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I
I
RIMAS
DE
GUSTA\JO A. BECQUER
SANTIAGO DE CHILE
I~FRETA GUTE~R
-: ? / ;:
38-ESTADO-38
1894
IV PRÓLOGO
sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran
á contener tantos absurdos. viaje. De una hora á otra puede desligarse el espíritu de la m<1.-
Quedad, pues, consignados aquÍ como la estela nebulosa que teria, para remontarse á regiones más puras. N o quiero, cuando
señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dis- esto suceda, llev<1.r conmigo, como el <1.higarrado equipaje de un
persos de un mundo en embrion que aventa por el aire la muerte, saltimbam:o, el tesoro de oropeles y guiilapos que h<1. ido acu-
ántes que su Creador haya podido pronunciar el jiat lui: que mulando la fantasía en los desvanes del cerebro.
separa la claridad de las sombras. Junio de I868.
No quiero que en mis noches sin sueños volvais á pasar por
delante de mis ojos en extravagante procesion, pidiéndome con
gestos y contorsiones que os saque á la vida de la realidad, del
limbo en que vivÍs, semejantes á fantasmas sin consistencia. No
quiero que al romperse este arpa vieja y cascada ya, se pierdan,
á la vez que el inst:·umento, las ignoradas notas que contenia.
Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo,
una vez vacío, apartar los ojoo de este otro mundo que llevo
dentro de la cabeza. El sentido comun, que es la barrera de los
sueños, comienza á flaquear, y las gentes de diversos campos se
mezclan y confunden. 1fe cuesta trabajo saber qué cosas he
soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre
fantasmas de la imaginacion y personajes reales. Mi memoria
clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y dias que han
muerto ó han pasado con los dias, y mujeres que no han existi-
do sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándoos de la cabe-
za de una ver. para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche ce la
muerte, sin que vcngais á ser mi pesadilla, maldiciéndome por
haberos condenado á la nada ántes de haber nacido. Id, pues,
al mundo á cuyo contacto fuÍsteis engendrados, y quedad en él,
como el eco flue encontraron en un alma que pasó por la tierra,
sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
2 GUSTAVO A. BECQUER
II S ACUDIMIENTO extraño
Que agita las ideas,
C01110 huracan que empuja
Yo atrueno en el torrente,
v y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,
VI
Yo busco de los siglos
C
Las ya borradas huellas, OMO la brisa que la sangre orea
Y sé de esos imperios Sobre el oscuro campo de batalla,
De que ni el nombre queda. Cargada de perfumes y armonías
En el silencio de la noche vaga;
Yo sigo en raudo vértigo
Símbolo del dolor y la ternura,
Los mundos que voltean,
Del bardo inglés en el horrible drama,
Y mi pupila abarca
La dulce Ofelia, la razon perdida,
La creacion entera.
Cogiendo flores y cantando pasa.
IX
VIII
Es tu boca de rubíes
P ORQUE son, niña, tus ojos
Verdes como el mar, te quejas:
Purpúrea granada abierta,
Que en el estío=convida
Verdes los tienen las náyades,
Verdes los tuvo IVlinerva,
Á apagar la sed en ella.
y sin embargo
y verdes ~on las pupilas
Sé que te quejas,
De las hurÍs del Profeta.
Porque tus ojos
Crees que la afean:
El verde es gala y ornato
Pues co lo creas;
Del bosque en la primavera.
Que parecen, si enojada
Entre sus sietes colores·
Tus pupilas centellean)
Brillante el Íris lo ostenta.
Las olas del mar que rompen
Las esmeraldas son vereles,
En las cantábricas pei1as.
Verele el color del que espera,
y las onclas de! Océano,
y el laurel ele los poetas. Es tu frente que corona
Crespo el oro en anch? trenza,
Es tu mejilla temprana Nevada cumbre en que el dia
Rooa de escarcha cubierta, Su postrera luz refleja.
