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S BRE VI LEN 1
R LUCI N RI
memorias y olvidos
hugo vezzetti
~ siglo veintiuno
~ editores
siglo xxi editores, méxico siglo Jod editores, argentina
CERRO DEL AGUA 2 48, ROl'1ERO DE TERREROS GUATH,IALA 4824, c1425BUP
04310 MÉXICO, O.F BUENOS AIRFS, ARGEN1lN/\
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Vezzetti, Hugo
Sobre la violencia revolucionaria: Memorias y olvidos.- 1 ª ed.
1 ª reimpr.-Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013.
280 p.; 21x14 cm.- (Sociología y política)
2. La política y la violencia 61
La crítica de las armas: 1973-1976 69
La izquierda frente a la guerrilla 70
Perón y el peronismo 71
"La Opinión" 74
El exilio: visiones de la violencia 80
"::=ontroversia" 84
l'eronismo crítico y autocrítico 90
Fracturas del tiempo histórico 96
Vidas revolucionarias 104
"La noche de los lápices" 111
El crepúsculo de los "dos demonios" 115
La Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos (APDH) y la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
8 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
Notas 259
Este libro se sitúa en una relación de continuidad y de
discusión con mi obra anterior, terminada a mediados de 2001. 1
Como entonces, encuentro mi materia en el pasado, pero busco
indagar e intervenir sobre esa relación viva que los grupos y las so-
ciedades construyen entre el pasado y el presente, en especial allí
donde se trata de experiencias cruciales en la vida de una comu-
nidad. En este caso, entre un ensayo histórico sobre la configura-
ción revolucionaria capturada por los mitos de la violencia y un
estudio de la memoria de grupos e instituciones (incluyendo el
Estado) que pugnan por dar sentido a ese pasado vivo y conflic-
tivo. Si en mi libro anterior ponía un foco en el Juicio a las Juntas
y el Nunca más como base de un primer consenso sobre el pasado
reciente, centrado en las víctimas, ahora me he desplazado para
revisar esa historia a partir de otras preguntas, alrededor de la vio-
lencia revolucionaria y las figuras combatientes.
Me pasa que mis textos escapan a los planes iniciales y cobran
una vida propia. En el proyecto original mi intención era reunir tra-
bajos previos y desarrollarlos en torno de dos núcleos, tentativa-
mente ordenados en las cuestiones de la violencia y la revolución,
por un lado, y los trabajos de la representación material (memoria-
les y museos), por otro. Los interrogantes y los desafíos de una me-
moria justa (que no son independientes del avance en el conoci-
miento histórico) iban a ser abordados de modo sucesivo en esos
dos ámbitos de problemas. Finalmente, el primero de ellos terminó
imponiéndose, a pesar de que en mis artículos y presentaciones de
los últimos años el tema que más había trabajado era el otro. Como
un resto del compromiso con los propósitos iniciales he optado por
incluir en el Apéndice los trabajos ya publicados sobre la Escuela
10 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
Como toda obra humana ésta también tiene sus deudas. Mucho
de lo que he trabajado en este libro ha sido posible por el estí-
mulo y el apoyo de otros. En 2003, invitado por Anne Pérotin-Du-
mon, presenté un trabajo sobre conflictos de memoria en la Ar-
gentina en un taller realizado en el Institute of Latín Anierican
Studies de la Universidad de Londres. Buena parte de mis prime-
ros textos para este libro,fue realizada en el Instituto Iberoameri-
cano de Berlín, donde participé de un simposio en 2005; al año si-
guiente tuve el privilegio de una estadía de investigación gracias
a una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico
(DAAD), en el marco del convenio con la UBA. Las autoridades
de la Facultad de Psicología me apoyaron en esa solicitud y me li-
beraron de mis obligaciones docentes en ese período. De mi esta-
día en Berlín, agradezco la ayuda y los comentarios de Peter Birle
y Sandra Carreras, del Instituto Iberoamericano, de Elke
Gryglewski, de la Casa de la Conferencia de Wannsee, y de Estela
Schindel.
Algunas cuestiones fueron elaboradas en cursos y presentacio-
nes. Especialmente quiero destacar el seminario de doctorado so-
PRESENTACIÓN 11
dica hacia el pasado, hecha en nombre de las víctimas (no por las
víctimas mismas), se complementa con el proyecto de edificación
de un porvenir diferente. Si la primera obligación del Estado ra-
dica en la vigencia del derecho, en el largo plazo comprende tam-
bién objetivos de reparación y protección que desbordan los pro-
cedimientos judiciales. Y esto supone que todas las víctimas
pasadas, incluso las que por diversos motivos tuvieron o tienen ve-
dado el acceso al aparato de la justicia, puedan ser reconocidas, y
que sus memorias diversas y aun concurrentes sean admitidas en
un espacio público de deliberación y apropiación de ese pasado.
