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Introducción

El abordaje del espacio sonoro[1] nos permite dar cuenta de las formas sensibles


que adquieren las prácticas sociales de los sujetos en su vida cotidiana y de las
interpretaciones sobre las expresiones culturales urbanas. El sonido incide en la
representación del espacio, ya que contribuye a la lectura, organización e
interpretación del lugar. De esta manera, el espacio configura y es configurado
por los significados que los sujetos le asignan, estableciéndose conexiones
múltiples, no sólo físicas sino también sociales, culturales y económicas (Lynch
1976 en Carlés 1991). Estos significados e interpretaciones del espacio urbano
están en la base de lo que podríamos denominar identidad sonora  de un lugar, es
decir, aquello que define la relación entre el sujeto y los sonidos de estos espacios
(Carlés, 1997).

Pero el sonido posee además un carácter evocador que hace posible que nos
situemos o establezcamos referencias de manera contextuada. Según Steven
Feld la escucha y la producción de sonidos son competencias corporeizadas que
sitúan a los actores sociales y su posibilidad de agencia en mundos históricos
concretos  (Feld 1984).

El abordaje de este enfoque “acustemológico” (posicionar al sonido como


producción de conocimiento), nos permite abordar la comprensión y complejidad
de las memorias que circulan y que forman parte del posicionamiento de los
sujetos y las distintas perspectivas, estrategias y agencialidades presentes en sus
universos de significación a partir del sonido.

Desde un punto de vista teórico-metodológico considero relevante hacer hincapié


en la escucha no sólo como objeto sino también como herramienta de análisis,
proponiendo y alentando la producción de etnografías sonoras y etnofonías como
formas alternativas y complementarias de conocimiento antropológico y de
investigación social.

Algunos antecedentes

El sonido como objeto de investigación y análisis ha sido abordado desde muchos


campos como la acústica, la pedagogía musical y el arte sonoro, la comunicación
desde la semiótica, la filosofía a través de la fenomenología, y más recientemente
desde la etnomusicología no sólo resituando este tópico dentro de las
problemáticas asociadas al campo musical sino para ampliar sus márgenes
epistemológicos.
Desde la antropología se han realizado algunos aportes relevantes a lo largo de
las últimas décadas. Seguramente Steven Feld figure entre los pioneros que ha
sabido temprana y sensiblemente comprender aspectos culturales y simbólicos a
través de la escucha y el sonido (Feld, 1984). Otros autores han problematizado en
torno al campo sonoro (Clifford, 1986, Earlmann, 2004, Samuels, David, Meintjes,
Louise, Ochoa, Ana María, Porcello, Thomas, 2010 entre otros). Pero más allá de
las particularidades, desde el campo antropológico nos interesamos no tanto en
las cualidad físicas del sonido, sino en la escucha como práctica reflexiva, en cómo
los sujetos percibimos estos sonidos y qué significados les atribuimos.

Sonido y percepción sonora

Según Gustavo Basso (2006) la categoría sonido es usada en el lenguaje cotidiano


para denotar dos cosas diferentes: la onda física que se propaga por el aire y la
percepción de esa onda. Según este autor en el lenguaje científico –acústica- esta
ambigüedad se resuelve llamando señal acústica a la primera y sonido
propiamente dicho a la segunda.

Pero además del proceso fisiológico que implica la decodificación de la


información recibida por parte del sistema auditivo, el hecho de oír involucra
otros niveles de cognición como la selección y la interpretación de significados.

Numerosos autores provenientes de diversos campos han problematizado en


torno a la escucha (Meyer 1956, Shaeffer 1966, Schaffer 1967, Clifford 1986,
Amphoux 1991, Chion 1998, Cruces 2002, Barthes 2002, Earlmann 2004, Pelinski
2007, Nancy 2007 en Sasmuels et all. 2010 entre otros). A grandes rasgos, un
primer nivel lo constituiría aquella escucha general de las propiedades físicas del
sonido, mientras que en un segundo nivel podemos ubicar las relaciones
implicadas en el espacio sonoro (Atienza 2004, Polti 2011).

