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Tristezas inevitables y tristezas evitables

Grupo “¿Qué hacer con Spinoza?”

Reseña del 11 de septiembre de 2017

Clases de Deleuze sobre Spinoza (1981)

Desde un cierto punto de vista no es tan complicado. Incluso van a pensar - –espero- – que son
cosas que toda una tradición filosófica dijo siempre. Por ejemplo, desde Epicuro. Es en efecto una
tradición bastante epicúrea, pero en el verdadero sentido de Epicuro, que no consiste en absoluto
en decir: «¡Diviértanse!». Consiste en invitarnos a una empresa de selección que radica en
principio en una especie de toma de partido: «¡“¡No! ¡No se me hará creer que hay algo bueno en
la tristeza. «¡¡Toda tristeza es mala!». !”. Entonces se me puede decir que las tristezas son
inevitables, tanto como la muerte, tanto como el sufrimiento. De acuerdo, no soy idiota, puedo
comprenderlo. Pero cada vez que vea a alguien que intenta persuadirme de que en la tristeza hay
algo bueno, útil o fecundo, oleré en él un enemigo, no solamente de mí mismo, sino del género
humano. Es decir, oleré en él un tirano o el aliado del tirano, pues sólo el tirano tiene necesidad de
la tristeza para asentar su poder. Ahora bien, esto ya estaba en Epicuro.

En fin, ¿de qué se trata esta primera etapa? Ciertamente se trata de hacer una obra de selección.
Seleccionar las alegrías, tanto como esté en mí. ¿Qué quiere decir “tanto como esté en mí”?
Quiere decir que sí, que existen tristezas inevitables. Una vez más, yo comprendo lo que quiere
decir una “tristeza inevitable”. Alguien que amo muere. Eso es una tristeza inevitable, eso sucede.
No puedo hacer nada. En cambio, puedo inflar esa tristeza, inflarla al infinito, hacer la adición y la
re-adición de la tristeza; embadurnarme de ella, hundirme dentro. Eso puedo hacerlo. Es incluso el
vector tristeza el que me invita a hacer esta especie de adicción muy extraña en la que cuanto
peor van las cosas, más experimento, a fin de cuentas, una extraña alegría.

Y una vez más, puede haber tristezas inevitables. Por ejemplo, la cosa amada muere, el objeto
amado muere. Bueno, es triste, y Spinoza no dice que no hay que preocuparse, no. Pero hay que
tomarlo como una tristeza inevitable. Las únicas tristezas permitidas o conservadas sobre la línea
de la alegría son las tristezas que ustedes viven como inevitables.

¿Cómo meterse sobre ese vector? Tenemos una respuesta: seleccionando las alegrías,
seleccionando las líneas de alegría.
A saber, el primer esfuerzo de la razón como arte selectivo consiste en una regla práctica muy
simple: sepan de qué son capaces, es decir eviten meterse en las situaciones que serán
fastidiosas para ustedes.
Y creo que cCuando Spinoza pregunta qué puede un cuerpo, quiere decir, entre otras cosas, lo
siguiente: «¡"¡Pero miren sus vidas! ¡No paran de meterse precisamente en las situaciones que
personalmente no podrán soportar!». !". En ese sentido ustedes fabrican vuestras tristezas.
Bueno, nNo siempre es así, . Ppero en relación a las tristezas inevitables del mundo, sabemos
que siempre sobrecargan. Esa es la idea de Spinoza. Finalmente Aunque la tristeza es de seguro
inevitable. Pero, no es de eso tristeza que la humanidad muere. La humanidad muere por aquello
con que se sobrecarga a partir de las tristezas inevitables. Es una especie de fabricación de
tristeza, de fantástica fábrica de tristeza. Y hHay instituciones para engendrar la tristeza,. Y y
aparatos. : La la televisión, todo esoetcétera... Es inevitable que haya aparatos de tristeza porque
todo poder tiene necesidad de la tristeza. No hay poder alegre.

