunos fueron llevados a campamentos de refugiados, en donde permane-
cieron poco tiempo. Pero todos ellos fueron abandonados y recibidos fríamen-
te por las autoridades. La oligarquía salvadoreña se espantó ante el regreso
de campesinos que necesitaban tierras aptas para el cultivo y de créditos. En
los círculos del gobierno se habló por enviar a esas familias a poblar las selvas
del Petén en Guatemala.
Y en Honduras:
Libre del aparato coercitivo y de toda barrera, el pueblo hondureño, ese
pueblo “haragán, sucio y desorganizado” surgió en toda su grandeza con la
decisión y el espíritu de sacrificio que salvaría a la nación. En esos días el más
humilde de los hondureños, al tener la oportunidad de participar con toda la
colectividad en la defensa de la Patria, se sintió que era alguien. En todos los
caseríos, aldeas y ciudades del país surgieron espontáneamente los Comités
de Defensa. El pueblo se armó de machetes, escopetas y rifles viejos y se
organizó en patrulla para proteger puentes, fuentes de abastecimiento, prote-
giéndolos de la acción posible de los salvadoreños que vivían en nuestro país y
a los que su gobierno, en forma irresponsable, llamaba para que se levantaran
en armas. Las mujeres trabajaban día y noche fabricando vendas, sábanas,
etc., para los heridos... el pueblo hondureño supo respaldar a sus soldados.10
Esto es puro romanticismo. Llamar y elogiar ambos pueblos centroame-
ricanos que se enfrentan entre sí, para defender las fronteras patrias de dos
repúblicas regidas por gobiernos antipopulares que representan los intereses
de sus respectivas oligarquías aliadas al capitalismo contemporáneo, significa
desconocer lo que verdaderamente es patria. Las organizaciones progresistas

9 Luis Fuentes Rivera: Op. Cit., pp. 313 y 314.


10 Marco Virgilio Carias: Op. Cit., pp. 90, 91 y 93.

692
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de El Salvador, tanto como las de Honduras no supieron encauzar la cólera de


los pueblos contra los respectivos regímenes de opresión.
El que saquea la riqueza de un país, el que explota y el que oprime, man-
tiene el sentimiento de patria ligado a sus intereses mezquinos y a su codicia.
La patria del proletariado no es la patria de la oligarquía. La patria es grande,
sagrada y noble, cuando el hombre y la mujer del pueblo, logran en su tierra
niveles altos de desarrollo en lo social, cultural y económico; cuando el Estado
del país en que se nace, otorga a la comunidad entera, los beneficios de la
riqueza social y se preocupa porque cada uno de sus hijos tenga las oportuni-
dades para desenvolverse en la vida. Defender esta patria es justo y necesa-
rio. Pero en El Salvador como en Honduras, la patria es de pocos. Los ejérci-
tos de ambos países no son ejércitos populares ni preocupados por las necesi-
dades de los pueblos para que “el pueblo corriera a respaldar a sus soldados”,
como dice Marco Virgilio Carias. Estos ejércitos han masacrado a sus pue-
blos.
La patria es defendible cuando sus hijos están dedicados a la creación en
un ambiente sano y con un trabajo justamente remunerado, o cuando es ame-
nazada por el enemigo de clase. Los pueblos de Centroamérica se hallan
sumidos en la miseria y en la ignorancia.
Reconocer la defensa de la patria significa reconocer la legitimidad y la
justicia de la guerra. Si la guerra es hecha por la clase de los explotadores
para afianzar su dominación como clase, será una guerra criminal, y el “de-
fensismo” será en esa guerra una abominación y una traición al socialismo. Si
la guerra la hace el proletariado después de vencer a la burguesía en su país,
si la hace en interés del fortalecimiento y desarrollo del socialismo, será en-
tonces una guerra legítima y sagrada.11
Esta guerra inútil fue una guerra útil que benefició fundamentalmente a
los monopolios del capital:
a) la United Fruit Company y demás compañías en Honduras quedaron
incólumes. Aprovecharon los acontecimientos para despedir traba-
jadores que les estorbaban;
b) la deuda externa de ambos países con respecto a Estados Unidos,
aumentó;
c) Durante los dos años anteriores a la guerra, que fueron años de
guerra fría (1967-1968). El Salvador compró aviones de combate a
Estados Unidos;

11 Lenin: El infantilismo izquierdista y el espíritu pequeño burgués. 2° tomo. Obras


escogidas. P. 733.

693
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ch) El gobierno de El Salvador al fortalecerse, defendió la industrializa-


ción dependiente y enmascarada. El capital norteamericano hizo
nuevas inversiones en la industria;
d) La OEA, instrumento de EE.UU., demostró su “eficacia”, al esta-
blecer el alto al fuego y hacer las negociaciones;
e) Con la guerra, las huelgas en Honduras fueron paralizadas;
f) el enfrentamiento de dos pueblos centroamericanos nos creó resen-
timientos que perjudicará por mucho tiempo a las organizaciones po-
pulares de ambos países.
La estructura económica social de ambas Repúblicas, con sus contradic-
ciones existentes fueron causas de la guerra. El Mercado Común Centro-
americano convirtió a Honduras en tributario dela industria salvadoreña. La
oligarquía de este país ha visto con simpatía la afluencia de población salvado-
reña hacia otros países como una “solución” que viene a evitar una posible
revolución. A su vez, la masa hondureña de pequeños propietarios en el cam-
po (que no tiene estructura de masa asalariada), vive con el angustioso pro-
blema de la tierra. Los terratenientes estimulan la expulsión de salvadoreños
como “resolución” a la miseria del campesino hondureño.
En El Salvador predomina la agricultura capitalista y en Honduras se
mantiene todavía la propiedad comunal. En El Salvador, la confrontación de
las clases es cada vez más seria. Se mantiene el país como si fuera un volcán
en erupción.
Pero, para todo centroamericano revolucionario, el Istmo debería consi-
derarlo en su conciencia como una unidad nacional. El imperialismo nos divi-
dió en parcelas ridículas, en Repúblicas de juguetes, sin voz propia en los
organismos internacionales. Las guerras del siglo XIX crearon en las gentes
sentimientos patrioteros. Las rivalidades económicas de las oligarquías han
arrastrado a los pueblos por los caminos de la división cada vez más profunda.
Es deber de las fuerzas progresistas encontrar premisas que lleven a estos
pueblos desgarrados hacia la unidad. A la unidad de las oligarquías y de los
ejércitos centroamericanos hay que responder con la unidad de los pueblos y
de las fuerzas revolucionarias que los representan.
Los hondureños acusaron a los salvadoreños de agresores y, éstos, indig-
nados, acusaron a los hondureños de genocidas “...como si en el fondo de la
cuestión estuviera en quién atacó primero, y no en cuáles son las causas de la
guerra, los objetivos que ésta se plantea y las clases que la realizan.12

12 Lenin: De una carta abierta a Boris Suvarin, p. 273. La lucha de los pueblos de las
colonias.

694
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Beatriz Cortez (1971)


El Salvador (1971). Migró a los Estados Unidos en el año 1989, obtu-
vo su doctorado en literatura latinoamericana de la Universidad Esta-
tal de Arizona en 1999. Es profesora y directora del Programa de
Estudios Centroamericanos en la Universidad Estatal de California
en Northridge. Se especializa en literatura y cultura contemporánea
centroamericana, con miradas de género, identidad y estudios cultu-
rales. Ha publicado diversos estudios sobre la literatura centroameri-
cana de postguerra y cultura, sobre el exilio, la construcción de la
identidad y género.Vive y trabaja en Los Ángeles, California.
Su obra: Literatura y estudios culturales centroamericanos con-
temporáneos. Pittsburgh, PA: Inst. Internacional de Literatura Ibe-
roamericana, 2013; La construcción local de la memoria: foto-
grafías del museo comunitario Kagjay de Patzicía, Guatemala.
University Library System, Universidad de Pittsburg, 2013; Home-
townAssociations: las organizaciones de salvadoreños en Los
Ángeles y su reto al imaginario nacional. Universidad Centro-
americana “José Simeón Cañas”, 2007; Memoria, nación y políti-
cas culturales de exclusión. Universidad Centroamericana “José
Simeón Cañas”, 2007; Estética del cinismo: pasión y el desencan-
to en la literatura centroamericana de posguerra.Guatemala: F&G
Editores, 2010; El alma en el hombre. Artículo Guaraguao V5 N12
2001: 223-225; Sadomasoquismo y travestismo en “El público”
de Federico García Lorca: un reto al heterosexismo compulsivo.
Chapel Hill, NC: Universidad de Carolina del Norte, Hispanófia, 133,
2001: 31; The dark side of the subject: disenchantment in Central
American post-war fiction.1999; El travestismo de Rosaura en La
vida es sueño y de Leonor en Valor, agravio y mujer: surgimien-
to de la agencialidad femenina y la desnaturalización del bina-
rismo del género.Artículo. Bulletin of the Comediantes, V50 N2 1998:
371-385; En coautoría, por ejemplo: (Per)versiones de la moderni-
dad: literatura, identidades y desplazamientos. Con Alexandra Ortiz
Wallner y Verónica Ríos Quesada. Guatemala:

“Radiola: El lugar más pequeño”1


La zona de Cinquera fue un lugar de masacres. En 1983 Cinquera fue
abandonada por sus sobrevivientes y por un tiempo sólo se habló de este
1 Cortez, Beatriz. “Radiola el lugar más pequeño”. Diario Digital Contrapunto El Salvador.
19 Sep 2011. Web. 11 de julio de 2016. Consultado el 27.4.2016. http://
www.archivoscp.net/2008-2012/index.php/opinion/62-columnistas/6682-noticias-de-el-
salvador-contrapunto

695
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

pueblo entre voces, y se le llamó por su nombre clandestino: Radiola. No fue


repoblado sino hasta el final de la guerra por un puñado de familias sobrevi-
vientes que llegaron para reconstruir sus vidas, su pueblo, y también la memo-
ria de sus muertos. Al recordar este momento, una mujer que fue parte del
grupo de repobladores recuerda haber preguntado en voz alta: “¿Y aquí va-
mos a vivir?”. Su población había sido diezmada. De eso queda evidencia
física, como se pudo ver al excavar en la zona. Hay un cementerio de zapatos,
de ropa, huesos, recubiertos por el bosque. Este bosque que rodea Cinquera
es un hermoso cementerio para sus muertos y, como dice una de los sobrevi-
vientes, “El bosque fue como un aliado para nosotros, fue el refugio, como la
cobija que cubrió a toda la gente que anduvo huyendo”. Ahora este bosque es
también el Parque ecológico montaña de Cinquera.
Estos sobrevivientes son los que cuentan su historia en el conmovedor
documental titulado El lugar más pequeño que la directora salvadoreña Ta-
tiana Huezo Sánchez realizó entre El Salvador y México. Ella explicó al perio-
dista Ricardo Hernández en una entrevista transmitida en el programa “Nues-
tra voz” de la radio KPFK de Los Ángeles, que Cinquera es el lugar de origen
de su abuela: “En una de mis visitas a El Salvador [...] ella me lleva a conocer
el pueblo donde nació [...] y desde que llegué al pueblo sentí algo muy fuerte
porque es un pueblo que está marcado, está lleno de huellas de violencia. Hay
metralla en muchas paredes. Entré a la iglesia del pueblo y [...] había hileras
de retratos de imágenes de adolescentes, de niños, de personas que murieron
en la guerra”, dijo la cineasta.
Son difíciles los caminos de la memoria. No son suficientes las palabras.
El testimonio es complicado. Por un lado, nos presenta una versión alternativa
de la historia. Por otro lado, nos coloca en el lugar de alguien que ha entrado
en la intimidad de otra persona sin merecerlo, de alguien que mira el dolor de
otra persona sin comprender hasta el final ni la parte más pequeña de este
dolor. Pero El lugar más pequeño de Tatiana Huezo Sánchez es, como dice
Róger Lindo, un poema. Es un poema para todos los sentidos que nos permite
reflexionar sobre la memoria y comprender que ésta se construye con silen-
cios, con imágenes, con los sonidos de este pueblo envuelto con el manto de
un bosque.
Los sobrevivientes nos cuentan su historia gracias a los numerosos y
creativos planes que les permitieron salir con vida de una guerra que destruyó
a su pueblo. Ver el documental nos permite imaginar algunos de los medios
por los que sobrevivieron. Entre ellos se encuentra su clandestinidad y la
requerida transformación de sus identidades, de tal forma que uno de ellos
recuerda sus preguntas de niño ante el cambio de nombre en la lápida que
marcaba la tumba de su padre. Otra recuerda su confusión de niña ante la

696
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pregunta de su maestra de escuela: “¿Cómo se llaman tus padres?”. Al recor-


dar esta escena, y los numerosos nombres con que se hacían llamar sus pa-
dres, confiesa: “Yo, realmente no sabía cómo se llamaban”.
Otro de los entrevistados nos explica que vive en dos realidades, con el
presente y el pasado a la vez, “como que tengo doble imagen, ésta que tengo
y la otra presente”, explica. De manera similar, el documental transcurre ante
nuestros ojos y nos permite ir escuchando los testimonios de estas personas
sobrevivientes de una guerra inimaginable, pero no los vemos mientras ha-
blan. Una de sus riquezas es que nos presenta siempre diversidad de tiempos.
El pasado que se va recuperando en oleadas. El pasado donde vivían los
muertos. El pasado donde fueron asesinados. Pero también el presente nos
llega en oleadas. Escuchamos los testimonios de los sobrevivientes pero no
vemos el momento en que dan este testimonio, ese momento vulnerable que
no tenemos derecho a ver. Nos llega su voz y nos llega la imagen de otro
momento en que miran a la cámara directamente desde su silencio. Por eso,
estos personajes hablan desde un pasado más cercano al presente pero en el
presente nos miran a los ojos en silencio y con su dignidad intacta.
Construir la memoria y sobrevivir la guerra no es cosa fácil, como nos lo
explican estas personas. “Hace siete años me volví loco. [...] todavía tengo
pesadillas”, dice uno de ellos. Una mujer dice: “Sí, mi hija podría ser una
luciérnaga, porque ella era una luz”. Y son estas personas las que también
construyen la vida futura en Cinquera. Por ellos, en este lugar rodeado por el
bosque hay vida. Hay vida en el pueblo, crece el bosque con sus variados
verdes perico, viven los animales, corre el agua, y los sobrevivientes trabajan,
viven y a veces, gozan la vida.
Por eso logramos también compartir el humor del documental. Mis com-
pañeros en esta sala de proyección se reían y lloraban conmigo. El documen-
tal nos permitió maravillarnos de la inimaginable fuerza del espíritu humano y
al ver a una joven mujer sonreír, sonreímos con ella alegres hasta que la
memoria como un rayo la alcanza y la sombra de su tristeza le cruza el rostro
de manera inmediata. Hay escenas en que miramos a esta misma mujer mien-
tras ella mira a la cámara a contraluz, rodeada por el silencio, y podríamos por
un momento creer que estamos ante un óleo de Vermeer. Hay momentos en
que los elementos nos inundan los sentidos. La lluvia, los sonidos, los espacios
y los verdes que son parte de la vida cotidiana de Cinquera. Estos hermosos
segmentos nos dan un espacio para procesar con todos los sentidos el proceso
de la memoria y para comprender cuán alejado está, a veces, de las palabras.
El lugar más pequeño se presentó en Los Ángeles como parte del Fes-
tival de Cine de la ciudad, como parte del festival de documentales DocuWee-
ks 2011 y también como parte de la Muestra de cine salvadoreño. Yo fui a

697
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

verlo en este último espacio en una proyección hermosa en los estudios Ra-
leigh. Al salir de la sala conocí a tres hermanos salvadoreños de apellido
Flores. Al ver este largometraje la memoria los había golpeado y salieron
hablando del asesinato de su querido padre, que ocurrió hace 31 años, en
1981, en Santa Ana. Una de las hermanas había viajado a los Estados Unidos
a la breve edad de 21 años y desde su nueva casa había ido construyendo un
hogar para recibir a sus familiares sobrevivientes. Alguna vez había vuelto y
le había dicho a su padre “vámonos”. Pero él había decidido quedarse y lu-
char por un mejor futuro para sus hijos y sus nietos. Cada uno tenía su historia,
su experiencia con la guerra, su forma de sobrevivir el asesinato de su padre.
Me impresionó el valor con que recordaban su historia y la ponían en palabras,
en voz alta, para compartirla con nosotros.
La directora, Tatiana Huezo Sánchez, formada en el Centro de Capacita-
ción Cinematográfica de México, se fue de El Salvador a la corta edad de 4
años. Con El lugar más pequeño regresa para darnos uno de los más hermo-
sos y conmovedores regalos de la diáspora salvadoreña y nos permite imagi-
nar las posibilidades que existen cuando se cuenta con talento, recursos y la
pérdida del país querido.

“Botes que oscilan entre lo sagrado y lo profano”2


Conversando con el público asistente a la inauguración de “Tipología”,
Walterio Iraheta habló de su abuela. Dijo que de ella heredó su obsesión por
acumular objetos, sobre todo botes. La recordó acumulando botes por la casa,
y recordó las palabras de ella: “Algún día van a servir”. No hay duda, son
sabios nuestros abuelos.
Como el artista, acumulamos botes y recipientes. Están en nuestras ca-
sas y en nuestros espacios de trabajo. Los usamos. Nos definen. Son de
diferentes formas y de diversos materiales: vidrio, plástico, cerámica y metal,
entre muchos otros. Cada uno de ellos lleva marcas de clase, está inscrito en
un momento histórico, hecho con plástico, con petróleo, con tecnologías anti-
guas, contiene un valor cultural, es parte de una temporalidad. Algunos hacen
visibles diferentes versiones de la modernidad, algunas nuevas y brillantes,
otras caducas, vencidas, manchadas, sucias. Cada uno de ellos contiene algo
que define nuestra existencia y nuestra humanidad: leche, azúcar, miel, medi-
cina, perfume, licor, sal, tierra, aceite, talco, maquillaje, jabón, especias, cre-
ma, aspirina, vaselina, enjuague bucal, jengibre o un medio para pintar.
En su citado ensayo “La obra de arte en la época de su reproductibilidad
técnica”, Walter Benjamin hace hincapié en la existencia singular de una obra
2 Contrapunto, 9 de agosto 2014

698
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

de arte: “Incluso en la reproducción más perfecta falla una cosa: El aquí y el


ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuen-
tra”, escribió. Lo leo y me pregunto qué significa en este espacio y en este
momento esta pieza única, monumental, compuesta por 494 fotografías en
formato cuadrado de 9 por 9 pulgadas, organizadas en 13 filas y 38 columnas
que conforman una enorme cuadrícula que ocupa la pared del fondo de la
galería Fototropía en la Ciudad de Guatemala. “Tipología”, de Walterio Irahe-
ta, abrió al público el jueves 31 de julio dentro del marco de la Bienal de Artes
Visuales del Istmo Centroamericano (BAVIC 9) y estará en exhibición duran-
te todo el mes de agosto.
Hay al menos unas 9 o tal vez 10 filas de fotografías que están por enci-
ma de mi línea visual y he querido volar o subir a una escalera imaginaria, para
mirar detenidamente, de cerca, para tener un momento de intimidad con cada
una de las imágenes que se elevan frente a mí: cada una es la imagen de un
recipiente que tal vez siendo objeto de uso cotidiano ha estado frente a mí
tantas veces. Pero no así, no separado del mundo, no siendo objeto sagrado.
Sin embargo, los botes oscilan entre el espacio profano y el espacio sa-
grado, entre el espacio taxonómico del discurso científico y el discurso estéti-
co del arte, entre la razón moderna y la razón pasional, entre el ámbito indus-
trial donde los objetos se reproducen de forma masiva y el espacio único e
irrepetible de la humanidad, entre el objeto de consumo y el objeto que tiene
un valor simbólico. Por un lado, los recipientes y sus contenidos documentan
de manera accidentada una historia del diseño industrial. Definen el consumo,
la religión capitalista de la que habla Giorgio Agamben en su ensayo titulado
“Elogio de la profanación”. Por otro lado son objetos que dibujan los patrones
culturales de quienes los usan, son objetos inscritos con una historia e insertos
en un contexto. Es en esa tensión colmada de ironía que reside su fuerza, su
potencial de desarticular los discursos de la ciencia y de la razón, su voluntad
de arrancar a las cosas de su uso cotidiano para convertirlos en objetos sepa-
rados, objetos con un valor diferente al valor abstracto que les da el mercado.
Por eso, estos objetos mundanos son y a la vez no son sagrados. Agam-
ben explica que “es posible definir la religión como aquello que sustrae cosas,
lugares, animales o personas del uso común y los transfiere a una esfera
separada”. Para lograrlo, es necesario llevar a cabo rituales y sacrificios. En
este caso, esos rituales le pertenecen al ámbito del arte contemporáneo. Estos
objetos han sido separados del ámbito del libre uso de los hombres y de las
mujeres por el ojo y la cámara de Walterio Iraheta. Han dejado de ser objetos
de consumo con un valor abstracto en el mercado. Ahora son objetos con un
valor diferente, sobre todo en este espacio donde cada uno de ellos forma
parte de esta obra monumental que se antepone a nuestra mirada.

699
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Cada uno de ellos es también el retrato de una persona que no está pero
cuya vida ha estado ligada a ese objeto. Como lo explicó el artista: “es impre-
sionante toda la información que se puede recabar de un objeto: a quién per-
teneció, qué edad tenía, qué tipo de actividades desarrollaba, el lugar dónde
vivía, la situación económica, cantidad de información que se puede extraer
de un objeto sobre quién lo usó”.
Pero, qué dicen estos objetos sobre la muchedumbre, sobre la multitud?
Qué líneas de qué vidas se entrecruzan de forma arbitraria sobre esta cuadrí-
cula? Qué vidas dispares han sido clasificadas bajo una misma rúbrica? Qué
nos dice esta obra sobre la percepción sensorial de nuestra comunidad huma-
na del momento actual en el Istmo centroamericano? Como dice Benjamin en
“Pequeña historia de la fotografía”, la colección de imágenes, la organización
taxonómica de ellas y de sus tipos nos invita también a aprender a ver los
detalles que distinguen a cada uno. Como dijo Benjamin al hablar sobre la
obra de August Sander, “es un atlas que nos entrena para [mirar]”.
Cada imagen pertenece a un conjunto. Cada una tiene un tamaño unifor-
me, un mismo marco. Cada una está colocada sobre una cuadrícula que ha
sido dibujada sobre la superficie blanca de esta enorme pared. Es decir, para
evocar a Michel Foucault, cada una de ellas ha sido disciplinada. Así, las
imágenes luchan por ser fieles a su nombre, a formar parte de una tipología,
nombre mundano, nombre profano, nombre ligado a la modernidad, al discur-
so de la ciencia, a la taxonomía que busca clasificarnos. Desde allí, cada una
de estas imágenes oscila y juega con la tensión que existe entre lo sagrado y
lo profano.
El proceso del artista también oscila entre lo profano y lo sagrado. Por un
lado, está el discurso de la ciencia como metodología de trabajo. Su experien-
cia conviviendo con un equipo de antropólogos forenses trabajando en Guate-
mala dejó una huella en su trabajo. Esta experiencia y la posibilidad de obtener
información de una persona a partir de un objeto suyo encontrado le hizo
pensar en el proceso: “ir a un lugar, excavar, sacar un objeto, llevarlo al labo-
ratorio, limpiarlo, prepararlo, clasificarlo, ordenarlo, y a partir de allí establecer
conexiones, reconstruir el hecho histórico. Eso me gustó mucho como meto-
dología de trabajo”, explicó el artista. Pero su proceso de creación artística
pronto se separa del discurso de la ciencia, pues también explica: “cuando
comencé a ver las excavaciones me pareció encontrar una especie de se-
ñal”.
Hay aquí un retrato de la muchedumbre que el artista organiza de forma
arbitraria, tal vez por razones estéticas, tal vez al azar. Por un lado la cuadrí-
cula habla de la razón moderna, de la disciplina y el orden, del castigo y de las
normas. Pero cada una de las imágenes rompe con ese discurso pues es

700
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

única, irrepetible, está colmada de valor simbólico, es un objeto que está allí en
la ausencia de un ser humano. Y el conjunto es, por lo tanto, un retrato de la
multitud y un retrato de nuestro tiempo. Es un retrato complejo, lleno de sabe-
res múltiples. Como bien lo indica Benjamin, gracias a la cámara “tenemos
noticia de ese inconsciente óptico”. Quizás también por eso, su lenguaje es el
silencio. Al observar las imágenes, me sorprendo. Tomo prestada una línea
más de Benjamin para decir que al mirarlas “en lugar de las cosas existentes,
en las que apenas reparábamos, brota zumbando un géiser de nuevos mundos
de imágenes”.

“Castigo y espectáculo”
El artista salvadoreño Víctor Hugo “El Crack” Rodríguez enfrenta este
día jueves una segunda audiencia en el Centro Judicial “Francisco José Gue-
rrero” de Santa Tecla, acusado de fraude electoral por comerse su propia
papeleta de votación durante un performance artístico el pasado 9 de marzo.
Este proceso al que se ha sometido al artista comenzó poco después de la
segunda vuelta de las pasadas elecciones presidenciales cuando Víctor Ro-
dríguez acudió al recinto de votación en el Centro Escolar García Flamenco y
se comió su papeleta como parte de un performance artístico. Fue un perfor-
mance que dio visibilidad al sentir de un grupo de votantes, sobre todo con
respecto a la idea de que el voto es nuestra más importante arma de lucha, y
con respecto a su descontento con los partidos actuales y con la inversión de
dinero que se requirió para llevar a cabo la segunda vuelta electoral.
Ya sabemos, nuestro país está dividido, está marcado por una historia de
polarización que lo parte entre la derecha y la izquierda. Durante las pasadas
elecciones presidenciales, un grupo pequeño decidió anular el voto. A pesar
de no ser muy numeroso, dada la marcada polarización del país, anular el voto
pudo haber cambiado el rumbo de la elección. Aunque respeto el derecho que
tiene cada votante para anular el voto, en lo personal estoy en desacuerdo con
la práctica de anular el voto porque no es una práctica propositiva, y al no
proponer nada, en un país tan polarizado como el nuestro, anular el voto equi-
vale a votar por la oposición, cualquiera que sea el caso.
Sin embargo, la intervención de este artista, su performance, su acto de
comerse el voto, me parece un acto importante, una obra de arte con un alto
valor conceptual que nos invita a reflexionar sobre el proceso electoral. Este
acto, que únicamente puso en riesgo al artista, hizo visible su inconformidad, y
la de un sector de la sociedad, con el proceso electoral.El artista no criticó a
un partido político en particular (aunque también estaría en su derecho de
hacerlo), no criticó al gobierno de turno ni a la oposición, su crítica está dirigi-
da más bien a los aparatos de poder del estado.

701
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En este país estamos trabajando por construir una democracia. Pero nues-
tro país no puede ser democrático si no hay espacios para expresar el disenso,
la crítica, para invitar a la reflexión y para participar en un proceso de libre
expresión. Esta obra visibilizó el disenso, invitó a la reflexión, y exhortó al
ganador de las elecciones a tomar en cuenta el descontento que se hacía
visible a través de este performance artístico. En ese sentido, la obra es tam-
bién una contribución al proceso de democratización del país.
En los últimos meses hemos visto casos que nos hacen dudar del sistema
judicial e institucional: casos de corrupción tratados con guantes, pleitos al
interior de las instituciones públicas, declaraciones de jueces que dejan en
entredicho su objetividad, abusos de poder, etc. La obra de Víctor Hugo Ro-
dríguez es, por tanto, más que pertinente a nuestra realidad.
En un performance previo que tuvo lugar en agosto de 2012, Víctor Ro-
dríguez explica que al volcar un Volkswagen frente al Palacio Nacional bus-
caba dar visibilidad a la ausencia de las masas que en otros tiempos estuvie-
ron congregadas en esas mismas calles. Eran otros tiempos y era el pueblo
congregado el que demandaba cambios. Hoy, la documentación de esa obra
que muestra el carro volcado en la vía pública es parte de una muestra colec-
tiva de arte contemporáneo que está en exhibición en el Museo de Arte de El
Salvador (MARTE)-Contemporáneo.
Es muy importante notar además que en estos mismos meses en que
Víctor Rodríguez se ha visto obligado a comparecer ante la corte como requi-
sito para su libertad condicional, hemos visto a este artista producir algunas de
las más sobresalientes obras de arte contemporáneo en nuestro país.
Durante el Festival Ecléctico de las Artes (FEA) 2014, cubrió de papeles
un café en Santa Tecla, y en esos papeles, pude leer cientos, tal vez miles de
comentarios del espacio virtual ahora impresos que hacían visible la intoleran-
cia y la violencia de nuestra sociedad. A través de estos comentarios que
ahora estaban en exhibición, se lucían, como trapos al sol, líneas escritas,
muchas de las veces con muy mala ortografía, yen la mayoría de los casos
colmadas de clasismo, de racismo, de indiferencia. Fue una intervención re-
veladora.
Más recientemente, el viernes 19 de septiembre, como parte del actual
proyecto de ADAPTE, Víctor Rodríguez llevó a cabo un nuevo performance
artístico en el espacio público. Este performance, titulado “Free Down” tuvo
lugar en la Plaza Libertad, donde el artista apareció con un saco de maicillo, lo
vació en la plaza y se hincó en el maicillo por dos horas. Así, regresó a la plaza
pública, como práctica medieval, el espectáculo del castigo.
Al terminar su performance, animales y seres humanos en la plaza se
disputaron el maicillo como un recordatorio claro y desesperado de que hay

702
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

pobreza y de que hay hambre. Darles visibilidad no es un crimen. Ojalá que el


juez del Centro Judicial “Dr. Francisco José Guerrero” de Santa Tecla haga lo
correcto y levante los cargos penales contra este talentoso artista, no solo por
él, sino para no hacer un espectáculo del castigo a un artista que expresó en el
espacio público su descontento, como se suele hacer en los espacios demo-
cráticos.

“Las mil columnas de Sam Colop”3


He leído las columnas de opinión del Dr. Luis Enrique Sam Colop durante
la última década. Hoy que su familia y sus amigos le dan el último adiós,
realizan ceremonias de despedida y regresan sus restos a Cantel, su pueblo de
origen, me he sentado a leer una vez más sus columnas. Afortunadamente, las
mil columnas que Sam Colop publicó durante la última década siguen en línea.
En 2007 tuve la oportunidad de conocer en persona al Dr. Sam Colop.
Ése fue el año en que el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa organizaba
el Premio B’atz de Literaturas Indígenas, y yo, como vivía en Guatemala en
esa época, decidí ayudarlo. Contacté a Sam Colop y le pedí ayuda. Estába-
mos conformando ocho diferentes jurados, correspondientes a cada uno de
los ocho diferentes idiomas en que habíamos recibido textos para el concurso.
Sam Colop nos ayudó mucho en aquel entonces por medio de conversaciones
telefónicas y referencias que siempre nos abrieron puertas. Eventualmente
me citó para un almuerzo en su restaurante favorito de La Antigua, La Cuevi-
ta de los Urquizú. Allí me di cuenta que el Dr. Luis Enrique Sam Colop era
entusiasta y alegre y de manera especial ante un plato humeante de recado
Subanik. Me di cuenta también de que cargaba una enorme tristeza: la pérdi-
da de su compañera de vida. Si hay otra vida después de ésta, ahora estarán
juntos otra vez, por fin.
Para el momento de su inesperada muerte, el Dr. Luis Enrique Sam Co-
lop tenía muchos planes. Yo sabía de algunos de ellos, pues él acababa de
terminar de traducir el Popol Wuj en verso, tal como había dicho muchas
veces debía ser escrito, tal como lo recitaba su padre, tal como él había argu-
mentado en la tesis que escribió al graduarse como doctor en 1994 de la
Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo. En una semblanza escrita por
Oswaldo J. Hernández, que hoy queda como uno de los más completos retra-
tos biográficos de Sam Colop, se cuenta que tenía planeado continuar con la

3 Cortez, Beatriz. “Las mil columnas de Sam Colop”. Diario Digital Contrapunto El
Salvador. 17 Jul 2011. Web. 11 de julio de 2016. Consultado el 18.6.2016.
http://www.archivocp.archivoscp.net/index.php?option=com_content&view=article&id
=6230:noticias-de-el-salvador-contrapunto&catid=35:columnistas&Itemid=55.

703
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

traducción de otros textos sagrados, como el manuscrito Zaqik’oxol o Baile


de Cortés. Había pensado mucho sobre el proceso de traducción y en alguna
ocasión mencionó en su columna haber traducido un texto desde temprana
edad, la primera mención que hace de su oficio como traductor fue en 1969 al
momento de su ingreso en el internado de la escuela secundaria en el que
estudió en Antigua Guatemala. En la actualidad, lingüista y traductor profesio-
nal especializado, ha publicado la nueva versión del Popol Wuj tanto en una
edición de lujo en formato grande como en la hermosa edición que se presenta
en FILGUA 2011 como parte de la colección de Biblioteca Guatemalteca de
F&G Editores. Es decir, había hecho realidad un sueño de muchos años de
intenso trabajo y de mucha dedicación. Por eso, esta semana, estaría presente
en la Feria Internacional del Libro en Guatemala, FILGUA, ofreciendo talle-
res gratuitos sobre el Popol Wuj. Pensaba continuar su columna, trabajar en
nuevos proyectos.
Las columnas de Sam Colop tienen una característica no muy común
entre la mayoría de textos que circulan en el espacio público guatemalteco:
iban dirigidas a sus lectores. Por eso, incluían segmentos en K’iché, su idioma
materno, dirigidos al pueblo maya, algunos de ellos extensos, en algunas oca-
siones la columna completa era en K’iché. Otras, llevaban segmentos en
kaxlan, sobre todo los que invitaban a la tolerancia y al respecto a la intercul-
turalidad en Guatemala. En estos casos, sus textos iban dirigidos a los lectores
ladinos, algunos animaban los pocos esfuerzos por incluir al pueblo maya en la
vida de este país, celebraban la espiritualidad maya, discutían sobre lingüísti-
ca, literatura y cultura mayas, sobre la labor de traducción, no sólo del lengua-
je sino también de una cultura. Sin embargo, mayoritariamente sus columnas
eran críticas a la nación moderna y a su exclusión de los pueblos indígenas, y
estaban llenas de sus opiniones y argumentos variados sobre el racismo, la
situación actual, los partidos políticos, la migración, el uso y la apropiación del
legado cultural maya, entre muchos otros temas. Hay algunas columnas que
contenían fuertes denuncias.
Pero sus columnas no solamente eran bilingües sino que también frag-
mentarias en el mejor sentido del concepto de interculturalidad: se dirigía a sus
diversos interlocutores con diferente registro, en variedad de tonos y, a veces,
en diferente idioma, era consuelo, era guía, era crítico, era una voz de memo-
ria y denuncia. Eran columnas bilingües que no traducían el mismo mensaje a
otro idioma, sino que usando diferente idioma y, a veces, incluso el mismo
idioma, presentaba distintos mensajes con maneras de hablar conformadas
específicamente para cada uno de sus interlocutores. Con poca frecuencia
mostraba su lado académico, con mayor frecuencia exponía sus argumentos
siempre bien fundados pero también con un lenguaje sencillo, claro y cotidia-

704
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

no. A veces, cubría varias temáticas en una misma columna. Además, inserta-
ba en sus textos celebraciones breves por pequeños logros que deberían dar-
se por sentado si hubiera existido la interculturalidad de que él tanto hablaba.
Así, en una columna sobre otro tema, menciona repentinamente: “Qué bueno
que ahora hay cajeros automáticos en idiomas mayas y que se promete su
expansión”.
Pocos días después del 11 de septiembre del 2001, escribió sobre la tra-
gedia humana, sobre el odio, o sobre el terrorismo de estado, pero siempre
llevando la problemática global al contexto específico de Guatemala o del
espacio local. En aquel momento, al recordar desde Guatemala su experien-
cia en la ciudad de Nueva York como la visita a una especie de Babel multi-
cultural, habla del odio y del fundamentalismo que destruyó las torres gemelas
como un fanatismo en contra de la multiculturalidad de esa ciudad. Entonces
se pregunta: “¿Quiénes son realmente los Bin Laden de este país y quiénes
son los fanáticos de mentalidad rectilínea que reciclando ideas del pasado, las
etiquetan con términos contemporáneos y se oponen a la multiculturalidad, a
la multietnicidad y al multilingüismo locales?”
Cuando escribió su última columna, titulada “Por respeto”, Enrique Sam
Colop no sabía que era su última. En ella no habla de la muerte, por el contra-
rio, habla de la espiritualidad maya y habla de la vida. La vida que nos queda
por recorrer. La vida que se extiende por zona fértil y por un camino repre-
sentado por el color verde. La vida que ocupa un lugar central en un espacio
donde los caminos sagrados se marcan con los colores rojo, negro, blanco y
amarillo. Pero es el verde, el color de la vida, el último que mencionó en sus
mil columnas. La “ruta sobre la cual se invoca caminar y se pide bienestar de
las generaciones futuras”, las veredas verdes, raxal be, raxal jok.

705
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Alexandra Ortiz Wallner (1974)

Profesora invitada en el Instituto de Romanística de la Universidad


Humboldt de Berlín. Ha sido docente y profesora invitada en las uni-
versidades de Potsdam, Libre de Berlín, Universitat de Barcelona y
en la Universidad de Delhi. Junto a su especialización en narrativa
centroamericana contemporánea, estudios de la memoria y estudios
de género, trabaja sobre los intercambios y relaciones intelectuales,
culturales y literarias en el Sur global, particularmente entre el mundo
de habla española e India. Su libro El arte de ficcionar: la novela
contemporánea en Centroamérica (Vervuert/Iberoamericana, 2012)
es una obra de referencia para los estudios centroamericanos; entre
otros, es coeditora de los volúmenes Poéticas y políticas de géne-
ro. Ensayos sobre imaginarios, literaturas y medios en Centro-
américa (Berlin: edition tranvía, 2013 con Mónica Albizúrez) y
(Per)Versiones de la modernidad. Literaturas, identidades y des-
plazamientos. Hacia una historia de las literaturas centroamerica-
nas – III (Guatemala: F&G Editores, 2012 con Beatriz Cortez y Ve-
rónica Ríos). Recientemente ha publicado el libro Sur/South. Poe-
tics and Politics of Thinking Latin America/India (Madrid: Ibero-
americana, 2016 con Susanne Klengel).

