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- Contexto. Pág. 4
- Desarrollo. Pág. 5
Introducción Pág. 5
Concepto Pág. 5
Aprender a hacer música con la relajación mental. Pág. 6
Ejercitación mental en el miedo a tocar en público. Pág. 9
- Bibliografía. Pág. 14
- Webgrafía. Pág. 14
1. Contexto.
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2. Desarrollo
Introducción.
Se nos plantea la idea de la práctica mental para mejorar en nuestra tarea diaria como
músicos y complementarla con los habituales mecanismos físicos que todo músico
realiza al tener que aprender una partitura. Dicha práctica está extendida en el deporte
pero aún no ha arraigado como debería en el ámbito musical. Podría ser una opción
muy provechosa en los viajes en los que nos pasamos las horas sin hacer nada, para
disminuir el trabajo que nos llevará interpretar una obra al máximo nivel y ganar una
seguridad extra a la hora de tocar en público. Cabe a destacar que este tipo de destreza
no solamente está relegada a expertos, está al alcance de todo interesado en esta, en
mayor o menor medida.
Concepto.
Detrás de una audición, subyacen un cúmulo de horas de estudio y práctica, junto con
conocimientos que desarrollan nuestra capacidad auditiva, rítmica y teórica. En el
caso de enfrentarnos a un escenario son totalmente nulas las herramientas que nos dan,
al menos en mi caso, hasta que no alcanzamos las enseñanzas superiores. Es aquí,
donde particularmente cada uno implementa sus propias estrategias en base a las
experiencias acumuladas y dependiendo del individuo esa capacidad para gestionar
emociones en el escenario puede ser muy positiva y natural o nefasta. Esta
idiosincrasia, también podría extrapolarse a la hora de estudiar uno mismo en casa;
gente que focaliza el estudio tal y como debería y otras personas que realizan su
práctica diaria con incesantes parones y distracciones.
Lo que la ejercitación mental nos ofrece es un cambio en las posibilidades de
comportamiento mediante la realización intelectual de una tarea: El objetivo es
aprender un procedimiento sin que tenga que haberse practicado anteriormente.
Nuestra forma de instintiva de adquirir un movimiento es mediante la reiteración de
un gesto hasta su éxito, una actividad clásica y de carácter físico que realizamos las
personas desde que nacemos pero también hay otra vía para asimilar un hábito. Para
ello sirve la ejercitación mental.
Mediante la observación de los gestos que realiza nuestro profesor a la hora de
ejecutar el instrumento, por ejemplo, estamos ya activando dicha actividad mental y
mejorando así nuestro aprendizaje.
Hemos de puntualizar que una persona principiante o con un desconocimiento total
del instrumento, aunque visualizase cada uno de los movimientos de una pasaje de
una elevada complejidad no tendría los recursos técnicos y el conocimiento suficiente
para llevarlos a cabo simplemente porque no sabe o no entiende qué tiene que hacer
físicamente para reproducir ese pasaje en la realidad. Sin embargo, alguien que si
tiene esta experiencia si podría lucrase de este ejercicio, lo que nos llevaría a una
economización del tiempo de aprendizaje, sin riesgo de lesión, de práctica cuando las
circunstancias del medio o el tiempo no acompañan, para ser más minucioso en el
estudio y tener una memoria más poderosa, incrementar la comprensión de los
movimientos, la estructura formal de una obra, etc.
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Se ha demostrado que cuando una persona se imagina tocando una pieza que ya
conoce se activan zonas cerebrales encargadas de realizar dichos movimientos. Es
pues, la práctica mental no sólo un sustituto para cuando el estudio activo no sea
posible sino para combinar ambos y obtener mejores resultados.
Podría añadirse a nuestra rutina una relajación previa a nuestra práctica, tanto física
como mental. Un estado que nos induce a una mayor capacidad de concentración y en
consecuencia directa, a un mayor aprendizaje, menor riesgo de lesión en el caso de
que estemos tocando activamente y menor tensión. Si bien es cierto, se debe hacer una
obligada distinción de este estado de tranquilidad consciente con el de la somnolencia
o la pereza. La práctica habitual de esta rutina podría desembocar en nosotros grandes
beneficios y que cada vez, el tiempo para alcanzar este estado sea menor. Es evidente
que nos ayudaría también a largo plazo en gestionar nuestro miedo escénico.
