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WALTER BENJAMÍN, EL AURA DE LA OBRA. UN ESBOZO.

Por: Eduardo C. Rdz.

INTRODUCCIÓN

Toda obra de arte auténtica, tiene en el germen de su temperamento, un discurso que tiende
de manera natural hacia el desenvovimiento del espíritu humano, es importante observar ,
aunque sea a manera de esbozo, una de las manifestaciones de tal espíritu que es el aura, en
lo que respecta a la obra de arte, pues nos conecta con aquello que nos hace diferentes de un
autómata. Como punto de partida para abordar el tema que nos ocupa, será necesario tomar
una definición de aura. Walter Benjamín, coloca en las notas al pie, una definición: “la
manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)” (s.f., p.6). Ahora bien,
en el presente texto se esbozan las ideas principales, que Walter Benjamín, maneja respecto
a su propuesta teórica del aura de la obra de arte. En sí, me propondré, hacer visible, por
medio de la palabra aura, su aparición, así como su destrucción en la actividad artística y en
la obra misma.

RECONOCIMIENTO DEL AURA

Para reconocer el aura, se tiene primero que estar presente, presente en el espacio, bajo las
luces y las sombras, sin nombre a fin de poder nombrar la ausencia, evocarla y desde la
distancia sin memoria, traer al recuerdo del instante anterior a la separación. Como un ciego
que para reconocer la imagen tiene que tocarla con las manos, así también, no se puede ver
el aura de una obra, sin tocarla con la luz de los ojos, que no verla, insisto, tocarla con la
mirada, sentir y respirar la imagen desde su singularidad. Así también lo suguiere Benjamín:
“[…] seguir con la mirada una cordillera en el horizonte o una rama que arroja su sombra
sobre el que reposa, eso es aspirar el aura de esas montañas, de esa rama” (Benjamín, W.,
p.5). En un segundo momento, reconocer el aura implica un ritual: “Las obras artísticas más
antiguas sabemos que surgieron al servicio de un ritual primero mágico, luego religioso
[…] el modo aurático de existencia de la obra de arte […] se funda en el ritual […]
(Benjamín, W., p.6).
Así como uno identifica a una persona por su rostro, así también, siguiendo a Benjamín, la
fotografía de rostros humanos, muestran una belleza única, melancolía, lo lejano, lo
irrepetible, en ello está su carácter aúrico (p.9), ya que “[…] el aura está ligada a su aquí y
ahora. Del aura no hay copia” (Benjamín, p.12).

EL AURA DE LA OBRA

La obra de arte posee un cuerpo etérico, visible para el espectador cuando se pronuncia la
palabra aura, ella tiene relación con la vida que se presiente, que está en espera de ser
traducida, esculpida, creada, escenificada. La irrepetible lejanía está en la tradición, cuando
se repiten los mismos rituales, en ello la vida, armonía inestable entre lo que permanece y lo
que cambia, trasciende la simple operación del ritual y el control con el que el artista dispone
los elementos en el cosmos, lo que le permite entablecer un diálogo con la obra en su universo
y el artista atento, en escucha, desarrolla su espíritu creativo en la medida que la misma obra
le revela su naturaleza divina y al artista, sus límites humanos. Éste es el encuentro original
del artista con la obra de arte, así como con su espectador, cuya mirada tactil descubre el aura
de la obra. Luego sucedieron otros encuentros de lejanias distintas, indistintas, entre ya no
un espectador, sino espectadores, con objetos de arte en serie realizados con el fin de
satisfacer una demanda emocional para públicos numerosos, para obervadores múltiples en
un mismo tiempo. El diálogo íntimo, entre dos, en silencio, se convirtió en foro abierto a
polémica, a provocación, la obra de arte perdió así su singularidad, su ser en sí, para ser un
medio para ciertos intereses, ya sean políticos, económicos, de crítica social, de postura
ideológica, en este sentido, el artista procura una obra de arte que pueda ser útil para algo,
cumplir con una función, por tanto, ya no se esmera por estar en disposición de entrar en el
ritual que le permita le sea revelada el aura, lo que le interesa es el esfuerzo esmerado,
consciente, por perfeccionar su técnica. En este sentido Benjamín, afirma que:

[…] en el concepto de aura […] en la época de la reproducción técnica de la obra de


arte lo que se atrofia es el aura de ésta […] Al multiplicar las reproducciones pone su
presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible (p.4)

DESTRUCCIÓN DEL AURA


En El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin afirma que el capitalismo, si bien
tiene como propiedad de base el libre ejercicio de su actividad, existe una contradicción en
su máxima expresión, ya que se convierte en monopolio, en oposición a la libre concurrencia,
se transfigura en imperialismo, el cual ejerce relaciones de dominación (Lenin, p.57). En
consonancia con Benjamín, “La guerra imperialista es un levantamiento de la técnica, que
[….] ha encontrado un medio nuevo para acabar con el aura” (p.24).

