Está en la página 1de 8

PLATÓN

Tema 1.- La teoría de la Realidad


Introducción

Platón es el primer gran filósofo de la historia. Para algunos es incluso el fundador de esta
disciplina. De lo que no cabe duda es de que es el primero del que se conserva buena parte de
su obra (de los anteriores no tenemos más que fragmentos). Por cierto, Platón no era su
nombre, sino un apodo, que significa algo así como “el de anchas espaldas”, es decir, “el
Cachas”. Y parece ser que se lo puso su profesor de gimnasia, así que estaría fuerte el
muchacho.

De la importancia de su obra nos da ejemplo Alfred Whitehead (filósofo del siglo XX) que
afirmó que “la historia de la filosofía no es más que un conjunto de notas a pie de página de
la obra de Platón”. Sin ir más lejos, fundó la primera institución docente de que se tiene
noticia, a la que llamó “Academia” (porque estaba en unos terrenos dedicados a un mítico
héroe ateniense, Akademos), y hasta hace poco era la más longeva de la historia, 916 años
(las universidades de Bolonia y Oxford la han superado en los últimos años).

La principal influencia que se aprecia en la obra de Platón le viene de su maestro Sócrates,


pero es también notoria la huella que dejan Pitágoras (en la entrada de la Academia estaba
escrito “Nadie entre que no sepa geometría”) y Heráclito, en su oposición a Parménides. De
algún modo, podríamos decir que la Teoría de la Realidad platónica es una superación
dialéctica de las posturas de estos filósofos (como veremos más adelante).

Es interesante señalar que Platón escribe toda su obra en forma de diálogos, donde casi
siempre el protagonista es su maestro Sócrates. Y destacar de manera fundamental que toda
la intención profunda de Platón es política. Su Teoría de la Realidad (conocida habitualmente
como “Teoría de las Ideas”) constituye los cimientos de su propuesta política, un sistema de
gobierno utópico que desarrolla en su obra más conocida, la República. Otras igualmente
importantes llevan los títulos de Fedón, El Banquete, Fedro, Timeo o Parménides.
Por terminar con la introducción, es también importante comentar que, dada la edad avanzada
a la que llegó (80 años) fue pasando por varias etapas en su planteamiento filosófico. Lo que
aquí vamos a desarrollar corresponde a su periodo de madurez, pero en sus últimos años
dedicó varias obras a revisar críticamente sus planteamientos anteriores.

El origen de la Teoría de las Ideas

Podemos afirmar sin lugar a dudas que la filosofía de Platón da inicio a la corriente idealista
en la historia de la filosofía. Como iremos viendo, para Platón, detrás de los continuos
cambios que se producen en el mundo material que nos rodea debe haber algo inmutable,
absoluto, perfecto, que dé consistencia racional a todo lo que existe. Podríamos decir que se
trata de un racionalismo idealista, cuyo interés radica en descubrir que más allá de los
continuos cambios que ocurren a las cosas materiales hay un orden lógico inmutable.
¿Cómo surge la teoría de los dos mundos?

Hemos visto que con los sofistas se rompe la forma de entender el mundo que tenían los
presocráticos (con la excepción notable de Demócrito). Para los sofistas no hay más mundo
que el mundo inmediato en que nos desenvolvemos: el mundo múltiple de las cosas (y, sobre
todo, de las cosas que atañen a la vida en la polis). La concepción de la verdad como
desocultamiento se pierde, porque todas las cosas deben entenderse en relación con lo
humano, abandonando así cualquier posibilidad de fundamentar un criterio absoluto de
verdad.

Sócrates intenta restablecer el valor de la verdad y de la sabiduría, pero, al igual que los
sofistas, sigue moviéndose en el ámbito inmediato de las cosas. En ese intento de encontrar
un criterio de la verdad y del conocimiento sin abandonar el mundo inmediato de las cosas
Sócrates desarrolla una nueva concepción del ser y del conocimiento: conocer es conocer lo
universal. Estar en la verdad será, ahora, descubrir el «qué es» de cada cosa, pero este «qué
es» queda establecido en las definiciones universales, los “conceptos”. Es decir, tal como
hacían los sofistas, tratamos con las cosas inmediatas pero, a diferencia de ellos, el ser de
estas cosas se pone en la definición universal, en algo que ya no es la cosa sensible inmediata
(y que, por lo tanto, ya no viene dado a través de los sentidos, sino del nous, el
entendimiento).

