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Historia Secreta de la GUERRA DEL PACIFICO

Edgar Oblitas Fernández

CAPITULO I

1. EL VIRREINATO, CHARCAS Y SU LITORAL EN EL PACIFICO

Sumario: Bolivia y su costa en el Pacifico.- Breve historia del Litoral Boliviano. –


Pequeña historia de la invención de una mentira. – Análisis resumido de las principales
pruebas que sustentan el derecho de Bolivia.- Nuevos aportes a la prueba boliviana.-
Pinochetismo o infantilismo en la interpretación de la historia.- breve refutación de las
tendencias afirmaciones del general Augusto Pinochet.- Una infamia desbaratada.- Una
prueba definitiva al descubrimiento: Vidal Gormáz desmiente a Pinochet.

Puesta en ejecución la usurpación chilena del Litoral Boliviano, la cancillería de aquel


país, comenzó, al mismo tiempo, a hundir una justificación de aquel acto vergonzoso,
ante el clamor americano que rechazaba indignado la conquista armada. Naturalmente
Chile era señalado entonces, con el estigma de Caín por la forma alevosa y rapaz con
que había procedido contra dos países hermanos que no ansiaban sino vivir en paz
tratando de salir de la miseria y del atraso.

La cosa no era tan sencilla; sin embargo, pues los historiadores, diplomáticos y
publicistas chilenos tropezaban y siguen tropezando, con montañas de documentos,
ordenanzas, títulos y la cartografía de la época que destruían de entrada sus arteros
propósitos. No era cosa sencilla borrar de una plumada la historia de cuatrocientos
años y sostener con desfachatez que Bolivia nunca tuvo mar, que siempre estuvo
encerrada en sus montañas; sin embargo, la avilantes y temeridad araucana lo
intentaron desde el momento mismo que pusieron sus plantas en el antiguo territorio
que Bolivia había heredado desde épocas precolombinas. Todos los argumentos
saturados en sus inicios por los tratadistas y diplomáticos bolivianos con la sencilla
exposición de las pruebas exhumadas de los viejos archivos coloniales y de los
amarillentos cronicones. Los defensores de los derechos bolivianos no tenían que
hacer muchos esfuerzos para demostrar la justicia de sus reclamos, pues las pruebas
aportadas eran tan firmes, tan convincentes, tan colosales como la cordillera de los
Andes. Todas las extravagancias y mistificaciones chilenas que pretendían o pretenden
desconocer esta verdad, chocaron y chocaran siempre contra esa muralla formidable
de pruebas que gritan al mundo los derechos irrenunciables de Bolivia en la costa del
pacifico.

La escuela chilena sostiene esta pueril tesis, sin embargo, no es tan nueva ni tan
antigua. Data, como tenemos indicado, de los años en que Chile con el apoyo del
imperialismo británico había resuelto apoderarse mediante la conquista armada de todo
el litoral Boliviano. En puridad de verdad la ocurrencia suigéneris, había ido madurando
al compás sigiloso de los avances territoriales de Chile, hasta que don Miguel Luís
Amunátegui, un historiador ingenioso de singular facundia, decidió dar forma a la
intrépida interpretación acomodada a los intereses de la conquista. En base a las
lucubraciones histórico-geográficas de este notable publicista chileno del siglo pasado,
a quien no citan debidamente los nuevos tratadistas y pacificologos mapochinos, pese
al echo de ser el verdadero fundador de la corriente, se ha ido elaborando la
extravagante tesis que sostiene sin rubor alguno que Bolivia nunca tuvo mar y que
siempre estuvo encerada en sus montañas hasta 1825, en que “por un descuido” se
dejaron arrebatar dichos territorios y que en 1879 no han hecho otra cosa que
“reincorporar” a su soberanía lo que siempre fue de ellos; que la guerra de conquista
contra Bolivia y el Perú no era tal sino, una simple acción de “reivindicación”. La tesis
adolecía de una simpleza abrumadora. Y, la impostura fue tomando cuerpo hasta llegar
a nuestros días, al extremo que, hoy por hoy no hay títere en Chile que no repita esa
versión. Desde la escuela primaria hasta la universidad se enseña tal aberración
histórica sin el menor escrúpulo. Y como ello demuestra que los vecinos trasandinos
hacen culto de la mentira, no es extraño que el propio Presidente de la Junta Militar
General Augusto Pinochet aparezca cohonestando la falsía nada menos que en un
libro destinado a servir de texto en los institutos militares de su país.

En homenaje a tan alto personaje, que encarna estas ideas antibolivianas, y con el fin
de establecer una diferencia clara con la historiografía seria de Chile que se ocupa del
tema, vamos a bautizar esta corriente suigéneris con el nombre de “pinochetista”, ya
que hasta ahora, extrañamente el impropio no tenía una denominación correcta.
Obviamente, la palabreja nos sugerirá de inmediato la idea del infantilismo en la
interpretación de la historia.
Por razón de método y de investigación para llegar a las afirmaciones de Pinochet,
necesariamente debemos buscar sus orígenes y para ello, obviamente tendremos que
remontarnos a sus antecesores.

Habida cuenta que el General Pinochet no es el autor de la tesis que sustenta en su


libro como pretende hacer creer, es conveniente saber que ni siquiera aporta algo a
ella. Es un simple copista de las versiones de Ríos Gallardo, Espinoza Moraga y Jaime
Eyzaguirre y en cierta medida de Francisco A. Encina; quienes a su vez remozan y
hacen suya la de Amunátegui como tenemos indicado.

Pero quizá la pieza más importante que sirve de verdadero sustento a las
lucubraciones de Ríos Gallardo y Eyzaguirre en especial, sea la famosa circular del
Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, R. Errázuris Urmaneta de 30 de septiembre
de 1900, nota circular que tomando por armazón la invención Amunateguina llega a
constituir la base del pinochetismo contemporáneo.

La cancillería chilena cambiando muy poco este armazón concebido por Amunáegui
para justificar los primeros avances de Chile en el Litoral Boliviano, en 1863, trata de
cortar de raíz las declaraciones bolivianas en momentos en que comenzaba a
presionar la firma del tratado que legalizara la usurpación. Ya conocemos cual fue la
respuesta de Chile a través de su Plenipotenciario Abrahan Köning, cuando el
problema tuvo su clímax que saco de quicio a la Moneda ante la pertinaz exigencia
boliviana que se resistía a entregar todo su territorio ocupado.

Fue entonces que la cancillería chilena mediante la circular ya mencionada lanzo el


exabrupto, haciendo una historiación capciosa del problema limítrofe con Bolivia
tratando de mostrar forzosamente el “pretendido derecho”sobre los territorios
ocupados, remontándose para ello a los antecedentes coloniales. Sostenía la circular
que los territorios en disputa hasta el paralelo 23 “por lo menos” siempre habían
pertenecido a Chile y jamás habían sido controvertidos y que solo en 1842 cuando se
descubrieron las riquezas salitreras y guaneras “Bolivia se presenta a disputar nuestra
soberanía y dominio”. El documento remarcaba que Chile haciendo honor a su
pacifismo y deseoso de no alterar las buenas relaciones con Bolivia consintió en un
arreglo y cedió a este país una parte del territorio disputado hasta el paralelo 24 de
latitud sur a cambio de concesiones comerciales y políticas. La parte sustancial del
documentos con mucho cinismo remarcaba: “Después de tendido debate de las
cancillerías y cuando hubo probado victoriosamente (Chile) su derecho, nuestro
gobierno deseoso de no alterar las buena relaciones con que aquel país lo ligaban, le
cedió una parte del territorio disputado hasta el paralelo 24 latitud sur” (se refiere al
tratado arrancado a Melgarejo). Mas adelante agregaba: Con la guerra (Chile) recupero
lo que era suyo, lo que no había dejado nunca de pertenecerle…No fue, pues, a titulo
de conquista sino por derecho de reivindicación como Chile recobro su territorio hasta
el paralelo 23, y no alego para ello la razón el vencedor, sino la propiedad del dueño
legítimo y tradicional. Bolivia no fue despojada de una pulgada de suelo, sino que
invalido por acto propio el contrato de cesión celebrado con Chile, respondiendo así las
cosas al estado en que se hallaban antes de 1865. Y pasado con ello al dominio de su
primitivo dueño, la propiedad cedida en virtud de un contrato anulado por el
concesionario”. Ahora veamos como Jaime Eyzaguirre, el mas enconado enemigo de
los derechos de Bolivia en el Pacifico, profundiza esta tesis para luego referirnos a la
obra de Pinochet.

2. FALACIAS DE UN ROTO LLAMADO JAIME EYZAGUIRRE

Debemos comenzar por reconocer en Jaime Eyzaguirre una extraordinaria habilidad


para enmarañar y desenmarañar pruebas y documentos, hasta que en un momento,
tanto citar e interpretar a su gusto los testimonios de la colonia, se pierde en esa selva
de infolios y pergaminos; y para salir del enredo busca un zafe, una salida, una senda y
por fin, cuando se abra paso dificultosamente a tropezones y cree haber hallado el
“eslabón perdido”, ni siquiera repara que a llegado al mismo punto de partida, a la
evidencia contraria de su afanosa búsqueda, a la verdad irrefutable de que Bolivia, el
Tiawanacu milenario, el Kollasuyo de los incas, la Nuevo Toledo, la Audiencia de
Charcas o el Alto Perú, fue siempre la legitima propietaria del desierto de Atacama y de
su inmensa costa marítima.

En sus disquisiciones febricitantes Eyzaguirre a través de un análisis denso y mañoso


llega a sostener que en el momento de la independencia (1810) “Chile lindaba al norte
con el río Loa que desemboca en el mar en 21º 27’; al Poniente con el Océano
Pacífico; al Oriente con los Andes hasta la altura aproximada del volcán Maipo en 34º
10’ en que la línea divisoria se internaba por el macizo cordillerano para encontrar el
otro extremo de él con los ríos Diamante y Quinto hasta cortar el grado 65 de latitud
Oeste de Grenwich. De allí en dirección sur, corría una línea paralela a la costa del
Pacífico y, siguiendo sus inflexiones a cien leguas españolas de ella, esto a trescientas
millas, línea que se hundía en el atlántico a la altura del rió Chubut hacia el 44º dejando
así dentro de la jurisdicción de Chile el resto de la costa atlántica hasta término del
continente”.

Para respaldar su tesis en la frontera del norte es una exhuma el mapa de Andrés
Baleato de 1793 ignorando deliberadamente otros de la misma época anteriores y
posteriores, que demuestran lo contrario, tratando de convencer de esta manera que
una sola golondrina puede hacer verano. Indudablemente que Ezaguirre para hilvanar
su tesis tuvo que hacer esfuerzos poco comunes acudiendo por lo general a los
documentos más vagos e imprecisos para respaldar sus aseveraciones, aludiendo a
toda costa las pruebas contrarias o acomodándolas a sus fines. Así por ejemplo,
cuando acude a la Recopilación de Leyes de Indias de 1680 sólo toma aquellas partes
que puedan interesarle, pasando por alto todas aquellas otras que le contradicen, como
tendremos oportunidad de ver mas adelante.

Tan absurdas fueron las interpretaciones de Eyzaguirre, que ya no sólo colmaron la


paciencia de los tratadistas bolivianos sino, de tratadistas e historiadores y hasta
periodistas de renombre contemporáneo, como el famoso columnista del " New York
Times "Jaume Miravitlles, que desde aquella tribuna mundial asestó tremenda estocada
al infundió chileno.
Miravitlles, desde su columna " El Mundo desde Nueva York " comentando en cinco
artículos mesurados y de profunda imparcialidad expresó: "Para demostrar que no era
así-que Bolivia no tuvo nunca derechos en el pacifico-y como ocurre tantas veces en
argumentaciones de tipo jurídico, Jaime Eyzaguirre en su libro "Chile y Bolivia ",
demuestra exactamente lo contrario. El artículo 3º de la constitución de Chile de 1822,
dice el autor del libro, conoce por límites naturales del país, al sur el Cabo de Hornos;
al norte el despoblado de Atacama. Nadie ha puesto en duda, concluye Eyzaguirre, que
el Cabo de Hornos pertenece a Chile; y, en consecuencia, no podría negarse por el
contexto de la frase una situación semejante al desierto de Atacama”. Como se aprecia,
la vivacidad chilena salta la vista, pues Eyzaguirre con el sofisma que utiliza puede
demostrar también que la mitad de América ha pertenecido a Chile, pero como estamos
interesados en conocer la opinión del famoso columnista neoyorquino, pasaremos por
alto este aspecto, cediendo la palabra a este imparcial observador: "El argumento es
puramente sofistico -expresa más adelante Miravitlles-, pues un "cabo" está formado
forzosamente de una porción de terreno nacional, pero no un desierto. Supongamos
que en vez de un despoblado, Atacama fuera un mar interior o un lago. Al decir del
Norte de Chile colinda con el mar o con el lago Atacama, nadie deduciría que Atacama
le pertenece. Pero hay más. En la constitución chilena de 1823 y en el artículo cuarto
se dice textualmente: "El territorio de Chile comprende del sur a norte desde el Cabo de
Hornos hasta el despoblado de Atacama". El "hasta" en cuestión no es incluyente sino
excluyente. Hay varias naciones africanas que se extienden por el sur, el este o el
oeste "hasta " el desierto de Sahara. Pero aquel despoblado es argelino por una serie
de razones, particulares, no el sólo motivo de su colindancia”.

De tropezón en tropezón Eyzaguirre llega a la época de la independencia y dice que la


antigua Audiencia de Charcas incorporada al Virreinato de La Plata, desde 1776, había
decidido proclamarse libre con el nombre de Libertador. Y acá viene algo interesante
"Por poseer el nuevo estado de territorio mediterráneo-dice-su primer presidente Don
Antonio José de Sucre, se preocupó de buscarle un puerto y después de una
exploración encomendada al experto Francisco Burdeth O`Connor se aceptó como tal
la ensenada de Cobija situada al sur del río Loa, donde el último no había encontrado
sino un hombre de procedencia boliviana, "pero como es el sitio resuelto inhóspito se
gestionó la cesión de Arica a cambio de otros territorios del flamante estado, gestión
que fue negada por el gobernante interino del Perú Don Andrés Santa Cruz, que por
singular coincidencia era boliviano de nacimiento"; que posteriormente, ya en 1829,
cuando Santa Cruz ejercía la presidencia de Bolivia gestionó un canje a fin de
conseguir Arica para Bolivia, y como esta gestión también fracasó "se preocupó de dar
impulso a la Caleta de Cobija, para hacer de ella el acceso de Bolivia al mar
declarándolo puerto franco". Y agrega: "Por estar situada en 22º 33’, al sur del río Loa,
límite tradicional entre Chile y el Perú, Cobija se encontraba dentro de la jurisdicción de
Chile. No obstante, este, distraído en esos años por agudos en problemas de política
interna, se desentendió por entero de este avance de Bolivia que quedó así
tácitamente consagrado”. Pero como todo el argumento de Eyzaguirre es forzado, en
otro momento de "descuido" en su libro llega a decir que la conquista de la franja de
terreno hasta el paralelo 24 fue a título reivindicatorio, el resto "hasta los río Loa" botín
de guerra. Pero no sólo es esto, sino que, en su afán de demostrar lo indemostrable, su
complejo de culpa lo lleva a argüir cínicamente que si Bolivia perdido, cedió o vendió
otros territorios al Brasil, la Argentina, Perú y el Paraguay, "no podía verse con
extrañeza ni emocionarse mucho con los territorios reivindicados por Chile". Realmente
los argumentos de Eyzaguirre no dejaban de ser interesantes, y se difundieron en
forma extraordinaria; de esta manera Amunátigui aparecía redivivo y fresco con el
ropaje cínico tejido por un digno émulo en el arte de hacer comulgar ruedas de molino.

3. OTRO ROTO CON SANDECES DE EYZAGUIRRE


Desaparecido Eyzaguirre ha quedado como heredero el general Pinochet, quien antes
de asumir la presidencia en 1973 había publicado los libros sobre el tema. Las obras
que Pinochet destinadas a servir de texto de consulta en los institutos militares de su
país pasaron desapercibidos por su ninguna importancia; pero su encumbramiento a la
Primera Magistratura de Chile ha servido también para desempolvar sus libros y
ponerlos de relieve a manera de rodear de un aura dio intelectual. Siendo este capítulo
destinado al refutar las grotescas afirmaciones Pinochetianas, tomamos la parte
sustancial de ellas para tres menos a las parte por parte a través de un análisis
respaldado por documentos. Por método vamos a tomar aquellas partes donde se
muestra más incisivo contra los derechos bolivianos en el pacifico.

“En 1876 -dice- se creó el Virreinato de La Plata el cual quedó conformado por la
antigua gobernación de Buenos Aires, las provincias de La Paz, Potosí, Cochabamba, y
Chuquisaca; el Tucumán, el Paraguay y las provincias de Mendoza y San Juan. Lo que
se ratifica en esa fecha, por mandato real, al separar el Alto Perú del Virreinato del
Perú. Posteriormente no hay cambios en las zonas jurisdiccionales".

"De lo expuesto-continúa-se deduce que al llegar el año de 1810, el Alto Perú o


Audiencia de Charcas no poseía ni un metro de soberanía sobre el Litoral, pues este
concepto debía aplicarse al nuevo estado boliviano que había aceptado el “Uti
Possidetis". Debo además, recordar que el tráfico comercial de pasajeros desde el
Pacífico hacia Bolivia se realizaba por los puertos del Perú o de Chile, y si venía desde
el Atlántico, por el puerto de Buenos Aires. Tres direcciones de carácter que en ningún
momento llegaron a significar ejercicios de soberanía sobre determinado lugar".

"De lo anterior concluimos: si la nueva república de Bolivia no tuvo Litoral al momento


de nacer a su vida independiente, y tampoco en la época hispana como presidencia de
Charcas, ¿cómo pudo aparecer más adelante ejerciendo jurisdicción en un tramo de la
costa chilena?”.
Como si esto no fuera ya suficiente, mas adelante Pinochet agrega: " Pese a lo
anterior, al nacer Bolivia como estado independiente después de Chile y Perú, su
frontera Oeste crece hacia el Océano y se introduce como una cuña entre ambos
países, para lo cual esgrime como única base legal de su jurisdicción sobre Litoral un
imaginario decreto de Bolívar, mediante el cual el Libertador abusó de un poder que no
tenía y le concedió soberanía en un tramo de la costa del Pacífico. El demanda justicia.

“El problema no se hizo presente-continúa-hasta que aparece Santa Cruz como


gobernante. Con anterioridad al Mariscal, Bolivia tiene la puerta del Atlántico a través
del territorio argentino y hacia el Océano Pacífico por el Perú, quien le facilita los
puertos y las caleta de sus costas. Pero la joven república está atenta para abrir un
puerto para su comercio que será el de Cobija, pero en ningún momento ella ha
pensado en ejercer tránsito desde y hacia Bolivia.
“El año de 1830 el Mariscal Santa Cruz gestionó ante el gobierno peruano, el canje de
una franja de terreno que le diera salida pacifico por Arica, demanda que fracasó.

“La caída de Santa Cruz después de la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839


significó en Bolivia retrotraer la situación al momento que se encontraba antes de subir
al poder el dictador. Se anularon sus actos pero nadie se acordó de devolver a su
legítimo dueño, Chile, la Caleta de Cobija, apropiada por el Mariscal Santa Cruz ante
su fracaso en el Perú”.

Finalmente, concluye con esta sarta de mentiras: "En 1879, la Guerra del Pacífico
permitió a Chile recuperar lo que siempre fue suyo. Bolivia pese al Tratado de 1904,
que lo volvió a país mediterráneo, ha continuado su lucha por salir al mar, sin base
legal, ni geográfica, mi política ni ética”. No sabemos que entiende Pinochet por ética
ya que de estas breves transcripciones desconcertantes en su cinismo, parece ignorar
el verdadero significado de esta palabra tan manoseada y tan poco practicada.

En su “obra (Geopolítica), cree descubrir la pólvora cuando afirma sin rubor que en
1789 se levantó la carta de la costa de Chile, fijando ese finalmente el límite entre Perú
y Chile en dichas costas en los 22º espacio 58’ L.S. "La falta de claridad en la
delimitación de los Estados después de la Independencia de América y posteriormente,
una gran omisión por parte de Chile, permitió a Bolivia alcanzar las costas del pacífico
en desmedro de litoral chileno. En 1879 la Guerra del Pacífico hizo posible a Chile
recuperar la zona que le pertenecía. Bolivia, como país mediterráneo, ha recibido
amplias facilidades por parte de los chilenos”. La obra de Pinochet está impregnada de
argucias de este jaez que no hacen honor a la historiografía chilena. En otra parte de
su obra, después de divagar sin norte, confundido en el marasmo de sus propias
equivocaciones llega a conclusiones tan curiosas como aquella que dice que Chile ha
carecido de una concepción geopolítica en su conducta internacional (sic), por "el
sentido americanista de que hicieron gala sus dirigentes y que por miopía y debilidad
de sus gobernantes que cometieron el error imperdonable "sin saber por que", de
consignar en las constituciones de 1822 y 1823, como límites de Chile en los desiertos
de Tarapacá, así como a la cordillera de los Andes con la República Argentina". Una
mera comparación entre los argumentos Eyzaguirre y Pinochet nos llevaría al
convencimiento de que el segundo ha copiado gran parte de la obra del primero. Es
más, se ha apropiado cínicamente de otra buena parte de los argumentos Conrado
Ríos Gallardo, aquel famoso personaje de origen boliviano que se constituyó en
enemigo acérrimo de la patria de sus antepasados, el mismo que en una oportunidad
desde la cancillería había expresado "que Bolivia nunca tuvo contacto con el mar. El
Litoral de Bolivia sobre el Pacífico es una leyenda creada por la mente afiebrada de los
bolivianos de este siglo”.

Es digno de observarse como los dos autores -Pinochet y Eyzaguirre-, utilizan a cada
paso las frases "sin saber porque", "en un momento de descuido" y "gran omisión".
Una historia sería no puede admitir ni por la vía de curiosidad la sustentación de un
criterio con este manido recurso. Una frase absurda no puede suplir a un documento.

Es infantil querer sostener una tesis sobre un pedestal de mentiras. Tan sólo una
arremetida contra ese aspecto de la obra pinochetiana podría dejar un saldo favorable
a la causa boliviana en el consenso americano, pero como nos interesa sobremanera
desbaratar una vez más semejante exabrupto, creemos obligatorio el examen de los
documentos fundamentales que sostienen los derechos de Bolivia en el Pacífico,
confrontando con recientes descubrimientos que refuerzan la verdad histórica.

4. EL VIRREINATO Y SU LITORAL

Bolivia no fue un país mediterráneo, como se pretende hacer creer por la escuela
pinochetina a la que nos hemos referido anteriormente. La presencia de Bolivia en el
Océano Pacífico se remonta a tiempos inmemoriales, cuando los primitivos habitantes
del altiplano marcaron la huella de su cultura en las costas de Atacama. El nombre de
Tiwanacu, señoreó en el altiplano desafiando a la naturaleza y a las leyes físicas y en
su epoca de esplendor bajo a las playas del Pacifico llevando su aliento civilizador,
cuando las tribus nómadas de la araucanía apenas podían sobrevivir en medio de la
barbarie. Los restos arqueológicos excavados en Atacama donde se observa la huella
de Tiwanacu, son la prueba más elocuente de la presencia del hombre primitivo de la
visita boliviana en el mar del sur.
En la época de los Incas, lo que hoy es Bolivia se conocía con el nombre de collasuyo.
Atama fue lugar escogido por el monarca del Cuzco para emprender la conquista de la
salvaje araucania e incorporarla a la civilización. Garcilazo de la Vega siguiendo al
menoríalista Fernando de Santillán afirma que el rey Inca Yupanqui "tan poderoso de
gente y hacienda", acordó emprender una empresa que fue la conquista del reino de
Chile "para lo cual habiendo consultado a los de su consejo mandó prevenir las cosas
necesarias, y dejando en su corte los ministros acostumbrados para el gobierno y la
administración de justicia, fue hasta Atacama, que hacia Chile es la última provincia
que había poblada y sujeta a su imperio, para dar calor de más cerca a la conquista
porque de allí adelante hay un gran despoblado que atravesar hasta llegar a Chilli". De
tal suerte el territorio de Atacama con toda su costa situada entre los 23 y 27 grados de
latitud sur de formaba parte del extenso territorio del Collasuyo en los años 1471,
cuando se inició la conquista del reino de Chile. Sinchi Roca llevó la Wiphala incaica
hasta el valle de Copiapó y sus plantas pisaron las aguas del río Maule. Esta acción
civilizadora duró más de 60 años y no cesó -según Toribio Medina-sino con la invasión
española traída por Pedro de Valdivia.

El cronista altoperuano Fray Antonio de Calancha comentando este hecho enaltece la


labor realizada por los incas cuando señala que "estos indios del Perú sujetaron a
Chile, cosa que millares de españoles en 100 años no han podido sujetar”.

El investigador Manuel Frontaura Argandoña sostiene con acierto que los pueblos
atacameños pertenecían al mismo grupo indígena de los Urus, Chipayas, Aymaras y
quechuas, basándose para ello en los estudios de Midendorf, Max Uhle, D’Orbigny y
otras sabios que han dedicado sendos estudios al tema. Estos pueblos señorearon
esos territorios y más tarde, junto a las huestes incas conquistaron la araucania. Los
arucanos primitivos que vivían en estado salvaje no han podido asomar a estos
territorios; ellos en lucha tenaz por su supervivencia siempre se mantuvieron en Bio Bio
para abajo. El cronista Cieza de León confirma este aserto cuando dice que Tarapacá
se extiende a través de la costa y se detiene en una bahía grande, "en la cual hay un
puerto que se llama Copayapu... De aquí comienza la población de las provincias de
Chile”.

Ricardo Jamas Freyre es notable obra sobre el descubrimiento de Tucumán,


refiriéndose a la conquista incaica iniciada por el Inca Yupanqui expresa que éste luego
de una campaña victoriosa sobre los Charcas pasó adelante "atravesando muchas
tierras y provincias, y grandes despoblados de nieve llegando hasta el río Maule en
Chile”. La obra de Jaimes Freire aportó con interesantes datos sobre la conquista de
Chile y el Tucumán.

Consumada la conquista del Tahuantinsuyo por España, el Emperador Carlos V


distribuyó los nuevos territorios entre los osados e intrépidos aventureros que
comandaron la empresa. Naturalmente los primeros beneficiados fueron Francisco
Pizarro y Diego de Almagro. El primero recibió mediante la capitulación de 26 de julio
de 1526, docientas leguas de territorio que comprendía desde Tenepuela o Santiago en
el Norte, sobre el paralelo 1º 20º latitud Sud hasta el paralelo 14º 05’ 43 " de la misma
latitud. Estas tierras fueron bautizadas con el nombre de Nueva Castilla a manera que
fueron agrandando se con nuevas concesiones. Don Diego de Almagro por su parte,
mediante la capitulación de 21 de mayo de 1534 recibió también doscientas leguas al
Sud del límite de Nueva Castilla que llegaba hasta el paralelo 25º 31’ 26" latitud Sud.
Este territorio que comprendía lo que hoy es Bolivia, parte del Perú, parte del Norte
argentino y el territorio de Chile.

5. INDEPENDENCIA DEL CORAZON SUD AMERICANO


El 6 de agosto de 1825 el Alto Perú reclama su independencia tomando el nombre y
genial caraqueño. Había sido el primero en lanzarse a la lucha con la liberación y era el
último en conseguir su libertad. Es que la metrópoli, conocedora profunda de sus
colonias, se había agazapado con todo su poderío en las altas mesetas altoperuanas
cuyo dominio significaba el dominio de América. Aun no se ha escrito la verdadera
historia de la epopeya altoperuana ni se ha señalado debidamente lo que América
debe a Bolivia. Quince años de guerrillas en la inmensa meseta altoperuana habían
desgastado el poderío del ejército español permitiendo que Buenos Aires, Santiago y
Lima lograran su liberación temprana. Cuando Bolívar llegó con el Ejército del Norte, ya
el terreno estaba abonado para la siembra del árbol de la libertad.

Al nacer Bolivia a la vida independiente contaba con una extensa y dilatada costa
donde ya tenía importancia y rango el puerto de Cobija. Contaba además, con las
caletas: Gatico, Guanillos, Michila, Tames, Gualaguala, Cobre y Piquica. El 28 de
diciembre de 1825 Bolívar como Presidente de la flamante república promulgó un
decreto erigiendo a Cobija como puerto mayor bautizándole con el nombre de Puerto
La Mar en homenaje a uno de los vencedores de Ayacucho. A este acto de soberanía
plena Pinochet califica de "imaginario decreto", "mediante el cual el Libertador abusó
de un poder que no tenía y le concedió soberanía a un tramo de la costas del pacífico".
Sostener semejante monstruosidad nos deja perplejos. No sabemos si atribuir a un
desconocimiento supino del pensamiento de Bolívar o a un gafe del que se debe estar
arrepintiendo todavía el general Pinochet. Si hubo un genio convencido de sus
propósitos grandiosos precisamente fue Bolívar. La obra en que estaba empeñado de
forjar una patria grande hizo que sus pasos como estadista sean cautelosos y de
profundo respeto del derecho. Bolívar fue un soldado de la ley y el Uti Possidetis de
1810 fue el arca santa donde forjó las nuevas repúblicas. Y no es un Pinochet quien ha
de poner en duda los actos del genio de la libertad.

Es su obsesión de respetar los derechos ajenos, Bolívar llegó incluso, prima facie, a
oponerse a la creación de Bolivia por no malograr su sueño de una patria
latinoamericana. Sólo su mirada zahorí fue capaz de vislumbrar los peligros de la
balcanización. Creemos útil referirnos brevemente por lo menos a las partes más
salientes del proceso de creación de Bolivia para rechazar definitivamente el exabrupto
pinochetino.

