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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS… ES SOLO PELIGRO O TAMBIÉN PODEMOS CONSIDERARLA UNA

OPORTUNIDAD?

Denise Defey

Esta situación que todos vivimos ha activado en todos y cada uno aspectos dormidos o
latentes, para bien y para mal. Por un lado, parece que ahora somos todos potenciales
enemigos de todos, que las certezas que nos sostenían se derrumban y que nada bueno nos
espera en el futuro, por lo menos por un buen tiempo. La violencia domestica se vuelve mas
virulenta, la pobreza acecha a quienes informalmente lograban cubrir el día a día, el
aislamiento rompe cadenas de apoyo y cercanía haciendo mas solitarias las soledades….

El origen en idioma chino de la palabra “crisis” (wi-chi) indica una doble vertiente: peligro, pero
también oportunidad. Peligro de derrumbe, de que nada vuelva a ser como antes, de perder
cosas tan valiosas como la vida o la cordura… pero también oportunidad.

Oportunidad de ver las cosas desde una perspectiva diferente, de darnos cuenta de realidades
muchas veces trascendentes que nunca habíamos registrado, de modificar modos de vida y
vínculo que hemos naturalizado al punto de no poder concebir algo diferente.

Esto es parte de las primeras reacciones que todos tenemos ante las situaciones de crisis
vitales, aquellas que aparecen de golpe y nos sacuden el piso, haciendo caer lo que creímos
certezas y llenándonos de incertidumbre y angustia. A todos nos cuesta ver en un principio
ninguna salida, en todos hay una segunda fase de negación que hace que no tomemos real
conciencia de lo sucedido y esto después se vuelva un boomerang, acentuando no solo los
riesgos sino la sensación de catástrofe y desvalimiento que escondimos debajo de la. Por otro
lado, esta situación ha desbaratado nuestros habituales mecanismos sociales protectores: ya
no hay un lado “bueno” y otro “malo”: ya no hay aquellos a los que les va bien porque no
tienen problemas económicos, o viven en zonas residenciales o viajan a Europa, o son ricos y
famosos y, por otro lado, los que les va mal porque son un grupo social donde se acumulan las
desgracias, las enfermedades y el destino incierto.

También han caído en el vacío aquellos recursos psicológicos y sociales que nos daban una
sensación de fortaleza, valor y cierta seguridad. De nada sirve ahora la ropa de marca, la
cirugía estética, la casa hermosa o el alto puesto gerencial. Tampoco haber estudiado o hacer
grandes contribuciones a la sociedad. Esta salud no se compra con estudios, prestigio, dinero,
ni con tarjetas de crédito ….al contrario, todo eso parece estar asociado a la desgracia.

Nos hace trampas también nuestro viejo habito de “mirar al norte” y el “primer mundo” como
un referente siempre superior y siempre por delante nuestro. En este tema, como decían
nuestros sabios del paisito, “el norte es el Sur”. Los países del norte mas afectados (España,
Italia), tienen un desarrollo y alcances de la Medicina Preventiva y Comunitaria muy inferior al
Uruguay, así como nuestras protecciones de seguridad social están muy por delante de las de
muchos países no solo “subdesarrollados” sino también del norte, donde no existe la salud sin
dinero que la pague.

Aquellos rasgos de Uruguay que hemos visto siempre como una carencia se vuelven ahora una
especie de bendición: somos pocos, hay mucho espacio libre (en playas, campos, etc,), hay
mucho viento y costa marina en las zonas mas pobladas (que ventila las zonas de vivienda y
purifica el aire), tenemos tradiciones solidarias cercanía en los vínculos.

El tema fundamental es si lograremos percibir este momento histórico como una oportunidad,
no solo como peligro. “Oportunidad de qué?”

