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AZCÁRATE LUXÁN, María Victoria y SÁNCHEZ SÁNCHEZ, José

GEOGRAFIA DE EUROPA
Madrid: UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia)
2013, 394 pp

INTRODUCCION
Habitualmente nos referimos a Europa como uno de los cinco continentes, ignorando que no es más que una
península situada en el extremo occidental de la gran masa continental euroasiática. ¿Por qué los europeos han
elevado a categoría de continente lo que es una pequeña porción de Eurasia? más allá de sus características
físicas originales, Europa presenta unas dimensiones culturales, económicas y geopolíticas excepcionales.
No se sabe con certeza el origen de la palabra Europa, quizás proviene del término prehelénico hirib, que significa
“poniente” u occidente.
A vista de satélite, Europa aparece como una península en forma de triángulo, bien soldada a las tierras asiáticas
y que se estrecha paulatinamente hacia el oeste. Rodeada por el Océano Atlántico y otros mares interiores, su
perfil es extremadamente recortado (4.000 km de costas), con multitud de penínsulas y cabos que sobresalen de
la masa continental y numerosos golfos que penetran profundamente en ella. Este perfil continental se difumina
a través de innumerables islas y archipiélagos diseminados a su alrededor. Con 10,4 millones de km2 de
extensión, Europa es cuatro veces menor que América y Asia y tres veces menor que África.
La proximidad del océano en todo el territorio europeo explica una de sus principales características geográficas:
la intensidad de las influencias marítimas en las condiciones climáticas que hacen de toda Europa un lugar
privilegiado para la ocupación humana. Climas templados relativamente moderados y la proximidad relativa de
una costa muy recortada facilitaron la temprana ocupación agrícola y la intensa vida de relación a través de la
circulación marítima, tanto por las costas mediterráneas como por los mares escandinavos. La variedad de
paisajes naturales ha dado lugar, a una gran diversidad de paisajes culturales.
Europa no es un continente. Los límites físicos son convencionales e imprecisos, lo mismo que lo son sus límites
políticos. Ni los Urales ni el Cáucaso han sido límites claros ni barreras de separación; Turquía (asiática) conserva
en Europa el 3% de su territorio (una parte muy pequeña en comparación con lo que tuve en siglos pasados el
Imperio Otomano); Chipre, tradicionalmente asiática, hoy forma parte de la Unión Europea; Islandia (europea),
situada en medio del Atlántico, está más próxima a Groenlandia que a las Islas Británicas; Groenlandia, provincia
autónoma de Dinamarca, forma parte de las tierras americanas; Canarias, Madeira y Azores (parte de Estados
europeos) se sitúan en latitudes tropicales y están más cerca de África que de Europa. En definitiva, Europa es
una península con límites imprecisos, aunque con una fuerte personalidad física tanto por su relieve
compartimentado como por la gran influencia marítima que la hacen especialmente atractiva para la ocupación
humana.
Situada en las latitudes templadas del hemisferio norte, Europa ocupa una posición privilegiada que facilita las
relaciones intercontinentales con Asia, África y América. Además la configuración física interna facilita las
relaciones intracontinentales, tanto de este a oeste, a través del cabotaje en las costas de los mares del Norte y
en el Mediterráneo y a través de la gran llanura europea y del eje Danubio; como de norte a sur, a través de las
numerosas vías fluviales de trazado meridiano: del Mar Báltico al Caspio, a través del Dvina y del Volga y del
Dvina y el Dniéper; del Mar del Norte al Mar Negro, a través del Rin y del Danubio; del Mar del Norte al Adriático,
a través del Rin –pasos alpinos- valle del Po; del Canal de la Mancha al golfo de León, a través del Sena-
SaonaRódano; y del golfo de Vizcaya al Mediterráneo, a través del valle del Ebro.
La geografía física ha creado un territorio muy compartimentado, “pequeños países” con numerosas
especificidades, pero todos acogedores y bien comunicados entre sí, a través de vías de comunicación fluviales
y puertos de montaña accesibles. Estos “pequeños países” han desarrollado a la vez caracteres particulares sin
renunciar a una cultura común que hunde sus raíces en la Antigüedad grecorromana y en el cristianismo. A lo
largo de su historia milenaria, con Estados que nacían y desaparecían, con enfrentamientos e intercambios
permanentes, se han ido entrelazando elementos culturales comunes y diferenciales hasta conseguir el complejo
y admirable mosaico de pueblos y culturas que hoy integran Europa que con un dinamismo excepcional ha creado
una cultura común y la ha difundido por todo el planeta.
