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ENSAYISTAS
LATINOAMERICANAS
CONTEMPORÁNEAS
ANTOLOGÍA CRÍTICA
TOMO II
ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
1
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
© EDITORIAL PUNTÁNGELES
Inscripción Nº xxxxxxx
ISBN: xxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Corrección de textos:
Patricia Arancibia Manhey
Diseño de Portada:
Jesenia García Jorquera
Diseño de la Edición:
Osvaldo Moraga González
Derechos Reservados
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
ÍNDICE GENERAL
Introducción general
Dra. Marcela Prado Traverso ................................................... 9
1.- MÉXICO
Rosario Castellanos (1925-1974)
II. Intermedio. A propósito del método ........................ 33
Elena Poniatowska (1932)
La noche de Tlatelolco ................................................ 38
Marta Lamas (1947)
Cuerpo y política: la batalla por despenalizar
el aborto ..................................................................... 58
Marcela Lagarde (1948)
Las mujeres latinoamericanas en el umbral del
milenio: diversidad cultural y encrucijadas políticas... 85
Angeles Mastretta (1949)
La mujer es un misterio ............................................... 104
Francesca Gargallo (1956)
Utopía feminista latinoamericana .............................. 110
2.- CUBA
Luisa Campuzano (1943)
Ser cubana y no morir en el intento ............................ 128
Nara Araújo (1945-2009)
Repensando desde el feminismo los estudios
latinoamericanos ........................................................ 142
Marta Núñez (1946)
Un modelo “desde arriba” y “desde abajo”:
el empleo femenino y la ideología de género .............. 157
Mirta Yáñez (1947)
Y entonces la mujer de Lot miró… .............................. 181
Zaida Capote Cruz (1967)
El cuento cubano, panorama de su desarrollo
entre 1988 y 1998 ....................................................... 206
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
6.- HONDURAS
Leticia De Oyuela (1935-2008)
El campo de la expresión ............................................ 450
Rina Villars (1958)
Los comienzos de la lucha sufragista en Honduras .... 457
Rocío Tabora (1964).
Democracia de género, una propuesta inclusiva ........ 471
Elvir Lazo (1966)
Poesía escrita por mujeres y el golpe de estado
en Honduras 2009 ...................................................... 478
Xiomara Mercedes Cacho Caballero (1968)
Derechos económicos, sociales y culturales de
la población garífuna isleña en Honduras ................. 490
7.- PANAMÁ
Gloria Guardia (1940)
Aspectos de creación en la novela centroamericana ... 500
Damaris E. Serrano (1959) ................................................. 512
Panamá: Desde el centro al mundo, en sintonía
(post) moderna. .......................................................... 513
Nuria Madrid (1965)
La mujer en la plástica panameña .............................. 532
Liliana Pinedo (1970)
¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto! ................................... 539
Eusebia Solís (1970) y
Ana Felicia Torre (Costa Rica) (1973)
Construcción de una agenda política de las mujeres
por el Movimiento de Mujeres Mesoamericanas en
Resistencias por una vida digna ................................. 550
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
8.- GUATEMALA
Alaíde Foppa (1914)
¿Para qué sirve la familia? ......................................... 576
Las feministas y la manifestación del 2 de octubre ...... 579
Lo que escriben las mujeres ........................................ 579
El Feminismo y la izquierda ......................................... 582
Aura Marina Arriola (1937)
Las organizaciones indias guatemaltecas .................... 589
Tania Palencia (1956)
Las relaciones entre hombres y mujeres mayas
(un aporte para su comprensión) ................................ 602
¿De qué color es lo invisible? ..................................... 619
Irma Odilia Otzoy (1957)
Fantasía y desdén: Imágenes y contestación .............. 632
Rigoberta Menchú Tum (1959)
Construyendo la paz a través de las mujeres .............. 645
Emma Delfina Chirix García (1961)
¿Colonialismo en el feminismo blanco? ...................... 656
9.- EL SALVADOR
Prudencia Ayala (1895)
Inmortal. Amores de loca.
Sobre la libertad de imprenta ...................................... 667
Otros ........................................................................... 668
Matilde Elena López (1919-2010)
El método sociológico como instrumento crítico
(Alegato a favor de Masferrer) ................................... 674
Lilian Jiménez (1922)
El Salvador sus problemas socioeconómicos
(Introducción) ............................................................ 681
La guerra de 1969 entre El Salvador y Honduras ...... 683
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
10. NICARAGUA
Sofía Montenegro (1954) ................................................... 719
Nuestra sociedad civil es débil y ha sido debilitada .... 720
Helena Ramos (1960)
Escritoras nicaragüenses: un festín de marginalidad ..... 732
Yolanda Elizabeth Rossman (1961)
Una aproximación a la autonomía multicultural
desde la poesía de escritoras costeñas ....................... 756
Victoria González (1969)
Mujeres somocistas: “La pechuga” y el corazón
de la dictadura nicaragüense (19361979) ................. 771
Alicia Gariazzo (1948)
La revolución no da la solución. La mujer en la
Nicaragua sandinista .................................................. 790
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
INTRODUCCIÓN GENERAL
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
hecho más que literatura ha sido escritura, es decir más que ingresar a un
sistema convencional que, entre otras cosas, reparte los textos en géneros,
toman la escritura como una práctica personal y significante que por ambos e
inseparables flancos, fondo y forma, crea -con la saludable libertad de una
aprendiz informal- particulares ideas, realidades y ficciones. Podemos tam-
bién agregar aquí la condición de un “género sin orillas” mencionado por Lilia-
na Weinberg, que afecta a toda la producción ensayística posterior a la déca-
da de los 60.
Nos hemos interesado por el género ensayo por estimarlo, precisamente
por sus características, como un formato propicio para el desarrollo de un
pensamiento exploratorio, tentativo, sobre alguna materia mayor o menor, sin
pretensiones totalizantes o conclusivas, con carácter dialógico, más cercano a
la conversación sobre un tema sobre el que se reflexiona que a la escritura de
tesis que concluye. El rasgo constante del género parece ser su carácter
exploratorio, argumentativo y persuasivo, con el objeto más que de disuadir a
un lector/a, de invitarlo/a a una reflexión sobre alguna materia.
Como no es el asunto de esta publicación entrar en una disquisición sobre
el género ensayo, terminamos esta necesaria reflexión sobre el mismo, con
dos citas fundamentales y lejanas en el tiempo, que parecen mantener, sin
embargo, lazos coincidentes:
Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda
clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en
estos ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo,
con mayor razón me sirvo de él, sondeando el vado desde
lejos; y luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi
estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no
poder ir más allá es un signo del valor del juicio, y de los de
mayor consideración. A veces imagino dar cuerpo a un asun-
to baladí e insignificante, buscando en qué apoyarlo y conso-
lidarlo; otras, mis reflexiones pasan a un asunto noble y dis-
cutido en el que nada nuevo puede hallarse, puesto que el
camino está tan trillado que no hay más recurso que seguir la
pista que otros recorrieron. En los primeros el juicio se en-
cuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se
le antoja, y entre mil senderos decide que éste o aquél son los
más convenientes. Elijo al azar el primer argumento. Todos
para mí son igualmente buenos y nunca me propongo agotar-
los, porque a ninguno contemplo por entero: no declaran otro
tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las
cosas. De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, es-
cojo uno, ya para acariciarlo, ya para desflorarlo y a veces
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México
En México el ensayo de género se inicia con Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695) y su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691). En 1690, el
obispo de Puebla publica la obra de ensayo de Sor Juana denominada Carta
Athenagórica y añade una “Carta de Sor Filotea de la Cruz” en la que el
obispo, bajo ese pseudónimo, recomienda a Sor Juana que debería dedicarse a
la vida monástica acorde con su condición de mujer y monja y no a la reflexión
teológica, ejercicio reservado a los hombres. En su respuesta, Sor Juana rei-
vindica el derecho de las mujeres al aprendizaje y ante la afirmación de que el
estudio era cosa de la Inquisición y la prohibición de hacerlo, Sor Juana res-
ponde:
Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos natura-
les que he descubierto guisando? Veo que un huevo se une y
fríe en la manteca o aceite y, por contrario, se despedaza en
el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida
basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya
estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara
de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que
sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y juntos no.
Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por
daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa;
pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías
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1 biblioteca digital.tamaulipas.gob.mx/documentos/descargar/4131
2 http://www.academia.edu/8093230/_Exterior_forastera
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Cuba
Catharina Vallejo en el ensayo “Vasos Comunicantes: persistencia, revi-
sión y el nuevo ensayo de mujeres cubanas, 1947-2007” desarrolla el ensayo
de género. Gertrudis Gómez de Avellaneda es “la madre del ensayo escrito
por mujeres en Cuba, al publicar ella ya en 1860 sus pensamientos sobre la
situación femenina de su época” (Vallejo, 2012: 525), le sigue Aurelia Castillo
de González, ambas publicaran en el siglo XIX artículos periodísticos. Vallejo
señala que en la década de 1930, “hubo un grupo de mujeres en Cuba que
abogaba por los derechos femeninos en conferencias, aulas universitarias,
páginas periódicas y tratados publicitarios: Mariblanca Sabas Alomá, Camila
Henríquez Ureña, Ofelia Rodríguez Acosta, Graciela Garbalosa y Dulce Ma-
ría Borrero de Luján son algunos de los nombres que se destacan” (Vallejo,
2012: 526). Destaca la importancia de Mirta Aguirre (1912-1980) que en 1947
escribe La Influencia de la mujer en Iberoamérica que recibió el premio de
ensayo en el concurso convocado por la Unión Femenina Iberoamericana de
México. En el presente, Mirta Yáñez, Marilyn Bobbes y Lady Fernández de
Juan han escrito los prólogos de obras literarias colectivas, menciona a las
historiadoras Ana Cairo y María del Carmen Barcia, a las críticas literarias
Fina García Marruz y Beatriz Maggi, y a la crítica de arte pictórico Adelaida
de Juan (Vallejo, 2012: 523).
El ensayo de Vallejo afirma que son cinco las ensayistas paradigmáticas
del periodo conocido como Rectificación: Graziella Pogolotti (1932), crítica de
arte; Luisa Campuzano (1943) y Nara Araújo (1945-2009), críticas literarias;
Margarita Mateo Palmer (1950), crítica literaria y cultural; y la crítica Zaida
Capote Cruz (1967). A mediados de los ochenta se da una toma de conciencia
como mujeres y como mujeres escritoras. Luisa Campuzano es la iniciadora
de este tipo particular de ensayo, uno de los ensayos más conocidos y re-
producidos de Luisa Campuzano es el que se dicta inicialmente como confe-
rencia, en 1990, con el título “Las muchachas de La Habana no tienen temor
de Dios” donde afirma: “En Cuba no ha habido crítica feminista: recién ahora
intentamos comenzar” y continua “Voy a hablar con el desafuero de los neó-
fitos” y retomando a Jean Franco señala “como una crítica de desagravio,
destinada a la doble tarea de la desmitificación de la ideología patriarcal y a la
arqueología literaria” (Campuzano, 2003: 65).
El ensayo que se incluye en la antología “Ser cubanas y no morir en el
intento” de Campuzano se publica en 1996 cuando era profesora de la Uni-
versidad de La Habana. Desarrolla la dinámica de la incorporación, los avan-
ces de las mujeres y su contribución en distintos momentos históricos como
son: el periodo inmediatamente posterior a la revolución, la caída del socialis-
mo y la desaparición de la Unión Soviética que llevó a Cuba en los inicios de
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Puerto Rico
Carmen Dolores Hernández en el artículo “Literatura femenina en Puer-
to Rico” ofrece un panorama de las escritoras a partir del siglo XIX. Respec-
to a las ensayistas, recupera a Luisa Capetillo a quien llama “ensayista con-
testaria”. Afirma que en el siglo XX la literatura femenina adquiere una fuer-
za arrolladora y que esto sucede, sobre todo, con investigadoras y ensayistas
que escribían sobre los cambios a los que la sociedad se enfrentó al convertir-
se en posesión de Estados Unidos, tras la guerra hispanoamericana.
En las primeras décadas del siglo XX surge un grupo de intelectuales
dedicadas al ensayo investigativo. Concha Meléndez (1895-1983) fue la pri-
mera mujer en obtener un doctorado en Filosofía y Letras en 1932 en la
Universidad Nacional Autónoma de México, fue pionera en los estudios de
literatura latinoamericana y puertorriqueña, con una extensa bibliografía. Aun-
que escribió poesía es reconocida por su labor ensayística. Margot Arce de
Vázquez (1904-1990) escribió crítica sobre la obra de Garcilaso de Vega y
ensayos sobre la situación del país. Sobre esta última temática escriben tam-
bién Carmen Gómez Tejera, Antonia Sáez, María Teresa Babin y Nilita Vien-
tós Gastón, quién escribía la columna periodística Índice Cultural que se
publicó de 1948 a 1986 en el periódico El Mundo. Nilita publicó durante 40
años la revista literaria Asonante que cambió después a Sin nombre y escri-
bió sus memorias bajo el título de El mundo de la infancia.
El primer ensayo que se incluye en esta antología es “El cuento contem-
poráneo en Puerto Rico” escrito por Concha Meléndez (1895-1983). El ensa-
yo se refiere a autores varones, solo una mujer es mencionada con gran admi-
ración y esperanza para el futuro de la producción de cuento. La cuentista es
Magali García Ramis. El cuento “Todos los domingos” se publica en la revista
Sin nombre (número 4, 1971), la única información referente a la autora es
que es puertorriqueña y trabaja en Nueva York. Se destaca en el ensayo la
importancia de la revista literaria Asonante que como se señaló líneas arriba
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
fue el primer nombre de la revista Sin nombre que Nilita Vientós fundara y
dirigiera durante cuarenta años.
En 1970 surge la figura de la narradora Rosario Ferré (1938). Publica
con Olga Nolla, su prima y novelista la revista Zona Carga y Descarga. En
1980, Ferré publica su primer libro de ensayos Sitio a Eros, del que proviene
el ensayo que esta antología incluye “La cocina de la escritura”. Pudiera
afirmarse que este libro es el primero que reúne las características temáticas
del ensayo de género.
El ensayo inicia con un epígrafe que anuncia un diálogo intertextual con
Sor Juana Inés de la Cruz: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera
escrito. Su ensayo termina como sigue: el secreto de la escritura, como el de
la buena cocina, no tiene absolutamente nada que ver con el sexo, sino con la
sabiduría con que se combinan los ingredientes (Ferré, 1986: 33). El texto es
una invitación a la transgresión, realiza una analogía entre el propio cuerpo y
el cuerpo del texto que se crea, el escribir como un acto de amor, el acto de
hacer el amor y el gozo, un gozo que se encuentra ausente en el logos mascu-
lino.
Norma Valle Ferrer es periodista, escritora y catedrática de Comunica-
ción en la Universidad de Puerto Rico. Su ensayo “Las mujeres periodistas y
la globalización” afirma que con el feminismo, las mujeres han subvertido ese
lugar que representa el hogar. Un espacio que para ellas ha sido su refugio y
esfera de poder pero también de su clausura y, frecuentemente, de violencia
en todas sus manifestaciones. La ensayista termina su ensayo invitando a las
periodistas y comunicadoras a utilizar los medios de comunicación a los que
tienen acceso para deconstruir ese hogar/lugar y reconstruirlo como un mejor
lugar para los seres humanos.
Mara Negrón Marrero (1961-2012) en “Otros géneros en ensayo” plan-
tea que el ensayo en Puerto Rico ha tenido como finalidad el construir un
sujeto nacional pero que a partir de la segunda mitad de la década de los
ochenta, las mujeres toman este género literario por asalto ensayando otras
formas del mismo, desestabilizando ese espacio discursivo para degustar, pro-
bar y degustar otros géneros en ensayo. Toma como pretexto el género litera-
rio escrito desde la óptica de la diferencia sexual centrándose en dos libros
que se publicaron en el año 2004: Femina Faber: letra, música, ley de Au-
rea María Sotomayor y El fin del reino de lo propio de María I. Quiñones,
referido al campo de la antropología. Señala Negrón la importancia de otras
ensayistas en el mismo afán de “ensayar”: Irma Rivera Nieves y su libro
Cambio de cielo. Viaje, sujeto y ley (1993); y Vanessa Vilches con De(s)
madres o el rastro materno en las escrituras del Yo (2003).
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
República Dominicana
Camila Henríquez Ureña (1894-1973) escribe su texto “La mujer y la
cultura” para ser leído en un acta del Congreso Nacional Femenino celebrado
en Cuba el 9 de marzo de 1939. Camila es una ensayista reconocida en su
país y en Cuba donde vivió y desarrolló gran parte de su vida intelectual.
Camila afirma que antes de fines del siglo XIX no existía una cultura femeni-
na, se educaba a las mujeres para ser hijas, esposas, madres, hermanas o
esposa del Señor, recluida en un convento. Su condición era análoga a la de un
esclavo y no podía ser ella misma ni desarrollar una individualidad humana.
Esta situación se prolongó hasta los inicios del siglo XX y solamente las muje-
res excepcionales pudieron destacarse. Por ello, el verdadero desarrollo em-
pieza cuando las excepciones dejan de parecerlo. Para llegar a ese momento
se requiere una campaña de propagación de la cultura que brinde los conoci-
mientos que las mujeres necesitan para crear una verdadera cultura femenina
que permita enfrentar con seriedad su trabajo y la vida, una formación que
permita la toma de conciencia en torno a su responsabilidad colectiva.
Carmen Leonor Landestoy Felix (1894-1988), conocida como Carmita
Landestoy escribe ¡Yo también acuso! Rafael Leonidas Trujillo, tirano de
la República Dominicana, un libro que desde el título anuncia su intención.
De éste proviene el capítulo que se incluye en la antología: “¿En qué leyes se
apoya Trujillo para permanecer en el Poder?”. Inicia con el siguiente párrafo:
“Ninguna Ley escrita, ni ninguna Ley humana autoriza a Trujillo a quedarse
permanentemente en el Poder. Nuestra Constitución no dice que hombre al-
guno tiene derecho a ser Presidente vitalicio; y tampoco lo autoriza ninguna
humana, porque precisamente él las atropella todas”4.
“Género, etnia y clase. Una aproximación desde la perspectiva de géne-
ro” forma parte del libro Historia e ideología: mujeres dominicanas, 1880-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Centroamérica
La región centroamericana se dividió en dos grupos. Un primer grupo lo
constituyen los tres países que no tuvieron una guerra civil en el siglo XX,
como son Costa Rica, Honduras y Panamá. Un segundo grupo constituido por
Guatemala, El Salvador y Nicaragua que si sufrieron de estos procesos insu-
rreccionales.
Respecto a Costa Rica, Honduras y Panamá, el de mayor visibilidad y
tradición escritural es Costa Rica. Se identificaron alrededor de cuarenta en-
sayistas y, por lo menos veintidós corresponden a ensayos de género. En
Panamá se identificaron veinticinco ensayistas y catorce son de género. En
Honduras, se localizaron doce ensayistas y mayoritariamente corresponden al
ensayo de género.
Costa Rica
La primera ensayista que se incluye en esta antología es Carmen Naran-
jo (1930-2012), escritora con una amplia trayectoria en la narrativa y ensayo.
Los ensayos referidos a la mujer se publican a partir de 1977 con el libro
Mitos culturales de la mujer, le seguirán un libro que Naranjo compila, La
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
5 http: //www.acl.ac.cr/d.php?emt
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
de las mujeres centroamericanas (siglo XIX e inicios del siglo XX)” tiene
como objetivo analizar el impacto de las reformas liberales sobre las legisla-
ciones que regularon, controlaron y civilizaron el cuerpo y la sexualidad de las
mujeres en América Central. Las reformas legales que se introdujeron en el
siglo XIX resaltan el matrimonio, la separación y el divorcio civil, sin embargo
el ensayo destaca las referidas al control del cuerpo y la sexualidad de las
mujeres casadas, como son: el matrimonio como contrato civil, la eliminación
de la potestad marital, la regulación y control de la sexualidad y la maternidad,
y el ejercicio de la patria potestad compartida.
Montserrat Sagot, académica de la Universidad de Costa Rica, se des-
empeña en la Escuela de Sociología y en el Centro de Investigación en Estu-
dios de la Mujer. El ensayo “Los límites de las reformas: violencia contra las
mujeres y políticas públicas en América Latina” se publica en 2008 y analiza
las políticas públicas que se han desarrollado a partir de la década de los
noventa en América Latina para prevenir y combatir la violencia contra las
mujeres, como respuesta a la aprobación de la Convención para la Elimina-
ción de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Ana-
liza el desarrollo del movimiento feminista y sus aportes en la reconceptualiza-
ción de la violencia contra las mujeres, así como su influencia en la aprobación
de normas legales y políticas sobre la problemática. Finalmente, se discute
sobre la efectividad de las normas y políticas existentes y sobre las relaciones
con el Estado.
“El cuento que desafía: Las narradoras costarricenses y el gesto de rup-
tura” de Magda Zavala (1952) señala los esfuerzos realizados para la visibili-
zación de la producción cuentística de las narradoras del país. Destaca esa
búsqueda experimental que de manera contradiscursiva rompe con lo que
había sido el gesto dominante en los narradores, apegados al modelo clásico
del cuento latinoamericano, para deconstruir no solo los cánones estéticos
sino también, y sobre todo, con las ideas imperantes sobre la mujer en el orden
público y en el orden privado, esto es, en los terrenos de la vida afectiva,
doméstica y moral. Zavala caracteriza esos gestos de ruptura que generan
transformaciones en el proceso de auto representación y en la construcción
de las identidades de las protagonistas.
Honduras
Rina Villars es la autora del libro Para la casa más que para el mundo:
Sufragismo y feminismo en la historia de Honduras (2001). El texto “Los
comienzos de la lucha sufragista en Honduras” es un capítulo del mismo.
Señala el contexto de la democratización en los países de América Latina,
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
mujeres que junto con los varones se volcaron a las calles bajo consignas
como ¡Ni golpes de Estado, ni golpes a las mujeres!, ¿No tenemos miedo,
afuera los golpistas!. El terror se implantó desde ese día y continúa hasta el
presente. Las poetas se expresaron en la resistencia, en las manifestaciones y
en la poesía: Jessica Isla, Diana Espinal, Mayra Oyuela, Amanda Castro,
Karla Lara, Blanca Guifarro, Wendy Avila, Ilse Ivania Velásquez, Isabel Ri-
vera, Iris Mencia, Esmeralda Olivera y Lety Elvir son las poetas que en su
obra muestran el horror de la represión, demandan el rescate de la nación y la
construcción de un Estado de Derecho que camine hacia la justicia social, la
distribución de la riqueza y la construcción de la ciudadanía.
Panamá
“Aspectos de creación en la novela centroamericana” de Gloria Guardia
es un testimonio de su propia actividad como novelista, partiendo de la premi-
sa de que lo más importante es penetrar hasta lo más profundo para descubrir
los aspectos de la creación literaria en Centroamérica y de los múltiples em-
bates de los novelistas ante la página en blanco cuando pretenden dar cuenta
de la realidad centroamericana. Esta ansiedad se agudiza en las mujeres es-
critoras frente a los ascendientes masculinos que representan la autoridad y
que, además, imponen en la escritura y la vida privada, los estereotipos con-
flictivos alrededor de las construcciones identitarias.
“Panamá: desde el centro al mundo, en sintonía (post)moderna” de Da-
maris E. Serrano, es un texto de crítica cultural y literaria que parte de la
afirmación de que las diferentes manifestaciones culturales surgieron bajo la
influencia de una modernidad europeizante que, en el contexto de la sociedad
panameña, dio lugar a una modernidad dislocada. Realiza un recorrido por los
diferentes géneros literarios para mostrar la manera en que este proceso sur-
gió: la poesía, la narrativa, la macrohistoria/microhistoria y voces marginales,
las narrativas de la memoria, las revistas y suplementos de periódicos. Se
centra también en las identidades genéricas y aquellas derivadas de los proce-
sos migratorios y como se expresan en las novelas, los temas importantes
como la exploración del género y la sexualidad. No es un ensayo centrado en
la escritura de mujeres pero si visibiliza la participación de las mujeres.
“La mujer en la plástica panameña” de Nuria Madrid desarrolla el con-
texto económico, político y cultural que permite el desarrollo de la plástica en
general y de la participación de las mujeres en lo particular: Olga Sánchez,
Yolanda Bech, y Estela Mejía Andrión en la década de los cincuenta. Cons-
tancia Calderón de Augrain en los sesenta, y en los 70 la antropóloga Reina
Torres de Araúz, Alicia Viteri, Sheila Lichacz, Berta Polo, Teresa Icaza, Ama-
lia Tapia, Gisela Quintero, Linda Maquivar, Olga Díaz, Olga Sinclair y Sandra
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Eleta. María Morales, Lylle Martin, Milantia Sierra de López y Gaby López
de Arango con la pintura “naif” en los ochentas. Recupera también a las
artistas jóvenes como Haydeé Victoria Suescum y Ana Elena Garuz.
El ensayo ¿Afrocaribeña? ¡Por supuesto! de Liliana Pinedo inicia con el
siguiente párrafo que da cuenta del estar entre negras:
Hace algunos días, varias mujeres conversábamos sobre la
poderosa síntesis de música, danza y poesía en los rituales
afrocaribeños actuales. Éramos cinco negras de varios colo-
res: una garífuna de la costa nicaragüense, una limonense,
una bocatoreña exuberante, una de La Habana oscura y yo,
una mezcolanza blanqueada donde el cabello crespo y el tam-
bor de la sangre sacan a flote la veta africana de mi abuelo.6
El texto es una reflexión sobre la identidad afrocaribeña y se pregunta
por qué en pleno siglo XXI, en el auge de la globalización y de avances cien-
tíficos, técnicos y tecnológicos, interculturales y ambientales, se dan todavía
esas actitudes de rechazo, exclusión y demarcación cultural aún en personas
“educadas” del mismo grupo étnico. Su interés radica en la literatura escrita
por mujeres y el punto de partida es que para una aproximación “al concepto
de afrocaribeñidad desde el punto de vista de femenino será indispensable
considerar los contextos históricos y culturales que sostienen su quehacer
literario y traspasar el tamiz de construcción de un sistema ideológico que,
desde la Colonia, sigue manteniendo con fuerza el entramado cultural de dis-
criminación hacia la mujer”.7
“Construcción de una agenda política económica de las mujeres por el
Movimiento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Dig-
na”, ensayo escrito por Eusebia Solís Acevedo y Ana Felicia Torres, tiene
como objetivo mostrar la dinámica de la Escuela Mesoamericana de Mujeres
en Economía Feminista que a través de un proceso de formación colectivo y
participativo deconstruye, construye y produce conocimiento útil para las
mujeres. Un segundo objetivo es la identificación de iniciativas económicas de
resistencia que permita a las mujeres aplicarlas en la vida cotidiana. El Movi-
miento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una Vida Digna está
constituido por organizaciones feministas de El Salvador, Guatemala, Hondu-
ras, Costa Rica, Panamá y Chiapas, México.
6 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.pdf
7 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.pdf
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MÉXICO
1 http://www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/sobrec1063.pdf
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La Noche de Tlatelolco1
Segunda Parte
MEMORIAL DE TLATELOLCO
La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
1 https://profesorisaacgarciariosestuamigo.files.wordpress.com/2012/04/la-noche-de-
tlatelolco.pdf
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Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos hasta que la justicia se
siente entre nosotros.
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del edificio, además de los periodistas que cubren las fuentes nacionales ha-
bía corresponsales y fotógrafos extranjeros enviados para informar sobre los
Juegos Olímpicos que habrían de iniciarse diez días más tarde.
Hablaron algunos estudiantes: un muchacho hacía las presentaciones,
otro de la UNAM, dijo: “El Movimiento va a seguir pesar de todo”, otro del
IPN: “...se ha despertado la conciencia cívica y se ha politizado a la familia
mexicana”; una muchacha, que impresionó por su extrema juventud, habló del
papel de las brigadas. Los oradores atacaron a los políticos, a algunos periódi-
cos, y propusieron el boicot contra el diario El Sol. Desde la rampa del tercer
piso vieron cómo hacía su entrada un grupo de trabajadores que portaba una
manta: “Los ferrocarrileros apoyamos el Movimiento y desconocemos las
pláticas Romero Flores-GDO.” Este contingente obrero fue recibido con aplau-
sos. El grupo de ferrocarrileros anunció paros escalonados desde “mañana 3
de octubre en apoyo del Movimiento Estudiantil”.
Cuando un estudiante apellidado Vega anunciaba que la marcha progra-
mada al Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional no se iba a
llevar a cabo, en vista del despliegue de fuerzas públicas y de la posible repre-
sión, surgieron en el cielo las luces de bengala que hicieron que los concurren-
tes dirigieran automáticamente su mirada hacia arriba. Se oyeron los primeros
disparos. La gente se alarmó. A pesar de que los líderes del CNH desde el
tercer piso del edificio Chihuahua, gritaban por el magna voz: “¡No corran
compañeros, no corran, son salvas! ... ¡No se vayan, no se vayan, calma!”, la
desbandada fue general. Todos huían despavoridos y muchos caían en la pla-
za, en las ruinas prehispánicas frente a la iglesia de Santiago Tlatelolco. Se oía
el fuego cerrado y el tableteo de ametralladoras. A partir de ese momento, la
Plaza de las Tres Culturas se convirtió en un infierno.
En su versión del jueves 3 de octubre de 1968 nos dice Excélsior: “Nadie
observó de dónde salieron los primeros disparos. Pero la gran mayoría de los
manifestantes aseguraron que los soldados, sin advertencia ni previo aviso
comenzaron a disparar. …Los disparos surgían por todos lados, lo mismo de
lo alto de un edificio de la Unidad Tlatelolco que de la calle donde las fuerzas
militares en tanques ligeros y vehículos blindados lanzaban ráfagas de ame-
tralladora casi ininterrumpidamente...” Novedades, El Universal, El Día, El
Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovacio-
nes, nos dicen que el ejército tuvo que repeler a tiros el fuego de francotirado-
res apostados en las azoteas de los edificios. Prueba de ello es que el general
José Hernández Toledo que dirigió la operación recibió un balazo en el tórax y
declaró a los periodistas al salir de la intervención quirúrgica que se le practi-
có: “Creo que si se quería derramamiento de sangre ya es más que suficiente
con la que yo ya he derramado.” (El Día, 3 de octubre de 1968.)
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Según Excélsior “se calcula que participaron unos 5 000 soldados y mu-
chos agentes policiacos, la mayoría vestidos de civil. Tenían como contraseña
un pañuelo envuelto en la mano derecha. Así se identificaban unos a otros, ya
que casi ninguno llevaba credencial por protección frente a los estudiantes.
“El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron pero
no acabaron.”
Los tiros salían de muchas direcciones y las ráfagas de las ametrallado-
ras zumbaban en todas partes y, como afirman varios periodistas, no fue difícil
que los soldados, además de los francotiradores, se mataran o hirieran entre
sí. “Muchos soldados debieron lesionarse entre sí, pues al cerrar el círculo los
proyectiles salieron por todas direcciones”, dice el reportero Félix Fuentes en
su relato del 3 de octubre en La Prensa. El ejército tomó la Plaza de las Tres
Culturas con un movimiento de pinzas, es decir llegó por los dos costados y 5
mil soldados avanzaron disparando armas automáticas contra los edificios,
añade Félix Fuentes. “En el cuarto piso de un edificio, desde donde tres ora-
dores habían arengado a la multitud contra el gobierno, se vieron fogonazos.
Al parecer, allí abrieron fuego agentes de la Dirección Federal de Seguridad y
de la Policía Judicial del Distrito.
“La gente trató de huir por el costado oriente de la Plaza de las Tres
Culturas y mucha lo logró pero cientos de personas se encontraron a colum-
nas de soldados que empuñaban sus armas a bayoneta calada y disparaban en
todos sentidos. Ante esta alternativa las asustadas personas empezaron a
refugiarse en los edificios pero las más corrieron por las callejuelas para salir
a Paseo de la Reforma cerca del Monumento a Cuitláhuac.
“Quien esto escribe fue arrollado por la multitud cerca del edificio de la
Secretaría de Relaciones Exteriores. No muy lejos se desplomó una mujer, no
se sabe si lesionada por algún proyectil o a causa de un desmayo. Algunos
jóvenes trataron de auxiliarla pero los soldados lo impidieron.”
El general José Hernández Toledo declaró después que para impedir
mayor derramamiento de sangre ordenó al ejército no utilizar las armas de
alto calibre que llevaba (El Día, 3 de octubre de 1968). (Hernández Toledo ya
ha dirigido acciones contra la Universidad de Michoacán, la de Sonora y la
Autónoma de México, y tiene a su mando hombres del cuerpo de paracaidis-
tas calificados como las tropas de asalto mejor entrenadas del país.) Sin em-
bargo, Jorge Aviles, redactor de El Universal escribe el 3 de octubre: “Vimos
al ejército en plena acción; utilizando toda clase de armamentos, las ametra-
lladoras pesadas empotradas en una veintena de yips, disparaban hacia todos
los sectores controlados por los francotiradores.” Excélsior reitera: “Unos
trescientos tanques, unidades de asalto, yips y transportes militares tenían
rodeada toda la zona, desde Insurgentes a Reforma, hasta Nonoalco y Ma-
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al dicente en el brazo derecho, por lo que uno de sus elementos dio aviso a su
Superior, el cual ordenó que fuese trasladado el dicente al Hospital en que
actualmente se encuentra, ya que perdió el conocimiento, no dándose cuenta
qué haya ocurrido posteriormente, que debido a que el dicente desconoce el
nombre de las calles no le es posible precisar por qué calles se encuentren las
entradas al edificio Chihuahua e ignora quién haya disparado y cuántas perso-
nas hayan resultado lesionadas, que de momento es todo lo que tiene que
decir y previa lectura de lo actuado lo ratifica y estampa la huella digital de su
pulgar izquierdo para constancia, por encontrarse imposibilitado para firmar.—
FE DE LESIONES.—El personal que actúa e instituido nuevamente en la
cama 28 de la Sala de Emergencia del Hospital Central Militar en donde se
tuvo a la vista al que dijo llamarse ERNESTO MORALES SOTO, al que se
DA fe: que presenta las siguientes lesiones; Herida por proyectil de arma de
fuego en cara anterior de codo derecho de un centímetro de diámetro, irregu-
lar, orificio de salida con las mismas características de dos centímetros por
dentro del borde externo y sobre cara posterior del codo, lo que produce
probable fractura.—Lesiones que por su naturaleza no ponen en peligro la
vida y tardan en sanar más de quince días.—Previstas y sancionadas en la
parte SEGUNDA del artículo 289 del Código Penal Vigente.— No Hospital.
Mismas lesiones que se corroboran y describen en el certificado expedido por
el C. Médico ALFREDO NEME DAVID cuyo original se tiene a la vista y se
anexa a las presentes actuaciones... DAMOS FE… CÚMPLASE… SE CIE-
RRA Y AUTORIZA LO ACTUADO… DAMOS FE...
EL C. AGENTE DEL M.
PÚBLICO LIC. GERMÁN VALDEZ
MARTÍNEZ
T. DE A. ALBERTO
LÓPEZ ISLAS
T. DE A. LÁZARO RODRÍGUEZ
MORALES
Se inicia una descarga más intensa que cualesquiera de las otras, que se
prolonga más, más y más. Ésta es la representación del genocidio, en su justa,
dolorosa dimensión. Sesenta y dos minutos de fuego nutrido hasta que los
soldados no soportan el calor de los aceros enrojecidos.
• Leonardo Femat, “Cinta sonora que relata el drama”. La noche de
Tlatelolco, Siempre!, no. 799 16 de octubre de 1968.
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vanté la vista y vi humo. Se cayó un cable de alta tensión; toda la gente que
pasaba junto al volkswagen gritaba, entonces me dio miedo y salí del coche
como desesperada y me fui corriendo. Debo haber corrido mucho tiempo sin
notarlo porque cuando volteé ya estaba yo en el Sanborns de Lafragua. Allí
me detuvo un conocido y me dijo: “¿Qué te pasa?” Entonces me di cuenta que
había yo estado llorando porque tenía toda la cara manchada por el rímmel;
todo se me había corrido; bueno estaba yo mal, mal, mal. Allí me hicieron que
tomara un café: “cálmate, cálmate, cálmate, por favor”; me lo trajeron a la
puerta porque yo estaba temblando y a la puerta salieron varios muchachos
más. Lo único que pude decirles es: “Están matando a los estudiantes.” De
allí, ello; mismos me fueron a dejar a un departamento en la Avenida Co-
yoacán No. 1625 donde yo vivía con Tita y con otra amiga…
• Ana Ignacia Rodríguez, Nacha, del Comité de Lucha de la Facultad
de Leyes, UNAM.
Nunca pensamos que el 2 de octubre hubiera agresión por parte del go-
bierno porque días antes hubo un mitin en Tlatelolco y en la mañana varios del
CNH —los más inteligentes y los más preparados— yo nunca digo nombres
¿eh? fueron a la Casa del Lago a hablar con Caso y de la Vega y nosotros
pensamos que ya existía una especie de tregua tácita puesto que ya había
visos de que se llegaría a un acuerdo. Por lo tanto programamos el mitin y
desistimos de la marcha al Casco de Santo Tomás ocupado por el ejército
para que no se pensara en una provocación y esto se anunció casi inmediata-
mente en la tribuna!. No, yo no estaba en la tribuna; me quedé en la explanada
con Nacha… Pero pues nos resultó el tiro por la culata...
• Roberta Avendaño, Tita, delegada de la Facultad de Leya de la
UNAM, ante el CNH.
Había mucha sangre pisoteada, mucha sangre untada a la pared.
• Francisco Correa, físico, profesor del IPN.
Protegía mi nuca con las manos entrecruzadas; la mejilla y el estómago y
las piernas estampadas en el suelo de la habitación. Yo era el último de entre
las filas. Estaba casi pegado a la puerta de entrada al departamento. Los
estallidos de armas de todas clases me hicieron reaccionar y les pedí a los
compañeros de piso que se corrieran lo suficiente como para permitirme apro-
vechar la mínima protección que brindaba la pared lateral que dividía la prime-
ra parte del departamento donde nos encontrábamos. Escuchaba por la puer-
ta:
— ¡Aquí Batallón Olimpia, no disparen, aquí Olimpia!
Mis compañeros de suelo hicieron lo que les pedía y logré colarme hacia
la pared. Allí estuve no sé cuánto tiempo pensando, pensando, pensando:
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poder arrojadas por los tanques para abrir muros y permitir los disparos de la
infantería. Con el guante o pañuelo blanco en la izquierda pasaban continua-
mente arrastrándose sobre los codos; no tenían al parecer manera de comuni-
carse con la tropa que abajo disparaba contra todo. A nosotros sólo nos extra-
ñaba el que se tardaran tanto en asesinarnos.
• Félix Lucio Hernández Gamundi, del CNH.
Perdimos de vista a Reyes y oí un grito de mi hermano: “¡No me suel-
tes!” Nos agarramos de la mano fuertemente. Me fui hacia la derecha, tra-
tando de llegar al jardín donde están las ruinas. Muchos estaban allí intentando
esconderse de la terrible balacera que venía de todas direcciones. El impacto
de los proyectiles se imponía sobre los otros sonidos y una lluvia de fragmen-
tos producidos por las piedras de las ruinas bajo el impacto de las balas se
batía sobre nuestras cabezas. Todavía tenía firmemente agarrada la mano de
mi hermano a pesar de que había personas que se habían interpuesto entre
nosotros y traté de jalarlo hacia mí. Algunos estudiantes entre nosotros habían
caído, unos muertos, otros heridos. A mi lado estaba una muchacha que había
sido tocada en la cara por una bala expansiva. ¡Qué horror! Todo el lado
izquierdo de su cara había sido volado.
Los gritos, los aullidos de dolor, los lloros, las plegarias y el continuo y
ensordecedor ruido de las armas, hacían de la Plaza de las Tres Culturas un
infierno de Dante.
• Diana Salmerón de Contreras.
¡Un médico, por favor, por piedad, por lo que usted más quiera! ¡Un
médico, por Dios!
• Olga Sánchez Cuevas, madre de familia.
¡No dejan entrar a las cruces! Llegaron aullando como locas. Las detu-
vieron; les pidieron que apagaran su sirena, su luz.
• Berta Cárdenas de Macías, habitante de la Unidad Nonoalco-Tlate-
lolco.
¡Les dije a todos que la plaza era una trampa, se los dije! ¡No hay salida!
¡Más claro lo querían ver! Les dije que no había ni por dónde escapar, que nos
quedaríamos todos encajonados allí, cercados como en un corral. ¡Se los dije
tantas veces, pero no!
• Mercedes Olivera de Vázquez, antropóloga.
Amo el amor.
• Botón hippie encontrado en la Plaza de las Tres Culturas.
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Algo de historia
Heredero de la tradición gubernamental española, desde mediados del
siglo XIX México se esforzó por separar el Estado de la Iglesia católica. La
generación liberal, que según Carlos Monsiváis le impone a la nación “un
proyecto histórico y muy a medias un modelo de sociedad” (2008:14), se da a
la tarea de formular leyes que plasmen esa nueva visión. Entretejidas con las
reglamentaciones de la época se encontraban ideas sobre el honor de la mu-
jer, su vulnerabilidad biológica constitutiva y otros aspectos relacionados con
la diferencia sexual. Fernanda Núñez encuentra en el último tercio del siglo
XIX una “proliferación de artículos, tesis y ensayos médicos sobre el aborto”
en México (2008:135), muchos de ellos producto de la influencia del positivis-
mo francés y de las corrientes higienistas. Para esta historiadora ese es el
momento en que los médicos cobran conciencia de su papel en la sociedad y
de su gran ascendiente en las familias, por lo cual sus publicaciones tienen que
ver no sólo con la obstetricia y la medicina legal sino también con la moral.
Los documentos que estudia Núñez muestran un claro interés de los médicos
ante el dilema de los distintos tipos de aborto, los espontáneos y los provoca-
dos.2
1 http://pueg.unam.mx/images/textos_interes/cyp_lamas.pdf
2 La rigurosa investigación de Fernanda Núñez registra las distintas posturas de connotados
médicos en esa materia, que debaten durante la década de 1880 el tema, así como las
definiciones publicadas en el Diccionario de ciencias médicas (1872). Su trabajo toma
desde las ponencias del Primer Congreso Higiénico Pedagógico de 1882 hasta diversas
tesis de medicina, Cirugía y Obstetricia (Menocal 1869; Ochoa y Tapia 1881; Gómez
1885; Mendoza 1887; Ibarra 1898) así como artículos en la Gaceta Médica del Médico
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(Soriano 1867; Alcorta 1882; Montaño 1916: Espinosa de los Reyes 1925), de la Escuela
Nacional de Medicina (Cruz 1897) y de la Facultad de Medicina de Puebla (Ibáñez
1882). Ver Núñez 2008.
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3 En estas páginas sólo abordo lo relativo a la segunda ola del feminismo a partir de los
setenta. Pero desde los años treinta hay antecedentes de lucha feminista por despenalizar
el aborto. Ver Cano 1990.
4 Un recuento de las acciones en esos años se encuentra en Lamas 2001
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actos públicos para el 28 de mayo (Día Mundial por la salud de las mujeres) y
el 28 de septiembre (Día Latinoamericano por la despenalización del aborto).
GIRE hacía publicaciones y talleres para médicos, abogados, periodistas y
legisladores. Otras organizaciones ciudadanas difundían discursos desde di-
versas perspectivas sobre el derecho a decidir en materia de sexualidad y
reproducción. Es de resaltar que en una cultura donde la cúpula conservadora
del catolicismo pesa tanto, la labor crítica de Católicas por el Derecho a De-
cidir ha sido especialmente útil.
En 1997 las plataformas del PRD y del Partido del Trabajo (PT) incluyen
la despenalización del aborto como uno de los elementos de la “maternidad
voluntaria”. Además, en mayo de ese año, el candidato del PRD al gobierno
del DF, Cuauhtémoc Cárdenas, y las integrantes de la Red por la Salud de las
Mujeres del DF, una de las corrientes más activas del movimiento feminista
mexicano, sostienen una reunión donde Cárdenas firma la realización de una
consulta pública sobre la reforma de las leyes sobre el aborto en caso de
resultar electo. Cárdenas gana la gubernatura del Distrito Federal con cua-
renta y dos por ciento del voto, lo que le da al PRD una fuerte mayoría en la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF). Por primera vez se da un
contexto político tan favorecedor a un cambio en la legislación.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
14 Sobre el caso Paulina, ver el libro de Elena Poniatowska (2002) así como dos cuadernos
publicados por GIRE (2000 y 2004).
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3 de agosto del 2000, los legisladores del PAN del Estado de Guanajuato
aprobaron16 una inédita enmienda al código penal, orientada a castigar el
aborto en casos de violación, con penas y multas para la mujer y la persona
que practicara el aborto, a quien también se le suspendería la licencia para la
práctica médica mientras estuviese en prisión. Dicha reforma debía entrar en
vigor el 1 de octubre, en cuanto la suscribiera el gobernador del Estado, quien
tenía diez días para tomar la decisión a partir de la fecha en la que la legisla-
tura le entregara el nuevo texto. Frente a la oposición de diversos voceros de
la sociedad guanajuatense, el gobernador interino de Guanajuato comisionó la
realización de una encuesta para conocer la opinión de la población. El 29 de
agosto anunció su veto a la reforma de ley.
También en agosto de 2000 el aborto fue tema central en el DF. Una vez
que se celebraron las elecciones presidenciales de julio del 2000, las feminis-
tas presionaron a favor de la liberalización del aborto con la gobernadora
interina del Distrito Federal, Rosario Robles. Ésta convocó a una sesión ex-
traordinaria de la ALDF para incorporar al código penal las causales de no
punibilidad del aborto, ya existentes en otros estados: la malformación fetal y
el riesgo para la salud de la mujer. El PRD, que había evitado el tema durante
la carrera por la presidencia, aceptó entonces promover la reforma, y la ma-
yoría perredista en la ALDF legisló a favor el 18 de agosto. Esta reforma,
conocida como la ley Robles, significó tres ampliaciones 1) de peligro de muerte
se pasó a grave riesgo a la salud de la mujer, 2) se estableció el aborto por
Secretaría de Salud envió a los Secretarios de Salud de cada entidad federativa el oficio
circular con los siete criterios de atención, entre los que destacan: 1. proporcionar
información objetiva, suficiente, oportuna y comprensible a la mujer que tenga derecho
a tener acceso a los servicios de ILE, sobre los procedimientos que se utilizan, sus
riesgos y consecuencias, con el propósito de que tome de manera libre y responsable la
decisión sobre si proceder o no a interrumpir su embarazo, mediante consentimiento
informado y sin inducir o retrasar la decisión de la mujer, ni buscar disuadirla con
información exagerada sobre los posibles riesgos y consecuencias del mismo; 2. contar
con personal de salud capacitado, actualizado, certificado y disponible para realizar
estos procedimientos de manera tal que siempre se garantice la prestación del servicio; 3.
agilizar los trámites administrativos necesarios para que el procedimiento de ILE se lleve
a cabo lo más tempranamente posible, dentro de las condiciones, los términos y plazos
previstos por los ordenamientos aplicables en la materia y sin recurrir a prácticas
dilatorias, ni involucrar a instancias que no estén explícitamente previstas en dichos
ordenamientos; 4. otorgar el servicio de ILE sin costo alguno para la usuaria. Ver GIRE
2008a.
16 El Congreso local se dividió casi por la mitad: quince legisladores del PAN, un antiguo
miembro del PRI y un legislador del Partido Alianza Social (PAS), es decir, diecisiete
legisladores, votaron a favor de la medida, frente a dieciséis legisladores que votaron en
contra: los del PRI, PRD, PT y Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
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ciertas causales legales. Antes, la ley decía que no se castigaría el delito del
aborto si concurrían ciertas circunstancias: grave riesgo a la salud de la mujer,
violación, inseminación artificial no consentida, malformaciones graves del
producto e imprudencia de la mujer. La nueva reforma anulaba la condición
de delito al aborto en el Distrito Federal cuando su realización se sustentara
en alguna de las causas mencionadas. Tan técnica fue esta modificación de
los términos jurídicos (“se excluye la responsabilidad penal en el delito de
aborto”)17 que hasta los panistas, encantados con el reconocimiento a la obje-
ción de conciencia, votaron a favor de la ley el 26 de diciembre del 2003. La
ley entró en vigor, sin que la derecha planteara una acción de inconstituciona-
lidad, el 27 de enero del 2004. Con estas reformas y reglamentaciones, la
Ciudad de México se convirtió en la entidad federativa con las leyes más
avanzadas, donde de ser un delito que no se castiga en ciertas circunstancias,
el aborto deja de ser delito en esas causales. El matiz, aunque sutil, es crucial.
Sin embargo, muchas mujeres desconocían la legislación y recurrían a los
abortos ilegales y riesgosos. Una investigación realizada por Population Council
mostró que, en México, el 18% de los abortos “clandestinos” se realizan por
razones consideradas legales, como los embarazos producto de una violación
(Lara et al, 2003). Una encuesta hecha por la empresa Ulises Beltrán &
Asociados (UBA, 2003) en zonas de bajo nivel económico señaló que el 74
por ciento de los entrevistados desconocía que el aborto por violación en México
es legal. Por eso, en marzo de 2004 GIRE echó a andar la Campaña “El
aborto por violación es legal”. El objetivo de la Campaña era evitar abortos
clandestinos en los casos permitidos por la ley, informar a mujeres de niveles
socioeconómicos medio y bajo sobre el derecho a un aborto legal por violación
y acompañarlas a ejercer su derecho en caso de que se les atorara el proceso.
La Campaña arrancó con el apoyo de tres instancias del gobierno citadi-
no: el Instituto de las Mujeres del DF, la Procuraduría General de Justicia del
DF y la Secretaría de Salud del DF. Pronto se sumaron la Dirección de Salud
Reproductiva de la UNAM, el Instituto Nacional de Perinatología, la Comi-
sión de Derechos Humanos del Distrito Federal y dos asociaciones ciudada-
nas: Católicas por el Derecho a Decidir y Equidad de Género, Ciudadanía,
Trabajo y Familia. Se hicieron más de dos millones de folletos, que se repartie-
ron en instancias de gobierno: PGJDF, SSDF y en locales de instituciones
educativas, como las preparatorias de la UNAM, en la UAM, el IPN y el
Colegio de Bachilleres. Además, en el Metro, a donde concurren sectores
17 Antes el Código Penal del Distrito Federal decía: “No se sancionará cuando:” (Artículo
146)
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Por su parte, la derecha no iba a quedarse con los brazos cruzados ante
tal resolución que indudablemente abría las puertas a los congresos locales
para que realizaran despenalizaciones similares en los estados. Apenas dos
meses después del fallo de la SCJN en Sonora, donde gobernaba el PRI, un
congreso de mayoría priísta reformó la Constitución estatal para “proteger la
vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural”.
Es indiscutible que toda protección a la vida es loable y necesaria, pero se
trata de un valor que acepta excepciones (la legítima defensa, el aborto, la
eutanasia, la guerra, etc.) y no una argucia jurídica contra el derecho a inte-
rrumpir un embarazo. En esta reforma y las que siguieron, dicha “protección”
aparece como un eufemismo dirigido a impedir el aborto legal tal como existe
en el DF. O sea, la “protección de la vida” que va “hasta la muerte natural” no
está enfocada a proteger realmente a las embarazadas que desean tener sus
criaturas (mediante seguros de desempleo, apoyos en atención médica, etc.)
como tampoco a proteger a las personas de los accidentes de trabajo, de
tránsito, etc.
A partir de octubre de 2008 y a la entrega de este ensayo ya son diecisie-
te los estados que han seguido esos pasos en lo que parece querer ser un
“blindaje” en contra de la despenalización.24 Aunque las reformas son res-
ponsabilidad de los diputados que las votaron y de los gobernadores que no las
vetaron25 quienes han provocado no sólo un escándalo político sino una fuerte
movilización dentro de su propio partido son los diputados y gobernadores
priístas por traicionar su vieja tradición liberal. Tal vez ello sea lo único bueno
que estas reformas han provocado: sacudir conciencias, dentro y fuera del
PRI. Hubo, también, actos dignos, como el de Natividad González Parás,
gobernador priísta, que usó su facultad de veto para impedirla en Nuevo León.
Por otra parte, Beatriz Benavente una joven que viene del navismo, diputada
24 Para enero de 2010 el panorama, por orden cronológico (se toma la fecha de aprobación,
no de la publicación oficial y se señala qué partido estaba gobernando en ese momento)
de los estados es: 1) Sonora, gobierno del PRI (21 oct. 08); 2) Baja California, PAN (23
oct. 08); 3) Morelos, PAN (11 nov. 08); 4) Colima, PRI (17 feb 09); 5) Puebla, PRI (12
marzo 09); 6) Jalisco PAN (26 marzo 09); 7) Nayarit PRI (17 abril 09); 8) Quintana Roo
PRI (21 abril 09); 9) Campeche PRI (23 abril 09); 10) Guanajuato PAN (8 mayo 09); 11
Durango PRI (7 abril 09); 12) San Luis Potosí PAN (21 mayo 09); 13) Yucatán PRI (15
julio 09); 14) Querétaro PAN (1 sept 09); 15) Oaxaca PRI (9 sept. 09); 16) Veracruz PRI
(17 nov 09); 17) Chiapas PRD (18 dic 09) . El estado de Chihuahua reformó su
constitución el 1 de oct de 1994, bajo gobierno del PAN por lo cual no entra en el
cómputo de la oleada de reformas. Al cierre de este artículo existen iniciativas similares
en los estados de Aguascalientes, Baja California Sur, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas,
Tlaxcala y Estado de México.
25 De los estados que aprobaron las reformas recientes 10 estaban gobernados por el PRI,
6 por el PAN y 1 por el PRD.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
por el PRI y el Verde en San Luis Potosí, y que asumió el cargo de presidenta
de la Comisión de Derechos Humanos y Equidad de Género del Congreso del
Estado de San Luis Potosí, justo después de que la anterior legislatura había
votado la reforma, convenció a sus correligionarios priistas y a los diputados
del PRD, PT y Conciencia Popular (el partido local) de la importancia de
interponer –¡desde el Congreso!– una acción de inconstitucionalidad, y así
defender el Estado laico y preservar los Derechos Humanos de las mujeres.
Y la diputada priista Dalia Pérez Castañeda en Veracruz se negó a suscribir
esa iniciativa.
Algo novedoso es que las ciudadanas que se sienten afectadas negativa-
mente por las reformas han recurrido a instrumentos jurídicos nacionales e
internacionales: 650 mujeres de distintos estados se han amparado contra
ellas, y 860 ciudadanas de siete estados (43 en Colima, 120 en Morelos, 176
en Sonora, 27 en Quintana Roo, 57 en Guanajuato, 274 en Durango y 163 en
Puebla), todas ellas en edad reproductiva, demandaron a sus estados ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington por
afectación a sus derechos humanos argumentando que las reformas contra-
vienen la Convención Americana de Derechos Humanos, que garantizan “exis-
tencia digna para elegir el proyecto de vida, vida digna e integridad personal
por afectación del derecho a la salud, vida privada relacionada con las liberta-
des de conciencia y pensamiento e igual protección ante la ley sin discrimina-
ción alguna”. Actualmente, la CIDH está analizando las peticiones. Y aunque
éstas no prosperen legalmente, el mero hecho de que las mujeres se hayan
organizado es en sí alentador.
Además, el impacto de la oleada reaccionaria rebasó las fronteras de
México, y llegó a la reunión del Consejo de la Internacional Socialista (IS) en
República Dominicana. Un grupo de feministas asistió a la reunión del Conse-
jo de la IS para denunciar que el PRI, partido integrante de dicha asociación,
está aprobando leyes que atentan contra los derechos sexuales y reproducti-
vos de las mujeres.26 Justo después del llamado de atención de la Internacio-
nal Socialista la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, publicó en un artículo
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
editorial su postura a favor del derecho a decidir de las mujeres (El Univer-
sal, 30 noviembre, 2009).
La criminalización del aborto o su despenalización responden a visiones
del mundo, de la justicia social, de la salud pública y de la equidad entre muje-
res y hombres. Por eso los partidos políticos tienen posiciones públicas al
respecto, por más que algunos de sus integrantes difieran de ellas. Tal es el
caso del PAN, partido que consistentemente defiende el dogma católico, aun-
que muchos de sus militantes jóvenes estén por la despenalización. El PRI,
que se precia de ser socialdemócrata y de pertenecer a la Internacional So-
cialista, tiene gobernadores y diputados que hoy impulsan o se suman a estas
reformas de claro tufo clerical. Si bien ningún presidente de partido puede
imponer un mandato autoritario sobre los gobernadores y diputados locales, sí
puede establecer definiciones básicas de la línea política partidaria. Por eso la
tibia y tardía toma de posición pública de Beatriz Paredes fue objeto de duros
cuestionamientos.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación se deberá pronunciar ante las
acciones de inconstitucionalidad que han provocado estas reformas (además
de la del Congreso potosino, está la de la Comisión de Derechos Humanos de
Baja California y la del municipio de Uriangato en Guanajuato). Esto no exime
de un indispensable debate público sobre la despenalización del aborto y sobre
qué significa “proteger la vida desde el momento de la concepción”. Induda-
blemente, la vida es un valor que debe ser protegido siempre y desde su inicio.
Pero, aunque la vida es un valor a defender, dicha “protección” no debería
consistir en prohibiciones, sino en otorgar a las mujeres todo tipo de garantías
para que lleven a cabo la gestación: atención médica, alimentación adecuada,
etc. Las legislaciones avanzadas en el mundo aceptan determinadas excep-
ciones: la legítima defensa (personal y nacional), el aborto, el suicidio asistido
y la eutanasia. Es por ello que una valoración en abstracto de la importancia
de la vida no se contrapone a que una mujer interrumpa el proceso de gesta-
ción. Defender el valor de la vida y otorgarles a las mujeres las garantías para
que decidan si continúan con una gestación y en tal caso brindarles las condi-
ciones para que lo hagan de la mejor manera es una realidad en sociedades
democráticas que tienen despenalizado el aborto.
Sin embargo, en nuestro país la influencia católica se filtra en el accionar
de los funcionarios públicos. Por ejemplo, el Secretario de Salud federal, José
Ángel Córdova Villalobos, ha prohibido a los hospitales federales ubicados en
la Ciudad de México aceptar la normatividad de la despenalización del aborto.
No obstante que se encuentran obligados por la ley, los médicos en hospitales
federales ubicados en el DF no realizan la interrupción legal del embarazo.
Obedeciendo el lineamiento de Córdova Villalobos, tampoco las clínicas y
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
hospitales del Seguro Social y del ISSSTE de la Ciudad de México dan ese
servicio a sus aseguradas, que por ello acuden a los servicios del Gobierno del
DF. A esto se suma una creciente cerrazón de los médicos conservadores en
las instituciones públicas de salud de algunas entidades federativas, que se
niegan a colocar el dispositivo intrauterino a las mujeres que solicitan métodos
de planificación familiar. Además, en las escuelas de medicina de las univer-
sidades católicas hay una enseñanza en defensa del embrión, no obstante que
el embrión no tiene corteza cerebral, ni actividad neuronal ni sensaciones
placenteras o dolorosas. Inspiradas en el dogma católico de que hay alma
desde el momento de la concepción, quienes enseñan en estas escuelas se
resisten a aceptar que, ante el conflicto de dos derechos en competencia (el
de la mujer y el del embrión) el de la mujer tiene primacía.
El intervencionismo de la Iglesia católica se aferra a la cantinela de “de-
fensa de la vida” para atacar y amenazar a quienes no comparten sus creen-
cias. Es impresionante que el Estado no haga nada al respecto. Justamente
por esa cerrazón es que el aborto, una cuestión privada que atañe a la propia
conciencia, se ha partidizado. Decidir sobre el propio destino es una demanda
irreversible, que Roma no logrará frenar. Richard Hare (1982), un filósofo
inglés que trabajó sobre las valoraciones morales desde la racionalidad, hizo
una definición que se ajusta bien a los obispos católicos: fanatismo. Hare
describe al fanatismo como la actitud de quienes persiguen la afirmación de
los propios principios morales dejando que éstos prevalezcan sobre los intere-
ses reales de las personas de carne y hueso y señala que las personas fanáti-
cas permanecen indiferentes frente a los enormes daños que su actuación
ocasiona a millones de seres humanos.
Sí, el Vaticano y sus seguidores insisten en afirmar sus principios morales
por encima de la salud y la vida de millones de mujeres. Por suerte, las actitu-
des de los curas y monjas de organizaciones de base están lejos de esta pos-
tura. Sin negar que el aborto es un conflicto ético, subrayan que este tipo de
dilemas, cuando conciernen a los derechos de la persona que está llamada a
resolverlos, deben de ser dejados a su autodeterminación. Además, varios
sacerdotes jesuitas y dominicos, así como algunas monjas, comparten la sabi-
duría de quien fuera obispo auxiliar emérito de Madrid, monseñor Alberto
Iniesta. Este sacerdote deslindó lo moral de lo jurídico al decir que su concien-
cia rechazaba el aborto, pero no rechazaba la posibilidad de que la ley no lo
considerara un delito. Varias figuras católicas comparten esa postura y distin-
guen entre el carácter moral del aborto y su estatuto legal.27
27 Un ejemplo de esta postura lo dio en México Fray Julián Cruzalta durante las audiencias
de la SCJN. Ver Cruzalta, 2008.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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29 Tanto las encuestas iniciales, como las más recientes, arrojan que más de dos terceras
partes de la ciudadanía ve con buenos ojos la despenalización: encuesta de María de las
Heras, “DF: 72% de las mujeres apoya la despenalización del aborto”, Milenio Diario,
20 de marzo de 2007; encuesta de Reforma: Aborto, “Avalan despenalización”, Reforma,
20 de marzo, página 5, 2007; y una encuesta hecha en 2009 por el Population Council
para medir la opinión de los habitantes del DF sobre las reformas legales (¡el 73%
aprueba y más del 80% dice que sería bueno que se extendieran a todo el país!
30 Las cifras oficiales de la Secretaría de Salud del DF al 25 de marzo del 2010 eran de 38
281 interrupciones legales realizadas. De estas 29 140 mujeres eran residentes del DF,
8058 venían del Estado de México y 1083 de otras entidades federativas. El número total
de menores de edad ascendía a 2137.
81
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Quiénes somos
Las latinoamericanas de la era de la globalización, integradas o excluidas,
provenimos del surgimiento de sociedades conquistadas y colonizadas y de
Estados originados en procesos violentos y genocidas. Las malformaciones
sociales y políticas han cohabitado con ecos democráticos distorsionados y
utopías libertarias y humanistas. Donde los Estados fueron débiles mecanis-
mos subsidiarios y las estructuras sociales se solidificaron en estamentos ce-
rrados y comunidades marginadas, las mujeres quedaron más rezagadas.
En algunos países las mujeres han ido alcanzando como por oleadas algu-
nos de los derechos desde la primera mitad del siglo XIX y en otros aún no
ejercen los mínimos. Desde luego, las campesinas, las obreras, las asalaria-
das, las estudiantes han participado social y políticamente en un sinfín de
procesos históricos significativos pero lo hicieron las más de las veces sin
discurso específico de género.
En estas tierras habitamos mujeres cuya filogenia proviene de diversos
puntos del orbe. Latinoamérica ha sido un mundo contenido en el pasado
entre Río Bravo y el Cabo de Hornos. Hoy traspasa la frontera norte de
México a pesar de muros ignominiosos, como el que se levanta ya entre México
1 http://www.cotidianomujer.org.uy/sitio/pdf/ElFeminismoenmiVida.pdf
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Estar y no ser
Los grandes discursos revolucionarios, de liberación nacional y emanci-
pación popular, y las utopías socialistas y alternativas, han sido cobijo ideológi-
co y político de millones de latinoamericanas desde el siglo XIX. En el inicio
del siglo que se acaba, en México, por ejemplo, las mujeres formaron parte de
ejércitos populares movilizados por causas revolucionarias; muchas de ellas
lucharon, otras fueron a la retaguardia. La revolución cubana fue apoyada por
millones de mujeres a lo largo del continente. Miles fueron víctimas de repre-
sión en Guatemala y los procesos democratizadores en Chile y revoluciona-
rios en Nicaragua y El Salvador, las guerrillas uruguayas, argentinas, perua-
nas, colombianas y mexicanas, han contado con una importante incorporación
de mujeres como bases de apoyo y como insurgentes.
Sin embargo, la marca más importante de la politicidad femenina en
América Latina ha sido la participación civil de las mujeres en la construcción
de la democracia. Los procesos políticos que buscan sentido social al desarro-
llo y la construcción de las democracias de Brasil, Venezuela, México, Pana-
má, Perú y el resto de los países han sido impulsados por las mujeres politiza-
das con ganas de cambiar el mundo.
En la visión androcéntrica del mundo que prevalece en esta región, las
mujeres no tenemos cabida como sujeto histórico. Es significativo que en
procesos de transformación social mujeres y hombres están dispuestos a re-
belarse a cambiarlo todo, a enfrentar restricciones y riesgos, represión o gue-
rra. Sin embargo, les parecen invivibles las exigencias y las dificultades rela-
tivas al avance y emancipación de las mujeres.
En cualquier vertiente, los aportes y la participación de las mujeres se
han dado desde la desigualdad genérica y la subordinación a hombres, organi-
zaciones e instituciones que no consideran importante eliminar la opresión y
las privaciones de género. En la confrontación política contra las mujeres se
consideran un avance que la causa ilegítima de género vaya quedando pen-
diente. No es el momento, es peligroso, n o es conveniente, ya se resolverá
más adelante.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
La paradoja política más dolorosa para las mujeres ha sido entrega, por
conciencia y búsqueda de justicia en el mundo y en su propia vida, a procesos
en que han apoyado la acumulación y la reproducción política patriarcal de los
hombres y el reforzamiento de escalafones y estructuras de opresión. A nom-
bre de metas colectivas o por intereses de grupos de quienes los reivindican,
se omite la causa oculta o visible de cada mujer. Esa causa íntima que estimu-
ló su búsqueda y su compromiso. Y, aún cuando se participa con relativa
fuerza, lo que queda de lo planteado por los movimientos y organizaciones de
mujeres, es siempre producto de negociaciones en desventaja.
En la mayoría de los procesos mencionados las mujeres se han sumado
desdibujadas, sin identidad política de género y subsumidas en categorías ex-
tragenéricas como el pueblo, la clase y los grupos reivindicativos de los hom-
bres. Los grandes discursos masculinos tuvieron en las mujeres escuchas,
testigas, apoyos solidarios y comprometidos hasta el despido, la cárcel, la
represión, el exilio y la muerte.
En gran medida, la participación de mujeres durante varias décadas fue
captada por organizaciones políticas que no las tomaban en cuenta y, en con-
trasentido, no hubiesen subsistido sin ellas. El cambio fue ideologizado como
solución de todos los problemas. Sin embargo, los militantes muy pronto des-
cubrieron la injusticia genérica.
Otras contemporáneas, han sido conservadoras. Millones de latinoameri-
canas desvalorizadas en su condición política y afines con visiones del mundo
conservadoras y con estructuras excluyentes, han sustentado durante todo el
siglo el poder autoritario en instituciones como la familia y las iglesias. Ahí han
defendido el poder estamentario, jerárquico y patriarcal, se han opuesto a
cambios benéficos y, desee luego, a las mujeres que los promueven. El racis-
mo y las diversas fórmulas sociales y culturales de exclusión han contado con
ellas para su reproducción y para legitimar el monopolio masculino sobre la
razón, la fe jerárquica y el poder de decidir sobre el sentido de la vida.
No es que no hayan participado. Han sido destinadas a la conservación
del mundo en los cautiverios para sus existencias.
El vacío de conciencia política de género en la mayoría de las mujeres
aunando al machismo político de los hombres y las acendradas creencias
dogmáticas y conservadoras del signo religioso, mantuvieron a gran cantidad
de mujeres marginadas de procesos secularizantes. Muchas de ellas han so-
brevivido como a-legales y a-políticas, convencidas o manipuladas. Aún muje-
res incorporadas a la escuela, al trabajo ya la acción social se han visto con-
frontadas entre su defensa del orden político del mundo y el descubrimiento
de la injusticia personal que les produce ese orden.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Semejanzas
Más allá de las diferencias y semejanzas religiosas, políticas, de clase y
otras, tres características identitarias sobresalen en las mujeres latinoameri-
canas como verdaderas marcas de identidad: el sincretismo, la diversidad y la
transición.
El sincretismo de género plasma las variadas formulas en que cada mujer
es a la vez premoderna o tradicional y moderna, en un mundo como el latino-
americano, de por sí sincrético y ubicado a años luz de concreciones impres-
cindibles de la modernidad.
Cada latinoamericana sintetiza procesos de vida en que la condición mo-
derna de género. Las maneras en que esa amalgama ocurre tienen marcas
generacionales, de clase, étnicas. Pero el sincretismo marca la subjetividad, la
personalidad y el modo de vida de cada una. Define también el contenido de
los conflictos subjetivos internos y con los otros, la posición en el mundo y el
uso o desuso de los recursos, los espacios y las oportunidades.
El sincretismo genérico está presente en la sexualidad, el amor, la vida
doméstica y la vida pública, el trabajo y las maneras de participación.
Modernas y tradicionales a la vez, las latinoamericanas vivimos en un
cautiverio emancipadas, pensamos de manera binaria formal religiosa y má-
gicamente, desarrollamos también, pensamiento racional complejo dialéctico
y laico. La poligamia se abre paso en la sexualidad y la conyugalidad de más
y más mujeres con mentalidad de monógamas, la virginidad juvenil es despla-
zada y aumentan las maternidades adolescentes. Millones siguen entregando
su cuerpo y su sexualidad al hombre de su vida (por ese momento), sólo que
en actitud subversiva y temeraria. En ese sentido, el cuerpo-para-otros si-
gue condicionando la identidad de la mayoría de las mujeres, solo que en la era
del VIHS, de otros males y del tabú del condón, con un altísimo riesgo y un
altísimo costo.
La actualización ideológica patriarcal promueve el cuerpo-cosificado-
para-el-placer y el culto estético del cuerpo como experiencias valorizan-
tes de género, de avanzada, modernas, signo de emancipación, frente al cuer-
po-pro-creador, contradictoriamente vigente y complemento sincrético de
las nuevas identidades sexuales. En cualquier caso, la enajenación sexual,
corporal, es la más adaptativa y sobrevive a otros ámbitos de la condición de
la mujer resignificados a profundidad.
Las economías del Siglo XX trajeron a las latinoamericanas más trabajo
y no sólo liberador, a diferencia de las promesas de las ideologías del progreso,
en la realidad se amplió el abanico y no se eliminaron los trabajos enajenantes.
Hoy, tenemos no solo dobles y triples jornadas, trabajo visible e invisible, for-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
mal e informal, sino que trabajamos extra para ganar unos centavos más y ser
más apreciadas, o porque aún no podemos decir no a los reclamos del deber.
El sincretismo de género en condiciones neoliberales ha producido una
pauperización relativa y absoluta de las mujeres. A pesar de que capas im-
portantes e mujeres han mejorado en sus condiciones de vida y han ascendido
económicamente, la pobreza de género abarca a mujeres de todas las clases
y sustenta formas de sobrexplotación económica. Refuerza asimismo, el con-
trol económico de las mujeres y les impide acceso a oportunidades y a bienes,
entre otros, la tierra, la empresa, los bienes de consumo y los bienes simbóli-
cos que se adquieren con dinero.
El género femenino en su conjunto es la categoría social que más trabaja
en este lugar del mundo, se apropia de menor riqueza social a través de su
trabajo y sus aportes sociales, accede a menos servicios y tiene disminuidas
sus oportunidades de desarrollo y sus derechos en condiciones de enorme
riesgo vital. Desde luego, es el género conculcado de poder político.
Anhelantes de tiempo para descanso, la diversión o el estudio, muchísi-
mas latinoamericanas regalamos nuestro tiempo, como aristócratas, en volun-
tariados de todas las causas, aún mujeres pobres se sienten con el deber ser
se solidarias a costa de ellas mismas. La entrega como virtud va de la mano
de la sensación de que es correcto pedir, exigir o promover derechos. Entre
las redes de sobrevivencia y la caridad se mueven muchos esfuerzos vitales
de las mujeres y son sustraídos a la lucha civil y política para mejorar social-
mente sus condiciones de vida.
