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Adolescencia y Sexualidad
Adolescencia y Sexualidad
105-124
Adolescencia y sexualidad
Alicia Casas Gorgal
del interés y deseo sexual, así como sobre la capacidad de reflexionar sobre si mismo/a, y la necesidad de la
búsqueda de significados trascendentes.
Aparece la capacidad de desarrollar el pensamiento abstracto, alternando maneras muy infantiles de
pensar con otras muy reflexivas y maduras.
Estos visibles y acelerados cambios corporales y emocionales, no solo son percibidos por él o la
adolescente sino por el entorno social en el que vive, generando expectativas y una gran movilización
emocional.
Adolescencia y adolescencias
En un sentido amplio, la adolescencia se extiende desde la pubertad, hasta el reconocimiento social de la
condición adulta (momento diferente según distintas sociedades o grupos sociales).
En algunos sectores y culturas, todavía coexisten pubertad y adolescencia, como por ejemplo en varones
en situación de calle, donde a los 13 años ya se están cumpliendo roles adultos.
La Organización Mundial de la Salud define a la adolescencia con un criterio etáreo, tomando por tal, la
etapa del ser humano entre los 10 y 20 años. Definirla con límites tan rígidos nos hace olvidar que se trata de
un proceso muy individual que cada uno la va transitando a su ritmo y al de su entorno.
Es una fase específica del ciclo de vida, impregnada por cambios fisiológicos, mentales, afectivos, sociales
y espirituales, donde necesariamente hay una reformulación del concepto de sí mismo/a, culminando con la
definición de la identidad personal y de la independencia psicológica y social. Puede ser generadora de crisis,
conflictos y contradicciones, pero también de desafío saludable del status quo, de cambios y oportunidades.
Asimismo, es un proceso de desprendimiento, que comenzó en el nacimiento, con inestabilidades importantes,
pero también con mucha capacidad de crear.
Este largo periodo, se caracteriza por luchas de opuestos y emociones en conflicto. Impulso sexual fuerte
y creciente en tensión con el necesario aprendizaje del autocontrol, por el bien propio y por el de los demás; el
descubrimiento del amor y la amistad profunda, junto a momentos de soledad y aislamiento; el desarrollo de
ideales y a su vez disgusto y desilusión consigo mismos, con la sociedad, con la iglesia, con el mundo; la
demanda de modelos de género dominantes, frente a los deseos a veces contrapuestos a estos.
El contexto sociocultural, influye profundamente en la expresión de la pubertad y de la adolescencia.
Como otros fenómenos humanos, tiene una caracterización acorde a una época y un lugar determinados. La
adolescencia de una chica de clase media de una ciudad latinoamericana, la de un chico en situación de calle en
esa misma ciudad, la de una chica de una apartada región rural, la de un muchacho en la iglesia de Corinto,
pueden ser muy diferentes entre sí, aunque la pubertad sea la misma para todos.
Es tanta la variabilidad individual y contextual, que es difícil hablar de adolescencia en general, lo que
nos lleva a hablar de adolescentes en particular. De todos modos, hay algunos elementos comunes, cuyo
conocimiento y manejo, puede darnos herramientas para una pastoral más pertinente.
Duelos en espejo
Muchas de las características de los y las adolescentes ya están presentes previamente en sí, en su
familia y en su medio.
La manera en que se transite la adolescencia va a depender en gran parte de los recursos emocionales
individuales y familiares, de sus fortalezas y debilidades, de su capacidad de resiliencia frente a los cambios,
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incertidumbres y pérdidas a enfrentar. Requiere mucha voluntad de vivir y apoyo, el poder transitar esta etapa
cuando los recursos no son muchos.
Varios son las pérdidas y los duelos que los y las adolescentes tienen que vivir. Pierden su cuerpo
infantil, al que estaban acostumbrados, y que estaba totalmente ligado a la identidad. En muy poco tiempo
este cuerpo se transforma, aparentemente sin ningún control, como gobernado por fuerzas externas, frente a
las que se sienten a veces espectadores impotentes.