Así pues, la configuración del relieve, la gran variedad de matices climáticos, la facilidad de relaciones intra e
intercontinentales y la mezcla de culturas han dado lugar a una de las más importantes singularidades de Europa,
su gran diversidad interna. La diversidad natural en un espacio tan pequeño ha generado una importante
complementariedad de recursos.
Al observar Europa de cerca, a escala regional, no dejan de sorprender sus numerosos contrastes, hasta el punto
de hacernos dudar de su unidad. Por un lado, el noroeste, oceánico, húmedo, rico, próspero y de larga tradición
democrática; por otra, el sur más seco y soleado, pero más pobre, con graves atrasos culturales, económicos y
políticos y, en tercer lugar, el este, dominado por las llanuras, con mayores contrastes térmicos, menos
desarrollado, sin tradición democrática y mucho más frágil y políticamente inestable.
Más que una noción geográfica, Europa es una construcción histórica y un concepto cultural. De hecho, los Urales
son sólo una frontera simbólica, establecida por Pedro I el Grande, que quería situar a Rusia dentro de Europa
para modernizarla, a la vez que aspiraba a que pudiera intervenir en todos los acontecimientos importantes de
Europa occidental. Y una forma de realizar este proyecto fue dicidiendo que Europa no terminase en la frontera
del Imperio Ruso con Occidente sino en los Urales. Con anterioridad, Europa tuvo límites diferentes: en la Edad
Media se identificaba con la Cristiandad; en el primer atlas mundial del siglo XVI la frontera oriental estaba
marcada por la línea del Don; y en el siglo XVII fue desplazada hasta el Volga-Kama.
Más allá de su naturaleza física y de su diversidad biogeográfica, Europa es una encrucijada de culturas y
civilizaciones; diferentes grupos étnicos y familias lingüísticas, procedentes de Asia y de África, fueron ocupando
las diversas regiones de Europa: grupos de preindoeuropeos, urálicos, altaicos, turcos, semitas, etc. Las grandes
religiones monoteístas (cristiana –católica, ortodoxa y protestante- judía y musulmana) han convivido y se han
confrontado en territorio europeo. En este crisol europeo, con una gran diversidad de aportaciones culturales –
filosofías, religiones, técnicas, arte, costumbres, etc.- se fue gestando la civilización europea, que ha contribuido
de manera extraordinaria al avance de la humanidad.
Los pilares de esta cultura común se basan en los tres grandes focos culturales de la Antigüedad: Atenas, Romas
y Jerusalén. En la Europa medieval, tan política y económicamente fragmentada, nunca faltaron los intercambios
de mercancías, ni se interrumpieron los movimientos espirituales, ni las corrientes de pensamiento que se
difundieron de un extremo a otro. Tal ocurrió con el feudalismo, las órdenes monacales, el espíritu de las
Cruzadas, la difusión de la vida urbana, la construcción de catedrales, la imprenta, los estilos artísticos, las
corrientes filosóficas, el mercantilismo y la monarquía autoritaria, los primeros avances de la medicina, las
técnicas de construcción e ingeniería; y más tarde, con la difusión del Estado absolutista, el colbertismo, los
ideales de la Revolución Francesa, la separación de poderes, la Revolución Industrial, los movimientos
nacionalistas, el capitalismo, la filosofía marxista, los movimientos obreros, el Estado nacional, el espíritu
democrático y el Estado de derecho, etc. Elementos de la civilización universal que tuvieron su origen en suelo
europeo y se difundieron por todo el continente, a través de los intensos intercambios y pro el resto del planeta,
a través de las colonizaciones y las migraciones.