Siguiendo la concepción del conocimiento que establece Sócrates, Platón sostiene que los
puros datos sensibles no nos dan conocimiento, pero las meras definiciones tampoco
acabarán resultándole convincentes a Platón. En contacto con los matemáticos pitagóricos de
la Magna Grecia, Platón descubre nuevas vías para plantear los problemas relativos al
conocimiento y a la estructura de la realidad. Así, para aquellos, la estructura última del
mundo (de la physis) descansaba sobre entidades tales como la «unidad», la “dualidad”, etc.

A partir de esta doble influencia (socrática y pitagórica) Platón llega a desarrollar la idea de
que el conocimiento lo es de lo universal (como sostenía Sócrates) pero (a diferencia de
Sócrates) esto universal no lo concibe como meras definiciones sino como entidades
similares a aquellas con las que trabaja la matemática pitagórica. Entidades que tienen
realidad por sí mismas, independientemente del mundo sensible, y a las que no se puede
acceder a través de los sentidos, sino por la inteligencia (nous). A estas entidades Platón las
denomina Ideas1.

Los dos mundos

a) Introducción
Así, pues, tenemos dos mundos separados uno del otro: el mundo sensible, al que accedemos
a través de nuestros sentidos; y el mundo inteligible, al que accedemos a través del nous.
Pero hay más, Platón sostendrá que el único mundo propiamente real es el mundo inteligible,
ya que en él radica el ser de las cosas sensibles (el mundo sensible no sería más que una copia
defectuosa -en tanto que constituido de materia- de aquél). Veamos como nos ilustra Platón la
teoría del mundo de las Ideas a través de un mito conocido como el «mito de la caverna» (que
es el texto de selectividad)

El mundo de la caverna, donde los prisioneros sólo pueden ver sombras, aparece
simbolizando al mundo sensible. Es este mundo que habitamos los mortales. El mundo
externo iluminado por la luz del Sol simboliza el mundo de las Ideas. El Sol mismo, gracias a
cuya luz pueden verse todas las cosas, simboliza la Idea de Bien colocada en la cúspide de las
Ideas, y gracias a la cual todas las Ideas son lo que son (esto es, Ideas).

b) Mundo inteligible o mundo de la Ideas

1 Es muy importante no confundir “Ideas”, que son entidades sustanciales más allá de lo material y realmente
existentes en un mundo aparte, de “ideas” que componen el contenido del pensamiento).
• Definición de Idea: la expresión idea que usa Platón, tenía en griego antiguo, el doble
sentido castellano de «visión» y «aspecto» o «figura». Finalmente, se ha acabado traduciendo
al vocabulario filosófico como Idea o Forma. Por tales Ideas no entiende Platón un contenido
del entendimiento, algo que estuviese en la mente humana, sino entidades que existen por sí
mismas. Cada una de estas Ideas reúne los caracteres del ser de Parménides: son eternas,
simples (es decir, indivisibles), inmutables, y limitadas (es decir, determinadas); por lo
mismo, son independientes del mundo físico y situadas en un plano superior a dicho mundo.
Estas Ideas son las que encierran el verdadero ser de las cosas, su esencia.
• Ideas y cosas: ¿Qué diferencia un ente sensible de su Idea correspondiente? Por ejemplo:
¿Qué diferencia un caballo sensible de la «Idea de Caballo»?
El caballo sensible ahora es, luego ya no es; ahora es un caballo, luego carne para gusanos,
luego huesos y materia orgánica. Si queremos definirlo resulta que no hay ningún rasgo por el
que podamos caracterizarlo, determinarlo. Por ejemplo, pongámonos ante un caballo sensible
e intentemos definirlo: «Es un animal, vivo, con cuatro patas acabadas en pezuñas, de pelo
blanco que recubre casi todo su cuerpo, dos orejas puntiagudas situadas a ambos lados de la
cabeza, dos ojos oscuros, etc.». Ahora imaginémonos otro animal igual que el anterior pero
cuyo pelo es negro. ¿Sigue siendo un caballo? Por supuesto, decimos. Imaginemos que, como
consecuencia de una enfermedad, ha perdido su pelo, ¿sigue siendo un caballo? ¿Y si en vez
de cuatro patas tuviese tres como consecuencia de una amputación? ¿Y si le hubiesen cortado
una oreja y le faltase un ojo?, etc. ¿Seguiría ese animal siendo un caballo? Seguramente
diríamos que sí, pero entonces ¿cuáles son los rasgos que definen el «ser caballo»? Además
hay otro problema: un caballo por un lado es un caballo, pero, al mismo tiempo, es pelo, y
pezuñas, y patas, y ojos, etc. Es decir, por un lado es una cosa sola, pero al mismo tiempo es
muchas cosas diferentes.

