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Antropología Filosófica

Jesús Adolfo Ramírez Abril


“El puesto del hombre en el cosmos” Max Schiler (2da parte)

LA TEORÍA NEGATIVA Y SU CRÍTICA


Al haberse presentado el espíritu como la dimensión fundamental para
distinguir al hombre del resto de seres en el cosmos es preciso continuar la
presentación definiendo y acotando lo que se ha de tomar por “espíritu” y su
función en el hombre.
Propone el autor un recorrido ante ideas preexistentes de lo que se ha pensado
que el espíritu es y su labor en la vida del hombre, la forma en que interviene.
Tras haberse dicho que la ascesis una labor plenamente espiritual y necesaria
de aquel que posee espíritu, también tendrá que definirse lo que esta implica,
su papel ya sea de originaria de espíritu o de potenciadora del mismo; el autor
menciona desde el principio que ninguna de las 2 son correctas en su
perspectiva y la labor se dará para ir argumentando el cómo esto ha de ser.
La Teoría Negativa y su Crítica
A esta teoría pertenecen aquellos que ven el espíritu como algo promotor de la
virtud en el hombre, cómo la regulación de los apetitos o impulsos ha de ser
fundamental para que en el hombre se desarrolle la distinción tan mencionada
con el mundo animal, para así producir actividades “culturales”, es decir, en
línea a la nobleza del actuar humano, aquello que trasciende la bestialidad y la
indignidad de lo que no es puro para un ser dotado de espíritu.
Habla primeramente de Buda, en el cual se expresa esa necesidad del hombre
de despojarse de sus impulsos corporales y concentrarse en la espiritualidad, el
cómo el acceso a esta segunda es solamente mediante la regulación de la
primera, que el hombre que, teniendo impulsos sexuales, alimenticios,
emocionales, avaricioso etc. se deje llevar por ellos muy perdido se encontrará
en el camino de lo que está más allá de lo corpóreo, es por ello que con arduo
esfuerzo, disciplina, constancia, moderación y sabiduría sabrá alejarse de
aquello que le otorgue el placer terrenal y apropiarse de lo que lo hace llegar a
su iluminación más plena.
Al pensamiento de Buda se siguen otros ya de índole filosófica y no tanto
religiosa, como lo es el mismísimo Schopenhauer, que afirma que la precisa
diferencia del animal al hombre es que este no puede llevar a cabo esa
negación “salvadora” de la voluntad en vistas a lo que no pertenece a la
corporeidad; de este pensamiento se siguen otros sucesores que comparten la
línea de su maestro; ellos afirmar que una vez que se es capaz de realizar esta
renuncia como un estilo de vida es entonces que se desarrollan la actividades
superiores, como lo son el saber en la metafísica, las artes, la ética etc. un
nivel de sabiduría que le abre las puertas del entendimiento a todo aquel que
sepa valorarlas. El discípulo de Schopenhauer, Alsberg, extiende este mismo
pensamiento, argumentando que el “principio de la humanidad reside
exclusivamente en que el hombre ha sabido eliminar sus órganos de lucha por
la vida y conservación del individuo y de la especie, en beneficio de la
herramienta, del lenguaje y de la formación de conceptos.” Entendiendo así
que es el dejar de tener conductas de supervivencia animal y más bien
adoptando las conductas de trascendencia humano-espiritual que se cumple
con el principio mismo que desliga al animal del hombre.
Otro pensador de esta corriente de negación en la espiritualidad es Freud, que
siendo coherente con los otros afirma que en el hombre los impulsos se dan de
manera natural, pero que el consentimiento o dominación de estos es lo que
marca la diferencia, viendo que el que se deja llevar brutalmente por los
impulsos termina en una neurosis existencial que le desalinea de su esencia, y
viceversa para el sabio que puede hacer este sacrificio, fuente de toda virtud o
actividad realmente valiosa.
Schiler afirma como crítica que el espíritu es totalmente ajeno a estos
impulsos, no es promotor ni aniquilador de estos, porque como ya se
mencionó, pertenecen fundamentalmente a otra dimensión inferior del hombre
como ser vivo. Aunque en el espíritu ha de darse una regulación de los
impulsos este no es de ninguna manera el principio místico de un supuesto
proceso de nuevas actividades espirituales consecuentes.
La teoría clásica y su crítica
Aquí el autor menciona que se cae en un error mucho más grave que en la
postura anterior, puesto que hacen una jerarquía espiritual en la realidad,
poniendo por más poderosas aquellos seres dotados en mayor medida de
espíritu que de materia, teniendo así a Dios como el principio excelentísimo
de todo lo que hay y negando que algo se pueda escapar al hombre que
depende espiritualmente de la relación con su creador espíritu puro, cayendo
así en una visión extremamente teleológica del destino de las cosas y su orden
en el cosmos.
Relación entre el espíritu y el poderío
Para el autor lo que sucede es que en realidad lo movimientos y actos de los
seres “superiores” se ven condicionados o producidos por los inferiores, es
decir, que los inertes tienen una relación directa con las plantas de las cuales
dependen animales y de ellos los hombres; la voluntad causa el efecto
contrario del que quiere, cuando se dedica meramente a combatir y negar un
impulso, cuyo fin se presenta como malo a la conciencia moral, en lugar de
tender hacia un valor superior, cuya realización haga olvidar lo malo y atraiga
la energía del hombre.
El responsable de la realidad no será entonces el espíritu, ni tampoco el mismo
espíritu del ser supremo, del que está libre de toda materialidad, sino más bien
el responsable de la realidad como la conocemos serán los impulsos que de
este se desprenden, haciendo con ello una adaptación de las esencias para
acoplarse a ello, ya que las esencias se ven amoldadas por lo que reciben de
impulso espiritual.

