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Universidad Nacional de Colombia – sede Bogotá

Maestría en Estudios Culturales


Seminario Teorías de la Cultura I – 2019-II
Profesor: Mauricio Montenegro
Presentado por: Paula Carolina Uribe Polo

Reseña del texto El árbol de la libertad, primera parte del libro La formación de la clase obrera en
Inglaterra. Thompson, Edward. P. Capitán Swing – 2012.

Contexto. Edward Thompson (1924-1993) fue un historiador británico – el historiador social más importante de la segunda
mitad del siglo XX – poeta y activista político. Nació en Oxford en el seno de unos padres misioneros metodistas. En su
juventud, luchó en la II Guerra Mundial. Después de su servicio militar, estudió en Corpus Christi College, Cambridge, donde
se unió al Partido Comunista de Gran Bretaña. Fue uno de los principales intelectuales del partido, pero lo abandona en
1956 tras la invasión soviética a Hungría. Aún distanciado del partido, Thompson siguió activo en la militancia, que lo llevó
a finales del año 50 a formar parte de la corriente conocida como New Left. En los años 80 lideró el movimiento de
intelectuales contra las armas nucleares en Europa y fue un fuerte vocero del movimiento pacifista de Europa Occidental y
del Este. Fue profesor en distintas Universidades en Inglaterra y Estados Unidos.

En 1963 publica una de sus más sobresalientes obras, La formación de la clase obrera en Inglaterra, mientras él trabajaba
en la Universidad de Leeds. Este libro fue un hito en la fundación del campo La historia social. Este campo busca
representar y contar la historia, tomando en cuenta todos los fenómenos sociales como parte fundamental de la
elaboración del relato histórico. Thompson escribió este libro mientras vivía en Halifax, West Yorkshire y basó parte de su
trabajo en su experiencia con la población local de Halifax.

Clase y no clases, es la idea que germina en todo un relato complejo y repleto de descripciones muy precisas en el libro
La formación de la clase obrera en Inglaterra de E. Thompson. Desentrañar lo que en el imaginario colectivo ha
significado la clase obrera en Inglaterra y desmitificar que la clase es una estructura, una categoría, una cosa; por el
contrario, la clase – como la entiende Thompson- es un fenómeno histórico, que ha ocurrido y se puede ver claramente
en las relaciones humanas. La clase entraña la noción de relación histórica (Thompson, 2012), y la conciencia de clase
es “la forma en que se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de
valores, ideas y formas institucionales.” (pág. 32)

Thompson recalca en su intención de contribuir en la comprensión de clase en un contexto especifico, con unas
relaciones históricas, una formación social y cultural. Por ello, el autor toma los años entre 1780 y 1832 para estudiar
las organizaciones que anteceden y consolidan las formas tradicionales de organización de la clase obrera moderna.

Uno de los rasgos característicos durante el texto de la primera parte del libro, el árbol de la libertad – término que usa
el autor, tomado de la Revolución francesa, para señalar el símbolo del cambio en las formas, actitudes y posturas de
los movimientos reformistas y antiparlamentarios ingleses del siglo XVIII – es la multiplicidad de grupos disidentes de
la monarquía inglesa entre los años 1790 y 1795. La heterogeneidad entre sus miembros, destacándose que todos
eran trabajadores de oficio o agricultores, con ciertos intereses intelectuales y la idea en común del inglés es libre por
nacimiento; pone de manifiesto las creencias populares de la época.

La relación tan estrecha de la muchedumbre con la iglesia protestante y, especialmente las iglesias reformadas, son
para Thompson, una relación dialéctica que configura a las disidencias inglesas del siglo XVIII, específicamente el
metodismo. Esta relación se daba en una contradicción constante entre los valores típicos liberales republicanos y la
presión de las instituciones de control que prohibían hablar en público contra el rey y la iglesia. Para ello, doctrinas y
teologías protestantes controlaban y ejercían poder en diferentes regiones de Inglaterra, dependiendo de sus
condiciones políticas y económicas.

Los métodos de ‘pastoreo’ eran variados, pero la legitima y avalada por el Parlamento inglés, el cristianismo racional
de los unitarios, era demasiado distante, fina y asociada a los valores de la clase floreciente, creando barreras de
comunicación entre artesanos, trabajadores de oficio y tenderos. Esta tradición que se mantuvo, para Thompson
contribuyó más a la conciencia social de la clase media que al movimiento popular.