El Prof. Luis Prego Silva, pionero de la Salud Mental en Uruguay, decía que la mejor manera de
ponderar la salud mental de alguien era preguntarle: “Que hace ud. cuando no tiene nada que
hacer?”. Bueno, es el momento en que nos esforcemos y exploremos las múltiples maneras
enriquecedoras en que podemos no “matar el tiempo” del aislamiento sino, por el contrario,
llenarlo de vida, de encuentro, de introspección, de enriquecimiento personal. Hay tantas
conversaciones que se perdieron por vivir corriendo, tanta música que espera que la
escuchemos…..tantos libros que vale la pena leer…tantas películas valiosas que nos hemos
perdido….tanta comida que podemos elaborar y saborear sin pedir que otros la traigan para
que la devoremos apurados

Hoy se habla de una nueva enfermedad: la Fobia Afectiva. Se describe como el miedo a
querer, a entregarse a los vínculos afectivos intensos, a estar espiritualmente cerca, a aceptar
(como decía El Principito) que nos han “domesticado” y que precisamos del afecto del otro
para vivir, así como nos necesitan, especialmente quienes nos tienen como referentes
afectivos fundamentales. . Estamos huyendo de los vínculos cercanos y profundos de muchas
maneras: “poli-amor”, celulares que nos “roban” de la conversación con nuestros hijos, que
ven como conversamos y nos reímos con “otros” intangibles mientras ellos tratan de
comunicarse con nosotros.

El Papa Francisco ha señalado la tercerización del los vínculos cercanos. Esta oportunidad del
tiempo que ahora tenemos para compartir con los que queremos sin que otros generen y
cultiven el vinculo, el cuidado y el aprendizaje puede ser, nuevamente, una circunstancia llena
de peligros (de saturarnos, de no tolerar la demanda y la cercanía), pero también una
oportunidad de revertir lo que, inadvertidamente hemos ido perdiendo.

El gran tema es si vamos a poder parar la maquina de informaciones, conversaciones por


watsapp y múltiples formas de huir….o nos vamos a animar a recuperar los vínculos perdidos
en estas semanas de “barajar y dar de nuevo”.

La vida ha adquirido en una dimensión mas familiar y cercana, de estar en casa, compartir
tiempo con los hijos y con la familia, volver a practicas tan valiosas para la vida como para la
economía familiar como cocinar comida que podemos elaborar y saborear sin pedir que otros
la traigan y gastemos dinero innecesariamente…. Es tiempo de enseñar a los hijos habilidades
básicas de la vida cotidiana, leer libros pendientes, pintar paredes descascaradas y volver a
valorar las pequeñas cosas y los gestos cotidianos, como dijo el presidente Roosevelt al asumir
el gobierno de EEUU en plena recesión de 1929.
En una dimensión mas amplia y trascendente, esta situación nos ha dado la oportunidad única
(y seguramente irrepetible) de observar –atemorizados todos y arrepentidos muchos- como
nos hemos creído dueños y señores de la tierra, los mares y los cielos. Hemos creído dominar
el presente y el futuro, nuestro destino y el ajeno con nuestra omnipotencia y nuestra
negligencia, hemos abandonado a las mayorías a la ignorancia en relación a los peligros
ambientales y ligados al consumo irresponsable. Este es un gran golpe a nuestro narcisismo y
nuestra omnipotencia que nos hace descartar mas de la mitad de la comida que se produce y
llenar el planeta de basura y contaminación.

Ya no es la imaginación de los artistas sino que son las fotografías y filmaciones las que nos
hacen ver el planeta liberado de hábitos que hemos naturalizado y llegado a creer
imprescindibles como desplazarse en auto, viajar por el mundo atrás de nuestros deseos sin
mirar otros costos (de todo tipo), consumir con naturalidad productos innecesarios y querer
sacar del planeta todo lo que tenga para darnos hasta llegar literalmente a la ultima gota de
petróleo o de agua potable. Se habla de la muerte por coronavirus pero la disminución de la
contaminación ya ha salvado miles de vidas en China y otros países.

Si bien esta crisis significa peligro (incluso de supervivencia) para millones, es la gran
oportunidad para el planeta. Como nunca antes, estamos pudiendo ver como respira sin
nuestra presencia omnipresente, sin nuestras emisiones de carbono, sin nuestro ritmo
vertiginoso de producir basura y tirar comida. El agua de Venecia se ha vuelto transparente y
hasta tiene peces, el mar Caribe luce transparente como nunca, las ciudades y sus calles están
silenciosas y dejan escuchar los pájaros….Difícilmente pueda considerarse esto un maldición. Si
quizá, una enorme advertencia (quizá la ultima) de que aun podemos parar nuestra fuerza
destructiva hacia el planeta, que es el único que tenemos y es la casa de todos.

Uruguay, 31 de marzo de 2020

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