En 1825 el separatismo alto peruano había calado muy hondo. El fracaso de los
ejércitos auxiliares argentinos, los abusos desmedidos, la falta de tino con que actuaron
había terminado de fracturar los lazos que unían esta región con Buenos Aires. El Alto
Perú, por otra parte ya no tenía el mismo interés para Buenos Aires ya que sus minas
de plata se habían agotado Buenos Aires florecía al ritmo del comercio y del
contrabando entretanto el Alto Perú y las provincias del Norte decaían. "A través de
Buenos Aires ingresan artículos de origen europeo y se desarman por el Litoral. Las
provincias del norte compiten ventajosamente con las industrias de provincias que se
mantenían abastecido el Litoral y el Alto Perú. De este modo, si Buenos Aires y el
Litoral antes de la creación del Virreinato del Río de La Plata eran mercados
consumidores de los productos industriales del Tucumán, a partir de la apertura del
comercio español europeo por el Río de La Plata, Tucumán y las restantes provincias
del centro y el Norte se convertirían en mercados consumidores de los productos
europeos entrados por Buenos Aires". No debemos olvidar que el intercambio entre
Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, con las provincias del Norte y el Alto Perú era
intenso antes de 1810. El Alto Perú "además de la minería, contaba con una importante
industria textil en Cochabamba que abastecía con sus telas baratas a la población
indígena, vendiendo sus tocuyos y sombreros". La desleal competencia de productos
similares introducidos por el puerto de Buenos Aires terminó por liquidar éstas
industrias en ciernes, creando naturalmente el tremendo odio de las provincias del
Norte y el Alto Perú contra Buenos Aires. Quizá acá radique otro de los factores
principales del separatismo altoperuano ya que precisamente en los lugares donde
mayormente fue acertada la industria, como Cochabamba y Chuquisaca se generó
también en mayor grado el separatismo volcando la mirada hacia el Pacífico por donde
se vislumbran "indudables ventajas para conservar sin intrusiones peligrosas de ningún
poder central sus privilegios de comercio, de casta y de clase" cuyo abanderado será
Casimiro Olañeta.

El general Arenales que se encontraba en Salta, alarmado pide instrucciones a Buenos


Aires a fin de actuar contra los hombres que promovían el separatismo. Sucre en
conocimiento de este hecho escribió a Bolívar haciéndole conocer sus temores,
remarcando que el Alto Perú "que no es parte del Perú y no quiere pertenecer a él, sino
parece querer pertenecerse a si mismo". Todo esto venía ocurriendo ya después de la
batalla de Ayacucho y cuando el ejército de Sucre avanzaba hacia el Alto Perú, donde
aún el Gral. Olañeta se mantenía firme y leal a la corona. Cuando Mariscal Sucre
decidió convocar a un Congreso para que las provincias del Alto Perú decidieran de su
suerte Bolívar lo desautorizó ya que esta medida hería los principios del Uti Possidetis
de 1810. Así lo expresa su Ministro de Guerra General Tomás Heres en carta a Sucre:
"Esto habría sido dar un terrible ataque a los derechos de la nación Argentina e inflingir
el de gentes, reconocido hasta hoy en la América antes española; V. S. dando el
derecho de que habla para reunir una Asamblea de las provincias del Alto Perú, comete
un acto de formal reconocimiento de su soberanía... Si se reuniese esta Asamblea se
daría a los pueblos, todo un funesto ejemplo, que vendría a debilitar la asociación y a
fomentar la anarquía... S. E. me manda decir a V. S. que el asunto de las cuatro
provincias del Alto Perú debe quedar in statu quo, sin hacer innovación alguna que,
directa o indirectamente pueda perjudicar los derechos de las Provincias unidas del Río
de La Plata".

Y el mismo Bolívar en carta de 2 de febrero de 1825 que llegó tarde a manos de Sucre,
cuando éste ya había convocado a la Asamblea, le expresaba sus temores y sus
principios.

"Ni usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y
violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es,
que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos,
capitanías generales, o presidencias como la de Chile. El Alto Perú es una
dependencia del Virreinato de Buenos Aires; dependencia inmediata como la de Quito
de Santa Fe.

Chile, aunque era dependencia del Perú, ya estaba separada de él algunos años antes
de la revolución, como Guatemala de la Nueva España. Así es que ambas dos de
estas presidencias han podido ser independientes de sus antiguos virreinatos; pero ni
Quito ni Charcas pueden serlo justicia, a menos que por un convenio entre partes, por
resultado de una guerra o de un congreso se logre entablar y concluir un tratado.
Según dice usted, piensa convocar a una asamblea de dichas provincias. Desde luego
la convocación misma es un acto de soberanía. Además, llamando usted estas
provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho de las demás provincias del Río
de La Plata. Desde luego, usted logrará con dicha medida, la desaprobación del Río de
La Plata, del Perú y de Colombia misma, que no puede ver ni con indiferencia siquiera,
que usted rompa los derechos que tenemos a la presidencia de Quito por los antiguos
límites del antiguo virreinato... Yo he dicho a usted de oficio lo que usted debe hacer, y
ahora lo repito. Sencillamente se reduce a ocultar el país militarmente y esperar
órdenes del gobierno".
Cuando Bolívar decide marchar al Alto Perú con este pensamiento, recibe en el camino
una carta de Sucre acompañada de documentos que lo dejan pasmado: "Los
documentos oficiales que hoy remito -decía Sucre- manifestaran a usted que mis
pasos, en lugar de ser falsos, como antes se creyó, han marchado sobre conocimiento
del estado del país, y que el Congreso y el Gobierno Argentino, no sólo ha confirmado
sino que han aplaudido mi conducta.

Había ocurrido lo increíble: que el Congreso de las Provincias Unidas del Río de La
Plata habían emitido una declaración en 9 de mayo y en 1825 dejando las Provincias
de Alto Perú. En plena libertad para disponer de su suerte, "según crean convenir mejor
a sus intereses y a su felicidad". Es más, el mismo Congreso felicitaba a Sucre por el
"buen juicio" con que había manejado el asunto. Bolívar ya en Potosí todavía
sorprendido por la noticia recibe a la delegación argentina a cuya cabeza se
encontraba el general Alvear y dice un brindis que trasunta todo su estado de ánimo,
pues alaba la liberalidad de principios del Congreso de las Provincias Unidas del Río de
La Plata y cuyo desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es
inauditos". Lo que viene después es conocido por la historia americana. El nacimiento
de Bolivia constituye el triunfo del localismo que desgaja el tronco secular de una patria
grande formando el conglomerado de las patrias chicas. El sueño de formar grandes
estados para confederarlos en una entidad capaz de desafiar el futuro se hace trizas.

Cuando Bolívar administra la nueva república que lleva su nombre dicta el decreto por
el que erige a Cobija como puerto mayor con el nombre de La Mar.

El hombre genial que había hecho norma de su vida el respeto al derecho ajeno, el
hombre que había demostrado este respeto en la creación de Bolivia, ¿podría haber
dictado esta medida administrativa si hubiera sido evidente que esos territorios y
costas pertenecían a Chile? No. Lo único que hizo Bolívar fue refrendar mediante una
disposición legal lo que era una evidencia, lo que la fuerza de los hechos, de las
costumbres y de las disposiciones legales de la colonia mostraban como una verdad
insoslayable, incontratable e incuestionable.

Por tanto Bolívar no abuso de su poder ni debió a él su salida al Pacífico Bolivia.


Bolívar obró sopesando 300 años de una evidencia legal. De lo contrario con seguridad
que no hubiera dado este pasó. Tan es así esto que el año 1826, el primer mapa
elaborado en Europa donde aparecen los nuevos estados, muestra a Bolivia con el
nombre de República del Alto Perú y donde aparece con caracteres nítidos toda su
costa marítima.

El dos de marzo de 1826 el Municipio de Tacna y Arica pidió al libertador Bolívar, la


incorporación de éstos distritos a la naciente república a la que se hallaban ligadas
más estrechamente que Lima. Bolívar que entonces tenía un poder decisorio que
jamás ningún otro hombre llegó a tener en América pudo haber resuelto este asunto
simplemente dando curso a esta solicitud encuadrada a la realidad que vivían estos
pueblos que se sentían más alto peruanos que bajo peruanos, pero Bolívar que era la
encarnación misma del derecho en aquel momento prefirió entregar esta solicitud al
Mariscal Sucre, quien a la vez remitió el acta al Congreso del Perú. Entonces, si tal era
el celo del Libertador por no crear suspicacias, ¿cómo es que pudo haber atentado
contra la jurisdicción chilena en Atacama.? La verdad es que Bolívar no cometió ningún
abuso de su poder introduciendo una cuña entre Perú y Chile ni Hubo tal imaginario
decreto. Bolívar actuó dentro de la corrección más absoluta, en ejercicio de la
soberanía que el Estado boliviano mantenía en Atacama.

La petición del municipio de Tacna y Arica considerado por los gobiernos de Bolivia y el
Perú siguió su curso legal hasta el punto de inclusive se llegó a firmar a fines de 1826
el pacto de canje de Tacna, Arica y Tarapacá por Apolobanba, Copacabana y una
indemnización pecuniaria que luego quedó en suspenso.

Y acá viene otra falacia de Pinochet. Refiriéndose al Mariscal Santa Cruz expresa que
"el año de 1830 Mariscal Santa Cruz gestionó ante el gobierno peruano, el calle de una
faja de terreno que le diera salida al Pacífico por Arica, demanda que fracasó". "La
caída de Santa Cruz-prosigue-significó en Bolivia retrotraer la situación al momento
que se encontraba antes de subir al poder el dictador. Se anularon sus actos, pero
nadie se acordó de devolver a su legítimo dueño, Chile, la careta de Cobija, apropiada
por el Mariscal Santa Cruz ante su fracaso en el Perú".

Santa Cruz no hizo ninguna gestión de esta naturaleza como asevera Pinochet.
Cuando en 1826 los vecinos de carga y Arica piden su incorporación a Bolivia, se
encontraba ejerciendo la Presidencia del Perú precisamente Santa Cruz y en una
actitud que pocos llegaron a comprender, éste se opuso a la medida. "Es pues una
locura proposición que no deberíamos aceptar a un cuando pudiéramos" de decía
Santa Cruz a una carta a Antonio Gutiérrez La Fuente.

"Los bolivianos quieren Arica, y yo no quiero ratificar los tratados por no faltar al
juramento que hecho de sostener a todo trance la integridad de la República".

El notable historiador boliviano Humberto Vázquez Machicao, comentando este acto


sostiene que Santa Cruz "era peruano de sentimiento y de afectos... y no vaciló en dar
al Perú, la tierra de su verdadero cariño, supremacía proporcionada con relación a su
nativo país". Obviamente Vázquez Machicao no cala las profundidades del
pensamiento de Santa Cruz que ya en 1826 tenía el proyecto de reconstruir el Gran
Perú. Proyecto que ejecutará en 1836. El 14 de marzo de 1836, Arica y Locumba se
vuelven a pronunciar pidiendo su incorporación a Bolivia. Santa Cruz no cree oportuno
considerar esta petición, está ya en marcha la confederación Perú-Boliviana.

El Mariscal Santa Cruz estaba convencido de ser el heredero legítimo del


pensamiento y de la obra de Bolívar. Lo que Vázquez, Machicao denomina sólo
"un imperialismo personal" era el proyecto de Bolívar redivivo. No podía ver
personalismo en una obra gigantesca que no fue comprendida debidamente. Su
idea era estructurar un estado poderoso capaz de codearse y resistir presiones
hegemónicas que se vislumbraban en el futuro. Por algo Bolívar en una carta
escrita por aquellos años, entusiasmado por la proyección continental que
tomaba Bolivia, le decía "Si ella dice que es mi hija, yo digo que usted es mi
primer nieto, porque usted está llamado a nacer en su primer parto de padres
legítimos".

Por llevar adelante este pensamiento Santa Cruz lo sacrifica todo hasta los intereses
de su patria de origen. Es que sabía que Bolivia integrada en el Gran Perú hubiera
dispuesto igual o en mejores condiciones de Arica y todos los puertos peruanos. La
Patria Grande con que soñó y estuvo a punto de plasmarla definitivamente cobro caro a
Santa Cruz.

La obra de Santa Cruz sin embargo, fue comprendida por la visión de Bernardo
O'Higgins, quien se opuso tenazmente a la cruzada de la oligarquía chilena que logró
destruir la confederación Perú-Boliviana en Yungay. Desde su hacienda Montalbán el
notable patriota chileno fustigó acremente al presidente Prieto, ensalzando al mismo
tiempo la figura de Santa Cruz. Y esto seguramente lo sabe el general Pinochet, pero
calla.
Santa Cruz como Presidente de Bolivia y con el pensamiento puesto siempre su
proyecto de pasos cautelosos en los actos de gobierno. Habiendo sido respetuoso y fiel
guardián de la integridad territorial del Perú cuando ejercía la presidencia de aquel
país; es igualmente cauto y celoso guardián de la integridad boliviana cuando ejerce la
Presidencia de la República. Así, en pleno acto de soberanía expide el decreto de 2 de
junio de 1829 creando el departamento del Litoral en base a la antigua provincia de
Atacama, separando la de Potosí. Es más, dicta una serie de medidas administrativas y
finalmente declara puerto franco a Cobija.

Chile, celoso guardián de su soberanía al extremo que su propia constitución señala


expresamente toda su conformación territorial, en aquella oportunidad ni en otras hasta
1842, no dijo nada, ni tenía por qué decir, ya que nada tenía que hacer con esos
territorios que siempre había pertenecido a la Audiencia de Charcas, patrimonio
territorial que heredara la naciente Bolivia. ¿Cómo iba a presentar ninguna reclamación
si sus constituciones políticas de 1822, 1823, 1826 y 1833 decía textualmente: "Los
límites de Chile son desde el despoblado de Atacama hasta el Cabo de Hornos..."
o bien "desde el Cabo de Hornos hasta el desierto de Atacama"?

Al inicio de este capítulo ya nos hemos referido a la mistificación que pretenden hacer
los publicistas chilenos al trastocar el verdadero sentido de las palabras "desde" y
"hasta" interpretando naturalmente de acuerdo a sus intereses.

Finalmente existe un hecho que no admite discusión posible ya que eso del "descuido"
no cuaja en la mente de ningún publicista serio. Chile combatió a la confederación
Perú-Boliviana pretextando que Santa Cruz había atentado contra la soberanía del
Perú al ocupar este país y conformar el Gran Perú. Destruida la Confederación Perú-
Boliviana por la Santa Alianza conformada por las oligarquías de Lima, Santiago y
Buenos Aires, Chile tuvo la mejor oportunidad para "reivindicar" Atacama y toda la
costa boliviana que dice haberles pertenecido. No lo hizo. Chile que declaro la guerra a
Bolivia porque atentaba contra la soberanía peruana, no dice absolutamente nada de
"sus territorios" de Atacama. Es que no había aflorado aún las minas de plata de
Caracoles, ni el salitre ni el guano; y Amunátigui entonces apenas debía ser un niño sin
que por su mente hayan asomado todavía las extrañas y arteras lucubraciones
histórico-geográficas que tanta importancia tuvieron para justificar la conquista. La tesis
pinochetista, ya formulada por Amunátigui en 1863 recién tomó cuerpo en 1880 en
plena guerra del Pacífico.

6. COMIENZO DEL SAQUEO Y LA PROBOCACIÓN

A mayor abundamiento, tenemos a la mano dos documentos preciosos de


procedencia chilena que demuestran los derechos de Bolivia en el Pacífico. Se
trata de la Historia de Chile de César Famín, publicada en Barcelona en 1839,
primera historia oficial de aquel país, donde se leen: "El reino de Chile forma una
de las Sub divisiones más naturales de la América del Sur. Confina al norte con la
República de Bolivia, de la cual le separan del río Salado y el gran desierto de
Atacama". En la obra "Lecciones de geografía Moderna para la Enseñanza de la
Juventud Americana" texto adoptado en forma oficial para la enseñanza de esta
ciencia en los establecimientos chilenos hasta 1880 y publicada por primera vez
en 1840 y ser dictada en 1846, se leen: "Los límites de Bolivia son por el Norte el
Perú y el imperio del Brasil, al Este el mismo imperio y las república Argentina, al
Sur está república, la del Paraguay y la de Chile, y al Oeste el Perú y el Océano
Pacífico".
Refiriéndose a los límites de Chile y particularmente de Atacama dice: "Esta provincia
creada por ley de 31 de octubre de 1843, limita al Norte con las república de Bolivia y
al Sur con el departamento de la Serena, de la provincia de Coquinbo. Su capital es la
ciudad de San Francisco de la Selva o Copiapo". En el capítulo referente Bolivia, al
ocuparse de la división administrativa expresa: "Se divide en los departamentos de La
Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, en donde se comprenden los vastos
países de los Mojos y Chiquitos, Chuquisaca, Potosí, Oruro y la provincia de Tarija y el
Distrito Litoral, en el que se haya el único puerto de la república llamado Cobija o La
Mar, con 200 habitantes y más al sur la Bahía de Mejillones".

En el Informe sobre Bolivia de Joseph Barclay Pentland, recientemente traducido al


español y publicado, existen datos preciosos que demuestran hasta el cansancio los
derechos de Bolivia en la costa del Pacífico. En el capítulo II de este informe elaborado
en los mismos instantes de la fundación de Bolivia se leen: "El territorio del Alto Perú,
que ahora forman las república de Bolivia, una ancha extensión de suelo, situado entre
el Brasil y las repúblicas Argentina y Peruana, extendiéndose entre los nueve y los 25
grados de Latitud Sud y desde las playas del Océano Pacífico hasta las fronteras
occidentales del Imperio del Brasil".

Durante los primeros años de la república los hombres de empresa de Inglaterra se


desplazan a los flamantes estados llebando iniciativas para incentivar el comercio. Uno
de ellos fue Williams Wheelwright quien organizó una empresa de navegación, la
primera en su género en esta parte del mundo. "Vuelto a Chile -dice Alberti- en 1829,
Mister Wheelwright estableció un servicio de paquetes a bela entre Valparaíso y Cobija,
puerto principal de Bolivia, y el personalmente, tomó el mando, como capital mercante
de una goleta americana, -la Veloz Manuela-, que gozaba de gran reputación por su
rapidez, exactitud y buen trato que los pasajeros recibían, el del más popular, amable y
querido capital quien navegó jamás las costas del Pacífico". A este mismo pionero se
debió la utilización de los primeros barcos a vapor que surcaron el Pacífico
comunicando a América con el viejo mundo. A tal fin solicitó a las diferentes repúblicas
del Pacífico para llevar adelante su empresa. Entre los países consultados,
naturalmente estuvo Bolivia. "Para obtener iguales concesiones del gobierno de Bolivia
que era el estado inmediato Wheelwright tuvo que cruzar la cordillera de los Andes y
buscar al gobierno en Potosí, donde se encontraba a la sazón".

El "Morning – Post" de Londres de aquellos días tuvo el acierto de transcribir las


palabras del empresario inglés a tiempo de dar inicio a las actividades de su compañía
naviera. "Los gobiernos del Perú, Chile y Bolivia-dice- han demostrado un espíritu de la
largueza por el logro de un objetivo tan deseable como la navegación a vapor y sus
costas, por la concesión que han hecho al empresario de un privilegio exclusivo por el
término de diez años".

Estos datos que por primera vez revelamos van demostrando cómo Bolivia desde que
nació a la vida independiente siempre ejerció plena soberanía sobre su costa,
soberanía que ha sido respetada por Chile y las grandes potencias de aquella época.

Por los años de 1840-42, son redescubiertos los depósitos de guano y salitre en el
Litoral Boliviano. Estos primeros yacimientos que estaban ubicados en la Punta
Angamos al norte de Mejillones fueron adjudicados a Diego Sam y Pío Ulloa. La noticia
produjo gran revuelo en Chile. Por su parte, Bolivia que no había descuidado el
ejercicio de su soberanía en esta zona, tomó también algunas medidas, siendo una de
ellas la organización de una flotilla al mando de bergantín "Sucre" que durante muchos
años cumplió con su deber ejemplarmente.
Todo iba bien, hasta que se produjo el primer escándalo: Se llega a descubrir que
la fragata "Lacaw" había estado extrayendo desde tiempo atrás clandestinamente
guano del Litoral boliviano amparado subrepticiamente por su gobierno.

Puesto en evidencia el asunto, Bolivia denunció el derecho ante gobierno de Gran


Bretaña, donde habían sido enviados los cargamentos sustraídos. Los tribunales
ingleses sentenciaron en favor de Bolivia, haciendo conocer al mismo tiempo al
gobierno de Chile, a manera de prevención, lo resuelto por la justicia.

Naturalmente en esa y otras muchas oportunidades la cancillería chilena no abrió la


boca ni adujo derechos sobre el Litoral Boliviano.

Por la misma época se produce otro hecho vergonzoso. Los contrabandistas chilenos
azuzados por su gobierno volvieron a las andanzas delictivas; y esta vez, fue el buque
de carga "Rumera" que fue sorprendido con las " manos en el guano". El bergantín
boliviano "Sucre" nuevamente cumplió su deber apresando a la nave chilena, pero esta
fugó rompiendo sus cadenas con ayuda descarada de la fragata "Chile" de la armada
de aquel país.

Mientras ocurrían estos hechos, se produce un acontecimiento de suma importancia.


Chile logra en 1845 el reconocimiento de su independencia por parte de España y se
firma un tratado donde se establece que en Chile "comprende todo el territorio que se
extienden desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos"... ¡Cosa
providencial! En momentos en que Chile se afilaba para dar el zarpazo al Litoral
Boliviano, la Madre Patria les recuerda que su territorio comprendía solamente "desde"
el desierto de Atacama.

Pese a todo, los hombres del gobierno chileno en admirable simbiosis con los
comerciantes y agiotistas agrupados ya en una oligarquía ávida de riquezas y de lucro,
prosiguen en sus propósitos sobre la frontera norte, donde la mierda de los albatroses,
por un simple procedimiento que nada tenía que hacer con la alquimia, se convertía en
relucientes libras esterlinas que encandilaban a los rotos.

El presidente Montt en su mensaje al congreso de su país informa en 1842 sobre las


labores de una comisión que había organizado para realizar estudios en el Litoral,
especialmente en el puerto de Coquinbo y el Morro de Mejillones. Paralelamente en el
congreso se presenta un proyecto de ley que fue sancionado y promulgado de
inmediato. El 31 de octubre de 1842 el texto de esta ley decía: "Se declara propiedad
nacional las barreras que existen en las costas de la provincia Coquinbo en el Litoral de
Atacama y en las islas e islotes adyacentes". La ambición ya no podía esperar.

El gobierno boliviano presentó de inmediato un reclamo por el atentado a su


soberanía y envió a Don Casimiro Olañeta para quien expusiera ante gobierno
chileno.

Los reclamos de Olañeta cayeron en saco vacío. La estrategia diplomática chilena


entonces consistía en darle largas al problema sin responder sino en forma
incongruente a los puntos reclamados entretanto una comisión de eminentes hombres
públicos estaban dedicada a elaborar -con las dificultades de la falta de documentos y
títulos suponían- la pieza que pudiera servirles para darle cierta seriedad legal a sus
pretensiones; aunque siempre se debe destacar el hecho de que los hombres públicos
chilenos de entonces no habían pensado todavía en apoderarse de todo el Litoral
boliviano, sino de los territorios más próximos, ricos en minerales y salitre. El resto del
desierto de Atacama no podía interesarles de ninguna manera porque entonces no
ofrecía nada. Es entonces que surge una tesis extraña y exótica. Es de imaginarse las
apreturas en que se vio envuelta la cancillería chilena ante los reclamos bien
fundamentados de Olañeta. Más de 20 años de vida republicana sin fijarse en la
frontera norte para de pronto tener que avanzar sigilosamente por encima de las
pruebas contundentes de Bolivia, requería no sólo audacia sino también cinismo, pero
como de todos modos tenían que dar alguna respuesta a Bolivia, salen del paso con
una teoría salomónica: "El desierto de Atacama, por su indeterminación -decía el
documento chileno-debía dividirse en dos partes iguales por analogía de lo que
sucedía cuando un río caudaloso separaba dos estados, ninguno de los cuales puede
alegar convenciones extremas". Ya llegaría el tiempo en que se arrepentirían de
semejante ocurrencia, cuando su voracidad ya no se contentarían con la mitad del
Litoral sino con todo, para lo cual hundieron como prueba una simple interpretación
gramatical de sus documentos oficiales en base a las palabras "hasta" y "desde";
siendo esta la base fundamental de toda la corriente del absurdo, cuyos máximos
representantes en los últimos tiempos son Ríos gallardo, Eyzaguirre y Pinochet, tres
personas distintas y con mismo error descomunal, del tamaño del Aconcagua.

La historia de aquellos años es muy interesante en cuanto los derechos bolivianos y


actos de soberanía en su costa. Creemos útil recordarles para demostrar lo contrario
de las afirmaciones Pinochetianas.

El año de 1846 gobierno chileno ya no puede disimular el apoyo subrepticio que venía
prestando a los contrabandistas y delincuentes que operaban en las costas bolivianas.
Es más, embarcaciones de la armada de aquél país se dedican con descaro al tráfico
de guano. Tal ocurre con la fragata "Jaqueneo" cuyos tripulantes en un acto de
piratería ocupan el puerto de Mejillones y enarbola la bandera chilena. El gobierno
boliviano reclamó enérgicamente por el atentado, pero el gobierno chileno optó
simplemente por negar los hechos. Un año después, el bergantín "Martinia" reedita la
"hazaña" con la complacencia de las autoridades chilenas. El año de 1847 nuevamente
se hace presente la fragata "Chile" y en acto de desafío y prepotencia pone en libertad
a los delincuentes capturados por las autoridades bolivianas de Cobija. Nuevamente
interviene el barco patrullero "Mariscal Sucre" y pone en fuga a los depredadores de la
heredad boliviana retomando la plaza momentáneamente ocupada por Chile y
quemando en acto público la bandera de aquel país que había sido enarbolada.

Pasan los años y durante un buen lapso se abstiene Chile de enviar esta clase de
expediciones que no daban ningún resultado y comienza a prepararse seriamente para
lanzarse a la aventura. Entretanto el gobierno boliviano seguía ejerciendo plenamente
sus derechos y su soberanía en toda su costa.

La impaciencia de Chile, quien miraba con ojos de envidia las actividades comerciales
bolivianas que daban inusitado crecimiento a sus puertos y poblaciones, tuvo otro
epílogo cínico cuando la fragata de su armada "Esmeralda" se hizo presente en la
bahía de "mejillones, desembarco y aprendió a los mineros notificándoles que para
seguir trabajando necesitaban orden de la autoridad de Valparaíso. Los aventureros
enceguecidos por su prepotencia, sin embargo, cometieron un grave error al secuestrar
el buque norteamericano "Sportaman" que estaba anclado en el lugar.

El atentado piratuno lleno de indignación a propios y extraños, pues los representantes


de Francia y Estados Unidos de Norteamérica protestaron enérgicamente contra el
gobierno chileno, el que puesto en la picota del escarnio público, sin embargo no tuvo
rubor en declarar que los hechos habían ocurrido en territorio chileno.
El congreso boliviano instó al ejecutivo para que empleé los medios necesarios "a la
reparación del honor y dignidad nacional". El gobierno boliviano presidido en este
momento por el doctor José María Linares acreditó de inmediato una misión ante la
Moneda, esta vez encargando al doctor Manuel Macedonio Salinas la defensa de los
derechos hollados. Salinas se hace presente en Santiago y plantea los reclamos
bolivianos en una exposición documental y doctrinal tan extraordinaria que la cancillería
chilena no hace otra cosa que acudir a Amunátigui que entonces ya venía
perfeccionando su tesis. El punto neurálgico de la estrategia diplomática chilena
consistía en llevar el asunto a la firma de un tratado de límites que dibidiera Atacama
salomónicamente en dos partes de acuerdo a la idea y ya lanzada en base
precisamente a la "genialidad Amunáteguina". De esta manera la cancillería mapochina
buscaba introducir el primer punto de apoyo para seguir avanzando cautelosamente en
los territorios bolivianos. Y a acá permítasenos un paréntesis. Cien años atrás los
publicistas y diplomáticos chilenos actuaban de manera más sutil para apoderarse de
nuestro Litoral paso a paso, sin desconocer jamás los derechos de Bolivia por lo menos
en una gran parte de su Litoral marítimo. Hoy en día, Pinochet copiando a Eyzaguirre
simplemente se despoja de los rumores de sus antepasados y creía la teoría "del
descuido" y sostiene que Bolivia nunca tuvo acceso al Pacífico. Pareciera que en Chile
se agotaron las ideas y se hiciera culto a la mentira institucionalizada.

La misión de Macedonio Salinas, como era de esperar, volvió a fracasar ante la


negativa chilena de reparar los daños causados y la afrenta a la heredad boliviana.
Pese a todo, siempre tratando de encausar sus actos al derecho internacional, Bolivia
vuelve a enviar otra misión diplomática, esta vez encomendada a otro notable
historiador y hombre público que había dedicado su vida al estudio de los límites de
Bolivia. La buena fe, o ingenuidad boliviana, no podía ver el problema desde otro
ángulo que no sea el legal y se hacían esfuerzos por enviar a Santiago a los mejores
jurisconsultos e internacionalistas cargados de documentos y sapiencia; por algo
Charcas tenía fama de ser la cuna de los mejores doctores de América; pero Chile ante
la retórica de los doctores Alto Peruanos que se explayaban en conocimientos
históricos y de derecho internacional, saturados de latinajos y apotegmas, al viejo modo
español, con la malicia del roto artero y socarrón, eludía la trabazón de la litis en el
terreno de los simples reclamos tratando de llevar el asunto al terreno de un pleito de
límites, lo que al final consiguió. "Pero esta vez la diplomacia boliviana se dio cuenta de
su debilidad, e instruyó a su ministro para que consintiera en abrir una negociación de
límites. La expansión de hecho, el ultraje de la soberbia, la despedida de las
autoridades de Bolivia, la aprehensión de sus ciudadanos, quedaban olvidados, y como
por encanto resultaba planteado una negocio de fronteras, que suponía dudas sobre
los derechos territoriales, y que, sin embargo, carecía de todo antecedente". El
representante boliviano en aras de la fraternidad americana propuso la fijación del
paralelo 25 como límite entre tanto Chile exigía el paralelo 23. Las discusiones llegan a
límite de la tolerancia hasta que Santiváñez propone llevar el asunto al terreno del
arbitraje, sugiriendo a Gran Bretaña como juez. Chile rehúsa este camino sabedor de la
debilidad de sus pruebas. "Chile no sólo ha denegado a hacernos justicia que
demandamos -dice Santibáñez amargado- sino que ha desechado todos los medios de
llegar a un avenimiento". Por su parte Sánchez Bustamante opina: "Chile rehusara el
arbitraje y desbarata los trabajos amparados por Bolivia. Es decir, planteaba conflictos
positivos, para resolverlos por sí mismo. En seguida invitaba a la discusión, bajo la
sombra protectora del beati beati possidetis".