Ciertamente, Platón nunca pone ejemplos de este tipo, a él no le interesa lo que sea un
caballo, o un perro, o el agua, sino lo que es el bien, la belleza, la virtud, el buen gobierno, la
justicia, etc. Pero el problema es el mismo: en el mundo sensible nunca encontraremos más
que casos particulares, que no pueden fundamentar un conocimiento (ya que, según la
concepción socrático-platónica, el conocimiento para serlo ha de darnos el «qué es», la
«esencia», que no es algo particular sino universal). Por ello el conocimiento sólo puede ser
conocimiento si lo es de las Ideas; dado que: 1) las Ideas son, cada una de ellas,
perfectamente determinadas; es decir, son siempre lo mismo, no varían, no son ahora una
cosa y luego otra (la «Idea de Caballo» es eternamente ella misma); 2) se pueden identificar
perfectamente en una operación intelectual, se ven a través del nous; 3) no tienen partes (la
«Idea de Caballo» no es por un lado una sola cosa y por otro una serie de cosas diversas).

• La organización de las ideas: las Ideas están organizadas jerárquicamente. Aunque este
orden jerárquico varía según los diversos Diálogos, podemos dejarlo establecido así:
1. Por encima de todas estaría la «Idea de Bien».
2. En segundo lugar las de «Sabiduría», «Ser», «Uno», «Belleza» y «Justicia» (a veces
estas Ideas aparecen ocupando el lugar de la Idea de Bien, y diferenciadas de las demás).
3. En tercer lugar las Ideas matemáticas (tales como la de «Igualdad», «Desigualdad»,
«Unidad», etc.).
4. En último término las Ideas correspondientes a entidades sensibles (Platón duda de la
existencia de este último grupo formado por Ideas tales como «Caballo», «Agua», «Pelo», sin
embargo, en el Parménides parece que acaba aceptando su existencia).
Esta relación jerárquica entre las Ideas le lleva a postular una cierta unidad en el ámbito del
mundo inteligible: cada Idea participa de las situadas en un plano superior, por lo tanto, todas
participan de la Idea de Bien y, consiguientemente, todas se hallan unificadas mediante la
«Idea de Bien».
¿Cómo debe entenderse eso de que todas las Ideas participan de las situadas en un plano
superior? Tomemos el ejemplo de la «Idea de Caballo». Tal Idea tiene entidad en sí misma
-rasgo que caracteriza a cada una de las Ideas- pero, a su vez, la «Idea de Caballo», «es» algo,
por lo tanto participa de la «Idea de Ser», es «una» por tanto participa de la «Idea de Uno»,
etc.

Esto nos lleva a plantear otro problema: Antes hemos dicho que las Ideas son simples, no son
por un lado una cosa y por otro otra, sin embargo, al sostener que unas participan de otras
(por ejemplo, que la «Idea de Caballo» participa de la de «Ser») parece que estamos diciendo
que las Ideas son compuestas, ya que la Idea de Caballo, por un lado, es Idea de Caballo, pero
al mismo tiempo es Ser, etc. Y ciertamente no parece que Platón dé una respuesta definitiva a
esta contradicción. Sólo podemos decir que algunos de sus Diálogos tardíos (ej.: Parménides)
sostiene la tesis de que el mundo de las Ideas configura un todo unitario con una estructura
dialéctica.

c) El mundo sensible

Características: es el mundo inmediato que nos es dado a través de los sentidos. Las cosas
de este mundo sensible no tienen verdadero ser, sino que están en un permanente devenir
(aquí podemos ver la influencia de Heráclito, según el cual las cosas estaban en perpetuo
movimiento y cambio). Sin embargo, y puesto que podemos hablar de este mundo, algún tipo
de ser sí que tendrán (a fin de cuentas tienen que ser algo, no son una pura nada); pues bien,
el ser que tienen las cosas sensibles le viene dado de las Ideas. Platón dice que tienen un ser
participado (participan del ser de las Ideas en un sentido similar a como la imagen del espejo
participa del ser del que es reflejo). Es por eso que decimos que la filosofía de Platón es una
superación dialéctica de las teorías de Parménides y Heráclito. Partiendo de elementos
contenidos en éstas, acaba triturando ambas para constituir una teoría completamente nueva,
pero que le permite también explicarlas.

