Está en la página 1de 13

ALA 2012 - Simposio: Etnografía de la relación entre la memoria social y el archivo

Título de la Ponencia: Epistemologías de la escucha: la memoria sonora en contextos


concentracionarios

Victoria Polti (UBA/UNLa)

Introducción:

El presente trabajo se propone transitar teórica y etnográficamente la reconstrucción de


algunos aspectos de la memoria social en relación al contexto concentracionario que tuvo
lugar en Argentina durante la última dictadura militar, partiendo de la dimensión sonora:

En los centros clandestinos de detención, la escucha y el sonido pasaron a ser dos aspectos
fundamentales de comunicación y supervivencia. El oído se constituyó como el sentido que
primaba y les permitía mantener una conexión con el entorno. Gran parte del relato de los
sobrevivientes se construye desde el sentido auditivo para describir los espacios de
detención, las rutinas, la presencia de represores y de otros detenidos.

El abordaje de este enfoque en relación a la experiencia concentracionaria en Argentina,


nos permite aportar algunos datos relevantes para la comprensión e interpretación tanto de
las memorias que circulan y que forman parte de las diferentes perspectivas, estrategias y
agencialidades que el ex detenido-desaparecido ha asumido según el contexto como parte
de una matriz de subjetividades de una época y un lugar, como de las implicancias y
consecuencias que el terrorismo de Estado en Argentina ha tenido en relación al cuerpo
individual, social y político.

¿Por qué una epistemología de la escucha?

Durante años Occidente y la ciencia en particular han reconstruido diferentes aspectos de la


vida social, relatos y saberes a partir de las “imágenes”: “miradas”, “perspectivas”,
“planos”, “visibilidades”, “puntos de vista”, fueron y aún son parte de los conceptos a
través de los cuales comprendemos, explicamos e interpretamos el mundo social. La
importancia capital del texto tuvo su correlato también dentro de la disciplina
antropológica: la “etnografía”, la “observación participante” y la cultura “como texto” son
algunas de las expresiones que más han circulado. De esta manera, se construyeron y
reconstruyen relatos escritos acerca de las voces, de las prácticas y las representaciones de
los otros y de nosotros mismos. Inclusive la musicología y la etnomusicología –depositarias
del “saber musical”- han elaborado numerosos documentos orientados a la transcripción de
determinadas expresiones sonoras musicales para ser “leídas”, en tanto que los archivos
sonoros (grabaciones) constituyeron durante mucho tiempo sólo un soporte taxonómico de
validación y veracidad. Esta preponderancia sobrevino a la ruptura epistémica que Michel
Foucault (1994) destaca como acontecimiento fundamental hacia los comienzos del siglo
XVII “cuando el ojo fue desde entonces destinado a ver y solamente a ver, y el oído a oír y
solamente a oír”.

Si bien la producción sonora y la escucha no tienen la misma importancia en el Islam o


entre los kaluli que en sociedades urbanas occidentales, considero de vital importancia
orientar nuestra comprensión de determinados aspectos del mundo social hacia una
epistemología del sonido y de la escucha. El sonido como producción de conocimiento y la
escucha como percepción reflexiva se han constituido en los últimos años en dos caras de
un mismo proceso, a pesar de que aún no cuentan estos posicionamientos con muchos
promotores dentro de las ciencias humanas y sociales. Sin embargo, hay una cantidad
importante de investigadores y autores provenientes de la acústica, la acustemología, la
pedagogía y la música que han realizado aportes sustanciales a esta área. En el terreno de la
disciplina antropológica, James Clifford se preguntó por el “oído etnográfico” y ya
denunciaba por los años ’80 la hegemonía del ojo sobre el oído en la mayoría de los
estudios culturales. Steven Feld es quizás el teórico más influyente, y el que más aportes ha
realizado a esta área, desde que propuso la “acustemología” (la fusión de la epistemología
con la acústica), con el fin de restituir la presencia de la escucha en el campo de la
producción de conocimientos. Según este autor la escucha y la producción de sonidos son
competencias corporeizadas que sitúan a los actores sociales y su posibilidad de agencia
en mundos históricos concretos (Feld 1984).
De manera general, el análisis del mundo social a través de la dimensión sonora permite
describir e interpretar los diferentes espacios como constitutivos y constituyentes de
memorias, identidades y subjetividad e intersubjetividad, a través de la escucha como
objeto y herramienta de análisis.

