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PERSONAJE:
EPOCA: Actual.
caminar por toda la habitación de un lado a otro. Suspira profundamente y poco a poco su
rostro se ilumina como si fuera presa de una ensoñación gozosa; adopta luego una pose
misma.
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¡Hubiera caído! (Deja el sofá y camina de un lado a otro inquieta; después, se mira al
espejo y, finalmente, se deja caer al sofá.) ¡Encerrada! Pero, bueno, es por mi bien... Por
cómo le haré para que el tiempo pase más rápido. Tan rápido como un "¡ya!". (Mirando
hacia la mesa de la sala.) ¡El pastel! Se les olvidó. Híjole, qué mala suerte, ni modo que
se regresen, si está lejísimos. Y de tres leches. El último que probé no estaba tan rico,
aunque éste es de la pastelería alemana. Hasta los envuelven de otra manera. Qué
bonito papel. (Se acerca a la mesa.) ¿Comerse una rebanada a cuántas calorías
toque eléctrico se separa.) ¡Qué hago! ¡No! No debo caer en tentaciones. Pero si puedo
mirarlo; claro, ¿por qué no?; viéndolo, aumentará mi fuerza de voluntad para no irme de
boca sobre él. Lo despreciaré. ¡Pastelitos a mí! ¡Ja! (Al pastel.) Observa mi indiferencia, y
será peor cuando te destape. Será peor, te lo advierto. No me convencerás por más que
doctor. (Saca la lengua.) ¿Ves? Ni saliva tengo. No ejerces sobre mí ninguna influencia,
soy tan fuerte como un roble... (Transición.) No, un roble no... (Busca qué ser.) Un... un...
¡un muégano duro! Ah, ¿verdad?, no lo esperabas. Pues ya lo sabes. Abusado, ¿eh? Se
te puede caer toda la dentadura si osas atreverte algo conmigo. Sí... (Transición de golpe.
Alarmada.) Pero no, ¿para qué meterme en problemas? (Lo enfrenta.) ¡Pastel, no existes!
Hago de cuenta que estás con mamá. ¡Cállate! ¡Con mamá he dicho! ¡Fuera de mi vista!
(Lo esconde abajo de la mesa. Luego se pasea triunfalmente y canta.) Tralarailarila... (En
plan de estrella de cine.) ¿Ven qué fácil? ¡Sólo fuerza y orgullo! Ah, me estoy volviendo
colmilluda para vencer cualquier obstáculo. Pronto alcanzaré mi objetivo. (Regresa al sofá
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y se acuesta en una pose provocativa, quizá como la maja desnuda y actúa como si fuese
tres meses, nada más espérense a que me vean en tres meses. A ver si me siguen
lanza sus pechos hacia adelante, los acaricia, y actúa como si se tratase de una
rumbera.) Me admirarán como a una diosa. Seré la promesa. La mujer que todos
Tengo que hacer una lista y comprar la agenda para las citas. Dios mío, andaré
ocupadísima, todo el día en la calle. Ya me imagino a las muchachas: "¡Cómo! ¡Eres tú!"
"Claro que soy yo, tontas, y perdónenme pero no las puedo atender. ¡Vámonos, mi
amor!". La pura envidia. Se lo tienen merecido por sangronas. Ah, y voy a escoger puros
güeros, altos y de ojos claros. Me chocan los chaparros. Una cosa más: deben tener
automóvil, si no, no. "Ya saben, si no cumplen esos requisitos, ni se me acerquen. Con
permiso, feos". "No te pongas celoso, mi vida, ¿qué no les ves las caras? Pero papuchi,
no me hables tan feo, sabes muy bien que sólo soy tuya. ¡Bésame! (Se dobla casi hasta
al piso en aquel "beso pasional".) Y le voy a dar unos besotes de aquellos. (Toma
conciencia de sus palabras y se ataca de la risa.) Qué loca estoy. Pero, ya hablando en
serio, debería de tirar la ropa, al cabo ni me va a servir. Porque eso sí, la próxima beldad,
o sea, ¡yo!, necesita guardarropa nuevo. (Transición.) ¿Y si entra el gato y pasa por el
dice al pastel con jactancia.) Yo también tengo mis mañas. Un chicle sin sabor es buen
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amigo de las dietas. (Le da la espalda y voltea el rostro para mirarlo de refilón.) Ya se que
estabilice podré comer miles y miles de éstos o mejores. Y los desamarraré con un
desdén de reina. (Lo desamarra con aire elegante.) Y casi al punto, ya para destaparlo,
diré: "Oh; no, no, no tengo ganas. Lléveselo por favor, Sofía, -porque voy a tener una
sirvienta que se llame Sofía-, quizá al rato lo pruebe y...–¿cómo se dice? Ah, sí.–... y
deguste su exquisito sabor. Por lo pronto, tráigame un chocolate. ¡Cómo que no hay!