Viaje a Oriente. Peregrinaje e inscripción subjetiva en Cartas de


la India (1912-1914) de María Cruz1
El viaje en la literatura no solamente ha sido uno de los grandes temas de
las literaturas del mundo, es uno de los géneros que conforma lo que podría
llamarse una historia y una tradición de la literatura mundial, con sus centros y
periferias. Al enfocar una de las zonas de contacto que da origen a dicha
historia y tradición –América Latina–, llama la atención el interés de la crítica
y la historiografía por los relatos de viajes escritos sobre América Latina y el
descuido de aquellos producidos desde ese contexto y por actores provenien-
tes de esta geografía. Ya sea a través de viajes reales o de viajes imaginarios
–hemisféricos, transatlánticos o transpacíficos–, la experiencia de vida narra-
da en la literatura de viajes reconstruye, dibuja, diseña el encuentro con un
mundo otro. Así, el viaje no solamente se inscribe en ese espacio otro visita-
do, explorado recorrido, sino que también lo hace en un tiempo y en una
dimensión social. Esto cobra una relevancia particular si el lugar de enuncia-
1 https://etudesromanes.revues.org/4449

706
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ción de la experiencia del viaje es ocupado por una mujer centroamericana


(guatemalteca), a inicios del siglo XX, que inscribe sus experiencias de viaje a
Oriente (al subcontinente indio, entre los años 1912 y 1914). Dichas experien-
cias han quedado registradas, no en la historia oficial, sino en el espacio de la
intimidad y las escrituras del yo, en su caso, en forma de cartas. A continua-
ción se ofrece un primer acercamiento a las formas en que un sujeto femeni-
no periférico de inicios del siglo XX negocia las relaciones de poder y con ello
las posibilidades de entrar y salir del espacio privado hacia el de lo público,
inscribiendo en ese gesto una subjetividad marcada por el peregrinaje a Oriente.

I. Inscripciones femeninas en la república de las letras


En la segunda mitad del siglo XIX se aceleran las transformaciones del
campo intelectual latinoamericano bajo el signo de la modernización de sus
bellas letras, sus lectores y sus respectivas conformaciones institucionales.
Comprendido como el momento fundacional de la literatura latinoamericana
moderna, este periodo de emergencia y consolidación del campo literario y de
un discurso múltiple de la ciudad letrada, vinculado a ideas de modernización
y modernidad, fomentó diversos procesos de autonomización y profesionali-
zación dentro de la nueva, y no siempre homogénea, república de las letras.
Esta dinámica de institucionalización de la literatura también dio lugar a
un sujeto literario para las jóvenes naciones latinoamericanas.2 Como lo ana-
lizó ejemplarmente Ramos, el caso de la conformación de la literatura como
institución en América Latina debe comprenderse también desde su carácter
heterogéneo, “siempre abierto a la contaminación”.3 Si bien dicho trabajo no
incluye una reflexión explícita, desde los estudios de género, sobre dicho ca-
rácter heterogéneo, me gustaría enfocar en el presente trabajo la noción de
‘sujeto literario’ desde el surgimiento de voces y expresiones culturales disí-
miles que se manifestaron al lado de las narrativas canónicas fundacionales y
que negociaron e interpelaron las estructuras dominantes, preocupadas ma-
yormente por “mantener un estatus de privilegio político y económico dentro
de una nueva forma de organización social”.4 Particularmente me interesa
ampliar la mirada desde la producción escritural de mujeres, aquella que, como
han mostrado recientemente las compilaciones de Sara Beatriz Guardia (2011,
2012) fue sistemáticamente reducida al ámbito de lo privado, negándole una

2 Julio Ramos. Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y política


en el siglo XIX. Caracas: Fundación Editorial El perro y la rana, 2009,153-155.
3 Ramos. 155.
4 José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. 5. ed. México D.F: Siglo
Veintiuno Editores, 2001, 162.

707
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

repercusión social, cultural o política, negándoles un lugar a las escritoras


como sujetos históricos y literarios a la vez.
En este sentido, la producción escritural de mujeres en las últimas déca-
das del siglo XIX y las primeras del XX conforma una serie de incursiones en
el canon masculino y excluyente de la república de las letras de la América
Latina moderna. Se trata de incursiones que irán visibilizando los cuerpos y
haciendo audibles las voces de un emergente grupo de mujeres letradas, es-
critoras que se apropian y resemantizan los códigos estéticos de la época
desde determinadas esferas como, por ejemplo, la prensa o las instituciones
educativas, o bien desde la producción, publicación y circulación de textos que
empiezan a participar de la modelización de las sensibilidades del momento.
Si la poesía se alzó como el género favorito, el más practicado por las
escritoras decimonónicas y de inicios del siglo XX, trabajos recientes parten
de que es precisamente en ese cambio de siglo en el que otros géneros discur-
sivos van cobrando importancia para la escritura de mujeres que va paulatina-
mente abandonando el espacio íntimo y privado. Las formas narrativas irán
ganando protagonismo y dentro de éstas destacará el relato de viajes, el cual
“comienza a ser más popular entre las mujeres, no sólo por ser lectoras del
género, sino también por emprender [ellas] más frecuentemente sus propios
viajes y escribir sobre ellos.”.5 Así, el relato de viajes, comprendido como la
fusión dinámica de un registro privado con uno de carácter público, dejará de
ser mera inscripción de la aventura personal, íntima, para convertirse en una
forma discursiva de la que se valieron las mujeres para discutir temas de gran
relevancia y contenido político.6 Este ‘entre-espacio’ generado entre lo priva-
do y lo público en la escritura de relatos de viaje ofrece a sus lectores y
lectoras un acercamiento a los lugares de enunciación que las escritoras-
viajeras asumieron frente a la experiencia vivencial e ideológica que implicó el
entrelazamiento de los contextos histórico-culturales del espacio (nacional)
propio y del espacio ajeno recorrido.7 La narrativa de viajes escrita por muje-
res, afirma Miseres, puede por ello comprenderse como una “historia alterna-
tiva” que participa de la redefinición de las bases de una cultura nacional
determinada.8 Partiendo de estas premisas, me interesa ensayar en este tra-
bajo un recorrido por la configuración de un sujeto literario femenino a inicios
del siglo XX que se fue forjando a través de una serie de desplazamientos
5 Vanesa Miseres. Trazos de nación: mujeres viajeras y discurso nacional en Latinoamérica
(1830-1910). Tesis doctoral. Vanderbilt University, 2010, 2.
6 Mónica Szurmuk. Miradas cruzadas: narrativas de viaje de mujeres en Argentina
(1850-1930). Buenos Aires: Instituto Mora, 2007, 13.
7 Miseres, 2-3.
8 Miseres, 17.

708
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

entre la Ciudad de Guatemala, París y la India, experiencias de vida que, al ser


codificadas en diversos lenguajes estéticos, resultaría en la conformación de
una nueva sensibilidad.
A continuación volveré a andar la travesía que ha llegado hasta nosotros
hoy a través de las páginas de un relato de viajes escrito por la poeta, traduc-
tora y cronista guatemalteca María Cruz (1876-1915) quien vivió en India
entre 1912 y 1914. Durante su viaje por todo el subcontinente indio, que la
lleva a visitar lugares como Bombay, Madrás, Benarés, Jaipur y el valle de
Cachemira, escribe 13 cartas en francés9, que inician en noviembre de 1912 y
finalizan en noviembre de 1913, y las cuales dirige a una amiga y confidente
que le espera en París y que es identificada en el epistolario con las iniciales
M.H. Es ella precisamente quien, tras la inesperada muerte de Cruz en París
en 1915, decide publicar una selección de las cartas bajo el título Lettres de
l´Inde. 1912-1914 10. El viaje se lleva a cabo bajo el signo de la difusión de la
teosofía, la narración del mismo bajo una multiplicidad de experiencias que se
ubican en la oscilación entre lo privado y lo público, entre normas y formas de
vida que modelarán una nueva sensibilidad desde la literatura.

II. María Cruz: poeta – traductora – viajera


María Cruz nace en la Ciudad de Guatemala en mayo de 1876. A los 11
años queda huérfana de madre, razón por la cual su padre, el conocido poeta,
intelectual y diplomático liberal Fernando Cruz, decide hacerse acompañar
por sus tres hijos en sus viajes por las Américas y Europa. La familia Cruz
pertenece a la burguesía emergente que se consolida con las Reformas Libe-
rales de 1871 en Guatemala, enriquecida en parte gracias al cultivo del café y
a sus vínculos con los grupos dominantes en el poder. En 1890, cuando el
padre de Cruz se retira de la política nacional, viajan a París y hasta 1902, año
en que éste muere, residen de forma permanente allí. Esto posibilitará que la
educación que va a continuar recibiendo María sea muy amplia y diversa,
particularmente en idiomas, artes y letras. Influenciada por las corrientes es-

9 El uso de una lengua distinta a la lengua materna, afirma Mónica ALBIZÚREZ, fue para
algunas mujeres letradas latinoamericanas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX
una estrategia común de apropiación de un lugar de enunciación que les permitía superar
los límites de una conciencia nacional que restringía su participación en el espacio
público (ver ALBIZÚREZ 2005: 87).
10 En este artículo me remitiré a la traducción al español de Lettres de l´Inde. 1912-1914
realizada por Rodrigo REY ROSA entre 2009 y 2010. Una publicación de esta traducción
está prevista en Guatemala, sin embargo, hasta el momento de terminar de redactar el
presente artículo las Cartas aún no han sido publicadas. Agradezco a Rodrigo REY ROSA
su generosidad al haberme proporcionado una copia de su traducción al español y
especialmente por haberme abierto las puertas al mundo literario de María CRUZ.

709
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

téticas de la época, en especial el romanticismo y ya hacia el final de su vida


por el modernismo, su producción literaria es heterogénea: compuso traduc-
ciones (del francés y del inglés, especialmente de obras de Charles Baudelai-
re y de Edgar Allan Poe), poemas y crónicas (escritas en español y en fran-
cés), muchos de los cuales se hallan dispersos en periódicos y revistas de la
época, tanto en Centro- como Suramérica. Una cantidad aún desconocida de
textos de su autoría, sobre todo traducciones, permanece en el anonimato
debido a la práctica común de no consignar el nombre del o la traductora en
las publicaciones periódicas de aquellos años. Esta práctica la confirma un
editorial del Diario de Centro América publicado hacia 1903 en el que se dice:
“En meses pasados este Diario se honró publicando una be-
lla traducción de Alfredo de Musset, debida á [sic] la precio-
sa mano de la inspirada poetisa, señorita Cruz, cuyo nombre
no quisimos dar entonces, por no ofender su modestia que es
tan grande como su intelectualidad.”11
Por aquellos días, varios poemas de María Cruz fueron publicados en la
revista La Quincena de El Salvador presentándola como “la poetisa que Centro
América esperaba” 12. Así, la revista La Quincena fue muy probablemente
la primera que diera a conocer a María Cruz en la región centroamericana,
trascendiendo así su poesía los límites nacionales de la república de las letras
guatemaltecas. Sin embargo, y a pesar de que era por esos años una poeta
conocida y respetada en ciertos círculos de intelectuales hispanoamericanos,
círculos transatlánticos que se situaron entre París y diversas capitales de las
Américas13, su reconocimiento como figura importante dentro del desarrollo
de las letras guatemaltecas se realiza póstumamente14 para volver a caer en
el olvido tan solo unos años después.15
Llama por ello la atención la nota editorial del Diario de Centro América:
la forma en que es construida la figura de María Cruz permite reconstruir
esquemáticamente el lugar que esta letrada ocupaba –o no– en la nación
guatemalteca de inicios del siglo XX. María es descrita como “nuestra muy

11 Ramón A. SALAZAR en el Diario de Centro América hacia 1903, cit. en GÁLVEZ, 13.
12 MAYORGA RIVAS en editorial de La Quincena hacia 1903, cit. en GÁLVEZ, 11.
13 Entre quienes se encontraban por ejemplo: Rubén DARÍO, José MARTÍ, Enrique GÓMEZ
CARRILLO, ARÉVALO MARTÍNEZ, Máximo SOTO HALL, César BRAÑAS y Domingo ESTRADA.
14 En un primer momento en 1945, cuando el periodista y escritor guatemalteco César
BRAÑAS decide publicar en El Imparcial una nota extensa sobre las Cartas de la India, y,
en un segundo momento en 1960 a raíz de los homenajes en torno a la repatriación de sus
restos a Guatemala. Ver GÁLVEZ 1960; BRAN AZMITIA 1962.
15 Ana Lorena Carrillo. «De letras y letradas». Nosotras la de la historia. Mujeres en
Guatemala (siglo XIX-XXI). Guatemala: Ediciones La Cuerda et.al., 2011, 271ss.

710
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

espiritual compatriota”16 y como “modesta violeta de nuestros jardines poéti-


cos”17, sin embargo, el editorial también acepta el no haber reconocido la
autoría de sus traducciones, las cuales forman parte esencial de su obra litera-
ria.18 Junto a esta negación de la autoría de las traducciones de autores fran-
ceses e ingleses –muy gustadas y apreciadas por el público lector de esa
época– se subraya en ese mismo editorial otro aspecto que relativiza la auto-
nomía de su creación literaria: el ser hija de Fernando Cruz; así, María es
“digna heredera de aquel talento [su padre] […] que fue una de las figuras
más culminantes de la literatura guatemalteca durante el último tercio del siglo
XIX.”19 Estas operaciones discursivas dan cuenta de que a esta poeta, tra-
ductora, cronista y viajera le fue negado ocupar un lugar propio en el espacio
intelectual y cultural de la ciudad letrada guatemalteca. Sin duda ocupó un
lugar, mas éste solo era enunciado en relación con un otro masculino.
El dominio masculino de la esfera pública a que se veían enfrentadas
gran parte de las escritoras de finales del siglo XIX e inicios del XX abarcaba
la totalidad de los espacios de acción del emergente grupo de mujeres intelec-
tuales y escritoras. Así por ejemplo, en uno de sus viajes a Guatemala (ha-
biendo ya fallecido su padre), María Cruz se enfrenta con el ambiente restric-
tivo, represor y autoritario de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera (1898-
1920) mientras sabe a muchos de sus amigos y amigas –intelectuales, artistas
y escritores– en París, o en alguna otra capital europea o americana. Muchos
de los versos escritos entre 1904 y 1907 testimonian la inconformidad e insa-
tisfacción que le acompañan durante esos años: en la última estrofa del poe-
ma breve “Crucifixión”, fechado en Guatemala en 1905, se lee:
“hasta del mismo Dios abandonado
y hasta sin fe para esperar remedio,
agoniza mi espíritu enclavado
sobre la cruz del Tedio.”20
María retorna nuevamente a París en 1907, sin embargo su regreso al
centro metropolitano por excelencia de la intelligentsia americana tampoco
logra satisfacer la búsqueda de su lugar en él. Una angustia existencial y
artística se verá expresada de forma ejemplar en algunos de los versos de su
poema “Al partir” (1906-1907) en los que sentencia: “Vagarás sin tregua y
sola en glacial región de tinieblas”. Y más adelante, los versos van a subrayar

16 María Albertina Gálvez (comp.) María Cruz a través de su poesía. Guatemala: Editorial
USAC, 1961, 13.
17 Gálvez, 13.
18 Ver el trabajo de ERICKSON sobre sus traducciones de POE.
19 Gálvez, 13.
20 Gálvez, 75.

711
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

la condición de desplazamiento constante y sin destino que atormentan al yo


lírico:
“El navío vagabundo entrará quizás al puerto;
pero tú en la mar perdido quedas ¡ay! corazón muerto.”21
Contrario a estas imágenes oscuras y desalentadoras, sus Cartas de la
India. 1912-1914 22 resultan paradigmáticas para rastrear un cambio en el
lugar de enunciación: de un desplazamiento sin rumbo simbolizado en el verbo
“vagar”, el adjetivo “vagabundo” y el sustantivo “tinieblas” presentes en el
poema “Al partir” antes citado, se pasa a una apropiación del discurso estéti-
co y de la retórica del relato de viajes que irá más allá de la observación,
descripción y cuantificación del encuentro con ‘el otro’. El relato íntimo con-
tenido en las cartas dirigidas a su amiga y confidente va a experimentar cons-
tantemente con pequeñas transgresiones e incursiones en la esfera de lo pú-
blico, representada en la institución de la Sociedad Teosófica, su ética y su
labor social a lo largo y ancho del subcontinente indio. Así, el cambio en el
lugar de enunciación se realizará en un primer momento en la dimensión ma-
terial del lenguaje (las cartas están redactadas en francés como ya se men-
cionó antes) para luego pasar a configurar un discurso estético –matizado por
aspectos que irán desde lo místico hasta lo satírico– que habla de una nueva
sensibilidad y de una subjetividad situadas en ese umbral que conecta lo priva-
do con lo público.

III. La India y la Sociedad Teosófica: peregrinaje e inscripción


subjetiva
En 1912 María Cruz emprende finalmente desde París el viaje hacia la
India. Su objetivo primordial es conocer a profundidad la Sociedad Teosófica
fundada por Madame H. P. Blavatsky y Henry S. Olcott en Adyar en 187823
y asentarse allí como miembro activo. Como fue el caso de otras mujeres de
finales del siglo XIX,24 María Cruz se vio también atraída y fascinada por la
idea de formar parte de una “hermandad” basada en la práctica de una espi-
ritualidad común (cercana al ocultismo y al esoterismo), tolerante de las dis-
21 Gálvez, 47
22 En adelante todas las citas pertenecen al manuscrito de la traducción al español de
Rodrigo REY ROSA.
23 Para una introducción detallada a la figura de Blavatsky y la Sociedad Teosófica, ver el
amplio y muy completo estudio de Isaac LUBELSKY Celestial India. Madame Blavatsky
an the Birth of Indian Nationalism. Trad. Yael Lotan. Sheffield/ Oakville: equinox, 2012.
24 Como lo indica ALBIZÚREZ, estas mujeres se comprometieron con acciones sociales llevadas
a cabo por la Sociedad Teosófica, en especial en el campo de la educación. Uno de los
ejemplos paradigmáticos es el de la británica Annie Besant (86; ver también LUBELSKY
190-213).

712
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

tintas religiones. En diversas de las obras de Madame Blavatsky se estable-


cen las tres tareas fundamentales de la Sociedad y sus miembros: la forma-
ción de una hermandad universal y aconfesional de los humanos, el estudio de
la cosmovisión oriental y el ocultismo.25 Según Blavatsky, todas las religiones
son igualmente verdaderas y la teosofía es una sinopsis, una condensación, de
todas ellas. De este modo confluyen en la doctrina teosófica las tradiciones
del pitagorismo, el platonismo, el gnosticismo, de la mística y en particular de
las religiones indias y del sufismo.
Hasta qué punto María Cruz conoció los textos de Blavatsky y de otros
miembros fundadores de la Sociedad es aún un aspecto por estudiar, sin em-
bargo, dada la gran circulación de los mismos (también en América Latina), a
más tardar a partir de la fundación de la Sociedad Teosófica en Nueva York
en 187526, es posible que María y sus inicios en el mundo de la teosofía en
París ya le hubiesen introducido en estas lecturas. En este contexto de circu-
lación e intercambios, Cruz se entrega a la vivencia de la teosofía con tal
determinación que se traslada a India animada por la búsqueda de respuestas
a las cuestiones existenciales que asomaban ya en parte de su obra poética
como se mencionó en páginas anteriores. El camino de la teosofía se conver-
tiría para ella en un camino del conocimiento, en una “religión de la sabiduría”
como lo consigna en su epistolario. Tanto el mundo interior e intimista de la
Sociedad Teosófica en Adyar como sus incasables viajes por todo el subcon-
tinente encargados por la Sociedad y con finalidades sociales y educativas
formarán parte de la emergencia y configuración de una sensibilidad vincula-
da estrechamente con las dinámicas del desplazamiento y la transgresión de
ciertos límites.
Cruz encuentra en la India su “tierra de exilio”. Así lo expresa en su carta
del 4 de enero de 1913, a unos meses de estar establecida en Adyar y de
fungir como una de las varias asistentes de la máxima autoridad espiritual de
la Sociedad en aquel momento, Annie Besant. Sorprende que su tierra de
exilio no le sea por completo ajena:
“En este lugar nada me parece nuevo—ni el paisaje, ni la
gente, ni el modo de vida. Lo que siento es que recupero mis
viejas costumbres. Pero todavía no comprendo qué he veni-
do a hacer aquí. Me siento tan feliz como podría en esta
tierra de exilio (hablo de Adyar y de este mundo sublunar
25 Isaac Lubelsky. Celestial India. Madame Blavatsky and the Birth of Indian Nationalism.
Trad. Yael Lotan. Sheffield/ Oakville: equinox, 2012, 77-146.
26 Para un panorama de la circulación de textos teosóficos ver José Ricardo CHAVES, “Viajeros
ocultistas en el México del siglo XIX”. Revista de literatura mexicana, Vol. XIX, 1
(2008), 109-122.

713
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

también). Experimento un bienestar tranquilo y para nada —


al menos hasta ahora— la presión y el malestar que sienten
la mayoría de los recién llegados.” (MC 32)
Se confirma en este pasaje que, a diferencia de otros viajeros y viajeras
de la época, para Cruz, la decisión por viajar a tierra tan lejana como la India
no responde a un plan económico, científico o político, colonizador finalmente,
sino a una búsqueda existencial que parece permanecerle aún oculta. La
ambigüedad que enuncia en el hecho de reconocer la similitud y no la diferen-
cia en el ‘otro’ la va a situar en un lugar más cercano a la empatía y más
distanciado de la mirada imperial y colonizadora de sus compañeros y compa-
ñeras europeos también habitantes de Adyar. Su búsqueda la subraya unas
líneas después en esa misma carta: “… si me marchara de aquí en el estado
de ánimo beatífico —aunque confuso— en que me encuentro, luego estaría
sumamente triste.”27 De nuevo, la posibilidad de bienestar se impone a la
confusión y se convierte en una clave posible para continuar con la búsqueda
espiritual:
“¿Recuerda usted que hablé siempre de un convento parti-
cular donde me gustaría terminar mis días? Pues bien, lo que
tenía ante mis ojos era una visión de Adyar. Ésta es la vida
espiritual que yo soñaba, sin mortificaciones ni penitencias,
sin celda ni sayal, sin votos, sin claustro. Sentiré muchísimo
irme de Adyar. Es un lugar único.”28
Así, la Sociedad Teosófica se convierte en el refugio y el espacio idóneo
para su realización espiritual, una forma de vivir la espiritualidad claramente
distanciada de las normas católicas de las penitencias, los votos y el claustro.
La Sociedad se convierte en un escenario que posibilita el proceso de la me-
joría personal e incluso la (re)constitución de su subjetividad.29 Fuera del es-
pacio de la Sociedad, María es testigo de diferentes escenas rituales de que-
ma de cadáveres. Lo visto en Bombay y Benarés es volcado en sus Cartas
de forma detallada, su mirada atenta en el cementerio de los parsis nos regre-
sa imágenes como la siguiente:
“Después de la últimas ceremonias, los cargadores levantan
con las manos el cadáver desnudo para colocarlo en el lugar
que le corresponde según su edad y sexo. Doscientos o tres-

27 María Cruz. Lettres de l’Inde, 1912-1914. Évreux: Hérissey, 1916, 34.


28 Cruz, 36
29 Mónica Albizúrez. “Lettres de L´Inde de María Cruz: las letras de la tierra”. Revista de
Estudios Hispánicos, Vol. XXXII, 1-2 (2005), 88.

714
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cientos buitres se le echan encima, y en dos horas la tarea


está terminada. Luego el sol se encarga de secar los huesos.
El agua sube por los canales para limpiar los restos y arras-
trar las osamentas al fondo del hoyo. Por último el agua, con-
cluida su labor, vuelve a salir por cuatro conductos que la
llevan a un depósito de carbón y a otro de cal. El agua se
filtra y, purificada, corre de nuevo para ir a saciar la sed de
los que aún no han muerto.”30
El ciclo de la vida y la muerte aquí presentado se convierte en un proceso
metonímico de la muerte y de un regreso a la vida de una subjetividad en pleno
proceso de configuración. Si al interior de la Sociedad la búsqueda de la expe-
riencia personal liberadora se puede lograr a base de la meditación, la discipli-
na y la lectura, afuera, más allá de los límites de esa tierra de exilio, es la
observación de la finitud del cuerpo humano y su procesamiento a través del
fuego y el agua lo que le reflexionar acerca de las formas del discernimiento.
En la ya citada carta del 4 de enero escribe: “No hay que olvidar, por otra
parte, que lo que se ve no significa nada de por sí; la interpretación es lo que
importa. ¡Y una cosa puede tener significados tan diferentes!”.31 Unas pági-
nas más adelante, Cruz detalla esta concepción del observar y del interpretar
como formas del discernimiento:
Figúrese que acabo de descubrir que uno no ve las cosas la
primera vez que las mira. Hace ya dos meses que deambulo
por aquí sin encontrar nada extraordinario en el paisaje; y de
pronto el otro día cuando volvía de Madrás tuve una deslum-
brante revelación a causa de una caída de sol y una salida de
luna inesperada. Y, desde entonces, me parece que todo aquí
resplandece con luz propia.32
Este mundo que ya resplandece con luz propia, así como el proyecto vital
y social propio que va tejiendo en sus cartas de viaje, a veces también en
forma de una narración de aprendizaje, surge en un ambiente dominado por la
presencia femenina. Tanto en Adyar, como donde sea que viaje, Cruz se hace
acompañar o acompaña a otras mujeres, casi todas británicas, en actividades
sociales, excursiones o largas sesiones de trabajo en las escuelas que tienen
bajo su cargo.33 Dentro de ellas, la figura de Annie Besant, como líder espiri-
30 Cruz, 7-8.
31 Cruz, 29.
32 Cruz, 34.
33 Fuera de Adyar y del enclave teosófico, y fuera del subcontinente indio, será la receptora
de las carta de María CRUZ en París, M.H., otro polo de este particular espacio femenino
por el que se desplaza (ver ALBIZÚREZ 94-95).

715
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tual, ocupa un lugar central:


Y mientras ella hablaba, la luz iba cambiando, desfallecía len-
tamente. Las bombillas eléctricas comenzaban a encenderse
con discreción, y la figura blanca se realzó sobre el follaje,
los brazos extendidos como si fueran las alas de un gran pá-
jaro. El viento que hacía temblar ligeramente las ramas, las
chicharras que cantaban alrededor —era como si todo acom-
pañara la cadencia de esa voz. Fue algo maravilloso, y todos
nos sentimos lejos de la Tierra, como si flotáramos en un
sueño.34
Una vez más, la luz y la iluminación van a jugar un papel determinante en
la percepción y la modelización de la experiencia vivida por María Cruz como
teósofa y que es traducida en el texto literario de sus Cartas. Si recordamos
una vez más su poema “Al partir” y la imagen paradigmática de la “glacial
región de tinieblas”, este otro registro estético en donde “todo resplandece
con luz propia” da cuenta de una transformación que va más allá del cambio
de escenario geopolítico (Guatemala vs. India) y se acerca más a un proceso
de concientización de un subjetividad (femenina) que se encuentra en pleno
proceso de distanciamiento de la matriz de dominación de la nación criolla.
Hacia el final de sus Cartas, que es a la vez el final del viaje por la India,
María Cruz se recoloca tanto frente a Guatemala como a París, lugares a los
que decide regresar y emprender un nuevo proyecto:
¡Ah, cuántas cosas quiero hacer a mi regreso!—a París y a
Guatemala, con la que ahora siento que estoy en deuda.
Espero que usted me encuentre libre de ataduras, aunque no
lo estoy tanto como quisiera— en eso consiste la única ver-
dadera felicidad.35 (MC 67)
Las Cartas de María Cruz componen el relato de un viaje cuyo itinerario
está marcado por tres espacios geopolíticos: Guatemala, París, la India. Si-
multáneamente, el viaje confirma la persistencia de una búsqueda intelectual,
estética y espiritual que al fin y al cabo es la búsqueda por la (re)configuración
de su subjetividad, como mujer, como letrada y como escritora. La llegada a la
India y la puesta en escena de las experiencias allí vividas en el relato que
componen sus Cartas, nos presentan el punto mismo en el que el viaje coinci-
de con la búsqueda. Los puntos de referencia del viaje – Guatemala, como

34 Cruz, 31.
35 Cruz, 67.

716
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

origen y periferia, y París, como metrópoli– alcanzan un nuevo sentido cuando


desde la India se integran ya no a un itinerario de viaje sino a una búsqueda
existencial. Asimismo, el viaje a la India se inserta en una búsqueda que per-
mite redimensionar y revalorar el origen, que es geográfico y estético a la vez.
De este modo, el contacto con una cultura extranjera, tanto en el sentido del
viaje como en el de la búsqueda, es integrada en el relato de las cartas de viaje
de María Cruz como una experiencia de renovación del sujeto literario (feme-
nino) en el reconocimiento de lo propio en el otro y del otro en lo propio.

Bibliografía
ALBIZUREZ, Mónica, “Lettres de L´Inde de María Cruz: las letras de la tie-
rra”. Revista de Estudios Hispánicos, Vol. XXXII, 1-2 (2005), 85-96.
BRAN AZMITIA, Rigoberto (comp.) Funeral poético. Crónica periodística
de la repatriación de los restos de los poetas Fernando Cruz, Domingo
Estrada y María Cruz. Guatemala: Publicaciones de la Hemeroteca, Biblio-
teca Nacional, 1962.
CARRILLO, Ana Lorena, “De letras y letradas”. Nosotras la de la historia.
Mujeres en Guatemala (siglo XIX-XXI). Guatemala: Ediciones La Cuerda
et.al., 2011, 260-295.
CHAVES, José Ricardo, “Viajeros ocultistas en el México del siglo XIX”. Re-
vista de literatura mexicana, Vol. XIX, 1 (2008), 109-122.
CRUZ, María. Lettres de l’Inde, 1912-1914. Évreux: Hérissey, 1916.
CRUZ, María. “Cartas de la India 1912-1914”. Trad. de Rodrigo REY ROSA.
Manuscrito inédito proporcionado por el traductor. Guatemala, 2010.
ERICKSON, Martin, “Three Guatemalan Translators of Poe”. Hispania, Vol.
25, 1 (1942), 73-78.
GÁLVEZ, María Albertina (comp.) María Cruz a través de su poesía. Guate-
mala: Editorial USAC, 1961.
GUARDIA, Sara Beatriz (ed.) Escritoras del siglo XIX en América Latina.
Lima: Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina CE-
MHAL, 2012.
GUARDIA, Sara Beatriz (ed.) Viajeras entre dos mundos. Lima: Centro de
Estudios La Mujer en la Historia de América Latina CEMHAL, 2011.
LUBELSKY, Isaac. Celestial India. Madame Blavatsky and the Birth of In-
dian Nationalism. Trad. Yael Lotan. Sheffield/ Oakville: equinox, 2012.

717
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

MISERES, Vanesa. “Trazos de nación: mujeres viajeras y discurso nacional en


Latinoamérica (1830-1910)”. Tesis doctoral. Vanderbilt University, 2010.
RAMOS, Julio. Desencuentros de la modernidad en América Latina: litera-
tura y política en el siglo XIX. Caracas: Fundación Editorial El perro y la
rana, 2009.
ROMERO, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. 5. ed. México
D.F: Siglo Veintiuno Editores, 2001.
SZURMUK, Mónica. Miradas cruzadas: narrativas de viaje de mujeres en
Argentina (1850-1930). Buenos Aires: Instituto Mora, 2007.

718
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

NICARAGUA

Sofía Montenegro (1954)

Matagalpa, Nicaragua 1954. Periodista, intelectual, investigadora so-


cial y feminista.
Estudió periodismo en la Universidad Nacional de Nicaragua, dentro
de su quehacer político fue militante feminista y forjadora del Movi-
miento Autónomo de Mujeres de Nicaragua. Fue co-fundadora y
miembro del consejo editorial del diario Barricada (1979-1994), don-
de ocupó el cargo de editora desde 1985 a 1989. A partir de 1986, fue
la principal organizadora del Partido de la Izquierda Erótica (PIE).
En 1989, crea el suplemento semanal Gente. Actualmente, es direc-
tora del Centro de Investigaciones de la Comunicación y co-directo-
ra del Observatorio Nacional de la Democracia y la Gobernabilidad
en Nicaragua.
Su obra: Los medios de comunicación como actores políticos en
Nicaragua: los periodistas, los medios y el poder. Nicaragua:
Centro de Investigaciones de la Comunicación, CINCO, 2007; Polí-
tica y ciudadanía de las mujeres: bases de la refundación del
Movimiento Autónomo de Mujeres en Nicaragua; documento
político. Nicaragua: Movimiento Autónomo de Mujeres en Nicara-
gua, 2007; Nicaragua: el aborto en la batalla electoral del 2006.
Debate Feminista, V34 p 156-161, 2006; Las claves del empodera-
miento: sistematización de diez años de experiencia del Centro
de Mujeres XochiltAcalt. Nicaragua: Xochilt-Acalt, 2002; La cultu-
ra sexual en Nicaragua. Nicaragua: CINCO, 2000; La “herótica”
nacional masculina. Nicaragua: CINCO, 1999; La revolución sim-
bólica pendiente. Mujeres, medios de comunicación y
política.Nicaragua: CINCO, 1997; Identidad y colonialismo: el
retorno de la Malinche.Santo Domingo: Fundación Friedrich Ebert,
1993; Memorias del Atlántico.Nicaragua: Editorial El Amanecer,
1985, Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (La Haba-
na, 1987).Artículos: La comunicación política y el estado de los
medios de comunicación en Nicaragua. Mediciones Sociales,
2008.En coautoría: Feminismo y globalización: apuntes para un
análisis político desde el movimiento. Colaboradora, Martha Ylles-
cas. Managua: Comité Nacional Feminista, 2003; La descentraliza-
ción en Nicaragua: diagnóstico del proceso. Colaboradora, Elvi-
ra Cuadra L.Nicaragua: CINCO, 2003

719
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Nuestra sociedad civil es débil y ha sido debilitada1


Para entender dónde estamos en el presente, es necesario entender dón-
de estuvimos en el pasado, especialmente en el pasado más reciente. La
situación actual de la sociedad civil nicaragüense, sus dificultades y sus dile-
mas para poder organizar una eficaz lucha por el cambio, tiene antecedentes
que debemos recordar.
En Nicaragua, la transición política de un régimen dictatorial a un régi-
men democrático la hemos vivido en varias etapas. La derrota de la dictadura
somocista en 1979 fue el paso inicial, preparó las condiciones. Posteriormen-
te, el inicio de la transición política la ubican algunos hasta en 1990, con la
derrota electoral de la revolución sandinista. Otros -entre ellos me encuentro-
, ubicamos el inicio de la transición política, en forma de “baja transición”, en
1984. Una “alta transición” la apreciamos ya a finales de los 80, con las
negociaciones de paz y los acuerdos de Esquipulas, que buscan poner fin a la
guerra y que conducen a la apertura del sistema político y a las elecciones de
1990 en las que triunfa Violeta Chamorro. En 1990, con el gobierno Chamo-
rro, la transición avanza y se abre un período de liberalización: liberalización
económica, liberalización política y liberalización de los medios con una total
libertad de expresión.
Violeta Chamorro llegó al poder con una coalición de sociedad civil “de
derecha” muy frágil, la UNO. Mientras, el resto de la sociedad, lo que pode-
mos llamar la sociedad civil “de izquierda” permanecía alineada con el FSLN.
Muy prontamente, los sectores de derecha que resultaron “perdedores” en la
UNO se desprenden de esa coalición y comienzan a aglutinarse en torno al
liberalismo, en torno al PLC y en torno a Arnoldo Alemán, entonces alcalde de
Managua. Los “ganadores” en la coalición, a quienes les habría correspondi-
do dirigir la transición hacia la siguiente etapa, la de la consolidación democrá-
tica, quedaron muy frágiles. No lograron constituirse en un grupo capaz de
conducir el barco nacional desde la etapa de la liberalización hasta la etapa de
la consolidación, meta a la que había que llegar después de los hitos de 1984,
1988 y 1990.
En este escenario, durante el gobierno Chamorro el sistema político se
caracteriza por una coalición frágil en el poder, por un gobierno tecnocrático,
por un marco jurídico e institucional insuficiente, y por una oposición fuerte,
constituida no sólo por el FSLN, sino por los “perdedores” en la UNO, el
grupo que aglutinará Alemán tras la bandera del PLC. Por su parte, la socie-
dad civil se caracteriza en esos años por movimientos y organizaciones socia-

1 Envío. Política, sociedad, cultura, economía. Número 242. Mayo 2002. lahttp://
www.envio.org.ni/articulo/1145

720
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

les que permanecen cooptadas por el FSLN. Las organizaciones populares,


nacidas al calor de la revolución -sindicatos, movimiento de mujeres, organi-
zaciones de agricultores, de productores-, estaban todas sometidas y eran
dependientes del FSLN, obedeciendo sus líneas partidarias. En esos años
comienzan a emerger con gran fuerza las ONG y los medios de comunicación
masivos.
Los años 90 se caracterizan por el surgimiento de un nuevo actor social,
las ONG, y por la gran expansión de los medios de comunicación, gracias al
levantamiento de la censura, lo que da lugar a una diversificación de medios
radiales, escritos y televisados. Son años también de profundización de la
crisis económica. Y en los primeros años 90 asistimos, por esta razón, a una
notable movilización social con huelgas, paros, tranques y marchas.
Mientras la liberalización abierta con el gobierno Chamorro entre 1990-
1994 avanza, el proceso de democratización en el FSLN fracasa. De igual
modo, la derecha más pensante y moderada fracasa también en su intento de
articularse como un actor fuerte. Son los “perdedores” de la coalición de
gobierno quienes empiezan a fortalecerse uniéndose bajo la sombrilla del PLC,
una franquicia política, un partido de membrete que Alemán “compra” y trans-
forma en poco tiempo en una maquinaria política poderosa desde la que em-
pieza a reconstituirse otra coalición de poder.
Tanto el FSLN como esta coalición opositora de derecha que se organiza
en torno al PLC constituyen dos actores autoritarios. Sin ningún tercer actor
democrático que condujera al país a concluir la transición consolidando la
democracia, se pulverizó cualquier posibilidad de un centro político. Esto aborta
la transición iniciada en los 90. Tal vez doña Violeta habría necesitado más
años en el poder para impedirlo, pero la realidad es que la transición abortó,
quedó inconclusa. Aún en esa transición inconclusa hubo logros: terminó el
conflicto armado y se abrió el sistema político de forma pluralista. Sin embar-
go, faltó lo principal: no se logró crear un polo hegemónico democrático ni se
estableció un nuevo contrato social. Y lamentablemente, se consolidaron dos
polos hegemónicos autoritarios, en la derecha y en la izquierda, el PLC y el
FSLN. En la economía, el gobierno Chamorro no logró implementar eficiente-
mente las reformas económicas, y a partir de aquellos años se agudiza el
desempleo, la pobreza y la marginalidad.
Carecer de partido y de bases, obligó al gobierno Chamorro a un proceso
de negociación con el FSLN, a un “pacto”. Un pacto que, a diferencia del
pacto del 2000 entre el PLC y el FSLN, tuvo legitimidad, porque lo que se
negoció fue neutralizar la posibilidad de una guerra civil. Por eso, la sociedad
aceptó y legitimó aquel “pacto”. A partir de entonces, quedó instalada en el
FSLN una práctica de transacciones políticas prebendarias. Con una transi-