Algunas reflexiones sobre el sonido y la escucha

La categoría sonido es usada en el lenguaje cotidiano para denotar dos cosas diferentes: la
onda física que se propaga por el aire y la percepción de esa onda. Según Basso (2006), en
el lenguaje científico (acústica) esta ambigüedad se resuelve llamando señal acústica a la
primera y sonido propiamente dicho a la segunda. Pero además del proceso fisiológico que
implica la decodificación de la información recibida por parte del sistema auditivo, el hecho
de oír involucra otros niveles de cognición como la selección y la interpretación de
significados. Numerosos autores han propuesto diferentes niveles o tipos de escucha
(Meyer 1956, Shaeffer 1966, Pelinski 2007, Cruces 2002, Barthes 2002). A grandes rasgos,
un primer nivel lo constituiría aquella escucha general de las propiedades físicas del sonido,
que Blauert denominó eventos sonoros (en Herrero y Lutowicz 2010), mientras que en un
segundo nivel podemos ubicar las relaciones implicadas en el espacio sonoro (Atienza
2004, Polti 2011) de los contextos ambiental, social y emocional. Este carácter referencial
que poseen los sonidos incide en la representación del espacio (Amphoux 1991, Carlés
1997), y en la conformación de las biografías sonoras1 de quienes practican estos espacios
convirtiéndolos en lugares de memoria, identidad, relacionales e históricos (Augé 1992). El
espacio de esta manera configura y es configurado por los significados que los sujetos le
asignan, estableciéndose conexiones múltiples, no sólo físicas sino también sociales,
culturales y económicas (Lynch 1976).
1
Denominamos aquí biografía sonora al repertorio de sonidos producidos, escuchados y practicados por un
sujeto a lo largo de su trayectoria de vida. Se ha llegado a esta definición a partir de la perspectiva de Feld
(1984) para quien pocas veces nos enfrentamos a sonidos totalmente nuevos, sin anclaje en nuestra
experiencia (cada experiencia auditiva debe connotar una escucha pasada, presente y futura), y tomando como
referencia el concepto de biografía de audición personal de Miguel García (2007), para quien todos poseemos
una biografía de audición personal conformada por diferentes paradigmas estéticos y en la cual convergen
diversas y antagónicas instrucciones de audición con cuestiones afectivas e ideológicas. De esta manera los
paradigmas estéticos tendrían un carácter interpelador merced a la percepción auditiva siendo el oído ante
todo un órgano cultural.
Cuando decimos que los sonidos son percibidos, muchas veces nos referimos a los
sentidos. Cada sentido aporta un marco de referencia distintivo a través del cual se percibe
el mundo. De esta manera, los sentidos no sólo existen en tanto mecanismos fisiológicos
generando sensaciones, sino que además poseen una cualidad cultural que es la que permite
mediar entre la realidad y la experiencia (Merleau Ponty 1975). Para la denominada
antropología de los sentidos, la percepción está mediada por la cultura: la manera en que
vemos, olemos o escuchamos no es una libre determinación sino producto de diversos
factores que la condicionan (Hall 1983, Classen s/f en Dominguez 2007 y Candau 1994).
En términos de Miguel García, “más allá de toda consideración de orden acústico y/o
fisiológico, el oído pertenece en gran medida a la cultura, es ante todo un órgano cultural”
(2007).