Las niñas que nacen en el inicio del milenio bajo cielos latinoamericanos
serán educadas como mujeres domésticas y públicas madresposas-semiciu-
dadanas, mientras las adultas definen su vida en torno a maternidades de
entrega y sin sustento social y, al mismo tiempo, luchan por su independencia
y su desarrollo y, por sacar a alguien adelante. El amor y las pasiones tradicio-
nales siguen intocadas en la mayoría de las conciencias y las afectividades,
son contenido de deseos y de enormes inversiones de energías vitales.
Los hombres siguen siendo los dueños de las tierras, los territorios y los
espacios latinoamericanos. Son el centro de la sociedad, del Estado y de cual-
quier círculo particular. Ellos hegemonizan la cultura. Están en el centro de la
vida de las mujeres, las familias y las comunidades aún cuando estén ausen-
tes. El cambio consiste en que para cada vez más mujeres ya no son sólo el
padre y el cónyuge tradicionales quienes las colonizan, a ellos se suman maes-
tros, jefes, colegas, dirigentes profesionales de la salud, abogados, clérigos
(aún los de la liberación).
Y para evidenciar que el orden político de géneros tiene dos escalofrian-
tes diferenciados, mujeres poderosas, están jerarquizadas en un segundo nivel
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Disyuntivas
Producto del sincretismo, la escisión existencial es contenido y signo de
la subjetividad genérica de las latinoamericanas. Es una forma de escisión
política que resulta de colocar a las mujeres frente a disyuntivas desgarrado-
ras como la confrontación entre las necesidades, los intereses y el avance
propios, o los de los otros.
El conflicto identitario es vivido como antagonismo. Si las mujeres cam-
bian aunque sea para asumir más y más deberes, son evaluadas a partir de
mitos de subsunción como desapegadas, abandonadoras o irresponsables, como
si fuesen mujeres de un solo modo de vida.
Así, a pesar de los esfuerzos, las latinoamericanas estamos en deuda,
somos inadecuadas, somos malas. Si no cumplimos las expectativas perde-
mos valor simbólico. Y si tratamos de avanzar en nuestros derechos moder-
nos a la educación, al trabajo, a la movilidad social y a la participación, o en
nuestros poderes y libertades, las familias, las parejas, las comunidades y las
organizaciones, reaccionan como si hubiesen recibido un atentado.
Hoy se levantan nuevas acusaciones y culpas contra las mujeres. Se les
atribuye la causa de grandes problemas sociales y existenciales, de la crisis y
la pérdida de tejido social, de valores y de “la moral”. Se subraya que cual-
quier desapego de lo tradicional o muestra de emancipación es la causa unila-
teral de los problemas y atenta contra las tradiciones familiares, populares,
regionales, étnicas o nacionales (todas ellas sobrevaloradas acríticamente como
si fuesen positivas para las mujeres). A la par, no se analizan los hechos de los
hombres concretos, las normas injustas y las opresivas formas de vida, como
causa de viejos y nuevos problemas de las mujeres y de la sociedad.
La disyuntiva adquiere relevancia entre mujeres de comunidades secta-
rizadas. Tal es el caso, por ejemplo, de mujeres indígenas que asoman a la
conciencia de género y de inmediato quedan confrontadas entre la defensa y
reivindicación de la identidad de género y la identidad indígena; entre actuar
desde una perspectiva étnico-política o desde una perspectiva de género crí-
tica del patriarcalismo corporativo y de la situación opresiva de las mujeres
indígenas, también en sus comunidades.
Para avanzar, mujeres indígenas latinoamericanas han inventado una
disyuntiva práctica sincrética: avanzar un poquito en el género, sin incomo-
dar la cohesión del pueblo o la comunidad indígena, mantener forma de subor-
dinación dentro y actuar la igualdad mítica entre mujeres y hombres frente a
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La diversidad
Como es evidente, más allá de enunciar una identidad entre las latinoa-
mericanas, lo que sobresale como rasgo propio es la diversidad entre las
mujeres y la diversidad de cada una consigo misma. Cada una es diferente
aún de sus más semejantes, y cada una es diferente de sí misma por sus
distintos trazos vitales en las fases de su experiencia vivida. La diversidad es
patente entre las mujeres concretas de carne y hueso y las representaciones
simbólicas y normativas que se les asignan.
La diversidad de las mujeres latinoamericanas de debe a las particulari-
dades nacionales, étnicas, raciales, de clase, de edad, de salud, religiosas,
políticas, ideológicas y culturales. Y, cada una de estas condiciones e identida-
des históricas define modos de vida, existencias y maneras de ser mujer y
enfrentar la cultura concreta permeada por la cultura de la feminidad.
Las latinoamericanas conformamos un mosaico diverso y plural, multiét-
nico y plurilingüe. Pero nuestra diversidad es mayor: abarca rangos entre la
riqueza y la pobreza extrema, vidas en bonanza y tierras arrasadas, creciente
expectativa de vida de algunas frente a la enfermedad cotidiana y problemas
corporales y subjetivos ligados a sexualidades precarias, creencias e ideolo-
gías extremas, ignorancia, conocimientos y formación, participación política y
anhelos encontrados.
Pero la diversidad tiene otro nivel más profundo definido por la comple-
jidad de la condición de genérica. Resulta de la conjugación de estereotipos de
ser mujer que cada una integra, repele, desarrolla y modifica a lo largo de su
biografía. Las normas tradicionales definen a las mujeres como seres-para-
otros: eros y maternidad cosificados, trabajo, creación y subjetividad enajena-
dos para dar vida, cuidar y sustentar a otros, la dependencia vital y la subor-
dinación definen el carácter corporativo impuesto a las mujeres.
La diversidad no sólo es comparativa como alteridad intragenérica,
sino en la vida de cada mujer al no cumplir con las expectativas y los manda-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Las semejanzas
Esta configuración que expropia a las mujeres la existencia autónoma,
sustenta la incompletud y la ilimitación de las mujeres, como seres cuyo
sentido de la vida y cuyos límites personales están más allá, están en los otros.
La inferioridad jerárquica respecto de los hombres es la segunda mar-
ca política de las latinoamericanas de ahí la subordinación, el sometimiento a
tutelaje, y desde luego la exclusión de espacios y oportunidades.
Por eso, la opresión patriarcal es la marca política de mayor semejanza
entre las latinoamericanas. Está presente en las relaciones sociales que nos
colocan bajo dominio a través de la configuración social y estatal y nos define
como seres de segunda (el segundo sexo). La postergación de las necesida-
des de las mujeres, la insensibilidad frente a la desigualdad y el cúmulo de
obstáculos levantados contra las mujeres marca profundamente la autoidenti-
dad y hace que la autoestima de las mujeres esté surcada por cicatrices de
minusvalía y daño.
Mujeres de distintos países, hablantes de lenguas diferentes que no nos
reconoceríamos en las historias nacionales y las marcas de las otras, com-
partimos formas muy parecidas de expropiación de nuestros cuerpos, nues-
tras sexualidades, nuestras criaturas, nuestro trabajo y los productos de la
creatividad, la inteligencia y el amor.
Estamos enmarcadas en relaciones de parentesco y conyugalidad, labo-
rales, sociales, políticas y religiosas de dependencia, subordinación, control
(violento) y tutelaje. Experimentamos humillación y vejaciones, marginación y
formas sutiles y brutales de discriminación. Desde luego, la explotación sexual,
económica y moral y la enajenación de género que nos rodean, envuelven o
definen, se deben a la específica condición de género en cautiverio.
La modernidad ha significado cambios profundos en la feminidad y la
vida cotidiana tradicional de las latinoamericanas al eliminar experiencias tra-
bas y oprobios patriarcales, independientemente de beneficios y perjuicios.
Son procesos de deculturación de género. Para muchas mujeres, han suce-
dido más allá de su voluntad y su conciencia e incluso contra su voluntad y su
sufrimiento se debe a la experiencia del mundo perdido y la lealtad a personas,
modos de vida, tradiciones, creencias y maneras de ser.
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Identidades en transición
Las mujeres estamos en transición de género y de otras condiciones
sociales: transitamos entre edades, familias, regiones y países; cambiamos de
formación histórico social y de régimen político en nuestro propio país, pasa-
mos de una clase social a otra, o vamos de unos estratos de clase y culturales
a otros, varias veces en la vida; vivimos tránsitos sexuales (desde cambios en
la vivencia de la maternidad y el erotismo heterosexuales, hasta la notable
emergencia de bisexualidades y del lesbianismo visibles y crecientes), y en
dichas opciones, vamos de la monogamia a la poliandria o a la poliginia.
En esta región del mundo los tránsitos abarcan las creencias religiosas y
millones de mujeres en América Latina son conversas recientes o inauguran
formas exóticas de religiosidad sin cambiar de fe. Y, desde luego millones de
contemporáneas transitamos a formas de vida y experiencias ciudadanas.
A diferencia de mujeres de otros países organizados y más estables, las
identidades de las latinoamericanas están en movimiento y parecen estacio-
narse tanto, como fluir: amalgama de lo que se conserva y lo cambiante del
mundo y en nosotras.
De ahí que el movimiento vital sea constante. Dejamos actividades, posi-
ciones, funciones y actitudes o superponemos incompatibilidades, a la vez que
inventamos maneras inéditas de ser mujer. El mundo del umbral del milenio
conservador y convulso en sus innovaciones es efervescente. Y, si algo cam-
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Inaugurales
En otras latitudes la modernización ha simplificado la condición de géne-
ro de las mujeres con el traslado de algunas de sus partes al tejido social y al
Estado y con la eliminación de destinos atados a cuerpos procreadores.
En cambio, para las latinoamericanas enmarcadas en una modernidad
raquítica y subdesarrollada, ha significado la ampliación de la condición de
género con la superposición y suma de actividades, funciones, responsabili-
dades, espacios, formas de comportamiento, actitudes y lenguajes, capacida-
des subjetivas. Esta ampliación es una marca de semejanza entre las latinoa-
mericanas y, comparadas con mujeres de otros sitios, resulta una verdadera
marca de identidad.
La modernidad hace que en América Latina las mujeres del umbral del
milenio seamos. Pioneras. Compartimos vivencias inaugurales con mujeres
que vivieron cosas semejantes en otras latitudes hace ya mucho tiempo. Ape-
nas ahora espacios, antes masculinos, se tornan mixtos y las mujeres, antes
sólo reunidas por segregación patriarcal, fundamos espacios por voluntad de
agregación entre nosotras. La superación de formas de discriminación con-
mueve la cultura con la apropiación y desarrollo de saberes específicos y es
notable la capacidad de las mujeres de crear conocimientos complejos y pers-
pectivas de análisis sobre asuntos de lo más diversos del mundo.
Desde luego, trastocamos el orden de poderes establecidos: posicionadas
desde el género, desarrollamos formas de conciencia y de acción civil y polí-
tica. La ciudadanía relativa emerge como una elaboración de la amalgama de
género y las mujeres vemos ampliar nuestras responsabilidades a la vez que
participamos en la ruptura de prohibiciones segregantes y construimos dere-
chos universales. Experimentamos poderes individuales y colectivos inéditos
para vivir en la polis y gobernar nuestras vidas. Somos sus creadoras y de-
fensoras cada día.
La innovación de la vida marca las identidades modernas de una cantidad
creciente de mujeres latinoamericanas. Cada una ha sido pionera en alguno o
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La Mujer es un Misterio1
Hay una estampa que guarda el más importante archivo fotográfico de la
Revolución Mexicana, por la que camina hacia cualquier batalla un grupo de
revolucionarios montados a caballo. Altivos y solemnes, con sus dobles cana-
nas cruzándoles el pecho y sus imponentes sombreros cubriéndoles la luz que
les ciega los ojos y se les esconde al fotógrafo, parece como si todos llevaran
una venda negra a través de la cual creen saber a dónde van.
Junto a ellos caminan sus mujeres, cargados con canastos y trapos, par-
que y rebozos. Menos ensombrecidas que los hombres, marchan sin reticen-
cia a su mismo destino: los acompañan y los llevan, los cobijan y los cargan,
los apacientan y los padecen.
Muchas veces las mujeres mexicanas de hoy vemos esa foto con la pie-
dad avergonzada de quien está en el otro lado, pero muchas otras tenemos la
certidumbre de ser como esas mujeres. De que seguimos caminando tras los
hombres y sus ciegos proyectos con una docilidad que nos lastima y empe-
queñece. Sin embargo, hemos de aceptar que las cosas no son del todo igua-
les. Creo que con la prisa y la fiebre con que nos ha tocado participar, padecer
y gozar estos cambios, ni siquiera sabremos cuánto han cambiado algunas
ideas y muchos comportamientos.
Muchas de las mujeres que viven en las ciudades trabajan cada vez más
fuera de sus casas, dejan de necesitar que un hombre las mantenga, se bastan
a sí mismas, se entregan con pasión a la política y al arte, a las finanzas o a la
medicina. Viajan, hacen el amor sin remilgos y sin pedirle permiso a nadie, se
mezclan con los hombres en las cantinas a las que antes tenían prohibido la
entrada, deambulan por la calle a cualquier hora de la noche sin necesidad de
perro, guardián o marido que las proteja, no temen vivir solas, controlan sus
1 http://www.cimac.org.mx/cedoc/encuentros_feministas_por_pais/mexico/5_iii_congreso
feministadeyucatanmexicodf1994_carpeta2/5_23_lamujeresunmisterio_angelesmastre
tta.PDF
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
embarazos, cuidan y gustan de sus cuerpos, usan la ropa y los peinados que se
les antojan, piden con más fuerza que vergüenza la ayuda de sus parejas en el
cuidado de los hijos, se divorcian, vuelven a enamorarse, leen y disfrutan con
más avidez que los hombres, conversan y dirimen con la libertad de imagina-
ción y lengua que hubiera sido el sueño dorado de sus abuelas.
Estamos viviendo de una manera que muchas de nosotros ni siquiera
hubiéramos podido soñar hace veinticinco años. Comparo por ejemplo el modo
en que las mujeres de mi generación cumplíamos quince años, y el modo en
que los cumplen nuestras hijas.
Algunas de las mujeres jóvenes que viven en el campo también han em-
pezado a buscarse vidas distintas de las que les depararía el yugo que nues-
tros campesinos tienen sobre sus mujeres, mil veces como la consecuencia
feroz del yugo y la ignorancia de nuestra sociedad aún no ha podido evitarles
tampoco a los hombres del campo.
Muchas de ellas son capaces de emigrar sin más compañía que su imagi-
nación, y llegan a las ciudades con la esperanza como un fuego interno y el
miedo escondido bajo los zapatos que abandonan con su primer salario. Son
mujeres casi siempre muy jóvenes que están dispuestas a trabajar en cual-
quier sitio donde estén a salvo de la autoridad patriarcal y sus arbitrariedades.
Mujeres hartas de moler el maíz y hacer las tortillas, parir los hijos hasta
desgastarse y convivir con golpes y malos tratos a cambio de nada.
Mujeres que desean tan poco, que se alegraban con la libertad de pasear-
se los domingos en la Alameda y las tardes de abril por las banquetas más
cercanas a su trabajo. Mujeres que andan buscando un novio menos bruto
que los del pueblo, uno que no les pegue cuando paren niña en vez de niño, que
les cante una canción de Juan Gabriel y les diga mentiras por la ventana antes
de violentarlas sin hablar más y hacerles un hijo a los quince años.
En muchas mujeres estas nuevas maneras de comportarse tienen detrás
la reflexión y voluntad de vivir y convivir fuera de lo que hizo famoso a Méxi-
co por el alarde de sus machos y su la docilidad de sus hembras. Entre otras
cosas porque alguna de esta fama era injusta. Yo creo que mujeres briosas y
valientes han existido siempre en nuestro país, sólo que hace medio siglo parte
del valor consistía más en la rebelión en la paciencia y antes que en la libertad
en el deber de cuidar a otros.
Quizá uno de los trabajos más arduos de las mujeres mexicanas ha sido la
continua demanda de atención y cuidados que han ejercido sus parejas. Lo
que en los últimos tiempos ha hecho a los hombres más vulnerables, porque
como son bastante incapaces para manejar lo doméstico, basta con abando-
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
narlos a su suerte cuando se portan mal. Cosa que las mujeres han empezado
a hacer con menos culpa y más frecuencia.
Entre más aptas son, entre más acceso tienen a la educación y al trabajo,
más libres quedan para querer o detestar a los machos que sus brazos cobijan.
Otra muestra de preponderancia masculina en la vida familiar ha sido –
como en otros países, no sólo latinoamericanos sino europeos y norteamerica-
nos- la voluntad de tratar mujeres como animales domésticos a los que puede
castigarse con gritos y muchas veces con golpes. Eso también es algo que
cambia en nuestro país. Cada vez es mayor el número de mujeres que denun-
cian las arbitrariedades en su contra y no se quedan a soportarlas como lo
hicieron sus antepasadas.
Han transcurrido ochenta años desde el día en que se tomó la foto del
archivo y las mujeres mexicanas aún hacen la guerra de sus hombres, aún
arrastran y cuidan a sus heridos, aún mantienen a sus borrachos, atestiguan
sus borracheras, escuchan sus promesas y rememoran sus mentiras. Pero ya
no rigen sus vidas según el trote y la magnificencia de sus hombres. Aún
lloran sus infidelidades, sosiegan sus fidelidades, pero ya no los despiden y
albergan sólo según el antojo de las inescrutables batallas masculinas.
Quizás es este el cambio más significativo: las mujeres actuales tienen
sus propias batallas y, cada vez más, hay quienes caminan desatadas, lejos del
implacable designio de un ejército formado por hombres ciegos.
Las mujeres mexicanas del fin de siglo ya no quieren ni pueden delegar
su destino y sus guerras al imprevisible capricho de lo señores, ya ni siquiera
gastan las horas en dilucidad si padecen o no una sociedad denominada por el
machismo, ellas no pierden el tiempo, porque no quieren perder su guerra
audaz y apresurada, porque tienen mucho que andar, porque hace apenas
poco que han atisbado la realidad del sueño dormido en la cabeza de la mujer
que ilumina una vieja estampa con su cuerpo cargado de canastas y balas:
para tener un hombre no es necesario seguirlo a pie y sin replicar.
Suena bien ¿verdad? Sin embargo, llevar a la práctica tan sentencia no
siempre resulta fácil, agradable, feliz. Por varios motivos. Entre otros, porque
las mujeres que se proponen asumir esta sentencia no fueron educadas para
su nuevo destino y les pesa a veces incluso físicamente ir en su busca: se
deshicieron de una carga, pero han tomado algunas más arduas, por ejemplo
enfrentar todos los días la idea aún generalizada de que las mujeres deben
dedicarse a atender su chiquero, a hablar de sí mismas entre sí mismas, para
sí mismas, a llorar su dolor y su tormenta en el baño de sus casas, en la iglesia,
en el teléfono, a tararear en silencio la canción que les invade el cuerpo como
un fuego destinado a consumirse sin deslumbrar a nadie.
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Muchas veces esta idea aparece incluso dentro de sus adoloridas cabe-
zas, de su colon irritado, junto con su fiera gastritis cotidiana. O, peor aún,
deriva en repentinas depresiones a las que rige la culpa y el desasosiego que
produce la falta de asidero en quienes supieron desde niñas que no tendrían
sino asideros en la vida.
Sin ánimo de volver a hacernos las mártires, debemos aceptar cuánto
pesa buscarse un destino distinto al que se previó para nosotras, litigar, ahora
ya ni siquiera frontalmente, dado que los movimientos de liberación femenina
han sido aplacados porque se consideran que sus demandas ya fueron satisfe-
chas, con una sociedad que todavía no sabe asumir sin hostilidad y rencores a
quienes cambian.
Me preguntaba hace poco un periodista: ¿Por qué a pesar de todo lo
logrado, las mujeres hacen sentir que no han conquistado la igualdad? ¿Qué
falta?
Falta justamente la igualdad, le respondí. ¿Por qué si un hombre tiene un
romance extraconyugal es un afortunado y una mujer en la misma circunstan-
cia es una piruja? ¿El hombre un ser generoso al que le da el corazón para dos
fiebres y la mujer una cualquiera que no respeta a su marido? ¿Por qué no nos
parece aberrante un hombre de cincuenta años entre las piernas de una ado-
lescente y nos disgusta y repele la idea de una mujer de treinta y cinco con un
muchacho de veintiséis? ¿Por qué una mujer de cuarenta y cinco empieza a
envejecer y un hombre de cuarenta y cinco está en la edad más interesante de
su vida? ¿Por qué detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y detrás de
una gran mujer casi siempre hay un vacío provocado por el horror de los
hombres a que los vean menos? ¿Por qué los esposos de las mujeres jefes de
Estado no se hacen cargo de las instituciones dedicadas al cuidado de los
niños? ¿Por qué a nadie se le ocurre pedirle al esposo de una funcionaria de
alto nivel que se adscriba al voluntariado social? ¿Por qué las mujeres que ni
se pintan ni usan zapatos de tacón son consideradas por las propias mujeres
como unas viejas fodongas cuando todos los hombres andan en zapatos bajos
y de cara lavada sintiéndose muy guapos? ¿Por qué se consideran cualidades
masculinas la fuerza y la razón y cualidades femeninas la belleza y la intui-
ción? ¿Por qué si un hombre puede embarazar a tres distintas mujeres por
semana y una sólo puede embarazarse una vez cada diez meses, los anticon-
ceptivos están orientados en su mayoría hacia las mujeres?
Y puedo seguir: ¿por qué la hacerse de una profesión las mujeres tienen
que actuar como hombres para tener éxito? ¿Por qué los pretextos femeninos
–tengo la regla o mi hijo está enfermo, por ejemplo- no pueden ser usados
para fallas en el trabajo, y los pretextos masculinos –estoy crudo, perdonen
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
ustedes pero vengo de un tibio lecho, por ejemplo- son siempre aceptados con
efecto y complicidad?
¿Por qué la libertad sexual a la que accedimos las mujeres ha tenido que
manejarse como la libertad sexual de la que hace siglos disfrutan los hom-
bres? ¿Por qué las mujeres nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando
cada vez seguía latente en nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravi-
lla? Y aceptamos sin más la respuesta de que los hombres se dieron tiempo
atrás y que a tantos desfalcos los ha conducido: “éste es un misterio, ponte a
hacerlo”.
Sólo los poetas han querido librarse de usa esta respuesta para responder
a las múltiples preguntas que los hombres responden con ella, pero los poetas,
como las mujeres, no gozan de mucho prestigio nacional. Prestigio tienen los
misterios, no quienes se empeñan en descifrarlos. Y los misterios, como casi
todo lo prestigioso, los inventaron los hombres. Con ese prestigio nos han
entendido mucho tiempo. Cuántas veces y desde cuándo nos hemos sentido
alagadas al oír la sentencia patria que dice: la mujer es un misterio.
Y ¿por qué no? La virgen de Guadalupe es un misterio, la Coatlicue es un
misterio, la muerte es un misterio, la mujer debe ser un misterio y las socieda-
des sensatas no hurgan en los misterios, sólo los mantienen perfecta y siste-
máticamente sitiados como tales. La virgen de Guadalupe en la basílica, la
Coatlicue en el Museo de Antropología y ¿las mujeres?
Las mujeres ya no quieren seguir a los hombres a pie y sin replicar.
Bueno y vaya, parece que se nos ha dicho. Y nos hemos subido a los caballos
y trabajamos el doble y hasta nos hemos puesto al frente de nuestras propias
batallas.
Por todo eso, incluso hemos encontrado prestigio y reconocimiento. Sin
embargo, aún no desciframos el misterio. Aún no sabemos bien a bien quiénes
somos, mucho menos sabemos quiénes y cómo son las otras mujeres mexica-
nas.
La última tarde que pasé en México, fui a una de las apresuradas com-
pras de zapatos que siempre doy en hacer antes de salir a un viaje. Volvía de
una elegante zona comercial encerrada en mi coche que olía bonito, cantu-
rreando una canción que cantaba en mi tocacintas la hermosa voz de Guada-
lupe Pinedo.
Estaba contenta. Conmigo, con mis amores, con la idea de viajar, con la
vida.
Entonces me detuvo en un semáforo el rostro espantoso de una mujer
que pedía limosna mientras cargaba un niño. Estamos acostumbrados a esos
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
encuentros. Sin embargo, la cara que cayó sobre mí esa tarde era inolvidable
de tan fea.
-Debe estar enferma –me dije-. Y no eres tú. Es ella, es otra mujer. Tú
eres una mujer que vive en otra parte, eres una escritora, una testigo. No la
subas a tu choche, no ensucies tu bien ganada dicha de hoy, no la cargues,
déjala en la esquina con su niño mosquiento y sus preguntas que tan poco
tienen que ver con las tuyas. Y corre a terminar tu conferencia sobre la situa-
ción actual de las mujeres mexicanas. Corre a ver si desde tu fortuna tocas
algún misterio.
Corrí. Y aquí estoy después de darle vueltas por dos horas, todavía con la
certidumbre de que no he tocado el misterio.
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ella. “El exceso del discurso utópico -agregaba la editorial- liquida la posibilidad de amar
lo posible, y sin algo de adhesión a lo posible, la búsqueda de lo posible, no podemos
hacer de la política una dimensión humana”. Poco antes las autónomas habían expresado:
“Se ha tratado de hacernos aparecer descalificando a las mujeres que trabajan dentro del
feminismo institucionalizado. Lo que sostenemos es que estos lugares se autoproclaman
representantes de las mujeres y del movimiento feminista y se constituyen en los
expertos de las políticas sobre las mujeres. Sostenemos que estas instituciones no son
neutras, que pertenecen a un sistema y lo sostienen y que el dinero pasa entonces a ser
un instrumento político”. Permanencia voluntaria en la Utopía. El Feminismo Autónomo
en el VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Chile 1996, La Correa
Feminista, México 1997, p.56. Todavía en 2001, las autónomas centroamericanas para
desacreditar a las filósofas igualitarias españolas Celia Amorós y Amelia Valcárcel, las
llamaban “neocolonizadoras” y a sus alumnas, “neocolonizadas”.
3 Julieta Kirkwood, Ser política en Chile, op.cit., p. 25
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cuenta las necesidades de ambos sexos, ninguno de los dos supeditado al otro;
una economía no financiera ni especulativa, sino de intercambios múltiples, de
colaboración con el medio ambiente y entre las personas y los pueblos; una
ética no normativa, de colaboración, un juego de libertades que se reconocen
y respetan y una organización política vocera y no instructora6.
El Manifiesto, que se leyó durante el VI Encuentro Latinoamericano y
del Caribe de Costa del Sol, en El Salvador, era una abierta manifestación de
rechazo al rumbo tomado por el feminismo “institucional”, es decir, la línea
mayoritaria que ya no marcaba sus diferencias con el movimiento de mujeres,
que no postulaba ninguna crítica a la política económica mundial posterior a la
caída del Muro de Berlín en 1989, y que no cuestionaba la procedencia de los
fondos que utilizaba en la red de Organizaciones No Gubernamentales en que
se había convertido. Las Cómplices afirmaban que las enseñanzas políticas
de los hombres estaban en crisis y no tenían “ninguna intención de curar sus
depresiones y enfermedades para que nos sigan impidiendo expresar nuestro
sentido de la existencia y de la relación interhumana”. En el marco de la
preparación compulsiva de la Conferencia de Beijing (1995), organizada por
la ONU, que las mayores ONG de mujeres peruanas, mexicanas, argentinas
y chilenas estaban llevando a cabo, el Manifiesto era una declaración de
deslindamiento, una primera posición contra lo que cinco años después ven-
dría a llamarse globalización.
En su libro, Gestos para una cultura tendenciosamente
diferente7, intentaron explicitar sus diferencias con el feminismo instituciona-
lizado, “para seguir sintiéndonos cómodas dentro del movimiento feminista y
para hacer política hacia el conjunto de la sociedad”. Demostraron con ello
que, a pesar de la existencia de varios feminismos, en América Latina nunca
hubo una escisión del movimiento, parecida a la declaración de que el feminis-
mo es una ideología a la que no querían sumarse las escritoras de la diferencia
sexual Hélène Cixous y Julia Kristeva en Francia, o a la arrogante posición de
la española Celia Amorós que tildó de no feministas a todas las involucradas
en el pensamiento de la diferencia sexual, pretendiendo que el feminismo es
una expresión de la modernidad y, por lo tanto, necesariamente, un movimien-
to reivindicativo de la igualdad.
Las Cómplices consideraban que el feminismo tiene distintas vertientes
de origen, provenientes de los cortes o conflictos con que se construye el
6 Ibidem, p. 3.
7 Ximena Bedregal, Amalia Fischer, Edda Gabiola, Francesca Gargallo, Margarita Pisano,
Feminismos cómplices. Gestos para una cultura tendenciosamente diferente, pre-libro
de La Correa Feminista, Coedición México-Santiago de Chile, 1993
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8 Ibid., p. 7
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sieron sus obras acerca de los quince años; Carmen Boullosa presentó su
teatrito Cocinar hombres, Magali Tercero leyó poesía; el grupo Bio Arte, con
Nunik Sauret a la cabeza, presentó un performance sobre los cambios biológi-
cos que la vida de las mujeres ofrece a la experiencia sexuada de la humani-
dad, algo llamado Nacida entre mujeres, y que se concretó en unos vestidos
de plástico transparente, empacando debidamente cuerpos desnudos de quin-
ceañeras ofrecidas ritualmente al mercado matrimonial. Sólo la desnudez re-
pentina de una de ella desveló a la recién nacida, la todavía no vestida, la sí
misma, que sigue viva en cada mujer.
A raíz de ese acto kitsch y propositivo que las rebasó, Tlacuilas y Retra-
teras se desintegró, pero Mónica Mayer se encontró siempre más unida a
Maris Bustamante. De esta artista, Mayer dice que a principio de los años
setenta con su grupo, o más bien No Grupo, inició lo que después vendría a
llamarse performance, porque abrió los cauces no objetuales del arte en México.
Ambas tenían parejas heterosexuales con las que decidieron interactuar para
hablar y mostrar el sexo y la sexualidad desde acciones artísticas enfrentadas
a un público expectante. Eran ellas el Grupo Polvo de Gallina Negra, las que
hacían esos maravillosos conjuros para el mal de ojo contra los violadores que
varias feministas escritoras y teatreras llevamos a Guadalajara y a Colombia,
para poder gozar viendo en los ojos de los hombres nacer el terror mientras
leíamos la receta para que el mal de ojo los alcanzara, desde las aburridas
mesas de poetas que con voz monótona leían sus versos perfectos y a la que
habíamos sido invitadas por ese nuevo pudor del machismo, que se llama
cuotas de mujeres.
Pero Rosa Chillante no es sólo un libro maravilloso para aquellas que
con él podemos revivir el proceso que Mónica Mayer rescata de la “normali-
zación” del discurso feminista de las políticas públicas, la misma normaliza-
ción que denunciaban Las Cómplices. Es también el primer y muy serio com-
pendio de lo que sufren, viven y proponen las artistas plásticas que, gracias a
los caminos abiertos por las feministas de la década de 1970, hoy optan por un
arte no objetual, mixto, incidente en el inconsciente colectivo. La más impor-
tante reflexión feminista que he leído sobre lo que sucede con las mujeres
artistas desde la década de 1990 es ésta:
Lo primero que habría que subrayar es que hay una gran cantidad de
excelentes artistas jóvenes nacidas entre los sesentas y los setentas que em-
pezaron a destacar en la última década del siglo XX. Ellas nacieron durante el
surgimiento de un feminismo que muchas de sus mamás acogieron, sin em-
bargo su generación sigue soñando con ser Totalmente Palacio; nacieron
durante la revolución sexual, pero el SIDA las ha obligado a practicar el sexo
seguro. Su adolescencia se vio rodeada por la desilusión y el desengaño gene-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
rados por el derrumbe de las utopías. Su vida está marcada por […] el neoli-
beralismo y su Tratado de Libre Comercio con todo y la imitación de progra-
mas culturales estadounidenses, como el sistema de becas del Consejo Na-
cional para la Cultura y las Artes, al que ya se acostumbraron. No es difícil
pues, entender que su visión difiera de la de generaciones anteriores y que
parezca desordenada, desordenadora. Es como si la falta de límites de esta
sociedad medio abierta a golpes durante los últimos veinte años les impidiese
tomar posiciones más radicales, tanto en lo artístico como en lo político11.
Esta reflexión le sirve a Mónica Mayer para no condenar a aquellas que
afirman que ya no hay discriminación sexual, aunque esa actitud “la desespe-
re”, y lograr así entender que para las jóvenes el problema es la general
invisibilidad, la inexistencia en un mundo globalizado que se traga a todas y
todos, igualmente desechables. Por ello, el análisis de las artistas actuales es
atento a todos los detalles de rebelión, así como a la desmemoria feminista.
Las performanceras, a principios del siglo XXI, pueden vivir de becas,
tienen entre 20 y 40 años, parten plaza al llegar, abordan cuestiones de género
y analizan su sexo con la seguridad de tener a sus espaldas un pensamiento ya
aceptado. Pero no todas quieren ser reconocidas como feministas, aunque
transitaron del complejo de Iztaccihuatl (la inmovilidad hierática de quien es-
pera) al movimiento. Lorena Wollfer, así, ha pasado de mostrarse en esa
particular espera femenina de que alguien la rescate, a afirmarse en los ámbi-
tos urbanos con parodias feministas de una publicidad exitosa (Soy totalmen-
te de hierro) y a usar su cuerpo como metáfora del territorio mexicano. Pilar
Villela se tira al piso del Zócalo a esperar que alguien la toque, pero luego
camina raspándose las piernas por los arbustos de la plaza Río de Janeiro
gritando distintos nombres o se transmuta en la Llorona para jalar el público
hacia una instalación. Lorena Orozco desengaña sobre la debilidad femenina.
Andrea Ferreyra se ve a sí misma encarnada en Chuchita la boxeadora, la
mujer fuerte dirigida por un hombre. Katia Tirado vence los límites de la resis-
tencia, llegando a presentarnos desde el peligro inmediato la inminencia de la
muerte.
Como hace treinta años, el arte de las mujeres sigue necesitando rituales
para sacralizar su estar aquí en la realidad concreta. Los rituales personales
son creaciones que fascinan a Mónica Mayer, por ello reporta los de Elvira
Santamaría, Laura García, Katnira Bello, todos ellos ligados a la necesaria
memoria. Asimismo, los rituales se remiten a formas del arte y a usos de los
materiales populares, el papel picado y las piñatas de Adriana Amaya, el mambo
de Lorena Méndez quien explícitamente quiere borrar las fronteras entre arte
11 Ibidem, p. 45
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En los últimos cinco años, la certeza que siempre expresé de que el femi-
nismo es una idea actuante, una política y una “propuesta civilizatoria” 22, ha
desembocado en la crisis del feminismo institucional. Mucho más que las
críticas de las feministas autónomas, la evidencia de que la vieja estructura
patriarcal ha ido mutando, “desdibujando sus límites y posibilitando mucho
más la ejecución del poder para quienes lo controlan” 23, ha llevado a algunas
feministas del movimiento reivindicativo a cuestionarse sobre sus métodos y
sobre el rumbo que ha tomado su activismo político público.
Existe una real pobreza conceptual entre las mujeres encerradas en las
ONG asistencialistas que confunden el trabajo con la elaboración teórica y la
política de las mujeres, y una pobreza práctica entre la mayoría de las acadé-
micas. En 2004, con una ingenuidad absoluta, un colectivo de viejas feministas
colombiana, en Cali propuso la formación de una “Escuela política de Muje-
res”, en términos tan poco críticos, que reducía la crisis de la participación en
la vida pública y política a “la coyuntura de los últimos años donde la agudiza-
ción del conflicto armado ha colocado a las mujeres en una situación aún peor,
al convertirnos en las mayores víctimas de la guerra, del ultraje, la violación, el
desplazamiento y la miseria”. Que a las mujeres la política pública no le inte-
rese por otros motivos, entre ellos que no es un espacio de reflexión social y
civilizatoria, debido a la transformación de la política en un asunto de grupo
autosuficiente y autorreferente con poder que ha perdido toda relación con las
mujeres y los hombres que deberían ser su fin, ni siquiera las roza. Otras
feministas, más claras, de esa tendencia afirman que no han renunciado a la
autonomía de su pensamiento. La experta peruana Virginia Vargas en el Foro
Mundial Social de Porto Alegre en enero de 2001, no logró ya identificar la
presencia pública de algunas, su salida a los foros internacionales, su compa-
recencia en el escenario político, con el avance de la idea feminista en Amé-
rica Latina.
Asimismo, la identidad fija de las mujeres feministas, criticada por Las
Cómplices en 1993, ha sido cuestionada hoy incluso por una mujer que nunca
ha escondido su afán de “liderar” el movimiento institucional, como Marta
Lamas, quien afirma que es una “creencia” que a partir de un solo aspecto de
la propia identidad se puede armar todo un posicionamiento político: “La iden-
tidad está traspasada o cortada por varias líneas. Eres mujer, y además tienes
una identidad de clase, una identidad religiosa, una identidad política; y esta
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24 Dulce María López Vega, entrevista a Marta Lamas, “La política de la identidad y su faz
vengadora”, en Libido. Publicación lésbico gay y de diversidad sexual, núm. 2, México,
septiembre 2001, p. 16.
25 La teoría queer escapa voluntariamente a cualquier definición, pues se sustenta en lo
“raro”, lo que sale de la norma, lo que contradice una identidad sin fundar otra. Es una
teoría de las identidades (sexuales) múltiples así como de la no identidad. Nace en el
ámbito de reflexión homosexual, pero no se reduce a él, sale, vuelve a entrar, construye
puentes, revienta fronteras. Queer es una mujer transexual que se enamora de otra mujer,
un heterosexual no violento, una lesbiana con su mejor amigo, las y los bisexuales, una
niña enamorada, un anciano que reivindica su derecho a un cuerpo amado. Incluye la
promiscuidad y la castidad, el placer individual y grupal. Y un sinnúmero de etcéteras.
26 Ibidem, p. 19.
27 Uso aquí el adjetivo débil parafraseando a Gianni Vattimo cuando define el pensamiento
débil posterior a Nietzsche y Heidegger: un pensamiento que no admite una
fundamentación única, última, normativa. G. Vattimo y P.A. Rovatti, El pensamiento
débil, Cátedra, Madrid 1988, p.11.
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1 http://www.temas.cult.cu/sites/default/files/archivotemas/Temas05-ene-mar-1996.pdf
2 José Lezama Lima, “noche insular, jardínes invisibles” (Enemigo rumor, 1941), en:
Poesía completa, La Habana, Letras Cubanas, 1970:84.
3 Dulce María Loynaz, “poema CXXIV” (Poema sin nombre, 1953), en: Poesía completa,
La Habana, Letras Cubanas, 1993:143.
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ta. Mi ciclo fértil, mi largo y cálido verano, ha sido la Revolución, que hoy
enfrenta —como yo— un proceso, un cambio de vida que debemos conocer
para dominar, para conjurar con nuevas estrategias y encaminar con nuevas
prácticas. Pero para eso hace falta sobre todo intentar salirse de la embria-
guez, del aturdimiento de la gran fiesta y repensarse, reflexionar sobre noso-
tras mismas, para recuperar de algún modo en nuestro pasado, en lo que de él
salva y proyecta la selectiva memoria, un atisbo, una guía para el futuro: los
“recuerdos del porvenir”.
Puesto que la autoconciencia se reconoce como una de las marcas de la
crítica feminista, que suele mostrar la identidad de quien la ejerce e informar
acerca de los orígenes del trabajo que asume y el punto de vista desde el que
lo aborda, se ha hecho muy común, casi de rigor, comenzar con una anécdota
personal, práctica que no sólo encuentra justificación en la máxima de que “lo
personal es político”, sino también en la convicción muy compartida de que
hay que derribar las barreras académicas tradicionales que separan la expe-
riencia profesional de la personal4. Para entrar en materia, pues, comenzaré
narrando algunas de las estaciones de mi conversión, de mi camino de Da-
masco, tópico también frecuente en el discurso feminista.
Hace poco más de diez años, a comienzos de 1984, un novelista dado a la
producción de personajes femeninos, y dirigente de la Sección de literatura
(hoy Asociación de escritores) de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
me pidió que preparara un trabajo sobre la mujer en la narrativa de la Revolu-
ción para un gran congreso promocional que se celebraría en La Habana. Mi
corpulenta vanidad profesional me impidió descubrir los móviles obvios de
esta invitación, y me puse a laborar febrilmente en un campo virgen al que
nadie en veinticinco años le había dedicado ni siquiera una línea, y para el que
no me sentía especialmente vocada. Desprovista de sustentación teórica ac-
tualizada, puesto que eran los tiempos en que apenas comenzábamos a desan-
dar la etapa de nuestra “indigencia crítica” 5, me valí de Virginia Woolf y
ataqué mi tema desde la triple perspectiva con que ella intentara dar respues-
ta a una demanda similar 6. Me ocupé de la mujer en la narrativa escrita por
hombres, de la narrativa escrita por mujeres, y de la posición de la mujer en la
sociedad en que se producían esos textos; y el resultado fue un largo estudio
que llevaba como subtítulo el de “ponencia sobre una carencia”, con la evi-
4 C.f. Robyn R. Warhal y Diane Brice Herndl (eds.), “About Feminist”, en: Feminist,
New Brunswick, Rutgers University Press, 1993:IX
5 Esta información la acuñó Juan Marimello para referirse al vacío teórico en que cayó la
crítica cubana a fines de los sesenta y en los setenta
6 Virginia Woolf, Una habitación propia (1929), Barcelona, Seix Barral, 1967.
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13 Citada por Francesca Miller, Latin American Women and the Search for Social Justicie.
Hanover y Londres, University Press of New England, 1991:236 (mi traducción).
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15 Cf. Marta Nuñez, Las mujeres de la carreta, Moscú, ed. mecan., 1993: 6-7.
16 Cf. Cruz Blanco, “Ciencia y técnica, también para ellas”, en: Mujeres (suplemento de el
País), Madrid, 29 de septiembre de 1994:14.
17 Informe de la República de Cuba a la XLIII Conferencia Internacional de Educación [de
la UNESCO], La Habana, Ministerio de Educación, 1992:44.
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21 Roberto Fernández Retamar me ha contando que fue porque Vicentina se lo dio a conocer,
que incluyó “feminismo” (1939), el excepcional texto de Camila sobre la condición y
lucha femeninas, en el número que Casa de las Américas dedicó al “Año Internacional de
la Mujer”. Cf. Casa de las Américas, La Habana, XV (88), enero-febrero, 1975: 29-42.
22 Este curso fue ofrecido por la Dra. Nara Araújo, quien desde su inicio ha participado en
este proyecto de la Casa –como Mirta Yáñez, que propició la celebración del primer
congreso Graziella Pocolotti, Denia García Ronda y Zaida Capote, entre otras.
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27 Ibid: 1
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1 http://ddd.uab.cat/pub/lectora/20309470n5-6/20309470n5-6p55.pdf
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I
En octubre de 1999 se celebró en Querétaro, México, un encuentro de la
Asociación de Literatura Femenina Hispánica. Una revisión de los tópicos del
programa muestra la recurrencia de aquellos referidos a identidades y sexua-
lidades, poder y género, política cultural de la diferencia, nación, género y
cultura, cuerpo y erotismo, genealogías y desterritorialización. El campo se-
mántico que estos términos conforman no ha sido ciertamente una invención
de la crítica feminista pues esos tópicos han entrado al discurso crítico, como
parte del cambio producido en los estudios literarios en su conjunto. Este
cambio ha implicado: la ampliación del concepto mismo de literatura, de la
literariedad y el borramiento de sus fronteras’ la indeterminación de los géne-
ros literarios y su contaminación; la crisis de crecimiento en la institución
académica y la interdisciplinariedad con la intervención en el análisis del texto
literario de diferentes disciplina —antropología psicoanálisis, filosofía; la irrup-
ción de los estudios culturales y postcoloniales, resultado y partícipes del mo-
vimiento anteriormente descrito, que han debido y querido dar respuesta a las
múltiples interrogantes que el cambio de paradigma en los estudios literarios
ha producido prestando atención a otros discursos y a otros sujetos, anterior-
mente considerados como marginales.
En el contexto de los estudios literarios latinoamericanos, a finales de los
años 80 ya podía constatarse cómo la desconfianza posmoderna a los relatos
totalizadores, la afirmación de la heterogeneidad como marca de la produc-
ción cultural de la América Latina, el interés por los géneros marginales (lite-
rarios y sexuales) implicaba una desestabilización de la tradición académica.
Parte de ese movimiento fue la crítica literaria feminista, a pesar de las reti-
ciencias iniciales ante discursos provenientes “de afuera”, del “Norte” (re-
vuelto y brutal), y la insistencia en la necesidad de no perder la especificidad
de la problemática latinoamericana (Franco, 1988); de tono reivindicativo pri-
mero, esta crítica se dedicó con empeño y buenos resultados a la labor de
arqueología literaria que aún está en curso.
Pero ya Franco en sus “Apuntes sobre la crítica feminista y la literatura
hispanoamericana” (1986), llamaba la atención sobre la necesidad de no per-
manecer en es encomiable tarea sino en plantearse, no tanto los (supuestos)
temas y estilo específicos de las escritoras, sino el problema del poder, expre-
sado en términos análogos a la estratificación de la diferencia sexual, la ma-
nera en que se constituyó la “autoridad textual”, lo que Franco denominó: la
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II
Esta renovación no siempre implica asumir una posición feminista explí-
cita, incluso puede ocurrir tomando cierta distancia del feminismo como ocu-
rre en uno de los acontecimientos editoriales del año 1995 en Cuba: el libro
Ella escribía poscrítica, de Margarita Mateo2. Publicado en pleno Periodo
Especial, en una editorial auspiciada por la Unión de Jóvenes Comunistas,
aparecía en un momento de crisis, de penurias y escaseces, luego de que la
economía cubana casi colapsa al perder la red de apoyo de los llamados Paí-
ses Socialistas, y en particular de la entonces Unión Soviética, y mantenerse
el bloqueo estadounidense a la isla mayor de las Antillas.
En ese escenario en el que los cortes de electricidad, la reducción dramá-
tica de vitales productos de consumo, la casi desaparición de los medios de
transporte, la poquedad de los medicamentos hicieron difíciles las condiciones
de vida, diversas reacciones respondieron a esta hecatombe. Una parte de la
población emigró, por vías, legales e ilegales, y la que permaneció se preparó
para resistir y sobrevivir.
El libro de Margarita Mateo se inserta dentro de una estrategia de sobre-
vivencia personal y colectiva. Escrito en tiempos de crisis, su texto da cuenta
2 Margarita Mateo, Ella escribía poscrítica, La Habana: Casa Editora Abril, 1995. Esta es
la edición citada.
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tica tiene una carga desestabilizadora que, de acuerdo con los marcos que el
libro establece —un sujeto femenino es portador de la transgresión de los
géneros—, tiene una indudable relación con la posicionalidad de lo femenino.
De lo femenino entendido, como lo entiende Damiela Eltit, “como aquello que
desde los bordes busca producir una modificación en el tramado monolítico
del quehacer literario”.3
El relato de la experiencia de vida de una mujer cubana en tiempos de
crisis, su lucha por la supervivencia, la tematización de su conflicto existen-
cial, la construcción discursiva de la relación madre-hijo (anunciada en la
dedicatoria del libro), la ficcionalización de la tensión neurótica entre el deber
y la emoción, el carácter problémico de la relación sentimental con el hombre,
el espacio vacío del placer corporal, son aspectos que en lo temático coloca-
rían este texto dentro de algunas de las tendencias de la escritura de las
mujeres.
Pero el hecho de que ese relato insemine penetrando al discurso acadé-
mico, que movilice el horizonte de expectativa de un texto de esta naturaleza
supone una acción de lo femenino que va más allá de la descripción de una
experiencia de vida, objetivo que para la ginocrítica sería fundamental —y
suficiente—, en los textos escritos por mujeres.
En uno de los fragmentos de la línea discursiva académica, en uno de sus
textos no canónicos (“Post-epístola ad editorem o lo que se quedó se quedó”),
la autora se excusa de no haber podido cubrir en este libro, lo que denomina
“una visión femenina”, el estudio del problema del género en textos tanto de
“varones” como de “hembras”, evitando lo que califica de “excesos feminis-
tas”. Aunque no era éste el momento de precisar qué entiende Mateo por
visión femenina y que, por excesos feministas, se establece una distancia de
“lo feminista”. Sin embargo, en su libro, hay una línea antipatriarcal, explícita-
mente antimachista (“Los falos erráticos están demasiados sujetos a la debi-
lidad de la carne para que siga teniendo vigencia la representación falocéntr-
ca y autoritaria del mundo” (86), y una línea reivindicativa, invocadora de
espíritus femeninos: las escritoras del Caribe, la figura de la Madre, las ori-
chas del panteón afrocubano y María Zambrano.
Por otra parte, el protagonismo del espacio de lo privado de la vida do-
méstica y familiar dialoga con el espacio de lo público que es el espacio de la
vida profesional y de la escritura. Esta afectación de lo público por lo privado,
resultado de la contaminación de las dos líneas discursivas, pero también de la
propia fragmentación del discurso de lo serio, por las cartas personales, es
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III
La crítica cubana ha aludido al esfuerzo agónico del libro de Mateo, al
proyecto posible de escribir poscrítica en Cuba (López, 1997), a su constante
subversión de los códigos que son sus modelos (Baujín, 1997), y de la estruc-
tura canónica del discurso académico (Morejón, 1997). No se ha intentado sin
embargo, la posibilidad de establecer un vínculo entre esa transgresión y lo
femenino, como discurso desde los bordes aunque existe en Cuba, desde fina-
les de los años 80, una crítica feminista de arqueología literaria, de estableci-
miento de un corpus femenino dentro de la literatura cubana, de discusión con
el canon y la institución literaria marcada por lo masculino. Es la profesora
italiana Alessandra Riccio, la que se aproxima a esa posible lectura, cuando
valora la acción de Mateo como un gesto audaz de una mujer que pone en
crisis su patrimonio intelectual (Riccio, 1999).
De acuerdo con mi (tardía) lectura, Ella escribía poscrítica pertene-
ce a la esfera de acción de aquellos textos de escritoras latinoamericanas,
cuyo objetivo (explícito o implícito), según Jean Franco, no es enfrentarse al
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Bibliografía
1997 Baujm, José A. “Una recreación posmodema del topos del ensayismo”,
Revista Universidad de La Habana, núm. 247: 216-217.1968.
1994 Bhabha Homi K. “The Postcolonial and the Postrnodem. The Question
of Agency, The Location of Culture, Londres: Routledge, 171-197.
Cabrera Infante, Guillenno Tres tristes tigres, Barcelona: Seix Barral, 1968.
1992 Castillo, Debra A. Talking Back. Toward a Latin American Feminist
Literary Criticism, Ithaca: Comell University Press.
1984 Culler, Jonathan, Sobre la deconstrucción, Madrid: Cátedra.
1997 de Mamporro, IncIita, “Ella no escribía poscrítica”, Unión, num. 26,
enero-marzo: 91-92.
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1 www.bibliotecadegenero.com/sites/default/files/06_MES_NSM_MAA.pdf
2 Estas reflexiones las he extraído de los estudios de caso que he realizado entre 1985 y
2005, de intercambios con alumnos y colegas cubanos, extranjeros que han incursionado
en estos temas y de mis experiencias personales como científica social que vive en Cuba
y que también ha sido sometida a las transformaciones que estudia. Sobre todo me baso
en las tres investigaciones más recientes que he publicado, en las que analizo a profesionales
cubanas y cubanos. Aparecen en la bibliografía.
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res tres meses de licencia retribuida para atender al recién nacido, a la vez
que se les mantenía su puesto de trabajo. En 1993 se alargó a seis meses la
licencia y después a un año. Desde el 2000 se permite a los padres compartir
con las madres la licencia para cuidar al bebé en el primer año de vida. Sin
embargo, desde entonces sólo diecisiete padres se han acogido a ella en todo
el país. El segundo ejemplo tiene que ver con dos de los artículos del Código
de la Familia, que instan a ambos miembros de la pareja a compartir las tareas
del hogar, éstos se leen en el acto de matrimonio a quienes contraen nupcias.
Pero nadie los ha utilizado como causas de los muchos divorcios que han
existido en Cuba. Las mujeres y los hombres que se han beneficiado de estas
medidas las perciben de manera distinta de acuerdo a sus edades. En estudios
recientes con mujeres y hombres profesionales les pregunté cuánto se habían
beneficiado de ellas. Quienes tenían más de treinta y cinco años en el momen-
to en que les entrevisté, y experimentaron la movilidad social ascendente que
favoreció a las personas de más bajos ingresos entre 1960 y fines de los 80,
explicaron con detalles qué significó para ellas y ellos someterse a esas medi-
das. Las entrevistadas y entrevistados menores de treinta y cinco años prác-
ticamente no comentaron estas medidas, porque las disfrutan como algo que
les corresponde.
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todas las trabajadoras se había graduado del nivel medio superior, en contras-
te con el 36.9% del total de los hombres trabajadores. (ONE, 2002:52)
Las mujeres ocupan plazas en todos los sectores de la economía, tanto
los tradicionalmente femeninos como en los que no lo son, dentro de Cuba y
fuera del país. En el 2000, el 60% de los profesores de la educación superior
eran mujeres, al igual que el 52% de los científicos, el 52% de los médicos y el
50% de los abogados.
Estos cuatro hechos hablan de avances en el empleo femenino cubano.
Pero persisten desigualdades que constituyen cargas físicas y psicológicas
enormes para las trabajadoras.
En los noventa las mujeres se readaptaron a nuevas formas de empleo.
Al iniciarse el período especial, la casi totalidad de la fuerza de trabajo del país
pertenecía al sector estatal civil. Con la reestructuración económica iniciada
alrededor de 1995 que, entre otras cosas, abrió y/o amplió otros sectores no
estatales, muchas mujeres cambiaron su orientación ocupacional. Así, en el
sector privado, la participación femenina ascendió de un 15.1% en 1989 a un
22.9% en 1997. En el sector de empresas mixtas y sociedades mercantiles,
las mujeres representaron el 34.3% de todos los trabajadores en 1997. La
distribución al interior de las mujeres trabajadoras por sectores ocupacionales
en 1989 y 1997 confirma esta reorientación laboral femenina. Según datos del
Ministerio del Trabajo, del total de mujeres ocupadas en 1989, un 89% traba-
jaba en el sector estatal civil; en 1997 lo hizo un 81.3%, es decir, un 8%
menos. En el sector cooperativo trabajaba en 1989 un 0.8% de las ocupadas,
mientras que en 1997 lo hacía un 5.2% de ese total. Los índices para el sector
privado fueron de un 1.5% en 1989 y un 2.8% en 1997. El sector mixto no
existía en 1989; en 1997, del total de mujeres ocupadas, el 2.5% lo hacía en
este nuevo sector. La categoría “otros” se mantuvo estable: 8.7% en 1989 y
8% en 1997 3.
Esta readaptación de las mujeres al redimensionamiento de la economía
en la esfera del empleo tiene una lectura positiva en el sentido que las mujeres
flexibilizaron su ubicación en la estructura laboral. Pero aún falta por ver si, al
hacerlo, se incorporaron a actividades de menor calificación, y si existen ya o
se manifestarán en un futuro cercano signos discriminatorios hacia ellas en
los sectores privados (especialmente entre los trabajadores por cuenta pro-
pia), en el mixto (indirectamente beneficiado con las divisas) y en el coopera-
tivo.
3 Ver Marta Núñez Sarmiento, “Estrategias cubanas para el empleo femenino en los años
90: un estudio de caso con mujeres profesionales”, obra citada. Los datos fueron
suministrados por el Ministerio del Trabajo y la Seguridad Social.
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Los hombres a quienes investigué que han sido dirigentes o que aspiran a
serlo, consideran que ellos están calificados para ocupar esos cargos o de-
sean recibir el entrenamiento necesario. Ellos “buscan” estos puestos. Por su
parte, las mujeres entrevistadas explicaron por qué no desean ser dirigentes.
Casi todas admitieron que “no están preparadas”; otras respondieron que les
“robaría mucho tiempo y se paga muy poco”; “sería una nueva carga para la
segunda jornada”; “prefiero continuar entrenándome en mi carrera como pro-
fesional y no comenzar a hacerlo como dirigente”. Todas estiman que ya
toman decisiones en sus campos profesionales.
No se puede inferir de estas respuestas, que estas mujeres profesionales
carecen de confianza en sí mismas. Lo que sucede es que ellas conocen lo
que quieren alcanzar en sus áreas de trabajo, y estiman que ser dirigentes
obstaculizaría este propósito.
Las pocas mujeres de la muestra que eran dirigentes, o lo habían sido,
declararon que no buscaron tales responsabilidades. Habían sido designadas
para ocupar esas responsabilidades. Algunas de ellas habían tenido experien-
cia como dirigentes sindicales en organizaciones de base. Reconocieron que
sus colegas de trabajo respetaban su autoridad; que ellas eran capaces de
resolver problemas; que, aunque no se sentían plenamente satisfechas cuan-
do ejercían sus actividades como dirigentes, lo hicieron con responsabilidad.
Ser mujeres dirigentes en la esfera laboral y desear serlo, es parte de la
ideología de género que no ha sido totalmente asumida por la mayoría de las
cubanas que tienen cualidades para serlo. Sin embargo, a nivel social existen
todas las condiciones para llegar a esta meta.
He elaborado cinco ideas, que explican la hipótesis de por qué no se ha
alcanzado la dirigencia femenina en los empleos en Cuba, y por qué este
objetivo sí se logrará en el mediano plazo.
• Las mujeres profesionales, quienes deberían ser la cantera natural
de los dirigentes, aparecieron en el escenario laboral cubano como
una figura social estable y pujante en los umbrales de la crisis de los
noventa. Durante esos años de crisis, las mujeres trabajadoras, y no
sólo las profesionales, tuvieron que mantenerse ocupadas a fin de
mantener sus salarios, y así contribuir a los presupuestos de sus fa-
milias, bien si estaban casadas o unidas o si eran las principales pro-
veedoras económicas de sus hogares. A medida que el valor real de
sus salarios en pesos descendía, tuvieron que asumir una segunda
ocupación, que les proveía ingresos adicionales. Desempeñarse como
dirigentes no les permitía ganar el dinero necesario, ni en aquellos
años ni hoy. Cuando los cargos gerenciales provean motivaciones
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logía de género que aún prevalecen en Cuba, cuando entrenan a sus hijos e
hijas para la vida y en muchas de sus actitudes en otros ámbitos de la cotidia-
nidad.
En la esfera de las ideologías de género referidas a la esfera laboral, las
mujeres y los hombres por igual conocen las complejidades que se les presen-
tan en sus trabajos. Sin embargo, las mujeres mostraron menos temor que los
hombres a la hora de reconocer aquellos aspectos de sus actividades que
desconocen. Las mujeres confesaron sus inseguridades en sus empleos, pero
ningún hombre lo hizo. Estas declaraciones por parte de las mujeres podrían
apoyar aquellas imágenes que presentan a las mujeres como seres que son
incapaces de asumir decisiones y que carecen de autoestima.
Estas suposiciones desmitifican las percepciones que manifestaron las
mujeres en el transcurso de las entrevistas, así como los datos sobre la situa-
ción de la mujer cubana. Las entrevistadas declararon que están dispuestas a
elevar sus niveles de conocimiento en asuntos relacionados con sus trabajos.
Sus niveles de entrenamiento profesional son superiores a los de los hombres
incluidos en la muestra. Por ejemplo, ellas tienen más grados científicos de
doctorados y maestrías que los hombres de la muestra; han aprobado más
cursos de postgrado y de idiomas que ellos, y han participado en un mayor
número de eventos científicos.
Las mujeres y los hombres entrevistados consideran que la presencia de
las mujeres en la fuerza de trabajo en Cuba ha alterado las actitudes de los
hombres en sus puestos de trabajo. Sin embargo, en sus respuestas a las
preguntas, las mujeres detallaron en qué consisten esas influencias con más
argumentos que los que ofrecieron los hombres.
Así, los hombres describieron sus nuevos comportamientos sin detenerse
a razonar en ellos, y respondieron con “slogans” socialmente aceptados. Las
mujeres estudiadas, por su parte, consideran que las mujeres profesionales
han aportado maneras más claras para aproximarse a las tareas que enfren-
tan en sus trabajos, bien si son a corto o a largo plazos. Son capaces de
vincular los objetivos generales con las acciones específicas necesarias para
cumplirlas. Ellas estiman que dedican más tiempo que los hombres a pensar
los planes de acción para ejecutar sus planes de trabajo. Asimismo, conside-
ran que rechazan más que sus compañeros de trabajo las improvisaciones y
las soluciones simples en cuestiones laborales. Una de las entrevistadas ex-
presó: “Por eso las mujeres son capaces de convertir las utopías en realidad”.
Las mujeres usan rasgos femeninos “tradicionales” para convencer a
sus colegas masculinos en cuestiones de trabajo. Son “delicadas”, “afectuo-
sas” y “encantadoras”. Les gusta escuchar a los demás. Intentan acercarse a
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las profesionales que compiten con ellos, porque serían criticados por las re-
glas antidiscriminatorias que prevalecen en los espacios sociales.
Las mujeres estudiadas estiman que los hombres reaccionan paradójica-
mente hacia las mujeres trabajadoras, al menos en Cuba, porque se sienten
atraídos por ellas y amenazados por ellas a la vez. Temen competir con ellas
“diseñando los proyectos de trabajo y cumpliendo con sus responsabilidades
en la cama”. Piensan que a los hombres les atraen estos retos, porque pro-
mueven en ellos deseos de conquistar estas “presas difíciles”; pero que, si lo
logran, su ego masculino se elevaría. Las mujeres entrevistadas expresaron
que este “proceso de conquista” ocurre también en los empleos. Allí, los hom-
bres tienen que demostrar que están mejor preparados que sus colegas feme-
ninas; y están obligados a imponer su status de liderazgo, a fin de asegurar su
poder “oficial”.
Casi las dos terceras partes de las mujeres entrevistadas confesaron que
los hombres se sienten amenazados por las mujeres en sus empleos. Señala-
ron las razones siguientes:
• Las mujeres profesionales están mejor preparadas que los hombres
en materia de niveles educacionales.
• Las mujeres profesionales, que no se desempeñan como dirigentes,
dedican más tiempo a desarrollar sus especialidades, con lo que ad-
quieren más conocimientos en su campo que los hombres que las
dirigen.
• Esto podría conducir a que aparezcan conflictos entre las bien entre-
nadas mujeres profesionales subordinadas y los hombres que las di-
rigen, quienes dedican más tiempo a desempeñar tareas burocráti-
cas.
• Las mujeres profesionales pueden organizar sus horarios laborales
mejor, gracias a que tienen que simultanear actividades en el hogar y
en sus empleos.
• Los hombres temen que las mujeres les arrebaten los cargos de diri-
gentes.
• En las evaluaciones laborales anuales, las mujeres realizan más ta-
reas que los hombres.
• Los hombres subestiman las habilidades intelectuales de las mujeres,
aunque no lo manifiestan.
• Las mujeres dependen menos de los hombres.
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sus hijas, les enseñan a usar sus “libertades” con cuidado, pues viven en una
sociedad sumamente machista.
Las mujeres confiesan que ser trabajadoras les ha hecho más indepen-
dientes, no sólo en términos económicos, sino también en cuanto a tomar
decisiones, entre ellas no tener que “cargar” con maridos indeseados. Las
profesionales dijeron que no pueden encontrar parejas estables, sobre todo
entre los profesionales. Argumentaron algunas razones para ello. Compiten
con sus parejas en cuestiones profesionales. Esta competencia se torna peor
si ambos tienen carreras similares. Hay otras dos razones para que afloren las
confrontaciones: cuando las mujeres ganan salarios superiores a sus parejas
y, lo que resulta peor, cuando ellas son dirigentes y sus maridos no lo son. A las
mujeres profesionales menores de 35 años les cuesta trabajo hallar hombres
profesionales como sus parejas, como realmente quisieran. Esto es particular-
mente cierto en Cuba, porque durante los últimos veinte años las mujeres
profesionales han excedido a los hombres profesionales.
Las tasas de divorcio en Cuba son altas: en el 2003 era de 3.0 por cada
mil habitantes (CEPDE-ONE, 2003:161), mientras que la tasa de nupcialidad
era de 4.9 por cada mil habitantes (CEPDE-ONE, 2003:130). Los científicos
sociales cubanos han demostrado que esta tendencia ha persistido por varios
años. Entre las razones para esto se encuentran el empleo femenino; el hecho
de que divorciarse es un proceso judicial relativamente fácil y, además, la
tradición cubana de las uniones consensuales, enraizada desde la colonia. En
este último argumento se habla de que a los esclavos no se les casaba por la
Iglesia católica, y que, una vez libres, no requerían de este requisito formal.
Añádase el hecho de la gran afluencia de inmigrantes españoles en las prime-
ras décadas del siglo XX, quienes se unían a las cubanas sin formalizar sus
nexos.
Las mujeres y los hombres en la muestra consideran que las mujeres
trabajadoras paren menos. En Cuba la tasa de fecundidad general en el 2003
fue de 1.63 (CEPDE-ONE, 2003:41). Esta tasa ha tenido una tendencia de-
creciente en las últimas tres décadas. Los científicos sociales cubanos seña-
lan entre sus causas el empleo femenino y el amplio uso de políticas gratuitas
de planificación familiar, que se han extendido a todo el país desde 1964. El
sociólogo Juan Carlos Alfonso insiste en usar un enfoque de género cuando se
estudia la fecundidad cubana, para examinar cómo influyen los comporta-
mientos masculinos y no sólo los femeninos. Esta aproximación relacional
permitiría a los académicos comprender la fecundidad como algo que involu-
cra a los hombres y a las mujeres por igual, y no sólo a concentrarse en las
mujeres, como suelen hacer los demógrafos.
176
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
177
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
resulta difícil hallar como sus parejas a hombres profesionales, y que esto les
ha traumatizado, porque se frustran en sus expectativas de buscar pareja.
Esto ha provocado que muchas de ellas se queden solas, esto es, sin parejas
estables.
Conclusiones
Los hombres cubanos manifiestan comportamientos más dogmáticos que
las mujeres en materia de ideología de género. Ello se explica porque han sido
sometidos desde la infancia a patrones más rígidos de los que la sociedad
impuso a las mujeres en sus procesos socializadores para llegar a integrar sus
identidades genéricas. Por su parte, las mujeres se manifiestan más flexibles
en sus actitudes con respecto al género, porque su proceso socializador fue
más flexible que el de los hombres; porque han vivido en una sociedad que
critica constantemente las dependencias de las mujeres hacia los hombres, y
han tenido que reaccionar en sus cotidianidades a estas posiciones, y, porque
al hacerlo, han tenido que idear y poner en práctica comportamientos muy
personales para “zafarse” de estas dependencias. Esto podría convertirse en
una hipótesis para futuras indagaciones.
Las experiencias cubanas para incorporar a las mujeres al empleo y ha-
cer que permanezcan en él con una calificación cada vez más elevada, que he
denominado “modelo desde arriba y desde abajo”, demuestran que con volun-
tad política, con enfoque de género y con pocas condiciones materiales, se
puede hacer mucho. Este fenómeno hay que continuar estudiándolo, por cien-
tíficos y científicas sociales de Cuba y de otros países. Entre los temas a
analizar están: en qué espacios, cómo y por qué –cultural y políticamente–
perseveran la ideología, las prácticas y los dispositivos machistas; qué impli-
caciones tendrá este fenómeno para el país hoy día y en el futuro; qué nuevas
medidas se necesitaría en materia de políticas públicas para apoyar a las
mujeres frente a todas estas implicaciones y para hacer efectivas las leyes y
condiciones que ya existen; cómo se podría imaginar –desde el poder público
y desde la familia– mediar y negociar posconflictos de género que surjan de
dicho fenómeno.
La baja representación de las mujeres en los cargos de dirección es una
de las carencias más importantes de la participación plena de las mujeres en
la sociedad. Debe continuarse designando a mujeres en puestos dirigentes en
las esferas laborales y de la política, pero sin imponerlas. Cuba experimentó
en 1986 asignar a mujeres, jóvenes y negros, a cargos de dirección, y los
resultados no fueron positivos. Es preferible continuar la línea que se ha se-
guido de escogerles de acuerdo a su idoneidad. Las mujeres, sobre todo las
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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179
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
180
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
I
A veces, la rabia que produce la marginación cambia el rostro del mundo.
Pero ni la rabia, y ni siguiera la conciencia de la rabia, son capaces por sí solas
de producir novelas geniales o versos imperecederos. Las mujeres, dentro de
la historia de la humanidad, han estado siempre en desventaja – por llamar su
situación en forma algo eufemística- para entregarse por entero al acto de la
creación. Las razones, de origen económico y que después se desbordaron
hacia la moral, la religión, la familia y todas las esferas que envuelven la vida
material, impidieron el libre acceso de la mujer a la cultura. Por supuesto,
siempre hubo sus infractoras, sobre todo cuando la nobleza de cuna o la fortu-
na monetaria “ayudaban” a vulnerar los sólidos preceptos de la superioridad
masculina. Hasta fecha sorprendentemente cercana –dado el salvajismo de
la poscripción-, estaba prohibido que las mujeres entraran en las bibliotecas.
1 https://books.google.com.mx/books?id=Nplt2kEYhyMC&pg=PA11&lpg=PA11&dq=
%22Y+entonces+la+mujer+de+Lot+mir%C3%B3...%22,++Mirta&source=bl&ots=_
P O G LY 5 T n K & s i g = e L A X i 0 - 1 y 4 E U E y M k M Q R x N 9 S K d I k & h l = e s -
419&sa=X&ved=0ahUKEwiBgauvkbHJAhVB7iYKHe9aC8EQ6AEIGzAA#v=onepa
ge&q&f=false
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Esto se les impedía, de manera expresa, a aquellas damas que tuviesen, como
extrañeza, el don de la lectura. Y no sólo estaba vedado el uso de los libros,
sino además se les advertía que ni con sus pies podían atreverse a profanar el
sagrado recinto “sólo para hombres”. Así me contaron que ocurría en la Bi-
blioteca Stranov, una de las mejores en Europa durante la Edad Media. Sólo a
María Luisa de Habsburgo quien de su bolsillo ayudó a las reparaciones del
edificio, junto a otras dos damas de la realiza, la reina Cristina de Suecia y
Catalina la Grande, les fue permitido cruzar el umbral.
Sin libertades mínimas, a la mujer con inquietudes intelectuales se le in-
culcaba a la fuerza que las letras y la educación eran “cosas de hombres” y
que su lugar en la cultura, si lo había, por ley y tradición debía ser inferior.
La polémica abierta de algunos de estos temas en torno a la mujer –como
la existencia o no de un discurso artístico y literario específico-, sigue ponien-
do los pelos de punta no sólo a muchos hombres, sino también a algunas
mujeres. Sor Juana Inés de la Cruz censuraba a los “hombres necios”, mas
llegado el momento de hablar de necedad sin discriminación, vale el verso
sorjuanino tanto para algunos hombre como para aquellas mujeres que pro-
mueven pretextos que retardan el análisis o recurren al clásico “ojos que no
ven”.
Desde los tiempos de María Luisa de Habsburgo y de aquellos en que
Virginia Woolf era apenas tolerada en los académicos recintos del Viejo Mun-
do, la historia ha dado muchos tropezones. ¿A quién se le ocurriría impedir
hoy que una mujer pudiese elegir un libro y leerlo libremente? Pero, ¿qué ha
sucedido, y qué sigue sucediendo en buena medida, con la mujer en relación al
proceso mismo de a creación literaria? La respuesta continúa siendo pareci-
da: una situación de marginalidad.
Pero, de hecho, la mujer como grupo marginado es también generadora
de cultura, de una cultura específica, con sus códigos y sus propias resonan-
cias. De esta manera, la creación de la mujer es tanto un resultado de esa
marginación como, a la vez, productora de un ámbito que expone, a veces
intencionalmente, a veces no, en las obras literarias y artística, y que es fruto
–quiérase o no- de esa tradición de marginalidad.
