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Introducción a la Historia

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Universidad Nacional de La Plata

Introducción a la Historia –
“Colección de citas sobre la historia”
Curso 2024

A continuación, compartimos un conjunto de citas de una serie de autorxs -algunxs historiadorxs


profesionalxs, otrxs no- que tratan de definir qué es la historia, problematizar su función social o
explicar las principales características de su metodología de trabajo. Unas pocas de ellas refieren
también al otro sentido del vocablo historia, es decir, no a la historia como conocimiento, sino al
proceso que hombres y mujeres vivieron y protagonizaron a través del tiempo.

Para captar los significados que contienen estas citas, es necesario pensarlas en su contexto
histórico; pero a la vez, podemos sacarlas de ese contexto lejano y pensarlas en su actualidad, es
decir, en relación con nuestras preocupaciones contemporáneas. Así, una idea elaborada por
ejemplo en el siglo XIX, puede parecernos característica de un modo de entender la historia que
consideramos superado, pero esto no nos impide que ese pensamiento continúe motivando
discusiones y transmitiéndonos legados. A través de estas citas nos interesa explorar, también,
cómo algunas ideas que se plantearon en épocas lejanas resultan representativas de problemas
que juzgamos muy actuales.

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“- Así es – replicó Sansón-, pero uno es escribir como poeta y otro como historiador; el poeta
puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser, y el historiador las de
escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna.”
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, 1605.

“La historia es la relación de hechos que se consideran verdaderos. La fábula, en cambio, es la


relación de hechos que se tienen por falsos” Voltaire. Dictionnaire philosophique, 1769.

"Cuando, en el silencio de la abyección, ya sólo se oye el tintineo de las cadenas del esclavo y la
voz del delator, cuando tiembla ante el tirano y resulta tan peligroso atraerse sus favores como
merecer su desgracia, aparece el historiador, encargado de la venganza de los pueblos"
François-René de Chateaubriand, 1807.

"Se ha dicho que la historia tiene por misión enjuiciar el pasado e instruir al presente en beneficio
del futuro. Misión ambiciosa, en verdad, que este ensayo nuestro no se arroga. Nuestra pretensión
es más modesta: tratamos, simplemente, de exponer cómo ocurrieron, en realidad, las cosas".
Leopold von Ranke, Historia de los Pueblos Latinos y Germánicos. De 1494 a 1535, 1824.

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias
elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente,
que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas
oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos" Karl Marx, El Dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte, 1852.
Con la Historia del Consulado y del Imperio del Sr. Thiers y el año 1815, se detienen (se
interrumpen) para nosotros los libros y los tiempos históricos. Las épocas que siguen no están aún
en el terreno de la Historia.
Podemos y debemos enseñar de éstas el conjunto, los hechos generales, los que sean
indiscutibles a los ojos de los jóvenes de nuestras escuelas que van a entrar en la vida y van a
mezclarse con el movimiento del siglo. Pero los libros extensos, los que juzgan a cada personaje
en los detalles infinitos de su rol no pueden ser escritos todavía con la imparcialidad y la calma
que aportamos al estudio de los hechos terminados. La historia no nace para una época más que
cuando ella ha muerto por completo. El campo de la historia es, por tanto, el pasado. El presente
corresponde a la política y el porvenir a Dios. Thiénot, J, Rapport sur les études historiques.
1867.

“Y acudí otra vez al profesor Trevelyan para ver lo que significaba para él historia. Descubrí
mirando los títulos de sus capítulos que significaba: “El tribunal del señorío y los métodos de la
agricultura a campo abierto… Los cistercienses y la ganadería ovina… Las Cruzadas… La
Universidad… La Cámara de los Comunes… La Guerra de los Cien años… La Guerra de las
Rosas… Los estudios renacentistas… La disolución de los monasterios… Lucha agraria y
religiosa… El origen del poder marítimo inglés… La Armada…” y así sucesivamente. En ocasiones
se nombra a una mujer individual, una Isabel, o una María; una reina o una gran dama. Pero de
ninguna manera podrían las mujeres de clase media sin nada más a su alcance que sesos y
carácter haber tomado parte de ninguno de los grandes movimientos que, en conjunto, constituyen
la visión del historiador sobre el pasado. (…) Lo que hace falta, pensé (…), es una masa de
información; ¿a qué edad se casaba; cuántos hijos tenía por lo general; cómo era su casa, tenía
un cuarto para ella; se ocupaba de cocinar; era probable que tuviera una sirvienta? Todos esos
hechos se encuentran en alguna parte, presumiblemente en registros parroquiales y libros de
cuentas; la vida de la mujer isabelina debe de estar dispersa en algún lado, de poder alguien
recolectarla y hacer con eso un libro. Sería más ambicioso de lo que me atrevo, pensé (…), sugerir
a las estudiantes de esos famosos colegios que rescriban la historia, aunque admito que a
menudo parece un poco rara tal como está, irreal, ladeada (…)” Virginia Woolf, Un cuarto
propio, 1929 (pp. 76-77)

"La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto. Sus
propiedades son bien conocidas. Hace soñar, embriaga a los pueblos, genera en ellos falsos
recuerdos, exagera sus reflejos, conserva sus viejas heridas, los atormenta en el reposo, los lleva
al delirio de grandeza o al de persecución, y hace que las naciones se vuelvan amargadas,
soberbias, insoportables y vanas". Paul Valery, Miradas al mundo actual, 1931.