El año de 1863 marca un hito importante en la historia de esta cuestión. El brasileño


López Gama había obtenido un contrato de arriendo para explotar las guaneras
bolivianas de Mejillones. Cuando éste se encontraba dedicado a sus labores en el área
de adjudicación apareció el chileno Matías Torres y se posesionó de hecho de las
guaneras. Como no podía ser de otra manera, López Gama presentó su queja a las
autoridades bolivianas de Cobija, y éstas lo ampararon. El gobierno chileno hecho el
grito al cielo. La provocación estaba encaminada a cumplir un objetivo sigilosamente
planeado. "Esta situación -dice Bulnes- no podía prolongarse. Cada día se hacía más
aguda por el mayor interés que despertaba el guano en vista del incremento que daba
el de Chinchas a las riquezas del Perú. La controversia hizo crisis en 1863. El gobierno
boliviano faculto en secreto al ejecutivo para declarar la guerra a Chile". La cuestión
López Gama había dado lugar a un reclamo insolvente y cínico de la cancillería chilena.
El canciller bolivianos Rafael Bustillo, hombre de extraordinaria visión y cultura, dio una
lección demoledora al exabrupto chileno, mediante un documento que constituye una
pieza maestra donde descansan los derechos de Bolivia en el Océano Pacífico. El
Congreso boliviano autorizó al Poder Ejecutivo a declarar la guerra a Chile sin demora.
Rotas las relaciones y cuando todo hacía presumir el desencadenamiento de una
guerra internacional entre Chile y Bolivia, ocurrió un acontecimiento insólito: España
decide recuperar sus antiguas colonias y en actitud sin precedentes, parte de su
armada ocupa las islas de Chinchas. Casi al mismo tiempo, se produce el ascenso del
general Mariano Melgarejo a la Presidencia de Bolivia. Estos dos acontecimientos dan
lugar a un cambio total de actitud en las relaciones chileno-bolivianas. Ante la
arremetida española que no sólo hacía peligrar la independencia del Perú sino de toda
la América, todos los países del Pacífico se unen olvidando sus antiguas rencillas
conformando la "Unión Americana". "El concurso de Bolivia era precioso -dice Sánchez
Bustamante- porqué, si hubiera mantenido la neutralidad, sus costas habrían sido
protección y abrigo para las naves españolas, y era indispensable para tranquilizar a
Chile; por qué bien podía nuestro país aprovechar las circunstancias para volver por
Mejillones, cautivo de tres años". De tal suerte que, en aras de la Unión Americana,
Bolivia aparece sacrificando sus intereses en el Pacífico, en momentos en qué bien
pudo haber hecho respetar sus derechos ante la evidencia de quién, en esos
momentos, el poderío bélico de ambos estados mostraba una ligera ventaja chilena, ya
que todavía no contaba con los barcos y blindados que 1879 definirían la guerra en su
favor. En el interino de estos acontecimientos Bolivia había enviado a otra delegación a
cargo de Don Tomás Frías, misión que no llega a plantear los reclamos ante la
exigencia previa de parte de Chile de la derogatoria de la autorización de guerra
emanada del Congreso boliviano. El ascenso de Melgarejo a la Presidencia de Bolivia
produjo inmensa algarabía en la Moneda, pues consideraban el hecho como una
bendición bajada del cielo. ¡Y nos se equivocaron!

7. UN IGNORANTE EN EL PODER

En un rasgo característico de irresponsabilidad, que pudo tener en aquel


momento su tono de sinceridad, Melgarejo queriendo granjearse la simpatía
americana abrazó con bombos y platillos la bandera de la Unión Americana, y
tomó tan en serio la cosa que promulgó ipso facto un decreto por el cual borraba
todas las fronteras bolivianas para los americanos, quienes por el sólo hecho de
pisar tierra boliviana debían sentirse como tales con todos los derechos y
garantías. Este acto de generosidad del famoso Capitán del Siglo pasó
desapercibido pero no para la cancillería del Mapocho.

Los cerebros de la Moneda bajo la batuta de Amunátigui se sintieron de plácemes por


el giro de los acontecimientos y por la presencia de tan extraordinario enviado de la
fortuna. Los tratadistas y hombres de estado chilenos, ya diestros para interpretar los
tratados y documentos a su antojo tomaron al pie de la letra aquello de la borradura de
las fronteras e invocando cazurramente aquella extravagancia de Melgarejo
comenzaron a borrar de verdad la frontera boliviana, consumando sus avances sin
ningún miramiento. Simultáneamente en una campaña desvergonzada nunca vista
hasta entonces comenzaron a adular al déspota boliviano colmandolo de honores y
ditirambos. ¡Que nos dijo de él en alabanza! Y finalmente se lo nombró General de
División del Ejército Chileno. Preparar el terreno en esta forma, pronto acreditó una
misión diplomática a cargo de los hábiles y genuflexos doctores Vergara Albano y
Carlos Walker Martínez.

El Brasil, que había planteado también sus aspiraciones al Mato Grosso boliviano,
tampoco perdió tiempo. Es digno de destacar que el Brasil y Chile en los momentos
cruciales de desventura para Bolivia siempre mueven juntos sus tentáculos como
convocados por un conjunto que los atrae mutuamente para asfixiarla. Pero ésta vez la
arremetida brasileña tenía una doble finalidad.

Melgarejo, que no dejaba de ser un espíritu contradictorio y especial, guardaba en la


concavidad de su alma algo del romanticismo de los caballeros medievales. Cuando
afloraba en su ser ese aspecto de su personalidad se transformaba en un abanderado
de la justicia. Por aquellos años había estallado una guerra cruenta entre Brasil, la
Argentina y el Uruguay contra el Paraguay de Solano López. Los entretelones de esta
brutal agresión contra un pueblo hermano ya han sido expuestos por la historiografía
moderna argentina. El interés del Brasil y Argentina en aquella tierra respondía a la
batuta del Londres que no veía con buenos ojos el progreso acelerado de un pueblo
enclavado en el centro de América meridional, que había sido capaz de forjar sólo bajo
un sistema nacional proteccionista, un estado capaz de desarrollar industrias, fundir
metales para la fabricación de armas y fábricar barcos. El Paraguay en aquella época
aparecía como un modelo peligroso que de ninguna manera podía seguir adelante. El
desafío era demasiado grande. Y como Inglaterra no necesitaba operar directamente,
teniendo a su disposición a la Argentina y el Brasil, empujó a estos dos países y al
Uruguay a una guerra contra el Paraguay. Fue en la última fase de esta guerra cruel
que duró cinco años que Melgarejo, inspirado por algunos colaboradores que veían el
problema en su verdadera dimensión, decidió intervenir ofreciendo su ayuda a Solano
López. Muestra de ésta intención es la ayuda que prestó Melgarejo a las montoneras
argentinas de Felipe Varela que operaban en el Norte argentino y luchaban contra el
gobierno central de Buenos Aires, oponiéndose a la gurra con el Paraguay.

Dada la calidad del ejército brasileño de aquella época, y del mismo ejército porteño de
Mitre, que venía sufriendo serios reveses ante la defensa heroica del pueblo
paraguayo, es de suponer que la intervención decidida de Melgarejo hubiera hecho
cambiar el curso de la historia de aquella guerra. Ante semejante situación imprevista la
triple alianza decide encomendar a Brasil una aproximación con Bolivia a fin de evitar
que Melgarejo cumpliera sus propósitos, ya que las relaciones entre Argentina y Bolivia
prácticamente estaban rotas por la abierta colaboración prestada por Melgarejo a
Felipe Varela.

Pronto se hizo presente en La Paz una misión brasileña a cargo del más hábil
diplomático de Itamaratí, quien en conocimiento de los éxitos obtenidos por Chile,
siguió el método de las alabanzas y genuflexiones al tirano, condecorándolo con el
Orden de la Rosa y entregándole la designación de Doctor Honores Causa de la
Universidad de Río.

La misión López Neto cumplió a las maravillas su cometido evitando la ayuda ofrecida
a Solano López. Es más, se aprovechó de la magnanimidad de tirano al arrancarle un
tratado de sesión del Mato Grosso.

La misión diplomática chilena encabezada por Vergara Albano también había traído a
Melgarejo una propuesta secreta del gobierno chileno: era una propuesta inmoral e
infame contra el Perú. Por ella Bolivia debía desprenderse de todo su Litoral marítimo
desde el paralelo 25 hasta el ese Loa, o cuando menos hasta Mejillones, bajo la formal
promesa de que Chile apoyaría a Bolivia para ocupar el Litoral Peruano hasta el Morro
de Sama en compensación. La propuesta, que vino a ser el primer intento serio de la
felonía chilena, pese a las ventajas que ofrecía y pese al gobierno irresponsable que
gobernaba Bolivia, fue rechazada de plano.

Y éste no era el primer ejemplo del respeto que Bolivia siempre guardó por lo ajeno en
el curso de toda su historia.

Ya hemos visto cómo durante la Confederación Perú-Boliviana, cuando Bolivia pudo


muy bien anexada a su patrimonio territorial Tacna y Arica que clamaban por
pertenecer a Bolivia prefirió en aras de la unidad. En la guerra de 1841, cuando Bolivia
derrotó al Perú en los campos de Ingavi y quedó dueño de todo el Sur peruano, no sólo
que no anexo ningún territorio a su patrimonio en compensación de los gastos de
guerra que le ocasionará, sino que tampoco pidió un solo centavo por este concepto. Y
Chile conoce muy bien de la generosidad boliviana en Paucarpata.

Melgarejo, que tan respetuoso se mostraba por los derechos ajenos como en el caso
que señalamos, sin embargo, era pródigo e irresponsable con el patrimonio boliviano.
De resultas de la gestión chilena y bajo la aparente faz de un simple arreglo de límites,
esta misión diplomática logra arrancar al tirano una verdadera cesión territorial,
mediante el Tratado del 10 de agosto de 1866, calamitoso y desastroso tratado de
donde se origina toda la tragedia que vivirá Bolivia hasta culminar en la guerra de
1879.

Consumando el atentado depredatorio se señala el paralelo 24 de latitud meridional


como límite. "Desde Litoral del Pacífico hasta los límites orientales de Chile por el sur"
decía la cláusula pertinente. Sin embargo, el contexto de este Tratado resulta un hecho:
Chile reconocía el dominio de Bolivia sobre las tierras que se encontraban al norte del
paralelo 24. Pero Pinochet y sus antecesores pasan por alto estos hechos y dicen
simplemente que Bolivia nunca tuvo acceso al Pacífico y que detentaba "sin saber qué"
esos territorios. Es que los hombres públicos de Chile en aquella época eran serios y
responsables y jamás negaron los derechos bolivianos con artimañas falaces como
aquello "del descuido".

El tratado arrancado a Melgarejo no cabe duda, en estado inconsciente, realmente era


oprobioso para Bolivia, pues no sólo que estipulaba la sesión de una enorme franja
territorial sino que disponía también de otras ventajas inauditas a favor de Chile como
aquella por la cual "los productos provenientes de la explotación de los depósitos de
guano descubiertos en Mejillones y otros que se descubrieron al norte del paralelo 24
se partirían por la mitad". Es decir que mediante ésta graciosa concesión se llegaba a
establecer el condominio de ambos países en el resto del Litoral que quedaba a
Bolivia. Funesto precedente que constituye la antesala del asalto de 1879.

Pese a semejante concesión que era repudiada por toda la nación boliviana, la
voracidad chilena no se satisfacía. Sus garras eran largas y el apetito incontenible. Por
aquellos años se descubrieron las famosas minas de Caracoles, dentro de la franja que
quedaba a Bolivia. Chile, con la avidez del avaro inescrupuloso, sin otro título que la
fuerza reclamó para si estas riquezas.

Los reclamos producidos a raíz de este hecho tuvieron la misma suerte que los
anteriores. Decididamente Chile había resuelto proteger a sus hombres y empresas.
Caído Melgarejo, todos sus actos son anulados, con excepción del tratado firmado con
Chile que "comprometía la fe de la nación". Las vagas e imprecisas estipulaciones que
este tratado sonsacado al Capital del Siglo pronto dieron lugar a nuevos conflictos y
reclamos fundados en interpretaciones capciosas de los hombres de estado chilenos,
manipulados por las grandes empresas, que comenzaron a organizarse al incentivo de
las utilidades que les proporcionaban estas riquezas.

Bolivia, consecuente con la línea pacifista que había adoptado, volvió a enviar una
nueva misión a Santiago con la finalidad de zanjar definitivamente el problema
fronterizo con aquel país. Esta vez volvió a la arena diplomática el más grande
Canciller boliviano de todos los tiempos: Don Rafael Bustillo, aquel quien 1863 había
puesto en serias dificultades a toda la cancillería del Mapocho, habiéndoles lanzado a
la cabeza no sólo su orgullo y dignidad si no la pieza mejor fundada de los derechos
bolivianos en el Pacífico.

Este patriota boliviano planteo la abolición de la medianería que era lo que más le
preocupaba por constituir una especie de espada de Damocles permanente sobre el
Litoral. "Tener nuestro Litoral libre -decía- sin más soberanía ni dominio que el de la
patria, sin más dueños que los bolivianos". Con mucha habilidad y gran capacidad
Bustillo llevó la discusión al terreno de la revisión del Tratado de 1866, "y cuando
estaba por celebrar un acuerdo revisor, sobre las bases de su predilección, recibió
orden de suspender y aplazar los arreglos; porque el Ministro Corral se entendería
directamente en la paz con Lindsay, Encargado de Negocios de Chile". La cuestión era
muy clara, el diplomático chileno en La Paz, por instrucciones de su cancillería, había
utilizado todos los recursos para convencer a Corral la estipulaciones de un acuerdo
con el solapado fin de paralizar las negociaciones que venía haciendo Bustillo en
Santiago. El objetivo era ganar tiempo hasta que se produjeran el cambio de gobierno
que estaba auspiciando al financiar la expedición del General Quintín Quevedo,
hombre de la línea de Melgarejo, que se había comprometido a acceder todas las
pretensiones chilenas.

El presidente Agustín Morales, un celoso defensor de la integridad territorial de Bolivia,


no era el indicado naturalmente a prestarse a los manipuleos de la cancillería de
Santiago, prueba de ello era que había enviado al temido Rafael Bustillo, el más
esforzado centinela de los derechos bolivianos en el Pacífico. Fracasada la expedición
del "Paquete de los Vilos"-tal el nombre de la expedición Quevedo- por la resulta
actitud del gobierno de Morales y el repudio del pueblo boliviano, Bustillo rompió con
energía y dignidad con la cancillería chilena, denunciando valientemente la injerencia
de este país en las cuestiones bolivianas.
Como prueba de estos dramáticos forcejeos diplomáticos, quedó sin embargo firmado
el convenio Corral-Lindsay, que no fue aprobado por el Congreso y que, no por eso,
deja de ser otro antecedente funesto de la entrega del Litoral a Chile.

El Perú, preocupado por el sesgo que venía tomando el problema limítrofe de Chile y
Bolivia, despertó de su aletargamiento y comenzó a movilizarse tratando de recuperar
el tiempo perdido, cayendo en cuenta que el verdadero objetivo de Chile estaba
también apuntando a sus guaneras y salitreras que quitaban el sueño a los hombres de
estado y agiotistas de Valparaíso y Santiago. Fruto de esta preocupación fue el
acuerdo alcanzado para la firma de un tratado de alianza defensiva entre Perú y Bolivia
(1873).

La culminación de este forcejeo diplomático de más de 30 años fue Tratado celebrado


en 1874. El notable orador y hombre público Don Mariano Baptista fue el encargado de
negociar este tratado. Chile designó para este fin al señor Carlos Walker Martínez. El
artículo 1º del mismo señalaba el paralelo 24 como límite "desde el mar hasta la
cordillera de los Andes en el divortia aquarium". En otra parte se establecía que "los
depósitos de guano que se descubran en el perímetro de dichos territorios debían
partirse entre ambos países".¡Y algo insólito!, se establecía que los productos naturales
de Chile que se importaran por el Litoral Boliviano comprendido entre los paralelos 23 y
24 "quedaban exentos del pago de todo derecho". Sánchez Bustamante, con todo
acierto, opina sobre este tratado: "Baptista salvó la mitad del guano y el total de los
minerales; pero Walker consiguió que ésos, como industria de chilenos, no pagase
ningún impuesto a Bolivia, fuera de los existentes". Un autor argentino comentando
este mismo hecho expresa: "que Bolivia aceptará esta leonina disposición que metía a
Chile dentro de su territorio y afectaba su soberanía, fue un trágico error entre los
muchos que cometió su titubeante diplomacia... Bolivia sembró de esa manera la
semilla de la guerra y la pérdida de su salida al Pacífico".

El tratado celebrado por Bolivia en 1874 y cuyo artífice fue Mariano Baptista, causó
verdadera indignación en el pueblo boliviano, pese a sus ventajas, pues Chile
reconoció los derechos de Bolivia en los territorios comprendidos entre los paralelos 23
y 24. El artículo 6º del mismo declarara: "La República de Bolivia se obliga a la
habilitación permanente de Mejillones y Antofagasta como puertos mayores de su
Litoral".

Cuando Chile logró dar este paso más en la conquista de Litoral Boliviano ya estaban a
punto de zarpar los astilleros de Inglaterra los dos blindados encargados para
consumar el atentado.
En 1879 los planes elaborados cuidadosamente por Chile habían entrado en su etapa
final y sólo esperaban el pretexto para consumar el asalto. En realidad, la guerra entre
ambos países estaba ya planeada en 1839, en el mismo campo de Yungay donde fue
derrotado el Mariscal Santa Cruz y con el disuelta la Confederación Perú-Boliviana.

8. CINCO PIES AL GATO

El Perú y Bolivia habían constituido desde tiempos de la república una pesadilla


para la oligarquía chilena, ya que sólo podían concebir su realización plena si la
vecindad de estados fuertes; y el Gran Perú fue visto por ello como una amenaza
para su supervivencia.

El más grande intérprete de esa visión política fue el famoso Diego Portales, rico
comerciante de Valparaíso que previno los peligros que se servían sobre Chile. "La
posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible" decía en
aquélla oportunidad. "No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el gobierno, porque
equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma, la
existencia de los pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen,
lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán como es natural, un solo núcleo.
Unidos esos dos estados aún cuando no sea más que momentáneamente, serán
siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. La Confederación
debe desaparecer para siempre del escenario de América" previa.

Y la Confederación fue destruida más que por Chile por la complicidad de las
oligarquías feudales del Perú y Bolivia, que no llegaron a comprender la visión de futuro
del más grande estadista que tuvieron a lo largo de su existencia. El nuevo Presidente
de Bolivia, general Velasco, y el doctor José María Serrano en su pequeñez de alma,
llegaron incluso a felicitar a Chile "por el espléndido triunfo logrado contra Santa Cruz".
Estaba visto que Bolivia iba a transformarse de Primera Potencia en América Latina en
una nación pequeña, nudo de ambiciones de todos sus vecinos.
Los peruanos, absortos en sus problemas internos, tampoco supieron percibir el peligro
que se cernía sobre su nación. No podían convencerse que Chile apuntaba
precisamente más allá de la frontera boliviana. Y en un momento hasta se arrepintieron
de haber buscado la alianza con Bolivia en 1873 y cuando se desencadenó el conflicto
trataron de sacar el acuerdo de las brasas como tendremos oportunidad de ver en el
curso de este libro. Sólo pudieron convencerse que el verdadero objetivo de Chile era
precisamente el Perú, cuando retumbaron las palabras de Balmaceda en el congreso
chileno: "En el Litoral del Pacífico -había expresado desafiante- no hay sino dos centros
de acción y progreso: Lima y el Callao, y Santiago y Valparaíso. Es preciso que uno de
esos centros sucumba para que el otro se levante. Por nuestra parte necesitamos
Tarapacá como fuente de riqueza y a Arica como punto avanzado de la Costa". La
cuestión de fondo, la cuestión propia de la guerra estaba planteada; el impuesto de los
10 centavos no era si no el pretexto para llevar adelante este plan de conquista.

El tratado de 1874 establecía que en la zona litigada las personas, industrias y


capitales chilenos no quedarían sujetos a más contribuciones que las existentes.

La asamblea de 1878 dentro de sus atribuciones proyectó una ley de lavando con 10
centavos el quintal de salitre exportado. Daza promulgó la ley y fue suficiente para que
Chile ocupara Antofagasta. Había llegado el momento de hacer realidad sus sueños y
para ello se habían preparado cuidadosamente contando con el apoyo financiero de los
barcos de Londres, cuyos accionistas y habían soldado sus intereses con la oligarquía
chilena que explotaba el guano y el salitre. Los dos acorazados encargados a
Inglaterra ya estaban en su poder.

9. ESPIONAJE Y CONTRADICION DEL ROTO

La conquista de Litoral Boliviano no fue una ventura concebida de la noche a la


mañana; fue, como tuvimos oportunidad de ver, un plan bien estudiado y mejor
ejecutado con todos los elementos logísticos más avanzados de aquella época.

En cuanto la escuadra chilena se lanzó a la conquista, las fuerzas de tierra estaban ya


listas para ejecutar el plan. En ese momento se distribuyó entre los jefes y oficiales
chilenos un documento reservado. Se trataba de un documento secreto cuya
divulgación estaba en penada con la muerte. Él constituía nada menos que un estudio
logístico meticuloso de todo el Litoral Boliviano y Peruano. El mismo había sido
encomendado con muchos años de anticipación a una comisión secreta al mando del
capitán de fragata Ramón Vital Gormaz, que recorrió de punta a punta todo el territorio
boliviano que sería escenario de la guerra. Se trata de una publicación fresca, llevaba
como fecha el mes de febrero de 1879, vale decir, en los días mismos de la ocupación
de Antofagasta. El documento contiene un mapa, posiblemente el más completo y
meticuloso que se haya hecho de toda ésa región; el mismo que portaban en sus
mochilas los oficiales más caracterizados, preparados especialmente para actuar en
estas circunstancias.

Por su importancia y porque se trata de una verdadera revelación, nos vamos a


detener en el análisis exhaustivo de éste extraordinario documento que viene a
constituir la prueba más contundente de nuestros derechos legítimos en el Litoral del
Pacífico y el mentís más estupendo a toda la corriente pinochetista.

La publicación secreta lleva por título "Geografía Náutica de Bolivia". Obviamente,


después de la guerra ha debido ser recogida; de ahí se extrema rareza, pues su
existencia fue ignorada por el Perú y Bolivia.
El historiador boliviano Manuel Frontaura Argandoña, en su obra El Litoral de Bolivia
que seguramente es el aporte más importante a la causa boliviana, en los últimos
tiempos, publica como anexo Nº 1 de su obra un plan logístico de la ocupación chilena,
el mismo que constituyó una verdadera revelación. En principio, pensamos que el
folleto en nuestro poder y el público por Frontaura Argandoña eran la misma cosa, pero
de su confrontación resulta un hecho insólito que tiene su explicación.

En realidad, el autor de los dos documentos es el mismo Vidal Gormáz, pero el


documento que tenemos a la mano lleva fecha 20 de febrero de 1879 y la publicación
reproducida en la obra de Frontaura Argandoña "Marzo de 1879". La primera lleva el
nombre de Francisco Vidal Gormáz y la que tenemos en nuestro poder "Ramón Vidal
Gormáz", pero en la página tercera a manera de presentación se exhibe una nota
donde aparece nuevamente en forma disimulada el nombre de Francisco Vidal
Gormáz. Aparentemente se trataría de un error de imprenta o de un descuido sin
importancia, pero la realidad es otra. El error tiene su explicación. La publicación que
tenemos a la mano constituye la mejor defensa de los derechos de Bolivia en el
Pacífico ya que contiene una serie de datos que demuestran en forma irrefutable la
presencia de Bolivia en su Litoral; en cambio, en la segunda publicación, la misma que
se produce en el libro de Frontaura Argandoña aparecen alterados todos estos datos y
se habla de los puertos bolivianos con desprecio olímpico como si nunca hubieran
existido. La explicación es obvia. La comisión encargada de realizar este estudio y de
levantar el plano, consciente de su labor, no tuvo ningún inconveniente de señalar
expresamente a cada paso la condición boliviana de esos territorios y su estado de
progreso. El súbito cambio en las versiones de un mismo documento en el lapso de
pocos días, tiene una explicación: la cancillería chilena ya tenía en sus manos una
circular por la cual la usurpación ya no se llamaba así sino, "reivindicación". A partir de
aquel momento, obviamente toda la documentación oficial debía referirse al problema
del pacífico como un problema de "reivindicación" y el documento de Vidal Gormáz
venía a resultar en tales circunstancias un mentís inesperado que echaba por tierra la
táctica diplomática, incluyendo para colmo un mapa con toda la costa boliviana en
donde aparecía en letras de molde y grandes características la inscripción: Litoral de
Bolivia.

Este documento de tanta importancia, desconocido en el Perú y Bolivia, fue exhumado


por Frontaura Argandoña en su obra; y ahora la suerte nos depara la enorme
satisfacción de revelar este otro documento más importante aún que el otro, por las
características anotadas y por el mapa que incluye.

El folleto comienza por señalar expresamente los límites de Bolivia en aquel momento:
"La república de boliviana, llamada anteriormente Alto Perú, limita al N.O. y N. con el
Perú, al E. por el imperio del Brasil y la república del Paraguay, al S.E. con la
Confederación Argentina, al S. por Chile y al O. por el Océano Pacífico". Este detalle
de los límites de Bolivia donde resalta nuestra soberanía en el Litoral del Pacífico ha
sido excluido en la otra publicación. Asimismo, han sido excluidos todos aquellos datos
que en forma implícita o explícita hablaban de los puertos y caletas como
pertenecientes a Bolivia. Al referirse a los límites ya expresados, la publicación indica
que ella se extiende entre el paralelo 24º S. que es la frontera de Chile y el 21º 28’ que
es el abra por la cual corre el río Loa, frontera del Perú. Por manera que la costa
boliviana, tomada en línea recta, sólo se extiende a 160 millas, pero mide 202
siguiendo su bojeo". Obsérvese que al señalar estos límites el documento chileno se
va ya ciñendo el Tratado de 1874.

Más adelante el documento hace una descripción minuciosa de toda la costa boliviana:
"El Litoral de la república Boliviana corre por término medio de N. 3º 30’ a S. 3º 30’ O.
sin tomar en cuenta la irregularidad que introduce sobre el de la península de
Mejillones". Y agrega esa observación: " La marina es muy limpia, permitiendo que
pueda recorrérsela a corta distancia, barajando sus inflexiones prudencialmente. El
fondo del mar vecino es muy profundo y aumenta rápidamente hacia afuera, sin ofrecer
peligros insidiosos de ninguna especie".
El documento relata con lujo de detalles la climatología, aspectos de relieve, fauna
marina, los vientos que corren por la costa boliviana, las oscilaciones de la columna
barométrica. Señala con precisión matemática los valores barométricos para las
diferentes estaciones del año, indicando la temperatura. Y termina estudiando
minuciosamente la corriente de Humbolt y la corriente Litoral que pasan por el Litoral
Boliviano.

El estudio del desierto de Atacama están minucioso que no es posible admitir que el
haya sido realizado en poco tiempo, sino en un lapso de siquiera cuatro o cinco años.
No se descuida en él, el señalamiento de los más pequeños o insignificantes
accidentes geográficos, la ubicación de los ríos y riachuelos, arroyos, vertientes, las
licuaciones de las nieves, la fauna, la flora, etc. No descuida ni los estudios geológicos,
ya que también contiene datos sumamente interesantes sobre los yacimientos de oro,
bismuto, cobalto, cobre y otros minerales.

El trabajo por otra parte, contiene noticias históricas poco conocidas, haciendo hincapié
a cada paso sobre la soberanía boliviana en dicho desierto. "La superficie de la
república se estima en 50.000 lenguas cuadradas. El suelo ese su mayor parte elevado
y se le puede considerar dividido en tres regiones de aspectos diferentes. La costa
comprende el árido desierto de Atacama, de que ya hemos hablado". Determina este
capítulo con referencias interesantes sobre las poblaciones de Calama, Chiu Chiu,
Chacanse, Mistanti, etc.

La segunda parte del documento se refiere a la Geografía Náutica de Bolivia, y se


destaca un subtítulo que dice: "Límite Litoral Chileno-Boliviano". Donde indica en forma
concreta que el límite "es el paralelo 24, conociendo desde el mar hasta la parte más
culminante de los Andes".

La relación de los accidentes geográficos de la costa es de suma importancia y no


descuida detalles como los siguientes: "El morro de Jara -dice- es el más austral que
ofrecen los accidentes del Litoral boliviano". "Se creen -dice- que en el morro de Jara,
llamado también Jorgito, o en sus inmediaciones tuvo lugar el famoso descubrimiento
de oro que hizo Naranjo, hoy perdido y que tanto ha dado que hacer a muchos mineros
y cateadores". Luego va descubriendo las caletas Bolfin o el Coloso, Boca Negra,
Playa Brava, nombres que jamás serán olvidados por los bolivianos.

El documento no podía dejar de lado el puerto más importante de Bolivia: Antofagasta.