También entre los seres materiales hay una jerarquía:

1. Por encima de todo está el Alma del Mundo, que rige el movimiento que hay en él.
2. -En segundo lugar están las esferas astrales, a las que Platón atribuye un carácter divino.
3. En tercer lugar las almas inmortales de los hombres.
4. En cuarto lugar los cuerpos de los hombres, los animales y vegetales.

Más abajo todavía que el mundo sensible, como su límite inferior, está la materia primitiva,
que no se puede ver porque es lo que compone las cosas.

Génesis del mundo sensible: para explicar cómo se genera este mundo sensible (que no tiene
ser por sí mismo) a partir del inteligible, Platón recurre nuevamente a un mito: el mito del
Demiurgo. El Demiurgo es una especie de dios muy poderoso (pero no todopoderoso a la
manera de los dioses monoteísta: éste no puede crear de la nada, porque para el pensamiento
griego eso era completamente imposible… incluso para los dioses) y sabio (para Platón uno
de los rasgos que caracteriza a los dioses es que son sabios, a diferencia de los hombres que
sólo pueden ser filósofos) que construye el mundo a imagen de las Ideas, a partir de una
materia inicial. El Demiurgo sería una especie de alfarero que hace cosas de barro a partir de
un proyecto ya hecho. Tenemos así tres elementos que entran en la constitución del mundo
sensible:

1. El Demiurgo: es una inteligencia ordenadora (en un sentido parecido al nous de


Anaxágoras). No es un creador (en el sentido de que crea desde la nada, tal como será
concebido el Dios judeo-cristiano), sino un constructor. Es un ser distinto de las Ideas e
inferior a ellas, pero superior a todos los dioses y cosas de este mundo sensible. Es eterno,
inteligente, bueno, poderoso y feliz, y por ello crea el mundo para difundir el bien y la
felicidad, ya que el mundo hecho por él es más perfecto que la materia que había antes, donde
regía el caos, la Indeterminación (no obstante, hay que recordar que Platón usa al demiurgo,
de modo consciente, como un mito, para explicar lo que no consigue explicar claramente de
otra forma).

2. La materia: es aquello con lo que trabaja el Demiurgo. Es eterna (no fue creada por el
Demiurgo sino que, como las Ideas, existe desde siempre). Es totalmente indeterminada y
posee movimientos irregulares. Sobre ella opera el Demiurgo transformando lo que era un
kaos (= desorden) en un kosmos (-orden). En algunos diálogos Platón parece identificar esta
materia con el puro espacio vacío (esta concepción de la materia puede haberla tomado de los
atomistas); en cualquier caso esta materia la concibe como no-ser.

3. Las Ideas: son el modelo en el que se fija el Demiurgo para construir el mundo. El-
Demiurgo tratará de hacer el mundo lo más perfectamente posible, es decir, lo más
determinadamente posible, pero al tener que hacerlo de esta materia caótica que había, el
mundo nunca podrá ser tan perfecto como las Ideas, ya que la materia es, por su propia
naturaleza, indeterminada, e introduce la indeterminación, el caos, en el mundo sensible.

En el Timeo, el intento más completo de hacer un desarrollo cosmológico, explica la


estructura del cosmos así: el Cosmos, formado por el Demiurgo a imitación de las Ideas, es
concebido como un gigantesco ser vivo, y, como tal, posee un alma: el Alma del mundo. Es
esférico (la figura más perfecta). En el centro está la Tierra, luego las esferas de los planetas,
y, finalmente, la esfera de las estrellas fijas (que Platón, adoptando una religión astral,
considera como dioses). El movimiento del conjunto se hace de acuerdo con armonías
musicales y proporciones numéricas (muy en la línea pitagórica) y de acuerdo con el Tiempo
que es «la imagen móvil de la eternidad». Reinterpreta matemáticamente la noción de
Empédocles de los cuatro elementos y hace corresponder el tetraedro con el fuego, el cubo
con la tierra, el octaedro con el aire y el icosaedro con el agua (emplea estos cuatro poliedros
porque según una concepción de Teeteto sólo puede haber cinco poliedros regulares; el
quinto, el dodecaedro, se supone que lo haría asimilar a la esfera para atribuirlo al Cosmos).