Pierden el mundo de la infancia, seguro, certero, con roles muy claros, teniendo que pasar de una
confortable relación de dependencia a la aceptación de nuevas responsabilidades que muchas veces
desconocen, a hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones, a forjar un sistema de valores propio y
coherente en una cultura en constante cambio. El mundo social se amplía requiriendo el aprendizaje de
nuevos hábitos de convivencia. Van estando prontos para derrumbar valores y creencias para luego
reconstruirlas; para quebrar normas y límites, probando, cuestionando, experimentando y corriendo riesgos
importantes muchas veces.
Pero quizás lo más doloroso, sea la pérdida de esos padres y madres de la infancia. Esas personas que
eran perfectas y todopoderosas, necesariamente deberán ser dejadas atrás, pasando a ser personas con
muchos defectos, incapaces de brindarles refugio y protección.
De igual manera, en los chicos creyentes, la fe y el Dios de la infancia, deben dejar paso a una fe y a un
concepto de Dios más maduros. Ese internalizado Dios papá Noel, varita mágica, vigilante insomne, abuelo
bondadoso o justiciero implacable, debe irse transformando. El desarrollo de la fe en la infancia es valiosísimo
y adecuado para la infancia, pero esta no resiste el mundo adolescente y luego adulto si no madura. No
solemos prestar atención a este aspecto. Los adolescentes necesitan ser habilitados para cuestionar y dudar sin
sentir que traicionan su fe por ello, necesitan nuevas respuestas a nuevas preguntas, pudiendo ser
acompañados a descubrir mayores profundidades en el vínculo con Dios y una espiritualidad pertinente al
mundo en que vivimos.
Los adultos del entorno, pueden vivir duelos similares. Necesitan tiempo y paciencia para hacer el duelo
por la pérdida del cuerpo del hijo o hija pequeña, por su piel, por su tamaño, por su armonía, Asimismo deben
aceptar la pérdida de su relación de dependencia infantil. Deben desprenderse del hijo/a niño/a y pasar
gradualmente a una relación horizontal con el hijo joven. También es un impacto importante, el constatar que
el tiempo pasa, y que con él vienen el envejecimiento y la muerte. Es doloroso para los adultos (y esto también
se aplica a los líderes de la iglesia) salir de esa posición idealizada en la que los niños y niñas los colocaron, y en
la que es tan confortable instalarse.
No es menor, la dificultad de ir aceptando la progresiva genitalidad de los adolescentes.
Los padres y madres suelen además estar transitando sus propias crisis de la edad madura, y asistiendo a
la enfermedad o muerte de sus padres viejos.
Si los adultos no están preparados para estos cambios y desprendimientos, si no están tranquilos, con
proyectos personales, con madurez como para evolucionar en la relación con los hijos e hijas, si no pueden
aceptar el paso del tiempo, generarán las condiciones para que el periodo en que la familia “entra” en la
adolescencia, sea mucho más conflictivo y turbulento, con sentimientos muy ambivalentes e importantes
resistencias al cambio.
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Iguales y diferentes
Hay aspectos de la adolescencia que siguen vigentes y también la definen. La definición de la identidad
global y del sí mismo/a es estructurante de la misma, y culmina al final de la etapa.
Otra característica es la tendencia grupal , organizándose en verdaderas “tribus urbanas” de pertenencia
: ( en lenguaje de uso en Montevideo, los nerds, los rasta, los planchas, los heavies, los hippies, los dark, los
punkies, los alternativos, los conchetos, etc.).Maravillosamente, la iglesia es de los pocos lugares, si hay lugar
para todos, donde integrantes de tribus diferentes pueden convivir armónicamente, con objetivos comunes,
“supratribales” en una nueva tribu “eclesial”. Así, el plancha toca los tambores en el culto, el nerd prepara el
estudio bíblico con los hippies, los dark decoran el salón de los jóvenes con los rasta, los alternativos organizan
el campamento, los punkies lucen sus nuevos piercing y cantan con otras tribus en el grupo de música en la
plaza de la esquina, los conchetos organizan el merendero y el cumpleaños de los ancianos, y todos colaboran
con la escuela dominical y traen a sus amigos a la iglesia. Hermosa imagen del Reino, pero poco común.
