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David López
Cuando mis hijos se encontraban practicando (de mala gana) sus ejercicios de Tae Kwon Do la otra
noche, le dije a mi hijo mayor que tenía que repetir su ejercicio cinco veces antes de que pudiera
volver a jugar su video juego.
Mi objetivo, por supuesto, no era que el hiciera los movimientos de sus patrones cinco veces como
un zombi enfadado, pero que lo hiciera una vez más con buena forma y autoridad. Pero el padre
que llevo por dentro se tranquiliza al saber que mi hijo ha llevado a cabo un número de
repeticiones o ha dedicado un periodo de tiempo en alguna cosa. Más allá de la suposición
(errónea) de que esto de alguna manera solidificaría automáticamente las habilidades, se siente
que es un camino hacia una disciplina mucho más grande y que es una manera de inculcar en mis
hijos una forma de ética del trabajo que les será muy útil en el futuro.
Por supuesto, es necesario algún grado de tiempo y de repetición para desarrollar y pulir nuestras
habilidades. Pero también sabemos intuitivamente que para maximizar nuestro avance debemos
practicar “más inteligentemente y no más duro”.
¿Pero qué significa esto en realidad? ¿Exactamente qué hacen diferente los que practican más
efectivamente?
El experimento
A los estudiantes se les dio dos minutos para calendar y después se les dio el fragmento de tres
compases, un metrónomo y un lápiz.
Los participantes podían practicar tanto como quisieran y podían irse cuando consideraran que ya
habían terminado. El tiempo de práctica varió considerablemente oscilando entre ocho minutos y
medio y casi los 57 minutos.
Para asegurarse de que el test al siguiente día fuera justo, se les pidió específicamente que NO
practicaran este fragmento, ni siquiera de memoria, en las próximas 24 horas.
24 horas después…
Cuando los participantes volvieron al siguiente día para su test, se les dio dos minutos para
calentar y se les pidió que tocaran el fragmento completamente sin parar 15 veces (con pausas
entre intentos por supuesto).
Cada una de las ejecuciones de los pianistas fue evaluada en dos niveles. Tocar las notas correctas
con los ritmos correctos fue el aspecto primordial, pero los investigadores también clasificaron
cada una de las ejecuciones de los pianistas de mejor a peor basados en la calidad del sonido, el
carácter y la expresividad. Los resultados fueron interesantes:
1. Las veces que lo tocaron incorrectamente. Entre más lo tocaron incorrectamente en las sesiones
de práctica su posición en el ranking tendía a ser peor.
2. El porcentaje de intentos correctos pareció si importar. Entre más grande era la proporción de
intentos correctos en su sesión de práctica, mejor su posición en el ranking.
Tres pianistas se distinguieron del resto y se les reconoció por tener “una calidad del sonido más
consistente, más precisión rítmica y más carácter musical (dinámica e inflexión rítmica) y una
ejecución más fluida”.
Después de observar más detenidamente los videos de las sesiones de práctica, los investigadores
identificaron ocho estrategias de práctica únicas que los mejores pianistas aplicaron pero que los
otros aplicaron con menor frecuencia en sus sesiones de práctica:
2. Practicar con inflexión desde las primeras sesiones de práctica; la conceptualización inicial de la
música fue con inflexión.
3. La práctica fue analítica, como se evidenció con las pausas silenciosas mientras que miraban la
música, el tatareo o canto, las notas en la página o la expresión verbal de “ah o ajas”.
8. Repetición de pasajes difíciles hasta que el error fue corregido y el pasaje fue estabilizado como
se evidenció en los intentos subsecuentes si errores.
De las 8 estrategias mencionadas, hubo tres que fueron usadas por los tres primeros pianistas en
el ranking pero que los otros no utilizaron casi nunca. De hecho, solo otros dos pianistas (#4 y #6)
usaron más de una:
8. Repetición de pasajes difíciles hasta que el error fue corregido y el pasaje fue estabilizado como
se evidenció en los intentos subsecuentes si errores.
Los investigadores afirman que las diferencias más notables que diferenciaron los primeros tres
pianistas y los demás fue la manera como corrigieron los errores. No es que los mejores pianistas
cometieron menos errores y simplemente les fue más fácil aprenderse el fragmento.
Los mejores pianistas cometieron errores también, pero lograron corregir sus errores de manera
tal que les ayudó a prevenir los errores una y otra vez, lo cual conllevó a una proporción más alta
de intentos correctos en general.
Los mejores pianistas utilizaron una variedad de métodos de corrección de errores, tales como
tocar con una mano a la vez o tocar solamente parte del fragmento, pero hubo una estrategia que
pareció tener el mayor impacto.
Bajar la velocidad.
Después de cometer un error, los mejores pianistas tocaron el fragmento nuevamente sin parar
pero bajaron la velocidad o dudaron justo antes del lugar donde cometieron el error en el intento
anterior.
Esto aparentemente les permitió tocar la sección difícil con mayor exactitud y presumiblemente
coordinar los movimientos motores correctos a un tiempo que pudieran controlar en lugar de
continuar cometiendo errores y fallar en la identificación de la naturaleza precisa del error, el
problema técnico subyacente y lo que tienen que hacer diferente en el siguiente intento. .
Y si esto parece familiar, puede que usted se acuerde de un estudio de basquetbol que encontró
algo muy similar en los hábitos de práctica de los mejores tres lanzadores…
¿Qué es lo que usted saca de todo esto? ¿Cómo podría integrar estos resultados no solamente es
su propia practica pero en los hábitos de práctica de sus estudiantes?
www.davidlopeztuba.com