puedo permitirme ni el más mínimo descuido. Qué ganas de ser la más grande científica
del mundo. Inventaría una pastilla que al momento de probarla una sintiera repulsión al
dulce o a cualquier cosa que engorde. ¡Me volvería millonaria! ¡Y qué de pasteles podría
comprar! De todos los sabores: fresa, zarzamora, moka, de chocolate... Haré reuniones,
verdaderas fiestas, no como la que ahorita tiene Wuicho, además es de niños. Y eso sí no
seré mezquina, tendrán su buena porción y si quieren repetir, o sea, "ad libitum", como
dice la dieta: "Verdura ad libitum". ¡Verdura! Qué horripilante comida. Parece maldición de
razonables, no te pongas en ese plan, Lourdes. Tienes que ser positiva. En tres meses tu
destino cambiará. Mírate. No seas testaruda, vamos al espejo. (Va a mirarse al espejo.)
Ahora imagínate en noventa días la mitad de ti. Hermoso, ¿no? (Se estira.) Ya me siento
sílfide, varita de nardo. Entraré al otro bando de las mujeres, del lado de mamá: las
bonitas. Las que siempre tienen todo... dinero... amor... La suerte estará conmigo. Se
notarán mis pómulos. No tendré papada. Mi cintura será pequeña. (Saca una cinta y se
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mide la cintura. Desilusionada.) Nada más dos centímetros. ¿Por qué serán tan lentos los
resultados? (Furiosa.) ¡No puede ser! ¡Cómo dos centímetros! Hay un error. (Se vuelve a
medir sumiendo exageradamente el abdomen. Feliz.) Ahora sí, qué diferencia. ¡Cuatro
centímetros! Ya veré la cinta dándome y dándome de vueltas. Tal vez decida ir con la
modista, nomás para ponerla en su lugar, exigiéndole el vestido que me niega siempre.
vieja! Se irá de hocico lo juro y lo “rejuro”. ¿Dónde puse la revista? Es bonito el modelo de
la portada: holán tras holán. También que me haga uno idéntico. Y después la mando
derechito al infierno. (Como si tuviera a la modista frente a ella.) Mi cuerpo no merece tus
costuras. (En una ojeada descubre al pastel y se detiene en éste.) Fue un error
desamarrarlo. (Se acerca.) Lo dejaré como estaba. Pero antes, una descubridita, a ver
cómo lo decoraron, simple curiosidad... (Lo descubre.) Uh, no está mal. ¿A qué sabrá? No
estafaron. (Intenta pellizcarlo.) ¡No! Acuérdate: no debes sucumbir. Regla número uno:
"Cuando vayas a caer en tentaciones repite muchas veces no". (Repite con fuerza.) No,
nononononono, nononono y nononono y no, y ya dije que no. Regla dos: "Tu vales
mucho. Por lo tanto destruye de inmediato a ese agente negativo". ¿Destruir? ¿Tirarlo?
¡Nunca! Podré con el chocolate, pero con el pastel, ni loca. ¿Qué cuentas le voy a dar a
siquiera pagará de nuevo la consulta. Y seguiré siendo la abominable cerdita. ¡Eso si que
no! ¡Nunca jamás! Debo proteger hasta lo último este mugroso pastel. ¿Por qué
demonios se le olvidó? No es justo. Tanto que me he cuidado, por eso ni fui a la fiesta, ni
salgo a ninguna parte. No, definitivamente no es justo, no lo merezco. ¡Ella tiene la culpa!
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Hasta parece que lo hizo al propósito. Sabe muy bien qué de esfuerzos he hecho. ¡Toda
una semana! ¡Y se le ocurre largarse sin él! Claro, como es atractiva, lo que a mí me pase
le importa un bledo. ¡La odio! Ojalá hubiera tenido una madre fea. ¡Quiero estar ciega, sin
olfato, ni gusto, ni nada de nada, pero como no se puede, hablaré para que venga
llamaditas! No necesito ayuda de nadie para alcanzar mis propósitos. Esta vez lo
puedo. Yo puedo. Lo prometo, si no que me vaya mal en la vida, que nunca tenga novio y
nadie me quiera, se mueran mis papás, Federico, mi abuelita, se caiga la casa, explote el
mundo y ya nunca se dé vida humana en otros planetas. (Al pastel.) Te estoy ganando
pastel. ¿Tú crees que te comería después de todo lo que te dije? Ah, piensas que sí.