“La inmensa riqueza de lo histórico, en cuanto al repertorio de posibilidades que nos ofrece, no
consiste en los hechos en sí, sino en la variedad de sus relaciones, en la infinita cantidad de
actitudes posibles ante los seres, los marcos culturales, las modalidades colectivas, los caracteres
todos de una realidad (...) y la captación de los ritmos con que se ha movido lo humano”. José
Luis Romero (1936) “La formación histórica”, en La Historia y la Vida, 1988.

“[…] Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no
olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los
que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales
de las minas, los que construimos ciudades…¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en
mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no
vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la
última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos
un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante”.
Buenaventura Durruti, anarquista revolucionario español (1896-1936)

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"[...] Hasta mediados del siglo pasado, todo interés, tanto del historiador como del público, se
centraba en los acontecimientos de índole político-constitucional, en las guerras y las dinastías, en
las instituciones políticas y su desarrollo. Por lo tanto, la historia se refería, sustancialmente, a las
clases gobernantes. ‘Alabemos a los varones gloriosos’́, era el lema del historiador que se
olvidaba de agregar ´y a nuestros padres que nos engendraron´. No le preocupaba escudriñar las
oscuras vidas y las actividades de la gran masa de la humanidad -merced a cuya lenta faena
prosperó el mundo- que constituyen el oculto cimiento del edificio público y constitucional erigido
por los gloriosos varones a quienes él ensalzaba. Hablar de la gente común hubiera sido rebajar la
dignidad de la Historia (...) Carlyle fue una voz clamando en el desierto. Pero hoy ha surgido la
nueva historia, cuya senda él desbrozó: la época actual difiere de los siglos anteriores por su
vívida comprensión de ese individuo tan relegado antes, que es el hombre de la calle o (más a
menudo en las épocas pasadas) el labriego. Al presente, el historiador también se interesa en la
vida social del pasado y no solamente en las guerras e intrigas palaciegas. Para el escritor
moderno, el siglo XIV, por ejemplo, no es meramente el siglo de la Guerra de los Cien Años y del
Príncipe Negro y Eduardo III: para él -y esto es mucho más significativo- es la época de la lenta
decadencia del sistema de vasallaje en Inglaterra, hecho más trascendental a la larga que la lucha
por las provincias francesas pertenecientes a la corona inglesa. Sin embargo, ensalzamos a los
varones gloriosos, porque sería un triste historiador aquel que dejara a un lado las grandes figuras
cuyo halo glorioso o romántico se ha proyectado sobre las páginas de la historia, pero al honrarlos
aclaramos debidamente que no solo han participado en la historia los individuos notables, sino
también el pueblo en su totalidad, masa anónima e indiferenciada, que descansa en tumbas
ignoradas. Al fin han obtenido lo que es suyo nuestros padres que nos engendraron; como dijo
Acton, ‘ahora el gran historiador paladea sus comidas en la cocina’" Eileen Power, 1937, en
Gente de la Edad Media, EUDEBA, Bs.As. 1966, pp 11 - 13.-

"La historia es el estudio, científicamente elaborado de las diversas actividades y de las diversas
creaciones de los hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades
extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras… actividades y creaciones
con las que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las edades La definición es un poco
larga pero yo desconfío de las definiciones demasiado breves, milagrosamente breves. Y además,
en sus mismo términos, descarta, me parece, muchos pseudo-problemas” Lucien Febvre (1941),
Combates por la historia, 1953.