Este puerto fue el más floreciente del Litoral Boliviano y su creciente y progreso
acelerado alarmo a la bolsa de Valparaíso que veía el peligro de la competencia. "Este
puerto -dice- es el más austral del Litoral de Bolivia, abierto al comercio pocos años ha,
para la exportación de minerales de plata y nitrato de soda. Se halla situado por 23º 4,
de latitud Sud, 70º 25’ de longitud O. Grenwich, coordenadas que corresponden a la
parte N. E. del muelle del norte".
"La ciudad de Antofagasta -dice en otra parte- debe su existencia, como se sabe, al
descubrimiento de minerales de Caracoles, y puede decirse que comenzó su vida del
pueblo en 1870. Su aparición fue casi instantánea y parece que ha llegado al presente
al apogeo de su desarrollo. Su población según el censo de 18 de julio de 1875, es de
cerca de 6.000 almas, prevaleciendo el elemento chileno, pues de esta suma, 4800 son
chilenos, 450 bolivianos y el resto pertenece a diversas nacionalidades de Europa y
América".

Como en los anteriores casos, el estudio refiere detalles poco conocidos: instrucciones
precisas para los buques que deban desembarcar en sus muelles, el calado de los
barcos que deben o pueden operar, etc. Refiere también datos sobre otros lugares
importantes como:

Bahía Moreno, La Lovería, La Poreada, Bahía Jorge, Monte Moreno, Bahía


Constitucional de Mejillones, Banco Lagartos, Roca Esmeralda, Punta y Morro
Jorgino, Cañeta Herradura de Mejillones o de Choros, Punta Baja, Punta
Angamos, Monte de Mejillones, Península de Mejillones, Caleta Guala Guala,
Punta Tames, Rada de Cobija o Puerto La Mar, Rada de Gatico, Caleta de
Guanillo, Tocopilla, Caleta de Paquiza o San Francisco, Punta Arena, etc.

Es digno de destacar -las referencias que la sobre Cobija. "Conoce acerca la rada de
Cobija-dice- se nota sobre el extremo de la punta de este una roca blanca bien
característica por contrastar con las negras de las tierras que la respaldan.

Esta peña hace conocer a punta Cobija y de igual manera el pabellón boliviano que se
iza en un pequeño fuerte situado en el centro de la península, cada vez que sea avista
un buque a vapor". Más adelante indica los datos geográficos: "El puerto de Cobija,
como el principal del Litoral boliviano, hace grandes progresos tanto en el desarrollo de
su comercio como en construcciones, lo que hace que cada año sea más concurrido de
buques, cuenta con un muelle, aduana cuarteles y otras obras que demuestran su
adelanto durante los últimos años... La población de Cobija pasa de las 2.000 almas,
sin tomar en cuenta los mineros que trabajan en los minerales vecinos".

Sobre el tráfico comercial de Cobija expresa: "las ciudades de Potosí, Chuquisaca,


Túpiza y otras del Sud de Bolivia, introducen por Cobija las mercaderías extranjeras de
que han menester, y como es el principal de entrada de la república, los buques que
quieran cargar al Norte de él tienen que arribar primero a su rada para obtener la
licencia de la aduana. Mejillones y Antofagasta que también tienen aduanas, sólo
introducen víveres y los demás artículos indispensables para las poblaciones mineras
del salar del Carmen, Caracoles y demás minerales en trabajo". Los datos estadísticos
que refiere no dejan de ser interesantes para este estudio: "La exportación de Cobija
en 1862 fue de 2.207.520 pesos consistiendo principalmente en estaño y cobre en
barra, régulos y varillas, guano, lingotes de plata y lanas. Las rentas de Bolivia se
estiman en 2.252.752 pesos, y los ingresos por Cobija, en 1870 alcanzaron a 148.473".
Los datos del movimiento de barcos son tan minuciosos que llaman la atención.

Al comenzar el estudio de este documento hicimos notar la marcada diferencia


operada entre la primera y segunda publicación.

La primera publicación que damos a conocer, que fue distribuida en el día mismo de la
ocupación de Antofagasta, es decir al comenzar las operaciones bélicas" por un
descuido" del comando chileno, hacía en sus descripciones elogio del grado de
adelanto de los pueblos y puertos bolivianos de la costa del Pacífico; lo que no constan
ya en la segunda publicación sustitutiva. La explicación resalta la vista. Chile
comenzaba a tergiversar la historia para no darle el carácter de una conquista a sus
hazañas bélicas sino como una simple reivindicación. En esta tesitura un documento
como el descrito resultaba perjudicial a sus intereses. Ellos habían repetido hasta el
cansancio el no ejercicio de soberanía por parte de Bolivia en estas costas, el total
abandono de ellas. De pronto toda esta campaña de falsedades se venía abajo por un
documento emitido por su propio servicio secreto. La cosa resultaba sumamente
peligrosa. Había que recoger el documento y suplirlo por otro. Y es eso lo que hicieron
de inmediato. De esta manera se distribuyó el documento que publica Frontaura
Argandoña, donde se dice todo lo contrario de los puertos bolivianos. Ya no eran
florecientes, progresistas, sino descuidados, abandonados, miserables. Un solo
ejemplo: la descripción de Antofagasta contrasta notablemente entre la primera y
segunda versión. "Es el peor puerto del Pacífico -dice-; sólo es disculpable haber
colocado ahí la floreciente población, que mediante el carácter laborioso y
emprendedor de los chilenos se ha levantado rápidamente, considerando el estado
rudimentario de civilización de la sociedad boliviana". Obviamente el infundio no
merece siquiera comentario.

Creemos haber demostrado una vez más en forma irrefragable al señor Pinochet y a
toda la corriente que sostiene semejante absurdo, la poca consistencia de sus
argumentos. En todo caso existe una evidencia mayor: que Chile tuvo que recurrir a
una guerra para apoderarse de algo que nunca fue suyo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Paz (15 de mayo de 1963).
5. Jaime Izaguirre: Ob Cit, p. 53.
6. Augusto Pinochet: Guerra del Pacífico 1879. Campaña de Tarapacá Santiago, 1972.
Ib.: GeopolíticaEd. Andrés Bello. Santiago, 1974.
7. Ib.: p. 43.
8. Fray Antonio de la Calancha: Crónica moralizada en orden de san Agustín en el
Perú. Barcelona, 1638; p, 359.
10. Ricardo Jaimes Freyre: Historia del descubrimiento de Tucumán. Buenos Aires.Imp.
de Coni Hermanos, 1916; p. 26.
11. Manual Frontaura Argandoña: El Litoral de Bolivia. Ed. Municipalidad de
La Paz. Imp. Burillo. La Paz, 1968; p. 48.
12. Agustín de Zárate: Historia del descubrimiento y conquista del Perú. Colección
Historiadores Primitivos de Indias; p. 123. Madrid, 1865.
13. Juan Siles Guevara: Ensayo crítico sobre Chile y Bolivia. Esquema de un proceso
diplomático de Jaime Izaguirre. Publicado en Cultura Boliviana Nº 18, marzo de 1966;
p. 8.
14. Espacio Jaime Izaguirre: Breve historia de las fronteras de Chile. Ed. Universitaria.
Santiago, 1967; p. 29.
15. Ib.: p. 30.
16. Siles Guevara: Ensayo...; pp. 8 y 9.
17. Juan López de Velasco: Geografía y descripción de las Indias. Edición Sociedad
Geográfica de Madrid. Madrid, 1894; p. 513.
18. Antonio Herrera: Historia General de los hechos castellanos. Madrid, 1601; p. 248,
t. 2.
19. Amadde Frazzier: Relation de Voyage De l’ Amerique du sud aux cotes du Chile et
du Perou, fait pedant les annes 1712 et 1714. París, 1732; p. 128.
20. Jorge, Juan y Antonio Ulloa: Relación histórica del viaje al América Meridional.
Madrid, 1748; T. III, p. 189.
21. Está ajena ni Antonio de Alcedo: Diccionario geográfico de las Indias Occidentales.
Madrid, 1786-1789; tomo IV, p. Cienta 64.
22. Eduardo Arze Quiroga: Historia de Bolivia. Ed. Los Amigos del Libro La Paz-Concha
banda, 1969; p. 62 y 63.
23. La importancia adquirida por la Audiencia de charcas es descrita magistralmente
por Chárles Arnade: "Pronto audiencia en-dice John ejerció poder sobre lo que hoy son
Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y parte del Perú, Brasil y Chile. Sus dominios se
extendieron de océano a océano; desde el desierto de Tacama en las costas del
Pacífico hasta el estuario de Plata en las aguas del Atlántico. En Sud América no hubo
otro organismo que poseyera tanto poder sobre tanta tierra. Esta audiencia alejada de
su más grande rival, el virreinato de Lima, devino arrogante. Ella apropiase los poderes
del soberano y ríose de las órdenes del virrey". La dramática insurgencia de Bolivia.
Ed. Juventud. La Paz, 1964; p. 14.
24. Eduardo Arze Quiroga:Ob.Cit.; p. 249.
25. Ib.: p. 68.
26. Ib.: p.115.
27. Ib.: p. 363.
28. José María Rosa: Historia Argentina Tomo I. Ed. Oriente SA Buenos Aires, 1974; p.
395.
29. Ib.: p. 392.
30. Ib.: p. 394.
31. Ib.: p. 396.
32. Juan Pino de Manrique: Descripción de la Villa de Potosí y Partidos sujetos a su
Independencia. Potosí, 16 de diciembre de 1787. Colección Pedro de Angelis. Ed. Plus
Ultra. Buenos Aires, 1971; p. 34. Este mismo personaje sugirió un año más tarde la
unificación de los dos virreinato (Buenos Aires y Perú) proponiendo como capital el
Cuzco.
33. Alipio Valencia Vega: Geopolítica del Litoral Boliviano. Ed. Juventud. La Paz, 1974;
p. 204.
34. Vicente Bustos Pérez: Historia de Chile. Imp. Universo. Santiago, 1944; p. 127.
35. Archivo General de la Nación Argentina, legado XXVII, Virreinato de Buenos Aires
año 1782.
36. José María Valdivia: Tabla y Arica para Bolivia. Ed. Universo La Paz, 1951.
37. Archivo de la Nación Argentina, legado XXII, colonia año 1787.
38. Jorge Abelardo Ramos: Historia de la Nación Latinoamericana. Ed. Peña Lillo.
Buenos Aires, 1973; p. 228.
39. Cartas de Bolívar a Sucre. ColecciónO’leary; p. 439. Ed. América. Madrid, 1919.
40. Ramos: Ob.Cit.; p. 234.
41. La obra de Manuel Frontaura Argandoña ya citada, contiene una colección de
mapas, la más completa que se conoce sobre éste tema donde se puede charlar
objetivamente la presencia de Bolivia en el Pacífico.
42. Humberto Vázquez Machicao: Imperialismo personalista del Mariscal Santa Cruz.
Publicado en Cultura BolivianaNº 10, 11 y 12 de 1965.
43. Ib.: p. 15.
44. Ib.: p. 16 y 17.
45. Roberto Querejazu: Bolivia y los ingleses.Ed. Los Amigos del Libro La Paz-
Cochabamba, 1973; p. 100.
47. Ib.: p. 101.
48 Joseph Barclay Pentlan: Informe sobre Bolivia. Ed. Casa de la Moneda Potosí,
1975; p. 29.
49. J. B. Alberdi: La vida y los trabajos industriales de William Wheelwright en la
América del Sud. Ed. Garniel Hermanos. París, 1976; p. 63.
50. Ib.: 83.
51. Ib.: 109.
52. Daniel Sánchez Bustamante: Bolivia su estructura y sus derechos en el Pacífico.
Ed. Arno. La Paz, 1919.
53. Ib.: p.125.
54. Ib .: p.135.
55. Ib.: p. 144.
56. Angel Scenna: La guerra del salitre, en la revista Todo es Historia Nº 95, abril de
1975; p. 75.
57. Ramón Vidal Gormáz: Geografía Náutica de Bolivia. Santiago, 1879.

"Ahí, está pues, descubierta la verdadera causa de la guerra; una razón de estómago,
de especulación, de competencia industrial y de antagonismo profundo entre Perú y
Chile.
"La vergonzosa tesis del materialismo histórico puede citar en el caso del pacífico una
prueba en su favor."
Daniel Sánchez Bustamante.

"Lo hago bajo mi responsabilidad; y además, Inglaterra es lo suficientemente fuerte


como para pagarse en todas las consecuencias".
Lord Palmerston.

CAPITULO II

1. EL CARNAVAL SANGRIENTO DE 1879


(Antofagasta y Calama)

Sumario: Chile ocupa el litoral boliviano sin previa declaración de guerra.- El precio del
litoral: La Patagonia.- La Argentina despeja a Chile el camino del norte.- El impuesto de
los 10 centavos y la verdadera motivación de la guerra.- La nacionalización del salitre
boliviano.-La masonería en acción.-La noticia de la ocupación y su resonancia en
Bolivia.- ¿Ocultó Daza la noticia por seguir disfrutando del carnaval?- Una infancia
centenaria al descubierto.- Julio Méndez el. "Kutusov boliviano" en acción.- Un plan
magistral para detener la agresión.-Dasa hace suyo el plan.-La ceguera peruana
desecha el plan boliviano.-Calama.-El Perú elude en principio el cumplimiento de pacto
secreto de 1873.-El pacto secreto de 1873 como pretexto chileno.-Chile obliga al Perú
a cumplir el tratado secreto.-Funesta consecuencia de este incidente.

En febrero de 1879 el capitalismo anglo-chileno ya nada tenía que esperar; con notable
habilidad había logrado soldar sus intereses en todo el litoral boliviano logrado penetrar
pacíficamente en la explotación del salitre y el guano, la socaire impudente de los
gobiernos de turno. Paralelamente el hecho en sí, el cuadro de la realidad político –
económico de ese vasto territorio que hoy se conoce con el denominativo de Cono Sur
del continente, mostraba un síndrome espectacular que explica la impunidad con que
consume Chile la conquista de inmensos territorios y fabulosas riquezas que hasta hoy
sustentan su economía. Era ya viejo el pleito que mantenía Chile con la Argentina
sobre límites territoriales. El año 1872 el problema volvió a actualizarse especialmente
sobre la posesión del estrecho de Magallanes. "El señor Frías -dice un autor chileno-
se empeñó en circunscribir el debate exclusivamente en las tierras que circundaban el
estrecho de Magallanes y propuso una línea que partiría de la bahía de Peckett hasta
encontrar con la cordillera. Por su parte, el señor Ibañez tuvo cuidado de recordar que
los derechos históricos de Chile no se reducían a las costas del estrecho, sino que
comprendían en la vasta extensión de la Patagonia, cortada al norte por el río
Diamante, que era su límite con la provincia de Cuyo".
Chile en los años posteriores se había preparado cuidadosamente para reclamar sus
derechos en aquellos territorios que litigaba con la Argentina. Un ejército poderoso
había sido organizado y equipado convenientemente para respaldar estos reclamos. La
marina chilena ya contaba con los acorazados encargados a Inglaterra, que le daban
rango de verdadera potencia sudamericana. Las relaciones internacionales entre los
dos países cada vez más tensas, sufrieron una grave crisis a punto de inminente
estallido bélico cuando Chile intentó ocupar el Río Santa Cruz, lo que no pasó de un
amago, pues el retiro prudente de sus tropas ante la agudización de las fuerzas
argentinas evito un choque fatal.

El año de 1877 se reinicia las conversaciones entre ambas cancillerías ya que


solamente se había acordado un statu quo para procurar la búsqueda de una fórmula
de advenimiento. En enero de 1878 llegaron a un acuerdo estableciendo como límite
las altas cumbres cordilleranas, nombrado como árbitro al Rey de Bélgica. Esta
solución que reconocía implícitamente la soberanía argentina sobre Tierra del Fuego y
la Patagonia pronto fue desautorizada por la veleidosa y carente de moral se iría
perfeccionando con el correr de tiempo hasta tipificar una verdadera escuela que no
honra a la nación del Mapocho.

El rechazo chileno a un protocolo ya firmado entre los plenipotenciarios Barros Arana y


Elizalde, dio lugar a que eclosionara nuevamente el ímpetu de guerra. Las relaciones
entre ambas naciones quedaron rotas y todo hacia vislumbrar la inminente iniciación de
hostilidades previa declaración de guerra. ¿Y porque no se fueron a las manos cuando
todo entendimiento parecía imposible, quedando sólo dirimición por las armas? La
respuesta es sencilla. El objetivo chileno en aquel momento ya no era la Patagonia sino
las riquezas del Litoral boliviano que según su cancillería valía la pena de una guerra y
no así los territorios disputados con la Argentina "que nada valían", según Don Diego
Barros Arana Ministro Plenipotenciario de Chile en Buenos Aires. La perspectiva de
ensanchar sus fronteras por el norte hizo que Chile buscará fórmulas de hacerlo con la
Argentina a cualquier costo y sus diplomáticos fueron tan hábiles, que fueron dilatando
la cuestión en momentos cruciales.

En aquella época, la actitud Argentina de tolerancia entre las balandronadas chilenas


no tenía una explicación lógica ya que se pensaba que la opulenta nación del Plata
pondría en su lugar a la insolente araucanía. Posteriormente se ha demostrado que la
Argentina no podía actuar sino con mesura, pues una guerra en aquel momento le
significaba una aventura de incalculables desastres. "Recién terminada la del
Paraguay, que había desangrado lo mejor de nuestra juventud, estábamos sin flota de
guerra de alta mar, en medio de una persistente crisis política y un estado económico
deplorable. ¿Qué significaba enfrentar a un país de firme estabilidad interna, de
economía floreciente, dueño de una flota de mar ultramoderna que, para colmo,
esperaba dos nuevos acorazados de refuerzo, de formidable poder ofensivo para la
época? Naturalmente poseíamos un ejército que si no era un modelo de disciplina, las
largas guerras internas y externas habían forjado en un metal insuperable. Eran
aguerridos, sufridos y valientes, pero que podían hacer contra los modernos equipos
con quien desde un par de años antes se venía armando aceleradamente el ejército
chileno".

A primera vista, sin embargo, daban impresión de que ambas naciones tuvieran mutuo
temor de llevar la sangre al río, lo que en cierta manera era evidente. Ya conocemos
las razones que pensaron para que la Argentina asumiera una posición prudente. Sin
embargo, en Chile tampoco existía un deseo vehemente de dirimir supremacías con su
vecino cordillerano; y sus provocaciones no pasaban de ser globos de ensayo para
tener una certidumbre en una reacción argentina para llevar a cabo su proyecto de su
frontera del Norte. "Chile estaba decidido a la expansión territorial, y ya conocemos los
dos campos que tenía en vista: la zona de Atacama Boliviana y la Patagonia Argentina.
La guerra era inevitable con uno u otro, y en 1879 pesó más la región norteña donde
los acontecimientos se precipitaron".

Es obvio que en estas circunstancias Chile buscarán afanosamente la neutralidad


argentina. Chile podría enfrentarse con éxito contra Bolivia y Perú, por la superioridad
de su ejército y armada, pero ingresando Argentina más en el conflicto las cosas
podían variar, ya que el equilibrio de fuerzas podía llegar a ser igual.

El clamor argentino que exigía una intervención armada al lado de Bolivia y Perú contra
su insolente vecino cordillerano, sin embargo, pronto se enfrío ante la firme decisión del
presidente Avellaneda que había cedido a los cantos de Sirena del Plenipotenciario
José Manuel Balmaceda que obtuvo un verdadero triunfo diplomático en circunstancias
completamente adversas. "La única explicación coherente de esta actitud es que la
Casa Rosada pensaba aprovechar el conflicto para presionar sobre Chile y lograr una
solución favorable en el Sur". Y precisamente queriendo aprovechar esas
circunstancias el Canciller Montes de Oca propuso una transacción a los problemas
limítrofes. Balmaceda hábil negociador, fue eludiendo la definición del problema,
logrando poco a poco algo que no estaba dentro de sus cálculos: la firma de un
acuerdo que se llamó "Modus Vivendi" que no era otra cosa que la repetición de
acuerdos anteriores. De esta manera Argentina despejaba el camino para que Chile
consumara la conquista de los ricos territorios costeños de Bolivia y Perú. "En junio en
1879 -dice el mismo autor- en medio de un ambiente marcadamente antichileno
generado por la Guerra del Pacífico, fueron considerados por el Congreso Argentino el
Protocolo Fierro-Sarratea y el Modus Vivendi Montes de Oca-Balmaceda. Ambos
fueron despedazados, desmenuzados y finalmente rechazados. Estábamos a fojas
uno".

Pese a todo, caído en cuenta el gobierno argentino de la picardía chilena, en


momentos en que el ejército bien pertrechado de este país iniciaba las hostilidades
contra la endeble alianza Perú-Boliviana, supo sacar ventaja de la situación, enviando
una expedición militar al inmenso territorio de la Patagonia, al mando del General Julio
Argentino Roca, la misma que sentó plaza de soberanía al ocupar aquéllas tierras
disputadas, hecho reconocido posteriormente por Chile mediante el tratado del 23 de
julio de 1881 en pleno fragor de la Guerra del Pacífico. "El deseo de unos de asegurar
a Chile la consolidación de su victoria sobre el Perú y Bolivia, sin presiones externas
que entorpecieran la firma de los tratados de paz, y la creencia en otros, de que la
Patagonia era un territorio falto de valor que podía sacrificarse sin mayor detenimiento
para el interés nacional, inclinaron la balanza parlamentaria en favor del Tratado", dice
Jaime Eyzaguirre en frases que trascienden una verdad consumada.

Con las manos libres Chile volcó todo su poderío hacia la frontera del Norte. La
oportunidad para poner en práctica sus viejos sueños hegemónicos en el Pacífico
había llegado. Los territorios costeños de Bolivia donde habían aflorado inmensos
yacimientos de guano y salitre debían pasar a su dominio no ya por la fuerza de su
artera acción diplomática que no pudo sino avanzar un grado en 50 años de forcejeo,
chocando siempre con la montaña de pruebas que demostraban la verdad de la causa
boliviana. Ahora estaba en condiciones de atropellar.

Las inversiones realizadas y las fortunas en crecimiento exigían seguridad absoluta


para una explotación fructífera de los salitres y guanos, sin el control ni la mirada
acuciosa de los propietarios que en cualquier momento podían ceder a las tentadoras
propuestas de otras potencias capitalistas ávidas de hincar los dientes en tan ricas
presas.

2. COMIENZA LA COBARDIA DEL ROBO

El 14 de febrero de 1879 el ejército chileno con todo su poderío ocupó Antofagasta sin
cumplir el requisito de la declaratoria de guerra Todo era perfectamente coordinado,
pues el mismo día de la ocupación, en La Paz el delegado chileno seguía discutiendo
los reclamos planteados a raíz de la situación creada con el impuesto de los 10
centavos.

El mismo día de la ocupación fue distribuido con todo el secreto necesario, entre los
oficiales del ejército chileno, un pequeño libro elaborado por la Oficina Hidrográfica de
Chile. Se trataba de un minucioso estudio topográfico, climatérico e hidrográfico de un
minucioso estudio topográfico, climatérico e hidrográfico de toda la región. Se
acompañaba al pequeño vademecum de la ocupación, un mapa que hoy mismo
asombra por los detalles y la meticulosidad con que fue elaborado. Naturalmente, era
el último mapa donde aparecía la soberanía boliviana en esos territorios. El libro
llevaba por título "Geografía Náutica de Bolivia" y estaba firmado por el Capital de
Fragata Ramón Vidal Gormáz.

Ya nos hemos referido a algunos aspectos de este documento en un capítulo anterior


sólo nos resta añadir quien después de la guerra, el mismo fue recogido bajo amenaza
de sanciones muy drásticas para los que no devolvieran, de ahí la rareza del
documento que constituye la mejor prueba boliviana sobre esa costa. Es la huella
indiscutible del crimen cometido por Chile.

El capitalismo inglés que era el verdadero interesado en la disputa ocultaba muy bien
las garras apareciendo sólo Chile como país agresor, que salía en defensa de
pretendidos derechos hollados por el estado boliviano. Muy pocos pudieron percibir en
aquellos momentos que la guerra que se iniciaba era en realidad una típica guerra
imperialista entre Inglaterra y Chile contra Bolivia y el Perú.

Es importante conocer algunos aspectos del frente interno que se enlazan al final con
los grandes intereses en juego. La permanente crisis económica de Bolivia obligó a
tomar algunas medidas, en uso legítimo de sus derechos soberanos. Una de aquellas
medidas consistía en la promulgación de una ley que gravaba con 10 centavos sobre
cada quintal de salitre exportable por Antofagasta. La ley había sido sancionada por el
Congreso Boliviano de 1878 y el Presidente Daza la promulgó en uso legítimo de sus
atribuciones. La compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, que era la empresa
concesionaria de la explotación de esas riquezas, en actitud desafiante, se negó a
parar el impuesto, elevando su queja curiosamente al gobierno chileno en busca de un
conflicto diplomático forzado. El gobierno boliviano, actuando con energía, entonces
ordenó el encarcelamiento del gerente de la empresa, Jorge Hicks y el embargo de sus
bienes hasta cubrir la suma de 98.000 pesos.
La persistencia de la compañía en desobedecer las leyes bolivianas, finalmente
exaspera al Presidente Daza, que resuelve nacionalizar el salitre boliviano expidiendo
el decreto correspondiente, cuya parte considerativa muestra a las claras el intento
fiscalizador y patriótico que animaba a aquel gobierno. Dice así:

"Considerando, finalmente que esa atribución del gobierno mandar ejecutar las leyes y
ejercer la alta supervigilancia y tuicion de los intereses nacionales, en cuya virtud
puede rescindir los contratos celebrados por la administración y que no han sido
cumplidos de buena fe por los contratistas, se declara: que queda rescindida y sin
efecto la convención del 27 de noviembre de 1873 acordada entre gobierno y la
Compañía de Salitres de Antofagasta; en su mérito, suspéndese los efectos de la ley
de 14 de febrero de 1879. El Ministro del ramo dictará las órdenes convenientes para la
reivindicación de las salitreras detentadas por la compañía". La historiografía oficial de
Bolivia se refiere muy de pasada a éste hecho trascendental del gobierno de Daza, que
constituía una verdadera medidas de tipo popular y nacionalista que interpretaba las
ansias del pueblo y de un sector de la burguesía boliviana progresista en plena
formación que se cobijaba a la sombra de ese gobierno pretendiendo recuperar esas
riquezas aunque a instancias de otros intereses foráneos que deseaban intervenir en el
"boom" del guano y del salitre; actitud que no dejo de preocupar al sector de la
ultraderecha antinacional, cuya cabeza visible era nada menos que Aníceto Arce, el
señor de Huanchaca, que había ligado ya sus intereses con los de la oligarquía
chilena, que controlaba los barcos de Santiago y Valparaíso, donde ya habían metido
las manos los vaqueros de Londres.

Los historiadores liberales de Bolivia, al referirse a éste hecho, piensan que se trata de
una simple medida demagógica para evitar tardíamente el conflicto, haciendo caer toda
la responsabilidad de la guerra en Hilarión Daza, cuando sabemos que la ley había
sido sancionada por un congreso controlado precisamente por la feudalidad
terrateniente y minera de la época. Otra corriente de la escuela ortodoxa marxista
sostiene que la medida era típicamente entregista, pues su última finalidad era
traspasar la alta supervigilancia y tuición de esos grandes intereses en forma definitiva
al centro de Valparaíso en cumplimiento de los planes expansivos y monopolistas del
capitalismo inglés. "La guerra -sostiene Obando Sáenz.- era para las clases
dominantes de Bolivia, la constitución de esa política de entera identificación con los
objetivos agresivos de los monopolistas extranjeros: abandonar la administración del
Litoral dejando al capitán inglés las puertas abiertas para establecer la dependencia
económica de los territorios de acuerdo a sus intereses colonizadores y volver sus
armas y su mirada hacia el interior del país para asegurar su porvenir de clase aun al
precio de privar a Bolivia de su territorio sobre el mar". Esta interpretación no deja de
tener un fondo sólido, aunque peca de excesivo dogmatismo interpretativo, al cortar
con misma tijera a los verdaderos entreguitas y al Presidente Daza, que pese a su
escasa preparación, tuvo la virtud de asesorarse de un grupo de intelectuales
identificados con los intereses del país. La medida tomada por Daza y su gabinete y
estaba ajustada a las realidad de aquel momento crítico y no era otra cosa que la
defensa intransigente de los recursos naturales amenazados por la voracidad anglo-
chilena.

La nacionalización del salitre boliviano no era una medida tomada precipitadamente sin
ton ni son. Tenía un antecedente reciente: la nacionalización del salitre peruano
decretada por el Presidente Pardo que alarmó al imperialismo inglés y francés, medida
que tuvo un desenlace sangriento. En lo interno de la medida podía parangonarse con
las soluciones típicamente nacionalistas tomadas por el Presidente Agustín Morales
contra la firma Arteche, actitud patriótica que al igual que al presidente peruano costó la
vida a Morales. Es obvio que Daza, para tomar aquella medida, a un debido compulsar
con sus ministros los alcances del tratado de 1873 con el Perú, aunque se sabe las
discrepancias que hubieron en la interpretación de sus cláusulas. De cualquier manera,
Daza tomó la decisión heroica a sabiendas que, de producirse un conflicto, el país no
estaría solo.

La nacionalización decretada por Daza significaba en los hechos que debían


organizarse estancos del salitre para su comercialización explotación mediante
sociedades mixtas de participación*. Había en ese momento grandes intereses
financieros que se movían subrepticiamente en contacto con la incipiente burguesía
boliviana en formación.

*"El presidente Pardo, con condiciones de singular clarividencia la divide ése, en claro
el problema en sus múltiples aspectos, políticos, económicos e industriales. Si la
producción misma era el privilegio de un suelo determinado no obvio tener a que ese
privilegio, señalado e impuesto por la naturaleza, fueran un monopolio fiscal, antes de
una regalía de los particulares".
"El interés predominante del gobierno del Perú sería el de llegar a un acuerdo con el
gobierno boliviano para uniformar su legislación en materia salitrera" (vale decir para
incitar a tomar la medida de la nacionalización". Alberto Gutiérrez. La guerra de 1879.
Nuevos Esclarecimientos. Ed.Camarlinghi. La Paz 1976, p. 174.