721
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ción inconclusa y sin un polo hegemónico democrático que hiciera frente a los
dos polos autoritarios, FSLN y PLC, las elecciones de 1996 se polarizaron
bipartidistamente como fruto de la manipulación política e ideológica del elec-
torado. Un montón de pequeños partidos no lograron constituirse como centro
político, y la llegada al poder de Arnoldo Alemán en 1997 puso fin al proceso
de transición democrática. Con Alemán hemos vivido cinco años de regresión
autoritaria en los que el país retrocedió aceleradamente. La tragedia de Nica-
ragua consiste en no haber logrado crear un polo hegemónico democrático
que se haga cargo del timón nacional. En nuesta historia, los únicos polos
hegemónicos que hemos conocido son autoritarios.
Es necesario recordar que esto no se percibía así en aquellos momentos.
Alemán fue recibido con grandes expectativas, se esperaba mucho de él. Se
esperaba del gobierno liberal un nuevo liderazgo político, un nuevo pacto so-
cial, un proyecto de nación, un modelo de desarrollo, un modelo de gobernabi-
lidad democrática que canalizara tantos conflictos. Se esperaba el fortaleci-
miento de la institucionalidad democrática. Ésas eran expectativas generali-
zadas entre la población en 1996. Lo que realmente sucedió fue una involu-
ción hacia nuevas formas de autoritarismo, tanto en el sistema político, como
en el marco institucional y jurídico, como en los movimientos y actores socia-
les, como en los procesos económicos. En todo.
A la altura de aquellos años privaba la confusión y la población había
perdido cualquier sentido de discernimiento. Sólo el FSLN -que históricamen-
te había agrupado a la gente más lúcida y comprometida de este país- podría
haber contribuido al discernimiento. No lo hizo, no podía hacerlo. A esas altu-
ras, el FSLN era un grupo político cerrado sobre sí mismo, que había perdido
su capacidad de pensar por haber expulsado de sus filas a cualquiera que
pudiera discernir, debatir o disentir sobre el rumbo que conducía al FSLN
hacia un autoritarismo puro y duro. Y excluyente. Entre esas excluidas, me
encuentro.
Durante el gobierno Alemán, el sistema político se transformó. Los libe-
rales llegaron al poder en una alianza consolidada y con una base social sólida,
como fruto de un trabajo político de varios años. En la Asamblea predominó la
polarización PLC-FSLN. Aparecieron terceras fuerzas, aunque débiles o su-
bordinadas. Y hubo coincidencias tan grandes entre los dos polos autoritarios
que condujeron al pacto PLC-FSLN. El pacto no fue otra cosa que la repar-
tición económica y política de Nicaragua entre dos grupos de poder. Con esta
base de poder compartido, ambos partidos cerraron en el año 2000 los demás
espacios políticos e hicieron una reforma electoral y reformas constituciona-
les, apostando a la alternancia en el poder. Le impusieron a Nicaragua un
bipartidismo artificial, porque la transición ya había ido produciendo numero-

722
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

sas expresiones de pluralismo político. Y un bipartidismo muy riesgoso, porque


la historia nos enseña que siempre que se ha forzado el bipartidismo en Nica-
ragua el resultado ha sido una guerra civil.
El gobierno Alemán y el pacto reforzaron el autoritarismo en el país. En
el marco institucional y jurídico se bipartidizaron todos los poderes del Estado,
se amplió el número de las magistraturas, se destruyó el pluralismo político
con la ley electoral, se aprobaron leyes sin ninguna participación ciudadana y
se instaló la corrupción política y administrativa. El pacto se tradujo en refor-
mas institucionales y legales destinadas a legitimar acciones ilegítimas por
antidemocráticas y por estar orientadas a garantizar impunidad a los protago-
nistas del pacto. Toda esta gravísima situación, en la que tiene absoluta y
completa corresponsabilidad el FSLN, es la que hoy busca superar el nuevo
gobierno con el respaldo de toda la población, de la sociedad civil.
La década de los 90 vio aumentar la densidad de los actores sociales -
particularmente de las ONG-, su independencia y su autonomía. Si a principio
de los 90 casi todos estaban subordinados al FSLN, a partir de entonces se
van autonomizando e independizando. Se diversificó también enormemente la
gente organizada en todos los estratos y sectores sociales, tanto en el campo
como en la ciudad. Situación que contrasta con la restricción de los espacios
de participación y con una crisis de representación en los partidos políticos.
Las ONG y los medios de comunicación masivos emergieron en estos años
como nuevas formas de representación. La representación de las ONG, con
sus “bemoles”, porque con su trabajo no buscan crear ni organizar sujetos
sociales sino captar clientes sociales, y porque han producido una representa-
ción fragmentaria y competititiva. Los medios de comunicación, aunque muy
polarizados, comenzaron muy pronto a ejercer una representación beligeran-
te, actuando como fiscalizadores y mediadores políticos de la población.
A finales de los años 90 la sociedad civil nicaragüense presentaba ya un
rasgo básico para interpretar su debilidad: los movimientos y organizaciones
sociales estaban desarticulados y cooptados, ya no por el FSLN, sino funda-
mentalmente por la cooperación internacional, que impone su propia agenda,
no siempre coincidente con la agenda nacional. Por otro lado, la sociedad civil
padeció durante el gobierno Alemán un control político, institucional y jurídico
sobre sus diferentes expresiones organizadas.
A falta de policía, ejército y censura, el gobierno Alemán aplicó, como
mecanismo de control y de coerción, el famoso “terrorismo fiscal” desde la
Dirección General de Ingresos dirigida por Byron Jerez. A las ONG y a los
medios de comunicación más beligerantes y a la empresa privada cuando se
oponía a cualquier política gubernamental, se les aplicaba esta forma de terro-
rismo. Si el gobierno Alemán buscó debilitar a la sociedad civil con leyes y con

723
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

el control fiscal, los dos polos autoritarios buscaron someterla forzándola a


una alineación bipartidista.
La ofensiva contra las ONG tenía el objetivo de cerrarlas, de controlar-
las, en cualquier caso de intimidarlas. Tuvo éxito. Todo el mundo empezó a
moderar su beligerancia y a callarse. La represión fiscal montada desde la
DGI buscó, y consiguió, un proceso de autocensura. Y es hasta ahora, con el
gobierno de Bolaños que la gente está empezando a hablar.
Durante el gobierno Alemán, el aparato estatal se puso al servicio de un
nuevo grupo económico, el nacido del pacto PLC-FSLN, el de los nuevos
ricos por usurpación o por saqueo del Estado. Esto generó serias contradic-
ciones con los grupos económicos tradicionales agrupados en el COSEP. Vi-
vimos durante estos años en un país real, donde el desempleo y la miseria
masiva coexistían con pequeños grupos con acceso a todo tipo de bienes de
lujo, mientras el gobierno vivia en un país oficial, con cifras que intentaban
convencernos del crecimiento económico y de la creación de miles de nuevos
empleos. La marginalidad se acrecentó y en el último año del gobierno Ale-
mán, la crisis del café desplomó la producción rural agravando la ya dura
situación económica.
En la década de los 90 emergieron en la sociedad civil nuevos actores
que se sumaron a los de la sociedad civil precedente. Entre esos “bateadores
emergentes” están el movimiento de mujeres, el movimiento indígena, el mo-
vimiento juvenil, las organizaciones de derechos humanos, los emigrantes -
actor emergente y masivo, totalmente desorganizado y todavía sin ninguna
representación en el país- y las ONG y las redes civiles.
Las potencialidades de nuestra actual sociedad civil son muchas. Tene-
mos ya en Nicaragua un asociacionismo denso. Han emergido nuevos acto-
res, que han adquirido mayor capacidad de negociación, disponen de más
recursos, tienen credibilidad, legitimidad y reconocimiento, hacen contrapeso
a las tendencias autoritarias, poseeen capacidad de liderazgo social y también
capacidad de interlocución política. Los dilemas que enfrenta nuestra socie-
dad civil son varios. El primero es el sistema político excluyente y el control
institucional y jurídico que resultó del pacto. Otros dilemas expresan debilida-
des que nos impiden actuar de una manera mucho más coherente. Entre estos
dilemas-debilidades, señalo la subordinación a las agendas internacionales,
siendo prácticamente inexistente una agenda nacional, y la fragmentación y
competencia entre las organizaciones. La oenegización de los movimientos
sociales y de las organizaciones sociales constituye una gran debilidad y gene-
ra falta de coherencia en la acción política. Para poder construir una sociedad
civil beligerante, activa y propositiva, debemos explotar nuestras potencialida-

724
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

des y disponernos a enfrentar estos dilemas y debilidades. El primer paso es


entenderlas y debatirlas.
En teoría, el Estado está constituido por la sociedad política y por la so-
ciedad civil, y las relaciones entre ambas sociedades se dan a través de me-
diadores: los partidos políticos, los medios de comunicación, los grupos de
presión y los grupos de interés. En la sociedad civil, las ONG, las organizacio-
nes sociales, los movimientos sociales y las asociaciones civiles proponen
cambios y hacen propuestas, que asumen los mediadores. Los mediadores
transmiten esas propuestas al Estado por los mecanismos institucionales y
presionan para su realización. Esta interacción debe ser permanente. Si el
Estado está institucionalizado y organizado, si es democrático, dará respues-
tas a la sociedad a través de políticas estatales o acciones gubernamentales.
Así debe funcionar una sociedad. En Nicaragua no funciona así. El Esta-
do de Nicaragua, que nunca ha sido ni institucionalizado ni organizado y que
es autoritario y no democrático, está ahora siendo minimalizado por las dispo-
siciones de los organismos financieros internacionales. Además, es un Estado
fragmentado, burocrático e ineficiente. Y es corrupto. Para colmo, el pacto
polarizó a toda la sociedad, ahondando el abismo entre el Estado y la sociedad
civil. Entre los mediadores ante el Estado están los partidos políticos, que
según la teoría deben cumplir tres funciones. Deben servir de sintetizadores
de los anhelos y demandas de la ciudadanía y de sus votantes y recoger en
una programática una propuesta de cambio que lucharán por convertir en
política de Estado. Deben educar y politizar a la ciudadanía y a sus votantes.
Deben movilizar a la ciudadanía y a sus votantes para que defiendan sus
propios intereses. El pacto PLC-FSLN excluyó a todos los partidos políticos,
dejando sólo en el escenario a dos partidos autoritarios que no cumplen ningu-
na de estas funciones y que sólo representan los intereses corporativos de las
cúpulas que privatizaron ambos partidos.
En un tiempo, el FSLN fue del pueblo de Nicaragua y cumplió estas
funciones, pero hoy el FSLN es un partido privatizado, es el partido de Daniel
Ortega. Algo similar ocurre en el PLC, un partido privatizado por Arnoldo
Alemán, cuya “privatización” está hoy en disputa con la llegada al poder del
gobierno Bolaños.
En Nicaragua, podemos considerar como grupos de presión al Grupo
Pellas y al Ejército. Los grupos de interés -ciudadanos y ciudadanas organiza-
dos que hacen cabildeo buscando influir a favor de intereses específicos- son
prácticamente inexistentes en Nicaragua. En la práctica, no tenemos media-
dores, a excepción de los medios de comunicación, que han jugado un ex-
traordinario papel como fiscalizadores de la gestión pública. Con todos sus
defectos, y con todas las debilidades del periodismo nacional, los medios ma-

725
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sivos son quizá la única institución democrática que tenemos hoy en Nicara-
gua.
En teoría, la sociedad civil incluye las distintas formas de asociación (igle-
sias, partidos, cámaras empresariales, asociaciones gremiales, sindicatos, ONG,
clubes, grupos, movimientos sociales tradicionales -campesinos y obreros- y
movimientos sociales nuevos: de mujeres, étnicos, ambientalistas, el actual
movimiento anticorrupción), los medios de comunicación y cualquier otro medio
que influya en la opinión pública, como es el sistema educativo. La sociedad
política incluye el aparato judicial, el Ejército y la Policía, el Parlamento y el
aparato burocrático de todo el Gobierno.
Aunque todos los actores sociales integran la sociedad civil, no todos
apuestan por el cambio, por la democracia y por la equidad. En Nicaragua, la
mayoría no está por el cambio. Las iglesias católica y evangélica no están por
el cambio y la empresa privada no está por la equidad. Las iglesias, especial-
mente la católica, representan un soporte fundamental del statu quo, un apa-
rato de respaldo al poder autoritario. La empresa privada es débil. Han des-
aparecido prácticamente los sindicatos. Las ONG han surgido y crecido es-
pectacularmente (1 mil 750 registradas hasta 2001). Los clubes tienen pro-
yección limitada o humanitaria. Los medios masivos sí tienen mucho impacto.
La privatización ha desplomado el sistema educativo excluyendo de él a una
masa notable de estudiantes. Las universidades -una institución que produce
poder simbólico y legitimidad- permanecen autosilenciadas, y con los actuales
cambios de curriculum están produciendo un estudiantado despolitizado y pa-
sivo, profesionales totalmente funcionales al sistema neoliberal: buenos admi-
nistradores y expertos en computación. En los últimos años, ¿quién ha oído a
los rectores universitarios, supuestamente los más altos representantes del
saber nacional, hablar críticamente del autoritarismo dominante en el país, de
la bipartidización de las instituciones, de la corrupción institucionalizada? El
movimiento estudiantil y el movimiento juvenil, tan protagónicos en la historia
de Nicaragua, están desarticulados. El movimiento campesino ha sido diez-
mado por el conflicto bélico y por los conflictos de propiedad.
El proletariado urbano prácticamente no existe y los cuatro sindicatos
que aún funcionan tienen al frente a dirigencias sindicales corruptas, que no
representan a nadie y que son refractarias a cualquier idea nueva. Entre los
movimientos sociales nuevos sobrevive el movimiento de mujeres, y el movi-
miento étnico está creciendo en coherencia. La Coordinadora Civil -surgida
tras el huracán Mitch y constituida fundamentalmente por ONG y no por
movimientos sociales- no llega todavía a articular una representación integral
de nuestra sociedad civil.

726
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Ante esta sociedad civil, débil y debilitada, la sociedad política aparece


aún peor: es decadente y está bipartidizada. El Parlamento es un desastre, el
sistema de justicia está corrompido, y en el aparato burocrático del Estado
coexisten en este momento nuevos y viejos elementos, sin que, con el nuevo
gobierno, se haya resuelto cuál será la correlación de fuerzas definitiva. Quie-
nes más se salvan, por más institucionalizados y menos bipartidizados, son el
Ejército y la Policía.
Para el movimiento de mujeres han sido terribles los años del gobierno
Alemán. Consideramos que además del pacto entre el FSLN y los liberales,
hubo un pacto entre la jerarquía de la Iglesia católica y el gobierno liberal para
conformar un auténtico Estado parroquial. Los ministerios de salud, de educa-
ción y de la familia han estado durante estos años en manos de personas que
siguen los lineamientos de restauración conservadora del Vaticano en relación
a la educación sexual y a los derechos sexuales y reproductivos de las muje-
res. Todas las luchas contra el sida, para detener los altos índices de mortali-
dad materna, para proporcionar educación sexual a la juventud, y para la
planificación familiar han sobrevivido gracias a las ONG. Todas estas tareas,
de responsabilidad estatal, fueron suprimidas de los programas de salud públi-
ca durante el gobierno Alemán. Suprimido quedó también de la legislación,
después de más de cien años de vigencia, el aborto terapéutico, lo que resulta
criminal, pues condenará a la muerte a muchísimas mujeres.
Mientras más autonomía tenga la sociedad civil frente a la sociedad polí-
tica será más fuerte. Y el Estado será más democrático. Sólo una sociedad
civil autónoma y fuerte puede establecer una correlación de fuerzas que con-
duzca el Estado hacia la democracia. Conseguir esta sociedad civil es el pre-
requisito que tiene hoy Nicaragua para continuar la transición que nos quedó
inconclusa. Esto implica reorganizar toda la sociedad civil y cada una de sus
organizaciones, consolidando niveles de coalición amplios que obliguen a la
sociedad política a cambiar.
La contribución de las organizaciones de la sociedad civil a la democra-
cia se mide por cuatro resultados. Cuando se enfrentan al autoritarismo esta-
tal y logran alterar positivamente el balance entre sociedad civil y sociedad
política. Cuando levantan banderas de valores y son ejemplares y logran jugar
un rol disciplinario implementando estándares de moralidad pública. Cuando
articulan intereses y demandas de grupos y se convierten en canal alternativo
de representación sirviendo como intermediarios ante el Estado. Cuando re-
definen las reglas del juego político y conducen al país hacia la democracia.
Para conducir al país hacia esa meta nuestra sociedad civil tiene hoy un
grave problema: hemos vivido un proceso paulatino de despolitización de las
organizaciones y nos hemos acostumbrado a decir: “No, no me meto porque

727
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

eso es política”. Se ha confundido la necesaria despartidización con la despo-


litización. Yo puedo ser una ciudadana sin partido, pero no puedo ser ciudada-
na sin posiciones políticas: sobre el autoritarismo, en contra de la corrupción, a
favor de la institucionalidad, por el Estado de derecho. Lamentablemente, los
sandinistas -quienes por su politización histórica y por su capacidad de movi-
lización son los únicos que podían volver por los fueros en Nicaragua- tienen
su “corazoncito” amarrado a una identidad histórica que les hace esperar
“líneas” de su caudillo, y les puede más la lealtad a su partido que la lealtad a
su nación y a la democracia.
Nicaragua necesita construir una nueva fuerza de izquierda, democrática
e inclusiva, que se convierta en un polo hegemónico que conduzca al país. El
FSLN ya no es de izquierda, no responde a los intereses de la nación. Tiene un
liderazgo dedicado básicamente a velar por los intereses de una pequeña cor-
poración económica. Un partido de izquierda está a favor de la democracia,
de la justicia social, del cambio social. Y tiene un liderazgo que representa
estas metas y por ellas lucha. El liderazgo no es otra cosa que la capacidad de
encarnar y de interpretar las narrativas de la población. El liderazgo del FSLN
no encarna la realidad de los pobres desde hace mucho tiempo ni tampoco
interpreta la realidad nacional porque no dice lo que está ocurriendo, no dice la
verdad, no reconoce sus errores. Sin ejemplaridad y sin sinceridad ha perdido
su liderazgo. Las heridas sicológicas producidas por la falta de honestidad de
la dirigencia del FSLN han producido en el pueblo tal grado de dolor, de frus-
tración, de desconfianza, han causado una herida síquica tan profunda que
superarla requeriría de una terapia colectiva. ¿Quiénes podrían conducir este
proceso de sanación política?
Los movimientos sociales generan acciones colectivas para promover o
para oponerse a un cambio en la sociedad. La tarea de los movimientos socia-
les es la formación de una identidad colectiva. Esa identidad colectiva ha
desaparecido hoy en Nicaragua. Entre los movimientos sociales emergentes
que hoy crecen aceleradamente en nuestro país destacan las pandillas, que
buscan crear una identidad colectiva en los barrios y entre los jóvenes. Se
trata de una identidad de jóvenes y de excluidos, con rasgos perversos de
destrucción y de autodestrucción y con una total falta de capacidad política
para traducir su rechazo al sistema en una acción consciente y beligerante
que exija un cambio y transforme su situación.
Existe un serio obstáculo para la creación de un movimiento social en
Nicaragua, y es el modelo que nos ha “vendido” la cooperación internacional,
un modelo que no crea u organiza sujetos sociales sino que atiende beneficia-
rios, usuarios o damnificados. Una de las razones del debilitamiento de la
sociedad civil -incluido el del movimiento de mujeres, del que he sido estudiosa

728
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

y militante activa desde hace más de 20 años- es la implantación del modelo


que yo llamo “coalicionista”, un modelo anglosajón, diseñado por los ideólogos
de la AID desde hace 30 años.
El modelo coalicionista tiene varios rasgos que lo definen. Se constituye a
partir de la diversidad de identidades. Se establece sobre mínimos comunes.
Tiene liderazgos y estructuras informales. Trabaja por temas. Tiene un discur-
so fragmentado. Sus acciones son sólo coyunturales. Se caracteriza por tener
grupos afiliados. La cooperación internacional ha promovido y facilitado la
adopción de este modelo, para reemplazar el modelo de organización propio
de los latinoamericanos. Nos lo han “vendido” como más democrático.
El origen de la fragmentación de la sociedad nicaragüense ha sido en
buena medida inducido por este modelo, que viene acompañado de proyectos,
visiones, ideologías y conceptos “blandos”. Uno de esos conceptos que yo
llamo “blandos” es, entre otros, el del adultismo. Un concepto surgido para
entender mejor las relaciones de poder entre adultos y jóvenes y niños dentro
de la familia, que ayuda a entender las relaciones interpersonales e intergene-
racionales, ha sido extrapolado mecánicamente al ámbito público y a las rela-
ciones sociales, fomentando entre la juventud un rechazo o una sospecha
permanente hacia los adultos, lo que antagoniza a las generaciones y frag-
menta a la sociedad. En toda sociedad la generación adulta es la que, para
bien o para mal, incultura y transmite experiencia. En el caso de la experien-
cia política y organizativa, que ésta no se transmita fluidamente por razón del
“adultismo” resulta trágico. A los jóvenes se les está “vendiendo” un adultis-
mo que propicia un desarrollo totalmente individualista y no precisamente su
necesaria individuación. Un estudio reciente que he hecho con los jóvenes de
la generación de los 90 demuestra que crecieron entre valores democráticos,
pero son profundamente conservadores, apolíticos y conformistas.
El modelo coalicionista se contrapone al modelo organizativo, que yo lla-
mo “orgánico”. Este modelo se basa en la identidad colectiva, trabaja sobre
máximos comunes denominadores, tiene liderazgos formados y legitimados,
tiene estructura organizativa y un aparato de síntesis, presenta una propuesta
programática con estrategias y tácticas. Y afilia a individuos. Es el modelo del
movimiento social revolucionario, el que hizo la revolución en Nicaragua, y ha
tenido tanto éxito que ha permitido al FSLN sobrevivir, mientras que desde el
nuevo modelo inducido no hemos podido juntar una sola y consistente acción
política, ni siquiera en el movimiento de mujeres, oenegizado por “comprar”
este modelo. Igualmente, por la prevalencia de este modelo fragmentador, no
hemos logrado elaborar una sola postura común frente a la corrupción porque
no nos terminamos de poner de acuerdo.

729
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

El modelo coalicionista tiene virtudes a la hora de hacer coaliciones, pero


no sirve para empujar cambios sociales ni para promover una lucha política.
Es un modelo que fragmenta y fragmenta y no permite establecer ni una
identidad común ni estrategias para objetivos, ni acciones políticas de corto,
mediano y largo plazo, porque se agota solamente en lo coyuntural.
Este modelo es válido y funciona sólo en sociedades democráticas, esta-
blecidas y consolidadas, que no es el caso en Nicaragua. Funciona muy bien
en Estados Unidos para las grandes acciones que se organizan en ese país.
Funciona porque allí un individuo se puede enfrentar al Estado, tanto en la
teoría como en la práctica. Y si lo hace no lo van a “desaparecer”, como ha
sucedido en la trágica historia de América Latina. En nuestros países uno sólo
sobrevive si tiene una organización y un grupo que lo proteja. El modelo coa-
licionista funciona en sociedades muy desarrolladas, donde predomina una
idiosincracia más individualista, existe mayor individuación, y funciona un sis-
tema democrático, que aunque tenga defectos, ha sido normado y está conso-
lidado.
En Nicaragua, aplicar mecánicamente este modelo ha llevado en los últi-
mos diez años a un desmantelamiento o debilitamiento de las formas de orga-
nización existentes. La fragmentación del movimiento de mujeres no se inicia
con el gobierno Alemán. Inicia en el 1994 con el desarrollo de las ONG, que
empiezan a sustituir al movimiento. Y como la existencia de las ONG está
vinculada al financiamiento de la cooperación internacional, esto fue desvir-
tuando las agendas políticas propias del movimiento de mujeres por las agen-
das políticas que le interesaba impulsar a la cooperación.
Las ONG representan la misión establecida institucionalmente en sus
papeles, en sus documentos constitutivos. Si la misión de una ONG es ponerle
curitas a todos los heridos, hasta ahí llegará el “cambio social” al que se
compromete. Un movimiento social tiene una dimensión más grande y más
utópica del cambio social. El movimiento de mujeres es un movimiento social
porque se propone transformar la cultura y el sistema político y demanda la
inclusión de la mitad de la nación. Las mujeres reivindicamos democracia y
desarrollo, realidades totalmente ligadas. Porque no existe desarrollo sin de-
mocracia. La democracia es precondición del desarrollo. No puede existir
equidad en un mar de autoritarismo. La inclusión de las mujeres es una reivin-
dicación de democracia.
Reivindicamos un tipo de desarrollo que incluya a la mayoría, que somos
las mujeres y los jóvenes, un tipo de desarrollo que dé cuenta de las condicio-
nes particulares por las cuales las mujeres hemos estado excluidas. Esto re-
quiere de la creación de mecanismos y espacios de discusión democrática.
Las feministas politizadas, las que no hemos dejado de mirar el bosque nacio-

730
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

nal por estar ocupadas en el árbol del proyecto, reivindicamos la democracia


y el desarrollo y demandamos la apertura del sistema para construir fuerzas
políticas alternativas.
En Nicaragua hay dos grandes mayorías: las mujeres y los jóvenes. Y
con mucha frecuencia los análisis y los programas obvian a esas dos mayo-
rías. Es indignante escuchar hablar del “sector de las mujeres”. Sector son los
artesanos, pero no las mujeres. Existen sectores económicos, sociales, pero
las mujeres no somos un sector. Las mujeres somos la mitad de la especie
humana, somos un poco más de la mitad de esta nación. Sin embargo, a la
hora de pensar los proyectos de nación y los programas, las mujeres no tene-
mos una representación que se corresponda con la mayoría que somos. Cuando
se habla de democracia, tanto representativa como participativa, tener en
cuenta esto es fundamental. En el CONPES, por ejemplo, tienen más repre-
sentación una multiplicidad de camaritas de empresarios y de sindicatos que
el movimiento de mujeres. Sólo dos mujeres representan en el CONPES a
todas las mujeres, que somos la mayoría de la nación.
En el caso de los jóvenes sucede lo mismo. Los jóvenes son la mayoría
de esta nación. Nicaragua tiene una pirámide poblacional de base muy ancha,
donde más del 60% tiene 15 años o menos. Y tienen muchos reclamos que no
son atendidos. Por falta de oportunidades, nuestra juventud se irá masivamen-
te del país o se empandillará.
Entre mujeres y jóvenes -cuya mitad también son mujeres- somos una
mayoría absoluta. Pero somos una mayoría no representada. Esta falta de
representación nos obliga a repensarnos como sociedad. Solamente cuando
abordemos a profundidad esta tarea se fortalecerá nuestra sociedad civil, hoy
débil y debilitada.
Todos los actores de la sociedad civil que buscan un cambio social, deben
asumir que la tarea de este momento es fundamentalmente política. Esto sig-
nifica apostar por la construcción de un nuevo movimiento social que luche
por un proyecto incluyente y democrático y que devuelva al país al camino de
la institucionalidad.
Es imperativo que los actores progresistas y socialmente comprometidos
asuman el papel de conciencia crítica sobre lo que sucede en el país, también
sobre lo que sucede dentro de las organizaciones y movimientos. Es urgente
que luchen contra el conformismo, el pragmatismo oportunista o la razón ins-
trumental. Es necesario que incrementen y reconstruyan la organización de la
gente como sujetos y que vuelvan al trabajo estratégico y a las prioridades
políticas nacionales. Si no hacemos esto, no haremos nada. Tenemos que
convencernos de que no es posible luchar contra la pobreza ni contra la co-
rrupción sin luchar por democracia.

731
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Helena Ramos (1960)

Yaroslavl, Federación de Rusia 1960. Poeta, narradora, crítica litera-


ria y periodista.
Obtuvo un Máster en Periodismo, de la Facultad de Periodismo de la
Universidad Estatal de Leningrado (Petersburgo). Desde 1987 resi-
de en Nicaragua, fue docente de la Universidad Centroamericana
(UCA) en Managua. Ha incursionado en distintas áreas del periodis-
mo por ejemplo en el semanario El Nacional ejerció el cargo de
redactora, en El País como editora, La Boletina, siendo responsable
del programa, El Nuevo Diario como redactora y en el Semanario
7 Días como editora. Actualmente, es funcionara de la Biblioteca del
Banco Central de Nicaragua. Es cofundadora de la Asociación Ni-
caragüense de Escritoras, ANIDE y actualmente ejerce como Vice-
presidenta. Ha sido editora de la revista ANIDE del 2002 al 2005.
También es miembro del Centro Nicaragüense de Escritores CNE.Se
ha dedicado a la investigación filológica, centrada en la escritura de
mujeres y la crítica literaria, por lo que es reconocida como especia-
lista sobre literatura escrita por mujeres en Nicaragua y Centroamé-
rica.
Obra: Escritores jinoteganos. Nicaragua: Foro Nicaragüense de Cul-
tura 2013; Historiografía literaria nicaragüense en San Confín
de las Ausencias. Aportaciones para una historia de la literatura de
mujeres de América Central. Coord. Consuelo Meza Márquez. Méxi-
co: Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2009; Mujeres de sol
y luna/Poetas nicaragüenses 1970-2006. Antología. Nicaragua:
CNE/Ane/Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega. Colec-
ción Biblioteca Básica de Literatura Nicaraguense, dic. 2007; Con-
ferencias: Escritoras nicaragüenses: un festín de marginalidad. V
Congreso Centroamericano de Historia. Universidad de El Salvador.
18-21 de julio de 2000; Las niñas en la poesía de Rubén Darío.
XXXV Jornada Dariana Universitaria de la UNAN-Managua. 18 de
marzo 2016.

Escritoras nicaragüenses: un festín de marginalidad 1


Afirmar que la condición de género influencia los enfoques a través de
los cuales la historia –o mejor dicho, los historiadores, en su mayoría hom-
bres– perciben y analizan los fenómenos sociales y culturales, ya no constitu-
1 revistasacademicas.ucol.mx/index.php/generos/article/view/1163

732
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ye ninguna novedad. Con gran acierto dijo Anaïs Nin: “La historia, igual que
un reflector, ha iluminado lo que quería iluminar y a menudo omitió a la mu-
jer”. Sin embargo, las formas particulares de esta omisión sí ameritan ser
examinadas, para poder desenmarañar la compleja urdimbre del sexismo y de
la misoginia.
La marginación que a lo largo de los siglos hemos sufrido las mujeres
literatas tiene diversas dimensiones, las cuales con frecuencia se sobreponen
formando toda una red que a estas alturas todavía nos retiene. Las biografías
de las escritoras nicaragüenses ofrecen un vasto campo para estudiar dicha
marginalidad.
Primero que nada, Nicaragua –que supuestamente es un país de poetas–
no abunda en historias de su literatura, lo cual hace que el público lector
carezca de posibilidad de comparar y confrontar fuentes, limitándose en mu-
chos casos a una sola: Panorama de la literatura nicaragüense del prolífi-
co investigador Jorge Eduardo Arellano (Granada, 1946), publicada por pri-
mera vez en 1966 y reeditada, con ampliaciones, en varias ocasiones. Es un
libro ciertamente imprescindible, pero allí las mujeres figuran como genuinas
integrantes del proceso literario a partir de la década de los 60 del siglo pasa-
do, aseveración que escamotea aproximadamente una centuria de presencia
femenina en las letras nicaragüenses.

Nombres inaugurales
Hasta la fecha, las primeras autoras de las cuales se tiene conocimiento
son nada menos que las bisabuelas de Rubén Darío (1867-1916): Rita Mayor-
ga Rivas (León, c.1770-¿?) y Buenaventura Mayorga Rivas (León, c. 1780-
después de 1867). El historiador nicaragüenses Luis Cuadra Cea (1885-1975)
estudiando la biografía del autor de Azul, encontró en los archivos de León
datos sobre aquellas mujeres. Por eso sabemos que escribían. Sin embargo,
sus textos no han sido localizados ni estudiados, pese a su parentesco con la
figura cimera de las letras nicas.
El 10 de noviembre de 1854 el periódico Defensor del Orden (Granada)
publicó un poema firmado por el seudónimo La Patriota del Sauce. Ignoramos
cómo se llamaba realmente aquella mujer, desconocemos las circunstancias
de su vida, pero resultan evidentes sus inquietudes políticas y literarias.
Las otras autoras olvidadas son Vital y Leonor Sisón. Han sido mencio-
nadas únicamente en el estudio del historiador Salvador D’Arbelles (Corinto,
1900-1977) El periodismo en Corinto (1972), que dice: “Este periódico (La
Escuela y la Cruz) vio luz pública en los primeros días de 1861 en la hoy
ciudad de Corinto, cuando esta comenzaba a organizarse en lo que entonces
se llamaba Punta de Icaco. Era manuscrito y fue editado por dos hermanas:

733
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Vital y Leonor Sisón, oriundas de El Realejo, de padre chino y madre nicara-


güense; dos hermanas verdaderamente bellas, de ideas religiosas bien arrai-
gadas, devotas, que se trasladaron de El Realejo a la isla Punta de Icaco
fundando la primera escuela en la mencionada isla, y sacando una hojita pe-
riódica que era colocada en lugares visibles para que fuera leída por los habi-
tantes de la isla. Solo se tienen noticias de cinco ejemplares diferentes; eran
de índole literario-religiosa, y daban a conocer noticias del lugar. Este fue el
primer periódico publicado en Corinto”.
Esta información, aunque escueta, refuta tres supuestos básicos referen-
tes a la participación de las mujeres en la literatura –especialmente la ensayís-
tica– y el periodismo (modalidades que a mediados del siglo XIX estaban más
hibridadas que en la actualidad): un involucramiento tardío, circunscrito a los
centros de poder político e ideológico (León, Granada, Managua) y practicado
por personas pertenecientes a sectores sociales privilegiados. Las hermanas
Sisón iniciaron su labor antes de que surgiera El Diario de Nicaragua, fun-
dado en 1884 por Rigoberto Cabezas (1860-1896) y considerado “la primera
expresión del diarismo nicaragüense”; eran provincianas y no formaban parte
de la rancia aristocracia local.
Hasta donde tenemos conocimiento, la primera nicaragüense que ha pu-
blicado un poema firmándolo con su nombre es Isabel Ortega de Lezcano
(¿?-1865); en 1860 publicó en La Gaceta “Contestación”, sobre la amistad
entre mujeres; murió 25 días después de dar a luz a su hijo menor, José Anto-
nio Lezcano y Ortega (Granada, 1865-Managua, 1952), prominente religioso
y literato. No ha sido objeto de estudio alguno.
Apenas un poco más se sabe de Cándida Rosa Matus (Masaya, 1850-
ídem, 1928). Nunca publicó en vida; ocho de sus poemas, seleccionados por
una amiga e incluidos en el libro de otra autora, Adriana Gómez de Calderón,
vieron la luz 16 años después de su muerte en Poemas regionales y amisto-
sos (Managua: Tipografía Progreso, 1944). Vale la pena señalar que la publi-
cación tardía –aunque rara vez póstuma– de la obra escrita por mujeres con-
tinúa siendo un fenómeno frecuente.

Un anonimato revelador
El argumento en pro de la constante marginación de las autoras pioneras
que la crítica tradicional suele esgrimir es que la obra de ellas carece de
méritos estéticos (un hecho un tanto difícil de confirmar o rebatir, ya que los
escritos de estas mujeres están dispersos o extraviados). No obstante, el caso
de Clementina del Castillo demuestra que la notable calidad literaria tampoco
representa garantía alguna.

734
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Con este nombre está firmado Las sensaciones, largo poema epistolar
que inaugura ni más ni menos que la poesía erótica femenina en Nicaragua.
Se conoce un original manuscrito fechado en 1886; fue impreso por primera
vez en 1896. Jorge Eduardo Arellano escribe al respecto: “Concentrados y
felices, sus versos proceden de una descarga sorprendente de erotismo que
supera la censura moral a que estaba sometida la mujer en ese tiempo. Por
otra parte, revela a una apología del sexo, explicable en parte dentro de los
logros ideológicos de la revolución liberal de José Santos Zelaya”, ocurrida en
1893.
Aunque el libro tuvo mucho éxito y fue reeditado cuatro veces, resultó
ser demasiado audaz para su tiempo. Permaneció en el olvido durante casi
cien años, hasta que fue rescatado por Jorge Eduardo Arellano e incluido en
su Antología general de la poesía nicaragüense (1994).
No obstante, el rescate en sí no ha reivindicado el texto. Los lectores lo
ignoran; los críticos lo ven más bien como una curiosidad y nadie ha intentado
investigar a fondo quién está escondido bajo el seudónimo de Clementina del
Castillo.
El uso del alias y la negativa de salir del anonimato aun para cosechar
laureles son argumentos a favor de que la autora era mujer. A un varón, el
público le hubiera disculpado gustoso el festivo explayamiento sensual de la
obra; en cambio, una mujer hubiera tenido que enfrentarse a las acusaciones
de inmoralidad, descaro, falta de pudor. Ignoramos si el texto es autobiográfi-
co, pero es lógico suponer que el público lo percibía como tal; entonces, reve-
lando su verdadero nombre, la escritora hubiera puesto en la picota no solo a
sí misma sino también a su pareja. No es de extrañarse que no haya querido
pagar este costo.