"Sin embargo, el problema básico continúa siendo el mismo. Es el problema con el que se enfrenta
toda empresa histórica: ¿Es posible aprehender, de una forma u otra, al mismo tiempo, una
historia que se transforma rápidamente —cambios tan continuos como dramáticos— y otra,
subyacente, esencialmente silenciosa, indudablemente discreta, casi ignorada por quienes la
presencian y la viven y que soporta casi inmutable la erosión del tiempo? Esta contradicción
decisiva, que debe ocupar siempre el centro de nuestros pensamientos, se revela como un
magnífico instrumento de conocimiento y de investigación. Aplicable a todos los aspectos de la
vida, reviste necesariamente diferentes formas según sean los términos de la comparación"
Fernand Braudel (1963) Prólogo a El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
Felipe II (1949)

“Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al «obsoleto» tejedor manual, al
artesano «utópico», e incluso al iluso seguidor de Joanna Southcott, de la enorme
condescendencia de la posteridad. Es posible que sus oficios artesanales y sus tradiciones
estuviesen muriendo. Es posible que su hostilidad hacia el nuevo industrialismo fuese retrógrada.
Es posible que sus ideales comunitarios fuesen fantasías. Es posible que sus conspiraciones
insurreccionales fuesen temerarias. Pero ellos vivieron en algunos tiempos de agudos trastornos
sociales, y nosotros no. Sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia experiencia; y, si
fueron víctimas de la historia, siguen, al condenarse sus propias vidas, siendo víctimas.

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Nuestro único criterio no debería ser si las acciones de un hombre están o no justificadas a la luz
de la evolución posterior”. E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra,
1963.

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no
tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de
las experiencias anteriores: la experiencia se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece
así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Rodolfo
Walsh, 1968.

“Tanto en la escuela primaria como en la secundaria la historia no se enseña como una ciencia
sino como una disciplina destinada a crear, o a fortalecer, o a negar, una imagen del pasado que
conviene a la orientación predominante. Y esto ha ocurrido siempre, porque la historia es la
conciencia viva de la humanidad y de cada una de sus comunidades, y nadie podría prescindir de
su apoyo para defender su propia imagen y su propio proyecto de vida." José Luis Romero en
Revista Crisis, 1973.

“Y así algo nos incumbe. Esos innumerables muertos, esas víctimas de las matanzas, esos
torturados, esos pisoteados, esos ofendidos son asunto nuestro.
¿Quién hablaría de ellos si no nosotros? ¿Quién siquiera pensaría en ellos? En el clima de
universal amnistía moral acordada hace tiempo a los asesinos, los deportados, los fusilados, los
degollados no nos tienen sino a nosotros para pensar en ellos. Si dejáramos de pensar
acabaríamos de exterminarlos, y quedarían aniquilados definitivamente. Los muertos dependen de
nuestra fidelidad… Eso es lo propio del pasado en general: el pasado necesita que se lo ayude,
necesita ser recordado a los olvidadizos, a los frívolos, a los indiferentes, necesita que sin cesar
nuestras celebraciones los salven de la nada, o que por lo menos retrasen el no-ser al que está
destinado; el pasado necesita que nos reunamos adrede para conmemorarlo: porque el pasado
necesita de nuestra memoria… No, la lucha no es igual entre la marea irresistible del olvido que, a
la larga, lo sumerge todo, y las protestas desesperadas pero intermitentes de la memoria;
aconsejándonos olvidar, los profesores del perdón nos aconsejan algo que ninguna necesidad
tiene de que nadie lo aconseje: ya se encargarán los olvidadizos sin nuestra ayuda, no piden nada
mejor. Es el pasado el que reclama nuestra piedad y nuestra gratitud: porque el pasado, él, no
sabe defenderse solo como se defienden el presente y el porvenir, y la juventud pide conocerlo, y
sospecha que le estemos escondiendo algo; y en efecto, seguimos sin saber cómo revelarles esos
secretos terribles que llevamos con nosotros: los campos de exterminación, los ahorcados de
Thulle, la matanza de Oradour” Vladimir Jankélévitch, Lo imprescriptible ¿Perdonar? Con
honor y dignidad, 1987.

"Los historiadores que buscan en el pasado testimonios acerca de las mujeres han tropezado una
y otra vez con el fenómeno de la invisibilidad de la mujer. Las investigaciones recientes han
mostrado, no el que las mujeres fuesen inactivas o estuviesen ausentes en los acontecimientos
históricos, sino que fueron sistemáticamente omitidas de los registros oficiales. Al hacer una
evaluación acerca de lo que es esencial, de lo más sobresaliente del pasado para nuestro
presente, rara vez se menciona a las mujeres como individuos o como grupo definible. La historia
del desarrollo de la sociedad humana ha sido narrada casi siempre por hombres, y la identificación
de los hombres con la "humanidad" ha dado por resultado, casi siempre, la desaparición de las
mujeres de los registros del pasado". Joan W. Scott, "El problema de la invisibilidad", 1989.