La separación progresiva de los padres coincide con fuertes identificaciones con figuras prominentes del
entorno, por ejemplo profesoras, pastores, líderes. Si los líderes tienen claro este aspecto y no se confunden,
pueden ser herramientas excelentes de formación y de identificación de modelos positivos a seguir. Los que se
confunden, por el contrario, pueden caer en situaciones riesgosas, en primer lugar para los adolescentes,
dando lugar a vínculos inapropiados que rápidamente se transforman en abusivos.
La necesidad de intelectualizar y fantasear, durante horas, en profundas conversaciones o en
meditaciones y ensoñaciones, requieren paciencia y tiempo disponible para acompañar pastoralmente, en
reuniones de adolescentes que se prolongan hasta altas horas de la noche, o alrededor de un fueguito en un
campamento.
Las crisis religiosas y espirituales importantes, que van desde un ateísmo militante hasta un ferviente
misticismo, viendo todo en una moralidad de blanco y negro, requieren paciencia, apertura, respeto, y
capacidad de escucha, tratando de que las mismas puedan ser transitadas dentro de la iglesia, habilitando que
sigan siendo parte del grupo, sin certezas absolutas, o con demasiadas certezas, que luego dejaran lugar a los
matices de la vida adulta. A veces descubrimos que es muy apropiado no creer en el tipo de Dios que acaban
de dejar de creer. Compartirles eso, alivia, fortalece vínculos y es un escalón más hacia la madurez espiritual.
Las actitudes sociales reivindicatorias pueden ser motores de cambio en nuestras comunidades,
balanceadas con otras posturas no tan radicales.
Podemos esperar ver comportamientos antisociales o transgresores, contradicciones en todas las áreas
de la conducta, predominio de la acción sobre la reflexión, constantes fluctuaciones del estado de ánimo
(desde la apatía total a la energía desbordante), que son parte de esa búsqueda de identidad combinada con la
revolución hormonal.
Más que por un criterio cronológico, puede decirse que la adolescencia ha terminado cuando se ha
logrado la separación e independencia afectiva de los padres, se ha aceptado plenamente el sexo biológico, se
ha definido la identidad sexual, la orientación sexual y rol de género, se ha desarrollado un sistema propio de
valores morales y una filosofía de vida, se tiene una orientación laboral, se accede a la capacidad de establecer
vínculos de amor maduros, con un sentido pleno de responsabilidad individual y social y de cuidado del otro.
Asimismo, es posible un retorno emocional a los padres sobre la base de una igualdad relativa.
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Los cambios corporales y la evolución sexual marcan toda la etapa. La sexualidad es un componente
indisoluble de la personalidad. El hablar de ella por separado es solo con fines didácticos.
¿Cómo llegamos a ser hombres y mujeres?
El que cada uno de nosotros sea un hombre o una mujer adultos es el resultado de una serie de factores
que se van entretejiendo a lo largo de nuestra vida. Conocemos algunos de estos elementos y la importancia
que tienen en determinado momento, en cuanto a otros, los suponemos y teorizamos sobre la forma en que
interactúan entre si.
Todos tenemos un sexo genético, el sexo de nuestras células, con la información que tienen nuestros
cromosomas. Ella ha determinado el desarrollo de nuestro cuerpo y el tener órganos femeninos o masculinos
que producen hormonas. Pero este principio biológico se entrelaza y modifica con el entorno, con los padres
que hemos tenido y con su vínculo de pareja, con las relaciones de afecto y amor (o desamor) que
establecemos con las personas que nos rodean, con lo que aprendemos que hacen hombres y mujeres en
nuestro grupo humano, con el aprendizaje del placer y del dolor, con lo que pensamos, planeamos y soñamos,
con los valores morales que vamos integrando, con las decisiones que tomamos con progresiva libertad.