Desfile de las olvidadas


Los escritos de varias autoras están perdidos por completo o casi por
completo, ya que nadie estimó importante recogerlos, mucho menos estudiar-
los. Josefa María Vega Fornos (Masaya, 1879/80-ídem, 1920), llamada “la
poetisa niña”, comenzó a componer versos a muy temprana edad. En 1888
fue aplaudida calurosamente durante la velada literaria que el Club Social de
Masaya ofreció al presidente de la República Evaristo Carazo. “Dentro de
seis u ocho años será la primera de nuestras poetisas centroamericanas”,
escribió al respecto la Revista Literaria, Científica y de Conocimientos
Útiles (León, 1888). Estudió en el Colegio de Señoritas de Granada, donde
obtuvo el título de maestra. Dada su excelencia académica, después de la
graduación pasó a dar clases en el mismo establecimiento, perfilándose como
docente de grandes capacidades. Sin embargo, su trayectoria literaria y pro-

735
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

fesional fue interrumpida por lo que en aquella época se llamaba “un flechazo
de Cupido”. Se casó con el coronel Manuel Antonio Cuadra Urbina y se
distanció de la poesía. Sus seis hijos varones fueron TODOS notables intelec-
tuales (cuatro de ellos, literatos) y sus tres hijas mujeres, amas de casa. Tenía
mucha razón Virginia Woolf al afirmar que el primer paso para llegar a ser
artista es matar al Ángel del Hogar.
Prácticamente toda la obra de Josefa Vega está perdida. Se conservan
“Un saludo” en Revista Literaria, Científica y de Conocimientos Útiles
(León, No. 4, 15 de abril de 1888) y “De gris”, incluido en la edición de 1948
de Poesía nicaragüense, antología compilada por María Teresa Sánchez (c.
1918-1994). Podemos decir, citando a Lino Argüello (León, 1887-ídem, 1937),
que Josefa Vega “pudo ser muy bien, pero no quiso nunca”. La referencia no
es casual: aunque es muy aventurado establecer comparaciones partiendo de
un solo texto, en “De gris” se percibe el hálito de la misma hiriente dulzura que
rezuma la obra de Linito de Luna, y las líneas “amo los ojos negros, dormidos,/
semivelados por la pasión” tienen el encanto de oscura transparencia.
La lista de autoras que estaban activas en el primer tercio del siglo XX,
sin publicar nunca un libro, es harto larga: Aura Rostand, Blanca Vega, María
de Tuggle (Blanca del Valle), Blanca Victoria Mejía, Rosa Choissel-Praslin,
Alicia Rostrán, Fany Glenton, Nila Jiménez, etcétera. Si agregamos a la nómi-
na a las ensayistas –algunas de ellas, con libros publicados– María A. Gámez,
Josefa Ortega de Huezo, Adela Moncada, Sara Barquero, Justina Huezo,
Sara Solís, Juana Molina, Zoraida Matus, se hace todavía más patente el
hecho que TODAS ellas han sido excluidas por completo del corpus literario.
Se desconocen sus obras, se ignoran sus biografías. A excepción de Aura
Rostand, Sara Barquero y Justina Huezo, no aparecen en ningún diccionario
de autores nicaragüenses; únicamente la primera ha sido incluida en antolo-
gías.

Hermanadas por el olvido


Las escritoras del siglo XX que habían logrado salir del anonimato y pu-
blicar se tuvieron que enfrentar con otras formas de la marginalidad: la desde-
ñosa condescendencia cuando obedecían las reglas del ser mujer y las acu-
saciones de inmoralidad cuando las violaban. En este sentido, es ilustrativo
comparar a Bertilda Portocarrero y Rosa Umaña Espinosa.
La primera fue lo que se dice una dama; mujer instruida para su tiempo,
educadora, ensayista y una poeta postmodernista galardonada en certámenes
locales. Su bibliografía consta de los siguientes títulos: De enseñanza musi-
cal (Chichigalpa: 1930); Sin dimensión (León: Editorial El Centroamericano,
1956); Influencia de la mujer educadora en la humanidad: doña Josefa

736
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Toledo de Aguerri (Managua: Editorial La Hora, 1962); Acentos políticos


(Managua: Editorial Recalde, 1967); Convención de la Alianza de Mesas
Redondas Panamericanas (Managua: Librería y Editorial Recalde, 1968).
Además, durante años publicó su poesía en periódicos y revistas. Jorge Eduardo
Arellano la caracteriza como “representante de la emotiva versificación subli-
teraria”. Cabe preguntar por qué cito con tanta frecuencia a Arellano, pero
resulta que es el único que emite juicios críticos sobre estas autoras de escasa
divulgación, y tal exclusividad hace que sus criterios se convierten en juicios
irrebatibles. Por supuesto, en teoría cualquiera puede cuestionar estas opinio-
nes, empero el interés general por el tema es casi nulo y las fuentes, práctica-
mente inaccesibles. Como resultado, sus pareceres son transmitidos, median-
te las citas, de un libro a otro, sin ser sometidos a una revisión crítica. Con eso
no pretendo afirmar que las opiniones de JEA sean necesariamente erróneas;
el nudo está en las dificultades prácticas para cuestionarlas.
Volviendo al tema anterior, apuntalamos que actualmente la obra de Ber-
tilda Portocarrero, pese a la habilidad técnica que la autora poseía, es conside-
rada “subliteratura”, pasatiempo de una ricahembra ociosa. Probablemente,
en aras de mantener “el decoro y la decencia” la escritora pecó de pusiláni-
me.
Mas veamos qué sucedía cuando una pecaba de atrevida, como ocurrió
con Rosa Umaña Espinosa (1872-León, 1924), poeta y crítica literaria que
hizo frente a toda una hueste de adversidades: era provinciana (no se sabe
exactamente si nació en Villanueva o en Estelí), mengala, pobre, huérfana y
autodidacta. Para colmo, padecía de tuberculosis.
Aun así, ha logrado publicar Recuerdos y esperanzas. Prosas y verso
(Managua: Tipografía Moderna, 1906); Ayes del alma (León: Tipografía J.
Hernández, 1909); Luz del ocaso. Primera parte: Juicios críticos. Segun-
da parte: Poesías (León: Tipografía J. Hernández, 1916). Casi huelga decir
que ninguno de estos libros no ha sido reeditado, ni en su totalidad ni parcial-
mente.
Según Arellano, Rosa Umaña “asumió seriamente la poesía”. Asimismo,
asumió el malditismo finisecular. Su participación en los círculos literarios, en
ese entonces exclusivamente masculinos, le valió la reputación de “rara” e
“impúdica”, de lo cual ella estaba perfectamente consciente y creía que ese
era el precio de ser poeta; Rosa Umaña –poetisa maldita– lo sabía y murió en
su ley: pobre y sola. Pero sí le preocupaba a ella su permanencia como litera-
ta, el destino de su obra. En eso, la rebelde Rosa Umaña se hermanó con la
comme il faut de Bertilda Portocarrero: ambas son marginadas, excluidas,
olvidadas. Ninguna aparece ni siquiera en la antología La mujer nicaragüen-
se en la poesía (1992) recopilada por Daisy Zamora.

737
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Humillante humildad
Tampoco es considerada parte integrante del modernismo nicaragüense
la poeta Adriana Gómez de Calderón (Granada, 1856 o 66-Managua, 1952).
De joven se relacionó con Rubén Darío, motivo por el cual los escritos poste-
riores de ella evidenciaban, según la expresión del escritor Gratus Halfterme-
yer, “un vivo recuerdo por el Poeta”.
Residió un tiempo en Panamá, donde estableció amistad con la poeta
María Olimpia de Obaldía (1891-1991), cuya obra había glosado en Comen-
tario en estrofas a la obra poética de María Olimpia de Obaldía, publica-
do en 1930 (ningún ejemplar de este se conserva). En 1935, Josefa Toledo de
Aguerri mencionó a Adriana de Calderón entre las mujeres que “cultiva(ba)n
la gaya ciencia”. A una edad ya avanzada, publicó dos poemarios: Poemas
regionales y amistosos (Managua: Tipografía Progreso, 1944) y Mi último
poema (Managua: Tipografía La Nueva Librería, 1944). Pese a su larga tra-
yectoria literaria y sus privilegiadas relaciones en el mundo de las letras, fue
para los escritores varones una especie de eterna párvula, nunca una igual
entre iguales. Ella misma aceptaba esta desigualdad como algo natural. Por
ejemplo, en 1945, enviando un ejemplar de Poemas regionales y amistosos a
Carlos Rocha, director de El Correo, la escritora le solicitó a través de la
dedicatoria que juzgada la obra “como ella se merezca, sin temor de flagelar-
la, para que se enmienda”. Merece la pena señalar que Rocha era menor que
Gómez y, aun perteneciendo ambos al mismo grupo social, ella lo trataba
como a un superior. Qué atroz nivel de sumisión: pedir ser castigada y todavía
sentirse agradecida. Pero este caso, aleccionador por descarnado, solo refleja
una disposición general: las mujeres vistas por todos –incluyendo a ellas mis-
mas– como eternas menores de edad, y los varones, revestidos de una auto-
ridad que emana de su sexo.

Ilustre y marginada
El hecho que la humildosa Adriana Gómez no pudo imponerse en el cam-
po de las letras nicaragüenses puede ser atribuido a rasgos de su personalidad
y a que había malogrado su voz tratando de ser una etérea poetisa rebosante
de delicadezas, en vez de cultivar su don de observadora minuciosa, tendiente
a la ironía.
Pero lo mismo ocurrió con la altiva, dinámica y perseverante Josefa To-
ledo Murillo de Aguerri (Juigalpa, Chontales, 1866-Managua, 1962). Su pre-
sencia es tan imponente y su aporte, tan descomunal que resulta imposible
obviarlo. No obstante, ahora es conocida únicamente como maestra de gene-
raciones; su faceta de escritora –antes que nada, ensayista– fue primero
desvalorizada y luego, olvidada.

738
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Josefa Toledo era una autora muy fecunda y de calidad desigual, pero
sus mejores escritos permiten perfectamente apreciar su talento narrativo.
Durante las décadas de los 10, 20 y 30, el impacto que causaban era todavía
mayor. En 1918 obtuvo el primer premio en la rama de ensayo en los primeros
Juegos Florales realizados en Managua.
Corrió el rumor que ella no era la verdadera autora de aquellas descollan-
tes obras, sino que pagaba a escritores varones para acceder a la excelencia.
Esta afirmación no se basaba en un hecho concreto sino en una premisa
misógina: escribía “demasiado bien para ser mujer”.
Ahora la intachable reputación de Josefa Toledo, ensalzada oficialmente
como arquetipo de maestra y proclamada una “heroína sin fusil”, ya no da pie
a estas acusaciones. Sin embargo, la beatificación escindió y marginó los
aspectos más interesantes de sus actividades. Apenas en los 90 la historiado-
ra nica-estadounidense Victoria González (Santiago de Chile, 1969) redescu-
brió a Josefa Toledo como una figura fundacional del feminismo en Nicara-
gua. La reincorporación de su aporte como escritora al acervo cultural del
país está lejos de ser llevada a cabo, puesto que sus obras no se reeditan
desde los años 30. Además, la crítica tradicional no las considera “literatura”
en pleno sentido de la palabra. Resultado: famosa y venerada, Josefa Toledo
continúa siendo marginada.

Un mañana que todavía no ha llegado


Otra figura de la “epopeya de las olvidadas” es la poeta Yolanda Caliga-
ris (Managua, 1910-ídem, 1964). Hija de Angel Caligaris, un emigrante italia-
no que hizo fortuna durante el Gobierno liberal de José Santos Zelaya, Yolan-
da inició sus estudios de secundaria en el Colegio de las ursulinas en Génova
y se graduó en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Managua.
Ha publicado tres poemarios: Bajo las estrellas (México D. F.: Editorial
Cultura, 1945); Sagitario (México D. F.: Editorial América, 1954); y Alcázar
de ensueño (México D. F.: Editorial América Nueva, 1960). Obtuvo en el
concurso de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos la Flor de Lis
de Oro por un soneto dedicado a Rubén Darío. Colaboraba en La Noticia
(bajo el seudónimo de zolianica), La Noticia Ilustrada y Suplemento.
En 1935 Josefa Toledo la señaló como una de las escritoras que
“plasma(ba)n su inspiración en camino del modernismo, no exento de pensa-
miento y delicadeza”. La eminente educadora incluso consideraba que Yolan-
da era la que hacía una “mayor labor” entre aquellas literatas.
Guillermo Rothschuh Tablada (Juigalpa, 1926), escritor y crítico nicara-
güense, manifestó respecto a Caligaris: “Ella inauguró un estilo, un sentimien-
to, y mañana, cuando se haga con exclusividad una historia de lo que la mujer

739
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

produjo en nuestra literatura nacional, ella junto a Rosa Umaña Espinosa se-
rán las pioneras”. Lamentablemente, este “mañana” justiciero aún no ha lle-
gado.

Lucero solitario
Otro caso de exclusión es el de Aura Rostand (seudónimo de María Isa-
bel Selva Escoto, conocida como María de la Selva, León, c.1899-México D.
F., 1957).
Los diez hermanos Selva Escoto –los De la Selva– fueron una familia
extraordinaria. Se destacan especialmente: Salomón (1893-1959), poeta mo-
dernista precursor de las vanguardias; Rogelio, licenciado en Derecho, secre-
tario privado del presidente de México Miguel Alemán; y Roberto, escultor y
grabador.
María, que compartía con sus hermanos la vocación por las letras y las
aventuras, es la menos conocida. Creció en la metrópoli, en el ambiente “de
conspiración política y amorosa, de liturgia, de aparecidas, de brujería”. Des-
pués de haberse graduado en el Colegio la Asunción se dedicó al magisterio, y
en 1920 fue nombrada por el Ministerio de Instrucción Pública directora de la
Escuela Primaria Graduada de Niñas No. 2 de su ciudad natal.
Ese mismo año empezó a publicar sus poemas, bajo el seudónimo de
Aura Rostand que usó durante toda la vida. En mayo de 1922 fue admitida al
Ateneo Nicaragüense, asociación que agrupaba a numerosos intelectuales de
la época.
Modernista en unos poemas suyos, posmodernista en otros, en los escri-
tos mejor logrados revela su destreza en el manejo de la métrica, riqueza
metafórica e intensidad emotiva. Incluso en los desaciertos logra un acento
personal, reconocible.
En los años 20 y 30 fue incluida en antologías de poesía nicaragüense
como cimera representante de la “musa femenina” y atrajo la benévola aten-
ción de los críticos de México, Panamá, Cuba y Colombia que le auguraban
un gran futuro, mencionando su nombre junto a los de Gabriela Mistral (1889-
1957), Alfonsina Storni (1892-1938) y Juana de Ibarbourou (1892-1979).
En 1927 fue nombrada cónsul de Nicaragua en Detroit, Estados Unidos
de América del Norte. Fue la primera mujer nicaragüense que desempeñara
un cargo diplomático. Ocupó el puesto hasta 1929.
El 28 de noviembre de ese año tomó parte en el rumboso homenaje que
Panamá rindió a la poeta María Olimpia de Obaldía (1891-1991).
A finales de los años 20 e inicios de los 30 Aura vivió en Bluefields,
inaugurando de paso el tema “costeño” en la poesía nicaragüense con su
“Mediodía en Bluefields”. A mediados de los 30 se trasladó con sus hijos a

740
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

México, donde se destacó como periodista laborando en revistas Hoy, Noso-


tros, etc. También condujo un programa radial llamado Hora internacional.
Alternaba con las personalidades más conspicuas de los círculos artísticos
mexicanos, como Frida Kahlo (1907-1954) y María Félix (1914-2002). Dejó
de publicar su poesía, pero continuaba escribiendo. Falleció en 1957 después
de una larga enfermedad.
Ahora su obra literaria, dispersa en los periódicos de América Central y
México y parcialmente inédita, es apenas conocida por el público. Hasta hace
poco apareció una recopilación póstuma, Huerto cerrado (Managua: Banco
Central de Nicaragua, 2013). A Salomón de la Selva, hermano de Aura, Are-
llano lo bautizó el “inmenso solitario”. Es mucho más solitaria Aura Rostand,
que, dicho sea de paso, nunca vivió ni escribió arrimada a las glorias fraternas.

Doblemente única
Todas las escritoras nicaragüenses que podrían ser ubicadas dentro de la
corriente modernista y posmodernista, quedaron al margen de las investiga-
ciones y de la mayoría de las antologías. Fueron condenadas sumariamente al
olvido. Lo mismo ocurrió con la poeta Carmen Sobalvarro, la única mujer que
formaba parte del autollamado Movimiento de Vanguardia. Es también la úni-
ca olvidada por la crítica. Se sabe muy poco de su vida. Nació en 1908 en
Ocotal, cerca de la frontera de Nicaragua con Honduras. La publicación pe-
riódica El Gráfico de Managua de 3 de noviembre de 1929 la menciona como
integrante del Comité Central Republicano de Tegucigalpa. Carteaba con
Augusto César Sandino (1895-1934), de quien estaba enamorada platónica-
mente.
A mediados de 1931 llegó a Granada y se integró al grupo de Vanguardia.
Formaba parte de la Anti-Academia Nicaragüense de la Lengua, una antítesis
sarcástica de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Sus integrantes aspi-
raban a “una literatura vernácula verdaderamente libre, personal y juvenil”.
En 1929-30 era colaboradora permanente de la revista Mujer nicara-
güense, publicada por Josefa Toledo de Aguerri. Posteriormente se estable-
ció en Honduras, porque, a diferencia –crucial– de los demás vanguardistas,
no se avino desde el inicio con el régimen de Anastasio Somoza García. Es
sencillamente injusto e inexacto proclamar, como lo hace el escritor nicara-
güense Julio Valle-Castillo (Masaya, 1953) en su prólogo para Tres amores de
Manolo Cuadra (1907-1957), que el autor de Contra Sandino en la monta-
ña fue el único vanguardista de izquierdas. En los años 30 Carmen Sobalvarro
no era menos izquierdista y el autor del mencionado prólogo, un investigador
bien informado, lo ha de saber. Pero ella no cuenta, está invisibilizada, margi-
nada.

741
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La hondureña Adaluz Pineda en su antología Honduras: mujer y poesía


(1998) dice, refiriéndose a Angela Ochoa Velásquez (1886-1969): “Luis An-
drés Zúñiga, el fabulista hondureño por excelencia, prologa su libro de versos
(1934) y la ubica junto a Clementina Suárez (1902-1991), Victoria Bertrand
(Alma Fiori, 1907-1952), Fausta Ferrera (1891-1971) y Carmen Sobalvarro
(esta última aparece en la nota de LAZ, pero es nicaragüense) como las
directoras de este movimiento literario perteneciente a la Ultima góndola”.
Sobalvarro falleció después del 11 de diciembre de 1942; no se sabe
dónde ni cuándo exactamente. No ha publicado ningún libro; su obra está
dispersa en los periódicos y los numerosos estudios dedicados al grupo de
Vanguardia la omiten olímpicamente. Pero, si era tan insignificante, ¿cómo
esta joven pueblerina logró impresionar a los vanguardistas, que eran icono-
clastas, altivos y excluyentes? Off the record, se ofrece una explicación que
no tiene nada que ver con la literatura: Carmen Sobalvarro era hermosa, tenía
unos ojos inolvidables. Entonces, la catalogan como una suerte de “novia” del
grupo, lo cual no corresponde a la verdad histórica. Ella era una persona
reservada, seria, nada decorativa; fue admitida a la agrupación gracias a sus
méritos literarios. Hace tiempo lo narró en sus memorias Pablo Antonio Cua-
dra (Managua, 1912-ídem, 2002), el único ex vanguardista que no fue afecta-
do, a partir de los años 40, por una amnesia selectiva respecto a Sobalvarro.
Es un declarante válido, bien informado e imparcial, ya que las reivindicacio-
nes feministas no le interesaban en absoluto. Aun así, el criterio sexista se
impone, a la escritora ocotaleña la siguen percibiendo como “novia” de la
agrupación y no como su plena integrante.
La poeta nicaragüense Daisy Zamora (Managua, 1950) la incluyó en su
antología pero, siguiendo la tradición de otro autor de Vanguardia, José Coro-
nel Urtecho (Granada, 1906-Los Chiles, Costa Rica, 1994), insistió en el ca-
rácter “espontáneo, primitivista y natural” de aquella poesía. Este enfoque
esencialista le resta a la autora la dimensión intelectual; sin proponérselo, la
reduce de nuevo a la simple sensibilidad intuitiva, dizque inherente a la natura-
leza femenina.
La preclara emotividad de la poesía de Carmen Sobalvarro no está basa-
da en la mera espontaneidad, que, a su vez, casi siempre brota de la ignoran-
cia. La sencillez de la poeta es meditada y culta (eso no quiere decir culterana
o erudita). Para percibirlo, basta con asomarse a esta estrofa: “Antiguo can-
cionero de la llanura/que ama la verde fronda,/como ama la dulzura/los labios
de Gioconda.”
La recuperación de la obra de Aura Rostand y de Carmen Sobalvarro se
dificulta además por el hecho que ambas vivieron gran parte de su vida fuera
de Nicaragua (pero siempre se consideraban a sí mismas escritoras nicara-

742
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

güenses). Como resultado de esta escisión, quedaron en el limbo. Los investi-


gadores hondureños no incluyen a Sobalvarro en sus análisis porque ella era
nicaragüense; los nicaragüenses tampoco la incluyen porque vivía en Hondu-
ras.

Las narradoras: “más peor”


En general, la narrativa nicaragüense tuvo un desarrollo más tardío y
modesto que la poesía. Las mujeres dedicadas a la narrativa resultaron ser las
más marginados dentro de un conjunto de por sí marginal.
La pionera, por así decirlo, simbólica, de este género fue María Cristina
Zapata (Chinandega, 1898-Managua, 1970), ensayista, narradora, periodista,
poeta y además, política de filiación liberal.
En la década de los 10 ensayó la novela, pero ningún ejemplar de esta se
ha conservado. También introdujo formas modernas de poesía antes de que
surgiera el Grupo de Vanguardia, aporte que nadie ha estudiado a fondo.
La primera autora nicaragüense que ha publicado un libro de narrativa es
Nilla Clara Mélida Ravetalla (seudónimo de Carmen Mantilla de Talavera,
Ocotal, 18??-después de 1935), madre de Carmen Talavera Mantilla, también
escritora. En los años 30 colaboraba en revistas (por ejemplo, Suplemento de
Cristino Paguaga Núñez (Acoyapa, Chontales, 1904-1985), donde, el 10 de
febrero de 1935, publicó “Recuerdos de los días aciagos de la intervención”).
En la década de los 30 vio la luz su libro Los piratas (Managua: Tipografía
Pérez, 1935).
Josefa Toledo, interesada en tomar pulso a los avances de las mujeres en
todas las esferas, sintió en aquella noveleta histórica un “eco nostálgico” y
“sabor de leyenda”; también captó el “fuerte romanticismo” un tanto trasno-
chado. No era una obra de aquellas que marcan un hito en la literatura, como
tampoco lo fueron los demás escritos publicados en aquel período, poco ubé-
rrimo para la prosa pinolera. Sin embargo, a estos otros –todos varones– no
los han relegado por este motivo en la historia de la literatura, como ocurrió
con Ravetalla.
Otra notable segoviana, Madame Fleure (seudónimo de Carmen Talave-
ra Mantilla, Somoto, 1902-Managua, 1976), hija de la autora antes menciona-
da, era narradora, poeta y asidua colaboradora de periódicos y revistas. Publi-
có dos libros: Tormenta en el Norte (Managua: Editorial Nuevos Horizontes,
1947); y Seda de aquellas moreras (Managua: 1957).
José Floripe (Estelí, 1936-Managua, 2012), fervoroso investigador de las
tradiciones culturales de Estelí, la caracterizó de la siguiente manera: “Ella no
cabía en Estelí porque era una mujer superior por su instrucción y sus aspira-
ciones intelectuales.” La única investigadora que prestó atención a esta auto-

743
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ra es la filóloga nicaragüense Nydia Palacios (Masaya, 1939), que la mencio-


na en sus estudios sobre la novela nicaragüense. Pero continúa siendo una
especie de compartimento estanco.
La trayectoria literaria –o más bien la aparente ausencia de esta– de
Ángela Robleto (1890-1984) ilustra con meridiana claridad cuán importante
era el género para insertarse en el mundo artístico. Ángela Robleto era her-
mana del escritor Hernán Robleto (Camoapa, 1892-México D. F., 1968), uno
de los autores más representativos de la novela criollista nicaragüense. Du-
rante la década de los 50 él llegó a adquirir cierta notoriedad incluso a nivel
continental; en cambio, ella nunca publicó un libro en vida. Su obra era cono-
cida únicamente por sus amistades; solo vio la luz el folleto México imponde-
rable (del recuerdo) (Managua: Editorial Artes Gráficas, 1948), de escasísi-
ma circulación. La reivindicación ha tardado mucho: en 1999 fue designada
por el capítulo local de la Comisión 2000 Ciudadana Notable de Boaco, y poco
después apareció su primer libro: Serán cenizas (Boaco: Secretaría Departa-
mental del Gobierno de Boaco, 2000).

Al margen del contexto


Otra narradora ignota es Graciela González (Estelí, 1918-ídem, 2007).
Estudiando secundaria en el Colegio La Divina Pastora de Diriamba, escribió
y dirigió su primera obra teatral, El bazar de las muñecas. En la misma
época comenzó a escribir la narrativa corta. Ingresó a la Universidad Central
de Managua para estudiar Derecho y se desempeñó en la misma universidad
como bibliotecaria. Se vinculó con los periodistas nicaragüenses, salvadore-
ños y guatemaltecos. Colaboró en diversos medios nacionales. Fungió como
conductora, guionista y editora de un programa cultural que se transmitía por
la emisora Voz de América Central.
Su novela costumbrista Vendo mi vida participó en el Concurso Nacional
Rubén Darío y, recomendada para la publicación por el jurado, fue editada por
la Editorial Hospicio de León 1944. Graciela mereció un elogio del historiador
Gratus Halftermeyer, quien dijo sobre ella: “A sus 24 años ha hecho más que
muchos a los 50”.
En 1945 se fue a los EE. UU. para estudiar Bibliotecología en la Univer-
sidad de Michigan. En 1946 fue designada subdirectora de la Biblioteca de la
Organización de Aviación Civil Internacional con sede en Montreal, Canadá.
Además, fue editora de la revista de la Organización de las Naciones Unidas
para el Desarrollo Industrial. En 1950 publicó su segunda novela, Carne y
alma (Managua, sin editorial y sin año).
Durante los años 50, 60 y 70 fue funcionaria de la ONU y trabajó en
varios países de América Latina, Europa y Asia. En 1980 se jubiló y residió en

744
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Estelí hasta su fallecimiento. Su narrativa breve permanece inédita. Sus escri-


tos de los 40 son índole folletinesco (ahora dirían que telenovelero), con esca-
sos elementos de permanencia, aunque en su tiempo mucha gente los leyó
con atención y deleite, a causa de su sabor regionalista y cierta habilidad para
construir la trama. Sin embargo, quedaron al margen de la atención crítica, la
cual no tiene por qué ser necesariamente elogiosa, sino ubicar cada obra en su
contexto, labor que todavía no está hecha respecto a ambas novelas de Gon-
zález.

De narradora a política
Olga Núñez Abaunza de Saballos (Masaya, 1920-ídem, 1971) es conoci-
da básicamente como la primera mujer nicaragüense graduada en Derecho,
mas en su juventud ella también escribía narrativa. Mientras cursaba sus es-
tudios de secundaria, se reveló como una promesa para con las letras. “Apun-
ta vibrante y decidida la adolescente Olga Núñez Abaunza”, manifestó en
1935 Josefa Toledo.
En 1945 Olga Núñez ganó el Premio Nacional de Literatura Rubén Darío
por su novela Renunciación, que nunca fue publicada. Formaba parte del
Ateneo de Masaya, su muy querida ciudad natal, y de la Guardia de Honor de
Rubén Darío.
A finales de los 40 abandonó las letras e hizo una brillante carrera como
jurista y política. En 1950 fue nombrada Viceministra de Educación Pública;
en 1955 fundó el Ala Femenina del Partido Liberal Nacionalista (de hecho,
somocista), que había dirigido hasta su temprana muerte. En una ocasión
consultada en privado sobre la razón del abandono de las letras, respondió:
“No me daban chance, nadie me tomaba en serio, y a mí me gusta ser la
primera”.2
Paradójicamente, la literatura resultó ser para Núñez, una mujer ambicio-
sa y dinámica, un campo más restringido que la política. Por cierto, las nicara-
güenses tienen derecho a voto a partir de 1955 y el derecho a pertenecer a la
Academia Nicaragüense de la Lengua, a partir de 1998. Un dato asaz ilustra-
tivo.

Ilustre desconocida
Es realmente dramática la omisión que sufre la obra de Margarita Gómez
Espinosa (Jinotepe, 1915-ídem, 1997), narradora y ensayista. Desde 1962 hasta
1979 ella se desempeñaba como agregada cultural de la Embajada de Nicara-

2 Entrevista personal con Aurora Argüello, León, 1991.

745
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

gua en España. El poeta Carlos Martínez Rivas (1924-1998), que rara vez
escribía prólogos, hizo uno para su libro Rubén Darío, patriota.
En 1956 fue electa Mujer de Nicaragua por la Unión de Mujeres Ameri-
canas. En 1974 la Academia Real de Cádiz la designó miembra correspon-
diente.
Como no era simpatizante de la Revolución Sandinista, durante la década
de los 80 Gómez vivió en Guatemala, donde trabajó como docente y colaboró
en publicaciones periódicas. Regresó a Nicaragua en los 90; radicaba en Jino-
tepe, donde falleció.
Ahora la Biblioteca de Jinotepe lleva su nombre, y en 1999 la Comisión
2000 la designó Ciudadana del Siglo por Jinotepe. Sin embargo, de poco sirven
estos honores si la obra de Margarita Gómez es inaccesible para el público
nicaragüense. La bibliografía de la autora consta de 13 títulos:
• Pétalos (Jinotepe: Tipografía Carazo, 1941)
• Alma indígena (Jinotepe: Tipografía Carazo, 1942)
• Nuevos rumbos (Managua: Tipografía Heuberger, 1955)
• Por almas y por mares (Madrid: Editorial Colenda, 1956)
• La bruja (Barcelona (Ediciones Rumbos, 1958)
• Pío XII (Barcelona: Ediciones Rumbos, 1959)
• La maraña (Barcelona: E.H.E., 1960)
• Rubén Darío patriota (Madrid: Triana, 1966)
• Encuentro en Ibiza (Madrid: 1969)
• Mallorca, isla invadida (Madrid: Gráficas Feijó, 1971)
• Rubén Darío, poeta universal (Madrid: Paraninfo, 1973)
• Así es Nicaragua (Madrid: Paraninfo, 1973)
• Herencia fatal (Madrid: Papelería Rei, 1977)
Diez de estos libros fueron publicados en España y no están disponibles
en las bibliotecas de Nicaragua. A inicios de los 90 la destacada promotora
cultural María Manuela Sacasa de Prego presentó al Instituto Nicaragüense
de Cultura un proyecto para la adquisición de estos libros, pero, como siem-
pre, no hubo fondos disponibles.

Nunca hubo tiempo para valorarla


Pero todo lo anteriormente expuesto palidece ante el calamitoso destino
que corrió el legado artístico de María Teresa Sánchez (c. 1918-Managua,
1994), poeta, narradora, promotora cultural y artista plástica.

746
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Es la única persona que ganó en cuatro ocasiones –y en distintos géne-


ros– el Premio Rubén Darío; en calidad de promotora cultural desempeñó el
papel de primera magnitud durante las décadas de los 40 y 50, y si bien poste-
riormente su protagonismo ha ido disminuyendo, continuó activa hasta finales
de los 70. Fue una artista polifacética, pues incursionó en la pintura y la escul-
tura, facetas que merecen un estudio aparte.
El 6 de febrero de 1985 recibió la Orden de la Independencia Cultural
Rubén Darío. En homenaje a sus méritos, el Banco Central de Nicaragua
creó en 2010 el Certamen de Literatura María Teresa Sánchez.
No obstante, este nombre es casi desconocido fuera de Nicaragua, y
tampoco es muy conocido dentro, pese a que la autora posee todos los méritos
para ello. Luis Alberto Cabrales (Chinandega, 1901-Managua, 1974), poeta e
historiador nicaragüense, uno de los fundadores del Grupo de Vanguardia,
expresó en 1958 –sin exageración localista– que María Teresa Sánchez “com-
parte la supremacía poética centroamericana con Claudia Lars (1899-1975) y
Clementina Suárez (1902-1991)”.3
Pero si estas dos autoras son consideradas figuras básicas de sus res-
pectivas literaturas, María Teresa Sánchez es una artista marginal. En parte
eso se debe a que la literatura nicaragüense posee una gala tan formidable
como Rubén Darío y por ende, se da un lujo de no prestar atención a nombres
“menores”. Haber crecido a la sombra de un genio tiene sus desventajas, y tal
sombra siempre resulta más densa para las mujeres.
La biografía de María Teresa Sánchez está llena de lagunas, y resulta
que el nombre con el cual la conocemos tampoco era su nombre legal. De
acuerdo al certificado de matrimonio, Pablo Steiner Jonas (1909-1986) y María
Teresa Larios, conocida como María Teresa Sánchez, se casaron por lo civil
en la casa cural de Masatepe el 22 de junio de 19514, y la contrayente tenía en
ese entonces 33 años. No obstante, esta información tampoco puede conside-
rarse incuestionable; hasta que sea localizada la partida de nacimiento origi-
nal, nos tenemos que limitar a una aproximación: nacida circa de 1918.
Ella evitaba hablar de su familia de origen, y todo indica que era una hija
natural no reconocida, una “bastarda”. La información sobre la infancia de
María Teresa proporcionada por ella misma, como sus estudios en el Colegio
Inmaculada Concepción de Managua y en el Colegio Francés de Granada y la
permanencia en Puebla, México, donde presuntamente tomó clases particula-
res de escultura, no ha sido corroborada.

3 Canto amargo... en Educación, número 4, abril-junio de 1958, p. 66.


4 Libro del Registro Civil, certificado No. 16, p. 12.

747
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

En cambio, varios testimonios la ubican en el Hotel Ayala, propiedad de


don Francisco Ayala (c. 1869-1942), compañero de vida y luego esposo legal
de Cándida Rosa Larios (c. 1900-1982), madre de María Teresa. No era un
hotel de alta categoría, sino más bien una pensión habitada, entre otros, por
poetas, quienes, supuestamente, entotorotaron a la joven para que también se
creyera poeta y publicaron con su firma unos versos que ella no había escrito.
Desde entonces y hasta ahora, la obra literaria de María Teresa se encuentra
bajo sospecha.
Incluso admitiendo que aquella publicación apócrifa tuvo lugar, eso no
demerita una trayectoria que se extendió por más de medio siglo: de 1939, año
de aparición del poemario Sombras, hasta 1994. No hay quien pudiera hacer-
se cargo de la tarea de escribir, con ejemplar dedicación y sigilo, todos aque-
llos versos, cuentos, ensayos y artículos que María Teresa Sánchez había
publicado en este lapso.
Su trayectoria de literata alcanzaría para encumbrarla, pero debemos
añadir otra faceta: la de promotora cultural. Aquella formidable labor se con-
centra en dos palabras: Nuevos Horizontes, nombre de tres entidades: Círcu-
lo de Letras, editorial y revista. María Teresa fue directora de todas estas
entidades, y nadie puso jamás en duda su diligencia.
El primer número de la revista Nuevos Horizontes –anunciada como
quincenal, aunque de hecho fue mensual– se imprimió con la fecha del prime-
ro de abril de 1942 y duró, en varios formatos y variable periodicidad, hasta
1977.
María Teresa Sánchez hegemonizó la vida cultural de Managua durante
los años 40 y 50 y se convirtió, según Pablo Antonio Cuadra, en un “Ministerio
de Cultura privado”.
Aun así, la sospecha sobre su autoría persistía. La ilustre Josefa Toledo
también fue inculpada de recurrir a servicios de escritores varones; pero si
doña Chepita, de temperamento sereno, no se dignó de refutar las acusacio-
nes, la reacción de María Teresa, de natural acometedor, en ocasiones llegaba
a ser belicosa. A mediados de los años 50, durante un evento cultural el perio-
dista Manuel Díaz y Sotelo5 la acusó de haber publicado como propios unos
textos de Manolo Cuadra (Malacatoya, 1907-Managua, 1957) –a quien la
ligaban afectivamente–; entonces, ella sacó de su bolso una pintura de labios,
se embadurnó las manos y le estampó al ofensor dos bofetadas carmesíes,
profiriendo: “Soy lo suficientemente inteligente para no necesitar robar poe-

5 Manuel Díaz y Sotelo (1929-1959): talentoso y valeroso periodista y guerrillero


antisomocista, asesinado por la Guardia Nacional.

748
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mas”.6 Al regresar a casa, se soltó en lágrimas. Lástima que precisamente a


Díaz y Sotelo le tocara la reprimenda; aquel no hizo más que decir a la cara de
ella lo que muchos otros murmuraban a sus espaldas.
A mi parecer, una de las causas de esa sospecha tan pertinaz que pesa
sobre María Teresa es su origen. Ella no provenía de la buena sociedad, y su
florescencia literaria resultaba doblemente sospechosa: por razones de géne-
ro y de clase.
Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal (Granada, 1925) y Jorge Eduardo
Arellano, perfectamente al tanto de los rumores sobre la obra de María Tere-
sa, nunca les dieron crédito; publicaron los poemas de Sánchez en medios por
que dirigían y/o los incluyeron en antologías por ellos compiladas.
Con el paso del tiempo, María Teresa se volvió más dependiente de la
opinión pública y trató de hacer olvidas sus osadías. Mentía piadosamente
sobre su vida sentimental, aun cuando los hechos que pretendía negar eran
muy fáciles de descubrir con solo cotejar las fechas (como, por ejemplo, darse
cuenta de que su hijo e hija no podían ser engendrados por su esposo, por la
simple razón de que nacieron antes de que ella y Pablo Steiner se habían
conocido). Le preocupaba profundamente tener buena imagen. “Una cosa es
ser poeta y muy otra, ser una puta”, comentó en varias ocasiones.7 Asumía
una actitud defensiva, porque sabía que la gente continuaba recordando sus
romances de antaño; durante toda la vida llevó el estigma de ser una mujer
libertina. La censuraban incluso los varones cuya vida sexual era siempre lo
menos ejemplar posible.8
Después de su fallecimiento, a María Teresa Sánchez le organizaron un
funeral pomposo y luego, la olvidaron. No se sabe qué ocurrió con sus manus-
critos. Ella siempre seguía escribiendo. “Nunca hubo tiempo”, memorable
poema que aparece en la antología reunida por Daisy Zamora, llegó hasta la
imprenta por mera casualidad.
La bibliografía de Sánchez consta de diez títulos: ocho publicados en vida
y dos póstumos. La mayoría es muy difícil de encontrar, y varios no están
disponibles en bibliotecas públicas. Por eso Obra escogida (Managua: Ban-
co Central de Nicaragua, 2014) recogió la parte más significativa de su pro-
ducción literaria en verso y en prosa.

6 Conversación personal con María Manuela Sacasa, 2000.


7 Entrevista personal con María Teresa Sánchez, Managua, 1993.
8 Conversación personal con Carlos Martínez Rivas, Managua, 1993.