En los últimos tiempos se ha puesto de moda la discusión del papel de la
mujer en la cultura. Sin embargo, cuando este asunto sale a relucir fuera de
los tradicionales foros donde ya es aceptado, a veces suele tomarse con una
paternalismo condescendiente que esconde muchas veces la creencia –no
explícita, más obvia- de que “existen cosas más importantes de que ocupar-
se”. En el peor de los casos, el abordaje de estos temas es recibido con
indiferencia, con sarcasmo o con una demagogia blanda que defiende sus
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II
Cuentan los historiadores que entre las tribus taínas del Caribe, la mujer
ocupaba un sitio distinguido. Las mujeres taínas poseían el derecho a reunirse
por separado y a la llegada de los españoles se abrogaron la facultad de
parlamentar de igual a igual junto con los hombres. La mujer taína, además,
desempeñaba un papel relevante en el terreno de las ceremonias religiosas y
no puede escapar a nadie la importancia de ello en una sociedad estrictamen-
te afirmada en torno a la adoración hacia esos dioses que decidían no sólo
sobre los miembros de la tribu, sino además –según ellos creían y les hacían
creer- sobre la naturaleza. Más la religión y otras prerrogativas de orden
matriarcal no eran las únicas entre los taínos. En el areíto, acto danzario que
tenía también bastante de rito y otro mucho de espectáculo didáctico, la mujer
taína ocupaba el puesto de líder, de hecho la más antigua preeminencia cultu-
ral de la mujer en la historia de nuestras artes.
No muy lejos de las tribus caribeñas, en el continente –antaño llamado
“tierra firme” – el imperial gobierno de los aztecas ya asentaba su poder
sobre la explotación social e, inevitablemente, dentro su patrón de dominio,
sometía a severos límites el rol de la mujer. En el recitado de la “Tecitl” –la
partera- se dejaba muy bien establecido el sitio de la mujer azteca: dentro de
la casa. Con más franqueza de la que suelen hacer gala las literaturas y
documentaciones de culturas más “civilizadas”, la conseja se encargaba de
que todas ellas se tuvieran muy bien aprendido que “en este lugar os entierra
vuestro señor”. Año más tarde, con la llegada de la conquista española, las
mujeres también solían ser enterradas en vida dentro de los conventos: cuan-
do alguna hija de familia osaba violentar las convenciones que establecía un
código elaborado por el hombre, era encerrada para siempre en el claustro y
se les advertía que de allí no saldrían ni muertas, pues incluso cuando La
Pelona llegara a buscarlas para llevárselas a mejor vida, serían inhumadas en
el propio patio del convente. De ahí esa frase que ha perdurado hasta hoy y
que sirve muy gráficamente para mostrar la invulnerabilidad de ciertos lími-
tes. Es difícil que en los predios del siglo XXI se pueda internar a una mujer
por querer decidir su propio destino a su manera, más lo cierto es que fue
mantenido con más suerte el espíritu de los “emparedadores” que el de aque-
llas taínas que poseían el derecho a la palabra.
En la literatura del romanticismo, la proyección de “lo femenino” como
algo inferior y dependiente, fue muy flagrante en la novelística, en donde los
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pio, ni todas las leyes a su favor, y algo se avanzará; pero lentamente y con
mucho sacrificio. De todas formas, la mujer ya sabe que tiene derecho a un
discurso propio. Y ya están pasando para siempre los tiempos en que a la
mujer que aspiraba a “literata” se le perdonaba cualquier cosa, excepto el
talento.
III
Y así, la frontera es una línea que se puede franquear o no, que estable-
ce extensiones y alcances. De ahí lo confinante y, por ende, lo confinado.
Visto desde este ángulo, no se trata de una argucia o de un simple juego de
palabras hablar de la frontera de la ficción en el proceso de la literatura escri-
ta por mujeres, y muy en especial de la narrativa como manifestación particu-
lar cuyas leyes de apropiación del mundo han sido más susceptibles de confi-
nación, expulsión y limitación. De hecho, la narrativa escrita por las mujeres y
la crítica que aborda estos temas bajo –todavía- un universo de supremacía
masculina y sexista, puede ser visualizada desde esa imagen tan gráfica de
“frontera” que implica, como ya dije, dos dimensiones con una línea divisoria
que jerarquiza subordina… y margina.
También es cierto que en los últimos tiempos se ha puesto en boa el sacar
provecho –tanto material como intelectualmente- de la marginalidad. Algunos
tratan de utilizarla como mercancía o como salvavidas, más, si se trata de
reflexionar con honestidad acerca de estas problemáticas, hay que cuidarse
tanto de este peligro como de la simpleza de aceptar la uniformidad posmo-
derna.
La literatura –la narrativa- escrita por mujeres comparte la misma sus-
tancia que la de los hombres, más con el empleo de su propio lenguaje. Así lo
deja bien claro Patricia M. Spacks:
Cuando leemos muchos de sus libros sentimos que las necesidades de las
mujeres son idénticas que las de los hombres. Quizás el equilibrio pueda ser
diferente, pero la sustancia es la misma: necesidad de trabajo y de amor; la
independencia y dependencia, de solidad y relación, de disfrutar de la comuni-
dad y valorar la propia singularidad.8
Sin embargo, a la hora de dar forma a esa sustancia, el campo ficcional
parece haberse dividido entre un presunto canon, y un formato típico de “lo
femenino”, de segundo rango. No poco trabajo ha costado llegar a probar que
si bien con su característico punto de vista y las particularidades de la pers-
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IV
Nos enseñan las historias bíblicas, siempre con esa intención tan aleccio-
nadora, que la primera desobediencia de importancia fue compartida, y am-
bos, hombre y mujer, se vieron expulsados del bienestar. El segundo castigo lo
recibió sólo una mujer por el mero delito de la curiosidad. La Mujer de Lot (ni
quisiera conocemos su nombre) se atrevió a mirar, y por ello fue convertida en
estatua de sal.
La primera cubana que se aventuró a mirar fue la Condesa de Merlín.
María de la Merced Santa Cruz y Montalvo, conocida como la Condesa de
Merlín, yace enterrada en Pére Lachaise y aunque sus huesos no descansan
en su querida Habana, es la inauguradora de la prosa cubana escrita por
mujer.
Desde los lejanos tiempos en que la Condesa de Merlín escribía sus céle-
bres crónicas de viaje, mucha agua ha caído, lluvia de fuego también, y no son
pocas las estatuas de sal que han penado por infringir el ancestral decreto que
prohibía mirar, y por ende contar.
Mirar y contar, la sencilla fórmula de la narrativa… ¿será por aquella
vieja sanción bíblica que la narrativa ha sido poco frecuentada por las muje-
res? Fuese por las razones que fuese, también en Cuba, al igual que en otras
literaturas, las figuras de relevancia dentro de la narrativa han aparecido ais-
197
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15 En Cuba las narradoras no han sido tantas como las poetisas, y en eso se sigue la
corriente general, como tampoco la tradición crítica escapa de lo habitual en el uso de la
“escritora muestra”, hecho fácil de comprobar en el rastreo de las antologías, congresos
y panoramas literarios.
16 Además de la Condesa de Merlín y Gertrudis Gómez de Avellaneda, otras narradoras
importantes son: Lydia Cabrera, Renée Méndez Capote, Ofelia Rodríguez Acosta, Loló
de la Torriente, Aurora Villar Buceta, Dora Alonso, Loló Soldevilla, Dulce María Loynaz,
Iris Dávila, Mary Cruz e Hilda Perera. Todas ellas, fundamentalmente novelistas y
cuentistas, empezaron a publicar antes de 1959.
17 En La narrativa femenina cubana, su autora, la investigadora Susana A. Montero hace
un recuento de la narrativa escrita por mujeres hasta la fecha tope de 1958, tomando
como punto de partida para su investigación el año de 1923 en que se celebra el Primer
Congreso Nacional de Mujeres en Cuba. En su tesis, ella considera que sí puede hablarse
de una intencionalidad feminista en las autoras que estudia –lo cual diferencia de un
discurso femenino- que surgió como proyección de la acción de las mujeres dentro de las
luchas del movimiento social cubano.
A manera de curiosidad reproduzco su clasificación, aunque estimo que peca de alguna
elementalidad. Este período ella lo organiza así:
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a) Narraciones de tendencia feminista con autoras como Lesbia Soravilla, Flora Díaz
Parrado, Irma Pedroso, Surama Ferrer (Premio “Hernández Catá” 1950), Graziela
Garbalosa y Ofelia Rodríguez Acosta. En este acápite incluye también a Dulce
María Loynaz.
b) Narraciones de tendencia a la crítica social con autoras como María Lafita Navarro,
Teré Casuso, y Dulce María Loynaz, románticas con Graziela Garbalosa de Cardiff,
narraciones infantiles con Carmela Nieto, Flora Basulto e Hilda Perera y narraciones
del folklore con Lydia Cabrera.
Montero, Susana A.: La narrativa femenina cubana 1923-1958. La Habana: Editorial
Academia, 1989.
Intencionalmente no voy a hacer yo ninguna clasificatoria que me recuerda tanto a las
exigencias de las tesis de grado y “ponencias”.
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18 Basta con pasar revista a las antologías de aquellos tiempos. Y según pasan los años: a
los listados de jurados de narrativa, a los consejos de redacción de las revistas e
instituciones literarias, a los catálogos del las diversas editoriales, a los diversos textos
críticos y ensayísticos, a las memorias de congresos, ferias del libro, y otros juegos
florarles por el estilo. Por ejemplo, en el célebre grito de guerra de los primeros “caimanes”,
el “Nos pronunciamos” de su primer número, no aparece rubricado por ninguna mujer.
Y aunque algo se ha progresado, sin ir más lejos, en el Anuario de cuento 1994, editado
por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el mismo año en que se estaba terminando
este amplio Panorama, aparecen sólo cuatro nombres de narradoras contra ¡91 narradoras!
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punto que a veces parecen cuentos mal traducidos) y de las estructuras na-
rrativas: adopción del sincretismo de culturas como recurso identificativo (o
sustitutivo) de la cubanidad; recuperación de la tradición oral y el tema rural;
tendencia a no ir a las esencias, a la elusión de los conflictos y al encartona-
miento de los personajes; romantización ingenua del mundo; influencia poco
elaborada de la narrativa ruso-soviética, de los narradores latinoamericanos
(el mexicano Juan Rulfo principalmente); lenguaje hipercoloquial; ensayo (y
abuso) en la segunda persona; anécdotas muy visibles sin inquietudes filosófi-
cas; percances estilísticos de los cuales, por supuesto no se libraría las narra-
doras.
Del discurso de la “dureza”, y en general de buena parte de la proble-
mática en debate, la narrativa de la mujer quedó excluida del otro lado de la
frontera. Los asuntos preponderantes, basados, como se ha dicho, en la vio-
lencia, colocaron el discurso narrativo femenino en una situación preterida, no
sólo de la experiencia y de la anécdota sino del propio cuerpo narrativo hege-
mónico y prioritariamente publicado por el gusto oficial. Mas, contra ventole-
ras y marejadas, las cuentistas empezaron a hacer sentir su presencia con
libros, premios y publicaciones en las revistas.
A principios de los años, la oposición entre las tendencias se exaspera-
ría hasta extremos tales que llegarían a desencadenar, como es de sobra sabi-
do, crisis extraliterarias. Es el momento de mayor agudización de la lucha
ideológica y la sumidad que provocaron las dos actitudes polares –aquella
eminentemente reproductora de un realismo primario y la otra que reclamaba
el tratamiento de zonas más complejas de la realidad- se resolvió, como era de
suponer, a favor de la primera. Desaparecieron las antologías de cuentos
fantásticos, se borraron nombres de diccionarios y de cursos académicos, en
los talleres literarios se inculcaba a los educandos la “mejor manera de escri-
bir acerca de la realidad real”. Muchos de los adalides de estas cacerías de
brujas -¡y de brujos, por cierto!-, han desparecido de la vista. Lo asombroso
es que la búsqueda de literatura popular y “realista” creó la paradoja de un
“realismo” inverosímil. De entrada eras dos experiencias válidas por sí mis-
mas, más llevadas a sus extremos se volvían carenciales, sobre todo desde un
punto de vista estético. La gestión oficial amparó al primero de estos polos, lo
cual inclinó la balanza hacia la pobreza de la literatura publicada.
En estos años setenta salió a la luz mucho libro mediocre, de caricatu-
resco maniqueísmo, enrolado en un “realismo socialista” tropical que no logró
captar tantos adeptos como algunos hubiesen querido. Reiteración temática,
exceso de “leyenda”, explicitez y salgarismo, diálogos estereotipados, insis-
tencia en modelos “aceptados” por su eficacia o por su ortodoxia, fueron
muchos de los maleficios colectivos de la narrativa –naturalmente con sus
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
conciencia clara del punto de vista femenino, estas sin una conciencia clara
del punto de vista femenino, estas narradoras comenzaron a conjugar proble-
mas colectivos con los particulares de su género femenino y –al igual que
algunos de los mejores entre sus colegas masculinos- desmantelaron los ex-
tremos en conflicto, sin asustarse por el hábito tradicional que se movía en la
vieja solicitud de heroísmo y épica.
La década de los ochenta fue otro momento llamativo de la narrativa
cubana contemporánea. Los antiguos conflictos se habían ido disolviendo en
la corrosión de los errores repetidos. Los nuevos narradores –y algunos que
recuperan su sendero después de algunas vacilaciones-, no tienen que buscar
intencionalmente un lenguaje popular o probar a toda costa que son “cosmo-
politas”.
La obligación primaria de propasar la frontera de la marginalidad y la
urgencia de romper con esquemas ajenos a la literatura, llevó a que las narra-
doras fuesen de las primeras en rebasar la visión maniqueísta y esforzarse en
el empeño de una complejización de la representación imaginal. Entre las
cuentistas, junto al “exteriorismo” propio de nuestra cuentística y los tópicos
que han reproducido con mayor o menor eficacia, se presenta un discurso –a
veces poético, a veces crudo- de recomposición de los valores y de las cos-
tumbres hasta ahora dadas como inamovibles, con develaciones del mundo
interior desacralizador de la vida personal, sin que duelan prendas a la hora de
hablar del cuerpo femenino (o masculino) y de la relaciones sexuales. Las
narradoras en sus cuentos –desafiando los jinetes del apocalipsis de la fronte-
ra entre los géneros y de entre ellos el peor, como ya se ha dicho, la autocen-
sura- abordaron ya temas “conflictivos” como la marginalidad o los desajus-
tes generacionales que rozan la crítica a la sociedad y a instituciones acepta-
das o sagradas, entre ellas la del matrimonio 22.
Con la irrupción de la parodia y la intertextualidad, el mayor interés en
las relaciones humanas y la recuperación por el entorno urbano en rechazo al
“tojosismo” imperante en las etapas anteriores, la cuentística cubana en gene-
ral –y en especial la escrita por mujeres- se fue alejando de la épica y de un
realismo con demasiadas riberas. Al salir de la estética de “los años duros”,
de hecho se estaban echando abajo los muros de la frontera entre la ficción
escrita por mujeres y “la otra”. Lo cual no quiere decir, insisto, en que esta
participación en la corriente estética de la época impida la representación
literaria específica femenina y de la conciencia de su ser.
22 Entre las escritoras cubanas de las últimas décadas, las poetisas fueron las primeras en
aportar un rigor formal y una penetración singular del mundo. Las cualidades
fundamentales son compartidas con las narradoras, muchas de ellas también poetisas.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
23 Por su parte, entre los más jóvenes muchachos y muchachas, todavía sin madurar
estéticamente aunque ya presentes en antologías de juvenilia, atraviesan por el sarampión
de querer romper a toda costa las estructuras con desmontajes a veces no justificados del
todo, uso reiterado de claves semiocultas, supercultismos y en muchos casos con un
tono de una brutalidad intencional que tiene mucho sabor todavía a adolescencia rebelde.
Pero, sin lugar a dudas, algunas de ellas tendrán asegurado su puesto en futuros panoramas.
24 En algunos estudios sobre la narrativa femenina de América Latina se menciona a algunas
escritoras cubanas que han alcanzado renombre fuera de Cuba, después de larga estancia
en otro país como Julieta Campos en México y Nivaria Tejera en Francia. Además, debe
mencionarse a Aralia López González, narradora y estudiosa del tema femenino radica
desde hace muchos años en México; Reneé Potts, autora de libros infantiles, buena parte
de cuya obra todavía está dispersa, y otras autoras de libros para niños que alguna vez
incursionaron en la narrativa de adultos; autoras de temas policíacos, o de ciencia ficción
que rebasan esta lista por ahora, novelistas que han alcanzado algún nombre como
Cristina García, así como aquellas que escriben en otra lengua que no sea el español y
todavía no tienen textos traducidos.
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1 Este texto forma parte del tomo III (La Revolución) de la Historia de la literatura cubana
preparada en el Instituto de Literatura y Lingüística de La Habana, cuyo tomo I (La
Colonia) se publicó en 2002.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
la década no servía para contar las vidas de los protagonistas de esos cuentos.
El desasimiento del proyecto social quedaba implícito en la falta de valores de
esa juventud que podía pasar días enteros escuchando música sin ninguna
inquietud por el futuro. La dureza de ese mundo se manifestaba también en el
desaliño formal de los cuentos. El estilo era tan imperfecto como su referen-
te, el descuido a nivel del lenguaje casaba con la imagen que el lector podía
hacerse de los personajes que poblaban los cuentos. Ese mismo año de 1988
y precisamente en aquella selección de los novísimos que publicara la revista
Letras Cubana, se incluía un cuento que marcaría otros rumbos: “¿Por qué
llora Leslie Caron?”, de Roberto Urías Hernández. La homosexualidad del
protagonista signaba la apertura a un nuevo “tipo” en las narraciones de los
próximos años. Desde entonces los “gays” poblarían la narrativa cubana. E
incluso, a manera de reciclaje, el tema elegido por el joven autor fue excelen-
temente aprovechado también por autores de la promoción anterior, como
Leonardo Padura en “El cazador”, o Senel Paz en “El lobo, el bosque y el
hombre nuevo”2. Pero la soledad de Leslie Caron marcó para siempre a los
personajes, homosexuales o no, de los más jóvenes narradores. Una soledad
que reflejaba, a su modo, el acceso siempre postergado de los jóvenes al
espacio público, incluido el literario.
He hablado aquí del libro de Pérez Kónina y del cuento de Urías, pero
aún habría que indagar cómo fue que se dio, y en qué contexto, el acceso de
los jóvenes al mundo literario nacional. A fines de los años ochenta, a causa
de la emblemática caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, las
relaciones económicas entre Cuba y el campo socialista, de las que dependía
el 85% del comercio exterior del país, quedaron poco menos que anuladas.
Con el desastre que ello significó, y la crisis que con el eufemístico nombre de
“período especial en tiempo de paz” pasó a ocupar la cotidianidad de la isla,
mermaron también las posibilidades editoriales. De modo que el panorama
cultural de los primeros años de la década, pleno de publicaciones y concur-
sos, se vio de repente restringido al mínimo. Muchas de las publicaciones
periódicas desaparecieron o disminuyeron tirada o extensión, y los concursos,
que siguieron existiendo, difícilmente podían asumir el compromiso de publi-
cación que casi siempre conllevaba el premio. En medio de esa crisis, econó-
mica y espiritual, salía al mundo literario –al precario mundo literario de ese
período- una generación peculiar. Jóvenes crecidos con la Revolución y que
son parte de la vida del país, participantes en movilizaciones al campo, el
servicio militar dentro o fuera de Cuba, estudios profesionales en la URSS y
otros países socialistas, cooperación internacionalista en Nicaragua o África,
etc. Educados en los principios del socialismo, como la solidaridad y el inter-
2 Como es sabido, la versión cinematográfica de este cuento, con guión del propio autor,
dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, se estrenó en 1997.
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11 Roberto URÍAS HERNÁNDEZ, “Infórmese, por favor”, en Los últimos serán los
primeros, sel. y pról. de Salvador Redonet. Letras Cubanas, La Habana, 1993, 35-6.
12 La perfección de estos relatos recuerda aquellos textos de Miguel COLLAZO que lo
marcaron como un narrador sui generis: El viaje y Onoloria. Es en esa tradición donde
quiere ubicarse Garrandés.
13 Adelaida FERNÁNDEZ DE JUAN, Dolly y otros cuentos africanos. Letras Cubanas,
La Habana, 1994, 50.
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16 En esa misma línea habría que incluir la historias de balseros, ya numerosas, con una
novela breve e intensa que se estructura, en lugar de por capítulos, por días pasados y
millas recorridas, a manera de diario, pues es la reflexión personal de un balsero durante
la travesía. Con citas numerosas –el balsero es un lector empedernido y ha decidido
llevar consigo una mochila cargada de libros- y cierto trabajo formal que se manifiesta
sobre todo tipográficamente, el relato va pasando del optimismo a la desesperanza y
hasta el vacío total. La milla noventa –es decir, la que supondría la llegada a las costas de
los Estados Unidos- es un espacio en blanco. Alejandro HERNÁNDEZ, La milla.
Letras Cubanas, La Habana, 1996.
17 José A. MARTÍNEZ CORONEL, Los hijos del silencio. Letras Cubanas, La Habana,
1996.
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algunos de los relatos de un libro que ganaría tiempo después del premio Casa
de las Américas. El periodista era Luis Manuel García, el reportaje se llamó
“El caso Sandra”, y el libro premiado, Habanecer (1990). El libro no era solo
novedoso por los temas tratados, sino también porque llevaba al límite los
rejuegos formales que apasionaban a los autores del boom y que habían sido
usados en la década anterior. Como summa de la vida cubana de la nueva
época, recorre todos los recovecos de la sociedad actual.
Lo testimonial no se refiere únicamente a la experiencia vital en socie-
dad. Es significativo el número de cuentos que relatan, con minuciosidad,
historias ajenas, pertenecientes a amigos del autor. El testimonio de la amis-
tad toma forma en las citas de cartas del amigo (Atilio Caballero (1959), “Un
aire que bate”), o en la narración de un día de la vida del amigo (Jorge Domin-
go(1954), “La Cita”), o, sin desdeñar la herencia de la picaresca, con un
disfrutable humorismo, en las peripecias de un joven pícaro (“No llores por mí,
Argentina”, de Aldo Wladimir Busto Hernández (1962). Tal irrupción de lo
testimonial cotidiano –pues lo que se cuenta suelen ser anécdotas de la vida
diaria de los protagonistas- apuntaría a una suerte de agotamiento temático,
pero también implica una exaltación de lo tradicionalmente insignificante que
puede vincularse –por su insistencia en lo nimio- a un gesto hiperbólico de
reproducción de temas ya agotados por la generación anterior18, del mismo
modo que a la ruptura de fronteras entre los géneros discursivos establecidos.
La historia, reciente o lejana, es otro de los temas elegidos por los nuevos
autores, cuyas narraciones abarcan desde las guerras de Independencia o la
lucha contra Machado hasta la Conquista de América. Estos acercamientos,
con frecuencia, repiten modos profusamente utilizados ya por la literatura
cubana previa. Algunos relatos, sin embargo, como “La poza del ángel”, de
Gina Picart Baluja, lo hacen con un inusual acercamiento al realismo mágico
que, no sin cierta sutileza, varía la perspectiva hasta entonces dominante en
los relatos históricos19. El realismo mágico estará también en “Sonata para
un hijo estraviado”, de Emelicio Vásquez Tamayo (1946) un texto de gran
belleza. Del mismo modo, Magaly Sánchez Ochoa (1940), con su novela
breve Fabia Tabares asomada al espejo y Olga Fernández con La última
carga del capitán Montiel y Niña del arpa, dos colecciones donde la histo-
ria se cuenta desde lo minúsculo, desde los sueños, desde el ridículo, con un
eficaz tratamiento del lenguaje. Y es de notar la vuelta del realismo mágico
con esta promoción, que había tenido muestras tan significativas en la obra de
18 Un cuento típico de esa magnificación de lo cotidiano es “Dorado mundo”, de Francisco
LÓPEZ SACHA.
19 Gina PICART BALUJA, La poza del ángel. Letras Cubanas, La Habana, 1994. Lo
mismo sucede con los cuentos de Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (1963), en juegos
permitidos. Letras Cubanas, La Habana, 1994, donde hay un logradísimo ejercicio de
reescritura de la historia.
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intelligence to refuse the experience embodied in the past, but it shows even
greater lock of intelligence to refuse the experience embodied in the present”.
La crítica hispanoamericana ha llamado a los que escriben cuentos en la
década del cuarenta partiendo de experiencias del presente, neo-realistas,
pero aclarando que ese realismo está intensificado y transformado por símbo-
los, repeticiones, monólogos silenciosos, cambios del punto de vista, a veces
contrapunto en las escenas, atención a la estructura que ha de situar esos
recursos. Algunos cuentistas, como los norteamericanos de la misma década
— Mary Mc Carthy, Lionel Trilling, J.D. Salinger, tienden a expresar la ambi-
güedad moral.
Como dije en otro lugar, “el estado de alma colectivo encarnado en este
grupo humano, es la solidaridad con gentes que viven en zonas sociales aco-
sadas por la miseria o desenvolviéndose en trabajos humildes o fábricas pode-
rosas, aniquiladoras de la vida libre y el contacto con la naturaleza, esenciales
para el bienestar y equilibrio del hombre sobre la tierra”.
Para el primer libro de cuentos de René Marqués, Otro día nuestro escri-
bí unas páginas de introducción. Además del cuento inicial que da título al libro
— evocador de un episodio de la gestión nacionalista de Pedro Alzibu Cam-
pos — los tres cuentos que a mi ver muestran el progresivo avance de Mar-
qués en el género, son La muerte, La Sala y Tres hombres junto al río 8. En el
primero el tema parte de unas palabras de Heidegger: “No hay sólo un ser
para la muerte, sino una libertad para la muerte ”. Palabras hábilmente aso-
ciadas al personaje central, quien muere en un desfile de adolescentes nacio-
nalistas que está mirando como espectador y elige saltar a la ayuda de uno de
ellos, ya herido, que sostiene la bandera.
La Sala está realizado con más finura y profundidad. Un profesor nacio-
nalista universitario vuelve al hogar después de diez años de prisión, para
encontrar que su mujer, su hijo y él mismo son ahora tres extraños entre sí. El
autor eligió como lema del cuenta unos versos de T.S. Eliot. La palabra som-
bra es la laguna negra entre los extremos donde el hombre avanza en el
tiempo. Símbolos, retrospecciones, diálogos recordados del ayer, ironía, espa-
ciadas repeticiones de símiles, matizan y llenan de intención este cuento, uno
de los mejores del autor.
En Tres hombres junto al río, Marqués afronta el reto de todo cuento de
inspiración histórica, en este caso, resumiendo en la mente del personaje la
concepción india del mundo, de los dioses y del hombre blanco que hay que
vencer, ahogándolo en el río, para destruir la creencia en su divinidad. En este
segundo libro aparecen Purificación en la Calle del Cristo y El Niño en el
8 Los dos últimos recogidos en el segando libro de Marqués En una ciudad llamada San
Juan, Segunda edición, Rio Piedras, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1970.
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9 Recogido en El cuento. Ed. cit. pp. 196-203. Comentado en El Arte del cuento en Puerto
Rico, pp. 198-202.
10 Ver el análisis de este cuento en El arte del cuento en Puerto Rico, ed. cit. pp. 265-266.
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valores tradicionales y los nuevos de esos cuentos, entre los cuales me pare-
ció muy contemporáneo en el sentido y la destreza narrativa, El Zepelín del
jorobado.
6. Luis Rafael Sánchez (1936) se incorpora por su excelencia a la pro-
moción del cuarenta aunque en realidad lo veo unido a los que empiezan a
llegar en la última década del sesenta, entre ellos, dos que lo hacen con méri-
tos que los señalan entre las producciones más recientes : Manuel Ramos
Otero y Magali García Ramis.
Luis Rafael Sánchez en sus cuentos — escribe también teatro — mues-
tra vivaz inteligencia en el uso de las técnicas actuales. Su obra puede juzgar-
se ya con fundamento al publicar el libro En cuerpo de camisa (1966) donde
no incluyó sus primeros intentos de estudiante.
El título, En cuerpo de camisa anuncia la manera libre, a veces en tono
lúdico, de estas creaciones pero no nos engañemos: no hay en estos cuentos
desarreglo ni descuido en Luis Rafael Sánchez. Sus personajes pueden apa-
recer en cuerpo de camisa y en sus asuntos, escoger temas en humildes,
oscuros niveles sociales, pero las palabras, la estructura, los recursos estilísti-
cos, están usados con intuitiva, muchas veces sabia propiedad.
Por la distorsión, y el tono por momentos humorístico La parentela se
aproxima al esperpento. Las entrelineas, sin embargo, revelan pobreza y ab-
surda superstición. Píramo y Tisbe se llaman en gracioso contraste los perso-
najes, sin morera y sin leona; Tisbe colando borras, Píramo, sueños, y ambos
atendiendo a revelaciones de la parentela — muertos que fueron sus parien-
tes — sobre las combinaciones del juego de los boliteros. De ahí esperan que
llegará la riqueza. La simetría de la conclusión mientras los dos se mecen en
sillones y sonríen hasta que dejan de mecerse, semeja una escena de teatro de
títeres con entrelineas de mutuo envenenamiento.
Nuestra revista Asomante y Cuadernos de París, premiaron al cuento
Memoria de un eclipse que me parece la más fina creación de En cuerpo
de camisa. Pero todo el libro está lleno de la problemática social puertorrique-
ña que es también universal: Que sabe a paraíso, cielo e infierno de los
adictos a drogas; La maroma, cuento picaresco que lejanamente recuerda la
picaresca española; Tiene la noche una raíz, cuento de prostituta de original
enfoque; La recién nacida sangre, notable en el doble efecto de narración
oral y poder sugeridor que en dos rasgos pinta un retrato: “Pepe Dolores tiene
ojos alicaídos y overol acribillado en Corea”.
7. Manuel Ramos Otero estudiaba en el Colegio de Ciencias Sociales de
la Universidad de Puerto Rico cuando su cuento, Concierto de metal para
un recuerdo fue premiado en el Certamen de Navidad del Ateneo Puertorri-
queño en 1967. En 1971 añadiendo el título “otras orgías de soledad” reunió
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con ese cuento los trece que forman el libro14. En él se describen con aire de
juego que termina en sarcasmo, las tensiones estudiantiles en las universida-
des de hoy al describir la nuestra.
Sospecho que Ramos Otero siente a veces “La fatiga en el pecho y la
nostalgia y la soledad, y mirar la realidad y sentir miedo” como su personaje
de Hollywood memorabilia. Sus cuentos se escriben con todos los recursos
técnicos de los cuentistas más complicados de ahora: se han nombrado ya a
Borges, Bioy Casares y Cortázar a este respecto. Este último debe ser el
primero, desde Bestiario hasta Armas secretas y Final del juego.
En La casa clausurada de Ramos Otero no hay ruidos de espectros
como en Casa tomada de Cortázar, sino la posibilidad de ellos. Este cuento y
Noches de asma que lo precede, me parecen los más bellos del libro. Noches
de asma por la insinuada protesta ante el destino de Amelia, servidora fiel,
dada por entero a una familia sin más interés personal o pasión que la melan-
colía frecuente del cine mexicano. El narrador, que recibió sus cuidados cuan-
do niño, siguió teniéndolos como hombre joven para poder decir de ella: “Lloro
porque Amelia tiene el alma herida como un sueño de ser una flor atada a la
tierra”.
Sorprende en Ramos Otero la actividad creadora, acompañada de una
cultura literaria, filosófica, musical, pictórica, rara a su edad y además una
conciencia lúcida del mundo contemporáneo: su vertinigosa expansión técnica
destructora de los sentimientos, provocadora de cambios acelerados que en-
vuelven las almas en antítesis confusas del ser y el hacer; del tiempo como
angustia porque “no es inmóvil y es largo como todo lo interminable y triste y
que se asemeja a la muerte de las cosas”.
Absurdas fantasías, ambigüedad moral, despedidas sin adiós, frustracio-
nes oscurecidas por el tedio; vidas “ prisioneras de su leyenda ”, ironía, sar-
casmo, y súbitos arranques líricos, son la sustancia de estos cuentos escritos
en un estilo paradójico, un vaivén de pensamiento que afirma para negar, con
predominio del monólogo.
En Piel mulada, por ejemplo, el narrador en algunos pasajes, se vuelve
directamente a su protagonista y va descubriendo su más honda intimidad,
hasta que Ofelia, la actriz se identifica en la misma muerte, con Ophelia, la de
Hamlet.
El tema del preso político encarcelado por participación en una revuelta
del partido nacionalista de Puerto Rico, se reanuda en La hora de Van Gogh.
El tema reaparece con matices diferentes. El cuento es un magnífico retrato
de un hombre abrupto, desmesurado en palabras y acciones, lector de Alian
14 San Juan, Puerto Rico, Editorial Cultural, 1971.
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La Cocina de la Escritura 1
Si Aristóteles hubiera guisado,
mucho más hubiera escrito.
Sor Juana
I
De Cómo Dejarse caer de la Sartén al Fuego
A lo largo del tiempo, las mujeres narradoras han escrito por múltiples
razones: Emily Brontë escribió para demostrar la naturaleza revolucionaria de
la pasión; Virginia Woolf para exorcizar su terror a la locura y a la muerte;
Joan Didion escribe para descubrir lo que piensa y cómo piensa; Clarisse
Lispector descubre en su escritura una razón para amar y ser amada. En mi
caso, escribir es una voluntad a la vez constructiva y destructiva; una posibi-
lidad de crecimiento y de cambio. Escribo para edificarme palabra a palabra;
para disipar mi terror a la inexistencia, como rostro humano que había. En
este sentido, la frase “lengua materna” ha cobrado para mí, en años recientes,
un significado especial. Este significado se le hizo evidente a un escritor judo
llamado Juan, hace casi dos mil años, cuando empezó su libro diciendo: “En el
principio fue el Verbo”. Como evangelista, Juan era ante todo escritor, y se
refería al verbo en un sentido literario, como principio creador, sean cuales
fuesen las interpretaciones que posteriormente le adjudicó la Teología a su
célebre frase. Este significado que Juan le reconoció al Verbo yo prefiero
atribuírselo a la lengua; más específicamente, a la palabra. El verbo-padre
puede ser transitivo o intransitivo, presente, pasado o futuro, pero la palabra-
madre nunca cambia, nunca muda de tiempo. Sabemos que si confiamos en
ella, nos tomará de la mano para que emprendamos nuestro propio camino.
En realidad, tengo mucho que agradecerle a la palabra. Es ella quien me
ha hecho posible una identidad propia, que no le debo a nadie sino a mi propio
1 http://www.biblioteca.org.ar/libros/1253.pdf
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
esfuerzo. Es por esto que tengo tanta confianza en ella, tanta o más que tuve
en mi madre natural. Cuando pienso que todo me falla, que la vida no es más
que un teatro absurdo sobre el viento armado, sé que la palabra siempre está
ahí dispuesta a devolverme la fe en mí misma y en el mundo. Esta necesidad
constructiva por la que escribo se encuentra íntimamente relacionada a mi
necesidad de amor: escribo para reinventarme y para reinventar el mundo,
para convencerme de que todo lo que amo es eterno.
Pero mi voluntad de escribir es también una voluntad destructiva, un in-
tento de aniquilarme y de aniquilar el mundo. La palabra, como la naturaleza
misma, es infinitamente sabia, y conoce cuándo debe asolar lo caduco y lo
corrompido para edificar la vida sobre cimientos nuevos. En la medida en la
que yo participo de la corrupción del mundo, revierto contra mí misma mi
propio instrumento. Escribo porque soy una disgustada de la realidad; porque
son, en el fondo, mis profundas decepciones las que han hecho brotar en mí la
necesidad de recrear la vida, de sustituirla por una realidad más compasiva y
habitable, por ese mundo y por esa persona utópicos que también llevo dentro.
Esta voluntad destructiva por la que escribo se encuentra directamente
relacionada a mi necesidad de odio y a mi necesidad de venganza; escribo
para vengarme de la realidad y de mí misma, para perpetuar lo que me hiere
tanto como lo que me seduce. Sólo las heridas, los agravios mas profundos (lo
que implica, después de todo, que amo apasionadamente el mundo) podrán
quizá engendrar en mi algún día toda la fuerza de la expresión humana.
Quisiera hablar ahora de esa voluntad constructiva y destructiva, en rela-
ción a mi obra. El día que me senté por fin frente a mi maquinilla con la
intención de escribir mi primer cuento, sabía ya por experiencia lo difícil que
era ganar acceso a esa habitación propia con pestillo en la puerta y a esas
metafóricas quinientas libras al año que me aseguraran mi independencia y mi
libertad. Me había divorciado y había sufrido muchas vicisitudes a causa del
amor, o de lo que entonces había creído que era el amor: el renunciamiento a
mi propio espacio intelectual y espiritual, en aras de la relación con el amado.
El empeño por llegar a ser la esposa perfecta fue quizá lo que me hizo volver-
me, en determinado momento, contra mí misma; a fuerza de tanto querer ser
como decían que debía ser, había dejado de existir, había renunciado a las
obligaciones privadas de mi alma.
Entre éstas, la más importante me había parecido siempre vivir intensa-
mente. No agradecía para nada la existencia protegida, exenta de todo peligro
pero también de responsabilidad, que hasta entonces había llevado en el seno
del hogar. Deseaba vivir: experimentar el conocimiento, el arte, la aventura, el
peligro, todo de primera mano y sin esperar a que me lo contaran. En realidad,
lo que quería era disipar mi miedo a la muerte. Todos le tenemos miedo a la
muerte, pero yo sentía por ella un terror especial, el terror de los que no han
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
conocido la vida. La vida nos desgarra, nos hace cómplices del gozo y del
terror, pero finalmente nos consuela, nos enseña a aceptar la muerte como su
fin necesario y natural. Pero verme obligada a enfrentar la muerte sin haber
conocido la vida, sin atravesar su aprendizaje, me parecía una crueldad imper-
donable. Era por eso, me decía, que los inocentes, los que mueren sin haber
vivido, sin tener que rendir cuentas por sus propios actos, todos van a parar al
Limbo. Me encontraba convencida de que el Paraíso era de los buenos y el
Infierno de los malos, de esos hombres que se habían ganado arduamente la
salvación o la condena, pero que en el Limbo sólo había mujeres y niños, que
ni siquiera sabíamos cómo habíamos llegado hasta allí.
El día de mi debut como escritora, permanecí largo rato sentada frente a
mi maquinilla, rumiando estos pensamientos. Escribir mi primer cuento signifi-
caba, inevitablemente, dar mi primer paso en dirección del Cielo o del Infier-
no, y aquella certidumbre me hacía vacilar entre un estado de euforia y de
depresión. Era casi como si me encontrara a punto de nacer, asomando tími-
damente la cabeza por las puertas del Limbo. Si la voz me suena falsa, me
dije, si la voluntad me falla, todos mis sacrificios habrían sido en vano. Habré
renunciado tontamente a esa protección que, no empece sus desventajas, me
proporcionaba el ser una buena esposa y ama de casa, y habré caído mereci-
damente de la sartén al fuego.
Virginia Woolf y Simone de Beauvoir eran para mí en aquellos tiempos
algo así como mis evangelistas de cabecera; quería que ellas me enseñaran a
escribir bien, o a lo menos a no escribir mal. Leía todo lo que habían escrito
como una persona sana que se toma todas las noches antes de acostarse
varias cucharadas de una pócima salutifera, que le imposibilitara morir de
toda aquella plaga de males de los cuales, según ellas, habían muerto la mayo-
ría de las escritoras que las habían precedido, y aun muchas de sus contempo-
ráneas. Tengo que reconocer que aquellas lecturas no hicieron mucho por
fortalecer mi aún recienacida y tierna identidad de escritora. El reflejo de mi
mano era todavía el de sostener pacientemente el sartén sobre el fuego, y no
el de blandir con agresividad la pluma a través de sus llamas, y tanto Simone
como Virginia, bien que reconociendo los logros que habían alcanzado hasta
entonces las escritoras, las criticaban bastante acerbamente. Simone opinaba
que las mujeres insistían con demasiada frecuencia en aquellos temas consi-
derados tradicionalmente femeninos, como por ejemplo la preocupación con
el amor, o la denuncia de una educación y de unas costumbres que habían
limitado irreparablemente su existencia. Justificados como estaban estos te-
mas, reducirse a ellos significaba que no se había internalizado adecuadamen-
te la capacidad para la libertad. “El arte, la literatura, la filosofía”, me decía
Simone, “son intentos de fundar el mundo sobre una nueva libertad humana: la
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
del creador individual, y para lograr esta ambición (la mujer) deberá antes que
nada asumir el estatus de un ser que posee la libertad”.
En su opinión, la mujer debería ser constructiva en su literatura, pero no
constructiva de realidades interiores sino de realidades exteriores, principal-
mente históricas y sociales. Para Simone la capacidad intuitiva, el contacto
con las fuerzas de lo irracional, la capacidad para la emoción, eran talentos
muy importantes, pero también en cierta forma eran talentos de segunda ca-
tegoría. El funcionamiento del mundo, el orden de los eventos políticos y so-
ciales que determinan el curso de nuestras vidas están en manos de quienes
toman sus decisiones a la luz del conocimiento y de la razón, me decía Simone,
y no de la intuición y de la emoción, y era de estos temas que la mujer debería
de ocuparse en adelante en su literatura.
Virginia Woolf, por otro lado, vivía obsesionada por una necesidad de
objetividad y de distancia que, en su opinión, se había dado muy pocas veces
en la escritura de las mujeres. De las escritoras del pasado, Virginia salvaba
sólo a Jane Austen y a Emily Brontë, porque sólo ellas habían logrado escribir,
como Shakespeare, “con todos los obstáculos quemados”. “Es funesto para
todo aquel que escribe pensar en su sexo, me decía Virginia, y es funesto para
una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abrogar, aun con justicia, una
causa, hablar, en fin, conscientemente como una mujer. En los libros de esas
escritoras que no logren librarse de la c6lera había deformaciones, desviacio-
nes. Escribirá alocadamente en lugar de escribir con sensatez. Hablará de sí
misma, en lugar de hablar de sus personajes. Está en guerra con su suerte.
¿Cómo podrá evitar morir joven, frustrada, contrariada?” Para Virginia, evi-
dentemente, la literatura femenina no debería de ser jamás destructiva o ira-
cunda, sino tan armoniosa y translúcida como la suya propia.
Había, pues, escogido mi tema: nada menos que el mundo; así como mi
estilo, nada menos que un lenguaje absolutamente neutro y, ecuánime, consa-
grado a hacer brotar la verosimilitud del tema, tal y como me lo habían acon-
sejado Simone y Virginia. Sólo faltaba ahora encontrar el cabo de mi hilo,
descubrir esa ventana personalísima, de entre las miles que dice Henry James
que tiene la ficción, por la cual lograría entrar en mi tema: la ventana de mi
anécdota. Pensé que lo mejor sería escoger una anécdota histórica; algo rela-
cionado, por ejemplo, a lo que significó para nuestra burguesía el cambio de
una sociedad agraria, basada en el monocultivo de la caña, a una sociedad
urbana o industrial; así como la pérdida de ciertos valores que aquel cambio
había conllevado a comienzos de siglo: el abandono de la tierra; el olvido de un
código de comportamiento patriarcal, basado en la explotación, pero también
a veces en ciertos principios de ética y de caridad cristiana sustituidos por un
nuevo código mercantil y utilitario que nos llegó del norte; el surgimiento de
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
una nueva clase profesional, con sede en los pueblos, que muy pronto despla-
zó a la antigua oligarquía cañera como clase dirigente.
Una anécdota basada en aquellas directrices me parecía excelente en
todos los sentidos: no había allí posibilidad alguna de que se me acusara de
construcciones ni de destrucciones inútiles, no había nada más alejado de los
latosos conflictos femeninos que un argumento como aquél. Escogido por fin
el contexto de mi trama, coloqué las manos sobre la maquinilla, dispuesta a
comenzar a escribir. Bajo mis dedos temblaban, prontas a saltar adelante, las
veintiséis letras del alfabeto latino, como las cuerdas de un poderoso instru-
mento. Pasó una hora, pasaron dos, pasaron tres, sin, que una sola idea cruza-
ra el horizonte pavorosamente límpido de mi mente. Había tantos datos, tantos
sucesos novelables en aquel momento de nuestro devenir histórico, que no
tenía la menor idea de por dónde debería empezar. Todo me parecía digno, no
ya de un cuento que indudablemente seria torpe y de principiante, sino de una
docena de novelas aún por escribir.
Decidí tener paciencia y no desesperar, pasarme toda la noche en vela si
fuere necesario. La madurez lo es todo, me dije, y aquí era, no debía olvidarlo,
mi primer cuento. Si me concentraba lo suficiente encontraría por fin el cabo
de mi anécdota. Comenzaba ya a amanecer, y el sol había teñido de púrpura la
ventana de mi estudio, cuando, rodeada de ceniceros que más bien parecían
depósitos de un crematorio de guerra, así como de tazas de café frío que
recordaban las almenas de una ciudad inútilmente sitiada, me quedé profun-
damente dormida sobre las teclas aún silenciosas de mi maquinilla. Aquella
Noche Triste me convenció de que jamás escribiría mi primer cuento. Afortu-
nadamente, la lección más compasiva que me ha enseñado la vida es que, no
importa los reveses a los que uno se ve obligado a enfrentarse, ella nos sigue
viviendo, y aquella derrota, después de todo nada tenía que ver con mi amor
por el cuento. Si no podía escribir un cuento, al menos podía escucharlos y en
la vida diaria he sido siempre ávida escucha de cuentos. Los cuentos orales,
los que me cuenta la gente en la calle, son siempre los que más me interesan,
y me maravilla el hecho de que quienes me los cuentan suelen estar ajenos a
que lo que me están contando es un cuento. Algo similar me sucedió, algunos
días más tarde, cuando me invitaron a almorzar en casa de mi tía.
Sentada a la cabecera de la mesa, mientras dejaba caer en su taza de té
una lenta cucharada de miel, escuché a mi tía comenzar a contar un cuento.
La historia había tomado lugar en una lejana hacienda de caña, a comienzos
de siglo, dijo, y su heroína era una parienta lejana suya que confeccionaba
muñecas rellenas de aquel líquido. La extraña señora había sido víctima de su
marido, un tarambana y borrachín que había dilapidado irremediablemente su
fortuna, para luego echarla de la casa y amancebarse con otra. La familia de
mi tía respetando las costumbres de entonces, le había ofrecido techo y sus-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
tento, a pesar de que para aquellos tiempos la hacienda de caña en que vivían
se encontraba al borde de la ruina. Había sido para corresponder a aquella
generosidad que se había dedicado a confeccionarle a las hijas de la familia
muñecas rellenas de miel.
Poco después de su llegada a la hacienda, la parienta, que aún era joven
y hermosa, había desarrollado un extraño padecimiento: la pierna derecha
había comenzado a hinchárselo sin motivo evidente, y sus familiares decidie-
ron mandar a buscar al médico del pueblo cercano para que la examinara. El
médico, un joven sin escrúpulos, recién graduado de una universidad extranje-
ra, enamoró primero a la joven, y diagnosticó luego falsamente que su mal era
incurable. Aplicándole emplastos de curandero, la condenó a vivir inválida en
un sillón, mientras la despojaba sin compasión del poco dinero que la desgra-
ciada había logrado salvar de su matrimonio. El comportamiento del médico
me pareció, por supuesto, deleznable, pero lo que más me conmovió de aque-
lla historia no fue su canallada, sino la resignación absoluta con la cual, en
nombre del amor, aquella mujer se había dejado explotar durante veinte años.
No voy a repetir aquí el resto de la historia que me hizo mi tía aquella
tarde, porque se encuentra recogida en “La muñeca menor”, mi primer cuen-
to. Claro, que no lo conté con las mismas palabras con las que me lo relató
ella, ni repitiendo su ingenuo panegírico de un mundo afortunadamente des-
aparecido, en que los jornaleros de la caña morían de inanición mientras las
hijas de los hacendados jugaban con muñecas rellenas de miel. Pero aquella
historia escuchada a grandes rasgos, cumplía con los requisitos que me había
impuesto: trataba de la ruina de una clase y de su sustitución por otra, de la
metamorfosis de un sistema de valores basados en el concepto de la familia,
por unos intereses de lucro y aprovechamiento personales, resultado de una
visión del mundo inescrupulosa y utilitaria.
Encendida la mecha, aquella misma tarde me encerré en mi estudio y no
me detuve hasta que aquella chispa que bailaba frente a mis ojos se detuvo
justo en el corazón de lo que quería decir. Terminado mi cuento, me recliné
sobre la silla para leerlo completo, segura de haber escrito un relato sobre un
tema objetivo, absolutamente depurado de conflictos femeninos y de alcance
trascendental, cuando me di cuenta de que todos mis cuidados habían sido en
vano. Aquella parienta extraña, víctima de un amor que la había sometido dos
veces a la explotación del amado, se había quedado con mi cuento, reinaba en
él como una vestal trágica e implacable. Mi tema, bien que encuadrado en el
contexto histórico y sociopolítico que me había propuesto, seguía siendo el
amor, la queja, y ¡ay! era necesario reconocerlo, hasta la venganza. La ima-
gen de aquella mujer, balconeándose años enteros frente al cañaveral con el
corazón roto, me había tocado en lo más profundo. Era ella quien me había
abierto por fin la ventana, antes tan herméticamente cerrada, de mi cuento.
239
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
II
De Cómo Salvar Algunas Cosas En Medio Del Fuego
He contado aquí cómo fue que escribí mi primer cuento, y quisiera ahora
describir cuáles son las satisfacciones que descubro hoy en ese quehacer
cuya iniciación me fue, en un momento dado, tan dolorosa. La literatura es un
arte contradictorio, quizá el más contradictorio que existe: por un lado es el
resultado de una entrega absoluta de la energía, de la inteligencia, pero sobre
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
todo de la voluntad, a la tarea creativa, y por otro lado tiene muy poco que ver
con la voluntad, porque el escritor nunca escoge sus temas, sino que sus
temas lo escogen a él. Es entre estos dos polos o antípodas que se fecunda la
obra literaria, y en ellos tienen también su origen las satisfacciones del escri-
tor. En mi caso, éstas consisten de una voluntad de hacerme útil y de una
voluntad de gozo.
La primera (relaciona a mis temas, a mi intento de sustituir el mundo en
que vivo por ese mundo utópico que pienso) es una voluntad curiosa porque es
una voluntad a posteriori. La voluntad de hacerme útil, tanto en cuanto al
dilema femenino, como en cuanto a los problemas políticos y sociales que
también me atañen, me es absolutamente ajena cuando empiezo a escribir un
cuento, no obstante la claridad con que la percibo una vez terminada mi obra.
Tan imposible me resulta proponerme ser útil a tal o cuál causa, antes de
comenzar a escribir, como me resulta declarar mi adhesión a tal o cual credo
religioso, político o social. Pero el lenguaje creador es como la creciente pode-
rosa de un río, cuyas mareas laterales atrapan las lealtades y las convicciones,
y el escritor se ve siempre arrastrado por su verdad.
Es ineludible que mi visión del mundo tenga mucho que ver con la des-
igualdad que sufre todavía la mujer en nuestra edad moderna. Uno de los
problemas que más me preocupa sigue siendo la incapacidad que ha demos-
trado la sociedad para resolver eficazmente su dilema, los obstáculos que
continúa oponiéndole en su lucha por lograrse a sí misma, tanto en su vida
privada como en su vida pública. Quisiera tocar aquí someramente, entre la
enorme gama de tópicos posibles relacionados a este tema, el asunto de la
obscenidad en la literatura femenina.
Hace algunos meses, en la ocasión de un banquete en conmemoración
del centenario de Juan Ramón Jiménez, se me acercó un célebre crítico, de
cabellera ya plateada por los años, para hablarme, frente a un grupo nutrido
de personas, sobre mis libros. Con una sonrisa maliciosa, y guiñándome un ojo
que pretendía ser cómplice, me preguntó, en un tono titilante y cargado de
insinuación, si era cierto que yo escribía cuentos pornográficos y que, de ser
así, se los enviara, porque quería leerlos. Confieso que en aquel momento no
tuve, quizá por excesiva consideración a unas canas que a distancia se me
antojan verdes, el valor de mentarle respetuosamente a su padre, pero el
suceso me afectó profundamente. Regresé a mi casa deprimida, temerosa de
que se hubiese corrido el rumor, entre críticos insignes, de que mis escritos no
eran otra cosa que una transcripción más o menos artística de la Historia
de 0.
Por supuesto que no le envié al egregio crítico mis libros, pero pasada la
primera impresión desagradable, me dije que aquel asunto de la obscenidad en
241
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Entrar aquí a fondo en este tema, con todas sus implicaciones sociológi-
cas (y aún políticas), resultaría imposible y mi propósito al abordarlo no fue
sino dar un ejemplo de esa voluntad de hacerme útil como escritora, de la cual
me doy cuenta siempre a posteriori. Cuando el insigne crítico me abordó en
aquel banquete señalando mi fama como militante de la literatura pornográfi-
ca, nunca me había preguntado cuál era la meta que me proponía al emplear
un lenguaje obsceno en mis cuentos. Al darme cuenta de la persistencia con
que la crítica femenina contemporánea circunvalaba el escabroso tema, mi
intención se me hizo clara: mi propósito había sido precisamente el de volver
esa arma, la del insulto sexualmente humillante, y bochornoso, blandida duran-
te tantos siglos contra nosotras, contra esa misma sociedad, contra sus prejui-
cios ya caducos e inaceptables.
Si la obscenidad había sido tradicionalmente empleada para degradar y
humillar a la mujer, me dije, ésta debería de ser doblemente efectiva para
redimirla. Si en mi cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, o en
“De tu lado al Paraíso”, por ejemplo, el lenguaje obsceno ha servido para que
una sola persona se conmueva ante la injusticia que implica la exploración
sexual de la mujer, no me importa que me consideren una escritora pornográ-
fica. Me siento satisfecha porque habré cumplido cabalmente con mi voluntad
de hacerme útil.
Pero mi voluntad de hacerme útil así como mi voluntad constructiva y
destructiva, no son sino las dos caras de una misma moneda: ambas se en-
cuentran inseparablemente unidas por una tercera necesidad, que conforma
la pestaña resplandeciente de su borde: mi voluntad de gozo. Escribir es para
mi un conocimiento corporal, la prueba irrefutable de que mi forma humana
(individual y colectiva) existe y a la vez un conocimiento intelectual, el descu-
brimiento de una forma que me precede. Es sólo a través del gozo que logra-
mos dejar cifrado, en el testimonio de lo particular, la experiencia de lo gene-
ral, el testimonio de nuestra historia y de nuestro tiempo. Y a ese cuerpo del
texto, como bien sabía Neruda (para quien no existían las palabras púdicas ni
las impúdicas, las palabras obscenas, ni las gazmoñas, sino las palabras ama-
das) sólo puede dárselo forma a través del gozo, disolviendo la piel que separa
la palabra “piel” de la piel del cuerpo.
Esta condición álgida, ese gozo encandilado que se establece entre el
escritor (o la escritora) y la palabra, no se logra jamás al primer intento. El
deseo está ahí, pero el gozo es esquivo y nos elude, se nos escurre adherido a
los vellos de la palabra, se cuela por entre sus intersticios, se cierra a veces,
como el mori vivi, al menor contacto. Pero si al principio la palabra se muestra
fría, indiferente, ausente a los requerimientos del escritor, situación que inevi-
tablemente lo sume en la desesperación más negra, a fuerza de tajarla y
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
III
De cómo alimentar el fuego
Quisiera ahora hablar un poco de ese combustible misterioso que alimen-
ta toda literatura: el combustible de la imaginación. Me interesa este tema por
dos razones: por el curioso escepticismo que a menudo descubro, entre el
público en general, en cuanto a la existencia de la imaginación; y por la impor-
tancia que suele dárselo, entre legos y profesionales de la literatura, a la expe-
riencia autobiográfica del escritor. Una de las preguntas que más a menudo
me han hecho, tanto extraños como amigos, es cómo pude escribir sobre
Isabel la Negra, una famosa ramera de Ponce (el pueblo del cual soy oriunda)
sin haberla conocido nunca. La pregunta me resulta siempre sorprendente,
porque implica una dificultad bastante generalizada para establecer unos lími-
tes entre la realidad imaginada y la realidad vivencial, o quizá esta dificultad
no sea sino la de comprender cuál es la naturaleza intrínseca de la literatura.
A mí jamás se me hubiese ocurrido, por ejemplo, preguntarle a Mary Shelley
244
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
si, en sus pageos por los bucólicos senderos que rodean el lago de Ginebra, se
había topado alguna vez con un monstruo muerto-vivo de diez pies de altura,
pero quizá esto se debió a que, cuando leí por primera vez a Frankenstein, yo
era sólo una niña, y Mary Shelley llevaba ya muerta más de cien años. Al
principio pensé que aquella pregunta ingenua era comprensible en nuestra
isla, en un público poco acostumbrado a leer ficción, pero cuando varios críti-
cos me preguntaron si había llegado a conocer personalmente a Isabel la
Negra, o si alguna vez había visitado su prostíbulo (sugerencia que inevitable-
mente me hacía sonrojar con violencia), me dije que la dificultad para recono-
cer la existencia de la imaginación era un mal de mayor alcance.
Siempre me había parecido que la crítica contemporánea le daba dema-
siada importancia al estudio de la vida de los escritores, pero aquella insisten-
cia en la naturaleza impúdicamente autobiográfica de mis relatos me confirmó
en mis temores. La importancia que han cobrado hoy los estudios biográficos
parece basarse en la premisa de que la vida de los escritores hace de alguna
manera más comprensible sus obras, cuando en realidad es a la inversa. La
obra del escritor, una vez terminada, adquiere una independencia absoluta de
su creador, y sólo puede relacionarse con él en la medida en que le da un
sentido profundo o superficial a su vida. Pero este tipo de exégesis de la obra
literaria, bastante común hoy en los estudios de la literatura masculina, lo es
mucho más en los estudios sobre la literatura femenina. Los tomos que se han
publicado recientemente sobre la vida de las Brontë por ejemplo, o sobre la
vida de Virginia Woolf, exceden sin duda los tomos de las novelas de éstas.
Tengo la solapada sospecha de que este interés en los datos biográficos de las
escritoras tiene su origen en el convencimiento de que las mujeres son más
incapaces de la imaginación que los hombres, y de que sus obras ejercen por
lo tanto un pillaje más inescrupuloso de la realidad que la de sus compañeros
artistas.
La dificultad para reconocer la existencia de la imaginación tiene en el
fondo un origen social. La imaginación implica juego, irreverencia ante lo
establecido, el atreverse a inventar un posible orden, superior al existente, y
sin éste juego la literatura no existe. Es por esto que la imaginación (como la
obra literaria) es siempre subversiva. Como Octavio Paz, creo que existe algo
terriblemente soez en la mente moderna, que tolera “toda suerte de mentiras
indignas en la vida real, y toda suerte de realidades indignas”, pero no soporta
la existencia de la fábula. Esto se refleja en la manera en que la literatura es
enseñada en nuestras universidades. Existe hoy, como ha existido siempre, un
acercamiento principalmente analítico al quehacer literario. En nuestros cen-
tros docentes se analiza de mil maneras la obra escrita: según las reglas del
estructuralismo, de la sociología, de la estilística, semiótica y de muchas es-
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
IV
De cómo lograr la verdadera sabiduría de los guisos
Quisiera ahora tocar directamente el tema al cual le he estado dando
vueltas y más vueltas al fondo de mi cacerola desde el comienzo de este
ensayo. El tema es hoy sin duda un tema borbolleante y candente, razón por la
cual todavía no me había atrevido a ponerlo ante ustedes sobre la mesa. ¿Existe,
al fin y al cabo, una escritura femenina? ¿Existe una literatura de mujeres.
radicalmente diferente a la de los hombres? ¿Y si existe, ha de ser ésta apa-
sionada e intuitiva, fundamentada sobre las sensaciones y los sentimientos,
como quería Virginia, o racional y analítica, inspirada en el conocimiento histó-
rico social y político, como quería Simone? Las escritoras de hoy, ¿hemos de
ser defensoras de los valores femeninos en el sentido tradicional del término,
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Globalización y comunicación
Para Néstor García Canclini, en su libro La globalización imaginada
(1999), la globalización no es un objeto de estudio claramente delimitado, ni un
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
nostálgico de los años cuando se soñaba con las utopías de los trabajadores.
Como nadie sensato cree posible regresar a esos tiempos, se concluye que el
capitalismo es el único modelo posible para la interacción entre los hombres, y
la globalización su etapa superior inevitable. Parecería que para no sentirse
fuera de onda, marginadas de la corriente globalizadora, “in” como dirían mis
estudiantes, o estar en todo o estar en nada, asumiríamos la globalización
como la panacea, la utopía, en que todos seríamos iguales, homogéneos. Zires
apunta que “resulta falsa la oposición entre la homogeneización y la heteroge-
neización cultural, recurrente en los estudios culturales en América Latina y
más bien conviene estudiar la manera como ambas tendencias coexisten, se
entrecruzan y confluyen”. Es decir, que una tendencia ve en la globalización
la esperanza del futuro, otra vez un callejón sin salida; una tendencia ve la
homegeneización entre las sociedades, la gente del mundo, otra vez la hetero-
geneización, cada quien diferente, cada país a lo suyo. Podríamos identificar
por un lado los esfuerzos por organizar y plasmar tratados regionales como el
Mercosur, la Unión Europea, los Tigres de Asia, al mismo tiempo que se anida
la sospecha de unos contra otros... Por qué Estados Unidos apoya el tratado
con México, ¿para eliminar el Mercosur? ¿Competirá Europa con los países
asiáticos, a qué grupo se unirá Estados Unidos? Y mientras unos apoyan la
ONU y la OTAN, otros sospechan de su buena fe globalizadora...
En la preparación de esta ponencia casi sin darme cuenta comencé a
observar notas de prensa, escuchar reportajes y verlos, también anuncios
publicitarios, la palabra y el concepto de globalidad surgía a cada minuto... “A
global minute” de CNN, “Global fight against AIDs” decía un titular de t.v. El
mensaje que se envía es el siguiente: no hace falta que te muevas de tu casa,
de tu barrio, de tu ciudad, de tu país, es decir de tu lugar común, para estar
conectada al mundo, al globo terráqueo...
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
este texto que recoge información relevante sobre la condición de las mujeres
en unos 70 países, que atraviesan todos los continentes y las regiones del
mundo.
Así las mujeres acuñábamos el concepto de que la hermandad y la soli-
daridad femenina y feminista es global desde siempre, y que desde siempre
reconoce los rasgos diferentes locales, nacionales y regionales de las mujeres,
así como su individualidad personal, y sus preferencias divergentes aún entre
los feminismos, algo que nos costó trabajo aceptar a muchas. En el ensayo
introductorio al libro, titulado “Planetary Feminism: the politics of the 21st.
Century”, Morgan apunta luego de describir que supuestamente el mundo en
el 1984 sería orwelliano, lo siguiente: “Pero hay un factor que ni Orwell ni Big
Brother anticiparon y tampoco se prepararon para combatirlo: las mujeres
como una fuerza política mundial”. Añade Morgan, que el ignorado y tal vez el
factor más importante del poder de las mujeres como fuerza política mundial
es la magnitud de su sufrimiento combinado con la enorme población femeni-
na: las mujeres constituyen no una minoría oprimida, sino una mayoría -de casi
todas las poblaciones nacionales y de toda la especie humana...- El grupo de
mujeres que colaboró en la antología “Sisterhood is global” casi conforma una
representación de nuestra hipótesis. Las autoras son periodistas, organizado-
ras feministas, parlamentarias, novelistas, científicas, guerrilleras, académi-
cas, poetas, ex jefas de estado, portavoces de grupos comunitarios, diplomáti-
cas y teóricas. Su ideología política va desde el feminismo radical, pasando
por el feminismo socialista hasta las reformistas moderadas. Un verdadero
mosaico de mujeres.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
movimiento de mujeres, a los feminismos; repito que creo que nos hemos
insertado en la globalización de una manera subversiva. Hemos subvertido
nuestro lugar: el hogar. Es decir, que para nosotras las mujeres el hogar es el
lugar común del que hablan los teóricos, puesto que hay una relación de intimi-
dad de la mujer con su casa, con su hogar, que es a la vez local y global.
Unidas a través de la historia de la humanidad, las mujeres y sus casas, sus
hogares, han tenido tanto relaciones conflictivas como armoniosas. Por siglos
condenadas a su interior, a la esfera de lo privado, las mujeres se desenvolvie-
ron cuidando casas diseñadas las más de las veces para satisfacer las necesi-
dades de los otros. Más el hogar ha sido para la mujer, por un lado, su refugio
y el ámbito doméstico, su esfera de poder, y por el otro, su clausura, el lugar
que puede ser centro de torturas como la privación de la libertad, el incesto, la
violación, el maltrato conyugal, la opresión general en todos los ámbitos de su
ser: físico, psicológico, emocional y económico. Entiendo que las mujeres sub-
vertimos el sentido del lugar para hacerlo público y global. Uno de los slogans
más famosos de los feminismos latinoamericanos es “lo personal es político”,
pues creo que esto es lo que hemos hecho con nuestro lugar , trastocamos su
sentido, haciendo de lo personal lo político, del mundo privado, el mundo públi-
co. Proyectamos hacia afuera del hogar/lugar nuestros sueños, nuestros de-
seos, nuestras inquietudes, nuestras opiniones y nuestros problemas. Y hemos
ido más allá, hemos apropiado nuestro propio cuerpo, para convertirlo al igual
que el hogar/lugar en un espacio nuevo y diferente. De hecho nuestras escri-
toras latinoamericanas han contribuido a problematizar y a globalizar nuestro
lugar común en su obra. Basta mencionar una muestra: las mexicanas Laura
Esquivel (La Ley del Amor) y Sara Sefchovich (La Señora de los Sueños), la
peruana Mariella Sala (La Casa Invisible), la chilena Isabel Allende (La Casa
de los Espíritus), la nicaragüense Gioconda Belli (La mujer habitada) y la
puertorriqueña Rosario Ferré (La Casa de la Laguna) entrelazan las historias
de las mujeres con las de sus casas, su lugar en el mundo. Las mujeres reivin-
dican la casa, para convertirla en la esfera de sus sueños, en la materia de sus
vidas. Las protagonistas viven combinando lo interior y lo exterior, se eliminan
las fronteras de lo público y lo privado (Valle, 1997).
Tal como hemos estado hablando sobre la globalización, esta inserción de
las mujeres en ese espectro tiene sus aspectos de homogeneización y hetero-
geneización conviviendo, concluyendo, mediando. Vemos como muchos me-
dios sensibles, y por supuesto periodistas concientes, proyectan esa transfor-
mación del lugar común de las mujeres como uno positivo, esencial al Siglo 21.
Leyes que tipifican la violencia contra la mujer y permiten que el Estado y la
sociedad entren al hogar/lugar de las mujeres y expongan su interioridad, su
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
oscuro de los medios, confluyen en nuestro mundo aquellos medios y/o comu-
nicadores y comunicadoras que atrasan el desarrollo de una comunicación no
sexista. Pero también es cierto que la gota que va oradando la piedra, con el
tiempo, labra un espacio propio. Entiendo que hemos hecho mucho las perio-
distas feministas desde hace casi dos siglos. (Todavía recuerdo mis incursio-
nes en el mundo de los y las mayores en la Sociedad de Mujeres Periodistas
de Puerto Rico y en el sindicato de periodistas, UPAGRA.)
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
1 https://telos.fundaciontelefonica.com/telos/articulocuaderno.asp@idarticulo=6&rev=
70.htm
2 Arjun Appadurai: La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la
globalización, Montevideo, Ediciones Trilce, 2001;págs. 26-41.
3 Néstor García Canclini: La globalización imaginada, México D. F., Paidós, 2000; pág. 47
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
4 Arcadio Díaz Quiñones: La memoria rota, San Juan, Ediciones Huracán, 1993.
5 Silvia Álvarez Curbelo: “Comunicaciones híbridas”, Diálogo, San Juan, febrero de 2001.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
J-Lo
Ahora bien, los mapas y perfiles de la migración han sufrido profundas
modificaciones desde el romantizado entre siglos XIX-XX (los migrantes atis-
bando desde los barcos la Estatua de la Libertad) o incluso desde los tiempos
6 Frances Aparicio plantea, desde teorías de lo poscolonial, la intensa racialización de la
que es objeto el Desfile Puertorriqueño por parte de los medios (televisión, prensa
escrita y electrónica, radio). Véase Frances Aparicio: “The Puerto Rican Parade Racialized:
Representations of Puerto Ricans in the United States”, Ponencia presentada en el
Simposio None of the Above: Puerto Rican Politics and Culture in the New Millenium,
Rutgers University, Abril 10-12, 2001.
7 Aparicio monta su argumentación en la noción de alegoría maniquea, que caracteriza al
mundo dividido en opuestos mutuamente excluyentes, y en la designación de turba
hecha tanto por los medios que cubrieron los incidentes como por los que elaboraron su
ficcionalización.
8 Los sonados casos de brutalidad policiaca que sacudieron Nueva York a fines del siglo
XX (Abner Louima, Amadou Diallo) se explican en gran medida por la carta franca a la
xenofobia autorizada por la administración del alcalde Rudolf Giuliani. Kimberly Hohman:
“Short Take: More NYPD Blues”. Obtenido el 2 de marzo de 2001 de http://relations.
aboutcom/newsissues/racerelations/htm.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
1 https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2098480.pdf
2 Femenina Faber, Letras, música, ley, Ediciones Callejón, San Juan: 2004.
3 El fin del reino de lo propio. Ensayos de antropología cultural. Siglo Veintiuno editores,
col. Pensamiento caribeño, Coyoacán: 2004.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
4 Irma Rivera Nieves. Cambio de cielo. Viaje, sujeto y ley, Editorial Postdata, San Juan:
1999.
5 Vanessa Vilches Norast. De(s) madres o el rastro materno en las escrituras del Yo,
Editorial Cuarto Propio, Chile: 2003.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
6 Sor Juana Inés de la Cruz. “Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la
Cruz”, en Obras selectas, editorial Vosgos, Barcelona: 1975.
7 Entre l’escriture, Éditions des femmes, Paris: 1986. Los ensayos recogidos en esta
colección datan de los setenta. La venue à l écriture (1976).
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Puerto Rico por sus ejes temáticos. Una de las novedades de la ensayística de
esta última década es que ha diversificado su temario. Si, por un lado, una
parte de su producción se ha dedicado a desmontar los discursos de la nación
y de la identidad 8 -prolongando esa tradición discursiva aunque sea de forma
negativa–, por otro, se han multiplicado los sujetos y complicado los espacios
de la enunciación. Al lado de esa prosa, a veces no muy lejos de ella, la crítica
literaria. Me parece, esto se abre a discusión, que la ensayística sigue muy
apegada aunque sea por negación a la problemática nacional, aunque sus
retóricas y estrategias sean otras. Y me atrevo a decir que es el lugar de un
sujeto masculino cuyo destinatario es una nación, aunque sea postmortem.
Me parece que hay una línea divisoria: el ensayo que se escribe desde la
literatura, que toma la literatura como su pretexto y texto, tiene interlocutores
más híbridos y voces más ambiguas. Eso es lo que creo que los trabajos que
voy a recorre aquí innovan. Ellas no hablan desde ahí. Su destinatario ya no es
“esa historia”. Aunque ellas no son las únicas, pues este “entre” no es un
propio de las mujeres.