Ya hemos dicho que el mundo sensible participa del inteligible, pero en algunos Diálogos
aparecen también otras diversas formas de relación entre el mundo sensible y el inteligible.
Véamoslas:

1. Por participación (méthexis): ya hemos dicho que las cosas sensibles participan de las
Ideas (cómo lo hagan es otro problema).
2. Por imitación (mímesis): el mundo sensible ha sido hecho por el Demiurgo a imitación de
las Ideas.
3. Por presencia (parousía): si la cosa sensible tiene un cierto ser, si podemos considerar que
es tal cosa (por ejemplo, una vaca) es porque hay algo de la Idea en la cosa sensible, de algún
modo, la Idea está presente en ella.
4. Por finalidad (teleiosis): tanto si consideramos el Demiurgo como un burdo mito como si
no, son las Ideas la causa última de las cosas; las cosas tratan de ser Ideas, tienden a ellas, por
lo que las Ideas son su «fin».

No obstante, todas estas formas de relación entre el mundo sensible y el inteligible son
problemáticas; en su diálogo Parménides, el propio Platón se las cuestiona, y sostiene que las
Ideas sólo se pueden relacionar con las Ideas, y las cosas sensibles con las cosas sensibles.

¿Cómo se conocen las Ideas?

Apenas unas líneas antes de relatar el mito de la Caverna, Platón ha empleado en la


República la famosa alegoría de la línea para explicar la forma en que los humanos podemos
conocer el mundo que nos rodea. En él afirma que existen diversas maneras de conocer,
porque existen diferentes maneras de ser en el mundo. Y como lo más importante es llegar a
conocer la Idea de Bien, habrá que hacer buen uso del conocimiento para conseguirlo.

Platón divide la Realidad en dos partes: el mundo inteligible (sobre el que se puede hacer
episteme o ciencia), y el mundo sensible (sobre el que sólo se puede tener doxa u opinión). A
su vez, cada una de estas dos partes se divide en otras dos. Los entes del mundo sensible
están divididos en dos tipos: las imágenes y los objetos representados por esas imágenes, es
decir las cosas mismas. A cada subdivisión le asigna como facultades de conocimiento la
imaginación o eikasía, y la creencia o pistis. Es decir, la doxa abarca a la imaginación y a la
creencia. Y los entes inteligibles están divididos en los objetos abstractos y las Ideas, que se
perciben gracias al pensamiento discursivo y al conocimiento dialéctico, respectivamente,
que finalmente es lo que permite ascender hasta el conocimiento de la Idea del Bien, la cual
propicia llegar a entender las relaciones entre todas las ideas. Son las ideas que no necesitan
representación y que son principios a los que se llega mediante la dialéctica. O sea, sólo
recurren a las ideas consideradas en sí mismas. La parte primera es conocida mediante la
diánoia (pensamiento discursivo). A la segunda, mediante la inteligencia (noesis).

Así, el conocimiento humano es como una serie de peldaños que se siguen unos a otros de
manera inevitable y necesaria. Se parte de hipótesis que servirán para llegar al razonamiento.
En éste ya se conseguirá el conocimiento matemático, que es científico y servirá de base para
que funcione la dialéctica, que es el supremo uso del entendimiento (mediante la
inteligencia).

Crítica a la teoría de las Ideas

En el Parménides, que es un diálogo correspondiente a su etapa crítica, Platón presenta una


serie de objeciones a la teoría de las Ideas tal como ésta había sido desarrollada hasta
entonces. Se debaten dos cuestiones fundamentales: (1) ¿qué tipos de Ideas hay? (2) ¿Qué
relación hay entre las Ideas y las cosas sensibles?

a) ¿Qué tipo de Ideas hay?