CAPÍTULO V
IDENTIDAD DEL ALMA Y DEL CUERPO
Crítica de Descartes
Es hasta la actualidad que se ha podido superar más plenamente la doctrina
planteada por Descartes, en la que a manera de los clásicos hablaba de una
negación dela naturaleza psíquica a animales y vegetales, generando con ello
arrancar al hombre de la naturaleza y colocándolo como un ser más pensante
que viviente, que participa en mayor grado de la razón que de la vida en su
realidad, además de que con los avances científicos se ha demostrados que el
cerebro no tiene el monopolio de lo llamado “conciencia”, sino que los puntos
de recepción de impulsos, afectividad, desarrollo etc. están distribuidos en
diversos órganos que hacen ver que la esencia psíquica no está concentrada en
el cerebro, sino que en realidad participa de todo el cuerpo.
Es con ello que se llega a la conclusión de que se llega a comprender al
hombre como una máquina corporal dirigida por procesos espirituales en lo
que la superación de lo corpóreo libera lo psíquico es entonces que se entiende
cómo se vivió esta represión de los sentidos y sus semejantes, porque no se ha
podido entender que estas son parte esencial de lo que es el hombre, y solo se
tienen por residuos insuperados de la antigua vida animal de la cual queriendo
aún no podemos escaparnos.

CAPÍTULO VI
PARA LA METAFÍSICA DEL HOMBRE
Es precisamente cuando el hombre toma conciencia de lo que es y hace que se
vuelve precisamente hombre, cuando adopta la naturaleza como un objeto de
conciencia y es capaz de plantearse frente a ella y no en ella es cuando se lleva
a cabo el acto espiritual, además de que en este proceso de hacer objeto la
totalidad de lo natural es cuando se hace también consiente de la presencia de
un ser supremo y absoluto, puesto que se compara con la naturaleza y se ve
incapaz a sí mismo y a todo lo que lo rodea de haber sido los creadores o
promotores de algo tan complejo como la realidad misma, es así que va
realizando estructuralmente preguntas sobre su lugar en el cosmos, su papel,
su origen, su destino, su situación, pero todo ello es consecuencia de haber
tenido un vistazo metafísico de todo lo que la realidad es y cómo esta ahora lo
interpela en su propia conciencia para determinar cuál es su propio ser.

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