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Introducción:
En los centros clandestinos de detención, la escucha y el sonido pasaron a ser dos aspectos
fundamentales de comunicación y supervivencia. El oído se constituyó como el sentido que
primaba y les permitía mantener una conexión con el entorno. Gran parte del relato de los
sobrevivientes se construye desde el sentido auditivo para describir los espacios de
detención, las rutinas, la presencia de represores y de otros detenidos.
La categoría sonido es usada en el lenguaje cotidiano para denotar dos cosas diferentes: la
onda física que se propaga por el aire y la percepción de esa onda. Según Basso (2006), en
el lenguaje científico (acústica) esta ambigüedad se resuelve llamando señal acústica a la
primera y sonido propiamente dicho a la segunda. Pero además del proceso fisiológico que
implica la decodificación de la información recibida por parte del sistema auditivo, el hecho
de oír involucra otros niveles de cognición como la selección y la interpretación de
significados. Numerosos autores han propuesto diferentes niveles o tipos de escucha
(Meyer 1956, Shaeffer 1966, Pelinski 2007, Cruces 2002, Barthes 2002). A grandes rasgos,
un primer nivel lo constituiría aquella escucha general de las propiedades físicas del sonido,
que Blauert denominó eventos sonoros (en Herrero y Lutowicz 2010), mientras que en un
segundo nivel podemos ubicar las relaciones implicadas en el espacio sonoro (Atienza
2004, Polti 2011) de los contextos ambiental, social y emocional. Este carácter referencial
que poseen los sonidos incide en la representación del espacio (Amphoux 1991, Carlés
1997), y en la conformación de las biografías sonoras1 de quienes practican estos espacios
convirtiéndolos en lugares de memoria, identidad, relacionales e históricos (Augé 1992). El
espacio de esta manera configura y es configurado por los significados que los sujetos le
asignan, estableciéndose conexiones múltiples, no sólo físicas sino también sociales,
culturales y económicas (Lynch 1976).
1
Denominamos aquí biografía sonora al repertorio de sonidos producidos, escuchados y practicados por un
sujeto a lo largo de su trayectoria de vida. Se ha llegado a esta definición a partir de la perspectiva de Feld
(1984) para quien pocas veces nos enfrentamos a sonidos totalmente nuevos, sin anclaje en nuestra
experiencia (cada experiencia auditiva debe connotar una escucha pasada, presente y futura), y tomando como
referencia el concepto de biografía de audición personal de Miguel García (2007), para quien todos poseemos
una biografía de audición personal conformada por diferentes paradigmas estéticos y en la cual convergen
diversas y antagónicas instrucciones de audición con cuestiones afectivas e ideológicas. De esta manera los
paradigmas estéticos tendrían un carácter interpelador merced a la percepción auditiva siendo el oído ante
todo un órgano cultural.
Cuando decimos que los sonidos son percibidos, muchas veces nos referimos a los
sentidos. Cada sentido aporta un marco de referencia distintivo a través del cual se percibe
el mundo. De esta manera, los sentidos no sólo existen en tanto mecanismos fisiológicos
generando sensaciones, sino que además poseen una cualidad cultural que es la que permite
mediar entre la realidad y la experiencia (Merleau Ponty 1975). Para la denominada
antropología de los sentidos, la percepción está mediada por la cultura: la manera en que
vemos, olemos o escuchamos no es una libre determinación sino producto de diversos
factores que la condicionan (Hall 1983, Classen s/f en Dominguez 2007 y Candau 1994).
En términos de Miguel García, “más allá de toda consideración de orden acústico y/o
fisiológico, el oído pertenece en gran medida a la cultura, es ante todo un órgano cultural”
(2007).
Esto quiere decir que una determinada fuente sonora o evento sonoro puede ser percibido
de manera distinta por dos o más sujetos, y esto dependerá no sólo de determinadas
condiciones neurofisiológicas, sino fundamentalmente por la experiencia vivida (Merleau
Ponty 1945) social, cultural, psicológica y emocionalmente. De esta manera, los sonidos
adquieren significados diversos que dependerán de la situación biográfica y del habitus de
cada sujeto (Bourdieu 1987).
Memoria sonora
Por memoria sonora entiendo el complejo experiencial fenoménico que cada sujeto
construye para dar sentido a su pasado, a través de los sonidos que percibe, excediendo el
hecho físico en sí mismo. De esta manera el sujeto performa su biografía sonora y
construye subjetivamente aspectos significativos de la memoria colectiva.
Para abordar el campo de la memoria sonora, se vuelve necesario definir qué es lo que
entendemos por memoria o memorias. No es intención del presente trabajo profundizar
sobre las diferentes perspectivas y debates en torno a la memoria (y la identidad), sin
embargo se puntualizarán las características y tensiones más sobresalientes a partir de las
cuales podemos trabajar la memoria sonora.