Esto quiere decir que una determinada fuente sonora o evento sonoro puede ser percibido
de manera distinta por dos o más sujetos, y esto dependerá no sólo de determinadas
condiciones neurofisiológicas, sino fundamentalmente por la experiencia vivida (Merleau
Ponty 1945) social, cultural, psicológica y emocionalmente. De esta manera, los sonidos
adquieren significados diversos que dependerán de la situación biográfica y del habitus de
cada sujeto (Bourdieu 1987).

Si comprendemos entonces que la importancia del sonido no reside en sus características


materiales o físicas sino en los significados que cada sujeto puede atribuirle en relación a su
experiencia vivida, estaremos en condiciones de definir lo que entendemos aquí por
memoria sonora.

Memoria sonora

Por memoria sonora entiendo el complejo experiencial fenoménico que cada sujeto
construye para dar sentido a su pasado, a través de los sonidos que percibe, excediendo el
hecho físico en sí mismo. De esta manera el sujeto performa su biografía sonora y
construye subjetivamente aspectos significativos de la memoria colectiva.
Para abordar el campo de la memoria sonora, se vuelve necesario definir qué es lo que
entendemos por memoria o memorias. No es intención del presente trabajo profundizar
sobre las diferentes perspectivas y debates en torno a la memoria (y la identidad), sin
embargo se puntualizarán las características y tensiones más sobresalientes a partir de las
cuales podemos trabajar la memoria sonora.

En primer lugar tomaremos la noción de memoria como simultáneamente individual y


social. Uno no recuerda sólo, aun cuando las memorias personales son únicas y singulares
(Jelin 2001).2 Estos recuerdos personales están inmersos en narrativas colectivas, que a
menudo están reforzadas en rituales y conmemoraciones grupales (Ricoeur 1999). De esta
manera la “memoria colectiva” puede ser interpretada como “memorias compartidas,
superpuestas, producto de interacciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y
relaciones de poder.”

De esta manera, podemos hablar de las memorias (Jelin 2001) o la memoria plural:
procesual, diversa, múltiple, y atravesada por relaciones de poder. Además esto guarda
relación con los valores que cada sociedad tenga en cuanto a su concepción del tiempo y
del espacio, las cuales son culturalmente variables e históricamente construidas.

Dada su capacidad simbólica y evocativa, el sonido adquiere un valor que excede los rasgos
acústicos. El trabajo sobre la escucha y el sonido se propone entonces como herramienta clave de
investigación y prueba y una importante fuente de intercambio de experiencias.

En este trabajo centraremos nuestra atención en el espacio sonoro del ex Centro


Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) “Club Atlético”.

El Atlético

2
Según Halbwachs (2011:1950) la memoria individual está siempre enmarcada socialmente y estos marcos
son portadores de la representación general de la sociedad, de sus necesidades y valores. Cuando desaparecen
estos marcos, sobreviene el olvido.
La dictadura cívico-militar de 1976 llevó adelante un plan sistemático que operó
territorialmente por zonas y sub-zonas, utilizando como recursos logísticos los
denominados “grupos de tareas”, los centros clandestinos de detención y el recurso del
secuestro y desaparición forzada de personas. Los centros clandestinos de detención
tuvieron distintas funciones: además de la aplicación de tormentos, fueron lugares de
exterminio, maternidades clandestinas, lugar de acopio de bienes materiales de secuestrados
y centros operativos de Inteligencia, entre otras.3

Llamado coloquialmente como “el Atlético”, este campo de concentración funcionó desde
el mes de febrero al mes de diciembre de 1977 en un sótano acondicionado para ese fin. Se
trató de un edificio de tres pisos ubicado en Avenida Colón entre San Juan y Cochabamba
perteneciente al Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de División Administrativa de la
Policía Federal. Al año fue demolido, y sobre sus escombros se construyó la autopista 25 de
Mayo, una de las dos realizadas por la última dictadura cívico-militar. A partir de abril de
2002 comienzan las obras de excavación, constituyéndose en la primera iniciativa de
arqueología urbana relacionada con la memoria de los crímenes cometidos por el terrorismo
de Estado en la Ciudad de Buenos Aires.