Nacemos con un sexo, pero construimos la sexualidad a lo largo de toda la vida en un proceso dinámico,
así como nacemos con cuerdas vocales, pero construimos el lenguaje toda la vida. En esta construcción los
años de infancia y adolescencia ocupan un rol central.
La sexualidad se inicia y acaba con la vida misma, independientemente del funcionamiento de los
órganos genitales. Es esta un complejo sistema de conductas, en parte instintivo pero también producto del
aprendizaje e intelectivo, propio de los seres humanos, con una finalidad reproductiva en una época de la vida,
y placentera o erótica en toda ella, al servicio de la comunicación, del amor y la trascendencia. Solemos
confundir sexualidad con genitalidad. Esta última es un tipo de manifestación de la misma.
Primeros momentos en la sexualidad adolescente
La sexualidad va adquiriendo diferentes características, acorde a la etapa de la adolescencia que se esté
transitando. La parte que coincide con la pubertad y la adolescencia temprana está dominada por los cambios
corporales ya descriptos.
Estas nuevas formas corporales, particulares de cada uno, pueden ser motivo de preocupación y
angustia, ya que pueden desarrollarse a ritmos diferentes. Las comparaciones y burlas pueden hacerles sentir
raros/as o anormales, en una época en que la aceptación del grupo es muy importante. Pueden disfrutar de la
suciedad y negarse a bañarse. Pueden formar barras que rechacen a las chicas. El contacto con el otro sexo es
a través del grupo.
Autoerotismo
La actividad sexual específica más importante de las primeras etapas es la masturbación. El aumento
del deseo sexual y de la excitabilidad, provocada por los cambios hormonales, hacen que se retome con mucha
intensidad esta actividad, en casi la totalidad de los varones, y en muchas de las chicas. Si la descubren recién
en esta etapa, puede ser vivida con preocupación y culpa por las fantasías que suelen acompañarla. Puede ser
sustituida, con equivalentes como largas caricias de pelo o espaldas, o como luchas y forcejeos. No suelen
hablar del tema.
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En los varones suele ser más pública, a veces en grupo, realizando competencias o estimulándose
manual o bucalmente unos a otros. Esto puede dar lugar a situaciones violentas o abusivas. En los chicos el
impulso sexual se manifiesta con fantasías, sueños eróticos, erecciones inoportunas. Está más centrado en el
pene, se excita fácilmente con palabras o imágenes y la autoestimulación es rápida y urgente.
En las chicas es una actividad más secreta, con mayor sanción social. En ellas los impulsos sexuales se
expresan de manera más difusa, en la búsqueda de ternura, afecto, romanticismo, compasión, maternidad.
Ponen al amor por encima del deseo sexual.
El autoerotismo, en esta etapa, permite lidiar con el deseo sexual normal, estimulado por el medio en
forma desmedida, y la necesaria posposición de las relaciones genitales para las que no se tiene la madurez
necesaria.
Si bien es una actividad normal y placentera, que permite liberar tensiones, que ayuda al conocimiento
del cuerpo y sus reacciones, a veces, cuando sale de la privacidad individual, puede generar problemas y
situaciones de abuso potenciales entre pares. Es importante enfatizar entonces, la desculpabilización (ya que la
vivencia de culpa es lo perjudicial), y la privacidad e individualidad de estos actos autoeróticos.
Las iglesias tienen distintas posturas frente al tema, desde las que lo conciben como una actividad
pecaminosa contra la que se debe luchar espiritualmente, hasta las que lo aceptan con más o menos
naturalidad. De todos modos, no suele ser tema de conversación en las mismas. La Biblia no menciona el tema,
pero sí podemos aplicar principios generales.
Para las chicas es muy importante como la ve su padre o la figura masculina de referencia, con afecto,
valorización o desprecio. Pueden alejarse físicamente de él, siendo importante que el padre encuentre otras
maneras de expresar afecto. Las chicas demuestran más interés por los muchachos que ellos a la misma edad.