749
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Los críticos la prefieren misteriosa


Muy diferente de la vida audaz y angustiosa de María Teresa Sánchez
fue la existencia de la poeta y artista plástica Mariana Sansón (León, 1918-
ídem, 2002).
Provenía de una familia culta y adinerada, flor y nata de la aristocracia
leonesa. Estaba emparentada con varios poetas: Lino Argüello, Salomón de la
Selva, Pablo Antonio Cuadra, Carlos Martínez Rivas (Guatemala, 1924-Ma-
nagua, 1998), Ernesto Cardenal (1925). Todos buenos o influyentes, o ambas
cosas a la vez.
Desde niña estuvo rodeada de misteriosas coincidencias, que le inspira-
ban más asombro que miedo. En distintas circunstancias y momentos le apa-
recieron: un ángel vestido de celeste, una mujer de rostro adusto y atavío color
fuego, llevando libros bajo el brazo, y una dama con ropas a la usanza colonial.
Cardenal le comentó posteriormente que aquellas visiones fueron sus musas.
Siempre era una lectora insaciable, pero no evidenciaba mayor inclina-
ción hacia las letras. A los 19 años se casó con Eduardo Argüello, un potenta-
do productor agropecuario. El matrimonio no fue feliz.
A inicios de los 50, a Mariana le aconteció la poesía: “Aquella tarde yo
estaba en la puerta de mi casa y una conocida me contó que una empleada
mía estaba embarazada de mi marido y que él la había llevado a su finca a la
orilla del río, adonde nunca quiso llevarme. Sentí que me atravesaba un rayo y
comencé a sangrar; resultó ser un aborto, así perdí a mi cuarto hijo. Y salió mi
poesía”.9 Publicaba en El Centroamericano (León) y La Prensa Literaria,
dirigida por su primo Pablo Antonio Cuadra (no está de más decir que en
Nicaragua los parentescos facilitan mucho las cosas).
Al inicio sus creaciones eran bastante tradicionales, de corte sentimental
y/o costumbrista. En 1954, durante una visita a Nueva York, se encontró en el
Consulado de Nicaragua con el poeta nicaragüense José Coronel Urtecho y
le recitó algunas estrofas de su cosecha. Aquel escuchó sin interés, por mera
cortesía. “Le agregué que tenía otro tipo de poemas y que lo raro era que los
había escrito en inglés, sin hablar esta lengua, habiéndolos armado con ciertas
frases de conversación que se ofrecen en los textos de enseñanza...” Esta
vez Coronel quedó impactado: “Puesto de pie y con la excitación de un hallaz-
go inesperado, levantó su dedo índice sobre mí –que, recogida en un sofá, no
alcanzaba a comprender lo que sucedía–, y me dijo: “¡Formidable!... ¡formi-
dable!... ¡curioso!... Ese es el camino que usted debe seguir”.10 Si admitimos

9 Entrevista personal con Mariana Sansón, León, 1994.


10 Mariana Sansón, Las horas y sus voces y otros poemas. Managua: Editorial Nueva
Nicaragua, 1996, páginas 20-21.

750
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

que la poesía de Mariana Sansón es “inconsciente” (en lo personal, creo que


es más bien preconsciente), el Id de la autora le hizo caso a José Coronel, y
con muy buen suceso.
En 1959 Mariana dio a conocer su obra a un grupo de intelectuales liga-
dos a la Universidad Nacional Autónoma en León, dirigida espléndidamente
por Mariano Fiallos Gil (León, 1907-ídem, 1964), padre de la entonces futura
novelista Rosario Aguilar (León, 1938). Como los versos gustaron, la UNAN
publicó una selección en Cuadernos Universitarios. Al enterarse de esto, el
esposo de Mariana le preguntó: “¿Qué tenés con el rector?”.
En 1960 don Eduardo Argüello fue nombrado Embajador de Nicaragua
ante el Gobierno de Italia. Bajo el cielo de Roma, “que se tiende sereno sobre
los siglos”, Mariana cobró consciencia de sus raíces indígenas. Escribía inten-
samente y mandaba cuadernos llenos de poemas a Ernesto Cardenal, que
estaba estudiando Teología en el Seminario para vocaciones tardías Cristo
Sacerdote (La Ceja, Colombia). En 1962 dio un recital auspiciado por el Co-
mité Internacional por la Unidad y Universalidad en la Cultura; las traduccio-
nes de sus poemas han sido publicadas en revistas literarias (La Fiera Lette-
raria, Giornales del Poeta). En una ocasión se encontró en la calle con
Giorgio de Chirico (1888-1978), pintor de “universos inquietantes”. Mariana
afirma que aquel ha sido su único contacto con el surrealismo, corriente artís-
tica a la cual los críticos suelen adscribir su obra.
Durante su permanencia en Europa tomó la decisión de divorciarse. No
fue fácil, considerando la época y el círculo social al que pertenecía, pero ella
sentía que su esposo y ella no tenían ya nada en común. En 1963 se estableció
en San Francisco, California, desempeñándose como agregada cultural del
Consulado de Nicaragua. Aquel mismo año obtuvo el primer premio en el
ramo de la poesía en un certamen organizado por la Sociedad de Escritores y
Artistas Americanos, sección de Nicaragua, para conmemorar su vigesimo-
quinto aniversario.
En 1965 regresó a su patria y se reincorporó a las actividades culturales
de León. En 1967 se casó en segundas nupcias con Edgardo Buitrago Buitra-
go (León, 1924-ídem, 2009), destacado catedrático y dariano.
En los 60 incursionó a las artes plásticas, fabricando extrañas composi-
ciones con ramas y semillas. También hizo pintura primitivista con sello pro-
pio. En 1980 organizó el Grupo Subtiava de Pintura Primitiva.
Ha sido la primera mujer admitida como miembra correspondiente de la
Academia Nicaragüense de la Lengua. El solemne acto fue llevado a cabo el
2 de diciembre de 1998, después de que los honorables académicos se acor-
daron de eliminar el requisito de ser varón para pertenecer a la Academia.
Más vale tarde que nunca, dice el refrán, pero para Mariana, fue demasiado

751
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

tarde: ella estaba enferma y apenas se daba cuenta de lo que estaba pasando.
Su membrecía fue netamente simbólica.
En apariencia, la trayectoria poética de esta autora es bastante venturo-
sa, pero la marginación de todas maneras está presente. El primer obstáculo
que ella tuvo que sortear era la reacción de su primer esposo, que no compar-
tía los intereses artísticos de Mariana. No llegó a prohibirle que escribiera,
pero no le agradaba el hecho. Como la relación entre ambos ya estaba bas-
tante deteriorada, ella no se sentía muy tentada de satisfacer los deseos del
cónyuge, pero la aprobación de la pareja es un elemento que todavía hoy es
significativo para las escritoras. Si el hombre acepta la vocación de la mujer y
la apoya, el asunto marcha; si no, vienen los conflictos. Los varones perciben
sus intereses y aspiraciones como legítimas a priori; las mujeres solemos
solicitar la legitimación de nuestros deseos a los hombres, y nos sentimos
agradecidas cuando la obtenemos.
Contra viento y marea, Mariana Sansón siguió escribiendo. Entre su pri-
mer libro, Poemas, publicado por la UNAN de León en 1959, y el segundo
Poemas de Mariana Sansón Argüello. (León: 1967), transcurrieron 8 años.
Entre este segundo y el tercero (Zoo fantástico. Managua: INC, BANIC,
INCH, 1994) pasaron 24 años. Y eso que se trata de una persona privilegiada,
con un acceso relativamente fácil a los poderes culturales de Nicaragua. La
publicación que reúne el mayor número de poemas de la autora es Las horas
y sus voces y otros poemas (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1996),
pero son solo una ínfima parte del total de su producción. Todas las seleccio-
nes de la poesía de Mariana siempre fueron hechas por varones; son bastante
arbitrarias y la encasillan en el sedicente carácter metafísico de su obra. Ella
siempre se ha mostrado reacia a analizar y explicar sus poemas; este distan-
ciamiento, probablemente, obedece al deseo de conservar una libertad irres-
tricta, que no se atiene a las reglas. La poesía de Mariana es su “recodo de
libertad”.11
La poeta confía en su intuición de mujer; eso bien lo ilustra el siguiente
texto suyo:
El sexo da
un determinado carácter
al Hombre.
Una mujer adivina
en la obscuridad la forma;
el hombre se adentra en ella
sin saberlo.
11 Poema inédito de Mariana Sansón.

752
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Los críticos aceptan gustosamente el esencialismo de la poesía de San-


són y casi siempre la enfocan como un misterio al margen de toda lógica. Este
es un criterio predominante, pero no único. Angel Martínez Baigorri (Lodosa,
España, 1899-Managua, 1971), escritor y religioso nicaragüense de origen
español, se refirió a los poemas de Mariana en los siguientes términos: “To-
das, o por lo menos las mejores logradas de esas poesías, son intuiciones
rápidas de experiencias lentas de vida”12.

Pérdida para la historia


La condición de género ha sido determinante en la trayectoria literaria de
Magdalena Úbeda Granera (Chinandega, 1928), educadora, ensayista y poe-
ta.
Nació en una patricia familia chinandegana, de estirpe conservadora, pero
ya venida a menos económicamente. Desde muy temprano, Magdalena se
interesó en las letras: “Aprendí a escribir a los cinco años, y a esa misma edad
comencé a componer cuentos, con mala letra y con tremendas faltas de orto-
grafía. [...] Siempre era muy estudiosa y leía todo lo que caía en mis manos,
sin orden”.13
Como en Chinandega no había bachillerato, decidió trasladarse a Mana-
gua para terminar la secundaria. “Me fue casi, casi contra la voluntad de mi
gente, que era conservadorísima. Pero los convencí”.14
Todavía siendo estudiante, escribió un ensayo sobre la incidencia de Pe-
drarias Dávila, primer Gobernador de Nicaragua. Dicho estudio fue publicado
por el periódico capitalino Flecha y causó un debate, que duró alrededor de
un mes y promovió a la joven en los círculos intelectuales de Managua. Pablo
Antonio Cuadra le escribió una carta muy afectuosa, afirmando que Magda-
lena poesía un don de historiadora e instándola a escribir más.
La muchacha fue introducida por sus amistades intelectuales al Círculo
de Letras Nuevos Horizontes, recién fundado por María Teresa Sánchez.
“El ambiente allí era sumamente agradable porque todo era muy natural. Na-
die adoptaba una pose, nadie era maestro de nadie”15
En el año lectivo 46-47 Magdalena estudió Derecho en la Universidad
Libre de Nicaragua. “Después me casé... Entonces, se terminó el Derecho.
Ya casada, una vez volví a ver a mi amigo el poeta Manolo Cuadra y él me
dijo: ‘La perdió la historia, pero la ganó el hogar’”.
12 Mariana Sansón, Las horas y sus voces y otros poemas, Managua: Editorial Nueva
Nicaragua, 1996, p. 216.
13 Entrevista personal con Magdalena Úbeda, Estelí, 2000.
14 Ídem.
15 Ídem.

753
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Los esposos se instalaron en La Concordia, un pueblito del departamento


de Jinotega. No era, obviamente, un lugar apropiado para el desarrollo de una
literata. Magdalena se desvinculó casi por completo de los círculos intelectua-
les y ya nunca más pudo retomar la labor investigativa. Ha criado nueve
vástagos y por 38 años se desempeñó como profesora de secundaria.
Su único libro, Estelí 79, Jinio-Julio (Managua: Editorial Alemana, 1979)
es una especie de diario en verso y prosa escrito durante los últimos dos
meses de la guerra de liberación del 79 (la autora residía en Estelí, donde los
combates fueron especialmente cruentos). “Si no lo hubiera escrito, me hu-
biera vuelto loca. El refugio de una escritora es poder escribir. Mi temor era
que se me acabara el papel”. 16
Estelí 79… es un sugestivo collage testimonial, cuya vigencia radica no
solo en el hecho de ser un “documento humano”, sino en los méritos literarios.
En sus mejores páginas Magdalena Úbeda alcanza, gracias a su capacidad de
síntesis y a su orgánica vehemencia, niveles apreciables de tensión poética.
Pero es más conocida por su militancia política (es socialcristiana desde los
60) que como literata. No la había sacado del anonimato ni siquiera su breve
permanencia al frente del Instituto Nicaragüense de Cultura en 2005.

En resumidas cuentas
Resumiendo lo dicho anteriormente, podemos afirmar que las pioneras
de la literatura nicaragüense han experimentado y siguen experimentando –
en vida y en la muerte– la marginación que consiste en:
a) Publicación tardía y selectiva, relacionada con la falta de acceso a
los medios editoriales y con el concepto de la “decencia” requerido
de toda mujer “correcta”.
b) Falta de atención y desvalorización de la crítica oficial.
c) Insistencia de la crítica en el carácter intuitivo y espontáneo de la
obra literaria escrita por mujeres.
d) Falta de atención de la crítica literaria para con la ensayística escrita
por mujeres.
e) Descalificación personal cuando “transgreden” las reglas de obe-
diencia a las normas de conducta o a las autoridades culturales.
Todas estas formas de marginación, aunque modificadas y atenuadas,
persisten hasta la fecha.

16 Ídem.

754
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Bibliografía básica
Arellano, Jorge Eduardo. Antología general de la poesía nicaragüense.
Managua: 1994.
Arellano, Jorge Eduardo. Diccionario de autores nicaragüenses, 2 tomos.
Managua: Convenio Biblioteca Real de Suecia, 1994.
Arellano, Jorge Eduardo. Panorama de la literatura nicaragüense. Mana-
gua: Editorial Nueva Nicaragua, 1986.
Cuadra, Manolo. Tres amores. Edición y prólogo de Julio Valle-Castillo. Ma-
nagua: Editorial Nueva Nicaragua, 1992.
Cuadra, Pablo Antonio. Torres de Dios. Ensayos sobre poetas. Managua:
Ediciones de la Academia Nicaragüense de la Lengua, 1958.
Halftermeyer, Gratus. Diccionario biográfico-histórico de Managua. León:
Editorial Hospicio, 1945.
Pallais Lacayo, Mauricio. El Periodismo en Nicaragua, 1826-1876, tomo
1. Managua: Banco Central de Nicaragua, 1982.
Pineda de Gálvez, Adaluz. Honduras: mujer y poesía. Tegucigalpa: Editorial
Guardabarranco, 1998.
Sánchez, María Teresa. Poesía nicaragüense. Managua: Editorial Nuevos
Horizontes, 1948 (segunda edición, 1965).
Toledo de Aguerri, Josefa. Anhelos y esfuerzos. Managua: Imprenta Nacio-
nal, 1935.
Zamora, Daisy. La mujer nicaragüense en la poesía. Managua: Editorial
Nueva Nicaragua, 1992.

755
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Yolanda Elizabeth Rossman Tejada (1961)

Socióloga, antropóloga social y poeta nicaragüense. Nace el 15 de


octubre de 1961 en el Municipio de Rosita, Región Autónoma Atlán-
tico Norte-RAAN. Secretaria General de ANIDE (Asociación Ni-
caragüense de Escritoras). Ha participado en festivales nacionales e
internacionales y publicado ensayos, poesía y cuentos breves en di-
versas revistas y suplementos culturales del país. El presente ensayo,
es un resumen de su tesis presentada para optar al título de máster en
antropología social con mención en desarrollo humano en la Univer-
sidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua/
URACCAN.

Una aproximación a la autonomía multicultural desde la poesía de


escritoras costeñas 1
Nuestro pueblo tomó la palabra
la resucitó, le dio vida.
June Beer
Costa caribe, identidad y territorios ignotos
La costa Caribe de Nicaragua ocupa un poco más del 52% del territorio
nacional, su población es escasa en relación a la densamente poblada región
del pacífico. Fue colonizada por los ingleses, a diferencia del resto del país que
fue colonizado por la corona española donde la mayoría de los pueblos indíge-
nas sucumbieron al mestizaje. En esta zona aún existen pueblos indígenas
autóctonos y afro-descendientes, con su lengua materna y cultura, dando lu-
gar a una diversidad cultural y lingüística impresionante. Es además la guar-
dadora de los principales recursos naturales del país, pero irónicamente está
sumergida en la más indignante pobreza. Estas son algunas de las profundas
particularidades de lo que hoy se denominan regiones autónomas de la costa
atlántica de Nicaragua.
Los conflictos interétnicos son parte de la cotidianeidad entre los diver-
sos grupos étnicos que conviven en el caribe nicaragüense, miskitos, mestizos,
kriols, ramas, garífunas y sumu-mayangna, la autonomía es el espacio que las
y los costeños hemos encontrado para reconocer semejanzas y aunar esfuer-
zos en pos de la utopía que representa encontrar un lugar libre de discrimina-

1 Ensayo de resumen de la Tesis de maestría publicada en la Universidad de las Regiones


Autónomas de la Costa Caribe Nicaragüense/URACCAN, Diciembre 2006.

756
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ción, racismo, expropiación, exclusión que ha sido la historia cotidiana de la


costa Caribe. “¿Por qué no se puede ser, querer, tener, pensar, crear, vivir de
otra manera?” se pregunta Esteban Krotz.2
La utopía nos explica Krotz, de acuerdo a su significado corriente, evade
la realidad, mediante la especulación y la fantasía, pero, no se puede obviar
que algunos textos utópicos describen situaciones deseables pero irrealiza-
bles. Krotz, pretende la recuperación de la dimensión utópica de la antropolo-
gía actual y por el reconocimiento a causa de ella del carácter esencialmente
subversivo de esta disciplina. La utopía como análisis socio antropológico,
para descubrir los “destellos utópicos” en las sociedades que se estudian,
hacerlas inteligibles para otras culturas, particularmente la nuestra, plantea
Krotz.
La Autonomía3 es nuestra utopía y se va construyendo con altos y bajos,
pero está avanzando. Desde la poesía, construimos ese lugar ideal que quere-
mos, desde la poesía que no tiene fronteras, donde la imaginación desbordada
nos sustenta a continuar y creer en la posibilidad, a pesar de los sinsabores
enfrentados. “... debe haber una posibilidad de organizar la convivencia de los
seres humanos de tal modo que todos puedan ser libres y tener un lugar respe-
tado”.4
No ha sido fácil, pero como dice el Dr. Manuel Ortega el régimen auto-
nómico ha proporcionado a las etnias caribeñas, instrumentos de poder y ca-
pacidades para defender sus recursos naturales y fortalecer los procesos de
desarrollo endógenos sostenibles, porque fundamentalmente fortalece a los
sujetos para que puedan construir y llevar adelante ese modelo alternativo.
Comparto totalmente sus planteamientos, sintetizados en el título que le da a
su trabajo sobre autonomía regional que reza así: La autonomía como condi-
ción imprescindible para el desarrollo sostenible en América Latina.5

2 Esteban Krotz. Boletín Antropológico No. 48, Enero - Abril 2000, Centro de
Investigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mérida.
3 Partiendo del Estatuto de Autonomía de las dos Regiones de la Costa Atlántica de
Nicaragua (Ley No. 28), en el Art. 3 del Capítulo II De las Definiciones que se detalla en
el reglamento, se define así el concepto de autonomía: «Régimen de Autonomía: Es el
sistema o forma de gobierno, jurídico, político, administrativo, económico y
financieramente descentralizado que dentro de la unidad del Estado Nicaragüense, establece
las atribuciones propias de las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua,
de sus órganos de administración, los derechos y deberes que corresponden a sus habitantes
para el ejercicio efectivo de los derechos históricos de los pueblos indígenas y comunidades
étnicas de la Costa Atlántica de Nicaragua, la Ley 28 y demás leyes de la República».
4 Esteban Krotz. Boletín Antropológico No. 49, Mayo- Agosto 2000, Centro de
Investigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mérida.
5 Manuel Ortega Hegg. 2003 «La Autonomia como condición imprescindible para el
desarrollo sostenible en América Latina» Centro de Análisis Sociocultural/CASC-UCA,
Managua, pp.58.

757
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Hay argumentos históricos, culturales y políticos de peso para argumen-


tar la inserción caribeña de las actuales regiones autónomas. Una tradición
excluyente y parroquial que concibe y se imagina Centroamérica como emi-
nentemente mestiza-ladina; y del centro-pacifico que niega a las sociedades
indo y afrocaribeñas, obligándonos a hablar de costa atlántica sin asumir el
hecho geográfico, económico, cultural y político de ser nicaribes como dice el
poeta Carl Rigby:
Yo soy de Nicaribia-
Nicaribe soy...
yo como mi ron-down
patty ron-down
pan de coco patti
como comida- no como mierda
desde el 19 de julio del ‘79
se me compuso el hambre & sed de justicia
tremenda justicia y libertad-
quién no ha comido...?
En la recopilación La literatura centroamericana como arma cultural
se argumenta:
La literatura centroamericana tradicionalmente ha descrito
las oprobiosas condiciones de trabajo y vida familiar de los
trabajadores, ha condenado la explotación de las riquezas
naturales por parte de compañías transnacionales; ha retra-
tado, caricaturizado y ridiculizado la figura del dictador; ha
testimoniado las atrocidades cometidas por el ejército, guar-
dia nacional o policía; ha condenado la corrupción, la inter-
vención extranjera y los desembarcos de marines... Como
las heridas (de la guerra) no han cicatrizado (algunas todavía
sangran), la literatura se constituye en testimonio de las con-
secuencias todavía latentes.6
Ese panorama obviamente deja por fuera la producción literaria indígena
y afro centroamericana. Poblaciones cuyas heridas “todavía sangran” a cau-
sa de la exclusión y racismo a que han sido sometidas por los procesos homo-
genizantes y monoétnicos que han caracterizado la formación de los estados
centroamericanos y la difusión de la producción de los intelectuales que han
repetido y legitimado el discurso oficial de los estados de la región. Para el
caso de Nicaragua, la flagrante ausencia de las voces indígenas y afro des-
6 Jorge Román Lagunas. «La literatura centroamericana como arma cultural.» CILCA,
1999, 10.

758
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

cendientes exigen acciones que redimensionen el análisis de la producción


literaria como forma cultural articulada a relaciones de producción concretas
en las regiones autónomas.
La riqueza cultural de las poblaciones indígenas y afro descendientes de
la costa caribe; leyendas, mitos, canciones, juegos, historias, cuentos y danzas
que nutren su poesía y su cotidianeidad, sigue inexplorada a pesar de que las
formas del arte verbal son recursos para la investigación de temas antropoló-
gicos actuales como la memoria, emociones, expresiones artísticas y creativi-
dad individual como áreas de expresión de la cultura y comunicación humana.
La teoría antropólogica ha establecido que en forma de poema, ritual, canto,
narración o ceremonia, el lenguaje es un elemento íntimamente ligado a nues-
tra experiencia cotidiana7 y que en base a esos elementos de la cotidianeidad
se construye, se aprende y se transmite la cultura y el lenguaje hablado y
simbólico.8
Dado que la cultura es el producto del aprendizaje y que los hábitos com-
partidos son determinantes, me apropio del planteamiento de George Mur-
dock respecto a que una característica fundamental de la cultura, a pesar de
su naturaleza esencialmente conservadora, es que cambia a través del tiempo
y de un lugar a otro. Estos cambios se dan a través de un proceso que se inicia
con la innovación, luego la aceptación social, se prosigue con la eliminación
selectiva y culmina con la integración. Advierte Murdock que el cambio es
incómodo y a veces doloroso, pero que este es adaptativo y generalmente
constituye un progreso.9
Para entender mejor los procesos culturales entre grupos contrastantes
Guillermo Bonfil registra las posibilidades de utilizar la noción de control cultu-
ral (entendiendo este como la capacidad de decisión sobre los elementos cul-
turales: materiales, organización, de conocimiento, simbólicos y emotivos) como
un instrumento heurístico. En la cultura autónoma y apropiada se encuentra
latente la cultura propia, desde donde se ejerce la inventiva, la innovación, la
creatividad cultural. La identidad está en ese reducto de cultura propia, enfa-
tiza Bonfil. Es allí que radica la capacidad de respuesta autónoma ante la
agresión, la dominación y también la esperanza: “Cada pérdida en el ámbito
de la cultura propia, es un paso a la esterilidad…”10
7 John Gumperz y Adrian Bennet, “Lenguaje y Cultura” Barcelona: Anagrama. 1981, pp.
9-77.
8 Carol Ember y Melvin Ember, “Antropología Cultural”, Madrid: Prentice Hall 1997 pp.
23.
9 George Murdock. “Cultura y Sociedad”, México, Fondo de Cultura Económica. 1987,
pp. 109.-123.
10 Guillermo Bonfil. “Lo propio y lo ajeno: una aproximación al problema del control
cultural”, México: Alianza Editorial.1991, pp. 52.

759
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Las costeñas escriben desde la libertad de ese ámbito de cultura propia


mínima, desde la lengua y lo cotidiano como señala Stefano Varese11, tal
como se aprecian en los poemas de estas poetas blufileñas. Carla R. James,
por ejemplo, en su poema “The Oyster, the Oyster” (Los Ostiones, los ostio-
nes), describe lo particularmente tedioso que resulta la tarea de recoger ostio-
nes en la playa que es la principal actividad productiva de las mujeres rama;
Angela Chow en su poema “Reaching Bluefields in May” describe las cele-
braciones de las fiestas de mayo. Y June Beer (q.e.p.d.) relaciona la palabra
de Dios con las prácticas de la revolución popular sandinista en su poema
“wud a’ gaad” (Hurtubise, 1995:43-56).12 Su poesía permite ver la continui-
dad histórica de la cultura de una sociedad como unidad diferenciada.
En vista de la frágil situación de los idiomas de las minorías étnicas, éste
terminó en desuso en la costa Caribe, pero actualmente, se ha dado un resur-
gimiento del mismo, podríamos decir que se está concertando entre los grupos
afectados el crear medidas para prevenir la desaparición de sus idiomas. Uno
de esos esfuerzos fue la creación del Sistema Educativo Autonómico Regio-
nal-SEAR, un modelo de educación alternativo basado en los principios auto-
nómicos, de interculturalidad, solidaridad y equidad de género. Se trata de un
modelo que asegure la permanencia de los fundamentos vitales de los pueblos
caribeños, su lengua, su cultura, apoyado esto a la vez con programas de
rescate y revitalización cultural.13
Durante la revolución sandinista (década de los ochenta), se realizó la
Cruzada Nacional de Alfabetización y surgieron los Talleres de Poesía; dos
acontecimientos que hicieron florecer nuestra realidad multilingüe y pluricul-
tural: sumo-mayangna, miskitos, ramas, garífunas, kriols y mestizos, coexis-
tiendo todos dentro de su rica diversidad.
En la clausura del Primer Encuentro Nacional de Talleres de Poesía, el
padre Ernesto Cardenal citó en su discurso lo que en una ocasión había mani-
festado el escritor uruguayo Eduardo Galeano “... los dos únicos aportes a la
literatura latinoamericana recientemente, han sido el descubrimiento del gé-
nero Testimonio en Cuba, y la creación de los Talleres de Poesía en Nicara-
gua”.14
11 Citado por Guillermo Bonfil en “Lo propio y lo ajeno: una aproximación al problema del
control cultural”.
12 Josef Hurtubise, Ciudadano canadiense nacido en Alemania en 1959. Con una Licenciatura
en inglés y Antropología y un Diplomado en Educación, realizó su tesis para obtener la
Maestría en Inglés, sobre la poesía en inglés creole nicaragüense. WANI No. 16.
13 Venecia Mauceri, Paolo. “Educación Intercultural y Plurilingüe”, Managua: Terra Nouva,
2003, pp. 249.
14 Ernesto Cardenal “Antología de los Talleres de Poesía”, Ministerio de Cultura, 1era.Ed,
Managua, Nicaragua, 1983,12.

760
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

La cultura del Caribe empieza a ser considerada digna de respeto a partir


de la revolución sandinista, y es cuando se le reconoce su autonomía política y
administrativa, garantizando el rescate de sus propias culturas. “Las voces
más reaccionarias del país se han alzado contra esto, esgrimiendo el mito de la
identidad de la Nicaragua mestiza, contra un proceso que avanza a ritmo de
Palo de Mayo y reggae”.15
Las regiones autónomas del atlántico no cuentan con una antología com-
pleta de su quehacer literario, pero es posible encontrar la labor ininterrumpi-
da de escritoras y escritores costeños en revistas y documentos. Con mucho
esfuerzo se han publicado dos libros: Miskito tabaia (Tierra miskita) que
recoge prosa y poesía de escritores, escritoras y poetas de la región autónoma
atlántico norte y la Antología Poética de la Costa Caribe de Nicaragua
con el trabajo literario de las escritoras, escritores y poetas originarios de la
región autónoma atlántico sur.
Es escaso el conocimiento de la obra literaria costeña ya que los princi-
pales medios de difusión cultural están en Managua. El poeta Juan Chow
manifiesta que la historia cultural de la costa Caribe tendrán que escribirla sus
mismos artistas, ya que el abandono oficial los obliga muchas veces a emigrar
al pacífico y desligarse de su “fuente ancestral”16, tal como ocurrió con Li-
zandro Chávez (q.e.p.d) y Alejandro Aróstegui, entre otros.
En la costa caribe de Nicaragua, llamada costa atlántica, ha surgido una
generación de mujeres poetas, que tienen en su haber una fructífera produc-
ción literaria, aunque algunas de ellas no se expresan en sus lenguas mater-
nas, presentan toda una gama de emociones, vivencias, esperanzas, como
mujeres, como etnias, como sujetos activos en el proceso autonómico que se
está desarrollando en la costa. Mujeres que igual cantan al amor, a la esperan-
za, como contra el hambre y la opresión. Mujeres, que a través de sus plumas
van dejando huellas del orgullo de su etnicidad, de su ser mujer y que a la par
están contribuyendo a la construcción de nuestra utopía: la autonomía.

Desde la palabra resistimos


Escribo poesía desde que tengo uso de razón, para mí ha sido la forma
más fiel y profunda de expresar emociones, rabia, dolor, pasión, ternura, amor,
tristeza, alegría, solidaridad, pero también ha sido un instrumento de demanda,
exigencia, denuncia y cambio. Esas múltiples facetas de la poesía en particu-
15 Miranda y Bravo. “Encuentro multidisciplinario sobre nacionalismo e identidad”. En
Kinloch Tijerino, Frances (Edit.) Nicaragua en busca de su identidad, Managua: Instituto
de Historia de Nicaragua, Universidad Centroamericana, 1era. Edición, 1995, 131.
16 Juan Chow. “Rostro Cultural del Caribe Nicaragüense”, Revista Wani Enero- Marzo
2005.

761
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

lar y del lenguaje en general me han motivado a estudiar e investigar con una
visión e interpretación interdisciplinaria la producción poética de mujeres en la
costa caribe de Nicaragua.
En la medida en que los pueblos indígenas y comunidades étnicas hablen
su propia lengua éstas permanecerán vivas. Las costeñas que escriben en sus
propias lenguas contribuyen a la pervivencia de las mismas. Como señala
Marc Augé, de esta manera estarían afirmando su propia cultura y su propia
historia.17 Sostengo entonces, que desde la palabra poética, las mujeres cos-
teñas estamos contribuyendo a este proceso.
“...es en el tiempo de huracán cuando se hacen las palabras...”. La
cita del versículo de San Marcos es pertinente porque instruye sobre el poder
y la fuerza de la palabra y porque los huracanes son compañeros permanen-
tes en la vida y cultura de los habitantes de la costa Caribe, que sobreponién-
dose a la adversidad de los elementos de la naturaleza dejan constancia de su
existencia.
Es también el caso de Cristina Benjamín, mujer rama, informante del
Proyecto de lengua rama. Cristina narra el miedo, el azoro, la incertidumbre
que sufrió durante los embates del huracán Juana en Octubre de 1988.18 El
poema es conmovedor, puede sentirse el paso inmisericorde de los vientos
huracanados que asolaron Cane Creek, en la RAAS. La oralidad y la escritu-
ra se translucen en él:
Un viento fuerte se levantó sobre nosotros.
No sabíamos que hacer. Esa noche estábamos asustados.
Nos reunimos en una casa. Queríamos dormir,
Pero no podíamos. Estábamos asustados. Llovía.

Estando debajo de la lluvia, miramos el sol. Era medio día.


No vimos árboles. “¿a dónde se fueron los árboles?” dijimos.
Grandes olas estaban rompiendo, no se veía ninguna playa.
“¿a dónde se fue la playa?” No se veía bien.

Mercedes del Carmen Tinoco Espinoza, mestiza, originaria de Bonanza,


bibliotecóloga y poeta, su padre trabajó en la empresa minera manejada por
los norteamericanos en esa ciudad. La contaminación de los ríos, y la explota-
ción indiscriminada de los recursos naturales, están reflejadas en sus escritos
de la siguiente manera:
17 Marc Auge. “Sobre modernidad: Del mundo de hoy al mundo de mañana”, Memoria:
Revista de Política y Cultura No. 129, Nov. 1999.
18 Colette Grinevald G. 2003. “Educación Intercultural y Multilingüe: El Caso de los
Rama”. Revista WANI No. 34. 2003:27-31.

762
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Compartiste la riqueza de tu interior,


con los desprotegidos,
los mineros traídos por encargo del río Wangky,
para trabajar la piedra que produciría riqueza a pocos,
y miseria a muchos.
Mal alimentados,
les procuraste un trozo de carne
para acompañar el balanceado nutriente,
de sus cansados cuerpos,
Absorbidos por el polvo,
Y contaminados con el cianuro.

El dolor aún persiste entre los garífunas, por la forma en que fueron
absorbidos por los kriols, perdiendo su lengua y parte de su cultura, Miss
Isabel Estrada Colindres, expresa esos sentimientos en su poesía. Ella es
enfermera profesional, socióloga y poeta; escribe en inglés y en español:
When I horde sound of my father drum
Drum, drum, drum
The sound of my grandfather drum
Drum, drum, drum
My feet keep moving on mother ground
For the healing of our ancestors
walagallo.
Garifuna, garifuna, garifuna
Yesterday, today, forever
Our voice will shout all over.

Cuando escucho el sonido


Del tambor de mi padre
Drum, drum, drum
El sonido del tambor de mi abuelo,
Drum, drum, drum
Mis pies siguen moviéndose
Sobre la tierra de mi madre
Por la sanación de nuestros
Ancestros Walagallo.

Garífuna, garífuna, garífuna


Ayer, hoy y por siempre
Nuestra voz será un grito expandido.19

19 Traducción de Yolanda Rossman.

763
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La recopilación de cuentos, poesía, cantos, juegos y otros elementos cul-


turales e históricos orales del pueblo miskito, ha sido encomiable tarea de Ana
Rosa Fagoth Müller, miskita, originaria de San Esquipulas, Río Coco, profeso-
ra de primaria y coeditora de la revista Tininiska (Colibrí en lengua miskita).
En su libro Expresiones Bellas nos habla sobre los lamentos, forma muy
particular de los miskitos de expresar sus penas y alegrías: luego de la prolon-
gada ausencia de un ser querido, las familias se reúnen y entre llantos y la-
mentos le cuentan todo lo que aconteció en su ausencia. De igual forma ex-
presan sus emociones ante la muerte:
Almuk nani yabal yarik wan ba.
Kli balras ba
Man lika anik balma ki?
Alakai, alakai,la tara yua ra wal
praubia sika
Aluy, aluy, eeeeeeeeh.
Raiti kam pura ra
mankam winaia apia,
Bilwaskarma raitkara prawma ba,
yang na nahki bara wamna ki?
eeeeeeeeeeeeeeeeeeh.

Los viejos que se marcharon por el


largo camino,
no regresaron.
Entonces tú, ¿por dónde regresarás?
¡Alakai, alakai¡ ¡Nos encontraremos
el día del gran juicio!
Aluy, aluy, eeeeeeeh.
Sobre tu tumba
no podré hacer mis lamentos
porque reposas en el cementerio de
Bilwaskarma..
Yo, ¿cómo llegaré hasta allá?
¿Eeeeeeeeeeeeeeeeeh!
¡Aha haii!”

Este mismo libro recoge el idioma de los animales, los que desde la cos-
movisión miskita hablan, por ejemplo, la lagartija habla así: Biakbi....biakbi,
biaka waka bak, biakawaka bak, biakawaka bak baa, y esta es la tortu-
ga: Bibian dama, bunianda, bunianda. Este tipo de poesía es para divertir

764
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

a los niños y adultos de la comunidad, imitando las voces y movimientos de los


animales de su entorno.
En sus escritos están expresadas tanto sus vivencias cotidianas como los
principales acontecimientos que han sacudido a la ciudad de Bluefields, habla-
mos de Miss Erna Narcisso Walters, es kriol, profesora, concejal y poeta:
Free yourself from mental slavery
Words once said by famous Bob Marley.
Let’s prove to the world that we are the source,
And as women, we can change nature’s course.

Liberate de la esclavitud mental


dijo Bob Marley,
mostrémosle al mundo las mujeres
cómo cambiamos el rumbo de nuestras
Vidas.

Los recursos naturales en la costa Caribe, cuya apropiación ilegal por


parte de foráneos ha provocado confrontaciones muy fuertes, es un tema
latente en los poemas de Brígida Zacarías Watson, miskita, originaria de Bi-
lwi, es contadora privada, poeta y estudiante de psicopedagogía (versiones en
miskito y español):
Untara auma barâ
an dia batakuma nani ba, man
dukiam apia,
damra walisma man buisma ba
sim kalhwi iwi auya.
Yu kum diara sut ba yang duki
kabia,
Lukisma…
baku lukan wan damika nani,
wan aisika nani an yawan nani
sin,
kasak pali piua kum
slihwi ingwi taki ba sat wala
kabia
Lapta ba ingbia
kati ba kau ingni kabia
sim mani tarâ ingnika ba baku
barâ mamwan bukma

765
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

an aiwanma
sut purkara man dukiam
mihtam ra, baku kaka
ban kaka klauna
kabia.”
Te vas al bosque
y lo que derribas, no es tuyo.
Sientes que el
piso se te derrumba.
Un día todo será mío,
piensas…
Así pensaron nuestros abuelos,
padres y nosotros también,
seguro que un día
el amanecer será diferente.
El sol brillará
y la luna dará más
luz como los días del verano.
Entonces
levantarás tu rostro y podrás cantar
Sobre todo lo tuyo
En tus manos. Entonces,
Sólo entonces será
Autonomía.

Esa realidad multiétnica, pluricultural y multilingüe de nuestros pueblos


está viva, revitalizándose, promoviéndose por todos los medios al alcance para
que sea reconocida y respetada. Las mujeres que escriben poesía también
están aportando desde su quehacer literario, y desde sus lenguas maternas.
Ya no están obligadas a prestar una lengua ajena para dar a conocer sus
inquietudes literarias y se sienten orgullosas de poder hacerlo, de contar con la
libertad y las condiciones para hacerlo.20
Es una labor que está tomando auge y que se debe potenciar y tomar en
cuenta. Actualmente en el desarrollo de la Educación Intercultural y Plurilin-
güe, se está considerando la producción literaria de las y los costeños, de
manera que las y los niños se van familiarizando con elementos propios de su
cultura, de su vida diaria, reconociendo su entorno desde lo suyo, incentivando

20 Es importante recalcar ese contexto que permite la Ley 28 de Autonomía, y la Ley 162
de Lenguas, entre otras.

766
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

en ellos desde las primeras letras, orgullo por su tierra, por su gente, fortale-
ciendo el arraigo a sus raíces.
Lo anterior es precisamente el empoderamiento que promueve el Siste-
ma Educativo Autonómico Regional-SEAR. “El empoderamiento comprende
el proceso de adquisición de un conjunto de conocimientos, competencias,
modalidades de relación, que permite a personas y grupos fijar objetivos y
elaborar estrategias para lograrlos utilizando los recursos existentes”.21
La poesía es parte de esa contribución al empoderamiento de lo nuestro,
en función de un objetivo común: la consolidación del proceso de autonomía.
La autonomía, la utopía que nos une a pesar de la diversidad y que nos incen-
tiva a utilizar todo espacio posible para hacer escuchar nuestras voces.
En conclusión, hay mucha actividad literaria por parte de las mujeres
poetas, las que además son profesionales y trabajan en proyectos sociales,
culturales y políticos. La identidad cultural, ritos, tradiciones, costumbres, gé-
nero, autonomía, conciencia social, respeto por los recursos naturales, son
temas recurrentes en sus poemas. Es interesante observar que pese a su rica
diversidad, todas confluyen en un eje común: el proceso transformador que
viven actualmente las regiones autónomas del Caribe nicaragüense.
Los temas de identidad cultural, ritos, tradiciones, costumbres, género,
autonomía, conciencia social, respeto por los recursos naturales, son recu-
rrentes en sus poesías, son los elementos comunes que las unen a pesar de las
distancias geográficas y las diferencias culturales y lingüísticas. Son definiti-
vamente elementos vinculantes y de prioridad vital para los pueblos indígenas
y comunidades étnicas, propiciadores para promover el dialogo donde preva-
lezca prioridad por el bien común, superando las divergencias que han provo-
cado mucho daño.