Como decía, me sirvo aquí de la palabra ensayo en su doble acepción
tanto de género literario como de ensayo en el sentido de “probar, de recono-
cer una cosa antes de usarla”, como uno se prueba un vestido o un lápiz de
labio, pienso en María I. Quiñones. Volveré a una escena de este libro que
considero “ominosa” en tanto y en cuanto provoca una disfunción del sujeto
de la enunciación, lo transforma en personaje en un texto de antropología. Se
produce un extrañamiento con respecto a la disciplina antropológica y familia-
ridad con la ficción. Estos ensayos tienen la particularidad de ensayar algo, de
estrenar algo. Tanto Aurea María Sotomayor como María I. Quiñones ensa-
yan sus voces en escritura y se ensayan desde otros lugares del decir. Ningu-
na de las dos deja de lado la cuestión de la diferencia sexual, pero ésta tampo-
co se propone como una categoría excluyente. En verdad. Ellas no se dejan
coger o fijar un lugar. Aunque hablan como mujeres –femina faber, anuncia
desde su título el texto de Aurea María Sotomayor– y se toman como punto
de partida algunos de los lugares comunes del feminismo, esos sujetos no
enuncian ni verdades ni principios desde la transparencia de un saber. Es más,
es la afirmación de esa fragilidad, ese no poder decir, o ese buscar cómo decir
y desde dónde decirlo que caracteriza estos textos.
Desde luego, juego un juego, me fío de una categoría cuestionable, el
sexo biológico del autor con el propósito de constituir este corpus. Sí, es una
8 Ha sido necesario ese enorme desmonte del nacionalismo. Ver Nación Postmortem de
Carlos Pabón, ediciones Callejón, San Juan: 2002 y La ansiedad de ser puertorriqueño:
etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida de Arturo Torrecilla, ediciones
Vértigo, San Juan: 2004.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
astucia, como una medusa que levanta su cabeza y se ríe, y me importa aquí
la risa, ese estado del alma. Juego y me río. “On va vous montrer nos sexes”,
decía un texto francés de los ochenta, osadamente mostrando un lugar entre
otros, el de la castración. Otro personaje mitológico, Baûbo se habría levanta-
do la falda para enseñar su sexo y también, al hacerlo, se ríe. Sí, a manera de
astucia me sirvo de esa categoría “mujer”, pero la uso como lo que ella misma
sugiere, una suerte de máscara que anuncia una escena de seducción, es
decir, un simulacro. Estoy en una escena de lectura y me dejo seducir por
esas mujeres que sutilmente se levantan la falda, no demasiado, no se trata ya
de escandalizar, pero sí, de inscribir una capacidad de acoger a los otros en los
espacios de la escritura. Me interesa insistir en las diferencias, y la sexual es
una de ellas. Recordemos que la biología no determina nada seguro, sino que
es desde ya una impronta, una marca de escritura que toda una vida no bas-
tará para descifrar… la biología ya es escritura, por lo tanto ya experiencia
del cuerpo y de la sexualidad como texto.
Ninguna de las escritoras que me apresto a comentar es asimilable. Las
voces en la escritura desdibujan rostros, figuras e identificaciones singulares
en cada caso. La diferencia sexual no es negada, más bien ya asumida. Ellas
se escriben desde otro lugar. Ese “otro lugar” que reclamaba Marta Traba en
Hipótesis de una escritura diferente 9 con el propósito de distanciarse de la
polémica que suscitó el manifiesto a favor de una “escritura femenina” de
Hélène Cixous. Imposible, decía Cixous, de definir tal cosa, imposible decía
Marta Traba, pero quizá podíamos tratar de escribir desde otro lugar. Pues
bien, me parece que los textos que me ocupan hoy ya hablan desde otro lugar,
y ensayan otros géneros dentro del género. Textos que producen su propia ley
de género. ¿Cuál es esa ley? Según Derrida en “La loi du genre” –lectura de
un texto de Blanchot–, la única ley de género es que no hay una ley o que todo
género produce al instante la ley de su género. Imposible de definir un noso-
tros como no sea produciendo las condiciones de posibilidad en que se pueda
articular un punto entre un yo y un nosotros. Ésta es la manera en que la
deconstrucción anunciaba e inscribía el problema de la singularidad de un
cuerpo y de la firma de un autor. Sin embargo, en algunas lecturas se mira en
dirección de la “mujer”. Así, en La folie du jour de Blanchot, la categoría
mujer es probada como posibilidad:
Les hommes voudraient échapper à la mort. […]
J’ai pourtant rencontré des êtres qui n’ont jamais dit à la vie,
tais-toi, et jamais à la mort, va-t-’en. Presque toujours des
9 Marta Traba. “Hipótesis de una escritura diferente”, en La sartén por el mango, Ediciones
huracán, Río Piedras: 1984.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
10 Jacques Derrida. “La loi du genre”, en Parages, editorial Galileé, Paris: 1986.
11 “he asked me would I yes to say yes my mountain flower and first I put my arms around
him yes and drew him down to me so he could feel my breasts all perfume yes…” (p.
125)
(Tomado de Jacques Derrida, Ulises Gramófono: el oui-dire de Joyce).
12 Jacques Derrida. “Chorégrafhies”. En Points de suspension, editorial Galilée, Paris:
1992. Ver artículo que Anne E. Berger le dedica a esta frase: “Sexing Differances” en A
Jorunal of Feminist Cultural Studies, Brown University, 16:3.
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gía caribeña”, pero no es libro sin esa memoria. Lo que pasa es que ninguna
de esas tres figuras –Caribe, mujer, antropología– significan lo mismo. No son
reconocibles a partir de un concepto de herencia convencional. María I. Qui-
ñones lleva a la antropología a pasear a lugares que ella no había frecuentado.
La hibridez consiste en combinar una escritura más cercana al relato de viaje
novelesco, con intervenciones de la autora –que ya no quiere ser antropóloga,
que deja de serlo, se borra– con un bagaje teórico.
No se trata por tanto ni de no apelar a la memoria de la cultura, a la
herencia y a sus figuras desde los lugares comunes de la retórica que son el
“Caribe”, “la mujer”, pero no se promete redención de ningún tipo, y más que
destinatarios, estas metáforas de identidad son un punto de partida, de anclaje
para lanzarse hacia la escritura. En cuanto a las disciplinas, El fin del reino
de lo propio diversifica sus estrategias y los modos del relato mientras que en
Femina faber en la voz en escritura se confunden la poesía y el derecho. Hay
en Aurea María Sotomayor una interrogación constante sobre las estructuras
de la ley. Las innumerables figuras que constituyen este corpus de lectura
comparecen de una forma o de otra ante el fracaso de la justicia. Hay un grito
de justicia que recorre sus ensayos. La lectora de ese libro comienza a leer
instalando el escenario de una denuncia y su posible acto de justicia.
¿A quién le escriben ellas? ¿A quién ellas le dan el sí? ¿Cuáles son los
destinatarios de esa prosa híbrida para los cuales ellas deciden escribirse y
autorretratarse? ¿Cómo el sujeto de la enunciación se implica en el objeto
mirado o se deja mirar ocupando entonces el lugar del sujeto pasivo? La carta
como estructura me ha sido sugerida por el ensayo que Aurea María Sotoma-
yor le dedica a Sor Juana Inés de la Cruz: La réplica a las voces de los
padres, una lectura de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691) que es
“la réplica de Sor Juana a una “incitación al discurso” proveniente del […]
confesor […] Manuel Fernández de Santa Cruz, el obispo de puebla” (p. 35).
Como sabemos el confesor toma un pseudónimo, Filotea, para provocar la
respuesta de Sor Juana. Sor Juana Inés acalla escribiendo y hace alarde de su
no saber escribiendo. Son éstas las tretas del débil que Josefina Ludmer des-
cribe en su ensayo13. En segundo lugar, me propongo describir la estructura
del espejo que no es extraña al juego novedoso de estos textos. Este artefacto
en medio de un discurso antropológico interrumpe la narración y como en
Alicia in wonderland pasamos, sino del otro lado del espejo, al menos nos
revela el rostro de la que escribe. De suerte que, al hacer el retrato de los
13 Josefna Ludmer. “Tretas del débil”. En La sartén por el mango, Ediciones huracán, Río
Piedras: 1984.
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padres tiene otro sabor y más de un sexo, diría yo. Se jugaría aquí el arte de
bien citar, de bien hacer injertos del otro en uno. Esta carta apela toda una
teoría sobre el injerto, la greffe, como técnica que me permite “monstruosa-
mente” añadir pedazos de otro cuerpo al mío. El cuerpo de la carta de Sor
Juana sería a mi manera de ver hasta cierto punto masculino. Es decir que, si
por un lado Sor Juana desenmascara, ella a su vez juega a ponerse diversos
vestidos –voces masculinas– de suerte que ella le devuelve los textos sacros,
que ella sabe leer e interpretar, a la institución, irreconocibles. ¿A qué sexo
pertenece una mujer sabia en el siglo XVII en un convento? Así leo y continúo
yo la lectura de Aurea María Sotomayor. Todo se va a jugar entre los injertos
de las citas, la interpretación de las mismas, es decir, lo que uno le hace decir
a las citas del otro. Hay en particular una cita: “Mulierem in ecclesiis taceant”
“las mujeres en la iglesia callan” central a la discusión. Sotomayor comenta:
“Juana se apropia la palabra del Pater, la utiliza y la ridiculiza.
[…] Toma la lengua, así como toma el poder simbólico que ésta posee
[…] La extensa discusión e inversión del argumento misógino de la frase
paulina […] Surge en ella […] la antítesis mujer sabia vs. Hombre necio y
arrogante”. El recurso de la antítesis sirve a la interpretación de Sor Juana.
Ahora bien, me parece que la escritura hace más de lo que sospecha Juana
porque la carta fabrica más que un argumento antitético, sino también otro
género de voz heterogénea, otro cuerpo y otro lugar para el híbrido monstruo-
so que supone ser una mujer sabía en escrituras sacras. Sor Juana es una
hereje. Uno de los momentos claves de la carta consiste en la recontextuali-
zación histórica de esa cita que le signaba a la mujer el lugar del silencio. Ella
denuncia de que, al interpretar y/o traducir la frase paulina, no se tome en
cuenta la explicación histórica de Eusebio: “Y es que en la Iglesia primitiva se
ponían las mujeres a enseñar las doctrinas unas a otras en los templos; y este
rumor confundía, cuando predicaban los apóstoles; y por eso se les mandó
callar” (p. 122). Sor Juana revindica el derecho a la educación privado para la
mujer y la carta está llena de referencias a mujeres célebres y doctas, ejem-
plos a imitar, pero cuyas palabras no aparecen citadas en su texto. Habla a
través de la cita la voz de la autoridad del Padre, traducida e interpretada por
Sor Juana. Para Aurea María Sotomayor Sor Juana hace un “ataque mordaz
a la lengua patriarcal de la que se ha mofado desde el principio” (p. 46),
después de lo cual entra en el silencio. Ese acto de libertad, de escritura, lleno
de ironía permanece como el testamento de Sor Juana y como figura y mode-
lo de un grito de justicia para Sotomayor.
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El ensayo se abre con una cita de Lugo Fillipi, una mujer frente al espejo.
Pero, continuemos, hay varios espejos. Yo por mi parte me detuve en el que la
narradora se atribuye explícitamente, un momento de retrospección, vuelta a
la infancia, la antropóloga cuenta su escena de espejo, ésta es su prehistoria
antes de convertirse en antropóloga de la diferencia e ir a los beauty parlors
a escuchar el alma de las mujeres, y declarar ese lugar como un espacio de
socialización compleja en el que las ciencias humanas deben entrar. Esta aper-
tura, esta escena coloca el libro en un lugar indeciso desde el punto de vista de
la disciplina. Su hibridez no es pensable precisamente desde ningún propio
discursivo o disciplinario. Cito el fragmento titulado “La magia de un espejo”:
“El espejo nunca miente” murmuraba mami cada mañana al
tiempo que retocaba el color de los labios y acomodaba sus
medias nylon. Nunca estaba satisfecha con la imagen que le
devolvía el espejo, que si el color de traje no le quedaba, que
si las piernas lucían muy gordas. […] Nunca faltaba una vi-
sita al beauty parlor […]
Cuando se enfermó, decidió que nunca más se miraría al es-
pejo. Una tarde rebuscó los collares de fantasía que acomo-
daba en varios cofres y me los entregó. […] Ese día tuve la
certeza de la muerte de mi madre. […] Nunca había com-
partido los rituales de belleza con mami […] Salir desaliñada
era mi grito de guerra […] Esa noche sentada frente al espe-
jo me probé todos los collares y pantallas, me peiné de mil
maneras y me maquillé […] El espejo me devolvió una ima-
gen que no reconocí.” (p. 54)
Es una escena inaudita en un texto de antropología. Pero además, si
buscamos en los anales de la escritura autobiográfica de mujeres, la escena
que suele repetirse no ésta, sino la de la biblioteca dada por el padre. Aquí, a
diferencia, es la madre la que da algo, un espejo mágico y transformador que
devuelve imágenes irreconocibles. Éste sería la génesis de la mirada de la
antropóloga. Ella confiesa indirectamente que va a los beauty perseguida o
empujada por una escena e imitando a otro personaje: la madre. De ahí su
fascinación. A partir de ese momento, el texto hace del umbral su mejor lugar:
relato antropológico pero no sin espejo, entiéndase ficción autobiográfica. ¿Qué
se dice en “Los beauty parlors: el al(r)ma de las mujeres” una vez se nos
instala en ese nuevo teatro de la posmodernidad que es el salón de belleza?
María I. Quiñones abandona el feminismo que asocia “los rituales de belleza
con la objetivación sexual de las mujeres” (p. 49) demostrando que tanto
mujeres como hombres se subjetivan a través del consumo de la belleza, su-
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
perando también una moral que vendría a regular ese consumo por la necesi-
dad. Es que el fetichismo envuelto en el consumo supera toda moral, y más
bien coloca a los sujetos en el espacio de una perversión ligth. Las mujeres al
hacer alarde del artificio superan siglos de naturalización de la feminidad a la
vez que se construyen nuevos estereotipos de feminidad y masculinidad.
Curiosamente, el salón de belleza no es sólo un lugar de distensión, es
también el lugar de la incomodidad, por momentos la silla del estilista parece
un diván. Puesto que hay ideales de belleza, sigue habiendo un espejo trascen-
dental en el que se refleja una imagen perfecta. Como sabemos, el control
siempre se ha ejercido desde el cuerpo, desde la sexualidad. Por siglos, ese
control, ese bio-poder, operó por medio de la represión. Por eso, para el psi-
coanálisis freudiano, el cuerpo es un entramado de energías, pulsiones regula-
das económicamente por una instancia del yo que reprime e inhibe. Se trata
por tanto de una noción económica del cuerpo. Represión que nuestra psiquis
se encarga por medios alternos y oblicuos de burlar para liberar el inconscien-
te. A mi manera de ver, el capitalismo salvaje no prohíbe nada, el consumo no
censura ni se censura. Ahí estriba su perversión, en la ilusión de libertad indi-
vidual, de que todos podemos construirnos diferentes. En el fondo ya ni per-
versas ni perversos podemos ser. A mi manera de ver, ése es el reflejo que
recojo en el espejo que me tiende el ensayo de Quiñones al salir de salón de
belleza. Se trata según ella de prácticas que intentan hacer desaparecer las
diferencias cuando no son ya otra forma de domesticación, así “las mujeres
pasan de la prisión doméstica a la prisión estética”. Y su ensayo cierra con
una pregunta sin respuesta: “¿Será posible aceptar el sacramento de la iglesia
del consumo sin creer en la religión?” Si bien las prácticas estéticas ponen
punto final a la dictadura de la biología y de la naturaleza, no hacen más que
sustituir un esencialismo por otro; el cuerpo cual más allá de su apariencia
visible como espacio de verdad.
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REPÚBLICA DOMINICANA
La mujer y la cultura 1
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magisterio. Realizaron esas mujeres, por sí solas, obra sólida, de valor perma-
nente. Hoy, las mujeres cubanas en general, sin diferencia de clases sociales,
estudian, se preparan para el oficio o la carrera, forman asociaciones cultura-
les, intervienen en los problemas políticos, tratan de influir en todos los órde-
nes de la cultura. Pero ¿dónde están, entre ellas, las personalidades extraordi-
narias? ¿Cuál está realizando la concienzuda, la fuerte labor literaria que pue-
da alcanzar un alto renombre, extensivo a todos los países de habla castellana,
como la Avellaneda? ¿Cuál se entrega a la obra educacional con la consagra-
ción creadora, con la devoción exaltada de María Luisa Dolz? La obra cultu-
ral de nuestras mujeres se ha atomizado al extenderse, ha descendido en
nivel. Es preciso que algunas de ustedes, mujeres jóvenes o en plena madurez,
se consagren a una labor de verdadera trascendencia en un campo determi-
nado, se esfuercen por alcanzar la excelencia individual en una actividad se-
ñalada. A la labor de animación e impulso general hay que sobreponer una
labor de especialización cultural. Necesitamos un Lyceum de especialistas.
Esta opinión, cargada de graves reparos, fue como un doble centro en
torno al cual giró en espiral mi pensamiento. Doble, a causa de su aspecto
positivo y de su aspecto negativo. ¿Por qué –me pregunté en primer término–
la cultura femenina en Cuba da a este hombre sabio la impresión de haberse
hecho cuantitativa en lugar de cualitativa, al evolucionar del siglo XIX acá?
¿Seremos capaces, las mujeres, de alcanzar un nivel medio de cultura, pero
incapaces de llevar a ésta una contribución nueva: invención, descubrimiento,
creación artística de valor imperecedero, labor sólida de investigación erudita,
fecunda gesta de magisterio ejemplar? ¿Tantos afanes nos conducirán ape-
nas a reforzar pobremente, con fútiles imitaciones, el trabajo que los hombres
pueden realizar por sí solos con suficiente perfección? ¿Los prejuicios contra
la capacidad intelectual femenina se comprobará que descansan sobre una
sólida base? Salvo alguna rarísima excepción, de rasgos mentales vigorosa-
mente masculinos (“¡Es mucho hombre esta mujer!”), la mitad femenina del
mundo, ¿no tiene ningún elemento esencial que aportar a la cultura universal?
Aun en ese caso, ¿por qué esos tipos de excepción desaparecen –según mi
interlocutor– (al menos en nuestro país) para ceder el puesto a una masa
femenina más o menos culta y activa, pero en la que no se destacan ejemplos
de suprema capacidad intelectual? ¿Será que hoy se producen con mayor
frecuencia tipos femeninos superiores, y constituyen por lo tanto excepciones
menos raras, como sucede entre los varones?
Estas y otras muchas interrogaciones empezaron a girar en mi mente, e
impulsándome a buscarles respuesta, me indujeron a entrar en terreno oscuro
y resbaladizo, donde apenas se traza camino que no se borre enseguida, como
en la superficie del mar, en ese campo de constante controversia entre la
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mujer y el hombre, que no han logrado aún (¿lo conseguirán algún día?) esta-
blecer sobre bases de comprensión sus relaciones espirituales.
Si estamos de acuerdo en que cultura es el esfuerzo consciente mediante
el cual la naturaleza moral e intelectual del ser humano se refina e ilustra con
un propósito de mejoramiento colectivo, no es posible decir que existiera antes
de fines del siglo XIX una cultura femenina. Lo que se cultivaba en la mujer
por medio de las artes de adorno y de las faenas caseras, y, sobre todo, por el
cuidadoso desarrollo en ella del espíritu de sumisión, era un ser cuya existen-
cia se concebía sólo en función correlativa cuyo término era el varón o era el
hijo. No importa cuál fuese la situación de la mujer –obrera obligada a ganar-
se el pan, dama (exquisita flor parasitaria), honesta ama de casa burguesa,
monja, criatura caída en el deshonor y por ello privada del derecho a la luz del
sol de acuerdo con leyes injustas y costumbres absurdas–, ella no podía desa-
rrollar su propia personalidad. Era hija, esposa, madre, hermana, esposa del
Señor recluida en un convento que representaba a veces, relativamente, una
liberación; pero no podía ser ella misma, una individualidad humana. Su condi-
ción era análoga a la del esclavo, que existe sólo en función de un amo. Se la
esclavizaba en nombre de su misión biológica. Quien estaba en la obligación
de dar anualmente al mundo un nuevo ser y, al mismo tiempo, de realizar una
complicada labor casera, no tenía posibilidades para mucho más. Era preciso
que se dejara alimentar y cobijar como útil bestia doméstica. Y las que, a
través del mundo, el demonio y la carne, se liberaban de esas cargas, tenían la
de servir de instrumento de placer venal, pues no poseían ni preparación para
otra actividad ni campo en que desenvolverse. Por eso el convento era una
liberación relativa. Valga el recuerdo de sor Juana Inés: al menos llevar a la
celda sus libros, su ciencia y su poesía, por un tiempo, antes de que, aun allí, la
organización social la persiguiera hasta arrancarle la vida.
Como esa situación, modificándose muy lentamente, se prolongó hasta
los albores de nuestro siglo, era de esperar que hasta ese momento sólo muje-
res de capacidad intelectual extraordinaria y de carácter sumamente vigoroso
pudieran destacarse. En tiempos de mis abuelas, en el seno de la sociedad
hispanoamericana a que pertenecieron, todavía se enseñaba a las señoritas a
leer, pero no a escribir, para que no produjeran cartas peligrosas (a menos que
no se las escribiera el señor cura, como en Campoamor). En tiempos de mi
madre, cuando ésta fundó la primera escuela secundaria para mujeres en su
país, en colaboración con el sabio maestro Eugenio María de Hostos, fue
duramente censurada por querer “sacar a la mujer del seno protector del
hogar […]” y de la ignorancia que le era impuesta como una virtud inherente
a su sexo.
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1 http://www.agn.gov.do/sites/default/files/libros/pdfs/vol%20141.%20%C3%82%C2%A
1Yo%20tambi%C3%83%C2%A9n%20acuso%20!%20Rafael%20Leonidas%20Trujill
o%20tirano%20de%20la%20Rep%C3%83%C2%BAblica%20Dominicana.%20Carm
ita%20Landestoy.pdf
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ya se sabe que cuando éstos trataron de viajar por el país, se les pusieron
emboscadas en las carreteras; lluvias de balas los recibieron en ciertos para-
jes, resultando algunos heridos y varios de sus partidarios que trataron de
organizarse para votar por él, aparecieron muertos. En resumen que Morales
y otros tuvieron que abandonar el país para no correr la misma suerte.
Los candidatos que se discutieron la Presidencia fueron Estrella Ureña y
Trujillo, y a pesar de emplear este último la fuerza, y de todos los atropellos
cometidos contra el pueblo, solamente ganó por muy pocos votos; y hábil
como siempre, magnánimo y generoso, para calmar y engañar al pueblo de-
signó como Vicepresidente a Estrella Ureña.
Pasaron algunos meses. Ya Trujillo había desarmado al pueblo, disemi-
nando el Ejército en todo el país. Tenía ya cierto control, y sobre todo, ya había
dado pruebas de todo cuanto era capaz de hacer a quien se opusiera a su
voluntad; se habían llevado a cabo homicidios, golpes, prisión, etc., y el pueblo
estaba atemorizado, así es que ya podía prescindir del Vicepresidente.
A Estrella Ureña se le aplicó entonces el consabido sistema para hacerle
miserable e imposible la vida. Se le fueron controlando las actividades oficia-
les, hasta reducirlo al ridículo y la impotencia, y dándose éste cuenta de que no
solamente no tenía voz ni voto, sino que también su vida peligraba, tuvo que
abandonar el país; pero naturalmente que también la renuncia de Estrella
Ureña a la Vicepresidencia de la República, se dijo espontánea, como fue la
de Vásquez, y tenía que ser así, ¡porque Trujillo es el hombre más respetuoso
en cuanto concierne a las leyes…!
¡Y así, sin Dios y sin Ley, apoyándose solo en la fuerza, y no reparando
en medios para llegar a fines, el decantado Benefactor ha convertido al país
en objeto de su propiedad, violando todas las leyes escritas y todas las leyes
humanas…!
El Partido Dominicano
El Partido Dominicano es el único partido político que existe en el país, y
como puede deducirse, es el partido de Trujillo, del cual es éste el Jefe Supre-
mo.
Sumamente astuto, Trujillo se dio cuenta de que tenía que crear una ins-
titución por medio de la cual pudiera disimuladamente controlar a los indivi-
duos, los hogares y a todos los sectores humanos.
Él sabía que se había apoderado de la Presidencia por la fuerza apoyado
en los rifles y las bayonetas del Ejército Nacional, sembrando el terror en el
pueblo, pero como todo tiene su límite, y el pueblo es además, el depositario de
esa sagrada fuerza que vela por la conservación de la Nación como valor
eterno y por tanto guardián de la libertad; Trujillo se dio cuenta de que tenía
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que cambiar de táctica es decir, continuar el control pero cubriendo las apa-
riencias, y para esto creó el Partido Dominicano.
Son dignos de estudios los métodos que por intuición ha creado y puesto
en marcha Trujillo para controlar el país, a través de Juntas y Sub-Juntas,
organizadas sobre todo el territorio nacional, de este modo el Partido Domini-
cano imparte órdenes que se cumplen a la mayor brevedad posible y a un
mismo tiempo en toda la República.
Así que, hay dos hombres fuertes y temibles en el país: Trujillo, como
presidente de la República y jefe supremo del Partido Dominicano, y Virgilio
Álvarez Pina, como presidente vitalicio de dicho Partido, quien da órdenes,
controla y se entera de todo cuanto sucede en el país, informando a Trujillo.
La República Dominicana está dividida en 19 provincias, cada una de
estas tiene varias comunes, es decir, ciudades, las cuales suman en el país un
total de 87, y cada común tiene varias aldeas y secciones, con un total de más
de 8,000 en la República.
El Partido Dominicano tiene la oficina central en Santo Domingo, la ciu-
dad capital de la República; tiene una Junta Provincial en cada ciudad cabe-
cera de provincia; una Junta Comunal en cada comuna; una Junta Seccional
en cada sección o aldea, y una infinidad de Sub-Juntas en todos los barrios de
las comunes, según la población de éstas.
Las Juntas Provinciales tienen cierta vigilancia y son responsables de
todo lo que sucede en las ciudades que pertenecen a sus respectivas provin-
cias.
Las Juntas Comunales tienen una oficina con varios empleados que con-
trolan todas las actividades de dicha común, reciben los informes mensuales
de las secciones y aldeas y de las Sub-Juntas de los barrios, y tienen que
rendir un informe mensual a la Junta Superior Directiva.
Las Juntas Seccionales controlan e informan de todas las actividades de
su jurisdicción a sus respectivas Juntas Comunales.
Las Sub-Juntas de los barrios de cada ciudad del país, intervienen en
cuanto sucede en sus vecindarios e informan a las Juntas centrales de sus
respectivas comunes.
Las ciudades están divididas en barrios, tienen, mapas que señalan los
límites de cada barrio y por tanto cuales son las calles que están bajo el control
de cada Sub-Junta.
Cada una de estas Sub-Juntas tienen que rendir un informe mensual de
todo lo que sucede en sus respectivas jurisdicciones, esto es, tienen que estar
pendiente de todo movimiento, actividad en cualquier campo, político, cultural,
particular; así es que todo, absolutamente toda actividad colectiva o particular
está controlada y vigilada para informar a sus superiores.
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complaciente con él, es el único mérito que tiene una persona, pues si no
puede tomarla como instrumento para lo que él entiende que es política, es
completamente nula.
En la actualidad, después de Trujillo, Cucho es el hombre más temido y
más adulado en Santo Domingo. Como es el único que puede hablar diaria-
mente con el Jefe Supremo, es el hombre que puede hacer y deshacer, que
puede elevar o hundir en la miseria a los que hayan tenido la mala suerte de no
serle gratos.
Álvarez Pina es el hombre que recibe las informaciones de primera mano
de todo cuanto sucede en el país, así, que tiene el control de todo y puede
influir como nadie en los asuntos nacionales y particulares, según como y
cuando los presente al Benefactor.
Anteriormente Cucho sabía también cuanto sucedía en la Secretaría de
la Presidencia, pues él y el Secretario tenían sus combinaciones, dicho secre-
tario le informaba de todo, y en muchas ocasiones algunas cartas que llegaban
se las mandaba a Cucho y nunca llegaban a conocimiento de Trujillo; hasta
que un día algo se descubrió, pero todo recayó sobre el Secretario de la Pre-
sidencia, quien fue destituido.
Es sabido que el día que Trujillo amanece usando espejuelos oscuros es
porque está de mal humor; así es que ese día, Cucho, que lo conoce mucho, se
limita a cosas superficiales, marchándose cuanto antes de su lado; pero el día
que el Benefactor está, como se dice vulgarmente “de vena”, aquel le somete
los asuntos que quiere que apruebe, y consigue cuanto quiera, protegiendo o
condenando.
Es preciso advertir que Álvarez Pina se ha fabricado una oportuna filoso-
fía cuyos fines son congraciarse con el Jefe. Con este objeto jamás permite
que su propio nombre aparezca como iniciador de cualquier idea, sino que
hace énfasis en que toda obra o pensamiento es del llamado Benefactor, obli-
gando a la vez al pueblo a que lo repita. Y esta patraña la repiten a su vez los
otros presidentes de Juntas y de Sub-Juntas, porque todos saben que si al-
guien osa decir que es autor de una cosa, que fue su cerebro quien creó una
idea o puso en práctica un proyecto, se expone a las iras de Álvarez Pina y del
Tirano. Y tanto peligro corre el que tiene la mala suerte de señalar a otra
persona diciendo que tiene capacidad para algo, como la persona señalada.
Porque la verdad, triste y desoladora, es que en la República Dominicana
cada hombre tiene que anularse premeditadamente para no ofender la olímpi-
ca vanidad del Supremo Dictador, o de Álvarez Pina.
Yo he oído a Álvarez Pina, decirle a alguien que ha señalado a otro como
autor de tal o cual cosa: “repite lo que dijiste que no te he entendido bien”. Y
cuando la persona mencionada, ingenuamente lo ha repetido, contestarle, ai-
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rado como un dios ofendido: “recuerda que todo lo que se hace en el país es
obra del Jefe, que no se te olvide, porque puede costarte caro”.
Esos son algunos detalles de la filosofía de Álvarez Pina. Es una de sus
poses, pues también él tiene una gran sed de mando y de poder, y se mantiene
invocando deberes para con el Partido e invocando también el nombre del
Benefactor, para mantener atemorizados y bajo su personal control a todos
los demás ciudadanos.
La prueba es que Cucho es responsable de muchas cosas y desciende a
detalles que Trujillo ignora, y cuanta actividad inicia cualquier persona o insti-
tución inmediatamente se las apropia a las actividades del Partido, porque así,
ante el Benefactor, él aparece como autor. ¡No puede negarse que nuestro
gran Cucho es digno discípulo de su maestro…!
Así, disimulada y arteramente e invocando fidelidad para el Partido, Cu-
cho mantiene bajo su rígido puño a todo el mundo, y por lo mismo que es un
tipo estrictamente político, no tiene capacidad para apreciar la utilidad de los
otros, y casi siente desprecio por los que han pasado por Universidad.
Una de las múltiples facetas de la filosofía de Álvarez Pina es hacerse el
generoso ante el Benefactor, y cuando una persona se permite tener ideas
propias y el coraje de mostrarlas; poseer un espíritu creador y poner en mar-
cha ideales; o siquiera porque alguna de sus amiguitas, la haya acusado de
algo ridículamente baladí, aprovecha el día que el Jefe está de vena, para
decirle con aire misterioso e importante: “Jefe, no me pregunte la causa, pero
le sugiero que cambie de empleo a fulano. Es bueno y trabajador, pero no
conviene que siga donde está”. Y el Jefe lo interpreta como un acto de lealtad
hacia su persona y al mismo tiempo como un bondadoso gesto, ya que le
suplica que lo emplee en otra parte.
Pero es que Álvarez Pina sabe que, la persona destituida la dejarán largo
tiempo sin empleo, para que escarmiente; para que cuando la vuelvan a em-
plear sepa conducirse, es decir que no se permita tener ideas propias, y sepa
que su empleo es tributar alabanzas al Benefactor y ser particularmente com-
placiente con las amiguitas del presidente del Partido Dominicano.
Álvarez Pina es responsable en muy alto grado de ese disimulado control
sobre el individuo, que se traduce en la muerte de toda iniciativa propia, en el
fracaso de toda obra creadora y de todo esfuerzo personal.
Los mandatarios debían haber cuando menos pasado por la Facultad de
Filosofía, para que supieran hasta donde llega su responsabilidad para con el
país y con la humanidad, pues por satisfacer un placer momentáneo, un simple
acto de vanidad personal, nadie tiene derecho a destruir valiosos factores del
alma nacional.
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Todo varón desde los 17 a los 70 años de edad, tiene que portar dicha
cédula, porque de lo contrario lo multan o condenan a prisión, esta cédula y el
carnet de inscripción en el Partido Dominicano tienen que ir juntas, porque sin
éstos no se puede, como ya he dicho, iniciar nada ni menos conseguir trabajo
en ninguna parte; y se les considera además, personas poco gratas, en otras
palabras desleales al Gobierno.
El impuesto por concepto de la cédula es de 1.00 [un dólar], para los
pobres e indigentes, y de 2.00 [dos dólares], para arriba, a razón de 1.00 [un
dólar], por cada 1,000.00 [mil dólares], sobre el capital de cada persona pu-
diente. Así el que tiene por ejemplo 10,000.00 [diez mil dólares], aunque sea
solamente en alguna propiedad que no le produzca nada, como solares, de
todos modos tiene que pagar 10.00 [diez dólares], al año. Son varios millones
de dólares que produce de entrada este impuesto directo.
A veces hay personas sumamente pobres, que solamente ganan centa-
vos diarios que gastan en su manutención, por tanto no pueden economizar un
dólar, y causa pavor cuando la policía hace barridas por los vecindarios po-
bres, ver como conducen presos a multitudes sucias y casi desnudas, golpeán-
dolos cuando éstos osan rebelarse.
El que no paga la cédula con dinero la paga con cárcel, eso dicen pero es
que a los presos los ponen a trabajar vestidos de monos y con la cabeza
raspada. Usan el pretexto de que trabajan para el Estado, pero Trujillo y toda
su familia los usan como en el tiempo de la esclavitud, siempre mandan gru-
pos, vigilados por dos guardias armados que los vigilen, a desyerbar los patios
de las casas de la familia Trujillo y también los llevan a las fincas.
Pipí, un hermano del Tirano, tiene una gran finca cerca de la capital, y
mantiene de 50 a 60 presos trabajando diariamente, turnándolos cada uno o
dos meses, y nos les da alimento alguno, sino que los autoriza a que le quiten
un poco de todo lo que traen los campesinos a la ciudad, así si alguno trae
pollos, le quitan media docena, y así sucesivamente se abastecen de todo lo
que necesitan. Los obligan a cometer robos y sufren y padecen los pacíficos
campesinos, que cuando se van acercando a dicha finca, como no pueden ir
por otro camino, van rezando para que no los golpeen, pues a veces esos
desalmados presos, se permiten también, además de quitarles parte de lo que
llevan, golpearlos.
Esos mismos presos, salen de noche a recoger los animales que tienen en
los patios los habitantes de los alrededores. Los mismos campesinos que traen
los productos, permanecen uno o dos días en la ciudad, mientras venden éstos
y compran las chucherías que han de llevar para el sustento de sus familias,
pues bien, amarran las bestias de carga en los patios de donde están hospeda-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
dos, y muchas veces no las encuentran al otro día. Y no pueden hacer nada,
porque los pueden desaparecer a ellos también. Yo he visto a muchos campe-
sinos llorando, porque ese era el único animal que tenían para venir a la ciudad
una vez por semana y de momento se encuentran impotentes, ¿en qué forma
van a regresar, cómo pueden llevar lo que han comprado…?
Como he dicho, no son solamente los impuestos directos e indirectos, ni
los monopolios sobre las riquezas naturales, los negocios y las industrias, no,
son los pequeños detalles, en que la numerosa familia de Trujillo explota y
vieja la persona humana, en los distintos sectores del pueblo, son los golpes y
angustias que hacen pasar diaria y constantemente a los infelices trabajado-
res y a las personas humildes.
Algo tiene que hacerse, los derechos humanos no son cuestión de un solo
país, ni de ningún desalmado tirano, es un asunto que el Continente tiene que
tomar en sus manos, es un problema que hay que resolver a la mayor breve-
dad posible.
Por ejemplo, tenemos el acueducto en la capital, pero después de las 11
p. m., no hay agua en toda la ciudad porque Trujillo la coge para regar sus
fincas, y resulta que se producen fuegos en esas horas y se queman cuadras
enteras porque no se puede apagar el fuego, y así sucesivamente usan en su
provecho personal las cosas por las cuales el pueblo paga cinco veces su
precio.
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algo nuevo, por haber sido inspirado por el gran coordinador: ¡EL AMOR, el
amor al prójimo…! y el amor tiene recursos que la ciencia ignora.
Lo primero que hizo Álvarez Pina al hacerse cargo de la dirección de la
Sección Femenina del Partido Dominicano y de la Asistencia Social Femeni-
na, fue, enviar una carta-curricular prohibiendo que toda presidenta de Junta o
Sub-Junta, escribiera cartas o cualquiera comunicación. Su misión queda re-
ducida a ejecutar las órdenes que recibiera del Presidente de la Junta de los
hombres, de su dependencia, así que con eso le prohíbe a la mujer desarrollar
su espíritu creador.
Pero es que en el fondo, a ellos no les importa el mejoramiento del país ni
el desarrollo de ningún valor humano, lo único que interesa es que se haga
mucha propaganda para su gestionar al pueblo y que Trujillo continúe en el
Poder. Por tal motivo, casi ninguna actividad de la Tiranía de Trujillo, resiste
una crítica serena ni un análisis imparcial.
No hay que echar mano de recursos retóricos ni literarios, para demos-
trar que la prueba más evidente es el reconocimiento de los derechos a la
mujer, y ahora es cuando la mujer dominicana no tiene ningún derecho, y si no,
porque no opina acerca de la libertad, por qué no dice que lo humano es que
cada cuatro años hayan elecciones libres, porque así, cada cuatro años le
tocaría a un grupo distinto poner a prueba su capacidad.
A pesar de habérsele reconocido los derechos políticos y civiles y de
estar organizada como partido político, para lo único que la mujer dominicana
tiene autonomía es para pronunciar discursos y conferencias elogiando la po-
lítica salvadora del jefe Supremo.
En resumen, que la mujer no tiene libertad, que se ha hecho la farsa de
reconocerle los derechos políticos y civiles para lucirse ante el mundo, pero en
el fondo ha sido para explotarla, y se creó la consabida cédula para dedicar,
según ellos, los fondos para la protección a la maternidad y a la infancia. Pero
lo único que se ha hecho en ese sentido son las Estaciones de Leche para las
madres y los niños recién nacidos por determinado tiempo, y Trujillo tiene
oportunidad de vender la leche de sus fincas.
La labor de Asistencia Social la ejecuta gratuitamente la mujer en todo el
país, y dicha labor ha sido motivo para explotar al pueblo, pues se han creado
varios impuestos para dedicar a ella los fondos, pero como la Junta Superior
Directiva del Partido Dominicano es la depositaria de dichos fondos, éstos en
su mayor parte, se quedan en las arcas de la referida institución.
Como ya he dicho, hasta el 1942 las actividades del Partido habían sido
estrictamente político-culturales, así que Álvarez Pina tenía que apoderarse
de la dirección de dicha Asistencia Social, primero, para justificarse ante el
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Jefe Supremo haciendo creer que crea; y segundo, para controlar al elemento
femenino en la misma forma que ha controlado al masculino.
Además que dirigiendo dicha labor, tiene oportunidad de inventar otros
aspectos que, aunque completamente contraproducentes, dentro de ellos Tru-
jillo tiene oportunidad de vender mucha leche, y eso es lo esencial: otra prueba
de devoción al Jefe Supremo.
Y, digo contraproducentes, porque Álvarez Pina ha iniciado un reparto de
leche a los adultos pobres de los barrios altos de la ciudad, quienes emplean
casi la mitad del día en el viaje de ida y vuelta, y lo que debe darse a los adultos
es trabajo, oportunidad para que ganen el pan con el sudor de su frente, por-
que eso disciplina y ennoblece. Por lo menos si le dan leche a los pobres, que
la repartan en el barrio donde viven, pero no, tiene que ser en el centro de la
capital para hacer la exhibición.
Lo esencial sería que no hubieran creado tantos impuestos indirectos que
han reducido al pueblo a la más precaria miseria; que Trujillo y sus familiares
no monopolizaran todos los artículos de primera necesidad en la capital, ven-
diéndolos a precios tan altos que las clases pobres no los pueden consumir.
¿Por qué no dejan que los campesinos entren y vendan libremente los
productos? ¿Por qué no rebajan los precios de la carne, la leche, el pescado,
los víveres, las frutas y las legumbres? No, a Trujillo y Álvarez Pina no les
importa la salud ni la felicidad del pueblo, y se han inventado ese reparto de
leche es, primero para venderla, y segundo, para deslumbrar a nativos y a
extraños con ese “gesto de caridad”, que en resumen paga el pueblo. Ese
mismo pueblo a quien se le regala. ¡Qué ironía!
El Ropero Escolar, ya lo dice su nombre fue creado para suministrar ropa
a los niños en las escuelas y vestir, además, a los que estaban en edad escolar
para que pudieran inscribirse, pero como hay tantas mujeres casi desnudas en
los patios de las chozas, en los barrios altos de la ciudad, Álvarez Pina ordenó
la hechura de varios miles de vestidos, para que no se diera ese triste espec-
táculo y hacer exhibiciones de generosidad, haciendo además que cada una
de esas personas se sienta obligada al Benefactor.
Todos esos gastos, como ya he dicho, se hacen con el dinero que entra
por concepto de los impuestos, pero les dicen que es un regalo del Benefactor,
cuando en resumen ese mismo pueblo ha pagado cinco veces el precio.
Puede darse mayor hipocresía, mayor abuso y mayor burla: usar el nom-
bre de un concepto cristiano como la CARIDAD y engañar al pueblo, que-
riendo tapar el sol con un dedo, como si el pueblo fuera un rebaño de ovejos.
Cuando he visto el reparto de vestidos o de zapatos, y he visto a las
clases necesitadas correr desaforadamente por los barrios, y que siendo por
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
ejemplo 500 pares de zapatos, han acudido como 7,000 personas, que no se
han matado atropellándose unas a otras, porque siempre en estos casos la
policía establece un cordón para que esto no suceda, he evocado las multitu-
des hambrientas que en Francia, en el reinado de Luis XVI, corrían despavo-
ridas por las calles al anuncio de que en tal o cual sitio se repartían víveres.
Es una desconsideración y una burla a ese sector del pueblo que siempre
tuvo lo necesario para cubrir sus necesidades, mientras que hoy lo degrada
obligándolo a correr por las calles como perros famélicos; y es una burla y una
desconsideración también a la otra parte del pueblo, a los cultos, a los pensa-
dores y escritores, quienes capacitados para seguir todos los actos como cau-
sas y que preveen sus consecuencias en el tiempo, reducidos a la impotencia,
no pueden siquiera alzar la voz para evitarlo.
No pueden siquiera alzar la voz para opinar lo que deba hacerse, pero
tampoco pueden hacer calladamente alguna labor práctica, porque a Álvarez
Pina le molesta que alguien esté capacitado para crear y laborar.
Pero es que a Trujillo y a Álvarez Pina no les importa el futuro moral ni
espiritual del país, ni menos su felicidad. Lo que les interesa es el momento las
ganancias fáciles y sostenerse en el Poder, cueste lo que cueste, para seguir
explotando a esa GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO: el pueblo domini-
cano.
Y ahora como ven, todos los dominicanos, absolutamente todos, hombres
y mujeres, tienen que estar inscritos en el Partido Dominicano, quiero que se
pregunten, ¿cómo puede nadie opinar acerca de nada que no sea la bondad y
beneficios que para el pueblo reporta dicho partido?; y quiero que se pregun-
ten, ¿cómo puede formarse otro partido político…? Según vive sugiriendo
Trujillo.
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1 http://es.calameo.com/read/000345214709bd25d1e00
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condición de ser “el pueblo cristiano” el más antiguo de América, el culto “del
héroe”, conductor nacional; la presencia de las “masas incultas”, la necesidad
de la “élite intelectual” son todos mitos por desacralizar.
La investigación histórica, referida a una relectura y reinterpretación his-
toriográfica que reivindique y dimensione los aportes de las mujeres, puede
considerarse escasa. Se han abierto líneas importantes de rescate a partir de
nuevos aportes a esta problemática. La tarea no es sencilla, pues se trata de
desarticular la visión patriarcal, racista, sexista e hispanófila que ha caracteri-
zado la historiografía oficial y tradicional dominicana durante mucho tiempo.
Situar como eje de investigación el problema género, raza y etnicidad es
un reto que tenemos por delante. Siendo cada vez más imperativa la necesi-
dad de articular estudios comparativos desde la perspectiva caribeña latinoa-
mericana.
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2 José del Castillo. “La emigración y su aporte a la cultura dominicana”, Eme Eme:
Estudios Dominicanos, Vol. VIII, Núm. 45, Santo Domingo, 1979.
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- Vendedora ambulante,
Esclava jornalera Negra y mulata siembra, cosecha,
manufacturera, etc.
Esclava doméstica Negra y mulata - Vendedora ambulante
- Lavandera, planchadora,
Esclava liberta Negra y mulata cocinera, nana, nodriza,
limpieza, otros.
- Vendedora, sedentaria y
ambulante de artículos
propios, tales como:
manufactura, alimentos
(vísceras), flores, frutos,
víveres, artesanías y
otros.-Vendedora con
Negra y mulata salario a pequeños y
grandes productores-
Doméstica con salario
en las diferentes mencio-
nes-Agricultora en
parcela propia-Jornalera
de pequeños y grandes
productores.
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Introducción
El movimiento de mujeres negras nace articulando “raza”2, género, clase
y sexualidad como categorías políticas para explicar las realidades de las
mujeres negras frente al racismo, sexismo, clasismo y el heterosexismo3. La
1 http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/22805/1/articulo2_4.pdf
2 De ninguna manera asumimos la existencia de la raza como característica biológica de
clasificación humana, más bien asumimos la concepción de “raza social”, entendida
como la construcción simbólica, cultural, y sobre todo política, que se ha hecho de lo
biológico, estrategia en que se donde se sustenta el racismo.
3 El tema del cuestionamiento a la heterosexualidad obligatoria como normativa ha sido
poco analizado y abordado por el movimiento de mujeres negras. No ha sido visto como
un problema que está ligado al racismo, a pesar de las muchas lesbianas existentes en este
movimiento. No obstante algunos grupos como el Grupo Criola y el Colectivo de
Lesbianas de Río de Janeiro, ambos en Brasil y algunas lesbianas independientes de
otros países han hecho intentos en abordarlo como otro sistema de dominación articulado
al racismo.
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de poder ejercido por los hombres, por tanto eran las bases fundamentales
para el sexismo. Las estrategias fundamentales del feminismo de la igualdad
fueron y aún lo son entrar a los espacios de poder público, la negociación, el
cambio de leyes, entrar a la normativa del mundo androcéntrico bajo el su-
puesto de que con ello se minimizarían las diferencias de género (Amorós
1990: 56).
Las feministas de la igualdad no han sido un grupo homogéneo. Encon-
tramos aquí a las feministas liberales, que se plantearon reformas reivindica-
tivas, las socialistas que intentaron combinar el análisis marxista de las clases
con el análisis de la opresión de la mujer, haciendo énfasis en el patriarcado;
hacen un aporte importante en colocar el concepto de división social del tra-
bajo como aquello que provocaría la desigualdad entre los sexos dando lugar
al nuevo concepto de “división sexual del trabajo”, destacando como la subor-
dinación de las mujeres en la esfera de la reproducción se traslada al mundo
de la producción; y las feministas materialistas que por su parte sostuvieron
que las mujeres constituyen una clase social, por tanto no un grupo natural que
tienen situaciones comunes sobre la base de la explotación y opresión, es
decir, son producto de una relación económica y de una construcción ideológi-
ca que refuerza ese sometimiento. Destacan el concepto de modo de produc-
ción doméstico para demostrar la explotación de la mujer en la esfera familiar.
(Delphy, 1985:19). Encontramos también a las feministas radicales quienes
asumen la política sexual como sus prioridades, destacando la violencia como
producto de la apropiación y explotación del cuerpo de las mujeres.
No obstante sus diversas estrategias políticas, el punto en común de to-
das esas corrientes fue desenmascarar el patriarcado como sistema a través
de demostrar la como biológicas y naturales.
Entre tanto surge el feminismo de la diferencia haciendo una crítica im-
portante al feminismo de la igualdad en haberle dado el triunfo al paradigma
masculino en tanto se rige bajo las mismas normas y reglas. Su postulado
fundamental lo fue la afirmación de la diferencia creando la cultura de la
“feminidad” (Sendón, 2002: 22). En ese orden reivindicaron las diferencias
genéricas, pues sostuvieron que asumir la igualdad como principio era negar
la diferencia sexual femenina en beneficio de un sujeto que se pretende uni-
versal: el masculino. Esto por tanto reproducía el sexismo más que abolirlo.
La estrategia principal del feminismo de la diferencia fue y sigue siendo
hacer un reconocimiento y una valorización de la feminidad en tanto aporta al
mundo elementos para la paz, cuidado y lo hace más humano. Sus estrategias
fundamentales han sido retomar la experiencia del cuerpo como una fuerza
de las mujeres y propugnar por la autonomía de las mujeres frente a los hom-
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entonces pasó a ser lo que Nancy Fraser, feminista norteamericana llama “la
política del reconocimiento de las diferencias y de las identidades” (Fraser,
1997).
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nociones de identidad racial y sus construcciones, ya que son una de las prio-
ridades por la que trabajan estos grupos5.
Merecería un análisis especial cada grupo de mujeres por separado, lo
cual no creo pertinente hacer en este articulo por cuestión de espacio y tiem-
po y porque aún me encuentro en el proceso de recolección de información
para la investigación, no obstante quisiera señalar algunos elementos impor-
tantes para contextualizarlos.
Uno de los grupos, unidad de análisis de la investigación es Enlace de
Mujeres Negras de Honduras (ENMUNEH) constituido por mujeres garífo-
nas6 de la costa atlántica de Honduras. Son alrededor de 40 mujeres negras
distribuidas en diversas comunidades de los Municipios de Tela y Trujillo. Las
comunidades son de las más pobres de Honduras. Este grupo trabaja el racis-
mo y el sexismo a través de la salud reproductiva, de las enfermedades de
transmisión sexual, sobre todo del SIDA, debido al alto índice de personas
afectadas con el virus del VIH en la zona. También trabaja con el tema de
derechos humanos de las mujeres y realiza actividades culturales garífonas.
Sólo algunas de las miembras de Enlace, en este caso la que poseen liderazgo
dentro de la organización, se asumen como feministas.
En Brasil trabajamos con el Grupo Criola en Río de Janeiro, constituido
por alrededor de 30 mujeres negras de Río de Janeiro, mujeres pobres y de
clase media. Trabaja el racismo y el sexismo a través del tema de los dere-
chos humanos de las mujeres, el rescate de la cultura negra mediante talleres
de autoestima y la valorización y reconocimiento de una estética negra, mo-
das afro. También aborda el tema de la salud y ha desarrollado proyectos
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7 Nos dimos cuenta que en Honduras muchas personas hablan de “indios” y “ladinos”
como sinónimos.
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grupos sociales significa terminar con la exclusión social que afecta gran
mayoría de la población afrodescendiente, que son de los grupos sociales más
pobres en la estructura económica de nuestros países, son los que no tienen
acceso suficiente a los servicios públicos: salud, educación, vivienda etc., y
esto es efecto del racismo unido al clasismo y son las mujeres las más perju-
dicadas de estas exclusiones.
Otro de los peligros de la identidad es que puede generar autosegrega-
ción, sectarismo y nacionalismos.
Cuando el significado de “lo negro” se percibe como categoría racial
biológicamente construida, se entiende fuera de su entorno político e histórico.
Cuando asumimos el color de piel y otros elementos fenotípicos como nues-
tros denominadores comunes le estamos sumando más elementos al racismo
que querremos erradicar y nos da pocas herramientas para la intervención
política. “Lo negro” forma parte de una representación, y la crítica en cómo
ha sido imaginado “lo negro” en nuestras sociedades racistas, permite enten-
der como hemos sido construidas y construidos. No enfrentar esa generaliza-
ción supondrá quedarnos entrampadas en los estereotipos que sobre nosotras
y nosotros se imponen.
Lo “negro” es asumido además como homogéneo sin poner atención a
las diferencias históricas de personas, grupos, países. ¿Qué es lo negro final-
mente? ¿Dónde está su límite en sociedades como las nuestras con un alto
nivel de mestizaje? El un artículo anterior (Curiel, 2002) explicaba cómo no es
lo mismo una mujer negra latinoamericana o caribeña que tiene en su historia
los efectos de la colonización y la esclavitud que una mujer africana que no le
tocó ese proceso. Su historia es diferente y las maneras de concebir el racis-
mo y enfrentarlo como sistema también lo será.
Por otro lado, asumimos muchas veces que “lo negro” es nuestra única
lucha por hacer como si no tuviéramos otras luchas, como si “lo negro” no
estuviera ligado a cuestiones de clase, o a la sexualidad cuando se trata de
lesbianas o gays negros. Si la lucha es reforzar la negritud, otras subordinacio-
nes quedarán de lado en la intervención política, si la lucha es contra el racis-
mo, tendremos que tomar en cuenta otros sistemas de opresión como la del
clasismo, el sexismo, la lesbofobia, y necesitamos hacer una lucha articulada.
Jurema Wernerk, del Grupo Criola de Brasil nos dice:
“La identidad es una estrategia, que tiene sus límites. Es el
primer paso de afirmación de una acción política, pero que
en la utopía, es una cosa que es fascista, como un nacionalis-
mo, contrario a lo que queremos, es como una transición, no
para siempre”. (Jurema Wernek, 2003).
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Conclusión
El análisis de la política de la identidad debe partir de un entendimiento de
cómo se van elaborando los conflictos sociales y los discursos hegemónicos,
para poder visualizar sus profundas contradicciones. No debemos asumir una
posición simplista de rechazarlas o de asumirlas. Es un tema complejo en la
acción política, pues al tiempo que podemos pensar que estamos contrarres-
tando sistemas de dominación, podríamos estamos contribuyendo a su perpe-
tuación y viceversa.
Entender las identidades como productos sociales, cambiantes, fluctuan-
tes nos puede favorecer tanto para no caer en esencialismos como no acusar
de esencialistas a muchas posiciones políticas que asumen grupos sociales
que no son legitimados ni reconocidos. Entender que si nos quedamos atrapa-
das en las identidades supondrá un reduccionismo que perderá de vista nues-
tra historia y sus procesos y la forma en que el racismo se va expresando en
nuestras sociedades a través del tiempo.
En ese sentido para concluir propongo algunas estrategias que creo im-
portantes:
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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revistas.una.ac.cr%2Findex.php%2Fletras%2Farticle%2Fdownload%2F4821%2F463
8&usg=AFQjCNFNFE9Thx2rr_7h-AMKNaZdYGpNeA
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
muy viejo que no puede con todo, los millonarios son muy miserables y se
pasan la vida cuidando lo que tienen.
Supermán llegaría tarde porque tenía que preparar un reportaje largo
sobre la lucha contra la mafia de Chicago.
Mandrake ordenó un té con bastantes galletas y unos helados, aunque él
con un gesto hipnótico los pudo haber creado, pero no le gustaba engañar y
utilizar sus habilidades para lo que no fuera vencer a la gente mala.
Llegó de primera, creo yo, la Mujer Maravilla con su traje de empleada,
aunque se nota a la legua que es la misma, sólo los miopes que trabajan con
ella en la tele no se dan cuenta. Después llegó el Hombre Araña, vestido de
araña, y no quiso sentarse, se agarró a la mitad de la pared y va a ser muy
difícil servirle el té, a lo mejor no come pues nunca tiene tiempo, siempre le
pasan grandes enredos. Después llegaron juntos el Hombre Nuclear y la Mujer
Biónica, Mandrake se estremeció al darles la mano porque son muy fríos, se
trata de dos muertos reconstruidos que en cada episodio deben explicar la
fuerza increíble que tienen y además se enferman mucho porque se les des-
componen las partes artificiales.
Después vino Tarzán y pegó tal grito de saludo, creo yo, que casi se
quiebran los vidrios. Se veía extraño con suéter, pues la tarde estaba muy fría.
La Maravilla, el Nuclear y la Biónica se sentaron juntos, pues estoy segu-
ro de que pensaban en una trampa y los tres trabajan para el mismo gobierno
y ven espías hasta en la sopa.
Yo pensé en esta reunión, dijo Mandrake muy ceremonioso, porque las
cosas se están poniendo color de hormiga, hay peligro de guerra en todas
partes y tantos malhechores que ya uno no da abasto. Yo quería que se cono-
cieran.
Entonces los invitados se levantaron, se dieron la mano y el ambiente
tanto gusto y el gusto es mío.
Me extrañó que no se conocieran, pero en este mundo el que es famoso
cuida su fama y está permanentemente inventa que inventa hazañas.
Mandrake declaró que cada uno podía resumir en cablegrama lo que
hacía. Yo dijo la Mujer Maravilla vengo de una isla en que la gente no enveje-
ce, poseo un cinturón y brazaletes de un mineral que da una fuerza increíble,
con sólo varias vueltas redondas me cambio de traje con bandera de Estados
Unidos y entonces sí que sí me la juego maravillosamente. El Hombre Nu-
clear contó lo de su accidente y lo de su reconstrucción, y como ahora trabaja
para el Departamento de Estado, pues tiene que pagar su costosísima resu-
rrección. La Mujer Biónica hizo lo mismo, pues casi era su hermana gemela,
creo yo. El Hombre Araña relató el accidente y empezó a tejer telarañas con
338
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
una velocidad desplomante. Tarzán explicó que era huérfano, lo había criado
una mona muy madre y habla el lenguaje de varios animales por lo que cuando
no trabaja en contra de los malos cuida su propio zoológico, y explica también
que llegó tarde porque a Jane no le gusta que vaya a donde vive mucha gente
y lo vean con ojos de cosa rara. Mandrake se declaró mago, por eso me visto
como si estuviera en el escenario, aunque cuando hace mucho calor lo pasó
muy mal y lo mismo me sucede cuando el frío se agudiza. Hago ver lo que no
existe y para muestra un botón, así de pronto creó una serpiente que asustó a
todos y me puso a sudar a mí, pero con otro ademán la desapareció.
A la Maravilla, a la Biónica y al Nuclear no les gustó el truco, pero Tarzán
se veía divertido, lo mismo que el Hombre Araña.
Bueno, prosiguió Mandrake, la invitación tiene un propósito, es el de pen-
sar en unirnos todos y acabar juntos con el crimen y la violencia. Para eso
dejaremos de tener zonas de influencias y seremos universales, nos concen-
traremos en los sitios en que más abunda el hampa o en los que impera la
injustica. Los lugares que nos necesitan con urgencia son aquellos en que el
mal detenta el poder. Si ustedes están de acuerdo con asociarnos, podemos
empezar en el pueblo más azotado por militares que desde el gobierno organi-
zan escuadrones para matar a los que piensan o se atreven a protestar.
Creo que hubo un silencio general y el primero en hablar fue Tarzán,
quien dijo que sólo sabía trabajar en la selva, en las ciudades tenía que tomar
taxis, elevadores para subir a los diferentes pisos, no podía andar descalzo
porque le preguntaban si sus pies estaban enfermos y no aguantaba los zapa-
tos. Sin embargo, en algo podía ayudar pues últimamente a la selva llegaban
todos los maleantes que ya eran detectados en las ciudades. El Hombre Ara-
ña señaló que él sólo era empleado de una empresa periodística y como no
cobraba por sus servicios contra el crimen, de perder su trabajo asalariado no
tendría con qué mantenerse y de aceptar asociarse habría que cargar con sus
gastos, además le gustaba eso de tener dos personalidades, y si lo querían
como Hombre Araña a tiempo completo se aburriría mucho y a lo mejor
perdería sus habilidades extraordinarias.
Las mujeres Maravilla y Biónica, así como el Hombre Nuclear, expresa-
ron que debería consultar al Departamento de Estado y lo más seguro era que
pudieran asociarse únicamente para trabajar en contra de los países enemigos
del suyo, pues si no podrían caer en la horrible figura de traidores a su patria.
Mandrake, creo yo, estaba atarantado con esas réplicas tan negativas y
limitantes, pero no se dio por vencido y pensó en que Supermán no había
llegado y sólo la unión con él le daría la fuerza de movimiento que necesitaba.
No quiso engañar a los presentes porque eran sus huéspedes y eso sería una
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Mujeres en Prisión1
“Si la ley civil mira a la mujer como un ser.
inferior al hombre moral e intelectualmente
considerada ¿por qué la ley criminal le impone iguales
penas cuando delinque? ¿Por qué para el Derecho es
mirada como inferior al hombre y ante el delito se la
tiene por igual a él? ¿Por qué no se la mira como al
niño que abra sin discernimiento o cuando menos
como al menor? Porqué la conciencia alza su voz
poderosa y se subleva ante la idea de que el sexo sea
un motivo de impunidad porque el absurdo de la
inferioridad moral de una mujer toma aquí tales
proporciones que la ven todos: porque el error llega a
uno de esos casos en que necesariamente tiene que
limitarse a sí mismo que transigir con la verdad y optar
por la contradicción. Es monstruosa la que resulta
entre la ley civil y la ley criminal; la una nos dice: “Eres
un ser imperfecto; no puedo concederte derechos”. La
otra: “Te considero igual al hombre y te impongo los
mismos deberes; si faltas a ellos incurrirás en idéntica
pena”... Es tal la fuerza de la costumbre que
saludamos todas esas injusticias con el nombre de
Derecho”. (Concepción Arenal, La mujer del porvenir).
1 http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan028742.pdf
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2 Evelyne Sullerot, Historia y sociología del trabajo femenino, 2a. ed., Barcelona, Ediciones
Península. 1988.
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3 Este y los demás datos sobre historia del Buen Pastor en Costa Rica. se han tomado de
Carmen Caamaño Morúa. Procesos de criminalización, estigmatización y deterioro
psicosocial en mujeres encarceladas. Tesis para optar por el grado de Licenciatura en
Psicología, Universidad de Costa Rica, 1990.
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del sexo ni más ni menos que como las programadas a mediados del siglo
XIX.
Un panorama semejante se puede observar en todos los correccionales
de mujeres objeto de estudio. En Uruguay, donde las reclusas señalan que los
hombres están en peores condiciones de alimentación, local e higiene, el ám-
bito de las actividades que ellos pueden desarrollar dentro del penal es mayor
y facilita el aprendizaje de oficios que posibilitan el desempeño laboral luego
del egreso, además de que se les permite desarrollar una actividad física más
amplia. A las reclusas, en cambio se les dictan cursos de asistencia voluntaria
sobre corte y confección, tejida, manualidades, pintura y cocina junto a las
clases de educación primaria La asistencia es muy deficiente por cuanto ellas
carecen de recursos económicos hasta para comprar los materiales y porque
consideran que estas actividades no les permiten ingresar en el mercado labo-
ral, como en efecto ocurre, puesto que precisamente esa es la idea sobre la
que se fundan los trabajos “propias de mujeres”.
El resultado se ve en su participación laboral. El 53% de ellas desempe-
ñan tareas por contrato. El 63% trabajan para el establecimiento y el 22% no
trabajan. Los problemas inherentes a sus “funciones” son la insuficiencia de
los ingresos y el carácter temporario de sus labores, lo que las conduce a
pasar períodos sin ocupación, con lo cual se ven limitadas para mantener a sus
familias y a sus hijos, en especial cuando no cuentan con apoyo familiar o
medios económicos.
En Bolivia, el COF, está organizado baja la misma idea, puesto que ofre-
ce en sus instalaciones empleo remunerado de horneado y lavandería que sólo
capta a veintiún personas y se considera un premio para quienes cumplen
disciplinariamente; a pesar de que la política carcelaria considera el trabajo
como un medio de rehabilitación. El resto de los oficios (limpieza, jardines,
cocina) son impagos y obligatorios, como corresponde a la ideología del traba-
jo femenino.
En Guatemala, es obligatorio y remunerado el trabajo para los prisione-
ros, pero no para las prisioneras. Y es “lógico” dentro de la lógica del patriar-
cado, puesto que lo que ellas hacen son “tareas femeninas”, como limpiar,
cocinar, ordenar etc. y en algunos casas manualidades de difícil comercializa-
ción. La política carcelaria carece de programas educativos para mujeres. La
asistencia a la escuela es opcional, al contrario de las prisiones de hombres,
donde es obligatorio cursar como mínimo la escuela primaria completa y el
aprendizaje de un oficio o técnica.
A las reclusas, en este campo, se les enseñan manualidades convencio-
nales que no resuelven su carencia de ingresos: crochet, tricot, papel maché,
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2. Como cucaracha
“Todas ellas emanan tristeza, desesperación, pero
sobre todo esperanza, sueños, utopías, deseos.
Todo parece rondar en torno a la frase “cuando
salga....” (Virginia Ayllón Soria, La Paz, Bolivia,
1992).
La trabajadora social boliviana Martha Gutiérrez, añade a la lista de las
desventuras de las mujeres reclusas, la falta de valores a los cuales aferrarse,
y la sensación de que lo han perdido todo, de que ya no valen como personas.
No es extraño, por lo tanto, que la depresión y la desesperanza estén entre los
problemas más frecuentes de las internas, aunque por lo común no se les
ofrecen tratamientos psicológicos para neutralizar el sufrimiento del encierro,
ni programas de reinserción social que contrarresten el sentimiento de estar
marginadas. Esto se agrava cuando, como en Guatemala, se exige, para soli-
citar empleo, un certificado de antecedentes penales.
Entre las investigadoras, hay consenso en relacionar la autoimagen con
la sensación de impotencia, minusvalía y la baja autoestima originada en la
forma en que otros han percibido a la interna como “sucia, prostituta, delin-
cuente o no mujer”. No es extraño, entonces, que, como se constata en Costa
Rica, muchas de ellas sientan o hayan sentido que merecen ser golpeadas,
violadas, abandonadas o utilizadas, “viéndose a si mismas como marcadas
socialmente e indignas de cuidado y respeto”, de modo que buscan expiar su
culpa y vergüenza mediante el autocastigo. Además, la historia personal de
las internas suele ser una cadena de agresiones y violencia, rechazo y estig-
matización por parte de su familia. El 51.8% de las reclusas uruguayas han
sido víctimas de violencia doméstica; en Bolivia, un 95% de las prostitutas o
delincuentes han sido violadas en su primera infancia. Las internas ven el
maltrato con normalidad, y hasta lo atribuyen a cariño y amar cuando viene
del compañero.
Si esto es lo que se ha aprendido, esto es lo que se estará dispuesta a dar.
¿Cómo extrañarse, entonces, de que las reclusas no manifiesten las mejores
relaciones entre sí? Aunque hay también momentos de hermandad, reuniones
para festejar cumpleaños o leer la Biblia, o jugar o conversar, en los diferentes
países hispanoamericanos de que se disponen datos a excepción de Guatema-
la, se detectan problemas de entendimiento entre las reclusas: agresiones ver-
bales, tensiones y violencia, pequeños conflictos por “chismes” o sustracción
de prendas o alimentos en Honduras, dificultades para relacionarse en Costa
Rica, individualismo, falta de solidaridad y desconfianza en Uruguay y Perú;
relaciones difíciles en Bolivia.
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3. Hijos sí
La idea de la mujer como pura función biológica, tiene una larga historia.
Y es una historia de venganza, miedo y mezquindad. No pudiendo los patriar-
cas privarlas de su capacidad de dar a luz y del poder que en ello va implícito,
optaron por dejarlas fuera de juego. Y aquí también otra vez nos encontramos
el ardid predilecto: denigración o ensalzamiento. Si uno de los dos recursos
falla, siempre queda el otro. Y cualesquiera de los dos cumplen el mismo
propósito: sacar a las mujeres y ponerlas aparte.
El primer expediente ha sido más usado por los filósofos y pensadores, el
segundo por la gente de iglesia. El primero tiene por lo menos la ventaja de
que no se enmascara. Schopenhauer, Weininger. Nietzche y toda la corte de
detractores nos dieron la pastilla sin azúcar. Para ellos, la mujer es sólo el
vehículo para la propagación de la especie. (Por si no se ha entendido, la
especie son los varones).
No se vaya a creer que estamos inventando. No. Aguantemos sólo un
poquito: lo suficiente para oír, pegadas a la pared, algunas de las voces y
apenas de los dos últimos siglos: “Las mujeres son canales de conducción
cuyas repercusiones fisiológicas sólo son importantes en cuanto repercuten
en el bienestar del recién nacido”. (Es Birkenhead, un Lord inglés); “la mujer
se consume en la vida sexual, en la esfera de la cúpula y de la multiplicación,
es decir. en sus relaciones como mujer y como madre, y con esas relaciones
llena totalmente su existencia”. (Es Otto Weininger, el autor de una apología
de la misoginia); “la mujer es un gran mecanismo generador dotado de una
sensibilidad exquisita para reaccionar ante el ambiente, en provecho del fruto
de esa generación”. (Es Gregorio Marañón, el ensayista español); “(las muje-
res existen fundamentalmente sólo para la propagación de la especie, y no
están destinadas a nada más.” (Es Schopenhauer, el maestro de Nietzche);
“todo es enigmático en la mujer y todo enigma de la mujer tiene una respues-
ta- tener un hijo”. (Es Nietzche, discípulo de Schopenhauer). ¿Que ya es
suficiente?. De acuerdo. Pero de acuerdo también en que todo lo escuchado
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
tras la pared en este párrafo ha sido y sigue siendo altamente riesgoso para
las mujeres aunque no se le haya puesto la etiqueta con dos fémures y una
calavera.
Estas ideas fueron pólvora y mecha con que durante la Revolución Fran-
cesa, los mismos que luchaban por los derechos del hombre, dinamitaron los
de las mujeres, con el cuento de que sus vidas sólo se justificaban para perpe-
tuar la especie. Así lo dijo Mirabeau, uno de los héroes revolucionarios: su
“delicada constitución”, “si bien perfectamente adaptada a la perpetuación de
la especie”, las “limita a las modestas tareas de la casa y a la inclinación
sedentaria que este tipo de trabajo requiere”.
Y cuando, por la misma época, los hombres no pudieron evitar la partici-
pación pública de las mujeres, ante el hecho consumado, se hizo necesario
torcer la interpretación. Así, durante esa misma época ellas formaron mayoría
y hasta constituyeron liderazgo entre las turbas que asaltaron la Bastilla y las
que se dirigieron a Versalles. Carlyle, que describe este último hecho, se cuida
muy bien de llamar a las mujeres patriotas, palabra de moda para actos como
aquellos en que ellas participaron. El nos habla de la Maternidad, y lo escribe
así, con mayúscula: “En una humilde buhardilla, un lunes por la mañana, la
Maternidad despierta para oír a los niños llorando por falta de pan. La Mater-
nidad se lanza a la calle.” Y todavía agrega: “Vuestra turba es un genuino
brote de la naturaleza; saliendo de, o comunicándose con. la más profunda
profundidad de la naturaleza”.
Este mismo discurso lo sostuvo la ¿ciencia? médica y psicoanalítica La
idea de cuerpo-de-mujer para-la-maternidad, llevó a Marie Bonaparte, discí-
pula de Freud, a pronunciarse por la extirpación del clítoris, al cual considera-
ba una reliquia inútil del falo. Pierre Hanry, especialista en erótica africana,
postuló, en un Congreso Internacional de Sexología Médica, que “la escisión
es una tentativa destinada a favorecer la integración de la mujer en función de
criterios estrictamente sociales” puesto que “la vocación de la mujer de Gui-
nea es la maternidad”. Se trata, a su juicio, de “suprimir un órgano de placer
estéril, por lo tanto asocial, para dejar subsistir, solamente, el órgano del placer
fecundo, es decir, social”. En un Tratado de ginecología, el médico español
Víctor Conill Montobio, en 1967, escribe que el aparato genital femenino,
“cuando ha llegado al fin de su destino se conviene no en un órgano pasivo
sino parásito, que interviene en el metabolismo de su portadora, en la que la
vida ha perdido su trascendencia generativa y por ende su máximo valor”7
7 Eva Gibeni, “Mujer, enfermedad y violencia en medicina”, en Eva Gibeni, Ana María
Fernández, (compiladoras), La mujer y la violencia invisible, Argentina, Editorial
Sudamericana, 1992.