Pero, junto a esta profunda identidad cultural, por la que todos los que viven en este pequeño continente se
sienten europeos, sorprende su gran fragmentación política. Hoy en día, se muestra como un complejo mosaico
de pueblos y de Estados que buscan fórmulas de cooperación para que Europa no pierda el protagonismo que
siempre ha tenido a escala mundial. Está dividida en 47 Estados, resultado de una complicada historia política y
el deseo de toda nación o pueblo por tener un Estado propio. En el fondo, la extrema fragmentación política no
hace más que reflejar la diversidad cultural que subyace bajo la unidad del concepto histórico de Europa. Lejos
de la uniformidad, la unidad cultura europea encierra un complejo mosaico de pueblos, lenguas, religiones,
tradiciones y diferentes gados de madurez política, de riqueza y de desarrollo. Unidad y diversidad, las dos facetas
contrarias de una misma y compleja realidad. Europa, el “viejo continente” como muchas veces se lo llama con
familiaridad, en función de su largo pasado histórico.
En esta obra abordamos los grandes temas de la Geografía de Europa, desde los diferentes aspectos del medio
físico y de la geografía política a la evolución y estructura de la población, la red de ciudades, las actividades y
espacios económicos y los contrastes entre los grandes espacios regionales. Estos aspectos fundamentales del
espacio geográfico europeo constituyen el contenido de los cinco capítulos en que se estructura el libro.
El primero se centra en el análisis de los elementos más importantes del medio natural, el componente más
estable del espacio geográfico: el relieve y las unidades morfoestructurales, los dominios climáticos y los paisajes
naturales, la red fluvial y su acondicionamiento por el hombre, los mares y las costas, y los recursos naturales. La
geografía física con un relieve compartimentado y dominios climáticos variados, ha contribuido sustancialmente
a reforzar os particularismos regionales que se han ido configurando a lo largo de la historia. A la vez, los múltiples
corredores naturales han facilitado la intercomunicación, la difusión y el sincretismo cultural que han dado lugar
a la cultura común que subyace en el fondo vivencial de toda Europa. Así los pueblos que integran Europa
presentan a la vez un fondo cultural común y especificidades que los diferencia de los demás.
Igualmente, el medio físico nos proporciona el conocimiento de la localización y distribución de los recursos
naturales, hecho que nos ayuda a explicar la localización de los espacios económicos, tanto los agrarios como los
industriales y turísticos.
En el segundo capítulo se tratan los fundamentos culturales e históricos de la gran diversidad cultural y política
que presenta Europa y, a continuación, la génesis, evolución y situación actual del gran proyecto de unificación
que representa la Unión Europea. Los numerosos pueblos asentados en territorio europeo han luchado por
mantener su independencia y construir su Estado propio y han resistido a los sucesivos intentos de unificación
“a la fuerza” que han significado los imperios. Al final, triunfó el concepto de Estado nacional que es el que ha
provocado y ha consolidado la intensa fragmentación del continente.
Haciendo uso de su capacidad creativa e innovadora, Europa, que en tiempos pasados creó el Estado-nación, la
democracia parlamentaria y el Estado de derecho, ha iniciado, una vez más, con la Unión Europea un nuevo
proyecto política cuya finalidad radica en crear una estructura política capaz de integrar y armonizar la
diversidad, garantizarla paz, contribuir al mantenimiento de los derechos ciudadanos conquistados y fortalecer
la capacidad de influencia política y económica de Europa a escala global, en este mundo actual extremadamente
competitivo.
El tercer capítulo analiza la evolución, distribución y estructura de la población europea, así como el proceso de
urbanización, las redes y las jerarquías urbanas; realidades que son consecuencia e las transformaciones que la
sociedad europea ha experimentado en los últimos 150 años. A escala mundial, Europa es uno de los grandes
focos de poblamiento, con un volumen de poco más de 700 millones de personas y una densidad media próxima
a 100 habitantes por km2.
Con la transición demográfica terminada, la población europea acusa hoy graves problemas de envejecimiento;
el desarrollo y la modernización de la economía han dado lugar a una sociedad mayoritariamente de servicios y
urbana. Europa es el continente con mayor densidad e ciudades y las redes urbanas, generalmente mejor
desarrolladas en las regiones centrales que en las periféricas, contribuyen a fortalecer la coherencia y la
organización territorial. El análisis tanto de los aspectos demográficos como de los urbanos se realiza teniendo
en cuenta y poniendo de relieve los numerosos contrastes regionales.