El temor de que las medidas tomadas por Daza se consumaran atrayendo una
inversión inmediata de otros intereses capitalistas a través del Perú obligó a Chile a
precipitar la ocupación de Antofagasta como respuesta al desafío boliviano. Los
grandes intereses ingleses empujaron a Chile a que su poderío bélico preparado para
dirimir sus problemas limítrofes con la Argentina, los dirigiera a la conquista de las
costas salitreras y guaneras del Perú y Bolivia ante el asombro de América y el mundo.

2.1 PECADO CAPITAL, Y HONOR DEL ROTO

Tan es así que el reclamo sobre el impuesto de los 10 centavos no era más que un
mero pretexto que, cuando Chile ocupó el litoral, el 12 de septiembre de aquel mismo
año, creo otro gravamen de 40 centavos sobre quintal de salitre. Un año después, el
impuesto subió a $1,60 plata sobre quintal y otro de 60 centavos sobre kilo de yodo. La
compañía exportadora del salitre que se había prestado al juego, cínicamente presentó
entonces una reclamación al gobierno chileno exigiendo respeto al contrato suscrito en
1873 con Bolivia. Es interesante conocer algunos entretelones de aquel momento.

Producido el reclamo chileno ante la cancillería boliviana, sus argumentos fueron


rebatidos con toda facilidad dada la carencia de un apoyo sólido para sostenerlo. La
cancillería boliviana que desconocía los preparativos chilenos para consumar el asalto
al litoral, en esos momentos buscó afanosamente una fórmula de avenimiento. El
delegado chileno por contrapartida, tozudamente insistía en su reclamo sin un asidero
legal que le respalde. La cuestión era ganar tiempo. Cuando todo hacía prever que se
allanaría el camino para arribar a un acuerdo en ese ínterin Chile, con el sigilo
delincuencial necesario, había concentrado ya sus tropas en el puerto de Caldera. Sus
acorazados que ya avanzaban cautelosamente, fueron divisados finalmente en aguas
de Antofagasta, entretanto se seguía discutiendo en La Paz la fórmula de un arreglo.

El 14 de febrero de 1879 desembarcó el ejército chileno en aquel puerto y procedió a la


ocupación sin previa declaración de guerra. El prefecto del litoral, Coronel Severino
Zapata, completamente inerme, sin fuerzas para resistir la agresión, abrumado por el
peso de un atentado sin nombre, no pudo hacer otra cosa que protestar por el acto
vandálico abandonando el puerto en internándose al interior del país.

El presidente Daza, el manifiesto emitido pocos años después de aquel


acontecimiento, explicó esos momentos vividos de la siguiente manera: "Si algo puede
reprocharse a mi administración en este asunto, es el haber confiado en la palabra
autorizada y solemne del embajador chileno, que hasta el último momento y
empeñando la fe nacional de su patria, sostuvo el principio de tratar la cuestión en el
terreno de la diplomacia".
Los 10 centavos eran el pretexto, pero el socaire de su pálida resurgencia ocultaba la
áurea resplandesencia de la libra esterlina con el ruido seco de todo su poderío. Chile
era solamente la punta de lanza de la penetración del capitalismo inglés en el Pacífico.

2.2 VERDADES DE LA CAUSA RAPAS DEL ROTO

Durante mucho tiempo sea discutido y aún en nuestros días se discute entre peruanos
y bolivianos y chilenos, la verdadera motivación de la guerra. Así por ejemplo el
peruano Carlos Wiese dice que la causa principal fue la negativa peruana de
declararse neutral en el conflicto, ya "que el Perú tenía la obligación del tratado secreto
de 1873". Como otra causal al señalar también la ambición desmedida de la clase
dirigente y del pueblo chileno por apoderarse de las salitreras de Tarapacá y
Antofagasta". Paz Soldan, por su parte, manifiesta que Chile optó el camino de la
guerra porque atravesaba una situación económica caótica, especialmente porque los
altos intereses de su deuda externa la amenazaban y presionaban. Todos los demás
autores peruanos coinciden en señalar la cuestión del tratado secreto de 1873,
avalando de esta manera o cohonestando la tesis chilena. La excepción fue Carlos
Mariátegui, quien en su notable ensayo sobre la realidad peruana, por primera vez toca
fondo al referirse a este problema, haciéndolo derivar del fenómeno industrial europeo
en pleno proceso de expansión que buscaba materias primas para sus industrias en
ascenso.

En Chile se ha impuesto como dogma la tesis de que el "casual descubrimiento" del


tratado secreto de 1873, fue la causa de la guerra. Vicuña Mackena, Barros Arana,
Santa María, Bulnes, y otros sostienen esta tesis con argumentos casi idénticos. Muy
posteriormente a esta generación de historiadores y pseudo historiadores aparece otra
promoción que actualiza y remoza esta vieja tesis, acomodándola a sus lucubraciones
eruditas o pseudoeruditas, pensando quizá que después de transcurridos sin años se
puede nomás seguir haciendo comulgar ruedas de molino a las nuevas generaciones.

De esta suerte aparecen Conrado Ríos Gallardo, Jaime Eyzaguirre, Encina, Espinoza
Noraga, Pinochet y otros, quienes desempolvando los trabajos de Amunátigui, que en
su época cayeron en el ridículo por sus extravagancias y entripados interpretativos,
"redescubren" que la que guerra nada tenía que ver con las ambiciones ni el salitre,
sino que, simplemente, fue una guerra de "reconquista" ya que esos territorios siempre
habían pertenecido -dicen- a Chile, y que por un "descuido" habían aparecido bajo la
soberanía boliviana, que por tanto lo único que se hizo fue recuperarlo. A esta tesis,
como se sabe se adhirió el General Augusto Pinochet, copiando al pie de la letra los
trabajos de Eyzaguirre.

Los historiadores bolivianos de la vieja escuela sostienen unánimemente que fue la


ambición taimada y artera de Chile quien aprovechándose de la situación crítica que
atravesaba el país consumó el vil atentado. Alberto Gutiérrez y Vicente Ochoa se
salvan de esta generalización por algunos aportes valiosos que hacen en su obra. En
los últimos tiempos, Augusto Céspedes, Alipio Valencia, Sergio Alamaraz, Frontaura
Argandoña, Obando Sánz, Albarracín, Luis Antezana y otros, contribuyen a la
interpretación de los factores intrínsecos o extrínsecos que dieron lugar a la guerra que
nos ocupa. Todos ellos relievan, como no podía ser de otra manera, el factor
económico, punto de partida para tratar los fenómenos históricos científicamente. Pero,
¿será cierto que sólo lo económico empujó a Chile a cometer tal inicuo acto
depredatorio? No. Sería un craso error admitir este argumento a secas. En la guerra
del pacífico como en todas las guerras hubieron otros factores que no se pueden
soslayar, como el orgullo nacional y la lucha por la lucha por la hegemonía del Pacífico.
Pero hubo también un factor desapercibido, nada desdeñable para interpretar el
síndrome de aquellos acontecimientos. Se trata de una especie de patología racial
colectiva que hace de los chilenos aficionados alo ajeno. Esto no es nuevo ni una
invención reciente. Connotados etnólogos y antropólogos han puesto su atención en
esta lacra. En el fondo del alma popular -dice Alberto Gutiérrez- existe una inclinación
innata al despojo por medio de la violencia. En la criminalidad chilena se advierte el
predominio de ciertos actos que demuestran esa tendencia popular, que no ha
mostrado el progreso de la cultura general. El hurto, el robo tímido y silencioso, son
vicios poco generalizados. El robo para hacerse atrayente, debe ser con efracción y
con violencia. Algo queda a pesar de los refinamientos de la educación y de los
adelantos de la cultura general, en las clases dirigentes, de eso que constituye una
modalidad de la raza misma. Y así se comprende -concluye el mismo autor- que dentro
de las prácticas políticas y diplomáticas, exista una tendencia visible al despojo.

El preludio de la ocupación estuvo matizado por una serie de incidentes que no dejan
de tener importancia. Veamos algunos de ellos.

En cumplimiento a las órdenes emanadas del gobierno central, el Prefecto Zapata


había procedido el 11 de enero de aquel año al embargo de los bienes de la compañía
salitrera. El mandamiento de embargo que viene a resultar el último acto administrativo
de Bolivia sobre el litoral, es elocuente y significativo. Dice: "el ciudadano Zeverino
Zapata, Prefecto y Superintendente de Hacienda del Departamento, ordena y manda:
que el Diligenciero de Hacienda, José Félix Valda, aprese y conduzca a la cárcel
publica a José Hincks, gerente representante de la Compañía de Salitre y Ferrocarril
de Antofagasta, deudor al fisco de la cantidad de 90.848 bolivianos 13 centavos
asimismo trabará embargo de los bienes de dicha compañía, suficientes a cubrir la
cantidad adeudada". En cumplimiento de este despacho las autoridades bolivianas
procedieron al embargo de los bienes de aquella firma, pero el gerente Hicks se había
dado a la fuga, constituyéndose de inmediato en uno de los principales agitadores que
indujo a las turbas chilenas a cometer atropellos y a desobedecer a las autoridades
bolivianas. Este fue el móvil que utilizó Chile como pretexto para sacarse la máscara y
lanzarse a la ocupación; un móvil absolutamente particular que fue convertido en
ofensa a la dignidad chilena porque así convenía el plan ya trazado de antemano.

2.3 LA MASONERIA EN LA GUERRA

No puede dejarse de mencionarse un hecho de suma importancia como es la


participación de la masonería en todos aquellos acontecimientos. El ensanblamiento de
los grandes intereses en juego con las cúpulas de la masonería afloró en aquella
oportunidad ya sin escrúpulo alguno. Desde años atrás se había ido produciendo la
simbiosis entre las compañías exportadoras de guano y salitre con las logias que
operaban en Santiago y Valparaíso. Tal era el caso de la gran logia de Chile cuyos
miembros en su mayoría eran socios o accionistas de las salitreras. El Serenísimo y
Gran Maestro de esa logia era nada menos que Don Evaristo Soublete, de
nacionalidad inglesa pero al mismo tiempo era Gerente General de la Compañía de
Salitre y Ferrocarril de Antofagasta, con residencia en Valparaíso. Jeorge Hicks, Jeorge
Paddison, Diego Adamson, Juan Clemensson y H.R. Stevensson eran socios o
formaban parte de la planta administrativa de la misma empresa.
Las resistencias del gerente Hicks obviamente que fue parte del plan urdido entre las
autoridades chilenas con la logia Gran Oriente de Chile. La intervención inglesa en
todos estos acontecimientos si bien muy disimulada, se hizo presente.
A tiempo de producirse la ocupación de Antofagasta el poderoso navío de la armada
inglesa "Pelican" observó desde prudente distancia los operativos del desembarco
chileno.

La Gran Logia de Chile estimuló con fondos propios la ocupación chilena; es más,
promovió colectas públicas con pretexto de socorrer a los heridos y huérfanos de
guerra, desviando más tarde estos recursos con destino al equipamiento del ejército
chileno. En todas las actividades y emergencias destinadas al éxito del operativo bélico
chileno, estuvo presente la logia, ya organizando la "Sociedad de Socorros Mutuos de
la Patria", que cumplió un papel de primer orden en la ocupación de Antofagasta; ya
cooperando en la adquisición de alimentos y medicamentos; ya agitando mediante sus
componentes a las turbas ignaras a cometer toda clase de depredaciones contra
autoridades y particulares de nacionalidad boliviana. El Serenísimo Gran Maestro de la
Logia, en su entusiasmo bélico. Perdió la serenidad y el decoro que la orden exige a
todos los miembros de la hermandad y haciendo aspavientos se puso a hacer alarde
de su odio anti-boliviano. "Evaristo Soublete, que había llegado a Santiago junto con el
ejército invasor -dice un autor- aleccionaba a la muchedumbre formada por chilenos
residentes en aquella ciudad, pronunciando virulentos discursos contra los bolivianos y
sus autoridades. Las palabras de Soublete soliviantaron a la muchedumbre que se
desbordó incontenible en actos de vandalismo. Los rotos se precipitaron sobre las
tiendas y almacenes, rompiendo puertas y dando cuenta de todo lo que encontraban a
su paso.

Ebrios de licor y de sangre, saquearon, mataron y depredaron a mujeres, ancianos y


niños cuyos gritos de angustia se ahogaban ante el desaforo e iracundia de los
bárbaros". En otro aparte agrega el mismo autor: "Hubo un momento en que, cuando la
muchedumbre enardecida avanzaba hacia la Prefectura, un grupo aleccionado por
Soublete, irrumpió hacia la puerta del edificio y levantando en brazos hasta la altura de
la puerta a una mujer llamada Irene Morales, arrancaron el escudo boliviano colocado
en el frontispicio del edificio despedazándolo en el instante en medio de gritos salvajes.
Soublete, concluyó una arenga virulenta con estas palabras: "Sed generosos,
hermanos y compatriotas, ahora que estáis en vuestra patria, en esta sagrada tierra
chilena". Con este motivo la gran logia del oriente chileno intercambió notas con la
similar uruguaya, donde trasciende en toda su magnitud la intervención de la
masonería en aquellos acontecimientos.

El momento escogido por Chile no podía ser más propicio Bolivia vivía una de las
peores crisis económicas de su historia*. La sequía había destruido las cementeras
dejando a su paso hambre y miseria y dolor. Y como si esto no fuera suficiente, la peste
asolaba las poblaciones diezmándolas. A ello se debe agregar que el ejército boliviano
ya no era el mismo de los inicios de la república, que había dado tantas glorias y
satisfacciones al país. Las cuentas luchas intestinas habían acabado por minarlo y
deteriorarlo. Yanacocha, Socabaya, Paucarpata, Iruya, Montenegro, Humahuaca e
Ingavi eran ya ecos lejanos que se diluían en la historia. La situación financiera del país
estaba en completa bancarrota. Todo era un desastre el caudillismo y las guerras
civiles habían llevado a la patria casi a su destrucción. Pero, fuera de las fronteras del
país quedaba en mito del valor del soldado boliviano, jamás desmentido.

*Luis Antezana atribuye el estado de postración de Bolivia a la acción negativa de libre


cambio impuesto a partir del gobierno de Linares y que culminó con Melgarejo. "La
crisis económica fue tan grande -dice este autor- que Bolivia no producía nada. Los
campos se secaron, la industria se paralizó. Advino entonces la gran hambruna de
1878, es decir en vísperas de la invasión chilena. La gente moría de hambre en las
calles de las ciudades y en el campo". "El país -agrega-había sido preparado para la
derrota por el librecambismo y el feudalismo criollo, en un acuerdo con los
librecambistas y colonialistas chilenos" (Luis Antezana: La situación de Bolivia antes de
la Guerra del Pacífico. En "Presencia Literaria" de 9 de julio de 1878).

3. DISTORSIÓN DE LA HISTORIA BOLIVIANA POR EL ROTERIO

La aureola de triunfos que el ejército boliviano había conquistado durante los primeros
30 años de vida republicana, el rol definitorio que le había correspondido jugar en el
continente, la capacidad de lucha y resistencia de los soldados indígenas y mestizos le
daban un prestigio legendario que era tomado muy en cuenta, especialmente por los
países vecinos. Chile en especial tomo muy en cuenta esta situación, como veremos
más adelante, procurando desde un principio de la guerra un acercamiento táctico
hacia Bolivia para apartarla de la alianza que tenía con el Perú.

Una vez ocupada Antofagasta y toda la costa boliviana, Chile para "guardar" las reglas
de la guerra, conforme al derecho internacional, rompe relaciones con Bolivia y le
declara la guerra. Toda una tragicomedia urdida por los intereses foráneos que habían
perdido todo escrúpulo y vergüenza.

La noticia de la ocupación de Litoral se esparció rápidamente. En Bolivia se ha venido


repitiendo como una martingala la especie de que el Presidente Daza, una vez
impuesto de la noticia se guardó en secreto durante varios días a fin de no interrumpir
las farándulas y las fiestas de carnaval que eran celebradas ruidosamente. En verdad
que éste fue el comienzo de la lapidación de Daza ante la historia. Sin embargo, al
cumplirse el centenario de aquellos hechos, nuevas investigaciones históricas, han
demostrado la falsedad de la canallesca imputación. Veamos cómo fue urdida la
infamia.

Todos los historiadores bolivianos, sin excepción alguna, han venido repitiendo esta
versión, la misma que fue inventada y difundida por el escritor chileno Benjamín Vicuña
Mackena, quien en su papel de historiador oficial de aquel país durante la guerra, con
la “gracia innata” de su pluma ha tejido muchas leyendas contra Bolivia; y, una de ellas,
precisamente, la que ha tenido mayor difusión ha sido la ocultación de la noticia de la
ocupación de Antofagasta por seguir carnavaleando.

Obviamente, el objetivo buscado por el fantasioso Vicuña Mackena no era otro que el
desprestigio de los hombres de estado bolivianos y peruanos, caricaturizándolos como
siniestros personajes, fantoches desposeídos de sentimientos morales e
irresponsables ante sus pueblos. Vicuña Mackena le tenía una ojeriza tremenda a
Daza e inventó el asunto del carnaval para desacreditarlo moralmente.

Y cosa curiosa: los propios historiadores bolivianos hicieron eco de la versión y


sirvieron de caja de resonancia para dar pábulo a la fantasía urdida en el frente
enemigo, aunque bueno será señalar que unos lo hicieron a sabiendas y por cubrir la
persona del General Eliodoro Camacho, que conspiraba contra Daza, y otros por ser
simples repetidores de la versión.

Benjamín Vicuña Mackena a fines de abril de 1879 lanza el infundio contra Daza en la
prensa chilena. Dice textualmente: "La noticia de la ocupación por las armas de Chile
de la plaza de Antofagasta, que tuvo lugar el 14 de febrero, no llegó a La Paz con la
tardanza de la larga travesía del desierto y al lento paso de la acémila, sino en alas del
vapor y del alambre eléctrico.
En consecuencia, el Presidente Daza tenía conocimiento de lo que pasaba, el jueves
20 de febrero, día en que aquella ciudad, y en todo Bolivia llámase el "jueves de
compadres", porque es el comienzo del retozón y en ocasiones desaforado carnaval".

Eliodoro Camacho es el primero en dar crédito al infundio chileno, claro que en interés
propio, pues ya se encontraba conspirando contra Daza, pero recién cuando se
produce la deposición de Daza hace suya la versión y la da a publicidad en su famoso
manifiesto de 1880, donde trata de explicar su conducta en el golpe de estado, para
despejar los rumores que ya iban tomando cuerpo sobre su responsabilidad en la
retirada de Camarones. Nunca un infundio debió ser mejor venido que en aquella
oportunidad. Camacho estampa entonces con inmensa alegría: "Es notorio que el
pueblo de La Paz ignoraba el aviso del funesto 14 de febrero, mientras que el general
Daza, aturdido en el bullicio del carnaval, ocultaba el parte y solemnizaba la ocupación
de nuestro Litoral".

El historiador boliviano Vicente Ochoa, encargado de llevar el diario de la campaña,


pese a su notable ecuanimidad en juzgar algunos hechos, esta vez no puede ocultar su
simpatía por Camacho, dedicando de un extenso panegírico, posiblemente el
desconocimiento de los verdaderos entretelones en que estaba trajinando este militar
boliviano. Posteriormente, cuando es llamado a declarar en el proceso militar
instaurado contra Daza, prefiere ser parco e insustancial. Eso había que bajo la
influencia inmediata de Camacho, sea por ignorancia o por temor, en su obra,
"Semblanzas de la Tierra del Pacífico", dice: "La noticia de la infame toma de
Antofagasta, fue recibida por el General Daza entre los preparativos de una
mascarada, y a fin de que no se frustrase ésta, tuvo por conveniente ocultar hasta tres
días después la fatal nueva del invasión". La obra de Ochoa es de 1881 y toma la
versión del manifiesto de Camacho. Era suficiente. Después todos los historiadores se
copian unos a otros sin indicar jamás la fuente.

Don Gabriel René Moreno, otro historiador del siglo pasado, también cae en él error,
pero el tenía un odio bastante fundado contra Daza por haber sido utilizado por este en
el famoso asunto de las "Bases Chilenas", juego en el que Moreno entro de buena fe y
con ansias de servir al país. Daza en este asunto no hizo otra cosa que responder con
las mismas armas a Chile: con falsía y engaño; fue el único que tuvo intuición para no
caer en la trampa tendida por Chile. La versión de Moreno dice: "En esta universal
sorpresa de entonces -la guerra-, los únicos que en suma no se sorprendieron eran los
hombres del gobierno de Chile y los especuladores chilenos del salitre boliviano,
autores del golpe. Guardando el Presidente de Bolivia en los bolsillos de su disfraz la
noticia por tres días, reservó su sorpresa para después de los carnavales". A su turno
otros historiadores, como Alcides Alguedas, Crespo, Finot, Vázquez Machicao, van
repitiendo la cantinela sin mucha variación. Incluso Carlos Montenegro en su
"Nacionalismo y Coloniaje", que plantea por primera vez el revisionismo histórico en
Bolivia, cae en la tentación de repetir esta versión. Alcides Arguedas, el más difundido
de los historiadores liberales copia, casi al pie de la letra, a Dámaso E. Uriburu, quien
en su conocida obra sobre la guerra del Pacífico, dice: "Eran los días de carnaval y
entregadose había el sátrapa indígena a sus vulgares placeres, y a la sazón que
recibiera la noticia de la ocupación de Antofagasta. El efecto que debía producir a
Bolivia tan inesperado acontecimiento, turbar podía la fiesta, por lo que se propuso
ocultarlo hasta de sus mismos favoritos y confidentes". Arguedas, que hace suya esta
versión, es uno de los más grandes difamadores de Daza. No puede disimular su odio
en ninguna de las páginas donde toca esta época. Quizá buceando las profundidades
de ese odio morboso se pueda encontrar una explicación en el hecho de que su
antepasado, general Castro Arguedas, Jefe de Estado Mayor de Daza, fuera señalado
por este, como uno de los principales autores de la retirada de Camarones. Pero
veamos como Alcides Arguedas, por una traición del inconsciente, después de tomar
por ciertas las afirmaciones de Camacho, ya directamente o por interpósitas referencias
como la de Uriburu o del mismo Vicuña Mackena, incurre en una tremenda
contradicción al afirmar a renglón seguido que "en aquel tiempo Bolivia no estaba
ligada por telégrafo a ningún país de la costa, y que todas las noticias del exterior las
recibía por medio de correo y 15 o 20 días o más de producirse el hecho". Este simple
caso nos demuestra como el historiador boliviano barruntaba sus afirmaciones y juicios,
sin mucho apoyo documental, lo que daba margen naturalmente a muchas
contradicciones.

3.1 LA VERDAD DE DAZA Y PUNTO

Gastón Velasco, estudioso que ha dedicando su vida a la defensa de la causa boliviano


en la cuestión del Pacífico, es el primero en hacer un aporte serio y documentado sobre
este capítulo de la desgraciada guerra del salitre. Tomando por base algunas
afirmaciones periodísticas del columnista Víctor Santa Cruz que repite la centenaria
infamia del ocultamiento de la noticia, por seguir el carnaval “en circunstancias en que
se divertían en una casona de la calle Comercio", y que la noticia había llegado
mediante mensaje telegráfico transmitido desde Tupiza y que a su lectura el Presidente
había quedado perplejo, guardando el telegrama en su bolsillo para luego salir al
balcón a presenciar la farándula carnavalera que en ese momento estaba ya en la
esquina de la actual calle Jenaro Sanpinés, lo refuta brillantemente demostrando que
en aquella época Bolivia no contaba con servicio telegráfico.

"Daza -dice Velasco- no ocultó ni un solo instante la noticia del invasión, y más bien la
dio a conocer por todos los medios posibles a toda la nación de inmediato". Para
respaldar sus afirmaciones y hacer su categórico desmentido, realiza un estudio
minucioso hasta alcanzar la verdad que había sido ocultada durante 100 años.
Comienza por indicar que el 14 de febrero se produce la ocupación de Antofagasta con
su secuela de asaltos y saqueos.

El día domingo –dice- a las cuatro de la tarde llegó al puerto el vapor "Amazonas"
enarbolando bandera boliviana, donde por la noche se embarcaron varios ciudadanos
bolivianos, entre ellos el Prefecto Zeverino Zapata. El relato es minucioso y lo
copiamos en su parte más importante: "el miércoles 10 llegó el vapor a Arica; en el
muelle se encontraba el cónsul boliviano residente en Tacna, Manuel Granier que
había viajado exprofesamente a ese puerto, para inquirir noticias que el telégrafo
desde Iquique le había adelantado".

Dicho señor cónsul, al conocer detalles fidedignos del asalto de Antofagasta, se


preocupó en redactar las noticias para el gobierno y mandar de inmediato el correo a
La Paz.
"El jueves 20 (llamado de compadres), salía de Tacna el correo extraordinario enviado
por el cónsul Manuel Granier, con los partes y la correspondencia oficial urgente
encomendada al estafeta Gregorio Collque, más comúnmente conocido como "el
Goyo". Fue el héroe sufrido de esta titánica jornada de vencer 74 leguas en seis días,
cruzando desiertos, precipicios, cumbres cordilleranas, la soledad matadora de la
altiplanicie, sin un descanso, sino el preciso de acampar solitario.

"Bolivia no tenía servicio de telégrafos y el único medio de comunicación que


podríamos llamar directo, era el camino de Tacora a Machacas".

La relación sigue los pasos del Heraldo indio minuto a minuto, peldaño a peldaño hasta
su arribo a la ciudad de La Paz, el día 25 de febrero (martes) a las 11 de la noche. Esa
misma noche, sin descansar un solo minuto, dice el referido autor, el mensajero buscó
afanosamente en diferentes domicilios a Daza, hasta ubicado en la casa del Coronel
José María Valdivia, que a la sazón ocupaba el cargo de Intendente de Policía, casa
situada en la calle Pichincha (actualmente iglesia de Jesuitas).

"Fue la casa de los Valdivia –prosigue- donde se conoció la indignante noticia de la


invasión chilena... Es de imaginar la zozobra causada, cuando el Presidente,
acompañado de sus edecanes, recibió la noticia infausta; tras la lectura de oficios y
partes, cruzó a prisa el salón principal encaminándose de inmediato a Palacio de
Gobierno. "Los invitados, ante la extraña conducta del presidente y edecanes que
salían apresuradamente de la casa, rodearon a Collque, que había quedado en la
casa, interrogando de sobre lo ocurrido. Les comunico cuantos había sobre el asalto
del puerto de Antofagasta".

La noticia que traía la mala nueva, fechada el 19 de febrero estaba suscrita por Manuel
Granier y contenía una relación completa y circunstanciada de lo ocurrido desde la
ocupación hasta el día que se despachara la comunicación. Daza que se había retirado
tan apresuradamente al extremo de no despedirse de los concurrentes a la invitación
de los Valdivia, trabajo con algunos de sus ministros hasta la madrugada en la
redacción de un mensaje y los decretos de emergencia nacional.

Al día siguiente, según el mismo autor, la noticia también fue difundida desde el púlpito
de la iglesia de San Francisco, hecho que dio lugar a una gran concentración que
terminó con una multitudinaria manifestación patriótica que desembocó en la plaza de
armas. El viernes 28 de febrero, el diario "El Comercio" daba cuenta de los sucesos y
publicada las primeras medidas que había tomado el gobierno ciento una de ellas una
ley de amnistía amplia y generosa para todos los perseguidos y detenidos políticos,
mediante otra disposición legal se declaraba la patria en peligro llamando a la unidad
nacional. Finalmente también -cómo se estilaba en casos similares-, se ordenaba la
confiscación de bienes de los súbditos chilenos y la concesión de plazo para que
abandonen el país pena de ser expulsados violentamente.

Vicuña Mackena, que naturalmente estaba en su papel, seguramente se refocilaba al


enterarse que sus engendros de odio contra el Presidente de Bolivia tenían un
tremendo eco, pero resulta que tanto ir y venir, las mentiras se enmarañan y dan lugar
a resquicios por donde finalmente aflora la verdad. Vicuña Mackena, al dar rienda
suelta a su chauvinismo patrioteril acaba por contradecirse fatalmente.

Ya sabemos lo que dijo cuando se produjo la ocupación de Antofagasta, que la noticia


fatal no llegó a La Paz a paso lento de la acémila sino en alas del vapor y del alambre
eléctrico. Sin embargo, en su obra sobre la guerra del Pacífico publicada en plena
contienda, después de tratar de justificar el alevoso atentado, y al referirse
particularmente a la rescisión del contrato con la Compañía que explotaba el salitre,
expresa que, esta noticia no tardó en llegar "y el 11 de febrero a las 2:05 minutos de la
tarde, se recibió en el Palacio de Gobierno en Valparaíso el siguiente telegrama
transmitido desde Caldera por el gobernador de esa ciudad y por chasqui desde Tacna
y La Paz, de donde debió salir el seis, es decir, el día de la notificación de la
reivindicación del salitre a nuestro representante en esa ciudad". ¿En que quedamos?
¿La noticia fue transmitida por alambre eléctrico o por chasqui? La calumnia
resalta a la vista. El primer infundio, la maquiavélica acusación urdida en Chile contra
Daza quedó destruido y la historiografía liberal boliviana desenmascarada.
Indudablemente que Vicuña Mackena muy bien asesorado y contando con una mente
tropical privilegiada se adentro en el alma inocente casi ingenua del pueblo boliviano.
La sencillez y pureza de este pueblo todo puede perdonar menos al traidor, o que lo
digan Olañeta, Ruperto Fernández, Seleme o Gallardo. Entre estos nombres malditos
también se encontraba el de Daza cargando del mayor de los odios, fruto del más
grande y temerario complot para destruirlo. La calumnia que ha ido rondando durante
una centuria execrando el nombre de Daza cumplió como buen boliviano e hizo lo que
estaba a su alcance y lo que tenía que hacer en los momentos de peligro. Su pecado
fue ponerse al frente de los grandes consorcios económicos del momento manipulados
desde Valparaíso y Santiago con vínculos estrechos con la oligarquía minera de
Bolivia.