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echa encima, con las palabras exactas de un escrito católico. “La vocación y
la dignidad toda de la mujer se resume en servir a la vida, recibirla, llevarla en
sí, nutrirla con la sangre de su propio corazón, darla a luz, velar por ella,
cuidarla y sanar sus heridas y dolencias con total abnegación” 8. Ahí está el
nudo del hilo. En ocasiones, el servicio a la especie adquiere tal magnitud, que,
como en Nicaragua el embarazo significa indulto.
Aunque la idea de la maternidad conceptuada como “deber cívico” de las
mujeres es muy antigua, quizás nunca había alcanzado la popularidad que
adquirió en Europa desde el siglo XVII. A ella contribuyeran el interés por la
demografía y el supuesto despoblamiento de la tierra, que por ese entonces
empezó a producir alarma. Más adelante pasó a terror, sobre todo cuando, a
finales del siglo, los niños adquirieran valor de mercancía al percibírselos como
una riqueza económica potencial. Entonces, la maternidad se impuso como un
deber, pero la propaganda la convirtió en la actividad más envidiable y más
dulce que se pudiera desempeñar.
Entre los argumentos utilizados en el siglo XVIII para que las mujeres
asumieran sus “deberes maternos”, se utilizó el de la naturaleza como norma,
con las hembras animales como modelos óptimos. En consecuencia se consi-
deró anormal o desnaturalizada y por lo tanto corrompida y viciosa, a la mujer
que evadiera esos deberes 9. Así, se exaltó el placer masoquista de la madre
que se somete a todas las privaciones, y desde la medicina se amenazó con
enfermedades y hasta con el peligro de muerte a las mujeres que no amaman-
taran a los hijos.
Con la aparición de El Emilio (libro V) en 1782, se pone de moda la idea
de que la formación de los hombres es un deber de las mujeres. Rousseau
carga bien el fardo cuando nos manda criarlos en su juventud, cuidarlos cuan-
do grandes, aconsejarlos y consolarlos. A partir de él, pedagogos, médicos,
estadistas y vulgo afirmaban .y siguen afirmando- que de las mujeres depende
la bonhomía de los hombres o sus errores.
Con el psicoanálisis, en el siglo XX, las responsabilidades maternales
empiezan a superar las de los siglos anteriores. Ya no sólo implicaban el cuida-
do del hijo hasta su autonomía física, su educación, su formación intelectual,
sino la de su inconsciente, sus deseos, y su felicidad. La maternidad y sus
atributos invadieron la vida total de las mujeres. Es como un caso de elefantia-
sis, como un miembro que crece a expensas del resto del cuerpo. El padre en
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
esta historia es una pequeña ficha. Claro que sólo en esta historia. Porque al
empeñar a la mujer en el servicio de la especie, él asumió el de la cultura, que
es mucho más rentable en términos de dinero, figuración, posibilidades, com-
petencia y mando.
Pero la medalla tiene también otra cara: la “buena madre”, es decir, la
madre-sacrificioabnegación-entrega, creció tanto, se magnificó de tal mane-
ra, que impide pensar que la maternidad no siempre ni por ley natural se vive
como lo mejor que le pudo haber sucedido a una mujer. Coma observa Badin-
ter, el hecho de que cada vez más se hable de “oficio materno”, o “salario
maternal”, prueba que no se trata de una tarea espontánea. También lo prue-
ba la permanente propaganda pro lactancia materna y pro mujer en el hogar.
Y lo prueban las leyes que, como en Bolivia y en Colombia, castigan con
arresto el abandono del niño recién nacido por parte de la madre, aunque se
trate, como se especifica en la ley colombiana, de un hijo “fruto de acceso
carnal violento, abusivo o de inseminación artificial no consentida”10. La ley y
las costumbres- guardan silencio sobre el abandono por parte del padre, que
pasa por ser una picardía más, un asunto de poca monta, e inclusa una demos-
tración de arresto viril.
Por esta, si el padre va a la cárcel, la casa sigue funcionando igual. De
hecho, casi la mitad y a veces más de la mitad de los hogares latinoamerica-
nos funcionan sin padre, lo cual significa que ni siquiera su legendario papel de
proveedores es auténtico. Pero la mujer es otra cosa. Como nos advenía un
médico francés de comienzos del siglo XX, “cuando una gallina pone un hue-
vo, no pretende ser madre por tan poco. Poner no es nada... el mérito de la
gallina comienza cuando empolla a conciencia, privándose de su valiosa liber-
tad”11.
Para no ser madre por tan poco, en Bolivia las prisioneras sufragan los
gastos de útiles escolares, ropa y alimentación de sus hijos; para no ser ma-
dres por tan poco, los Códigos, coherentes con la cultura, protegen penalmen-
te a las mujeres con hijos, de sanciones como el aislamiento. Así ocurre en
Perú, donde también se exime a las embarazadas del trabajo obligatorio, de
correcciones disciplinarias qué puedan afectar la salud de la reclusa o la del
feto, medida que se extiende hasta el periodo de lactancia. Se las exime tam-
bién de otras modalidades de tratamiento incompatible con su estado mes y
medio antes y mes y medio después del parto, y se las releva, “mientras
permanezcan ocupándose del cuidado del hijo”, “de toda actividad incompati-
ble con la debida atención del niño”. En -realidad de las correcciones discipli-
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4. Sexo no
Se trata de proteger, y aquí sí en sentido estricto, los derechos ancestra-
les de los hombres. Las “revoluciones”, ya hemos señalado, no le han hecho
ni un rasguño a la epidermis patriarcal. En la Francia prerrevolucionaria, por
ejemplo, las investigaciones de paternidad eran admitidas libremente, bajo el
precepto de que “quien hace a un niño lo debe alimentar”, y la demanda podía
ser planteada tanto en nombre del hijo como en el de la madre.
Durante la Revolución, en 1793, se reglamenta la investigación de pater-
nidad exigiéndose pruebas. Claro que lo peor vino después, con el retroceso
que significó el advenimiento napoleónico, en cuyo Código Civil, artículo 340,
estas investigaciones se prohíben salva en caso de rapto, y siempre que la
época de la concepción coincida con él. No fue sino con la ley del 18 de
noviembre de 1912, sobre el Reconocimiento judicial de la paternidad natural,
cuando se eliminó tal interdicto, ampliándose las posibilidades de investigación
a los casos de niños producto de violaciones, seducción, concubinato notorio o
participación del padre en su mantenimiento y educación. Los hombres han
defendido muy bien sus fueros.
Cuando en la hoy desintegrada Unión Soviética, recién se había descu-
bierto la fórmula de una pócima política que cambiaría la lucha de clases en un
paraíso de los desheredados, una vez más las mujeres no estaban en la lista.
Un decreto oficial del Soviet de Saralof, en febrero de 1919, nos deja los ajos
como platos:
“A partir del 10 de marzo de 1919, queda abolida el derecho de poseer
mujeres en las edades comprendidas entre los 17 y los 32 años, (...) Los
anteriores poseedores de las mismas conservan el derecho de usarlas sin
esperar su turno. (...) En virtud del presente decreto no se puede considerar
ya a ninguna mujer como propiedad privada, y todas las mujeres se convienen
en propiedad de la nación. (...) Todas las mujeres puestas así a disposición de
la nación, deben, en los tres días siguientes a la publicación del presente de-
creto, presentarse personalmente en la dirección indicada. (...) Los ciudada-
nos no tienen derecho de utilizar a las mujeres con mayor frecuencia de la
prescrita, es decir, tres veces por semana y Por tres horas cada vez. (...)
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Cualquier hombre que desee hacer uso de una mujer nacionalizada debe tener
un certificado dado por el Consejo Administrativo.13
En 1918, el Soviet de Vladimir había decretado que los hombres podían
escoger a sus compañeras matrimoniales “independientemente del consenti-
miento de éstas”14. No obstante, las demandas de control natal de las cama-
radas en el seno del partido comunista inglés, le valieron a Stella Browne la
reprimenda de un atacante dentro de su partido, que le recuerda que “hay
otras cosas en la vida además del acto sexual”.
Esas cosas eran, para el camarada de esta historia, dedicarse a la ense-
ñanza de la ética marxista y terminar con el capitalismo. Es casi el mismo
mensaje implícito en las cárceles de mujeres. Hay otras cosas más de qué
ocuparse: las que ya hemos mencionado. Por eso su derecho a la visita con-
yugal no ha parecida tema de interés para las autoridades, quienes, ajenas. al
parecer, al hecho de que nunca preocupa tanto la sexualidad como en las
épocas y en los lugares donde está sometida a represión máxima, se mantie-
nen en la testarudez de negar a las reclusas el derecho a ejercerla.
La represión sexual de las mujeres es muy antigua, muy constante y muy
persistente en nuestra historia, y en cada época ha encontrado argumentos
nuevos para sostenerse, no importa lo contradictorios que sean. Mantenién-
dose el sistema, es indiferente sobre qué se sostenga. Por eso, igual se engan-
chó esta idea en la necesidad del pudor para compensar la natural lascivia de
que las mujeres eran objeto, como lo plantea Rousseau, que sobre la falta de
sentido de la sexualidad femenina por no tener las mujeres eyaculación, o del
ideal mariano de una maternidad sin sexo. En consecuencia, el orgasmo se
convirtió para las mujeres en una perversidad. y el ejercicio de su sexualidad
sólo aceptable, como lo dice un autor cristiano en “la misión de recibir la vida
por gracia de Dios y por obra del hombre”.
Prejuicios tan largamente sostenidos alcanzan, en prisión, el aumento su-
ficiente para conseguir ver las deformaciones que produce. Indiferentes al
hecho de que la sexualidad, como dice Van Ussel; “es una energía endógena
que jamás deja de plantear sus exigencias”, la previsión de este beneficio para
las mujeres sólo en años recientes ha empezado a tomarse en cuenta, y esto
en la ley. Porque en la práctica falta todavía la voluntad de proporcionar la
infraestructura necesaria para llevarla a cabo, tal como ocurre en Honduras,
Perú, Bolivia, y Uruguay. En estos dos últimos países, las reclusas pueden
visitar a sus parejas si se trata de cónyuges también encarcelados, lo cual
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15 Aprobada mediante Decreto del Congreso Nacional número 173.84, del 15 de octubre de
1984, y que entró en vigencia el 13 de marzo de 1985.
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5. El regreso de Rocambole
La prensa escrita es hoy, como lo ven Virginia Ayllón y Fernando Machi-
cado, “una de las fichas primordiales en el juego del poder político y económi-
co de toda sociedad”17. Ella ayuda a construir sujetos sociales, y difunde
normas morales y concepciones de mundo. En este sentido, Ileana Ramírez y
Roxana Grillo”18 señalan que “la violencia informativa es una forma de ga-
rantizar que las mujeres no quebranten ni cuestionen el poder patriarcal”.
Mediante la noticia se justifica y legitima la violencia contra la mujer, se tiende
a exaltar la figura masculina del homicida o el agresor sexual de acuerdo con
16 Jos Van Usel, La represión sexual, México, Ediciones Roca, 1970, p. 57.
17 Ayllón Virginia y Machicado Fernando, Gritos sin eco (Violencia contra la mujer en la
prensa boliviana). La Paz, CIDEM, 1989, p. 1.
18 Ileana Ramírez y Roxana Grillo, “El tratamiento informativo de la violencia contra la
mujer en Costa Rica: el caso del crimen de Alajuelita y el del psicópata” (texto inédito).
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
una jerarquía entre sexos, con características positivas como inteligencia, ló-
gica, impecabilidad y precaución. Las colombianas Margarita Flores y María
Aydee Gómez señalan cómo, en contraste, en los noticieros se destacan los
atributos físicos de la mujer, a la que se describe como “hermosa”, “rubia”,
“morena”, “atractiva”, “sardina” (jovencita).
De igual modo, la mujer víctima es implícitamente censurada en las noti-
cias, cuando se supone que ha infringido alguna norma social, de modo que
está en el lugar “no apto”, o en un sitio “indecente”. Y así como en los Códigos
Penales resulta mejor para la víctima ser mujer honrada, los noticiarios tienen
su escala de valores para referirse a las mujeres según sean esposas, aman-
tes, amigas o concubinas19.
En un estudio que comprendió a Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Hondu-
ras, Perú y República Dominicana, con un mínima de tres periódicos en los
cuales se analizaron las secciones especiales para el reportaje de delitos, se
confirmó lo que ya sabemos: que la criminalidad masculina es mayor que la
femenina; que la delincuente rompe con los roles y estereotipos; que aceptar
y divulgar la delincuencia femenina es poner en entredicho la imagen de la
mujer madre, abnegada, paciente, fiel, pasiva; y que la delincuente ocupa,
como noticia, un lugar menos importante.
Esto último se pudo comprobar en Costa Rica en 1988, cuando una crisis
en el sistema penal, provocó desórdenes y confusión en El Buen Pastor, con
agresiones entre internas, y contra autoridades, amenazas de muerte, faltas
de respeto, intentos de fuga, tugas consumadas.... Todo esto ocupó un segun-
do plano en las noticias, donde se ponía el mayor énfasis en las cárceles de
varones “La Reforma” y “San Sebastián”20.
En el citado estudio de Ileana Ramírez y Roxana Grillo, se denuncian
algunas de las formas en que la mirada ideológica sobre mujer tiñe cuanto se
dice de ella, ya sea víctima, ya sea delincuente: se emplea como mercancía
noticiosa a la que ha sido violentada; se la cosifica reduciéndola a partes de un
cuerpo sin identidad; se usan eufemismos para referirse a sus genitales (“par-
tes nobles”, órganos íntimos”, “partes bajas”); se la despersonaliza al presen-
tada como reporte de lesiones, de pruebas que se encuentran en sus cuerpos,
despojándola de su identidad; se le quita apoyo justificando la agresión de la
que fue objeto, ya sea porque se lo buscó, porque en su clase social “eso es
común”, porque era su destino, porque ella irrumpió en el espacio del agresor,
o transitó por él.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
patrones para cometer robo” (Bolivia), “Se acabó el amor de madre” (Colom-
bia), “En Choluteca: enloquecida por la cólera, suegra mata a su yerno de
cinco balazos” (Honduras), indican la intención del redactor al utilizar “cuali-
dades” relacionadas con las mujeres. El sólo hecho de llamarla “doméstica”
(y no simplemente mujer) ubica a la delincuente en un plano de inferioridad,
puesto que ese es uno de los trabajos menos valorados en todas las socieda-
des latinoamericanas. “Ganarse la confianza de los patrones”, hace referen-
cia a un “juego” supuestamente “típico” de las mujeres: el empleo de las
relaciones interpersonales para sacar provecho de ellas. La evocación al “amor
de madre” apela a los sentimientos más “sagrados” del o la lectora, provocan-
do la inmediata valoración negativa de la mujer criminalizada. En el último
ejemplo, con el empleo de la palabra “suegra”, de carga muy negativa, y
“enloquecida por la cólera” (otras dos palabras con su respectivo significado
muy ligadas a lo femenino), parece quererse trasmitir una imagen denigrante.
También se diferencian en el empleo de comillas los titulares referidos a
hombres y a mujeres. Con esto se tiende a agravar la discriminación cometida
contra la mujer: “Jueces abren causa en el caso de la mujer del “narcocalzón”
(Bolivia); “Una mamá “joyita” mató a la hija porque no le dio regalo” (Colom-
bia); “Peruana de “los mil rostros” sorprendió a turistas y alcaldes” (Perú).
Como se puede observar, los entrecomillados “narcocalzón”, “joyita”, y “los
mil rostros”, se utilizan con la mala intención de vincularlos con el mundo
femenino, al relacionarse respectivamente con una prenda intima de la mujer,
el rompimiento del estereotipo de madre, y la idea de que las mujeres no
somos confiables.
Otro rasgo encontrado por las investigadoras fue el uso de calificativos
denigrantes como una violencia extra contra las mujeres que han delinquido:
“doméstica”, “iracunda”, “descuartizadora”, “ciega de rabia”, “devoradora
de hombres”, “temible meretriz”, “mujeres salidas del infierno”, “degenera-
da”, “cegada por los celos”, “enloquecida por la cólera”, “prostituta”, “asea-
dora”, “ebria”, “borracha”, “alcohólica”, “parricida”, “chismosa”, “degenera-
da” son algunas de los adjetivos con que la prensa las califica. En Bolivia se
enriquece aún más el léxico con “chola” y “cholita”, que transforman en si-
tuaciones de “menor categoría”, los hechos en que participan.
Respecta del contenido, hay algunas constantes en todos los países in-
vestigados: se percibe la delincuencia femenina como un fenómeno nuevo,
impropio de mujeres, el cual ha sido atribuido por los periodistas a “(as distor-
siones que podría ocasionar la liberación femenina”, la “)alta de un hombre
que le ayude a sostener financieramente a la familia” y la “rebeldía producida
por aspectos socioeconómicos y psicológicos”; desnaturalización que condu-
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6. Al fin de cuentas
El texto de Concepción Arenal que sirve de epígrafe a este capítulo, fue
escrito en el siglo XIX; desde entonces, muchas de las injusticias de la ley
para con las mujeres, han venido a menos, pero no tanto que las dejemos de
sentir. Uno de los reclamos más frecuentes y dolidos de sus contemporáneas,
en cualquier parte del mundo occidental, era el derecho a la educación, que
con mil pretextos se les había vedado. Hoy ese derecho existe; sólo que el
pensamiento patriarcal cambia de forma, se sutiliza, se enmascara, se adelga-
za, para apretar de otro modo las clavijas del poder. Los hechos que en este
capítulo se comentan, dan fe de ello. Las discriminaciones se meten en la
cárcel para desde allí seguir rigiendo sobre la vida de las mujeres. Privadas
del ejercicio de la sexualidad, cargadas con los hijos y los deberes familiares,
mermadas sus posibilidades de capacitación y empleo digno, ridiculizadas y
disminuidas por la prensa, las mujeres marcadas por el delito tienen un doble
estigma: el de sus actos ilícitos, que comparten con los varones prisioneros; y
el de su feminidad, que comparten con todas las mujeres. Algunas de estas
discriminaciones no pasan por tales: aparecen como prerrogativas, trampas
con queso para capturar ratones. “En cuanto a los privilegios del sexo -decla-
ró la misma autora con que abrimos este capítulo- renuncio solemnemente a
ellos, por haber notado que cuestan más que valen”. Tal vez recordarlo cons-
tituya para todas nosotras una buena advertencia.
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1 http://www.acl.ac.cr/d.php?emt
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de invocar; también por el hecho más abarcador de que, con sólo nombrar a
“la mujer”, el molde que es la palabra me conduce, sin que pueda evitarlo, a
sacrificar la infinita red de formas particulares en las prácticas de la femini-
dad: toda modelación resulta inherentemente “reduccionista”. La situación se
complica en mayor grado cuando me pregunto, con más concreción, por “la
mujer que escribe”, y alcanza niveles casi demenciales al inquirir por “aque-
llo” –si es que lo hay- que escribe la mujer.
¿Qué es, en fin, lo que despliego sobre la mesa al referirme a una litera-
tura desde lo femenino? “Sin duda, cartas marcadas”, se apresurará a afir-
mar más de una persona. ¿Se apela con tales consideraciones —preguntará
otra— al sexo de las escritoras, o bien a su ubicación dentro de lo que una
sociedad construye como pautas vigentes en el ejercicio del “género”? ¿Es
entonces “la mujer que escribe” un condicionante natural o una construcción
social? Por el momento, y en vista de que cualquier intento de respuesta
parece conducirnos a un verdadero campo minado, me atrevo a formular que,
sea lo que sea que una fémina escriba o hable y piénsese de ella lo que se
piense, hay algo que ofrece pocas dudas puesto que se ancla en el terreno de
las evidencias más directas y fácilmente comprobables. Este hecho al que
aludo es que, durante siglos, lo que han hecho las mujeres se ha llevado a cabo
desde el reducto de la vida privada, o lo que es lo mismo, desde el encierro.
Más aún: la división entre lo público y lo privado no sólo está presente en todas
las culturas, sino que sus términos aparecen muy uniformemente ligados a dos
órdenes distintos: lo público, al orden superior de lo masculino en tanto gestor
de la cultura; lo privado, al de la femenina reclusión doméstica como entorno
de la perpetuación de la especie, más cercano a lo natural y por ello, conside-
rado de inferior rango. Lo atinente a la feminidad ha quedado así no sólo
devaluado durante siglos, sino también destinado al servicio del hombre quien,
desde siempre “hacedor privilegiado de la cultura”, le impone una relación de
mando en nada distinta a la tan conocida y, en otros ámbitos, tan combatida
relación de señorío y servidumbre.
Permítanme una rápida confesión, para la que solicito licencia y com-
prensión puesto que, ya lo dije, la corrección ceremonial aconseja evitar las
referencias a mi ser concreto, parlante ahora quizá más allá de toda cuenta.
Lo cierto es que conforme me iba planteando, a propósito de este discurso de
ingreso, las ideas que ahora hilvano, la sensación de una ingente reclusión
milenaria se apoderaba de mi endeble humanidad, cual si hiciera de mí la
infortunada e individual protagonista de siglos de historia colectiva. Sin em-
bargo, y para mi suerte, fui capaz de recordar, en relación con tales sensacio-
nes, el sano ejemplo de una compañera de lides, femeninas y literarias, que
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lee, se ve una película o, más frecuente aún, se duerme. Allí, los nexos con el
mundo exterior se diluyen hasta casi desaparecer y no se establece relación
humana alguna, ni siquiera con la persona sentada a nuestro lado, salvo el “sí”,
“no”, “usted disculpe” o “con permiso”. Cuando el medio resulta ser un avión
—encierro decretado a nuestro pesar, cápsula de sonidos difusos, luces en
préstamo y comidas a destiempo— de no transformarse el tránsito en itinera-
rio interior, en viaje introspectivo, habrá de convertirse en tortura. Pero aun la
introspección —y más desde un claustro impuesto— termina por generar, en
el discurrir de unas horas en extremo dilatadas, bien el tedio o inclusive, la
angustia y el desasosiego. Sin embargo, lo más llamativo es que estas formas
actuales de protagonizar el viaje han provocado que la experiencia del despla-
zamiento se reduzca a un simple paso entre dos puntos, el de partida y el de
llegada. Se ha perdido el sentido del transitar, del “devenir” y, con ello, hemos
difuminado la posibilidad de establecer matices, de desplegar espectros, de
recorrer los maravillosos territorios de medianía desparramados entre el aquí
y el allá. Nos quedamos por lo tanto con los polos inertes de un arco iris que
casi nunca desdoblamos, objetos inmóviles que asimos y desechamos negán-
donos a la seducción del matizar, a la aventura del claroscuro, en suma, al
gozo del suceder en tanto deleite inigualable del recorrido viajero.
Aunque sé que soy susceptible al hechizo de lagos, ríos y demás acuosas
superficies, confieso que, literalmente, me rindo de gozo ante todo aquel trán-
sito que implique el abrazo protector de Madre Gea. Asocio fácilmente la
ventana de un tren, valga el caso, a la cuadratura abierta de esa valija de
mago que, casi siempre, una mano paterna depositaba en nuestras infancias:
caja china de asombros y sorpresas cambiantes, realidad irrefrenable en su-
cesiones y encadenamientos desaforados de espectros y matices sin fin, como
pañuelos de vivos colores múltiples que se anudan en una sucesión intermina-
ble. Terrestre y terrena, amo gravitar y, tal vez por esa razón, me perturban la
vacuidad y la ingravidez, en las cosas, en las personas y en las situaciones. La
ventana de un vehículo terrenal, en cambio, me sumerge en el espejo infinito
de las múltiples geografías, a la vez que me ata al regazo de la Diosa Buena.
Sin embargo, reconozco que esos deleites me sitúan en una curiosa situación,
contraria a los aires de mi época. Para el mundo de hoy, las comunicaciones y
los desplazamientos veloces y eficaces no sólo son un signo, sino una necesi-
dad: según comentaba hace un momento, cuando alguien sube a un medio de
locomoción es porque espera, en el menor tiempo posible, arribar al destino
señalado. Punto de partida, punto de llegada y en el medio... la intrascenden-
cia y la nada.
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discurso con sus gravosos males. Ciertamente, nada difícil resulta percatarse
de que mi imagen del lenguaje, en este punto del emprendido tránsito, ha ido
tomando una corporeidad peligrosamente femenina inclusive en su locura,
amenaza que trataré de paliar apelando de nuevo a la razón para intentar, al
menos, alguna justificación final ante tales desaguisados.
Y así concluyo. La aparente quietud de las mujeres —porque a sembrar
quietud en ellas es a lo que ha aspirado la tradición de occidente— en mucho
puede parecerse a la del diccionario, dentro de la vertiente dual que se ha
invocado: tras una superficie mansa al modo de portada limitante y protectora,
bulle en el interior el palpitar sin fin de un permanente proceso cíclico de
creación y recreación, juego genésico de todo lo que ha sido, ya es y aun, de
aquello que se anuncia, en el despliegue de gravidez gozosa que es la corpo-
reidad lingüística y el tejido de los discursos. Y si la norma establece fronteras,
si crea muros para “encerrar” y contener tanto estallido, siempre será posible
el roce de una metáfora, el vuelo de una figura que alcance a dislocar el
cuerdo andamiaje del sistema, a fin de garantizar la dosis de sabio lunatismo
que nos preserve un lugar en este mundo.
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1 http://www.centroamericana.it/wp-content/uploads/2015/03/ZAVALA-A-00000243-
ebookb.pdf
2 W.O. MUÑOZ (comp.), Narradoras costarricenses. Antología de cuentos, EUNED,
San José 2006, pp. 328. Muñoz ha dedicado trabajos similares a todos los países
centroamericanos. Varias de las antologías ya han sido publicadas en casas editoras
locales.
3 L. BERRÓN (comp.), Relatos de Mujeres. Antología de narradoras de Costa Rica,
Editorial Mujeres, San José 1993, pp. 201 y Relatos del desamor, Editorial Mujeres,
San José 1998, pp. 136. Véase también: S. ARAYA SOLANO, Seis narradoras de
Centroamérica, EUNA, Heredia 2003, pp. 289.
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puesto principalmente por críticas, entre las que destacan Seidy Araya, Nory
Molina (q.e.p.d) y Emilia Macaya, se ocupa en particular de esta producción
en el plano del análisis, de manera sistemática y continuada. En momentos
más recientes, Jorge Chen inicia un trabajo de revaloración de la obra de
varias narradoras y poetas 4. Fuera de Costa Rica, Consuelo Meza y Willy
Muñoz han mostrado y analizado esta producción en el contexto centroameri-
cano.
Según palabras de Carmen Naranjo, ineludible referencia de las letras de
mujeres en Costa Rica, la renovación de esta modalidad narrativa se ha debi-
do principalmente al trabajo de escritoras poco convencionales y no satisfe-
chas con el status quo de la literatura del país y de la cultura nacional. El
trabajo de Yolanda Oreamuno, Carmen Lyra, Victoria Urbano, Rima de Vall-
bona, Carmen Naranjo, Julieta Pinto, María Bonilla y Anacristina Rossi, en
novela y cuento, así lo confirma, aunque no todas elijan una perspectiva clara-
mente feminista. Aquí se tiene como referencia un grupo de las cuentistas que
han mostrado en distintas formas y con diferentes énfasis, una actitud de
resistencia y disposición a avanzar por sobre los límites.
El trabajo de tesis doctoral que Nory Molina dedica a las narradoras
populares recoge parte de la investigación realizada por la Escuela de Planifi-
cación y Promoción Social en la Universidad Nacional (editado en 1979 5 con
el título Autobiografías campesinas), para mostrar otro universo de relato-
ras, no documentado por la crítica académica.
La búsqueda experimental
Al contrario de lo que había sido el gesto dominante en los narradores,
bastante apegados al modelo clásico del cuento latinoamericano y a una pro-
puesta de sentido que se mantuvo fundamentalmente en la perspectiva de los
realismos, las narradoras han buscado la ruptura de las tradiciones cuentísti-
cas y de las ideas imperantes en el orden público, y lo que les es más propio,
en el orden privado, esto es, en los terrenos de la vida afectiva, doméstica y
moral.
Como es sabido, la ruptura literaria puede ocurrir en diversos planos: en
la elección y combinatoria de materiales lingüísticos que sirven de base a toda
creación en este campo, en la propuesta estilística, en el manejo de las con-
venciones del género y en el tratamiento de los temas, principalmente. Se
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
entiende aquí por ruptura todo giro que se oponga a la convención aceptada,
sea para cuestionar lo usual, sea para proponer nuevos horizontes. En Costa
Rica fueron cuentistas de ruptura su iniciadora Rafaela Contreras Cañas,
esposa de Rubén Darío, al salirse del canon realista costumbrista que marcó
el fin del siglo XIX y el principio del XX en el país; Carmen Lyra con su fuerte
resistencia política, poco común para una mujer de su tiempo, cultura y sector
social; igualmente, Julieta Pinto en su trabajo de solidaridad con los sectores
marginados y su conciencia anticipada de género; y más recientemente, Emi-
lia Macaya, Dorelia Barahona y Anacristina Rossi, entre otras narradoras
nada apegadas al continuismo literario, en cuanto se atreven por sendas temá-
ticas poco transitadas.
En este caso, interesan especialmente las escritoras que han realizado
una ruptura frente a los convencionalismos de la relación género (sexo) 6, con
el propósito de remover los estereotipos y conductas que han mantenido a las
mujeres dentro de los márgenes restringidos previstos. Por cierto, no siempre
la ruptura ideológica de género implica necesariamente un esfuerzo similar en
el orden estético y, particularmente, frente a las pautas que supone cada gé-
nero literario.
Por otra parte, conviene tener presentes las tres fases en el desarrollo de
la conciencia de género (sexo), que se expresan en los productos de creación
artística: la literatura que muestra y lamenta el estado de injusticia contra las
mujeres, la literatura que llama a la lucha o la documenta y, por último, aquella
que ofrece un escenario de superación de los problemas, con mujeres auto-
rrealizadas y de firmes convicciones.
6 Se siente aquí necesidad de aclarar cuando se habla de género en relación con sexo, puesto
que en crítica literaria, como bien es sabido, “género” refiere a los tipos o modelos que
distinguen los campos de producción de la literatura, por lo que el uso dado
contemporáneamente en teoría feminista requiere alguna especificación que evite
equívocos. No se desconoce con esto la crítica de esta última teoría a la inflexibilidad
inicial de la relación entre género y sexo, ampliada por la teoría “queer”. Se aclarará solo
cuando pueda haber ambigüedad de sentido.
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7 F. Ovares et al., La casa paterna, Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José
1993, p. 267.
8 Y. OREAMUNO, A lo largo del corto camino, Editorial Costa Rica, San José 1961, p.
376.
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11 Añade Ailyn Morera: “Marta Castegnaro en la sección “Día Histórico” del periódico La
Nación, nos informa que además fue presidenta y fundadora de la Asociación de Literatura
Femenina Hispánica en Estados Unidos. También fue representante del Instituto de
Estudios Hispanoamericanos de la Universidad de Texas, y vicecónsul de Costa Rica en
Beaumont y Houston. Colaboradora en gran cantidad de revistas y diarios
estadounidenses, obtuvo el premio del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, en
1968; el premio León Felipe de Literatura de México, en 1969; y el premio Fray Luis de
León, de España, en 1970" (A. MORERA, http://www.redcultura.com – Consulta
8.5.08).
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21 Sobre la obra de Rima de Vallbona dice Gerardo Piña-Rosales en su texto “Anne Bradstreet,
Sor Juana Inés de la Cruz, Rima de Vallbona y la sociedad patriarcal: del soslayo a la
subversión”: “Como narradora, Rima de Vallbona ha publicado la novela Noche en vela
(1968), texto primerizo, tanteador, pero que mostraba ya a una novelista de talento. La
redacción de Noche en vela constituyó para la autora una verdadera experiencia catártica,
ya que, a lo largo de los cuetos y vericuetos de su escritura, perdida en el laberinto del
vacío existencial, consiguió vislumbrar al fin un rayo de esperanza en la presencia divina.
En esta novela “existencialista” (¿y qué novela no lo es?), se oyen ecos de la Biblia y
sobre todo los murmullos de Las Confesiones de San Agustín, reveladora religiosidad
que no le impide denunciar los abusos del clero, su hipocresía, sus bochornosas
debilidades. Pero, ya se sabe, la religión institucionalizada está en manos de los hombres,
criaturas de carne y hueso, sujetos por ende a la implacable tiranía de las pasiones. En su
aspecto formal, Noche en vela muestra ya un afán innovador, en parte impulsado por la
explosión de la novelística latinoamericana y en parte por la influencia de Jorge Luis
Borges. En su segundo libro, Polvo del camino (1971), Rima de Vallbona incursionó por
primera vez en ese género tan difícil, por su misma escueta y medida andadura, que es el
cuento. Y yo creo, sin desdeñar ni mucho menos sus novelas, que Rima de Vallbona es
una de las grandes cuentistas contemporáneas, pues en ese breve y tenso espacio escritural
es donde su voz encuentra su mejor eco. Siguieron los cuentos de Mujeres y agonías
(1982) y la novela Las sombras que perseguimos (1983), intento – según Juliette
Decreus – de “hacer una novela que (fuera) la suma de sus sueños y de sus esperanzas;
de la libertad de su infancia y de la estabilidad de su madurez; de su escepticismo y de su
sed de Dios; una novela que (fuera) para todos los seres en lo que ellos tienen de más
fuerte y más vulnerable, de más secreto, de más profundo”. (126) (sic). Tras la aparición
de dos cuentarios más, Baraja de soledades (1983), y El arcángel del perdón (1989),
Rima de Vallbona publicó en 1991 la novela que habría de tener tal vez mayor resonancia
entre las suyas: Mundo, demonio y mujer. En sus páginas, la lucha y la experiencia
colectivas, de significación íntima y privada – como ha señalado Jorge Chen Sham –
confieren al texto un carácter testimonial, en donde “la legitimidad misma de ciertas
estrategias discursivas, al recurrir frecuentemente al registro intimista de la autobiografía,
sólo se justifica... en cuanto ilustra la vida de todos”. http://coloquio.com/coloquioonline/
2006/0606pina.htm – Consulta 7.4.08.
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22 http://www.inamu.go.cr/index.php.
23 PIÑA-ROSALES, “Anne Bradstreet, Sor Juana Inés de la Cruz, Rima de Vallbona...”.
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narradora que ha hecho, tal vez incluso sin proponérselo, un trabajo por la
reivindicación de su género.
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24 http://www.nacion.com/ancora/2002/septiembre/22/ancora1.html.
25 Entre 1991 y 1992, fundó la Editorial Mujeres: “primera en Costa Rica y tercera en
América Latina, destinada a publicar textos escritos por mujeres. Fue una tarea llena de
alegrías y sinsabores, pero finalmente salió y tuvo mucho éxito. El primer título, que
publiqué en 1993, se llamó Relatos de mujeres, e incluía 33 relatos de 24 escritoras
costarricenses. Se encuentra en la sexta edición. Entre esos relatos se encontraba un
cuento largo, casi novela corta, que escribí hacia 1989”. Entrevista a Linda Berrón por
Edward Waters Hood, Ciberayllu, http://- www.andes.missouri.edu/andes/Cronicas/
EWH_LindaBerron.html. Todas las citas de l’autora se referieran a esta entrevista.
26 Ibidem.
27 Sobre ese libro dice la autora: “envié a la Editorial Costa Rica bajo el título La última
seducción. El jurado, compuesto por tres lectores, entre los que estaba el escritor Alberto
Cañas, que dijo cosas muy elogiosas de la colección, aprobaron la publicación. Con todo
y como suele pasar con las editoriales públicas, este libro permaneció cuatro años en la
Editorial Costa Rica, esperando ser publicado. Finalmente salió a finales del año l989,
aunque los cuentos incluidos en él corresponden, fundamentalmente, al período l983 a
l986. De alguna manera, ahí terminó una etapa más”.
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28 “Después empecé a escribir lo que inicialmente era un cuento sobre un don juan criollo,
un conquistador que, al llegar a los cuarenta y ver cómo se le ha ido la vida y las
numerosas conquistas, decide hacer en adelante un expediente de cada nueva mujer que
conquiste, para que al menos quede un testimonio, algo para siempre. Ese cuento se
convirtió, después de un año y medio de febril y alegre productividad, en una novela...
que fue publicada por EDUCA en 1989”.
29 Sobre este libro dice Linda Berrón: “(...) La cigarra autista. Mandé esta colección al
Premio Internacional de Narrativa de Mujeres, en España, y ganó el premio. En Madrid,
en la editorial Horas y Horas, salió publicada una selección en una antología titulada
Todo va de cuentos. En Costa Rica, me llamaron de la editorial de la Universidad Estatal
a Distancia para decirme que lo querían publicar. Así fue cómo La cigarra autista salió en
la colección Vieja y nueva narrativa costarricense, con el número 9, el año 1992”.
30 “(...) Relatos del desamor. En esa colección aparece un cuento mío cuyo tema de fondo
son las mafias que se dedican a la trata de blancas en Europa. Se titula “Corazón sin
Caribe”, que ha sido publicado en un suplemento cultural de Valencia y ha recibido muy
buenas críticas”.
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31 Editorial REI (Red Editorial Iberoamericana), Costa Rica, San José 1993. Más sobre esta
autora en http://www.inamu.go.cr/nuestrasHuellas/GaleriaCultural/Novela/
Ana_Rossi.htm.
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Conclusiones
De modo claramente pionero en el contexto centroamericano, un grupo
de narradoras costarricenses ha mostrado una clara disposición a la ruptura y
ha procurado, contra todos los riesgos, afirmar su intención de búsqueda más
allá de las convenciones, para lo cual ha tenido que vencer, en primer lugar, los
límites de lo que ha sido el papel subyugado de las mujeres, hecho que pasó
inadvertido a la gran mayoría de los pensadores consagrados por la tradición
androcéntrica hasta hace pocas décadas. Esta labor fue muy riesgosa para
las escritoras de la primera mitad del siglo XX, todavía difícil para las de la
segunda mitad y casi esperable y obligada para las de este siglo. En lo que
refiere a género (sexo) en el presente, cuando las direcciones del postfeminis-
mo y los giros neoconservadores atenúan las denuncias que se habían suscita-
do en las tres últimas décadas, la posibilidad de que las cuentistas más jóvenes
olviden esta historia de resistencia está latente y a veces, es manifiesta.
Las rupturas estéticas frente al género literario, no corresponden nece-
sariamente con posiciones novedosas en el orden de las ideas y los valores.
Puede ocurrir que la búsqueda experimental permita recubrir posiciones con-
32 R. SOTO, “La perversa moralista: un vistazo a los cuentos de Dorelia Barahona”, http:/
/www.doreliabarahona.com/html/libros_noche_bodas.html.
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1 http//:www.redalyc.org/articulo.ao?id=15312721004
2 Datos revelados en las investigaciones de la historiadora Eugenia Rodríguez (2006 y
2000), tales como Divorcio y violencia de pareja en Costa Rica (1800-1950) e Hijas,
novias y esposas. Familia, matrimonio y violencia doméstica en el Valle Central de
Costa Rica (1750-1850).
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nista (Pleck, 1987; Gordon, 1988; Sullivan, 1994; Sagot y Carcedo, 2000; Car-
cedo y Molina, 2003; Lazarus-Black, 2003; Weldon, 2004; MacDowell San-
tos, 2004). Se inicia así un proceso para tratar de romper con el mito de que
esta forma de violencia es un asunto “privado” y hasta normal dentro de la
dinámica familiar y humana, por lo que debe mantenerse fuera de los alcan-
ces de la justicia y de la intervención del Estado. Por medio de argumentos,
presentación de testimonios y resultados de investigación, manifestaciones y
otras intervenciones expresivas, el movimiento feminista logró sacar el pro-
blema a la luz, con lo que contribuyó, además, a mostrar que la dicotomía
entre lo público y lo privado, y entre lo personal y lo político es artificial, y
consecuentemente, abrió el camino para que se plantearan demandas concre-
tas de intervención estatal.
3 El primer programa de esta naturaleza fue la Casa Protegida “Julia Burgos” abierta en
Puerto Rico en 1979.
4 La fecha fue elegida en conmemoración del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas
Mirabal (las Mariposas), activistas políticas de la República Dominicana, por orden del
dictador Rafael L. Trujillo (1930-1961). Siguiendo la conmemoración instaurada por el
movimiento feminista, en diciembre de 1999, la 54ª sesión de la Asamblea General de las
Naciones Unidas adoptó la Resolución 54/134 en la que declaró el 25 de noviembre Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
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contra las mujeres, a fines de los años ochenta sólo un país, Puerto Rico, había
legislado sobre esta materia. Para la mitad de la presente década, la mayor
parte de los países ha abordado la problemática de alguna manera, por medio
de la aprobación de normas específicas o modificando legislaciones anterio-
res. De hecho, varios países han adoptado también disposiciones constitucio-
nales relacionadas con el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia,
lo que reviste especial importancia si se considera que este es el instrumento
jurídico que enmarca el resto de la legislación nacional.
En relación con las normas específicas sobre violencia contra las muje-
res, según se planteó, estas revisten básicamente dos modalidades: leyes es-
peciales sobre la materia y modificación de los códigos penales. Las leyes
aprobadas son de dos tipos: las que establecen medidas de protección y las
que sancionan; es decir, que establecen procedimientos que pueden terminar
en la sanción del agresor. Por otra parte, en varios países se han modificado
los códigos penales para que expresamente se considere y sancione las diver-
sas manifestaciones de la violencia contra las mujeres.
Muchos de los países de la región han realizado también modificaciones
tendientes a normar, tipificar y sancionar la violencia sexual. De acuerdo con
Tamayo (2000), las modificaciones en este sentido han logrado que los delitos
sexuales dejen de ser tipificados como delitos contra el honor y las buenas
costumbres, y pasen a ser considerados como “delitos contra la integridad o la
libertad sexual”. Sin embargo, en algunos países, se conservan todavía nor-
mas legales que mantienen términos referidos a la honestidad de la mujer o
que establecen disposiciones para eximir de la pena al agresor si contrae
matrimonio con la víctima (Brasil, Nicaragua, Panamá y Uruguay).
Otra manifestación de la violencia sexual que ha sido incorporada en la
normativa de algunos países es el hostigamiento o acoso sexual. Algunas de
las modificaciones señaladas arriba incluyen y tipifican esta figura, tal es el
caso de República Dominicana, Honduras, Ecuador, Paraguay y El Salvador.
En cuanto a normativas específicas, Argentina sancionó en 1993 un Decreto
sobre acoso sexual en la Administración Pública y Costa Rica aprobó la Ley
contra el hostigamiento sexual en el empleo y la docencia (1995). A pesar de
estos importantes avances, es necesario destacar que esta figura no está
tipificada en muchos de los países de la región, lo que constituye un vacío legal
importante.
Así como existe un avance importante en términos normativos, también
lo hay en la elaboración e implementación de políticas públicas dirigidas a
abordar la problemática. La existencia de estas políticas se debe, en parte
importante, a la instalación de mecanismos nacionales para la protección y
ampliación de los derechos de las mujeres (ministerios, oficinas o institutos de
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6 La excepción la representa Costa Rica al aprobar, en abril del 2007, la Ley de penalización
de la violencia contra las mujeres adultas (Ley 13874)
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las mujeres, sino que, cada vez más, se revierten en contra de las propias
afectadas al ser usadas por los agresores como un instrumento más de mal-
trato7 y por las instituciones como un mecanismo de revictimización (CEFE-
MINA, 2003). En ese sentido, a pesar de lo reciente de estas legislaciones y
políticas, su aplicación ya ha demostrado sus deficiencias y carencias.
La resistencia de los estados y de las instituciones sociales para abordar
el problema específico de la violencia contra las mujeres se ve reflejada no
sólo en la naturaleza de las leyes y políticas aprobadas, sino también en la
forma en que operan las diferentes instancias encargadas de ofrecer servi-
cios. La mayoría de las instituciones estatales tiene un enfoque básicamente
asistencialista, desprovisto de una perspectiva de derechos y de una visión
articulada de proceso cuya meta sea la erradicación de la violencia. En estos
servicios se trata a las mujeres como “beneficiarias” o “necesitadas de ayu-
da” o “víctimas” a las que hay que atender o soportar como un favor y no
como ciudadanas con derechos, en particular a la protección, al debido proce-
so, a la integridad, a la justicia y a vivir libres de violencia.
La información recopilada en los distintos países apunta a que durante la
tramitación de procesos, los funcionarios y operadores de justicia incurren
con frecuencia en desempeños discriminatorios y sexistas, aplicando estereo-
tipos basados en el género y funcionando bajo concepciones tradicionales,
muchas veces, hasta forzando la conciliación entre las partes por encima de la
protección de los derechos humanos de las mujeres. Lo anterior se constituye
en un factor importante que causa severos problemas a las mujeres que inten-
tan acceder a la justicia ya que la misma legislación de varios países ha privi-
legiado los mecanismos de conciliación (Brasil, Chile, El Salvador, Honduras,
Perú, Ecuador y Venezuela), incluso fuera del ámbito judicial y sin considerar
las relaciones desiguales de poder.
Lo anterior se convierte, en la práctica, en una forma de descriminiliza-
ción de la violencia contra las mujeres y de desjudicialización de “asuntos”
que no se consideran lo suficientemente importantes como para ser tratados
directamente en el ámbito público de la justicia (Isis Internacional, 2002).
Como lo plantean investigadoras feministas de Ecuador, que han visto las
consecuencias de los procesos de conciliación:
7 Por ejemplo, se ha presentado el caso de agresores que, antes de que una mujer solicite
medidas de protección contra ellos, según lo establece la Ley de Violencia Doméstica de
Costa Rica, se adelantan y presentan una denuncia contra la mujer, utilizando la misma
ley. O de abusadores sexuales de niñas o niños que denuncian por violencia doméstica a
su compañera y solicitan medidas de protección en su contra, por lo que ella es la que
debe dejar la casa.
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Bibliografía:
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Introducción
El principal objetivo de este artículo es analizar el impacto que tuvieron
las reformas liberales sobre las legislaciones que regularon, controlaron y civi-
lizaron el cuerpo y la sexualidad de las mujeres en América Central, en parti-
cular de las mujeres casadas, durante el siglo XIX y las primeras décadas del
siglo XX. En este sentido, Silvia Arrom apunta que:
La ley ofrece un marco esencial para la comprensión de la vida de las
mujeres. Si bien el sistema legal […] distinguía a las personas con base en
muchos factores […], el sexo atravesaba todas [las] categorías legales. Por
eso, la distinta situación jurídica de las mujeres es un fuerte argumento para
estudiarlas como grupo separado […], [y a la vez] distinguir entre las leyes
que se aplicaban a todas las mujeres y las que solo se aplicaban a las esposas.
La ley española concedía considerablemente más derechos a las mujeres
solteras y viudas que a las casadas, aunque menos que a los hombres de
equivalente estado civil (Arrom, 1988, 70 y 72).
1 Este artículo constituye un aporte parcial de un proyecto más amplio sobre los derechos
civiles de las mujeres centroamericanas durante el siglo XIX e inicios del siglo XX,
financiado por la Vicerrectoría de Investigación y auspiciado por la Escuela de Historia
y el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA) de la
Universidad de Costa Rica (UCR).
http://www.bibliotecafragmentada.org/wp-content/uploads/2015/06/Controlando-y-
regulando-el-cuerpo-la-sexualidad-y-la-maternidad-de-las-mujeres-centroamericanas-
siglo-XIX-e-inicios-del-siglo-XX.pdf
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4 Se refiere a: Costa Rica, Código de Familia (San José, Tipografía Nacional, 1974).
5 Panamá se independizó de Colombia por lo que antes del Código Civil de Panamá de
1917 estuvo vigente el Código Civil de Colombia (Código Civil de la República de
Panamá, 1960, 1).
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8 Código General de Costa Rica 1841 (Libro I, Arts. 89, 100 y 143); Código Civil de Costa
Rica 1888 (Libro I, Arts. 50 y 53); Código Civil de la República del Salvador 1860 (Libro
I, Tit. 4, Arts. 104-105 ;Tit. 6. Cap. 1, Arts. 133, 147 y 150); Código Civil de la
República del Salvador 1912, 5ª ed. (Libro I, Tit. IV, Cap. I, Arts. 97-98; Tit. VI, Arts.
182-184); Código Civil de la República de Guatemala, 1877 (Libro I, Arts. 119, 148-
152); Código Civil de la República de Guatemala, 1926 (Libro I, Arts. 118, 148-150,
152-154); Código Civil de la República de Guatemala, 1937 (Libro I, Arts. 82-83, 97 y
99); Código Civil de la República de Honduras 1880 (Libro I, Arts. 108, 110, 171);
Código Civil de 1898 (Libro I, Arts. 33-34, 62-63); Código Civil 1906 (Libro I, Arts.
167-168); Código Civil de la República de Nicaragua 1871 (Libro I, Arts. 103-104, 132-
136); Código Civil de la República de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 94-95, 151-152);
Código Civil de la República de Panamá 1917, ed. 1960 (Libro I, Arts. 88-89, 110-112a);
Correa (1927) (Libro I, Arts. 88-89, 110-112).
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12 Código Civil Guatemala 1877, Libro I, Arts. 153-156; Código Civil El Salvador 1860,
Libro I, Arts. 134-135, 137-141, 147, 150, 153-154; Código Civil Honduras 1880, Libro
I, Arts. 172-179; Código Civil Nicaragua 1871, Libro I, Arts. 133-137, 139-145, 150;
Código General de Costa Rica 1841, Libro I, Arts. 53, 132-133, 135-136, 142.
13 Código Civil de Nicaragua 1871, Libro I, Art. 133.
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17 Potestad marital: Código Civil Guatemala 1877, Libro I, Arts. 153-156; Código Civil El
Salvador 1860, Libro I, Arts. 134-135, 137-141, 147, 150, 153-154; Código Civil
Honduras 1880, Libro I, Arts. 172-179; Código Civil Nicaragua 1871, Libro I, Arts. 133-
137, 139-145, 150; Código General de Costa Rica 1841, Libro I, Arts. 53, 132-133, 135-
136, 142.
18 Administración propia de bienes/eliminación de la potestad marital: “se refiere a cuando
la esposa podía hacer contratos y entrar en juicios sin el permiso del marido” (Deere y
León, 2005a: 71).Véase: Código Civil de Guatemala de 1926 (Libro I, Art. 166); Código
Civil de El Salvador de 1860 (Libro I, Art. 189, ed. 1912); Código Civil de Honduras de
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1898 (Libro I, Arts. 65-69); Código Civil de Honduras de 1906 (Libro I, Art. 173, ed.
1997); Código Civil de Nicaragua de 1904 (Libro I, Art. 157); Código Civil de Costa Rica
de 1888 (Libro I, Art. 78); Panamá, Ley 29/12/1914 (Arts. 3, 11, 13); Código Civil de
Panamá de 1917 (Libro IV, Tit. III, Art. 1167).
19 Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Art. 78).
20 El Foro, Tomo II, No. 28, 5/7/1884, 31.
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22 Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 80-82, 91-95, Art. 91, Inc. 5º y 92)
(causal mutuo consentimiento).
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
A diferencia del derecho canónico que incluía entre sus causales de se-
paración eclesiástica el adulterio de ambos cónyuges, en la legislación civil se
privilegió un sesgo de género, en donde el adulterio femenino y no el masculi-
no era contemplado como causal de divorcio. En el caso de los maridos, se
consideraba causal el concubinato público y escandaloso, incluso acompaña-
do del abandono o menosprecio de su esposa en el Código Civil de Honduras
(1906). En el Código Civil de Nicaragua (1904 y 1931), la esposa tenía incluso
que soportar y demostrar el concubinato del marido, quien lleve a la “concubi-
na” a vivir a su casa o en otro sitio notorio, resultando una injuria grave para la
mujer23.
A esto hay que agregar que, en los códigos penales, se consideraba un
delito el adulterio femenino y el marido se salvaba de una pena de cárcel, en
caso de que cometiera homicidio/feminicidio, cuando encontrara a su esposa
teniendo relaciones sexuales con otra pareja. En efecto, en Costa Rica fue
hasta en el Código Penal de 1941 que se eliminaron como delitos “contra la
honestidad” el adulterio femenino y el concubinato escandaloso24.
El análisis de las causales de divorcio civil también revela una influencia
importante del ideal del matrimonio afectuoso, armónico y por compañerismo,
y un mayor énfasis en la regulación de la conducta del marido conforme al
ideal de jefe de familia y de principal proveedor. Es decir, en cuanto a su deber
de proveer económicamente las necesidades de la familia y tener una con-
ducta honorable, para lo cual era fundamental no tener vicios como el alcoho-
lismo, el juego y los narcóticos, ni provocar escándalos públicos que atentaran
contra la estabilidad y la honorabilidad de la familia (como por ejemplo el
concubinato escandaloso). Esta tendencia se evidencia, en el hecho de que en
los códigos civiles del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX, se
admitían como causales de divorcio: el adulterio de la mujer; que el marido le
negara los alimentos a su mujer e hijos (aunque el derecho canónico no lo
aceptaba); el exceso, la sevicia o injurias graves recíprocas y la condena de
uno de los cónyuges a pena infamante25.
23 Código Civil de Honduras 1906 (Libro I, Arts. 167-168); Código Civil de la República de
Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 94-95, 161-164, 174); Código Civil de la República de
Nicaragua, 3ª ed. oficial, 1931, (Libro I, Art. 174).
24 En el Código Penal de la República de Costa Rica. Año de 1924 se consideraban delitos
el adulterio femenino y el concubinato escandaloso (Arts. 292-299); sin embargo, fueron
eliminados en el Código Penal de 1941 (Arts. 216-234). Para un análisis más detallado,
véase: Rodríguez, 2006, 186-188.
25 Código Civil de la República de Guatemala, 1926 (Libro I, Arts. 118, 148-150, 152-154);
Código Civil de El Salvador, ed. 1904 (Libro I, Art. 98) (Súarez, 1949: 56-57); Código
Civil de la República del Salvador 1912, 5ª ed. (Libro I, Tit. IV, Arts. 97-98, 117, 132,
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
144-145, 182-184); Código Civil de Honduras de 1880 (Libro I, Arts. 129, 143-150);
Código Civil de Honduras de 1898 (Libro I, Arts. 33-34, 58, 75-78); Código Civil 1906
(Libro I, Arts. 167-168); Código Civil de la República de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts.
94-95, 161-164, 174). También, Deere y León, 2005: 40-41; Código Civil de la República
de Nicaragua, 3ª ed. oficial, 1931 (Libro I, Art. 174); Código Civil de Costa Rica 1888
(Libro I, Arts. 80-82, 91-95); Código Civil de Panamá 1917, 1960: 10-11, (Libro I, Arts.
88, 91ª, 114 Inc. 11º, 119 123).
26 Código Civil El Salvador 1860 (Libro I, Art. 244); Código Civil Nicaragua 1871 (Libro I,
Art. 243); Código General de Costa Rica 1841 (Libro I, Arts. 194-195, 199 y 208).
27 Código Civil Nicaragua 1871 (Libro I, Art. 243). El subrayado es del original.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
del padre se le autorizaba a la madre a ejercer la tutela sobre sus hijos, con lo
cual se reforzó la capacidad legal de las esposas28.
De acuerdo con el Cuadro 3, Guatemala (1877) fue el primer país de
América Central en donde se estableció la normativa de la patria potestad
compartida, seguido en la década de 1880 por Honduras, El Salvador y Costa
Rica, y a inicios del siglo XX por Nicaragua y Panamá.
28 Código Civil Honduras 1880 (Libro I, Arts. 272-273); Código Civil Guatemala 1877
(Libro I, Arts. 285-286, 290).
29 Patria potestad del padre: Código Civil El Salvador 1860 (Libro I, Art. 244); Código
Civil Nicaragua 1871, (Libro I, Art. 243); Código General de Costa Rica 1841 (Libro I,
Arts. 93, 188-190, 192, 194-195, 199 y 208).
30 Patria potestad compartida: Código Civil de Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 285-286,
290); Código Civil de El Salvador 1860 ed. 1912 (Libro I, Arts. 252-256); Código Civil
de Honduras 1880 (Libro I, Art. 272-273); Código Civil de Honduras 1898 (Libro I,
Arts. 131-141); Código Civil de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts. 244-249, 260-261);
Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 129,132, 138-143); Código Civil de
Panamá de 1917 (Libro I, Arts. 187-192).
438
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Sin embargo, el ejercicio real de la patria potestad por parte de las muje-
res se encontraba sometido a ciertas limitaciones. Por ejemplo, en el caso
mexicano Carmen Ramos señala la existencia de una ley que habilitaba al
esposo a que nombrara consejeros en su testamento, a los cuales la madre
debía obedecer, o en caso contrario ella podía perder la patria potestad. En
caso de divorcio, la patria potestad quedaba en manos del cónyuge inocente, o
sea que el culpable la perdía; sin embargo, en caso de culpabilidad de la ma-
dre, esta podría ejercerla sobre sus hijos menores de cinco años (Ramos 2005,
127-139).
A esto hay que agregar, que en los códigos civiles centroamericanos la
legislación contemplaba que si la madre o la viuda, había sido sentenciada por
causa criminal, o se volvía a casar perdía la patria potestad y la administración
de los bienes del hijo menor33. Por lo tanto, aún después de haber fallecido el
padre este mantenía el control sobre los bienes de los hijos al nombrar conse-
jeros por su línea (abuelo por línea paterna), con lo cual se buscaba garantizar
que las propiedades y bienes fueran transmitidos preferentemente por vía
paterna. De esta manera, podría afirmarse que esta es otra práctica que ex-
plica en parte por qué los hombres podían verse más beneficiados en cuanto
al control y acceso a la propiedad en comparación con las mujeres.
No obstante, debemos tener en consideración que este cambio en cuanto
al ejercicio de la patria potestad por parte de las mujeres, aunque limitado y en
un contexto que favorecía el ejercicio de la autoridad del hombre como cabe-
za de familia, tendía a fortalecer el papel de las mujeres en cuanto al ejercicio
de su autoridad sobre sus hijos y a redefinir las relaciones de poder en la
pareja. Este cambio puede explicarse en parte, por el auge del ideal de la
maternidad de fines del siglo XIX, el cual exaltaba las funciones tradicionales
de las mujeres como esposas y madres garantes de la crianza de los hijos
conforme a los patrones liberales del orden, el progreso y la civilización (Ro-
dríguez 1998, 33-42; Rodríguez 1999, 85-122; Mora 2003, 181-199).
33 Código Civil de Guatemala 1877 (Libro I, Arts. 285-286, 290); Código Civil de El
Salvador 1860 ed. 1912 (Libro I, Arts. 252-256); Código Civil de Honduras 1880 (Libro
I, Arts. 275-276); Código Civil de Honduras 1898 (Libro I, Arts. 145-146); Código Civil
de Honduras 1906 (Libro I, Arts. 242); Código Civil de Nicaragua 1904 (Libro I, Arts.
244-249, 260-261); Código Civil de Costa Rica 1888 (Libro I, Arts. 129, 132, 138-143);
Código Civil de Panamá 1917 (Libro I, Arts. 187-192).
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
rupturas drásticas con respecto a la época colonial, sino que introdujeron cam-
bios graduales los cuales contribuyeron a redefinir y secularizar las funciones
de la familia y el matrimonio, las relaciones de género y los derechos de las
mujeres centroamericanas. Además, la introducción de dichas reformas im-
plicaron la redefinición legal y la secularización del matrimonio como “contra-
to soluble” versus el matrimonio católico como un “contrato indisoluble”.
Estas reformas, sin duda, marcaron un hito porque debilitaron tanto como
fortalecieron los derechos civiles de las mujeres –en particular de las mujeres
casadas–, y más que “modernizar”, contribuyeron a la vez a redefinir las
relaciones y las identidades de género, y a reforzarlas bajo los mandatos del
“orden” patriarcal y heterosexual. Es decir, la construcción identitaria de la
mujer como esposa y madre recluida en el ámbito doméstico, sumisa, depen-
diente, obediente y dedicada a la crianza y a la educación de los hijos. Ade-
más, la construcción identitaria del hombre como jefe del hogar y principal
proveedor, trabajador y sin vicios.
Las reformas liberales, durante el siglo XIX e inicios del siglo XX, se
vieron acompañadas del desarrollo e institucionalización de diversas institu-
ciones represivas, punitivas de la moral sexual y doméstica, lo cual se expresó
en particular en el control, la regulación y criminalización de los cuerpos y la
sexualidad de las mujeres, y la represión de aquellas conductas que eran con-
sideradas transgresoras del “orden” patriarcal y heterosexual. En este senti-
do, y en relación con las mujeres casadas, destaca la introducción de las
siguientes reformas que redefinieron el control y la regulación del cuerpo, la
sexualidad y la maternidad: a) el matrimonio como contrato civil; b) la elimina-
ción de la potestad marital; c) la regulación y control de la sexualidad y de la
maternidad; y d) el ejercicio de la patria potestad compartida.
Este artículo nos permite dar otras miradas al papel de las legislaciones
en la construcción y transformación de las identidades de género, y a la vez
nos permitirá contextualizar y comprender mejor los procesos posteriores de
movilización, organización y luchas de las mujeres por democratizar la región
centroamericana, y también por ampliar sus derechos durante los siglos XX y
XXI.
Como este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre los
derechos civiles de las mujeres centroamericanas, es también un punto de
partida para la realización de investigaciones futuras más profundas, que nos
permitan comprender mejor el impacto que tuvieron dichas reformas en las
identidades y las relaciones de género.
441
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
HONDURAS
El Campo de la Expresión1
La expresión en Honduras ha sido pobre por dos razones fundamentales:
la primera porque, en la etapa de poblamiento, la Iglesia prohibió la importa-
ción desde la metrópoli de novelas, romances, hazañas y “todas aquellas lec-
turas que afirmaban con su fantasía las mentes de los hombres”; a ello cola-
boró la falta de escuelas que no fueran religiosas, impidiendo de esta manera
la formación de los grupos masculinos. Paralelamente se prohíben, desde el
siglo XVI, los conventos y los beateríos, con lo que se marginó a las mujeres
del campo de la cultura. La segunda razón es que la República carece, duran-
te todo el periodo postidependiente, de una estabilidad política que formule un
espacio seguro y firme para la educación; de ahí que, en 1930, el país tuviera
un índice de analfabetismo que excedía el 64%.
La expresión literaria se centró en una cultura oral de la que nace una
cultura popular, poblada de un imaginario riquísimo, que se expresó en leyen-
1 Oyuela, Leticia. Mujer, Familia y Sociedad. Segunda edición actualizada hasta el 2000.
Tegucigalpa, 2001.
450
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
que fue el detonante necesario y que ella tituló Corazón Sangrante. Sin
embargo, en Clementina no hubo una clara definición de una opción de géne-
ro, sino tal vez hasta en los días posteriores a su madurez (1967). Como todas
las mujeres de gran sentido creativo, su creatividad la condujo por el mundo,
explicándose en lenguaje poético, hasta convertirse en la gran promotora del
arte, con la que ella pretendía basar una cultura para su país y para Centro
América, en los días gloriosos cuando los centroamericanos se encontraban
muy sumergidos en los “ismos” que poblaban los diversos lenguajes de la
cultura. Clementina hizo de su vida un testimonio donde cabe ubicar valores
de carácter más internacional y humano, a manera de espacios conductores y
fundamentales como la solidaridad, el respeto ala vida, la libertad de amar y
de morir, así como el ideal revolucionario, visto desde la óptica de la necesaria
construcción de una nueva sociedad, más permeable y decididamente de es-
paldas a una moral hipócrita y burguesa.
Después de la segunda mitad del siglo XX, las políticas de desarrollo y la
posición hegemónica de los Estados Unidos en el concierto mundial, llevó a la
mujer a integrarse en forma decidida en la producción.
La mujer del campo empezó a clarificar y a manifestar su inconformidad
frente a un estatus quo, que era la única oferta que recibía de la antigua
cultura tradicional; es posiblemente ahí donde se vio con más claridad la nos-
talgia por un cambio de situación, frente al surgimiento de una aculturización
de las grandes masas campesinas, en la cual el hombre perdía el sentido de la
responsabilidad y el espacio de las antiguas ideas “mujeristas” de jefe de
familia, responsable y protector de la mujer y la progenie.
El desempleo encubierto en la agricultura, la ausencia de tierras fértiles,
junto con una subcultura machista, fue la conjunción que causó, lentamente, el
sentimiento de compasión hacia las mujeres del campo y haciendo que cada
día se consumiera más el espacio del antiguo paternalismo. Éste, venturosa-
mente, se llenó en parte con una labor que surgió de las capas medias urba-
nas: los clubes de amas de casa, que surgieron inmediatamente después del
movimiento de las escuelas radiofónicas, patrocinadas por la Iglesia Católica
y que abonaron a una toma de conciencia de las mujeres del campo, en vista
de una filosofía clara, incorporada en la tradición.
Este movimiento fue el más atinado en el sentido de la capacidad de
animación que formuló en grupos de mujeres deprimidas por el Estado nacio-
nal, y que incorporaba, además, a los hijos y compañeros, por medio de agru-
paciones manejadas a través de la radio.
Muchas organizaciones privadas de desarrollo fueron surgiendo en los
últimos treinta años del siglo y fueron el caldo de cultivo necesario para trazar
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Introducción
Las primeras manifestaciones de una lucha sufragista, con trascenden-
cia social, se dan en Honduras hasta mediados de la década de los cuarenta,
en el contexto de un orden internacional y de una situación política interna
favorables a las demandas sufragistas. El fin de la segunda guerra mundial
(1945) trajo entre otras consecuencias la emergencia de la democracia como
fuerza o “símbolo casi universal”. En América Latina hubo en este periodo un
proceso de liberalización política que se manifestó, en la mayoría de los países
de la región, en aperturas democráticas, movilización política de fuerzas sub-
alternas en demanda de conquistas específicas, auge de los partidos comunis-
tas, surgimiento de partidos de oposición. Detrás de este clima político demo-
crático subyació la victoria de los Países Aliados y la derrota del fascismo
entre 1944 y 1946. Para diciembre de 1941, todos los países de América
Latina, a excepción de Chile y Argentina, se habían alineado a los estados
Unidos y cortado relaciones con los países del Eje (Japón, Alemania e Italia).
Los países latinoamericanos se habían colocado pues, al menos formalmente,
al lado de la democracia2.
Este contexto internacional de “avance democrático” favoreció la de-
manda del voto femenino por cuanto la expansión del sufragio fue vista como
una forma de extender la democracia formal; por consiguiente, la privación de
los derechos políticos femeninos fue considerada una negación al “ideal de
1 Villars, Rina. Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la
Historia de Honduras. Tegucigalpa, Editorial Guaymuras, 2001.
2 Véase, Leslie Bethell, Ian Roxborough, “Latin America between the Second World War
and the Col War: Some Reflections on the 1945-48 Conjuncture”, en Journal of Latin
American Studies, Vol. 20, 1988, pp.168-171.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
CUADRO 4.1
INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SUFRAGIO FEMENINO
EN AMÉRICA LATINA
Antes de 1944 Después de 1944
Ecuador 1929 Costa Rica 1945
Brasil 1932 Panamá 1945
Uruguay 1932 Guatemala 1945
Cuba 1934 Venezuela 1947
El Salvador 1939 Argentina 1947
República Dominicana 1942 Chile 1949
Haití 1950
Bolivia 1952
México 1953
Colombia 1954*
Honduras 1955
Nicaragua 1955
Perú 1955
Paraguay 1961
Fuente: Miller, “The Suffrage Movement in Latin America”, p. 168, y La-
vrin, “Suffrage in South America”, p. 184. *En Colombia, el voto femenino
fue constitucionalmente instituido en 1954, pero debido a la ruptura del
orden constitucional las mujeres votaron, por primera vez, hasta en 1958.
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29 Olimpia Varela y Varela, “En Defensa de Nuestros Ideales”, Pan-América. Año II, No.
29, octubre de 1946, pp. 8-9.
30 Véase, Editorial, “Contestamos una encuesta feminista”, en Atenea, pp. 2-3. Esta
concepción sobre la educación femenina como medio para mejorar el papel de madre y
esposa de la mujer fue también rechazada en los años cuarenta por algunos hombres que
simpatizaban con la causa feminista. Ramón Amaya Amador, por ejemplo, afirmaba en
1944 que el marginamiento de la mujer “de los movimientos políticos, sociales y culturales”
se debía en gran parte al “reaccionario principio” que en el pasado, y aún en el presente,
sostenía que “el sexo femenino no necesitaba más educación que la rudimentaria para los
oficios domésticos. Según el autor, esta concepción había relegado a la mujer en el hogar
y había hecho de ella “una cosa, un objeto, para recrear, servir y satisfacer al sexo
opuesto”. Véase, Ramón Amaya Amador, “Educación Feminista”, en La voz de Atlántida.
Año 10, No. 416, septiembre de 1945, p. 9.
31 Alba Alonso de Quezada, “Actual Situación Jurídica de la Mujer de Honduras”, Mujer
Americana, Tomo I, No. 1, marzo de 1947, p. 13.
32 Véase, Margarita Vidal, “Contestando a una excitativa feminista” en Revista Atenea. Año
III, No. 29, abril de 1947, p. 10.
33 “Mujer Americana”, Atenea. Año III, No. 29, abril de 1947, p. 4.
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34 Ibid. P. 10.
35 Vidal, “Contestando a una excitativa”, p. 1.
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36 “Mujer Americana” (editorial), Revista Atenea. Año III, No. 29, abril de 1974, p.4.
Planteamientos como el anterior fueron hechos por doquier en América Latina. En Chile,
por ejemplo, la Unión Femenina Chilena proclamó en su lucha por la consecución del
voto, que las mujeres serían “capaces de contribuir mucho a la legislación social” basadas
en su experiencia como madres. Igual planteamiento hizo una sufragista colombiana al
afirmar que: “Las mujeres legislarán sobre las mujeres como madres, sobre niños, y sobre
todo lo que los hombres han olvidado por su egoísmo ancestral”. Véase, Lavrin, “Suffrage
in South America”, p. 198.
37 Al hacer referencia al caso de las sufragistas cubanas, Lynn Stoner afirma que éstas no
solo enfatizaron l importancia de la maternidad, sino que vieron en ella el “único camino
al poder”, el derecho “divino” que podía justificar ante los ojos de la sociedad el ejercicio
de autoridad política de la mujer en la Cuba nacionalista. Véase, Stoner, FromtheHouse,
pp. 6, 10.
38 Paca Navas de Miralda, “La misión del feminismo interpretada erróneamente”, en La
Voz de Atlántida”. Año, XV,No. 471, febrero de 1951, p. 1.
39 “Mujer Americana” (editorial), Revista Atenea, No. 29, (op. cit), p. 4.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Conclusiones
El surgimiento de la lucha sufragista en Honduras, a comienzos de los
años cuarenta, se da en un momento en que ha desaparecido la violencia
caudillista en el país gracias a la “imposición de la paz” por el gobierno dicta-
torial de Tiburcio Carías Andino. Este hecho contribuyó, sin duda, a que las
mujeres intelectuales borraran la vieja percepción de que la causa sufragista
carecía de “actualidad histórica” en un ambiente tan preñado de violencia
política como el hondureño. Otro factor determinante en el cambio de posi-
ción de las mujeres fue el auge de la lucha sufragista en el continente, produc-
40 Idem.
41 Véase, Editorial, “Contestamos a una encuesta feminista”, en Atenea,op. Cit. p. 1.
42 “Mujer Americana”, Atenea. Año III, No. 29, abril de 1947, p. 4.
43 Véase, “Feminismo en Acción” (editorial), en LA Voz de Atlántida. Año 9, No. 413, julio
de 1944, p. 1.
44 Paca Navas de Miralda, “LA mujer hondureña frente a la Cámara”, (op. cit.), p. 1.
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Estudio Introductorio
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
escrita ni contada por los dueños de los Mass media, que son los mismos
golpistas y dueños de este país.
