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Analogía jurídica

En ese auto, la Corte Contirucional estudió el problema de determinar el plazo para alegar nulidad de cualquier
sentencia proferida por esa Corporación, visto el siguiente escenario:
"…constituyen causales de nulidad de los procesos que se adelanten ante la Corte Constitucional la vulneración
de cualquiera de las garantías al debido proceso consagradas en el artículo 29 de la C. P., pues como se señaló
antes ninguna es distinta, ni adicional a la general mencionada en el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 bajo
la denominación general de “irregularidades que impliquen violación del debido proceso” en las que se
enmarcan todas. 
Dichas irregularidades que constituyen causales de nulidad de los procesos adelantados ante esta Corte, deben
ser alegadas antes de proferirse el fallo, pero, comoquiera que por obvias razones las nulidades originadas en la
misma sentencia no pueden ser alegadas dentro del proceso, como lo señala en forma general el artículo 49
antes citado, deberían entonces ser invocadas en actuación posterior a ésta dentro del término para impugnarla
cuando contra ella proceda recurso alguno o como excepción en el proceso seguido para ejecutar el fallo, de
conformidad con lo previsto en el artículo 142 del C. de P. C." (misma fuente)
El problema concreto se relaciona con lo siguiente:
"“La Corte encuentra que las irregularidades que en este momento pueden dar lugar a la violación del debido
proceso, no son otras que aquellas que se presentan cuando el trámite seguido vulnera o desconoce las normas
que la propia Constitución señala en sus artículos 241 y 242 y aquellas otras que indica el Decreto 2067 de 1991
y que conforman el régimen procedimental de los juicios y actuaciones que se surten ante la Corte
Constitucional. De otra parte, como perentoriamente lo prescribe el artículo 49 antes transcrito, la nulidad
originada en el trámite procesal, sólo puede ser alegada antes de proferirse el fallo. 
Y en lo tocante con la nulidad que encuentra su origen en la sentencia misma, aunque ni las normas
constitucionales ni el mencionado Decreto prevén causa alguna de nulidad, la Corte, aplicando directamente el
artículo 29 superior, ha reconocido la posibilidad de su ocurrencia para aquellos casos en los cuales, en el
momento mismo de votar, se produce el desconocimiento del debido proceso, circunstancia que se circunscribe
a los eventos de falta de quórum o de mayoría exigidos por la ley, y de violación del principio de cosa juzgada
constitucional. En estos casos, por la naturaleza de las cosas, la referida nulidad debe proponerse posteriormente
al fallo, pero dentro de los tres días siguientes a la notificación de la sentencia, surtida por edicto”" (citado
del Auto 22 de 1998, Corte Constitucional, dentro del Auto 232 de 2001)
En el Auto 232 de 2001 la Corte señala que ese plazo de 3 días no es explicado, de modo que se procede a
examinar su razonabilidad. El problema que se está estudiando es el de la preclusión. Comienza, entre otras
afirmaciones, con la siguiente reflexión:
"Debe señalarse por la Sala, que todo silencio del legislador sobre los trámites en los procedimientos judiciales
se puede suplir con las disposiciones, que rigen el trámite común a todos los juicios: contencioso
administrativos, laborales, civiles o penales, en cuanto sean aplicables, por cuanto el ordenamiento jurídico
permite al juez suplir la ausencia de regulaciones o lagunas legislativos a través del método de auto-integración;
es decir, los vacíos legales debe colmarlos el intérprete según el caso con base en la analogía o en los principios
generales del derecho.
De acuerdo a la doctrina, mediante la analogía se trata de elaborar una norma jurídica para regular un caso
imprevisto en la ley, pero con fundamento en la misma ley. La analogía representa pues, una extensión de la ley
a otros casos diferentes a los expresamente previstos, pero, que son similares o semejantes a estos" (Auto
232/01, Corte Constitucional)
Invoca luego el artículo 8º de la Ley 153 de 1887, y retoma el art. 31 del Decreto 2591 de 1991, el cual se
refiere a la posibilidad de impugnación de una sentencia de tutela en los tres días siguientes a su notificación.
Concluye así:
"La Sala considera que ante la ausencia de norma legal expresa que indique el término dentro del cual se debe
proponer o alegar la nulidad de cualquier sentencia proferida por esta Corporación que se origine en la misma,
procede hacer uso de la aplicación analógica y aplicar el término de los tres (3) días señalado en el artículo 31
antes citado para proponer cualquier nulidad que se origine en la sentencia, por considerar además que se dan
los tres (3) presupuestos básicos para acudir a la aplicación del principio de la analogía, así:
a) Ausencia de norma que establezca el término procesal dentro del cual ha de presentarse la solicitud de
nulidad de las sentencias que profiera la Corte Constitucional.
b) Se trata de dos (2) situaciones similares en cuanto en los dos (2) eventos se ataca la decisión o sentencia que
pone fin a una instancia o actuación; se refieren los dos (2) casos a situaciones de orden procesal dentro de la
acción de tutela, y además se trata de actuaciones que se surten con posterioridad a la decisión de una instancia
o actuación.
c) La razón o fundamento de la existencia de un término perentorio para la presentación del escrito de
impugnación del fallo es el bien jurídico fundamental y superior de la seguridad jurídica que motiva a ésta
Corporación a establecer un término perentorio para la presentación de la solicitud de nulidad, como es, el
determinar en forma clara y precisa la oportunidad para el ejercicio de una facultad procesal, en virtud del
principio de la preclusión que orienta en forma general la actividad procesal y en aras de salvaguardar valores
del derecho como la seguridad jurídica y la justicia.