Esa ampliación pública, de las normas del derecho a ~ valores
de la justicia, se cumple hoy en las repercusiones de los procesos
penales por los crímenes del terrorismo de Estado y en los deba-
tes sobre la violencia y los crímenes de las organizaciones guerri-
lleras. Por buenas y por malas razones, en ese escenario no hay
neutralidad política. La impregnación de la vía judicial por lapo-
lítica está instalada, no en el ámbito de los procedimientos mis-
mos, sino en una extensa implicación de sectores y organizaciones
de la sociedad que convierte (o debería hacerlo) eljuzgamiento
de los crímenes y el debate de las responsabilidades en un tópico
central de la discusión ciudadana. En efecto, más allá del resul-
tado de los procesos en curso, de la eficacia y el cumplimiento de
las reglas del derecho, del número de condenados, con indepen-
dencia incluso del reconocimiento de las otras víctimas, las de la
guerrilla, y del debate jurídico sobre la calificación de esos otros
crímenes, la materia y los problemas que allí emergen revelan un
núcleo esencial del conocimiento y el reconocimiento de las he-
rencias y las responsabilidades de la socieJad. Pensar y conocer lo
que pasó obliga a enfrentar una problemática compleja, densa, di-
ficil de cernir y de establecer; impulsa cuestiones hacia el pasado
más lejano y hacia el presente: preguntas sobre el Estado, sobre el
sistema político, las dirigencias, las organizaciones y las institucio-
nes de la sociedad. Y todo eso se sitúa más allá de la investigación
judicial en la medida en que hay un horizonte de verdad histórica
que no queda librado a la sola competencia de los especialistas,
sean jueces o historiadores.
LA MEMORIA JUSTA: POLÍTICA E HISTORIA 19
¿DEBER DE OLVIDO?
"Más deudas que logros" es el balance del CELS sobre los proce-
sos por delitos de lesa humanidad durante 2007. Señala tanto la
"ausencia de una estrategia eficiente de persecución penal" como
la omisión de políticas destinadas a "generar tejido institucional",
es decir, a transformar procedimientos, hábitos y valores en las
fuerzas de seguridad, militares, y en el aparato de la justicia. De-
nuncia responsabilidades compartidas de los organismos judicia-
les y del poder ejecutivo en la fragmentación de las causas, lo que
lleva a una "exposición desmesurada de los testigos", obligados a
repetir sus testimonios una y otra vez. La Secretaria de Derechos
Humanos, dice el informe, es un "espacio vacío", pese al "ostensi-
ble crecimiento de su estructura": la creación de un Archivo Na-
cional de la Memoria ha aportado poco o nada a los procesos; a
ello se agregan "desmanejos económicos" y fallas operativas de-
nunciados por la Sindicatura General de la Nación (SIGEN). 53
Las deficiencias en el cumplimiento de funciones esenciales (pro-
tección de testigos, organización y digitalización de archivos, ba-
ses de datos, soluciones tecnológicas, formación de personal idó-
neo, etc.) coexisten con una exposición en los medios que
acompaña, sin mayor eficacia en las acciones, la repercusión pú-
blica de los procesos contra los responsables del terrorismo de Es-
tado.
El balance es peor en cuanto a la realización de la justicia como
equidad social ciudadana: crecimiento de la pobreza, aumento
exponencial de la población carcelaria, en muchos casos en situa-
ciones de real suplicio, incremento de la miseria y segregación en
las condiciones de vivienda, problemas agravados de riesgo am-
biental asociado a la pobreza, deterioro de la provisión de agua y
de servicios esenciales, etc. Las expresiones más crudas de esa si-
tuación saltan cada tanto a la tapa de los diarios como si fueran si-
tuaciones catastróficas y no expresiones más o menos perma-
nentes de una inequidad estructural. Fracasa, entonces, la
construcción efectiva de un Estado "de derechos" que debe co-
menzar por garantizar lo básico. Visto desde esa perspectiva, el
primer derecho es el derecho al Estado, sobre todo para los que me-
nos tienen, los que no pueden procurarse privadamente esos
bienes sociales. Una política en la materia se sostiene en una co-
42 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
men un interés público por un pasado que les pertenece como he-
rencia o legado. 65 Ése debería ser el objetivo mayor en una inicia-
tiva como la del Museo Nacional de la Memoria: el traspaso a las
nuevas generaciones, y la participación de la sociedad en una ac-
ción que busca reparar un pasado de crímenes que pudieron co-
meterse porque contaron con el consentimiento, por lo menos, de
una parte considerable de esa sociedad. La eficacia de una acción
sobre el pasado, entonces, depende de que no se limite al círculo
de las víctimas y sus representantes; la cuestión de las responsabili-
dades sólo se plantea con vistas a las consecuencias hacia el porve-
nir y el papel relevante de los protagonistas y los testigos descansa
en la asociación posible con cierta activación de la sociedad civil.