Se estima que durante el funcionamiento del “Club Atlético” pasaron por allí alrededor de
1.500 detenidos, de los cuales la mayoría aún están desaparecidos. Los detenidos eran
ingresados en vehículos particulares, tabicados4 y luego llevados a una oficina donde se les
retiraban los efectos personales. Allí los bajaban al sótano donde había 41 celdas separadas
en dos sectores, tres salas de tortura (denominadas por los torturadores como quirófanos),
baños, la enferemería, la sala de guardia, tres celdas individuales y la “leonera” 5. La fuerza
a cargo de este espacio era la Policía Federal, aunque había detenidos que dependían de
otras fuerzas como la ESMA, Campo de Mayo y Vesubio. Cuando el “Club Atlético” fue
demolido, los detenidos fueron llevados provisoriamente al ex CCDTyE “El Banco”
(Camino de Cintura y Autopista Ricchieri, Provincia de Buenos Aires), hasta que se

3
En María Rosa Gomez, “Videla en tres actos”, en Revista Espacios, N° 3, octubre 2010, IEM, Buenos Aires.

4
Con los ojos vendados. Se le llamó “tabique” al tipo particular de venda que utilizaban en estos CCDTyE.

5
Lugar donde se concentraban a los detenidos
terminó de acondicionar el ex CCDTyE “Olimpo”. Estos tres centros conformaron en
adelante el “circuito ABO” (“Atlético”- “Banco”- “Olimpo”).

El Atlético: un espacio sonoro concentracionario

“Cuando llegué me impresionó la cosa subterránea (…) se escuchaban interrogatorios, máquinas


de escribir, gritos de gente… era una pesadilla”6

“En el campo de concentración estaba prohibido todo: estaba prohibido hablar, reírse, llorar
(…)” 7

“Todo tenía que no tener sonido, porque el sonido que hiciéramos nosotros los llamaban a ellos…
por ejemplo una vez se habló durante la noche y al día siguiente sacaron a todos de las celdas
porque arriba de la puerta de la celda había un ventiluz y la gente había hablado x ahí… ellos
habían escuchado, se enteraron… 8

Sostengo aquí que las relaciones de poder, las experiencias vividas y los recuerdos “se
escuchan”.

Según el relato de sobrevivientes de los campos de concentración que hemos recabado a


través de entrevistas, publicaciones y archivos correspondientes a las declaraciones en los
juicios contra los represores, podemos destacar el uso del tabique y el aislamiento como
condición generalizada. Por lo tanto el sentido de la audición en mayor medida y el olfato
se convirtieron en las formas en las que podían establecer una conexión con el entorno.

Algunas fuentes sonoras permitieron hallar relaciones entre la ubicación espacial, la


presencia de otros detenidos-desaparecidos, y datos contextuales que aportaban
características propias de este ámbito.

Retomando los conceptos relativos al sonido y a la escucha, podemos distinguir lo que


constituye un primer núcleo experiencial, que es la fuente o evento sonoro, el objeto a partir

6
Archivo Oral de la Memoria Abierta (AO 0337)

7
Entrevista personal a M. A.

8
Entrevista personal a M. A.
del cual se establecen relaciones con la experiencia vivida, con otros elementos presentes
en el acto de la evocación o recuerdo y que permite la posibilidad de interpretar. Podemos
citar entre otros el sonido de: “las m irillas”, “candados”, “puertas de metal de la celda”, “gritos”,
“golpes”, “rejas”, “pisadas”, etc.