Dicho término deberá contarse a partir de la fecha en que se notifique a las partes, la sentencia respectiva. Al
respecto, el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 establece que las sentencias en que se revise una decisión de
tutela deberán ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de primera instancia, el cual
notificará la sentencia de la Corte a las partes por el medio que éste considere más expedito y eficaz de
conformidad con lo previsto por el artículo 16 ibídem.
En conclusión, de conformidad con el artículo 49 del Decreto 2067 de 1991 contra sentencias de la Corte
Constitucional proferidas en desarrollo de los numerales primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto,
séptimo, octavo y décimo del artículo 241 de la Constitución Política Colombiana, no procede recurso alguno ni
solicitud de nulidad alguna. Excepcionalmente y como única excepción procede la solicitud de nulidad contra
las sentencias que dicten las Salas de Revisión por irregularidades cometidas en la sentencia; y la única causal
de nulidad es la violación al debido proceso; o sea del artículo 29 de la Constitución. Todas las irregularidades
cometidas antes de la sentencia no pueden ser alegadas, después de producida la sentencia y quedan saneadas al
ser proferida la misma." (citado del Auto 22 de 1998, Corte Constitucional, dentro del Auto 232 de 2001)
El artículo 8º de la Ley 153 de 1887 es del siguiente tenor:
"Artículo 8°, L. 152/87. Cuando no haya ley exactamente aplicable al caso controvertido, se aplicarán las leyes
que regulan casos o materias semejantes, y en su defecto, la doctrina constitucional y las reglas generales de
derecho".
Hay que advertir que la analogía no es lo mismo que una aplicación directa de la ley en el cual se pide el mismo
tratamiento que en otro caso similar. En esta hipótesis no se trata de analogía, sino sencillamente de aplicación
por igualdad, porque la analogía requiere ausencia de norma aplicable directamente. Si lo que se debate es la
existencia del mismo problema jurídico, frente a hechos similares y un mismo marco normativo, es claro que lo
que se pide es que se resuelva conforme lo previsto en el art. 13 Constitucional, que consagra el principio del
respecto al derecho a la igualdad (para entender la aplicación de este principio en casos de casación, ver Auto
198/06, Corte Constitucional).
Volviendo al artículo 8º de la Ley 153 de 1887, se tiene que dicho artículo fue acusado de inconstitucionalidad,
discutida en la sentencia Sentencia No. C-083/95, Corte Const.. Allí se lee:
"La analogía es la aplicación de la ley a situaciones no contempladas expresamente en ella, pero que sólo
difieren de las que sí lo están en aspectos jurídicamente irrelevantes, es decir, ajenos a aquéllos que explican y
fundamentan la ratio juris o razón de ser de la norma. La consagración positiva de la analogía halla su
justificación en el principio de igualdad, base a la vez de la justicia, pues, en función de ésta, los seres y las
situaciones iguales deben recibir un tratamiento igual. Discernir los aspectos relevantes de los irrelevantes
implica, desde luego, un esfuerzo interpretativo que en nada difiere del que ordinariamente tiene que realizar el
juez para determinar si un caso particular es o no subsumible en una norma de carácter general. La analogía no
constituye una fuente autónoma, diferente de la legislación. El juez que acude a ella no hace nada distinto de
atenerse al imperio de la ley. Su consagración en la disposición que se examina resulta, pues, a tono con el
artículo 230 de la Constitución." (Sent. C-083/95, Corte Const.)
Resulta bien interesante el hecho de que en esa sentencia, vía analogía, se reconoce la aplicación en Colombia
del principio de que nadie puede beneficiarse de su propia culpa (nemo auditur propriam turpitudinem allegans)
bajo la Constitución de 1886, visto que el principio de la buena fe sí está previsto en la actual Constitución:
"¿Hace parte del derecho colombiano la regla nemo auditur propriam turpitudinem allegans?. Es claro que su
formulación explícita no se halla en ningún artículo del ordenamiento colombiano. Pero ¿significa eso que no
hace parte de él y, por tanto, que si un juez la invoca como fundamento de su fallo está recurriendo a un
argumento extrasistemático? No, a juicio de la Corte, por las consideraciones que siguen. No hay duda de que
quien alega su propia culpa para derivar de ella algún beneficio, falta a la buena fé entendida como la ausencia
de dolo, la conciencia de que el comportamiento que se observa es conforme al derecho, y los fines que
persigue están amparados por éste. Ahora bien: el artículo 83 de la Carta del 91, impone la buena fé como pauta
de conducta debida, en todas las actuaciones, tanto de las autoridades públicas como de los particulares. Y los
artículos 1525 y 1744 del Código Civil, tan anteriores en el tiempo a nuestra Constitución actual, constituyen
sin embargo cabal desarrollo de ese principio al impedir -el primero- la repetición de lo que se ha pagado "por
un objeto o causa ilícita a sabiendas", y el segundo al privar de la acción de nulidad al incapaz, a sus herederos o
cesionarios, si aquél empleó dolo para inducir al acto o contrato. Ejemplar es también, en esa misma dirección,
el artículo 156 del mismo estatuto, que impide al cónyuge culpable, invocar como causal de divorcio aquélla en
que él mismo ha incurrido. Tales disposiciones, justo es anotarlo, eran reductibles inclusive a la Carta anterior
que, no obstante, no consagraba explícitamente el deber de actuar de buena fe." (Sent. C-083/95, Corte Const.)

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