En esta sociedad de consumo, en la que es importante para el vivir bien multiplicar el placer
mediante la compra de los objetos que todos quieren, replicas, así también, la experiencia se
vuleve un objeto de consumo de lo inmediato y cercano, se prefiere establecer una
comunicación por medio de la tecnología, frente a una pantalla, ya sea de celular o de
computadora, que en persona, los “emoticones” han sustituido a la prosa lírica. Mientras
tanto, los monopolios de los medios de comunicación, debido a esa desmedida ambición en
la que han puesto su fin en el dinero, de manera directa o no, son agentes destructores del
aura de los rostros, cuando al mirarnos en un reflejo, no reconocemos nuestra propia aura, el
aura atrincherada frente a la técnica, está perdiendo su capacidad de responder a las preguntas
¿quién soy?¿quién eres? ¿quiénes somos? Por otra parte el discurso de la autenticidad ha sido
pervertido por los medios másivos de comunicación:

“ […] cuando cada uno se esfuerza por parecerse a nadie más que a sí mismo, la
supuesta autenticidad de la alteridad acaba por consolidar la conformidad social.
Todos iguales en su derecho de ser diferentes, y además todos empresarios de sí
mismos. La forma neoliberal de la producción del yo hace con que, al final, nos
ofrezcamos como mercancía” ( Rosauro Sazzo, p. 153).

Los sentidos de las palabras, han perdido su uso significativo, ya no se relaciona con la vida
y el contexto, con el sujeto cultural e histórico, la palabra “auténticidad”, con la que
relacionamos al “aura”, significa en estos tiempos de teléfonos inteligentes, tu capacidad de
producirte, de construir un yo que tenga un valor mercantil, un yo que no remite al encuentro
del principio de sí mismo, mediante una indagación de las causas y la causa primera, sino
más bien, a la edición de la imagen, resaltando las cosas positivas, ocultando o quitando las
negativas, a fin de parecerse lo más posible a ciertos personajes del cine o del internet, los
cuales han sido más vistos, por ello más exitosos y con ello, con mayor capacidad económica
de consumir y de ser objetos de consumo apreciados. Respecto al séptimo arte, en
consonancia con esto Benjamín afirma: “[…]el culto a las “estrellas”, fomentado por el
capital cinematográfico, conserva aquella magia de la personalidad, pero reducida, desde
hace ya tiempo, a la magia averiada de su carácter de mercancía” (p.13).

El discurso que impera en esta sociedad instantánea, es que la vida es muy corta, como para
no serciorarse de que aquello que todos quieren es real y es disfrutable, que lo importante de
una obra es que mueva mis emociones en tal medida que quiera poseer esa obra o el
conocimiento de esa obra. Esta actitud, trae en paralelo un sentimiento de que las obras no
son valiosas por sí mismas, si no por mi capacidad de darles valor y de convencer a los demás
de que estoy en lo cierto.

CONCLUSIÓN

A fin de que se pueda dar el encuentro con el aura en una obra de arte, se requiere reconocer
la tradición que le precede, así como su capacidad de vínculo con la lejanía, con el instante,
que si bien no podemos atrapar, podemos permitir que nos atrape. El desarrollo de la técnica
artística le ha permitido grandes logros al artista, respecto al encuentro con la obra, así como
su capacidad de representar el aura de la misma, sin embargo, la evolución de la técnica, en
consonancia con el valor de la producción en serie, ha dado lugar, a la destrucción del aura
de la obra, ya que una de sus características esenciales, es la evidencia de ser única e
irrepetible. Sin aura, la obra de arte es un objeto de distracción, en lugar de acercar, impone
la distancia de lo inmediato, sin tradición sin siglos, la obra de arte pierde su facultad de
acercarte a tu vida desde otra vida, y con ello la posibilidad de vivir otras vidas y morir otras
muertes, de otra manera, sólo se vive una vez, y sólo se muere una vez, lo cual es una forma
empobrecida de vivir.
REFERENCIAS

Benjamín, W. (s.f.). “Discursos interrumpidos” en la obra de arte en la época de su


reproductibilidad técnica. Recuperado de
https://previa.uclm.es/profesorado/juanmancebo/descarga/docencia/movimientos/ob
ra%20arte%201934.pdf
Lenin, V. (s.f.). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Recuperado de
https://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/lenin_imperialismo.pdf
Rosauro, S. (2018). La expulsión de lo distinto: el neoliberalismo como telar de las
subjetividades contemporáneas. EN-CLAVES del pensamiento, año XII, núm. 23,
enero-junio, 2018, pp. 151-154.

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