Y somos más
En el proceso de este trabajo fueron surgiendo otros nombres de mujeres
poetas, de tal manera que era la oportunidad de dar a conocer que SOMOS
MÁS seducidas por la palabra. Con el propósito de concretizar el aporte lite-
rario de estas mujeres, llevé a acabo una recopilación de estos poemas disper-
sos, anexando además una breve reseña sobre sus actividades literarias, como
una forma de contribuir de esa manera a visibilizar su trabajo. Así surge el
poemario Aquí la palabra es arcoiris en clara referencia a la diversidad
cultural y lingüística de las regiones autónomas y que esperamos en el futuro
pueda ser publicado.

21 Paolo Venecia Mauceri. “Educación Intercultural y Plurilingüe”, Managua, 2003, Pág.


208.

767
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Es importante anotar que este trabajo permitió reconocer que las mujeres
no solo escriben si no que a la par van desarrollando otras expresiones artísti-
cas, June Beer era pintora y poeta, Nydia Taylor, escribe pero también extien-
de su creatividad a los lienzos de las arpilleras donde refleja danzas, paisajes y
momentos de la vida cotidiana de la costa Caribe con toda su vistosidad. Erna
Narcisso ha logrado musicalizar algunos de sus poemas. Ninguna tuvo educa-
ción artística, todas son empíricas, autodidactas.
Considero que los resultados alcanzados con esta investigación obligan a
continuar en la labor de profundizar aún más en este espacio tan poco conoci-
do como es la literatura de la costa caribe. Es de suma importancia recons-
truir todo el acontecer de las diversas expresiones literarias de nuestros escri-
tores y escritoras, de manera que nos permita conocernos y reconocernos. En
esa medida confío que seremos capaces de llegar a entendimientos que coadyu-
ven en el bienestar y armonía de los pueblos indígenas y comunidades étnicas.
Existe un vacío entre 1881 hasta 1979 que exige sea considerado y que
forme parte de la historia de la literatura nicaragüense. En la trilogía Un siglo
de la poesía Nicaragüense del escritor Julio Valle Castillo, se menciona a los
poetas Carlos Rigby y David Mcfield como exponentes de la poesía costeña
de los años 60-70, pero no se profundiza realmente de tal forma que se reco-
nozca que existen otros y otras que también han contribuido con sus escritos
y son parte de la memoria colectiva del pueblo costeño como June Beer, Erna
Narcisso, Isabel Estrada, Ronald Brooks, Víctor Obando, Abelino Cox y Adán
Silva, entre otros.
En ese sentido es prioritario promover e incentivar a las y los jóvenes que
incursionen en estos espacios de manera que enriquezcan con sus hallazgos el
quehacer literario de la costa caribe y se motiven a escribir.
Por otro lado, la divulgación de la poesía costeña permitirá que el pacifico
conozca más acerca de los pueblos indígenas y comunidades étnicas que
conviven en la costa caribe contribuyendo con ello a que los lazos se estre-
chen y se superen las divergencias existentes hasta ahora.
Recuerdo en este momento, las palabras de Humberto AK‘abal, poeta
Maya-K‘iche donde se manifiesta algo que atañe a este trabajo: “Si no fuera
por la poesía, el mundo ya se habría quedado mudo”.22

22 Humberto AK ‘abal. “Si no fuera por la poesía, el mundo ya se habría quedado mudo”
Entrevista realizada por Pablo Cingolani y publicada en el suplemento literario Nuevo
Amanecer Cultural del periódico El Nuevo Diario, sábado 8 de octubre 2005, Pág. 11.

768
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Bibliografía
AK ‘abal, Humberto. “Si no fuera por la poesía, el mundo ya se habría queda-
do mudo” Entrevista realizada por Pablo Cingolani y publicada en el suple-
mento literario Nuevo Amanecer Cultural del periódico El Nuevo Diario, sá-
bado 8 de octubre 2005, pág. 11.
Auge Marc, “Sobre modernidad: Del mundo de hoy al mundo de mañana”.
Memoria: Revista de Política y Cultura No. 129, Nov. 1999.
Bonfil Guillermo, “Lo propio y lo ajeno: una aproximación al problema del
control cultural” México: Alianza Editorial. 1991, pág. 49-67.
Ember, Carol y Melvin Ember, “Antropología Cultural”, Madrid: Prentice Hall,
1997, pág. 23.
Cardenal, Ernesto. “Antología de los Talleres de Poesía.” Ministerio de Cultu-
ra, 1era. Edición. Managua, Nicaragua, 1983, p.12.
Chow, Juan. “Rostro Cultural del Caribe Nicaragüense”, Revista Wani Ene-
ro-Marzo, 2005.
Frances Kinloch Tijerino, (Edit.) “Nicaragua en busca de su identidad” “En-
cuentro Multidisciplinario sobre Nacionalismo e Identidad”, Managua: Institu-
to de Historia de Nicaragua, Universidad Centroamericana. (1era. Edición,
1995).
Gumperz John y Adrian Bennet, “Lenguaje y Cultura”, Barcelona: Anagra-
ma. 1981. Pág. 9-77.
Grinevald G, Colette.2003. “Educación Intercultural y Multilingüe: El Caso de
los Rama”. Revista WANI No. 34. 2003:20-38.
_____ 1992, “Testimonio: ¿A dónde se fueron los árboles?”, Wani No. 12,
Junio, pág. 27-31.
Huturbise, Josef. 1995. “Poesía en inglés criollo nicaragüense”, Revista Wani
No. 16, Enero-Marzo, 43-56, Managua.
Krotz Esteban, Boletín Antropológico No. 48, Enero - Abril 2000, Centro de
Investigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los An-
des- Mérida.
_____ 2000, Boletín Antropológico No. 49, Mayo- Agosto, Centro de Inves-
tigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mé-
rida.

769
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Ley No. 28 “Estatuto de Autonomía de las dos Regiones de la Costa Atlántica


de Nicaragua y su Reglamento”. Serie Documentos No.3- ODACAN (Ofici-
na de Desarrollo de la Autonomía de la Costa Atlántica de Nicaragua).
Ministerio de Cultura, “Antología de los Talleres de Poesía” 1era. Edición:
1983, Publicaciones. Managua, Nicaragua.
Miranda y Bravo. “Encuentro multidisciplinario sobre nacionalismo e identi-
dad”. En Kinloch Tijerino, Frances (Edit.) Nicaragua en busca de su identi-
dad, Managua: Instituto de Historia de Nicaragua, Universidad Centroameri-
cana, 1era. Edición, 1995, 131.
Murdock George “Cultura y Sociedad”, México, Fondo de Cultura Económi-
ca. 1987, pp. 109.-123.
Obando Sancho, Víctor (et.al) “Antología Poética de la Costa Caribe de Ni-
caragua”, Bilwi, RAAN. 1998 Pág. 32 a 34.
Ortega Hegg, Manuel. “La Autonomía como condición imprescindible para el
desarrollo sostenible en América Latina” Centro de Análisis Sociocultural/
CASC-UCA, Managua, 2003, 58.
Rigby Carlos, 1990. “Tres poemas de Carlos Rigby” Revista Wani No. 8,
Julio-Diciembre, Pág. 52-54, Managua.
Román Lagunas, Jorge. “La literatura centroamericana como arma cultural”.
CILCA, 1999.
Silva Mercado Adán, Uwe Korten, Jens. “La Tierra Miskita: Prosa y Poesía
en miskito y español. Miskitu Tasbaia: aisanka yamni bara pranakira miskitu
wih ispail ra wal ulban”. 1ª. Ed. Managua: Centro Nicaragüense de Escrito-
res (CNE), Fondo Editorial de Asociación Noruega (ANE), 1997.
Venecia Mauceri, Paolo. “Educación Intercultural y Plurilingüe”, Managua:
Terra Nouva, 2003, Pág. 249.

770
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Victoria González-Rivera

Historiadora nicaragüense Victoria González Rivera, autora de una


investigación sobre el feminismo durante la dictadura somocista, titu-
lada “Before the Revolution, women’s Rights and Right-Wing politics
in Nicaragua 1821-1979", que se traduce como: “Antes de la revolu-
ción: los derechos de las mujeres y la derecha política en Nicaragua
entre 1821-1979”

Mujeres somocistas: “La pechuga” y el corazón de la dictadura


nicaragüense (1936-1979)1

Introducción
Las mujeres jugarán un papel decisivo en las elecciones nicaragüenses
que se llevarán a cabo en octubre de 1996.2 Las encuestas indican que gran
número de ellas votarán por el candidato que lleva la delantera, el neo-Liberal
Arnoldo Alemán.3 Esta situación pareciera no concordar con el apoyo tan
extraordinario que brindaron las mujeres a la revolución sandinista. Yo quiero
sugerir que la popularidad actual de la derecha4 tiene una explicación históri-
ca, que se puede encontrar en el período anterior a 1979.
Muchas mujeres nicaragüenses están volviendo a patrones electorales
establecidos años atrás. Si examinamos las lealtades políticas femeninas en la
segunda mitad del siglo veinte nos damos cuenta que por décadas muchas
mujeres votaron por candidatos populistas liberales. Entre 1957 -el año en que
las mujeres ejercitaron el sufragio por primera vez en Nicaragua- y los co-
mienzos de los años setenta, entre 60 y 67% de aquellas personas que votaron
por los Somoza fueron mujeres.5 Estas mujeres liberales provenían de dife-
rentes estratos económicos y llegaron a tener mucho poder durante la dicta-
dura por medio del voto y mediante la participación en el Ala Femenina del

1 Tercer Congreso Centroamericano de Historia, 15-18 de julio de 1996, Universidad de


Costa Rica, San José, Costa Rica.
2 Presentación pública de Dorotea Wilson, miembro de la Dirección Nacional del FSLN,
15 de mayo de 1996. Bloomington, Indiana.
3 Ibíd.
4 El término “populismo reaccionario” utilizado por Nancy McLean quizá sea apropiado
para caracterizar a Arnoldo Alemán. Véase “The Leo Frank Case Reconsidered; Gender
and Sexual Politics in the making of Reactionary Populism,” Journal of American History
(December 1991).
5 Véase Bernard Diedrich, Somoza and the Legacv of U.S. Involvement in Central America
(New York: E.P. Dutton, 1981), p. 82. Véase también Lucrecia Noguera Carazo, Evolución
Cultural y Política de la Mujer Nicaragüense (Managua: 1974), p. 16.

771
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Partido Liberal, y organizaciones para militares como la que dirigía Nicolasa


Sevilla.
Lo que unía a las mujeres somocistas de diferentes clases sociales era su
nuevo rol como ciudadanas en la república liberal. Cuando disminuyó en im-
portancia el sufragio durante la década de los setenta, también disminuyó lo
que tenían estas mujeres en común. Al aumentar la corrupción y la represión
de la administración del último Somoza, disminuyó cada vez más la importan-
cia de la ciudadanía femenina, lo que llevó a algunas al apoyo de los Sandinis-
tas. Ahora que el voto ha adquirido nueva importancia, muchas mujeres espe-
cialmente aquellas que fueron activistas somocistas o tuvieron lazos familia-
res al Partido Liberal -están recordando con cariño lo que Luis Somoza les
dijo hace años: que ellas no eran las a las del Partido sino la pechuga.6
Si examinamos el apoyo que le dieron las mujeres a la dictadura somocis-
ta comprenderemos mejor la política actual nicaragüense. Adicionalmente,
este examen nos puede ayudar a repensar las conexiones hechas entre géne-
ro y política en la historiografía tradicional. Lastimosamente, la mayoría de los
trabajos sobre las mujeres nicaragüenses ha incorporado estereotipos y gene-
ralizaciones erradas. Aún trabajos de muy buena calidad están basados en la
idea de que las mujeres se han organizado solamente a favor de movimientos
izquierdistas.7 Además, el consenso general ha sido que el despertar político
de las mujeres ocurrió recientemente, en los últimos veinte años. Este ensayo
espera colocar el activismo político de las mujeres nicaragüenses en una pers-
pectiva histórica distinta.
Para comprender mejor la relación de las mujeres con la política, el femi-
nismo y la lucha por los derechos de las mujeres también deben incluirse en
esta discusión. Yo propongo que el estudio de las mujeres somocistas es tam-
bién crucial para entender el feminismo en Nicaragua. Contrariamente a la
opinión popular, el feminismo no es un fenómeno nuevo en ese país; un fuerte
y vibrante movimiento feminista existió ahí durante la primera mitad del siglo
veinte.8 Las mujeres somocistas, especialmente aquellas en el Ala Femenina
6 Entrevista con la Dra. Antonia Rodríguez (seudónimo), ex miembro del Ala Femenina del
Partido Liberal. Matagalpa, Nicaragua, julio, 1995.
7 Véase por ejemplo Helen Collinson et al, Women and Revolution in Nicaragua (London:
Zed Booke, 1990). Véase también Margaret Randall Sandino´s Daughters Revisited.
Feminism in Nicaragua (New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press, 1994).
8 En los años 1920 un pequeño grupo urbano de mujeres nicaragüenses comenzaron a
llamarse a sí mismas feministas. El movimiento feminista que surgió era
predominantemente de clase media y estaba basado en las campañas del siglo diecinueve
por los derechos legales, económicos, políticos y educacionales de la mujer. Ya en 1837
existía un interés en eliminar la “tiranía” de la dominación masculina. Este interés se
convirtió en una campaña para obtener el sufragio y acceso educacional en los años 1880.
Véase La Aurora de Nicaragua (León, 1837). Véase también El Ateneo (León, 1ro de
septiembre, 1881).

772
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

del Partido Liberal, jugaron un papel determinante en la dirección que tomaría


el feminismo después del sufragio en 1955. Lo que hicieron las miembros del
Ala fue ayudar a los Somoza a borrar el feminismo de la memoria colectiva
nicaragüense.
Fue a través del Ala (una organización de mujeres no-feministas que
apoyaban los derechos políticos de las mujeres pero que no amenazaban el
orden social), que la dictadura se apropió al feminismo. Después de los años
cincuenta, la dictadura reclamó para sí el merecimiento del avance de la mu-
jer en Nicaragua. El liberalismo somocista se convirtió en sinónimo de un
discurso populista sobre los derechos de la mujer. Fue como resultado de este
proceso que la palabra “feminismo” desapareció casi completamente del uso
público en Nicaragua, para no reaparecer hasta después de 1979.
Por su importancia, discutiré más a fondo el papel que jugó el Ala en
borrar el feminismo de la historia nicaragüense. Luego examinaré el papel
que jugó el Ala en la dictadura. Ya que la activista Nicolasa Sevilla fue una
figura importante entre las mujeres somocistas, también delinearé sus contri-
buciones al régimen somocista. Concluiré con una discusión de los temas
mencionados inicialmente, la popularidad de la derecha neo-somocista en Ni-
caragua y el desafío que presentan las mujeres somocistas a la historiografía
tradicional.

La transición de un movimiento feminista independiente a un dis-


curso liberal sobre los derechos de la mujer
Durante la primera mitad del siglo veinte existió una gran variedad de
organizaciones de mujeres independientes.9 Aquellas organizaciones que tra-
bajaron específicamente por los derechos de la mujer generalmente simpati-
zaron con el liberalismo, porque, contrariamente al Partido Conservador, el
Partido Liberal Nacionalista había prometido ya para 1916 apoyar el sufragio
femenino.10 Los grupos feministas estaban ansiosos por colaborar con los
políticos liberales para legislar el sufragio y el acceso de las mujeres a la
educación superior.
A mediados de los años treinta las feministas estaban muy esperanzadas
en tanto que la nueva administración Somoza parecía estar interesada en las
preocupaciones feministas. La esposa de Anastasio Somoza García, Doña
Salvadora Debayle, pertenecía a muchas organizaciones de mujeres. Ade-
más, ella y su familia conocían personalmente a Josefa Toledo de Aguerri
(1866-1962), la feminista más famosa de aquel entonces.
9 En este contexto la palabra independiente significa que no tenían lazos formales ni
directos con la Iglesia, el Estado o los partidos políticos.
10 El 93. Diario político y de variedades. (León, viernes 1ro de septiembre de 1916).

773
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Las feministas recibieron apoyo de la familia Somoza aún antes de que


subiera al poder Somoza García. En 1933, el Ministro nicaragüense en los
Estados Unidos, Luis Manuel Debayle, dio un discurso a un grupo de miem-
bros del Partido de la Mujer (Woman Party) estadounidense en California.11
Debayle, el cuñado de “Tacho”, estaba familiarizado con el argumento femi-
nista a favor del sufragio en su país. Resumió el argumento de la siguiente
manera en su presentación:
Las feministas en Nicaragua dicen que, ya que la Constitu-
ción no menciona el sexo como calificativo o impedimento
para la ciudadanía y sus prerrogativos, la tradición que ha
excluido a las mujeres de votar, y en general, que les ha ne-
gado el derecho a acceder a cargos públicos, no tiene base ni
fundamento.12
Quizá motivado en impresionar al público o porque genuinamente creía
en la propuesta feminista, Debayle también subrayó lo siguiente:
El país que no le ha dado a sus mujeres las oportunidades que
le concede a los hombres avanza muy lentamente hacia el
objetivo del estado perfecto, y la esperanza de toda nación se
encuentra en el reconocimiento de este hecho.13
Declaraciones como estas indican que el gobierno nicaragüense estaba
consciente de las demandas feministas a comienzos de los años treinta y por
el resto de la década. En 1937, unos años después de la presentación de
Debayle, Josefa Toledo de Aguerri estuvo encargada de dar un discurso en un
evento cultural convocado en honor a Somoza García y su esposa. Ya que la
Primera Dama era la presidente honoraria de LIMDI y Cruzada,14 una de las
múltiples organizaciones feministas a la que pertenecía Toledo de Aguerri, el
discurso versó sobre el feminismo.15
En su presentación, Toledo de Aguerri cuidadosamente explicó los obje-
tivos feministas de LIMDI y Cruzada:
1ro- Fundar escuelas... (incluyendo) escuelas técnicas que
preparen a la mujer para bastarse a sí misma (y) escuelas de

11 Luis Manuel Debayle. “The Status of Women in Nicaragua.” Mid-Pacific Maqazine


(vol. 45, No. 3, 1933, Honolulu, Hawaii).
12 Ibíd., p. 238.
13 ibíd. p. 237.
14 La Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas y Cruzada de Mujeres
Nicaragüenses.
15 Josefa Toledo de Aguerri. Educación y feminismo. Sobre enseñanza. Artículos varios.
(Reproducciones). (Managua: Talleres Nacionales de Imprenta y Encuadernación, 1940),
pp. 28, 29.

774
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

campesinas para el analfabetismo, ya que est(as) forma(n)


la mayoría del país.
2ndo- Liberación política y social de la mujer Enseñanza prác-
tica de los deberes sociales y políticos de la ciudadanía; pues
sin voz ni voto no pueden prestar su cooperación política y
social.
3ro- Autonomía nacional- Nuestros antepasados nos legaron
una Patria que debemos conservar y defender.
4to-Cultura intelectual por medio de conferencias sobre Cien-
cias, Artes y Literatura, que capaciten a la mujer a mayor
compresión, para exigirle mayor responsabilidad.16
Dos años después, creyendo, erróneamente, que el clima era propicio
para un cambio, Josefa Toledo de Aguerri junto con otras feministas presentó
una de las tantas peticiones ante la Asamblea Constituyente nicaragüense,
pidiéndole a la administración Somoza que cumpliera con su promesa de brin-
darle el voto a la mujer:
(la mujer nicaragüense) espera confiada en la realización de
la promesa del señor Presidente de la República, General A.
Somoza, en su Programa de Gobierno, comprensivo de que
hay que gobernar con la aquiescencia de la población entera
del país, no con una parte de ella.17
A sabiendas de que los altos dirigentes del gobierno estaban al tanto de
sus objetivos, y asumiendo el apoyo del régimen Somocista, las tácticas que
utilizaron las feministas en esta campaña sufragista fueron diferentes a las
que se utilizaron en campañas previas. Si durante el siglo anterior los hombres
tenían la tendencia de hablar a favor de las mujeres, no sucedió así en 1939.
En la “Petición Feminista a la (Asamblea) Constituyente Reclamando los
Derechos de la Mujer como Ciudadana de la República,” escrita por Toledo
de Aguerri, las mujeres afirmaron:
En nombre de la justicia y de la razón venimos un grupo de
mujeres nicaragüenses, como representativas de las mujeres
del país, a pediros interpretéis fielmente nuestra manera de
pensar y sentir respecto a nuestros derechos como ciudada-
nas de la República...
Pedimos que sean incorporados a la constitución (los siguien-
tes derechos de la mujer):
16 ibíd.
17 ibíd. p. 25.

775
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

a) A igual tratamiento político que el hombre.


b) A gozar de igualdad en el orden civil.
c) A las más amplias oportunidades y protección en el traba-
jo, y
d) Al más amplio amparo como madres.
Esto lo demandan: La mujer del pueblo… la mujer de la clase
media... la mujer intelectual o de alta clase…18
Muchos grupos feministas independientes participaron en la redacción
de este documento. Entre las organizaciones estaban LIMDI y Cruzada, la
Delegación Nicaragüense de la Liga Internacional Pro-Paz y Libertad; la
Primera Liga Panamericana Femenina de Educación; el Comité Interameri-
cano de Mujeres, y el Centro Femenino de Cultura Obrera.19 Fue después de
que este extraordinario esfuerzo fracasara en obtener el voto para las muje-
res, que Josefa Toledo de Aguerri y su generación de feministas comenzaron
a desaparecer de la propaganda somocista y del mundo público, para ser
reemplazadas eventualmente por una versión somocista del feminismo y de
los derechos de la mujer.
A comienzos de los años cincuenta, cuando la familia Somoza ya se había
establecido cómodamente en el poder, en la retórica oficial no se mencionaba
a las feministas, aunque continuó existiendo un movimiento feminista activo
por lo menos hasta el fin de la década. Entre los años 1950 y 1979 los Somoza
solamente reconocieron la contribución del Ala Femenina Liberal al avance
de las mujeres en su país. Fue en alabanza de los esfuerzos del Ala Femenina
a favor de su campaña electoral de 1957 que Luis Somoza denominó al Ala la
pechuga del partido.20 Tachito, el hermano menor de Luis Somoza y el último
Somoza en tomar el poder, también alababa continuamente a las “dinámicas
mujeres afiliadas al Partido Liberal Nacionalista.” 21
En los años sesenta y setenta, el término feminismo se empleaba con
muy poca frecuencia. Cuando se usaba, generalmente lo utilizaban las miem-
bros del Ala para sí mismas o para describir así a Tachito.22 Anastasio Somo-

18 ibíd. p. 21, 24.


19 ibíd. p. 25.
20 Entrevista con la Dra. Antonia Rodríguez, 995.
21 Hacia la meta... Mensajes políticos del Gral. Anastasio Somoza Debayle, Presidente
Constitucional de Nicaragua 1967-1972 Ante la Gran Convención del Partido Liberal
Nacionalista, durante su Campaña Electoral y Toma de Posesión. (Managua:
Imprenta Nacional, 1968), p. 14.
22 Corona Fúnebre en Recuerdo de la Doctora Olga Núñez de Saballos. Primer Aniversario
de su Muerte. (Managua: Imprenta Nacional, 12 de septiembre, 1972), p. 66.

776
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

za Debayle casi se autodenominaba feminista. En su campaña para la presi-


dencia de 1966, mencionó los derechos de la mujer en casi todos sus discur-
sos. Se autocreditaba, en nombre de su familia y del Partido Liberal Naciona-
lista, el “haber acometido la tarea de incorporar a la vida política a nuestro ser
más querido… la mujer nicaragüense.”23 Somoza repetía continuamente que
el PLN era el “partido que (le) ha(bía) dado a la mujer igualdad ante la ley.”24
Lo que no mencionaron ni Somoza ni las mujeres del Ala fue la contribu-
ción de las feministas como Josefa Toledo de Aguerri en la lucha por el sufra-
gio femenino. Irónicamente, la secretaria del Ala, la periodista Lucrecia No-
guera Carazo, si mencionó a Toledo de Aguerri en sus escritos, pero la men-
cionó solamente como una “prestigiosa educadora” que había tenido “gran
significación en la vida cultural de la mujer nicaragüense.”25 El impacto del
Ala en forjar una interpretación alternativa de la historia fue tal que su funda-
dora, Olga Nuñez de Saballos (1920-1971), se llegó a denominar equivocada-
mente “la primera mujer que ocupó cargos públicos durante este siglo, ya que
fue Agregada Cultural en la Embajada de Nicaragua en Washington.”26 Esto
se decía aún cuando Nuñez de Saballos y Toledo de Aguerri se habían cono-
cido en los años cincuenta y era claro que Toledo de Aguerri había tenido
mayor y más temprana experiencia en el gobierno.27

El ala femenina del partido liberal: sus objetivos y sus logros


Olga Nuñez de Saballos, la primera abogada mujer de Nicaragua, fundó
el Ala Femenina del Partido Liberal Nacionalista en 1955. El Ala Femenina se
creó para responder a las necesidades del PLN al igual que las de la primera
generación nicaragüense de mujeres liberales con títulos universitarios. Por
un lado, el Ala desplazó, apropió, y/o coaptó las organizaciones de mujeres
independientes que existieron anteriormente, para que el Partido pudiera ejer-
cer control directo sobre las mujeres, que ahora podían votar. Por otro lado, el
Ala abrió un espacio político para las mujeres liberales en el que podían ma-
niobrar como votantes. Dicho de otra manera, el Ala se creó para confrontar
un nuevo factor en la política: el sufragio femenino. Además, con la creación
del Ala el PLN popularizó las “alas femeninas” en los partidos políticos mas-
culinos. Este patrón se perfeccionó durante la dictadura y continúa aún hoy.28
23 Hacia la meta… p. 14.
24 Ibíd. p. 145.
25 Noguera Carazo, Evolución Cultural, p. 7.
26 Ibíd. p. 12.
27 Julio C. Hernández, “Puntos Culminantes del Primer Congreso Pedagógico Nicaragüense,”
Semanario el digesto. (Vol. 1, No. 38, Managua, sábado 22 de septiembre de 1951).
28 Ya en 1935 el Partido Trabajador Nicaragüense había organizado a las mujeres socialistas
en el Frente Obrero Femenino. Véase Armando Amador, Un Siglo de Lucha de los

777
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

El Ala Femenina también tuvo otros resultados. Sirvió para reforzar las
diferencias de clase entre las mujeres, así como la jerarquía de género entre
las clases medias.29 Además, contribuyó a la creación de la clase media mo-
derna nicaragüense. Adicionalmente, el Ala ayudó a formar lazos importan-
tes– aunque desiguales- entre las diferentes regiones geográficas de Nicara-
gua. A diferencia de otras organizaciones políticas con base en Managua, el
Ala tenía representantes en el Pacífico y en el Atlántico del país. La comuni-
cación entre miembros del Ala en los diferentes departamentos del país per-
mitió que se formaran amistades a través de la distancia, contribuyendo a la
solidaridad entre las mujeres somocistas. Sin embargo, el intercambio nunca
fue equitativo, puesto que el centro del poder permaneció siempre en Mana-
gua.30
Al crear una red de mujeres a nivel nacional, el Ala Femenina ayudó a
crear un nacionalismo somocista a nivel popular. Esta conclusión se apoya en
un argumento que hace el historiador Jeff Gould sobre el populismo somocis-
ta. La interpretación de Gould sobre el régimen indica que:
Los Somoza (durante los primeros años de su administra-
ción) crearon un estilo político populista que combinaba un
discurso anti-oligárquico con un pedido de apoyo a las masas
trabajadoras… Obreros y campesinos aceptaron en gran parte
el variante somocista de populismo y las reglas de juego co-
rrespondiente, pero al mismo tiempo, formaron y transfor-
maron el populismo somocista a su manera.31
Los Somoza también pedían el apoyo de la población femenina nicara-
güense. La dictadura promovió una versión limitada de derechos para las
mujeres a cambio de los votos y el apoyo de ellas. Además, intentó controlar
las reglas del juego por medio de la coaptación y la apropiación. Sin embargo,
al igual que los trabajadores, las mujeres liberales como grupo también pudie-

Trabajadores de Nicaragua. (Managua: UCA, 1992), p. 94. Durante los años sesenta y
setenta las mujeres conservadoras estaban organizadas en el Frente Femenino
Conservador. Véase Amelia Borge de Sotomayor, La Condición Legal de la Mujer y su
Situación de Hecho. Compilación y Análisis de Leyes que Discriminan a la Mujer.
(Medford, Massachussets: Tufts University, 1975), p. 15. Las mujeres sandinistas se
organizaron en AMNLAE a partir de los años ochenta.
29 La mayoría de las miembros del Ala procedían de la clase media y no de la oligarquía, que
tradicionalmente había apoyado al Partido Conservador.
30 Aunque el Ala tenía miembros en la Costa Atlántica de Nicaragua, este ensayo se enfoca
solamente en las actividades que tomaron lugar en el Pacífico.
31 Jeff Gould, To Lead as Equals. Rural Protest and Political Consciousness in Chinandega.
Nicaragua. 1912. 1979. (Chapel Hill, North Carolina: The University of North Carolina
Press, 1990), p. 293.

778
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ron “formar y transformar” el discurso populista de los Somoza, haciéndolo


suyo.

El trabajo electoral del ala


Como el Ala estaba a cargo de movilizar a las mujeres en apoyo de la
dictadura, una gran parte de su activismo se centraba en las campañas elec-
torales. El Ala participó activa y creativamente en las campañas presidencia-
les de 1957, 1963 y 1967, dirigiéndose a las mujeres votantes en su propagan-
da política. En 1956 por ejemplo, una canción fue compuesta por y para “se-
ñoritas liberales.” Esta era la letra:
Pronto vamos a votar
pronto vamos a votar
y Somoza vencerá...
compañeras a votar
compañeras a votar...
Con la bendición de Dios
Con la bendición de Dios
ganaremos la elección
con el Boogie-Woogie SO
con el Boogie-Woogie MO
con el Boogie-Woogie ZA
... 32
Los votos de las mujeres somocistas para Luis Somoza en las elecciones
de 1957 simbólicamente honraban la memoria de Anastasio Somoza García,
el patriarca que les había permitido convertirse en ciudadanas. Sin embargo, a
otro nivel les atraía a las somocistas la personalidad y apariencia del joven
ingeniero industrial. Desde la perspectiva de Antonia Rodríguez, Luis Somoza
era:
Un hombre con mucha cultura, muy sensible, muy abierto a
la gente pobre y al público. Era guapo, blanco, bien parecido,
elegante… Nos decía (a las del Ala) “¿Dónde están mis pe-
chugas?” y todas corríamos a abrazarlo.33
Después de completar Luis Somoza su período presidencial de seis años,
se llevaron a cabo por primera vez en Nicaragua elecciones con boleta secre-
ta en 1963. René Schick Gutiérrez, el candidato somocista, ganó las eleccio-

32 “Boogie-Woogie Somoza” in Nicaragua. Patria arte cultura. (No. 9, Año VII, Managua,
febrero 1956).
33 Entrevista con Antonia Rodríguez, 1995.

779
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nes, pero murió mientras servía como presidente. Se volvieron a llevar a cabo
elecciones presidenciales en 1967 y el tercer y último Somoza ganó por un
inmenso margen. De acuerdo al autor Bernard Diederich, “Somoza declaró
que había recibido 480,162 de los 652,244 votos que se reportaron. La mayo-
ría de los votos fueron de las mujeres.”34
En 1968, el año en que Tachito subió al poder, el Ala femenina cumplió
trece años de vida. Durante ese tiempo el Ala le dio a los Somozas entre el 60
y el 67% de los votos electorales.35 Estas cifras comprobaban, desde la pers-
pectiva de la co-fundadora del Ala, la periodista Lucrecia Noguera Carazo,
que el Ala era un grupo “poderoso.”36 De acuerdo a otra líder el Ala, la
maestra Mary Coco Maltez de Callejas, las alas del Partido Liberal se habían
“convertido en la columna vertebral.”37 Sin duda, el Ala ocupó un lugar privi-
legiado dentro de la dictadura. Además, al conseguir el apoyo de las mujeres
para el régimen somocista, el Ala ayudó a legitimizar unas elecciones abruma-
das por acusaciones de fraude.

El ala: su estructura y sus miembros


En parte, el éxito del Ala se debía a su estructura organizativa y a la
manera en que eran reclutadas sus miembros. La estructura era estrictamen-
te jerárquica, y sus miembros tendían a ser escogidos directamente por las
líderes de la organización. Por ejemplo, Antonia Rodríguez recuerda que Olga
Núñez de Saballos la invitó personalmente a las reuniones del Ala. Rodríguez,
la primera doctora en farmacia de Matagalpa, fue reclutada en los años se-
senta, al poco tiempo de haber llegado a Managua desde su pueblo natal. La
invitación del Ala fue un honor para Rodríguez, puesto que ella estaba cansa-
da de los límites que le imponía su pequeño pueblo a las mujeres profesiona-
les. La membresía en el Ala le dio el respeto que ella buscaba como mujer,
como profesional, y como Liberal.38
En el Ala, Rodríguez encontró una serie de amistades, mentores y cole-
gas. Las conexiones que hizo mediante la organización han permanecido rela-
tivamente intactas durante más de treinta años, ayudándola a conseguir traba-
jo y otros beneficios materiales para sí misma, sus amistades y sus parientes.
Además, el Ala le ayudó a Rodríguez a acostumbrarse a la vida en la capital,
incorporándola directamente al centro de la vida política liberal. Por medio del

34 Diederich, Somoza and de Legacy of U.S. Involvement, p. 82.


35 Noguera Carazo, Evolución Cultural, p. 16.
36 Ibíd. p. 15.
37 Corona Fúnebre, p. 69.
38 Entrevista con Antonia Rodríguez, 1995.

780
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Ala Rodríguez conoció personalmente a muchos políticos (hombres y muje-


res), que le ayudarían en momentos de necesidad.39
Al igual que todas las miembros del Ala, Rodríguez atendía las reuniones
de la organización y las manifestaciones a favor de Somoza y también ayuda-
ba a organizar y planear estos eventos. Adicionalmente, Rodríguez le propor-
cionaba a la oficina del Ala en Managua sus conocimientos de la política local
de Matagalpa, ayudándole de esa manera a crear estrategias electorales apro-
piadas para la región.40
En términos organizativos, el Ala se asemejaba a una pirámide. Al más
alto nivel, el Ala respondía a las órdenes que daban dos hombres: el Presiden-
te de la República y el Presidente del Partido Liberal Nacionalista. El segundo
nivel de mando lo constituía la Directiva Nacional del Ala. Este selecto grupo
incluía una presidente, una vicepresidente, una secretaria, una tesorera, y vo-
cales (representantes) de los diferentes departamentos del país.41
Subordinadas directamente a la Directiva Nacional estaban las organiza-
ciones del Ala en cada uno de los dieciséis departamentos de Nicaragua. A su
vez, las organizaciones departamentales se dividían en 134 filiales a nivel de
municipio.42 El nivel más bajo de la pirámide estaba compuesto por los “Comi-
tés de Mujeres Liberales” que existían en cada uno de los cantones del país.43
No habían elecciones dentro del Ala, y los puestos se mantenían de por
vida. Desde 1955 hasta 1971, Olga Núñez de Saballos sirvió como presidente,
Mary Coco Maltez como vicepresidente, Lucrecia Noguera de Carazo como
secretaria, y la abogada Esperanza Centeno Sequeira como tesorera.44 La
Ala también tenía una consejera legal permanente, la abogada Amelia Borge
de Sotomayor.45
Al igual que el régimen somocista, el Ala se regía por la jerarquía, el
paternalismo y el autoritarismo. Mediante la participación en el Ala las muje-
res no aprendían métodos políticos “democráticos” sino una concepción jerár-

39 Ibíd.
40 Ibíd.
41 Ibíd.
42 Borge de Sotomayor, La Condición Legal, p. 14.
43 Ibíd.
44 En los años sesenta el Ala recibió fondos del Partido Liberal a través de Pablo Renner, el
Presidente del Partido. Ya que todo el trabajo de las miembros era voluntario, el dinero se
utilizaba para comprar comida –principalmente sándwiches y bebidas- para la gente
trabajadora que llegaba a las manifestaciones a favor de Somoza. A veces hasta se le
pagaba a estas personas para que llegaran. Sorprendentemente, la Ala no tenía su propia
oficina. Las miembros tenían que reunirse en la casa de Núñez de Saballos, en el Casino
Militar o en la Casa del Partido Liberal. Entrevista con Antonia Rodríguez, 1995.
45 Ibíd.