Pues fíjate que no. Tengo principios, facultades intelectuales para vencerte. Date cuenta,
eres una cosa, un objeto, mi poder sobre ti es ilimitado porque soy humana. Razono. Soy
inteligente. ¡Adiós! Muérete. (Se vuelve a sentar en el sofá, toma un cojín y se cubre la
cara.) No veo nada. Éjele, lo burlé. ¡He ganado la batalla contra el pastel! ¡Ya escalé la
regla tres! "Asegúrate de vencer a tu adversario. Cuando lo hayas logrado tienes derecho
a una zanahoria y una pera. Las comerás una hora después". (Avienta el cojín.) ¡Valientes
regalos! ¡Una zanahoria y una horrible pera! No hay justicia. Si al menos fuera una
gelatina con crema chantillí o duraznos en almíbar. Es una burla. Qué mezquindad. Pues,
que se creen que soy. ¿Un herbívoro? ¿Un hombre de las cavernas? Ya casi pretenden
que sea un vegetal, nada más les faltó añadir: "Tienes derecho a media hora de sol".
¡Farsantes! Todas las dietas y los médicos son farsantes. Apuesto que el doctor tiene
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adulterada la báscula. Yo no puedo pesar tanto. Después de todo no soy obesa.
Rubicunda sí, pero nada más. ¡Oh Rubens!, ¿por qué no naciste en esta época? Me
Nos aclamarían. Y comería hasta dos pasteles diarios sin invitarle a nadie. ¡A la porra con
las peras y las zanahorias! Además, ¿es mi culpa que eso esté aquí? No, ¿verdad?
Bueno, pues ahora yo voy a hacer las reglas. Para empezar quedará completamente
Se sobresalta y trata de envolverlo.) ¡A lo mejor vienen por él! ¡Un segundito, ya contesto!
¡El cordón! ¿Dónde lo puse? ¿Dónde? ¡Voy! ¡Sí, teléfono, espera, ahorita te contesto!
¡Ay, pero qué locura! ¡Primero el teléfono, la cuerda puede esperar! (Al teléfono.)
¿Bueno? Ah, mamá. ¿Qué? En el cuarto, leyendo. ¡No me digas! Ni cuenta me había
dado. Hasta ahorita que me dices lo veo. ¿Cómo pudiste olvidarlo? No, cómo crees. Ni
pensarlo. Como que a partir de estos días el dulce ni se me antoja. Seguro que si lo
destapo me da asco. Pero no lo voy a hacer, claro. ¿Así que pensabas salvarme? Pues
ya te digo, me encerré a leer. ¿Y ese milagro? No sabía que iba a ir con ustedes. Qué
apuraré a amarrarlo, digo a buscar una bolsa para... es cierto, se apachurra. Ay, mamá,
es que me pones nerviosa y de malas con tantas recomendaciones. No, no estoy de mal
humor por mi dieta, eres tú. Está bien. Entendí perfectamente. Adiós. (Cuelga.) ¡Casi la
riego! Ya mero se daba cuenta. Qué bueno que viene papá. Ah, vuelvo a respirar a gusto.
Después de todo la vida no es tan cruel, sólo me puso a prueba y salí adelante. Comeré
mi pera y la zanahoria como si fueran un manjar. Ya dijo el doctor que utilizara la fantasía
para que el régimen fuera más fácil. Pero primero hay que arreglarlo. ¿Dónde quedó la
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cuerda? ¿No se la llevaría el gato? (Llama al gato.) Michito... michito... No, no entró, ni lo
vi. Vamos paso a paso. ¿Qué estaba haciendo antes de quitarle el cordón? Pues creo
que... ¡Chihuahua, no recuerdo! ¿Pero cómo? Esta dieta me hace perder la memoria. ¿Y
si lo único que adelgaza es el cerebro? No puede ser, ya me habría dado cuenta de que
me estoy volviendo imbécil. ¡Abajo de la mesa, ahí tiene que estar, yo lo ordeno! (busca
abajo de la mesa sin encontrarlo.) ¡Demonios! (Busca por todos lados.) Sí, no cabe duda,
fue el méndigo gato. Desgraciado. Si ya le dije a mamá que los negros son de mala
suerte. (Arremedando a su madre.) "Pero cómo, si al contrario, son una bendición del
Señor los animalitos". Sí, ándale, el chiste es que todo tiene que salirme mal. ¡Me lleva!
