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timología[editar]

La palabra tabú procede del hawaiano y/o del tahitiano (tapu, en ambos casos), lenguas de


la misma familia, y pasó a los idiomas occidentales a través del francés, del inglés y del
danés.

Orígenes[editar]
En las agrupaciones primitivas los comportamientos causativos de una reacción tribal eran
aquellos que ofendían el tabú mágico, esto es, las prohibiciones vigentes en la tribu
oriundas de supersticiones, hechicerías y costumbres ancestrales, en las que los magos o
sacerdotes eran sus veladores. No hay en estas agrupaciones humanas primitivas un
concepto destacado de lo que hoy estimamos como delito, pues las violaciones de los
tabúes mágicos tenían más bien la naturaleza de lo que las religiones positivas han
considerado pecado. Las sanciones que seguían a la violación del tabú tenían también
carácter religioso, ya que consistían en la privación de los poderes protectores de los
dioses de la comunidad. Empero, en aquellos primitivos tiempos, se observa ya que lo que
hoy denominamos delito era un hecho efectuado individualmente y que por implicar una
violación de las costumbres lesionaba las normas prohibitivas de la comunidad tribal
constitutivas del tabú. El comportamiento punible era oriundo de hábitos y supersticiones,
usanzas y ritos; estaba considerado como una ruptura de la paz interna o externa del clan;
e imperaba en su concepción un acusado de carácter religioso sacerdotal de colectiva
defensa física, objetiva y ciega de los principios ancestrales en que se fundaba la propia
existencia de cada tribu o colectividad.
El hombre primitivo pensaba que si cometía ciertos actos debía sufrir, inevitablemente,
ciertas consecuencias. Las aceptaba sin exigir que la relación de causa a efecto tuviera un
contenido lógico, ni tampoco una base ética y moral. La tradición y la costumbre le habían
enseñado que si hacía esto o aquello (ya que los tabúes tenían vigencia en relación a
acciones, no omisiones), sufriría tales y cuales castigos. No porque los mismos fueran
inevitables, porque hubiera infringido un precepto legal, o porque hubiese causado daño
sino, simplemente, porque había violado un tabú, vale decir, una prohibición atávica.
En la mayoría de las sociedades primitivas los tabúes estaban representados por una serie
de reglas negativas, cada una de las cuales preveía, y sancionaba, una forma de conducta
prohibida, cuya concreción debía determinar, inevitablemente, un daño al culpable o, en
algunos casos, a todo el grupo al que pertenecía. Sirvieron para acostumbrar al hombre a
la obediencia, y prepararon su ánimo para que en estadios posteriores de la civilización
aceptara los castigos derivados de la violación de las leyes humanas. Ayudaron a
mantener el imperio de las normas de moralidad corrientes dentro de cada grupo social,
las que podían aplicarse no sólo a una relación arbitraria del hombre con la divinidad, sino
también a la conducta cotidiana y corriente. El peso de los tabúes se hizo sentir en forma
efectiva en los pueblos primitivos, extinguidos o actuales, porque el grado de conocimiento
de sus miembros no les permitía entender la naturaleza. Los pueblos que forman el
"mundo civilizado actual" hicieron una selección inteligente dentro del dominio de los
tabúes. En consecuencia permitieron que subsistieran únicamente aquellos que, de
acuerdo con la experiencia, mostraban tener una utilidad social. Los mismos sobreviven
bajo el aspecto de reglas de etiqueta o preceptos morales, o adoptaron la forma más
solemne de leyes civiles o penales. El pasaje del tabú mágico al concepto de la prohibición
o sanción motivada y razonable siguió un camino paralelo y equivalente al recorrido por el
pro

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