“Estas consideraciones fueron iniciadas subrayando que existe un terreno común a jueces e
historiadores: el de la verificación de los hechos y, por ello, de la prueba. Paso a paso hemos visto
cómo surgían una serie de divergencias: por ejemplo la que hay entre el error judicial y error
científico, […] Ahora también revela no ser completa la convergencia sobre la verificación de los
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hechos. Los hechos que examinan los jueces y los historiadores son, en parte, diferentes, sobre
todo porque diferente es, en unos y en otros, la actitud hacia el contexto, o mejor, hacia los
contextos. A los jueces los contextos se les presentan […] principalmente en forma de
circunstancias o elementos atenuantes de orden biológico o histórico. […] Sin embargo, de un
siglo a esta parte, la relación entre acciones humanas y contextos (biológicos, culturales,
económicos, etc.) constituye para la historiografía más viva, un problema abierto, y no un
postulado definido de una vez por todas en un sentido u otro […]. Carlo Ginzburg, El juez y el
historiador, 1993.

"Una práctica democrática de la historia fomenta el escepticismo sobre las visiones dominantes. Al
mismo tiempo, es esencial la creencia en la realidad del pasado y la posibilidad de conocerlo.
Hacer colapsar esta tensión en favor de un polo o el otro es abandonar la lucha por el avance del
conocimiento. La apertura a la interacción entre certezas y dudas es compatible con la expansión
de la calidad de la democracia. Esta apertura depende de volver a una versión del modelo
científico de conocimiento basado en la creencia en la realidad del pasado y en la habilidad
humana para acceder a él. [...] En una democracia, la historia prospera a partir de la pasión por
conocer la verdad.
Pero incluso en una democracia, la historia implica poder y exclusión, ya que toda historia es
siempre la historia de alguien, contada por alguien desde su punto de vista parcial. Aún así, la
realidad externa tiene también el poder de imponerse sobre la mente; las realidades pasadas
permanecen en fuentes que los historiadores están entrenados para interpretar. El esfuerzo de
establecer verdades históricas en sí mismo promueve el civismo. Desde que nadie puede estar
segurx de que sus explicaciones son correctas de un modo definitivo, todo el mundo debe
escuchar a lxs demás. Todas las historias humanas son provisorias; nadie tendrá la última
palabra”. Joyce Appleby; Lynn Hunt y Margaret Jacob, La verdad sobre la historia, 1994.

“Los silencios entran en el proceso de producción histórica en cuatro momentos cruciales:


el momento de la creación del hecho (la elaboración de las fuentes); el momento del
ensamblaje de los hechos (la construcción de los archivos); el momento de la
recuperación del hecho (la construcción de narraciones); y el momento de la importancia
retrospectiva (la composición de la Historia en última instancia)”. Michel-Rolph Trouillot,
Silenciando el pasado, 1995.

“Ver, en el mundo y en la historia, únicamente enfrentamientos entre “pueblos” personalizados, es


una constante del espíritu. Pero, si atravesamos continentes y siglos, ¡cuántos modelos diversos
aparecen! Modelos de enfrentamientos y modelos de “pueblos”. Etnólogos, geógrafos e
historiadores tienen la tarea de reconstruirlos sin privilegiar ninguno de ellos (...) Lo cierto es que,
a pesar de las grandes transformaciones de nuestro siglo, el “modelo Europa 1914” permanece
presente en los espíritus de hoy. Leemos y oímos continuamente expresiones como “Inglaterra
piensa...”, “Alemania querría...”, “Francia decide...”, cuando no se trata sino de sus gobiernos.
Todo buen profesor de historia, ante sus alumnos, se prohíbe, y prohíbe, este lenguaje. Pero es
aún el lenguaje de los políticos, de los periodistas, de los divulgadores. Y aquellos que practican
otras ciencias humanas, si se improvisan historiadores, se dejan convencer demasiado
rápidamente por las palabras de sus fuentes.” Pierre Vilar, Pensar históricamente. Reflexiones
y recuerdos, 1997.

“Mi formación es la de un historiador del Asia meridional moderna; ésta conforma mi archivo y
constituye mi objeto de análisis. La Europa que intento provincializar y descentrar es una figura
imaginaria que permanece profundamente arraigada en formas estereotipadas y cómodas de
algunos hábitos del pensamiento cotidiano, las cuales subyacen invariablemente a ciertos intentos
de las ciencias sociales de abordar asuntos de modernidad política en Asia meridional […]

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“El proyecto de provincializar Europa […] no puede caracterizarse como un proyecto de relativismo
cultural. No puede originarse en el punto de vista según el cual la razón-la ciencia-los universales
que ayudan a definir Europa como lo moderno son sencillamente «específicos de una cultura» y,
en consecuencia, pertenecen sólo a las culturas europeas. Pues la cuestión no radica en que el
racionalismo europeo sea siempre en sí mismo irrazonable, sino que se trata de documentar cómo
-mediante qué proceso histórico- su «razón», que no siempre ha resultado evidente para todos, se
ha hecho parecer obvia tan lejos del terreno en que emergió. Si, como se ha afirmado, una lengua
no es más que un dialecto respaldado por un ejército, cabría decir lo mismo de los relatos sobre la
«modernidad» que, de manera prácticamente universal, apuntan hoy en día a una determinada
«Europa» como la condición primaria de lo moderno. Dipesh Chakrabarty (2000)