(Vuelve a llamar al gato.) Micho, michito, ven y te doy un kilo de bofe. Ahora hazte el
digno. Está bien, tu color es perfecto y eres una bendición de Dios y también de los
ángeles. En fin, no vengas, revuelca el lazo y piérdelo, para que sepan mis errores y se
burlen. ¡Traidor! ¡Todos los gatos son iguales! ¡Traidor! Pero no te saldrás con la tuya,
¿sabes por qué?, porque lo estoy viendo. (Levanta el cordón.) ¡Míralo! O ni me hagas
caso, porque sabe dónde andarás. (Lo extiende y se dirige a la mesa.) Qué lástima que
deje pasar una oportunidad tan buena. Jamás vuelven. O se aprovechan en su momento
o se pierden. Si el destino lo puso en mis manos, por algo será... Lo volveré a mirar
solamente, por última vez. (Lo descubre.) Y a olerlo. (Lo huele.) Uhm, qué exquisito, para
servía. ¿Pero a qué puede oler la lechuga, los rábanos, las espinacas y toda la sarta de
"ad libitum"? ¡A nada! Simplemente atrofian los sentidos. Uhm qué aroma. ¡Vivo, de
verdad vuelvo a vivir! Uhm, eres adorable. Y saber que otros te llevarán a la boca. ¿Por
qué no esperaste a que terminara la dieta? Te derretirás en sus lenguas. Correrá por
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aquellos paladares tu sabor, tan exquisito... Esas horribles bocas se embriagarán de ti.
"¡Quiero más!" "¡Otra rebanada, por favor!" "¡Daremos lo que sea por otra rebanada!".
¡No! ¡Yo te quiero para mí sola! No me importa que me llamen... como me llaman. Con
sólo cortarte y llevarte a mis labios sería feliz... ¡Como nunca he sido! ¡Ah…! ¡No puedo
más! (Lo pincha con el dedo.) Está bien, te piqué, pero nada de probarte, ¿eh? (Se limpia
lugar. ¡A mi recámara! Al sitio que te corresponde, porque no se saldrán con la suya los
demás. Cuando papá llegue diré que entraron a la casa y te robaron. ¿Cómo la ves desde
ahí? No te queda de otra, (lo pica.) pícaro. ¿Y ahora qué te hice? Fue tu imaginación. No
traigo nada en el dedo. (Vuelve a picarlo.) Estás cremoso, pastosito... (Lo sigue pinchando
varias veces.) Esponjoso... Tú ganas. (Lo prueba y se come un pedazo.) Pero no diremos
nada, al menos yo no, tú tampoco porque eres mudo. (Ríe con exaltación.) No tienes
boca, ni dientes para masticar. Si no me crees, ven. (Lo toma y lo lleva al espejo.)
Obsérvate. Eres delicioso, delicioso hasta el delirio... Por eso tú serás mi novio... "Señorita
Lourdes Fuentes, ¿acepta por esposo a este pastel para comérselo!" Sí, sí lo acepto".
"Muy bien. Ahora bésense". (Se lo acerca a la boca y lo muerde. Transición.) ¡Mi papá!
¡No, no puede ser! ¡Qué hice! ¡Está picado por todos lados! ¡Un pedazo! ¡Le falta un
pedazo! ¡Pero en qué momento! No puedo creerlo. Si iba tan bien. ¡Otra vez caí! Soy un
fracaso. ¿Cómo envolverlo si se van a dar cuenta! Seré el blanco de las burlas. ¡No
resisto! ¡Quiero morir! ¡Morirme! Antes de cortarme las venas escribiré un recado para
que sepan que yo no tuve la culpa. Si se lo hubieran llevado... ¡Por qué no lo hicieron! (Al
pastel.) ¡Maldito pastel! ¡Tú serás el culpable de mi muerte! ¡Porque desde el principio
coqueteabas! ¡Te oí! ¡Te oí! ¡No lo niegues! (Haciendo voz de hombre.) "¿Para qué
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adelgazas, Lulú? Nada más sufres". (Voz normal.) ¡Debí ponerme algodón en las orejas!
Y seguías con tu voz de miel, murmurándome: "Deja esa horrible dieta, Lulú, cómeme,
devórame. Estoy sabrosísimo. Soy una ricura. Olvídate de lo que dicen. Es pura envidia,
tú eres hermosa. Tienes unas formas tan pero tan apetecibles. ¡Ciegos! Yo sí te
comprendo. Y mejor, así no tengo competidores. Serás mía, sólo mía. ¡Devórame! No te
mentiroso, y eso para mí, es una cualidad de las mejores. ¡Al diablo “los libitums"! ¡Las
peras! ¡Las zanahorias! ¡Al diablo báscula, doctores, todo el mundo! ¡Sólo tú y tú mi
exquisito pastel de tres leches! ¡Viva la gordura! ¡La vida! ¡El placer! Tú y yo haremos la
fiesta. Solos. Sin nadie para ser felices. ¡Música! ¡A todo volumen! ¡Que no se oiga ningún
claxon, teléfono! (Descuelga el teléfono, pone música y baila con el pastel entre sus
brazos.) ¡Bailemos, pastel divino! (Se lo va comiendo.) ¡Sabroso! ¡Exquisito! ¡Soy la gorda
más feliz de la tierra! ¡La más feliz! ¡Por ti pastel mío! (Sube el volumen de la música y
TELÓN.
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