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toquemos el piano o un instrumento pulsado que nos permite dar más de una nota al
mismo tiempo o porque en una pieza para un instrumento melódico hay intrincada
una polifonía en una sola línea melódica. Para ello es necesaria un análisis mental
previo de la obra. Se iniciaría otro proceso de separación del ritmo con respecto a la
melodía. Cuando los dos o más ritmos suenen correctos en nuestra cabeza,
volveremos añadir la altura de las notas.
Hay otras facetas que podríamos pulir y trabajar con la ejercitación mental. Si
tomamos como referencia el piano, una vez seleccionado el pasaje con el que vamos a
profundidad, esbocemos mentalmente una imagen de todo el proceso que sucede a la
hora de tocar ese pasaje en cuestión: Si hay cambios de octava o pasos de pulgar,
cómo se tiene que mover el cuerpo para que eso ocurra con éxito y exactitud, tener
claro un esquema mental de la disposición de las teclas del piano. Como nuestros
dedos suben y bajan para tocar la tecla o las teclas que la partitura nos indica, el
proceso muscular que se desencadena. Ser consciente de todo esto, nos dará una
seguridad a la hora de dar forma física a la música y beneficiarnos de esta seguridad
de cara al público; tenemos que tener cuidado con el intenso control intelectual de los
movimientos ya que una vez dominada la obra y al tiempo que debes tocarla, podría
ser contraproducente o irritable. Se recomienda dirigir la atención a relaciones más
amplias y a la estructuración musical u otros aspectos tan pronto como se dominen los
movimientos.
Este tipo de práctica mental es ilimitado y podríamos trabajar el sonido o la pulsación.
En el caso de los instrumentistas de viento, podemos visualizar la forma de los labios
al poner la embocadura, la sensación que tienes al emitir un sonido, la vibración, etc.
Ser consciente de todos estos mecanismo nos ayuda a la hora de tocar, ya que
instintivamente tocaremos con una menor tensión.
Este método no solo está dirigido intérpretes que tocan un instrumento, también puede
extrapolarse a cantantes de forma similar a la que podría trabajarse aspectos de la
calidad de sonido en instrumento de viento, recreando sensaciones. Ejemplificándolo:
Los cantantes tienen cierto temor a ciertos pasajes con alteraciones incómodas,
interválicas difíciles de afinar o notas agudas. Ese simple temor nos trae una
inseguridad latente en toda la interpretación y que aflora más enérgicamente cuando
estas van a suceder. Se produce una exceso de tensión en el aparato fonador y esto
produce que los temorosos pasajes no salgan como uno quiere, con un sonido más
pobre o directamente se produzca un fallo. Trabajar intelectutalmente estos hándicap
para cantantes nos prepara y nos da un extra de seguridad para adentrarnos con paso
seguro en esta problemática.
Naturalmente, se puede también sin ejercitación mental dirigir sucesivamente la
atención a los distintos parámetros expuestos, pero en el trabajo mental sin desviación
debido a la actividad corporal y la percepción de los sentidos se puede mantener mas
fácilmente la concentración en un detalle concreto.
La práctica mental es también muy adecuada para mejor viejas faltas. Hábitos en la
forma de interpretar y de pensar pueden cambiarse más fácilmente en la
representación porque, no como cuando se toca, sobre todo piezas trabajadas durante
largo tiempo, pensamientos y percepciones funcionan automáticamente como parte de
un programa motor y mental conjunto. Lista de puntos esenciales que deberían
trabajarse mentalmente:
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- Texto musical.
- Comprensión intelectual y representación musical de sonoridad y carácter.
- Síntesis de leer y pensar.
- Movimientos de haciendo música.
- Respiración.
- Posición y tensión muscular.
- Ritmo, entonación, articulación, dinámica, timbre, calidad del sonido y expresión.
- Fraseo estructuración de una composición en su totalidad.
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- Una mayor seguridad técnica.
- Una mejor representación sonora, una refinada sonoridad.
- Una realización más exacta de la interpretación pretendida.
- El evitar lesiones por exceso de trabajo en el aparato motor.
- El disminuir el miedo en conciertos y exámenes.
- Un rápido e intensivo aprendizaje y memorización.