Cuando decimos que los sonidos son percibidos,  muchas veces nos referimos a los
sentidos. Cada sentido aporta un marco de referencia distintivo a través del cual
se percibe el mundo. De esta manera, los sentidos no sólo existen en tanto
mecanismos fisiológicos generando sensaciones, sino que además poseen una
cualidad cultural que es la que permite mediar entre la realidad y la experiencia
(Merleau Ponty 1975).
Esto quiere decir que una determinada fuente sonora o evento sonoro puede ser
percibido de manera distinta por dos o más sujetos, y esto dependerá no sólo de
determinadas condiciones neurofisiológicas, sino fundamentalmente por la
experiencia vivida (Merleau Ponty 1945). Inclusive una misma fuente sonora
puede ser percibida de manera distinta en dos momentos y/o contextos distintos
por un mismo sujeto. De esta manera, los sonidos adquieren significados
múltiples que van a depender no sólo del contexto sino también de la situación
biográfica y el habitus de cada sujeto (Bourdieu 1987).

He propuesto el concepto de biografía sonora como aquél repertorio de sonidos


producidos, escuchados y practicados por un sujeto a lo largo de su trayectoria de
vida (Polti, 2014:142). Estos sonidos pertenecen al campo del espacio sonoro,
excediendo la organización que supone el lenguaje musical y los paradigmas
estéticos. Estos sonidos operan como marcas en la conformación de nuestras
memorias y matrices identitarias, generando sentido y vehiculizando estados
emocionales.

La escucha en este sentido es una experiencia sensorio-emotivo-corporal. Es


sonido encarnado y en tanto experiencia subjetiva nos permite resituar el campo
sonoro en la esfera misma de conocimiento, desnaturalizar nuestro entorno y
sensibilizar el propio proceso metodológico en la investigación y en la creación. Se
trata de una experiencia corporizada que nos sitúa como sujetos reflexivos frente
a las diferentes formas de ser y estar en el mundo.

Identidad sonora

Según Carlés, el sonido puede cumplir diferentes funciones informativas,


estéticas, emocionales. Una de ellas es la de contribuir a determinar la identidad
de un objeto, producto, lugar o ciudad. El sonido de un motor o el cierre de una
puerta de un coche, la sonoridad de un edificio o los emblemas sonoros de una
ciudad pueden contribuir de manear determinante a la percepción, valoración y
por lo tanto a la identidad de dichos objetos o lugares, constituyendo lo que
denominamos identidad sonora.

En los últimos diez años he intentado problematizar desde la etnografía el campo


del sonido y la escucha. Dos de los trabajos que tuvieron como objeto la identidad
sonora vinculan dos enclaves sonoro-espaciales con configuraciones sociales de
cierta complejidad cultural, histórica y simbólica. En el primer caso se trató de la
reconstrucción del proceso de recuperación del Hotel Bauen por parte de sus
trabajadores a través de paseos sonoros. Se elaboraron circuitos a partir de un
trabajo colaborativo con los trabajadores, quienes fueron evocando y destacando
espacios significativos. De esta manera se fue reconstruyendo la historia de la
recuperación del espacio a partir de los sonidos evocados, los sonidos asociados
al proceso de producción (cocina, lavadoras, ascensores, bombas de agua, etc.)
y huellas sonoras como la rotura de candado como rito de pasaje hacia un nuevo
tipo de organización cooperativa, o los sonidos de la organización y la lucha
(bombos, megáfono, las continuas movilizaciones que pasan por la puerta, dado
que se encuentran ubicados sobre una de las avenidas por las que suelen
transitar las columnas de personas que marchan con consignas hacia o desde el
Congreso).