“Si los hechos históricos que conciernen a la libertad pueden ser arrancados de las historias
contadas por los vencedores y recuperados para nuestro propio tiempo, entonces el proyecto de
una libertad universal no necesita ser descartado, sino más bien redimido y reconstituido sobre
bases diferentes. El momento de iluminación del pensamiento de Hegel necesitaría yuxtaponerse
a la lucidez de otros de sus contemporáneos: Toussaint-Louverture, Wordsworth, el abate
Grégoire, incluso Dessalines. Pues en toda su brutalidad y venganza contra los blancos,
Dessalines vio la realidad del racismo europeo con más claridad. Es más, el momento de Hegel
necesitaría yuxtaponerse al instante de iluminación en acción: los soldados franceses enviados
por Napoleón a la colonia, quienes al escuchar a ex esclavos cantar la Marsellesa se preguntaban
a viva voz si no estaban peleando del lado equivocado […]”. Susan Buck Morss, Hegel y Haití,
2000

“A veinticinco años de la apertura del que fue anunciado como Proceso de Reorganización
Nacional nada parece más natural que hacer de la conmemoración de ese momento inaugural de
una etapa destinada a dejar una huella profunda en nuestra conciencia histórica, la oportunidad
para comenzar a integrar a ésta como un momento en el incesante flujo de la Historia. Pero
apenas se trata de hacerlo, se advierte que con ello se arriesga a perder lo que todavía, a
veinticinco años de distancia, sigue pareciéndonos esencial acerca de la etapa (...) Descubrimos
así, hasta qué punto frente a situaciones como las que deparó el Proceso, se extrema lo que de
por sí tiene de problemática la relación entre experiencia vivida y reconstrucción histórica
(...) el paso de una memoria que revive a una historia que reconstruye, que ante otros objetos
puede ser enriquecedor, parece en cambio sacrificar (en este caso) todo lo que de veras cuenta
(...) revivirlo evoca algo muy distinto de cualquier leve nostalgia: un horror al que aun quienes no
hemos sido víctimas de los horrores que lo provocaban no queremos renunciar, porque
nos parece que él nos ha revelado algo muy importante. ¿Pero qué nos ha revelado? Sin duda
qué significa vivir una experiencia que hasta entonces sólo había cabido en nuestra mente como
una abstracta posibilidad, a la que asignábamos por otra parte rasgos muy distintos de los que iba
a desplegar cuando se encarnó en la realidad (..) y contribuye a que no renunciemos a seguir
escarbando en los recuerdos, en la esperanza de encontrar por fin la clave que permita entender
lo vivido.
Apenas se lo intenta se advierte que la empresa de reproducir a través de la memoria lo que fue
vivir el Proceso es aún más problemática que la de reconstruir una historia del Proceso mismo (...)
(porque su legado) aunque no logró imprimir al país el perfil que se proponía imponerle, le infligió
una herida que se rehúsa a cicatrizar, y es de temer que esa huella -aunque cada vez más
sumergida bajo los nuevos sedimentos depositados todos los días por una historia cuyo avance no
se detiene- esté destinada a permanecer como la falla subterránea que en el cuerpo mismo de la
nación seguirá ofreciendo el testimonio de lo que ella debe al Proceso” Tulio Halperín Donghi,
"Una historia que se resiste a entrar en la Historia", en Clarín, 20.03.2001 (Subrayado en el
original)

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“Pero la historia necesita la distancia, no sólo de las pasiones, las emociones, las ideologías y los
miedos de nuestras guerras de religión, sino de las tentaciones todavía más peligrosas de la
identidad. La historia requiere movilidad y la capacidad de investigar y explorar un vasto territorio,
esto es, la capacidad de saber moverse más allá de nuestras propias raíces. Por esto no podemos
ser plantas, unos seres incapaces de abandonar su territorio y su hábitat de nacimiento, porque ni
un solo hábitat o nicho ambiental puede agotar nuestro tema de estudio. Nuestro ideal no puede
ser el roble o la secuoya -por majestuosos que sean- sino el ave migratoria -que se siente en su
casa tanto en el Ártico como en el Trópico- que cruza volando la mitad del planeta. El anacronismo
y el provincianismo son dos de los pecados mortales de la historia y ambos se deben en la misma
medida a un desconocimiento absoluto de cómo son las cosas en otros lugares, ignorancia que
incluso la lectura ilimitada y el poder de la imaginación sólo pueden superar en ocasiones
contadas. El pasado sigue siendo otro país. Sus fronteras únicamente pueden cruzarlas los
viajeros. Pero (excepto para aquellos cuya forma de vida es el nomadismo) los viajeros son, por
definición, gente que se encuentra lejos de su comunidad”. Eric Hobsbawm, Años interesantes,
2003.