De seguro uUna alegría siempre puede ser destruida. ¡Paf! La enfermedad, la muerte, la pérdida
del ser amado, de los seres amados, etc. Una línea puede ser siempre completamente
interrumpida, destrozada. : Mala mala suerte, es así, nos decimos. Ustedes ven, nPero no es esta
una línea recta. ¿En qué sentido?

(...)
¿Qué quiere decir que entra mal en el agua? Ustedes comprenden, uno está constantemente
reducido a esperar el efecto del cuerpo exterior sobre el propio.
Si espero, seguramente estoy triste. ¡Oh, la espera! ¿No es un recurso fundamental de la tristeza?
Cada vez que espero, estoy hecho, me entristezco. Jamás esperen. No hay que esperar nada.
Spinoza también ha dicho cosas sobre eso. ¡No tengan esperanza! Al mismo tiempo Spinoza es lo
contrario de un mundo desesperado. Pero en la esperanza encontrarán siempre un núcleo de
tristeza, la conjura de la tristeza. La alegría de la esperanza es una artimaña de la tristeza, es
decir se trata de la mala alegría.
Bueno, en fin, entro en el agua. Me moja, entonces me contraigo. ¡Pum! Recibo una ola en plena
cara. ¡Oh lá lá! Empiezo a dar gritos, me ahogo. Llega otra. Me revuelca, ruedo... grotesco,
además. Entonces viene a añadirse a esto la tristeza del ridículo.
¿Qué es lo que hice? Viví sobre un ritmo en el que esperaba perpetuamente el efecto del cuerpo
exterior sobre el mío -llamando “cuerpo” al mar, ¿no?-. Esperaba el efecto. Podía tener alegrías.
Claro, tenía pequeñas alegrías: “¡Oh, es divertido!”, “¿Has visto qué bella ola?”, “¡La vencí, esta
vez no me revolcó!”.
Todos pasamos por eso y aprendemos lo que sea. Es un análisis de lo que significa aprender.
Aprender es eso. ¿Pero qué es el aprendizaje? Empezar poco a poco a seleccionar. ¿Qué es
saber nadar? Es saber que un cuerpo tiene aspectos. Se tratará ciertamente de organizar el
encuentro. Aprender es siempre organizar el encuentro. Los malos encuentros son los encuentros
de frente. Hay que saberlo cuando entramos al agua.
Aún así hay personas que jamás llegarán a saber. Pero entonces no tienen que ir al mar. Es muy
simple. Sólo no tienen que meterse en la situación imposible. No está mal no saber nadar. Sólo
está mal en la playa. No saber bailar no está mal, salvo en un lugar: las discotecas. ¡Si ustedes se
meten en la situación imposible! No saben bailar, y al mismo tiempo una oscura voluntad
testaruda hace que quieran joder a todo el mundo e ir a la discoteca a pesar de todo. ¡Es la
catástrofe! Allí va a haber una cultura de la tristeza. Van a hacer pagar a los otros el hecho de
haberlos acompañado. Luego vendrá la venganza, va a ser el mundo de la venganza. Van a
conducirse como verdaderos animales.

Existe una novela de Chejov admirable. Es en un pequeño distrito ruso. Me acuerdo poco. Hay un
pequeño funcionario amargo, completamente amargo que va al baile ofrecido por el general del
distrito. Su mujer se ha puesto bella, y él ya se va diciendo en el camino: “Oh, está bella”. Y se
siente cada vez más miserable, cada vez más lamentable. “Ella es bella, es bella a pesar de todo”.
Pero lejos de que eso le dé una especie de orgullo, de alegría, le provoca odio: “Eres bella. Tú,
puta, eres bella”. Y va al baile y se da cuenta de que su mujer está radiante. En absoluto por
malas razones inconfesables y vergonzosas, sino porque está feliz. Por una noche ella es feliz.
Entonces él se dice en su rincón: “No voy a perderte”.
Es una historia tan intimista... Entonces él se dice: “Vas a ver, vas a ver…”. Ella está
transformada, está transformada... Él le dice: “Ven, ven, tengo algo que decirte. ¡Esto no puede
seguir! ¡Has 'coqueteado con el capitán!”. “No, no”, dice ella, que ni siquiera sabe quién es el
capitán. No ha hecho nada. “¡Sí, sí!”. Y él comienza a elevar la voz. “No, no hagas escándalo, no
hagas escándalo” le dice ella en pánico. “Bueno, partamos inmediatamente”. Ella le dice: “Te lo
suplico, te lo suplico, nunca te he pedido nada en mi vida, déjame una hora más”. Entonces, él la
sujeta bien y dice: “No, no, no. ¡Hago un escándalo!”. Ella parte. Camina, y él se pone un poco
atrás. Ella llora y él la observa desde atrás. Y a medida que ella camina, su silueta se desploma, y
él conoce una alegría intensa. “La tengo, la tengo”. Es evidentemente el mundo de Chejov...