LA MEMORIA JUSTA
guerra total que debía llevarse a todos los frentes, y una fe ciega en
la eficacia del asesinato político para profundizar la confrontación
y ampliar los contingentes volcados a la acción militar. Con la im-
potencia crece el intento desesperado de sustituir con las armas y
el coraje lo que no podían edificar en un terreno político domi-
nado por Perón y el movimiento. Finalmente, en el fracaso de
Montoneros, puede decirse, se expone el fracaso general de la es-
trategia guerrillera en la Argentina y en América Latina. Jorge Cas-
tañeda aporta una visión externa y provocativa; Montoneros, el
"ala derecha de la izquierda", seria una expresión exagerada, casi
una caricatura, de la configuración revolucionaria latinoamericana
nacida con la revolución cubana. 82
¿Habría podido tomar otro camino la experiencia montonera?
En cuanto se admiten los factores internos en ese movimiento y
su desarrollo, incluida, sobre todo, la relación imposible con Pe-
rón, no se puede seguir el razonamiento de Calveiro cuando pos-
tula que un "peronismo de ra:íz nacional-popular con influencia
de sectores radicalizados" habría sido posible de no mediar la in-
tervención de los Estados Unidos. 83 Las "claves decisivas" del fra-
caso montonero habrían dependido finalmente de la Guerra Fría
y de la lógica del poder imperialista, una tesis que aparece des-
mentida por muchos de los análisis que el libro exhibe convincen-
temente. En efecto, los factores políticos, militares, organizativos,
que llevaron a la derrota política y militar de la guerrilla, estaban
presentes desde antes de la irrupción de la última dictadura y
quedaban expuestos en el enfrentamiento irreversible con Perón.
Del lado de Montoneros, hay que señalar la variada gama de ene-
migos que eran blanco de su guerra, que incluía a sectores bur-
gueses ampliamente representados en el peronismo, el creciente
aislamiento, la extrema tosquedad de sus definiciones políticas y
la decisión de enfrentar a Perón en una escalada de violencia, de-
mostrada con el asesinato de Rucci. El libro ofrece una muestra
destilada de esa política: en 1974, cuando se abre una negocia-
ción posible con el sector sindical, la concesión que ofrece Firme-
nich para el acuerdo es no asesinar a Lorenzo Miguel. 84 Del lado
de Perón, el curso es bien conocido: respaldo a Osinde en la ma-
sacre de Ezeiza, defenestración de Cámpora, apoyo a López Rega,
LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA 67
PERÓN Y EL PERONISMO
Cinco años antes, en una carta a Juan García Elorrio, Perón había
ofrecido una visión opuesta del movimiento internacional: "se ini-
cia la primera revolución mundial", decía, y afirmaba que sería
más importante que la soviética, que no fue mundial sino sólo
rusa. Enlazaba directamente el mayo francés con el Cordobazo,
como una serie que iba a continuarse, y se entusiasmaba con las
consignas del año 68 que anunciaban que "la sociedad enajenada
debe desaparecer de la historia". Terminaba preguntándose:
"¿Cómo puedo yo estar en desacuerdo con la actual revolución, si
es lo que :vengo pensando y tratando de hacer, hace más de veinti-
cinco años de lucha?". 96
En el discurso de 1974 Perón daba crédito a una geopolítica de la
subversión que no era nueva; ya integrada a la doctrina de la segu-
ridad continental, esa geopolítica sostendrá las iniciativas de cola-
boración de los ejércitos latinoamericanos que culminaron con el
"Plan Cóndor". Perón no estuvo entre quienes la formularon ni
promovió una política exterior, en el ámbito latinoamericano,
74 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
acorde con esas premisas. Puede pensarse que ese giro que reto-
maba fórmulas de una derecha reaccionaria era una respuesta co-
yuntural en el enfrentamiento con la convicción revolucionaria
montonera, pero contribuyó a consolidar y a dar legitimidad a esa
nueva visión de la guerrilla como una actividad criminal que res-
pondía a intereses externos. Mucho más cuando, pocos meses
después, en mayo de 1974, Perón fue el primer presidente consti-
tucional de un país americano, incluyendo los Estados Unidos,
que recibió al dictador Augusto Pinochet. 97
La dictadura instalada en 1976 puso en práctica una metodolo-
gía represiva y de exterminio que no tenía antecedente en la Ar-
gentina. Pero no necesitó crear nuevas imágenes o visiones sobre
la violencia revolucionaria o el fantasma de la subversión. Todo
estaba ya dicho en una construcción discursiva que retomaba y
ampliaba los motivos de la seguridad nacional, nacidos en las
Fuerzas Armadas, instalados en el discurso de la derecha, en el
Partido Justicialista (PJ) y el sindicalismo y, finalmente, consagra-
dos con caracteres propios por el gran enunciador de la política
que fue Perón: la criminalidad, el carácter "apátrida" y el com-
plot internacional, la idea ampliada de la subversión, la apela-
ción nacionalista, incluso el argumento sobre las debilidades de
la ley para reprimir las nuevas formas de la insurgencia. Dos nú-
cleos centrales del discurso con el que la dictadura buscó justifi-
car su empresa de represión y exterminio estaban ya acuñados
hacia 1974: primero, la violencia guerrillera fue la que inició el
conflicto y obligó a las fuerzas del orden a responder a una pro-
vocación no buscada; segundo, la subversión había nacido de un
impulso ajeno, extraño a la sociedad argentina.