781
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

quica de la política. Aunque el Ala incorporaba a mujeres de las clases popu-


lares tanto como mujeres de los departamentos en su pirámide organizativa,
solamente las mujeres de origen urbano, profesional y de clase media partici-
paban en las decisiones que se tomaban a nivel nacional. El Ala reforzaba la
jerarquía de clases entre las mujeres. Al mismo tiempo, enfatizaba la impor-
tancia de las identidades locales para su propio beneficio, mientras ayudaba a
respaldar la supremacía política y burocrática de la capital.
De 1955 a 1971, el Ala giró en torno a la figura de su fundadora y presi-
dente, la abogada Olga Núñez de Saballos. Al finde cuentas la dependencia
sobre Núñez de Saballos y un grupito de lideresas resultó ser letal para el Ala.
Sin embargo, durante los años cincuenta y los sesenta, esta dependencia pa-
recía ser natural y útil. Mientras permaneció intacta su organización, las pe-
leas internas por el poder casi no existieron dentro del Ala. Fue hasta después
de la muerte prematura de Núñez de Saballos en 1971 que las luchas por el
poder casi destruyeron la organización. Al morir la cabeza del Ala, el cuerpo
comenzó también a morir.46
El período entre 1955 y 1971 fue el mejor periodo de la organización.
Durante este tiempo las miembros del Ala se embriagaron con el somocismo
y la retórica somocista. Le creyeron a la dictadura cuando esta les repitió una
y otra vez que las mujeres eran una parte íntegra del somocismo y del Partido
Liberal Nacionalista. Desde la perspectiva del Ala el PLN había cumplido con
las mujeres al darle el sufragio y seguir abriéndoles la puerta de la oportuni-
dad. Aparte de eso, las mujeres somocistas querían convertir al somocismo en
algo suyo, y el régimen apoyaba este proceso con tal de que no amenazara la
existencia de la dictadura.
Como el Ala dependía del PLN, por definición no podía ser una amenaza
para los Somoza. Esto lo entendían todos; por lo tanto, las miembros del Ala
nunca trataron de crear un espacio para ellas mismas fuera del Somocismo.
Además, las mujeres del Ala no sentían necesidad de rebelarse en contra de
la dictadura; estaban de acuerdo con todos o casi todos los principios del
somocismo, incluyendo aquellos que fomentaban la concentración de las ri-
quezas nicaragüenses en manos de un pequeño porcentaje de la población.
Al igual que la dictadura, el Ala no quería destruir la supremacía econó-
mica de las elites en Nicaragua. Las miembros del Ala se beneficiaban del
somocismo precisamente por su status de clase media. Ellas además creían
que su posición económica les daba derecho a ser las lideresas de las mujeres
pobres. Por lo tanto, para que las miembros del Ala pudieran cumplir con su

46 Ibíd.

782
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

papel de líderes, las mujeres de las clases populares necesitaban mantenerse


relativamente empobrecidas.
En resumen, como grupo, las miembros del Ala apoyaron a los Somoza
durante el período de 1955 a 1979 por una variedad de razones. En parte, lo
hicieron porque estaban agradecidas por el sufragio y las oportunidades eco-
nómicas y políticas que les brindó el régimen. Pero también tuvieron gran
influencia los lazos familiares y la tradición. La explicación que da Antonia
Rodríguez de porqué era somocista nos ayuda a comprender mejor la relación
entre la vida familiar y las identidades políticas femeninas durante la dictadu-
ra.
Cuando se le preguntó por qué apoyó a los Somoza, Rodríguez respondió
“porque yo era liberal.” Cuando se le preguntó por qué era liberal, Rodríguez
contestó “porque mi familia era liberal.” No fue hasta después de mencionar
los lazos familiares que Rodríguez declaró “todo lo que los Somoza hicieron
por las mujeres” también había influenciado su decisión política.” 47 Sus co-
mentarios demuestran el importantísimo papel que juegan las familias en mol-
dear las preferencias políticas de las personas. Sus comentarios también su-
gieren que las divisiones entre Liberales y Conservadores que tradicional-
mente han existido en Nicaragua probablemente sean muy difícil de borrar.

“La Nicolasa”
Hasta ahora nos hemos enfocado exclusivamente en las mujeres del Ala,
pero es necesario hacer hincapié en lo siguiente: la trayectoria política de
Antonia Rodríguez y las demás mujeres del Ala no se puede entender comple-
tamente si no se toma en cuenta el apoyo que Nicolasa Sevilla le dio al régi-
men somocista. El Ala canalizaba la participación política de las mujeres de la
clase media hacia una expresión aceptable para esa clase. “La Nicolasa” sin
embargo, simbolizaba la pasión política de las mujeres de las clases populares,
una pasión prohibida para las somocistas de clase media.
Mientras el Ala se encargaba de obtener el apoyo de las mujeres de una
manera relativamente pacífica, se dice que Sevilla y sus seguidores (tanto
mujeres como varones), atormentaban, humillaban y atacaban a aquellos que
rehusaban ser convencidos por tácticas corteses. Siendo mujer, durante sus
primeros años de activismo político Sevilla era más eficaz cuando intimidaba a
otras mujeres, especialmente aquellas que pertenecían a las clases medias y
altas. El blanco principal de las “turbas” de Sevilla, como le decían sus detrac-
tores, inicialmente parecían ser las esposas, hermanas e hijas de los políticos
anti-somocistas. De los años cuarenta en adelante, cuando “las esposas de los
47 Ibíd.

783
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

ministros (antiSomocistas) salían a protestar en público, la Nicolasa las hacía


correr.”48 Aunque nadie alega que Sevilla haya matado a alguien personal-
mente, los rumores indican que para los años sesenta ella siempre llevaba una
pistola en su cartera.49 Además, iba siempre acompañada por varios guarda-
espaldas varones,quienes se suponía también iban armados.50
La vida política de Nicolasa Sevilla se centró en la capital y duró prácti-
camente toda la dictadura. Ella apoyó al primer, al segundo y al tercer Somo-
za. Fue encarcelada por los sandinistas en 1979 pero eventualmente fue pues-
ta en libertad por el Comandante sandinista Tomas Borge por su avanzada
edad.51 Hay versiones conflictivas sobre su paradero actual. Algunos dicen
que al ser puesta en libertad se trasladó al norte de Nicaragua donde murió a
fines de los años ochenta o comienzos de los noventa.52 Otros dicen que ella
aún vive, y que habita con un hijo en Venezuela, o con una hija en Costa
Rica.”53
Su vida personal causa mucho debate. Entre Sandinistas, se le recuerda
como “una ex-prostituta y amiga íntima de Somoza García,”una que provocó
la encarcelación y muerte de muchos activistas anti-somocistas.54 Josefa Or-
tega, una sandinista que conoció personalmente al hijo de Sevilla, representa
la típica posición sandinista al declarar que “la Nicolasa era una mujer mala”.55
Los recuerdos de personas somocistas son más matizados, Antonia Ro-
dríguez por ejemplo, recuerda que Sevilla tuvo un hijo con el abogado liberal
Enoc Aguado en los años treinta o cuarenta.56 Después de terminar su rela-
ción con Aguado,Sevilla “vivió con otros hombres”57, hasta juntarse con Eu-
genio Solorzano58, el fundador de AMROC (la Asociación de Militares Reti-
rados, Obreros y Campesinos) y el Ministro del Distrito Nacional de Mana-
gua. El puesto de su esposo le ayudó a Sevilla a conocer aquellas personas

48 Ibíd.
49 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco. Philadelphia, Pennsylvania, 1995.
50 Ibíd.
51 Entrevistas con Antonia Rodríguez y Gonzalo Núñez Blanco.
52 Conversación con Mariano Vargas. Bloomington, Indiana, 1995.
53 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
54 Viktor Morales Henríquez, De Mrs. Hanna a la Dinorah. Principio y fin de la Dictadura
Somocista. Historia de Medio Siglo de Corrupción, (Managua?: 1980?), p. 74. Y entrevista
con Josefa Ortega. Managua, 1995.
55 Entrevista con Josefa Ortega, 1995.
56 Entrevista con Antonia Rodríguez. Enoc Aguado fue un líder Liberal que rompió con
Somoza en los años cuarenta y fundó el Partido Liberal Independiente (PLI). No se sabe
si Sevilla y Aguado terminaron su relación por razones políticas.
57 Ibíd.
58 Ibíd. No se sabe si Sevilla y Solórzano se casaron formalmente, sin embargo, vivían
juntos y eran reconocidos como pareja.

784
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

que sus enemigos luego llamarían “matones:” los recolectores de basura, lim-
piadores de calles, empleados del rastro, y otros empleados de Managua a
quien ella reclutó para que votaran por los Somoza.59
Algunos nicaragüenses hoy en día recuerdan a Sevilla como la presiden-
te de AMROC.60 Aunquees posible, pareciera ser poco probable que a ella la
hubieran nombrado formalmente como presidente de una organización com-
puesta por hombres jubilados. Lo más probable es que Sevilla tenía jurisdic-
ción informal sobre su propia versión de AMROC, una compuesta por obre-
ros entre los veinte y treinta años, muchos de ellos miembros de la organiza-
ción de jóvenes somocistas, la Juventud Somocista.61
Desde la perspectiva de sus enemigos, la AMROC / Juventud Somo-
cista de Sevilla funcionaba como una organización paramilitar terrorista y
quizá hasta estaba relacionada con la “Mano Blanca”, un grupo anti-sandinis-
ta clandestino terrorista apoyado por el gobierno que surgió a finales de los
setenta.62 De cualquier manera, no hay duda de que Sevilla tenía gran poder
entre sus seguidores a nivel de masas y que ella causaba miedo entre la
población, Sevilla tenía también un lugar especial en los escalones superiores
de la dictadura. Ella participaba en campañas electorales, publicaba artículos
en periódicos somocistas, y tenía voz en los círculos gubernamentales. Según
Antonia Rodríguez “había un representante de Sevilla en cada cantón (de
Managua).”63 Ella también “dirigía dos periódicos pro-gobierno,” en los que
vilificaba a la sociedad de Managua.”64 Además, Sevilla “podía ir a cualquier
Ministerio y las secretarias no le podían decir que esperara. Su poder era
extraordinario”.65
La percepción pública era que Sevilla estaba siempre al lado del presi-
dente; “a donde iba Somoza, ahí estaba ella.”66 William Krehm, un reportero
de la revista Time que fue testigo ocular del activismo de Sevilla en los años
40 describió a Sevilla como “una flaca de ojos azules, dueña de un burdel
barato,”67 que “llegó a ser un pilar del régimen.”68 La manera exacta en que

59 Ibíd.
60 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco. Conversación con Mariano Vargas.
61 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
62 Ibíd.
63 Entrevista con Antonia Rodríguez.
64 William Krehm, Time. (agosto 7, 1944), p. 38.
65 Entrevista con Antonia Rodríguez.
66 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
67 William Krehm, Time, (agosto 7, 1944), p. 38..
68 Citado en Gregorio Selser, Nicaragua de Walker a Somoza, (Mexico; Mex Sur Editorial
S.A.), 1984, p. 250.

785
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

llegó a tener tanto poder continúa siendo un misterio, pero según Antonia
Rodríguez:
las lideresas no nacen, se hacen. Somoza (García) vio algo
en (Sevilla) y sabía que le beneficiaría tenerla de su lado…
Ella era como la abogada Olga Núñez de Saballos, pero en
un campo diferente. Ella hizo su propia organización. Pero…
ella no era de la clase alta, ella era del pueblo.69
Los relatos periodísticos de Krehm y otros ayudaron a convertir a “la
Nicolasa” en una figura legendaria de proporciones nacionales e internacio-
nales. Este status hace difícil la separación entre ‘’la verdad” y “la mentira”
sobre la vida de “la Nicolasa.” A pesar de esta incertidumbre, ciertos eventos
merecen atención especial. Las manifestaciones que Sevilla organizó en 1944,
1962 y 1964 son quizá las más importantes.
Según una variedad de fuentes, Sevilla obtuvo fama nacional e interna-
cional en 1944. El 29 de junio Sevilla organizó una manifestación a favor de
Somoza para contrarrestar una protesta en contra del dictador que tomaba
lugar ese mismo día. Ambos grupos eran de mujeres. Sin embargo, las fuerzas
anti-somocistas era de la clase media y las fuerzas somocistas eran de la
clase trabajadora.70
De acuerdo con el periódico conservador La Prensa, los seguidores de
Sevilla eran “gentuza, trabajadoras del mercado y mujeres de mala reputa-
ción.”71 El artículo de William Krehm titulado “Llamando a todas las prostitu-
tas” nos da una descripción más extensa (aunque igualmente subjetiva) de lo
que pasó ese día. Dice Krehm que la manifestación en contra de Somoza era:
una procesión de madres ancianas, esposas e hijas respeta-
bles, todas vestidas de negro… protestaban el arresto masi-
vo de más de 600 opositores al dictador Anastasio Somoza
cuando desde los suburbios de Managua llegaron unas tur-
bas de prostitutas. Estas se arrimaron a las mujeres y jóve-
nes, las bofetearon y les escupieron.
Parientes varones de las manifestantes llegaron a rescatar-
las y dispersar a las prostitutas escandalosas. De pronto, Ni-
colasa Sevilla... saltó de un carro oficial del gobierno… Ame-
nazó a las mujeres mayores con un cuchillo, y les gritó grose-

69 Entrevista con Antonia Rodríguez.


70 Entrevista con Antonia Rodríguez. Véase también Diederich, Somoza and the Legacy of
U.S. Involvement, Selser, Nicaragua, y Krehm, Time.
71 Citado en Knut Walter, The Regime of Anastasio Somoza, 1936-1956, (Chapel Hill: The
University of North Carolina Press, 1993), p. 131.

786
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

rías a las muchacha más bonitas… Las rameras luego regre-


saron a los suburbios. Pero el Presidente invitó a Nicolasa al
Palacio, llamándola “una muy buena amiga,” y se la presentó
a las visitas escandalizadas.72
Más tarde ese mismo día, según Krehm, Sevilla “invadió la Cámara de
Diputados y bofeteó a uno de los que hablaba.”73 El enfrentamiento con anti-
somocistas dentro de edificios gubernamentales llegaría a ser una de las ca-
racterísticas más conocidas de Sevilla. Parece ser que los Somozas apoyaban
la táctica porque algo similar tomó lugar años después. El autor Bernard Die-
derich nos cuenta que en 1962:
un grupo de anti-somocistas entró al Congreso para protes-
tar (una ley bajo consideración). Los estaban esperando una
turba gubernamental de ochenta hombres bajo las órdenes
de Nicolasa Sevilla, una dura mujer. Cuando los manifestan-
tes gritaron “Libertad” y “Que se Vaya Somoza” la turba los
agarró con cuchillos y palos. Algunos de los muchachos de la
Nicolasa hasta sacaron pistolas y dispararon al grupo. Cuan-
do terminó el pleito y se retiraron los manifestantes, no ha-
bían muertos, pero habían treinta y cinco heridos, incluyendo
“la Nicolasa” a quien le habían pegado en la cabeza con una
silla. Los congresistas habían continuado su sesión y habían
pasado la nueva ley de medios de comunicación en presen-
cia de la Guardia Nacional, cuyos miembros tenían desenvai-
nadas sus pistolas.74
Un tercer evento merita nuestra atención. Según Gonzalo Núñez Blanco,
en 1964 “la Nicolasa” estuvo involucrada en otro confrontamiento explosivo
con fuerzas anti-somocistas. Esta vez Sevilla peleó con un grupo de miembros
del FSLN que trataban de tomarse una estación de radio somocista de Mana-
gua, la Radio X. Junto con un grupo mayoritariamente masculino, Sevilla con-
frontó los Sandinistas con pistolas y palos, arruinando la operación del Frente.
Aunque no murió nadie, Sevilla demostró una vez más que estaba dispuesta a
poner su vida en peligro por la dictadura.75
Como se puede ver en estas historias, los seguidores de Sevilla cambia-
ron a lo largo de veinte años. En los años cuarenta, Sevilla era líder de un
grupo de mujeres; ya para los años sesenta, sus seguidores eran más que

72 Krehm, Time.
73 Ibíd.
74 Diederich, Somoza, p. 71.
75 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.

787
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

nada varones. Varios factores pueden haber influenciado este cambio. En


primer lugar, Sevilla se convirtió en parte del gobierno somocista. Su nueva
posición seguramente requería una nueva imagen, una que no estuviera daña-
da por la presencia de mujeres de “mala reputación.” En segundo lugar, las
conexiones que tenía Sevilla con AMROC le dieron acceso a un sector dife-
rente de la población y a cierta cantidad de fondos monetarios.76 Obviamente
Sevilla le sacó provecho a su posición para movilizar a hombres de las clases
populares. De hecho, hasta compró su apoyo algunas veces.77
Aunque los seguidores de Sevilla cambiaron, el apoyo que ella le dio a la
familia Somoza nunca lo hizo. Durante más de treinta años se vistió de rojo, el
color del liberalismo en Nicaragua.78A comienzos de los ochenta todavía se le
consideraba una persona importante dentro del somocismo. Según Antonia
Rodríguez, Sevilla aún tenía energía para hostigar a sus encarceladores. Ya
canosa y anciana, “la Nicolasa” los molestaba gritándoles su apoyo al Partido
Liberal Nacionalista, hasta que por fin la dejaron en libertad.79

Conclusión
El propósito del Ala era ponerle un rostro más dulce al somocismo, uno
que atrayera a las mujeres liberales de la clase media. El Ala tuvo éxito
durante más de quince años, ayudando a legitimizar el régimen cuando más
lo necesitaba. Sin embargo, el Ala fue más que un instrumento utilizado por los
Somoza para obtener los votos de las mujeres. Mediante su participación en el
Ala mujeres liberales de clase media pudieron hacer suyo el somocismo e
incorporarse en el mundo de la política, considerado tradicionalmente un mun-
do masculino. El respeto que recibió el Ala sin embargo, dependía de los
estereotipos que existían sobre su contraparte: las mujeres activistas de las
clases populares.
A pesar de la intensa discriminación que enfrentaban en la política, las
mujeres de las clases populares también se sintieron atraídas al somocismo.
Nicolasa Sevilla, entre otras, llegó a tener gran poder dentro de la dictadura.
Al igual que las mujeres de clase media en el Ala, ella también pudo definir el
somocismo a su propia manera.
La política de los Somoza hacia las mujeres era simple y clara: las muje-
res obtendrían derechos básicos, como el voto, el acceso a las universidades,
y algunos puestos en el gobierno, a cambio de su apoyo para la dictadura. Esta

76 Ibíd.
77 Ibíd.
78 Ibíd.
79 Entrevista con Antonia Rodríguez.

788
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

política funcionó especialmente bien durante los años cincuenta y sesenta,


tanto que en retrospectiva, muchas mujeres somocistas declaran que el go-
bierno que ayudaron a mantener en el poder les dio los mejores años de su
vida. Están ausentes los sentimientos de remordimiento o resentimiento en
sus recuerdos de la dictadura; los álbumes con recortes de periódicos y fotos
que documentan su activismo a favor del régimen son guardados con amor.
No hay duda en la mente de estas mujeres que el trabajo que hicieron tenía
valor y que ellas mismas eran importantes para el Somocismo y para el libera-
lismo. Antonia Rodríguez resume esta posición cuando dice “el Partido Libe-
ral éramos todos.”80
Sin duda, Antonia Rodríguez votará por Arnoldo Aleman en las eleccio-
nes próximas, al igual que muchas otras mujeres de familias con tradición
liberal. Obviamente, la trayectoria política de Rodríguez tiene un mensaje im-
portante para los políticos de la izquierda y de la derecha: los votos de las
mujeres son decisivos. ¿Pero que podemos aprender los historiadores de mu-
jeres como Rodríguez y Sevilla? Debemos reconocer que las mujeres en Ni-
caragua han tenido una participación activa en la política por generaciones y
que han apoyado a diferentes tipos de ideologías y agendas. Ya es hora que la
variedad de sus experiencias políticas sea reconocida. Además, debe recono-
cerse que las contribuciones de las mujeres a la “nefastas” dictadura ocupa-
ron un lugar de vida o muerte dentro del somocismo: su corazón.

80 Ibíd.

789
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Alicia Gariazzo (1948)1

Chile. Economista e investigadora social. Universidad de Chile, fa-


cultad de economía y negocios, grado postdoctorado. Fue investiga-
dora de la Coordinación Regional de Investigaciones Económicas y
Sociales (CRIES) en Managua. Trabajó en Nicaragua desde 1981
hasta su regreso a Chile. Estuvo a cargo de proyectos de investiga-
ción en el Instituto de Investigación Económica y Social (INIES) ni-
caragüense y con otras entidades locales. Participó en la Coordina-
ción Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES) en
Managua.Desde 2003 a la actualidad es asesora en la Cámara de
Diputados de Chile para asuntos económicos, preparación de ponen-
cias, informes y análisis en comisiones investigadoras. Actualmente
es Directora de Conadecus. Ha publicado El café en Nicaragua:
los pequeños productores de Matagalpa y Carazo (1984); y The-
Chilean and Argentinian labourmovement (1980). Coautoría: Diag-
nóstico del sector social de la economía en Nicaragua (2007); A
crear empleo (2016); La revolución no da la solución. La mujer
en la Nicaragua Sandinista (1991); Europa y Centroamérica. La
búsqueda del “bilaterismo regional”. En colaboración con David
Lewis (1990); Son tus perjúmenes mujer: la sonrisa y la muerte
de la mano (2014).

La revolución no da la solución. La mujer en la Nicaragua sandi-


nista2
La liberación de la mujer no es el resultado automático de las revolucio-
nes socialistas o nacionalistas. Es más bien uno de los elementos más olvida-
dos por los revolucionarios, después del triunfo de ‘su’ revolución. Avances en
la situación legal no compensan la existencia de las viejas tradiciones machis-
tas, de las costumbres y valores de las sociedades patriarcales, aún en los
países socialistas. La experiencia sandinista demuestra cómo el proceso re-
volucionario combina la retórica socialista con un progreso real en la partici-
pación de la mujer en asuntos públicos, continuando, sin embargo, su margina-
1 Para esta inserción se ha privilegiado el tema de investigación no la nacionalidad de la
autora.
2 http://nuso.org/media/articles/downloads/1995_1.pdf. Nueva Sociedad No. 113 Mayo-
Junio 1991, p51-58
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad Nº 113 Mayo-Junio
de 1991, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>

790
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

ción y opresión. Parece que hay problemas fundamentales en la lucha de las


mujeres, más allá de la formación política e ideológica de las sociedades, que
deben ser superados por todas las mujeres de todas las clases y todas las
naciones.
Cada vez es más reconocido que las revoluciones socialistas, nacionalis-
tas o democráticas no son un instrumento de liberación de la mujer. Esto se
comprueba en las propias teorías que las han inspirado y en las evaluaciones
hechas en los últimos años sobre su práctica. El enfoque marxista clásico
aspiraba a que la socialización de los medios de producción haría desaparecer
la opresión de la mujer, su dependencia y el patriarcado, ya que sus raíces,
como todos los problemas de la sociedad capitalista, se encontraban en la
existencia de la propiedad privada. Reconocía el obstáculo objetivo que signi-
fica para su desarrollo el trabajo doméstico, pero la solución era fácil al ser las
labores domésticas asumidas por el Estado. En otras palabras, estatización
era la palabra clave en todos los ámbitos.
Esta argumentación llevó a los marxistas-leninistas a no desarrollar ele-
mentos nuevos después de la revoluciónrusayanisiquieraanalizarlos plantea-
mientos de marxistas, previos al leninismo, como los de August Bebel y Gui-
llermo Liebknecht, quienes escribían en 1867 que si bien la opresión de la
mujer terminaría con el triunfo de la revolución, era necesario que la nueva
sociedad fuera una sociedad de la abundancia; además hablaban explícita-
mente de revolución sexual.3 La abolición de la propiedad era clave para
Bebel, pero también la liberación del yugo doméstico, uno de los elementos
más olvidados posteriormente por los revolucionarios inspirados en el marxis-
mo.4
La revolución no da la solución
En Cuba la legislación es avanzada respecto a definición de derechos de
la mujer, aborto, divorcio, y los servicios sociales están bastante desarrollados;
3 “En la ejecución del amor será libre igual que el hombre. Enamorará o se dejará enamorar
y cerrará el vínculo no por otras causas que las de su inclinación... En este aspecto, el
socialismo no creará nada nuevo, no hará sino restablecer en un estado cultural superior
y bajo nuevas formas sociales, lo que era generalmente válido antes que la propiedad
privada dominase la sociedad... La satisfacción del instinto sexual es asunto personal de
cada uno; lo mismo que la satisfacción de cualquier otro instinto natural». (Bebel, 1867)
y agregaba “aun si las mujeres lograran tener los mismos derechos que el hombre, esto no
significaría la abolición de la esclavitud que significa el matrimonio para una gran cantidad
de mujeres, ni de la prostitución, ni de la dependencia material de gran cantidad de
mujeres de sus maridos».
4 En Nicaragua se ha tenido la oportunidad de observar de cerca a representantes de países
socialistas y comprobar que en la relación cotidiana de pareja el machismo es enorme y
la subordinación de la mujer mucho mayor que en los países capitalistas desarrollados.

791
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

sin embargo, la participación de la mujer en asuntos públicos es baja y tiene un


papel muy subordinado en el hogar.
En 1976 todo el bloque socialista, incluyendo Albania y China, tenía 97
puestos en las comisiones políticas de los respectivos partidos. En las comisio-
nes políticas de los partidos de la URSS, Checoslovaquia, Polonia y Yugoesla-
via no había ninguna mujer y en los otros países no había más de dos. En estos
mismos países correspondían sólo 27 de 557 altos cargos de gobierno a muje-
res. En la URSS ninguna mujer ocupa uno de los 75 altos cargos, y en China
sólo una mujer, Chang Ching, llegó a un puesto directivo. En el Soviet Supre-
mo sólo hay un 30% de mujeres; en Cuba ellas constituían en 1975 el 8,8% del
Comité Central y en Bulgaria el 18, 4% (ver Molineux, l990). En la actualidad,
Gorbachov, vanguardia del mundo socialista en cuanto a renovación, rectifi-
cación, pluralismo y democratización, afirma: “Al ocuparse de investigaciones
científicas, trabajos en obras de construcción, en producción y en servicios o
dedicarse a actividades creativas, a las mujeres no les queda suficiente tiem-
po para realizar sus tareas diarias en el hogar (...). Por tal motivo, desarrolla-
mos acalorados debates... sobre qué deberíamos hacer para que puedan vol-
ver a dedicarse a su misión puramente femenina” (citado por Herrera y
O’kane, 1989).
Nicaragua es una experiencia bastante novedosa en comparación a las
otras experiencias revolucionarias; sin embargo, los sectores más avanzados
no lograron imponerse, aunque durante los diez años de revolución se agitaron
libremente diversas concepciones y enfoques respecto a la cuestión de la
mujer. Estas se debatían dentro de las direcciones políticas y gremiales y en la
propia organización de mujeres sandinistas AMNLAE (Asociación de Muje-
res Nicaragüenses, Luisa Amanda Espinosa) y abarcaban desde los que pen-
saban que las mujeres debían irse a parir a la casa atacando las “ideologías
europeas pequeño-burguesas”, hasta los que reconocían la necesidad de la
liberación, la existencia del machismo y llamaban a la insurrección de la con-
ciencia. Las direcciones oficiales mantuvieron las posiciones menos avanza-
das, pero, al menos, el feminismo no se ilegalizó ni llegó a calificarse de con-
trarrevolucionario.
En AMNLAE predominó la idea de que la mejor forma de contribuir a la
liberación de la mujer era apoyando la revolución, lo cual significaba que los
problemas de la mujer serían solucionados por ésta, agregando que había que
unir la lucha y no separarla de la del hombre: “Los hombres no son culpables
de los problemas de la mujer. Estos vienen de una situación objetiva que es
herencia del pasado. El enemigo no es el hombre sino el sistema”. (Guido,

792
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

1987).5 “Rechazamos las tendencias que proponen la emancipación de la


mujer como resultado de una lucha contra los hombres y como una acción
exclusiva de las mujeres, ya que este tipo de posiciones divide y distrae al
pueblo de sus tareas fundamentales”. (Guido, 1987a). Pero, al mismo tiempo,
Guido se contradecía cuando planteaba la necesidad de conseguir la demo-
cracia en el hogar: “Buscamos la solidaridad en el sentido más profundo y
esto no puede lograrse por decreto. Esta es una lucha continua, popular y
prolongada que contiene el profundo humanismo de la Revolución y su esen-
cia democrática que es liberar a todos los sectores oprimidos de la sociedad.
Dentro de eso, la democracia debe llegar al hogar, que es donde debe empe-
zar, en la vida cotidiana”. (Guido, 1987b). Probablemente estas ambigüedades
llevaron al FSLN a reemplazarla por otra dirigente más ortodoxa en estas
materias, pero nunca el Frente fue demasiado drástico en atacar las posicio-
nes consideradas “feministas europeas” e incluso el debate público involucra-
ba a importantes dirigentes del partido.6
El FSLN mismo reconocía oficialmente la existencia del machismo en
Nicaragua ya que declaró en 1986: “El FSLN se compromete a garantizar los
derechos adquiridos por la mujer y a luchar con decisión contra los resabios
de machismo que nos dejó el pasado”.

Los resabios del pasado


La legislación somocista no conocía ningún aspecto que favorecía a la
mujer y era la más atrasada de América Latina en este sentido. Las mujeres
en Nicaragua tenían los trabajos peor pagados y sólo acceso limitado a los
servicios sociales. Apenas el 20% de las adolescentes asistía a la escuela
secundaria, el analfabetismo era de 51% a nivel nacional y de 93% entre las
mujeres rurales.7 En 1970, el 48% de las familias eran encabezadas por mu-
jeres. El aborto fue declarado ilegal en 1974, sólo se aceptaba en situaciones

5 Un poster que se difundió en 1987, con los símbolos biológicos del macho y la hembra
en rosa y celeste, bajo la consigna JUNTOS EN TODO es una expresión alegórica de
esto.
6 El responsable de los comités de Defensa Sandinista, CDS, y comandante guerrillero,
Omar Cabezas, planteaba, por ejemplo: “Resistirnos a combatir el machismo es resistirnos
a nuestra liberación plena, de eso debemos convencernos todos». (citado por Robb,
1987)... “su existencia es inhumana, porque lleva consigo la soledad y la negación del
verdadero amor». Y otros dirigentes sandinista afirmaban: “Si el machismo del padre le
niega el amor, el machismo del marido le negará el placer, condenada así a ser amada como
madre, como esposa, como virgen, es decir fuera del mundo del orgasmo y el pecado»
(Núñez, 1988, p. 61).
7 La información estadística sobre el tema es escasa y parcial, por tanto los datos que aquí
se citarán corresponderán a distintos años y fuentes.

793
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

clínicas y la solicitud debía venir del esposo o de un familiar cercano. La mujer


constituía el sector más pobre y más oprimido dentro de los pobres y oprimi-
dos.8 Para 1979 el 75% de las madres nicaragüenses eran solteras y las
madres mantenían a sus hijos.
Una de las expresiones del machismo más sorprendentes es la existencia
de la poligamia abierta y aceptada como algo legítimo en los sectores popula-
res de Nicaragua. En este mismo contexto, los hombres no son responsables
del sostenimiento del núcleo familiar. Si cooperan con algo material son bue-
nos hombres y si llegan regularmente a visitar a la familia, sin haber desapare-
cido con la segunda o tercera mujer, son atendidos con devoción por sus
mujeres que les rinden tributo y fidelidad. Incluso compiten con las otras mu-
jeres en “tenerle más hijos”, ojalá hombres, darle mejor comida o plancharle
mejor la ropa. El hombre merece la mejor comida en la mesa, el agua en que
se cuece la carne, la mejor presa o el plato más grande. En el campo la mujer
no se sienta a la mesa cuando está comiendo el marido, ni tampoco las hijas
mujeres y hacen la vida diaria casi permanentemente frente al fogón. Cuando
debían salir a trabajar en los cortes era el marido quien recibía el pago total
por toda la familia. Una de las explicaciones de algunas autoras sobre la
irresponsabilidad masculina y la abierta aceptación de la poligamia es que el
trabajo estacional que obligaba a los hombres a estar en las cosechas casi
cuatro meses o más al año, instituyó el derecho del hombre a tener más de
una familia.
La virilidad se mide por la capacidad de echar al mundo un mayor núme-
ro de hijos, y esto abarca todos los sectores sociales. Tener hijos es un signo
más importante de potencia que la capacidad para hacer gozar a sus mujeres.
En las regiones rurales del interior y del Pacífico el campesino no irradia una
sensualidad excesiva, y su relación con varias mujeres parece más expresión
de la búsqueda de infraestructura y apoyo material que de un erotismo exa-
cerbado. Pero, por otra parte, el goce sexual es algo de lo que las mujeres no
hablan, aunque no es una vergüenza tener muchos hijos de distintos padres sin
casarse.9

8 A pesar de todos los cambios que favorecieron a la mujer en los primeros años de
revolución, aún en 1981 las mujeres constituían el 60% de los nicaragüenses más pobres.
En la categoría más pobre, de ingresos inferiores a 600 córdobas mensuales, había 354
mujeres por cada 100 hombres.
9 Las mujeres trabajadoras critican duramente a las muchachas más modernas que controlan
la natalidad y apoyan a las que procrean; en esto existe el supuesto implícito que el goce
es feo o pecaminoso y que la procreación es uno de las tantas obligaciones que la mujer
lleva consigo.

794
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

En este contexto, el maltrato físico es totalmente coherente y debido a


ello aceptado como algo natural, por hombres y mujeres. En un video sobre el
maltrato a la mujer un entrevistado lo justificó, respondiendo que ellos tienen
derecho, porque los hombres mantienen a las mujeres. Sin embargo, está
comprobado que esto no sucede en Nicaragua (Sopa Demoníaca, Videonic,
1989). Aparentemente, el maltrato físico no se limita a los sectores populares.
Según datos de 1983 del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social y Bien-
estar, INSSBI, “en la mayoría de los conflictos conyugales atendidos se pre-
senta el maltrato a la mujer en un 60 a 90% de los casos. En todos los niveles
educacionales: elemental, básico y universitario. En todas las ocupaciones”.
Esta situación de soledad y de falta de apoyo de la mujer nicaragüense,
sin embargo, significó como contrapartida que desarrollara una gran capaci-
dad para ser independiente y una gran valentía y fortaleza moral.
El hecho de ser el único sostén de sus hijos, también desarrolló en ellas un
fuerteinstinto maternal y abnegación superiores. Esta independencia y forta-
leza significó que jugara un papel fundamental en la insurrección. La alta
participación de la mujer en la insurrección popular se explica no sólo por la
pobreza, sino por la estructura de la economía y la inestabilidad de la familia.
También el hecho de que el barrio tuviera un papel importante en la insurrec-
ción, a diferencia de otras revoluciones basadas más en las fábricas y la clase
obrera, permitió a la mujer su participación activa desde la casa. Sin embargo,
es necesario destacar que la gran mayoría entró a jugar un papel activo moti-
vada por su amor maternal.10

Balance de diez años


Al mes del triunfo, el FSLN decía: “es la obligación del Estado renovar a
través de todos los medios a su disposición, los obstáculos que impiden en la
práctica la igualdad de todos los ciudadanos y su participación en la vida
política, económica y social del país”. El programa planteaba que el nuevo
gobierno realizaría las siguientes acciones en beneficio de la mujer: 1. Amplia-
rá de manera especial la atención a la madre y el niño. 2. Eliminará la prosti-
tución y otras lacras sociales con lo cual elevará la dignidad de la mujer. 3.
Pondrá fin al régimen de servidumbre que padece la mujer y que se refleja en
el drama de la madre trabajadora abandonada. 4. Establecerá el derecho a
10 En testimonios concretos de madres también se comprueba que comenzaron a participar
cuando sus hijos las motivaron o cuando éstos fueron asesinados por la Guardia Nacional:
“A mi me pasó que, cuando él murió, yo era timorata, yo era miedosa, yo no era valiente;
pero me pasó una cosa, una cosa rara: entonces yo me integré totalmente. A mí ya no me
importó nada: ¿muerte?, ¿qué muerte? Esto hay que sacarlo adelante (Sola, Trayner,
1988, p. 234).

795
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

igual protección de parte de las instituciones revolucionarias para los niños


nacidos fuera del matrimonio. 5. Establecerá círculos infantiles para el cuido y
atención a los hijos de los trabajadores. 6. Establecerá dos meses de ausencia
por maternidad antes y después del parto para la mujer que trabaja. 7. Elevará
el nivel político-cultural y vocacional de la mujer mediante su participación en
el proceso revolucionario.
Desgraciadamente todo el programa no pudo cumplirse, en alguna medi-
da debido a la guerra que limitó todos los programas sociales, pero también a
la oposición interna de derecha, al clero y a las propias concepciones machis-
tas de algunos sectores de dirección del gobierno.
Los primeros pasos fueron leyes como las siguientes: no usar en la pro-
paganda a la mujer como símbolo sexual; que los salarios campesinos no sean
pagados al hombre; derechos a ser socias plenas en las cooperativas; obliga-
ción igualitaria del padre y la madre en alimentación y educación de sus hijos
y la obligación de los niños a ayudar a sus padres viejos. Posteriormente, la
Constitución reafirmó muchos de estos avances legales y agregó divorcio
unilateral, status legal igual para hijos legítimos y naturales, protección a los
trabajos de las mujeres embarazadas o en subsidio. Ahora la esterilización es
para mujeres con 5 hijos y ya no se necesita más la solicitud del marido u otro
pariente. De esta manera la Constitución nicaragüense es una de las más
avanzadas de América Latina en el reconocimiento escrito de los derechos de
la mujer.
Los programas económicos y sociales del gobierno sandinista también
tuvieron un gran impacto en la situación de las mujeres a través de acceso a la
salud, más amplia educación, campañas de vacunación y alfabetización. En
1984 existían 43 Centros de Desarrollo Infantil que atendían 4.000 niños, tam-
bién se impulsaron los servicios infantiles rurales y los comedores infantiles
rurales.
Lo más importante, sin embargo, fue la participación de la mujer en acti-
vidades sociales y públicas: en la alfabetización 60% de los alfabetizadores
eran mujeres, en las campañas de salud el 75 a 80% y en los CDS práctica-
mente sólo trabajaban mujeres. En 1987 la Asociación de Trabajadores del
Campo, contaba con 10.000 mujeres sindicalizadas, en mayo de 1986 300
mujeres cumplieron el Servicio Militar Patriótico. En 1987 el 31% de las mu-
jeres ocupaba posiciones ejecutivas en el gobierno, el 27% en la dirección del
FSLN y 25% de los militantes de este partido eran mujeres.11

11 Esto es una novedad en América Latina y más aún que la Jefe de la Policía, hasta poco
antes de la derrota electoral, haya sido una mujer que, a la vez, fue una destacada y
valerosa guerrillera.