En fin, no importa, decía esto a propósito de la danza. Saber algo no es saber matemáticas. Diría
que es mucho más, son matemáticas vivientes. Saber nadar es ante todo saber presentar a la ola
el aspecto de vuestro cuerpo bajo el cual este se conjuga en su movimiento con el movimiento de
la ola.

Un buen capitán es aquel que, según la naturaleza de la tempestad, pone su barco a la velocidad
mejor y en la mejor posición en relación a la ola, para que el movimiento de la ola y el movimiento
del barco se compongan, en lugar de que el movimiento de la ola descomponga el movimiento del
barco.
Saber bailar es lo mismo. Saber bailar es precisamente presentar el cuerpo bajo el aspecto en el
cual se compone, en términos de danza, con el cuerpo del o de la partenaire. Es eso lo que
generalmente se llama un ritmo. Bueno, si me dicen que es una matemática del ritmo, no estoy en
contra. Pero no es hacer matemáticas.

De cierta manera -y habida cuenta de lo que he dicho: hay siempre tristezas inevitables -ustedes
son invulnerables. Porque aún si mueren, aún si el muy buen nadador muere, no muere de la
misma manera que un mal nadador. Supongo que muere en una especie de acuerdo consigo
mismo. Es ahí que “era inevitable” toma un sentido. No malogró su vida. Después de todo, eso es
importante. Morir es siempre problemático, es triste. Siempre es triste. Pero hay maneras de morir
contento.
Y ante todo, sin hacerle pagar a los otros. Las personas que mueren haciéndole pagar a los otros
son terribles. Supongo que el nadador que no ha visto llegar a una ola particularmente
imprevisible muere en una especie de asombro. El capitán que ha sido vencido por su tempestad
tiene una especie de serenidad que hace que sea el último a bordo, no por deber, sino para
observar mejor el asunto... como si se tratara de arrancar un último secreto sobre la composición
de las relaciones.

Bonus:
(...)
¿Por qué entonces todo esto no funciona con la tristeza? No puede funcionar con la tristeza. Si
me quedo en líneas de tristeza, no pasaré jamás a este segundo estado de la composición de las
relaciones. ¿Por qué? Por una razón infantil. Hay tristeza cuando encuentro un cuerpo que no
conviene con el mío. De seguro hay siempre relaciones que se componen, pero no la mía; la mía,
por el contrario, es destruida. Por tanto, jamás podría elevarme a la noción de una composición de
relaciones a partir de una tristeza, de una pasión triste. Salvo de modo muy abstracto: ese cuerpo
que no me conviene, es decir que destruye mis propias relaciones, se compone con otros
cuerpos. Pero no sucederá con el mío. Entonces, a partir de una tristeza no puedo elevarme a la
idea de relaciones comunes entre el cuerpo exterior y el mío, puesto que la tristeza es el efecto de
un cuerpo que, precisamente, no se compone con el mío. Mientras que a partir de las alegrías-
pasiones puedo elevarme, precisamente porque las pasiones alegres aumentan mi potencia. A
través de una especie de brinco, de salto, puedo elevarme a la comprensión de algo común, que
es una relación compuesta entre el cuerpo exterior y el mío. En el momento en que me he
elevado, todo cambia: poseo mi potencia. ¿Comprenden?
Entonces, sea lo que sea que aprendan, aprender es eso. No hay más que eso. Jamás se
aprende abstractamente.

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