En etapas medias de la adolescencia, comienzan relaciones amorosas muy intensas pero también muy
efímeras. Las parejas son “para siempre” en un tono romántico y muy idealizado. Las desilusiones también son
muy traumáticas y dramáticas. Pueden sufrir mucho por ello, llegando a afectarse sus estudios y su salud
psíquica en ocasiones.
Al pasar el tiempo...
Gradualmente va habiendo una mayor estabilidad emocional, una mayor capacidad de tolerar la
desidealización del otro, los duelos no son tan intolerables al comprobar la realidad.
La identidad global se va consolidando. Las relaciones amorosas pueden ser más estables y hacerse
planes a largo plazo.
La identidad sexual (conciencia de pertenecer a uno u otro sexo) se establece a los 3 años de vida, la
orientación sexual (sexo que les atrae) alrededor de los 8 o 9 años.
Si bien estos aspectos se definen bastante tempranamente, en la adolescencia hay nuevos movimientos
(algo así como “barajar y dar de nuevo”) y se van consolidando más definitivamente.
El rol de género (lo que en cada cultura es propio de hombres y mujeres) se va construyendo acorde a la
cultura en que se viva, a través del proceso de aprendizaje, en forma continua. Aquí resulta muy importante,
desde lo educativo, poder analizar críticamente los roles de género, pudiendo discutir y cuestionar la diferente
valoración que nuestras sociedades hacen de los mismos y las inequidades resultantes, en amplísima mayoría,
en perjuicio de las mujeres.
Un grupo minoritario de adolescentes tendrá que lidiar con una orientación diferente a la
predominante, lo que suele ser vivido con mucha angustia, culpas y dudas. El poder ofrecer espacios de
escucha desde una perspectiva humana , comprensiva y cuando sea necesario, técnica, puede ayudar a estos
adolescentes cuando piden ayuda, a transitar estas vivencias y a resolverlas de la manera más adecuada
posible, acorde a sus propias creencias y circunstancias.
Las posturas sobre la realidad de la homosexualidad como una orientación sexual permanente de
algunas personas en la vida adulta, difieren en diferentes contextos cristianos y no cristianos, legos y técnicos.
Los saberes sobre la misma son parciales todavía. No sabemos exactamente (si bien hay muchas teorías
desarrolladas), cómo se construye la orientación sexual.
En ámbitos cristianos, la homosexualidad en una persona es vista de diferentes maneras:
Como posesión demoníaca (por lo tanto correspondería el exorcismo); como pecado en el que se cae
(por lo tanto, correspondería el arrepentimiento y la restauración); como alteración o patología del desarrollo
psicosexual (por lo tanto, ameritaría un tratamiento psicoterapéutico); o como una variante normal de la
orientación sexual (por lo tanto, habría que trabajar por la aceptación y la no discriminación por parte del
grupo humano de que se es parte). Algunos distinguen entre la orientación homosexual y los actos
homosexuales, valorándolos en forma diferente.
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Desde la clínica, se encuentran personas psíquicamente sanas, que tienen orientación homosexual y
otras personas, con personalidades muy patológicas, donde la orientación homosexual es un síntoma más de
dicha patología.
Las iglesias en América Latina no han estudiado todavía este tema con la profundidad que se merece,
dada la gran cantidad de cristianos preocupados y afectados por este tema, ya sea entre los miembros de las
iglesias o en el liderazgo. En general, es abordado de forma extremadamente simplista, dogmática y
prejuiciosa, sea cual sea la postura que se sustente. Suelen predominar concepciones que nos fueron
transmitidas en nuestra crianza o vivencias personales con el tema, antes que la apertura serena a aportes
diferentes a nuestras arraigadas concepciones.
En estos ámbitos, es casi constante la confusión entre la orientación sexual y la identidad sexual. De
igual manera se confunde homosexualidad con transexualidad, con travestismo, con estadíos intersexuales,
con parafilias, etc., siendo todas situaciones diferentes.
Solemos olvidar que todos somos personas, no homosexuales o heterosexuales o bisexuales.
Es probable que aunque a nivel eclesial se profundicen la discusión y el estudio, no se logren consensos.