4. VUELE EJÉRCITO BOLIVIANO

Consumada la ocupación y convocado el pueblo a la defensa del territorio hollado,


comienzan los primeros preparativos para organizar un ejército. La primera pregunta
que surge entonces en todos los labios bolivianos si el país se encuentra en
condiciones materiales para movilizar un ejército capaz de rechazar al invasor. Había
corrido ya más de 30 años de la última campaña internacional que tuviera el país y esta
guerra pese a sus síntomas, no se la preveía, por lo menos para tan pronto. Había,
pues, desorientación. Ejército organizado propiamente no había, si así se entiende una
fuerza compuesta por diferentes armas. El batallón Colorados era el único que podía
responder a las reglas castrenses, era indudablemente el trasunto del valor y
organización, pero sus escuadrones no pasaban de 3.000 hombres. Había que
organizar pues todo un ejército y esto no era difícil en un país de tradición guerrera
donde hasta las piedras eran soldados, pero las condiciones materiales eran difíciles si
no penosas. Sin embargo, al primer llamado acudieron con delirio todos los hombres
hábiles y se paró un ejército de 9.000 hombres de la noche a la mañana, aunque mal
armados pero dispuestos a cualquier sacrificio.

Entretanto se daba los primeros pasos, el gabinete sesionaba permanentemente


analizando la situación, poniendo su mirada en una reacción peruana que no se
percibía de inmediato. La historia, elocuente maestra de la vida, enseña que las
grandes crisis crean a los grandes hombres. Esta regla que se repetía casi como una
constante en muchas épocas, sin embargo, parecía no darse en boliviano ni Perú. No
se veía de inmediato por ningún lado la aparición del hombre providencial capaz de
asumir tan grande responsabilidad para aceptar y rechazar el desafío araucano. Países
empequeñecidos material y moralmente, sólo podían ofrecer medianías. Ya no eran los
tiempos de Santa Cruz ni Castilla. Los hombres que gobernaban Bolivia y Perú eran
nada más ni nada menos que la expresión del momento crítico que vivían ambos
países como consecuencia de la sangría y despilfarro de su cruenta historia. Prado,
que otrora encabezara a su pueblo para hacer frente a la invasión española de 1864,
ya no eran el mismo, aunque conservaba aún el ya débil nimbado de su gloria pasada.
Daza no era sino un caudillo de tierra adentro de poca capacidad y de extraordinaria
audacia y valor. Daza sin embargo, hombres de notable intuición, supo rodearse de lo
mejor de la intelectualidad de aquella época y entre ellos de un visionario estadista, el
más brillante que tuvo el país el siglo pasado. Nos atrevemos a decir que, privado el
país de un estratega militar completo, el destino quiso compensarlo con el cerebro
mejor dotado y equilibrado de la época. Hombre dedicado por completo a la búsqueda
de una solución para la acuciante problemática boliviana de los años setenta, había
retornado recientemente de Europa trayendo entre sus petates los conocimientos más
recientes de la experiencia europea.

Bolivia aparecía en aquellos momentos como un inmenso nudo gordiano, donde


pensaban cortar sus problemas todos los estados vecinos, en una loca carrera
geofágica que ponía en peligro la paz del continente; y Chile se adelantaba ya en dar el
zarpazo. ¿Qué hacer frente a los hechos consumados? El gabinete de Daza busca
desesperadamente una salida que no la encuentra sino en la marcha inmediata del
pequeño ejército al encuentro del enemigo. Es en aquel momento crucial que suena la
voz de Julio Méndez, el hombre providencial de mirada zahorí que en medio de la
ceguera general propone soluciones extraordinarias. Méndez estaba en la plenitud de
su vida física e intelectual cuando fue llamado por el Presidente Daza para hacerse
cargo de la cartera de Educación, función en la que estaba a punto de poner en
marcha una verdadera reforma educacional que fue truncada por la guerra.

4.1 EL MARISCAL SOROJCHE.

No se puede dudar de las buenas intenciones de Hilarión Daza para realizar una buena
administración y para encarar el problema con Chile. En su afán de realizar obra
fructífera no reparó ni siquiera en el pasado antinacional-megarejista de algunos
hombres de valía, como José Oblitas, Rosendo Gutiérrez y Narciso Campero, que
fueron llamados a colaborar en su gobierno. En su gabinete no podía faltar entonces un
cerebro de ideas evolucionadas que desde la prensa de Lima se ocupaba desde años
atrás de los problemas de Bolivia y esta figura no era otra que la del doctor Julio
Méndez, que ya había publicado en la capital peruana su libro fundamental, intitulado
"Realidad del Equilibrio Hispano Americano y Necesidad de la Neutralización perpetua
de Bolivia", donde tocaba con precisión los problemas del país.

El sereno y fecundo pensamiento de Julio Méndez sin embargo, fue deliberadamente


olvidado por quienes precisamente estaban llamados a relievar su regia personalidad
de extracción liberal progresista. La única respuesta que se encuentra para semejante
olvido tuvo que haber sido el pecado de haber colaborado con Daza, cuya lapidación
también le alcanzó en cierta forma al haber sido envuelto en la conspiración del silencio
que se decretó contra el "odiado autor de la retirada de Camarones". Creemos
importante hacer una breve digresión para referirnos a algunas ideas de Julio Méndez,
para luego entrar a analizar el plan que elaborara para la defensa del país.

Tan avanzado era el pensamiento de Julio Méndez para la época que, 50 años
después, fue recogido, actualizado y remozado por otro notable estadista y pensador
boliviano. Nos referimos a Jaime Mendoza, quien plasmó sus inquietudes y estudios en
dos obras magistrales de profundo sentido Bolivianista: "El Macizo Andino" y "El Factor
Geográfico en la Creación de Bolivia", obras que constituyen verdaderos pilares donde
descansa la razón de ser de nuestra nacionalidad y que por mucho tiempo seguirán
siendo la fuente obligada de consulta para interpretar el rol que juega y que debe jugar
nuestra nación en el continente por su extraordinaria ubicación geográfica.

Méndez haciendo un parangón con las ideas del equilibrio europeo, ubica el problema
en Sudamérica y se refiere en riguroso análisis crítico al rol que le corresponde
desempeñar a Bolivia. Critica acerbamente la acción absorbente de algunos estados
que han trastornado en equilibrio internacional. Estudia con detenimiento el rol de la
Confederación Argentina y de la Gran Colombia para fijar luego su atención en el Uti
Possidetis de 1810, "que es la regla del equilibrio internacional de medio continente,
que demuestra la sabiduría de igualdad de la división territorial practicada por la
metrópoli en sus colonias". Condición de estadista relieva los alcances y
trascendencias de tan previsora doctrina. Al resaltar el principio de equilibrio destaca su
importancia como factor de unidad hispanoamericana respecto del Brasil: "El Uti
Possidetis -pronostica- es general y garantiza todo el territorio que en 1810 era
español. Es casi el alma de la Confederación Hispanoamericana que más tarde debe
consumarse".
Para fijar el rol de Bolivia en el escenario sudamericano hace un análisis magistral del
factor geográfico en la historia antigua. Señala la importancia de los estados interiores
como la Macedonia y la civilización griega, la de los Partos y Germanos, durante el
imperio romano. Vaticina que Ecuador, Bolivia y Paraguay jugarán en el futuro un papel
decisivo para consumar la unidad de todas las razas y civilizaciones, "en el colosal y
sublime encuentro que tiene que plasmarse en el centro del continente".

"Bolivia -expresa- es un paralelogramo geográfico de 19 grados y medio de largo de


Norte a Sur, sobre 13 grados y medio de ancho, de Este a Oeste; una línea aún
imaginaria, del río Yavari al Madera, constituye la del Norte; los ríos Itenes y Paraguay
de opuesto curso, el uno al Norte para afluir al Amazonas y el otro al Sur, para afluir al
Plata, forman la línea del Este, los ríos Paposo y Bermejo constituye la línea Sur.

"Dentro de este paralelogramo -continúa- hay tres grandes regiones diferentes que, con
regularidad geométrica, se dividen por líneas orográficas y fluviales.
Descompondremos la figura general del conjunto en las tres superficies componentes,
a cuya concurrencia debe Bolivia el raro privilegio de pertenecer a los tres sistemas
internacionales: del Pacífico, el primero; del Plata, el segundo; y del Amazonas el
tercero. Bolivia es como el nudo que ata todos estos sistemas, la transición que los
une, el centro que los generaliza en una vasta unidad. Se puede decir que es la capital
internacional de América del Sur".

El análisis es denso y no descuida los mínimos detalles para fundamentar su tesis. Con
notable clarividencia observa que, en el futuro todos los principales ferrocarriles del
continente atravesarán el territorio boliviano para unir el Este con el Oeste y el Norte
con el Sur. "Bolivia -dice- es el centro, es como el fiel de la balanza, el justo medio de la
circunferencia, y por consiguiente la neutralidad por excelencia".

El pensamiento de Julio Méndez es tan atrevido que se adelanta 100 años para
pronosticar la actual problemática geopolítica del continente. Es tan fresco tan actual su
análisis que parece estar tocando los problemas acuciantes que vivimos. ¿Podríase
borrar esa nacionalidad del mapa sudamericano, sabiendo que es factor de equilibrio y
paz? se pregunta. Bolivia -responde- tiene las condiciones de todo centro geométrico,
de ser esencialmente regulador. "La neutralización de un estado semejante -proclama-
es la más grande ventaja que podía proponerse al derecho de gentes americano; de tal
manera que si Bolivia no existiera, convendría crearla. La posteridad admirará al genio
que con tanta precisión, concluyó el génesis de la independencia americana,
levantando la autonomía de Bolivia de entre las manos de Lima y Buenos Aires, y
dándole su propio nombre como aquel que fundó la ciudad eterna.

No es muy lejano porvenir, tienen que despertar los intereses del Amazonas. ¿Quién
servirá de baluarte al Occidente Hispanoamericano contra el riente lusitano americano?
La desmembración de Bolivia, mutilando la unidad de su organismo, conduce a la
inevitable necesidad de disolverla, porque si acceso al Pacífico ni al Plata, su vida sería
imposible. Pero quien ha de ganar más en esa distribución de territorio es el Brasil, que
de plano entra en el sistema internacional del Occidente. Es un consejo de política
miope que, como aquel de Luis Napoleón, se atrae la migaja de Saboya para echarse
encima la preponderancia Alemania, que destierra la Francia de Rhin, la desmembra y
amenaza disolverla. Tal es la política de Chile".

Un capítulo de la obra de Méndez está dedicado a analizar el papel que debía jugar
Bolivia en los conflictos internacionales americanos, poniendo en evidencia los turbios
manejos de la diplomacia brasileña y chilena tendientes a emparedar a Bolivia desde
ambos flancos. Denunciaba ya en aquella época (1872) la existencia de una
quintacolumna chilena incrustada en el seno mismo de Bolivia que trabajaba en
connivencia de intereses foráneos.

"En Bolivia –dice- existe un círculo complicado en las desmembraciones territoriales


que le han hecho sufrir los tratados celebrados por Melgarejo con Chile y con el Brasil".

A más de 100 años de haberse planteado con claridad meridiana el destino de Bolivia,
las ideas de Méndez siguen latentes. Bolivia sigue en la búsqueda de una doctrina
internacional y la amenaza de una desintegración de su nacionalidad no es una utopía.
Este es el hombre influyente que aparece colaborando a Daza en los momentos
cruciales del setenta y nueve.

4.2 DEL MARISCAL LA MAGISTRAL ESTRATEGIA

Cuando cundía sola la desesperanza y no se encontraba una respuesta inmediata al


desafío chileno, se yergue la figura de Méndez en el gabinete de Daza y sacudiendo la
melena expresa que no todo estaba perdido, que se podía resistir y rechazar al
enemigo. Los ejemplos de la historia universal acuden a su mente para aplicarlos era
aquella encrucijada tendida a Bolivia por el avance del imperialismo anglochileno.
Recomendaba actuar sin precipitaciones, que el tiempo era el mejor aliado, que los
tratados secretos con el Perú eran papel mojado que podía cumplirlos o no, pero que
estando seguro de que Chile había preparado su ejército para hacer la guerra al Perú y
Bolivia juntos; tenía la absoluta seguridad de que el Perú acabaría entrando en la
guerra obligado por Chile antes que por la fuerza del tratado de 1873. Al ponerse en
esa situación y conociendo la capacidad bélica del aliado, decía que no había que
confiar mucho en su armada, que era anticuada y muy inferior a la chilena, que
tampoco el ejército peruano era tan fuerte que pudiera salir con éxito en una campaña.
Que era evidente que había mucho material, pero que se necesitaba tiempo para
organizar un poderoso ejército. Que daba esta situación era necesario adoptar un plan
de guerra defensivo. El plan era realmente magistral y adecuado a las circunstancias.
Daza, entusiasmado, le pide a su ministro que lo formule por escrito para enviarlo de
inmediato al representante diplomático de Bolivia en Lima para que lo haga conocer a
Prado. El proyecto estaba listo para el día siguiente redactado en dos carillas y fue
enviado a Lima. Era un plan sencillo sin aspavientos, que de haber sido adoptado otro
hubiera sido el resultado de la guerra.

Lo extraño es que jamás se ha hecho mención a este plan estratégico que de


inmediato fuera acogido por Daza. La conspiración del silencio hizo que se lo
desconociera e ignorara totalmente. Es más, han desaparecido los documentos
referentes a este plan, salvo que en alguna gaveta polvorienta de Torre Tagle esté
durmiendo el sueño de los justos. Pero como no hay infamia que dure 100 años ni
secreto que no se descubra, han quedado algunas huellas, algunos vestigios y un
documento de primeras aguas, clave suficiente para reconstruir el plan pese al tiempo
transcurrido. Fue en el proceso instaurado en 1893 contra el Presidente Daza y sus
colaboradores que aflora por primera vez el asunto, pero vayamos con cuidado.

El General Hilarión Daza, una vez depuesto de la presidencia, lanzó desde París un
documento de extraordinaria importancia (1881). En dicho documento explica su
conducta en los primeros momentos y luego refiere los acontecimientos que le cupo
vivir hasta su caída. Indudablemente que en este manifiesto Daza volcó todo su dolor y
revela muchos hechos que la historiografía boliviana desconoce o pasa por alto. Es
interesante tomar algunos párrafos como aquel que describe la situación del país en el
momento de la ocupación.
"Nuestros parques -dice- se encontraban exhaustos, nuestras poblaciones diezmadas
por la peste y empobrecidas por cuatro años de escasez y alas cosechas, y sobre todo
porque no decirlo francamente, desmoralizadas por 50 años de revoluciones
constantes, de celos y partidismos y de esa especie de desorganización que trae
consigo, de una manera inevitable, la falta de estabilidad".

Más adelante resalta la bravura del soldado boliviano aunque tantas circunstancias
negativas le hacían temer por un éxito en la guerra. Y a esta altura revela:

"Y por esto mientras se preparaba el país para una acción de seguros resultados, es
que yo deseaba dar a la guerra un carácter puramente defensivo, protestando contra
todo acto de fuerza mayor".

Daza no oculta nada en su manifiesto. Alaba el patriotismo exaltado por los bolivianos
que ante la afrenta pedían enrolarse en el ejército para marchar a la defensa del
territorio hollado, "pueblo viril -dice- que no se amilana ante el araucano pese a
conocer su inferioridad en armamentos y equipo". Condena la desesperación de Prado
que exigía la presencia del ejército boliviano en la costa peruana. Califica de actitud
precipitada esta exigencia peruana que cambió el curso de los acontecimientos "y les
dieron una dirección distinta de las que al principio se había propuesto".

Existen frases o sentencias que por sí constituyen verdaderas claves para descifrar
acontecimientos y una de ellas seguramente es aquel "vuele Ejército Boliviano" de
Prado que hizo cambiar todo el curso de la guerra y echó por tierra un plan magistral
concedido para aquella emergencia que, sin duda, nos hubiera conducido sino a una
victoria a una paz honrosa.

¿En qué consistía propiamente el plan concedido por Julio Méndez y entusiastamente
respaldado por el Presidente Daza?
El mismo autor se encarga de hacernos conocer algunos aspectos de la estrategia que
debía emplearse.

Conocedor profundo de la psicología del hombre boliviano, había fijádose en la notable


capacidad de la resistencia del cholo y del indio hechos soldados, los que forjados en
medio de una naturaleza hostil hacían de esa hostilidad un instrumento mortífero que lo
volcaban contra el enemigo. Con notable intuición había llegado a penetrar en las
profundidades espirituales de ese pueblo heroico y estoico buscando afanosamente
una respuesta satisfactoria a ese interrogante que en los hechos era la invulnerabilidad
de estos hombres en su medio, cuando eran llamados a combatir.

La respuesta que estaba a la vista la encontró con poco trabajo. Sus lecturas de las
guerras napoleónicas y la derrota del Gran Corso por los cosacos y el invierno ruso, lo
llevaron al convencimiento de que el general "Blanco" de los rusos, era el general
"Puna"* de los bolivianos. Había que utilizar pues la estrategia de tan singular elemento
para la defensa del país. Méndez, voceador de imposibles, había dado con la
respuesta, convirtiéndose de esta manera en el "Kutusov boliviano".

*Daza le llama el Mariscal Sorojche.

Las conclusiones de Méndez son extraordinarias para la época. Toda táctica o


estrategia conducente a la defensa de territorio boliviano debía basarse
fundamentalmente en ese aspecto de vital importancia. El indio o el cholo, torvo y fiero
para la lucha era una típica manifestación de la reacción psíquica y anímica ante la
naturaleza adversa y huraña que lo circundaba, lo que le permitía resistir
admirablemente en su medio dando lugar a renunciamientos y heroísmos sublimes.
Pero cuando el mismo es sacado de su elemento, su conducta cambia a medida que el
clima y la naturaleza no va absorbiendo, hasta convertirlo en desconfiado, melancólico
aunque nunca en cobarde. El nuevo medio al que es trasladado lo desorienta, lo
desubica y anula sus aptitudes innatas para la lucha y esto naturalmente hace que su
rendimiento sea otro. Estas observaciones son tan valederas para los habitantes de la
Sierra boliviana como para los de la peruana y este aspecto no fue debidamente
reparado en las últimas guerras que mantuvo Bolivia con sus vecinos, siendo así que la
mayor parte de sus éxitos bélicos se debía precisamente a ese factor. La guerra de la
Independencia, las campañas de la Confederación Perú-Boliviana e Ingavi están
rubricadas por la espada invisible de éste ignorado general.

4.3 CAUSAS DE LA DERROTA

En el estudio que hace Julio Méndez sobre las causas de la derrota de la alianza Perú
-Boliviana ante Chile señala tres errores fundamentales: primero, el haber traducido en
pacto de alianza la neutralidad perpetua de Bolivia; segundo, haber instalado la
defensa terrestre de la alianza en la costa dominada por la armada chilena, "en vez de
imitar al Virrey La Serna, que en 1821, se retiró de Lima y de la costa al Cuzco ante la
acometida del ejército patriota"; y tercero, haber hecho de la desocupación del grado
23 al 24, una cuestión previa al arbitraje propuesto por Chile al mediador peruano.

Nos referimos a punto segundo que es el que nos interesa para este capítulo.

Méndez, en su famosa exposición ante el Parlamento Boliviano de 1893, condena la


ceguera de los estrategas peruanos que no prepararon en las ventajas del plan por él
propuesto, el mismo que Daza lo presentó como plan boliviano.

La observación fundamental de Méndez consistía en el hecho de haberse elegido la


costa para hacer frente al enemigo en sabiéndose la supremacía de la armada chilena,
cuyo plan estratégico consistía precisamente en atraer a los aliados a ella, donde se
sentía invencible. "La tierra -dice-, se hace con la historia militar. He dicho que en las
finales de la independencia el partido patriota conquistó la supremacía del mar y que
ante ella, el partido realista optó por la sierra. ¿Por qué se mantuvo la guerra terrestre
al alcance de la artillería de las naves de Pisagua, en Arica, en Chorrillos y Miraflores?
¿Por qué se libraron combates a las pocas leguas de los puertos de desembarco en
San Francisco, Tacna, San Juan y Morro Solar?". Más adelante revela que en su plan
contemplaba a Potosí como cuartel general de operaciones para el ejército de Bolivia,
y a Arequipa o Puno para el ejército peruano. Este plan era el más indicado para hacer
frente a la agresión y fue apoyado de inmediato por el General Jufré. Daza
entusiasmado con las perspectivas del plan, lo hizo suyo y lo propuso de inmediato al
gobierno aliado, sin recibir respuesta concreta. Con estas miras dispuso la inmediata
organización de la Quinta división llamando al General Narciso Campero para que se
hiciera cargo de la jefatura. Campero gozaba de enorme prestigio por el antecedente
de haber realizado estudios en la Academia Saint Cyr. ¿Quién mejor que él para
conducir ésta fuerza que debía ser equipada y organizada con enormes erogaciones?
Daza quería que la Quinta División fuera lo mejor del ejército y no escatimó en los
gastos para su equipamiento, pese a que sabía que este militar era ambicioso y
desafecto a su persona y pese a que la participación de éste en el asesinato alevoso
del ex Presidente Belzu no estaba lo suficientemente aclaradas.

Es obvio que al aceptar Campero ésa responsabilidad debió enterarse del plan, que fue
de su agrado, hecho que consta en el "Diario de la Quinta División" redactado por Alba.
La aquiescencia de Campero que equivalía a un aval, debía decidir a Daza a abrazar
aquel esquema defensivo con entusiasmo; entusiasmo y convencimiento que lo
expulsó públicamente en el primer manifiesto y lo sostuvo hasta su caída. No
olvidemos que una de las imputaciones que se le hizo fue precisamente el de querer
abandonar la costa para operar desde Calama, vale decir desde la sierra. "Limitándose
Chile a ocupar el litoral de Bolivia -decía en el primer mensaje- busca forzarnos a la
ofensiva. Bolivia acepta la guerra sin provocarla.

La ofensiva pertenece al desgarrador de tratados y al detentador del territorio. Nuestra


fuerza es inminentemente defensiva e inexpugnable; no renunciamos a ella. Tócales
salvar el desierto, vencer el espacio y retarnos en el asiento de nuestro poderío. La
mera ocupación de una provincia alejada por el mar y el extranjero por un rumbo, y
pérdida en desierto por otro, no es guerra porque no concluye en la victoria, si puede
resolverse por tratados de paz consiguientes. Es una detentación vandálica, la guerra
permanente, una violación contra el derecho mismo que la guerra, que las naciones no
pueden consentir, porque si bien es lícito apelar a las armas y el derecho de la fuerza,
es también consiguiente limitar su duración de la guerra al hecho final del triunfo".

De acuerdo a este plan, Bolivia debía agazaparse en sus montañas, sin salir de ellas,
atraer al enemigo y batirlo con la decidida actuación del general "Puna" con general
"Sorojche" como prefería decir Daza. El plan boliviano no podía ser sino la respuesta
lógica y contundente contra la estrategia chilena largamente estudiada y elaborada. No
había que entrar pues a su juego, yendo a buscarlo a la costa donde era poderoso con
el apoyo logístico de su amada. "Declarará la guerra -dice Bermúdez-, la táctica chilena
debía considerar toda la vasta extensión marítima y terrestre en que iban a
desarrollarse las actuaciones. La ejecución de éstas, en tierra significaba un plan que
consultarse todas las necesidades características de una guerra que tenía por
escenario el desierto. Pero su conquista exigía previamente el dominio del mar. El
Presidente Pinto decía que "la primera campaña con el Perú será marítima, y
vencedores en el mar, el campo de batalla será el Perú".
Pero, ¿qué ocurrió en el comando aliado? ¿Cómo se encaró el problema bélico? La
respuesta es dolorosa. El Presidente Mariano Ignacio Prado, completamente
desorientado y atolondrado, menospreciando o ignorando deliberadamente el plan
boliviano, y confiando en su escuadra destartalada cayó en la trampa tendida por Chile
e hizo precisamente lo que quería el enemigo: redactando de inmediato aquel mensaje
fatídico a Daza: "Vuele Ejército a Tacna". El llamado era terminante y angustioso y
Daza, también atolondrado y quizá pensando que el llamado obedecía a otro plan más
práctico y más ventajoso, emprendió marcha hacia la costa con su pequeño ejército
mal preparado y peor equipado para una contienda internacional. Para tener una idea
de aquél ejército acudimos al testimonio del norteamericano Máson. "En Bolivia -dice-
se decretó un reclutamiento en masa, que junto con una amnistía general para los
opositores al régimen atrajo gran número de hombres bajo banderas. Los reclutas eran
excelentes, pero no había oficiales ni jefes que pudieran entrenarlos, dirigirlos y
convertidos en un ejército eficiente. Eran en su mayoría indios que mostraban
resistencia y valor a toda prueba, sumisos e incansables en las marchas.
Acostumbrados a largos viajes, llevando pesadas cargas sólo mantenidos con hojas de
coca durante muchos días estaban naturalmente tratados para esta clase de trabajos,
pero en la guerra moderna el adiestramiento sólo puede ser dirigido por instructores
bien preparados, y éstos faltaban... Y así salieron con el General Daza varios millares
de indios bolivianos mal uniformados, si es que uniforme tenían, con ojotas o
descalzos, armados con armas de fuego de todos los calibres y todos los periodos
históricos, menos el presente, sin abastecimientos, transportes ni servicios médicos, a
unirse a los peruanos en Tacna".
Pero ocurría que en Tacna no pasaba nada, todo era improvisación y anarquía, no
existía ningún plan sustitutivo del plan boliviano de defensa, todo era desorientación y
aturdimiento. Prado y sus asesores parecía que con una óptica totalmente miope
sublimaban su propia capacidad bélica sin compararla con la del enemigo. Gravísimo
error que costó el descalabrado de los ejércitos de la alianza. Daza sufrió naturalmente
una decepción tremenda, ya que la realidad mostraba que el plan de Prado consistía
solamente en resguardar Arica y evitar su caída en poder chileno. Con ésa mentalidad
mezquina se encarpetó el proyecto estratégico boliviano.

Finalmente ocurrió lo inaudito, lo que no tenía nombre: el ejército boliviano y peruano


se dedicó a holgar en Tacna y Arica durante nueve meses, tiempo suficiente para mirar
la moral de esos heroicos soldados que atravesaron el inmenso altiplano y el desierto a
marchas forzadas con la idea de batirse de inmediato con el enemigo. A ello hay que
agregar que el odio obligado sirvió para hacer renacer viejos odios que terminaron por
crear un clima de mutuas recriminaciones, sobresaliendo en sus actitudes hostiles
hacia los bolivianos los jefes peruanos. Todo era una desgracia. Cuánta razón tenía
Méndez cuando decía que Prado confundió la ocupación bélica y de simples
operaciones con la definitiva o de triunfo y conquista, que no se perfecciona sino con la
paz expresa o táctica que finaliza la guerra. Obviamente, de sentarse el plan boliviano
se hubiera evitado todo este estado de cosas que deterioró al ejército de la alianza.

5 ¡TRAICION!

En otro acápite de su defensa, Méndez indica que gracias a este error inicial se ha
renunciado para teatro de la guerra a la sierra de Bolivia y del Perú, dejando sólo "al
conspirador Campero, militar sin intuición ni iniciativa", que se limitó a tomar Calama
100 veces, como expresó sarcásticamente González Prada. (Campero no tomó
Calama ni una sola vez ni asumo la nariz a sus alrededores, pero si, con notable
estrategia tomó Oruro para proclamarse Presidente de Bolivia.)

Cuando Daza voló a Tacna y se encontró con este cuadro desalentador, rugió de
indignación y quiso volver de inmediato a La Paz. Pero ya era tarde, estaba impedido
de moverse de Tacna para evitar malos entendidos y tuvo que concretarse a esperar la
llegada del Director de la Guerra, que postergaba y posponía fechas, sembrando
desaliento y tensión. Méndez fustiga acremente la estupidez peruana de buscar al
enemigo en los territorios de la costa, ya amagados y controlados por Chile. "Vano fue
que yo continuase reclamando con todos los jefes militares que han dominado en el
cuartel general de Tacna, que la guerra se hiciese siquiera al pie de los últimos
contrafuertes de las cordilleras sobre la costa sur del teatro de la alianza. La guerra
aliada no ha defendido el territorio sino el guano y el salitre peruano" increpa
amargamente condolido por los resultados.

Daza se cansó de pedir un cambio del plan de operaciones. Prado y todo el comando
aliado eran sordos a toda iniciativa boliviana. A manera de reproche, Daza en uno de
sus últimos mensajes al ejército boliviano quiso dejar constancia de sus propósitos:
"No desmayar -decía-, mostrarnos los mismos que aquellos que por darnos patria
lucharon 15 años, haciendo de cada etapa y de cada colina un campo de batalla; de
cada peñasco una fortaleza, de cada hombre un soldado, de cada soldado un héroe"*.
Ningún historiador boliviano cayó en cuenta de la terrible denuncia que encierran estas
frases, o si cayeron en cuenta, simplemente la ignorancia de su afán de destruir para
siempre la figura de aquel mandatario.

*Días antes de producirse el golpe de estado Daza le decía a Montero: "Hay que quitar
al enemigo de las fuentes de sus recursos de acuerdo al plan que concedí". "La
conciencia me señalaba-dice en otra parte-el camino que debía tomar (después de los
desastres de San Francisco y Camarones). Un irme a la 5ta. División del general
Campero; juntos marchar a la reconquista de nuestro litoral resguardado con pocas
fuerzas enemigas y fortificaciones convenientes en Caracoles para privar al invasor de
los recursos de esos grandes minerales, envidia de los chilenos y causa de la guerra; y
si el enemigo movía sus fuerzas sobre nosotros, tendría que hacerlo en número
respetable y entonces el ejército aliado, por lo menos en número de 8000 hombres
desalojaría fácilmente al que quedara en Pisagua e Iquique. Diría si la atención el
enemigo, estuviera tenido que reconcentrarse en un solo punto, y un retroceso en sus
operaciones hubiera sido una victoria positiva para nosotros". Como se sabe, por haber
querido poner en práctica este plan Daza fue acusado de tradición. (Hilarión Daza,
Manifiesto a sus conciudadanos. París 1881, p. 52).

Daza, soldado con poca instrucción pero con una intuición muy desarrollada, no
necesitó de los conocimientos de Saint Cyr para darse cuenta de la situación y acoger
con entusiasmo el plan de Méndez. El supo ver los destellos de la salvación cuando la
ceguera había cundido en los cuadros de la alianza.