En relación al espacio sonoro de “el Atlético”, se destacan por lo menos tres huellas o
fuentes sonoras significativas9 a partir de las cuales se ha podido reconstruir el espacio, la
ubicación y la referencia del paso de otros detenidos desparecidos: el primer evento es el
sonido de una pelotita de ping-pong rebotando contra una mesa y las voces que
acompañaban el contexto de juego que pertenecían a los mismos torturadores. Otro evento
sonoro clave son los gritos de una hinchada de fútbol pasando por la calle. Según una
de las entrevistadas:

En enfermería yo escuchaba el ruido de los vehículos y una vez escuché también la hinchada de
Boca, eso es algo muy fuerte, que hay otros testimonios que también lo cuentan, que aparentemente
algunos dicen que fue por un partido que hubo entre Boca y un equipo de Alemania, y bueno…
evidentemente se escuchaban los camiones con la hinchada de Boca pasando por Paseo Colón…

El tercer evento sonoro es uno o varios casette/s con los discursos de Hitler. Según M. A.:

“… los casettes de Hitler a todo lo que daba… ellos ponían discursos de Hitler a todo volumen, y
el juego de ellos de la pelotita de ping pong… Era de mucho contraste ese mundo interno donde se
burlaban, jugaba, se divertían… y había una agonía… Y afuera todo seguía su curso…

En términos de una evocación temporal, algunos eventos estaban asociados a distintos


momentos del día: el sonido de un carro donde transportaban lo que era el “desayuno”, los
jarritos de metal y las cucharas, las cadenas del propio detenido desparecido o las de otros,
que podían indicar la hora del traslado al baño, y el sonido de llaves y candados, entre
otros. En otros casos la ubicación temporal estaba dada por la presencia de una radio:

“… los domingos los reconocía por el fútbol… en ese entonces el fútbol era los domingos…” 10

9
Según Murray Schafer, las “huellas” o “marcas sonoras” (soundmarks) son los sonidos característicos de un
área específica que adquieren un valor simbólico y afectivo, y por lo tanto vuelven singular la vida acústica de
cada lugar (Schafer 1969).
“… después del ruidito del carrito venía la comida….”11

En muchos casos se recuerda el sonido del coche donde era trasladado en una primera
instancia el detenido y en algunos otros el sonido de coches trasladando a otros.

En muchos casos, sumada a la prohibición de manifestaciones emocionales (y sonoras)


como el habla, la risa, y el llanto, la irrupción del “grito” se transformaba en “una tortura
permanente.”

Lo que parece constituir una caracterización común es la distinción entre los sonidos de un
espacio interno “adentro” y un espacio externo “afuera”. Los sonidos “internos” eran todos
aquellos que formaban parte del espacio sonoro cotidiano y aquellas huellas y eventos
ocasionales provenientes de la dinámica del lugar. Los sonidos “externos” eran aquellos
que provenían de “afuera”, “de la calle”, y que generaban la sensación de estar viviendo
una dimensión “paralela”:

“Prácticamente iba todos los días a la enfermería y estuve dos veces internada bastante tiempo,
entonces el tema del sonido externo en mi recuerdo, como memoria sonora es muy importante. Yo
creo que igual es muy importante en general para cualquier que lo haya escuchado porque eso
significaba la diferencia entre afuera y el adentro. Significaba la sensación de que estábamos tan
cerca de la “civilización”- entre comillas- y era como si te hubiera tragado la tierra literalmente,
porque además estábamos en un subsuelo, y además nadie sabía dónde estabas…

Parte de esos sonidos “internos” sin duda lo constituyeron aquellos asociados a la instancia
de tortura:

“El primer sonido… el característico del centro de concentración, … la metodología (…) en el


Atlético era prácticamente que toda persona que llegaba era llevada a torturar. Entonces los
sonidos por ejemplo… me tiraban agua, entonces los sonidos del agua para ahogarme, o después
los sonidos de las cadenas para atarte, el metal de la mesa, el sonido de la picana…

En cierto sentido, podemos acompañar estas percepciones interpretando estos espacios


como “no lugares”, sin otorgar la dimensión completa que Marc Augé propone, dado que se
refiere en última instancia a la contractualidad solitaria de la sobremodernidad, pero sí en el
10
Entrevista presencial M. T.

11
Id.
sentido de aquél lugar sin memoria, sin identidad, donde las relaciones son impedidas, y el
sujeto negado en su propia condición.