De esta manera, podemos hablar de las memorias (Jelin 2001) o la memoria plural:
procesual, diversa, múltiple, y atravesada por relaciones de poder. Además esto guarda
relación con los valores que cada sociedad tenga en cuanto a su concepción del tiempo y
del espacio, las cuales son culturalmente variables e históricamente construidas.
Dada su capacidad simbólica y evocativa, el sonido adquiere un valor que excede los rasgos
acústicos. El trabajo sobre la escucha y el sonido se propone entonces como herramienta clave de
investigación y prueba y una importante fuente de intercambio de experiencias.
El Atlético
2
Según Halbwachs (2011:1950) la memoria individual está siempre enmarcada socialmente y estos marcos
son portadores de la representación general de la sociedad, de sus necesidades y valores. Cuando desaparecen
estos marcos, sobreviene el olvido.
La dictadura cívico-militar de 1976 llevó adelante un plan sistemático que operó
territorialmente por zonas y sub-zonas, utilizando como recursos logísticos los
denominados “grupos de tareas”, los centros clandestinos de detención y el recurso del
secuestro y desaparición forzada de personas. Los centros clandestinos de detención
tuvieron distintas funciones: además de la aplicación de tormentos, fueron lugares de
exterminio, maternidades clandestinas, lugar de acopio de bienes materiales de secuestrados
y centros operativos de Inteligencia, entre otras.3
Llamado coloquialmente como “el Atlético”, este campo de concentración funcionó desde
el mes de febrero al mes de diciembre de 1977 en un sótano acondicionado para ese fin. Se
trató de un edificio de tres pisos ubicado en Avenida Colón entre San Juan y Cochabamba
perteneciente al Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de División Administrativa de la
Policía Federal. Al año fue demolido, y sobre sus escombros se construyó la autopista 25 de
Mayo, una de las dos realizadas por la última dictadura cívico-militar. A partir de abril de
2002 comienzan las obras de excavación, constituyéndose en la primera iniciativa de
arqueología urbana relacionada con la memoria de los crímenes cometidos por el terrorismo
de Estado en la Ciudad de Buenos Aires.
Se estima que durante el funcionamiento del “Club Atlético” pasaron por allí alrededor de
1.500 detenidos, de los cuales la mayoría aún están desaparecidos. Los detenidos eran
ingresados en vehículos particulares, tabicados4 y luego llevados a una oficina donde se les
retiraban los efectos personales. Allí los bajaban al sótano donde había 41 celdas separadas
en dos sectores, tres salas de tortura (denominadas por los torturadores como quirófanos),
baños, la enferemería, la sala de guardia, tres celdas individuales y la “leonera” 5. La fuerza
a cargo de este espacio era la Policía Federal, aunque había detenidos que dependían de
otras fuerzas como la ESMA, Campo de Mayo y Vesubio. Cuando el “Club Atlético” fue
demolido, los detenidos fueron llevados provisoriamente al ex CCDTyE “El Banco”
(Camino de Cintura y Autopista Ricchieri, Provincia de Buenos Aires), hasta que se
3
En María Rosa Gomez, “Videla en tres actos”, en Revista Espacios, N° 3, octubre 2010, IEM, Buenos Aires.
4
Con los ojos vendados. Se le llamó “tabique” al tipo particular de venda que utilizaban en estos CCDTyE.
5
Lugar donde se concentraban a los detenidos
terminó de acondicionar el ex CCDTyE “Olimpo”. Estos tres centros conformaron en
adelante el “circuito ABO” (“Atlético”- “Banco”- “Olimpo”).
“En el campo de concentración estaba prohibido todo: estaba prohibido hablar, reírse, llorar
(…)” 7
“Todo tenía que no tener sonido, porque el sonido que hiciéramos nosotros los llamaban a ellos…
por ejemplo una vez se habló durante la noche y al día siguiente sacaron a todos de las celdas
porque arriba de la puerta de la celda había un ventiluz y la gente había hablado x ahí… ellos
habían escuchado, se enteraron… 8
Sostengo aquí que las relaciones de poder, las experiencias vividas y los recuerdos “se
escuchan”.
6
Archivo Oral de la Memoria Abierta (AO 0337)
7
Entrevista personal a M. A.
8
Entrevista personal a M. A.
del cual se establecen relaciones con la experiencia vivida, con otros elementos presentes
en el acto de la evocación o recuerdo y que permite la posibilidad de interpretar. Podemos
citar entre otros el sonido de: “las m irillas”, “candados”, “puertas de metal de la celda”, “gritos”,
“golpes”, “rejas”, “pisadas”, etc.