En lo que sí no debería haber discusiones, es en el amor perfecto y completo de Dios por cada persona, y en la
aceptación y no discriminación por él o la diferente, ya sea por su color, origen, condición social o familiar,
religión, salud física o mental, orientación sexual, pensamiento político, edad, etc.
b) La permisividad sin afecto, donde el mutuo consentimiento es suficiente, postura en aumento entre
los adolescentes y adultos.
c) La permisividad con afecto, que exige un vínculo afectivo. Posee grados, desde el simple afecto hasta
el compromiso total.
d) La abstinencia hasta el matrimonio, en general fundamentada en principios religiosos, donde la
relación genital es concebida como sacramento o como un acto trascendente, que debe ir asociada a un pacto.
También toma en cuenta los riesgos del ejercicio de la genitalidad en momentos en que no es posible asumir
plenamente las consecuencias, en cuanto a embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual,
daños emocionales etc.
Libertad y responsabilidad
Los acelerados cambios sociales influyen en la concepción de pareja. La disociación entre amor-sexo-
compromiso, está muy favorecida por la cultura dominante.
Si los y las adolescentes logran ir madurando e integrando su identidad, podrán integrar la intimidad, el
amor, la ternura, la genitalidad y la responsabilidad y cuidado del otro.
Recién aquí se puede hablar de libertad posible, y de realizar opciones entre diferentes alternativas,
asumiendo la responsabilidad sexual con pleno conocimiento de causa.
El desarrollo moral e intelectual así como el compromiso con determinados marcos de valores para la
existencia, les habilita a pasar de una forma egocéntrica de relación con el mundo y con sus iguales, a una más
solidaria, donde se extiende el deseo personal de bienestar a toda la humanidad, y donde la planificación de su
futuro ocupa un rol importante.
hasta que pueda mantener otro hogar. Cuando lo hace, asume roles adultos, aunque tenga 15 años. La mayoría
de las uniones son de hecho.
El aborto parece ser menos frecuente que en otras clases sociales, así como el dar a los hijos en
adopción. La maternidad es un bien muy valorado por la mujer de este medio. Es parte de su definición como
mujer, motivo de orgullo y generador de cierto desprecio por las que no han tenido hijos. En un medio con
carencias de todo tipo, un bebé propio es algo bello, nuevo, único, que las define como integrantes del mundo
adulto, dejando de ocuparse de los hermanos menores. Incluso puede ser motivador de proyección hacia el
futuro, de motivo de vida, de superación, de lucha.
Los métodos anticonceptivos, por más que se tenga acceso a ellos, pueden no tener tanta cabida como
en otros sectores.
Las situaciones de violencia sexual incestuosa, no son más frecuentes que en otros sectores pero suelen
tener una visibilidad mayor, siendo toleradas en muchos casos.
La explotación sexual comercial está muy favorecida por las situaciones de pobreza y exclusión y es
sumamente frecuente.
Las condiciones de vida facilitan el hacinamiento y el colecho. Se da la convivencia de parejas de varias
generaciones, con niños y ancianos en una misma habitación, sin posibilidad de intimidad.
En tanto que parte del entorno de los y las adolescentes, los líderes de las iglesias, aunque no seamos
conscientes, siempre estamos brindando modelos e influyendo en su sexualidad.
Una valoración positiva de nuestra propia sexualidad como adultos, que incida en nuestras interacciones
con ellos y marque una actitud adecuada, es lo que más se transmite, aunque no seamos expertos en la
materia. Se recuerda más la actitud que los conocimientos intelectuales. Podemos transmitir con mucha
pulcritud adecuados conocimientos anatómicos o fisiológicos, pero si lo hacemos con vergüenza, culpa o
desagrado, lo que queda claro es que estos temas van asociados a estas emociones. Si frente a conductas
exploratorios personales o compartidos, reaccionamos con enojo o castigo, si no habilitamos las dudas y
discrepancias, si reproducimos el sexismo en nuestra vida diaria, si estigmatizamos con chistes al que es
diferente, de nada valen los correctos discursos.