"LA OPINIÓN"
"CONTROVERSIA"
de los valores que oculta". 129 Finalmente, detrás del "fetiche del
fusil", decía Caletti, se ocultaban el "héroe, la fuerza y la tecnolo-
gía", con lo que se invertía el curso de la construcción política,
que ahora iría del héroe a las masas; pero sin el trabajo de la con-
ciencia, "la figura del héroe revolucionario a los ojos de las masas
no podrá diferir demasiado del héroe de película policial o de es-
pionaje: sagaz, fuerte, tecnológico y paternal". 130
La atención brindada a los artículos de Caletti se justifica por-
que dan cuenta de una critica sin concesiones a la guerrilla, que
no provenía del exterior de la experiencia revolucionaria; ade-
más, es anterior a los reacomodamientos surgidos en la coyuntura
electoral de 1983, que todavía no figuraba en los cálculos de na-
die. La profundidad del cuestionamiento contrasta con las auto-
críticas blandas que han dominado en muchas de las revisiones de
la lucha armada. Un foco de la impugación estaba puesto en la
empecinada resistencia de la cúpula montonera a admitir la de-
rrota en la supuesta guerra revolucionaria. Era el tiempo de la lla-
mada "contraofensiva" montonera, pero también de la ruptura
producida por Rodolfo Galimberti y Juan Gelman, quienes ha-
bían dado a conocer un documento muy critico contra la direc-
ción en febrero de 1979. En ese documento, que proponía es-
cindir una nueva organización, el "Peronismo Montonero
Auténtico", se enumeraban muchos de los cuestionamientos que
ya eran moneda corriente en los núcleos del exilio peronista y
que se repetirán en las autocríticas posteriores: militarización de
la política, autoritarismo, aislamiento de las masas, verticalismo de
los cuadros profesionales; finalmente, decían los montoneros "au-
ténticos", "la OPM [organización político-militar] resulta tan au-
toritaria como la Junta Militar a la que dice oponerse". En ese
contexto, en febrero de 1980, Controversia publicó las cartas de Ro-
dolfo Walsh a la conducción de Montoneros, redactadas y envia-
das durante 1976 y comienzos de 1977. 131 Walsh era, en el mo-
mento de las cartas, oficial de inteligencia de Montoneros,
volcado con disciplina y dedicación a las responsabilidades de esa
guerra a la que no había planteado objeciones conocidas hasta
entonces. Pero en 1976 consideraba que la guerra estaba perdida;
cuestionaba el curso de un enfrentamiento que, anticipaba, iba a
90 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
sinato, como una práctica común, incluso rutinaria. 155 Puede ob-
jetarse que es abusivo incluir a toda la militancia revolucionaria
en ese debate sobre la muerte. Es sabido que no toda fue comba-
tiente y armada; incluso, como se vio, hubo criticas muy severas a
la guerrilla desde la izquierda revolucionaria. Sin embargo, en el
programa de la revolución, tarde o temprano, llegaba el mo-
mento de la guerra; en ese sentido, los partidos armados resu-
mían y anticipaban ese núcleo duro, ese límite de la acción, el ob-
jetivo último de dar la muerte o de ofrendar la propia vida.
rece que sólo los que fueron dirigentes han podido hablar de las
ideas, de la política y, a su modo, de la historia. Allí se revelaba
otra fractura, entre la política y la vida, entre la historia y la expe-
riencia; una escisión de memorias, entre el proyecto (los méto-
dos, los objetivos) y el recuerdo de la vida militante contada como
aventura personal de un grupo o una generación. La evocación
de la vida borraba la guerra. Por abajo, en el recuerdo acondicio-
nado a los nuevos tiempos, casi no queda nada del prestigio de los
guerreros. Las muertes simplemente sucedían y en todo caso reca-
ían sobre los errores de la conducción. Sin duda, la distancia en-
tre la conducción y las bases no era una pura construcción retros-
pectiva. Hay suficientes evidencias que muestran que había jefes
que decidían y mandaban y bases que obedecían. Pero era el aca-
tamiento de la moral de guerra: la obligación de la obediencia y la
subordinación eran decisiones elegidas. Que esa subordinación se
reforzara por el aura de los jefes, por las formas propias del culto
del coraje y de los muertos en combate, no hace sino mostrar la
común pertenencia de los jefes y los subordinados a una estruc-
tura de sensibilidad, a una cultura de grupo y una comunidad de
creencias. De modo que en esas operaciones de memoria que elu-
den el peso y la deuda de la guerra y la sangre derramada para
proyectar las responsabilidades en las dirigencias hay algo de la
posición del alma bella que denuncia el desorden pero rehúsa ver
su papel en éL
Algo está cambiando en ese régimen de memoria cuando los
muertos reaparecen en testimonios que van a contrapelo del hu-
mor reconciliado de la epopeya subjetiva. Es palpable el contraste
con el testimonio citado de Héctor Jouvé, que relata dos asesina-
tos, innecesarios y crueles, ejecutados por el EGP contra sus pro-
pios integrantes. El libro muy reciente de Ceferino Reato sobre el
asesinato de Rucci da cuenta de un cambio equivalente en la in-
vestigación periodística sobre los años setenta.1 62 Por el momento,
basta destacar que surge algo nuevo con el testimonio de Jouvé:
rompe con la autocomplacencia, incorpora una dimensión de
deuda por ese pasado y contribuye a conmemorar a esas otras víc-
timas, invisibles para las memorias militantes.