"En Inglaterra y en los Estados Unidos hay un pájaro llamado magpie, un pájaro bastante grande,
blanco y negro, que siente atracción por las cosas que brillan. Entra por la ventana y saca
cualquier cosita que está en la mesa para llevarla a su nido. A veces pienso que el historiador,
cuando se mete en otros campos, tiene un poco de esto. Encuentra un texto, una teoría, una línea
de pensamiento que le gusta, le parece interesante; entonces lo saca y lo lleva a su nido, pero su
nido es la historia. En el momento de sacarlo, lo está sacando de contexto, de su relación con toda
una trama conformada por otros elementos. Tal vez el historiador lo hace más frecuentemente que
los otros. Pareciera que la historia es potencialmente mucho más abierta que otras disciplinas, y
yo creo que eso es parte de su fuerza. Actualmente los viejos historiadores se asustan porque
dicen que la historia perdió dirección. En realidad, lo que sucede es que hoy la historia tiene
cincuenta direcciones, y para mí eso es parte de su fuerza". Daniel James, 2004.

“La palabra historia deriva del griego antiguo…ver, el que ve, el que sabe, tratar de saber,
informarse… indagación. Tal es el sentido con que Heródoto emplea el término al comienzo de
sus Historias, que son indagaciones, averiguaciones…“ Jacques Le Goff. Pensar la historia,
2005.

“La aparición del recuerdo no es cómoda ni voluntaria. El pasado no pasa; vibra y se mueve con
las vueltas de mi propia vida. Aquí estoy, en el mismo lugar en que un simple muro me dijo adiós
(después de haber estado detenido en el Estadio Nacional en 1973 y haber podido salvar las
cintas de La batalla de Chile antes de exiliarse en Europa). El poder cultiva el olvido. Las
memorias emergen, vibran a flor de piel”. Patricio Guzmán, cineasta chileno en su film
“Salvador Allende” 2004.

“En este sentido cabe decir que la historia de España en el siglo XX ha sido aberrante: porque se
produjeron unos hechos aberrantes que dieron lugar a un régimen político aberrante. Pero hay
otro sentido en el que cabe hablar de aberración, y es al referirse a la historia como el relato de los
hechos acaecidos. También en este sentido es aberrante el silenciamiento de lo que ha ocurrido
en nuestro país. La historia de España que se imparte en los textos escolares no refleja ni una
mínima parte del régimen de terror que instalaron Franco y sus secuaces cuando llegó su victoria”
de Pedro López López en El derecho a saber y la aberrante historia de España, 2010.

"Para la profesión histórica, uno de los aspectos más preocupantes de la administración Bush ha
sido su esfuerzo por limitar el acceso –tanto para historiadores como para “ciudadanos comunes”-
a los registros del gobierno. [...] La administración Bush ha alegado consideraciones de privacidad
y los siempre a mano asuntos de seguridad nacional para justificar la retención de documentación
al público. Los críticos de la administración, sin embargo, apuntan al uso cada vez más extendido
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de la definición de la seguridad nacional (“esa gigantesca hoja de parra”, para tomar prestada una
frase del columnista del New York Times Bob Herbert) e insisten en que estas políticas reflejan
más precisamente una campaña concertada para incrementar los poderes presidenciales y reducir
la rendición de cuentas. Cualquiera sea la justificación o explicación, el resultado final es una
disminución en el acceso a los registros del gobierno y a los documentos presidenciales, un menor
escrutinio público y un aumento del secreto de gobierno. Todo esto debería ser particularmente
desconcertante para los historiadores, ya que representa un retroceso significativo en el
movimiento hacia una mayor apertura iniciado por la Ley de Libertad de Información, aprobada por
Lyndon Johnson el 4 de julio de 1966, y acelerado por una orden ejecutiva de 1995 aprobada por
Bill Clinton, que exigía la automática desclasificación de todos los documentos de gobierno de más
de 25 años. Lamentablemente, la administración Bush no está sola en sus retrógradas políticas de
desclasificación de documentos de gobierno (...)” Barbara Weinstein "Deja que entre la luz del
sol: archivos de gobierno e inseguridades nacionales", 2010