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con claridad el fruto de nuestro trabajo. Si bien, el miedo a una cantidad regulable y
normal es un gran aliado ya que nos mantiene alerta, concentrados y consciente de
todo lo que sucede cuando realizamos nuestra performance. El tener miedo a la hora
de salir a escena es algo ciertamente ilógico ya que no estamos bajo ninguna situación
de peligro, aunque nuestro cerebro lo considere así. Pero el temor a no estar a la altura,
las experiencias negativas en otras audiciones, expectativas propias, de nuestros
padres o profesores y que la atención esté centrada a nosotros, incrementa
notablemente nuestro nerviosismo. Cuando la situación nos sobrepone y “fracasamos”,
el miedo escénico se desarrolla siendo más fuerte la próxima vez que nos enfrentemos
a este tipo de situación. Entonces, ¿qué podríamos hacer para contrarrestar ese temor?
Lo primero es marcarse un objetivo realista tanto en la elección de la obra como el
resultado que podríamos obtener. También podríamos utilizar diversos ejercicios
mentales:
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agujero de la inseguridad crecería y podría llegar a tragarnos y siempre se debería
hacer una recreación realista. Nunca por encima de nuestras posibilidades. Ante todo
se debe aceptar que uno tiene que dejar equivocarse sin hacer ningún tipo de
valoración negativa. También es crucial que si sentimos miedo, de alguna manera, no
lo reprimamos, sino que convivamos con el para que no aparezca de manera violenta
y más abrupta de lo normal.
No solamente nos deberíamos de preocupar por imaginar lo que sucederá en el
escenario si no cómo acontece nuestras vidas el día del concierto, desde el período
que nos despertamos hasta que damos la última nota. El número de representaciones
que hagamos deberían ser directamente proporcionales al miedo escénico que
tengamos.
Los minutos previos a la salida a escena podrían ser realmente desagradables. Nuestra
cabeza se llena de pensamientos catastróficos y las afirmaciones negativas rebosan de
manera desproporcionada. Se debe evitar de inmediato todo este tipo de
comportamientos sin reprimirlos. Por ejemplo, una manera de disipar este tipo de
acciones podrían ser la representación de una imagen agradable acompañada de una
respiración pausada. Una vez sea el turno de salir al escenario, debemos salir seguros,
erguidos y sin mirar atrás; todo esto debería haberse trabajado antes. Es muy frecuente
en los artistas que haya una porción de miedo hecha de un posible miedo a la crítica,
de miedo de lo que dirán nuestros compañeros, profesores, familiares o el público.
Fallar es algo totalmente normal y es algo que si se produce puntualmente no empeora
la calidad del trabajo. Uno debe pensar que toca para disfrutar para uno mismo, para
que el público saboree el trabajo que hay detrás de la interpretación y no debe
importar más que eso, incluso en los exámenes. Uno debe de estar seguro de su
trabajo y aceptar algún imprevisto o sorpresa que pueda aparecer; estas también se
deben visualizar mentalmente.
Algunos consejos para debilitar el miedo que nos acompaña a la hora de tocar:
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3. Análisis y reflexión.
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Podría residir aquí la clave para resolver muchas de las problemáticas que se nos
presenta a los músicos en nuestro estudio del día a día y en audiciones o conciertos.
Se podría esbozar como un solo mecanismo que acciona varios motores; Al trabajar
así, estás trabajando tanto la memoria visual de la partitura como de los movimientos
relacionados con la memoria muscular. Como para hacer esta ejercitación mental se
debe imaginar el sonido, accionamos la memoria auditiva, agudizando así nuestro
oído, teniendo claro en cada momento el nombre y la altura que la altura que suena.
Disociando elementos, como es el aspecto rítmico, creamos un motor estable y al que
podemos abrazar en el caso de una pequeña fuga de memoria. En definitiva,
aseguramos que nuestra interpretación se produzca de forma justa en relación a
nuestro trabajo.
4. Conclusión práctica.
Para finalizar, solamente me queda admitir que me siento realmente sorprendido con
esta manera de enfocar el estudio de una obra o esa especie de ritual preparatorio para
un concierto o una audición. Creo que es una forma de trabajar absolutamente
interesante y que todos y cada uno de los músicos deberíamos adquirir este hábito.
Podría ser un vehículo que nos llevará más lejos como artistas de lo que nos podría
llevar la clásica forma de trabajar. Mejoraría nuestra capacidad de asimilación,
seguridad y lucharía contra esa voraz angustia a la que nos enfrentamos cuando
tocamos delante de alguien y a su vez nos armaría de una memoria muy poderosa.
Aunque al principio pueda resultar un trabajo farragoso y de una exigencia continua
es una buena apuesta de futuro que todo músico debería plantearse y en la que yo he
decidido aventurarme.
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5. Bibliografía.
6. Webgrafía.
- www.wikipedia.de
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