104 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
VIDAS REVOLUCIONARIAS
tandas invocadas por los jefes de las Fuerzas Armadas para justifi-
car su desempeño. Pero también decía:
Esa posición (que la guerrilla debía ser reprimida por medios le-
gales) había sido mayoritaria en las fuerzas políticas y en la opi-
nión pública en el período previo y posterior al golpe de 1976: fue
expuesta por Perón (que en los hechos se mostró tolerante con
formas menos legales de represión), por el PC y sectores de la lla-
mada "izquierda nacional", el radicalismo y la propia APDH. Fue
la posición del Partido Justicialista, expuesta por Bittel ante la
CIDH. En fin, nadie, en conocimiento de estos antecedentes, po-
dría sorprenderse de la decisión de Alfonsín de enjuiciar a las cú-
pulas guerrilleras por los crímenes cometidos a partir de 1973,
durante un gobierno constitucional, ni de la mención explícita,
incluida en el "Prólogo" citado, a la represión legal de la guerrilla,
cuando se contrastaba el ejemplo italiano con el terrorismo de Es-
tado impuesto por los militares argentinos.
sis de Emilio Gentile, sobre los que volveré. 229 En el mismo sen-
tido, un trabajo innovador y bien documentado sobre las guerri-
llas latinoamericanas encuentra u~ núcleo duro de esa configura-
ción política y moral en la muerte, convertida en la "coordenada
cultural que signa los procesos de construcción político-milita-
res".230
Alguna vez habrá que hacer una historia de las representacio-
nes de la violencia y la guerra en el universo de las izquierdas. En
esa tradición, la figura del guerrero y la exaltación del coraje no
forman parte del repertorio de motivos destacados, al menos en
la primera mitad del siglo XX. No se aplica a Lenin o a Trotsky; y
aun en el caso de Mao, que condujo una guerra, la narrativa revo-
lucionaria ponía en primer lugar la inteligencia estratégica, el li-
derazgo y la relación con las masas y no el coraje personal. La fi-
gura del guerrillero como un condottiere de nuevo tipo se afirma, si
no nace, en la experiencia latinoamericana, con la figura del
nuevo modelo de líder revolucionario. Cualquier balance razo-
nado de las consecuencias del guevarismo no puede dejar de ver
que produjo efectos contrarios a los objetivos deseados. Brocato
lo dice en su libro: la violencia foquista movilizó no a las masas
sino a las fuerzas destinadas a reprimirlas a cualquier costo. Mu-
cho mejor pertrechadas, encontraron en la violencia terrorista
desplegada por la guerrilla un marco favorable para lograr un ma-
yor consentimiento en la sociedad.
EL SACRIFICIO
MORALES DE LA GUERRA
LA TRADICIÓN JACOBINA
FASCISMO Y REVOLUCIÓN
El culto a los caídos, incluso los ritos que convocan a los muer-
tos para consagrar y sacralizar la causa de los vivos, no fue un in-
vento del fascismo. Desde sus orígenes en los cultos revoluciona-
rios franceses pasó a las ceremonias estatales de la nación. Pero el
fascismo llevó más lejos esa santificación del grupo, el partido o la
nación por la unción de la sangre combatiente. El rito del "llama-
miento" de los mártires se convirtió en una parte esencial de las
manifestaciones del movimiento y, luego del triunfo, en una prác-
tica recurrente en las ceremonias del Estado. En él se nombraba
solemnemente uno a uno a los caídos y la comunidad que había
asistido gritaba ante cada nombre "Presente". La religiosidad de
un lazo que llevaba a afrontar la muerte como un mandamiento
sostenido en una misión trascendente al individuo quedaba resal-
tada por la categoría de mártires que se aplicaba comúnmente a
los caídos. El Dizionario Fascista lo definía así:
"DESCLASARSE"
que el proceso que comenzó hace diez años, decidido por la ciu-
dad a través de sus representantes, terminó delegando en los re-
presentantes de los afectados decisiones que son fundamentales
para el sentido y el destino del emprendimiento.