"La Historia a través de las voces de testigos humildes y participantes sencillos, anónimos. Sí, eso
es lo que me interesa, lo que quisiera transformar en literatura. Pero los narradores no solo son
testigos; son actores y creadores, y, en último lugar, testigos. Es Imposible afrontar la realidad de
lleno, cara a cara. Entre la realidad y nosotros están nuestros sentimientos. Me doy cuenta de que
trato con versiones, de que cada uno ofrece la suya. De cómo se mezclan y entrecruzan nace el
reflejo de un tiempo y de las personas que lo habitan. De mi libro no me gustaría que dijeran: Sus
personajes son reales, y eso es todo´ Que no es más que historia. Simplemente historia. No
escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra,
sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma (...) Una vez más... Me interesa no
solamente la realidad que nos rodea, sino también la que está en nuestro interior. Lo que más me
interesa no es el suceso en sí, sino el suceso de los sentimientos. Digamos, el alma de los
sucesos. Para mí, los sentimientos son la realidad. ¿Y la historia? Está allí, fuera. Entre la multitud,
Creo que en cada uno de nosotros hay un pedacito de historia (...)" pp. 18-19
"Atenta, escucho el dolor... El dolor como prueba de la vida pasada. No existen otras pruebas,
desconfío de las demás pruebas. Son demasiados los casos en que las palabras nos alejaron de
la verdad", p. 23
Svetlana Alexiévich (2013), La guerra no tiene rostro de mujer, Penguin Random House
Grupo Editorial, Barcelona 2015.

"Primero yo era historiadora muy clásica, especializada en la Revolución Francesa. En mi familia


la revolución se come en el desayuno. Después pasé a la Revolución Rusa, yo había estudiado
mucho ruso en la universidad, escribí un libro sobre el realismo socialista y después, cuando murió
mi padre, quise escribir una especie de biografía sobre él. Y ahí me di cuenta de que mi padre era
un anónimo; no se escribe una biografía sobre los anónimos. Por eso escribí El caballo blanco de
Lenin, donde mezclo la realidad, los documentos que tengo, ficción, una especie de homenaje a
mi padre, pero en un género que no es el de los historiadores. A partir de ese libro me planteé el
problema de la memoria. Por ejemplo ese padre nacido en Polonia, que quería hacer la revolución
ahí, pero que llegó a Francia a principios de los años 30 ¿qué se puede decir de él? ¿qué queda?
Era un militante comunista y judío, lo que hoy se cuentan con los dedos de una mano. No era
religioso. Esta familia política desapareció prácticamente, entonces ¿qué queda? Ahí empieza el
problema de memoria. No es sólo una cuestión de historia, yo puedo hacer la historia de los
barrios polacos donde nació. Puedo ver documentos. Pero no es eso. Es una historia de identidad,
no son documentos". Régine Robin en Bs, As, 2016.-

“A lo largo de la historia, las múltiples y variadas lógicas binarias han funcionado de manera
diferente para la producción de la “identidad occidental”, siempre en un sentido negativo: el ser
aquello que no es. Estas lógicas se desplegaron hacia adentro y hacia afuera de las fronteras
imaginarias de Occidente en relación con el despliegue de toda una serie de jerarquías imbricadas
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entre sí, etno-raciales, de sexo-género, espirituales, económicas, político administrativas,
laborales, epistémicas, lingüísticas, etc. Hacia afuera se emplearon mecanismos racistas binarios
de otrificación que privilegiaban a las poblaciones europeas frente a las no europeas, mientras que
hacia adentro se dibujaba un perfil deseable y proliferable de “sujeto europeo”: el hombre blanco
burgués capitalista militar cristiano y patriarcal. Dentro de las fronteras dichos mecanismos fueron
empleados en contra de los musulmanes y judíos en los siglos XV y XVI, de la aristocracia en el
siglo XVII, de la burguesía emergente en el siglo XVIII, de los pobres en el siglo XIX y de los judíos
y los comunistas en el XX; y de los gitanos, los inmigrantes en general y los musulmanes en
particular, desde finales del siglo XX a la actualidad. Fuera de las fronteras, por otra parte, se
construyeron progresivamente los diversos sujetos coloniales racializados a partir de las lógicas
“critianizate o te mato” del siglo XVI, “civilizate o te mato” del XIX, “desarrollate o te mato” del XX,
“neoliberalizate o te mato” de fines del mismo siglo, hasta llegar al “democratizate o te mato” de
comienzos del siglo XXI”.
Sirin Adlbi Sibai (2016), La cárcel del feminismo, pp. 37-38

