Es fácil escribir historia de ayer para los de hoy, pero de
hoy para los de hoy...
La historia que se desarrolló y desarrolla sobre el Istmo de
Panamá está llena de una serie de hechos que evidencian desaciertos cometidos en el territorio panameño y nada hace pensar que no se seguirán cometiendo. Tal es así que, en fecha temprana, Balboa es decapitado por su suegro Pedrarias y todo indica que el incidente estuvo teñido por la envidia y la venganza. En el decimonono, tras los movimientos separatistas locales, además de las sempiternas guerras intestinas colombianas, se produce el linchamiento de Pedro Prestán, ajusticiamiento que ha quedado a medio explicar.
Pero el siglo XX nos depara mayores sinsabores de justicia,
tal vez por tenerlo próximo y por ser contemporáneos de los hechos que en él se van desbrozando, desde los albores republicanos: La muerte de Victoriano Lorenzo (aunque no en la fase republicana, sí en los inicios de la centuria).
La muerte de Remón, de Miró, de Araúz, de
Falconett, Mendizábalm y de Spadafora, por mencionar tan solo algunos.
Todos tienen denominador común: resueltos a medias y la
existencia de individuos e instituciones que tienden a proteger a los culpables en detrimento de los ofendidos y desaparecidos.
Y, al respecto, los historiadores poco hacemos por rescatar
la memoria para el colectivo...
Todo lo anterior nos recuerda un prólogo de Carlos Manuel
Gasteazoro fechado 1954, donde apuntaba que era casi insólito que en Panamá "los funcionarios del Estado se adentren con seriedad y vocación al estudio de nuestra historia".
A casi cuarenta años de esas palabras, podemos afirmar
que hoy sigue siendo insólito que existan, fuera de los historiadores, hombres como el Doctor Carlos Cuestas (jurista, abogado y profesor), que traten de rescatar, en los laberintos de la historia, sucesos que la mano criminal quiere mantener bajo el abrigo rocoso del olvido; de allí, tal vez, sus obras: Memoria de un fiscal: el escándalo de la Caja de Seguro Social; El histórico combate de San Pablo; Soldados americanos en Chiriquí.
En esta ocasión, Cuestas nos sorprende con una nueva
producción donde, además de hacer un esfuerzo heurístico, hace un derroche de hermenéutica y nos entrega Cotito, crónica de un crimen olvidado.
Cabe agregar que la historia sobre el siglo XX panameño
suele estar circunscrita, de manera directa e indirecta, a la Zona del Canal o a líderes. En este sentido la obra del Doctor Cuestas se aleja de esa condición presentándonos, con objetividad, claridad y equilibrio, a través de sus seis capítulos, un pasaje histórico que, por razones oscuras, hoy se comienza a esclarecer.
Por primera vez la historia de la matanza de los colonos
suizo-germanos de Cotito escapa del estilo tendencioso, politiquero y amarillista y se coloca en una dimensión más objetiva: la acción desalmada llevada a cabo contra hombres, mujeres y niños en una mañana de 7 de julio de 1941; un incidente acaecido en la región chiricana donde se caldeaba el fanatismo y la intolerancia, producto de la ignorancia.
Carlos Cuestas logra desentrañar de las fuentes éditas,
inéditas y roales los motivos y los culpables de tan lamentable crimen colectivo; igualmente, relata la irracional conducta del capitán Antonio Huff quien, "más allá del deber", irrumpió con furia contra los "hospitalarios" colonos suizos-germanos, quienes, dirigidos por Karl Lenher, hombre muy afincado en sus principios religiosos, opusieron resistencia pacífica, tal vez extremando su fanatismo e ideales, provocándose el encuentro entre la insensatez y la intransigencia, con los resultados que describe la obra: doce muertos, de los cuales nueve eran hombres y tres mujeres (8 suizos y 4 alemanes).
Como dice Carlos: eran tiempos de renovación
institucional, de intolerancia, de persecuciones políticas, de levantamientos y represión. También fueron tiempos de guerra, de prejuicios raciales, de acciones contra las minorías, expresadas, desde 1904, en leyes y decretos y constitucionalmente adoptadas en 1941. Fue el tiempo de una masacre de cristianos y es una crónica de ayer para hoy, pero también de hoy para los de hoy, que el Doctor Carlos Cuestas nos permite recordar.