Finalmente, la leyenda incluida en el monumento inaugurado
en 2007 reza:
ESPACIOS Y NOMINACIONES
RECORRIDOS Y VOLUNTADES
POLÍTICAS PÚBLICAS
ción, o más bien de sus debilidades. 381 Algunas son una expresión
bastante clara de una reivindicación de grupos. Por ejemplo, CO-
EPRA, una entidad que agrupa ex exiliados, propone instituir una
"memoria del exilio" separada en un pabellón específico y se
ofrece para construirlo y gestionarlo: "nadie mejor que nosotros
mismos, los que sufrimos en carne propia el dolor del destierro
forzoso al que se nos condenó, para hacernos cargo de la tarea de
organizar ese sector". Otras ocurrencias sectoriales proponen sus
propias memorias reivindicativas de un modo que difumina la
idea potente de un espacio concentrado sobre el terrorismo de
Estado: hay un proyecto de un ''.Jardín de plantas nativas" que
debe reunir y preservar plantas y animales de la región de Buenos
Aires, y el Comité de Seguimiento de la Convención sobre los De-
rechos del Niño propone un recorrido histórico sobre la violación
de los derechos humanos de los niños.
Ese espacio todavía virtual que, además, para la mayoría de las
propuestas debe llenarse en su totalidad (17 hectáreas), funciona
en la intención de esos proyectos como el mercado en la visión
utópica de los liberales clásicos: la acumulación de demandas e in-
tereses particulares llevaría, por sí sola, a plasmar una expresión
del interés general. La propuesta del Serpaj se orienta en una di-
rección a la vez similar y diferente. Similar, porque exaspera lavo-
luntad de acumular memorias heterogéneas en un espacio multi-
focal, Diferente, porque la acumulación se produce en una única
propuesta que buscaría responder a diferentes "olvidos" del Estado
y la sociedad. El organismo parece haber recogido diferentes de-
mandas y propone incluirlas a todas. Además del espacio dedicado
a la ESMA, propone otros núcleos para el resto del predio: la
deuda externa y el poder económico; los centros clandestinos de
detención de todo el país; la historia de las violaciones a los dere-
chos humanos en la Argentina; los pueblos originarios; la niñez y
la adolescencia. Además, decidido a llenar todo el lugar, propone
un centro de aprendizaje de oficios para jóvenes y un centro de es-
tudios, de carácter continental, de investigación y formación para
la paz y los derechos humanos, que sería a la vez una Universidad
de la Paz, con convenios con la Unesco y la ONU, y una entidad ca-
paz de trabajar en la resolución de conflictos regionales.
MEMORIA HISTÓRICA Y MEMORIA POLÍTICA ... 249
En efecto, hay una discusión que es central para el futuro del mu-
seo. Plantear la expulsión de toda presencia naval, sobre todo de
los jóvenes en proceso de formación, como un a priori ideológico,
previo a la discusión sobre el destino del sitio, implica desenten-
derse de una cuestión central: la educación democrática de quie-
nes ingresan a la fuerza armada debe incluir el conocimiento y la
reflexión sobre ese pasado. No se trata de sostener que los estable-
cimientos educativos de la Armada deban indefectiblemente per-
MEMORIA HISTÓRICA Y MEMORIA POLÍTICA ... 253
2, LA POLÍTICA Y LA VIOLENCIA
128 Íd., p. 8.
129 Íd., las bastardillas son del original.
130 Íd., p. 9.
131 Véase ''Textos políticos de Rodolfo Walsh", Cantroversia, núm. 4, febrero
de 1980, pp. 16-18; se incluye también un testimonio de Lilia Walsh,
"Rigor e inteligencia en la vida de Rodolfo Walsh", y otro de Nicolás
Casullo, "Walsh y su pensamiento político en 1976". Sobre la ruptura y el
documento de R Galimberti yJ. Gelman, véase Bemetti y Giardinelli, ob.
cit., pp. 71-72 y 75-76. Los documentos de R Walsh pueden consultarse
también en Lucha armada, núm. 5, febrero-abril de 2006, pp. 132-144.
132 N. Casu!lo, "Walsh y su pensamiento político en 1976", ob. cit., p. 19.
133 N. Scipioni, Las dos caras del terrorismo, Barcelona, Círculo de Estudios
Latinoamericanos, 1983. El libro fue escrito en 1980. Su autor había
sido dirigente universitario, trabajó como médico en La Habana a
principios de los años sesenta y se incorporó al peronismo monto-
nero. Murió en Barcelona en 1981. Para un cuadro general del exilio
peronista en España y las polémicas suscitadas por el libro, véase Sil-
vína Jensen, "Identidad, derrotero y debates del exilio peronista en
Cataluña (1976-1983)", ob. cit.
134 D. Bittel, Controversia, núm. 1, México, octubre de 1979, p. 4.
135 N. Scipioni, ob. cit., pp. 53, 65 y 70.
136 Íd., p. 111, las bastardillas son del original.
137 Íd., pp. 90-91.
138 Íd., pp. 27-28.
139 Íd., pp. 39-42, las bastardillas son del original.
140 Íd., pp. 42-44.
141 Íd., pp. 83-89.