El plan de defensa propuesto por Méndez estaba alabado por la experiencia guerrera
boliviana que venía de épocas lejanas. Los españoles conocían perfectamente la
importancia estratégica de las Provincias Altas, como denominaban al territorio actual
de Bolivia. Por algo debe ser que se agazapado hasta lo último en sus murallas
naturales para mantener el dominio de la corona española en América. Ya entonces,
con gran intuición geopolítica, han debido observar que dominando el Alto Perú se
dominaba todo el continente. Los ejércitos auxiliares argentinos chocaron con esa
tremenda realidad y fueron derrotados por los ejércitos realistas organizados con
criollos altoperuanos y peninsulares largo tiempo aclimatados. El General San Martín
fue el que dio con la solución advirtiendo la invulnerabilidad de los ejércitos realistas
agazapados en las mesetas altiplánicas con el clima y el ambiente por aliados; y ya
sabemos del éxito de su empresa que culminó con la toma de Lima pero también
sabemos que en notable estrategia el ejército realista desocupó sus posiciones
costeñas internándose en las montañas, logrando de esta manera mantener la lucha
por cuatro años más.

La guerra de los quince años o de las republiquetras, sostenidas por los guerrilleros
altoperuanos en los cuatro costados de su territorio, fue esencialmente defensiva. Las
montoneras del país alto amargados permanentemente a los ejércitos realistas
desgastándolos, al extremo de no permitir llevar su acción represora a Buenos Aires y
Santiago. Gracias a la heroica guerrilla altoperuana, que duro 15 años, Argentina, Chile
y Perú obtuvieron su liberación más tempranamente. El último baluarte español en la
América fue el Alto Perú, donde se agazapo el general Pedro Antonio de Olañeta,
último virrey del Perú, quien murió en Tumusla, última batalla que selló la
independencia de Bolivia.

La flamante República de Bolivia jugó un papel de primer orden en los primeros años
de su existencia. El Mariscal Santa Cruz que creó la Confederación Perú-Boliviana,
obtuvo resonantes triunfos en Yanacocha, Socabaya y Paucarpata, en el Perú; y en
Iruya, Humahuaca y Montenegro, frente al ejército argentino destacado por Rosas. Sin
entrar en el análisis de estas acciones de armas, todas favorables a Bolivia, debemos
ponderar el hecho de que los éxitos se debieron precisamente al factor que con tanta
insistencia resaltó Julio Méndez.

En Paucarpata, por ejemplo, el Mariscal Santa Cruz no fue al encuentro de Blanco


Encalada a la costa, sino que lo dejó avanzar hasta que se internase a la sierra y alli lo
destruyo moralmente y el perdono. El propio Vicuña Mackena, en su obra “Relaciones
Históricas. El Almirante Blanco Encalada", nos ilustra sobre la práctica empleada por
Santa Cruz en aquella oportunidad y hace hincapié especial en la forma como el
caudillo de la Confederación Perú-Boliviana dejó pasar al ejército chileno hasta las
proximidades de Arequipa, lugar donde recién reparó Blanco Encalada que estaba
perdido pues al alejarse de la costa ya no tenía el apoyo logístico de su escuadra.
"Desde ese momento -dice Vicuña Mackena- el ejército chileno estaba perdido, porque
Santa Cruz haciendo un movimiento de concentración general desde sus alas, rodeo
aquel puñado de valientes con 6.000 hombres de sus mejores tropas". Lo que vino
después ya lo sabemos. Un tratado increíble salvo intacto ese ejército invasor que tuvo
que abandonar el Perú humillado o cabizbajo, sometiéndose además al deshonor de
presentar armas al vencedor antes de su retorno.

Mucho se ha especulado sobre los misterios que rodearon la firma del tratado de
Paucarpata, incluyendo naturalmente, la injerencia de la masonería en el asunto, toda
vez que se supo que Santa Cruz y Blanco Encalada eran hermanos en alto grado. Lo
que si es evidente, es que éste tratado fue manipulado desde Londres, ya que de otra
manera no se sabría explicar por qué la Confederación Perú-Boliviana reconocía en
una cláusula expresa la deuda que tenía Chile con Inglaterra. "Santa Cruz necesitaba
la paz para consolidar su poder y no vaciló en comprarla a ese precio", dice un autor
peruano. En este hecho poco conocido explica el interés de Inglaterra para exigir el
cumplimiento del tratado que por otra parte, había sido puesto bajo la garantía de su
Majestad Británica. Pero ya sabemos cuál fue el epílogo de toda esta tragicomedia.
Chile, que se había comprometido a dejar vivir en paz a la Confederación Perú-
Boliviana, incumplió su palabra empeñada y volvió a las andanzas y esta vez con el
concurso de un gran contingente de jefes y tropas peruanas que culminó en la batalla
de Yungay.

Es interesante relevar el interés británico en la guerra de la Confederación. En


conocimiento del Foreign Office los preparativos para una nueva guerra contra Santa
Cruz, Su Majestad Británica utiliza todos los medios persuasivos para evitar una nueva
guerra entre los tres países, pero siempre con resultados negativos. Chile estaba
decidido a vengar la afrenta de Paucarpata y en este afán sus odios eran sordos a las
recomendaciones de Londres y aún alas amenazas. Cuando Inglaterra decide
intervenir directamente en el problema, haciendo sentir el peso de su poder marítimo
en favor de Santa Cruz, ya era tarde, pues ya se había producido la batalla de Yungay,
limitándose entonces a presionar para que las tropas chilenas retornaran a su país
cuanto antes. La oligarquía chilena sabía muy bien lo que hacía; sabía que la
consolidación de la Confederación significaba a la postre su absorción. No querían que
otra nación que no fuera Chile desempeñara el papel de punta de lanza de la acción
"civilizadora" inglesa en esta parte del continente.

La advertencia de Diego de Portales era ya un código de conducta que no podía


apartarse: "La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana -había dicho-,
es insostenible. No puede ser tolerada porque ello equivaldría a su suicidio... Unidos
estos dos estados serán siempre más que Chile en todo orden y cuestiones y
circunstancias".

Yungay fue el fruto del espíritu aldeano de la ceguera de algunos caudillos peruanos
que no podían concebir el proyecto de una Patria Grande. Es su afán mezquino no
permitieron que un boliviano plasmada en sueño de Bolívar y se pusieron a servir a
Chile. Santa Cruz fue derrotado por la Primera Triple Alianza urdida en Santiago, Lima
y Buenos Aires.
La guerra de la Confederación Perú-Boliviana es el anticipo de la Guerra del Pacífico.
Su relación es íntima. Existe una imbricación directa entre ambos acontecimientos, de
ahí que nos hubiésemos detenido en su análisis estratégico. Para ilustrar mayormente
este capítulo simplemente deseamos añadir una breve cita de óptica chilena que nos
permitirá justificar nuestra tesis. Acudimos a Guillermo Feliz Cruz, quien en un
enjundioso prólogo a la obra "Dos Soldados en la Guerra del Pacífico", de Abraham
Quiroz e Hipólito Gutiérrez refiriéndose a Paucarpata expresa: "El chileno había sido
derrotado por sus cabales siempre combatiendo sin rendirse jamás. Un ejército entero,
sin luchar, había capitulado. Eso era humillante, desdoroso para una noble tradición y
contrario al honor nacional, a la dignidad de los chilenos". Y en otro párrafo indica:
"Yungay fue el anticipo de Tarapacá y Pisagua; el asalto de Pan de Azúcar, el de la
toma del Morro de Arica y el combate naval de Casma sincronizó con el de Iquique en
la contienda del Pacífico". Indudablemente que la Guerra del Pacífico no era sino la
prolongación de la guerra de la Confederación Perú-Boliviana. Los intereses
hegemónicos volvían a chocar 40 años después.

Dos años después de destruir la Confederación Perú-Boliviana se produce la invasión


de Bolivia por tropas peruanas al mando del Generalísimo Agustín Gamarra, uno de los
vencedores de Santa Cruz en Yungay. Bolivia se encontraba sumida en una guerra civil
entre partidarios de José Ballivian y José Miguel de Velasco. Cuando todo hacía
presumir el triunfo de las armas peruanas y la anexión de La Paz a su territorio, se
produce un hecho que demuestra el temple boliviano. Velasco en admirable
renunciamiento, pone su ejército en manos de Ballivian y le dice: "Salve Bolivia". Y el
milagro se produce: el ejército invasor es derrotado ampliamente, su jefe muerto y su
Estado Mayor prisionero.

Todos estos hechos conocía perfectamente Julio Méndez y ponía como ejemplo en su
afán de imponer su plan. Y como si todo esto no fuera poco, también ponía como
ejemplo la reciente experiencia paraguaya heroica y sublime, que en medio de su
elemento guerrero contra tres potencias y las puso en raya durante cinco años.

No pasaría mucho tiempo para que los hechos demostraran la validez de los asertos
de Méndez. Los desastres sufridos por los ejércitos de la alianza en la costa, y los
éxitos de la guerrilla de Cáceres en la sierra peruana, guerrilla que ocasionó a Chile
mayores erogaciones que la Campaña del Sur, gritaban a los oídos tapados de los
jefes peruanos y bolivianos del tremendo equívoco, sólo comparable con una
tradición*.

6 DEFENSA DE CALAMA

Entre la ocupación dentro de hasta y la marcha del improvisado ejército boliviano a la


costa, se produce un acontecimiento que sacude la conciencia americana. Es el
sacrificio de Calama que culmina con el escupítajo de Abaroa al rostro del invasor.
Calama es una población situada en una de las últimas estribaciones de los Antes
hacía el Pacífico; concretamente, está incrustada entre las montañas y el desierto
arenoso que se extiende hasta besar las playas del mar. En aquellos tiempos, Calama
seguía siendo un poblado rodeado de pequeños prados verdes que contrastaban con
el plomo azulino de los cerros mineralizados, el amarillo del desierto y el nácar de las
eminencias impolutas de la cordillera.

*Tal convencida estaba tasa de que la única salvación era poner en ejecución el plan
boliviano que, en vísperas de su caída le escribió una carta amarga a Julio Méndez que
la revelamos por primera vez: "Ahora resulta que el perfumado de Montero ignora el
plan de defensa que hemos sostenido a consideración de Prado. Ayer le hablé de éste
plan y le dije que había llegado el momento que ponernos a las órdenes del Mariscal
Sorojche. Montero se puso seis Perú cuando expliqué en que consistía el plan se puso
serio y mostró mucho interés y me pidió una copia del plan. Como usted es el que ha
redactado la nota a Prado, le regó enviarle una copia al Contralmirante Montero, ya que
yo he resuelto por mi cuenta forzar la ejecución de éste plan marchando a ponerme a
la cabeza de la 5ta. División, por tanto su respuesta ya no me encontrará en esta".
(Esta castellana llegó a manos de Méndez, pero por ésas cosas que suceden de vez
en cuando, el autor de este libro la escribió junto a una colección de documentos de
ese época, en una casa de libros viejos de Buenos Aires el año 1876).

El río Loa que atraviesa el pueblito, inunda los alrededores desembocando del Este,
dando lugar a una típica vegetación de chilcares y alfalfares. La población era tranquila
y los vecinos amantes de la paz, se dedicaban a la agricultura y los trabajos mineros
en pequeña escala. De vez en cuando ese ambiente de tranquilidad y sosiego era
interrumpido con la llegada de personas extrañas, tristes y silenciosas. Eran los
desterrados políticos que iban a purgar a playas extrañas el delito de disentir. Calama
era un oasis forzoso para estas caravanas infamantes y su gente noble y hospitalaria
que no entendía de los odios y pasiones de la política engendra, salía al encuentro de
los réprobos y les ofrecía pan para su hambre, agua para su sed; y algo que no tiene
precio: solidaridad. De Calama, los desterrados partían reconfortados, porque este
noble pueblo les devolviera les devolvía las esperanzas y la fe.

Un día, de pronto, esa paz de aldea se interrumpe en forma extraña con la llegada de
varios bolivianos que venían del Litoral. Eran bolivianos que habían escapado a la
barbarie araucana en Antofagasta. La pequeña y ronca campana de la iglesia del
pueblo comenzó a agitarse desesperadamente, hiriendo la monotonía del ambiente.
Era algo extraño. Algo muy grave debió ocurrir para semejante alarma. Todos han
debido mirarse tratando de adivinar de qué se trataba. Primero alguien asomó la
cabeza temerosa a la plaza; y luego, por los cuatro costados, comenzaron a acudir,
hombres, mujeres, niños y ancianos. A los oídos de algunos ya había llegado la noticia
de la invasión chilena, pero algunos escépticos desconfiaban de semejante noticia. Los
rumores crecían y la fantasía hacía su fiesta, difundiendo hechos de los más
descabellados. Por fin la intempestiva llegada del Prefecto del Litoral, Zeverino Zapata,
sacó del sopor y la incertidumbre a todos y se supo la verdad: Antofagasta había caído
y el ejército chileno avanzaba hacia Calama. La noticia, avalada por la presencia nada
normal del Prefecto Zapata, avivó los comentarios. La gente se movia de un lugar a
otro corrigiendo o aumentando las versiones de acuerdo a su imaginación, aunque en
medio de ellas, una noticia comenzó a preocupar, pues lo que en principio parecía ser
sólo una volada ya tenía el signo trágico de una verdad: el próximo objetivo chileno era
Calama. Estratégico para sus planes. Convencidos de la tremenda verdad, sin
embargo, no cayeron en el derrotismo que suele ser el lugar común de los pueblos
débiles.
Los de Calama recibieron la noticia como un desafío y la rechazaron de inmediato. Sus
moradores, habitualmente pacíficos y serenos, se transformaron en cosa de segundos,
y con los puños en alto, indignados, lanzaron a los cuatro vientos su respuesta
encarnada en una sola voz: ¡Viva Bolivia! ¡Muera Chile! ¡No pasarán!

Disipado el momento emotivo, sin embargo, comenzaron a circular otro tipo de


preguntas que corrieron de boca en boca: ¡No tenemos armas! ¡Nos exterminarán! ¡Es
preferible la muerte a entregarse!

Ladislao Cabrera, un abogado de prestigio y sintáctica figura, era la autoridad máxima


de la provincia. Todos los vecinos dirigían la mirada para adivinar en su rostro cuál
sería la decisión pues no faltaba alguien que opinaba por un éxodo hacia el interior.
Cabrera se reunió por breves minutos con los principales vecinos y la respuesta no se
dejó esperar. ¡No se abandonará el pueblo! ¡El pueblo será defendido! Como una
chispa eléctrica eclosionó el sentimiento patrio y la multitud se dispersó dejando vacía
la plaza. Era algo extraño, parecía que ese pueblo obedecía a algún comandante
invisible. Era cierto, los manes de la patria, Sucre, Santa Cruz, Ballivian estaban
presentes en espíritu en Calama, que en ese momento era Bolivia toda. No duro sino
pocos minutos el silencio en la plaza del pueblo, pues por todas las calles la gente
acudía nuevamente, pero esta vez portando sus armas. Bellísimo y sublime
espectáculo fue aquel cuando los calameños aparecieron con fusiles, escopetas,
mosquetes, espadas, garrotes y la sonrisa en los labios. Alguien debió pensar que esa
multitud volvía del saqueo y desmantelamiento de algún museo de armas antiguas,
incluyendo el arnés de algún viejo descendiente de algún noble español que dejó sus
huesos para siempre en aquéllas montañas.

No faltó una sola persona en la cita de honor. El momento de hacer un recuento del
armamento con que se iba a enfrentar al ejército chileno, surgió la pregunta: ¿con 33
fusiles Winchester, 8 Remington, 30 fusiles de chimenea, 12 escopetas de casa, 14
revólveres, 5 fusiles de chispa y 32 lanzas, tal el material bélico expuesto, se podía
defender la plaza? La fuerza expedicionaria chilena que avanzaba ya hacía Calama
estaba conformada de 1.400 hombres, un batallón de caballería y varias piezas de
artillería. La respuesta no se dejó esperar. Aquellos patriotas no se amilanaron ante la
superioridad considerable del enemigo, ellos tenían que cumplir un deber de bolivianos.
Tal era la euforia patriótica de que estaban poseídos que, esos instantes el primero que
hubiera sugerido siquiera una insinuación de pesimismo hubiese sido pasado por las
armas inmediatamente. A tal grado de delirio colectivo había llegado aquel bastión de la
bolivianidad.

La presencia del enemigo parecía haber hecho perder la razón a esos valientes que
todos esos días se dedicaban a limpiar sus armas, a acariciar sus escopetas, a afilar
sus lanzas y a pronosticar el número de chilenos de que darían cuenta, tuve en medio
de jocosos simulacros de combates personales y ocurrencias criollas a costa de los
rotos.

En medio de esa multitud delirante sobresalía un hombre alto, del rostro enjuto y
abundante y ondulada cabellera. Dos mostachos soberbios complementados por una
perita bien cuidada, nariz ligeramente aguileña, ojos pequeños y penetrantes,
adornados por cejas arqueadas y espesas, formaban un conjunto inequívoco de un
carácter. Era delgado, de unos 40 años parco de palabras, pero de ademanes firmes.
Tenía todas las características del boliviano, emprendedor y decidido. Estaba ocupado
hasta esa fecha aciaga, en la administración de algunas empresas mineras pequeñas.

Los sobrevivientes de aquella memorable jornada jamás olvidarían a aquel ciudadano


gentil que paseaba tranquilo en compañía de otros paisanos o asistiendo a los corrillos
que se formaban cerca de la subprefectura.

Un día antes de la fecha elegida por el enemigo, había reaccionado indignado ante la
debilidad de uno de los principales, que creía un acto de locura lo que se pretendía
hacer. Entonces le había espetado: "Soy boliviano, prefiero morir antes que huir
cobardemente". Esas palabras, frías y contundentes, acompañadas de un ademán
grave bastaron para que no se volviera a repetir ese tipo de insinuaciones. El rostro
melancólico y serio delataba en Eduardo Balboa, tal el nombre de este ciudadano, que
algo grave andaba rondando en su pensamiento. La indumentaria que había adoptado
desde días atrás, por otra parte, calándose botas de cuero que, seguramente, usaba
en sus andanzas mineras, y exhibiendo orgullosamente dos revólveres al cinto con la
correa colmada de cartuchos, traía a la memoria, la estupenda figura de un soberbio
Sheriff del lejano Oeste norteamericano. Nadie sospechaba, por cierto, que este
modesto boliviano, había sido elegido para lanzar la más estupenda bofetada que aún
suena en el rostro del invasor.

El coronel Emilio Sotomayor, que se encontraba en Caracoles en conocimiento de que


en Calama se preparaba la defensa de la integridad boliviana, apresuró la expedición
que debía culminar con la toma de aquélla plaza. El hombre elegido para recibir el
escupitajo del héroe era el coronel Eleuterio Ramírez, quien partió a marchar forzadas
y acampo en las inmediaciones de Calama con un contingente numeroso y bien dotado
de armas y equipos, al alborear del 23 de marzo.El coronel Ramírez, convencido de su
superioridad, envió un emisario exigiendo la rendición de la plaza con ofrecimiento de
garantías, pero al mismo tiempo con amenaza de exterminio en caso de rechazo.
Fue entonces que los chilenos conocieron el temple de Cabrera y de todos aquellos
hombres que habían decidido morir por la patria. A partir de aquel momento Calama
comenzaba a escalar la historia para simbolizar a todo un pueblo.

"Decid a vuestro jefe -contestó Cabrera al mensajero chileno- que un boliviano jamás
se rinde. Estamos resueltos a sacrificar nuestra propia vida por la patria, pero a
rendirnos, jamás…Defenderemos la integridad de Bolivia hasta el último trance".

El emisario, no se sabe si avergonzado o anonadado por tanto valor, se alejó


rápidamente de aquel lugar que ya comenzaba a ser sagrado para los bolivianos.

Aceptado el duelo, Cabrera convocó de inmediato a los voluntarios de la patria


dispuestos a reeditar en un paso de los Andes, la hazaña de los hoplitas espartanos en
las Termópilas. La decisión estaba tomada y en los rostros de aquellos rudos y
broncíneos montañeses se dibujó una sonrisa mezclada de orgullo y satisfacción, quizá
por la respuesta digna y temeraria de Cabrera o quizá por sentirse elegidos para
cumplir un deber sagrado.

Eran 135 bravos legionarios del honor boliviano, armados de escopetas, carabinas,
rifles y lanzas, dispuestos a morir. Ladislao Cabrera se agigantó al impulso de tanta
osadía y aprovecho el momento y el frenesí para instarlos a un juramento que no era
necesario, pero que la circunstancia solemne así lo exigía:

"¿Juráis defender la integridad de la patria con vuestra sangre y sí es preciso hasta


morir?" A una sola voz estentórea los héroes contestaron: "Sí, juramos". Jamás
boliviano alguno debió sentirse más digno que aquellos 135 gigantes que pronunciaron
esa frase que restalló en el rostro del enemigo; la misma que aún se escucha
reproducida por el eco inmortal de las montañas al compás de la más hermosa sinfonía
de alas rotas y el ronco bramido de olas inconclusas, que perturban la conciencia del
usurpador.

Cumplir este rito, los defensores de Calama se retiraron de la plaza con dirección a sus
trincheras y puestos de combate en medio de un loco entusiasmo. "En homenaje a la
verdad -dice Cabrera en el informe elevado después del sacrificio- declaro que en ésos
solemnes momentos no vi palidecer a ninguno de los que se hallaban en el
campamento. Más parecía que se preparaban a un festín que a un terrible combate en
que iba a correr torrente de sangre”.

El ejército expedicionario chileno se movilizó en cuanto volvió el emisario en son de


combate. Las ocho piezas de artillería vomitaron fuego para intimidar a los defensores.
Cabrera instruye que no debía dispararse hasta que los enemigos estuviesen al
alcance de sus armas, para no desperdiciar munición. Dando por seguro que el objetivo
principal del invasor sería el vado del Topater para desplazar su caballería, escoge un
selecto contingente de valientes para que cuiden el punto, Jefe del grupo fue
designado el Coronel Fidel Lara y segundo comandante Eduardo Abaroa. Para la
defensa del vado de Huayta, otro lugar estratégico, fue elegido Jefe el Coronel Emilio
Delgadillo.

Eran las siete de la mañana y comienza el asedio chileno. El objetivo principal, como
estaba previsto, era el Puente de Topater. Un fuerte contingente arremete con furor,
pero choca con la heroica resistencia de los bolivianos, que les causa muchas bajas.
Sorprendidos los chilenos se retiran para volver con nuevos refuerzos. Entretanto una
gruesa partida de la caballería chilena también era rechazada del vado de Huayta
dejando varios muertos y heridos. El combate se generaliza. El fuego es recio, aunque
desigual, pero nadie abandonó su puesto de combate. Ante tanta temeridad del
enemigo se desorienta y vacila. Ramírez y sus inmediatos cambian miradas en busca
de alguna idea. Nada se les ocurre y sin salir del pasmo ordenan un nuevo ataque con
todos los efectivos. El combate se intensifica reciamente, la artillería suena
atronadoramente, la caballería ataca repetidamente, pero los bolivianos se mantienen
en sus puestos defendiéndose como leones. Yalquincha, Topater y Huayta son los
puntos más asediados pero la resistencia no cede. Pareciera que la superioridad del
enemigo los enfureciera más para hacer tanto derroche de valor. Pero todo tiene su
límite. El número de defensores comienza a ralear y la munición a agotarse.

A las 11 de la mañana, después de cuatro horas de combate increíble, las filas


bolivianas estaban ya casi diezmadas. Todo era ya inútil. Los parques se habían
agotado y los disparos aislados eran la señal de que sacrificio habíase consumado.
Ese momento, Cabrera, Zapata y algunos sobrevivientes emprenden la retirada al
interior de Bolivia. A tiempo de hacerlo han debido escuchar todavía el insolente eco de
un solitario rifle que seguía disparando en alguna trinchera. Era que Abaroa rubricaba
en el puente la máxima epopeya del Pacífico.

En efecto, cuando todo ya estaba consumado y el ejército chileno era dueño de la


situación, había todavía un lugar al que no tenían acceso. Un hombre ensangrentado y
malherido, que apenas podía ponerse en pie no permitía acercarse al puente al
enemigo, disparando de rato en rato su rifle, entretanto un contingente del ejército
invasor había vadeado ya el Huayta. Era Eduardo Abaroa que rodeado de cadáveres
seguía luchando solo, sin ceder un palmo. Agitando en una mano sus rifle y en la otra
su revólver seguía provocando al enemigo con palabras duras.

Sus ojos cargados de odio también disparaban destellos fulminantes contra los rotos
más audaces que se aproximaban con gran precaución. Había llegado la hora del
sacrificio total. Un escuadrón de soldados chilenos avanza al lugar, decidido a acabar
con la solitaria resistencia. Le intimidan rendición, pero Abaroa por toda respuesta
dispara su arma. Una nueva descarga a quemarropa de los chilenos hace impacto y su
cuerpo se tambalea. Apoyada en una rodilla sigue agitando su rifle. Los chilenos
avanzan y lo rodean.
-Por última vez, ríndase... –suena la palabra encolerizada del invasor. Y Abaroa,
haciendo un supremo esfuerzo, se agita y logra ponerse de pie y a tiempo de disparar
por última vez su rifle al enemigo, le lanza aquel terrible apóstrofe:
-¿RENDIRME YO? QUE SE RINDA SU ABUELA, CARAJO...

Los chilenos que recibieron la terrible afrenta, el máximo desafió, respondieron con una
nueva carga cerrada de sus fusiles y lo ultimaron con sus bayonetas, porque Abaroa
parecía tener siete vidas. Cuando los soldados comenzaron a festejar el triunfo
alrededor del héroe al grito de ¡viva Chile!, todavía escucharon el último aliento del
héroe:-¡MUERA!...

"Esta última palabra de sus labios, tan indecente como la de Cambrone en Waterloo
-dice un escritor boliviano- vale más que en los labios de este, puesto que Cambrone la
lanzó con la cólera de morir defendiendo una corona de usurpación, y Abaroa la
escupió en el rostro del chileno, cuál estigma de sarcasmo para los conquistadores y
murió defendiendo el sagrado suelo de la patria, bajo la bandera de ella. Quien ganó la
batalla de Calama no fue Sotomayor, fue Abaroa".

Calama es, sin duda, el ejemplo vivo de lo que fue aquella guerra: 10 contra 1. En
todos los combates y batallas el enemigo llevó una ventaja aproximada. Ese pequeño
contingente de bolivianos de Calama es el ejemplo máximo del sacrificio que puede
ofrecer un pueblo por la justicia.Los fogonazos del Topater repercuten aún en el
corazón de los bolivianos reavivando la llama inmortal de la reivindicación y las últimas
palabras de Abaroa taladran la conciencia de Chile. La toma de Calama fue un trago
amargo para los invasores que al hacer su ingreso al poblado más parecían vencidos
que vencedores, así relata aquellos momentos un oficial chileno que participó en aquel
acontecimiento: "A los pocos instantes el ejército chileno ocupaba el pueblo, y el
coronel Sotomayor hacía saber por medio de un manifiesto, a los asustados habitantes
de Calama, que nada tenían que tener hallándose protegidos por la bandera chilena. "A
pesar de la victoria nuestros ánimos están mal impresionados". "La sangre de nuestros
hermanos pesa sobre nuestros pechos y ahoga el júbilo y la alegría". "La heroica
resistencia de nuestros enemigos infúndenos cierta desazón, pues prevemos la gran
cantidad de sangre americana que será necesario verter antes de obtener el triunfo
definitivo". "La dirección del ataque tampoco nos satisface y pensamos con cierta
tristeza en los prodigios de valor que necesitaron desplegar nuestros soldados cunando
llegue el día de sostener un gran combate.

Si con 500 hombres armados tuvimos necesidad de batirnos cerca de tres horas con
sólo ciento y tantos cholos pésimamente armados, ¿qué sucederá cuando se trate de
batir una fuerte y bien organizada división?"*

Habiéndose producido la declaratoria de guerra después de ocupada Antofagasta,


Chile espero, como era natural, una reacción del Perú, toda ves que conocía el “pacto
secreto” de 1873. Pero, contra todo calculo, el Perú trato de sacar el cuerpo del
problema, asumiendo más bien el papel de amigable componedor. Fue entonces que
Chile dejó los escrúpulos y mostró su verdadera faz declarando también la guerra al
Perú; pretextando haber descubierto un pacto secreto entrambas naciones para
agredir.
De esta manera se puso al descubierto que el verdadero objetivo chileno era el de
cumplir con el viejo sueño de aplastar al Perú a fin de evitar y cortar su
engrandecimiento, asumiendo la hegemonía en el Pacífico. Chile sabía muy bien que
una guerra contra Bolivia debía ser dirigida también contra espero.
Los estadistas chilenos conocían muy bien la realidad geográfica de su país y su futuro
económico nada alentador. Ello incentivó sus ideas expansionistas hacia el Norte del
Paposo, donde se encontraba a su "espacio vital". Toda su política internacional está
signada en lograr este objetivo como cuestión de vida o muerte. Paso a paso con la
cautela y astucia necesaria, la Moneda ha ido avanzando ejecución de este plan
atentando a Bolivia los territorios vecinos "para colocar la en la indeclinable necesidad
de acondicionar el Pacífico Central, empeñándola y ayudándola en guerras territoriales
contra el Perú".
La prensa chilena de aquella época, trasunta este pensamiento. Muchísimos trabajos
dictados por su cancillería son publicados en los diarios. "Si Bolivia ambiciona rectificar
sus fronteras -dice "El Nacional" de Santiago (20 de agosto de 1872)-, debe ser nuestro
aliado y no nuestro enemigo, en lugar de hacerse el aliado del Perú y el enemigo de
Chile, que nada gana ni nada pierde con que Bolivia tenga buenos o malos puertos,
esté cerca o lejos del mar, para sacar sus importaciones".

*Félix Navarra. "Episodios de la guerra del pacífico" reproducido en "Presidencia" de La


Paz de 23 de Marzo de 1966.