Van aquí los poemas5, tal como fueron llegados a mi dirección electróni-
ca o como los iba encontrando en publicaciones virtuales de redes sociales o
en blogs de medios alternativos y de la Resistencia web. Están aquí, los poe-
mas, sin ninguna intención de mi parte de juzgarles en cuanto a calidad estéti-
ca, ni nada por el estilo. Me importan los poemas, ante todo, en tanto produc-
tos o constructos históricos, me importan porque son discursos literarios, tes-
tigos hablantes de una praxis social. Veamos:
Jessica Isla (1974), en su poema “Presentación” nos habla, entre otros
temas, del cuerpo individual golpeado y a la vez identificado con el cuerpo
colectivo de la multitud disidente que se vuelve un solo cuerpo, el de todas y
todos, u solo cuerpo que camina pacíficamente entonando sus consignas por
las calles de los caseríos y ciudades, un solo cuerpo que corre y huye de los
militares y de la Policía militarizada que les golpea, persigue y dispara balas
asesinas; un solo cuerpo hecho de muchos cuerpos capaces de pintar mantas
o paredes y bailar en medio del terror desatado por los de uniforme verde
olivo. Un cuerpo que resiste y se autopresenta porque desea. Desea revolu-
ción.
Presentación
Soy este cuerpo dibujado a golpes
Que camina día tras día bajo el sol,
bajo este cielo incierto de máquinas aladas,
en medio de ráfagas de humo y
el sonido de fusiles
Soy infinidad de rostros:
(…)
Que se enfrentan de a pedazos o en conjunto
A las murallas verde olivo cargadas de violencia
5 Para la presente antología, este escrito muestra y hace referencia solamente a fragmentos
de los poemas recopilados a octubre de 2010 y/o mayo de 2011. Después, en la sección
antológica en sí, estos poemas y los llegados posteriormente aparecerán completos.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Lázaro se Levanta
(…)
Enjambres de botas y un estado inaceptable de trombas
ofrendan trombas al viento (…)
Hoy pide ser amamantado el siglo XXI
se levantó Lázaro con su ropaje de hormigas
alguien saca sus viejas cuentas de vidrio molido
alguien coagula chillidos de bisagra
483
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Sirven/ las palabra/ sirven/ apenas para mencionar la Hondura/ que yace/
herida y sangrienta/esperando/ esperándote a vos/
Karla Lara (1968). Es más conocida desde la década de los años ochen-
ta como cantante, poseedora de una voz privilegiada, la que presta poemas
que otros y otras han escrito; sin embargo, Karla Lara, al igual que la inmensa
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
A Manuel
(Manuel Flores, profesor asesinado frente a sus alumnas y alumnos en el
Instituto en el que trabajaba, miembro del Partido Socialista Centroamerica-
no)
Caminabas calles,
regabas ideas, Manuel
el pañuelo al cuello
el morral al hombre, Manuel (…)
Tu figura grande
y corazón izquierdo, Manuel
parecías hippie
o como un buen Cristo, Manuel
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
he visto recorrer
la tristeza
en cada cuerpo sin cuerpo
esqueletos (…)
II acto
no logras detener
tu afán expansivo (…)
III acto
eres camaleón experimentado
te metes
donde no te llaman (…)
Isabel Rivera. Seudónimo con el que nos pidió ser presentada una poe-
ta hondureña que teme sufrir represalias se conoce de su posicionamiento
político. Isabel se lo dedica al periodista Jorge Orellana, más conocido como
Georgino, asesinado e un balazo en la cabeza al salir de su programa televisi-
vo, una noche de abril de 2010.6
6 Jorge Orellana es uno de los doce periodistas asesinados a la fecha de hoy (31 de octubre
2010), después del golpe de estado, el décimo bajo el régimen de Porfirio Lobo Sosa.
Ninguno de los asesinados ha sido debidamente investigado; todos han quedado en la
impunidad.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Un golpe al corazón
astillaron la utopía de un país más justo
una familia rota.
(…)
Los pesares muchas veces son infinitos.
Esperanzas
Renace (…)
la constancia
desde una antigua estirpe (…)
sin vértigo penetra en las ciudades
las voces arden
como copal y candelas (…)
la esperanza atrapa
hasta los pies descalzos.
Septiembre de 2010
Esmeralda Olivera: Seudónimo usado por una poeta que goza de re-
conocimiento literario en el país, pero por razones de resguardar su seguridad
personal, al menos mientras esté dentro del territorio hondureño, ha tenido que
publicar por internet sus poemas, firmándolos con dicho nombre. En éste se
487
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
El pueblo
(…)
Los buitres rodean el Congreso mustio y cercenado (…)
Las iglesias del Medievo han vuelto
Son frías, macabras, más peligrosas,
sicarias a sueldo.
A nadie llevan a la hoguera,
pero la sangre la cocinan a punta de rifles, (…)
Pero hoy tenemos
La voz cantante (…)
Nadie volverá a cantar para entretener al amo,
Somos el amo.
(de Esmeralda Olivera, el jueves, 31 de marzo de 2011 a las 20:57, http:/
/voselsoberano.com)
488
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Hubo un Golpe de Estado en contra del pueblo hondureño, desde enton-
ces vivimos permanentemente en un estado de Golpes de Estado. También
hubo y hay resistencia del pueblo; resistencia que se manifiesta en todas sus
dimensiones y formas, través de la palabra, la poesía, el ensayo, las consignas,
la pintura, la música, el disfraz, el espray, los grafitis, las pintas, las mantas, la
fotografías, los murales, las hondas, el cine, el teatro, etc. En fin, una primave-
ra artística que denuncia, que señala, que no se calla, que se burla de los
golpistas, y que hay aportado de manera importante en el desarrollo de la
consciencia de clase social, que deja al descubierto que este Golpe de Estado
ha sido para adueñarse aún más de nuestros recursos y de todo lo que provo-
que esa sensación de ternura que produce el dinero, como dice un poema
del poeta Roberto Sosa7.
Esta muestra poética escrita por mujeres hondureñas es solo un atisbo en
el océano de todo lo provocado y producido a partir del golpe de estado. La
gente en honduras, las mentalidades, las artes, la política y la Historia han
cambiado desde entonces; algo se rompió para siempre y para bien. La poesía
escrita por las mujeres en esta coyuntura, en su generalidad, se posiciona
rotundamente contra este sistema económico, criminal, patriarcal, excluyente
y militarista, y propone (y actúa y participa y decide) la refundación del país,
rescatar la nación y construir un Estado de Derecho, que avance hacia la
justicia social, hacia una justa distribución de la riqueza, hacia la construcción
de la felicidad de su ciudadanía. Y esta poesía y sus autoras saben que no es
una utopía, saben que amanecerá.
Tegucigalpa, 31 de octubre de 2010
Tegucigalpa, 31 de mayo de 2011
489
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
1. Introducción
Honduras, como estado nacional, tiene una extensión territorial de 112,
492 Km2, con una geografía y un relieve montañoso. Su clima costero es
cálido y húmedo llegando a tener una temperatura de 31ºc; las ciudades más
importantes son: Tegucigalpa, ciudad capital y San Pedro Sula, las cuales
concentran el 20.4% de la población hondureña; aproximadamente 2, 000,000
de hondureños residen en las 3,716 aldeas y los 27, 425 caseríos que tiene el
país2.
Según la Secretaría de Educación Pública, DIGEPLANE, en su docu-
mento de formulación del proyecto mejoramiento de la calidad, de los 5.3
millones de habitantes, el 12.8% corresponde a población indígena y afroanti-
llana, distribuida en 12 de los 18 departamentos que tiene el país (Gracias a
Dios, Colón, Islas de la Bahía, Cortés, Olancho, Yoro, Francisco Morazán, La
Paz, Intibucá, Lempira, Copán y Santa Bárbara).
Los pueblos y las comunidades garífunas son parte del fundamento de la
historia y cultura de la verdadera personalidad nacional. Las etnias actuales
1 http://www.corteidh.or.cr/tablas/R23006.pdf
2 Secretaría de Educación Pública, DIGEPLANE, Formulación del proyecto mejoramiento
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490
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
2. Antecedentes
Los negros caribes, más conocidos como garífunas, llegaron a Islas de la
Bahía, Honduras, en abril de 1797, deportados de la isla caribeña de San
Vicente, por la corona inglesa. Pueblo étnico con un proceso histórico plagado
de con_ ictos con los ingleses y con asentamiento de_ nitivo en Honduras.
Las comunidades garífunas actuales de Honduras están diseminadas a lo lar-
go de la estrecha franja costera del Atlántico 4.
En 1655 naufragaron frente a las costas de San Vicente dos buques es-
pañoles que transportaban esclavos desde África. Los africanos náufragos se
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vo, muchos de los cuales han surgido como consecuencia del compromiso de
la campaña presidencial, modalidad iniciada en el año 2001 y continuada en el
2005 con el Presidente de la República José Manuel Zelaya Rosales.
El 30 de abril del año 2007, con motivo de la clausura del “Mes de la
Herencia Africana” en Honduras, se logró que el Presidente Zelaya Rosales,
convocara a Consejo de Ministros para revisar las políticas del Estado con
relación a las comunidades afrohondureñas, un hecho sin precedentes en la
historia nacional; como resultado se emitió el Decreto Ejecutivo 09-2007, orien-
tado a impulsar el desarrollo económico y otros derechos de las comunidades
afrodescendientes.
Las organizaciones garífunas se esfuerzan en crear su propia institucio-
nalidad, para tener posibilidad real de acompañar a las comunidades afrodes-
cendientes en sus grandes desafíos, partiendo de que nada se puede lograr
sin la voluntad de las personas, pero nada se mantiene sin el impulso de
las instituciones.
Para concluir debo decir que, las organizaciones garífunas hondureñas,
no reciben impuestos, no sustituyen al Estado, ni a las municipalidades del
país; únicamente luchan por una sociedad incluyente, participativa, justa, libre
de racismo y con igualdad de oportunidades para todas y todas.
El Estado hondureño, está llamado a corregir las inequidades histórica-
mente producidas, dado que las comunidades deben ser y son sujetas de las
decisiones y de los cambios.
Finalmente, es preciso destacar las sabias palabras de re_ exión que el
garífuna Raimundo Leonel Soliz pronunciaba: “El negro hondureño, frente a
los altos retos de la nueva centuria, sin perder sus rasgos culturales, debe
seguir incidiendo en la búsqueda del fortalecimiento de su nivel educativo, su
participación política, y su inmersión en el proceso económico y social del
país”.7
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7 Expresión oral del licenciado Raimundo Leonel Soliz, en varias disertaciones nacionales,
la última en Radio Católica, abril 2000, Tegucigalpa, Honduras.
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B. Varias
7. Expresión oral del Licenciado Raimundo Leonel Soliz, en varias di-
sertaciones nacionales, la última en Radio Católica, abril 2000, Tegu-
cigalpa, Honduras.
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PANAMÁ
1 http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=36350902. P. 1-13
2 T. S. Elliot. The Function of Criticism: Selected Essays, 1921-1932 (New York: Harcourt,
Braqce and Companu), p. 18.
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J. I. Nancy, Le sujet de la philosophie (París: Aubier-Flammarion, 1979), p. 384.
4 Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas (Buenos Aires: Aguilar Argentina, cuarta
edición, 1971), p. 260.
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5 María Zambrano, Por qué se escribe. Hacia un saber sobre el alma (Madrid: Alianza
Tres, 1993).
6 E. Trías, Lógica del límite (Barcelona: Destino, 1991), p. 219-220.
7 Martin Buber, ¿Qué es el hombre? (México: Fondo de Cultura Económica, tercera
reimprensión, 1994), p.107.
8 Martin Heidegger, Hölderlin y la esencia de la poesía (Barcelona: Anthropos, 1989),
edición, traducción, comentarios y prólogo de Juan David García Bacca.
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el tiempo “se abre en sus dimensiones para ser, en sí mismo, presente, preté-
rito y porvenir”9, entonces la escritura que surja como resultado de esta bús-
queda superará las fronteras de una expresión meramente personal y cobra-
ra, inevitablemente, un interés general. Sin embargo, esta profunda explora-
ción de las simas del corazón humano, unida a la preocupación constante del
escritor por lograr una identidad que le permita difundirse en el tiempo, resulta
una tarea agobiante ya que exige de él o de ella un grado vertical de concen-
tración, además de una habilidad bien cultivada para reconocer y usurpar, de
paso, el centro de gravedad de su espiritualidad y de las circunstancias que lo
rodean, sin que por eso caiga en el egocentrismo ni en la tentación de dejarse
atrapar por lo folclórico que, en vez de enriquecerlo, lo limitará.
Es preciso subrayar que el novelista centroamericano irrumpe, de hecho,
en un escenario que se caracteriza por una serie de circunstancias que resul-
tan ominosas para su oficio, como son un pasado cultural desposeído y débil,
una carencia de estímulos literarios y una falta de tradición en lo que concier-
ne a la libertad de expresión. Esto se traduce, por supuesto, en un aislamiento
que da pie a una escritura excesivamente localista dentro del contexto plane-
tario, así como también al fomento, como ha dicho Vargas Llosa, de “la impro-
visación, la indisciplina mental, la estúpida arrogancia que da la semi-cultura,
la chabacanería y el espíritu provinciano”10.
Para vencer estos obstáculos, no es raro, por eso, que el intelectual de
esta región recurra al exilio voluntario o involuntario, marchándose, así, a paí-
ses que con frecuencia guardan muy poca relación con su ser y estar cultural.
Este exilio, mal que bien, lo aparta de aquello que lo define; o sea, de lo que
Heidegger ha denominado su dimensión ontológica fundacional.
De una forma u otra, lo cierto es que el cuadro resulta, con frecuencia,
poco alentador: o el escritor se localiza, limitándose a llevar a cabo una burda
y lineal mimetización de su entorno, sin realizar ningún tipo de simbolización o
enunciación lingüística; o se extranjeriza, dando pie a una literatura que es
reflejo de una falta de compromiso consigo mismo, con su cultura, con su
historia y con su palabra auténtica. Cómo derrotar estos obstáculos ha sido y
sigue siendo el problema básico que todo escritor del área tiene que superar si
es que aspira a que su obra sea una metáfora literaria de su identidad personal
y nacional.
Hace veinte años, cuando la novela latinoamericana comenzaba a ser
reconocida y aplaudida por la crítica internacional, La Presa Literaria Cen-
9 Ibíd
10 Mario Vargas Llosa, García Márquez: Historia de un deicidio (Barcelona, Caracas:
Monte Avila Editores, C.A., 1971), p. 208.
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20 M. Sandra Gilbert y Susan Gubar, The Madwoman in the in the Attic (New Haven: Yale
University Press, 1979), p. 50.
21 Anabel Torres, Las bocas del amor (Bogotá: Ediciones árbol de Papel, 1982), p.35.
22 Ver nota 19, p. 48.
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2 Certámenes donde los cantadores de décimas cantan ante el público –previo a los bailes
populares– en una justa de ingenio y conocimiento. El instrumento típico panameño es
la mejoranera. Actualmente, incluso el Ministerio de Educación promueve concursos de
décima en los colegios secundarios. Estos certámenes son transmitidos por televisión.
3 El 19 de mayo de 1958 se empapeló la ciudad de Panamá con las 30,000 volantes del
poema “Canto a un Día Cualquiera, a Una Mañana Inmensa”, firmado por Marco
Pueblo (seudónimo de Pedro Rivera). Se abre la Postmodernidad panameña con una
literatura que se une el texto y la acción política, con la mediación de la cultura.
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ción contestataria, la descripción ocurre desde los ojos de la hija de una sir-
vienta del señor De Obaldía.6 La estrategia muestra una problematización de
las versiones oficiales de la historia y del comportamiento de las clases domi-
nantes, desde el subalterno.
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tenso (Leit motiv, Bertalicia Peralta, 1999) donde las lágrimas se vuelven
alas. Pero esa muerte real, a traición, inesperada y secreta, lleva al sujeto a un
recorrido por la historia personal, la cual responde a la historia colectiva: la
historia de todos en un país (“un Reino”) “donde los muertos no descansan /
un país sin flor ni cielo” (José Carr, Reino Adentro (Más allá de la Rosa),
Premio Miró 2006).
Con textos así, la historiografía se construye, cada vez más, con las ver-
dades contingentes del hombre. La historia deja de ser unidireccional.
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13 Se llama así a los drogadictos y –por tanto– locos que pululan por la urbe, víctimas de los
carteles de la droga, el más organizado.
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Cuerpo y palabra
En la literatura panameña se da un retorno de la mirada, una exploración
de género y de la sexualidad que abarca tanto al hombre como a la mujer. El
abuso del cuerpo, la marginación a la que ha sido sometida la mujer, encuentra
en los textos una nueva interpretación del amor erótico, de la intimidad, de la
convivencia entre hombre y mujer o de la manifestación del amor en pareja.
La literatura de género presenta una amplia gama: desde la denuncia al mal-
trato familiar (“Sepultado en helado”15 2000, Francisco Berguido) hasta la
nueva forma de “familia” (“Las dos Marías”, El suicidio de las rosas, 1998,
Rogelio Guerra Ávila).16
En una parte del corpus de la literatura panameña que evoluciona hacia
el milenio, se da una desesperanza y una incertidumbre ante los problemas
que el gobierno no resuelve, que la religión no palia, que la convivencia social
sólo agrava: es la literatura con espíritu milenarista, finisecular. Las obras
14 Cabe acotar que dentro del mercado del libro, algunos autores ya se han adscrito al
soporte técnico de difusión de los e-libros: Manuel Orestes Nieto y Giovanna Benedetti
(Premio Miró en poesía 2005), son sólo dos de esos casos.
15 Un niño sufre las burlas por su gordura, pero su único refugio son las cinco horas de
televisión y el galón de helado que ingiere, para paliar el abuso sexual de un padre
borracho, quien además golpea a la madre. La complicidad de la madre, presa del terror
y la culpa, ahonda el desamparo social.
16 Dos guapas mujeres deciden tener un hijo por inseminación artificial (y conformar así su
propia familia) y para ello intenta hacer partícipe de su proyecto al enamorado admirador
de una de las dos. El texto reta la estructura familiar tradicional y aborda el problema de
género, así como el velo de discriminación que lo cubre.
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1 http://bdigital.binal.ac.pa/bdp/lasmujeresyelarte1.pdf, p. 35-49.
2 Se conserva el margen original
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cionar su propio arte, que en la mayoría de los casos, era nacional antes que
internacional. Los artistas latinoamericanos, gracias al avance tecnológico y
de las comunicaciones estaban cada vez mejor informados de los progresos
en otros polos artísticos tan importantes como Nueva York y París. En esa
época se había iniciado la impresión de libros y revistas de arte convirtiéndose
en la vía principal de información acerca de los progresos artísticos. En el
aspecto social y hablando específicamente de los años 60, se dio la revolución
femenina acompañada de un desafío a los patrones establecidos, el amor
libre, la lucha contra el racismo, el movimiento hippie, el uso indiscriminado de
la droga, el escapismo, las protestas contra la guerra de Vietman, entre otros,
que permitieron a un gran número de mujeres romper con la dominación mas-
culina sobresaliendo en sus profesiones, en los deportes y las artes.
En el caso particular de Panamá el ambiente artístico y cultural de los
años cincuenta y sesenta está en efervescencia como lo evidencia la apari-
ción de nuevos estilos, técnicas, creaciones de carácter más individual, res-
paldo institucional a través de la creación del Premio Miró y privado, con la
creación del Instituto Panameño de Arte, fundado en 1962. Posteriormente se
convertiría en la década de los 80 en el Museo de Arte Contemporáneo de
Panamá.
El apoyo internacional se hizo sentir a través de las multinacionales como
la Esso y la Compañía Xerox que patrocinan las artes plásticas, promoviendo
concursos de pintura. La banca promociona también las artes comprando
obras y permitiendo a los artistas exhibir en sus instalaciones físicas exposi-
ciones de sus trabajos. En el resto de Latinoamérica se vigoriza una clase
media formada en su mayoría por profesionales en busca de aceptación y
status. Comienzan a coleccionar obras de arte contribuyendo a fomentar la
creación. Hasta mediados de la década de los cincuenta las artes plásticas
están dominadas por el género masculino, pintores con ideales perfeccionistas
en busca de su propio lenguaje plástico. Y es, en medio de este panorama que
aparecen las primeras pintoras panameñas con estilos muy propios, influen-
ciadas con las últimas vanguardias estilísticas destacándose en primer lugar,
Olga Sánchez quien en 1953 decide viajar por Europa y estudiar pintura en
Barcelona, España donde vivirá por veinte años volviendo en la década de los
70. Se caracteriza Sánchez por una pincelada nerviosa, expresiva, impregna-
da de mucho color delineado la figura humana específicamente el desnudo
femenino, con mucha fuerza llegando a ser grandes masas deformes que
ocupan todo el espacio plástico de la obra.
La otra artista que sobresale, aunque un poco desconocida en nuestro
medio es Yolanda Bech quien pasa por varios momentos hasta descubrir el
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1 http://www.up.ac.pa/ftp/2010/v_postgrado/publicaciones/Revistas/HUMANITATES.
pdf Pp. 23-
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nado, entonces las moscas, en apariencia de color negro, serían las más afro-
caribeñas del mundo... Las carcajadas disiparon por completo las nubes que
avizoraban una tormenta sin fin. La conversación se extendió hacia puntos de
encuentro y desencuentro simultáneos.
En pleno siglo XXI, en el auge de la globalización y de la compleja red de
avances en los estudios científicos, técnicos y tecnológicos, interculturales y
ambientales, ¿de dónde surgían esas actitudes de menosprecio y autoexclu-
sión, de rechazo y demarcación sociocultural? ¿Por qué esas manifestaciones
se repetían en diversos estratos de la vida en una sociedad intercultural? ¿Por
qué estas separaciones o ¯etiquetas entre una negra y otra? ¿Acaso existen
diferencias insalvables entre las sociedades afrocaribeñas? la anuencia y par-
ticipación de la mujer, ¿por qué se fortalecen enfoques negativos y morbosos
que destruyen las redes externas y externas de la interacción social?¿Cómo
se proyecta en la producción literaria afrocaribeña femenina?
Aquel encuentro fue muy agradable… y productivo, ya que facilitó el
punto de partida que articulará este ensayo y que fundamento en la siguiente
premisa: para una aproximación integral al concepto de la afrocaribeñidad
desde el punto de vista femenino será indispensable considerar los contextos
históricos y culturales que sostienen su quehacer literario y traspasar el tamiz
de construcción de un sistema ideológico que, desde la Colonia, sigue mante-
niendo con fuerza el entramado cultural de discriminación y automarginación
hacia la mujer.
Si esta es la realidad que circunda y todavía organiza la construcción
identitaria del espacio cultural, entonces la Literatura en el Caribe expresará
de determinada manera los elementos y factores que inciden y se proyectan
desde esa situación. Cómo lo articula el quehacer literario femenino, será la
preocupación de una tesis muy abarcadora y fascinante. Por ahora, nos con-
centraremos en descubrir el origen histórico de esos factores de índole social,
cultural y ambiental que inciden en la conformación de la realidad a través de
una mirada rápida sobre los sustratos históricos y culturales que fomentan la
circunscripción del quehacer cultural afrocaribeño femenino.
Desarrollo América, Indoamérica, Afroamérica, Afrocaribe, Caribe, cul-
tura afrocaribeña. Los nombres son construcciones de la especie humana que
imagina, adapta o recrea la realidad, campos minados de significados y resig-
nificaciones dúctiles y fluidas. LasIndias fue el nombre que asignó Colón a
las nuevas tierras que vio por primera vez, América implicó que la tierra en-
contrada no coincidía con aquella que se buscaba o estaba en los libros. Antes
de la llegada de Colón, estas tierras eran espacios de extraordinaria riqueza
étnica y cultural con sociedades dinámicas y muy organizadas. Los primeros
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lógico como lo hace una nube con el vapor del agua” (Benítez Rojo,
2011; 7). Ratifica la caribeñidad como un asunto de múltiples diferencias, de
formas y sentidos, de innovaciones muy antiguas, de constantes cambios que
repite la realidad con matices diferentes, magia permanente de la memoria y
el olvido…
La definición metafórica del investigador cubano concretiza la imagen de
la máquina del Caribe como parábola histórica de las plantaciones banane-
ras que se establecieron desde finales del siglo XIX en Centroamérica. Estas
estructuras repiten el esquema de las plantaciones esclavas, junto con sus
enclaves bananeros, que transformaron la vida sociocultural de la región cen-
troamericana. Es la maquinaria que ha participado en la construcción imagi-
naria de la identidad y de la nación de los países del Istmo: se trasluce en la
narrativa bananera (Flor de banana y Luna verde, de Joaquín Beleño;
Trópico, de Marcos Carías Reyes; Aquel año rojo de Argentina Díaz
Lozano; Bananos y hombres de Carmen Lyra) y se potencia en la construc-
ción de un imaginario más de denuncia y descontento que de espíritu concilia-
torio, pues los ciclos migratorios que arrastran las plantaciones bananeras, o la
construcción del Ferrocarril y del Canal de Panamá, convierten en puentes de
encuentro y desencuentro puertos y ciudades del Caribe centroamericano.
Ese carácter migratorio, más allá de las fronteras locales y nacionales,
plantea las fronteras de la discriminación del negro frente al mestizaje indíge-
na europeo. Como lo explica el autor de Panamá es un sancocho, la frase
panameña de crisol de razas promueve el mestizaje (indígenaeuropeo)
como recurso para fortalecer la exclusión del negro de la representa-
ción de la nación y, especialmente, del negro caribeño que entró al país
para la construcción del Ferrocarril, primero, y después para la cons-
trucción del Canal. (Pulido Ritter, 2009: 6). La migración abre las puertas a
la transnacionalidad creando espacios contradictorios frente al constructo de
nación basado en una sola lengua, etnia y religión, y la realidad pluricultural,
fortaleciendo de manera paradójica una red de diferencias única.
La percepción excluyente del negro caracterizado como esclavo sospe-
choso y desleal, de sexualidad instintiva, reforzado en la literatura por las
marcas de antipatriotismo (por trabajar en la Zona del Canal), por su
calidad de extranjero a la cultura nacional (por ser protestante y hablar
inglés) y por ser perezoso y sumiso” (Pulido Ritter, 2009: 8) valida una
dinámica simultánea y permanente de marginación, asimilación y autoexclu-
sión interna y desde afuera, con una clara tendencia hacia el blanqueamien-
to racial y social.
La neomaquinaria subsistente en la memoria de las plantaciones que aca-
rrean las migraciones cíclicas, diáspora de diásporas, el asentamiento volunta-
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2 Negra bocatoreña, mujer afrodescendiente de Bocas del Toro, una de las provincias de
Panamá en la costa caribeña.
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Conclusiones
Aunque permanecen algunas huellas postcoloniales, la apertura cultural
y el desarrollo de las tecnologías de la comunicación del siglo XXI ha favore-
cido a las escritoras afrodescendientes 29 del Caribe para cultivar los géneros
literarios que permiten (o han aprovechado para) investigar y profundizar su
devenir histórico-cultural y, muy importante, configurar la identidad propia,
que, por mucho tiempo, le fuera negada.
El quehacer de una escritora afrodescendiente no se contenta con refu-
giarse en lo íntimo: trasciende las vallas impuestas (y autoimpuestas) por el
entorno social que la enmarcó como rara, extraña, anormal, negra, no solo
por el color, el género o la clase social, sino por su cultura.
El Caribe discurre entre las exploraciones y el acercamiento a un espacio
cultural múltiple, no de culturas que se superponen entre sí, sino en espacios
simultáneos que transforman las realidades en contacto. La perspectiva del
afrocaribe femenino desde el quehacer y el prisma de la femineidad, continúa
a la espera. Hablar de afrocaribeñidad, desde la literatura escrita por la mujer
afrodescendiente, significa que será indispensable profundizar mucho más en
los fenómenos sociales, psicológicos y lingüísticos que la rodean ahora, en una
encrucijada espaciotemporal donde imperan avances científicos y tecnológi-
cos, se promueven nuevos espacios de construcción cultural, nuevas formas y
relaciones de poder, reflexiones sobreel cambio climático y todos sus efectos,
la diversidad cultural en el marco de propuestas mundiales de desarrollo sos-
tenible…
Conversación en suspenso
El Caribe geográfico y cultural se proyecta en todos sus pueblos como un
arco iris de fuerzas y elementos entramados en la nueva sociedad atomizado-
ra del siglo XXI. En ese contexto, muchas hijas del Caribe, negras de todos los
colores y quehaceres, son agentes y víctimas simultáneas de una realidad
alienante que intenta allanar o remarcar las diferencias, únicas y totalizadoras
en la diversidad cultural afrocaribeña.
Las actuaciones de mis amigas afrocaribeñas manifiestan trasfondos de
automarginación y exclusión como resabios del sistema postcolonial potencia-
dos por la globalización fruto de un postneocapitalismo sin límites: sus expre-
siones denotan auto-representaciones socioculturales contradictorias, imáge-
nes distorsionadas que surgen de un espejo desde su origen fragmentado.
Resulta indispensable entresacar los hilos que articulan y vitalizan el teji-
do sociocultural que sustenta el quehacer literario de la mujer afrocaribeña
con el propósito de develar los elementos que, una y otra vez, transforman su
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549
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
1. Introducción
La presente comunicación intentará reflejar de manera resumida la ex-
periencia del Movimiento de Mujeres Mesoamericana en Resistencia por una
Vida Digna. Partimos de contextualizar el nacimiento de este movimiento en
3 http://riemann.upo.es/personal-wp/congreso-economia-feminista/files/2013/02/
Mesoamericanas.pdf
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
género sino de una propuesta formativa con perspectiva ética y política femi-
nista.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Conclusiones
- Para construir un proyecto político emancipador es necesario la for-
mación política de las mujeres, las Mesoamericanas hemos optado
por la formación política en economía feminista.
- El movimiento de Mujeres Mesoamericanas en Resistencia por una
Vida Digna ha logrado desarrollar un proceso de formación propio y
autónomo.
- La resistencia se hace desde los territorios desde la vida cotidiana de
las mujeres, allí se lucha y se crea conciencia.
- Para nosotras las Meosoamericanas el cambio es posible ya y ese
cambio comienza con nosotras mismas.
559
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
3 La guerra civil en Guatemala inicia en 1960 y firman la paz en 1996; la guerra civil en El
Salvador, tiene una periodización histórica de 1980 a 1992, aunque el Frente Farabundo
Martí, se funda en 1970; y la de Nicaragua, está ubicada entre 1979 y 1990, pero las
luchas en contra de los Somoza se remontan a 1950. Lo que significa es que los tres
países venían convulsionando políticamente a partir de la instauración de la guerra fría.
4 Hugo Achúgar, el crítico uruguayo, señala esta noción a partir de pensar el lugar desde
donde se enuncia, desde donde se habla. La noción de periferia de la periferia aparece en
su discusión asociada a la idea que nosotros, el Otro, somos plurales, heterogéneos y
estamos atravesados por conflictos similares aunque no idénticos a los del centro. Nos
dice que “también hay periferias de la periferia”, en ese sentido utilizaremos la noción en
este trabajo. La biblioteca en ruinas: reflexiones culturales desde la periferia. Montevideo;
Ediciones Trilce, 1994, 27.
5 La periodización de este apartado se considera entre finales del siglo XIX y de la década
del 60 del siglo XX.
6 Entendemos de forma general, la sensibilidad postmoderna como el agotamiento del
pensar moderno. Lo que han llamado los críticos, el crepúsculo de las ideologías, el fin de
las utopías, etc. Para este tema ver: José Luis del Barco. “La sensibilidad postmoderna”.
Recuperado el 7.10.15. http://dspace.usc.es/biststream/10347/1003/1/pg 121-134
agora11-1.pdf
562
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Guatemala
Sabemos a manera de antecedente que en Guatemala se hace visible una
sociedad llamada, en ese momento, Gabriela Mistral, en la cual destacan va-
rias mujeres que se consideran hoy vinculadas al pensamiento teosófico.10 La
sociedad Gabriela Mistral estuvo compuesta por mujeres que se dedicaron al
activismo político, fueron sufragistas algunas de ellas.11 Otras se dedicaron al
periodismo y desde allí desarrollaron una obra vinculada a los feminismos de
inicio de siglo XX. En sus escritos de la década del 20 podemos observar las
preocupaciones por el papel de la mujer al inicio del siglo en relación a sus
oportunidades políticas y sociales. Acerca de esto Marta Casaús dice lo si-
9 Se señala que existe en la historia del ensayo dos tendencias que traemos aquí a colación.
Por un lado se identifica un ensayo que Marie-LouisePratt llama de género, y el segundo
de identidad. El ensayo de identidad ha sido desarrollado por varones latinoamericanos
pertenecientes a las élites euroamericanas, donde abordan la identidad latinoamericana.
Marie-LouisePratt. “No me interrumpas: las mujeres y el ensayo latinoamericano”.
Debate feminista, año 11. Vol. 21, abril de 2000, 74.
10 Esta red social de mujeres está notablemente influida por el pensamiento teosófico de la
época y muchas de ellas pertenecen a clubes y asociaciones vinculadas a estas
tendencias,siendo éste uno de los factores que les genera mayores espacios de sociabilidad
y que les va a permitir relacionarse y legitimarse a nivel local e internacional. Las
corrientes teosóficas que más van a influir en esta red de mujeres serán las sociedades de
Madam Blavatsky y Annie Besant y el pensamiento orientalista de Krishna Murti.
Marta Elena Casaús Arzú. “La influencia de la teosofía en la emancipación de las mujeres
guatemaltecas: la sociedad Gabriela Mistral”. Anuario de Estudios Centroamericanos,
Universidad de Costa Rica, 27(1): 31-58, 2001, 31-32. y que les va a permitir relacionarse
y legitimarse a nivel local e internacional. Las corrientes teosóficas que más van a influir
en esta red de mujeres serán las sociedades teosóficas de Madam Blavatsky y Annie
Besant y el pensamiento orientalista de Krishna Murti.Marta Elena Casaús Arzú. “La
influencia de la teosofía en la emancipación de las mujeres guatemaltecas: la sociedad
Gabriela Mistral”. Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica,
27(1): 31-58, 2001, 31-32.
11 La sociedad Gabriela Mistral formó parte de la generación del 20, grupo de escritores de
inicios del siglo XX, que estuvieron influenciados por el positivismo de la época y las
teorías raciales en boga. Poseían un afán regeneracionista y una exaltación de la patria, la
libertad y los valores ciudadanos como ejes fundamentales de la formación centroamericana
y de las repúblicas en particular. Casaús, 34.
564
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
15 Durante los gobiernos revolucionarios del doctor Juan José Arévalo (1945-1951) y del
coronel Jacobo Arbenz (1951-1954), las mujeres siguieron participando en
manifestaciones y mítines, en particular de trabajadores; algunas empezaron a destacar
como dirigentes y oradoras. Guadalupe Rodríguez de Ita. “Participación política de las
mujeres en la primavera democrática (1944-1954)”.S/P. Recuperado 27.3.16. http://
historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-genero/2parte/CAP8Guadalupe.htm
16 Rodriguez de Ita. S/P. Recuperado 27.3.16.http://historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-
genero/2parte/CAP8Guadalupe.htm
566
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
cia también estará inscrita en las discusiones y el destino de las mujeres gua-
temaltecas que militaron de distintas maneras en los movimientos de izquierda
en época postmoderna. Los ensayos de las tres autoras ladinas incluidas en
esta antología manejan esa ideología, y sus ensayos poseen un perfil que las
ubica allí en esos espacios políticos.
Por supuesto la inclusión de las ensayistas mayas, Rigoberta Menchú,
Irma Otzoy y Emma Chirix, de alguna manera ayuda a comprender dos mo-
mentos de la escritura del ensayo de intelectuales mayas donde se descoloni-
zan los saberes ladinos. Los tres ensayos están publicados en el siglo XXI,
pero cada una de estas autoras, inicia en el desarrollo del género del ensayo
en las dos últimas décadas del siglo XX. De ellas es mayormente conocida en
el extranjero, Rigoberta Menchú, que se mueve en el campo de lo político y el
activismo por los derechos indígenas. En tanto Emma Chirix abordará desde
el campo del género, la subjetividad de las mujeres mayas, asunto que la hace
entablar diálogos con el ensayo de Tania Palencia, que ha trabajado por mu-
cho tiempo con retornados, antes y después del exilio, y con diferentes institu-
ciones donde ha abordado desde su ladinidad, lo étnico en asuntos de género.
El ensayo de Irma Otzoy discute ampliamente el racismo en Guatemala, y la
transformación que fueron sufriendo los apelativos para nombrar y dar exis-
tencia a sujetos sociales que formaban más del 50% de la población en el país.
En este sentido el ensayo de Irma aborda una problemática bastante más
amplia sobre el racismo, ya que discute los estereotipos vistos desde afuera
por los extranjeros, pero al mismo tiempo toca las huellas deformadoras que
dejó la colonia, en el imaginario de las comunidades indígenas.
El Salvador
En El Salvador el inicio de siglo fue similar. Desde la escritura tanto
creativa como periodística las mujeres salvadoreñas se situaron al inicio de
siglo, para desarrollar su pensamiento hacia una consciencia del papel de las
mujeres en el seno de la familia y el espacio doméstico, pero también expresa-
ron sus necesidades de emancipación intelectual. Los trabajos elaborados
sobre el género del ensayo de parte de las escritoras las vincula casi todo el
tiempo, con la escritura creativa. La mayoría de ellas, que aparecen mencio-
nadas en estudios consultados para la escritura de este trabajo, escribían poe-
sía, cuando dedicarse a la escritura creativa era una actividad vista de menos
por las sociedades centroamericanas. Sabemos hoy que a inicio del siglo XX,
un grupo de mujeres escritoras desafiaron a su propia sociedad al plantearse
como escritoras natas. Uno de sus argumentos fue precisamente la concien-
567
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
cia plena de que habían nacido para escribir y que lo que las separaba de esta
actividad artística, no era necesariamente su papel de madres, dado que la
escritura se les aparecía como una especie de necesidad ligada con la mater-
nidad. Esos serían casos como el de Claudia Lars, quien es en el corpus de
escritoras salvadoreñas que incursionaron en el ensayo, una de las apadrina-
das por escritores importantes, que su clase social proveía. Llamada de otro
modo, asumirá su identidad como Claudia Lars, para poder escribir y publicar.
Al paso del tiempo, Lars dejará el matrimonio que su padre había arreglado
para ella con un hombre extranjero, dedicándose a la escritura poética y a sus
publicaciones, además se convertirá en editora y escritora de ensayos de la
revista Cultura de El Salvador. Mantendrá una relación epistolar y amistosa
con Gabriela Mistral, con quien compartió sus escritos durante una época
crucial para el desarrollo de su identidad femenina.17 Los nombres de casi
todas estas escritoras de inicios de siglo ya han sido rescatados del anonimato
por algunos críticos contemporáneos, mucho más que en el caso de las guate-
maltecas, con las que todavía hay bastante por hacer.
Existen dos casos en El Salvador que se salen del perfil del corpus de
autoras de Guatemala o de Nicaragua de inicios del siglo XX. El factor que los
explica es un asunto de origen. Tanto Clemencia Ayala como Amparo Ca-
samalhuapa, no provenían de capas adineradas o con recursos económicos,
de la sociedad salvadoreña de inicios de siglo. Ambas ofrecen a través de la
escritura creativa una manera otra de resistir discursivamente sus ideas femi-
nistas. Casamalhuapa hará activismo feminista desde su posición de forma-
dora o educadora, en tanto Ayala que venía ya de una familia con ideas pro-
gresistas en medio de la precariedad de la existencia, combate las desigualda-
des de clase y de género desde el desarrollo del pensamiento contra religioso,
apoyada en su empoderamiento como visionaria. Una autora más que ya ha
sido estudiada por la crítica centroamericanista, es María Loucel, que igual
que Lars, desde la escritura poética, emplaza y expande sus ideas feministas,
tratando el tema de la identidad, y resistiendo los embates de los varones de
ese momento que la veían mal fuera de su papel de ama de casa, dedicándose
a la escritura poética y saliendo al espacio público como parte de sus dere-
chos de emancipación. De hecho, de todas estas escritoras, es Loucel quién
será reconocida en los años cuarenta como una de las feministas salvadore-
ñas, más importantes.
17 Sobre Claudia Lars ver “Las escritoras salvadoreñas a principios del siglo XX” de Sonia
Priscila Ticas en http://historia.fcs.ucr.ac.cr/articulos/esp-genero/3parte/CAP19Sonia.htm
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
570
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Nicaragua
Respecto a la escritura ensayística de las nicaragüenses y su trayectoria
durante el siglo XX, el escenario es similar. Se localizan las primeras ensayis-
tas ligadas también con el aparecimiento y visualización de las primeras escri-
toras, tanto poetas como narradoras, algunas de ellas también periodistas en
funciones, como en el caso de las guatemaltecas de la Sociedad Gabriela
Mistral. Y si en Guatemala y El Salvador la falta de sistematización de la
historia de la literatura ha invisibilizado a las escritoras, en Nicaragua el pro-
ceso ha sido todavía mucho más severo. Al punto que no se ha recogido en
ningún formato la obra de las ensayistas, no se dan tampoco noticias a través
de otros canales como el periodismo, de lo acontecido en el género en las
primeras décadas del siglo XX, y no se conoce a cabalidad la obra de las
pioneras, ya que se tiene muy poco conocimiento desde los estudios literarios
sobre su existencia real, que repercute en el corpus de ensayistas incluido en
esta selección por país.22 Creemos, después de revisar los tres casos, que un
factor que está incidiendo en este fenómeno de ausencias de un corpus esta-
blecido y de antologías que den fe de la existencia de una escritura ensayística
entre las escritoras de inicios de siglo, está dependiendo de las oportunidades
de las mujeres en el acceso a la educación. En tanto en Guatemala, la socie-
dad Gabriela Mistral, se agrupa para buscar el derecho de entrada de las
mujeres en las universidades, en Nicaragua a principios de siglo, las mujeres
todavía no eran consideradas ciudadanas, sino simplemente “habitantes”, por
supuesto no podían acceder a la educación media, ni pensar en la educación
universitaria, era un mandato cultural el que persistía en ese momento de
22 Helena Ramos considera que en general las escritoras nicaragüenses que quedaron adscritas
a movimientos como el modernismo y el periodo subsiguiente conocido como
“posmodernismo” han quedado al margen de las investigaciones y de la mayoría de
antologías. Además fueron condenadas al olvido. Helena Ramos. “La mujer en la literatura
nicaragüense”. Asociación Nicaragüense de Escritoras ANIDE. Consultado 5 de febrero
2016. http://www.escritorasnicaragua.org/criticas/23.
571
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
572
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
573
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
llo del género escrito por mujeres, y además creemos que en Nicaragua, las
ensayistas están mucho más ligadas al campo de la comunicación, tal y como
lo demuestra la inclusión de Sofía Montenegro, quién se mueve en una red
centroamericana de feministas, y de quien hemos localizado varios ensayos
sobre el tema de género, altamente críticos y de los cuales se incluye uno, que
dialoga con la postura de las escritoras guatemaltecas como Emma Chirix y
otras intelectuales mayas que no aparecen incluidas en esta antología de en-
sayos. La obra de Victoria González Rivera, maneja las preocupaciones polí-
ticas de la historia nicaragüense durante la modernidad centroamericana. Se
discute el papel de las mujeres en el contexto de la época somocista y su
participación política, que encontramos muy relacionada con las visiones de
Lilian Jiménez de El Salvador, de Rigoberta Menchú Tun de Guatemala, de
Alaide Foppa y Aura Marina Arriola, también de Guatemala. El ensayo de
Helena Ramos es fundacional sobre la escritura de mujeres nicaragüenses.
Ramos es de origen ruso, pero se ha compenetrado y comprometido con la
cultura y la literatura nicaragüense escrita por mujeres, desde hace muchos
años, quedándose a vivir permanentemente en el país. Su ensayo se caracte-
riza por ser uno de los trabajos donde hay una mezcla entre escritura nicara-
güense y su invisibilización en el corpus nacional; y la historia de esta posibili-
dad de existencia en un corpus que se ha estudiado mucho, pero no desde una
perspectiva de género. Este ensayo está problematizando un asunto crucial
en la historia de las literaturas centroamericanas escritas por mujeres, no se
trata solo del caso de Nicaragua, porque al mismo tiempo es una radiografía
de la historia literaria de un siglo de escritura de parte de las mujeres, que ha
ido quedando oculta. Por otro lado el ensayo de Alicia Gariazzo toca un punto
bastante sensible de la historia política de Nicaragua, ya que discute los avan-
ces de los derechos de las mujeres en un contexto revolucionario centroame-
ricano. Gariazzo pone en la mesa de discusión, ofreciendo datos y valores, los
avances en el desarrollo de los derechos de las mujeres durante la revolución
sandinista.
A la altura en que escribe el ensayo, de acuerdo a sus reflexiones, el
sandinismo teorizó sobre la igualdad de derechos y oportunidades para las
mujeres, pero lamentablemente, Nicaragua es uno de los países del área, don-
de las desigualdades, el nivel de analfabetismo, la irresponsabilidad paterna y
el excesivo y absurdo machismo, está remarcado e hizo difícil, en un contexto
revolucionario, cambios verdaderamente profundos en las estructuras patriar-
cales de la revolución. Y aunque en algún nivel, las cosas cambiaron, las
mujeres que participaron activamente en el frente sandinista, de todos modos
no lograron al paso del tiempo conseguir derechos básicos, como los del abor-
574
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
27 Meza Márquez, Consuelo y Magda Zavala Ed. Mujeres en las literaturas indígenas y
afrodescendientes en América Central. Aguascalientes, México: Universidad de
Aguascalientes, 2015, 19.
575
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
GUATEMALA
1 Fem. Publicación feminista trimestral. Vol. II. No. 7. México, D.F., 1978, 41-43.
576
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Los jóvenes se rebelan contra la familia: los hijos apenas pueden, aban-
donan la casa paterna; las parejas conviven sin casarse y se disuelven pronto
para formar otras efímeras parejas; algunos grupos hacen la experiencia de
una vida comunitaria. Es claro el deseo de romper con las antiguas normas y
de buscar modalidades de convivencia más gratificantes que las tradicionales.
Lo que parece, sin embargo, inevitable, o por lo menos sigue siendo deseable
para los humanos, es la convivencia. Hombres y mujeres nos necesitamos; los
niños, los enfermos, los ancianos no son autosuficientes desde un punto de
vista físico; y en un sentido afectivo, nadie se basta a sí mismo. La soledad es
un mal del que todos tratan de huir. Rara vez es una elección, y sólo entonces
es deseable.
La familia, en sus muy diversas formas, ha sido milenariamente la res-
puesta a las necesidades más inmediatas y a las carencias más profundas de
los seres humanos. Pero, ¿por qué funciona mal una familia? El pensamiento
socialista denunció desde el siglo pasado la explotación y la subordinación de
la mujer en la familia en beneficio del sistema capitalista. Engels ve incluso el
modelo de la explotación social en la explotación de la mujer por el hombre.
No hay que olvidar, sin embargo, que si desde un punto de vista económico, el
trabajo no remunerado de las mujeres sirve al sistema, desde un punto de vista
estrictamente familiar, existe entre la pareja cierta distribución de deberes y
tareas: el hombre aporta el dinero para el sostenimiento de la familia y la
mujer aporta el trabajo que la mantiene. El resultado de esta distribución pro-
duce la injusticia; porque el dinero, la propiedad, la posesión son los elementos
de los que deriva la autoridad, y la autoridad genera, por un lado, abuso; y por
el otro, resignada subordinación. (Más injusta aún es la situación cuando la
mujer trabaja también fuera del hogar; sin dejar por ello de desempeñar las
labores de ama de casa; dándose así la llamada doble jornada).
Los que proclaman las excelencias del modelo tradicional de familia ba-
sada en la autoridad del varón –la familia patriarcal- son los mismos que creen
que la sociedad está bien como está: hay ricos y pobres, y los pobres depen-
den de lo que los ricos quieren darles. Son los que no ven ninguna necesidad
de cambio en la distribución de las riquezas y los que se escandalizan ante
cualquier demanda de socialización de los servicios. Son los que dicen: ¿Va-
mos a acabar con la sagrada misión de las madres? ¿Vamos a privar a los
niños del amor materno, confiándolos a manos mercenarias y administración
burocrática? Por su parte, los psicólogos insisten en la necesidad que tiene el
niño de amor. Así sin otros atributos. ¿Pueden las guarderías, junto a la higie-
ne, la vigilancia y el alimento, proporcionar la dosis de amor necesaria?
Enfocar el problema de la familia desde un punto de vista puramente
económico, es sin duda un error, aunque sus males tengan, en gran medida, un
577
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
578
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
2 Fem. Publicación feminista trimestral. Octubre 1979. Vol. III. No. 10, México, D.F., 5-
7.
579
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
580
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
581
Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
que resulta evidente es que entre ese ayer tan próximo y el de hoy que empie-
za hace quince años, el cambio es radical. Demasiado pronto aún para hacer
el balance de lo que han escrito las mujeres, en todas partes, en este breve
periodo: varios libros llenaría la crítica, o l simple reseña, de novelas, poesía,
ensayo sociológico y antropológico, crítica literaria, reportajes, etc., que han
escrito las mujeres. Pero, además de la cantidad, quizás sea importante seña-
lar algo nuevo: por vez primera, las mujeres hablan de sí mismas, no sólo para
llorar soledades y abandonos, no sólo para lamentar las injusticias sufridas (en
el pasado y en el presente), no sólo para analizar las leyes, las costumbres, los
prejuicios vigentes en el mundo de los hombres, sino para afirmarse, para
valorizarse en cuanto mujeres. Ya no: “somos iguales, queremos ser iguales”,
sino: “somos diferentes y nos gustar ser diferentes”. Y no sólo se rechaza el
supuesto elogio de “escribir como un hombre”, sino se pretende “escribir como
mujer”.
Sobre toda la gama de igualdades y diferencias, mucho se ha dicho y tal
vez falte mucho por decir. Precisamente el tema de la escritura femenina
como tal es uno de los más debatidos actualmente (de ello se trata en este
mismo número, respecto a escritoras francesas e italianas). Y también se ha
hablado de un arte femenino, de una pintura feminista, etc. Reivindicación de
lo femenino que, como casi todas las reivindicaciones, puede llevar a excesos,
pero que tiene sus razones. Creo que el pensamiento y la creatividad artística
son aptitudes esencialmente humanas, que no admiten la diferenciación del
sexo. Pero eso no excluye que la mujer, como alguien que viene de otro con-
tinente –el de la oscuridad y el olvido- puede tener algo propio que decir.
Muchos piensan también que las mujeres ya estamos diciendo demasia-
do, o escribiendo, o hablando demasiado. Es un viejo reproche, por lo demás,
que se aplicaba a las inocuas “charlas de mujeres”, pero que es estos últimos
años hasta podría estar justificado… Debe entenderse, sin embargo, que es
muy explicable el deseo de hablar, y hasta el exceso de palabras, en quien
mantuvo –salvo breves intermitencias- un silencio milenario.
El feminismo y la izquierda 3
Se ha planteado ya en este ciclo las contradicciones que existen entre
feminismo y socialismo, entre liberación de la mujer y lucha de clases, entre la
problemática femenina y los programas de izquierda en sus partidos. Las
3 Este texto nos llegó cuando el número ya estaba impreso. La madre de Alaíde mandó los
papeles que ella estaba trabajando en Guatemala la semana de su secuestro. Es la ponencia
que dio en el CAS. Tal vez ella le hubiera hecho algunas correcciones, pero preferimos
dejar el borrador tal cual.
582
Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
nes liberales, en donde sintieron que sus compañeros sólo las tomaban en
cuenta para servir el café, escribir a máquina y ser fugaces o permanentes
compañeras de cama. (ver cita en Las Mujeres).
Para encaminar una argumentación, cabría preguntarse: ¿El feminismo
es un movimiento de izquierda? ¿Responde a un pensamiento al menos gené-
ricamente considerado como “de izquierda”? Y finalmente, para situarnos en
la historia: ¿Nació el feminismo dentro de la izquierda y ha tenido una trayec-
toria de izquierda?
Empecemos por lo último, cuya eventual respuestas, lo sería también en
parte para las primeras preguntas. No voy a hacer, por supuesto, la historia
del feminismo, pero el recordar algunas fechas y algunas circunstancias pue-
de ayudar a esclarecer un poco la cuestión.
El feminismo nace con la Revolución Francesa y creo que es su más
lógico nacimiento: tanto hablar de libertad, de igualdad, de fraternidad, debía
despertar en algunas mujeres la pretensión de que el lema en algo habría de
servirles a ellas también. Por lo demás, las mujeres en Francia están más
capacitadas que en otras partes del mundo para manejar ideas; su formación
intelectual, en las clases privilegiadas, les permite compartir –y aún estimular-
las preocupaciones políticas de sus maridos y amigos. Y a nivel popular, sabe-
mos que las mujeres participaron activamente en la revolución, mientras que
algunas burguesas la alimentaban en sus salones. Las mujeres estuvieron en
la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789; Théroigne de Méricourt, entre
ellas, quien estuvo también en la insurrección del 10 de agosto 92 que proce-
dió la caída de la monarquía; la actriz Rose Lacombe, quien fue la condecora-
da por el valor demostrado en la toma de las Tullerías, y Olympia de Gouges
quien nos deja el primer manifiesto del feminismo; que pretendió ser el para-
lelo a la Proclamación de los Derechos del hombre, emitida por la Asamblea
Constituyente en agosto de 1789, declaración que, evidentemente, no com-
prendía a la mujer dentro del concepto de hombre. De ahí que Olympia de
Gouges sintiera la necesidad de publicar (septiembre del ´91) –aún antes de
que el rey firmara esa primera constitución “reformista” que la revolución le
había arrancado- su folleto titulado Los derechos de la mujer y de la ciuda-
dana. Ella es autora también de una frase célebre: “Si a las mujeres se nos ha
dado el derecho de subir al cadalso, que no se nos niegue el de subir a la
tribuna”. Ella misma, por lo demás, subió al cadalso… Su cabeza cayó, por
orden de Robespierre, dos años después de haber publicado su manifiesto,
cuando, por lo demás, estaba cerca también el final de Robespierre. Olympia
de Gouges no fue condenada, sin embargo, por su feminismo, sino por sus
simpatías monárquicas: en política, no era radical. Por razones opuestas, es
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nista nació con la revolución francesa, puede decirse que la primera organiza-
ción feminista nace en Seneca Falls (los clubes de las revolucionarias france-
sas fueron efímeros y además no eran específicamente feministas).
El feminismo en Seneca Falls (por los derechos de la mujer), como el
feminismo inglés, que surgirá un poco más tarde, es típicamente liberal: habla
de derechos civiles, de igualdad jurídica con el hombre y como resumen de
todo esto, se centra en la lucha por el sufragio. (Setenta y dos años les costó
a las norteamericanas conseguirlo, y fueron de las primeras.)… Se habla
mucho de injusticia, de opresión, incluso de esclavitud (como en el famoso
ensayo de Stuart Mill que equipara la condición de la mujer a la del esclavo),
ya que el tema de la liberación de los esclavos es de actualidad; pero no se
habla de explotación, ni de derechos laborales, y mucho menos, de sexualidad.
¿Camina así el feminismo con el pensamiento revolucionario? Seguramente
no; y si fuera necesario confirmarlo, basta ver que los socialistas lo definen
como “feminismo burgués”. Con los cambios inherentes a la época, puede
decirse que la misma línea sigue el feminismo de NOW (NationalOrganizatio-
nWomen), que encabezó Betty Friedman desde 1966: no se trata de cambiar
la estructura social, sino de darles a las mujeres un mejor lugar dentro de esa
estructura.
Ya en la época de Seneca Falls existía sin embargo otro feminismo: no
tan combatiente como el de la Revolución Francesa, pero mucho más audaz
en sus planteamientos. Me refiero a las concepciones de algunos socialistas
utópicos. Mientras Napoleón pensaba acabar con “la novela de la revolu-
ción”, y premiaba a las mujeres mártires que habían resistido a tantos horro-
res, mientras renacía el culto a la belleza, la dulzura y demás encantos feme-
ninos (en armonía, por lo demás, con el ideal romántico de la época), algunos
pensadores anticipaban en su fantasía el curso de la historia e incluían en las
imaginarias transformaciones a la mujer. Fourier (1772-1837) le da un lugar
de igual en sus falansterios, se atreve a concederle el pleno goce de su sexua-
lidad y hasta habla de la “inutilidad de las virtudes maternas” (enfrentándose
directamente a Rousseau, que casi las había inventado). Saint Simon (1760-
1825), pero sobre todos sus discípulos Enfantin (1796-1849) y Considerant
(1808-1871), declaran la igualdad de los sexos y –los saintsimonianos, esta-
blecen una secta que requiere la presencia de una madre (y no sólo de un
padre). Robert Owen (1771-1859) y William Thomson (1783-1833) su discí-
pulo en Inglaterra, no sólo incluyen a la mujer dentro de la teoría de “la felici-
dad para el mayor número” (utilitarismo de Bentham), sino que –en el caso de
Thomson- insurgen contra las injusticias de las que las mujeres son víctimas.
Y finalmente, Flora Tristan (1803-1844) que parte también del saintsimonismo
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–sin olvidar lo que importa en su experiencia personal- va más allá que todos
al asociar por primera vez la condición de las mujeres a la condición de los
obreros y aliar el feminismo al socialismo activo. Algunas afirmaciones suyas
–y posiciones- se anticipan a Marx y Engels. “El más oprimido de los hombres
–escribe- puede oprimir todavía a otro a ser, su esposa. Ella es la proletaria
del proletario”. Por otra parte, al organizar la Unión Obrera concibe clara-
mente, cuatro años antes del manifiesto feminista, el “Proletarios del mundo,
uníos”.
“Obreros, ya lo veis, si quereis salvaros, no hay más que un medio, teneis
que UNIROS”. Así escribe en la Unión Obrera, en 1843. Y así iba diciendo
en esa gira por las ciudades francesas, que fue interrumpida por su muerte.
Pero no todos los socialistas utópicos fueron feministas. Sabemos que
Proudhon (1809-1865), fue precisamente un antifeminista declarado. Simone
de Beauvoir dice que él “rompe la alianza entre el feminismo y el socialismo.”
Cabe preguntarse si esa alianza realmente existía o hasta qué punto fue
explícita (tampoco en todos los socialistas utópicos es consciente la situación
de la clase obrera). Lo que sí puede deducirse es que un principio de justicia
como el que anima el socialismo no podía ignorar la condición injusta en que
vivían las mujeres. Marx, desde la época de los Manuscritos, se conmueve
ante la situación de las obreras en Inglaterra, que es peor que la de los obre-
ros, y en el Manifiesto se alude al trabajo de las mujeres y los niños. Pero
quien plantea claramente el estado de opresión de las mujeres es Engels en
“El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”: “El primer antago-
nismo de clases que aparece en la historia coincide con el antagonismo entre
el hombre y la mujer en la monogamia: y la primera opresión de clases en la
del sexo femenino oprimido por el masculino”. Y curiosamente, Engels les da
a las mujeres la condición de clase…
Esto se dijo hace casi un siglo. Un desarrollo coherente de los plantea-
mientos de Engels no se ha dado. El marxismo ha empezado a analizar algu-
nos aspectos de la condición femenina (el trabajo doméstico, por ejemplo, del
que se revela el carácter indirectamente productivo), pero muchos aspectos
culturales escapan obviamente a un análisis economicista.
Algunos piensan todavía que el feminismo está implícito en el socialismo
y por lo tanto, que con el triunfo de la revolución, la problemática femenina se
resolverá automáticamente. Son los que piensan que el feminismo es una
desviación de la lucha de clases. El mismo Lenin no se mostraba muy inclina-
do a considerar el feminismo como un capítulo aparte: de ahí sus divergencias
con Alejandra Kollontay, con Inés Armand, con Clara Zetkin, a quien repro-
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índole nacional que hizo su aparición en este mismo periodo fue la realización
de los Seminarios Indígenas que se iniciaron en1972, en donde se trató la
situación social, cultural, económica y política del pueblo indio; de ellos surgie-
ron tanto cuadros del movimiento revolucionario como de la burguesía indíge-
na en formación.
Dos factores son decisivos en este despertar indígena, en este “hervor de
la conciencia”: por una parte, el largo camino recorrido por Acción Católica a
lo largo de la década anterior; por otra, el acceso de una gran cantidad de
indígenas a la educación media, y hasta la superior, que volvían a sus comuni-
dades empapados del entusiasmo y las ideas que sacudían el ambiente indíge-
na de aquella época.4 Por efecto de la concientización masiva que produjo el
terremoto de 1976 -conocido como el “terremoto de clase” porque afectó
sobre todo a los sectores populares-, algunas Ligas campesinas y cooperati-
vas unieron sus esfuerzos y fundaron una nueva organización que aglutinó a
indígenas y ladinos pobres del país: el Comité de Unidad Campesina(CUC),
una organización de los campesinos a niveles supracomunitarios y supra étni-
cos que funcionó de una manera muy similar a como lo hacen muchas aldeas
indígenas en la vida comunitaria. Ello resultó, en esos momentos, verdadera-
mente revolucionario, ya que se combinaron una toma de conciencia de la
división de clases y otra de las necesidades étnicas.
El CUC tuvo su primera manifestación pública el 1º de mayo de 1978.
Por primera vez en la historia del país se vio desfilar, junto con los demás
miembros de las organizaciones populares a centenares de indígenas, hom-
bres, mujeres y niños, que no sólo iban vestidos con sus trajes tradicionales,
sino que presentaban sus reivindicaciones como miembros de una nueva or-
ganización cuyo lema era “Cabeza clara, corazón solidario y puño combativo
de todos los trabajadores del campo”. La participación en esta manifestación
del CUC demostró que era un instrumento organizativo para forjar lazos de
solidaridad entre la población indígena y el movimiento obrero que en la déca-
da de los setenta se hallaba en pleno auge. El CUC pretendía también unir a
los campesinos indígenas del Altiplano y los trabajadores ladinos de las planta-
ciones.
A finales de la década de los setenta surgieron varios grupos etnicistas,
que periódicamente celebraban reuniones en la ciudad de Quetzaltenango, y
que adoptaron los más variados nombres: Chilam Balam, Federación de Indí-
genas de Guatemala, Ixim, Tojiles, Nuestro Movimiento, Cabracán, etcétera.
Entre sus ideólogos se contaban distinguidas figuras de la burguesía indígena,
tales como Miguel Alvarado de Cantel y el padre José Serech.
4 Ibid, p.78.
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I. ¿Qué es complementariedad?
Podría decirse que, en general, en el discurso de mujeres y hombres
mayas existe una explicación ambigua sobre las relaciones que establecen
entre sí. Es ambigua porque al mismo tiempo que admiten y hablan sobre la
jerarquía del hombre, a su vez relatan y señalan la existencia de fuertes con-
sensos entre éste y la mujer.
Durante la presente investigación, muchas mujeres entrevistadas advir-
tieron fuertes relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres, pero siem-
pre incluyeron hechos e imágenes de complementariedad entre ambos. Por
su parte, la mayoría de hombres mayas que opinaron en los medios de prensa
a lo largo del estudio, enfatizaron más en la débil recurrencia de conflictos
entre mujeres y hombres e hicieron uso del término complementariedad para
referirse a la mujer como complemento del hombre. Uno de ellos dijo “que la
mujer maya aún está despertando a la contemporaneidad, por lo que a criterio
de él, además de asumir los derechos que le corresponden como mujer, debe-
rá asumir un papel preponderante en la definición de sus características que la
1 Tania Palencia. Ensayos sobre género y cultura maya. Guatemala: Prodesa, Proyecto de
desarrollo Santiago, 1999, 78-95.
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debía invertir en trabajo para su suegro como pago por la esposa. En el 77%
(93) de las personas encuestadas, la mayoría mujeres (62), dijeron que esta
antigua práctica no les gustaba porque los padres tomaban decisiones que sus
hijos podían ejecutar sin problema alguno.
No obstante este desacuerdo con una práctica tradicional, la mayoría de
los encuestados se inclinaron por seleccionar el calificativo de “trabajador
(a)” para identificar el mejor rasgo de un hombre y una mujer en el matrimo-
nio. Entre las cualidades ideales que deben tener un buen marido y una buena
esposa, el 77% (93) de los encuestados usó los calificativos de “trabajador
(a)”, “responsable”, “cariñoso (a)” y “comprensivo (a)”, en ese orden. Por
oposición, el peor defecto encontrado, tanto por hombres como por mujeres
(95%), fue el de quien es irresponsable con sus respectivas obligaciones.
En el trabajo doméstico de las personas entrevistadas se detectaron es-
feras de tareas compartidas entre hombres y mujeres que muestran que am-
bos tienen acceso a recursos estratégicos de la economía familiar, concedién-
doles mutuo poder. De las tareas principales directamente vinculadas con la
reproducción familiar, no se deduce una jerarquía del hombre respecto a la
mujer.
Se vive una mutua dependencia económica y la vida cotidiana se entien-
de como un conjunto de contribuciones mutuas. Estas relaciones compartidas
son esferas de negociación y de conflicto, donde existe un entendimiento de la
cooperación. Tal interdependencia entre hombres y mujeres está relacionada
también con la sobrevivencia básica propia del funcionamiento de las econo-
mías domésticas campesinas.
Tareas propias y compartidas entre hombres y mujeres mayas
Actividad
Masculina
Femenina
Término
Medio
- desgranar maíz
- hacer la masa
- tortear
- cocinar
- lavar ropa
- lavar platos
- limpieza
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- cuidar niños
- traer leña
- traer agua
- cuidar animales
- limpieza del campo
- sembrar
- cuidar la cosecha
- cosechar
- tejer
X
X
El 54% (65) de las mujeres entrevistadas proveen, junto con el esposo, el
dinero para gastos familiares, especialmente a través del tejido, la venta de
animales y de hortalizas. El dinero obtenido por las mujeres es administrado
por ellas y se destina especialmente para alimentos, utensilios domésticos y
vestuario. Las mujeres solteras también aportan a algunos gastos familiares y
suelen ayudar a su madre y a algunas hermanas.
El dinero obtenido por los hombres es en un 66% (79) administrado por
los mismos hombres. En la mayoría de los casos en los que el hombre se
convierte en el principal proveedor de dinero, es él quien toma las decisiones
con respecto a su administración. El aporte masculino se destina en mayor
proporción para alimentos y para reinvertir en la siembra y/o en el negocio.
Los hombres solteros también aportan al gasto familiar. La mayoría de hom-
bres respondieron que su principal aporte es para los gastos de su propia
familia, aunque el 19% (23) dijeron apoyar a hermanas y padres.
Es posible que la participación conjunta de hombres y mujeres en la so-
brevivencia cotidiana genere espacios ideológicos que alimentan valores rela-
cionados con el mutuo acuerdo. Por ejemplo, hay una comprensión de la mu-
jer como dueña de las fuerzas naturales de la reproducción, equiparada a la
tierra. Así, existe una alta valoración de la mujer como madre que es transmi-
tida explícitamente.
Todas las mujeres encuestadas afirmaron que, durante la maternidad,
cuentan con el apoyo del esposo en tareas como “cocina y cuida a los demás
hijos”; “entra el agua, ayuda en la limpieza de la casa y baña a los hijos”;
“hace los trabajos de la casa” o “me cuida”. Hubo también mujeres (17) que
indicaron que, durante la maternidad, el esposo apoya “sólo dándome dinero”.
Las respuestas de los hombres fueron, entre otras, “cambiar pañales”, “ayu-
darla en la cocina”, “ayudarla a cuidar al hijo”.
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3 ¿Quién decide sobre estos asuntos? Decisiones. Ambos/ Hombre/ Mujer: - Lo que se
compra en el mercado, - Venta de animales, - Gasto de la ropa, - Qué hacer con las
hortalizas cultivadas, - A quién le dan herencia, - Salir a trabajar, - Dónde trabajar, - Salir
de la casa, - Ir a la escuela, - Permiso a los hijos, - Trabajo de los hijo, - Tener novio (a)
- Participar en la comunidad
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otros; eran también alfareras, tejedoras, hilanderas; hacían trabajos con plu-
mas y joyas y criaban animales. Sin embargo, la vida de las mujeres, en gene-
ral, “giraba alrededor de la reproducción material y cultural de su unidad do-
méstica y de su grupo.” (Hernández y Murguialday: 20).
Es cierto que la cultura clásica todavía recogió valores provenientes del
pasado social precedente. De allí se explica que algunas medidas penales
fueran aplicadas con igual rigor a hombres y mujeres. Esto sucedía en casos
como el adulterio o las relaciones sexuales prematrimoniales. La poligamia,
sin embargo, también exigía esas normas, además de que implicó la compe-
tencia entre hombres por las mujeres y, con ello, el establecimiento de patro-
nes de conducta, a veces muy rigurosos, que controlaban la reproducción de
las mujeres.
El modelo pragmático de ser mujer, basado en la castidad y la honradez,
estaba sincréticamente vinculado con el mito mujer-madre-tierra ahora deca-
dente. El nuevo imaginario impuso otra moral: La mujer debía ser además de
mujer para la maternidad, mujer casta y honrada para el hombre. La hembra
casta tenía que diferenciarse de las mujeres “carnales” (prostitutas); aquélla
debía mantener la cabeza inclinada ante los hombres, con la boca cerrada, sin
exagerados adornos y sin mostrar vergüenza (Garza: 77). Las mujeres solte-
ras no debían sentarse en la mesa con sus hermanos “o con ningún hombre
hasta que se casaran” (Ibid: 78). El silencio era su virtud. El espacio era del
hombre; la mujer se hacía invisible.
En el período postclásico, al dar paso a las formas tributarias esclavistas
(que se basaron en guerras intestinas especialmente dirigidas por autoridades
masculinas religiosomilitares), las mujeres perdieron mayor autonomía, dismi-
nuyeron sus oportunidades de desenvolvimiento social y se acentuó su valor
como objetos de intercambio comercial entre las familias, a través de la gene-
ralización de la institución matrimonial, la cual era directamente organizada
por los padres fijando precio por las habilidades y hermosuras de la hija. “El
esposo podía venderla si al cabo del tiempo no tenían hijos, salvo que el padre
le devolviera lo pagado.” (Hernández y Murgialday: 63).
La complementariedad e interdependencia entre hombres y mujeres se
expresaba, en la vida cotidiana, como unidad de desiguales. El complemento
no derivaba de un aporte y reconocimiento mutuamente equitativo, ya que los
hombres y las mujeres realizaban trabajos desigualmente valorados: la activi-
dad del guerrero y del agricultor comenzó a ser más apreciada que la mater-
nidad y las tareas domésticas desempeñadas por las mujeres.
Pero el imaginario de la mujer-madre-tierra-vida-sagrada se mantuvo
brillando.
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Escritas casi todas por hombres, en las novelas publicadas hasta antes de
la década de los años setenta, con escasas excepciones, la mujer aparece
dibujada desde perspectivas masculinas que la estereotipan, la convierten fá-
cilmente en un clisé: la mujer-bella-maldita, la puta-amante, la mujer-esposa,
la esposa-madre, la apasionadasensual... la india-fea, la india-sufrida, la sir-
vienta. Es la fatalidad más que su voz y conciencia quien la determina. Suelen
encontrarse más mujeres con universos pequeños y secundarios con respecto
al de los hombres y su devenir literario está fulminantemente determinado
porque concurren las acciones de otros, más que las suyas propias. Como
sujeto individual su voz no predomina (suele decirse de ella, ella casi no dice);
muy pocas veces es actora principal. Es dirigida, es protegida, es deseada y
es víctima.
El hombre no. El hombre en la literatura de esa época y el hombre en la
literatura en general han existido como sujeto universal y sujeto individual.
Como sujeto universal es símbolo de la especie humana, el principal canal de
las reflexiones filosóficas y de sentido del autor y el medio más común de la
ejemplaridad. Como sujeto individual habla, tiene voz, tiene nombre y tiene
historia, es uno en sus múltiples actos y cambia. El hombre como sujeto indi-
vidual es actor de su propia acción.