Otro de los trabajos etnográficos orientados a la identidad sonora fue realizado


junto a otros integrantes del equipo de Antropología del Sonido (UBA), y se trató
de un relevamiento del barrio de Flores[2], destacando inicialmente tres enclaves:
una zona de viviendas (residencial), una zona comercial y el Bajo Flores (dentro de
esta última zona que en principio comparte algunas características con la zona
residencial, se ubica una villa de emergencia en los márgenes del barrio hacia el
sur denominada Villa del Bajo Flores o Villa 1-11-14). En este trabajo se realizaron
paseos sonoros por estas tres áreas ponderando la escucha flotante[3], entrevistas
no directivas (Guber, 2011: 69) a sujetos que vivieran y/o transitaran los espacios
relevados, y complementamos la técnica de la observación participante con
la escucha participante, entendida como “la herramienta teórico metodológica que
permite abordar rutinas sonoras, acontecimientos sonoros y discursos a través
del acto de oír y producir sonidos como práctica compartida por los sujetos y el
investigador” (Polti, 2011: 10)[4]. El documento final fue una etnofonía, es decir un
documento exclusivamente sonoro en el que se pudiera dar cuenta de las
distintas formas en las que los sujetos perciben, construyen y reconstruyen los
espacios por los que transitan y/o habitan.

Las entrevistas a su vez fueron complementadas por dos tipos de “pies sonoros”.
Por un lado se les preguntaba de manera abierta sobre qué sonidos serían los
que caracterizaban al barrio, y por otro se les hacía escuchar algunos sonidos y se
les preguntaba si reconocían de qué parte del barrio se trataba. En ambos casos
surgieron ciertas caracterizaciones de cada lugar que indicaban una carga de
significación en la que los aspectos sonoros tendían a reforzar las percepciones
sociales de estos espacios y por otro cierta naturalización de numerosos sonidos
como las campanas de la iglesia, la bocina del tren o el silbato del policía en
personas que pasan horas o de manera rutinaria en sitios alcanzados por estos
sonidos. En dichas entrevistas realizadas aparecieron, entre otras problemáticas
sociales asociadas al sonido: la inseguridad, la delincuencia, la droga (sonidos de
disparos, autos, gritos, etc.), el establecimiento de talleres textiles clandestinos (el
sonido constante de sus máquinas), y la presencia de “gente que no es del barrio”.
A partir de algunas de las categorías como música, ruido  y la carga valorativa de
determinados sonidos se pudo trabajar sobre estas percepciones sociales hacia el
interior de un barrio atravesado por las tensiones sociales y discursos
discriminatorios.

Memoria sonora

Otra de las formas en las cuales los sujetos otorgamos sentido a nuestras formas
de ser y estar en el mundo, es a través de la actualización de la memoria tanto
individual como social. Uno no recuerda sólo, aun cuando las memorias
personales son únicas y singulares (Jelin 2001). Estos recuerdos personales están
inmersos en narrativas colectivas, que a menudo están reforzadas en rituales y
conmemoraciones grupales (Ricoeur 1999).

Una de las investigaciones que más me interpeló y cuya complejidad es aún


pasible de seguir siendo explorada, es aquella que inició Raúl Minsburg en la
Universidad Nacional de Lanús y a la cual me sumé al poco tiempo. Se trató de “La
memoria sonora en la experiencia concentracionaria en la Argentina durante la
última dictadura cívico-militar”[5]. Para los detenidos que eran ingresados en estos
espacios, la escucha y el sonido pasaron a ser dos aspectos fundamentales de
comunicación y de supervivencia. El oído se constituyó como el sentido que
primaba y les permitía mantener una conexión con el entorno. Gran parte del
relato de los sobrevivientes se construye desde el sentido auditivo para describir
los espacios de detención, las rutinas, la presencia de represores y de otros
detenidos[6].

Como producto del análisis de material de archivo y entrevistas realizadas a


sobrevivientes del Ex CCDyE “El Atlético” se llegó a definir como memoria sonora al
complejo experiencial fenoménico que cada sujeto construye para dar sentido a
su pasado, a través de los sonidos que percibe, excediendo el hecho físico en sí
mismo. De esta manera el sujeto a la vez que conforma su biografía sonora,
construye subjetivamente aspectos significativos de la memoria colectiva.