En que e! cannin ele los pétalos y sin embargo
Se vé al través ele las perlas. Sé que te quejas,
RIMAS I5 16 GUSTAVO A. BECQUER
C
Sobre U1la violeta. ENDAL flotante de leve bruma
Rizada cinta de blanca espuma,
Tu pupila es azul, y si en el fondo, Rumor sonoro
Como un punto de luz rádia una idea, De arpa de oro,
Me parece en el cielo de la tarde Beso del áura, onda de luz,
Una perdida estrella. Eso eres tú.
XIV
Tú) sombra aérea que, cuantas veces
Yo, que á tus ojos en mi agonía T~r la tierra y los cielos me sonríen;
:"íY
Los ojos vuelvo de noche y diaj 11 Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Yo, que incansable corro y demente Hoy la he visto ... la he visto y me ha mirado
Tras una sombra, tras la hija ardiente ¡Hoy creo en Dios!
De una vision!
XVIII
XVI
F
ATIGADA del baile,
Encendido el color, breve el alie'nto,
XIX XXIII
¿CÓMO vive esa rosa que has prendido Dos girones de vapor
Junto á tu corazan? Que del lago se levantan,
Nunca hasta ahora contemplé en la tierra V al juntarse allél en el ciclo,
Sobre el voJean la flor. Forman una nube bbnca;
RIMAS 21 22 GUSTAVO A. BECQUER
xxx
S OBRE la falda tenia
El libro abiertoj
A
En mi mejilla tocaban SOiVL\BA á sus ojos una lágrima
Sus rizos negrosj Y á mi lahio una frase de pcrdon;
N o veíamos las letras Habló el orgullo y se enjugó su llanto,
Ninguno, creOj Y la frase en mis labios espiró.
RIMAS 2'¡
z8 GUSTAVO A. BECQUER
XXXI
Es cuestion de palabras, y no obs
Ni tú ni yo jamás, /
Despues de lo pasado, convendremo
En quién la culpa está.
y cuándo es dignidad!
Pero fué lo peor ele aquella bistoria
Que al fin de la jornada, XXXIV
A ella tocaron lágrimas y risas,
Y á mí sólo las lágrimas!
C RUZA callada, y son sus movimiE
Silenciosa armonía:
XXXII Suenan sus pasos, y al sonar recuerd
Del himno alado la cadencia rítmica.
Te quiero tanto aün, dejó en mi pecho Allí, donde el sepulcro que se cierra
Tu amor huellas tan hondas, Abre una eternidad ...
Que sólo con que tú borrases una, Todo cuanto los dos hemos callado
Las horraba yo todas! Lo tenemos que hablar!
RIMAS GUSTAVO A. BECQUER
Tú eras el huracan, y yo la alta ¡Me hacia un gran favor! ... Le dí las gracias.
Torre que desafía su poder:
¡Tenias que estrellarte ó ahatirme! ... XLIII
¡No pudo ser!
e
Sólo recuerdo que lloré y maldije,
uANDO me lo contaron sentí el frío y que en aquella noche envejecí!
De una hoja de acero en las entrañas;
Me apoyé contra el muro, y un instante
La conciencia perdí de dónde estaba. XLIV
XLV
XLVII
I,III LIV
LVI LVII
LIX LX
Y O sé cuál el objeto
De tus suspiros es; M I vida es un erial:
Flor que toco se deshoja;
Yo conozco la causa de tu dulce Que en mi camino fatal,
Secreta languidez, Alguien va sembrando el mal
¿Te ries? .. Algun dia Para que yo lo . recoja.
Sabrás, niña, por qué:
Tú acaso lo sospechas, LXI
y yo lo sé.
QUÉ
Triste cosa es el sueño
¡ hermoso es ver el dia Que llanto nos arranca;
Coronado de fuego levantarse,
A-l !vTas tengo en mi tristeza una alegría ...
y á su beso de lumbre Sé que áun me qucdan lágrimas.
Brillar las olas y encenderse el aire!