En la adolescencia, la educación de la sexualidad es tan necesaria como en la infancia, y más aun, si esta
ha sido muy frágil o defectuosa. La tendencia grupal de esta edad es algo a aprovechar para instrumentar
instancias no formales e informales. El intercambio entre pares, y con adultos que no sean los padres,
enriquece las instancias educativas. Los y las adolescentes disponen de más tiempo que en etapas posteriores,
y del interés necesario.
Abordar estos temas en la iglesia, construye confianza y relaciones mas sólidas y abiertas.
Los adolescentes, están expuestos permanentemente a la educación informal de los medios de
comunicación, muy poderosa en la difusión de modelos y valores contradictorios, caóticos, al servicio del
mercado. Crean nuevas necesidades, y aumentan la erotización. Esta educación informal, que se da
imperceptiblemente, debe ser contrarrestada con otras visiones de la sexualidad.
Un temor recurrente en los adultos es que la educación de la sexualidad adelante la iniciación genital.
Los estudios demuestran lo contrario. Muchas veces la iniciación genital es provocada por la curiosidad y la
ignorancia de cómo manejar el impulso sexual. Lo que sí es claro es que la iniciación genital, sumada al
analfabetismo sexual, tiene consecuencias desastrosas.
Por otra parte, no hay que ser ingenuos, la educación de la sexualidad no resuelve todo.
La sexualidad tiene algo de revulsivo e inasible que no es posible controlar ni dominar totalmente.
Además, el adolescente tiene una cierta conciencia de invulnerabilidad, de omnipotencia referida a sí mismo.
Por lo tanto, suele minimizar las posibilidades de que cosas no deseadas puedan ocurrirle, como un embarazo
o una enfermedad de transmisión sexual. De ahí, que a veces resulta incomprensible, para los educadores, que
adolescentes que cuentan con la información necesaria, tengan estos problemas. Esto no quiere decir que la
información de buena calidad no sea útil, sino que no es totalmente suficiente. Tendrá que acompañarse de
una formación mas profunda, vivencial, en valores, en actitudes adecuadas, con el desafío de desarrollar una
ética sexual acorde al primer y segundo mandamiento.
La familia es la primera y natural educadora de la sexualidad, (de buena, regular o mala manera), pero luego
de la primera infancia, los espacios formales como la iglesia, pueden promover una intervención sinérgica con
ella, de una manera planificada y acorde a las edades. Si reconocemos que la sexualidad es una fuerza vital
propia del ser humano, que lo acompaña a lo largo de toda su vida, coincidiremos en que es importante
orientarla con una formación que permita vivirla de una manera positiva y satisfactoria e integrada.
Asimismo, la adecuada formación en sexualidad se transforma en instrumento de protección y
autocuidado para los y las adolescentes frente a posibilidades dramáticas como la violencia sexual.
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¿Estoy realmente dispuesto/a y preparado/a para enfrentar esta temática y esta modalidad de
trabajo?
¿Puedo revisar mis creencias y actitudes en relación a la temática y estoy abierto al cambio?
¿He tenido malas experiencias personales en el área de la sexualidad? ¿Cómo las manejo?
Los temas que deberían estar presentes en un programa de educación de la sexualidad en las iglesias
podrían ser: Pubertad y adolescencia, anatomía y fisiología de los órganos genitales, sexualidad y genitalidad,
concepción, embarazo y parto, enamoramiento y amor, valores sexuales, anticoncepción, pareja,
enfermedades de transmisión sexual, respuesta sexual humana, violencia sexual, violencia en el noviazgo,
aborto, sexismo y roles de género, minorías sexuales, etc.
Sugerimos considerar estos aspectos al abordar la educación de la sexualidad con adolescentes en las
iglesias:
- Trabajar en modalidad de taller.
- Crear climas grupales de confianza y respeto entre todos.
- Considerar la edad y nivel de desarrollo de los y las adolescentes.