Con respecto a la primera cuestión, admite que hay Ideas tales como Semejanza, Unidad,
Multiplicidad, y también tales como Justicia, Belleza, Bien, pero empieza a plantear la duda
de que existan Ideas correspondientes a las cosas sensibles, tales como la Idea de Hombre,
Agua, Fuego y, sobre todo, que haya Ideas de cosas tales como pelo, barro, suciedad.
Finalmente, acaba aceptando que debe existir ese tipo de Ideas, pero la duda está sembrada..

b) ¿Qué relación hay entre las Ideas y las cosas sensibles?

Con respecto a la segunda cuestión, Platón comienza diciendo que la cosa participa de la
Idea. Pero el contrincante de Sócrates en el diálogo (Parménides) le pregunta entonces si la
Idea está totalmente en cada cosa que participa de ella o está sólo en parte, a lo que Sócrates
no sabe qué contestar. La cuestión es la siguiente: las Ideas son simples, sin partes, que es,
precisamente, uno de los rasgos que las distinguen del mundo sensible, pero entonces no se
puede explicar que algo simple esté a la vez en multitud de cosas -por ejemplo, la «Idea de
Caballo» en multitud de caballos-; tampoco puede estar una parte de la Idea en cada cosa
sensible -por ejemplo, una parte de la «Idea de Caballo» en cada caballo- porque la Idea no
tiene partes.

Pero hay más problemas que se plantean en el diálogo: dos cosas son semejantes porque
ambas participan de la misma Idea (por ejemplo: un hombre es semejante a otro hombre
porque ambos participan de la «Idea de Hombre»), pero entonces si decimos que algo
participa de una Idea y no de otra (por ejemplo decimos que el hombre participa de la «Idea
de Hombre» y no de la «Idea de Perro») es porque hay cierta semejanza entre el hombre y la
«Idea de Hombre»; pero si para poder hablar de la semejanza entre un hombre y otro hombre
se necesitaba una Idea de la que ambos participasen, para hablar de una semejanza entre el
hombre y la «Idea de Hombre» se necesitará, igualmente, una segunda Idea de la que ambos
participen, y para mostrar la semejanza de aquellos a ésta, una tercera Idea, etc., con lo que,
al final, para cada cosa sensible necesitaríamos una infinidad de Ideas, cosa absurda. (Este
mismo argumento va a ser empleado por Aristóteles como objeción a la teoría de las Ideas, y
pasará a ser conocido en la posteridad como argumento del tercer hombre). La respuesta es
que tal vez la Idea no sea un ente sino un pensamiento y así plantea que las Ideas son
modelos, paradigmas, de las cosas. Contra esto, la crítica es que si las cosas se asemejan a las
Ideas, también las Ideas se asemejarán a las cosas; pero dos cosas son semejantes porque
ambas participan de una tercera, por lo tanto, volvemos al argumento del tercer hombre.

La conclusión a que parece conducir este Diálogo es la de que «las ideas están radicalmente
separadas del mundo sensible, y no están aisladas unas de otras ni yuxtapuestas, sino que
forman una unidad cuya estructura es dialéctica». No es de extrañar que los seguidores de
Platón fueran abandonando o modificando la Teoría. El principal exponente (y el más
famoso) será Aristóteles, que lanzará una tremenda crítica contra la teoría de las Ideas, a
pesar de haber sido primero alumno y discípulo suyo y luego compañero en la Academia
durante 20 años. Pero, en sus propias palabras: “soy amigo de Platón, pero soy más amigo de
la verdad”.

Conclusión

Platón es el primer filósofo del que tenemos constancia de que haya construido un sistema
filosófico completo. En su obra encontramos un fundamento ontológico completo, la Teoría
de las Ideas, que sirve de soporte para sostener el resto del sistema: su teoría del
conocimiento, su antropología, su ética y, especialmente, su política, que es el objetivo
principal de su filosofía. Como dejará claramente establecido en la República, sólo aquel que
alcanza a conocer la Idea de Bien, es decir, quien entiende el orden y estructura de todo lo
real, está en condiciones de gobernar la polis. Y la influencia que ejercerá su pensamiento
será enorme. Sin ir más lejos, el siguiente gran filósofo de la historia será, como ya hemos
comentado antes, un alumno y amigo suyo: Aristóteles.

También podría gustarte