7. HIPOCRECIA Y CONSPIRACION MAPUCHE

A esta altura volvemos a los antecedentes inmediatos de la guerra. La preocupación de


Perú iba en aumento a medida que aumentaban también las insinuaciones de Chile, y
ello dio lugar a que buscaba desesperadamente la alianza con Bolivia a través de un
pacto secreto que debía ser ampliado después invitando a la nación Argentina. La
versión chilena de la motivación de este pacto secreto no estaba muy lejos de la verdad
cuando decía que el Perú tendió "una celada artera al débil e incautó gobierno de
Bolivia", aunque pensamos que la celada fue mutua, una especie de mal necesario.

Los publicistas chilenos Barros Arana y Vicuña Mackena, aseveran que encontrándose
Adolfo Ballivian en Lima, de retorno de Europa, a principios de 1873, este “se había
dejado enredar en esa intriga, como hombre poco sagaz, tímido, enfermo ya de
dolencia, más del alma que del organismo". Barros Arana, opina que estas gestiones
las hizo Ballivian sin conocimiento del gabinete de La Paz y cuando Ballivian no había
asumido aún el mandato de la nación, y piensa que Frías no habría permitido tal vez
ese pacto, desconfiando de la sinceridad del aliado, que había sido siempre enemigo
tradicional de Bolivia. El mismo autor opina también que el verdadero objeto de este
pacto era fraguar la ruina de Chile por medio de una liga temeraria. No debe pasarse
por alto el hecho de que la maquinaria montada para hacer aparecer a Chile como una
víctima ya funcionaba perfectamente.
La historiografía liberal de Bolivia en su conjura contra todo brote de una línea
anticolonialista ha negado sistemáticamente a todo gobierno salido del pueblo sus
méritos. Tal ocurre con Agustín Morales, que representa un nacionalismo intuitivo que
fue plasmado en medidas de tipo popular que lo llevó a la tumba. Agustín Morales, el
vencedor de Melgarejo entregador del Litoral, fue precisamente quien se preocupó de
profundizar las relaciones con el Perú previendo la amenaza y no Adolfo Ballivian.
"Morales -dice Alberto Gutiérrez-, comprendió que era menester cambiar las
orientaciones de la política externa de Bolivia y encargo al Ministro de la República de
Lima que explorara el ambiente político para una nueva alianza que renovará y
revalidara, acaso robusteciera, la Unión Americana de 1865...La alianza con Bolivia
importaba, por lo tanto, un movimiento político de elemental e instintiva defensa contra
los peligros que eran comunes para ambas repúblicas. No podría, por tanto, firmarse,
sobre una base histórica atendible, que el Perú ingresó a la alianza con el propósito
romántico de defender a Bolivia". En otro párrafo sostiene que, el propósito del
gobierno boliviano no era terminar un pacto secreto, si no obtener una entente política
que modificaría los procedimientos de Chile y rodearía a Bolivia de mayores
consideraciones internacionales. "Toda esta vasta negociación -dice- qué a ser
ulteriormente bien manejada, habría cambiado los destinos del continente, podo
haberse iniciado y perfeccionado en el corto espacio de 30 días, los treinta días
escasos del mes de noviembre. Ocurrió empero, a fines de ese mes la muerte trágica
de Morales, cuando pretendía pasar el Rubicon, según la expresión pintoresca del
ministro Benavente".
Cuando Pardo ascendió al poder en el Perú, Ballivián se encontraba en Europa
cumpliendo una misión delicada encomendada por el Presidente Morales. Ballivián
tenía la misión de adquirir dos blindados con destino a la organización de una escuadra
boliviana en el Pacífico. Los resultados de esta gestión son conocidos, pues el
Congreso boliviano de aquel año rechazó el presupuesto por la diferencia de un voto;
lo que impidió que Bolivia contara con una marina de guerra, factor decisivo en la
contienda del Pacífico.

El tratado "secreto", ya elaborado en el gobierno del Presidente Morales, no llegó a


rubricarlo éste por su repentina muerte. El mismo fue firmado el 6 de Febrero de 1873.
Aún flotan muchas dudas sobre los verdaderos móviles del crimen perpetrado en la
persona de Morales por su sobrino Federico La Faye. Como se sabe, La Faye que
fuera Edecán de Morales huyo después del magnicidio a Chile y poco tiempo después
se desenmascaró como agente al servicio de Chile, cumpliendo misiones de mucha
confianza. Así lo afirman al menor el historiador peruano Jorge Basadre, cuando se
refiere a un capítulo de la Guerra del Pacífico: "Daza -dice- estaba en Tacna. Las
gestiones para apartarlo de la alianza no habían conseguido resultados positivos. El
Coronel boliviano Federico La Faye, enviado desde Chile a proseguirlas...".

No están muy lejos de la verdad quienes tratan de levantar la cortina de misterio que
rodeó al asesinato de Morales, sugiriendo que él mismo habría sido fraguado por Chile
para evitar la firma del Pacto de Alianza, en estrecha convivencia de la Sociedad
Minera Arteche conformada por capitales chilenos y españoles, la misma que había
sido afectada en sus intereses por la política nacionalista imprimida por el malogrado
presidente. Entre la aprobación del Pacto Secreto por el Congreso y el magnicidio,
transcurren muy pocos días y todo nos lleva a la evidencia de que el crimen fue obra de
una gran conjura montada desde Chile, país que seguía paso a paso estas gestiones y
recibía información inmediata de sus agentes que operaban en los más altos niveles de
la política boliviana. Pese a todo, ya no pudo evitarse la firma del Pacto. La política
desplegada por Morales había avanzado tanto que ni su muerte pudo detener la
consolidación de la alianza. El Presidente Interino Tomás Frías no tuvo otra alternativa
que estampar su firma en el documento. El breve gobierno de Adolfo Ballivian tuvo que
sostener la política internacional iniciada por Morales preocupándose de hacer realidad
el proyecto de organizar una armada, pese a la negativa del Congreso, vano intento
que muere con su promotor.

La firma del pacto secreto fue en realidad un triunfo de la política internacional del Perú,
pues el verdadero interesado en lograr esta alianza era este país. En Bolivia el Pacto
tuvo efectos negativos, ya que los gobernantes de turno, confiados en esta alianza
descuidaron el problema con Chile. Algo parecido ocurrió en el Perú. El Presidente
Pardo pese a la amenaza Araucana ya abierta, catapultada por la presencia activa del
capitalismo inglés, tampoco se preocupó de renovar su armada ni aumentar o
modernizar su ejército, dedicando la mayor parte de las enormes entradas que daba el
guano y los empréstitos contratados a "malgastarlos en combatir contra Pierola"
personaje funesto que consume las mejores energías peruanas en los momentos más
críticos.

Tal era la confianza de Pardo en las bondades del Pacto que, cuando algún personaje
preocupado por el armamentismo chileno le sugería la conveniencia de comprar
buques, éste, seguro de sí mismo, solía contestar: "Mis dos blindados son Bolivia y la
Argentina".

No fue pues el supuesto descubrimiento de este Pacto el verdadero motivo para la


declaración de guerra por parte de Chile, como sostienen todos los historiadores
chilenos, sino un meditado y bien calculado plan elaborado con mucha anticipación.
Los capitales ingleses que tenían necesidad de asegurar una larga explotación de las
riquezas del guano y salitre fueron los verdaderos interesados en consolidar para Chile
aquellos territorios, actitud que coincidía plenamente con los intereses de la oligarquía
progresista de Chile que tenía importante participación en esta actividad y sobretodo
porque inclinaba la balanza hegemónica en el Pacífico en favor de este país. "Una
guerra con el Perú que acabase con la derrota de éste, fue siempre el sueño dorado de
Chile, desde la Independencia; sueño que ha ido rehaciendo en diversas épocas y
ocasiones desde 1825 al 1879".

Indudablemente que Pardo fue un previsor y Morales un zahorí. Ambos percibieron los
peligros que se cernían en el horizonte, pero sucumbieron en medio camino, sin
concluir la obra que debía traducirse en una vigorosa reorganización de sus fuerzas
armadas. Morales lo intentó pero cayó acribillado a balazos. Pardo que sublimó
demasiado los efectos del pacto, también cayó.

A esta altura creemos importante hacer una aclaración definitiva sobre la firma del
famoso Pacto Secreto que hizo correr tanta tinta en Chile.

Ya sabemos que este fue el pretexto principal para que Chile procediera a la
declaratoria de la guerra. La abundante prueba aportada posteriormente, sin embargo,
saca a relucir que Chile conocía el Pacto a los pocos días de haber sido firmado por los
interesados, es más, conocía todos los detalles y entretelones de la gestión realizada
por la diplomacia peruana en la Argentina.
Uno de los primeros investigadores que puso en evidencia este hecho fue Don Isaac
Tamayo, quien en su obra "Habla Melgarejo" publicada en 1894 expresa: "Ni el Perú ni
Bolivia contaron con la desconfianza y suspicacia chilena, que, el mismo día que se
verificaba en Sucre el canje del tratado secreto mediante 50 pesos, que, a su vez,
recibía el que la había facilitado". Tamayo no dice el nombre del diplomático chileno
que obtuvo la copia, pero no es ningún secreto que fue Walker Martínez el diplomático
que tuvo entre manos el documento a los pocos días de canjeado, haciéndolo conocer
de inmediato a su gobierno. Y como si esto no fuera suficiente, también a través de un
personaje argentino, Chile habría conocido el pacto secreto en sus inicios. Veamos
cómo fue a parar al Mapocho otra copia del famoso "tratado secreto".

8. TRATADO SECRETO SIN SECRETO

Se encontraba de embajador de Chile en la Argentina el señor Blest Gana,


perteneciente a la familia que tenía intereses precisamente en el Litoral boliviano era el
mes de Septiembre y el Congreso Argentino se aprestaba a tratar en forma reservada
su incorporación a una entente en la que participaría el Perú y Bolivia. Como se trata
de un asunto sumamente interesante que revela la eficacia de los servicios secretos del
gobierno del Mapocho, transcribimos algunos párrafos de una conferencia pronunciada
por el diputado chileno Anselmo Blanlot Holley en la Sociedad chilena de Historia y
Geografía, donde hace revelaciones que pusieron al desnudo muchos entretelones de
tan importante asunto, dice: "Desempeñaba el cargo de Ministro de Chile de la
República Argentina desde 1870, Don Guillermo Blest Gana, representación que tuvo
hasta 1876, durante el periodo luminoso de la discusión de límites entre los países
andinos, bajo la patriótica y enérgica dirección de los ministros Ibáñez y Frías.

"Corría el mes de Septiembre de 1873. El Congreso Argentino funcionaba en secreto,


convocado extraordinariamente por su gobierno. Aquélla actitud parlamentaria no
despertaba recelos en el centro diplomático. Ninguno de los agentes de las naciones
amigas abrigaba temores de que se perturbaran las cordiales relaciones que tenían a
su cargo cultivar.
"Un día en las primeras horas de la mañana, recibió nuestro ministro anunció de visita
de un de sus colegas del cuerpo diplomático. Extrañado por lo desacostumbrado del
momento y por la súplica verbal del ocurrente de ser recibidos sin dilación, dio el señor
Blest orden de introducirlo a su dormitorio.
Penetró hasta allí el señor X, ministro de… (el Ministro del Brasil en Buenos Aires,
Barón de Cotegipe) país vinculado tradicionalmente ha Chile por sentimientos de no
interrumpida simpatía.

"Perdone usted -dijo a nuestro diplomático- he pensado en su ayuda para salir de una
situación grave. Sírvame de excusa nuestra amistad personal y la que liga a nuestros
respectivos países.

"El señor Blest Gana hizo demostraciones de asentimiento".

"-Sabe usted -prosiguió el señor X- que en estos momentos celebra sesiones secretas
el Congreso argentino. Acaban de comunicarme que en esa sesión se trata de una
confabulación americana en contra de mi gobierno. Sólo Chile sería excluido de tal
complot, conocidos sus sentimientos de amistad hacia nosotros. Así también, sólo su
representante podría reemplazarme para adquirir lo que en realidad ocurre, ya que los
pasos que yo diera serían espiados y cualquier movimiento mío aparecería como
sospechoso. Discurra usted, amigo mío, por mí; gestione el descubrimiento de esa
tenebrosa maquinación... No necesito decirle que si usted se hallará en mi lugar, no
vacilaría un momento en servirlo y en servir a su patria, que amo y admiro.

"El señor X. Estaba profundamente excitado y conmovido.

"Blest Gana aceptó la misión de confianza de su colega, bien convencido de la


sinceridad de sus expresiones de reciprocidad.

"Antes de separarse ofreció el señor X. Los fondos de su legación para los gastos que
demandará el descubrimiento de la maquinación".

De esta manera, el diplomático chileno de origen brasileño, en conocimiento de la


"terrible confabulación" se puso a averiguar los pormenores del asunto, recurriendo
ingeniosamente a todas las artimañas utilizables, por inmorales que fueran. Su
prodigioso olfato lo llevó primero a averiguar la situación económica de los congresales
y dio exactamente en el clavo cuando se topó con uno de ellos que tenía problemas.
Como el dinero empleado para éste fin no salían de sus bolsillos fue pródigo. No
podemos dejar de transcribir el diálogo entre diplomático chileno y el supuesto
infidente.

"¿Sabe usted, amigo don Guillermo, lo que se discute en estas horas en el Senado
Argentino?

"No -contesta el señor Blest Gana-, asombrado de aquella extraordinaria coincidencia


entre la pregunta que le hacía y el propósito que tenía entre manos.

"-Se discute una invasión de alianza secreta hecha a la Confederación Argentina por
las Repúblicas de Bolivia y el Perú.

"-¿Qué carácter tiene esa alianza?


"Ella es defensiva; pero éste comprende, que llegado el momento de un conflicto entre
uno de los pueblos aliados y un tercero, la calificación del "Casus Foederis", esmera
formula; el conflicto se ha preparado de antemano".

Como era de esperarse, Blest Gana se trasladó inmediatamente a Río de Janeiro con
la misión de proponer una alianza entre Chile y el Brasil, pero chocó con el
pragmatismo brasileño que "instigaba pero no entraba en componendas escritas" línea
de política internacional que le aconsejaba la "extremada extensión y vulnerabilidad de
sus fronteras internacionales" al decir de Alberto Gutiérrez.

Finalmente, como si estas dos copias del tratado "secreto" no fueran suficientes, el
agente diplomático de Chile en el Perú, obtuvo una copia más y la envió a Santiago.

No es verdad entonces, que gobierno chileno hubiese descubierto el famoso "Pacto


Secreto" recién en 1879 cómo se ha demostrado con pruebas de primera mano. Otra
cosa es que Chile se guardó el pacto prudentemente "mientras carezca del
conocimiento cabal de los propósitos, medios y fines de la alianza". Es que aún no
habían zarpado de Inglaterra los blindados que había encargado.
Pero, ¿fue realmente este pacto una amenaza contra Chile?
No tal.
Se trataba de un pacto defensivo. El artículo 1º del mismo expresaba que las partes
contratantes se unen y liga para garantizar mutuamente su independencia, su
soberanía y la integridad de sus territorios, "o negándose a defenderse contra toda
agresión exterior, bien sea de otro u otros estados independientes o de fuerzas sin
bandera que no obedezcan a ningún poder reconocido". Tal el espíritu del tratado. El
artículo 8º es más claro cuando expresa que se emplearán preferentemente los medios
conciliatorios para evitar los conflictos, refutando entre esos medios como el más
aconsejable el arbitraje de una tercera potencia.

Desde el punto de vista de los intereses bolivianos, analizado fríamente este tratado,
pese a las intenciones buscadas con su aprobación, ha sido perjudicial. El Perú busco
casi al mismo tiempo que Bolivia la firma de este tratado, pero tenía un interés
estratégico inmediato cuál era el neutralizarla. Jamás debió ocurrírsele al Perú que
llegaría momento de cumplir el compromiso; y cuando llegó no reaccionó airadamente
como era de esperarse; por el contrario, ofreciose más bien como mediador.

Por todos los medios trató de sacar el cuerpo del problema y recién tomó el "Pacto
Secreto" en serio cuando Chile, viendo que se le escapaba la presa, le declaró la
guerra. Fue entonces que forzó la interpretación del "Tratado Secreto" tomándolo como
pretexto. De lo contrario, Bolivia quedaba más sola y burlada que tal vez hubiese sido
mejor por las perspectivas que se hubieran presentado para buscar una solución
acorde a sus intereses. Sin embargo, todos los historiadores peruanos incluyendo a
Basadre, Ugarte y Congraims en coro repiten que la alianza fue perjudicial al Perú.

Insistamos un poco sobre este tema. ¿Por qué buscó el Perú afanosamente la alianza
con Bolivia? Los propios historiadores peruanos responden a esta pregunta y dicen que
fue para salvaguardar las salitreras de Tarapacá contiguas a Bolivia; y, por el temor de
que Bolivia ya sin su Litoral con el tiempo se lanzaría contra el Perú, contando para ello
con la cooperación de Chile. No falta alguien que afirma que la seguridad del ingreso
argentino a la alianza fue el motivo principal.

Éste es un tema poco atendido por la historiografía boliviana de ahí que entramos a
considerar algunos aspectos poco conocidos.
Cuando las cancillerías de La Paz y Lima vislumbraban la adhesión Argentina al pacto
creían estar pisando tierra firme, dada la candente situación que atravesaban las
relaciones entre este país y Chile. Entretanto las relaciones diplomáticas entre Bolivia y
Perú con la Argentina no podían ser mejores, pero pronto se pudo ver que la Argentina
sólo buscaba la solución de sus intereses particulares utilizando la invitación peruana-
boliviana como arma de doble filo para conseguir sus propósitos. Así el Canciller
Tejedor condicionaba abiertamente como paso previo al ingreso de su país a la
entente, la solución del problema limítrofe con Bolivia con la consiguiente incorporación
de Tarija a su soberanía. La maniobra argentina fue rechazada de plano por Bolivia, lo
que dio lugar a que la Argentina le soplaran al oído del Perú una contrapropuesta
insólita, pues le pedía la incorporación nada menos de que Chile a la entente o, en
última instancia quedase ella limitada al Perú y la Argentina.

Estas contrapropuestas cuya finalidad se podía deducir fácilmente, fueron rechazadas


por el Perú, no porque una línea de conducta noble así le obligara, sino, porque en
aquella época al Perú le convenía más la alianza con Bolivia que con Argentina, por
una sencilla razón: Chile y la Argentina estaba en aquellos momentos (1873) a punto
de enfrentarse. Las relaciones entre ambos países estaba completamente deterioradas
y se temía que en cualquier momento podían iniciarse las operaciones bélicas,
situación que obligaría naturalmente a que el Perú terciara en el enfrentamiento
enviando su ejército y especialmente su destartalada marina a lejanos mares, sacrificio
que no estaba en condiciones de cumplir por la situación difícil que atravesaba y, sobre
todo, porque más le interesaba resguardar el guano y el salitre que estaban ubicados
en la frontera costera con Bolivia. Además, existía otra razón fundamental.

8.1 ANALISIS DIPLOMATICO

La firma de un pacto solamente entre Perú y la Argentina, significaba el tácito


rompimiento del Pacto Secreto que tenía con Bolivia, lo que a la larga Chile
aprovecharía atrayéndola ha una alianza, ofreciéndole los territorios de Tacna y Arica,
lo que no estaba lejos de ocurrir ante la amenaza Argentina de querer recuperar Tarija.
El Perú tenía en aquella época diplomáticos muy sagaces y no cayeron en la maniobra
diplomática argentina; es más, cuando este país le pidió al Perú en carácter de venta
uno de sus acorazados, el Perú le negó.

Esta actitud peruana forzada por las circunstancias tuvo enorme repercusión en los
hombres del estado argentinos que, buscaron afanosamente, mediante el juego
diplomático, la solución del problema limítrofe con Chile, enseñándoles a cada
momento la espada de Damocles de la triple entente. A tanto llegó la táctica para
resolver la cuestión de la Patagonia que se supo que la legación chilena tenía acceso a
las deliberaciones secretas del senado argentino donde se trataba la cuestión.
Obviamente, las sesiones se prolongaron infinitamente hasta que se produjera el
ablandamiento de Chile, lo que finalmente ocurrió.

Conseguido su propósito la Argentina, se desentendió definitivamente de la cuestión de


su incorporación a la triple alianza, dejando a Chile libre el camino para su programa
de conquista. Esta actitud Argentina, hizo cambiar el curso de la historia de América del
Sur, ya que de suscribirse el pacto, muy difícilmente Chile hubiese tomado las armas
contra el Perú y Bolivia. A mayor abundamiento, consideramos útil referirnos a otros
aspectos concomitantes en esta situación, que se presentaron posteriormente.

El criterio de una aproximación entre Chile y Bolivia que pudiera concretarse en una
alianza, quitaba el sueño a la cancillería peruana. Sus posibilidades volvieron a aflorar
en 1898 cuando los intereses capitalistas norteamericanos decidieron tomar parte
activa en la explotación de las riquezas naturales de la zona conflictuada. Fue entonces
que se volvió a hablar de una nueva Confederación Perú-Boliviana tendiente a frenar
las ambiciones ya desmesuradas del capitalismo anglo-chileno. El efecto buscado tuvo
sus frutos, ya que se logró que la oligarquía minera boliviana en el poder, dejara de
escuchar por lo menos momentáneamente, los cantos de sirena de la cancillería del
Mapocho. Pero lo curioso era que simultáneamente en el Perú, comenzara a tomar
cuerpo una corriente que propiciaba un entendimiento con Chile, corriente en la que
estaban complicados muchos hombres de estado peruanos hábilmente ganados por
Chile. Fue entonces que se escuchó el verbo admonitorio de Manuel González Prada
que fustigó con prosa de fuego a los derrotistas. El encarpetado proyecto de la entente
Perú-Bolivia-Argentina volvió a agitarse en el ambiente internacional manipulado por
los nuevos intereses en juego que habría las heridas aún no cicatrizadas de la guerra
de 1879.

La situación emergente de la Guerra del Pacífico aun era una brasa candente pese a
que existían tratados como el de Ancón y la tregua que habían sentado las bases para
la paz, aunque bases impuestas por el vencedor y por lo mismo deleznables. Las
perspectivas del cumplimiento o incumplimiento de tales instrumentos eran
imprevisibles, realidad que engendro en el Perú aquella corriente claudicante de
aproximación a Chile. Manuel González Prada que interpretaba al verdadero pueblo
peruano apagado y adormecido por la derrota, tuvo la virtud de despertarlo fustigando
a los acomodaticios del momento: "Los problemas internacionales ofrecen hoy-les dijo-
una faz nueva con la alianza "entente cordiale" o convenio tácito de Bolivia y la
Argentina. Adhiriéndonos para formar una triple alianza, surgen muchas probabilidades
de vencer a Chile, anular el tratado de ancón y reivindicar los territorios perdidos; no
adhiriéndonos, corremos peligro de que nuestra neutralidad sea mirada como una
manifestación hostil y de que la unión argentino boliviana redunde no sólo en daño de
Chile, sino en perjuicio nuestro...
¿Qué decir de Bolivia? Una sola consideración justifica hoy la alianza del Perú con ella,
el temor de que al no estar con nosotros, se habría unido a Chile para combatirnos y
mutilarnos. La alianza de peruanos y bolivianos en 1879 recuerda la fraternidad de
Sancho y Don Quijote, pues en las desventuradas aventuras de la guerra, ellos
salvaban el cuerpo y nosotros recibíamos los palos".

Aunque duras las expresiones de González Prada, traducían una verdad a medias. No
se podía negar que la alianza de peruanos y bolivianos de 1879 tenía base de arenas
movedizas. Existían mutuos recelos, más de la parte del Perú que de Bolivia, porque
en la desventurada historia de los dos pueblos, las veces que se habían enfrentado, los
peruanos siempre habían llevado los palos, desde Yanacocha hasta Ingavi. Había pues
un resentimiento solapado entre ambas naciones, el que afloro fuertemente en los
momentos difíciles de la guerra, en perjuicio naturalmente de la alianza y beneficio de
Chile. Un autor boliviano de aguda observación al referirse a este hecho dijo lo
siguiente: "Hay una causa más de nuestra derrota que no debemos olvidar la falta de
afinidad entre Perú y Bolivia; falta de afinidad no resultante de la disparidad de raza, de
idioma, de religión y de costumbres, que son semejantes, sino por la influencia de
nuestras antiguas discordias internacionales que han dejado un sentimiento de
malquerencia que ha de desaparecer solamente en el transcurso de muchos años
pasados en paz y en olvido".

8.2 SANCHOPANCISMO PERUANO

Por otra parte, estaba fresca la actitud del Perú cuando se produjo la invasión del
Litoral Boliviano, oportunidad en la que salió a relucir su sanchopancismo; primero,
tratando de sacar el cuerpo del problema; y, segundo, obligando al afirmar un tratado
complementario por la cual todos los gastos que demande la guerra debían correr por
cuenta de Bolivia. El Perú, en aquella emergencia en lugar de notificar a Chile que
tenía firmado con Bolivia un pacto de alianza defensiva que le obligaba a salir en
defensa de ella, se limitó a ofrecerse para mediar en el conflicto, enviando la misión
Lavalle a Santiago. "La actitud del Perú durante ese lapso se limitó a los simples oficios
de mediación, evitando el Casus Foederis" dice Julio Méndez. Tuvo que producirse la
declaración de guerra al Perú, en abril de 1879, casi dos meses después de la
declaratoria a Bolivia, para que el Perú se acordara que tenía este compromiso con
Bolivia, cuando los sentimientos del pueblo boliviano ya habían sido heridos
profundamente. El diplomático boliviano enviado a Lima para exigir el cumplimiento del
pacto relata crudamente la situación que le tocó vivir en la capital peruana, revelando
que la molicie e inocencia de los gobernantes peruanos era tal que ni siquiera habían
reparado en el juego artero en que estaba empeñado el diplomático chileno Godoy,
quien "aprovechaba de las íntimas relaciones que tenía con el General Prado, desde la
residencia de éste en Chile durante su proscripción, y de tal manera lo tenía cercado
que hacía uso del derecho de entrar hasta su dormitorio para conferenciar sobre los
asuntos palpitantes que la guerra en sentido de obtener la declaratoria de neutralidad
del Perú; la opulenta caza comercial Guibbs, y tantas otras influencias, como es fácil
comprender, obraban en el mismo sentido".

Obviamente que sólo buscaba adormecer aquel gobierno lo que consiguió en cierta
forma, ya que la guerra, como se sabe estaba dirigido contra Bolivia y Perú.

El Ministro Plenipotenciario de Bolivia Reyes Ortíz tuvo que sortear la barrera de


muchos intereses para lograr inclinar al Perú a cumplir su compromiso. Sordo al clamor
de su pueblo que exigía el rompimiento con Chile, el gobierno peruano aceptó
intervenir finalmente, pero no frontalmente como era de desear, sino en forma
condicional "porque era expresión insistente del Presidente, que el Perú no aceptaría la
guerra, sino después de que su gobierno agotara los recursos para evitarla, objeto que
tuvo la misión Lavalle"; procurando siempre sacar el cuerpo si hubiere lugar. Como es
sabido, la misión Lavalle fracasó estrepitosamente.

El diplomático chileno en Lima, hacía el mismo papel que el que operaba en La Paz:
distraer a los hombres de estado peruano con el fin de ganar tiempo para que su
ejército procediera a ocupar posiciones estratégicas.

Cuando se supo en Bolivia que Chile había declarado finalmente la guerra al Perú hubo
una especie de desahogo, un estallido de contento indescifrable, algo así como un
triunfo, que en sí lo era, ya que de no producirse tal declaratoria de guerra el Perú no
entraba en el conflicto. Esta conducta peruana fue aprovechada a las maravillas por la
corriente pro chilena que ya operaba en Bolivia, cuya máxima figura era Aniceto Arce a
quien se debe esta terrible frase empapada de verdad; "Perú -decía- es una nación sin
sangre, sin provibidad y sin inclinaciones sinceras hacia el aliado. Pacto de alianza con
el deliberado y único propósito de asegurar sobre Chile su preponderancia en el
Pacífico.Creyó llegar el "casus belli" cuando Chile le provocó la guerra serrándole el
camino de las mediaciones oficiosas".

El presidente Hilarión Daza se decepcionó del aliado cuando supo que el Perú había
exigido la firma de un tratado complementario por el cual Bolivia tenía que soportar
todo el peso de los gastos que demandará la guerra. A su caída, desde París denunció
la actitud peruana diciendo que aquel tratado iba hacer la ruina de Bolivia
"hipotecandole todas sus fuentes de entradas y tenía que estar por muchos años
sujeta y dependiente del Perú, de modo que, de nada nos serviría vencer a Chile,
porque tras la victoria vendrá el cumplimiento de este tratado y con él, la miseria y la
ruina".

Tales los momentos vividos en los inicios de la guerra y tales algunos acontecimientos
que tuvieron enorme repercusión en los resultados finales. En estas condiciones, la
alianza Perú- Boliviana marchó a los campos de batalla al encuentro de un enemigo
poderoso que contaba con el respaldo de Inglaterra.

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Imp. Unión Americana. La Paz 1881, p. 26.

"Razones históricas legendarias, geográficas e industriales, hacía necesario llevar la


guerra a su último término... en el litoral del pacífico, no hay sino dos centros de acción
y progreso: Lima, Callao, Santiago y Valparaíso; es preciso que uno de estos dos
centros sucumba para que el otro se levante. Por nuestra parte necesitamos a
Tarapacá como fuente de riqueza, y Arica como punto avanzado de la costa. He aquí el
porque el pueblo chileno exige Arica y Tarapacá.
Balmaceda

"Merced a la confesión de usted podemos explicar muchísimas cosas, a cual más


afligentes y bochornosas para la patria..., la supuesta enervación del sentimiento
nacional, el quietismo del gobierno en el último periodo de la guerra, la extraña
situación en que se veían colocados el general Campero y su gabinete, para sufrir
después las acusaciones de la prensa y de usted mismo, el único responsable ante la
historia".
(De una carta dirigida a Aniceto Arce).
Nataniel Aguirre.

http://www.retornoalmar.comuv.com/history/historia1.htm

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