142 F. Chávez, "A modo de presentación", en E. El Kadri y J. Rulli, Diálogos
en el exilio, Buenos Aires, Foro Sur, 1984. Véase también Silvina
Jensen, "Identidad, derrotero y debates del exilio peronista en Cata-
luña (1976-1983)", ob. cit.
143 E. El Kadri y J. Rulli, Diálogos en el exilio, ob. cit. La referencia critica al
hombre nuevo es de El Kadri, p. 193; sobre la democracia española y
La Moncloa, véase J. Rulli, pp. 83 y 91.
144 Íd., pp. 29 y 40.
145 Íd., pp. 31-32, 41-44y 60-61.
146 La referencia a Fanon está en íd., p. 48; sobre las responsabilidades
del revolucionario, véase íd., p. 22, las bastardillas son del original.
147 Íd., p. 82, las bastardillas son del original.
148 Íd., pp.117-118.
149 C. Brocato, La Argentina que quisieron, ob. cit., y El exilio es nuestro, ob.
cit. También P. Giussani, ob. cit. Retomo algunas lecturas parciales de
esas obras en el capítulo 3, "Le vimos la cara a Dios".
150 J. C. Portantiero, "Proyecto democrático y movimiento popular", Can-
troversia, núm. 1, ob. cit., p. 7.
151 La referencia a la afirmación de N. Casul!o está en R. Pittaluga y A.
Oberti, Memorias en montaje, ob. cit., p. 67. Véase también M. Caparrós
y E. Anguita, La voluntad... , ob. cit.
152 S. Bufano, "La guerrilla argentina. El final de una épica impura",
Lucha armada, núm. 8, 2007.
153 Para un análisis del papel de los voceros de las "otras víctimas" en ese
268 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
205 Ernesto Jauretche, Violencia y política en los 70. No dejés que te la cuenten,
Buenos Aires, Colihue, 1997, p. 29, las bastardillas son del original. La
frase habría sido pronunciada por Ignacio Vélez.
206 Véase Osear Terán, "Argentina: tocar lo intocable", Punto de Vzsta, núm. 28,
noviembre de 1986. Reproducido en De utopías, catástrofes y esperanzas, ob. cit
NOTAS DEL CAPÍTULO 3 271
252 L. Mattini, "La Ordalia en el siglo XXI. Hebe de Bonafini y los de-
saparecidos 'dudosos"', La Fogata, 6 de octubre de 2006, en:
http://www.lafogata.org/recopilacion/luis_06-l.htm.
253 Véase Emmanuel Kattan, Penser le devoir de mémoire, París, PUF, 2002,
pp. 22y25.
254 Reinhart Koselleck, "Les monuments aux morts, lieux de fondation
de J'identité des survivants", ob. cit., p. 135.
255 Íd., p. 137.
256 Véase Esteban Campos, "Mártires, profetas y héroes. Los arquetipos
del compromiso militante en Cristianismo y Revolución (1966-1967)",
Lucha armada, núm. 9, 2007.
257 Cristianismo y Revolución, núm. l, septiembre de 1966.
258 Véase H.Jouvé, en La Intemperie, núms. 15 y 16, octubre y noviembre de
2004, ob. cit. El episodio era conocido; Gabriel Rot ya había investigado
y analizado esos asesinatos. Véase G. Rot, Los orígenes perdidos de la guerri-
lla en la A,gmtina. La historia de Jorge Ricardo Masetti y el Ejercito Guerrillero
delPueblo, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2000, pp. 119-124.
259 Sobre el papel cumplido por el golpe de Onganía véase el testimonio
de un protagonista de la aventura gue¡criJlera: "En 1966 el dictador
Juan Carlos Onganía apretó el botón que prendía la luz verde. Nos--
otros estábamos esperando ansiosos que lo hiciera", en S. Bufano, "La
guerrilla argentina", ob. cit., p. 52.
260 H. Tarcus, "Notas para una crítica de la razón instrumental. A propó-
sito del debate en torno a la carta de Osear del Barco", ob. cit., p. 22.
261 H. Prieto, "Memorias volterianas con final maquiavélico", El Rodaballo,
núms. 11/12, primavera/verano de 2000, p. 62.
262 M. Larraquy, ob. cit., p. 233.
263 H. Jouvé, en La Intmipme, Córdoba, núm. 15, ob. cit.
264 Véase cap. 2, "La política y la violencia".
265 Discurso del 18 de octubre de 1967, en:
http:/ /www.cuba.cu/ gobierno/ discursos/1967/ esp/f181067e.html.
266 E. El Kadri y J. Rulli, Diálogos en el exilio, ob, cit., p. 22, las bastardillas son
del original. Véase el cap. 2, "La política y la violencia", de este libro.
267 Véanse Tzvetan Todorov, Les abus de la mémoire, ob. cit., pp. 34-35 y 43-
44, y el cap. 1, "La memoria justa", de este libro.