La presencia de numerosos sonidos índice ha dado cuenta de la dimensión


contextual, evocativa y referencial que poseen los sonidos en relación a su
entorno. En el mismo sentido, ha sido la evocación de huellas sonoras los que han
informado acerca del locus y/o el día o momento del día en el que se
encontraban. Una de las huellas más comúnmente citadas en “el Atlético” es el
caso de la pelotita de ping-pong. A partir de la presencia distintiva del sonido de la
pelotita y las voces de los torturadores acompañando esta actividad “recreativa”,
varios de los sobrevivientes han podido ubicar el lugar de cautiverio. Una segunda
huella la constituyó la irrupción de cantos provenientes de la calle y
pertenecientes a hinchadas de fútbol y la referencia a partidos específicos, y una
tercer huella los discursos de Hitler que pasaban a todo volumen.

La escucha se constituyó de esta forma en un intersticio que ha permitido


relacionar espacios, lugares, personas, la propia presencia, ausencias, tiempos,
situaciones, recuerdos, actos, imposiciones, pequeños actos de supervivencia,
ruidos, estados de ánimo, y con ello la posibilidad de reconstruir a través de la
memoria –y sobre todo a partir de la memoria sonora- estos espacios, pero
fundamentalmente una matriz de subjetividad que siempre conlleva la tensión
entre lo individual –biográfico/autobiográfico- y lo plural.

Conclusiones

Los sonidos poseen un carácter referencial que excede los rasgos acústicos e
inciden en la representación del espacio. A partir de la percepción del espacio
sonoro urbano es posible abordar las dinámicas, las tensiones, y las diferentes
formas en que el espacio urbano es percibido, representado, evocado y
practicado.

A través de la escucha, los sujetos distinguimos y actualizamos estos espacios


sonoros, construyendo y reconstruyendo nuestra memoria e identidad, nuestra
forma de relacionarnos, y nuestras maneras de ser y estar en el mundo.

A través de algunos ejemplos etnográficos, se ha intentado dejar plasmado un


abordaje del sonido desde una perspectiva antropológica, destacando no sólo la
complejidad en la escucha como sonido encarnado, sino en las pluri-percepciones
del sonido como formas sensibles de nuestro mundo social.

Una de las intenciones que subyace al presente trabajo es el interés por una
teoría y epistemología del sonido que oriente nuestras sensibilidades hacia
aquellas estéticas y poéticas de la vida cotidiana resituando el sonido en la esfera
de una escucha activa, crítica y reflexiva.