“En la base de cada obra de historia hay un problema de posicionamiento. Éste es, de cierto
modo, un problema ético. ¿La historia de quiénes estás contando? ¿Y desde qué perspectiva?
Como al pensador haitiano Jean Casimir le gusta plantearlo, cuando escribimos la historia de
Colón llegando a lo que los pueblos indígenes llamaban Ayiti, tenemos que tomar una decisión:
¿estamos en el barco o en la costa? Principio del formulario
Tradicionalmente, la historia americana fue escrita en su mayor parte desde la perspectiva de los
europeos, los conquistadores y los colonizadores. Fueron sus escritos, sus archivos, los que
sustentaron la historia, y en un sentido más amplio las epistemologías e ideologías europeas el
sentido mismo de lo que la historia era. En las décadas pasadas, los historiadores han trabajado
para revertir este patrón, contando historias fundadas en las perspectivas y experiencia de las
poblaciones nativas americanas, así como de los africanos y afroamericanos que fueron
esclavizados en América.
En el centro de una gran parte del trabajo histórico hay un sueño de que podemos encontrar un
punto de balance entre todas estas perspectivas -de que podemos, de hecho, estar tanto en el
barco como en la costa al mismo tiempo, o tal vez flotando por encima, tomando notas con
ecuanimidad. Pero mientras lo que es útil al menos como una aspirtación, nunca es en verdad tan
simple. La mirada desde la costa y la mirada desde el barco implican mucho más, desde la
habilitad para ver y entender ciertas cosas hasta el lenguaje hablado y como era entendido. Las
dos perspectivas implican problemas profundos: ¿cómo piensa cada grupo la historia humana, y
su lugar en ella, en el momento del encuentro? Casimir, entonces, está probablemente en lo cierto
cuando afirma que hay que hacer elecciones fundamentales. Y si bien hay pocos momentos en la
historia en los que el potencial para las perspectivas divergentes es tan radical como en el
momento de la conquista, todo momento histórico está definido por las diferencias de perspectiva -
ellas mismas constituidas históricamente- de los distintos participantes”, Laurent Dubois,
Libertades atlánticas, 2016.

"Para tomar hoy una decisión acerca de un monumento, debemos saber lo que este ha
representado en el tiempo que media entre su construcción y el presente. Luego, debemos decidir
si podría/debería ser protegido, como un recordatorio o como parte del patrimonio, o si debería
eliminarse, en tanto instrumento permanente de opresión. La mayoría de las veces, los
"monumentos" del pasado deben ceder su lugar a las necesidades de nuestros días, pero no
siempre, y el punto está en cómo decidir. Los historiadores están para ayudarnos a tomar una
decisión y para explicarnos lo que está en juego, no para decidir por el resto" Lynn Hunt, La
Tercera, Chile, junio 2018.-

“(…) La historia ya no se presenta a primera vista en forma de tradiciones que deben ser
respetadas, de herencias que deben ser trasmitidas, de conocimientos por elaborar o de muertes
para conmemorar, sino más bien como problemas que deben ser “administrados”, un constante
“trabajo” de duelo o de memoria por emprender, dado que se arraigó la idea de que el pasado
debe ser arrancado del limbo del olvido y que sólo los dispositivos públicos o privados permitirán
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exhumarlo. El pasado se convirtió, de esta manera, en una materia sobre la que podemos, incluso
debemos, actuar constantemente con el fin de adaptarla a las necesidades del presente (...) un
campo de acción pública (…) una exigencia social de reconocimiento, políticas de reparación,
discursos de excusas y de “arrepentimiento” hacia las víctimas de las recientes grandes
catástrofes (…) A veces a regañadientes, a veces envueltos en la exaltación de la acción –tan
alejada de su formación en calidad de observadores distantes-, estos historiadores del tiempo
presente se transformaron en actores de una historia que se está haciendo” Henry Rousso, La
última catástrofe. La historia, el presente, lo contemporáneo, 2018.

“Los mismos documentos que ofician de «fuente», para nuestro estudio constituyeron dispositivos
orientados al control de las conductas sexuales, el disciplinamiento del cuerpo, el reforzamiento de
la heteronormatividad, y la producción y reproducción de un tipo específico de masculinidad. En
ese sentido, constituyen algo más que un documento o un artefacto textual; su eficacia como
dispositivo quedó plasmado en aquellos cuerpos que, debido a sus deseos inconfesables,
padecieron la tortura, los azotes, la vergüenza pública, los trabajos forzados y, en el extremo, la
muerte en la hoguera. Esa dimensión del expediente judicial nos exige un acercamiento más
empático hacia esas vidas pretéritas, nos incita a desplazar la noción de «objeto» de estudio por la
de «sujeto», a privilegiar la historia por sobre el «caso», nos obliga a reconocer la agencia de sus
protagonistas, pero también sus miedos y padecimientos, en suma, nos exige reparar en las
consecuencias que tuvo sobre quienes fueron blanco de las acciones judiciales. Si bien a esta
altura del desarrollo del campo disciplinar, les historiadores hemos problematizado la denominada
«metáfora extractiva » a la hora de acercarnos al documento (Rufer, 2016; Gorbach, 2016), es
importante señalar que no es suficiente; como tampoco es suficiente limitarnos a contextualizar la
producción de nuestras fuentes. Es necesario pasar del contexto de producción a lo que denomino
el contexto de acción de esos documentos que, en nuestro caso, implicó el control y el
disciplinamiento de aquellos cuerpos, deseos y subjetividades que discurrieron a contramano de la
ley”. Fernanda Molina, 2024

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