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Como respuesta del letargo y el materialismo de la iglesia unitarista, se dio origen al Metodismo diferenciado, una
religión para los pobres. Thompson se detiene cuidadosamente en este momento, con la intención de describir la
relación espiritual y material de los ingleses de oficio, manifestando una disputa constante entre los reinos interior y
exterior, que suponía un rechazo de los poderes dominantes, excepto en los aspectos en la que coexistencia era
inevitable (pág. 53). En pocas palabras, los religiosos metodistas eran conscientes de unas desigualdades sociales
contrarios al espíritu libre e individualista del inglés, por tanto, lograron conjugar, en sus justas proporciones, valores
que fundamentaban la democracia, la disciplina, la doctrina religiosa y el sentimentalismo. Los religiosos metodistas
diferenciados abonaron el terreno para la formación de las disidencias, aun cuando también el metodismo era
reaccionario y servil.

Los ingleses de oficio fueron formados por el pulpito y las escuelas del domingo. En cada región de Inglaterra,
abundaban las sectas religiosas, que en palabras de Thompson, son el substrato para la pluralidad de la cultura de la
clase obrera del siglo XIX (pág. 73). No solo los artesanos y trabajadores del campo fueron llamados y acogidos con
urgencia por la iglesia, las minorías articuladas: –como lo llama Thompson- las rameras, taberneros, ladrones, eran el
foco de mayor interés de los religiosos, especialmente los que apoyaban la monarquía. No solo la iglesia sino la
burguesía y nobles con propiedades tenían un interés de <<rescatar estas almas perdidas>>, síntoma de una
necesidad de <<poner en orden la casa de los pobres>>. Además, que, el miedo suscitado por la revolución francesa,
generó un horror a todo lo que fuera innovador, a las ideas anti parlamentarias y discursos de sedición de los metodistas
a sus congregaciones, que pudieran alentar a la muchedumbre a sublevarse.

A pesar de las intenciones por controlar a la masa marginal de la Inglaterra del siglo XVIII, las crisis económicas y las
profundas diferencias entre los que eran propietarios y los que no, generó un descontento social que se manifestó, en
muchas ocasiones, en mítines. La corrupción y la opresión de las instituciones generó un odio y desprecio por la ley
entre los pobres y trabajadores. Consecuencia de ello, amotinamientos temporales en plazas de mercado, exigiendo
precios justos de materias primas para la comida. Estos actos de sublevación se consideraban a nivel popular como
actos de justicia.

Contrario a lo que se piensa, los intelectuales y reformadores de la época despreciaban estos actos de amotinamiento
popular, pues lo consideraban fugaces y no solucionaban de fondo el problema: la desigualdad económica, la
concentración de la propiedad en unas pocas manos, la violación de las libertades civiles. Este discurso, ampliamente
difundido por intelectuales tuvieron una acogida masiva gracias a personajes carismáticos y que hablaban en el
lenguaje popular, como Thomas Paine. La difusión masiva del libro Los derechos del hombre hizo mella en las
conciencias de los trabajadores sin propiedad, a través de discursos incendiarios contra la monarquía y el sistema
constitucional, contribuyendo a destruir tabúes centenarios (pág. 117). La tradición de Paine influyó fuertemente en el
periodismo popular del siglo XIX.

Hacia la mitad de la primera parte del libro y su conclusión, Thompson hace una descripción de la fuerza que tomó las
Sociedad de Correspondencia de Londres y otras organizaciones anti parlamentarias; la persecución sistemática del
parlamento inglés; las voces disidentes más populares y los elementos que ayudaron a configurar una clase obrera y
una conciencia obrera de clase. Este proceso agitado ayudó a “alterar las actitudes sub-políticas, afectó los
lineamientos de clase e inició tradiciones que se extienden hasta el presente siglo” (pág. 127).

Aspectos importantes que considero faltantes que Thompson menciona, pero no ahonda, es el estudio de las actitudes
sociales de los delincuentes, soldados, marineros, de estas minorías articuladas que también participan de los
amotinamientos y apoyaban las causas de reformistas, pero en igual vía, eran sobornados por agitadores y las
instituciones monárquicas. Esta minoría representa los valores de mayor desarraigo con los discursos del poder:
fatalismo, ironía, tenacidad de la propia supervivencia.

En otra arista, Thompson es disruptivo en su estilo narrativo histórico, a pesar de ser más ortodoxo en la presentación
de su estudio que otros autores antes leídos (Fanon, Hoggart), pero su análisis histórico en los aspectos costumbristas
de los sujetos de estudio, dentro de una estructura económica, es esencial para entender en contexto las actitudes de
la clase obrera inglesa en sus orígenes y su consolidación en el siglo XIX.

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