El desarrollo de las actividades económicas en Europa y la configuración de los espacios económicos se abordan
en el cuarto capítulo. Se exponen los factores de localización, los procesos históricos y las transformaciones
recientes, destacando el estudio de las producciones y regiones agrarias, los espacios industriales, las redes de
transporte y la actividad turística. En todos ellos, Europa ocupa un lugar preemimente tanto en volumen de
producciones como en competitividad y en niveles de integración territorial. A la vez que se estudian los grandes
avances en los sistemas de producción, se analizan también los déficits de diversa naturaleza que presenta la
economía europea y las grandes dificultades que encuentran los agentes económicos y los poderes políticos para
superarlos. Entre otros, el desigual proceso de industrialización del espacio europeo, la elevada concentración
geográfica y de las actividades industriales y los actuales retos frente a la competitividad a escala global y la
elevada dependencia energética que padece. Se presta igualmente atención a las redes de comunicación y
transporte, ya que su desarrollo y adecuación constituyen un factor clave en la localización de actividades
productivas y contribuyen de manera notable a la mejor organización y cohesión del territorio.
El desigual potencial económico y la diferente densidad e infraestructuras de comunicación y transporte
reafirman ese contraste entre el espacio central, altamente desarrollado y dominante a escala continental, y las
regiones del Sur y del Este, que sufren una cierta dependencia económica tanto en los aspectos financieros como
en los comerciales. Precisamente las políticas que implementa la Unión Europea tiene la finalidad de reducir los
desequilibrios regionales y fortalecer la cohesión entre las distintas regiones europeas.
Por último, y después de analizar los principales componentes del espacio geográfico europeo desde una
perspectiva general, en el capítulo quinto abordamos el estudio de los grandes espacios regionales. A pesar de
su tamaño reducido, Europa no es un territorio homogéneo. La diversidad es tan evidente que una última visión
de Europa tiene que realizarse fijándonos en los contrastes regionales. Esta mirada a la diversidad está
estructurada en dos niveles: un primer nivel, basado en la división de Europa en cuatro grandes espacios
regionales, y un segundo nivel, en el que se alude a las particularidades de la mayor parte de los Estados que
forman parte de estos grandes espacios. En todos ellos se ponen de relieve sus peculiaridades, centradas en el
contexto natural e histórico de cada uno, las diferencias ce carácter socioeconómico y político y los contrastes
de desarrollo que se perfilan en su interior. Las cuatro “Europas” que aquí analizamos son la Europa del Noroeste,
la Europa del Sur, la Europa Centro-Oriental y la Europa Oriental.
La Europa del Noroeste es la región con mayor nivel de desarrollo, centro de gravedad del continente europeo y
uno de los grandes polos económicos a escala mundial. La Europa del Sur, con una vieja y rica historia cultural,
arrastra graves retrasos estructurales respecto a la Europa del Noroeste, derivados fundamentalmente de un
difícil pasado. La Europa Centro-Oriental incuye a un grupo de países que fueron territorios fronterizos de los
grandes Imperios y que, después, formaron parte de la llamada Europa del Este, en la época de la “guerra fría”;
desde su incorporación a la UE en 2004 y 2007, todos han dado un gran sato histórico, consiguiendo una
estabilidad política que nunca antes habían tenido y generando una nueva dinámica territorial. Por último,
forman parte de la Europa Oriental los países europeos integrados en la Comunidad de Estados Independientes
que, con graves problemas geopolíticos y de cohesión interna, figuran entre los menos desarrollados de Europa;
entre todos ellos, sobresale la nueva Rusia, gran potencia emergente, cuyo corazón económico y político se
encuentra, sin duda alguna, en territorio europeo.
En suma, en esta Geografía de Europa se presenta el análisis de los principales elementos del espacio geográfico
europeo y el estudio comparativo de los cuatro grandes conjuntos regionales.
La combinación de todos ellos nos proporciona una imagen de Europa a la vez unitaria y fragmentada. Tanto en
unos como en otros, la perspectiva geográfica combina la localización de los hechos en el espacio natural con los
procesos históricos, los niveles de desarrollo y los contrastes en la organización territorial.

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