Referencias bibliográficas

 Atienza Badel, Ricardo (2009), La identidad sonora urbana, Tesis de


Doctorado, París: Université Pierre Mendès France, y Universidad
Politécnica de Madrid, CRESSON.
 Barthes, Roland (2002), Lo obvio y lo obtuso,  Barcelona: Editorial Paidós.
 Basso, Gustavo (2006), Percepción auditiva,  Buenos Aires: UNQUI Editorial.
 Bourdieu, Pierre (1987) La práctica de la antropología reflexiva, en Respuestas
por una antropología reflexiva,  Buenos Aires: Editorial  Grijalbo.
 Carlés y Palmese, Cristina, (2004), Identidad sonora urbana, Centro Virtual
Cervantes, Madrid. (Fecha de publicación original: 1991) . [en línea, fecha de
consulta 12 de marzo de 2010]
 Chion, Michel (1998), La audiovisión,  Barcelona: Editorial Paidós.
 Clifford, James (1986), Writing Culture: the Poetics and Politics of
Ethnography  edited with George Marcus. University of California Press.
 Erlmann, Veit (2004), “But What of the Ethnographic Ear? Anthropology,
sound, and the senses”, en Hearing Cultures: Essays on Sound, Listerning and
Modernity,  Londres: Oxford University Press, ed. Publishers Berg.
 Feld, Steven (1984), “Communication, Music and Speech about Music”,
en Yearbook for Tradicional Music, Vol. 16.
 Feld, Steven y Brenneis, Donald (2004), “Doing anthropology in sound”,
en American Ethnologist,  Vol. 31, N° 4.
(http://www.ucpress.edu/journals/rights.htm) [fecha de consulta 10 de
marzo de 2011]
 Jelin, Elizabeth (2001), Los trabajos de la memoria,  Madrid: Siglo XXI Editores.
 Merleau Ponty, Maurice (1993:1945 primera edición), Fenomenología de la
percepción, Barcelona: Editorial Península.
 Meyer, Leonard (1956), La emoción y el significado de la música,  Madrid:
Alianza Editorial.
 Minsburg, Raúl y Lutowicz, Analía (2010) “Memoria sonora de los Centros
Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio”, ponencia presentada en
el III Encuentro Internacional Políticas de la memoria, CCM Haroldo Conti
(versión on
line: http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2010/10/mesa-10/minsburg_lutowicz
_mesa_10.pdf) [consultada el 13 de octubre de 2012]
 Nancy, Jean Luc (2007) A la escucha, Buenos Aires: Amorrortu.
 Pelinski, Ramón (2007) El oído alerta, Centro Virtual Cervantes, Madrid.
(versión on
line: https://cvc.cervantes.es/artes/paisajes_sonoros/p_sonoros01/
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 Polti, Victoria (2011) Aproximaciones teórico-metodológicas al estudio del
espacio sonoro,  ponencia presentada en el X CAAS, Buenos Aires noviembre
de 2011.
 Polti, Victoria y PARTUCCI, Hugo (2011) Sonidos en tránsito,  ponencia
presentada en IX RAM, Curitiba, Brasil, julio de 2011.
 Samuels, David, Meintjes, Louise, Ochoa, Ana María, Porcello, Thomas
(2010), Soundscapes: Toward a Sounded Anthropology, en Ann. Rev.
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 Schaeffer, Pierre (2003:1966 primera edición) Tratado de los objetos
musicales, Madrid: Alianza Editorial.
 Schafer, R. Murray (1969) El nuevo paisaje sonoro, Buenos Aires: Ricordi.

Notas

1. ^ He definido espacio sonoro como el conjunto de prácticas, discursos y


acontecimientos sonoros que expresan las formas sensibles de la vida
cotidiana en contextos determinados. A través de la escucha, los sujetos
actualizan este espacio sonoro, construyendo y reconstruyendo su
memoria e identidad (Polti, 2011)
2. ^ Como parte de los avances realizados se ha presentado en el IX Congreso
Nacional de Antropología la ponencia “Cartografías de la escucha: la
dimensión sonora de la identidad urbana” (Polti, Victoria, Partucci, Hugo,
Petit Murat, Facundo y Alvarez Litke, Martín, XI CAAS 2011)
3. ^ método que consiste en “fundirse con el espacio para describir las
dinámicas que lo inundan” (Alonso Cambrón, 2010: 29)
4. ^ Los registros fueron realizados por medio de una cámara de video cuyas
tomas de sonido son en 5.1 (surround) y grabadoras Zoom H4. El trabajo de
edición fue llevado a cabo con los programas de software Adobe
(Premiere) y Sound Forge.
5. ^ A partir de 1976 el gobierno de facto instaura de manera sistemática
cientos de centros clandestinos de detención en Argentina cuyas funciones
principales fueron las de torturar, violar, y asesinar opositores y/o personas
sospechadas de oponerse.
6. ^ En el III Encuentro de la Asoc. Latinoamericana de Antropología (5 al 9 de
nov de 2012, Santiago de Chile) he propuesto además analizar junto a la
categoría de memoria sonora  la noción de cuerpo como territorio de poder,
posesión y resistencia, considerándolo clave a la hora de analizar las
relaciones implicadas entre el cuerpo individual, el cuerpo social y el cuerpo
político.

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