En el caso de B. M., podemos resignificar el carácter evocativo que adquieren determinados


sonidos: “…cuando me estaban torturando físicamente lo escuchaba llorar a mi hijo”. Inclusive
este carácter evocativo puede estar presente y tener un carácter “perdurable” en el tiempo.

Según T. M.:

“… los primeros días que estaba en mi casa… sí… escuchaba de nuevo ruidos… de puertas que se
abrían y las cadenas… y me agarraba…. este….

Otro de los eventos sonoros recurrente, que dependiendo del caso y el contexto han
adquirido diversos significados, es la voz humana, tanto de los represores como de otros
detenidos desaparecidos. Muchos recuerdan timbres de voces singulares por algún tipo de
afinidad o porque eran personas conocidas.

Por último se registran a modo de “resistencia” el uso (o en su mayoría la creación) de un


código tipo morse, de golpes contra la pared para comunicarse con la celda contigua y el
susurro como actos de comunicación.

Algunas consideraciones generales

Además de caracterizar estos espacios como “no lugares”, donde se vuelve evidente los
intentos por disolver lo subjetivo, lo colectivo, lo constitutivo de la identidad (política,
social, de género, etc.) y lo que de procesual e histórico podía tener una pluralidad de
sujetos con pertenencias múltiples, también es posible reconocer un habitus sonoro basado
en regímenes de censura, vigilancia, y control. En cierto sentido podemos hablar aquí de
régimen de sonoridad (García López 2005) que se incardinan en el cuerpo de los sujetos
alcanzados por estos sonidos, pero que también se extiende hacia el resto de la población.
Según una sobreviviente del CCDTyE “Virrey Ceballos”:
“Cuando me bajaban al baño yo veía arriba las ventanitas del edificio de al lado, no se
preocupaban mucho por tapar los ruidos. Ponían radio Rivadavia, pero había momentos en que se
escuchaban los gritos con mucha claridad (…)”12

Fue corriente el uso de la radio con un fuerte volumen para tapar a modo de fondo y figura
los gritos de lo “indefinible” en términos de una de las entrevistadas.

Conclusión

Los contextos concentracionarios han sido espacios de degradación de la condición


humana, de anulación de memorias e identidades, de sometimiento y vulneración de la
integridad física y psicológica. Desde el punto de vista de la tecnología de la escucha, la
vigilancia asociada a la censura tomó el lugar de la escucha, de la administración de lo que
dice, del momento para hacerlo, y fundamentalmente del silencio y del grito. En estos
espacios el sonido del otro se convierte en una doble tortura (tanto el sonido de la presencia
del torturador como del otro torturado). Estos espacios donde “el silencio es salud”, han
funcionado a modo de panóptico y se erigieron como un gran emisor de ruido y a la vez un
gran radar capaz de escucharlo todo. Tanto el sonido como la escucha son potencialmente
armas de poder.

Sin embargo, la escucha también se constituyó en un insterticio que ha permitido relacionar


espacios, lugares, otras personas, la propia presencia, ausencias, tiempos, situaciones,
recuerdos, actos, imposiciones, pequeños actos de supervivencia, ruidos, estados de ánimo,
y con ello la posibilidad de reconstruir a través de la memoria –y sobre todo a partir de la
memoria sonora- estos espacios, pero fundamentalmente una matriz de subjetividad que
siempre conlleva la tensión entre lo individual –biográfico/autobiográfico- y lo plural.

Por otra parte, la existencia creciente de elementos y datos que conforman los archivos y
centros de documentación coadyuvan a una restitución de la memoria que si bien no puede
retrotraer el devenir histórico, al menos ubica a la sociedad en mejores condiciones para
entenderse en su pluralidad y complejidad.

12
Archivo Oral de Memoria Abierta, en Memorias en la ciudad. Señales del terrorismo de Estado en Buenos
Aires, (2009), EUDEBA, Buenos Aires.
Bibliografía

AAVV (2009), Memorias en la ciudad. Señales del terrorismo de Estado en Buenos Aires,
Ed. EUDEBA, Buenos Aires.