796
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

También la participación de la mujer en la economía fue importante. Las


mujeres constituyen un tercio de la PEA. El trabajo asalariado femenino en la
agricultura ha aumentado considerablemente: un tercio de los asalariados per-
manentes, un tercio de los trabajadores temporales en las cosechas y el 45%
de los trabajadores temporales en general son mujeres. En 1983 la mitad de
las cooperativas tenían mujeres.12 El 37% de la fuerza de trabajo industrial
concentrada en textiles, alimentos, química, plástico y papel está constituida
por mujeres. En el sector arrocero estatal la fuerza de trabajo pasó de ser
predominantemente masculina en 1982 a predominantemente femenina en
1985 (Biondi, 1988, p. 292), y lo mismo vale para las cosechas de café, algo-
dón y tabaco, en la producción textil y de vestuario, cuero y calzado, fármacos
y alimentos, para no hablar de la importancia del trabajo femenino en el co-
mercio y el sector informal (Murguialday, 1987).
Sin embargo, aunque es importante la participación de la mujer en la
producción y en cargos de dirección para su propio desarrollo y crecimiento,
con esto no basta para que la mujer logre la igualdad en la sociedad. Además,
la participación no llegó a niveles óptimos. Aún hay, por ejemplo, muy pocas
mujeres organizadas y relativamente menos aún en las direcciones de la Unión
Nacional de Agricultores y Ganaderos, UNAG, y en la Central Sandinista de
Trabajadores, CST.
El intento de esta central de organizar el sindicato de empleadas domés-
ticas fracasó, puesto que sólo atrajo cocineras y limpiadoras del Estado.
Tampoco la legislación alcanzó a superar los niveles de otros países; no
se legalizó el aborto y la tasa de mortalidad materna es alta con 3 por mil,
siendo 0,5 por mil en los países desarrollados (Molineux, 1988). La prostitu-
ción no logró erradicarse, porque ésta no se puede eliminar por decreto, mu-
cho menos cuando hay crisis económica, bajos salarios, especialmente para
las mujeres, irresponsabilidad paterna y cuando la mayoría de los jefes de
hogar es mujer.
El machismo tampoco disminuyó, aunque se comenzó un diálogo y una
discusión que hizo cambiar ideológicamente a vastos sectores de la juventud.
Los hombres en general siguen aportando con menos dinero que las mujeres
al sostenimiento de la casa (Pérez Alemán, 1988), pero se mantiene la idea de
que el hombre es el proveedor y la mujer está encargada de la tarea domésti-
ca, a pesar del reconocimiento público del papel que están jugando las muje-
res en la producción.13
12 Aunque la mayor parte en un porcentaje menor a 10%, porque los miembros hombres
opinaban que a las mujeres les faltaba calificación para incorporarse.
13 Esta contradicción se expresa en muchos detalles que pasan desapercibidos. Por ejemplo:
dada la escasez de abastecimiento en general en el país, y en particular en el campo, fue

797
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Obviamente, el trabajo doméstico sigue siendo responsabilidad de las


mujeres como lo es la crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos y de los
discapacitados, porque el Estado no está en condiciones materiales de asumir
esta responsabilidad.14
La mayor incorporación a la producción y al trabajo fuera de la casa es
una mayor carga para la mujer, ya que no tiene con quien compartir el trabajo
doméstico y el Estado no proporciona los servicios sociales necesarios. Ade-
más, si el trabajo es en malas condiciones, mal pagado y no reconocido, este
trabajo no sólo es una desgracia, sino que una fuente más de opresión y explo-
tación.15
A todo esto hay que agregar los problemas causados por partos excesi-
vos, debido a un mal disimulada política natalista producida por la guerra. No
hubo una campaña pública sobre el control de la natalidad, a lo menos después
del sexto hijo; no se encontraban anticonceptivos en el mercado. En los hospi-
tales no esterilizaban a mujeres con gran número de hijos y el aborto es ilegal.
La guerra intensificó los problemas aún no superados y la pobreza histó-
rica de la mujer nicaragüense. Las enfermedades infantiles aumentaron, las
campañas de capacitación disminuyeron y la justificación de la guerra, el tra-
bajo político y las movilizaciones permitieron a los hombres continuar con la
irresponsabilidad doméstica.

Perspectivas
El fin de la guerra en Nicaragua y el cambio de gobierno cambiarán
muchos de los aspectos señalados, sobre todo la participación de la mujer en
la economíay la vida pública. Los hombres regresan a la vida pacífica y recu-
peran sus posiciones. Esto mostrará cómo los criterios de participación de la
mujer en la historia se han ido acomodando de acuerdo a las necesidades del
conjunto de la sociedad; se estimula el trabajo femenino y el desarrollo de la

necesario priorizar la provisión de bienes de consumo. Sin embargo, a pesar del papel de
la mujer en la producción agropecuaria, rara vez llegó al campo ropa de mujer. En 1985
se dieron casas a los trabajadores productivos, pero no a las mujeres jefas de familia
(Stead, 1989).
14 Un estudio de la mujer campesina concluyó que el día de trabajo necesario en la casa era
de 17 horas, dividido entre el trabajo doméstico y el cuidado de los niños. El padre y el
hijo varón contribuían a ello en 50 minutos, la madre 9 horas y 39 minutos y las dos hijas
mujeres juntas 6 horas y 39 minutos.
15 En una investigación realizada por la Oficina Legal de la Mujer en 1985 sobre las mujeres
trabajadoras de la industria del vestuario se comprobó que la mayoría de las mujeres
tenía las categorías salariales más bajas y menos calificadas. Las posiciones de dirección
y de responsabilidad eran ocupadas por hombres. Habían cargos sólo reservados para
hombres.

798
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

mujer cuando no hay hombres o porque la mujer proporciona mano de obra


barata o con poca fuerza sindical y se hace culto a la maternidad cuando esta
mano de obra no se necesita.
Es evidente que no existen intereses de la mujer por encima de la socie-
dad y no habrá que luchar por ellos a costa de los intereses de la mayoría, pero
es necesario detectar cuáles de sus intereses son estratégicos, de principios y
de agitación permanente, cuáles corresponden a un programa máximo y cuá-
les a un programa mínimo, sin ocultar la realidad por lograr un objetivo.
Es evidente que la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer no se
conseguirá por decreto, ni con nuevas leyes, ni con el advenimiento del socia-
lismo. En el Congreso de Nairobi en 1985, con el que terminó la Década de la
Mujer, se reconoció que “para la mayoría de las mujeres del mundo, los cam-
bios en las leyes no han culminado ni en una solución ni en una medida con-
creta de igualdad”. El trabajo de la mujer sigue siendo subvalorado, subesti-
mado, mal pagado y en su mayor parte invisible, y aunque son las mujeres las
que hacen entre el 60 y 75% del trabajo del mundo, éstas ganan sólo el 10%
del total de salarios y son dueñas de menos del 1% de toda la propiedad
privada mundial (Chucchoys, 1988). Durante los diez años de sandinismo en
Nicaragua han habido avances importantes, reconociendo a la vez las limita-
ciones. El papel de una organización feminista revolucionaria en una sociedad
revolucionaria es difícil, puesto que deberá ser diferente a una organización
similar en una sociedad capitalista donde podrá haber enfrentamiento frontal
con el gobierno. En una sociedad revolucionaria la organización deberá enten-
der los intereses del conjunto de la sociedad y no oponerse a ellos.16 Esto no
significa, sin embargo, que los intereses específicos de la mujer, se van a
posponer adeternum por aceptar que cualquier reivindicación de la mujer sig-
nifica la división con el varón. En cada momento, en cualquier país, con cual-
quier sistema político, será obligación de las mujeres luchar contra el maltrato
físico de los maridos, la violación, el chantaje y la desigualdad laboral, porque
esto es una lucha por la dignidad humana y nadie podrá decir que no es opor-
tuno hablar de esto, que es contrarrevolucionario o una fantasía femenina. Si
es necesario en un momento histórico impulsar la natalidad en un grupo social
o sociedad, no es necesario por ello rechazar la legalización del aborto. Es
materia de principios que la mujer decida sobre su cuerpo y que tenga el
derecho a preservar su vida y salud, pero se puede estimular la natalidad a

16 Por ejemplo AMNLAE tenía que apoyar el Servicio Militar Patriótico, SMP, en Nicaragua,
como lo hizo, pero esta misma organización en Estados Unidos en los años 60 habría
podido legítimamente hacer una campaña, porque sus hijos no fueran a la guerra de
Vietnam.

799
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

través de política económica, disminuyendo la mortalidad infantil, ofreciendo


premios por un mayor número de hijos, estimulando los nacimientos espacia-
dos a través de campañas educativas u ofreciendo condiciones materiales
apropiadas. Se acusa al feminismo de plantear problemas que sólo interesan a
las mujeres ricas o burguesas y no a las proletarias. Es claro que una organi-
zación feminista revolucionaria priorizará en su lucha los intereses de las ma-
yorías populares. Efectivamente, luchar por la jornada de ocho horas o salas
cunas en las fábricas no afectará a las mujeres burguesas y la organización
probablemente deberá privilegiar la lucha por salas cunas sobre el perfeccio-
namiento profesional.
Pero esto no significa que a las mujeres proletarias no les tendrá que
llegar a interesar también el perfeccionamiento profesional de la mujer. Cuan-
do Virginia Woolf descubre que las mujeres de su época carecen, para escri-
bir o desarrollarse intelectualmente, de algo tan simple como un cuarto propio,
no está diciendo que las organizaciones femeninas deben emprender la lucha
por el cuarto propio, sino está explicando, de manera ejemplar, la razón por la
que las mujeres intelectuales producimos menos que los hombres. Nada más
absurdo sería agregar a las campesinas de Nicaragua a la lucha por el cuarto
propio, pero el símbolo no les es totalmente ajeno, ya que la creencia genera-
lizada de que las mujeres somos más débiles, más frívolas y más tontas tam-
bién les afecta a ellas muy directamente.
Por otra parte, hay problemas que repercuten en todas las mujeres, de
todas las clases sociales, como el maltrato físico que existe en todas las cla-
ses, en todos los países del mundo, en todas las culturas y en todos los niveles
educacionales. Por lo tanto, no se puede decir que éste es producto de la
miseria, la ignorancia o el capitalismo.
Cada organización femenina deberá agitar su programa mínimo o su pro-
grama máximo, de acuerdo al nivel ideológico de la mayoría de las mujeres,
las características de su sociedad y la coyuntura política, económica e históri-
ca, sin perder de vista el principio de luchar por la igualdad de derechos y
oportunidades. También deberán contribuir a la lucha por liberar el amor.
Esa lucha es netamente ideológica y válida en Nicaragua, Estados Uni-
dos o la Unión Soviética.

Referencias
Arroba, A., LA HISTORIA DE LA MUJER: NUEVOS ENFOQUES Y
METODOLOGIA PARA EL ESTUDIO DEL GÉNERO. - Guatemala, Po-
nencia Congreso Centroamericano de Sociología, Universidad de Costa Rica.
1988; ¿Qué está pasando en el feminismo norteamericano?

800
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Bebel, A., LA MUJER Y EL SOCIALISMO. - Cuba, Editorial de Ciencias


Sociales. 1979; War and Reconstruction: Women in Nicaragua.
Biondi-Morra, B., MANAGING FOOD POLICY IMPLEMENTATION IN
DEVELOPING COUNTRIES: THE CASE OF NICARAGUAN STATE-
OWNED AGRIBUSINESS ENTERPRISES, 1979- 1985. - Harvard Uni-
versity, Graduate School of Business Administration - George F. Baker Foun-
dation. 1988; Entrevista a doña María Télles.
Collinson, H., WOMEN AND REVOLUTION IN NICARAGUA. - Lon-
dres, Zed Books. 1990.
Churchryk, P., CONO SUR. III, 1 - Chile, Flacso. 1988
Deighton, J.; Horsley, R.; Stewart, S.; Cain, C., SWEET RAMPARTS, WO-
MEN IN REVOLUTIONARY NICARAGUA, WAS ON WANT. - Gran
Bretaña. 1983;
FSLN, DECLARACIÓN DEL 8 DE MARZO DE 1987. - Nicaragua. 1987;
Guido, L., BARRICADA. 19/03 - 1987;
Guido, L., NICARAGUA: MOVIMIENTO DE MUJERES, VANGUAR-
DIA Y REVOLUCIÓN. - 1987;
Harris, H., LATIN AMERICAN WOMEN REPORT. 57 - 1983;
Herrera, C.; O’Kane, T., PENSAMIENTO PROPIO. VII, 58 - Managua.
1989; MUJERES EN MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS: EL CASO
DE NICARAGUA. - 1985;
Molineux, M., FEMINIST REVIEW. - Gran Bretaña. 1986; Socialist Socie-
ties Old And New: Progress Towards Women’s Emancipation?
Molineux, M., FEMINISM REVIEW. 29 - Gran Bretaña. 1988; The Politics
of abortion in Nicaragua: Revolutionary Pragmatism or Feminism in the Realm
of Necessity?
Molineux, M., TRANSICIÓN DIFÍCIL. - Nicaragua, Editorial Vanguardia.
1987; Movilización sin Emancipación? Intereses de la mujer, el Estado y la
Revolución: el caso de Nicaragua.
Montenegro, S., THE WOMEN QUESTION IN THE AGE OF PERES-
TROIKA. - Ponencia en el Taller de Unrisd sobre Participación Social en el
Contexto de la Reestructuración y Liberación en Europa del Este y la URSS.
1990; Las ideas sobre la Mujer.

801
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Murguialday, C., CUADERNOS DE SOCIOLOGÍA. - Nicaragua, Escuela


de Sociología, U.C.A.. 1987; Ser Mujer en Nicaragua. Diez años de lucha de
AMNLAE.
Oficina de la Mujer, NUEVA SOCIEDAD. 94 - Caracas, Venezuela, Nueva
Sociedad. 1988; Resistirnos a combatir el machismo es resistirnos a nuestra
liberación.
Pérez-Alemán, P., FUERZA LABORAL FEMENINA EN LA RAMA TEX-
TIL, VESTUARIO, SEGREGACION, SALARIOS Y ROTACIÓN. - Nica-
ragua. 1987; Women in Nicaragua.
Robb, D., MOVIMIENTO DE MUJERES, CRISIS Y LA ALIMENTACIÓN:
EL CASO DE NICARAGUA. - Nicaragua, Instituto Nicaragüense de la
Mujer. 1988;
Sola, R.; Trayner, M. P., PENSAMIENTO PROPIO. 41 - Managua. 1987;
Stead, M., SER MADRE EN NICARAGUA. - Barcelona, Icaria Editorial.
1988;
Stephens, B., WOMEN, WAR AND UNDERDEVELOPMENT IN NICA-
RAGUA. - 1989;
Stoltz, N., MONTHLY REVIEW. 40, 4 - 1988;

802
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Abarca Vásquez, Carlos A. “Centroamérica: rebelión, ascenso y derrota del
movimiento obrero (1930-1955)”. El Socialista Centroamericano. 21.10.2014.
Recuperado el 23.12.15. http://elsoca.org/index.php/america-central/movimien-
to-obrero-socialismo-en-centroamerica/3227-centroamerica-rebelion-ascenso-
y-derrota-del-movimiento-obrero-1930-1955.
Achugar, Hugo. La biblioteca en ruinas: reflexiones culturales desde la
periferia. Montevideo; Ediciones Trilce, 1994.
Aguilar T., Ana Leticia, Blanca Estela Dole y otras. Movimiento de mujeres
en Centroamérica. Managua, Nicaragua: Programa Regional La corriente,
1997.
Alcibíades, Mirla. La heroica aventura de construir una república. Fami-
lia-nación en el ochocientos venezolano (1830-1865). Caracas: Monte
Ávila Editores, 2004.
Álvarez Curbelo, Silvia. “Imágenes de lo puertorriqueño en la escena mediá-
tica estadounidense”: Revista Telos Núm 70 Enero-Marzo 2007: https://
telos.fundaciontelefonica.com/telos/cuadernograbar.asp@iarticulo=6&rev=7
0.htm.
Baptista, Asdrúbal. Balza, José. Piñango, Ramón. (Editores) Suma del pensar
venezolano. Caracas: Fundación Empresas Polar, 2011.
Barco, José Luis del. “La sensibilidad postmoderna”. Recuperado el 7.10.15:
https://scholar.google.cl/scholar?hl=es&as_sdt=0%2C5&q=josluis+del+Barc
o.+%22La+sensibilidad+postmoderna%22&btnG=
Barrios, Alba. Izaguirre, Enrique. Mannarino, Carmen. Dramaturgia Vene-
zolana Del Siglo XX: Panorama en Tres Ensayos. Caracas: ITI-UNES-
CO, 1997.
Batella Gotlib, Nádia (2007) Clarice. Una vida que se cuenta. Adriana Hi-
dalgo Editora. Buenos Aires.
Bohórquez, Carmen. Francisco de Miranda precursor de la independen-
cia de la América latina. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2002.
Boscán de Lombardi, Lilia. Aproximaciones críticas a la narrativa de Er-
nesto Sábato. Maracaibo: Universidad del Zulia, 1978.
Bourdieu, Pierre. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama, 2000.
Briceño-Iragorry, Mario. El caballo de Ledesma. Caracas: Ediciones Bitá-
cora, 1942.

803
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Buenaño, Aminta. “Nosotras en la literatura y la política”. Asturias 89 (2012):1-


21.
Cabrera López, Patricia. “El ensayo en tierra firme” En: Situación del ensa-
yo. México: CCyDEL-UNAM, 2006a.
Campuzano, Luisa. “Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios”.
En Las desobedientes. Mujeres de nuestra América (Comp. Betty Osorio
y María Mercedes Jaramillo). SEP, México, 2003, pp. 65-82.
Cano, Gabriela. “Sobre cultura femenina de Rosario Castellanos”. En Sobre
cultura femenina. FCE, México, pp. 9-34.
Carranza Coronado, María Mercedes. “Feminismo y poesía”. Literatura y
diferencia: Escritoras colombianas del siglo XX. Ed. María Mercedes Ja-
ramillo, Betty Osorio de Negret y Angela Inés Robledo. Bogotá: Uniandes,
1995. 341-348. Impreso
Carrión de Fierro, Fanny. “La mujer ecuatoriana contemporánea en la reali-
dad y en la ficción”. Pontificia Universidad Católica del Ecuador 9 (1975):
41-62.
Casaús Arzú, Marta Elena. “La influencia de la teosofía en la emancipación
de las mujeres guatemaltecas: la sociedad Gabriela Mistral”. Anuario de
Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 27(1)(2001): 31-
58.
Castellanos, Rosario. “Intermedio a propósito del método”. En Sobre cultura
femenina. FCE, México, pp. 80-88.
Centeno Añeses, Carmen. “Nacionalismo cultural, historia y raza: coordena-
das del ensayo contemporáneo en el Caribe hispánico” (2007): http://
www.cielonaranja.com/centeno coordenadas.htm
Cesar, Ana Cristina. Crítica e Tradução. Literatura nâo é documento. Ins-
tituo Moreira Salles. Sâo Paulo, 1999.
Codetta, Carolina. Mujer y participación política en Venezuela. Caracas:
Comala.com, 2001.
Cordoliani, Silda. Pasaje de ida. Caracas: Alfa, 2013.
Crespi, Muriel. The patrons and the peons of Pesillo: a traditional ha-
cienda sistem in highland Ecuador. Mujeres campesinas como líderes
sindicales: la falta de propiedad como calificación para puestos políti-
cos. Quito: Instituto de Estudios Andinos, 1981.

804
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Cruz, Luz Marina. Entre repeticiones sin origen y diferencias insumisas:


Escrituras y reescrituras del signo mujer en la prensa femenina de habla
hispana (1826-1889). Caracas, Centro de Estudios Latinoamericanos Ró-
mulo Gallegos, 2013.
De la Cruz, Sor Juana Inés. Respuesta a Sor Filotea de la Cruz: biblioteca
digital.tamaulipas.gob.mx/documentos/descargar/4131.
Ferré, Rosario. “La cocina de la escritura”. En Sitio a Eros. Joaquín Mortiz,
México, 1986 (Primera edición 1980), pp.13-33.
Franco, Jean. “Si me permiten hablar: la lucha por el poder interpretativo”
Casa de Las Américas 171 (1988): 88-94.
García, Rosalina. Literatura Infantil. Caracas: Universidad Pedagógica Ex-
perimental Libertador, 1993.
Goldberg, Jacqueline. “En vela el nombre, en vela el lugar, Paul Celan”. Con-
ciencia Activa 8 (2005): 57-86.
González Rivera, Victoria. “Josefa Toledo de Aguerri: HerLife and HerLega-
cy”. Recuperado 5.2.15. http://historia.fcs.ucer.ac.cr/articulos/esp genero/
2parte/CAP12Vicky.htm.
Guatemala: Tierra viva/Agrupación de Mujeres, 1999.
Hernández Teresita y Myrguialday, Clara. Mujeres Indígenas Ayer y Hoy.
Managua: Puntos de Encuentro, 1993.
Hernández, Carmen Dolores. “Literatura femenina en Puerto Rico”: http//
www.jornada.unam.mx/2012/10/14/sem-carmen.html
Huyssen, Andreas. “Mapping the Post-Modern”. New German Critique 33
(1984): 5-52.
Jaramillo, María Mercedes. Osorio de Negret Betty. Robledo, Angela Inés
(Editoras). Literatura y diferencia. Bogotá: Uniandes, 1995.
Kozak, Gisela. Ni tan chéveres ni tan iguales. Caracas: Punto Cero, 2014.
Lajolo, Marisa. “No Jardim das Letras, o Pomo da Discórdia”. Unicamp.br.
Universidad Estadal de Campinas, 1988. Web. 15 jul. 2015.
Landestoy, Carmita. “¿En qué leyes se apoya Trujillo para permanecer en el
Poder?”. En ¡Yo también acuso! Rafael Leonidas Trujillo, tirano de la
República Dominicana, Archivo General de la Nación:http://es.calameo.com/
read/0003452147332d0e899bc
Lara Rivera, Liliana. “Dislocaciones”. Pasaje de ida. Ed. Silda Cordoliani.
Caracas: Alfa, 2013.

805
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Lauretis, Teresa de. “The Technology of Gender”. Technologies of Gender.


Ed. Teresa de Lauretis. Bloomington: Indiana University Press, 1987. 1-30.
Lerner, Elisa. Una sonrisa detrás de la metáfora. Caracas: Monte Ávila
Editores, 1968.
Libertad, Mariana. Sin cadenas, ni misterios. Representaciones y autro-
rrepresentaciones de la intelectual venezolana (1936-1948). Caracas:
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 2009.
Lispector, Clarice. Um Sopro de Vida. Barcelona: Nova Fronteira, 1978.
López, Matilde Elena. “Homenaje a don Alberto Masferrer”. Cultura. Revis-
ta del Ministerio de Educación. Vol 47. San Salvador, El Salvador. Enero-
febrero-marzo, 1968, 32-37.
Loveluck, Juan (ed.). El ensayo hispánico. Columbia: University of South
Carolina, 1984.
Macaya Trejos, Emilia, “De Pandora a Penélope: El cuerpo femenino del
lenguaje”: http: //www.acl.ac.cr/d.php?emt
Mannarino, Carmen. Lucila Palacios. Caracas: El Nacional, 1996.
Meza Márquez y Magda Zavala. Mujeres en las literaturas indígenas y
afrodescendientes en América Central. Introducción. Aguascalientes: Uni-
versidad Autónoma de Aguascalientes, 2015.
Meza Márquez, Consuelo. La utopia feminista. Quehacer literario de cua-
tro narradoras mexicanas contemporáneas. Al Texto/Universidad de Coli-
ma/Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, 2000.
Mignolo, Walter D. “Discurso ensayístico ytipología textual”. El ensayo his-
pánico. Editado por Isaac J. Lévy y Juan Loveluck. (Columbia: University of
South Carolina,1984), pp.45-61.
Montero Rivas, Maritza. “Lo masculino y lo femenino”. Suma del pensar
venezolano. Ed. Asdrúbal Baptista, Ramón Piñangoy José Balza. Caracas:
Fundación Empresas Polar, 2011. 716-754.
Montero, Maritza. “La estructura familiar venezolana y la transformación de
estereotipos y roles sexuales”. Avespo 7 (1984): 9-16.
Morales Faedo, Mayuli (coord. sel. e introd.) Latinoamérica pensada por
mujeres. Trece escritoras irrumpen en el canon del siglo XX: UAM, Méxi-
co, 2015.

806
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Morales Faedo, Mayuli (coord. sel. e introd.). Latinoamérica pensada por


mujeres. Trece escritoras irrumpen en el canon del siglo XX: UAM, Méxi-
co, 2015.
Moreno, Alejandro. ¿Padre y madre? Cinco estudios sobre la familia ve-
nezolana. Caracas: Centro de Investigaciones Populares, 1994.
Morga, Antonio Emilio. Manique Barreto, Cristiane. Gênero, Sociabilidade
e Afetividade. Itajaí: Casa Aberta, 2009.
Muñoz, W.O (comp.), Narradoras costarricenses. Antología de cuentos,
EUNED, San José 2006
Negrón, Mara. “Otros géneros en ensayo”. En Araucaria. Revista Ibero-
americana de Filosofía, Política y Humanidades, No. 16, Diciembre de
(2006): pp.212-225.
Novaes Coelho, Nelly (2002) Diccionário Crítico de escritoras Brasileiras
(1711-2001). Camara Brasileira do Livro. Sao Paulo.
Nunes, Zita. Os Males do Brasil: Antropofagia e a Questão da Raça. 22
ed. Rio de Janeiro: Papeis Alvusos, 1990.
Ordóñez Vila, Montserrat. “El oficio de escribir”. Literatura y diferencia:
Escritoras colombianas del siglo XX. Ed. María Mercedes Jaramillo, Betty
Osorio de Negret y Angela Inés Robledo. Bogotá: Uniandes, 1995. 317-321.
Owens, Craig. “The Discourse of others: Feminists and postmodernists”. The
Anti-Aesthetic – Essays on Postmodern Culture. Ed. Hal Foster. Washing-
ton: Bay Press 1983. 57-82.
Palacios, Antonia. Ana Isabel una niña decente. Caracas: Monte Ávila Edi-
tores, 1977.
Palacios, Lucila. Discurso de orden a cargo de la escritora Mercedes de
Carvajal de Arocha (Lucila Palacios), en el acto de inhumación de los
restos de la artista. (Teresa Carreño). Caracas: Ministerio de Agricultura y
cría, 1977.
Palacios, Lucila. Dos hombres y un mundo mágico. Caracas: Cuadernos
literarios de la Asociación de Escritores venezolanos, 1977. Impreso.
Palacios, María. Ifigenia: Mitología de la doncella criolla. Caracas: An-
gria, 2001.
Parra, Teresa de la. Ifigenia. Caracas: Monte Ávila Editores, 2005.
Pinedo, Liliana. ¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto!: http://www.up.ac.pa/ftp/2010/
v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.pdf.

807
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Pocaterra, José. El doctor Bebé, Caracas: Fundación Andrés Bello, 1982.


Poniatowska, Elena. La noche de Tlatelolco. Edición Especial. ERA, Méxi-
co, 2012.
Prado Traverso, Marcela, Coltters Illescas, Cathereen y Navarro Frozzini,
Edda. Ensayistas Hispanoamericanas Antología Crítica, Tomo I, Época
Moderna. Editorial Punta Ángeles, Universidad de Playa Ancha, Chile, 2014.
Pratt, Mary Louise. “No me interrumpas: las mujeres y el ensayo latinoame-
ricano”. En Debate feminista, año 11. Vol. 21, abril (2000): pp. 70-88.
Probyn, Elspeth. “Bodies and anti-bodies: Feminism and the postmodern.”
Cultural Studies 1.3 (1987): 349-360.
Quintero, Inés. Mirar tras la ventana: testimonios de viajeros y legiona-
rios sobre mujeres del siglo XIX. Caracas: Alter Libris, 1998.
Ramos, Helena. “La mujer en la literatura nicaragüense”. Asociación Nicara-
güense de Escritoras ANIDE. http://www.escritorasnicaragua.org/criticas/23
Rivas Dugarte, Rafael Angel. García, Gladys. Diccionario de Escritores
venezolanos. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2012.
Rodas Morales, Raquel del Pilar. “El Pensamiento trasgresor de una mujer
runa”. América 124 (2013): 37-66.
Rodas, Raquel. Dolores Cacuango, Biografía. Quito: Comisión Nacional
Permanente de Conmemoraciones Cívicas, 2007.
Rodríguez de Ita, Guadalupe. “Participación política de las mujeres en la pri-
mavera democrática (1944-1954)”. S/P. Recuperado 27.3.16. http://
historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-genero/2parte/CAP8Guadalupe.htm
Rojo, Violeta. “Mujeres antes, durante y después de la guerra de independen-
cia: El caso de Dominga Ortiz y Josefa Camejo”. Trocadero 20 (2008): 155-
160.
Romero Chumacero, Leticia. “Exterior, forastera y crítica: ensayistas mexi-
canas del siglo XX: http://www.academia.edu/8093230/_Exterior_forastera.
Russotto, Margara. “La amada no era inmóvil. Identidad femenina en la poe-
sía venezolana moderna”. Nueva Sociedad 135 (1995): 150-163.
Salazar Bondy, Augusto. ¿Existe Filosofía en nuestra América?. México:
Siglo XXI, 1968.
Sánchez Porga, José. ¿Por qué golpearla? Ética, Estética y Ritual en los
Andes. Quito: CAAP, 1990. Impreso.

808
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Saraceni, Gina. Soberanía del defecto. Caracas: Equinoccio, 2011.


Scott, Joan. “Gender: a Useful Category of Historical Analysis”. The Ameri-
can Historical Review 91. 5 (1986): 1053-1075.
Spivak, Gayatri. “Three Women’s Texts and a Critique of Imperialism”. Race”,
Writing and Difference. Ed. Henry Louis Gates, Jr. Chicago: University of
Chicago Press, 1986: 262-280.
Stolz Chinchilla, Norma. Nuestras utopías. Mujeres guatemaltecas del si-
glo XX. https://scholar.google.cl/scholar?cluster=15180946562334963788&h
l=es&as_sdt=2005&sciodt=0,5&scioq=Stolz+Chinchilla,+Norma.+Nuestras
+utop%C3%ADas
Ticas, Sonia Priscila. “Las escritoras salvadoreñas a principios del siglo XX”.
Torres, Ana Teresa. Historias del continente oscuro. Ensayos sobre la
condición femenina. Caracas: Alfa, 2007.
Tovar Núñez, Maríanela. “Existe una historiografía feminista en Venezuela”.
Revista venezolana de estudios de la mujer 17.39 (2012): 97-112.
Travieso, Carmen Clemente. 1936. “Nuestra mujer. Llamamiento.”
saber.ucab.edu.ve. Universidad Católica Andrés Bello, 1936. Web. 15 jul.
2015.
Troconis de Veracochea, Ermila. Indias, esclavas, mantuanas y primeras
damas. Caracas: Alfadil, 1990.
Tuñón, Julia. “Nueve escritoras, una revista y un escenario: cuando se junta la
oportunidad con el talento”. En Nueve escritoras mexicanas nacidas en la
primera mitad del siglo XX, y una revista (Coord. Elena Urrutia). INM/
COLMEX, México, (2006): pp. 3-32.
Vallejo, Catharina. “Vasos comunicantes: Persistencia, resistencia, revisión y
el nuevo ensayo de mujeres cubanas, 1947-2007”. En Revista Iberoamerica-
na, Vol. LXXVIII, Núm. 240, Julio-Septiembre (2012): pp. 521-538.
Vethencourt, José. “Actitudes y costumbres en relación con los roles sexuales
tradicionales”. Venezuela: biografía acabada: evolución social 1936-1983.
Caracas: Banco Central de Venezuela.
Vicentini, Ana. “Mudar a Referência para Pensar a Diferença: o Estudo dos
Gêneros na Crítica Literária”. Cadernos de Pesquisa 70 (1989): 47-52.
Weinberg, Liliana. El ensayo latinoamericano entre la forma de la moral y la
moral de la forma. Cuadernos del CILHA - a. 8 n. 9 - (2007): pp. 110-130.

809
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Zamora, Daisy. La Mujer Nicaragüense en la Poesía. Managua, Nicara-


gua: https://scholar.google.cl/scholar?hl=es&as_sdt=0%2C5&q=DAISY+Z
AMORA.+LA+MUJER+NICARAGUENSE+EN+LA+POES%C3%8DA&btnG=
Zavala, Iris. “Escribir desde la frontera”: Teoría, Crítica e Historia: Iris Zava-
la. https://scholar.google.cl/scholar?hl=es&as_sdt=0%2C5&q=ZAVALA+IRIS
.+ESCRIBIR+DESDE+LA+FRONTERA&btnG=

810
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

El equipo de investigación está constituido por las siguientes académicas e


instituciones. Se informa también sobre los países o áreas culturales a su
cargo:

Doctora Marcela Prado Traverso. Directora del proyecto, Universidad de


Playa Ancha, Chile: Cono sur ampliado: Bolivia, Perú, Uruguay, Paraguay,
Argentina y Chile.
Ph. D. Doctor of Philosophy, Stanford University 1990. Académica titular del
Departamento de Literatura, especialista en literatura latinoamericana mo-
derna y contemporánea. Docente del Doctorado en Literatura Latinoameri-
cana Contemporánea. Integrante del Jurado del Premio Nacional de literatura
(2000). Directora del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género, Uni-
versidad de Playa Ancha (CIEG), editora de la Serie Sociedad, Cultura y
Género de la misma universidad. Ha ocupado cargos como Directora Gene-
ral de Postgrado e Investigación. Creadora del Cento de Estudios Avanzados
(CEA). Autora de libros, capítulos de libros y artículos sobre Literatura Lati-
noamericana y Chilena, Género y Educación. Entre sus obras se cuenta Vo-
ces de la dos orillas. Antología multilingüe del cuento contemporáneo
de escritoras de occidente (2000). Escritoras chilenas de la transición
siglo XIX-XX (2006). Ensayistas hispanoamericanas. Antología crítica.
Tomo I: Época Moderna (2015).

Doctora Consuelo Meza Márquez. Universidad Autónoma de Aguas Ca-


lientes, México: México, Honduras, Costa Rica, Panamá, Cuba, Puerto Rico
y República Dominicana.
Licenciada en Sociología, Especialidad en Estudios de la Mujer, Especialidad
en Estudios Culturales, Maestría en Investigación en Ciencias Sociales, Doc-
torado en Humanidades en el área de Teoría Literaria.
Cuerpo Académico de Estudios de Género, Departamento de Sociología y
Antropología, Centro de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Au-
tónoma de Aguas Calientes. Profesora/Investigadora del Departamento de
Sociología desde 1984. Coordinadora del Proyecto “Aplicación a nivel piloto
de los modelos de Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violen-
cia contra las Mujeres en el Estado de Aguas Calientes” Se desarrolla a nivel
piloto por cuatro universidades en el país, en el año 2012, para ser replicado el
2012 a nivel nacional. Entre sus muchas obras y artículos se cuenta el Diccio-
nario Bibliográfico de Narradoras Centroamericanas con obra publi-
cada entre 1890 y 2010 (2012).

811
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

Doctora Aída Toledo Arévalo. Universidad Rafael Landívar, Guatemala:


Guatemala, El Salvador, Nicaragua.
Doctora Aida Toledo Arévalo. Universidad Rafael Landívar, Guatemala. Li-
cenciada en Letras (USAC, 1989), Maestría en Artes (University of Pitts-
burgh, 1997), Doctora en Estudios Latinoamericanos (University of Pittsburgh,
2001). Realizó una estancia postdoctoral en Género en la Universidad Autó-
noma de Aguascalientes, México (2014). Ganadora del Premio Único de En-
sayo en los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, Guate-
mala (2013). Académica docente en la Facultad de Humanidades de la Uni-
versidad Rafael Landívar. Investigadora asociada al Instituto de Lingüística e
Interculturalidad (ILI) de la Vicerrectoría de Investigación de la URL. Miem-
bro del Centro de Pensamiento Crítico, “Antonio Gallo”, del Departamento de
Letras y Filosofía de la Universidad Rafael Landívar. Libros publicados en
temas sobre la historia de las mujeres están: Diccionario bibliográfico de
ensayistas centroamericanas, 2018; La escritura de poetas mayas con-
temporáneas producida desde excéntricos espacios identitarios, 2015;
Desde la zona abierta: Artículos críticos sobre la obra de Ana María
Rodas, 2004; En la mansa oscuridad blanca de la cumbre. Ensayos escri-
tos por mujeres sobre la obra de Miguel Ángel Asturias, 1999.

Doctora Laura Febres Ayala. Universidad Metropolitana, Venezuela: Ve-


nezuela, Brasil y Ecuador.
Licenciada en Letras (UCAB, 1977), Magister en Literatura Latinoamerica-
na Contemporánea (USB, 1987), Doctora en Historia (UCAB, 2000). Gana-
dora del Premio Latinoamericano de Literatura Moderna Humberto Ochoa
Campos (ALLIMO, 2015). Se desempeña como docente y Jefa del Departa-
mento de Humanidades de la Universidad Metropolitana. Recientemente ele-
gida Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Sus
obras se encuentran recopiladas en diversas publicaciones arbitradas y en sus
libros. A Los Amigos invisibles. Visiones de Arturo Uslar Pietri (Caracas,
2006), La mirada femenina desde la diversidad cultural de las Américas.
Tomos I, II y III (Caracas, 2008, 2013, 2015), La religiosidad en el siglo
XVIII venezolano (Caracas, 2010) son algunos de sus títulos.

812
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica

Integrantes del equipo de investigación de la Doctora Laura Febres Ayala.:

Isabel González. Licenciada en Letras (UCAB) (1992). Associate of Scien-


ces in Broadcasting (radio and television) (Art Institute of Fort Lauderdale)
(1996), Master in Spanish (FIU) (2000). Se desempeña como guionista de
televisión, conductora de radio, y directora de los blogs Viajandito y Banada
de Azul. Es delegada del Cove Rincon Internacional y representante alumni
de los Arts Institutes y de la Miami International University para Venezuela.
Es autora de obras publicadas en América Latina, Estados Unidos y Reino
Unido. Sus prosas poéticas publicadas en la revista Luna, San Antonio Texas,
forman parte de la antología de Hispanic Authors.

Miguel Marcotrigiano L. Licenciado en Letras (UCAB, 1987), Magíster en


Literatura Venezolana (UCV, 1992), estudios doctorales en la Universidad de
Salamanca (España, 2005-2007). Se ha desempeñado como docente e inves-
tigador en la Universidad Católica Andrés Bello desde 1990. Sus trabajos de
crítica literaria se encuentran recopilados en diversas publicaciones arbitra-
das y en sus libros. Las voces de la Hidra. La poesía venezolana de los
años ’90 (Caracas/Mérida, 2002), De orilla a orilla. Estudios sobre litera-
tura española y venezolana (Caracas, 2010). El caso de MarthaKörnbli-
th, que fuera distinguido con el Premio a la investigación del CDCH, UCAB
(2012).

Beatriz Rodríguez. Socióloga (UVC, 1976), Especialista en Gerencia de las


Comunicaciones Integradas (Unimet, 2001). Profesora Titular en la Universi-
dad Metropolitana desde 1986; con actividades académicas de docencia e
investigación en comunicación social (cultura, racionalización y emancipación
del discurso). Entre sus publicaciones se destacan Aprendizaje Basado en
Proyecto: Desarrollando competencias. (Caracas, 2007), Potenciación
Psicológica y Cultura del Diálogo: Fundamento para la educación de
una ciudadanía democrática, dialógica y emancipadora (Caracas, 2010),
Libertad de expresión o libertad de comunicación (Caracas, 2012).

813
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea

La selección de los ensayos es de exclusiva responsabilidad de las


antologadoras.

Las bibliografías de los ensayos antologados se han conservado en su formato


original y son de responsabilidad de sus autoras.

814

También podría gustarte