268 Tomo los ejemplos siguientes del excelente libro de César Tcach
(comp.), La política en consignas ... , ob. cit.
269 P. Giussani, Montoneros ... , ob. cit., p. 78. "Con la barba de Ciccotti
[parlamentario socialista]/ vamos a hacer unos cepillos/ para lus-
trarle las botas/ a Benito Mussolini".
270 Íd., p. 38.
271 Íd., p. 41.
27i S. Bufano, "La vida plena", Lucha armada, ob. cit., p. 23.
273 Véase íd., pp. 50 y 56.
274 Íd., pp. 77-78.
275 James Neilson, En tiempos de oscuridad. 1976/1983, Buenos Aires, Emecé,
2001, p. 131. Corresponde a la columna del 5 de agosto de 1979.
276 C. Tcach, ob. cit., p. 11.
277 N. Cohn, The Pursuit ofthe Millenium, Nueva York, Oxford University
Press, 1977, p. 281. [Ed. cast.: En pos del milenio: revolucionarios milena-
ristas y anarquistas místicos de la Edad Media, Madrid, Alianza, 1997.]
274 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA
4• EL HOMBRE NUEVO
346 Por ejemplo, el de Kad Lowit, Historia del mundo y salvación (1949),
Buenos Aires, Katz, 2007.
véase V. Vecchioli, ob. cit., cap. 3. Para el texto definitivo véase Comi-
sión Pro-Monumento, Acta-Informe del 27 de octubre de 1999.
Agradezco a Florencia Battiti, cordinadora de la Comisión, y a Clara
Barrio, quienes me brindaron su amable asistencia en la consulta de
las actas disponibles, en noviembre de 2008.
359 V. Vecchioli, ob. cit., pp. 51 y 53-55.
360 Comisión Pro-Monumento, Actas de las reuniones del 12 y 26 de julio
de 2000.
361 Véanse Actas del 15 de febrero de 2006 y del 12 de mayo de 2006, y
"Frases propuestas para el Monumento", s/f.
362 Minuta del 21 de febrero de 2006 y, sobre todo, reunión plenaria del
12 de mayo de 2006.
363 Véase Reinhan Koselleck, "Les monuments aux morts, Jieux de fon-
dation de J'identité des survivams", ob. cit.
364 Artículo publicado en Punto de Vista, núm. 79, agosto de 2004.
365 Página/12, 6 de junio de 2004. Se trata de una visita con funcionarios
y profesionales, guiada por ex secuestrados, "para ver qué quedó y
deberá ser conservado en el museo".
366 S. Bufano, "Peronismo: víctima o victimario", La ciudad futura, núm.
55, otoño de 2004.
367 Véase la conferencia de prensa del secretario de Derechos Humanos,
Eduardo L. Duhalde y de los representantes de los organismos de
derechos humanos, Estela Carlotto, Miguel Monserrat, Lila Pastoriza
y Marta Vázquez, 9 de febrero de 2004, en:
http:/ /www.presidencia.gov.ar/prensaoficial/txt.
368 Véase http:/ /www.cels.org.ar/Site_cels/index.html.
369 Véase http:/ /www.cta.org.ar/NewsPub/Archives/3/3-2004.shtml. La en!:re-
vista a la diputada del ARl apareció en Página/12, 30 de mayo de 2004.
370 Versión corregida del trabajo leído en el Simposio L-1temacional "Cul-
turas ur0¡,nas de la memoria: Berlín y Buenos Aires", Berlín, 21-23 de
junio de 2005. Ponencia: "Memoriales del terrorismo de Estado en
Buenos Aires: representación y política", Instituto Ibero-americano y
Academia Europea de Berlín, Alemania. Publicado en Espacios, Fac.
Filosofía y Letras, UBA, núm. 33, nov./ dic. 2005.
371 La información disponible está en: http:/ /www.parquedelamemo-
ria.org.ar/parque/index.htm, y en Comisión Pro-Monumento a las
Víctimas del Terrorismo de Estado, Prrry,cto Parqut de la Memcrria,
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2003. Agradezco a los arqui-
tectos Gonzalo Conte, ex asesor de la Comisión;y Evedia Gabin,
participante por la UBA, la información que me proporcionaron. La
ley fue debatida y aprobada sobre tablas en la sesión especial del 18
de marzo de 1998. En cuanto a los otros memoriales, la información
más completa sobre el monumento a los Justos "gentiles", es decir, no
judíos, se encuentra en el sitio web de la Fundación Raoul Wallen-
berg, http:/ /www.raoulwallenberg.net; sobre el de la A.v!IA no hay
ninguna información ni en la Comisión ni en la propia AMIA.
372 A. Huyssen, "El Parque de la Memoria. Una glosa desde lejos", Punto
de Vista, núm. 68, diciembre de 2000.
373 Para una exposición ampliada véase Graciela Silvestri, "Memoria y
monumento", Punto de Vista, núm. 64, agosto de 1999.
374 La primera cita corresponde a Marcelo Brodsky, "Génesis y evolución
280 SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA