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I

I
I
RIMAS
DE

GUSTA\JO A. BECQUER

SANTIAGO DE CHILE
I~FRETA GUTE~R
-: ? / ;:
38-ESTADO-38

1894
IV PRÓLOGO

Habíase propuesto Gustavo· no mezclarse en política y vivir


sólo de sus trabajos literarios.
PRÓLOGO Nombrado fiscal de novelas, hizo dimision tan luego como
cayó de! poder la persona que habia firmado su nombramiento,
COMPENDIADO DEL QUE PARA LAS OBRAS DE GUSTAVO A. BEC-
el Excmo. señor don Luis Gonzalez Brabo, artista como pocos,
QUER, PUBLICADAS EN MADRID EN 1 8p, ESCRlllIÓ DON RA-
y apreciador sincero y leal del mérito de Gustavo. Volvieron los
!\ION RODRIGUEZ CORRI<:A.
ímprobos trabajos de los primeros dias, pero uniendo sus es-
fuerzos á los de su hermano Valeriano, célebre ya en Sevilla por
NACIÓ Gustavo Adolfo Beequer en Sevilla, el 17 de Febrero
sus cuadros de pintura, lograron organizar una modesta manera
de 1836, siendo su padre el célehre pintor é inspirado intérpre-
de vivir; y cuando un porvenir artístico é independiente les
te de las costumbres sevillanas. A los cinco años ele edad quedó
sonreia, la muerte de Valeriana, acaecida el 23 de Septiembre
huérfano de éste y i los nueve y medio, de su madre, encargán-
de 1870, tiñó de luto el alma de sus amigos y contaminó con su
dose de él á esa edad su madrina de hautismo; persona ref!;ular
frio el corazon de Gustavo, quien el 22 de Diciemhre del mis-
mente acomodada, sin hijos ni parientes, por cuya razon le hu·
mo año, pronunciando claramente sus labios trémulos / Todo es
biera dejado sus bienes, á n'o haber Gustavo renunciado á todo
mortal! exhaló el último suspiro, volando á su Creador aquella
por venir á Madrid á los diez y siete años y medio, con el obje-
alma pura y buena, dotada de tan no comunes facultades artís-
to de conquistar gloria y fortuna. Queria su madrina hacer de
ticas y creadoras, unidas ú un gusto tan exquisito y elevado.
él un honrado comerciante, !Jero aquel niño, que habia apren'
Los que le conociamos admirábamos á Ghlstavo, mús por lo
dido á dibujar al mismo tie¡:-lpo que á escribir, cuya desmedida
que esperábamos de él, que por lo que habia hecho. Puede de-
a5cion á la lectura le hacia encontrar horizontes más anchos
cirse que todo lo que concibió está escrito al volar oe la pluma,
que el de la teneduría de libros, sólo encontraba aplausos para
entre la algazara de redacciones de periódicos y bajo el influjo
sus primeras poesías, lo cual le clecidió i vivir de su trabajo,
de premiosas circunstancias. Esto mismo que ve la luz pública,
annonizándolo con la independencia de su cankter, y á venir á
no pensaba él publicarlo sin corregirlo ántes, porque lo habia
iVladrid, como lo veri5có el año 1854. sin más elementos que
escrito de prisa, y como para que no se olvidasen asuntos é
los necesarios para e"l viaje. Prolijo seria narrar'las peripecias de
ideas que no le parecian malas.
su vida, monótona en desdichas. En el ailo 57 se vió aCQmetido
En cada punto de Espafla que habia visitado durante su vida,
de una horrible enfermedad, y pam atender á ella y rebuscanclo
habia levantado su fantasía artística un mundo de tradiciones
entre sus papeles, hallé «El Caudillo de las Manos Rojas,»
y de historias. Toled() era su sitio adorado de inspiraciones.
tradicion india, que se publicó en la Crónica.
Su fecundidad é inventiva eran prodigiosas; tanto que á sus
imaginaciones sólo faltaba un taquígrafo; y puede decirse que
'esto perjudicó á la correccion de sus escritos ..
PRÓLOGO v
A fin de ganar el sustento, escribió mucho yen géneros dife-
rentes, zarzuelas, traducciones, artículos políticos y de crítica, y
multitud de bosquejos de obras, cuyos títulos sólo revelan fa-
cultades extraordinarias.
Sorprende á veces su semejanza en la manera de esr.ribir con
ciertos autores alemanes; domina siempre en sus escritos la idea
,í. la forma, por más que ésta sea brillante y riquísima, y tienda
más á conmover que á enseñar.
Sus leyendas, que pueden competir con los cuentos de Hoff-
man y ele Grimn, y con las baladas ele Ruckert y de Uhlanel,
por muy fantásticas que sean, entrañan siempre un fondo tal ele
verdad, que, en medio ele su forma y contextura extraodin~,
aparece espontáneamente un hecho que ha sucedido ó puede
suceder, á poco que se analicen la situacion de los personajes,
el tiempo en que se agitan, ó las circunstancias que les ro·
dean.
Sus rimas, en que parece huir á propósito de la ilusion del
consonante y elel metro, para no herir el ánimo del lector más
que con la importancia de la idea, forman, como el Intermezzo
dc Enrique Reine-á quien, á pesar de la semejanza entre am-
bas producciones, no imitó, como alguno pueliera creer--un
poema en que se cncierra la vida del poeta.
Tal fué Gust;,tvo l\. Becquer.
Todo lo que atesoraba en su imaginacion, lo díjo él mismo
en la introduccion suya, que sigue.
VIII INTROD;JCCION

viven. Pero ¡ay! que entre el mundo dela idea y el de la forma


existe un abismo que sólo puede salvar la palabra; y la palabra,'
INTRODUCCION tímida y perezosa, se niega á secundar sus csfuerzos! Mudos,
sombríos é impotentes, despucs de la in.útillucha vuelven á caer
en su antiguo marasmo. ¡Tal cacn inertes en los surcos de las sen-
Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurruc8dos y des- das, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!
nudos, duerme.n los extravagantes hijos de mi fantasía, esperan- Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginacion expli-
do en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse can algunas de mis fiebres: ellas son la causa, desconocida para
presentar decentes en la escena del mundo. la ciencia, demis exaltaciones y mis abatimientos. Y aSÍ, aunque
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida á mal, vengo viendo hasta aquí, paseando por entre la indiferente
esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimen- multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo vi-
tar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la ca· viendo; pero todas las cosas tienen un término, y á éstas hay
beza, poblándola de creaciones sin número, á las cuales ni mi que ponerles punto.
actividad ni todos los años que me restan de vida serian sufi- El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en mons-
cientes á dar forma. truoso maridaje. Sus creaciones, apretadas ya como las raquíti-
y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en cas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica exis-
indescriptible confusion, los siento á veces agitarse y vivir con tencia, disputándose los átomos de la memoria, como el escaso
una vida oscura y extraña, semejante á la de esas miriadas de jugo de una tierra estéril. Necesario es abrir paso á las aguas
gérmenes, que hierven y se estremecen en una eterna incuba- profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente
cion dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas aumcntadas por un manantial vivo.
bastantes para salir á la superficie y convertirse al beso del sol ¡Andad pues! Andad y vivid con la única vida que puedo
en fl ores y fru tos. daros. IvIi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seais
Conmigo van, destinados á morir conmigo, sin que de ellos palpables; os vestirá aunque sea de harapos, lo bastante para
quede otro rastro que el que deja un sueño de la media noche, que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para
que á la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones y cada uno de vosotros una mDrayillosa estofa tejida de frases ex-
ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida; quisitas, en la que os pudiérais envolver con orgullo, como cn
y agitándose en formidalJle, aunque silencioso tumulto, buscan un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que
en tropel por donde salir á la luz, de entre las tiniehlas en que ha de c0nteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de
guardar un preciado perfume. Mas es imposible.
No obstante, necesito descansar; necesito, del mismo modo
que se sangra el cuerpo, por cuyas hinchadas venas se precipita la
INTRODUCCION IX x INTRODUCCION

sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran
á contener tantos absurdos. viaje. De una hora á otra puede desligarse el espíritu de la m<1.-
Quedad, pues, consignados aquÍ como la estela nebulosa que teria, para remontarse á regiones más puras. N o quiero, cuando
señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dis- esto suceda, llev<1.r conmigo, como el <1.higarrado equipaje de un
persos de un mundo en embrion que aventa por el aire la muerte, saltimbam:o, el tesoro de oropeles y guiilapos que h<1. ido acu-
ántes que su Creador haya podido pronunciar el jiat lui: que mulando la fantasía en los desvanes del cerebro.
separa la claridad de las sombras. Junio de I868.
No quiero que en mis noches sin sueños volvais á pasar por
delante de mis ojos en extravagante procesion, pidiéndome con
gestos y contorsiones que os saque á la vida de la realidad, del
limbo en que vivÍs, semejantes á fantasmas sin consistencia. No
quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan,
á la vez que el inst:·umento, las ignoradas notas que contenia.
Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo,
una vez vacío, apartar los ojoo de este otro mundo que llevo
dentro de la cabeza. El sentido comun, que es la barrera de los
sueños, comienza á flaquear, y las gentes de diversos campos se
mezclan y confunden. 1fe cuesta trabajo saber qué cosas he
soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre
fantasmas de la imaginacion y personajes reales. Mi memoria
clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y dias que han
muerto ó han pasado con los dias, y mujeres que no han existi-
do sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabe-
za de una ver. para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche ce la
muerte, sin que vcngais á ser mi pesadilla, maldiciéndome por
haberos condenado á la nada ántes de haber nacido. Id, pues,
al mundo á cuyo contacto fuÍsteis engendrados, y quedad en él,
como el eco flue encontraron en un alma que pasó por la tierra,
sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
2 GUSTAVO A. BECQUER

Hoja que del árbol seca


Arrebata el vendabal,
RIMAS Sin que nadie acierte el surco
Donde á caer volverá;

Gigante ola que el vierlto


I
Riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe

Y O sé un himno gigante y extraño


Que anuncia el'! la noche del alma una aurora,
Qué playa buscando va;

y estas páginas son de ese himno Luz que en cercos temblorosos


Cadencias que el aire dilata en las sombras. Brilla, próxima á espirar,
Ignorándose cuál de ellos
Yo quisiera escribirle, del hombre El último brillará;
Domando el rebelde, mezquino idioma
Con palabras que fuesen á un tiempo Eso soy yo, que al acaso
Suspiros y risas, colores y notas. Cruzo el mundo, sin pensar
De dónde vengo, ni á dónde
Pero en vano es lucharj que no hay cifra . Mis pasos me llevará:l.
Capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh hermosa!
Si, teniendo en mis manos las tuyas, III
Pudiera, al oido, cantártelo á solas.

II S ACUDIMIENTO extraño
Que agita las ideas,
C01110 huracan que empuja

S AETA que voladora


Cruza, arrojada al azar,
Las ojas ell, tropel;

Sin adivinarse dónde


Murmullo que en el alma
Temhlando se clavaráj
Se eleva y va creciendo,
Como volean' que sordo
Anuncia que va á arder;
RIMAS 3 GUSTA VO A. BECQUER

Deformes silüetas Gigante voz que el dos


De séres imposibles; Ordena en el cerebro,
Paisajes que aparecen y entre las sombras hace
Como á través de un tul; La luz aparecer;

Colores que fundiéndose


Brillante rienda de oro,
Remedan en el aire
Que poderosa enfrena
Los átomos del iris,
De la exaltada mente
Que nadan en la luz;
El yolador corcel;

Ideas sin palabras,


Palabras sin sentido; Hilo de luz que en haces
Cadencias que no tienen Los pensamientos ata;
Ni ritmo ni compás; Sol que las nubes rompe
y toca en el zenit;
rdemorias y deseo.s .
De cosas que no existen;
Inteligente mano,
Accesos de alegría,
Que en un collar de perlas
Impulsos de llorar;
Consigue las indóciles
Palahras reunir;
Actividad nerviosa
Que no halla en qué emplearse;
Sin riendas que le guie ArmoniosQ ritmo,
Caballo volador; Que con cadencia y numero
Las fugitivas notas
Locura que el espíritu Encierra en el compás;
Exalta y enardece;
Embriaguez divina
Del génio creador .... Cincel que el bloque duerme
La estátua modelando,
¡Tal es la inspiracion!
y la belleza pl,istica
Añade á la ideal;
RIMAS 5 GUSTAVO A. BECQUER

Atmósfera en que giran Mientras haya en el mundo primavera,


Con órden las ideas, Habrá poesía!
Cual átemos que agrupa
Recóndita atraccion: Mientras la ciencia á descubrir no alcance
Las ·fuentes de la vida,
Raudal en cuyas ondas Yen el maró en el cielo haya un abismo
Su sed la fiebre apaga; Que al cálculo resista;
Oásis que al espíritu
Mientras la humanidad siempre avanzando
Devuelve su vigor ....
No sepa á dó camina;
¡Tal es nuestra razon!
Mientras haya un misterio para el hombre,
Habrá poesía!
Con ambas siempre en lucha
y ele ambas vencedor, Mientras sintamos que se alegra el alma,
Tan sólo el génio puede Sin que los labios r;an;
A un yugo atar las dos. Mientras ~'e llore, sin que el llanto acuda
A nuhlar la pupila;
IV
Mientras el corazon y la cabeza
Batallando prosigan;

No digáis que agotado S4 tesoro,


De asuntos falta, enmudeció la lira:
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
Habrá poesía!
Podrá no haber poetas; pero siempre
Habrá poesía. Mientras haya unos ojos que reflejen
Los ojos qUt: los miran;
Mientras las ondas de la luz al beso Mientras responda el labio suspirando
Palpiten encendidas; Al labio que suspira;
Mientras el sol las desgarraelas nÍJlJes
De fuego y oro vista; . Mientras sentirse puedan en un beso
Dos almas confundidas;
lVlientras el aire en su regazo lleve lVIientras exista una mujer hermosa,
Perfumes y armonías; Habrá poesía!
RIMAS 8 GUSTAVO A. BECQUER

Yo atrueno en el torrente,
v y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,

E SPÍRITU sin nombre,


Indefinible esencia,
Y rujo en la tormenta.

Yo vivo "con la vida


Sin formas-"de la-idea. Yo rio en los alcor es,
Susurro en la alta yerba,
Yo nado en el vacío, Suspiro en la onda pura,
Del sol tiemblo en la hoguera, y lloro en la hoja seca.
Palpito -entre-Ias sombras
Y floto con las nieblas. Yo ondulo con los ¡ltomos
Del humo que se eleva
Yo soy el)leco de oro
y al cielo lento sube
De la lejana qtrella;
En espiral inmensa.
Yo soy de la alta luna
La luz tihia y serena.
Yo, en los dorados hilos
Yo soy la ardiente nube Que los insectos cuelgan,
Que en el ocaso ondea; Me ll1ezco entre los árboles,
Yo soy del>stro:errante En la ardorosa siesta.
La luminosa-estela.
Yo corro tras las ninfas
Yo soy nieve en las cumbres,
Que en la corriente fresca
Soy fuego en las arenas,
Del cristalino arroyo
Azul onda el! los mares,
Desnudas juguetean.
Y espuma en las riberas.

En el laud soy nota, Yo, en bosques de corales, .


Perfume en la violeta, Que alfombran blancas perlas
Fugaz llama en las tum has Persigo en el Océano
Y en las r¡¡inas hiedra. Las náyades ligeras.
2
RIMAS 9 [O GUSTA VO A. BECQUER

Yo, en las cavernas cóncavas, Yo, en fin, soy ese espíritu,


Dó el sol nunca penetra, Descococida esencia,
Mezclándome i los gnomos, Perfume misterioso
Contemplo sus riquezas. De que es vaso el poeta.

VI
Yo busco de los siglos

C
Las ya borradas huellas, OMO la brisa que la sangre orea
Y sé de esos imperios Sobre el oscuro campo de batalla,
De que ni el nombre queda. Cargada de perfumes y armonías
En el silencio de la noche vaga;
Yo sigo en raudo vértigo
Símbolo del dolor y la ternura,
Los mundos que voltean,
Del bardo inglés en el horrible drama,
Y mi pupila abarca
La dulce Ofelia, la razon perdida,
La creacion entera.
Cogiendo flores y cantando pasa.

Yo sé de esas regiones VII


A dó un rumor no llega,
Y donde informes astros
De vida un soplo esperan. D EL salan en el ángulo oscuro,
De su dueño tal vez olvidada,
Silenciosa y cubierta de polvo
Veíase el arpa.
Yo soy sobre el abismo
El puente que at1:aviesa; ¡Cuánta nota dormia en sus cuerdas
Yo soy la ignota escala Como el pájaro duerme en las ramas,
Que el cielo une á la lierra. Esperando la mano de nieve
Que sabe arrancarla!
Yo soy el invisible
¡Ay! pensé, ¡cuó.ntas veces el genio
Anillo que sujeta
Así duerme en el fondo del alma,
El mundo de la forma
Y una voz, como Lázaro, espera
Al mundo ele la idea.
Que le diga: «¡ Levántate y anda!»
RIMAS 11 12 GUSTAVO A. BECQUER

IX
VIII

B ESA el aura que gime blandamente


Las leves ondas que jugando rizaj

C DANDO miro el azul horizonte


Perderse á lo léjos,
El sol besa á la nube en Occidente,
y de púrpura y oro la matizaj
Al través de una gasa de polvo
La llama en derredor del tronco ardiente
Dorado é inquieto;
Por besar á otra llama se desliza,
Me parece posible arrancarme
y hasta el sáuce, inclinándose á su peso,
Del mísero suelo,
Al rio que le bes:t, vuelve un beso.
y flotar con la niebla dorada
En átomos leves
X
Cual ella deshecho.

Cuando miro ele noche en el fondo


L OS invisibles átomos del aire
. En o.erreclor palpit:tn y se inflamanj
El cielo se deshace en rayos de oroj
Oscuro del cielo
La tierra se estremece alborozadaj
Las estrellas temblar, como ardientes
Oigo flotando en olas de armonía
Pupilas de fuego;
Rumor de besos y batir de alasj
Me parece posible á dó brillan
Mis párpados se cierran .... ¿Qué sucede?
Subir en un vuelo,
--¡Es el amor que pasa!
y anegarme .en su luz, y con ellas
En lumhrc enccndido XI
Fundirme en un beso.
o soy ardiente,
En el mar de la duda en que bogo
Y yo soy morena,
Yo soy el sÍnbolo de la p:tsionj
_De ánsia de goces mi alma está llena.
Ni áUl1 sé lo que creo; -¿A mí me buscas?-No es á tij nó.
Sin embargo, estas ánsias me dicen
Que )'0 llevo algo -Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
Divino aquí dentro: Puedo brindarte dichas sin fin;
RIl'dAS 13 GUSTAVO A. BECQUER

Yo de ternura guardo un tesoro. y sin-embargo


-¿A mí me llamas?-Nój no es á ti. Sé que te quejas,
Porque tus ojos
-Yo soy un sueüo, un imposible, Crees que la afean:
Vano fantasma de niebla y luzj Pues no 10=creas;
Soy incorpórea, soy intangible, Que parecen tus pupilas,
No puede amarte.-¡Oh, venj ven tú! II umedas, verdes é inquietas,
Tempranas hojas de almendro,
Que al soplo del aire tiemblan.
XII

Es tu boca de rubíes
P ORQUE son, niña, tus ojos
Verdes como el mar, te quejas:
Purpúrea granada abierta,
Que en el estío=convida
Verdes los tienen las náyades,
Verdes los tuvo IVlinerva,
Á apagar la sed en ella.
y sin embargo
y verdes ~on las pupilas
Sé que te quejas,
De las hurÍs del Profeta.
Porque tus ojos
Crees que la afean:
El verde es gala y ornato
Pues co lo creas;
Del bosque en la primavera.
Que parecen, si enojada
Entre sus sietes colores·
Tus pupilas centellean)
Brillante el Íris lo ostenta.
Las olas del mar que rompen
Las esmeraldas son vereles,
En las cantábricas pei1as.
Verele el color del que espera,
y las onclas de! Océano,
y el laurel ele los poetas. Es tu frente que corona
Crespo el oro en anch? trenza,
Es tu mejilla temprana Nevada cumbre en que el dia
Rooa de escarcha cubierta, Su postrera luz refleja.
En que e! cannin ele los pétalos y sin embargo
Se vé al través ele las perlas. Sé que te quejas,
RIMAS I5 16 GUSTAVO A. BECQUER

Porque tus ojos A donde quiera que la vista fijo,


Crees que la afean: Torno á ver tus pupilas llamear;
Pues no lo creas; Mas no te encuentro á ti; que es tu mirada:
Que, entre las rubias pestaiías, Unos ojos, los tuyos, nada más.
Junto á las sienes, semejan
Broches de esmeraldas y oro,
De mi alcoba en el ángulo los miro
Que un blanco armiño sujetan.
Desasidos, f¡¡ntásticos lucir:
Cuando duermo, los siento que se ciernen
XIII De par en par ahiertos sohre mÍ.

T u pupila es azul, y cuando ries,


Su claridad si.iwe me recuerda
El trémulo fulgor de la mailana
Yo sé que hay fuegos fátuos que en la noche
Llevan al caminante á perecer;
Yo me siento arrastrado por tus ojos,
Que en el mar se refleja.
Pero á dónde me arrastran, no lo sé.

Tu puPila es azul, )' mando lloras,


Las trasparentes lágrimas e1l ella xv
Se me figuran gotas de rocío

C
Sobre U1la violeta. ENDAL flotante de leve bruma
Rizada cinta de blanca espuma,
Tu pupila es azul, y si en el fondo, Rumor sonoro
Como un punto de luz rádia una idea, De arpa de oro,
Me parece en el cielo de la tarde Beso del áura, onda de luz,
Una perdida estrella. Eso eres tú.

XIV
Tú) sombra aérea que, cuantas veces

T E vÍ un punto, y, flotando ante mis ojos,


La imágen de tus ojos se quedó,
Voy á
Como
tocarte, te desvaneces
la llama, como el sonido,
Como la mancna oscura, orlada en fuego, Como la niebla, como el gemido
Que flota y ciega, si se mira al sol. Del lago azul.
RIMAS 18 GUSTAVO A. BECQUER

En mar sin playas onda sonante, Al sentir en tus labios un aliento


En el vacío cometa errante, Abrasador,
Largo lamento Sabé que, aunque invisible, al lado tuyo
Del ronco viento, Respiro yo.
Ansia perpetua de algo mejor,
Eso soy yo. XVII

Yo, que á tus ojos en mi agonía T~r la tierra y los cielos me sonríen;
:"íY

Los ojos vuelvo de noche y diaj 11 Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Yo, que incansable corro y demente Hoy la he visto ... la he visto y me ha mirado
Tras una sombra, tras la hija ardiente ¡Hoy creo en Dios!
De una vision!
XVIII

XVI
F
ATIGADA del baile,
Encendido el color, breve el alie'nto,

S I al mecer las azules campanillas


De tu baleon,
Apoyada en mi brazo,
Del salon se detuvo en un extremo.
Crees que suspirando pasa el viento
¡V[urmurador, Entre la leve-gasa
Sabe que, oculto entre las verdes hojas, Que levantaba el palpitante seno,
Suspiro yo. Una flor se, mecia
En compasado y dulce movimiento.
Si al resonar confuso á tus espaldas
Como en cuna de nácar
Vago rumor,
Que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
Crees que por tu nombre te ha llamado
Tal vez allí donnia
Lejana voz,
Al soplo de sus labios entreabiertos.
Sabe que, entre las sombras que te cercan,
Te lIa l1l o yo. -¡Oh! ¿Quién así, pensaba,
Dejar pudiera deslizarse el tiempo?
Si se turba medroso en la alt~ noche ¡Oh, si las flores duermen,
Tu corazon, Qué dulcísimo sueño!
\
RIMAS 20 GUSTAVO A. BECQUER

XIX XXIII

C UANDO sobre el pecho inclinas


La melancólica frente,
P OR una mirada, un mundo;
Por una sonrisa, un cielo;
Una azucena tronchada
Me pareces. Por un beso ... iYO no sé
Qué te diera por un beso!
Porque al darte la pureza,
De que es símbolo celeste,
XXIV
Como á ella, te hizo Dios
De oro y nieve.

XX I) OSQue,rojasá unlenguas de fuego


mismo tronco enbzadas,
Se aproximan, y al besarse

S ABE, si alguna vez tus labios rojos


Quema invisible atmósfera abrasada,
Forman una sob llama;

Que el alma que hablar puede con los ojos,


Dos notas que del laud
Tambien puede besar con la mirada.
A un tiempo la mano arranca,
XXI y en el espacio se encuentran
y armonIosas se abrazan;
¿QUÉ es poesía? dices mientras clavas
En mi pupila tu pupila azulj I jos olas que vienen juntas
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? A morir sobreuna playa,
Poesía ... eres tú! y que al romper se coronan
Con un penacho de plata;
XXII

¿CÓMO vive esa rosa que has prendido Dos girones de vapor
Junto á tu corazan? Que del lago se levantan,
Nunca hasta ahora contemplé en la tierra V al juntarse allél en el ciclo,
Sobre el voJean la flor. Forman una nube bbnca;
RIMAS 21 22 GUSTAVO A. BECQUER

Dos ideas que al par brotan, La fama, el oro,


Dos besos que á un tiempo estallan, La gloria, el génio!
Dos ecos que se confunden ...
Eso Son nuestras dos almas.
Cuando enmudece tu lengua,
y se apresura tu aliento,
xxv y tus mejillas se encienden,
y entornas tus ojos negros:

C DANDO en la noche te envuelven Por ver entre sus pestañas


Las alas de tul del sueño, Brillar con húmedo fuego
y tus tendidas pestañas La ardiente chispa que brota
Semejan arcos de ébano; Del volean de los deseos,
Por escuchar los latidos Diera, alma mia,
De tu corazon inquieto, Por cuanto espero,
y reclinar tu dormida La fe, el espíritu,
Cabeza sobre mi pecho, La tierra, el cielo!
Diera, alma mi a,
Cuanto poseo,
XXVI
La luz, el aire
y el pensamiento!
10Y
\
contra mi interés al confesarlo:
Cuando se clavan tus ojos Pero yo, amada mia,
En un invisible objeto, Piél]:;{), cual tú, que una oda sólo es buena
y tus labios ilumina De un billete del Banco al dorso escrita.
De una sonrisa el reflejo; No faltará algun necio que al oirlo
Por leer sobre tu frente Se haga cruces y diga:
El callado pensamiento «Mujer al fin elel siglo diez y nueve,
Que IXlsa como la nube Material y prosáica» .... ¡Bobería!
Del mar sohre el ancho espejo, ¡Voces que hacen correr cuatro poetas
Diera, alma mia, Que en invierno se embozan con con la lira~
Cuanto deseo; ¡ Ladrido de los perros á la luna!
Rli'dAS
GUST AVO A. BECQUER

Tú sabes y yo sé que en esta vida,


Despierta, hablas, y, al hablar, vibrante
Con génio, es muy contado quien la escribe;
Tus palabras parecen
y con oro, cualquiera Izace poesía.
Lluvia de perlas que en dorada copa
Se derrama á torrentes.
XXVII

D ESPIERTA, tiemblo al mirarte;


Dormida, me atrevo á verte;
Dormida, en el murmullo de tu aliento
Acompasado y ténue,
Por eso, alma de mi alma, Escucho yo un poema, que mi alma
'Yo velo mientras tú duermes. Enamorada entiende ....
-¡Duerme!
Despierta ries; y al reir, tus labios
Inquietos me parecen
Relámpagos ele grana que serpean Sobre el corazon la mano
Sobre un cielo de nieve. M e he puesto, porque no suene
Su latido, y de la noche
Despierta, los extremos de tu boca Turbe la calma solemne.
Pliega sonrisa leve,
Suave como el rastro luminoso De tu balcon las persianas
Que deja un sol que muere .... Cerré ya, porque no entre
-¡ Duerme! El resplandor enojoso
De la aurora, y te despierte ....
Despierta, miras, y, al mirar, tus ojos
-¡Duerme!
H úmeelos respbnelecen,
Como la onda azul en cuya cresta
Chispeanclo el sol hiere. XXVIII

Al través de tus párpados, clormida,


Tranq uilo fulgor viertes,
Cual derrama la 'luz templado rayo
C UANDO entre la sombra oscura
Perdida una voz murmura
Turbando su triste calma,
Lámpara trasparcnte .. Si en el fondo de mi alma
- ¡ ] ) uerme!
La oigo dulce resonar;
3
RIMAS GUSTAVO A. BECQUER

Díme: ¿Es que el viento en sus giros Mas guardábamos ambos


Se queja ó que tus suspiros Hondo silencio.
Me hablan de amor al pasar? ¿Cuánto duró? Ni áun entónces
Pude saberlo;
Cuando el sol en mi ventana Sólo sé que no se oia
Rojo brilla á la mañana, Más que el aliento,
y mi amor tu sombra evoca, Que apresurado escapaba
Si en mi boca de otra boca Del labio seco.
Sentir creo la impresionj Sólo sé que nos volvimos
Díme: ¿es que ciego deliro, Los dos á un tiempo,
Ó que un beso en un suspiro y nuestros ojos se hallaron,
Me envía tu corazon? y sonó un beso!

Si ,en el luminoso dia,


y en la alta noche sombría; Creaeion de Dante era el libro,
Si en todo cuanto rodea Era su III!ierJlo.
Al alma que te desea Cuando á él bajamos los ojos,
Te creo sentir y verj Yo dije trémulo:
Díme: ¿es que toco y respiro ¿Comprendes ya que un poema
Soñando, ó que en un suspiro Cabe en un verso?
Me das tu aliento á beber? y ella respondió cllcc.;nc1ic1a: "'
-¡Ya lo comprendo!
XXIX

xxx
S OBRE la falda tenia
El libro abiertoj

A
En mi mejilla tocaban SOiVL\BA á sus ojos una lágrima
Sus rizos negrosj Y á mi lahio una frase de pcrdon;
N o veíamos las letras Habló el orgullo y se enjugó su llanto,
Ninguno, creOj Y la frase en mis labios espiró.
RIMAS 2'¡
z8 GUSTAVO A. BECQUER

Yo voy por un camino, ella por otro;


Pero al pensar en nuestro mútuo amor,
XXXIII
Yo digo aún: ¿por qué callé aquel dia?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?

XXXI
Es cuestion de palabras, y no obs
Ni tú ni yo jamás, /
Despues de lo pasado, convendremo
En quién la culpa está.

N UESTRA pasion rué un trágico sainete


En cuya absurda fábula
¡Lástima qu'e el amor un diccionario
Lo cómico y lo grave confundidos
N ° tenga donde hallar
Risas y llanto arrancan.
Cuándo el orgullo es simplemente Ol

y cuándo es dignidad!
Pero fué lo peor ele aquella bistoria
Que al fin de la jornada, XXXIV
A ella tocaron lágrimas y risas,
Y á mí sólo las lágrimas!
C RUZA callada, y son sus movimiE
Silenciosa armonía:
XXXII Suenan sus pasos, y al sonar recuerd
Del himno alado la cadencia rítmica.

P ASABA arrolladora en su hermosura,


Y el pase la dejé:
Los ojos entreabre, aquellos ojos
Tan claros como el dia;
Ni áun á mirarla me volví, y no obstante
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan.
Algo á mi oielo murmuró: «esa es.»
Arden con nueva luz en sus pupilas.

¿Quién reunió la tarele á la mai'lana? Rie, y su carcajada tiene notas


Lo ignoro: s610 sé Del agua fugitiva;
Que en una breve noche ele verano Llora, y es cada lágrima un poema
Se unieron los crepúsculos, y .... <<jué.» De ternura infinita.
R Ii\l AS 2( GUSTAVO A. BECQUER

Ella tiene la luz, tiene el perfume,


El color y la línea,
XXXVII
La forma, engendradora de deseos,
La expresion, fuente eterna de poesía.
A NTES que tú me moriré: escondido
En las entrai'las ya
El hierro llevo con que abrió tu mano
¿Que es estúpida? .. ; Bah! mientras callando La ancha herida mortal.
GU8rde oscuro el enigma,
Siempre valdrá, á mi' ver, lo que ella calla Antes que tú me moriré: y mi espíritu
:\Hs que lo que cualquiera otra me diga. En su empefio tenaz,
Sentándose á las puertas de la muerte,
Allí te esperará.
xxxv
Con las horas los días, con los días
.¡ N
O me admiró tu olvido! Aunque de un día,
-:Vle admiró tu cariño mucho más:
Los años volarán,
y á aquella puerta llamarás al cabo .. , .

Porque lo que hay en mí que vale algo,


¿Quién dej9. de llamar?
Eso .... ni lo pudiste sospechar!
Entónces que tu culpa y tus despojos
La tierra guardará,
XXXVI Lavándote en las ondas de la muerte
Como en otro Jordan;

S I c\~nuC's~r agravi.os e~1 un libro,


Se escnblese la hlstona,
Allí, donde el murmullo de la vida
Temblando á morir va,
y se borrase en nuestras almas cuallto
Como la ola que á la playa viene
Se borrase en sus hojas;
Silenciosa á espirar;

Te quiero tanto aün, dejó en mi pecho Allí, donde el sepulcro que se cierra
Tu amor huellas tan hondas, Abre una eternidad ...
Que sólo con que tú borrases una, Todo cuanto los dos hemos callado
Las horraba yo todas! Lo tenemos que hablar!
RIMAS GUSTAVO A. BECQUER

Que de su casa prestan


XXXVIII Misterio y sombra al pórtico!
y ayer ... un año apenas,

Los suspiros son aire, y van al aire. Pasado como un soplo,


Las lágrimas son agua, y van al mar. ¡(on qué exquisita gracia,
Díme, mujer: cuando el amor se olvida, Con qué admirahle aplomo,
¿Sabes tú á dónde va? Me dijo, al presentarnos
Un amigo oficioso:
XXXIX ¡¡-Creo que en alguna parte
H e visto á usted.-» ¡ <\h! bobos,
¿A QUÉ me lo decís? lo sé: :s mudable, Que sois de los salones
Es altanera y vana y capnchosa; Comadres de buen tono,
Antes qUe el sentimiento de su alma, y andais por allí á caza
Brotará el agua de la estéril roca. De galantes emhrollos:
¡Qué historia habeis perdido!
Sé que en su corazon, nido de sierpes, ¡Qué manjar tan sabroso
N o hay una fibra que al amor responda; Para ser devorado
Que es una estálua inanimada ... pero ... Sotto voce en un corro,
¡Es tan hermosa!! Detrás del abanico
De plumas y de oro!

XL ¡Discreta y casta luna,


Copudos y altos olmos,

S U mono entre mis manos,


Sus ojos en mis ojos,
Paredes de su casa,
Umbrales de su pórtico,
Callad, y que el secreto
La amorosa cabeza
Apoyada en mi hombro, No salga de vosotros!
¡Dios sabe cuántas veces, Callad; que por mi parte
COIl paso perezoso, Lo he olvidado todo:
Hemos vagado juntos y ella ... ella ... ¡no hay máscara
Bajo los altos olmos, Semejante á su rostro!
RIMAS 33 34 GUSTAVO A. BECQUER

Pasó la nube de dolor ... con pena


XLI Logré balbucear breves pa!::tbras ...
¿Quién me dió la noticia? ... Un fiel amigo ..

Tú eras el huracan, y yo la alta ¡Me hacia un gran favor! ... Le dí las gracias.
Torre que desafía su poder:
¡Tenias que estrellarte ó ahatirme! ... XLIII
¡No pudo ser!

Tú eras el Océano, y yo la enhiesta


Roca que firme aguarda su vaiven:
D EJÉ la luz á un !::tdo, yen el borde
De la revuelta cama me senté,
Mudo, sombrío, !::t pupila inmóvil
¡Tenias que romperte ó que arrancarme! ...
C!::tvada en la pared.
¡No pudo ser!

¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme


Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
La embriaguez horrible elel dolor,
U no á arrollar, el otro á no ceder:
Espiraba !::t luz, y en mis balcones
La senda estrecha, inevitable el choque ...
Reia el sol.
¡No pudo ser!

Ni sé tampoco, en tan terribles horas,


XLII
En qué pensaba ó que pasó por mí;

e
Sólo recuerdo que lloré y maldije,
uANDO me lo contaron sentí el frío y que en aquella noche envejecí!
De una hoja de acero en las entrañas;
Me apoyé contra el muro, y un instante
La conciencia perdí de dónde estaba. XLIV

Cayó sobre mi espíritu la noche;


En ira y en piedad se anegó el alma ... C OMO en un libro abierto
Leo de tus pupil::ls en el fondo;
¡Y entónces comprendí por qué se llora, ¿A qué fingir el blJio
Y entónces comprelidí por qué se mata! Risas que se desmienten con los ojos?
RIMAS 35 GUSTAVO A. BECQUER

¡Llora! No te avergüences y ella prosigue alegre su camino,


De confesar que me quisistes un poco. Feliz, risueña, impávida: ¿y por qué?
iLlora! Nadie nos mira. Porque no brota sangre de la herida ...
Ya ves; yo soy un hombre ... y tambien lloro! ¡Porque el muerto está en pié!

XLV
XLVII

E N la clave del arco mal seguro,


Cuyas piedras el tiempo enrojeci6,
\70 me he asomado á las profundas simas
Obra de cincel rudo, campeaba
1De la tierra y del cielo,
El gótico blason.
y les he visto el fin ó con los ojos,
Ó con el pensamiento.
Penacho de su yermo de granito,
La hiedra que colgaba en derredor
Daba sombra al escudo, en que una mano Mas ¡ay! de un corazon llegué al abismo,
Tenia un coraZOll. y me incliné por verlo,
V mi alma y mis ojos se turbaron:
A contemplarle en la desierta plaza
¡Tan hondo era y tan negro!
Nos parimos los dos:
Y «ese, me dijo, es el cabal emhlema
De mi constante amor.» XLVIII

¡Ay! es verdad lo que me dijo ent6nces:


Verclad que el corazon O iVIO se arranca el hierro de una herida,
(
Le llevará en la mano ... en cualquier parte ... Su amor de las entrañas me arranqué,
Pero en el pecho, nó! Aunque sentí al hacerlo que la vida
Me arrancaba con él.
XLVI

M E ha herido recaLlndose cn bs sombras, Del altar que la alcé en el alma mia


Selbndo con un beso su traiciono La voluntad 'su imágen arrojó,
Los brazos me echó al cuello, y por b e;;p::lIda V la luz de la fe que en ella ardia
Partióme á sangre fria el corazon. Ante el ara desierta se apagó.
RIMAS 37 GUSTAVO A. BECQUER

Aun para combatir mi firme empeño


Viene á mi mente su visioll tenaz ...
LI
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
En que acaba el soñar!!
D E lo poco de vida que me resta
Diera con gusto los mejores años,
XLIX Por saber lo que á otros
De mí has hablado.

A LGUNA vez la encuentro por el mundo


y pasa junto á mí;
y esta vida inmortal ... y de la etenia
Lo que me toque, si me toca algo,
y pasa sonriéndose, y yo digo:
¿Cómo puede reir? Por saber lo que á solas
De mí has pensado.

Luego asoma á mi labio otra sonrisa,


LIl
Máscara del dolor,
y entónces pienso:-Acaso ella se rie,
Como me rio yo!
Or .AS gigantes que os rompeis bramando
En las playas desiertas y remotas,
Envuelto entre la sábana de espumas,
L
Llevadme con vosotras!

Lo que el salvaje, que con torpe mano


Hace de un tronco á su capricho un dios,
RMag,ls de huracan, que arrehatais
lle! al to hosq ue las l11arch itas hojas,
y luego ante su obra se arrodilla,
Arrastrado en el cic¡:!o torbellino,
Eso hicimos tú y yo.
Llevadme con vosotras!

Dill10S formas reales á un fantasms, Nubes de tempestad, que rompe el rayo


De la mente ridícula invencion, y en fuego ornais I::¡s desprendidas orlas,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos Arrebatado entre la niebla OSClIl"cl,
En su altar nuestro amor: Llevaclme con vosotraS!
RIMAS 39 GUSTAVO A. BECQUER

Llevadme, por piedad, á donde el vértigo Pero mudo y absorto y de rodillas,
Con la razon me arranque la memoria ... Como se adora á Dios ante su altar,
¡Por piedad! ... ¡Tengo miedo de quedarme Como yo te he querido ... desel1gáñate,
Con mi dolor á solas! Así no te querrán!

I,III LIV

V OLVERAN las oscuras golondrinas


En tu ba1con sus nidos á colgar,
(
UANDO volvemos las fugaces horas
Del pasado á evocar,
Y, otra vez, con el ala á sus cristales Temblando brilla en sus pestañas negras
Jugando llamarán; Una lágrima pronta á resbalar.

y al fin resbala, y cae como gota


Pero aquellas que el vuelo refrenaban
De rocío, al pensar
Tu hermosura y mi dicha á contemplar,
Que, cual hoy por ayer, por hoy mañana,
Aquellas Bue aprendieron nuestros nombres ...
Volveremos los dos á suspirar.
Esas ... ¡no volverán!
LV
Volverán las tupidas madreselvas
De tu jardin las tapias á escalar,
Y otra vez á la tarde, áun más hermosas,
Sus flores se abrirán;
E NTRE el discorde estruendo de la orgía
Acarició mi oido,
Como nota de música lejana,
El eco de un suspiro.
Pero aquellas, cuajadas de rocío,
Cuyas gotas mirábamos temblar El eco de un suspiro que conozco,
Y caer, como lágrimas del dia ... Formado de un aliento que he bebido,
Esas ... ¡l1ovolverán! Perfume de una flor, que oculta crece
En un c1áustro sombrío.
Volverá del amor en tus oidos
Mi adorada de un dia, cariñosa,
Las palabras ardientes á sonar;
-¿En qué piensas? me dijo.
Tu corazon de su profundo sueño
-En nada ... -¿En nada, y lloras? -Es que tengo
Tal vez despertará;
Alegre la tristeza y triste el vino.
4
RIMAS 4I GUSTAVO A. BECQUER

LVI LVII

H Oy como ayer, mañana como hoy,


y siempre igual!
E STE armazon de huesos y pellejo,
De pasear una cabeza loca .
Un cielo gris, un horizonte eterno,
y andar ... andar! Cansado se halla al fin, y no lo extraño;
Pues aunque es la verdad que no soy viejo,
Moviéndose á compás, como una estúpida De la parte de vida que me toca
Máquin?, el corazon: En la vida del mundo, por mi daño
La torpe inteligencia del cerebro He hecho un uso tal, que juraria
Dormida en un rincon. Que he condensado un siglo eú cada dia.

El alma, que ambiciona un paraíso,


Buscándole sin fe; Así, aunque ahora muriera,
Fatiga sin objeto, ola que rueda No podria decir que no he vivido;
Ignorando por qué! Que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
Cor,ozco que por dentro ha envejecido.
Voz que incesante con el mismo tono
Canta el mismo cantar;
Ha envejecido, sí; ¡pese á mi estrella!
Gota de agua monótona que cae,
Harto lo dice ya mi afan doliente;
y cae sin cesar!
Que hay dolor que al pasar, su horrilJle huella
Así van deslizándose los dias Graba en el corazon, si no en la frente.
U nos de otros en pos,
Hoy 10 mismo que ayer ... Y todos ellos LVIII
Sin goce ni dolor.

¡Ay! á veces me acuerdo suspirando ¿QUIERES que de e~ néctar delicioso


Del antiguo sufrir ... N o te amargue la hez?
Amargo es el dolor; pero siquiera, Pues aspírale, acércale i tus labios,
Padecer es vivir! y déjale despues.
RIMAS 43 44 GUSTAVO A. EECQUER

¿Quieres que conservemos una dulce ¿Te ries? .. Algun dia


Memoria de este amor? Sabrás, nifla, por qué;
Pues amémonos hoy mucho, y mañana Mientras tú sientes mucho y nada sabes,
Digámonos ¡adios! Yo que no siento ya, todo 10 sé.

LIX LX

Y O sé cuál el objeto
De tus suspiros es; M I vida es un erial:
Flor que toco se deshoja;
Yo conozco la causa de tu dulce Que en mi camino fatal,
Secreta languidez, Alguien va sembrando el mal
¿Te ries? .. Algun dia Para que yo lo . recoja.
Sabrás, niña, por qué:
Tú acaso lo sospechas, LXI
y yo lo sé.

Yo sé lo que tú sueñas, A L ver mis horas de fiebre


É insomnio lentas pasar,
Y lo que en sueños ves; Á la orilla de mi lecho,
Como en un libro puedo, lo que callas ¿Quién se sentará;
En tu frente leer.
¿Te ries? .. Algun dia
Cuando la trémula mano
Sabrás, niña, por qué;
Tienda, próximo á espirar,
Tú acaso lo sospechas,
Buscando una mano amiga,
Y yo lo sé.
¿Quién la estrechará?

Yo sé por qué sonrics Cuando la muerte vidrie


Y lloras á la vez: De mis ojos el cristal,
Yo penetro en los senos misteriosos Mis párpados áUl1 abiertos,
De tu alma de mujer. ¿Quién los cerrará?
RIMAS 45 GUSTAVO A. BECQUER

Cuando la campana suene . Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil!


(Si suena en mi funeral), :Me rodean, me acosan,
Una oracion al oirla, Y unos tras otros á clavarme vienen
¿Quién murmurará? El agudo aguijan que el alma encona!

Cuando mis pálidos restos


Oprima la tierra ya, LXIV
Sobre la olvidada fosa,
¿Quién vendrá á llorar?

¿Quiét:, en fin, al otro dia, C OMO guarda el avaro su tesoro,


Guardaba mi dolor;
Cuando el sol vuelva á brillar, Yo queria probar que hay algo eterno
De que pasé por el mundo, Á la que eterno me juró su amor.
¿Quién se acordará?
Mas hoy le llamo en vano, y oigo al tiempo
LXII
Que le agotó, decir:
¡Ah, barro miserable, eternamente
P RIMERO es un albor trémulo y vago,
Raya de inquieta luz que corta el mar; No podrás ni áun sufrir!
Luego chispea y crece y se dilata
En ardieritc explosion de claridad. LXV
La brilladora luz es la alegría,
La temerosa sombra es el pesar: LLEGÓ la no~he y n.o e~1cntré un ~silo;
¡Ay! en la oscura noche de mi alma, ¡Y tuve sed .... M1S lRgnmas bebl;
¿Cu~lneo amanecerá? ¡Y tuve hamlJre! ¡Los hinchados ojos
Cerré para morir!
LXIII

C OMO enjamhre ele ahejas irritadas,


De un oscuro rincon ele la memoria
¡Estaba en un desierto! Aunque á mi oido
De las tprbas llegaba el ronco hervir,
Salen <Í. perseguirme los recuerelos Yo era huérfano y pobre ... ¡El mundo estaba
De las lHsaclas horas. Desierto ... para mí!
RIMAS 47 GUSTAVO A. BECQUER

¡Qué hermoso es cuando en copos


LXVI La blanca nieve silenciosa cae,
De las inquietas llamas
¿ DE dónde vengo? .. El más horrible y áspero
Ver las rojizas lenguas agitarse!
De los senderos busca;
Las huellas de unos piés ensangrentados ¡Qué hermoso es, cuando hay sueño
Sobre la roca dura; Dormir bie:1 ... y roncar como un sochantre
Los despojos de una alma hecha girones y comer ... y engordar! ... ¡y qué desgracia
En las zarzas agudas, Que esto sólo no haste!
Te dirán el camino
Que conduce á mi cuna. LXVIII

¿Á dónde voy? El más sombrío y triste


De los páramos cruza, N o sé lo que he soñado
En la noche pasada;
Valle de eternas nieves y de eternas Triste, muy triste debió ser el sueño,
Melancólicas brumas. Pues despierto, la angustia me durab<.t.
En donde esté una piedra solitaria
Sin inscripcion alguna, Noté, al incorporarme,
Donde habite el olvido, Húmeda la almohada,
Allí estará mi tumba. y por primera vez sentí, al notarlo,
De un amargo placer henchirse el alma.
LXVII

QUÉ
Triste cosa es el sueño
¡ hermoso es ver el dia Que llanto nos arranca;
Coronado de fuego levantarse,
A-l !vTas tengo en mi tristeza una alegría ...
y á su beso de lumbre Sé que áun me qucdan lágrimas.
Brillar las olas y encenderse el aire!
LXIX
¡Qué hermoso es tras la lluvia
Del tristc otoño cn la azulada tarde,
De las húmcdas florcs A L hrillar un relámpago nacemos,
y áun dura su fulgor cuando morimos!
El perfume aspirar hasta saciarse! ¡Tan corto es el vivir!
RIMAS 49 GUSTAVO A. BECQUER

La gloria i el amor tras que corremos, y no faltó una vieja, que en el torno
Sombras de un sueño son que perseguimos: Dijese á la mai'lana,
i Despertar es morir! Que de algun sacristan muerto en pecado
Acaso era yo el alma.
LXX
A oscuras conocia los rincones
Del atrio y la portada;
¡ CUÁNTAS veces al pié de las musgosas
De mis piés las ortigas que allí crecen
Paredes que la guardan,
Las huellas tal vez guardan.
Oí la esquila que al mediar la noche
Á los maitines llama!
Los buhos que espantados rne seguian
Con sus ojos de llamas,
¡Cuántas veces trazó mi triste sombra
Llegaron á mirarme con el tiempo
La luna plateada,
Como á un buen camarada.
Jun to á la del ci prés, que de su r. uerto
Se asoma por Ins tapias!
A mi lado sin miedo los reptiles
Se movian á rastras;
Cuando en sombras la iglesia se envolvia,
¡Hasta los mudos santos de granito
De su ojiva calada,
Ví que me saludaban!
¡Cuántas veces temblar sobre los vidrios
Ví el fulgor de J::¡ lámpara!
LXXI

No
Aunque el viento en los ángulos oscuros dormia; vagaba en ese limho
De la torre silbara,
En que cambian de forma los objetos,
Del coro entre las voces percibia Misteriosos espacios que separan
Su voz vibrante y clara. La vigilia del suei'lo.

En las noches de invicrnc, si un medroso Las ideas, que en ronda silenciosa


Por la desierta plaza
Daban vueltas en torno á mi cerebro,
Se atrevia á cruzar, al divisarme Poco á poco en su danza se movian
El paso aceleraba. Con un compás más lento.
RIMAS 51 52 GUSTAVO A. BECQUER

De la luz que entra al alma por los ojos Luz y oro el dia,
Los párpados velaban el reflejo, Yo algo mejor:
Mas otra luz el mundo de visiones ¡Yo tengo amor!
Alumbraba por denlro.
SEGUNDA VOZ

En este punto resonó en mi oido


Un rumor semejante al que en el templo -Aura de aplausos, nube radiosa,
Vaga confuso, al terminar los fieles Ola de envidia que besa el pié,
Con un Amén sus rezos. Isla de sueños donde reposa
El alma ansiosa,
y oí como una voz delgada y triste ¡Dulce embriaguez
Que por mi nombre me llamó á lo léjos, La Gloria es!
y sentí olor de cirios apagados,
TERCERA VOZ
De humedad y de incienso.

-Ascua encendida es el tesoro,


Sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
Sólo es verdad:
Entró la noche, y del olvido en brazos ; La Libertad!
Caí, cual piedra, en su profundo seno:
Dormí, y al despertar exclamé: «¡ Alguno
Así 10.-; h:m.jllt'ros lx\sahan cantando
Que yo queria ha muerto!»
La eterna cancion,
y al golpe del remo saltaha la espuma
LXXII
y heríala el sol.
PRlíllERA voz
¿Te embarcDs? gritaban; y yo sonriendo
-- LAS ondas tienen vaga armonía, Les dije al pasar:
Las vIoletas suave,olor, -Há tiempo lo hice; por cierto que áun tengo
Brumas de plata la noche fria, La ropa en la playa tendida á secar!
RIMAS 53 54 GUSTAVO A. BECQUER

De la casa en hon}bros
LXXIII Lleváronla al templo,
y en una capilla

C ERRARON sus ojos


Que áun tenia abiertos;
Dejaron el féretro.
Allí rodearon
Taparon su cara Sus pálidos restos
Con un blanco lienzo; De amarillas velas
y unos sollozando, y de paños negros.
Otros en silencio,
Al dar de las ánimas
De la triste alcoba
El toque postrero,
Todos se salieron.
Acabó una vieja
Sus últimos rezos;
La luz, que en un vaso
Cruzó la ancha nave,
Ardia en el suelo,
La, puertas gimieron,
Al muro arrojaba
y el santo recinto
La sombra del lecho; 1

y entre aquella sombra


Quedóse desierto.
Veíase ,i intérvalos, De un reloj se oia
Dibujarse rígida Compasado ~l péndulo,
La forma del cuerpo. y de algunos cirios
El chisporroteo.
Despertaba el dia, Tan medroso y triste,
y á su albor primero Tan oscuro y yerto
Con sus mil ruidos Todo se encontraba ...
Despertaba el pueblo. Que pensé un momento:
Ante aquel contraste «/ Dios mio, qué solos
De vida y misterios, Se quedan los 1/luertos/ !»
De luz y tiniehlas, De la alta campaña
:Medité un momento: La lengua de hierro,
«¡Dios lIIio, (jité solos Le dió, volteando,
Se q/ledan los /Iluertosl.'» Su adios lasti mero.
RIMAS 55 GUSTAVO A. BECQUER

El luto en las ropas, y azota los vidrios


Amigos y deudos El fuerte aguacero,
Cruzaron en fila, De la pobre niña
Formando el cortejo. A solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia


Del último asilo,
Con un son eterno;
Oscuro y estrecho,
Allí la combate
Abrió la piqueta
El soplo del cierzo.
El nicho á un extremo.
Del húmedo muro
A.llí la acostaron,
Tendida en el hueco,
Tapáronle luego,
Acaso de fria
y con un saludo
Se hielan sus huesos l ...
Despidióse el duclo.

¿Vuelve el polvo al polvo?


La piqueta al hombro,
¿Vuela el alma al cielo?
El sepulturero,
¿Todo es vil materia,
Cantando entre dientes,
Podredumbre y cieno?
Se perdió ,i lo léjos.
No sé; pero hai algo
La noche se entraba,
Que explicar no puedo,
Reinaba el silencio;
Que al par nos infunde
Perdido en las sombras;
Repugnancia y duelo,
Medité un momento:
Al dejar tan tristes,
«¡ Dios mio, qlté solos
Tan solos los muertos!
Se quedmz los II/uertos.'!»

LXXIV
En las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas
L AS ropas desceñidas,
Desnudas las espadas,
En el dintel de oro de la puerta
Crugir hace el viento
Dos ángeles velaban.
RIl\IAS 57 58 GUSTAVO A. BECQUER

Me aproximé á los hierros ¿Y allí, desnudo de la humana forma,


Que defienden/la entrada, Allí los lazos terrenales rotos,
y de las dobles rejas en el fondo Breves horas habita de la idea
La ví confusa y blanca. El mundo silencioso?

La ví como la imágen ¿Y rie y llora y aborrece y ama,


Que en leve ensuei'io pasa, Y guarda un rastro del dolor y el gozo,
Como rayo de luz, ténue y difuso, Semejante al que deja cuando cruza
Que entre tinieblas nada. El cielo un meteoro?

Me sentí en un ardiente Yo no sé si ese mundo de visiones


Deseo llena el alma: Vive fuera, ó va dentro de nosotros:
¡Como 1trae un abismo, aquel misterio Pero sé que conozco á muchas gentes
Hácia sí me arr straba! A quienes no conozco!

Mas ¡ay! que de los ángeles LXXVI


Parecian decirme las miradas:

E
-El umbral de esta puerta N la imponente nave
Sólo Dios lo traspasa! Del templo bizantino,
Ví la gótica tumba, á la indecisa
LXXV Luz que temblaba en los pintados vidrios.

¿SERÁ verdad que cuando toca el sueño Las manos sobre el pecho,
Con sus dedos de rosa nuestros ojos, Y en las mallos un libro,
De la cárcel Cjue habita huye el espíritu Una mujer hermosa reposaba
En vuelo presuroso? Sobre la urna, del cincel prodigio.

¿Será verdad, que, huésped ele las niehlas, Del cuerpo ahandonado
De la brisa nocturna al téllue soplo, Al dulce peso hundido,
Alada sube á la region vacía Cual si de blanda pluma y raso fuera,
A encontrarse con otros? Se plegaba su lecho de granito.
RIMAS 60 GUSTA VO A. BECQUER
59
De la postrer sonrisa, Cansado del combate
El resplandor divino En que luchando vivo,
Guardaba el rostro, corno el cielo gUqrda Alguna vez recuerdo COI1 envidia
Del sol que muere el rayo fugitivo. Aquel rincon oscuro y escondido.

'Del cabezal de piedra De aquella muda y pAlida


Sentados en el filo, Mujer, me acuerdo y digo:
Dos ángeles, el dedo sobre el labio, ¡Oh, qué amor tan callado el de la muerte!
Imponian silencio en el recinto. ¡Qué suet'io el del sepulcro tan tranquilo!

No parecia muertaj
De los arcos macizos
Pan~ci dormir en la penumbra,
y que en sueños veia el paraíso.

Me acerqué de la nave FIN


Al ángulo sombrío,
Como quien llega con callada planta
Junto á la cuna donde duerme un niño.

La conteniplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
Aquel lecho de pieelra que ofrecia
Próximo al muro otro lugar vacío,

En el alma avivaron
La seel ele lo infinito,
El ánsia de esa viela ele la muerte,
Para la que un installte son los siglos .. , .

o •••••••••••••••••••••••••••••••••

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