En relación al espacio sonoro de “el Atlético”, se destacan por lo menos tres huellas o
fuentes sonoras significativas9 a partir de las cuales se ha podido reconstruir el espacio, la
ubicación y la referencia del paso de otros detenidos desparecidos: el primer evento es el
sonido de una pelotita de ping-pong rebotando contra una mesa y las voces que
acompañaban el contexto de juego que pertenecían a los mismos torturadores. Otro evento
sonoro clave son los gritos de una hinchada de fútbol pasando por la calle. Según una
de las entrevistadas:
En enfermería yo escuchaba el ruido de los vehículos y una vez escuché también la hinchada de
Boca, eso es algo muy fuerte, que hay otros testimonios que también lo cuentan, que aparentemente
algunos dicen que fue por un partido que hubo entre Boca y un equipo de Alemania, y bueno…
evidentemente se escuchaban los camiones con la hinchada de Boca pasando por Paseo Colón…
El tercer evento sonoro es uno o varios casette/s con los discursos de Hitler. Según M. A.:
“… los casettes de Hitler a todo lo que daba… ellos ponían discursos de Hitler a todo volumen, y
el juego de ellos de la pelotita de ping pong… Era de mucho contraste ese mundo interno donde se
burlaban, jugaba, se divertían… y había una agonía… Y afuera todo seguía su curso…
“… los domingos los reconocía por el fútbol… en ese entonces el fútbol era los domingos…” 10
9
Según Murray Schafer, las “huellas” o “marcas sonoras” (soundmarks) son los sonidos característicos de un
área específica que adquieren un valor simbólico y afectivo, y por lo tanto vuelven singular la vida acústica de
cada lugar (Schafer 1969).
“… después del ruidito del carrito venía la comida….”11
En muchos casos se recuerda el sonido del coche donde era trasladado en una primera
instancia el detenido y en algunos otros el sonido de coches trasladando a otros.
Lo que parece constituir una caracterización común es la distinción entre los sonidos de un
espacio interno “adentro” y un espacio externo “afuera”. Los sonidos “internos” eran todos
aquellos que formaban parte del espacio sonoro cotidiano y aquellas huellas y eventos
ocasionales provenientes de la dinámica del lugar. Los sonidos “externos” eran aquellos
que provenían de “afuera”, “de la calle”, y que generaban la sensación de estar viviendo
una dimensión “paralela”:
“Prácticamente iba todos los días a la enfermería y estuve dos veces internada bastante tiempo,
entonces el tema del sonido externo en mi recuerdo, como memoria sonora es muy importante. Yo
creo que igual es muy importante en general para cualquier que lo haya escuchado porque eso
significaba la diferencia entre afuera y el adentro. Significaba la sensación de que estábamos tan
cerca de la “civilización”- entre comillas- y era como si te hubiera tragado la tierra literalmente,
porque además estábamos en un subsuelo, y además nadie sabía dónde estabas…
Parte de esos sonidos “internos” sin duda lo constituyeron aquellos asociados a la instancia
de tortura:
11
Id.
sentido de aquél lugar sin memoria, sin identidad, donde las relaciones son impedidas, y el
sujeto negado en su propia condición.
Según T. M.:
“… los primeros días que estaba en mi casa… sí… escuchaba de nuevo ruidos… de puertas que se
abrían y las cadenas… y me agarraba…. este….
Otro de los eventos sonoros recurrente, que dependiendo del caso y el contexto han
adquirido diversos significados, es la voz humana, tanto de los represores como de otros
detenidos desaparecidos. Muchos recuerdan timbres de voces singulares por algún tipo de
afinidad o porque eran personas conocidas.
Además de caracterizar estos espacios como “no lugares”, donde se vuelve evidente los
intentos por disolver lo subjetivo, lo colectivo, lo constitutivo de la identidad (política,
social, de género, etc.) y lo que de procesual e histórico podía tener una pluralidad de
sujetos con pertenencias múltiples, también es posible reconocer un habitus sonoro basado
en regímenes de censura, vigilancia, y control. En cierto sentido podemos hablar aquí de
régimen de sonoridad (García López 2005) que se incardinan en el cuerpo de los sujetos
alcanzados por estos sonidos, pero que también se extiende hacia el resto de la población.
Según una sobreviviente del CCDTyE “Virrey Ceballos”:
“Cuando me bajaban al baño yo veía arriba las ventanitas del edificio de al lado, no se
preocupaban mucho por tapar los ruidos. Ponían radio Rivadavia, pero había momentos en que se
escuchaban los gritos con mucha claridad (…)”12
Fue corriente el uso de la radio con un fuerte volumen para tapar a modo de fondo y figura
los gritos de lo “indefinible” en términos de una de las entrevistadas.
Conclusión
Por otra parte, la existencia creciente de elementos y datos que conforman los archivos y
centros de documentación coadyuvan a una restitución de la memoria que si bien no puede
retrotraer el devenir histórico, al menos ubica a la sociedad en mejores condiciones para
entenderse en su pluralidad y complejidad.
12
Archivo Oral de Memoria Abierta, en Memorias en la ciudad. Señales del terrorismo de Estado en Buenos
Aires, (2009), EUDEBA, Buenos Aires.
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