La mujer indígena en la novela anterior a los setenta aparece invisible en
el color de la campiña y el paisaje. Es además un universal latente de dolor,
sacrificio y trabajo. La india es pobre y es sufrida, guardiana de la tierra;
valiente y aguantadora frente al mundo caxlán. La mujer india es, por antono-
masia, víctima ausente. Curiosamente la mujer india habita en la literatura en
voz baja si se compara con el personaje hombre indígena. En efecto, la novela
indigenista, profusa desde 1920 hasta principios de los años setenta, reacciona
con la fuerza contracultural propia de escritores ladinos políticamente progre-
sistas frente a la sórdida dominación criolla, pero su apelación nace y muere
con afanes integracionistas o asimilacionistas. El indio debe involucrase a la
sociedad, al progreso, a la ciudadanía. Por extensión anónima la india debe
vivir el mismo destino. Es cierto que en grandes novelas, como las escritas por
Miguel Angel Asturias, se recrea un imaginario simbólico (construido con re-
cursos panteístas y oníricos) cuyas imágenes y ritmos evocan la fuerza mítica
de la cosmovisión maya prehispánica. En Asturias podemos sentir aleatorie-
dad. Pero esa fantasía maravillosa no libera los roles femeninos y masculinos
del imaginario patriarcal de su época.
En medio de tal dogmatismo simbólico que refuncionaliza los mitos arcai-
cos, bien podría preguntarse si el humor en la literatura ha sido generador de
alguna ventana abierta a símbolos menos opresores entre hombres y mujeres.
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dia, la dominación. María del Carmen Escobar, una de las pocas novelistas
mujeres de la época contemporánea, ofrece en sus novelas un vivo panorama
de tal realismo: envidias y competencias entre mujeres urbanas pobres que
aspiran a ser valoradas por el hombre y el dinero, desde la mujer aristócrata
caída en desgracia hasta la india pobre y madre soltera que se encuentra en la
escala más baja del mundo femenino.
Pero el realismo no hace ni justifica el sentido. Bien se puede o no ser
realista y dejar suelto un sentido de no opresión. En la novelística guatemalte-
ca el sentido de una relativa equidad entre las mujeres y los hombres o el
sentido construido a partir de darle voz e individuación a las mujeres comienza
a hacerse francamente visible a partir de la década de los setenta. Antes de
esa época la narrativa reboza de identidades escindidas en su condición gené-
rica, que no saben sobre sí: la cultura del alcoholismo es el gran paraguas
donde hombres y mujeres se desvanecen como géneros para mostrar la so-
ciedad como conjunto.
A partir de la década de los setenta la nueva narrativa, sin prescindir del
todo de los enfoques sexistas, da voz más definida y perfilada a la mujer.
Además, mujeres y hombres ya no están subsumidos en viejos afanes antro-
pológicos literarios que buscan recaracterizar lo nacional. La nueva narrativa
es más existencial y su inevitable sentido político ya no impone lo social al
individuo, es al contrario. Hay un nuevo enfoque en las relaciones entre el ser
individual y el ser social. La reflexión y el cuestionamiento sobre el poder es el
sustrato argumental profundo, un pathos. La fuente principal de las imágenes
y de las narraciones argumentales es el poder político, el abuso de poder en la
historia de Guatemala (el ejército es el símbolo del máximo poder y del poder
de la destrucción). El principal sentido es criticar el abuso de poder.
En medio de esta nueva tendencia de sentido los nuevos escritores —no
todos, por supuesto— comienzan a describir, a dar espacio a perspectivas
femeninas: lo que ellas quieren, lo que buscan, lo que no quieren; su ser es
más autónomo del suceso masculino. Son más frecuentes las mujeres prota-
gonistas y sus voces se hacen visibles. Aunque de modo insinuado y paradó-
jico algunas novelas ceden a las mujeres, si no un personaje, por lo menos un
espacio en la historia: María Chinchilla, la Malinche, la mujer guerrillera, las
mujeres afectadas por la guerra, la mujer que reflexiona sobre su sumisión,
etc.
Resulta, entonces, que en estos años está ocurriendo en la novelística un
fenómeno similar al que le ocurrió en los años veinte cuando se separó de las
instituciones simbólicas dominantes criollas respecto al indígena: ahora la na-
rrativa se está separando de las instituciones simbólicas dominantes acerca
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excepción los protagonistas son hombres, pero las mujeres tienen un perfil e
intereses más definidos e influyen en los acontecimientos novelados. No obs-
tante, también en estas obras se recrea un imaginario donde la masculinidad
indígena es el eje generador de la historia, a través de costumbres dibujadas
en escenas secundarias donde la mujer es “madre” (alimenta, cuida) y a la
vez “hija” del héroe (se libera y libera a partir de).
Otras novelas sobre las identidades, como las de Dante Liano (El lugar
de su quietud y El misterio de San Andrés), que aportan mucho en mostrar la
profunda tensión de las relaciones interétnicas y muestran novedosamente un
fenómeno cultural poco abordado en la novelística como es la ladinidad o el
mestizaje, tampoco se detienen en la vida femenina; lo humano ladino y lo
humano indígena son masculinos, sin excepción. En estas novelas las mujeres
no tienen nombre.
Pero una de las más grandes novelas guatemaltecas, El tiempo principia
en Xibalbá, del maestro indígena Luis de Lión, es el contrapunto de toda esta
narrativa. El tiempo principia en Xibalbá, no sólo es una obra obligatoria desde
el punto de vista estético, sino indispensable como fuente de reflexión y deba-
te acerca del estrecho entreveramiento entre las relaciones genéricas y las
relaciones interétnicas. Como bien dice Sagrario Castellanos, la mujer reina
en esta novela. Pero su reinado es el de la disociación. Lejos se encuentra
esta obra de idealizar al mundo indígena; lejos también de condenar o esque-
matizar al mundo ladino. Aquí las voces poéticas operan desde una fuerza
psíquica que, al derrumbar ismos, libera caóticamente los estereotipos que
habitan en el alma colectiva mostrando a los ojos del lector facetas de nuestro
ser ladino (mestizo) o indígena, del ser guatemalteco.
En el Tiempo principia en Xibalbá el ser es instinto; es primordial. Visce-
ral. El hecho existencial es un acontecimiento erótico, sensual, caliente. Los
seres tienen sexo vital, son sexo vital. Se sienten los húmedos olores; olores
de hembra y de macho. Pero ese estado del ser se encuentra disociado. Se
quiere lo que no se puede tener: tragedia 15 india. (Color invisible que también
sienten los ladinos respecto a otros referentes). Heridas del alma se abren en
las mujeres y en los hombres indígenas de este pueblo debido a la sexualidad.
El placer no es libre. Los seres de este pueblo de liran su búsqueda de realiza-
ción erótica y sexual. No es cualquier búsqueda.
Las cadenas invisibles que inhiben al ser están tejidas de ideas, valores y
creencias. “- ¿Sabés una cosa? Yo me he fijado en eso: en la ciudá los hom-
bres de aquí buscan en las ladinas la cara de la Virgen, aquí buscan en la
Virgen la cara de las ladinas. Por eso la Virgen es la Reina y ellas la niña tal,
la Seño tal. En cambio, nosotras somos la Juana, la Concha, la Venancia. ¡Las
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
gallinas del patio!...)” (de Lión: 80-81). Eso dicen ellas mientras los hombres
sueñan, se masturban por cogerse a la Virgen de Concepción, con el privilegio
—para ellos— de contar en el pueblo con la presencia de una Virgen de
Concepción puta; puta por caliente y puta, y virgen por apodo, por tener: “el
mismo pelo, la misma cara, los mismos ojos, las mismas pestañas, las mismas
cejas, la misma nariz, la misma boca y hasta el mismo tamaño, con la diferen-
cia nada más de que era morena, que tenía chiches, que era de carne y hueso
y que, además, era puta.” (De Lión: 10). Pero el deseo no se satisface, no se
puede: ni lo que ellas quieren ni lo que ellos quieren. El cura del pueblo, final-
mente, se encarga de condenar cualquier deseo, aplastando con sus diatribas
por añadidura a la Virgen puta.
La mujer-sexo es el símbolo de la disputa y el de la disociación. Las
voces oscuras de la posesión-apropiación de la hembra emergen de todas las
páginas. El indio no puede tener a una ladina y menos una ladina encumbrada.
La india que se calle y que se aguante: aunque se enoje, el hombre se da sus
placeres, por lo menos con la puta que se parece a la virgen. La mujer ladina
invisible pero latente es mala, pero deseable, causa locura en el indio. El hom-
bre es coche, voraz; la mujer es encierro aunque caliente. Los indios, hombres
y mujeres, no se quieren como son. Ellos y ellas no pueden comprenderse a
través del prisma de la complementariedad, en estos tiempos altamente idea-
lizado.
Un actante denso e invisible los aplasta: el poderoso mundo caxlán. En el
Tiempo principia en Xibalbá se pueden sentir las miradas racistas de los ladi-
nos, hombres y mujeres. La propia Virgen, la santa y de madera, le habla a su
pueblo: “¿Que de puritita verdad la perdonaran? ¿De de veras de veras? A
vaya. Pues les haría todos los milagros que quisieran. Pero que eso sí, si con
él se había metido había sido por pura casuanecesidad. Que no fueran a pen-
sar que con todos sería igual. Que recordaran que eran inditos. Que otra vez
gracias por ponerla nuevamente en su camarín. ¡Gracias, inditos por su buen
corazón!” (De Lión: 72).
Podría decirse, en conclusión, que aunque todavía escasa contamos con
literatura propicia para la reflexión sobre las relaciones entre los géneros.
Toda literatura es propicia para tal detenimiento, pero el caso es que la narra-
tiva, la novela y aún más el cuento contemporáneo, están abriéndose a nuevas
expresiones simbólicas que no reproducen y que toman distancia del imagina-
rio dominante en cuyo escenario ni siquiera se cuestiona cómo nos vemos y
cómo vivimos hombres y mujeres. Estas expresiones simbólicas interesan
tanto a la cultura ladina como a la indígena y, más exactamente, interesan a
ese indefinido espíritu del ser guatemalteco. Le han dado color a lo histórica-
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
mente invisible aunque su impacto todavía sea marginal respecto a las repre-
sentaciones simbólicas que se difunden en todas las instituciones de poder.
Se vive una época en la que las voces indígenas comienzan a mostrar
autonomía política para reconocer, fortalecer y reproducir valores y condicio-
nes de su identidad cultural. En esa difícil defensa, dado el imaginario y es-
tructuras de poder racistas de Guatemala, la defensa política e ideológica de
los derechos étnico culturales puede correr el riesgo de cerrar los ojos ante
manifestaciones culturales que efectivamente forman parte de una manera
de ser, de una identidad, pero que reflejan relaciones de opresión y de no
equidad entre hombres y mujeres. Así, lo peor que pueda ocurrir es estimular
una defensa ciega a una cultura que cobija paradójicamente la destrucción de
sus valores míticos originarios.
La complementariedad y la interdependencia, como paradigmas filosófi-
cos o cosmovisivos albergados históricamente en algún punto de la larga his-
toria hacia la conformación de la civilización maya, están en decadencia. La
cultura occidental, la ladinidad, podría escarbar paradigmas similares entre el
antiguo pensamiento presocrático, pero impregnada más como está del pen-
samiento positivista y racionalista, encontraría mejores fuentes en las nuevas
maneras de ver el mundo que aparecen en la teoría de género, el ecologismo
y la física cuántica, por ejemplo. En general, ladinos e indígenas albergamos
símbolos de opresión ante los cuales ni siquiera estamos conscientes. El sólo
hecho de detenerse en ubicar y comprender esos símbolos es un paso decisi-
vo para reconstruir nuevos imaginarios.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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3 Voy a referirme al caso de los mayas de Guatemala, excepto si señalo lo contrario. Dejo
de lado el caso de los ‘mayas clásicos”, con la salvedad de que la imagen pacífica de ellos
ha sido reemplazada por b bárbara, sangrienta y guerrerista, cuya acogida comienza a
verse en publicaciones como en el National Catholic Reporter (septiembre 1986) y en los
anuncios de “Nike” en la revista Sports llustrated del 30 de marzo de 1992, pág. 11 y la
del 6 de abril de 1992, pág., 11.
4 Para las imágenes del indio en las mentes de los anglosajones específicamente, véase
Stephen Benz, “Anglo-American Images of Indigenous Guatemalans”, presentado en la
40va Conferencia Anual del South Eastern Council on Latin American Studies, en La
Antigua Guatemala, febrero 18-20 de 1993. El autor nos proporciona un panorama del
asunto que abarca desde la literatura turística al discurso de connotadas figuras como
Thomas Gage, John Lloyd Stephens hasta la jerga liberal de escritores anglosajones. Los
estereotipos y la xenofobia hacia los mayas, así como la fuerte convicción de una “misión”
de expansión mundial anglosajona construyen la imagen del indio en este escenario.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
lógicos que han “hecho eco” en el ámbito guatemalteco. Entre las imágenes
cristalizadas del indio están la del “indio colonial”, del “indio heroico”, del
“indio retrógrado”, del “indio verdadero, digno de mi respeto” (tipo 1 y tipo II)
y del “indio ideal”. Cada uno de estos “indios mitológicos”, se basan en la
construcción de un indio imaginario, congelado y perdido en un pasado colo-
nial, en un espacio mental o en uno literario. Subyacente en la mayoría de
estas imágenes, sin embargo, pueden discernirse algunos dilemas que acosan
a sus impulsores, como lo veremos en el transcurso de este ensayo.5
La imagen del indio colonial surgió en gran parte a partir de un postulado
económico “liberador” para el país. En este marco, se explica que tanto el
“indio” como “su mundo” nacieron de la crueldad histórica de la conquista,
que lo convirtió desde entonces en dócil víctima de “sus problemas” socioeco-
nómicos y seudo-culturales.6 Así, esta doctrina establece la necesidad de “li-
berar” al indio de “sus problemas”. Si el indio fuese únicamente un pobre
resultado histórico colonial, ¿por qué entonces bajo cualquier régimen militar,
socialista, reformista o civil siguen existiendo indios? Obviamente, la concep-
ción colonial omite y evita discutir el papel que juega el Estado, las institucio-
nes y el ladino actual (“no colonialista”) con respecto al indio. En breve pues,
el indio colonial que nos pintan aquí, posee un carácter episódico-incidental y
no procesal y tiene más cabida conceptual que real.
La imagen del indio heroico, por otra parte, ha sido construida dentro de
un marco romanticista y de apropiación de “lo bueno” del indio histórico.
Tecun Uman es aquí el ejemplo por excelencia. ¿Por qué habría de exaltarse
a Tecun Uman, si después de todo fue un indio k’iche’ “vencido por el cruel
conquistador”? Poca utilidad le traería al vencedor vanagloriarse del vencido
si lo mantuviere oculto. Y, ¿por qué convertirlo en “héroe nacional”? ¿A qué
se debe que si hay algo bueno en el indio se proclame “es nuestro”, es “nacio-
nal”,7 mientras que lo malo que hay en cada “nacional” y en cada indio es
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le abstrae, se le busca como indio prototípico. Es una imagen del indio como
super agente en cuanto se le adjudican múltiples obligaciones unilaterales.21
Desde esta perspectiva, se espera que el indio sea un ser de múltiples balan-
ces: que no se sitúe ni tan a la izquierda ni tan a la derecha; que no sea ni tan
rico ni tan pobre, ni tan pro-indio ni tan pro-ladino, ni tan “educado” ni sin
“educación”, ni tan “tradicional”, ni tan “moderno”. Esta imagen del indio es
sin duda encantadora, imaginativa, fuente de inspiración literaria, pero carece
de persona. Buscar perfecciones en los indios vivos es tan turbio como idea-
lizar todo lo que los rodea.22 La imagen del “indio ideal” es también un indio
mitológico.
¿Qué efecto tienen las imágenes de estos “indios mitológicos”? y ¿qué
consecuencias se derivan de esto? El hecho es que, debido a cierto respaldo
político-intelectual, los “indios mitológicos” crean “un indio”, cuya imagen es
distante, abstracta y estereotipada. Así, estas imágenes ni quieren ni dejan ver
a los indios como gente y personas que deciden, crean y protagonizan su
propia humanidad. La naturalización de los indios mitológicos por encima de
los indios vivientes es una hegemonía intelectual. Por lo tanto, cuando los
indios de carne y hueso no se ajustan a los indios mitológicos, se opta por
buscar en ellos la distorsión para no “descomponer” las interpretaciones. Se
dice entonces, con toda la comodidad y simpleza, que los indios de hoy no son
verdaderos indios, porque ya no son como los que yo concibo. Los indios de
hoy tienen una “cultura sincrética” o son indios “aculturados”. Como si en La
faz de la tierra existiera algún pueblo que, manteniendo su identidad como tal,
no se hubiera aculturado en diversos grados y aspectos. ¡Ni antes de Colón
estaban los mayas en estado prístino! Un proceso de vitalización intercultural
ha mantenido en vida a las sociedades del mundo y los mayas no son la excep-
ción. Este es un proceso constante y dinámico en el que la permeabilidad
intercultural coincide con la preservación intracultural vivificante de cada po-
blación. La divergencia se da porque, mientras este proceso se considera
21 Vale la pena mencionar aquí la nueva corriente ideológica de estar “entre uno y otro” (en
un estado de “ni aquí ni allá”) respecto a dos o más grupos de población en conflicto.
Esto sucede a pesar de lo que se sabe de la subyugación histórica de ciertos pueblos en
comparación con otros. Por ejemplo, en ocasiones en 13.5 que los indígenas hablan de
sus culturas, algunos oyentes suelen pedirles que establezcan una relación “fraternal”
con los mestizos o ladinos, mientras que sólo muy rara vez se le pide lo mismo a alguno
de estos dos grupos. Quizás esto se deba a que 1) casi nunca se habla de algo como “la
cultura ladina”. Hasta los propios ladinos tienden a hablar de y por los otros grupos (en
el caso de Guatemala, de los indios y los garífunas) o 2) se les considera “solventes” en
términos culturales.
22 Véase Carlos Guzmán Bockler y Jean-Loup Herbert, Guatemala: una interpretación
histórico-social. (México, D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1970).
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23 Dennis Tedlock, The Spoken Word and the Work of Interpretation (Philadelphia:
University of Pennsylvania, 1983), pág. 262.
24 Para mayor información sobre los préstamos culturales, consúltese el artículo de Ralph
Linton, “One Hundred Percent American”, en The American Mercury 40 (1937), pp.
427-429.
25 Tedlock, The Spoken Word, pág. 263.
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En breve, como gente y como individuos, los indios somos también seres
pensantes, actuantes y diversos. Sólo reconociendo a la humanidad completa
de los indios podrá entenderse la complejidad de las cosas y del tiempo en
torno a los indios y sus vidas. No todos en el mundo vemos las cosas en una
sola dimensión y en términos de oposición. Esto quizá resulte útil para sopor-
tar y comprender la vida, sobre todo cuando vemos que las acciones de los
seres humanos no coinciden con nuestras expectativas respecto a ellos. ¿Por
qué habría de pensarse que para que los indios puedan seguir siendo indios
tienen que ser inmutables? Del mismo modo, ¿por qué se ha otorgado tan
generosamente “el poder de informar” a los indios, mientras que, para algu-
nos, las voces de los propios indios parecen representar un gran dilema?
El dilema respecto a la voz de los indios es que, si éstos no hablan, surge
la pregunta “¿por qué no hablan?”28 y la respuesta “porque son indios des-
confiados”.29 Y si los indios articulan sus derechos humanos, entonces uno se
pregunta ¿por qué hablan si no pueden explicar su cultura más que en forma
distorsionada?; o bien se dice que los que hablan no son representantes legíti-
mos de su cultura, es decir, “verdaderos indios”, porque no son como los de
óleo ni son de abajo, de acuerdo con el lenguaje de algunos postmodernistas.
¿Sucede acaso que con el adjetivo “burgués” se intenta descalificar y deslegi-
timar a los indios que hablan? ¿Qué es lo que se teme? Dicho sea de paso,
nunca he conocido a ningún académico proletario. Si existiera, tendría curiosi-
dad de conocer su truco.
Es relevante aquí la discusión respecto al continuum de cultura-civiliza-
ción y a “la mirada del nativo” versus “la mirada del etnógrafo” que plantea
Renato Rosaldo en su estudio de las sociedades de México y de Las Filipinas.
Rosaldo señala que la ciudadanía y la visibilidad cultural parecen estar rela-
cionadas en forma inversa: en tanto los términos cultura y cultural se asocian
con gente nativa, indios y otras minorías, los términos ciudadanía, racional y
civilizado están vinculados con gente metropolitana (ladinos y gente de las
tierras bajas). Rosaldo agrega que:
A los ojos del etnógrafo, la gente “civilizada” parece dema-
siado transparente para ser estudiada; se ve igual que “noso-
tros”: materialista, ambiciosa, con prejuicios. Como sus mun-
dos son tan sencillos y prácticos, nuestras categorías de sen-
28 “EI silencio del indio es lo que duele...”, escribe el poeta guatemalteco Luis Alfredo
Arango, en su libro Archivador de Pueblos (Guatemala: Editorial Universitaria, 1977),
pág. 183.
29 Véase, por ejemplo, Arias, “Changing Indian Identity”, en Guatemalan Indians and the
State, Smith, editora, pág. 248.
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30 Renato Rosaldo, Culture and Truth: The Remaking of Social Analysis (Boston: Beacon
Press, 1989), pág. 199. El énfasis es de la autora.
31 Jafek, “Looking At and Speaking About”, pág. 60.
32 Jafek, “Looking At and Speaking About”, pág. 60. El énfasis es de la autora.
33 La conglobación de “indianés” y “negritud” hecha por Michael F. Brown en “Facing the
State, Facing the World: Amazonia’s Native Leaders and the New Politics of Identity”,
en l’Homme, número especial titulado “Anthropologie et histoire des sociétés
amazoniennes”, Philippe Dascola y Anne-Christine Taylor, editores (1993), pág. 20, es
un ejemplo a mano.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
que, si queremos decirle algo al resto del mundo, como nativos deberíamos
irrumpir radicalmente con una ciencia y un lenguaje diferentes y naturalmente
esotéricos, misteriosos y exóticos? Lo implícito en la mente de los no nativos
es entonces que, de no ser así, ¿con qué derecho algunos nativos hablan
nuestro lenguaje y pisan nuestros territorios?
Los mayas contemporáneos somos seres humanos y, como tales, segui-
remos actuando desde y como nos sea posible. A quinientos años de distancia,
los campos que “no son nuestros” podrían sernos vedados, pero estos suelos
también son tierras nativas. No soy la voz maya;34 soy una persona maya que
habla aquí y ahora y por esto no debo disculpa alguna.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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nuestra forma de vida pasa por un código que es de respeto, y respeto mutuo
¿verdad? si practicamos el respeto mutuo vale la pena que seamos aliados por
donde quiera que estemos y que unifiquemos nuestras energías positivas para
hacer las transformaciones. Porque no es posible la transformación si solo
espero que el otro transforme las cosas, sino, qué hago yo para transformas
algo de la situación en que vivo, ¿verdad? Entonces por eso va junto con
nuestra misión, todos nosotros nacimos con una energía extraordinariamente
propia ¿Por qué? Porque la luna es majestuosa, nos hace, nos forma, las
madres concebimos hijos gracias a las fuerzas de la luna, nos prepara la luna
para estar preparadas para concebir un ser, y ese ser nace 260 días en el
vientre de mamá según el calendario maya para nacer, y cuando nace, nace
absolutamente completo, incluso las dimensiones que tenemos como seres
humanos es incalculable, y nacemos así, pero gracias al útero de la tierra es
que nos toca respirar el primer oxígeno, y cuando respiramos el primer oxíge-
no, entonces, nos implantamos en el útero de la tierra. Cuando la gente dice “-
Quiero ir lejos” “-¿Dónde?” “-Lejos” Si al lado de su casa tiene un cerro, si al
lado de su pueblo hay un nacimiento de agua, bueno, Aguascalientes ¿verdad?
Hay lugares sagrados en las que el ser humano puede volver a respirarse, a
reciclar y tratar de encontrar una vida óptima para vivir plenamente. Enton-
ces, yo parto un poco mis conferencias de la fuerza del día, porque estoy
segura que los bebecitos que nacieron hoy van a tener cargado consigo mis-
mo esas fuerzas de la energía de hoy y tal vez nunca los voy a conocer, como
pasó cuando me dieron el Premio Nobel de la Paz, pues muchos de ustedes
jóvenes aún no habían nacido, y se preguntarán ¿Por qué le dieron a esa
señora el Premio Nobel de la Paz? ¿Cómo se hace para ganar un Premio
Nobel? Eso me preguntan los jóvenes de los colegios, de las universidades, y
yo les decía “si ustedes se ponen a pensar que van a tener un Premio Nobel
nunca lo van a tener, mejor pónganse a trabajar” ¿verdad? Y trabajen, y tra-
bajen, y trabajen, y más, y tarde o temprano ese su trabajo va a ser una gota
de agua que hace historia en el tiempo, y nosotros, digo nosotros porque el
Premio Nobel no se dio a Rigoberta Menchú, se dio a los más de 500 millones
de pueblos originarios, de pueblos indígenas en el planeta, pero especialmente
en nuestro continente, que se llaman pueblos indígenas, que dijeron “señores
ya basta de discriminación, ya basta de marginación, ya no más silencio, nos
hemos rebelado contra el silencio, no mas imposiciones, no más estudios, no
somos un bicho raro, somos una especie igual que ustedes” ¿verdad? “y que-
remos un trato digno y un trato respetuoso” y nosotros que hemos vivido el
racismo y la discriminación, y véanlo nosotros no somos racistas, quiere decir
que nuestros ancestros nos enseñaron que cada energía por sí mismo es una
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
¿verdad? Pero no porque nos impacta, sino por curiosos. Entonces hay mu-
chos valores que se han perdido desde aquellos años que yo tenía 22 años que
tuve que salir al exilio y tuve la suerte de encontrar gente buena, pero digo
esto porque creo que nos dignifica primero el trabajo, si uno es cumplido con
lo que se propone hacer tiene muchos éxitos, segundo, la convicción de lo que
hacés requiere esfuerzo personal, no solo esfuerzo colectivo, sino tu esfuerzo
personal, porque también caemos en una época del colectivismo, de decir yo
como soy parte del pueblo, entonces, que me respondan, que me lo den, ellos
tienen la obligación de servirme como yo soy parte del pueblo, y como soy
pobre entonces los que no son me tienen que servir ¿verdad? Entonces esta-
mos como despojándonos nosotros mismos de nuestras grandes fortalezas,
iniciativas, creatividades, poner a prueba nuestras ideas, poner a prueba tam-
bién nuestros errores, qué lindo decir “yo cometí un error, ah pero lo hice
bien” ¿verdad? Porque lo había pensado bien, sí y disfrutar los resultados de
ese error porque uno dice “sí, sí, sí yo lo sabía” ¿verdad? N´ombre que pena,
pero la próxima vez voy a pensarlo mejor. Entonces, pero poner a prueba lo
que uno es, es muy importante y lo digo más para la juventud, porque la
juventud no puede estar esperando, luego la participación, claro a mí me tocó
el final de la guerra fría, jóvenes, esa guerra fría que mató mucha gente, que
causó mucho ultraje, que causó mucha violencia, guerras ajenas, pero nos
tocó a nosotros pagar las consecuencias de esas guerras, esas utopías que
algún día íbamos a liberar nuestros pueblos y dábamos la vida por nuestros
pueblos, yo, no sé yo, por dar la vida de mi pueblo voy a hacer un trabajo de
voluntariado, bueno si me dan de comer agradezco mucho y si no voy a bus-
car un convento para ir a comer en la casa de las hermanas monjas, eso hice
yo en la Ciudad de México, ¿verdad? Y siempre tuve un espacio donde me
han querido ¿verdad?, ahora, no se necesita vivir en emergencia para deter-
minar una plena activa y propositiva participación, y eso va para las mujeres,
las mujeres tenemos el chance de verdad de participar con plena conciencia,
y bueno yo pienso que los tiempos pasados nos tocó a nosotros sobrevivir,
quizá lo que nos toca ahora es optimizar, cuáles son los retos que tenemos en
frente y cómo nosotros vamos a optimizar nuestros logros y cómo ir creando
una energía positiva.
Pero antes que continúe, pues quiero saludar al señor Gobernador, es un
honor para mí estar aquí en el Estado de Aguascalientes, también quiero salu-
dar a Doña Blanca, que pues que ya escuché muchísimo de ella en este poco
tiempo que estoy acá y también saludar a todos los organizadores de este
encuentro, de esta conmemoración de la no violencia contra las mujeres.
Nuestro sueño es que haya un espacio donde las mujeres nunca sean agredi-
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
das, ¿verdad?, que vivamos plenamente como debe ser, pero tampoco ese
mundo ideal va a llegar si no tenemos un compromiso para construir ese
mundo ideal, y para hacerlo bueno, tenemos muchas tareas, empezando por
nuestros hijitos.
En el calendario maya nos indican que cuando fue gestado el bebé tiene
mucho que ver con la fuerza de la luna, la tierra y la mamá. Entonces esas
energías, lo trae desde su código de vida, desde su primer crecimiento de vida.
Luego que nace también tiene que ver con las fuerzas del día que nace, enton-
ces ¿qué pasa con la humanidad ahora?, como no conoce esa ciencia natural,
entonces quiere moldear a los niños con golpes, haz que mi hijo no sea travie-
so, mi hijo no ve el peligro, mi hijo no hace esto, y le decimos “no, no, no, no”
a los niñitos, ¿cómo vamos a querer un hombre libre, una mujer libre si le
impedimos hasta su propio crecimiento? Viera que hay niñitos que yo he en-
contrado, que hasta los zapatitos le ponen un número menos, ¿verdad? ya no
es solo el impedimento total de sus derechos, entonces nacimos en un tiempo
donde la humanidad está un poco desorientado de su propia naturaleza, ¿ver-
dad? su ritmo natural. Entonces tenemos que hacer un buen trabajo para
recuperar el sentido común, que llamo yo que en realidad tal vez nadie define
qué es el sentido común, pero fíjese que cuando a uno le duele algo, busca
algo para curarse, lo único es que el dolor de la humanidad no es dolor, es
sufrimiento, tenemos que separar el sufrimiento con el dolor. El dolor pues
busquemos un calmante, y hoy hay muchos calmantes en el mundo ¿verdad?
Pero el sufrimiento es espiritual, y si nosotros no incrementamos nuestra espi-
ritualidad entonces nos convertimos también en una víctima y nos caemos en
el pesimismo. Yo digo, porque yo atiendo a muchas personas también que
llegan “oiga, no tiene sentido la vida” y “oiga, intenté, no me escuchan, no sé
nada” y todo lo demás y yo les digo, bueno, si usted ya no tiene nada que
hacer use su oído, vaya a un cerro y escuche y va a ver como saludan los
pajaritos en la mañana cuando sale el sol, haga usted lo mismo, salude al sol y
va a ver que va a incrementar sus energías, y de verdad los que pueden hacer,
después me dicen “que increíble, yo no reconocía todas estas fuerzas que me
da vida” ¿verdad? “gracias por el consejo”. ¿Qué es lo que uno está hacien-
do? Transmitiendo un consejo, es decir, si tú tienes un consejo para los demás
es mejor decírselos, ya si lo hace o no pues eso ya es la forma de vida perso-
nal.
Hablamos de las mujeres, ¡ay! nosotros en Guatemala nos ha tocado
palpar de cerca lo que sería el feminicidio, es doloroso, es ultraje, son violen-
cias sin límites y sobre todo si nosotros hemos tenido que hacer 225 exhuma-
ciones de fosas comunes donde vamos a buscar treinta personas osamentas
de treinta personas y terminamos con 200, con 300, con 400, y tú dices “¡Qué
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
increíble!” ¿Por qué la gente llegó a despreciar tanto el otro ser? ¿Verdad?
como algo tan ajeno a sí mismo y sobre todo lo que cuestiona más es por qué
los hombres golpean una mujer. Yo quiero que manden un tuitazo jóvenes,
hoy, preguntando eso, ¿verdad? ¿Por qué un hombre golpea una mujer? Gol-
pear una mujer por un hombre es golpearse a sí mismo, ¿Quién hombre no
nació de una mujer? ¿Quién de nosotros no somos producto de una vida so-
lemne? ¿Verdad? Y entonces tratemos de responder y cuando respondamos
nos damos cuenta en qué lado estoy yo, y eso es muy importante, algunos
dicen “mire, esto es una época, esto es una década perdida”. Bueno, perdida
para ti, pero para mí no, ¿por qué? Porque yo sí trabajé durante la década,
¿verdad? si alguien no hizo nada pues qué pena, pero yo sí trabajé, yo sí tuve
éxito, yo sí salí adelante ¿verdad? entonces yo quiero que todos los demás
hagamos lo mismo y festejemos nuestro éxito, es decir, responder la violencia
es responder con un compromiso, una misión por una cultura, una cultura de
paz, una cultura que nazca de la armonía, no una cultura que nazca de la
guerra, porque también los humanos nos hicimos bola en el tiempo, fíjense
ustedes, que ninguna religión he encontrado yo en el mundo que define la paz
como producto de la violencia, digo, antes, después de las colonizaciones usa-
ron la religión para la guerra, pero el original, el concepto original de paz
siempre fue vida plena, siempre fue armonía, siempre fue espiritualidad pro-
funda, siempre fue calidad de vida. ¿Dónde nos perdimos los humanos y le
disfrazamos paz con guerra? Pues es culpa de las legislaciones también, por-
que entonces “acuerdos de paz”, “acuerdos de paz” y vulneramos el concep-
to paz. Pero para los Mayas Quichés ¿Qué es la paz? Raxalaj k’aslemal se
dice, “Plenitud de la vida” “Productividad y fertilidad profunda de la
vida” ¿verdad? relaciones profundas de respeto y de respeto y de gratitud.
Entonces la paz no siempre en la humanidad fue resultado de la guerra, por lo
tanto, volvamos a rescatar un concepto de paz que nos permita elevar nuestra
autoestima, eso les iba a decir, mi madre y yo, siempre lo digo y nunca me voy
a cansar de decirlo mientras viva, siempre dijo “mija, si estás bien vas a ayu-
dar a alguien que está mal, pero si tú no estás bien, busque a alguien que esté
bien para que te ayude, porque si estás mal, nunca vas a poder ayudar a
alguien que está mal”. Entonces esa salud, salud mental, salud espiritual, salud
social, esa, esa bienestar propio se transmite en un colectivo, pero si el colec-
tivo es para desahogar nuestras penas, entonces ahí estamos ampliando la
epidemia del pesimismo, ¿verdad? entonces nos borramos de todo tipo de
optimismo.
Entonces yo he venido aquí también para decirles: por favor, no caigan en
esos elementos que yo muchas veces de mi vida lo he vivido. Hay momentos
donde yo digo “pero y por qué yo tengo que trabajar tanto ¿verdad? si los
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
demás ni saben que trabajo, ¿verdad? y ni les importa” y además cada vez
que la gente dice “¿y por qué no resolviste el caso de las mujeres de Atenco?
y ¿Por qué no estabas allá en Ciudad Juárez? ¿Y por qué no estabas allá?, y
¿por qué no está ahí?” Y yo les digo bueno, momento, ¿y usted dónde estaba?
Entonces, el compromiso de no esperar que el otro nos cambie la vida,
sino el compromiso de que uno mismo, cada día intenta cambiar su vida y la
vida de los demás, intenta ver si hay un funcionario medio aburrido, intolerante
que ya ni mira a los ojos de la gente que tiene una necesidad, porque eso
también pasa, hablando por el twitter y mientras tanto la otra persona está
pues con toda ilusión de compartir sus iniciativas y nadie lo atiende, bueno,
momento, hay que contar historias buenas para que se ría, y fíjense que la risa
nos da una comunicación inmediata, ¿verdad?, la buena actitud se proyecta.
Hay algunos que ni con eso se proyecta nada, pero hay que intentarlo ¿ver-
dad?, más vale decir “yo intenté” bueno, si ya no quiere, pues ni modo. Mi
conclusión es que este señor necesita una terapia más seguida, ¿verdad? o
esta señora, porque tampoco las mujeres estando en el poder es que resolve-
mos los problemas, depende, cuál es nuestra voluntad, nuestra formación,
cuál es nuestra forma de resolver los problemas para ver si somos de verdad
una lideresa, que una lideresa, que significa un ánimo para los demás o una
lideresa que consume el ánimo de los demás para poder sobrevivir porque
también eso hay.
Bueno yo quiero decirles que la violencia contra las mujeres ya está cuan-
tificada, ya está en datos estadísticos, ustedes niñas, jóvenes, ya nada más
para que enciendan la computadora y saben cuánto está pasando en el mun-
do, cuantas características de violencia hay, y yo no venía a hablar de eso,
más bien venía a dar un ejemplo de cosas buenas que a mí me impactan. Por
ejemplo, acabo de ver una encuesta que dice que el 47 punto y tanto por
ciento de los mexicanos son felices, ¡ah! dije yo, eso está bien ¿verdad? eso
está bien, si esa encuesta es realista o no, el mensaje que transmitió hasta a mí
me contagió, ¿verdad? eso está muy bien, sería triste que dijeran “miren el
47% de los mexicanos están a punto de suicidarse porque son infelices”, ¡no!
¿Verdad? eso sí me preocuparía y vendría rápido para ver en qué puedo
ayudar ¿verdad? pero lo más importante es eso, que se tengan objetivos,
metas, salir un poco de los esquemas, solamente esquemas formales.
Nosotros estamos teorizando demasiado la vida, concepto, vamos a con-
ceptualizar la vida, vamos a conceptualizar la comida, vamos a teorizar todo, y
vemos que nos vamos a quedar con bastante filosofía y con bastante teoría y
cada vez más nos quedamos con una práctica menos responsable, entonces la
responsabilidad se practica desde uno mismo ¿verdad? Entonces no es malo y
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
gamos un mensaje que no necesariamente para decir que soy una víctima,
sino que soy una heroína ¿verdad?, heroína no porque lo digo sino porque lo
que hago realmente está ayudando a otros ¿verdad?, porque sí, eso de alzarse
uno mismo tampoco ¿verdad?.
¡Gracias! Y de nuevo al Instituto de las Mujeres de Aguascalientes que
está dirigido por la Doctora Elsa, de nuevo al señor Gobernador, de nuevo a
Doña Blanca que está aquí presente, de nuevo a todos ustedes mi cariño.
Hace veinte años recibimos acá el Premio Nobel de la Paz, y decía que se dio
por muchos motivos, muchos de nosotros en Guatemala dijimos “ya no más
guerra” “queremos que se termine la guerra”. Es una guerra que nos lastimó
tanto, miles y miles de gente, 55 mil desaparecidos, 200 mil víctimas, en un
país tan pequeño, tan noble, tan bueno y tan heredado por tanta sabiduría
ancestral, y dijimos “no más guerra, no más refugio, no más exilio, no más
racismo, no más discriminación, no más fascismo, queremos ser libres” ¿ver-
dad? “no nuevas colonizaciones que ultrajen a la gente, queremos libertades
fundamentales”. Si solo hubiéramos dicho que queremos, sin arriesgarnos un
día de nuestra vida para lograrlo, yo estoy segura que habríamos avanzado
muy poco, pero hoy no es que vivamos en paz, hay otros elementos donde se
reproduce la violencia que también ustedes lo saben muy bien, el crimen orga-
nizado, la corrupción, el narcotráfico son hoy nuestros enemigos ¿verdad?,
que reproducen la violencia, que reproducen la tortura, la desaparición forza-
da, y que reproducen el ultraje también a las mujeres, a los jóvenes y a las
jóvenes. Entonces, pues nuestra lucha entonces, no se ha terminado ¿pero
hemos hecho bastante? Yo creo que sí, entonces por qué no vamos a dar un
lugar especial a todo lo que hemos avanzado.
Pero antes de terminar también, quiero presentarles un hombre que a mí
me ha acompañado, sobre todo para los que leyeron mi libro “Me llamo
Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia” hay una parte y como
estuve aquí hace diez años, no, hace mucho, hay una parte que dice en el libro
“nunca me voy a casar” ¿verdad? y “nunca tendré hijos”, y ya cuando conocí
a Ángel, me cambié de opinión, por lo que quiero presentarles a Ángel Canil,
es mi esposo, es el hombre que es mi complemento, el hombre que ha aguan-
tado conmigo desafíos, tiempos muy amargos, como tiempos buenísimos, bue-
nísimos como el día de hoy. Miren cómo no me siento feliz si veo aquí tantísi-
ma, tantísima gente que está por un mismo objetivo, porque si no tuviéramos el
mismo objetivo no estaríamos aquí ¿verdad? yo no creo que ustedes hayan
venido por curiosidad ¿verdad? Sino, hemos venido por un ideal, por un pensa-
miento, por un compromiso y por eso estamos aquí. Entonces igual mi esposo
es quien me ha cuidado en tiempos que yo me enfermo, pero sobre todo ha
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
sido mi complemento para hacer crecer nuestro hijo Max Nawal ja que tiene
18 años, se imaginan ustedes, tiene 18 años como muchos de ustedes. Enton-
ces él ha cuidado nuestro hijo, que bonito es cuando uno tiene un compañero
de vida, que pueden hacer un proyecto de vida propia pero también de gene-
raciones nuevas juntos, y les digo, no es porque no tengamos problemas, noso-
tros nos regañamos, nosotros nos peleamos, como normal ¿verdad?, pero nos
reconciliamos y que bueno que es así, es lo más importante, la vida es normal.
Muchos piensan que la vida viene solo, jóvenes nunca piensen que hay que ir
lejos para ser feliz, siempre me dicen a mí ¿qué hago yo para ir lejos señora?
Y yo les digo, ¿Qué tan lejos quiere ir usted, que vive mucho en el cerro?
¿Verdad? porque la vida es más natural de lo que queremos proyectar en una
fantasía, entonces mejor seamos realistas, muy realistas, humildes, sencillos y
eso nos da una calidad de vida distinta.
¡Gracias Aguascalientes!, gracias jóvenes, gracias a los músicos, gracias
a todos, muchas bendiciones, gracias a los diputados que están aquí, a las
diputadas, presidentes municipales, directores de colegios, estudiantes, maes-
tros, gracias, gracias a todos, autoridades, los quiero mucho y yo espero vol-
ver acá, espero quedarme aquí, ¡gracias!
Las demandas de democratización política de la sociedad hondureña fue-
ron, sin duda, impulsadas bajo la influencia del ideal de democratización del
continente que prevalecía en el orden internacional. Como lo dijera Gabriela
Bográn, los opositores al régimen caristia simplemente querían que Honduras
formara “parte de la inmensa familia de las naciones democráticas”2. En este
contexto, en el que la democracia era un ideal “universal” y en una época en
que aproximadamente en la mitad de los países latinoamericanos se había
instituido el sufragio femenino, apareció en la escena pública hondureña la
demanda del voto. Algunas de las mujeres intelectuales que en la década
precedente se habían declarado antisufragistas fueron ahora impulsoras deci-
didas de esta demanda.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Introducción
Contexto
Los problemas históricos y estructurales siguen golpeando de manera
brutal a los pueblos y sectores más pobres de Guatemala, mientras los coloni-
zadores y capitalistas continúan gozando de privilegios. Las luchas históricas
y actuales siguen siendo contra el despojo de nuestros territorios, contra la
mentalidad y políticas extractivas de los conocimientos mayas y recursos na-
turales, la violencia contra las mujeres, el feminicidio, el hambre, la pobreza y
el militarismo. Las transnacionales y los sectores económicos, poderosos a
nivel nacional continúan imponiendo los monocultivos y meganegocios. A pe-
1 www.toltecayotl.org/.../8063-colonialismo-en-el-feminismo-blanco-emma-chirix
Mujer maya-kaqchikel, miembra de la Comunidad de Estudios Mayas de Guatemala.
Este artículo fue resultado de la ponencia presentada en el 13 Encuentro Feminista
Latinoamericano y del Caribe en Lima, Perú, en la mesa de: Feminismos y mujeres
indígenas, construyendo diálogos y alianzas. Estoy muy agradecida con las mujeres
indígenas organizadas en ECMIA y CHIRAPAQ por la invitación a participar en el
encuentro y también, doy gracias a Aura Cúmes, Gladys Tzul, Edgar Esquit y Marco
Chivalán por sus comentarios y observaciones.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
3 Tendencia que sostiene que lo criollo y lo ladino son superiores a otras culturas. Tal
actitud va asociada al desprecio de lo indígena.
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discursos son diversos pero los efectos de poder en analizar a las “Otras” es
igual porque codifican a las “Otras” desde una relación de poder de superio-
ridad e inferioridad.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Bibliografía:
Curiel, Ochy et al. Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe.
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Cumes, Aura. “Multiculturalismo, género y feminismos: Mujeres diversas, lu-
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SO-Ecuador, Noviembre, 2008.
Chirix, Emma. Ch’akulal, chuq’aibil chuqa b’anobäl: mayab’ ixoq’i chi
ru pam jun kaxlan t’zapatäl tijonik Cuerpo, poder y políticas: Mujeres mayas
en un internado católico. Guatemala, 2013.
Elias, Norbert. El proceso de la civilización, investigaciones sociogenéti-
cas y psicogenéticas. Fondo de Cultura Económica, México. 1987.
Gargallo, Francesca. Feminismos desde Abya Yala: Ideas y proposiciones
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2014, http://francescagargallo.wordpress.com/
González-Ponciano, Jorge Ramón. “Esas sangres no están limpias”, El ra-
cismo, el Estado y la Nación en Guatemala (1944-1997). Talleres Gráfi-
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Sajbin Velásquez, María Verónica. “Mujeres mayas y ladinas: Algunas tensio-
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jeres mayas y participación política. IDEI, Guatemala 2007.
Suárez, Liliana. “Colonialismo, gobernabilidad y feminismos poscoloniales”
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Suárez Navaz, Liliana y Rosalva Aída Hernández (eds.). Descolonizando el
feminismo, Teorías y prácticas desde los márgenes. Ediciones Cátedra,
Madrid, 2008.
Manifiesto político. Por la Liberación de nuestros cuerpos, 13 Encuentro
feminista Latinoamericano y del Caribe.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
EL SALVADOR
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
El Periodista
El periodista es el primer representante como defensor de la patria, es el
vocero alerta al bien de la nación; él es el que forma el concepto en las causas
nacionales, cuya alta misión desempeña ecuánime en lo que expone.
El buen periodista es el arma más formidable en la defensa nacional, es
la fortificación del ejército en la batalla.
Aquí en El Salvador tenemos buenos periodistas, donde se alza la bue-
na figura como notable e ilustrado periodista del don Miguel Pinto, Director y
periodista de don Miguel Pinto, Director y propietario del Diario Latino que
imparcialmente y a satisfacción general desempeña los intereses de la socie-
dad salvadoreña.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Gloria Francesa
Hombres y mujeres célebres (página 125)
Danton, Madama Roland, son el alma de los grandes hombres de la gloria
en la revolución francesa. Admiro y amo lo raro, lo que no es común en el
desarrollo de las grandes facultades sensibles y mentales de los espíritus su-
periores sobre la vulgaridad y flaqueza de la muchedumbre. Los grandes sen-
timientos de justicia en el corazón de un hombre, representa todo el poder de
un pueblo; y estos son el alma, los representantes de los trascendentales suce-
sos de la evolución nacional, en todas las naciones.
El genio camina maquinalmente impulsado por la eterna sabiduría en el
cumplimiento de su misión, en defensa de una buena causa hasta llegar al
sacrificio. Y en el combate de las grandes luchas, se ha distinguido la mujer en
el sacrificio. Y en el combate de las grandes luchas, se ha distinguido la mujer
en el sacrificio de una causa, Madama Roland, con otras mujeres, viven en la
historia, en compañía de hombres célebres por su heroísmo. No olvidar a
Madama Roland, hermosa aurora de la democracia francesa.
Ciudadanos: concedednos el sufragio y que sea forzoso para la igualdad
de ambos sexos en desarrollo mutuo de nuestras facultades.
Los ciudadanos centroamericanos, no olvidarán que el sufragio lo pedí en
una de las mociones que presenté en la convención unionista que se celebró
en el recinto del Teatro Nacional del Departamento de Santa Ana el diez de
febrero de 1921, cuando fui como Delegado representante del Consejo del
comicio de San Miguelito.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Santa Ana” en que me ridiculizaba como una loca y perdono al señor Omega,
porque es miope.
En Norte América, sucederá gran sensación internacional. Todo por inte-
rés del dólar.
Un cambio ventajosamente favorable en la transformación de la diplo-
macia nacional, se espera en la situación futura de la política de México.
Cambio bonancible sucederá en la situación de Europa en la paz que
asegura los intereses de las decrépitas naciones, temerosas a los sumos peli-
gros en sus finanzas que están cruzando dolorosamente, por lo cual tendrán
que resolver darse las manos en mutuo consentimiento en razón a la armonía
de las relaciones diplomáticas que debe guardar con equilibrio la verdadera
política de hombres sabios en el deber moral en la sociedad para la existencia
de la vida de las naciones.
En España se desmoralizan los pueblos contra el estado monárquico y de
la formidable rebelión sucederá al presente el sistema democrático en los
sucesos nacionales.
Las monarquías dejarán de ser en la futura igualdad política, en la gene-
ración moderna de la actividad individual, en diferencia a los ilotas.
¿En Centro América? ……….. Emblema de felices resultados, por un
fenómeno político social que mejorará el ambiente de todo Centroamérica.-
Santa Ana 1923.
México brillará en todo esplendor, por los abundantes minerales que sur-
girán del fondo de su suelo. Un cúmulo de riqueza se desarrolla en aquel país.
México será glorioso en el buen curso que precederá su historia en el
futuro, y por la industria y artes que desarrollarán los pueblos. Mostrará a la
vista de las grandes naciones, su influjo político social, su riqueza industrial y
comercial.
El trabajo, la justicia y la honradez es la mejor política del hombre que
ama el progreso de la patria como el del hogar, es la mejor política social.
México es grande por su soberanía y grande por la vida propia que goza-
rán sus pueblos.
Todas las profecías de esta luz, se verán cumplidas en su tiempo.
Santa Ana, 7 de octubre de 1922.
Gran asombro y temor causará en toda la humanidad, al ver aparecer en
el firmamento tres planetas no conocidos por los científicos astrónomos. Uno
de los planetas se verá en forma de una bola negra, de la cual dependerá una
línea perpendicular de arriba abajo. El otro será una estrella notablemente
luminosa derramando exhalaciones, la que al ocultarse el sol quedará alum-
brando con una luz brillante casi como la de la luna. El tercero se verá en
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
forma de una bola blanca con rayos luminosos, de la cual dependerá una línea
recta de Oriente a Occidente.
Este fenómeno astral causará sensación en todos los moradores terres-
tres; pues sobre esos planetas se verá la figura del Divino Redentor rodeado
de ángeles. Más esta visión será de pocos minutos. Después de haber des-
aparecido estos cuerpos celestes, habrá en unas partes excesivo calor y en
otras mucha helada, de lo cual morirán en mayor parte personas de más edad;
siento raro en los estragosos efectos que deja la aparición del fenómeno.-
Santa Ana, 1921.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Preguntas
¿Qué dirá el señor Presidente Wilson de la mujer Centroamericana? Qué
dirá de los comentarios que hace de sus palabras ante la situación europea y
de la violación de los derechos de nuestra queda Centro América? Compren-
derá que el ciudadano centro americano, cuenta con una mujer, no solamente
para el ejercicio del hogar, sino también para ayudarle a preocuparse en el
momento histórico presente de lo interesante de la patria? Comprenderá que
en el corazón de la mujer centroamericana, está prendido en ese fuego del
más leal y acendrado patriotismo como lo prueban los hechos, la vida de la
heroica y valiente y Lucila Matamoros, que dio pruebas de su amor y lealtad
a la patria y a la libertad? Comprenderá que así como hay hombres que ven-
den su honor para cubrir de vergüenza el rostro, hay también hombres de
carácter concienzudo que saben estimar y defender las leyes y sacrificarse
en derecho en aras de la justicia con patriotismo espartano.
Antes la fuerza brutal, talvez seremos vencidos, pero ante la fuerza
moral del civismo, rechazamos toda imposición. En fin: tengo fe en el cono-
cimiento del deber de los cultos presidentes de los Estados Unidos de Norte
América, en respetar el derecho ageno para tener la honrosa gloria de liber-
tarnos por el medio de la justicia. Porque a ellos no les gustaría que otro poder
les cuartara su derecho en los principios constitucionales. Siendo como son
rigurosos en el orden, no pueden contra el deber, atropellar derechos agenos.
Antes bien serán justos para la estabilidad de la simpatía en la armonía inter-
nacional del mundo entero. – Santa Ana, 28 de junio de 1918.
(Publicado en el Diario de Occidente)
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heredados de la Colonia, en algunas regiones del país, sino que, lo que es más
importante, dio un golpe serio al sistema de servidumbre feudal que quedó
relegado a las regiones orientales del país, donde nació precisamente, Masfe-
rrer.
Luego, en las décadas de 1910 a 1930, en que se efectúa la centraliza-
ción violenta de la propiedad territorial, y en que se realiza la acumulación
primitiva del capital, y la expropiación de la absoluta mayoría de las pequeñas
propiedades, gran parte de la población del país sufrió un desplazamiento ge-
neral del campo hacia los pueblos y aldeas, y así se da el caso de que aquella
mayoría que antes poseía su pequeña parcela familiar, es desposeída violenta-
mente, proletarizándose una fuerte masa de la ciudad y del campo.
Si estudiamos la obra de Masferrer cuidadosamente, descubriremos en
ella, como un reflejo veraz y realista, ese profundo movimiento social que ha
caracterizado una etapa importante de la historia salvadoreña. Debemos te-
ner presente las circunstancias en que se desenvuelve ese período para com-
prender cabalmente el contenido de la obra social de Masferrer, su labor de
ensayista, su doctrina reformista con ciertos tintes de socialismo utópico en la
crítica social, y la tarea revolucionaria que su tiempo exigía.
Notemos que al mismo tiempo que Masferrer se pronuncia contra el
terraje- supervivencia feudal que él observó muy de cerca en el oriente de la
República- también clama vigorosamente contra la voracidad capitalista que
surgía arrogante y arrolladora en El Salvador.
Salvemos a Masferrer de limitarlo en tal corriente o tendencia social,
porque si bien vientos huracanados de revolución salían a su encuentro, y se
hicieron más poderosas a su vuelta de Chile, lo cierto es que se penetraba en
él a través de un tamiz demasiado fino, en un cañamazo entretejido por filoso-
fías orientales, y por ello dejaba pasar lo asimilable, y rechazaba lo demás con
el tranquilo desdén de quien no admite imposición de credos, de quien tampo-
co está seguro de sus propios caminos.
Más parece saintsimoniano, cuando ve venir el huracán de la Revolu-
ción- al igual que el noble francés- y busca una doctrina para detener su
fuerza avasalladora: el mínimunvitalismo. Saint simón construye igualmente
una teoría social que detenga el impulso de las masas europeas, y su discípulo
Comte, desviándose del socialismo utópico de aquél, construirá su positivismo,
el Curso de Filosofía Positiva, que es caracterizado por Marx como “misera-
ble revoltijo, despreciable partido del centro en filosofía, que trata de colocar-
se por encima del materialismo y del idealismo, “conciliar” y reducir a “sínte-
sis”, estas dos tendencias opuestas. Los esfuerzos vanos de Comte conducen
a la charlatanería conciliadora”.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Masferrer, sin embargo, era más bien, un humanista sensible a los cam-
bios de su tiempo, alerta a sus signos.
Detrás del vigoroso escritor, vibraba el poeta, y así es el extraordinario
artista el que pinta magistralmente el horror de la vida campesina. Asiste a la
quiebra de los campesinos que pierden sus parcelas familiares en pleitos que
son verdaderos robos legalizados, viles usurpaciones en las que se aprovecha
la necesidad, el dolor, la ignorancia del pobre. Con ojos espantados presencia
la proletarización en masas del campesinado salvadoreño y la describe en
páginas inmortales (¿Grano de oro o de sangre?). Pero no es sólo el patético
realismo captado en forma magistral lo que caracteriza la obra masferreriana,
que por tal hecho estaría a la altura de Balzac; es porque Masferrer quiso
prevenir los males de una situación tremenda, próxima a estallar violentamen-
te y en sus ensayos, en la tribuna y en la prensa- desde PATRIA- señaló sus
peligros con palabras proféticas y dio el aviso para que fueran conjurados por
las vías pacíficas de las cristianas concesiones tolstoianas al pueblo. El veía
alzarse la crisis amenazadora, los problemas agudos, de suyo complejos, y
levantó como un faro la señal de peligro…
Si Masferrer se lanzó al campo con su azul bandera vitalista en la que un
sol amanecía, y exaltó con ella la rebeldía que se gestaba en el pueblo agobia-
do por la crisis, es porque existían factores objetivos propicios, porque se veía
venir la tormenta y él quiso conjurarla. Pero se necesitaba un héroe capaza de
conducir al pueblo cuando se rompía el equilibrio de las fuerzas sociales en
aquel fuego fatal de las fuerzas históricas. Masferrer no pudo llegar a la difícil
altura del héroe para lo cual se requiere un temple especial y un recio empuje
revolucionario. Se necesita estar armado por científicas doctrinas sociales
que descubren la tarea central y la dimensión de la tarea planteada, entre el
cúmulo de acontecimientos.
Don Alberto sólo pudo ser un mártir subyugante nimbado de trágica be-
lleza.
Para Masferrer el trabajo no es sino “una palabra que expresa breve-
mente este hecho complicado, trascendental e inconmensurable: dar uno, la
vida acumulada en sí. Trabajador, significa, pues, uno que da, en proporción
mayor de lo que se le da; es uno que, además de retribuir, recompensa”. Y
luego dice convencido: “Cuando yo trabajo una hora, doy un valor que no
puede ser ni sustituido ni atenuado; porque esa hora de trabajo, es una hora de
mi vida; no de una vida sin término o de inmensurable duración, sino de una
vida de cincuenta, sesenta, setenta años; es decir, una fracción grande sus-
traída a una suma pequeña en el mejor de los casos, pues si no vivo más allá
de treinta años, resultará una fracción enorme de mi tiempo, sustraída a una
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Santa Ana, El Salvador 1922– Playa del Carmen, México 2007. En-
sayista, poeta y periodista.
Estudió filosofía y letras en la Facultad de Humanidades de la Uni-
versidad de San Carlos de Guatemala. Por lo que vivió en Guatemala
de 1945 a 1954. Perteneció el grupo Saker-ti. Se casó con Raúl Lei-
va, el escritor guatemalteco de la Generación del 40. En 1954 publicó
su primer libro de poesía. En este año se refugió en la embajada de
Ecuador en Guatemala, tras el golpe de estado al presidente Jacobo
Arbenz Guzmán. Desde 1960, se radicó en México hasta su muerte.
Ahí, colaboró como corresponsal de la Agencia NOTISAL, durante
el conflicto armado, en donde denunció la represión y la intervención
extranjera en su país. Publica en periódicos como El Nacional, Uno
Más Uno, La Jornada, Excélsior y Plural.
Sus ensayos son: “Prefacio” (de Sinfonía popular), en Norma Herre-
ra, La mujer en la revolución salvadoreña. Claves Latinoamerica-
nas 1983, pp. 95-105; El Salvador, un proceso de lucha irreversi-
ble. Casa de Chile 1982; El Salvador: Sus problemas Socio-eco-
nómicos. Cuba: Casa de las Américas, 1980; Imagen sociopolítica
de El Salvador. Carranza, 1966; Condiciones de la mujer en El
Salvador. Muñoz, 1962.
Hemerografía, ensayo: Las chilenas desde México. El Día, 20 mar-
zo 1988; Un poco de historia. El Salvador. El Día, 7 marzo 1977;
La mujer salvadoreña. Casa de las Américas, 5, mar-abr, 1961, pp
68-73; Cosas de niños. Mujeres del Mundo Entero, 6, Berlín, 1959;
La situación de la mujer en Centroamérica. Nuestro Diario, Gua-
temala 13 de enero 1953.
Introducción1
I
La República de El Salvador está situada en la cintura del Istmo centro-
americano. Posee características propias, además de las expresiones genera-
les que corresponde a la América Latina.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
II
En toda obra que se escribe con pasión se vierte sangre. He depositado
mis ansias, desvelos y lágrimas en estas páginas. Dejo en ellas un poco de mí
misma. Penetrar en la carne del pueblo en sus huesos y en su sangre; convivir
los pasos de su lucha, profundizar en su vida, introducirse en su historia, en su
cultura, es un deber de todo escritor conciente.
Este modesto ensayo no ha sido escrito para sociólogos, ni para econo-
mistas. Estoy muy distante del espíritu del universitario que cree ser un espe-
cialista, magistral y profesoral en la materia.
Escribo para mi pueblo sencillo y trabajador, para quienes deseen infor-
marse sobre las acciones de nuestros pueblos que palpitan en la zona llamada
del tercer mundo. Esta obra es una reflexión sobre los problemas económicos,
sociales y políticos de mi patria. Surgió como un deber de mi agitada concien-
cia. Soy una mujer que vive y padece dentro de este status semicolonial, en el
cual es muy duro el oficio de escribir. Trato simplemente de servir con mi
instrumento; la palabra.
Cada uno de mis poros se llena de dolor, cuando las represiones en el
interior de mi país se desatan como golpes mecánicos, cuyas repercusiones
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
III
Mi padre me dio su rostro de indio de piedra, su piel oscura, sus sensitivos
labios y sus ojos tristes. Me entregó su fuerza, la pasión de su sangre y su
voluntad de hierro. En su boca escuché la primera palabra que iluminó mis
sueños. Puso libros en mis manos que me mostraron el milagro. Así fue cómo
mi pensamiento, desde muy niña, inició la búsqueda por un camino intermina-
ble. Y aquella muchacha inquieta, que observaba alerta la vida, permaneció
por siempre en mi conciencia.
Fue mi padre un hombre pobre y descalzo, enrolado en el campo y lleva-
do como recluta a los cuarteles. Primero fue asistente, destinado a servir de
criado a unos oficiales. Más tarde, fue cabo, teniente, capitán, mayor: un
militar de fila.
Cuando yo era una adolescente, quiso mi padre llevarme entre la tropa
con los batallones que él mandaba. Aprendí a tirar al blanco, monté a caballo,
nadé en los ríos y marché como un soldado. El copioso sudor lo vertí junto a
aquellos hombres sencillos, arrancados del medio rural como tiernas raíces de
la tierra húmeda.
Cayó la luz del sol ardiente, el aire fresco, el agua del mar, el color verde-
oscuro de los árboles, sobre mi tibia piel y mis impulsos fuertes. Cayó todo el
aliento de la tierra sobre mi cuerpo. Se abrieron como rosas mis sentidos. La
patria cupo en mi conciencia y, hoy, su mapa puede verse y tocarse en las
líneas de mis manos. Aquel pasado irreversible, aquellos múltiples sueños,
iniciaron la intensidad de este sentimiento que me embarga y, que, unido ahora
a la razón formada, me obliga a dibujar con las palabras, el enorme lienzo en el
cual se mueve la dolorosa historia de mi pueblo.
El mestizaje de la sangre lo heredé en el vientre de mi madre y me quedé
sellada para siempre. De este modo, escucho en mis venas las voces de los
oprimidos, de los que murieron por la justicia en el transcurso de los siglos y
cayeron como hojas en otoño; de los que lucharon por la independencia y que,
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
al ser derrotados, dejaron sus huesos bajo el polvo; de los perseguidos, tortu-
rados y asesinados de ahora, quienes han descubierto la existencia de una
esperanza cierta.
IV
Así es mi patria: pequeña como una nuez, minúsculo pájaro sobrecogido
en el enorme mapa; de luz tensa que embriaga los sentidos, de desatados
lagos y de volcanes altos, de exuberantes verdes. Es el lago de Güija que me
vio muy niña, con sus ojos grandes, azules, transparentes. Es el mar con sus
gigantes olas. Es el volcán de Izalco- con su cráter de fuego- que me grita y
me llama cada vez que su boca quiere encender la lumbre. Es la tierra del
maquilishuat en flor, del árbol de fuego con su eclosión de sangre. Es el sen-
zontle con su canto de pequeño violín entre los árboles. Es el maíz, el frijol y el
maicillo que significan la colosal comida de una clase pobre.
He aquí a mi pueblo con sus manos rudas y callosas, atormentadas por la
dureza del trabajo con sus ojos agónicos en el hambre. Masas explotadas y
analfabetas: estatuas móviles, oscuras y silenciosas.
Éste es mi pueblo: campesinos descalzos que se inclinan sobre la tierra
bajo la mirada vigilante de la muerte. Obreros sudorosos que por patrimonio
heredaron la angustia. Trabajadores incorruptibles, héroes múltiples, que olvi-
daron sus nombres en la historia. Labios sellados, bocas sin canciones; seres
humanos que conocen la hondura de las lágrimas. Para ellos es este libro que
guarda una esperanza.
2 Ensayo tomado del libro: Lilian Jiménez. El Salvador sus problemas socioeconómicos.
Colección Nuestros Países. Serie Estudios. Cuba: Casa de Las Américas: 1980,143-152.
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men tierras detentadas por ellos. Las compañías tienen un cuerpo de “guarda
bosques” y otros empleados armados para repeler o detectar cualquier tras-
paso de sus propiedades.4
El Salvador, que es una caldera social, ha mantenido, desde hace más de
45 años, un éxodo continuo de población hacia la vecina república de Hondu-
ras. Debido a las condiciones de miseria, a la falta de fuentes de trabajo, al
alto crecimiento demográfico, a las represiones, etcétera, los salvadoreños se
fueron a poblar, principalmente, la costa norte de Honduras. Otros, marcha-
ron a establecerse a las llamadas montañas de nadie (montañas de Olancho),
formadas por tierras poco fértiles, en donde hicieron una economía natural,
poco mercantil. Además, muchos salvadoreños penetraron a Honduras en
forma ilegal (y como el gobierno de Honduras se negó a legalizar esta situa-
ción), se vieron en la necesidad de vender su mano de obra muy barata,
desplazando con ello al trabajador hondureño. Los beneficiados fueron los
terratenientes de Honduras, que aprovechándose de esta situación, explota-
ban más al trabajador salvadoreño. Independiente de la voluntad de proleta-
rios salvadoreños y hondureños,se creó entre ellos cierta competencia en la
ciudad y en el campo.
El gobierno de López Arellano en Honduras, quien llegó al poder por
medio de un golpe de Estado,tuvo que afrontar una oposición política en el-
transcurso de su gobierno, que fue acrecentándose en fuerza y organización.
En septiembre de 1968, hubo una huelga en la Costa Norte, la cual fue repri-
mida con brutalidad. A partir de 1960,en Honduras, se vino agudizando el
problema dela tierra.
Mientras tanto en Honduras, el Instituto Nacional Agrario (INA), co-
mienza el desalojo de campesinos salvadoreños invasores y anuncia “una po-
lítica de trabajo estrictamente nacionalista en aplicación de la ley de Reforma
Agraria” (abril-mayo de 1969). El 13 de junio,el Ministro de Gobernación
decide apoyar al INA “en actos de legítima soberanía”.5
Por la significación e importancia que tiene, voy a reproducir un frag-
mento de la carta que la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de
Honduras envió al presidente de la repúblicade este país:
“La Federación condena la invasión y usurpación de tierras, estimando
que tal sistema de ninguna manera es base de una auténtica Reforma Agra-
ria. Por el contrario introduce la anarquía y retrasa la misma reforma, pues,
por una parte destruye unidades agrícolas en producción y se atenta contra
derechos protegidos por nuestras leyes. A este respecto, la Federación cree
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Así las cosas, en Honduras estallaron una serie de huelgas que pusieron
en peligro la estabilidad del régimen. López Arellano levantó la consigna del
antisalvadoreñismo, el cual era resultado de la inconformidad de los capitalis-
tas de su país con las desventajas del Mercado Común Centroamericano. A
los capitalistas salvadoreños, en cambio, les convenía mantener el Mercado
Común.
El Partido Liberal de. Honduras lanzó la idea deformar un frente único de
oposición al régimen, incluyendo sindicatos, organizaciones estudiantiles y
agrupaciones sociales y políticas. López Arellano vio venir la tormenta.
El 8 de junio se realizó en Tegucigalpa (capital de Honduras), el primer
partido de fútbol entre Honduras y El Salvador. Se desató una campaña con-
tra los salvadoreños en la prensa reaccionaria, especialmente en el periódico
El Cronista. Esto caldeó los ánimos. Y en El Salvador se inició una campaña
contra Honduras, por medio de la prensa hablada y escrita.
El 11 de junio, el seleccionado hondureño jugó en San Salvador. Los miem-
bros del equipo fueron ultrajados por los salvadoreños en las puertas del hotel
en donde se hospedaban.
En Honduras:
Los hondureños que regresan y los medios de difusión, prensa y radio,
rápidamente dan cuenta de los incidentes, con lo que se inicia una cadena de
represalias, que abarca casi todo el país, en contra de los salvadoreños. El
INA intensifica la expulsión de campesinos salvadoreños. Si hasta ahora los
desalojos y expulsiones han sido insignificantes, de diez a cincuenta campesi-
nos salvadoreños como máximo, ahora es masiva, pues ya no son únicamente
los organismos oficiales sino grandes sectores de la población que toman par-
te en la localización y expulsión de indocumentados...7
En Honduras se operó un vandalismo contra miles de hombres, mujeres y
niños salvadoreños que vivían en dicho territorio. La gran masa de salvadore-
ños de extracción social proletaria, en su gran mayoría, o de pequeños propie-
tarios del campo, fueron no sólo despojados de lo poco que poseían, sino
también golpeados y torturados. El gobierno de Honduras, que se hallaba en
esos precisos momentos, frente a una huelga de maestros, la cual cobraba
cada día más empuje, le interesó hacer demagogia frente a su pueblo conuna
supuesta reforma agraria y expulsó del país a más de 20 mil salvadoreños
(estadísticas dadas por los periódicos). Pero el gobierno de Honduras no ex-
propió a la United Fruit Company, que desde hace varios años mantiene en su
poder gran parte del territorio nacional. Nada más fácil para este gobierno
que expropiar y sancionar a los salvadoreños, y no a una compañía norteame-
7 Marco Virgilio Carias: Op. Cit., pp. 76 y 77.
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ricana que se lleva la riqueza nacional del país. Esta criminal política del go-
bierno de Honduras tuvo sus motivaciones en las contradicciones económicas
y políticas de su régimen. Dio así los iniciales pasos para que se desencadena-
ra la injusta guerra.
Un nacionalismo exacerbado y un patrioterismo absurdo se despertó en
ambos países atrasados. Las masas populares fueron desorientadas por la
campaña propagandística de ambos gobiernos opresores para con sus res-
pectivos pueblos. Porla radio, prensa y televisión se creó en El Salvador un
odio que justificaba la guerra.
El gobierno militarista de El Salvador, nunca estuvo interesado realmente
en defender los intereses del pueblo salvadoreño que se ve obligado a buscar
la sobrevivencia fuera de las fronteras patrias. El éxodo de salvadoreños no
se ha operado únicamente hacia Honduras. En la costa sur de Guatemala,
donde se cultiva el algodón, hay más de 100 000 salvadoreños. La dignidad de
un pueblo no se defiende levantando un ejército para ir a masacrar al pueblo
vecino. Si el gobierno de El Salvador se sintió ofendido por la expulsión
de tanto compatriota, debió entregarles pan, fuentes de trabajo, educación,
cultura, salud y libertad. Ello no fue más que un pretexto. En el fondo, la
realidad era otra.
El coronel Fidel Sánchez Hernández, en los momentos de este conflicto,
tenía serios problemas en el interior de El Salvador. Parte del ejército y del
Partido oficial (PCN) estaban inconformes. El grupo de Medrano, agente de
la CIA, quien había sido su sostén en los años anteriores, se declaró en contra
del gobierno. El clero progresista lo atacaba, a la vez que existía una lucha
popular fuerte. Era entonces, un gobierno débil. Hacer la guerra y explotar los
sentimientos del pueblo, unificaba fuerzas en torno a su gobierno y satisfacía
a terratenientes e industriales.
Después del 16 de junio, Honduras expulsó masivamente a los salvadore-
ños. Llegaron a El Salvador, mujeres violadas, niños asesinados en brazos de
sus padres, hombres mutilados y torturados. Muchos de ellos anduvieron per-
didos con hambre y angustia por las montañas de Honduras.El Salvador acu-
só de genocida a Honduras.