LXIX
¡Qué hermoso es tras la lluvia
Del tristc otoño cn la azulada tarde,
De las húmcdas florcs A L hrillar un relámpago nacemos,
y áun dura su fulgor cuando morimos!
El perfume aspirar hasta saciarse! ¡Tan corto es el vivir!
RIMAS 49 GUSTAVO A. BECQUER
La gloria i el amor tras que corremos, y no faltó una vieja, que en el torno
Sombras de un sueño son que perseguimos: Dijese á la mai'lana,
i Despertar es morir! Que de algun sacristan muerto en pecado
Acaso era yo el alma.
LXX
A oscuras conocia los rincones
Del atrio y la portada;
¡ CUÁNTAS veces al pié de las musgosas
De mis piés las ortigas que allí crecen
Paredes que la guardan,
Las huellas tal vez guardan.
Oí la esquila que al mediar la noche
Á los maitines llama!
Los buhos que espantados rne seguian
Con sus ojos de llamas,
¡Cuántas veces trazó mi triste sombra
Llegaron á mirarme con el tiempo
La luna plateada,
Como á un buen camarada.
Jun to á la del ci prés, que de su r. uerto
Se asoma por Ins tapias!
A mi lado sin miedo los reptiles
Se movian á rastras;
Cuando en sombras la iglesia se envolvia,
¡Hasta los mudos santos de granito
De su ojiva calada,
Ví que me saludaban!
¡Cuántas veces temblar sobre los vidrios
Ví el fulgor de J::¡ lámpara!
LXXI
No
Aunque el viento en los ángulos oscuros dormia; vagaba en ese limho
De la torre silbara,
En que cambian de forma los objetos,
Del coro entre las voces percibia Misteriosos espacios que separan
Su voz vibrante y clara. La vigilia del suei'lo.
De la luz que entra al alma por los ojos Luz y oro el dia,
Los párpados velaban el reflejo, Yo algo mejor:
Mas otra luz el mundo de visiones ¡Yo tengo amor!
Alumbraba por denlro.
SEGUNDA VOZ
De la casa en hon}bros
LXXIII Lleváronla al templo,
y en una capilla
LXXIV
En las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas
L AS ropas desceñidas,
Desnudas las espadas,
En el dintel de oro de la puerta
Crugir hace el viento
Dos ángeles velaban.
RIl\IAS 57 58 GUSTAVO A. BECQUER
E
-El umbral de esta puerta N la imponente nave
Sólo Dios lo traspasa! Del templo bizantino,
Ví la gótica tumba, á la indecisa
LXXV Luz que temblaba en los pintados vidrios.
¿SERÁ verdad que cuando toca el sueño Las manos sobre el pecho,
Con sus dedos de rosa nuestros ojos, Y en las mallos un libro,
De la cárcel Cjue habita huye el espíritu Una mujer hermosa reposaba
En vuelo presuroso? Sobre la urna, del cincel prodigio.
¿Será verdad, que, huésped ele las niehlas, Del cuerpo ahandonado
De la brisa nocturna al téllue soplo, Al dulce peso hundido,
Alada sube á la region vacía Cual si de blanda pluma y raso fuera,
A encontrarse con otros? Se plegaba su lecho de granito.
RIMAS 60 GUSTA VO A. BECQUER
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De la postrer sonrisa, Cansado del combate
El resplandor divino En que luchando vivo,
Guardaba el rostro, corno el cielo gUqrda Alguna vez recuerdo COI1 envidia
Del sol que muere el rayo fugitivo. Aquel rincon oscuro y escondido.
No parecia muertaj
De los arcos macizos
Pan~ci dormir en la penumbra,
y que en sueños veia el paraíso.
La conteniplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
Aquel lecho de pieelra que ofrecia
Próximo al muro otro lugar vacío,
En el alma avivaron
La seel ele lo infinito,
El ánsia de esa viela ele la muerte,
Para la que un installte son los siglos .. , .
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