“Archivo Documental: Recuperación, organización y conservación de documentos para la


Memoria/prologado por Ana María Careaga” (2008), Cuadernos de la Memoria N°2,
Instituto Espacio para la Memoria, Buenos Aires.

“Revista Espacios para la Verdad, la Justicia y la Memoria”, Año 4, N° 4, Febrero de 2012.


Ana María Careaga Dir., Buenos Aires.

AUGE, Marc (2000) [1992] Los no lugares espacios del anonimato. Una antropología de
la sobremodernidad, Ed. Gedisa, Madrid.
BOURDIEU, Pierre (1987) La práctica de la antropología reflexiva, en Respuestas por
una antropología reflexiva, Editorial Grijalbo, Buenos Aires.

CANDAU, Joel (2011), Memoria e identidad, Ed. Contexto, Sao Paulo.


DE CERTEAU, Michel (1986), La invención de lo cotidiano I. Artes del hacer, Univ.
Iberoamericana, México DF.

ERLMANN, Veit (2004), “But What of the Ethnographic Ear? Anthropology, sound, and
the senses”, en Hearing Cultures: Essays on Sound, Listerning and Modernity, Oxford
University Press, ed. Publishers Berg, Londres.

FELD, Steven (1984), “Communication, Music and Speech about Music”, en Yearbook for
Tradicional Music, Vol. 16.

FELD, Steven y BRENNEIS, Donald (2004), “Doing anthropology in sound”, en American


Ethnologist, Vol. 31, N° 4. http://www.ucpress.edu/journals/rights.htm.

FORTE, Gustavo y PEREZ, Verónica Comp. (2010), El cuerpo, territorio del poder,
Ediciones PI.CA.SO., Buenos Aires.
FOUCAULT, Michel (2010) [1975-1976], Em defesa da sociedade. Curso no Collége de
France (1975-1976), WMF Ed., Sao Paulo.

GARCIA, Raúl (2000), Micropolíticas del cuerpo. De la conquista de América a la última


dictadura militar, Colección Latitud Sur, Ed. Biblos, Buenos Aires.

HALBWUACHS, Maurice (2011) [1950], A memoria colectiva, Centauro Ed., Sao Paulo.

HERRERO, Alejandro y LUTOWICZ, Analía (2010), “La memoria sonora. Una nueva
mirada para la historia argentina reciente”, en Audiovisión, Libro N° 4, UNLa, Buenos
Aires.
JELIN, Elizabeth (2001), Los trabajos de la memoria, Siglo XXI Ed., Madrid.

MERLEAU PONTY, Maurice (1993) [1945], Fenomenología de la percepción, Ed.


Península, Barcelona.

NARDI, Silvia et al. (2009), Los lugares de la memoria, Ed. Madreselva, Buenos Aires.

PELINSKI, Ramón (2007) El oído alerta, Centro Virtual Cervantes, Madrid.

POLTI, Victoria (2011) Aproximaciones teórico-metodológicas al estudio del espacio


sonoro, ponencia presentada en el X CAAS, Buenos Aires noviembre de 2011.

POLTI, Victoria y PARTUCCI, Hugo (2011) Sonidos en tránsito, ponencia presentada en


IX RAM, Curitiba, Brasil, julio de 2011.

SAMUELS, David, MEINTJES, Louise, OCHOA, Ana María, PORCELLO, Thomas


(2010), Soundscapes: Toward a Sounded Anthropology, en Ann. Rev. Anthropology
39:329–45, New York.

SCHAEFFER, Pierre (2003) [1966], Tratado de los objetos musicales, Alianza Editorial,
Madrid.

SCHAFER, Murray (1994) [1977], Our Sonic Enviroment and The Soundscape. The
Tuning of the World, Ed. Destiny, Vermont.

También podría gustarte