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- Tener en cuenta la posibilidad de experiencias negativas previas de los participantes, por ejemplo:
violencia sexual (entre un 10 y 20 % han tenido algún tipo de experiencia antes de los 17 años), concepto de
sexualidad vinculado al pecado, erotización excesiva, educación sexista.
- Aprender a escuchar, partir de sus conocimientos y creencias, respetando los comentarios,
alentándolos a expresarse, sin censurar sus errores, sino utilizándolos para el aprendizaje grupal.
- Destacar y apoyarse en las fortalezas y potencialidades de los adolescentes más que en las
debilidades.
- Tener instancias paralelas con grupos de padres y madres.
Dentro de la dinámica del taller, recomendamos utilizar elementos extraídos de sus realidades, que ellos
mismos puedan aportar, y que reflejen diferentes conceptos y valores sobre la sexualidad, según el tema que
se esté abordando, para analizarlos críticamente. Algunos ejemplos pueden ser:
Relatos de personajes bíblicos, hombres y mujeres, que conocen desde su infancia o nuevos
que vayan descubriendo.
frecuentemente de lo que más parece preocupar a algunos líderes: reglamentar adecuadamente el inicio de las
relaciones genitales a través de una lista de sies y nones, en un intento de tener todo bajo control.
Abordar la sexualidad “desnudo de seguridades”, parafraseando a Luis Pérez Aguirre, implica arriesgarse
a angustiarse, a cambiar de opinión, a no saber que hacer, a reconocer errores, a ser humildes, a profundizar
estos temas a la luz de la Palabra de Dios y del conocimiento científico, extrayendo laboriosamente esos
principios universales que no varían a lo largo de la historia, separándolos de lo circunstancial,
contextualizándolos en nuestra cultura.
Implica analizar críticamente nuestra sociedad, intentando redimir lo que nos deshumaniza y rescatando
lo más humanizante, lo que nos acerca al proyecto de Dios para la vida humana.
Implica también el ejercicio de la honestidad intelectual y la valentía de pararse firme en los principios
que vale la pena defender y promover con pasión, así como para trabajar a partir del respeto por las
diferencias cuando no llegamos a consensos.
Esto contribuiría a dar a la comunidad de fe más integralidad en su misión y le permitiría a sus miembros
tomar decisiones personales más auténticas.
El desafío es poder leer la Biblia con el primer mandamiento y el segundo como trasfondo, ubicando al
tema de la sexualidad dentro de la ética cristiana contextual. Esta no es abstracta, parte de realidades
concretas y responde con realidades concretas. La moralidad no es solo un acto, sino también las
circunstancias y lo complejo de la intención humana.
Janet May dice: “Como cristianos, lo que enseñamos a nuestros adolescentes debe estar fundamentado
en la afirmación de la bondad de la creación y el amor de Dios. Debe afirmar el cuerpo y la sexualidad como
dones de Dios, y la santidad de cada cuerpo como partícipes del cuerpo de Cristo. Debe ser respetuoso del
pasado, sin estar limitado por ello. Debe reflejar los valores culturales positivos de la sociedad en que vivimos.
Debe tomar en cuenta los conocimientos socio-científicos sobre el cuerpo y la sexualidad que no estuvieron
disponibles para nuestros antepasados. Sobre todo, debe estar visible en la manera en que se tratan unos a
otros dentro del hogar”.
Palabras clave: Asesoramiento pastoral – Adolescencia y juventud – Familia y Pareja – Vida cristiana –
Ministerio docente – Sexualidad
Alicia Casas Gordal es uruguaya, Doctora en Medicina, sexóloga clínica, especialista en Psiquiatría,
Docente de Psicoeducación de la Cínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina. Es Co-coordinadora del
Programa CLAVES de Juventud para Cristo Uruguay, orientado a la prevención de la violencia sexual hacia
niños, niñas y adolescentes y a la promoción de la cultura del Buentrato. Es integrante de la Iglesia Cristiana
Evangélica de Espronceda (Hermanos). Consultora de Tearfund United Kingdom. Su correo electrónico es:
claves@adinet.com.uy