El gobierno de El Salvador, a través de la Cruz Roja y con la ayuda
efectiva de todo el pueblo, ofrece a esos refugiados una ayuda inmediata: se
les da comida y asistencia porunos días y luego se les dispersa por todoel país,
con el pretexto de llevarlos a sus cantones de origen, donde tengan algún
familiar. Obviamente en esos lugares no tienen seguridad de trabajo, ni pan,
como lo proclamaba el gobierno, pero la dispersión,al evitar tenerlos concen-
trados, evita el afloramiento de protestas o de obligar al gobierno a cumplir
con lo prometido. Si se ha sido incapaz de solucionar el problema de estas
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12 Lenin: De una carta abierta a Boris Suvarin, p. 273. La lucha de los pueblos de las
colonias.
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verlo en este último espacio en una proyección hermosa en los estudios Ra-
leigh. Al salir de la sala conocí a tres hermanos salvadoreños de apellido
Flores. Al ver este largometraje la memoria los había golpeado y salieron
hablando del asesinato de su querido padre, que ocurrió hace 31 años, en
1981, en Santa Ana. Una de las hermanas había viajado a los Estados Unidos
a la breve edad de 21 años y desde su nueva casa había ido construyendo un
hogar para recibir a sus familiares sobrevivientes. Alguna vez había vuelto y
le había dicho a su padre “vámonos”. Pero él había decidido quedarse y lu-
char por un mejor futuro para sus hijos y sus nietos. Cada uno tenía su historia,
su experiencia con la guerra, su forma de sobrevivir el asesinato de su padre.
Me impresionó el valor con que recordaban su historia y la ponían en palabras,
en voz alta, para compartirla con nosotros.
La directora, Tatiana Huezo Sánchez, formada en el Centro de Capacita-
ción Cinematográfica de México, se fue de El Salvador a la corta edad de 4
años. Con El lugar más pequeño regresa para darnos uno de los más hermo-
sos y conmovedores regalos de la diáspora salvadoreña y nos permite imagi-
nar las posibilidades que existen cuando se cuenta con talento, recursos y la
pérdida del país querido.
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Cada uno de ellos es también el retrato de una persona que no está pero
cuya vida ha estado ligada a ese objeto. Como lo explicó el artista: “es impre-
sionante toda la información que se puede recabar de un objeto: a quién per-
teneció, qué edad tenía, qué tipo de actividades desarrollaba, el lugar dónde
vivía, la situación económica, cantidad de información que se puede extraer
de un objeto sobre quién lo usó”.
Pero, qué dicen estos objetos sobre la muchedumbre, sobre la multitud?
Qué líneas de qué vidas se entrecruzan de forma arbitraria sobre esta cuadrí-
cula? Qué vidas dispares han sido clasificadas bajo una misma rúbrica? Qué
nos dice esta obra sobre la percepción sensorial de nuestra comunidad huma-
na del momento actual en el Istmo centroamericano? Como dice Benjamin en
“Pequeña historia de la fotografía”, la colección de imágenes, la organización
taxonómica de ellas y de sus tipos nos invita también a aprender a ver los
detalles que distinguen a cada uno. Como dijo Benjamin al hablar sobre la
obra de August Sander, “es un atlas que nos entrena para [mirar]”.
Cada imagen pertenece a un conjunto. Cada una tiene un tamaño unifor-
me, un mismo marco. Cada una está colocada sobre una cuadrícula que ha
sido dibujada sobre la superficie blanca de esta enorme pared. Es decir, para
evocar a Michel Foucault, cada una de ellas ha sido disciplinada. Así, las
imágenes luchan por ser fieles a su nombre, a formar parte de una tipología,
nombre mundano, nombre profano, nombre ligado a la modernidad, al discur-
so de la ciencia, a la taxonomía que busca clasificarnos. Desde allí, cada una
de estas imágenes oscila y juega con la tensión que existe entre lo sagrado y
lo profano.
El proceso del artista también oscila entre lo profano y lo sagrado. Por un
lado, está el discurso de la ciencia como metodología de trabajo. Su experien-
cia conviviendo con un equipo de antropólogos forenses trabajando en Guate-
mala dejó una huella en su trabajo. Esta experiencia y la posibilidad de obtener
información de una persona a partir de un objeto suyo encontrado le hizo
pensar en el proceso: “ir a un lugar, excavar, sacar un objeto, llevarlo al labo-
ratorio, limpiarlo, prepararlo, clasificarlo, ordenarlo, y a partir de allí establecer
conexiones, reconstruir el hecho histórico. Eso me gustó mucho como meto-
dología de trabajo”, explicó el artista. Pero su proceso de creación artística
pronto se separa del discurso de la ciencia, pues también explica: “cuando
comencé a ver las excavaciones me pareció encontrar una especie de se-
ñal”.
Hay aquí un retrato de la muchedumbre que el artista organiza de forma
arbitraria, tal vez por razones estéticas, tal vez al azar. Por un lado la cuadrí-
cula habla de la razón moderna, de la disciplina y el orden, del castigo y de las
normas. Pero cada una de las imágenes rompe con ese discurso pues es
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única, irrepetible, está colmada de valor simbólico, es un objeto que está allí en
la ausencia de un ser humano. Y el conjunto es, por lo tanto, un retrato de la
multitud y un retrato de nuestro tiempo. Es un retrato complejo, lleno de sabe-
res múltiples. Como bien lo indica Benjamin, gracias a la cámara “tenemos
noticia de ese inconsciente óptico”. Quizás también por eso, su lenguaje es el
silencio. Al observar las imágenes, me sorprendo. Tomo prestada una línea
más de Benjamin para decir que al mirarlas “en lugar de las cosas existentes,
en las que apenas reparábamos, brota zumbando un géiser de nuevos mundos
de imágenes”.
“Castigo y espectáculo”
El artista salvadoreño Víctor Hugo “El Crack” Rodríguez enfrenta este
día jueves una segunda audiencia en el Centro Judicial “Francisco José Gue-
rrero” de Santa Tecla, acusado de fraude electoral por comerse su propia
papeleta de votación durante un performance artístico el pasado 9 de marzo.
Este proceso al que se ha sometido al artista comenzó poco después de la
segunda vuelta de las pasadas elecciones presidenciales cuando Víctor Ro-
dríguez acudió al recinto de votación en el Centro Escolar García Flamenco y
se comió su papeleta como parte de un performance artístico. Fue un perfor-
mance que dio visibilidad al sentir de un grupo de votantes, sobre todo con
respecto a la idea de que el voto es nuestra más importante arma de lucha, y
con respecto a su descontento con los partidos actuales y con la inversión de
dinero que se requirió para llevar a cabo la segunda vuelta electoral.
Ya sabemos, nuestro país está dividido, está marcado por una historia de
polarización que lo parte entre la derecha y la izquierda. Durante las pasadas
elecciones presidenciales, un grupo pequeño decidió anular el voto. A pesar
de no ser muy numeroso, dada la marcada polarización del país, anular el voto
pudo haber cambiado el rumbo de la elección. Aunque respeto el derecho que
tiene cada votante para anular el voto, en lo personal estoy en desacuerdo con
la práctica de anular el voto porque no es una práctica propositiva, y al no
proponer nada, en un país tan polarizado como el nuestro, anular el voto equi-
vale a votar por la oposición, cualquiera que sea el caso.
Sin embargo, la intervención de este artista, su performance, su acto de
comerse el voto, me parece un acto importante, una obra de arte con un alto
valor conceptual que nos invita a reflexionar sobre el proceso electoral. Este
acto, que únicamente puso en riesgo al artista, hizo visible su inconformidad, y
la de un sector de la sociedad, con el proceso electoral.El artista no criticó a
un partido político en particular (aunque también estaría en su derecho de
hacerlo), no criticó al gobierno de turno ni a la oposición, su crítica está dirigi-
da más bien a los aparatos de poder del estado.
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En este país estamos trabajando por construir una democracia. Pero nues-
tro país no puede ser democrático si no hay espacios para expresar el disenso,
la crítica, para invitar a la reflexión y para participar en un proceso de libre
expresión. Esta obra visibilizó el disenso, invitó a la reflexión, y exhortó al
ganador de las elecciones a tomar en cuenta el descontento que se hacía
visible a través de este performance artístico. En ese sentido, la obra es tam-
bién una contribución al proceso de democratización del país.
En los últimos meses hemos visto casos que nos hacen dudar del sistema
judicial e institucional: casos de corrupción tratados con guantes, pleitos al
interior de las instituciones públicas, declaraciones de jueces que dejan en
entredicho su objetividad, abusos de poder, etc. La obra de Víctor Hugo Ro-
dríguez es, por tanto, más que pertinente a nuestra realidad.
En un performance previo que tuvo lugar en agosto de 2012, Víctor Ro-
dríguez explica que al volcar un Volkswagen frente al Palacio Nacional bus-
caba dar visibilidad a la ausencia de las masas que en otros tiempos estuvie-
ron congregadas en esas mismas calles. Eran otros tiempos y era el pueblo
congregado el que demandaba cambios. Hoy, la documentación de esa obra
que muestra el carro volcado en la vía pública es parte de una muestra colec-
tiva de arte contemporáneo que está en exhibición en el Museo de Arte de El
Salvador (MARTE)-Contemporáneo.
Es muy importante notar además que en estos mismos meses en que
Víctor Rodríguez se ha visto obligado a comparecer ante la corte como requi-
sito para su libertad condicional, hemos visto a este artista producir algunas de
las más sobresalientes obras de arte contemporáneo en nuestro país.
Durante el Festival Ecléctico de las Artes (FEA) 2014, cubrió de papeles
un café en Santa Tecla, y en esos papeles, pude leer cientos, tal vez miles de
comentarios del espacio virtual ahora impresos que hacían visible la intoleran-
cia y la violencia de nuestra sociedad. A través de estos comentarios que
ahora estaban en exhibición, se lucían, como trapos al sol, líneas escritas,
muchas de las veces con muy mala ortografía, yen la mayoría de los casos
colmadas de clasismo, de racismo, de indiferencia. Fue una intervención re-
veladora.
Más recientemente, el viernes 19 de septiembre, como parte del actual
proyecto de ADAPTE, Víctor Rodríguez llevó a cabo un nuevo performance
artístico en el espacio público. Este performance, titulado “Free Down” tuvo
lugar en la Plaza Libertad, donde el artista apareció con un saco de maicillo, lo
vació en la plaza y se hincó en el maicillo por dos horas. Así, regresó a la plaza
pública, como práctica medieval, el espectáculo del castigo.
Al terminar su performance, animales y seres humanos en la plaza se
disputaron el maicillo como un recordatorio claro y desesperado de que hay
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3 Cortez, Beatriz. “Las mil columnas de Sam Colop”. Diario Digital Contrapunto El
Salvador. 17 Jul 2011. Web. 11 de julio de 2016. Consultado el 18.6.2016.
http://www.archivocp.archivoscp.net/index.php?option=com_content&view=article&id
=6230:noticias-de-el-salvador-contrapunto&catid=35:columnistas&Itemid=55.
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no. A veces, cubría varias temáticas en una misma columna. Además, inserta-
ba en sus textos celebraciones breves por pequeños logros que deberían dar-
se por sentado si hubiera existido la interculturalidad de que él tanto hablaba.
Así, en una columna sobre otro tema, menciona repentinamente: “Qué bueno
que ahora hay cajeros automáticos en idiomas mayas y que se promete su
expansión”.
Pocos días después del 11 de septiembre del 2001, escribió sobre la tra-
gedia humana, sobre el odio, o sobre el terrorismo de estado, pero siempre
llevando la problemática global al contexto específico de Guatemala o del
espacio local. En aquel momento, al recordar desde Guatemala su experien-
cia en la ciudad de Nueva York como la visita a una especie de Babel multi-
cultural, habla del odio y del fundamentalismo que destruyó las torres gemelas
como un fanatismo en contra de la multiculturalidad de esa ciudad. Entonces
se pregunta: “¿Quiénes son realmente los Bin Laden de este país y quiénes
son los fanáticos de mentalidad rectilínea que reciclando ideas del pasado, las
etiquetan con términos contemporáneos y se oponen a la multiculturalidad, a
la multietnicidad y al multilingüismo locales?”
Cuando escribió su última columna, titulada “Por respeto”, Enrique Sam
Colop no sabía que era su última. En ella no habla de la muerte, por el contra-
rio, habla de la espiritualidad maya y habla de la vida. La vida que nos queda
por recorrer. La vida que se extiende por zona fértil y por un camino repre-
sentado por el color verde. La vida que ocupa un lugar central en un espacio
donde los caminos sagrados se marcan con los colores rojo, negro, blanco y
amarillo. Pero es el verde, el color de la vida, el último que mencionó en sus
mil columnas. La “ruta sobre la cual se invoca caminar y se pide bienestar de
las generaciones futuras”, las veredas verdes, raxal be, raxal jok.
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9 El uso de una lengua distinta a la lengua materna, afirma Mónica ALBIZÚREZ, fue para
algunas mujeres letradas latinoamericanas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX
una estrategia común de apropiación de un lugar de enunciación que les permitía superar
los límites de una conciencia nacional que restringía su participación en el espacio
público (ver ALBIZÚREZ 2005: 87).
10 En este artículo me remitiré a la traducción al español de Lettres de l´Inde. 1912-1914
realizada por Rodrigo REY ROSA entre 2009 y 2010. Una publicación de esta traducción
está prevista en Guatemala, sin embargo, hasta el momento de terminar de redactar el
presente artículo las Cartas aún no han sido publicadas. Agradezco a Rodrigo REY ROSA
su generosidad al haberme proporcionado una copia de su traducción al español y
especialmente por haberme abierto las puertas al mundo literario de María CRUZ.
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11 Ramón A. SALAZAR en el Diario de Centro América hacia 1903, cit. en GÁLVEZ, 13.
12 MAYORGA RIVAS en editorial de La Quincena hacia 1903, cit. en GÁLVEZ, 11.
13 Entre quienes se encontraban por ejemplo: Rubén DARÍO, José MARTÍ, Enrique GÓMEZ
CARRILLO, ARÉVALO MARTÍNEZ, Máximo SOTO HALL, César BRAÑAS y Domingo ESTRADA.
14 En un primer momento en 1945, cuando el periodista y escritor guatemalteco César
BRAÑAS decide publicar en El Imparcial una nota extensa sobre las Cartas de la India, y,
en un segundo momento en 1960 a raíz de los homenajes en torno a la repatriación de sus
restos a Guatemala. Ver GÁLVEZ 1960; BRAN AZMITIA 1962.
15 Ana Lorena Carrillo. «De letras y letradas». Nosotras la de la historia. Mujeres en
Guatemala (siglo XIX-XXI). Guatemala: Ediciones La Cuerda et.al., 2011, 271ss.
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16 María Albertina Gálvez (comp.) María Cruz a través de su poesía. Guatemala: Editorial
USAC, 1961, 13.
17 Gálvez, 13.
18 Ver el trabajo de ERICKSON sobre sus traducciones de POE.
19 Gálvez, 13.
20 Gálvez, 75.
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34 Cruz, 31.
35 Cruz, 67.
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Bibliografía
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LUBELSKY, Isaac. Celestial India. Madame Blavatsky and the Birth of In-
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NICARAGUA
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1 Envío. Política, sociedad, cultura, economía. Número 242. Mayo 2002. lahttp://
www.envio.org.ni/articulo/1145
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ción inconclusa y sin un polo hegemónico democrático que hiciera frente a los
dos polos autoritarios, FSLN y PLC, las elecciones de 1996 se polarizaron
bipartidistamente como fruto de la manipulación política e ideológica del elec-
torado. Un montón de pequeños partidos no lograron constituirse como centro
político, y la llegada al poder de Arnoldo Alemán en 1997 puso fin al proceso
de transición democrática. Con Alemán hemos vivido cinco años de regresión
autoritaria en los que el país retrocedió aceleradamente. La tragedia de Nica-
ragua consiste en no haber logrado crear un polo hegemónico democrático
que se haga cargo del timón nacional. En nuesta historia, los únicos polos
hegemónicos que hemos conocido son autoritarios.
Es necesario recordar que esto no se percibía así en aquellos momentos.
Alemán fue recibido con grandes expectativas, se esperaba mucho de él. Se
esperaba del gobierno liberal un nuevo liderazgo político, un nuevo pacto so-
cial, un proyecto de nación, un modelo de desarrollo, un modelo de gobernabi-
lidad democrática que canalizara tantos conflictos. Se esperaba el fortaleci-
miento de la institucionalidad democrática. Ésas eran expectativas generali-
zadas entre la población en 1996. Lo que realmente sucedió fue una involu-
ción hacia nuevas formas de autoritarismo, tanto en el sistema político, como
en el marco institucional y jurídico, como en los movimientos y actores socia-
les, como en los procesos económicos. En todo.
A la altura de aquellos años privaba la confusión y la población había
perdido cualquier sentido de discernimiento. Sólo el FSLN -que históricamen-
te había agrupado a la gente más lúcida y comprometida de este país- podría
haber contribuido al discernimiento. No lo hizo, no podía hacerlo. A esas altu-
ras, el FSLN era un grupo político cerrado sobre sí mismo, que había perdido
su capacidad de pensar por haber expulsado de sus filas a cualquiera que
pudiera discernir, debatir o disentir sobre el rumbo que conducía al FSLN
hacia un autoritarismo puro y duro. Y excluyente. Entre esas excluidas, me
encuentro.
Durante el gobierno Alemán, el sistema político se transformó. Los libe-
rales llegaron al poder en una alianza consolidada y con una base social sólida,
como fruto de un trabajo político de varios años. En la Asamblea predominó la
polarización PLC-FSLN. Aparecieron terceras fuerzas, aunque débiles o su-
bordinadas. Y hubo coincidencias tan grandes entre los dos polos autoritarios
que condujeron al pacto PLC-FSLN. El pacto no fue otra cosa que la repar-
tición económica y política de Nicaragua entre dos grupos de poder. Con esta
base de poder compartido, ambos partidos cerraron en el año 2000 los demás
espacios políticos e hicieron una reforma electoral y reformas constituciona-
les, apostando a la alternancia en el poder. Le impusieron a Nicaragua un
bipartidismo artificial, porque la transición ya había ido produciendo numero-
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sivos son quizá la única institución democrática que tenemos hoy en Nicara-
gua.
En teoría, la sociedad civil incluye las distintas formas de asociación (igle-
sias, partidos, cámaras empresariales, asociaciones gremiales, sindicatos, ONG,
clubes, grupos, movimientos sociales tradicionales -campesinos y obreros- y
movimientos sociales nuevos: de mujeres, étnicos, ambientalistas, el actual
movimiento anticorrupción), los medios de comunicación y cualquier otro medio
que influya en la opinión pública, como es el sistema educativo. La sociedad
política incluye el aparato judicial, el Ejército y la Policía, el Parlamento y el
aparato burocrático de todo el Gobierno.
Aunque todos los actores sociales integran la sociedad civil, no todos
apuestan por el cambio, por la democracia y por la equidad. En Nicaragua, la
mayoría no está por el cambio. Las iglesias católica y evangélica no están por
el cambio y la empresa privada no está por la equidad. Las iglesias, especial-
mente la católica, representan un soporte fundamental del statu quo, un apa-
rato de respaldo al poder autoritario. La empresa privada es débil. Han des-
aparecido prácticamente los sindicatos. Las ONG han surgido y crecido es-
pectacularmente (1 mil 750 registradas hasta 2001). Los clubes tienen pro-
yección limitada o humanitaria. Los medios masivos sí tienen mucho impacto.
La privatización ha desplomado el sistema educativo excluyendo de él a una
masa notable de estudiantes. Las universidades -una institución que produce
poder simbólico y legitimidad- permanecen autosilenciadas, y con los actuales
cambios de curriculum están produciendo un estudiantado despolitizado y pa-
sivo, profesionales totalmente funcionales al sistema neoliberal: buenos admi-
nistradores y expertos en computación. En los últimos años, ¿quién ha oído a
los rectores universitarios, supuestamente los más altos representantes del
saber nacional, hablar críticamente del autoritarismo dominante en el país, de
la bipartidización de las instituciones, de la corrupción institucionalizada? El
movimiento estudiantil y el movimiento juvenil, tan protagónicos en la historia
de Nicaragua, están desarticulados. El movimiento campesino ha sido diez-
mado por el conflicto bélico y por los conflictos de propiedad.
El proletariado urbano prácticamente no existe y los cuatro sindicatos
que aún funcionan tienen al frente a dirigencias sindicales corruptas, que no
representan a nadie y que son refractarias a cualquier idea nueva. Entre los
movimientos sociales nuevos sobrevive el movimiento de mujeres, y el movi-
miento étnico está creciendo en coherencia. La Coordinadora Civil -surgida
tras el huracán Mitch y constituida fundamentalmente por ONG y no por
movimientos sociales- no llega todavía a articular una representación integral
de nuestra sociedad civil.
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ye ninguna novedad. Con gran acierto dijo Anaïs Nin: “La historia, igual que
un reflector, ha iluminado lo que quería iluminar y a menudo omitió a la mu-
jer”. Sin embargo, las formas particulares de esta omisión sí ameritan ser
examinadas, para poder desenmarañar la compleja urdimbre del sexismo y de
la misoginia.
La marginación que a lo largo de los siglos hemos sufrido las mujeres
literatas tiene diversas dimensiones, las cuales con frecuencia se sobreponen
formando toda una red que a estas alturas todavía nos retiene. Las biografías
de las escritoras nicaragüenses ofrecen un vasto campo para estudiar dicha
marginalidad.
Primero que nada, Nicaragua –que supuestamente es un país de poetas–
no abunda en historias de su literatura, lo cual hace que el público lector
carezca de posibilidad de comparar y confrontar fuentes, limitándose en mu-
chos casos a una sola: Panorama de la literatura nicaragüense del prolífi-
co investigador Jorge Eduardo Arellano (Granada, 1946), publicada por pri-
mera vez en 1966 y reeditada, con ampliaciones, en varias ocasiones. Es un
libro ciertamente imprescindible, pero allí las mujeres figuran como genuinas
integrantes del proceso literario a partir de la década de los 60 del siglo pasa-
do, aseveración que escamotea aproximadamente una centuria de presencia
femenina en las letras nicaragüenses.
Nombres inaugurales
Hasta la fecha, las primeras autoras de las cuales se tiene conocimiento
son nada menos que las bisabuelas de Rubén Darío (1867-1916): Rita Mayor-
ga Rivas (León, c.1770-¿?) y Buenaventura Mayorga Rivas (León, c. 1780-
después de 1867). El historiador nicaragüenses Luis Cuadra Cea (1885-1975)
estudiando la biografía del autor de Azul, encontró en los archivos de León
datos sobre aquellas mujeres. Por eso sabemos que escribían. Sin embargo,
sus textos no han sido localizados ni estudiados, pese a su parentesco con la
figura cimera de las letras nicas.
El 10 de noviembre de 1854 el periódico Defensor del Orden (Granada)
publicó un poema firmado por el seudónimo La Patriota del Sauce. Ignoramos
cómo se llamaba realmente aquella mujer, desconocemos las circunstancias
de su vida, pero resultan evidentes sus inquietudes políticas y literarias.
Las otras autoras olvidadas son Vital y Leonor Sisón. Han sido mencio-
nadas únicamente en el estudio del historiador Salvador D’Arbelles (Corinto,
1900-1977) El periodismo en Corinto (1972), que dice: “Este periódico (La
Escuela y la Cruz) vio luz pública en los primeros días de 1861 en la hoy
ciudad de Corinto, cuando esta comenzaba a organizarse en lo que entonces
se llamaba Punta de Icaco. Era manuscrito y fue editado por dos hermanas:
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Un anonimato revelador
El argumento en pro de la constante marginación de las autoras pioneras
que la crítica tradicional suele esgrimir es que la obra de ellas carece de
méritos estéticos (un hecho un tanto difícil de confirmar o rebatir, ya que los
escritos de estas mujeres están dispersos o extraviados). No obstante, el caso
de Clementina del Castillo demuestra que la notable calidad literaria tampoco
representa garantía alguna.
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Con este nombre está firmado Las sensaciones, largo poema epistolar
que inaugura ni más ni menos que la poesía erótica femenina en Nicaragua.
Se conoce un original manuscrito fechado en 1886; fue impreso por primera
vez en 1896. Jorge Eduardo Arellano escribe al respecto: “Concentrados y
felices, sus versos proceden de una descarga sorprendente de erotismo que
supera la censura moral a que estaba sometida la mujer en ese tiempo. Por
otra parte, revela a una apología del sexo, explicable en parte dentro de los
logros ideológicos de la revolución liberal de José Santos Zelaya”, ocurrida en
1893.
Aunque el libro tuvo mucho éxito y fue reeditado cuatro veces, resultó
ser demasiado audaz para su tiempo. Permaneció en el olvido durante casi
cien años, hasta que fue rescatado por Jorge Eduardo Arellano e incluido en
su Antología general de la poesía nicaragüense (1994).
No obstante, el rescate en sí no ha reivindicado el texto. Los lectores lo
ignoran; los críticos lo ven más bien como una curiosidad y nadie ha intentado
investigar a fondo quién está escondido bajo el seudónimo de Clementina del
Castillo.
El uso del alias y la negativa de salir del anonimato aun para cosechar
laureles son argumentos a favor de que la autora era mujer. A un varón, el
público le hubiera disculpado gustoso el festivo explayamiento sensual de la
obra; en cambio, una mujer hubiera tenido que enfrentarse a las acusaciones
de inmoralidad, descaro, falta de pudor. Ignoramos si el texto es autobiográfi-
co, pero es lógico suponer que el público lo percibía como tal; entonces, reve-
lando su verdadero nombre, la escritora hubiera puesto en la picota no solo a
sí misma sino también a su pareja. No es de extrañarse que no haya querido
pagar este costo.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
fesional fue interrumpida por lo que en aquella época se llamaba “un flechazo
de Cupido”. Se casó con el coronel Manuel Antonio Cuadra Urbina y se
distanció de la poesía. Sus seis hijos varones fueron TODOS notables intelec-
tuales (cuatro de ellos, literatos) y sus tres hijas mujeres, amas de casa. Tenía
mucha razón Virginia Woolf al afirmar que el primer paso para llegar a ser
artista es matar al Ángel del Hogar.
Prácticamente toda la obra de Josefa Vega está perdida. Se conservan
“Un saludo” en Revista Literaria, Científica y de Conocimientos Útiles
(León, No. 4, 15 de abril de 1888) y “De gris”, incluido en la edición de 1948
de Poesía nicaragüense, antología compilada por María Teresa Sánchez (c.
1918-1994). Podemos decir, citando a Lino Argüello (León, 1887-ídem, 1937),
que Josefa Vega “pudo ser muy bien, pero no quiso nunca”. La referencia no
es casual: aunque es muy aventurado establecer comparaciones partiendo de
un solo texto, en “De gris” se percibe el hálito de la misma hiriente dulzura que
rezuma la obra de Linito de Luna, y las líneas “amo los ojos negros, dormidos,/
semivelados por la pasión” tienen el encanto de oscura transparencia.
La lista de autoras que estaban activas en el primer tercio del siglo XX,
sin publicar nunca un libro, es harto larga: Aura Rostand, Blanca Vega, María
de Tuggle (Blanca del Valle), Blanca Victoria Mejía, Rosa Choissel-Praslin,
Alicia Rostrán, Fany Glenton, Nila Jiménez, etcétera. Si agregamos a la nómi-
na a las ensayistas –algunas de ellas, con libros publicados– María A. Gámez,
Josefa Ortega de Huezo, Adela Moncada, Sara Barquero, Justina Huezo,
Sara Solís, Juana Molina, Zoraida Matus, se hace todavía más patente el
hecho que TODAS ellas han sido excluidas por completo del corpus literario.
Se desconocen sus obras, se ignoran sus biografías. A excepción de Aura
Rostand, Sara Barquero y Justina Huezo, no aparecen en ningún diccionario
de autores nicaragüenses; únicamente la primera ha sido incluida en antolo-
gías.
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Humillante humildad
Tampoco es considerada parte integrante del modernismo nicaragüense
la poeta Adriana Gómez de Calderón (Granada, 1856 o 66-Managua, 1952).
De joven se relacionó con Rubén Darío, motivo por el cual los escritos poste-
riores de ella evidenciaban, según la expresión del escritor Gratus Halfterme-
yer, “un vivo recuerdo por el Poeta”.
Residió un tiempo en Panamá, donde estableció amistad con la poeta
María Olimpia de Obaldía (1891-1991), cuya obra había glosado en Comen-
tario en estrofas a la obra poética de María Olimpia de Obaldía, publica-
do en 1930 (ningún ejemplar de este se conserva). En 1935, Josefa Toledo de
Aguerri mencionó a Adriana de Calderón entre las mujeres que “cultiva(ba)n
la gaya ciencia”. A una edad ya avanzada, publicó dos poemarios: Poemas
regionales y amistosos (Managua: Tipografía Progreso, 1944) y Mi último
poema (Managua: Tipografía La Nueva Librería, 1944). Pese a su larga tra-
yectoria literaria y sus privilegiadas relaciones en el mundo de las letras, fue
para los escritores varones una especie de eterna párvula, nunca una igual
entre iguales. Ella misma aceptaba esta desigualdad como algo natural. Por
ejemplo, en 1945, enviando un ejemplar de Poemas regionales y amistosos a
Carlos Rocha, director de El Correo, la escritora le solicitó a través de la
dedicatoria que juzgada la obra “como ella se merezca, sin temor de flagelar-
la, para que se enmienda”. Merece la pena señalar que Rocha era menor que
Gómez y, aun perteneciendo ambos al mismo grupo social, ella lo trataba
como a un superior. Qué atroz nivel de sumisión: pedir ser castigada y todavía
sentirse agradecida. Pero este caso, aleccionador por descarnado, solo refleja
una disposición general: las mujeres vistas por todos –incluyendo a ellas mis-
mas– como eternas menores de edad, y los varones, revestidos de una auto-
ridad que emana de su sexo.
Ilustre y marginada
El hecho que la humildosa Adriana Gómez no pudo imponerse en el cam-
po de las letras nicaragüenses puede ser atribuido a rasgos de su personalidad
y a que había malogrado su voz tratando de ser una etérea poetisa rebosante
de delicadezas, en vez de cultivar su don de observadora minuciosa, tendiente
a la ironía.
Pero lo mismo ocurrió con la altiva, dinámica y perseverante Josefa To-
ledo Murillo de Aguerri (Juigalpa, Chontales, 1866-Managua, 1962). Su pre-
sencia es tan imponente y su aporte, tan descomunal que resulta imposible
obviarlo. No obstante, ahora es conocida únicamente como maestra de gene-
raciones; su faceta de escritora –antes que nada, ensayista– fue primero
desvalorizada y luego, olvidada.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Josefa Toledo era una autora muy fecunda y de calidad desigual, pero
sus mejores escritos permiten perfectamente apreciar su talento narrativo.
Durante las décadas de los 10, 20 y 30, el impacto que causaban era todavía
mayor. En 1918 obtuvo el primer premio en la rama de ensayo en los primeros
Juegos Florales realizados en Managua.
Corrió el rumor que ella no era la verdadera autora de aquellas descollan-
tes obras, sino que pagaba a escritores varones para acceder a la excelencia.
Esta afirmación no se basaba en un hecho concreto sino en una premisa
misógina: escribía “demasiado bien para ser mujer”.
Ahora la intachable reputación de Josefa Toledo, ensalzada oficialmente
como arquetipo de maestra y proclamada una “heroína sin fusil”, ya no da pie
a estas acusaciones. Sin embargo, la beatificación escindió y marginó los
aspectos más interesantes de sus actividades. Apenas en los 90 la historiado-
ra nica-estadounidense Victoria González (Santiago de Chile, 1969) redescu-
brió a Josefa Toledo como una figura fundacional del feminismo en Nicara-
gua. La reincorporación de su aporte como escritora al acervo cultural del
país está lejos de ser llevada a cabo, puesto que sus obras no se reeditan
desde los años 30. Además, la crítica tradicional no las considera “literatura”
en pleno sentido de la palabra. Resultado: famosa y venerada, Josefa Toledo
continúa siendo marginada.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
produjo en nuestra literatura nacional, ella junto a Rosa Umaña Espinosa se-
rán las pioneras”. Lamentablemente, este “mañana” justiciero aún no ha lle-
gado.
Lucero solitario
Otro caso de exclusión es el de Aura Rostand (seudónimo de María Isa-
bel Selva Escoto, conocida como María de la Selva, León, c.1899-México D.
F., 1957).
Los diez hermanos Selva Escoto –los De la Selva– fueron una familia
extraordinaria. Se destacan especialmente: Salomón (1893-1959), poeta mo-
dernista precursor de las vanguardias; Rogelio, licenciado en Derecho, secre-
tario privado del presidente de México Miguel Alemán; y Roberto, escultor y
grabador.
María, que compartía con sus hermanos la vocación por las letras y las
aventuras, es la menos conocida. Creció en la metrópoli, en el ambiente “de
conspiración política y amorosa, de liturgia, de aparecidas, de brujería”. Des-
pués de haberse graduado en el Colegio la Asunción se dedicó al magisterio, y
en 1920 fue nombrada por el Ministerio de Instrucción Pública directora de la
Escuela Primaria Graduada de Niñas No. 2 de su ciudad natal.
Ese mismo año empezó a publicar sus poemas, bajo el seudónimo de
Aura Rostand que usó durante toda la vida. En mayo de 1922 fue admitida al
Ateneo Nicaragüense, asociación que agrupaba a numerosos intelectuales de
la época.
Modernista en unos poemas suyos, posmodernista en otros, en los escri-
tos mejor logrados revela su destreza en el manejo de la métrica, riqueza
metafórica e intensidad emotiva. Incluso en los desaciertos logra un acento
personal, reconocible.
En los años 20 y 30 fue incluida en antologías de poesía nicaragüense
como cimera representante de la “musa femenina” y atrajo la benévola aten-
ción de los críticos de México, Panamá, Cuba y Colombia que le auguraban
un gran futuro, mencionando su nombre junto a los de Gabriela Mistral (1889-
1957), Alfonsina Storni (1892-1938) y Juana de Ibarbourou (1892-1979).
En 1927 fue nombrada cónsul de Nicaragua en Detroit, Estados Unidos
de América del Norte. Fue la primera mujer nicaragüense que desempeñara
un cargo diplomático. Ocupó el puesto hasta 1929.
El 28 de noviembre de ese año tomó parte en el rumboso homenaje que
Panamá rindió a la poeta María Olimpia de Obaldía (1891-1991).
A finales de los años 20 e inicios de los 30 Aura vivió en Bluefields,
inaugurando de paso el tema “costeño” en la poesía nicaragüense con su
“Mediodía en Bluefields”. A mediados de los 30 se trasladó con sus hijos a
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Doblemente única
Todas las escritoras nicaragüenses que podrían ser ubicadas dentro de la
corriente modernista y posmodernista, quedaron al margen de las investiga-
ciones y de la mayoría de las antologías. Fueron condenadas sumariamente al
olvido. Lo mismo ocurrió con la poeta Carmen Sobalvarro, la única mujer que
formaba parte del autollamado Movimiento de Vanguardia. Es también la úni-
ca olvidada por la crítica. Se sabe muy poco de su vida. Nació en 1908 en
Ocotal, cerca de la frontera de Nicaragua con Honduras. La publicación pe-
riódica El Gráfico de Managua de 3 de noviembre de 1929 la menciona como
integrante del Comité Central Republicano de Tegucigalpa. Carteaba con
Augusto César Sandino (1895-1934), de quien estaba enamorada platónica-
mente.
A mediados de 1931 llegó a Granada y se integró al grupo de Vanguardia.
Formaba parte de la Anti-Academia Nicaragüense de la Lengua, una antítesis
sarcástica de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Sus integrantes aspi-
raban a “una literatura vernácula verdaderamente libre, personal y juvenil”.
En 1929-30 era colaboradora permanente de la revista Mujer nicara-
güense, publicada por Josefa Toledo de Aguerri. Posteriormente se estable-
ció en Honduras, porque, a diferencia –crucial– de los demás vanguardistas,
no se avino desde el inicio con el régimen de Anastasio Somoza García. Es
sencillamente injusto e inexacto proclamar, como lo hace el escritor nicara-
güense Julio Valle-Castillo (Masaya, 1953) en su prólogo para Tres amores de
Manolo Cuadra (1907-1957), que el autor de Contra Sandino en la monta-
ña fue el único vanguardista de izquierdas. En los años 30 Carmen Sobalvarro
no era menos izquierdista y el autor del mencionado prólogo, un investigador
bien informado, lo ha de saber. Pero ella no cuenta, está invisibilizada, margi-
nada.
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De narradora a política
Olga Núñez Abaunza de Saballos (Masaya, 1920-ídem, 1971) es conoci-
da básicamente como la primera mujer nicaragüense graduada en Derecho,
mas en su juventud ella también escribía narrativa. Mientras cursaba sus es-
tudios de secundaria, se reveló como una promesa para con las letras. “Apun-
ta vibrante y decidida la adolescente Olga Núñez Abaunza”, manifestó en
1935 Josefa Toledo.
En 1945 Olga Núñez ganó el Premio Nacional de Literatura Rubén Darío
por su novela Renunciación, que nunca fue publicada. Formaba parte del
Ateneo de Masaya, su muy querida ciudad natal, y de la Guardia de Honor de
Rubén Darío.
A finales de los 40 abandonó las letras e hizo una brillante carrera como
jurista y política. En 1950 fue nombrada Viceministra de Educación Pública;
en 1955 fundó el Ala Femenina del Partido Liberal Nacionalista (de hecho,
somocista), que había dirigido hasta su temprana muerte. En una ocasión
consultada en privado sobre la razón del abandono de las letras, respondió:
“No me daban chance, nadie me tomaba en serio, y a mí me gusta ser la
primera”.2
Paradójicamente, la literatura resultó ser para Núñez, una mujer ambicio-
sa y dinámica, un campo más restringido que la política. Por cierto, las nicara-
güenses tienen derecho a voto a partir de 1955 y el derecho a pertenecer a la
Academia Nicaragüense de la Lengua, a partir de 1998. Un dato asaz ilustra-
tivo.
Ilustre desconocida
Es realmente dramática la omisión que sufre la obra de Margarita Gómez
Espinosa (Jinotepe, 1915-ídem, 1997), narradora y ensayista. Desde 1962 hasta
1979 ella se desempeñaba como agregada cultural de la Embajada de Nicara-
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
gua en España. El poeta Carlos Martínez Rivas (1924-1998), que rara vez
escribía prólogos, hizo uno para su libro Rubén Darío, patriota.
En 1956 fue electa Mujer de Nicaragua por la Unión de Mujeres Ameri-
canas. En 1974 la Academia Real de Cádiz la designó miembra correspon-
diente.
Como no era simpatizante de la Revolución Sandinista, durante la década
de los 80 Gómez vivió en Guatemala, donde trabajó como docente y colaboró
en publicaciones periódicas. Regresó a Nicaragua en los 90; radicaba en Jino-
tepe, donde falleció.
Ahora la Biblioteca de Jinotepe lleva su nombre, y en 1999 la Comisión
2000 la designó Ciudadana del Siglo por Jinotepe. Sin embargo, de poco sirven
estos honores si la obra de Margarita Gómez es inaccesible para el público
nicaragüense. La bibliografía de la autora consta de 13 títulos:
• Pétalos (Jinotepe: Tipografía Carazo, 1941)
• Alma indígena (Jinotepe: Tipografía Carazo, 1942)
• Nuevos rumbos (Managua: Tipografía Heuberger, 1955)
• Por almas y por mares (Madrid: Editorial Colenda, 1956)
• La bruja (Barcelona (Ediciones Rumbos, 1958)
• Pío XII (Barcelona: Ediciones Rumbos, 1959)
• La maraña (Barcelona: E.H.E., 1960)
• Rubén Darío patriota (Madrid: Triana, 1966)
• Encuentro en Ibiza (Madrid: 1969)
• Mallorca, isla invadida (Madrid: Gráficas Feijó, 1971)
• Rubén Darío, poeta universal (Madrid: Paraninfo, 1973)
• Así es Nicaragua (Madrid: Paraninfo, 1973)
• Herencia fatal (Madrid: Papelería Rei, 1977)
Diez de estos libros fueron publicados en España y no están disponibles
en las bibliotecas de Nicaragua. A inicios de los 90 la destacada promotora
cultural María Manuela Sacasa de Prego presentó al Instituto Nicaragüense
de Cultura un proyecto para la adquisición de estos libros, pero, como siem-
pre, no hubo fondos disponibles.
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tarde: ella estaba enferma y apenas se daba cuenta de lo que estaba pasando.
Su membrecía fue netamente simbólica.
En apariencia, la trayectoria poética de esta autora es bastante venturo-
sa, pero la marginación de todas maneras está presente. El primer obstáculo
que ella tuvo que sortear era la reacción de su primer esposo, que no compar-
tía los intereses artísticos de Mariana. No llegó a prohibirle que escribiera,
pero no le agradaba el hecho. Como la relación entre ambos ya estaba bas-
tante deteriorada, ella no se sentía muy tentada de satisfacer los deseos del
cónyuge, pero la aprobación de la pareja es un elemento que todavía hoy es
significativo para las escritoras. Si el hombre acepta la vocación de la mujer y
la apoya, el asunto marcha; si no, vienen los conflictos. Los varones perciben
sus intereses y aspiraciones como legítimas a priori; las mujeres solemos
solicitar la legitimación de nuestros deseos a los hombres, y nos sentimos
agradecidas cuando la obtenemos.
Contra viento y marea, Mariana Sansón siguió escribiendo. Entre su pri-
mer libro, Poemas, publicado por la UNAN de León en 1959, y el segundo
Poemas de Mariana Sansón Argüello. (León: 1967), transcurrieron 8 años.
Entre este segundo y el tercero (Zoo fantástico. Managua: INC, BANIC,
INCH, 1994) pasaron 24 años. Y eso que se trata de una persona privilegiada,
con un acceso relativamente fácil a los poderes culturales de Nicaragua. La
publicación que reúne el mayor número de poemas de la autora es Las horas
y sus voces y otros poemas (Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1996),
pero son solo una ínfima parte del total de su producción. Todas las seleccio-
nes de la poesía de Mariana siempre fueron hechas por varones; son bastante
arbitrarias y la encasillan en el sedicente carácter metafísico de su obra. Ella
siempre se ha mostrado reacia a analizar y explicar sus poemas; este distan-
ciamiento, probablemente, obedece al deseo de conservar una libertad irres-
tricta, que no se atiene a las reglas. La poesía de Mariana es su “recodo de
libertad”.11
La poeta confía en su intuición de mujer; eso bien lo ilustra el siguiente
texto suyo:
El sexo da
un determinado carácter
al Hombre.
Una mujer adivina
en la obscuridad la forma;
el hombre se adentra en ella
sin saberlo.
11 Poema inédito de Mariana Sansón.
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En resumidas cuentas
Resumiendo lo dicho anteriormente, podemos afirmar que las pioneras
de la literatura nicaragüense han experimentado y siguen experimentando –
en vida y en la muerte– la marginación que consiste en:
a) Publicación tardía y selectiva, relacionada con la falta de acceso a
los medios editoriales y con el concepto de la “decencia” requerido
de toda mujer “correcta”.
b) Falta de atención y desvalorización de la crítica oficial.
c) Insistencia de la crítica en el carácter intuitivo y espontáneo de la
obra literaria escrita por mujeres.
d) Falta de atención de la crítica literaria para con la ensayística escrita
por mujeres.
e) Descalificación personal cuando “transgreden” las reglas de obe-
diencia a las normas de conducta o a las autoridades culturales.
Todas estas formas de marginación, aunque modificadas y atenuadas,
persisten hasta la fecha.
16 Ídem.
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Bibliografía básica
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Managua: 1994.
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2 Esteban Krotz. Boletín Antropológico No. 48, Enero - Abril 2000, Centro de
Investigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mérida.
3 Partiendo del Estatuto de Autonomía de las dos Regiones de la Costa Atlántica de
Nicaragua (Ley No. 28), en el Art. 3 del Capítulo II De las Definiciones que se detalla en
el reglamento, se define así el concepto de autonomía: «Régimen de Autonomía: Es el
sistema o forma de gobierno, jurídico, político, administrativo, económico y
financieramente descentralizado que dentro de la unidad del Estado Nicaragüense, establece
las atribuciones propias de las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua,
de sus órganos de administración, los derechos y deberes que corresponden a sus habitantes
para el ejercicio efectivo de los derechos históricos de los pueblos indígenas y comunidades
étnicas de la Costa Atlántica de Nicaragua, la Ley 28 y demás leyes de la República».
4 Esteban Krotz. Boletín Antropológico No. 49, Mayo- Agosto 2000, Centro de
Investigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mérida.
5 Manuel Ortega Hegg. 2003 «La Autonomia como condición imprescindible para el
desarrollo sostenible en América Latina» Centro de Análisis Sociocultural/CASC-UCA,
Managua, pp.58.
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lar y del lenguaje en general me han motivado a estudiar e investigar con una
visión e interpretación interdisciplinaria la producción poética de mujeres en la
costa caribe de Nicaragua.
En la medida en que los pueblos indígenas y comunidades étnicas hablen
su propia lengua éstas permanecerán vivas. Las costeñas que escriben en sus
propias lenguas contribuyen a la pervivencia de las mismas. Como señala
Marc Augé, de esta manera estarían afirmando su propia cultura y su propia
historia.17 Sostengo entonces, que desde la palabra poética, las mujeres cos-
teñas estamos contribuyendo a este proceso.
“...es en el tiempo de huracán cuando se hacen las palabras...”. La
cita del versículo de San Marcos es pertinente porque instruye sobre el poder
y la fuerza de la palabra y porque los huracanes son compañeros permanen-
tes en la vida y cultura de los habitantes de la costa Caribe, que sobreponién-
dose a la adversidad de los elementos de la naturaleza dejan constancia de su
existencia.
Es también el caso de Cristina Benjamín, mujer rama, informante del
Proyecto de lengua rama. Cristina narra el miedo, el azoro, la incertidumbre
que sufrió durante los embates del huracán Juana en Octubre de 1988.18 El
poema es conmovedor, puede sentirse el paso inmisericorde de los vientos
huracanados que asolaron Cane Creek, en la RAAS. La oralidad y la escritu-
ra se translucen en él:
Un viento fuerte se levantó sobre nosotros.
No sabíamos que hacer. Esa noche estábamos asustados.
Nos reunimos en una casa. Queríamos dormir,
Pero no podíamos. Estábamos asustados. Llovía.
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El dolor aún persiste entre los garífunas, por la forma en que fueron
absorbidos por los kriols, perdiendo su lengua y parte de su cultura, Miss
Isabel Estrada Colindres, expresa esos sentimientos en su poesía. Ella es
enfermera profesional, socióloga y poeta; escribe en inglés y en español:
When I horde sound of my father drum
Drum, drum, drum
The sound of my grandfather drum
Drum, drum, drum
My feet keep moving on mother ground
For the healing of our ancestors
walagallo.
Garifuna, garifuna, garifuna
Yesterday, today, forever
Our voice will shout all over.
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Este mismo libro recoge el idioma de los animales, los que desde la cos-
movisión miskita hablan, por ejemplo, la lagartija habla así: Biakbi....biakbi,
biaka waka bak, biakawaka bak, biakawaka bak baa, y esta es la tortu-
ga: Bibian dama, bunianda, bunianda. Este tipo de poesía es para divertir
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an aiwanma
sut purkara man dukiam
mihtam ra, baku kaka
ban kaka klauna
kabia.”
Te vas al bosque
y lo que derribas, no es tuyo.
Sientes que el
piso se te derrumba.
Un día todo será mío,
piensas…
Así pensaron nuestros abuelos,
padres y nosotros también,
seguro que un día
el amanecer será diferente.
El sol brillará
y la luna dará más
luz como los días del verano.
Entonces
levantarás tu rostro y podrás cantar
Sobre todo lo tuyo
En tus manos. Entonces,
Sólo entonces será
Autonomía.
20 Es importante recalcar ese contexto que permite la Ley 28 de Autonomía, y la Ley 162
de Lenguas, entre otras.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
en ellos desde las primeras letras, orgullo por su tierra, por su gente, fortale-
ciendo el arraigo a sus raíces.
Lo anterior es precisamente el empoderamiento que promueve el Siste-
ma Educativo Autonómico Regional-SEAR. “El empoderamiento comprende
el proceso de adquisición de un conjunto de conocimientos, competencias,
modalidades de relación, que permite a personas y grupos fijar objetivos y
elaborar estrategias para lograrlos utilizando los recursos existentes”.21
La poesía es parte de esa contribución al empoderamiento de lo nuestro,
en función de un objetivo común: la consolidación del proceso de autonomía.
La autonomía, la utopía que nos une a pesar de la diversidad y que nos incen-
tiva a utilizar todo espacio posible para hacer escuchar nuestras voces.
En conclusión, hay mucha actividad literaria por parte de las mujeres
poetas, las que además son profesionales y trabajan en proyectos sociales,
culturales y políticos. La identidad cultural, ritos, tradiciones, costumbres, gé-
nero, autonomía, conciencia social, respeto por los recursos naturales, son
temas recurrentes en sus poemas. Es interesante observar que pese a su rica
diversidad, todas confluyen en un eje común: el proceso transformador que
viven actualmente las regiones autónomas del Caribe nicaragüense.
Los temas de identidad cultural, ritos, tradiciones, costumbres, género,
autonomía, conciencia social, respeto por los recursos naturales, son recu-
rrentes en sus poesías, son los elementos comunes que las unen a pesar de las
distancias geográficas y las diferencias culturales y lingüísticas. Son definiti-
vamente elementos vinculantes y de prioridad vital para los pueblos indígenas
y comunidades étnicas, propiciadores para promover el dialogo donde preva-
lezca prioridad por el bien común, superando las divergencias que han provo-
cado mucho daño.
Y somos más
En el proceso de este trabajo fueron surgiendo otros nombres de mujeres
poetas, de tal manera que era la oportunidad de dar a conocer que SOMOS
MÁS seducidas por la palabra. Con el propósito de concretizar el aporte lite-
rario de estas mujeres, llevé a acabo una recopilación de estos poemas disper-
sos, anexando además una breve reseña sobre sus actividades literarias, como
una forma de contribuir de esa manera a visibilizar su trabajo. Así surge el
poemario Aquí la palabra es arcoiris en clara referencia a la diversidad
cultural y lingüística de las regiones autónomas y que esperamos en el futuro
pueda ser publicado.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
Es importante anotar que este trabajo permitió reconocer que las mujeres
no solo escriben si no que a la par van desarrollando otras expresiones artísti-
cas, June Beer era pintora y poeta, Nydia Taylor, escribe pero también extien-
de su creatividad a los lienzos de las arpilleras donde refleja danzas, paisajes y
momentos de la vida cotidiana de la costa Caribe con toda su vistosidad. Erna
Narcisso ha logrado musicalizar algunos de sus poemas. Ninguna tuvo educa-
ción artística, todas son empíricas, autodidactas.
Considero que los resultados alcanzados con esta investigación obligan a
continuar en la labor de profundizar aún más en este espacio tan poco conoci-
do como es la literatura de la costa caribe. Es de suma importancia recons-
truir todo el acontecer de las diversas expresiones literarias de nuestros escri-
tores y escritoras, de manera que nos permita conocernos y reconocernos. En
esa medida confío que seremos capaces de llegar a entendimientos que coadyu-
ven en el bienestar y armonía de los pueblos indígenas y comunidades étnicas.
Existe un vacío entre 1881 hasta 1979 que exige sea considerado y que
forme parte de la historia de la literatura nicaragüense. En la trilogía Un siglo
de la poesía Nicaragüense del escritor Julio Valle Castillo, se menciona a los
poetas Carlos Rigby y David Mcfield como exponentes de la poesía costeña
de los años 60-70, pero no se profundiza realmente de tal forma que se reco-
nozca que existen otros y otras que también han contribuido con sus escritos
y son parte de la memoria colectiva del pueblo costeño como June Beer, Erna
Narcisso, Isabel Estrada, Ronald Brooks, Víctor Obando, Abelino Cox y Adán
Silva, entre otros.
En ese sentido es prioritario promover e incentivar a las y los jóvenes que
incursionen en estos espacios de manera que enriquezcan con sus hallazgos el
quehacer literario de la costa caribe y se motiven a escribir.
Por otro lado, la divulgación de la poesía costeña permitirá que el pacifico
conozca más acerca de los pueblos indígenas y comunidades étnicas que
conviven en la costa caribe contribuyendo con ello a que los lazos se estre-
chen y se superen las divergencias existentes hasta ahora.
Recuerdo en este momento, las palabras de Humberto AK‘abal, poeta
Maya-K‘iche donde se manifiesta algo que atañe a este trabajo: “Si no fuera
por la poesía, el mundo ya se habría quedado mudo”.22
22 Humberto AK ‘abal. “Si no fuera por la poesía, el mundo ya se habría quedado mudo”
Entrevista realizada por Pablo Cingolani y publicada en el suplemento literario Nuevo
Amanecer Cultural del periódico El Nuevo Diario, sábado 8 de octubre 2005, Pág. 11.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
Bibliografía
AK ‘abal, Humberto. “Si no fuera por la poesía, el mundo ya se habría queda-
do mudo” Entrevista realizada por Pablo Cingolani y publicada en el suple-
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_____ 2000, Boletín Antropológico No. 49, Mayo- Agosto, Centro de Inves-
tigaciones Etnológicas- Museo Arqueológico- Universidad de los Andes- Mé-
rida.
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Victoria González-Rivera
Introducción
Las mujeres jugarán un papel decisivo en las elecciones nicaragüenses
que se llevarán a cabo en octubre de 1996.2 Las encuestas indican que gran
número de ellas votarán por el candidato que lleva la delantera, el neo-Liberal
Arnoldo Alemán.3 Esta situación pareciera no concordar con el apoyo tan
extraordinario que brindaron las mujeres a la revolución sandinista. Yo quiero
sugerir que la popularidad actual de la derecha4 tiene una explicación históri-
ca, que se puede encontrar en el período anterior a 1979.
Muchas mujeres nicaragüenses están volviendo a patrones electorales
establecidos años atrás. Si examinamos las lealtades políticas femeninas en la
segunda mitad del siglo veinte nos damos cuenta que por décadas muchas
mujeres votaron por candidatos populistas liberales. Entre 1957 -el año en que
las mujeres ejercitaron el sufragio por primera vez en Nicaragua- y los co-
mienzos de los años setenta, entre 60 y 67% de aquellas personas que votaron
por los Somoza fueron mujeres.5 Estas mujeres liberales provenían de dife-
rentes estratos económicos y llegaron a tener mucho poder durante la dicta-
dura por medio del voto y mediante la participación en el Ala Femenina del
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El Ala Femenina también tuvo otros resultados. Sirvió para reforzar las
diferencias de clase entre las mujeres, así como la jerarquía de género entre
las clases medias.29 Además, contribuyó a la creación de la clase media mo-
derna nicaragüense. Adicionalmente, el Ala ayudó a formar lazos importan-
tes– aunque desiguales- entre las diferentes regiones geográficas de Nicara-
gua. A diferencia de otras organizaciones políticas con base en Managua, el
Ala tenía representantes en el Pacífico y en el Atlántico del país. La comuni-
cación entre miembros del Ala en los diferentes departamentos del país per-
mitió que se formaran amistades a través de la distancia, contribuyendo a la
solidaridad entre las mujeres somocistas. Sin embargo, el intercambio nunca
fue equitativo, puesto que el centro del poder permaneció siempre en Mana-
gua.30
Al crear una red de mujeres a nivel nacional, el Ala Femenina ayudó a
crear un nacionalismo somocista a nivel popular. Esta conclusión se apoya en
un argumento que hace el historiador Jeff Gould sobre el populismo somocis-
ta. La interpretación de Gould sobre el régimen indica que:
Los Somoza (durante los primeros años de su administra-
ción) crearon un estilo político populista que combinaba un
discurso anti-oligárquico con un pedido de apoyo a las masas
trabajadoras… Obreros y campesinos aceptaron en gran parte
el variante somocista de populismo y las reglas de juego co-
rrespondiente, pero al mismo tiempo, formaron y transfor-
maron el populismo somocista a su manera.31
Los Somoza también pedían el apoyo de la población femenina nicara-
güense. La dictadura promovió una versión limitada de derechos para las
mujeres a cambio de los votos y el apoyo de ellas. Además, intentó controlar
las reglas del juego por medio de la coaptación y la apropiación. Sin embargo,
al igual que los trabajadores, las mujeres liberales como grupo también pudie-
Trabajadores de Nicaragua. (Managua: UCA, 1992), p. 94. Durante los años sesenta y
setenta las mujeres conservadoras estaban organizadas en el Frente Femenino
Conservador. Véase Amelia Borge de Sotomayor, La Condición Legal de la Mujer y su
Situación de Hecho. Compilación y Análisis de Leyes que Discriminan a la Mujer.
(Medford, Massachussets: Tufts University, 1975), p. 15. Las mujeres sandinistas se
organizaron en AMNLAE a partir de los años ochenta.
29 La mayoría de las miembros del Ala procedían de la clase media y no de la oligarquía, que
tradicionalmente había apoyado al Partido Conservador.
30 Aunque el Ala tenía miembros en la Costa Atlántica de Nicaragua, este ensayo se enfoca
solamente en las actividades que tomaron lugar en el Pacífico.
31 Jeff Gould, To Lead as Equals. Rural Protest and Political Consciousness in Chinandega.
Nicaragua. 1912. 1979. (Chapel Hill, North Carolina: The University of North Carolina
Press, 1990), p. 293.
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32 “Boogie-Woogie Somoza” in Nicaragua. Patria arte cultura. (No. 9, Año VII, Managua,
febrero 1956).
33 Entrevista con Antonia Rodríguez, 1995.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
nes, pero murió mientras servía como presidente. Se volvieron a llevar a cabo
elecciones presidenciales en 1967 y el tercer y último Somoza ganó por un
inmenso margen. De acuerdo al autor Bernard Diederich, “Somoza declaró
que había recibido 480,162 de los 652,244 votos que se reportaron. La mayo-
ría de los votos fueron de las mujeres.”34
En 1968, el año en que Tachito subió al poder, el Ala femenina cumplió
trece años de vida. Durante ese tiempo el Ala le dio a los Somozas entre el 60
y el 67% de los votos electorales.35 Estas cifras comprobaban, desde la pers-
pectiva de la co-fundadora del Ala, la periodista Lucrecia Noguera Carazo,
que el Ala era un grupo “poderoso.”36 De acuerdo a otra líder el Ala, la
maestra Mary Coco Maltez de Callejas, las alas del Partido Liberal se habían
“convertido en la columna vertebral.”37 Sin duda, el Ala ocupó un lugar privi-
legiado dentro de la dictadura. Además, al conseguir el apoyo de las mujeres
para el régimen somocista, el Ala ayudó a legitimizar unas elecciones abruma-
das por acusaciones de fraude.
780
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39 Ibíd.
40 Ibíd.
41 Ibíd.
42 Borge de Sotomayor, La Condición Legal, p. 14.
43 Ibíd.
44 En los años sesenta el Ala recibió fondos del Partido Liberal a través de Pablo Renner, el
Presidente del Partido. Ya que todo el trabajo de las miembros era voluntario, el dinero se
utilizaba para comprar comida –principalmente sándwiches y bebidas- para la gente
trabajadora que llegaba a las manifestaciones a favor de Somoza. A veces hasta se le
pagaba a estas personas para que llegaran. Sorprendentemente, la Ala no tenía su propia
oficina. Las miembros tenían que reunirse en la casa de Núñez de Saballos, en el Casino
Militar o en la Casa del Partido Liberal. Entrevista con Antonia Rodríguez, 1995.
45 Ibíd.
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46 Ibíd.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
“La Nicolasa”
Hasta ahora nos hemos enfocado exclusivamente en las mujeres del Ala,
pero es necesario hacer hincapié en lo siguiente: la trayectoria política de
Antonia Rodríguez y las demás mujeres del Ala no se puede entender comple-
tamente si no se toma en cuenta el apoyo que Nicolasa Sevilla le dio al régi-
men somocista. El Ala canalizaba la participación política de las mujeres de la
clase media hacia una expresión aceptable para esa clase. “La Nicolasa” sin
embargo, simbolizaba la pasión política de las mujeres de las clases populares,
una pasión prohibida para las somocistas de clase media.
Mientras el Ala se encargaba de obtener el apoyo de las mujeres de una
manera relativamente pacífica, se dice que Sevilla y sus seguidores (tanto
mujeres como varones), atormentaban, humillaban y atacaban a aquellos que
rehusaban ser convencidos por tácticas corteses. Siendo mujer, durante sus
primeros años de activismo político Sevilla era más eficaz cuando intimidaba a
otras mujeres, especialmente aquellas que pertenecían a las clases medias y
altas. El blanco principal de las “turbas” de Sevilla, como le decían sus detrac-
tores, inicialmente parecían ser las esposas, hermanas e hijas de los políticos
anti-somocistas. De los años cuarenta en adelante, cuando “las esposas de los
47 Ibíd.
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48 Ibíd.
49 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco. Philadelphia, Pennsylvania, 1995.
50 Ibíd.
51 Entrevistas con Antonia Rodríguez y Gonzalo Núñez Blanco.
52 Conversación con Mariano Vargas. Bloomington, Indiana, 1995.
53 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
54 Viktor Morales Henríquez, De Mrs. Hanna a la Dinorah. Principio y fin de la Dictadura
Somocista. Historia de Medio Siglo de Corrupción, (Managua?: 1980?), p. 74. Y entrevista
con Josefa Ortega. Managua, 1995.
55 Entrevista con Josefa Ortega, 1995.
56 Entrevista con Antonia Rodríguez. Enoc Aguado fue un líder Liberal que rompió con
Somoza en los años cuarenta y fundó el Partido Liberal Independiente (PLI). No se sabe
si Sevilla y Aguado terminaron su relación por razones políticas.
57 Ibíd.
58 Ibíd. No se sabe si Sevilla y Solórzano se casaron formalmente, sin embargo, vivían
juntos y eran reconocidos como pareja.
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Ensayistas Latinoamericanas Contemporáneas: México, El Caribe y Centroamérica
que sus enemigos luego llamarían “matones:” los recolectores de basura, lim-
piadores de calles, empleados del rastro, y otros empleados de Managua a
quien ella reclutó para que votaran por los Somoza.59
Algunos nicaragüenses hoy en día recuerdan a Sevilla como la presiden-
te de AMROC.60 Aunquees posible, pareciera ser poco probable que a ella la
hubieran nombrado formalmente como presidente de una organización com-
puesta por hombres jubilados. Lo más probable es que Sevilla tenía jurisdic-
ción informal sobre su propia versión de AMROC, una compuesta por obre-
ros entre los veinte y treinta años, muchos de ellos miembros de la organiza-
ción de jóvenes somocistas, la Juventud Somocista.61
Desde la perspectiva de sus enemigos, la AMROC / Juventud Somo-
cista de Sevilla funcionaba como una organización paramilitar terrorista y
quizá hasta estaba relacionada con la “Mano Blanca”, un grupo anti-sandinis-
ta clandestino terrorista apoyado por el gobierno que surgió a finales de los
setenta.62 De cualquier manera, no hay duda de que Sevilla tenía gran poder
entre sus seguidores a nivel de masas y que ella causaba miedo entre la
población, Sevilla tenía también un lugar especial en los escalones superiores
de la dictadura. Ella participaba en campañas electorales, publicaba artículos
en periódicos somocistas, y tenía voz en los círculos gubernamentales. Según
Antonia Rodríguez “había un representante de Sevilla en cada cantón (de
Managua).”63 Ella también “dirigía dos periódicos pro-gobierno,” en los que
vilificaba a la sociedad de Managua.”64 Además, Sevilla “podía ir a cualquier
Ministerio y las secretarias no le podían decir que esperara. Su poder era
extraordinario”.65
La percepción pública era que Sevilla estaba siempre al lado del presi-
dente; “a donde iba Somoza, ahí estaba ella.”66 William Krehm, un reportero
de la revista Time que fue testigo ocular del activismo de Sevilla en los años
40 describió a Sevilla como “una flaca de ojos azules, dueña de un burdel
barato,”67 que “llegó a ser un pilar del régimen.”68 La manera exacta en que
59 Ibíd.
60 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco. Conversación con Mariano Vargas.
61 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
62 Ibíd.
63 Entrevista con Antonia Rodríguez.
64 William Krehm, Time. (agosto 7, 1944), p. 38.
65 Entrevista con Antonia Rodríguez.
66 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
67 William Krehm, Time, (agosto 7, 1944), p. 38..
68 Citado en Gregorio Selser, Nicaragua de Walker a Somoza, (Mexico; Mex Sur Editorial
S.A.), 1984, p. 250.
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Antología Crítica • Tomo II • Época Contemporánea
llegó a tener tanto poder continúa siendo un misterio, pero según Antonia
Rodríguez:
las lideresas no nacen, se hacen. Somoza (García) vio algo
en (Sevilla) y sabía que le beneficiaría tenerla de su lado…
Ella era como la abogada Olga Núñez de Saballos, pero en
un campo diferente. Ella hizo su propia organización. Pero…
ella no era de la clase alta, ella era del pueblo.69
Los relatos periodísticos de Krehm y otros ayudaron a convertir a “la
Nicolasa” en una figura legendaria de proporciones nacionales e internacio-
nales. Este status hace difícil la separación entre ‘’la verdad” y “la mentira”
sobre la vida de “la Nicolasa.” A pesar de esta incertidumbre, ciertos eventos
merecen atención especial. Las manifestaciones que Sevilla organizó en 1944,
1962 y 1964 son quizá las más importantes.
Según una variedad de fuentes, Sevilla obtuvo fama nacional e interna-
cional en 1944. El 29 de junio Sevilla organizó una manifestación a favor de
Somoza para contrarrestar una protesta en contra del dictador que tomaba
lugar ese mismo día. Ambos grupos eran de mujeres. Sin embargo, las fuerzas
anti-somocistas era de la clase media y las fuerzas somocistas eran de la
clase trabajadora.70
De acuerdo con el periódico conservador La Prensa, los seguidores de
Sevilla eran “gentuza, trabajadoras del mercado y mujeres de mala reputa-
ción.”71 El artículo de William Krehm titulado “Llamando a todas las prostitu-
tas” nos da una descripción más extensa (aunque igualmente subjetiva) de lo
que pasó ese día. Dice Krehm que la manifestación en contra de Somoza era:
una procesión de madres ancianas, esposas e hijas respeta-
bles, todas vestidas de negro… protestaban el arresto masi-
vo de más de 600 opositores al dictador Anastasio Somoza
cuando desde los suburbios de Managua llegaron unas tur-
bas de prostitutas. Estas se arrimaron a las mujeres y jóve-
nes, las bofetearon y les escupieron.
Parientes varones de las manifestantes llegaron a rescatar-
las y dispersar a las prostitutas escandalosas. De pronto, Ni-
colasa Sevilla... saltó de un carro oficial del gobierno… Ame-
nazó a las mujeres mayores con un cuchillo, y les gritó grose-
786
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72 Krehm, Time.
73 Ibíd.
74 Diederich, Somoza, p. 71.
75 Entrevista con Gonzalo Núñez Blanco.
787
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Conclusión
El propósito del Ala era ponerle un rostro más dulce al somocismo, uno
que atrayera a las mujeres liberales de la clase media. El Ala tuvo éxito
durante más de quince años, ayudando a legitimizar el régimen cuando más
lo necesitaba. Sin embargo, el Ala fue más que un instrumento utilizado por los
Somoza para obtener los votos de las mujeres. Mediante su participación en el
Ala mujeres liberales de clase media pudieron hacer suyo el somocismo e
incorporarse en el mundo de la política, considerado tradicionalmente un mun-
do masculino. El respeto que recibió el Ala sin embargo, dependía de los
estereotipos que existían sobre su contraparte: las mujeres activistas de las
clases populares.
A pesar de la intensa discriminación que enfrentaban en la política, las
mujeres de las clases populares también se sintieron atraídas al somocismo.
Nicolasa Sevilla, entre otras, llegó a tener gran poder dentro de la dictadura.
Al igual que las mujeres de clase media en el Ala, ella también pudo definir el
somocismo a su propia manera.
La política de los Somoza hacia las mujeres era simple y clara: las muje-
res obtendrían derechos básicos, como el voto, el acceso a las universidades,
y algunos puestos en el gobierno, a cambio de su apoyo para la dictadura. Esta
76 Ibíd.
77 Ibíd.
78 Ibíd.
79 Entrevista con Antonia Rodríguez.
788
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80 Ibíd.
789
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5 Un poster que se difundió en 1987, con los símbolos biológicos del macho y la hembra
en rosa y celeste, bajo la consigna JUNTOS EN TODO es una expresión alegórica de
esto.
6 El responsable de los comités de Defensa Sandinista, CDS, y comandante guerrillero,
Omar Cabezas, planteaba, por ejemplo: “Resistirnos a combatir el machismo es resistirnos
a nuestra liberación plena, de eso debemos convencernos todos». (citado por Robb,
1987)... “su existencia es inhumana, porque lleva consigo la soledad y la negación del
verdadero amor». Y otros dirigentes sandinista afirmaban: “Si el machismo del padre le
niega el amor, el machismo del marido le negará el placer, condenada así a ser amada como
madre, como esposa, como virgen, es decir fuera del mundo del orgasmo y el pecado»
(Núñez, 1988, p. 61).
7 La información estadística sobre el tema es escasa y parcial, por tanto los datos que aquí
se citarán corresponderán a distintos años y fuentes.
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8 A pesar de todos los cambios que favorecieron a la mujer en los primeros años de
revolución, aún en 1981 las mujeres constituían el 60% de los nicaragüenses más pobres.
En la categoría más pobre, de ingresos inferiores a 600 córdobas mensuales, había 354
mujeres por cada 100 hombres.
9 Las mujeres trabajadoras critican duramente a las muchachas más modernas que controlan
la natalidad y apoyan a las que procrean; en esto existe el supuesto implícito que el goce
es feo o pecaminoso y que la procreación es uno de las tantas obligaciones que la mujer
lleva consigo.
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11 Esto es una novedad en América Latina y más aún que la Jefe de la Policía, hasta poco
antes de la derrota electoral, haya sido una mujer que, a la vez, fue una destacada y
valerosa guerrillera.
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Perspectivas
El fin de la guerra en Nicaragua y el cambio de gobierno cambiarán
muchos de los aspectos señalados, sobre todo la participación de la mujer en
la economíay la vida pública. Los hombres regresan a la vida pacífica y recu-
peran sus posiciones. Esto mostrará cómo los criterios de participación de la
mujer en la historia se han ido acomodando de acuerdo a las necesidades del
conjunto de la sociedad; se estimula el trabajo femenino y el desarrollo de la
necesario priorizar la provisión de bienes de consumo. Sin embargo, a pesar del papel de
la mujer en la producción agropecuaria, rara vez llegó al campo ropa de mujer. En 1985
se dieron casas a los trabajadores productivos, pero no a las mujeres jefas de familia
(Stead, 1989).
14 Un estudio de la mujer campesina concluyó que el día de trabajo necesario en la casa era
de 17 horas, dividido entre el trabajo doméstico y el cuidado de los niños. El padre y el
hijo varón contribuían a ello en 50 minutos, la madre 9 horas y 39 minutos y las dos hijas
mujeres juntas 6 horas y 39 minutos.
15 En una investigación realizada por la Oficina Legal de la Mujer en 1985 sobre las mujeres
trabajadoras de la industria del vestuario se comprobó que la mayoría de las mujeres
tenía las categorías salariales más bajas y menos calificadas. Las posiciones de dirección
y de responsabilidad eran ocupadas por hombres. Habían cargos sólo reservados para
hombres.
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16 Por ejemplo AMNLAE tenía que apoyar el Servicio Militar Patriótico, SMP, en Nicaragua,
como lo hizo, pero esta misma organización en Estados Unidos en los años 60 habría
podido legítimamente hacer una campaña, porque sus hijos no fueran a la guerra de
Vietnam.
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